memoria sentipensante de nuestros compañeros leidy giron y abel gallego

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A LA MEMORIA SENTIPENSANTE DE NUESTROS HERMANOS Y COMPAÑEROS: Abel Antonio Gallego (Cucho) y Leidy Girón (Soruyo) MINGA SUR COLOMBIA ¿Cómo recordar dignamente a nuestros herman:s y compañer:s? Recordar es arrebatar a la frenética corriente de la cotidianidad un “algo” que nos hace humanos, sensibles, trascendentes. Los que no tienen voz también pueden y deben recuperar su lugar y dejar testimonio del propósito de sus vidas. Los que se han ido plasman sus ideas en los que los recordamos. Aunque sus nombres no sean colocados y valorados en edificios, avenidas, lugares públicos; sí los grabamos en la gente real, que caminó con ellos, compartió sus sueños, confirmando la valía y sentido de humanidad sembrada a cada momento de sus alientos. La historia de los de abajo, como dice Eduardo Galeano, está escrita con cada brazo que se une, con cada mirada que se encuentra para vencer la bestia del olvido intencionado: para que sepamos de la gente, de sus luchas, de sus logros. Nuestra memoria, algo alterada por la emosión, trae a lo escrito a nuestros hermanos que recorrieron y ganaron un lugar imperecedero en la historia de los de abajo. Sus sueños, proezas y logros los tendrá las páginas de esta tierra grande, por la que sembraron a cada paso. La historia de los pueblos hablará de los encuentros afortunados como los que se vivieron entre estos dos grandes seres humanos: dos herman:s que caminaron al lado de las ideas por una Colombia soberana, con cultura, libre, justa. Soruyo y su saber de la naturaleza, de las gentes del Cauca, Valle, de sus barriadas y senderos. Cucho, con sus saber sobre la cultura popular, conocedor de las tierras del Huila, Tolima, Caquetá. Entre los dos sumaban la comprensión del sur de Colombia. En el caso de nuestra amiga y hermana Soruyo (32 años), el día sábado 25 de febrero, una gélida noticia recorrió la nación: en el nevado del Tolima (Kumanday), una pareja no pudo vencer la altura, la falta de abrigo y alimento, derrotando la vida de Leidy. Ella dejaba su temple, alegría, valentía, saberes populares, en las alturas de Colombia, en el centro del páís. Aunque su novio, nuestro amigo Andrés “Paskín”, hizo lo imposible para apoyarla y reanimarla, la vida jugó en contra nuestra: la perdimos. Sus aportes en la Minga Sur Colombia la valoramos, así como su solidaridad constante allá, desde el Congreso de Estudiantes de Univalle “Univalle de Pie”, en 1999; luego en el Campamento Festival “Eduardo Umaña Mendoza”, en 2001. Luego recorrió con nosotros en la época de Nueva Propuesta en la recuparación de espacios estudiantiles en Univalle. Sembró trabajos populares en el Distrito de Aguablanca, Siloé y en la Cali rural. Las fotos las recordamos en los barrios Mojica, Manuela Beltrán, Comuneros, La Paz, Daniel Guillard; las veredas Pichindé, Cárpatos. Su trabajo con las comunidades indígenas y afros, aportaron hacia la Nueva Colombia. A su lado crecimos, entre arroces y lentejas, siempre zazonadas entre tod:s. Levantamos los procesos de los Desmatriculados; el periódico Maluza, la retoma de la Representación Estudiantil para el movimiento de los estudiantes. Acompañamos los padres de Jhonny, Julián, William, Katherine. En su papel como educadora popular, retumbó en su presencia de mujer mulata: entre rizas, consejos, amistad y confianza que sabía ganarse de los cercanos y también de los distantes, en campos, barrios, eventos. Su presencia irradiaba cercanía, como es la canción de “capullo y soruyo”: sencilla, feliz, jocosa. Como bióloga atendió poblaciones caucanas, compilando semillas propias, defendiendo la soberanía y la dignidad alimentaria. Viviste como ser pleno, humana, sintesis de afro, mestiza, mujer, canción, hidalgía, sembradora de tierras y libertades. Esta nueva patria por parir, llevará tu aporte, hermana. Soruyo deja la memoria de la mujer popular nuestra: desde su Cali del alma, su origen popular, caminar seguro y hablar positivo, nos

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A LA MEMORIA SENTIPENSANTE DE NUESTROS HERMANOS Y COMPAÑEROS:Abel Antonio Gallego (Cucho) y Leidy Girón (Soruyo)

MINGASURCOLOMBIA

¿Cómo recordar dignamente a nuestros herman:s y compañer:s? Recordar es arrebatar a la frenética corriente de la cotidianidad un “algo” que nos hace humanos, sensibles, trascendentes. Los que no tienen voz también pueden y deben recuperar su lugar y dejar testimonio del propósito de sus vidas. Los que se han ido plasman sus ideas en los que los recordamos. Aunque sus nombres no sean colocados y valorados en edificios, avenidas, lugares públicos; sí los grabamos en la gente real, que caminó con ellos, compartió sus sueños, confirmando la valía y sentido de humanidad sembrada a cada momento de sus alientos. La historia de los de abajo, como dice Eduardo Galeano, está escrita con cada brazo que se une, con cada mirada que se encuentra para vencer la bestia del olvido intencionado: para que sepamos de la gente, de sus luchas, de sus logros.

Nuestra memoria, algo alterada por la emosión, trae a lo escrito a nuestros hermanos que recorrieron y ganaron un lugar imperecedero en la historia de los de abajo. Sus sueños, proezas y logros los tendrá las páginas de esta tierra grande, por la que sembraron a cada paso. La historia de los pueblos hablará de los encuentros afortunados como los que se vivieron entre estos dos grandes seres humanos: dos herman:s que caminaron al lado de las ideas por una Colombia soberana, con cultura, libre, justa. Soruyo y su saber de la naturaleza, de las gentes del Cauca, Valle, de sus barriadas y senderos. Cucho, con sus saber sobre la cultura popular, conocedor de las tierras del Huila, Tolima, Caquetá. Entre los dos sumaban la comprensión del sur de Colombia.

En el caso de nuestra amiga y hermana Soruyo (32 años), el día sábado 25 de febrero, una gélida noticia recorrió la nación: en el nevado del Tolima (Kumanday), una pareja no pudo vencer la altura, la falta de abrigo y alimento, derrotando la vida de Leidy. Ella dejaba su temple, alegría, valentía, saberes populares, en las alturas de Colombia, en el centro del páís. Aunque su novio, nuestro amigo Andrés “Paskín”, hizo lo imposible para apoyarla y reanimarla, la vida jugó en contra nuestra: la perdimos. Sus aportes en la Minga Sur Colombia la valoramos, así como su solidaridad constante allá, desde el Congreso de Estudiantes de Univalle “Univalle de Pie”, en 1999; luego en el Campamento Festival “Eduardo Umaña Mendoza”, en 2001. Luego recorrió con nosotros en la época de Nueva Propuesta en la recuparación de espacios estudiantiles en Univalle. Sembró trabajos populares en el Distrito de Aguablanca, Siloé y en la Cali rural. Las fotos las recordamos en los barrios Mojica, Manuela Beltrán, Comuneros, La Paz, Daniel Guillard; las veredas Pichindé, Cárpatos. Su trabajo con

las comunidades indígenas y afros, aportaron hacia la Nueva Colombia. A su lado crecimos, entre arroces y lentejas, siempre zazonadas entre tod:s. Levantamos los procesos de los Desmatriculados; el periódico Maluza, la retoma de la Representación Estudiantil para el movimiento de los estudiantes. Acompañamos los padres de Jhonny, Julián, William, Katherine. En su papel como educadora popular, retumbó en su presencia de mujer mulata: entre rizas, consejos, amistad y confianza que sabía ganarse de los cercanos y también de los distantes, en campos, barrios, eventos. Su presencia irradiaba cercanía, como es la canción de “capullo y soruyo”: sencilla, feliz, jocosa. Como bióloga atendió poblaciones caucanas, compilando semillas propias, defendiendo la soberanía y la dignidad alimentaria. Viviste como ser pleno, humana, sintesis de afro, mestiza, mujer, canción, hidalgía, sembradora de tierras y libertades. Esta nueva patria por parir, llevará tu aporte, hermana.

Soruyo deja la memoria de la mujer popular nuestra: desde su Cali del alma, su origen popular, caminar seguro y hablar positivo, nos enseño a llevar en la cintura un diminuto machetico, para homejear al campesino. Por ello, estamos seguros, hoy también te hemos visto en las escuelas, en las mujeres “negras mujeres” sembradoras de frutas, verduras; en las que cuidan los niños. Te hemos visto tejiendo, caminando con nosotr:s. También cruzaste el río, navegaste el pacífico, eres campesino, obrero; estudiante, cientifica, amiga. Como dice el poeta Pustkín: no haz muerto, una parte de ti evitará la muerte y vivirá eternamente.

En su memoria musical, aquí una parte de su canción, la que le otorgó su pícaro apodo –autoimpuesto-:

“Oye capullo

a todos los quiero igual

todos son angelitos

y los llevo aquí en el alma

pero hablemos del negrito

sin perder la calma

EL:¡ dime capullo es

hijo mio el negrito!

Y ella le contesto

y ella le contesto

oye sorullo

el negrito es el único tuyo

oye sorulloel negrito es el único tuyo”La Sonora dinamita.

Solamente unos días habían transcurrido luego de la despedida en el sur de Cali de Soruyo, el 27 de febrero; cuando nuestro hermano y compañero Abel –Cucho-, recae de una delicada enfermedad para ser internado en cuidados intensivos. Unos días luego, la ciencia local

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del subdesarrollo, diría que era un imposible hacer algo por su vida. En la madrugada del sábado 3 de Marzo, su vida se cegaba. Su recorrido a sus 32 años tomaba un descanzo. Dentro de sus inumerables aportes, podemos recordar: Los Sampedritos en Univalle, sus investigaciones sobre la cultura popular opita, sus compromisos por la educación pública, sustentados en Asambleas Estudiantiles, con el grupo Al Sur “La Gaitana”, Colonia del Alto Magdalena. Así mismo las marchas en defensa de la educación, por la defensa de la vida; sus aportes en Ecuador, Villa de Leiva, Bogotá, que dejaron en la historia que tanto él estudió y comprendió, la señal imborrable de su humanidad, capaz de comprometerse por la justicia social y las luchas dignas. Lavantamos en colectivo las Cumbres Andinas, las Mingas de Pensamiento, al lado del Cabildo indígena Universitario. También organizó escuelas de danza del Sanjuanero Huilense, orgullo e identidad nacional. Se extació con el río Magdalena (“Guakayo”, río de las tumbas, en lengua antígua, según las investigaciones del historiador Abel Gallego, o tambien llamado “Yuma” –amigo-.); con los páramos, desiertos, y sobre todo con ese gigantezco nevado que comunica Cauca, Huila, Tolima y Valle: el Wila, o “anaranjado”, que él mismo investigó sobre su nombre. Su legado además trascendió desde su educación en la ciudad de Neiva, su cuna y descanso final. La tierra valluna lo recibió como un hijo más y por ella también levantó trabajo comunitario en las riberas del barrio Alfonso López y el municipio de Jamundí. En su búsqueda humana, escribió para el periódico estudiantil “La Farola”; sustentó su tesis: “Cultura popular opita: identidad, resistencia y formación de nación a través de las fiestas populares de San Juan y San Pedro”1. Cantó a su tierra, retomando el folclore popular en las rajaleñas, trobas y aires andinos. De él aprendimos qué era una “cucamba”, una copla opita, que él tantas veces entonó con su tambora, alegre compañera. El hijo de un campesino colonizador también ahora colonizaba la cultura del Valle del Cauca y del Sur de Colombia. Como educador, llevó la historia popular, hermanada del mensaje de la gracia divina, en síntesis de justicia terrenal y trascendente.

¿Coincidencias?: Ambos fueron seres “Sentipensantes”2; es decir, seres elevadamente humanos, conocedores de las ciencias, historia, biología, gentes, pedagogía, geografía, sociología, economía, costumbres y tradiciones. Ambos partieron a sus escasos 32 años, defendiendo esta tierra, llenando de amor y respeto lo caminado; sembrando y aprendiendo de la cultura popular. Hermanos y amantes del pueblo, ese pueblo de los de abajo, de los que siembran, cantan, viven y sueñan. Como mingueros trabajaron desinteresadamente por y con la gente , en jornadas de cultura, sembrando samanes, atendiendo ollas comunitarias; dialogando en las

comunidades. Entendieron y así lo vivieron, que lo primero es sentir la vida de la gente, “subieron al pueblo”, como hemos aprendido. Dos seres unidos por la amistad, ese árbol de la vida resistente a las tempestades que también selló su partida. Seres de paz, concordia, amistad. Amigos.

Los nevados y la tierra testificaron y despidieron la vida de nuestros compañeros: El Kumanday (nevado del Tolima), lanzando al mañana a Soruyo; y el nevado del Huila (Wila- montaña luminosa), presente en la vida integral de Cucho. La obra de los seres humanos que aman a su prójimo es trabajar por la justicia y la vida buena. Así lo entendió otro Sentipensante:Camilo Torres, cristiano convencido y consecuente. Mientras vuelven, en la despedida en Neiva a Abel, entonamos una sencilla y profunda canción, tan pertinente como nuestro hermano y compañero Cucho:

“Azules se miran los cerrosEn las lejanías.Paisajes de ardientes llanurasCon sus arrozales de verde color…

Al sur, Al sur, Al surDel cerro del PacandéEsta la tierra bonitaEs la tierra opitaQuie me vio Nacer”

Silva y Villalba. Al Sur. Bambuco.

Nuestra Minga sur Colombia, levanta con respeto una oración dirigida a todos los rincones de los territorios, y con sentido profundo, por la vida y la memoria eterna.

Han regresado, a la eternidad…

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MINGASURCOLOMBIA

www.mingasur.wordpress.com mingasurcolombia.blogspot.com

Marzo 2012

1http://historia.univalle.edu.co/PDF/Unidad%20de%20Apoyo/TesisLicHistoria.pdf 2 Nos referimos al aporte del maestro Orlando Fals Borda, quien debatió contra la pretendida ciencia fría, insensible, desconectada de la realidad de las gentes que también construyen saberes y conocimientos. A esta nueva estrategia de conocimiento, ampliada en la Investigación Acción Participación, se le puede sintetizar en la idea de ser un científico integral: es decir, sin abandonar sus condición de amor, sensibilidad, humanidad en el proceso del conocimiento, de la búsqueda de la razón. Así lo entendieron estos dos seres de nuestra Minga Sur Colombia. Ver: http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/coedicion/fborda/