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1 Documento 1 Medicamentos en busca de enfermedad El País, Milagros Pérez Oliva 9 JUL 2012 La imagen de la Big Pharma ha sufrido un nuevo golpe. Dos grandes laboratorios farmacéuticos, GlaxoSmithKline y Abbott, han aceptado en las últimas semanas pagar multas astronómicas por haber incurrido en graves malas prácticas. Algunos laboratorios a finales de los ochenta intentan incrementar los beneficios no por la vía de obtener nuevos y mejores fármacos sino por la de conseguir nuevas indicaciones para sus viejos medicamentos. Esta estrategia incluye la creación artificial de enfermedades, lo que en inglés se conoce como disease mongering, es decir, el intento de convertir procesos naturales en la vida como la menopausia, la tristeza o la timidez, en patologías susceptibles de ser tratadas con fármacos. La comercialización de Paxil en 1999 por GlaxoSmithKline es un buen ejemplo. Hasta entonces se reconocía como entidad patológica la agorafobia, un trastorno muy severo: las personas son incapaces de salir de casa y pueden sufrir ataques de pánico. El lanzamiento de Paxil se centró en una nueva entidad, la fobia social, que abarcaba desde formas leves de agorafobia a la simple dificultad para hablar en público. Paxil se presentó con gran acompañamiento mediático como la píldora de la timidez; era en realidad un viejo antidepresivo que volvía al mercado con nuevos ropajes y, por supuesto, nueva indicación. Cuando desde los foros de salud pública se criticó al laboratorio por esta manipulación, sus responsables culparon a la prensa de la distorsión. Pero ante la junta de accionistas, el máximo ejecutivo de la división responsable del nuevo fármaco, Barry Brand, fue más sincero: “El sueño de todo comercial es dar con un mercado por conocer o identificar, y desarrollarlo. Hemos logrado hacerlo con el síndrome de ansiedad social”, proclamó, entre grandes aplausos. En 2004 se supo que GSK había ocultado que entre los niños y adolescentes tratados con Paxil se producía una mayor tasa de conductas suicidas. La compañía llegó a un acuerdo extrajudicial y se comprometió a publicar todos los datos de sus estudios clínicos. Mientras tanto, en 2007 un cambio legislativo en Estados Unidos obligó a las farmacéuticas a publicar todos los datos de los estudios clínicos que hicieran. Esta normativa permitió descubrir que GSK había ocultado también datos comprometedores de su fármaco Avandia, que se recetaba para tratar la diabetes. La farmacéutica había iniciado en 1999 un estudio secreto para averiguar si Avandia era más seguro que su competidor Actos, de la empresa Takeda. Los resultados fueron desastrosos: no solo no era más eficaz, sino que presentaba un significativo mayor riesgo de daño cardiaco. Estos resultados deberían haberse comunicado a las autoridades sanitarias, pero una investigación del diario The New York Times reveló en 2010 diversos correos internos entre directivos en los que se advertía de que los datos del estudio no debían ver “la luz del día”. Los riesgos de Avandia fueron confirmados en un estudio independiente de un cardiólogo de Cleveland. GSK reconoció que conocía los riesgos de Avandia desde 2005, pero según las investigaciones posteriores la compañía ya tenía conocimiento de ellos desde antes de su comercialización, en 1999, y permitió que se prescribiera sin ninguna advertencia sabiendo que había alternativas más seguras para los pacientes. Que Avandia mantuviera su cuota de mercado era una cuestión estratégica para GSK. En un informe interno, la compañía evaluaba el coste que tendría la revelación de los efectos adversos: 600 millones de dólares solo entre 2002 y 2004. En la misma época toda una oleada de fármacos conocidos como las píldoras de la felicidad destinados a librarnos, a golpe de pastilla, de las angustias, temores, fobias y frustraciones que inevitablemente nos acompañan en la vida. En la mayoría de los casos eran principios activos con eficacia demostrada en muy acotadas patologías. El objetivo de la estrategia de comercialización era ampliar todo lo posible el campo terapéutico a cubrir. En las últimas décadas, la industria se debate entre buscar nuevos o mejores fármacos para las viejas y nuevas enfermedades y la postura que defienden los ejecutivos más agresivos, muchos de los cuales no tienen ninguna relación con la farmacología, recurrir a otras estrategias para aumentar los beneficios. Así se ha pasado del viejo

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Documento 1

Medicamentos en busca de enfermedad

El  País,  Milagros Pérez Oliva 9 JUL 2012 La imagen de la Big Pharma ha sufrido un nuevo golpe. Dos grandes laboratorios farmacéuticos, GlaxoSmithKline y Abbott, han aceptado en las últimas semanas pagar multas astronómicas por haber incurrido en graves malas prácticas. Algunos laboratorios a finales de los ochenta intentan incrementar los beneficios no por la vía de obtener nuevos y mejores fármacos sino por la de conseguir nuevas indicaciones para sus viejos medicamentos. Esta estrategia incluye la creación artificial de enfermedades, lo que en inglés se conoce como disease mongering, es decir, el intento de convertir procesos naturales en la vida como la menopausia, la tristeza o la timidez, en patologías susceptibles de ser tratadas con fármacos.

La comercialización de Paxil en 1999 por GlaxoSmithKline es un buen ejemplo. Hasta entonces se reconocía como entidad patológica la agorafobia, un trastorno muy severo: las personas son incapaces de salir de casa y pueden sufrir ataques de pánico. El lanzamiento de Paxil se centró en una nueva entidad, la fobia social, que abarcaba desde formas leves de agorafobia a la simple dificultad para hablar en público. Paxil se presentó con gran acompañamiento mediático como la píldora de la timidez; era en realidad un viejo antidepresivo que volvía al mercado con nuevos ropajes y, por supuesto, nueva indicación. Cuando desde los foros de salud pública se criticó al laboratorio por esta manipulación, sus responsables culparon a la prensa de la distorsión. Pero ante la junta de accionistas, el máximo ejecutivo de la división responsable del nuevo fármaco, Barry Brand, fue más sincero: “El sueño de todo comercial es dar con un mercado por conocer o identificar, y desarrollarlo. Hemos logrado hacerlo con el síndrome de ansiedad social”, proclamó, entre grandes aplausos.

En 2004 se supo que GSK había ocultado que entre los niños y adolescentes tratados con Paxil se producía una mayor tasa de conductas suicidas. La compañía llegó a un acuerdo extrajudicial y se comprometió a publicar todos los datos de sus estudios clínicos. Mientras tanto, en 2007 un cambio legislativo en Estados Unidos obligó a las farmacéuticas a publicar todos los datos de los estudios clínicos que hicieran. Esta normativa permitió descubrir que GSK había ocultado también datos comprometedores de su fármaco Avandia, que se recetaba para tratar la diabetes. La farmacéutica había iniciado en 1999 un estudio secreto para averiguar si Avandia era más seguro que su competidor Actos, de la empresa Takeda. Los resultados fueron desastrosos: no solo no era más eficaz, sino que presentaba un significativo mayor riesgo de daño cardiaco. Estos resultados deberían haberse comunicado a las autoridades sanitarias, pero una investigación del diario The New York Times reveló en 2010 diversos correos internos entre directivos en los que se advertía de que los datos del estudio no debían ver “la luz del día”.

Los riesgos de Avandia fueron confirmados en un estudio independiente de un cardiólogo de Cleveland. GSK reconoció que conocía los riesgos de Avandia desde 2005, pero según las investigaciones posteriores la compañía ya tenía conocimiento de ellos desde antes de su comercialización, en 1999, y permitió que se prescribiera sin ninguna advertencia sabiendo que había alternativas más seguras para los pacientes. Que Avandia mantuviera su cuota de mercado era una cuestión estratégica para GSK. En un informe interno, la compañía evaluaba el coste que tendría la revelación de los efectos adversos: 600 millones de dólares solo entre 2002 y 2004.

En la misma época toda una oleada de fármacos conocidos como las píldoras de la felicidad destinados a librarnos, a golpe de pastilla, de las angustias, temores, fobias y frustraciones que inevitablemente nos acompañan en la vida. En la mayoría de los casos eran principios activos con eficacia demostrada en muy acotadas patologías. El objetivo de la estrategia de comercialización era ampliar todo lo posible el campo terapéutico a cubrir.

En las últimas décadas, la industria se debate entre buscar nuevos o mejores fármacos para las viejas y nuevas enfermedades y la postura que defienden los ejecutivos más agresivos, muchos de los cuales no tienen ninguna relación con la farmacología, recurrir a otras estrategias para aumentar los beneficios. Así se ha pasado del viejo

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paradigma de “enfermedad en busca de medicamento” al mucho más lucrativo de “medicamento en busca de enfermedad”. Esta estrategia, objeto de numerosos artículos en revistas médicas, suele articularse en tres fases. La primera trata de identificar las patologías en las que podría justificarse de algún modo la prescripción del fármaco. La segunda consiste en colonizar los medios de comunicación con estudios, reportajes y entrevistas, de apariencia independiente, sobre la importancia social de la patología a tratar, y lo mucho que sufren quienes las sufren. Una vez sensibilizada la población y las autoridades sanitarias, la tercera fase ofrece la solución. Para lograr este círculo virtuoso es importante contar, si es posible, con el concurso de los propios pacientes.

En 1999 la oficina de Nueva York de PRNews contabilizó un millón de menciones del nuevo fármaco Paxil, el único aprobado contra la ansiedad social. Una investigación posterior del diario The Washington Post reveló que entre 1997 y 1998 se habían publicado más de 50 reportajes en la prensa norteamericana sobre lo terrible que era la ansiedad social y lo mucho que estaba aumentando.

Documento 2

 

 

 Documento  3  

 

Curar células no es diseñar bebés El  País,  Javier Sampedro 28 JUN 2013

Es francamente difícil estar en contra de curar enfermedades, pero no lo es tanto poner objeciones al “diseño de bebés”, la “fabricación controlada” de seres humanos o a una “técnica peligrosa de ingeniería genética”, de modo que las asociaciones religiosas de Reino Unido, como el autoproclamado Centro Cristiano de Bioética —a quien pertenecen esos entrecomillados— ha decidido cebarse contra esos blancos fáciles y eludir el verdadero debate bioético, que es el que trata de cómo ayudar mejor a las personas que lo necesitan. 83

 

 

 

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Documento  4  

Primum  non  nocere  

El País, 14 de enero de 2014 Por Carlos Martínez-A. es profesor del CSIC y fue secretario de Estado de Investigación.

Uno de los éxitos más espectaculares de la medicina científica reciente lo representa el trasplante de órganos. De nuevo es importante señalar que la sociedad española lidera en el mundo la donación de órganos y nuestra medicina la realización de trasplantes. Desgraciadamente una vez más el mito de Sísifo se nos aparece poniendo de manifiesto los desafíos pendientes: la escasez de órganos.

Una respuesta a esa necesidad la aportan los recientes descubrimientos a través de la identificación, obtención y cultivo de las células madre a partir del blastocisto (células madre embrionarias) y sobre todo de la reprogramación de las células somáticas a células madre (iPS), que ha abierto un nuevo capítulo en la biomedicina. Su utilización no es solo motivo de esperanza: son una realidad desde hace más de dos décadas mediante el trasplante de células procedentes de la médula ósea, un trasplante que se basa en las células madre hematopoyéticas ahí presentes, y del que se realizan miles anualmente para tratamiento de múltiples enfermedades.

Patologías hasta ahora carentes de tratamiento ven en la utilización de estas células una nueva ventana de futuro. Un futuro que mediante la identificación de distintas poblaciones de células madre, de adultos, embrionarias, iPS, procedentes del epiblasto y la obtención de miniórganos a partir de las mismas, permite mirar con optimismo el tratamiento de enfermedades neurodegenerativas, el cáncer, el infarto de miocardio y la diabetes entre otras. De nuevo aquí, España ha sabido estar a la altura de la investigación en este campo, a través de las aportaciones seminales de Izpisúa Belmonte.

Documento 5

Nuevas tendencias en investigación científica

D’après César Nombela

Nueva Revista, número 140, Septiembre 2012 LA BIOÉTICA: UNA REFERENCIA OBLIGADA

El futuro de las ciencias de la vida sin duda estará marcado por ese círculo que va del conocimiento a la intervención, de la que se deriva mayor conocimiento que propicia nuevas intervenciones biotécnicas. Todo ello sin duda impacta en aplicaciones de las que se derivan propuestas fundamentales que, en última instancia, repercuten en la calidad de vida. Hace tiempo que emerge el término biomedicina, precisamente para englobar todo el conocimiento biológico con aplicación —potencial o materializada— para la salud humana. Esa orientación marca las prioridades y la inversión de recursos en investigación y desarrollo. En definitiva, la investigación se impregna de un pragmatismo que apremia a derivar cuanto antes las nuevas aplicaciones. La investigación deja entonces de ser, de manera exclusiva, una exploración sobre la realidad basada en la curiosidad intelectual propia del ser humano, para convertirse en una tarea con consecuencias. Es inevitable que emerja el término bioética, acuñado en 1970 por el oncólogo Potter, para identificar reflexionar y formular cuáles son las obligaciones del hombre con los seres vivos y, en especial, consigo mismo. La bioética se identifica como el conjunto de referencias sobre el obrar humano en relación con los avances que se registran en las ciencias de la vida en el sentido más amplio. Pensar y repensar sobre qué hacer, cómo obrar con rectitud, es algo inherente a nuestra especie, la única especie dotada de capacidad para elegir entre opciones anticipando las consecuencias. A la reflexión bioética se han incorporado científicos junto con filósofos, juristas. La bioética actual reflexiona sobre el hombre, su naturaleza y su dignidad, puesto que el ser humano es el destinatario de muchas de las actuaciones. Fundamental es abogar por una exigencia, estricta y rigurosa, del respeto a la dignidad de todos.