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MÁS ALLÁ DE LA CRISIS ACTUAL EN MÉXICO: CÓMO FOMENTAR MÁS ESTABILIDAD A CORTO PLAZO Y MAYOR CRECIMIENTO A LARGO PLAZO por Robert A. Blecker* Agosto de 2010 *Robert A. Blecker es profesor de economía y jefe del departamento de economía en la American University, Washington, DC 20016, Estados Unidos, e-mail [email protected] . El autor le agradece a Blanca Lilia Avendaño Vargas por la invitación de presentar una versión preliminar de este trabajo en la conferencia sobre la economía mexicana en la Facultad de Economía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en noviembre de 2009. Además les agradece a Gerardo Esquivel y Jaime Ros por compartir borradores de sus trabajos sobre temas relacionados y concederle permiso para citarlos.

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MÁS ALLÁ DE LA CRISIS ACTUAL EN MÉXICO:

CÓMO FOMENTAR MÁS ESTABILIDAD A CORTO PLAZO

Y MAYOR CRECIMIENTO A LARGO PLAZO

por

Robert A. Blecker*

Agosto de 2010

*Robert A. Blecker es profesor de economía y jefe del departamento de economía en la American University, Washington, DC 20016, Estados Unidos, e-mail [email protected]. El autor le agradece a Blanca Lilia Avendaño Vargas por la invitación de presentar una versión preliminar de este trabajo en la conferencia sobre la economía mexicana en la Facultad de Economía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en noviembre de 2009. Además les agradece a Gerardo Esquivel y Jaime Ros por compartir borradores de sus trabajos sobre temas relacionados y concederle permiso para citarlos.

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1. Introducción

Es bien conocido que el crecimiento económico de México ha sido relativamente lento durante la

mayor parte del período desde la liberalización comercial a fines de los años ochenta del siglo

XX, y que el país no ha logrado la convergencia con los Estados Unidos que buscaba por medio

del Tratado de Libre Comercio en América del Norte (TLCAN) el cual entró en vigor en 1994

(Urquidi, 2003; Ibarra, 2008; Blecker y Esquivel, 2009; Esquivel, 2010). Aunque el ritmo del

desarrollo del país siguió siendo decepcionante durante todo este período prolongado, sin

embargo a partir de la recuperación de la crisis del peso a fines de los años noventa México sí

alcanzó la estabilidad macroeconómica que había faltado anteriormente. Durante una docena de

años entre 1996 y 2007, México gozó de un patrón de crecimiento económico que, si bien no fue

altamente rápido, por lo menos careció de los ciclos de auges y quiebras dramáticos que habían

caracterizado las dos décadas previas. En ese período, la inflación se redujo a tasas de un sólo

dígito, la balanza de pagos quedó en equilibrio y el gobierno no tenía déficits fiscales grandes.

Las deudas externas del país se disminuyeron como porción del producto interno bruto (PIB)

mientras el sistema financiero no exhibió ningunos síntomas de una crisis inmanente. A pesar de

una recesión ligera en 2001, en general la economía mexicana estaba más estable entre 1996 y

2007 que había estado desde los años cincuenta y sesenta del siglo pasado.

Entonces, pareció sorprendente que México sufriera una crisis tan grave en 2008-9, con

una caída del PIB real de 6.5%, mayor que en las crisis previas de 1975-76, 1982-83, 1985-86 o

1994-95, y la baja más alta en toda América Latina (Ros, 2010). Las crisis de los ochenta se

provocaron en gran medida por choques externos, particularmente alzas en las tasas de interés y

bajas en los precios del petróleo (ver, por ejemplo, Zedillo, 1986; Lustig y Ros, 1993). Sin

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embargo, todas esas crisis previas, incluso las de los ochenta, fueron ocasionadas en gran medida

por políticas fiscales, monetarias y cambiaras poco prudentes por parte de los gobiernos. Estas

políticas incluyeron niveles insostenibles de déficits fiscales y deudas externos, además de

emisiones monetarias excesivas. En cambio, las políticas macroeconómicas mexicanas en los

años 2000 han sido un modelo de rectitud monetaria y fiscal, con los objetivos gemelos de

inflación baja y un presupuesto balanceado, y la única excepción fue un tipo de cambio

sobrevaluado (el cual no hizo un papel importante en la crisis). Así, a diferencia de las crisis

anteriores, la crisis de 2008-9 parece totalmente importada. Los choques que golpearon la

economía mexicana incluyeron una caída aguda en las exportaciones manufactureras, un

disminución notable en las remesas familiares y un desplome de los precios petroleros.

Sin embargo, queda por verse por qué México era tan vulnerable a estos choques

externos y por qué los efectos de una crisis totalmente externa en su origen salieron ser tan

graves para la economía interna. Este capítulo sostendrá que la crisis fue tan profunda en México

por dos razones. Primero, la severidad de la crisis de 2008-9 proviene de las mismas “reformas”

neoliberales adoptadas tras las crisis del pasado. Especialmente, el alto grado de apertura de la

economía mexicana, debido a la liberalización comercial y financiera del país, implica una

vulnerabilidad elevada a los choques internacionales. Segundo, toda la postura de la política

económica del gobierno, con sus objetivos estrictos de inflación baja y balanza fiscal, le impidió

que adoptara políticas de estímulo adecuadas para enfrentar la magnitud de los choques

internacionales que el país sufría. El Banco de México tardó demasiado en bajar las tasas de

interés, mientras que el gobierno federal no adoptó ni aumentos en los gastos ni recortes en los

impuestos suficientes para reemplazar la demanda agregada perdida por los choques ya

mencionados.

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La sección siguiente resumirá la evidencia respecto al crecimiento lento y la falta de

convergencia, además del alto grado de sincronización de la economía mexicana con la

estadounidense. La sección 3 presentará nuevas estimaciones de un modelo econométrico del

crecimiento de la economía mexicana como una función de ciertas variables representando las

restricciones externas, mismo que se elaboró por este autor en un artículo previo (Blecker, 2009).

Allí se demostrará que el modelo pronostica bien la caída rápida del PIB mexicano entre 2007 y

2009 e identifica los principales choques externos que la ocasionaron. Sin embargo, este modelo

no destaca el papel de la política macroeconómica doméstica en agravar la crisis, el cual se

discutirá entonces en la sección 4. Finalmente, la sección 5 concluirá por analizar cómo México

puede escaparse de esta trampa de crecimiento lento a largo plazo y vulnerabilidad exagerada a

los choques externos a corto plazo, por medio de una reorientación fundamental de sus políticas

macroeconómicas.

2. Crecimiento, convergencia y sincronización

Antes de pasar al análisis de la crisis de 2008-9, vale la pena revisar brevemente la evidencia

respecto al comportamiento de la economía mexicana durante el período desde su apertura

externa y las reformas liberalizadoras de los años ochenta y noventa. El cuadro 1 presenta los

promedios de las tasas de crecimiento del PIB real y el PIB por cápita para cada década a partir

de los años cincuenta. Durante la época de la industrialización por sustitución de importaciones,

las tasas anuales medias de crecimiento del PIB total superaron 6% en todas las décadas de 1951-

60, 1961-70 y 1971-80, mientras que las tasas anuales de crecimiento del PIB por cápita

rebasaron 3% en promedio. En contraste, estas tasas bajaron a 1.9% y –0.2%, respectivamente,

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en la “década perdida” de los ochenta cuando ocurrió la crisis de la deuda. Después de las

reformas de liberalización y privatización, estas tasas de crecimiento recuperaron solamente a

3.5% para el PIB total y 1.9% para el PIB por cápita en promedio en los años 1991-2000, y luego

bajaron ligeramente a 2.4% y 1.3%, respectivamente, en el período 2001-8. Incluyendo las

estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI, 2010) para 2009 y 2010, la década de

2001-10 en conjunto será todavía peor en términos del crecimiento del PIB total que la década

perdida de 1981-90, con una tasa media de crecimiento de sólo 1.7 por ciento. Sin embargo,

debido a la disminución en la tasa de crecimiento de la población desde los años ochenta, el

crecimiento del PIB por cápita quedará ligeramente mayor en 2001-10 en comparación con

1981-90 (0.7% versus –0.2%).

[Cuadro 1 por aquí]

Este crecimiento lento ha implicado, como consecuencia, que México no ha alcanzado la

convergencia económica con los Estados Unidos que pretendía lograr por medio de las reformas

económicas a partir de los años ochenta, incluyendo las políticas de liberalización comercial e

integración regional adoptadas cuando México se adhirió al Acuerdo General sobre Aranceles y

Comercio (GATT) en 1986 (el cual se convirtió en la Organización Mundial del Comercio en

1995) y el TLCAN en 1994. Como se demuestra en la gráfica 1, México aumentó su ingreso por

cápita de alrededor de 25% del nivel de Estados Unidos en 1950 a casi 40% en 1981 (aunque

esta última cifra probablemente fuera exagerada por el auge petrolero y las políticas no

sostenibles bajo el presidente José López Portillo), antes de sufrir una caída aguda en este

porcentaje por debajo de 30% entre 1982 y 1987. Para 2007, antes de la crisis reciente, el PIB

por cápita de México apenas alcanzó el 26% del de los Estados Unidos, casi el mismo porcentaje

que a principios de los años cincuenta. Es decir que todo el progreso en la convergencia de los

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años cincuenta, sesenta y setenta se ha perdido, y a largo plazo no se ha observado ninguna

convergencia persistente, especialmente después de la puesta en marcha del TLCAN (1994-

2007). La baja en la razón del PIB por cápita de México al mismo de Estados Unidos en 1995 se

puede atribuir a la crisis del peso que estalló al final del año anterior, pero su estancamiento

desde entonces ya no se puede atribuir a esa crisis, sino a la falta de crecimiento más rápido

desde la recuperación de esa crisis a fines de los años noventa.

[Gráfica 1 por aquí]

Si bien México no ha convergido con los Estados Unidos en su nivel de ingreso por

cápita a largo plazo, sí se ha acercado más a este país en el sentido de que existe una mayor

sincronización entre sus ciclos económicos a corto plazo desde que se integraron el uno con el

otro dentro del TLCAN a mediados de los años noventa. Como se puede ver en la gráfica 2,

después de la entrada en vigor del TLCAN en 1994 y la recuperación de la crisis del peso en

1996, la tasa de crecimiento del PIB de México se volvió altamente correlacionada con la misma

de Estados Unidos (excepto que la de México exhibe una mayor amplitud cíclica), mientras que

no existió ninguna correlación positiva antes.1 El mismo resultado se obtiene en muchos otros

estudios, incluso algunos que consideran indicadores de la producción industrial además del PIB

(véase Chiquiar y Ramos-Francia, 2004; Lederman, et al., 2005, pp. 91-92; Mejía Reyes, et al.,

2006; Esquivel, 2010). Considerando la gran diferencia en los tamaños de los dos países (el PIB

total de México sólo alcanzó 6% del de los Estados Unidos en 2009), queda claro que la tasa de

crecimiento de Estados Unidos es la variable independiente y la misma de México es la

dependiente. Sin embargo, también queda claro que existen otros factores que afectan el

crecimiento de México, los cuales se investigarán en la sección siguiente. 1 El coeficiente de correlación es de –0.17 entre 1979 y 1993, terminando antes del TLCAN, o –0.11 entre 1979 y 1995 incluyendo los años de la crisis del peso en 1994-95 que coincidieron con los primeros dos años del TLCAN. En contraste, el mismo coeficiente es de 0.92 entre 1996 y 2009.

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[Gráfica 2 por aquí]

3. Un modelo del crecimiento mexicano y las restricciones externas

Para examinar la hipótesis de que la crisis de 2008-9 fue en gran parte importada,

conviene utilizar el modelo de Blecker (2009), el cual enfatiza el papel de los factores externos

en determinar la tasa de crecimiento de la economía mexicana a corto plazo. Según este modelo,

cuatro variables representando las restricciones externas explican la mayor parte de las

fluctuaciones del crecimiento del PIB mexicano a corto plazo a partir de 1979. Estos cuatro

factores son: la tasa de crecimiento del PIB de Estados Unidos, los influjos financieros netos, el

precio real mundial del petróleo y el tipo de cambio real (TCR) del peso (este último se expresa

al inverso como el valor real del peso y se rezaga un año por razones detallados más abajo).

Estas cuatro variables se escogieron con el propósito de ser exógenos con respecto al

crecimiento actual de la economía. Es decir, el modelo se especifica de “forma reducida”, en el

sentido de que todas las variables independientes son estrictamente exógenas o predeterminadas.

Por lo tanto, otras variables que podrían ser endógenas, tales como la renta de las exportaciones

petroleras, el superávit fiscal del gobierno o las tasas de interés fijas por el banco central, no se

incluyeron como variables independientes en el modelo porque probablemente varíen en

respuesta a las condiciones económicas actuales. Semejantemente, el TCR corriente se considera

una variable posiblemente endógena y no se incluyó. Así, el modelo se especifica de la siguiente

manera:

(1) MexGrowtht = 0 + 1 Crecimiento_EUt + 2 Influjos_financierost

+ 3 Precio_real_del_petróelot + 4 Valor_real_del_pesot1 + ut

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donde el suscrito t significa el tiempo (año) y ut es el error aleatorio.

Las cuatro variables explicativas en este modelo merecen ciertos comentarios. Primero,

como se discutió anteriormente con referencia a la gráfica 2, la correlación positiva entre las

tasas de crecimiento de México y Estados Unidos se observa solamente a partir de la entrada en

vigor del TLCAN en 1994 y la recuperación de la crisis del peso en 1996, y así encontramos que

la tasa de crecimiento de Estados Unidos es significativo en la ecuación (1) sólo si se multiplica

por una variable dicótoma (DTLCANt) que se iguala a 1 a partir de 1994 y 0 antes.2 La tasa de

crecimiento de Estados Unidos para los años antes de 1994 no es significativa si se incluye en el

modelo y por lo tanto fue excluida.

Los influjos financieros netos se definen como la suma de la balanza financiera en la

balanza de pagos (la cual, según la definición del FMI, excluye las transacciones de los activos

oficiales por parte de los bancos centrales) más los influjos de transferencias (la mayor parte de

los cuales consisten en remesas familiares), normalizados por medirse como porcentaje del PIB.3

Como se puede ver en la gráfica 3, la proporción de estos flujos que corresponde a la inversión

extranjera directa (IED) aumentó notablemente entre 1994 y 2001 y bajó ligeramente después,

mientras la parte que corresponde a las transferencias recibidas (principalmente remesas

familiares) aumentó notablemente en los años 2000. La parte que corresponde a los otros flujos

financieros (es decir, los flujos de portafolio, por ejemplo, los préstamos y depósitos bancarios y

las compras y ventas de bonos) es la más volátil. Las caídas agudas en estos otros influjos en

1982-83, 1985-86 y 1994-95 coincidieron precisamente con las crisis económicas de esos años.

2 La crisis del peso de 1994-95 se explica en este modelo principalmente por la caída en los influjos financieros netos en esos años, así que no es necesario omitir esos años de la variable dicotómica que representa el efecto del TLCAN, y tampoco es necesario utilizar otra variable dicotómica para representar esa crisis. 3 Los datos sobre las remesas familiares no son disponibles antes de 1995, pero las remesas constituyeron más de 90% de las transferencias en todos los años a partir de 1995. Según las pruebas de Hausman presentadas en Blecker (2009), esta medida de los influjos financieros netos es “débilmente exógena” con respecto a la tasa de crecimiento.

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Los otros flujos fueron negativos en seis de los siete años entre 2001 y 2007, sugiriendo que los

inversionistas mexicanas percibían rentas mayores en el extranjero durante el auge financiero

global que precedió la crisis, y recuperaron a niveles ligeramente positivos en 2008-9. De todos

modos, no hubo una caída aguda en los influjos financieros netos (ni los totales ni los otros) en

2009 tal como se observó en las crisis previas. En realidad, los influjos financieros netos totales

bajaron alrededor de 20% medidos en dólares estadounidenses (de $50.1 mil millones a $40.1

mil millones) entre 2008 y 2009, pero debido a las bajas en el PIB mexicano y el valor del peso

en 2009, el PIB medido en dólares también bajó casi 20% así que la razón de esos influjos al PIB

(ambos medidos en dólares) quedó estable alrededor de 4.6 por ciento.

[Gráfica 3 por aquí]

El precio real mundial del petróleo se define como la razón del índice de tres precios de

petróleo “spot” (Tejas, Brent y Dubai) del FMI al índice de los precios al productor para bienes

industriales de Estados Unidos. Esta razón, la cual se presenta en la gráfica 4, representa el poder

adquisitivo de las exportaciones petroleras con respecto a los bienes industriales en el mercado

mundial. El precio de éstos se representa por el índice de precios al productor de Estados Unidos

ya que Estados Unidos es el proveedor principal de importaciones para México, y también por el

hecho de que los precios nominales del petróleo se fijan en dólares. El precio real mundial del

petróleo bajó notablemente entre 1981 y 1986, y después se estabilizó hasta principios de los

años 2000 cuando empezó a aumentar de nuevo. Entonces este índice subió hasta alcanzar un

máximo histórico en 2008, antes de disminuir en 2009 (pero la baja en el precio real fue menor

que la baja en el precio nominal en 2009 debido a la disminución en los precios industriales

estadounidenses en el mismo año, como consecuencia de la crisis).

[Gráfica 4 por aquí]

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Ya que la importancia relativa del sector petrolero ha disminuido desde la liberalización

comercial a fines de los años ochenta, incluimos una variable dicotómica interactiva la cual es el

producto de la variable dicotómica DLIBERAL (que se iguala a 1 en 1987-2009 y 0 antes)

multiplicada por el índice del precio real mundial del petróleo. Sin embargo, las exportaciones

petroleras han seguido siendo importantes especialmente por los ingresos que proveen para el

gobierno federal, y por lo tanto esperamos que el precio real mundial del petróleo permanezca

significativo después de la liberalización comercial, aun cuando su impacto cuantitativo sea

reducido.

El TCR se define al estilo latinoamericano como la razón EP*/P, donde E es el tipo de

cambio nominal (en moneda nacional por unidad de las divisas), P indica un índice de precios y

“*” significa una variable extranjera. En este trabajo, se utilizó el tipo de cambio bilateral con los

Estados Unidos con los índices de precios al consumidor de Estados Unidos y México, porque el

modelo econométrico se ajustó mejor con este TCR bilateral que con el índice del TCR

multilateral publicado por el Banco de México. Como se puede ver en la gráfica 5, el valor real

del peso ha demostrado mayor estabilidad desde los fines de los años noventa, en comparación

con su comportamiento errático en las dos décadas previas incluyendo las devaluaciones bruscas

de 1982-83, 1985-86 y 1994-95, pero se mantuvo en un nivel relativamente alto indicando una

pérdida de competitividad externa entre 2000 y 2008.4

[Gráfica 5 por aquí]

En el modelo econométrico, el TCR se expresa al estilo estadounidense como el “valor

real del peso”, es decir la razón inversa 1/TCR = P/EP*. También esta variable se rezaga un año

en el modelo porque el TCR actual puede ser afectado por el crecimiento actual, el cual podría

4 Este período de sobrevaluación persistente del peso en términos reales siguió directamente después de la adopción de los objetivos de inflación como la meta única de la política monetaria en 1999, los cuales se discutirán más abajo.

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influir tanto el tipo de cambio nominal como la tasa de inflación doméstica, mientras que el TCR

del año anterior debe ser independiente del crecimiento corriente del país. Además, el uso del

rezago del TCR tiene la ventaja de reflejar mejor los efectos de esta variable a través de los flujos

de exportaciones e importaciones, los cuales ocurren con un rezago según la famosa teoría de la

“curva-J”, debido al tiempo necesario para encargar, producir y transportar los bienes que crucen

las fronteras internacionales.

Según las pruebas de Phillips-Perron, el precio real mundial del petróleo y el valor real

del peso tienen raíces unitarias, mientras las tasas de crecimiento de México y Estados Unidos

son estacionarias (la hipótesis nula de una raíz unitaria se puede rechazar al nivel de

significación de 5% para estas dos). Los influjos financieros netos como porcentaje del PIB

tienen una raíz unitaria al nivel de 5% pero son estacionarios al nivel de 10 por ciento. Dado que

las variables no son integradas del mismo orden, no tiene sentido probar si son cointegradas. En

cambio, utilizamos el método econométrico de mínimos cuadrados ordinarios dinámicos (DOLS,

por su nombre en inglés “dynamic ordinary least squares”) de Stock y Watson (1993), el cual se

diseñó a propósito de dar resultados robustos en la presencia de variables de diferentes órdenes

de integración. En este método, cada variable se incluye en la ecuación estimada tanto en

primeras diferencias como en niveles; los coeficientes de los niveles de las variables se

interpretan como los efectos de “largo plazo” (equilibrio del modelo) mientras los de las

primeras diferencias se interpretan como los ajustes de corto plazo hacia el equilibrio. En este

trabajo, en el cual se utilizan datos anuales, sólo las primeras diferencia corrientes eran

significativas cuando se incluyeron y por lo tanto las primeras diferencias rezagadas se

excluyeron.

Los resultados de aplicar este método a la ecuación (1) se presentan en el cuadro 2. El

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período de la muestra comienza en 1979 por dos razones. Primero, se considera que la apertura

de la economía mexicana empezó a fines de los años setenta cuando México se hizo un

exportador importante del petróleo y además empezaba a endeudarse externamente (en esa

época, principalmente por pedir préstamos de los bancos internacionales). Por eso, sólo tiene

sentido estimar un modelo que enfatiza los factores externos a partir de fines de los setenta.

Segundo, la presentación de la balanza de pagos de México se revisó en 1979, y por lo tanto los

datos para los años anteriores pueden no ser comparables.

[Cuadro 2 por aquí]

La ecuación estimada es semejante a la ecuación (1.5) en Blecker (2009, p. 1278, cuadro

1), pero con ciertas diferencias. Primero, el período de la muestra fue actualizado para incluir los

datos hasta 2009, mientras en Blecker (2009) la muestra terminó en 2007. Segundo, algunas de

las variables también se revisaron para los años anteriores. Tercero, aquí se incluye la primera

diferencia de la variable interactiva DTLCANt*Crecimiento_EUt, la cual no se incluyó en las

estimaciones previas de Blecker (2009). Se descubrió que incluir esta última variable mejoró las

propiedades econométricas de la ecuación estimada, especialmente por eliminar la mala

especificación según la prueba RESET encontrada para la ecuación (1.5) en Blecker (2009).

El crecimiento de Estados Unidos tiene un impacto positivo y significativo tanto a largo

plazo (coeficiente de 0.68 para el nivel de la tasa de crecimiento de Estados Unidos) como a

corto plazo (coeficiente de 0.75 para la primera diferencia de la misma tasa). Por lo tanto, se ve

que una recesión aguda en Estados Unidos, como la de 2008-9, debe ocasionar un efecto severo

sobre México. Todos estos efectos son significativos solamente a partir de 1994 cuando el

TLCAN entró en vigor; la tasa de crecimiento de Estados Unidos sin la variable dicotómica

DTLCAN no fue significativa en esta ecuación y por eso fue omitida. Los influjos financieros

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netos también tienen un efecto positivo y significativo, con un coeficiente de 0.68, pero en este

caso el efecto ocurre únicamente a largo plazo (sólo el nivel de esta variable es significativo; la

primera diferencia no fue significativa cuando se incluyó y por lo tanto se omitió).

El índice del precio real mundial del petróleo tiene coeficientes positivos y significativos

tanto para el nivel (0.036) como para la primera diferencia (0.043), correspondiendo a los efectos

a largo y corto plazo, respectivamente. Sin embargo, el coeficiente de largo plazo de 0.036 sólo

se aplica a los años 1979-86, ya que el efecto fue reducido subsecuentemente según el

coeficiente significativamente negativo para la variable interactiva

DLIBERALt*Precio_real_del_petróleot, el cual representa el cambio en el efecto de los precios

petroleros a partir de 1987. El efecto de éstos durante el período de la liberalización (1987-2009),

el cual es la diferencia 0.036 – 0.017 = 0.019, permanece significativo a pesar de la disminución

de su magnitud.

El valor real del peso (el inverso del TCR) rezagado un año tiene un efecto negativo a

largo plazo (coeficiente de 0.15 para el nivel), pero también tiene un efecto positivo a corto

plazo (0.12 para la primera diferencia). Este resultado mixto puede reflejar el hecho de que, a

corto plazo, un aumento en el valor del peso permite un aumento en el salario real de los obreros

(por reducir las márgenes de ganancias y disminuir los precios de los bienes importados), y esta

redistribución del ingreso hacia los trabajadores estimula el consumo, mientras que a largo plazo

el mismo aumento en el valor del peso baja las exportaciones netas (la balanza comercial) con un

efecto negativo sobre la demanda agregada. Según la teoría de la curva J, los efectos negativos

sobre la balanza comercial llevan más tiempo en realizarse y por lo tanto sólo se observan a largo

plazo. Y, según estas estimaciones, los efectos negativos sobre la balanza comercial superan los

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efectos positivos sobre el consumo a largo plazo.5

Para verificar la validez estadística de estos resultados, la ecuación estimada fue sometida

a varias pruebas. La estadística Durbin-Watson de 1.980 indica la ausencia de autocorrelación de

los residuos del primer orden. También, según las pruebas Breusch-Godfrey no se puede

rechazar la hipótesis nula de no autocorrelación con 1, 2 o 3 rezagos (p = 0.966, 0.541 y 0.446,

respectivamente). La prueba Jarque-Bera señala que no se puede rechazar la hipótesis nula de

normalidad de los residuos (p = 0.640). Finalmente, según las pruebas RESET no se puede

rechazar la hipótesis nula de no mala especificación del modelo (p = 0.206 con valores ajustados

cuadrados y 0.287 con los valores ajustados cúbicos). Según todas estas pruebas, el modelo

presentado en el cuadro 2 es válido para las inferencias estadísticas, es decir, el modelo es

adecuado para realizar las pruebas de hipótesis.

Además, en general el modelo se ajusta bien a los datos, como se puede ver en la

comparación del los valores originales y ajustados en la gráfica 6. En particular, la tasa de

crecimiento ajustada para 2009 (6.0%) es muy cercano a la observada (6.5%), con un residuo

pequeño de 0.5 puntos porcentuales, y también para 2007 (3.1% comparada con 3.4%, con un

residuo positivo de 0.3 puntos porcentuales). En cambio, el modelo exhibe un residuo mayor de

2.2 puntos porcentuales para 2008, cuando la tasa de crecimiento ajustada es de 3.4% mientras

la observada fue solamente de 1.2 por ciento. Esta sobreestimación para 2008 probablemente se

5 En cambio, López, Spanos y Sánchez (2010) encuentran un efecto negativo del valor real del peso (o sea, un efecto positivo del TCR) sobre el PIB de México (medido por su nivel y no por su tasa de crecimiento) a largo plazo, utilizando un modelo de cointegración. Sin embargo, ellos utilizan datos trimestrales con un máximo de tres rezagos, así que todos sus resultados (aunque se llaman “a largo plazo” en un sentido econométrico) en realidad reflejan los efectos de corto plazo en el sentido de que ocurren dentro del mismo año, el cual es un período demasiado breve para captar bien los efectos positivos según la hipótesis de la curve J. Además, estos autores admiten que un aumento en el valor real del peso (una baja en el TCR) disminuye la tasa de crecimiento que sea consistente con el equilibrio externo, a pesar de que aumenta la tasa de crecimiento observada dentro de tres trimestres. Yo considero entonces que sus resultados y los míos no son tan diferentes como aparecen, ya que mi modelo revela un ajuste positivo a corto plazo en combinación con un efecto negativo a largo plazo (el cual incluye los efectos sobre el equilibrio exterior).

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deba al alza en el precio medio del petróleo en ese año, el cual no tenía los efectos positivos

pronosticados por el modelo debido al estallido de la crisis financiera en Estados Unidos al final

de ese año—además de la política monetaria restrictiva adoptada por del Banco de México

durante 2008, la cual se discutirá más abajo.

[Gráfica 6 por aquí]

Dado que el modelo se ajusta bien en 2007 y 2009, y considerando que 2007 fue el año

del máximo del ciclo previo (antes de la crisis financiera) mientras 2009 fue el año del mínimo,

investiguemos cómo el modelo explica la baja en la tasa de crecimiento de México entre estos

dos años (véase cuadro 3). En los datos observados, la tasa de crecimiento de México cayó 10.0

puntos porcentuales, de 3.4% a 6.5% (todos los porcentajes en este párrafo fueron redondeados

independientemente). De esta caída, el modelo explica 9.1 puntos porcentuales, o sea 91% de la

caída total. Entre esta parte explicada, la mayor parte de la causalidad se atribuye a la

disminución el en crecimiento estadounidense (4.9 puntos porcentuales) y otra parte importante

se atribuye a la baja en el precio real mundial del petróleo (4.1 puntos porcentuales) entre 2007 y

2009. En contraste, los cambios en los influjos financieros netos y el valor real del peso (este

último rezagado un año, es decir, entre 2006 y 2008) no tuvieron efectos apreciables según estas

estimaciones.

[Cuadro 3 por aquí]

Finalmente, hay una parte de la baja en la tasa de crecimiento que no se explica por los

cambios en las variables independientes del modelo entre 2007 y 2009, la cual sale en 0.9

puntos porcentuales o sea 9% de la baja total. Esta parte no explicada puede ser atribuido en

general a la falta de una respuesta adecuada de la política macroeconómica por parte del

gobierno mexicano. Sin embargo, es importante señalar que los coeficientes estimados ya

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incluyen los efectos de las respuestas endógenas de la política macroeconómica en la medida en

que éstas han sido sistemáticas y semejantes durante el período de la muestra. Por ejemplo, si el

gobierno ha tendido a recortar sus gastos en los años en que los precios petroleros han bajado

desde los años ochenta, esta respuesta restrictiva ya se toma en cuenta en los coeficientes

estimados para esta variable. De igual manera, si el Banco de México ha tendido a alzar las tasas

de interés en respuesta a una baja en los influjos financieros netos, esta respuesta se refleja en el

coeficiente estimado para éstos. Por lo tanto, las contribuciones de las políticas fiscales y

monetarias a la caída en el crecimiento en 2009 pueden ser significativamente mayores que el

residuo no explicado por este modelo, como se discutirá a continuación.

4. El papel de las políticas macroeconómicas

Si bien los factores externos provocaron la crisis, las políticas macroeconómicas domésticas

todavía jugaron un papel muy importante en determinar su desenvolvimiento y severidad. Las

políticas fiscales y monetarias tenían la capacidad o de contrarrestar o de agravar los choques

provenientes del extranjero. Paradójicamente, las políticas monetarias y fiscales que

supuestamente se encaminaban a mantener la estabilidad macroeconómica en realidad

fomentaron mayor inestabilidad en su manera de responder a los choques que golpearon al país

en 2008-9.

Desde 1999, el Banco de México ha orientado su política monetaria exclusivamente hacia

los “objetivos de inflación”. Según Esquivel (2010) y las referencias allí citadas, el Banco de

México ha seguido un esquema de objetivos de inflación “estricto”, en el sentido de que las tasas

de interés se ajustan únicamente en respuesta a la brecha entre la tasa de inflación observada y el

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objetivo de inflación, y no responden a la brecha entre el producto observado y el potencial. Así,

mientras se desplomaban los mercados financieros y se observaban crecientes señales de una

recesión en los Estados Unidos durante 2008, el Banco de México mostró poca preocupación por

la posibilidad de una recesión importada como consecuencia de la crisis que se desenvolvía en su

país vecino. Al norte de la frontera, la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos ya había

empezado a disminuir las tasas de interés a mediados de 2007, cuando los precios de la vivienda

iban bajando y la crisis de las hipotecas “subprime” comenzaba, además de que la bolsa de

Nueva York empezaba a disminuir (véase la gráfica 7).

[Gráfica 7 por aquí]

Subsecuentemente, la Fed aceleró sus recortes de las tasas de interés para aliviar los

pánicos que estallaban durante 2008 después de las quiebras de Bear Stearns (en la primavera) y

Lehman Brothers (en el otoño), además de los “bailouts” de AIG y muchas otras empresas

financieras. Además, una vez que se dio cuenta de la gravedad de la situación y mientras se

acercaba al “límite inferior cero” respecto a las tasas de interés en el mercado de valores, la Fed

inició compras masivas de activos no tradicionales para un banco central (los cuales en muchos

casos fueron “activos tóxicos”), alcanzando un valor de más de un millón de millones de dólares,

y también metió una cuantidad masiva de reservas en los bancos, para impedir un colapso total

del sistema financiero estadounidense. Si bien la política monetaria y los rescates financieros no

fueron adecuados para evitar una recesión en los Estados Unidos, todavía ayudaron en

amortiguar las consecuencias de la crisis financiera y prevenir una depresión aún peor.

En contraste, entre mediados de 2007 y el otoño de 2008, el Banco de México siguió

aumentando paulatinamente las tasas de interés en el mercado de valores de México, en

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respuesta a una amenaza percibida de inflación más alta (véase otra vez la gráfica 7).6 México,

como muchos otros países en esa época, se enfrentaba con un aumento en la inflación debido a

las alzas en los precios mundiales de las mercancías primarias, especialmente las energéticas y

alimenticias, pero este aumento se derivó estrictamente del lado de los costos y no de una

política monetaria excesivamente expansionista. Además, el Banco de México hasta aumentó las

tasas de interés todavía más rápidamente al fin de 2008, a pesar de la evidencia creciente de una

recesión severa en Estados Unidos y el impacto que ésta probablemente tuviera sobre México. El

Banco de México no empezó a recortar las tasas de interés hasta enero de 2009, cuando ya era

terriblemente obvio que Estados Unidos estaba en un deterioro económico de proporciones

históricas. Así, la política monetaria mexicana perdió la oportunidad de frenar el estallido de la

crisis en 2008, y tardó más de un año en responder con un estímulo monetario (y nunca llegó

cerca del límite inferior cero). Por lo tanto, se puede inferir que la caída en el producto de

México en 2008-9 probablemente fuera mayor de lo que hubiera sido necesario por los choques

externos en parte como consecuencia del retraso de la puesta en marcha de la política monetaria

contracíclica.

Mientras la respuesta de la política monetaria llegó demasiado tarde, la de la política

fiscal terminó demasiado tímida. Según los datos de la Organización para la Cooperación y el

Desarrollo Económico (OCDE) presentados en el cuadro 4, el estímulo fiscal de México durante

la crisis fue relativamente bajo como porcentaje del PIB, en comparación con los otros países

que adoptaron estímulos fiscales.7 El efecto combinado de los aumentos en gastos y recortes de

impuestos sólo llegó a 1.6% del PIB en México, en comparación con 5.6% del PIB en Estados

6 Para una descripción más detallada de la evolución de la política monetaria en México durante la crisis de 2008 y 2009, ver Ros (2010). 7 Le agradezco a Jaime Ros por apuntarme una versión preliminar de estos datos. Él cita los mismos datos en Ros (2010).

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Unidos8 y un promedio ponderado de 4.3% para los países con estímulos positivos. Las cifras de

la OCDE no incluyen China, cuyo estímulo se ha estimado en 12.3% de su PIB, probablemente

el más grande en el mundo por lo menos en términos proporcionales y posiblemente en términos

absolutos (Kohli, 2010). El estímulo chino se ha enfocado sobre todo en grandes proyectos de

infraestructura, los cuales fomentan el desarrollo del país a largo plazo mientras también ayudan

en mantener el crecimiento y el empleo domésticos a corto plazo durante la crisis global.

[Cuadro 4 por aquí]

La falta de un mayor estímulo fiscal en México se puede entender a la luz de la Ley

Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria (LFPRH) de 2006, la cual actualmente

constituye el marco para toda política fiscal en la república. Esta ley impone el “equilibrio

presupuestario” como el objetivo principal de la política económica del gobierno. Es decir, esta

ley invierte lo que tradicionalmente se consideraban los instrumentos y los objetivos de la

política económica: en lugar de servir como un instrumento para lograr otros objetivos, tales

como la estabilización a corto plazo y el desarrollo a largo plazo, la balanza fiscal se convierte en

su propio objetivo. Como observa Esquivel (2010), esta inversión establece “una política [fiscal]

de carácter pro cíclica, en donde aumentos en los ingresos podrán dar lugar a aumentos en los

gastos, mientras que caídas en la recaudación se trasladarían en forma de reducciones en las

erogaciones”. Por razones muy conocidas dentro de la teoría Keynesiana de la macroeconomía,

esta respuesta automáticamente procíclica exacerba una recesión porque requiere que el gobierno

adopte una política restrictiva mientras la economía ya se encoge y las recaudaciones se

disminuyen. La LFPRH sí permite un déficit bajo circunstancias extraordinarias, pero entonces

8 Algunos países que sufrieron las peores crisis financieras, tales como Islandia e Irlanda, se obligaron a adoptar políticas fiscales restrictivas que equivalían a estímulos negativos, y no se incluyen en este promedio pero se incluyen en un promedio más amplio en el cuadro 4. El estímulo de Estados Unidos en realidad fue menor que la cifra citada aquí debido a los recortes de gastos y aumentos de impuestos por parte de los estados y municipios, los cuales en general no se permiten tener déficits presupuestales (ver Baker y Deutsch, 2009).

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(como en 2009) el sesgo ideológico a favor de la balanza fiscal hace que el estímulo

probablemente sea pequeño y se abandone temprano.

Así, en los últimos años toda la postura de la política macroeconómica en México se ha

vuelto procíclica, es decir que ha agravado en vez de suavizar los ciclos económicos incluyendo

los que han resultado de los choques externos.9 Por el lado de la política monetaria, los objetivos

de inflación le obligan al Banco de México que se enfoque estrictamente en las expectativas de

inflación, sin hacer caso a la situación del la producción y el empleo. No hay otra manera de

explicar por qué el Banco de México mantenía altas tasas de interés y hasta las subió mientras la

economía caía en una recesión y muchas otras naciones ya bajaban sus tasas de interés en 2008.

Por el lado de la política fiscal, el objetivo del equilibrio presupuestal le obliga al gobierno que

restrinja los gastos o aumente los impuestos durante una recesión (a no ser que deliberadamente

se permita un déficit y se adopte un estímulo), precisamente el contrario de lo que sería una

política apropiadamente contracíclica. Así, no es de sorprender que la tasa de crecimiento se

desplomara a 6.5% en México en 2009, mientras la misma tasa cayó solamente a 2.4% en los

Estados Unidos a pesar de que este país fue el epicentro de la crisis financiera. Además, como

observa Ros (2010), México sufrió una baja del PIB mucho peor que Canadá, el tercer socio del

TLCAN, el cual sufrió choques externos muy parecidos a los sufridos por México pero cuyo PIB

cayó solamente por 2.7% en 2009.

Sin embargo, podría argumentarse que las mismas políticas macroeconómicas de México

ayudaron en mantener la estabilidad notable que fue logrado, como ya se mencionó, durante el

período entre 1996 y 2007. No cabe duda que estas políticas realizaron sus objetivos inmediatos,

9 Para un análisis más detallado del carácter procíclico de la política macroeconómica de México, véase Esquivel (2010). En particular, él demuestra cómo el manejo de los objetivos estrictos de inflación aumenta la amplitud de las fluctuaciones macroeconómicas en respuesta a ciertos choques externos.

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es decir, los de bajar la tasa de inflación y prevenir los déficits presupuestales grandes. Pero de

otra manera, el esfuerzo de mantener la estabilidad macroeconómica durante esa época fue

relativamente fácil debido a la tranquilidad de la situación externa durante los mismos años. Esos

años correspondieron precisamente a la época de la llamada “gran moderación” en los Estados

Unidos y los otros países industrializados, cuando las tasas de desempleo e inflación quedaron

bajas al mismo tiempo. También, las tasas de crecimiento de Estados Unidos permanecieron

generalmente positivas y estables a pesar de una recesión relativamente leve en 2001. Los

influjos financieros netos de México no sufrieron grandes auges y caídas entre 1996 y 2007

como en los años anteriores. Además, el precio real mundial del petróleo tendía a aumentar entre

2000 y la primera mitad de 2008, el cual fue un choque positivo para México como un

exportador de petróleo. Así, la mayor parte de las variables externas evolucionaban de una

manera favorable a la estabilidad en México durante ese período, y por lo tanto la estabilidad de

esos años fue, en gran medida, importada desde el exterior (al igual que la crisis subsecuente).

Una vez que ocurrieron los choques negativos en 2008-9, las políticas monetarias y fiscales

rápidamente revelaron su carácter procíclico y desestabilizante.10

Además, la dependencia de la economía mexicana de los impulsos externos ya imponía

restricciones serias sobre el crecimiento doméstico desde antes del estallido de la crisis

financiera global en 2008. Según las estimaciones de Blecker (2009), la tasa media de

crecimiento de México bajó entre 1996-2000 y 2003-7 debido a cambios desfavorables en tres de

las cuatro variables explicativas en su modelo: una disminución en la tasa media de crecimiento

de Estados Unidos, una baja en los influjos financieros netos y una apreciación real del peso.

Estos cambios más de contrarrestaron los beneficios debidos al alza en el precio mundial de 10 Suárez Dávila (2005), citado por Esquivel (2010), acuñó la etiqueta “estancamiento estabilizador” para caracterizar la política macroeconómica de México en los años 2000, pero después de la crisis de 2008-9 ya no aparece tan “estabilizadora”.

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petróleo durante el segundo de estos períodos, y no hubo una respuesta de las políticas fiscales o

monetarias adecuada para aliviar el impacto negativo de estos factores negativos. Al contrario,

las mismas políticas fiscales y monetarias, con sus objetivos rígidos y sesgos procíclicos, ya

permitían una desaceleración del ritmo de crecimiento de la economía mexicana desde antes de

la crisis de 2008-9. Además, por permitir que el peso se mantuviera en un valor real excesivo

respecto a la competitividad externa entre 2000 y 2007, la política monetaria dificultó el logro

del crecimiento mediante las exportaciones que el país intentaba lograr desde la liberalización

comercial de los años ochenta y la formación del TLCAN en 1994.11 En vez de garantizar la

estabilidad a corto plazo y promover el desarrollo a largo plazo, las políticas macroeconómicas

en realidad han conllevado un período prolongado de estancamiento seguido por una recesión

exageradamente severa.

5. Conclusiones y recomendaciones de política

La vulnerabilidad exagerada de la economía mexicana a las fuerzas externas no es inevitable,

sino es el resultado de políticas económicas determinadas en dos respectos. Por un lado, las

políticas de liberalización e integración han abierto la economía de tal grado que la demanda

externa ha llegado a ser el motor principal del crecimiento. Así, el ritmo del crecimiento interno

depende en gran medida de ciertos factores externos como el crecimiento de Estados Unidos, los

precios mundiales del petróleo, el tipo de cambio real y los influjos financieros netos. Por otro

lado, las políticas monetarias y fiscales, con sus objetivos estrictos de inflación y de equilibrio

11 Galindo y Ros (2008) demuestran que esta política ha sido efectuado de una manera sesgada hacia aumentar el valor del peso (bajar el tipo de cambio). Respecto al conflicto entre el uso de una moneda sobrevaluada como un instrumento para controlar la inflación y el intento de lograr el crecimiento a través de las exportaciones en una economía abierta antes de la crisis de 1994-95, véase Blecker (1996). Respecto al desempeño decepcionante de las exportaciones mexicanas a partir de 2000, véase Blecker (2010) y Blecker y Esquivel (2009).

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presupuestales, respectivamente, reaccionan de una manera procíclica que agrava el impacto de

los choques exteriores en vez de suavizarlo.

Naturalmente, después del desorden macroeconómico del país entre los años setenta y

mediados de los noventa, tiene sentido que México ha buscado la estabilidad e intenta evitar la

inflación alta o los déficits (y deudas) grandes. Pero si bien las políticas monetarias y fiscales

deben aplicarse de una manera que mantenga la estabilidad económica, es importante ser

consciente de que perseguir objetivos demasiado rígidos puede socavar la estabilidad deseada en

vez de promoverla. Parece que, hasta el momento, la reacción en contra de las políticas

macroeconómicas irresponsables del pasado ha ido demasiado lejos en el sentido contrario, de tal

manera que las políticas monetarias y fiscales actuales tienen tan poca flexibilidad que

estrangulan el crecimiento a largo plazo y amplifican los choques exteriores negativos a corto

plazo. Así, el gobierno debe pensar en diseñar políticas macroeconómicas que permitan una

mayor respuesta contracíclica a corto plazo y que fomenten mayor crecimiento a largo plazo.

Por el lado de la política fiscal, por lo menos debe considerarse una disposición para

suspender el objetivo del equilibrio presupuestal a corto plazo durante una recesión y permitir

mayores gastos deficitarios discrecionales como una medida explícitamente contracíclica.

Además, la ley podría modificarse para establecer un objetivo de equilibrio fiscal a largo plazo

(en promedio, durante varios años), el cual implicaría el mantenimiento de superávits fiscales en

los años de auges pero permitiría déficits en los años de recesiones. Esto podría ser cumplido, tal

vez, a través de una ampliación de los fondos de estabilización ya contemplados en la LFPRH.

Alternativamente, la política fiscal podría reorientarse hacia un objetivo de largo plazo para la

razón de la deuda pública al PIB, de tal manera que esta razón pudiera subir en períodos de

recesión a condición de que bajara en períodos de crecimiento alto, para que se mantuviera en un

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nivel medio sostenible a largo plazo. Lo importante es que cualquier objetivo de la política fiscal

debe ser un objetivo de largo plazo, y no de corto plazo, y debe permitir una respuesta

contracíclica en períodos de debilidad económica.

Por el lado de la política monetaria, deben adoptarse objetivos múltiples en lugar del

objetivo único de inflación. Éstos pueden ser compatibles con la meta de mantener la estabilidad

de los precios en general, mientras que permitan una mayor respuesta contracíclica en el caso de

que ocurran los choques negativos. De hecho, existen formas menos estrictas de los “objetivos de

inflación”, en los cuales el banco central trata de controlar otras variables importantes además de

la inflación.12 La Reserva Federal de Estados Unidos, aunque no sigue los objetivos de inflación

en el sentido de que no divulga objetivos explícitos para esta variable, sin embargo persigue un

“mandato dual” de objetivos de estabilidad de precios y de pleno empleo, el cual le permite

responder más flexiblemente a los choques negativos. En el caso de México, sería posible

mantener los objetivos de inflación explícitos mientras que se agregara una respuesta de las tasas

de interés a la brecha entre el producto potencial y el observado, la cual constituiría un tipo

menos estricto de los objetivos de inflación. Además, para un país sumamente abierto al

comercio internacional como México, sería conveniente tener un tercer objetivo vinculado al

equilibrio externo, tal como el de mantener un tipo de cambio real competitivo (Galindo y Ros,

2008). Con tal de que ni el gobierno ni el banco central persiga políticas demasiado

expansionistas durante los períodos de crecimiento rápido, como ocurrió en los años setenta y a

principios de los ochenta, estas políticas más flexibles mantendrían mayor estabilidad

macroeconómica que las políticas actuales con sus objetivos limitados y rígidos.

Desde luego, ninguna política contracíclica puede prevenir todas las fluctuaciones

12 Estas maneras más flexibles de manejar la política monetaria pueden ser analizadas según el famoso modelo de la “regla de Taylor”. Véase la discusión de los objetivos de inflación estrictos y no estrictos en Esquivel (2010).

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macroeconómicas, especialmente en la presencia de choques negativos de la magnitud de los que

México sufrió en 2008-9. Entonces, además de permitir que las políticas monetarias y fiscales

sean más contracíclicas a corto plazo, también se requieren políticas económicas que reduzcan la

dependencia del crecimiento de la economía de las fuerzas externas. Para cumplir esto, es

necesario darle un mayor impulso interno a la economía para complementar los motores externos

(tales como las exportaciones y los influjos financieros). Esto no quiere decir que México deba

cerrar su economía de nuevo, lo cual no parece ser muy factible de todos modos. Después de tres

décadas de apertura internacional e integración regional y global, y dadas las obligaciones que

México ha adquirido por sus acuerdos comerciales internacionales (el TLCAN, la OMC, etc.),

sería difícil restaurar una economía más cerrada.13 Sin embargo, estar abierto a los flujos de

comercio y finanzas internacionales no debe condenar el país al alto grado de vulnerabilidad que

exhibe actualmente respecto a las condiciones extranjeras.

En este respecto, la política más importante sería un aumento masivo y permanente de la

inversión pública, dirigida a satisfacer las carencias sociales del país y hacerlo un lugar más

competitivo para la inversión y el empleo privados. Como demuestran Moreno-Brid y Ros

(2009, pp. 238-243), la inversión total (medida como porcentaje del PIB) se ha mantenido en un

nivel deprimido desde la crisis de la deuda de los años ochenta, y la parte que más ha faltado es

la inversión pública. A causa de esta falta de inversión pública, se han acumulado grandes

déficits sociales en muchas áreas, incluyendo la educación, la sanidad, la seguridad, el transporte

y otros tipos de infraestructura, las cuales exigen remedios que solamente el estado puede

proporcionar a través de mayores gastos públicos. Muchos estudios académicos han demostrado

que la inversión pública puede alentar la inversión privada por las externalidades positivas que 13 No obstante, México y otros países en desarrollo podrían beneficiar de renegociaciones de estos acuerdos para ampliar su margen de maniobra para políticas económicas e industriales. Respecto a cómo estos acuerdos han reducido este margen véase, entre otros, Gallagher (2008) y Esquivel (2010).

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cree (vease, por ejemplo, Aschauer, 2000), y también el gran éxito económico de China

demuestra el potencial enorme para rendimientos altos de mayores inversiones públicas en la

práctica.

Es importante señalar que un aumento en la inversión pública no necesariamente implica

déficits fiscales a largo plazo, con tal de que se financie por mayores recaudaciones de

impuestos. Los gastos públicos financiados por los impuestos todavía tienen un impacto positivo

sobre la demanda agregada (aunque menor que en el caso de los gastos financiados por pedir

préstamos), según el principio del “multiplicador de presupuesto balanceado”. Así, un

fortalecimiento de la inversión pública tendría efectos positivos tanto sobre la demanda como

sobre la oferta de bienes y servicios, y puede sostener la demanda agregada durante períodos

cuando se enfrenten choques externos negativos. Además, el estímulo por el lado de la demanda

será mayor en el caso de que los impuestos sean progresivos, es decir, que la incidencia fiscal sea

mayor para las clases de mayores ingresos, las cuales suelen gastar una proporción menor de sus

ingresos que las clases de menores ingresos. Si ocurre una recesión, es preciso mantener la

inversión pública y financiarla temporalmente por déficits para sostener la demanda agregada y

no perder los beneficios respecto a la productividad social. Así, un aumento notable y sostenido

de la inversión pública ayudaría en alentar el crecimiento a largo plazo además de estabilizar la

economía a corto plazo.

Finalmente, es importante reconocer que este capítulo se ha enfocado en las políticas

macroeconómicas, y no ha tratado de otros tipos de políticas que puedan ser esenciales para el

progreso económico de México. Por su parte, Moreno-Brid y Ros (2009) destacan tres áreas

importantes además de la inversión pública:

En síntesis, nuestro argumento es que el determinante inmediato del lento crecimiento de México a partir de los principios de los años ochenta es una

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disminución de la tasa de inversión, y cuatro factores siguen restringiendo la inversión: el nivel bajo de la inversión pública (particularmente en la área de infraestructura), un tipo de cambio real apreciado para la mayor parte del período desde 1990, el desmantelamiento de la política industrial durante el período de las reformas y la falta del financiamiento bancario. (Moreno-Brid y Ros, 2009, p. 242, traducción del autor.)

Otros autores han argüido la necesidad de otras políticas incluyendo, entre otras, medidas para

mejorar la eficiencia microeconómica, la competencia del mercado, la competitividad industrial

y la distribución del ingreso, además de la reforma fiscal.14 Sin negar de ninguna manera la

importancia de estos otros tipos de políticas, es posible afirmar que ninguno de ellos tendrá

mucho éxito en fomentar el crecimiento más rápido y estable en México a no ser que se lleve a

cabo una reforma profunda de la manera de conducir las políticas monetarias y fiscales del país.

14 Para un a variedad de perspectivas sobre las reformas y políticas necesarias, ver Walton y Levy, comps. (2009) y Cordera Campos et al., comps. (2009).

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Cuadro 1 TASAS DE CRECIMIENTO DEL PIB DE MÉXICO, PROMEDIAS ANUALES POR DÉCADA, 1951-2010

PIB total PIB por cápita 1951-1960* 6.1 3.1 1961-1970 6.8 3.4 1971-1980 6.7 3.7 1981-1990 1.9 -0.2 1991-2000 3.5 1.9 2001-2008 2.4 1.3 2001-2010** 1.7 0.7

Fuente: Banco Mundial, World Development Indicators, http://databank.worldbank.org/ddp/home.do , datos descargados el 7 de julio de 2010, con las excepciones indicadas. *Los datos para 1951-1960 son de Urquidi (2003, p. 562, cuadro 15.1). **Los datos para el PIB total en 2001-2010 (incluyendo estimaciones para 2010) son del Fondo Monetario Internacional, World Economic Outlook Online, abril de 2010, http://www.imf.org/external/pubs/ft/weo/2010/01/weodata/index.aspx. El PIB por cápita para 2001-2010 se calculó por el autor suponiendo que la población crece a una tasa anual de 1.03%, lo mismo que en 2001-2008 según la misma fuente.

Cuadro 2 RESULTADOS ESTIMADOS DEL MODELO ECONOMÉTRICO

___________________________________________________________________________ Crecimiento_Mext = 9.330 + 0.684 DTLCANt*Crecimiento_EUt (1.718) (0.189) + 0.748 (DTLCANt*Crecimiento_EUt) (0.250) + 0.684 Influjos_financierost + 0.036 Precio_real_del_petróleot (0.091) (0.007) 0.017 DLIBERAL* Precio_real_del_petróleot (0.005) + 0.043 Precio_real_del_petróleot (0.010) 0.151 Valor_real_del_pesot1+ 0.121 Valor_real_del_pesot1 + ût . (0.023) (0.025) _____________________________________________________________________________ Fuente: Estimaciones del autor. La ecuación fue estimada por mínimos cuadrados ordinarios dinámicos con datos anuales para 1979-2009. Los números en paréntesis son los errores estándares de los coeficientes estimados. El suscrito t significa el tiempo (año) y ût es el residuo estimado. DTLCAN = 1 en 1994-2009 y 0 en los otros años y DLIBERAL = 1 en 1987-2009 y 0 en los otros años. R2 ajustado = 0.878. Durbin-Watson = 1.980. Jarque-Bera prueba de normalidad de los residuos, p = 0.640. Breusch-Godfrey prueba LM para autocorrelación de los residuos con 1 rezago, p = 0.966; con 2 rezagos, p = 0.541; y con 3 rezagos, p = 0.446. RESET prueba de mala especificación con valores ajustados cuadrados, p = 0.206; con valores ajustados cubicados, p = 0.287.

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Cuadro 3

CONTRIBUCIONES A LA BAJA EN LA TASA DE CRECIMIENTO DEL PIB REAL DE MÉXICO ENTRE 2007 Y 2009

(puntos porcentuales)

Crecimiento más lento de Estados Unidos -4.9 Aumento en los influjos financieros netos 0.0 Baja en el precio real mundial del petróleo -4.1 Aumento del valor real del peso (2006-2008)* -0.1 Subtotal - parte explicada por el modelo -9.1 Parte no explicada por el modelo -0.9 Cambio total observado -10.0

Fuente: Cálculos del autor, fundados en el modelo presentado en el cuadro 2 y los datos subyacentes. *Variable rezagada un año.

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Cuadro 4 EL TAMAÑO DE LOS PAQUETES FISCALES, PAÍSES MIEMBROS DE LA ORGANIZACIÓN PARA LA

COOPERACIÓN Y EL DESARROLLO ECONÓMICO (OCDE) Efectos netos de los estímulos fiscales de 2008 a 2010, ambos inclusive, sobre la balanza fiscal

como porcentaje del PIB de 2008, en orden de la magnitud del estímulo Efecto neto sobre la balanza fiscal Aumentos en gastos

Recortes de impuestos

Corea, República de -6.1 -3.2 -2.8 Estados Unidos** -5.6 -2.4 -3.2 Australia -5.4 -4.1 -1.3 Japón -4.7 -4.2 -0.5 Turquía -4.4 -2.9 -1.5 Canadá -4.1 -1.7 -2.4 Luxemburgo -3.9 -1.6 -2.3 España -3.9 -2.2 -1.7 Nueva Zelandia -3.7 0.3 -4.1 Dinamarca -3.3 -2.6 -0.7 Suecia -3.3 -1.7 -1.7 Finlandia -3.2 -0.5 -2.7 Alemania -3.2 -1.6 -1.6 República Checa -2.8 -0.3 -2.5 Países Bajos -2.5 -0.9 -1.6 Reino Unido -1.9 -0.4 -1.5 México* -1.6 -1.2 -0.4 Bélgica -1.4 -1.1 -0.3 República Eslovaca -1.3 -0.7 -0.7 Austria -1.2 -0.4 -0.8 Noruega -1.2 -0.9 -0.3 Polonia -1.2 -0.8 -0.4 Portugal -0.8 .. .. Francia -0.7 -0.6 -0.2 Suiza -0.5 -0.3 -0.2 Italia 0.0 -0.3 0.3 Grecia* 0.8 0.0 0.8 Islandia 7.3 1.6 5.7 Hungría 7.7 7.5 0.2 Irlanda 8.3 2.2 6.0 Promedio ponderado, todos*** -3.9 -2.0 -1.9 Promedio ponderado, países con estímulos positivos*** -4.3 -2.2 -2.0

Fuente: OCDE (2009), p. 63, cuadro 1.7, http://dx.doi.org/10.1787/658630235826, traducción por el autor. Notas: Los números negativos indican bajas en las balanzas presupuestales, las cuales se equivalen a estímulos positivos. Solamente se incluyen las medidas fiscales discrecionales adoptadas en respuesta a la crisis. El análisis se funda en la información disponible el 11 de junio de 2009. * significa que las cifras para 2010 no fueron disponibles para el país indicado. ** indica que los datos pertenecen únicamente al gobierno federal y no incluyen los estados o municipios. *** apunta que los países que faltaron cifras para 2010 se excluyeron de los promedios ponderados.

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Gráfica 1 PIB POR CÁPITA REAL DE MÉXICO COMO PORCENTAJE DEL MISMO DE ESTADOS UNIDOS, 1950-2007

Fuentes: Alan Heston, Robert Summers y Bettina Aten, Penn World Table Version 6.3, Center for International Comparisons of Production, Income and Prices at the University of Pennsylvania, August 2009, http://pwt.econ.upenn.edu/, y cálculos del autor. El PIB real está medido en precios constantes ajustados a paridad del poder adquisitivo.

Gráfica 2 TASAS DE CRECIMIENTO DEL PIB REAL DE MÉXICO Y ESTADOS UNIDOS, ANUALES,

1979-2009

Fuente: Fondo Monetario Internacional, Estadísticas Financieras Internacionales, datos descargados el 10 de julio de 2010, http://www.imfstatistics.org/imf/, y cálculos del autor.

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1998

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2006

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je d

e E

stad

os U

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1979 1984 1989 1994 1999 2004 2009

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México Estados Unidos

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Gráfica 3 INFLUJOS FINANCIEROS NETOS Y SU COMPOSICIÓN, EN PORCENTAJES DEL PIB, 1979-2009

Fuente: Fondo Monetario Internacional, Estadísticas Financieras Internacionales, datos descargados el 10 de julio de 2010, http://www.imfstatistics.org/imf/, y cálculos del autor. Otros influjos financieros netos son la diferencia entre la balanza en cuenta financiera y los influjos de inversión extranjera directa.

Gráfica 4 PRECIO REAL MUNDIAL DEL PETRÓLEO, PROMEDIOS ANUALES, 1979-2009

Fuente: Fondo Monetario Internacional, Estadísticas Financieras Internacionales, datos descargados el 10 de julio de 2010, http://www.imfstatistics.org/imf/, y cálculos del autor. Este índice es la razón del índice de tres precios de petróleo “spot” del FMI al índice de los precios al productor para bienes industriales de Estados Unidos.

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2

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el P

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Inversión extranjera directa (influjos)

Transferencias (incluso remesas)

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Gráfica 5 VALOR REAL DEL PESO MEXICANO, 1979-2009

Fuente: Fondo Monetario Internacional, Estadísticas Financieras Internacionales, datos descargados el 10 de julio de 2010, http://www.imfstatistics.org/imf/, y cálculos del autor. El valor real del peso es el inverso del tipo de cambio real (TCR), según las definiciones dadas en el texto.

Gráfica 6 VALORES ORIGINALES Y AJUSTADOS Y RESIDUOS ESTIMADOS,

MODELO DEL CRECIMIENTO DE MÉXICO, 1979-2009

Fuente: Cálculos del autor utilizando el modelo en el cuadro 2.

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110

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1979 1984 1989 1994 1999 2004 2009

Índi

ce, 2

000

= 1

00

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2

4

6

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12

1979 1984 1989 1994 1999 2004 2009

Tasa

por

cent

ual a

nual

Valores originales Valores ajustados

Residuos estimados

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Gráfica 7 TASAS DE INTERÉS A CORTO PLAZO, MÉXICO Y ESTADOS UNIDOS,

PROMEDIOS MENSUALES, ENERO DE 2007 A MAYO DE 2010

Fuente: Fondo Monetario Internacional, Estadísticas Financieras Internacionales, datos descargados el 18 de julio de 2010, http://www.imfstatistics.org/imf/. TIIE significa tasa de interés interbancaria de equilibrio a 28 días, y equivale a lo que el FMI llama en inglés la “Bankers’ Acceptance Rate”.

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Mexico - Mercado de valores (TIIE)

Mexico - Bonos del Tesoro

Estados Unidos -Bonos del Tesoro

Estados Unidos - Mercado de valores (federal funds rate)