maquiavelo y el realismo polÍtico - dialnet.unirioja.es · niccoló machiavelli, nacido en...

9
Revista Estudios, Universidad de Costa Rica. No. 18-19. pág. 113-121. ISSN: 1659-1925/2004-2005 MAQUIAVELO y EL REALISMO POLÍTICO MAQUIAVELO: VIDA E INFLUENCIA Niccoló Machiavelli, nacido en Florencia el 3 de mayo de 1469, desempeñó diversas misiones políticas y diplomáticas, una vez que se proclamó la República en Florencia en 1498. Fue secretario de la segunda cancillería encargada de los Asuntos Exteriores y Guerra de la República, aunque para algunos fue un puesto de poca importancia. En el transcurso de sus misiones diplomáticas dentro de Italia conoció a muchos gobernantes italianos, y tuvo ocasión de estudiar sus tácticas políticas, en especial las de César Borgia, que en aquella época trataba de extender sus posesiones en Italia central. En 1512, cuando los Medici recuperaron el poder en Florencia y la República se desintegró, Maquiavelo fue privado de su cargo y encarcelado durante un tiempo por presunta conspiración. Después de su liberación, se reti ró a sus propiedades cercanas a Florencia, donde escribió sus obras más importantes. En ese entonces, Maquiavelo dedicó a Lorenzo de Medici, duque de Urbino, El Príncipe, escrito en 1513, con la intención de recobrar su favor y de exhortarlo en la empresa de unificar Italia y levantarse contra los bárbaros o extranjeros. Sin embargo, Maquiavelo nunca volvió a ocupar un cargo destacado en el gobierno. Cuando la República volvió a ser temporalmente restableci- da en 1527, muchos republicanos sospecharon de sus tendencias a favor de los Medici y murió en Florencia, el 21 de junio de ese mismo año. La debilidad de los Estados italianos lleva a Maquiavelo a la redacción del Príncipe, Roberto Cañas Quirás donde se fundan los pilares de la ciencia política moderna. Esta obra no puede ser considerada como un simple recetario dirigido a Lorenzo de Médicis, que probablemente ni siquiera lo leyó. La trascendencia que ha suscitado en el pen- samiento occidental es descrita por Chevallier (1972,35) en los siguientes términos: La fuerza corrosiva del pensamiento y del esti- lo de Maquiavelo sobrepasó infinitamente el objeto del momento. Por haber puesto de relieve tan crudamente el problema de las relaciones entre la política y la moral; por haber formu- lado «una escisión profunda, una irremediable separación» entre ellas, El Príncipe ha ator- mentado a la Humanidad durante cuatro siglos. y continuará atormentándola, si no, como se ha dicho, «eternamente», al menos mientras que esta Humanidad no se haya despojado comple- tamente de cierta cultura moral, heredada, en lo que concierne a Occidente, de algunos grandes antiguos, y, sobre todo, del cristianismo. Maquiavelo ha sabido penetrar profunda- mente en los mecanismos del arte de gobernar, tal y como se practicaba en su tiempo y, proba- blemente, en todos los tiempos. No obstante el destino de El Príncipe ha pasado del insulto y la excomunión, a la gloria y la imitación. A partir de la reforma protestante desencadenó un odio visceral en los sectores religiosos. Los ejemplos son innumerables: el cardenal de Canterbury, Reginald Pole, escribió que era una obra «escrita

Upload: phamnga

Post on 04-Nov-2018

219 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Revista Estudios, Universidad de Costa Rica. No. 18-19. pág. 113-121. ISSN: 1659-1925/2004-2005

MAQUIAVELO y EL REALISMO POLÍTICO

MAQUIAVELO: VIDA E INFLUENCIA

Niccoló Machiavelli, nacido en Florenciael 3 de mayo de 1469, desempeñó diversasmisiones políticas y diplomáticas, una vez que seproclamó la República en Florencia en 1498. Fuesecretario de la segunda cancillería encargada delos Asuntos Exteriores y Guerra de la República,aunque para algunos fue un puesto de pocaimportancia. En el transcurso de sus misionesdiplomáticas dentro de Italia conoció a muchosgobernantes italianos, y tuvo ocasión de estudiarsus tácticas políticas, en especial las de CésarBorgia, que en aquella época trataba de extendersus posesiones en Italia central. En 1512, cuandolos Medici recuperaron el poder en Florencia y laRepública se desintegró, Maquiavelo fue privadode su cargo y encarcelado durante un tiempo porpresunta conspiración. Después de su liberación,se reti ró a sus propiedades cercanas a Florencia,donde escribió sus obras más importantes. Enese entonces, Maquiavelo dedicó a Lorenzo deMedici, duque de Urbino, El Príncipe, escritoen 1513, con la intención de recobrar su favory de exhortarlo en la empresa de unificar Italiay levantarse contra los bárbaros o extranjeros.Sin embargo, Maquiavelo nunca volvió a ocuparun cargo destacado en el gobierno. Cuando laRepública volvió a ser temporalmente restableci-da en 1527, muchos republicanos sospecharon desus tendencias a favor de los Medici y murió enFlorencia, el 21 de junio de ese mismo año.

La debilidad de los Estados italianoslleva a Maquiavelo a la redacción del Príncipe,

Roberto Cañas Quirás

donde se fundan los pilares de la ciencia políticamoderna. Esta obra no puede ser consideradacomo un simple recetario dirigido a Lorenzo deMédicis, que probablemente ni siquiera lo leyó.La trascendencia que ha suscitado en el pen-samiento occidental es descrita por Chevallier(1972,35) en los siguientes términos:

La fuerza corrosiva del pensamiento y del esti-lo de Maquiavelo sobrepasó infinitamente elobjeto del momento. Por haber puesto de relievetan crudamente el problema de las relacionesentre la política y la moral; por haber formu-lado «una escisión profunda, una irremediableseparación» entre ellas, El Príncipe ha ator-mentado a la Humanidad durante cuatro siglos.y continuará atormentándola, si no, como se hadicho, «eternamente», al menos mientras queesta Humanidad no se haya despojado comple-tamente de cierta cultura moral, heredada, en loque concierne a Occidente, de algunos grandesantiguos, y, sobre todo, del cristianismo.

Maquiavelo ha sabido penetrar profunda-mente en los mecanismos del arte de gobernar,tal y como se practicaba en su tiempo y, proba-blemente, en todos los tiempos. No obstante eldestino de El Príncipe ha pasado del insulto y laexcomunión, a la gloria y la imitación. A partirde la reforma protestante desencadenó un odiovisceral en los sectores religiosos. Los ejemplosson innumerables: el cardenal de Canterbury,Reginald Pole, escribió que era una obra «escrita

11 .• REVISTA ESTUDIOS

por la mano del diablo»: el Papa Paulo IV, llamóa Maquiavelo un escritor «impuro y malva-do»; la matanza de San Bartolomé en 1572, esdenunciada por algunos protestantes como una«jugada florentina» aprendida en El príncipe; enel siglo XVI saltan los términos con connotaciónnegativa: «maquiavélico», «maquiavelismo» y«rnaquiavclizar».

En el siglo XVIII, detonó una actitudantimaquiavélica que fue utilizada como blancode ataque de los ilustrados contra los monarcas.En cierta ocasión a los maestros de Luis XIVse les acusó de haberlo educado en la «religióndel divino Maquiavelo». Aunque Rousseau hayadicho en el Contrato social, que Maquiaveloescribió El príncipe «fingiendo dar leccionesa los reyes y más bien se las dio muy grandesa los pueblos», en la práctica no ha sido de esemodo. Fue el libro de cabecera de NapoleónBonaparte. quien incluso fue su comentarista;Benito Mussolini escribió: «Yo afirmo que ladoctrina de Maquiavelo está más viva hoy quehace cuatro siglos»; mientras que el bolcheviquey brazo derecho de Stalin, Roubachov, refirién-dose a la obra dijo: «No se ha dicho nada despuésverdaderamente importante sobre las reglas de laética poi ítica».

HUMANISMO HISTORICISTA

El humanismo de Maquiavelo no sólo semanifiesta a partir de su entusiasta admiraciónpor la Antigüedad greco-latina, sino también enque ese retorno a los orígenes permite una visióninteligente y crítica de la existencia concreta yactual de los individuos actuantes en una realidadpolítica nueva. Por eso Maquiavelo es el iniciadordel historicismo, que reconoce en el pasado lasfuerzas reales que permiten comprender y preverlas situaciones actuales y futuras de la sociedad,y por eso supo enfocar los acontecimientos ita-lianos con una sorprendente perspectiva históri-ca. El historicismo ha tenido una gran influenciaen pensadores como Giambattista Vico (1668-17-14), Y en el siglo XIX, con el desarrollo delnacionalismo y las investigaciones realizadas porDilthey y Mannheim. Por otra parte Maquiavelo

tiene el mérito, a parti r de su tendencia historicis-ta, de ser el padre de la moderna ciencia política.Ello porque supo enfocar los acontecimientositalianos desde una esclarecedora concienciahistórica, es deci r, encuadrándolos desde la pers-pectiva de un observador agudo que evita dejarsearrastrar por reacciones emotivas.

En la obra que acabó en 1519. Discursossobre la primera década de Tito Livio, Maquiavelodesde una óptica humanista expone una vuelta alos principios para su patria, como la única formaen que su comunidad puede renovarse y no caeren la decadencia. El retorno a los principiosoriginales de un pueblo, es la mayor fuente devitalidad y fuerza creadora. Ejemplos se encuen-tran en la Roma antigua, donde las derrotas eranocasión para levantarse y hacer un llamado a lasvirtudes ciudadanas originales; o en el ámbito dela religión cristiana, donde San Francisco de Asísy Santo Domingo, con una vida consagrada a lapobreza voluntaria y a la imitación de la vida deCristo, hicieron que el cristianismo recobrarasu antigua fuerza. Ello lleva a considerar quela comunidad italiana, si pretende alcanzar suunidad y libertad, debe volver al ejemplo de laRoma republicana. Se trata, por consiguiente, dereconocer el significado de dicha historia. redes-cubrirla en toda su autenticidad y extraer de ellatodas las enseñanzas que encierra.

El estudio de la historia también es devital importancia para el príncipe, quien debeaprender de los aciertos y desaciertos de losdiversos personajes, a fin de realizarlos o evitar-los. El pasado frecuentemente suele repetirse, araíz de que los hombres están movidos por susintereses y ambiciones, y ello suscita formas deactuar históricamente similares. En tiempos depaz y ocio, estas son algunas de sus actividades:

En cuanto al ejercicio de la mente, debe elpríncipe leer historias, y en ellas considerar lasacciones de los hombres ilustres, ver cómo segobernaron en las guerras, examinar las causasde sus victorias y sus pérdidas, para poder evitaréstas e imitar aquéllas; y sobre todo debe, comohicieron ellos, escoger entre los antiguos héroescuya gloria fue más celebrada un modelo cuyashazañas y acciones estén siempre presentes en

Maquiavelo y el realismo político

su ánimo: como se dice que Alejandro Magnoimitaba a Aquiles, César a Alejandro, Escipióna Ciro (El Príncipe XlV, 5).

Cabe señalar que El Príncipe es la obraen la que se conjuga la carrera poi ítica frus-trada de su autor en la que adqui rió la «ampl iaexperiencia de las cosas modernas», junto conla «continua lectura de las cosas antiguas». AMaquiavelo le interesa la descripción de la figuradel príncipe, como el político que comprenda lascircunstancias pretéritas y presentes de manerarealista, y no basadas en formas de gobierno queno han conocido jamás la realidad:

Muchos han imaginado Repúblicas y prin-cipados que nunca vieron ni existieron en reali-dad. Hay tanta distancia de cómo se vive a cómose debería vivir. que el que deja el estudio de loque se hace para estudiar lo que se debería haceraprende más bien lo que debe obrar su rui na quelo que debe preservarle de ella: porque un hom-bre que en todas las cosas quiera hacer profesiónde bueno, entre tantos que no lo son, no puedellegar más que al desastre. Por ello es necesarioque un príncipe que quiera mantenerse aprendaa poder no ser bueno, y a servi rse de ellos o noservirse según las circunstancias (El PríncipeXV, 1).

Platón es el padre de esos que «han ima-ginado Repúblicas» en un mundo ideal, en el queel hombre no se pinta como es según el estilomaquiavélico, sino como debería ser. Dos añosdespués de la publicación de El príncipe, en1516, Thomas Moro da a luz su obra Utopía, lacual revitaliza el género literario de las utopías(del griego ou: carencia de, y de tópos, lugar), esdecir, de representaciones de Estados inexistenteso de países que no están en ninguna parte. TantoPlatón como Moro reducen cualquier problema acuestión de buena educación y cultura, partiendode una alta consideración del ser humano comocapaz de fundar sociedades modélicas. En laRepública (-+72c - e) de Platón, una vez que se hadescrito el Estado ideal, se hace la comparacióncon una pintura excepcional que ha trazado lafigura del hombre de la mayor hermosura y per-fección posibles, a pesar de no poder hall arlo fuerade esa cuadro maravilloso.

115

Maquiavelo no comparte esas «i núti lesespeculaciones», ni ese criterio de humanidad, yno porque él sea perverso o «maquiavélico», sinopor su exhaustiva observación de las accionesde los hombres, que por regla general tiendenmás hacia el mal y, sobre todo, cuando se hallaninmersos en la actividad política.

La obra de Maquiavelo no hay que inter-pretarla como producto del cinismo, sino comolo que en cierta oportunidad Francis Bacon dijo:«Hay que agradecer a Maquiavelo ya los escrito-res de este género el que digan abiertamente y sindisimulo lo que los hombres acostumbran hacer,no lo que deben hacer».

El Renacimiento además de ser un retornoa la Antigüedad, es también un aprendizaje desus aciertos y desaciertos, para incluso prever lossignos de los nuevos tiempos. Conocer la historiasignifica aprender de los errores del pasado y, enconsecuencia, numerosos acontecimientos suelenrepetirse en diversas épocas. Por eso Maquiaveloinvestiga los hechos de los grandes hombres, afin de que los gobernantes de su tiempo puedanconducirse de la forma más conveniente. La his-toria no tiene un valor en sí misma, es más bienun instrumento de lo político, una herramientaque encuentra cuáles son los patrones periódicosque permiten tomar las decisiones más acertadas.En palabras de Cassi rer se describen los dotes delfi lósofo florenti no:

El era un gran historiador; pero su concepciónde la historia era muy distinta de la nuestra. Aél le importaba la estática, no la dinámica de lavida histórica. No le interesaban los rasgos par-ticulares de una época histórica determinada,sino que buscaba los rasgos recurrentes, esascosas que son iguales en todo tiempo. Nuestramanera de hablar de la historia es individua-lista, la de Maquiavelo era muy universalista(/974, /49).

El humanismo renacentista no busca idea-lizar o rendir culto a una determinada época o ahombres individuales, tan sólo los asume comomodelos para orientar su propia forma de vida.El humanismo italiano en principio de caráctercivil, que busca la unificación patriótica de la

116 REVISTA ESTUDIOS

region fragmentada en ciudades y la restaura-ción de las antiguas glorias de Roma, nuncalogró en el plano político superar su situaciónconflictiva y precaria. Este tipo de humanismocívico es el que más penetra en el pensamientode Maquiavelo.

EL PRÍNCIPE Y LA REALIDADDE LO HUMANO ANTE EL PODER

La figura del príncipe de Maquiavelo siguellamando la atención hasta nuestros días porquees el retrato fiel del poI ítico exitoso, que estámás allá del bien y del mal, y que está envueltoen una realidad plagada de peligro y circundadapor muchos malvados. Si el príncipe quiere obte-ner, conservar y ampliar el poder político debe,entonces, aprender a no ser siempre bueno, yasea a serio o a no serIo, «según la necesidad». Loideal es que el príncipe encarne todas las cualida-des deseables y maravillosas, pero la condiciónhumana no Lopermite. Incluso un balance entrecualidades y defectos, entre virtudes y vicios, lepodrían proporcionar su seguridad y bienestar.Este príncipe sabe distinguir entre el bien yel mal, y hasta se podría pensar que preferiríaescoger el bien, pero no se puede sustraer antela necesidad del Estado, que exige de él un com-portamiento que no puede estar maniatado a losrequerimientos de la perfección moral.

Otras consecuencias que se extraen delpríncipe es que resulta beneficioso el que seaapreciado como una persona generosa, pero nohasta el extremo de caer en el lujo y que a lalarga lo podría empobrecer perjudicando a sussúbditos. Pero tampoco debe ser reputado comoavaro, porque cualquier cobro extra de impuestosa su pueblo puede ser juzgado como innecesario.Sin embargo, entre ser generoso y ser avaro espreferible este último, porque no hay nada quemás arruine los Estados que el exceso de gastos.

Todo príncipe «debe desear ser temidopor clemente y no por cruel», pero al mismotiempo debe cuidar de no hacer un mal uso deesa clemencia. Una excepción era César Borgia,quien era considerado cruel, «pero su crueldadrestableció la paz y extinguió las divisiones de

la Romaña». La crueldad es positiva si restituyeel orden y unidad políticas, alejando el caos,el desorden y la delincuencia. Si la necesidadimpone la crueldad del príncipe, esa es la mayorclemencia para el Estado. De ello hace surgi r lapregunta en torno a la reputación del príncipe:¿si vale ser más amado que temido, o todo locontrario? Ambas cosas son lo deseable, peroeso es difícil. Por eso resulta más seguro sertemido que amado. ¿Por qué? La naturalezahumana responde a ello:

Porque de los hombres en general se puede deciresto: que son ingratos, inconstantes, hipócritasy disimulados, que huyen de los peligros y estánansiosos de ganancias; mientras les haces biencuando la necesidad está cerca, ten son entera-mente adictos, te ofrecen su sangre, su caudal,su vida y sus hijos; pero cuando la necesidaddesaparece, se rebeLan (El Príncipe XVII, 2).

Los hombres tienen menos consideraciónen ofender a quien se ama que a quien se hacetemer. El amor puede cambiarse por la utilidadpropia y transformarse en ingratitud, mien-tras que el temor al castigo es un lazo que nosuele romperse entre los hombres. El ser temidodepende del príncipe, mientras que el ser amadodepende del capricho de los súbditos, de maneraque el poder político no ha de depender más quede sí mismo. Por otra parte, ser temido no signi-fica en modo alguno ser odiado. El odio o des-precio es cosa grave porque promueve conjura-ciones, y la receta para evitarlo es «si se abstienede robar la hacienda de sus ciudadanos y de robara sus mujeres». Tocarle el bolsillo y el honor a lossúbditos conlleva un odio y una sed de venganzaque se puede volver contra el gobernante que losuscitó. Entre robar y matar es más fácil justifi-car lo pri mero, pero las personas suelen recordarcon mayor dolor la pérdida de un capital que deun ser cercano. Por eso Maquiavelo recomiendaal príncipe:

Cuando Le sea indispensable derramar la san-gre de alguien, hágalo cuando exista justifica-ción conveniente y causa manifiesta; pero, sobretodo, absténgase de tomar los bienes ajenos:

Maquiavelo y el realismo político

porque los hombres olvidan más pronto la muer-te del padre que la pérdida del patrimonio (ElPríncipe XVII, 3).

A veces la crueldad es necesaria paramantener un ejército unido y dispuesto para laacción. Incluso alguien puede llegar al poder pormedio de maldades, en lugar de ser por la fortunao el valor. Sin embargo, no ofrecen ni bellezaestética ni otorgan honor a sus protagonistas. Lafrase que se atribuye a Maquiavelo «el fin justifi-ca los medios», no se cumpliría plenamente paralos que emplearon medios atroces para llegar alpoder. En la Antigüedad es el caso de Agatocles,hijo de un alfarero, el cual mediante un engañohizo morir al Senado y a los hombres más ricosde Siracusa, apoderándose entonces del poder;en su época el caso de Oliverotto, quien se hizodueño de Fermo asesinando a su tío materno ya los ciudadanos más distinguidos de la ciudad,invitados por él a un festín. Estas perfidias, sinembargo, Maquiavelo tiende a despreciarlas:

No se puede llamar valor a matar a sus con-ciudadanos, traicionar a los amigos, y carecerde fe, de humanidad y de religión; estos mediospueden llevar a adquirir el imperio, pero no lagloria (El Príncipe VIII,3).

Pero no se crea que en Maquiavelo aflorauna moral que determine la política, lo que esta-blece es que tales actos tan abominables condu-cen a que los gobernantes nunca estén segurosni en tiempos de paz ni de guerra, en su propiapatria o en Estados extranjeros. En este sentido,la necesidad de redefinir el «bien» y el «mal»en la escala política, lleva a la reflexión sobreel buen y el mal empleo de las crueldades paraconservar un Estado:

Podemos llamar bien empleadas (si es lícitohablar bien del mal) a aquellas que se ejercende una vez, por la necesidad de proveer a lapropia seguridad, y en las que después no seinsiste, sino que se convierten cuanto es posibleen mayor utilidad de los súbditos; mal emplea-das son aquellas que, aunque al principio seanpocas, con el tiempo aumentan rápidamente envez de disminuir (El Príncipe VIII, 7).

117

El nuevo príncipe debe practicar cruel-dades sólo cuando sea necesario y apl icarlas enbloque para no tener que volver a ellas en otrasocasiones y así ofender menos; los beneficios, ala inversa, «se deben hacer poco a poco, a finde que se saboreen mejor». Lo bueno y lo malodesde la perspectiva moral, son expulsados dela esfera de la técnica política, donde los erroresdel príncipe son faltas se atribuyen ya sea a suimpericia como político o a los improvistos de lafortuna. Resulta impropio desde el punto de vistade Maquiavelo tildar de «criminal» al príncipeque actuó con «el cuchillo en la mano», porqueesa es una categoría ética. Es más, si se habla de«clemente» tampoco tiene un sentido moral, pueshabría que reconceptualizar el término remitién-dolo a un personaje hábil para granjearse de losdemás esa imagen.

De aquí podemos saltar a la pregunta desi ¿es más digno de alabanza para un príncipeser fiel a su palabra y ser siempre sincero?Maquiavelo no tiene pelos en lengua para decirque la experiencia ha mostrado a príncipes quehan hecho grandes cosas violando sus juramen-tos y promesas, imponiéndose con astucia a losdemás y triunfando sobre aquellos que se apega-ban a la lealtad. La crudeza de su pensamientola acompaña -según la usanza renacentista- conun mito:

Debéis, pues, saber que hay dos maneras decombatir: una con las leyes y otra con la fuerza;la primera es propia del hombre, la segunda loes de los animales; pero, como muchas vecesla primera no basta, conviene recurrir a lasegunda. Por tanto, a un príncipe le es necesariosaber hacer buen uso de una y otra. Esto es loque con palabras encubiertas enseñaron a lospríncipes los antiguos autores, los cuales escri-bieron que Aquiles y muchos otros príncipes dela Antigüedad fueron confiados en su niñez alcentauro Quirón, para que los custodiara bajosu disciplina. Tener por preceptor a un maestromitad bestia y mitad hombre no quiere decirotra cosa sino que un príncipe necesita saberusar una y otra naturaleza; y que la una sin laotra no es duradera (El Príncipe XVIII, 2).

118 REVISTA ESTUDIOS

Las leyes representan la razón, la lealtady la fidelidad, mientras que el elemento bestialrepresenta lo instintivo, la fuerza y la astucia. Unpríncipe, según las circunstancias, actuará conlos procedimientos puramente humanos o con lospropios de la bestia. A parti r de esta última, elpríncipe sabrá imitar a la zorra y al león: porquela zorra no se defiende de los lobos y el león delas trampas. Requiere al mismo tiempo de la astu-cia de la zorra para evitar las trampas de los ene-migos, y de la fuerza del león para aniquilarlos.Dentro del ámbito de los compromisos políticosel príncipe ha de ser como la zorra y no cumplircon la fe pactada, si ello redunda en perjuiciopropio y las razones que le hicieron prometer yahubiesen desaparecido. El poco valor de las pro-mesas se asienta en la condición humana:

Si los hombresfueran todos buenos, este precep-to no sería bueno; pero, como son malos y nocumplirían su fe con respecto a ti, tú tampocotienes que cumplirla con respecto a ellos. Nuncale faltan a un príncipe razones legítimas paradisimular el incumplimiento de lo pactado (ElPríncipe XVlII, 3).

En Maquiavelo se plantea la concepciónde lo humano como ser esencialmente político,que oscila entre lo racional y lo instintivo, conpredominancia del segundo sobre el primero.El estudio de la historia permite entender unanaturaleza humana inalterable y reiterativa, enun especie de espiral de eterno retorno de laspasiones políticas.

Los príncipes que saben actuar como zorrassuelen ser los que más prosperan, pues entiendenque en el arte de disimular y traicionar según laconveniencia, reside el éxito político. El parecer,la hipocresía y el disimulo son los que llevan aobtener los mejores resultados, sólo que «es nece-sario saber encubrir bien este natural, y tener granhabilidad para fingir y disimular: los hombres sontan simples, y se someten hasta tal punto a lasnecesidades presentes, que quien engaña encon-trará siempre quien se deje engañar».

Lo importante de un príncipe no es queposea todas las cualidades sino que parez-ca poseerlas. Resulta bueno para él aparentar

todas las excelencias humanas, incluso el seriorealmente resultaría algo magnífico, pero unpríncipe en ocasiones tiene que volverse hacialo contrario y se ve obligado, para preservaral Estado, de obrar contra la caridad, contra lahumanidad, contra la religión misma. La opiniónde los súbditos basada en el parecer, tiene mayorcrédito en el rango político que el conocimiento-el triunfo de la opinión (dóxa) frente al conoci-miento (epistéme) como el reverso de la filosofíaplatónica-:

Es menester que tenga el ánimo dispuesto avolverse según que los vientos de la fortuna ylas variaciones de las cosas se lo exijan, y, a noapartarse del senda del bien, mientras pueda,pero que en caso de necesidad sepa entrar enla del mal. Un príncipe, pues, debe tener grancuidado de que nunca le salga de la boca unacosa que no esté llena de las cinco mencionadascualidades, y de que parezca, al verle y oírle,todo bondad, todo buena fe, todo integridad,todo humanidad, todo religión. Y no hay cosamás necesaria para aparentar tener que estaúltima cualidad. Los hombres en general juzganmás por los ojos que por las manos; porque elver pertenece a todos, y el tocar a pocos. Todosven lo que pareces, pero pocos comprenden afondo lo que eres; y este pequeño número nose atreverá a oponerse contra la opinión de lamayoría, sostenida, además, por la majestad delpoder del Estado (El Príncipe XVlII, 4-5).

Lo importante para un político son losresultados, sin importar que haya habido buenao mala intención. El pueblo, o hoy en día lasmasas, juzgan por la apariencia, sobre tododejándose arrastrar por la opinión pública y loque ve, mientras que aquello que no pertenece aeste ámbito sencillamente «no existe». Por eso elsiguiente texto de Maquiavelo tiene una vigenciaindiscutible:

Finalmente en las acciones de los hombres, ysobre todo de los príncipes, que no pueden serinvestigadas ante un tribunal, lo que se consi-dera es el resultado. Procure, pues, un príncipeconservar y mantener el Estado: los medios que

Maquiavelo y el realismo político 119

emplee serán siempre considerados honorablesy alabados por todos; porque el vulgo se dejaseducir por la apariencia y los acontecimientos,¿y no es el vulgo lo que constituye la muchedum-bre? Los pocos espíritus penetrantes no tienenlugar en él, cuando la mayoría tiene dónde apo-yarse (El Príncipe XVlII, 5).

Otras reglas que ha de seguir el príncipepara no hacerse odioso y despreciable ante susseguidores es mostrar inconstancia, cobardía eindecisión; más bien debe exhibirse con gran-deza, valor y seriedad, procurando que sussentencias sean irrevocables y no permitiendoser engañado por nadie. Resulta indispensable elque tenga buenas armas, lo cual le traerá buenosamigos y buenos aliados. Asimismo, no debetrabajar en provecho de otro príncipe, pues ellosería hacerla más grande y, en definitiva, no seríasino trabajar «por su propia ruina». Tambiéndebe mostrarse claro al manifestar su amistad oenemistad con talo cual Estado, no abrazando elpartido de la neutralidad, pues ello es propio delos príncipes irresolutos.

En cuanto a la elección de sus ministros yconsejeros, éstos serán buenos o no dependiendode la prudencia del príncipe, la cual lo facultarápara conocerlos y determinar su lealtad. Usarápara este propósito un «medio que no fallanunca», que consiste en que si un ministro se love pensando más en sí mismo que en el monarca,buscando principalmente su provecho, no es unbuen ministro y no se puede fiar de él. Por el con-trario, un buen ministro es aquel que no piensaen su interés, sino ante todo en el príncipe, y queno habla con éste sino en lo que atañe a los inte-reses del Estado. Pero, a su vez, el príncipe debepensar en su ministro, otorgándole abundantesriquezas y honores, a fin de que tema cualquiercambio y para que sepa que lo es todo gracias alpríncipe y nada sin él. Si el príncipe toma consejo,debe ser «cuando él quiere, no cuando lo quierenotros», alejándose así de los aduladores. Por eso,un príncipe prudente debe elegir hombres sabiosque le digan la verdad y sobre aquellas cosas queél pregunta. No debe depender de los consejos desus ministros, porque a la larga alguno le podríaarrebatar la dirección del Estado, sobre todo si

el príncipe carece de prudencia. El príncipe debepercatarse que los hombres suelen ser malos yávidos de poder, y que su comportamiento esbondadoso por obra de la necesidad.

El príncipe nuevo tiene menor seguridaden su porvenir que el príncipe antiguo. Esto serefleja con claridad cuando Maquiavelo se habíareferido a los «principados» distinguiendo dosprincipales:

1. Los hereditarios, los cuales son los másfáciles de conservar y «basta con no sobrepa-sar los límites trazados por los antepasadosy acomodarse al dictamen ajeno sobre losacontecimientos». A este principado le dedicapoca atención, porque el príncipe hereditariotiene menos posibilidades de perder el trono.

2. Los nuevos, los cuales ofrecen verdaderasdificultades para adquirirlos y mantenerlos,sobre todo pensando en la Italia convulsadel Renacimiento. De éstos hay que subdis-tinguir:a. Los principados totalmente nuevos, yb. los mixtos, donde un Estado hereditario

conquista y se anexiona un nuevo prin-cipado, como cuando España se anexó elreino de Nápoles.

El príncipe nuevo podría incluso conso-lidarse más que un príncipe procedente de unreino heredado, sobre todo si sus acciones «sonjuzgadas como fuertes y valerosas (virtuose), lascuales ganan y conquistan los corazones muchomás de lo que podría hacerla la antigüedad dela raza, pues los hombres se sienten mucho másimpresionados por el presente que por el pasa-do». Lo idóneo es que conquiste el poder «conarmas propias» y a partir de sus propias cualida-des, y no «con las armas de otro», como productode la casualidad. Por eso debe utilizar un ejércitonacional y patriótico, y no ejércitos mercenariosque actúan en función de sus intereses y estándispuestos en cualquier momento a la traición.

El príncipe más estimado es el que obtieneun territorio por su virtú (es decir, por su ener-gía, fuerza, empuje, resolución, astucia, ingenio,prudencia calculadora y ferocidad). Por eso no

120 REVISTA ESTUDIOS

se trata de una virtud moral o religiosa. Peroningún príncipe, por capaz que fuera, vive ajenoa las fuerzas determinantes del [atum (es decir,el destino, la fatalidad. la fortuna o el hado). Laconcepción filosófica del mundo de Maquiaveloes bastante tosca y rudimentaria, al asignar quepara el éxito de un príncipe se requiere de 50% devirtú y 50% de fortuna. Parece, con ello, justificarde manera antojadiza el fracaso de su prototipode príncipe, César Borgia, quien fue víctima deldestino. Maquiavelo realiza un deus ex machinapolítico, ello es, como en el teatro antiguo, los dio-ses intervenían al final de la obra solucionando elconflicto y las acciones humanas eran impotentes.Saltan entonces las preguntas: ¿Puede hacer algoun príncipe «virtuoso» frente a la suerte? ¿Valela pena esforzarse y derrochar valor si el cursode los sucesos está determinado desde fuera delas posibilidades humanas? La virtü es el únicoantídoto contra los embates de la fortuna, dondeconviene ser impulsivo, audaz y autoritario, y nomoderado y respetuoso con ella. Con metáforasmuy pintorescas Maquiavelo expone lo máximoque humanamente se puede hacer:

Como nuestro libre albedrío no se podría reducira la nada, juzgo que puede ser verdad que la for-tuna disponga de la mitad de nuestras acciones,pero que deje aproximadamente la otra mitad ennuestro poder. La comparo con uno de esos ríoscaudalosos que, cuando se desbordan, inundanlas llanuras, derriban los árboles y los edificios,arrancan las tierras de un lado y se las arrastranhasta otro: todos huyen ante sus devastaciones,todos ceden ante su poderío sin poner resisten-cia. No obstante, y por temible que sea, los hom-bres no dejan, cuando el temporal ha cesado, detratar de garantizarse contra éste por medio dediques o muros de contención y otros trabajos;de modo que, al sobrevenir nuevas crecidas, lasaguas se encuentren contenidas en un canal yno puedan ya con tanta libertad y ocasionar tangrandes destrozos. Sucede lo mismo con respectoa la fortuna, que muestra, sobre todo, su podercuando no encuentra una virtud (virtú) que leofrezca resistencia, porque entonces vuelve sufuria donde no hay diques u obstáculos dispues-tos a detenerla (El Príncipe XXV, 2-3).

La fortuna es como un río tempestuoso, endonde no hay cabida para los que se acobardannadando contra corriente o aferrándose a algunarama en espera de ser salvados: sólo el que nadaaudazmente con el impulso de la corriente es elque puede alcanzar la virtú. en los Discorsi esclaro en su posición:

Afirmo una vez más ser absolutamente ciertoy estar demostrado en toda la historia que loshombres pueden favorecer a la fortuna y noresistirla; pueden tejer sus hilos, pero romper-los. No deben abandonarse a ella porque, igno-rando sus designios y caminando la fortuna pordesconocidas y extraviadas sendas, siempre haymotivos de esperanza que sostendrán el ánimoen cualquier adversidad y en las mayores con-trariedades de la suerte (2000, 298-299).

CONCLUSIÓN

Maquiavelo ha sabido secularizar y exal-tar el Estado demoliendo las estructuras polí-ticas de orden feudal: hostilidad contra losImperios medievales y las aristocracias nobilia-rias; menosprecio por una injerencia religiosaque promueve una vida entregada a la contem-plación de las cosas divinas y no a una vidaactiva. Su exaltación es hacia una Repúblicaautoritaria, comandada por un líder que sepaimponer orden, dada la índole de la condiciónhumana. Las relaciones entre los Estados son«realistas», o sea, existe una necesidad naturalentre ellos a extenderse y dominar. La moral yel derecho internacional carecen de sentido ver-dadero y en el fondo son pura apariencia. Unapromesa o un tratado tienen valor si siguen lamisma dirección que los intereses del príncipe;éste no perderá ocasión de extenderse en perjui-cio de los demás. Sin embargo, habrá ocasionesen que no debe acometer ciertas conquistas, yasea porque están demasiado alejadas de su terri-torio o son difíciles de anexar. Si su Estado seimpone sobre otros, sabrá justificarlo a pesar delos medios empleados, los cuales con el tiemposerán considerados «honorables». Se trata de unarazón o necesidad de Estado, que el gobernante

Maquiavelo y el realismo político

debe implementar a fin de obtener el éxito polí-tico. Pero esto se lleva a cabo en medio de ununiverso plagado de hombres interesados, dondetodo está permitido: el problema estriba en sabercalcular las acciones y saber cuándo aplicar lafuerza y la astucia. Ello incide en la importanciade la organización militar de un Estado y lasadecuadas relaciones entre el gobernante y losciudadanos que lo siguen.

BIBLIOGRAFÍA

Arocena, Luis, Maquiavelo. Estudio preliminar aEl Príncipe. Madrid: Revista de Occidente,1959.

Brion, M., Maquiavelo. Barcelona: Javier VergaraEditor, 2003.

Cassirer. Ernst, El mito del Estado. México: Fondo deCultura Económica, 1974.

Conde, F. 1., El saber político en Maquiavelo.Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1984.

Chabod, Federico, Escritos sobre Maquiavelo. Mé-xico: Fondo de Cultura Económica, 1994.

Chevallier, Jean-Jacques, Los grandes textos polí-ticos desde Maquiavelo a nuestros días.Madrid: Aguilar, 1972.

Ebenstein, W., Los grandes pensadores políticos.Madrid: Revista de Occidente, 1966.

Echandi Gurdián. Marcela, "El concepto del hombrey la idea del Estado como categoría ontológicaen Nicolás Maquiavelo". Universidad de CostaRica, 2000.

\Federico 11. rey de Prusia, Antimaquiavelo o Refu-

tación del Príncipe de Maquiavelo. Madrid:Centro de Estudios Constitucionales, 1995.

121

Gautier Vignal, L., Maquiavelo. México: Fondo deCultura Económica, 1970.

Heers, Jacques, La Corte de los Borgia. Vida y cos-tumbres en la historia. Buenos Aires: EditorialJavier Vergara S. A., 1993.

Maquiavelo, Nicolás, Discursos sobre la prime-ra década de Tito Livio. Madrid: AlianzaEditorial,2000.

Maquivelo, Nicolás, El Príncipe. Bogotá: EditorialBruguera, 1980.

Marcu, v., Maquiavelo: La Escuela del poder. Madrid:Austral, 1945.

Renaudet, Agustín, Maquiavelo. Madrid: EditorialTecnos, 1965.

Ridolfi, Roberto, Vida de Nicolás Maquiavelo. México:Editorial Renacimiento, 1961.

Romero, José Luis, Maquiavelo historiador. BuenosAires: Siglo XXI Editores, 1986.

Sabine, G. H., Historia de la teoría política. Madrid:F. C. E. De España, 1976.

Skinner, Q., Los fundamentos del pensamiento políti-co moderno. El renacimiento. México: Fondode Cultura Económica, 1985.

Skinner, Q., Maquiavelo. Madrid: Alianza Editorial,1984.

Touchard, Jean, Historia de las ideas políticas.Madrid: Editorial Tecnos, 1999.

Uscatescu, J., De Maquiavelo a la razón de Estado.Madrid: Imprenta de 1. L. Cosano, 1951.

Villari, Pasquale, Maquiavelo, su vida y su tiempo.Barcelona: Grijalbo Mondadori , 1984.