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~COLAS M QUl VELO

EL PRIN IPE 

oment do por

N POLEON ON P RTE

 T RJN

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@ LOS LIBROS DE PLON

Plaza Méjico, 5 -Salsadella Castellón -España

ISBN: 84-85056-25-6

Depósito legal: B. 24.048-1979

Printed in Spain

Industria Gráfica Ferrer CoU, S. A.

Pje. Solsona, s n - Barcelona-14

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NI OLÁS M QUI VELO

 

EL PRIN IPEComentado por

N POLEON BON P RTE

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r

Los que quieren lograr la gracia de un príncipe tienen lacostUmbrede presentarle las cosas que se reputan como quele son más agradables o en cuya posesión se sabe que él secomplace más. Le ofrecen en su consecuencia: los unos caballos;los otros armas; cuáles telas de oro; varios piedras preciosas u

otros objetos igualmente dignos de su grandeza.

Queriendo presenta yo mismo a Vuestra Magnificencia. al-guna ofrenda que pudiera probarle tOdo mi rendimiento paracon ella no he hallado entre las cosas que poseo ninguna queme sea más querida y d~ que haga yo más caso que mi cono-cimiento de la conducta de los mayores estadistas que han exis-tido. No ido ad uirir este conocimiento más ue con una

dilatada experiencia de las horrendas vicisimdes po ItIcas e

nuestra edad y por mMio de una continuada lectUra de lasantiRQas historias. Después de haber examinado por mucho

tiempo las acciones de aquellos hombres y meditádolas con lamás seria atención he encerrado el resultado de esta penosa

y profunda tarea en- un reducido volumen; y el cual remitoa Vuestra Magnificencia.

Aunque esta obra me parece indigna de Vuestra Grandezatengo sin embargo la confianza de que vuestra bondad leproporcionará la honra de una favorable acogida si os dignáiscon.c iderarque no me era posible haceros un presente más

precioso que el de un libro con el que .eodréis comprender enpocas horas ~o ue yo no he conocido ni . .en muchos anos con suma ati~ Vgrandísimos peligros.

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No he llenado esta obra de aquellas prolijas glosas con quese hace ostentación de ciencia ni adornándola con frases pompo

sas hinchadas de expresiones y todos los demás atractivos ajenosde la materia con que muchos autores tienen la costumbre deengalanar lo que tienen que decir.1 He querido gue mi lipro noten~a otro adorno ni ~acia más queja verdad de las cosas y la

importanciade la materia. .

Desearía yo sin embargo que no se mirara como una reprensible presunción en un hombre de condición inferior y aunbaja si se quiere el atrevimiento que él tiene de discurrir sobre

los gobiernos de los príncipes y de aspirar a darles reglas. Lospintores encargados de dibujar un paisaje deben estar a laverdad en las montañas cuando tienen neCesidad de que losvalles se descubran bien a sus miradas; pero también únicamentedesde el fondo de los valles pueden ver bien en toda su extensiónlas montañas y elevados sitios.2.Sucede lo propio en la política:si ara conocer la naturaleza de los ueblos es reciso ser rínCI conocer a e los rinci ados conviene estar entre

el pueblo. Reciba Vuestra Magni icencla este escaso presente conla misma intención que yo tengo al ofrecérselo. Cuando osdignéis leer esta obra y meditarla con cuidado reconoceréis enella el extremo deseo que tengo de veros llegar a aquella elevación que vuestra suerte y eminentes prendas os permiten. Y sios dignáis después desde lo alto de vuestra majestad bajar aveces vuestras miradas hacia la humillación en que me hallo

comprenderéis toda la injusticia de los extremados rigores quela malignidad de la fortuna me hace experimentar sin interrupción.

1. Como Tácito y Gibbon.2. Con esto empecé y con ello conviene empezar. Se conoce

mucho mejor el fondo de los valles cuando después se estáen la cumbre de la montaña.

 

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CAPITULO 1

CUÁNTAS CLASES DE PRINCIPADOS HAYY DE QUÉ MODO ELLOS SE ADQUIEREN

Cuantos Estados cuantas denominaciones ejercieron y ejercen~odavíauna autoridad soberana sobre los hombres fueron y sonr :g?úblicaso principados Los principados son o hereditarioscuando la familia del que los sostiene los poseyó por mucho

tiempo o son nuevosLos nuevos son o nuevos en un todo 3 como lo fue el deMilán para Francisco Sforza o como miembros añadidos alEstado y hereditario del príncipe que los adquiere Y tal es elreino de Nápoles con respecto al rey de España

O los Estados nuevos adquiridos de estos dos modos estánhabitUados a vivir bajo un príncipe o están habitUados a ser

libresO el príncipe que los adquirió lo hizo con las armas ajenaso los adquirió con las suyas propias

O la fortUna se los proporcionó o es deudor de ellos a suvalor

3 Tal será el mfo si Dios me da vida

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CAPttuLO 11

DE LOS PIÚNQPES HEREDITARIOS

Pasaré aquí en silencio las repúblicas a causa de que hediscurrido ya largamente sobre ellas en otra obra; y no dirÍJdrémis miradaS m~ que hacia el principado 4. VolviendO en misdIscursos a las distinciones que acabo de establecer, examin...aréel modo con que es posible ~obernar y conservar los principadQs.

Digo, pues, que en los Estados h~reditarios que están acos-tumbrados a ver re~la familia de su rínci ha menosi icul para conservadosque o ellos son nuevosG. El

príncipe entonces no tiene necesidad más que de no traspasarel orden seguido por SUsmayores, y de contemporizar con losacaecimientos, después de 0 cual le basta una ordinaria indus-tria para conservarse siempre, a no ser: que haya una fuerzaeXtraOrdinaria,y llevada al- exceso, que venga .a privarle de su

Estado. Si él pierde, le recuperará, si lo quiere, por más poderosoy hábil que sea el usurpador que se ha apoderado de él 6.

4. No hay más que esto de bueno, por más que digan; perome es preciso cantar por el mismo tono que ellos, hastanueva orden.

5. Procuraré suplirlo haciéndome el decano de los demássoberanos de Europa.

6. Lo veremos. Lo que me favorece es que no se 10he cogido

a él, sino a un tercero que no era más que un insufriblecenagal de republicanismo. La odiosidad de la usurpaci6nno recae sobre mi; los f~rjadores de frases a sueldo mío10 han persuadido ya: No ha destronado él más que a laanarquía. Mis derechos al trono de Francia no están malestablecidos en la novela de Lemont... En cuanto al trono

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CAPttuLO II

DE LOS PRiNCIPES HEREDITARIOS

Pasaré aquí en silencio las repúblicas a causa de que hediscurrido ya largamente sobre ellas en otra obra; y no diri~irémis miradaS más que hacia el principado.. VolvienClOen misiscursos a las distinciones que acabo de establecer, examiQUé

el modo con Quees posible ~obernar y con§f'rvarlo ;pnncipadQs.

Digo, pues, que en los Estados hereditarios Que están acos-tumbrados a ver reínar la familia de su rínci ha menosi kultad para conservarlos Que cua o ellos son nuevos5. El

príncipe entonces no tiene necesidad más que de no traspasarel orden seguido.por Sus mayores, y de contemporizar con losacaecimientos,después de )0 cual le basta una ordinaria indus-tria para conservarse siempre, a no. se : que haya una fuerza

extraordinaria, y llevada al-exceso, que venga a privarle de suEstado. Si él pierde, le recuperará, si lo quiere, por más poderosoy hábil que sea el usurpador que se ha apoderado d.eél6.

4. No hay más que esto de bueno, por más que digan; perome es preciso cantar por el mismo tono que ellos, hastanueva orden.

5. Procuraré suplirlo haciéndome el. decano de los demássoberanos de Europa.

6. Lo veremos. Lo que me favorece es que no se lo he cogidoa él, sino a un tercero que no era más que un insufriblecenagal de republicanismo. La odiosidad de la usurpaciónno recae sobre mí; los f9rj adores de frases a sueldo míolo han persuadido ya: No ha destronado él más que a laanarquía. Mis derechos al trono de Francia no están malestablecidos en la novela de Lemont.. .En cuanto al trono

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Tenemos por ejemplo, en Italia, al duque de Ferrará, a quienno pudieron arruinar los ataques de los venecianos, en el año1484, ni los del Papa Julio, en el 1510, por el único motivo deque su familia se hallaba establecida de padres en hijos, muchotiempo hacía, en aquella soberanía. ~

Teniendo el príncipe natural menos motivos V necesidad de

ofender a.su gobernados, está más amado oor esto mismo; ~ sino tiene VICIOSmu irritantes u ha an aborrecible le ama-

ran sus ~ erna os naturalmente V con razón. La antigüed ycontmuaClOndel reinado y su dinastía hicieron olvidar los ves-tigios y causas de las mudanzas que le instalaron: lo cual es

tanto más útil cuando una mudanza deja siempre una piedraangular para hacer otra 1.

de Italia, tendré una disertación de Montga... Eso les esnecesario a los italianos que hacen de. oradores. Bastabauna novela para los franceses. El pueblo bajo que no leetendrá las homilías de los obispos y curas que tengan he-chos; y más todavía: un catecismo aprobado por el legadodel Papa no se resistirá a esta magia. No les falta cosaninguna, supuesto que el Papa ha ungido mi frente impe-rial. Bajo cuyo aspecto debo parecer todavía más inamo-vible que ninguno de los Borbones.

7. ICuántas piedras. angulares se me dejan Todos los máse~tfi? todavía allí; y sería menester que no quedase nisiquiera uno solo para que yo perdiese toda esperanza.Volveré a hallar allí mis águilas, mis N., mis bustos, misestatuas, y aun quizá la carroza imperial de mi coronación.Todo esto habla incesantemente a los ojos del pueblo enmi fa,vor, y me trae a la memoria.

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CAPtruLO III

DE LOS PRINCIPADOS MIXTOS

Se hallan las dificultades en el principado mixto; y primera-mente, si él no es enteramente nuevo, y que no es más que

~ mif'mhrn ñ rlirln 'I1n principado antiJroo Que ya posee,

Y..9uepor su reunión puede llamarse. en alg:únmodo, un prin-c~do minn 8, sus incertidumbres dimanan de una dificultad~e es conforme con la naruraleza de todos los prmClpados~os. Consiste ella en que los hombres que mudan gustososde señor con la esperanza de mejorar su suerte (en lo que vanerrados), y que, con esta loca esperanza,'se han armado contrael que los gobernaba, para tomar otro, no tardan en conven-cerse por la experiencia de que su condición se ha empeorado.

Esto proviene de la necesidad en ~ue aquel que es un nuevoerínc' halla na Ir ) v rnm,'nm nte de ofender a susnuevos súbditos, ya con tropas. va con una in im e tros

procedimientos molestos Que el acto de su nueva adQuisiciónUevabacons~o .

Con ello te hallas tener por enemigos todos aquellos a quieneshas ofendido al ocupar este principado, y no puedes conservartepor amigos a los que te colocaron en él, a causa de que no tees posible satisfacer su ambición hasta el grado que ellos se

habían lisonjeado; ni hacer uso de medios rigurosos para repri-mirlos, en atención a las obligaciones que ellos te hicieron

8. Como lo será el mío sobre el Piamonte, Toscana, Roma, etc. ). Poco me importa: el éxito justifica.

16

contraer con respecto a sí mismos 10. Por más fuerte qJ1euqrínci e fuera con . ,. vo siem re necesidad delavor e una te a 10menos de los habitantes de la rovincia

ara entrar en ella. e aquí por qu UIS ,espu s dehaber ocupado Milán con facilidad, lo perdió inmediatamente 11;

y no hubo necesidadpara quitárselo, esta primera vez, más quede las fuerzas de Ludovico; porque los milaneses, que habíanabierto sus puertas al rey, se vieron desengañados de su con-

fianza en los favores de su gobierno y de la esperanza que habían

concebidopara lo venidero12, y no podían ya soportarel dis-gusto de tener un nuevo príncipe,

Es mucha verdad que, al recuperar Luis XII por segunda vezlos países que se habían rebelado, no se los dejó quitar tan fácil-mente, porque prevaleciéndose de la sublevación anterior fue

menos reservado en los medios de consolidarse. Castigó a losculpables, quitó el velo a los sospechososy fortificó las partesmás débiles de su anterior gobierno 13.

Si, para hacer perder Milán al rey de Francia la primeravez,no había sido menestermás que la terrible llegada del duqueLudovico hacia los confines del Milanesado, fue necesario parahacérselo perder la segunda que se armasen todos contra ély que sus ejércitos fuesen arrojados de Italia o destruidos14.

Sin embargo, tanto la segunda como la primera vez, se lequitó el Estadode Milán. Se han visto los motivos de la primerapérdida suya que él hizo, y nos resta conocer los de la segunda,y~b~~~B~y~pod~~ru~~~

10.jLos bribones Me dan a conocer cruelmente esta verdad.Si no lograra yo desembarazarme de su tiranía, mesacrificarían.

No me lo hubieran quitado los austro-rusos ,si yo hubierapermanecido allí, el año 1793.

A lo menos yo no había engañado las esperanzas de losque me habían abierto sus puerta~ en el año de 1796.

A lo cual me dediqué al recuperar este país en el añode 1800. Pregúntese al príncipe Carlos si me fue bien conello. No entienden nada en esto, y van para mí las cosasa pedir de boca.

No sucederá esto ya.

11.

12.

13.

14.

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,...

se hallara en- el mismo caso, para mantenerse en su conquistamejor que lo hizo 15. .

Comenzaré estableciendo una distinción: o estos Estados que,nuevamente adquiridos, se reúnen con un Estado ocupado muchotiempo hace p?r el' q e los ha conseguido se hallan ser de. lami2..maprOVInCla,-ener la misma len~a, o esto no sucede así.

Cuando ellos son de la primera especie, hay suma facilidaden conservarlos, especialmente cuando no están habituados -avivir libres en república16. Para poseedosseguramente,basta

haber extinguido la descendencia del príncipe que reinaba enellos 11; porque en lo restante, conservándoles sus antiguos esta-tutos, y no siendo allí las costumbres diferentes de las del puebloa que los reÚ1'1en,ermanecen sosegados,como lo estuvieron laBorgoóa, Bretaña, Gascuóa y Normandía, que fueron reunidas ala Francia mucho tiempo hace 18. Aunque hay, entre ellas, algunasdiferencias de lenguaje, las costumbres, sin embargo, se asemejanallí, y estas diferentes provincias pueden vivir, no obstante, enbuena armonía.

En cuanto al que hace semejantes adquisiciones, si él quiereconservarlas le son necesarias dos cosas: la una, que extinga ellinaje del príncipe que poseía estos Estados 19; la otra, que elpríncipe que es nuevo no .altere sus leyes, ni aumente los im-puestos 20. Con ello, en brevísimo tiempo, estos nuevos Estadospasarán a formar un solo cuerpo con el antiguo suyo 21.

15. Sé más que Maquiavelo sobre este particular. Estos me-dios no tienen ellos ni aun siquiera visos de sospecharlos,y les aconsejan otros contrarios: mejor que mejor.

16. Aun cuando lo estuvieran, sabría yo bien reducirlos.17. No me olvidaré de esto en cuantas partes establezca yo

dominación.18. La Bélgica, que no lo está más que poco ha, suministra,

gracias a mí, un bello ejemplo de ello.19. Le ayudarán.20. Simpleza de Maquiavélo. ¿Podía conocer él tan bien como

yo todo el dominio de la fuerza? Le daré bien pronto unalección contraria a su país mismo, en Toscana, como tam-bién en el Piamonte, Parma, Roma, ete.

21. Conseguiré los mismos resultados sin estas precaucionesde la debilidad.

18

Pero cuando se adquieren algunos Estados en un país quese diferencia en las lenguas, costumbres y constitución, se hallanentonces las dificultades22; y es menester tener bien propicia lafortuna, y una suma industria, para conservarlos. Uno de losmejores y más eficaces medios a ese efecto sería que el quelos adquiere fuera a residir en ellos; los poseería entonces delmodo más seguro y durable, como lo hizo el Turco con respectoa la Grecia. A pesar de todos lbSdemás medios de que se valíapara conservarla, no lo hubiera logrado si no hubiese ido aestablecer allí su residencia23.

Cuando el príncipe reside en este nuevo Estado, si se mani-fiestan allí desórdenes puede reprimidos muy prontamente; envez de que si reside en otra parte, y que los desórdenes no sonde gravedad, no hay remedio ya.

Cuando permanece allí, no es despojada la provincia por lacodicia de los empleados24; y los súbditos se alegran más depoder recurrir a un príncipe que está cerca de ellos que no aun príncipe distante que le verían como extraño; tienen ellosmás ocasionesde cogerle amor25, si quieren ser buenos; y temor,si quieren ser malos. Por otra parte, el extranjero que hubieraapetecido atacar este Estado, tendrá más dificultad para determi-narse a ello. Así, pues, residiendo el príncipe en él no podráperderle sin que se experimente una suma dificultad para qui-társele 26.

El mejor medio, después del precedente, consiste en enviar al-gunas colonias a uno o dos parajes que sean como la llave deeste nuevo Estado; a falta de lo cual sería preciso tener allímucha caballeríae infantería21. Formandoel príncipe seme-22.23.

IOtra simpleza ILa fuerzaLo supliré con virreyes, o reyes que no serán más quedependientes míos: no harán más que por orden mía, sinlo cual, destituidos .Conviene ciertamente que ellos se enriquezcan, si por otraparte me sirven a mi discreción. .Témanme ellos, y esto me basta.Imposible con respecto a mí. El terror de mi nombrevaldrá allí mi presencia. Ad abundantian jums . Se hace uno y otro.

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jantes colonias no se empeña en sumos dispendios; porque aunsin hacerlos, o haciéndolos escasos, las envía y mantiene allí.En ello no ofende más que a aquellos de cuyos campos y casasse apodera para darlos a los nuevos moradores, que no com-

ponen, todo bien considerado, más que una cortísima parte deeste Estado; y quedando dispersos y pobres aquellos a quienes

ha ofendido no pueden perjudicarle nunca28.Todos los demásque no han recibido ninguna ofensa en sus personas y bienesse apaciguan fácilme~1te,y son temerosamente atentos a no hacerfaltas, a fin de que no les acaezca el ser despojados como los

Otros211.De lo cual es menesterconcluirque estascolonias,queno cuestan nada o casi nada, son más fieles y perjudican menos;y que hallándose pobres y dispersos los ofendidos no puedenperjudicar, como ya he dicho 0.

Debe notarse que los hombres quieren ser acariciados oreprimidos, y que se vengan de las ofensas cuando son ligeras31.No pueden hacerlo cuando ellas son graves; así, pues, la ofensaque se hace a un hombre debe ser tal que le inhabilite parahacerlostemersu venganza~.

Si, en vez de coloniasse tienen tropas en estos nuevos Estados,se expende mucho, porque es menester consumir, para mante-nerlas,cuantasrentas se sacande semejantesEstados1'1. La ad-quisición suya que se ha hecho se convierte entonces en pérdida,y ofende mucho más, porque ella perjudica a todo el país con

28.29.30.

Es harto buena la reflexión, y me aprovecharé de ella.He aquí cómo los quiero.Ejecutaré todo esto en el Piamonte al reunirle a la Fran-cia. Tendré allí, para mis colonias, de aquellos bienesconfiscados ya antes de mi, y que está acordado llamar nacionales .

No veo hacerlas más que ligeras a los míos por espíritude benignidad; no se vengarán menos de ellas en bene-ficio mío. ¿Se sabe el a b c del arte de reinar cuandose ignora que desagradando con poco es corno si se desa-gradara con mucho?

No he observado bastante bien esta regla; pero ellos ar-man a aquellos a quienes ofenden, y estos ofendidos mepertenecen.La ; carga uno muy bien a fin de que quede algo para sí.

31.

32.

33.

 

los ejércitos que es menester alojar allí en las casas particulares.Cada habitante experimenta la incomodidad suya; y son unosenemigos que pueden perjudicarle aun permaneciendo sojuzgadosdentro de sus casas.8. Este medio para guardar un Estado es,pues, bajo todos los aspectos,tan inútil como el de las coloniases útil.

El príncipe que adquiere una provnicia cuyas cosrumbfes ylenguaje no son los mismos que los de su Estado principal,debe hacerse también allí el jefe y protector de los príncipes

vecinos que son menos poderosos que él, e ingeniarse paradebilitar a los más poderososde ellos35. Debe, además,hacerde modo que un extranjero tan poderoso como él no entre ensu nueva provincia; porque acaecerá entonces que llamarán allía este extranjero los que se hallen descontentos con motivo deSllmucha ambición o de sus temores36. Así fue comolosetoliosintrodujeron a los romanos en la Grecia y demás provincias enque éstos entraron; los llamabanallí siemprelos habitantes37.

El orden común de las causas es que, luego que un poderosoextranjero entra en un país, todos los demás príncipes que sonallí menos poderosos se le unan por un efecto de la envidia

que habían concebido contra el que los sobrepujaba en poder, ya los que él ha despojado¡g. En cuantoa estospríncipesmenospoderosos, no hay mucho trabajo en ganarlos; porque todosjuoros formarán gustosos cuerpo en el Estado que él ha con-

quistado '10.El único cuidado que ha de tenerse es el de impedirque ellos adquieran mucha. fuerza y autoridad. El nuevo prín-cipe, con el favor de ellos y sus propias manos, podrá abatir

34.No los terno cuando los fuerzo a quedarse en ella, y de laque no saldrán, a lo menos para reunirse contra mí.

Para ello no hay mejor medio que desposeerlos y apode-rarse de sús despojos. Módena, Plasencia, Parma, Nápoles,Roma y Florencia proporcionaron otros nuevos.Sobre esto aguardo a la Austria en Lombardía.Los que pueden llamarse en Lombardía, no son romanos.iQué buen socorro hallaría la Austria contra mi, en lasflojas potencias actuales de Italia

iGanarlos No me tornaré este trabajo; estarán obligadoscon mi fuerza a formar cuerpo conmigo, especialmenteen mi plan de Confederación del Rhin.

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fácilmente a los que son poderosos a fin de permanecer en todoel árbitro de aquelpaís40.

El que no gobierne fácilmente esta parte perderá bien prontó10que él adquirió; y mientras que lo tenga hallará en ello unainfinidad oe dificultades y sentimientosu.

Los romanos guardaron bien estas precauciones en las provincias que ellos habían conquistado. Enviaron allá coloniasmantuvieron a los príncipes de las inmediaciones menos poderosas que ellos sin aumentar su fuerza; debilitaron a los quetenían tanta como ellos mismos y no permitieron que las poten

cias extranjeras adquiriesenallí consideraciónninguna42. Mebasta citar para ejemplo de esto. la Grecia en que ellos conservaron a los acayos y etolios humillaron .el reino de Macedonia y echaron a Antíoco 43.El mérito que los acayos y etolioscontrajeron en el concepto de los romanos no fue suficientenunca para que éstos les permitiesen engrandecer ninguno desus Estados44.Nunca los redujeron los discursos de Filipo hasta

el grado de tratarle como amigo sin abatirle; ni nunca elpoder de Antíoco pudo reducirlos a permitir que él tuvieraningún Estado en aquel país46.

Los romanos hicieron en aquellas circunstancias lo que todos los príncipes cuerdos deben hacer cuando. tienen miramiento no solamente con los actuales perjuicios sino tambiéncon los venideros y que quieren remediarlos con destreza. Esposible hacerla precaviéndolos de antemano; pero si se aguarda

a que sobrevengan no es ya tiempo de remediarlos porquela enfermedad se ha vuelto incurable. Sucede en este parti

cular lo que los médicos dicen de la tisis que en los principios es fácil de curar y difícil de conocer; pero que en lo

40. Bueno de consultar para mis proyectos sobre la. Italia yAlemania.  

41. Maquiavelo se admirada del arte con que supe ahorrármeloso

42. Se cuida de desacreditarlas alli.

43. ¿Por qué no todos los demás?44. No era esto bastante; los hijos de Rómulo tenían todavía

necesidad de mi escuela.45. Es lo mejor que ellos hicieron.

22

sucesivo si no la conocieron en su principio ni le aplicaronrelQedio alguno se hace en verdad fácil de conocer pero difícil de curar 46. Sucede 10 mismo con las cosas del Estado;si se conocen anticipadamente los males que pueden manifestarse 10 que no es acordado más que a un hombre sabioy bien prevenido quedan curados bien pronto: pero cuandopor no haberlos conocido les dejan tOJIlar.ncremento de modo .que llegan al conocimiento de todas lás gentes no hay yaarbitrio ninguno para remediarlos. Por esto previendo los romanos de lejos los inconvenientes les aplicaron el remediosiempre en un principio y no les dejaron seguir nunca su

curso por el temor de una guerra. Sabían que ésta no se evita;y que si la diferimos es siempre con provecho ajeno 47..Cuandoellos quisieron hacerla cOntra Filipo y Antíoco en Grecia erapara no tener que hacérsela en Italia. Podían evitar ellos en

tonces a uno y a Otro; pero no quisieron ni les agradó aquelconsejo de goz r de los beneficios del tiempo que no se lescae nunca de la boca de los sabios de nuestra era48.Les aco

modó más el consejo de su valor y prudencia; el tiempo queecha abajo cuanto subsiste. puede acarrear consigo tanto elbien como el mal pero igualmente tanto el mal como elbien 49.

Volvamos a la Francia y examinemos si elia hizo ningunade estas cosas. Hablaré no de Carlos VIII sino de Luis XIICOmode aquel cuyas operaciones se conocieron mejor vistoque él conservó por más. tiempo sus posesiones en Italia; yse verá que hizo 10 contrario para retenér un Estado de diferentes costumbres y lenguas60;

46.

47.

48.

49.50.

Maquiavelo tenía. el ánimo enfermo al escribir esto ohabía visto a su médico.

Importante máxima de que me es preciso formar una delas principales reglas de mi marcial y política conducta.

Son unos cobar~s y si se pusieran en mi presencia algunos consejeros de este temple los...Es menester saber dominar sobre uno y otro.Prescribiré alli el uso de la lengua francesa comenzandopor el Piamonte q ue es la provincia más próxima .a laFrancia. Ninguna cosa más eficaz para introducir lascostumbres de un pueblo en otro extranjero que acreditarallí su lengua.

 

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El rey Luis fue atraído a Italia por la ambición de los ve-necianos, que querían por medio de su llegada ganar la mitaddel Estado de Lombardía. No intento afear este paso del reyni su resolución sobre este particular; porque queriendo em-

pezar a poner en pie a Italia, no teniendo en ella amigos,y aun viendo cerradas todas las puertas a causa de los estragosque allí había hecho el rey Carlos VIII, se veía forzado a res-petar los únicos aliados que pudiera haber. allí 6 1; Y su planhubiera tenido un completo acierto si él no hubiese cometidofalta ninguna en las demás operaciones. Luego que hubo con-

quistado, pues, la Lombardía, volvió a ganar repetidamente enItalia la consideración que Carlos había hecho perder en ellaa las armas francesas. Génova cedió; se hicieron amigos suyoslos florentinos; el marqués de MantUa, el duque de Fercara,

Bentiv~glio príncipe de Bolonia), el señor de Fodi, los dePésaro, Rímini, Camerino, Piombino, los luqueses, pisanos, sie-neses, todos, en una palabra, salieron a recibide para solicitarsu amistad 62. Los venecianos debieron reconocer entonces la

imprudencia de la resolución que ellos habían tOmado, única-mente para adquirir dos territorios de la provincia lombarda;e hicieron al rey dueño de dos tercios de la Italia 6 3.

Que cada uno ahora comprenda con cuán poca dificultadpodía Luis XII, si hubiera seguido las reglas de que acabamosde hablar, conservar su reputación en Italia y tener seguros Ybien defendidos a cuantos amigos se había hecho él allí. Siendo

numerosos éstos, débiles, por otra parte, y temiendo el unoal Papa y el otrO a los venecianos, se veían siempre en laprecisión ,de permanecer con él; y por medio de ellos le eraposible contener fácilmente lo que había de más poderoso entoda la península 64.

51. Me era muchomás fácil comprar a los genoveses,que, porespeculación fiscr.l, me dieron entrada en Italia.

52. He sabido proporcionarme ya el mismo honor, y no haréciertamente las mismas faltas.

53. Los lombardos, a quienes aparenté dar la Valtelina, elBergamasco, Mantuano, Bresciano, etc., comunicándoles,la mania republicana, me hicieron ya el mismo servicio.Dueño una vez de su territorio, tendré bien pronto 10restante de la Italia.

64. No tendré necesidad de ellos para conseguir esta ventaja.

24

Pero apenas llegó el rey a Milán cuando obró de un modocontrario, supuesto que ayudó al Papa Alejandro VI a apo-derarse de la Romaña. No echó de ver que con esta determi-nación se hacía débil, por una parte, desviando de sí a susamigos y a los que habían ido a ponerse bajo su protección;y que, por otra, extendía el poder de Roma 6 6, agregando unatan vasta dominación temporal a la potestad espiritual que ledaba ya tanta autoridad66.

Esta primera falta le puso en la precisión de cometer otras;de modo que para poner un término a la ambición de Ale-

jandro, e impedide hacerse dueño de la Toscana, se vio obli-gado a volver a Italia.No le bastó el haber dilatado los dominios del Papa y des-

viado a sus propios amigos, sino que por deseo de poseer elreino de Nápoles se lo hizo repartir con el rey de España 67.Así, cuando él era el primer árbitro de Italia, tomó en ellaa un asociado, al que cuantos se hallaban descontentos con éldebían recurrir natural~ente; y cuando le era posible dejaren aquel reino a un rey que no era ya más que pensionadosuyo68, le echó a un lado para poner a otro capaz de arro-jarle a él mismo 69.

El deseo de adquirir es, a la verdad, una coSa ordinaria ymuy natural; y los hombres que adquieren, cuando pueden ha-cedo, serán alabados y nunca vituperados por ello; pero cuandono pueden ni quieren hacer su adquisición como conviene, en

esto consiste el error y motivo de vituperio 60.Si la Francia, pues, podía atacar con sus fuerzas Nápoles,

debía hacedo; si no lo podía, no debía dividir aquel reino;y si la repartición que ella hizo de la Lombardía con los ve-

55.56.

57.

Falta enorme.

Es preciso absolutamente que embote yo los dos filos desu cuchilla. Luis XII no era más que un idiota.Lo haré también; pero el repartimiento que yo haga, nome quitará la supremacia y mi buen José no me la dispu-tará.Como 10 será el que yo ponga a1li. Viéndome precisado a retirar de alli a mi José, no estoysin temores sobre el sucesor que le doy.No faltará nada a las mias.

58

59

6

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CAPITULO IV

POR QUÉ OCUPADO EL REINO DE DARÍO POR ALEJANDRO NOSE REBELÓ CONTRA LOS SUCESORES DE ÉsTE DESPUÉS DE SUMUERTE 71

Considerando las dificultad~s que se experimentan en con-servar un Estado adquirido recientemente, podría preguntarsecon asombro cómo sucedió que hecho dueño Alejandro Magnodel Asia en un corto número de años, y habiendo muerto apoco tiempo de haberIa conquistado, sus sucesores,en una cir-cunstancia en que parecía natural que todo este Estado se pu-siese en rebelión, le conservaron, sin embargo72,y no hallaronpara ello más dificultad que la que su ambición individualocasionó entre ellos73.He aquí mi respuesta: Los principadosconocidos son gobernados de uno u otro de estos dos modos:

el primero consiste en serio por un príncipe, asistido de otrosindividuos que, permaneciendo siempre súbditos bien humildesal lado suyo, son admitidos por gracia o concesión en clasede servidores solamente, para ayudarIe a gobernar; el segundomodo con que se gobierna se compone de un príncipe, asis-tido de barones, que tienen su puesto en el Estado, no de lagracia del príncipe, sino de la antigüedad de su familia. Estos

71. Atención a esto: no puedo casi prometerme más quetreinta años de reinado, y quiero tener hijos idóneospara sucederme.

72. Le contenía el poder del solo nombre de Alejandro.73. Carlomagno se mostró más sabio que lo había sido aquel

Joco de Alejandro, que quiso que sus sucesores celebrasen~us exequias con las armas en la mano.

 

barones mismos tienen Estados y gobernados que los recono-cen por señores suyos, y les dedican su afecto naturalmente 74.

El príncipe, en los primeros de estos Estados en que go-bierna él con algunos ministros esclavos, tiene más aucoridad,porque en su provincia no hay ninguno que reconozca a Otromás que a él por superior: y si se obedece a otro no es porun particular afecto a su persona, sino solamente porq(¡e él esministro y empleado  ~l príncipe 75.

Los ejemplos de estas dos especies de gobierno son, en nues-

rroS días,  l del Turco y el del rey de Francia. Toda la mo-narquía del Turco está gobernada por una señor único; susadjuntos no son más que criados suyos; y dividiendo en pro-vincias su reino, envía a ellas diversos administradores, a loscuales muda y coloca en nuevo puesto a su antojo 76 Pero elrey de Francia se h alla en medio de un sinnúmero de per~o-najes, ilustres por la antigüedad de su familia. señores (:IIosmismos en el Estado y reconocidos como tales por sus parti-culares gobernados, quienes, por Otra parte, les profesan afeCtoEstos personajes tienen preeminencias personales, que el rey nopl;ede quitarIes sin peligrar él mismo 77.

Así, cualquiera que se ponga a considerar atenramenre un(Jy orro de estos dos Estados hallará que habría suma dificulraden conquistar el del Turco; pero que si uno le hubiera con-quistado tendría una grandísima facilidad en conservar/e. Las

razones de las dificultades para ocuparIe son que el conquis-rador no puede ser llamado allí de las provincias de este im-perio, ni esperar ser ayudado en esra empresa con la rebeliónde los que el soberano tiene al lado suyo: lo cual dimanade las razones expuestas más arriba 78. Siendo todos esclavos74.

Antigualla feudal, que temo ciertamente verme obligadoa resucitar si mis generales persisten en hacerme la leye ello.

¡Famoso , haré todo para lograrlo.Son respetables siempre los antojos de los emperadores.Tienen ellos sus motivos para concebirlos.No tengo a los menos este estorbo, aunque sí otros equi-alentes.

Discurramos medios extraordinarios; porque es necesario,absolutamente, que el Imperio de Oriente vuelva al deccidente.

7576

77

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suyos, y estándole reconocidos por sus favores, no es posiblecorrompedos tan fácilmente; y aun cuando se lograra esto, nopodría esperarse mucha utilidad, porque no les sería posibleatraer hacia sí a los pueblos, por las razones que hemos ex-

puesto79.Conviene, pues, ciertamente, que el que ataca al Turcoreflexione que va a haUarle unido con su pueblo, y que puedacontar más con sus propias fuerzas que con los desórdenes

que se manifestarán a favor suyo en el imperio 80. Pero des-pués de habede vencido y derrotado en una campaña sus ejér-citos, de modo que él no pueda ya rehacedos, no quedará yacosa ninguna temible más que la familia del príncipe. Si unola destruye, no habrá allí ya ninguno a quien deba temerse;

porque los otrOSno gozan del mismo valimiento al lado delpueblo. Así como el vencedor, antes de la victoria, no podíacontar con ninguno de ellos, así también no debe cogedesmiedo ninguno después de haber vencido81.

Sucederá lo contrario e~ los reinos gobernados como el deFrancia. Se puede entrar allí con facilidad, ganando a algúnbarón, porque se hallan siempre algunos malcontentos del geniode aquellos que apetecen mudanzas82. Estas gentes, por lasrazones mencionadas, pueden abrirte el camino para la posesiónde este Estado y facilitarte el triunfo; pero cuando se trate deconservarte en él, este triunfo mismo te dará a conocer infinitasdificultades, tantO por la parte de los que te auxiliaron como

por la de aquellos a quienes has oprimido83. No te bastaráel haber extinguido la familia del príncipe, porque quedarán

siempre allí varios señores que se harán cabezas de partido

para nuevas mudanzas; y como no podrás contentarlos ni des-truidos enteramente84, perderás este reino luego que se pre-sente la ocasión de ello86.

79. ¡Ojalá que en Francia me hallara yo en una parecidasituación

80. Mis fuerzas y mi nombre.81. ¡Porque no puedo hacer mudar juntamente de lugar a la

Turquía Y la Francia82. ¡Cortarles los brazos o levantarles la tapa de los sesos83. No lo echo de ver más que mucho.84. Se había comenzado tan bien en el año de 1793.85. Esto no es sino muy cierto.

30

~

Si consideramos ahora de qué naturaleza de gobierno erael de Daría, le hallaremos semejante al del Turco 86. Le fuenecesario primeramente a Alejandro el asaltarle por entero yhacerse dueño de la campaña. Después de esta victoria y latDuerte de Daría, quedó el Estado en poder del conquistadorde un modo seguro por las razones que llevamos expuestas:

y si hubieran estado unidos los sucesoresde éste, podían gozarde él sin la menor dificultad; porque no sobrevino ningunaotra disensión más que la que ellos mismos suscitaron.

En cuanto a los Estados constitUidoscomo el de Francia, es

itDposibleposeerlos tan sosegadamente87. Por esto hubo, tantoen España como en Francia, frecuentes rebeliones, semejantesa las que los romanos experimentaron en la Grecia, a causade los numerosos principados que se hallaban allí. Mientrasque la memoria suya subsistió en aquel país, no tUvieron losromanos más que una posesión incierta; pero luego que nose .hubo pensado ya en ello, se hicieron seguros poseedorespor medio de la dominación y estabilidad de su imperio 88.

Cuando los romanos pelearon allí unos contra otros, cadauno de ambos partidos pudo atraerse una posesión de aquellasprovincias según la autoridad que él había tomado allí: por-que habiéndose extinguido la familia de sus antiguos domina-dores, aquellas provincias reconocían ya por únicos a los ro-manos. Haciendo atención a todas estas particularidades, nocausarán ya extrañeza la facilidad que Alejandro tUVOparaconservar el Estado de Asia y las dificultades que sus sucesoresexperimentaron para mantenerse en la posesión de lo que ha-bían adquirido, como Pirro y Otros muchos. No provinieronellas del muchísimo o poquísimo talento por parte del ven-cedor, sino de la diversidad de los Estados que ellos habíanconquistado.

86.87.88.

Pero Darío no era el igual de Alejandro como...He provisto a esto, y proveeré más todavía.Cuento con la misma ventaja en lo que me concierne.

 

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CAPITULO V

DE QUÉ MODO DEBEN GOBERNARSELAS CIUDADESO PRINCI-PADOS QUE, ANTES DE OCUPARSEPOR UN NUEVO PRÍNCIPE,SE GOBERNABANCON SUSLEYESPARTICULARES

Cuando uno quiere conservar aquellos Estados que estabanacostumbrados a vivir con sus leyes y en república es precisoabrazar una de estas tres resoluciones: debes o arruinados 89,o ir a vivir en ellos, o, finalmente, dejar a estos pueblos susleyes 90,obligándolos a pagarte una contribución anual y creandoen su país un tribunal de un corto número que cuide de con-servártelos fieles. Creándose este Consejo por el príncipe, ysabiendo que él no puede subsistir sin su amistad y domina-ción, tiene el mayor interés en conservade su autoridad. Unaciudad habituada a vivir libre, y que uno quiere conservar, secontiene mucho más fácilmente por medio del inmediato in-

flujo de sus propios ciudadanos que de cualquier otro modo 91.Los espartanos y rom~nos nos lo probaron con sus ejemplos.

Sin embargo, los espartanos, que habían tenido Atenas yTebas por medio de un Consejo de un corto número de ciu-;Idada nos, acabaron perdiéndolas; y los romanos, que para poseerlCapua, Cartago y Numancia, las habían desorganizado, no lasperdieron. Cuando éstos quisieron tener la Grecia con cortadiferencia, como la habían tenido los espartanos, dejándola libr

89 Esto no vale nada en el siglo en que estamos.90. Mala máxima; la continuación es lo que hay de mejor.91. En Milán, una comisión ejecutiva de tres adictos, como

mi triunvirato dictatorial de Génova.

con sus leyes, no les salió acertada e ta opinión, y se vieronobligados a desorganizar muchas ciudades de esta provincia paraguardarlas. Hablando con verdad, no hay medio ninguno másseguropara conservar semejantesEstados que el de arruinarlos 92.El que se hace señor de una ciudad acostumbrada a vivir libre,y no descompone su régimen, debe contar con ser derrocado élmismo por ella. Para. justificar semejante ciudad su rebelión,tendrá el nombre de libertad, y sus antiguas leyes, cuyo há-bito no podrán hacerle perder nunca el tiempo ni los bene-ficios del conquistador. Por más que se haga, y aunque se

practique algún expediente de previsi6n, si no se desunen ydispersan sus habitantes no olvidará ella nunca aquel nombrede libertad ni sus particulares estatutos; y aun recurrirá a ellos,en la primera ocasión, como lo hizo Pisa, aunque ella habíaestado numerosos años, y aun hacía ya un siglo, bajo la domina-ción de los florentinos93.

Pero cuando las ciudades o provincias están habituadas avivir bajo la obediencia de un príncipe, como. están habitua-das por una parte a obedecer y por otra carecen de su antiguoseñor, no concuerdan los ciudadanos entre sí para elegir a otronuevo; y no sabiendo vivir libres son más tardos en tomar lasarmas. Se puede conquistarlos94 con más facilidad y asegurarla posesión suya.

En las repúblicas, por el contrario, hay más valor, una ma-yor disposición de odio contra el conquistador que allí se hace

príncipe, y más deseo de venganza contra él. Como no se pierdeen ellas la memoria de la antigua libertad, y que ella le sobre-vive con toda su actividad, el más seguro partido consiste endisolvedas96o habitar en ellas96.

92.

93.

94.

95.96.

Pero puede hacerse esto a la letra de muchos modos sindestruirlos, mudando, sin embargo, su consdtucIOU.Ginebra podría darme alguna inquietud; pero no tengoque temer nada de los venecianos y genoveses.Especialmente cuando se dice que se le traen la libertade igualdad al pueblo.Atemperar y revolucionar bastan.Esto no es necesario cuando uno las ha revolucionado, yque diciéndoles que ellas son libres, las tiene firmes bajosu obediencia.  

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<;APtTULO VI

DE LAS SOBERANÍASNUBVAS QUE UNO ADQUIERECON SUS PROPIAS.ARMASy VALOR

Que no causeextrañezasi al hablar ya .de los Estadosqueson nuevos bajo todos los aspectos ya de lps que no lo sonmás que bajo el del príncipe o el del Estado mismo presentOgrandes ejemplos de la antigüedad. Los hombres caminan casisiempre por caminos trillados ya por otrOs y no hacen casimás que imitar a sus predecesores en las acciones que se lesve hacer 9 1; pero como no pueden seguir en todo el caminoabierto por los antiguos ni se elevan a la perfección de losmodelos que ellos se proponen el hombre prudente debe elegirúnicamente los caminos trillados por algunos varones insignese imitar a los de ellos que sobrepujaron a los demás a fin

de que si no consigue igualarlos tengan sus acciones a lo me-nos alguna semejanza con las suyas98. Debe hacer como losballesteros bien advertidos que viendo su blanco muy distantepara la fuerza de su arco apuntan mucho más altO que el ob-jeto que tienen en mira no para que su vigor y flechas alcan-cen a un punto de mira en esta altura sino a fin de poderasestando así llegar en línea parabólica a su verdadero blanco 99.

Digo pues que en los principados que son nuevos en untodo y cuyo príncipe por consiguiente es nuevo hay más o

97. Podré por cierto a veces hacerte mentir..98. Pase por esto.99. Haré ver que aparentando asestár más abajo se puede

llegar allá fácilmente.

 

Jl}enosdificultad en conservarlos según que el que los adquirióeS más. o menos valeroso. Como el suceso por el que un hom-bre se hace príncipe d e particular que él era supone algúnvalor o dicha 100 parece que la una o la otra de estas doscosas allanan en parte muchas dificultades; sin embargo ~ vioque el que no había sido auxiliado de la fortuna se mantuvopor más tiempo. Lo que proporciona también algunas facili-dades es que no teniendo un semejante príncipe otros Estadosva a residir en aquel de que se ha hecho soberano.

Pero volviendo a los hombres que con su propio valor y

. no con la fortuna llegaron a ser príncipes 101 digo que los másdignos de imitarse son: Moisés Ciro Rómulo Teseo y otrossemejantes. Y e{l primer lugar aunque no debemos discurrirsobre Moisés porque él no fue más que un mero ejecutor delas cosas que Dios le había ordenado hacer diré sin embargoque merece ser admirado aunque no fuera más que por aquellagracia que le hacía digno de conversar con Dios 102.Pero con-siderando a Ciro y a los otros que adquirieron o fundaron rei-nos los hallaremos dignos de admiración103.Y si se exami-naran sus acciones e instituciones en particular no parecieranellas diferentes de las de Moisés aunque él había tenido a Diospor Señor.Examinando sus accionesy conducta no se verá queellos tuviesen cosa ninguna de la fortuna más que una ocasiónpropicia que les facilitó el medio de introducir en sus nuevosEstados la forma que les convenía104.Sin esta ocasión el valor

de su ánimo se hubiera extinguido pero también sin este valorse hubiera presentado en balde la ocasión105.Le era pues ne-cesario a Moisés el hallar al pueblo de Israel esclavo en Egiptoy oprimido por los egipcios a fin de que este pueblo estuvieradispuesto a seguirle para salir de la esclavitud106.Convenía que

100. El valor es más necesario que la dicha: él la hace nacer.101. Esto mira a mí.102. No aspiro a tanta altura sin la cual me paso.103. Aumentaré esta lista.104. No me es necesario más; ella vendrá: estemos dispues-tos a cogerIa.105. El valor antes de todo.106. . Es la condición y la situación actual de los franceses.

 

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Rómulo, a su nacimiento, no quedara en Alba, Y fuera expuestO,

para que él se hiciera rey de Roma y fundador de un Estadode que formó la patria suya107.Era menester que' Ciro hallasea los persas descontentos del imperio de los medos, y a éstosafeminados con una larga paz, para hacerse soberano suyo108.Teseo no hubiera podido desplegar su valor si no hubiera ha-

llado dispersados a los atenienses109.

Estas ocasiones, sin embargo, constituyen la formna de se-

mejantes héroes; pero su excelente sabiduría les dio a conocerel valor de estas ocasiones; y de ello provinieron la ilustra-

ción y prosperidad de sus Estados110.

Los que por medios semejantes llegan a ser príncipes no

adquieren su principado sin trabajo, pero le conservan fácilmen-te; y las dificultades que ellos experimentan al adquirirle di-manan en parte de las nuevas leyes y modos que les es indis-

pensable introducir para fundar su Estado y su seguridad111.Debe notarse bien que no hay otra cosa más difícil de manejar,

ni cuyo acierto sea más dudoso, ni se haga con más peligro,

que el obrar como jefe para introducir nuevOS estamto~112.Tiene el introductor por enemigos activísimos a cuantOS sa-

caron provecho de los antiguos estamtos113,mientras que losque pudieran sacar el suyo de los nuevos no los defienden más

que con tibieza114.Semejante tibieza proviene en parte de queellos temen a sus adversarios que se aprovecharon de las antiguas

leyes, y en parte de la poca confianza que los hombres tienenen la bondad de las cosas nuevas hasta que se haya hecho una

Mibenéfica loba estuvo en Brienne. Rómulo, te eclipsarán.

IQuita alláIPobre héroe¿Bastaría su punta de sabiduría hoy día?Se logra esto con alguna astucia.¿No sabe tener uno, pues, a sus' órdenes algunos mani-quies legislativos?

113. Sabré inutilizar su actividad.114. El buen hombre no sabia cómo uno se proporciona en-

tonces acalorados defensores, que hacen amollar a losotros.

107.108.

109.110.111.112.

36

 

sólida experiencia de ellas116.Resulta de esto que siempre quelos que son enemigos suyos hallan una ocasión de rebelarsecontra ellas lo-hacen por espírim de partido; no las defiendenlos otros entOnces más que tibiamente, de módo que peligrael príncipe con ellas116. .

Cuando uno quiere discurrir adecuadamente sobre este par-ticular, tiene precisión de examinar si estos innovadores tienenpor sí mismos la necesaria consistencia o si dependen de losotrOS;es decir, si para dirigir su operación tienen necesidad derogar o si pueden precisar. En el primer caso, no salen acer-tadamente nunca, ni conducen cbsa ninguna a lo bueno 117;pero cuando no dependen sino de sí mismos, y que puedenforzar, dejan rara vez de conseguir su fin. Por estO,todos losprofetas armados mvieron acierto118,Y se desgraciaron cuantosestaban desarmadof.119.

Además de las cosas que hemos dicho, conviene notar queel natural de los pueblos es variable. Se podrá hacerles' creerfácilmente una cosa; pero habrá dificultad para hacerlos per-sistir en esta creencia120.En consecuenciade lo cual es menester

componerse de modo que, cuando hayan cesado de creer, seaposible precisarlos a creer todavía121.Moisés, Ciro, Teseo yRómulo no hubieran podido hacer observar por mucho tiempoSUsconstimciones si hubieran estado desarmados, como le suce-dió al fraile Jerónimo Savonarola, que se desgració en susnuevas instimciones. Cuando la multimd comenzó a no creerle

ya inspirado, no tenía él medio alguno para mantener forza-damente en su creencia a los que la perdían, ni para precisara creer a los que ya no creían.

116.

116.117.

118.119.120.

Esto no sucede más que a los pueblos algo sabios y queconservan todavía alguna libertad.Estoy a cubierto contra todo ello.JBello descubrimiento ¿Quién puede ser bastante co-barde para semejante demostración de debilidad?Los oráculos son entonces infalibles.

Cosa ninguna más natural.Me tienen ellos hoy .dia, especialmente después del testi-monio del Papa, por un pío restaurador de la religión yun enviado del cielo.Tendré siempre medios para ello.21.

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Los príncipes de esta especie experimentan, sin embargo,sumas dificultades en su conduCta,todos sus pasos van acompa-' CAPíTULO VIIñados de peligros y les es necesario el valor para superarlos122.Pero cuando han triunfado de ellos, y que empiezap.a ser res-petados, como han subyugado entonces a los hombres que teníanenvidia a su calidad de príncipe, se quedan poderosos, seguros,reverenciadosy dichosos123.

A estos tan relevantes ejemplos quiero añadirles otro de unaclase inferior, que, sin embargo, no estará en desproporción conellos; y me bastará escoger, entre todos los otros, el de Hierónel Siracusano124.De particular que él era llegó a ser príncipe

de Siracusa, sin tener cosa ninguna de la fortuna más que una DELOSPRINCIPADOsN

favorable ocasión. Hallándose oprimidos los siracusanos,le nom- CONLAsFUERZASAJE UEVOSQUE SE ADQUIERENbraron por caudillo suyo; en cuyo cargo mereció ser elegid NAs y LA FORTUNA

desp';lé.s,para. príncipe suyo126.~abía sido ~an ' irtuoso en .Los que de articulare

condlclon prIvada que, en sentIr de los historIadores, no 1 pnncipado por l~ sola ~ s qu~ ellos eran fueron elevados alfaltaba entonces para reinar más que poseer un reino 126.Lue pero tienen uno sum ortun~, egan a é~sin mucho trabajo 128.que hubo empuñado el cetro, licenció las antiguas tropas, formó dificultades en el car:opara a fonservaclón suya129.No halla~otras nuevas, dejó a su lado a sus antiguos amigos haciéndose como en alas. ero cutn°dpara legar a él, porque son elevadosotros nuevos; y como tuvo entonces amigos y soldados que todas l as esp~i~s de o~á o   ~~n conseguido se les presentaneran realmente suyos, pudo establecer, sobre tales fundamento. Estos rínc' ~ os .cuanto quiso; de modo' que conservó sin trabajo 10 que o uno u o~o dIpes no pudieron adquirir su Estado más ue dhabía adquirido más que con largos y penosos afanes127. dar por favo ~ estos dos ~~os: o comprándolo o hac~ndolo

e

G r, como sucedJO por.recia para las ciudades de b 1 un~ parte, a muchos en la

hizo varios príncipes que debía~n~y 1elesponto, en q~e Daríofomo también por su propia seg:~dr ~sl3fDrsu propia gloria,Osromanos a a II . a, y por otra, entre

11perio por ~edi oqude °

ls partlcul~~esque se hacían elevar al im-h' . e a corrupcJOnde 1 Id d

.

{ 'nnctpes no tienen más f d os so a os. Semejantestuna d 1 un amentos que la voluntad ~

122. Esto no me embaraza. i SOn e os ?ombres que los exaltaron' ues b' o oro123. Este último punto no está bien claro todavía para mí, de muy vanables' y totalmente destitu¡d~ d leni,.am

'dbdas cosas

debo contentarme con los otros tres. 1 es~o. ellos 00 saben ni ued e esta t t a . Fuera124. No ha salido él nunca de mi pensamiento desde los es e eVactón 132. No lo saben p} en saber mantenerse en esta

dios de mi niñez. Era de un país inmediato al mío, l2=-- ' po que a no ser un hombre desoy quizá de la misma familia. 8. Como tontos d .

125. Con alguna ayuda, sin duda. Héteme aquí como él. 129 por sí mismo~ue eJan llevarse y no saben hacer nada126. Mi madre dijo a me.nudo lo mismo de mí; y la amo 130' Es imposible.

causa de sus pronóstiCos. 1131' Todo debe ser obstácul127. Es de un buen agüero. 132' Los aliados no llevaro os p~ra ~nas gentes de esta clase.

. Hay otros muchos quen::á~s mira que ésta.

38 11 n en este caso.

 

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ingenio y superior talento, no es verosímil que después dehaber vivido en una condición privada 133se sepa reinar. No

lo pueden, a causa de que no tienen tropa ningtina con cuyoapego y fidelidad puedan contar 134.

Por otra parte, los Estados que se forman repentinamenteson como todas aquellas producciones de la natUraleza que\:nacen con prontitud; no pueden ellos tener raíces ni las adhe-rencias que les son necesarias para consolidarse136.Los arrui-nará el primer choque de la adversidad136, si, como lo he

dicho, los que se han hecho príncipes de repente no son dun vigor bastante grande para estar dispuestOSinmediatarOent ,a conservar lo que la fortuna acaba de entregar en sus manosni se han proporcionado los mismos fundamentos que los de

más príncipes se habían formado antes de sedo 131.

Para uno Y otrO de estoS dos modos de llegar al principado,11es, a saber, con el valor o fortuna 138,quiero exponer dos ejem

plos que la historia de nuestrOStiempos nos presenta: son lo..de Francisco Sforza y de César Borgia.

Francisco, de simple particular que él era, llegó a ser duqu

de Milán por medio de un gran valor y de los recursos qusu ingenio podía suministrade 139: por lo mismo conservó simucho trabajo lo que él no había adquirido más que cosumos afanes. Por otra parte, César Borgia, llamado vulgarmenti

133. Como simple particular Y lejos de los Estados en quuno es exaltado: es lo mismo.

134. En esto los aguardo.135. Por más ilustre suerte que se haya tenido al nacer, cua

do uno vivió veintitrés años en la vida privada, como e,familia, lejos de un pueblo, cuya índole se ha mudad\,casi del todo, y que es trasportado después de repenta él en alas de la fortuna y por manos extranjeras parreinar allí, es como un Estado nuevo de la especie d~los que menciona Maquiavelo. Los antiguos prestigimorales de convención se interrumpieron allí muy largmente para existir de otro modo que de nombre.Este oráculo es más que el de Calchas.Yo me había formado los míos antes de serIo.Mi caso y el de ellos.¿A quién me asemejo mejor? iExcelente agüero

136.137.138.139.

 

el duque de Valentinois, que no adquirió sus Estados más quepor la fortuna de su padre, los perdió luego que ella le::hubofaltado, aunque hizo uso, entonces, de todos los medios ima-ginables para retenerlos, y practicó, para consolidarse en losprincipados que las armas y fortuna ajenas le habían adquirido,cuanto podía practicar un hombre prudente y valeroso140.

He dicho que el que no preparó los fundamentos de susoberanía antes de ser príncipe podría hacerlo después si éltenía un talento superior141,aunque estos fundamentos no pue-den formarse entonces más que con muchos disgustos para

el arquitecto y con muchos peligros para el edificio 142.Si seconsideran, pues, los progresos del duque de Valentinois, severá que él había preparado poderosos fundamentos para sufutura dominación14a;y no tengo por inútil el darlos a cono-cer144,porque no me es posible dar lecciones más útiles a unPríncipe nuevo que las acciones de éste. Si sus institucionesno le sirvieron para nada, no fue falta suya, sino la de unaextremada y muy extraordinaria malignidad de la fortuna 145.

Alejandro VI quería elevar a su hijo el duque a una grandedominación,y veía para ello fuertes dificultades en lo presentey futuro. Primeramente, no sabía cómo hacerle señor de unEstado que no perteneciera a la Iglesia; y cuando volvía susmiradas hacia un Estado de la Iglesia para quitárselo en favorde su hijo, preveía que el duque de Milán y los venecianos noconsentirían en ello146.Faenza y Rímini, que él quería cederle

140.141.

142.

143.144.

145.146.

A menudo, bien; algunas veces, mal.Para reinar, se entiende. Los otros no son más quesobresalientes insulseces.

Especialmente cuando no los forma uno más que a tien-tas, con timidez.¿Mejor que yo? Es difícil.Quisiera yo, ciertamente, que no lo hubieras dicho a otrosmás que a mí; pero no saben leerte: lo que es lo mismo.Tengo que quej arme de ella, pero la corregiré.¿Saldré yo mejor de un mayor embarazo de esta especie,para dar reinos a mi José, a mi Jerónimo. . . ? En cuantoa Luis, será si queda alguno del que yo no sepa qué hacer.

-Llevaba yo mucha razón en vacilar tocante a éste.Pero el ingrato, cobarde y traidor Joaquín... El repa-rará sus faltas.

 

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desde luego, estaban ya bajo la protección de los venecianos.Veía, además, que los ejércitos de la Italia, y sobre todo aque-llos de los que él hubiera podido valerse, estaban en poderde los que debían temer el engrandecimiento del Papa; y nopodía fiarse d,e estOSejércitos, porque todos ellos estaban man-dados por los Ursinos, Colonnas o allegados suyos. Era me-nester, pues, que se turbara este orden de cosas, que se intro-dujera el desorden en los Estados de Italia 147,a fin de quele fuera posible apoderarse, seguramente, de una parte de ellos 148.IEsto le fue posible a causa de que él se hallaba en aquella

coyuntura149en que, movidos de razones particulares, los ve-necianos se habían resuelto a hacer que los franceses volvieranotra vez a Italia. No solamente no se opuso a ello, sino que¡aun facilitÓ esta maniobra, mostrándose favorable a Luis XII'con la sentencia de la disolución de su matrimonio con Juanade Francia150.Este monarca vino, pues, a Italia con la ayudade los venecianos151Y el consentimiento de Alejandro. No bienhubo estado en Milán, cuando el Papa obtuvo algunas trOpas'para la empresa que había meditado sobre la Romaña; y le fuelcedida ésta a causa de la reputación del rey.

Habiendo adquirido finalmente el duque con ello aquellaprovincia, y aun derrotado también a los Colonnas, quería conservarla e ir más adelante; pero le embarazaban dos obstáculosEl uno se hallaba en el ejército de los Ursinos de que élhabía servido, pero de cuya fidelidad se desconfiaba, Y el otr

consistÍa en la oposición que la Francia podía hacer a ello. Te147, El Alejandro con tiara no me desconocería más que el

Alejandro con casco.148. ¡Su parte ; es poquísimo para mí.149. He sabido dar origen a otras, más dignas de mí, de m

siglo, y más a mi conveniencia.150. La prueba que hice ya, cediendo al ducado de Urbin

para lograr la firma del concordato, me convencede qU~en Roma, como en otras partes, hoy día como entonces~una mano lava la otra, y esto promete... .,

151. Los genovesesme abrieron la Italia con la loca esperanzde que sus inmensas rentas sobre la Francia se pagaría:sin reducción: Quid non cogit auri sacra fames? Ellotendrán a lo menos siempre mi benevolencia con preferencia a lo otros italianos.

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mía, por una parte, que le faltasen las armas de los Ursinos,y que ellas no solamente le impidiesen conquistar, sino quetambién le quitasen lo que él había adquirido, mientras que,por otra parte, se recelaba de que el rey de Francia obrara conrespecto a él como los Ursinos162.Su desconfianza, relativa aestos últimos, estaba fundada en que, cuando después de habertomado Faenza asaltó Bolonia, los había visto obrar con tibieza.En cuanto al rey, comprendió lo que podía temer de él cuando,después haber tomado el ducado de Urbino, atacó la Toscana,pues el rey le hizo desistir de esta empresa. En semejante si-

tUación,resolvió el duque no depender ya de la fortuna y ajenasarmas163.A cuyo efecto comenzó debilitando, hasta en Roma,las facciones de los Ursinos y Colonnas, ganando a cuantos no-bles le eran adictos164.Hízolos gentilhombres suyos, los honrócon elevados empleos y les confío, según sus prendas perso-nales, varios gobiernos o mandos; de modo que se extinguió enellos a pocos meses el espíritu de la facción a que se adherían;y su afecto se volvió todo entero hacia el duque 166.Despuésde lo cual aceleró la ocasión de arruinar a los Ursinos 166.Ha-bía dispersado ya a los partidarios de la casa Colonna, que sele volvió favorable; y la trató mejor 167.Habiendo advertidomuy tarde los Ursinos que el poder del duque y del Papacom~ soberano acarreaban su ruina, convocaron una Dieta enMagione, país de Perusa. Resultó de ello contra el duque la

rebelión de Ursino, como también los tumultos de la Romaña,152.

153.154.

155.

Caro me ha costado el no haber tenido igual desconfianzacon respecto a mis favorecidos aliados de Alemania.¡Porque no pudo hacer de otro modoMis Colonnas son los realistas; mis Ursinos, los jacobi-nos, y mis nobles serán los jefes de unos y otros.Había empezado yo todo esto ya en parte, aun antes dellegar al consulado, en que me fue bien con haber com-pletado al punto todas estas operaciones. I .

La he hallado en el Senadoconsulto de la máquina infer-nal de nivoso, y en mi maquinación de Arena y Topinoen la ópera.Estas dos cosas no pudieron perfeccionarse en la mismaépoca; pero lo fueron después de aquel tiempo.  

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e infinitos peligros para él 168;pero superó todas estas dificul-tades con el auxilio de los franceses169.Luego que hubo recu-perado alguna consideración, no fiándose ya en ellos ni en las

j

demás fuerzas que le eran ajenas, y queriendo no estar en lanecesidad de probarlos de nuevo, recurrió a la astucia, y supoencubrir en tanto grado su genio 160que los Ursinos, por la

Imediación del señor PauIo, se reconciliaron con él. No careció .

de medios serviciales para asegurárselos, dándoles vistosos tra- ;

jes, dinero, caballos; tan bien que, aprovechándose de la sim-

I

plicidad de su confianza, acabó reduciéndolos a caer en su poder

en Sinigaglia161.Habiendodestruidoen esta ocasióna susjefes, I

y formándose de sus partidarios otros tantos amigos de su per-. ~

sona 162,proporcionó con ello harto buenos fundamentos a su Idominación, supuesta toda la Romaña con el ducado de Urbino,y que se había ganado ya todos sus pueblos, en atención aque bajo su gobierno habían comenzadoa gustar de un bienestardesconocido entre ellos ~asta entonces163.

Comoestaparte de la vidade este duque mereceestudiarse,y aun imitarse por otros, no quiero dejar de exponerIa conalguna especificación164.

Después que él hubo ocupado la Romaña, hallándola man-I

dada por señores inhábiles que más bien habían despojado quecorregido a sus gobernados166,y que habían dado motivo a másl

158. Vi otros parecidos... Pichegru, Mallet. De todos triunf

1

sin necesitar de los extranjeros.

159. Lo hice sin necesitar de ninguno. i160. Qui nescit dissimulare, nescit regnare. Luis XI no

sabia bastante, debia decir: Qui nescit fallere, nescitiregnare.

161. Lo que quedaba contra mi de más formidable entre misColonnas y Ursinos no se escapó mejor.

162. Creo haber hecho harto bien una y otra de ambas cosas

163. ¿Había conocido la Francia, veinte años hacía, el ordeJde que goza en el dia, y que sólo mi brazo podia resta-blecer?

164. Ella es mil veces más provechosa para los pueblos ques odiosa a algunos forjadores de frases.

165. Como los artífices de repúblicas francesas.

44

- ....

desuniones que uniones166,en tanto grado que esta provinciaestaba llena de latrocinios, Contiendas y de todas las demás es-pecies de desórdenes167,tuvo por necesario para establecer en

ella,la paz y hacerla obediente a su príncipe el darIe un vigo-oso gobierno 168. .

En su consecuencia, envió aUí por presidente a messer Ra-

miro D Orco, hombre severo y expedito, al que delegó unaautoridad casi ilimitada 169.Este, en poco tiempo, restablecióel sosiego en aquella provincia, reunió con ella a los ciudadanos

divididos, y aun le proporcionó una grande consideración170.Habiendo juzgado después el duque que la desmesurada auto-ridad de Ramiro no convenía allí 171,Y temiendo que eUa sevolviera muy odiosa, erigió en el centro de la provincia untribunal   ivil presidido por un sujeto excelente, en el que cadaciudad tenía su defensor172.Como le constaba que los rigoresejercidos por don Ramiro D Oro habían dado origen a algúnodio contra su propia persona, y queriendo tanto desterrarle delos corazones de sus pueblos como ganárselos en todo, trató de

persuadirles que no debían imputársele a él aquellos rigores 173,sino al duro genio de Sll ministro. Para convencerlos de esto,resolviócastigar por ellos a su ministro 174,y una cierta mañanamandó dividirIe en dos pedazos y mostrarIe así hendido en la

plaza pública de Cesena, con un cuchillo ensangrentado y untajo de madera alIado 176.La ferocidad de semejante espectáculo

166. Comoen la Francia republicana. .

167. Enteramente como en Francia antes de que yo reinaran ella.

168. ¿No es lo que hice? Había necesidad de firmeza y durezapara reprimir la anarquía.F.. . . , serás mi Orco .

No necesitaba yo de ti para esto.

Por esto suprimo tu Ministerio, y te agrego a la jubi-lación de mi Senado.

El Crear una Comisión senatorial de la libertad indivi-dual, que sin embargo no hará más que lo que yo quiera.Ninguno está más condenado que él, por la opinión pú-blica, a ser mi macho cabrío o emisario.

174. Rabio de no poder desgraciarle sin inutilizarle.

175. Buen tiempo aquel en que se podían hacer estos castigosque él hubiera hallado meritorios.

169

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hizo que sus pueblos, por algún tiempo, quedaran tan satis-fechos como atónitos.

Pero volviendo al puntO de que he partido, digo que hallán-dose muy poderoso el duque, y asegurado en parte contra los

peligros de entonces, porque se había armado a su modo, yque tenía destruidas en gran parte las armas de los vecinosque podían perjudicarle, le quedaba el temor de la Francia, su-puesto que él quería continuar haciendo conquistas. Sabiendoque el rey, que había echado de ver algo tarde su propia falta,

no sufriría que el duque se engrandeciera más, echóse a buscarnuevos amigos; desde luego tergiversó176con respecto a la Fran-cia cuando marcharon los franceses hacia el reino de Nápolescontra las tropas españolas que sitiaban Gaeta. Su intención eraasegurarse de ellos; y hubiera tenido un prontO aciertO si hu-biera continuado viviendo Alejandro 177.

Estas fueron sus precauciones en la circunstancias de enton-ces; pero en cuantOa las futuras, tenía que temer primeramenteque el sucesor de Alejandro VI no le fuera favorable y tratarade quitarle 10 que le había dado Alejandro. .

Para precaver estos inconvenientes178 imaginó cuatro me-dios179.Fueron: primero, extinguir las familias de los señoresa quienes él había despojado, a fin de quitar al Papa los so-corros que ellos hubieran podido suministrarle 180;segundo, ga-narse a todos los hidalgos de Roma, a fin de poder poner

con ellos, como 10 he dicho, un freno al. Papa hasta en Roma;tercero, conciliarse, 10más que le era posible, el sacro colegiode los cardenales,y cuarto, adquirir, antes de la muerte de Ale-jandro181, una tan gran dominaciónque él se hallaraen estadode resistir por sí mismo al primer asalto cuando no existieraya su padre. De estos cuatro expedientes, los tres primeros por

176.177.178.179.180.

181.

Bien y muy bien obrado.Estos malditos sí me impacientan.Es menester prever estos contratiempos.Grandemente bien hallados.

No faltes a esto cuando puedas, y haz de modo que lopuedas.Francisco 11. . .

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el duque habían conseguido ya su fin al morir el Papa Alejan-dro, y el cuarto estaba ejecutándose.

Hizo perecer a cuantos había podido coger de aquellos se-ñores a quienes tenía despojados, y se le escaparon pocos 182.

Había ganado a los hidalgos de Roma 183,y adquirió un gran-dísimo influjo en el sacro colegio. En cuanto a sUsnuevas con-

quistas, habiendo proyeCtadohacerse señor de la Toscana, po_seía ya Perusa y Piombino, después de haber tomado Pisa bajosu protección. Como no estaba obligado ya a tener miramientos

con la Francia, que no le guardaba ya realmente ninguno, enatención a que los franceses se hallaban a la sazón despojadosdel reino de Nápoles por los españoles, y que unos y Otroses-

taban precisados a solicitar su amistad 184,se echaba sobre Pisa;10 cual bastaba para que Luca y Siena le abriesen sus puertas,~ por celos COntralos florentinos, sea por temor de la ven-

ganza suya; y los florentinos carecían de medios para oponersea ellos. Si esta empresa le hubiera salido acertada, y se hubiesepuesto en ejecución el año en que murió Alejandro, hubieraadquirido el duque tan grandes fuerzas y tanta consideración

que, por él mismo, se hubiera sostenido sin depender de la

fortuna y poder ajeno 186.Todo ello no dependía ya más quede su dominación y talentO186.

Pero Alejandro murió cinco años después que el duque había

comenzado a desenvainar la espada. Unicamente el Estado dela Romaña estaba consolidado; permanecían vacilantes todos los

Otros, hallándose, además, entre dos ejércitos enemigos pode-rosísimos; y se veía últimamente asaltado de una enfermedad

182. No estoy todavía tan adelantado como él.

183. No he podido hacer todavía más que la mitad de estamaniobra: Si vuol tempo.

184. SUpuesto que he atraído a esto a todos los príncipes deAlemania, pensemos en mi famoso proyecto del Norte.Acaecerá lo mismo con resultados que ningún conquista-or conoció.

185. Libre de toda condición semejante, iré mucho más ade-ante.

186. Conviene no conocer otra dependencia.

 

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mortal el duque mismo 187.Sin embargo, era de mucho valory poseía superiores talentos; sabía también cómo pueden ga-narse o perderse los hombres; y los fundamentos que él se habíaformado en tan escaso tiempo eran tan sólidos que si no hu-biese tenido por contrarios aquellos ejércitos,y lo hubiera pasadobien, hubiera triunfado de todos los demás impedimentos. Laprueba de que sus fundamentos eran buenos es perentoria, su-puesto que la Romaña le aguardó sosegadamente más de unmes188,y que enteramente moribundo como él estaba no teníaque temer nada en Roma 189.Aunque los Vaglionis, Vitelis y

Ursinos habían venido allí, no emprendieron nada contra él.Si no pudo hacer Papa al que él quería, a lo menos impidióque lo fuera aquel a quien no quería 190.Pero si al morir Ale-jandro hubiese gozado de robusta salud, h, biera hallado faci-lidad para todo. Me dijo, aquel día en que Julio 11fue creadoPapa, que él había pensado en cuanto podía acaecer muertosu padre; y que había hallado remedio para todo; pero que nohabía pensado en que pudiera morir él mismo entonces191.

Después de haber recogido así y cotejado todas las accionesdel duque, no puedo condenarle; aun me parece que puedo,como lo he hecho, proponerle por modelo a cuantos la for-tuna o ajenas armas elevaron a la soberanía192.Con las rele-

187. Peor que peor para él; es menester saber no estar nuncaenfermo y hacerse invulnerable en todo.

188. Como1a Francia me aguardó después de mis desastres

de Moscú.189. Por más moribundo que yo estaba, hablando política-

mente, en Smolensko, no tuve que temer aIli de losmíos.

190. No he tenido dificultad en esto: la noticia sola de midesembarco en Frejus apartaba las elecciones que mehubiesen sido contrarias.

191. En resumidas cuentas, vale más, hablando comúnmente,no pensar en ello cuando se quiere reinar gloriosamente.Este pensamiento hubiera helado mis más atrevidos pro-yectos.

192. Son bien ignorantes los escritorcilIos que dijeron queél le había propuesto a todos los príncipes, aun a losque no se hallan ni pueden hallarse en el mismo caso.No cono~o más que a mí, en toda la Europa, a quieneste modelo pudiera convenir.

48

vantes pre~das y profundas miras que él tenía, no podía con-ducirse de diferente modo 198.No tuvieron sus designios más

obstáculos reales que la breve vida de Alejandro y su propianfermedad194.

El que tenga, pues, por necesario,en su nuevo principado 196,asegurarse de sus enemigos, ganarse nuevos amigos, triunfar pormedio de la fuerza o fraude, hacerse amar y temer de los pue-blos, seguir y respetar de los soldados,mudar los antiguos esta-

tutos en otros recientes, desembarazarse de los hombres quepueden y deben perjudicarle, ser severo y agradable, magná-n o y liberal, suprimir la tropa infiel y formar Otra nueva,conservar la amistad de los reyes y príncipes de modo que ellos

tengan que servirle Con buena gracia, o no ofenderle más que  con miramiento, aquél, repito, no puede haBar ejemplo ningunomás fresco que las acciones de este duque, a lo menos hastala muerte de su padre 196.

Su política cayó después gravemente en falta cuando, a lanominación del sucesor de Alejandro, dejó hacer el duque unaelección adversa para sus intereses en la persona de Julio II 197.

No le era posible la creación de un Papa de su gusto 198;peroteniendo la facultad de impedir que éste o aquél fueran papas,no debía permitir jamás que se confiriera el pontificado a nin-

gUno de los cardenales a quienes él había ofendido, o a aque-

llos qUe,hechos POntífices,t\Ivieran motivos de temerle 199;por-que los hombres ofenden por miedo o por odio. Los cardenalesa quienes él había ofendido eran, entre otros, el de San Pedro-:---

193. Lo que hice de análogo, me lo imponía como una ne-cesidad mi situación, y como una obligación, por con-iguiente.

194. Mis reveses no dependen más que de causas análogas,195 sobre las que mi ingenio no podía nada.19 Esto es cuanto me es necesario.

6. Espero que soy un ejemplo no solamente más fresco,19 sino también más perfecto y sublime.197. Cabeza debilitada con su enfermedad.

8. L.e hUbiera depuesto yo bien pronto si él se hubiera ele-99 gldo contra mi gusto.

. Todos, menos el que fue elegido, sabían o preveían quellos debían tenierme.

 

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Esliens, los cardenales Colonna, de San Jorge y Escagne200.Elevados una vez todos los demás al pontificado, estaban enel caso de temerle201, excepto el cardenal de Ruán, a causade su fuerza, supuesto que tenía por sí el reino de Francia,y los cardenales españoles, con los que estaba confederado yque le debían favores202.

Así el duque debía, ante todas cosas, hacer elegir por Papaa un español; y si no podía hacerlo, debía consentir en quefuera elegido el cardenal de Ruán, y no el de San:Pedro Esliens.Cualquiera que cree que los nuevos beneficios hacen olvidar

a los eminentes personajes las antiguas injurias 203camina erra-do. Al tiempo que esta elecci6n cometi6 el duque, pues, unagrave falta, y tan grave que ella ocasion6 su ruina.

200.201.

202.

203.

Pasó ya el tiempo en que podia temerse su resentimiento.Mi solo nombre los hizo temblar, y los haré traer comOIcarneros al pie de mi trono.

IBello motivo para contar con esta gente Maquiaveltenia también muy buena fe.Parecen olvidar cuando su pasión 10 quiere; pero nnos fiemos en ello.

 

CAP1TULo VIII

DE LOS QUE LLEGARON .AL PRINCIPADo POR MEDIODE MALDADES

Pero .como uno, de simple particular, llega a ser también

príncipe de Otros modos, sin deberlo todo a la fortuna o valO1,no cOrivieneque omita yo aquí el tratar de uno y Otro de estosdos modos, aunque puedo reservarme el discurrir con más ex-

tensión sobre el segundo, al tratar de las repúblicas204.El pri-mero es cuando un particular se eleva por una vía malvadaY detestable al principado 205,y el segundo cuando un hombrellega a ser príncipe de su patria con el favor de sus conciu-adanos 206.

En cuanto al primer modo, presenta la historia dos ejemplosS~yos:el uno antiguo, y.el Otro moderno. Me ceñiré a citarlos

SIn profundizar de otro modo la s::uesti6n,porque soy de pa-recer que ellos dicen bastante para cualquiera que estuvieraen el casode imitarlos207.

~l primer ejemplo es del siciliano Agatocles, quien, habiendonacIdo en una condici6n no solamente ordinaria, sino también---~04 . Se lo dispenso.05. L

la expresión es duramente improbativa.   Qué importa

e camino, con tal que se llegue? Maqulavelo cometefn~ falta en hacer de moralista sobre semejante ma-06. erla.

207 P?ede aparentarlo siempre.

. ~Iscreción de moralista, muy intempestiva en materiaEstado.

 

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bajay vil, llegóa empuñar,sin embargo,el cetrode Siracusa2011.Hijo de un alfarero, había tenido en todas las circunstanciasuna conducta reprensible 209;pero sus perversas acciones ibanacompañadas de tanto vigor corporal y fortaleza de ánimo 210que habiéndose dado a la profesión militar ascendió, por losdiversos grados de la milicia, hasta el de pretor de Siracusa211.luego que se hubo elevado a este puesto resolvió hacerse prín-cipe, y retener con violencia, sin ser deudor de ello a ninguno,

la dignidad que él había recibido del libre consentimiento desus conciudadanos212. Después de haberse entendido a este

. efectocon el generalcartaginésAmí1car,que estabaen Siciliacon su ejércitO213, juntó una mañana al pueblo y Senado de )Siracusa,como si tUvieraque deliberar con ellos sobre cosas ~

importantes para la república; y dando en aquella Asambleaa sus soldados la señal acordada, les mandó matar a todos los

senadores y a los más ricos ciudadanos que allí se hallaban.librado de ellos, ocupó y conservó el principado de Siracusasin que se manifestara guerra ninguna .civil contra él2u. Aun-que se vio, después, dos veces derrotado y aun sitiado por loscartagineses, no solamente pudo ,defender su ciudad, sino quetambién, habiendo dejado una parte de sus tropas para custO-diarIa, fue con otra a atacar el Afriea; .de modo que en pocotiempo libró Siracusasitiada y puso a los cartagineses en tantoapuro que se vieron forzados a tratar con él, se contentaron

208. Este, vecino mío, como Hierón, y de una era más cer-cana que la de él, estará más seguramente tambiénen la genealogía de mis ascendientes.La constancia en esta especie es el más seguro indiciode un genio determinado y atrevido.El ánimo especialmente, que es lo esencial.Llegaré a él.

Acuérdenme por diez años el consulado, me le haréceder bien pronto como vitalicio; iY se veráNo necesito de semejante socorro, aunque sí de otros,sin embargo; pero son fáciles de lograr.¡Véanse mi 18 brumario y efectos suyos Tiene él 1111superioridad de un modo más amplio, sin ninguno delestos crímenes.

209.

210.

211.212.

213.

214.

52

con la posesión del Africa y le abandonaron enteramente laicilia216.

Si consideramos sus acciones y valor, no veremos nada ocasi nada que pueda atribuirse a la fortuna. No con el favorde ninguno, como lo he dicho más arriba, sino por m io de

los grados militares adquiridos a COstade muchas fatigas ypeligros, consiguió la soberanía216; y si se mantUvo en ellapor medio de una infinidad de acciones tan peligrosas como

llenas de valor 217,no puede aprobarse ciertamente lo que élhizo para conseguirla. la matanza de sus conciudadanos,la trai-

ción de sus amigos, su absoluta falta de fe, de humanidad yreligión, son ciertamente medios con los que uno puede ad-quirir  l imperio; p ro no adquiere nunca con ellos ningunaloria 21R.

No obstante esto, si consideramos el valor de Agatoc1esencJ modo con que arrostra los peligros y sale de ellos, y la su-blimidad de su ánimo en SOportary vencer los Sucesos quele son adversos219,no vemos por qué le tenaríamos por in-ferior al mayor campeón de cualquiera especie220.Pero su fe-roz crueldad y despiadada inhumanidad, sus innumerables mal-

dades, no permiten aJabarle, Como si él mereciera ocupar unlugar entre los hombres insign s más eminentes 221;Y vuelvo a

coneJuir que no puede atribuirse a su fortuna ni valor, lo queél adquirió sin una ni otro 222. .

El segundo ejemplo más inmediato a nuestros tiempos es el

d~ Oliverot de Fermo22a.Después de haber estado, durante sunIñez, en poder de su tío materno, Juan Fogliani, fue colocado-215. He conseguido mucho más; Agatocles no es más que? un enano en comparación mía.:-16. A la misma costa la he adquirido.~l 7. Hice mis prucbcts en esta especie.

,,18. i Preocupaciones pueriles todo esto La gloria acom-paña siempre al aci~rto, de cualquier modo que suceda.¿Los vendó mejor que yo?Dígnense exceptuCll me.

j Otra Vez moral El buen hombre de Maquiavelo ca-2 I ecía de audacía.

22~ Y tenía yo por mí el concurso de ambos.

. j El ustuto personaje ; me hízo concebir excelentes ideasesde mi niñez.

21 J.22221

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por éste en la tropa del capitán Paulo Vitelli 224, a fin dellegar allí bajo un semejante maestrO a algún grado elevadoen las armas. Habiendo muerto después Paulo, y sucedídole suhermano Viteloro en el mando, peleó bajo sus órdenes Oliverot;

y como él tenía talento, siendo por otra parte robusto de cuerpoy sumamente valeroso, llegó a ser en breve tiempo el primerhombre de su tropa. Juzgando entonces que era una cosa servil

el permanecer confundido entre el vulgo de los capitanes, con-cibió el proyecto de apoderarse de Fermo, con la ayuda de Vi-teloro y de algunos ciudadanos de aquella ciudad que teníanmás amor a la esclavitUdque a la libertad de su patria 226.Ensu consecuencia escribió, desde luego, a su tío Juan Fogliani

que era cosa natUralque, después de una tan dilatada ausencia,quisiera volver él para abrazarIe, ver su patria, reconocer enalgún modo su patrimonio, y que iba a volver a Fermo; peromás que para adquirir algún honor, y queriendo mostrar a susconciudadanos que él no había malogrado el tiempo bajo este

aspectO,creía deber presentarse de un modo honroso, acompa-ñado de cien soldadosde a caballo, amigos suyos,y de algunosservidores226.Le rogó, en su consecuencia,que hiciera de modo

que le recibieran los ciudadanos de Fermo con distinción, queno habiéndose fatigado durante tan larga ausencia en atención

a que, le decía, un semejante recibimiento no solamente le hon-raría a él mismo, sino que también redundaría en gloria de

su tío, ~upuesto que él era su discípulo . Juan no dejó de ha-

cerIe los favores que él solicitaba, y a los que le parecía seracreedor su sobrino. Hizo que le recibieran los habitantes deFermo con honor, y le hospedó en su palacio. Oliverot, después

de haberIo dispuesto todo para la maldad que él estaba preme-ditando, dio en él una espléndida comida, a la que convidó a

Juan Fogliani y todas las personas más visibles de Fermo227 ~

224.

225.

226.

Vaubois, fuiste mi Vitelli. Sé ser reconocido oportu-namente.Reflexión de republicano.i El travieso Hay, en toda esta historia de Oliverot,muchas cosas de que sabré aprovecharme en las cir-cunstancias.Se asemejaba algo ella el famoso banquete de la iglesiade San Sulpicio, que me hice ofrecer por los diputados

227.

.54

Al fin de la comida, y cuando, según el estilo, no se hacía másque conversar sobre cosas de que se habla comúnmente en lamesa, hizo recae1:Oliverot diestramente la conversación sobre lagrandeza de Alejandro VI y de su hijo César, como tambiénsobre sus empresas. Mientras que él respondía a los discursosde otros, y que los otros replicaban a los suyos, se levantó derepente diciendo que era una materia de que no podía ha-blarse más que en el más ocultOlugar, y se retiró a un cuartOparticular, al que Fogliani y tOdoslos demás ciudadanos visi-bles le siguieron. Apenas se hubieron sentado allí cuando, porsalidas ignoradas de ellos, entraron diversos soldados que los

degollaron a todos, sin perdonar a Fogliani. Después de estamatanza, Oliverotmontó a caballo, recorrió la ciudad, fue asitiar en su propio palacio al principal magistrado; tan bien, queposeídos del temor todos los habitantes se vieron obligados aobedecerIe y formar un nuevo Gobierno, cuyo soberano se hi-zo él 228.

Librado Oliverot por este medio de todos aquellos hombrescuyo descontentO podía serie temible 229,fortificó su autOridadcon nuevos estatUtOsciviles230y militares231,de modo queen el espacio de un año que él poseyó la soberanía 232nosolamente estuvo seguro en la ciudad de Fermo, sino que tam-bién se hizo formidable a tOdos sus vecinos; y hubiera sidotan inexpugnable como Agatocles si no se hubiese dejado en-gañar de César Borgia cuando, en Sinigaglia, sorprendió éste,como lo llevo dicho, a los Ursinos y Vitelios. Habiendo sidocogido Oliverot mismo en esta ocasión, un año después de su

a mi vuelta de Italia, después de fructidor; pero.la perano estaba madura todavía.Perfeccioné bastante bien esta maniobra el 18 de bru-mario, y sobre todo al siguiente día de Saint-Cloud.Me bastaba por lo pronto el espantarlos, dispersarlos yhacerles huir. Era menester sostener lo que yo habíamandado decir solemnemente a Barras: que no me gus-taba la sangre.IQue acaben, pues, bien pronto ese Código civil, al quequiero dar mi nombreEsto dependía enteramente de mí, y he provisto a todoa mi comodidad y progresivamente.Tonto que se deja quitar la vida con la soberanía.

228

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parricidio 233, le dieron garrote con Vitellozo, que había sidosu maestro de valor y maldad 23'.

podría preguntarse por qué AgatOcles y algún otrO de la

misma especie pudieron, después de tantas traiciones e innume-rablés crueldades, vivir por mucho tiempo seguros en su patria

y defenderse de los enemigos exteriores sin ejercer actOS crue-les; como también por qué los conciudadanos de éste .no se

conjuraron nunca contra él, mientras que hatiendo otrOS muchosusos de la crueldad no pudieron conservarse jamás en sus Es-

tados, tanto en tiempo de paz como en el de guerra.

Creo que estO dimana del buen o del mal uso que se hacede la crueldad. Podemos llamar buen uso los actOSde crueldad

-si, sin embargo, es lícito hablar bien del mal- que se ejer-cen de una vez 236, únicamente por la necesidad de proveer

a su propia seguridad 236, sin. continuarlos después 237, Y queal mismo tiempo trata uno de dirigidos, cuanto es posible, ha-

cia la mayor utilidad de los gobernados 238.Los actos de severidad mal usados son aquellos que, no siendo

más que en corto número a los principios, van siempre aumen-tándose, y se multiplican de día en día, en vez de disminuirse

y de mirar su fin 239.

233. Con esta palabra de improbación, aparenta Maquiaveloformarle un crimen de ello. I Pobre hombre

234. La gente bonaza dirá que Oliverot lo tenia bien mere-cido, y que Borgia habia sido el instrumento de un justocastigo. Lo siento, sin embargo, por Oliverot; esto nosería un buen agüero para mí, si hubiera en la tierraotro César Borgia que yQ,

235. Si ellos hubieran comenzado con esto, como Carlos ny otros infinitos, estaba perdida mi causa. Todos con-taban con ello; ninguno ~ubiera censurado: bien prontoel pueblo no hubiera pensado en esto y me hubieraolvidado.

236. Por fortuna esto es lo que menos los ocupa.237. Si se acaloran por mucho tiempo en esta operación,

obran contra sus intereses. Cuando la memoria de laacción que debe castigarse se ha inveterado, el que laéastigue no parecerá ya más que un hombre cruel ge-nialmente, porque estará como olvidado lo que hacejusto el castigo.

238 . Era fácil.239. Este método, el único que les queda a los ministerios,

no puede menos que serme favorable.

.56

Los que abrazan el primer método pueden, con los auxilios

divinos y hu~anos, remediar, como Agatocles, la incertidumbrede su situación. En cuanto a los demás, 'no es posible que ellosse mantengan 240.

Es menester, pues, que el que toma un Estado haga atención,. en los actos de rigor que le es preciso hacer, a ejercerlos todosde una sola vez e inmediatamente 241, a fin de no estar obli-

gado. a volver a ellos todos los días, y poder, no renovándolos,tranquilizar a sus gobernados, a los que ganará después fácil-mente haciéndoles bien.

El que obra de otrO modo por timidez, o siguiendo malos

consejos 2'2, está precisado siempre a tener la cuchilla en la

mano 243;y no puede contar nunca con sus gobern.ados, porqueellos mismos, con el motivo de que está obligado a continuary renovar incesantemente semejantes actos de crueldad, no pue-den estar seguros con él.

Por la misma razón que los actos de severidad deben hacersetodos juntos, y que dejando menos tiempo para reflexionar en

ellos ofenden menos 244, los beneficios deben hacerse poco apoco, a fin de que se tenga lugar para saborearlos mejor U6.

Un príncipe debe, ante todas las cosas, conducirse con sus go-bernados de modo que ninguna casualidad, buena o mala, lehaga variar 246,porque si acaecen tiempos penosos, no le queda

ya lugar para remediar el maP47; y el bien que hace enton-ces, no se convierte en provecho suyo 2'8. Le miran como for-

zoso, y no se lo agradecen.

240. Se verá bien pronto una nur,va prueba de ello.241. La consecuencia es justa, y el precepto de rigor.242. Una y otra causas de ruina están a su lado; la segunda

está casi toda a mi disposición.243. Cuando se lo permiten.244. Los que empezados muy tarde, principian tímidamente

probándose sobre los más débiles, hacen clamar y re-belarse a los más fuertes: aprovechémonos de ellorCuando los derraman a manos llenas los recogen mu-chos indignos, y no los agradecen los otros.Iy parece que uno está sobre un eje IEllos lo experimentarán.Aun por más que se prometa y dé entonces, no serviráesto de nada; porque el pueblo permanece naturalmentesin vigor para el que cae de falta de previsión y lon-ganimidad.  

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fácilinente los del pueblo, porque los deseos de éste tienen unfin más honrado que el de los grandes, en atención a que losúltimos quieren oprimir, y que 'el pueblo limita su deseo ano serIo.

Añádase a esto que, si el príncipe tiene por enemigo al pue-blo, no puede estar jamás en seguridad; porque el pueblose forma de un grandísimo número de hombres. Siendo poconumerosos los magnates, es posible asegurarse de ellos más fá-cilmente. Lo peor que el príncipe tiene que temer de un puebloque no le ama es el ser abandonado por él; pero si le son con-

trarios los grandes, debe temer no solamente verse abandonado,sino también atacado y destruido por ellos; porque teniendoestos hombres más previsión y astucia, emplean bien el tiempopara salir de aprieto, y solicitan dignidades al lado de aquel alque le esperan ver reinar en su lugar261.

Además, el príncipe está en la necesidad de vivir siempre eneste mismopueblo; pero puede obrar ciertamente sin los mismosmagnates, supuesto que puede hacer otros nuevos y deshacerlostodos los días; como también darles crédito, o quitarles el quetienen, cuando esto le acomoda262.

Para aclararmás 10relativo a ellos,digo que los grandes debenconsiderarse bajo dos aspectos principales: o se conducen demodo que se unan en un todo con la fortuna u obran de modoque se pasen sin ella. Los que se enlazan con la fortuna,si no Onrapaces263,deben ser honrados y amados. Los otros que

no se unen a ti personalmente pueden considerarse bajo dos

261. ¿Cómo no previ que estos ambiciosos, siempre prontos aanticiparse a los barruntos de la fortuna, me abando-narían y aun entregarían luego que me asaltara la ad-versidad? Harán otro tanto por mí contra él si puedenverme en bella actitud, salvo el volver a empezar contrami en la ocasión, si estoy vacilante. IPorque no pudeformarme grandes con hombres nuevos

262. Esto no es casi fácil, a lo menos tanto como yo quisieray debiera hacerlo; lo tenté con respecto a... y a F...;ellos fueron más peligrosos con esto. El primero meentregó; el segundo, del cual necesito, ha permanecidoequívoco, pero lo tendremos de un modo u otro.

263. No tengo casi ninguno de esta especie.

 

aspectos: o se conducen así por pusilanimidad o una falta de

ánimo, y entonces debes servirte de ellos Comode los primeros,especialmente cuando te dan buenos consejos, porque te honranen tu prosperidad y no tienes que temer nada de ellos en laadversidad264.Pero los que no se empeñen más que por cálculoo por falta de ambición265,manifiestan que piensan más en síque en ti. El príncipe debe estar sobre sí contra ellos y mirarloscomo a enemigos declarados, porque en su adversidad ayudaránhacerle caer266.

Un ciudadano hecho príncipe por favor del pueblo debe tirara conservarse su afecto; lo cual le es fácil porque el pueblo lepide únicamente el no ser oprimido. Pero el que llegó a serpríncipe con la ayuda de los magnates y contra e l voto del

pueblo debe, ante todas las cosas,tratar de conciliársele;10que lees fácil cuando le toma bajo su protección267.Cuando los hom-

bres reciben bien de aquel de quien no esperaban más que malse apegan más y más a é1268.Así, pues, el pueblo sometido porun nuevo príncipe que se hace bienhechor suyo le coge másafecto que si él mismo, por benevolencia, le hubiera elevado a

la soberanía. Luego el príncipe puede conciliarse el pueblo demuchos modos; pero éstos son tan numerosos y dependen de

tantas circunstancias variables que no puedo dar una regIa fijaYcierta sobre este particular. Me limito a conduir que es nece-sario que el príncipe tenga el afecto del pueblo 269,sin lo cualcarecerá de recurso en la adversidad270.

Nabis, príncipe nuevo entre los espartanos, sostuvo el sitiode toda la Grecia y de un ejército romano ejercitado en las vic-

torias; defendió fácilmente contra uno y otro su patria y Estado,

264. No tengo mal de este temple.265. Es el mayor número de los míos.

266. No había conocido yo bien esta verdad; el éxito me hapenetrado duramente de ella. ¿Podré aprovecharme desto en lo venidero?

267. Procuraré hacerlo creer.

268, Necesito,. sin embargo, de fuertes contribuciones y nu-merosos conscriptos.261) Este era el flaco mío.

70. Me lo han dado a conocer cruelmente.

 

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porque le bastaba, a la llegada del peligro, el asegurarse de uncorto número. de enemigos interiores. Pero no hubiera logrado

~l estoStriunfos si hubiese tenido al pueblo por enemigo.

¡Ah , no se crea impugnar la opinión que estOysentando aquícon objetarme aquel tan repetido proverbio que .el que se fía'en el pueblo,edificaen la arena 271.Esto es verdad,confiésalo,,para un ciudadano privado, que, contento en semejante funda-mento, creyera que le libraría el pueblo si él se viera oprimidopor sus enemigos o los magistrados. En cuyo caso podría enga-ñarse a menudo en sus esperanzas,como esto sucedió en Roma

a los Gracos y en Florencia a MossenJorge Scali.Pero si el quese funda sobre el pueblo es príncipe suyo; si puede mandarle yI

que él sea hombre de corazón, no se atemorizará en la adver-~sidad; si no deja de hacer, por otra parte, las conducentes dispo-siciones,y que mantenga con sus estatUtosy valor el de laJ

generalidad de los ciudadanos, no será engañado jamás por elpueblo y reconocerá que los fundamentos que él se ha formadocon éste son buenos272.

Estas soberanías tienen la costUmbrede peligrar, cuando unolas hace subir del orden civil al de una monarquía absoluta,

porque el príncipe manda entonces o por. sí mismo o por elintermedio de sus magistrados. En este postrer caso, su sitUa-ción es más débil y peligrosa, porque depende enteramente dela voluntad de los que ejercen las magistratUras,Y que pueden

quitarle con una grande facilidad el Estado, ya sublevándose

contra él, ya no obedeciéndole273.En los peligros, semejantepríncipe no está ya a tiempo de recuperar la autoridad absoluta,porque los ciudadanos y gobernados que tienen la costUmbrede recibir las órdenes de los magistrados no están dispuestos, enestas circunstancias críticas, a obedecer a las suyas274;y que en

271. Sí; y sí, cuando el pueblo no es absolutamente más qUearena.No me faltó de todo esto más que la ventaja de sel'amado del pueblo, y sin embargo... Pero el hacerseamar en la situación en que yo me hallaba, con 18s'277necesidades que tenía, era muy difícil. .Se va a ver cómo esto sucede.Cuento con éste.

272.

273.274.

62

estos tiempos dudosos carece él siempre de gentes en quienespueda fiarse276.

Semejante príncipe no puede fundarse sobre 10que él ve enlos momentOs pacíficos, cuando los ciudadanos necesitan del

Estado; porque entonces cada uno vuela, promete y quiere morirpOr él, en atención a que está remota la muerte 276.Pero en lostiempos críticos, cuando el Estado necesita de los ciudadanos, nose hallan más que poquísimos de ellos.

Esta experiencia es tanto más peligrosa cuantOuno no puedehacerla más que una vez277;en su consecuencia, un prudentepríncipe debe imaginar un modo por cuyomedio sus gobernadostengan siempre, en todo eventO y circunstancias de cualquierespecie, una grandísima necesidad de su principado 278.Es elexpediente más seguropara hacérselos fieles para siempre.

::---275. ¿En dónde las hallará?

276. No vislumbran ellos esto en aquellas protestas y cartascongratulatorias que los tranquilizan; Ino saben, pues,todavía cómo ésto sucede

Si ellos salieran bien del apuro una primera vez, medesquitaría yo con ventaja cuando pudiera desquitarme

27 por mí o por otro.8. No se piensa nunca bastante en esta verdad.

 

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CAPiTULO X

CÓMO DEBEN MEDIRSE LAS FUERZASDE TODOS LOS PRINCIPADOS

O el principado es bastante grande para que en él halle elpríncipe, en caso necesario, con qué sostenerse por sí mismo279,o es tal que, en semejante caso, se ve precisado a implorar elauxilio de los otros 280. I

Pueden sostenerse los príncipes por sí mismos, cuando tienen~suficientes hombres Y dinero para formar el correspondienteejército, con el que estén habilitados para dar batalla a cual-quiera que llegara a atacarlos281.Necesitan de los otrOS,los que,1no pudiendo salir a campaña contra los enemigos se ven obli-,gados a encerrarsedentro de sus muros y ceñirse a guardados 282}I

Se ha hablado del primer caso; Y lo mentaremos rodavía cuan-do se presente la ocasión de ello.En el segundo caso, no podemos menos de alentar a semejanteS

príncipes a mantener y fortificar la ciudad de su residenciasin inquietarse por lo restante del país283.Cualquiera que hayfortificado bien el lugar de su mansión, y se haya portado bicon sus gobernados, como lo hemos dicho más arriba y lo dirmos adelante, no será atacado nunca más que con mucha cil {

279. Comola Francia con las conscripciones, embargos, etc.¡280. Esto no vale nada. .

281. Con mayor raz6n cuando pueden atacar Y hacer tembllltodos los otros.

282. ¡Triste cosa No la querria yo. \283. Esto no mira a mi. .

64

cunspección,porque los hombres miran con tibieza siempre lasempresas que les presenten dificultades; y que no puede espe-rarse un triunfo fácil atacando a un príncipe que tiene bienfortificada su ciudad y no está aborrecido de su pueblo284.

Las ciudades de Alemania son muy libres; tienen, en susalrededores poco territorio que les pertenezcan; obedecen alemperador cuando lo quieren; y no le temen a él ni a ningúnotro potentado inmediato a causa de que están fortificadas, ycada uno de ellos ve que le sería dificultoso y adverso el ata-carlas286.Todas tienen fosos, murallas, una suficiente artillería,

y conservas en sus bodegas,cámaras y almacenes con qué comer,beber y hacer lumbre durante un año. Fuera de esto, a fin detener suficientemente alimentado al populacho, sin que sea gra-voso al .público, tienen siempre, es común, con qué darle detrabajar por espacio de un año en aquellas especies de obras queson el nervio y alma de la ciudad, y con cuyo producto se sus-otenta este populacho. Mantienen también en una grande consi-deración los ejercicios militares, y tienen sumo cuidado de quepermanezcan ellos en vigor 286.

Así, pues, un príncipe que tiene una ciudad fuerte y no sehace aborrecer en ella no puede ser atacado; y si lo fuera, sevolveríacon oprobio el que lo atacara. Son tan variables las cosasterrenas que es casi imposible que el que ataca, siendo llamadoen su país por alguna vicisitUd inevitable de sus Estados, per-manezca rodando un año con su ejército bajo unos muros que

no le es posible atacar287.Si alguno objetara que en el caso de que teniendo un pueblo

sus posesionesafuera y las viera quemar perdería paciencia,y queUndilatado sitio y su interés le harían olvidar el de su príncipe,-284.

285.

Me he hallado, sin embargo, en este caso; pero me apro-vecharé de la primera ocasi6n para fortificar mi ca-pital, sin que adivinen el motivo real de ello.Era bueno para el tiempo pasado; y no se trata aquíde franceses que fueran los agresores.¿De qué sirvieron estas precauciones contra nuestroardor en Alemania y Suiza?No ando rodando yo un año, sin hacer nada, bajo losmUros ajenos.

 

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responderé que un pdncipe poderoso y valiente superará siempreestas dificultades; ya haciendo esperar a sus gobernados que elmal no será largo, ya haciéndoles temer diversas crueldades porparte del enemigo, o ya, últimamente, asegurándose con .arte deaquellos súbditos que le parezcan muy osados en .sus quejas288.

Fuera de esto, habiendo debido,naturalmente el enemigo, desdesu llegada, quemar y asolar el país cuando estaban los sitiadosen el primer ardor de la defensa, el príncipe debe tener tantomenos desconfianza después, cuando a continuación de habersepasado algunos días se han enfriado los ánimos, los daños están

ya hechos, los males sufridos y sin que les quede remedioninguno. Los ciudadanos entonces llegan tanto mejor a unirseconua él, cuando les parece que ha conuaído una nueva obliga-ción con ellos, con motivo de haberse arruinado sus posesionesy casas en defensa suya289.La naturaleza de los hombres es deobligarseunos a ouas, así tanto con los beneficiosque ellosIacuerdancomocon los que reciben.De ello es precisoconcluirque, considerándolo todo bien, no le es difícil a un príncipe quees prudente el tener al principio, y en lo sucesivo durante todoel tiempo de un sitio, inclinados a su persona los ánimos de susconciudadanos, cuando no les falta con qué vivir ni con qué'defenderse290.

288. El mejor y jJun único medio es contenerlos a todosigualmente por medio de un sumo terror; oprimidlos, '1ellos no se sublevarán ni osarán respirar.

289. Sea o no esto así, se me da poco; y no necesito de ello.:290. Con qué defenderse, que es lo esencial.

66

cAPfI1JLo XI

DE LOS PRINCIPADOS ECLESIÁSTICOS

No nos resta ahora hablar más que de los principados ecle-siásticos, sobre los que no hay dificultad ninguna más que paraadquirir la posesión suya; porque hay necesidad, a este efecto,de valor o de una buena fonuna. No hay necesidad de uno nini OUapara conservarlos; se sostiene uno en ellos por medio deinstituciones que, fundadas antiguamente, son tan poderosas ytienen taJes propiedades que ellas conservan al príncipe en suEstadode cualquier modo que él proceda y se conduzca291.

Unicamente estos príncipes tienen Estados sin estar obligadosa defendedos, y súbditos sin experimentar la molestia de gober-nados. Estos Estados, aunque indefensos, no les son quitados;Y.estos súbditos, aunque sin. gobierno como ellos están, no

t~enenzozobra ninguna de esto; no piensan en mudar de prín-cIpe ni aun pueden hacedo. Son, pues, estos Estados los únicosque prosperan y están seguros.

Pero como son gobernados por causas superiores a que larazón humana no alcanza,los pasaré en silencio; sería menesterser bien presuntuoso y temerario para discurrir sobre sus sobe-ranías, erigidas y conservadas por Dios mismo292.

.AI~no, sin embargo, me preguntará de qué proviene que laIglesIaromana se elevó a una tan superior grandeza en las cosas

291. ¡Ah , ¡si yo pudiera en Francia hacerme a-mí mismo2 Augusto y supremo Pontífice de ,la religión192. Esta ironía merecía por cierto todos los rayos espiri-

tuales de la potestad temporal del Vaticano.

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293 Entiendes mal los intereses de tu reputación y la corte I~98de Roma no te perdonará esta historia indiscreta 99Juiciosas reflexiones dignas de meditarse94

68 69

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jamás sosegadasmienuas que ellas tengan algunos cardenales300,porque éstos mantienen, en Roma y por afuera, unos partidosque los barones están obligados a defender; Y así es como lasdiscordias Y guerras enue los barones dimanan de la ambiciónde estOSprelados301. 1

Sucediendo Su Santidad el Papa León X a Julio, halló, pues,el pontificadoelevadoa un altísimogradode dominación;Yhay  1fundamentos para esperar que, si Alejandro Y Julio le engran-decieron con las armas, este pontífice le engrandecerá más

rodavía, haciéndole venerar con su bondad y demás infinitasvirtUdes que sobresalen en su persona.

300.

301.

No haria yo mal en tener alli muchos cardenalesme debieran su birreta encarnada.Me valdré de ella para el triunfo de la mia.

 

CAPíTULO XII

CUÁNTAS ESPECIES DE TROPAS HAY,Y DE LOS SOLDADOSMERCENARIOS

Después de haber hablado en particular de todas las especiesde principados sobre las que al principio me había propuestodiscurrir considerando, bajo algunos aspectos,de su buena o malaconstitución, y mosuando los medios con que muchos príncipestrataron de adquiridos y conservarlos, me resta ahora discurrir,de un modo general, sobre los ataques y defensas que puedenocurrir en cada uno de los Estados de que llevo hecha mención.

los principales fundamentos de que son capaces todos losEstados,ya nuevos, ya antiguos, ya mixtos, son las buenas leyesy armas; y porque las leyes no pueden ser malas en donde sonbuenas las armas, hablaré de las armas echando a un lado lasleyes302.

Pero las armas con que un príncipe defiende su Estado sonla~ sUyas propias o armas mercenarias, o auxiliares o armasmIXtas.Las mercenarias y auxiliares son inútiles y peligrosas303.Si unP.ríncipe apoya su Estado con tropas mercenarias, no estaráf~rmeni seguro nunca, porque ellas carecen de unión, son ambi-Clo~as,indisciplinadas, infieles, fanfarronas en presencia de losD~lgosy cobardescontra los enemigos, y que no tienen temor delOS,ni buena fe con los hombres. Si uno, con semejantes uopas,=----

que1302. ¿Por qué, pues, aquel visionario de Montesquieu habló 303 de Maquiavelo en su capítulo ..de los legisladores ?. Cuando uno no tiene tropas suyas, o que las mercenarias

o auxiliares son más numerosas que ellas, es evidente.

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no queda vencido, es únicamente cuando no hay todavía ataqu.eEn tiempo de paz te pillan ellas; y en el de guerra dejan que te

despojenlos enemigos. .

La causa de esto es que ellas ni tienen más amor, ni motivoque te las apegue que el de su sueldecillo; y este sueldecillo nopuede hacer que estén resueltas a morir por ti. Tienen ellas a

bien ser soldados tuyos mientras que no hacen la guerra; pero siésta sobreviene, huyen ellas y quieren retirarse 304.

No me costaría sumo trabajo el persuadir lo que acabo de

decir, supuesto que la .ruina de Italia, en este tiempo en elsiglo XVI), no proviene sino de que ella, por espacio de muchosaños, se descuidó en las armas mercenarias, que lograron cierta-mente, es verdad, algunos triunfos en provecho de tal o cualpríncipe y se manifestaron animosas contra varias tropas delpaís; pero a la llegada del extranjero mostraron lo que real-mente eran ellas. Por esto Carlos VIII, rey de Francia, tUvOla

facilidad de tomar la Italia con greda; y el que decía que nues-tros pecados eran la causa de ello, decía la verdad; pero no eranlos que él creía, sino los que tengo mencionados ya. Y comoestos pecados eran los de los príncipes, llevaron ellos mismostambién su castigo 305.

Quiero demostrar todavía mejor la desgracia que el uso deesta especie de tropas acarrea. O los capitanes mercenarios son

hombres excelentes o no lo son. Si no lo son, no puedes jarteen ellos, porque aspiran siempre a elevarse ellos mismos a lagrandeza, sea oprimiéndote, a ti que eres dueño suyo, sea opri-miendo a los otros contra nIS intenciones 306, y si el capitánno es un hombre de valor 307,causa comllmente tu ruina.

306

Exceptúo, sin embargo, a los suizos.En tiempo del buen hombre, toda falta, ya política, ya,moral, se llamaba pecado; y no era más indulgente conlas faltas dt los est.1distas que lo son los jansenistas conlos pecados del vulgo.Unos ejércitos formados por un predecesor enemigo ylque no tenéis realmente a vuestro servicio más que por-que los pagáis, no están a vuestro servicio más que co-mo mercenarios.

304.305.