con el mundo entre las piernas

Tercera parte de la trilogíaCELESTO Y LA LUNA

Idea original: Daniel Sancet CuetoPrimera edición: Octubre 2013.© Insolenzia, 2013.© Daniel Sancet Cueto, 2013.

Diseño: kbcreativos.comIlustraciones: Enrique Cabezón, kbFotografías: Dejavú Rock y Archivo InsolenziaEdita: Carcajada RecordsDepósito Legal: Z 1434-2013I.S.B.N.: 978-84-616-6210-4Impresión: Gráficas Jalón S.L.

Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita del titular del copyright, bajo lassanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquiermedio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático. Sin embargo,el autor y titular del dichoso copyright autoriza a usar el contenido de esta obra siempreque se haga constar de forma clara y concreta su autoría.

¿Por qué no pilló alguno de ellos? Por la insolencia, supongo.Nuestra insolencia, que ellos no tenían. La arroganciaoriginal, que ya teníamos, que habíamos pillado, alguiennos infectó no-sé-dónde con el bacilo de vacilar. La chuleríainsoportable que da la convicción de tener razón.

KIKO AMAT, Rompepistas.

la crueldad no vuelacamina sobre el asfalto

es algo intrínseco a la miseria y a la abundanciay al terreno que pisamos

machácalos a todos y sabrás que eres un triunfadorEL ÁNGEL, Otoño asesino.

Yacemos entre las ruinas de la cama empapada en sudory lo único que pienso, mientras me quedo dormida con susudor, su olor y el olor a frito ya viejo del sexo en las fosasnasales, es en lo bien que sienta que la follen a una comoes debido.

IRVINE WELSH, Porno.

ADELA. (Fuerte) ¡Déjame ya! ¡Durmiendo o velando notienes por qué meterte en lo mío! ¡Yo hago con mi cuerpolo que me parece!MARTIRIO. ¡Solo es interés por ti!ADELA. Interés o inquisición. ¿No estabais cosiendo? ¡Puesseguir! ¡Quisiera ser invisible, pasar por las habitacionessin que me preguntarais dónde voy!

FEDERICO GARCÍA LORCA, La casa de Bernarda Alba.

¡La dicha de la libertad! ¿Es que vamos a tener que esperareternamente hasta que estemos preparados para recibirla?¿O es la libertad algo que arrancar violentamente a quienesnos la niegan con su tiranía?

HENRY MILLER, Plexus.

la sartén por el mango

Me la tenía preparada, el cabrón de Ilundain lo sabía bien, lopreparó con esmero, con paciencia, como si cuidase un bonsai.Sería en el año 2006 cuando nos conocimos en alguna tascainfame de esas en las que nos vemos condenados a tocar lasbandas de rock de este país. En fin, menudo panorama demierda. Entonces él ya llevaba los asuntos de una joven bandade Alagón, Insolenzia, bautizados con el mismo nombre del in-comprendido disco de Barricada. Por ahí me entró. Sancet, elcantante de aquella banda, es otra de las cinco o seis personasque, como yo, reivindican ese disco. Ilundain me habló de queestaban preparando un disco que apareció al año siguiente,Lluvia y sol.

Intenté que trabajase con enBlanco, no hubo manera, éltenía ya el grupo con el que se quería manchar del todo. Yoentonces estaba de subidón porque mi banda estaba haciendoalgo de ruido. Entonces no sabía que mi carrera musical duraríamás de lo soñado por aquellos cinco chavales de una generaciónvacía. Aún así sería efímera, claro.

Pero volvamos, que me pierdo, Lluvia y sol, el disco que DanielIlundain se empeñaba en que me iba a gustar me dejó frío y,además, me escamó descubrir que vendían sus letras como“poesía” en un momento no especialmente brillante en cuantoa letristas en la música del Estado. No era culpa suya sino delcontexto. Y es que la larga lista de imitadores se multiplicaba cadadía, la alargada sombra de Extremoduro, La Polla, Rosendo, o losultimísimos (entonces) Marea..., era una losa pesada que desvelaba

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rápidamente la falta de voz propia de toda aquella caterva debandas que, todavía hoy, invaden la escena. Las orquestinas deversiones las dejamos para cuando toque, hoy no, hoy hablamosde artistas. Quizá fui cruel porque en Lluvia y sol había algo másque se confirmaría más tarde. Ese no sé qué que los flamencosllaman pellizco. Con todo, Insolenzia empezaron a formarparte habitual de los grupos que suelo escuchar.

Y ahora viene cuando la matan y tengo que comerme mispalabras y descubrirme ante la banda. Mecagüenlacalaverade-todoslosinsolenziaalavez.

Vamos a hacer una pequeña lista para no perdernos porquelos muchachos me dan en el morro pero bien, e Ilundain,siempre sardónico y cabrón, se ríe de mí a la que puede (nole falta razón).

Primero, en 2008 Daniel Sancet, cantante de Insolenzia,funda una editorial, Impresiones Quiméricas, y publica su primerpoemario, Celesto de Calabrez soy yo. Quedaros con el nombrede Celesto.

Segundo, en 2010 publican la primera parte de la trilogíaCelesto y la Luna: La boca de volcán. El salto es grande, es undisco-libro y su calidad empieza a diferenciar a la banda de esasopa informe en la que bucean las nuevas propuestas musicalesdel país.

Tercero, en 2011, aparece el segundo libro de Sancet, Desechosde entretiempo, un libro mestizo de prosa y verso.

Cuarto: ese año escriben mucho y también aparece la segundaparte de la trilogía: Me quema el sabor de tus ojos. Y ahí, ahí pasamosa palabras mayores. En lo musical, trabajar con un productor deverdad, Iker Piedrafita (Dikers/Barricada), les sienta fenomenal,crecen compositivamente, crecen en complejidad discursiva,tienen un imaginario propio y rico. Giran sin parar, se hacenun nombre respetado por cualquiera que valore la creatividad,el riesgo y el trabajo serio en nuestro rock.

Y quinto: Con el mundo entre las piernas. Así deben sentirsemuy en serio los miembros (bonita palabra en este contexto)

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de Insolenzia: Isabel, Félix, Miguel, Benito, Chuan y Sancet, eIlundain, claro, él forma parte de esta aventura, y yo también.

Lo que vais a leer ahora es el desenlace del intermitente ytórrido romance entre Selene y Alex y de la larga enfermedadde Víctor, la importancia de Celesto, el abuelo de Alex, sombrapresente en las tres novelas, en los tres discos, veintisiete cancionesde Insolenzia.

Para mí, es un orgullo poder manchar, aunque sea de maneramarginal, un poco esta obra sin parangón en la historia delrock en la península ibérica. Sé que Ilundain espera que osconvirtáis, como yo, en un devoto insolente. No es difícil creo,aunque bastará que disfrutéis de uno de los trabajos más honestosque podéis encotrar hoy en las tiendas (¿queda alguna? Buscarosla vida, merece la pena). Con todo, no le deis el gusto fácil dereconocer lo evidente a la primera, yo no supe o no pude. Creoque hacerle sufrir un poco no estará mal, aunque todos tengamosclaro, como no puede ser de otra manera, que Insolenzia, eIlundain, tienen la sartén por el mango. Ya os lo he dicho. Mela tenía preparada, el cabrón de Ilundain lo sabía bien.

ENRIQUE CABEZÓN, el KB

septiembre, en plenas vendimias riojanas

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capítulo 1

en mitad de la nada

en mitad de la nada

Acción, re

acción,

el pensami

ento en ll

amas.

Acción, re

acción,

rebusca en

mis entra

ñas.

La noche g

olpea a

degüello

en los bra

zos del al

ba

y en cada

cama

se atrinch

era una mi

rada

que con la

calma

construye

castillos

de

arenaen mi

tad de la

nada.

Puedes ayu

darme a

disparar

contra la

eternidad,

huyamos de

l murmullo

intrascend

ente.

Acaricia m

i instinto

animal,

sin domest

icar,

seamos loc

os a

contracorr

iente.

Cuando est

és

contra las

cuerdas

coge las r

iendas,

suelta el

lastre y a

correr.

El viejo d

esván de l

os

miedos

ha abierto

la boca

y las derr

otas

carraspean

y se toca

n,

va siendo

hora

de hacer m

alabares c

on

ellasy qui

tarles la

ropa.

Romperá mi

calma la

ansiedad,

la tierra

temblará,

pintará mi

s ojos de

arena

y ceniza.

Lejos de t

odo y sin

pensar,

solo exist

e un final

:

seremos fo

tos en pie

dra

caliza.

Cuando est

és

contra las

cuerdas

coge las r

iendas,

suelta el

lastre y a

correr.

Todo acto tiene su consecuencia. Toda acción conlleva unareacción. Las fuerzas funcionan a pares, siempre ha sido así.En ocasiones podemos llegar a pensar que pasamos por la vidasin más, que todo es aleatorio, una mera casualidad. Yo no locreo. Hace un tiempo que ya no lo creo. Nada sucede sin unpor qué, lo malo es que cuando lo descubrimos suele ser de-masiado tarde. Lanzamos palabras al viento, andamos, com-partimos nuestros minutos con sombras tan solas comonosotros mismos. Y siempre elegimos un camino, porquesiempre es así, siempre elegimos nosotros, lo sepamos o no losepamos, siempre elegimos nosotros. Por eso merece la penapararse durante unos segundos a coger aire y pensar en el si-guiente paso.

Bajar al trastero a rebuscar entre las cosas de mi madre mellevó hasta mi padre. Acción, reacción. Encontrarme con mipadre me permitió conocer mi propia realidad. Acción, reacción.Tomar la decisión de viajar a Calabrez me hizo conocer a Se-lene. Acción, reacción. Besar a Selene me transformó a todoslos niveles. Acción, reacción. Todo puede saltar por los airesen cualquier momento y no sirve de nada estar preparado. Lavida. La vida es lo único que merece la pena y por eso debe-mos comérnosla a bocados, engullirla sin masticar, pelear porcada instante. Solo así podremos eliminar las dudas, solo asíevitaremos el arrepentimiento, solo así conseguiremos quenuestros sueños sean tan válidos como cualquiera de las rea-lidades que nos quieran mostrar.

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Tantos pensamientos agolpados en mi cabeza, tanta fricciónentre ellos, termina en una convulsión interna de carácter grave.Voy a volverme loco. Me siento tan encerrado y tan solo que voya volverme loco. Ya no me importan los días ni las noches. Ya nome importa nada. Soy incapaz de librarme de esa sensación deruptura, de ese desmembramiento, soy tan consciente de que mefalta algo vital que el dolor ha pasado a ser demasiado cotidiano.Me refiero a ella, por supuesto que me refiero a ella, siempre merefiero a ella. Selene. Ahora el trastero se encuentra en mitad demis entrañas y soy incapaz de poner orden. Necesito que me en-vuelva en su mirada, que acerque su nariz y la pose sobre mi piel,que clave sus blancos dientes y comience a masticarme. Solo siSelene rebusca en mis entrañas seré capaz de encontrarme a mímismo. Solo de su mano.

Y sin embargo aquí estoy, tumbado en la cama, con la luzapagada, cargado de miedos e incertidumbres. Y solo, abso-lutamente solo. Han pasado tantos meses que todo lo vividoparece un mero sueño, una broma, un recuerdo borroso dealgo que tal vez nunca pasó. Es como cuando te despiertasdespués de una gran borrachera y recuerdas cada uno de tusactos como una hazaña de grandes méritos, luego algo o al-guien te devuelve a una realidad en la que te tambaleas, aca-bas de rodillas y rodeado de vómitos. Y nadie te mira, nadiete mira porque a nadie le importas. Da igual. El caso es quesiento un profundo dolor en mitad del pecho, no es un dolorfísico es un dolor extraño, desconocido. Un dolor que nace demí mismo y que me altera, me pone nervioso, me enfurece. Undolor que solo podría curarse con su cercanía. Necesito haceralgo, lo que sea. Una acción que provoque una reacción. No im-porta el resultado. Cerraré los ojos y dejaré que pase el tiempo,al menos de momento. Si tenéis trastero bajad y rebuscad a verqué encontráis, quizá os cambie la vida. O quizá no.

Otra noche de esas que empieza cuando acaba. Joder, voya tener que mirármelo, esto no puede seguir así. O sí, en realidad

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sí que puede seguir así todo lo que a mí me salga de los co-jones. Dormir está sobrevalorado. Sé que el despertador em-pezará a tocar los huevos y yo no llevaré ni cuatro horasdormido pero no importa, ahora mismo nada importa, llevouna fumada del copón. Hemos estado viendo una película enla Caseta del Tío del Perca, una que molaba un huevo, MartínHache se titulaba. Era de un pavo que se pone hasta el culo yle da un chungazo y se va a vivir con su padre a Madrid yluego resulta que su padre, que es más viejo que la hostia,también se fuma sus porros y se mete sus rayas. Guapa la peli,sí señor. Y además en un disco de los Boikot meten una frasede la peli, yo ya lo sabía y he estado atento para decirla a lavez. Que descojone. El Perca se ha quedado flipado y el Kikoestaba empeñado en que me sabía todos los diálogos. Quécolgaos. Al final nos hemos quedado los tres viendo la peli, elMovidas y la Inés se han ido ha follar al coche y el Iker teníaque entrenar por la mañana y quería irse a dormir pronto. Así,más cervezas para nosotros que últimamente escasean, no sési es que ya nadie compra o que alguien se las lleva a escon-didas; el caso es que antes la nevera estaba siempre llena yahora casi nunca hay más de diez o doce latas. Al final voy atener que empezar a comprar yo.

Lo lógico sería que ya les hubiese cogido alergia a las cer-vezas, a la comida envasada y a todo el laterío en general.Todos los días lo mismo, de cuatro a diez por los pasillos delAlcampo con mi pantalón rojo y mi camiseta a juego, comoun gilipollas, como un auténtico gilipollas. Mecagüensuputa-madre. En la del encargado, en la de los clientes, en la del se-gurata, en la del tío que nos mira desde la oficina de arriba,en la del puto dueño de todo esto y hasta en la de mis com-pañeros de curro con los que paso de hablar porque son todosunos comemierdas. Que les follen a todos. Yo solo voy por allípara que a final de mes me ingresen mi pasta, no hay ningúnotro motivo que me lleve a pasar seis horas de mi vida metidoentre los pasillos de un centro comercial colocando latas y po-

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niendo etiquetas. Los demás parece que tienen más motivos,parece que van a currar por diversión. Y se sonríen entre ellos.Y se cuentan sus vidas. Y se dan sus números de teléfono. Medan ganas de matarlos a todos, no lo puedo evitar, los mataría.De verdad.

El despertador sonó a las siete y cuarto de la mañana. Comotodos los días. Lo golpeé con la misma mala hostia que la úl-tima vez y no tardé en escuchar la voz de mi prima llamán-dome desde la puerta de mi habitación.

—Alex, despierta de una vez —su voz sonaba dulce inclusocuando quería echarme la bronca —si no te mueves llegaremostarde.

—Voooooooooooyyyyyyy —me estiré todo lo que pude, contodas mis fuerzas, hasta casi partirme, y empecé a vestirme sinabrir del todo los ojos.

—A ver si vienes antes a casa, que por las mañanas no hayquien te despierte —mi prima me miraba sonriente mientrasse comía una magdalena apoyada en el marco de la puerta demi habitación, yo me ponía unos calzoncillos limpios sin pres-tarle demasiada atención.

En la cocina me esperaba un vaso de leche fría con colacaoque me había preparado mi prima, me lo bebí de un trago,cogí la riñonera y la carpeta y salimos de casa zumbando. Pi-llamos el coche del garaje y metí la cinta que llevaba en elwalkman. PÍSALE, NO PARES, SIN MIEDO A LA VELOCI-DAD. Mi prima como conductora no tiene precio, no para dehablar ni un segundo, y lo hace al mismo tiempo que sube elvolumen, que se mira si tiene las uñas bien y que coloca elpaquete de tabaco en el sitio que siempre está. LA ÚLTIMACUESTA ESTÁ AQUÍ DALE FUEGO. Y todo eso con las ven-tanillas bajadas y saltándose los límites de velocidad, menudaelementa al volante. Me encendí un cigarro previamente man-gado del paquete de mi prima y di tres profundas caladas.

—El primero de la mañana es el que mejor sabe.

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—Si tú lo dices… —cuando mi prima no está de acuerdoconmigo deja las frases así, como sin acabar.

—Bueno, da igual, ¿nos tomamos algo antes de ir a clase? —yasabía la respuesta, una sonrisa y ya está, todos los días hacía-mos lo mismo.

Me matriculé en Historia porque me llegaba la nota. Pedíanun cinco y yo tenía un cinco con cinco. De sobras. Por eso yporque Selene se puso muy pesada con lo de que estudiase yeso. Selene, y mi Tía, y mi Prima. Todas muy pesadas. Lo quedijesen mi Tía y mi Prima me la sudaba, pero lo que dijeseSelene ya me importaba más. Y si quería que estudiase, puesbueno, me matriculaba y luego ya se vería. Ella se ha matricu-lado en Filosofía. En Oviedo, tócate los cojones. A tomar porel culo de aquí. Como siempre. A veces pienso que la estoycagando. Lo pienso todos los putos días. La estoy cagando.Debería hacer algo, algo más que dejarme llevar por la co-rriente. Lo único que quiero es estar con Selene, y sin em-bargo estoy a quinientos kilómetros de ella perdiendo eltiempo. Eso es lo que estamos haciendo: perdiendo el tiempo.A ella no se lo digo porque se pone triste. Por eso y porque aella le está yendo de puta madre. Los exámenes de febrerolos ha sacado todos con una notazas del copón, vamos, queva a acabar primero con todo aprobado. Flipa. Yo me presentéa dos. Una la aprobé por los pelos y en otra me pillaron dandoel cambiazo al examen. Me dijeron que igual me expulsabano noséquéhostias, pero al final nada, supongo que les interesamás seguir cobrándome la matrícula todo el año. Por eso mepuse a trabajar en el Alcampo, para pagarme la Universidad ypara tener perras para mí. La idea era ir ahorrando algo parairme a Asturias de vez en cuando, pero nada, lo de ahorrar lollevo bastante mal. Me lo gasto todo. Lo de ir a ver a Selenetambién lo llevo mal, hace meses que no voy, la última vez nohabía empezado el curso, fue una visita exprés que sirvió paracomprender un poco mejor a mi padre y para pasar una noche

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inolvidable con Selene. Aún guardo las fotos. Aún me la cascocon las fotos. Tengo que planear una escapada a Asturiascuanto antes. Para ver a Selene. Y para ver a mi padre. Llevomeses pensándolo.

Llegamos al campus a las siete cuarenta y cinco. Las clasesempezaban a las ocho pero nos fuimos al bar donde vamoscada mañana. Andrea aparcó el coche y cogió sus cosas conprisa, como si llegase tarde a clase.

—¿Dónde coño vas? —cuando vamos en coche apenas cru-zamos una palabra, estoy despertándome y me lleva bastantetiempo —vamos a echarnos un café, ¿no?

—Venga va —no sé por qué se hace la despistada si todoslos días pasamos de la primera clase. No puede evitar jugar aser la niña buena que su madre piensa que es.

Cogí la riñonera y la carpeta y empecé a andar antes de quecambiase de opinión. Ya estaba despierto. Nunca vamos al barde Filosofía ni al de ninguna Facultad, no nos apetece encon-trarnos con nadie, es como nuestra hora de complicidad entreprimos, el único rato del día que compartimos. Abrí la puertay saludé sabiendo que no obtendría respuesta. El camareroera un tipo gris de esos que parecen amargados y que nuncaserán capaces de hacer nada por salir de la rutina. Nunca ha-blaba. Ni con nosotros ni con nadie. Me senté en la mismamesa de siempre y Andrea se sentó a mi lado.

—Anda, que desde que te has echado novio formal no se teve el pelo —Andrea siempre había salido con los tíos más gi-lipollas que te puedas echar a la cara, pero este no, este es untío legal, más majo que el copón.

—Mira quien fue a hablar, cuando llego a casa tú nunca estás—me encanta picarla, me encanta.

—Es que soy una persona muy ocupada, tengo mis obliga-ciones, soy un hombre de provecho…

—Lo que eres es un jeta —lo dijo partiéndose de risa, flipocon el buen humor que tiene ya de buena mañana —te pasas

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la mañana de aquí para allá y acudiendo solo a las clases quete apetece y por la noche a liarla en la peña como si siemprefuese fin de semana.

—No me toques los huevos que todas las tardes me las pasocurrando —si hay algo que odio en este mundo es a mi primacuando quiere ir de adulta por la vida. A mí no me engaña. Amí no.

Me encendí un Lucky con cara de pocos amigos y esperé aque cambiase de tema. Si no lo hacía iba a acabar cabreán-dome y no me gustaba discutir con ella. Me agotaba. Así queesperé a que se le ocurriese alguna de sus gilipolleces, siempreestaba con alguna gilipollez.

—Mira lo que pone aquí, que practicar sexo durante la épocaestival mejora el estado anímico y te ayuda a pasar el inviernocon mayor positividad —ya estaba con sus revistas de mierda,mecagüenlaputa.

—A ti lo que te pasa es que necesitas un buen polvo —aveces soy un poco borde con ella, pero me gusta meterle caña,es un poco mojigata.

Andrea siempre ha sido muy de contármelo todo. Desdeque vivimos juntos. Es como si de repente le hubiese llovidodel cielo el hermano que siempre quiso tener. Yo aguanto elchaparrón, tampoco me cuesta mucho esfuerzo, y como estámuy buena, pues me compensa aguantar la brasa para poderechar un vistazo o lo que sea. Los novios de Andrea han idoy han venido como si nada, pero ahora lleva una temporadalarga con el Chusky. Buen tío el Chusky, es algo mayor queyo pero lo conozco bien, se dejaba caer muchas noches porEl Agujero; el típico guapito de cara que se arrima al rock por-que mola o porque le hacen más caso las chicas o yoquésé.Un imitador barato del Kurt Cobain. Pero buena gente, muybuena gente.

Mi Prima es como esas chicas que salen en las series ameri-canas, demasiado preocupada en estar siempre guapa, dema-

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siado preocupada en ir a la moda, demasiado preocupada enser la envidia del resto de las chicas. Hace demasiado caso alas revistas. Hace demasiado caso a la televisión. Hace dema-siado caso a sus amigas. Pero con quien se lo pasa bien de ver-dad es conmigo, porque le digo todo lo que pienso y nonecesita ponerse ningún disfraz. Eso no me lo ha dicho, perolo sé.

Una vez me dijo que el Chusky aún no la había visto des-nuda. Ahí sí que flipé. Más de medio año juntos y nada denada; raro, muy raro en mi prima. A veces me paso con ella,no es ninguna devora-hombres ni nada de eso. Una vez medijo que solo había follado un par de veces y que en una deellas ni se enteró, lo que no me quedó claro es si fue por elpedal que llevaba o por la poca habilidad del susodicho. Aun-que eso sí, el novio en cuestión pasó a ser el Pichafloja cuandohablábamos a solas de él. Pues con el Chusky al parecer nohay manera, que no funcionan, se ve que mi prima quiere irdespacio y tal, no sé, movidas de ella.

Le di un sorbo al cortado. Estaba hirviendo. Mecagüenla-puta. Andrea hojeaba su revista como distraída, no tardaría endecirme algo de algún artículo.

—¿Hacemos este test juntos? —ya ves, qué ilusión me hacehacer test para niñas gilipollas, en fin… —venga Alex, no seasrancio, a ver lo que te sale, a lo mejor respondes guay y resultaque eres la mejor pareja que una chica pueda soñar.

—Eso ni lo dudes —la risa se me desata con facilidad cuandoAndrea me viene con cosas de estas —anda, dispara, que tevoy a responder con la mayor sinceridad del mundo. Comosiempre.

Así estuvimos más de media hora, entre preguntas sobrecitas a ciegas, sobre cenas románticas, sobre películas y sobreregalos que nunca haré. Media hora haciendo el canelo. Ennuestra línea. Andrea llevaba uno de esos vestidos muy ceñi-dos, puede que fuese de flores o de rayas, no sé, no importa.

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Era un vestido de los que te avisan de que el verano está apunto de llegar: mucha pierna al descubierto, generoso escoteimposible de ignorar, cintura y culo bien definidos. Vamos, unvestido de matrícula de honor llevado con la gracia que poneAndrea en las cosas que verdaderamente le importan. Y quelas miradas estén siempre sobre ella es una de las cosas quemás le importan en esta vida. Miré el reloj con pereza y des-gana, pedí un par de cañas y unas bravas, encendí un cigarro,se lo pasé a Andrea y me encendí otro.

—¿Pasamos de preguntas estúpidas y creamos nosotros untest? —me aburría sobremanera y me apetecía subirle los co-lores a mi prima, además si la entretenía más de diez minutosconseguiría que faltase también a su segunda clase —a mí seme ocurren unas cuantas preguntas mucho más interesantesque las mierdas esas que lees.

—¿Cuántos chicos te han visto las tetas? —Andrea me mirócon la boca abierta, fingiendo estar más escandalizada de loque en realidad estaba. Me encanta hacerle este tipo de pre-guntas, lanzarlas como si en realidad no me importase sa-biendo de antemano que ella respondería. Reconozco que mitemperatura corporal rozaba el agosto clandestino.

Las cartas y las llamadas me saben a poco. Es una tortura,al final no deja de ser una inocente tortura. Me llama y habla-mos. La llamo y hablamos. De vez en cuando una carta. Yo loque quiero es estar con ella. Nada más.

Tampoco puedo culpar de todo al dinero, no estaría siendosincero conmigo mismo y a mí solo me gusta mentirles a losdemás. Lo de no vernos es una puta mierda, a veces ni meacuerdo de que tengo novia y esas cosas. Una mierda. Y lopeor no es eso, lo peor es que quizá a ella le pase lo mismo.Selene ha empezado una nueva vida y yo no estoy. Una nuevavida radicalmente distinta a la de antes. Ahora vive en Oviedo,tiene nuevos compañeros y compañeras, va a la Universidad,sale por ahí… Todo, un todo de una magnitud inabarcable,

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un todo en el que yo ocupo una parte minúscula. La parteimaginaria. La parte que nadie ve. La parte de ella que solohabita en su interior. Y eso me jode. Me jode y me da miedo.

Así que aunque no me fumase o me bebiese los pocos aho-rros que consigo juntar, aunque no me comprase discos y li-bros sin talento, aunque dejase la Universidad y me buscaseun curro a jornada completa en el que me pagasen como auna persona normal… aunque todo eso cambiase, en realidadno cambiaría absolutamente nada. Yo habría viajado a Asturiaslas mismas veces: ninguna. Porque lo que me frena en secoson mis putos miedos. Me frena una inseguridad que nace delo más profundo de mis tripas. Puedo pensar en frío y con-vencerme a mí mismo de que ella me espera con las mismasganas que yo la sueño cada noche; puedo pensarlo, pero siem-pre aparecen las dudas para tocarme los cojones. Me he lle-vado tantas hostias que terminé por fabricarme una corazaque repeliese los sentimientos, una coraza que solo Selenesupo desmontar… pero ahora ella no está, tan sólo ha estadodurante unos segundos, el tiempo justo y necesario para queyo llegase a comprender lo que significa estar vivo. Ahora yalo sé, ahora ella está viva y yo me dejo llevar por la corriente.Esperar. Tan solo esperar a que suceda algo.

Y los miedos no acaban aquí. Luego está lo de mi padre. Semuere, mi padre se muere y yo no sé nada. Si pienso en ellome quedo completamente paralizado. Podría pensar que hastahace muy poco era un completo desconocido, pero no lopienso. Podría pensar que nunca he formado parte de su vida,pero no lo pienso. Podría pensar que no puedo hacer nada,pero no lo pienso. Creo que podría hacer algo, pero no sé elqué. Pienso en llamarlo y no lo hago. Pienso en escribirle yno lo hago. Pienso en visitarle y no lo hago. Simplemente meparalizo. Temo llegar hasta allí y quedarme callado, delantesuyo, observándole, esperando. Eso no va conmigo.

Selene ha empezado a hacer teatro. Flipa. Teatro y el copónsanto, más paranoias para mi cabeza. Fijo que en el teatro conoce

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a algún subnormal que le calienta la oreja, algún gilipollas quele dice lo guapa que es y lo bien que se lo pasa con ella. Fijo.Mecagüentodolocagable. Debería plantarme allí y liarme a hos-tias con el baboso de turno. Debería hacerlo pero ella pensaríaque el gilipollas soy yo, así que calma. Mente en blanco.

Y una mierda. Mente en blanco por mis cojones. Eso del te-atro no me mola nada, no es que me moleste ni nada de eso,pero me inquieta. Todo es culpa de la distancia, si estuvieseallí con ella yo sería el primero que la apoyaría con eso del te-atro, el primero. Pero la imaginación siempre me juega malaspasadas y acabo montándome la película en mi cabeza. Aun-que la realidad siempre supera la ficción, eso está claro. Nosé. Selene me cuenta que van a ensayar y tal, y que se lo pasamuy bien, y que interpreta un papel importante, y que estre-nan en junio, y que patatín y patatán. Yo callo y escucho. ¿Quéotra cosa puedo hacer?

Di una profunda calada, de esas que me gustan a mí, y dejéescapar el humo poco a poco por la nariz. Andrea me mirabacon una sonrisa tímida mientras golpeaba con las yemas delos dedos el plato que usábamos como cenicero.

—Vaya preguntica primo… —vamos Andrea, no te hagas laestrecha que los dos sabemos que me lo vas a contar —no sé…bueno… sí lo sé: tres. Tres chicos me han visto las tetas.

—¿Tres? ¿Contándome a mí?—¿Contándote a ti? —se le había dibujado una sonrisa ner-

viosa y se colocó el pelo detrás de la oreja tres veces seguidas—anda que no flipas tú ni nada.

—Jajajajajaja —me descojono, cuando hablo de estas cosascon mi prima es que me descojono —pues claro, yo flipo porun tubo, eso está claro, igual de claro que lo de tus tetas, losdos sabemos que te las he visto unas cuantas veces… bastan-tes diría yo… aunque nunca suficientes jajajajaaja

—Joder Alex… —colorada, estaba completamente coloraday ya no sabía ni qué hacer ni qué decir.

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—En casa siempre que llevas esas camisetas viejas sin suje-tador, cuando te cambias en tu cuarto y te dejas la puerta amedio cerrar, aquella vez que te di un masaje porque te dolíala espalda… ¿quieres que siga?

—Ya te vale, eres un guarro —eso de fingir que está enfadadano se le da nada bien.

—No seas idiota. Tú lo sabías, yo lo sabía… es natural.—Ya pero joder, me lo sueltas así y no sé, es raro.—Que no pasa nada, venga, pregúntame tú lo que quieras.—¿Te gustan? —eso sí que no me lo esperaba, no me espe-

raba que fuese a ser tan rápida.—Pues claro que me gustan, tienes unas tetas de la hostia —

se lo dije con toda la naturalidad que fui capaz de reunir yesperando que no sospechase nada de la erección que meacompañaba desde hacía un rato —no son como las de Selene,pero están muy bien.

—Gilipollas, eres un gilipollas integral —no estaba enfadadapero no le apetecía seguir hablando de eso, así que se puso acontarme el último capítulo de Friends…

Todo podría ser mucho mejor de lo que es. Tampoco seríatan difícil. Andrea me insiste mucho en eso, en que me comomucho la olla y que al final me quedo quieto esperando quelos problemas se arreglen solos. Que todos tenemos proble-mas, eso me dice la espabilada de ella. No te jode. Ya sé quetodo el mundo tiene problemas, pero a mí solo me importanlos míos. A los demás que les follen. Mierda puta, siempreigual. No quiero pensar porque si pienso siempre acabo en elmismo lugar… y no consigo nada. Pero no puedo evitarlo, meva a estallar la cabeza, todos los días igual. Currando escuando peor lo llevo, toda la tarde ahí metido colocando co-cacolas y latas de atún, reponiendo foskitos y patatas fritas,explicándole a la peña en qué pasillo están los danones odónde pueden encontrar el fairy. Y mientras tanto a consu-mirme por dentro, a pensar en lo que no tengo que pensar.

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Sería fácil mandarlo todo a tomar por el culo. Marcharmesin más. Solo tendría que hacerlo. Andrea me lo dice, si se en-terase su madre la desheredaba, pero ella me lo dice. Me diceque he llegado a mi límite, que tengo que tomar el control demis actos, que voy dando pasos en círculo en lugar de caminarhacia adelante. Todas esas cosas me dice. Supongo que lasleerá en las putas revistas esas que lee. Pero tiene razón. Losé, pero no sé qué hacer.

Cuando Andrea terminó su última clase yo la estaba espe-rando en la puerta de la Facultad de Ciencias. Apareció conun tío mayor que ella que se me cruzó nada más verlo. Luegome dijo que era un profesor sustituto o noséquépollas, vamos,un notas con beca que sueña con tirarse a alguna de sus alum-nas de las que no le separan ni diez años. Seguro que todassuspiran por él. Gilipollas.

Fuimos al London a comernos unos bocatas. El mío de pe-chugas con todo lo que cogiese dentro del pan. Huevo frito,sobrasada, pimiento, queso, jamón. Todo. Andrea se pidió unvegetal. Qué sosa que es la pobre. Después de comer y del ci-garro de rigor, nos echamos un café en el bar ese que se pegantodo el puto día poniendo películas y que no te dicen nadapor fumar porros. Como llevaba una china me fumé un canutoa cara de perro y dejé que Andrea me diese la brasa todo loque le diese tiempo. No iba a escucharla. A las tres y medianos subimos en el coche y arrancamos. A las cuatro tenía queestar en el Alcampo y Andrea se iría a casa a arreglarse porquea las ocho había quedado con el Chusky. Vamos, la misma ru-tina de siempre, la misma mierda sin sentido.

Antes de salir de Zaragoza le conté a mi prima que estabapensando seriamente en marcharme. Le dije que tenía razóny que ahora iba a hacer lo que realmente quería. Correr. Mar-charme de allí porque ya nada ni nadie me ataba a ese lugar.Dejar atrás todo lo que me frenaba. Pensar solo en mí. Cogí laprimera cinta que encontré entre los trastos inútiles que

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guarda mi prima en la guantera y la metí en el radíocasete. YES QUE ES TAN ALUCINANTE, QUE HACE DÍAS QUENO DUERMO. Andrea siempre ha tenido un gusto musicallamentable, pero yo intento llevarle al coche alguna buenacinta que seguro terminaba gustándole. Ésta ya se la sabía.Nos miramos sin decir nada y empezamos a cantar eufóricosy con una gran sonrisa compartida. MALDIGO A TODOSESOS LOCOS QUE QUIEREN GOBERNAR LA VIDA SINLAS PALABRAS DEL POETA Y SIN LAS MANOS DEL AR-TISTA. Al llegar al Alcampo y salir del coche, pensé que eseera mi último día colocando latas.

Necesito ayuda. Nunca lo digo pero siempre necesito ayuda.No sé si siempre he sido así o si me transformé tras la muertede mi madre. Lo cierto es que antes no era consciente de estaconstante sensación de fragilidad ante la vida. No pensaba enla inquietante insignificancia de cada uno de nosotros. No meatemorizaba el final. No me obsesionaba con una soledad im-puesta que me hacía cada vez más débil. Y triste. Necesaria-mente triste. Antes de que ella muriese no pensaba en nadade eso. Antes de que ella muriese yo no estaba solo.

Quisiera pedirle ayuda a Selene. Quisiera correr a ciegas desu mano, en la dirección contraria al resto de la humanidad.Quisiera huir del ruido endemoniado, de las voces disonantes,del estrepitoso mentidero andante que nos envuelve. Quisiera,pero no puedo. En lugar de ello sacio mis deseos en la noche,en cualquier noche, tan solo necesito algo que me aleje de larealidad. Debería dejar de escribir después de pasar por la Ca-seta del Tío del Perca. Debería hacerlo o alguien terminarápensando que estoy loco.

A juzgar por lo que cuentan la mayoría de las novelas másvendidas y casi todas las películas de sábado por la tarde, sipeleo por la chica me quedaré con ella. Y unos santos cojones.Yo he peleado por ella y de la chica ni rastro. La chica está enalgún bar de Oviedo sonriéndole a cualquier caramierda. O

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cenando con alguno de sus compañeros de clase. O de fiestacon los del teatro. O yo que sé. Lo único que importa es quela chica no está aquí conmigo. Esto es una peli de mierda. Estanovela no se la leería nadie en sus cabales.

El otro día llamé a Selene. Hacía un par de semanas que nohablábamos. Ella estaba de exámenes y yo he perdido la cos-tumbre de llamarla todos los días. Cada vez notaba su voz másapagada, con menos color, como cansada. Y me asusté y dejé dellamar, y pasé a sufrir un poco más por la necesidad de escucharsu voz. Ella no llamaba. Hasta el otro día. Me dijo que ya habíaterminado los exámenes. Su voz sonaba como cuando estaba ami lado. Algo dentro de mí pareció comenzar a golpearme. Derepente todo estaba más tranquilo. Le dije que me iba a vivircon mi padre a Calabrez, que así estaríamos más cerca.

Llegué a casa con un hambre del copón. Eran casi las once.Mi Tía estaba viendo en la tele la chorrada esa del Médico deFamilia. Saludé con la cabeza y me metí en la cocina. Mi Tíahabía aprendido a pasar de mí. Era mejor así. Me calenté enel microondas el plato que me habían dejado preparado. Tor-tilla de patata y salchichas. Luego lo bañé todo en Ketchup ylo engullí sin perder mucho tiempo. Antes de salir de la cocinale pegué un trago largo a la botella de vino que usaba mi Tíapara cocinar. No solía hacerlo pero me dio el punto.

No iba a perder el tiempo con hostias así que no me duché.DAME TEKILA POR FAVOR, DAME TEKILA QUIEROVERTE DOBLE. Tenía ganas de juerga, había mandado atomar por el culo mi curro de mierda, había tirado a la basuralos pocos apuntes que guardaba en la carpeta y había decididoque al día siguiente hacía la maleta y me piraba. NO DISFRU-TAMOS EN EL PARO NI DISFRUTAMOS TRABAJANDO.Unos buenos brincos en la habitación son siempre la mejoropción antes de salir hacia el Agujero, descarga de adrenalinay salir con ganas de más. Aunque fuese miércoles y de fijo queno habría casi nadie. No importaba.

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Cuando llegué solo estaba Gladis, ya estaba subiendo lassillas encima de la barra, así que mal empezaba la noche. Mepreguntó que si quería tomarme una cerveza mientras ella ter-minaba de cerrar, le dije que sí, por supuesto. Me abrió unbotellín y subió el volumen del equipo. CIERRO MIS OJOSY CREO VER TUS LABIOS ROJOS JUNTO A MI PIEL. Re-sultaba un poco incómodo escuchar esa canción mientras Gla-dis limpiaba la cafetera con brío, ofreciéndome su espalda,moviendo su culo para mí. Llevaba unos pantalones muy ce-ñidos que marcaban a la perfección unos glúteos siempre de-seados. Cuando me dijo que los demás se habían ido a laCaseta del Tío del Perca, yo no sabía ni de lo que me hablaba.

—Nos tomamos un chupito y cierro, ¿vale? —con ese escotey esos labios, podría decirme cualquier cosa que yo simple-mente respondería “vale”.

—Vale.—¿De qué lo quieres?—Tekila.Me lo bebí sin dejar de mirarle las tetas. Supongo que ella

se dio cuenta porque fui especialmente descarado, no me im-portaba nada, esa era mi última noche allí. Además no me dijonada, me sonrío y se tomó su chupito unos segundos después.Era mi pequeña victoria del día.

—Cuídate mucho Gladis. Seguro que pienso más de una vezen ti —y me fui sin más, puede que el alcohol me estuviesehaciendo más efecto del esperado.

Desde que hablé el otro día con ella estoy más tranquilo.No sabría cómo explicarlo, simplemente estoy más tranquilo.Es la misma sensación de tranquilidad que sentía de niñocuando mi madre me llevaba a ver a los abuelos, nunca sabíaqué decirles, eran demasiado serios pero, justo antes deabrirse la puerta, mi madre colocaba su mano sobre mi hom-bro y yo ya me sentía mejor. Hace tiempo que eso no pasa.

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También he llamado a mi padre para decirle que voy paraallá. No le he dicho que iba para cuidarle, eso no lo habríaaceptado. Le he dicho que iba para estar más cerca de Selene.Me ha dicho que es la mejor elección que podía haber esco-gido. Mi padre está como una puta cabra. Es un tío de novelay yo no sé si creérmelo o dejar de escucharlo. La verdad esque también le necesito a él. No sé por qué cojones tengo lanecesidad de alguien que nunca ha estado a mi lado, pero esasí. En cierto sentido con Selene es lo mismo, ella tampocoha estado toda la vida a mi lado. Quizá necesite saberlo todopara construir mi vida, los demás crecen con una vida defi-nida, pueden mirar atrás y ver con nitidez toda la historia delos suyos. Yo no. Mi espejo retrovisor siempre ha estado rotoy ahora mi padre iba a encargarse de arreglarlo. Con todo loque me había contado tenía de sobras para montarme mi pe-lícula y saber la verdad de aquello que no viví. Aunque nuncaes suficiente. Por eso quería escucharle, y preguntarle, y obli-garle a contarme, y hacerle leer entre líneas, y bucear de sumano en sus recuerdos. Había noches en que soñaba ser él.

Abrí la puerta de la Caseta del Tío del Perca y el panoramaera más bien lamentable. Allí estaban los cuatro colgaos desiempre: el Kiko, el Perca, el Movidas y el Iker, todo fumadosy viendo por enésima vez Amanece que no es poco.

—Joder tío, ¿dónde coño estabas? —todavía no entiendo quécojones pinta un pringao como el Iker con nosotros, si es quelo miro y me dan ganas de pegarle una hostia…

—De currar, gilipollas, de currar. Pásame el porro y déjameun hueco.

—De ordeeen del señor alcaldeee se hace saber que dios esuno y trino —al Perca siempre le gustaba decir en voz alta frasesde las pelis que le flipaban, y esta le flipaba más que ninguna.

—Me voy pringaos.—¿Ya?, pero si acabas de llegar —puto Iker, puto Iker, puto

Iker.

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—Mañana —lo dije muy serio y después le di una fuerte ca-lada al petardo, el Kiko le dio al pausa mientras el Perca le mi-raba con cara de mala hostia y el Movidas dormía la mona—mañana me voy, paso de las clases y del curro. Me piro.

Le pasé el porro al Kiko, le dí un collejazo y les dije, quecuando menos se lo esperasen aparecía otra vez por ahí. ElPerca volvió a darle al play y levantó la mano en señal de des-pido. El Iker se levantó y me dio la mano. Yo me quería largarcuanto antes, así que me marché.

—Alex —me giré antes de salir —suerte con Selene.

Ya no hay ansiedad ni miedo. A todos nos gusta jugar conlas palabras. Nos pensamos que si sabemos nombrar el pro-blema con una palabra ya somos capaces de vencerlo. Eso esmentira. Yo hace tiempo que uso con frecuencia la palabra an-siedad y sin embargo no he sido capaz de solucionar el pro-blema. Ha sido Selene, solo ella consigue acercarme a la calma.O quizá no. Quizá no ha sido eso. Quizá ha sido la voz de miPrima animándome a soltar el lastre que me sobraba y a echara correr en libertad. Quizá he sido yo que he dejado de sen-tirme abandonado. Quizá no sea nada de todo esto.

Ahora ya solo pienso en marcharme. Solo pienso en llenarmelos ojos de ella. No he dejado ningún hueco en el equipaje paralas derrotas, no importan aquellos quebraderos de cabeza ni larabia por saberme tan lejos. Mañana ya nada podrá interrumpir-nos, mañana la tierra temblará a nuestro paso. Solo una densacapa de arena de playa y restos de mis cigarros indicarán el ca-mino que vayamos recorriendo. Nada está demasiado lejos y, sinembargo, todo parece inalcanzable desde aquí. Ahora tengo quedormir. He fumado lo suficiente como para hacerlo sin problemas.Se me cierran los ojos y, a pesar de las buenas noticias, sigue car-comiéndome la única verdad, mi pensamiento más inquietante,mi mayor miedo: algún día ya no seremos. Algún día tan solonuestras fotos en una lápida hablarán de nuestro paso por elmundo. Será así para Selene. Será así para mí.

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capítulo 2

y la sal

y la salBrota mi completa desnudezde un mar de luna y hielque emborrona los sueños,solo somos un juego,no acierto a amanecer.Lanzo dentelladas a suspies,

la luz me invita a serel lento taconeo, el canto de los cuervos,saboread mi piel.Y la salcuando cae de micuerpo arrastrapor el patio de butacasel sobrante de mi fe,no estaránlas miradas pegajosasque envenenan y excomulgansin saber ni conocer.

La función ya ha comenzado,desiertas las manos,sus ojos brillan para míy mil millones de guijarrosdesperdigadoscubren de magia el maniquí.Y la salcuando cae de micuerpo arrastrapor el patio de butacasel sobrante de mi fe,no estaránlas miradas pegajosasque envenenan y excomulgansin saber ni conocer.

Parece mentira. Lo de ir a la Universidad, digo. Parece men-tira y, sin embargo, ya estoy con los exámenes finales. Casi nime he enterado. Cuando empezó todo, cuando empezaron lasclases y eso, estaba más perdida que en toda mi vida. Y eso esmucho decir. Lo de estar más perdida que en toda mi vida,digo. Siempre que empiezo algo tengo la extraña sensación dehaber dejado algo sin terminar. Me lleva pasando desde pe-queña. Aunque ahora puede que sea verdad. Lo de Alex escomo una puerta abierta que no sé muy bien a dónde conduce.Sigo sintiendo lo mismo, o al menos eso creo, pero no con lamisma intensidad. De eso estoy segura. Lo de las intensidadeses muy importante, ya que allí es donde se encuentran las dife-rencias, por eso hay que pelear por disfrutar el momento, porexperimentar las sensaciones más auténticas. Lo auténtico es loúnico que merece la pena y su búsqueda tiene algo adictivoque te impide mirar atrás y entrar en juicios de valor. Cuandoestoy con Alex sé que todo lo que vivimos tiene más intensidadque cualquier cosa anterior, sé que es lo más auténtico que hevivido. Cuando no está conmigo, tengo dudas.

Las clases no han sido como me las imaginaba. Pensaba quesería como en las películas, siempre suelo hacer cosas así, ima-ginármelo todo a lo grande. La culpa es de Hollywood. El casoes que yo creía que la Universidad sería algo tan nuevo quecostaba trabajo imaginar, que no se podía imaginar. Qué va.En realidad es como una prolongación del instituto. Sí, hayque estudiar algo más y la gente que va a clase lo hace para

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enterarse de algo, por lo demás, es como un curso más delinstituto pero con gente nueva. Yo en clase no suelo escucharmucho a los profesores; sé que debería hacerlo, pero no lohago. Es una estupidez por mi parte ya que la gente que noquiere escuchar al profesor, pero quiere aprobar la asignatura,lo que hace es estar estudiando en la Biblioteca en lugar de ira clase. Luego está la gente que en lugar de escuchar al pro-fesor en clase prefieren escuchar a los compañeros en el barde la facultad, esos no piensan en los exámenes solo piensanen sus cosas. Yo voy a clase pero no escucho, tampoco piensoen los exámenes ni en mis cosas, simplemente dejo pasar eltiempo. Luego no es del todo así, lo de que dejo pasar eltiempo, digo. Siempre he sido bastante estudiosa y lo de em-pezar la Universidad me ha motivado mucho; así que estudiotodos los días, algo que no había hecho nunca. Siempre meha gustado leer, pero ahora he tenido que abandonar todasmis lecturas ociosas; ya nada de novelas, ya nada de Heming-way ni de Miller, ya nada de García Márquez ni de RobertoBolaño, ya nada de nada. Solo manuales interminables de letradiminuta, solo lecturas profundas de autores que siempre medejan con ganas de más: Sartre, Spinoza, Marx. Daría todo loque sé por la mitad de lo que ignoro. Y cosas así. Me gusta,estoy estudiando solo lo que me gusta y eso no me pasaba enel instituto. Soy una afortunada. No escucho demasiado a losprofesores, pero tengo que leer cosas que me gustan. Estudiares divertido, siempre me ha parecido más divertido de lo quese suele decir.

Cuando llegué no conocía a nadie, al principio estaba Eli,pero yo no quería estar ni a diez metros de ella. Luego ya semarchó. Desapareció. Mucho mejor así. El primer día siemprees el peor, es cuando más observada te sientes. Fue ese primerdía cuando más deseé esa invisibilidad que tanto he practi-cado a lo largo de mi vida, una invisibilidad voluntaria queme protege de miradas incómodas y de prejuicios infundados.La gente siempre tiene prejuicios, si se lo dices en voz alta lo

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niegan con rotundidad y se sienten molestos, pero la gentesiempre tiene prejuicios. Por eso ese primer día agaché la ca-beza y no hablé con nadie. Tampoco fui al bar ni salí al pasillo,me quedé en esa aula fría de mesas alargadas y sillas entrela-zadas, hojeando con sumo cuidado el libro de obligada lec-tura que acababa de comprar en la Librería Cervantes,abstraída de todo, sintiéndome en el lado opuesto a la segu-ridad. También tenía ganas de llorar. Pero nadie lo notó.

Lo malo de estas cosas es cuando el primer día de clasedura varias semanas. Debe ser que soy mucho más rara de loque pienso. Luego las cosas van pasando así sin más, como sino nos diésemos cuenta. El caso es que empecé a hablar conalguno de clase porque me preguntaba alguna chorrada, otrodía salí al pasillo por estirarme y me ofrecieron un cigarro, altercer día ya me fumaba un cigarro con todos en uno de loscambios de clase y, a las dos semanas, aprovechaba todos losdescansos para salir al pasillo. Sí, definitivamente me gusta elambiente de mi clase.

Al final hemos ido haciendo amistad unos cuantos. Amistado lo que sea. Es que es una palabra tan no sé… lo de la amis-tad, digo. Usamos la misma palabra para cosas muy diferentes.Bueno, el caso es que en los cinco minutos de descanso quehay entre clase y clase siempre acabamos haciendo un pe-queño corro las mismas personas. O casi las mismas personas.En esos descansos los pasillos de la facultad se convierten enun bar, un bar en el que la gente entra y habla de sus cosas,banalidades todas. Un pequeño paréntesis en el que todosbuscamos hacer el mínimo esfuerzo en cuanto a pensamientose refiere, en los pasillos de las facultades reinan las estupide-ces, la telebasura y el deporte-rey. Y alrededor de todo esogiran nuestras risas y nuestra recién estrenada madurez. Yono me siento más madura que hace unos meses, ni muchomenos. Lo que me siento es más libre, aunque eso ahoramismo no viene al caso. Las clases se me pasan volando, miroa los demás tomar notas de forma desaforada, mientras yo me

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sumerjo en cualquier lectura mucho más interesante. El casoes que me he juntado con cuatro chicas que ya se conocíande antes pero que me han acogido en su seno, básicamenteporque dio la puñetera casualidad que me senté a su lado. Asíde aleatoria es la vida. Ahora somos amigas, ellas y yo, digo.Bueno, eso dicen ellas, a mí me da igual.

Oviedo es un buen lugar para vivir. Aunque en realidad cual-quier lugar es mejor que mi casa. Para vivir, digo. ¿Que si echode menos Calabrez? Claro. Algunas cosas. Otras no. Oviedomola porque puedes dar una vuelta por ahí sin que nadie te co-nozca y eso me gusta. En Calabrez eso es imposible. En Riba-desella tampoco, lo de que nadie te conozca por la calle, digo.Es la primera vez que vivo en una ciudad y he de reconocerque me gusta mucho más de lo que me esperaba. Mola. Algunosde los de clase quedan para salir por las noches y esas cosas, yode momento paso, no por nada en especial, simplemente no meapetece. Por las tardes sí que suelo ir a tomarme algo, pero nocon gente de clase. No. Y se empeñan en hacer cenas, y en que-dar para estudiar juntos, y en más cosas de esas. A mí me aburrebastante ese rollo tan de grupo que llevan. Alex me dice queeso lo hace la gente que no se siente cómoda estando sola. Esodice. No sé. Después de los exámenes de febrero sí que fui auna fiesta que organizaron los de clase. Fue divertido. Yo teníamucho que celebrar, había aprobado todas y con unas notazasque ni yo misma podía creerme. Estaba muy contenta y fui a ladichosa cena. El caso es que fue divertido. A mis padres lesllamé para contarles los notables y los sobresalientes, mi nom-bre entre los mejores de la clase y todas esas cosas; pero bueno,ellos no le dan mucha importancia. Había una vaca enferma ymi padre y mi hermano Pablo se estaban encargando de todo.Pablo es el mayor, creo que somos muy parecidos, pero ningunode los dos lo sabemos. Lo que sí sé es que le gustan los chicos,soy la única de casa que lo sabe.

Cuando empezaron las clases no tenía ni donde dormir. Amis padres no les dije nada porque estas cosas les ponen bas-

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tante nerviosos. Ellos pensaban que me quedaba en un pisoque tenía Eli, que las dos viviríamos juntas, eso era antes. Esincreíble lo del tiempo. A veces cambian un montón de cosasen muy poco tiempo y, otras veces, puede pasar una eternidadsin que notemos ni un solo cambio en nuestras vidas. Su-pongo que tiene que ser así, lo del tiempo, digo. Así que laprimera vez que pisé la facultad me recorrí todos los tablonesde anuncios a ver qué me contaban. Es increíble la cantidadde gente que busca, ofrece o necesita algo. Y lo de las habita-ciones de estudiante ya es el no va más. Carteles muy curradoscon sus etiquetas para llevarte el teléfono de contacto, men-sajes escritos a mano en una hoja de cuaderno, tarjetas de vi-sita con toda la información necesaria. Da lo mismo. Todo espara lo mismo. Se busca chico/a para compartir piso. Habita-ción para estudiante con conexión a internet. Se alquilan ha-bitaciones, gente responsable. Y así miles de opciones. Yo mequedé con varias. No me apetecía compartir piso con desco-nocidos, pero no tenía otra opción, lo que sí que tenía claroes que no quería compartirlo con chicos. Diecinueve años con-viviendo con mis hermanos me había despejado cualquierduda al respecto. Mi habitación tenía que estar en un piso solode chicas, eso lo tenía claro. Así que cogí todas las opcionesde pisos de chicas que vi en los tablones de la universidad,las coloqué todas encima de una mesa del bar de Filosofía,las ordené por cercanía a la facultad y empecé a llamar por te-léfono. Así es como conocí a Amaya y Bego.

Bego estudiaba Derecho y Amaya Pedagogía. O al revés. Nosé. Tampoco importa mucho, creo que no iban mucho porclase. Siempre tenían pasta porque habían montado un nego-cio casero bastante próspero. Ellas eran sus propias jefas y notenían que rendir cuentas a nadie. Plantaban marihuana encasa y luego la vendían en bolsitas por la Universidad. Desdeun primer momento fueron muy claras, me dijeron a lo quese dedicaban y que el negocio era de ellas dos. Nunca me da-rían trabajo. Yo tampoco me veía con un curro así, no sirvo

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para vender nada, me da vergüenza. El piso estaba al lado demi facultad, era muy grande y luminoso, tenía una habitaciónenorme para mí y no había demasiadas normas. Tan solo lode no llevar chicos al piso y, eso, no me importaba lo más mí-nimo. Alex no iba a poder venir en todo el curso, curraba enun supermercado y había empezado Historia. Iba a ser impo-sible verlo hasta el verano. Ambos lo sabíamos. Así que lanorma esa de los chicos me venía hasta bien y todo. Las dosme cayeron muy bien desde el principio, siempre parecíanmuy contentas y el hecho de que fuesen unos años mayoresque yo me gustaba. Siempre me he sentido mejor con gentealgo mayor que yo, no sé por qué pero ha sido así desde pe-queña. En Calabrez tampoco tenía posibilidad para elegir,todos eran mayores que yo, así que supongo que me acostum-bré a jugar con los mayores y después ya me quedé con lacostumbre. De estar mejor con los mayores, digo. Hacíamucho tiempo que no usaba esa expresión: los mayores. Esuna expresión que usamos mucho de pequeños pero queluego se nos olvida. Como si siempre quisiésemos formarparte de eso que llamamos los mayores y, cuando ya somosparte de eso, lo olvidamos. Yo nunca me he sentido parte denada, ni de los mayores ni de los pequeños. Ahora tampoco.

Bego y Amaya son pareja. Yo tardé en descubrirlo más delo normal. Luego se rieron de mí. Amaya y Bego, digo. Al pa-recer era muy evidente y esas cosas, pero si no me avisaronyo no tenía por qué saberlo. Para ellas será muy obvio, yo nilo había pensado. Yo que sé. Mi hermano Pablo también esgay, a ellas fue a las primeras que se lo conté, me enteré pocoantes de venirme a Oviedo. Fue una pillada de esas que nosabes dónde meterte, supongo que a él le pasaría lo mismo.O más. El caso es que lo pillé morreándose con un amigo deRibadesella, los pillé detrás de casa, en el camino que va a laPipa, justo donde me escondía para fumar o lo que fuese, enun lugar que pensaba que era solo mío. Pues no. También erade Pablo. Me dijo que los Papás no lo sabían y yo le dije que

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no se preocupase, que ya era mayorcito para hacer lo que vi-niese en gana pero que por mí no se preocupase. Se lo contéa estas y empezaron a decirme que tenía que hablar con él,que le apoyase para que lo dijese y tal. Bueno, ellas son muchode opinar y eso, como todo el mundo. Yo estoy bien a lo mío.Y mi hermano Pablo también. El caso es que un día las vimontándoselo en el comedor, a Bego y Amaya, digo, y lescorté el rollo y tal. Menos mal que con mi cara de sorpresa ymi inocencia de niña de parvulitos se partieron de risa y nose enfadaron por interrumpirlas. No me gusta que la gente seenfade conmigo, lo llevo bastante mal. Cuando las cosas que-daron claras todo fue mucho más fácil y yo entendí muchasmás cosas. Vi más lógico lo de utilizar toda una habitaciónpara la marihuana, las bombillas, las bolsitas y todo lo demás.El piso tenía tres habitaciones, con lo que pagaba yo de alqui-ler pagaban los gastos del piso incluida la luz para la planta-ción. Y en la tercera habitación dormían ellas juntas. El pisoera de una de ellas, de sus padres, no recuerdo de cuál. Teníanmontado un negocio redondo.

Con Amaya era con la que más tiempo pasaba. Por las tardesBego iba a clases. Por las mañanas yo estaba en la Universidady ellas se dedicaban a distribuir sus bolsitas entre sus clientesuniversitarios. Así que por las tardes solíamos coincidir en casaAmaya y yo, hasta que a eso de las nueve aparecía Bego y nosponíamos a hacer la cena, a hablar o a ver alguna peli. Lo quefuese. A veces nos fumábamos un canutito de maría; a ellasno les gustaba fumarse lo que vendían, pero muy de vez encuando hacían una excepción. A mí me encantaba, pero nuncales pedí ni les compré, solo fumé cuando ellas me ofrecieron.Amaya era la más risueña de las dos, la que mejor escuchabay la que mejor olía. Creo que ya lo he dicho alguna vez, lo demi manía con los olores, digo. Me gusta la gente que huele deforma especial. Amaya era una mezcla entre Hierba luisa y llu-via. Algo así. Bego olía siempre a moras. También estaba bas-tante bien. Lo mejor de todo era que ninguna olía a fritanga,

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laca de vieja o menta. Son olores que detesto, no sé por quépero los detesto. Estas cosas no se las digo a ellas, no me ape-tece que piensen que estoy loca. El mejor rato en el piso eradespués de comer. Amaya y yo nos tirábamos en el sofá y noscontábamos mil cosas. Así nos fuimos conociendo.

Al principio me daba bastante palo hablar con Amaya. Nopor nada, era como si me protegiese de algo. No quería queme pasase como con Eli. Pero pronto me di cuenta que erauna tontería pensar eso. No tenían nada que ver. A Amaya leconté todo lo que me pasó con Eli y fue como quitarme unaenorme losa de encima, ella me dejó hablar sin decir nada ycuando terminé me abrazó. Ese abrazo significó mucho paramí, lo necesitaba. Así que ya está, punto y final, Eli ha desapa-recido para siempre de mi vida. Aunque no puedo evitar soñarde vez en cuando con ella, fueron muchas cosas a su lado,pero no me gusta, esos sueños siempre acaban mal. Hablarcada tarde con Amaya me sirvió para desnudarme y alejarmede toda la zozobra que me atormentaba, fue como extraermeun veneno que nublaba mis noches. Eso y comprenderme.Comprenderme a mí misma y entender que de todo lo quevivimos únicamente importa lo que nos hace felices. La vidaes como un juego al que jugamos sin conocer las reglas, comoun sueño profundo del que no podemos despertar. Se estámejor en la cama, por eso cuando tengo problemas cierro losojos con fuerza y me digo a mí misma que es mejor no ama-necer. Cuando habla conmigo se siente adulta, mucho másadulta de lo habitual. Ella no me lo dice pero yo lo noto. Nome desagrada esa sensación. Ya he dicho que me siento másprotegida así, con los mayores.

Bego y Amaya llevan juntas casi tres años. Yo nunca pre-gunto nada, pero a veces es Amaya la que habla y me cuentasus cosas. También ha estado con algún chico, Bego no peroella sí. Por eso Bego tiene cierta alergia al género masculino,por celos o algo así, eso dice Amaya. El caso es que casi siem-pre acabamos hablando de la Compañía. Amaya y Bego están

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en una compañía de teatro amateur. Ensayan los martes y jue-ves de diez a doce. Es una compañía formada toda por muje-res, excepto el director, que es el padre de Bego. Así queAmaya me cuenta cosas de cuando van a actuar a algún pue-blo o de cuando tienen alguna actuación importante y esascosas. Yo escucho, solo escucho. Me llamaba muchísimo laatención eso de que actuasen delante de la gente, interpreta-sen un papel y luego les aplaudiesen. Me llamaba tanto laatención que les pedí que me dejasen ir con ellas a los ensa-yos, no suelo pedir nada pero esa vez lo hice. Les pareció unaidea estupenda. A las dos.

A Alex le he hablado de las dos. De Bego y de Amaya, aun-que sobretodo de Amaya. Al principio se ralló un poco porquele pasó como a mí, que se pensó que iba a ser como con Eli,pero en seguida se dio cuenta de que no. Ellas son ellas y yosolo soy su compañera de piso. Alex se sintió mucho más se-guro al saberlo. Yo también. Además él no entendería muchascosas de las que hablamos Amaya y yo, es como si de repenteme hubiese nacido una hermana mayor que siempre está dis-puesta a darme la mano pero que lo que quiere es que yo ca-mine por mí misma. Algo así. Nuestras charlas siempre seacaban a las cuatro y media, a esa hora yo me voy a mi cuartoa estudiar. Nunca fallo. Me gusta lo que hago, es lo que he ele-gido y no pienso perder el tiempo. Además, es la primera vezen mi vida que puedo leer con tranquilidad, que no tengo quehacer tareas, que no tengo que ir con el ganado, que no tengoque pensar en nada más que no sea en mis libros. Y mis cosas.Porque cuando se estudia es inevitable pensar en otras cosas.Todos lo sabemos. Y yo suelo pensar en Alex. Típico. Lo queno sé es lo que hace Amaya desde las cuatro y media hasta lasocho. No tengo ni idea. Puede que se pegue toda la tardeviendo la tele. De casa no sale, eso seguro. Pero no tengo niidea en qué echa el tiempo. Tampoco me preocupa demasiado.

Nunca había estado en un ensayo de teatro. Nunca. Nopuedo decir que me lo imaginase de otra manera porque sen-

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cillamente nunca me había imaginado como tendría que ser.Un ensayo de teatro, digo. Yo llegaba, me sentaba en un lugardonde pasase desapercibida y les miraba. El padre de Begosiempre hablaba con autoridad, no era alguien brusco ni ex-cesivamente autoritario, pero su voz siempre sonaba con fir-meza. Supongo que eso era necesario para ser director.Ensayaban La Casa de Bernarda Alba, iban a estar todo el cursocon esa obra. Yo nunca había leído a Lorca, es uno de esosautores que hay que leer, pero yo lo había ido dejando. Yosiempre que se nombraba a Lorca pensaba en poesía, sabíaque había escrito de todo pero siempre pensaba en poesía, nosé. Después de ir al primer ensayo me leí La Casa de BernardaAlba y me enganché de tal forma que no pude quitármela dela cabeza. Esa semana dejé bastante de lado a Kant, a Hegel,a los presocráticos y todo tipo de teoremas. Me sumergí du-rante horas en la vida de esas mujeres. Y luego pasó lo quepasó y ya me desboqué.

Si Bego estaba en casa, siempre acabábamos hablando depolítica, o de alguna injusticia social, o de feminismo, o decosas así. Yo de estos temas solo había hablado con Víctor, peroVíctor siempre hablaba de su época y era bien distinta. Bueno,tampoco tanto. El caso es que Bego siempre andaba metida enmovidas, siempre estaba al tanto de todo por lo que había queprotestar. Y Amaya también, ellas siempre estaban juntas. Yome enteraba de todo por ellas, las escuchaba, me encantabaescucharlas. Poco a poco me fui atreviendo a dar mi opiniónsobre algunas cosas. Para mí era todo un esfuerzo, no me gustasentirme juzgada. Y les gustaba escucharme. A las dos. Así quesin darme cuenta fui descubriendo mi postura ante el mundo,era muy cercana a la suya y a la de Víctor, y también a la deAlex. Eso me gustaba, me hacía sentirme bien conmigo misma.Y con mi mundo. Algunos dicen que cuando estamos en esemomento en el que nos vamos desprendiendo de nuestra in-fancia, en ese momento en el que los lastres van cayendo pocoa poco, es cuando nuestra ideología va tomando forma. Yo no

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creo mucho en lo de las ideologías, pienso que cada cual debeformarse la suya. Bego y Amaya dicen que son comunistas. Yono tengo claro lo que soy, estoy de acuerdo con casi todo loque hablan, pero no me siento parte de nada. Sé que soy deizquierdas, pero poco más. Y además, no me importa.

Un día fui con ellas a un acto sobre la memoria histórica.Primero había unas charlas y luego un homenaje en la fosacomún del cementerio de Oviedo. Yo les había contado lascosas que me había contado Víctor, lo de Caudé y eso, y tam-bién lo de Celesto el verdadero abuelo de Alex. Todo. Así queme invitaron a ir con ellas porque se imaginaron que me gus-taría. Y me gustó. Lo que pasa es que lo que menos recuerdode ese día es lo de la charla y el homenaje y eso. Lo único querecuerdo de ese día es a Bego diciéndome que la que hacíade Adela se había marchado a estudiar fuera y que iban a col-gar carteles por la Universidad porque necesitaban una chicajoven que hiciese de Adela. Yo no dije nada, ni siquiera meimaginé lo que venía después. Ellas sí, ellas se imaginan todoy siempre prolongan los silencios para luego reírse un pocode mí. Da igual, en el fondo me gusta. El caso es que habíanpensado que igual me apetecía hacer de Adela, les había vistoensayar durante casi un mes y la obra me la sabía de memoria.Al parecer Amaya le había contado que a veces ensayaba con-migo sus partes en casa. Pues sí. Habían pensado en mí y yase lo habían dicho al padre de Bego. Yo no decía nada, nodecía nada pero quería dar saltos de alegría. Claro que quería.Claro que quería. Claro que quería. El miedo ya lo combatiríadespués, ahora estaba enormemente feliz.

Lo que más me marcó fue lo de sentirme parte de algo. Esoy la ausencia de miedo. El primer día estaba aterrada, todosme lo notaban, pero en cuanto comenzó el ensayo fue comosi mi mente se quedase en blanco y otra persona ocupase micuerpo. No pensaba. No pensaba absolutamente en nada. Tansolo era la menor de las hijas de Bernarda y estaba llena depasión y de ansias de libertad y de lucha y de oscuridad y de

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odio por no querer seguir el camino marcado. En realidad mesentía muy identificada con Adela. La entendía muy bien, aAdela, digo. Y eso siempre ayuda. Supongo. Bego interpretabael papel de Amelia y Amaya el de Martirio. Éramos las peque-ñas, las condenadas al luto y al silencio, las que no teníamosvida, las que vivíamos bajo el yugo totalitario de nuestramadre y su obsesión por el qué dirán. Teníamos muchas es-cenas juntas. A mí la que más me gustaba era en la que Amayaestaba en el centro de la escena, yo estaba con Pepe y ella nosespiaba. Entonces, justo entonces, con Amaya de rodillas y sumano bajo las enaguas, se escuchaba mi lento taconeo y apa-recía yo, salía de detrás de la puerta y se desataba la escenafinal. Todo estallaba como precedido por un canto de cuervosencolerizados y después, todas en escena, todas las mujeresen un bullicio sin final del que yo desaparecía sin que nadiese percatase. Después el telón y, al levantarse, mi cuerpo ahor-cado balanceándose en silencio y Bernarda desgarrándose lavoz para perpetuar el buen nombre de la casa. Adela hamuerto virgen y pura. Mentira. Como todas las palabras quenacen para disfrazar la realidad. Eso era lo que más me im-presionaba de la obra. Sentir el balanceo sujeta del cuello porel mágico nudo que solo el padre de Bego sabía hacer, sentirel silencio del público y mi vello erizado. Y después, de nuevoel telón.

A Alex no le dije nada hasta mucho después. De lo del te-atro, digo. No le dije nada hasta hace muy poco. Igual hastapuede verme actuar. Me ha dicho que va a venir pronto y to-davía nos quedan un par de funciones antes de que acabe elcurso. Ojalá pueda verme.

Nunca me había sentido así. Nunca antes había experimen-tado esta maravillosa sensación de poder y de libertad. Nuncahabía tenido tanta fuerza. Cuando estoy en el camerino, pocoantes de salir a escena, abro los brazos todo lo que puedo. Noes para absorber nada, sino para vaciarme. Eso es lo que hagosobre el escenario. Dejar que esa fuerza que me invade, esa

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energía que ahora sé que es la sal de la vida, eso que me hacesentir única e irrepetible; salga de mí e impregne a todos lospresentes. Saberme en las retinas de todos y de todas, perono pensarlo ni por un momento, ya que no soy yo la que vuelasino Adela la hija de Bernarda. Nada importa. Solo yo sé delcamino recorrido hasta llegar hasta aquí, solo yo sé de los mie-dos y las incertidumbres, solo yo sé de todas esas miradas quesiempre juzgan, esas voces que castigan, esas acciones que sepagan. Solo yo lo sé. Y hoy las escupo a todas y cada una delas butacas ocupadas por seres invisibles. Hoy las escupo por-que así me libero, a través de Adela, de su gesto de rebeliónabsoluta. No hay nada parecido a esto. Nada. Nunca lo hubieseimaginado.

Aunque nunca vendo, sí que les ayudo a meter la maría enbolsitas. Es mi forma de colaborar con ellas. La organizaciónde la casa es muy sencilla: todas nos ocupamos de todo. Esotampoco me lo hubiese imaginado nunca, que pudiese fun-cionarse sin unas tareas obligatorias. Pues sí. Nosotras funcio-namos así. Por lo que me cuentan algunas compañeras lonormal es que cada uno tenga una parte de la nevera para suscosas. Nosotras no. Todo es de todas. Ponemos un dinero a lasemana para comprar y ya está. Sin más. Nos gusta así. Y conlo de la limpieza y cocinar y eso, pues lo mismo. En realidadyo me he adaptado a ellas. Ni siquiera lo hablamos. Simple-mente empezamos a funcionar así, igual que cuando estabansolas, pero conmigo. Eso me gusta. Así que ahora me sientoparte de algo. Me siento parte de la compañía de teatro. Y mesiento parte del piso de Bego y de Amaya. De mi piso. Tam-bién me gustaría decir que me siento parte de la vida de Alex,pero no sé. Últimamente estoy un poco rara, eso me dice élpor teléfono. Él también está raro. No sé. Yo les ayudo con lode las bolsitas y ellas me ayudan con todo lo demás. Es unasensación agradable. Poder confiar todos tus pensamientos aalguien, digo. Es una sensación agradable y extrañamentenueva. Ya no soy un mero adorno en las conversaciones, ahora

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siento que importo, como con Alex pero todos los días. Esaes la verdad.

A veces, después de actuar salimos juntas de bares. Las tres.Somos las jóvenes de la compañía, así que nunca se animanadie más. Con ellas he conocido la noche de Oviedo y meha gustado. Es muy diferente a Ribadesella, aquí nadie se fijaen nadie. Aunque en el fondo es lo mismo. Gente que mira,gente que habla, gente que ríe, gente que espera, gente quebebe, gente que discute, gente que fuma, gente que baila,gente que esnifa, gente que grita, gente que se acerca, genteque se aleja. No importa. A mí lo que más me gusta es justo lode antes de acabar en las discotecas. Cuando vamos a algunasidrería o algún bar tranquilo y bebemos y hablamos comoen casa, pero en su mundo, ahí es cuando más me siento partede ellas. Bego y Amaya siempre están de la mano, no les im-porta nada ni nadie, y de vez en cuando se dan un pico deesos que no hacen sentirse incómodo al acompañante. Hayparejas que quedan contigo y se pegan todo el rato manose-ándose y entrelazando sus lenguas cada poco, me ha pasadocon alguna compañera de clase. Lo único que consiguen esque los deteste un poco más y que la próxima vez me pienseseriamente si salir con ellos de nuevo o quedarme buceandoentre Tomás Moro y Rousseau. Amaya y Bego no son así, todolo contrario. Me encanta salir con ellas. Creo que en el fondodetesto a casi todo el mundo excepto a aquellos que me dejanser como soy. Puede ser.

Lo malo de dudar es que siempre acabas pensando en lapeor de las opciones. Por eso yo intento no pensar mucho enlo de Alex. A veces, cuando llevamos varios días sin hablar ylas dudas muerden con más fuerza, para huir de la distanciay sentirlo más cerca repito tres veces nuestra palabra: escucar,escucar, escucar. Y es como sentir un alivio instantáneo. Lomalo es que se desvanece con facilidad y vuelven las dudas aarañar mi pecho y mi sien. Hay algo que no me gusta de Begoy de Amaya. Puede que no tenga mucha importancia, pero a

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mí me incomoda. Son tremendamente desordenadas con loslibros. Bueno, en realidad habría que decir que Bego es tre-mendamente desordenada con los libros. A Amaya no la hevisto con un libro en las manos nunca, es raro pero es así. Enel comedor de casa tienen una colección de manuales de his-toria de España, unos que pone Tuñón de Lara en el lomo. Yame resulta extraño que no tengan toda la colección, que no ten-gan del uno al que sea, no, para nada. Tienen números sueltosy los tienen colocados sin ningún tipo de orden ni sentido. Silos ves desde lejos, sin prestarles mucha atención, puede pare-cer que es una colección perfectamente ordenada, pero si tefijas… Siete. Veintidós. Once. Tres. Dieciocho. Yo qué sé. Pueseso me molesta. Un día los ordené de menor a mayor y nadieme dijo nada. Puede que ni se fijasen. Yo estoy más cómoda así.En mi casa esto no me pasaba porque nunca ha habido libros.Los justos y necesarios. Así es imposible que se desordenen.Mi madre me ha mandado ordenar y limpiar miles de cosa a lolargo de mi vida, pero nunca me mandado colocar bien los li-bros. Me hubiese gustado tener esa obligación.

El otro día fui a un concierto de Doctor Explosion con Begoy Amaya. No los había escuchado antes, pero estas tenían in-vitaciones porque conocían a alguno de ellos. Fue brutal. Elcantante salió completamente desnudo, solo llevaba una capaque no le cubría nada, creo que también tocaba la guitarra.No sé. Todo muy salvaje. Luego nosotras también salimos enplan salvaje, hasta que nos echaron de todos los bares. Fue elpedo más gordo que me he pillado con estas. Al día siguientela cabeza me reventaba y tenía una continua sensación de náu-sea sobre la boca del estómago. Fue entonces cuando mellamó Alex para decirme que había dejado el curro y los estu-dios y todo y que se iba a vivir a Calabrez con su padre. Fli-pante. Shock absoluto.

Si cierro los ojos y pienso en todo lo que ha cambiado mivida en estos meses, me cuesta asimilar que haya pasado tanpoco tiempo. El tiempo. Siempre a rastras con el tiempo. Y,

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sin embargo, en cuanto empieza la función el tiempo se de-tiene como por arte de magia. Los actores nos mostramos des-nudos, con las manos vacías y el corazón repleto de miradas.Bailamos para ellos pero es el público el que baila para nos-otros, sus ojos son nuestros, brillan para nosotros. Para noso-tras. Es entonces cuando sucede, cuando si nos miramoscomprendemos que somos diferentes, que estamos volandopor encima de sus butacas, que paseamos nuestros cuerposde forma distraída sabiendo que somos otras personas. Encierta ocasión Bego dijo que interpretar una obra era comoun acto colectivo de una fuerza similar al acto sexual. Ellatiene sus teorías. Yo no sé si estoy del todo de acuerdo. Loque sí sé es que de su mano, de la mano de ambas, es dedonde he llegado a la libertad como yo la entiendo. La ten-sión, el silencio, el telón que sube y nuestros cuerpos que em-piezan a flotar, los aplausos, el corazón bombeando con fuerzadurante todos y cada uno de los minutos. Y después, despuéstambién. Por eso quiero que Alex lo vea. Que Alex vea la salsaliendo poco a poco de cada poro de mi piel. Que Alex mevea crecer hasta llegar a no conocerme. Puede que eso sea loque más me alegre de su decisión. Quiero que me vea actuary que vuelva a enamorarse de mí. Eso quiero. Y también ha-cerle el amor de forma salvaje, aunque no sé dónde, tendréque lidiar con Bego y su única prohibición conocida. No sé.El caso es que sí, que quiero que venga, que necesito quevenga, lo deseo desde septiembre, desde la última vez quenos vimos.

Ya nunca más volveré a sentirme un maniquí, ya nunca seréun objeto decorativo. Ahora, cada vez que mi boca es la bocade Adela y mis palabras la tinta asesinada de Lorca, cada vezque todo empieza, siento la magia cubriendo mi espacio vitaly no importa que los espectadores sean media docena o milmillones, no importa, tan solo importan sus ojos brillando ymi cuerpo elevado a su enésima potencia. Tan solo eso.

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capítulo 3

de tanto mirarte

de tanto mirarte

Ven, voy a devorarte,

lentamente hipnotizarte,

serás un juego que se

tornafuego entre lis

onjas.

Sinni siquiera hab

larte

puedo hacerte entrar en

trance,mover mi cuerpo c

on mesura

haciendo travesuras,

y en tu entrepierna laten

ferozmente mis maldades,

cuando quiero se desbocan

y tiemblan las farolas.

Soñando que estoy

despierto,te miro y me en

ciendo,

buceando entre copas,

te espero en la cresta

de las olas.Los lunes son mi

destierro,

de martes a jueves

asfixio las horas,

el viernes resucito

con la aurora.

En la estación del

deseo.De tanto mirart

e por

poco me muero.

Soytu mirada erran

te,

tus caricias en los

bares,voy del cielo h

asta tu

bocapara volverme l

oca.

Te miro y no te merezco,

golpea en mi pecho,

tu lengua tan roja,

volemos por los aires

las derrotas.

En la estación del

deseo.De tanto mirart

e por

poco me muero.

Al final todo se ha retrasado más de lo previsto. Lo de queAlex se fuese a vivir con su padre, digo. Yo me he pegado elverano en Calabrez sin hacer nada importante, ha sido comoun retorno no deseado. A Alex le pidieron en el curro que tra-bajase durante el verano, era una pasta y al final aceptó. Tam-bién ha aprovechado los meses de verano para sacarse elcarnet de conducir y con la pasta que ha ganado se va a com-prar un coche de segunda mano. Eso me ha dicho. Con mispadres no he estado mal, tampoco bien, simplemente he es-tado, normal. Apenas me han preguntado nada importante,como siempre, las mismas preguntas vacías de siempre, de loimportante nada. Cuando les quiero contar algo de la compa-ñía de teatro me cambian de tema. Siguen sin entenderme,como siempre. Para ellos lo del teatro es una pérdida detiempo. Una pérdida de tiempo y una humillación. Sí, una hu-millación. Ahora soy yo la que no les entiendo. Como siempre.Su hija encima de un escenario… Todo el mundo puedemirar. Todo el mundo puede hablar. Todo el mundo puedeseñalar. Todo el mundo puede criticar. Todo el mundo puedemurmurar. Soy más Adela que nunca. Por eso, cada vez queempiezan con esa murga, me voy al monte a dar un paseo.Estoy mejor sola.

Mis padres me han dicho que Víctor ha mejorado muchodesde que sabe que Alex se va a vivir con él. Yo lo veo muymal. Muy mal. Aunque al parecer ha estado peor. Joder. Sealegró mucho de verme, Víctor siempre se alegra de verme,

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pero esta vez mucho más. Dice que tiene tantas ganas de estarcon su hijo que a veces olvida los dolores. A veces, solo aveces, y por unos momentos. Víctor no es de quejarse, no legusta dar pena, pero ahora ya no tiene más remedio. Mi madrelo cuida, lo vigila, le recuerda lo de la medicación, le preparala comida… Pero no puede estar allí todo el tiempo, así quecasi siempre está solo. Cuenta los minutos para que Alex apa-rezca. Yo también.

Ya tiene el carnet de conducir. Ya lo tiene. Estaba muy con-tento y dice que pronto se irá del trabajo, que ya casi tiene eldinero para el coche. Eso me dijo. Ayer. Hablamos por telé-fono. Yo ya no sé si lo quiero más por echarle tanto de menoso simplemente es que necesito estar a su lado. No sé. Ha sidoun verano raro. Mi verano, digo. No me quedó ninguna paraseptiembre, así que no tenía absolutamente nada que hacer,pero ha sido llegar a Calabrez y multiplicarse mis obligaciones.Las he ido haciendo, no sé si porque hacía mucho que no lashacía, por desidia, por no escuchar a mi madre o por no mon-tar una bronca al día durante todas las vacaciones. No sé. Elcaso es que entre unas cosas y otras se me ha pasado el veranosin ir a ningún sitio. Tampoco tenía a dónde ir. Ribadesellame aburre, bajé un par de sábados, los suficientes como paradarme cuenta de que me aburre sobremanera. Bego y Amayase han marchado todo el verano con el Inter-rail por Europa.Alex currando. Y yo aquí, sola. Vaya mierda.

Ayer soñé con él. Con Alex, digo. Una vez más. Llevo todoel verano así. Es como si al llegar a Calabrez golpeasen confuerza en mi cabeza los recuerdos de su mano y de su lengua,de su cuerpo, de su todo. Golpeándome con fuerza y resur-giendo ante mí, humedeciendo mis sueños. Todas las noches.Siempre soy yo la que le llama, la que le pide que se acerquea mí, no estamos en ningún lugar concreto, tan solo hay oscu-ridad a nuestro alrededor y le veo caminando hacia mí, son-riendo. Quiero devorarlo. Solo sé que quiero abalanzarmesobre él y saciar mi hambre en su piel, en toda su piel. Veo en

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sus ojos el deseo y me derrito. Lo veo. Es transparente y dis-fruta con mis travesuras. Me gusta provocarle. Jugar con él.Hacerle perder el control de sus actos. Tenerlo a mi merced.Me gusta. Lástima que en cuanto suena el despertador medespierto sudorosa y tremendamente sola. Cuando me des-pierto así suelo estar de mal humor toda la mañana. Me mas-turbo. Sí. Pero estoy de mal humor toda la mañana. Seguimosigual, con la misma distancia de por medio y estoy empezandoa cansarme de esta situación. No. No me estoy empezando acansar. Llevo meses cansada de esto. No lo soporto más. Oviene o reviento. O viene o todo se acaba. Ya lo he dicho. Asíes. Estoy de mal humor.

Primero me dijo que venía ya. Y nada. Luego me dijo quetrabajaría durante el verano para tener pasta para sacarse elcarnet y comprarse un coche de segunda mano. Y nada. El ve-rano ha pasado como un chasquido de dedos. Y nada. Mañanaempiezan las clases. Y nada. Víctor también está desilusio-nado. Con lo de que Alex no haya venido, digo. No dice nadapero su mirada lo dice todo. Necesita compañía, necesita aAlex. Y yo también. También ha dejado de enviarme cosas.Cosas de las que escribe, digo. Ha dejado de enviármelas. Diceque no tiene tiempo para escribir. A mí eso me da pena, losiento más lejos, más todavía. Puede que ya se haya olvidadode todo y solo venga a estar con su padre. Nada más. Si no esasí… ¿por qué no está ya aquí? Sabe perfectamente que hoyme voy a Oviedo, lo sabe, yo se lo he dicho. Mientras preparola maleta voy pensando en lo que nos estamos perdiendo, enel tiempo que se escapa y ya nunca regresa, en lo idiota quesoy y en lo sola que me siento. También pienso en empezarde nuevo. De nuevo Oviedo y la universidad, y el teatro, yAmaya y Bego. Mañana. Mañana empieza todo de nuevo.

Llegar al piso de Bego y Amaya ha sido como regresar a unoasis de paz y tranquilidad. Aquí estoy mejor que en Calabrez,mejor que en cualquier lado. Ellas no han llegado todavía.Llevo casi una semana sola en el piso, las clases ya han empe-

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zado, pero como los ensayos del teatro no arrancan hasta den-tro de unos días, Amaya y Bego se han ido a Donosti con lafamilia de Amaya. Estas dos sí que se lo montan bien. Qué en-vidia me dan, hacen lo que quieren en el momento que quie-ren, lo único que les importa es su felicidad, vivir la vida,disfrutar cada instante. Eso es lo que yo quiero para mí. Lodifícil es conseguirlo. Como no tengo nadie con quien hablar,me dedico a leer todo el día. Este curso va a ser bastante máscomplicado que el anterior, acabamos de empezar y ya noshan mandado un montón de lecturas obligatorias, y de traba-jos, y las fechas de los exámenes. Me he agobiado. Solo unpar de clases y ya me he agobiado. Pero como estoy sola eltiempo me cunde el doble. Y avanzo en lo de las lecturas.Freud siempre me ha atraído, había leído cosas sueltas, todascon un cierto poder hipnótico, como un imán. Ahora lo estoyleyendo en profundidad. Al final todo está relacionado, lo dela continuación de la obra paterna y la adaptación a la socie-dad imponiendo una represión del indiviudo, de su líbido, desu libertad. Eso es Adela. Y yo, también soy yo, digo. Supongoque los libros no son sino un reflejo del que los lee; los hace-mos nuestros, como una terapia, como una confirmación denosotros mismos, como una misma letanía con otras palabras.Supongo.

También me he vuelto a leer el texto de la obra, me sé dememoria todos los diálogos de todos los personajes pero nome importa. Lo he vuelto a leer. El padre de Bego dijo que íba-mos a seguir con la misma obra, que tenía varios bolos apala-brados. Yo nunca pensé en que me pagarían por hacer lo quemás me gusta y, sin embargo, de vez en cuando, me dan unsobre de la compañía. No es mucho dinero pero sí el suficientecomo para darme algún capricho. Ayer me fui de compras.Había dejado el último sobre en el cajón de mi mesilla, ya nime acordaba, así que salí a ver en qué me lo gastaba. En Salesasno vi nada interesante así que me puse a mirar escaparates porla calle Uría y fui entrando en algunas tiendas. Nada más ver

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ese vestido morado supe que estaba hecho para mí. Me loprobé y parecía estar hecho a medida, la verdad es que no suelotener mucho problema con las tallas y esas cosas, debe ser quetengo un cuerpo bastante estándar. Yo que sé. La talla más pe-queña que tengan, la xs o la que sea. Solo tengo que decir eso.Y casi nunca falla. Es un vestido muy ceñido. Es morado perohace como aguas que llegan a tonos muy oscuros, casi negros.Pero es morado. Por la parte de delante lleva como unos rotostransversales, como unos arañazos de algún animal salvaje. Sal-vaje, es un vestido salvaje. Y corto, muy corto. Es una pasada.También me he comprado unos zapatos de tacón negros conalgunos adornos de metal. Voy a probármelo todo ahora queestoy en casa y no hay nadie esperándome.

Empiezo por la lencería. Sí, también me he comprado algollamativo. Me apetecía sentirme sensual, desearme a mí misma.No sé. Un finísimo tanga negro, con un pequeño volante alre-dedor de la cintura y mínimas transparencias por la parte dedelante. Hace unos meses me depilé casi por completo. Fueinsistencia de estas, de las dos. Yo siempre había lucido unfrondoso pubis, muy poblado, muy negro. Ellas no. Ellas es-taban perfectamente depiladas. Bego completamente, sin unsolo vello púbico. Amaya con una fina cresta, una línea per-fecta en el centro de su sexo. Me lo dijeron entre risas, des-pués de ducharnos en el teatro, y me llevaron casi a rastras almismo centro donde iban ellas. Me depilé como Amaya ydesde entonces lo mantengo así. Suave y atractivo. Perfectopara la vista y para el tacto. Y con este tanga estoy de muerte.Luego el sujetador, también negro, a juego con el tanga, conlos mismos adornos casi imperceptibles. Lo importante es lootro. Me sube ligeramente las tetas y cuando me coloco el ves-tido parecen estar en el único lugar donde deberían estar. Enbandeja para que los ojos de la gente se postren ante ellas.Me encanta pensar guarradas delante del espejo. No me hepuesto medias porque me daba mucha pereza. Me he calzadomis zapatos de tacón y he paseado por la casa. Antes he

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abierto las persianas por si a algún vecino le apetecía mirar.Estoy como una cabra, lo sé. He de reconocer que he fumadoun poco de maría. Acaba de sonar el timbre.

No me lo puedo creer. Cuando abro la puerta no me lopuedo creer. Es Alex. No entiendo nada. Doy dos pasos atrásy extiendo el brazo, mis dedos le piden que se acerque, queentre adentro. Mi boca entreabierta sonríe con timidez. Misojos brillan. No nos decimos nada. Le agarro de la camiseta yle llevo hasta el sofá del comedor. Lo siento. Le beso breve-mente en la boca y pongo algo de música. The Velvet Under-ground. Mi cuerpo danza al ritmo de la música. Ha dejado deser mío, tan solo es de la lenta letanía que hipnotiza los sen-tidos. Estoy jugando con Alex. Quiero ponerle cachondo, muycachondo. Con la siguiente canción el ritmo se acelera, la vozprofunda sigue conduciéndome a derecha y a izquierda, ade-lante y atrás. Mis movimientos le enloquecen, no sabe quéhacer. No pienso decirle una sola palabra. Solo quiero que memire. Me desprendo de los zapatos y sigo el ritmo lento y en-demoniado. Sus ojos van de mis caderas al cuello, se detienenen mi pecho que se hincha por momentos. Mi pierna derechamarca el compás, él está anulado, completamente anulado ycoloco mi pie izquierdo en su entrepierna. Late desaforada,está dura como el acero; quisiera desabrocharle y llenarme laboca, pero prefiero seguir jugando con él. Lo empujo haciaatrás, él intenta hablar pero le cierro la boca con un beso. Aquímando yo. Una sensual voz de mujer desconsolada sale de laminicadena, las persianas siguen abiertas y yo comienzo a des-prenderme del vestido. Le coloco entre los labios los restosdel petardo y me desabrocho el sujetador. Entonces, justo en-tonces, le pido que me folle. Todo lo demás sucede de formasalvaje. Si alguien mira estará santiguándose o tocándose ensilencio. La noche reina en las calles y la luz de las farolas re-piquetea. Debe ser por nosotros.

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Cogí la mochila y salí de mi casa dando un portazo. Mi TíaMercedes gritaba desde la cocina. Me tenía hasta los huevos.Desde que le dije que pensaba marcharme me tenía hasta loshuevos. Mierda puta. Salí a la calle y el sol caía a plomo. Joder.Iba a cocerme dentro del coche. Cómo detesto cuando em-pieza septiembre y sigue haciendo el mismo puto calor queen agosto. Lo odio. El día anterior había sido mi último díaen el trabajo, esta vez de verdad; ya no necesitaba más pasta,así que me importaba una mierda si al encargado le venía bieno mal que me pirase. Que le follen. Que le follen a él y a todoel Alcampo entero. Así que como no tenía que currar y yahabía hecho todo lo que tenía que hacer en esta mierda depueblo, me largaba para siempre. Antes de montarme en elcoche, meter primera y largarme, fui a ver a mi Prima. No fuedifícil encontrarla, siempre iba a tomarse el café al Flash. Es-taba sentada en la terraza.

—Estas sola —le dije a modo de saludo.No ves que no —así eran nuestros saludos, yo miré de reojo

el café con hielo que tenía delante y le dí un trago —seguroque Chusky me da un poco.

Es de la Nuria —me dijo partiéndose de risa; la Nuria esaera una auténtica subnormal, sabía que no la soportaba.

Bueno Andrea, que me voy, ¿vale? —no me molaban las des-pedidas, no me molaban nada —tu madre se ha quedadodando gritos. Está muy mosqueada. Ya os llamaré y esas cosas.

Las cosas se me habían complicado más de lo que yo pen-saba. Yo quería largarme cuando se lo dije a Selene, pero secomplicó todo. Joder. Cuando quieres algo durante muchotiempo y parece que al fin vas a conseguirlo, siempre hay algoque se tuerce y se va todo a la mierda. Mi Tía se puso comoloca y me volvió la cabeza del revés. El encargado me dijo quesi me quedaba los meses del verano me pagaría más. Y medaba un miedo de la hostia llegar a Oviedo y encontrarme conSelene y que ya no fuese lo mismo, y que ya no me quisiese,

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y que ya no significase nada para ella. Total, que me rajé unpoco y decidí sacarme el carnet de conducir y comprarme uncoche con la pasta que ganase. El Iker sabía un huevo de co-ches y siempre estaba mirando anuncios de segunda mano ymierdas de esas, él me localizaría algo guapo por la pasta quetenía. Lo que más me tocó los cojones fue lo de mi Tía, sepuso como una imbécil a prohibirme cosas y encima va la gi-lipollas y se piensa que me quedo porque ha conseguido ha-cerme entrar en razón. Y una mierda. En cuanto pasase elverano iba a largarme, eso fijo. Los cabrones de mi cuadrillaestuvieron descojonándose de mí tres días seguidos, si lo séno me despido de ellos. Subnormales. Y mi Prima me soltó lamisma chapa de siempre pero con más palabras. Lo sé. Lo sé.Lo sé. Tengo que ir con Selene.

Después de despedirme de mi Prima me fui hacia el coche.Esta vez no pensaba despedirme de nadie más. Que les jodana estos gilipollas, por descojonarse de mí. Mi coche nuevo desegunda mano me esperaba en la puerta de mi casa. Korsakov.Es un Opel Corsa blanco de los viejos, de esos que tienen elmaletero cuadrado, y lo bauticé como Korsakov. Mola unhuevo. Entre las pocas cosas que junté para el viaje había unamochila entera llena de casettes, eso no podía faltar. NO NOSHABLARÍAN ELLOS CON OJOS DE MERCADER, DONDEQUISIMOS AMARNOS, DONDE QUISIMOS CRECER. Lamúsica es fundamental para empezar un largo viaje así que,miré al frente, metí primera y me dejé llevar. LA LOCURADIJO A LA RAZÓN NO EXISTE UN CORAZÓN QUE APA-GUE MI TORTURA. A la altura de Bilbao ya iba completa-mente desenfrenado, cantando a voz en grito, a ciento treinta,todo lo que daba el pobre Korsakov. Joder, qué subidón.QUIERO CORRER ENCIMA DE UN CRISTAL, CORTÁN-DOME LOS PIES TRATANDO DE BUSCARTE. Paré en elárea de servicio de Arrigoriaga a llenar el depósito y echaruna meada. Cuando arranqué de nuevo, pensé por un mo-

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mento en lo que estaba haciendo y me entraron nauseas. Casipoto allí mismo, no sé qué hostias me pasó, pero casi poto. Mevino una arcada de esas que no puedes retener y solo puderecurrir a la solución final. Tragar. Buagggg. Asco total. Joder.Menos mal que tenía una lata de cerveza a mano y pudeecharle un trago. Cada vez estaba más cerca. Busqué otracinta, algo que me dejase conducir en paz, algo que no meacelerase el corazón, algo que me dijese que tenía sentido loque estaba haciendo. LA SANGRE AÚN ME HIERVECUANDO PIENSO EN MI MALA SUERTE, Y CUANDO MELEVANTO EN EL JERGÓN OS MALDIGO. Llegué a Cala-brez a las nueve y veinte. Mi padre no me esperaba. No lehabía dicho nada.

Abrí la puerta. Siempre deja la llave por fuera así que nuncahay que llamar. En la tele estaban con la mierda esa de que laInfanta y el Urdangarín habían tenido su primer hijo. Siemprecon las mismas tontadas. Ya ves tú. Uno que jugaba al balon-mano y una que no ha hecho nada en su puta vida han sidopadres. Pues muy bien. Pues que les follen. Putos ricos demierda, la tele es suya.

—Papá —lo dije con un pequeño temblor en la voz, esperoque solo lo notase yo, estaba dormido en el sofá con los piessobre la silla, estaba en los huesos —Papá.

—Alex… Alex… pasa, pasa Alex —entre que estaba mediodormido y que tenía un montón de heridas sin curar en losbrazos y en las piernas, pensé que no era mi padre —te espe-raba hace tres meses.

Tampoco había avisado a Selene. La última vez le había fa-llado. Ella nunca me dijo nada, pero los dos lo sabíamos.Había fallado. Pienso en todas las veces que me equivoco ypierdo la cuenta. Pues esta era una más. Me resulta más fácilexplicarle estas cosas a mi padre. Él me habló con sinceridaddesde el principio y yo hago lo mismo. Los miedos no son co-munes a las personas pero son miedos al fin y al cabo y, por

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muchos miedos diferentes que existan, el miedo a la muertenos une a todos. Hay quien lo dice y hay quien no. Yo sé cuales mi mayor miedo, la soledad es mi mayor miedo y todo lodemás va de su mano. El miedo al rechazo. El miedo a nosaber qué hacer. El miedo a no poder hacerla feliz. Todo es lomismo. Mi padre tiene miedo al ayer. Eso dice. Que tienemiedo al ayer. A mí lo que me da miedo es que cualquier díase va para el otro barrio. Está hecho una mierda. Cuando lovi casi me quedo sin habla, pero supe salir del paso sin que seme notase demasiado.

Los días en Calabrez pasan de forma totalmente distinta, eltiempo se estira y se encoge a su antojo. La verdad es que megusta esto de estar con mi padre. Después de contarnos nues-tras cosas y ponerme al día de los medicamentos que tieneque tomar, he organizado mi cabeza para ser parte de su viday seguir siendo dueño de la mía. No está nada mal el plan. Heconocido a los padres de Selene. Ellos no tienen ni puta ideade que soy la persona que va a pasar toda su vida al lado desu hija. Me importa una mierda. Yo sí lo sé. También he cono-cido a su hermano Pablo, no habla mucho pero parece majo.Y bueno, lo de cocinar y eso lo llevo regular, así que aceptode buen grado las cosas que nos trae la madre de Selene. ASelene no le he dicho todavía que estoy por aquí, mañanasalgo para Oviedo, quiero hacerlo antes de que se entere porsus padres o lo que sea. Venga, va. Mañana. Ya se lo he dichoa mi padre. Ha sonreído y no ha dicho nada. No sé qué signi-ficará eso, pero seguro que significa algo. Mañana.

Me sabía la dirección de memoria. Le había escrito un mon-tón de cartas. Antes más que ahora. Metí el coche en un par-king subterráneo, ni me conocía la ciudad, ni me apetecíabuscar sitio. Era un parking bastante cercano a la Universidad,el piso de Selene no podía estar lejos. Pregunté a un viejo queestaba sentado en un banco, memoricé las indicaciones, mepuse los cascos del walkman y seguí sus instrucciones. ME

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QUEMA LA SANGRE Y LAS ANSIAS DE ROMPER LA RE-SIGNACIÓN Y LA ANGUSTIA QUE HAY EN MI INTE-RIOR. No tardé demasiado en encontrar el portal. Estabaabierto, así que subí y llamé al timbre de la puerta.

Después de lo de ayer creo que mi vida ha cambiado parasiempre. No solo por el sexo salvaje. El simple hecho de verla,sentirla a mi lado, sentir su deseo, tan solo eso. Había vueltoa la vida. Lo que no sé es por qué cojones me vuelvo tan gili-pollas y me pongo a pensar chorradas de estas. No me reco-nozco. Follamos como locos. Ese sí soy yo. La hostia puta.Tampoco reconocí a Selene. No me saludó, no me dijo nada.Tan solo me miraba con esos ojos tan felinos. Tan solo semovía como una gata en celo. Contoneándose al ritmo de lamúsica. Desprendiéndose de su vestido. Mostrándome su pe-chos firmes, su piel de porcelana, sus pezones de un rosa queatrapa miradas. No me dejaba tocarla, al principio no me de-jaba tocarla. Apartaba mi mano y me ordenaba, sin decirmenada, siempre sin decirme nada. Me castigaba a ser un meroespectador de la mejor obra que jamás se haya interpretado.Ella se mordía el labio inferior al mismo tiempo que arrastrabahacia abajo, con lentitud malévola, su minúsculo tanga, de-jando al descubierto un coño perfectamente depilado. Quisepasar mi lengua por él, quise acariciarlo con suavidad, peroella seguía jugando. Colocaba su pie sobre mi polla, presio-nando como una niña traviesa que quiere llamar la atención.Intenté poner mis manos en su culo pero las apartó. Me quitóla camiseta y comenzó a lamerme los pezones. Yo estaba apunto de explotar. Y solo cuando ella quiso, solo cuando sudeseo era incontrolable, me dirigió la única palabra que cru-zamos en toda la noche. Fóllame.

A partir de ahí cualquier cosa podía pasar. He esperado tan-tas veces estar a su lado, que todavía no me lo creo. Porquees así. Estoy como en una nube que me hace verlo todo desdearriba. Soy el ser más poderoso de la Tierra. Y mi día a día se

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va construyendo alrededor de fines de semana inolvidables.En Calabrez simplemente dejo que pase el tiempo, un tiempoque comparto con mi padre. Al final nos hemos unido muchomás de lo esperado. Es un tío increíble, mi padre es una pa-sada. Todo lo que ha vivido merece ser escrito en algún libro,quizá tenga que ser yo el que lo haga. Quizá. Algún día. Laenfermedad le está corroyendo por dentro y sin embargo, élse comporta como si no pasase nada, como si el tiempo no sele escapase de las manos, como si los dolores no le nublasenel pensamiento. Yo intento no pensar demasiado en eso. Esdifícil. El médico le ha dado muy pocas esperanzas de vida,se muere y lo sabe. Al menos puede hablar conmigo. Dice queel contarme todo lo que vivió sin estar a mi lado, ejerce en sucuerpo un efecto balsámico que nunca nadie podrá hallar enninguna medicina. Eso dice. A mí también me viene bien con-tarle mis cosas. Tengo la cabeza llena de algo difícil de des-cribir. Él me dice que estoy enamorado. Eso ya lo sé. Pero esque mi pecho va a cien por hora todo el tiempo, vivo sin pres-tar atención a nada, pienso únicamente en volver junto a ella.También pienso en otras cosas, como en irme a vivir a Oviedo,compartirlo todo con ella, tenerlo todo en común. Esas cosas.

Era viernes de nuevo. Como todos los viernes me metí enel Korsakov nada más comer y puse rumbo a Oviedo. Habíabastante tráfico así que fui acumulando nervios y mala hostiamientras castigaba mis pulmones con un Lucky tras otro y lamúsica hacía temblar los altavoces. ESCUPIRÉ ANTE VUES-TROS GESTOS DE BUENA VOLUNTAD, ESCUPIRÉ ANTEVUESTRAS CARAS DE GENTE MUY FORMAL. Mierdaputa. Coches por todos los lados y yo queriendo llegar ya. Ya.Ya. Ya. HAGO GESTOS, GESTICULO, CADA DOS PALA-BRAS JURO Y NO ME IMPORTA QUE ME LLAMEN ELCATADOR DE VINAGRE. Llegué media hora más tarde delo previsto. Cagüenlaputamadredetodosloscochesdelmundo-mundial. Selene estaba esperándome en el mismo bar de

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siempre. Antes de llegar hasta ella me encendí el enésimo ci-garro, más por costumbre que por ganas. Me acerqué a ellaen mi particular nube de colores, sin saber muy bien si todoera verdad, como en esa frase que en tantas paredes de Zara-goza he visto escrita, soñando que estoy despierto. Antes dellegar hasta ella me detengo, como está de espaldas puedoperder unos segundos en mirarla. Solo unos segundos. Lo su-ficiente para notar ese calor interior que siempre me acom-paña cuando estamos juntos. Las pulsaciones van desbocadas.Qué ganas tenía de verla.

—Hola —le dije con la mayor de mis sonrisas —llego tardepero es que había un tráfico del copón. Si lo sé salgo antes.

—No pasa nada —solo tres palabras y yo ya soy feliz, tres pa-labras entre tres besos, rápidos y certeros, no sé cómo lo hacepero siempre me besa como una ametralladora, dejándomeherido de gravedad y curándome con solo mirarme —vamospara arriba que están éstas esperándonos, tenemos ensayo enuna hora.

Subimos a su piso. Al principio yo no podía subir porque aBego no le gusta que suban chicos a casa. Conmigo hacen unaexcepción. Amaya y Bego son muy buena gente. Y quierenmucho a Selene. Y tienen una maría de la hostia. Entramos alcomedor, acababan de hacerse un petardo, nunca fumabanantes de un ensayo, pero aquella tarde era diferente. Les habíallamado el padre de Bego para decirles que en una semanaestrenarían en un sitio muy importante. No me enteré muybien, no sé si era un teatro muy importante o que iba a verlesactuar alguien muy importante. Algo así. El caso es que lastres estaban muy contentas y se enchufaron un canelo. Selenepuso uno de los cedés que se ponía cuando me echaba muchode menos. Eso dijo. Y AUNQUE YO HAGA UNA DIETA DETRISTEZA, SI TÚ ERES QUIEN COCINA ALGO MÁSQUE MIERDA HABRÁ EN LA MESA. Las tres se levantarony cantaron a voz en grito. Se la sabían del tirón. Amaya medijo que Selene siempre la ponía después de hablar por telé-

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fono conmigo. No tuve tiempo ni de ponerme triste, nos tení-amos que ir, tenían que ensayar.

Pienso demasiado. Selene me dice que pienso demasiado.Pero cuando estoy en Calabrez no puedo hacer otra cosa. Pen-sar. Me dan igual los lunes. Me dan igual los martes. Me danigual los miércoles. Me dan igual los jueves. Solo me importaque llegue el viernes cuanto antes para salir corriendo haciaOviedo y encontrarme con ella. Los viernes son el mejor díade la semana. Me levanto cuando sale el sol, duermo con lapersiana completamente abierta y así me levanto temprano,para disfrutar, para pensar en que ya no queda nada. Ya esviernes. El resto del tiempo no importa absolutamente nada.También importan los lunes, importan porque duelen. Loslunes estoy cabizbajo, especialmente silencioso y sombrío. Noquiero saber nada de nadie. Simplemente sufro mi destierroy me resigno. Mi padre ya se ha acostumbrado a no hablarmelos lunes. Solo lo necesario.

También bajo a Ribadesella de vez en cuando. No me hacemucha gracia pero bajo. Siempre hay que comprar algo. Me-dicinas. Pan. Alguna cerveza. Comida. Ahora que yo estoy aquíprefiero encargarme yo de estas cosas que depender de nadie.Suelo llevar una lista porque mi padre dice que si no me loapunto se me olvidan la mitad de las cosas. Me lo dice porqueme ha pasado varias veces. Hago los recados y me doy unpaseo por la Atalaya, o por Guía, o por la playa. Recordando.Recordando y pensando. Imaginándonos desnudos sobre elagua, flotando en las olas salvajes que chocan con las piedraso que mueren en la arena. A veces escribo. El otro día le regaléun poema a Selene. Hacía mucho tiempo que no le enseñabanada de lo que escribía. Las lunas morirán/ de hambre/ desed/ y tú siempre volarás conmigo/ en días de destierro/ teespero en la cresta/ de las olas. Se lo regalé, pero me dijo queprefería leerlo en casa, cuando estuviese sola. Ya nunca meacordé de preguntarle, de todas formas era una puta mierda.

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Me gusta ir a verla ensayar. Es la hostia. La puta hostia. Enrealidad solo la he visto ensayar una vez. Pero me gustaríaverla más veces. Los viernes nunca ensayan, excepto ese vier-nes que había un ensayo general por no sé qué hostia impor-tante que iba a pasar. Así que pude verla. Ensayo general. Conel vestuario y todo el percal. Como si estuviesen en un es-treno. Verla encima de un escenario me produce una extrañasensación, una atracción diferente. Es como si un único focola alumbrase encima de su cabeza y alrededor solo hubieseoscuridad. Es raro. Por momentos es Selene, pero por momen-tos deja de serlo. Y yo sigo allí agarrado a mi butaca con losojos como platos. No sé de qué cojones iba la obra ni quépapel hacía ella ni nada de nada. Tan solo la veía a ella. Todolo demás era decorado. El resto de actrices. El director. Noveía nada. Era como estar en una estación repleta de gente,sentado en el andén viendo pasar los trenes durante horas.Esperando hasta que algo sucediese.

—De tanto mirarte por poco me muero —eso fue lo primeroque le dije, llevaba bastante rato esperando a que se cambia-ran y eso fue lo primero que le solté.

—¿Te ha gustado?, ¿de verdad?—Por poco se me para el corazón —cuando digo estas cosas

pienso que soy el tío más gilipollas de la Tierra y, sin embargo,las sigo diciendo —no podía dejar de observarte, mis ojos que-rían más y mi pulso se aceleraba en cada una de tus frases.Nunca lo hubiese imaginado.

—¿No? ¿Por qué?—No sé… —esto huele a cagada por todos lados, mierda,

mierda, mierda —es que no soy mucho de ir al teatro y tal.—Bueno tortolitos, vamos a tomarnos unas cervezas, ¿venís?

—Amaya y Bego, se había acercado después de despedirse delos demás. Esa noche saldríamos con ellas.

Caminamos por una calle estrecha, me iban a llevar a unbar al que solían ir después de actuar. Las tres estaban guapí-

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simas, caminaban del brazo y yo, un metro más atrás, no podíaapartar la mirada del culo de Selene. Joder, cómo le sentabael vestido morado. Aún no había empezado la noche y yo yasoñaba con arrancárselo. No recuerdo el nombre del bar, en-tramos y nos sentamos en una mesa al lado de la ventana. Lamúsica molaba. TIEMPOS NUEVOS, TIEMPOS SALVAJES,TOMA UN ARMA, ESO TE AYUDARÁ, LEVÁNTATE YLUCHA, ESTA ES TU PELEA. Bego pidió por todos, le gus-taba probar cervezas diferentes y en ese bar las tenían a cien-tos. Nos pidió una diferente a cada uno, así las podía probartodas. Ellas hablaban de la obra mientras yo miraba distraídopor la ventana. REINAS DE LA NOCHE, PRESAS EN ELBAR, PERDIDAS EN EL TIEMPO, UN PASO DE BALLET.Selene irradiaba felicidad, hablaba sin parar, reía y, al mismotiempo, acariciaba mi mano derecha como diciéndome quetambién estaba conmigo. Y justo cuando menos me lo espe-raba, giró mi cabeza y comenzó a besarme con una pasióndescontrolada. Amaya y Bego habían ido a pedir de nuevo,las manos de Selene se introdujeron debajo de mi camiseta,yo la dejaba hacer mientras entrelazaba mi lengua con la suya.SIGUE ASÍ TOCANDO ESA GUITARRA PORQUE MEQUIERO DIVERTIR, QUIERO BAILAR ROCANROLTODA LA NOCHE HASTA QUE SALGA EL SOL. Amayallegó pegando saltos y nos levantó a los dos, Bego estaba bai-lando de forma alocada en mitad del bar y nos unimos a ellariendo sin parar. Todos cantábamos. Selene estaba como loca,con una energía desbordante, la sonrisa no le cabía en la boca.Y me encantaba.

Después de tomarnos unas cuantas en ese bar, nos marcha-mos para casa. Estaban cansadas. Antes de irnos a dormir nosfumamos un par de canutos. Yo no podía parar de hablar. Ledije que había pensado irme a vivir a Oviedo, que mi padrese las arreglaba bien solo, que quizá podía matricularme enalgo al año próximo, que podía trabajar en lo que sea y ganardinero para los dos, que tenía ganas de vivir con ella. Selene

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se había quedado dormida sobre mi hombro. La cogí en bra-zos y la llevé a la cama.

Sigo sin poder creerme la suerte que tengo. Las semanasvan pasando y yo sigo aquí. Feliz. Compartir su tiempo, suvida, es lo mejor que me ha podido pasar. La amo. La amocon locura. Me da vergüenza decirlo, pero la amo con tantafuerza que duele como nunca nada ha dolido. Sus ojos, supelo, sus piernas, sus dientes. Me vuelve loco. Su culo, sunariz, sus tetas, su ombligo. Sinceramente no creo que me-rezca esta felicidad. Su cintura, su piel, sus manos. Yo soy untío al que nunca le han importado mucho los demás, siemprehe remado para mí solo y, sin embargo, me ha tocado la loteríasin haber jugado. Su sexo, sus pies, su boca. Me encontré elbillete en la acera y estaba premiado. Su lengua tan roja, siem-pre afilada, siempre dispuesta a hacerme perder el sentido.

Ya no quedan restos del pasado. Borrón y cuenta nueva. Noimportan todas las horas que no hemos estado juntos, ahorasolo cuenta el presente. Aquello fueron pequeñas derrotas sinimportancia, derrotas que nos hicieron más fuertes. De todasesas esperas hemos aprendido a disfrutar del silencio, a crecernosotros para llegar más lejos. Ahora podemos hacerlo. Losdos juntos. Construir todo lo soñado y destruir los miedos ylas incertidumbres. Juntos podemos.

No sé ni qué pensar ni qué decir. Estoy hecha un lío. Alexno para de decirme cosas. Cosas de dentro de un tiempo, digo.Dice que se quiere venir a vivir conmigo, pero yo estoy biencon Bego y Amaya. Y él tiene que estar con su padre. Y yo tengoque estudiar. Y él tendrá que hacer algo con su vida. Y yoquiero seguir actuando. Y él quiere que vivamos en Calabrez,o en Ribadesella, o en Alagón, o en Zaragoza, o donde sea. Yyo no sé. Yo no sé nada. Le quiero, le quiero con locura. Perono sé si tanto como para cambiar esto que estoy viviendo yque tanto me gusta. Sí. Me gusta mi vida en Oviedo. Me gusta

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lo que estoy estudiando. Me gusta el teatro. Me gusta vivir conBego y Amaya. Me gusta mi independencia.

Por una vez en la vida me siento libre. Libre de verdad.Puedo hacer lo que me venga en gana. Y esto a veces es comouna losa. Todos los viernes. Siempre lo mismo. No me gustaque siempre sea lo mismo. No me gusta saber lo que va apasar. No sé. No sé nada. Solo sé que tengo ganas de llorar.

No quiero hacerle daño. No quiero hacerle daño. No quierohacerle daño. No quiero hacerle daño. No quiero hacerle daño.No quiero hacerle daño. No quiero hacerle daño. No quierohacerle daño.

No se lo merece. Por eso lloro.

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capítulo 4

volver

volverAtrévete a volver,a intentar mover los pies

por mi cabeza.La locura contaminala razón,fantasmas rugiendoapuñalando al sol.Desprecias el renglón

y ahora qué hago yo sin vozy a la carrera.Le hago un nudo a la

rutina,vas a ver,silencio, no quieroretroceder.Romperás la norma yla morales más divertidocalcular el salto yasaltaral enemigo. Muérdeme,envuélveme en tussombras rotas.

Vamos a llevarnos por

delantelos versículos de alambre

que envenenen la visión.Cuando los nudillos suden

sangre,cuando el verbo se desarme,y se levante el corazón

será el tiempo de anunciarotra oportunidadlos sueños brotarán del

fango,será el nuevodespertar.Romperás la norma yla morales más divertidocalcular el salto yasaltaral enemigo. Muérdeme,envuélveme en tussombras rotas.

Todas las relaciones que tienden al desgaste es porque nohan sabido evolucionar. Una ruptura no es algo fuera de locomún. Muchas parejas rompen. Casi todas las parejas rompen.La historia de Alex y de Selene no iba a ser diferente. Esta esuna historia entre dos personas que han pasado más tiempoechándose de menos que conviviendo. Una historia condenadaal fracaso desde su mismo nacimiento. No es ninguna tragedia.Tampoco es para tanto. Además, seguro que muchos ya lo veíaisvenir. Ahora habría que pensar en cómo contar lo que vienedespués. Alex y Selene no van a estar juntos, eso está claro. Perohay más personajes y necesitarán compañía, ¿no?

Desde que empezó a estudiar en Oviedo, Selene siempretiene a su alrededor a Bego y a Amaya. O, más bien, Seleneestá alrededor de ellas. Pero casi no han aparecido en la no-vela. Sabemos algunas cosas de ellas, las más importantes, tra-zos de brocha gorda, pero podríamos saber más. Sobretodode Amaya. Selene habla mucho con Amaya, se siente seguracon ella, se siente bien. Con Bego también, pero pasa mástiempo con Amaya. Bueno, vamos a girar un poco el foco hacíaAmaya, a ver qué pasa.

Alex lo tiene más complicado. Podría volver a su pueblo,podría regresar, volver a estudiar o buscarse otro trabajo. Salircon sus amigos. Convivir con su Tía y con su Prima. Encontrarotra chica. Pero Alex es mucho más testarudo que todo eso.Además, tiene muy claros sus sentimientos: él solo puede estarcon Selene, el resto de universo femenino no existe. Es senci-

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llo. Difícil de comprender pero sencillo. Así que se quedaráen Calabrez, ni tiene fuerzas ni ganas para irse a ningún lado.En el fondo piensa que así puede que tenga alguna oportuni-dad de ver a Selene. Pobre. No pierde la esperanza. Le dare-mos más minutos a su padre que es con quien va a pasar lamayor parte de su tiempo. Vamos allá.

Todo sucedió en viernes. Era de esperar. Para Alex era unviernes más, como todos los viernes desde que llegó a Cala-brez. Viajó hasta Oviedo en su Opel Corsa blanco, aparcó enel mismo parking de siempre y se dirigió al mismo bar dondecada viernes le esperaba Selene.

—Tenemos que hablar —todas las rupturas empiezan con lamisma frase.

—Vale, vamos a hablar, ¿qué pasa Selene?, ¿qué te preocupa?—Todo Alex, me preocupa absolutamente todo. No estoy se-

gura de nada. Creo que ya no te quiero. No sé. Creo que estotendría que ser de otra forma —la sorpresa de Alex se reflejabaen su cara, podía esperarse cualquier cosa menos eso, él habíaalcanzado la felicidad por eso no comprendía.

—Pero… pero… —es difícil expresarse con claridad cuandoacaban de clavarte un cuchillo hasta el fondo.

—Lo siento, lo siento mucho —Selene lloraba sin aspavien-tos, las lágrimas resbalaban por sus mejillas, pero no se des-moronó en ningún momento, había tomado una decisión, unadecisión en firme.

—¿Hay otra persona? —No, qué va, no hay nadie Alex. Déjalo. No entiendes nada.

Lo siento. Voy a marcharme. No me llames, por favor —se le-vantó y le dio un beso a Alex en la mejilla, un beso empapadoen lágrimas, un beso largo que parecía una despedida parasiempre.

Y allí se quedó Alex. Completamente destrozado y sin saberqué hacer. Una hora y cuarto después se levantó, pagó lacuenta y se fue hacia el coche. El viaje hasta Calabrez fue el

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más largo que hizo en su vida. Cuando llegó a casa de supadre llevaba horas con la mente en blanco. Nada más entrarse encerró en su habitación, no tenía ganas de nada, ya se locontaría mañana. Víctor lo supo desde que escuchó abrirse lapuerta, al fin y al cabo era viernes y Alex estaba allí. No podíaser otra cosa.

Algunos lo llaman desidia, otros abulia, otros apatía. Daigual. Es ese estado catatónico en el que todo te da absoluta-mente igual, que te dejas arrastrar sin más, que permites quelos días pasen sin que tú intervengas para nada, que parecesinsensible a todo y sin embargo, cualquier cosa te puede hacertemblar por dentro. Así se sentía Alex. Quería luchar pero notenía forma de hacerlo. Ella le había pedido que no le llamase,que no le escribiese, que no se comunicase con ella de nin-guna forma. Había decidido eliminarlo de su vida. Arrancarlode cuajo. Eso era lo que ella quería y Alex no iba a hacer nada.La quería demasiado, todo este tiempo de tinieblas le sirviópara comprender que la quería de verdad. Él siempre lo supo,pero ahora más que nunca. Si esa era su decisión, si eso era loque ella quería, él lo iba a respetar aunque le fuese la vida enello. Y en verdad que la vida se le escapaba a cada minuto.Parecía un alma en pena. No los primeros días. Ni las primerassemanas. Ni los primeros meses. No. Parecía un alma en penasiempre. Consigo mismo era con quien más hablaba. Habíaintentado escribir, pero le resultaba completamente imposible,le dolía demasiado poner en palabras todo lo que llevaba den-tro. Nunca podría hacerlo. Leer era la única actividad quehacía con cierto agrado y, sin embargo, siempre se distraía consus propios pensamientos. Ella había tomado una decisión,una decisión muy firme, quizá la primera decisión firme quetomaba en toda su vida. No iba a ser él quien la presionasepara romperla. La quería demasiado, demasiado.

Primero pensó en llamarla de inmediato. Hablar con ella.Intentar convencerla. Pedirle que le explicase en lo que había

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fallado. Decirle que cambiaría todo lo que hiciese falta cam-biar. Entre lágrimas de desesperación habló con su padre,pidió consejo por primera vez desde que su madre falleció.Pidió ayuda.

—No Alex, no debes llamarla —la voz de Víctor siempre so-naba calmada, pausada y con un denso poso de sabiduría —tienes que dejarla tranquila, lo necesita, ella lo necesita. No tehas dado cuenta pero la has agobiado demasiado. Tú daspasos de gigante, ves las cosas tan claras que empiezas a tirarcon todas tus fuerzas, pero no todo el mundo piensa como tú.Tienes que comprenderlo. Siempre has hecho lo que te hadado la gana, pero con las personas que quieres eso no sirve.Tienes que pensar en ellas.

—Yo la necesito Papá. Pensaba que me quería. —Los sentimientos son muy complicados y no es posible ex-

plicarlos. Ni siquiera quien los siente puede explicarlos. Tú note das cuenta. No piensas en ella. Todo este tiempo solo haspensado en ti.

—¿En mí? ¿solo en mí?—Sí. Os hicisteis novios y todo eso. Me parece estupendo,

pero apenas os conocíais. Tú rompiste con todo y te vinisteaquí, a mí me parece estupendo porque así te tengo a mi lado,pero tú te viniste aquí para estar con ella.

—Sí…—Y ella no dijo nada. Simplemente lo aceptó. Te quería y

también le venía bien tenerte cerca. Quería tenerte cerca. Peroempezaste a correr más de la cuenta. Todos los días más deuna hora al teléfono. Todos los viernes viaje a Oviedo. Todoslos fines de semana igual. No le dabas tregua. No le dejastevalorar lo que tenía.

—Y entonces… ¿qué me quieres decir?, ¿que tenía quehaber pasado de ella?

—No. Yo no te quiero decir nada. Yo no sé lo que deberíashaber hecho. Lo que sí sé es que la has saturado por completo.Selene lleva toda su vida atada a las reglas estrictas de su casa

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y, cuando por fin se desprende de ellas, llegas tú para ponerlemás reglas, más normas, más lazos que no hacen sino opri-mirla.

—Una vez me dijo que parecía su padre. Le dije que habíabebido demasiado y me dijo que para echarle broncas ya es-taba su padre.

—Claro Alex, claro. No has sabido ponerte en su lugar y paraquerer a una persona de verdad, lo primero que tienes queaprender es a ponerte en su lugar.

Así que silencio absoluto. Sufrimiento franciscano. Peniten-cia voluntaria. Alex había decidido escoger el camino más di-fícil, el de plantar batalla de forma pacífica. Iba a ocupar todosu tiempo en recordar cada una de las palabras intercambia-das con Selene, en revivir en su cabeza todo aquello que ha-bían compartido. Analizar y comprender. Pensar y pensar. Y,sobretodo, esperar. Sabía perfectamente que existían muchasposibilidades de que Selene nunca jamás quisiese saber nadade él. No le importaba. Por muy mínimas que fuesen las posi-bilidades que tenía, siempre existía algo de esperanza. Supadre le animaba a salir, a conocer a otra gente. No. Alex sehabía convertido en un asceta. Un asceta que fumaba y bebíapara intentar aliviar el dolor. Porque eso decían las cancionesy la literatura, y el cine: beber y fumar ayuda a combatir la so-ledad. Pronto aprendió que era mentira.

El tiempo de Selene transcurría con mucha más naturalidad.Aunque de vez en cuando pensaba en Alex y se ponía triste,en líneas generales era feliz. Estaba haciendo lo que ella que-ría. Al principio se sintió profundamente aliviada. Comocuando te quitas un gran peso de encima y te das cuenta deque puedes correr mucho más rápido. Así se sentía. Despuésse acostumbró y dejó de darle importancia a esa sensación dealivio. Quizá lo que olvidó fue la presión que sentía antes. Alexhabía desaparecido y todo volvía al principio, a cuando lasclases y el teatro lo eran todo. Eso era lo que ella quería. Ir a

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clase. Ensayar. En esos momentos no necesitaba nada más, noquería obligaciones de ningún tipo, solo quería vivir. Solo eso.

De vez en cuando hablaba con Bego y con Amaya de lo deAlex. No demasiado, sencillamente no quería seguir pensandoen él. Pero al principio les tuvo que contar todo. Lloró, llorómuchísimo porque le quería, pero era incapaz de hacerle daño.Ella no sentía lo mismo que sentía Alex. Ella solo quería pa-sárselo bien, salir con él de fiesta, divertirse, hacer el amor,hablar. Esas cosas. Ella no quería saber nada de planificar unavida juntos, ni de que Alex tuviese un comportamiento pro-tector hacia ella. Ella no quería que nadie la protegiese, ellaquería protegerse a sí misma. No necesitaba a nadie y, si no loentendía, no podían estar juntos.

—Tienes la cabeza hecha un lío —a Amaya le daba muchapena todo lo que había pasado, Alex le caía muy bien y pen-saba que hacían muy buena pareja —te comprendo y no tecomprendo.

—Si alguien te hace sentir de esa manera es que no es lapersona con quien debes estar —Bego siempre era mucho másdrástica en sus opiniones.

Si hablaba con ellas de Alex le daban ganas de hablar conél. Pero en cuanto recordaba todo lo que le asfixiaba, esasganas se esfumaban como por arte de magia. Por eso dejó dehablar de Alex. Y ellas dejaron de preguntar. El teatro era sumejor válvula de escape. Además, la obra funcionaba mejorque nunca, tenían muchas funciones, casi todos los fines desemana. Así era más fácil ahuyentar aquellos pensamientosque la hacían sentirse incómoda y mal consigo misma.

Víctor tenía una yegua vieja que se llamaba Torda. No ne-cesitaba nada, siempre estaba suelta y solo había que ir de vezen cuando a llenarle el bebedero de agua. Alex tomó la cos-tumbre de visitarla todos los días. Hablaba con ella. La acari-ciaba y hablaba con ella con más sinceridad con la que jamáshubiese hablado consigo mismo. Los meses no pasan en balde

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y cuando te encuentras apesadumbrado y tremendamentedébil te agarras a cualquier cosa que te dé algo de esperanza.En la cabeza de Alex hablar con su yegua era como susurraral oído de Selene aquellas palabras que nunca llegarían hastaella. Atrévete a volver. Dame otra oportunidad. Déjame cami-nar a tu lado. Cuando regresaba a casa de su padre caminandocabizbajo pensaba en el punto de locura que había adquirido,lo pensaba con frialdad y sonreía. No le importaba. Quizá esoera lo que le había tocado. Ir perdiendo poco a poco la cabeza.De todas formas hablar con la Torda era la mejor terapia quehabía encontrado, así que no iba a dejar de hacerlo.

Las noches eran peor. Tardaba mucho en dormirse. Supadre tenía muchos libros, así que lectura no le faltaba. Loque sí le faltaba era valor para cerrar los ojos y dormir. Podíahaber pensado más en la enfermedad de su padre o en la au-sencia de su madre, pero seguía pensando solo en sí mismo.Se sentía el ser más desgraciado de la historia de la humani-dad, por eso le daba miedo dormirse, porque sabía que al díasiguiente todo iba a seguir igual. La cabeza de Alex llevabatiempo funcionando a trompicones, todos los fantasmas quele aterraban salían cada noche de sus madrigueras para rugirleal oído y amenazarle con lo único que de verdad le atemori-zaba: Selene nunca volverá, no importa que mañana no te des-piertes, el sol ya no estará allí, Selene se ha ido para siempre.Si no hay sol, no hay luna. Y viceversa. Dónde termina unoempieza otro. Todo el mundo lo sabe. Todas esas cosas rebo-taban en su cabeza, él quería gritar pero la voz la perdió en elmismo lugar en el que perdió la razón.

Adaptarse a la soledad no es una tarea sencilla. Y máscuando no estás realmente solo, sino que te sientes solo, quees muy diferente. Víctor no se metía mucho en los pensamien-tos de su hijo, pero veía su sufrimiento y sufría por él. Era in-evitable. Intentaba hablarle de las movilizaciones de losochenta, de su lucha, de la revolución obrera. Alex no le es-cuchaba, había dejado de interesarle todo eso. Sin embargo,

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Víctor seguía hablando, no podía hacer otra cosa. Cuando eli-jes la actitud que había elegido Alex, corres el riesgo de que-darte en un punto muerto para siempre. Víctor lo sabía, esaera la mayor de sus preocupaciones. Nunca había conocido anadie con las ideas más claras que Alex, en cierto modo se pa-recían mucho, pero Alex era mucho más testarudo. Y estabaluchando, peleaba a su manera, pero peleaba. Y eso merecíaun respeto. Por eso intentaba no ser un estorbo. Alex cuidababien de su padre, mucho mejor de lo que nadie pudiese ima-ginar. Al principio lo que más le costaba era lo de ayudarle alimpiarse, pero ya se había acostumbrado; esa pátina gris quecubría todo lo que miraba le había venido bien para algunascosas. Y por lo demás, los días iban cayendo como caen lascosas que no tienen importancia. Sin más.

Selene no quería saber nada de ningún chico. Podía haberseliado con uno de su clase en cualquier momento, perdía elnorte por ella y ambos lo sabían. Pero Selene no quería sabernada de él ni de nadie. Tampoco de un amigo de Bego yAmaya que había empezado a acompañarlas cuando salían porahí después de actuar. Iba a ver la obra una y otra vez y des-pués se iba de bares con ellas. Al principio a Selene le gustóesa sensación de saberse deseada, él era bastante mayor queella y, sin embargo, no le quitaba el ojo de encima. Era algodiferente. Le acariciaba la mano, le hablaba con complicidadal oído. Esas cosas le gustaban, pero cuando él quiso dar unpaso más, Selene frenó en seco. Se marchó a casa y él nuncamás fue a verlas actuar.

Los exámenes finales la tuvieron absorbida por completodurante semanas. Se los preparó muy bien y los resultadosfueron los esperados. Sus notas fueron incluso mejor que lasdel año anterior. Después de esa reclusión forzada por los exá-menes, después de tantas horas delante de los apuntes, des-pués de tantos libros leídos y analizados hasta la extenuación,Selene tenía ganas de fiesta. Bego y Amaya organizaron una

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cena para celebrar las buenas notas de Selene. Además, enunos días iban a irse de nuevo por Europa un par de meses,así que sería la cena de despedida, la cena de fin de curso. Encasa, solas las tres. Selene iba a quedarse durante el veranoen Oviedo, había encontrado un trabajo de camarera y ya lohabía dicho en casa; iría a verlos en cuanto pudiese. Además,así no coincidiría con Alex. Sus padres le habían dicho queVíctor estaba mejor, que su hijo lo cuidaba muy bien. Com-praron marisco a discreción, Bego preparó una ensalada tem-plada y Amaya se encargó de las bebidas. Selene no hizo nada,le dijeron que ella era la invitada.

Una llamada de teléfono lo cambió todo. Amaya le llevó elmóvil a su novia a la cocina y volvió al comedor entre risas,estaba poniendo música, la fiesta casi había comenzado.

—Era mi madre, mi hermana ha roto aguas, me voy al hospitalcon ellos, vosotras quedaros aquí, ya lo celebraremos otro día.

—¿Voy contigo?—No, no, mejor quédate aquí, no podemos estar tanta gente

en la habitación. Ya te llamo cuando sepa algo.Amaya apagó la música y Bego se fue al cuarto a cambiarse.

No tardó nada. Antes de marcharse nos dio un beso a las dosy enchufó la minicadena.

—Vamos, no seáis tontas, que he preparado una mariscada parachuparse los dedos. Celebradlo por mí, que además voy a ser tía.

Se quedaron sentadas en el sofá, calladas mientras sonaba elúltimo disco de Madonna. Amaya fue al cuarto verde y cogióun poco de maría. Les sentaría bien y les abriría el apetito.

Una sensación de efusividad descontrolada flotaba en elambiente. Después de unas risas y de bailar descontroladas alritmo de Ray of Light, se sentaron a la mesa a devorar la ge-nerosa mariscada para tres. No dejaron absolutamente nada.Ya no había rayos de luz que entrasen por la ventana y se de-jaron caer en el sofá con sus estómagos a punto de reventar.Se fumaron un par de canutos digestivos y siguieron be-biendo hasta bien entrada la noche.

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El primer beso llegó como un juego. Selene fue a la habi-tación a quitarse los vaqueros, le apetecía estar más cómoda.Salió con unas braguitas a modo de minúsculas mallas negras.Amaya la llamó tía buena y Selene le dijo que no la provocaseo le metía un morreo. Amaya le dijo que no tenía agallas parahacerlo y Selene se subió a horcajadas sobre ella y comenzóa comerle la boca poco a poco. Las dos perdieron el controlde la situación. Después del primer beso, larguísimo y húmedoa más no poder, se miraron a los ojos.

—Cabrona, me has puesto cachonda —dijo Amaya con unasonrisa emborronada por el carmín de las dos.

—Ahora bésame tú —Selene estaba fuera de sí. Se quitaron la ropa la una a la otra. Recorrieron cada cen-

tímetro de sus cuerpos. Se besaron. Se tocaron. Se lamieron.Selene esperaba cada indicación de Amaya con la necesidadde aprender, con la energía del alumno que quiere aprenderlotodo en la primera lección.

—Déjate llevar —le susurraba Amaya entre gemidos —haz loque te pida el cuerpo.

—Mi cuerpo pide marcha —dijo Selene entre risas maliciosasmientras se llenaba las manos con las tetas de Amaya, grandesy firmes, y con unos pezones tan abultados como los de Se-lene, pero mucho más oscuros.

—Chúpame los pezones de nuevo, me vuelves loca.—Son como castañas, quiero lamerlos toda la noche.Se retorcieron en el sofá durante horas. Se corrieron tantas

veces y de forma tan desaforada que los vecinos estuvieron apunto de llamar a la policía. Juntaron sus cuerpos hasta la ex-tenuación, hasta que el sudor las cubría por completo y el sofáparecía haber sufrido un terremoto de magnitud diez en laescala Richter. Se quedaron dormidas en un abrazo de orgas-mos compartidos. Dormidas hasta que sonó el teléfono deAmaya.

—Ya soy tíaaaaaaa —su voz fue como un mazazo que lesarrastraba a la realidad y les mostraba los efectos de sus actos.

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—Qué bien… ¿ha ido todo bien?—Sí, sí, ¿aún estabas dormida?—¿Qué hora es? —su voz parecía llegar de otro planeta, al-

guna explicación habría que dar —ayer nos lo bebimos todo.—Las doce y media, anda despierta y ven para el hospital.—Vale.Amaya se levantó, se dio una ducha y se vistió. Selene se

preparó un café con leche y se tomó un par de ibuprofenos.Antes de marcharse, Amaya se sentó junto a Selene y le pidióque nunca contase lo que había pasado. Había sido solo sexo,sexo muy placentero pero solo sexo. Bego no podía enterarse.Selene solo asintió con la cabeza. Lo tenía claro, ella no sentíanada por Amaya, nada más que una profunda amistad y unaadmiración repartida entre ambas. Bego y Amaya eran susamigas. Punto y final. Recibió un pequeño beso en los labiosy se quedó saboreando una suculenta magdalena. Había te-nido su primera experiencia homosexual y había sido muymuy satisfactoria. Se fue a dar una ducha y a pensar con frial-dad en lo que había pasado. No se sentía atraída por las chicasy sin embargo, había sentido una atracción incontrolable porAmaya. Se lo habían pasado muy bien juntas. Nunca volveríaa pasar, pero iba a tener un recuerdo maravilloso para todasu vida. Al principio de la noche llegó a pensar que iba a serun aburrimiento, pero había sido la mejor fiesta de celebra-ción que había tenido nunca.

Cuando llega el verano las faenas en el campo se multipli-can. Víctor no tiene ganado, solo tiene a su vieja yegua, así notiene faenas que hacer. Sin embargo ha hablado muy seria-mente con Alex, quiere que ayude con la siega y demás alpadre y al hermano de Selene. Ellos han hecho mucho, le hanayudado en todo momento, lo correcto es que ahora Alex lesayude a ellos. Por eso se lo pide.

—No te rayes que no pasa nada, les ayudo y punto. Total, notienen ni puta idea de quién soy, solo soy tu hijo.

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—A mí me parece suficiente.—Anda déjate de hostias, ¿dónde hay que ir?—Acércate a La Ería, están donde la cuadra, la empacadora

está a punto de llegar y tienen que guardar todos los fardos.Los meses han pasado con paso firme y cansado, Alex no

ha recuperado ni el brillo de los ojos ni la sonrisa. Sabe per-fectamente que Selene está a punto de terminar el curso, quizáya lo ha terminado, quizá ya ha tenido los exámenes finales,quizá en poco tiempo aparecerá por Calabrez. No puede lla-marla, no puede preguntarle. Así que aprovecha esas tareascompartidas para sacar algo de información. Pablo le dice quesu hermana se queda en Oviedo, que no va a venir durante elverano porque ha encontrado un trabajo de camarera y leviene muy bien el dinero. También le dice que ha aprobadotodo con muy buena nota. Pablo es bastante hablador cuandose le presta un poco de atención. El padre de Selene no, elpadre de Selene les mira sin decir nada.

Alex lleva casi nueve meses agarrado a su férrea decisiónmonacal. Silencio, hambre, abstinencia. Terco como un muloviejo. Paciente como nunca hubiese imaginado. Pero triste, siem-pre triste. Ha roto toda relación con el mundo exterior. No hablacon nadie que no sea su padre. Alguna palabra cruzada con elhermano o la madre de Selene, siempre intentando saber algode ella. Frases sueltas con alguna dependienta cuando baja a Ri-badesella a por recados. Y poco más. El sexo también ha sidoeliminado por completo. Obviamente, al evitar todo contactosocial es imposible mantener relaciones sexuales, pero su anu-lación sexual voluntaria hace referencia también al onanismo.Así lo decidió el propio Alex. Todos estos meses sin mastur-barse son para él como una curación interior, como una largamarcha por el desierto que espera finalice llegando al destinosoñado. Al principio dejó de masturbarse motivado por la pro-pia tristeza y desidia que le inundaba, después continuó consu particular celibato por respeto hacia la persona amada. Sí.Así es. Respeto por la persona amada. Como quien venera una

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ensoñación y la idolatra de forma casi evangélica. Como unamor medieval nunca consumado. No sentía deseo sexual.Nunca tuvo que hacer ningún esfuerzo para reprimir sus an-sias de masturbación. No. Esas ansias no existían. Era célibepor voluntad y agrado. Aunque cada quince o veinte días ama-necía con una abundante masa viscosa, densa y maloliente,que inundaba sus calzoncillos y pringaba su pubis acartonán-dolo de forma casi cómica. Así funcionaba la voluntad de Alexpor aquel entonces, a medio camino entre la cordura y el des-equilibrio, de forma irracional pero perfectamente meditada.Se había acostumbrado al dolor, se había resignado y sin em-bargo, la herida dolía con la misma intensidad que el primerdía. Tan solo era necesario tocarla.

Veintiuno de junio del año 2000. Ambos están inquietos.Alex se ha destrozado el puño derecho contra la pared de lacuadra. Piedra contra nudillos. Sangre. Fue un arrebato de im-potencia, de rabia por cumplir años y saberse absolutamentesolo, de angustia por los nueve meses sin Selene. Estaba tum-bado encima de la cama, con el puño envuelto en hielo,cuando su padre le dijo que le llamaban por teléfono.

—Hola Alex, feliz cumpleaños —era Selene.La conversación no duró mucho más. Selene solo quería fe-

licitarle, le dijo que estaba bien, que había terminado los exá-menes y que en unos días empezaría a trabajar de camareraen una cafetería del centro de Oviedo. Alex apenas le dijonada. No sabía qué decir.

Tres días después fue Alex quien la llamó. Ella había dadoel primer paso y Alex no iba a quedarse sin hacer nada. Ellahabía hablado, el verbo se había hecho carne y el corazón sehabía alzado en armas. Era ahora o nunca.

—Hola Selene, mañana toca Rosendo en Gijón, ¿quieresvenir conmigo al concierto? —un largo silencio precedió a larespuesta.

—Vale, pero…

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—Díselo a Amaya y a Bego si quieres, no te preocupes… —buscó las palabras necesarias, aquellas que rompiesen los fé-rreos versículos que les atenazaban, aquellas que extrajesenel veneno de las dudas y los miedos —déjame ser tu amigo,solo tu amigo.

Alex temblaba, no sabía el motivo pero temblaba. El cerebrole comenzó a funcionar pasado de revoluciones, el corazón sele salía por la boca. Los sueños resurgían del barro más farra-goso. Ahora podía ser el momento, pero tenía que jugar biensus cartas, tenía que mantener la calma. Ya era oficial, ya podíadecirlo en voz alta, tenía delante de sus narices la oportunidadque llevaba meses esperando. Despertaba de su letargo y lohacía con unas fuerzas sobrehumanas.

Selene llevaba toda la mañana pensando en que por lanoche había quedado con Alex. Después de nueve meses ibana volver a verse. Lo cierto es que lo necesitaba. Necesitabaverlo. Tenía muy claros sus sentimientos, no habían cambiado,no quería nada con Alex. Nada de nada. Sabía que si se veíanél podía entender las cosas de otra manera, podía intentaralgo, podía querer besarla. Y ella también. Quizá a ella le en-trasen ganas de besarlo. Pero no. Eso no podía ser. No quería.Lo tenía claro. Si pasase cualquier cosa, por mínima que fuese,no se lo perdonaría jamás. No se lo perdonaría a ella misma.No quería hacerle daño, no podía hacerle daño. Alex no podíapensarse lo que no era.

Tan solo lo había llamado para felicitarle, nada más. Perocuando fue él quien la llamó y le propuso ir al concierto deRosendo, un mar de dudas la sacudió por dentro. Fue Alexquien lo dijo. Fue Alex quien le pidió ser su amigo. Solo suamigo. Eso era exactamente lo que necesitaba. Sentía un vacío,un vacío que ni las clases, ni el teatro, ni Bego, ni tampocoAmaya habían sabido llenar. Ella se lo negaba día tras días, seautoconvencía de que estaba bien, de que estaba completa.Pero al hablar de nuevo con Alex fue consciente, fue sincera

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consigo misma y se descubrió sola ante el mundo. Una sole-dad profunda y difícil de encontrar, enmascarada pero real. YAlex siempre había estado allí, desde que apareció en su vidahabía sido alguien con el que siempre había podido contar.Ahora lo necesitaba más que nunca.

Solo quería esa diversión irreverente que habla de ponertodas tus fuerzas en aquello que quieres de verdad. Rompertodo tipo de normas y pelear con aquel que se pusiese en sucamino. Si tenía a Alex a su lado ella se sentía más fuerte. Sisaltaban juntos llegarían más lejos, golpearían con más fuerza.No sabía quiénes eran sus enemigos, tan solo sabía que ellaiba a estar por encima de todo. Necesitaba a su amigo, nece-sitaba una persona que la sacase de ese agujero de dudas in-salvables. Las sombras que siempre la rodeaban habían sidoaniquiladas y, sin embargo, aún rotas seguían atormentándola.Alex era el único que podía envolverse en ellas para eliminar-las para siempre. Si tenía que morderle lo haría con todas susfuerzas. Haría todo lo necesario para romper con todo y re-surgir de esa catarsis siendo la persona que siempre quiso ser.Quería ser su amiga, necesitaba ser su amiga. Amigos, amigospor fin. Solo amigos.

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capítulo 5

sudor frío

sudor frío

Mudé mis plumas

anteayer,

ahora visto de n

egro,

cambió mi forma

de mirar

de caricia a ven

eno.

Nuevas alas,

me da miedo vola

r,

nueva mirada,

sé que no puedo

fallar.

En tinieblas res

ucita

renovada mi piel

,

tú apuntas, yo d

isparo

y echar a correr

.

Haré a mi hambre

morder

las sanguijuelas

que

atacan mi ser.

La sangre, la es

pera,

sudor frío, romp

o las

cadenas.

Saber que ahora

tengo el

poder,de grita

r contra el

viento,mezclar

las ganas de

actuary el jer

gón de los

sueños.Nuevas a

las,

ya no hay miedo

a volar,

nueva mirada

que arrasa el mu

ndo sin

pestañear,

y a volar.

La sangre, la es

pera,

sudor frío, romp

o las

cadenas.

Destruye aquello

que

impide ver lo qu

e quieren

ver tus ojos.

Al principio no tenía muy claro si había sido buena idea. Lode quedar con Alex, digo. Molaba lo de ir de concierto y eso,pero no tenía muy claro si había sido buena idea. En seguidame di cuenta de que sí, había hecho bien llamándole por sucumpleaños y también en ir con él a ver a Rosendo en directo.No quedamos en el mismo bar de siempre, no hubiese estadobien después de la última vez, además el bar ya no es un bar,ahora es una reprografía. Mejor así. Menos recuerdos amargosy menos remordimientos. Le dije a Alex que le esperaba en elpiso. El concierto era en la Plaza de Toros, llegamos temprano,pillamos las entradas y nos fuimos a tomar unas cañas. Alex alprincipio estaba muy callado, como cortado, pero poco a pocose fue soltando. Había cogido un poco de marihuana y nos lafumamos antes de entrar, sentados en un parque los dos solos,cualquiera que nos hubiese visto habría pensado que éramosnovios. Después entramos al concierto, nos pusimos en las pri-meras filas y esperamos a que empezase. Yo solo me sabía lascanciones más conocidas, pero Alex se lo pasó en grande.Saltó, cantó, gritó. Estaba feliz. Me gustaba verlo así. Despuésfuimos a un par de bares y poco más. Alex me acompañó hastala puerta de casa pero no subió. Me dijo que se lo había pa-sado muy bien. Me dijo que podíamos quedar otro día. Ledije que sí, le dí un beso en la mejilla y me subí para arriba.No sé lo que pensaría él, yo estaba contenta, muy contenta.

Desde aquel día que nos fuimos de concierto empezamos aquedar de forma casi habitual. Al principio venía a Oviedo los

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sábados, venía para estar conmigo, tan solo el hecho de queviniese únicamente para estar conmigo ya me hacía sentirbien. Muy bien. Claro que pensaba que él estaba intentandoganar puntos, claro que pensaba que seguía igual de enamo-rado, claro que pensaba que podía hacerle daño. Por eso teníatanto cuidado. Lo peor era cuando lo descubría distraído, ote-ando al infinito y con esa fina capa de tristeza instalada en lamirada. Su mirada había cambiado, ya no estaba tan viva, yano tenía tanto brillo, aunque en ocasiones lo recuperaba. Lorecuperaba en esas ocasiones en las que las risas nos inunda-ban por completo. Y así fue pasando el verano, con Alex cadavez más cerca, con Alex siempre a mi lado. Los sábados ter-minaron sabiéndonos a poco, así que algún viernes tambiénse venía conmigo. No era como antes, era muy distinto. Lle-gaba sobre las diez de la noche, salíamos a comernos un bo-cata o lo que fuera y después improvisábamos sobre lamarcha. Podíamos salir de bares hasta que se nos hacía de día,disfrutar de una de las sesiones golfas del cine o irnos a algúnparque a fumar y beber acompañados por una guitarra viejí-sima que tenía Alex. Bueno, en realidad casi siempre acabá-bamos en algún parque, era lo que más nos gustaba. Solo sesabía tres acordes, pero podía pegarse tocando toda la noche,improvisaba letras y melodías, nunca tocaba canciones deotros porque le daba vergüenza. Eso decía. A mí me gustabaescucharle, ni tocaba ni cantaba bien, pero sus palabras vola-ban hasta mis oídos y entraban dentro, muy adentro. Él nuncalo decía, pero yo sabía que todo lo que escribía lo hacía pen-sando en mí. Eso también me gustaba.

Hasta que comenzó el curso de nuevo estuve trabajando decamarera. Encontré el trabajo de casualidad, vi el cartel en lapuerta de una cafetería, entré a preguntar y me cogieron. Yonunca había trabajado de camarera, pero me dijeron queaprendería enseguida. Me vino muy bien lo de encontrar esetrabajo, había terminado el curso y no me apetecía nada volvera Calabrez; además, desde que había pasado lo de Amaya

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tenía la cabeza como en otro lado. Pudo haber sido una grancagada; lo de Amaya pudo haber sido una gran cagada. Se nosfue la olla por completo. No pensamos. En fin… al menos lasdos lo tenemos claro: no pasó nada. El caso es que duranteesos días yo andaba más rara que de costumbre, tenía una ex-traña sensación de vacío al mismo tiempo que sentía un hor-migueo constante por debajo del ombligo, era casi como irexcitada todo el día. Más o menos. También tenía ganas dellorar y no me apetecía hacer nada. Así que obligarme a ir acurrar a una cafetería, era una buena forma de tener la cabezaocupada y ganar un dinero, que siempre viene bien.

Al principio todo me salía del revés. En la cafetería, digo.No había manera de encajar aquella maldita pieza de la cafe-tera, ponía las cañas con mucha espuma, me ponía nerviosa ala hora de hacer las cuentas, me equivocaba alguna que otravez al dar los cambios… en fin, un agobio. Pero poco a pocole fui cogiendo el tranquillo y en una semana ya me movía de-trás de la barra como pez en el agua. Aquello me vino muybien, las horas en el bar pasaban rápidas, no había tiempo parapensar. Cuando llegaba a casa estaba tan agotada que solo meapetecía descansar.

La verdad es que tuve mucha suerte, mis jefes eran un ma-trimonio de unos cuarenta y pico y ese verano habían deci-dido que necesitaban un apoyo extra para dar salida a todo eltrabajo que les solía llegar y, mira, se ve que les gusté. Porsuerte tenían paciencia y ganas de enseñarme. La verdad esque prefirieron a alguien sin experiencia para poder enseñarlea trabajar en el bar a su manera, sin vicios de otros sitios, sinproblemas. Antes de irse de vacaciones Amaya y Bego veníantodos los días. Se burlaban mucho de mí y me vacilaban y pu-teaban entre risas, para espabilarme, decían. Qué perversaseran cuando se lo proponían. Aunque luego tuvieron que ad-mitir que no lo hacía del todo mal. Y también decían que laclientela de jóvenes había aumentado considerablementedesde que yo trabajaba allí. Los primeros días me sentía muy

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incómoda. Sirviendo, digo. El saberme observada y tener queaguantar piropos y demás paridas de los clientes babosos nome molaba nada. Pero después le terminé cogiendo el gustilloy he de reconocer que acabó gustándome. Me halagaba. Alfinal resultó ser muy positivo el trabajar en la cafetería, sabíade qué pie cojeaba cada uno de los clientes que entraban porla puerta, al segundo ya sabía si esa persona era una posibleamenaza, si tenía que marcar el límite antes de servir o sipodía permitirme el lujo de soltarle alguna fresca a algún bo-rracho de mediodía. Acabé por sentirme muy cómoda detrásde la barra y acabé por creer que era capaz de controlar a cual-quier cliente según cómo le mirase. Lo que más me gustabaera mirar con veneno a los que con dos copas de más se creenlos mejores del barrio.

El verano fue pasando y el desparpajo y la soltura que mehabía dado el trabajar en el bar, trajeron consigo una tupidacortina de humo que hizo que no viese con claridad lo que ala vez estaba ocurriendo en mi vida. Estaba segura de que estoera lo que necesitaba. Lo estaba. El no tener tiempo para de-tenerme a escuchar mis pensamientos como antes, había evi-tado que me volviese loca pero, por otro lado, no me dejabapensar con claridad en lo que mi forma de ver la vida estabasuponiendo para mí. Ni en lo que suponían para Alex todosestos cambios. Que nos volviésemos a ver, digo.

Esos meses los pasé de lunes a viernes entré cafés cortados,cañas y carajillos, el viernes o el sábado me iba de juerga conAlex y los domingos los pasaba tirada en el sofá leyendo oviendo la televisión junto a un zumo de naranja para la resaca.Y así, feliz con el cambio en mi vida, feliz con mi nueva manerade enfocar el día a día, feliz de no pensar; dejé que Alex se arras-trase hasta mí los sábados para mendigarme unas horas de com-pañía. Esa era la realidad, mi realidad. No importaba nada. Yoera feliz y él, cuando estaba conmigo, también lo parecía.

Me gusta que venga. Alex, digo. Las primeras veces quequedamos era todo un poco raro. Antes de que llegase siem-

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pre tenía una sensación de nerviosismo, pensaba que el ratoiba a pasar entre silencios incómodos y miradas huidizas. Perodespués siempre acabábamos pasándonoslo bien. Al principiono me hizo gracia que viniese, pero no supe decirle la verdad,no quería hacerle daño. Después todo pasó tan normal, éra-mos amigos, por alguna extraña razón no podíamos dejar deserlo. Deseaba que él viniese a verme, venía a verme a mí, soloa mí y eso me hacía sentir bien. Alex venía todos los fines desemana. Todos los fines de semana de ese verano se hizo unviaje de ochenta kilómetros de ida y otros tantos de vueltapara salir por ahí. Solo para salir por ahí, conmigo. Creo queyo no habría hecho algo así por nadie, ¿sacrificar mis fines desemana para estar solo con una persona con la que sabes queno tienes posibilidades? Yo estaría hundida en la miseria.

Los últimos fines de semana de agosto Alex vagaba con sumirada más que de costumbre. Yo no le decía nada. Bueno, solole preguntaba que en qué pensaba. Ya sabía cual iba a ser surespuesta: en nada. Ya, seguro, seguro que no pensaba en nada.Yo tenía miedo a que me lo dijese; tenía miedo a que, una deesas veces, le diese por responder la verdad y me dijese que es-taba pensando en mí, que quería volver a como estábamosantes, que me quería. Por una parte deseaba que me lo dijese,deseaba que me desease, deseaba que me quisiese. Pero porotra, tenía tanto miedo a que sucediese, tenía tanto miedo atener que rechazarle otra vez, tenía tanto miedo a hacerle daño,otra vez. Yo estaba convencida de que no le quería. Yo solo pen-saba en que pronto empezaría septiembre y otro nuevo curso.Las clases, estudiar, y Amaya y Bego, y el teatro. Qué ganas teníade empezar otra vez con el teatro. Era lo peor de que llegase elverano, que el teatro pasaba a estar cerrado por vacaciones paramí. Por lo menos ese verano me había librado de las faenas dela hierba y el ganado, y de aguantar los reproches y malas carasde mis padres; pero había echado mucho de menos mis solita-rios paseos por Calabrez y ese cielo que de noche te arropacomo un manto, como un manto estrellado.

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Casi todos los fines de semana me traía un regalo. Alex, digo.No eran regalos en plan joyas y horteradas de esas, no. Me traíaCalabrez en forma de frutos de eucalipto, pequeñas piedras, uncaracol fosilizado. Aunque el mayor regalo que me hizo ese ve-rano fueron las horas que dejó de estar con su padre por mí.Sé que su padre nunca le dijo nada, pero las necesitaba másque yo. Su padre necesitaba esas horas más que yo.

Un día se lo dije. Lo de que debía pasar más horas con supadre, que no tenía por qué venir a visitarme todos los finesde semana. Pero le sentó un poco mal, me dijo que él sabía loque hacía y que no le dijese cómo tenía que cuidar a su padre.Después hubo un silencio eterno, nos fumamos un porro ytodo siguió normal. Ya nunca le dije nada más sobre eso.

Cuando por fin empezó septiembre dejé la cafetería. Hici-mos una pequeña fiesta de despedida que sirvió también defiesta de bienvenida para Amaya y Bego. Me alegré muchísimoal verlas, tenía tantas ganas de que llenasen con su energía elpiso… Su llegada me producía mucha inquietud. Hacía ya mu-chos días que no pensaba en lo que había pasado entre Amayay yo, pero la noche anterior a su vuelta no pude evitar quevolviese un ligero recuerdo de aquel hormigueo por debajodel ombligo. Sin embargo, la normalidad con la que transcu-rrieron los días tras su llegada, hizo que pronto me olvidasede todo aquello. Creo que a Amaya también le vino bien, elno vernos durante el verano. Ya no le notaba ni un atisbo deculpa en la mirada.

Empezar el teatro fue como un bálsamo. En realidad no mehabía dado cuenta de lo que me había desgastado el veranoanímicamente hasta que no volví de nuevo a los ensayos. Teníala sensación de que había cambiado mi vida, pero en realidad,la vuelta a la rutina me hizo comprender que iba a ser enton-ces cuando más lo iba a notar. Todo lo que aprendí tras labarra de la cafetería me dio más fuerza en el escenario. Mástodavía. Me sentía muy fuerte. Tal vez nadie más se diesecuenta, tal vez afuera no se notase, pero yo me sentía mucho

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más fuerte. Estaba más segura de mí misma, de lo que hacía yde lo que decía y, poco a poco, lo supe generalizar a todos losaspectos de mi vida. Tenía la sensación de que la esencia deAdela estaba ya dentro de mí, plenamente interiorizada, ysabía que era capaz de librarme de todas esas cosas que mehabían impedido crecer, de todo aquello que me oprimía, delas sanguijuelas que atacaban mi ser. Yo era Adela. Lo únicoque no quería de ella era su final. Los días que teníamos en-sayo me levantaba flotando mezclando mi realidad con la fic-ción de Adela. Amaya se burlaba de mí diciendo que esos díassufría una metamorfosis. Lo que ella no sabía era que esa me-tamorfosis ya había tenido lugar. Ya había mudado mis alas yya no tenía ningún miedo a volar. Todo había comenzadomucho antes, mucho antes de que yo ni siquiera me diesecuenta, pero era ahora cuando todos podían ver mi recién es-trenada mirada.

El curso transcurría con normalidad. Entre semana no pa-raba de estudiar, devoraba los libros. Casi cada día iba a la bi-blioteca en busca de algo con lo que nutrir mi cerebro. Laverdad es que los exámenes iban saliendo casi como por iner-cia, no empleaba mucho tiempo en estudiar, no como hacíaantes. Todo lo que leía lo empapaba y los exámenes los bor-daba. Nunca pensé que me fuese a resultar tan fácil. Los finesde semana los disfrutaba al máximo. Bien el viernes o bien elsábado, Alex venía a Oviedo. Todo seguía igual que duranteel verano, en alguna ocasión pensé que con el comienzo delcurso todo cambiaría, pero no; Alex seguía allí. Casi siempresalíamos por Oviedo a nuestro aire, pero a veces salíamos conAmaya y Bego. Una de esas noches, estaba pidiendo unaronda de cervezas cuando apareció uno de los clientes de lacafetería en la que trabajé durante el verano. Nos saludamoscon dos besos y su mano se apoyó entre mi cintura y mi culo.Al momento Alex estaba allí, para ayudarme con las cervezas,dijo. Cuando me di la vuelta ya se había marchado. Alex memiró tristemente y, sin decir nada, volvimos a la mesa en la

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que estábamos sentados. Se había puesto celoso. No me lopodía creer. Al principio me cabreé un montón. Estuve muchorato sin hablar, pensando que debía haberle dicho que de quéiba. Después, volví a mirarle y volví a descubrirle esa miradaperdida y triste. No podía decirle nada. No podía hacerle eso.

Al día siguiente estuve hablando mucho rato sobre esto conAmaya. De que sentía que Alex seguía estando enamorado demí, digo. Supongo que era evidente. Sabía que dejarle venir averme los fines de semana no estaba haciendo otra cosa queaumentar su sufrimiento. Pero, ¿qué podía hacer? ¿Decirle queno viniese? ¿Decirle que no quería seguir viéndole? Aún leharía más daño, y no quería hacerle daño. Amaya tampocosupo qué decirme. Tan solo que ella creía que si no queríadarle ilusiones, si no quería que él sufriese, sería mejor queprocurase que esas quedadas no fuesen a solas. Tal vez Amayatenía razón, tal vez así se hubiese dado cuenta por sí mismode que lo nuestro era imposible. Lo único que quería era nohacerle sufrir más.

No le hice caso. A Amaya, digo. No le hice caso primero por-que muchas veces era imposible encontrar voluntarios. Amayay Bego también querían estar solas, y las visitas de Alex lesvenían que ni pintadas. Los compañeros de clase, mejor nolos nombro. Todos, absolutamente todos, y todas, tenían laabsurda necesidad de salir a pillar cacho. Sí, así es. Salir y em-borracharse para enrollarse con el primero que pasa o con laúltima de la discoteca que no tiene pareja. Me parecía triste,profundamente triste. Lo intentamos una vez, pero como ter-minó siendo como si Alex y yo hubiésemos salido solos, peroen un ambiente que no era el nuestro, no lo volví a intentar.

Los demás días salimos Alex y yo solos. Los ratos de parquey guitarra se acabaron en seguida, el otoño llegó muy rápidoy como por sorpresa. Así que nos acomodamos en un pequeñobar del centro de Oviedo en el que podías sentarte y charlartranquilamente mientras escuchábamos rock, rock de todaslas épocas y estilos, siempre con la música no demasiado alta

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y con la tranquilidad necesaria como para sentirte como encasa. Nos pasábamos las horas hablando y hablando. Me sentíatan bien hablando con Alex, discutiendo sobre teorías, arre-glando el mundo, inventando, creando. Me sentía tan yo a sulado. Tan yo.

Hacía ya mucho tiempo que no notaba en Alex esa miradavacía. Le miraba y le veía feliz, sonreía. Y yo me sentía tanvital, tan libre. Casi todos los días que venía cerrábamos lanoche en plan locura cantando a voz en grito alguna canciónpor la calle. Gritábamos con todas nuestras fuerzas para quetodo el mundo supiese que pasábamos por allí. Uno de esosdías acabamos en un parque de Oviedo, creo que era elCampo. Me acordé de lo que me gustaba de pequeña echarmea rodar por los prados que estaban inclinados. Anda que nome he ganado broncas por eso. Y rodamos los dos por el cés-ped del Campo arriesgando nuestra integridad ante las minassembradas por los perros ovetenses. Rodamos y rodamosentre carcajadas y finalizamos nuestro particular viaje tiradosen el camino, yo encima de él, con las respiraciones entrecor-tadas por el ataque de risa.

Me excité. Sí, lo reconozco, me excité. Ese día en el parque,digo. Esos segundos que estuvimos con nuestros cuerpos encontacto me pusieron a cien. Al principio no quise admitirlo.Me pasé toda la noche dando vueltas en la cama con los ojoscomo platos diciéndome a mí misma que eso no podía ser. Ami cabeza venía una y otra vez la imagen de los dos rodandopor el césped del Campo y yo encima de él. Lo veía como sifuese una película; una y otra vez yo encima de él. Al final laimaginación es más poderosa que la consciencia y esa película,esa noche, iba a tener otro final. Nos besábamos. Antes de quepasase algo más por mi excitada mente, sacudí mi cabeza re-petidas veces contra la almohada para que saliesen de mí esospensamientos obscenos y absurdos. Pero al final acabé mas-turbándome pensando que estaba encima suyo. Después mequedé dormida. Al día siguiente me desperté con una sensa-

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ción que caminaba entre la culpa, el odio y la vergüenza, unasensación que parecía obligarme a estar todo el día dándolevueltas a lo mismo. Me había excitado con Alex. En parte esnormal, ¿no? Habíamos follado como locos muchas veces, esnormal que me excitase. Cuando logré convencerme de queno pasaba absolutamente nada, seguía pensando en ello. Sihabía algún momento de relax en mi cerebro, automática-mente volvían a mí esas imágenes de los dos rodando por elcésped y yo masturbándome. Y sí, volvía a hacerlo. Mastur-barme, digo. Y así estuve durante algún tiempo. Después fueal revés, si me masturbaba acababa pensando en ese mo-mento. Pero dejé de preocuparme.

Con Alex todo fue normal. Bueno, hubo un par de veces queestando con él me venían otra vez las imágenes a la cabeza. Creoque me ponía roja, era como si pensase que Alex podía leer mimente y me daba mucha vergüenza. Me daba mucha vergüenzay también me excitaba. Incluso me descubrí un par de vecescomportándome en la línea en la que se comportaban mis com-pañeras de clase cuando salen a pillar cacho. Había ocasionesen las que, tras unas cervezas, me ponía mucho pensar que élpodía excitarse conmigo como a mí me había pasado con él. Ibaal baño y me miraba en el espejo; deseaba verme guapa, deseabaverme rompedora, deseaba que me desease, que me mirase elescote, que quisiese verme las tetas, que me mirase el culo, que…Cuando llegaba a casa volvían esos sentimientos de vergüenza,odio y culpa. ¿Estaba zorreando con Alex? No podía ser. Teníaque evitarlo a toda costa o le iba a confundir y no quería quepensase que tenía posibilidades. No quería que nos enrolláse-mos, no quería volver. Solo me excitaba. Y no quería hacerledaño. Ya había sufrido bastante por mi culpa. Por mi culpa.

Poco a poco dejé atrás esos pensamientos. Supongo que pa-saron a formar parte de la normalidad de mi día a día, algoque ya es tan habitual que ha dejado de extrañarte. Supongoque ese es el momento en el que el sentimiento de culpa des-aparece.

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Con Alex no pasó nada. Seguimos viéndonos los fines desemana para divertirnos como amigos. Yo empecé a vivir todocomo una absurda rutina en la que el teatro era mi única víade escape. Lo peor fue darme cuenta de que había estado vi-viendo el sueño de Adela y ahora su final había llegado. Ahoraya tenía todo lo que Adela me había podido aportar, debía seryo la que siguiese volando. Sola. Yo sola. Todas y cada y unade las veces en las que esos pensamientos acudían a mi ca-beza, la sangre se me agolpaba en el corazón como si este sele hubiese quedado pequeño. Estaba tan cansada de esperara que en mi vida sucediese algo, quería que me sucediese algo,quería que el mundo me dijese el porqué de mi estancia eneste lugar. Entonces un sudor frío recorría todo mi cuerpo.¿Porqué estaba allí yo?, ¿por qué?, ¿para qué? ¿Era el teatro?Sí. Pero necesitaba algo más. Algo más allá, ¿Quién era yo?Estoy harta de que me aten las normas morales que no medejan respirar. Tengo que romper las cadenas.

Un día decidí contárselo a Alex. Mis elucubraciones, digo.Pensé que si había alguien que pudiese entenderme, que nome juzgase, que no se burlase de mí por tener esas cavilacio-nes; ese era él. Así que, a pesar de que hacía mucho que nomanteníamos una conversación de ese tipo, a pesar de quenos habíamos convertido en amigos de borracheras de losfines de semana, se lo conté. Él me sonrió, se metió la manoen el bolsillo derecho de sus gastados elásticos y me dio untrozo de papel doblado. Me dijo que hacía días que lo habíaescrito y que no interpretase el gesto de ninguna manera; peroque lo leyese cuando estuviese sola. Luego me dijo que yotenía las respuestas, que estaban en mis mismas preguntas.

Respetando su petición, al llegar a casa, sentada en la camaa solas, desplegué el arrugado papel que me había dado Alexunas horas antes:

Destruye aquello que impide ver lo quieren ver tus ojos.

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capítulo 6

me voy a envenenar

me voy a envenenarAbre la ventana y mira,¿es que no lo ves?Su lucha es sin cuartel.En mi calle los héroesllevan carros de la compra,entran y salen de las fábricas.Se dejarán la piel,pisoteando a quien tetoque,

se dejarán la pieluna y otra vez.Voy a abrazar su luzy vestirles de colores.Voy a abrazar su luzy no estás tú.Lágrimas de cera,sangre enraizada,y las estrellascontaminadas.

Exprimiendo la cartillay la oferta del mes,son barcos de papel.En mi calle los héroesamamantan, tienden ropa,sudan y escapan de lassúplicas.Golpean la paredcon el alma en los riñones,golpean la pareduna y otra vez.Voy a abrazar su luzy vestirles de colores.Voy a abrazar su luzy no estás tú.Lágrimas de cera,sangre enraizada,y las estrellascontaminadas.Envenenar, me voy a envenenarsi no escucho sus risas.

La soledad es una de esas cosas que nunca pensamos quela vamos a sufrir en nuestras propias carnes. La soledad deverdad, esa que te arrincona sin darte ni una sola oportunidadde levantarte. La soledad es una hija de puta. Yo lo sé porquela he vivido. Supongo que esto es como todo, cada uno locuenta según lo vive, yo lo único que sé es que no me gustaestar solo. Nunca lo había pensado, lo de estar solo hastaahora era una liberación, siempre había disfrutado de esa sen-sación de libertad, de no tener que rendir cuentas a nadie.Bueno, siempre no. Cuando murió mi madre fue la primeravez en mi vida en la que me sentí solo, profundamente solo yperdido. Esa sensación de desamparo absoluto en cadaaliento, en cada segundo. Es como un percutor instalado enmitad de tu cabeza y lo único que eres capaz de sentir sonsus golpes constantes y acompasados que parecen decirte entodo momento: estas solo, no tienes nada, estas solo, no tienesnada, estas solo, no tienes nada. Cuando me dejó Selene volvía sentir lo mismo. Fue como un veneno de asimilación extre-madamente rápida. Mis oídos recibieron su frase de punto yfinal, mi cerebro se bloqueó, mi corazón sintió un profundochasquido y todos mis órganos vitales dejaron de funcionarpor un instante. Luego todo siguió aparentemente igual. Nome alteré, no me enfadé, no me llené de rabia. No. Sencilla-mente fui destruido por dentro y no podía hacer nada másque dejarme llevar. La soledad vino después, cuando los mi-nutos se fueron agolpando a mi alrededor y tan solo un

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enorme vacío ocupaba mis pensamientos. Selene ya no estaba ami lado. Después vino toda la larga travesía de silencio y deses-peración, los nueve meses más largos y yermos que nunca hayasiquiera imaginado. Y su llamada por mi cumpleaños, y la ilu-sión de nuevo, y las ganas de vivir aunque solo fuese para podercompartir parte de mi tiempo con ella. Aunque nunca pase nadamás. Poder ser amigo de ella es lo mejor que me ha sucedidoen mucho tiempo, tan solo quiero disfrutarlo.

Podría enumerar todas y cada una de las veces en las que,al despertarme, hubiese preferido estar muerto. Podría enu-merarlas todas y sin embargo, todas serían mentira. No seríacapaz de quitarme la vida porque la vida es lo único que te-nemos. Por eso nunca lo pensé. Por eso y porque no tengohuevos para hacer algo así. Pero aunque no tenga huevos, síque tengo valor para levantarme y pensar que todo puedecambiar, para eso también hace falta valor. Casi nunca piensoen lo que no tengo, no sirve de nada.

Me desperté a eso de las ocho de la mañana, como todos losdías. Tenía que ayudar a mi padre a levantarse, no importabaque fuese domingo ni que anoche estuviese con Selene enOviedo. No importaba el sueño que arrastrase, los domingos es-taba siempre contento porque había pasado unas horas con ella.

—¿Qué tal ayer? —al principio los dos llevábamos bastantemal el tema del baño y esas cosas, pero ya nos hemos acos-tumbrado y mi padre solía aprovechar para preguntarme cosasasí, quizá para que ambos pensásemos en otra cosa.

—Bien, bien.—Venga anda, cuéntamelo que soy viejo pero puedo escu-

char cosas de jóvenes.—Ni eres viejo ni tienes por qué saberlo todo. Levanta los

brazos.—Joder Alex, me haces daño, no seas burro.—Salimos por ahí, fuimos a la cervecería esa que te he dicho

alguna vez, también estuvimos en el parque.

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—¿Qué tal está Selene?—Bien, está bien… supongo que está bien… Al menos

cuando está conmigo se ríe mucho.—Eso está bien Alex, eso está muy bien. La risa es una de

las cosas más importantes que hay en la vida. No lo olvides.Después de arreglar a mi padre preparé el desayuno y salí

a soltar las gallinas. Ahora teníamos gallinas, mi padre antestenía animales, pero cuando el cáncer le empezó a comer pordentro se quitó los pocos que tenía. Poco después de venirmea vivir con él le convencí para que eso cambiase. Ahora tení-amos gallinas, dos vacas y un pastor alemán. Ya llevaba másde un año con él y no tenía intención de marcharme de Cala-brez… a no ser que Selene me lo pidiese.

Pasé toda la mañana en el huerto y antes de comer bajé a Ri-badesella a comprar el pan y las medicinas de mi padre. Tambiénaprovecharía para comprar un poco de costo a un chaval queme lo vendía a precio de oro. Maldito cabrón. Arranqué mi OpelCorsa y me dejé llevar curva a curva, encendido por la velocidad,la música a todo volumen y el recuerdo de la voz de Selene re-voloteando por mi cabeza. Y CORREREMOS DESNUDOSSOBRE EL PAPEL Y CON LOS PIES CUBIERTOS DETINTA ENTERRAREMOS LOS DÍAS PARA APRENDER AVIVIR SIN TENERLOS EN CUENTA. Al llegar a Ribadesellaaparqué en el Muelle y me dirigí a la panadería, luego pasé porla farmacia y dejé para el final al puto crío que me tangaba todaslas semanas. Subí para arriba sin entretenerme demasiado, teníaque preparar la comida y me apetecía fumarme un canuto en elcoche sin pensar en nada más. VOY CON EL VIENTO AFAVOR, AIREANDO MI ADICCIÓN, ENVEJECIENDO MÁSY MÁS. La última calada la di con el coche aparcado ya, abrí lapuerta y saludé a mi padre que estaba sentado en el corredor.

—Se te huele desde aquí, no deberías fumar conduciendo—mi padre sabe perfectamente que fumo porros, no me sueledecir nada pero no le gusta que me pase demasiado, ni quefume conduciendo ni cosas de esas.

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—Ya, venga anda, déjate de charlas y vamos para adentroque voy a preparar una sopa que te cagas —me quité el cham-bergo y lo metí para adentro; sé que lo de la silla de ruedasno le hace ni puta gracia, pero es muy cómodo y le da ciertaindependencia cuando yo no estoy cerca.

El invierno es una puta mierda. Tengo ganas de que salga elsol de una jodida vez, llevamos meses así y estoy hasta los cojo-nes. Aquí en invierno los días no duran nada, a las seis ya se estáhaciendo de noche, así que a las siete y poco ya estamos en casasin nada que hacer. Es entonces cuando nos sentamos cerca dela estufa de leña y jugamos a las cartas durante horas. Mi padresiempre quiere jugar al guiñote y a mí me da igual un juego queotro, así que así vamos pasando las horas, entre cantar las cua-renta y arrastrar vamos hablando de nuestras cosas y, sobretodo,vamos compartiendo el tiempo que nunca tuvimos. Todo lo quele ha pasado a mi padre en su vida es una puta mierda. Todo.Así que prefiero hablar yo, él ya me ha contado todo lo que metiene que contar. Suelo hacerme el remolón pero, como él insiste,pues acabo hablando de todo lo de Selene; ahora somos amigosy es una suerte al menos tenerla a mi lado, pero es muy duro, esmucho más duro que cualquier otra cosa que haya vivido. Tengoque estar continuamente reprimiendo las ganas de mirarla a losojos y decirle que la quiero con locura. Tengo que contener misganas de besarla. Tengo que hacer esfuerzos sobrehumanos parano agarrarla por la cintura y susurrarle al oído que podría estartoda la vida a su lado. A mi padre no se lo cuento exactamentecon estas palabras pero más o menos se hace una idea. Sufropor dentro. Sufro con un profundo dolor, pero disimulo conti-nuamente. Con quien primero tengo que disimular es conmigomismo, así que cada día me planto delante del espejo y piensoúnicamente en los momentos con ella, no pienso en las ausenciasni en todo lo que anhelo y no alcanzo, no pienso en lo que megustaría sino en lo que tengo. Y así voy aguantando. Más jodidoque el copón pero aguantando.

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Selene es una estudiante del copón, ya está en tercero y losexámenes de febrero los ha aprobado de puta madre. Yo nime acuerdo de lo que es estudiar. A veces me cuenta cosas dela Universidad, la escucho con detenimiento mientras hablade alguna asignatura o de algún profesor, y por momentos megustaría matricularme e ir a clase con ella. No deja de ser unaida de olla, así que nunca se lo digo. Además, si se lo dijesefijo que se asusta y se piensa que otra vez quiero estar todo elputo día a su lado y se vuelve a agobiar y esas mierdas. No, esuna gilipollez sin más. A mí lo de estudiar no me mola, buenoleer y esas cosas sí, pero lo que me jode es tener que ir todoslos días a clase y los exámenes y que te digan todo lo que tie-nes que hacer y tal. A mí me gusta ir más por libre. Ya casi mehe leído todos los libros de mi padre, tiene toda la casa llenade libros por todos lados, pero ya casi me los he leído todos.

—Te toca repartir —a mi padre no le gusta repartir y creoque aprovecha cuando estoy distraído pensando en mis cosaspara pasarme la baraja y que siempre me toque a mi repartir.

—Una más y nos vamos a la cama, ¿tienes algún libro másde la colección esa de tapas rojas?

—Ya sabes que no, los tienes todos en tu cuarto, ¿por quéno te sacas el carnet de la Biblioteca?

—¿Eh? —le miré como si me hablase en chino.—Joder Alex, a veces hay que dártelo todo hecho.—Mira quién fue a hablar —estos son los mejores momentos,

esos en los que nos unimos en una risa contagiosa y ya no im-porta ni la enfermedad ni nada de nada.

Al día siguiente fui a la Biblioteca de Ribadesella. Creo quenunca había ido a una biblioteca, al menos que yo recordase.Entré con mucho cuidado, el silencio eclesiástico que se res-piraba me acojonó desde el minuto uno. Me acerqué con cui-dado al mostrador del fondo, dando sigilosamente cada paso,intentando que mi respiración no fuese demasiado ruidosa,procurando no llamar la atención. Más gilipollas no se puede

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ser. No había más de seis personas contando la bibliotecariay todos me miraban fijamente. Mi chupa de cuero completa-mente abrochada con sus colgantes tintineando para todosnosotros, mi pelo largo y despeinado cubriendo buena partede mi rostro, mis pantalones elásticos, mis botas negras rotasy llenas de barro. Era imposible que no se fijasen en mí. Se-guro que a más de uno le pasó por la cabeza que era un yonkien busca de problemas, seguro que alguno pensó en llamar ala policía. Todos me miraban. Yo seguí caminando hasta elmostrador y mi saludo retumbó en la enorme sala como si lohubiese gritado con todas mis fuerzas. No estaba habituado alos volúmenes de conversación en biblioteca, así que casimuero de vergüenza. Unos chavales me miraban entre risasmientras husmeaban una enciclopedia, una cuarentona gafotasme analizaba con cara de pocos amigos y un par señores muyelegantes comentaban la jugada entre ellos. Es en estos mo-mentos cuando me gustaría tener a mano una pistola y liarmea tiros con precisión. La bibliotecaria en cambio me sonrío yme preguntó si buscaba algún libro en concreto.

No estaba nada mal, la bibliotecaria no estaba nada mal. Noera como la de la peli porno que había en la Caseta del Tíodel Perca, pero la verdad es que tenía un morbo de la hostia.Le dije que quería sacarme el carnet de la biblioteca y co-menzó a tomarme los datos, siempre hablando en un tenuesusurro que me incomodaba sobremanera. Cuando terminóvolvió a preguntarme si buscaba algún libro en concreto, yoen ese momento estaba observando sus recatadas tetas escon-didas tras una blusa blanca de lo más fea. No estaban mal. Nodebía estar demasiado acostumbrada a que se las mirasen yaque se puso más nerviosa de lo normal. Tiró un par de librosal suelo y aproveché para observarla con más detenimiento.Debía tener cerca de cuarenta años pero conservaba una fi-gura estupenda. Le dije que me recomendase algún libro yeso aún la puso más nerviosa. Se dio la vuelta y comenzó abuscar en la estantería de detrás. Su culo era lo que lucía con

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más gracia. Llevaba unos vaqueros negros muy ceñidos, comoqueriendo mostrar lo que nadie ve. Me hubiese gustado aga-rrarle el culo con ambas manos, pero preferí ponerme a tara-rear una canción en mi cabeza para alejar malos pensamientos.SIEMPRE SOLA LA VERÉIS, AUNQUE NOVIOS HUBOMUCHOS, EL MEJOR SE LE ESCAPÓ Y ERA SU ÚLTIMOCARTUCHO. Los Platero siempre me recuerdan a Selene, nosé por qué pero me recuerdan a Selene. Cuando regresó al mos-trador con tres o cuatro libros yo ya había dejado de pensar ensu culo, en sus tetas y en follármela en el baño de la biblioteca.Cogí el más gordo de todos los que bajó, era Cien años de sole-dad, me gustó el título y tenía muchas páginas en las que per-derme durante horas, así que seguro que era buena elección.

—Tienes que devolverlo antes de quince días —me dijo lamuy subnormal, como si pensase que no me lo iba a leer nide coña.

—No te preocupes, lo terminaré antes —le dije con desgana,se me habían quitado las ganas de desnudarla con la mirada—adiós.

Subí a casa y me puse a preparar la comida. Mi padre toda-vía estaba en la cama, había días en los que no soportaba losdolores ni con calmantes ni con nada. Puta mierda.

La mayoría de las veces no valoramos las cosas que más im-portan. A mí la vida me ha dado muchas hostias, desde quese murió mi madre no ha dejado de darme hostias, pero esome ha servido para valorar las cosas que hay a nuestro alre-dedor. Todos los libros nos hablan de héroes que han ganadobatallas, de héroes que han encabezado revoluciones, de hé-roes que han cambiado el curso de la historia, pero ningúnlibro habla de los héroes de verdad. Los héroes de papel hacetiempo que dejaron de impresionarme, están bien para las pe-lículas pero poco más. A mí lo que me gusta es ver héroesdonde nadie los ve. Antes, cuando vivía en Alagón y llegabaa casa a cinco y media de la mañana, veía silenciosas figuras

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que salían de sus pisos cabizbajos y empezaban a caminar ensilencio. Se dirigían a la fábrica. Eran los del turno de mañana.Padres de familia que regalaban ocho horas cada día para quenosotros, sus hijos, pudiésemos estudiar, emborracharnos,pensar en chicas y perder el tiempo. Hombres y mujeres demirada sencilla que se dejaban la piel para que cada mes llegaseel sueldo que permitía que la rueda siguiese girando. A vecesme sentaba en el banco a mirarlos, los veía pasar como sombrascautivas que quieren llegar al destino cuanto antes para regresarde nuevo a sus casas. Yo entonces no tenía padre. Hubiese que-rido que alguno de ellos fuese mi padre. Lo pensé muchas veces.Porque ellos eran héroes. También veía héroes por la mañana.Alguna de esas mañanas en las que madrugaba un poco más delo habitual y me acercaba a El Agüjero a tomarme una caña ma-ñanera. Era entonces cuando la calle Mayor estaba llena de ca-rros de la compra conducidos con brío por las mismas personasque a mediodía prepararían la comida, las mismas que vigilaríanlos gastos de la casa y evitarían cualquiera de sus caprichos paradarnos a nosotros la oportunidad de seguir viviendo como viví-amos. Mierda puta. Cuando pensaba estas cosas sentía ver-güenza de mí mismo. Vergüenza porque ellos nos lo estabandando todo y nosotros lo estábamos potando después de cual-quier borrachera. Ellas y ellos eran héroes que hacían cualquiercosa con tal de protegernos, héroes silenciosos que nunca sequejaban y cuyas lágrimas se secaban cada noche dejando suhuella en forma de arrugas. Como una vela que se derrite y dejael rastro de cera en su propio ser.

He empezado a escribir de nuevo. Cuando pienso cosas deestas me da por escribir. Si pienso en Selene no soy capaz dejuntar dos palabras, me muero por dentro. Pero cuando hablocon mi padre y le digo alguna de estas cosas siempre acabo en-cerrándome en mi cuarto y llenando de tinta un cuaderno queposiblemente nunca nadie leerá. Mi madre también era así, a ellasí que pude verla así. Dejando sus sueños en cada rincón de laescalera, tendiendo la ropa como quien saca los problemas para

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que se sequen al sol, sudando y tragándose todos los males queacechan cada casa, todo con tal de ver una sonrisa al día, un beso,un abrazo. Y la mayoría de las veces ni eso. Joder. Me quedarondemasiadas cosas por decirle, daría cualquier cosa por poder sen-tarme delante de ella y darle las gracias. Besarla y darle las gracias.Con mi padre ha sido muy diferente, me he pasado media vidaimaginándolo o queriéndolo sustituir por cualquiera, pero ahoralo puedo disfrutar. Enfermo y dolorido, pero lo puedo disfrutar.Selene se lleva fatal con sus padres, la entiendo perfectamente,pero algún día verá todos los sacrificios que han hecho. Quizáya los ve pero le jode reconocerlo. No sé.

Llamé al timbre y esperé a que Selene, o Amaya, o Bego meabriesen. Cuando preguntan quién es, siempre contesto que soyCelesto. Es como una broma tonta que me gusta mantener.Puede que sea una gilipollez, pero a mí esa gilipollez me gusta,además cuando descubrí que yo era Celesto nosotros éramosnovios, o eso creía yo. Por eso me gusta seguir siendo Celesto,porque en lo irracional se encuentra el secreto de las cosas y nohay nada más irracional que agarrarse a un nombre propio paradejar que un poco de aquel pasado cercano se acerque a nuestropresente de bromas y risas amistosas. Joder, joder, joder.

—Buenas tardes Celesto, tu amada luna se encuentra cam-biándose en su habitación y nos ha pedido que te hagamoscompañía —a Amaya siempre le divertía tomarme el pelo y de-cirme cosas así cuando Selene no estaba delante. Ella queríaque volviésemos a estar juntos, lo mismo que Bego aunquefuese menos expresiva, lo mismo que yo aunque me callasemis intenciones. La única que no quería era Selene.

—No os preocupéis por mí bondadosas bolleras, podéis irosa donde vuestras mercedes estimen oportuno que seguro queme encuentro mejor conmigo mismo que en vuestra abomi-nable compañía —la verdad es que habíamos pillado muchacomplicidad, eran muy buena gente y les gustaba vacilar tantocomo a mí.

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Nos sentamos los tres en el comedor y me dejaron hacermeun canutillo mientras Selene terminaba de cambiarse. Begopuso música, la verdad es que sus gustos eran muy diferentesde los míos en cuanto a música se refiere, pero a veces me sor-prendían. PERDÓNAME POR NO DEJARTE, POR QUE-RERTE Y HABERTE QUERIDO, AMOR INVENTO DELDIABLO, QUERER BURLA DEL DESTINO. Qué cabronas,seguro que habían estado rebuscando entre sus viejos discoshasta encontrar una canción que me molase y que al mismotiempo me sacase los colores. Dulce castigo, habían dado en elclavo, eso es lo que estaba viviendo, un dulce castigo que sa-boreaba con placer. Quería que Selene saliese de su habitacióny nos diésemos los dos besos que siempre servían de saludo yque eran el mayor contacto físico que existía entre nosotros.

Cuando salió de su habitación Bego y Amaya nos dijeronque habían quedado a cenar con unos amigos, Selene habíapensado salir a tomar unas sidras y cenar al mismo tiempo. Amí cualquier cosa que ella quisiese me venía bien. Terminamosde fumar y nos fuimos.

Oviedo estaba medio desierto, eran las vacaciones de se-mana santa y mucha gente se había marchado de vacaciones,o a ver a la familia, o lo que fuese. En los bares no había casinadie pero a nosotros nos daba igual. Fuimos bebiendo y be-biendo hasta caer de rodillas. Cuando nos quisimos darcuenta llevábamos una señora borrachera de esas en las queno paras de reír pero que terminan en K.O. absoluto. Al cerrarel último bar Selene me dijo que no podía coger el coche así.Yo insistí, le dije que no pasaba nada, que no iba a haber con-troles y que otras veces había conducido peor. No hubo ma-nera de convencerla. Me obligó a subir al piso a dormir allí.Eso sí, yo en el sofá, lo dejó claro en todo momento.

Nos sentamos en el comedor y Selene enchufó la tele. En uncanal de esos raros de la tele por cable estaban echando La vidade Brian en versión original subtitulada. Acababa de empezar ynos pareció una buena idea verla antes de irnos a dormir. No sé

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si fueron las sidras, las cervezas, la maría, la película o la mezclade todo ello, pero cuando llegaron Bego y Amaya nuestras carca-jadas se escuchaban desde la calle. Eso nos dijeron. Ellas se mar-charon a la cama y nosotros bajamos la voz de la tele, la peli estabaa punto de terminar y Selene estaba acurrucada con la cabezaapoyada sobre mi hombro. Pensé que era el momento que tantohabía esperado, pensé que había llegado mi oportunidad, penséque no tenía que pensármelo más. La miré a los ojos, dejé queella me mirase, me acerqué muy despacio y deposité mis labiossobre los suyos.

—No, no, Alex, no.Nuestras lenguas no se tocaron, sus labios ni se movieron,

no fue un beso ni fue nada. Mierda. La había cagado bien ca-gada. Selene me miró con ojos llorosos, me dijo que ya lo ha-bíamos hablado, me repitió que solo podíamos ser amigos.

—No te preocupes, perdona, de verdad, se me ha ido la olla.—No pasa nada —me dijo mientras me daba uno de sus

besos en la mejilla —voy a irme a dormir, ¿vale? Mañana des-ayunamos juntos y, si quieres, damos una vuelta.

—Me voy a casa Selene, ya estoy bien, de verdad. Mañanate llamo. Y perdóname.

BAJÉ LAS ESCALERAS SÍ DE DOS EN DOS, PERDÍ ALBAJAR EL NORTE Y LA RESPIRACIÓN. Cantar es la mejor so-lución en estos casos, cantar a las cinco de la mañana por las callesde un Oviedo casi desierto. QUE YO ME ACUERDO ENTODA-VÍA CUANDO TE BESABA, LA CAGO VUELVO A TIRITAR.Cantar para ahuyentar la cagada monumental que me había cla-vado, cantar para evitar pensar que quizá Selene ya no quería vol-ver a ser mi amiga. La necesitaba, siendo mi amiga o como fuese,la necesitaba a mi lado. QUE NO, QUE HA SIDO UN MOMEN-TITO SOLO DE BAJADA, QUE AQUÍ NO PASA NADA.

Llegué a Calabrez como pude y me metí en la cama. Teníaganas de llorar pero no lo hice, el sueño pudo conmigo.

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Daría todo lo que tengo, que no es mucho, por volver a es-cuchar la risa de mi madre. Quizá eso sea lo que más feliz mehace del mundo, escuchar las risas de la gente que quiero. Mepongo triste cuando hablo con mi padre de la vida que ha lle-vado y cuando pienso en los esfuerzos de mi madre por darmea mí la vida que me ha dado. Nunca damos las gracias porestas cosas, pero deberíamos hacerlo. Luego, cuando quere-mos hacerlo siempre es tarde. Sus sueños quedaron contami-nados por nosotros, por sus propios hijos, las estrellas que unavez soñaron tocar quedaron ocultas por las nubes del día adía. Las nubes que llegan a fin de mes, cuando la cartilla estáen números rojos y queda mucho por pagar, las nubes de losproblemas cotidianos que ellos siempre sortean con la facili-dad que solo los héroes saben. Genialidad y eficacia. Y nos-otros sin enterarnos de nada, dejando pasar nuestro tiempo yquejándonos por todo. Somos imbéciles. Hoy me he dadocuenta y no puedo hacer nada, un negro temblor me roe pordentro, me carcome las entrañas, me envenena. No puedo, mevuelvo loco solo de pensarlo, quiero dar marcha atrás y decirtodo lo que nunca dije.

Alguna de estas cosas se las he dicho a Selene. Ella dice quees normal que me sienta así, pero que al menos ahora tengo ami padre. No. No es eso solo a lo que me refiero. Yo me refieroa todos los padres y todas las madres, me refiero a todos esosesfuerzos sobrehumanos nunca reconocidos, me refiero a esetirar para adelante con la sangre de todos los suyos bombe-ando en el cerebro, me refiero a esa voluntad inquebrantabley ese pensamiento continuo que les dice que si se detienen,aunque solo sea un momento, los suyos tendrán problemas.Tendremos problemas. Nosotros. Porque somos nosotros esageneración de mierda que no entiende de sacrificios ni deagradecimientos ni de nada. Yo lo tengo claro. Ellos son losúnicos héroes que voy a idolatrar en toda mi vida. Ellos sí sonhéroes; los que llenan libros de historia o descansan en mu-seos y catedrales por los siglos de los siglos son otra cosa. Por

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eso últimamente me levanto cada mañana y quiero sentir esafuerza a mi lado, sentir su luz incandescente y abrazarla parasiempre. Es un sentimiento profundo que solo habla de ellos.De ellos y de la soledad por no tenerla a mi lado.

De lo del beso furtivo nunca hablamos. Yo no lo quieromencionar y ella nunca dice nada al respecto. Hace tiempoque hemos vuelto a hablar casi todos los días por teléfono y,en cuanto dan las ocho y escucho su llamada, mi corazón sepasa de revoluciones y mi padre se parte de risa mientrascorro por el pasillo hacia el teléfono. A mí me parece que todoes un poco raro, a veces me sorprendo a mí mismo pensandoque no es normal que nos comportemos como novios cuandoni lo somos ni ella tiene intención de serlo. Mi padre dice queno es tan raro, que en realidad estamos recorriendo un caminojuntos, un camino en el que nos estamos conociendo tanto eluno al otro como a nosotros mismos. Puede ser. Lo único quesé es que últimamente me siento de mejor humor, ya no tengotanta mala hostia y casi nunca discuto con nadie. Es verdad.Acabo de darme cuenta de que nunca discuto con mi padre.Eso sí es raro.

Ayer le dije que lo tenía decidido, que iba a abrazar su luz,que quería ser como mis padres o como los suyos.

—¿Cómo los míos? —la voz de Selene me lo preguntaba conel mismo tono con el que se lo preguntaría a un loco —nosabes lo que estás diciendo.

—Claro que lo sé, piénsalo un momento joder. Que sí, quete habrán castigado miles de veces, que te habrán puesto horapara llegar a casa, que todo lo que tu quieras. Pero seguro quenunca te ha preocupado que no puedas pagar los libros conlos que estudias, ni el alquiler del piso de Oviedo, ni la comprasemanal. Seguro que eso nunca te ha preocupado.

—Estas como una cabra Alex, no sé qué te pasa.—Piénsalo, ¿te han preocupado esas cosas?—No.

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—Pues a ellos sí, constantemente. Y gracias a esas preocu-paciones estas estudiando en Oviedo, o sales de bares los finesde semana o estás hablando ahora mismo conmigo.

—Ya… sí… es verdad…—¿Cuándo fue la última vez que los escuchaste reír?—¿Reír? No sé… no lo recuerdo…—No es justo, eso es a lo que me refería, no es justo que no

escuchemos sus risas y no es justo no por nosotros, sino porellos. La risa es una de las cosas más importantes que hay enla vida y muchos de ellos se han olvidado de reír. Se les haolvidado por nuestra culpa.

—Eso es muy triste Alex —Selene estaba llorando, no lodecía pero yo sabía que más de una lágrima resbalaban porsu mejilla.

—Lo sé.

Selene va a aprovechar algunos de los días de semana santapara venirse a Calabrez. Solo le quedan cuatro días de vaca-ciones pero va a venirse aquí. Eso es la puta hostia. La mejornoticia que he escuchado en meses, o en años, o en siglos. Laputa hostia. Si lo sé inicio antes la conversación de hace unosdías, aunque eso ya no importa, la voy a tener cuatro días muycerca de mí. La puta hostia. Sé que no se me tiene que ir laolla, que no me tengo que emocionar ni nada, joder, pero esque joder. Solo pensar en caminar por aquí a su lado ya mehace feliz. Me ha dicho que viene para ver a sus padres, quelos tiene abandonados y que hace mucho que no viene poraquí. También me ha dicho que me promete que va hacerlosreír, me lo ha jurado, me ha dicho que tengo razón, que quiereescuchar sus risas de nuevo. Como cuando era pequeña, comocuando todo era más sencillo, como cuando todos eran felices.Quizá ahora también sean felices, a nuestra manera todossomos felices o al menos lo intentamos. Yo sí que soy feliz,enormemente feliz desde que sé que ella viene. Hoy he estadojugando a las cartas con mi padre hasta muy tarde, hemos sa-

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cado el orujo de hierbas y nos hemos emborrachado un poco,no tenemos que dar ninguna explicación a nadie, tan solo es-tábamos contentos y hemos compartido nuestra felicidad.Nuestras risas se escuchaban desde lejos. Hoy dormiré mástranquilo que de costumbre.

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capítulo 7

el calor de la revuelta

el calor de la revuelta

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Han pasado ya muchas cosas y todavía quedan muchas porpasar. Las vidas de Alex y Selene se han ido acercando a pesarde los volantazos que ha ido dando el destino. Ellos viven sudía a día con intensidad juvenil mientras nosotros vamos des-andando sus andanzas a través de las páginas de este libro.Hemos ido dando saltos en el tiempo porque muchas vecesla vida nos repite una y otra vez el mismo día hasta que cam-biamos de ciclo, así evitamos la rutina y el aburrimiento queen ocasiones sufren Alex y Selene para centrarnos única y ex-clusivamente en las acciones relevantes para el desenlace dela historia. Tras nueve meses de ausencia volvieron a acercarseel uno al otro y durante todo el curso escolar han ido solidi-ficando una amistad que se ha hecho mucho más fuerte de loque ninguno de ellos hubiese nunca adivinado. La amistad esalgo que solo es valorado en su justa medida por aquellas per-sonas que la disfrutan o que la han disfrutado en algún mo-mento. Ellos se sabían afortunados, a pesar de todos lospesares, sabían que se tenían el uno al otro y eso les hacía másfuertes. Es en este instante cuando la historia va a cambiar deescenario, nuestros protagonistas van a trasladarse a Barcelonadurante un par de días. Selene acababa de terminar los exá-menes finales y tenía plena libertad de movimiento, Amaya yBego se encargaron de que unos amigos les alojasen a los cua-tro, Alex puso su coche y las horas al volante durante el largoviaje. 2001 fue un año cargado de incertidumbres, los sucesosde Seatlle y todo lo de después habían provocado que durante

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las largas charlas en el piso de Oviedo fuesen habituales lostérminos Fondo Monetario Internacional, Banco Muncial, G8y, por supuesto, antiglobalización. Barcelona era una cita obli-gada, Internet había alzado la voz hasta todos los rincones enun llamamiento nunca visto hasta entonces. Y ellos no se loiban a perder. Había llegado el momento de la protesta activa,había llegado la hora de la revuelta.

Salieron desde Oviedo, era un sábado especialmente sole-ado y los cuatro estaban de muy buen humor. Comieron enel piso algo de pasta y carne empanada. Bego era la que habíaplanificado todo y les explicó, mientras los demás masticaban,que unos amigos les dejaban una habitación con un par decolchones para los cuatro; llegarían por la noche, así que ce-narían algo y a dormir en seguida que al día siguiente habíaque madrugar. A primera hora de la mañana acudirían a unacharla en la Plaza Catalunya y después a un acto que habíaorganizado la plataforma Campaña contra el Banco Mundial-Barcelona 2001, comerían con sus amigos y podrían descansarhasta las seis que irían a un acto reivindicativo de la Unión deJuventudes Comunistas de España y, por la noche, se mani-festarían contra la videoconferencia del Banco Mundial. Peroel acto principal era el lunes, para ese día tenían que guardartodas sus fuerzas, tenía que ser una movilización que llamasela atención de todos los países del mundo. Bego estaba emo-cionada, llena de energía, los demás la miraban con los ojoscomo platos, como extasiados. Tenían ganas de comenzar elviaje cuanto antes así que dejaron los platos en la fregadera ycogieron sus mochilas. Rumbo a Barcelona.

El viaje fue largo, sobretodo para Alex que era el único quetenía carnet de conducir. La efusividad de Bego les había con-tagiado a todos y las primeras horas las pasaron hablando deSeattle y las acciones que estaban llevando a cabo desde elFMI; también hablaron del cambio climático, y del euro, y dela lucha de clases, y de que un nuevo orden mundial estaba

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llegando y no debían dejar el poder de decisión en manos delos ricos y poderosos. El coche era una proclama andante car-gada de energía. De vez en cuando Bego se emocionaba y le-vantaba la voz como la gran oradora que era.

—Nunca medraron los bueyes en los páramos de España —le encantaba ponerse apocalíptica y recitar a Miguel Hernán-dez como si estuviese ante una gran audiencia —¿quién hablóde echar un yugo sobre el cuello de esta raza? ¿quién hapuesto al huracán jamás ni yugos ni trabas, ni quién al rayodetuvo prisionero en una jaula?

Cuando terminaba todos estallaban en un sonoro aplauso,incluso Alex que soltaba el volante para desesperación de Se-lene que estaba a su lado y parecía no fiarse demasiado desus habilidades como conductor. Poco a poco las energías sefueron apagando y Bego y Amaya se durmieron, Selene secontagió poco después, así que a la altura de Bilbao el cocheguardaba silencio y Alex enchufó la radio. Las noticias habla-ban de la decisión del Banco Mundial de anular la conferenciade Barcelona por miedo al movimiento antiglobalización y aque se repitiesen los sucesos de Seattle, también dijeron quela movilización seguía adelante y que, aunque el Banco Mun-dial hubiese decidido hacer su reunión mediante videocon-ferencia, los diferentes colectivos habían seguido adelante consus actos reivindicativos. La locutora afirmaba con tono alar-mante que Barcelona iba a convertirse los próximos días enuna olla a presión y que se había preparado un gigantesco dis-positivo policial para garantizar la seguridad de los ciudadanosde Barcelona. Aborrecido de las noticias Alex cambió a unacadena de esas de música en la que empezó sonando JoaquínSabina, después Maná, luego Estopa y cuando comenzó la úl-tima de Alejandro Sanz, Alex buscó desesperadamente unacinta de cassette, no soportaba más esa tortura. Sabía que sumúsica no era exactamente del agrado de Amaya y Bego, perometió el “Acción directa” y subió el volumen.

—¿Qué es esa ruidera?, joder, baja el volumen hostia.

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—Calla Bego, calla y disfruta —a Alex le encantaba putearlasun poco —PARECE QUE SE AVECINA TORMENTA.

—Además de verdad, mira que nubarrones —Selene se aca-baba de despertar y le sorprendió el cielo negro sobre Lo-groño —está empezando a llover.

—Será por la puta mierda que ha puesto este.—Un respeto a los Barri que paro aquí mismo y os bajáis.—Bueno, vale. Eres un pesado.—Pero luego nos toca a nosotras elegir —Amaya se había tra-

ído un par de cintas y las enseñaba orgullosa mientras Begose reía y le daba un sonoro beso en los morros.

El camino continuó entre canciones de The Cult, Héroes delSilencio, Leño, Madonna, Queen y M-Clan. Pararon en Alagón asaludar a la tía y a la prima de Alex, pero siguieron rumbo caside inmediato, la tarde estaba llegando a su fin y todavía les que-daban tres horas de viaje. El fin de semana anterior habían estadoviendo una película los cuatro juntos en el piso de Oviedo, Re-quiem por un sueño, una película que les había impactado. Amayahabía conseguido la banda sonora y la puso en el radiocassette,todos guadaron silencio, esa melodía hipnótica les arrastró a lasimágenes del ojo y la vena, y la madre, y las pastillas, y la locura,y el caos. Todo podía irse a la mierda en cualquier momento, tansolo era necesario perder el control. Cada uno de ellos tenía unavisión diferente de la película, pero todos coincidían en la pro-funda angustia que les había causado, era una de esas películasdifíciles de olvidar. Cuando terminaron de destriparla ya estabanentrando en Barcelona, eran más de las once y media de la nochey estaban agotados. Llegaron al piso de los amigos de Bego queles estaban esperando con la cena preparada. Comieron sin en-tretenerse demasiado y se metieron los cuatro en el cuarto queles habían preparado, había que descansar, a la mañana siguientecomenzaba la revuelta.

El mundo estaba cambiando y Alex y Selene formabanparte de ese colectivo que pensaba que la riqueza estaba mal

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repartida y que el mundo podía funcionar de forma muy di-ferente. Aunque muchas personas tuvieron conocimiento delas movilizaciones en contra de la globalización solo a partirde los acontecimientos de Seattle, lo que sucedió allí fue con-secuencia de toda una serie de acciones previas que diferentescolectivos habían estado llevando a cabo en todo el mundo.Estos colectivos pronto comprendieron que existía un ene-migo común y tanto Internet como los teléfonos móviles fue-ron sus mejores altavoces para dejarse oír y movilizarse deforma masiva. Nacía así una forma de movilización que esca-paba de las manos de ese enemigo común, de esa globaliza-ción. El término globalización comenzó a usarse mucho antes,en la década de los ochenta las grandes universidades de Es-tados Unidos y Japón empezaron a definir así a ese espaciomundial que decía estar abierto a todos y que parecía ofrecernuevas oportunidades; sin embargo, lo que realmente escon-día ese término y que se fue desvelando poco a poco era unaverdadera nueva ideología conservadora programada y ejecu-tada por aquellos que se encontraban al frente de los merca-dos financieros y de las compañías multinacionales. Pocodespués surgen grandes organizaciones muy burocratizadascomo el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, laOrganización Mundial del Comercio o la Organización de Co-operación y Desarrollo Económico. Estos organismos fueronlos encargados de despejar el camino para poner en prácticauna serie de estrategias cuyo objetivo principal era liberalizarel comercio y la circulación de capital a escala planetaria paraque las empresas multinacionales y los grandes grupos finan-cieros pudieran hacer sus negocios sin ninguna limitación.Todos estos movimientos perfectamente estructurados supu-sieron la reducción del quince por ciento de la renta per capitaen setenta y ocho países del hemisferio sur entre los años1990 y 2000, mientras que en la misma década se produjo unaumento sustancial del PIB de los países desarrollados. Losricos se hacían más ricos y los pobres más pobres.

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La reacción no se hizo esperar. Los movimientos de protestacomenzaron en la década de los noventa y, aunque al principiolo hicieron de forma minoritaria, comenzaron a alzar la vozcontra las políticas del Fondo Monetario Internacional y delBanco Mundial. También denunciaron las agresiones ecológi-cas a escala planetaria, especialmente la destrucción de la selvaamazónica auspiciada por el Banco Mundial y sus subvencio-nes para nuevas prospecciones petrolíferas en el Pulmón delPlaneta. Poco después, en 1994, la revolución zapatista fue elinicio del acercamiento y coordinación de todos estos colec-tivos que hasta entonces habían alzado la voz en diferentespuntos del mundo sin actuar de forma conjunta. La globali-zación económica y el neoliberalismo a escala mundial teníandelante un nuevo elemento muy heterogéneo que cuestionaríatodas sus decisiones. La heterogeneidad del activismo en con-tra de la globalización se consolidó a partir de entonces comouna de las particularidades de este nuevo movimiento. La dé-cada de los noventa llegaba a su fin y el nuevo movimientoantiglobalización estaba preparado para cuestionar de formasólida las bases del sistema.

En Seattle se dieron cita los miembros de la OrganizaciónMundial del Comercio para abrir una nueva ronda de nego-ciaciones de liberalización y desregulación comercial. Lostemas a tratar y la planificación del nuevo milenio habían sidopreparados por los gabinetes económicos de Estados Unidos,Comunidad Europea, Japón y Canadá, en coordinación conlos grandes grupos financieros y multinacionales. De hechomerece la pena destacar que los gastos de la organización dela cumbre, así como los honorarios de los participantes en lamisma habían sido sufragados por Microsoft, Boeing, UPS,Chase Manhatan, Bank of America, IBM, General Motors,entre otros grandes grupos empresariales. Frente a esta cum-bre, más de mil quinientos colectivos y organizaciones quetrabajaban en contra de las consecuencias de la globalización,pusieron en marcha una serie de acciones a través de Internet

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que posibilitaron que se sumaran a la protesta más de setentaciudades de todo el mundo. Todo fue organizado desde Inter-net y no hubo forma de que los organizadores de la cumbrede Seatlle pudieran controlarlo. Las acciones fueron en su ma-yoría pacíficas, a pesar de producirse fuertes enfrentamientosviolentos motivados por la excesiva brutalidad policial y la so-lución violenta reivindicada por una minoría de los integrantesdel colectivo antiglobalización. La población estadounidenseconcedió un apoyo masivo a los manifestantes y denunció pú-blicamente la dura acción policial. Acto seguido todos los tele-diarios del mundo contaron lo sucedido en esta primera granmanifestación de carácter mundial y en esta primera victoria aun organismo emblemático de la globalización.

Durante el año 2000 se llevaron a cabo cumbres del FondoMonetario Internacional y del Banco Mundial en Washington,Praga y Niza, todas ellas corrieron la misma o parecida suerteque la de Seattle. La voz de los antiglobalización cada vez eramás fuerte. Sin embargo, el punto de madurez de este acti-vismo se produjo en Brasil en enero de 2001, allí se reunieronpor primera vez sindicalistas, responsables de asociaciones yrepresentantes de ONG’s elegidos democráticamente en todoel planeta. Esta cita se convirtió en la contestación paralela alForo Económico Mundial de Davos donde en enero de cadaaño y bajo el patrocinio de más de mil multinacionales, losdueños de las empresas transnacionales se reunían con los lí-deres políticos. El objetivo principal de los asistentes al en-cuentro antiglobalización de Brasil era dar una respuestacomún a la imposición de las políticas neoliberales, conside-radas como la causa directa de la extensión de la pobreza y laprecariedad, del crecimiento inaudito de las desigualdades so-ciales, de la privatización del planeta y de la mercantilizaciónde la vida cotidiana. A pesar de lo que los medios de comuni-cación quisieron mostrar en su día, la inmensa mayoría de losparticipantes en estos foros antiglobalización defienden la pro-testa pacífica y están en contra de toda forma de violencia.

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También es importante señalar que todas las movilizacionesreivindican lo mismo y se enfrentan a enemigos comunes. Losciudadanos son las verdaderas víctimas de la globalización yson ellos quienes pueden protagonizar un cambio real. Lapuerta estaba abierta para la cita en Barcelona, el movimientoantiglobalización estaba fuerte y unido y el Banco Mundialhabía dado un significativo paso atrás al decidir celebrar elencuentro por videoconferencia por miedo a lo que pudierapasar. Las movilizaciones contra la globalización seguían ade-lante, Barcelona era un nuevo paso y allí estaban Alex y Selenepara alzar la voz contra el sistema.

El domingo fue un día bastante tranquilo. Se habían levan-tado y habían acudido a un acto tras otro. Por la mañana habíaasistido a varios de los debates organizados. En el primero deellos todo giraba alrededor de la idea de que la globalizaciónneoliberal vacía de contenido a las instituciones que presumende democráticas y las deja reducidas a pura forma: las instan-cias económicas internacionales (BMI, FMI), las macroáreasde libre comercio (CE, ALCA), sus instrumentos militares(OTAN) y todo aquello que se ha definido como el imperiode las multinacionales, toman cada día decisiones que afectana millones de personas, deciden el futuro de la humanidadsin consultar a nadie. Alex, Selene y Amaya tan solo escucha-ban y meditaban mientras Bego participaba activamente in-terviniendo siempre que tenía ocasión. A última hora de lamañana nos acercamos al debate sobre mujer y liberalizaciónen el que Bego quería participar desde el minuto uno.

—El neoliberalismo, con sus políticas de reducción de pre-supuestos en servicios públicos y privatizaciones, ha supuestoun retroceso de los derechos laborales y sociales de las mu-jeres —su voz sonaba alta y firme y todos la escuchaban —Laspolíticas del Banco Mundial y del Fondo Monetario Interna-cional suponen la mercantilización de todo: no reconocen losderechos ni se da respuesta a las necesidades de las mujeres,

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los enfermos, los niños y niñas. Además, las mujeres lesbianasnotan un aumento de la discriminación por opción sexual. Exi-gimos que se reconozca la contribución de las luchas de lasmujeres a las transformaciones sociales.

Cuando finalizó esta mesa de debate se fueron a un parquecercano y sacaron unos bocadillos que llevaban preparadosde casa.

—Joder, cómo hablas tía, eres la hostia —Alex se había que-dado impactado ante la fuerza y la capacidad de captar la aten-ción que tenía Bego cuando se ponía a hablar de estos temas—me has dejado flipado.

—Ya te digo —Amaya se sentía muy orgullosa de su compa-ñera y lo estaba celebrando con un enorme porro que acababade encender —toma anda, que te lo has ganado.

—Dejaros de hostias, esto es el mundo real, tenemos que ac-tuar y organizarnos —Bego estaba fuera de sí.

—Esta tarde, después de la lectura del Manifiesto, hay unaverbena o un concierto o algo así.

—Sí, sí, en el Poble Nou, yo también lo he leído.—No necesitamos verbenas, necesitamos organización y uni-

dad —Bego no soportaba que mezclasen la diversión con lasreivindicaciones en contra de la globalización. Ni lo entendíani lo compartía —yo después del Manifiesto me iré a descansarpara la manifestación de mañana.

Alex y Selene sí que fueron al Poble Nou. Había sido un díatranquilo y no estaban especialmente cansados. Además, te-nían ganas de dar una vuelta. Tomaron unas cervezas en unbar, se juntaron con una gente de Segovia, con unos riojanos,y con unos que eran de un pueblo de Castellón. Era como sitodo el mundo se conociese, había una camaradería inusualen el ambiente. Después de recorrer las pedregosas calles lle-garon a la playa donde habían instalado la verbena. No sabíanquién tocaba y tampoco les importaba. Había tanta gente quela masa les obligaba a estar inevitablemente juntos. Ambos sesentían bien así, sintiendo el cuerpo del otro. Se sentían feli-

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ces, ligeramente mareados y muy unidos. Alex estaba detrás deSelene y ésta se movía al ritmo de la música. Alex sentía el mo-vimiento de su cuerpo y todos sus sentidos se concentraban enese contoneo ejecutado con maestría. Puso sus manos sobre losbrazos de Selene y comenzó a acariciarlos con delicadeza. Justoen ese instante Selene se vio envuelta por una extraña sensaciónque no pudo controlar y centró todos sus movimientos en suscaderas. Adelante y atrás. Muy suavemente, de forma casi imper-ceptible. Los pantalones holgados de ambos, a rayas moradas losde Alex y a rayas negras los de Selene, permitían que sus cuerposse sintiesen. La gente empujaba, saltaba, cantaba. Alex y Seleneno podían estar más juntos y el culo de ella se encontraba per-fectamente situado sobre el sexo de él. Moviéndose pausada-mente. Alex no pudo ni quiso evitar la majestuosa erección quetambién Selene notaba en cada roce. Ella había perdido el con-trol y sabía a la perfección que su ropa interior había comenzadoa empaparse. Se derretía con cada movimiento y, al mismotiempo, se sentía poderosa y libre. Nada importaba. Todo el uni-verso estaba concentrado entre sus piernas y latía con la fuerzaendemoniada del que encuentra lo que lleva tiempo buscando.

No pasó nada más. Alex no tuvo el valor suficiente para vol-ver a intentar besar a su amada. Selene no sabía lo que quería,tan solo estaba disfrutando el momento. La verbena terminó,la gente comenzó a marcharse y ellos se dirigieron al piso delos amigos de Bego para cenar algo y echarse a dormir. Al díasiguiente era la manifestación.

A las once de la mañana estaban los cuatro preparados y sa-lieron de casa en dirección a los Jardinets de Gracia. Unas ca-lles antes comprendieron la magnitud de la manifestaciónconvocada; cuando llegaron, decenas de miles de personas es-taban esperando a que todo comenzase. Las proclamas contrael sistema se mezclaban con canciones populares y todo elmundo intercambiaba conversaciones con todo el mundo. Erala gran voz de la antiglobalización y ellos se encontraban en el

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epicentro de la misma. A las doce en punto comenzó la marchapacifica que les iba a llevar por el Paseo de Gracia hasta la PlazaCatalunya. No es posible describir con palabras aquello. Todoscantaban y levantaban el puño, los gritos de antaño volvían aresurgir entremezclados con las nuevas reivindicaciones socia-les y ecológicas. Todo marchaba bien, no había nada que alte-rase la marcha pacífica, llevaban más de una hora y todo estabaa punto de terminar. Nadie iba a echar por tierra todos los es-fuerzos para que esta marcha no violenta sacase los colores delos dirigentes de todo el mundo. O eso pensaban.

—Este tío de aquí al lado es un subnormal —Alex llevabarato observando cómo, a su derecha, un joven de unos treintaaños, con rastas y sin camiseta, había empezado a repartir pie-dras y gritaba que había que lanzarlas contra los escaparates.

—Por delante está pasando algo —Bego había visto movi-miento y algo no le gustaba.

—Mierda, se escuchan sirenas, están aquí al lado —Alexabrazó instintivamente a Selene y esta le devolvió el gesto conun suave contoneo. Fue entonces cuando recibieron la pri-mera carga policial.

Los golpes llovieron por doquier. Las porras chocaron con-tra las cabezas y los escudos repelían todos los objetos queles lanzaban. La batalla campal había comenzado. Corrieronhacia la calle que tenían más cerca, pero en frente suyo apa-reció todo un ejército de azul cobalto. La estampida se pro-dujo de forma instantánea, Alex cogió de la mano a Selene yla empujó contra un portal. Perdieron de vista a Amaya y aBego, fue imposible permanecer los cuatro juntos.

—Hay que salir de aquí —en el portal se amontonaban unadocena de personas y los policías cada vez estaban más cerca—¡¡Vamos Selene!! ¡¡¡Vámonos!!!

Retornaron a la calle principal y observaron atemorizadoscomo la masa de gente huía despavorida mientras las cargaspoliciales se sucedían una tras otra. Comenzaron a correr sinsaber hacia dónde se dirigían. Mirasen donde mirasen la ima-

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gen era dantesca. No había escapatoria para nadie, no impor-taba la edad del manifestante ni los gestos de buena voluntad,los golpes arrasaban con todo. Rostros con sangre, cuerposcon golpes, ojos enrojecidos. Gritos, insultos, llantos. Las pe-lotas de goma rasgaban el aire para chocar contra cualquiera.Si caías al suelo te pisaban, te machacaban. Selene y Alex se-guían corriendo, se paraban, cambiaban de dirección, volvíana correr. Estaban desesperados. Fue entonces cuando Alex viounas obras, saltó una valla, Selene fue tras él, levantaron unauralita que había en el suelo tapando un diminuto agujero, seintrodujeron en él y volvieron a colocar la Uralita sobre suscabezas. Habían encontrado un refugio. Un pequeño escon-dite de un metro cuadrado en el que abrazados y atemoriza-dos esperaron a que todo pasase.

Fueron los treinta y cinco minutos más largos de toda suvida. Selene temblaba como una hoja, sentada encima de Alexy abrazándolo con fuerza no hacía sino repetir una y otra vezla misma frase. Tengo miedo. Tengo miedo. Tengo miedo. Alexacariciaba su negra melena y le susurraba que ya estaban asalvo. Cada vez que alguien se acercaba ambos se callaban yse abrazaban con todas sus fuerzas. Se escuchaban gritos y si-renas, golpes y pisadas, un megáfono pedía auxilio; la calle erauna férrea camisa de fuerza impuesta por aquellos que habíanvenido a silenciar y mientras tanto, los televisores escupíanimágenes confusas en cada casa para que todos pensasen queel orden había sido restablecido. Para que todos sonriesentranquilos y agachasen su mirada agradecidos. Después co-menzó una lluvia de pelotas de goma que caían desde el cielopara chocar estruendosamente contra la uralita. El pánico in-undó a Selene por completo, se mostraba completamente in-defensa y no podía parar de llorar de forma desconsolada.Alex cogió su cara con ambas manos, besó sus lágrimas yjuntó sus narices mirándole fijamente a los ojos.

—No te preocupes, estoy a tu lado —el ruido de las pelotascontra la uralita cesó por completo, Selene se acurrucó más

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todavía queriendo fundir su cuerpo con el de Alex, apoyó loslabios sobre el cuello de Alex y dejó que su cabeza descansaseen su hombro. Después se durmió.

Unos minutos más tarde el silencio era total. Todo había pa-sado. Alex despertó a Selene con unos inocentes besos en lafrente. Le dijo que ya no había peligro, le dijo que no les ibaa pasar nada. Selene levantó la cabeza y esta vez fue ella quienacercó su rostro al de Alex hasta que sus miradas casi se toca-ban. Y le besó. Le besó con todas sus fuerzas, con todo eldeseo acumulado, con todo el miedo vencido. Le besó pau-sadamente, saboreando cada movimiento de sus lenguas en-trelazadas. Le besó con la sed de tantos besos silenciados. Yen ese pequeño agujero, al lado de la batalla, sus manos vol-vieron a recorrer sus cuerpos y la pasión eclipsó todo lodemás. Selene, todavía sentada sobre Alex, abrió sus piernaspara que sus sexos se sintiesen a pesar de la ropa y todo lodemás. Comenzó a moverse de forma salvaje hasta que, pocodespués, Alex explotase de forma efusiva corriéndose hasta laextenuación.

—Te quiero Alex, siempre te he querido —Selene no parabade besarle el cuello, la boca, los ojos, la mejilla, la frente —perdóname por ponértelo tan difícil.

—Yo también te quiero —Alex no salía de su asombro, habíapasado del miedo atroz a ser la persona más feliz del planeta—con locura, con plena y sana locura.

—Tenía miedo, mucho miedo, miedo por hacerte daño, porequivocarme, porque saliese todo mal, por meter la pata, porestar atada a ti para siempre, por sentir algo que nunca habíasentido.

—Calla, calla Selene, no importa, ahora todo pasó —amboseran un todo, abrazados, unidos —siempre voy a estar a tulado, pase lo que pase.

—Bésame.—Siempre quiero besarte —los ojos de Alex estaban vidrio-

sos, a punto de romper —llevo toda la vida buscándote, tú eres

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la persona con quien siempre he soñado. Si te marchas de milado te buscaré hasta que me muera, te buscaré en la guerray en la paz, te buscaré hasta que volvamos a estar juntos.

—Tú y yo vamos a estar juntos siempre Alex —Selene le es-taba apretando la mano con todas sus fuerzas —siempre Alex,siempre, no te preocupes. Ya nunca vas a tener que preocu-parte por eso. Siempre voy a quererte con las mismas fuerzascon las que hoy te quiero. O más.

—Y yo —nunca supieron con exactitud el tiempo que estuvie-ron allí abrazados, solo salieron cuando Amaya llamó al móvilde Alex. Estaban en el piso, a Bego le habían dado un porrazoen la cabeza y le habían tenido que poner seis puntos.

Fue Amaya quien les abrió la puerta, los tres se abrazaroncon fuerza aunque Amaya les pidió que tuvieran cuidado, yaque le habían alcanzado en la espalda con una de las pelotasde goma. Bego estaba en el cuarto con un gran dolor de ca-beza, pero les gritó desde allí para que pasasen, quería saberque estaban bien. Se contaron lo que les había pasado losunos a los otros pero Amaya y Bego no quitaban la vista delas manos de Alex y Selene. Estaban cogidos de la mano y, apesar de llegar de una auténtica batalla campal, ambos lucíanuna profunda sonrisa y una nueva luz que contagiaba.

—Ya veo que vosotros no habéis perdido el tiempo —Bego,tumbada en la cama y muy dolorida también sonreía y nopudo resistir la tentación de interrogarles —esa enorme man-cha en tu pantalón os delata.

—Joder, no me había dado cuenta —Alex se puso rojo comoun tomate mientras intentaba hacer algo con el enorme círculoacartonado que había en su entrepierna.

—No quiero ni pensar como estarán tus calzoncillos pe-queño semental —ahora era Amaya la que atacaba entre risas.

—Dejadlo en paz, todo está en su sitio, todo está como tieneque estar —y Selene zanjó la conversación metiéndole un granmorreo a Alex entre los vítores de Bego y Amaya.

El viaje de regreso fue mucho más silencioso que el de laida. Cada uno de ellos pensaba en lo que habían vivido en

ese intenso fin de semana. Ahora tocaba regresar a sus vidas.Todo había cambiado, de una u otra manera todo había cam-biado. Cuando llegaron a Oviedo y Alex aparcó en la puertadel piso, la voz de Bego sonó como si llegase de las mismasentrañas de la tierra: cantando espero a la muerte, que hayruiseñores que cantan encima de los fusiles y en medio de lasbatallas.

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capítulo 8

una sola piel

una sola pielAcompáñame,

olvida el segundero y

súbeme el calor,

demuéstrame que el sol

solo sonríe cuando

quieres tú.

Baila para mí,

deja caer tu ropa y baila

para mí,me agarro a tu colchón

sin miedo al por mayor.

Me moriré besando tu loca

boca fría.Me moriré besando tu loca

boca fría.Son tus miradas felinas

las que juegan a cazar,

y en tu cuerpo mis caricias

reptan al compás,

y tocar con la punta de

los dedosel lado más salvaje del deseo,

de contrabando, de

estraperlo.Ebrios de placer,

seamos una sola piel,

muñecos rotos, viejas

heridaslas balas van

buscando la salida.

Morder de nuevo el deseo,

volver a arder,

tu lengua enciende y amenaza,

mi cuerpo responde con sed,

sábanas a la deriva,

sudores, fluidos,

van encontrándonos,

la pasión nos contamina,

el clímax explota

arrastrándonos.

Ebrios de placer,

seamos una sola piel,

muñecos rotos, viejas

heridaslas balas van

buscando la salida.

Y tocar con la punta

de los dedos

el lado más salvaje

del deseo,

de contrabando, de

estraperlo.

Ebrios de placer,

seamos una sola piel,

muñecos rotos, viejas

heridaslas balas van

buscando la salida.

Las cosas vienen cuando vienen y no hay que buscarle másexplicación. Ahora estábamos juntos de nuevo. A cabezón nome gana nadie, puedo perder pero no suelo cejar en mi em-peño. El nombre de Selene viene de la mitología griega, heestado buscando en algunos libros de la Biblioteca y la verdades que no hay mucho sobre ella. Al parecer era una deidadatmosférica, que no sé muy bien qué cojones significa pero eslo que era. Todas las noches salía en busca de amantes a quie-nes entretenía o hipnotizaba, o algo así, con caricias y besos.Pues eso es lo que hace Selene, pero solo conmigo. A ella lomismo le dan las mañanas, que las tardes, que las noches.Siempre tiene ganas de subirme la temperatura corporal.

El verano es la estación del año que más me gusta. Me en-canta la sensación de sentir el sol acariciándome. Aquí el solno es muy habitual el resto del año, pero cuando aparece enverano lo hace con más ganas que el copón. Por eso hay queaprovechar y salir corriendo a bañarnos en cualquiera de losmanantiales que nacen de la tierra. Selene los conoce todos yme coge de la mano, me arrastra junto a ella sin preocuparsedel tiempo transcurrido ni de sus obligaciones diarias. Tieneque ayudar en casa, es verano y hay mucha faena, pero comomi padre y yo apenas tenemos ganado siempre acabo esca-pándome a echarles una mano. Ya lo hacía antes y ahora losigo haciendo, pero con mucha más energía. Selene no quiereque nadie sepa que estamos juntos, no quiere que lo sepanadie de su familia. Dice que ya se enterarán cuando se tengan

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que enterar, a mí me importa una mierda que lo sepan o no.Cada salida al campo a trabajar con ellos es como una exhibi-ción de fuerza en la que luzco mi cuerpo fibroso sin camiseta,esperando que ella me mire y fije su atención en mis abdomi-nales bien marcados, en mi espalda en plena tensión o en misbrazos bien definidos. No necesito verla para saber que meestá deseando. Yo miro al cielo y siento la fuerza de un solque brilla al son de sus deseos; si ella quiere que sude, el solaprieta con fuerza y mi cuerpo empapado brilla ante su atentamirada. Manda huevos como se me va la olla, igual tengo queempezar a ponerme una gorra o un sombrero o algo cuandovamos a hierba. No debe ser bueno que se me caliente tantola cabeza.

Cuando se enteró mi padre se llevó un alegrón de la hostia.Está muy jodido, pero tuvo fuerzas para levantarse de su sillay darme un abrazo a mí y un par de besos a ella. Cenamos losdos con él y después, como cada noche, sacamos la baraja paraechar una partida.

—Hoy vamos a jugar a La Escoba —estaba eufórico, a pesarde sus dolores mi padre estaba eufórico —por fin somos tresjugadores.

—Vete barajando tú, Selene, yo voy a poner algo de músicay a abrir una botella de sidra —me detuve a pensar duranteun par de segundos y se lo pregunté —¿te importa que mehaga un petardo?

—No me vengas ahora con esas Alex, ya somos mayorcitos,haz lo que te parezca —definitivamente estaba de muy buenhumor.

Fui a mi cuarto a por la maleta de los cd’s, desde que habíamoscomprado el nuevo aparato era una gozada escuchar músicaen casa. DUERME CONMIGO, SI ERES PIEDRA DAIGUAL, YO SERÉ PEDREGOSO CAMINO. Desde quehemos descubierto este grupo nos hemos enganchado a elloslos dos, enganchados a los Marea como si narrasen nuestra

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historia de amor desesperado. Y ME MIRA DE REOJOCUANDO CREE QUE NO LA MIRO, COMO NO VOY AMIRAR SI ARDE COMO EL RASTROJO EN CUANTO MEDESCUIDO. A mi padre también le han gustado, desde elprimer momento, nos ha dicho que ha sentido el mismo pe-llizco que sintió cuando escuchó por primera vez a los Leño.Ahí es nada. Olé los huevos de mi padre. Hostia puta, yonunca pensé que nadie ocuparía el hueco que ocupaba Barri-cada en mi cabeza y sin embargo ahora tenía esos dos discosgrabados a fuego, esa voz, esa capacidad para decir lo que amí me hubiese gustado decir con esas mismas palabras. En-cendí el canuto, le dí dos caladas y fui a pasárselo a Selenecuando mi padre levantó la mano.

—Chavales, un respeto a las canas y dadme de fumar quecualquier día de estos me muero y quiero llevarme conmigoel compartir algo más que una partida con vosotros —me dejóclavado, sin saber qué hacer o qué decir.

—Toma —un simple toma era muy poco para ese gesto deacercamiento que había tenido mi padre. Nunca he sido deacertar con las palabras que hay que decir en los momentosimportantes, así que cuando se lo pasó a Selene me acerqué yle dí un abrazo.

Jugamos la partida entre risas y buena música. Cayeron dosbotellas de sidra más. También le contamos todo lo de Barce-lona, las cargas policiales, el cabrón ese que se había infiltradoa nuestro lado y lo de las pelotas de goma y tal. A ORILLASDEL EBRO ENTRE LODOSA Y PRADEJÓN SE ESTÁ PRE-PARANDO LA REVOLUCIÓN. Cuando escuchó esta canciónempezó a hablar de Sartaguda y de los fusilamientos indiscri-minados que sufrieron, yo no tenía ni puta idea de lo que ha-blaba esta canción, nunca me había parado a pensarlo, tan solosabía que cuando la escuchaba me entraban unas ganas locasde saltar y de reventarlo todo. El pueblo de las viudas, así nosdijo mi padre que llamaban a Sartaguda, lo llamaban así por-que habían asesinado a todos los hombres del pueblo y solo

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quedaron las viudas. Después de escucharle volví a poner lacanción y los tres empezamos a cantar como si nos fuese lavida en ello. GORA SARTAGUDA, GORA, GORA SARTA-GUDA, SIEMPRE EXTREMA Y DURA, SIEMPRE RADI-CAL. Terminamos abrazados y mi padre lloraba en su silla,intentaba llorar sin hacer ruido, como si no quisiese que nosenterásemos. Ninguno pronunciamos ni una palabra. Pocodespués, Selene dijo que tenía que marcharse, que ya era tardey no le apetecía que su madre mandase a su hermano a bus-carla. Yo llevé a mi padre al baño, le ayudé a ponerse el pijama,le tumbé en su cama y me acosté a su lado. Esa noche dormíabrazado a él como un niño pequeño.

Ribadesella me sigue pareciendo un coñazo y a Selene nole hace mucha gracia salir por las noches y encontrarse a lamisma gente de siempre, como si el tiempo no hubiese pa-sado. Todos vamos cambiando, pero hay veces que volvemosa un lugar después de unos años y es como si nos hubiésemosmarchado el día anterior. Todo sigue exactamente igual, lamisma gente haciendo las mismas cosas. Esa sensación tieneSelene cada vez que hemos bajado a Ribadesella a tomarnosalgo. Y no le gusta. Así que, si a ella no le gusta por mí le pue-den dar bien por el culo a Ribadesella. Estamos mejor en Ca-labrez, no hay ninguna duda. Los fines de semana alargamosla partida con mi padre más de lo habitual, también bebemosalguna botella de sidra con él. Después nos quedamos solos.Al principio nos íbamos con el coche a escondernos por algúncamino cercano y follar salvajemente. Ahora no. Mi padre sedio cuenta de la jugada, se enteró de que no íbamos a ningúnbar, que solo nos escapábamos al coche para estar a lo nuestro.Se enteró y nos dijo que dejásemos de hacer el gilipollas, quepor él no había ningún problema, que nos quedásemos en mihabitación hasta que Selene tuviese que marcharse a casa. Deputa madre. Acuesto a mi padre, le doy un beso de buenasnoche y acto seguido nos encerramos en mi cuarto y dejamos

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que nuestros cuerpos se entrelacen hasta la extenuación. Nose puede pedir más.

Mi padre cada día está peor. En los últimos meses ha empe-orado mucho. Podría decirse que ya no se vale por sí mismo.Hay que levantarle, tumbarle, lavarle. Las piernas ya no le res-ponden. La mayor parte del tiempo está con los ojos cerrados,como si durmiese continuamente. Aunque por las noches estámejor, es como si por las noches reviviese un poco, como si re-cibiese una pequeña dosis de energía. Es entonces cuando máslo disfrutamos. Selene y yo estamos casi todo el tiempo a sulado. Los dolores le están destrozando, el médico le ha recetadomás calmantes, pero los dolores pueden más. Se lo comen pordentro. La impotencia y la rabia se acumulan en mi interior.Quisiera poder hacer algo, pero no puedo.

Apagué la luz del pasillo y me metí en mi habitación. Todoestaba en silencio. Cerré la puerta con cuidado sin dejar demirar a Selene tumbada boca abajo en mi cama. Sin dejar demirar su culo perfecto que lucía un erotismo no disimulado,ataviado tan solo por unas minúsculas mallas negras que mar-caban sus provocativas nalgas pidiendo a gritos que alguienle diese una palmada. Me hace perder el sentido, su cuerpome hace perder el sentido. Selene había puesto a los Doorsen mi walkman y había subido el volumen lo suficiente comopara que los cascos nos hiciesen escuchar la envolvente melo-día de sus canciones. Se levantó y me miró lascivamente mien-tras se mordía el labio inferior.

—Desnúdate —le dije sin poder contenerme —quítate la ropapoco a poco, al ritmo de la música.

Selene sonrió y empezó a mover sus caderas al ritmo lisér-gico y sensual que marcaba el Riders on the storm. Primero unúnico y leve movimiento que nacía de su culo y terminaba ensu pelvis, dejando que su cabeza flotase y sus manos acaricia-sen el aire. Empujaba, lentamente empujaba con las piernasligeramente abiertas, empujaba con los ojos cerrados como

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soñando que hacía el amor. Después empezó a quitarse la ca-miseta mostrando orgullosa sus tetas adolescentes, no llevabasujetador así que siguió bailando con las manos sobre sustetas firmes y redondas. Poco a poco abría sus dedos dejandoentrever unos enormes pezones, profundamente rosas y consu aureola tan hinchada que parecía a punto de explotar. Eraimposible no querer lamerlos de inmediato, aunque no medejó hacerlo. Siguió con las mallas, le divertía este juego. Elminúsculo tanga rojo estaba tan pegado a su piel que parecíaun maléfico tatuaje. Era Selene, la Reina del Tanga, la nínfulatraviesa que derrite voluntades. Después me tumbó sobre lacama, me desprendió bruscamente de los pantalones, bajó miscalzoncillos y comenzó a chupármela con voracidad. Yo, aga-rrado al colchón con ambas manos, disfrutaba de su lenguarecorriéndome con suavidad y abrazando el grueso capulloque me coronaba brillante y llamativo como sus pezones. Misojos en blanco, mi cuerpo temblando y su boca llenándose demí. Llevó sus labios hasta mi pubis una y mil veces, adentro yafuera, me encantaba ver cómo lo hacía. Y después me pasóun condón, me lo coloqué, se subió encima de mí y comenzóa cabalgar de forma salvaje.

He vuelto a escribir sobre Selene, sobre nosotros. Antes es-taba demasiado triste para hacerlo, no podía poner por escritomis sentimientos, me era del todo imposible. Me ha costadovolver ha hacerlo, pero creo que lo necesitaba. Estos mesesatrás me enganché un poco a Neruda, mi padre tenía un libropor casa y aunque sufría bastante cuando lo leía, había algunascosas que se me quedaban grabadas a fuego. El otro día le re-cité algo de memoria a Selene. No le dije que era de Neruda,simplemente se lo recité. Me moriré besando tu loca boca fría,/ abrazando el racimo perdido de tu cuerpo, / y buscando laluz de tus ojos cerrados. / Y así cuando la tierra reciba nuestroabrazo / iremos confundidos en una sola muerte / a vivir parasiempre la eternidad de un beso. Era profundamente triste.

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Muy real, muy sincero, muy bonito, pero profundamente triste.A mí este poema me dejaba jodido, jodido de verdad. Porqueme ponía a pensar en eso, en la muerte, en dejar de ser, en dejarde existir, en no tener al otro al lado. Para, para, para. Necesitoque paren estos pensamientos de mierda. Me pongo muy ner-vioso, me pongo malo. Joder, mierda puta. No quiero. Noquiero. Algún día todo se acabará, la muerte es tan hijadeputaque nunca falla. No quiero pensar en eso y sin embargo, encuanto se mete en mi cabeza me deja sin escapatoria. Intentotraer hasta mí otros pensamientos, aprieto los ojos con fuerza,me levanto de la cama y paseo a oscuras por la casa. Nada sirve.Siempre me pasa de noche, esta puta mierda siempre me pasade noche. Por el día tengo mejores cosas en las que pensar. Esoes. El día, el día es lo que quiero, abrazar a Selene como si cadaabrazo fuese el primer y el último abrazo que nos damos. Y be-sarla para siempre, deseando con todas mis fuerzas que su locaboca nunca llegue a estar fría, juntando todas mis fuerzas paraque la luz de sus ojos no se apague.

El miedo suele presentarse de muy diversas formas. A misveintidós años he visto al miedo tantas veces que no suele sor-prenderme. Cada vez que me paro un momento a pensar o ahablar conmigo mismo, siento miedo por una u otra cosa. Úl-timamente es siempre mi padre. Hay cosas que se me escapande las manos y esta es una de ellas. Quisiera poder hacer algomás. Tan solo le ayudo en lo básico y le hago compañía. Tansolo. Esos dolores están acabando con él. Lo sé. Están aca-bando con él. Por eso siento miedo. No sé qué pasará después.No sé qué pasará con él. No sé qué pasará conmigo. No sénada. Y no quiero pensarlo. Me enciendo de nuevo un Luckyy dejo que se vaya consumiendo en mis labios, que su humoentre en mis ojos para que las lágrimas salgan sin llorar, paraque mis miedos se esfumen como si fuesen ceniza. Para nada.

Hacía una noche estupenda así que sacamos la mesa al co-rredor. El corredor es el balcón de la casa, aquí lo llaman así.

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Cenaríamos en la calle, con ese cielo estrellado delante denuestros ojos. Selene también estaba, los dos contemplábamosuna luna gigantesca mientras mi padre fumaba un cigarro queme había mangado de encima de la mesa. SE ENMARAÑANHASTA LAS PATAS DE ARAÑA EN SU PELO, CUANDOBESA TIEMBLA EL SUELO. Es lo bueno de vivir en mitadde la montaña, puedes cenar en la calle y poner música al vo-lumen que te dé la gana, no va a venir ningún vecino a tocartelos cojones. Yo entraba y salía de casa sacando los platos, loscubiertos, la sidra, las tortillas de patata, mientras Selene, apo-yada en la barandilla del corredor, me observaba sonriendomaliciosamente. Sus ojos de gata se me clavaban con el riesgoinminente de tirar cualquier cosa que llevase en la mano. Es-taba deseando darme caza, no podía disimularlo. Y SOÑABACALENTAR LO DE ABAJO DEL OMBLIGO, YO SOÑABAQUE QUERÍA SOÑAR CONTIGO. Nos sentamos a la mesay empezamos a cenar. Mi padre estaba especialmente silen-cioso. Nosotros comíamos y nos devorábamos con la mirada.Mi mano jugueteaba por debajo de la mesa, acariciaba suspiernas, trazaba circunferencias alrededor de su ombligo ysubía hasta rozar el comienzo de uno de sus pechos. Cuandova sin sujetador me pone a mil. CADA VEZ QUE SE ACERCAA MÍ MIS PIERNAS TIEMBLAN, ESTA NOCHE YO HARÍA,CUALQUIER COSA YO HARÍA POR CAER EN TU LECHOOTRA VEZ Y DEJAR QUE ME DEVORES DESPUÉS. Mipadre ya había terminado de cenar y nosotros casi no había-mos empezado.

—Alex, por favor, ayúdame, tengo que ir al baño.—¿Te has tomado las pastillas? —el dolor se reflejaba en su cara,

la noche no le había sentado tan bien como de costumbre.—Sí, sí. Anda, llévame al baño.Empujé la silla hasta el baño, lo levanté y lo senté en la taza.

Me dijo que fuese a cenar, que me avisaría cuando terminase,así que regresé al corredor con Selene. Me recibió con ungesto tan felino como lujurioso, me pidió que me acercase y

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comenzó a besarme. Mis manos se colaron debajo de su ca-miseta y la yema de mis dedos entró en contacto con sus ju-gosos pezones, grandes como un fresón maduro. Notaba susuavidad y el contacto con ellos electrificaba todo el cuerpode Selene. En sus pezones descansaba todo su frenesí, tansolo era necesario rozarlos para que caminase enloquecidahacia el lado más salvaje del deseo. Nos tocamos en la soledadde la noche, escondidos como dos amantes que temen ser des-cubiertos, esperando la voz de mi padre mientras nuestroscuerpos se buscaban de forma desaforada. Sentí la humedadde su entrepierna mientras con la otra mano iba subiendopoco a poco su camiseta. ESE PEZÓN REDONDO SALE DELA BLUSA, OBSCENIDAD, MIRO A MI ALREDEDOR. Aga-rré una de sus tetas y comencé a lamer lentamente, ella meagarró la melena y tiró para atrás, se agachó y comenzó a be-sarme de nuevo mientras bajaba mi cremallera e introducíasu mano. Entonces escuchamos la voz de mi padre llamandodesde el baño.

No se encontraba bien y me pidió que le llevase a la cama.Selene me ayudó a acostarlo. Le llevamos un vaso de lechecaliente que se bebió al instante. Nos dijo que necesitaba dor-mir. Nosotros salimos de nuevo al corredor, no teníamos ganasde cenar pero Selene me propuso fumarnos un petardo mi-rando las estrellas. EH, EH, VÁMONOS A UN LADO,VAMOS HASTA EL CULO, HASTA LAS CEJAS DOPADOS.Mientras yo terminaba de fumar, Selene saltaba como si estu-viese en un concierto; comenzó a empujarme, así que tuve quelevantarme e imitarla. Allí estábamos los dos, riendo y saltandocomo si estuviésemos en mitad de un concierto. Tan solo uncielo inmenso ante nuestras cabezas y nuestros cuerpos, yapor el suelo, volvían a buscarse con desesperación. Entramosen casa, necesitábamos ir a mi cuarto cuanto antes.

Las noches de sexo nos dan la vida. Es así. Me importa unamierda lo que diga nadie, el sexo es lo mejor que hay en estaputa vida. Sumergirnos entre las sábanas perdiendo comple-

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tamente el norte, dejarnos llevar contagiados por esa sensa-ción de borrachera feliz, dar rienda suelta a nuestros sentidospara buscarnos y encontrarnos. Nuestra sangre plenamentecontaminada por ese placer indescriptible que nos tambaleapor dentro y nos vuelve temiblemente salvajes. Desnudossobre la cama, nuestros cuerpos sudorosos chocan entre síhasta unirse para siempre. La carne en ebullición respondeuna y mil veces a nuestros instintos. Somos una sola piel quebusca deseo y lo encuentra en cada milímetro. Nos lamemos,nos tocamos. Cada uno dentro del otro y catapultados hastaalgún lugar muy lejos de nosotros mismos.

Después, completamente extasiados, yacemos sobre las sába-nas recuperando el aliento. Abrazados como dos muñecos rotosque han encontrado compañía. Nuestras manos se entrelazan,todos los problemas o preocupaciones han sido destruidos enmil pedazos. No hay temores. Las viejas heridas del pasado lucencomo tenues cicatrices que han sido sanadas en cada desvelo.Soñamos en compañía, aunque solo sean unos minutos, aunquesolo sea unas horas. El tiempo exacto hasta que suena la alarmadel despertador que nos dice que han llegado las dos de la ma-ñana y que Selene tiene que regresar a su casa. Entonces nosbesamos y nos vestimos. La acompaño hasta el enorme eucaliptoque hay cerca del hórreo, no quiero llegar hasta la puerta de sucasa, no queremos que nos vean de la mano. De momento. Ydespués regreso a mi cama solitaria, me tumbo entre el rebullode sábanas sudadas y me detengo a oler. Su olor, mi olor y eldel sexo. Eso me recuerda a Selene, desde que estoy con ellame detengo más en los olores. Debe ser contagioso. Cuando mequiero dar cuenta, caigo rendido y mis ojos se cierran. Hastaque el sol entre por la ventana de nuevo.

Ayer fue el cumpleaños de mi padre. El veintisiete deagosto. Comimos en casa de Selene, su madre había prepa-rado lacón con patatas y arroz con leche, querían celebrar elcumpleaños de mi padre, querían invitarnos a comer. Estuvo

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bien. Un poco incómodo al principio, pero luego me fui acos-tumbrando. Me sentaron al lado de Selene, así que de putamadre. Lo malo es que había que disimular un poco. Despuésde la comilona llevé a mi padre a casa para que se acostase unrato y, cuando se levantó, me dio un billete de cinco mil pe-setas y me dijo que quería que por la noche llevase a Selenea cenar a algún lado. Yo siempre he sido un desastre con lapasta y nunca he sabido calcular bien cuánto valen las cosas,pero sabía que eso era una pasta del copón. Nunca llevo bi-lletes de esos. Así que hablé con Selene, le dije que lo dijeraen casa y que a las ocho y media, después de prepararle lacena a mi padre, nos marcharíamos.

Como a Selene no le hacía ni puta gracia salir por Ribade-sella decidimos tirar para el otro lado, así que pusimos rumboa Arriondas. Aparcamos en el parque y al bajarnos del cochevimos un cartel de un concierto, Mala Reputación tocaban enCangas de Onís. Me había pillado el disco de los Mala en laTipo, me lo pillé porque ponía que eran de Cangas y comoestaba cerca de Calabrez, pues lo compré a ver qué tal sonaba.A veces compro los discos por cosas así, y casi siempre suelesalirme bien la jugada. Es un discazo, así que le dije a Seleneque mejor cenábamos en Cangas y luego íbamos al concierto.Por el camino se los puse, ella no los había escuchado nunca.POR MUCHAS CANCIONES QUE ESCRIBA SIN RUMBOLA TINTA NO LOGRA CALMAR MI ANSIEDAD. De putamadre. Llegamos y nos metimos en la primera sidrería queencontramos. A las once empezaba el concierto.

—Un cachopo, una ración de chipirones, un revuelto de ori-cios y unas parrochas —dejé que pidiese Selene, se le dabamejor elegir.

—Y para beber sidra —eso lo tenía claro.Al terminar nos pedimos un par de cafés con hielo y le pre-

gunté al camarero dónde estaba el Farmacia de Guardia, penséque me mandaría a la farmacia, pero sabía perfectamente queme refería al bar.

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—Hoy tocan los Mala —el camarero sería más o menos denuestra edad —en cuanto acabe yo también me pasaré.

Pagamos y salimos de la sidrería. Cuando llegamos al Far-macia de Guardia el concierto ya había empezado. El bar es-taba reventado de gente, el grupo ya se estaba despidiendo,nos dimos cuenta de que eran los teloneros, se llamaban Er-mitaños del Río y sonaban muy bien. Para sorpresa nuestra,cuando empezaron los Mala, el cantante era el mismo quehabía estado cantando con el grupo de antes. Vaya lío. De lasidra pasamos a la cerveza y olvidamos por completo el con-cierto para besarnos junto a la máquina de tabaco. El deseo nosmordía de nuevo y no había forma de controlarlo, volvíamos aarder con la misma velocidad que nuestras lenguas revoloteabanpor nuestras bocas. Mi cuerpo respondía a cada una de sus ca-ricias con la sed del que ha atravesado un desierto, nada podíacontrolarnos. ME QUEDARÉ ARRINCONADO SIN HACERRUIDO Y ESCUCHARÉ AL MASTURBARTE SOLO TUSGEMIDOS. La música parecía espiar nuestra pasión mal disi-mulada. Paramos un momento para ver algo del concierto y así,cogidos de la mano, uno detrás del otro, fuimos continuandoese baile lascivo que solo nosotros notamos. Se arrancaron conuna versión de La Polla y cuando Selene quiso darse cuenta yohabía subido al escenario y estaba cantando con ellos. No séqué me pasó por la cabeza, simplemente lo hice, llevaba un su-bidón de la hostia y lo hice. No pensé en nada más. Despuésnos pedimos un par de cervezas más y nos las bebimos en lasprimeras filas. AL LLEGAR LAS DOS SE ME QUEMA ELALMA, AL LLEGAR LAS DOS NO PASA NADA. Mierda puta.Eran casi las dos de la mañana, teníamos que irnos ya o Selenellegaría tarde a casa. Abandonamos el bar mientras el grupodaba los acordes finales y la gente pedía otra.

Pisé el acelerador a toda velocidad y volamos por las sinuo-sas carreteras hasta Calabrez. Al llegar casi nos morimos derisa. Selene señaló el reloj del coche, marcaba la una y cuarto.Me había liado con la canción, con la hora, con el deseo por

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estar con Selene. Yo qué sé. Me había liado. Apagamos las risasal comenzar a quitarnos la ropa y allí mismo, delante de casay metidos en el coche, comenzamos a follar empañando loscristales y haciendo ulular a los búhos más cercanos. Explota-mos en un clímax compartido que nos hizo rozar el estertorde la muerte. Nos quedamos sin habla. La acompañé hasta eleucalipto y regresé a casa cabizbajo, pensando que pronto elverano terminaría y Selene se marcharía a estudiar a Oviedode nuevo. Hostia puta.

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capítulo 9

la respuesta

la respuesta

Ruinas que

nos cubri

rán

de alquitr

án y de ba

sura

entre canc

iones de c

una.

Las campan

as doblará

n

anunciando

vuestra p

az

y los gusa

nos

heredarán

la tierra.

Restos del c

irco y del p

an

para amila

nar las du

das,

cada cuatr

o años mud

as.

Los asesin

os de sueñ

os

silenciaro

n con mied

os

las volunt

ades since

ras.

Tu voz,

tu voz es

la

respuesta

el sol sie

mpre

atropella

la

tormenta.

Lejos de a

quel biene

star

nos vigila

n y amenaz

an

disimuland

o sus tram

pas.

Si nosotro

s somos má

s,

sus reglas

pueden te

mblar

y en nuest

ras lengua

s

cultivarem

os piedras

.

Siglos en

la tempest

ad

que a su vol

untad descar

ga,

cabalgamos s

i ellos ladr

an.

Nunca serán

nuestros due

ños

antes pren

do con fue

go

su liberta

d de mader

a.

Tu voz,

tu voz es

la

respuesta

el sol sie

mpre

atropella

la

tormenta.

Todos junt

os caminad

,

encontrad

vuestra ve

rdad,

que nadie

nos pueda

arrodillar

.

Todo ha vuelto a empezar. La universidad. El teatro. Viviren Oviedo. Todo. Lo hecho mucho de menos. A Alex, digo.Es una mierda estar tan cerca y tan lejos. Ahora los días se mehacen mucho más largos. He de reconocer que antes tambiénlo echaba un poco de menos, pero ahora es como si no pu-diese pensar en otra cosa. Me paso el día mirando el móvil,esperando que me haga una perdida para devolvérsela y queluego él me la vuelva a devolver y pegarnos así un rato. Esuna forma de jugar, de decirnos que estamos pensando en elotro. Y aunque sea un intento por estar más cerca, lo únicoque provoca es que todavía lo añore más.

El verano ha sido muy intenso, han pasado muchas cosas.Muchas buenas cosas. Lo de Barcelona fue una pasada, vayamovida más gorda. Y nosotros allí en medio, viendo todo connuestros propios ojos, viviéndolo todo en nuestras propias car-nes. Pasé mucho miedo, muchísimo miedo. Pero estaba Alex ami lado, abrazándome y después perdí todos los miedos y medejé llevar por fin. No sé por qué llevaba tanto tiempo negán-domelo a mí misma. Pasó porque tenía que pasar. Ya está. Loque no tenía que haber pasado es lo de la policía. Se les fue laolla, se les fue completamente la olla. Luego en el telediariosolo hablaban de la violencia dentro de la movilización antiglo-balización. Son unos manipuladores. Solo te enteras de las cosassi estás allí mismo, viéndolo todo. Es la única manera de saberla verdad. No sé qué podemos hacer pero algo hay que hacer oconseguirán destruir el planeta. Llevan años advirtiendo lo de

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la capa de ozono y nos piden a nosotros que tomemos con-ciencia de la contaminación. Nos lo dicen a nosotros. Lo únicoque hacen continuamente es preocuparse por la imagen desus productos, ponen en marcha campañas ecológicas pero si-guen contaminando ríos y mares, arrasando bosques, llenandola tierra de basura radiactiva. Es pura hipocresía. Un negociomuy bien montado. Al final no seremos sino un montón de es-combros rodeando ciudades que habitaremos sin ninguna pre-ocupación. No tendremos preocupaciones porque ellos seocuparán de eliminarlas. Cero preocupaciones para que sigamosconsumiendo, para que sigamos haciéndoles ganar dineromientras ellos nos cuentan un cuento muy bonito en el quesiempre somos felices gracias al último producto de moda. Lapublicidad es su mejor arma, entran en nuestras cabezas comouna dulce canción de cuna, como un canto de sirena que nosarrastra a usar las tarjetas de crédito y a cambiar euros por cual-quier cosa, necesaria o no. Lo necesitamos todo. Todo. Si no lotenemos no somos felices. Y mientras tanto siguen creciendo edi-ficios, siguen llenándolo todo de alquitrán, siguen arrasando lanaturaleza con cualquier excusa barata. Es la civilización. Es elprogreso. Es el bienestar. Nos están tomando el pelo y nosotrosno hacemos nada. Tan solo asentir y seguir consumiendo.

No lo entiendo. Es que sencillamente no lo entiendo. Dicenque vivimos en democracia, pero el único acto democráticoque hacemos es ir cada cuatro años a votar. Votamos unas si-glas, unos colores. Votamos a uno de esos señores que nos ha-blan desde nuestros televisores. Todo eso no sirve para nada.Es un engaño más. Al final el ciudadano terminará por dejarde creer en ellos, llegará un día en el que habrá unas eleccio-nes a las que nadie acude a votar. Las urnas vacías. Eso sí quetendría gracia. Lo malo es que nunca pasará, está todo muybien montado. A veces tengo la sensación de vivir en un granjuego en el que todo está muy definido. Todo sirve para hacernegocio y todos los negocios están tan interrelacionados queal final comprendes que son siempre los mismos. Siempre son

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los mismos los que toman las decisiones. Siempre surgendudas, siempre hay alguien que cuestiona, que se hace pre-guntas, pero también han pensado en ello. Se lleva haciendodesde tiempo de los romanos. Pan y circo. Tener entretenidaa la masa es la mejor manera de que las opiniones disidentesno acaben propagándose. El fútbol, los programas del cora-zón, las series de moda, los actores. Todo con tal de tenernosentretenidos. Y el pan llega en forma de publicidad, todos losproductos son muy apetecibles y muy baratos. Un bigmac, unacocacola, un bollicao, un danone, unas rufles. Todo con tal detenernos sobrealimentados y con las arterias llenas de azúcar.El azúcar es una sustancia adictiva, muy adictiva; y no lo digoyo, que cada vez publican más artículos sobre eso. Internetviene muy bien para algunas cosas. Le echan azúcar a todo,para que nos enganchemos a todos sus productos. Nos quie-ren lobotomizados, nos quieren estúpidos, nos quieren dopa-dos, nos quieren domados. Pensamiento único, pensamientocero. Así, durante cuatro años, la mayoría de las concienciaspermanecen dormidas. Nadie se plantea las cosas importantes.La economía se muestra con términos ininteligibles para quedesconectemos nuestras neuronas y metamos en el microon-das una pizza “fresca”. Mudos. Ciegos. Sordos. Tan solo im-porta tener nuestros estómagos bien llenos y que al encenderla televisión estén echando lo que nosotros buscamos. Siem-pre echan lo que el público quiere porque son ellos los quehacen creer al público que eso es lo que quieren. Vamos ca-mino de la destrucción.

Con Alex he hablado mucho de estas cosas, bueno duranteel verano y eso algo menos. Últimamente sí que han vuelto arondarme estos temas por la cabeza. Es por Bego y Amaya.Bego está todo el día con ganas de decirlo todo bien alto ybien claro, así que en el piso no se habla de otra cosa. Desdeque pasó lo de Barcelona se ha vuelto mucho más activista delo que era. Mucho más. Ahora está metida en un colectivo conel que va a lanzar una especie de folleto con artículos de opi-

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nión y noticias de esas que nunca salen en los telediarios. Leha pedido a Alex que le escriba algo para publicarlo. A él leha hecho ilusión, no lo dice porque es muy suyo para estascosas pero yo sé que le ha hecho ilusión. En el verano ya an-daba escribiendo algo así, un día se lo contó a su padre. Víctortambién se enciende mucho con la manipulación que nos im-ponen sin que podamos hacer nada. Se cabrea y empieza a in-sultar y a pegar puñetazos en la mesa. Alex y yo nos partimosde risa, pero la verdad es que es un asunto muy serio. Por otrolado me gusta ver a Víctor con esa energía, no es lo habitualpero a veces vuelve el brillo a su mirada. Cada vez menos. Laenfermedad avanza y a veces no puede soportar el dolor.Sufre mucho. Y Alex también. Y yo.

Víctor dice que todo empezó hace un montón de años. Afinales de los sesenta o así. Eso creo que dijo. Que fue una ju-gada maestra de los americanos que pusieron en marcha unacosa llamada Plan Marshall que nos iba sacar de la pobreza ydel retraso que había en el país. Ellos iban a traernos un bien-estar nunca antes conocido, pero lo que hicieron fue instalarsepara siempre en nuestro suelo, en nuestra cultura, en nuestracabeza. Desde entonces somos marionetas, pequeñas mario-netas al servicio del poder. Era tan sencillo como comprar losintereses de los que gobernaban nuestro país. Hacerlos de lossuyos en todos los sentidos. Que se lo creyesen para que con-siguiesen hacérnoslo creer. El avance y la civilización llegabanen forma de dinero para carreteras, pantanos y edificios pú-blicos. Pero también llegaba en forma de bases militares, cen-trales nucleares y grandes multinacionales. Todo fuellenándose de grandes fábricas que daban un sueldo mensuala una buena parte de la población de la zona donde se asen-taban, les daban un sueldo a corto plazo, pero hipotecaban lazona donde habían instalado su macro-fábrica eliminando laagricultura y la ganadería, monopolizando la economía paracentrar en sus arcas todos los beneficios. El desarrollo era unengaño que solo alimentaba la rueda en la que querían que

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caminásemos. La tela de araña se extendió con rapidez, lamejor forma de tenernos controlados era conociéndonos a laperfección y para eso tenían herramientas de sobra. No im-portaba que fuesen inocentes encuestas en las que, por veintetapas de yogurt, participabas en un sorteo tras responder unaspreguntas. No importaba que fuese a través de los sondeos te-lefónicos de opinión. No importaba que fuese analizando elgasto mensual de nuestras tarjetas de crédito. No importaba.Lo único que importaba era saber todo sobre nosotros. Nues-tros gustos, nuestras inquietudes, nuestros sueños. Todo. Eracomo lo del gran hermano que contaba Orwell. Eso es. Vigi-lados y amenazados sin que si quiera lo sospechásemos. Quenos vigilaban, digo. Son grandes profesionales del disimulo.Juegan sus cartas a la perfección. Nosotros no tenemos cartas,nadie nos las ha repartido.

A mí también me gustaría escribir algo en la revista de Bego.Me gustaría pero me da vergüenza. Pedírselo, digo. Lo másseguro es que pensase que no sirvo para eso. No sé. Ahora enel teatro estamos con una adaptación de un texto de Bu-kowski. Es una pasada. Tengo que salir desnuda, pero no meimporta. Bueno, al principio me daba un poco de palo, peroen el estreno estuve muy cómoda. Desnuda en mitad del es-cenario y sin embargo, muy segura de mí misma. Bueno, enrealidad no salgo completamente desnuda, se me ven las tetasen un par de escenas y el culo durante bastante rato. Hay unmomento en el que tengo que estar completamente desnudapero solo estoy boca abajo sobre una cama. Solo se me ve elculo. Bueno, da igual. Seguro que alguno piensa que soy unaguarra, o que me sacan desnuda para vender más entradas, oque solo soy un cuerpo bonito. Me importa una mierda lo quepiensen. Yo salgo desnuda porque me da la gana. Pude haberelegido, el padre de Bego me dijo que el texto podía variarsesi no me atrevía con el desnudo. Pero yo me atrevía, claro queme atrevía. Alex nos vio el día del estreno y me dijo que habíasido una puta pasada. Eso dijo. A mí me gustó, me gustó tanto

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que nada más acabar estaba deseando que llegase la próximafunción. Si mis padres se enteran les da un infarto, pero yosoy feliz así. Salgo desnuda porque quiero y porque puedo.Me gusta volar libre, sin nada que me sujete.

A Alex le excitó mucho. El verme desnuda en el teatro, digo.Me lo dijo después, se había puesto cachondo. Yo también meexcité nada más escuchar sus palabras. Mola. Eso es lo que hayque hacer con todo. Tenemos que ser los dueños de todos nues-tros actos, nadie puede imponernos nada. Alex siempre dice quela libertad empieza en uno mismo. Tiene razón. Tiene toda larazón. A mí nadie va a decirme lo que está mal o lo que estábien. Sé verlo por mí misma, para eso tengo ojos. No importaque llevemos muchos años siendo manejados sin que nos demoscuenta. No importa. En realidad, cuando unimos nuestras vocesy las hacemos sonar con fuerza ellos se echan a temblar. En re-alidad nos tienen miedo. Nosotros no lo sabemos, infravalora-mos nuestra capacidad de poder cambiar las cosas, pero nostienen miedo. Ellos saben que nuestra voz es la respuesta a otrarealidad, otro mundo es posible y no importa que colocasensobre nuestras cabezas una tormenta de mentiras y sumisión.Esa tormenta pasará, tan solo hay que esperar a que salga el sol,el sol que nace en nuestras voces, el sol del cambio y de la des-legitimación de su negocio. Barcelona fue solo un ejemplo.Como Seattle. Como Génova. Vamos por el buen camino y losaben. Ladran desde nuestros televisores, están nerviosos, y siellos ladran es porque nosotros cabalgamos. Ya pueden verselos primeros rayos de sol, ahora tenemos que saber aprovechar-los. Quizá en ese llamado tercer mundo este la solución, si evi-tamos esta colonización enmascarada, quizá podamos dar conla clave que abra la puerta de un mundo mejor repartido. Quizá.De momento voy a llamar a Alex a ver qué hace, lo hecho demenos y me apetece hablar con él. Mañana es viernes y vendráa pasar el fin de semana conmigo. Como todos los viernes. Esome hace feliz. Enormemente feliz y segura de mí misma. Soymás yo que en toda mi vida. Más yo.

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Ahora vuelvo a pasar casi todo mi tiempo con mi padre. Se-lene ya se ha ido a Oviedo y por aquí no hay muchas faenas.Tan solo mi padre. Que cada vez necesita más tenerme cerca.Últimamente le ha dado por pedirme que le lea. Me señala li-bros de las estanterías y me pide que se los lea. Cuando secansa me dice que pare y se queda en silencio durante variosminutos. Después pide otro libro o se pone a hablar de lo pri-mero que le viene a la cabeza. A veces hablamos de lo de lalucha antifranquista o de las manifestaciones delante de losgrises. Ahora puede que hayan cambiado algo las cosas, perotampoco demasiado. Nos hacen ver que sí, que han cambiado,pero cuando hay que repartir hostias para defender su jerar-quía de poder no se cortan un pelo. Hijosdeputa. Van a man-dar el planeta a la mierda, nos van a mandar a todos a lamierda. Al final lo conseguirán. El puto dinero es lo único quenos gobierna a todos, todo se mueve por dinero. Las naciones,las religiones, las ideologías… no importan, en realidad el di-nero es lo único que importa. Y no digo que antes fuese mejor,solo digo cómo es ahora.

Echo de menos a Selene. Me había acostumbrado a estarcon ella todo el día. Todos los días. Joder. Menos mal que lasemana pasa volando y los fines de semana los exprimo al má-ximo. Últimamente estoy como muy apocalíptico, como sitodos mis pensamientos terminasen en la misma conclusión:estamos condenados al fracaso. La humanidad entera al fra-caso más absoluto. Ya no hay solución. Me jode decirlo perocreo que ya no hay solución. Está muy bien todo eso de quela fuerza de muchos puede derrocar al poderoso. Muy bonito.Pero la realidad es muy diferente. Ni somos capaces de remartodos en una sola dirección ni los que dirigen el cotarro vana dejar vencerse jamás. Son demasiado poderosos. Y nosotrosdemasiado gilipollas. Protestaremos unos cuantos días, iremosa algunas manifestaciones y, si nos lo tomamos muy en serio,puede que incluso durante unos meses participemos activa-mente en algún movimiento o lo que sea. Así somos. Eso como

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mucho. Luego todo se va olvidando, todo va cálmandose ynos apoltronamos delante de la televisión a ser parte del juegoque ellos han inventado. No despertaremos hasta que oigamosel tañido de las campanas, estarán sonando a muerto y serápor todos nosotros, por toda la humanidad. Sonarán a muerto,pero ellos nos dirán que han conseguido la paz mundial, lapaz eterna. Siempre colocándonos la cortina delante de nues-tros ojos. Terminarán con todo, cuando quieran pisar el frenoya habrá una fecha para la destrucción total. Después tan sololos gusanos pasearán por la superficie de la tierra, ellos seránlos dueños de todo. Más o menos como ahora.

Habíamos salido por ahí con Amaya y Bego. Ese día losbares los elegíamos nosotros así que la música iba a molarmucho más. A veces me llevan a unas discotecas de mierdaen las que yo acabo hasta los cojones de todo y con una malahostia constante que no me aguanto ni yo mismo. Ellas se sen-taron en una mesa que había al fondo, yo fui a la barra y pedícervezas para todos. ERES VÍCTIMA DE UN SUICIDIO,DEL SILENCIO COLECTIVO, EL LUCHAR ES OTRAIDEA QUE FRACASÓ. Nuestra pasividad es la mayor culpa-ble de todo. Allí estábamos tan tranquilos a pesar de todo. Apesar de la lucha constante de Bego. A pesar de todo lo quenos ha contado mi padre a Selene y a mí. A pesar de todo loque hemos visto con nuestros propios ojos. La ruleta sigue gi-rando y nosotros nos mantenemos quietos, de cervezas,riendo y siendo felices mientras el sistema sigue alimentandoinjusticias a todos los niveles. Y sin embargo nos sentimosvivos. Nos sentimos libres. Nos sentimos bien. Cogí las cerve-zas y las llevé a la mesa. QUIERO ESCRIBIR EN EL AIRECOSAS QUE NO ARRASTRE EL VIENTO, UTILIZAR LAMÚSICA PARA LUCHAR, LA ÚNICA ARMA QUE TENGO.Ellas hablaban de la revista que quería poner en marcha Begocon el colectivo ese donde se había metido, yo simplementepensaba en mis cosas.

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—¿Ya has pensado en lo que vas a escribir? —Bego me habíapedido que escribiese algo, lo que fuese, que diese mi opiniónde algo. Yo no tenía ni puta idea de hacer algo así.

—Sí, sí… algo he pensado…—Venga ya, no hay quien se lo crea —a Amaya no había ma-

nera de colársela, Selene se desternillaba, sabía perfectamenteque no me había puesto ni a pensarlo.

—Les molestan nuestros sueños. Les molestan más de la cuenta.—Eso está de puta madre, ¿es el título? —Bego estaba emo-

cionada con la puta mierda esa.—No lo sé, es lo que estoy pensando ahora mismo. Siempre

quieren silenciarnos.—Pero no podrán.—Sí que podrán, siempre pueden. Su mejor arma es el

miedo. Han legitimado el miedo, lo han hecho parte de la so-ciedad y lo utilizan siempre que quieren.

—¿El miedo?—Nos infunden miedo para silenciarnos. Miedo a no poder

pagar la hipoteca. Miedo a que nos roben. Miedo a estar gor-dos. Miedo a cómo vamos vestidos.

—A mí eso no me da miedo.—En cierta manera sí. Pero da igual. Tendrás miedo a otra

cosa… no sé… A que no puedas pagar la luz. Yo qué sé. Cual-quier cosa sirve. Todos los miedos sirven para callarnos. Paraque todas las buenas intenciones se queden por el camino.Solo avanza lo que ellos quieren que avance y siempre dejanque se escuchen algunas voces disonantes, así pueden seguirutilizando el miedo. Y todo sigue igual.

—Pues ya tienes el artículo medio escrito —Amaya ya sehabía acabado la cerveza y quería irse para otro bar.

—Puede ser. ¿Vamos? —le di el último trago al botellín y melevanté —en el bar de al lado se está mejor.

El bar de al lado estaba lleno de gente. Todos teníamos ganasde fiesta así que nada más llegar nos pedimos unos chupitos.MALDICIENDO NO SÉ A QUIÉN, VOY COMO CRISTO

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SIN FE, VIAJANDO AL FIN DE LA NOCHE. Esta nos la sa-bíamos todos así que nos pusimos a cantar los cuatro comolocos. Después pedimos otra ronda, esta vez de cervezas y,mientras Bego y Amaya hablaban con unos amigos que se ha-bían encontrado, Selene comenzó a juguetear con mis rizosmientras me besaba con suavidad. TENGO VENTAJASSOBRE ALGUNOS PROFETAS, SOBRE DESORDEN YSOBRE DOLOR. LA LUZ NARANJA EN MI EUFORIAMANTIENE VIVO MI INSOMNIO INTERIOR. La oscuri-dad chocaba de lleno con las luces rojas y azules que escupíanlos focos estratégicamente repartidos por el bar. Mi cabezahabía empezado a contagiarse de la noche, besé con fuerza aSelene y pedí otra ronda de chupitos. Amaya y Bego estabanentretenidas así que nos bebimos nosotros los cuatro. La gar-ganta me ardía, pero me sentía tremendamente bien. Meneabala cabeza al ritmo marcado por los altavoces. YA SOPLA ELVIENTO, NO PUEDO QUEDARME TAN CAMPANTE, MEGUSTA SU ALIENTO, ME VOY CON ÉL A CUALQUIERPARTE. Deseaba estar dentro de ella, siempre deseaba estardentro de ella. Me vino a la cabeza la imagen de ella sobre elescenario mostrando esa belleza tan salvaje y tan sensual, esedeseo incontrolable de todas esas miradas. La puta hostia.

—¿Cuándo tienes otra vez función? Tengo ganas de verteotra vez —a esas alturas hasta yo me había dado cuenta de queiba bastante borracho.

—Si quieres luego la ensayo en casa, solo para ti —sí, sí, sí,quiero irme de este bar, salir a la calle, correr hacia el piso,entrar en nuestra habitación. Bego y Amaya acababan de pediruna ronda para todos.

—Tomad y bebed que parecéis sedientos.Yo ya no podía pensar en otra cosa. DÉJAME SIN SANGRE

ESTA VEZ, CLAVA TUS DIENTES EN MI CUELLO, DES-TRÓZAME, DESTRÓZAME, QUE EN ESA BOCA ESTÁ MIDESTINO. No podía dejar de mirarla, de desearla. Me tomémi cerveza casi sin respirar y esperé a que ella terminase. Poco

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después nos fuimos para casa y nos devoramos, sin prisa, hastaque nuestros cuerpos se saciaron.

En cierta manera Selene tiene razón. Ella cree de verdad enla posibilidad de cambiar las cosas. Y tiene razón. Yo siempreme pongo muy negativo, nunca he creído demasiado en el serhumano y pienso que siempre se acaba actuando desde la mal-dad o el egoísmo. Pero lo cierto es que no siempre es así. Sitodo el mundo terminase viendo la realidad que nos ocultanseríamos muchas voces diciéndoles que no. Eso sí que lo cam-biaría todo. La palabra es la mejor arma y tenemos que usarlacontinuamente. Darles donde más les duele. Golpearles connuestras palabras. Golpearles una y otra vez hasta que todoel mundo vea el circo que tienen montado. Entonces tendránque empezar a recular, tendrán que cambiar sus reglas. Ten-drán que tenernos en cuenta. No sé si esto llegará a ocurrir,pero lo que sí sé es que no podemos quedarnos sin hacernada. Por eso me he puesto a escribir lo que me pidió Bego.Yo lo tengo claro. No pienso dejar que ellos sean los dueñosde mi vida, los dueños de mis actos, los dueños de mi con-ciencia. No. Eso nunca. Antes lo destruyo todo. Antes me llevotodo por delante. Antes prendo con fuego su puta libertad demadera. Me cago en su libertad y en su estado del bienestar.Mi libertad es mía. Mi bienestar lo decido yo. Nadie más.

Dentro de una semana empiezan las Fiestas del Pilar. Seleney yo nos vamos a ir todo el fin de semana a Alagón. Pasaremosunos días con mi Prima y mi Tía y podremos ir de conciertos.En Pilares siempre hay unos conciertos que te cagas, ojalá esono cambie nunca. Así que nada, pillaremos el Korsakov y lemeteremos quinientos kilómetros. Solos Selene y yo. Ya tengoganas. Serán como unas pequeñas vacaciones. Y podré ver alMovidas y al Kiko y al Perca. Y a todos. La verdad es quetengo unas ganas del copón, llevo ya un par de años sin apa-recer por ahí. No lo había pensado mucho, pero puede quelos eche un poco de menos. Aunque no demasiado.

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Terminé de fregar y me senté junto a mi padre. En la teleestaban echando una serie nueva que se llamaba Cuéntame,mi padre había visto un par de capítulos y le había gustado.Yo no le había prestado demasiada atención. Empezó a ha-blarme del silencio de esa época, algo había pasado en la seriey empezó a decirme que entonces sí que había un silencio im-puesto de forma totalitaria.

—Tú voz es la respuesta Alex —cuando me decía estas cosasme miraba fijamente a los ojos y me apretaba la mano confuerza, como si necesitase que se me quedase grabado a fuego—úsala, no te calles nunca, cuestiónate todo, usa la cabeza paraalgo más que salir por ahí a pasarlo bien. No podéis quedarosdormidos. Vuestra generación tiene que despertar de una vez,tenéis que caminar todos juntos.

—Venga Papá, no te pongas dogmático, que parece que nosvas a poner a desfilar a todos.

—No me toques los huevos Alex. Esto es muy serio. No po-déis quedaros dormidos. Cada uno debe ser dueño de su pro-pia libertad, construir su propia vida, pero hacerlo sin lasimposiciones sociales que nos acechan continuamente.

—Que sí, que ya lo sé. Pienso exactamente igual que tú, note preocupes.

—Sí que me preocupo Alex. Me preocupo porque la gentede tu edad está más a otras cosas. No sé a lo que está. Hayque despertar. No se pueden dejar todas las decisiones enmanos de otros. Nadie puede arrodillarnos. Nadie.

Tenía toda la razón del mundo, pero se estaba poniendo de-masiado nervioso. Empezó a golpear la mesa con el puño cadavez que terminaba una frase. Y los ojos se le salían de las cuen-cas. Cogí un libro de la estantería, El viejo y el mar, y empecé aleer en voz alta. Poco después me pidió que le llevase a la cama.Antes de apagar la luz le dí un beso en la frente y le juré que amí nunca nadie me arrodillaría. Jamás. Después me tumbé enmi cama, me encendí un cigarro y me puse los cascos del walk-man. DE PIE ESTARÉ FRENTE A ESA PARED QUE DEBE-

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MOS DERRIBAR, GRITAREMOS LIBERTAD. Me acabé el ci-garro, apagué el walkman y cogí del cajón de mi mesilla esasfotos que le hice hace tiempo a Selene. También cogí un pa-ñuelo de papel amarillento y acartonado que guardaba junto aellas.

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capítulo 10

rabia

rabiaTropiezo en cada esquina,

me quedo sin salivay sin pulmón;los recuerdos caminan,

la distancia asesina

sin compasión.Ensangrentar,muere el día y yo muero

por dentro,seguir sin tiva a teñirme los ojos de

fuego.Me acuesto cansado,despierto envenenado,

solo una ideame anima a respirar:

volar, sin másque tus brazos repletos

de viento,salir de aquíentre tirabuzones de

tiempo.Rabia que puedearder,rabia que rápido arderá,

el puño en la pared,

la solución tras el

cristal.Rabia que puedearder, arderá.

Subirme en los tejados,

dormirme acurrucado en mi

interior,mucho mejorque ser domesticado,

en cada mano un clavo con

tu olor.Saltar, detrásde escuadrones que escupan deseos,partir, al fin,tatuando horizontes de

cuero.Rabia que puedearder,rabia que rápido arderá,

el puño en la pared,

la solución tras el

cristal.Rabia que puedearder, arderá.

Regresar a un lugar en el que has vivido muchos años peroque llevas largo tiempo sin visitar, es como realizar un viajeen el tiempo. O casi. Dos años sin volver a mi pueblo. Cuandofuimos a Barcelona paramos un momento, pero solo cinco mi-nutos, lo justo para darle un par de besos a mi tía y emprenderviaje. Llevo dos años sin ir por ahí. No había caído en lacuenta de que había pasado tanto tiempo. Joder. Tenía ganasde hacer este viaje. Era la primera vez que Selene y yo hacía-mos un viaje juntos. Ella estaba muy emocionada, algo ner-viosa y muy emocionada. Íbamos a dormir en mi casa, con mitía y mi prima, y eso le generaba algo de inseguridad. Yo ledije que no pasaba nada, que eran un poco pesadas pero muybuena gente y que, entre unas cosas y otras, solo íbamos aestar con ellas para comer y poco más. Llegaríamos el viernesa mediodía y nos marcharíamos el domingo por la tarde. Eranfiestas del Pilar, el viernes iríamos a ver a Reincidentes y elsábado a Mago de Oz y Manolo Kabezabolo. Estaba todo per-fectamente planificado.

Durante todos estos meses atrás, durante todo el tiempoque estuve sin Selene, fui acumulando rabia en mi interior.Rabia e impotencia. Y la única forma que he encontrado deexpulsarla para siempre de mí, es ponerla por escrito. Sí.Nunca digo nada, pero esa rabia sigue dentro de mí, ese su-frimiento sigue estando dentro, no lo sufro de continuo perosí que aparece alguna noche para tocarme los huevos. Para re-cordarme que hubo un día en que Selene pasó de mí y me

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quedé absolutamente solo. Tengo miedo de volver a que-darme solo. Tengo miedo de que vuelva a agobiarse. Tengomiedo de que me deje de nuevo. Pero no digo nada. Escribo.No fue llegar y empezar a soltarlo todo, ni mucho menos, mecostó más que el copón. Pero al final lo he ido haciendo. Pocoa poco. Sufriendo en cada frase. Pellizcándome en el corazóncon cada recuerdo. Cagándome en todo lo cagable y maldi-ciendo mi puta estampa. Soy gilipollas, lo sé, pero lo llevo bas-tante bien. Tropecé en cada esquina que se cruzó en micamino, golpeé con rabia la pared, deambulé por las callesbuscando una explicación. Intenté ahogar mis penas con elhumo del tabaco, malgasté mi saliva hablando a solas y per-seguí los recuerdos que habíamos vivido mientras su decisiónmarcaba una distancia insalvable y nos separaba de forma tandolorosa, que sentía cómo la vida se me iba apagando poco apoco. Escribir cosas así no sé si me tranquiliza pero me ayudaa conocerme un poco más. Cuando termine se lo dejaré leera Selene, no sé si le gustará o le dolerá demasiado, pero se loenseñaré.

El viaje se ha pasado volando. Estamos a punto de llegar aAlagón. Hace un día del copón y nos acabamos de fumar unpetardo. Estamos callados. Disfrutando el silencio. Cada unoen sus propios pensamientos. Me gusta. Quedan menos decinco minutos para llegar y mi estómago ruge desesperada-mente. El otro día mi Tía me dijo que prepararía para comerlos macarrones al horno que tanto me gustan, con una gruesacapa de queso gratinado por encima. Estaba muy contenta,tenía ganas de verme, y también se alegraba mucho de quefuese con Selene. Creo que le gustaba la idea de tenerla cerca,para analizarla con detenimiento. No sé. Ahora mismo solopuedo pensar en los putos macarrones y en echar un meocuanto antes.

Después de la comida, la larga sobremesa, el café y la te-diosa charla familiar, a eso de las seis y media de la tarde fui-

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mos a El Agujero. Nada más entrar vi al Kiko con su café conbailis, se giró y al verme puso esa cara de gilipollas que ponecada vez que flipa en colores con algo. Joder qué alegría mellevé al verle. Nos dimos un abrazo de los de verdad, de losque se dan con ganas, y nos pusimos a contarnos nuestrasvidas como si no hubiese pasado el tiempo. Selene pidió unpar de cafés como el del Kiko para nosotros y se sentó a nues-tro lado. Kiko nos dijo que se alegraba un copón de vernostambién. Si supiera… mejor que no. Prefería lo de ahora,había reseteado, todo estaba bien. A veces tenía que repetiren mi cabeza cosas así. El caso es que poco a poco fueron lle-gando todos. VAMOS ENTRANDO. Toda la cuadrilla. Joder.LALARALARALALA LALARALARALALA. Estábamos defiesta, todo era igual que antes. O casi. ME HE MIRADO ENEL ESPEJO Y NO ME HE RECONOCIDO EN EL EX-TRAÑO QUE SE VE TRAS EL CRISTAL. Todo Estaba deputa madre. Todo seguía igual. Y sin embargo no estaba có-modo del todo, era como si mi tiempo hubiese estado co-rriendo mientras el suyo hubiese permanecido en pausa. Daigual. Después de pedirnos unas jarras y de salirnos a la puertaa fumarnos un canelo, le dije a Selene que nosotros íbamos air bajando para Zaragoza. Abrían las puertas del concierto alas ocho y media y los primeros en tocar eran los Azero y teníamuchas ganas de verlos, la última vez había sido hacía más dedos años. El Movidas y el Kiko se venían con nosotros, así queesperamos a que se acabasen las jarras que llevaban entremanos. LA VIDA SON CUATRO DÍAS, LA VIDA NO ESTÁTAN MAL, SIEMPRE QUE NO FALTEN TÍAS, SIEMPREQUE ESTE ABIERTO EL BAR. Selene y yo estábamos par-tiéndonos de risa, mientras los dos colgaos berreaban cadaestribillo y chocaban sus jarras de kalimotxo. En cuanto ter-minaron pillamos las chupas y salimos del bar. Tenía el cocheaparcado en la misma puerta.

El Rincón de Goya es el sitio más guapo para hacer con-ciertos. Es la puta hostia. No tienen que dejar de hacer con-

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ciertos aquí en la puta vida. El Kiko y el Movidas se quedaroncasi todo el rato en las gradas, viendo los conciertos de putamadre, fumándose sus petardos y bebiéndose sus litros. Nosotrosestuvimos casi todo el rato abajo. De vez en cuando subíamos,pero a mí me gusta ver los conciertos desde las primeras filas.Donde está el jaleo. ASÍ OS PUDRÁIS EN VUESTRO SI-LLÓN, CON VUESTRO DINERO Y VUESTRA AMBICIÓN,SOY CONSCIENTE DE MI CONDICIÓN Y NO QUIEROSER MÁS DE LO QUE SOY. En cuanto acabaron los Disi-dencia nos subimos con el Kiko y el Movidas. Joder cómo mehabía gustado su bolo. Molan un huevo. Reincidentes iban aempezar en seguida, nos fumamos uno rápido y bajamos loscuatro a darlo todo.

Fue un conciertazo. Lo malo fue que el Movidas se subió alescenario y se tiró al público. No le cogieron, el muy subnor-mal se tiró con las piernas por delante y la peña se apartó. Sepegó una hostia del copón. El codo hecho polvo. Y una cu-quera que no paraba de sangrar. Así que tuvimos que subirnosa la grada a ver terminar el bolo allí, con el Movidas tapándosela cuquera con un pañuelo y nosotros diciéndole que habíaque ir al coche para llevarlo a urgencias. El tío pasó de nos-otros hasta que los Reincidentes se marcharon, llevaba unpedo increíble. Vaya liada. En urgencias le cosieron y le dieronalgo para que se le bajase el morao que llevaba. Luego paracasa. Subimos al piso y nos dimos un beso de despedida enel pasillo. Mierda puta. Mi tía se había puesto en plan beata ynos había dicho que teníamos que dormir en cuartos separa-dos. Selene dormía con mi prima y yo en mi vieja habitación.Estaba todo igual. Joder. Y yo con este calentón.

Vuelvo a dormir en mi cama. La que siempre ha sido micama. Una extraña sensación de alivio me invade por com-pleto. Pero también me vienen a la cabeza todos los pensa-mientos que me atormentaban cuando esa era mi cama. Lasnoches de desvelo. Los miedos. El dormirme completamente

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agotado y después despertarme con una mala virgen delcopón. Siempre de mala hostia. Siempre enfadado con elmundo. Solo soñar con Selene me calmaba. Si los sueños sepueden agarrar a los objetos, mi cama está llena de imágenesde Selene. Solía soñar que la cogía de la mano y nos largába-mos de allí. Saltando en el espacio y en el tiempo. Tan soloimportándonos nosotros mismos. Como ahora. Tal y como es-tábamos haciendo en ese mismo instante. O casi. Nos separa-ban unos metros, estábamos en diferentes habitaciones. Perono importaba.

Creo que nunca he sido tan feliz como en este momento.Puede que sea efecto del alcohol, o de la euforia del concierto,o de tener siempre a Selene a mi lado. Puede que sea todoello. Lo único que me preocupa es mi padre, no sé qué estaráhaciendo ahora mismo. Estará durmiendo, vaya gilipollez, sonlas cinco y media de la mañana. O igual no. Creo que última-mente tiene miedo de quedarse solo, no dice nada pero lo veoen sus ojos. Ahora mismo me gustaría estar allí para darle unabrazo. Lo que ha sido flipante es lo del hostión del Movidas.Joder que brecha se ha hecho el animal. Lo hemos dejado ensu casa y estaba más tranquilo que el copón. Lo malo vendrácuando se despierte mañana, va a tener unos dolores de la vir-gen. Hablando de vírgenes, mi tía se ha empeñado en que ma-ñana por la mañana había que bajar al Pilar. Mierda puta. Novoy a dormir una mierda.

A las once y media mi tía entró en mi habitación y comenzóa zarandearme hasta que me desperté. Hablaba a voz en grito,decía que era tardísimo y que estábamos todos dormidos. Alparecer acababa de entrar al cuarto de mi prima y también lashabía despertado. Medio dormido, con un gran reseco en lagarganta y en calzoncillos, me levanté para ir al baño. Antespasé por el cuarto de mi prima a darle un beso a Selene. Seacababan de levantar. Mi prima se estaba poniendo el sujeta-dor, aunque intentó taparse enseguida pude verle las tetas una

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vez más. Tiene buenas tetas, eso no es discutible. Selene es-taba buscando ropa en la maleta, iba con una camiseta quequería hacer de camisón, pero que dejaba al descubierto suprecioso culo decorado por uno de sus tangas. Ambas se rie-ron de mí, primero pensé que se habían hecho muy amigasde repente, pero no tardé en darme cuenta de que la bonita es-tampa matutina me había provocado una prominente erección.Fui al baño y regresé a mi habitación. Con la meada se me habíabajado todo, pero en mi cabeza no podía dejar de pensar enSelene y Andrea, ambas en ropa interior y compartiendo habi-tación. Vaya tela. Enchufé mi vieja minicadena y le di al play aver qué sonaba. NO ME LEVANTO NI ME ACUESTO DÍAQUE MALVADO CIEN VECES NO HAYA SIDO, NO ME EN-TRETENGO ESTOY EN LUCHA ENTODAVÍA, HOY VOYGANANDO AYER PERDÍ. En cuanto escuchó la canción, Se-lene se metió en mi habitación y los dos empezamos a cantar.Andrea, con el jaleo, se asomó y al vernos se unió a la fiesta. Sesubió a la cama y empezó a saltar, nosotros la imitamos. MEREVUELCO POR EL SUELO Y ME REVIENTA LA POLLADE PENSAR EN TI. Hostia puta. Justo en ese momento me dicuenta de que yo me había quitado los calzoncillos antes deque entrase Selene. Me llevé ambas manos a mi entrepiernamientras Selene y Andrea se partían de risa encima de la cama.Definitivamente habían hecho buenas migas. Mi tía gritabadesde la cocina y yo me puse unos calzoncillos y mis viejos elás-ticos a la velocidad de la luz. Minutos después íbamos de ca-mino al Pilar. Vaya coñazo.

Para comer mi tía había preparado unas migas impresionan-tes. Y luego ternasco. Nos pusimos las botas. No me podía nimover. Pasamos toda la tarde en casa. Le pregunté a mi primasi le apetecía venirse al concierto con nosotros, pero habíaquedado con su novio. No le pregunté quién era, tampoco meinteresaba demasiado. Al final llamé al Kiko y me dijo que sevenía con nosotros y que la Vero también, que le molaban losMago de Oz o no sé qué hostias. A mí me la iba a pegar el

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Kiko, eso es que estaban liados o algo así, si no era muy raroque la Vero viniese a un concierto con nosotros. Terminamosde ver la película que estábamos viendo con mi prima y nosfuimos a cambiar. En la chupa llevaba una papeleta rosa quehabía comprado la noche anterior, era de un grupo, estabanvendiendo papeletas en la puerta del concierto, te las vendíanpor 200 pesetas y te podían tocar 50.000. Me dejaron flipado.Estaban vendiendo papeletas para pagarse su primer disco.Todo completamente ilegal. Con dos cojones. Me hicieron gra-cia y les compré un par de ellas. Se llamaban Insolenzia, asaber qué es de ellos de aquí a un par de años, igual ni grabanese primer disco. Dejé las dos papeletas sobre la mesilla y pre-paré otras doscientas pesetas por si los volvía a ver. Me molala gente así. Selene estaba en el baño, así que me eché un ci-garro con mi prima en la terraza.

—Me cae bien, hacéis muy buena pareja —Andrea sonreíade oreja a oreja, estaba contenta de tenerme allí —me alegromucho, Alex.

—¿Y tú qué tal?—Bien, con mis cosas y tal, pero bien —guardó un par de se-

gundos de silencio —la verdad es que estoy un poco cansadade todo esto, quiero irme lejos, empezar en otro sitio, buscarun trabajo de lo que sea. No sé.

—Pues adelante, puedes hacer lo que tú quieras.—No es tan sencillo… no todos nos atrevemos a hacerlo.La llamaron al móvil y entró al comedor, yo me asomé, Se-

lene ya había terminado. Cogí la chupa, nos despedimos demi tía y nos marchamos.

Llegamos al concierto a las diez. El Kiko se había dejadolas entradas y tuvimos que volver a buscarlas. Las entradas delos dos. Nosotros pillamos las nuestras en la taquilla, entramosadentro y perdimos a estos de vista. Manolo Kabezabolo yahabía empezado cuando nos pedimos el primer litro. DESDEPONZANO A TORRERO, VENGO CON TODA CUADRI-LLA, CON LAS MANOS ESPOSADAS, EN COCHES DE

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POLICÍA. Vaya combinación rara habían hecho para este con-cierto. Manolo Kabezabolo y Mago de Oz. Flipante. Entregrupo y grupo aprovechamos para liarnos un canuto que nosfumamos sentados en el suelo. El Kiko y la Vero estaban com-pletamente desaparecidos. Empezaron los Mago de Oz, a Se-lene le molaban bastante, así que cuando sonó una de lascanciones que más le gustaban la cogí a hombros. Ella me aca-riciaba la cara mientras cantaba y me decía que desde allíarriba era una pasada ver el concierto. BEBE, DANZA,SUEÑA, SIENTE QUE EL VIENTO HA SIDO HECHOPARA TI. Cuando terminó el concierto de los Mago el Kiko yla Vero seguían sin aparecer. Decidimos ir a la zona heavy, yase buscarían ellos la vida, seguro que acababan por la zona,siempre íbamos allí después de los conciertos.

La calle estaba atestada de gente. Después de los conciertostodo el mundo acaba viniendo a estos bares. Entramos en el In-fierno’s, sorteaban una guitarra con la entrada del bolo y nosmetimos por si había suerte. Allí estaban los Mago de Oz al com-pleto y también el Oscar de los Lujuria, y el Silver de los Muro,y Pacho Brea de Ankhara. Joder, parecía una reunión. No nostocó la guitarra, pero encontramos al Kiko y a la Vero. La Verole estaba pidiendo un autógrafo a Mohamed y el Kiko hablabasin parar. Los dos iban hasta el culo. Les dijimos que nos pasá-bamos al Berlín, luego los veríamos. El Berlín estaba hasta labandera y con la música reventando sus viejísimos altavoces.UN DÍA MÁS AQUÍ ENCERRADO, MI CABEZA VA BIENCUANDO TÚ ESTÁS A MI LADO. Nos acercamos a saludar alKabezabolo, pedimos una jarra de kalimotxo y nos metimospara adentro, cerca del futbolín. TE DESEO EN EL PSIQUIÁ-TRICO, ESTO ES AMOR FRENOPÁTICO. Kiko y Vero entra-ron y fueron directos al baño, al salir nos dijeron que le habíatocado la guitarra a la Vero, pero que se la habían cambiado auno por speed. Están como putas cabras. Ellos siguieron a losuyo mientras sonaban los Ramones y yo le susurraba al oído aSelene que a partir de ese momento cada vez que escuchásemos

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a los Ramones pensaríamos el uno en el otro. Gilipolleces deesas que me dan de vez en cuando. Después salimos a la calle.

Allí estábamos los dos. Rodeados de gente que no conocí-amos pero dentro de un ambiente de puta madre. Nos besa-mos sentados en un coche, había varias parejas haciéndolo.Parecía una noche mágica. Luego salió el Kiko bastante apu-rado, la Vero estaba muy ciega y había que llevarla a casa. Metocan bastante los huevos estas cosas, tuvimos que ponerpunto y final a la noche por su puta culpa. En el coche pusela música a todo volumen. No me apetecía nada escucharles.Ni a Kiko con su mandíbula desbocada, ni a Vero con sus la-mentos moribundos. Que les follen. A MÍ NO HAY LLANTOQUE ME QUITE EL SUEÑO, NI MUERTO DE HAMBREQUE ME QUITE EL HAMBRE, ESTOY VACUNADO CON-TRA LA RABIA. Los dejamos en la puerta de casa de los pa-dres de Vero, Kiko se bajó y la ayudó a subir a casa. Nosotrosnos fuimos, ya se buscaría él la vida. Al llegar a casa Selene semetió en el cuarto de mi prima y yo me metí detrás. Andreadormía, no podríamos hacer nada pero al menos dormiríaabrazado a Selene. Mañana ya daríamos explicaciones.

El fin de semana tocaba a su fin y había que ir pensando enregresar. Se había pasado volando. Todavía sigo pensando de vezen cuando en esos días de rabia descontrolada. Solía subirme altejado de la tenada, la que hay al lado de casa de mi padre, y allíme ponía a pensar en mis cosas. Subía con un papel y un lápiz,pero siempre terminaba escribiendo lo mismo: mierda, mierda,mierda. Ahora todo pasó. Selene duerme a mi lado y yo sigosiendo yo. Ni me ha domesticado ni yo le he robado la libertad aella. Somos dos seres individuales que nos complementamoscomo si la naturaleza lo hubiese dispuesto así desde un primermomento. Ya solo nos queda correr hacia delante. Saltar de alegríaenvueltos en deseos y en sueños por cumplir. Dejar atrás todo loque nos ha estorbado y mirar al horizonte sabiendo que siempreserá de cuero porque nosotros lo hemos querido así.

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La rabia terminó. Ha sido vencida. Ya no existe. Toda rabiapuede arder y esfumarse para siempre. Tan solo hay que que-rerlo. Es fácil decirlo cuando todo ha pasado, pero es así. Re-ventar tu puño contra la pared no sirve de nada, descargas tumala hostia pero no te sirve de nada. La solución está más allá,tan solo hay que pegar los ojos a la ventana y mirar tras elcristal. No hay que perder nunca la esperanza, tan solo hayque luchar con todas tus fuerzas. Luego ya se verá.

Nos despertó Andrea. Ella nos cubriría las espaldas, pero yotenía que aprovechar para salir del cuarto ya mismo, mi tíahabía ido a comprar el pan. De puta madre, así no tenía queaguantar ningún rollazo sobre lo que está bien y lo que estámal. Me metí en mi cuarto y me volví a quedar dormido. Hastalas dos menos cuarto no empecé a ser persona. Cuando melevanté Selene y Andrea estaban poniendo la mesa. Acababande empezar los Simpsons así que, me senté en el sofá y meencendí un cigarro. Fue un acto reflejo, pero casi me cuesta lavida. Mi tía entró enfurecida diciéndome que allí no se fu-maba. Joder. Luego se le pasó en seguida, pero joder que degritos me pegó. Hoy había preparado huevos rellenos y conejoal horno. De puta madre. Joder, cómo nos estaba cuidando.Nos tomamos el café y preparamos nuestras mochilas. Les di-jimos que pronto volveríamos a hacerles una visita y no nosentretuvimos mucho más. Odio las despedidas.

Estaba cansado, pero intentamos hacer el viaje casi de untirón. Tenía ganas de ver a mi padre. Solo paramos en Arrigo-rriaga a echar gasofa y una meada rápida. Selene estaba espe-cialmente guapa. TÚ ERES MI VERSO, PLUMA, PAPEL YSENTIMIENTO, LA NOCHE YO Y TÚ LA LUNA. La verdades que me había costado pillarle el punto, pero tenía algunascanciones bien guapas. Esta era una de ellas, así que dejé a Se-lene que siguiese eligiendo ella la música, llevaba todo el viajedejándome elegir a mí y creo que ya estaba un poco cansadade tanta caña. Además, ella era mi luna y lo demás siempre era

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secundario. Y AHORA TE TENGO A MI LADO, TRISTE,VOY A APAGAR LA LUZ, PERO SIGUE HABLANDO,SIGUE HABLANDO HASTA EL FINAL, HASTA QUE EM-PIECE A DORMIRME. Nunca me había fijado, nunca solía ha-cerlo en voz alta, pero Selene cantaba del copón. Su voz entrabaen mis oídos con la magia del que tiene algo diferente a losdemás. Intenté decírselo pero estaba demasiado emocionada,llegaba el estribillo. ¿DÓNDE ESTÁ LA REVOLUCIÓN? SELA LLEVÓ EL VIENTO HERMANO, COMO UNA FLOR.NO ME HABLÉIS DE REVOLUCIÓN, DESDE AQUÍABAJO TODO ES DISTINTO HOY. Me encendí un cigarroy por un momento aparté la vista de la carretera, me gustabamirarla mientras cantaba. Me gustaba mirarla siempre. Cuandose terminó la cinta me preguntó qué me apetecía poner y lepasé un disco al que me había enganchado hace poco, me ape-tecía escucharlo. ME HA DICHO EL ANTONIO QUE HOYNO VA A CANTAR, SE LE HABRÁN QUITAO LAS GANAS.Esta vez era yo el que berreaba como buenamente podía.GUARDIÁN DE LA ESPUMA SALPIMENTÁ, ¿ES QUE NOTIENES BASTANTE CON SU DOLOR? Me había leído labiografía del grupo y había flipado con la historia de esta can-ción, bueno, había flipado con la historia del grupo, de Josele,de todo. Joder. Era la primera vez que me enganchaba a ungrupo tras leer su biografía. Eran auténticos. De verdad. Poreso cada vez que la escucho pienso en la trágica muerte deAntonio. EL DÍA QUE SUS CENIZAS CANTEN NO SERÁPOR TI. Y entre eso, un par de canciones de Black Crowes,otras tantas de Janis Joplin y casi todo el último disco de LaPolla, llegamos a Calabrez. Mi padre estaba con su silla en elcorredor, el hermano de Selene le había ayudado y nos esta-ban esperando los dos.

Pablo había preparado leña y la madre de Selene había lle-vado chorizos y carne. Íbamos a cenar todos en casa de mipadre, hacía muy buena noche y en la mesa del corredor seestaba de lujo. Todos estaban muy contentos. Al día siguiente

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llevaría a Selene a Oviedo y después regresaría con mi padre.Nos habíamos abrazado con fuerza y, una vez más, me pre-gunté a mí mismo cómo cojones podía querer tanto a alguienque hace tres años no conocía. No sé. Supongo que esto fun-ciona así. Con Selene también pasaba lo mismo, ¿no?

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capítulo 11

asalto final

asalto finalUn poema escrito en la paredrecuerda que fue ayercuando tu mano cogió mi manoy echamos a correr.Las piedras del caminolas fuimos regateando,arañando los minutoscomo gatos enjaulados.Nos crecieron alas y sonrisas,aprendimos de noche y de día queel silencio se vuelve racionalde espaldas al volcán.

Yo nunca quise ser normal.Cabalga conmigo.Yo nunca quise ser normal.Golpeando el olvido.Yo nunca quise ser normal.Seremos distintos.Yo nunca quise ser normal.Dimos vueltas en un carrusel,sonriendo a la vezque un calabozo de cristalesrotosamenazaba morder.Desnudos y vestidos

negamos lo más sagrado,renunciamos al rebufodel destino alquitranado.Inventamos un mundo a medida,nos fumamos la sal de lavida y en la distancia supimos esperarel asalto final.Yo nunca quise ser normal.Cabalga conmigo.Yo nunca quise ser normal.Golpeando el olvido.Yo nunca quise ser normal.Seremos distintos.Yo nunca quise ser normal.

¿Dónde estánlos chicos que faltan a susclases,que fuman a escondidas enlos parques,que crecen en los baresy juntosaprenden a soñar?

Todas las historias tienen un final. La de Alex y Selene noiba a ser diferente. Ha llegado el momento de ir despidiéndo-nos. Alex y Selene seguirán a sus cosas, no sufráis por ellos. Noshemos pegado unos cuantos años a su lado, les hemos vistohacer de todo. También hemos sido testigos de cómo iban evo-lucionando, de cómo veían las cosas con otros ojos, de cómocambiaba todo lo que tenían a su alrededor. Por sus vidas hanpasado amigos y amigas, familiares con los que han discutido,gente a la que han necesitado, pero lo que siempre han tenidoclaro de una u otra manera es que Selene siempre podía contarcon Alex y Alex siempre podía contar con Selene. Podían existirdudas o miedos, pero en el fondo esa era su verdad más sincera.Celesto y la Luna. Alex y Selene. Esto todavía no ha terminadoy ya estoy empezando a echarles de menos.

Alex y su padre observan desde el corredor cómo las hojasde los árboles son movidas por el viento. El otoño ya ha hechoacto de presencia y pasará de refilón para que sea el invierno elque se adueñe de Calabrez durante los próximos meses. Nin-guno de los dos tenía hambre, habían pasado unos minutos desu hora habitual de cenar pero ninguno de los dos tenía hambre.En ese mismo instante Selene estaba en Oviedo haciendo unaprueba de teatro. Quizá la cogiesen en una compañía profesio-nal. Se había apuntado a una academia y la directora de la com-pañía más importante de Oviedo se había fijado en ella. Mientrashacía la prueba, Víctor y Alex esperaban. Esperaban su llamada.

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A las diez menos cuarto sonó el teléfono y Alex corrió porel pasillo como si le fuese la vida en ello.

—¿Quién?—¡¡¡Me han cogido!!!—¿Sí? ¡¡De puta madre!! ¡¡¡Papá!!! ¡¡¡La han cogido!!!Victor sonrío y se encendió un cigarro sin apartar la mirada

de la montaña. Fue expulsando el humo lentamente, saboreandoel placer del cigarro fumado a escondidas, mientras su hijo ha-blaba por teléfono. Dio una nueva calada y no hizo ningún gestopara frenar las lágrimas que comenzaban a correr por sus meji-llas. Eran lágrimas pausadas, lágrimas que arrastraban felicidady miedo. Sabía que no le quedaba mucho tiempo. No sabíacuándo se terminaría todo, pero sí que no podría disfrutar detoda la vida que les quedaba por delante a su hijo y a Selene. Yentró en esas tinieblas en las que el miedo va abriéndose pasoa dentelladas hasta convertirse en un pánico majestuoso. Co-menzó a temblar y a encogerse por momentos, el cigarro se lecayó de la mano, la visión dejó de ser nítida. Cuando aparecióAlex, él había ido escurriéndose de su silla de ruedas y estabasentado en el suelo en postura anormal.

Después de cenar, con Víctor más tranquilo y todo preparadopara que ambos se fuesen a la cama, Alex le contó todas las no-vedades. Habían cogido a Selene y le daban un papel secundariopero con mucha fuerza. Estrenaban en dos meses. Estaba muycontenta, fuera de sí, tenía por delante un maravilloso sueño,una gran oportunidad que no iba a desaprovechar.

Tumbado sobre su cama, Alex mira fijamente el techo desu habitación. Pensando. Simplemente pensando. Habían re-gateado tantos problemas que se habían hecho fuertes sindarse ni siquiera cuenta. Habían exprimido todo el tiempoque tuvieron a su alcance, habían sufrido por la distancia in-quebrantable y, a pesar de la rabia y la impotencia, había se-guido adelante. Siempre adelante. La luna lucía como untambor que el tiempo ha amarilleado, su luz entraba por laventana permitiendo a Alex no permanecer en la oscuridad

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más absoluta. Ellos habían cogido un camino no demasiadotransitado. El camino de la negación, el camino de la verdad.Al final no hay más verdad que la que uno mismo quiere de-fender. Ellos defendían la que iba en dirección contraria a lamayoría. Lo sabían. Habían negado todo lo que la sociedad, lafamilia o cualquier otra persona había intentado imponerles.Habían negado con rotundidad la proyección de un yo imagi-nado por otros. Estaban felices con lo que eran, habían apren-dido a ser felices consigo mismos sin necesitar la aprobaciónde nadie. A veces el camino más fácil es el que más nos alejade nosotros mismos y no hay mayor satisfacción que ser cadavez más yo. Hay que desconfiar de cualquiera de los destinosplanificados de antemano. Desconfiar y, después, saber elegir.

Llovía. Todo había comenzado como un orbayo inocente,pero llovía. Selene estaba en la puerta del teatro, era su primerdía de ensayo y llevaba varios minutos observando la puertaen silencio. Dejando que la lluvia la calase sin importarle lo másmínimo. Sabía que ahora era su momento. Y entró. Dejó atrástodos sus miedos y pensó en la mano de Alex, siempre allí,siempre preparada para que ella la cogiese con fuerza y ambossaliesen corriendo hacia el horizonte que habían elegido. Entrócon paso firme, sabiendo que el mundo latía entre sus piernasy que sus alas lucían mejor que nunca. Sonrío. Levantó la mi-rada del suelo y sonrió mientras comenzaba a caminar pen-sando en ese silencio tan suyo. Tan de los dos. Al lado de Alexhabía aprendido a compartir un silencio, la magia de compartirun silencio. Ambos lo habían aprendido. Como tantas cosas…Las noches, los días y nunca más vestirse de soledad, y darle laespalda al volcán que siempre le había amenazado. Ya no estabaen un agujero, ya no había oscuridad ni llanto. Ya no olía a hu-medad. Ahora todo era una enorme sonrisa y una ventanaabierta para que siempre entrase el aire fresco.

Paseó por el patio de butacas, la sala estaba completamentevacía. Observó cada detalle. Habían dado demasiadas vueltas

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pero ahora estaban donde tenían que estar. Sonriendo a pesarde los pesares. Mirando hacia atrás y viendo en la lejanía esecalabozo en el que un día se vieron apresados, rodeados decristales afilados siempre amenazantes. Lejos. Estaban lejosde todo aquello y ya no sentían ningún miedo. Escuchó unospasos que se acercaban. Se giró y vio la enorme sonrisa de ladirectora y su gesto amistoso con ambas manos invitando aseguirla.

—Ahora mismo te presento a todos tus compañeros, poraquí se va a los vestuarios.

—Gracias… muchas gracias.—Nada mujer, ¿te has mirado el texto? Mira, ven por aquí.

Entra.Deseaba saltar con todas sus fuerzas. Saltar de alegría. No

podía dejar de mirarlo todo. Todo. Tenía la ilusión que siem-pre había ido acumulando, era un corazón con vida, calientecomo un brasero. Ojos de luna, de gata elegante y salvaje. Conpaso firme hacia delante. Los reencuentros hacían cosquillasen el rincón más profundo de sus entrañas, se quedaba conlos reencuentros, con el sabor de la victoria. Lo habían con-seguido. Habían inventado un mundo a su medida. Ella yAlex. Aprovechándolo todo. La sal de la vida estaba allí, siem-pre había estado allí, ellos tan solo habían tenido que extendersu mano, pelear por ella. Coger la sal de la vida y lanzárselapor encima. Cogerla del suelo, de cualquier rincón y quedár-sela para siempre. Dentro. Muy dentro. Que no cunda el pá-nico, tan solo son dos personas que creen en sí mismas. Ensus sueños. Caminan por encima de las nubes. Ella lo sabía.Por eso su mirada transparente, coloreada como por arte demagia, salpicaba emocionada. Selene disimulaba pero todoslo sabían. Todos lo sabíamos. Tenía el mundo a sus pies, estabacon el mundo entre las piernas. Solo tenía que dejarse llevar.

Después, en casa, agotada por la tensión, empapada todavía,tumbada en el sofá y con el teléfono en la mano. Marcó conpausa ese número que tan bien se sabía.

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—Gracias por saberme esperar.—Selene, ¿estás bien?—Sí, Alex, sí, estoy muy bien. Estoy mejor que nunca.—Yo también.Hablaron hasta bien entrada la madrugada. Compartieron

cada silencio necesario. Rieron. Se sacaron los colores. Nuncaquisieron ser como el resto de la gente. Nunca quisieron esanormalidad tan bien vista. Ellos preferían caminar al ritmo quemarcaban sus corazones. Cabalgar cuando querían cabalgar.Golpear cuando fuese necesario. Detenerse para coger alientoy seguir mirando a los sueños a los ojos. Equivocándose aveces, pero aprendiendo de cada error. Se sentían diferentes.Quizá no fuesen tan diferentes, pero no importaba. Importabalo que ellos sintiesen, lo que ellos soñasen, lo que ellos vivie-sen. Lo demás no importaba. Brindemos por ellos, por su im-perfección, por lo que les hacía diferentes. Brindemos portodo lo diferente.

Se acerca el final. El asalto final también se acaba. Dejémo-nos envolver por la historia de Alex y Selene. Despidámonosde ellos caminando a su lado. Nos han hecho soñar. Hemosrecordado nuestras propias historias. Hemos reído. Nos hemosexcitado. Hemos sentido rabia. Nos hemos sonrojado. Hemosmirado al suelo. Nos hemos levantado. Hemos espiado. Noshemos mirado al espejo. Hemos pensado. Nos hemos desnu-dado. Hemos cantado. Nos hemos dormido. Terminaba unadécada y empezaba otra. Con un pie en los noventa y otro enel nuevo milenio. Dos jóvenes buscaban desesperadamente.Se buscaban a sí mismos y buscaban la compañía que tantonecesitaban.

Busquemos. Abramos los ojos y busquemos esos niños quefaltaron a sus clases pero que supieron aprovechar el tiempomejor que nadie. ¿Dónde están? ¿Dónde están ahora? Los par-ques están vacíos, tremenda y angustiosamente vacíos. Pense-mos en Alex y Selene asomándose a los bares por primera vez.

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Compartiendo su tiempo con otros como ellos. Aprendiendotodos juntos a soñar. Soñemos nosotros. Ahora soñemos nos-otros. Volvamos a sentir esa libertad. Seamos de nuevo esoschicos traviesos. Fumemos a escondidas en cualquier parque.Que nadie nos vea. Robemos de nuevo ese beso. Unamosnuestras manos y miremos al horizonte. Mañana volverá a serel mejor de los días. Como todos los días.

Y despidámonos ya. Hagámoslo mirando por la mirilla unavez más. Espiémosles. Selene se está desabrochando el suje-tador, se siente observada y sin embargo comienza a quitár-selo lentamente. Está desnuda, delante del espejo, sabe queestamos allí. Mirando. Sonríe y nos manda un beso. Alex estásobre la cama, fumándose un Lucky y con la música a todovolumen. También sonríe. Sabe que estamos escuchando. Poreso se levanta y mete un nuevo cd. Esta canción es para nos-otros. Solo para nosotros. CADA VEZ MÁS PRISA POR LLE-GAR, YA NO TE SIENTES UN BICHO RARO. VEN AQUÍ,SE ROMPE EL TELÓN POR EL RUIDO. VEN AQUÍ, BAI-LAR Y SUDAR CON EL RUIDO. VEN AQUÍ, CON CIERTAPASIÓN POR EL RUIDO. VEN AQUÍ. VEN AQUÍ.

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diario de grabación

El proceso de composición, preproducción y todo el trabajoanterior a la grabación del disco ha sido largo y difícil de ex-plicar en unas líneas. Alrededor de septiembre del año pasadonos surgió la idea de empezar a componer nuevas cancionescon la mirada puesta en lo que sería el final de la trilogía. Asíque comenzamos el trabajo en el local. El hecho de ensayartodos los días nos ha permitido compaginar la extensa gira denuestro anterior trabajo con el proceso de composición delnuevo. Hemos compuesto absolutamente todo el disco en ellocal de ensayo, entre todos. Hemos descartado muchísimascanciones hasta que nos hemos quedado con las once que másnos gustaban a todos.

Al mismo tiempo, gracias a haber montado un pequeñísimoestudio en nuestra sede “La Casa de la Poesía”, hemos ido gra-bando todas las canciones que iban pasando la criba del local.Con Isabel como técnico de grabación y registrándolo todopor pistas como si realmente estuviésemos ya en el estudio,hicimos un trabajo de muchísimas horas pero de gran enri-quecimiento a todos los niveles.

Y después le enviamos la maqueta final a Iker para que se fuesefamiliarizando con las nuevas canciones. El 15 de julio entramosa los Estudios Artika con Iker Piedrafita como productor. Estu-vimos diez días intensivos grabando y aprendiendo.

Al acabar cada jornada de grabación, ya de noche y congran cansancio en nuestros cuerpos. Fuimos colgando ennuestra web un pequeño diario de lo que íbamos haciendo.

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Lo escribimos en caliente, tal y como lo sentíamos, entre todosy con la única intención de que fueseis sabiendo cómo iba lacosa. Ahora que llega el momento de la publicación hemosquerido rescatar ese diario e incluirlo en el libro para que nose queda volando en el universo cibernético de Internet.

Esperamos que os guste.

DÍA 1 —Lunes 15 de julio de 2013Los despertadores sonaron temprano. Hoy la mañana em-

pezaba antes de lo habitual, las seis y media y todos arriba, laCasa de la Poesía en plena actividad. Somos un equipo y comoun equipo nos subimos en la furgo, nos faltaba Benito (lástimade rocanrol que todavía no da para comer…) y todo el día losentimos a nuestro lado, como si estuviese… porque, de unau otra forma, estaba.

Tras las risas habituales en nuestros viajes, llegábamos a Ar-tica a las nueve y media de la mañana, nos esperaba Iker enla puerta del estudio, con su sonrisa imborrable, con su mi-rada llena de afecto. Y arrancamos.

Estábamos algo nerviosos, lo reconocemos, nerviosos porquesabemos que hemos trabajado duro, que hemos juntado un pu-ñado de buenas canciones y todos nuestros sueños, y que ahoraes el momento de darlo todo. Y lo vamos a dar. Todo y más.

Iker estaba contento, desde el primer momento nos hatransmitido que las canciones le gustaban y que quería utilizarun método de trabajo diferente al habitual. De entrada vamosa grabar “sin trampas”, sin utilizar la edición por ordenador,sin retocar baterías, sin retocar voces, sin retocar nada. O sea,lo que grabamos es lo que vais a escuchar: Insolenzia en es-tado puro. Y otra novedad ha sido trabajar los arreglos de lascanciones antes de grabar las baterías, eso nos ralentiza unpoco, pero nos hace crecer a nosotros y repercute en una me-jora del disco a todos los niveles.

Así que allí estábamos, primero nuestras tres guitarras(Félix, Miguel e Isabel) en plena forma, mostrándose desnu-

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das, tal como son. El Iker al bajo. Y Sancet e Isabel metiendoalgunas voces. Era como un ensayo, un ensayo en las mejorescondiciones técnicas y dirigidos por el mejor productor quenunca hemos podido soñar. Tras esto empezaban las graba-ciones de las baterías.

Chuan ha estado pletórico, como una bomba de relojeríaperfectamente ajustada, atronando El Sótano. Baterías gordasy potentes, como a nosotros nos gustan, como suena el rocan-rol de verdad. Se ha grabado cuatro de las canciones, a buenritmo y perfecta ejecución. Al final de la jornada el cansanciose reflejaba en su cara pero todo esfuerzo merece la pena. Losabemos. Por vosotros. Por nosotros.

Nos han visitado Alfredo y Juncal, también hemos visto a Irisy al pequeño Noah. Nos sentimos como en casa, los sentimostan cerca que cuesta pensar que compartimos nuestro tiempocon gente que llevamos admirando desde hace tantos años…

Estamos felices, somos muy felices. Aunque estamos cansa-dos y nuestras camas nos llaman a voz en grito, solo podemospensar en la jornada de mañana, en seguir dándolo todo, enseguir avanzando hacia adelante. Por cierto, mañana ya llegaBenito, y también Jorge; solo nos falta Cris para estar todo elequipo. Bueno, y Pilar, la Mamanager mejor del mundo mun-dial, se sigue encargando del catering desde la distancia. Es-tamos muy bien cuidados.

Esto marcha. Os esperamos CON EL MUNDO ENTRELAS PIERNAS.

DÍA 2 —Martes 16 de julio de 2013Hemos amanecido en Barañain, hemos vuelto a pillar el

mismo piso que la última vez que grabamos, pero hoy hemosamanecido menos gente de la habitual… Ayer por la nocheIsabel y Miguel tuvieron que regresar a casa ya que ambos te-nían faenas mañaneras: Isabel apuntarse al paro y Miguel ir acurrar a la ludoteca donde tiene que sacarse unas perras du-rante el verano (una vez más, qué pena de rocanrol que no

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da para vivir…). Así que los despertadores sonaban y solo es-tábamos en el piso Félix, Chuan y Sancet. Félix y Chuan pre-parados y bien despiertos a su debido tiempo, pero Sancetagarrado a las sábanas con ambas manos y, una vez levantado,sin encontrar absolutamente nada de lo necesario para co-menzar el día… Iker pasaba a recogernos por casa ya que noshabíamos quedado sin coche y no tenemos dinero para pillar-nos un taxi. Afortunadamente él se ha equivocado de ruta yambas partes hemos llegado a la vez hasta nuestro lugar deencuentro. Todo bien.

Las charlas con Iker siempre son gratificantes y productivasa partes iguales, así que de buena mañana a sacar cualquiertema… cualquiera puede acabar en risas, cualquiera nos sirvepara aprender algo. Y arrancamos con las baterías de nuevo.

Chuan a vuelto a rendir a un nivel sobresaliente, pegandofuerte y con precisión, haciendo bombear el corazón de todosnosotros. Con cada golpe la canción crece, con cada redoble eldisco va cogiendo forma. Hoy se ha grabado cinco canciones,así que llevamos muy bien el ritmo de trabajo.

Por la tarde han aparecido el resto de la jauría: Isabel, Mi-guel, Benito y Jorge. También ha subido a visitarnos Víctor,el hermano de Miguel. Así que el estudio de grabación con elequipo casi completo, todos bien apretados, bien junticos,como a nosotros nos gusta. También hemos recibido la visitade Sergio, batería de Dikers, que quería saludarnos; muybuena gente, cualquiera que lo conozca lo sabe.

Hemos tocado todos juntos algún tema y hemos vuelto aescuchar de labios de Iker lo que todos intuimos: tenemosentre manos un discazo, ahora hay que currar en el estudiopara dar lo máximo de nosotros mismos.

Mañana más compañer@s, empezaremos con bajos… Benitotiene que dormir bien… aunque nunca se sabe…

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DÍA 3 —Miércoles 17 de julio de 2013Un día más en el que la intensidad del trabajo en estudio ha

concentrado todos nuestros esfuerzos. Un día más disfrutando.Anoche estuvimos casi todo el equipo en nuestro piso de

Barañain, aquí no hace falta hacer piña, nosotros disfrutamossiendo así: una familia, un equipo, una tribu, un único puñocon el que golpear todo aquello que se ponga en nuestro ca-mino. Vimos la película “Ay, Carmela” y se nos entremezclaronlas risas y la rabia, se nos erizó la ira y se nos encaramó la im-potencia. La memoria siempre tiene que estar presente. Somoslos nietos de los que perdieron la guerra civil.

Quizá algún día os enseñemos como terminó esta noche derisas rápidas, con la entradilla de “La vida es así” rebotandopor las paredes.

A la mañana las risas dormían y los huesos se estiraban, parasalir sin mucha demora hacia El Sótano donde incuban nues-tros sueños. Por la mañana, Chuan se dejó grabada la últimacanción del disco que le quedaba, y una canción extra quehemos compuesto para el recopilatorio “Buenos Humos”. Tansólo se dejaba para más adelante unas baterías que vamos ameter en una canción acústica que cerrará el presente disco y,por lo tanto, la trilogía.

Al final de la mañana Benito cogió el bajo y tomó el relevo dela grabación. Se ha dejado excelentemente grabadas cuatro can-ciones enteras (una de ellas la del cd “Buenos Humos”, del queos hablábamos antes), bajo la atenta mirada de Iker Piedrafita.Este último siempre alcanzando la genialidad con cada idea, conesa visión absoluta de la canción, con ese saber sacar lo mejorde quien tiene delante. Líneas de bajo contundentes y macha-conas en algunos puntos, brillantes y delicadas en otros momen-tos, sorprendentes y peligrosas en alguna ocasión. Como la vidamisma, como nuestro Benito, como nosotros, como vosotros.

Así que Chuan con casi todo su trabajo terminado ha pa-sado el testigo a Benito que ha empezado a muy buen ritmo,en la misma línea llevada hasta ahora.

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Después hemos regresado a Barañáin y nos hemos sentadotodos juntos en el comedor. A hablar. A sonreir. A disfrutar. Avivir. Nuestros estómagos volverán en breve a saborear algu-nos de los alimentos que nos envió la Mamanager: unas al-bóndigas con tomate casero, y un sabroso postre a base decuajada y sobaos pasiegos. Jorge acaba de coger el relevo yse ha ofrecido a encargarse del catering en lo que queda degrabación, está cocinando el arroz con salchichas que come-remos mañana… en la próxima entrega os contaremos cómonos lo montamos a la hora de comer. Somos los tipos más pe-culiares que hemos conocido…

Os dejamos que hay que poner la mesa y llenarse el estó-mago. Que tengáis sueños calientes.

DÍA 4 —Jueves 18 de julio de 2013A pesar de que nuestros cuerpos van acumulando cansan-

cio, nuestro ánimo y nuestras fuerzas cada vez son mayores.Podría ser el comienzo del diario de un miembro de aquellaexpedición inglesa al Polo Sur, pero no, es nuestro día a día,así nos sentimos.

Anoche nos arrastramos a nuestras camas antes de lo habi-tual. Fuimos cayendo de uno en uno, sin que nadie percibiesela retirada. Tan solo quedaron en pie Miguel y Félix, mientrasduró la película, “Asesinato justo”, que les tuvo enganchadoshasta el final.

Ha amanecido como de costumbre, entre risas, buen humor,bromas y esa unión tan gratificante, esa que es tan habitualque deja de observarse con el valor que realmente tiene. Esa.

Al llegar al estudio hemos estado de charleta con Iker y Al-fredo, que siempre se deja caer de vez en cuando por el estudio,siempre que aparece nos encogemos un poco, lo suficiente paraque no se perciba, ese encogimiento que nace de la más puraadmiración. Es Alfredo Piedrafita, el de los Barricada. Joder…

Y se ha arrancado Benito. Enganchado al bajo, haciendo ga-lopar las canciones, llenándolas de cuerpo y de magia. Se ha

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concentrado, se ha metido en cada canción, y ha ido avan-zando ante nuestros ojos. Una. Otra. Otra. Ya van cuatro. YCinco. Después parada a comer.

Lo de comer merecería un capítulo aparte. Que nuestra eco-nomía es más que sumergida es algo bien conocido. Que loapostamos todo por aquello que habita nuestros sueños, tam-bién se sabe. Por ello, siempre vamos durmiendo y comiendodónde y cómo podemos, porque nuestros sueños son más im-portantes que cualquier cosa. Así que, sin necesidad de calcu-ladora, sabemos que nuestra economía no nos permite ni elmás económico de los “menús del día”. Así que cuando danlas dos de la tarde, sacamos nuestras mesas de camping, nues-tras sillas de playa, nuestros taperwares, nuestra vajilla de plás-tico y nuestro termo de café, y nos dirigimos hacia la esquinadel parque de Artika que hemos okupado desde nuestra lle-gada a la villa. Rodeados de chalets y de silencio, inundandocon nuestro bullicio un aparentemente cómodo aburrimiento,pintando de risas un parque cansado de estar vacío. Nos mi-ramos y reímos. Siempre bromeamos con llamar a la tele paraque nos grabe. Y después comprendemos que somos así, di-fíciles de entender, diferentes y orgullosos de serlo.

Después de comer Benito ha seguido en la misma línea quea la mañana, y no ha tardado en grabarse todas, absoluta-mente todas, las canciones del disco. Cuatro ayer y ocho hoy.Ahí queda eso.

Chuan ha vuelto a sentarse en la batería para grabar unfragmento en una canción acústica que hemos preparado yque vamos viendo cómo crece poco a poco.

Hoy nos ha visitado Jose, el conductor de la furgo de losBarri. Más majo que el copón, como siempre. Mañana igualtambién tenemos visita.

Y poco más por ahora. Que la cosa camina con paso firme. Queseguimos con el mundo entre las piernas. Que os queremos.

Dulces sueños.

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DÍA 5 —Viernes 19 de julio de 2013Ayer estuvimos hasta tarde reunidos en asamblea. Teníamos

como faena poner los títulos de las canciones. Todos juntos.Reunidos alrededor de una diminuta mesa. Con las letras de-lante de nuestros ojos. Leyéndolas con detenimiento. Sumer-giéndonos en cada significado. Y hablando. Opinando.Pensando en conjunto. Pensando a una sola voz. Nos dieronlas dos de la mañana. Solo bautizamos a cuatro de ellas. Perohabía que dormir, en unas horas arrancaban las guitarras deMiguel. Seguiríamos con los títulos de las canciones otro día,nuestras cabezas no daban para más.

El sueño nos devoraba al arrancar el día, a todos menos a uno.Miguel se ha levantado antes que nadie, se ha dado una duchacon agua fría, se ha mirado en el espejo y ha visto al músico delgrupo, ha visto a una persona que siente cada acorde como cadalatido de su corazón, alguien a quien la música le sale con lamisma facilidad que respirar. Y ha sonreído. Porque Miguel siem-pre sonríe, y si no sonríe es que algo va mal. La mañana anun-ciaba que nuestros pasos serían buenos. Todos estábamoscontagiados de la felicidad que emanaba de Miguel, una felicidaddesbordante porque hoy le tocaba grabar, hoy su guitarra iba arugir, hoy sus dedos iban a hacer magia. Una vez más.

Desde el minuto uno nos ha dejado a todos con los ojosabiertos como platos. Sí, convivimos con él todos los días, es-cuchamos su guitarra en todo momento, ¿y qué? ¿Qué im-porta? ¿No se puede ver la genialidad de aquel con elcompartes todos tus minutos, todos tus sueños? Pues sí, claroque se puede. Palabra.

Las guitarras de Miguel han volado a lo largo de la mañana,sin que las palabras puedan estar a su altura. Así que nada.Que han sido unas cuantas. Que ya las escucharéis, que no oscontamos más. Y que después nos hemos ido a comer ennuestro parque abandonado. Despliegue del camping y a sa-borear la deliciosa ensalada de patatas con vinagreta especialque nos ha preparado Félix (Jorge se encargaba del catering

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pero la hoja de un despistado cuchillo se paseó ayer sobre layema de uno de los dedos de su mano. Hoy está mejor, nosufráis. Aunque no está preparando la cena…). En nuestrocafé de parque hemos tenido invitado de lujo, el Iker se havenido con nosotros a tomarse el café con gotas de rigor. Muymajos todos sentadicos en nuestro rincón.

Miguel ha seguido a la tarde. Con la misma eficacia y natu-ralidad, sonriendo y bromeando como si en realidad estuviesetocando la guitarra con unos amigos. En realidad era eso: es-taba tocando la guitarra con unos amigos.

Hoy hemos tenido varias visitas. Por la mañana hemos reci-bido a la familia. Roberto, Pili y Naroa, siempre es gustazo ver-les y compartir nuestros ratos con ellos. Noah e Iris también sehan dejado ver, y el pequeño Noah parece que cada vez sesiente más insolente, ya anda de brazo en brazo con esa miradatan viva que deja sin habla. También se han pasado Alfredo yJuncal. Nos encanta sentir que nos han abierto las puertas desus vidas, aunque solo sea por unos días. Y por último ha apa-recido Kutxi Romero que nos ha estado hablando de la últimagira de los Marea, de la vida y de esas cosas. A gusto.

Y nada, ya para casa que hoy podemos dejar de mirar el relojde reojo. Mañana están en huelga los despertadores. La nochepuede bailar sin temores. Mañana nos han invitado al conciertode los Barricada en Ribaforada, así que para allá que nos iremos.

Hasta el lunes amiguitos (que diría Miguel). Sed todo lomal@s que podáis (que diría Sancet).

DÍA 6 —Lunes 22 de julio de 2013Tras el fin de semana de descanso, en el que aprovechamos

para disfrutar del conciertazo de Barricada en Ribaforada, hoynos hemos despertado con las pilas recargadas, con ganas deseguir dándole cuerpo a este disco que estamos preparando.

Al llegar al estudio ya estaban allí Félix y Cris, que veníandirectos desde Alagón. Necesitábamos a Cris a nuestro lado,la necesitábamos para estar el equipo completo y para bañar-

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nos en su luz, en su sonrisa y en su buen rollo permanente.Hoy seguíamos con las guitarras, hoy le tocaba a Félix e Isabel,hoy las canciones iban a dar un importante paso. Y así ha sido.

A primera hora de la mañana se ha pasado Alfredo paraprestarnos su preciosa Gibson SG Custom (la misma con laque se hizo la gira “Otra Noche Sin Dormir”), la guitarra conla que iban a grabar los temas Isabel y Félix.

El primero en empezar ha sido Félix, con la emoción del quesabe que está haciendo algo importante. Siempre concentrado,siempre resolviendo con precisión cada riff, cada pall mute. Félixes la energía del rocanrol, la esencia pura, y hoy esa esencia seha destapado para impregnar cada una de las canciones que hanido cayendo. Iker ha querido que fuesen alternándose las líneasde guitarra para ir dejando cada canción terminada. Así quesobre la pista grabada por Miguel, iban paseando sus guitarras,primero Félix y acto seguido Isabel.

Hace tiempo que Isabel aparcó su timidez para vestirse derock y pintarse los labios con la insolencia del que no tiene nadaque perder. Ella es la compañera, la hermana, que crece encuanto suena su voz, pero también en cuanto suena su guitarra.Porque ella apunta y dispara de forma certera, con la dureza dela Insolenzia, lejos de la delicadeza que podría suponerse al versu cuerpo menudo y siempre sugerente. Ella es así, rabia y cari-cia, beso y puñetazo, sensualidad e insolencia.

A media mañana ha aparecido en el estudio nuestro técnicode directo, el gran Jorge “Coco”, alguien que nos conoce muybien, que lleva muchos años a nuestro lado, y que cada vez semuestra más feliz con nosotros. Sus ojos han brillado con lasnuevas canciones, intuye que llega algo grande.

En nuestro parque okupado hemos llenado la mesa con en-salada de arroz y embutidos varios. El Coco de invitado delujo y el Iker a tomarse el carajillo con nosotros. Somos derespetar las buenas costumbres.

Y a la tarde han seguido sonando las guitarras de Félix yde Isabel. Al final han dejado completamente terminadas

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cinco canciones cada uno, cinco canciones a las que ya casi noles falta casi nada, cinco canciones que esperan con los brazosabiertos la llegada de las voces.

Félix también ha grabado una intro en plan tranqui con unaTelecaster. Así es nuestro Félix, ruge cuando hay que rugir ysusurra cuando hay que susurrar. Siempre vestido de rocanroly con las manos vibrando por los callos del camino, esos quesolo salen de tantos años de carretera, de tantos esfuerzos, detantas batallas perdidas… Ahora las cartas han cambiado, pin-tan bastos en Insolenzia.

Y entre unas cosas y otras, de Félix a Isabel y de Isabel aFélix, se ha terminado la jornada de grabación, el Iker se haquedado contento con el trabajo realizado y ya tenemos lavista puesta en mañana. Por la mañana continuarán esa parejatan resultona que tenemos en Insolenzia, y por la tarde Miguelde nuevo disfrutará y nos hará disfrutar con su magia. Quéganas de seguir avanzando. ¡¡¡Vamos!!!

Hasta mañana sinvergüenzas, soñad con algo prohibido.

DÍA 7 —Martes 23 de julio de 2013Hoy nos hemos dormido. Todos dormidos como benditos.

Quizá ayer nos acostamos tarde. La primera en levantarse hasido Isabel, pero no ha mirado el reloj, se ha puesto a mirarpor la ventana sin más, a observar el paisaje de edificios gas-tados. Cuando Chuan se ha levantado se la ha encontrado así,mirando por la ventana, y tras preguntarle si sabía qué horaera, han dado la voz de alarma. Zafarrancho de combate. Aprepararnos a toda velocidad. Unos espaguettis express, lascafeteras, el embutido y corriendo para Artica. Félix ha pisadoel acelerador y al final casi no se ha notado nuestra dormida.Solo por las caras.

Pero Félix e Isabel no estaban dormidos. Ni mucho menos.Estaban pensando en sus líneas de guitarra, pensando ennuestras canciones. Así que se han ido alternando como en lajornada de ayer y cuando ha terminado la mañana se habían

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grabado cuatro canciones cada uno. Rendimiento al máximonivel. Bravo por ellos, el ritmo del disco va viento en popa.

A la hora del café han aparecido Iker (que ya es un fijo, cosaque nos encanta, los carajillos sin él ya no serían lo mismo) yPedro Fernández de La Fuga. Ha sido la hostia enseñarlenuestro salón-comedor en mitad del parque de Artica y char-lar con él de la música, su inminente nuevo disco y los prepa-rativos correspondientes.

Miguel ha llegado directamente desde Cabañas acompa-ñado por su hermano Víctor, con el sol mordiéndole el brazoizquierdo, con su Ford Fiesta y su sonrisa imborrable. Pedroha venido a traerle a Miguel la Gibson Explorer de Iker, lamisma que usó hace unos días y que hoy volvería a acariciary a sacarle magia en forma de rocanrol.

La tarde ha sido tan productiva como la mañana. Miguel seha grabado todas las guitarras que le quedaban. Tres cancio-nes con la eléctrica y una con una preciosa acústica y ence-rrado en la pecera. Y así, entre potrancas y vídeos que arañanlos ojos, ha ido vistiendo canciones siempre en plena conexióncon Iker. Uno de los mayores placeres de esta grabación esver a Miguel y a Iker trabajando codo con codo. Eso y lo bienque sienta saberse dentro de un equipo sólido, irrompible ysiempre de buen humor. Mola.

Hemos dejado casi finiquitado el apartado guitarrístico, ma-ñana Félix e Isabel terminarán las dos canciones que les que-dan. Mañana puede ser un buen día para empezar con lasvoces, ¿no?

A dormir temprano para levantarnos descansados. Buscadbuena compañía y si no la encontráis el Iker os puede prestarun aparato de gimnasia que os ayudará a no tener agujetas.Dadle caña.

DÍA 8 —Miércoles 24 de julio de 2013El sol nos ha despertado y la mañana se agarraba a nuestras

legañas con la facilidad del autómata. Barañain es un sitio

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como otro cualquiera, pero no cuando estás grabando “Conel mundo entre las piernas”. Todo es especial. Fuera de lo nor-mal. Mágico y energético.

Cris tenía que marcharse, así que despedidas tempranerasy ese regusto amargo de cuando se tiene que marchar a otrolugar alguien a quien quieres. Pero había que ir para el estu-dio, había que comenzar a currar. La jornada iba a ser pro-ductiva, muy productiva.

Félix e Isabel han terminado de grabar sus guitarras, se hanmirado entre ellos y hemos visto como sus ojos brillaban porel trabajo bien hecho. Lo saben. Lo sabemos. Félix también seha agarrado a la acústica, igual que hizo Miguel el otro día, peropara grabar una línea al comienzo de una de las canciones.

Y nada más acabar, Sancet se ha levantado del sofá en elque lleva apoltronado desde el pasado 15 de julio, a miradoal suelo, a mirado a Iker y ha dicho: “Tengo unas ganas degrabar del copón”. Así que dicho y hecho. Como un cañonazo.Como una estampida de bisontes. Como una hormigonera.Como Sancet. La primera canción ha sido un mazazo encimade la mesa, una declaración de intenciones, un aviso de quese encontraba mejor que nunca.

Poco después, con la primera canción ya terminada, se han pa-sado por el estudio Aintzane Castillo y parte del equipo del pro-yecto “La otra realidad del Cannabis” para quienes hemoscompuesto una canción que incluirán en el recopilatorio “Buenoshumos”. Muy contentos de conocerles, de charlar con ellos, dejugar a nuestro ya conocido “Reto de las palabras” que hacemosen las entrevistas (y que ha vuelto a superar Sancet tras insertarcon habilidad “aerofagia”, “potranca” y “cartapacio”). Pero espe-cialmente contentos por tener a Iker en la entrevista como un in-solente más, como lo que es, formando parte del equipo. Tambiénles hemos firmado una guitarra que van a sortear con las firmasde todos los que participamos en el CD recopilatorio.

Después a degustar en el parque la espectacular tortilla depatata rellena de jamón-york y queso que nos había preparado

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Chuan con mucho esmero. Sencillamente deliciosa… aunquehemos comido tanto que no nos podíamos ni mover. Carajillode rigor con el Iker y para el estudio, que Sancet tenía queseguir haciendo grava.

Iker ha decidido que continuase grabando Sancet, que es-taba muy bien de voz y que quería aprovechar la magia delmomento. Así que para adelante como un animal. Ha dejadoterminadas cinco canciones. De puta madre.

Mañana en función de cómo se encuentren seguirá gra-bando Sancet o arrancará Isabel con sus voces. Ya veremos,lo que mande Iker.

Luego, ya en nuestro piso de Barañain, nos ha visitadonuestro buen amigo el escritor Patxi Irurzun. Siempre es ungustazo juntarnos con él, echarnos unas risas, recordar viven-cias, hablar de literatura, de rocanrol o de lo que surja. Nosolo nos regaló un excelente prólogo titulado “Pezones” paranuestro anterior trabajo, no solo ha salido en nuestro video-clip “Barro consentido” barriendo como si barriera DickGrande, no; Patxi es Patxi, un amigo de los que siempre alegraencontrarse.

Y poco más, que Benito ha salido para aquí nada más ter-minar de currar para cenar con nosotros y poder estar mañanapor la mañana en el estudio e ir escuchando cómo van que-dando las cosas. Todos estamos contentos.

Bueno compañer@s, que tenemos ganas de sentarnos a des-cansar un rato, en cuanto cerréis los ojos apareceremos envuestros sueños, estaremos desnudos bailando rocanrol.

Salud.

DÍA 9 —Jueves 25 de julio de 2013Estamos en la recta final. Por un lado nos da mucha pena,

ya que no os podéis imaginar lo importante que es para nos-otros estar junto a Iker, por todo lo que nos aporta como mú-sico y como productor pero sobretodo por la unión quetenemos con él. Es nuestro amigo, sencillamente eso, y por

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eso nos da pena entrar en esa recta final y pensar que en nadanos marcharemos…

Ayer nos acostamos pronto, las voces tenían que estar des-cansadas para el día de hoy, así que ni nos pusimos a ponerlos nombres a las canciones ni nada de nada. Sancet e Isabela la cama pronto, los demás aguantaron un poco más.

A primera hora de la mañana nos hemos puesto con la can-ción que cerrará el disco, la canción más bonita que hayamoshecho en nuestra vida, en plan tranqui, envuelta en un am-biente relajado, melancólico. Iker primero se ha sentado alpiano, luego ha metido un chelo, después un acordeón y, porúltimo, un violín. Ha sido emocionante ver cómo Iker molde-aba con sus manos de artesano una canción que había nacidode la más absoluta sencillez, los ojos de Isabel se han pobladode esas lágrimas que nacen del más puro sentimiento. Todoeran buenas señales. También le ha pedido a Chuan que sepusiese a chasquear los dedos marcando el ritmo de una delas partes. Y cuando ya estaba completamente vestida la can-ción, Sancet se ha arrimado al micro, ha cerrado los ojos y havaciado todos los sentimientos que ha podido juntar. Y des-pués Isabel, hoy era el día en el que Isabel nos ha dejado no-queados desde que ha abierto la boca.

Isabel se convierte en gigante delante del micrófono, con-sigue envolver con su voz cada rincón del alma y transportar-nos a lugares que ni ella misma imagina. La canción mástranquila del disco podía ser una buena opción para arrancarla grabación de sus voces. Y lo ha sido. En cuanto ha soltadola primera frase Iker ha mirado a Sancet y ha dicho: joder, quéde puta madre. Tan sólo eso. No hacía falta nada más, ya sa-bíamos que iba a cantar como solo ella sabe hacer.

Con esa canción terminada y los sentimientos a flor de pielnos hemos ido a comer con Iker, Iris, Noah, Sergio y sus dossobrinos. No podíamos haber elegido mejor compañía. Segu-ramente Iker nunca pueda adivinar hasta qué punto ha sidoimportante para nosotros el hecho de que nos haya pedido

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compartir esta comida con él y con los suyos. Porque nos sen-timos parte de los suyos, él es parte de nosotros, y eso solosurge del cariño, de la simpatía, de la vida.

Por la tarde ha seguido Isabel a pleno rendimiento, sobre-volando nuestras cabezas con su voz cargada de matices. Su-surrando o llegando hasta muy alto, arañando o acariciando,pero siempre certera, siempre rockera, siempre insolente. Ellase mostraba sorprendida por hacer muchas tomas a la primera,por su perfecta afinación, por las palabras de Iker. Nosotrosno, a nosotros ya no nos sorprende nada de Isabel, por muchoque crezca, por mucho que nos emocione.

Y cuando nos hemos querido dar cuenta, muchas de susvoces estaban terminadas, muchas de nuestras canciones can-taban y bailaban. Romperás la norma y la moral, es más divertidocalcular el salto y asaltar al enemigo. Uno de esos estribillos quese va a clavar en vuestras cabezas. Y mucho más. Ya lo veréis.

Sabemos que lo decimos mucho, pero es una auténtica go-zada contar con Iker en el equipo. Lo admiramos tanto comole queremos como amigo. O sea, mucho más que mucho. Élestá contento con el disco que tenemos entre manos. Nosotrostambién.

Antes de marcharnos Iker ha dado instrucciones estrictas aSancet e Isabel: hoy de nuevo temprano a la cama para dormirlas horas necesarias. Mañana hay mucho trabajo de voces pordelante. Ya os contaremos

Y aunque esto huele a despedida todavía queda mucho pordelante. A la cama cuanto antes y soñad con lo que más deseéis.

DÍA 10 —Viernes 26 de julio de 2013Con un par de días de retraso os hacemos llegar nuestro

pequeño anecdotario de las cosas que vamos haciendo en elestudio. Ha sido la única vez en que no hemos publicado elDiario antes de que finalizase el día en cuestión, y no lo hemoshecho sencillamente porque no hemos sido capaces de ha-cerlo. Han sido demasiadas emociones, demasiados sentimien-

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tos. Necesitábamos descansar unas horas para ordenar pensa-mientos y que nuestros cuerpos se relajasen por completo.

Era viernes y todos sabíamos que era más que probable quefuese nuestro último día de grabación. Quedaba muchísimotrabajo de voces y coros por delante pero confiamos tanto enIsabel que a ninguno se nos pasaba por la cabeza que no seterminase el trabajo. Era viernes y Sancet sabía que esto seacababa, por eso tenía esa cara a medio camino entre la me-lancolía y la felicidad. Cuando todos se levantaron él ya estabaen el comedor escuchando Reincidentes, desde que comen-zaron a grabar voces lo ha tomado por costumbre, se levantay se pone a ver el directo de Reincidentes de 1998. Es un ma-niático, un animal de costumbres, así que ninguna sorpresa.

Al coche y para el estudio. Allí nos esperaba Iker con suGibson Explorer afilada. La jornada iba a arrancar con el solode guitarra que nos ha regalado Iker Piedrafita para este disco.Fue Miguel quien lo propuso, le hacía especial ilusión esta co-laboración; y nosotros, en cuanto escuchamos su propuesta laapoyamos a muerte. Iker nos dijo que sí de inmediato, le ape-tecía dejar su firma en este “Con el mundo entre las piernas”,y no habíamos podido tener mejor solo para ese hueco quele habíamos dejado. Parece que hemos adquirido una sanacostumbre, la de que en cada disco de Insolenzia vaya un solode un Piedrafita. En el disco anterior iba uno de Alfredo, eneste uno de Iker, y ya bromeamos con que para el siguiente letocaba de nuevo a Alfredo, al siguiente otra vez Iker, y para elsiguiente sería Noah quien se estrenase con nosotros. Así quenada, a esperar.

Iker se grabó su espectacular solo de guitarra con una faci-lidad pasmosa, así que en seguida se arrancó Sancet a cantar.Algunos de los vecinos de Artica vinieron a protestar por elruido de la taladradora, otros llamaron a la tele porque habíaun terremoto cercano e incluso hubo quien pensó que algúnpeligroso animal andaba suelto por los alrededores. Pero no,era Sancet reventando micrófonos, masticando grava e im-

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pregnando de saliva y tropezones la media que aguantaba elchaparrón delante de su boca. Iker la ha puesto a la venta ene-bay, podéis pujar por ella.

A media mañana Sancet dejaba terminadas las tres cancio-nes que le quedaban y le pasaba el testigo a Isabel a quien lequedaban otras tres canciones en las que metía voces princi-pales, y todos los coros del disco. Demasiado trabajo por de-lante. Pero Isabel siempre crece muy por encima de loimaginable, siempre viste nuestras canciones con esa voz llenade sonoridad y color, siempre nos hace volar a su lado. A estedisco ha llegado con la voz en perfectas condiciones y con unnivel vocal de matrícula de honor. Estaba feliz, radiante, llenade fuerza. Todo, absolutamente todo se ha reflejado en eldisco. Lo escucharéis con vuestros propios oídos.

A la hora de comer había dejado completamente terminadassus voces principales. Dirigimos nuestros pasos a ese pequeñorincón del parque que ya es más nuestro que de los habitantesde Artica. Spaguettis con salchichas, fríos como cada día, esaiba a ser nuestra comida, nuestra última comida con el mundoentre las piernas. El café nos lo tomamos en el estudio porqueel calor era insoportable.

Los coros es una de las labores más difíciles del oficio decantante, una de las que menos se aprecia pero que son funda-mentales para elevar el disco a la altura que se merece. Fuerontantas las voces que grabó Isabel que no es posible describirlopor escrito. Como ya os dijimos al principio en este disco nohay “corta y pega”, no hay tecnologías mágicas, no hay trampasde ningún tipo, así que todo es Insolenzia cien por cien. Por loque todos los coros, de todos los estribillos, la mayoría de ellosdoblados, significaban muchas horas de muchisimo trabajo.Hay muy pocas personas que puedan aguantar nueve horascantando en el estudio, Isabel es una de ellas.

A pesar de que a media tarde le dio un fuerte dolor de ca-beza por el esfuerzo mental y vocal, no nos dijo nada a nin-guno de nosotros y quiso seguir hacia adelante con todas sus

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fuerzas. Iker no quería parar, estaba muy bien de voz y queríaaprovechar el momento, así que el dolor de cabeza se difu-minó con un paracetamol y un chupito de ron.

Cuando el reloj nos informaba de que la noche había caídosobre nuestras cabezas, Isabel entraba en la recta final. La úl-tima canción, los últimos coros, los últimos estribillos. Iker leinformó desde cabina: “Chinita, este es el último estribillo,estás a punto de terminar”. Cerró los ojos y lo grabó a la per-fección a la primera, provocando un estallido de júbilo abso-luto. Salió de la pecera sonriendo, con los brazos en alto ydando pequeños saltitos, recibiendo emocionada nuestro so-noro aplauso con Iker a la cabeza.

Pero el punto y final no iba a ser ese. Iker tenía un coro re-servado para el final. Preparó el micro y nos colocó a todos asu alrededor para que gritásemos con todas nuestras fuerzas.Félix, Chuan, Isabel, Sancet y el propio Iker. Todos dejándo-nos las gargantas, sacando toda nuestra energía: ¡¡¡LA RABIA!!!Para finalizar este disco completamente extasiados, felices, conuna energía brutal invadiéndonos por completo.

Llegaban las despedidas y eso nunca nos gusta. Darle lasgracias a Iker es darle demasiado poco, ¿cómo explicarle todolo que ha hecho por nosotros?, ¿cómo hacerle saber todo loque nos ha hecho crecer?, ¿cómo decirle lo felices que nos hahecho? Solo esperamos que al menos llegue a imaginárselo.

Iker, te queremos y te sentimos parte de Insolenzia.Nosotros despedimos este Diario de Grabación, ahora se

queda Iker trabajando en las mezclas y la masterización. Lequedan muchas horas por delante y sabemos que va a sacarlo mejor de nosotros mismos.

Miles de besos compañer@s, muchísimas gracias por leer-nos cada día. Estamos deseando enseñaros el resultado. Nosvemos #ConElMundoEntreLasPiernas

INSOLENZIAFélix, Benito, Miguel, Isabel, Chuan, Jorge, Cris y Sancet.

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padrinos de Insolenzia

Todas estas personas apadrinaron nuestro proyecto #ConElMun-doEntreLasPiernas y gracias a su generosidad y compromiso connosotros hemos podido publicar este nuevo trabajo. No solo nos com-prasteis este nuevo trabajo con meses de antelación sino que nos ha-béis hecho más fuertes. Sois increíbles. Os queremos, de verdad.Tod@s somos Insolenzia.

� Judit Orga Benito, Lardero (La Rioja)� Yeska, Herencia (Ciudad Real)� Jaime Marco, Zaragoza� Eli Castellano, Gasteiz� Chema Castro Pérez, Santa Coloma de Gramenet (Barcelona)� Rosa de Alma de Rock, Almansa (Albacete)� Mª Pilar Cueto Estrada, Calabrez (Asturias)� Daniel Sancet Nadal, Gurrea de Gállego (Huesca)� Josemari Sancet Nadal, Gurrea de Gállego (Huesca)� Silvia Sancet Marín, Zaragoza� Juan Alfredo Camiño Santos, La Coruña� Familia Aniento Marco, Zaragoza� Daniel Giménez Trujillo, Alcorcón (Madrid)� Roberto Leborguru Montuenga “Robertico”, Zaragoza� Vicent Molto Vidal, Montesa (Valencia)� Kiko Casado Aguilera “Avalancha”, Pamplona� Joaquín Carbonell, Alloza (Teruel)� Alfonso Sanz Losada, Ermua� Miguel Ángel Martínez Diez “El Pi”, Igea (La Rioja)

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� Maruxi Segura Abarca, Ayora (Valencia)� Modesto García Mulas, Peñaranda de Bracamonte (Salamanca)� Kike, Argentina� Ángel Ciércoles, Zaragoza� Mª José Cabanillas, Zaragoza� Estrella, Luis e Ignacio, Luceni (Zaragoza)� Noche Diéguez Melero, Zaragoza� Pablo Marco, Zaragoza� Familia Guedea Palomo, Zaragoza� Carlos Andrés Sánchez, Teruel� Dani “Carroña”, Madrid� Carlos Forcadell Álvarez, Zaragoza� Marco de Pablo, afincado en Zaragoza pero de Duruelo (Soria)� Francisco Sánchez, Cádiz� Santi Sofí, Alagón (Zaragoza)� Merche Iguarbe, Alagón (Zaragoza)� María Almalé Gil, Boquiñeni (Zaragoza)� Alba Ruiz Aldea, Alagón (Zaragoza)� Virginia del Río Varea, Boquiñeni (Zaragoza)� Irene Oto Vela, Alagón (Zaragoza)� David Celorrio Remartínez, Zaragoza� Alicia Vera Férriz, Alagón (Zaragoza)� Juan Ignacio Esteban Blancas, Teruel� Zuberoa Garrido Beristain, Zaragoza� José Luis Fábrega, Cerdanyola del Vallès (Barcelona)� Antonio Casas Sáinz, Zaragoza� Familia Pablo Sancho, Épila (Zaragoza)� Alfonso, Gema y Leo, Zaragoza� Manuel y Andrea, Zaragoza� Eva Fañanas, Zaragoza� Carlos González, Zaragoza� Avelina, Zaragoza� César Arias Abella “ConMisManosArtesanas”, Molina de Segura(Murcia)� Raquel Villarejo López, Madrid

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� Nacho Bellón “Bumbun”, Lugo� Laita “Artistas del Gremio”� José Luis Fragio “Radio Pato Loco”, Sariñena (Huesca)� Ane Carbajo, Gasteiz� Raúl y Laura, Gurrea de Gállego (Huesca)� Pili Medrano, Alagón (Zaragoza)� Rafa Guaita Redondo, Valencia� Patricia Blanco, Zaragoza� Deme Martínez “Rock Nación”, Villadangos del Páramo(León)� Félix el Duende, Madrid� Jesús Mur Escó, Gurrea de Gállego (Huesca)� Familia Vela Cubero, Alagón (Zaragoza)� Manuel Bernardino Marco Quílez, Teruel� Rosa Isabel Bisbal Félez, Alcorisa (Teruel)� Conchita Bernal, Alagón (Zaragoza)� Jose Mari Izquierdo, Alagón (Zaragoza)� Miguel “Fox” Carpente, Pontedeume (La Coruña)� Nacho Chinchilla, Zaragoza� Naza Alba e Iván Molina, Zaragoza� Juan Manuel Alba “El Barbas” y Pili Sanz, Figueruelas (Za-ragoza)� Joni Arévalo Martínez “Topo”, Igea (La Rioja)� Javi Martínez Jiménez “Kaska”, Igea (La Rioja)� José Ángel Arévalo Martínez “El Bully”, Igea (La Rioja)� Ángel Martínez Toledo “Geli”, Igea (La Rioja)� Jesús Jiménez Sáez-Benito “Txutxi el Panadero”, Igea (LaRioja)� Pedro Arnedo, Elena Jiménez y Arkaitz, Igea (La Rioja)� Naroa, Roberto y Pili, Villaba (Navarra) —Igea (La Rioja)� Noelia Ovejas Martínez, Igea (La Rioja)� Rafa Iturriaga Iturriaga, Igea (La Rioja)� Jorge “El Fugas —Guerrillero de Cuba”, Igea (La Rioja)� Irene García Álvarez, Igea (La Rioja)� Sergio Álvarez Martínez, Igea (La Rioja)

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� Sr. Christian García, Igea (La Rioja)� Nacho Iturriaga Mallagaray, Igea (La Rioja)� Carla Álvarez Benito, Igea (La Rioja)� Irene Álvarez Arnedo, Igea (La Rioja)� Fco. Javier Benito Jiménez, Cervera del Río Alhama (La Rioja)� Sebastián Escribano “Tian”, Cervera del Río Alhama (LaRioja)� Conchi y Luis —Familia Flamenco, Alfaro (La Rioja)� Abilio Vera y Carmen Jiménez, Granollers (Barcelona)� Laia y Alba Sarda Vera, Tarradel (Barcelona)� Jose Mª Jiménez y Ana Mª Herce, Igea (La Rioja)� Charo Álvarez Arnedo, Igea (La Rioja)� Jose Mª Álvarez Arnedo “Pepe”, Igea (La Rioja)� Javier Benito Álvarez, Alagón (Zaragoza)� Francisco Álvarez Arnedo “Patxi”, Igea (La Rioja)� Iñaki y Rosa, Bilbao� Carmen Arnedo y Francisco Álvarez, Igea (La Rioja)� Estrella Jiménez y Gabino Benito, Cervera del Río Alhama(La Rioja)� Raül, Esther, Marc y Mariona, Bilbao� Frida —Noesta, Guanajato (México)� José Luis Jiménez “Mocho”, Cervera del Río Alhama (LaRioja)� Joaquín Gil “Joaqui”, Cervera del Río Alhama (La Rioja)� Chuchi y Pando, Cervera del Río Alhama (La Rioja)� José Luis Alfaro, Cervera del Río Alhama (La Rioja)� Ricardo Benito y Mª del Monte, Madrid� Andrés Miguel Pardo, Luna (Zaragoza)� Gema Jiménez Herce y Álvaro A. Lúcia Moya, Cabañas deEbro (Zaragoza)� Lidia y Víctor Lúcia Jiménez, Cabañas de Ebro (Zaragoza)� Labra, Puerto de Sagunto (Valencia)� Gallart y Alba, Puerto de Sagunto (Valencia)� Fran y María, Puerto de Sagunto (Valencia)� Paquita Cueto Estrada, Calabrez (Asturias)

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� Kortate, Alagón (Zaragoza)� Miguelón y Miller, Igea (La Rioja)� Sergio González (Sergio NHT), Gavá (Barcelona)� Gaizka Rodríguez, Pamplona� Salva Martínez, Alutxe� Gaby Rock Fly, Brasil� Oihane, Ce y Kike, Otxandio (Bizkaia)� Charo, Calabrez (Asturias)� Asun Jiménez, Pamplona� Manuel Salvador Cueva Cueto, Calabrez (Asturias)� Yasmina Ros Cueto, Gurrea de Gállego (Huesca)� Jose Mari Otín, San Vicente (Huesca)� FridayRock, Tudela (Navarra)� Isabel Cruz “Sulany”, Cabrero (Caceres)� Pepe y Merche, Zaragoza� Leonor Bruna, Zaragoza� Mata e Iraide, Oviedo & Bermeo� Ana Pelegay Lacasta, Sabiñánigo (Huesca)� Lluís García Vázquez, Valencia� Néstor J. Torrecilla, Alba Ballester y Simona Ballester Torre-cilla —Ebronautas, Alcalá de Ebro (Zaragoza)� Óscar Alamán, Ester Mateo y Lola Alamán Mateo —Ebronautas,Larués (Huesca)� Javi Fuentes, Cristina Mateo y Candela Fuentes Mateo —Ebronautas, Alcalá de Ebro (Zaragoza)� Ángela y Paloma, Ángel y Eva, Puerto de Sagunto (Valencia)� Pablo y Samuel, Paqui y Álvaro, Puerto de Sagunto (Valencia)� Pilar Moya, Puerto de Sagunto (Valencia)� Cayetana, Santi e Isabel, Puerto de Sagunto (Valencia)� Sergio, Patricia y Carlos, Merche y Gabi, Puerto de Sagunto(Valencia)� Luis Alfonso Martínez de Baños, Pedrola (Zaragoza)� Fernando Tovar, Pedrola (Zaragoza)� Sofía Cisneros Larrea, Zaragoza� Lorena Pueyo, Zaragoza

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� Eva Lago Becas, Zaragoza� Paul Den Holden Guillén, Zaragoza� Andrés Sánchez Macnamara, Zaragoza� Ana Carmen, Zaragoza� Albher “Embarrena”, Zaragoza� Clara Manzano, Alagón (Zaragoza)� Sergio Porras Romero, Benamejí (Córdoba)� Víctor Rodríguez, Alagón (Zaragoza)� Familia Cueto Viñau, Gurrea de Gállego (Huesca)� Pascual Ruiz Gallardo, Alagón (Zaragoza)� Concepción Sangrós Gracia, Pinseque (Zaragoza)� Conchi Ruiz Sangrós, Alagón (Zaragoza)� Pascual Ruiz Sangrós, Alagón (Zaragoza)� Ramón Sevillano, Soria� Fernando Sevillano, Zaragoza� David Iranzo, Berge (Teruel)� Laura Ciriano, Zaragoza� Diego Lostao, Zaragoza� José Luis Sierra y Ana Nogueras, Utebo (Zaragoza)� Francisco Pavón Madroñal (Frankly), Sevilla� César Pérez Núñez (Tas —Tas Irratia), Bilbao� Samuel Guerra y Mireia Emeritz, Valtierra (Navarra)� Javi E., Bilbao� Marisa Romero Martínez, Alhama de Murcia (Murcia)� Alex Rivas, Alagón (Zaragoza)� Omayra Encinas y Óscar Cuartero, Alagón (Zaragoza)� Marta Manzano, Alagón (Zaragoza)� César Nogueras y Raquel Álvarez, Alagón (Zaragoza)� Alejandra Ramos y Toño González, Alagón (Zaragoza)� David Melendo, Alagón (Zaragoza)� Adolfo, Lurdes y Min, Zaragoza� Pedro Miguélez —Radio Shock, Oviedo� Sara Salas Duarte, Alcalá de Ebro (Zaragoza)� Noelia Herrero, Algadefe (León)� Ángel Mareca, Alagón (Zaragoza)

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� Jesús Manresa Lardiés “Chusco”, Alagón (Zaragoza)� Antonio Puerta Guerrero, Zaragoza� Rosa Abad, Gasteiz� Mamen Castillo Pinilla, Alagón (Zaragoza)� Myriam Beneyto González, Fuenlabrada (Madrid)� Saneme, Zaragoza� Sento y Miriam, Museros (Valencia)� Ana “Sahara Libre”, Ayora (Valencia)� Teresa Díaz Martínez, Portugalete (Vizcaya)� Pablo Suárez Bravo, Ribadesella (Asturias)� Alfredo Rillo Castells, Ripollet (Barcelona)� Laura Igea, Fuentelmonge (Soria)� Elisabet García Rodríguez, Zaragoza� Rosa Rodríguez, Borja (Zaragoza)� Pili Navarro, Torres de Berrelén (Zaragoza)� David Grao, Chichús Campos, María y Óscar, Valencia� Udiarraga Elortegui Herrera, Portugalete (Bizkaia)� Rober "Silencio Absoluto” Muñoz, Fuenmayor (La Rioja)� Helena Cabezón Beltrán, Logroño

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agradecimientos

INSOLENZIAEs la hora de los agradecimientos y en esta ocasión vamos

a comenzar por nosotros mismos. Hace unos 3 años y medionos pusimos un objetivo muy ambicioso y dijimos pública-mente que lo íbamos a cumplir. Muchos pensaron que no loconseguiríamos, algunos dijeron que nos sobraba boca y nosfaltaba talento, otros sencillamente nos miraron como si estu-viésemos locos. Hoy lo hemos conseguido. Hemos conseguidounir la literatura y el rock a través de un proyecto que eltiempo y el público sabrán valorar en su justa medida. Tresdiscos y tres novelas. Ha sido el reto más importante quehemos tenido en todas nuestras vidas y lo hemos superado.Por eso queremos empezar dándonos las gracias a nosotrosmismos. Por nuestro esfuerzo, por nuestro tiempo, por nuestroafán por querer hacer las cosas bien, por cuidar hasta el másmínimo detalle y, sobre todo, por ser una familia.

A Iker Piedrafita todo lo que le digamos es poco. Ademásde ser un productor de primera división, tener una inteligen-cia musical fuera de lo común y saber ver lo que más le con-viene a una canción, lo fundamental de su buen hacer es sucalidad como persona, lo a gusto que se trabaja a su lado y lacapacidad que tiene para sacar siempre lo mejor de cada mú-sico. Nunca podremos agradecértelo lo suficiente.

A Karlos y Eva, Dejavu Rock Photographers. Sois parte delequipo, lo sabéis de sobra. Nos hacéis crecer, de vuestros ob-jetivos sale la imagen que defendemos durante toda la gira.

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Vosotros sois muy responsables de haber multiplicado nuestraseguridad y de sabernos capaces de cualquier cosa. Sois laputa hostia.

A Enrique Cabezón por entrar a formar parte de este co-lectivo y querer contagiarse de esta estupenda locura y estecaos casi absoluto. Para nosotros es una seguridad tenerte anuestro lado, por tu buen hacer a la hora de acertar con unaportada o una imagen y, sobretodo, por todo lo que has vistoy vivido en esto del rocanrol.

A Daniel Carrey, nuestro cámara y editor de videoclips. Unavez más te hemos liado y ya van unas cuantas. Eres el ojo que vi-gila cada uno de nuestros videoclips, y que sea así muchos años.

A Anchel Pablo por aceptar nuestro ofrecimiento y atreversea hacer el guión de nuestro nuevo videoclip.

A todos los que nos habéis apadrinado, sois increíbles, osqueremos.

A Carcajada Records – ACR Producciones, aunque todos losmiembros de la Insolenzia formamos parte de esta cooperativamusical que fundamos con la intención de defender una auto-gestión que todavía no hemos abandonado, también hay otraspersonas cuyo trabajo merece la pena resaltar: Daniel Ilundáin(manager), Cristina Alba (road-manager), Pilar Cueto (catering),Jorge Otín (backliner). Gracias a todos por ser como sois.

Sabemos que nuestra casa está donde están nuestras familias,por eso sabemos que siempre tendremos nuestra casa en Calabrez(Asturias), Puerto de Sagunto (Valencia), Igea (la Rioja), Cerveradel Río Alhama (La Rioja), Bilbao... Nunca podremos agradecerla cantidad de veces que nos habéis dado cama y comida perosobretodo nunca podremos agradecer el cariño que nos mostráis,eso es lo que más vale, SOIS NUESTRA FAMILIA.

También a todas las personas que nos han dejado dormiren sus garajes, trasteros, locaes, habitaciones... gracias a esohemos podido dar más de 60 conciertos ya que vuestro gestonos ha permitido ahorrarnos el dinero necesario para seguiradelante.

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Gracias a Aintzane Castillo y todo el equipo de La Otra Re-alidad del Cannabis por invitarnos a participar en su proyectoy por abrirnos sus corazones.

A lo largo del camino recorrido nos hemos encontrado conmuchas personas que nos han mostrado su apoyo, nos hananimado a seguir adelante, nos han aconsejado o nos hanhecho partícipes de sus vidas. Que sirvan estas líneas de mo-desto agradecimiento. A Alfredo Piedrafita, Boni Hernándeze Ibi, arriba esos Barri!!! A Juankar Cabano y la familia Boikot.A Aurora Beltrán. A Joaquín Carbonell. A Eduardo Paz. AAgnés Lilith. A nuestros primos los Yeska. A esos riojanoslocos: El Cuarto Verde. A Enrique Villarreal “Drogas”, al Brigi,a Txus y al Flako. A Naty Penadas por la Ley. A los Exceso. Alos Azero. A Iratxo. A Mala Reputación. A Desakato. A Mr.Fylyn. A El Vicio del Duende. A los Almatrampa. A los CasoOmiso. A Yo No Las Conozco. A Zhass! A The Inductions. AEsencia de Bar. A Ivan de la Mata y su Garaje Producciones.A Michel Molinera y su Silla Eléctrica. A Alberto Gamarra. ADomingo J. Casas. A Kike (CGT Zaragoza). Al gran Patxi Irur-zun. A Juanma y su Rockoteca de Peralta (Navarra). A los Mar-cos del ArenaRock zaragozano.

A todos los medios de comunicación que habéis habladode nosotros y nos habéis ayudado en la ardúa tarea de quenuestra música consiga llegar a los oídos de la gente. A JuanDestroyer, Vicente Mariskal Romero, Mariano Muniesa y todoel equipo de MariskalRock.com y La Heavy. A El Café delRock. A LH Magazine y todo el equipo de ReviRock. A Jorge,Karlos, Mikel y toda la peña de Insonoro. A Félix el Duende.Al Pekeño Ternasco. A Alberto Guardiola (AragónRadio). ACharly Rocanrol. A Chema Granados. A Manerasdevivir.com.A Los+Mejores. A Tercera Información. A Planeta Cierzo. A“Con Fuerza Heavy” de Caravaca Radio. A “FridayRock” deRadio Tudela. A “AsaltoMata” de Radio MAI. A Alma de Rock.A GarridoRock. A Aragón Musical. A RockTotal. A ZonaRuido.A CylCultural. Al Dr. Jekyll de Madrid. A El Quinto Pino. A

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Radio Vallekas. A Radio Topo. A RockCultura. A El Lado Os-curo de la Luna. A Rockthunder. A The Noise Hour RadioShow. A Histéricas Grabaciones. A Distrito Uve. A TrueMetal.A AraInfo. A la revista FHM. A la revista erótica Bedeseme. Atodo el entramado del Noise Off Festival. A la revista “En tubolsillo”. A Radio Pato Loco. A MetalNorte.

A todas aquellas empresas, grandes o pequeñas, que se hanportado bien con nosotros o nos han ayudado en algún mo-mento de nuestra extensa gira. A Integrator Producciones. AStop Producciones. A Molusco Producciones. A Nordika Pro-ducciones. A Factor Q Producciones. Al AupaLumbreiras. Laagencia Khostbridge Management (Latinoamérica). A Hea-venMusic. A Joaquín Macipe y todo el equipo del Repecho-Rock. A la AMUR y la organización del RibeseyaRock. AMuebles Ruvi por prestarnos los muebles para la sesión defotos. A Gráficas Jalón. A Serigrafía Europa. A Enrique Garra-laga y Cóndor CD. A Alquilia Zaragoza.

Esperamos no habernos dejado a nadie, en caso de ser así pe-dimos disculpas por nuestra mala cabeza pero hacemos exten-sible este agradecimiento a todos los que habéis compartidovuestro tiempo con vosotros.

Besos mil de Insolenzia.

ISABEL MARCO BISBALBueno, aquí va la despedida e intentaré ser breve.Todo lo que comienza tiene un final y no iba a ser distinto

con esta trilogía que nos ha llevado de cabeza los últimosaños. Nos ha llevado de cabeza porque hemos trabajado muyduro para conseguir que sea realidad; ensayos a medianoche,a media tarde, a primera hora…, kilómetros incontables defurgoneta, unos brazos que ni la mismísima Madonna de tantocargar y descargar, fines de semana de bocata y sándwich, ma-drugones, ver el amanecer mientras llegas a casa en la furgo-neta… Visto así pensaréis que somos masocas; pero, ¿qué seríade nuestras vidas sin la magia del rock&roll, sin sus kilómetros

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y sus noches sin dormir? ¿Sabéis que os digo? Que sarna congusto no pica y que, por lo menos la que escribe, tiene unasganas locas de volver a los kilómetros y los bocatas, a los esce-narios y los decibelios…, a la carga. Pero, antes de empezar, hayque ser consciente de que todo esto no sería posible sin unaserie de personas. Esas personas que, con sus ánimos, su apoyoincondicional o su interés hacia Insolenzia hacen que podamoscontinuar día a día. Y, por si no os habéis dado por aludidos:

Padrinos, muchísimas gracias por confiar en nosotros y par-ticipar a ciegas en esta locura.

Todos esos amigos que vienen a vernos cada vez que tienenocasión sin mostrar tedio ni aburrimiento, gracias. Por favor,seguid viniendo a nuestros bolos, nos encanta veros ahí ani-mándonos.

Amigos y familiares que nos habéis acogido en vuestras casas,garages, locales… para que pudiésemos pasar la noche tras elbolo; que no son pocos. No sabéis el favor que nos hacéis.

Las personas que se acercan a nuestros conciertos, gracias.Espero que repitáis una y mil veces.

Karlos y Eva, habéis sabido comprender nuestra forma devida y funcionamiento e ir a la par. Pareja de dos, gracias, nohay nadie que inmortalice como vosotros.

KB, gracias por soportar nuestro estrés y por haber sabidoesprintar. Te lo repito una vez más, no sabes con quién te hasido a juntar. Solo espero que podamos disfrutar durante mu-chos años de las locuras que nos brinda la música. Muchosbesos a Carmen y Helena.

Iker, mil gracias por ser así, por involucrarte con nosotroscomo lo has hecho, porque nos haces sentir como en casa yporque cada vez que disfrutamos de una grabación contigome voy con las pilas cargadas hasta arriba. Besos y abrazos aNoah e Iris.

La familia que nos apoya les guste o no les guste esto quehacemos y que algunos llamarían ruido. Gracias por confiaren nosotros, por apoyarnos en esta locura. En especial a mis

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padres, a Arancha and company y a Jaime, eres el que mejorte sabes las canciones (tendría delito después de tantos bolos,¡gracias por apuntarte a todos!).

Y siguiendo con la familia, Pilar, gracias especiales. Qué po-dría decir, estás en todo antes que nadie. Gracias, gracias, gra-cias. Y a ti también, Daniel, del que nunca hemos oído un nopor respuesta ante una propuesta insolente.

Cris y Jorge, sois insolentes hasta la médula, lo sabéis, ¿no?Gracias por aguantar este tren de vida y saber disfrutarlo y vi-virlo como nosotros; poniendo alma, corazón y vida.

Y, por último, mis otros cinco compañeros de fatigas. Gra-cias por seguir, por ser pacientes, por vuestras risas, por vues-tro buen humor, por… no sé. Gracias por todo. Y, sí, me voya poner en plan ñoño, pero solo un poco. Os quiero.

(¡Joder! Y quería ser breve).

FÉLIX RUIZ SANGRÓSPues nada, lo que parecía imposible ya está hecho. Aunque

con un poco de retraso, lo prometido es deuda… y como bue-nos maños y por consiguiente, la cabezonería que con elloconlleva…

¡Aquí está la jodida trilogía terminada! Ahora vais y lo twit-teais…!

Los primeros, todos esos padrinos que confían en nosotros ynos apoyan con sus aportaciones antes que la SONY , la WAR-NER, o la madre que las parió… ¡¡¡MUCHAS GRACIAS!!!

A toda mi familia por apoyar siempre lo que hacemos, enespecial a mi madre “La Conchi” que es la que siempre sufremás con los viajecitos en la furgo y los fines de semana de noparar. A mi tío Fernando porque sabes que es la red que siem-pre va estar en la caída, aparte de que permites que te ocupeel piso de la montaña cuando quiero… jeje, y a mi primo Javi,porque la vida te dio un revés que no te merecías… ojalátenga yo la misma fuerza que tienes tú para nunca dejar deluchar.

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A mi “otra“ familia, que no por ser política ocupa menos es-pacio dentro de la patata. Gracias por ser así.

A Iker y Alfredo Piedrafita, por dejarnos no solo los instru-mentos para grabar este disco (todavía sueño con la GibsonSG…), sino también alguno, por dejarse el alma.

A toda la cuadrilla de amig@s, cada vez estáis mas viej@s,fe@s y gord@s, pero se os sigue queriendo igual!!! En especiala Alex que va a recibir por fallo mío este disco junto con elanterior…jejeje!!! Y como no, al comando “Groupis de Inso-lenzia” que siempre que sus curros se lo permiten se acercana los directos.

A Jorge Otín, por acompañarnos siempre echando unamano en lo que haga falta. (Que suele ser al ron…jaja).

A Pilar Cueto (Mamanager) y Daniel Sancet (Walker) por-que nos habríamos muerto de hambre en cada viaje si nofuera por vosotros. (Queríais hijo único y ahora tenéis 8, nosé cómo os lo habéis montado… jajaja).

A toda esa gente con la que nos hemos cruzado en la pasadagira, la gente que nos ha querido llevar a su sala a tocar, conla que hemos compartido escenario, con la que hemos compar-tido risas, con la que compartimos tragos, la que nos dejó suscasas, pisos, locales, bares,… para que pudiéramos dormir, a todala gente que nos ha promocionado desde sus radios, revistas,webs, etc. A toda la gente que siempre está ahí cuando pedimosun favor, a la gente que siempre nos echa una mano para rodarlos videoclips a cambio de nada, a la gente que nos apoya en lasredes sociales, a la gente que gasta un poco de su tiempo en es-cucharnos y sobre todo a toda esa gente que se gasta un pocode su dinero en estos tiempos tan malos que corren en venir avernos a los directos y hacer, no solo que podamos echarle gasoila la furgoneta para volver a casa, sino también que nos parezcaque cada día somos un poquito más grandes.

A toda esa gente que está deseando que caigamos, tambiénos apreciamos… porque vuestras piedras en el camino hacenque seamos más fuertes.

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A todos los miembros de INSOLENZIA, por hacer que se-amos algo más que una banda de rock.

Y la última pero la más importante, a Cris, no tanto por ve-nirse a llevar el merchan, las entradas, o lo que haga falta…Sino por apoyarme sin dudar en todo lo que hago, por estarsiempre a mi lado, darme fuerzas cuando me fallan, aguantarmi mal humor y pintar de color el día a día. ¡¡¡Gracias!!!

MIGUEL LÚCIA JIMÉNEZAgradecimien-ejem ejem!! (tos) jajaja.¡Muy buenos días amiguitos! Me toca intentar escribir en

un papel todo lo que siente un tipo hacia la gente que lerodea, con quienes comparte su vida y sobre todo le han ayu-dado a construir este traje que sólo nos queda bien cuandolo vestimos los ocho a la vez. Que sí, que sobre el escenariosólo somos seis, pero siempre están esos dos agradables per-sonajillos en la sombra apañando nuestros desapaños, y otroscuantos más, haciendo que parezcamos personas decentes enlas fotos, convirtiendo nuestros escupitajos musicales en chu-pones de potranca en tu cuello, diseñando una puta galaxiaen la que guardar nuestro disco, dejándonos una batería co-jonuda sin preguntar hasta cuándo, ni por qué no os compráisuna puta batería y me dejáis en paz, consiguiéndonos concier-tos a tutiplén o llenándonos la nevera de la furgo de bocatas.

Como con mis palabras no voy a ser capaz de transmitirtodos esos sentimientos, quiero utilizar una cita de un grandedel cine, que quizá pueda alcanzar la magnitud de lo quequiero decir:

“-darle un masaje en los pies a una mujer o darle len-güetazos en su sagrado agujero no es el mismo juego¿Comprendes?, no es la misma liga, ni siquiera es el mismodeporte, un masaje en los pies no significa un carajo.

—¿Te importaría masajearle los pies a un hombre?—…vete al cuerno”

Pulp Fiction

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Tranquilos, yo tampoco sé qué mierdas he querido decircon esto, es sólo que me gusta mucho esa escena. Pero pen-sándolo seriamente... es que no sé cómo ostias (u hostias, co-rrígeme Sancet, nunca me acuerdo de cómo se escribe) daroslas gracias como os merecéis, así que solamente diré en ma-yúsculas ¡¡¡GRACIAS A TODOS!!!! y pondré:

“mmmmmm… sacridelicioso”Homer, en el capítulo en

el que él y Flanders se hacen íntimos.

Lo dicho, muchísimas gracias a todos.PD: Debería hacer especial mención a Garci y a María, que

siempre están al pie del cañón, y en el disco anterior se mepasó apuntarlos en los padrinos. Un abrazo, y mucho ánimocoleguitas.

DANIEL BENITO ÁLVAREZOtra vez estoy aquí sentado delante del ordenador, con

prisa como siempre (por dejar todo a ultima hora), intentandoacordarme de todas las personas a las que les tengo que darlas gracias por habernos ayudado a conseguir completar esteproyecto (me está saliendo humo de la cabeza L).

La verdad es que se me ocurren muchísimos nombres porlo que he decidido no poner ninguno (así seguro que no medejo a nadie. Bueno a todos) JaJaJaaa.

Simplemente querría recalcar el agradecimiento a todosesos insolentes que nos han apadrinado desde que empeza-mos con esta locura y a los que nos han ido descubriendo yse han unido, apoyándonos y siguiéndonos permitiéndonoscumplir este sueño. También a familiares, amigos, conocidos…que siempre están ahí dejándonos sus casas, invitándonos acomer, aguantándonos, etc. y, además, poniendo buena cara ydiciendo que volvamos cuando queramos. (No saben lo quedicen…) JaJaJaaa.

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Bueno, hay un nombre que tendría que poner. Es el de nuestroproductor. Ese elemento que ha conseguido que entre risas y po-trancas, grabáramos relajados y sin prisas pero sin pausa estedisco. Aunque aun estoy intentando recordar cómo van los:tiempo, contra, contra, tiempo, tiempo, tiempo, contra… Perovamos, ya te avisé de que si te pitan los oídos es muy probableque yo tenga algo que ver JaJaJaaa. ¡¡¡ERES LA OSTIA!!!

Iré terminando sin olvidarme de esta cuadrilla de cabronesque nos hemos ido juntando formando INSOLENZIA a loscuales les tengo que agradecer todos los buenos momentos yanécdotas que he tenido y tendré el placer de vivir durante lasgiras y, sobre todo, la amistad y paciencia que han tenido con-migo. No sé que mas deciros. ¡¡¡SE OS QUIERE CABRONES!!!

Como siempre dejaré el espacio de rigor para el que quierao considere que debería estar su nombre, que lo ponga.

(PERO ESO SÍ, SI QUERÉIS ESCRIBIR VUESTRONOMBRE AQUÍ ESTA VEZ, OS LO TENÉIS QUE CURRARUN POQUITO BUSCANDO LAS 8 DIFERENCIAS ENTRELOS DIBUJOS. ASI VERÉ QUE QUERÉIS ESTAR DE VER-DAD. JaJaJaaa)

Bueno pues os dejo ya tranquilos. Muchas gracias a todos y¡¡¡NOS VEMOS!!!

Solución:

AQUÍ TU NOMBRE

CHUAN PABLO SANCHOEste disco es muy especial porque se ha transformado en

música en el local, hora tras hora y día tras día de ensayo, peroha nacido en la carretera y ha ido madurando poco a pocodurante muchísimos kilómetros, se ha compuesto por el día ypor la noche, despiertos y dormidos, luchando y trabajando,con ilusión y con rabia, pero sobre todo y lo más importantepara mí, es que se ha compuesto entre AMIGOS.

Quiero dar las gracias a todas las personas que han creídoen nosotros desde siempre, las familias, amigos más cercanos...,en definitiva a la gente que ya sabe de nuestra loca adicciónpor el Rock&Roll y la carretera y nos sigue dando fuerzas yapoyando sea lo que sea que se nos ocurra hacer esta vez.

Pero también quiero dar las gracias a todas las personas quenos hemos ido encontrando en el camino ya sea de garitos, enuna gasolinera repartiendo CD’s de promo o echando un piti enla puerta después del bolo, a toda la gente que nos ha dado unaoportunidad y nos ha escuchado, a todos los que han bailadocon INSOLENZIA y han conseguido perderse en la música.

DANIEL SANCET CUETOIntentaré ser breve. Por un lado me da muchísima pena ter-

minar esta trilogía, poner punto y final a una historia y unospersonajes que llevan años siendo parte de mi yo interior. Porotro lado estoy enormemente feliz, y también nervioso y ex-citado, por todo lo que se nos viene encima; todos tenemosmuchas ganas de defender estas canciones en directo y volvera recorrernos el país; creo que se abre una puerta para nosotrosy que dentro de muy poco comenzarán a pasar cosas intere-santes. Por todo ello lo de dar las gracias casi lo voy a dejarpara la intimidad, son tantas las personas que nos ayudan yque a lo largo del camino nos dan un empujón que prefierodecírselo a cada uno de ellos en persona.

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Tan solo dedicar este nuevo peldaño en nuestra carrera amis padres, ellos nunca fallan, ellos siempre están ahí y meemociona saber que creen en nuestros sueños. Nunca podréagradecer todo lo que habéis hecho por mí a lo largo de mivida. Soy feliz cuando sonreís.

Nombraré a Enrique Cabezón porque ha sido todo un lujotrabajar con un primera división del diseño gráfico, pero so-bretodo ha sido un verdadero placer compartir nuestrotiempo y disfrutar de largas conversaciones con alguien quesabe muy bien de qué va el rocanrol, de qué va la literatura yde qué va la vida. Nombraré a Karlos y Eva porque mi sangreentra en ebullición en cuanto sacan sus cámaras; nos hacengrandes, son los mejores profesionales que he conocido y ade-más son parte del equipo, no puedo concebir un disco de In-solenzia sin sus fotos. Y nombraré a Iker Piedrafita porquetiene mucha culpa del discazo que hemos grabado, nunca mecansaré de decir que para mí es el mejor productor que hayen este país y que, además, todavía es mejor persona que pro-ductor.

Y terminar besando en los labios a mis compañeros de viaje,a mis hermanos, a mis amigos. Me dan seguridad y estabilidad.Me divierto a su lado. Juntos soñamos, juntos crecemos, jun-tos avanzamos. Tenemos entre nuestras manos un proyectomuy sólido que hemos construido juntos y sin perder la son-risa, y lo mejor, es que nadie nos ha enseñado, lo hemosaprendido todo por el camino. Os quiero de verdad y he lle-gado a un punto que no me imagino la vida sin vosotros. Félix,Benito, Isabel, Miguel, Chuan, Jorge y Cris. Somos de lamisma sangre, la sangre de los perdedores que nunca aceptanperder, la sangre de los valientes. El futuro es nuestro.

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datos técnicosINSOLENZIA somos: Daniel Sancet Cueto (voz)Isabel Marco Bisbal (voz, guitarra y coros)Félix Ruiz Sangrós (guitarra)Miguel Lúcia Jiménez (guitarra)Daniel Benito Álvarez (bajo)Chuan Pablo Sancho (batería)

Y también:Jorge Otín (backliner)Cristina Alba (road-manager y merchandising)Daniel Ilundáin (management y producción ejecutiva)Pilar Cueto (catering)

Con el mundo entre las piernas fue grabado, mezclado y masterizado enEl Sótano (Artika) por Iker Piedrafita, durante los meses de julio y agostode 2013.

Iker Piedrafita (Barricada) grabó el solo de guitarra de En mitad de lanada y dirigió a la orquesta de Artica en Asalto final. Alfredo Piedrafita nosprestó para la grabación una preciosa Gibson SG, la misma que usó en la giraOtra noche sin dormir. Sergio Izquierdo (Dikers) nos prestó para la grabaciónun plato chino. El Kb (enBlanco) berreó en los estribillos de La Rabia.

Música y letra de todas las canciones compuestas por Insolenzia. La no-vela está escrita por Daniel Sancet Cueto, pero pertenece a partes igualesa todos los miembros de Insolenzia.

Diseño gráfico: Enrique CabezónFotografías: Dejavú Rock PhotographersIlustración de portada: Enrique CabezónWebmaster: Diego CastilloPrólogo: Enrique Cabezón

Estamos viviendo un sueño gracias a todos vosotros.

Disco producido por Iker Piedrafita

Management y Contratación:Carcajada RecordsApdo. Correos 6350630 Alagón (Zaragoza)Tfnos. 626 799 035 – 976 61 60 16Email. info@carcajadarecords.es

www.insolenzia.es

ÍNDICE

La sartén por el mango [Enrique Cabezón] ... 7

capítulo 1En mitad de la nada ... 11

capítulo 2

Y la sal ... 33capítulo 3

De tanto mirarte ... 53capítulo 4

Volver ... 75capítulo 5

Sudor frío ... 95capítulo 6

Me voy a envenenar ... 111capítulo 7

El calor de la revuelta ... 131capítulo 8

Una sola piel ... 151capítulo 9

La respuesta ... 169capítulo 10

Rabia ... 187capítulo 11

Asalto final ... 203

Diario de grabación ... 217Padrinos de Insolenzia ... 241

Agradecimientos ... 249Datos técnicos ... 263

Se terminó de imprimir en Alagón,el día 1 de octubre de 2013,

jornada triste en la que BARRICADA,la banda más grande del rock estatal,

anunciaba su retirada.

Cuando se aprende a llorar por algotambien se aprende a defenderlo.