manuel peyrou - el estruendo de las rosas

Download Manuel Peyrou - El Estruendo de Las Rosas

If you can't read please download the document

Upload: abigail-nash

Post on 30-Dec-2014

107 views

Category:

Documents


5 download

DESCRIPTION

Escrita en los años que siguieron al derrumbe del Tercer Reich, la novela presenta en un descarnado relato el panorama de todos los vicios y flaquezas del llamado totalitarismo que con nombres distintos reaparece a lo largo de la historia y responde a la concepción tiránica del poder como medio de endiosamiento popular.

TRANSCRIPT

Manuel Peyrou El estruendo de las rosasEMECEl sptimo Crculo 048 Buenos Aires 20 de julio de 1948

Captulo Primero

RECOMENDACIN PARA EL INFIERNO IUNA NUBE frgil como un velo, un sol que a duras penas atravesaba la nube, un viento helado que se quejaba (de vicio) entre los rboles, y unos rboles de otoo, ni grises ni verdes, no eran elementos suficientes para hacer memorable aquella maana. Despus de medioda, aquella maana sera memorable. En realidad, ya lo era (paradjicamente) para un hombre plido, alto, de pelo negro, vestido de azul, que tena un ramo de rosas en la mano y estaba parado a la sombra de uno de los frondosos castaos de la plaza, con una seriedad oficial o profesional en su rostro. Un hombre ve miles y miles de maanas y slo una queda en su memoria. Ve das tempestuosos o plcidos, trridos o helados, con soles y lunas variables, o sin sol ni luna, y de todo ese frrago de imgenes slo guarda una confusa nocin de fro o de calor, de luz o de sombra. Pero hay otros, obstinados, que se conservan puros en el recuerdo. Alguien piensa en una maana cualquiera, la del 22 de diciembre de 1942, por ejemplo, en una ciudad austral, donde hay una plaza con la estatua de un hroe. Ntidamente ve nubes que no parecen nubes, sino ligeras brumas sedosas; ve un cielo increblemente puro y azul; ve unos rboles densos, muy oscuros en la primera luz, como si an guardaran restos de la noche; advierte que los rboles empiezan a iluminarse por la parte ms alta de sus copas; advierte, despus, que el viento sopla muy despacio y comprende una vez ms que el da ser caluroso. Por algo que solamente l sabe, el da se mantiene invariable a travs de su vida, pero ya no puede resolver cules son las imgenes iniciales y cules pertenecen a los sucesivos recuerdos. Eran las once de la maana del primero de octubre y Flix Greitz, con su ramo de rosas en la mano, estaba en la actitud del hombre que graba en su espritu los detalles de un da que ser inolvidable. (Flix Greitz se equivocaba, por supuesto: en un futuro prximo lo esperaban algunos das que seran infinitamente ms dignos de recuerdo que ese primero de octubre.) La nube blanca tena ahora la forma de un pez y el aire era fro y claro, como de metal. La multitud aumentaba por momentos y Flix estim necesario

acercarse a la terraza. Haba previsto todas las contingencias y al no encontrar dificultades sinti como una frustracin de la energa inicial. Luego se recomend a s mismo tranquilidad y rehizo mentalmente su proyecto. Estaba libre para actuar. El da anterior haba dejado a su mujer en Drieschbad, cerca del aerdromo, con un pasaporte fraguado para Gotemburgo. De all Clara saldra para Londres, donde esperara sus noticias. Faltaban cinco minutos. A las once y diez Cuna Gesenius saldra por la puerta de la terraza y pronunciara su arenga final para todo el pas, anunciada para las once y cuarto. Aunque el acto electoral haba comenzado a las ocho, se calculaba que este discurso constituira un estmulo para los rezagados, y que el tanto por ciento favorable a la anexin del pas por la Unin del Norte alcanzara una cifra nunca superada. Hubo un murmullo y ese aletea secreto de la multitud, cuando una conmocin instantnea puede tanto mantenerla unida como ponerla en fuga atropelladamente. Esta vez se mantuvo unida porque Cuna Gesenius haba aparecido, y con rpidos pasos se encaminaba al micrfono. Una mujer gruesa, con la cara roja por la emocin o el fervor, que presida una delegacin de muchachas vestidas con uniformes celestes, se acerc. Gesenius escuch, inexpresivo, con la cabeza lustrosa un poco torcida, las palabras de la mujer. Detrs de ella, dos jvenes de blanco sostenan grandes ramos de flores. A la derecha de Cuna Gesenius estaba el lugarteniente Werner Kulpe; a su izquierda, Helmuth Bostrom, el Jefe de Propaganda, con su estatura imponente, su pelo blanco y su eterna sonrisa. Flix no reconoci a nadie ms, o estaba demasiado nervioso para fijar su atencin. La mujer de las rojas mejillas haba terminado su discurso. Las dos nias se adelantaron, depositaron los ramos en la mesa, y se retiraron caminando hacia atrs. El hombre cuya presencia marchitaba las flores sonri con desgano ante las flores. Flix estir el brazo con el ramo de rosas y pidi paso; la gente se apart automticamente, pensando en un nuevo homenaje. Las rosas brillaron al sol, y tambin sonaron. Por lo menos, alguien pudo imaginarlo as, en la confusin subsiguiente. Porque mientras Flix las dejaba caer de su mano izquierda, con la derecha empu un revlver. Dos estampidos atronaron el ambiente y Cuna Gesenius fue cayendo poco a poco, apoyado en Kulpe, hasta quedar de rodillas. Una mancha creciente repiti en su chaqueta blanca el color de las rosas.

A la una de la tarde Flix Greitz fue conducido a la prisin de Rdesheim. All, ante el investigador Hans Buhle, ampli su declaracin, efectuada atropelladamente en el vrtigo de los minutos posteriores al suceso. Admiti haber trabajado un ao y medio en un plan destinado a asesinar a Gesenius y declar que no tena cmplices. Con afabilidad, Buhle escuch su declaracin y le requiri informes sobre su vida. Buhle era un hombre grueso, de

II

escaso pelo rubio desordenado, de ojos claros y vacos como un mar, y mejillas flojas y abultadas. Camin hacia la ventana, la abri y volvi a encarar a Greitz. Ya he confesado dijo Flix, con cansancio; no veo la necesidad de relatar hechos intiles. Cuando yo mando a alguien a la horca contest Buhle, con una sonrisa lo hago preceder por un buen informe. Es como una recomendacin para el Infierno. Cuando usted se instale en el crculo que le corresponde... Preferira el Limbo, con las comodidades indispensables... Eso es lo que pretenden sus amigos del movimiento secreto. La rutina legal me obliga a colocarlo ms abajo, y en lugar ms estrecho. Pero esto es lo de menos. Quiero saber qu hizo en estas ltimas veinticuatro horas. Flix Greitz se levant, camin hacia la ventana y se qued contemplando el paisaje con cierta indefinida tristeza. Los tilos de la plaza Gesenius tienen ms de cien aos dijo Buhle. A m tambin me gusta mirarlas, sobre todo en das tempestuosos... En qu piensa? Rememoro mi ltimo da de libertad dijo Flix, suavemente. Ayer pas por esta plaza, con mi mujer. Ni me acordaba que ahora se llama Gesenius. Siempre la recuerdo con el nombre de Raspail. Tenemos los cuarteles Gesenius, los barrios de casas municipales Gesenius, la avenida Gesenius y la plaza Gesenius. Sus dos tiros de esta maana van a producir un recrudecimiento de bautismos Gesenius. Usted se burla de quienes le pagan dijo Flix, con torpeza, y se arrepinti en seguida de sus palabras. No me exija fervor contest Buhle, sin molestarse. Me defiendo con humor de esta desagradable tarea de enviar al patbulo un patriota cada tres meses. Una secretaria de uniforme azul apareci y habl con Buhle en voz baja. El hombre contest dos o tres palabras con gesto de aburrimiento y se qued luego silencioso, jugando con un lpiz. Flix Greitz experimentaba una curiosa sensacin, como la que puede sentir un imprudente que llega de visita adonde no lo esperan. Buhle lo haba tratado con excesiva amabilidad y una ligera irona. Ahora lo estaba mirando por entre el humo del cigarrillo, con sus ojos claros semicerrados. Como si bruscamente se acordara de algo sac el reloj, mir la hora, y dijo con una sonrisa: Tengo que atender a alguien en la oficina de al lado; me permite? Hoy se me ha presentado una coleccin de problemas. Sin esperar la obvia respuesta de Flix, desapareci por una puerta. Flix Greitz se qued suspenso, mientras creca en su mente la sensacin de irrealidad. En lugar de malos tratos y de furiosas imprecaciones, Flix encontraba una atencin amable y displicente. Quiz fuera una trampa para estudiar sus reacciones. La mujer de uniforme volvi a entrar, lo mir con

distrada atencin y levant unas carpetas; luego pas delante de Flix, en camino a la puerta, y ste crey percibir en su rostro una sonrisa fugaz. Pasaron diez minutos antes de que volviese a entrar Buhle. Al ver a Flix pareci sorprenderse, como si no esperara encontrarlo. Tengo entre manos un asunto muy desagradable dijo, como si el asesinato de Cuno Gesenius hubiera pasado a segundo plano. Tengo que dejarlo resuelto esta misma noche. Figrese que el eminente profesor Nicols Romanoff, del Hospital Rostand, y su ayudante el doctor Saint Martin, han cometido un error lamentable. S; muy lamentable. Resulta que una enferma no estaba en condiciones de ser operada y el doctor Saint Martin lo saba; pero, por no molestar a Romanoff, guard silencio. ste, adems, descuid a la enferma y la mujer muri. El asunto se ha divulgado y tengo que evitar que los diarios logren los datos y hagan escndalo. Bueno, en qu estbamos? Estbamos conversando contest Flix. Ah, s!, vamos al grano. Dgame qu hizo durante el da de ayer. Ayer por la maana estuve en mi departamento. Puede comprobarlo con el portero. A la tarde llev a mi mujer a Drieschbad, en el automvil, y regres a las nueve de la noche. A las diez sent apetito y fui a comer al restaurante de Victorio Blasutich, como de costumbre. A las doce me acost. Quines estuvieron con usted en el restaurante? Tibor Barnay y Peter Gram. Nadie ms? Tambin estaban el propietario, su mujer, el mozo Ignacio y el personal de servicio. Es verosmil lo que le digo? Completamente contest Buhle, con una sonrisa en que se adivinaba una creciente burla. No dudo de que usted declara la verdad. Por qu se re? inquiri Flix, con molestia. Porque las personas rectas, nobles y torpes son las preferidas de mi simpata. Usted es simptico y equivocado. Y morir por error. Es gracioso. Qu quiere usted decir? pregunt Flix, con nervioso inters. Quiero decir que usted ha cometido un acto intil, y pagar por l. Usted no mat a nuestro querido lder y fhrer Cuno Gesenius. l fue asesinado anoche en sus habitaciones, de un balazo en el corazn. Usted hoy a las once y cuarto de la maana mat al sosas de Gesenius, colocado all para evitar la alarma en el pas, mientras resolvamos un plan de accin. Flix Greitz palideci, camin hacia una silla y se dej caer. Tiene un poco de whisky? pregunt, con suavidad. S; beber con usted.

III (INFORME DE HANS BURLE, DESTINADO A

De la recopilacin de antecedentes de Flix Greitz se desprende que es ante todo un intelectual. Su vida activa en la resistencia empieza en 1940, despus de conocer a Hans Gravius y Peter Gram. Pronto se independiza moralmente de stos, sin embargo. En el registro efectuado en su casa se encontraron cartas de Gravius y de Gram en las que se le reprocha su excesivo individualismo. Es sabido que Gravius y Gram viven fascinados por la tcnica del golpe de estado y son tan sistemticos que basta conocer su clave para adelantarse a ellos en todas sus decisiones. Flix era ms difcil de vigilar porque daba ms cabida en su espritu a lo sutil e imponderable que a la tcnica y al sistema. Sin embargo, lo tenemos perfectamente encasillado. La ltima tctica adoptada por los conspiradores ha sido la de proceder todos en el mismo sentido, pero ocultndose mutuamente las propias acciones. Esto se ha decidido con objeto de evitar que la declaracin forzada de un cautivo cualquiera pueda comprometer a los restantes. Todos saben que cualquiera de ellos puede ser el autor del atentado del da anterior, pero no pueden saber quin fue. Esto indica un triunfo de la tendencia de Greitz sobre la de Gravius. Es el desorden como orden. Indudablemente Greitz sabe quines, entre veinte o treinta amigos, pudieron matar a Gesenius, pero no puede asegurar quin fue. Su tortura en este caso es intil. En todo caso habra que ayudarlo a investigar el asunto y luego obligarlo a declarar. El registro del departamento de Flix Greitz en la Dresslerstrasse no ha sido muy alentador. Se ha encontrado gran cantidad de libros y cartas sin inters, salvo las ya citadas de Gram y Gravius. He ordenado que los primeros sean clasificados segn su gnero. Hay libros de filosofa, de pensadores alemanes, y muchas novelas firmadas por meros franceses, ingleses o norteamericanos. Tambin hay tomos de poesa. Es indudable que stos eran ledos preferiblemente por Clara Greitz (mujer de Flix, con quien ste se cas en 1936). Los ltimos tienen manchas de rouge. Revelan una mujer coqueta, que mantiene su boca pintada durante la lectura previa al sueo. Hay una antologa de poesa francesa, muy manchada en la pgina que se refiere a un escritor llamado Paul luard. Los libros ledos por Flix tienen olor a tabaco ingls, de unos cigarrillos que actualmente es imposible conseguir en el mercado. Quiz Flix los consiguiera por medio de amigos que viajan a Londres. Los libros que supongo preferidos por Greitz son casi todos de tema policial y algunos tomos de esas aburridas novelas americanas realistas. Ninguno est marcado ni anotado, salvo uno de Carlyle, titulado Sartor Resartus, que tiene una raya de lpiz a todo lo largo de un pasaje que se refiere a un fantasma y a un doctor Samuel Johnson. Del examen detenido de los libros no se desprende ningn indicio acerca de las convicciones literarias, religiosas o polticas de Flix Greitz. Encontr un solo papel escrito por Flix. Dice: "Ver argumentos de Bayle

HELMUTH BOSTROM)

contra L.". Esta letra quiere decir Leibnitz. No me explico por qu humilla a nuestro filsofo reducindolo a una mera consonante. Me olvidaba citar una edicin del Corn, en francs, que tiene subrayadas varias citas en rabe. Cuando me encontraba entregado a la redaccin de este informe, lleg Bilfinger. Su estupidez habitual parece haber sufrido un agradable parntesis. Sin que yo se lo ordenara, decidi revisar las cuentas bancarias y cajas de seguridad de algunos amigos de Flix Greitz. El resultado es auspicioso. Me complazco, por medio de este mismo informe, en sealar a la superioridad el acierto de Bilfinger y retirar el pedido de suspensin por quince das que present el sbado veinticuatro. Como se recordar, Bilfinger cometi el error de arrestar y apalear a Cuno Franz confundindolo con Franz Kunz. Bilfinger encontr en la caja de seguridad que Jeremas Lilienfeld tiene en el Tora Bank documentos y libros de Flix Greitz. Son libros sin importancia, pero eso mismo otorga importancia al hecho; quien guarda libros exclusivamente literarios en una caja fuerte es estpido, o tiene algo que ocultar. Los tengo ante mi vista. Es un tomo titulado Ortodoxia, de G. K. Chesterton, y un ejemplar en mimegrafo de un libro de ensayos del propio Flix Greitz. Se titula Hamlet y el gnero policial. A riesgo de parecer intilmente minucioso he revisado estos libros. El primero carece de tapas y tiene en la primera pgina una anotacin que dice as: "En Hanwell encontrars la clave." Ahora bien: el nico captulo del libro donde se habla de ese manicomio de Londres es el titulado El manaco. En l se hace una defensa general de la imaginacin y de la fantasa. Dice que la fantasa nunca arrastra a la locura; que lo que arrastra a la locura es la razn. Por lo dems, no hay en ese captulo ninguna frase que de acuerdo a una interpretacin lgica pueda suministrar algn indicio. El libro de Greitz es ms interesante desde un punto de vista policial. Hay dos captulos referentes a Hamlet, la intensa tragedia germana utilizada por Shakespeare. El primero, bajo la forma de un estudio comparativo con una novela inglesa contempornea, es en realidad un anlisis de la supuesta estructura policial de Hamlet. Se deduce de l que Hamlet es el relato dramtico de una tentativa de crimen perfecto, y, entre otras cosas, se afirma que si en 1940 un crimen perfecto es el que queda en el misterio, en 1600 era el que puede justificarse moralmente. El estilo de Flix Greitz es pretencioso. El captulo referido corre agregado al informe.

El gnero policial crece en extensin y en complejidad, invade zonas de otros gneros y coordina su funcionamiento dentro de un estricto sistema. Los novelistas psicolgicos se muestran excesivamente satisfechos con el prestigio

IV (HAMLET y EL GNERO POLICIAL, por Flix Greitz)

que el aburrimiento suele otorgar a sus producciones; los novelistas policiales, ms audaces, no vacilan en recurrir a cualquier medio, aun al aburrimiento, para lograr el prestigio que todava hoy se les regatea. Richard Hull, Nicholas Blake, Anthony Berkeley, Milward Kennedy, Graham Greene, son maestros en el gnero policial psicolgico, que reconoce como precursor a Antn Chejov. El autor de El to Vania realiz en 1884 una novela (Un drama en la cacera) en la que se combinan admirablemente la descripcin de caracteres y del ambiente social de la poca, con un limpio problema policial. Pero Chejov se propuso innovar en un gnero ya conocido; queda solamente como precursor de una de sus varias escuelas. Pero antes de Chejov, de Collins y de Poe, el gnero policial estaba en embrin en las pginas de otros gneros, como el canbal es anterior al misionero que lo descubre y rompe la monotona de su almuerzo. En Ursula Mirouet (1841), de Balzac, hay un juez de paz que practica una investigacin y utiliza mtodos policiales para aclarar un misterio. Encontramos, inclusive, un abate que combina accidentalmente el rastreo de las problemticas huellas divinas con el de las ms visibles de un delincuente y que es, aunque debilsimo y remoto, un antecesor del curita rubicundo de Chesterton. En los TwiceTold Tales, de Hawthorne, se encuentra, asimismo, un relato (la historia de Dominicus Pike) que est pidiendo a gritos el bautismo policial. En nuestra poca el embrin ha crecido en forma gigantesca e invade y asimila las zonas que antes lo contenan. En The beast must die, de Nicholas Blake (La bestia debe morir), hay una utilizacin de elementos del teatro clsico que concede a la obra una dimensin ms, suministra un misterio dentro de otro, o mejor dicho, da un misterio policial y otro literario. Flix Lane, protagonista de La bestia debe morir, debe matar a un hombre cuya identidad desconoce: el hombre que atropell con su auto y mat a su hijo. Para encontrarlo recurre a los procedimientos deductivos propios del gnero; en un momento dado cree, con fundamento lgico, estar en presencia de su hombre. A partir de ese instante la situacin de Flix Lane es, en muchos aspectos, anloga a la de Hamlet. Cree estar en presencia de su vctima, pero sus escrpulos le exigen que est absolutamente seguro de su identidad. Ahora bien: Hamlet no efecta inicialmente ninguna investigacin personal. Es informado por el Espectro, solucin nada ortodoxa desde el punto de vista policial, pero buena para 1600. Sin embargo, el Prncipe muestra su propensin al libre examen al no creer ciegamente en los chismes del Espectro. Decide investigar por su cuenta, y la analoga apuntada se perfecciona: ambos personajes son los detectives de sus vctimas respectivas. Veamos ahora los procedimientos de Lane y de Hamlet. Flix Lane redacta su diario ntimo, donde registra todos los pormenores de su busca y de sus propsitos, y donde nombra

a George Rattery, presunto matador de su hijo y prximo objeto de su venganza. Luego, para obtener la seguridad que requiere su conciencia, se ingenia para que Rattery encuentre el diario y de algn modo se delate. Como se habr advertido, este procedimiento no es otro que el de la representacin de los actores en el tercer acto de Hamlet, anunciada al final del segundo. Dice all Hamlet que muchas veces, frente a una comedia puesta en escena con habilidad, el delincuente, herido en su conciencia, ha confesado su crimen. Con este fin hace representar una comedia en la que, como trampa, intercala varios versos; observa la reaccin del Rey y procede en consecuencia. El problema de conciencia sobre la culpabilidad irrefutable de Rattery no es expuesto por Lane en su diario. Hacerla invalidara la trampa que constituye el mismo diario, del mismo modo que el Rey no revelara su culpa si conociera el objeto de la representacin. El problema de Lane es expuesto al final por el investigador Strangeways, como uno de los hilos que conducen al esclarecimiento. En determinado momento, Nicholas Blake compara la indecisin de Flix Lane con la de Hamlet. Dice as el diario de Lane: "No explica esto, adems, la larga "indecisin" de Hamlet? No s si algn erudito habr sugerido que ella se debe al deseo de prolongar la anticipacin de la venganza, de apurar gota a gota el dulce, peligroso y jams empalagoso nctar del odio. Sera una irona de mi parte escribir un ensayo sobre Hamlet, donde propusiera esta teora, luego de terminar con George. Por Dios que no me faltan ganas de hacerla! Hamlet no era un mentiroso vacilante, tmido o indeciso. Era un hombre de un talento especial para el odio, capaz de convertirlo en un arte. Mientras lo creamos vacilando, absorba hasta la ltima gota del cuerpo de su enemigo; la muerte final del Rey no fue ms que el acto de arrojar a un lado una piel vaca, la piel de un fruto consumido y seco". Ya sabemos que esta teora es falsa para explicar la "indecisin" de Lane; es unilateral, en cambio, como anlisis o explicacin de la conducta de Hamlet. Es que Nicholas Blake no pretende seriamente intervenir en la infinita disputa sobre el carcter del personaje de Shakespeare, ni agregar una teora ms a las de Wedler, Schlegel, Coleridge, Santayana y otros. Su objeto, como Flix Lane, es perfeccionar el engao de Rattery antes de desenmascararlo y matarlo; su objeto suplementario, como Nicholas Blake, es el de suministrar a los lectores una pista sobre el origen de su inspiracin. Es decir, un juego brillante y astuto en dos planos a la vez. Para lo ltimo, sin embargo, creo que era suficiente con el paralelismo que surge de los siguientes hechos: propsitos de vengar la muerte de un pariente, postergacin infinita del cumplimiento de la venganza, utilizacin de anlogo recurso para obtener la prueba de culpabilidad, utilizacin de veneno y finalmente, muerte del vengador. No est de ms agregar que ambos personajes se proponen el crimen perfecto. La diferencia est en que para Hamlet y su tiempo la perfeccin consiste en matar

justamente, y entre nosotros, en no dejar rastros. A medida que disminuyen los motivos justos para matar a alguien, aumentan la complejidad y la genialidad de concepcin que requiere un crimen perfecto. Hoy en da un buen asesinato ya no est al alcance del hombre comn. El gnero policial, pues, se enriquece por medio de estos avances y conquistas dentro de la novela psicolgica o del teatro clsico. En compensacin sera plausible que los novelistas psicolgicos o realistas se dedicaran a la novela policial. Muchos de ellos probaran, sin duda, su dominio de las difciles leyes que rigen la intriga, el engao, el suspenso y el desenlace lgico. Esperaramos con un inters indudablemente inslito un relato policial de Andr Maurois, o un crimen perfecto de Ernest Hemingway.

VEl segundo captulo del libro de Greitz consta de un ensayo sobre el carcter de Hamlet. Analiza las teoras emitidas sobre e! particular y formula la suya. Dice que hasta ahora no se ha estudiado suficientemente la influencia de la Reina en la indecisin de Hamlet. Luego del asesinato de su padre, la conciencia lo incita a la venganza y el subconsciente lo contiene, por el temor de que el crimen pueda afectar a la madre. El hecho de que la Reina muera por accidente que no es una concesin cinematogrfica a los gustos del pblico, dice Greitz prueba que Shakespeare, identificado con su personaje, no quera que la venganza alcanzara a la madre. Los restantes captulos carecen ms an de inters policaco y no aportan nuevas pruebas sobre las inquietudes intelectuales o polticas de Flix Greitz. El primero, que ha sido transcripto, me sugiere lo siguiente: Flix Lane, el protagonista de la obra citada por Greitz, redacta un diario ntimo que deja leer por su presunta vctima, para lograr de ella reacciones que prueben su culpabilidad y la justicia de su muerte a manos de Lane; Hamlet organiza una representacin teatral para convencerse de la culpabilidad del Rey; Flix Greitz deja dos libros en una caja de seguridad para que alguien los lea, o para que nadie los lea. Veo en todo esto una analoga, pero no s si es importante o trivial. Quin es el lector presunto de los libros? Por qu los entrega Greitz a Lilienfeld una hora antes de cometer su asesinato del sosas de Genesius? En esta carrera por el crimen perfecto, por qu llega tarde Flix Greitz, y quin se le adelanta y triunfa? Son interrogantes que por el momento no puedo contestar.

VILos interrogantes de Hans Bahle recibieron una respuesta simple, que no estuvo de acuerdo con su enftico planteo. Apenas fue interrogado, Flix

Greitz declar que haba dejado su libro de ensayos a Lilienfeld para que lo entregara a Clara Greitz, si ella lo reclamaba. Su intencin era que fueran publicados en el extranjero. El de Chesterton tambin fue entregado a Lilienfelq porque era el que Greitz estaba leyendo en momentos en que esperaba a su amigo, y no tena tiempo de volver a su casa para guardarlo. La frase sobre Hanwell se refera simplemente a una interpretacin de las paradojas del autor. El asesinato de Cuno Gesenius no influy mayormente en el plebiscito para la aprobacin de la nueva poltica de colaboracin con la Unin del Norte. El asesinato de Gesenius, el lder, fue mantenido en secreto y el de Schumacher, el sosas, fue rodeado de cierta aparatosidad. El pblico fue informado de que su lder haba muerto el 19 de octubre mientras se dispona a hablar al pas, y que haba luchado valientemente con su agresor. Helmuth Bostrom se hizo cargo del gobierno y nombr lugartenientes a Kulpe y a Dressler. Bostrom conserv en sus manos la direccin de la Propaganda y la Polica y orden una reorganizacin de esta ltima. El martes siete de octubre, cuatro das despus de asumir el mando, se present en Rdesheim, acompaado de Kulpe, Buhle y sus asesores. Estaba dispuesto a terminar con los movimientos clandestinos, que, segn dijo, retardaban el progreso del pas y conspiraban contra la buena convivencia con los vecinos del Norte. Instal su despacho en una sala relativamente pequea, al lado del escritorio de Hans Buhle. Ambos daban a la Gesenius Platz. El despacho de Bostrom, tapizado de rojo con muebles oscuros, era severo y sencillo. Aquella maana el sol de octubre, plido, caa sobre los tilos y marcaba un vacilante rectngulo en la alfombra negra y roja. Para iniciar su trabajo el gigantesco y rubicundo Bostrom tena el informe de Buhle y el de los empleados que haban interrogado a Flix Greitz, por su orden, despus que Buhle lo dej en la prisin. Este segundo interrogatorio haba sido, segn las apariencias, mucho ms enrgico que el primero. Cuando Greitz lleg a presencia de Bostrom apenas poda tenerse en pie. Estaba plido y sus manos temblaban. Con los ojos fijos en la ventana pareca no interesarse por nada de lo que suceda a su alrededor. Bostrom lo invit a sentarse, pero l no lo oy; un empleado acerc una silla y lo ayud a ocuparla. Como si se tratara del acto inicial de una comedia, Bostrom repentinamente exhibi una amplia sonrisa, elogi con breves frases el buen estado del tiempo y sac una botella de aquavit y dos vasos. Buhle se adelant a servir, pero Bostrom lo interrumpi. Positivamente dijo, mientras acercaba un vaso a Flix, usted no sabe quin pudo matar a Gesenius. Lamento que se haya llegado a este extremo continu, al ver que Flix no poda sostener el vaso; mis rdenes siempre se cumplen exageradamente o no se cumplen. Esta vez se han propasado. Har una investigacin.

Flix, ayudado por Buhle, tom dos tragos y pareci reaccionar. Prefiero un mdico dijo, con voz opaca. Burmeister lo ver luego, y si es preciso ir a un sanatorio. Necesito que se reponga. Acepte mis excusas. Flix lo mir con extraeza. Qu est maquinando? Nada extraordinario. Pero le pido que no sea muy optimista respecto de lo que le voy a decir. Usted mat a Friedrich Schumacher, sosas de Cuno Gesenius, pelele que nosotros utilizbamos a veces para aliviar a Cuno de un trabajo intil. Su error no lo exime de culpa, aunque su culpa es menor. Su intencin era matar a Cuno Gesenius y bajo este aspecto deberamos juzgarlo. Pero ahora todo ha pasado. Interesa ms perseguir a los enemigos de afuera que castigar al matador de un mueco. S; un mueco; el pobre Friedrich era tan tonto como un mueco. Me extraa que usted no se haya dado cuenta. Estaba ciego; no vea otra cosa que el cumplimiento de mis fines repuso Flix Greitz. Bien; le hablar con toda crudeza. Le ruego que excuse mi tono. Pensbamos ahorcarlo a usted maana, sin mayores solemnidades y en la mayor reserva. La propaganda produce mrtires; odio a los mrtires. Cules son sus planes? pregunt Flix, con un destello de animacin. La perspectiva de salvar su vida hizo volver los colores a su rostro. Bostrom encendi un cigarrillo, camin hacia la ventana, volvi y tom su vaso. Como estaba vaco, Buhle se apresur a llenarlo. Bostrom mir a Flix a travs del humo del cigarrillo y sonri. Mis planes se refieren a una cuerda de camo y a unos cuellos de poplin. En otras palabras: en lugar de una molesta cuerda de camo, usted puede seguir usando esos bien cortados cuellos londinenses. A propsito, dnde los compra? No me acuerdo. Bien; mi plan es muy sencillo y ha sido utilizado centenares de veces. Casi me avergenza emplearlo. Quiero capturar por medio de usted a los asesinos de Gesenius. Usted no los conoce, pero puede llegar a conocerlos; si los conoce, pero ignora su culpabilidad, puede llegar a conocerla. El resto lo haremos nosotros. Usted estar en libertad condicional. Cuando el rbol que produce hombres termin, con una risita, ntimamente halagado por su metfora haya dado su fruto, juzgaremos su caso. Quiz seamos benignos. Depende de usted. Puedo tomarme un da para contestar? respondi Flix, indeciso. Perfectamente. Pinselo bien; maana resolveremos. Cuando Flix se retir, Bostrom dio rdenes de que fuera atendido, hasta que tomara una resolucin. No manifest ninguna duda de que sta fuera afirmativa.

Buhle se haba quedado silencioso. Bostrom lo mir un instante. Luego Qu le pasa? Le molesta que alguien colabore con usted? No; estoy pensando en cules son sus planes contest Buhle. Usted qu cree? insisti Bostrom, mirando de soslayo a Buhle. Creo que la parte secreta del plan es la ms interesante. La libertad de Flix Greitz va a llevar la confusin a las filas de sus amigos. No va a poder explicar cmo, despus de matar a un hombre, as sea por equivocacin, nosotros lo ponemos en libertad. Los amigos van a sospechar de l; la insidia empezar a trabajar. Aunque l afirme que acept la libertad para engaarnos y que nunca trabajar para nosotros, bastar que alguien lo ponga en duda para que su prestigio de lder se venga abajo. Es una linda manera de empezar la divisin de nuestros amigos. Esperaba que usted entendiera replic Bostrom; celebro que uno de los mayores mritos de su perspicacia sea la rapidez de concepcin. Sin embargo, no todo es equvoco en mi propuesta a Flix Greitz. Qu quiere usted decir? pregunt Buhle. Que realmente creo que Greitz nos conducir el criminal. La tarde haba cado. Un fulgor rojizo se refract en los cristales y a su tmida luz el bulto que haca el cuerpo de Bostrom pareci ms alto y ms negro, como el de un personaje de pesadilla. Buhle tom su sombrero para retirarse y dijo, con nfasis inesperado: Las lneas estn bien tendidas. El temor al castigo, el deseo de vivir, ablandarn a Flix Greitz. Yo no creo ya en la fuerza moral. Y usted? Bostrom, alarmado por el tono discursivo de Buhle, lo mir con perplejidad. dijo:

Captulo II

UNA VIEJA CANCIN IFLIX GREITZ, molido, con el brazo izquierdo casi intil, se despert sobresaltado y tom el telfono. Lo haba odo en sueos, complicado en una extraa pesadilla y quiz estaba sonando desde haca largo rato. Era Buhle. Se interes por su salud, le recomend un calmante, y, con algn rodeo, le record su compromiso. Flix volvi a la realidad. Estaba en su departamento de la Dresslerstrasse y poda tomarse unos das para descansar. Despus vera la forma de conducirse frente a la obligacin contrada. Fue hasta la ventana y levant la cortina. Una lluvia prolija y constante, que ms bien pareca un manto de niebla, borraba los contornos de las casas de enfrente. Sin embargo, bajo la ventana de! restaurante de Blasutich vio a Bilfinger, el ayudante de Buhle, con

las alas del chambergo bajas y brillantes de agua. "Puede quedarse ah hasta maana y calarse hasta los huesos", pens. Pero Bilfinger le volvi a recordar a Buhle y pens en la frase de ste al despedirlo en Rdesheim: "Supongamos que la investigacin comienza la noche de la muerte de Gesenius. Esa noche, ms o menos a la hora del asesinato de nuestro lder, una mujer de mediana estatura, rubia, fue sorprendida en actitud sospechosa frente al Ministerio de Coordinacin. Un gendarme le pidi sus papeles y tuvo la precaucin de anotar su nombre: Herta Herschel." Decidi vertirse y bajar al restaurante de Blasutich. ste, en mangas de camisa a pesar del fro, atenda a varios parroquianos retrasados. Eran las diez de la noche. Victorio dej un plato a medio servir, abandon la fuente que tena en sus manos y corri a su encuentro. Me alegro mucho de que est libre, seor Flix dijo, efusivo. Sus amigos me avisaron. El seor Tibor y el seor Peter preguntaron recin por usted y dijeron que llegarn a las diez y media. Gracias, Victoria contest Flix. Hay alguna noticia para m? Victorio lo mir fijamente, con sus ojos claros inexpresivos. Luego respondi: No; ninguna noticia. Ignacio, el mozo, haba corrido, solcito, y tenda la mesa mientras lo contemplaba con curiosidad. Quiero comer dijo Flix. Despus de las penurias sufridas, la posibilidad de emitir un deseo y lograr su cumplimiento le pareca inverosmil y hasta romntica. Tenemos liebre contest Blasutich. Despus de una pausa, agreg: Preparada como a usted le gusta. Flix asinti e Ignacio desapareci en busca de la liebre. Diez minutos despus, Flix empezaba a comer cuando llegaron Tibor Barnay y Peter Gram. Cordiales, efusivos, lo saludaron sin aparente malicia y lo felicitaron por su libertad. Tiene usted una gran suerte, Flix dijo Tibor, mientras estiraba sus largas piernas debajo de la mesa. Flix decidi tomar al toro por las astas. Estoy en libertad por un motivo muy simple dijo: he prometido colaborar en la busca del matador de Gesenius. Flix esperaba que su amigos saltaran en sus asientos que la indignacin enturbiara sus ojos, que sus manos se crisparan en un ademn de melodrama. Peter Gram, plido, sereno, tom un vaso de vino para dilatar su respuesta. Lo bebi despacio y lo dej en la mesa. Tibor silb con aparente distraccin y mir a su alrededor. Era evidente que ms que la declaracin de Flix le preocupaba lo que los vecinos pudieran haber odo. Tenga cuidado dijo Tibor, encogiendo sus piernas, que estorbaban

el paso; hable despacio. Ustedes estaban enterados? pregunt Flix. S; tenemos gente, es decir, personas amables, informantes en... algunos sitios. Tibor Barnay call; Gram, por debajo de la mesa, le haba dado un puntapi. Su actitud es la ms lgica intervino Gram, todos sabemos que se aproximan acontecimientos importantes. La invasin, tal vez. Conviene conservar la libertad a cualquier precio y estar alerta. Adems agreg Flix, yo pensaba salir del pas. Cuando est seguro de que mi mujer lleg a Londres tratar de librarme de este compromiso. Nos abandona? pregunt Tibor, con una sonrisa. No los abandono. Creo que an falta mucho tiempo para que las cosas estn maduras. Adems, nunca hemos estado en una accin conjunta. Gram lo mir con curiosidad. Tom su vaso, lo mir al trasluz y bebi lentamente. No hemos estado en una accin conjunta porque usted hizo triunfar su poltica divisionista observ Tibor, crudamente. Crea que era lo ms acertado. De que era sincero, es una prueba el plan de asesinato de Gesenius. Afuera, la lluvia arreciaba. Por la ventana vieron a Bilfinger, que se paseaba por la vereda. Gram mir a Flix con curiosidad. Usted est en una encrucijada, Flix dijo Tibor: le ser difcil cumplir su compromiso y difcil no cumplirlo. Si nosotros hubiramos estado... si alguien hubiese estado en una conjuracin, se cuidara de usted como de dormir con nios. Slo trato de ganar tiempo... contest Flix, secamente. Ignacio! grit Tibor. Esos caracoles viajan por sus propios medios? Hace media hora que los ped. Ignacio, pequeo, moreno, grit algo hacia la cocina y Victorio se acerc a la mesa. Flix aprovech la oportunidad para cambiar una conversacin que se estaba poniendo molesta. La liebre estaba muy buena, Victoria dijo al propietario, que era alto, rubio, rosado, de ojos claros, pequeos y vivos. La prepar yo, seor; ahora ya no se puede confiar en los cocineros. La conversacin con Blasutich continu y dio a Flix el tiempo necesario para ordenar sus ideas. El propietario se retir; Flix tom su vaso y dijo: Brindemos por una pausa de calma aparente. Olvidemos lo que usted llama encrucijada y volvamos a los problemas generales. Me parece bien contest Gram. Cree usted que se ha logrado algo con la eliminacin de Gesenius?

Lamento decirle que no; creo que urge la modificacin total de nuestra poltica. Confieso que estaba engaado sobre la eficacia dialctica y poltica de dos tiros en el corazn. Qu quiere usted decir? Yo pens que la muerte de Gesenius hara fracasar el plebiscito. Yo pensaba en la idea clsica, medioeval, del jefe de estado autocrtico. Me olvid que los dictadores han evolucionado, se han perfeccionado, se han hecho casi invulnerables. Ahora cuentan con la democracia... Gram y Barnay lo miraban con cierto cansancio. Usted piensa que hay que abandonar la lucha? S; o matar diez millones de personas. Pero de eso se encargar la guerra. No hay otra alternativa? Esperar. Por si le interesa dijo casi gritando Barnay, mientras se levantaba y exhiba su larga figura: yo no pienso esperar. Puede decrselo a su amigo Buhle! Tibor! dijo Gram, contenindolo. Pero ya el hombre largo y delgado haba cruzado la puerta y se perda en la lluvia. Bilfinger, pegado a la ventana, pareca esperar rdenes. Flix lo mir, impasible. No le haga caso a Tibor dijo Gram, mientras se levantaba; est nervioso. Espero que nos veamos seguido. Adis. Flix lo salud y luego, indiferente, lo sigui con la vista. Victorio lo vio solo y se aproxim. Conceda a algunos clientes el tratamiento de amigos y ellos le correspondan. Acerc su silla y se sent junto a Flix, de modo de poder vigilar la caja y una pequea ventana que comunicaba con la cocina. Por all pasaban las fuentes y los platos. Sabe que muri Jos, el viejo? Jos? inquiri Flix, distrado. S; el viejo de la esquina. fue bastante triste. Nadie lo reclam. Tampoco sabamos qu hacer con el mueblecito. El mueblecito? S continu Victorio; el mueblecito de que l hablaba siempre, donde tena las cenizas de su mujer. "Ahora la tengo en el comedor", deca. Me acuerdo de la gracia que le causaba a la seora Clara. Qu hicieron? Lo quemamos. Fuimos al bosque de Burg, juntamos sus cenizas con las del mueblecito y las esparcimos. Se va a servir postre? No; dme un whisky con agua. Tengo fro.

II El sbado veintisiete, a las seis de la tarde, son el telfono en el departamento de Flix. Una voz pronunci el nombre de una calle y un nmero. Flix se qued escuchando; sinti cuando cortaban y luego un ligero rumor en la lnea. Cort, abri el ropero, tom su impermeable y sali a la calle. Bilfinger estaba en la vereda de enfrente, como de costumbre. Pero esta vez Flix no pas a su lado sin mirado. Se detuvo y dijo: Nuestra colaboracin empieza. Tome un cigarrillo y sgame. Adnde vamos? inquiri Bilfinger, sorprendido por la amabilidad de Flix, y apur el paso. Al nmero 32 de Zetkinstrasse. Caminaron por la calle de rboles que baja hasta la Gesenius Platz, bordearon sta y entraron en el barrio de Uzbad. La lluvia caa sobre la ciudad desde quince das atrs; en algunos montonos intervalos diarios el agua era reemplazada por una bruma que tornaba el cielo ms bajo an y sombro. Flix, acalorado, se sac el impermeable y lo llev en el brazo. Llegaron a la angosta Zetkinstrasse, de donde sale una calle ms angosta an, que se interna zigzagueante entre casas enanas de un piso y casas enanas de varios pisos, con un aire de remedos de edificios. En el callejn ahogado la bruma se espes. Inesperadamente se hizo la noche. Conozco el barrio dijo Flix. A treinta metros de aqu est el Blaue Donau, una de las cerveceras ms hermosas que he conocido. Tomaremos algo mientras preparamos nuestros planes. Planes? Usted tiene planes? inquiri el plido y anguloso Bilfinger, mirndolo con sus ojos bovinos. Habr que avisar a Buhle. Estoy autorizado a actuar por mi cuenta replic Flix. Pedir el auxilio de Buhle cuando lo crea conveniente. Entremos. En la bruma lenta y violenta, la puerta del Blaue Donau no apareci hasta que casi tropezaron con ella. Se sentaron cerca de la ventana. Acudi un mozo rubio, de rostro largo y delgado. Buenas noches, Fuschs dijo Flix. Trigame un whisky. Usted qu toma? Tomar un sandwich contest Bilfinger, que acostumbraba a aprovechar todas las oportunidades de alimentarse que se le presentaban. Un sandwich de qu? pregunt Flix. De ave. Lo noto poco preciso. De ave puede ser de pollo, de pavo, de Orpington leonado, de Rhode Island, de Ave Fnix, de Pjaro Rock... De pollo declar Belfinger, a quien las bromas entristecan. Para beber? pregunt el paciente Fuschs. Una naranja exprimida con toda la pulpa contest Bilfinger, y se qued mirando a la calle con expresin lejana.

Conozco al mozo dijo Flix, despus de una pausa. En otro tiempo yo vena aqu casi todas las noches. El mozo se llama Fuschs. Se cas con una institutriz inglesa, llamada Fox. Ignoro si ya han tenido renards. Bilfinger lo mir con indiferencia, y empez a jugar con el tarro de la mostaza. Podramos abrir la ventana dijo Flix; este mes de octubre es fatal. Fjese: cada vez la niebla se espesa ms. Vagos rumores llegaron de la calle. Desde una ventana, en lo alto, se volcaba una cancin llena de antigua rudeza y poesa; Flix escuch la ltima frase: ...et vivent les filles de Nantes et tous les prisonniers. Habiendo tantos hermosos valses nuestros coment Bilfinger con su voz suave, yo no s por qu tocan esas cosas. Tiene usted razn contest Flix mientras pagaba. Pero salgamos. Creo que he sido objeto de una broma. Sin embargo, vamos a ver qu hay en el 32 de la Zetkinstrasse. Cruzaron la calle y buscaron el nmero 32. Era una casa de departamentos. Dos chicos jugaban silenciosos en el corredor. Conviene que uno de los dos se quede aqu y que el otro suba. Quiere ir usted? dijo Flix. No; suba usted mientras yo vigilo contest Bilfinger, desconfiado. Si no vuelvo dentro de diez minutos, bsqueme agreg Flix. Perfectamente. Flix desapareci por la escalera y Bilfinger volvi a la calle. Para que su vista abarcara ms fcilmente la escena se situ en el vrtice del ngulo agudo que formaban Zetkinstrasse y el callejn. El viento empezaba a soplar y la bruma se desgarraba en partes. Dos o tres letreros luminosos, azules, verdes, rojos, se hicieron ms ntidos en la distancia. Pasaron diez minutos; Bilfinger verific su revlver y camin hasta la casa. Al entrar tropez con los chicos que jugaban y contuvo una maldicin. Al final del corredor brillaba una pequea luz. Camin hacia ella. Al llegar, su corazn se agit. Un hombre sala caminando hacia atrs y agachando la cabeza. Qu pasa! grit Bilfinger. Nada contest Flix, volviendo la cabeza. Este hombre es el portero y me est dando los nombres de los inquilinos. Por la pequea puerta apareci un tembloroso viejo de anteojos, en mangas de camisa. En el segundo ya le dije que vive el Superintendente Popoff dijo, agitado por continuas convulsiones; en el tercero la familia Goldemberg, dueos de la cadena de fbricas de medallas y anillos de compromiso... Y condecoraciones en serie para ser distribuidas por el gobierno... Bilfinger mir a Flix con impaciencia. ... en el cuarto el matrimonio Kleiner ...

Y en el primero? interrumpi Bilfinger. El primero est desocupado replic, chupando enrgicamente un cigarro que no lograba encender. Cuando por fin lo encendi estuvo un rato largo respirando fuerte, mientras se repona del cansancio producido por las chupadas. Luego de temblar una vez ms, pareci cobrar fuerzas, se irgui y dijo, cortante: Buenas noches! A los cinco minutos caminaban hacia las avenidas centrales. Bilfinger aparentaba cansancio. Flix, antes de separarse de l, le dijo: Comunique esos nombres a Buhle. l investigar los antecedentes de cada uno. Yo no creo que haya algo sospechoso. Por qu fuimos all? inquiri Bilfinger con acritud. Porque me pasaron esa direccin por telfono replic Flix. Entonces, con no decir nada me evito un informe. Total, esto slo lo sabemos usted y yo. Tambin Buhle lo sabe contest Flix, entrando en su casa.

IIIEl barrio de Salm era moderno, monumental; en contraste con el de Uzbad, del cual estaba separado por el ro de aguas lentas y turbias, ofreca al observador una visin optimista de la ciudad y de sus habitantes. En una de sus avenidas ms amplias y bulliciosas estaba la casa de Peter Gram. ste era un hombre de cincuenta aos, viejo luchador liberal, enemigo apasionado de la monarqua, a la que ahora consideraba con cierta nostalgia. Durante un viaje a Amrica el propio rey en el destierro lo haba recibido en su casa de Poughkeepsie, N. Y., cerca de las cataratas, interesado en agasajarlo y ms interesado an en enardecer sutilmente aquella nostalgia. Gram apreci la simpata de su anfitrin, apreci an ms la calidad de su Chateau Mouton Rothschild, 1922, pero regres a Salm polticamente inconmovible. Comprendi adems que la nostalgia que lo haba ligeramente alarmado era producida por el cario y las reminiscencias de una poca, y no por el rgimen que gobernaba en ese tiempo. Peter Gram era uno de los pocos miembros de la alta burguesa, cuyo origen en el pas est ligado a la casta de barones que destron a Dagoberto I, que no colaboraba con el gobierno. Sus ideales, y, sobre todo, su carencia absoluta de fortuna, lo ponan al abrigo de tentaciones. Reciba desde Londres unas pocas libras por mes, producto de una renta vitalicia, las que desaparecan inmediatamente absorbidas por los impuestos. Con el esculido sobrante Gram coma tres veces por semana en el restaurante de Blasutich y contribua a la publicacin de algunos panfletos ms innocuos que clandestinos. La gente que vea llegar a sus invitados los lunes por la noche poda imaginar, al abrirse las grandes puertas oscuras, la antigua pompa de la monarqua, pero no poda imaginar la moderna y decente miseria de Gram. Esto

quedaba en el reducido grupo de sus amigos. Gram no tena sirvientes. Un da por semana barra la planta baja y pasaba el plumero por los muebles. Luego, durante seis das, se acumulaban las colillas, los diarios, las novelas y los papeles con anotaciones. Los amigos ms ntimos de Peter Gram eran Hans Gravius y Tibor Barnay. Gravius era un hombre de edad indefinida, de corto pelo canoso y bigote rojizo, como oxidado. Grueso y plcido, tena fama de organizador reflexivo y minucioso; en algunos raros instantes de su vida, sin embargo, en momentos difciles para la organizacin, haba tenido arranques audaces y paradojales, que asombraron a sus amigos. En tales momentos, el nico cambio visible en su fisonoma se haba registrado en sus ojos, repentinamente brillantes y movedizos. Luego, pasado el peligro, aquellos perdan el extrao fulgor que los destacaran por un instante y Gravius volva a su pipa meditativa y a sus maneras afables y plcidas. Tibor se pareca al retrato del Duque de Richmond, pintado por Van Dyck; es decir, se hubiera parecido ms si estuviramos seguros que el Duque meda un metro noventa y tena las piernas tan largas y flojas como Tibor. Era delgado, con la cara de rasgos finos llena de arrugas, asmtico, impulsivo; tena dos ojos pequeos, de pjaro, y una nariz tan prominente y llena de carcter que, vista en ese rostro, pareca postiza. Haba heredado de su padre el peridico Die Presse, que durante aos fue rgano del Partido Integral Colectivista. El padre de Tibor, Helmuth Uz de Barnay, haba fundado ese diario y se haba inventado un nombre romntico de publicista batallador. Pretenda haber sostenido duelos en Pars con Henri de Rochefort y Calvin de Rock, el temible defensor de Dreyfus. Era autor de una serie de inspidos poemas, reunidos bajo el dbil epgrafe de Cherubillische Bllitter, pero la ambicin de su vida era componer un drama histrico. Siempre anunciaba que tena un acto terminado. En el ocaso de su vida la impotencia lo trastorn, tuvo varios ataques y termin pegndose un balazo en la sien. Dej una carta diciendo que se mataba porque no poda terminar su drama. Tibor, que tena entonces veinte aos, reuni los antecedentes y escribi el drama de la vida de su padre. Una noche que Tibor durmi en el castillo de Ulm, en las montaas del Hartz, tuvo una pesadilla o alucinacin. Su padre se le apareci y le anunci que el drama escrito por Tibor no era la tragedia de su vida, sino exactamente el drama que l no haba podido terminar. El resultado fue que Tibor se dedic al espiritismo y sus enemigos lanzaron la especie de que tratara de triunfar en Pars entrando a saco en el inconsciente de su padre. La verdad es que los trastornos de Tibor terminaron cuando conoci a Gravius y a Gram y se dedic a la poltica. Aunque durante todo el mes de octubre Gram, Tibor y Gravius se reunieron diariamente, en la casa del primero o en el restaurante de Blasutich, no hicieron ninguna convocatoria general. Los tiempos eran peligrosos y Gram aconsej la dispersin de los amigos, como manera de evitar que fueran

encarcelados en masa. Pero el primero de noviembre, un mes justo despus de la muerte del falso Gesenius y un mes y un da del asesinato del autntico, un acontecimiento trastorn al triunvirato. El gran Selden, el dirigente agrario, organizador de la revuelta de setiembre en las granjas del Sur, haba sido detenido. Era un batallador incansable, audaz y prestigioso. Muy pocas personas conocan su refugio, entre ellas Flix Greitz. Gram no pudo contener ms a Tibor y convoc para el sbado a la tarde. El sbado fue un da inclemente, desde el alba entumecida, indecisa, hasta el medioda dbil y el crepsculo helado. Algunas nubes cubrieron el cielo al caer la tarde y el viento se hizo ms fro cuando empezaron a llegar los amigos a la casa de Gram. Primero llegaron los representantes de Drieschbad, en el Norte, tres hombres que no parecan hombres, sino restos salvados de un naufragio. Los tres eran pequeos, pero corpulentos, rubios desgreados. Al cruzar el ro les haban pedido sus documentos. Prefirieron mojarse a ser detenidos y se arrojaron al agua. Despus de una hora llegaron a la orilla izquierda, se ocultaron una hora ms en unos galpones y llegaron tiritando. Gram, solcito, les hizo sacar las chaquetas empapadas y las coloc frente al fuego. Despus sac una botella de Schlivovitza y sirvi tres vasos. Al poco rato llegaron Franz Harrebomee y Janos Veres. Luego, cada vez que sonaba el timbre, Gram sala hasta la puerta y volva con un delegado ms. Gravius y Tibor estaban desde temprano y haban almorzado con Gram. Apenas llegado, Franz Harrebomee se haba despojado de su abrigo, se haba servido abundante whisky y lo estaba bebiendo a grandes tragos. Como si la bebida lo electrizara dio un puetazo en la mesa y dijo: Urge tratar el asunto del traidor! Bruscamente la realidad se instal en los espritus. Resultaron vanos los esfuerzos de Gram por restablecer el orden en la discusin. Era evidente que el tema de Flix Greitz dominara en las conversaciones y de que alguien saba ms que Gravius, Tibor y Gram sobre el mismo. stos, alejados por su nueva tctica de todo contacto social y poltico, ignoraban muchos acontecimientos en los ltimos das. Usted ha hablado de un traidor. Nmbrelo! dijo el ms pequeo de los hombres de Drieschbad, que haba reaccionado del fro. Su cara redonda pareca una manzana. He hablado de Flix Greitz contest Herrebomee. Trabaj un ao con nosotros y ha aprovechado los datos que logr para traicionarnos. Qu quiere usted decir? cort Gram, con una inesperada suavidad. Muchas veces haba logrado con este sistema calmar a su interlocutor, pero esta vez fracas. Tampoco lo ayud su prestigio de lder. Quiero decir articul Harrebomee casi gritando, quiero decir que nuestro Selden ha muerto! Selden ha muerto! exclam uno de los hombres de Drieschbad. Los

dos restantes repitieron la frase, cada vez ms lentamente. Cuando la sinfona de lamentaciones termin, Tibor pidi la palabra. Vamos a proceder con cautela dijo, manejando las sillas y tratando de ponerlas en crculo, para dar a la reunin un orden, aunque fuera material. Los tres hombres de Drieschbad se sentaron y el resto los imit. Gram se sent frente a su escritorio y qued como presidiendo la asamblea. Harrebomee continuaba nervioso y alz su figura entre las sillas. El fuego de la chimenea le haca brillar la cara y el calor de la sala empez a enrojecer los rostros de todos. No hay cautela posible ante los hechos rugi el hombre alto y moreno. Despus podremos proceder con mtodo, pero ahora slo cabe relatar los hechos. Usted dijo que Selden ha muerto cort Tibor. Cmo lo sabe? Por Berta, su mujer. Ayer le lleg un paquete con su ropa. Una tarjeta del comando deca que Selden intent escapar de la polica y que en la huda recibi un balazo. Y eso qu prueba contra Flix? dijo Gram. Eso quiz no pruebe mucho, pero tengo algo que condena a Flix prosigui Harrebomee: cuando fueron a detener a Selden, ste dijo a su mujer: "Acurdate de Flix Greitz y vngame". Ella me lo repiti. Gram estaba consternado. Gravius, que comprenda los sentimientos de su amigo, trataba de eludir su mirada. Slo Tibor, que siempre haba alimentado una ligera animosidad contra Flix Greitz, expresaba discretamente su satisfaccin. Para no molestar a Gram se levant con el pretexto de servirse whisky, y se instal frente a la chimenea. No tiene usted ms que dar la orden dijo Harrebomee. Primero recogeremos todos los antecedentes contest Gram, que era un paladn de la justicia, aun aplicada a los traidores. Aqu hay algo ms irrumpi un hombre pequeo, que responda al nombre de Karl. Mi mujer es amiga de la mujer de Lilienfeld, el joyero de Zetkinstrasse. Lilienfeld es amigo de Bilfinger, un chancho pesquisa que anda todo el tiempo con Greitz. Mi mujer anot todo lo que Bilfinger le cont a Lilienfeld y ste a su mujer. Lo tiene ah? interrumpi Gram. S; aqu est contest Karl, sacando un papel arrugado. Gram lo tom y lo ley en voz alta: "Flix Greitz anda en busca de una mujer, cuyo nombre es Herta Herschel. La entrega es el precio de un pasaporte a Londres, segn dijo Buhle, donde Greitz vivir tranquilo. Tambin Greitz trata de averiguar quin mat a Cuno Gesenius. Podra ser esa mujer, que fue vista la noche del treinta frente al Ministerio de Coordinacin; pero tambin puede ser un hombre el asesino, y no se descarta la idea de que hayan actuado en pareja. Flix pone tal dinamismo en

sus pesquisas que molesta a Bilfinger, generalmente perezoso. En los ltimos das han ocurrido dos acontecimientos que revelan el encarnizamiento con que Greitz est cumpliendo el presunto compromiso con Buhle. El quince de octubre hizo levantar apresuradamente a Bilfinger, que desde ese da dorma en su departamento por orden de Buhle, y lo llev al barrio de casas municipales Radiar. Estas casas estn construidas en cuerpos paralelos con jardines entre cada edificio. Cada edificio tiene veinte departamentos. Greitz dijo que subira al piso segundo, letra C, y le pidi que cuidara la salida. Al poco rato sonaron tres disparos. Bilfinger subi corriendo y encontr a Flix Greitz presa de gran agitacin, mirando por la ventana. Dijo que le haban tirado desde una ventana a la misma altura en el edificio de enfrente. Bilfinger baj, se uni a tres policas que haban acudido al or los tiros, y registr el edificio de enfrente. No se encontraron sospechosos, ni armas que hubieran sido usadas recientemente. "Dos das despus Flix Greitz pidi a Bilfinger que lo acompaara nuevamente. ste le sugiri que pidiera auxilio a la polica; Greitz lo disuadi con el argumento de que no haba que regalar a Buhle los mritos de una investigacin propia. Salieron a la maana hacia el suburbio de Gauss, donde pasan el verano algunos turistas ingleses y norteamericanos. Llegando por la autopista, a la derecha del pequeo bosque de abetos, hay dos casas gemelas, con pequeo jardn y techos de tejas. Greitz se detuvo y dijo que l entrara en la primera. Bilfinger, ya un poco cansado de este juego, insisti en entrar l. Flix, entonces, se dirigi a la otra. Bilfinger revis la casa, que era pequea, con un jardn interno que lindaba con el de la casa prxima. Al rato, oy a Greitz que lo llamaba desde la otra casa. Sali y vio a Flix en la ventana. Intrigado corri hacia donde lo llamaban y entr. La disposicin, el decorado y los muebles eran exactamente iguales a los examinados anteriormente. Flix le dijo que haba indicios de algo sospechoso. Agreg que no sera de extraar que hubiera estado all Herta Herschel. De pronto vio un pauelo de mujer en una mesa y lo tom. Dijo que era un principio de pista. Cuando volvieron a la ciudad Flix Greitz mostraba una gran satisfaccin en su rostro". Cuando Gram termin la lectura pareci duplicarse el furor vengativo de Harrebomee. Creo que ya no hay ninguna duda! dijo, gritando y golpeando sobre la mesa. Si no nos apuramos, Flix Greitz nos va a entregar a todos! Propongo que se vote la actitud a tomar! grit el hombre llamado Karl. Que se vote! Que se vote! grit otro, siendo imitado por los que hasta ese instante no haban hablado. Voy a hacer una proposicin dijo Janos Veres, un hombre tranquilo, bajo, con una voz que impona silencio. Propongo que Flix Greitz sea juzgado despus de una entrevista en la que trataremos de averiguar sus intenciones. Si lo matamos ahora nos perderemos quiz informes valiosos para nuestra accin

futura. Me parece muy bien! se apresur a contestar Gram, que no poda ocultar su alegra por el sesgo que tomaba la accin. Estoy de acuerdo dijo Gravius, animndose por primera vez. Nombremos una comisin para que lo entreviste y le intime que se defina. Podra estar formada por Veres, Karl y Tibor Barnay, este ltimo como representante del Consejo. Me parece bien volvi a decir Gram. Pero queda entendido dijo Harrebomee que si la comisin lo aconseja... O si la comisin no vuelve... cort Tibor, sombramente. Eso es; o si la comisin no vuelve, juzgaremos y condenaremos a Flix Greitz. Un murmullo de aprobacin sigui a estas palabras. Quedan nombrados Tibor Barnay, Janos Veres y Karl Wahlbruck para... para... Gram no pudo continuar porque nadie lo escuchaba. De la cara del enorme Harrebomee haba desertado la prpura; Janos Veres competa con l en palidez y los dems se ponan en actitud de repeler una agresin. El motivo de toda esa alarma era una sucesin de terribles golpes aplicados en la puerta de calle. Gram pidi silencio, camin hacia la puerta y la abri. Un hombre pequeo, tembloroso, con el pelo largo y amarillo chorreando agua, estaba de pie bajo la lluvia. Con qu golpeaba? pregunt Gram, con intriga. Con esto contest el hombrecito con modestia, exhibiendo un enorme palo. Qu quiere usted? continu Gram, sin poder contener una sonrisa. Soy el cuado de Selden dijo. Vengo a avisar que maana es el entierro y que hay autorizacin para concurrir. Pase y tome algo dijo Gravius sirviendo una copa. El hombre cito se dirigi directamente hacia el vaso que le ofrecan.

La maana del cuatro de noviembre fue memorable en los anales del movimiento secreto. Por primera vez sus integrantes pudieron enterrar a uno de sus muertos, el gran Selden. Se pens primero en un cambio en la poltica de Bostrom, tendiente a apaciguar los nimos. Dos o tres das despus, un acontecimiento destruy esa teora: los tres oradores que hablaron en el entierro de Selden fueron detenidos. Sin embargo, la lenta perspicacia de Gram haba obtenido un triunfo relativo. Gram eligi a los tres oradores entre los hombres menos comprometidos y notorios. Los design despus de comprobar que, aparte de su simpata por el movimiento, carecan totalmente de

IV

conocimientos cuya forzada revelacin pudiera comprometer las ideas o a los hombres de la causa. La comitiva lleg al cementerio por la Largestrasse. La viuda de Selden, que haba sido conducida anticipadamente, esperaba en la puerta y miraba la ceremonia con ojos turbios. Los rboles, que guardaban an la lluvia de la noche, parecan ms oscuros, pero el sol brillaba en los charcos y en las blancas lpidas. Caminaron despacio detrs del cuerpo de Selden, torcieron a la izquierda, y al llegar a una especie de empalizada de apretados rboles cabeceantes, la comitiva se detuvo. El viento sopl con fuerza y agit los cabellos de un hombre que se encaram en una piedra e inici un discurso: "No voy a empezar con la habitual cita del Eclesiasts acerca de la vanidad; no voy a proclamar en forma llorosa mi extraeza ante esta muerte; no voy a tejer innumerables detalles coloridos de la vida del gran Selden, para que contrasten con este negro cuadro final. Mis palabras se parecern a su muerte, porque recogern su inspiracin. El gran Selden trajo el dinamismo a nuestros desfallecidos cuadros, trajo la lucha viril a nuestros estticos y discursivos centros de resistencia, trajo el espritu de sacrificio y de lucha social y lo hizo florecer en el corazn de ese egosmo individualista que l mismo denunci tantas veces". El orador relat despus varias ancdotas reveladoras del espritu de lucha del lder desaparecido y casi provoc el aplauso del pblico cuando dijo que legaba a la posteridad, como una roja bandera, la sangre de Selden. El segundo orador result un ejemplar curioso. Era muy alto, delgado, con ojos pequeos y grises y un cuello fino y largo, que bailaba holgadamente dentro de la camisa. Si alguien lo hubiera observado con detenimiento habra advertido su creciente agitacin, mientras escuchaba las palabras del discurso inicial. Quiz no estaba habituado a hablar en pblico. Como era muy alto no necesit encaramarse a la piedra utilizada por su antecesor. Traa su discurso escrito, y cuando lo tuvo frente a sus ojos lo mir con una mezcla de miedo y asombro. "Mucho se ha hablado de Selden dijo, mucho... !" Pronto se vio que el ritmo de pronunciacin de sus palabras no era normal. Pareca descender confusamente en un vrtigo gutural, arrastrando los vocablos en una especie de montaa rusa. Cuando dijo "mucho" la primera vocal se prolong infinitamente, como si se hundiera en la profundidad de una catarata. Probablemente mojaba, como una catarata. Sus ojos grises, movedizos, miraban alternativamente al papel y al pblico y no poda saberse qu le produca ms desazn, si leer las lneas escritas o examinar las caras ptreas de la multitud. Despus de muchos altibajos e infinitos temblores, el hombre termin sus tres carillas, se sec la frente y desapareci. Haba hecho el elogio de Selden insistiendo en su frialdad, en su notable dominio del carcter, y en su morosa especulacin, cualidades todas que lo llevaban a no

arriesgar jams una decisin que no hubiera sido largamente pesada y

controvertida.

Cuando el tercer orador se adelant a hablar, el pblico ya estaba un poco impaciente. Se haba nublado de nuevo y muchos probablemente temieron que la lluvia repentina los alcanzara fuera de algn reparo. El da pareci entristecerse, con una tristeza falsa de crepsculo adelantado; entre los rboles pas la aguda queja del viento; las nubes, cada vez ms oscuras, declinaban hacia el Este. Cuando el tercer orador hubo pronunciado sus primeras frases una curiosa sensacin se apoder de muchos de los presentes. Pareca ese vulgar fenmeno de la atencin y la memoria, de resultas del cual creemos haber vivido con anterioridad una experiencia cualquiera. Era como si ese discurso ya hubiese sido ledo dos veces. El orador, mucho ms seguro que los dos anteriores, lea con tranquilidad, pero introduca la duda en el espritu de sus oyentes. Cuando termin hubo un instante de indecisin; Gram y Gravius hicieron un gesto y dieron a entender que la ceremonia haba terminado. La gente empez a retirarse y la viuda de Selden, llorosa, fue acompaada por Gram. Pronto no quedaron sino dos o tres grupos aislados, que hablaban en voz baja. Nadie repar en Flix Greitz, que haba presenciado la ceremonia desde corta distancia, trivialmente disimulado con unos anteojos negros. A su lado estaba Bilfinger, con una expresin de cansancio en su rostro. Ha visto usted alguna vez un guila de dos cabezas? pregunt Flix. No s a qu se refiere. Es una cosa casi increble continu Flix; inconcebible y lamentable. He conocido demasiado tarde algo ms extrao que un guila bicfala; el famoso ejemplar linfticosanguneo, el que desde ahora ser el inolvidable audazirresoluto, el que en adelante... Flix no continu, porque Bilfinger, hastiado, hizo un gesto e inici el regreso.

VLos cristales del restaurante de Victorio Blasutich estaban empaados. Desde adentro no se poda saber si la dbil luz que trasparentaban era la ltima de la tarde o la primera de la noche. De todos modos, dentro del recinto la oscuridad creca y los mozos se apresuraban a tender las mesas para la comida. El propietario, en mangas de camisa, iba y vena con botellas y vasos, aceiteras y vinagreras. De tanto en tanto, revisaba algn detalle, pasaba el repasador sobre una silla, o recomendaba actividad a sus ayudantes. Sin embargo, su agitacin no era meramente profesional y gastronmica. Uno de sus clientes, Flix Greitz, al que en cierto sentido haba llegado a considerar como un amigo, estaba en dificultades y problemas. Victorio ignoraba la clase y la magnitud de los hechos, pero los intua. Su perplejidad aumentaba porque siempre haba considerado a

Flix un hombre tranquilo, despreocupado de la poltica, propenso a la charla intrascendente entre plato y plato. Ahora lo vea ceudo, sentado en la mesa de siempre, con frecuentes signos de impaciencia en el rostro. Algo le haban contado a Victorio, sobre ciertas actividades polticas de su cliente, y los comentarios acerca de esto eran a veces contradictorios y otras francamente desfavorables. Haca una semana que Victorio, por discrecin, no se acercaba a la mesa de Flix. Adems, los amigos habituales de ste haban desaparecido desde la noche en que volvi al restaurante, tres das despus de ser puesto en libertad. La inquietud de Victorio aument al abrirse la puerta y entrar, junto con una rfaga da aire helado, el largo, plido y vacilante Tibor Bafnay. Cerr la puerta de un golpe, sacudi su sombrero, en el que haba algunas gotas de lluvia, y camin con sus pasos irregulares hacia la mesa de Flix. No haban pasado dos minutos cuando la puerta se abri de nuevo y apareci un individuo moreno, de gesto indescifrable, que entr decididamente y se instal en una mesa cercana a la de Flix. Como buen comerciante, Victorio se congratulaba siempre de la afluencia de gente a su negocio; esa noche, algo le haca desear que la inesperada afluencia no continuara. Un minuto despus de la entrada del hombre moreno, surgieron de la noche dos individuos con apariencia de obreros, que se acercaron adonde estaba Flix y Tibor. Saludaron a Tibor y luego ste los present a Flix. Y no se haban sentado cuando la puerta se abri nuevamente y entraron dos hombres ms, de aire displicente y tranquilo, que se sentaron separados, a distancias equidistantes de la mesa de Flix. Cinco minutos despus, dos nuevos parroquianos llegaron y tomaron ubicacin en distintas mesas. Victorio estuvo por formular en su cerebro algo as como una paradoja sobre el progreso atrasado o la prosperidad ruinosa, pero se abstuvo. Quiz no logr concretar una vaga idea suscitada por el hecho extraordinario de que antes de oscurecer su negocio estuviera en pleno funcionamiento. Alej, sin embargo, todo pensamiento intil, orden a los mozos mayor actividad, y se acerc con aire profesional y por turno a los recin llegados. Los dos hombres que Tibor haba presentado a Flix eran Janos Veres y el llamado Karl. Tibor se senta feliz de que le hubieran encargado entrevistar a Greitz y de su carcter de jefe de la delegacin. Desde 1940, cuando Peter Gram introdujo a Flix en el consejo del movimiento secreto, Tibor haba desconfiado de la capacidad y de la eficacia de los mtodos sugeridos por el nuevo adherente. Crea infundadas la fe y la simpata que Gram demostraba a su amigo; no le encontraba una base cierta, irrecusable. Por lo pronto, era un recin llegado a la resistencia, y mucho se poda decir acerca de su conducta. Despus de la invasin de Printania, que cost tantas vidas, Flix Greitz haba vivido tranquilamente en Londres, desvinculado de los grupos que trabajaban

por la liberacin; en los primeros meses de 1940 haba publicado un artculo en el Zeitung, insinuando que los invasores eran ms sensatos, organizados y progresistas que los invadidos y que comprendan mejor que stos los problemas del pas; en la primavera de ese mismo ao, poco tiempo antes de su repentina amistad con Peter Gram, varios diarios publicaron telegramas de una agencia americana, firmados por Flix Greitz, en los que se dudaba sistemticamente de la capacidad de reaccin del pas. Tibor, que empez explicando a Flix el motivo de la reunin, fue al principio muy mesurado y corts. Tena, a su entender, suficientes argumentos para confundir a su contrincante, pero no quera dilapidarlos y provocar una ria antes de haber averiguado algo por la propia boca de Flix Greitz. Usted ha sido uno de nuestros asesores ms eminentes dijo, meloso y nunca hemos dudado de su simpata a la causa. Pero usted sabe, la gente habla y vacil ligeramente, porque Flix lo miraba a los ojos, la gente murmura y el otro da... El otro da hubo una reunin donde yo tuve el honor de constituir el nico tema de conversacin... complet Flix con voz dura. Efectivamente. Se trata de saber, tenemos derecho de saber, en qu posicin est usted termin Tibor, con esfuerzo. Me parece que ustedes han planteado el asunto en una forma harto simple contest Flix, con calma. Una vez muerto Gesenius hay que averiguar si efectivamente fue un crimen poltico. Si lo fue, hay que aclarar si es la obra de un miembro de nuestra organizacin, o la de alguien que no comparte nuestra ideologa, o que no tiene ninguna. En este ltimo caso, a nosotros no nos interesa que el autor sea perseguido y condenado. Usted insinu que puede no ser un crimen poltico? pregunt Tibor. Puede ser un crimen privado o el producto de una intriga palaciega. En este caso tampoco nos importa que se persiga al culpable. Que nunca aparecer... complet Tibor suspicaz, mirando a Janos Veres y a Karl. Luego, como recordando algo bruscamente, agreg: Nos estamos apartando del problema. A nosotros no nos interesa que el autor de un crimen privado o palaciego sea perseguido. Queremos saber qu parte tiene usted en la detencin y torturas de muchos de nuestros amigos. Y en la captura de nuestro Selden dijo enfticamente Karl, hablando por primera vez. Estoy tolerando este interrogatorio dijo Flix, palideciendo porque quiero agotar los medios conciliatorios. Le voy a hacer, Tibor, una ltima pregunta. Si uno de los nuestros ha asesinado a Gesenius, pero despus, con su torpeza o su cobarda, est comprometiendo la causa, merece vivir? Usted no me engaa con sofismas contest Tibor, que estaba perdiendo la calma. Yo le contesto con otra pregunta: qu sabe usted del

arresto y la muerte de Selden? Flix Greitz lo mir. Pareca haber recobrado la tranquilidad y el color volva a su rostro. Con un gesto de irona contenida respondi: Cmo concilia usted los tres discursos en el entierro de Selden? Tibor mir a Flix con asombro; sus pequeos ojos corrieron de Janos Veres a Karl como pidiendo auxilio y luego, enredado en un caos de abatimiento e indecisin, empez a balbucear cosas ininteligibles. Pero Janos Veres, que no haba hablado hasta ese instante, dijo con voz de trueno: Usted no me confundir con palabras. Entreg usted a Selden o no? Si le gusta la franqueza, le dir que s respondi Flix, mirando fijamente a Janos Veres. El otro cambi de tono y con una voz repentinamente baja y fina, como silbando, dijo: Miserable! Lo voy a matar aqu mismo! y luego llev la mano al bolsillo interior del saco. Clmese! contest Flix con el mismo tono. Si usted me mata, no saldr vivo de aqu. Usted no me engaar ms! repuso Veres. Haba sacado su revlver y apuntaba por abajo de la mesa. Le doy un minuto para que rece sus oraciones! Ya las olvid repuso Flix, con afectada tranquilidad. Voy a aprovechar ese minuto para darle un informe. Ese hombre con cara de diablo que est a su izquierda no es un diablo, pero tiene una puntera endiablada. En este momento le est apuntando a usted. Y esos otros dos que estn a su derecha tienen ya hecha cruenta o imposible la retirada de ustedes. Puede usted matarme, Janos Veres, pero con eso mata tambin a su jefe Tibor Barnay y a su amigo..., su amigo... Cmo es su nombre? Janos Veres, sin volver el rostro, sinti la mirada de los tres hombres del servicio secreto. Con una mueca de infinito asco y rencor, volvi el revlver al bolsillo y dijo: Nos tiene en su poder... Qu ordena? Que se retiren contest Flix. Tibor se levant, con un temblor en sus largas piernas. Tom el sombrero de la percha y mir largamente a Flix, como si quisiera fijar sus rasgos para siempre, antes de alejarse. Janos Veres y Karl se levantaron tambin y siguieron a Tibor. El hombre de las cejas arqueadas y espesas y la cara de diablo mir a Flix, como si esperara una orden. Pero la orden no lleg: los tres hombres continuaron en sus puestos y slo se levantaron cuando Tibor, Veres y Karl estaban ya lejos de su alcance.

Captulo III

LA ALDEANA RUBIA

LA VASTA regin cubierta de bosques, pequeos valles y ros que se extiende al norte del pas haba ya sufrido los primeros fros y nieves. Esas interminables ondulaciones verde oscuro aparecan manchadas y estriadas de blanco; la escarcha brillaba en los arbustos y en los aleros de las casas, pero su brillo era triste. Era fcil imaginar la parte que le tocaba al cielo en el efecto general de desolacin que produca al paisaje. Invariablemente hermtico, sus nubes bajas, plomizas, con algn dbil reflejo crdeno o rosado en el atardecer, eran opresivas desde la maana, sin un atisbo ni esperanza de claridad. Cualquier cosa poda suceder bajo ese cielo. Sin embargo, la gente pareca otorgar poca importancia a esa pausa de tristeza meteorolgica. Siempre aclaraba en los primeros das de diciembre, despus de un mes de brumas y lloviznas; siempre el sol era puntual como la misa del domingo. Ningn acontecimiento, ya fuera agradable o siniestro, duraba mucho tiempo en la memoria de esa gente sencilla. Hombres y mujeres hacan un consumo vido y constante de sucesos y alguien pudo decir que digeran mal la realidad. Cierto es que no la transformaban en experiencia ni obtenan de ella ninguna otra clase de fruto. Por contraste, slo tenan memoria para lo legendario. Una maraa de mitos, que arranca de la Edad Media y se espesa con el tiempo, constitua la atmsfera religiosa y moral de la gente del campo y de las pequeas aldeas del Norte y del Este. Un candoroso patriotismo local sostena y alimentaba esos relatos fantsticos. Cada regin, cada pueblo, tena a su mito respectivo como el ms potico y autntico. Nunca se dio el caso de que alguien demostrara su espritu progresista elogiando una leyenda por su falsedad y su pura elaboracin intelectual. En la regin de Neustaadt, por ejemplo, eran sagradas las palomas blancas, en un culto mantenido sin interrupcin desde 1302. Segn la tradicin, la joven Berengaria, aprisionada por el desprendimiento de una roca, salv su vida gracias a una diligente paloma, que la aliment durante dieciocho das. La tradicin guarda un discreto silencio acerca de la cantidad de viajes realizados por el amable pjaro y no aclara si tal desgaste fue innecesario debido al hecho de que Berengaria coma como una paloma. En Gruber, hacia el sur, quedaban restos del antiguo respeto, mezcla de pavor y admiracin, conque los pobres eran acogidos el da de Navidad. Segn la leyenda, tantas veces apareci Cristo disfrazado de pobre ese da, que los pobres aprovecharon el milagro y se aparecan al atardecer en las puertas de los ricos, con caras mustias y plidas, pulcramente peinados al medio. Poco a poco cundieron la hereja y el sacrilegio, y se sospecharon poderes divinos en todos los pobres. En 1324 un abate desocupado estaba pintando un cuadro de la Virgen en la pequea iglesia de Drrstein. A los pies de la imagen esboz un diablo vencido, impotente y desagradable. La leyenda dice que Satans, truculento y

I

lleno de furor, amenaz con publicar ciertos secretos del abate si ste no lo embelleca. Atemorizado, el abate lo pint buen mozo. Poco a poco, a todos los hombres hermosos de la regin se les atribuyeron intenciones diablicas , y las viejas huan de ellos, en lugar de ser ellos quienes huan de las viejas. "En este hervidero de leyendas dice Hegesippe A. Croquebete, historiador, ensayista y humorista de origen francs (17241801) no se saba cul era la autntica, si tal adjetivo puede aplicarse al tema, y cul era la falsa. Algunos distrados no saban si estaban viviendo en la realidad o en el mito. Todo esto se complicaba con la tendencia general a festejar los aniversarios, las efemrides y los cumpleaos. Cualquier acontecimiento que caa en esa rueda incansable se transformaba al cabo de un ao en un mito que se pareca al hecho original como una naranja a su semilla. A los diez aos de un suceso se festejaban esos diez aos y, adems, el segundo aniversario de los primeros cinco, el cuarto de los primeros dos aos, y se aprovechaba la ocasin para designar una comisin honoraria encargada de festejar, al cumplirse dos aos ms, el tercer perodo de cuatro aos desde el suceso. Naturalmente, cuando llegaba esa fecha, se conmemoraba tambin el segundo aniversario del nombramiento de la comisin. La concurrencia de fechas no era la ms a propsito para evitar confusiones. Prcticamente era imposible establecer en muchos casos si la conmemoracin era por el hecho remoto, origen de ese vrtigo., por el aniversario de aqul, por el nombramiento de la comisin, o por algn suceso importante ocurrido durante los anteriores festejos. Esto ltimo trastornaba y ramificaba hasta el infinito el objeto de cualquier festividad. Unas veces se olvidaba el hecho inicial y se comenzaba a recordar otro; en otras ocasiones, en la imaginacin del pueblo se integraba el hecho nuevo con recuerdos del antiguo; algn historiador, finalmente, descubra nuevamente el hecho inicial y empezaba una era lateral de rememoraciones. "En esta confusin se produjeron toda clase de fraudes, pujas y trampas. Era famoso lo ocurrido durante aquel gran acto de gratitud nacional a un eminente jurista y hombre pblico, cuando se inaugur, en lugar de la estatua del eminente jurista, la imagen en bronce del secretario de actas de la comisin de homenaje. Cuando se descubri la superchera, se haban festejado ya dos aos de la inauguracin del busto y el hecho fue silenciado por motivos de disciplina social. Adems, ya todo el mundo crea que el gran hombre era el secretario de actas." El relato de Hegesippe A. Croquebete prescinde de referencias precisas y est ms prximo a un humorismo ligeramente siniestro que a la verdad histrica; su reductio ad absurdmn, sin embargo, nos ofrece un reflejo lateral de los hechos que no debiera ser despreciado por los historiadores del futuro. El hroe nacional, como se sabe, es San Eustaquio, y el origen de su patronato en el pas est vinculado a una leyenda. Hacia el fin del siglo XII, la

tranquilidad de ese pueblo, entonces eminentemente pastoril, fue turbada por una invasin de gigantescos osos que diezmaron los rebaos, mataron mujeres y nios y trastornaron el comercio entre las ciudades y el campo. Las manadas de osos demostraban una extraa cohesin y una disciplina impropias de esas feroces bestias; no tard en averiguarse la causa. En el corazn de ese ejrcito de pelambre negra y gris, actuaba un gigantesco animal amarillo, de cerca de dos metros de altura, segn unos, y ms segn otros, que visto al sol refulga con un brillo enceguecedor. San Eustaquio, que antes de retirarse a su refugio de la montaa haba sido cazador, le sali al paso un da tormentoso, nica forma de no verse encandilado por la bestia, y la mat con una flecha de plata. La paz volvi a las ciudades y los campos, y San Eustaquio fue reconocido como el salvador del pas. Segn las crnicas de esa poca, una infernal zarabanda festej el suceso durante varias semanas; se encendieron hogueras, a cuyas orillas el pueblo bail; nios disfrazados de animales y otros con flechas y espadas recorrieron interminablemente las calles cantando y bailando, como es habitual en Inglaterra en el Da de Guy Fawkes; en fin, una piel de oso, o varias pieles de oso rellenas con gneros y estopa, fueron quemadas en las plazas de todas las ciudades. La mascarada fue repetida durante siglos, el da de San Eustaquio, y aunque su sentido cambi ligeramente, siempre fue una expresin llena de fuerte sabor popular. Sufri, durante las guerras de religin, un ligero parntesis, pues algunas sectas negaron el mito. Los revisionistas, por ejemplo, tuvieron la osada de sostener que el oso no brillaba, que era de tamao natural y que ya estaba muerto cuando San Eustaquio le dio con la flecha de plata. A fines del siglo XIII, sus ltimos representantes fueron justamente aniquilados. La leyenda y sus festejos renacieron con renovada fuerza, tanto entre el pueblo como entre la clase aristocrtica.

IILa populosa mitologa rural no inclua al lago Rainer ni a sus alrededores; no quedaban all noticias de hadas ni de ondinas al estilo de La Motte Fouqu, y la tradicin oral era ms bien reservada y elusiva respecto a Lancelot y otros caballeros acuticos. Pero el lago era legendario en ese orden de ideas a que nos conduce la contemplacin de la belleza cuando nos parece demasiado alta para que no temamos perderla al instante. Quizs ms exacto sera decir que las aguas verdes y azules del Rainer producan el vrtigo de un abismo de claridad, ms arrebatador que el ms tenebroso secreto. El lago era verde en invierno, en un marco de nieve, y azul en verano; entre las dos estaciones sus aguas fluctuaban siguiendo la reflexin de la luz en sus ondas y los reflejos de su lecho de piedras, donde flotaban, como cabelleras verdes, extraas plantas parecidas a las algas marinas. En el suave pero extenso declive que conduca al agua, a la orilla de un

pequeo bosque de abetos, se alzaba el Hotel del Lago. Hasta 1935 haba sido residencia veraniega de Dagoberto II; luego, entregado a un consorcio extranjero, se convirti en un lugar de turismo y de juego. Era un edificio blanco, alargado, con tantas columnas que ms pareca un monumento que una residencia. Las columnas rodeaban la casa siguiendo la lnea de una especie de rambla o explanada cubierta. En cuatro de sus lados, escaleras simtricas bajaban hacia un jardn francs, que contrastaba con la vegetacin salvaje que creca a pocos pasos. Esa estructura blanca tena una altura de tres o cuatro pisos, pero a lo lejos se destacaba sobre el lago fantsticamente, con indudables y merecidas pretensiones de palacio. En verano se abran las puertas que daban a la rambla y la gente bailaba en sta y en los cuidados senderos del jardn. Segn la propaganda oficial, dirigida a promover el turismo, all se lograban los ms aplaudidos atardeceres y las ms intensas y embriagadoras noches de todo el continente. El turista, esa basta criatura que le ha puesto precio al crepsculo y que algn da inventar el modo de llevarse algn recuerdo vivo de la primavera, no tena nada que objetar a la propaganda oficial. Pero si en verano el paisaje del lago, y el de las montaas que lo respaldaban por el norte, era hermoso, en otoo era decididamente extrao y hasta sobrenatural. El viento soplaba apenas, el aire en calma era ms puro y pareca menos denso y el agua resultaba ms verde, en contraste con el tono gris de la vegetacin. Haba tardes interminables, que se diluan sin transicin de colores y durante las cuales nadie hubiera osado manchar la pureza del silencio; haba otras en que el crepsculo, desgarrado y suntuoso, pareca concentrar y dilapidar en un instante toda esa gastada prpura de que habla Mallarm. En una de esas tardes casi dramticas, la del trece de noviembre, para mayor precisin, la gente de los beaux quartien se concentr en el hotel para festejar la fiesta de San Eustaquio. La mascarada consiguiente iba a durar hasta la madrugada y los nimos estaban preparados para todo evento. En un terreno descubierto, cerca del bosque, lleno de maleza corta y de hojas amarillentas, fue erigida una enorme columna de troncos y pequeas ramas; sobre ella, un oso monumental, construido con minucioso verismo, esperaba la hora del sacrificio. A las seis de la tarde los primeros automviles aparecieron en el camino; el espanto de las avefras se tradujo en un agitado batir de alas hacia el bosque cercano, y la curiosidad de los campesinos en unas cuantas caras congeladas y unas narices rojas al borde de la carretera. A las nueve de la noche, los seis grandes salones del Hotel del Lago estaban llenos de una multitud abigarrada y bulliciosa. La gente se visti con todos los disfraces imaginables. Considerando la baja temperatura, alguien pudo pensar que el disfraz preferido sera el de oso, con lo cual se renda de paso un tributo emocionado a la tradicin; pero sta era la nica fantasa que las autoridades no toleraban, sin contar, por supuesto, la de utilizar el disfraz de

San Eustaquio. El motivo de esta restriccin es evidente; nadie ignora que en ciertos brutales y vesnicos festejos del pasado algunos hombresosos decoraron varias veces la pira simblica. Helmuth Bostrom lleg a las diez, cuando ya la mojiganga estaba en su apogeo. No vena disfrazado, pero su traje de general pareca ms inusitado y carnavalesca que el ms brillante de los trajes de fantasa. El morrin de gala, negro, contrastaba con su cara enorme y roja; la chaqueta blanca, irisada de condecoraciones, estaba cortada por atrs; el pantaln era azul claro, de ese tono que algunos llaman bleu Nattier. Este hombre insaciable apenas dio tiempo a que el pblico lo saludara. A las diez y cuarto ya estaba en el buffet, aligerando la provisin de barquitos con langostinos y mayonesa, ostras en hojaldre y pat de foie con tostadas. Como el personaje de Cyril Tourneur, pareca engendrado despus de alguna cena glotona, aunque era difcil imaginar que l pudiese engendrar algo despus de cualquiera de sus cenas. Al cabo de media hora de permanencia en el buffet, estaba tan abotagado y vencido que sus ayudantes debieron servirle interminables vasos de aquavit para reanimarlo. En el amplio saln dorado, el ms suntuoso de todos, triunfaba el lugarteniente Kulpe, cubierto de albas vestiduras; llevaba una guirnalda de hojas verdes y flores rojas en la cabeza y una lira en la mano. Si no era Orfeo, era alguna interpretacin nrdica del mismo; cinco o seis hombres con cabezas de animales lo seguan fascinados, con precisin mitolgica. Kulpe era rubio, delgado, con una nariz larga y los dos ojos muy juntos. En un rincn estaba Bilfinger, el pesquisa, disfrazado de aldeano del Norte, pero con tantas faldas, puntillas, polleras, blusas y rosados colores en las mejillas, que ms bien pareca aldeana. A las once se abrieron las puertas que daban a la explanada; la multitud que se apiaba en los salones se esparci por los jardines y esper bailando la ceremonia inaugural. El jefe del Departamento de Mitologa Didctica, dependiente del Ministerio de Instruccin Pblica y Religin, andaba muy ufano dando los ltimos toques a los preparativos para encender la pira. Era un hombre bajito, vestido con traje negro, pantaln corto y medias largas, blancas; como era muy delgado las medias le quedaban flojas y se le caan a cada instante. Corra de un lado a otro como una rata, saltando entre los canteros y agachndose para levantarse las medias, mientras organizaba a los espectadores en filas. Las orquestas callaron. Bostrom apareci por una de las puertas del palacio, rodeado de su squito y de un grupo de curiosos que admiraba su uniforme. A su lado estaba Hans Buhle, bastante preocupado y molesto con su disfraz de alquimista. Abrindose paso entre las filas de espectadores, que se desorganizaban a cada instante a pesar de sus esfuerzos, el pequeo jefe del Departamento de Mitologa se acerc y solicit la venia de Bostrom. ste hizo un ademn con su sable, como un jinete que ordena la carga de la caballera

ligera, pero el ademn fue tan dbil que ms bien pareci que ordenaba una ligera carga de caballera; el hombre pequeo, con las medias blancas ya completamente arrugadas, encendi la antorcha, salud, se volvi hacia la columna de lea y corri hacia ella, tropezando y bufando. Un enorme alarido surgi de la multitud; el hombre pequeo lleg hasta el borde de la columna y arroj la antorcha contra el alto parapeto simblico. Poco a poco, las llamas fueron lamiendo las paredes de la columna, hasta llegar al oso colgado en la cima, mientras los gritos y los cantos de la multitud atronaban el ambiente. Las orquestas reanudaron la msica, las notas del vals invadieron el aire hasta muy lejos en la noche y las parejas bailaron en los senderos y explanadas. En cada cruce de caminos haba un gran farol de colores, que revelaba un amplio crculo del jardn; sobre l flotaba una claridad mortecina, sombreada y rayada por los reflejos de la hoguera distante. En los salones quedaron pocas parejas, y algunos funcionarios. Entre stos estaba Kulpe, quiz porque la temperatura de afuera era demasiado baja para su tenue disfraz de Orfeo. De pronto Buhle apareci por la puerta del buffet. Por comodidad haba arrojado su bonete de alquimista y ahora pareca un misionero, o peregrino, o algo parecido. Caminando con dificultad con sus largas vestiduras, se dirigi a la ventana, donde estaba Bostrom. Qu novedad tiene? pregunt ste, a quien el champaa haba definitivamente reanimado y estaba chispeante y nervioso. Hemos detenido a todas las aldeanas, es