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Los XT argas V ila , por Fauno M0NTEV;DE0 ¿e V MBIílk DE 1910

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L o s

XT a r g a s V i l a , por Fauno

M0NTEV;DE0 ¿e V MBIílk DE 1910

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Bibliográficas

L ib r o s y fo l le to s r e e ib id o s

Cantos de Rebelión, por A le­jandro Sux. — Casa Granada. — Barcelona.

C uando se me anunció la ap a­rición del nuevo lib io de Sux, su­puse que éste, corrigiendo los de­fectos de que adolecían sus v e r­sos an terio res, d a ría al público si no un libro invulnerable, un ga­llardo volum en que revelara al menos un g ran esfuerzo de Ori­g inalidad . Sin em bargo,, no ha sido a s í : Cantos de R ebelión ha defraudado mis esperanzas. E n dicho libro como en D e mi yunque, el p rim ero que Sux publicó, no hay labor de a r t is ta ni siqu iera un rasgo de creador. Inspiración sí que la hay. Y ella m atiza en p a rte la palidez de todo el libro. Las influencias que se no tan en De mi yunque, en vez de haber desaparecido p a ra siem pre, re ap a ­recen en Cantos de R ebelión adem ás de o tras que han ejercido sobre Sux escritores de nu estra Am érica Así, por ejem plo, la poesía D elirio es un rem edo, me­jor aún , un calco del poem a De m i locura de A driano M. A guiar. E n su nuevo libro Sux no ensaya, pues, n ingún esfuerzo por supe­rarse . D iríase que ha tr a ta d o so­lam ente de escrib ir mucho p a ra d a r un grueso volumen. Y he ahí el e rro r que padecen no pocos es­crito res contem poráneos. P a ra des­taca rse en tre la m u ltitu d que can ta , no es m enester u n a vasta labor, sino un rayo de o rig ina li­dad que ilum ine cada u.na de. las pocas composiciones que se o fren ­dan al lector.

Sux rio escuchó las observacio­

nes que se le hicieron sobre su prim er libro. Y es por eso que ahora, no obstan te haber tran s­currido cu a tro años— tiem po sufi­cien te p a ra que un escrito r evo­luciones y m arche á crista lizarse —incu rre en las mism as fa lta s de su labor de p rin c ip ian te .

Excelsa (P oema del alma y del sexo), por Antonio G. de Linares. Librería de Püeyo.

Madrid.E xcelsa es u.na novela-poema

escrita con solic itud de verdade­ro a r t is ta é im pregnada toda ella de un su til perfum e de poesía. No su s ten tan sus pág inas n inguna tesis tra scen d en ta l ; t i novelista -—erótico y sen tim en ta l—como él se dice en el prólogo, concrétase solam ente á describ ir con gusto y sinc ridad un fragm ento de v ida, m atizando su narración de infi­n ita s bellezas.

A plaudo sin reservas á ese nue­vo novelista que ha conciliado, in te rp re tándo lo s hum anam ente, los divinos poemas del alm a y del sexo.

Voces del alma, por Ben­jamín Velasco Reyes. — San­tiago de Chile.

El joven poeta chileno ha re­unido en el folleto así titu lado diversas composiciones inéd itas unas y publicadas las o tras en re­vistas am ericanas. E n Voces del alma la figura de! poeta se es­boza apenas. O tros libros suyos más sentidos y sobre todo más v i­vidas. m arcarán la evolución de su ta len to a rtís tico -lite ra i io.

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R evista m ensual de a rte y sociología

Director-Redactor: Pérez y ‘Curie

Secretario de Redacción: Ovidio Fernández Rics

C U E R P O D E R E D A C C IÓ N

Julio Raúl Mendilaharsu — Corresponsal en Europa

Tuan Picón Olaondo—Montevideo.Francisco Villaespesa—Madrid.Manuel U fa rte —París.Enrique Olaya H errera—Bruxelas.T.uis -G. P rb in a—México.Rafael Angel Troyo—Cartago de Costa Rica. Guillermo Andreve—Panam á.Froilán Turcios—Tegucigalpa (Honduras).Santiago Argüello—León (Nicaragua).Arturo Am brogi—San Salvador.M. Moreno Alba—Barranquilla (Colombia).■liberto Sánchez—Bogotá.Miguel Luis Rocuant—Santiago de Chile.Pablo Minelli González—Rom a.Rosendo Villalobos—La Paz (Bolivia).Luis Correa—Caracas (Venezuela).Guillermo Lavado Isava—La Guaira (Venezuela). Remigio Romero León—Cuenca (Ecuador).Juan Guerra Núñez—H abana.¡osé de Diego—S an Juan de Puerto Rico.F. García Godoy—Santo Domingo.

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M>OUOP U B L IC A C IÓ N M E N S U A L

S e e n v í a l ib re d e p o r te

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S n el e x te r io r : pesos 2.20 oro

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Director-Redactor: PÉREZ ¥ CURISSecretario de Redacción: OVIDIO FERNÁNDEZ RÍOS

A d m i n i s t r a d o r : L U I S P É R E Z

R e d a o o i ó n y A d m i n i s t r a c i ó n : T R E I N T A Y T R E S , 7 2

AÑO V Montevideo, Abril de 1910 N.° 38

Paráfrasis

D e c o d o s e n la m e s a , l a m e j i l l aa p o y a d a e n e l d o r s o d e la m a n o ,v u e lv o á s e n t i r c o m o u n a p e s a d i l la l a c a l e n t u r a d e t u a m o r le ja n o .

M is o jo s n o te v e n , p e r o te s ie n toa v i v a r e l s o p o r e n q u e m e p o s tr o , y e s t á s t a n c e r c a q u e m e a b r a s a e l r o s t r o e l c á l id o p e r f u m e d e t u a l ie n to .

« ¡L a b o c a m i b a e ío t u t t a t r e m a n te ? » S o b r e l a s v iv a s p á g in a s d e l D a n te , c ie g o s á n u e s t r o i n s t in to , n o s b e s a m o s .

V i m o s u n a m i r a d a d e a g o n í a . . .E l l ib ro , m e la n c ó l i c o s c e r r a m o s . . .¡Y n o le im o s m á s d e s d e a q u e l d ía ¡

F r a n c i s c o V I L L A E S P E S A .

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Ju lio H m m y fte iss ig

No sin dolor, sin piedad, sin tristeza, acabo de ver por vez última al amigo muerto, al poeta cuya vida hoy se ha extinguido de una manera brusca, casi ines­perada. Allá en la cámara mor­tuoria acabo de ver su cabeza yacente. Está sereno, inmutable, como adormecido en uno de aquellos sus ensueños que en horas de éxtasis le alejaran de la tierra. No parece haber su­frido ni siquiera experimentado la visión fugaz del moribundo que presiente su fln, y ,sin em­bargo, él vió acercársele La In­trusa, él sintió horas antes de expirar como la muerte le roza­ba con su hálito helado, él vió allegársele esa misma muerte que al poeta tanto llenara de misterio, de congoja, de infinito asombro . . .

Envuelto en el sudario negro del ataúd y á la luz amarillosa de los cirios, hoy el poeta duer­me su último sueno: sus ojos azules cerrados para siempre hacia la Eternidad, el arco ama­ble de su boca contraído en un rictus acre, la comba frente nim­bada bajo las hebras áureas de sus cabellos nazarenos. Esta ma­ñana cuando me enteré por un diario matutino de la irrepara­ble pérdida sentí como un ano­nadamiento letal. Aquello colmó mi estupor, tan inmensa pare­cióme la infausta nueva.

Desde hace quince anos una afección al corazón retenía á Herrera en las alternativa^ do- lorosas de una existencia conde­nada. Las crisis eran tan agudas como repentinas, pues á veces le sorprendían en la calle ó en ple­

no trabajo intelectual. Y nada predecía el asalto. Un ¡ A h! an­gustioso acompañado de un mo­vimiento instintivo de lá mano del poeta hacia su corazón, de­nunciaba en ese instante á los presentes el brusco despertar del acceso. Entonces tornábase pálido, trémulo, nervioso. Luego, penosamente, reteniendo con su mano aquel prolongado y rui­doso latir de su corazón enfer­mo, el poeta buscaba en las di­gitales y en el « hada morfina » el codiciado alivio . . .

Y estas crisis de su mal que se manifestaban por un galope desbocado de su córazón enfer­mo, latiéndole fuertemente y an­gustiosamente como el sonoro tic-tac de un reloj cuj a marcha no es precisa, solía retener á He­rrera en el lecho por espacio de semanas enteras, hasta que, un nuevo suspiro musitado por el poeta, predecía que en un re­torcijón doloroso la sangre ha­bía logrado hacerse paso nue­vamente á través de las arterias imprimiéndole al corazón su marcha regular y rítmica.

Pero hoy á las tres de la ma­ñana el acceso sobrevino, y á las seis, ó sea tres horas más tarde, Herrera y Reissig habla expirado entre el cariño y las manifestaciones de dolor de to- dos les suyos.

Ha despertado en verdad un unánime sentimiento de pesar la pérdida de este bardo cuyo estro exquisito supo auscultar en la belleza contemplativa el alma vibrante de las cosas y la dulce armonía del verbo. De imaginación fastuosa, ebria de

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luz y resplandeciente de colo­rido ; de potencialidad robusta, de concepción amplísima y feliz, Herrera y Eeissig concibió poe­mas consagrados, sonetos delica­dísimos de fino arte que se ca­racterizaban por su sentimiento puro, por su gracia amable y por su verdad sentida y honda­mente interpretada.

Desde el genio cósmico de Hugo hasta la sutileza espiritua­lizada de Mallarmé, desde la vi­sión macábrica de Baudelaire hasta la .gracia fina de un deli­cado encantador de corazones, desde el simbolismo etéreo y va­garoso de un ultra-modernista hasta la sencillez plácida y se­rena de Theócrito y Virgilio, sus versos, dijeron del Amor y de la Vida, todo lo más luminoso y más sombrío. El amó de La­martine sus entusiasmos líricos y de Samain sus bellezas ideo lógicas. Fué amable para la mu jer é irónico ante el prejuicio ó el convencional error. Sus poe­mas cantaron á la naturaleza en todas sus faces multiformes. En su paleta augusta, de ma­go hechicero, él esfumó cielos azules de una luminosidad ar­caica; diluyó crepúsculos de oro vivo veteados de záfiro y de ru­bí; hizo vernos amaneceres diá­fanos y noches lunares constela­das de astros en las que idilios lügareños respiraban santidad; ahulló con la tempestad y se adormeció en el silencio, porque su alma, pante'sta y vibrátil, su­po intensificarse con el pájaro que trina, con la nube que esbo­za su leve cendal, con la fuente que arrulla, con la. ola que abo­fetea, con el rayo de sol que di­ce de alegrías lozanas, con la sombra que acecha, con el á r­bol cuyo ramaje pone su nota alegre sobre el azur, con la flor

que emana vivacidad y aroma.Y la prosa de este lírico no

fué menos feliz. Artículos de crí­tica ungidos de una originalidad muy personal puesto que se her­manaba maravillosamente á su temperamento único, cuentos hermosos, narracionés intere­santes, vieron con frecuencia la luz en el periódico y en la re­vista.

Fué incansable su labor. En la soledad de su existencia él tra­bajó con el ahinco de los infati­gables y la santa fe de los ilu­minados. La obsesión de dar fin á un trabajo le asaltaba en la calle y en el mismo lecho. Más de una vez su sueno fué inte­rrumpido para coger febrilmente la pluma y dar término á una estrofa abandonada á medio con­cebir. La palabra tenía para él todo el iris del prisma y el valor de una presea. Fué un artífice no superado en e! engarce. El hallazgo de un adjetivo justo é insustituible le producía entu­siasmos de esteta y alegrías de niño. La redondez armónica de una frase le acariciaba como una forma impecable de sensualidad serena. Sus versos pasaban por el cincel de un virtuoso donde ninguna aspereza lograba esca­par á su oído sensible y á su vi­sión clarovidente. Un simple de­talle, una duda molecular, una disonancia sutil é inadvertida para profanos oídos, le atormen­taba sumiéndole en cruentas vi­gilias. Y es que Herrera y Eeis­sig detestaba la vulgaridad, -la frase común, el «cliché» mano­seado por las mediocridades. Un lapsus en la impresión de sus trabajos constituía la mayor afrenta que se le pudiera hacer, á él, cuyo corazón era sencillo, y dulce, y benevolente. Luego, cuando en mitad de su labor un

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mandoble traicionero de su en­fermedad le obligaba á buscar en el reposo el alivio necesario, entonces una duda dolorosa y un anhelo febriscente le asalta­ban.—«No quisiera morir,—de- cia,—sin antes haber terminado esta página! » —Y era esta, su ex­clamación, como un ruego im­plorante, como el deseo póstumo de un condenado á muerte cuyo pedido no es posible denegar, como una protesta sórdida hacia la fatalidad ineluctable y acep­tada, como una clemencia final, como una súplica, como una gra­cia postrera, mezquina, irrecha­zable. ..

Su iniciación fué temprana. Un misal amoroso recogió sus nubiles ofrendas de iniciado. En La Razón vieron la luz aquellos sus versos que le vislumbraron poeta: «Oriflamas», «El sauce», «Naturaleza» y la «Oda á Espa­ña». Su primera y única obra aparecida en forma de libro fué el «Canto á Lamartine». Después de estos trabajos una evolución hacia el refinamiento de la for­ma y el super-engarce del voca­ble le atrajo la incredulidad de las muchedumbres y la admira­ción de los estetas. En La Re­vista aparecieron «Tus ojos», «La musa de la playa», «Epita­lamio», «Holocausto», «Wagne- rianas» y los «Conceptos de Crí­tica». En el Almanaque Artísti­co, que dirigí y sostuve durante tres altos, Herrera y Eeissig pu­blicó «Las Pascuas del Tiempo», «Ciles Alucinada» y algunos so­netos brillantes, y, traducidos expresamente por él para esa misma obra, «Nina», de Zola; «Una carroña», de Clarlás Bau­delaire y «El sueno de Canope» de Albert Sam ain. En Vida Mo­derna, en los almanaques de Peusser y de Pri eto que se edi­

taron en Buenos Aires, é igual­mente en infinidad de revistas y periódicos del país y del extran- gero, Herrera y Reissig colaboró con asiduidad. Son también co­nocidos sus artículos de crítica á propósito de «Sueno de Orien­te», de Roberto de las Carreras, de «Letanías Simbólicas», de Cé­sar Miranda, y de «Mujeres Fla­cas» de Paul Minely. El prólogo á «Palideces y púrpuras», la obra de López Rocha, es una bella página analítica de esa literatura evocatríz, á veces difusa, pero hermosamente rara que perso­naliza á los modernos simbolis­tas. Son curiosamente exóticas sus décimas tituladas «Desola­ción absurda». Entre los asiduos del cenáculo, fui de los pocos que tuvieron la oportunidad de conocer el bello prólogo que es­cribiese para una obra del inspi­rado poeta de La Plata Oscar Tiberio, libro que ignoro porqué causas dejó de aparecer. Una página sobre Andrés Demarchi, el creador de «El Enemigo», y otra sobre Ulises Favaro, le va­lieron muchos elogios. No hace aún un ano y en ocasión de des­cubrirse la placa erigida á la memoria del cantor de nuestras tradiciones camperas, el llorado don Alcides De María, á Herrera le cupo pronunciar la oración fúnebre inicial de ese acto. Pero sobre todo como sonetista fecun­do y perfecto su modalidad fué saliente. Allá en aquel tradicio­nal armario, que fué para el poeta biblioteca y ropería, boti­quín y secretair, él llegó á guar­dar más de doscientos sonetos imaginativos, bucólicos y pasto­riles, todos ellos de una forma impecable y de una veracidad humana.

Mas su labor no sólo está ahí. Aun quedan muchas produccio-

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nes inéditas que junto con otras ya publicadas, pronto verán la luz en sus «Peregrinos de Pie­dra» , obra á medio editar, pues­to que la muerte ha sorprendido á Herrera, cuando daba los últi­mos toques á las pruebas de la impresión ¡Qué destino implaca­ble el suyo! Ni siquiera le fue dado ver recogidos amorosamen­te en un volumen las maravillo­sos preseas de su talento! Y esta ambición, muy justa, que acaso encarnó uno de sus ensue líos más caros, le fué denegada ya en las postrimerías de su ruta...

La vida de Herrera y Reissig fué una odisea múltiple en sen­saciones de todo género. Una idiosincracia exótica le distin­guía con rasgos propios de un personalismo poco común, atra­yéndole simpatías espontáneas ó adversiones pueriles, xtl aspiró del Placer las sutilezas más abs­tractas y del Dolor sus más cruentas desdichas. Conoció las abundancias y las privaciones. Fué un peregrino impertérrito de la Vida, un camarada senci­llo, un bohemio delicioso que en mitad de sus pobrezas nunca dió al oro más valor real que el de su brillo áureo, al igual de una partícula de sol chispeante ! . . .

Como artífice él fué un se­diento de Belleza. Soñaba con París y amaba á Grecia con la fe de un helenista. Las mara­villas contadas del Louvre, los tesoros fabulosos del Vaticano, las telas de Ruben, de Goya, de Velázquez, de Murillo, de Ra­fael y de Salvador Rosa; las es­culturas del Partenón y del Acró­polis; las ruinas de Roma, de

Egipto y de Atenas; las curiosi­dades de la India y del Ganges, en fin, todo aquello que para un artista ecléctico es poesía deli­ciosa y sensación perdurable de belleza eterna, le evocaba ensue­ños, ansias infinitas, divagacio­nes entusiastas de ver, de palpar, de admirar. Y sin embargo, to­dos estos deseos no llegaron para él á más allá de lo intangible!

Allá en «La Torre» el supo congregar á s u alrededor á una pléyade de intelectuales quienes hoy llorarán su muerte. En aquel santuario del Arte, en aquel poé­tico mirador donde grabados de Doré y retratos de poetas exor­naban pintorescamente los mu­ros, divagué con Herrera horas de amistad inolvidable. Allí el sol del éxito resplandeció sus rayos y las sombras del desas­tre nimbaron tétricamente la derrota de los vencidos. Allí es­peranzas y desilusiones se con­taron sus cuitas en fraternal anhelo. Allí crepúsculos de oro y grana empurpuraron los vi­dríales en la serenidad augusta de la hora taciturna, haciendo sollozar corazones y sonreír á la esperanza, en tanto, allá abajo, muy cerca del paisaje marino y á treinta pies de profundidad, la metrópoli zumbaba su laborioso colmenar humano.

Y así fué Herrera un héroe y un mártir, un retraído y un noc­támbulo.

Sobre su tumba, yo depongo una siempreviva de amistad y una rama de laurel simbólico.

J uan PICÓN OLAONDO.Marzo 18 de 1910.

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Va som bra cruelPara Apolo

A Pérez y Curis.

En la pupila azul de aquel ocaso vino una sombra en duda, desde lejos- desde los cuentos, desde « a llá más lejos » ; desde que no hubo flores en el vaso . . .

En la intangible estela de su paso fruncieron los obscuros entrecejos, las alam edas de los parques viejos que sentían la ausencia de otro paso.

Y esa sombra, fue una pollera negra, como una la rg a cam panada negra de un cam panario en ruinas, cuasi negro,

una pollera que arrastró una enferma en todos los destinos, yendo enferma de santidad como un pájaro negro.

E. LASCANO TEGUI.

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í k “ El libro de i)oras”

Q u e a p a r e c e r á p r ó x i m a m e n t e e n P a r í s

Para Apolo.

Cabe la sutileza de la hora tranqu ila , llena de aromas vagos y de música blanca, una adm irable rosa floreció en tu pupila, y en tu frente serena fué cada vez más pálida.

Cantaban en la noche los dulces ruiseñores con voz Inim itable su canción preferida, murm uraban las fuentes, languidecían las flores, y era santa la luna como una eucaristía.

Yo perseguía en la suave comunión del momento; la dulzura Indecible de Ingenuos pensamientos. . . y mi alma fué harmonlosa como una estrella clara.

Tú seguías la Inmensa floración de los astros, una sonrisa tenue era luz en tus labios, y en la flo r de tu mano temblaba una esmeralda .. .

II

Con un azul extático y cobarde, se humedeció de am or el combo cielo y en las extenuaciones de la tarde, se escucharon las arpas del silencio . . .

Tus ojos pensativos, que Dios guarde, abrieron sobre m i alma sus deseos, m ientras el sol en un postrer alarde fué á caer como un pájaro á lo lejos.

Siguiendo los ejemplos crista linos de mis versos, tu gusto vespertino, una canción sintetizó en tus labios.

Tus manos blancas destilaron m ir ra . . . y así como una lámpara encendida, palideció tu cuerpo en el ocaso.

París MIXCIX.Fernán Félix DE AMADOR.

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ftltna <U Idilio y Rimas Sentimentales

De *El Diario» que se publica en Santiago de los Caballeros {Santo Domingo), reproducimos el juicio siguiente:

En estos versos rebosantes de imágenes de suave y melancólico colorido, de factura netamente modernista, plenos de anhelos y ensoñaciones, ha marcado hon­damente su huella un alma do­tada de exquisita sensibilidad, en la que con frecuencia vibra con cierta intensidad la nota de un erotismo noble, de urdim­bre delicada, que no se solaza morbosamente ante ciertas cosas de pronunciado carácter sensual que suelen muchos sedicientes poetas poner á flor de mirada con vivo y malsano regocijo. La inspiración de Pérez y Curis, el inteligente director de «Apolo», la preciosa revista montevidea- na, se encauza por rumbos más serenos y luminosos. Su musa es casta. El deseo, impetuoso y ve­hemente, no pone en ella llama­radas de incendio. Pérez y Curis es un poeta muy subjetivo, que ve siempre las cosas de una ma­nera muy personal y muy pro­pia, en una forma muy artística, en que hay combinaciones mé­tricas y rítmicas que tienen como un agradable matiz novedoso, y en que ciertos vocablos flaman­tes ó perfectamente remozados que esmaltan el lenguaje poético le habrán sin duda merecido la acerba censura de ciertos dómi­nes de palmeta para quienes el idioma es como cosa sagrada, intangible, que perdería^ mucho de su esencia divina con pala­bras nuevas, con más abundante léxico, como si pudiera conde­nársele á perpetuo estancamien

to. Los idiomas, como todas las formas en que se refleja la vida, se desarrollan y viven siguiendo fases de caracterizada evolución, procesos de integración y des­composición como puede pro­barse fácilmente. . .

En Alma de idilio canta el poeta:

Anfora inagotable, la m añana,La infinitud del é ter fragancia,Y en la floresta hay una algarabíaDe púrpuras trem antes. Es la grana

De las rosas joviales. Una anciana—Coge flores enhieftla todavía,Y el sol un copo de su luz le envíaQue va á besar su cabellera cana.

En la serena limpidez del cieloH ay arrebolam ientos de eglantinas ;En el am biente un trémolo sonoro,

Y en el ribazo azul del arroyueloQue baña la floresta, las divinasAromas fingen lentejuelas de oro$

De Rimas sentimentales, entre otras composiciones iguales ó mejores, escojo este bello soneto:

MIS EXSUEÑOS

Mi huerto es una penum bra eterna Donde florecen, len tas y frías—Cual en el borde de una cisterna, P átina y musgo—mis nostalgias.

Muere la tarde callada y tierna ;Y en tanto me hablan sus lejanías, Miro en mi huerto : penum bra eterna, Cómo se esfuman las ansias mías.

Sueños, ideales, dicha rem ota: Vuestro im palpable perfume flota Todas las tardes en torno mío . . .

Pero en invierno se hacen las noches Foscas y am argas como reprochesY mis ensueños m ueren de frío ’.

F. GARCÍA GODOY.

Santo Domingo—1910.

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Be rod illas

Suave forma que cruzas por mi vida como el alm a errabunda de un ensueño ; oh . adorable quim era con que sueño, en noches de ignorado padecer:N.i¡i tus ojos cu los ojos míos |>or devolverme la perdida calina. y alum bra las tinieblas en que el alm a implora de rodillas tu querer !

Sufre calladam ente su tristeza el corazón, latido por latido, y ya es hora que sepas que he vivido muriendo desde el día que te vi • no esquives, pues, la luz de mi m irada, se mas dulee, más buena y compasiva que yo sabré quererte m ientras viva con toda la ternura que hay en mí.

Mis penas — taciturnas mariposas — agrupanse á la luz de tu recuerdo, m ientras llorando mi dolor me pierdo en la región incierta de la fe.Siempre, siempre buscando tu m irada lie de seguir las huellas de tu paso, y de mi tris te vida en el ocaso, bendiciendo tu nombre moriré.

elT.,nhr.dieuPI¡éS que mi vida h«ya cruzado el umbral de la muerte que la espera, tras el breve pasaje por la estera de este mundo sin luces ni arrebol, notará de tu ser en lo más hondo

Para Apolo

la vibración de mi doliente queia como el destello que en la tardé deja después de hundirse en occidente, el sol.

Porque tienes del canto la arm onía, a i o z la , Inefable transparencia, i *a , n*a Madona la clemencia, l a dulzura del niño que se f u é . .Kres como la luz que en la pupila queda grabada con destellos rojos y aunque se cierren á la luz los oj¿s en la penum bra cin tila r se ve.

Yo vi un día tu im agen soñadora y en el alm a quedóse prisionera como una inm aculada ave parlera que inunda con sus trinos mi pasión.la í? r i4 l pf,Í?S°r aa qUe en el Pecho vib™ la lírica efusión de su garganta, si por desdicha m ía solo eanta a expensas del enfermo corazón ?

Tú no sabes que sufro lo indecible £ ? V1Vlr co,mo un Paria me condenas ; todas mis aleg rías enajenas, ya ni tengo el derecho de v iv ir • que no es vida la vida que soporto en esta proscripción desventurada: i Ilum ine la luz de tu m irada la horrible lobreguez del porvenir!

J osé VIAÑA.

LA USINA TRASATLÁNTICA — MONTEVIDEO

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Iz2 —

l i te ra to s jóvenes de Colombia

M- JV Ioreno A lb a

Recio de cuerpo y musculoso; cabeza grande redondeada; boca pequeña; frente amplia y ligeramente convexa; ojos negros de mirar duro y penetrante, es, este poeta, acróbata y comerciante á la vez.

Tiene voz sonora y agradable y sus palabras bien pronunciadas, una entonación oratoria. Habla como declamando.

Nació muy cerca de la industriosa ciudad del Caribe donde re­side habitualmente.

La obra literaria de Moreno Alba es corta, porque cortos son los años de su vida ; pero es suficiente para haberle merecido fama en la literatura contemporánea. Cualquiera revista artística se honra hoy con la firma de Moreno Alba.

Su verso robusto y elegante viste casi siempre una ¡dea profunda de pensador genial.

Así cuando dice :

« Tu dogma inaccesible no rec ib ió la herida del análisis crudo . . . ni el beso de la Vina . . . •

« Porque si perpetuando la raza de los hombres dais pábulo á la pena bajo sus varios nombres, según el erudito filósofo germano,tam bién en vuestro alegre, glorioso predom inio reside, ajeno á todas las formas de exterm inio, el vigoroso germ en del espíritu humano. »

Pero es también á veces exclusivamente artista y le atraen las mujeres jóvenes y elegantes que visten á la moda y usan Cainia ó extracto de Chipre :

«N úbil modelo de coquetería, ella conoce del plegado encaje y de la crem a pasam anería para contraste en el color del traje

Consciente de su grac ia fem enina viste el surah tornasolado y rico.Y es adorable cuando el ta lle inclina para donaire del porta abanico.

M uestra la mano de color de rosa un anillo de pálida esm eralda cuando, con intención pecam inosa se recoge los pliegues de la falda.

Moderna musa de la aristocracia que idolatra la curva de sus flancos, Polim nia de la moda y de la gracia con m edias negras y chapines blancos.

En ocasiones la sangro; castellana de sus mayores cobra un fugaz predominio sobre su espíritu de hombre moderno y,

« la antigua fe perdida sus alas desentum e »

y canta entonces al humilde crucificado de Galilea:

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«Jesús es como un astro, Jesús es como un lirio . . . La bárbara y blasfema corona del m artirio apenas si en su frente dejara cicatriz.Mostró la faz profunda de todo cuanto existe, y en el heroico gesto de una dulzura triste lo contempló la tarde doblada la cerviz.

Por el que cam inara sobre «leí T iberiades ; ante la sombra muda de todas las edades, —conjurador solemne del agua y de la luz - podrán pasar los siglos . . mas siempre los humanos adorarán las puras, las enclavadas manos del taciturno y pálido Poeta de la Cruz».

Ahora escribe un poema de grandes alcances: «Oro de Sol',» que prologará Arturo R. de Carrie irte. Es un canto de la virgen tierra americana en el cual se sienten los estremecimientos de la selva combatida por los huracanes, se oye el bramido del tigre y el magnífico mugido del toro padre en celos. La publicación de este bello libro lo pondrá de hecho, entre los más distinguidos porta- liras modernos.

Pero si como poeta Moreno Alba tiene un porvenir halagador, como prosista es mediano. Casi cursi. Demasiado limada y repuli­da, su prosa se torna amanerada. En ella sacrifica muy frecuente­mente el pensamiento á la forma. Cuida más de la rotundidad del período que de la compresibilidad de la frase.

Sus cuentos, sin atractivos ideológico ó psicológico, calcados so­bre temas exóticos en este medio, son insulsos. Esas escenas de boudoir de los decadentes franceses se tornan en cadáveres al pasar por su pluma.

Pero Moreno Alba tiene mucho talento y sabe preferir sus versos. Escribe muy poca prosa.

Lástima que el ambiente de mercantilismo de la New York colom­biana vaya á pervertir el gusto y el talento de este exquisito y jo ­ven poeta colombiano.

G. PORRAS TROCONIS.

fle “ Las H oras”P a r a Apolo

Paseo ansiosam ente por tu acera m irando la cerrada celosía . .E sta noche he pensado :• Hoy me ab rirá ; veré su m anecitadescorriendo el visillo ;veré sus ojos, que á la calle m iranpara saber si estoy ; y luego . . . y luego,un crujido s u t i l : la celosíase abre á dos lados, cual si fueran alaspara el am or nacidas ;asom ará su cabecita rubia ;llegará hasta mi alm a su sonrisacomo diciendo : avanza ;aquí estoy ; te he esperado ; date prisa.E iré, nerviosam ente ;

le ofreceré estas rosas de la India que para e lla he cogido y que aprisiona el rojo lazo de una roja cin ta . . . »

E sta noche he pensado como otras tan tas, en tu celosía, siempre cerrada para mi deseo, siem pre ce rrad aá mi esperanz \ ín tim a . . . ¥ me vuelvo, sabiendo que á la noche siguiente iré, llevado por la misma ilusión de que acaso me abras tu cerrada celosía . . .

Lorenzo VIGENS THIEVENT.

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V I R G E N H I S P Á N I C A

La he visto cuando dormían Los arrabales. . . El alba, Predilecta confidente De las flores solitarias, Puso en el rostro de aquella Jovial elfina de Hispania Los rosicleres joyantes De su sonrisa de nácar.Sangre y fuego de las rosas De luz su labio derrama,V su labio es un cendal Muy cálido que no empañan Las congojas que torturan Ni las perfidias que matan El sentimiento amatorio De la cítara del alma.¡ Y es la rosa de Provenza! ¡Sangre y luz de la mañana!La vi cuando su primera Sonrisa de oro perlaba El sol, é iba animándose La flora de la sabana ;Y en el odorante y amplio

A Miguel Luis Roeuant-

Sendero de las acacias Una pareja de alondras . Su epitalamio cantaba.\ ahora, bajo un fogoso Mar de lumbre meridiana, v uelve al hogar lentamente Por las avenidas áureas; Y su veste de batista Con lentejuelas de plata Viene ungida del perfume Que de las frondas emana.¡Pobre virgen! ¡Cómo mueren Los crepúsculos del alma! Ya no mecen su cabello Las brisas de la mañana! Candentes irradiaciones Sus morbideces abrasan,1 en sus ojos hay connubios De sonrisas y de lágrimas.¡Pobre rosa de Provenza! ¡Sangre y.luz de la mañana!

PÉREZ Y CUR1S.

A V EN ID A 18 D E JU L IO - M ON TEV ID EO

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Como á m ujcv a lg u n a . . .Para Apolo.

I

Me dicen tus pupilas, fulgentes y amorosas, que hay mundos de ternura nuevos en su interior, brindándose al secreto de otras más ardorosas para envolver sus ansias en un mismo fulgor.

Que ha tanto tiempo aguardan nostálgicas y solas, la llama de un espíritu gemelo á quien amar, y esperan incansables, brillantes como aureolas, las hermanas ausentes que sueñan adorar.

Que ha tanto tiempo anhelan quemar sus negras alas en vano, sin que puedan su inspiración lucir, quien sabe si en castigo de sus soberbias galas, ó acaso por su inmenso deseo de vivir.

Perdidas en un suave deleite no alcanzado, consumen su esplendente reflejo sideral, sufriendo las nostalgias del amor tan soñado, opresas en las redes que tejió su ideal.. .

II

También las mías sueñan, amar al espejismo que ocultan las pupilas enfermas de esperar, y perderse en el hondo misterio de ese abismo, logrando así el tesoro de su extraño mirar . . .

Si acaso en sus desvelos, Azema, tus pupilas, presienten que está cerca la luz de su ilusión, si se miran mis ojos en sus aguas tranquilas, verás como por ellos se asoma el corazón . . .

Deja, pues, que confunda nuestra idilio la luna, é iluminen sus rayos, nuestro encantado Edén, que yo he de amarte tanto como á mujer alguna, jamás he idolatrado con tanto amor, mi bien...

Carlos María DE VALLEJOM ontev ideo , 1910.

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— 126

f t l l ’an im a m iaP ara Apolo.

All' Egregio Dr. Joaquin de Salter din, affettuo sámente.

S e n e l l a V ita u n ’a p g i n e - a v r a n n o le s v e n t u v e ,E s e i g a g l i a r d i s o g n i— s o z z a n t i eo lle d u r e T r a v e r s i e d e l d e s t i n o — p e r l ’a n i m a i r r e q u i e t a P u r n o n s a r á d e l i r io — a n i m a m ia t ’a e q u ie t e . . .F r a g li s p a z z 'f d i e o b a l to ,— a l t a l a s s ú n e l e ie lo ,A r d e u n a n u o V a f a e e ,— e a d e u n f u n e s t o v e lo ,E f u p e r q u e l l a f e d e — e h e t i t e m p r ó i d o lo r i r i e l l ’o r a d i e a l ig in e — p r i v a d i e a r m i e f io r i ,S e d i l a s s ú , d a l l ’a l t o — t o r n a e o n n u o v o m a g g io R s o r r i d e r l a v i t a ; — e t u n e l f a r l e o m a g g io T e r s e le a m a r e l a e r i m e — a q u e l e h e fu r iv o l to P ie o n o s e e n te e s e l a m a : — « T u m ’i n s e g n a s t i m o lto » .

J i a a v a n t i , a v a n t i s e m p r e . —S e n e l e a m m in o a n e o r a T i s i p a r a s s e i n n a n z i — u n a n o v e l l a a u r o r a ,P a l l id a , m a p u r d e n s a , — d i p iú g r a n d i Id € a li ,Di lu e e e s e i e n z a á v i d o — s p in g i p iú a v a n t i l ’a l i .F in o a g l i e s t r e m i sp a z T — s o t to a i f u lg e n t i r a i , p i n e h e l a V ita h a u n f r é m i to — d e b ! n o n t ’a r r e s t a m a i . A v a n t i , a v a n t i s e m p r e — n o n s o f f e r m a r e il p ie d e , P e n s a , e h ’il te m p o — a l t r o q u a g g iú n o n r ie d e JVIa f a n n o f a e i l b r e e e i a — le l a e r im e e il d o lo re ,O v e m a n e h i u n a fe d e , — aV e m a n e h i l ’o n o r e C o n l ’o n o re e la fe d e — a l l ’u m a n a v i r t u d e ,A l la v o r o e d a l g e n io — n e s s u n la V ia p r e e lu d e .

G. M O U A .

l a agonía dct PrincipoP a ra Apolo.

Un día llegó un viejo, muy viejo, hasta el Palacio de un príncipe nocturno que moría en su lecho, sintiendo en el abismo turbado de su pecho el beso de una estrella, perdida en el espacio . . .

«Y el viejo dijo ¡ «Tra igo, en mi búcaro terso un bálsamo divino para cu ra r tus males.Será como una de esas maravillas astrales, para tu alma vencida por los ritm os del Verso»

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El moribundo príncipe apuró la bendita esencia . . . La silueta de la santa Afrodita, trasm igró sus encantos á un Patriarca abatido . . . Se dibujó en sus labios una frág il sonrisa y en el m isterio austero de la tarde indecisa se quedó aquel Patriarca blancamente dormido . . .

JUSTO DEZA.

SoledadP a r a Apolo.

¡ Qué triste está mi alma, qué melancólica,Cómo extrafia tus risas, tus frases buenas,Vive aún con los besos que dió tu boca V hasta con sus caricias ardientes suelta!

¡Qué largas son mis noches, que paso á solas En extraho coloquio con las estrellas.Voy viviendo cual planta que enferma brota,Voy viviendo cual planta que vive enferma!

Siento muchas nostalgias dentro del alma,Nostalgias de caricias, pues mi morena Ya no arranca los tristes á mi guitarra,Ni ya suenan pausadas las habaneras.

Ya en los arcos sombríos de sus pestañas,No contemplo extasiado sus finas hebras,Y los claveles rojos de mis ventanas No nacen ya como antes para sus trenzas.

Por los campos hay flores — mi castellana —He visto golondrinas — es Primavera —Mas en el pecho mío y en toda mi alma,Reina siempre el invierno de mis tristezas.

Y ese invierno en que vivo; toda su escarcha Va dejando implacable sobre la senda En que vaga mi vida, mi vida amarga Que avanza tras tu sombra, mas nunca llega.

Yo no puedo olvidarte, — la caravana —De tu recuerdo eterno, callada llega;Yo la siento, la sigo con la miradaQue se pierde. . . volando tras de sus huellas! . . .

Fernando SILVA VALDÉS.

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GloriaEco lie rim as m oiu la ias Al crio de una m ujer,Cabe las reglas balaustradas: Nombra las aves extraviadas De mis ilusiones de ayer.Estela de intimo perfume Que al pasar deja una mujer,Y embriaga y presto se consume: Que tu recuerdo no se esfume Hoy gue en mi vuelve a florecer.

Mirada plena de deseo En gue arde un alma de mujer Y en cuya gloria fugaz creo: ¿Qué silencias cuando sondeo El alma de tu atardecer?

Eco, estela, mirada,Vuestra gloria es a s i:Bella como una bada,Frágil cual la alborada. . . Pero perdura en mi.

PÉREZ Y CURIS.

l a Fe( JV Iono logando)

P ara Apolo.La fe... ¿ qué es la fe ? ... lo

ignoro; mi alma exenta de pa­siones, indiferente, escéptica, in­mutable, no la conoce ó más bien dicho, la ha perdido...

Tal vez, en mi infancia,—víc­tima de mi propia precocidad; porque he sido precoz en todo mi yo—la he sentido, la he ali­mentado, pero desde que he car­gado cuatro lustros, cuando re­cién debiera poseerla, cuando es llegado, para la generalidad, el momento propicio á las pasio­nes ; cuando se empieza á vivir, cuando nacen las ilusiones to­das, cuando se empieza, recién, á ver desfilar el cortejo de las quimeras, de las esperanzas, de los ensueños . . . cuando debiera comenzar á sentir el fuego sa­grado de la fe, de la fe santa, de la fe heroica, de esa fe que arras­tra la mente y conmueve al co­razón ya en un arrobamiento místico, ya en un arrebato de pasiones ó en una explosión de

A O. Fernández Ríos.

rebeldías . . . cuando en fin, se inicia en otros, la parábola de la vida, en mí ya ha terminado su trayectoria. . . en lugar de na­cer, muere . . . ¿ soy, pues, una aberración ? . . . soy una entidad en la vida humana ó soy un áto­mo en el caos de lo increado ? . . . soy un enigma ó soy un des­tin o ? ... mi alma, la f e de mi alma . . . ¿ pero es que tengo un alma como los demás ? . . . — sí.

Entonces, si tengo un alma á imagen y semejanza de los otros ; ¿por qué soy diferente á ellos? . . . por qué, entonces, no adoro, no idolatro, no me apasiono?... por qué, diferentemente de todos, para mí todo es uno y lo mismo, bajo sus mil faces y formas ? . .. por qué no puedo creer en una cosa por sobre todas las de­más ? . . . por qué la duda, esa te­rrible duda, irguiéndose fría, im­pávida, desesperante siempre y á cada paso, entre yo y la creen­cia, entre el si y el no ?

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Por qué, queriendo amar, no puedo ? . . . por qué, sintiendo la imperiosa necesidad de ofrendar mi corazón en aras de un en- sueilo, de una utopía, después de mirar en rededor, no hallo nada, sobrando tanto ? . . . Por qué me siento solo, aislado, sin un punto fijo en la periferia de mi corazón

donde posar la visual de mis afectos-?... Por qué, solo tengo fuerzas para el análisis ? . . .

¡ Oh ! la fe . . . yo bendigo á aquellos que la respiran por to­dos sus poros. . . yo envidio á aquellos que cargan un ideal con la fuerza que ella les presta. Yo admiro á los esclavos de sus pasiones, á los idólatras de sus creencias, á los convencidos de sus doctrinas; á los que persi­guen un fin, bueno ó malo ; á los que luchan, á los que bregan, á los que sufren por el logro de una conquista; á los cruzados de la fe, que ante nada se arre­dran, á los que hacen tremolar el pendón de sus sinceridades, á los que tienen la fuerza de sus convicciones, á los que no des­fallecen, á los exaltados, á los in­convencibles, á los extraviados, á todos los que aman con ardor, con fe, con verdadera fe . . . por­que son bienaventurados; por­que la vida tiene para ellos un

objeto, porque les representa un algo . . . porque para el creyente que nada analiza, deja de ser un mero paréntesis abierto entre el ser y el no se r; porque para el ferviente, para el crédulo, hay algo aún más allá de la vida, mientras que para mí, todo ha terminado aún antes de la muer­te puesto que he vivido mu­riendo, puesto que he ido ente­rrando bajo la lápida de mi descreimiento, una á una, to­das mis ilusiones; una á una, todas mis creencias; uno á uno, todos mis ideales . . .

¡Oh! Todopoderoso... ¿por qué no me has dado una alma con fe?... y si me la has dado, ¿por qué ha sido tan mustia, triste, gasta­da, anémica, que no ha resistido el embate del más sencillo análi­sis ? . . . por qué me la has des­provisto de todo atractivo, de toda sugestión?... porqué me has dejado sin un ídolo, sin una creencia, sin una ambición, sin un crimen siquiera ? . . . por qué, haciéndome vivir, me niegas la vida ? . . . por qué, no haciéndo­me sufrir, no gozo ? ¿ por qué, haciéndome gozar, no sufro ? . . . por qué en el volcán de mis pen­samientos, de mi ideología, has puesto la nieve perpetua del escepticismo ? . . . por qué, que­riendo ser, no puedo ? . . . el co­razón se supedita al cerebro, ó el cerebro al corazón ? . . . quién es quién ? . . . ¡ supremo arca­no ! . . . yo declaro mi impoten­cia . . . yo pregono á gritos lo indefinido de mi ser, mientras no sacuda á mí yo, la fe que ne­cesito . . . ¿ quién me hace la gracia de una convicción ? . . . ¿ quién me hace la limosna, la suprema limosna de un poquito de fe ! . . .

Santiago DALLEGRI.

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la BarcaHabían' quitado al tío Quico

su barca, que era como si le hu­bieran quitado la vida. Aquella barca, que era el orgullo y la admiración del viejo. ¡ Cuánto se la habían envidiado los pes­cadores de la aldea ! Ninguna la aventajaba en ligereza y gallar­día. Gustábale al tío Quico mos­trarla á los compaíieros, con esa vanidad con que los mozos en­señan á una novia hermosa.

A fuerza de tiempo, habíase encariñado con ella como con un hijo. Diríase que era un alma viviente, á la cual comunicaba, sin palabras, en medio de la infi­nita y magna soledad del mar, el secreto de sus esperanzas y sus incertidumbres. Y no pare­cía sino que se había establecido entre los dos una profunda y misteriosa reciprocidad de sen­timientos. Cuando el abuelo se mostraba apesadumbrado, la bar­ca, á pesar de que él remaba con vigoroso empuje, caminaba len­ta, torpe, á disgusto, rimando, al deslizarse sobre la inquieta lla­nura del mar, la callada tristeza de su patrón. Por el contrario, cuando la pesadumbre era rego­cijo, ella, sin necesidad de que la tocasen, como si poseyera una voluntad oculta, cruzaba rauda y veloz sobre las olas, semejan­do en la lejanía, con las velas desplegadas, una paloma blanca volando á flor de agua.

Le habían quitado su barca, que era como si le hubieran qui­tado la vida.

Era aún más que su v ida: era también la vida de su hija, viu­da, y de su nieto, á los cuales él mantenía. ¿ Dónde iba á ganar­en adelante el pan de ellos,

si desconocía todos los trabajos ? Además, era ya muy viejo para emprender nuevos caminos. Des­de muy pequeño dedicóse á las luchas del mar. El le había dado siempre para vivir. Primero, con el contrabando, trabajo lleno de peligros, pero que producía pin­gües ganancias. Días hubo en que fue perseguido á tiros pol­los carabineros, sin que lograran nunca alcanzarle. En aquellos momentos su barca parecía te­ner alas. Después, acabado el contrabando, se dedicó á la pes­ca Infinitas veces la borrasca le cogió en medio del mar. Y, sin sabérselo explicar, siempre salió triunfante de aquellas embosca­das siniestras de las olas revuel­tas.

A pesar de tantas luchas, á pesar de tantos afanes^ no logró salir de la miseria. ¡ Cuesta tan caro el pan del pobre ! Y en re­compensa á sus trabajos y á sus dolores, ahora, en la vejez, cuan­do tan difícil le sería luchar en campo extraño, le quitaban su único medio de vida. Y todo por una maldita enfermedad, por una pulmonía traidora que el año pasado le tuvo en cama cer­ca de dos meses. Sin dinero para atender á los muchos gastos que se ocasionaban, pidió á su veci­no, el tío Jnan, una cantidad á cuenta de la barca, comprome­tiéndose á pagarla en un plazo de seis meses. Pasó el tiempo marcado y, por más esfuerzos que hizo,, no pudo cumplir su palabra. Entonces el otro, va­liéndose de la justicia, se apo­deró de la barca.

Viéndose desocupado, quiso aprestarse á trabajar como ga-

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Han; mas en seguida desechó tales ideas. Prefería morirse de hambre. Consideraba á los cam­pesinos como bestias resignadas, como esclavos. Aunque en el mar se habían quedado varios de los suyos, nunca dejó de amarle. Le encantaba aquella vida de lucha, de fiereza, de constante peligro ; aquella vida que había que ganarla desafian­do de cerca á la muerte.

Triste y solitario, vagaba de un lado á otro, hablando consigo mismo, como un sonámbulo. La mayor parte de los días veíasele en las tabernas, charlando con sus antiguos companeros. Algu­nos de ellos, para enfurecerle, le trataban de cobarde por haberse dejado quitar la barca. ¡ Bien le engañaron, bien le había atra­pado el tío Juan en sus redes! ¡Y poco que se ufanaba de ello 1 A todo el mundo se lo contaba. Además parecía protegerle la Providencia. Ni un día pasaba sin que hiciera una gran pesca.

Estas palabras lograban agran­dar el callado dolor que le con- sumia. Y aunque trataba de olvi­dar, seguía zumbando en su ce­rebro, con tenaz constancia, el pensamiento de su desdicha.

Cierto día se encontró al tío Juan en su camino. Con temblo­rosa voz le suplicó que le cedie­ra la barca. Se comprometía, previa escritura, á pagarle la deuda en un corto plazo, y con un crecido interés. El otro se negó á sus deseos. Ni aunque le diera doble cantidad la cedería.

Perdidas todas las esperanzas, el tío Quico siguió concurriendo á las tabernas sin ánimo ni deseo de ponerse á trabajar. Para amor­tiguar sus penas, emborrachába­se de vez en cuando, aún sin gustarle la bebida. Y gracias al jornal que la hija ganaba como

lavandera, no perecían de ham­bre. Algunas noches, cediendo á una imperiosa tentación, se en­caminaba hacia donde estaba la barca y daba en ella un largo paseo, haciéndose la ilusión de que era suya. Luego, vuelto á la realidad, su amargura era más grande. Y lentamente, el pobre viejo tornaba á la aldea, llorando por el camino.

Le habían quitado su barca, que era como si le hubieran qui­tado la vida.

Ya, varias veces, el nieto ha­bíale preguntado:

—Abuelo, ¿ por qué no me lle­vas contigo á pescar como antes ?

El, entonces, inventaba cual­quier disculpa para engañarle. Estas preguntas avivaban cruel­mente su herida. ¡ Oh !, no poder satisfacer aquel deseo pueril, que era la más grande alegría del pequeño.

Una mañana volvió llorando del colegio. Los nietos del tío Juan habíanle dicho que su abue­lo era un tramposo y que por eso le habían quitado la barca. Después le dieron envidia ante los compañeros, contando que todos los días se paseaban en ella. Y el rapaz, muy afligido, preguntaba:

¿ Es verdad, abuelito, es ver­dad ?

Al fin el abuelo no tuvo más remedio que confirmarla. ¡ Ah ! Pero él prometía que no habían de volver á decirle aquello. Ya que su nieto no se paseaba, tam­poco los otros se regocijarían mucho tiempo. Desde hacía días acariciaba aquel secreto deseo de vengarse. Sólo le había dete­nido un vago temor de cometer una injusticia. Puesto que el otro daba motivo, estaba dispuesto á realizarlo. En vista de que no volvería á ser suya, pretería des­

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hacerla para que no fuera de nadie.

Y aquella misma tarde, desde la orilla, estuvo observando al tío Juan, y, cuando le vio alejar­se, se acercó á la barca y duran­te un rato se oyó un tenue ruido, como si fuera roída por los rato­nes. Después de tapar el agujero con una mezcla que llevaba, se ocultó en la maleza para ver el resultado.

Al cabo de una hora volvió el tío Juan. Sin sospechar nada, desamarró la barca y remó fuer­temente, mar adentro. Al verle avanzar, una salvaje alegría sa­cudió el cuerpo del tío Quico. Dentro de muy poco, cuando la mezcla se deshiciese, el agua pe­netraría, sin darle tiempo al otro á evitar que se hundiese. Y pues­to que sabía nadar, ya trataría de salvarse. Luego lo achacaría á cualquier rajadura abierta por el calor.

Mas, de súbito, su alegría se vió turbada por una sombra de remordimiento. Sentía las conse­cuencias de su propia maldad. Era como el dolor de haber ma­tado á un hijo. ¡ Quién había de decirle que cometería aquel cri­men de destruir él mismo su bar­ca ! ¿ Así era cómo él pagaba el que le hubiera salvado infinitas veces de la muerte ? Y su cariño, y su gratitud, ¿ dónde estaban ? ¿ Qué culpa tenía ella de la mal­dad de los hombres ? Y la veía alejarse como una vida que se pierde en el misterio eterno de donde no se vuelve más.

Dominado por estas reflexio­nes, quiso dar una voz para que el otro volviese hacia la orilla. Pero ya era tarde. La barca em­pezó á cabecear, y, á los pocos momentos, acabó por hundirse. Viendo la torpeza con que el tío Juan nadaba, el tío Quico ahogó

sus sentimentalismos con una sonora carcajada de salvaje ale­gría. Ya estaba vengado. Ya su nieto no volvería á llorar ni á tener envidia de los otros:

Pensaba alejarse, cuando vió los esfuerzos supremos que el tío Juan hacía al nadar. Segu­ramente no tendría fuerzas para llegar á la orilla. Temiendo una desgracia, que quizás pudiera evitar, se detuvo. ¡No! El no quería que se ahogara. Sería un crimen imperdonable. Su propó­sito fue sólo el de hacer desapa­recer la barca.

Rápidamente, impulsado por un sentimiento humanitario, qui­tóse la ropa y se arrojó al mar. Muy pronto se encontró al lado de su enemigo. Al verle, el tío Juan lanzó un rugido de cólera.

— ¡ Ah, canalla; tú has sido el crim inal!

— ¡ Déjate de insultos, si no quieres ir al fondo — contestó el tío Quico.

— ¿ Te atreves todavía á ame­nazarme? Veremos quien puede más.

— No he venido á pelear, sino á salvarte.

Antes de pronunciar estas pa­labras, el tío Juan habíale ate­nazado el cuello con una mano, mientras agitaba el brazo libre para mantenerse á flote. Sin po­derse desasir de aquellos dedos que le ahogaban, y compren­diendo que allí no valdrían ra­zonamientos, el tío Quico se aprestó á la defensa. Fue una lucha rápida, ciega, salvaje. Al fin, faltos de apoyo, se hundie­ron abrazados, en el fondo del mar.

Le habían quitado su barca, que era como si le hubieran qui­tado la vida.

J. DELGADO CARRASCO.

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Ferrocarriles, V apores, Tranvías Mensajerías, etc. — Plano completo nomenclátor y descripción déla ciudaaM o n te v id e o e n e l b o ls i l lo- - - Única En su género - - -

A P O L O- Revista de Arte y Sociología -

Unica de su indole

en el Urag-nag

$ 0.15 e l e je m p la re d ic ió n e c o n ó m ic a

Administración: PÉREZ CASTELLANOS, 111

APO LOREVISTA MENSUAL DE ARTE Y SOCIOLOGÍA

D E V E N T A E N T O D A S L A S L I B R E R I A S

Para avisos ocurrir al sub-administrador: Alberto Illich y Veracierto

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» de lujo .# 1.80 oro> 2.40 »

A d m i n i s t r a d o r : U Ú IS P É R E Z

La correspe ndencia literaria á PEREZ Y CURItí— MONTEVIDEO ( U R U G U A Y )—

Page 27: M0NTEV;DE0 ¿e V MBIílk DE 1910

Orquídea, BOB Germán Gó­mez de la Mata. — Librería de Pueyo. — Madrid.

La novela así ti tu la d a es el bello exponente de u n ta len to só­lido y vigoroso que ahonda en el alm a fem enina con g rande acierto y sagacidad. Bien escrita , y no exen ta de herm osas observaciones y hallazgos felices, Orquídea se im pondrá en el am bien te h ispano­am ericano por los a trac tivos de sus escenas y especialm ente por el estudio acabado que sobre la p ro­tagon ista hace su au to r. M atilde ha sido estud iada con sentim iento y am or de psicólogo. El proceso de su enferm edad se desarro lla á su tiem po y los estados de alma, de la enferm a están descritos con tino y n a tu ra lid ad . Gómez de la M ata se ha hecho acreedor al elo­gio.

Canto Otoñal, pcr P ablo Minelli González. - Roma.

M inelli González, el orig inal au to r de Mujeres F lacas y E l Alma pel R apsoda, ha publicado recien tem ente un Canto otoñal á

Roma y á la Adolescencia. Sus versos son musicales y d isc re ta ­m ente artísticos. Me han so rp ren ­dido g ra tam en te algunas de las innovaciones b izarras que m a ti­zan dicho opúsculo, en el cual, el ta len to de M inelli su s ten ta su re­pu tac ión alcanzada con otros li­bros. . |

Canto otoñal causará buena im presión en nuestro am biente li­te ra rio .

La Fiesta de los Besos, porPío P andolfo. — Santafé (R e­pública Argentina ).

C onstituye el libro de Pandolfo un florilegio de sonetos llenos de sutilezas y gallard ías esp irituales. E l joven poeta es u n enam orado del a rte , que can ta á la belleza con febril entusiasm o y se e x ta ­sía an te la calm a de los crepúscu­los, con melancolías de soñador. Si no fuera por la e s tru c tu ra ó m.ejoi dicho pry el tecnicism o de esas estrofas, algo descuidado, L a E jes "a de los Besos b asta ría p a ­ra consagrar á su au to r.

P E R E Z Y C U RIS.

N u g v o e a n je

Flor de Loto. — Morelia. —( Mé.vico).

Acusamos recibo del núm ero 14 de la rev ista de li te r a tu ra así t i ­tu lada. Su iba teria l es ameno.

G erm en.— Buenos Aires.

H a vuelto á aparecer esta co­nocida rev ista de sociología y a r ­te . T rae excelentes m ateria les fir­mados por escritores am ericanos de valía.

El Eco de Flores. — Buenos Aires.

Nos ha v isitado por p rim era vez este periódico lite ra rio y no­ticioso que se ed ita en Flores (Buenos Aires). C ontiene in te re ­santes colaboraciones.

I r i s .—Mercedes. — Uruguay.R evista literario -no tic iosa y so­

cial que redactan los señores Luis A. A m aral y Carlos A. W arren . E l núm ero 1 que a c a b a ro s de re-

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c-ibir tra c un bello sum ario y al­gunos fotograbados n ítidam en te impresos.

Humanidad Nueva. — Buenos Aires .

Hemos recibido los núm eros 1 j 1 2 correspondientes al tom o I I I de la rev ista socialista in ternacio ­nal que bajó e titu lo indicado ed ita en la cap ita l vecina el doc­to r E . del V alle Iberlucea. Exce­lentes son sus m ateria les gráfico y de lec tu ra .

Revista de la Facultad de Letras y Ciencias. — Habana.

Recibimos el núm ero 3, vol. IX , de esta herniosísim a publicación que d irige el doctor Evelio Ro­dríguez L endian.

E n tre sus m ateria les—dignos to ­dos de reproducirse—nos ha lla­mado la atención u n estudio so­bre Andrés Ch.énur y el R ena­cim iento clásico en F rancia en el siglo X V I I I , debido á la b rillan te plum a del doctor A ntonio M aría E ligió de la P uen te .

E l cuerpo de redacción de esta rev ista está com puesto por los más caracterizados escritores cu­banos.

Boletín del Archivó Nacio­nal. — H abana.

Tam bién nos lia llegado el nú­mero V I de esta publicación bi­m estral. C orresponde á N oviem­bre y D iciem bre de 1909.

Vida In te lectua l.— San Sal­vador.

H a vuelto á v is ita rnos esta re­v ista de ciencias, le tra s y a rtes , que ed ita la A cadem ia de E l Sal­v a d o r . L o s n ú m e r o s 3 y 4 , ' 3 . a

época, que tenem os á la v is ta , re­g is tran valiosas composiciones.

Centro Artístico Uruguayo,— Montevideo.

La rev ista m ensual que pub li­ca el centro a rr ib a indicado, ha vuelto á aparecer después de una breve treg u a . E l p rim er núm ero de su segunda época, n ítidam en te im preso ,v ornado de a rtístico s fotograbados, p resen ta un variado y ameno conjunto de colabora­ciones.

Ideas y figuras. — Büenos Aires.

El núm ero 29 «te esta herm osa publicación a rtís tic a que d irige el conocido poeta A lberto G hiraldo, está dedicado todo él ó Ju lio H e­rí e ra y R eissig, el poeta rec ien te­m ente desaparecido. Las poesías de H e rre ra , seleccionadas espe­cialm ente p a ra dicho núm ero, vie­nen precedidas de una composi­ción poética del d irec to r de I deas i F iguras y de unas palab ras de Más y P i, quien d iscurre concep­tuosam ente acerca de la obra del au to r de Los parques abandona­d os .

Establecem os el canje de prác­tica con las revistas precitadas.

C a n je o n d in a tú o

Nuevos Ritos.1- Panamá.E l núm ero 57 de e s t^ in te re ­

san te revista reprodujo el bello artícu lo de C a rn e a r te : Dos poe­ta:, publicado en Apolo . A grade­cemos la am abilidad- del d is tin ­guido colega.

Atlante. — Barranquilla de Colombia.

También este sem anario tuvo la gen tileza de tra n sc rib ir en su núm ero 5 la poesía A lm a enferm a, de nuestro d irecto r. G racias.