luciano simón
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Apuntes sobre “La interpretación de los sueños”
Luciano Simón
“Die traumdeutung”, su nombre original en alemán, traducida al castellano como “La
interpretación de los sueños”, es considerada por su autor Sigmund Freud la piedra
angular del psicoanálisis. Si bien sus investigaciones en relación a las neuropsicosis y la
causalidad psíquica de algunos fenómenos comenzaron antes de 1900, año en que “La
interpretación…” fue publicado, a partir de ese momento es cuando comienza a cobrar
mayor fuerza el planteo freudiano.
A lo largo de la obra, Freud se propone demostrar que los sueños poseen un sentido,
y que el mismo está determinado por aspectos de la vida psíquica, es decir, lo que
soñamos no es aleatorio, casual o azaroso. También promueve que el sentido
mencionado no es metafísico, tal como se creía fervientemente en otras épocas. Por
ejemplo los grandes conquistadores atribuían el sentido oculto de los sueños a mensajes
de los dioses, por lo cual incluían en sus séquitos intérpretes de sueños. El caso más
célebre es el de Aristandro el adivino griego que acompañó a Alejandro Magno mientras
se encontraba asediando con su ejército la ciudad de Tiro. Considerando éste último la
posibilidad de replegar sus fuerzas, tuvo un sueño: un sátiro que danzaba sobre un
escudo. Para el intérprete el mensaje se hizo evidente, tomó la palabra satyros (sátiro
en Griego) y la dividió en dos, sa-Tyros, cuyo significado equivale a “tuya es Tiro”.
Efectivamente Alejandro tomó como verdad dicha interpretación y logró quedarse con
la ciudad. Si bien en oportunidades Freud sugiere remitir aspectos de la interpretación
del relato de sueños a simbolismos universales1, no es algo que tome demasiada
consistencia, en comparación al valor otorgado a las asociaciones que ofrece quien
reconstruye su sueño. Encontramos entonces en el psicoanálisis un contrapunto con las
creencias y prácticas existentes hasta ese momento: las claves para descifrar el sentido
1 Por ejemplo, un automóvil como símbolo de lo que puede estar ocurriendo en el análisis:
“La imagen escogida para la cura es por regla general la de un viaje, la mayoría de las veces en automóvil,
en su calidad de vehículo novedoso y complejo; y entonces la referencia a la velocidad del automóvil deja
campo libre a la ironía del paciente”. En Freud, S. (1900) “La interpretación de los sueños” en Obras
Completas Volúmenes. IV y V. Amorrortu Editores. pág. 411
oculto de los sueños, sólo pueden ser proporcionadas por el soñante. Pero Freud, fiel a
su estilo minuciosamente argumentativo, no sólo esbozó esta postura, sino que a lo
largo de los capítulos de “La interpretación…” se dedicó a demostrar con ejemplos,
incluso de sus propios sueños, la veracidad del determinismo psíquico de los mismos.
De este modo equipara al sueño con otras formaciones del inconsciente tales como los
síntomas conversivos propios de la histeria, las representaciones obsesivas, así como
también los lapsus o equívocos lingüísticos, junto a la producción del chiste y algunos
olvidos.
El aparato psíquico: la primera tópica
Otro de las empeños que Freud mantuvo a lo largo de su vida, fue el de crear teoría.
Tempranamente emprendió la búsqueda de formalización cuando en 1895 en su trabajo
“Proyecto de una psicología para neurólogos” intentó establecer algunas
correspondencias entre la psicología de los seres humanos y aspectos de la
neurofisiología. El resultado no fue demasiado convincente por lo que no se obstinó en
buscar coincidencias entre estas formas del conocimiento, sino que se inclinó hacia una
epistemología diferente. Las elaboraciones del psicoanálisis abandonaron la pretensión
de ser demostradas por medios de validación científica, para autorizarse en la eficacia
de sus construcciones. Es decir, el inconsciente no es algo que pueda ser localizable en
alguna parte del cuerpo, y si lo es no importa demasiado, lo que nos interesa es que no
pueden desconocerse sus efectos, aquello que conocemos como formaciones del
inconsciente. Entonces yendo un paso más allá, Freud intentó formular el
funcionamiento del aparato psíquico, el porqué de sus manifestaciones y el mecanismo
de algunos de sus procesos:
(…) por ahora no existe ningún conocimiento psicológico al que pudiéramos
subordinar lo que cabe discernir en calidad de principio explicativo a partir del
examen psicológico de los sueños. Por lo contrario, nos veremos precisados a
estatuir una serie de nuevos supuestos que rocen mediante conjeturas el edificio
del aparato psíquico y el juego de las fuerzas que en él actúan2.
2 Freud, S. (1900) “La interpretación de los sueños” en Obras Completas Volúmenes. IV y V. Amorrortu
Editores. pág. 506
En el capítulo VII de “La interpretación de los sueños” presenta el famoso esquema
del aparato psíquico, apodado “del peine” debido a su similitud con este objeto, que
obtiene inspirándose en el modelo de los lentes de un telescopio:
Imaginamos entonces el aparato psíquico como un instrumento compuesto a
cuyos elementos llamaremos instancias o, en beneficio de la claridad, sistemas.
Después formulamos la expectativa de que estos sistemas han de poseer quizás
una orientación espacial constante, al modo en que los diversos sistemas de lentes
de un telescopio se siguen unos a otros. En rigor, no necesitamos suponer un
ordenamiento realmente espacial de los sistemas psíquicos. Nos basta con que
haya establecida una secuencia fija entre ellos, vale decir, que a raíz de ciertos
procesos psíquicos los sistemas sean recorridos por la excitación dentro de una
determinada serie temporal. La serie puede experimentar una alteración en el caso
de otros procesos; queremos dejar abierta esa posibilidad. En lo que sigue, y en
aras de la brevedad, nos referiremos a los componentes del aparato como
«sistemas Ψ».
Lo primero que nos salta a la vista es que este aparato, compuesto por sistemas
tiene una dirección. Toda nuestra actividad psíquica parte de estímulos (internos o
externos) y termina en inervaciones. Por eso asignamos al aparato un extremo
sensorial y un extremo motor; en el extremo sensorial que encuentra un sistema
que recibe las percepciones, y en el extremo motor, otro que abre las esclusas de
la motilidad.
El proceso psíquico trascurre, en general, desde el extremo de la percepción
hacia el de la motilidad. El esquema más general del aparato psíquico tendría
entonces el siguiente aspecto3:
3 Ibídem. pág. 530
En este primer esbozo Freud ubica el sentido direccional que va de la percepción (P)
a la motilidad (M). A continuación propone que el contenido que ingresa en el aparato
psíquico a partir de las percepciones deja una inscripción a la que denomina “huella
mnémica (Mn)”4.
En este segundo esquema añade las instancias o sistemas Icc y Prcc5. La consciencia
no aparece en el esquema porque es considerada por el padre del psicoanálisis, más que
una instancia independiente, un estado de atención6, una extensión del sistema
preconsciente. De aquello que Freud llama “representaciones-meta” parte una
investidura que permite a éstas asociarse a otras representaciones para ser
consideradas por la atención de la consciencia, originando ilaciones de pensamientos, o
representaciones-meta conscientes. Cuando estas cesan, cobran valor las
representaciones-meta ignoradas o inconscientes. Por ejemplo cuando se le pide a
4 Para Freud a esta altura de sus teorizaciones, las huellas mnémicas son las inscripciones más “profundas”
y la mejor forma que encuentra de plantearlo es a partir de la materialidad simbólica, es decir, como
huellas, trazos de la memoria que se van acumulando en el Icc. Cuando avanza en sus propuestas y
desarrolla la teoría de las pulsiones, las denominadas fijaciones pulsionales, se inscriben no sólo en el
psiquismo, sino también en el cuerpo, por lo que sería una inscripción aún más profunda, que iría más allá
de lo simbólico. Una perspectiva no anula a la otra, pero son diferentes tipos de inscripciones que intentan
responder a una pregunta que podría formularse así: ¿de qué está compuesto el inconsciente?
5 Si bien en el gráfico la abreviatura “Pcc” no incluye la letra “r”, por motivos que desconocemos, en una
nota al pie de la pág. 533 de “La interpretación…” se especifica que dicha letra fue agregada para
diferenciar con claridad Prcc: Preconsciente, de P: Percepción.
6 Incluso llega a llamarlo en una oportunidad “percepción-consciencia”, lo que explica la flecha que se
encuentra en la parte inferior del esquema, es decir que habría percepciones que pasan directamente a
la consciencia.
alguien que intente librar lo que dice a la asociación libre, estará desentendiéndose de
las representaciones-meta conscientes, para ser comandado por representaciones-
meta-ignoradas, como puede ser un deseo inconsciente. Para Freud “es imposible
establecer un pensar sin representaciones-meta”7. Lo importante de la noción
“representación-meta”, utilizada con frecuencia en “La interpretación de los sueños”, es
que presiden la reflexión, el pensamiento. La idea de representación-meta
(Zielvorstellung), empleada en algunos de sus escritos, no es idéntica a la de
representación (Vorstellung) a secas, que utiliza recurrentemente a lo largo y ancho de
su obra. Una representación designa la cualidad de aquello que es representable, y no
necesariamente posee una meta o fin que las caracterice, sino sólo subsistir en el
aparato psíquico en tanto consciente, preconsciente o inconsciente.
En cuanto a las reglas de funcionamiento de los sistemas, para el inconsciente
propone la denominación “proceso primario”, cuya característica principal es que las
cargas de energía fluyen en forma libre8. En tanto que para el sistema preconsciente-
consciente lo que rige es el “proceso secundario”, en el cual las energías se encuentran
ligadas a las representaciones, es decir, no discurren libremente pasando de una a otra
representación, sino más bien selectivamente acorde a los requerimientos de lo
placentero- displacentero9. Otras leyes propias del sistema inconsciente son: ausencia
del sentido de contradicción y ausencia de temporalidad.
7 Ibídem. pág. 522
8 En “La interpretación de los sueños” Freud, en deslizamientos, parece exagerar el aspecto de lo que hace
a la movilidad de las cargas en el inconsciente: “Mediante la libre transferibilidad de las intensidades y al
servicio de la condensación se forman también representaciones intermedias, compromisos…”. Esta
afirmación resulta un poco paradójica, dado que si en este sistema no hay más que energías libres ¿Cómo
podría una representación inconsciente, tal como el deseo reprimido, investir a una preconsciente? Sin
embargo más adelante, en su texto “Lo inconsciente” de 1910, se expresa menos tajante a este respecto:
“Prevalece en el Icc una movilidad mucho mayor de las intensidades de investidura. Por el proceso del
desplazamiento, una representación puede entregar a otra todo el monto de su investidura; y por el de
la condensación, puede tomar sobre sí la investidura íntegra de muchas otras”. Vemos entonces que pasa
de enunciar una “libre transferibilidad” a una “movilidad mucho mayor” de las investiduras.
9 Lo que luego formaliza como principio de placer y principio de realidad en su texto “Formulaciones sobre
los dos principios del acaecer psíquico” en 1911.
El trabajo del sueño
Una de las funciones por excelencia del sueño es ser el “guardián del dormir”, esto
es, mantener el aparato psíquico libre de estímulos durante el reposo, función que
mayormente logra cumplir, a excepción de aquellos sueños cuya intensidad es tal que
logran despertarnos. A este respecto Freud expresa:
En cierto sentido todos los sueños son sueños de comodidad; sirven al propósito
de seguir durmiendo en lugar de despertarse. El sueño es el guardián del dormir, no
su perturbador. En otro lugar justificaremos esta concepción respecto de los
factores psíquicos del despertar; pero desde ahora podemos fundamentar su
aplicabilidad al papel de los estímulos objetivos exteriores. El alma no hace caso
para nada de las sensaciones que le sobrevienen mientras duerme, si la intensidad
de esos estímulos y su significado, para ella bien conocido, se lo permiten; o bien
emplea el sueño para ponerlos en entredicho, o, como tercera posibilidad, cuando
no puede menos que reconocerlos, busca interpretarlos de tal modo que la
sensación actual aparezca como parte de una situación deseada y compatible con
el dormir. La sensación actual es entretejida en un sueño para quitarle la realidad.10
Para aplacar o mantener a raya aquello que pueda perturbar el deseo de dormir
aparece el trabajo del sueño como agente de la tarea. Dicha labor consiste en la
transformación del contenido latente, capaz de alterar el descanso, hasta el punto de
dejarlo poco reconocible por el soñante. Queda entonces establecido que el contenido
manifiesto del sueño - lo que puede decir el soñante acerca del sueño- y el contenido
latente –aquello que lo originó- son: “…dos figuraciones del mismo contenido en dos
lenguajes diferentes; mejor dicho, el contenido del sueño se nos aparece como una
trasferencia de los pensamientos del sueño a otro modo de expresión, cuyos signos y
leyes de articulación debemos aprender a discernir por vía de comparación entre el
original y su traducción”11.
10 Ibíd. pág. 245-246.
11 Ibíd. pág. 285
Entre el original y su traducción situaremos entonces al trabajo del sueño. Como
dijimos, al disponernos a dormir opera el trabajo del sueño: “El estado del dormir
posibilita la formación del sueño por cuanto rebaja la censura endopsíquica”12. La
censura a la que Freud hace referencia es aquella que no permite en la vida de vigilia
que el material inconsciente entre en comercio asociativo directo con la consciencia. En
ocasiones aparece el término “censura” para referirse a la desfiguración que se da en el
trabajo del sueño. No debe confundirse con la barrera de la censura propia de la vida
despierta que se rebaja en el dormir. Habiendo hecho esta introducción expondremos
a continuación los elementos y procesos que componen al sueño en sus orígenes.
Deseo Inconsciente reprimido
Una de las hipótesis fundamentales que sostiene Freud, es que la materia prima del
sueño, el elemento que da inicio a la producción de la experiencia onírica es un deseo
inconsciente reprimido. El mismo intenta manifestarse, y para no perturbar el dormir es
desfigurado por el trabajo del sueño, sólo se expresa parcialmente. Usualmente la
desfiguración es tal que cuesta para el soñante reconocer un deseo reprimido
subyacente al contenido manifiesto del sueño13. Un ejemplo de esto proviene del propio
Freud en el sueño de “la inyección de Irma”, en el que asiste a una fiesta y se encuentra
con la mentada mujer, una paciente suya que había discontinuado su tratamiento. En la
vida de vigilia, el día anterior su amigo Otto le había dicho sobre Irma que no estaba
totalmente curada. En el sueño ella manifiesta a Freud sentir dolores de garganta y
estómago, por lo que se dispone a examinarla y descubre una infección proveniente de
una inyección mal colocada por Otto, quien no tuvo la precaución de usar una aguja
limpia. El sueño es entonces reconocido por el padre del psicoanálisis, como un acto de
venganza contra Otto por haber puesto en duda su capacidad. La moción de deseo
aparece como motor.
Existen dos tipos de cumplimiento de deseo, los sueños infantiles son los que
muestran el cumplimiento de un deseo sin demasiados tapujos:
12Ibíd. pág. 520
13 Salvo los sueños traumáticos de guerra que constituyen una excepción a la teoría del deseo. Esto es
trabajado por Freud en Más allá del principio de placer (1920).
Hallamos sueños que se presentaban de manera franca como cumplimiento de
deseo, y otros en que éste era irreconocible y a menudo ocultado por todos los
medios. En estos últimos discernimos las operaciones de la censura onírica. A los
sueños de deseo no desfigurados los encontramos sobre todo en los niños; y breves
sueños de deseo francos parecen -recalco esta reserva- ocurrir también en
adultos14.
En el adulto, Freud estima que puede ocurrir algo homólogo al niño, sin embargo
suele ser más habitual que el deseo inconsciente se muestre enmascarado:
La moción inconsciente aprovecha este relajamiento nocturno de la represión
para avanzar con el sueño hasta la conciencia. Empero, la resistencia de represión
del yo no ha sido cancelada en el dormir, sino meramente rebajada. Un resto de
ella permanece como censura onírica y ahora prohíbe a la moción de deseo
inconsciente exteriorizarse en las formas que habrían sido las genuinamente
adecuadas. A consecuencia de la severidad de la censura onírica, los pensamientos
oníricos latentes se ven precisados a consentir variaciones y debilitamientos que
vuelven irreconocible el sentido prohibido del sueño. Esa es la explicación de la
desfiguración onírica, a la que el sueño manifiesto debe sus caracteres más
llamativos. De ahí lo justificado de la tesis: El sueño es el cumplimiento (disfrazado)
de un deseo (reprimido)”15.
El deseo inconsciente, incluso en el adulto es siempre considerado por Freud
descendiente del “material infantil”, es decir, de las inscripciones que provienen de los
estratos más profundos del inconsciente, correspondientes a contenido infantil-sexual
reprimido.
14 Ibíd. Pág. 543
15Freud, S. (1925) “Presentación autobiográfica”. En Obras Completas. Volumen XX. Amorrortu Editores.
pág. 42
Restos diurnos
Los restos diurnos, tal como su nominación lo expresa, se corresponden a aquel
material proveniente de vivencias cercanas en el tiempo que emergen, en mayor o
menor medida, desfigurados. Se trata de aquellos elementos que aparecen en nuestros
sueños y nos resulta posible ubicar su nexo con personas, situaciones o cosas. Para
formar parte del sueño la condición es que establezcan conexión con el material
inconsciente: “…dentro del preconsciente se lleva a cabo un itinerario de pensamientos
que, abandonado por la investidura preconsciente, ha encontrado investidura desde el
deseo inconciente”16. A su vez, en lo que hace a la conformación de los pensamientos
oníricos, participan también otras representaciones presentes en el preconsciente:
“Absolutamente todo lo que aparece en el pensamiento preconciente puede pasar al
sueño”17.
Condensación y desplazamiento
Los mecanismos de condensación y desplazamiento son considerados por Freud los
primeros dos factores que contribuyen a la desfiguración del sueño, sirviéndose de las
leyes del proceso primario.
La condensación es una noción que trabaja a lo largo de “La interpretación…” aunque
a continuación se reflejará una definición que ofrece en una de sus conferencias:
La primera operación del trabajo onírico es la condensación. Por tal entendemos
el hecho de que el sueño manifiesto tiene menos contenido que el latente y es,
entonces, una suerte de traducción compendiada de este (…) La condensación se
produce porque: 1) ciertos elementos latentes se omiten por completo; 2) de
muchos complejos del sueño latente, sólo un jirón se traspasa al manifiesto, y 3)
elementos latentes que tienen algo en común se aunan en el sueño manifiesto, son
fundidos en una unidad. Si ustedes quieren, pueden reservar con exclusividad el
nombre de «condensación» para este último proceso18.
16 Freud, S. Op. Cit. pág. 584.
17 Ibíd. pág. 279
18 Freud, S. (1915-16) “11° conferencia. El trabajo del sueño” en Obras Completas Tomo XV Amorrortu
Editores. pág. 156
Tal como Freud lo define, el mecanismo de condensación se dispone a achicar el
contenido que se expresa en el sueño, siendo su forma más ejemplar, habitualmente,
aquella en la que soñamos con una persona que tiene ciertas características tomadas de
distintas personas. Algo así como: “… «X» tenía la cara de mi amigo, pero hablaba con la
voz de mi hermano, y estaba vestido como mi papá”.
El segundo factor, el desplazamiento, es un mecanismo que permite que las catexias
puedan moverse a representaciones asociativamente más lejanas, de aquella a la cual
pertenecía la carga originalmente:
La segunda operación del trabajo onírico es el desplazamiento. (…) Sus dos
exteriorizaciones son: la primera, que un elemento latente no es sustituido por un
componente propio, sino por algo más alejado, esto es, una alusión; y la segunda,
que el acento psíquico se traspasa de un elemento importante a otro inimportante,
de modo que el sueño aparece centrado diversamente y como algo extraño19.
Un tercer factor al que denomina “miramiento por la figurabilidad”, es el que permite
que el sueño aparezca representado en imágenes visuales, siendo significativa su
contribución al trabajo de deformación del sueño.
Regresión
En base a lo desarrollado hasta aquí, es oportuno repasar los caminos de la formación
del sueño. Éste se inicia cuando un deseo inconsciente toma contacto con pensamientos
preconscientes o restos diurnos, que estimulan su fuerza impulsora. Siguiendo el
esquema del peine, si esta conjunción entre el deseo y los pensamientos oníricos
avanzara en sentido progresivo hasta el extremo motor, en el que se ubica la conciencia,
sólo nos mostraría el material de las representaciones, y no el contenido alucinatorio
propio del sueño. Es por ello que ese material, luego de someterse a la desfiguración
propia del inconsciente, condensación y desplazamiento, y encontrarse con la clausura
19 Ibíd. pág. 158
del mundo exterior debido al estado del dormir, inicia un camino regresivo “de reflujo”
hacia el extremo perceptivo del aparato (regresión temporal). En este sentido es que el
proceso psíquico del sueño tiene un carácter regrediente.
La designación “regresión” describe la característica que hace que, en el sueño las
representaciones vuelven a mudarse al estado de imágenes sensoriales que alguna vez
tuvieron, al ser percibidas (regresión formal), y también la trayectoria regresiva que
emprende el trabajo del sueño, si nos guiamos por la direccionalidad del aparato
psíquico (regresión tópica).
La elaboración secundaria
El cuarto de los factores que favorece a que el contenido latente del sueño se nos
muestre velado, es la elaboración secundaria. Una de las cosas que más se le objetó a
Freud respecto de la interpretación de los sueños, es que una vez que despertamos y
retomamos el curso normal del pensamiento, al intentar reconstruir un sueño, entra en
juego “el miramiento por la coherencia y la inteligibilidad”, esto es, se le intenta dar
forma congruente por lo cual no es una reproducción fiel de lo soñado. Si bien es cierto
que existen elementos acerca de los cuales no puede comprobarse fehacientemente
que hayan sido parte del sueño, Freud alega que considerar en esta reconstrucción
conocida como elaboración secundaria al contenido posiblemente añadido arbitrario o
azaroso, es subestimar el determinismo de lo psíquico. Es decir, más allá que pase por
este cuarto paso en la distorsión del deseo inconsciente, a los fines de la interpretación
conserva su valor el relato del sueño dado que mantiene relación asociativa con lo
inconsciente. Un modo posible de servirse de ello que sugiere Freud es:
En los análisis de sueños con pacientes, suelo someter esta aseveración al
siguiente examen, y nunca falla: Cuando a primera vista el informe de un sueño me
parece de difícil comprensión, ruego al que me lo cuenta que lo repita. Es raro que
lo haga con idénticas palabras. Ahora bien, los lugares en que él modificó la
expresión, que me dan a conocer los puntos débiles del disfraz del sueño, me sirven
como a Hagen la señal bordada en el vestido de Sigfrido. Por ahí puede comenzar
la interpretación del sueño20.
El mito nórdico al que hace referencia es explicado por Freud en un pie de página:
“Sólo había un punto en el cuerpo de Sigfrido donde éste podía ser herido. Mediante
una treta, Hagen convenció a Crimilda, la única que sabía cuál era, de que bordara una
pequeña cruz en la capa de Sigfrido, en ese punto vital. Allí lo apuñaló luego”. La
diferencia entre los dos relatos de un mismo sueño es para Freud una pista, un indicio.
El uso de la interpretación de los sueños
Algo notorio de “La interpretación…” es su exhaustividad, tanto para referirse al
estado del arte que encontró Freud hasta ese momento, como también para explicar su
propuesta teórica. Este tono minucioso se hace extensivo al análisis que realiza de los
sueños expuestos, donde por momentos pareciera que todos los elementos deben
encontrar una explicación. Por este motivo, algunos aspectos de la técnica del arte
interpretativo pueden sonar algo forzosos, como que todo encajara. Dicha exageración
tal vez se deba a que no había lugar para una enunciación tímida. No obstante, Freud no
se aferra a la idea de obtener interpretaciones punto por punto: “…no se renuncia a
nada asequible cuando se resigna el propósito de una interpretación completa de
sueños”21. Y agrega:
(…) cada moción de deseo que hoy se procura un sueño retornará en otro
mientras no sea entendida ni se sustraiga del imperio de lo inconciente. Así, el
mejor camino para completar la interpretación de un sueño consistirá en dejarlo
para consagrarse al nuevo sueño, que retoma el mismo material en una forma quizá
más accesible. Yo sé que no sólo para el analizado, sino también para el médico, es
mucho exigir que en el tratamiento resigne las representaciones-meta concientes
y se entregue por entero a una guía que sin duda nos aparece siempre
20 Op. Cit. pág. 510
21 Freud, S. (1911) “Sobre el uso de la interpretación de los sueños en psicoanálisis” en Obras Completas
Volumen XII. Amorrortu Editores. pág. 89.
«contingente». Pero, puedo aseverarlo, uno es todas las veces recompensado si se
resuelve a prestar creencia a sus propias tesis teóricas, venciéndose a sí mismo para
no poner en entredicho la jefatura de lo inconciente en el establecimiento de la
trama.
Abogo, pues, porque en el tratamiento analítico la interpretación de sueños no
se cultive como un arte autónomo, sino que su manejo se someta a las reglas
técnicas que en general gobiernan la ejecución de la cura. Desde luego, en
ocasiones se puede proceder de otro modo y ceder un trecho más al interés teórico;
pero, en tal caso, sabiendo siempre lo que uno hace22.
Quienes hayan hecho la experiencia de un análisis, podrán reconocer el valor que
tienen los sueños en el dispositivo. Lo que en ellos se muestra con insistencia, en forma
idéntica o asumiendo nuevas envolturas formales, los elementos recurrentes, las
asociaciones que se despliegan, los significantes ofrecidos. Todo esto contribuye a que
por más enigmático que parezca, relatar un sueño en análisis puede resultarnos útil para
el trabajo analítico, en la medida que es lo inconsciente lo que halla el camino para
mostrarse y advertirnos acerca de aquello que nos determina desde allí.
Bibliografía
Freud, S. (1900) “La interpretación de los sueños” en Obras Completas Volúmenes. IV y
V. Amorrortu Editores.
Freud, S. (1911) “El uso de la interpretación de los sueños en psicoanálisis” en Obras
Completas Volumen XII. Amorrortu Editores.
Freud, S. (1915-16) “11° conferencia. El trabajo del sueño” en Obras Completas Tomo
XV Amorrortu Editores.
Freud, S. (1925) “Presentación autobiográfica”. En Obras Completas. Volumen XX.
Amorrortu Editores.
22 Ibíd. pág. 90.