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Los secretos de los Corleone: 40 cosas que (probablemente) no sabías de 'El Padrino' 15.03.2012 (Cinemanía)
Celebramos el 40 aniversario del filme de mafiosos por excelencia
contándote estos 40 datos sobre Coppola y su 'famiglia': un especial que
no podrás rechazar. Por YAGO GARCÍA
Cuarenta años ya, y todavía no nos cansamos. Nunca nos saciaremos de ofertas que no podemos
rechazar, de naranjas que simbolizan la muerte, de retorcidas intrigas familiares, de grandes masacres
orquestadas en montaje paralelo... En resumen: nunca nos cansaremos de El Padrino. Para celebrar
las cuatro décadas de la película de Francis Ford Coppola, CINEMANÍA celebra hoy un día monográfico
con contenidos al efecto, así que, además de ofrecerte una galería de fotos de rodaje y una antología de
las mejores parodias de este peliculón, hemos tirado la casa por la ventana con este especial.
Consultando toda la bibliografía y webgrafía en nuestras manos, además de a algunos contactos poco
recomendables, hoy rompemos la ley de la omertá para confiarte estos 40 secretos de la famiglia
Corleone que probablemente no conocías. Es probable que mañana nos despertemos con una cabeza
de caballo entre las sábanas, pero el esfuerzo (te lo aseguramos) ha valido la pena.
Todo empezó con una deuda...
Mario Puzo, autor de la novela original (arribba, junto al productor Pierre Spengler) no sabía demasiado
de las cosas de la 'Cosa Nostra'... Salvo en un aspecto: el escritor italoamericano era un feroz ludópata, y
sus deudas con los corredores de apuestas le llevaron a plantear un best seller seguro sobre el mundo
del crimen. "Tengo una deuda de once de los grandes: o me compras esto, o me parten las
piernas", fueron sus palabras a Robert Evans (jefe de producción de Paramount) cuando fue a venderle
los derechos para el cine de un manuscrito que, por entonces, se titulaba The Mafia. "Toma doce mil
quinientos y escribe el puto libro", respondió Evans, y la inversión le salió bien: el volumen, titulado
finalmente El Padrino, estuvo durante 67 semanas en la lista de best sellers de The New York Times:
ahí había tema...
Un tal Coppola (y un tal George Lucas)
En realidad, Francis Ford Coppola no quería dirigir El Padrino. Lo que pasó fue no le quedaba más
remedio: con 31 años y una carrera en el mundo de la serie B, el director estaba endeudado hasta las
cejas por haberle producido THX-1138 a su amigo George Lucas, con lo que aceptó dirigir un filme que
había sido rechazado por Sergio Leone y Peter Bogdanovich. La razón de Robert Evans (en la foto,
junto al interfecto) para elegirle fue, según sus palabras, que una peli de mafiosos dirigida por un
italoamericano sería "lo bastante realista como para que se oliesen los espaguétis". Y, claro está,
que Coppola cobraría poco: su principal acreedora era la propia Paramount.
Un productor 'de la casa'
Robert Evans y el productor Albert Ruddy se la jugaron, pero bien, vendiéndole el proyecto al mandamás
de Paramount, Charles Bluhdorn. Este millonario australiano, cabeza del grupo Gulf+Western, había
adquirido el estudio en 1966, y era muy aficionado a imponer su ley a gritos y garrotazos. Sabedor de los
rumores que vinculaban a Bluhdorn con los altos mandos de la 'Cosa Nostra', Ruddy presentó El Padrino
de forma muy arriesgada: "Charles, quiero hacer una película fría y terrorífica sobre tus amigos", le
soltó. El magnate casi le suelta una galleta de las suyas, pero dio luz verde al filme.
Una producción de serie B
En números rojos y buscando locamente un taquillazo, Paramount quería una película de presupuesto
ínfimo, rodada a toda prisa y en la cual (a fin de ahorrar costes) se trasladaría la historia de los años 40 a
los 70. Justo entonces, Coppola comenzó a dar muestras de quién era en realidad: no sólo se empeñó en
mantener la época original, sino que celebró su nombramiento como director con un crucero en
transatlántico. Acaparando para él solo el restaurante del navío, Francis comenzó la escritura de un guión
que costaría mucho más de lo previsto: finalmente, la película requirió el equivalente actual a 27 millones
de euros, a lo largo de 6 meses de rodaje.
¿Quién es Don Vito Corleone?
Antes de hablar sobre el dantesco proceso que supuso el casting del anciano mafioso, nos centramos en
otro tema con su aquél: ¿en qué 'padrinos' de la vida real se basó Mario Puzo para el personaje?
Pues en varios: las conexiones políticas del patriarca y su voz rasposa salieron de Frank Costello (foto)
mientras que su habilidad para la diplomacia entre mafiosos tuvieron su origen en otro boss histórico
Carlo Gambino. Otros fundadores de la 'Cosa Nostra' estadounidense, Joe Profanti y el mítico Lucky
Luciano, aportaron los buenos modales del 'Don' y su condición de capo di tutti capi, respectivamente. Su
nombre y apellido, finalmente, fueron una combinación del de Vito Genovese y de una población siciliana
que aparece en la película.
"¿Brando? ¡Ni hablar!"
Tanto Coppola como Mario Puzo lo tenían claro: el actor de Un tranvía llamado deseo era el hombre
idóneo para encarnar a Don Vito. Pero en Paramount no pensaban lo mismo: ¿te imaginas al Padrino
encarnado por Laurence Olivier? ¿O por Ernest Borgnine? Pues todos esos nombres se barajaron en
preproducción. Incluso se oyó hablar del mismísimo Frank Sinatra, el cual (todo hay que decirlo) conocía
el tema a fondo.
"¿Quién es ese Pacino?"
Si los candidatos para el papel de Don Vito dan risa, los actores propuestos para dar vida al benjamín de
los Corleone son, directamente, disparatados: desde Robert Redford (explicación: en la novela, Michael
Corleone es rubio) al muy irlandés Ryan O'Neal, pasando por Warren Beatty, Dustin Hoffman, Martin
Sheen y Jack Nicholson (¡gulps!). Sin embargo, Coppola no cedió: si ese desconocido actor
italoamericano ("Demasiado bajito", decía Robert Evans) no entraba en el filme, él se largaría.
Marlon y Francis se salen con la suya
Para que los productores se planteasen contratar a Brando, Coppola tuvo que ceder a tres condiciones:
primero, el actor trabajaría por el salario mínimo. Segundo, pagaría de su bolsillo en caso de un retraso en
el rodaje. Y, tercero, tendría que hacer una prueba de cámara. Cuando Coppola fue a su casa para
grabarle, Marlon se presentó ante él hecho un hipster, con el pelo largo y vestido de corto. Pero, antes de
que el director tuviese tiempo para desmayarse, Brando sacó al actorazo que llevaba dentro: oscureció su
pelo con betún y se llenó la boca de papel higiénico, mientras repetía: "Es un bulldog. Parece malo,
pero en el fondo es cariñoso". En esa misma sesión, Brando improvisó la cascada voz del Padrino, y su
forma de mover las manos. Cuando Coppola proyectó la cinta a Buldhorn, sin decirle de qué actor se
trataba, el magnate exclamó: "¿Quién coño es este viejo? ¡Es fantástico!".
"Si no hay Caan, no hay Pacino"
Aunque, con el tiempo, las cosas han cambiado mucho, el actor joven más famoso que participó en El
Padrino fue James Caan. El cual, considerado en principio para encarnar a Michael, se hizo con el papel
de Sonny Corleone de una forma bastante peculiar: Robert Evans ofreció un ultimátum a Coppola
diciéndole que, si Caan no entraba en el filme, Pacino se quedaba fuera. Tras unos cuantos portazos y
llantos por parte del cineasta, el trato quedó sellado. Lo cual dejó fuera, no sólo a la opción de Coppola,
un tal Carmine Caridi, sino también a otro jovenzuelo que daría mucho de qué hablar en el futuro.
Il povero Roberto
De todos los what if generados por el cásting de El Padrino, el más enorme es el generado por esta
prueba de cámara: ¿qué hubiese pasado si Robert De Niro hubiese dado vida a Sonny? Pues, por lo
pronto, que el actor se hubiese quedado sin encarnar al joven Don Vito en El Padrino II, un papel por el
que se llevó el Oscar. No hay mal que por bien no venga...
La Mafia no quiere que se diga "Mafia"
Desde la publicación del libro de Mario Puzo, los principales enemigos de El Padrino no fueron sólo los
ejecutivos de Paramount, sino también los propios goodfellas. El capo Joe Colombo (foto, a la
derecha) a través de su organización-tapadera Liga Italoamericana, presionó públicamente para que la
película no se rodase. Entre bambalinas, la cosa fue a más: todos los implicados en la producción
sufrieron amenazas telefónicas, y se amenazó con boicotear el rodaje de forma 'persuasiva'. La
insistencia de Coppola en localizar los exteriores en Little Italy no puso las cosas más fáciles, hasta que
una reunión entre Al Rudi y el boss arregló las cosas: El Padrino podría rodarse, siempre que en sus
diálogos no se mencionase la palabra que empieza con "M".
Los Corleone ríen los últimos
Tras sus trapacerías contra el rodaje de esta película, no podemos sino considerar justicia poética el final
de Joe Colombo: el 28 de junio de 1971, el capo recibió un tiro en la cabeza, que le dejó paralizado
durante años, mientras daba un mitin público. Ese mismo día, Coppola estaba rodando la escena de la
masacre final. ¿Coincidencia?
Al Martino tenía padrinos
El actor de la película más cercano a la 'Cosa Nostra' fue Al Martino, crooner de Las Vegas que
interpretó a Johnny Fontane. El cantante, que no había actuado en su vida, trató de persuadir a Coppola
gastándose 78.000 euros (ajustados) en convidarle a un fin de semana loco en Las Vegas. Cuando vio
que la cosa no resultaba, acudió a su auténtico padrino, el jefe mafioso Russ Rufalino, para que
presionara a los productores.
La ira de Frank (Sinatra)
Ya que mencionamos a Johnny Fontane, está bastante claro que ese personaje es un trasunto de Frank
Sinatra, ¿verdad? Pues el propio Sinatra era consciente de ello, y no le hacía ni maldita la gracia: ‘La
Voz’ tomó medidas legales para detener el rodaje, y cuando una noche Mario Puzo y Al Rudi se lo
cruzaron en un night club, al grito de “¡Os voy a partir las piernas! ¿Os pasó el FBI información para
escribir el puto libro?”. Ya sabemos que tus amistades mafiosas no tuvieron nada que ver con tu papel
en De aquí a la eternidad, Frank, pero quien se pica…
Gianni Russo, otro que tal
El marido maltratador de Connie Corleone también surgió del mundo del hampa: bisnieto de un gángster
y protegido del capo Frank Costello, Russo contrató un equipo de rodaje para rodar una prueba de
cámara. A fin de ponerla en manos de Coppola, Russo acudió a una showgirl asiática, a la que vistió de
uniforme y envió rumbo a Los Ángeles con la cinta de vídeo. El director dijo nones, así que Russo (quien
afirma “haber matado a tres hombres en legítima defensa”) se ganó su papel invocando la ayuda de
amigos que habían prestado dinero a Charles Buhldorn. En cuanto a la ragazza, la leyenda afirma que
acabó en brazos de Marlon Brando.
Las mil y un reescrituras de Coppola
No pecamos de pretenciosos si decimos que, lo que es calidad literaria, la novela original de El Padrino
no tiene demasiada. Por eso, Coppola se metió a fondo con el libro: llenó su ejemplar de anotaciones,
modificó tramas y eliminó personajes y líneas argumentales enteras, consiguiendo (¡milagro!) un guión
que respeta bastante el trabajo de Puzo y que al mismo tiempo funciona en la pantalla. Sin duda, su
medida más sabia fue omitir la historia de Lucy Mancini, la amante de Sonny, que pese a aparecer
brevemente en el filme cuenta en la novela con una trama ginecológica digna de un Cronenberg, con
operaciones de reconstrucción vaginal y todo.
¿Tuestas, o fríes?
Pese al perfeccionismo de Coppola, se le escaparon algunos gazapos en el guión. Por ejemplo, cuando el
viejo Clemenza (Richard Castellano) explica a Michael Corleone cómo preparar los espaguetis
perfectos, el guión indicaba: “tuesta un ajo picado”. Mario Puzo tachó inmediatamente el verbo de la
frase, reemplazándola por “fríe un ajo picado”. Su explicación: “Ningún mafioso que se respete
usaría la palabra ‘tostar”.
Marlon se hace de querer
Mientras los productores lidiaban con la Mafia, y Coppola con un rodaje que se adivinaba infernal, el (en
teoría) imprevisible Brando se convirtió en el corazón de la película. Pese a su fama de difícil, el actor
tomó bajo su ala a sus compañeros más jóvenes, aconsejándoles, cuidándoles y bromeando con ellos.
Según recuerdan James Caan y Robert Duvall, el punto álgido del cachondeo llegó cuando Brando y
ellos organizaron un concurso de hacer ‘calvos’ en el plató. Siempre en palabras de Caan, Marlon se
ganó el primer puesto mostrando su trasero a la cámara 500 veces en un día.
El ‘Padrino’ más felino
Sin duda, la decisión de cásting más imprevisible de la película fue la del gato de Don Vito. Por más que
Coppola afirme que incluyó al animal para mostrar las “garras” ocultas en el amable semblante del
personaje, la verdad es menos pretenciosa: Brando encontró al micho deambulando por el estudio de
Paramount, se encariñó con él y se lo llevó al plató. A Marlon se le debían dar muy bien los animales,
porque (aunque eliminados en el doblaje castellano) los ronroneos del felino fueron tan intensos que
obligaron a Coppola a doblar algunas frases de la escena. Por desgracia, el brillante y peludo actor no
aparece en IMDb.
¡Ay, Pacino!
El tímido Al se tomó muy a pecho la parte física de su papel. En una de las escenas más míticas (cuando
Michael mata a Solozzo y al capitán McCluskey) puede verse en su cara un gesto de apuro que no tiene
nada de artificial: Pacino se había torcido el tobillo, lo que causó retrasos en el rodaje desde la primera
semana.
¡Improvisación!
El espíritu animoso de Brando se transmitió a sus compañeros, desde los actores masculinos a Diane
Keaton y Talia Shire (hermana, por cierto, del director). Mientras Marlon improvisaba su monumental
collejón a Al Martino para conseguir que el cantante actuase un poco (el ataque de risa de Robert Duvall
en la escena también es imprevisto), James Caan se contagiaba de la violencia de Sonny hasta el punto
de que los demás actores tuvieron que sujetarle en más de una ocasión para que no desgraciase a
Gianni Russo, que interpretaba a su cuñado maltratador Carlo. Estas salidas de tono encantaban a
Coppola, pero había alguien a quien no hacían tan feliz...
Gordon arma la gorda
Ese “alguien” era nada menos que Gordon Willis, el director de fotografía que imprimió a El Padrino su
tono tenebrista. Maniático del control y poco afectuoso con el cineasta (a quien consideraba un
advenedizo), Willis se desesperaba cada vez que uno de los actores se salía de su marca: sus juegos de
iluminación eran tan complejos que un paso en falso colocaba a los intérpretes en puntos oscuros,
obligando a repetir la toma. “Gordon se comportó como un futbolista en medio de una pandilla de
nenazas”, recordó Coppola años después. “Yo era un Hitler”, admitía, por su parte, Willis.
“¡Aquí no se ve nada!”
Pese a los arriesgados experimentos de Willis, El Padrino se rodó bajo un clasicismo absoluto. No se
usaron recursos tan característicos del cine de los 70 como zooms o tomas aéreas, y su uso del
claroscuro quedó como un hito en la historia del cine. Sin embargo, los ejecutivos no pensaron lo mismo
al ver los copiones: “¿Qué pasa aquí, es que llevo aún mis gafas de sol?”, protestó uno de ellos
cuando se le proyectó la primera escena.
El equino sangriento
Suéltale a alguien de improviso las palabras El Padrino, y su respuesta no será “Yo creo en América” o
“Le haré una oferta que no podrá rechazar”, sino “cabeza de caballo”. Una escena esta que no da
tanta grima por casualidad: Coppola adquirió el macabro resto en una fábrica de comida para perros, para
después convencer al actor John Marley de que utilizaría una cabeza de atrezo. El gesto de horror de
Marley cuando vio un auténtico pedazo de cadáver equino a los pies de su cama queda fenomenal en la
pantalla…
Los extras saben del asunto
Woody Allen se marcó una broma de altura en Annie Hall, diciéndole a Diane Keaton aquello de “¡Me
has dejado solo con dos extras de El Padrino!”. Porque, efectivamente, los tipos con pinta de mafiosos
que acosaban al pobre Alvy Singer habían sido extras en El Padrino… Y eran chicos de la ‘Cosa Nostra’:
a fin de calmar los ánimos, Coppola empleó a gángsters auténticos en muchas escenas. El mejor caso de
todos fue el de Lenny Montana, un campeón de lucha libre que se ganaba un sobresueldo como
guardaespaldas de un capo: el director se quedó tan impresionado con él que le adjudicó el papel de
Luca Brasi, ejecutor en jefe de Don Corleone. Cuando le tocó rodar su escena con Brando, Montana se
puso tan nervioso que no atinó a repetir bien sus líneas… Y a Coppola le gustó, con lo que dio la toma por
buena.
Hasta las últimas consecuencias
Según Nicolas Pileggi, guionista de Uno de los nuestros, uno de los actores principales de El Padrino
se tomó tan en serio la preparación de su papel que acompañó a un grupo de auténticos mafiosos en
una misión. El problema: los gángsters habían anotado mal la dirección del soplón al que debían
despachar, con lo que volvieron a sus casas con el rabo entre las piernas. Por otra parte, Robert Duvall
consiguió que se le invitase a una reunión de ‘chicos listos’. El actor les observó con tanto detenimiento
que su contacto le susurró: “No les mires tan fijamente, están sospechando que eres marica”.
'¡Bada Bing!'
La verdad es que, durante el rodaje de El Padrino, el pobre Coppola las vio venir por todas partes. Para
empezar, aguantó carros y carretas del equipo de rodaje, formado por profesionales curtidos que, como
Gordon Willis, no le tenían el menor respeto y le tomaban el pelo continuamente. Tras una bronca
particularmente intensa en el plató, Francis se encerró en su despacho, cerrando la puerta con tanta
violencia que el equipo corrió a buscarle, pensando que se había pegado un tiro.
“O acabas, o te despedimos”
Otros sufrimientos para el director llegaron de manos de los ejecutivos de Paramount, llevándose la palma
Robert Evans. El productor amenazó varias veces a Coppola con despedirle en mitad del rodaje para
sustituirle por Elia Kazan: lo único que salvó al director fue el Oscar al Mejor Guión que acababa de
recibir por Patton. Cuando la película ya estaba finiquitada, Evans amenazó con llevarse el metraje en
bruto a Los Ángeles para montarlo él mismo.
Francis pierde la cabeza
Estamos en primavera de 1971, y Martin Scorsese acude a visitar a su amigo Coppola al rodaje de El
Padrino en el cementerio Calvary de Queens. Nada más ver aparecer a ‘Marty’, un Francis totalmente
deshecho se sienta sobre una lápida llorando, rodeado por los 121 extras y las coronas de flores por
valor de casi 50.000 euros que había encargado para la escena del funeral. El comportamiento de
Coppola durante este tramo del rodaje era totalmente descontrolado: compraba compulsivamente, se
escapaba del plató para realizar reescrituras del guión, y acabó enganchado a las pastillas para dormir
que su médico le recetaba.
¡Ah, la famiglia!
Fiel al espíritu de la película, pese a todo, Coppola había conseguido colocar a unos cuantos de sus
familiares en algunas escenas: además de su hermana Talia Shire y sus hijos Gian Carlo y Roman,
podemos ver a su padre Carmine Coppola (es el gángster que toca el piano durante el montaje de las
masacres de Sonny) su mamma Italia Coppola y, por supuesto, a la piccola figlia Sofia Coppola: la
futura directora de Lost In Translation es el bebé al que bautizan mientras los esbirros de los Corleone
masacran a los jefes de las Cinco Familias. Luego llegaría El Padrino III, y muchos pensarían que con
aquella intervención debería haber sido suficiente.
Quien resta, suma
Por más que el montador William Reynolds se quejase de sus secuencias largas y sus montajes
paralelos (“¡Esto es un jodido rompecabezas!”, llegó a decir), uno de los aciertos de El Padrino fue la
concisión empleada por Coppola: de las casi cuatro horas rodadas, sólo tres llegaron a las pantallas.
Las escenas inéditas pudieron verse en 1977, cuando el director montó las dos primeras películas para la
serie de TV La saga de El Padrino: entre ellas, figuraban una discusión entre Don Vito y Michael, y un
final alternativo en el que el personaje de Diane Keaton encendía velas en una iglesia por el alma de su
marido.
Un estreno tumultuoso
Según cuenta el periodista Peter Biskind, la premiere de El Padrino fue un fenómeno que nadie se
esperaba. Las primeras reacciones de la crítica, que anunciaba una obra maestra, atrajeron a muchísimos
espectadores pese a que aquel día nevaba en Nueva York y a que el filme se estrenaba fuera de la
temporada de Oscar. Eso sí: pese a todos los esfuerzos de Robert Evans, Brando (considerado como la
gran atracción de la noche) logró escabullirse del sarao en el último minuto.
El fin de los cines de barrio
En el año de su estreno, El Padrino amasó en los cines la friolera de 1062,9 millones de euros
ajustados, convirtiéndose automáticamente en una de las películas más taquilleras de la historia. ¿Cómo
se logró semejante taquillazo? Sencillo: en lugar de las formas tradicionales de distribución, basadas en el
sistema de reestrenos, Paramount optó por una campaña muchísimo más agresiva. A cambio de un
anticipo de 316.000 euros ajustados, cualquier cadena de cines podía proyectar la película, lo cual
consiguió que esta llegara a 366 salas de EE UU en su primer fin de semana. Durante abril de 1973, los
réditos de la película ascendieron a 3 millones de euros diarios: todo un triunfo para la compañía, pero
también el comienzo del declive de las salas pequeñas y los cines de barrio.
Nino Rota se queda sin Oscar
Tan pegadiza como atmosférica, la BSO de El Padrino es tan icónica como las imágenes de la película.
Pero su autor, Nino Rota, se quedó sin nominación al Oscar por haber reutilizado parte de su música
para la película italiana Fortunella (1956). Nominada a cinco estatuillas, la película se llevó tres: Mejor
Guión Adaptado, Mejor Actor (para Brando, que no acudió a recogerlo) y Mejor Película. En los Globos de
Oro, por su parte, cosechó las categorías de Mejor Película Dramática, Mejor Guión Dramático, Mejor
Director, Mejor Guión Adaptado… Y Mejor Banda Sonora.
Salsas y juegos
Tan enorme fue la popularidad de El Padrino, que en 1972 apareció un juego de mesa basado en la
película. Pero eso no era todo, porque Robert Evans quería lanzar al mercado salsas italianas con el
rostro de Marlon Brando como gimmick promocional. En 2006, por su parte, apareció un videojuego
con las voces de James Caan, Robert Duvall, Abe Vigoda (Tessio) y un Marlon Brando ya muy enfermo.
Pacino, que había vendido sus derechos de imagen para el juego de El precio del poder, pasó del tema
y Coppola se ciscó en Paramount por haber tomado la iniciativa sin contar con él.
Perfume embriagador
Original o no, el tema de amor de marras, titulado Speak Softly Love en su versión cantada en inglés, es
la pieza más conocida de la banda sonora de El Padrino. Entre los cantantes que lo han interpretado se
hallan Scott Walker, Dalida (Parle Plus Bas) y Gianni Morandi (Parla piu piano). En España, la versión
traducida que reza “Estoy sintiendo tu perfume embriagador…” recibió el título (poco adecuado) de El
milagro del amor.
Los ‘mafiosi’ son fans
Los sociólogos de EE UU hablan de “el efecto El Padrino” para señalar el impacto de la película en la
cultura italoamericana. Un impacto que, huelga decirlo, alcanzó sobre todo a la propia Mafia: los capos
que habían tratado de sabotear la película observaban con agrado cómo sus soldati más jóvenes
recuperaban viejas tradiciones, como llamarles de ‘Don’ y besarles la mano, mientras que el vocabulario
de los ‘chicos listos’ se enriquecía con expresiones como “¡Bada Bing!” (la onomatopeya de un tiro a
bocajarro), “el especial Moe Greene” (matar a alguien de un disparo en el ojo) y otras más que
seguramente habrás oído utilizar en Los Soprano.
Y Stanley Kubrick también
Para que Stanley Kubrick elogiase un filme ajeno, casi que tenía que llover fuego del cielo. Así que
imaginemos el pasmo del guionista Michael Herr (Apocalypse Now, La chaqueta metálica) cuando el
genio del Bronx le reconoció, a finales de los 80, que consideraba El Padrino la mejor película de la
historia de Hollywood, o como mínimo la que tenía el mejor reparto.
Un Mercedes, y una ‘fantasmada’
“El Padrino me destruyó”, declaró en los 90 un Coppola en bancarrota, lamentando que La
conversación (un proyecto más personal, que llevaba desarrollando desde los 60) quedase eclipsada por
este filme. Sin embargo, hay dos anécdotas de la época que prueban que lo de Francis es pura retórica:
tras recibir las primeras noticias del éxito de la película, el director partió raudo y veloz a comprarse un
Mercedes a cuenta de Paramount junto a George Lucas. A bordo de ese mismo coche, y a la salida de
una fiesta, Coppola quedó parado frente a un semáforo junto a algunos amigos. Uno de ellos, William
Friedkin, asomó la cabeza por la ventanilla de su coche y gritó: “French Connection: ocho
nominaciones y cinco Oscar, incluyendo Mejor Película”. Peter Bogdanovich, que también estaba
en la caravana, respondió: “La última película: ocho nominaciones, y encima es mejor que la tuya”.
Para no ser menos, Coppola sentenció: “El Padrino: 150 millones de dólares”. Y se hizo el silencio….
Medallas y galardones
Además de ser una de las escasas películas con un 100 por cien de aprobación en Rotten Tomatoes,
El Padrino es la segunda mejor película de la historia según el American Film Institute, quedó cuarta
(tras Ciudadano Kane, La regla del juego y Vértigo) en la encuesta de 2002 de la revista Sight And
Sound, y en 1990 pasó a formar parte de los fondos de la Biblioteca del Congreso de EE UU. No está
mal para una película de serie B en la que no creía casi nadie, ¿verdad?