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PATRICK DECLERCK LOS NAUFRAGOS ASOCIACION ESPANOLA DE NEUROPSIQUIATRIA HISTORIA

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PATRICK DECLERCK

LOS NAUFRAGOS

ASOCIACION ESPANOLA DE NEUROPSIQUIATRIA

HISTORIA

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PATRICK DECLERCK

LOS NAUFRAGOS

Con los indigentes de Paris

ASOCIACION ESPANOLA DE NEUROPSIQUIATRIA

MADRID

2006

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Titulo original:

Les naufrages. Avec les clochards de Paris, 2001

NTRODUCCION

TraducciOn:

Julian Mateo Ballorca

Una escritura de la nada?

Para ver algo por entero, el hombre debe

tener dos ojos, uno de amor y o tro de odio.

E NIETZSCHE,

Humano, demasiado humano.

He pasado algo más de quince aiios interesandome por los indigentes de

Paris. Primero, de 1982 a 1 985, como etnografo, ayudante de investigaci6n en

la

Maison des Sciences de l'homme.

Luego, de 1986 a 1987, como psicoana-

lista en la

Mission France

de Medicos del mundo, donde, bajo los auspicios

de Bernard Kouchner, por entonces presidente de la asociacion, cred, en abril

de 1986, la primera consulta de escuch a especialmente reservada a esta pobla-

ciOn en Francia. Finalmente, de 1988 a 1997, como consultor en el Centro de

acogida y de cuidados hospitalarios de Nanterre, institution especializada en

la atenci6n a estas poblaciones. Durante esos atios, neve a cabo entre m il qui-

nientas y dos mil entrevistas y asisti a más de cinco mil consultas de medici-

na en Nanterre a cargo del Dr. Patrick Henry que habia fundado alli, en 1984,

la primera consulta medica en Francia reservada a los sin techo'. De 1993 a

1995, forme parte del equipo de Xavier Emmanuelli, sucesor de Patrick Henry,

y nombrado, despues, secretario de Estado para la Accion humanitaria, en

1995.

Me he o cupado de los indigentes en la calle, en los centros de alojamiento,

en el hospital. He estado a su lado mientras se encontraban borrachos, vocife-

rando o comatosos por el alcohol, desencajados de rabia e impotencia. Los he

visto obscenos, incontinentes, hundidos, con la bragueta abierta... A menudo he

tenido que luchar contra las nauseas que provocaba su olor. He ayudado a cui-

darlos. Creo haber aliviado a más de uno. Se que no he curado a ninguno.

Los llamo `indigentes' porque hay que darles un nom bre. En nada es este

mejor que los otros, salvo que rem ite a imagenes compartidas, en Francia, por

todo el mundo. Hace referencia al pasado y a la larga duration de su repeti-

ciOn. Pero si fueran nec esarios otros,

sin techo', `transeun-

tes' o `grandes excluidos' tambien servirian. Hay a este respecto querellas de

escuelas. A algunos les gustaria instaurar sutiles distinciones, jerarquizar,

ordenar, herborizar. Finalmente, combatir con ayu da de categorias especiosas,

la sorda y angustiante anomia de ese medio. Nos gustaria poder dar cuerpo a

lo informe, aprehender lo evanescente. Baste con saber que el indigente es

Editions Plon, 2001

Asociacion Espanola de Neuropsiquiatria, 2006

Derechos:

Asociacion Espanola de Neuropsiquiatria

Cl Villanueva, 11. 28001-Madrid. Tf. y Fax: (91) 431 49 11

ISBN:

84-95287-29-3

Deposit° legal: VA. 392.-2006

Impreso en Espana. Union Eu ropea

Detalle de la s obrecubierta:

J. Dubuffet,

Mirada hacia arras

Grabado interior:

J. Dubuffet,

Mensaje

Impresion:

Graficas Andres Martin, S. L., Paraiso, 8. 47003 V alladolid

Distribution:

LATORRE LITERARIA.

Camino Boca Alta, 8-9. Poligono El Malvar

28500 Arganda del Rey (Madrid)

Calaboracion tecnica:

GlaxoSmithKline

Directores de la ed ition:

Fernando Colina y Mauricio Jai&

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siempre el otro y nunca uno mismo. De la misma manera que no podemos per-

cibir nuestro propio olor, son los otros los que huelen.

Los indigentes juegan al escondite. Siempre, se escurren. Siempre, estan

en otra parte o al lado. Y siempre, para tener una oportunidad de poder com-

prenderles, tenemos que perdonarles esas trangresiones. Por desgracia, nunca

lo conseguimos del todo...

La mayoria de las veces, los odio. Apestan. Apestan a mugre, a pies, a

tabaco y alcohol malo. Apestan a odio, rencores y envidia. Se roban entre

ellos. Aterrorizan a los más &biles y a los impedidos. Acechan, como ratas, el

suerio de los demas para quitarles sus miserias: botellas medio vacias, bolsas

inmundas demencialmente llenas de trapos sucios y de periOdicos rotos.

Tambien se matan. A veces violentamente, en la explosion de una conciencia

alcoholizada o de manera muy deliberada, tras haber destilado durante mucho

tiempo, pero mucho tiempo, resentimientos soterrados y pueriles. Violan a sus

mujeres o las prostituyen por cuatro perras, por pastillas, cigarrillos o alcohol.

Elias no protestan, brujas que se rien burlonamente con bocas desdentadas. Es

imposible no odiarlos.

Un amigo con el que trabajaba en Nanterre decia que estabamos ahl en el

infierno. Que solo podiamos ver al ser humano desnaturalizado, al hombre

caldo... Era cristiano, y afirmaba que habia que creer en el hombre, a pesar de

todo, a traves de todo.

Por mi parte, no puedo ser cristiano ni creyente de ningtin tipo. Astenia,

sin duda. Abulia, con toda seguridad. Y ademas, la naturaleza del hombre me

inquieta demasiado. La de Dios todavia más... Sin embargo, esa es la gran

cuestion: en definitiva, 1,es más vulgar creer o no creer? i,En el hombre? (,En

Dios? i,En nada? i,La peste o el colera?...

No solo esta —nada es sencillo— el odio. Escasos, preciosos, hay otros

momentos. No de amor, no, sino de decencia. Los ingleses dicen

decency.

Una

palabra que, en trances, carece de equivalente exacto. La

decency

es a la vez

la modestia y el amable respeto de las conveniencias. Una especie de cortesia

a la distancia adecuada y poco ruidosa. Un reconocimiento ligero, fugaz y

reciproco, que corta tanto con los besos asfixiantes, como con la molesta e

intrusiva fraternidad de las sudorosas fiestas populares.

Momentos decentes, pues. Como en el hospital, cuando ese aleman, viejo

y gordo, de tez violacea, barbudo y peludo como papa Noel, que tiembla tanto

que se cae de la silla y al que ya han envuelto con una manta termica, me dice,

al verme entrar a la sala de cuidados:

—Buenos dias, senor, i,como esta usted?

—Tiene 34°C — me seiiala en voz baja,la enfermera—. Principio de hipoter-

mia. La policia le recogio a tiempo...

—Vierunddreif i ig? Das ist nicht so gut.

—No senor...

Nicht so gut.

Y nos sonreimos un poco tristemente. Esta vez se librard. La proxima...

El lo sabe. Sabe que yo lo se. Leemos por un breve instante, en la mirada del

otro, el pensamiento de nuestra muerte. La suya. La mia. El mundo es trio para

cuantos estan los vivos.

Decente, como cuando una vieja loca, que un hospital psiquidtrico nos

manda por segunda vez en tres dias con el pretexto de que su caso no presen-

ta ningtin catheter de urgencia (tienen razon, cuando se es demente es para

mucho tiempo), juega con su muneca. Vieja nina de setenta y dos aftos, con-

siente que la admiremos un rato. Me quedo extasiado: oAh, pues si, si que

tiene un vestido bien bonito. Y un pelo precioso...».

Decente, como cuando una enfermera, arrodillada, no puede impedir un

movimiento de rechazo ante el olor de la llaga de pierna gangrenada, que des-

cubre bajo u n viejo ap6sito mugriento, y el paciente, un horroroso merc enario

tatuado y lleno de cicatrices, se retuerce de vergnenza y apuro. «Lo siento

mucho, senora, lo siento... Perdoneme», de zurullo y maleducado que se

encuentra por haber ofendido. Delicado, incluso desde el fondo de su arroyo.

Decente, como cuando me sorprendo al encontrar en la sala de camas de

enfermeria un ejemplar de una vieja edition de

Kaddi sh

de Allen Ginsberg. Es

de un americano de unos treinta afios al que han recogido en la calle, casi

muerto. Le quedaban tres gramos de hemoglobina (por decilitro de sangre). En

principio, por debajo de ocho gramos la cosa es ya muy grave. En resumen,

estaba casi exangiie. Etiologia de esta anemia extremada: deb ilidad, desnutri-

ci6n, abandono de uno mismo al curso lento y perezoso de las cosas...

Acostado, todo rigido, como un yacente de piedra, con la manta bien

puesta, exactamente debajo de la barbilla, no v uelve la cabeza, no hate ningun

movimiento. Simplemente, sigue con la m irada. Lleva un gorro grande de lana

roja todo tieso en la cabeza. Esta ridiculo y conmovedor. Y palido como

Ofelia. Hemos hablado un poco. Ginsberg y Kerouac y Lawrence Ferlinghetti

y Gregory Corso... Los conocia. Se march6 para continuar su viaje sin rumbo.

Gran esquizofrenico. Nunca he vuelto a verle.

Este libro he tardado demasiado tiempo en escribirlo. Le he dado

muchas vueltas. Pense primero que fuese academic°, etnografico. Si, habla

muc has cosas que decir. Durkheim, M auss y los otros han pasado muy al lado

de estas poblaciones y las cuestiones que plantean. Como si se hubiera trata-

do de fenomenos indignos de investigation cientifica. Indignos o impropios,

pues, al fin y al cabo,

acer ciencia con nada o casi nada? Y zque ocu-

rre con el estatuto epistemologico de una etnogratia del desorden, del caos,

de la nada? Tanto más cuanto que los indigentes, precisamente, no constitu-

yen una sociedad clara y netamente identificable como tal. Si hay tal socie-

dad, no existe más que por defecto, compuesta por agregados inestables y

puntuales de individuos más o menos aislados en el silencio o el vocerio de

sus delirios etflicos...

Sin embargo, podria haber intentado abordar las cosas objetivamente.

Hubiera pod ido dedicarme a desc ribir con todo detalle las diferentes practical

de la mendicidad, los intercambios micro-econ6micos, la geografia de los des-

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Se encontraran más adelante, dos partes y un epilog°. La primera

—Rutas— intenta contar el mundo de los indigentes. La segunda —Cartas—, con

ayuda de los conceptos de la etnologfa, de la psiquiatria y del psicoanalisis,

intenta pensarlo. El lector al que la teorfa y el inevitable recurso a un vocabu-

lario minimamente tecnico pudieran irritar podra ahorrarselos, sin perder nada

del relato'.

En El rey Lear,

de Shakespeare, un personaje, Edgar, hijo del conde de

Gloucester, para escapar a un complot tramado contra el, tiene que esconder-

se. Para ello, adopta:

El aspecto más pobre y más vil

de cuantos tiene la penuria para, menospreciando al hombre,

acercarle a las bestias...

Unos mendigos de Bedlam le ofrecen el ejemplo, se convierte en : «El

pobre Tom, que come ranas, sapos, renacuajos, lagartos, salamandras; que,

con rabia en el corazOn, cuando el demonio se enfurece, come estiercol de

vaca por en salada, se traga viejas ratas y carroila de perro, bebe agua v erde del

estanque, y es fustigado de parroquia en parroquia, puesto en cepos, encarce-

lado y castigado... El pobre Tom tiene frfo»

4 .

Ojala estas paginas contribuyan a hacerle entrar en calor.

Primera parte

RUTAS

Sigo... porque soy feliz en el mar, y

tal vez tambien para salvar mi alma.

Bernard MOITESSIER

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 iserere

Indigentes, excluidos, nuevos pobres, marginales, mendigos...

i,Quienes son, esos seres extrados de rostros devastados? Esos exiliados con

los que nos encontramos frecuentemente, que perturban nuestra mirada y

suscitan nuestros fantasmas. iyagos? i,Refractarios? LO filosofos?

Rebeldes, anarquistas, intelectuales a veces, falsos mendigos a menudo?...

Los mitos son muy resistentes. Se habla de elecciOn, se busca por el lado de

la voluntad. Se construye toda una metafisica del dinamismo y del desalien-

to. De tal m anera que se llega suavemente —y esa era la finalidad— a banali-

zar el horror, a anular la angustia.

Parasitos, ebrios y ahitos, que disfrutan turbia y beatificamente, se les

supone entonces hab itando un imaginario pais de Jauja. Equivoco legendario,

que a menudo ellos mismos alimentan, exhibiendo gran cantidad de botellas.

Exentos de la vida y de sus desordenes, se supone que dormitan felices, al

abrigo del tiempo. La realidad es otra. Pongamos primero el decorado.

i,Cuantos son? Aunque resulta imposible dar una cifra precisa', es razo-

nable

estimar, esencialmente a partir de los ficheros de las diversas consultas

medicas exclusivamente dedicadas a ellos, que hay, en Paris, entre 10.000 y

15.000 viviendo en la calle de manera habitual e instalada.

En torno a ese nticleo duro gravita una poblacion inestable y más hetero-

clita, compuesta por jovenes a la deriva, toxicomanos, prostituidos ocasionales

de ambos sexos, recien salidos de la carcel o de algun hospital psiquidtrico. Es

decir, personas en crisis y que estan rompiendo vinculos sociales, economicos y

culturales, que rozan los extremos de la desoc ializacion, aunque sin abandonar-

se todavia del todo.

Algunos, despues de recorridos más o menos dilatados, alcanzan definiti-

vamente las filar de los indigentes. Otros, sorprendentemente, son capaces de

encontrar recursos (ayudas sociales, m ovilizaciones institucionales varias) para

aguantar durante mucho tiempo en esos estados fragiles, evitando a la vez una

irreversible evolucion hacia lo p eor. Se trata en ese caso de personas que viven

una especie de inestabilidad permanente y por lo tanto parad6jica puesto que,

al fin y al cabo, es duradera... Esos com pafieros de ruta en el camino de la

indi-

gencia, alojados a menudo en los hog ares y albergues, probablem ente sean casi

dos veces más numerosos que los propios indigentes, es decir entre 20.000 y

30.000. En este alio 2001 habria, pues, en Paris entre 30.000 y 45.000 personas

más o menos relacionadas con las problematicas de la desocializacion.

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La estimacion de esta cifra para toda Francia es min más dudosa, pues no

existe organismo que centralice la gran cantidad de observaciones realizadas.

No ob stante, es razonable pensar que haya que mu ltiplicarla por dos o por tres.

Lo cual permite adelantar que hay, en Francia, entre 20.000 y 45.000 indigen-

tes cronicos, y que sus comparieros de ruta oscilan entre 40.000 y 90.000. As(,

los fenomenos de indigencia afectarian más o menos a 60.000 y 135.000 per-

sonas. La mayoria de los expertos considera que la cifra real se sittia en torno

a los 100.000.

Describir su mundo es a la vez facil y casi imposible. Facil, porque es tan

pobre que la cosa se hace enseguida. Casi imposible, porque es tan delicues-

cente que la pretension de captar claramente sus contornos es una quimera.

Con todo, los dispositivos institucionales acuden en ayuda de lo eva-

nescente. Sin agobiar al lector con detalles inutiles, conviene ofrecer una

idea rapida de los mismos para asegurar la comprensi6n de los capitulos

siguientes.

Esta el Centro de acogida y cuidados hospitalarios

2 (antes «Maison de

Nanterre»), situado a unos diez kilometros al noroeste de Paris, que existe

desde 1887. En su origen, era una carcel para pobres, que se incluia en el

movimiento de las

Work Houses

inglesas del siglo XIX. All( se encarcelaba a

quienes, declarados culpables del delito de vagabundeo y mendicidad, tenian

que purgar una pens de cuarenta y cinco dias de trabajos forzados. Como pre-

tendia ser moralmente vigorizante, esa estancia era recompensada con un luis

de oro a la salida.

No obstante, esta pura logica penal iba ya acompariada por una voluntad

de reforma de los habitos. Voluntad de castigar, de encerrar y de contener, por

una parte; intento de reforma y de otratamiento» del sujeto, por otra. Todavia

no hemos salido de esta contradiccion cuyo origen se debe a una doble per-

cepci6n del fenomeno: como transgresion y como enfennedad'.

Ha pasado un siglo. La carcel ya no existe. Dejo de depender de la

Jefatura de Policia en 1989. La «Casa de Nanterre» se convirtiO entonces en el

«Centro de acogida y de cuidados hospitalarios»

[Centre d 'accuei l e t de so ins

hospitaliers =

CASH] de Nanterre, con el estatuto de establecimiento

publi-

co de la Ciudad de Paris. A pesar de todo, el prefecto de Policia sigue siendo

el presidente del consejo de administracion. No hay que perder nunca del todo

las buenas costumbres...

Hoy, en 2001, el CASH de Nanterre comprende un centro de acogida que

alberga aproximadamente a 400 personas, un asilo para ancianos (500 camas),

un «Centro de alojamiento y de reinserciOn social»

[Centre d 'hebergement e t

de reinsertion sociale =

CHAS, 100 camas], el «Centro de alojamiento y de

asistencia para personas sin techo»

[Centre d 'hebergem ent e t d 'ass i s tance aux

personnes sans abri =

CHAPSA, 250 camas] reforzado por la sucursal medi-

ca (que agrupa una consulta medica ambulatoria y social, as( como 50 camas

de enfermeria), y el hospital Max-Fourestier (290 camas), fruto de numerosos

acondicionamientos que, con el tiempo, han transformado la enfermeria de la

prision en hospital general. Aunque todo el mundo puede ser admitido, una

buena parte de las camas son ocupadas por personas sin techo enviadas por los

otros servicios del CASH.

Finalmente, Ultimo eslabon de la cadena, un cementerio se ocupa de las

otras eventualidades...

Los indigentes que van a Nanterre son llevados all( por la «Brigada de

asistencia a las personas sin techo»

[Br igade d 'ass i s tance aux personnes sans

abri =

BAPS A]. Este servicio de la Jefatura de Policia, creado en 1955, tiene

como mision recoger a los indomiciliados en las calles de Paris y llevarles a

Nanterre. Antes de la reforma del COdigo penal de 1994, al ser considerado el

vagabundeo un delito (art(culo 269), la recogida era hasta esa fecha coercitiva

y su legitimidad juridica estaba asegurada. D esde entonces, ya no se hab la de

«recogida» sin más, sino de «recogida social» que, en principio, no lleva más

que a voluntarios

5

. La RATP

[Regie Autonome des Transports Publics:

Compariia autonoma de transportes pnblicos] ofrece un servicio analog°.

El sistema funciona de la manera siguiente: una persona es recogida en

Paris (en la calle por la BAPSA, en el metro por la Recogida social de la

RATP) por los equipos de esos servicios, apodados los «azules» debido al

color de la ropa qu e llevaron durante arios. Se la transporta en autob tis hasta el

Centro de alojamiento y asistencia a las personas sin techo (CHAPSA) del

CASH de Nanterre, para pasar all( la noche o una parte del dia. Podra lavarse,

alimentarse y hac er que le atiendan en la consulta. Si su estado fisico lo justi-

fica, podra ocupar una cama en la enfermeria, durante varios dias o varias

semanas. En caso de necesidad, podra ser hospitalizada

in situ.

'Cambial puede pedir que le admitan en el centro de acogida. Si su corn-

portamiento no parece,

a priori,

incompatible con el respeto al reglamento

(alcoholismo o toxicoman(a incontrolables, violencia, trastornos p siquidtricos

graves y manifiestos), y si hay sitio —lo cual no siempre es sencillo, pues las

peticiones son num erosas— sera aceptado. Si se integra, tendra que trabajar en

un pu esto relacionado con el fu ncionamiento logistico de la institucion (cam i-

llero, cocinero, jardinero...) por un salario medio —en 200 1— de 800 francos al

mes (400 francos los primeros meses, 800 francos tras ese periodo de prueba).

Eventualmente, al salario de base, podran sumarse algunas pequerias primas.

En principio, no hay ninglin limite reglamentario para el tiempo de estancia en

el centro de acogida.

Independientemente de ese dispositivo Nanterre / Recogida que se dirige

a los más cronicos de los sin techo, Medicos del Mundo (desde 1986) y el

Samu social (desde 1994) ofrecen en Paris, como en el resto de Francia, con-

sultas medicas y cu idados de enfermeria, y, por parte del Samu social, un ser-

vicio de transporte con atenci6n medica, una red de centros de alojamiento y

la posibilidad de disponer de cuidados en camas de enfermeria.

Ademas, diversas organizaciones caritativas (Emans, Ejercito de

SalvaciOn, Auxilio catolico, etc.) ofrecen servicios variados y numerosos, que

van desde el reparto de sopa hasta diversas formas de alojamiento de duraci6n

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variable, pasando por servicios sociales y otros relacionados con la ropa.

Muc hos de esos dispositivos tienen un caracter temporal y no funcionan m ás

que de noviembre a m arzo. Sena pesado enumerarlos todos; y describirlos con

detalle, atin mash.

Las recogidas, las horas de reparto de c omida, las citas reiteradas con tra-

bajadores sociales y cuidadores varios, para intentar conseguir unas gafas, o

bien otro pantalon, o una noche de alojamiento, marcan, en un carrusel agota-

dor, una vida que, por lo demas, declina, dadas sus carencias.

l La vida en la calle? Uno mendiga. Bebe. Discute. Se pelea. Se calma.

Vuelve a beber. Duerme. V uelve a empezar. Por encima de todo, uno se abu-

rre. El telon de fondo es el alcohol. Los indigentes, en su inmensa mayoria,

estan gravemente alcoholizados. Este alcoholismo es muy anterior al proceso

que les lleva a la indigencia y es una de sus causas mayores. Con ayuda de

medidas hechas con alcoholimetro, se ha estimado que la poblacion que acu-

dia a la consulta de Nanterre bebia como media,

al dia,

el equivalente de cua-

tro a cinco litros de vino. A eso hay que aiiadir los medicamentos psicotropos

varios, que los indigentes tambien consum en en grandes cantidades. Su esta-

do de conciencia suele encontrarse, por lo tanto, fuertemente alterado.

La may oria de las veces estan borrachos y pasmados. El alcohol, la mal-

nutricion y la fatiga les condenan a vivir un estado cronico de debilidad y de

agotamiento. Pues, con el alcoho l, el cansancio es la segunda gran constante

de esta vida. Se duerme m al en la calle. A menudo les despierta la policia, los

«azules», las pesadillas, el frio, la lluvia, el miedo sobre todo, por dormir

expuesto a cualquier agresion... Despues de unos Bias, todo se nubla: dias,

noches, horas, fech as. Se instala la confusion, que tam bien sirve para proteger

al sujeto de una lucidez que solo podria ser aterradora.

Se pide limosna du rante unas horas al dia. Se puede escoger la pasividad

y ofrecer, inmO vil, el triste espectaculo de uno m ismo a las miradas de los que

pasan. Pero los calambres y el filo acechan. Hay que aguantar. No es facil.

Tambien se p uede intentar ser más activo, moverse m ás. Se trata entonces de

detener a los que pasan, llamar su atenci6n en la c alle, o pasar por los vagones

del metro. Yo mismo lo he hecho —obligaciones de la etnografia—, y exige

much o valor fisico y moral.

Sea cual sea la tecnica emp leada, hay que h acer frente a los insultos y a

las muecas de desprecio. Ante las miradas que se apartan, para seguir exis-

tiendo, hay que luchar contra el sentimiento insidioso de haberse vuelto invi-

sible, como los fantasmas...

No es frecuente que se pueda soportar mendigando más de dos o tres

horas al dia. Si el importe de los beneficios reconocidos, en ese mund o en que

el fantasma es rey, varia enormemente segtin el azar de los discursos, las

sumas verdaderamente recogidas se sittian en torno a los treinta o cincuenta

francos al dia. Este dinero sirve a veces para comprar algo de com ida, ademas

de la que se obtiene gratuitamente en los repartos. Sob re todo, permite abaste-

cerse de alcohol.

De m anera general, los indigentes dejan de pedir cuando tienen dinero

suficiente para comprar la cantidad de alcohol que necesitan para pasar el dia'.

Con todo, no se trata de llegar a la conclusiOn de que esta m endicidad sea una

especie de lujo que se permite el sujeto. Perversion y estafa a la compasion

que, en ese caso, habria que desalentar no dando nada. Sena un grave error

(ademas de una m ezquindad moralizante) ignorar o subestimar el sufrimiento

del sujeto alcoholic° (y/o toxicomano) sumido en su dependencia y angustia-

do ante su debil autonomia con relacion al producto cuya impregnacion no

puede llegar por debajo de c ierto umbral, so pena de padecer los dolores de un

ataque de abstinencia (es decir de carencia). Mas adelante se vera que esta

autonomia no va más and de unas horas.

Por el contrario, la mendicidad constituye un verdadero trabajo en la

medida en que su s beneficios aseguran la supervivencia fisiologica y psiquica

del sujeto. Una persona dependiente del alcohol tiene, por definicion, una

necesidad vital de alcohol. El ataque de abstinencia que la acecha p uede poner

su vida en peligro. Desde el punto de vista medico, el sindrome de abstinen-

cia es considerado como una urgencia

8

.

Ese vino, ese alcohol, lo bebera en grupo, o con el amigo con el que

forma una especie de pareja, o tambien, y m ás generalmente, solo. De todas

formas, si las amistades y los grupos protegen —relativamente— de los peligros

de la agresion y el miedo de la noche, se trata de arreglos de corta duraciOn .

Uno esta borracho. Discuten por una palabra. Hay pelea. Se roban unos a

otros. zQue hac er, si no es seguir bebiendo para dejar de pensar, de ver, para

no sentir más? i,Quithi puede imaginar la desnudez frontal, la fragilidad que

paralizan a un ser que tiene que quitarse la ropa para defecar en pu blic°, entre

dos coches o en un ttinel del metro? «Morir. Dormir. Dormir, tal vez sonar»,

decia Hamlet.

Todo, en esa vida en la calle, es inmensamente dificil. Hay que empezar-

lo todo de nuevo, siempre. Aunque hoy se haya conseguido encontrar comida,

maiiana habra que volver a empezar la misma btisqueda, los mismos recorri-

dos, padecer los mismos em pujones alrededor de los camiones de sopa, sufrir

los mismo s desaires.

Es imposible acumular objetos. Lo que uno tiene ha de llevarlo consigo.

Pesa. Y, ademas, quien dice posesion dice robo. Se duerme, incluso en los

hogares, con los zapatos atados al cu ello...

La cama que ay er se consiguio con tanta dificultad, al dia siguiente es de

otro. El alojamiento, en lo esencial, funciona asi. Una o dos noches, qu ince

dias en el mejor de los casos (pero zqu e son dos semanas en un a vida?), des-

pués, hay que buscar en otra parte o volver a mendigar al mismo sitio. Sin

garantia. Al contrario, volver demasiado a menudo al mism o lugar esta prohi-

bido. Por la noche, h ay que partir otra vez de cero. Esta mud anza es necesana

y asi se quiere que sean las cosas: «Es p or su biero>. Nada de depender de las

ayudas: hay que favorecer la autonomia. Sea como fuere, el caso es que el

espacio y el tiempo estan hecho s migas y que es casi imposible posarse.

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Cuando empece la investigation etnografica en 1982, me habia preocu-

pado por las dificultades que encontraria para «penetrar» en el ambiente, hacer

que me aceptaran, superar sus barreras. Sin razOn. Un viejo jersey, unas pala-

bras intercambiadas en un banco del metro, y ya estaba. Aceptado. Veterano.

Amigos de toda la vida. Perfectamente indiferenciado. i,Y por que no? Ese

mundo es el de la nada y la nada no tiene puerta. No la necesita. No tiene

miedo de nada, ni de nadie. No tiene nada que perder. i,Quien era yo entonces?

i,Etnologo? i,Mentiroso? iysicoanalista? zMiron? i,Granuja? A nadie le impor-

taba. A cada cual su verdad...

Asi, en ese mundo, el discurso no es ya otra cosa que el soporte del fan-

tasma, como mucho. No compromete a nada y no por ello deja de estar some-

tido a la prueba de to real. Logorrea, mutismo o vociferation, esti por entero

al servicio de la puesta en escena del sujeto. Puesta en escena en su relation

consigo mismo, mucho antes que con el otro. La primera funcion del discurso

es la de disculpar at sujeto ante si mismo. Sus fracasos, sus disfunciones, su

vida lamentable, todo ello debe ser situado a distancia, explicado, racionaliza-

do por una etiologia que no le implique para nada.

Ante todo, su discurso tiene que aportar la prueba irrefutable de su nor-

malidad: «No soy yo. Son las mujeres las que nos abandonan; los patrones, los

que nos echan a la calle; los extranjeros, los que vienen a guitar el trabajo a los

franceses... Es la crisis. Son mis padres. Es la edad. Los accidentes. El alco-

hol que es más fuerte que yo... Pero no soy yo, sobre todo no soy yo. No tengo

nada que ver en todo esto...».

De esos discursos manifiestos recogidos en la calle y los albergues, he

aqui algunos ejemplos. Primero les oimos a ellos, antes de percibir sus insu-

ficiencias. Presentados aqui de manera voluntariamente impersonal, como

desprendidos de los sujetos que los enuncian, para que se pueda apreciar mejor

su equivalencia estructural, recortados y ordenados por secciones tematicas,

remiten unos a otros en dolorosos paralelismos. Antes de analizar, más ade-

lante, su sentido: preludio coral...

1.

Victi tnas

Las he pasado canutas. Estaba en Haute-Savoie. Tenia todo to que

necesitaba. 0 sea una mujer buena. No me da miedo decirlo. Lo he perdido

todo. Y ya esti Es lo unico que tengo que decir. (Paul, 41 arios, en la calle).

Yo tenia... He vivido 19 arios con alguien... Avenida de Verdun en

Ivry. Lo he perdido todo. Un jueves por la mariana, hace dos arios, se marcho.

Me dijo hasta luego. Me dijo: «Hasta la noche». Nunca volvio. (Denise, unos

cuarenta, vive con Paul en la calle).

Pues... Yo era empleado de gasolinera. Ahora sigo dandole al surtidor.

Pero he cambiado de calidad. Ahora saco vino. iPues si Antes sacaba gasolina,

ahora saco vino. Perth mi trabajo. Porque tenia que haber ido a reunirme con mis

hennanos a Australia. Llegue a Paris. Y en la embajada, como estoy lisiado del

brazo izquierdo, me negaron el visado. Ya tenia el billete de avion. Tenia todo lo

necesario, vaya... El dinero. Todo. (Marcel, por los cincuenta, en la calle).

i,Que comp he Ilegado a la calle? Para empezar, a mi me fue muy mal

en la vida desde el principio. Pero bueno, digamos que es un poco la historia

de mis padres. Y luego, la mia. Digamos, lo más sencillo, para ser sincero: es

una deception sentimental. Tenia una chica. La cosa quedo en nada. Ademas,

tenia un jefe que no era muy comprensivo. Y luego me encontre sin trabajo.

(Yves, por los treinta, en la calle).

— Yo, mis padres tuvieron problemas de alquiler. Vino un inspector a mi

casa. Y nos obligaron a mudarnos en el mes de noviembre. Entonces mis

padres ya no han querido saber nada de nosotros. De mi hermano y de mi. Y,

bueno, tengo dos hermanas casadas. Mi hermana pequeria se largo con un

chico. Entonces, me encontre en la calle, de verdad. Ya no podia lavarme. No

podia comer todos los dias. Asi que me las arregle para trabajar en la chatarra.

Recogia chatarra y luego la vendia. Despues, mi curiado me recogi6 durante

un mes en su caravana. Despues me fui quince meses at ejercito. Estuve dos

meses en el Libano, que me dejaron completamente traumatizado. Bueno,

ahora intento arreglarmelas. Mi padre volvio a cogerme, mientras estaba en el

ejercito. Durante seis meses... Un poco menos de seis meses. Luego tuve una

pequefia pelea con el. Bueno, le revente un ojo, sin querer. Y entonces, me

echo. (Renaud, 22 afios, en la calle).

Antes estaba en un monasterio. Y como todavia no estoy bastante

maduro... Me eche a la calle, iba de un lado a otro. Antes estaba con los

Ematis en Clermont-Ferrand, en Burdeos. Me marche porque un do me dijo:

to vienes. Asi que me marche con el, vaya... (Pierre, 36 afios, Hogar de aloja-

miento de urgencia Entails).

Tenia un curre: herrero. He currado en varias cosas en mi vida. Pero

estoy harto. Cada cual escoge su vida

iestas de acuerdo conmigo? Cada

uno hace lo que le da la gana. A mi, me gusta mi vida. La prueba: si no me

gustara, no la hada, eh... i,Cambiar? No, para nada. No me interesa. He esco-

gido mi vida, ahora, ya esta decidida, L,no? No me voy a echar atras. (Xavier,

38 arios, Nanterre. Fallecido a consecuencia de su alcoholismo).

2.

Trabajo

A los 41 arios, sabes, el curre se acabo. Ya no quieren. Si, ya to se, sail

de chirona hace cinco Acts, pero lo he perdido todo, todo... (Paul).

21

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Pues si, busco curre, pero aqui no hay. De todas formas, si uno se pre-

senta un poco guarro te lo niegan, vaya. Ese es el problema. (Jean, 22 aim s, en

la calle, recien salido de la carcel).

Lo que dices es cierto. Porque en cuanto dices que eres indomiciliado

ya no te coge nadie. (Marcel).

Si, nada más decir indomiciliado, no te cogen. Si no tienes alojamien-

to, no hay nada, aunqu e tengas una profesion, no te cogen. (Jean).

Se rIen...

Para ser franco, he pasado epocas en que buscaba trabajo, pero ahora

mismo, y a me he acostumbrado a esta vida. (Yves).

Bueno, he buscado trabajo y casa. Pero cuando tenia trabajo, no tenia

casa y cuando tenia casa no tenia trabajo. Y luego, bueno, estoy buscando

siempre pequeflos empleos. Pero en fin, tengo muchos problemas para encon-

trar un curre. Bueno, habria podido encontrar uno de camarero, en una A NPE

[Agence nationale pour l'emploil

en Paris especializada en eso. Me dicen:

necesita un certificado. Fui a ver a mi antiguo jefe que me hizo un certificado

completamente falso, diciendome que me p agaban el salario minim° (SMIC),

cuando en realidad me pagaban 500.000 francos. Ademas, ponga que era ayu-

dante de camarero, cuando era camarero. Entonces yo, si que trabajaria ilegal,

eso no me importa, pero por lo menos que sean honrados. Por eso tengo

muchos problemas para encontrar trabajo. Pero bueno, tambien tengo que

reconocer que mucho no bu sco... (Renaud).

Estoy aqui como consecuencia, bueno, en fin, me han echado de un

hogar de post-cura porque yo estaba... Bueno, trabajaban en los invernaderos.

Y ademas, el trabajo que hacian no era muy... No estaba muy bien. Recoger

endivias llenas de tierra, de tierra mojada, a m il eso no m e interesaba. Trabajar

en los invernaderos, no me interesa, vaya... Pero no digo no trabajar... Yo si

que quiero trabajar, pero trabajar en condiciones que estén bien, no trabajar

como quien dice, esto... Vulgarmente hablando, trabajar en la mierda, que.

Ademas trabajar por diez francos al dia., tampoco ay uda a nadie. No consigo

encontrar trabajo. No consigo encontrar nada... nada que me vaya bien, que.

Cualquier cosa, vamos. Cogeria cualquier cosa. Pero si hubiera trabajo en

algdn restaurante, de lavaplatos, de pinche, pues eso no me importaria. No me

molestaria. En fin, pero asi de momento, busc o curre, que. Incluso alguno de

voluntario, a mi no me importaria. Me importa un bledo. La vida en este

mom ento Lpara que sirve? Por la maiiana te levantas, bueno los que curran, eh,

por la mailana te levantas, desayunas, te vas a currar. Vu elves a casa a medio-

dia. Luego vuelves a currar. Vuelves por la noche. Te acuestas. Eso es: es

metro, curre, sobar. A m i, algo asi, me interesaria. (Jacques, 27 aims, Hogar de

alojamiento de urgencia de Ematis).

22

3.

Madres

Perth a mi madre, tenia diecisiete anos. iY hala Por la gripe. La gripe

espanola la llamaban entonces. No la conoci. Y luego mi padre... otro matri-

monio ... otros crios y toda la historia. Yo era el burro de carga.

i

Venga, dale

(Gaspard, 70 anos, Hogar de alojamiento de urgencia).

Si hubiera tenido a mis padres, ye usted, no estaria en este punto. No

estaria aqui. Yo he v isto a mis padres en un accidente de coc he. Con el volan-

te, mi padre, se quedo alli. Si. Y m i madre se quedo p illada entre las chapas y

la he visto recortada con el soplete, a mi madre. Y adem as es verdad. Es todo

un choque, increible. Cuando pienso en eso, a veces me pongo nervioso.

(Pierre).

iAh, mi madre Bueno, mis padres vivian juntos hasta que me encon-

tre aqui. Y luego, bueno, luego como m i padre se encontro una amiguita, mi

madre prefiriO marcharse... Prefirio marcharse porque, bueno, le parecio

asqueroso que, al cabo de treinta anos de casados, que m i padre le ponga los

cuernos. Y bu eno es un poco por eso si le revente un ojo a m i padre, porque

estaba un poco celoso de mi madre. Porque, bueno, le ha hecho, dalio no, por-

que no la pegaba, pero, bu eno, le ha hecho dafio, dark) en el corazon. Y eso es

algo que no me p arecio nada bien. No, m i madre, viene de vez en cuando. A

mi madre si que la veo. Veo a mi madre... de vez en cuando. Me gusta mucho

verla. Bueno, por un lado si que es una lastima que ya no v ivan juntos. Pero

de todas formas, asi es la vida. Es la vida, y no hay nada que hacer. Eso es.

(Renaud).

Ahora, mi m adre me dice, si, la llame ayer por telefono, me dice que

ya no tiene casi relaciones con sus hijos. Yo he m antenido el contacto. A pesar

de todo es mi madre. Es verdad que tuvimos una infancia dificil. Es cierto.

Pero bueno, si le vas a reprochar esa infancia dificil veinte anos despues...

(Gerard, 42 anos, Nanterre).

4.

Soledad

No pido nada a nadie... Solo mis hijos vienen a verme todos los dias.

Vienen a verme. Me sienta muy bien, me alivia. Pero no pido nada a nadie. En

mi fam ilia no pido nada a nadie. De todas formas, tengo, bueno... tengo trato.

No. Con relacion a mi fam ilia no puedo rebajarme, y eso es todo. No puedo.

(Paul).

-

Yo no tengo fam ilia, no tengo nada. Estaba en el Auxilio social, hasta

los veintitin anos. Luego estuve durante veintiseis meses en una clinica en

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Limoges. Y ademas no sabia lo que era eso. Y ahora he caido en esto. Y ya

esta. Y no tengo a nadie. No tengo familia. No tengo nada de nada. ( Denise).

,Yo? iAh Mi familia, desde que estuve en la calve], me rechazo. Toda

mi familia me rechazo. Toda mi familia me rechazo. iToda Mi hermano tra-

baja en Paris. Ni siquiera me ayuda. Y a fin de cuentas tampoco tengo ganas

de que me ayude. (Jean).

—Mis padres, los tuve h asta los dieciseis albs. A los dieciseis, esos des-

graciados me dejaron plantado. Entonces me m etieron no en un asilo si quie-

res, pero en una pension. (Gaspard).

Si, bueno, sabe usted... La familia, eh... Uno es mayor, eh...

Arreglatelas, eh...

Se de.

Se esta mejor... Se esta mejor servido por uno

mismo. zEntiende? Eso es. Esta mejor. La tranquilidad... Uno hace lo que le

da la gana... No hay que estar siempre pegado, eh... pegado a las faldas de

mama, como se dice. Es verdad, zeh? (Michel, 55 atios, Hogar de alojamien-

to de urgencia de Em atis).

Mis padres m e emanciparon a los v eintilin atios, porque antes, no era a

los dieciocho, la emancipacion, era a los veintiuno. Entonces ahi... Hala, se

acaba De todas formas despues de eso, ya me habia lanzado a la bebida.

(Xavier).

Estaba en el orfanato en Albi, por entonces. Si, mi padre, mi m adre...

Pero se divorciaron, y luego los dos renegaron de mi. Bueno, pu es, ya fue u n pri-

mer plan. No hago una excusa de ello, eh, pero, b ueno, pues, despues he queda-

do separado de todo vinculo con mi familia. De todas formas, si que me alter& Y

ademas guise aprender un buen oficio, pero no lo consegui, que. (Yves).

Tengo familia, pero no me ayuda para nada. Nada. Nada. Nada.

Cuando estaba ingresado... Estuve ingresado desde octubre a diciembre.

Estaba en Man tes-la-Jolie. No se si conoces. Esta al lado de Paris. Me ingre-

saron alli. Llarne por telefono a mi padre. Fu i a ver a mi padre para que v inie-

ra a verm e al hospital. Pues bien, en dos meses qu e estuve alli, no le he visto

ni una vez. Sin embargo el medico... El medico fue a verle al ayuntamiento,

para que viniera a verme. SOlo eso. No quiso saber nada. En fin, no se... Me

importa un bledo. Es mi padre, es mi padre, y ya esta. A m i me parece asque-

roso por su parte lo que ha hecho. Y mi fam ilia igual: mis hermanos y mis her-

manas... Creia que... Normalmente, es entonces cuando tenian que haberme

ayudado. Echarme una mano, decirme: bueno, parece que ya empiezas a salir,

te vamos a ayudar moralmente. No. No he visto a nadie, a nadie, a nadie. En

fin, eso tambien, son cosas... Uno empieza a darles vueltas en la cabeza, y

luego ya no se acaba nunca. (Jacques).

24

5. La zona

—Me embarcaron los azules, por primera vez... Este viernes que acaba

de pasar no, el de antes... Me dijeron: te vienes a Nanterre, es para una corn-

probacion de papeles. V ienes, y nada más. M e retuvieron alli toda la noche.

venga Y este 1,que ha hecho? —sefiala a su compaiiero—. No mata. No

bebe. LEntonces que hace? Pide porque necesita dinero. No pide. Tiende la

mano y nada más. l,

Que hace de m alo? zQue mal hay en ello? Nada en abso-

luto. Pero para los azules... «Si... No hay que hacer eso. Estais mendigando»,

eso es lo que nos dicen los azules. <<Hala, venga, al autocar con nosotros. Nos

seguis y nada más». Yo no pido, tengo crisis de epilepsia. Estoy invalido, asi

que... (Denise, bien conocida en N anterre).

Yo pido. En el m etro. En la iglesia. En todas partes. Ahora, en estos

momentos, estoy en el Parc des Princes. En el aparcamiento. Alli no llueve.

Es como aqui. Esta cubierto que. Hace dos meses, dormia en la piscina de

Rambuteau. No dormimos siempre en el mismo sitio. Y tampoco vamos

siempre con la misma gente. Hay que cambiar un poco de clientela. Para no

acosarles. Es normal. Porque no es una obligaciOn dar una limosnilla a un

desgraciado. Si dan, es porque quieren. Es porque pueden, pero si no pueden

tampoco hay que agobiarles. (Marcel).

Pues si, me prestan un sotano. Du ermo alli. Estoy tranquilo. El sotano

esta limpio. Esta. limpio. Tengo un colchon, pequetio. Tengo mis mantas.

(Renaud).

Pues fijese. Tenemos bastantes amigos. Hasta tenemos guardaespaldas.

0 sea, tenemos un babuino y un perro. Entonces cuando pedimos, somos tres.

En principio, esta el babuino. Esta el perro. Estan sus padres, bueno sus jefes.

Evidentemente, son amigos m ios. Claro que pedimos, cada cual por su lado.

Por la noche quedamos en Odeon. Y entonces contamos lo que hemos reuni-

do, y nos compramos unos litros. (Xavier).

6.

Alcoholes

y delirios

—Se habia acabado el contrato, que. Asi que me fui, empece a dar vuel-

tas un poco por todas partes. Intente volver a encontrar trabajo yo m ismo. Por

mis propios medios, y luego por agencias de colocacion y la AN PE. Com o si

nada. Entonces empece a b eber un vaso, dos vasos, tres vasos. Y luego ya, era

la botella. Poco despues fueron dos botellas. Y luego, ya no he podido, no he

sabido pasarme de ella. Entonces hice una primera cura para poder salir de

esto. Mi cura, la hice en el Mont-Blanc. Tenia... i,Como se llama? Tenia una

psicologa. Bueno, hice una psicoterapia con ella. Sall del Mont-Blanc.

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Estaba... Estaba que rompia. Estaba bien. Muy animado. Volvi a Besancon,

esperando volver a trabajar. Ni por esas. Y luego estaban los colegas, tambien.

Vente a tomar un trago. Vente a tomar un trago. Bueno, la cosa volvio a empe-

zar con más fuerza. Poco despues conoci a una amiga, con la cual vivi en con-

cubinato durante tres altos. Y luego, al cabo de tres linos, me dejo plantado.

Entonces si que empez6 el abismo de verdad. Me decian que dejara de beber.

Me importaba un bledo. Porque vela... Vela que mi vida estaba jodida. Queria

terminar con todo, que. Entonces empinaba el codo, empinaba, empinaba.

Estos tiltimos tiempos, ni siquiera conseguia ver el dia. No conseguia ni ver el

dia. En fin... (Jacques).

— Porque ahora, pido. A mi no me asusta decirlo, pido. Solo pido. En fin

pedir, ya sabes lo que es. Pido, pero si no tengo mi dosis, tengo que it a bus-

carla. No la droga, sabes, pero si no tengo mi trago de morapio. Haria cual-

quier cosa para conseguir bebida. Mi hija Michelle, me toco cargar con ella.

Cargue con mi hija. Ella, roba para pincharse. Me dijo: «Papa, to bebes, yo me

pincho». Le dije: «i,Eso es una raz6n? Porque yo beba btu to tienes que pin-

char?». No puedo. Intento dejar de beber, sabes... No puedo. Si no tengo bebi-

da, no se... (Paul).

— A menos que tenga algo durante ocho horas, durante las ocho horas del

dia. Que no piense. Francamente. Que no empiece otra vez la pelicula en mi

cabeza. La de estar fuera, sin saber que hacer. Hay ideas que vuelven conti-

nuamente, son las ideas, son las angustias. Y ademas, no puedo evitarlo, es

más fuerte que yo. (Jacques).

— Yo, los viernes no estoy. Viernes por la noche, sabado, domingo. Estoy

de oration, eso es. Adoration. Las 24 horas del dia. Pero muchas veces, veo,

desde el punto de vista espiritual que... tengo un demonio. Un demonio que

esta contra mi. Tengo que parar. Cuando le pido ayuda, viene el demonio y

me... y me agarra y me dice: «Vete, vete». Entonces, es un poco duro. Y,

no

consigo rechazarle, eso es lo más duro. Y fuerza

(sic),

y completamente solo,

cuando no pienso, no digo nada, el demonio se

Va.

Y entonces digo: (*erne

otra vez. (Pierre).

Pues este aiio, he perdido por lo menos a cincuenta colegas. Unos cin-

cuenta colegas, he perdido. Ya sea por ataques, o... Pues mira, esta mariana,

Eric, en Nanterre, ha tenido un ataque... Le ha dado el mono. El mono...

(Marcel).

De todas formas, no es ninguna vergitenza ser indigente, eh. Es el miis

viejo... Es el oficio más viejo del mundo... Con las fulanas. Es la verdad. La

fulanas que estan en Pigalle o en Amsterdam... iY Jestis , i,que era? Un indi-

gente, eh, y nada más. (Marcel).

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Noches dificiles

Centro de alojamiento de urgencia. Paris, enero de 1985

Ola de trio. Una noche, la temperatura baja hasta 15 bajo cero. En la

calle, muertos helados. Varios en unos dias. Los medios de comunicacion han

alertado a la opinion. Los poderes publicos se han movilizado. El ministro de

Transportes Paul Quiles ha hecho que la SNCF y la RATP abran urgentemen-

te refugios para la noche. En unos dias, estaciones y almacenes que no se usan

son habilitados someramente por el ejercito.

Paso la noche en uno de ellos: and& de la estacion, en Bercy. A lo largo

de los miles. Se trata de un antiguo almacen frigorifico de la SNCF. Dos enor-

mes salas contiguas. Pesadas puertas de madera, de unos treinta centimetros

de espesor, que se cierran con un ruido sordo de calabozo. Ematis gestiona el

alojamiento. El centro abre, es la primera noche.

El ejercito abandona el lugar. Un coronel del cuerpo de ingenieros, con

traje de camparia, da una Ultima vuelta de inspection acompariado por algunos

subalternos. Los soldados han despejado, han instalado aseos a lo largo de las

paredes y estufas de fuel, han traido colchones, mantas. Confundienclome con

un responsable del centro de ayuda, el coronel me pide que le acomparie. Da

algunas recomendaciones de seguridad: «Las garrafas con la raya roja, es fuel.

Con la raya azul, agua. No confundir».

Se esperan unas doscientas personas. No hay ninguna toma de agua...

«Bueno, por nuestra parte, ya esta, la operaciOn ha terminado. Les dejamos.

iAnimo ». Mirada inquieta hacia los cerca de sesenta albergados que ya

empiezan a infestar el ambiente... Algunos vienen a darle las gracias, «a usted

y a sus hombres». Y para saludar de verdad, pateticamente, se yerguen con sus

trajes de espantapajaros, se ponen firmer y saludan. Los militares estan un

poco incomodos. Yo tambien. El momento es aparentemente solemne. Me

saludan. Para no quedarme atras, esbozo, con la mano, un gesto vagamente

martial.

Desde las 7 de la tarde, van llegando hombres por grupos de dos o de tres,

ateridos. Primer°, se amontonan alrededor de una mesa donde les sirven una

sopa y pan; luego, van a sentarse por los rincones, junto a las paredes, en el

suelo, y comen, a menudo en silencio. De vez en cuando, levantan los ojos y

miran a su alrededor, observando a los responsables. Pero a hurtadillas, evi-

tando el contacto. Miradas furtivas. Mezcla de terror y de hipocresia. Miradas

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de oprimidos... Miradas de personas acostumbradas tambien...

Acostumbradas a las pequefias dificultades del semi-encierro... Las mejores

camas estan cerca de la calefacciOn. Lejos de los servicios. Apartadas de los

lugares de paso.

Fuera, el patio de una fabrica. Más lejos,

ovimiento de trenes

en la noche... Unos se han quedado cerca de la entrada. Fuman. M ean contra

la pared. Vac ian rapidamente sus botellas. Dentro, el alcohol esta prohibido;

habra que aguantar hasta la mafiana.

Algunos charlan. Siempre de lo mismo, infinitamente. Para vomitar de

aburrimiento... «Esos cerdos de moros que se quedan con todos los trabajos...

Cuando estuv e en Argelia... Tengo un curre a la vista ... Dice el jefe que a lo

mejor dentro de quince Bias... Un cursillo por la oficina de ayuda social. A lo

mejor... Yo, si todavia tuviera derecho al voto, vo taria por el senor Le Pen...».

Tambien se habla de mujeres. «Me engaii6. iGuarra Entonces empece a beber.

Es lo normal... Mira donde estoy ahora... Las tias...». Otra vez... Siempre...

Algo muy viejo. A la figura aureolada de la madre-santa se opone la de la puta-

vampiro, aborrecida pero seductora.

Se me acerca u no de los albergados. Por los treinta, pequefio, enclenque,

todo despeinado, con una mirada iluminada. «i Que bien esta lo que hacen

aqui, eh Yo tambien lo hada, eso de trabajar para los demas. Es un ideal, que,

una vocation. Si, es estupendo». Y luego cuenta su historia, desordenadamen-

te. Otros escuchan, como quien no quiere la cosa. Viene de la Somme. Ahora,

por lo menos, conoce P aris. Cuatro meses lleva en la calle. Llego hace dos o

tres altos. «Entonces, casi mate a un poli. En una pelea. Yo estaba bo rracho.

No se m urio. Asi que claro, me metieron en la cartel de Fresnes... Pero voy a

salir de esta. A lo mejor tengo un trabajo el m es que viene. Qu eria trabajar en

Nanterre, pero desde mi accidente ya no quieren saber nada de mi.». Se rem an-

ga: en sus antebrazos hay largos cortes cosidos. Todavia tienen los hilos.

«Quise abrirme los brazos, me puse nervioso...».

En algUn lugar, en esta noche confusa, una apariciOn... Un chico y una

chica. Por los dieciseis altos. Guapos. Enamorados. El padre de ella ponia

pegas, hubo tortas... Asi que se marcharon. Y ahl estan ahora, temblando,

agarrados a su tazon de sopa. Sorprendidos de terror. Pajarillos. Ella le diri-

ge miradas tragicas. El se hace el duro. El do al que no se la dan. Suda de

miedo. El más terrible, el de los nifios. El de los que son virgenes. El de los

que estan limpios ... Duro golpe, no pueden dormir juntos. El reglamento

interno es tajante en cuanto a la separation de los sexos. No sin razones...

Desgarramiento... Vacilaciones... Se dan cuenta de que no es para ellos,

esta equivoca feria. Algunos ya estan mirando a la chica, dandose codazos:

came fresca... Pero ya es muy tarde en esta noche fria. La alternativa es

incierta. Hablan de ella, como hacen los niiios, murmurandose cosas al

oido. Estan, como quien dice, de puntillas. Para elevarse, para intentar de

todos modos escapar un poco a la bajeza. A la macula. Para evitar las sal-

picaduras.

El suefio se interrump e bruscamente. Rancio y a. lnsignificante despegue

que terming, hoja mu erta, en un charco de barro. Lo que se tarda en desviar la

mirada y y a se han desvanecido en la noche. Demasiado tarde, me habia deci-

dido... Llevaba un poco de dinero, asi que me habia dicho que despues de todo

un hotel... Por lo menos una noche... De repente ese gesto parecia importan-

te. Demasiado tarde. Ya se habian ido. Sall, un poco ridiculo, con m is billetes

en la mano... Busque. En vano, ya estaban perdidos, otra vez cogidos, traga-

dos por la niebla y la noche...

A las 22 horas, las dos salas estan llenas: ciento cincuenta hombres.

Algunas mujeres, aparte, en un rincon. Dos mantas por persona, un colchon en

el suelo. Muchos traen una bolsa. Todo lo que tienen. Ropa sucia. Trapos.

Pedazos de papeles. Transistores rotos. Parodias de objetos... Tesoros sin

valor para homb res rotos... Despues de pensarselo un poco, algunos dejan las

bolsas al lado de su colchon para dormir con la mano encim a. Los asiduos las

envuelven con ropa, se hacen almohadas con ellas. En la calle, los hombres

duermen a menudo con la cabeza encima de la botella. Ese es verdaderamen-

te el tinico medio de evitar los robos.

Se duermen enseguida, agotados. Se alza entonces, en la tranquilidad que

se instala, un concierto organico: ronquidos, flatulencias, regurgitaciones,

carraspeos, accesos de tos interminables. Pobres ruidos de una humanidad des-

trozada.

El hedor es pesado, envolvente com o la pez. Olor agrio, asqueroso, insi-

dioso que se agarra a la garganta e impregna la ropa. O lores de pies, de soba-

cos, de entrepierna... Todo ello refinado c ien veces. Olor p egajoso, resistente.

Compariero de varios dias, a pesar de las duchas y los cambios de ropa.

Recuerdos tenaces. Mem oria del despues, agazapada en el fondo de la n ariz...

Un viejo dem acrado, tuberculoso, se pasard la noche tosiendo. Sus ata-

ques son terribles. Titubeando com o un viejo pay aso, va a escupir a una esqui-

na. De vez en cuando, se ahoga. Entonces, se sienta en su cama, con la b oca

abierta, jadeando, moviendo sus ojos tristes. Seguramente morird muy pronto.

El responsable del centro es un amigo. E fecto perverso del horror, nos da

un ataque de risa. Como dos imbeciles, no podemos evitar reirnos. Pienso en

Celine. El principio del

Viaje al final de la noche.

Flandes en 1914: «Se aga-

rraba el pantalon con las dos manos para escup ir... 'Mam a, mama lloriquea-

ba mientras reventaba y meaba sangre tambien... Acaba ya , le dije... iA

mama le importa un bledo » .

Nanterre , inv ierno 1985

 

En mi habitation en la «Ciudad universitaria», preparo mis cosas. Voy a

dejar que me recoja la policia de incognito con los indigentes y que m e lleven

a Nanterre, para pasar alli la noche. Es la Unica m anera de saber lo que de ver-

dad ocurre alli.

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Para decirlo todo, estoy acojonado. No es exactamente miedo. Ademas,

no corro más que un peligro minim°. No, no es el miedo. Es más banal. Más

infantil, tambien. Es canguelo. Pero canguelo zde que?

Me siento un rato encima de la cama para pensarlo. Cae la noche. Entre

dos luces, la lampara da u na luz sucia. Estoy solo. En calzoncillos largos. El

silencio pesa sobre mi, com o una ola de dolor. Mi ojos se detienen en la ropa

que me voy a poner. Hay que vestirse para estas cocas.. . Se que una vez qu e

haya llegado, habra que pon erse un uniforme. T al vez tenga filo. De ahi el cal-

zoncillo con el que espero poder qu edarme. Un c alzoncillo hist6rico...

En el momento de la liberacion de Bruselas en 1944, mi padre, adoles-

cente, se habia unido al saqueo de los almacenes de la ciudad. Una gran fies-

ta. Histeria para todos: mujeres despechugadas, violencias de todo tipo... El

pueblo llano alborozado habia dado con las reservas de alcohol de la

Wehrmacht. iAch

Courvoisier... Habia montaiias. Algunos alemanes, valien-

tes, malos perdedores, o dionisiacos furiosos, todavia disparaban de vez en

cuando. Al azar. De lejos, al mont6n. Por eso habia gritos tambien, un poco

por todas panes, entre las cajas destripadas. Cascotes. Algunas tripas tam-

bien... Colaboracionistas, milicianos sedientos y dernocratas... Habia de todo.

Hasta muertos. Una fiesta bien bonita.

Mi padre, asqueado, extraviado, con nauseas de miedo y espanto, encon-

tro por casualidad en unos vagones un poco apartados, una o dos toneladas de

calzoncillos largos. Waterloo, llanura sombria... Se trajo una docena. Esta

hazaila fue la Unica accion de guerra de la que pudo presumir mi familia. Al

menos esa vez, no se mato a nadie... De todas formas, mi calzoncillo es un

calzoncillo de aventura.

Aparte del calzoncillo, escojo ropa estropeada. Despues, dependiendo de

su grado de contaminacion, ya vere si la tiro o no. Mi preocupacion principal:

los parasitos. «Si no tienes b ichitos al entrar en Nanterre, los tienes al salir» es

un dicho de la calle. Me inclino a pensar que es exacto. Por eso, me ato dos

collares antipulgas para perros. El primero alrededor del brazo, el segundo

alrededor de un tobillo. Me preocupan las pulgas. Si me traigo alguna a la

habitacion de la Cite, mi vida se convertird en un infierno. He conseguido pol-

vos insecticidal y antisarna.

Preparo una bolsa de basura para la vuelta. En cuanto cruce la puerta,

metere en ella mi ropa y la rociare con insecticida, antes de cerrarla. Luego,

me pulverizare el cuerpo y me embadurnare con un producto antisarna. Me

bastard con esperar, completamente desnudo y de pie, unos veinte minutos

para dejar actuar. Una ducha y al dia siguiente, el mismo tratamiento... Eso

tendria que solucionar el tema de los p arasitos. Quedara la inhalaciOn de unos

cuantos millones de bacilos de Koch... i,Que hacer?

Ahi esta, en el fondo, el miedo. Es la contam inacion. Real o simbOlica.

i,Como desc ribir, más alla del folklore entomologico, ese vertigo de la zam-

bullida? Esa angustia de Alicia ante el espejo. Ir adonde no hay que ir. i,Ir

demasiado lejos? Volver, claro, pero i,cOmo? Volver, pero ya no completa-

mente igual en el fondo de uno mismo. Marcado —pero i,hasta d6nde?— por esa

otra parte extraila e irreversible. Manchado, en fin. Manch ado, sobre todo.

En eso pienso, sentado en mi cama. Un poco deprimido, con mi glorioso

calzoncillo. He comp rado una botella de v ino. Una h orrible, con estrellas en

relieve alrededor del cuello. Una vez fuera, me echare la mitad por encim a. El

olor, la torpeza, la mancha daran testimonio de mi identidad.

Me visto despacio. Mis gestos son un tanto febriles. Tengo frio. No he

com ido nada en todo el dia para no tener que ir a defecar en condiciones, que

me imagino, dantescas.

Estoy listo. Me pongo un gorro viejo delante del espejo. Me miro suspi-

rando. Pienso en Livingstone, en el capitan Scott, en Joshua Slocum , en James

Bond... Por un momento apelo a lo grandioso en auxilio de lo deplorable.

Como Cy rano, me rio burlonamente: «iVamo s Es aim más Bello cuando

es

salgo. Al pasar por conserjeria, dejo un sobre en mi casillero.

Dentro, la Have de mi h abitaci6n. Puede que me registren y no tiene que haber

nada que indique un domicilio. Tampoco llevo ning6n papel encima. Sin

embargo, algunos amigos saben que esta noche estoy en Nanterre, por si

acaso...

Se de buena tinta que, por lo menos dos veces, encontraron a algunos

albergados muertos de manera sospechosa. zAsfixia accidental? Tal vez. Esta

tambien la borrachera comatosa. Pero tambien hombres borrachos. Los insul-

tos. Una almohada... Todo es posible.

Espero el paso del autobtls de recogida en la torre Saint-Jacques. Por

entonces, el vagabundeo era todavia un delito y la recogida coercitiva. No obs-

tante, cerca del 40% de las personas a las se recogia iban volu ntariamente y

esperaban el paso del bus en algunas paradas sistematicas.

Hace algo de frio y, con otros que tambien esperan, m e siento en una gran

reja de ventilacion del metro de donde sale un aire tibio. Mi vecino em pieza

la conversacion.

,Eres nuevo?

Vengo del norte. Sin trabajo.

Trabajo, ya no hay en ningun sitio...

Me observa atentamente. Yo hago lo mism o. Evaluamos nu estra peligrosi-

dad reciproca. 1,Toxicomano? i,Alcoholico? i,Pirado? LMarica?

arica? Las

preguntas, las angustias, los fantasmas son los mismos, para el, com o para mi.

Tiene unos cuarenta dios. Pequefio, flaco y encorvado. Le faltan dos dien-

tes. No esta muy sucio, pero tiene costras en los parpados y en las pestaiias.

,Cuantos aiios tienes? —me pregunta.

Treinta y dos.

Joder Se ye que la vida to ha estropeado.

Llega el autobus. Mi compafieros se ponen en movimiento, juntan sus

paquetes, se levantan trabajosamente. Los gestos un poco torpes, ralentizados,

tienen algo de la confusi6n del ganado al que llevan al m atadero. Somos unos

quince.

30

1

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Se abre la puerta delantera, dos policias, de azul-gris se bajan y vigilan

nuestra subida al vehiculo.

En la parte delantera del bus, estan el chofer y los cuatro o cinco poli-

cias de la ronda. Ese espacio esta separado de la parte trasera por una puerta

que solo se abre desde dentro. Más alla, el vivero en el que se am ontonan los

recogidos, sentados en banquetas de madera o de metal, o de pie si no quedan

más sitios. Es frecuente que el bus este tan lleno como un autobus normal en

hora puma.

Se pasa obligatoriamente por la parte delantera, en fila, delante del cabo.

Jefe de equipo que anota los nombres, fechas y lugares de nacimiento. Como

casi una tercera parte de nosotros no tiene ningtin documento oficial, esa

declaraciones solo tienen un valor relativo. Esperaba qu e me registraran, por

estar entre los sin-papeles, pero de eso nada... Basta simplemente con decir

que los has p erdido y dar to identidad. La verdadera u otra...

Durante un momento me hago algunas preguntas sobre esta paradoja: las

consignas oficiales que preconizan un v erdadero control policial de esta pobla-

cion y la ligereza con la que se realizan las identificaciones... En realidad,

comprendo que esos policias no tengan ninguna gana de registrar a personas

tan repugnantes como nosotros. Se trata de un asunto

ueno— del

mundo carcelarioidecampo de concentracion.

Hago como los demas y paso atras sin dificultad. Apesto a vino, y sin

embargo me doy cuenta de que esta precaucion era inutil. Solo estar en este

grupo es una garantia de identidad generica y confiere al individuo una espe-

cie de invisibilidad.

Me instalo en el asiento m ás pr6xim o a la puerta lateral trasera. El aire se

filtra por los intersticios y tengo la esperanza de que eso atentle el olor que des-

prenden mis com paiieros. Cometo asi un error tactico. Estamos al principio del

recorrido y no llegaremos a Nanterre hasta dentro de cuatro horas. Me doy

cuenta de la bobada un poco m ás tarde, cuando una mujer gorda maniobra para

acercarse a la puerta, se instala en el escalon inferior y de pie, separando las

piernas, orina con cuidado en un vaso de plastico. Lo llena varias veces, inten-

tando cada vez, inclinandose con dificultad, tirar el contenido afuera, por la

rendija, por debajo de la puerta que cierra m ai. La maniobra es ineficaz... Los

hombres no se toman tantas molestias y mean sin vacilar salpicando la parte

baja de la puerta... iEstoy sentado al lado del vater Suspiro... La orina salpi-

ca los bajos de mi pantalon. Ni pensar en cam biar de sitio, el bus esta lleno. El

viejo, a mi lado, ronca. Su cabeza, echada hacia atras, se cae sobre mi horn-

bro. A m is pies, dos dos con diarrea. El pestazo es espantoso. Cada respiraciOn

es una angustia. Me hundo en lo más profundo de mi ser, como para abando-

nar mi cuerpo a si mismo. Mi pensamiento busca freneticamente una escapa-

toria, y me recito mentalmente todos los poemas que me se. No hundirse.

A an'aL

 

dentitarias. Ser, en todo caso. Ex istir en secreto y a pesar

de todo. Viejos trucos de naufrago. Mantenerse firme. Salir de uno mismo.

Abstraerse.

32

Cuatro matones tatuados, amenazadores, se adueilan de cuatro asientos

echando a los viejos y a los & biles que los ocupaban. Comprendiendo el peligro,

estos ultimos no insisten y se levantan a la primera amonestaci6n. «iLargo ...».

Se instalan. Eructan. Se lien. Son los reyes. Y los reyes estan borrachos.

Con los ojos colorados y la mirada aviesa, buscan una mala jugada, una vic ti-

ma. Entra un hom bre de unos cincuenta anon. Regordete. Con un jersey dema-

siado pequerio que no consigue esconder su om bligo. Parece el osito Winnie.

Es un retrasado mental que arrastra un carrito con ruedas. Uno de esos carri-

tos plegables que Ilevan las viejecitas para hacer la comp ra. El suyo esta vacio.

Ese disparate divierte mucho a los cuatro tipos duros y cuando Winnie, empu -

jado hacia la parte trasera del bus, pasa a su alcance, le quitan el carrito.

Winnie, como loco, se pone a gritar como un animal. Estira los brazos. Los

otros se pasan el carrito por encima de las cabezas. Winnie grita oiHeeeee

Heeeee », todo d esorbitado por el esfuerzo y el dolor. Todo el mu ndo se fie.

Cierro los ojos. Me viene el

Genesis:

«Hagamos al homb re a nuestra ima-

gen...». Dios, me digo, tiene que tener muy mala cara.

Ademas, tampoco la mia vale mucho más. No intervengo. El carrito

queda destrozado. Y los trozos, tirados por todas panes, en el bu s. W innie, llo-

rand° a moco tendido, sorbiendo ruidosamente, intenta recuperarlos, corrien-

do a cuatro patas entre las piernas de unos y otros. Bu ena ocasion para unas

cuantas patadas. De paso, un oportunista aprovechara incluso para sacar su

sexo y ofrecerselo a Winnie agarrandole la cabeza por el pelo. A medio cam i-

no entre esperanza y broma... Nunca se sabe. Winnie, pendiente solo de su

carrito hecho pedazos, apenas se dard cuenta del incidente.

En otro viaje, asistire al coito, en el su elo, en el pasillo central del bu s, entre

los asientos, de un hombre de unos treinta aiios con una vieja completamente

borracha. Asi el garaiion foll6 a la bru ja. Hilaridad del protagonista, gritos de

animo del ptiblico. C omentarios. Fiesta. Todo ello, bajo la mirada jocosa de los

policias que, por muy funcionarios jurados que sewn no dejan de estar capacita-

dos para apreciar las bromas finas. Guifios de entendidos. Entre hom bres...

Llegamos a N anterre. El autobus entra en el patio reservado a la acogida

de los sin techo. Ya es de noche y la escena es siniestra. Nos esperan unos vigi-

lantes con bata blanca. Otros, con uniforme marrOn, son los ayudantes, alber-

gados que se encargan de las tareas subalternas: reparto de alimentos, ropa...

El bus se detiene y se abren las puertas. Frio y liberacion. Los pasajeros

juntan febrilmente sus cosas, se levantan con esfuerzo, vacilan... Ruedan las

botellas vacIas entre los asientos. Los vigilantes gritan y dirigen nuestra

columna titubeante hacia los pocos escalones que hay que subir. «; Venga

'

Más deprisa ». Clasico. El «iSchnell ;Schnell »

sigue teniendo exit° entre

todos los cabos de varas del mundo. «iEs por ahi iTe digo que por ahi zEstas

sordo

—O —

que?».

La manguera ya esta lista para limpiar el bus. Tambien se puede utilizar

con los recalcitrantes. Los ayudantes con botas esperan pateando de im pacien-

cia. No hace calor. Se intercambian unas cuantas bromas.

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—iOtra vez tit iSiempre los mismo s zEstas abonado?

—Ya lo v es, se esta tan bien aqui...

Tambien gritos. Incom prensibles, truncados. U ltimas protestas...

«iMaricones », suelta al pasar un recien llegado manifiestamente borra-

cho. Una indicaciO n, a medias para resumir el amb iente general, a medias diri-

gida a los vigilantes... Uno de ellos, con la ayuda de un colega, se lleva inme-

diatamente al borracho a un rincon. Una bofetada con el reves de la mano le

tira al suelo. ;Heil Es may or y esta todo flaco. Dos o tres patadas en el vien-

tre y unos golpes con la antena de plastic° de

walkie

-

talkie

terminan por

devolver a las batas blancas su integridad heterosexual. T odo es rapid°, eficaz,

aplicado y sin colera excesiva. Una medida, por decirlo asi, «administrati-

va»... Nadie se altera por ello, seguramente una costum bre general.

Levantan a la victima por el cuello, la ponen en pie y la empujan hacia

los escalones. El hombre llega tropezandose. Con la cabeza agachada, se aga-

rra la tripa. Tiene los rasgos deformados por el sufrimiento. Hay en su aspec-

to algo de desolation. Una resignaci6n aim más dolorosa qu e los golpes.

Subo la escalera con los demas. Empujones. Caidas. Palabrotas. Insultos.

Risas. Es un desfile de payasos. Casi todos estan borrachos. Entramos en una

sala grande. Algunos ayudantes, colocados detras de un gran mostrador de

madera, nos reparten trozos de cuerda y de carton. Tenemos que desnudarnos

y hacer un p aquete con la ropa. Los cartones estan agujereados para que pueda

pasar la cuerda. Un auxiliar apunta mi nombre cuando le doy la ropa. Me

quedo en calzoncillos. En una caja de plastic° dejo mis objetos personales y

mi dinero. No tengo más que un poco de calderilla. He escondido el reloj en

el calzoncillo. La caja no cierra, y circulan muchos rumores sobre robos de

dinero y documentos de identidad. LPor los vigilantes? j,Por los auxiliares?

Los dos, probablemente.

Si reconozco de b uena gana el trabajo ejemplar y la entrega profunda de

algunos vigilantes y algunos auxiliares

3

, queda la tropa de los numerosos indi-

ferentes, brutales y groseros, a los que hay que ariadir un pufiado de crapu las

sadicos.

La sala apesta. La porqueria de los pies es, ya, la de los cuerpos. Los

paquetes de ropa c aen uno tras otro. Los abrigos, las chaqu etas, los jerseys...

Ah, eso si que h ace adelgazar. Debajo de la ropa: esqueletos, vientres disten-

didos, piernas como palillos. Cuerpos de alcoholicos, todo blancos, excepto la

cara, el cuello, las manos y los pies, que son rojo-moreno. aronceado guano,

bronceado indigente», suelta uno. R isotadas...

Las duchas estan al lado de la sala en la que nos hemos desnudado. No

hay puertas. Todo comunica. Vapores de agua, sudor, calor. Una capa de

bruma tibia, pegajosa, nauseabunda nos envuelve suavemente. Sopa gaseosa.

Maceration.

La ducha, hay que it ya. Obligation absoluta, pero estadisticamente ilu-

soria. No hay bastantes duchas. Tampoco hay tiempo suficiente. Ni agua...

Hilos solamente. Agua muy modesta, muy timida, muy discreta. Agua ho-

meopatica. Dos o tres trocitos_dejabon. i Vaya, tambien los jabones son

Caquecticos ypeludos

_

• •

A las du chas, solo se arriesgan de verdad algunos fanaticos de la h igiene

corporal. Y otros que, no se sabe muy bien por que, son obligados por los vigi-

lantes o los ayudantes. Sin olvidar los intentos, a veces m uy energicos, de

desemborracharlos... Entonces, las victimas se apoyan contra las paredes,

completamente desnudos, alelados, lentamente inundados. Con los pelos

como algas, bajo el agua que cae parcamente. Un poco ahogados ya. Otros se

van hundiendo lentamente, aplastados por tanta higiene, agachados, contem-

plativos y tristes bajo la Iluvia.

Tambien puede ocu rrir que a algunos indigentes, especialmente mugrien-

tos, les laven los auxiliares. Rociados con jab& liquido, se les frota con una

escoba-cepillo. Sobre una piel escamosa, llena de agujeros de picaduras de

piojos a m enudo ulcerados, la operation no deja de ser dolorosa...

Los borrachos, los cachorros y los nifios de pecho tienen en coman el

hecho de padecer una susceptibilidad de los esfinteres particular al agua...

Islotes de mierda semi-liquida derivan lentamente aqui y alla.

Todo esto dura demasiado. Siempre dura demasiado. El personal empie-

za a vocear otra vez. «No nos vamos a pasar aqui la noche... iJoder

iMierda ». Pensamientos muy profundos. Es que algunos todavia estan con su

paquete de ropa. Se aplican. Las cuerdas son dem asiado cortas. Hay que pen-

sar y hacerlo con precision. No se tiene que deshacer. Se concentran con fu er-

za. Son casi p alpables, esos esfuerzos. Estan callados, entregados a su tarea.

Con los rasgos crispados por lo serio del asunto.

Por fin, terminan. Todos van al mostrador para cambiar su paquete por un

uniforme. Alivio. Se reanudan las conversaciones. Se burlan un poc o de los

rezagados o de los que no lo consiguen. Dem asiado bebidos. Demasiado tara-

dos. iDemasiado gilipollas Eso es lo que les dicen a esos torpes. Nosotros nos

lo podemos permitir, hemos terminado...

Finalmente, ya estamos todos en uniforme. Una chaqueta y un pantalon

de tela gruesa de algodon. De un bonito marr6n caca... Los uniformes, evi-

dentemente repartidos a ojo, no corresponden a nuestras tallas. Faltan botones.

El conjunto contribuy e aim más a lo grotesco del ambiente. Hay algunos gor-

dos, no much os, pero horrorosamente embutidos. Los hay pequefios, perdidos

en oceanos de tela. Estan los altos, con pantalones que les llegan a media pan-

torrilla que, ademas, solo se sujetan con la m ano.

En cuanto a m i, el pantalon es practicamente cuadrado. A la vez dema-

siado ancho y demasiado corto. La chaqueta, en cambio, es francamente hh-

putiense. Los mdsculos de los brazos estiran las mangas demasiado cortas,

unos diez centimetros, a punto de romp erse. Puedo escoger entre abrocharme

los botones y respirar...

Nuestra ropa empaquetada vivird una noche agitada. Hundida en tubas

enormes, la van lavar al v apor. Ni un piojo, pulga, ladilla, larva ni bacilo se

resisten. Revientan todos, hasta el ultimo. Po r desgracia, esa hecatombe es de

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una eficacia totalmente teOrica. Ya que la ropa lavada esta almacenada, por

desgracia, con la ropa que esta esperando su turno para ser lavada. Las pilas

bien prietas unas junto a otras... Y lo propio d e los parasitos es, por vocaciOn,

ser intrinsecamente paseantes.

Son cerca de las 11 de la noche. Camino detras de los parroquianos que

se dirigen al comedor donde nos esperan un café y u n pedazo de pan. La sala

forma pane del edificio llamado de los «45». Edificio más antiguo de la

«Maison de Nanterre», que data de finales del siglo pasado, cuando los men-

digos, a los que se hizo culpables del delito de vagabundeo, eran condenados

a 45 dias de celda y al trabajo forzado

4

. Este edificio, que se ha dejado tal cual,

es tipico de una carcel del siglo XIX. Celdas, cam inos de ronda, puertas, cerro-

jos, esta todo...

El comedor se encuentra en la planta baja. Hay que imaginarse una habi-

taciOn mal ilum inada, con las paredes pintadas, hasta la altura de una persona,

de marr6n oscuro. Las mesas toscas estan recubiertas de formica en pane

arrancada. Los tazones estan desportillados; las cucharas, combadas.

Evidentemente, no hay cu chillos. Demasiado peligrosos. Vieja tradiciOn car-

celaria, tambien.

A nuestro airededor, las pesadas puertas de m etal o de roble de las c eldas,

los cerrojos del grosor del pulgar, son injurias permanentes. Hom bres de uni-

forme, caras de presidiarios. Hombres serios, ahora, dedicados al precioso ali-

mento. Hombres de rostros terribles que se toman el café ruidosamente... Lo

que sobrevive aqui es un trozo del siglo XIX. Una espec ie de siglo XIX excre-

mencial.

En cuanto han terminado, los hombres se levantan, de uno en uno, y se

dirigen hacia el dormitorio. Los vigilantes estan ahora casi ausentes. Y con

rage, a nadie se le ocurriria quedarse rezagado. En efecto, es importante esco-

ger la cama y los vecinos para la noche...

Se accede al dormitorio por el patio. Un patio de carcel, sin una sola

brizna de hierba... Solo paredes altas de piedra negra. Y siempre estas puer-

tas de calabozo, casi alucinantes por su pasado y su violencia muda...

Los

miserables...

El dormitorio. Para los hombres, hay dos. Salas inmensas de cerca de

ciento cincuenta camas cada una. Camas superpuestas, con el fin de duplicar

la capacidad de alojamiento, pero cam as con m uchos riesgos... Es que el indi-

gente alcoholic° presenta, de manera general, una tendencia lamentable a una

mala estanquidad corp oral. Tiene que ver con todos los esfinteres. Las extre-

midades del tracto, como se suele deck. Orina, vom it°, heces caen sobre el que

duerme debajo. Gritos, insultos, peleas.

Sjnging in the rain...

Hay que decidir: dormir encima o debajo. Una eleccion delicada, pues si la

posici6n superior protege de las intemperies tam bien presenta inconvenientes. La

caida, por ejemplo, hasta tal punto puede ser agitado el suerio. Y por poc o capa-

citado que uno este para hacerlo, en principio, habra que bajarse por la noche para

mear, vomitar o cagar. En la oscuridad, con el riesgo de que a uno le rom pan las

narices si se pisa a alguien que este durmiendo. Sin olvidar la posibilidad de una

agresion, gratuita, financiera o sexual. Es cierto que en la cam a de arriba uno es

menos accesible. Debajo, es m ás facil escaparse... No hay nada sencillo.

Ademas, hay sitios buenos y malos, cerca de las ventanas, al lado de los

radiadores, lo suficientemente alejados de los servicios debido al olor, pero no

demasiado, debido al trayecto... Los forzudos apartan a los dernas. Con ame-

nazas o pasando a la accion. Uno intenta rodearse de amigos de fiar.

Exam ino con atencion a mi inquilino de encima para calcu lar su proba-

ble estanquidad, mi sitio no esta muy lejos de la puerta que da al patio. En caso

de fuga...

El colchon esta recubierto con un funda impermeable de plastic° blanco.

Esta manchado con unos regueros sospechosos y parduscos. i,Sangre?

i,Mierda? Regueros secos, por suerte. La almohada, sin funda, es indescripti-

ble. No me arriesgo y la meto debajo de la cama. La manta, parda como el uni-

forme, tam bien lleva huellas secas, grisaceas y organicas. De un vistazo, des-

cubro en ella parasitos cuyo gris claro contrasta con el pardo oscuro. Tengo

frio. No importa, aguantare la manta. No hay sabanas.

Refunfurian, roncan, se tiran pedos. Un vigilante viene a apagar. La puer-

ta se cierra. Estamos entre nosotros. Las v entanas no tienen cortinas. La luna

menguante ilumina con luz debil. Abro los ojos de par en par, para que se acos-

tumbren a esta semi-oscuridad. Quiero ver llegar... Escucho, muy atento, el

ruido de esos cuerpos qu e se relajan.

En esta cacofonia, me llama la atencion un sonido regular. Una mujer,

seguramente a cam bio de servicios prestados, ha podido entrar en el dormito-

rio. Pasara de cama en cama, una p arte de la noche. i,Prostitucion? i,Caridad?

Unos «Ha, ha, ha» de burra borracha marcan los encuentros y dan su com pas

a la noche, como una especie de oracion murm urada a cualquier dudoso ves-

tigio de la vida. Contra lo que cabria esperar, me mecere asi hasta dormirme.

Extranamente apaciguado, reconciliado, casi.

Me despierto sobresaltado. Un do esta inclinado sobre nil, con su cara a

veinte centimetros de la mia. Con la mano revolviendo rabiosamente en su

bragueta. Jadea. Mi pu ll° en toda la cara le manda a m enearsela a otra parte.

Ni siquiera por eso se ha soltado el sexo. Acrobata virtuoso.

Ya estoy despierto del todo, a tope de adrenalina, con u nas ganas furiosas

de golpear a todo lo que se mueva en el dormitorio. Despacio, se me va tran-

quilizando la respiraci6n. La burra se ha callado. Son las cuatro. Algunos m as-

cullan mientras duermen. Ronquidos, estertores y hediondez. V oy a m ean. Los

servicios estan en el patio. Turcos, p or supu esto. Su estado es indescriptible.

Un viejo, agachado, se vacia ruidosamente. Me mira y mueve la c abeza todo

serio, como hacen los medicos cuando ya no hay esperanza.

Un humorista empedernido, con el dedo untado de excremento, ha escri-

to, en la pared, omierda para el que lo lea». Cu ando el medio es el m ensaje...

He terminado en mi manta asquerosa, con los ojos abiertos, escuchando

la noche. En un m omento dado, se me ha ocurrido un pensamiento cunoso:

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«; De nada sirve pudrirse, hay que morir a tiempo: Proverbio gusano » .

Entonces, me parecio divertido. No debia de estar en mi estado normal.

A las seis: luces, despertar. Café y trozo de pan. Como ayer por la noche,

aunque con una variante graciosa. Al tomar el café, se juega al «temblequeo».

A ver quien, debido a la falta de alcohol, tiembla más. Algunos, incluso suje-

tando el tazon con las dos manos, tiran por todas partes, en medio de la hila-

ridad general. Solo he visto temblores parecidos en Africa, entre los paltidicos

con ataques.

Luego, nos devuelven nuestras ropas civiles. Todas arrugadas y encogi-

das, despues de haber pasado por el lavado. Catastrofes. Injurias. Unos gritan

que no caben en sus pantalones. Que su abrigo esta jodido. En resumen, cam-

biamos un traje de payaso por otro. Los vigilantes nos toman el pelo. «Eh, tios,

limpios como los chorros del oro...». Algunos, hundidos ante su ropa arruina-

da, lloran en silencio. La mia, como habia previsto, esta Ilena de panisitos.

Parad6jicamente, la aparicion de esa vida terca y bulliciosa me alegra.

Los vigilantes han llamado a los que quieren it a consultar a un medico o

a una enfermera. Para los dernas, directos el patio grande para esperar el auto-

bus que nos vuelve a llevar a Paris, despues de haber descargado a los recien

llegados recogidos durante la noche.

En el patio, hemos vuelto a encontrarnos con las mujeres. Pocas veces

pasan de quince. Tambien ellas tienen a sus vigilantes. Tambien padecen las

mismas humillaciones. Todo ello se complica con tratos sexuales sospechosos

con los auxiliares.

,ProstituciOn? Dificil pronunciarse. De mane-

ra general, la degradacion fisica y la suciedad de esas mujeres más bien las

protegen de las atenciones de los vigilantes... Dicho esto, tambien esta el

amor, pues todo este pequeiio mundo, hombres y mujeres, a pesar de las vio-

laciones colectivas, palpita con corazones de modistillas.

Ah, el amor. Creen en el. Siempre. El amor es la Ultima de las esperan-

zas. Lo buscan. Lo acechan. Lo encuentran. Se entusiasman por el.

Emprenden el vuelo. Por unos minutos, unas horas o unos dias. Pocas veces

más. Despues, vienen las broncas. Los golpes. Lloran. Sufren. Empinan el

codo. Y vuelta a empezar. Barcarola...

Ahi esta el bus, que ha vertido su lote de payasos titubeantes. Como la

vispera. Muchos empujones para subir... No hay bastantes sitios para todos, y

nadie quiere quedarse ni un minuto más en Nanterre. Empieza a ser urgente

encontrar vino. El temblequeo, al principio, es gracioso, pero luego evolucio-

na hacia el ataque de epilepsia, mucho menos divertido. Uno se mea encima,

pero tambien y sobre todo, si el ataque se tiene demasiado pronto, la consigna

es no dejarle ya marchar. Hospital. Urgencias. 24 horas de observacion, etc.

Adi6s morapio... Por eso hay que subir lo antes posible a ese jodido bus. Una

vez dentro, se esta tranquilo. Aunque uno se caiga, el chofer no dard media

vuelta por un pequeiio ataque. Si no, no acabariamos nunca...

Asi que, otra vez la riada. Hay algunos golpes. Todo el mundo vocea, los

vigilantes, los polis y nosotros. Finalmente, nos vamos, bajo los insultos de los

que no han podido subirse y que tendran que esperar al siguiente bus. Estamos

apretados como sardinas. Vuelve a apestar hon

iblemente. Un hombre se cae a

mi lado. Crisis de epilepsia debido a la falta de alcohol. Intento protegerle un

poco de los pies de los demas a los que les importa un bledo. Le pongo de lado

para que no se ahogue, con la lengua vuelta, en su propio vomit°. Le agarro

durante el desorden sismico que le agita. Que no se haga dano. Orina y vomi-

ta. Me salpica un poco. Finalmente se calma, y le ayudo a levantarse. Le pre-

gunto que que tal va. Me mira, con la barbilla y la boca llenas de vomit° y de

secreciones nasales. Sorprendido, se encoge de hombros: «Pues bien,

it?».

El bus no Mega hasta el mismo Paris. Por razones de un simbolismo muy

exactamente medieval, nos deja en las «puertas de la ciudad», en un punto sen-

satamente escogido, equidistante de dos estaciones de metro, para que nos

repartamos un poco. Unos por aqui, otros por alla. En filar azoradas y ren-

queantes que son las de los ejercitos derrotados. Hirsutas e inciertas en el pali-

do amanecer de un suburbio amarillo sucio.

Me senti obligado, ese invierno de 1985, a dar parte de esas observacio-

nes nocturnal a las autoridades. En esa epoca, la «Maison de Nanterre» era

todavia una extension de la Jefatura de Policia de Paris. Concerte, pues, una

cita con el director de gabinete del jefe de Policia que tuvo a bien recibirme.

Era un joven alto. Seguramente, bien educado. Se notaba. Tambien inteligen-

te, sin duda, hasta cierto punto.

Me encontre en su despacho, quai des Orfevres. Bien calentito. Muebles

antiguos, grabados, cortinas... Elegante, pero sin ostentacion. Un reloj de

pared estilo Imperio, con su tic-tac importante, desgranaba el tiempo.

Intente contarle mis pequefias historias, convencerle, no se. En fin, des-

pertar un poco interes. Desde las primeras frases, me di cuenta de que la cosa

no iba muy alla. Era un esceptico, ese chico. Incredulo y cartesiano. Asi que,

evidentemente, yo, con mis anecdotas, enseguida resulte peregrino. Vulgar en

ese decorado, y fuera de lugar. Comprendi que me situaba mentalmente en la

categoria de las figural de circo. Funambulo pet6mano. Exhibidor de mujeres

barbudas y monstruos de todo tipo. En resumen, que no me creia.

Bueno, en Nanterre, habia algunos desordenes, por supuesto. Uno o dos

patinazos, de vez en cuando. Pero hasta ese punto. Venga, venga. iQue esta-

mos en Francia i En el siglo XX Evidentemente, mis indigentes y yo result&

bamos bien barrocos y cuan improbables.

En el silencio incredulo, mis pobres palabras caian desordenadamente en

la moqueta espesa, como Maros heridos. Abatidos en pleno vuelo por el tic-

tac implacable del reloj de pared.

A ese hombre le apenaba sobre todo que los parroquianos, segtin mis ino-

portunas declaraciones, no parecian atenerse al reglamento. Sobre todo (ique

nifio ) en lo que se referia a la cosa sexual. Siempre lo mismo...

—Pero, en fin —objeto—, una mujer en el dormitorio de los hombres, es

imposible. Estan en dormitorios separados.

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— Y sin embargo, gira —murmure, inc6modo...

Ignoro cual fue el resultado de esa conversation. Una nota de servicio

comedida y circunspecta, probablemente. Es que hay que taparse bien, si no se

quiere coger frio... En la realidad, sin embargo, no aprecie ningun cambio.

Simplem ente, refran irritante, que nadie `venga' a decir que no 'se' sabla

nada. 'Se' sabia muy bien.

En 2001, zque queda de todo esto?

Si el fondo ha permanecido identico, algunas modalidades han cambiado,

algunos elementos del marco han evolucionado.

La recogida.

La reforma del codigo penal de 1994 abolio el delito de

vagabundeo, privando al mismo tiempo a la recogida y al transporte coerciti-

vos de los sin techo en Nanterre, de toda legitimidad jurfclica. D esde esta refor-

ma, en principio, la recogida solo es posible sobre la base del estricto volun-

tariado. Se trata de proponer a los sin techo que su ban a los autobu ses para it

a dormir a Nanterre, especialmente para qu e puedan disfrutar all( de cuidados

medicos. En teorla, tienen toda la libertad para rechazarlo.

En la practica, las cosas no son tan sencillas. Para empezar, el estado de

ebriedad avanzado de la gran mayorfa de los sin techo hate el ejercicio de

esta libertad un tanto teorico. Frecuentemente, algunos son encontrados

inconscientes o casi. En ese caso, a pesar de los riesgos de hipotermia, shay

que respetar sus eventuales vociferaciones? La frontera con la no-asistencia

a persona en peligro puede ser, a veces, tenue. Ademas, en su confusion,

muchos de los sin techo ignoran sus derechos, sobre todo el de negarse a ser

recogidos.

Ademas, el dispositivo de recogida de la RATP padece una ambiguedad

estructural en la medida en que esta reglamentariamente prohibido a cualquie-

ra estacionar en el recinto del metro. Por eso, la mision de los equipos de

Recogida social de la Compafila es doble. Se trata, a la vez, de evacuar a los

sin techo del recinto del metro (eventualmente, de manera coercitiva) y pro-

poner, ademas, un libre servicio de transporte a Nanterre en autobuses. Esta

problematica, ligada a la doble naturaleza, represiva y humanitaria, de la

mision de los agentes, se traduce simbolicamente por el hecho de que la

Acogida social depende del departamento «Seguridad» de la

icho

esto, se entiende bien que ese reglamento desempefia un papel importante en

la lucha contra una deriva siemp re posible: la de abandonar el metro a los mar-

ginales de todo tipo.

Si la utilization, todavia limitada, de camionetas qu e puedan transportar

una docena de personas como maxim°, reduce la duraciOn de los trayectos y

por consiguiente los excesos, siguen circulando los autobuses. Solo ha cam-

biado la pintura de la carroceria.

En cuanto al com portamiento del personal dedicado a la recogida, aun-

que existe una Clara voluntad institucional (tanto por parte de la polic(a com o

por la de la RATP) de hater evolucionar las mentalidades de lo represivo hacia

lo hum anitario, y aunque es innegable que el trabajo de muchos agentes es de

gran calidad, por desgracia, tambien es innegable que persiste la violencia.

Algunos pequefios sadicos, p lagas de todo sistema de personal, siguen tratan-

do con brutalidad a una po blacion fisicamente debilitada y poco dada a pre-

sentar denuncias. Esos individuos se aprovechan a menudo de una blanda

complacencia por parte de sus superiores jerarquicos directos que, ante las

dificultades —entre otras, sindicales— no intentan averiguar de que se trata con

precisi6n, para evitar los conflictos con el personal.

Mantener servicios de calidad para una poblaciOn tan dificil como la de

los indigentes, necesita imperativamente una gran vigilancia institucional y

jerarquica del comportamiento de los hombres y mujeres de terreno. Y si

puede considerarse, globalmente, que las condiciones de recogida han mejo-

rado mucho en unos arios, siguen siendo, no obstante, muy imperfectas

5 .

Ademas, el progreso realizado en 1994 con la abolition del delito de

vagabundeo ha sido anulado, en gran medida, por la proliferaciOn, estos ulti-

mos ailos, de ordenes municipales proh ibiendo la mendicidad en los centros

de las ciudades. Esas actuaciones perm iten la aparici6n de practicas de depor-

taciOn casi salvajes. Chapuzas locales, discretas, complacientes e incontrola-

das, de las que se puede temer lo peor.

Nanterre.

La arquitectura ha cambiado mucho. En 1996, el consejo de

administraciOn del CASH decidio (por un coste de 67 millones de francos) la

puesta en practica de un p rograma de renovation de los edificios reservados a

la acogida de los sin techo. El edificio de los 45 ha sido completamente rehe-

cho y ac oge, ahora, la consulta medida y un centro de alojamiento y de rein-

serciOn social de un centenar de plazas. El CHAPSA (Centro de alojamiento y

asistencia a las personas sin techo, es decir, el alojamiento de noche) ha sido

derribado y enteramente reconstruido. Los nuevo s locales fueron inaugurados

en junio de 2000. La c apacidad de acogida es de 250 camas, aumentada con 50

camas de enfermeria. Los grandes dormitorios ya no existen y han dejado sitio

a habitaciones de cuatro o seis personas, equipadas con duchas y sanitarios.

Los albergados ya no estan obligados a ducharse, ni tienen que ponerse

un uniform e. La supresion de esas obligaciones significa la disminucion de las

fricciones y contribuye a atenuar el sentimiento de coercion. En cambio, las

camas superpuestas no han sido suprimidas del todo.

Desde el punto de vista de la seguridad, la decision de acondicionar

pequerias habitaciones colectivas, por la multiplicacik y fragmentaciOn de los

lugares que h ay qu e vigilar, es catastrofica. Permite todas las racionalizacio

-

nes que apu ntan a legitimar la incu ria de las plantillas del personal. Es mas,

una concep ciOn errOnea de la «dignidad» de las personas acogidas ha induci-

do a quienes concibieron el proyecto de reacondicionamiento a optar por que

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las puertas de las habitaciones se puedan cerrar desde dentro, lo cual aumenta

enormemente el sentimiento de inseguridad de los albergados. De hecho, la

peligrosidad real de semejante dispositivo es mucho más importante que la de

los grandes dormitorios, por incOmodos que sean. Una vez más, las mejores

intenciones no consiguen paliar la incapacidad general para pensar las verda-

deras necesidades de esas pob laciones'.

1985-2001, ha pasado tiempo. Trabaje en Nanterre hasta 1997. Desde

entonces, habia vuelto alguna vez por la noche para gu ardar, en el curso de la

escritura de este libro, el sentido de la evolucion de las cosas. Una noche de

julio de 1998, por ejemplo, me introduje, con el doctor Pierre Pouwels, anti-

guo responsable de las «Missions France» de Medicos del Mundo, en el alo-

jamiento de urgencia. Nos hab iamos puesto los dos una bats blanca. El desin-

teres del personal de vigilancia nos p ermitio visitar la casa con toda libertad.

El CHAPSA estaba en plena transformacion. Unos modulos prefabricados

acogian a los que no cabian en los dorm itorios. Estaba todo hasta los topes y

el ambiente, cargado de violencia latente. Observamos dos poblaciones distin-

tas. Una, ampliamente minoritaria, era la de los indigentes clasicos. La otra

(aproximadamente el 70% de los presentes) estaba compuesta por jovenes,

aparentemente con buena salud, y sin aspecto de indigentes. Pobres e inmi-

grantes de origenes geograficos diversos, se aprovechaban como parasitos del

lugar y de los servicios que ofrecia. En este sentido, lo desviaban de su voca-

cion inicial, que es ofrecer un Ultimo recurso a los que menos tienen. Ademas,

habian colonizado los dormitorios expulsando a los indigentes tradicionales

que, tumbados aqui y alla en los patios interiores o los rincones de puertas,

intentaban dormir como podian...

Este problema de desviacion del alojamiento de urgencia (aunque no

especffico de Nanterre), por pob laciones distintas de las de los indigentes, se

ha vuelto cr6nico e incluso se ha agravado desde que se abrieron los nuevos

locales en julio del 2000 . El confort ofrecido atrae a esta poblacion de jo venes

extranjeros, a menudo inmigrantes de los paises del Este. Estos hombres, aun-

que pobres, no son indigentes. Si siguen siendo, hasta ahora, bastante mal

conocidos, los observadores estan de acuerdo en afirmar que se trata a menu -

do de delincuentes de una peligrosidad inquietante. Se les pueden imputar

siete asesinatos cometidos, entre mayo y septiembre del 2000, en Paris y sus

alrededores. Seis de las siete victimas eran tamb ien indomiciliados.

La administraciOn de Nanterre ha hecho v arios intentos para reafirmar su

autoridad. Con un exit° mitigado. Durante la primavera del 2000, algunos

policias estuvieron presentes aqui durante varias noches seguidas. Se produ-

jeron algunas peleas generales en el curso de las cuales algunos policias (y

albergados) resultaron heridos.

Tenia que salir de dudas. El 14 de septiembre de 200 0, me p use, por Ulti-

ma vez, un disfraz de indigente y fui a esperar el bus de recogida de la policia

(Brigada de asistencia a las personas sin techo), en la pu erta de la Villette, de

donde empieza su recorrido hacia Nanterre.

Llevaba un pantalOn viejo con una cuerda a m odo de cinto, dos camise-

tas manchadas, una cazadora de cuero rota y zapatos reventados. Un sombre-

ro manchado de pintura y una bufanda ayudaban a disimular una cara que

podia ser reconocida.

En la pu erta de la Villette , probe mi nueva identidad colocandome a una

inaceptable proximidad del guardia que vigilaba la entrada de un cuartel.

Empezo por increparme brutalmente, y luego observando más de cerca mi

silueta falsamente encorvada y vacilante, me indico amablemente el lugar en

que podia esperar el bus. Asi que me equivoc aba.

El autobtis llego poco despues. Me subo y , como tinico pap el, presento al

official de policia un carton en el que una m ano temblorosa habia escrito: «Lev

Bronstein, Brussels, 18/11/53, Belgique». Me hace gracia —c hiquillada— ver

asi el nombre de Trotski fielmente co piado en la lista de los pasajeros por el

impavido y aplicado representante del orden. En cuanto al origen belga, me

permitia cortar por lo sano c ualquier posible interrogatorio, refugiandome en

un flamenco tan folclorico como incomprensible.

Eramos dos esperando el bus. El otro viajero era un joven ucraniano

de unos 25 altos. Limpio, bien vestido, con una bolsa de viaje nueva, inicia

rapidamente la conversacion en ingles. Me entero de que Nanterre no se

puede comparar para nada con las carceles ucranianas que h a conocido. Me

anima a «no quedarme asi» y a encontrar un trabajo que, segtin dice, no

falta para cualquiera que sea un poco espabilado. Enseguida comprendo

que esta tanteandome para que participe en un pequetio bisnes que que-

dard indefinido, pero que apesta a delincuencia. Probablemente, pequetio

trafico de droga. Ademas, me doy cuenta de que su comportamiento es agi-

tado y que, a ratos, bajo su aparente campechania, se abren paso los relam-

pagos fugaces de una violencia apenas contenida. Despues de unos mi-

nutos, sacard de su bolsa un frasco de contenido indeterminado del que

tomard regularmente profundas inhalaciones... Finjo estar medio dormido,

me desentiendo de una conversacion que, seglin presiento, podria arras-

trarme demasiado lejos.

En el trayecto de Nanterre, el bus solo recogera un puiiado más de pasa-

jeros, todos extranjeros, procedentes de los paises del Este o del Magreb.

Comprendo mal esta concurrencia anormalmente debil hasta que el bus se

detiene en la plaza de Belgica en La-Garenne-Colom bes, a dos o tres kilome-

tros de Nanterre. La explanada esta negra de gente. El bu s es asaltado con un

rumor de impaciencia. Cuento más de un centenar de hombres de los que, por

falta de sitio, no podran subir todos. Se apiiian en la puerta delantera y, uno

por uno, desfilan lentamente ante el policia que apunta su identidad (real o tan

estrafalaria como la mia). La cosa requiere una hora y media. A ratos, unos y

otros se ponen nerviosos. Estallan a veces gritos, amenazas, pero no hay ver-

daderos empujones. Empieza a hacer mucho calor en el bus mal ventilado.

Nos cone el sudor por la cara y tenemos sed. Algunos protestan, exigen que

arranquemos, vocean, pero sin más.

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Me doy cuenta de que se trata de una poblaciOn acostumbrada a las logi-

cas de lo careelario y de sus modos particulares de gestionar del peligro. De

hecho, todo el mundo tiene miedo y todo el mundo sabe que si estallara una

pelea en un lugar tan abarrotado y cerrado seria extremadamente peligrosa.

Para aclarar las cosas, algunos, como por casualidad, han sacado algtin que

otro cuchillo y se lo cambian de bolsillo, o se limpian con el las tubs como

quien no quiere la cosa...

La media de edad no supera los 30 6 35 anos. Esos hombres son, en su

may oria, jOvenes, fuertes, estan limpios y ap arentemente en buena salud (aun-

que cabe p reguntarse por los estragos callados de la tuberculosis, del alcoho-

lismo, de las toxicomanias y de la seropositividad).

Solo un pasajero es un autentico indigente, de unos sesenta aiios.

Magrebi, muy sucio y que huele muy mal, lo otros le empujan, hacia mil, el

otro oindigente» manifiesto. Maniobra realizada sin brutalidad, pero con una

firmeza inapelable. El pobre hombre esta aterrado y, con la mano en el cora-

zon, se deshace en zalem as apaciguadoras en todas direcc iones, entre el des-

precio general. Sentados uno frente a otro, el y yo somos, con mucho, los peor

vestidos...

A nuestro lado, se han instalado dos ucranianos de unos cuarenta aims,

conocidos del joven que subi6 conmigo en La Villette. A pesar del ruido

amb iente, intentan mantener, a gritos, una conversaciO n entre los tres.

Finalmente, con un au llido general de alivio, el autobtis arranca. La pre-

si6n de los hombres de pie y aglutinados en el pasillo central nos bambolea

unos contra otros. Despues de un tiempo, el ucraniano que esta sentado a mi

lado empieza a retorcerse de dolor agarrandose el muslo. Dice unas palabras

a su compaiiero que, sin inmutarse, se vuelve el reves de la chaqueta para

sacar un gran imperdible y se lo da. Mi vecino lo abre y lo retuerce para

hacer u na aguja de seis a siete centimetros de largo. Jadeando, desliza enton-

ces la mano entre su muslo y el info y se hunde varias veces la aguja a fondo

en el muslo poniendose tieso de dolor y de alivio desmedido. Todo eso bajo

la mirada indiferente de su compaiiero que, manifiestamente, esta acostum-

brado al espectaculo.

Mi vecino se apuiiala el muslo y se lo hurga hasta que llegamos a

Nanterre. Cinco o seis largos minutos. Con los golpes que se asesta, el panta-

lon se le moja de sangre, y su mano armada con la aguja ensangrentada, agi-

tada por movimientos desordenados, pasa y vuelve a pasar rozandome el vien-

tre y la pierna. Pensando en el sida y las hepatitis, me invade el miedo. Si

intento quitarle la aguja seguram ente acabaria por pincharm e y, sentado,

arrin-

conado contra el cristal, no puedo escapar. Me levanto despacio para pegarme

a la pared del autobas y consegu ir asi unos centimetros de distancia.

Al Ilegar a Nanterre, devuelve la aguja a su amigo que, tranquilamente,

vuelve a doblarla y se la coloca en el reves de la chaqueta. Me tiemblan las

piernas y les cuesta sostenerme. Todo el mundo se baja. Se forma una larga

cola ante la entrada del edificio. Un agente de seguridad, acom paiiado por un

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pittbull,

nos vigila. La inseguridad es tal que las autoridades del CASH de

Nanterre han sub-contratado una parte del trabajo de v igilancia con emp resas

privadas...

Por un m omento, dudo ante la perspectiva de pasar la noche en com pa-

ilia de esos hombres, en un dorm itorio cerrado y sin vigilancia, y luego, apro-

vechando el barullo y que ya es de noch e, me deslizo hacia la salida.

Tuve mucho miedo frente a un peligro potencialmente mortal e impara-

ble. Alcance el limite entre la voluntad de saber y la conducta de riesgo. El

desarrollo de las enfermedades virales incurables lleva los riesgos de este tipo

de investigacion much o más alla de los de la simp le violencia. Esos riesgos

son, para mf, inaceptables. Lev Bronstein, prudentemente, se volvio a su casa.

No se ha terminado de p asar miedo en Nanterre.

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Heraclito enajenado

Heraclito dice en algtin sitio que todo pasa

y que nada permanece; y, comparando a los

vivos con el flujo de un rio, dice que no se

puede entrar dos veces en el mismo rio.

PLATON,

Crcitilo.

Una escena en Nanterre, especie de parabola, sigue siendo para mf

emblematica del mundo de los indigentes y sus ambigiiedades.

Un dia, habia ido a ligar a las duchas. Esta exp resion chistosa designaba

una tarea que nos repartfamos relajadamente en la consulta, de acuerdo con

nuestra buena voluntad del momento. Se trataba de aprovechar el momento en

que todos se desnudaban para la ducha obligatoria y localizar asi a los enfer-

mos que no vinieran a consultarnos de manera espontanea. Los hay que, bajo

el engailoso espesor de sus numerosas capas de ropa, abrigan, con un Intim y

casi tierno pudor, graves caquexias, nIceras, o cosas peores. Al azar de las

duchas, hemos podido descubrir muchas veces hasta fracturas aparentes y

algunas gangrenas. Tristes secretos que nos esforzabamos por sacar suave-

mente a la luz. Mu y cuidadosos sob re todo por no perder nada ni espantar. Es

a menudo algo muy timido, un moribundo...

Ese dia, estajanovista extraviado por u n instante, me habia sentido con

fuerzas para oh acer una entrada». Asistir a la bajada del autobtis, la ficha, la

ducha... Sin embargo, Ilegaba demasiado tarde y me lo habia perdido todo.

Estaban ya en el com edor. Pero los hay que siemp re se retrasan. Rezagados o

reivindicativos, demasiado borrachos o demasiado

Ya no quedaba nadie en las duchas, y me iba a marchar cuando vi, des-

plomada en un rincon, una forma humana, una especie de Job.

Era un v iejo, sentado, con las piernas extendidas y separadas. Desnudo.

Con el pantalon caido en los tobillos. En los pies, unos zapatos imp regnados

de mugre. Tenla la cabeza inclinada, absorto como un niflo que juega. Un hili-

llo debit de agua tibia le goteaba en la fontanela. Le hada como un veto de

cabellos blancos. Medio de novia. Medio sauce lloron. Se lo habia hecho deba-

jo. Incontinente y olvidado del mundo. San Demente.

Detras del pelo en forma de lluvia, miraba algo fijamente. Ebrio de con-

centraciOn, gemia suavem ente y, presbita, tenia debajo de su nariz, bien apre-

tado en la mano izquierda, un puilado de sus exc rementos que intentaba lavar

con ayuda de un trozo de jabon que se habia encontrado en el suelo, abando-

nado en la espum a grisacea y grasa, entre los pelos y los esputos de los

tuber-

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culosos. Se aplicaba, metOdico y locam ente serio, posefdo por una improb able

y tardfa voluntad de pureza. Tam bien heroico, un poco...

El mu ndo es como es: irremediablem ente tragic°. Proyectos grandiosos,

resultados estilo Laurel y Hardy. Es decir, que la cosa no iba muy

s

que el agua disuelve y su bella obra se iba en forma de reguero. Primero, le

cafa por el brazo. Lu ego, por el codo, en gotas. En cuajarones. Se desprendfa

primero un am asijo, luego dos, despues tres. Se iba por todas partes. Al desa-

gue. Luego al Sena, Rouen, y la gran indiferencia, finalmente, del mar...

Ocednica desbandada. El viejo luchaba. Com o enemigo del desorden que era

en ese momento. Y de todo abandono Jadeaba de rabia, de esfuerzo y de des-

pecho. Cogfa m ás. Volvfa a p erderlo. Empezaba otra vez. Se debatfa. Sin una

palabra. Todo el envuelto en un pesado silencio... El de los atardeceres de

Waterloo y de todas las batallas perdidas.

Por que soy tan buen medico

Barcos que pasan en la noche,

y se hablan al pasar.

Solo una sepal m ostrada

y una voz lejana en la oscuridad...

H. W. LONGFELLON

Hablar de la consulta no es cosa facil... Hay momentos en que los

hechos, como aplastados bajo el peso de lo irrisorio y de lo absurdo, hacen

implosion, y entonces y a no ofrecen al pensamiento más que u n paisaje de rui-

nas atormentadas. panoramas h elados, barridos por los vientos, inadecuados

para la vida, toxicos. M antenerse en ellos es diffcil y deletereo. Allf, la vida no

continua más que en el subsuelo. Encogida, prudente, desconfiada, ahorrado-

ra, avara de sus fuerzas, preocupada po r su energfa. Un programa para anima-

les de sangre frfa. Un terreno para reptiles...

De esas regiones lejanas, el viajero, amargado, agotado, envejecido, con-

taminado aun por olores fetidos y visiones asquerosas, vuelve enmu decido y

lejano. Contar es vulgar. Lamentarse pu eril.

La consulta... Todo en ella es desorden y confusion. Lo medico viene a

romperse a los pies de la locura. Pues este caso si que es caso de locura. Esta

la pobreza. M ás alla, esta la miseria. Más alla de la m iseria, esta la indigencia

que es como la locura de la miseria. Una fiebre. Un apetito que se ha vuelto

monstruoso. Una ebriedad de la nada. Un goce de lo peor.

Fundada en 1984 por un joven medico, ex-interno del hospital de

Nanterre, el doctor Patrick Henry, la consulta es la primera en Francia dedica-

da exclusivam ente a los sin techo. Henry ha atendido a la poblacion hospitali-

zada en los servicios. La conoce bien. Quiere aprovechar la recogida, en la

epoca obligatoria y coercitiva, y el p aso estadfsticamente obligado de la pobla-

cion por N anterre, para ofrecer una consulta y cuidados que ester} lo más cerca

posible, geografica y simbolicamente, de los sin techo albergados para la

noche. Av anzadilla del hospital, la consulta quiere estar en contacto cotidiano

y exclusivo con los indigentes. Para Henry, se trata de imponerse como inter-

locutor medico privilegiado. Sabe muy bien que en el desorden de sus per-

cepciones, su U nica posibilidad de triunfar consiste en lograr que le identifi-

quen y reconozcan como

su

medico. La permanencia y la regularidad de una

presencia personal fuerte son imperativos, condiciones de posibilidad. Hay

que aguantar y estar ahi. Los pacientes que pasan, que se van y vuelven unas

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semanas o meses más tarde, tienen que poder encontrarle otra vez. Inmutable.

En su pu esto. Objeto solid() de transferencias poderosas. Todo se ventila en la

relacion de un hombre con unos enfermos que, en definitiva, no ignoran nada

del asco que inspiran. De 1984 a 1992, Patrick Henry ha pasado más de 51.00 0

consultas a cerca de 10.000 pacientes. De 1988 a 1992, eran examinados apro-

ximadamente cincuenta enfermos al dia. Trabajaba solo, con dos enfermeras y

una auxiliar.

Cuando se march() en 1992, se hicieron cargo de la consulta provisional-

mente durante unos meses, varios medicos que trabajaban a tiempo parcial, y

que, entre todos, no atendfan a más de veinte o treinta pacientes al dia.

Algunos valoraban toda la importancia y el catheter especffico de esta consul-

ta y se com prometian co n ella de verdad. Otros, asignados segun el azar de las

destinos, llegaban tarde o, algunas veces, no venfan. A fuerza de esperar

durante horas, los pacientes se impacientaban, renunciaban... Solo las enfer-

meras estuvieron verdaderamente presentes durante esta fase de transiciOn.

Pasaron varios meses antes de que la consulta pudiera recuperar un f unciona-

miento normal.

f

Este desorden no es simplemente anecd6tico. Es tfpico del entorno insti-

tucional de esta poblacion. Los sistemas se vuelven tan entropicos como los

enfennos, Nada dura. Todo depende del entusiasmo, dela

— entrega de algunos.

Estados psiquicos tambien labiles y constantemente erosionados al contacto

con el amb iente. Los terapeutas soportan a los enfermos, como m ucho, duran-

te unos afios. Despues, progresivamente se instalan el cansancio, el asco, la

depresion. Tambien la culpabilidad, por no haber hech o lo suficiente, por haber

fracasado, en suma. Con el tiempo, la c ontarninacion, siempre sale ganando. De

entrada, algunos se extravfan. Sin confesarselo, no soportan a los indigentes, su

mugre, su anomia. Entonces se obligan, sufren por ello y se enredan en pre-

nlasesivas. Much os jovenes vienen aqui a destrozar su ideal.Esgpe entre

as representaciones

el hombre

.su realOad esta el olor..:

....__........,........--._

El olor... Pase consulta con Patrick Henry durante cuatro afros, de 1988

a 1992. Habfam os pensado que serfa interesante doblar la consulta medica con

una mirada psicoanalftica. Era para mf la ocasion de ser testigo y de aprender.

De lo que m ás me acordare sera del olor. La asquerosa exhalacion de pies a los

que hace semanas o m eses no se han qu itado los zapatos, que han macerado,

ulcerosos y purulentos. Hediondez tibia y envolvente como una bruma. Se

habla de «pies de trinchera», term ino tecnico heredado de la m edicina militar

de la guerra de 1914-1918. . . A menudo, habia que salir un mom ento a respi-

rar afire fresco. Las nauseas eran frecuentes, sobre todo por la marina, en ayu -

nas. Curiosamente, parece que la digestion insensibiliza parcialmente.

La consulta. Ibamos a trabajar preferentem ente con calzado alto. Por las

pulgas. Por los miles de piojos que caen al suelo en cascada, cuando se afeita

la cabeza de un pac iente y se destruyen los nidos.

Por entonces, dos habitaciones pequefias: una para los cuidados y el des-

pacho del m edico. Dos lavabos, uno de ellos mimisculo que servfa tinicamen-

50

to para lavarse las manos. Una sala de espera pensada para una decena de per-

sonas. Solian apretujarse en ella cerca de treinta. LA quien le toca? Las peleas

eran frecuentes. Más tarde, de 1992 a 1995, durante los trabajos de arreglo y

ampliacion de los locales, en unos modulos habth dos asistentes sociales y el

despacho del m edico consultor. Sin emb argo, no se considerath necesario ins-

talar aqua...

Los apOsitos, las m edicinas, los salarios no estaban directa y especifica-

mente financiados por los poderes ptiblicos. La consulta vivfa c ual pathsito, de

las migajas del presupuesto del hospital. Desfachatez. El medico de los po bres

es un pobre medico . Sitios pequefios. Medios pequerios. Se desinfectaban los

barrefios que se usaban para lavar los pies quem ando en ellos alcohol m etfli-

co. Siemp re habla uno o dos ardiendo delante de las salas de cuidados, fuera,

en el suelo, entre los bancos, los modu los y los enfermos que esperaban no se

sabe muy b ien que. Tercer mundo...

Un llamada telefonica en la oficina en la que me habia apartado. Apartado

de una guerra de desordenes, de ruidos, de olores. Para leer un libro. Cu alquier

libro. Cuantas más consu ltas paso, más me gu stan los libros. Huele bien, un

libro. Es limpio, es asignable. Te libera por un mom ento del asco de las cosas

y de ti mismo. Bienaventurada pasividad. Dejarse llevar por las imagenes de

otro... Ese otro, convertirse por un momento en el, por la union dulce y calla-

da de la lectura. Un libro. Un mu ndo. Un reducto. Balsa en el flujo caOtico de

las cosas.

De modo que lefa. Olvidadizo, calentito y contento como un gato. Con

un ojo en el reloj, anticipando, goloso, la comida de la sala de gua rdia. Una

fiesta. Comida especial... Pero era una enfermera que Ilamaba desde la sala

de cuidados. Algo extrafio. Un Sefior de las camas de enfermeria... Se dice

asf: un `Serior'. Paciente', entre nosotros, resulta un tanto pomposoTfiEiTe

argo de amaneramiento medico. Paciente' esta más bien reservado al dis-

curso cientffico. `Sefiof se suele emplear corrientemente entre cuidadores.

Formal, sin ser ampuloso, el termino confiere al enfermo dignidad y valor,

aunque a la vez le quita una identidad particular, la de un sujeto tinico, para

poner en su lugar, insidiosamente, un rostro de carton, una apelacion gene-

rica: 'Senor'.

Un Sefior, pues, h ospitalizado en las salas comunes de las camas de enfer-

merfa, habia intentado estrangular, segtin parecia, a su vecino durante la

noche. Este ultimo habia conseguido librarse con dificultad. Rapidamente, se

habia constituido un comite de salvacion piiblica de otros Seriores y habia

expulsado al inalhechor a la noche. Asf, este ultimo vagaba —estabamos en u n

octubre mu y frfo— desde hada unas diez horas por el aparcamiento, en panta-

lones y con una chaqueta de pijama. Acababan de descubrir simultaneamente

el incidente y al Sefior... Como los m edicos no estaban presentes, la enferme-

ra me pedfa que diera una primera opinion sobre su estado. LAtaque de locu-

ra? LPeligrosidad? LTrasladarle a psiquiatrfa?

51

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8/19/2019 Los Naufragos de Patrick Declerck

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Tal vez tuviera uno derecho a alterarse ante la ligereza de este asunto.

Una rifia de este tipo, i,puede estallar y pasar desapercibida? i,Un enfermo

expulsado de las camas por consenso popular? zEstar expuesto durante una

noche y una buena parte de la matiana a los peligros de las intemperie? En

resumidas cuentas, ,que hacen por la noche los vigilantes? La respuesta es

sencilla: por la noche, los vigilantes echan un sueflo... Es public° y notorio.

Hay catres preparados para eso en el sotano. Los coches de policia, de la

RATP o del Samu social que traen pacientes durante la noche, tienen que des-

pertar a los vigilantes para que les abran las pu ertas. Un auxiliar de noch e afa-

noso, que tenia la loca pretension de hacer su trabajo, fue am onestado y tras-

ladado, despues de que se exagerara un incidente b enigno. Se habia atrevido a

insistir ante el interno de guardia para que acep tara hospitalizar a un enfermo

cuyo estado, es cierto que sin raz6n, le preocupaba. Entonces este auxiliar

habia sido apartado progresivam ente por los vigilantes que le negaban el acce-

so a su local. El tambien se habia encontrado, en su mom ento, alejado, erran-

do triste y solitario en el absurdo m alva de la noche... Se podria objetar qu e a

los vigilantes nocturnos les pagan, como su nombre indica, para vigilar, preci-

samente de noche. Se trata de un razonam iento s6rdido... En el espacio de die-

ciocho altos, conoci a cuatro directores de Nanterre. Ninguno intento, ni

siquiera vagamente, alterar un poco ese orden tranquilo. Sin emb argo, no cabe

duda de que algunos lo deseaban. zTenian realmente poder para ello?

Finalmente, veo a ese paciente, ese «Setior», ese loco peligroso. Me he

puesto la bata blanca. La de las grandes ocasiones. La de la autoridad. Ahi

esta, el loco furioso. Espera muy amablem ente, sentado en una silla, al lado de

la puerta de la sala de cuidados, para no molestar. Ese maniac°, ese loco, tiene

modales de niiio y la mirada humeda. Pobre lobo apolillado, lastimado por

tantas y tantas caperucitas rojas...

Bueno, zque tal vamos? —le digo, mordazm ente original.

Pues no mu y alla —contesta, con una herm osa sonrisa.

,Que le ha pasado?

Un Volvo —dice ensefiando con una mano cansada su temporal izquier-

do hundido, evidencia de una antigua trepanacion. La arcada orbitaria ha sido,

manifiestamente, reconstruida. Accidente. De ahl el Volvo... Todo es com-

prensible, la cuestiOn es solo poder leer...

Me traen su h istorial. Tiene 45 gibs. Aparenta 70. Recorro de un vistazo

la ficha de consulta. Hojas de carton rojo en las que figuran apellido, fecha de

nacimiento y b reves informes —una o d os lineas— de las consultas pasadas.

Toda una historia en esas palabras limitadas, truncadas como si fueran

telegramas: 0Alcoholizado. Alcoholizado +++. Crisis comiciales (epilepsia).

EEG (electroencefalograma). Crisis de' epilepsia, otra vez. Alcoholizado.

Urgencias. Crisis epilepticas atipicas. Urgencias...». Varios inform es de exa-

menes y de hospitalizaciones en Nanterre y en otras partes...

Todo ello charlando hipocritamente, para dejarme tiempo de apreciar, de

saborear, de hacerme una idea... Ahi esta, delante de m i, un poc o torpe, com o

distraido. «Crisis de epilepsia atipicas», menciona la ficha.

52

Pregunto a las enfermeras. Los testimonios afluyen. E l Senor es conoci-

do. Se acuerdan. Toma cu erpo. Cuentan la historia de una de sus «crisis» pasa-

das durante la cual destruyo u n sillon cuidadosamente, tranquilamente, con las

manos desnudas. Obnubilado. Aplicado. Entregado a su tarea. En esos

mom entos, solo ese sillon, y la im periosa necesidad de su destruccion, exis-

tian para el. Ataque epileptic° atipico. Ese es el estado en que debi6 de poner-

se a apretar el cuello de su vecino. Sin odio. Sin ira. Metodico y absorto.

Unicamente algo neurologic°. El caballo en la locomotora...

Le observo. Se desgarra lentamente el pantalon. Un tesoro ese panta-

lon... Se ha pasado la noche de penitencia recogiendo grava. Kilos de grava.

Sus bolsillos estan rebosantes de grava. Se desborda, cae en cascada. Fru tos

secos. Liquid° falso. Tuvo que parecerle importante esa gravilla, en su con-

fusion y su fatiga. Porque un ataque de epilepsia agota. Se sale desorientado.

Y se trasluce ahora que es reincidente. Y de manera notoria. Todo el mundo,

o casi, sabe que tiene varias crisis al dia. Y eso, sin que a nadie p arezca con-

moverle de verdad. Sin tratamiento. Por decirlo asi, sin seguimiento... Es que

hay tantas cosas que hacer, tanta gente, tantos disfuncionamientos. Se sabe

sin saber. Se sabe a ratos. Se sabe en la urgencia. Se actila en el mom ento. Y

luego se olvida. Se pasa a otra cosa. Desde luego, Senores no faltan. Ni

Setioras. No se puede seguir un caso, un paciente en el tiempo. Demasiado

largo, demasiado complicado, demasiado lejano. Las cosas y la gente se tra-

tan solo simultaneamente. Por secciones. Nuestra mirada, por un momento,

las hace salir de la sombra, de la masa. Pero esa m irada es estroboscopica. Por

eso no existen más que en el instante. Un instante fugaz, cortado. Un poco

histerico...-

Hojeo el historial. Los guijarros le absorben por entero. Pulgarcito. Los

pierde. Vuelv e a encontrarlos. Ruedan, saltan, se desparraman alegremente.

Debajo de las sillas, la mesa... Corre tras ellos. Los reline, aplicado y severo.

Pastor de lo multiple. Maestro preocupado por esta disipacion. Hace monton-

citos con esos guijos. Quiere organizarlos. Montones bien separados. En una

silla de plastic°. Hy bris. Tragico inevitable. No funciona. No puede funcionar.

Se escapa. Rehusa. Se burla. Se de de el. Frunce un poco el entrecejo, se con-

centra. Vencido y admirable. Todo cae. Lo pisa. Anarquia. Coge la p apelera

con una m ano. Ahora febril. Se le nota un poco triste, resignado. Pero las cosas

van dem asiado lejos, hay que separarse de ellas. Adios queridas piedras. A la

basura, de una en una, de dos en dos, no más. Concienzudo.

Hago una llamada a la consulta de psiquiatria, por si acaso se le esta

haciendo un seguim iento. Un falso movim iento del senor y la papelera se cae

y se vacia. Recoge a m anos llenas viejos apOsitos y guijarros. Le doy un esco-

bon y un recogedor. Espero al psiquiatra. El juega con la basura. Hace flanes.

Un crio en la playa.

El historial es muy completo. Informes. Dos escaneres. Consultas diver-

sas y variadas. MUltiples opiniones. Cirujanos. Psiquiatras. Neurologos.

Epilepsia localizada con precisi6n. Por d esgracia, la politica de la consulta es

53

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no tratar la epilepsia. Hay buenas razones para ello. Las medicinas antiepilep-

ticas son poderosos psicotropos, de manejo delicado. Hay que observar estric-

tamente la posologla. Y sus efectos se yen potenciados por la ingesta de alco-

hol. Tratar en regimen am bulatorio la epilepsia de esta poblacion equivaldria

a entregarle medicinas peligrosas, sin que se pueda ejercer ningtin control

sobre las tomas. Seria tambien exponer a los pacientes a que les agredan (ya

se da el caso) los toxicomanos en busca de psicotropos. Serfa abastecer un

mercado existente. Un comprimido de Rohipnol se vende a 10 francos en la

calle. Chicos y chicas se prostituyen por pastillas varias... Es imposible entre-

gar la dosis diaria. Al ser el tratamiento de larga duration y la presencia del

paciente aleatoria por definition, se habia decidido no tratar la epilepsia'.

Llegan un medico generalista de la consulta y un psiquiatra, les resumo

las cosas. El Sefior, nuestro amigo, sigue hurgando en la basura. L e observa-

mos con el rabillo del ojo, a la vez que hablamos de su caso. El tambien nos

observa, como quien no quiere la cosa. En un rine& de la habitation, un hom-

bre es atendido por una enfermera. Hace como que no escucha. El secreto

medico cede ante la falta de sitio...

Si no tratamos la epilepsia en el am bulatorio, en cam bio, varias crisis al

dia, justifican de sobra la hospitalization. LEn servicio general? No, el pacien-

te puede presentar un peligro. Entonces, en psiquiatria. Y, razonablemente, de

por vida... Pero entonces, zdonde? Verdaderamente, en ningtin sitio. Es impo-

sible. La psiquiatria, en Francia, ha sido definida como d isciplina medica acti-

va. Como la obstetricia. Se comprende que las camas que existen esten sobre-

cargadas y sean concedidas con la may or parsimonia. Con más raz6n, cuando

el paciente presenta un pronostico desesperado, y necesita que se hagan total-

mente cargo de el por indigencia...

Adios escaneres, peritajes, exploraciones, informes, c onsultas especiales.

Adi6s papeles. iEnfermo fracasado

Solo nos queda la chapuza. Se llama por telefono a un servicio en el que

ya estuvo. Negativa. Discusi6n. Llega otra psiquiatra. Conoce al ayudante del

servicio en cuesti6n y le ataca por el lado del compalierismo. Suave presi6n.

Pequeiio chantaje. Apela discretamente a la etica. No demasiado. iCuidado

Demasiado sena hiriente. Y peligroso: oSefiora, a m i nadie me da lecciones de

etica. Adios, seriora». Suele ocurrir y hay que evitarlo. Sobre todo, ponerse

muy educado...

Esta vez funciona. Sssssuitit. El ayu dante esta de acuerdo. Hospitalizado,

pero no por m ucho tiempo. Unos dias, mientras tanto. Una semana o dos. Más

no. No más alla. Nada más alla. Que no le hagan decir lo que no ha dicho.

Mientras tanto. Por los pelos Es ciertq que uno podria hacerse preguntas.

Preguntarse: «i,mientras que?». Pero eso sena llevar el debate a un terreno casi

metafisico y perfectamente enojoso. Prudentes, no insistiremos.

Si, esta de acuerdo en adm itirle hoy , pero antes de las 7 de la tarde, des-

piles se marcha y entonces y a no habia nada seguro. La enfermera vigilante de

guardia puede muy bien devolvernosle, a nuestro Set

-

tor. Ocurre todas las

54

semanas... Al ayudante candente batir de repente. Hay que darse prisa. Hemos

prometido un EEG todo fresco. No sirve de nada, pero es para el historial, para

dejar bien sentada la evidencia del ataque, la naturaleza de la urgencia. Si. Si.

Naturalmente iPues claro Gracias. Gracias. Gracias. Y se evoca la perspec-

tiva incierta de una comida lejana...

Ya esta, hecho. Nos inclinamos ante las dotes diplomaticas de nuestra

amiga. Enhorabuena...

Unas llamadas para arreglar el EEG en urgencias y pedir la ambulancia.

Se acabo. Podem os it a comer. Por fin. Son las dos de la tarde. En lo que se

refiere a la comida especial de la sala de guardia — crema y filete a la pimien-

ta—, se acab6. Seran dos h uevos fritos. Grandeza del sacrificio. iBuen peque-

no Schweitzer

Nos dispersamos. D ejamos al Senor, sentado bien tranquilo en su silla.

Hace tiempo que una enfermera le ha quitado el polvo y le ha ayudado a gu ar-

dar sus piedrecitas, de una vez p or todas. Nos mira, intenta comprender. Le

damos amables golpecitos en el hombro. «Se acabo», le decimos. «Ya esta

arreglado», le gritamos al oido com o si estuviera sordo. «Se va a marchar. Se

van a ocupar de usted».

Despues me doy cu enta de que se quedard sin corner. Se ha perdido las

horas de abertura del comedor. Nadie se ha preocupado de eso. Pero b ueno, al

fin y al cabo, no se pu ede teller todo.

Guardo el expediente. Una frase me llama la atencion. Es la atrevida con-

clusion de un exam en psiquidtrico: «El deficit intelectual del paciente tal vez

resulte un obstaculo para su eventual reinsercion». Ciertamente...

Despues de dos hu evos fritos y unas p artidas de billar en la sala de guar-

dia, vuelvo a p asar por la sala de espera de la consulta. Son las cu atro y m edia.

El Senor sigue ahi, de pie en el patio. Con su pantalon de algodon y su chaqueta

de pijama. Esp era desde hate un rato a los camilleros que le llevaran a urgen-

cias. No se han olvidado exactamente. No. Simplemente, ha pasado la crisis.

Ha vuelto a ocu par su lugar aproxim ado en el seno de la niebla atenuada de las

cosas. Se ha vu elto otra vez indiferenciado, lejano. Masa. Objeto. Su jersey se

ha perdido. Por descuido, lo h an tirado a la basura, con toda su agitation...

Volvi a verle unos diez dias más tarde. Le habian recogido en la calle y

bajaba tamb aleandose del bus. Acabab a de tener otro ataque. Si, su hospitali-

zacion habia ido bien. Todo el mundo habia sido muy amable.

Se agolpan los recuerdos. Los fantasmas, insistentes, Ilaman a la puerta.

Los mu ertos y los vivos. Los muertos vivos. Todos aquellos a los que conoci,

'con los que me truce. El tiempo de una palabra, de una tura, de un compri-

mido que se da porque hay que dar algo. Cohorte de la sombra, espantapaja

-

ros, ahi estan, acuciantes como unas ganas de vomitar. Escribir deprisa.

Deshacerse de ello. Aliviarse. Acabar con ello. Descargar el peso de las visio-

nes, el sabor a hiel. Depositar com o una c arga el cansancio de la tarde. Acabar

de una vez...

55

Un dia entre otros, con Henry, recibimos a uno de esos casi fantasmas.

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Oh, no durante mucho tiempo Era una hipotermia de finales de verano.

Hay que decir que, en conjunto, los auxilios —alojamiento, suministro—

funcionan de noviembre a m arzo. Es cosa del clima. De clim a y de identifica-

cion, pues es solamente cuando uno mismo siente que el frio muerde cuando

empieza a preocuparse por los demas. Tanto más cuanto que los medios de

comunicacion, a principios del invierno, con las Navidades a la vista, suelen

apoderarse de las primeras hipotermias para agitarse un poco. Siempre nuev os,

esos muertos. No se cansan de redescubrirlos todos los afros. Sin embargo, son

exactamente los m ismos que los del afro pasado, y los de... el afro que viene.

Enternecedora ingenuidad. iAh , el entusiasmo de las buenas p ersonas. Y sus

gritos escandalizados. Todo el mundo da votes de compasion. Los politicos

agitan lo humanitario. Indignados. Sorprendidos. Escandalizados... Es una

canciOn de temporada.

Se pone entonces en movimiento a batallones de damas protectoras. De

toda calaria. La catolica, por supuesto, pero tam bien se encuentra la protestan-

te, la socialista, la comunista, incluso la fascista... Hacen un trabajo muy

valioso, mientras dura.

Calientan las sopas. Reparten con mucha energia, pates, macarrones,

bocadillos. Sopa y requetesopa. La civilization de la patata-puerro es algo

grande. Bonito. Pero sobre todo de noviembre a marzo. Despues se cierra. Ya

hem os dado. No quedan perras. iLargo, golondrinas Parasitos iCigarras

Es entonces cuando en la calle se debilitan. Solapadamente.

Insidiosamente. Ni siquiera sienten como Ilega la cosa y sin embargo Ai esta:

desnutricion, debilidad, caquexia.

Oh , si se quiere de verdad, siempre se puede sobrevivir y c orner bien en

todas las estaciones. La receta es sencilla: hay que corner en los cubos de basu-

ra de los restaurantes. Como los perros. Los hay que pueden, durante un tiem-

po... Algunas veces. Algunos dias. Más alla... La abyecci6n desgasta muy

deprisa. El asco agota y entonces el cansancio cae cual plomo. Se renu ncia.

Asi es como van mermando todo el verano. Y mueren con los primeros

frios. No hace falta mucho. A veces, basta con septiembre. Dicho esto, en sep-

tiembre, no interesan a nadie. Es todavia p ara nosotros, los bien alimentados,

los bien calentados, la temporada bu ena, el verano indio...

El catheter estacional de la ayuda mata todos los afros. Cada otorio se

pueden imputar una decena de cadaveres bien discretos al desinteres de los

dias buenos. Sin embargo, eso no es secreto de Estado. Hace afros que dura,

desde siempre. Cabria imaginar qu e la necesidad de corner todos los dias, sea

cual sea la temperatura ex terior, es facil de entender. De la misma m anera, el

caracter recurrente, y despues de todo previsible, de los descensos de tern-

peratura invemal no ha podido escapar a las grandes mentes que nos gobier-

nan. iPues no Y sin embargo se ha dicho. Muchas veces. Y explicado clara-

mente. Y escrito. Educadamente. Como es debido. Al bienamado ministro de

la Salud. Al simp atico jefe de Policia. Al expresivo alcalde de Paris. Al inmen-

empezar. La misma cancion. Pequeria cantinela de Adviento.

Sti l le N acht...

Dum me N ach t .. .

Finalmente, a este los bomberos le habIan enc ontrado en el metro, acu-

rrucado en un rincon. Pasmado. No del todo mu erto, pero ya un poco tieso.

Llevado en una m anta sostenida por las cuatro esquinas, le depositaron en el

suelo de la sala de cuidados.

Cincuent6n hirsuto y esqueletico, estaba tumbado de espaldas, con los

brazos extendidos, moviendo los ojos, abriendo y cerrando la boca sin ruido,

haciendo, sorprendido, pequerias pompas de saliva. Como un pez qu e no estu-

viera bien. Todavia palpitaba algo de vida y, suavem ente, se deslizaba a trues-

tros pies. Hasta los bomberos sudab an, inundados de lastima.

Estaba ondulado de piojos. Piojos de cabeza, piojos de cuerpo v ivian en

largos regueros grises en los pliegues de su ropa.

Demasiado rigida Demasiado debil. Desnudarle normalmente habria

sido una locura. El esfuerzo le habria matado. Las enfermeras cortaron sus

harapos con tijeras, como apositos. Finalmente, todo desnudo, se nos apareci6

cual mom ia fragil y comida por las polillas. Una lesion ape/

nac

ba su hom bro izquierdo. Eso significa que la piel, en ese le

hat._

vertido en pergamino. Textura. Resistencia. Estaba todo. P

a

pequeria aberraci6n medica: como en principio las lesiones

corresponden a la medicina legal, son y a de la otra orilla. La r'

problemas de dataci6n. Arqueologia.

Temperatura anal: 28,5 °C. Todavia vivi6 cerca ,

orac. Apenas

consciente, pero muy disminuido. Murio en su cama Jos

,

 

as saba-

nas bien limpias y todas blancas. Un poco ang el ya. P

J, mantuvo

apretada en la suya la mano de la enfermera. Hacia el

rn

equeria

sonrisa, murmur6: «Es dificil»... Nunca supimos su no .ibrt

Me acuerdo de un mal sumo, al principio. Un pc Is,o de bam; Obanas

empapadas de sudor. U na historia de tripas, de trineles. Avanzo

sta en

pendiente. Se estrecha. Hay bifurcaciones, vacilaciones. Hace

nte y

funned°. Y bajo. Tengo que agacharme, luego arrastrarme. Las ,ieuk..6 y los

techos son de loza lisa y gris. Un truce, al que llegan unos pasillos, y vuelven

a salir, identicos. Llega un gentio horroroso y me aprieta. Bullicioso. Enanos,

jorobados, tullidos, leprosos con manos envu eltas en bandas llenas de mugre,

apestan y se acercan. Tienen u nas caras espantosas. Sus bocas, infiernos des-

dentados. Su soplo ardiente, mefitico. Estiran las manos para tocarme, palpar-

,me. Para llevarme como la muerte. Me ahogo y forcejeo. Son demasiado

numerosos. Me sum ergen. Lentamente, me hundo y m e ahogo bajo sus pies...

En la luz de la maiiana, vere a un jov en polaco en la sala de cuidados. Una

enfermera le lava los pies. Tiene una docena de llagas en los tobillos y las pan-

torrillas. Pequerios agujeros purulentos de un centimetro de diametro. Los

raspa con el bisturi. Tiene el pelo y la ropa limpios. Nad a indica ese abando-

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no de uno m ismo que acom pana a la maceraciones, las 111ceras. Le interrogo,

solo habla unas palabras de trances. No sabe ni aleman, ni ingles. Le enseno

sus llagas con cara de sorpresa.

Le digo: oNo Illceras». Las tilceras, a la fuerza, las conoce. Estan curan-

do a otros dos enfermos a nuestro lado. Ellos si que tienen dIceras, de las de

verdad, que les atormentan desde el pie hasta la rodilla.

«No, tilceras no. Rascar. Rascar. Yo siemp re nervioso».

Y nos enseila un agujero infectado que se ha hecho en la parte gorda del

pulgar. Se podria m eter una canica. Y otro, en la ceja, escondido por el pelo.

Infectado tambien.

oPeligroso. Malo. Infeccion. Perder el ojo. Tuerto», le digo poniendo una

mano delante de su ojo. Sonne, mu eve la cabeza, demuestra que ha comp rendi-

do. Luego, encogiendose levemente de hom bros: 0Yo nervioso. Siempre rascar»,

Todo queda dicho. De infeccion en infeccion, todo eso terminard por

hacerse crOnico. Las Ilagas dejaran paso a verdaderas tilceras. El ojo esta hi-

perinfectado. Sin tratamiento, no es imposible que hays que acabar por enu-

clearle. Ya hemos tenido casos parecidos. Se va a debilitar, degradar.

Convertirse en piojoso. Tuberculoso. Caquectico. El alcohol y las medicinas

destruiran sus sistemas nervioso y digestivo. Su muerte esta registrada. La

conoce. Cual termita, se la trabaja lentamente. Pausadamente. Incansa-

blemente. La alim enta todos los dias con la carne que se arranca a trozos. Con

su sangre, con su linfa que supura. Pus que fluy e en su ojo y ilena su horizonte.

Luego, me piden que yea a otro muy joven. Se encontr6 en la calle con

un medico del hospital. Hablaron. Entonces, vino a ver, por si acaso, por si

pudieramos hacer algo por el... Tiene 19 afios. Rubio y delgado, tiene la espe-

ranza de que un bozo adolescente pueda pasar por algo de barba. Su perro esta

con el. Un animal de genealogia incierta pero seguramente complicada.

Cosmopolita... Simpatico, el perro. Caricias... Esta mejor alimentado que su

amo. Se llama «el perro». No da lugar a equivocos.

Vienen de las Ardenas. Charleville. La patria de Rimbaud, me digo con

una sonrisa. Pedante, pero uno se agarra a lo que puede. El guilt° interior, el

recogimiento secreto son salvavidas de la razOn...

El chiquillo no sabe bien por qu e se han ido, el perro y el. El perro tam-

poco sabe nada. en fin, los padres... La granja... Sin trabajo... Parecia lo

unico que se podia hacer. Marcharse. Marcharse. Ver el Sur... Eso es: buscan

el Sur. La costa Azul.

Le pregunto que donde esta la costa Azul.

--i,Que donde esta? Pues... más abajo que Paris. Hay que bajar. Esta a

veinte, cincuenta kilometros...

No ha visto nunca un mapa. No sabe leerlos. Ademas, no sabe leer en

absoluto. Bueno, no muy bien. 0 no muy deprisa. La escuela, .. No sabe lo que

es un kilometro. Es una palabra. Como parsec o micron. Ap enas una palabra.

Ni siquiera una idea. Un esbozo... Igual que la costa Azul. Aqui... En otra

parte... iJerusalen celeste Humos... Hago que les den una buena comida.

Una para cada uno. Al m enos eso. Y les dejo con su suefio com o se suelta la

mano de un ahogado.

Una tarde, estaba solo en la consulta. Una enfermera me anuncia una

paciente muy nerviosa. Es una joven de unos treinta atios. Obesa y fea, con la

cara hinchada de grasa, la piel sudorosa, me observa avida, imb ecil y bovina.

—El test, i,vale para la pension?

?

—El test para saber si estoy em barazada. i,Vale?

Llamo a la enfermera, cojo su historial. Por la tarde se ha hecho un test

de orina. Es positivo. Es muy probable que este embarazada. Ya se lo han

dicho antes, pero vu elve para estar bien segura. «Por si hubiera algtin error».

Ningim error. Se rie. Le faltan los incisivos superiores. oEntonces, la pension

i,cuando la voy a cobrar?».

Sale de un hospital psiquiatrico. Llamo a su antiguo servicio, al psiquia-

tra que se ha ocupado de ella. Suspira:

—Asi que al final lo ha conseguido. Es una gran h isterica casi idiota. No

piensa más que en los su bsidios familiares. Una idea fija. Le parece que eso es

una especie de p ensi6n de invalidez. Se cree que v a a ser rica. Aqui se tiraba

a todo el mundo. La encontraban hasta en las habitaciones montando a los

encamados, los catatonicos. Finalmente, le pusieron un esterilete. Pero una vez

que salen, ya no se puede impedir nada... .

Sigue sonriendo, hablandose a si mism a. Es rica. Le ha tocado el gordo.

Ya no tendra que trabajar. Si, al salir del hospital fue a una consu lta gratuita.

Un medico -muy amable le quito el esterilete. zUn entusiasta?

atolico?

imbecil? De todas formas, si se lo ha exigido, tamp oco podia escoger.

La inconsciencia risueria de esta mujer-vaca m e resulta insoportable. Por

un momento me entra la tentaci6n de darle patadas en la barriga. Me supera.

Me agarro a las formas: «Eso ya lo vera manana c on el medico».

Con niiios, suenan todas, más o menos. Un objeto, una cosa, extension de

ella misma, procedente de ella misma. Un ser todo suyo. Otro si-mismo que lo

arreglard todo. Proyecto semi-oblativo, semi-narcisista. Imposible fusion.

Imposibilidad de Ilegar a ser completo. Las viejas, que ya h an pasado la meno-

pausia, se vuelven, en los hogares, hacia muriecas con las que llenan sus

camas. Las jovenes, todavia fecundas, su efian con familias numerosas. iPobres

pero felices ...

Por suerte, en la practica, el problema se plantea pocas vec es. La ameno-

rrea secundaria es, en este medio, muy frecuente. Su etiologia es simple: mal-

nutricion, neurolepticos y desesperacion. Por lo demas, se practica el eu genis-

mo, sin nomb rarlo. 0 más bien, se hacen ch apuzas. Segtin las ocasiones. Al

azar de los que intervienen. Y con mala fe. Aprovechando un momento de

transferencia, un dia de luna favorable, se cuelan aqui unos anticonceptivos

,

alli un esterilete, incluso un aborto... Presiones suaves... Artesania.

:.

Practicas más o menos eticas, más o menos vergonzosas, más o menos admi-

58 9

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tidas. Ir más alla, querer decir las cosas, analizarlas, valorar las repeticiones

transgeneracionales, plantear claramente la cuesti6n de los dafios neonatales

del alcoholismo/tabaquismo, calcular los costes humanos, sociales, econo-

micos, sacar conclusiones: a todo el mundo le da miedo. A mi tambien. Nadie

se atreve. Yo tampoco. iPrudencia Los espectros del eugenismo —y que espec-

tros— no estan lejos. Flaubert ponia en gu ardia contra «la violenta afici6n a

sacar conclusiones». Actuemos furtivamente...

*

Una velada con H enry. Evocamos algunos recuerdos. Ex combatientes...

Historias graciosas... A veces, p ara romper la m onotonia del horror, se ponia

una nariz de payaso para recibir a los enfermos que, por lo dem as, pocas veces

se permitian hacer alusiOn a ella. Aplastados. Sometidos de antemano. No obs-

tante, algunos se arriesgaban a esbozar una sonrisa de complicidad. Henry

tenia tambien una mascara de mono. A veces se la ponia y asomaba la cabeza

a la sala de espera. Por la mariana, con u na clientela molesta por los prodro-

mos del predelirio, no dejaba de producir cierto efecto en los nuevos. Espanto.

Aullidos. Sorpresa. «i Otte gilipollas es usted, doctor ».

Chiquilladas, es cierto, pero chiquilladas utiles. Puesta en escena, más

alla de los roles, de la gran complicidad de los vivos contra la muerte. Una

relativa irrision permitia que los enfermos consiguieran distanciarse de sus

sufrimientos. El hum or es tambien una especie de ultimo triunfo del yo. A este

respecto, Freud contaba el chiste siguiente: un hombre es condenado a m uer-

te y tiene que ser ejecutado al am anecer, un lunes po r la mariana; ese dia., a la

hora sefialada, vienen a buscarle a su celda; «pues si que empieza bien la

semana», dice a sus verdugos...

En otra ocasion, vemos llegar a un hombre que ha sido agredido y gol-

peado. Su cara es u na llaga, sus ojos, dos hendiduras oscuras en un charco de

came y de sangre. Su boca reventada no consigue ya retener un hilo continuo

de baba roja. Tiene los dientes rotos. Hay que mandarle enseguida a urgencias.

Se pide una camilla. Cuando el herido se tumba en ella, Henry, como entre

parentesis, le dice: «i Ah, oiga , sobre todo cuando llegue a urgencias no se

olvide de quitarse la mascara, les asustaria demasiado...». El senor se fue a

urgencias, dejando por los largos pasillos un rastro de sangre y de carcajadas.

La defensa desesperada contra el horror produce a veces cosas aim

mu cho m as extranas. Asi, una historia famosa en los anales de la «Maison de

Nanterre» cuenta ese dia, a principios de los arios cincuenta, en que al amane-

cer se descubri6 que, por la noche, alguien habia colgado de los arboles del

patio interior los cadaveres del depo sit°. Un cirujano era el autor de esa h aza-

ha. Todavia se reian cincuenta atios despues.

Era hace unos arios, poco antes de Navidad, yo pasaba consulta en

Medicos del Mundo. Estaba solo y la noche, como una lenta marea, ya se

habia tragado los rincones del gabinete. Estaba pensando en cerrar cuando se

presenta un Serior. Se sienta disculpandose. No, no tiene demasiado calor.

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Prefiere quedarse con los dos abrigos puestos. Vacila. Se sonroja. No sabe mu y

bien por donde empezar. Esta muy apurado. Es dificil. Muy dificil. iEso si En

fin, bueno, viene del c ampo. D el Este. Tiene sesenta y dos arios. Sesenta y dos

arios, manos rojas y grandes con las que no sabe que hacer. Le irritan, esas

manos. Inqu ietas, corren desde los bolsillos a la frente, agarran el reborde de

la silla, recorren la costura del abrigo, finalm ente intentan reunirse torpemen-

te como dos cangrejos que estuvieran aprendiendo a bailar. Por decirlo todo,

tiene «malos pensamientos». i,Tal vez las mu jeres se den cuenta de ello? i„Tal

vez puedan adivinar? Tiene la im presi6n de ser transparente ocomo el cristal»

frente a sus miradas. Abierto por entero. Desnudo hasta lo más profundo.

Adivinan, lo nota mu y bien, esos pensamientos que le superan, que salen dis-

parados como locos a la cara de las mujeres. Obscenidades gritadas en su

cabeza. Mu das vociferaciones del deseo... Asi que todo eso le molesta. Tiene

que huir. Esconderse. Pero isorno evitar a todas las m ujeres? Todas esas muje-

res y sus ojos que saben...

Todo eso, con una calma contrariada de chiquillo grande bien educado.

Sobria turbaci6n de buen chico. Y buen chico si que lo es. Ha vivido toda su

vida en casa de sus padres, agricultores. Era en el fin del mundo. N unca fu e

muy lejos de su casa. Es incluso la primera vez que viene a Paris. Sus padres

murieron no hace muc ho. En poco tiempo, u no tras otro. Eran viejos. Se qued6

un tiempo en la granja. i,Dias? i,Semanas? Las cosas se vuelven borrosas...

Luego, vinieron los herederos. zHermanos? zHermanas? zPrimos? «Ya sabe

como es eso»... LExpu lsado? i,Empujado hacia fuera? Finalmente, se marchO.

En el tren para Paris. Con dos maletas y sus dos acordeones. «No se lo habia

dicho. Toco el acordeon desde los seis aiios. Gane algtin concurso. V enian a la

granja para escucharme. Dos acordeones preciosos»... Ya nos los tiene.

Ademas, ya no tiene nada. En cuanto Rego a la estacion, maletas y acordeOn,

no podia cargar con todo eso. Pero no tenia dinero para la consigna. Entonces,

lo escondio todo debajo de los bancos, en la estacion... «Al dia siguiente, ya

no habia nada. Mis acordeones»... Su voz es dulce, tranquila, sin ira. Su mira-

da se pierde en la penumbra de la habitaci6n. Como atonito. Miope...

«Nunca h e, como dec irlo..., estado con una m ujer. Era dificil, entiende,

con m is padres...». Se calla. Se sonroja un poco...

Yo me sonrojo mucho al no tener otra cosa que proponerle que ver a la

asistenta social el dia siguiente por la mafiana.

El mundo no era nada ante su pureza y su locura. Era de otra parte. Yo

era de aqui. Por un mom ento, nos cruzamos una noche de invierno, como bar-

cos en la noche...

i,Cuantas de esas formas lejanas ha habido, desvanecidas apenas vistas?...

Me acuerdo de una mu jer de unos cincu enta arios que se habia presentado a la

consulta. Queria medicinas. «Me duele la tripa». No se decide. Se la nota inco-

moda. No se atreve a decir. Finalmente, nos habla de un grano que le moles-

ta. Senala el pecho con un gesto vago. Se descubrird un cancer de pecho en

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estado terminal, nunca mostrado, nunca tratado. Se habia comido la parte

interna del seno izquierdo, habia tirado de las carnes como un gancho y habia

hecho un agu jero de una anchura de tres dedos y de una pulgada de hondo. E se

agujero se habia convertido en cierto modo en el centro de gravedad de su

cuerpo. Parecia hab erla atraido toda entera hacia el. Ya solo podia mantenerse

encorvada, atravesada, como inclinada y preocupada, nodriza de esa mancha

de muerte. Con su permiso, Henry hizo una foto. Documento clinic°. La foto

esta borrosa. Henry temblaba, turbado como se suele estar ante algo sagrado.

La senora murk, en el hospital el dia siguiente.

Otra vez, recibimos a un hombre de unos treinta arios de origen magre-

bi. Venia porque tenia sarna. El tratamiento es sencillo. El paciente tiene que

desnudarse del todo. Se le embadurna con un producto de pies a cabeza. Se

repite la operation 24 ó 48 horas despues, y el enfermo esta curado. Hasta la

pr6xima... Nuestro hombre se desnuda lentamente, torpemente. Esta muy

sucio. Al quitarse un calcetin, un dedo de un pie completamente negro,

podrido, se cae, dejando ver una falange desnuda. Rechazo cualquier cura,

cualquier hospitalization. Solo acepto de mala gana un aposito somero. No

presentaba sintomas psiquidtricos agudos, que nos hubieran permitido hos-

pitalizarle contra su voluntad. No podiamos ni retenerle, ni obligarle a nada.

Se marcho tranquilo, indiferente y misterioso. Como tantos otros...

Libertad querida

Tambien estuvo aquel jov en de unos veinticinco afios que nos habia ense-

coincidiendo con una visita, una herida de cadera gangrenada. Solo una

intervention quirurgica inmediata podria salvarle la vida. Pero, ante nuestro

celo, volvio a ponerse el pantalon, rechazando cualquier cuidado.

Era com o emp lear «el truco de la m ujer que hace strip-tease»: el pacien-

te exhibe una patologia grave, generalmente externa, para ver la cara que

ponen los cuidadores, para excitarles, ver como pierden la cabeza, se empujan,

se agitan. Y luego se niega, se vu elve a vestir. Y se v a, desderioso, dejando a

los cuidadores cara a cara con su impotencia, su humillacion y su angustia.

Com o en el strip-tease: mirar, pero no tocar...

Habiamos tenido varios incidentes parecidos en los dias anteriores a su

llegada. Hartos, habiamos decidido ponerle las cosas dificiles. Queriamos cui-

darle a toda costa. Ilusion, pero es que estabam os cansados.

Le rogue que me siguiera a una habitaci6n cerrada. Se nee' a sentarse.

Entonces me sente delante de el y durante una hora y cuarto le hable de su

muerte inminente. Le describi la progresion de los sintomas. De su sufrimien-

to. Del delirio febril. Del mal olor creciente de su podredum bre... Unas veces

estaba yo despegado y cercano, otras frio y compasivo, otras, preciso y grose-

ro. Extrafio cuerpo a cuerpo. Pulso vagamente perverso. En cierto sentido,

habia ganado de antemano, yo que estaba bien vivo y con buena salud. Pero,

tambien yo habia perdido de antemano porque el, el casi muerto, ya no tenia

nada que perder. Andaba por la habitacion, o n ervioso, o en otra parte. A veces

turbado. A menudo riendo burlonamente. Maniac°. Disfrutando de la loca

inmortalidad del megalomano. Tenia su vida y su muerte en sus manos. Era

todopoderoso. Ante ese Dios, yo no era nada. Lo mov ia todo, lo decidia todo.

Yo parloteaba a sus pies, funcionario, destinado en la ventanilla de la salud

tranquila. Ridiculo criado de la normalidad, mi urgencia no era lasuya. Su

tiempo no era el m io. Era ae oTi'a Fsencia, de otra altura.

Asi es cuando son jovenes. La juv entud es inmortal. Ignora el tiempo. Por

eso la muerte no tiene peso. No es más que u n tebeo. Chirigota. Es una m uer-

te de carton. Una caso heroico de violencia, de rebeldia y de sangre. Una

explosion. Un orgasmo. Una salpicadura. Se emp alma con la mu erte. Es cosa

de cojones. Historia de hombre. Palm arla joven, es decir mierda al mundo. Y

joderle bien hasta el fondo. La juventud, frente al tiempo, mea infinito...

La cosa se prolong aba hasta entrada la noche. Hada filo, las ventanas de

la habitaci6n se habian empariado. El exterior no era y a para nosotros mas que

sombras y luz difusas, empapadas de vapor de agua. Las ventanas lloraban y

nosotros seguiamos luchando. Más alla de toda esperanza, en el hartazgo del

cansancio y de la derrota. Un poco ebrios de ese vats en el borde de la sima.

Pero todas las musicas acaban p or detenerse. Entonces, con algo de vertigo y

nausea, lentamente, volvimos a nuestros sitios. Y nos miramos en silencio.

Entonces, me levante, abri la puerta, y se macho como echa a volar un paja-

ro. No segui con la m irada su silueta renqueante bajo las farolas. No he vu el-

to a verle.

Un m edico me pidi6 que le ayudara a pesar a una enferma. Los otros ya

se habian ido a corner. A esa m ujer, por los cincuenta, se la atiende aqui desde

hace ocho afios. Hace varios afios, hubo que am putarle dos tercios de los pies

helados y gangrenados. Ya no puede mantenerse de pie. Cuando entro en la

consulta, esta tumbada en la mesa de reconocim iento. No tiene puesta más que

una braga. Sus senos vaciados, desgastados, han quedado a cada lado del

pecho. H an tenido que afeitarle el pelo, infestado de piojos. Sus p iernas flacas

se terminan en mufiones recub iertos de calcetines y protegidos por dos bo lsas

de basura recortadas, sujetas con unas gomas. Su carne es blanca y trashIcida

como la de un cadaver. Tengo la vision fugaz de esos animates ahogados y sin

pelo que a veces se yen en los puertos, mecidos por la resaca y rodeados de

inmundicias. Tiene un gesto de pudor al verme y , un tanto febrilmente, se pone

otra vez la camiseta. Me vuelvo un mom ento hacia la puerta, falsamente pre-

ocupado por la cerradura, para darle tiempo para taparse, luego la levanto

como a una nina. Intentamos, ella y yo, anular esta proximidad, desviando

nuestras miradas. Delicadamente puesta en el peso, la sujetamos entre el m edi-

co y yo. No podemos seguir manteniendola, para no falsear el peso, entonces

la rodeamos con nuestros brazos, mientras vacila en un equilibrio inestable.

Mi brazo le rodea la cintura, m i mano esta sobre su vientre. Su c amiseta dema-

siado grande, que le cae casi como un vestido, esta mugiienta y con grandes

aureolas. Esta mojada. zTranspiracion? LOrina? Es tuberculosa y huele a fie-

bre y enfermedad. Pesa 46 kilos.

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Le resulta dificil aceptar las hospitalizaciones que le proponemos. En

general, su marido se opone a ello. La prostituye por alcohol, cigarrillos o por

cuatro perras. El la necesita igual que ella le necesita a el. «Mi marido —dice— ,

mi marido es un h ombre excelente. Un gran hombre».

En la larga galerfa del centro de acogida, me he cruzado h oy con el senor

Madoun. H emos intercambiado algunas palabras. Estaba sonriente y tenia cita

en psiquiatrfa. Esta alojado en Nanterre desde hace siete arios. Parece que se

ha estabilizado. Yo le recibi por primera vez. Mis notas de entonces dicen:

«Visto a peticion de los vigilantes. Edad: 38 arios, nacido en Argelia.

Ligeramente desorientado. Confuso en cuanto al tiempo y al espacio.

Sindrome depresivo. Ansioso. Delirante. Se queja de "insipidez", de perdida

del gusto y el olfato, pero tambidn del "gusto de vivir".

»"Sentf que la muerte me penetraba por la nariz. Estaba sentado y la

muerte me penetro por la nariz. Ya no podia moverme. Respiraba la muerte

que entraba en mi. Escape varias veces a la muerte".

»Dice haber perdido veinte kilos, m uy rapidamente. Efectivamente esta

muy delgado. Largas estancias anteriores en centro de acogida. Dificultades

relativas a la gestion y reparto de su dinero personal.

»"Lo doy todo. Asi que pierdo".

»Dirigido al servicio de medicina, Dr. G.»

Y luego, una nota afiadia m ás tarde precisa: «Tuberculosis».

Hoy le encuentro buena cara. En todo caso, la tuberculosis ha sido dete-

nida. Le hacen todavfa un seguimiento en p siquiatria. Sin la institucion asilar,

se derrumbarfa inmediatamente.

La inmensa mayoria de las personas albergadas en el centro de acogida

de Nanterre no puede sobrevivir más que al abrigo de una instituciOn como

esta. Ya no son de ningdn sitio. Se cuelan a traves de las fallas de las logicas

sociales e institucionales clasicas. No llegan a estar lo suficienteme nte enfer-

mos o locos como para que les hospitalicen, pero sf que lo estan demasiado

para poder sobrevivir en el exterior. Mal protegidos socialmente, encallan

aqui. Van tirando, acariciando- el imposible suerio de oarreglarselas», de rea-

nudar un dia con una normalidad que nunca han conocido.

Atravesar las galerfas del hospital es como un viaje a traves del tiempo.

Uno se cruza c on rostros como se hojean las paginas de u n libro. En esta gale-

ria, hace varios arios, algunos internos, una noche de fiesta en la sala de guar-

dia, circularon en un mini-Morris en el que se habian metido diez. Estaban

borrachos y atropellaron a un albergado. No se detuvieron. Le habian roto el

tobillo. Se arrastro hasta urgencias, en la otra punta del hospital, donde cont6

que un coche le habia atropellado en la galerfa. Le castigaron por estar mani-

fiestamente borracho...

La galerfa y su limpiacristales. Le veo desde hace arios. Nos saludamos.

No se nada de el. Hac e su trabajo: limpiar los cristales de las dos largas gale-

rias. Son en total, lo he calculado, más de mil cristales pequefios. Cuando ha

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terminado con los tiltimos, los primeros y a estan sucios. Como Sisifo, nunca

se para, obsesivo, aplicado y c allado. Es enclenque y se queda atravesado, con

la parte alta del cuerpo inclinada de lado. Avanza desplazando su escalera, con

aspecto atareado y tranquil°, como si en m onotona labor amenazara en cierto

modo con escaparsele, como si, en este asunto, hubiera que volver a pensarlo,

a debatirlo todo. Una serial con la cabeza, sin más, y ahi esta, como el conejo

de

Alicia en el pals de las maravillas,

otra vez absorto, arrastrado más lejos,

por otras ventanas que se ensucian ineludiblemente.

Y aqui esta el senor Masson, esperandome, como todos los dias, en la

sombra de un rincon. U n cuerpo extrario, recauchutado. Unas piernas evasivas

que se ahuecan hacia dentro, como si amenazaran con derrumbarse.

Barrigudo, con la cabeza inclinada hacia un lado, espera al que pasa. Este

trozo de galerfa, es su vida. Ahl estrecha algunas manos. No cualesquiera,

tiene sus favoritos. Yo soy uno de ellos. Entonces, cuando me ye llegar, se

apresura a ponerse exactamente en mi trayectoria. No se atreverfa a esperar

que yo pu diera dar un paso hacia el. Me estrecha la mano y la conserva aco rn-

pariandome u nos pasos. Farfulla, el senor Masson. Se le entiende mal. «Si...

si... Recuerdos de X ? i,Ya saber? X. Se caso, si, si... Casado... Como la prin-

cesa Melania con el duque de Wurtemburgo. Se han casado. Si, suf... En la

catedral, sill...». La boda, sobre todo real, es, con el apreton de manos, la

Unica pasion que agita de verdad al senor Masson. Palpita con la lectura de

Point de vue- Images du m onde , Voic i

y otros

Hola. Se chuta con aqua de rosas.

Tiene sesenta y ocho arios y lleva treinta y cinco en la Casa. Am ablemente psi-

cotico cronico. zAdonde irfa? i,Que más podria hacerse por el? Nada. Se

encuentra estabilizado, lo cual es ya algo notable. Hay que dejarle ah f, en su

tranquilidad y su ensoriacion. Inofensivo y encantador.

Tenfa un am igo, antiguo violinista victima de la sifilis. Comido p or el tre-

ponema palido. Decrepit° por paralisis general. Un gordito simpatico y jovial.

Andaba, con aspecto falsamente lastimoso, alargando las mu riecas como si

quisiera que le pusieran esposas. Y luego se ech aba a refr. Era su Unica broma.

Siempre la m isma. Si se respondia haciendo com o que se le abatia de un tiro

de pistola hecho con el pulgar y el indice, como h acen los nirios, se refa aun

más. Un caso imposible de nacimiento en una ex-colonia francesa, de multi-

ples emigraciones y revoluciones lejanas habia terminado por hacerle corn-

pletamente apatrida. Las asistentes sociales nunca consiguieron av eriguar su

pertenencia nacional. Vivia en la «Maison de Nanterre», sin papeles, sin

nacionalidad, sin ningtin tipo de existencia legal. Ahora esta muerto.

Vuelvo a encontrar viejas notas tomadas en la epoca de la consulta con

Henry. Un desfile de pacientes.

El senor Beckerel. Un solo nom bre, pero dos historias. Dos expedientes.

Dos vidas. Tardamos unos meses en darnos cuenta. Nacido alternativamente

en 1937 O en 1950. A sesino a su mujer «con una escopeta, mientras estaba con

su amante» o b ien, se hizo responsable de su mu erte en el curso de una inter-

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vencion quirtirgica: «Estaba ho spitalizada en el Norte. Habia traido un litro de

cerveza. Ella tiraba con cerveza, yo con vino... En resumen, echamos un

trago. Ella no tenia que tomar nada... Bueno, no im porta. Viene la enferm era.

Ve las botellas. Espero que no haya bebido nada por lo menos... La Ilevamos

para la operaci6n... No me atrevi a decir nada. Ni siquiera sabia que la iban a

operar. Se qued6 en la mesa de operaciones. ilmaginese Un litro de cerveza.

Si, seguro que es un poco por culpa

LAlcoholico? «Desde que se andar, practicamente. Me terminaba los

vasos. Tan lejos como puedo recordar...».

zAlcoholico? «Unos aiios... Es reciente. Antes bebia, pero norm almente.

Un trago de vez en cuan do. Pero desde hace un ano o do s... Hacia 1975, si que

aumente, puedo afirmarlo. Entre tres y cuatro litros al dia... Dificil de decir,

compramos tres botellas para la noche. Botellas de auxilio, para el temble-

queo. Nos despertamos y izas , echamos u n trago. Por decirlo asi, durmiendo.

Nos despertam os por la mafiana, las botellas estan vacias... 1,Quien se las ha

bebido? En el fondo, no lo sabemos».

El senor Beckerel tiene en los antebrazos un centenar de pequeiios crate-

res blancos de 6 6 7 milimetros de diametro. Son dos grandes tatuajes de muje-

res que va borrando a golpe de quemaduras de cigarrillos. «Esto me lo hago

cuando estoy borracho. Ni siquiera se por que. Tiene gracia...».

Intermedio comico en la rutina de la tarde, un hombre irrum pe en el des-

pacho. Furioso. Hirsuto. Harapiento...

« Un escandalo iRecogido por error iPero bueno Por todos los santos,

zde quien se estan burlando? Yo Yo OM Duet

lo del 56% de las acciones

de Peugeot... De Gas de Francia... JSf senor ...

odo mio Espantosa

equivocaciOn... Mire, me eduque con el principe de M6naco. Le llamaba

"principito" mio. Como hermanos eramos. Ha sido luego... El secuestro... No

puedo contarle. El Aga Khan ya esta al corriente... Mi madre, entiendalo, no

es mi madre... iNi una palabra, doctor .. Prudencia Envidia, entiende... Si

usted supiera... Los sufrimientos... i Las injusticias .. iUn abogado

iUrgentemente iFortuna inmensa Volv er a ver a mi principito... iTengo que

verle Llame por telefono, doctor. iLlame ».

Ya le han reconoc ido. Es el senor Perrier delirando. Le ocurre de vez en

cuando. Sainte-Anne lo arreglara por u n tiempo... Sueiia, el senor Perrier. Es

enternecedor. Le acompaiio a urgencias. Vamos a esperar la ambulancia jun-

tos. Hablamos u n poco.

Oiga, Jere a un abogado? Alla donde voy, zhabra abogados?..

Pues claro, senor P errier. Ya lo vera. Todo ira bien....

No se cree ni una palabra. Lo sabe,bien. En el fondo, lo sabe muy bien.

Solo se finge un poco. Eso ayuda a vivir. A morir, sobre todo... Ademas,

Sainte-Anne ya lo conoce. Lo que busca, el senor Perrier, es que le respeten

un poco... Que sonemos juntos los dos por un momento. No mucho tiempo.

El tiempo de una galeria. Mientras esperamos la ambulancia... Tiene los ojos

azules, el senor Perrier. Muy palidos. Diafanos casi. Desorbitados. A la deriva

en un rostro descom puesto. Llega la amb ulancia. La carroza esta lista.

Exit el

principito...

Me llaman en un servicio de m edicina. Un caso extrafio... Un camerunes

de unos treinta afios ha sido hospitalizado durante el fin de semana. Le san-

graban los oidos. Ahora se dan cu enta, cuatro dias más tarde, de que esta loco.

Se ha taponado los orificios corporales con bolitas de miga de p an. Algunas se

han podrido, provocando infecciones. Es docil, se deja examinar, pero hay que

desplazarle como un ob jeto. Se queda de pie durante horas, inmovil en un rin-

con de su habitaci6n. No ha pronunciado ni una palabra desde que Rego y no

responde a las preguntas que se le hacen.

Da la casualidad de que pase una tem porada en Camertin. Por si acaso, el

intern° me pide que le yea. Nos dejan un despacho y el enfermo esta ahi,

delante de mi, inerte. No reacciona cuando le pido qu e se siente. Hago unas

preguntas a las que no contesta. Despues de haberle observado un rato, le

cuento mi estancia en Camertin. A la palabra Camertin, vuelve la cabeza y

mira fijam ente, por la ventana, la cima de los arbo les del jardin.

«Ya se que usted me c omprende —le digo—, y creo que usted es bamileke.

Creo que me comp rende usted muy bien, pero que no puede responderme. A

lo mejor porque cree que para usted sena peligroso hablar. A lo mejor a causa

de los espiritus... Entonces vamos a hacer una cosa. Puesto que piensa que le

conviene no hablar, contestard usted moviendo un dedo de la mano. Si quiere

decir que si, o si esta de acuerdo, mueva un dedo. Si quiere decir que no, o si

no esta de acuerdo, no se mueva. zPodemos hacer eso?»

Temblando, su indice se ha levantado ligeramente. De esta manera,

hemos podido com unicar un poco. Necesitaba taponar su cuerpo p ara que los

malos espiritus no pudieran entrar en el.

Le tuvimos en el hospital el tiempo de tratar las infecciones, luego, despues

de dos o tres semanas, siempre mudo, fue trasladado a un hospital psiquidtrico.

Los servicios de la embajada de C amenin se negaron a colaborar con nosotros

para intentar contactar con su fam ilia en su pais. Seguramente querian evitar los

gastos de una repatriacion sanitaria que teniamos derecho a exigir.

Tuve ocasiOn de examinar su pasaporte. Habia metido espinas de rosa

bajo las grapas de la foto. Las pu ntas estaban clavadas en su rostro...

Tambien hubo aquella joven localizada cuando bajaba del autobtis.

Inmediatamente, nos preocupa. Parece desorientada. En otra parte. Un poco

titubeante, chocando con los demas, crepuscular... La interrogamos. Sale de

un hospital psiquidtrico: «Por alcohol», dice. El alcoh olimetro en el que sopla

indica que esta en ayunas. Su estado de confusion es preocupante. Piensa que

a lo mejor sus padres estan escondidos en el hospital. Le gustaria ir a buscar-

,

los. 0 entonces tal vez sea aqui donde m urio su padre. No esta segura. No esta

segura de nada. pero que nadie se preocupe por ella. No, no. «Todo va bien.

Unos senores muy amables que me he encontrado en el autocar ya me han

,

invitado a ir a un hotel al dia siguiente...». La violacion colectiva no esta

lejos... La mandamos a Sainte-Anne.

66

67

la loca. i Se van a enterar Y se pone a b rincar... Por los pasillos... Por el jar-

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Dos Bias más tarde, recibimos una carta. Muy cones, la carta. Civilizada.

oQuerido colega... Blablabia... La senora Tal, alcoholica cronica...

Personalidad psicopatica... Bien conocida por nuestros servicios...

Rompiendo de manera recurrente los contratos terapeuticos... Blablabla... Le

agradeceriamos que facilitara nuestra tarea (i,cual?) evitando devolvernosla»,

En resumen, la habian dejado suelta otra vez. Seguro que los que se pusieron

contentos fueron los senores tan amables del autocar...

Se ha terminado la jornada. Estan rodando u n largometraje en el hospital.

Una ficcion. Film an a unos indigentes en el mom ento de la llegada de los auto-

cares de noche. Algunos actores tienen que mezclarse con ellos. Henry es con-

sejero tecnico. Nos pasamos la noch e en la consulta. Ya bastante avanzada la

noche... En el rodaje, algunos dan vueltas en circulo... Material pletorico...

Una agitacion incomprensible y curiosamente lenta. El actor principal, un

joven relativamente conocido, esta borracho perdido y drogado. I,Conciencia

profesional? Duerme en la mesa de la consulta. La directora del hospital viene

a interesarse por su estado. Excitada por tanto honor. La gloria... Las estre-

llas... Toda emocionada en las proximidades del genio, se inclina sobre el

artista tum bado. Este se asusta. La coge por el cu ello y se pone a estrangular-

Ia. Henry y yo, nos sentimos un poco obligados a intervenir. Nobleza obliga,

nos arrojamos valientemente a la batalla. Lo que sigue luego es algo que

corresponde a la vez a un minue paleolitico y una mele de rugby. La directo-

ra es liberada con dificultad —y con cierto pesar— del abrazo homicida del

extraviado. Pero las cosas no acaban ahi, el artista ha desarrollado una fasci-

nacion por los botones de su vestido... Los quiere todos, y enseguida... Se

pone a gimotear. A lloriquear. iPobre chiquillo Solo en broma, no resisto a la

tentaciOn de sugerir al ayudante de direccion que tal vez habria que pensar en

trasladar a su estrella a Sainte-Anne... Horror. Constemacion. Se ahoga, el

ayudante. Le faltan las palabras. iQue verguenza C6mo podemos...

iFilisteos iSemejante crimen iInsulto inaudito .. No nos damos cuenta... La

fragilidad. El temperamento artistic°. La inmensa sensibilidad del artista

embotada para siempre... Los gorgoteos del hipersensible, ocupado en vomi-

tarse encima, vienen a interrumpir este divertido intercambio de opiniones...

El director, enloquecido, ha emprendido la huida. No volveremos a verle esa

noche.

Acabados estos entretenimientos, me doy un paseo. Y me topo por casua-

lidad con una v ieja paciente, indigente albergada. Vagando, sola, por los pasi-

llos desiertos... Esta furiosa conmigo... Es que se estaba degradando. Estaba

metida en historias de violencia con las otras mujeres de su dorm itorio, oscu-

ros casos de muriecas robadas. Insultos.,

Golpes. Tuve que intervenir, it al dor-

mitorio, asustar un poco a esas pobres viejas. Desgraciados espantapajaros,

tendria edad para ser su hijo. Saque mi voz m ás seria. Puse ojos de malo. iEsta

muy m al robar munecas iPero bueno

Tamb ien le pedi una cita en psiquiatria. Ahora se cree que la quiero ence-

rrar. Hacerla pasar por loca. Conspiracion... Y ya que esta loca, se va a hacer

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din... Se contonea. Salta a la pata coja. Hace reverencias. Ensena las bragas...

Vieja nina loca. Que me saca la lengua. Que se rie de mi. Que me llama

«Seeeeeenor» aullando con voz cascada... Me divierte un rato. Luego me fas-

tidia. Me pongo a gritar, yo tam bien. Sorprendida, se tranquiliza de golpe y se

va a dormir.

Pronto serail las cuatro. Una vez que se ha ido, todo queda tranquilo. Me

paseo por el jardin. En el se rennen miles de pajaros todas las noches para dor-

mir en los pocos arboles que aun quedan en pie en este suburbio de horm ig6n.

El cielo esta despejado. Me acuerdo del viejo Kant: «El cielo estrellado enci-

ma de mi y la ley moral en mi...». Y luego me vienen unas palabras de

Nietzsche: «Solo podria creer en un dios que supiera bailar...». iDemonios ,

me digo, tendria que ser algo rapid() de verdad. Epileptic°. Estilo coreado.

Algo de San Vito... Y aun asi...

En 1995, la consulta fue transferida a unos locales nuevos. Hacemos la

visita. Es bonito. Es nuevo. Es luminoso. Es modem o.

Las paredes tienen, en general, un revestimiento blanco, y probablemen-

te se pueda lavar en condiciones normales, pero aqui se volvera. de manera

inevitable, rapidamente costroso. Tampoc o resistird a los

cutters...

Las salas de cuidados no han sido equipadas con alarmas para avisar a los

vigilantes en caso de peligro. Toxicom anos, generalmente seropositivos, ame-

nazan regularmente a las enfermeras con pincharlas... Las tomas de aqua son

insuficientes, el mimero de tomas electricas tambien. Los pacientes, hombres

y m ujeres, comparten un solo eater sin lavabo.

Se han pedido unos quince sillones para la sala de espera. Nos llegan

ocho. Los otros han sido desviados por los servicios que han recibido el mate-

rial. A cada cual su confort.

En los pisos, reconstruido, el antiguo hogar de reinserci6n. Unos cin-

cuenta residentes, y una hermosa sala que no tiene más que dos lavadoras y

una secadora para todo el mundo. E l despacho previsto para el psicOlogo ha

sido adjudicado en el ultimo mom ento a una encargada de la ropa, represen-

tante sindical... Asi, el tinico psicologo de este hogar con voluntad terapeuti-

ca se queda sin despacho. Microsociologia. Lucha de clases... La sala de tele-

vision, en cambio, es muy bonita. Panem e t c ircenses .

El futbol gana con ello

lo que pierde lo terapeu tico...

,Detalles? i,Anecdotas? Pues claro. i,infimas peripecias? Sin duda. Pero

sintomaticas. Las decisiones de acondicionamiento las tomaron los adm inis-

'trativos y los arquitectos, sin consultar al personal especializado. Se sabe

—existen pliegos de condiciones— c onstruir un bloque operatorio, un servicio

de reanimacion. No se sabe construir un centro de consulta para indigentes. En

cuanto al saber existente, lo desprecian. Supera la habitual m egalomania de los

administrativos que, siempre, ignoran su ignorancia. Este es el reflejo del con-

junto de las respuestas de la sociedad a esos hombres aparentemente incom-

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prensibles. Aqui, la inadecuaciOn parece insuperable, fundadora. Lo que se

hace aqui qu eda, como siemp re, un poco al lado. El esfuerzo resulta un tanto

vano, mal aplicado. El dinero mal empleado. Hiato. Lo real, en vez de ser un

lugar de acum ulacion del saber, sigue siendo el del despliegue del fantasma de

cada cual 2 .

No faltan los ejemplos. Estos tiltimos atios, se organizaron varios con-

cursos de arquitectura que premiaran los mejores proyectos para el acondicio-

namiento de la calle a los indomiciliados. Se imaginaron term inates de alarma

o sanitarios mejorados que permitieran darse una ducha, en los que habria

maquinillas de afeitar, jabones, preservativos. Todo ello funcionaba con tar-

jetas magneticas. Estaba todo. Todo, salvo el masoquismo. Salvo ta_patologia.

En resumen

alvo los propios usuarios.,.

n enero de 1995, el

-dia-do

La Rue,

vendido y realizado, en parte, por

indomiciliados, llev6 a cabo un sondeo entre la poblacion de la calle. En su

inmensa m ayoria, los indigentes dijeron que deseaban, de m anera prioritaria,

tener un trabajo y un alojamiento. Este no-acontecimiento fue retomado por

los medios de comunicacion. Pero, que más podian decir?

Mientras escribo estas 'inns, recibo un documento de un organismo que

se llama la Fundaci6n para el Progreso del Hombre

(sic).

En el se trata de la

organizacion de un enesimo coloquio sobre la exclusion. Se plantea una cues-

don, siempre la misma: «Hay que saber más sobre sus recorridos».

I,Para que? Se trata de una interrogaci6n falsam ente cientifica. Pues las

respuestas ya estan disponibles. No seran nu nca, en razon de las dificultades

ligadas a la recogida de las informaciones (amnesia, confusion, ocultaciOn,

dispersion de los datos administrativos, barreras eticas), muc ho m ás precisas

de lo que son hoy en dia. Existe un saber fiable pero no satisface, puesla inte-

rrogacion no se refiere en el fondlal

a la atjEA_ue

expenm entamos en contacto con su diferencia. Eso es lo que no coiLte t

1Lnos_

n

etaroiz7.reirrErgil 

os

nuestras interrogations, siempre con la es

pe-

TatzaTiitne

reduci

a

clesvai

FcEse7P

Oreo apreLlemos nada.

i Como Penelope, tejemos, de coloquios en simpostos, trozos de tapiceria que

deshacemos engeguida. Nos resulta impensable que evolucionen, a nuestro

1 lado, seres que dependen de otras logicas, de otros deseos, de otras represen-

t

aciones. e,Como se puede ser indigente? i,Como se puede ser hasta ese punto

otro? Finah tIst,.4

te :somo se puede

er como o?

Todo pensamiento descansa, en su fundamento, en dos movimientos, el

de la identificacion de la igualdad, de lo mismo, y el de la percepcion de la

diferencia, de lo desigual. Ahora bien, perversion del

ethos

democratic°, la_

.diferencia se nos ha vuelto impensable., SOlo se canta al otro para mostrar

mejor que, en definitiva, no es otro que nosotros mismos. Decir que el otro es

diferente resulta inmediatamente sospechoso de racismo, de elitismo, de una

forma cualquiera de desprecio. Pensar lo diferente lleva consigo un interdicto

profundo. Y afecta entonces al propio mecanismo de todo pensamiento, pues

el pensamiento de lo mismo no es pensamiento. Solo es su caricatura vacia de

sentido. Indiferenciada. Sin sexo. Fusional. Ensonacion narcisista como

mucho. Onanismo de la ecuaci6n...

Visitando los nuevos locales, habia vaticinado, en 1995, qu e su blancura

aseptica dada lugar a actos de vandalismo. Esas predicciones han resultado

estar a la vez por encima y por debajo de la realidad. En conjunto, los enfer-

mos, probablemente honrados por disfrutar de locales nuevos e incluso lujo-

sos, se mostraron muy respetuosos con el sitio. En la consulta, los actos de

vandalismo fueron practicam ente inexistentes.

No ocurrio lo mismo en el hogar, donde los albergados son admitidos

para seis meses o un aim. La limpieza, la novedad y la sobria claridad de la

arquitectura resultaron insoportables para muchos. Los actos de vandalismo

fueron numerosos y espectaculares: locales devastados, paredes embadurna-

das de excrementos. De m anera más patetica, los albergados, en una especie

de rechazo pasivo y alocado, combatieron la asepsia ambiental eludiendo

masivamente lavarse y limpiarse la ropa. Algunos se pusieron a amontonar

desperdicios en sus habitaciones, transformandolas asi en cubos de basura

gigantes. La higiene general se vino abajo desde los primeros dias.

Todo oc urrio com o si, a la larga, fuera preciso que la suciedad, el desor-

den, los olores, es decir, la analidad, encontrara aqui su parte. i,Era ese el pre-1

cio de su sentimiento de identidad?

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Una cena

Soy un hombre enfermo... Soy un hombre

malo. Soy un hombre desagradable. Creo

que tengo una enfermedad del higado.

Ademas, no comprendo absolutamente

nada de mi enfermedad y ni siquiera se bien

donde me duele.

D O S T O Y E V S K Y , Memorias del subsuelo.

Hubo una epoca en la que estuve un poco contaminado. Tener mucho trato

con la degradation actua como un veneno. La realidad comiin se habia alejado

de nil como se retira la marea. Me estaba quedando solo en la playa desierta y

no me enteraba. Lo cotidiano me parecia pequerio y lejano, mezquino e irriso-

rio. Todo era simple mascara, fachada, palabreria. Me reia sarcasticamente.

Pequerio pretencioso de lo negativo. Orgulloso propalador de sombras...

Paradojicamente, por primera (y Unica) vez en mi vida, me habia vuelto

bastante coqueto. Preocupado por establecer una diferencia, escogia con cui-

dado la ropa que compraba. Queria parecer distante, lejano, sin amalgama

posible. Muy por encima del fango, para conseguir mejor ser su testigo.

Brummel de la fora comiin. Snob de la inmundicia. Solo yo era depositario de

lo verdadero, del profundo saber. Habia visto. Conocia al hombre absoluto,

definitivo. El de la muerte y la corruption. Este reino era mio. Lo demas eran

kermesses, pamplinas y charangas...

Una cena fuera de casa es casi siempre un error, una especie de banca-

rrota. Siempre se da demasiado. Words. Words. Words.

Sonrisas adulteradas,

emociones ficticias, penosos torbellinos. Hastio garantizado. En resumen, se

sale maculado de indignidades vagas. Manchas pequerias, risas sonoras,

hemorragias secretas, son desgarrones de uno mismo que contemplar, perple-

jo y vagamente asqueado, ante el espejo al desnudarse, meditativo y frio, en la

luz imbecil de una noche que nace muerta.

A la evanescencia del proposito, se ariade la toxicidad del tabaco y de los

alcoholes que trastorna un poco más, en una agitation febril, la fragilidad de

una ataraxia cuidadosamente mantenida. oAdemas —decia Spinoza—, parece

que esos males proceden del hecho de que toda nuestra felicidad y nuestra

miseria no residen más que en un solo punto: I, a que tipo de objeto estamos

atados por el amor?». Precisamente...

*

73

Distraccion o cobardia, me habia dejado llevar, esa noche, a asistir a una

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velada organizada por viejos amigos con los cuales mis relaciones se habian

distendido progresivamente con el paso del tiempo. Formaban parte de esos

anacr6nicos testigos de un pasado moribundo, que uno arrastra tras de si.

Amigos vestigios, solo se tiene trato con ellos por una especie de nostalgia

agridulce. Piedad un tanto polvorienta. De modo que no nos vemos m ás que

de tarde en tarde, un poco incomodos, un poco torpes, pensando, para nuestros

adentros, que es la tiltima vez...

«Traje de etiqueta». Les gustaban, ya no m e acordaba, las cosas un tanto

estiradas. Inocentemente cursis. Gente fina, bien vestida, con una copa de

champan en la mano, se mantenian erguidos y hablaban elegantemente. En fin,

muy limpios y sin olor alguno. La elite. Magia de los osmokings». Lo más

selecto de Paris. Luces de la ciudad. Los estragos de Proust y del Lido conju-

gados son incalculables. Solo que me dolian los pies...

Igual que para de spegar del agua un albatros se vale del golpear freneti-

co de sus patas en la superficie, la conversacion, despues de unos intentos

desordenados que se saldaron con efectos insulsos, por fin habia alzado el

vuelo en las proximidades del inevitable foie gras. ;Flap ;Flap Incluso habia

adquirido, hacia el final del jabato del jabato "Grand Schprounz", visos

nobles, y volaba a lto, alto, tan alto que, desde el suelo en que y o me ob stina-

ba en b ostezar, costaba distinguirla.

Fue el momento en que algunas mentes brillantes tuvieron ocasion de dar

toda su medida.

Niflas terribles de la digestion y las copitas despu es del café, las charlas

de sobremesa emprenden el vuelo, libres como globos aerostaticos. Visto

desde arriba, que bonito es el mundo. Por desgracia, las cosas duran muy poco

y la entropia dicta la ley.

Aplastado en la mesa en medio de u n sorbete al que le costaba ablandar-

se, de tapones desnudos y cenizas ya frias, el albatros de antes agonizaba las-

timosamente.

Un atrevido hiperfagico contaba a quien quisiera escucharle que acari-

ciaba el proyecto de escribir una novela. Una novela en torno a la idea... Ah,

la idea... Es que un buen dia se le aparecio de repente, con toda su claridad,

que «follar era como com er».

—Y reciprocamente —afiadia.

Luego, meditabundo despues de un trago de alcohol:

—Pero... I,Pu ede u no llegar hasta escribirlo?

Y sus vecinos asentian, anonadados ante tanta profundidad. Efectiva-

mente, eso requeria refiexion.

De las grandes cosas, pasabam os a las pequeflas. Lo filosofico se retira-

ba para dejar sitio a lo licencioso. Algunas obscenidades de colegial, enuncia-

das a media vo z con osadia de can6nigo, surgian aqui y alla.

Es entonces cu ando la senora de la casa, probablem ente insensible al ina-

gotable potencial cOmico de la fisiologia de la reproducci6n y de la excrecion,

exclam6 sefialandome con un dedo pesado y ensortijado: «Patrick Declerk se

pasa la vida en el metro con los indigentes».

Es cierto que habria preferido que calificaran de otra manera arios de

investigacion y de consulta. Mi amiga, cuya voz y anchura de hombros recor-

daban irresistiblemente a un m aestro de maniobras de un bac aladero, llevaba

esa noche, coquetamente, un vestido de terciopelo violeta ceiiido con una fran-

ja ancha y roja, medio Tartarin, medio Brunhilda. Un poco cardenal tambien,

pero de gran tonelaje. Su aspecto, su tono, su personalidad, en fin todo en ella,

imponian respeto.

Su observacion pu so fin inmediatamente a la algarabia, como si hubiera

dado a un interruptor. Una veintena de rostros crispados por una reprobac i6n

indefinible se volvieron hacia mi. Com o si hubieran sido victimas de una espe-

cie de broma pesada, de un no-se-que de engario. Notaba que me reprochaban

no haber sido del todo franco. Casi hipocrita. Guiriaba timidamente los ojos,

como u n mapache sorprendido por los faros de un coche. Incom odo, solo pude

sonreir debilmente.

—Bueno... No por gu sto —dije, neciamente—. No por gusto.

No se lo creian, saltaba a la vista. Sospechaban en m i alguna tendencia

extrafla, tal vez incluso perversa. Oh, la cosa era ligera, discreta claro, pero en

fin, sentia que me habia convertido un poco en un paria. Reaccionando, hable

y hable b ien del interes, al fin y al cabo cientifico, de lo patologico, de los exa-

menes de la facu ltad, de los peligros de la tuberculosis, de los desafios de la

epidemiologia psiquidtrica, de los misterios aim sin explorar de la nosografia

de lo extrafio. i,Llegaria incluso, imprudentemente, a deslizar la palabra

Inconsciente'? Es posible, estaba muy osado. El calor me molestaba, y era

muy tarde...

A los demas, m is historias les fastidiaban un poco. T odo eso les importa-

ba un bledo. L o que necesitaban era came. Historias de caza y que fueran bien

turbias. Purulentas.

Conte entonces, desordenadamente, algunas Ulceras. De esas cubiertas

con tal cantidad de gusanos que su m asa, como u n liquido, chorrea por deba-

jo de los apositos y os cae por encima de los pies. Un poco para calmar las

ganas, para que saborearan. Era importante no decepcionar, pues al fin y al

cabo, el hombre ahito, lleno de vino, es de todas formas bastante peligroso, y

por una nimiedad tambien puede volverse, sin prodromos, de repente, lacri-

mogeno, hu manista, caritativo. Querer aliviarse en fin con efluvios de lastima,

ahogarse, cual pequefio Macbeth, en la leche de la ternura humana, incluso llo-

rar por los sufrim ientos de los animales...

Pero icuidado Desconfianza. Es inestable, erratic°. Privadle de sus emo-

ciones, negadle sus lagrimas, retirad el cordero p ascual y ya vereis... Enseguida

malo, arisco. Emp ieza siendo gruriOn, y termina violento, agitado, rabioso. Es

que quiere tripas. Y bien hum eantes, y al mom ento. Puede llevar lejos.

No defraudar, ahi esta el quid. En el strip-tease general, no hay que ser el

ultimo en despelotarse. Esta mal visto y hace mojigato. Hay qu e ser amable.

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5

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Asi que, a la fuerza, para no ofender, yo tambien le di a la compasion, pues

despues de todo p ara la gente bien, lo mejor de lo m ejor, sigue siendo el exta-

sis compartido de la comuniOn. iCorpus Christi, por Dios iY que todo el

mu ndo participe Hay un comu nismo de la conmiseracion que tiene virtudes

apaciguadoras. Como la tila despues de las comidas, exactamente.

Les observaba asi, desde detras de una sonrisa dolorosa de boy-scout ecu -

menic°. Hada mi numerito. Nada tontas las bestias. Algunos se preguntaban

si era cerdo o cochino. Notaban mi reserva y sospechaban un no-se-que de

timo, de cuchufleta. Bueno, no digo, debia de haber alguna que otra histerica,

probablemente aficionada a las corridas, que sofiaba, htimedo y vago el ojo,

con los peligros que, intrepid°, habia tenido que c orrer en el curso de esas fre-

cuentaciones sospechosas.

Ah, el peligro Ese precioso sucedaneo de los sentidos, ese gran fustiga-

dor de las libidos adormecidas. iImaginate El pueblo de la sombra y de la

noche... Violencias... Borracheras... Cuchillos... I,Sexo tal vez? i,Quien

sabe? Y las ratan en los tuneles del metro. Si, senora, por los hilos electricos

corren. iPerfectamente Como le digo. Y a la altura de la cara. En la oscuri-

dad, si. Ah, pero estaba solo. Rigurosamente solo. Basta con golpear los hilos

con un palo. Avisarles de que llegaba. Entonces hulan en desbandada. ;Oh

;Oh Micro-azarias de contrabando. Con eso se conformab an...

Eran los otros los que me preocupaban: los hipertensos colorados, los

enganchados al alambique, los compulsivos chup adores de puros, los apople-

ticos del armafiac... Esos, lo percibia, todavia no estaban satisfechos.

Uno de ellos, anticuario fullero, habia salpicado la comida con alusiones

de una finura paquidermica a la pr6xima apertura de su nueva tienda. De algo

hay que vivir. Ese proxeneta del pasado me miraba desde hada un rato. Por

instinto, le fastidiaba, seguro. De repente, no aguanto más, su ojo se encendi6

con un pequefio fulgor vagamente inmundo.

—La cu esti6n —soli& c on cara convencida y profunda de m ajadero bur-

gues de suburbio—, toda la cuesti6n, la Unica pregunta es la siguiente: a esos

indigentes, en fin de cuentas, ales qu iere usted?

Ah el amor

i

Siempre el amor Desde «Senorita, i,quiere usted?» a los

delirios franciscanos... Que emperio tiene esta buena gente. Solo eso les tran-

quiliza. Lo demas, la d istancia adecuada, la racionalidad, la belleza pura de los

hechos, todo eso les hace sospech ar otros horizontes que siempre se les esca-

pan. Entonces, a la fuerza, les fastidia...

Muy oportunamente, es ese preciso momento el que escoge la perra de

la casa, una simpatica y alemana pastora momentaneamente en celo, para

irrumpir en el comedor. Nerviosa, agitada, avanzaba frotandose el trasero

por la alfombra, gimiendo. Pobre animal, incordiada por un malestar que la

superaba.

Escena muy inocente en el fondo, pero cuya aspera obscenidad sirvio un

momento de distraction. Brunhilda, duefia de la perra y de la alfombra, se

levanto emitiendo una especie de rugido leonino de lo más logrado. Siguio un

breve y desigual com bate de la cultura contra la naturaleza. La perra, extrana-

da, se encontr6 propu lsada al jardin. Martir atonita de cachetadas. Malestar en

la civilization... iBuen bicho

Tras semejante exhibici6n, la necesidad imperiosa de una represion

colectiva engendrO como una explosiOn de banalidades. Simultaneamente

todo el mundo se puso a h ablar en voz muy alta, absolutamente de cualquier

coca. A m i izquierda lo que fascinaba, de repente, era la astrologia. Más alla,

una hipocondriaca, desbordada por sus asociaciones, se ahogaba en una histo-

ria oscura que trataba de medicina china y jaquecas periodicas. En frente, se

apostrofaban a proposito del ultimo tim ador ministerial. Mi anticuario, por su

parte, habia descubierto un interes repentino por una m ala pintura de la pared,

del tipo naturaleza muerta: queso y cerezas a la luz del atardecer...

Me ech e hacia atras en la silla y estire las piernas, aliviado por regresar a

la tibia sombra del silencio. oi,Podria usted —murmuraba a m i vecina—, pasar-

me ese conac? Parece excelente».

Asi transcurren la imbecil morosidad de los dias y el comercio agotador

de la gente.

76

77

Insomnio

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oMi padre era argelino, mi madre francesa. Eramos muy pobres.

Viviam os en hoteles muy c utres. En los suburbios o en Paris, en el distrito 18,

el 20..

;

Nunca nos quedabamos m ucho tiempo. Mi p adre era albanil. Ganaba

poco. Eramo s tan pobres que mi madre no tenfa con que alimentarme adecua-

damente. V estirme...

»Un dia, estaba paseando con su herm ana cerca de la calle Mouffetard.

Me llevaba en brazos. Debian de estar hablando de lo que h abia que hacer con-

migo, porque ya no tenian dinero, todo eso... El caso es que una senora dijo:

"Perd6nenme. He oido su conversaciOn. Yo ya no tengo nino, si quiere le corn-

pro el bebe". A lo mejor se habia creido que m i madre y m i tia eran gitanas.

»Mi madre dijo: "i Ah no Vender mi bebe. ;Mince.

»Pero la senora insistio. Parecia amable y distinguida. Era ya u na senora

vieja. Gente muy b ien. Su marido era profesor de universidad. Explic6 que su

hijo habia m uerto en un accidente de montana. Tenia veinte altos. Entonces la

senora no tenia ya otra cosa que hacer que estar a solas con su pena. Se ocu-

paria de mi. Naturalmente, com prarme no era posible, pero si mi madre acep-

taba que ella se ocupara de m i, le dada dinero. Ademas, mi madre podria vol-

ver a cogerme cuando quisiera. Y yo podria ver a mis padres en cualquier

momento. Entonces, la senora sac6 unos billetes y se los puso a mi madre en

la mano. Y m i madre y m i tia, se quedaban ahf plantadas. No sabian que hacer.

»Finalmente, se pusieron de acuerdo. M i madre aceptaba alquilarme a la

senora, que pagarfa todos los meses para que yo viviera en su casa. Alli me

quede hasta los v eintitres altos.

»La senora era muy buena conmigo. Yo era com o su hijo. En cuanto a su

marido, era viejo y casi no se ocupaba de mi. Se mai() bastante pronto y le

conoci muy poco.

»Ella me mand6 a buenas escuelas. Me ayudaba a hacer los deberes... A

veces, le robaba un poco de dinero. Creo que, despues de todo, mi verdadera

madre era más ella. Yo dormia en la hab itacion de su hijo. El cuarto habia que-

dado tal como el lo habfa dejado. Estaba su ropa, todas sus cosas. Y todo term

que quedar tal cual. No podia tocar nada. Ni mov er nada. Yo vivia en su lugar.

»De vez en cuando, iba a ver a mi padre y a mi madre a las habitaciones

de hotel en el que estaban. En esos casos, mi padre se ponia muchas veces

terriblemente furioso. No se por que. Tal vez porque yo vivia en un barrio

bueno.

79

»";Desgraciado , decia. iAsqueroso Te tocas. Te tocas". Entonces me

ataba a los barrotes de la cama, con los brazos en cruz. Luego me bajaba el

lo que empezaba era el invierno. Más tarde me entere de que fue el Ultimo.

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pantalOn y el slip, y con unas tijeras hada como que me iba a cortar los tes-

tfculos. Todavia siento el frio de las tijeras y com o me cog ia las bolitas con la

mano. Yo gritaba. "Dejale —decia m i madre—. Pero dejale...".

Cuando la senora murio, me quede en el piso, pero unas semanas des-

pués, los herederos me hicieron expulsar. Era un poco normal. Despues de

todo, yo no era de la familia. No tenia nada que ver con ellos.

»En esa epoca yo trabajaba en informatica. Hasta hice un cursillo en

Estados Unidos.

»Finalmente, no sabia donde ir. Seguia viendo a mi madre de vez en

cuando. Mi padre y ella habian acabado por poder comprarse una casita. Y

habian tenido a mi hermano y a mi hermana.

»Mi madre me decia siempre: "Tti ya no eres de aqui. No me preocupo

por ti. Nunca me preocupare por ti. Tti siempre to las arreglards". Incluso

ahora me lo sigue diciendo. Y se tie . Es una broma p ara ella .

»Desde hace tiempo, soy bisexual. Ademas, unas veces hablo de mi en

masculino, otras en femenino. Inc luso dentro de la misma frase, me p asa algu-

nas veces. Como si no supiera lo que soy. ,Hombre o m ujer?

»Durante mucho tiempo he vivido con un travesti brasileiio que se pros-

tituia en el bosque de Boulogne. Era muy, muy guapa. Era un gran amor. Una

vez, fuimos a ver a mi madre. Mi am iga se habia vestido de mujer. De mujer

muy respetable.

»"Mira —dije a mi madre—. Te presento a mi mujer". Y mi m adre dijo:

"Buenos dias, senora". Como es debido. Pero se reia. Creo que ya sabia que

era un hombre.

»Un dia acepte que me... I,COmo decirlo?.. Que m e sodomizara. Viviamos

juntos, como marido y m ujer. Lo compartiamos todo. Eramos felices.

»"Dejate —me dijo— . Ya veras, es algo suave". Yo no queria, pero final-

mente acepte. Era hacerle un regalo. Un regalo de amor. La sodomia no es lo

que se piensa. Era tierno. Despues perdi mi trabajo. Las cosas dejaron de ir

bien. Hubo que m udarse. Nos separamos.

»Tengo que decirle , ademas seguramente ya lo habra adivinado, que me

acoste con mi hermana. Cornea incesto, vaya. Fue hace tres semanas. Ella

tiene treinta y cinco atios. Ya vela que hada mucho tiempo que ella tenia

ganas. iCuidado Soy homosexual y quiero mucho a mi hermano, pero nunca

ocurria nada entre nosotros...».

Solo le vi una vez, en Medicos del Mundo, en junio de 1987. Me conto

todo eso sin conocerm e, sin esperar nada. Igual que uno graba sus iniciales en

la corteza de un arbol. Para que de todas formas quede, en algtin sitio, una coca

pequeila de uno mismo.

Junio de 1987. Para m i era el principio del verano. Para el, novicio erran-

te, pero ya m uy sucio, con un olor muy fuerte, zapatos agujereados... Para el,

80

Afeccion pulmonar...

Le habia olvidado, ese bufon tragico. Y en esta noche de insomnio, vuel-

ve a mi. Entonc es me levanto y de prisa, entre sueno y m alestar, escribo en el

silencio de la casa dormida. El perro, extraiiado, m e olisquea las piernas con

su nariz fria, pero en fin... los espectros no esperan. Y, como los suehos, se

disipan con el amanecer.

81

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No, no estoy enfadado...

Me encontre con Michel en la estaci6n del Norte, con ocasiOn de la pri-

mera investigacion etnografica que neve a c abo en la c alle. Por entonces, tenfa

treinta y ocho aiios. Mich el era un homb re de estatura media, delgado y encor-

vado, con pelo ru bio y escaso. La m irada de sus ojos claros, casi grises, pare-

cla llevar el peso de una inmensa fatiga. Durante nuestros encuentros —unos

diez— dl fumaba con stantemente y a menudo olia a vino. Sin embargo, nunca

le vi borracho.

Nuestras entrevistas se desarrollaban en un clima de gran cortesia. Se

esforzaba por evitar cualquier groseria y expresarse lo mejor posible.

Bastante pronto, me p idio que le prestara dinero (700 francos) y le aloja-

ra. Pareci6 aceptar mi negativa de buena gana. Pense que esas peticiones tra-

duclan una dificultad en percibir los limites de lo posible y de lo imposible, en

distinguir entre lo aceptable y lo que no lo es. De hecho, sus tendencias a

enturbiar las fronteras de lo real, a superar los lim ites, al igual que su p arasi-

tismo inocenton, especie de delincuencia blanda, desemperlaron un papel

importante en su desocializacion progresiva. El texto que aparece más adelan-

te da testimonio de ello.

El analisis de los problemas planteados por esos relatos autobiograficos,

lo que esta en juego para el sujeto, sus interpretaciones posibles y las patolo-

gias que revelan son objeto de una discu sion posterior'. No obstante, la vida

de Mich el tal como dl la cu enta provoca una especie de m alestar: el de asistir,

impotente, al ahogamiento de un homb re que no domina para nada su destino.

Destino del que nunca sospecha, ni por un momento, que dl mismo pueda ser

el padre y el artesano. Esas palabras que amontona, como mu rallas contra el

sentido, esas palabras no son mero trampantojo. Espejismos que se desvane-

cen cuando nos acercamos a ellos, su peso no es más que apariencia.

zQue pass con el sujeto? Casi nada. Es apenas el receptaculo pasivo de

acontecimientos externos. Falsamente sum ergido por el fatum, el deseo propio

desaparece de la vista. Solo asoma una palida caricatura. Solo cuenta la pro-

testa de la asp ricion a la normalidad. Ser un buen marido, un buen padre, un

buen h ijo. Trabajar...

Pero, entonces, i,esos accidentes repetidos? i,Esas enfermedades? LEsos

fracasos de todo tipo? zEsas rupturas? Mich el no nos dice nada de todo eso.

Es algo ajeno a 61. No tienen nada que ver con dl. Mudos, estan mas alla de

todo lo pensable. Tranquilos y pesados como piedras. Farrago, sin mas, de la

83

vida. Banales desventuras de la rueda de la desgracia y de la fortuna. Que.

caza, para acorralar a los animales por bosques y Ilanuras»... Armonia prim i-

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importan, entonces, las faltas de precision espacio-temp orales, los sinsentidos,

las conductas aberrantes, las contradicciones mu ltiples (entre otras, habla de

sanatorio, pero en otro momento negard y, c omo de pasada, haber tenido nunca

tuberculosis)...

A pesar de todo, Michel todavia espera «arreglarselas». Cree que solo

esta pasando una mala racha y atin se imagina capitan al timon, Ilevando el

rumbo adecuado. Maria-Celeste...

«No estoy enfadado con mis padres, ni con mi hermana que esta alli. No,

no estoy enfadado, pero com o dice mi m adre: "Bueno, pues ahora, solo to vie-

nes siempre a pedirme, pedirme. Tienes hermanos. El mayor, tiene hijos. Nos

ech6 una mano. Se caso. Pero antes de casarse su mujer y el trabajaron". La

mayor de las hermanas se m archo hace m ucho a P aris. A los dieciseis arios. Ella,

nunca se ocu p6 de nosotros. Asi que estan solo el mayor de los h ermanos, el pri-

mero, y d espues los otros... Yo, era el palo. El tutor, parece que decia siemp re

mi padre: "El ultimo, es el tutor". Entonces, yo, el Ultimo, alla que iba... El ulti-

mo, el más mimado... No es que lo haya dejado todo, no, pero mis hermanos

me daban demasiado. Pero yo era siempre u n catheter aparte, especial que.

»Creel. Fui a la escuela. Solo hada lo que me daba la gana, seguro que

si. Hice la comunion, como todos en la familia. Mi madre... Yo, no conoci a

mi padre. Bueno, le conoci, pero solo hasta los tres arios.

»Iba a clase y todo eso. Despues a la catequesis... Pasemos. Despues,

empece a trabajar. Ademas, deje la escuela muy pronto. A los diez, once atios,

el duerio de una granja venia a buscarme a la escuela, para ir a llevar a los

caballos despues de los tractores. Venia a buscarme a clase: "Venga, marche-

se. Ha venido a buscarle el senor patron". Estaba contento. Ir al campo. Dejar

la cartera. Eso era vida... Tenia una pequeria propina. Eran 100 francos, 200

francos. Hablo en francos antiguos de la epoca. 0 si no, me hada perder un

dia de escuela para ir a la caza, para acorralar a los animales que cazaban en

los bosques y en las llanuras».

Es tipico ver aparecer en esos relatos los disfuncionamientos precoces.

Michel solo hada < do que le daba la gana». Enseguida mostr6 su incapacidad

para controlar las obligaciones del funcionamiento social. De nirio, vivia ya en

una especie de exilio en medio de los dem os. Tiene un «catheter especial, apar-

te»... En todo caso, asi es como reconstruye la historia su pensamiento de

adulto con posterioridad.

Tipicas tambien, las confusiones permanentes, que volveremos a encon-

trar más adelante en el relato, en tomb a las sum as de dinero que citadas, hasta

tal punto que estas tiltimas parecen, la m ayoria de las veces, no tener otra fun-

cion que servir de soporte al fantasma.

Lo m ismo ocurre con la evocation, a m enudo explicitamente nostalgica,

de un estado anterior de comu nion con la naturaleza. Asi, iba «al camp o, a la

84

tiva que se opone al aplastante horror del m undo social, de la cultura, de lo

economic°, de lo administrativo y del trabajo.

«Y, luego, empece a trabajar de verdad. Hice algunos cursillos de agri-

cultura. Y me pagaban tan bien en esos momentos que me hada cerca de

16.000 francos, más los cursillos una vez por semana. Iba de aprendiz y mi

madre cobraba las ayudas. Llegaba a cobrar aproximadamente 3.000 francos

todos los meses.

»Al final del cu rsillo, a los dieciseis arios, empezaron a p agarme normal-

mente, entonces camb ia de granja. Fui a otra más importante. Alli me pagaban

segtin la tarifa... Me pagaban normalmente y me daban de com er. Despues, ya

no daban, pero segula siendo igual...

»A los dieciseis, diecisiete arios, entre en una granja muy grande de con-

ductor de tractores. Ahi empezaba ya a cobrar más. Ademas, me quede cinco

arios en esa granja. Digamos durante tres meses... Tuve un accidente. Durante

tres meses, tuve un accidente: la mano aplastada. Y me fui al ejercito poco des-

pues. Me fu i antes de tener la edad. A los dieciocho arios cumplidos, me habia

ido. Fui a hacer los tres dias a Cambrai. Luego me llamaron a filas a

Compiegne. Y alli hice el servicio militar. Mis dieciseis arios de mili. Era per-

fecto. Ademas, querian que me reengachara. Todavia m e acuerdo de que habia

un teniente que decia: "Ya vera, M ichel, tiene la cabeza dura en el ejercito...".

Porque yo, era siempre muy duro. "En el ejercito tiene la cabeza muy dura, ya

vera como en la vida civil no sera tan feliz". Me habia pedido que m e reenga-

chara. Entonces no m e interesa porque yo era cabo primera. "Pero ya ascen-

deli... —No m e interesa". En el ejercito i,que se hace?

»Asi que, de eso, me m arche. Estaba licenciado. Termine mis quince dias

de permiso, y el decimoqu into dia se acabaria todo, estaria fuera del ejercito.

Volvi a casa de mi m adre, a recoger endivias. Endivias a destajo. Y justo el

decimoquinto dia, sucedi6: tuve un accidente de trafico. Dije a mi madre:

"Voy a hacer unas compras". Justo el decimoquinto dia... Si hubiera caido en

el decimocuarto, antes de llegar el decimocuarto dia, me habria ido otra vez al

ejercito... Mientras que entonces, ya no formaba parte del ejercito. Paseo justo

el dia en que me licenciaban. Trabajaba a destajo, no estaba declarado. Asi que

el jefe, como era bueno, enseguida, me declaro. Hacer como si estuviera de

jornalero ».

Observemos de paso las contradicciones, las confusiones, que anuncian

otras muchas. Atii, se queda «cinco arios, digamos tres meses»... Aqui, se va

al ejercito «antes de tener la edad, a los dieciocho arios cumplidos»...

«Durante tres meses, ha tenido un accidente»...

Los accidentes Dos ya, y habra otros. Por supuesto, suelen ocurrir en los

peores momentos y surgen —inagotables fuentes de asombro

en el umbral de

un posible m ayor bienestar entonces siempre fallido, siempre aplazado.

85

«Volvia de diez kilometros, de hacer la compra e iba a volver a casa.

»Presente la solicitud para hacer el cambio por p ermisos civiles. Cuando

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Estaba en mobylette. Cojo la primera calle en frente de mi vecino. Despues

hace una curva. Hace una S, asi. Entonces, cojo, y mi vecino viene con el

tractor. Su maquina se desvio en la curva, entonces me arroll6 por detras. Me

enganch6 el brazo izquierdo. Quede tirado, con la cabeza en las ortigas. Me

levante y me dije: "Vaya, ya esta. Tengo el brazo roto". Tenia el brazo detras

de la espalda. Liamaron a los guardias y a mi p rimo. i,Hacer el parte? Estaba

sentado en el talud. El vecino, queria darme un vaso de alcohol para reani-

marme porque estaba blanco. Me negue: "No, no quiero eso". Entonces

llego mi primo con su coche. Y mi madre estaba en el campo. Hubo que it a

verla, a mi madre, de paso. Sujetandome el brazo, claro. Nos fuimos a bus-

car a mi madre al campo. Mi madre que tenia... Las endivias, hay que poner-

se de rodillas para hacerlo. Entonces, la tierra, esta pesada. Mi madre con sus

botas, de verdad, era... Entonces nos Ilevan al hospital. Mi primo, viene

(tetras. Mi madre estaba toda sucia, temblando, llorando tambien...

Recuerdo que el cirujano dijo a una enfermera: "Pero i,que es toda esta

gente?". Asi de sucios. Mi madre no habia tenido tiempo de limpiarse las

botas y todo eso. La enfermera dice: "Es un accidente de trafico y su madre

estaba en el campo".

»Mi primo saki porque me habian quitado la camisa. Y entonces se vio

que el hueso atravesaba el brazo. Todo estaba enganchado y se habia vuelto a

salir. Entonces mi primo se march& Y ahi me quede, despues me dejaron.

Tenia dos costillas rotas. En el momento del golpe, no lo habia sentido.

Despues me desmaye, ya no podia respirar. Entonces mi madre se marcho.

Ellos, hicieron los papeles. Me pusieron en una cama, pero no habia manera

de respirar. Me vendaron las costillas, todo eso. Me hicieron unas radiogra-

fias y luego me pasaron al quirOfano.

»La cosa no fue bien. Tenia la mano completamente paralizada. Ademas,

me quede durante tres anos, bueno dos anos, con los dedos paralizados. Ni

siquiera podia andar. Entonces, v ieron que al cabo de quinc e dias las cosas no

iban bien y ahi es cuando me encogieron los nervios radiales para que volvie-

ra a funcionar. Entonces ahi, me escayolaron otra vez. Me quede cinco, seis

meses asi, escayolado. Pero lu ego, la mano, los dedos, seguian igual. Seguia

sin mejorar. La rehabilitacion, tampoco, no funcionaba. Entonces, me fui ocho

dias de reposo a casa de mis padres. Y despues, volvieron a romper el brazo.

Y luego, me hicieron unas cosas con agujas para hacer revivir. Para que fun-

cionaran los dedos.

»Y, poco a po co, empezo. Lo s dedos. Este de aqui, apenas. Lo peor era el

pulgar. El pulgar no lo consegula. Y luego la mano... La m ano empezO a des-

cansar. Duni tres anos y luego, despues, poco a poco, conseguia de todas for-

mas hacer que se moviera la mano. Despues de eso, dije: "Ahora, el cultivo,

ya no puedo hacer nada. No puedo soportar trabajos duros con los brazos. Los

sacos de abono, todo eso". Entonces, dije a mi madre: "Tengo los permisos de

conducir del ejercito. Ah no Otra vez eso, no", dijo mi madre.

86

fui a la jefatura, me pidieron los reflejos y ademas alargar los brazos y todo.

Seguia teniendo un brazo más corto que otro, entonces me quitaron el permi-

so para el transporte publico. Querian incluso quitarme el permiso para cam io-

nes. Un do en la jefatura, un inspector, me dijo: "No se p reocupe, tendra su

camicin". No dije nada, tenia las fotos y todo, p ero los transportes publicos, se

acab6. Lo p rincipal, era conservar el permiso para cam iones. Entonces dije:

"Ahora, mama, tengo mis permisos". Precisamente, mi madre habia venido

conmigo ese dia. "Tengo mis permisos. Pues bien, ahora tengo ganas de tra-

bajar con camiones. Ya conozco Paris". Habia hecho transporte pablico, en

Paris, con el autocar, en el ejercito. "Voy a intentar encontrar trabajo por ahi".

»Entonces, escribimos a m i hermana que vivia en las afueras. Mi herma-

na dijo: "Claro, hay sitio". Estaba mi cunado que todavia vivia. Tambien mis

sobrinas, que estaban estudiando. Enc ontre alli un sitio. En la administracion

de la ciudad de Cachan. Estaba bien. Conducia un pequeno 2 CV. Recogia

papeles, a diestro y siniestro, en las aceras, el cesped. Me ocup aba del mante-

nimiento, los neumaticos. Todo lo que encontraba. Tenia que hacer mi reco-

rrido, un dia por un lado, otro por otro. Estaba tranquilo. Despues, me dije:

"Estoy harto de recoger. Estoy harto de dar vueltas, que no haya nada de nada.

Esta limpio". Entonces, me pusieron en un camion. Era chofer motorizado.

Chofer motorizado... Entonces ganaba más o menos, 80... 95.000 francos.

Hablo de eso, era en el 67-68.

»Despues tuve un accidente, el pie roto. Y tuve un absceso. Una especie

de hemorroide. A fuerza de quedarme sentado, conduciendo mi 2 CV. Circular

muy despacio. Parar, bajar, parar, bajar. Hacia calor. Era un coche viejo.

Entonces tuve un absceso. Ingrese en la clinica para dieciocho dias. Lo reven-

taron. Era doloroso. Me quede dos meses, sin p oder volver al trabajo. Despues,

cuando volvi, neve un camion».

i,COmo com prender este episodio (por lo demas, recurrente en el como en

tantos otros), si no es como una especie de p rotesta del cuerpo frente a las obli-

gaciones del trabajo

2

?

«Mientras tanto, para mi brazo, puesto que estaba apuntado en la seguri-

dad del trabajo, habian empezado a juzgar si tenian que darme una pension.

Me mandaron, por medio de una senora, cartas certificadas. Anonimas...

Quiero decir anonimas. Pero, en ese momento, no cobraba nada.. No cobraba

nada y m i madre tenia que alimentarme. No tenia nada, no cobraba nada de

nada.

»Tenia incluso un papel del seguro. Era un senor el que se ocupaba de

eso. Bastante mayor. Formaba p arte de la camara agricola. Era director, no se

que. Llevaba corbata. Me dice: "No vas a hacer eso. Tienes el seguro. Vas a

cobrar enseguida. Toma, mafiana vas a cobrar. Manna pasas y ya tendras un

giro". La primera vez, eran 250.000, la segunda vez, eran 300 .000. Dije: "A

87

mi esto no m e basta. No estoy de acu erdo". Dije: "Oiga, esto asi no esta bien.

»Entonces, asi es como arranco la cosa. Y luego, bueno, boda, hay que

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Simplemente, desde hace dos aims que cobre. No, hard dos aiios y m edio que

no he cobrado nada". Me dice: "Vas a recibir dinero". Hice yo mismo una

carta al seguro. Lo hice directamente. Me dice: "No esta bien". Digo: "i,Y

que? Estoy en mi derecho, i,no?" —No h ay que hacer eso", me dijo, "hay que

acabar con eso". Dije: "De acuerdo, acabo, pero necesito dinero". Me dijo que

volviera a hacer una carta al seguro, en la que decia que interrumpla la ges-

tion. Pues estaba hecho. "500.000, i,gue tal madre? i,Que tal?"».

Aqui tam bien, el trastorno del pensamiento que este pasaje induce en el

lector es muy frecu ente. No se entiende nada. Extraviada en una niebla impe-

netrable, la verdad se ha perdido. Ya no queda n ada asignable en esta papilla

psiquica. Los pu ntos de referencia se han desvanecido. Frente a las aristas agu-

das de la realidad objetiva, esos sujetos, como pulpos, em prenden la huida en

una nub e de tinta y nos dejan m areados en un v ertigo de sinsentido.

<<Para la medicina del trabajo, ya habia arrancado por una especie de tiem-

po. Un tiempo total, por definition. Al cabo de un alto, va para tres, cuatro atios

despues, recibo una carta de la Mutua de Amiens: "Ya esta el sumario. No pode-

mos entregarle ese papel. Tenga a bien pasarse por la oficina". Fui a Am iens, a

verles. Me dan detalles. "Mire, senor, si usted sigue... i,Sigue u sted?

eja?

Segtin nuestra opinion personal, sena mejor que le dejara". Tenia un abogado, mi

defensor. El, empezaba a comerme un monton, porque duraba demasiado.

Entonces, si no lo dejaba, no cobraria nada por mi brazo. Asi que no cobre más

que 1.700.000 francos. Lo deje todo. El cheque, lo cobre en el b anco.

»Ese dia volvi a casa de mi hermana, en Cachan. Rearm& el trabajo.

Despues, me compre u n coche. Mande dinero a mi madre. Di a mi hermana,

que habia adelantado cuando no tenia dinero. Y ademas estuve en un sanato-

rio. Y conoci a mi mu jer en coche. Primero conoci a otros amigos y todo eso,

pero no fue con ellos con los que me gaste tanto dinero. Despues encontre a

mi m ujer y en fin... Adem as era una parisina. La conoci asi, y adem as su padre

queria echarla. Ocurri6 asi. Nos conocimos en el parque. Y luego, pues asi...

"No se d6nde dormir... Y esto... Y aquello...". Tenia cuatro atios más joven

que yo. Yo, tengo una habitaci6n que alquilo por entonces. No pagaba mucho.

Pagaba 100 francos al mes. La cocina, la hada yo mismo donde la duelia. Pero

ella no podia reclamarme nada porqu e no era más que una h abitacion asi, con

una cama, un armario, y la comida, la haciamos en su cocina. Entonces, mi

mu jer vino a vivir conmigo . Y entonces tuve que vestirla, de pies a cabeza. No

le quedaba nada y ademas, la senora, necpsitaba esto, aquello, todo. Pero, a la

fuerza, la cosa empezaba a disminuir. Solo tenia una pequeila paga. Y ademas,

ella, por su lado, tampoco intentaba trabajar. Despues, me dice asi... Hada ya

cinco anos. Bueno, hablamos de boda asi. Voy a presentarsela a mi madre, y

luego hablamos de boda y todo eso. Ya habiamos fijado la fecha. Mi suegra.

Mi su egro, el, indiferente.

88

comprar vestidos de boda. Ella empez6 a mirar por aqui, por alla. Mientras

tanto, ya estaba embarazada, antes de la boda. Hubo que co mprar vestidos de

embarazada. Habia que comp rar esto, aquello. Siempre me tocaba pagar a mi,

porque ni la suegra, ni el suegro pagaban. Yo no se lo iba a p edir a mi m adre...

»Y eso que m i suegro si que tenia buen sueldo. Trabajab a en la Renault,

en Boulogne-Billancourt. Pero es un do bastante del estilo todo para elyerso-

nalmente. Y ademas, de todas form as, con la suegra ya no se entendia. El tam-

bien dormia fuera. Ella ya habia tenido hijos con otro. Yo, al principio, no lo

sabia, pero en fin, lo supe a lo mejor quinc e dias despues. Ya no se entendian

bien, pero vivian juntos. iSiempre igual Ella seguia aprovechandose de su

dinero.

»En resum en, que mi mu jer se vino a vivir a mi casa. Entonces, la boda

se concerto. Habia que comp rar el velo, el vestido, y todo eso. Su padre, com o

dote, no le dio más que 50.000 francos, no más. Hicimos todo eso, los chis-

mes, en el ayuntamiento de Cachan. Pero la boda, la fiesta, la hicimos en la

Somm e. La comida y todo. Allf, nos dijimo s que seria más barato que aqui. Y

ademas, toda mi familia esta en la Somme. Mientras que mi mujer, solo esta-

ba su madre y sus hijos y nadie más. Ni siquiera tenia testigos, nadie. El sue-

gro no vino a la boda. Su tutor fu e uno de mis h ermanos. Yo tenia uno que era

tutor y testigo.

»Hubo qu e pagar al cura, la iglesia, y luego, el restaurante. Y el restau-

rante... Empezaba ya a no tener mu cho dinero. Entonces, mi m adre dijo: "Si,

pero ella, to suegra, no puede dar ni un poquito conm igo, para recibir". Dije:

"No tengo ni idea. Arreglaos vosotras". Mi madre, hablo con ella, pero: "Ah,

si. Pero yo de m omento solo tengo las prestaciones". Entonces mi madre, pagO

todos los gastos del restaurante. Tampoco nos salio tan caro. Eramos unos

veinticinco o veintiocho, con m i suegra y sus tres hijos. Entonces mi madre lo

pag6 todo y sin resultado...

»Despues, cogimos el tren para volver a Paris, porque habiamos v enido

en taxi desde la puerta de Orleans a la Somm e, a casa de mis padres. M e salio

por 50.000 francos. Volvimos en tren y dejamos las flores alli. Alquile un

coche despues para it a buscarlas, y los regalos de boda y todo eso».

Boda kafkiana, agobiante, donde todo, inexorablemente, se encadena y se

impone, suprimiendo a Michel pasmado y agotado. Ya no es más que el jugue-

te de los desbordantes deseos de los demas. El mismo c arece de consistencia,

de resistencia y de barreras. Esa permeabilidad estructural del sujeto recuerda

'a muchos alcoh olicos que dicen que beben porque les resulta imposible rests-

fir a la presiOn colectiva (c ultura de la taberna, etc.).

oVolvimos a vivir al pequeilo apartamento que teniamos. Despues de

todo esto, ya no iba bien. La senora dijo asi: "Estoy harta de vivir en Pans. M e

gustaria quedarme en el cam po, tener gallinas, y esto y lo de m as

89

»Fue más o menos tres meses despues de la boda. Entonces alquile un

papel. Recogidas. Pacas de 200, 300 kilos, o pacas pequeitas, o cualquier cosa.

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camion, nos mudamos y nos fuimos al campo, a vivir a casa de mi madre, con

mi mujer. Mi madre dijo: "Si. Pero ahora que estas aqui, no tienes que que-

darte asi, porque yo: ella tiene que trabajar. No se puede quedar asi". Dije: "Si,

pero esta embarazada. Mira, ya veremos. Nos vamos a mudar". Encontre un

trabajo tres o cuatro dias despues en Ia fabrica, cerca de casa de mi madre.

Pero la cosa no iba bien. Trabajaba de noche. Y mi mujer, esperaba que yo vol-

viera. Cuando volvia por la manana, hacia las once, once y media, yo todavia

no habia comido. Despues tenia que lavarme y luego me iba a la cama porque

estaba harto, habia trabajado toda la noche. Ella, a todas estas todavia no se

habia levantado. Entonces, mi madre se ponia nerviosa, la ponia nerviosa verla

siempre asi en la cama. Entonces mi madre, una vez, se puso furiosa. Me dijo

asi: "Tienes que encontrarte algo. Largate. No quiero volver a verla aqui. No

hace nada. No quiere hacer nada. Buscaos un alojamiento".

»Vi un anuncio: "Se busca pareja para chofer de tractor en una granja".

Podiamos vivir en la granja, habia un apartamento. Voy. Cojo el tractor y todo.

Me quede alli un alio, alio y medio. Despues, la senora tampoco estaba a gusto

alli. No habia coche y estabamos espaciados completamente lejos de una gran

ciudad a otra. Habia todo lo necesario. Habia una tienda de comestibles, pero

en fin, ya no le gustaba estar alli. Asi que nos mudamos otra vez».

Aqui tampoco, ante el bovarysmo de su mujer indolente y eternamente

insatisfecha, Michel no presenta ninguna resistencia. Pasivo, la sigue de

mudanzas en vagabundeos. Ante esas exageraciones, i,que otra cosa plantear

sino la hipotesis psicoanalitica que murmura que su masoquismo saca partido

de todo ello?

«Nos volvimos a Cachan a vivir en el piso subvencionado del suegro. Yo

hada la pintura en casa del suegro. Me dijo asi: "Bueno, de acuerdo. Yo os doy

alojamiento, pero ves, hay que hacer esto y aquello. Hay que rehacer toda la

pintura". Era un piso de cuatro habitaciones. Me dijo: "Yo tengo la pasta. Yo

pago. Dale con el papel y las pinturas". Fui a comprar los rodillos, a escoger

la pintura para la habitacion. Al final, me dijo: "Te doy 50.000 francos. Os doy

de corner a los dos...". En fin, a los tres, con la hija, porque la hija habia naci-

do cuando todavia estaba en el campo y trabajaba en la granja. De acuerdo:

alimentados, alojados, más 50. 000 francos. Nos quedamos un mes. En prin-

cipio habria podido terminar en quince dias, pero tenia que trabajar poco o

poco, porque, cuando los ninos volvian de la escuela, no tenia que haber pin-

tura fresca. La suegra decia: "No, no. Para, van a volver enseguida". El sue-

gro decia: "No, no. Tienes tiempo. Tienes tiempo. Dejalo. Ya terminards maria-

na". Los dias se alargaron puesto que no se podia trabajar normalmente. Lo

acabe todo en quince dias de tiempo.

»Despues, me dije: "Ahora, tendrias que buscar trabajo". Busque trabajo.

Encontre en varios sitios. Encontre uno. Era para llevar grandes pacas de

Papel viejo. Ahi es donde aprendi a conducir un semi-remolque. Estuve alli un

alio, en fin, ocho meses, quiero decir. Y seguiamos sin alojamiento. Lo inten-

tamos. Y un dia recibi una carta que decia que la ciudad de Cachan me habia

concedido un alojamiento. Pero estaba en Garches, ese alojamiento. Habia que

pagar por adelantado. Tenia que ingresar 300.000 y pito, por adelantado. Pedi

a mi jefe que diera un adelanto sobre la paga. Y entonces fuimos. Habia deja-

do los muebles en el pueblo. Tuve que ir a buscarlos a la Somme. Entonces,

estabamos muy bien y todo, pero entonces hubo que dar de alta la luz, y mi

mujer seguia sin querer trabajar. Tenia a Ia cria, era un hecho, pero yo, no

podia continuamente... Entonces hemos seguido asi y poco despues, a mi me

quedaba muy lejos para seguir trabajando en Cachan. Me puse en paro porque

era demasiado lejos y estaba en enfermedad. Y poco despues, el jefe dijo: "Si,

es demasiado lejos". Cogieron otro chofer. Busque un trabajo con un albaltil.

Era un trances de Argelia, y no ganaba tanto: 195.000 al mes de chofer de un

pequeno camion de gasolina y luego al mismo tiempo, coger la pala. Asi que,

trabaje en eso.

»Hice un poco de todo. Despues, cuando empezaba a funcionar la cosa,

mi mujer queria una tele. A mi no me gusta coger una tele. Ademas, ese alo-

jamiento, no consegui subvencionarlo, pagar el gas y la electricidad. Y ade-

más, el piso llevaba tres o cuatro meses de retraso, entonces me mude, asi,

deprisa y corriendo. El "pied-noir" me encontro otro piso en frente de su casa.

Adelanto el dinero para que yo pudiera meterme. Pero nunca fue bien porque

la senora, siempre habia que comprar, entonces despues, ya no fue bien.

Entonces deje aquello, tuve otro alojamiento subvencionado en Antony.

»En Antony, ahl es donde empez6 la negra. Ella siempre sin hacer nada...

Podia tener trabajo en Robinson para hacer limpiezas en un sitio de partos, una

clinica. Tenia que presentarse alli, podia ir. No quiso ir. Ella, la senora, cuan-

do yo trabajaba, tenia que tener la paga. Yo, era transporte en camion. Fui a

Alemania, ella tenia que venir conmigo, ida y vuelta. Al dia siguiente, tenia

que ir a buscarla para ir en otra direction. "Pero esti prohibido si estas ahi".

Me largaron de varios trabajos por esa raz6n. Mientras tanto, Ia pequeria esta-

ba sin atender.

»La cria tenia cinco centimetros más en una pierna. Era de la pelvis.

Cojeaba. La senora no queria ocuparse de ella. Tenia que ser siempre yo.

Incluso para desnudarla en el ambulatorio, era yo. Cuando el medico lo vio:

"No, no. Esta nina no vuelve a su casa. Directamente al hospital". Tenia cua-

tro altos, cuatro altos y medio. Ya era hora de que Ia cogieran. Sobre todo que

era la primera vacuna que le ponian. iAmbulancial... Una habitacion reserva-

da para. Vamos alli: no hay sitio. Vuelve al ambulatorio con la ambulancia: no

hay sitio. El dia siguiente, otra vez. Y fue entonces cuando la hospitalizaron.

»Despues, la senora, empezaba a hartarse. Empezaba a decir: "Mira, me

\Joy a casa de mi madre". Digo: "Bueno. Pues vete. Pero to vas to sola", por-

que yo, en este momento, ya estoy sin trabajo. He tenido que buscar trabajo.

90

1

Trabaje durante un mes para un carbonero, sustituyendo a alguien. Me dedi-

que al carbon, todo eso, durante un mes. Luego hice otra sustitucion en una

conciliacion". Empez6 a lanzarme insultos. El juez, empieza a poner paz.

Dice: "Ya vale, senora. Calmese o la echo". Yo estaba siempre tranquilo.

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imprenta, durante un mes, de chofer. Y luego, me encontre sin nada. Vuelta

al paro... Ella, cuando vio que la cria estaba bien, ya se h abia ido alli, empe-

zeo a abandonar el piso. Decia: "Mira, hoy m e voy a decir hola a m i madre".

Una vez, hubo una conversacion sospechosa por telefono. "Hombre, vienen

a buscarte para un trabajo. —Si. Es un senor, un poco más arriba, encima de

nuestra casa. Es para limpiar". Dije: "Bueno". Y entonces, por la noche:

"i,Que? Vienes a ver a Martine, alli, al hospital. —No, prefiero ir mariana, con

mama. — Bueno, como quieras". Al dia siguiente, voy a la oficina del paro, y

ella me dice: "Por cierto, he visto un anuncio en la clinica". Ella tenia ya la

carta y los vales para corner, porque ella no tenia dinero y yo tampoco.

Tambien le daban ropa. El dia siguiente tenia que empezar a trabajar: servir

los platos, los enfermos, la limpieza, las salas, todo eso. Con bata blanca y

todo, la cofia y las zapatillas. Todo estaba listo. El dia antes, le habIan dado

las Haves del vestuario.

»Yo, al dia siguiente, me fu i a trabajar al paro y ella, se fue a trabajar. Por

la noche, vuelvo a casa. La cria habia vuelto a casa para unos quince digs,

antes de que la operaran. Precisamente, tenia tosferina. Es un incordio, eso

tambien. Vuelvo, tenia un p erro, y digo: "Martine, te quedas aqui con Sultan.

Si vuelvo dentro de unas horas, no tengas miedo, aqui esta Sultan".

»Fui a ver a la directora de mi mujer. "Senora Francine, La que hora ter-

mina de trabajar?" Me dice: "Ah, ies su mujer Ya hemos tenido tiempo de

esperar desde esta mariana. Tiene las Hav es del vestuario y ni siquiera se ha

presentado. Hemos tenido que pedir otra. Nos ha fastidiado bien".

»No necesitaba buscar mucho. Se habia vuelto a casa de su madre. Habia

ido a esconderse. No me habia fijado en que habia cogido todas sus bolsas y

todos sus papeles. Estaba en casa de su madre y n o queria volver a casa. Creia

que su hija estaba bien colocada, que enseguida iba a volver alli para las ope-

raciones.

»Ahi es donde conocio a un no. Le conocia ya desde antes de marcharse.

Se fue con el. Antes de largarse con el fulano, todavia se habia quedado, se fue

justo despues de que operaran a mi hija y que fuera a una casa de reposo.

Despues, mi hija fue a una casa en la Charente-Maritime, asi que estaba muy

lejos para ir a verla. Entonces, la senora se dijo: "Ahora qu e ya se ha ido a u na

casa de reposo, estoy tranquila". Se march6. Se largo hacia Metz. Yo no sabia

exactamente donde.

»No fue nunca a ver a su hija a la casa de reposo en la Charente-

Maritime. Bueno, fue una vez. Yo m e le eche encima. Estaba en mobylette con

un tio. Dijo: "Si, pero es su madre. La nina le corresponde a ella". Ahl es

donde emp ez6 el divorcio. Yo dije: "i,Pides el divorcio? Pues coge el divorcio.

Ya mand are cartas. Ya veras".

»Entonces, yo cogi la ayuda de un ujier y de una abogada tambien.

Pasamos a la conciliacion. La conciliacion, yo dije: "No hay problemas de

Entonces, dijo que yo era un b orracho, que la pegaba, que pegaba tambien a la

pequena, que u na vez habia qu erido tirarla por la ventana, y esto, y aquello.

"Cuando hayas h ablado bastante, ya te parards". De todas formas, yo tenia tes-

tigos. Vecinos. Una vieja vecina que traia caramelos a Martine. Queria que

Francine fuera a hacerle la casa, los cristales. Nunc a quiso. Era yo el que iba

a hacerselo a esa senora. Me daba una propinilla. Vino como testigo, asi.

Entonces mi mujer se marcho con su hombre. Habia venido en coche. No se

si era suyo o de un am igo o que. Bueno, asi fue el asunto. Luego no nos hem os

vuelto a ver. Era directamente por los abogados.

»Despues del divorcio, seguia estando la historia de la cria. Por eso el

divorcio entre mujeres

(sic),

si no hay nitios, es facil. La cria, una vez que se

curo, yo, me tuve que quedar con ella. Tuve que colocarla. Entonces la meti-

mos en m i familia. La saque del hospital, y luego fue el mayor de m is herma-

nos el que la cogio con mi cutiada. La cogieron, estuvo dos anos con ellos.

Despues, mi cuiiada era diabetica. No pudo tenerla más porque era muy ner-

viosa esa nina. Y luego, con las operaciones que habia sufrido... Mi cunada no

podia con ella y ademas el catheter que tenia era bastante duro. Entonces yo

volvi a cogerla. Acabo la escolaridad en invierno, en mi casa, en el camp o, en

casa de mi m adre. Pero mi madre era demasiado m ayor para quedarse con ella.

Ya no podia agu antar a los nitios. No tenia paciencia.

»Pedi a uno de m is hermanos que no estaba casado, porque su mujer se

habia mu erto, que se quedara con la nina. Entonces se junto con una mujer que

tenia tres hijos. Su marido se habia muerto en un accidente de trafico. Para no

perder sus derechos, se junto con m i hermano, pero sin casarse. Martine fue a

su casa. Se quedaron con ella pero despues, tampoc o iba bien la cosa. Cuesti6n

de dinero, habria tenido que pagar. Pero no tenia la posibilidad de p agar asi.

»Por entonces, habia vuelto a la Somm e. Trabajaba de cavador. La fosas

septicas de cemento. Se abren agujeros y se mete el com partimiento dentro de

la tierra. Casi un ano trabaje en eso. Ademas, com pre un coch e a un hermano,

un 4L. Y, luego, ya no estaba bien. La senora de mi hermano queria que paga-

ra por la cria . Ella ya cobraba las ayudas. Mn asi no le bastaba. Un buen dia

,que hizo? Se fue a colocar a mi hija en los chism es... En la asistencia social.

De pupila. Estaba para abandonarla, ponerla de pup ila. Yo ya no sabia donde

estaba mi hija».

Insidiosamente, de derivas en derivas y a pesar de las inverosimilitudes

administrativas, nos lleva tranquilamente a esta observaciOn nada menos que

terrorifica: ha extraviado a su hija en el gran desorden del mundo, como se

pierde un objeto o un p erro que se ha escapado.

En ese contexto, la patologia se ha convertido en una norma tal que, hip&

critamente, este hecho se nos presenta como un incidente casi anodino, en todo

caso inevitable y cuya responsabilidad incumbe al encadenamiento de los

92

3

acontecimientos. El espanto suavizado p or la banalidad se introduce en el pen-

samiento por esta etiologia propuesta. Como si, simplem ente, el mundo estu-

-En su casa, pero oiga, esta casa es tufa. -Perdone senora, aqui estoy en mi

casa". Mi sobrina fue donde la vecina: "Senora, descuelgue el telefono. Llame

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viera hecho asi...

<<Termine por encontrarla, porque una senora tenia a su hijo en el

campo, cerca de nuestra casa. Un dia, le dijo asi, a mi madre, y luego a mi:

"Ah, oye, no sabia que to hija Martine, estaba alb'. en Belleville, en un hos-

picio para los nifios. -,Como? -Pues claro. La he visto. Hasta me ha reco-

nocido. Me dijo hola". Me da la direccion. Llamo alli por telefono. "Si, no

cuelgue". "Pues claro. Es mi hija. Hasta tengo un libro de familia y todo.

Martine, nacida el...". Tenia todas esas notas. Dije: "Escuche, i,me puede

dar cita para verle maiiana?". Al dia siguiente cojo mi mobylette, todos los

papeles, y, en efecto, mi hija estaba alli metida. Despues tenia derecho a ir a

verla cuando quisiera y sacarla. Despues tuve un poco más de autoridad para

hacerla salir. Hasta cogimos un taxi para ir a ver a su abuela, a veinticinco

kilometros ida y vuelta . A la vuelta , me acom pariaban unos amigos. DurO un

mes y medio, y luego la pusieron en casa de una senora muy correcta.

Adernas, hard la comunion muy pronto.

»En fin, todo eso ha acabado conm igo. Mientras tanto, tenia yo un curre

por un lado, por otro. En fin, todo eso me ha consumido un poco a diestro y

siniestro. Tambien hizo gastar mucha pasta a la abuela. Cuando me recupere

de eso, ya no habia trabajo. Trabaje en las endivias. Y despues de la endivias,

tuve el accidente de rodilla en coche, entonces, ya no habia trabajo para las

endivias. Dije a mi madre: "No importa". Y luego mi hermana me dice: "Si no

encuentras trabajo ahi, yen a vernos. Estoy sola. Siempre h ay sitio para ti. La

casa esta siempre abierta". Entonces volvi a casa de mi herm ana, en Cachan.

»Eso era hace nueve aiios, más o menos. Ocho a nueve meses, quiero

decir, que me quede en su casa. No del todo en su casa. Me quede siete meses

en su casa. Trabaje en los espacios verdes y todo eso. Perth mi trabajo por

culpa de unas cartas an6nimas que mandaron sobre mi. Y luego, bueno, fui al

hotel porque hice el tonto. Meg a unos dos en su casa. Unos dos que no te-

nian piso. Dije: "Venga, v enios a pasar el fin de semana, la hermanita no esta".

Se habia ido ocho dias de vacaciones con otra chica. Yo cuidaba el perro. Les

dije: "Aqui estais bien, estais en vuestra casa. Os habeis duchado, estais lim-

pios. Vale. Hay tele. Hay de todo". Yo me fui a dar una vuelta para ver a mi

madre en la Somme, y para decir hola a mi hija. Ellos se quedaron con el

perro. Les dije: "Os dejo dinero para comer. Arreglaos con el perm. Hay que

comprarle leche. Pero el telefono no hay q ue tocarlo. Mirad la tele si quereis,

pero no haggis mucho ruido, porque no es mi casa. Si no vuelvo el domingo

por la noche, para el lunes por la mailana os teneis que haber ido".

»El lunes, yo todavia no habia vuelto y ese idiota no se habia ido. Estaba

mirando la tele en el sofa. iSorpresa Entro a la vez que mi sobrina. Cogieron

juntos el ascensor. El se va hacia la puerta, con las llaves. En el momento en

que abre la puerta, ella dice: "Pero i,que hace aqui? -Pues entrar en mi casa.

a la gendarmeria, la policia". Le pidi6 sus papeles, su nombre. No qu iso decir

nada. La sobrina dijo: "Senora, llame a la comisaria". Entonces el se largo.

Luego los polis se lo llevaron. Entonces, todo el mundo se pu so contento y yo

volvi por la noche.

»Les habia dich o que entregaran las llaves directamente a la portera. No

hay Ilaves. Llamo a la vecina de al lado. No quiere abrirme. Me dice asi: "Si

quiere las llaves no tiene más que ir a ver a Paulette. Tiene los llaveros. No

tiene más que pedirselos". Entonces voy a casa de m i sobrina. Me sobrina me

dijo: "No, no". Y m i sobrino me dijo: % Otte quieres?" -"Quiero las llaves. No

se dOnde estan". Entonces m i sobrina me dijo: "De todas form as, ya no tienes

que entrar en esta casa. ANT tienes tus maletas, largate. Vete a dorm ir donde

quieras. Vete al hotel". La hermana volvio ocho dias despu es. Y despues me

fui al hotel».

Evidentemente, esta historia de amigo alojado term ina de la peor manera

posible. El final es tan «telefoneado» que se convierte en algo lastimoso.

Como en un espectaculo de guitiol, la marioneta es la Unica que no ye al malo

que esta detras de ella. Mientras los ninos p or su parte -al igual qu e los lecto-

res y los oyentes que somos- lo ven bien y gritan para intentar avisarle.

Adem as, reincidird en una situacion exactam ente identica.

Esos fenomenos de sobredeterrninacion inconsciente de las dolorosas

-

peripecias de la vida de esos sujetos y la incansable repeticion de los escena-

rios autodestructores, no dejan de tener su efec to en el psiquismo de los tera-

peutas que les atienden2

. Llegado a este punto del relato, tambien el lector

experimenta algo con toda probabilidad: aburrimiento claro, pero tam bien una

especie de cansancio insidioso, el peso de una torpeza cargante, un hastio

vago. Ante tal acumulacion de circunstancias encadenadas en que el sujeto

-com o aplastado por lo que se presenta falsamente bajo la m ascara de la fata-

lidad- ya no existe, nuestro pensamiento se paraliza poco a poco. Nuestra

afectividad agotada poco a poco, va dejando de implicarse. Lectores, pasamos

a otra cosa. Terapeutas, ya no escuchamos. Y el odio del paciente, solapada-

mente, va aumentando en nosotros.

«Despues volvi a casa de mi madre, para tener pasta. Solo me adelanto

50.000 francos. Alquile una habitacion de hotel y segui trabajando.

»Despues, volvi a hacer el tonto, porque albergue a un do que tampoco

tenia alojamiento, un indigente tambien. Siemp re en la calle. Le meti en mi

habitacion sin que lo supiera el duerio. Duro la cosa ocho dias. Al cabo de ocho

dias, el dueno empezaba a sospechar algo. Dijo asi: "Oiga, usted paga una vez,

pero no dos. No quiero que entre nadie con usted. Usted esta en su h abitacion.

Esta solo. No quiero lios, si no le echo". Era un hotel de Cachan. No he digo

nada. Dejo pasar un dia, dos dias. Y una noche, hacia has ocho, ocho y media,

94 95

subimos a acostarnos pronto. "Y, luego, ya intentaremos encontrar algo para

ti...". Pero zque hace el dueno? Oigo que llaman a la pu erta. Pensaba que seria

habitacion. Ven a corner conmigo". Sobre todo que no tenia ni un centimo.

Ya habia gastado con los dos tios. Me dice: "Ven conm igo. Acuestate y luego

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un viejecillo que venia siempre a saludarme. Pero, en ese momento, ya lo

habia apagado todo. Tenia una linterna y con mi linterna voy a abrir la puerta

sin dar la luz. Y veo al gran Albert. Da la luz y ve al do en la cama. Le dice:

"LQue hace usted aqui?". Le agarra y le dice: "Fuera de aqui', y le largo.

Estaba Iloviendo a cantaros. Habia una tormenta impresionante. No dije nada.

El dueflo recogi6 los platos que eran suyos. Algunas veces, yo me subla la

comida. Dos dias despues volvia a bajarlo o bien el dia siguiente, dependia.

Recoge esos chismes y coge la llave. "Ya nos veremos m atiana".

»Al dia siguiente, abre la puerta: "Mire usted, se acabO. Ya se lo habia

dicho una vez, dos veces. Se acabO. Quiero que la habitacion quede vacia".

Entonces, me marche, baje. Pero le dije: "No podre llevarme mis cosas ahora

mismo. No se donde meterlas". Entonces, fui donde mi hermana otra vez, para

dejar mis cosas en el sotano de su casa. Me dijo: "De acuerdo, vale. Pon ahi

tus cosas". Y luego estuve todo el dia en la calle. Todo el dia en la calle. Era a

principios de enero. Ya va para cuatro meses.

»Entonces, bueno, me marche; y, luego, cal con unos tios que buscaban

una habitaciOn de hotel, en cualquier sitio, por la puerta de Orleans. Era más

barato. Caigo con dos dos de la Somme, bueno de la zona de Lille por ahi. Me

dicer: "Hombre, j,no eres del norte? —Si. —Yo tambien".

»Despues caigo con un do de Cachan donde y a habia trabajado, un viejo.

Charlamos. El do dice: "No tenemos nada de nada. Solo tenemos un cuarto

viejo, una barraca". Me hizo alojarme en una vieja barraca, una casbah, que.

"Hay una cama. Hay dos mantas. Duermes dentro. Por lo menos estas a

cubierto, en lugar de quedarte fuera". Fui a ver y ahi me quede».

El final del texto, relato de las 61timas crisis que terminan por Ilevarle a

la calle, muestra Ann más claramente su confusi6n mental. Ahora todo se mez-

cla: personajes, lugares, tiempos, cadenas cau sales. Y se acelera en una espe-

cie de

crescendo

de ininteligibilidad. Traca final de la delicuescencia. Y final-

mente, la calle, donde, en resumidas cuentas, acaba sosegado, despues de todo

ese tumulto, como un navio que vuelve al puerto tras la tempestad.

oDespues ya empezaba a estar harto. Cal con ese do que se ofretio para

encontrarme un alojamiento. Un piso para vivir siempre con esos fulanos. For

una vez que estaba en casa de mi madre, le dije: "Dame el balde grande que

meto toda mi ropa, todo esto para lavar. Ya no aguanto aqui'. Antes estaba

solo, porque despues esos dos tios volvieron a mi casa, a ese cuarto. Entonces

ahi, trajo su colchon. Tenia pulgas y a mi se m e pegaron un montOn. Si no, al

principio, en los primeros meses, yo no tenla nada. Entonces empezo mi

madre.

»Y, luego, el do viene a verme. "zNo iris a quedarte aqui?". Digo:

"Pues no". Alquila una habitacion, yo no sabia. Dice: "He alquilado una

vamos a v er a to madre. lremos en coc he en lugar de coger el tren". Yo digo:

"No. cogere el tren". Me dice: "No, no. Pasaremos dos tres dias juntos, no

to preocupes. De todas form as, pagaremos la gasolina a medial. No tendrils

que pagar más que la gasolina, nada más". Si, pero ya basta. Y luego el do

cogi6 el billete a costa mia y ya esta. Y yo sigo esperando la pasta. Una vez.

dos veces... Busco y el alquiler del coche. For eso me encuentro aqui, en la

calle.

»A ese do, le habia dado dinero y al otro, ese, no dice gran cosa. Pero

el otro, el, recuper6 sus perros. Y el otro, le hizo hacer como dice. A nte ame-

nazas y ante su mujer que le va a denunciar por amenazas. Hizo como que

Iloraba delante de la senora para que le diera los perros. Que su madre se

habia muerto. Necesitaba dinero, enseguida, para it allf. Y era mentira.

iCamelo Cam elo Me hada mentir. Mentir por todas partes. Incluso delan-

te de sus amigos, en cualquier sitio. Me decfa: "Mira, habra que decir esto.

Di esto. Di esto". Incluso delante de su padre y su madre, que yo no los

conocfa...

»Y, ademas, pedfa cheques a diestro y siniestro. 0 bien pedfa dinero

que no devolvia. Los arabes, les habia pedido una vez 35.000. Bueno,

es igual, nunca los devolvio. Se abusaba de mi, con siempre en casa de

la abuela, en casa de la abuela... Entonces mi madre me dijo: "Ahora vie-

nes con dinero, pero no vengas a pedirme dinero. No tienes dinero. No

pidas, pero siempre tendras de comer. Pero no vuelvas nunca más a pedir-

me dinero".

»No, porque tengo una herm ana que es minusvalida. Es la cabeza. Habfa

tenido ya una depresion nerviosa y todo eso, bueno. Entonces, no es porque

cobre una buena pension, una jubilation... Pero bueno, en resumen, no se

puede vivir siempre con eso. Entonces, tengo un tfo, que esta jubilado. Tiene

una pequetia pension muy buena tambien, pero en fin, tampoco puedo vivir

siempre con eso. Tiene que comprar la lefia, el carbon. No es porque haya

huerta en el campo... Mi madre, si fuera un poco menos...

»Entonces me enfade con m i hermana de Cachan. De todas formas, siem-

pre ha sido dura. Bu eno, los otros, no estoy enfadado con ellos, pero no p uedo

pedirles dinero. Tienen sus hijos. Ahi, el primero de los hermanos, tiene sus

hijos. Luego tiene un tumor en la cabeza, no es una soluciOn. Asi que ahora,

se acab6. Asf, se acabo».

Tal vez estas tiltimas palabras fueran profeticas. Cinco dias despues de

esta Ultima entrevista con Michel, me tope con Gerard, en la estacion del

Norte. Michel y 61 se habian encontrado tres semanas antes y form aban una

especie de pareja. Arreglo frecuente en el mundo de la calle. Alianza depro-

teccion mutua: mezcla de amistad, compatierismo y homosexualidad activa o

latente...

96

7

Ese dia, Gerard estaba solo y un tanto desamparado. Una noche, «esta

no, la de antes, o a lo mejor la otra de antes», ya no se acordaba muy bien,

Dream time'

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estaban durmiendo juntos, Michel y el, en una obra, cuando, al amanecer,

Michel empez6 a vomitar sangre qroja». i,Tuberculosis? zUlcera perforada?

Gerard fue a llamar a una casa de al lado para que avisaran a los bomberos.

Llevaron a Michel al hospital, pero Gerard no sabia cual. En ese mundo frag-

mentado, sin puntos de referencia estables, eso significaba que se habian

perdido.

No consegu i encontrar el rastro de Michel en los hospitales parisinos. Ya

no aparecera en el fichero de Nanterre. Probablemente este muerto.

Todo lo sabio que quiera, pero al fin y al

cabo es un hombre: shay algo más caduco,

más miserable y más vacio?

M.

DE MONTAIGNE,

De la embriaguez.

Procedente de un medio relativamente acomodado, hasta que llegue a

Francia para preparar un doctorado de f ilosofia, tenia ingenuamente la ilusion

tranquila y vaga de que el dinero era algo que no presentaba ninguna dificu l-

tad. No el dinero de la riqueza, sino el del minimo implicito: prim ero el dine-

ro del alojamiento decente, despues, el basic° y banal de la comida y la ropa,

el de los libros y la mtisica sobre todo. En resumen, todo lo que se comp ra sin

contar, como se respira, como uno se anda, segtin el capricho de la pasi6n del

instante y de los colores del alma. Desenfadado y candid°, me imaginaba

encontrar en Paris una variante de la universidad norteamericana don de hasta

entonces me habia resultado relativamente facil vivir gracias a una fama fac il-

mente adquirida de sujeto amable y akradablemente competente: puesto de

auxiliar, ayudas a la investigacion, traducciones...

Sin embargo, en Paris no encontre nada de lo que conocia. El m undo bru-

talmente se cerraba. Ya no era más que un anonimo entre otros. Ya no era,

salvo para mi mismo, nadie. Despues de unas semanas, me di cuenta, sor-

prendido, de que ya no tenia ni dinero ni ideas claras sobre como conseguirlo.

De repente, me habia vu elto pobre. Segui siendolo durante dos anos y medio,

de 1980 a 1982, v iviendo solo, lejos de los mios, en la Ciudad universitaria

internacional. La pob reza fue para mi a la vez una sorp resa y, a posteriori, el

descubrimiento enloquecedor del mundo tal como es, sin los escudos de la

clase social y de la familia. El mu ndo reducido, en cierto modo, a su brutal rea-

lidad y a su más simple expresi6n.

He querido dedicar aqui, m ás alla de lo irrisorio y de lo anec dotic° de este

episodio, algunas paginas a lo que pretende ser el intento fragmentario de una

fenomenologia de la experiencia del desvalimiento

2

.

La pobreza, inmemorial y timida hermana pequeiia de la sabiduria, la

pobreza elegida, la del rechazo, la del desprecio glacial de las infinitas seduc-

ciones de lo vulgar, la de la austeridad de la ropa y el pan, la del agua pura, los

grandes silencios y el pensamiento por si mismo, esa pobreza es hermosa y

lujosa. Compaiiera de san SOcrates, de san Spinoza, del bienaventurado

98

99

Nietzsche y de tantos otros, tal vez m enos gloriosos, pero no menos dignos, esa

pobreza es luz. Pero la del cocido en bote y calcetines con agu jeros, la de la cal-

la cartera hinchada de billetes. Iba lastrado con dinero. Pesado y orgulloso,

pues ocurre con el dinero como con el sexo: el tamaiio y el peso si que impor-

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derilla y las paredes sucias, no la de la soledad sino la del aislamiento p orque

los otros salen caros, la de las noches frias y las mantas demasiado finas, esa

pobreza, esa verdadera pobreza del pobre, esa pobreza es disminucion. El hori-

zonte del mundo, del p orvenir, de los deseos y del suefio no es m ás que el, exi-

guo, de la c alderilla. Irremediablemente. Ineluctablemente. Tontam ente.

Progresivamente, el dinero acaba siendolo todo, pues constituye la inm e-

diatez de la supervivencia, la medida exacta de la vida. Es la vida misma y el

amo del tiemp o. El dinero en el bolsillo es el Calico porvenir del que uno este

seguro. La Unica luz. El unico calor. Ademas, ello va acompariado de cierta

exaltaci6n: el tintineo de las monedas, los billetes rumorosos, la suma tantas

veces recalculada en el dorso de un sobre son otras tantas municiones para

mantener el sitio de la vida. Hay suficiente para aguantar. Hasta el mes que

viene. Hasta dentro de ocho dias. Hasta que Fulano me devuelva lo que me

debe. Hasta mi cumpleafios... Algo con que aguantar... Poder corner. Lavarse

la ropa. Sobre todo pagar el alojamiento. Agu antar. Aguantar mientras se vuel-

ve a encontrar dinero para poder seguir aguantando. Y aun asi.

Es importante, primero, no pensar demasiado. El dinero, es la obsesiOn.

La obsesion por excelencia, que espera com o el agua impaciente tras las puer-

tas de una esclusa. En cuanto uno cierra los ojos, el teatro de la conciencia se

libera un momento, ahi este, precipitandose, siempre nueva, siempre igual.

Omnipresente. Con sus cifras y sus sumas. Restas, sobre todo. Aritmetica

compulsive. Fiebre ardiente de las horas vacias, angustiadas, crepusculares.

Mordedura de las noches en que el suefio no acude. Clamor sordo. Dolor Ian-

cinante. 3.250 franco s, menos el alquiler, menos la comp ra, menos el dentista,

más la calderilla del abrigo... Y uno se levanta para comprobar los bolsillos

una vez más. Si se nos hubiera escapado algo. Nunca se sabe... Y la alegria

inmensa, como una revancha sobre la fortuna, como una cuchufleta al destino,

al encontrar, con la punta de los dedos, por la noche, u n billete olvidado, arru-

gado, discreto, como u n pequeiio milagro bajo la luna. Hallazgo rarisimo, pero

por eso mismo el registro es más obstinado. Punto y contrapunto de lo febril

y de lo exquisito.

No pensar demasiado. No entusiasmarse. No levantar la cabeza, porque

el vertigo este ahl. EI del sinsentido y el mareo. Com o una pizca de estreme-

cimiento en el epigastrio. Como una llamada susurrada en el corazon de las

horas, en el fondo de uno m ismo. No la escuches, a esa sirena maldita . No to

detengas. No c edas. Y sobre todo no lo olvides nunca: no gastes. Eres pobre.

Pobre. No sueltes nada. No malgastes. Cuenta. Cuenta. iCuenta

Sin embargo, hay momentos inevitables de rebeldia. Rebeliones fallidas,

masoquistas. Pobres rebeliones. Rebeliones de pobres. Levantamientos de

campesinos... Recuerdo un &fa en que mis padres me habian mandado un giro

postal de tres o cuatro mil francos, una suma que me permitfa encarar las

semanas siguientes con tranquilidad. Saha de la oficina de correos, alegre, con

100

tan. Y la seguridad. Y la exhibition. Falofo ria... En la acera, era frecuente en

ese barrio, unos hombres habian hecho con una caja de carton una mesa de

juego. Un maestro de ceremonias desplazaba tres cartas boca abajo. Habia

ensefiado una, el as, a los jugadores y luego la mezclada con las otras dos.

Habia que seguirla. Cuando se interrumpian las permutaciones, los jugadores

tenian que sefialar el as. La apuesta tenia que ser de cien francos como m ini-

mo. Si el jugador ganaba se llevaba el doble de lo que apostaba.

Naturalmente, esos juegos estan amailados. Un com parsa situado entre

los jugadores gana para demostrar lo facil que es el juego, y luego desvia la

atenci6n de los apostantes, para que el que dirige el juego pueda desplazar las

cartas en el ultimo m omento. El truco es viejo y este mu y gastado. Lo cono-

cia. Lo sabia. Y sin embargo, ese dia, fascinado, por la perspectiva de una

ganancia facil e inmediata, no pude alejarme del espectaculo. Tome parte en

el, como a pesar mio, como en un suefio... En unos minutos habia perdido

ochocientos francos. Entonces me estremeci y me arranque brutalmente de

esta trampa y de las manos que intentaban retenerme. «Quedate senor.

Hermano. Doscientos francos más. Amigo. Jugamos. Vas a ganar». Me mar-

che corriendo, con la cabeza zumbando. Cegado por lagrimas de rabia y de

vergtienza. La pobreza vuelve idiota. Sobre todo por cu lpa del suefio. Y de la

esperanza. Imperativa, la esperanza. Hay que sonar, absolutamente. Con cual-

quier cosa. Con otra cosa y otra parte. Sofiar a toda costa. Sonar, ya es viajar...

Es partir un poco.

Otras veces, lo que estalla de repente es la rabia por com er. Demasiadas

conservas. Demasiado pan. Demasiadas excitaciones imposibles y esteriles.

Demasiados restaurantes que uno no puede permitirse. Y todas esas ganas

reprimidas, esos impulsos sofocados. Uno lee los menus expuestos. Se aleja

de ellos. Huye. M ira de reojo a los que estan sentados. A los tragones y sus

mu jeres. Tiene hambre. No ham bre en sentido estricto, no. No la fisiolOgica,

terrible y lancinante, del hombre que se muere de ham bre, no. Sino hambre de

lujo. Hambre de relajamiento. De abandono. Hambre de parentesis. Hambre

de olvido y de paz. Ham bre de saciedad. Grasienta, bienaventurada y animal.

La saciedad del

Pals de Jauja

de Brueghel donde los personajes, fuera del

tiempo y el deseo, yacen hinchados, inconscientes y placidos, ahitos para

siempre. Heroes bienaventurados del seno m aterno. Caballeros de la matriz.

Hay torm entas repentinas, motines de la tripa, donde solo corner impo r-

ta. Jalar sin contar. Jalar hasta tener la piel tensa y hater que salten los boto-

nes. Jalar glorioso. Y beber. Beber como solo bebia el rey de Jordaens.

Imperioso. Turgente. Magnifico. Con un seno en una m ano, y un vaso en la

otra. Con la garganta Ilena de risa... Entonces se olvida todo. Por un m omen-

to, uno se sacude mejor el miser° yugo. Empuja la puerta. Entra. Respira el

tabaco, los olores y el calor. Hace com o si. iYero tiene para pagar? Debajo de

la mesa, discretamente, cuenta las perras. Calcula el estado de la cuenta.

101

«Solara el cheque? Estamos a jueves. No tienen primeros platos por menos

de cincuenta francos. Y los postres. j,Tomo postre o no? Estamos a jueves...

salto. Más alla de las mantas, el m undo esta frio. Levantarse. Titubear. El sexo

ya se encoge. El suefio esta lejos. De las companeras neuronales no queda más

que una mancha en la cama. Muy poca cosa.

Panta rei. . .

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iBueno, mierda En lo que lo llevan al banco. Lo cargaran la semana que

viene. Hasta entonces...». Juega. Hace alguna que otra trampa.

Alguna vez, en un restaurante, he puesto cara de asombro ante la cuenta.

Se m e habfa olvidado la cartera. Volvere a pagar m aiiana. 0 pasado mariana.

Se deja un reloj en prenda... A veces un abrigo. El maletin. El duefio pone

mala cara. Vacila entre escandalo y resignaci6n. Pesa los pros y los contras.

Bueno. El colmo es tener la caradura de pedir un chupito. Victoria y risa gua-

sona. A to salud, viejo Uno busc a su propia mirada en el espejo de la pared

de enfrente. Se sonde un poco a si mismo. Furtivo y atrevido a la vez. Esta

solo. A gusto... Hace un calor suave. iConsum icion gratis Ya se, sin embar-

go era necesario. Era necesario, absolutamente. Inmediatamente. En la preci-

pitaci6n y el estremecimiento. Arrancar algo a la indiferencia del mundo.

Comer con fractura. Corner con un corte de mangas. Hasta el silencio de un

suefio profundo como la m uerte.

El suefio, viejo amigo de la desgracia. Companero callado de los infortu-

nios amargos y tiernos. Es u no de los tres refugios al que vienen a fondear los

solitarios. Los otros dos son el onanismo y andar. Esos tres son hermanos y

compafieros. No conocen limites, más alla de los del propio deseo. Siempre

posibles. Libertades, solo son nuestros. Oltimas posesiones. Autarquicos por

esencia, son el ultimo mu ndo de quienes no tienen otros.

Dormir. Dormir. T al vez sonar... Dejar pasar al mundo, que se desgaste sin

nosotros. Ofrle susurrar desde el fondo del lecho. Portazos. Ruidos de agua.

Voces lejanas y deform adas, cual olas que se rompen sin alcanzarnos. Dejar que

Ileguen los rayos del sol que lentam ente barren la habitaciOn. Lev antarse, solo

para mear, y, enseguida env olverse otra vez en sabanas dudosas, pocas veces

cambiadas, que tienen nuestro olor. Despues de un tiempo, volvemos a encon-

trarlo por placer. Como el recuerdo del Otero lejano, es un mu ndo para-si. Y la

punta de la verga tibia de orina, que se seca contra el muslo...

Uno tamb ien se la menea. Entre sueiio y vigilia, en esa vaguedad matinal

de lo indiferenciado. Ahl, en el fondo de los pliegues, en el calor de las saba-

nas. La mano marca el compas a la fuga del fantasma, ese pensamiento aereo,

infinito del todo posible. Espejismos suaves y bienaventurados. Puros en el

fondo, sin los incordios de lo verdadero y el sudor del otro. El onanista esta

solo, pero es rey. Las imagenes dan vueltas a su alrededor como una co rte solf-

cita . Como en la pesca, engancha una. La amplfa, la penetra, la conquista. Se

llena de ella, hasta en sus menores de talles. Se convierte a la vez en el grano

de la piel, lo aterciopelado del pelo, la punta crispada del seno. Para gozar

tenso y ligeramente htimedo, en el punto mas cercano de la alucinacion. Y

jadear por fin, con la cabeza echada hacia atras en la almohada. Volver, como

un nadador agotado.

Primeros pasos en la orilla. Mareo. Abrir los ojos. La pintura del techo

esta desconchada. A veces, se caen trozos por la noche y despiertan con sobre-

102

Tengo frit) . Voy a mear. En el fregadero como de costumbre. Los aseos

estan en el pasillo. Para it tendrfa que vestirme. No tenso anim o. Al principio,

si que tenfa ese valor. Ahora ya no. Hace tiempo que ya no. Por culpa de la

noche. Lev antarse, vestirse, salir dormido al p asillo. Encender las lutes. Abrir

puertas. Mear. Apagar. Cerrar. Volver. Desnudarse. Acostarse otra vez y enton-

ces ya, me quedo despierto. Demasiado largo. Demasiado pesado. Demasiado

taro. Los buenos modales no duran mu cho. Uno se desliza. «La recafda huma-

na», decla sonriendo un viejo sacerdote amigo mfo, con un movimiento de la

mano que se volvfa y se derrumbaba como una

crepe

blandamente herida por

un rayo. La recalda humana. Es algo rapid°. Se mea por la noche en el frega-

dero, primero excepcionalmente. Uno se dice que es solo por esta vez. Que no

volvera a ocurrir. Y se friega freneticamente esa pita en la que uno se lava los

dientes, en la que uno friega los platos. Entonces se frota, se frota. Y por la

mafiana asqueado, uno observa atentamente ese fregadero desnaturalizado. Lo

olfateamos. Lo auscultamos. Uno se jura a si mismo que sera la Ultima vez.

Pero, insidiosamente, la costumbre se instala. Y adernas, uno esta solo. Asf que

i,por que no? Lo limpiaremos y ya esti Y ademas, no deja de ser uno m ismo.

De si mism o a si mismo, uno se aviene. Discreci6n. Autarqufa. Paz.

La obsesi6n por el dinero y el espectaculo constante de la riqueza exhi-

bida, todo empujaba al robo. A la idea del robo. A la ensonacion del robo. A

su frfa revancha...

En las oficinas de correos, se me ib an los ojos tras los viejos que, con sus

manos deformes y delgadas, contaban sus perras. Oh, iese dinero Con lo bien

que lo aprovecharta yo, mucho mejor que ellos. Viejos mezquinos con sus

necesidades miserables...

Esos pensamientos se imponen, los comb atimos, los despreciamos. Los

rechazamos riendo. Pero ahf estan. Com parieros corrompidos y perniciosos.

Ahf estan esperando una ocasion. Un tropiezo. Como para m ear en el frega-

dero —uno es virgen del crimen como de lo dem as— lo más diffcil debe de ser

la primera vez. La p rimera viejecita. El tfpico ab uelito. Despues, debe de salir

solo. Como todos los descensos...

Uno intenta imaginarse la cosa. Representarsela. En caso de que se lle-

gara a eso. Si fuera preciso, i,podrfa hacerlo? iYero como? Empu jar a un viejo.

Quitarle los billetes. LY luego? i,Y si el viejo se agarra? Con esos dedos que

tienen, secos y duros como madera. Las manos de los viejos, tienen su cosa.

' A esas edades, uno es un poco cangrejo... Entonces, Lque hater? LGolpear?

No mu y fuerte, pero z,como dosificar? Y luego escapar. Ya se oyen los gritos

de la gente que pasa. Ineficaces y tardios. Ruidosos imp otentes. De todas for-

mas, hay que largarse rapido. Huir. i,Correr? No, uno se queda enseguida sin

aliento. i,E1 m etro? Luego hay qu e poder salir. Uno se imagina en los pasillos,

salidas bloqueadas. Atrapado como una rata. ;Una bici Una bici esta bien.

103

Acera, trafico, todo vale. Habia falta una bici. iCoger el dinero y saltar a la

bici La bici me horroriza...

Uno se para en m edio de esta pellcula. De esos pensamientos asquerosos.

Durante unos meses, trabaje en un hotel elegante, cerca de los Campos-

Eliseos. Era a la vez portero, mozo de equipajes, telefonista y cam arero. Tenia

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De esas porquerias febriles y h timedas. Uno se miry en el reflejo de un esca-

parate. Se dice con una sonrisa temblorosa e incredula: <<Pero tan bajo he

caido?». Por desgracia...

Tambien conoci los pequehos curres y su cortejo de humillaciones.

Recuerdo haber caido por casualidad en el anuncio de un periOdico que pedia

extras para una pellcula publicitaria. El rodaje duraba dos dias y pagaban dos

mil francos. Esa magia de ganar mil francos al dia me encantaba. Habia que

hacer una pequelia prueba. Me presente en el estudio. Dos docenas de histeri-

cos de todo tipo —machos, h embras e indefinidos— se miraban ansiosamente en

unos espejos. Llamaron a algunos. Se trataba de una publicidad para una

marca de cerveza. Habia que entrar en lo que serfa un café y exclamar alegre-

mente «Buenos dias, senoras y sellores» en varias lenguas europeas. Ademas,

habia que tener al otipo» del pais correspondiente.

Pues claro, no tertian más que pedir. Por dos m il francos, estaba dispues-

to a hacerles todo lo que quisieran. Absolutamente todo. Era un placer. Desde

el austro-valaco ronco hasta el extraterrestre con faldilla de bailarina.

En este caso, me pidieron que hiciera de ingles, aleman, flamenc o y ruso.

Cuatri-jovial. Hubo que hacer varias tomas. Todo para nada, no m e cogieron.

Habia hech o el payaso, el cuatri-ganso, para nada.

Otra vez, pase unos dias pegando etiquetas en sobres en una agencia de

comunicacion. Solo me queda el recuerdo del aburrimiento, de una oficina

sofocante y de un estudiante chadiano al que habian cogido a la vez que a m i.

No le quedaba nada de dinero y hada casi una semana que no comia. Su esto-

mago hada unos ruidos muy raros. Tambien vivia en la Ciudad universitaria.

Volvimos juntos en el hastio de la tarde, andando por las calles vaclas. No

decia nada, mi compariero. Andaba deprisa, nerviosamente. Con las manos en

los bolsillos, el cuello de la chaqueta alzado para seguir conservando una lige-

ra impresi6n de calor. El calor es el ultimo bienestar de los Don Nadie.

Delgado como estaba, las piernas largas como palos y los hom bros que Ileva-

ba permanentemente alzados le daban aspecto de zancudo viejo y sombrio.

Nos separamos en silencio, en algtin lugar del parque cubierto ya por la

noche. Ceremoniosamente, nos estrechamos la mano. De buena gana nos

habriamos vuelto a ver, seguro. En lo que a la com pania se referia, ni el ni yo

teniamos gran cosa que perder, pero bien sabfamos que los otros, incluso sin

quererlo, siempre cuestan caro.

Es que la amistad com e. Tiene exigencias, al igual que los seres. Hay que

mantenerla, alimentarla, regarla. Si no, se reseca y revienta, marchita como

una planta. Entonces, sin decir nada, mi casi amigo y yo, instintivamente,

optamos por la prudencia y el ahorro. Nos quedamos atontados, como a la ori-

Ila uno del otro. En el umbral. No podfamos permitirnos volver a casa. Asi

que, nos alejamos en la noche.

que hacerlo todo... Todo, salvo el registro. Apuntar a los nuevos clientes.

hacerles rellenar una ficha y entregarles la have de la h abitacion era una tarea

--que digo una tarea, una funcion— de la que yo era, segtin la patrona, com-

pletamente indigno. Era impensable. Yo, tan joven, sin experiencia, cargar

con semejantes responsabilidades. iVamos hombre Ni hablar. Sin haber

pedido nada a nadie, todo el mundo me atribula, de entrada, esas megaloma-

nas pretensiones. Y se ponian a explicarme interminablemente por que era

totalmente imposible. Todos de acuerdo en este punto. Todos La jefa, la

recepcionista y el senor Paul, que se estaba haciendo viejo y al que yo ayu-

daba. Lo más extraho es que despues de unos dias, efectivamente y a mi

pesar, se me empezaban a it los ojos hacia la gloria de las fichas y el poder

de las Ilaves. Lo propio del deseo hum ano, decia Hegel, es estar mediatizado

por otros deseos humanos. E n otros terminos, los hombres solo desean, al fin

y al cabo, lo que desean los otros homb res y eso, precisamente porque estos

lo desean. Tristeza...

De los tres, contando a la dudia y la recepc ionista, el senor Paul era con

muc ho el más amable. Treinta y cinco ahos en la casa, como h e gustaba recor-

dar. El senor Paul era casi perfectamente esferico. Gordo, lampino y rosa c omo

un canOnigo. 0 un c erdo. Sudaba abundantemente a todas horas y con cual-

quier tiempo. Jadeaba enormemente con todo su ser. Cada escalera, cada esca-

Ion, la bolsa más insignificante se convertia para el en una experiencia muy

aventurada. Luchas desesperadas de las que, contra todo pron6stico, siempre

le vi salir vencedor, pero cada vez un poco más sofocado, un poco más colo-

rado, un poco más inundado. Creo que se estaba muriendo el senor Paul. A

nuestro lado, en silencio y ante el abandono general. En todo el medio de nues-

tra despreocupacion.

El senor Paul tenia un uniforme. Un verdadero uniforme de portero con

llavecitas simbolicas y c ruzadas enganchadas en el relies de la chaqueta. Esas

llaves eran su honor. Su grado. Su legion. Estaba inmensam ente orgulloso de

ellas. Y habia que verle quitarselo, su uniforme, alisarlo con la mano y colo-

carlo con reverencia en su percha, cuando nos cambiabamos 61 y yo en el

fondo de un sotano gris de polvo donde estaban nuestros armarios. Armarios

metalicos, como debe ser, y bien hundidos. iAh, el enves del lujo Las coci-

nas, los cuartos de las criadas, los vestuarios del personal subalterno... Merece

la pena ver los bastidores de los palacios. iQue Op era iQue frusleria

En todo caso, ver al senor Paul sobando su traje, con tanto respeto y emo-

CiOn, era para devolverle a u no la fe. Y adem as, tenia el sentido de los valores

y de la jerarquia social. Cuando se enter6 de que era estudiante —nos haciamos

algunos confidencias en nuestro sotano de ratas— tuvo com o una leve sonrisa

triste. «Ah, entonces no se quedard mucho tiempo. Un trabajo asi no es para

ustak. Se vela que estaba un poco dec epcionado, porqu e yo todavia no era el

bueno, el esperado, el hijo. Aquel al que transm itiria todo su trabajo y que he

104

05

sucederia en la Casa y en el orden inmutable de las cosas. No, yo, no hada más

que pasar. Estaba marcado por los dioses, para otro destino o bien para uno

más alto. Un dia u otro, iba a terminar por convertirme, inexorablemente, en

demas. Sus caprichos. Sus pequerias manias. Ah, pero es que uno se deja it

enseguida. A introducirse en el otro. Su mundo y sus pequefias necesidades...

Abnegacion. Renunc ia. Silencio de las ambiciones propias. Masoquismo san-

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cliente. Eso es lo que p ensaba el senor Paul. Pero a p esar de su ligera tristeza,

vi que de todas formas estaba contento por m i, el que vivia solo y solamente

para servir.

ez sea eso un canto? LQuien sabe?

En fin, yo que no era nada en absoluto, no tenia más que un trajecillo muy

negro. Medio maitre de hotel, medio enterrador y que me apretaba demasiado

los genitales. Embalsamador priapic°, eso es lo que parecia. Favorecedor en

suma, desde ese punto de vista un tanto particular. Nunca se sabe. Siempre

podia servir. Pero no sirvio... Si que hubo de vez en cuando algunas elegan-

tes... Pero muy lejanas y desdefiosas. Y veloces. Y absortas extremadamente.

Los hoteles son esos lugares en los que sopla el espiritu. En este caso, el del

trasero. Se copu la enormemente. De verdad o supuestamente. Este supu esta-

mente basta cumplidamente para alimentar todas las imaginaciones. Nos con-

tamos por la mariana, entre criados, los pequelios chismorreos de las alcobas.

En torno al primer cafe, el portero de noche se pone a dar su informe detalla-

do. La 17 en la que hay una tia ruidosa y a la que se oia hacia las tres, os lo

digo yo, hasta en el hall. El sueco de la 31 que, borracho hasta el delirio, gri-

taba todo desnudo a cuatro patas delante de la 52, donde una americana cin-

cuentona y tetanizada se quedaba completamente muda y enclaustrada. El

cliente de la 24 que, a los setenta ailos cum plidos, no habia vuelto en toda la

noche, una vez más. A su edad... Y su mujer que intentaba hablar con el por

telefono cada c uarto de hora, y que queria que llamaramos a los hospitales...

Todo este ambiente irritante, este prurito erotic°, hace sonar enormem en-

te al personal subalterno. En cierto sentido, debe de gustarles creer que los

ricos follan más que ellos. Constituye para ellos como un pequefio capital de

esperanza a pesar de todo. Por si acaso...

Conoci en el hotel la alegria humillante y turbia de servir. M e vino sua-

vemente. Primero como una broma. Servia «en la sala» en el momento del

desayuno. Secretamente, me entretenia pensando en el camarero de Sartre. El

que juega a ser lo que cree ser la caricatura de lo que deberia ser y, por eso

mism o, se convierte en ello. Se es leido o no se es. Yo, de las tres lecturas que

tengo, como afirmaba Cy rano, debo decir que saco aprovecho. No deja de ser

un refug io insignificante. Pero con todo, cuando se cierran los ojos, le ayuda

a uno a creerse un poco en otra parte...

Asi, hada de camarero, con mi trajecillo grotesco e indecente. Primero

me divertia. Tieso, atento. Extremadam ente atento. Mirar a todas partes, siem-

pre. Y adelantarse a cualquier deseo. Incluso antes de la petici6n. De lo más

fino. La mantequilla, ihala i,Un poco más de cafe? i,Todo bien? i,Mermelada?

i,Seriora?1,Sefior? Atento, sin intrusion. A mable, sin familiaridad. Discreto, sin

frialdad.

Pronto me di cuenta de que se trataba de un juego peligroso. Primero, uno

se acostumbra, luego, se complace en 61. Llevado por los placeres de los

turron. Dejar

xtasis -- de existir. De desear. De querer. Suprema volup-

tuosidad. Schopenhauer ;Por fin

Me atormentaba un a preocupacion: la de gastar solo lo minimo para tra-

bajar. Transporte, com idas, lavado y planchado de camisa... Gastos inevita-

bles. Trabajar, tambien, cuesta dinero. Esa realidad me resultaba insoportable.

Dinero dos veces malgastado, que habia que deducir de mi salario.

Comprendia los combater sindicales mas absurdos. Los más bizantinos. La

negociacion de un minuto de trabajo menos. La limp ieza de la ropa. El precio

del jab& para lavarse la suciedad de los trabajos de la fabrica. Esa calderilla

es el precio de la sangre y de la humillaciOn.

Pronto por la mariana, hac ia las seis, las siete, bajaba los C ampos-Eliseos.

A esas horas tem pranas, se encuentran monedas en las aceras, olvidadas de las

fiestas de la noche, caidas de los bolsillos bien llenos, distraidos y negligen-

tes. Sobras del placer. Caminaba en esos amaneceres, con la c abeza inclinada,

escrutando las piedras. Dos o tres francos. Revancha. Era un p oco la vida con-

tra la muerte...

En esa epoca, albergaba dentro de mi una colera como un fuego solapa-

do. Una violencia toda preparada, con casco desde su nacimiento como

Atenea, que esperaba el incidente, buscaba la ocasion. Una rabia contra el

mundo. U n odio callado, formidable y sin objeto...

Un dia, es una mu jer que se esta imp acientando y golpea en la puerta de

la cabina telefonica en la que estoy. Golpea en el cristal. Una vez. Dos vec es...

Salgo de un salto, ciego de rabia. La cojo por el cuello y levanto la mano sobre

ella. Me contengo,

in extremis,

de acabar el gesto. Se aleja horrorizada, tam -

baleandose. Reanudo mi conv ersacion riendome con risa insana.

Otra vez, una amiga m ia estaba preparandome algo de corner. Habia, en

esa casa de la Ciudad universitaria, dos placas electricas, por piso. En prin-

cipio, estaba prohibido cocinar en las habitaciones por los riesgos de incen-

dio, esa plaga de los alojamientos comunes. Dos placas para unas cincuenta

personas, no era mucho. Habia que esperar la vez. Estalla una disputa entre

mi amiga y un residente que habia puesto una cazuela en lugar de la suya.

Se altera y la insulta. Salgo de la habitacion. Comete el error de empujarme.

Era darme asi un enorm e placer. Le pegue con deleite ... Pero tuve que vivir

como v ecino suyo todavia dos afios más. Se vengO com o pudo, escupiendo

sistematicamente en mi puerta. Al principio, lo limpiaba. Luego ya, lo

deje... Dos arios de baba y de mocos se acumularon en la madera en largos

regueros palidos y brillantes como los de las babosas. Era tan lam entable que

resultaba c 6mico.

Podria seguir. Para que... Las hum illaciones de la pobreza. Las estreche

-

ces de la vida, el ah ogo, vender mi qu eridos libros a precios ridiculos, todo eso

me volvia m alo. Furioso. Y u n poco loco...

106

07

Fue en la Casa de los Paises Bajos donde alcance una especie de paro-

xismo de la disminuciOn. Al volver tras unos dias de ausencia, resulta que la

have ya no entra en la cerradura de mi cuarto. i,Me habre equivocado? i,De

En este periodo dificil, lo que me salvo fue andar. Andar durante horas.

Dias. Noches. Andar solo y deprisa. En el sudor y el agotamiento. Hasta que

me temblaran los mOsculos de los muslos. Andar como un loco. Como un

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habitacioli : zDe piso? Dudo un momento. Pero no, estoy en el lugar correcto.

Voy a secretaria. La administradora, maestra triunfante, me anuncia que

mi expulsion se decidio esa misma mariana. Habian guardado mis cosas en el

sOtano. Mi habitaciOn, c on una cerradura nueva, y a habia sido alquilada a otra

persona. iEs cierto que Ilevo veinticuatro horas de retraso en el pago del

alquiler

De repente, me he convertido en un sin-techo. Ahi esta barrida con un

relies de la mano burocratica mi microscopica existencia, mi fragil

No siento más que una especie de sensacion de filo que se extiende en mi,

como una hemorragia. La administradora, por su parte, larga cosas un poco

malevolas, tontas y bienpensantes. Cantinelas de circunstancia.

Responsabilidad... Respeto del reglamento... Si todo el mundo hiciera lo

mismo... Espera, espera excusas, peticiones. j,Suplicas tal vez? iRevienta

Ya no escuch o las palabras, pero oigo la milsica. Mi pensamiento esta en

otra parte. El mareo se apodera de mi y m e zumban los oidos. Una sonrisa dis-

tante se extravia por mis labios. Mi mirada vaga p or las paredes del despacho.

Carteles de los Paises Bajos. Molinos. Tu lipanes. Zuecos. Y lim pieza en todas

partes. Limpieza fanatica. Militante. Luterana.

«i_Le da igual?» pregunta, irritada sin duda por m i reserva cortes. Mi lige-

ra ausencia.

Hago con la m ano un pequeflo gesto cansado.

«Sub specie aeternitatip>,

digo encogiendome de hombros. «Spinoza. Utrecht. Que no esta muy lejos de

su casa... Lea a Spinoza. No se entiende nada sin Spinoza...».

Amaneramiento, es cierto. Pero despues de todo, el esteticismo despecti-

vo ofrece tambien la posibilidad de una especie de elegancia postrera.

Spinoza Inquietud e incomprension se mezclan en la mirada de la

administradora. Ante su turbacion, sonrio cada vez más francamente. Un

poco asustada, llama a la portera. Procesion seria y sigilosa, bajamos los tres

al sotano, como para recogernos sobre lo que poseo. Mi difunta hacienda ahi

almacenada.

Aqui estan mis cosas. Algo de ropa, u nos libros. Intactos, pero tirados por

el suelo, en la penumbra de este s6tano inmenso. M e pongo en cuc lillas y con-

templo este hum ilde desastre. Objetos abandonados y vacios, como los de los

muertos. Me quedo un momento ante esta desolacion y me cuesta creer que es

la mia. Nadie habla. Cuando vuelvo a levantar la cabeza, estoy tranquilo.

Apaciguado. Feliz, incluso. Ligero. Inmenso descubrimiento: al cabo de la

desesperaci6n, no hay nada. Definitivamente nada. Y esa nada, esa nada es

libertad. Principio de nirvana.

Cogi algunos libros. Deje el restos como desperdicios. Tenia prisa por

salir de repente. Necesitaba respirar otro aire. Me fu i sin una palabra. E l silen-

cio es un arma blanca.

bruto. Como un animal. Foliar Paris. Con los pies, con las piernas y con todo

el cuerpo.

Ah, si que m e hunch entero en esta porqueria de ciudad. Las callejuelas.

Los rincones más oscuros. Despues de tres o cuatro horas, ya no se esta del

todo de pie, se esta casi a caballo. A caballo sobre uno mismo. Para llevarse

más lejos. Más lejos todavla. A galope. A pesar de uno mismo. Contra uric

mismo. Y venga Dale Viejo penco La fusta es demasiado suave cuando

hace existir...

Explore asi toda una gramatica del ser y del espacio. Descub ri ahi el anti-

doto para el ahogo. Aprendi del ruido de mis pasos sobre los adoquines el dia-

lecto menor de la libertad.

Y luego estan las p erspectivas. Esta esa linea recta tan satisfactoria que

va desde l'Etoile hasta el vientre del Louvre. Cogerla, es ya como ensartar la

ciudad.

Y el Sena. Y las islas que parten el rio. Bajo sus puentes htim edos, cerca

de Notre-Dame, vuelan murcielagos ataxicos. «De alas timidas», decia

Baudelaire. Enternecedores, atareados, ironicos en el c otorreo del Barrio Lati-

no. Iba a saludarles.

Y el cielo... Lo vemos poco, el cielo. Y mal. Nos cegamos del cielo con

nuestros sucios reflejos. La ciudad es una injuria al cielo. La altura de los edi-

ficios oculta casi su totalidad y m ata el horizonte. La civilizacion nos amputa

del cielo. Y niega el universo. Sin embargo, al seguir a lo largo del Sena, hay

hacia lo alto como una escapada del espacio. Una Ilamada ascensional. Se y e

Casiopea. La Osa Mayor tambien, más vagamente. La debil polar, pocas

veces. El Norte se p ierde en los reflejos de los paneles publicitarios y los faros

de los coches. Sin embargo, ahi estan los planetas. Solo los más visibles.

Venus. M arte. JUpiter. Soriaba con sextantes y lineas de horizonte. Ah , era a

lo largo de las orillas toda una pequeria navegacion. Muy secreta y solo mia.

Leer el cielo, es no estar ya del todo perdido. Es el principio de otra parte. El

guirio de algo que esa mucho más lejos...

108

09

Bajo presion

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Paul M., 32 anos, vivfa en Nanterre desde hada diez meses cuando me

encontre con el por primera vez. Era alto, delgado y tenla el pelo largo. Le fal-

taban varios dientes. Se arrastraba al andar, como un viejo, y emanaba de su

persona un indefinible sentimiento de desesperaci6n, de vaga suciedad y de

abandono de si m ismo. Su relativa juventud, su regularidad en el trabajo, su

funcionamiento aparentemente normal, su deseo explicit° de qarreglarselas»,

habla m ovido a los trabajadores sociales a proponerle que abandonara el cen-

tro de acogida para entrar en el Centro de alojam iento y de reinsercion social

(CHRS)'.

Poco antes de su entrada en el CHR S, Paul se romp i6 el tobillo al caerse

cuando habfa tornado una mezcla de alcohol y de medicinas. Más tarde me

dird que no tiene omotivaciOn para el exterior». Su accidente le permiti6 que-

darse en el centro de acogida. Fue entonces cuando reaparecieron comporta-

mientos politoxicom anos varios: largas fases de alcoholizacion acompatiadas

de tomas de m edicamentos ansiollticos (Tranxilium), somnIferos (Rohipnol) o

a base de codefna (Codeisan, Bexol). Productos que es fad' conseguir clan-

destinamente entre una pob laciOn tan fuertemente medicalizada como la de

Nanterre.

Es sintomatico que Paul, que se com para en el texto citado más adelante

con una oolla expres» y que explica que esta cogido en una logica ciclica de

aumento de presiones internas seguidas de explosiones, escoja productos que

inducen en el un estado sin vigor en el que la tension subyacente es menos per-

ceptible por la conciencia.

Hice un seguimiento a Paul en psicoterapia, a raz6n de dos entrevistas

semanales durante tres meses, hasta que se fue a prov incias a un hogar de post-

cura para toxicomanos.

El docum ento siguiente esta com puesto por extractos de cinco sesiones

que tuvieron lugar durante el segundo m es de nuestros encuentros. Tras los dos

primeros, titulados «Superdotado» y «Castillos en el aire», Paul intento suici-

darse por flebotom fa. Se leera el relato mas adelante.

Los extractos de las tres sesiones giran esencialmente, en torno a este acto

y las preguntas que suscita.

Si la cronologla precisa de los acontecimientos de la vida de Paul es c liff-

cil de establecer, queda sin embargo fuera de duda que esta viene marcada por

numerosos intentos de suicidio, «ataques de locura», vagabundeos, hospitali-

111

zaciones psiquiatricas y accidentes corporales varios. Paul esta cerca de la ver-

tiente psiquidtrica de la poblacion de los indigentes.

Eso significa tambien que es un viejo asiduo de los intercambios, apues-

»0 entonces es más bien algo en la adolescencia. Porque cuando era nifio,

no hay nada que me lleve a pensar que era desgraciado. No, ha tenido que

haber algo en el period() de la adolescencia... Tuv o que pasar algo. Tendre que

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tas y formu las estereotipadas, del campo p siquiatrico y de su vulgata. Sabe lo

que hay qu e decir. A este respecto, sus declaraciones relativas a sus dificulta-

des adolescentes, su necesidad de auto-castigo, su empleo de la metafora del

suicidio como llamada de auxilio, hay que tomarlas a pesar de todo —sin que

sean del todo falsas— con cierta distancia crftica.

Una de las dificultades ligadas a esos enfermos con recorridos psiquidtri-

cos existenciales (iba a escribir «profesionales», hasta tal punto estamos cerca

de verdaderas «carreras») radica en que ya no presentan al exterior más que

una especie de falso

self,

experto en el psitacismo psiquidtrico. Todo ocurre

entonces como si el enfermo que habia delante de nosotros no fuera ya más

que una especie de ventrflocuo repitiendo un texto vado desde hace mucho.

«Yo» esta en otra p arte...

No es esta obra lugar para una discusion tecnica en profundidad de esta

historia de un caso, desde el punto de vista psicopatologico; por eso se han

escogido los fragmentos de tal manera que podam os acercarnos lo más p osi-

ble a un relato casi lineal (acompafiado de mis comentarios al lector).

Sin embargo, si las palabras han sido pronun ciadas por Paul, la puesta en

forma de la redaccion a que han sido sometidas presenta el grave inconve-

niente de conferirles una apariencia de coherencia y de elaboracion de pensa-

miento, desgraciadamente, muy por encima de la realidad. Las palabras sf que

han sido dichas, pero disyuntas, rotas, como p iezas de un puzzle dispersado en

el desorden de un pensamiento turbado, nublado por los toxicos que Paul co n-

sumfa de manera constante y masiva. Asimismo, no queda casi nada de las

confusiones de tiempo, de espacio y de roles que caracterizaban el funciona-

miento de Paul: citas fallidas, errores sobre los dfas, las horas, las personas,

etc. Asf, me preguntO, tras una decena de entrevistas, si yo era el asistente

social... Esas distorsiones normalizadoras son el precio inevitable que hay qu e

pagar por la legibilidad y la inteligibilidad del texto que sigue.

1.

Superdotado

«Esta mafiana he fumado h achfs. No tengo ganas de hablar. Es raro que

yo hable. 0 bueno, no soy y o quien habia, es mi ego. De lo que me doy cuen-

ta es de que cuando estoy en mi ego, soy consciente de ello, es un poco más

abierto que si no tomara nada. Ahora se,cierra solo, me impide... Es raro que

haga eso, efectos asf.

»Habfa un psiquiatra... Me decfa siempre: "Puede remontarse a su infan-

cia y todo eso". Pero le dije: "Yo nunca he sido desgraciado, o a lo mejor es

falta de amor, es posible". Aunque, soy el más pequeflo, asf que siempre me

han mim ado un poco más que a mis hermanos y m is hermanas.

contactor con m is padres para encontrar lo que no cuadra. Yo solo...

»De nifio, me acuerdo de que no m e trataron mal ni... falta de afecto. Al

contrario. Asf que la cosa no viene de mi infancia, creo más bien en m i ado-

lescencia. Me fui de casa de m is padres a los 22 aflos. Ya que hay padres que

se quedan con su hijo hasta los 25-26 aflos. Yo me fui bastante pronto. Los hay

que se fueron antes de su casa. Se han encontrado solos en la calle, pero solos,

sin necesitar ayuda de sus padres...

»Tal vez hay a algun pequefio com plejo de inferioridad con relacion a mis

otros compafleros, o algo asf. Eso tambien puede influir. No se. Digo "inferio-

ridad", podrfa haber dicho otra cosa. Bueno, soy un sentimental. No soy el

tfpico tfo que sale con una chica quince dfas. Despedirla, y encontrar otra. No,

tiene que pasar algo de verdad, sin lo cu al creo que no vale la pena... Son ato-

mos ganch udos. Tiene que pasar una corriente, si no, no funciona.

»Esta necesidad de sentimiento esta siempre en relacion con la timidez,

seguro. Puede incluso reforzarla y solo p uede reforzarla, creo, no puede hacer

que vay a para atras...

»Es decir que cada vez que he salido con una tfa y que me he enganc ha-

do siempre, pensando que habia algo, un punto comtin entre ella y yo, y en fin

de cuentas, me doy cuenta de que al cabo de cierto tiempo ya no funciona.

Pienso que tengo que it a buscar a otra parte. Dura tal vez un afio, dos, pero

siempre llega un momento en que algo falla . Y solo me doy cuenta despues.

Al fin y al cabo, no conozco a la persona que esta enfrente de mf, creo cono-

cerla, pero en fin de cuentas me doy cuenta de que no, no es posible. Lo que

hay que tener es una confianza mutua, si no se tiene una confianza mutua no

vale la pena intentarlo.

»Es la decepci6n. No en el plano ffsico, sino psicologicamente, seguro

que hay una decepcion. Hay cosas que ya no concuerdan. Que yo le haya ocul-

tado cosas al principio, que ella me haya ocultado cosas al principio. Y ade-

más, despues nos hacemos pequefias concesiones y es entonces cuando se

llega al... 0 nos quedamos juntos o nos separamos. Es cuando nos decimos la

verdad de frente cuando todo estalla. 0 entonces ya no funciona en absoluto.

Y siempre es igual, todos tenemos un pequefio jardfn secreto.

»No es facil com partir su pequefio jardfn secreto. Es necesario que la per-

sona en frente comp renda de verdad. Es algo que nos es propio de v erdad. La

persona que esta en frente, como m ucho com prende, pero nunca podra corn-

prender como nosotros, nosotros lo sentimos.

»Ahora no tengo ganas de dibujar, es curioso. Y sin em bargo, me encan-

ta dibujar. Soy muy bueno. Me absorbe demasiado por el curre, y cuando he

terminado de currar, tengo ganas de quedarme un poco tranquilo, y no hacer

nada, no hacer nada, relajarme, no p ensar. Y para relajarme, empleo el hach fs

o para encontrarme a gu sto de verdad, despues del trabajo.

112

13

»Aunque esta mariana es algo excepcional. Porque el primer dia que volvi

a ocuparme de la contabilidad en lo de la ropa

2

, cuando sail a las cuatro, por

la tarde, send como una especie de malestar. Haber perdido la costumbre de

»Vivi cu atro aiios con ella , en concubinato. Yo habia decidido, por mis

padres y por su m adre, estar en regla, casarnos. Me case en el mes de octubre

del 84 y... No, era el 15 de septiembre del 84, y el 14 de octubre la cosa se

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contar, de mirar nrimeros y todo eso, es una fatiga psiquica. Cuando sali al

pasillo, tuve una especie de vertigo pero ahora ya estoy b ien, pero lo que sien-

to, es un cansancio psiquico, es un cansancio psicologico, mental. Y eso es lo

que me empuja despues de todo a querer relajarme, porque los numeros, los

nrimeros todo el dia...

»Creo que el trabajo burocratico tampoco es excelente, se estresa uno

demasiado, a la fuerza. Y comprendo por que la gente toma tranquilizantes.

Encerrados todo el dia en una oficina, despues tienen que c oger el transporte

publico... Es atroz. Vu elven a su casa, tienen que ocu parse de los crios, de la

comida, y todo. Pero es demasiado, de verdad... Eso ya no es vida. Uno se

convierte en una maquina, una maquina. Durante las vacaciones, es lo mismo,

los crios que lloran y todo lo demas. Ni siquiera son ya vacaciones. Creo qu e

en Francia, no se tiene bastante tiempo de ocio...

»Normalmente, por la mariana, no fumo nunca. Sin embargo, es mejor

porque uno esta en ayunas y todo. Pero en general no fumo por la marina,

sobre todo que ademas iba a trabajar. No mezclo el trabajo y la droga. No va

bien junto. Ya he h echo la experiencia. Esta maiiana es verdaderamente excep-

cional. Una vez nice la prueba. Trabajaba en una empresa, en un almacen.

Pues habia fumado. Y en el trabajo la cosa ya no iba nada bien, no tenia nin-

guna gana de trabajar, pero ninguna. Y eso que cuando cojo un curre, me

empleo a fondo. Creo qu e me exteriorizo en el trabajo a falta de deporte.

»No puedo exteriorizarme más qu e en el trabajo. Si hiciera algrin depor-

te seguro que... Escogeria más bien el deporte que el trabajo. 0 hacer mitad-

mitad. Porque creo... Es decir, a veces, me creo que soy una olla expres. zVe

como fu ncionan las ollas expres? Ya sabe, la tapa hermetica tiene una peque-

ria valvula para que salga un poco de vapor. Yo soy un poco asi, es que enca-

jo, hago girar un poco el botOn... Un poc o el vapor, pero no basta. Asi que un

buen dia, la tapa salta por los aires, y entonces luego, una vez que ya me he

vaciado, vuelvo a cerrar la tapa, vuelvo a cerrar la valvula y vuelta a empezar.

Y asi sucesivamente. Mientras no haya encontrado una manera de exteriori-

zarme suavemente, creo que pasara siempre lo m ismo: el caso de la bom ba. A

lo mejor tambien es eso lo que me em puja a beber, a fumar o a tomar chismes

asi, precisamente para no explotar. Pero de todas formas los necesito para

explotar.

»No me gusta nada lo que es violento. Como la violencia que hay aqui.

No digo la violencia fisica que ocurre aqui, digo la violencia de las personas

que dicen maldades, cosas asi. Me horroriza. Es más humillante tirar un pupal

a alguien hablando que darle un pufietazo en toda la cara. Pero no se, tal vez

haya un prob lema de sociedad. La sociedad la hacemos nosotros, son los vasos

comunicantes... Luego hay una cosa que tampoco he comprendido, es por que

mi mujer se largo asi.

114

acababa de golpe. Cogio todas m is cosas, lo tiro todo al pasillo, directamente.

Me dijo incluso: "No hace falta que vuelvas". Y ahi, de verdad, no compren-

di nada de nada. Y me encontre asi, solo, como un gilipollas, con mis cosas,

sin saber donde ir, nada de nada, en la calle. Estaba en la calle. En la calle y

en paro, porque habia perdido mi curre y todo. Pero es una verdadera expe-

riencia... Es duro asumirlo.

»Lo que no cu adraba es que su madre vivia con nosotros en el piso, que.

Bueno, y ademas y o le habia dicho: "Estamos de acuerdo en que se va a por-

tar bien, y todo, que no se va a m eter para nada". Por eso al principio, la cosa

iba bien, pero luego empezo a hacer observaciones. Era bastante anticuada...

Le dije: "No, no es posible, no es posible vivir en triangulo, eso no se ha visto

nunca". Entonces resulta que a lo mejor estaba muy influida por su madre, no

lo se, aunque estoy casi seguro. Por lo que me dijo su hermana, parece que fue

la madre la que presion6 para que m e echara, que. Pero creo que si no hub ie-

ra venido a vivir con nosotros, la cosa habria funcionado bien. Pero creo que

la madre metio la pata. No pudo set Algo no funciono bien.

»Intento comprender y luego, despues de todo, me doy contra una pared.

Lo m ás sencillo para mi, seria ir a verla y pedirle explicaciones. Pero no tengo

ganas de volver a verla, no se si yo seria violento o no violento. No pu edo adi-

vinar de antemano. Aunque no me gusta la violencia, y ademas estoy seguro

de que no le haria nada de nada. Y algunas v eces, bueno, si que m e pasa, es

cuando tengo un mom ento de desanimo, si no, me esfuerzo por no pensarlo.

Digo, bueno, estamos separados, estamos separados, despues de todo, quizas

este mejor asi.

»Hace tres arios que no la he visto. Segtin m e entere, se que habia pedi-

do el divorcio, puesto que tenia una convocatoria del Palacio de justicia para

la conciliacion. Y no me presente, asi que se habil hecho automaticamente.

Aunque cuando fu i a pedir una partida de nacimiento —lo apuntan, apuntan si

estas casado o divorciado— y ahi no habia nada apuntado. A si que no se si se

ha pronunciado el divorcio o no. Y de todas formas, ya no se si sigue vivien-

do donde estaba antes, y su nrimero de telefono, ya no me acuerdo, asi que...

Y si es para desplazarme p ara nada de nada, prefiero no ir...

»Tuve un educador. Iba dos o tres veces por semana. A cada v ez me hada

repetir siempre lo m ismo. Yo, le decia cada vez: "Pues vera, me encuentro en

una barca, tengo un solo remo y remo siempre de un lado. 0 sea que doy vuel-

tas en circulo sin poder encon trar la direccion adecuada". A fu erza de repetir

siempre lo mism o, empezaba de verdad a... Era com o si estuviera cogido en

un torbellino, no acababa nunca de decir siempre las mismas cosas, de macha-

car siempre lo mismo sin encontrar la pequeria falla, la pequeria entrada nece-

saria para conseguir salir. Y eso no conseguia encontrarlo, y por eso lo deje,

porque era demasiado largo y la cosa no funcionaba. No c onseguiamos encon-

115

trar que era lo que no funcionaba. Le conte mi vida desde que era bebe, y

nunca lo encontramos. Lo que estaria bien, lo que seria realmente positivo,

seria hacer esto por hipnotismo, porque con el hipnotismo, el cerebro queda

invalidar el discurso que va a seguir (pues, despues de todo, i,quien habla

entonces?), la sesion se organiza en torno a dos hilos rojos esenc iales para la

problematica de Paul: la cuestion de la abertura/cierre del sujeto y la de su vio-

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libre de toda voluntad, y asi se encuentra en estado de responder a ciertas pre-

guntas sepultadas en lo m ás profundo de nosotros mismos.

»Solo la hipnosis podra solucionar el problema. Aunque teniendo un

pacientesuperdotado, de todas formas...

»La hipnosis es cOM6iftra

e-

STTecie de relajacion. Es una relajacion del

cerebro. Ya he tenido sesiones de relajacion y he hecho mandar un v iaje astral.

Me asusto. Me asusto de verdad.

»El viaje astral, es cuando sentf mi espiritu por encima de mi cuerpo

ffsi-

co y marcharse. Ahi, tuve aprensi6n. Me preguntaba que me pasaba. Hace una

impresion rara. Sentir tu cuerpo en el suelo y tu... por encima y marchar en

una direcci6n tipo cosmos, es una cosa bastante loca. Y eso he conseguido

hacerlo una vez, porque di con la primera ch ica con la que sail. Su madre hada

yoga, iba a menudo a la India. Y en Francia, era profesora. Y un dia, asi, me

propuso hacer una sesion de relajamiento y luego a fuerza de hacer sesiones

de relajamiento, me fui. Me fui de verdad. Y me asusto. Y lo consegui dos

veces. Me dijo que era muy, muy dificil hacer un viaje astral. Hay que estar

verdaderamente relajado, incluso en la cabeza, no es facil. No es tan sencillo.

Y ademas, tenia una actitud un poco mistica. En su casa, por decirlo asi, no

habla muebles, habla muchos cojines, chismes... Habia una atmOsfera, incien-

so. Era un verdadero descanso entrar en su casa. Y una vez, me dio un masa-

je en una postura muy complicada y todo. M e distendiO todos los miisculos e

incluso, a pesar de la postura en que estaba en una postura incomoda, expues-

to a que me diera un dolor de cintura, yo querla quedarme en el suelo y que-

darme alli, hasta tal punto habla conseguido relajarme.

»Estaba siempre tranquila, siempre, siempre. Todo lo que hada era verda-

deramente serenidad en ella. Parecla que entraba en un tem plo, en una iglesia.

»Luego, la relajacion tampoco es tan facil hacerla aqui, porque de todas

formas hace falta un clima de calma alrededor. No se puede hacer relajacion

en Nanterre. Yo veo en la habitation hos que pasan, y todo eso. Entonces la

relajacion ahi metido... No, por lo menos hay que encontrar un sitio tranqui-

lo. No necesariamente donde no hay ruido, porque la relajacion, a pesar de

todo, tambien se puede hacer con ruido. Una vez, hice relajacion con dos des-

pertadores a cada lado de los oidos y no ola más que el tic-tat, y a fuerza de

tic-tat, ya no lo of en absoluto, para nada. Estaba verdaderamente... Y luego

cuando uno se despierta esta tan relajado que se tiene sensacion de frio, por-

que los mtisculos han estado com pletamente inertes. Se nota una sensaciOn de

frio. Hay que ponerse un jersey o envolverse con una manta hasta tal punto

uno estaba... Ningtin sonido. Ninguna imagen»,

Despues de la entrada en materia clasica del toxicomano que anuncia de

buenas a primeras que esta bajo la influencia de los productos para, de paso,

lencia contenida o explosiva.

Lo que se pone en escena, es primero la decepci6n ineluctable, la impo-

sibilidad de salir de si mismo para fu sionarse con el otro. A Paul le «decep-

cionan» tanto los terapeutas como las chicas, y finalmente es devuelto a la

soledad de su «jardin secreto». Somo ex teriorizarse?

De hecho, la cosa solo es posible con una explosion. Y surge entonces

la metafora identificatoria con la olla expres. Una olla expres con valvula

rota y que no p uede descargarse más que explotando. Paul es una bom ba en

potencia.

Sin embargo, no le gusts la violencia y esta asociacion le lleva a recordar

a su mujer que «rompio». Ruptura que queda para Paul, y ello a pesar del

recuerdo de la suegra, esencialmente misteriosa. No obstante, se puede pensar

que, probablem ente, la violencia no ha sido ajena a esta ruptura.

Viene ahora, con la problematica homosexual («la pequeila falla, la

pequena entrada» por la cual podria colarse el terapeuta), el fantasma de la

hipnosis como violencia que se hace al sujeto pasivo para permitirle (o for-

zarle) a hablar a su pesar. Ello va acompanado d e la idea de ser un osuperdo-

tado» y de la fuga megalomana del viaje astral. Apertura cosmica que, para

terminar, desvela su naturaleza parad6jica: «Ningun sonido. Ninguna ima-

gen». Calle* sin salida...

2.

Castillos en el aire

«Esta maiiana he fumado. No m e encuentro en mi estado normal. Es solo

para animarme un poco. Aqui hay otros que tambien fuman. Es lo mismo que

beber. Ellos tambien tienen problemas. Son de mi edad. Tienen treinta aftos.

Son unos que ya lo han probado antes. Debemos de ser siete, ocho. Estamos

entre nosotros. Un mundo aparte. No nos mezclamos. De todas formas, no

podemos m ezclamos.

Rasa lo mismo con el alcohol. Es totalmente diferente. Los hay que tie-

nen el alcohol agresivo. Otros, no agresivo. Estamos en nuestro pequefio

ambiente. Cada cual tiene su cosa. El alcohol no es lo mismo. Cada uno lo

suyo, vaya.

»El alcoholic° bebe vino, porque encontro esta desviaciOn para no pen-

sar demasiado. Nosotros, hemos encontrado otra desviaciOn, para no pensar

demasiado en nosotros mism os. Todos los sentidos estan despiertos... Bueno,

seguro que pensamos, pero... Vo y a conseguir perder el hilo de lo que

»El alcohol no es lo mismo. No es lo m ismo el alcohol. Nos quedamos

entre nosotros porque nos encontramos bien juntos. El alcoholic° no es

,

lo

mismo. N o creo que un alcohOlico se entienda bien con nosotros. El alcoholi-

116

17

co, si tiene mal beber, no se va a entender con nosotros. Nosotros, como no

somos malos, no somos agresivos. Y creo que no podemos ser agresivos.

»Bueno, no hablo mucho porque estoy en un pequeno mundo. Pero si

fuera hostil, seguro que no dejaria de hablar.

»El alcohol, me permitio desengancharme de ese chisme, y ahora ya no

tomo. Bueno aparte del Bexol de la otra vez, pero el Bexol, rambler' lo deje.

Y luego me puse otra vez a fumar porque no se... No debo de estar bien.

»Sin embargo, cuando fui a Espana, era todas las noches, todas las

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»No paro de fumar. Cu ando ya no tenga, pues se acabo. De todas formas,

ya le he avisado. Era el ultimo. L uego lo dejo.

»Ni siquiera me acordaba de que era hoy. No tiene nada que ver con la

entrevista. No, no. Ni siquiera lo pensaba. Creia que era la semana que viene.

Y luego, me pregunte si no era hoy. No, no tiene nada que ver. No seria... No

sena correcto.

»No estoy en m i estado normal. Adernas, tampoco tengo m uchas ganas

de hablar...

»No m e han vuelto a dejar salir por la noche. Tengo que ir a v er a la seno-

ra Lucien, la vigilanta. No se lo que habra decidido. Ya vere. Si me cu enta las

mismas gilipolleces que me cont6 la otra vez, bueno. De todas formas, todos

estan al corriente de mi situation, asi que, ya saben que bebo. Porque incluso

habian traido un informe a la senora directora. Parece que no tenian que impe-

dirme dibujar, y esto, y aquello... Pero el dibujo,

niet.

Estoy bloqueado del

todo. Intente dibujar anoche, imposible. No conseguia dibujar. Imposible. No

consigo concentrarme en nada...

»Estuve un tiempo en Sainte-Anne. Era en pleno invierno, habia hielo.

Supuestamente, me habia dado un golpe. Unas personas habian llamado a la

policia y llegue al Hotel-Dieu. Estaba bien, y luego de repente, lo he roto todo.

Entonces vinieron los polis, me pusieron las esposas. Y luego, estuve en

Sainte-Anne. Alli es una locura... Una v ez, estuve diez dias aislado. Hard seis

o siete afros. No tenia ningtin derecho a salir de la celda. Nada de nada. Un col-

chOn en el suelo y un lavabo, y se acabO . Diez dias alli metido... pffff... Habia

hecho eso porque queria parar de tomar Codeisan. Al salir, la primera farma-

cia que vi... Hala... No habia servido de nada.

»Luego estuve tam bien en otro hospital en Saint-Denis pero alli se estaba

bien: con una h abitacion, tenia la tele, lo tenia todo, todo, todo. Y ademas los edu -

cadores me habian dicho: "Bu eno, vendremos a verte todos los dias". Y eso caia

en fin de semana, y n o les vi durante todo el fin de semana y no les vi el lunes.

Me dije: "No es posible, no puedo quedarme asi" Y ademas desde la ventana, vela

la farmacia, más lejos. Era tentador. Me vesti, bale, fui a la farmacia. E llos esta-

ban escondidos para ver corm me sentia y todo. Me observaban de lejos, que.

»Me dejaron ir a la farmacia. Despues volvi a subir a la habitacion.

Estaban los tres tambien. El otro me dice: "Bueno, Paul, coge tus cosas". Se

habia jodido todo. Ahi, luego si que lo senti. Bueno, claro. Ademas, cuando

volvi a subir a la habitaci6n, ni siquiera lo habia tocado. Les decia: "Tengan,

aqui esta. Se pueden quedar con ello. C6janlo". i Vay a fracaso ibing

»Y lo deje del todo hace dos ailos, porque me encontre en la calle. Me

encontre fuera, y pense que más valia sentar la cabeza que tomar esas gilipo-

lleces. Asi es com o m e desacostumbre y lo sustitui por el alcohol.

118

noches. Porque incluso solo con pedir, se llegaba a corner y beber, lo demas

era para comprar, bueno, hachis. Y todas las noches lo consegufamos, hasta

podriamos haber ido a un restaurante y a dormir al hotel. Sin embargo,

algunos dias lo pase fatal, los dias que no com iamos. Una v ez, me acuerdo,

teniamos dinero, nos paramos en un pueblo y bueno, imposible conseguir

comida, nada, nada, imposible encontrar ningun sitio para dormir y todo,

ahl. Ni café. Era duro, sobre todo que nos habiamos arreado por los menos

cuarenta kilOmetros. Pensar que habia una tienda de comestibles, pero que

no querian despacharnos. No querian extranjeros, no los querian en el pue-

blo. La panaderia hada el pan justo para los del pueblo, pero para las per-

sonas de fuera, imposible.

»Pero no lamento las experiencias que tuve, se aprende mucho. Porque

no pensaba marcharme de verdad a un pais extranjero sin conocer la lengua,

nada de nada. Me fui asi, de repente, sin pensarlo. Me ensetio a conocer a la

gente. Lo que pasa que tampoco es v ida. Me encontre con un trances que hada

la carretera allf, hada cuatro aims que estaba en Esp ana, una temporada vale,

pero luego to entra la nostalgia de to pais. Por eso v olvi yo a F rancia, porque

estaba un poco nostalgic°. Por eso volvi a subir con un trances. Pues si, me

quede seis meses con el, nos entendiamos bien en todos los puntos. H abia una

confianza mutua p orque no es sencillo tratar con alguien asi en la carretera, al

que no se conoce de nada. A lo mejor va bien un d ia, dos dias, una semana, y

luego... Pero con el me quede seis meses.

»Hay recuerdos de Espana. Recuerdos de Espana, muchos, muchos.

muc hos. Me arrepiento un poco de haber vu elto a Francia. Si, pero siempre es

igual, no dura más que un m omento. De todas formas habria vuelto a Francia,

seguro. Aunque, cuando me fui por una decisi6n rapida, y contaba quedarme

en Espana, dos, tres meses y volver a Francia, pero despues de todo me di

cuenta de que... Sin embargo, me gusta, es sentirse libre, no tienes a nadie

detras para... Uno hace lo que le da la gana que, al fin y al cabo. Si u no tiene

ganas de andar veinte kilometros, hace veinte kilOm etros. Si uno tiene ganas

de andar cincuenta kilometros, pues anda cincuenta kilom etros. No hay nadie

para empujarnos, para obligarnos a hacer.

»De todas formas, en el ex terior tenemos cierta libertad. Aqui, libertad no

tenemos. Aqui estamo s obligados a hacer algun trabajillo para poder quedar-

nos. Fuera no, no estamos obligados a dar ningtin curre. Esto es cerrado. Para

salir hace falta una tarjeta. A la entrada nos registran, no es n ormal. Si estu-

vieramos en la sociedad, yo no veo a alguien para salir de la ofiaica, y pasar

con tarjetas para salir. Eso no existiria. Si uno quiere irse un dia, hay que

un permiso. E sta la senora Lucien que me niega mis dos horas de salida para

pedir

ir al restaurante. Eso no es libertad.

119

»La libertad que tuve en Espana y la libertad con relation a Paris, es total-

mente diferente. Es totalmente diferente. En Paris, perm anezco sedentario. El

mismo trafico, que la libertad que he tenido, era la libertad de ir un poco a

cualquier sitio. Habria cerrado los ojos. Lo habria hecho. Me habria ido por

»Adem as, me acabo de despertar, no estoy bien, no estoy bien, no estoy

hien, no estoy bien, no estoy bien...

»Ayer, fui a urgencias para que me pusieran un inyeccion de Tranxilium.

Hacia las 7 de la tarde. Y antes habia pedido dos Tranxilium 50, para descom -

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ahi. No b usque... Solo que en Paris, de todas formas estamos vigilados.

»Una vez, nos pegam os con los polis, acabamos en la cartel en Espana.

Tuvimos que llamar al consulado frances para que nos soltaran. En cuanto

salimos, preguntamos por el consul de Francia para pedirle ayuda. No acept6.

Ah, lo habriamos conseguido con traje, corbata, con tarjeta de credit°, pero

asi, con la mochila, el perro...».

Una vez más, habia fumado antes de la cita. Lo racionaliza: «Para ani-

marme...». No tiene ganas de hablar y entra en la cuesti6n de la agresividad

abordando la negation de la suya. Los agresivos son los alcoholicos, no la

gente como 61, que fuma hachis. Dicho esto, le niegan el derecho a salir y en

el pasado, lo que describe como una crisis clastica le Hey() a opasar una tem-

porada» en el hospital psiquidtrico de Sainte-Anne.

Tambien habla de un fracaso de tura de desintoxicacion. Ademas, se

supone que el alcohol le Hey() a distanciarse de los otros productos (com o si el

alcoholismo no fuera una toxicom ania). Evidentemente, ello se contradice con

el principio de la entrevista...

Termina con la comparaci6n entre la libertad que tenia en Espana y las

obligaciones insoportables de la vida en Nanterre. La diferencia es solo apa-

rente, puesto que su libertad espanola le llevO a la cartel... Calle* sin sali-

da, otra vez.

3.

La explosion

En el intervalo del fin de sem ana, entre las dos citas, Paul intento suici-

darse por flebotomia. Fui a verle m ientras estaba hospitalizado. Me dijo que el

domingo se sentia bien, despues de haber bebido y fumado con unos amigos.

Y luego, durante la cena, se habia sentido caer como en una «sima», se h abia

levantado de la m esa, se habia precipitado a su habitation, y con una cuchilla

de afeitar habia intentado abrirse las venas de las mufiecas. No podia decir

nada del sentido de ese acto. Y se sentia «como un gilipollas».

El relato que me hizo d e ese intento de autolisis y de su genealogia es sor-

prendente por su caracter imp ulsivo y po r la falta de mentalizacion, a la mane-

ra de mu chos com portamientos habituales de esta poblaci6n.

Volv ere a verle unos dias más tarde, para la entrevista que sigue.

«Lo que paso es que la olla expres explot6. Tengo unas ganas... No puede

imaginarselo, tengo unas ganas de ch utarme, pero h asta un punto tal que es el

descenso, ha sido demasiado empinado...

pensar un poco. No me ha hecho absolutamente nada. Nada. Nada...

0( ademas, fume demasiado. Almacene demasiada energia, porque no

me sentia bien, es normal. Alm acene esta energia que estaba a mi alrededor y

es lo que ha... ;ExplotO ..

»Sabe lo que voy a hacer, iuna llamada de socorro Porque de Nanterre

empiezo a estar harto de verdad. Hay dias... Hace un mes, que si que aguan-

to pero hay dias en que ya no c onsigo aguantar, aguantar, aguantar...

»Tengo la impresion de que la cosa no quiere decantarse. Se queda en mi,

y se quedard en mi. Charlando seguro, me sienta bien charlar, pero me doy

cuenta al fin y al cabo de que la cosa no va. Y empiezo a volverme agresivo,

tampoco esta nada bien. El descenso no ha ocumdo asi... Suavemente. Se ha

producido asi, la caida.

[ 'mi ta con la m ano una ca ida brutal] .

»A lo m ejor turd() 24 horas. Pero en este momento no me encuentro nada

a gusto, pero nada, nada, nada...

»Lo que siento es que estoy harto de Nanterre. Pero, en camb io, si algu-

na vez me ech an de aqui... Si me tiro al exterior, seguro que hago una gilipo-

llez, asi que...

»Porque la olla expres, aunque ya haya explotado, siempre me queda algo

dentro. Y eso tampoco me gusta nada. 0 la olla explota y toda la energia que

esta en el interior se va, o explota y de todas form as quedard algo dentro un

poco de. El cirujano me puso veinte dias de detention por los cortes en las

mufiecas. Y creo que no voy a poder aguantar veinte dias sin hacer nada.

Cuando este moralmente m ejor, volvere al trabajo, porque si no veinte dias sin

hacer nada... Voy a estar venga a dar vueltas a esto y a lo otro... Lo que he

hecho, son cosas vuelven.

»Lo que habra que hacer, es algo concreto, pero algo concreto. Pero no

mandarme alli, a Sainte-Anne. Alli ya he cumplido. Si es para encontrarme

con ch alados, gracias...

»0 entonces quieren mandarme a post-cura. Pero creo que las post-turas

son para los grandes toxic6manos. A mi me van a rechazar de entrada. Yo

estoy de acuerdo para prob ar. Estoy verdaderamente de acuerdo para intentar-

lo porque, a partir del jueves, quiero cam biar de aires. Quiero ver otras caras

que han tenido los mismos p roblemas que yo. Ellos si que sabran ayudarme.

Aqui no saben ayu darme. Aqui m e entierran, y lo que ellos piensan es que me

voy a encontrar fuera, y entonces arregleselas como pueda. Usted esta en su

mierda, apailese. Y eso no es nada bu eno.

»Ir a post-cura y no v olver a poner los pies aqui. Es decir, volver a ir

buscar trabajo alli, y no volver a poner los pies en Nanterre. Se acabo.

Nanterre, estoy... Porque ya se lo que me van a hacer cuando me Ileven a

Sainte-Anne. Sainte-Anne, V illejuif y todos los hospitales psiquiatncos por los

120

21

que he pasado... No me ha hecho nunca nada, porque en cuanto salfa, lo pri-

mero que hada, el primer sitio al que iba era una farmacia, y luego olvidarme

de la estancia que habfa pasado en el hospital Nosecuantos allf... Entonces si

esa es la finalidad de la operacion, yo no estoy de acuerdo. Al final tiene que

tar descargarse de sus angustias frente a esos pacientes aparentemente imposi-

bles, con actos que de terapeuticos solo tendran la mascara. Entonces, se diri-

ge al enfermo a otra parte, se conclu ye con la oportunidad repentina de u na

cura de desintoxicacion o de una h ospitalizacion. De hecho. se

deshacen de el.

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haber algo concreto, si al cabo de cuatro, cinco meses, to mandan salir de allf

porque hay gente que parece bien y todo. Si es para llegar a eso, no... Y ade-

más no estoy cansado ffsicamente, estoy cansado psicologicamente. Tengo

caracter suicida...

»Lo que ocurrio la semana pasada es que almacene, pero no pude ver la

olla expres. Lo que paso el domingo, la abrf yo solo la olla expres. Estaba

seguro de que todo eso iba a estallar de todas formas un dfa u otro. Iba a explo-

tar. Bueno, pues lo he hecho yo por mf m ismo. Nadie me quito el tapon, no.

Lo hice yo solo. Porque no me sentfa nada bien, y tenfa que salir la cosa, de

todas todas. Y creo incluso que no salio todo. Alin m e queda un pequeflo ch is-

me que precisamente no puedo... Dado que la presion no es lo suficientemen-

te fuerte.

»En fin, voy a ver a la psiquiatra, y ya se lo que le voy a pedir. Le voy a

pedir que me largue un tratamiento y el tratamiento, ya se lo que hard con el...

Porque como siempre he tenido caracter suicida en este momento, estoy segu-

ro de que m e va a largar unas pfldoras... Y ademas ya no tengo v oluntad.

»Con ese tratamiento, podrfa tomar más de lo necesario y volver a empe-

zar el mismo truco q ue sera otra vez una llamada de au xilio.

»Pero quiero verla pronto, porque si ya no tiene tiempo hasta el viernes,

no le prometo nada de nada. N o le prometo estrictamente nada de nada. Y ade-

más se h an plantado con la hora de la cita. Tenfa que it a verla hoy , han anu-

lado. Eso no se hace. Y ademas estoy mal de verdad. No tienen que decirme

cosas asf. Sabe, tengo la moral comp letamente por los suelos en este mom en-

to. Yo, si no me ayuda nadie a subir otra vez, me voy a hundir, hundir, hundir,

hundir, hasta tocar fondo. Y ahf, luego, van a llamar a Sainte-Anne donde

los... Si es para hacer eso, yo no estoy de acuerdo».

Más alla de la banalidad de presentar

(a posteriori)

su intento de suicidio

como una «Hamada de socorro», un poco porque es preciso, en suma, poder

decir algo de 61, d e lo que se trata es otra vez de la cuestion de la descarga de

la oenergfa», de la agresividad y de la v iolencia.

Se observard de paso, como aflora la problematica anal

3

en el discurso

sobre la olla expres. Es cierto que ha explotado, pero no del todo. Queda

«algo» en el fondo. Y siempre quedard «algo»...

Ante esta nueva imposibilidad, surge el prop6sito habitual y defensivo de

intentar cortocircuitar la dificultad psfquica, trascendiendola con algo «conc re-

to». Algo «concreto» de contenido por lo dernas perfectamente indefinido...

Es en ese momento cuando much6s de los intentos de hacerse cargo de

estos enfermos se interrumpen en seco por pasos al acto colusivos entre

pacientes y terapeutas. En efecto, es bastante tentador para estos tiltimos inten-

122

La entrevista se cierra con una peticion extrem adamente ambiv alente de

consulta psiquidtrica con v istas a conseguir que le receten un tratamiento que

podrfa servir para otro intento de suicidio. Circularidad.

4.

Com o un chiqui l lo

«Ademas estoy cansado, y tengo agujeros de memoria y es...

»A proposito de esta manana, ni siquiera me ac ordaba de que habfa que-

dado con usted. Es de ayer, tenfa que haberme acordado...

»Hal)fa visto a la psiquiatra. Ah, fue m uy m al, muy mal... Me hada pre-

guntas y y o le contestaba: "Pero si tiene usted el historial encima de la mesa,

por que qu iere usted... Adernas, ya lo ha lefdo en el h istorial, ya sabe lo qu e

hay". Y me hada preguntas. Y le dije: "Pero coja el historial, lealo y despues

me hace preguntas". No, no, ella querfa que yo le contara esto, y aquello...

»Ya estoy harto de contar esto y aquello. La conclusion es que me levan-

te y me marche...

»Si pido socorro, es porque en Nanterre la cosa no march a bien. Si hago

una llamada de auxilio en Nanterre, es que hay algo que ya funciona en

Nanterre. No es desde el pun to de vista del trabajo. Me gusta el trabajo que

hago en la contabilidad. Es lo demas lo que no funciona. Ahora mism o, acabo

de subir a la lavanderfa porque tenfa cosas que lavar y todo eso. La que se

ocupa del trabajo que yo hacfa antes, en tres dfas, se ha plantado del todo.

Ahora bien, me estoy p reguntando si no voy a volver a emp ezar mailana para

arreglar todas la gilipolleces. Se da usted cuenta, si me ponen veintidos dfas

de detenci6n, como va estar ese zoco de ahf arriba...

»Yo lo que tengo ganas de hacer es llamar por telefono a mi herm ana y

pedirle que me aloje du rante una semana, para volver a arreglarle el papel pin-

tado y la pintura. Con tal de cam biar de aire. A fuerza de ver siempre las mis-

mas paredes, las mismas caras... Ademas, es mi familia, asf que... A mi m adre

la vi en el mes de... Creo que la vi por las vacac iones de Pascua, o antes, a lo

mejor en Navidad. Y m i padre, hace por lo menos dos aflos y m edio que no le

he visto. A mis hermanos, no digamos, ya no les veo nunca. Pero bueno, mi

hermana, tengo que esperar porque creo que se fue un mes, no, un a semana, y

no se cuando volvera.

»Lo que tendrfa que hac er es llamar a mi madre por telefono, para pre-

guntarle si esta todavfa allf o si ya ha v uelto... Estoy como u n chiquillo que

ha perdido a su mama, que no consigue encontrarla y que empieza a llorar,

llorar, llorar, porque tiene miedo de no volv er a encontrarla. Y ademas esta

el problema de la olla expres, segu ro que la tapa ya ha saltado, pero todavia

123

queda un poco de vapor, no ha salido todo. Y en este momento, estoy can-

sado de verdad. No estoy cansado fisicamente, estoy cansado dentro de la

cabeza. Normalmente, ni siquiera tendria que recurrir al Tranxilium, ni a

ninguna otra cosa. Porque hasta ahora, siempre me las he arreglado por mi

5.

La locura que v iene solo

«Mi ego, mi verdadera personalidad, es mas fuerte que yo. Es más fuer-

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cuenta sin ayuda de medicinas. Pero si por casualidad no tomo, voy a tener

el caracter agresivo.

»Es una colera que consigo con trolar gracias al Tranxilium, pero creo que

si no tomara Tranxilium, estaria atin más agresivo. No sena tanto por lo fisi-

co, sena por la palabra. Dina cosas malas...

»Sin embargo, no tengo edad para llorar como un nino que ha perdido a

su madre. Si a los treinta y dos alms ya no p uedo asum ir lo que hago... Antes,

no me importaba. No lloraba nunca, pero en el momento actual me da la

impresion de que no se...

»Porque, en el amanecer de nuestra existencia, no hace falta Horan Y

luego de golpe vu elve a salir, y creo que entonces es cuando d uele de verdad,

en fin. Si, lo que pasa es que todo el mundo tiene una debilidad, de cualquier

tipo, todo el mundo tiene una debilidad. Porque puede haber personas que

bueno... En su trabajo todo va impecable, pero en cuanto vuelven a casa, ya

esta, se acab6. La voluntad se esfuma...

»Faha una pieza del puzzle. En fin de cuentas, creo que si me h ice eso es

que queria castigarme por algo. Es un castigo que me h e infligido a mi mism o,

no tiene que ver con las otras personas, tiene que ver conmigo. He oido algu-

nos comentarios, de la gente que esta por aqui. "I,Por que has hecho eso? Pues

no se esta tan mal aqui'. Pero no conocen mi problema, por eso hablan asi.

Pues bien, es como un consejo, pero no tengo por que tenerlo en cuenta. No

me conocen...

»El psiquiatra que me atendia antes me decia, siempre: "Tiene usted un

caracter suicida". Creo que la cosa no ha cam biado».

La ambivalencia inicial expresada con respecto a la psiquiatra se saldo

con una cita fallida. Se levanto y se march6.

A pesar de la imagen estereotipada del niflo que llora porque ha perdi-

do a su madre, esta entrevista es probablemente la mas autentica de la sere

en el sentido de que se aprecia en ella el desamparo de Paul. Llanto, agota-

miento e ira se mezclan sobre fondo de proyecto de volverse de nuevo hacia

su familia llamando por telefono a su hermana, a su madre... La realidad de

sus relaciones con la familia delata enseguida su caracter, por desgracia, fan-

tasmatico. No sabe exactamente como contactar con su herrnana. Ya nose

acuerda de cuando vio a su madre por Ultima vez: «En N avidad o en Semana

Santa.. .».

Podria decir «cosas malas». «No me conocen», persiste la soledad.

Sigue teniendo un «caracter suicida». No cambia nada. Otra vez un call*

sin salida...

te que mi personalidad que tengo en este momento. Es com o el juego del gato

y el raton.

»Aqui, lo que me paso en la mano

[el intent() de fiebotomia],

es que bebi

demasiado. Y como he perdido la costumbre de beber, mi organismo no quiso

soportarlo, que. He querido demostrar a mi am igo que podia seguir aguantan-

do, cuando en realidad mi organismo ya no podia aguantar. Y es lo que me dio

esa melancolia que tenia en mi y que m e empujo a hacer eso. Si hubiera fuma-

do habria sido completamente diferente. Me habria acostado, me habria dor-

mido como un bebe. Asi, no, el alcohol tuvo que activar.

»Siempre se dice que el alcoh ol da fuerzas. Es cierto, hay tres niveles en

el alcohol. Esta el alcohol con el que uno se pone euforico, despues esta el

alcohol con el que uno se vuelve agresivo. Una vez que se ha pasado el esta-

do agresivo, uno se acuesta y se duerme. Pero tambien esta la tristeza...

»Es com o una vez, no se lo que me paso ese dia, porque me cal borracho

perdido en el hospital y de repente, no se que me pas& empece a romperlo

todo, vamos, u n ataque de locura, en fin. Cuando no habia nada para provo car

ese ataque de locura, vino solo, no se de donde, pero vino com pletamente solo.

Debi6 de darme, y luego empece a volverme loco...

»Como el dom ingo, habia salido con mi am igo para dar una vuelta . Me

dice: "Voy a beber, asi me animare y me voy a ver a una tia". Fue despues

cuando la cosa degenero. Si no, no habria salido con mi amigo. Entonces, no

habria ido solo. Habria comprado, que se yo, u n litro de vino blanco o claro o,

que se yo, cu alquier cosa. Habria bebido y me habria quedado en la habitaci6n

y luego a la piltra. Pero no tenia intenci6n de beber para cortarme las venal.

No era mi intencion al salir. Fue despues cuando...

»Sall con mi am igo. Fui a dar una vuelta por el mercado. Iba bien y todo.

Le propuse: "Ven, vamos a echar un trago". Bueno y entonces, empezamos a

beber, beber... Yo mezcle cosas, lo cual no es nada bueno y volvi aqui para

corner a mediodia, comi por la noche y no se... Creo que la cosa vino asi. He

debido de pensar. El alcohol tambien hac e imaginar cosas, el alcohol. No hay

problema y tuve que pensar en algo y luego u na especie de hartazgo. Y luego,

rompi la maquinilla de afeitar, es una maquinilla como las que tienen en el

hospital, de plastic°. Bueno, romp i la maquinilla y como me encontraba en un

estado euforico y tenia valor para hacerlo. Pues bueno, no lo du de, que. Todo

eso se debe a todo el alcohol que bebi. Estoy c ompletam ente seguro de que si

hubiera fumado no lo habria hecho de todas formas, porque cuando se fuma

uno no se pone agresivo, no es posible. En cambio, si se toma un acid° que

acelera much o, ahi seguro que uno se volvera malo, pero fum ar no, no, no...

»Clam, si hubiera querido matarme de verdad, lo habria hecho, ningun

problema. De todas formas, hace falta cierta fuerza de voluntad, porque s1

to

he hecho es u na verdadera llamada de socorro y he dado la vu elta al espejo. Si

124

25

no hubiera sido la cuchilla de afeitar habria sido otra cosa. No he hecho eso

tanto... Porque los hay que lo hacen p orque quieren que los dem as se intere-

sen por ellos. Yo le hice porque... En fin, supongo, tampoco estoy del todo

seguro... Y, adem as, si he hecho esto es para castigarme a m i mismo.

I N T E R M E Z Z O

El do y el hombre inmOvil

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»Es decir, que nunca tendria que haber vuelto a fum ar, porque... Antes de

fumar, iba con un amigo, me emborrachaba y todo. Al dia siguiente por la

maiiana me dolfa la cabeza, tenia una resaca de esas imposibles. Y por la

mafiana, me decf a: "Te esta bien empleado, no tenias que haber hecho eso". Y

estaba enfermo, pero enfermo, enfermo...

»Porque me habia prometido a ml m ismo no volver a tocar eso. Y ha sido

un fracaso. Porque estos ultimos tiempos, fumaba y empezaba por la mairiana

hasta la noche. Ahf no era ni siquiera en fin de semana. Era de lunes a lunes.

Sin parar, mailana, tarde y noche, tenia que... Pffft... Y ahora m e doy cu enta

de que no me apo rtaba nada en absoluto. Queria demostrarme que tenia volun-

tad y despues de todo, m e fall() con todas las de la ley. No querfa medirme c on

un adversario, querfa medirme solo para m i mism o.

»Y algunas veces, lo hago en cierto modo para saber hasta donde puedo

llegar antes de hundirme del todo. Es para dem ostrarme a mi mism o hasta que

punto puedo llegar con ese chisme. Asi sabre despues que nivel no hay que

superar. Es una lucha con mi ego. Hago una especie de concurso...».

El juego del rat6n y el pato. Paul se ech a un pulso a si m ismo. Esta repre-

sentacion, tfpica de los enfermos que padecen c onductas adictivas u otros tras-

tornos del comportamiento, va acom paiiada por una salida logica menos fre-

cuentemente seiialada: luchando contra uno mismo, en todos los casos, uno

esta seguro de perder...

La distinci6n que h abia intentado mantener Pau l en el curso de las entre-

vistas anteriores, entre el alcohol/agresion y el hach ls/apaciguamiento, aqui se

derrumba. Es el conjunto de los t6xicos confundidos lo que le lleva «a hun-

dirse del todo». <<La cosa fall() con todas las de la ley». Calle* sin salida,

continuacion y final.

Poco despu6s de esta Ultima entrevista, las autoridades socio-medicas y

administrativas decidieron mandar a Paul a un centro de post-cura para toxi-

cOmanos situado en provincial. No deseaba otra cosa. Era para el la ocasi6n

de cambiar de aires y de v er paisaje. i,Por que no?

Dicho esto, era el ejemplo de colusiOn cuyo mecanismo he explicado

más arriba, puesto que esta decision no descansaba en ninguna estrategia

terapeutica y no afectaba más que a la voluntad compartida por el enfermo

y la institucion, de desembarazarse uno del otro. Suspiros de alivio recipro-

cos, que evitan a todos, enfermos, terapeutas e instituciones, replantearse

con más profundidad el sentido de esos fracasos compartidos y habituales.

En mi recuerdo estabamos en invierno. Hace mucho. Una mafiana de

escuela oscura y fria. Una m atiana de las que odiaba con toda la pasion de que

era capaz mi pequeirio ser. La escuela. Los curas negros como la muerte y los

gritos de los imbeciles futboleros. Luz amarillenta y sucia en los adoquines

grasos. Un solo arbol en el patio, un haya vieja ptirpura con hojas casi viole-

tas. Amigo enorme y sombrio, prisionero como yo. Apoyado contra su tronco

siempre tibio y cuya suave rugosidad conocia bien, esperaba el final de los

recreos. De vez en cuando, para agradarle, masticaba uno de sus fabucos. No

tenia muy buen sabor, pero no queria ofenderle. Los recreos eran todavia peor

que las clases. Todavia más necios. Más vanos. Las cosas eran de tal manera

que los momentos oficiales de ocio rivalizaban, en lo odioso, con el trabajo.

Eran malos augurios para el porvenir...

Empujones. Agitaciones. Juegos de pelota. Más alla, algunos virgenes

preptiberes han acorralado a un pequeno contra la pared. Hacen pantalla con

su cuerpo para esconderse del vigilante bovino que, por lo demas, nunca ye

nada. Con aplicacion, m anosean el sexo del pequefio. Y le palpan los testicu-

los apretando bien fuerte para hacerle dano. Todos tienen la cara muy colora-

da, como trastomada por un placer que les posee y les supera. El pequerio,

tieso de terror, lloriquea como u n conejillo. Era toda una hum anidad. No me

sentia bien...

Los otros, en la escuela, me llamaban oel homb re inmovil». Inmovil, lo

era. Me pasaba los recreos de pie al lado de mi arbol. T etanizado de espanto,

descubria a los hombres. Ah, estaba muy molesto por todos nosotros. Y

desamparado. Al principio, los nifios me empujaban o me robaban la cartera.

Yo no reaccionaba. C refan que tenia miedo. No era el miedo, era la vergiien-

za. La cosa me su peraba. Se lo conte a la tia Anna, mi tia-abuela. La tia Anna

no habia tenido mucha suerte en la vida. Su marido la habia abandonado

y,

para vivir, trabajaba de asistenta. Por la noche, leia a Zola. Sobre todo

Nana

que era su novela preferida. Era una m ujer de Bruselas ruda, con aspecto de

boxeador, renegona y buena com o un pastel de azticar.

—Pero bueno, menneke', no tienes que dejar que te hagan nada. Si esos

asquerosos chavales te molestan, no tienes más que darles un b uen puirietazo

126

127

en la nariz. Y si eso no basta, ire yo a darselom Baste,, y o era tierno, distraido

y tranquilo, pero bastante fuerte. Me dejaron con mis ensoilaciones...

Mi luz, en esa epoca, era la Sefiorita. Mi m aestra. Una rubia exquisita con

unas piernas que no acababan nunca. Una sonrisa a lo Giotto. Y en los mus-

honor a golpes de remolachas. Remolachas azucareras, que manchan menos

pero que son más m acizas y por tanto claramente superiores desde el punto de

vista balistico que sus primas alimentarias. El do no se hizo agricultor.

De gag en gag, de desliz en desliz, el tin y sus cien kilos, su tripa, su

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los, juste, a mi altura, unos pelitos rubios, casi blancos, qu e subian, subian e

iban a perderse Dios sabe d6nde. De vez en cuando, cuando descruzaba las

piernas, un relampago blanco me encantaba. Pensaba en ello, en ese relampa-

go blanco, con emperio y a menudo hasta muy entrada la noche. Tanto más

cuanto que yo solo tenia una idea muy oscura y completamente fragmentaria

de lo que podia esconder... i La Senorita De buena gana me habria ahogado

en ella. Pero lo que es ahogarse hacia lo alto, como uno se perderia en un cielo

estrellado. iLa Sefiorita era toda mi astronomia Ya desde muy pequetio no

valia más que para el erotismo y la contemplacion.

Una manana, hay ruidos de puertas. Llegan unos cuchicheos hasta mis

suefios. Mi madre me despierta. Como todas las mairianas, tengo frio, tengo

calor. Estoy borracho de su efio. Los despertares son para mi verdaderos dra-

mas y desgarramientos. Todas las mafianas, me vuelvo a encontrar asqueado,

roto, aniquilado. Mi m adre tiene que llevarme al bane,. Durante m ucho tiem-

po, tengo que m imar m i cuerpo, ese gran ausente, para devolverlo a la vida. Y

61, siemp re, quiere escaparse, ocultarse, deslizarse otra vez al pais de los sue-

nos. Su verdadera patria. Su reino. La lucha es terrible y cotidiana. Agota a

todo el mundo. A mi m adre que me atiborra de td, tostadas, palabras y caricias.

A mi, que lucho contra el vertigo, el filo y la nausea. Al gato al que, titubean-

do, piso sin darme cuenta...

Mi padre no esta en la m esa.

—Ya sabes que hoy ha ido a buscar al do al aeropuerto —dice mi madre.

El do que volvia del Congo. A decir verdad, no me habia dado del todo

cuenta de que se hab ia ido. Un ano pasa muy deprisa y antes de irse le habia-

mos visto poco.

El do es el hermano de mi padre. Es un poco el fracasado de la familia,

la oveja negra. Tiene un buen vozarron y bebe m ucho. Su ac ento es vulgar. En

suma, un estorbo, ese hombre. Un dolor de muelas familiar, sordo y cronico.

Cuando yo era muy pequetio, me asustaba un poco. Ahora, a los siete aims, ya

no es para mi más que un ser lejano, teorico. Como mucho, un contra-ejemplo

un tanto dudoso y motivo de anecdotas divertidas.

El do no ha hech o largos estudios. Le echaron de media docena de cole-

gios. Una de las veces, por haber pegado a un cura que estaba dando bofeta-

das a un nifio. iVaya con el tin Sus padres pensaron entonces que necesitaba

un am biente más aireado. Algtin sitio donde poder desahogar su energia des-

bordante. Le matricularon en un instituto agricola. El do solo estuvo unas

semanas. Le echaron po r haberse encerrado en una granja con la hija del direc-

tor, a la cual intento infligir los mayores ultrajes, contando ademas co n la coo-

peracion entusiasta de la paciente. Descubierto

in f lagrante del icto

por el papa

repentinamente hipertenso, el do intento defender su posicion, a su chica y su

128

whisky y su acento de Bruselas, el go se habia convertido en mercenario

katanguefio. Creo que nunca supo muy bien por que. Estaba el dinero, por

supuesto. Y los amigos. Y una ni siquiera rubia que habia preferido irse con un

diamantista de Amb eres, rico y viejo. Pero todo eso no eran, en el fondo, más

que detalles. Simplemente, el mundo normal debia de parecerle demasiado

pequeiio, demasiado liso, demasiado apagado p ara 61. Necesitaba aventura, el

tin. Colores y ruidos enormes: la batalla de las Ardenas o cocas de v aquero.

Una vida, vaya, aunque fuera corta, pero una vida que fuera un p oco com o en

el cine. El do tenia algo de Clark Gable. Con bigote y todo.

Esa matiana, unos ruidos en el pasillo y el do que surge asi, en todo el

medio de mi rebanada con chocolate. Lleva un uniforme verde y, en la cabe-

za, una boina color burdens adomada con una cruz de cob re. Curiosa, esa cruz:

los cuatro brazos tienen la misma longitud y estan ligeramente espatulados al

final. Es la cruz de Katanga. Es su boina de mercenario.

—Hola, chaval —me dice con su voz tosca.

Me coge en brazos. Me parece enorme y vagamente inquietante de poder.

Su bigote pica un poco y me sorprende ver en sus ojos que esta verdadera-

mente contento de verme. Me deja en el suelo y despues de un momento de

vacilaciOn, se quita la boina, su boina de mercenario, y me la pone en la cabe-

za. Tengo ganas de llorar y no se por que.

Luego, abre la maleta y saca unas cosillas que ha traido para nosotros.

Estatuillas de ebano: gacelas y jirafas estilizadas, muchachas con unos senos

alucinantes... Un huevo de malaquita. En su maleta, bien colocado sobre su

ropa, hay un colt 45 que brilla de maravilla. Ida muy bien con la boina. Tengo

muchas ganas de preguntar si puedo cogerlo. Algo me retiene...

Ya no se cuanto tiempo se quedo el do en nuestra casa despues de su

regreso de Katanga. Unos dias, unas semanas... Me acu erdo de que dormia en

el comedor, en un catre. Me alegraba observar que tampoco le gustaban mucho

las mafianas, al tin. Seguia durmiendo mientras yo me comia mi rebanada.

Solo decia: «Hola, chavak, luego se daba la vuelta y yo me tomaba el desa-

yuno m irando, admirativo, los mtisculos de su espalda, espesos como los de

un bafalo.

Más tarde, a mi padre, poco a poco, le fue contando historian, el tin.

Como quien no queria la cosa, yo me esforzaba por no perderme ninguna.

Conte, que su grupo habia sido desarmado y exp ulsado del Congo, por un

regimiento de gurkhas, cascos azules de las Naciones unidas. En el macadan

alquitranado del aeropuerto de Elisabethv ille, antes de subirse al avion para

Belgica, un mayor gurkha quiso quitarle el colt. Entonces el do lo monto y dijo

que no eres capazN. El mayor, despues de pensarselo un momento, renun-

ci6. Ese mayor gurkha era muy sensato...

129

El tio explico tambien que 61 y sus amigos guardaban siempre una gra-

nada encima, para que no les cogieran vivos los balubas c ontra los que com-

batian porque se oponian a la secesion katanguefla.

Un dia, un amigo del tio fue capturado vivo por los balubas. Le encon-

El tio, cuando era muy joven, habia tenido un hijo, con el que rapida-

mente habia perdido contacto. Hablaba de ese hijo que habia extraviado en

algtin lugar de su vida. Hablaba de 61 cuando estaba triste. Y estaba triste muy

a menudo , el tic), delante de su whisky...

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traron, atado por los brazos en la orilla de un do. No quedaba d e el más que la

cabeza y una parte del torax, lo demas se lo habian comido los cocodrilos.

Otra vez, el tio y sus amigos entraron en un po blado. El tio vio a un niflo

de cuatro o cinco aims comiendose un muslo de polio. Pero al mirarlo de

cerca, el muslo de pollo no era tal. Era un pulgar hum ano asado.

Más tarde, los pocos jeeps armados con ametralladoras del grupo que

mandaba el do se encontraron rodeados po r balubas surgidos de la jungla. Las

tinicas armas de los balubas eran unos viejos trabucos, arcos, flechas y lanzas.

Lo m ás peligroso, eran las lanzas. Bueno, los balub as llegaban de todas partes

y el do y sus amigos tiraban al mont6n. Un guerrero baluba muy alto fue

corriendo hacia el do para intentar matarle con su lanza. El do le dispar6 de

lleno. Y aunque las balas le arrancaban trozos de came, el baluba seguia avan-

zando. Finalmente, se derrumbo a unos m etros del jeep, pero solo despues de

que le hu bieron alcanzado cinco o seis veces. <<De lleno en la tripa», dijo el tio.

Ariadio que era el alcohol de palma lo que les ponia asi.

Los balubas eran crueles y valientes. El tio decia que tambien eran muy

tontos. El concepto de granada, por ejem plo, no conseguian entenderlo. Asi,

los amigos del do cogian a veces un avion pequerio, un Piper Cup, y sobrevo-

laban a baja altura los poblados balubas. Los balubas — <<esos gilipollas», decia

el do riendose— intentaban derribar al avion con flech as. Los amigos del tio

soltaban entonces racimos de granadas a las que hablan quitado, a todas a la

vez, el pasador. (Tecnicamente es muy facil: basta con pasar una cuerda por

todas las anillas y tirar de la cuerda). Las granadas calan en todo el medio del

poblado y los balubas se precipitaban para ver de que se trataba. Sobre todo

los niflos...

Una noche, el tio enserio unas diapositivas que habia traldo de alli. Se

vela su jeep, a su boy, el bosque verde oscuro, casi negro. Y las alias hierbas

de la sabana, los matitis, en los cuales se esconden facilmente los btlfalos, los

leones y los balubas. Se puede pasar a tres metros sin verlos...

En una diapositiva se vela al do y a algunos de sus amigos vigilando a

una decena de negros que construian un puente rudimentario colocando tron-

cos de arboles en un riachuelo de pocos metros de ancho.

—zSon prisioneros? —pregunto mi padre.

Si. Habfamos h echo prisioneros durante la mision.

Pero... i,Qu6 hicisteis con ellos? =insistio mi padre.

Entonces el tit) hizo el gesto y el ruido de u na ametralladora que dispara

en arco de circulo. Racatacatac. Y luego dijo, encogiendose de hombros:

-

querias que hicieramos con ellos? Si los hubieramos soltado, se

nos habrian echado encima durante la noche.

El do murio a los cincuenta. Siempre h abia dicho que no pasaria de los

cincuenta. Estaba en coche, de viaje por el camp o, cuando se encontrO m al.

Entonces se par6 a la orilla de la carretera y dio unos pasos en u na pradera para

apoyarse en una v alla. Y ahl, de pie, esper6 la muerte durante casi una hora.

Sin decir nada. Luego, se cay6 com o un arbol talado. Fue grande ante la muer-

te, el tio.

Y asi es como c onoci a un criminal de guerra. Le queria. Era mi tit). Su

boina, hace mucho que la perdi.

130

31

i,Cuantos terrones en su asesinato?

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Primavera de 1986 . «Mis s ion France» de Med icos de l Mu ndo

Se acaba de crear la mision. Las consu ltas tienen lugar en un piso de tres

habitaciones, en la planta baja de u n edificio del distrito 5 de Paris. Los m edi-

cos reciben por la manana y yo por la tarde.

Es mi ultimo paciente del dia. Un hombre de unos treinta anos. Alto.

Fuerte. Mal afeitado. El pelo largo y sucio, lleva un vaquero de bordes deshi-

lachados y un jersey azul marino hecho a mano. Un jersey demasiado grande

para el. Las m angas sobre todo, son dem asiado largas. Intenta subirselas cons-

tantemente. En vano.

Se desprende de el la sensaciOn de una violencia latente. Una amenaza

sorda y omnipresente. Por un mom ento temo la agresiOn, pensando en la habi-

taci6n de al lado que esta liena de medicinas. Ya no hay bastante sitio en los

armarios y el suelo esta lleno de grandes cajones de carton cuyo contenido

desborda. Hay ahi una pequeria fortuna en psicotropos para quien los reven-

diera en la calle. La enfermera ya se ha ido y estoy solo...

—Dicen que es usted psicoanalista.

—Mmm...

Bueno entonces, vengo p ara que me psicoanalice. Pero tendra que darse

prisa. No tengo ganas de aburrirme. Pienso que dos, tres semanas bastaran,

porque soy m uy inteligente. Asi que, le cuento un poco. Usted me dice lo que

no va bien. Puede explicarme francamente porque lo comprendo todo. Y no

quiero que dure más de tres semanas. i,Entendido?

-

lo mejor tamb ien quiere una pizza mientras tanto?

—LL??

—Esto no es un au toservic io. i,Enten dido?

—Si senor. Pero oiga...

Y cuenta su infancia en pocas palabras. Padre alcohOlico, vagamente

visto entre ausencias y violencias. Madre inestable, inmadura, que deja a sus

hijos con los abuelos, acostandose más o menos con cualquiera... Luego me

cuenta que un dia mato a un

<<Eran unos crios de una vecina. Mi m adre era amiga suya. Yo, 18, 19

afios más o menos, le cuidaba los ninos. Pequenos. Tres pequenos. El mayor

tenia uno cinco afios, los otros dos eran todavia más p equenos. Dos, tres anos,

ya no se. Una chica y un chico, creo. Ya no me acuerdo muy bien. Tenia que

133

darles de corner. No querlan. Lo tiraban por todas panes. Yo recogia, pero esta-

ban empezando a cargarme. M e puse a vocear. El may or no queria saber nada.

Le cogi por el cuello y le sacudi. Aprete un poco fuerte. Se ahogO. Bueno, se

muriO. M e dije: "iMierda iPuto crio ". Tuve que ir a avisar a la madre que no

versiblemente la espalda al caer accidentalmente unos aflos antes. Le estan

prohibidos deportes y actividades fisicas que requieran cierto esfuerzo. Ya no

es más que un hom bre roto.

Ha oldo hablar de mi c onsulta. Viene a verme asi, porque nunca se sabe.

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estaba muy lejos. Se puso a chillar, a llorar. En ese momento llega tambien m i

madre. Y ella tambien empieza a berrear. iUn jaleo Y la madre del crio que

gritaba: "iAsesino i Asesino "».

Deja de hablar y me mira riendo suavemente, contento de su efecto.

Tengo la cara de mannol. Presiento que lo peor esta todavia por llegar.

Sigue:

«Alguien llam6 a la poli. Primero vino un p oli solo. Vio el cuadro y dijo:

"i2kh, esto no esta nada bien Nada bien". Y pidio refuerzos. Entonces vinie-

ron otros polis y me detuvieron. M e metieron en la carcel. Trece meses de pre-

ventiva. Pero en el juicio, el experto dijo: "Se enco ntr6 com ida en la garganta

del chaval". Asi que tuvieron que llegar a la conclusion de que fue un acci-

dente. Ya vela yo que el juez no se lo creia. Más o menos, lo dijo, pero no

podia hacer otra cosa. Estaba francam ente jodido, pero a mi me absolvieron.

Yo exigi disculpas.

i

Habia hecho trece meses por nada ».

Cada vez más p rovocador, se alegra contandome su p equeria porqueria, a

mi que, segtin piensa 61, estoy obligado a escucharle. Disfruta con ese asesi-

nato impun e, pues sabe, y Ai reside todo su placer, que co n autopsia o sin ella,

en definitiva, si que mato a ese nirio. Y nadie puede ya nada contra el. Ese es

todo su triunfo y su orgullo. Exhibe su saber superior. Ese saber de los asesi-

nos que han medido nuestra evanescencia. Exploradores de los fines tiltimos,

saben bien, ellos, que el hombre no es nada...

Escuchandole, me ha invadido la rabia poco a poco. Hay u n bisturf en el

otro extremo de la habitacion. Podria levantarme, acercarme tranquilamente a

61. Sin dejar de hablar, lo cogeria en la mano como se coge de forma automa-

tica un lapiz, y luego de repente me daria la vuelta sobre mI mismo y se lo hun-

dirla en la garganta hasta el mango. Habria primero como el ruido de un des-

gamin, luego tal vez la resistencia del cartflago, y por fin algo co mo cau cho al

cortar la car6tida. La sangre salpicarla hasta el techo en un chorro puro. Tal

vez m e diera el gusto de gritar salvajemente...

Me caliento un m oment() al dulce sol de la estocada. Por sonar...

En realidad, cuando terming su relato, simplemente sacudi la cabeza,

mirandole directamente a los ojos. Luego, sin pronunciar una palabra, me

levante para ir a abrirle la puerta. Cuando pas6, ostensiblemente, mirandole

siempre fijamente, me eche un p oco para ands para que no nos rozaramos.

Invierno de 1987 . «Miss ion France» de Med icos del Mundo

Es un joven alto de 24 aflos, de buena constitucion. Para que no m e deje

engaiiar por su apariencia, m e indica de entrada que se estropeo g rave e irre-

134

Piensa que las cosas no marchan bien en su v ida. A lo mejor tendria que hacer

algo. No esta seguro de necesitarlo de verdad. No lo qu e se dice de verdad.

Pero, en fin, por prob ar...

Eran ocho hermanos y hermanas en casa. Seis son toxic6manos, entre

ellos el mayor, un enfermo psiquidtrico hospitalizado muchas veces. Solo un

hermano y el no se pinch an. Los padres dimitieron. Generalmente ausentes. La

casa familiar, en tomb a la cual gravitan los hijos, se degrada poco a poco e,

insensiblemente, degenera en okupacion.

El suspendio varias veces el examen de bachillerato. Vaga de formacion

en formaci6n. Siempre en el fracaso, la evitacion y la ausencia. Por decirlo

todo, esencialmente, se pasa la vida en la cama... Habla de sus proy ectos. De

sus esbozos de proyectos. De sus ideas de esbozos... Humos... Volutas... Se

calla, todo cargado de nada. M olesto con tanta nada.

Un poco por decir algo, bonachon, en plan no, me atrevo a plantear la

cuestion de las chicas. Se encoge de hombros.

— S i .

Lo intent& Las chicas, las conoce. Tuv o amiguitas.

— S i .

No parece haberle entusiasmado. Piensa las chicas como se piensa un

producto. Es cierto, lo prob6. No estaba mal. Tampoco era nada del otro

mundo. Sin más. La posibilidad de una relacion ni siquiera parece habersele

pasado por la cabeza. Silencio...

Siento que quiere decir algo, pero vacila y me sopesa con la m irada. Por

fin, se decide.

—Tengo que decirle tambien que algunas veces voy con hombres. Algunas

veces... —(Se encoge de hombros).

Santurronamente, le hago observar que con los tiempos que corren pu ede

ser un deporte peligroso.

Sonde. com

secretamente encantado—Sstoreando_stLmasoquismo, Le

uietucl yss ya_para el una especie de victodasn_51

.

Que yo pueda preocup arme por 61, a la fuerza, le halaga un poco, le confiere

un momento de importancia. Y ademas, hacerme entrever su muerte, no deja

de ser un pequeno sufrimiento que m e inflige de paso. Eso tambien es algo.

lnfima revancha. Cripto-sadismo de victim a. Algo es algo, despues de todo, y

darme u n poco la lata...

—Si, ya se. La protecciOn. Pero no, los condones son... iPfuu —esboza

con la mano un gesto cansado.

Hago entonces como un movim iento con la cabeza (imuy leve ), acorn-

paliado de un alzamiento de cejas m uy ligero. Es u na pequeria especialidad

que he puesto a punto. Una h istoria sin palabras, una mim ica de urgencia, un

135

iconcentrado de discurso que significa más o menos: «Si sigues asi, pobre hotn-

;)

re, la vas a palmar. Y entonc es, nadie más podra y a nada por ti. Ya lo siento.

1 Pero, al fin y al cabo, es to muerte, no la mia».

Poco le importa. Jugar al que pierde gana, cuando no se tiene nada más,

su presencia, pero hizo falta cierto tiempo antes de que su realidad viniera a

reventar como una pom pa, a Ia superficie de mi conciencia. Entonces, la mire

de verdad y com prendi su stiplica callada.

Llevaba puerto un camison rosa caramelo y un jersey, que habia sido

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sigue siendo algo bueno. Veo pasar en sus ojos cierto desprecio. Me toma por

un pueblerino, un estrecho. Un folla-poco que no ha entendido nada de la

aventura de la vida. Uno al que le cuesta gozar. Se imagina que me gustaria

romper todo eso: su vida, su estilo, sus pequerios placeres equivocos. Para

endosarle una corbata y un trabajo asqueroso de obrero con salario minim() de

atontado. Y transplantarle finalmente y sobre todo, un ano bienpensante, un

ano como debe ser, un ano de sentido tinico. En fin, castrarle. Eso es lo que

piensa. Eso es lo que teme.

Pero yo, me temo que sea ya demasiado tarde. Y, cual Macbeth alucina-

do, veo desfilar moribundos, descarnados, ensangrentados. Sarabanda de fan-

tasmas solo para mi. Le veo y a acabar de Banquo, a m i cliente. Con su cabe-

za bajo el brazo.

Y m e digo, rabioso, que lo propio de los adolescentes es ignorar que van

a morir. Morir de verdad. Ineluctablemente. iImbeciles No saben nada del

tiempo. Y no hay manera de enseiiarselo. ilnvencibles megalomanos, todos

Supermen

Me acuerdo de Hamle t

(V, 2): «Sea ahora mismo, si no ha de ser más

tarde, pues que ha de ser aunque no sea ahora; solo queda estar dispuestos».

—No m e gusta mucho eso —suelta a prop6sito de la sodomia—. No es lo

mio. Sin embargo en esos momentos, siento de todas formal como una espe-

cie... como una irritation que sube dentro de mi.

Una irritation que sube... i,Para terminar donde? i,Para llegar a que? Ni

siquiera es una ex citation sexual. Ya no es m ás que u na irritation. Una irrita-

cion que se pierde, se extravia en su cuerpo, com o un poc o de agua que se des-

vanece en la arena... iDesierto

No he vuelto a verle.

im vivo?

Febrero 1993. Consu l ta en N anterre

Hace mucho frio. Va a nevar. Los nuevos locales min no estan listos, los

antiguos ya han sido derruidos. La consulta se ha instalado en unos modulos

prefabricados temporales, como los que se yen en las obras.

En uno de ellos se encuentra la secretaria y sobre todo la m aquina de café.

Micro-etnografia de la oficina, Ia mayoria de los colegas son de ocafé». Sin

embargo, un pequeiio grupo, entre los que me encu entro, milita valientemen-

te en favor del te.

Ese dia, me tocaba a mi hacerlo. Iba y venia, repartiendo el nectar.

Fuera, una vieja, hecha un ovillo en un rinc6n para intentar protegerse del

viento, miraba lo que estaba haciendo. Mi ojo habia registrado distraidamente

136

blanco, por encim a de los hombros. Sus piernas desnudas, esqueleticas, blan-

cas y estriadas de venal, terminaban en unos calcetines rojos y en playeros

ridiculamente dem asiado grandes para ella. Sus ojos tenian la envidia bruta y

sin palabras de los animales. Se estremecia mirando mis vasos humeantes.

Con la cara demac rada, solo le faltaba una guadaila, a esa vieja, para parecer-

se del todo a la muerte. Una m uerte rosa caramelo.

i,Cuanto tiempo hada que esperaba ahi? i,Cuantas veces me habia visto

pasar?

Finalmente, pense en ofrecerle un vaso.

Entonces sonrio, con un a sonrisa inefable, serafica y desdentada. Y junto

las manos, inclinandose, como saludan los bu distas.

Fui a buscar su te. Luego, al darme cu enta de que ni siquiera le habia pre-

guntado si queria azticar (ique dificil es ser simplemen te correcto ), pase la

cabeza por la puerta, para hacerle la pregunta.

Me ensei

16 dos dedos y v olvi6 a inclinarse.

Eche dos terrones en el te y revolvi con la (mica cucharilla. Finalmente,

se lo Ileve. Con precaution, estrech6 el vaso con sus manos temblorosas.

Y si, más tarde, se da el caso de que mi hija m e pregunte para que he ser-

vido, entre esos grandes dolientes, siempre p odre contestarle que —aunqu e

much as cosas puedan ser discutibles— por lo menos un dia servi el te a una

vieja que se p arecia a la muerte. Un te de v erdad, con azticar de verdad. Y aiia-

dire que a la vieja le parecio bueno.

Junto de 1996 . Consul ta en Nan terre

El patio de la llegada de los autobuses. Se am ontonan desperdicios en el

suelo. Botellas vacias. Viejos apositos. Cajitas de m edicines vacias. Paquetes

de galletas reventados. Un viejo preservativo como u n pescado reseco. Algunos

trapos incalificables que un dia fueron prendas llevadas por homb res...

En los pocos escalones que llevan a la consulta este sentada una mujer.

Debe de tener entre cuarenta y cincuenta aims. Es obesa y este sucia. Su vien-

tre prominente y sus senos caidos se m arcan en un vestido informe de c olorer

pasados. Tiene la cara colorada. Mezcla de alcoholismo, de hipertension y

de

exposiciOn a la intemperie. Cara brutal de nariz roma. U n poco de sangre seca

le hate una especie de emplasto en una oreja.

Se mira en el pequeiio espejo de una polvera, objeto femenino, delicado,

incongruente, que sostiene con una mann carnosa com o un jam On. Con la otra,

se levanta mechones de pelo. Mechones compactor, llenos de nudos. Pelos

como estopa.

137

--; Vaya por Dios vaya por Dios

Paso. Se vuelve hacia mi.

--; Vay a por Dios Ya esta. Una cana Se da cuenta... Ya tengo una cana.

Ah, demonios A mi edad.

Yo, que estoy com pletamente calvo, sacudo la cabeza y le digo, burlOn

Oscuridad hasta donde la vista alcanza...

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Th

 pero muy seriamente, que tiene más suerte que yo.

1

e mira un m omento de lado, luego se rie con voz cascada.

Guido furtivo entre dos humanos a la sombra de la muerte. El humor es

la Dolitica.,,cle la desesperacion. Tambien su cortesia. Sigo mi

Entrevistas abisales o solidarias. Momentos de seres vivos c ogidos entre

locura y vacio. No del todo muertos atin. No para mucho m ás tiempo...

Hay vertigos espantosos en que todo se mezcla y se confunde. La victi-

ma y el asesino. La parte de debajo y la de encima. El cadaver y la risa del

cadaver. Hay mom entos en que todo se parece y en que todo se anula. Tiempos

benditos de la compasi6n y estremecimientos helados ante lo humano. Por lo

tanto, ante uno mismo. Filo de la navaja...

138

El 1 de mayo de 197..., a los 19 aiios, Marc P. es victima de un grave

accidente de ciclomotor. E n com a durante varias semanas, es hospitalizado en

Nanterre donde traba amistad con una enfermera. Le cuidard en el hospital y

en el Samu social de Paris. Cuando se aleja de la capital, le escribe o la llama

por telefono de manera bastante regular. Le explica que m ás alla de las curas,

ella es su madre, su hermana, su hija... Unica presencia estable en una vida

caOtica, le escucha, le acepta tal como es y adm inistra inteligentemente la dis-

tancia. Ella es su Onica amiga.

Tamb ien fue ella quien salvo de la basura donde los habia arrojado sus

manuscritos, de los que se encontraran más adelante algunos fragmentos'.

Pues Marc P. escribe, pinta, y Oltimam ente ha probado con la fotografia. Pero

lo que escribe, lo tira. Lo que pinta, lo quema. Lo que fotografia, lo pierde.

Como si no tuviera que quedar nada de su produccion. Com o si no tuviera que

subsistir ninguna huella de 61. Esta ya en la muerte, como dice 61 m ismo, «la

oscuridad hasta donde la v ista alcanza».

Tuve ocasion de ver dos de sus cuadros. Eran torpes y aterradores.

Cabezas de muertos, cabezas distendidas y muy abiertas, gritos mudos de

cadaveres en la noche, no eran más que p sicosis y desastre.

Cuando tenia 10 afios, a Marc P. le despierta su madre una noche, y le

pregunta com o se carga una escop eta de caza. El nitro se lo explica y asiste

luego al asesinato de su padre que esta durmiendo en la habitacion del m atri-

mon io. Esta junto a ella cuando va a entregarse.

Despues de su accidente de 197... , Marc P., alcoholico ya desde la ado-

lescencia, se convierte en indigente. Oscila desde entonces entre vida en la

calle , hospitalizaciones somaticas y p siquidtricas, y temporadas en la carcel

por violencia. Le gu stan los grandes «calibres» y se pelea con b astante facili-

dad. A v eces con navaja...

Si su produccion literaria y pictorica le distingue de la mayoria de los indi-

gentes, el triangulo calle-hospital-carcel en torno al cual se organiza su vida sobre

fondo de alcoholismo/tabaquismo es, en camb io, bastante tipico del medio.

Los fragmentos que aparecen más adelante proceden de los cuatro

manuscritos de que dispongo. Con un total de más de 500 folios escritos en un

periodo de quince ailos, son de extension y calidad mu y desigual.

El primero, redactado poco desp ues de su acc idente, se titula «El acci-

dente comatorio». En 61 , solo trata, en unos cuarenta folios, del accidente en

si y de su estancia en el hospital.

139

El segundo, escrito och o arios más tarde, tiene entonces 27 arios, se titu-

la «Una autobiograffa: la historia rocambolesca de un hombre perdido o, al

menos, la historia de un futuro atracador». Escrito en el Centro penitenciario

de X, este texto de cerca de 450 folios es un relato en que la agudeza, el humor

y lo tragic° glacial de algunas observaciones, por desgracia, se encuentran

lo mejor posible en el pequefio cementerio de X, donde vivfamos todos.

Despues de eso, fui a hacer una visita a la choza de mi padre, en ruinas, en un

abandono total... Con lo que hab la trabajado siempre en ella. Me trafa dema-

siados recuerdos. Despues, los remordimientos sucedieron a no se muy bien

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anegadas en un flujo deshilvanado y repetitivo.

El tercer texto, unos cuarenta folios escritos en Nanterre dos afios despu6s

del segundo, no es más qu e una repeticion de algunos pasajes de los dos pri-

meros. No aporta nada nuevo y no ha sido utilizado aqui.

Finalmente, el ultimo lleva el tftulo: «Texto n° 4». Compuesto tras cinco

afios de silencio, ocupa una docena de paginas y es el unico mecanografiado.

A menudo ininteligible, el pensamiento queda deslefdo en la locura.

He decidido reproducir aqui siete extractos. La escritura, a menudo pesa-

da y conf usa del autor impon fa escoger una politica editorial, en la medida en

que la simple reproduccion habrfa hecho su lectura extremadamente penosa.

He decidido favorecer la legibilidad del texto en detrim ento de la autenticidad

de la reproducciOn.

Asf, los manierismos muy presentee del autor han sido sistematicamente

suprimidos. Se trataba de interjecciones tales como: sf, bueno en resumen, si

puedo decirlo asf, si puedo expresarme asf, etc. La ortograffa ha sido corregi-

da y he introduc ido parrafos con el fin de airear un texto que ignora c asi sis-

tematicamente su uso.

En cam bio, me he esforzado por preservar la personalidad del texto man-

teniendo su caracter a menudo oral. Por esa raz6n, me he abstenido de rectifi-

car la concordancia de los tiemp os que es a menudo incorrecta. Tal interven-

cion habrfa Ilevado inevitablemente a una verdadera reescritura. De la misma

manera, la puntuaciOn solo ha sido modificada en la medida en que su impre-

cision perjudicaba seriamente la comprensi6n.

Sin emb argo, es importante tener presente que los textos que se v an a leer

son

collages.

De manera general, abrevian algunos pasajes que son dos o tres

veces más largos en su version original. El pensamiento del autor tal como se

presenta en sus escritos es pues en realidad mucho menos preciso de lo que

aparece en la lectura de lo que sigue. Una vez más, inevitable torsion, la pro-

pia transmision contribuye a aminorar la diferencia, a reducir lo extrafio.

1 . E l ases ina to del padre

«En diecisiete arios solo he ido dos veces a la tumba de mi p adre. No es

por buscar excusas pero no m e gusta much o it a esos sitios. No hay nada ale-

gre ni divertido en los cementerios. Por eso estoy cien por cien a favor de la

incineracion, su

orque no ira a decirme que un cementerio, turn-

bas y cruces hasta donde la vista alcanza, es bonito de ver, ies asqueroso Es

lo que pense al Ilevarle fibres y recuerdos, limpiando su tumba, arreglandolo

que, tal vez. Bah, venga, eche otro trago de rosado y me encendi otro cigarri-

llo, para afrontarlo mejor...

»Eso ocurrio en el alio 196... i,Que &a? zQu6 mes? Imposible recordar-

lo. Tenia diez afios. Me acuerdo de que era muy tarde, que era de noche, tal

vez la una de la mafiana. Mi madre me despierta y me dice en voz baja que

vaya con ella a la cocina que estaba justo al lado puesto que yo y mi herm ano

Yves dormfamos juntos en un divan del comedor, con mi hermano pequefio

Michel, el ultimo, que estaba a nuestro lado en una cuna. Los otros dormfan

en una habitac ion al lado de la de mis padres. To das las puertas de entrada y

de salida daban al comedor... Me acuerdo bien, casa pequefia liana de cuatro

habitaciones de ladrillos rojos, vater fuera en el patio, en una pequelia garita.

»Asf que la seguf sin ruido hasta la cocina, c on cuidado p ara no desper-

tar a mi hermano. Ya vela yo que mi madre no parecfa tranquila, más bien

ferozmente decidida a emprender algo. De .momento, no v ela demasiado que,

pero no iba a tardar en saberlo. Luego, me dice de buenas a primeras: "Voy a

matar a to padre, Marc, estoy harta". ParecIa que me pedfa mi opinion sobre

lo que acababa de revelarme, y luego m e dijo otra cosa... i,Que? No m e acuer-

do. Recuerdo haber dic ho "sf", inconscientemente, atolondrado sin duda algu-

na, saliendo de mis brum as intelectuales todavfa dormidas...

»Que gilipollez, eh, me digo pensativamente, por decirlo asf, habla dado

una respuesta analftica clara sin haberlo pensado dos veces, u na especie de res-

puesta inmediata, que ahora mismo me reprocho titanescamente...

»Me puso u n dedo delante de la boca, luego salio con mucho sigilo y vol-

vio un m omento despues, con la escopeta de mi padre y los cartuchos en los

brazos, lo dej6 todo en la mesa de la cocina y me dijo: "Ya esta, ahora ense-

flame como funciona y que cartuch os hay que meter. zDel 12, 14 6 16? V enga,

date prisa, Marc, lo hago por nosotros". Y luego, c laro, le ensefie como utili-

zarlo y metf dos cartuc hos. Y se lo di alejandome de ella, luego abrf la puerta

del comedor.

»Mi m adre me habfa pedido que la siguiera sin ruido. Nos paramos des-

pués de hab er atravesado el comedor, en frente de la puerta de la habitacion de

la que salfa un ronquido regular, el de m i padre. Abri6 la puerta con u na mano,

sujetando el fusil con la otra. Vi a mi padre dormido, mi madre apoy6 despa-

cio el fusil en el homb ro y apuntO. Hub o una detonacion muy fu erte que alte-

r6 el silencio de la noche.

»Recuerdo mu y bien que m e sobresalte. i,Por la detonacion? 0 porque of

a mi padre soltar un grito agudo, ponerse erguido como un monigote en la

cama. Tuvo tiemp o de vislumbrarnos. Luego, hubo una segunda detonacion y

fue la cafda bien recta, verticalmente y dando v ueltas sobre sf mismo, hasta

quedar aplastado en el p arquet recien encerado, con los ojos m irando al techo.

140

41

Yo confieso francamente que todavia no habia asimilado lo que acababa de

producirse durante esos cinco segundos...

»Lo que nos sac6 de nuestro entum ecimiento angustioso, fueron los pan-

tos del bebe en su cuna. Luego m i madre me dijo sin más: "M ira a ver si toda-

via respira, Marc". Ella estaba sollozando. Me asuste por tener que acercarme

largo de la barra que nos escudrifiaba de la cabeza a los pies, viendo a mi

madrecita sollozando y llena de barro, con las manos ensangrentadas y, el

colmo de todo, el camisOn que sobresalia por debajo del abrigo. Y yo, con cara

de asustado, las piernas tambien Ilenas de barro y de rasguilos... Se quedaron

boquiabiertos, sin respiraciOn, preocupados, haciendose p reguntas. Ellos, que

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a mi padre, por si aim estaba vivo. Preferi salir rapidamente de la habitaci6n.

madre tambien saliO teniendo buen cuidado de cerrar la puerta tray

ella. Dej6 la escopeta encima de la mesa y cogiO al pequetio Michel en bra-

zos para calmarle. Yo estaba como hipnotizado. Lo que me hizo volver a la

realidad fueron los golpes repetidos contra la puerta. La vecina se h abia des-

pertado y habia venido valientemente a ver lo que ocurria. Mi madre, con el

pequelio en brazos, fue a abrirle y le dijo francamente: "Acabo de matar a

mi marido". La vecina, desconcertada, no sabia que hacer. Entonces mi

madre, de repente, cogio el toro por los cuernos diciendole: "Bueno, podria

usted cuidarme a los crios, eh. Voy a ir a la gendarmeria con Marc para avi-

sarles, asi, sera lo más correcto, verdad".

»De modo que m i madre me mando que fuera a prepararme y saliO a pre-

parar el velomotor. Me Ham& Sall y me subi en el portaequipaje, y nos fuim os

en la noche glacial en direcci6n de la ciudad. Fuim os a lo largo del pequefio

camino lleno de barro y de piedras, el mismo que tomaba m i padre para ir a tra-

bajar. A ratos, me parecia que m i madre iba demasiado de prisa. No se vela nada

y habia muchos baches, yo detras, agarrandome con fuerza a su abrigo. No

paraba de rebotar en el hierro del porta-equipaje. De golpe, me encontre senta-

do en el suelo, ime cago en la puta De todas formas, vaya una noche de pesa-

dilla o agitada. En tierra fume, m i madre seguia sollozando, y la rueda del velo-

motor que seguia dando vueltas, tumbado en el suelo. De todas formas, me

dolian las piernas. Estaba vestido con un simple pantalOn corto, un jersey y una

cazadora. Mi madre se habia hecho daft() en las manos, la pobre... Llevaba un

abrigo largo por encima del camisOn. El velomotor no tenia casi nada, solo

habia que enderezar el manillar. Reanudamos nuestro camino en la misma

direccion donde y a se veian las luces de las farolas de la pequefia ciudad.

»Como mi madre no sabia para nada d6nde se encontraba la gendarme-

ria, fue al azar y se detuvo ante un ventanal que no era más que un café. Vay a,

hablando pensativamente del café, me hace pensar de repente que precisa-

mente estoy en un café, delante de una copa de rosado media llena, con la

mirada perdida y hundida en le vacio... Pues si, sucios recuerdos de todas for-

mas, y mira tti lo que es tener un poco demasiada memoria, donde hay rencor,

culpabilidad, pesar, una pena muy honda... Como un presidiario arrastrando

una pesada carga, una bola atada a una cadena de hierro alrededor del tobillo.

Y donde ha habido todo eso, ya no hay absolutamente nada de placer, ya sea

fisico para el presidiario o moral para mi.

»Pues si, de esa famosa escena en la que mi madre y yo nos paramos en

el bar por la noche, me acordare mientras viva. Irrumpimos dentro y nos fui-

mos derec hos a la barra. Y toda esa gente sentada en las m esas, o de pie a lo

142

cuando Ilegamos se estaban riendo, cantaban, hablaban muy alto. Fue el silen-

cio com pleto. Solo el lloriqueo de mi madre. Pregunto al dueno el num ero de

telefono de la policia, que se lo dio sin hacer preguntas. Mi m adre, toda tem-

blorosa, marc6 el ntimero y despues de esperar un poco dijo con toda fran-

queza, como para liberar esa pesada bola de plomo que he pesaba en la

conciencia y el coraz6n: "Oiga, buenos Bias, acabo de m atar a mi marido hace

un rato. zQue? zQue dOnde vivo? En X. Pero ahora, en este momento, estoy

aqui en un b ar con m i hijo". Una pausa. Luego: "Si, espere, voy a preguntar,

porque no lo conozco".

»Pregunto la direccik y el nom bre del café al dueno, se los dio a su inter-

locutor, colgo y se puso a llorar con más ganas. Recuerdo qu e yo tambien tenia

los ojos llenos de lagrimas al ver a m i madre en ese estado lamentable y a los

presentes que nos rodeaban y nos m iraban con los ojos abiertos de par en par,

sin decir nada.

»Al cabo de u nos minutos, se oyeron Ilegar claramente los ruidos de sire-

na estridentes. Los gendarmes entraron tranquilam ente y pidieron a la senora

Francine P. que se presentara. Se identifico, Ilevandome cogido de la mano.

Nos rogaron que les siguieramos am ablemente fuera del café hasta la fu rgone-

ta. Y nos fu imos hacia X, a nuestra casa, para recoger a los crios que se habian

quedado alli. Pero mientras, en la furgoneta pusieron las esposas a mi madre,

diciendole que no se habian atrevido a hacerlo en el bar p or la gente que habia.

Y yo, claro, estaba acurrucado a su lado, cogiendole las manos, y llorando por

la vergiienza y la pena que debia de sentir... E incluso h oy en dia, pensandolo

bien otra vez, sin omitir ningtin detalle, a los veintisiete anos, noto corm se me

humedecen los ojos, y se nublan en silencio sin que nunca, pero nunca, los

demas lo adivinen o lo vean. Sin duda por honor y respeto a mi m ismo, pues

algunos estarian demasiado contentos de verlo, los mu y im beciles.

»Alli donde hay lagrimas contenidas y retenidas, no hay ninguna verda-

deramente felicidad en el aire, como dice el otro, y el otro en cuestiOn solo soy

yo m ismo, el gran gilipollas sentimental, el tierno gilipollas, la mu jerzuela con

su pinta de hom bre duro en apariencia. A todas estas, me segue los ojos empa-

nados, me puse m is Ray-Ban y luego m ire a mi alrededor para estar seguro de

que nadie me h abia visto... Bueno, venga, basta de bromas, tengo que tom ar

un buen trago para aliviar mi repentina emoci6n, porque ademas de ser un sen-

timental, tambien soy m uy em otivo...».

Esta historia, se la cont6 más de una vez a distintos terapeutas. Varia muy

poco y da m ateria a uno de los pasajes mas claros de sus textos. Ninguna dis-

persion viene a debilitar el relato. Probablemente haya que v er en esta falta de

143

variation el sign° del trauma. Si este ultimo no es reprim ido, puede quedar fijo

com o una huella indeleble. Esta mem oria fosilizada no tiene entonces ya nada

vivo y por to tanto no puede ser metabolizada por el psiquismo del sujeto. Para

el se convierte en algo imposible de evacuar. El recuerdo perdura, solid° e

inmutable como la piedra.

nectado. Vela a traves de la oscuridad de mis parpados cerrados como un fuego

artificial. rayos de luz andlogos a un arco iris. Ni siquiera me acordaba de como

me llamaba. Me hizo pensar en 200 1, la odisea del espacio en que se ve un orde-

nador que se descompone cuando u n astronauta to desconecta...

»En fin, volvamos a la tierra, me decia y a la vez cogi mi vaso y bebi una

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Si bien la memoria es, como decia Freud, prospectiva, en el sentido de

que vuelve a trabajar y arreglar constantemente el pasado en funciOn de las

necesidades del presente y del porvenir, esta funcion tiene tendencia, ante el

trauma profundo, a resultar inoperante. En un sentido, entonces, el tiempo psi-

quico se detiene para el sujeto.

2.

El acc idents

«La camarera me trajo una segunda copa de rosado, bien llena, y luego

se fue a fregar, del otro lado de la barra. Paseandose, mi mirada vo lvi6 a dete-

nerse en su silueta. Tenia un culo bonito de verdad. Bueno, me dije, no es para

ti. con to cara un tanto estropeada a la altura de los dientes y mi mirada cay6

en el reloj de pared: las nueve. Las nueve de la marina, claro. Un poco sor-

prendido, me di cu enta de que era el Unico cliente, bebiendo y meditando...

Bueno, en resumen, p ense, volvamos a esas preguntas que me hago sin parar

relativas a mi personalidad. Me tome un buen trago y me encendi otro ciga-

rrillo.

»Asi pues, eso me paso el 1 de mayo de 197... Por entonces yo trabaja-

ba en las PTT

[Pos tes Te legraphe Th e lephone =

Correos]. PTT como Pequeno

Trabajo Tranquilo. Era auxiliar telegrafista en el reparto, y el 1 de mayo es

fiesta nacional, la fiesta del Trabajo y pueden estar tranquilos que, con algu-

nos colegas, bien lo celebramos, bien... Ademas, ya soy un poco alcoholic°,

más de lo normal. No hace falta que le haga un dibujo para explicarle en que

estado me encontraba. Un cuadro desastroso, eso es to que yo era. De todas

formas cogi mi m obylette , una Peugeot 103, toda nueva. Y hala, me montaba

en ella, creyendo sin duda que montaba u n mustang-garafion pura sangre. Alla

va el Zorro, y a trescientos metros, un semdforo. En mi euforia muy avanza-

da, me creia solo, sin un alma a mi alrededor, puesto que yo estaba recorrien-

do a caballo un inmenso canon en el oeste de los Estados Unidos.

»De hecho, estabamos en el distrito quince de Paris, en el cruce de la calle

Lecourbe y el boulevard Pasteur, en La Motte-Picquet-Grenelle. En el semdfo-

ro, bubo un ruido muy seco, de carroceria aplastada y gran estruendo. Basta, no

eche má s, la copa ya esta llena... Quitelo, esta caliente, esta vivo todavia. M uy

poco falto para que fuera at territorio de las sombras, iadios Marc Pero todavia

respiraba. Tenia la cabeza pesada, Ilena de brum a. Seguia con los ojos c errados,

tenia miedo de abrirlos. Esperaba intentando analizar la situation, pero era

imposible. No conseguia recordar palabras para construir una frase inteligible.

Emp ezaba a azorarme dentro de mi pequefia caja cervical. Estaba como desco-

vez más un b uen trago. Me animo u n poco. Me siento mucho mejor, dispues-

to a enfrentarme a cualquier peligro, a afrontar plenamente la vida aunque

algunas veces y a no tenia ganas de ver, de mirar ni de admirar, pues hay tantas

cosas injustas, asquerosas. Bueno, en resumen, algunas veces tengo una

conciencia demasiado clara de las cosas. El anim o se lleva una bofetada enor-

me. Entonces, para no ver nada, no oil

 

nada, no pensar nada... Pero en to que

a mi se refiere, es imposible no pensar nada, to he convertido en un pasatiem-

po de solitario, porque no paro ni un segun do de recordar tal o cual cosa, por

lo tanto de pensar, siempre pensar, ya sea en el pasado, presente o futuro...

Entonces para que no sea dem asiado emotivo, demasiado espantosamente sen-

timental, turbador, palpitante, conmovedor, enternecedor... A veces tengo

ganas de llorar para soltar presi6n de todo este paquete de mierda acum ulada.

Ahogo apacible y tranquilamente mi pena en el alcohol. Bueno, en resumen.

volvi a coger mi copa de rosado entre los dedos y la vacie de un trago, me

encendi otro cigarrillo aspirando y exp irando con fuerza, para acentuar atin

más m i euforia, mi bienestar.

»Ah si, me llegaba por esas luces andlogas a los relampagos en el cielo

cuando hay tormenta. Todo era confusion, cortocircuito... Solo un poco mas

tarde se estabilizaron los elementos de m i bocal...

»Con una m irada circular, me di cuenta de que todo estaba casi blanco en

los alrededores. Estaba en una cama, completamente estirado con un techo

blanco encima de la cabeza. Escuchaba en ese silencio mortal, opaco, un tut-

tut-tut regular. Levante p ues la cabeza hacia atras para it al encuentro de ese

ruido extraiio. Habia unas pantallas pequellas de television que emitian rayas

de muc hos colores. Todo era extrano y delante de mi esa pizarra donde habia

una hojas pegadas. Cuando hice esos dos movimientos con la cabeza, senti

algo en la nariz. Era un tubo fino que iba hasta una especie de bolsa de plasti-

co colgada a una barra de hierro colocada a m i lado... Estaba en una hab ita-

ciOn de hospital...

»Despues, tuve que hacer montones de rehabilitaciones intensas. Tenia

todas las articulaciones bloqueadas, oxidadas. Mis nervios y mis musculos

estaban por decirlo asi vitrificados, encogidos, disminuidos, como casi desa-

parecidos. El animo si que hab ia recibido un buen tortazo. Me crela jodido,

requetejodido. Razones tenia para ello. Fue el doctor-jefe el que hizo la m ayor

parte de mi rehabilitaciOn a mano, y ahi, puede creerme que las he pasado

canutas. Tu dirds, tirandome de los brazos y las piernas, completamente atro-

fiados. Varias veces, le dije, con rabia, llorando y lleno de sudor: "Dejeme en

paz, estoy jodido, no to ye...". 0 tambien: "Mierda, mierda y m ierda, venga,

deshagase de ml, tengo ganas de m orirme, ya he sufrido b astante' .

144

45

>>Ah

eso si, he sufrido enormemente, como quien no quiere la cosa, llo-

rando de rabia e impotencia. Al despertar, parecia un verdadero esqueleto, me

habian traido un espejo en el que podia contemplarme. Y la verdad, no era

nada bonito. Los ojos hundidos y con ojeras, las mejillas tambien super hun-

didas, me salian los huesos por todas panes. Mi piel no era más que un vulgar

3.

El trabajo, tal vez...

«"Buenos dias, querido senor, zque quiere usted tomar?", me p regunt6 la

patrona con su eterna gran sonrisa comerc ial. "Buenos dias, querida senora,

sera una copa grande de vino rosado corriente, por favor". E ran las doce del

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tejido raid°, curtido. Estaba como un espectro... Ya no era más que un recuer-

do muy viejo, puesto que tenia diecinueve anos y ahora tengo veintisiete.

Desde entonces, ha pasado mucha agua por debajo de los puentes. Bueno,

mira, algo que no me gusta, es quedarme sentado en la mesa ante un vaso

vacio. Me d aba pena pensar que los hay que revientan de sed en algtin sitio por

alli en Africa. Asi que pedi otra copa a su salud».

Celebra la fiesta del 1 de mayo con un accidente que, inaugurando su

desocializaciOn, rompera precisam ente todo vinculo entre el mundo del traba-

jo y el. Este accidente constituye un adios al trabajo. Es su c anto de cisne.

Cerca de diez anos han transcurrido desde el asesinato de su padre y

se cae de una mobylette, como la noche del asesinato, otra vez en la calza-

da. No parece darse cuenta de ese paralelismo. No lo seiiala en ningtin

momento.

Dice que no se detiene oni un segundo en rememorar tal o cual cosa».

Piensa «siempre en el pasado, en el presente, en el futuro». Lo cual viene a

apoyar las observaciones hechas más arriba sobre la imposibilidad de acabar

con el recuerdo del trauma. De hech o, no es precisamente de pensamiento de

lo que se trata aqui, sino de su contrario caricaturesco: la repetici6n compu lsi-

va e infinita de las mismas representaciones petrificadas. Si antes, la memo ria

herida se encontraba anonadada en su s posibilidades de rearreglos creativos,

es, ahora, el pensamiento el que, incapaz de elaboracion, se encuentra como

aquejado de impotencia.

{Por otra parte, eso se encuentra muy a menudo en los trastornos del pen-

samiento del alcoholic° que o bebe para olvidar». Lo que intenta olvidar enton-

ces por encima de todo, es precisamente el hech o de que ya no pu ede pensar.

El pensamiento es una escapatoria del sujeto, una via de salvacion ante la

ipseidad de lo real. La rumia, en cambio, no es más que encierro. El sujeto

condenado no puede ya superar su horizonte.

En otro registro, hay que llamar la atencion sobre la descripciOn muy par-

ticular que hace M arc P. de su propio cuerpo, tal como se le presenta durante

la convalecencia. Sus articulaciones estan obloqueadas, oxidadas». Sus ner-

vios, sus milsculos estan como «vitrificados, encogidos». Casi «han desapare-

cido». Parece a un overdadero esqueleto», su piel ya no es más que «tin vul-

gar tejido raid°, curtido». Es «como un espectro». Por decirlo todo, ya no es

más que un c adaver. Asi es como se ye. Asi es com o se siente. En el fondo, ya

esta muerto. Y sera ese fantasma el que prosiga su vida m iserable de muerto-

_

yiviente...

146

mediodia. M e apresure a beber un trago largo y consistente, que de todas for-

mas, m e dio nuevas fuerzas. En fin, mi preocupaciOn mayor no era esa, sino

hacer una visita a la empresa W., y preguntar por el senor Forment. Era una

empresa dedicada a la vigilancia militar, y m e habia pedido que pasara de vez

en cuando. Habia presentado una solicitud el 18 de marzo de 198... H ada casi

un mes, asi que esperaba lo mejor.

»La empresa W. estaba justo al lado. Vacie mi copa, pague y me fui, con

la esperanza de que estuviera el senor Forment y qu e tendria trabajo para mi.

Llegue alli, jadeando. Por suerte, la puerta estaba abierta. El senor Form ent

estaba alli y me vio entrar:

»—Bu enos dias, senor P., zque le trae por aqui?

»—Ah, buenos dias, senor Forment, pues venia asi, a preguntarle si hay

alguna plaza vacante para mi, porque hace ya c erca de un mes que estoy espe-

rando. Asi que, sabe usted...

»—Claro, claro, le entiendo muy bien, incluso que he he prometido un

puesto en cuanto haya alguno vacante. Pero mire usted, senor P., como la

empresa acaba de em pezar, naturalmente con el acuerdo de la Jefatura de poli-

cia, todavia no tenemos mu chos pu estos que ofrecer. Asi que, senor P., pasese

de vez en cuando, nunca se sabe si alguna vez puede llegar a conseguir un

buen contrato. Eso es todo, senor P., y que h e vaya bien".

»Yo tambien me despedi, y me fui descontento de todas formas, pregun-

tandome si de verdad queria contratarme...

»Bueno, pu es al final, mierda, toma, recordando que no m uy lejos de alli

estaba otra empresa, la empresa Z. Habia presentado una solicitud el 21 de

marzo. Ahi tambien, me habian dicho o que llamara por telefono, o que me

pasara de vez en cuando. Tambien era una empresa privada de vigilancia.

Entre para preguntar por mi solicitud. Y m e contestaron de buenas a primeras

que la habian rechazado. zPor que razones? Ninguna explicacion. Ah, y bueno,

de que servia intentar comp render cualquier cosa, me decia, con las manos en

los bolsillos, asqueado. Ya conocia otras e iria por si acaso a informarm e con

relacion a mis solicitudes para ver si, por casualidad, habian tenido en cu enta

alguna de ellas. Ese era el gran punto de interrogaciOn. De todas formas, ahora

ya no podia it a v er a nadie, puesto que eran, si eso, las trece y cuarto. Asi que,

en esto, me dirigi con paso firme del otro lado del puente, donde habia un

pequeilo bar. Ya habia estado dos o tres veces y me acordaba d e que lo Ileva-

ba una mujer encantadora, y ademas simpatica.

»Entre y m e instale a lo largo de la barna en un taburete que todavia esta-

ba vacio. Habia gente. Pedi una copa de rosado corriente y bebi un bu en trago,

y luego el resto del vaso de una vez, para concentrarme m ejor en mis p ensa-

147

mientos meditativos. Y luego, como estaba bien instalado en ese taburete,

encargue otro vaso de lo m ismo. Lu ego, saque la libreta del bolsillo interior, y

me puse a hojearla para encontrar esas famosas setias de empresas.

»Asi que luego, cuando tuviera tiempo, tendria que pasarme por K. Alli

habia presentado mi solicitud el 26 de marzo, y como de costumbre, ire a

futuros jefes. En fin, eso esperaba, me dije con uno sonrisa. Asi que pedi la

consumiciOn y aproveche para encenderme otro cigarrillo, porque todavia

tenia algunas empresas que enumerar y donde tenia que presentarme. Asi,

estaba la empresa H., calle des Pommiers, donde habia rellenado un

curricu-

lum vitae

el 11 de marzo de 198..., donde tambien, se pondrian en contacto

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informarme a v er que pasaba. Bueno, tamb ien habia que decir que la casuali-

dad no parecia favorecerme, por lo que podia observar. Bueno, en resumen,

luego tendria que ir a la empresa V., plaza del General-Leclerc. Alti, ya ve-

riamos. Luego, tendria que ir, bueno, ir otra vez, a la empresa T., avenida

Broussais, para contactar otra vez con el senor Alain. Pero la Ultima v ez que

fui, habia rech azado mi solicitud. En fin, el que nada intenta, nada consigue

Eso era evidente, pero como yo era un luchador, entonces eh Por que iba a

preocuparme, de todas formas, me dije. Asi que, volvi a echar otro trago de

rosado que acababan de servirm e en la barra.

»Recuerdo qu e un dia un do me dijo: "Si te da vergiienza, si eres timid°,

nunca Ilegards a nada en la vida". Y por to dem as, tenia toda la razOn en to que

a ml se referia. Tenia que endurecerme un poco más, sacarme de la mente la

molestia que tenia algunas veces y sobre todo mi tim idez y mis angu stias pasa-

jeras. ;Si Pero todo eso no se hace de la noche a la mallana, y Laidl era el

remedio para poder conseguirlo? Si, eso me preguntaba, pensativo.

»Bueno, en resumen, volvamos a esas diferentes empresas que tengo que

visitar... Estarla pues la empresa M., calle Marceau. Alli rellene un

curricu-

lum vi tae

el 7 de marzo de 197..., hace ocho alios, si, la cosa no era de hoy.

Luego, la empresa 0., calle de Lille. Alli habia presentado una solicitud el 8

de marzo de 198...

»Ah mierda, que gilipollas soy. Antes, cuando entre en la empresa Z.,

podria haber ido muy bien a visitar la empresa R., puesto que estaba en la

misma acera. Bueno, alli, no se me habia ocurrido para nada. El caso es que

tambien habia que decir que pensaba en tantas cocas, sobre todo en ese

momento. En fin, que quieres, tendras que volver, para saber si aceptaban o

no. En estas, mira, volvi a echarme otro trago de rosado para atenuar la ira

interior que se me estaba despertando, y luego aspire una buena bocanada de

humo.

»He de ver tambien al senor Garette para mi peticiOn del 15 de marzo, me

segula yo diciendo, hojeando m i libreta. Ya se verla si ese gilipollas tenia un

puesto para mi. Y luego estaba tambien la empresa L., en la zona industrial.

Alli habia presentado una solicitud el 6 de marzo de 198..., y luego el como

todos los demas, no tenia nada que proponerme. En fin, alli tambien, ya veria.

»La esperanza ayuda a vivir, pero a fuerza de esperar demasiado tiempo,

tambien te puede matar o hacer que cometas ciertas gilipolleces imperdona-

bles. En fin, yo calculaba... Asi que, a todas estas, vacie de un trago el vino

que me quedaba. Si, ahora por to menos, me sentia mucho mejor, y luego

decidi tambien pedir otro. Si, ademas, este era bueno y me gustaba. En fin, de

todas formas no me conviene llegar arrastrandome, cuando vaya a ver a mis

conmigo cuando tuvieran un puesto disponible. Y estaba la empresa D., calle

del Sauveur. Ahi, igual que en las otras, esperar. Y si, estaba hasta los cojones,

hablando vulgarm ente, de esperar, siempre esperar.

»Luego, tamb ien vela, hojeando mi carnet, que estaba tambien la empre-

sa E., calle Bougainville, plaza des Armees. Lu ego J. y N., pero ahi era para

repartir peri6dicos. Asi que habia que tener coche segtin me hab ian dicho. Asi

que ahi, ni siquiera Italia la pena pensarlo, me dije, porque al no tener coch e...

Bueno, en resumen, una vez que me sirvieron mi consumiciOn, me tome un

buen trago. Ah, em pezaba a aparecer suavemente el estado eufOrico, me daba

cuenta, encendiendo otro cigarrillo. Diciendom e que de todas formas, todavia

tenia que ir a ver a mucha gente, y que no podria hacerlo todo hoy, era evi-

dente. Luego, de todas formas, todavia me quedaban cuatro dias antes de

encontrarme en una m ierda supertotal. Asi que, eh, hasta entonces, habria ido

a verles a todos para estar seguro de una vez por todas».

Este pasaje, pequefia obra maestra de apragmatismo, serfa bastante comi-

co si los elementos en juego que lo subtienden no fueran tan graves. Marc P.

nos describe su busqueda de u n empleo. E l intento es serio, ahi estan la preci-

sion de las fechas y de los nombres (evidentemente maquillados en la tras-

cripcion) para confirmarnoslo. Tiene una libreta de direcciones. Es organiza-

do. Mu estra —primero a si mismo , luego a nosotros— toda la extension de su

normalidad y de su buena voluntad.

Mirandolo m ás detenidamente, este andamiaje pronto deja ver las grietas

que lo fisuran.

Primero, es sintomatico que el au tor, para contar su btisqueda, se insta-

le en el bar con una fila de copal de rosado. Ni siquiera se le pasa por la

cabeza la evidencia mayor y redhibitoria de que, de barra en barra, se pre-

senta a quienes, eventualmente, pudieran emplearle oliendo mucho a alco-

hol. Luego, parece no dirigirse más que a empresas cuyas actividades hacen

su contacto m uy improbable. Generalmente, se trata de empresas de vigilan-

cia, cuando tiene antecedentes p enales, o se dirige a un distribuidor de perio-

dicos que le exige tener coche. Finalmente, lamenta el acto fallido de haber

olvidado pasar a buscar una respuesta por una empresa que esta al lado de la

que acaba de v isitar; la incongruencia de presentarse a una tercera p ara pre-

guntar por el resultado de una solicitud de hace oc ho ailos, se le escapa corn-

pletamente...

Esta busqueda de empleo muestra su verdadera naturaleza: se trata de una

maniobra defensiva. Una puesta en escena de una voluntad de normalidad.

Una buena volu ntad que no tiene otro objetivo que su propia manifestacion.

148

49

Ademas, parece que este episodio de basqueda de empleo dur6 muy

poco. Todas las solicitudes que indica —salvo una— han sido enviadas con unos

dias de intervalo. Ademas, explica que desea ver a todos sus potenciales patro-

nes para que le informen «de una v ez por todas». Como para terminar con la

cuestiOn del trabajo y sobre todo con el malestar de no ser apto para el, pues

gicamente puesto que mu rk') de un cancer generalizado. En fin, un saludo para

el, que su alma descanse en paz. A demas todo es gratis en el Centro, aparte de

las consum iciones en el bar de la terraza en lo alto del Centro, com o es natu-

ral, y en lo que se refiere a pedir, la cosa funciona extraordinariamente im pe-

cablemente bien, como sobre ruedas.

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esta incapacidad viene a firmar una patologia que no puede ignorar.

Sin embargo, la angu stia, con la ayuda del vino rosado y de los cigarri-

llos, cae pronto. Empieza a aparecer «el estado eufOrico». Tiene que ver a

demasiada gente. No podra verles a todos en un dia. Y como, de todas formas,

habra que volver a empezar mailana, zpor que no dejarlo por hoy? Y ademas,

todavia le quedan cuatro dias antes de «la mierda supertotal». Asi que no hay

prisa. Toda esta bien, puesto que todo se hunde lentamente en la borrachera.

4.

La vida en la calle

«Asi que estaba en paro y todavia no habia cobrado las prestaciones

ASSEDIC desde hada más de seis meses, y estaba de verdad en la mierda

entre parentesis y sobre todo en Paris. Si, la mierda c ompleta y tenia que dejar

el hotel, por falta de dinero, pero p asaba todos los dias a v er si habia llegado

mi chequ e tan esperado, puesto que ahi era donde tenian que mandarme todo

el correo. Entonces, si que tuve que dormir fuera durante bastante tiempo con

mi saco de dorm ir de la Military Air Force, o a lo largo del canal de l'Ourcq,

en los almacenes, o en algan coche abandonado. Durmiendo siempre con un

ojo abierto, haga frio o calor. Menos mal que el duefio del hotel me guardaba

el equipaje en el s6tano, si no, no se que habria hecho con ello. 0 algunas

veces, iba a dormir a la comisaria de policia, donde los polis me conocian. La

que estaba justo detras del ayuntamiento y en frente de Correos, en la plaza del

Colonel Fabien. 0 m e las arreglaba durante el dia pidiendo en Artes y O ficios,

en el Centro Georges Pompidou, el Beaubourg.

»Me gustaba enormemente ese sitio, ese barrio, el ambiente, sobre todo

los que escupian fuego, masicos, mimos, magos, cOmicos, actores, el do que

se tumb a y anda sobre c ascotes de cristales de botella. Y otros más, todo eso

reunido en diferentes lugares, bastante cerca unos de otros en la plataforma

justo delante del centro, en un guirigay infernal, sobre todo sin contar con la

gente del pueblo que viene a m iles sobre todo en verano.

»Entonces, yo, mezclado con la masa, me sentia revivir. Me encontraba

bien alli, tumbado en el suelo como otros muchos, con mi litrona se•sobren-

tiende, mirando sus bobadas y escuchando la mdsica a pleno sol. Algunas

veces e incluso a menudo, entraba dentro del Centro para mirar el video y

muchas cosas variadas.

»Ah, de todas formas hay que reconocerlo, por decir la verdad, que el

senor Georges Pompidou es el anico presidente de la Republica que ha deja-

do algo bueno y bien instructivo al pueblo trances antes de desaparecer tan tra-

»Practicaba este oficio artesanal con educacion, con distinciOn, limpio,

bien afeitado y siempre con la sonrisa y cortesia, si puedo expresarme asi. Y

recogia entre doscientos y doscientos cincuenta francos cuando la cosa iba

bien y cuando más en forma estaba, pero algunas veces, recogia en total, con

dificultad, cincuenta, sesenta, ochenta, cien, ciento cincuenta francos. Todo

eso, por dos o tres horas de trabajo al aire libre. Y asi conseguia sobrevivir

durante un periodo de más de seis meses, durmiendo fuera o en la comisaria,

pues lo poco que conseguia ganar, eso en fin de cuentas se iba pronto, gasta-

do con mis conoc idos, mis relaciones de pilar de bar y venga gluglu, bebe dios

de mierda, no se sabe quien to bebera, hasta muy tarde por la noche en un b ar

corso, a lo sirveme un trago, calle de Flandes, siempre en el distrito 19,

ambiente de gente rara, pero sim patica, veteranos del 68, antiguos truhanes.

»Bueno, en resum en; pero tenia muchos amigos en ese recinto de margi-

nales. Todo esta en saber portarse bien y eso es extremadamente importante.

Portarse bien, ese es el quid y lo que entiend o por portarse bien, es ante todo

no presumir, ni ser bocazas, soltando gilipolleces más gordas que uno mism o,

como: "y o, ya lo se", "yo ya he visto", "yo he hech o eso", "yo lo habria hecho

asi", "yo ya lo he visto todo, lo he oido todo, lo he hech o todo..." y otras por

el estilo. Puedes hablar pero siempre que digas algo comprensible, que seas

educado con todo el mundo, si no, salias y aparecias en el hospital, rapid() y

bien.

»Pero yo, estaba bien considerado, era respetado por todo el mundo,

incluso cuando habia agarrado una seria, y me ponia a desvariar completa-

mente, ya sea amablemente, ya sea ch illando cuando mi vaso estaba vacio. Sin

duda me dejaban a causa de m is origenes corsos, quien sabe, la madre de mi

madre... Pues si, quien dice corso, dice tambien origen italiano... Esa bella

isla, un regalo de los italianos a Napoleon, creo recordar. Bueno, en resumen,

y un buen dia, traigo un amigo, en fin, digamos francamente que habria podi-

do llegar a serlo, si hubiera sido más correcto y menos gilipollas, porque varias

veces, me nev a a corner y a dormir a casa de su m adre, pero el inconvenien-

te, es que queria parecer mostrarse superior a mi, pues era cuatro anon mayo r

que yo y enseguida be catalogaban en el bar. No be decian nada porque iba con-

migo y a decir verdad, solo be conocia desde hada poco.

»Y un dia, m e hizo pasar vergiienza delante de todo el mundo en el bar y

queria pegarse conmigo, aprovechandose sin duda d e que yo em pezaba a estar

bebido. A h, pero ahi, estaba m ás que harto de ese gilipollas, porque no era la

primera vez que m e ponia en vergiienza en los bares dandoselas de duro, fran-

cam ente que gilipollas, y que queria dem ostrar a los que estaban a su alrede-

dor y cada vez yo cerraba el pico, dejaba pasar por la buena razon de que me

150

51

conocia bien. Y luego ahi, com o en el bar corso, delante de mis colegas, empe-

zaba otra vez, entonces ahi, se m e revolvio la sangre, sail fuera, me sigui6 asi

como dos colegas mios. Ah, queria darle una buena paliza a ese gilipollas.

Cuando m eti la mano en el largo bolsillo interior de mi cazad ora, para sacar

mi Cobra 22 L ong Rifle, pues a veces me paseaba con dl, y sobre todo que por

entonces dormia fuera, eh, comprendes, espera, y yo no era el tinico que se

que al puesto de policia. Eso, seguro que con todo lo que Ilevan... Bah, des-

pues de todo, tenian más que razOn y luego of un ruido sonoro, acompariado

por otro que conoc ia perfectamente, a fuerza de oirlo todo el dia. Pero ahi no

era el tipo americano: "uuu, uuu, uuu". Aqui era: "tu tu tu tu", acompariado

de un "pi-pon, pi-pod'. Y lo que v i, que se par6 delante de la taberna, fue un

autocar de policia y una amb ulancia con sus luces azules y rojas parpadean-

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paseaba con una pipa en la asamb lea y la mia comp arada con las de los cole-

gas, era un modelo reducido. Venga ya, un 22 Long Rifle comparado con un

P 38 o u na Luger, son dos c osas distintas. En fin, que quieres, uno coge lo que

tiene, eh, Lilo es cierto? Y el mio era por decirlo asi reglamentario, com prado

como es debido, en una armeria, pero sin los papeles oficiales, de tenencia de

armas y la autorizaciOn, segfin la nueva ley, que mho a finales de 1983. Y

cuando gu ise sacarlo del bolsillo interior, se quedo enganch ado, puesto que el

canon se encontraba en el forro, con ayuda de un agu jero pequerio efectuado

con esa intencion, puesto que era bastante largo, para decirlo todo.

»Asi que lo de desenfundar rapidamente, inn cuerno Lo dej6 y rapid°

como el rayo, m e puse la mano detras de la espalda para coger la navaja abier-

ta y con la hoja, la saque, y todo eso en una fracciOn de segundo, ya te imagi-

nas que no puedes quedarte dormido de pie, porque tu vida pu ede depender de

ello, creeme, te lo digo con conocimiento de causa, y claro, adopte la pose ade-

cuada, la del atacante, la de la ofensiva. Estuve como vaciado de toda sustan-

cia interior, el vacio completo, tanto en la cabeza como a mi alrededor, no oia

ni vela más que a mi enemigo. No dur6 más que tres o cuatro segundos y diri

gi el brazo a su cara. Schlac Un solo paso rapido y el, dando un grito casi

inhumano, se llevo las dos manos a la cara ensangrentada y a la vez, los dos

colegas que estaban ahi se hab ian largado corriendo a refugiarse dentro de la

tasca de la que acababamos de salir. Y yo, en ese momento, no habia reaccio-

nado a lo que acababa de pasar, recogi mi saco de dormir enrollado y decidf

no quedarme p or los alrededores. Fui casi tranquilamente hasta el cruce, hice

como que me iba y me sente tranquilamente contra un poste de cemento, que

servia para sostener el metro aereo Stalingrad-Jaures-Barbes-Rochechouart,

en un rine& de som bra, protegido de las miradas indiscretas y me encontraba

aproximadam ente a cincuenta metros del lugar de la pelea y de la taberna, eran

las cero cincuenta y cinco minutos y no habia ni un gato en los alrededores,

aparte del individuo gimoteando y dirigiendose a la taberna donde entro.

»Esperaba la continuaci6n de los acontecimientos y, para hacer tiempo,

encendi un cigarrillo, preguntandome si de verdad, le habia escacharrado

bien, pues la cosa habia sido demasiado rapida, justo el tiempo de vislum-

brar lo que me habia parecido sangre, a, traves de sus dos manos pegadas a

la cara. Y ademas, estaba bastante oscuro, asi que isomo podria distinguir

nada? Es lo que me pregunto. Al cabo de unos minutos, vi salir de la tasca a

bastantes conocidos mios que se iban y se dirigian no se donde. Bueno, en

resumen, empece a sospechar. En caso de que llegaran los polis, habria de

todas todas control de papeles, registro individual y probablemente embar-

do. Salieron de sus vehiculos y entraron. Decididamente, si que debi hacer-

le polvo al pobre tio y eso es lo que pasa cuando uno se las da de duro.

Volvieron a salir acompaiiados por el herido y se marcharon sin ninguna

duda hac ia el hospital.

»Yo, me quede todavia un rato, escondido en mi rincOn de som bra, pen-

sando ansiosamente en la situacion. No Italia la pena volver al bar por ahora.

El dia siguiente, en otro bar, me entere de que si que le hab ia dado lo suyo des-

pues de todo. Un poco más y se quedaba sin ojo. Un tajo en todas las cejas y

la frente, con puntos de sutura, segtin me hab ian dicho. Recogi entonces un

poco de pasta que me deb ian y, despues de eso, direccion al hotel, a recoger

mis cosas y la misma noche, me fui en tren, direccion Norte... ».

Su frecuentacion de la explanada de Beaubourg nos es presentada como

una especie de espacio/tiempo idealizado. Alli estaba bien. La gente a su alre-

dedor se divertia. Todo era gratis. Todo el mundo era amable. Beaubou rg era

el sitio de una felicidad regresiva. Es f recuente que en los relatos de indigen -

tes aparezcan asi un lugar y un tiemp o benditos. Protegido de las intemperies

de la vida, es un paraiso perdido.

Lo que Marc P. escribe del dinero es muy tipico y deja entrever las difi-

cultades, mencionadas y a varias veces, relativas a cualquier intento de cuanti-

ficaciOn de los parametros de ese m edio. Unas veces, pidiendo consigue entre

200 y 250 francos, por dos o tres horas de mendicidad, otras, 150 francos,

otras 50 6 60 francos... Aqui se ye bien que toda volu ntad de precision pierde

su sentido.

Más adelante, hiere a su «amigo» de un nav ajazo. Una lectura atenta del

pasaje mu estra que este acto carece de raz6n clara. El relato es aterrador en

cuanto que mu estra el surgimiento imbecil, por ciego y ab surdo, de la pulsion

agresiva y destructora, especie de bocanada mortifera que se desprende de

repente de las brumas llenas de vino de su mente. i,Que lOgica oculta se escon-

de detras de este acto? zlrritacion ante el fondo de independencia homo sexual

de su comp atiero? SOlo podemos especular. De todas formas, observemos que

las relaciones de este tipo, corrientes en ese ambiente, estan en general mu y

cargadas de significado homosexual en el sentido de que enseguida se con-

vierten en fusionales, puesto que la indigencia y el miedo a la noche llevan

rapidamente a los «amigoso a vivir juntos. Estas relaciones, generalmente efi

meras, terminan la mayo ria de las veces con insultos, robos y violencia.

Se habra observado el estatus administrativamente muy embrollado de su

revolver, en esta ocasion, felizmente enganchado en su b olsillo. Una vez mas,

152

53

los datos relativos a las obligaciones administrativas y legales varias se pier-

den en una nube de tinta.

Es tipico de esas personalidades psico paticas que el navajazo sea asesta-

do sin mentalizacion y sin culpabilidad. Esta Ultima esta ausente'. Como

muc hos delincuentes, la sustituye por su suc edaneo, que es el temor al casti-

pathos

miento, y la comprendia perfectamente bien. Bueno, en resumen, entonces

pido otra consumiciOn, una copa de rosado porque, a decir verdad, ese dia tam-

poco tenia mucho dinero. En fin, al cabo de un m omento muy breve, el moro

provocador volvia a la carga. Entonces yo, ah(, ya em pezaba a ponerme furio-

so, porque estaba harto de su trajin, de sus gilipolleces. A lo m ejor se creia que

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go. Su no tiene otro horizonte que el mismo.

Se pregunta por un momento si ha «arreglado» al otro. No ha visto bien.

«La cosa habia sido demasiado rapida...». Me encontre con otros varios casos

(extranjeros fronterizos, en particular) en que los su jetos, ante la duda de un

posible asesinato, habian huido despues de tales incidentes. Vivian as( —a

menudo desde hada varios arios— pensando, Caines inseguros, que a lo mejor,

en otra parte, los buscaban por asesinato. No intentaban saber de verdad en

que punto se encontraban, en la medida en que esa situation les permitia

racionalizar su vida de indigencia...

5.

Rac i smo

«La cosa h abia ocurrido cerca de Clignancourt, donde esta el rastro, inmen-

so, a decir verdad. Vivia por all(, provisionalmente donde un amigo. Acababa de

salir del hospital, un mes antes, por una depresiOn nerviosa. Y all( claro, hice

muchos conocidos en un pequefio bar, "chez Denise", y claro, me vestia exacta-

mente igual que ahora, salvo que el color de mi somb rero Borsalino era negro,

y luego, un d ia, hacia la una de la mailana, tres moros hicieron su entrada en el

bar, su pusieron en la barra y pidieron no se muy bien que exactamente y emp e-

zaron a hablar en voz alta entre ellos, todo hay que decirlo.

»Bueno, m e importa un bledo, con tal de que no incordien a nadie, es lo

principal. As( que yo y mi colega estabamos sentados en la primera mesa al

entrar, y de repente uno de los m oros se dirigiO a mi colega, haciendole ob ser-

vaciones desagradables, pero este no chisto. Luego, m e toe() a in( diciendome,

no se muy bien que, y yo, igual, tampoco chiste. Luego pas6 a mis colegas del

bar, que estaban ch arlando con Denise, la dueria. Ese gilimemo, el m oro, les

interrumpia, hablando su lenguaje de mono bastante fuerte como suelen hacer.

Luego com prendi que la cosa iba en serio y que queria pelearse con uno de m is

colegas. Mierda, esta si que era buena, con lo tranquilos que hablamos estado

hasta entonces, ahora resultaba que tres moros asquerosos venian a perturbar-

nos, ah, desde luego, son los mejores incordiando, pense con rabia y de eso

todavia me acuerdo m uy b ien... Esos tres moros, unos tocapelotas. Al ver que

no le contestaban, el moro se volvio hacia sus dos colegas a beber un trago, y

yo mismo a la vez, aproveche para levantarme y pregunte a Denise que que

habia pasado. Pero Denise m e hizo setias de que m e callara, que lo dejara estar,

que no dijera nada...

»As( que m e resigne a callarme, puesto que asi lo queria, mejor respetar

sus deseos porque no le gustan nada las peleas, sobre todo en su estableci-

podia hacer lo que hacia, cubierto por sus dos asquerosos compinches, de

todas formas, era siempre asi con esos dos, son bocazas y se c reen que pueden

hacer todo lo que se les antoje cu ando son varios. Y luego, solos, se van pegan-

do a las paredes, son verdaderas ratas de todas formas. Ah, mi pequeno de

Gaulle, hiciste verdaderamente la mayor gilipollez de to vida. Bueno, en resu-

men, lo hecho, hecho esta, no sirve de nada volver sobre el pasado... As( que

habiendo visto esto, me dirigi tan tranquilo, como quien no quiere la cosa,

hacia el eater y entre. No era para ech ar una meada, sino p ara sacar del bolsi-

llo la navaja, abrirla y ponerm ela detras, sujeta en el cinto del pantalOn, verti-

calmente. Bueno, entre el pantalon y la piel de la espalda, luego tire de la cade-

na por Ia forma, y sail. Al volver a la barra, en frente de la patrona y al lado de

mi colega que seguia sin decir nada. Luego, el otro cerdo seguia voceando con

fuerza, ahora la tomaba con Denise que le decia: "Bueno, os acabais los vasos

y os vais. De todas formas, tengo que c errar el bar, venga". "Eh, yo tengo sed,

eh Fatma", le contest6 y m i colega que estaba a mi lado, le dijo: "Pues

a

Fatma, com o dices tan bien, va a cerrar". "TO a callar, te voy a dar por el cu lo

ahora mism o", le dijo el moro. "Si, tiene razon, murm ure, la patrona quiere it

a acostarse". "i,Y a ti que te pasa, eh?", me dijo uniendo el gesto a la palabra,

me quitO el sombrero.

»Pero que habia h echo... Y lo aplastaba de rabia ante mis Ojos y y o, ya

no aguantaba más de todas form as, ya lo habia previsto que la cosa acabaria

asi y no de otra manera, en fin peor para el, deslice la mano detras de mi espal-

da, y saque de all( rapido y b ien mi navaja y se la m et( de abajo arriba en la

tripa, clac, Ia del provocador imbecil, com o es natural. Y el en el momento no

habia reaccionado, tambien hay que decir que fue todo superrapido y pu de ver

un ligero corte de por lo m enos diez buenos centimetros de donde sali6 la san-

gre rapidamente a traves de su camisa rota, pero eso no dur6 más que uno o

dos segundos, antes de que se diera cuenta y empezara a gem ir y se puso m i

sombrero en su corte vertical y ya no se moviO.

»Al verlo, sus am igos se largaron corriendo del bar, y luego la patrona me

aconsej6 que me marchara deprisa antes de que llegara la policia y es lo que

hice, pero siempre con la navaja en Ia mano. Tome esta precauciOn por los otros

dos que estaban fuera y quien sabe. Nunca se sabe a veces, pero no vi a nadie,

y m ejor. Pues si, que extratia es la vida a veces, eh. Luego p refer( que me olvi-

daran durante dos dias para volver por fin dond e Denise. Y para sorpresa mia

fui casi aclamado como a un heroe, como un salvador por Denise y los otros.

Por lo que m e comentaron, la policia habia venido, puesto que D enise tenia

obligaciOn de avisarles por la forma, se sobrentiende, y que dijeron, parece ser,

al ver al arabe sangrando como un cerdo: "Por una vez que es u n franc& el que

154

55

ha hecho esto, aplaudale de nuestra parte". Pues es más bien raro para unos

polis, pero, en fin, estaba contento de mi mismo, despues de todo.

»Y segtin parece, intent6 evadirse dos veces, una vez del coche, otra del

hospital donde le llevaban los polis, puesto que ellos volv ieron al dia siguien-

te donde Denise. Y claro todo el mundo debia tajantemente que no m e cono-

tabaco. Asi que m e dirijo a una mesa alli cerca, donde parecia hab er un sitio.

Me instalo pues, era una mesa con ocho tios y m esas habria unas veinte, todas

con ocho pobres diablos. En el mismo momento trajeron un tazon y un cacho

de pan seco. Entonc es acercan una olla de hierro que parece contener la sopa.

Asi que m e servi llenando el taz6n. Era una sopa grasienta, bastante buena por

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cia. Y asi es com o se habian enterado de los dos intentos de evasion. Pero i,por

que hab ia intentado evadirse? Sin duda, pense, es que no estaba en regla. En

fin, algo debia de ocu ltar a la justicia, apostaria la cabeza, en c aso necesario.

Bueno, en resumen, en todo caso mi sombrero muri6, imaginate, con la coa-

gulaciOn de la sangre dentro, p uesto que el otro lo hab ia utilizado de aposito».

Este otro relato de pelea es u n testimonio de la repetici6n de los escena-

rios y de los modos de reactividad, saldandose los dos episodios con un nava-

jazo. Pero sobre todo, aparece aqui el odio racial con todo lo que de rabioso

puede tener. Muy extendido en ese medio, es una fu ente eterna de conflicto en

los lugares de alojamiento dond e sobre todo no se quiere dorm ir al lado de los

«moros».

Se observa, se cuen ta y se odia a esos extranjeros que vienen a quitarnos

la sopa popular de la boca. A la miseria no le gusta compartir. Y a pesar del

autor del libro de Job, es Satands quien una vez más, tiene estadisticamente

razon: el sufrimiento, lejos de elevar al hombre, no hate más que llenarle de

envidia y de resentimiento...

6.

En e l a lbergue

«Mientras apuntaban mi nombre, mire rapidamente a mi alrededor,

echando u n vistazo de periscopio circular. Ab riendo, mientras estaba alli, de

par en par mi hojas de captaciOn. La description visual que saque de alli, tras

un rapid() vistazo, me resu ltaba bastante triste, desalentadora, glacial. Si, eso

es, glacial. El termino no es exagerado.

»Habia diversos ruidos de voces entrecortadas, que se entrechocaban,

donde no se percibio más que una algarabia sorda acompaiiada de cubiertos

que tintineaban unos contra otros, ruidos de vasos que se chocaban, a punto de

romperse, asi que tras deduction, eso debia de ser simplemente el comedor.

»Una voz me extrajo de mi contemplation, era la del empleado que me

dijo:

»—Pues ya esta, senor P., puede ir a corner mientras le encuentro una

cama. No tiene aids que dejar sus cosas aqui, porque despues ya lo ordenard

en el guardarropa. Asi que, tenga y venga que le enselio el comedor.

»Y me ac ompatio, tras haber cerrado la puerta con Hav e, lo cual me ali-

vio enormemente por lo demas, siempre por culpa de la pipa. Bueno, en resu-

men, entro en el comedor, y me quede estupefacto al entrar alli. Un super olor

asqueroso m e dejo sonado, de ese olor tenaz, de sudor, a pies, a vino malo, a

lo demas.

»Todos me m iraban como si yo fu era insolito, el hombre de las nieves.

Bah, les compadecia a todos en el sentido de que los habia que estaban sin

afeitar, vestidos de manera asquerosa, sin peinar, con cara triste, perdidos, aco-

sados, unos estapidos, otros completamente borrachos. Pocos estaban afeita-

dos, frescos y vestidos correctam ente, con cara inteligente, lo notaba por su

mirada. Bueno, en resumen, los astrosos, los sucios indigentes de m ierda, indi-

gentes de profesion o indigentes a Ia fuerza. Bueno, en re-resumen. m e acabo

la sopa que estaba muy caliente. Me Ia termine rapidamente, pu esto que toda

esa gente se habia terminado la suy a, y pasaba u n carrito por el pasillo para

recoger los tazones vacios. Entonces me decidi a ir al despacho para ver al

empleado, para mi cam a y mis cosas. Pero en el momento en que me disponia

a levantarme de la mesa, un indigente m e dijo en voz alta:

»—Eh, Cap one, to pareces a Capone, si Al Capone. Asi que acabas de Ile-

gar, zeh?

»Ni siquiera le conteste y m e dirigi hacia el despacho donde seguramen-

te me estaba esperando el empleado. Precisamente estaba alli cuando llegue a

la entrada del despacho. M e dio las mantas y una sabana doblada, diciendome:

»—Bu eno, senor P., aqui tiene su tarjeta de hogar que debe llevar siempre

con usted, y sobre todo procure no perderla...

»Asi que la cogi, le ech e un v istazo. Si, en efecto, era una tarjeta azul con

el nombre y la direcciOn del hogar asi como un ntimero que seria el mio de

ahora en adelante, y m e la meg en el bolsillo de la chaqueta. Me dijo :

»—Bueno, sigame, que le enseilo alai sera su cama, y al mismo tiempo,

pasard al guardarropa para dejar sus cosas.

»Asi que subimos por esa escalera hasta el primer piso. Entramos a una

habitation amplia donde estaban ordenadas en filas las camas superpuestas.

Giramos a la derecha al entrar y nos dirigimos al fondo del todo, en un angu-

lo donde estaba apuntado en una pancarta de la cama de arriba, dado que esta-

ba superpuesta, mi ntimero de piltra. Me dijo:

»—Bueno, eh, aqui es donde se alojard, deje sus mantas encima, ya se hare

la cama más tarde.

»Deje pues m is mantas encima. Bah, a primera vista , parecia que habia

caido bien. Bien situado. AN, en el rincon bien tranquilo y no me hu biera gus-

tado por ejemplo, caer en una fila del medio. Oh no, eso si que no. Bah, la

casualidad habia querido esconderme en cierto modo ahi, en ese rincon, y

mejor para m i. Mantas correctamente dobladas, colocadas encima en orden,

recordaba la disciplina, el orden, la limpieza que se encuentra en el ejercito.

Luego me dijo:

156

57

»—Bueno, sfgam e para guardar sus cosas, y luego ya nada más.

»Asi que le segui, hasta una puerta, fuera del dormitorio, donde estaba

escrito en rojo: "Equipaje". Abri6 la puerta donde guar& mi equipaje en un

estante, donde ya estaban amontonadas innum erables maletas, y todo eso per-

tenecfa a esos senores que estaban en el comedor. Entonc es le dije, despues de

haber terminado de ordenar cuidadosamente mi equipaje: "Esto..., perdon,

»Y esta sobre todo la manera de devolver su mirada despectiva y si no es

demasiado gilipollas, comp rende por sf m ismo. Si insiste, claro, esta el riesgo

de pelea. Todo eso por una m irada, lo cual es verdaderamente esttipido. Bueno,

en resumen, me encendf u n cigarrillo que me fume tom ando el café, cosa que

apreciaba enormemente por lo demas. Me termine el cigarrillo y luego subi,

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pero las cosas estan seguras aqui?". Me contest6: "Ah si, no tenga ningtin

miedo a ese respecto. No entra nadie, si no es acompaiiado por un vigilante".

Asi que estaba un p oco más relajado, tranquilo, siempre a causa de la pipa, por-

que yo no querfa que acabara entre las sucias garras de nadie. Eso sf que no.

»—Mariana por la m ariana ya vera al educador que se encargard de usted,

es muy m ajo—, me dijo cerrando la puerta con Ilave.

»Se oyo claram ente, procedente de abajo, un barullo infernal, entrecorta-

do con risas y broncas. Volvimos a bajar la escalera y me quede en el hall,

cuando en el com edor, todo el mundo, c asi a la vez, se puso de pie en silencio,

y en m edio habia un joven que tenfa toda la pinta de formar parte de los mu ros

y que tenia en las manos un libro abierto y qu e empez6 a recitar algo. Asf que

me acerque hasta el umb ral del comedor y of : "Santificado sea to nombre, gra-

cias te damos san Benito, gracias te damos san José, y gracias san Pedro, san

Cristobal, amen". Comprendi enseguida que el libro abierto era simplemente

la

Bibl ia

y que acababa de leer una pequefia misa... Y me sorprendi haciendo

una serial de la cruz cop iando a los otros, que tambien la hacfan. P ara no dar

mala impresion a los otros, finalmente me hice u na, mecanicamente, despues

del amen. Y todo el mundo salio tranquilamente del comedor, para subir al

dormitorio.

»Asf que m e puse justo al lado del distribuidor, hurgue en el fond o de los

bolsillos para sacar una moneda de un franco, despues de haber separado la

calderilla rapidamente porque tenia miedo de que alguno viniera a sablearme

cien francos... Todo el m undo m e miraba de la cabeza a los pies y sobre todo

la cabeza, sin duda alguna, por el sombrero, que parecfa impresionar a mucha

gente. Bueno, en resumen, pero no m e gustaba como m e miraban algunos, la

"fijeza" en la mirada de los ojos, con pinta de buscar no se muy bien que, a

decir verdad, a lo mejor todo, salvo —una cosa es cierta— compafierismo, amis-

tad. Y a primera vista, muchos tenfan verdaderamente una cara poco de fiar,

que estaba extremadamente lejos de caerme bien. Si, y sobre todo, intentaba

que no se me notara demasiado, no m ostrarlo.

»Ah, que pandilla de gilipollas, de colgados, de pobres tipos, de intiti-

les, etc. Se creerfan que me iban a intimidar, a asustar, creyendo que segu-

ramente iba a desviar la mirada, puesto que para algunos de ellos, eramos

exactamente similares. Por lo demas, estabamos como dos gallos de corral

dispuestos a enfrentarse en un rinc6n. Se tiene miedo. Saber cual de los dos

reina sobre las gallinas, en el corral... Ahi, segun m i experiencia en este tipo

de situacion que tienen algunos canallas que quieren y que intentan conse-

guir una reputaci6n.

rumbo a la piltra que, por lo demzis, seguro que iba a ap reciar, pues por decir-

lo todo, estaba completamente reventado, agotado. Hasta me dolian los pies,

las piernas, los hombros, la cabeza. Estaba fisicamente muerto.

»Me hice rapidamente la cama y m e desnude, me meti debajo de las man-

tas, y habiendo tenido cuidado de esconder el dinero en un pafiuelo limpio que

meti en mis calcetines pues dormia con ellos puestos asi estaba tranquilo y

coloque debajo de la almohada la ropa qu e habia doblado con cu idado. Una

vez dentro, tenia más calor, y mire casi a m i alrededor discretamente puesto

que a decir verdad, me encontraba en el fondo en u n Angulo. Lo que no habia

notado antes, es que el vater estaba justo al lado de donde y o dormia. Lo habia

adivinado, por la buena razon de que algunos entraban y salian con ruido de

fondo de la evacuacion del agua.

iPaf De repente, la luz se apag6 en todo el dormitorio, menos dos pilo-

tos que se habian quedado encendidos y entonces of: "iMe cago en la puta No

veo nada", y otro: "Eh, bocazas, a ver si te callas". "Eh, pasame el vino,

cerdo". "No grites tanto, toma". "Eh, p ero os vats a callar de una puta vez". Y

luego, silencio com pleto. Algunos empezaron a roncar, y estaba tan agotado

que me dormi sin pensar en nada de eso, y me dieron en el hombro y una voz

me dijo: "Venga, arriba, ya es la hora", y me di cuenta entonces de que hada

fresco.

»Sall pues de mi niebla interior donde me sentfa tan bien, of entonces

todo un jaleo sordo y agudo y entendf que ya era por la maiiana y que todo el

dormitorio se habia despertado y se levantaba para vestirse y bajar. Me hu bie-

ra gustado dormir un poco más, pero no podia elegir. No debia de ser el tinico

en pensar eso. Doble las mantas y has coloque al pie de la cama. Todo el

mundo lo hada. iMierda Mis cosas estaban frias, despues de habermelas

puesto de prisa, bajo rumbo al comedor para el llamado desayuno.

»Al entrar, no sabia donde colocarme, puesto que todo el mu ndo tenia su

sitio personal habitual, y c omo era nuevo, no querfa imponerme por m iedo a

recibir un reproche de una persona con m al despertar. Y una v oz me dijo: "Eh,

Capone, ven a sentarte aqui. No hay nadie...". Era el mismo que ayer por la

noche, y hada alusion a Al Capone por m i sombrero Borsalino en la cabeza,

y esta maxim a tambien lo llevaba puesto. Me dirigi pues hacia esa mesa y vi

al que me llamaba. Era un tio de unos cincuenta, sesenta aims. Asi que me

sente a su lado y le di la mano. Me alcanzo un tazon y una cuchara...».

Hay que poner este pasaje en paralelo con aqua en que describo las

noches que yo mismo 'me en Nanterre '. Estan en juego las mismas cosas, se

encuentran las mismas preoc upaciones: el robo, la violencia posible, la situa-

158

59

ciOn de la cama. La intimidation reciproca de esos homb res que tienen miedo

unos de otros. Los centros de alojamiento, como la cartel, forman parte de

esos lugares en que no rige el contrato social. Aqui las advertencias son ino-

perantes y todo el mundo lo sabe.

La cuestion de la h omosexualidad aflora en la imagen de los gallos, cada

uno de los cu ales quiere reinar sobre las gallinas del corral, pues, precisamen-

o r,

esta es la frase que me viene a la mente: "Ah, Nu e ocurre, si que ocu-

rre?", sin saber como "si', por que medio de elucidaciOn, de aclaracion, "todo

esto es diabolico".

»Y cuando h ablo de mi espiritu en cuestiOn, me pregunto no ob stante si

todavia tengo uno, "sr, puesto que, de momento, en este preciso instante,

estoy muerto o como casi muerto, "Si", si no, no habria podido hacerme esta

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te, en este metaforico corral no se encuentran más que otros gallos. i,Quien

hard de gallina?

Se habra saboreado de paso la lectura de la opequelia misa»: «Gracias to

damos san José, y a ti san Pedro, y a ti san Cristobal». «Copia a los otros»

haciendo la sepal de la cruz. Su cristianismo, como sus otros comportamien-

tos pseudo-adaptativos, no es más que parodia. Los indigentes estan siempre

al lado de todas las obligaciones, de todos los sistemas. Su perpetua inadecua-

cion frente al mundo tambien hace de ellos grandes maestros del humor.

f-

na frase supera con m ucho su contexto banal de despertar dificil: «Sall

pues de mi niebla interior donde me sentia tan bien». He aqui algo que resu-

me perfectamente una de las claves del mecanismo del proceso de indigencia

y su inmensa seduction. Es la bruma interior, alimentada con gran cantidad de

psicotropos, que permite mantener a distancia las terribles exigencias de la

realidad del mundo. El indigente es clinofilo. Su conciencia esta nublada. Su

trastorno inexistente. Su tiempo esta suspendido. Ese incurable uterino se sien-

te tan bien. Loca ataraxia.

7. Un inmenso agujero negro

Se leeran a continuation extractos del Ultimo manuscrito. Estas palabras,

que son las de la locura, alcanzan por momentos la extraiia belleza de los ulti-

mos textos de Beckett.

Se hace preguntas. i,Sigue todavia vivo? i,Sigue teniendo espiritu?

zHabra llegado la muerte sin que se h aya enterado? Ser o ya no ser, ese es su

tema. Es Hamlet alucinado. Hamlet y Ofelia en uno solo.

Sentado en la terraza de un café, esta en o tra parte y m ira el vaiven de los

pasajeros del mu ndo. Esta perdido. Se ye ora «molusco», «vieira» acurrucada

sobre si misma, ora «animal acefalo», ora «feto». Se encuentra y al encontrar-

se descubre la completa oscuridad. Ya no es más que u n inmenso agujero negro.

En este Ultimo extracto, las incoherencias de lenguaje, asi como una parte

de la puntuacion —comillas y puntos de interrogaci6n han sido transcritos tal

cual—.

«(z?) (i,?) (i,?) i,Pero que ocurre? Si, i,pero que ocurre que me parece tan

inverosimil, tan extraordinario? i,Si esos terminos son sinonimos? En lo que

acabo de evocar, queriendo hablar de esas dos palabras. Todo esto m e parece

abstracto, diria incluso m ás, y el de abstracto.

pregunta que, de mom ento, se me queda sin respuesta... i,LJna muerte que adi-

vino, y que ha debido de ser del tipo eutanasico. i

Ocurrida bruscamente sin

que me haya enterado? Pero no volvere hasta mucho mas tarde sobre el tema

que es el mio, de ser o de ya no ser. Puesto que tengo como la intention de

parafrasear este escrito, "si", de exponerlo con el maxim° de detalles, de

prolongarlo, permaneciendo en la casi verdad, y digo esto porque tengo ganas

de colmar este agujero con un suefio "sumo" o pesadilla, entonces ahi, ya no

se nada. Y deseo que al leerlo se sienta cierta angustia, cierto suspense, de lo

que se va a producir o de lo que ya se ha producido "el estilo Hitchcock". Una

parafrasis irreal, irreversible, irreprimible en lo que a ml se refiere, en todas

las primeras paginas, y ahi, el suspense durante una duraci6n indeterminada,

sin limite posible, siempre refiriendose a mi, "si', durante mi period° de agu-

jero negro.

»Pues he aqui la terrible pesadilla que vivo y que v ivia pues interiormen-

te, es no se p or que razon, un a pesadilla fenomenolOgica visionaria interior.

»Si, o todo me parece real, tanto del lado material como fisico, similar a

una unidad de m etro en horas punta, los vaivenes de los pasajeros, donde yo,

tranquilamente sentado en una terraza de café, mirando no se que... Claro,

esto no es más que un ejemplo; vagabundeando no se d6nde y dirigiendome

sin duda a una banal aventura qu e adivino insignificante. Y no se lo que me

hace pensar en todo esto de manera particular. Todo esto me parece pasmoso,

extraordinario, inesperadamente portentoso. Sobrenatural, la situation excep-

cional en la cual creo encontrarme y que, por desgracia, para decirlo todo, me

encuentro en ella realmente, "si", "extraiio de todas formas, si iextraiio ". De

no entender nada si, no obstante, me resulta o me resultaba o simplemente si

todavia me resultaria posible, si, posible poder, y no se por que razon, si por

que motivation que me empuja a dictarme estas palabras vacias, como "toda-

via posible". De poder y comprender cualquier cosa, a la vez que me pregun-

to, sin preguntarmelo de verdad, si m e sena verdaderamente posible tomar en

consideraci6n esta comprensiOn, "si", de concebirla, dichos sintomas.

Sintiendolos mas o menos, pero que se van agravando. Es todo lo que creo

saber sobre esta serie de transformaciones suc esivas que por su parte estarian

a punto de empeorar, de estar en evolucion... "y sigo sin saber que me hace

pensar en est," igual que una tuberculosis evolutiva, agravandose sin inte-

rrupcion hasta su acabam iento, hasta la completa agonia, irremediable. "Si,

puesto que de mom ento, estoy perdido, estoy o estaba, lo digo porque, a decir

verdad, no lo se muy bien, "para pensar que nunca sabre nada" de lo que

podria parecer de muy c erca, "e incluso de demasiado cerca", analogico al de

161

160

..--. ....—........._______ _

..---

, . . . ,

un estado selundo "sfay de lo más segundo que pudiera hab-

el; debe de una

entrada o de una salida de un estado menial, dnitirrn

e-

iTirable ebriedad, o

similarmente al de una inyeccion de blanca o simplemente y v ulgarmente a la

de una chutadora de parafso...

»... Es simplemente para decirle en que situation me encuentro actual-

mente. "De repente sf", stibitamente, observo y no se como, analog° a la de

parte, se situarfa en mi hemisferio cerebral, "sr cerebral. Es asi como lo he

llamado "intersticio", pues eso quiere decir realmente "pequefio espacio vacfo,

sf, vacfo'' entre las partes de un todo, y ese todo en c uestion es el mfo. Para

que m e

comprenda mejor, voy a darle un ejemplo. Se dice los intersticios de

un parquet, pero y o, en lo que quiero decir, son los intersticios de corte medio,

-h

.-

gland° 6n16amerne de mi cabeza, si es que a pesar de todo, sigo teniendo

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sentirme más o menos trastornado, desparcelizado por entero, igual que una

interferencia de ondas radioelectricas, que vienen a estropear no se que o

igualmente al de la pantalla de un televisor sin antena...

»... Repentinamente, la cortina se abre en mf, "sr, se abre, y me deja

entonces descubrir un inmenso agujero negro. El abismo completo...

»... Pues habrfa podido muy bien revelarle uno u otro más o menos pare-

cido, analogico en lo que se refiere a ese agujero negro. Serfa pues la de

encontrarme encarcelado al igual que una vieira, completamente cerrada,

acurrucado sobre mf mismo sobre ella misma, deberfa decir, queriendo hablar

de ese molusco "o entonces", a la de encontrarme com o un feto o un em brion

acabado, listo para la eclosiOn o el nacimiento en el vientre de su futura mam a

u otra, pero con una ligera diferencia para mf, qu e para ellos, haciendo su apa-

rici6n, en un lugar que c reo conocer, digo, creo, porque a dec ir verdad, no lo

se muy bien, pero de verdad nada nada bien, puesto que en lo que a mf se

refiere serfa la de saber lo que me ocurre y la de saber donde me encuentro,

encontrandome, descubriendome, si no es redescubriendome, enteramente

desconectado, igual que Hal' pareciendose a un anim al acefalo o a un animal

enjaulado, sumido en la oscuridad y en la inconsciencia, o a una rata en un

inmenso laberinto de laboratorio, o tambien más simplemente al de un sabio

ante el problema de una ecuaci6n astron6mica, que sabe que la solution, el

enigma cuya clave no encuentra existe...

»... En este momento, tendrfa tendencia a vagabundear en plena deduc-

tion, en lo que se parecerfa de cerca a u na fraseologfa propia de la de un escri-

tor, objetivandome sensaciones visuales objetales, y alejandome del tema ya

empezado, tem a ideologico dirfa, incluso...

I»Me encuentro

ues, descubro la completa oscuridad. Diciendo, me

encuentro, eso no es mas que una hipotesis, porque, a decir verdad, todaVia"

go sid

saber estrictamente nada, «una vez más», pero absolutamente nada de

nada...

»... Oscuridad, siempre oscuridad hasta donde la vista alcanza, stibita-

mente, of en el fondo del todo de mf mismo un largo y penoso silbido conti-

nuo que, el, me parece que emite en dos lugares diferentes, con un lado sono-

ro más fuerte que el otro, y que ese lado me tendrfa toda la pinta de ser much o

más agitado (o i,agudo?), de ser tambien más agudo, "extrailo, de todas for-

mas". Y luego de golpe, con sorpresa, sentf tambien una especie de presi6n

que me parecerfa ser como atm osferica, "si

-

 de sentir "por segunda v ez" cier-

ta unidad de presion asfixiante y bienhechora, en cierto modo, "sf", bienhe-

chora. Y no se de d6nde procede esta m etastasis en mi intersticio que, por su

162

1/4,tinaY que esta aparicion que yo he llamado a eso "metastasis", "Si', ese fen6-

meno patologico que me invade por todas partes. Sin duda eso no es más que

una metapsiquica, que atafie a los fenomenos p sicolOgicos que entran en rela-

cion con m i sistema».

Mi ultimo encu entro con Marc P. se remonta a la primavera de 1996. Era

en Nanterre. Estaba esperando, de pie delante de la puerta de la consulta. Le

pregunte que que tal le iba e intercambiamos algunas palabras. Olfa a alcohol,

pero no parecla borracho. Mientras hablabamos, se me6 encima, el charco de

orina iba aumentando a nu estros pies. No parecio darse cuenta.

En 1999, p urg6 una condena de cartel de cinco m eses por golpes y heri-

das voluntarios. Hoy, en febrero del 2001, sigue v iviendo en la calle, donde se

degrada lentamente, ffsica y psfquicamente.

163

. . 1

Mi perra, mi amante, mi amor

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Recibi a Francis B., en consulta tres veces por semana, durante trece

meses, en el hospital de Nanterre. Era un hom bre de unos cinc uenta afios, alto

y delgado. A pesar de la pobreza de su ropa, emanaba de el cierta distinci6n.

Su cortesia reservada desentonaba much o en esta poblacion generalmente rui-

dosa y grosera.

Habia pedido verme p orque se habia enterado de que yo era psicoanalis-

ta, y que, a pesar de los tratamientos medicos ansioliticos y antidepresivos que

seguia. «necesitaba ver más claro».

Llegado a Nanterre dos meses antes, sin ningun tipo de recursos ya y al

borde del agotamiento, aprovec ho su estancia para cuidarse una serie de tras-

tornos organicos que le molestaban desde hada mucho (varices, reumas, tras-

tornos digestivos). Al hacer esto, dio muestras de un pragm atismo raro en este

ambiente.

Francis, marcado entre otras cosas por el incesto que su padre cometia

con su hermana, vivito una vida pobre, errabunda y solitaria. Como condena-

do por Dios a la ignorancia y a la blisqueda de una iluminaciOn siempre pro-

metida, nunca alcanzada, Francis via* Sus peregrinaciones le condujeron

hasta Oriente. Al11 descubri6 el hachis que le p ermitiO escapar de vez en cuan-

do del infierno de sus torturas interiores. No abuso de ello, pensando que

todavia tenia que seguir sufriendo. Ese era el precio de la btisqueda de la ver-

dad. En eso, escapa a la toxicom ania, a la cual, de today formas, no se podria

reducirle.

Las mujeres le fueron esencialmente prohib idas, resumiendose su sexua-

lidad principalmente a algunos intentos insatisfactorios y sem i-fallidos con

prosti tutas.

Su necesidad de rebajarse era inaudita. Describird, en una de las entre-

vistas que se citan a continuacion, c6mo compartio su vida con una perra.

Despues de quince meses en Nanterre, decidio finalmente volver a vivir

en el seno de una recta en la que ya habia pasado dieciocho afios (com unidad

a la que hace alusion varias veces en el texto que sigue). E speraba, sobre todo,

encontrar alli a una mujer a la que habia querido antafio con un am or platOni-

co y nunca confesado. Tal vez siguiera esperandole...

Es seguro que su masoquismo encontro m otivo de satisfaccion en la deci-

siOn falsamente libidinal de volver a vivir a esa comunidad en la que, segun

propia confesiOn, habia sido vergonzosamente explotado durante largos anos.

165

A este respecto, es muy significativo que hubiera decidido marcharse cuando

iba a llegar al final de un procedimiento de peticiOn de pension de adulto

minusvalido que el psiquiatra que le trataba y yo mismo habiamos iniciado a

petici6n suya.

Cuando efectivam ente le concedieron esa pensi6n unas semanas despu es

de su marcha, le flame por telefono para comunicarle la buena noticia. Me dijo

que se alegraba de oirme, pero que no queria seguir con ese asunto. Decia que

»Mientras que, asi, siempre he construido mentalmente y nunca he hecho

nada concreto. Ademas, em pieza a ser duro, porque cuando se

- ve as-

 - --aik,6

-

cincuenta altos-, pongamos treinta y cinco altos asi, con esta timidez... Y el

miedo. No puedo ir a ningtin sitio sin tener miedo. Si hago una gestion...

»En una epoca, el dolor estaba ahi. La emotion. Algunas veces me que-

daba seis meses sin trabajo porque no podia entrar en una oficina y pedir tra-

bajo. Ademas no tenia certificados de trabajo serios. Como muchos timidos,

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estaba bien.

Esa ayuda representaba una suma mensual de 2.500 francos. En corn-

paracion, ganaba entonces 210 francos al mes en la <<Maison de Nanterre»,

por un trabajo a tiempo completo. La comunidad, en la que hada de hom-

bre para todo, le daba como salario tinico «100 francos de propina por

semana»...

El texto que sigue esta extraido de cuatro entrevistas que tuvimos. Han

sido elegidos porque son un compendio de la historia de la vida de Francis,

mostrando a la vez la articulation de las problematicas fundamentales que

eran las suyas: la inaccesibilidad de las mujeres, la imposibilidad del saber, la

marca indeleble del incesto y el masoquismo radical.

La precisi6n de lenguaje de Francis, su fina inteligencia y sus capacida-

des de elaboration han permitido una utilization casi

verbat im

de la trans-

cripciOn de las entrevistas grabadas (aunque estas tiltimas se encuentran aqui

amputadas de los elementos más estrictamente interpretativos ligados a la

situation psicoterapica).

Si las cualidades de Francis asi como la envergadu ra que le confieren su

cultura y sus viajes le convierten en un ser atipico en este ambiente, no obs-

tante, los elementos en juego profundos de su vida psiquica alcanzan proble-

maticas que se encuentran muy frecuentemente en otros, m enos elocuentes.

1. La mujer prohibida

«Cobre mi paga e hice reservas de tabaco. Compre quince paquetes de

tabaco. Ya no tenia ganas de seguir recogiendo colillas. Y más vale hacer

reservas. Con el dinero, no salgo, no me interesa.

»Siempre tengo ese miedo del porvenir. Siempre miedo de preguntarme

si voy a tener algo má s de suerte. Ora bien la cosa? zHabra un nuevo punto de

partida? No lo se. Siempre estoy en la vida con esta angustia. Siempre esta

falta de confianza en mi m ismo.

Habria

star tranquilo en mi agujerit9pero ha er

g Jtearni

alrededor, y eso es algo que siernpre tuella amargacio la vida. Y luego, creo, a

lo mejor el miedo me ha protegido tambien porque a lo mejor habria podido

hacer una enorme tonteria. El miedo tarnbien puede proteger. Porque tenia un

caracter mucho peor que ahora. Creo que habria podido hacer muchos más...

Muchas tonterias.

166

soy inestable. No puedo quedarme durante meses asi donde un jefe. No lo con-

sigo. Hada mi trabajo. En general lo hacia bastante bien y luego al cabo de

cierto tiempo lo dejaba para cam biar. A lo m ejor esta inestabilidad no se debia

a mi timidez porque lo que hacia tampoco m e interesaba much o. Asi que tam-

bien el aburrimiento tiene que ver. Y luego la rutina, la rutina, entonces se tie-

nen ganas de cambiar un poco, que. Tenia certificados de dos meses, tres

meses de trabajo. Tenia huecos de cuatro meses. Lo que tenia para presentar

no era nunca nada importante.

»Una observation fuera de lugar, cualquier cosa y hala, me iba. Algunas

veces, terminaba por ahogarme de verdad. Por la noche leia libros de aventu-

ras: la India, las islas del Pacifico... Asi que, por la m anana, no iba a volver a

ese avispero. Entonces algunas veces ya no aguantaba, me iba y...

»Y luego me encontre en situaciones asi, imposibles. Siempre trabajos

penosos. Y ademas muy penosos, que. Uno trabaja y luego antes de un mes,

ya se ha gastado la paga. Y hay que v olver a empezar otra vez y asi sucesiva-

mente. Y uno se dice que va a durar much o, que eso no es vida. Y no se ye nin-

guna posibilidad de salir de ello. Porque los estudios... No habria podido

hacer estudios, tampoco me gustaba. Total, que no hab ia salidas.

>Aqui me cuesta una barbaridad. Cada vez que tengo que pedir algo. La

timidez. El miedo. Si tuv iera que ir a casa de gente de un nivel social más ele-

vado que el mio... N o podria. Incluso sabiendo qu e esa gente no es superior a

mi, pero... No podria. Tengo la impresion de que pareceria un p ato entre los

cisnes.

»Ahora estoy leyendo el

Bhagavad-Gita.

Me digo: "Todavi.

LTestozal

final de mis penas, por

s ue me faltan cosas". Tenlo una necest-

da e o n

ied F a T e

c T c i y me dicen que todo eso no es más que concu piscencia.

Entonces zcuando se calmard todo? Sin embargo, el

Bhagavad-Gita

es un

libro serio... No se. Tengo que veneer el miedo y la necesidad de ternura.

Entonces me digo: "Suanto sufrimiento, soledad, representa todo eso, y prue-

bas y fracasos y todo?". Entonces no puedo, no puedo encarar el futuro con

confianza. No es posible. Meses como los que he vivido antes, no puedo. Asi

que a la fuerza, siempre estoy con miedo.

>Noy a tener que ir a buscar trabajo. No tengo ni para comprarme el

peri6dico por la m ailana. LY que voy a hacer? Comprar el periodic° y empe-

zar a buscar trabajo durante mi dia de descanso. Voy a com prar el periodico y

luego voy a estar ahi, todas las maiianas yendo a ver a la asistenta social, para

pedirle dos billetes de metro. Eso no tiene fundamento. Es u na historia rara.

167

Pero por mucho que diga: "Eso no tiene fundamento", voy a tener que pasar

por ello. Ademas, en el peri6dico no creo que pidan peones. Es más bien para

trabajadores cualificados. Bueno, basta con una circunstancia afortunada.

Todo puede ocurrir. Tener una propuesta, no se. Y ademas ahora con este fisi-

co un tanto arruinado, todavia tengo menos confianza en ml, porque no puedo

hacer cualquier tipo de trabajo.

»Hace tiempo, trabajaba en u na fabrica. Ultimamente, para intentar arre-

impresion de que esas personas quieren m eterme en su bolsillo y eso no me

gusta mucho. N o me gusta nada eso. No es posible. Y me vuelvo a encontrar

sin cesar con esa situacion en mi cam ino. Me gusta la amistad verdadera y no

la de la genie que me representa una comedic. Ahi de verdad en el oeste de

Francia, me han hecho proposiciones increibles a ese respecto. Era increible.

Y no he podido, no h e podido aceptar.

»Esas mujeres que me rodeaban, perd6neme la expresi6n, no eran

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glarmelas, trabaje en una fabrica. Era un infierno. No se muy bien que es el

infierno, pero ahi, era verdaderamente increible. Tenia que quedarm e durante

varias semanas para Ilenarme un poco los bolsillos. No pude quedarme. No

pude. Por la noche no podia dormir. Vivia con unos jovenes. Hacian ruido.

Dormian de dia, pero por la noche no podian dormir. Aguante una semana y

luego lo deje.

»Me doy c uenta de que hay algo que hace que me mantenga en esta mise-

ria por mi bien. Se que es_pormi mayor bien. Pero, de todas formas, ello no

impide que ann asi me asuste. Ya se que hay algo que vela por mis intereses y

que al fin y al cabo todo terminard bien. En fin, no es entonces cuando termi-

nara sino cuando empezard. Pero no puedo vivir en esa prueba asi, diciendo:

"Gracias Dios miopor hacerme sufrir". No lo consigo. A lo mejor deberia. No

puedo. Me siento cansado de todas esas pruebas. Pero si no las sintiera mal,

no serfan pruebas.

»Me piden que renuncie al carino. Es lo que leo en el

Bhagavad-Gita.

La

renuncia. Hay que renu nciar a todo para encontrar a Dios. "Encuentra a Dios.

despues tendras lo que quieras". Es lo que estaba escrito un dia en un libro y

sentia de verdad que era para mi, que. "Encuentrame y luego podras coger a

la orilla del camino todas las flores deliciosas que se encuentran. Pero antes

encuentrame".

»Los libros dicen todos más o menos lo mismo. Sobre la sexualidad, el

miedo. Aunque cambie de libros, mi vida no cambiard. Tal vez me suba la

moral de momento, pero... SiTuird de esa misma manera. En fin, tambien he

tenido much as informaciones contradictorias, pero por desgracia, de todas for-

mas, es siempre igual. Siempre igual. Y las mujeres se comportan siempre

igual conmigo. Cuando me ven llegar, vuelven la cabeza. Actuan como si,

como si... Es curioso. Como si supieran exactamente lo que tenian que hacer

o no hacer. Com o si obedecieran a una consigna. No lo comprendo en absolu-

to. Por ejemplo, hace una hora, me he encontrado con una chica guapa. Nos

hemos encontrado frente a frente de repente ahi. Inmediatamente ha girado la

cabeza, automaticamente.

»Lo más duro es cuando vivo con m pjeres, como en esa comu nidad en el

oeste de Francia, no ocu rre para nada asi; al contrario. Es increible la cantidad

de proposiciones que han podido hacerme a ese respecto. De verdad, es in-

creible. Pero siempre hay algo en el entorno de la joven que m e hace sentir que

si acepto eso, tengo que aceptar lo demas. Y como hay algunas cosas en lo

demas que no puedo aceptar, entonces lo rechazo todo en bloque. Tengo la

comestibles. No me atraian. Habia una joven que me atraia mucho, pero sen-

tia que era su padre el que la empujaba. En la familia, hacian planes, por la

noche. No podia aceptar eso. Vela lo que esa gente tenia en la cabeza. Lo

comp rendi. Y no podia lanzarme a semej ante aventura, con gente que tenia la

intencion de no ser honesta. Yo tambien tengo algo deshonesto en mi, pero

intento no serlo. Ellos no lo intentaban, al contrario. Querian el poder, adue-

fiarse de la casa en la que estabamos. No po dia aceptar eso. Sin embargo, era

muy tentador. En fin, de todas formas ha habido mom entos en que no aguan-

te, pero siempre habia algo que hacia que no podia ocurrir, porque en lo más

.

profundo no queria.

»Una chica muy guapa si. Vivi durante dos alios con un chico en esa

comunidad. Era la mentira personificada. Nunca he visto a nadie tan desho-

nesto como el. Desencadeno en mi u n odio, algo espantoso. Le odie durante

anos. Y tuvo a esa joven antes que yo y tu ve una reacci6n estlipida: no pude

pasar detras de el. Se enamor6 locam ente de ml despues de eso. Y yo me dije:

"Una chica qu e no es capaz de ver la m entira y la falta de honradez desarro-

llada hasta ese punto en alguien, hay algo que no va bien". Y nunca pude

ceder. Nunca. Tenia la imp resi6n de que estaba m ancillada. Y nuestra histo-

ria duro diez anos. Durante diez alms no he podido. Ademas, me habia acos-

tado con una chica que tam bien habia estado con ese chico, entonces me dije:

"Hay como una condicion. Es necesario que ese chico se acueste antes con

una chica para que yo pueda poder luego acostarme tambien con ella".

Entonces eso tampoco podia funcionar. Tambien habia una rebeldia. A lo

mejor tambien era orgullo. Sin duda orgullo, pero no podia, ese chico me

repugnaba demasiado. Tenia la impresion... Es com o si m e hubiera acostado

con un leproso. Era igual...

»Todo eso, era hace casi diez aims. Volvi a verla hace más o menos un

alio. Pero la cosa ya no me decia nada. Estaba como desgastada. Dem asiado

blanda. Bastaba con que un hombre dijera dos palabras para que se acostara.

Era asi de blanduzca. No me gusta mu cho eso. De todas formas prefiero una

mujer que sepa comportarse un poco. Ahi, se dejaba ir. Como le gustara un

chico, ya estaba. Algunas veces, me dije que tendria que haberme aprovecha-

do. Pero no habria resuelto el problema de hoy. Habria sido igual. Es que no

tengo caracter para hacer de perrito, que. Nada que hacer...

»De todas formas, si tengo una oportunidad, no puedo. Es inaccesible, lo

noto. i,Como voy a hacer yo p ara abordarla, hablarle? No es posible. Es curios°.

Es muy curioso. Un dia vi a una que trabaja aqui. Nos miramos un poco, y luego

168

69

volvi la cabeza porque me dije: "De todas formas, no es posible". Las circuns-

tancias tendrian que estar verdaderamente creadas. Que algo lo quiera de verdad.

»Estoy como atenazado. Atenazado. Lo pensaba esta mafiana. Estoy

completamente pillado, atado. Eso es. Tengo la impresiOn de que no puedo

hacer nada. Cuando en realidad puedo h acerlo todo. Ya se que en realidad, soy

un hom bre libre, pero hay algo que acttia a m odo de pantalla. Y es esta cosa la

que se encu entra en mi cam ino. La pantalla todavia parece ser tan espesa que

patetica particular. Prisionero de la perspectiva de una vida sin salida, hecha -;

de trabajos embru tecedores, lee y suefia con la India y las islas del Pacifico.

Si el neurotic°, como decia Freud, es un artista fracasado, muchos indigentes

son unos Monfreid, Gerbault, London fracasados. lrreconciliados con las

mediocres posibilidades que les ofrece la realidad, y aspirando a una vida dis-

tinta, gloriosa, viril, aventurera, para la cu al carecen tanto del talento como

r>

del caracter, van tirando con su caricatura degradada en el vagabu ndeo y las ',

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me digo que no h e terminado de sufrir. De m omento no se hacerlo. No se. Y

ademas siempre la timidez. Siempre, siempre, siempre.

»En el fondo, las mujeres, tengo la impresiOn de que no tengo derecho a

ellas. Me viene a la mente siempre la misma pregunta: zque hacer? i,Que hacer

para ser feliz? Para ser un poco feliz. No se que hacer. Espero que caiga. Y

luego no cae.

»No digo que no haya un bloqueo. Soy_un verdadero bloqueo ambulan-

te. Pero... Hay más. No se de que hablo evidentemente. Pero tengo la impre-

si6n de que es el Padre, que es El quien no quiere que ocurra ahora. Eso es

todo. Estoy seguro de eso. "Primero encuentrame y cuando me hayas encon-

trado tendras todo lo que quieras. Pero primero encuentrame". Pero Ldentro de

cuanto tiempo voy a encontrarle?

»Es siempre lo mismo. Dios crea las circunstancias favorables o desfa-

vorables. "Creel que he dirigido tu camino por un desvio lleno de maldades,

pero espera el desarrollo de los acontecimientos y dime si he actuado por tu

bien, o si he descu idado tus intereses". Eso tamb ien esta escrito en ese libro.

Senti que todo eso era para mi. En definitiva, por eso se que no quiere m i mal.

Aunaue durante arios, he vivido aterrorizado por culpa de eso. He v ivido en un

miedo continuo. He pensado durante ems que el mundo entero me deseaba

algtin mal. Esperar los acontecimientos de semana en semana... Hace meses

y meses. Y luego asi sigo y de todas formas no terminard, asi que... Es eso,

esa impresion de infinito».

El miedo, la tim idez, la inhibicion, a pesar del sufrimiento que causan, se

le presentan siempre como positivos en la medida en que le protegen de lo

peor. Sin ellos, habria hecho atin más «tonterias». i,De que se trata? i,Actos

violentos?

Asesinatos? i,Que fantasmas se encu entran en la base

de ese pequerio vocab lo?... El caso es bastante tipico: las dificultades inheren-

tes al proceso que lleva a la indigencia (pobrez a, agotamiento fisico) preser-

van al sujeto de los pasos al acto explosivos potenciales (y fantasm aticos) que

pondrian brutalmente su vida (y eventualmente la de otros) en peligro. Frente

a esos peligros, la vida restringida, disminuida, de la indigencia aparece com o

un compromiso minimalista. Por lo demas, tambien se oculta detras de todo

eso un Mon megalomaniac°. «Si estuviera bien, pero bien de verdad, hada

estallar el mundo», m e decia un paciente.

La inestabilidad estructural frente a las obligaciones del trabajo y de sus

imposiciones es completamente clasica tambien. Hay en ello una tonalidad

ensoriaciones etilicas. Angeles caidos del paraiso de la libertad idealizada,

son tambien los ineptos de ese ejercito de reserva que es, segtin Marx, el sub-

proletariado.

Lo que sigue en la entrevista es más especifico de Francis. A traves de los

libros, un mensaje -siempre el m ismo- se dirige a 61: si no es feliz, es, al fin

y al cabo, culpa suya. Por lo tanto, que luche min más, siempre más, contra si

mismo . Que se niegue a si mismo toda aspiraciOn, toda satisfacciOn, y enton-

ces, solamente entonces, de acu erdo con las exigencias divinas, alcanzard la

felicidad definitiva y absoluta. Es duro. Es muy duro. Es incluso imposible.

Sobre todo en lo qu e se refiere a las mu jeres.

Pero bueno, su m iseria es su may or bien. Asi debe ser. Solo puede ser asi.

La alternativa no es otra que la impensable rebelion contra Dios. «Gracias

Dios mio por hacerme sufrir». «No puede» decirlo, pero aun asi lo dice. Se

siente «cansado de las pruebas», p ero «si no las sintiera mal, no sedan pru e-

bas». Asi, el velo de la construcciOn delirante esta, por un momento, a punto

de desgarrarse pero no se desgarra. Y no puede desgarrarse nunc a, pues zque

quedaria entonces del sujeto y del sentido de su v ida, si no es un cam po de rui-

nas absurdo y desolado? Se piensa en la angustia de Jestis en el monte de los

Olivos, oscilando en la orilla vertiginosa de la rebeldia: «Padre mio, si es p osi-

ble, ique pase este caliz lejos de ml Pero hagase tu voluntad y no la inia»

(Mateo,

26, 39-40). Mismos elementos en juego relativos a los limites y a las

finalidades de la sumision pasiva y hom osexual frente al «Padre». Ese padre

todopoderoso, cuyos d eseos son ordenes. Al que se obedece sin preguntas, sin

rebeldias, sin murmullos.

En cuanto a las mu jeres, es imposible. Siempre hay algo. Adernas, obser-

vandolo más detenidamente, las mujeres no son muy apetecibles: mancilladas,

blandengues, deformadas (como su hermana, como su madre que p robable-

mente toleraba el incesto y no decia nada). D e todas formas, l,para que? Puesto

que el no quiere...

2.

El mas ignorante de los hombres

«Vivo un infierno. Sigo viviendo con todas esas cosas. De todas formas

estoy siempre mal. En mi ignorancia. Se que vivo en la ignorancia y en el

pecado y que soy desgraciado por eso. Y ademas tengo la impresiOn de no

poder hacer nada, simp lemente dejar pasar el tiempo, dejar que se desarrollen

170

71

las pruebas. Es una especie de sentimiento de impotencia. No se que hacer

para salir de esto. Me da la impresi6n de que tengo qu e intentar debatirme. Me

debato mucho. Bueno mentalmente de todas formas, tengo que dejar hacer.

Nada más. D ebo tener paciencia y esperar que las pruebas. . . Que las pru ebas

me cambien, me maten en algun sitio. Hay que terminar por morir.

»Tamb ien es eso lo que me desespera. A menud o siento subir en mi tantas

cosas malas que me digo que no estoy al cabo de mis sufrimientos. Todavfa

»Cuando pedfa, sentado en los bancos, y recogia diez francos, podia com-

prarme una lata de conservas. Y tambien un cacho de pan y una lata pequena

de conservas, eso es una comida. He tardado much o en aprender el valor del

dinero.

»No por eso v oy a caer en la avaricia. No es eso, pero quiero decir el des-

pilfarro, no es bueno, tamp oco. Cuando trabajaba, el dinero no paraba. Se iba.

Es increible. Y sin embargo si hubiera sido ahorrador... Corner dinero, asi.

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haran falta meses, meses, zquien sabe?... anos, antes de verlo todo un poco

más claro. Es saber todas esas cosas lo que hace que yo viva en un mundo

completamente ilusorio. Un mundo que no existe realmente. Y que de todas

formas a m i me parece verdadero. Estoy siem pre en la ilusion, siempre, siem-

pre, siempre, siempre.

»Voy por la calle, me digo: "Todo esto no es de verdad, todo esto no es

de verdad, todo esto no es de verdad". Es una creacion del psiquismo. No es

verdadero y yo vivo ahf dentro y creo que es verdadero. Entonces vivo siem-

pre en el error. Por momentos, la cosa va mejor. Me relajo. Digo: "Bueno, a lo

mejor esto se calma, a lo mejor estoy dispuesto a morir, que". Y luego al dia

siguiente, siento movimientos de odio, de rencor, pequefias cosas que vuelven

a subir. Entonces me digo: "Bueno, todavia estoy aqui'.

»Tengo la impresi6n de que a mi alrededor todo es simbolo y que yo no

entiendo nada. Por eso he fumado tanto hachis. Entonces comprendia, com-

prendfa muchas cosas. Hasta tal punto que asustaba, algunas veces.

»Ayer, me di u n paseo por la calle. Y me abu rrfa tanto en la calle como

aqui. Era lo mismo. Al cabo de un rato, volvf porque estaba desgastando los

zapatos.

»Aunque hu biera tenido dinero, habrfa sido igual. Habria gastado much o

dinero, pero me habria aburrido igual. Ni siquiera tenfa ganas de tener dinero.

,Para que? No tenfa ganas de nada en absoluto.

»Cuando sail fui a las galerfas Lafayette. Sentia un pequefio alivio al ver

otra cosa que la "Maison de Nanterre". Durante una hora, estaba contento.

Habig algo que brillaba... Luego, a continuaci6n, volvi a hundirme en mi abu-

rrimiento.

»Por much o que me diga que todo lo que esta a mi alrededor no es más

que pacotilla y me dejo todavia seducir por la ropa. Me dejo hacer, cuando

podria seguir todo recto. Pero dejarme seducir por ropa que podria comprar:

un jersey, algunas cosas que pudiera necesitar. Pequerias cosas, que, que

podria comprarme.

»Esas privaciones m e enserian tambien a tener cierto respeto por el dine-

ro. Porque en la epoca en que min me ganaba bien la vida, gastaba, lo gastaba

todo. Primero porque m e aburria. Y luego porque no tenia ningun respeto por

el dinero. Y ayer la asistente social me dio quince francos. Me tome un café,

cinco francos. Luego guar& los diez francos cuidadosamente en un armario.

Me dije qu e el dinero no vale la pena malgastarlo. Una moneda de diez fran-

cos es muy , muy importante.

Uno pasa delante de una tienda, se com pra una tonteria que nunca servira para

nada. Es el aburrimiento lo que esta detras de todo eso. Entonces se intenta

compensar con algo que no compensa para nada.

»A menudo creo que estoy completamente cerrado. Es verdad. Voy a ver

una pelicula, por ejemplo. Soy incapaz de com prender lo que quiere decir la

pelicula. Tengo que ver las peliculas que sean sencillas. Las canciones de

Brassens, no he comprendido lo que Brassens querfa expresar a traves de sus

canciones. Nunca. Empece a comprender que habia en las canciones algo que

comprender, cuando empece a fumar marihuana. Antes, ni lo sospechaba.

Escuch aba palabras asf que desfilaban, pero yo no com prendfa nada de lo que

querla decir y sigo sin comprenderlo. Sigo sin comprenderlo. Excepto si he

fumado un p oco. Nunca entendi una cancion de Brassens. Nunca, nunca, nunca,

nunca. Tengo la imp resion de ser el más ignorante de los homb res. Es cierto. Lo

he dicho mu chas veces. Creo que soy el más ignorante de todos los hombres.

»Tengo unos pocos conocimientos. Aprendi un poco de historia, un poco

de arqueologfa. Esos conocimientos no son nada. Uno hinch a su orgullo con

eso, pero no es nada. Los libros, no puedo comprenderlos. No comprendo.

Entonces me intereso por cosas que son faciles de comprender, como los libros

de historia. Todo el mundo puede comprender la historia.

»Tengo la impresion de que la gente —toda la sociedad a m i alrededor—

sabe cosas que yo no se.

»De todas formas, esta sociedad creo que nu nca la entendere. Ya me lo

han dicho cien veces: "No intentes comprender". Ademas, se dice:

"Bienaventurado el que ha comprendido que no hay nada que comprender".

De todas formas, no comp rendo nunca, creo. A lo m ejor comprendere el dia en

que haya com prendido interiormente de verdad lo que m e ocurre. SOlo com-

prendere el dia en que me haya comprendido a mi mismo. En ese momento,

comprendere al cabo de una gran confusion, que yo no estoy en el mundo. Que

es el mundo el que esta en mi.

»La Unica m anera de comprenderlo, pues es unirse a esa cosa que esta en

el interior de mi mism o. En lugar de esperar siemp re el final del exterior, ten-

dna que poder de h echo tener un deseo de encu entros interiores, esa femini-

dad que esta en el interior de mi, para poder llegar a estar comp leto. No hay

ninguna otra cosa que comprender más que yo mismo. Pero aim asf, a mi eso

me preocupa. Hago mal.

»Es el descubrim iento de uno mism o, son esponsales interiores. Algo en

el centro del corazon, pues. Y no ese encarnizamiento que h ace que yo espere

172

73

siempre a la m ujer en el exterior de mi. Si yo p udiera... "Encarnizamiento" no

es Ia palabra adecuada. Si yo pusiera "obstinacion", tampoco seria del todo

exacto. Si tuviera un gran deseo de encontrarme a mi m ismo, de encontrar mi

feminidad interior, pienso que en poco tiempo los problemas estarian resuel-

tos. Es siempre la misma mujer en el exterior, siempre, la que me atrae.

Ademas, son los sentidos los que me impiden encontrarme a mi mismo.

»Dicen: "Busca en ti". Y ni siquiera se buscar en mi. No se lo que quie-

mujeres... Es pues «el más ignorante de los homb res». Salvo en u n punto: Ia

historia, ese saber al alcance de cualquiera. De todas formas, su historia infan-

til no le es ajena y presiente hasta cierto punto su sentido. Co mo se vera m as

adelante, de todas formas <<sabe», más alla de toda duda, que su padre se acos-

taba con su hermana. Eso por lo menos no era una apariencia. Y no es impo-

sible que ese elemento de realidad sea, en definitiva, la barrera que le impide

caer en formas m ás extremas de la psicosis declarada.

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re decir eso, buscar en uno mismo. A lo mejor meditar como lo hada yo. Por

eso me pregunto si hay dos hombres que hayan sido aquejados de una igno-

rancia mayor que la mia en esta tierra. Es espantoso. Es espantoso no com-

prender nada de nada. Tengo la impresion de avanzar asi en la vida, como un

ciego, como un ciego. Me paseo por las calles. Nada. Pensamientos locos se

agitan en mi cabeza.

»Cuentan una historia en la India. Hay un hombre a la orilla de un rio.

Hay mucha corriente, muchas olas. El hombre esta en la ribera de las ilusio-

nes. En frente, en la brum a, ve la ribera de las realidades. Se tira al agua, lucha,

lucha, lucha para Ilegar al otro lado. Cuando llega al otro lado, completamen-

te agotado, se vuelve, ye que no hay do. Entonces me digo que estoy sufrien-

do y que este sufrimiento no existe.

oi,Entonces que? LM e inventaria ese rio? Seria inventarme mi sufrim ien-

to. Algunas veces me h an dicho: "Te comp laces en to sufrimiento".

oi,Como puede uno complacerse en cosas tan espantosas? Es espantoso

el sufrimiento. No me acuerdo de quien decia que el sufrimiento era "repelen-

te". Era Teilhard de Chardin, creo. Es repelente el sufrimiento, uno no pu ede

complacerse en eso. Es barro. Tanto el mio como el de los demas, el sufri-

miento. Aunque en cierto modo, es algo propulsivo, necesario, el hombre no

esta hecho para sufrir. Esta hecho para ser feliz. Tengo momentos de desespe-

raci6n».

Es impotente, y se obstina en debatirse cuando «hay que dejarse h acer».

Incluso hasta esperar que las pruebas le m aten, es decir —como ex plicard en

otro momento— que maten el yo en el (su discurso esta evidentemente marca-

do por aglom erados de elementos procedentes de lecturas mistico-esotericas a

las que se dedica).

Vive convencido permanentemente de la i lusiOn del m undo fenomenal

que le rodea. Este mundo es signo, simbolo de otro que se le escapa. No

comprende nada de nada. (Se piensa en el mito de la caverna en Platon).

Todo es pacotilla, distraccion, aburrimiento e intento fallido de combatirlo

(Pascal).

Un velo im penetrable de ignoranc ia le separa de los seres y de las cosas.

Ya no h ace falta demostrar el sentido inconsciente de esta «ignorancia» que no

es, al fin y al cabo, m ás que ignorancia de Ia cosa sexual. Ademas, estard abun-

dantemente documentada por las asociaciones de Francis sobre ese terra en

otras entrevistas. «Todo el mundo sabe cosas» que el ignora. Sobre todo las

Solo «los esponsales interiores» de la reconciliacion con su feminidad

permitirian una reunificaci6n noetica de los dos mundos, psiquico y fenome-

nal, que sin eso quedarian entregados a una inteligibilidad radical.

Sorprendentemente, parece que esta intuici6n nos acerca a la teoria erotica del

conocimiento, en el Banque te de Platon... Sin ignorar el probab le papel de la

aportaci6n de lecturas en la organizacion de este «mito» epistemologico,

admiremos de todas formas por un momento la profundidad y la complejidad

de ese trabajo del preconsciente. En efecto, de lo que se trata es de la cu esti6n

de su posici6n fem enina frente al padre que era el tinico que tenia derecho a

las mujeres.

Aunque «el hom bre no esta hecho para sufrir», el sufrimiento, ese «barro

repelente», es de todas formas necesario y «propulsivo». Leitmotiv.

3.

El hijo del incest()

«Me encuentro mal, muy m al, muy mal en mi pellejo. Muy, muy mal y

desde hace ya muc hos ailos. Me acuerdo de que en una epoca, de tanto como

sufria, Ia gente a mi alrededor ya no lo agu antaba. Tenian que irse. Me acu er-

do de un dia en que estaba en casa de unos amigos. Un joven dijo: "No puedo,

me voy". Se m arch& No es de h oy. . .

»De todas form as hoy tengo que it a corner, y c ada vez es una tortura.

»Tengo problemas de vientre. Angustias... Esta manna, en el desayuno,

estaba de verdad... La gente a mi alrededor lo nota, que. Estaba de verdad

muy mal. Tenia prisa por terminarme el café y marcharme.

»Y luego no tengo u na actitud franca y cordial con respecto a Ia gente que

esta a mi alrededor. Por eso la gente deja de saludarme. Es cu tioso. Cada vez

mas a m enudo, me ocurre que la gente que se com portaba amablemente con-

migo, hace ya un tiempo, no me saludan porque se dan cuenta de que... No

comprendo. jPor que estoy tan crispado? Siempre frio. Siempre seco. Esta

siempre esa envidia frente a los otros que hace que no es nunca u n saludo cor-

dial y franco. Un dia, por la matiana, voy a dar la mano a alguien. Al dia

siguiente, no voy a estrecharsela porque no m e atrevo.

»Hay u n monton de pequeiias historias asi que se repiten todos los dias y

que hace que haya un mont6n de gente que ya no me habla, que me ponen

mala cara. Como para excluirme. Me p arece que yo en su lugar intentaria corn-

prender. No se, perdonaria, que. Pero ellos... Siemp re ha sido asi.

174

175

»Aqui tambien estoy con gente. No estoy acostumbrado a ellos, aqui. No

puedo acostumbrarme con todo el mundo. Si es un circulo restringido, vale.

Acaho por acostumbrarme, y luego por tener una actitud mucho más franca.

Pero aqui, hay cientos de personas y no puedo tener esta actitud franca con

todo el mundo. No puedo ser amistoso con todo el mundo. Cuando en realidad

no pediria otra cosa.

»Por la mariana para ir a desayunar, es toda una historia. Tengo que espe-

pero no pensaba demasiado en sus hijos o en lo que podia hacerles. Me acuer-

do de que sufria mucho por ese ambiente.

»Le ola hacer el amor con mi m adre y yo sufria enormemente por ello. Si

por lo menos me hubieran explicado algo. Por un lado se nota que hay una

prohibicion y por otro se ye a los adultos entregarse a libertades delante de

nosotros que son... Entonces, evidentemente, hay algo que no funciona. 0 se

prohibe todo, del todo , y no se enseria nada, o se tiene una libertad total. AN,

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rar el Ultimo mom ento. No quiero quedarme atascado en la mesa con la gente.

Es una tortura entrar en el comedor. Es que en el comedor hay cerca de qui-

nientas personas. Tambien es una tortura entrar en el dormitorio. Toda esa

gente que me mira mal... Cuando estoy en la cama, apenas me atrevo a ir al

servicio. Me gu staria poder entrar y acostarme y no moverm e más. La gente

me asusta. Es enloquecedor porque uno ya no sabe que hacer. Uno no se sien-

te bien más que solo. Y min asi...

»Ademas, tengo miedo de que vuelvan esas angustias. Esta esa vergiien-

za continua que crea un sentimiento de incomodidad. Estoy siemp re incomo-

do. Siempre tengo ese miedo.

»De todas formas, la timidez es una cosa muy curiosa. Es muy, muy

curioso. Es inaudito, la cantidad de gente timida que p uede haber. Mu chos se

suicidan por eso. Porque verdaderam ente la vida esta bloqueada. Estoy segu-

ro de que hay muchos suicidios debidos a la timidez. Me acuerdo de que

durante un tiempo era horroroso: sin trabajo, sin mujer, sin dinero. Nada. Y no

se puede hacer nada. Uno esta completamente paralizado. No se que es lo que

engendra eso. Pienso que las guerras tienen mucho que v er. Asi como la op re-

sion sexual.

»La guerra, el miedo, los bombardeos, los conflictos emocionales, todo

eso engendra el miedo. Nitios pequerios que oyen explotar bom bas. Esos mie-

dos horrorosos. Esos desacuerdos familiares. Todo lo que me ha ocurrido.

»La guerra... Of estallar algunos obuses cerca de mi. Tuve un gran cho-

que emocional cuando los alemanes hicieron estallar uno a pocos cientos de

metros de mi casa. Estaba en el umbral de la puerta. Era muy pequerio, pero

siempre m e acordare de que vi un gran relampago todo am arillo en el cielo y

luego me quede p asmado asi. Pienso que eso, eso ha sido una de las razones.

Tenia cuatro o cinco arios.

»Me acuerdo tambien de haber toqueteado a una nina y mi madre me dio

una paliza. Eso, si que me acuerdo bien. No era muy lejos de aqui. Estabamos

en una barcaza. Mis padres eran barqueros. En la parte delantera del barco

habia un pequetio alojamiento. Estaba solo con una nina, una pequelia bar-

quera. Y estabamos jugando, que... Y entonces dije: "Ven, nos vamos. Luego

venimos".

Mi m adre estaba arriba, lo habia oido todo. Dijo: "zQue v olveras a hacer

luego?". Me dio una buena. Tenia ocho arios.

»Mi padre tampoco se portaba mu y bien con m i madre. El alojamiento

era muy pequerio y no pensaba más que en las obras. Que la paz sea con el,

ese no era el caso para nada.

»Tenia yo unos am igos. A su hijo, que tenia cinco arios, le dijeron: "Ven,

to vamos enseriar como se hace". Y delante de el, sus padres hicieron el amor.

El nino no parecio traumatizado. Era majo. Era amable, se hada mimos con

sus padres. Inteligente y no desequilibrado por la cosa. Ahora, no se sabe si

más tarde va a pasar algo. No tengo ni idea. Ademas, no se si es una actitud

sana por pane de los padres.

»Pero, en fin, los ruidos de mis padres. Eso si que me hizo sufrir enor-

mem ente. Me acuerdo. Dormiamos en cam as superpuestas. Asi que claro, mis

padres estaban encima. Yo estaba debajo... He sufrido atrozmente por eso,

pero atrozmente.

»Creo que tendria que estar resentido con mi padre. No se si los hijos

estan hechos para ser iniciados a esas cocas desde mu y jOv enes. Pienso que si.

Pienso que no hay que dejar flotar el misterio sobre la cosa, pero tampoco

estoy seguro. No estoy seguro de nada.

»Tamb ien hubo esa historia de incesto entre mi padre y m i hermana. Eso

tambien ha sido terrible.

»Mi padre me encerraba en una habitaci6n sin más para... Y a mi her-

mana, tampoco le gustaba nada. Se que no le gustaba. Y mi padre cerraba de

golpe la puerta de mi habitacion, me encerraba en m i habitacion y pasaba a la

otra. Y eran paredes de madera. 0 sea qu e, bueno...

»Se lo dije a mi madre, y ella, evidentemente, como dejo a mi padre,

quiso informar a toda la familia. Habia querido tener razon absolutamente. Un

dia, cuando tenia dieciocho arios, le dije: "Por lo menos h abrias podido pensar

en la vergiienza que recaeria sobre mi". Pero ella no pens6 en nada de eso.

Solo pens() en justificarse. No pens6 más que en su venganza. Y yo, durante

toda mi juventud, he vivido con ese comp lejo.

»Toda la familia estaba al corriente. Era el hijo del incesto, yo. Era, fue

una gran vergrienza para mi. Y o era el hijo del padre que habf a...

Y me di cu enta enseguida de lo que hada. Mi madre durante aiios no se

dio cuenta. Pero yo, m e di cuenta enseguida. Estaba bien situado para eso. Mi

padre ponia objetos detras de la puerta para que yo no pudiera abrirla

:

No era

mayor, tenia seis o siete arios. Mi hermana, la primera vez que ocurno, tema

una docena de atios. Y mi m adre fue contandolo por todas panes.

»Un dia., mi hermana se m arch6. Dejo la casa y se fue a P aris. Y luego

anduvo por las caller reventando de hambre. Acab6 en el hospital. Y luego,

más tarde, se volvio alcoholica. Ultimamente, estaba bebida cuando se cayo.

177

176

Se rompi6 el brazo. Fui a verla. Me dijo. "He dejado de beber. Bebo un poco

en las comidas". Si no, era todos los dias, todos los dias, todos los dias.

Volvia por la tarde, a las seis, ya estaba borracha. Todas las tardes, todas las

tardes, todas las tardes. Limpiaba la verdura con un litro de tinto a su lado.

No paraba.

»Ahora, del incesto es un falta? No lo se. Me he hecho muchas pregun-

tas. No lo se. En fin, de todas formas el m al esta hecho, que.

Es más, el padre se acostaba con la hermana, manifiestamente a sabien-

das, si no a la vista, de todo el mundo. La herm ana tenia una docena de anos.

Otte verguenza Que vergiienza, para «el hijo del incesto»... La expresion es

curiosa y deja tal vez suponer en Francis una representaci6n sutilmente deli-

rante de su propia conception. i,Pero de que coito procede, para ser el hijo del

incesto? i,De1 padre con la madre? i,Del padre con su hija? i,De todo el mundo

a la vez?

La hermana se volvera alcoholica. Ademas, un nino que ha conocido ha

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una nota en la mesa, y nos marchamos sin nada. Más tarde, volvimos a vivir

con el. Se habia roto una pierna y habia m andado una carta a mi m adre. Fue a

reunirse con el. Entonces ahi, viviamos los cuatro en una habitacion. Y la cosa

volviO a empezar. Tendria ocho o nueve anos, no se. Entonces mi madre le

dej6 otra vez. Y ademas creo qu e el bebia.

»Cuando se murio, yo tenia dieciocho anos. Me dio mucha pena. Hice

todo lo que pude para odiarle y creo que no lo consegui. Cuando se muri6 m e

dio mucha pena. Mi madre, igual. No pudo ayudarme. Mi madre era ignoran-

te, solo estuvo ocho meses en la escuela. Para ella, su trabajo era darme de

comer y me daba de comer, nada más. Pero nunca pude tener una conversa-

ciOn con ella. Nunca pude hablar con ella. No podia aclararme nada. No

podia...

»Lo increible, es que mi madre no se diera cuenta de nada, m ientras que

yo, desde muy pequerio, ya habia abierto los ojos, y ademas los nirios son muy

observadores, pero ella, nada. 0 si no, zfingio ignorarlo?

gnore) de ver-

dad? No lo se. A menudo m e hice la pregunta, porque de todas formas era algo

gordo, que... En fin, de todas formas, cuando se lo dije, hizo la maleta y nos

marchamos. Una vida bien desordenada, que...».

Se encuentra «m al en su pellejo». Le duele la tripa. Esta angustiado. Esta

abertura (ademas, mucho más vacilante de lo que permite apreciar la trascrip-

cion) preludia el relato del incesto.

Se atrae la enemistad de la gente. Le ponen mala cara. No le perdonan.

i,Perdonarle que? Ya llegaremos a ello...

Las dos fuentes de la timidez en general y de la suy a en particular son «la

guerra y la opresiOn sexual». Recuerdos de infancia...

Los alemanes hicieron estallar un puente. Ese puente derrumbado volve-

rd a menudo en el cu rso de las entrevistas. Tambien esta mu y presente en los

suefios de Francis. Ese recuerdo-pantalla remite al vinculo roto entre el, los

otros y el mundo. Representa la via cortada que le habria permitido salir de si

mism o, escapar de esa infernal situation a puerta cerrada. Pero ya no se puede

pasar...

A los ocho anos, «toquete6» a una nina. Su madre le dio una buena pali-

za. Era injusto, mientras su padre y su madre hacian ruidosamente el amor en

la litera encima de la suya', sin consideration por su presencia. 0 se prohibe

o se ensefia, i hay que aclararse

sido «iniciado» por sus padres. zEs el incesto una falta? Ciertamente, a un

nivel determinado, el mal ya esta hecho, pero en definitiva i,cOmo saber?

Francis no tiene ni idea. Y de ese modo se niega a atreverse a criticar a su

padre (y su madre que no podia no saber). De todas formas, a causa de eras

revelaciones, sus padres van a separarse. La madre y sus hijos se iran «sin

nada». Qu e aplastante tenia que ser la culpabilidad de ese

Ademas y a pesar de todo, no ha «conseguido odiar» ni a su padre, ni a

su madre. Estan absueltos. De esa «vida bien desordenada», Francis absuelve

a todo el mundo. Salvo a si m ismo...

4.

La perra

«He cambiado de habitaci6n. Estoy con un senor que esta muy tranquilo

los dias de entre semana, pero los sabados y domingos, bebe. Entonces, vaya

mimero.

»He tenido que cam biar porque ya no p uedo subir las escaleras con estas

piernas. Me digo: "Du rante cinco dias voy a tener paz", pero el sexto y septi-

mo, la cosa se pone caliente. Entonces tengo miedo. Oh, no es m alo. No hay

ataque fisico, pero no para de hablar y su lengu aje es bastante agresivo. No es

peligroso. Al contrario, el que cobra es m as bien el. Los demas le pegan p ara

que se calle. Pero cuanto más le dan, más se le oye. D ice que eso le gusta, asi

que...

»Evidentemente, me entran unas ganas locas de irme de aqui. Pero ahora,

me estan cu rando las varices. Luego, serail las rodillas. Despues, la espalda.

Asi que ahora, cuento con pasar el invierno aqui. Con todo lo que queda p or

hacer por ese lado...

»Las Navidades pasadas estuve solo en una choza. Una choza mintiscu-

la, solo con un perro.

»Habia trabajado en esa comunidad. Y otra vez intentaba escaparme. Un

compafiero mio vino a verme y me dijo: "Hay un senor que te aloja y te papa

cien francos por sem ana por dar de corner al perm". Y era otra trampa p orque

no se trataba solo de dar de co mer al perro, se trataba de estar siemp re con el

perm. Y los cien franco s, la mayoria de las veces se quedaban en veinte.

»Es decir que tuve qu e vivir con veinte francos a la semana durante varias

semanas y me m oria de hambre. Tenia que corner la came del perm. Por suer-

178

79

to el senor tenia medios y compraba una carne de calidad superior para el

perro, pero yo tenia que comerme una buena parte.

»Y luego llegO la Navidad, el (Ha del Alto_ Y mi jefe, porque si qu e se

trataba de mi jefe, me regalo una botella de champan y una buena comida. Y

me emborrache. Me bebi la botella de champan en cinco minutos, apenas.

Vino una am iga a traerme un trozo de hachis y asi pas6 las Navidades.

»Era un joven p astor aleman, una perrita de cuatro meses. No m e lo creia,

tenia una inteligencia que no sospechaba en los animales. Nunca los habia

primero. La mism a perra despues. Tiene veinte francos por semana. Se muere

de hambre. Tiene que corner to que com e la perra. Ademas, la pareja es fusio-

nal en otro sentido: le asusta la voz de Hitler, igual que el, de nino, tiene miedo

de la guerra. Ruidos de bombas y ruidos de sexo se encuentran aqui conden-

sados en la voz de Hitler. iQue perspicaz es esta perra Y tan joven...

Pero las cosas no van bien, y la mujer-perra, com o las dernas, no es para

61. Enseguida, le sumerge y le desborda con sus deseos tiranicos. No sola-

mente tiene que sacarla, sino sacarla todo el tiempo. Sus necesidades de afec-

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observado. Nunca habia vivido asi, cerca de los animales. Dormia conmigo.

Lo cual no m e gustaba nada. Estaba obligado a dormir en la misma habitacion.

Y era muy pequetia. Eran 1,70 m por 4 de largo. Era pequefio, pequerio.

»Me acu erdo que un dia la radio estaba encendida y se ola un discurso de

Hitler. Era un discurso muy, muy violento, con su voz entrecortada. De repen-

te, la perra se volvio hacia el aparato, emitiO un aullido tan extrailo que me

dejo helado. Me dejo helado de pies a cabeza. Ahi, me hice de verdad muchas

preguntas. Se volvio h acia la radio y... Verdaderam ente, un aulllido que salia

de las tripas. Era muy imp resionante. i,Como podia un p erro de cuatro meses

aullar de esa manera? Nunca habia oido a u n perro aullar de esa manera, at oir

la voz de Hitler. Y precisamente un pastor aleman...

»Vivi cosas muy duras con ese animal porque tenia que sacarle. Pero

tenia que sacarle todo el tiempo. El pastor aleman es un perro que no puede

quedarse solo. Necesita una familia. Necesita compailia y me la pegaron por

veinte francos a la semana.

»No conseguia vivir con eso. No conseguia corner. Se puso a llover. El

tejado se deshacia. La perra tuvo diarrea. Me acuerdo de una noche infernal:

la diarrea por todas partes y el agua que caia del tejado. La nieve habia hecho

pequefios pantanos en las tejas, despues llovio, el agua subi6 y p as() por enci-

ma. Tenia agua por todas partes. Era espantoso, espantoso. Esa vez tambien

me la pegaron bien.

»Una noche, dije: "Estoy harto de su perro. Me v oy". Y de todas formas,

me habia vuelto muy posesivo con ella. Demasiado. La queria demasiado. No

me hubiera gustado que otros la acariciaran. He... Me habia vuelto demasia-

do posesivo. Me ponia furioso que alguien la acariciara. Unos celos... Era mi

'Mica am iga y ella me traicionaba continuam ente. Ella sentia bien que yo no

podia darle todo lo que necesitaba. Asi que m e traicionaba, que...».

Su compaiiero de habitacion es masoquista. «Cuanto más le pegan, más

se le oye». «Le gusta eso», se sorprende Francis sin sospechar por un mom en-

to la relacion con el mismo.

Sin embargo, las capacidades asociativas funcionan y el masoquismo p re-

cisamente se encontrard ilustrado —ihasta que punto — mas adelante en la

entrevista. Es el encuentro con la perra.

Verdadero flechazo. Francis «no se lo cree». Es bella, inteligente y dulce.

Ella le quiere y duerme con 61. De entrada, ose la pegan». El jefe y su dinero

180

to son infinitas. No puede satisfacerla. oDarle todo lo que ella necesitaba».

Ademas, trampa fatal, le toma demasiado apego. <<Unos c elos...». Y los demas

la acarician. Y ella esta de acuerdo. Es la tinica amiga y le traiciona. A la fuer-

za, le traiciona...

Ademas, simbolicamente, todo se derrumba, se desploma, se derrama,

queda sumergido. En el agua y en la mierda... Eso es lo que pasa cuando se

cede a la seduc cion de las perritas... Tiene que irse. Irse, otra vez y siem pre.

Romper los vinculos.

Francis explicard, en otras entrevistas, que se pone a sonar con c hiquillas.

Cuatro, cinco afios, más o menos. Regordetas, suaves y tiernas. Ignorantes

tambien, todavia mucho más que dl, pero atin asi muy curiosas. Insidio-

samente faciles. i,Ta1 vez con ellas, por fin?...

Oh, solo se trata de ensoflaciones completamente teoricas. Más, seguro

que estaria mal. Aunque... Pensandolo bien... zQuien sabe? Y despues de

todo, cuando se es el más ignorante de todos los hombres, zcomo saber?

181

I N T E R M E Z Z O

La confesion del padre Damian

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De los atios de carcel precoz que se suelen llamar escuela prim aria, no he

conservado más que u nos pocos recuerdos relacionados con el contenido de la

enserianza. Casi todo se mezcla en m i mente en un zu mbido oscuro y lejano.

La escuela y sus ritos no eran para mi más que una odiosa infracci6n a mis

ensoriaciones. En cuanto a los otros ninos... iAterradora muchedum bre <<,Y

si el mundo estuviera poblado por aut6matas?», se preguntaba Descartes. zSi

todo fuera mera apariencia engariosa y mal suerio? i,C6mo podia saberlo?

Como iba a saberlo? Y entonces, zdOnde se encontraria el verdadero mu ndo?

«En la idea clara y nitida de Dios», contestaba René... Yo, m iraba por la ven-

tana. Esperaba el mar y seguia con m irada impotente el vuelo de los pajaros.

Intentaba furiosamente estar en otra parte...

Sin embargo, en un libro de historia sagrada, a toda pagina, habia un

dibujo que representaba una escena extraordinaria. Un joven sacerdote, arro-

dillado en una barca, alzaba los ojos hacia su obispo. Este Ultimo apo yado en

la borda de un barco d e tres mastiles, le bendecia con la mano derech a levan-

tada hacia el cielo.

Se desprendia de ese cuadro una impresi6n de terrible seriedad. Algo

radical, definitivo, estaba ocurriendo ahi. Era un cromo de la aim confe-

sion del padre Damian, el apostol de los leprosos, «el heroe de Molokai»

como le llama más tarde Stevenson. Todo en ese dibujo era limpio y puro.

Ningrin estigma de la lepra mancilla todavia al joven sacerdote. No le falta

ningtin dedo. Todavia no tiene el aspecto que acabard teniendo, su cara de

leproso, algo parecido a una vieja patata deform e y podrida. No, el dibujan-

te habia preferido darle una cara de joven bien educado y no muy viril. Por

decirlo todo, el aspecto de primero de la clase, un p oco cara de torta. En fin,

una cara, como las que gustan a las hembras que se estan agostando, mayo-

res, beatas y flamencas, con la cara empolvada como tartas de grosella, que

me rodeaban. Abuelas. Tias-abuelas. Ancianas calamitosas. Vestigios incor-

diantes de tiempos caducos e imbeciles. Se presentaban bajo dos formas:la

de reseca anorexica o la de obesa pintada comtin. No habia termino medio.

Extrarias criaturas, emitian, al desplazarse, ruidos secos de elitros o, por el

183

contrario, sonidos sibilantes y sigilosos, discretos chapoteos de carnes cal-

das. Dependia.

A m i no m e importaba la cara que le habian puesto al padre. Tampoc o la

lepra, solo un poco. Y la santidad, nada de nada. En cam bio, lo que me gusta-

ba era la historia de la barca. He aqui un hombre que habil hecho algo tan

enorme, tan extratio, tan espantoso para todo el mundo, que ya nadie se atre-

via a acercarse a 61, tocarle o respirar el mismo aire que 61. Sin duda alguna,

era un heroe. Uno de verdad. Un heroe absoluto porque no tenia posibilidad

medicos, adm inistrativos y religiosos. Un hermano y luego unas religiosas se

unieron a 61 hacia el final de su vida. Una vez que se le declare) la lepra, ya no

pudo dejar la isla. Ademas, eso le impo rtaba poco, excepto en un pu nto: el de

la confesiOn, precisamente. Cuando hacia más de tres meses qu e no habia visto

a un sacerdote, escribiO al obispado para pedir un permiso excepcional para

poder ir a confesarse a Honolulu. Abandonado por sus semejantes, no queria

coffer el riesgo de que tambien le abandonara Dios. Es que pensaba que era un

gran pecador, Damian. Y encontraba su alma mu y negra. Hoy no se sabe si hay

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de volver atras. Al escoger vivir con los leprosos de Molokai, Damian habia

cruzado la más aterradora de las lineas, la que separa a los vivos de los mu er-

tos. Y parecia haberla cruzado de la manera más natural del mundo, con el

paso tranquilo y pesado del campesino flam enco que era.

Era muy sencillo. Se pudria en la isla de Molokai, una colonia de lepro-

sos a los que las autoridades de Hawai, que muchas veces quitaban a la fuer-

za a los enfermos a su familia y los desterraba, obligaban a vivir alli de por

vida. Aislados con el fin de prevenir cualquier contagio, en principio, tambien

tenian que cuidarles. En realidad, no les cuidaban. Cuando los enfermos se

iban para la isla, sus familiares les hacian un buen entierro. El atadd estaba

vacio y la ceremonia era simbolica, pero asi se notificaba claramente que los

leprosos estaban muertos a los ojos del mundo. D e Molokai, ninguno, nunca,

volveria.

En la isla reinaba el horror absoluto. Un mundo sin ley. Violaciones,

robos, asesinatos. Para poder comer, los ninos de am bos sexos se prostituian.

Y la muerte y el pus. Podredumbre y desesperaci6n. En todas panes. Hada

falta alguien para poner orden en todo eso. Una obra para Dios, claro, por la

reconquista de las almas extraviadas y fo rnicadoras. Pero tambien y atin más

apremiante: alimentar, cuidar, proteger. Habria h echo falta alguien. Si por lo

menos hubiera alguien. Un personaje con autoridad y audacia suprema.

i,Quien se atreveria? Damian. Damian, el se atrevio. 1,Sabia lo que hada?

4Media plenam ente toda la extension de su sacrificio? No lo creo. Me im agi-

no a Damian presentandose voluntario para Molokai con toda naturalidad.

Como si la cosa fuera evidente. Un poco como habria apartado a los demas

para enderezar una carreta que se hubiera caido en algtin camino de su

Limburgo natal, haciendo fuerza con sus anchas espaldas, tomando aire a

fondo antes del esfuerzo. Le tocaba hacerlo a el. Y no a los demas. Normal, 61

era el más fuerte...

Que ese hombre zafio, llegado de ninguna parte, hubiera podido sin pen-

sarlo, con un golpe de hombro, levantar el mundo en suma, me encantaba. A

los seis aflos, yo no m edia lo que debia de ser la inm ensa elevation de la sole-

dad. El padre Dam ian murio en M olokai, leproso entre los leprosos, el 15 de

abril de 1889. Tenia 49 ems.

La ilustraciOn ingenua de mi libro infantil no representaba más que u na

escena imaginaria. Damian en Molokai tenia contactos con los no-leprosos:

que reirse o llorar por ello...

Ni se le concedio ni se le negO el perm iso. La respuesta llego, pero era

ambigua. El obispado no decidia... Despues de un tiempo, Damian no aguan-

to y, con o sin permiso, se fue de todas formas en barco, para ir a lavar sus

pecados a Honolulu. L uego se lo reprocharon. Robert Lou is Stevenson se hizo

cargo de su defensa postuma en una carta que sigue siendo famosa. Pero esa

es otra historia...'

A su herm ano Panfilo, religioso que se habia quedado en Belgica y tam-

bien gravemente enfermo, Damian anuncia que tiene la lepra con estas pala-

bras:

oEn cuanto a mi, no puedo ocultarte por más tiempo que estoy amenaza-

do por un m al aun más terrible. La lepra, como sabes, es contagiosa. En reali-

dad, sigo estando tan fuerte como cu ando me conocias. Pero desde hace tres

aiios, mi pie izquierdo ha perdido toda sensibilidad. Tengo en el cuerpo com o

un veneno que amenaza con contam inar todo el organismo. No hay qu e tomar

estas cosas demasiado a la ligera, recemos los d os».

No hay que tomar estas cosas demasiado a la ligeral...

184

185

Lo que s e de

e l

Es de una fealdad repelente, pero

muy instructivo

J.-H. FABRE. Recuerdos entomologicos.

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Esta ese senor Abel al que conozco desde hace trece aiios. A su Ilegada a

Nanterre, presentaba una herida infectada por segunda vez de la arcada orbi-

taria. Hubo que enuclearle. Asi es como le vi por vez primera, con un ojo

menos y un agujero en su lugar. Esperaba su pr6tesis. Me lo mandaron a con-

sulta de psiquiatria, por si acaso...

Era un Chico alto de 35 arios, muy educado y respetuoso. Excepto algu-

nas banalidades no tenia gran cosa que decir, salvo ese estupido incidente

infeccioso. Un arafiazo, solo un aratiazo al principio y luego, insidiosam ente,

la inflamacion, el pus, luego el ojo... Va muy deprisa. oEn fin, cosas que

pasan». Entre otras...

Habia nacido en una fam ilia burguesa. El padre tenia una pequeila fabri-

ca. Eran tres hijos. Fue el unico de los hijos al que m andaron a un internado

donde recibir una education catolica muy estricta. No se entendia muy bien

con su padre y sus hermanos. Siempre tuvo un caracter un poco extraiio, el

senor Abel. Nada agresivo, no, p ero diferente. Existe en el algo que le sittia

aparte de los otros y com o a distancia de las cosas. Le criaron sus abuelos. Su

madre trabajaba. Era muy duro. Y probablemente falso...

Recordando a su p adre, un poco m ás tarde en la entrevista, dejo escapar,

sin darse cuenta de la contradiction, que este era minero, con silicosis, siem-

pre enfermo. Y muri6 a los 52 aiios. Pero, entonces, Lla fabrica? i,Los orige-

nes burgueses? i,Mentiras? zFantasmas? zDelirio?

Sin embargo, nada de la excitation tipica de la franca megalomania en

sus palabras. Ninguna huella de reivindicaciOn narcisista. Poco le importa la

fabrica paterna, real o quimerica. A bel esta más alla, en una especie de aban -

dono del pensamiento, una ensoiiaci6n m uy al abrigo de las imposiciones de

los hechos y del peso de la historia. Extraiio reblandecimiento de lo real a lo

cual, plastico, puede dar la forma que quiere. Que pu ede. Que debe. Seglin las

necesidades de los interlocutores y del momento.

Sea como fuere, con sus hermanos, debia hacerse cargo de la empresa

familiar. Por desgracia, no se vela bien con traje y corbata. Una discrepancia

de indumentaria, en suma... Adem as, hacia los veinte, se gustaba mas de estu-

diante de letras. Evitando cu idadosamente cursos y ex amenes, ese estatus fue

187

siempre te6rico. Vagabu nde6 un poco p or Francia, instalandose en varias ciu-

dades. Asi es como se fue por primera vez, tranquilamente, sin ruido, como

una barca a la deriva que se desliza por el aqua dando vueltas levemente sobre

si misma. V iaje languid° y pasivo.

Se caso joven, se hizo peluquero de senoras y durante una temporada

tuvo su propia peluqueria. No durante mucho tiempo. Victima de un gusto

inmoderado por la juerga. i Las juergas De todo tipo y de cualquier cosa. Saila

entonces en compaiiia poco recomendable, se emborrachaba durante dias e

Hoy, trece altos despu es, el senor Abel tiene 48 altos. Signe siendo igual

de amable. Sigue sin tener nada especial que decir. Simplemente, le siguen

«pasando cosas». Aparte de eso, todo va mu y bien. Mu y bien... Pero igual que

en la cancion, senora Marquesa, sin embargo, sin em bargo tengo que decirle...

Que esta tuerto.

Que su fre de una polineuritis de los miembros inferiores. Y se desplaza

con mu cha dificultad con ayuda de dos bastones. Numerosos accidentes y cal-

das 'arias han agravado su estado.

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invitaba a los demas sin contar. «Terminabamos en algun prostibulo...». Asi

se bebi6, como dice la gente, toda su situacion. Su mujer le dejo, Ilevandose a

su hija cuya edad exacta, hoy en dia, se le escapa un poco. Tampoco sabe muy

bien hoy cuanto tiempo dur6 su matrimonio. Un aim o dos. «Pero decirle cuan-

do exactamente, que

Sin mujer y sin dinero, zque hacer? Durante un tiempo se dedico al trafi-

co artesanal de hachis. Sin mucho exito. Carcel.

Siendo esta Ultima, con la pereza, la madre de todos los vicios, el del

alcohol se volvio en el irremediablemente cronico. Es más, de la carcel a la

cane, no hay más que un paso. Corta distancia, que franqueo facilmente. Y

aqui estamos, a dia de hoy...

I,Que m ás decir? Nada, me dio a entender el senor Abel levantandose. Le

habian ocurrido algunas cosas, eso es todo. Imprevistas. Sorprendentes. La

vida. El destino. El azar... i,Y luego? En el fondo, zqu e tenia que ver en todo

eso, el, Abel? Nada. Casi nada. Como mucho, a lo mejor, zuna ligera debili-

dad de vividor? Un no se que de despreocupacion e ingenuidad. 0 si no,

zdemasiado confiado? i,Que más decir? Nada.

Ah, si, a pesar de todo... Su abuela materna que le cri6 murio en prima-

vera. Fue para el la ocasi6n de retomar contacto con su madre. El entierro,

todo eso... Fue a su casa, un dia. No del todo en ayunas. L a pequeria, su hija,

estaba alli. De visita por unos dias, tam bien ella. Casualidad. Y resulta que ella

no quiso saludarle, ni darle un b eso, ni nada. De repente se asusto de su padre.

Y la madre de A bel se puso de parte de la chiqu illa. Se volvio contra su hijo:

0i0 paras o to largas » «iyarar que? En fin, sobraba yo. Cogi mi bolsa y me

fui...».

Y efectivamente, se fue... Dandome calurosamente las gracias por haber-

le recibido.

Tuvimos otra cita unos dias más tarde. Muy breve. Todo iba muy bien.

No tenia nada que aliadir. Su protesis ocular seguia sin llegar. Se aburria y p or

lo tanto, bebia mucho. Habia tenido un sumo: en el comedor, sentado en la

punta de una mesa, se servia dos trozos de came en lugar de uno, y cogia asi

la parte de su vecino ademas de la suya. «Todo el mundo m e ponia mala cara».

Se fue de Nanterre poco despues, sin esperar su protesis. No volvi a

verle en la consulta. Sin embargo, desde entonces me cruce con el a menu-

do y en distintas ocasiones, de hospitales en centros de alojamiento, entre

dos pasillos.

Que varios acc identes vasculares cerebrales le han dejado un tanto afasi-

co. Apenas si puede balbucear algunas palabras con dificultad.

Que u n escaner permitio encontrar en el una atrofia cerebral como con-

secuencia del abuso cr6nico y masivo de alcohol.

Que padece de

delirium tremens

y de crisis de epilepsia (otra vez el alcohol).

Que tuv o, hace unos altos, una pancreatitis aguda (alcohol, otra vez).

Que arrastra una olcera cronica de la rodilla.

Que hub o que amp utarle un dedo del pie helado.

Que, deb ido a ciertos incidentes con un calentador de gas, se quem o la

cara varias veces.

Que es incontinente urinario y anal.

Pero que, aparte de eso, todo va m uy bien. Todo va m uy bien...

En trece altos, solo en Nanterre, su historial hace constar 23 1 consu ltas

externas. Eso no incluye las consultas en los otros centros medicos que fre-

cuenta, ni los dias de hospitalizaciones somaticas y psiquidtricas que, por razo-

nes administrativas, son dificiles de contabilizar con precision. Sin embargo,

es razonable y seguramente este por debajo de la verdad, evaluar estas a. al

menos, dos altos completos.

Entonces, zquien es este hom bre extraiio, este nirio viejo bien educado

que, de banalidad en banalidad, de deslizamiento en d eslizamiento, santurro-

namente y bajo nuestra mirada, ha hecho de si mismo una especie de mons-

truo pavoroso? Grotesca y viva parodia de la muerte. i,Que nos muestra, esta

especie de artista, este inventor especial?

I,Que hemos podido hacer por el, nosotros sus medicos, psiquiatras,

enfermeras y consu ltores de todo tipo? Indiscutiblemente, nuestras tecnicas y

nuestros productos alejaron muchas veces el momento de su muerte. Pero en

fin, más ally de la c arne, zpor el, todo el sentido de su vida, por su indecible e

irrepresentable sufrimiento? Ain, nada, o casi nada. Como m ucho hem os con-

seguido a veces, y a costa de asperas luchas, ponerle durante un tiempo al abri-

go de si mismo y del mundo, en psiquiatria. Hospitalizaciones dificiles, pues

si esta loco, lo esta con una locura muy suya, indefinible y no catalogada. En

cambio, nada que permita llegar a la conclusion de que se trate de una psicosis.

Ni delirio, ni alucinacion, ni confusion, desorientaciOn. o trastornos timicos

importantes. Ningtin de los signos francos. Nunca. i,Entonc es?

Es cierto que se puede decir: «enfermo alcoholico». Para que parezca mas

serio se puede incluso.aiiadir un adjetivo bien claro, como «grave» 0 ocroni-

188

89

co». Pero enfermos alcoholicos, hay cerca de dos millones en Francia, mien-

tras que Abel es tinico en su especie, ocupandose de sus rarezas en un rincon.

Lo mismo ocurre en lo que a la esquizofrenia se refiere, presente en grados

diversos en cerca del 1% de Ia poblacion general y de la que Abel tiene el

lamentable inconveniente de no presentar los sintomas.

Tamb ien se puede legftimamente menc ionar la depresion e incluso afiadir

«esencial» para estar más a la altura. Y esa depresi6n esencial, ese profundo

hundimiento del sujeto aplastado por el peso de la existencia, seguramente

Una auxiliar, madre de familia, Beg() hasta imaginarse que habfa encontrado

en el a su alma gemela. En eso, hizo enojosamente sombra a una monja, visi-

tadora de enfermos, que sentfa en ella una vocation tanto oblativa como inti-

mista... iQue cierto es que la histeria lo puede todo Esas senoras estuvieron

a punto de llegar a las m anos. Hubo qu e separarlas. Por su p arte, Abel exhibfa

orgullosamente a quien tuviera a bien interesarse por ello unas facturas de

hoteles, pruebas del amor consumado.

Dicho esto, atendido, protegido como se encontraba, asf y todo, Abel no

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tiene que existir. Pero, aunque tiene pequerios ataques de tristeza, aunque se le

conoce algtin que otro intento de autolisis sin gravedad, con Tranxilium y

alcohol, el problema es que A bel, de manera general, no se siente deprimido.

Y aunque algun as noches llora, aunque algunas veces pide a la servicial enfer-

mera que se ha hecho amiga suya una oinyeccion de eutanasia», a pesar de

todo, no quiere ser el quien «sople la vela». La balanza, al fin y al cabo, se

sigue inclinando del lado de la vida y suele estar vagam ente alegre.

El inconveniente, indic6 Aristoteles, es que no puede haber ciencia más

que de lo general y no de lo particular. Pero precisamente, todo el genio de

Abel -su grandeza, y el exito sombrfo de su rebeldfa- consiste en ser justa-

mente, ferozmente, particular. Irreductible individualidad.

Durante dos arios, estuvo alojado en las camas de la enfermerla de un

centro del Samu social de Paris. Aparte de una o dos salidas intempestivas que

terminaron pronto en urgencias hospitalarias en estados de embriaguez aguda,

consigui6 m antenerse allf. Esta relativa estabilidad extrario. zSe trataba banal-

mente de cansancio ff sico o habfa qu e atribuirlo a algan tardfo rearreglo psf-

quico? Misterio. Tal vez el tiempo, simplem ente, habfa desempefiado su papel

llevando lentamente al agotamiento relativo de la com pulsion de repetici6n y

del caos pulsional. Tal vez su masoquismo encontraba por fin satisfacci6n en

su degradaci6n general... Pero entonc es ,por que habfa nec esitado llegar hasta

allf? zY por que no más lejos? El mismo resumio las cosas dando a entender

que ya «se h abfa jubilado», aiiadiendo «tal vez»...

Hay que tener en cu enta otra dimension, y no de las menos importantes.

Es la de la naturaleza de la institution que acept6 albergarle, o más bien del

estatus particular que tuvo allf. Bien conocido, y bien amado, tanto por los

terapeutas como por los administrativos, se toleraron sus vagabundeos espo-

radicos. Se le ahorraron las pequerias humillaciones' reservadas a quienes

vuelven despues de haber querido marcharse...

Esta apertura le permitio reservarse tujapuerta de salick_perrnanente,

Real, potencial o fantasmatica, esta alma parece desempefiar un papel fun-

damental en el sosiego de la angustia de

,

ahogo que o bsesiona a los indigentes

para quienes la huida.se presenta,_a_menudo„com o_la Unica alternativa alani-

gifilam

Tehlii.lecordemos el automatismo ambulatorio de Charcot. Y parafra-

seein

-

O -

s aShakespeare: p artir, partir. Largarse, morir. Tal vez sonar...

De su relativo retiro, no estuvo excluido el placer. Ese gran tullido, esa

ruina de hom bre segufa sedu ciendo. No a cualquiera, es cierto, pero en fin...

190

estuvo al abrigo de las buenas personas. Asf, un benefactor p rofesional y bien

situado tuvo la caritativa idea de reunir a Abel c on su anciana m adre, a la que

no habfa visto desde hada cerca de catorce arios. Naturalmente, en contra de

la opinion de los medicos y de los psiquiatras.

Un buen dfa, pues, sorpresa divina, llego Mama. Muy vieja y Ilena de mu le-

tas. Insegura, tfmida. Asf acaban los viejos, turbados y desconfiados como pue-

blerinos en la ciudad. Se temfa algo, la mama Abel. Se notaba demasiado que le

habia faltado el valor de no v enir. Si lo hubiera sabido... No tenfa ninguna espe-

ranza y se olla un poco el desastre. Se notaba solo por la m anera en que mante-

nia la cabeza hundida en su abrigo astroso, m edio-conejo, medio-bayeta.

Fueron a avisar a Abel. Tard6 en bajar. El café de su madre se enfriaba.

Ni lo tocaba. Por fin, se vio venir a Abel desde el fondo del pasillo. El tambien

con mu letas, por supuesto, y con gran dificultad. La madre se encogfa a medi-

da que se acercaba y su cabeza pequ efia de viejo roedor se hundfa aim más pro-

fundamente en el cuello del abrigo.

Cuando la cara de su hijo estuv o al alcance de su mirada, ese rostro terri-

ble, reventado, lleno de cicatrices, abotargado como una coliflor ciclope, la

vieja senora se escondiO la cabeza en las m anos. «Dios mfo, dijo, Dios m fo,

aus:horror».

Dios, por su parte, evidentemente,_como de costumbre, no dijo nada..Y

Abel se qued6 ahf, vagamente sonriente. Oscilante y rwilegtoTEStotTaiabse a

si mismo e inundado de algo grotesco.

Mama Abel no se quedo mucho tiempo. Apenas dieron una vueltecita

juntos por el patio. Medias palabras murmuradas, arafiando el silencio.

Lagrimas pequefias, cristales temblando un momento por las arrugas.

Lamentos vacfos e impotentes... Cuatro piernas, cuatro muletas. Vals lento.

Dos cangrejos Iaboriosos...

Se marcho la Mama, repentinamente un poco febril. Se volvi6 a marchar

hacia el puente allf. Y los taxis. Hacia los ruidos. La c ircunvalacion penferica.

Torbellinos. Tiovivos. Toda la ilusiOn de Ia vida... Abel, lentamente, volvio a

subir a su habitaciOn.

Todo el mundo, tengo que decirlo, estaba muy contento. Y muy emocio-

nado. Despues de todo, el sentimiento es el sucedaneo del pensamiento.

Siempre es mejor que nada.

Más tarde, Abel se puso a hacer como qu e escribfa sus Memorias. Imitaba

entonces un manuscrito, agitaba papeles, garabateaba unas huellas.

191

Indescifrables, como el. Payaso funesto. Funambulo de la descomposiciOn,

i,cual es to risa?

Cuando h ada bueno, por la tarde le gustaba escoger un b anco al sol. Alli

se calentaba el cuerpo hecho papilla. Su came mala. Su carrofia. Su obra.

Cerraba su unico ojo.

ue pensaba?

Probablemente, entre otras cosas, pensaba en volver a marcharse a la

calle, pues es lo que hizo, al fin y al cabo, un dia del verano de 1998...

Puck ha muerto

De Profundis Morpionibus

La LaLa LaLaaa

LaLa LaLaa

LaLaLaLa... Zob '

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Una sala de guardia es algo muy entretenido. Com edor, lugar de descan-

so y de esparcimiento para todo el personal medico de servicio, esta hecho

incluso para eso. Distracciones garantizadas. Groserias para todos.

Obscenidades rituales. Grandes confidencias. Proyecciones. Chistes picantes.

Pintadas... Esta todo. Para todos los gustos.

Raymond, alojado en la Casa, servia alli. Un do simpatico. Raymond.

Siempre en el ajo. Discreto, pero presente. Un yogur cuando, para tirar, no

tenias ninguno a mano. Un platano para imitar al gorila meditativo. Una son-

risa, un guino. COmp lice de lejos. Una especie de comp anero. Una especie de

escudero... Un hombrecillo Raymond. Una cabeza toda redonda, un poco ave-

Ilanada. La mirada aviesa. Narizotas. Un gnomo. Un poco Puck. Puck, del

Sueno de una noche de verano.

Un Puck avejentado.

Me imaginaba que tenia con el relaciones un poco más estrechas que los

demas. Bueno, naderias. Dos miradas que, apenas, se buscan m ás a menudo.

Un placer para saborear juntos, cada u no para el otro, un poc o para el otro, un

chiste verde cu alquiera, particularmente ultrajante. zFruslerias? Tal vez. Sin

duda...

Un dia a finales de verano, me di cuenta de que Raym ond ya no estaba.

Con una leve sorpresa, una pizca de ofensa tambien, como cuando de repente

uno se da cuenta, tras unos dias de distracci6n, de que un allegado se ha cam-

biado de gafas. Los seres, com o las cosas, tienen su permanencia, su sitio. Es

irritante que fatten en el. Para inform arme, pregunto a las cocineras. Hace tres

semanas que no le han visto.

Preocupado, pedi noticias suyas a la adm inistraciOn. Se habia ido. Asi.

iHala Habia dejado la Casa, de la noche a la mafiana. Si, senor, y sin una pala-

bra. Sin avisar. Despues de todo lo que habiamos hecho por el... Ah, ique

ingrato

Fue en octubre cu ando me entere al oir por casualidad en una frase que

Raym ond habia mu erto. Muerto de Ili°. Le habian encontrado delante del hos-

pital, en la parada del bus. Tieso. A quince metros del puesto de guardia...

iQue afrenta Com o para decirnos algo tambien, quiza... i,Quien sabe?.. LUn

193

192

corte de mangas postumo?... Ala fuerza, eso es algo que plantea preguntas...

Incita a la reflexion. En suma, imp one respeto. ;Quinc e metros iY delante del

hospital Eso ya no es una muerte, es una demostraciOn. Una parabola,

Raymond... Era en octubre. Octubre de 1989...

El tiempo pas6. De vez en cu ando, me acordaba de el. Sin excesos, nada

de obsesion. Nada de empecinamiento. Pero en fin, su pequeflo guifio final

sentaba mal. Algunas veces volvia yo sobre ello... En 1994, decidi terminar

con eso. Co nocer el fondo de Ia h istoria, encontrar las huellas, rehacer en cier-

realizado2

. El 15 de junio de 1989, Raym ond se muda y pasa del centro de aco-

gida (sin limite de duration de la estancia) al hogar de reinsercion (estancia de

seis meses, renovable una vez) co n la indication «cursillo exterior».

Eso es, estaban contentos con el, con Raym ond. Buen trabajador, ama-

ble, educado, ascendido. Hasta tenia derecho a algunos pequeflos regalos:

prima por aqui, treinta francos por

arecia estar tan bien que se

pusieron a_sofiar para el un hello porvenir.insercion, ese Grial del tra-

...

(bajador social)e perfilaba en el horizonleir g oriOso: Raymond,

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to modo el camino. Especie de homenaje. Esbozo de oration. Sentimientos...

No queda gran coca.

El registro de la Casa primero. Montones y montones de pequeilas fichas

bien conservadas. Orden. Limpieza. El presente y el pasado, los vivos y los

muertos. Ahl esta todo el mundo. Sobre cada uno, informaciones someras:

entrada, salida. Cuando existe, una copia de la partida de nacimiento esta gra-

pada en la ficha. Es el caso para Raymond.

EntrO en la «M aison de Nanterre» el 6 de septiembre de 1988. Safi& toda-

via vivo, no por mucho tiempo, el 27 de julio de 1989.

Nacido en el centro de Francia en 1945. Sorpresa. Tenia cuarenta y cua-

tro ailos. Le echaba unos sesenta muy estropeados. Es cierto que el alcohol

hace pasar el tiempo...

La partida de nacimiento le presenta como hijo de Jean (agricultor) y de

Marie (agricultora). Esta la firma del padre. Muy aplicada. No debla de ser

muy bueno en la escuela, Jean, o no asisti6 durante mucho tiempo...

En el margen de la partida, el corto epitafio de dos matrimonios. Se casa

por primera vez a los veintidos afios. Dura diez afios. Primero, separaciOn de

domicilio. Divorcio efectivo nu eve meses despues. Reincide a los treinta y siete

arios. Para cinco afios. Hasta el tribunal superior de X , que fallard el divorcio.

En la ficha de la Casa, la direction de su madre. Unas sefias ex6ticas.

Algo agricola en barbecho. Un lugar. Pueblucho perdido. Agujero profundo...

Si sigue con vida la Marie, no sera ya muy joven. No he querido turbar

la dolorosa quietud de una m adre. Es que es dos veces viuda. De marido y de

hijo. iDe puntillas Silencio... Espero que se duerma Marie, bien calentita,

junto a su estufa, com o un gato viejo. Sin demasiadas pesadillas...

Encontre el expediente de Raymond. El de su paso p or la Casa. El corn-

pleto, el que tiene los informes. El que lo sabe todo. To dos los albergados tie-

nen uno.

Primero se descubre la «Ficha general» que ofrece una idea global de su

recorrido en el seno de la institution. Declar6 que era cam arero de profesion

y, como tal, sera destinado enseguida a la sala de guardia como trabajador de

segunda categoria (con un peculio mensual de 345 francos). Luego pasard

como trabajador de primera categoria (465 francos al mes). El 5 de enero de

1989, disfruto de una prima de 30 francos. El dia 30 del mism o mes, se le con-

ceders una prima de 10 0 francos. La prima recom pensa la calidad del trabajo

iban a hacer de el uno de esos curados milagrosamente. Organizar un

pequeflo Lourdes solo para el. Podia, iba a conseguirlo, tenla que salir del

apuro. La sala de guardia no era lo suficientemente buena para su inmenso

potential. iQue va Se merecia algo mejor. Cien veces mejor. ;Mil

Pensaron que seria mucho más feliz fuera, Raymond. En el mundo del tra-

bajo y las luces de la ciudad...

Un cursillo exterior, eso es lo que necesitaba, creyeron, un hom bre como

el. Una formation. A su edad, cuarenta y cuatro afios, practicamente un joven-

cito. Toda la vida por delante. Ah, hay que ser optimista. Positivo, esa es

Ia

palabra. Ese es el gran secreto del triunfo. Una formaci6n. Solo para 61. El,

escogido entre todos. Chollo. Premio gordo. Dicha inmensa

La ficha concluye: «Descartado el 17 de julio de 1989» Vaya A

Raym ond no debio de gustarle la reinserci6n. Las alegrias de la normalidad,

las grandezas de la ciudadania plena. Aguanto un mes y medio, luego se largo,

avergonzado, vencido, aplastado. Se volvi6 a marchar con su morapio, sus

borracheras, sus delirios y su muerte. Un mes y medio de dignidad normopa-

tica. Es que la dignidad es un poco como la Opera. Es grande. Es bello. Pero

much as veces es triste. Un poco aburrido tambien, a la larga. Le tiene que gus-

tar a uno, que...

Tambien hay , en el expediente, un documento titulado «Ficha de higiene

alimentaria». Este eufemismo recu bre el informe de las interacciones alcoho-

logicas de los albergados con el aparato m edico-disciplinario. En el caso de

Raymond, se pueden leer cuatro observaciones:

— 29

de enero 89, 20h. 25. Llega en un estado anormal. Llevado a urgencias.

Vuelta a la sala.

Sefiorita Lacaille, i,podria recibirle?

[Finnado) Pinson, Asistenta social.

Asi que habia vu elto borracho, h asta el punto de teller que ser llevado a

urgencias para que le reconocieran. Luego, fu e a dormir a su habitation habi-

tual. Pinson, asistente social, pide a Lacaille (psicologa que se ocupa mas

especialmente de los enfermos alcoholicos) que reciba a Raymond. La fecha

del incidente es impo rtante. En efecto, es el dia siguiente, 30 de enero, si nos

fijamos en la ficha general, cuando Raymond recibi6 su prima de 1 00 francos.

0 bien la cobro el 2 9, o bien la celebration anticip6 la ocasiOn. D e todas for-

194

95

mas, esta claro el vfnculo entre un paso al acto alcoholico y una m ejora obje-

tiva de su situaciOn.

— 6

de mayo 89. Senorita Lacaille, parece ser que en enero no pudo usted

encontrarse con Raymond.

zPodria usted verle? Tengo una peticion de p aso fuera de categorfa

(es decir

un proposition de prom otion a l hogar de reinserc ion) i ,Hay

algtin riesgo?

[Firm ado] Pinson.

Lacaille no vio a Raymond. Probablemente el no se presento a la cita.

Primer informe.

Raymond, nacido el... indomiciliado desde febrero del 88. Casado. Separado.

Estuvo empleado en la restauracion hasta la ruptura de su m atrimonio. Afirma

tener una edad critica para encontrar un puesto estable. Esta persona no pre-

senta un cuadro patologico claro, solo una inmadurez y una fuerte tendencia

masoquista, en un c ontexto socio-economico dificil, le ponen en situacion de

fracaso. Se le podria ayudar a traves del hogar de Reinsertion.

[Firmado]

Pinson.

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Nada del sentido de lo que precede fue percibido por los acompariantes. La

marcha inexorable de la reinsercion de Raymond esta en curso. El hogar de

reinsercion alberga a personas que trabajan o estan en algtin cursillo en el exte-

rior. La pregunta de Pinson, a la simp le lectura de los docum entos, es idiota.

El oriesgo» estaba demostrado.

— 30 de mayo 89. Visto al senor Raymond para explicarle la manera en que

se calcula el pecu lio. Le pido que yea a la senorita Lacaille para hacer balan-

ce. Me dice que tuv o problemas de alcoholismo hate quince afios, pero desde

entonces ya solucionados. Le hablo de reinsercion, teniendo en cuenta su

edad y su personalidad.

[Firmado]

Pinson.

La estocada. Pinson habla a Raymond del dinero que recibe y tal vez

le presente el seiluelo de que fuera, podrfa ganar mucho más. Menciona de

nuevo una cita con Lacaille. Explicando que ya no tiene problemas con el

alcohol, Raymond intenta evitar ese encuentro, que con toda probabilidad

le parece amenazador. Pinson, siempre sorda y ciega, no percibe nada de

ese movimiento. Al contrario, le parece alentador. Finalmente, le desvela

los proyectos de reinsercion que le ataften, halagando «su (ijoven ) edad y

su personalidad». Pobre Raymond Porque en fin, zcOmo negarse? zQue

decir? oNo senora. Muchas gracias, pero soy demasiado raro, alcohOlico,

debil, loco, tarado, para permitirme una existencia distinta de la del

asilo»...

Raymond hizo lo que se esperaba de el. Dijo: «Muchas gracias, setiora».

Y sello su destino.

30 de mayo 89. Seguido por la Srta. Serin

[psicologa].

De mom ento, no

presenta dependencia alcoh6lica.

[Firma ilegiblel

Conclusion de la psicologfa, esa pariente pobre, ancilar y demasiado a

menudo normativa, de la psiquiatrfa: iapto para el servicio

De plum a de la inexorable Pinson, quedan dos informes de evaluation de

Raymond.

Recordemos que Pinson es la asistenta social. Se juzgard m ejor el valor y

la pertinencia de este psitacismo psiquidtrico que no es más que la mascara

grosera del tinico principio, del nnico deseo, del unico fantasma que cuenta de

verdad: el trabajo. El trabajo que es la salud y el antfdoto de todos los vicios...

Segundo infornze.

Veo a ese senor desde el 13 de septiembre. Por entonces quiere dedicar tiem-

po a cuidarse antes de plantearse la reinsercion por el trabajo. Aprovecham os

este tiempo para hacerle otro carnet de identidad, atribuirle una cobertura

social, y hacer una petici6n de prOtesis dental. Desde enero, el senor dice que

se siente mejor fisicamente y emp ieza a abordar, en el momento de nuestras

entrevistas, el deseo de encontrar un empleo. Tom a contacto con su familia

que le promete buscarle un emp leo en la region.

Siempre mu y secreto y poco c ooperativo (no respondio a varias de mis con-

vocatorias en que yo queria verle para hacer balance sobre sus gestiones).

A pesar de todo, se decide a encontrarse conmigo a principios de junio cuan-

do le informo del cursillo de reinsercion que hay que hacer. Es para el la opor-

tunidad de tomar otra vez contacto con el mundo del trabajo y de ser más

dinamico en sus diligencias de reinsercion.

ConsigbiO una cita con el organismo de formaci6n, la aceptaci6n de su can-

didatura es min hipotetica. 8 de junio 89.

[Firmado]

Pinson.

Sin embargo, u n detalle entre otros tendrfa que haber alertado: unas pala-

bras en la Ficha de higiene alimentaria. No numerosos, discretos, pero de p eso.

En el epfgrafe: «Au torizaciOn Permanente de salida>›

  (docum ento entregado a

los buenos elemen

-

Ka aquAos de los que uno «puede fiarse»), se indica: «16

de febrero 89, tlestruida por el interesado»:)0 sea, despues de su borrachera

del 29 de enero.

Bien lo sentfa, Raymond. Instintivamente, habla comprendido que la

libertad no era para el, que la libertad era veneno. Su permiso de salida, ya n o

lo querla. Fuera, le acechaban el desastre y todos los extravfos. iPeligro Por

eso tenfa que encogerse, retirarse, seguir siendo un poco esclavo, un poc o pre-

sidiario tambien. En suma, esa era su medicina: sobre todo, anclarse bien en

la repeticiOn de los dfas iguales, y esconderse, cual cam aleon, gris sobre gris,

enroscado en una bienaventurada mediocridad. La ambition de Raym ond: ter-

minar de violeta. A la som bra. En paz. Era su sabidu rfa, toda su filosoffa. Se

sabfa Intimamente enemigo de si mismo.

196

197

Que pensamiento i,Como podia soportarlo? Naturaleza de bronce que

no pedia más que vivir tranquilo, detras de las paredes, protegido por los

barrotes.

Galene,

tranquilo como el m ar, decian los griegos, para designar la

tranquilidad del sabio, la superficie imperturbable de su conciencia y de su

vida, que ningtin desorden pasional consigue turbar... Un grandioso uterino,

Raymond. Epictireo tambien, estoico un poco.

Ante tales vertigos, sombrias y sublimes vertientes, zque podian corn-

' premier Pinson y consortes? ;Nada Militantes normopatas, i,que podian

adivinar de esas profundidades? Nada, solo los bajios sin sorpresa de su

oi,La ficha de Raym ond? Pues claro, iaqui esta ». Era la Ultima, la pos-

trera, la de sus recogidas por la policia, de las noc hes en Nanterre, todo eso...

Asombro: se seiial6 un primer paso en octubre de 1980. Unica y sola-

mente uno, pero atin asi. No debi6 de ser muy claro, Raymond, entre sus dos

matrimonios. Pequeilo paso vacio. Una tendencia, ya. Prolegomenos...

Algunos anotaciones en 1988, un poco antes de su entrada en la Casa,

como albergado. Cosas conocidas. Luego, en lapiz rojo, a traves del texto:

«MRT 9/10/89. Delante de la CDN». Y tambien, una nota «Comisaria PP,

CDN».

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pensamiento vulgar. Pues es muy propio del vulgo ignorar toda distancia,

todo comedimiento, todo respeto, toda reserva ante lo extraiio, lo diferente,

lo inaudito. Asi, las naturalezas bajas no conocen sino acciOn, agitacion,

intrusion... Todos esos vehiculos del mercantilismo, de la exigencia del

mejor. Es_a_smgacaras_dela voluntgd de lo mismo, de lo mismo que

Pobre horizonte. Lo vulgar, lo mediocre, lo «democrata» habria dicho

Nietzsche, lo «cristiano» tambien, aunque sea en su version laica, humani-

taria y solidarizante, no son nunca capaces de otra cosa que no sea proyec-

(

tarse ellos mismos en todas partes y en todo. Amigos de la humanidad, bui-

tres del hombre...

Y asi pues, Raymond se m arch& Se m archo solo, el 27 de julio de 1989,

con su hatillo y su cara de buena persona.

Gaby y Fatna, las cocineras, sus amigas, me dijeron que no dur6 mucho.

Tan pronto com o estuvo en la calle , qued6 fulminado. Enseguida, volvio a ser

un indigente puro y duro. De un mugriento que asustaba y todo el tiempo

borracho, como mil cochinos.

Elias sabian que estaba muchas veces en el albergue de urgencia, llevado

por la policia. Intentaron verle, pero las rehuia. Todo avergonzado y mancilla-

do de si mismo, se largaba en cuanto se acercaban, esquivaba de traves. Oh,

no era a ellas a quienes rehuia, se puede estar seguro. Era a el mismo. Ese

espectaculo desesperante de si mism o, recogido en el espejo de los ojos de los

demas. Se daba asco a si m ismo, Raym ond. Ya no podia verse, sentirse. Estaba

todo envuelto en odio, como u na babosa en su baba. Una baba acida, terrible,

que le quemaba la piel y le carcomia la vida...

Gaby y Fatna, un dia, se enteraron de su muerte. Ya no sabian bien cuan-

do, ni como. i,Cuanto tiempo habia aguantado Raymond, en su ebriedad y su

desesperacion? u m ugre? zUn mes? zDos meses?...

Para saberlo, tenia que it a ver a un erm itaiio: el senor Montjoie. El senor

Montjoie es policia. Es el solo quien, como un valiente, mantiene en orden las

fichas de la recogida de la policia. Su despacho es monacal, sin un ruido. Le

pusieron aparte, al senor Montjoie, con sus fichas rosas. Treinta o cuarenta mil

fichas rosas. Inmenso herbario de desgracias. Vidas y vidas, que tiene ahi com-

primidas, en sus cajones.

Guiiio de la historia, Montjoie era el nombre del heraldo frances en

Azincourt, el arbitro, en suma, de la derrota y de los muertos.

Asi que muri6 en la noche del 8 al 9 de octubre. Fue por la mailana cuan-

do encontraron su cuerpo. Delante del hospital.

La parada del bus, el coma etilico, la hipotermia', no estabamos all;.

Podemo s imaginarlo. Son cosas que estan bien descritas en medicina.

Primero, tenia que estar muy borracho, Raym ond. Desorientado, errante,

perdido. Instintivamente, semi-inconsciente, debi6 de volver hacia la Casa.

Sonambulo ya un poco, con los litros, agarrandose a todas partes para m antener-

se en pie, derivando. No se atrevio a volver. Debia de tem er, en el estado en que

estaba, presentarse a los vigilantes del puesto de la verja de entrada. No sin razon:

pullas, insultos, empujones, registro, todo era posible por ese lado. Adem as, es

muy probable que los vigilantes no le hub ieran dejado entrar. Siendo la politica

de la Casa desanimar un alojamiento autoservicio, no son aceptados, en princi-

pio, más que las personas debidamente llevadas por los servicios de recogida.

Claro que es muy probab le que en febrero, con nieve y 5° bajo cero, des-

plies de la bronca ritual, le hub ieran dejado entrar de todas formas. Pero ahi, a

principios de octubre, Raymond no tenia ninguna oportunidad. El otono no

estaba muy avanzado para que se pensara en la hipotermia.

Y ademas, volver, se dice pronto. El truco del hijo prodigo es muy boni-

to, pero en la practica, no se hace asi. Cuando se ha dado un p ortazo y se ha

puesto m ala cara, es toda una historia. Hay que ver a la vigilante-jefa. Si tiene

a bien recibirte. Si no tiene otra cosa que hacer. Y pedirle bien perd6n, con

toda la humildad de circunstancia. Y que no volveremos a hacerlo. Y arras-

trarse bien pegado al suelo

Volver Los he visto suplicar llorando. De rodi-

Has. Los garbeos, las fugas, los fantasmas de la libertad, todo eso se paga. Y a

precio fuerte. ;Con lo amables que somos ayudando a esta gente Pero

bueno... iVolver Es toda una escuela de la abyeccion, volver...

LLo intento siquiera, Raymond? i,Llego h asta la verja? Tal vez. Nunca lo

sabremos. No lo creo. No era un reivindicativo, Raymond. No era del tipo

bocazas. Era un timido, un discreto. Temeroso, un poco. Me le im agino mas

bien instalandose del otro lado de la calle, en frente. Y mirando de vez en

cuando hacia las luces, el calor y la vida. D e vez en cuando, de tarde en tarde,

con ojos de perro triste, levantando una cabeza que debia de parecerle bien

pesada. Cada vez más pesada. Primero sentado, tuvo que dejarse caer de lado.

Y hundirse poco a poco en el coma.

198

99

«Coma», en griego, significa `entumecimiento'. En el caso de Raymond,

este fue progresivo. Primero, la conciencia se altera y se retira lentamente.

Luego, la vigilancia, la sensibilidad y la motilidad se van. Poco a poco, se

extiende como una capa de bruma. Sinfonfa de los adioses...

Debia de interesarle cada vez menos la verja de la Casa y las siluetas

blancas que la cuidaban. Moverse tampoco debfa de decirle gran cosa. i,Para

que? Tranquilo en el fondo, Raymond. HipnagOgico.

Estadio I: Coma-vigil primero. El diccionario medico' es muy claro:

«Variedad de com a acompaiiado de delirio; el enfermo se agita y habla m ien-

Despues, todo se den -

umba: edema generalizado. Respiration cada vez

más escasa. CorazOn delirante, erratic°, arritmico. Pasos en falso. Salidas

nulas. Vacilaciones. Hipo. Sobresaltos. Desorden. Hundimiento...

Consciente. sena algo bastante horrible. En este caso, a Raym ond ya le

importaba un bledo. Viajero a punto de marchar, todo eso ya no le afectaha

mucho. Epilog°. Apendice. Anejo. Tedio...

Asf murio un hom bre que se habia elevado hasty una altura poco com tin

donde se habia dado cuenta de que para el, la mayor de las libertades consis-

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tras duerme, pero abre los ojos a la minima Hamada». No debieron de llamar-

le a menudo a Raymond. Pero, de todas formas, tendrfa que farfullar cosas.

Palabras rotas. Naderfas. Migajas para las estrellas...

Estadio II: «El enfermo solo reacciona confusamente a las excitaciones».

Todavfa respira Raymond, y su corazon late, pero todo eso, cada vez más len-

tamente. Hipotermia progresiva...

Estadio III o coma profundo: «Caracterizado por la abolicion completa de

los reflejos, la ausencia de cualquier reaction a los estfmulos sensoriales y la

coexistencia de trastornos respiratorios y circulatorios pronunciados».

Estadio IV o coma superado: «En el cual a la abolicion total de las fun-

ciones de la vida de relation (conciencia, motilidad, sensibilidad, reflejos) se

sum a, no perturbaciones, sino una abolicion igualmente total de las funciones

de la vida vegetativa... Si persiste durante 24 horas, traduce u na perdida total

e irreversible de las funciones del sistema nervioso»...

Alcohol e hipotermia se conjugan y remiten uno a otra. El cfrculo es

vicioso. En efecto, el alcohol es vasodilatador. Por eso proporciona al sujeto

una sensation de subida de la temperatura. Los vasos sanguineos perifericos,

los de la piel, de las manos, de los pies, de la cara, se dilatan. La dilatation

requiere un aflujo de sangre. De paso, estaltima se enfrfa. Y es enfriada como

vuelve al corazon que, a su vez, se enfrfa progresivamente. Y asf sucesiva-

mente... Segalalezimplaoble,de la termodinamica.

La hipotermia se inicia con una fase llamada oagresiva»: escalofrfos

incontrolables, castaileteo de dientes. El cuerpo se defiende, se agita, se mueve

mucho, hace su pequefio ballet reflejo. Semi-comatoso, alcoholizado como

debfa de estar, Raym ond no debiO de sufrir mucho.

Luego, el organismo, impotente, abandona lentamente la partida. Suave

rendiciOn. Estado regresivo y vasoconstriccion.laslun_ciones_vitales intentan

Acharse al monte, esperando dias mejores. El ritmo cardiaco disminuye. Las

pausas respiratorias son cada vez más largas. El edema pulmonar va crecien-

do. Cerramos...

En principio, no tendrfa que doler mucho. Uno se hunde lentamente.

Coma constante y profundo garantizado por debajo de los 28°. Postura fetal.

Ensonaciones informes, divagaciones... Con las pupilas dilatadas, terming

onfrico, Raymond. Nos dejo, lejano ya. i,Ta1 vez sosegado?

41a_precisamente

.

en renunciar a ella. Nose to permitieron.

Los sabios de la Antigtiedad le habrfan admirado. Nosotros, hombres de

la modernidad, hombres de progreso, hombres ilustrados, solo conseguimos

llevarle a la muerte. Por su bien...

200

01

Segunda parte

CARTAS

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La razOn es una cuerda para ahorcarse.

ANT

STENES

Una loca ataraxia

Dorados, ojos cansados.

cerraos dulces y felices...

Me alegro pensando en mi muerte.

Ah Pueda ella encontrarme,

entonces escapare a todas las miserias

que min me atan al mundo.

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J. S. BACH,

lch habe gulag,

BWV 82.

Mas Oa del zumbido de los discursos, del tumultuoso desorden de los

actos, de la inquietante anomia de esas existencias, i,que sentido atribuir a esos

seres que parecen desviarse del mundo con una especie de soberano y terrible ,

desprecio? i,Qu6 intentan expresar con sus sufrimientos esoshombres y esas

1

mujerqgue se destruyen ante nuestra mirada? i,Corno pensar tanta delicues-

cencia y vaCijr

Una etiologia compleja

De entrada, nos topamos con una carencia lingiiistica. zIndigentes?

i,Nuevos pobres? ijndomiciliados? i,Vagabundos? zMarginales? i,Ex-

cluidos?... Las palabras, numerosas y tan insatisfactorias unas como otras,

enmascaran y revelan a la vez que esos sujetos no pueden ser nombrados.

Literalmente «innombrables», escapan por eso mismo a cualquier intento de

aprehension clara, pues el pensamiento necesita definir, apoyarse en un obje-

to estable e identificable. Sufre aqui de esa falta de apuntalamiento y es para

disipar esa bruma, tanto como para suscitar las representaciones del lector, por

lo que he escogido, a falta de otra cosa mejor, utilizar el termino de < <indigen-

te» para designar a los más seriamente afectados entre los indomiciliados.

Es innegable que la pobreza desempetia un papel importante en la vida de

los indigentes. La inmensa mayoria procede del subproletariado rural o urba-

no. Campesinos desposeidos, obreros no cualificados, familias en las que

desde hace generaciones se malvive miserablemente en los margenes de la

sociedad, en las fronteras del analfabetismo, de la violencia y del alcohol.

Sin embargo, y contrariamente a lo que dan a entender los argumentos

sociologicos, la pobreza y la exclusion social no bastan para dar cuenta de su

existencia. Primero, no todos vienen de ambientes victimas de la pobreza y de

205

la exclusion y, aunque se trate de una minoria, tambien se encuentran entre

ellos personas procedentes de todas las categorias sociales, incluidas las más

alias. Ademas, como se vera más adelante, más alla de la pobreza y la exclu-

sion, la historia de esos sujetos, sea cual sea su medio social, presenta gene-

ralmente una patologia familiar importante. La infancia, en particular, ha sido

a menudo marcada por traumas graves.

En lo que se refiere a la importancia etiologica de la pobreza solamente,

el Instituto nacional de estadisticas y estudios econom icos (INSEE) estima que

seis millones de personas viven de los minimos sociales en Francia', aunque

es probable que el minter° de personas en estado de indigencia no supere el

ginalizar a ciertos sujetos, les Ilevan progresivamente a la indigencia. Esta Ulti-

ma, a su v ez, puede engendrar trastornos psiquiatricos secundarios, que son

sus epifenomenos.

Nos encontramos aqui ante un modelo etiolOgico circular en el cual la

indigencia es o bien una consecuencia y un epifenomeno, o bien a su vez una

causa. Pero en ningtin momento aparece esta desocializacion como depen-

diente, por su naturaleza mism a, de problematicas psicopatologicas propias.

Su estatus no es en ningtin momento el de un sintoma. No es, en el fondo,

más que el precio existencial que algunos enfermos, que padecen patologias

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207

s

i

206

A

„t

centenar de miles. Otros factores etiolcigicos tienen que entrar, por lo tanto, en

juego.

Esta imposibilidad de reducir el fenOmeno a su Unica dim ension socio-eco-

nomica v iene tambien subrayada por la inmensa resistencia al cambio que pre-

sentan a menudo los indigentes a cualquier m ejora duradera y estructural de su

estado. Pues despues de todo, p odria suponerse que si el proceso que lleva a la

indigencia se redujera a una especie de victimologia socio-econ6m ica, el sujeto

procuraria no dejar pasar ninguna oportunidad que le perm itiera acercarse a un

funcionamiento social más norm al. Por desgracia, si hay una leccion esencia]

que sacar de esta clinica particular que es la suya, es que no hay nada de eso. Se

hablard incluso un poco más adelante a este respecto de «reacci6n terapeutica

I

negativa», paradoja por la cual un enfermo no soporta estar mejor, hasta tal

punto que c ualquier mejoria de su estado ira rapidamente seguida de un a recal-

1 da, a menudo aco mpailada por una agravacion de los sintomas. Adem as de ser

el producto de u na patologia social, economica y cultural, la reduction a la indi-

V

gencia es tambien, profundamente, un sintoma p sicopatologico.

62espues de todO,Itabra gueyolverse

.

haciael psiquismo del propio suje-

to. La psiquiatria clasicatiene tenaencia a ignorar la especificidad nosologica

de la indigencia, considerandola como un epifenomeno socio-economico de

patologias psiquidtricas probadas y, po r lo demas, bien descritas. Asf, se suele

indicar en los manuales de psiquiatria que algunas formas de alcoholismo, de

esquizofrenia o de trastornos de la personalidad (como la sociopatia) son sus-

ceptibles de evolucionar hacia un a marginalizacion progresiva de ciertos suje-

tos. En algunos casos, este proceso puede conducir a la indigencia. De mane-

ra general (y ello, a pesar de los cuestionamientos cada v ez más frecuentes de

esta tesis), la opinion psiquidtrica considera que la indigencia no es directa y

especificamente de su competencia. En c ambio, nadie discute que la pob reza

y el sufrim iento ligados a la vida en la calle tienen, sobre los sujetos, conse-

cuencias psiquicas importantes. Estos sufrimientos fisicos y psiquicos neva-

rian, en particular. a los sin techo a sufrir angustias y dep resiones. De ahi que

recurran frecuentemente, como verdaderos toxicomanos, a productos psico-

tropos ansioliticos, como, entre otros, el alcohol.

La postura psiquiatrica clasica considera que algunas formas de patologia

mental arrastran consecuencias sociales, de relaciOn y economicas que, al mar-

psiquidtricas diversas, tienen que pagar por su incapacidad p ara funcionar en

Ia realidad. En esta perspectiva, la indigencia se reduce a un problema de

sociedad. La psiquiatria clasica, con esta postura teorica, se aparta de la

posibilidad de pensar la especificidad del fenOmeno de la indigencia. Este

ultimo no es ya más que una entidad negativa, un estado por defecto, un con-

cepto hueco.

A leer los casos clinicos se habra comprendido que esta postura esta muy

alejada de la mia. Se le pueden oponer varios argum entos similares a los rela-

tivos al reduccionismo socio-econOmico.

Primero, se estima en dos millones el ntimero de alcoholicos en Francia

y en 19 de la poblacion total del Hexagono (es decir, aproximadamente,

600.000 individuos) las personas que padecen formas diversas de esquizofre-

nia. Dada la importancia de estas cifras, esas patologias psiquidtricas por si

solas no pueden explicar la indigencia de un individuo. Adem as, cabria supo-

ner que a un sujeto, aquejado de una patologia psiquidtrica determinada, le

gustaria verse aliviado de los sufrimientos ocasionados por su m arginalizacion

social. No es asi. Los indigentes no soportan durante mu cho tiemm eLrelati-

vo confort de las instituciones de „cuidados (tengan o no tengan voc ation

„..

quidtrica) antes de volver voluntariamente a la calle.

Exam inando las poSti.liaS taito de la sociologia como de la psiquiatria

frente a la cuestion de la indigencia, se observa un doble movimiento que

apunta a reducir su alcance, su especificidad y su sentido. La psiquiatria

disuelve sus particularismos, co nsiderandola como la resultante de patologias

psiquidtricas distintas y, por lo demas, bien conoc idas, a la vez que hace bas-

cular su etiologia al mundo social. En esta 6ptica, la indigencia no es del resor-

te de la psiquiatria como tal. No es ya más que un p roblema de sociedad cuyas

consecuencias sobre los individuos afectados pueden tener de manera secun-

daria incidencias p siquidtricas.

Para Ia sociologia, la indigencia no es más que el resu ltado de diversos

mecanismos de exclusion social y econOm ica. En un caso como en otro, nada

puede ser pensado deaa indigencia

como pro ecto (aunque sea inCorikielite)_,

{_del sujet

—Os

)Tanto la sociologia com o la psiquiatria ejan a la incriFencia

exan-

-

cr gtie de sentido propio y especifico.

Se pueden ex traer dos conclusiones generales de todo esto. Primero, es

innegable que la indigencia no se puede reducir a un solo tipo de causa. Se

7 3 -

trata de un proceso de etiologia multifactorial en que se conjugan, en gene-

ral, los efectos cruzados de las exclusiones econ6micas, sociales, familiares

y culturales, asi como de los factores de patologias individuales la mayoria

de las veces psiquidtricas (alcoholism° y politoxicomanias, personalidades

patologicas, psicosis), aumentados a su vez en sus manifestaciones por la

='' vida en la calle. Evidentemente, tambien puede ocurrir, en algtin que otro

"3

lugar, que un factor aislado trastorne esta etiologia multiple, sobredetermi-

cl nandola.

La metafora marxista, segtin la cual los indigentes serian los excluidos,

por razones m edicas y psiqu idtricas, del ejercito de reserva del cap ital que es

Los aspectos ideologicos del concept° de exclusion

No podremos cerrar la discusion etiologica relativa a la indigencia sin

interesarnos por los elementos que estan en juego, conscientes e inconscien-

tes, y que se encuentran en la base de Ia misma. Evitemos de entrada todo

malentendido: la exclusion soc ial es una realidad indiscutible, aunque a veces

pueda ser dificil aislar exactamente sus mecanism os. En modo algun o se trata

aqui de negar su alcance, antes al contrario. Sin embargo, parece que el con-

cepto de exclusion ha abandonado, c omo u n rio desborda de su lecho, el terre-

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el sub-proletariado, no es falsa. Tamb i6n se podria decir que la indigencia es a

la pobreza y a la exc lusion lo que el delirio rnistico es a la religion: un patina-

zo del proceso y un a locura del sujeto. Y es este ultimo punto el que deb e aca-

parar principalmente nuestra atencion: el indigente es un «loco de la exclu-

s i O n . » . . . . , E s .

esklocura, que no se ,pu ede reducir a ninguna otia, to que iTh

 eMos

que intentar comprender mejor.

Aqui Se fresenta inmediatamente a la mente una doble objecion. z,No es

escandaloso tratar de locura el sufrimiento de los excluidos de la sociedad? Y

esta maniobra zno tendria como consecuencia (incluso como objeto inconfe-

sado) absolver a la sociedad de toda responsabilidad, para imputarsela solo a

las victimas?

Si estas paginas arrojan una duda sobre una representation univoca de

victimas inocentes —lo cual, en definitiva, plantea una vez más el problema del

mal, problema a la vez metafisico y psicoanalItico—, en cam bio, no absuelven

de ninguna manera a la sociedad y sus procesos de exclusion de la responsa-

bilidad de este sufrimiento y de estas mu ertes, sino que, al contrario, acentdan

su gravedad y su profundidad. A lo que se apunta aqui es precisamente a la

dimensiOn altamente pat6gena de la exclusion, en la medida en que es hasta

tal punto importante que llega a alterar a los sujetos hasta en su interioridad

psiquica.

No por ello se es menos victima, al contrario se es doblemente victima,

-•• pues no contento con rechazarles del mundo del trabajo y de sus beneficios, de

condenarles a existencias lamentables, y de destinarles a sufrir en su came la

malnutrition y miserias psicologicas que pertenecen al siglo XIX, el poder

mortifero de la exclusion es tal que se interioriza en el corazon mism o de cier-

tos sujetos que se convierten entonces en sus propios verdugos, recreando

inconscientemente las condiciones siempre renovadas de su propia exclusion.

El indigente es un excluido que ha llegado a no poder vivir de otro m odo que

ena exclusion perpetua de si mismo. Auto-exclusion patologickcompaqva

'y'endogenk, que le arrastra mucho m ás alla de los limites de marginalidad que

le asignaban los procesos de exclusion social. La exclusion, m ás alla de cier-

to limite, actlia como un virus que, instalandose en el corazon del sujeto, le

fuerza a reproducirlo hasta el infinito.

208

no de la estricta racionalidad para transformarse insensiblemente en una espe-

cie de mito exp licativo general y englobante. En ese sentido, la exclusion, mas

alla de su legitimidad conceptu al intrinseca, se ha convertido en un v erdadero

mito del sufrimiento,

es decir una manera de ordenar sus representacibiieS y

_

asignarles un origen.

Todo comportamiento considerado como desviante con relacion a la norma

social lleva en si, más o menos, la representaciOn de su prop ia falta. Se puede

deplorar y/o intentar demostrar eventualmente su error, pero no por ello deja de

ser un hech o clinic°. Ya se trate del paro, de la toxicomania, de la hom osexuali-

dad, de Ia delincuenc ia o de la indigencia, c on razon o sin ella, las representa-

ciones relacionadas con todo ello no escapan a lo que esta en juego en la falta y

la culpabilidad, aunque solo sea bajo sus formas negativas y defensivas. Que los

sujetos acepten, nieguen, repriman o racionalicen esos elementos en ju ego, el

hecho es que les resulta imp osible escapar a la obligaciOn de definirse de una

manera u otra, con relacion a ellos. Asi, los medios de com unicaci6n vehicu lan,

ad nauseam,

el discurso de unos y otros: parados que niegan ser vagos, toxic&

manos que no son más que enfermos (y no, ademas, eventualmente delincuen-

tes y pervertidos), homosexuales que son «como todo el mundo», delincuentes

que no son m as que las victimas de la sociedad, indigentes que no tienen ningu-

na posibilidad de cambiar la situation... Discurso cuy a eventual legitimidad no

se pone aqui en duda, sino qu e, innegablemente, se dirige, para negarla mejor, a

la cuestiOn del sentimiento difuso de la trasgresion y de la culpabilidad. De la

misma m anera que son sistematicamente negadOs los beneficios (pobres, dolo-

rosos, ambiguo s, pero no obstante reales) que proporcionan a los sujetos esos

diferentes estados. No se trata aqui de entrar en una discusi6n relativa a la legi-

timidad intrinseca de esos debates, sino de describir su fenomenologia, es decir,

la manera en que se imponen al campo de la conciencia (y del inconsciente).

La exclusion es un concepto sociologicamente dudoso, pues al fin y al \

cabo, i,que otra coskes,e1 margen o el enyes de la sociedad, si no tambien la

sociedad?Ia exclusion, al designar al mismo tiempo el estado y la Catis

a ,

-

a-

Sigl:

na

la vez a las personas llamadas oexcluidas» un estatus pasivo de victim as

inocentes que va necesariamente acom paiiado por una negation de la trasgre-

siOn y por una absolution de la culpabilidad.

Asi, el termino de exclusion, por su m ero empleo discursivo, organiza las

representaciones realizando una operaci6n de dim ensiones multiples:

209

1.

Crea, al nombrarla, una identidad social general y englobante que rea-

grupa categorfas de personas muy diferentes entre si. Los excluidos pueden

ser, indiferentemente, pobres, emigrados, parados, toxic6manos, personas

mayores, homosexuales, delincuentes, indigentes, enfermos mentales, minus-

validos ffsicos...

2.

Asigna una causa (o un tipo de causa) univoca al conjunto de esas

situaciones sin embargo diversas. Es interesante observar que los intentos de

definir, precisamente, los modos operatorios, los mecanismos de ese orden

causal, son raros. zC6mo acttia la exclusion para producirse a si misma?

El fracaso de este intento de banalizaciOn y de desculpabilizacion de la

desviaciOn viene indicado entre otras cosas por las dificultades engendradas

por

status de_ovictimas». Esta identidad de vfctima, aunque absuelve de

toda falta, Ileva consigo la cuesti6n de la pasividad. de la debilidad y de la

humillacion. Y entonces

-

toda laproblemdtica de la «dignidad», insidiosamen-

te, se sustituye a la de la culpabilidad. Pues si, a nuestros ojos como a los

suyos, los excluidos ya no son c ulpables de nada, se encuentran, en camb io,

marcados por el sello de la indignidad potencial y latente. Indignidad de Ia que

todo el mundo se pone a hablar, afirmando a la vez en voz m uy alta que sobre

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Generalmente no lo sabemos, y la forma misma de la cuestiOn permite apre-

ciar la molesta circularidad lOgica que se encuentra en la base: al ser a la vez

causa, efecto y mecanismo de producci6n de si misma, la exclusion social

lleva en si una triple tautologfa estructural. SOlo remite a si misma. Es

causa

sui.

Su valor heuristic° es asf fuertemente discutible. Y solo los estudios

micro-economicos, o que se refieren a las dificultades administrativas que

pueden encontrar unos y otros, aportan elementos concretos de respuestas a

estas cuestiones. i,Significa eso que los mecanismos de la exclusion se limitan

a los obstaculos econ6micos y/o administrativos? Con toda seguridad, no,

zpero entonces que?...

3.

Vehicula la negation de toda trasgresion ligada a esos estados diver-

sos, puesto que los sujetos «excluidos» —por definicion— no podrIan serlo

voluntariamente.

4.

En eso, asigna a las personas afectadas un estatus pasivo de victimas

inocentes.

5.

De esa misma manera, la culpabilidad es ideologicamente negada. Las

victimas quedan, por definiciOn, te6ricamente absueltas de la misma.

6.

Ello contribuye a hater atin más rep rimida la ambivalencia de lo vivi-

do. De la mism a manera, se encuentran negados los beneficios secundarios y/o

los arreglos de esos estados dolorosos, que por eso mism o se vuelven im pen-

sables. El discurso de la exclusion vehicula una teorfa unfvoca del sfntoma y

del sufrimiento.

7.

Si el sufrimiento es entonces considerado como intimam ente ligado all

apartamiento de la sociedad, la felicidad, por su parte, se encuentra a la vez

implfcitamente ligada a la inclusion y al funcionamiento social normal. El dis-

curso de la exclusion vehicula asf implfcitamente una teorfa normalizante de

la felicidad social, que legitima insidiosamente el orden establecido.

8.

Los elementos que estdn en juego en la falta y la culpabilidad son

transferidos (y por eso mismo disueltos) a la sociedad en general, es decir a

usted y a mf, a todo el mundo y a nadie. Asi, la culpabilidad, cortada de sus

orfgenes, se vuelve flotante. Si de ese modo su p eso patogeno sobre los indi-

viduos se encuentra aliviado, en cambio, el catheter difuso, omnipresente e

inasignable que acaba siendo el suyo hace que sea muy diffcil de metabolizar

y casi imposible de evacuar. Asi, esta difusion de la culpabilidad pierde en

peso lo que gana en contamination y en cronicidacP,...

210

todo, no acude a la mente

3

.41eneiacioneS7, pees; siempre denegaciones... En

resumen, el sadismo recien expulsado por la puerta vuelve por Ta

ventana y

pone entonces en movim iento toda una casufstica del respeto, de la autonomfa,

del restablecimiento cle la libertad de los sujetos, que se traduce en los hechos

por una cegueralrente a sus necesidades regresivas y dependientes, y por una

sordera a los clamores de sus sufrimientos especificos. Victimas p or encima

de toda sospecha, ciudadanos con todos les derechos, entonces solo tienen que

aprender a mantenerse en pie, «como todo el m undo». Lo cual, en el caso de

los indigentes, resulta ser, evidentemente, un ideal terapeutico no solo iluso-

rio, sino catastrofico.

Un s indrome de desocial izac ion?

Una discusi6n detallada de la psicopatologia de los indigentes necesitarfa

un libro en si y estarfa m uy alejado del espfritu de este. No obstante, se pue-

den adelantar cierto ntimero de puntos. Existe un conjunto de sfntom as y de

mecanism os psiquicos generalmente presentes en el seno de la poblacion de

los «indigentes». Ese cuadro plantea la cuestidn del reconocimiento nosolOgi-

co de un sfndrom e de Ia desocializaciOn.

Entiendo por «desocializacion» un conjunto de comportamientos y del

mecanismos psiquicos por los c uales el sujeto se aparta de lo real y de sus v ici-

situdes para buscar una satisfaction, o —c omo minimo— un apaciguamiento, en

un acondicionam iento de lo peon La desocializacion constituye, en este senti-

do, la vertiente psicopatologica de la exclusion soc ial. Sus manifestaciones se /

encuentran, mas o menos, en el abanico de las poblaciones excluidas. De -

manera general (y estadfstica), cuanto m ás pesada se hace la carga de la exclu-

siOn, más p resentes se hacen las manifestaciones de desocializaciOn. Con los

indigentes, que estan en uno de los extremos del

cont inuum

de la exclusion,

los fenomenos de desocializacion llegan a dominar todo el cuadro clinic°. A si,

la indigencia serfa el resultado extremo y caricaturesco de un conjunto de

comp ortamientos y de procesos psiquicos presentes, con ruido clan, al prin-

cipio, en sujetos más o m enos desestabilizados en su existencia y su identidad

social y economica. En resumen, no se podra comprender la dinamica propia

del fenomeno de la indigencia, a m enos que se considere que esta ultima es

la

211

manifestacion

 

nne

de un deseo inconsciente del sujeto que busc a y orga-

niza lo peorsta busqueda de 10 peor para, de pasos en falso en actorITI

 

dos, poiTa—

destrucciOn bru tal o progresiva de todOvincu lo libidinal. Se trata

de hater imposible cualquier proyec to. El sujeto organiza asi nada menos gue

su propia desertificacion.

Lo ilustra perfectamente un signo clinic° tipico de estos cuadros: el de la

perdida repetida,,casi programada, de los doc umentos de identidad, que TM Pli-

ca evidente y automaticamente una verdadera paralisis social del sujeto, el

cual se encuentra, al mismo tiempo, situado fuera de juego con relation a cual-

quier gestion que tenga que ver c on la ayuda social. Doble movimiento por el

tasma inconsciente era no poder «renacer» (es dec ir, empezar otra vez a exis-

tir narcisistamente a sus propios ojos) más que una vez alcanzado el despoja-

miento absoluto.

Ha ahi un ejemplo clinic°, de consecuencias benignas en este caso, de

una m anifestacion de esta lOgica inconsciente de la desocializaciOn que se

encuentra en el momento initial de las poblaciones marginales o que han Ile-

gado a la indigencia. Las practicas div ersas de la ayu da social ignoran siste-

maticamente el papel muy importante desempeiiado por esos fenomenos que

sin embargo llevan la responsabilidad de numerosos fracasos de programas d e

insertion.

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cual el sujeto, no solo, simbolicamente extravia la reification administrativa

de su identidad, sino que se ofrece tambien un argumento decisivo para

demostrar que nada esposible para el. En la realidad, los trabajadores sociales

tardan varias semanas, cuan o no varios meses, en restablecer la situaci6n

administrativa. Hasta que, a menudo, quede reducida a la nada por una nueva

perdida de papeles.

Habiendo identificado muy pronto el fen6meno como lo que era, el equi-

po de la «M ission France» de M edicos del Mundo, desde 1986, tras solamen-

te unas semanas de funcionamiento, disponia de un armario cuidadosamente

cerrado con Have para proteger los papeles de identidad y otros documentos

administrativos de los pacientes que deseaban encomendarnoslos. Era deses-

perante observar la preparaci6n de actos fallidos perfectamente previsibles por

parte de personas inmersas en estos procesos de desocializacion. A menudo,

pedian -sin que pudieramos negarnos- que les devolvieramos sus papeles

antes de un largo fin de semana, o cerca de alguna ocasiOn en que podian

temerse alcoholizaciones masivas. Despues de unos dias, volvian compartien-

do su extraiieza: «Nunca adivinar4 lo .que me ha, pasado. Lo he perdido

todo...».,Desde luego, si que era una lata...

En este contexto, y en un punto anterior a esos funcionamientos extre-

mos, m e acuerdo del ejemplo de un p aciente al que yo analizaba y que no tenia

nada de indigente. Inteligente, culto, de formation universitaria, se habia

encontrado en paro tras la reestructuraciOn de su empresa. Esta situaci6n era

para el una hum illacion tal que no podia integrar verdaderamente su significa-

do. Su estatus de solicitante de emp leo, narcisistamente insoportable, se le pre-

sentaba como algo casi onirico. Se com portaba frente a las obligaciones admi-

nistrativas vinculadas al paro de manera tan apragmatica (citas olvidadas,

actos fallidos varios, correos extraviados, no leidos, etc.), que llegO a perder el

beneficio de las ayudas. Psiquica y socio-econotnicamente muy alejado 'del

perfil de los sujetos que se convierten- en indigentes, consigui6 facilmente

arreglarselas para salir de ese episodio. No obstante, aparecio ahi, aprove-

chando una herida narcisista, un funcionamiento en el cual su masoquismo

encontraba rapidamente terreno para desarrollarse y que le llevo (por suerte,

de manera m omentanea) a destruir los beneficios sociales a los que podia aspi-

rar. Tuvimos ocasiOn de analizar posteriormente (y eso es tipico) que su fan-

212

i,Cuales son,

in fine,

las caracteristicas del mu ndo de la indigencia y del

funcionamiento psiquico que se encuentra en la base?

Discurso m anif ie s to v funcion s imbol ica

De entrada, los indigentes mantienen un discurso manifiesto y conscien-

te. Ese relato autobiografico -una construction- tiene com o objetivo p rimero

y fundam ental legitimar la existencia del sujeto a si mism o. Su primera fu n-

cion es la de demostrar al indigente que no es más que la victim a inocente de

un proc eso causal que le supera y que es exterior a el.

i,Que dicen esos _sujetos? Alegan sistematicamente tres elementos: la

exclusion del trabajo, el alcoholismo y la traicion de las mujeres

4 . Las inte-

racciones de esas tres dimensiones forman un sistema causal cuyas particula-

ridades pueden variar. Es o bien el trabajo, primero, lo que falto, arrastrando

la pauperization y el abandon o de la mujer, seguido de la caida depresiva del

sujeto en el alcohol. 0 bien es la inversa: la mujer se fue, luego, «para olvi-

dar» se empieza a beber, y las consecuencias de este consumo abusivo llevan

a la perdida del empleo. Es bastante raro que se alegue el alcohol com o punto

de partida a este encadenamiento. Sin embargo, en realidad, ese es el caso.

Volveremos sobre ello.

Este discurso manifiesto aporta al sujeto, como a su interlocutor, la prue-

ba de su normalidad. En eso, desemperia un p apel defensivo y ansiolitico esen-

cial en el funcionamiento psiquico de su autor. Se fosiliza en el curso del tiem-

po y termina por constituir una especie de envoltura identitaria del sujeto. Esta

armadura le protege de las heridas que p ueden infligirle tanto su propia m ira-

da como la de los demas. Niega strdiferencia y su patologia, banalizando sus

causas. Hace que este sufrimiento sea simbolicamente convertible, porque esta

construido de tal manera que favorece a la v ez la identification del sujeto con

la representation fantasmatica que tiene de si m ismo, y la identificaci6n del

interlocutor con el sujeto. zPues quien no estaria deprimido despues de haber

perdido mujer, familia y trabajo? Y estando tan deprimido zquien no beberia

un poco alguna que otra vez? A usted que me escucha, zque le habria pasado

en mi lugar, si hubiera sufrido tambien tOdas estasclesgracias?...

- - -

213

No habria que subestimar el papel multiple de este discurso de superficie,

pues el indigente (como, por lo demas, todos los beneficiarios de la ayuda

social) es un sujeto particularm ente cogido en una red de discursos. E n los ele-

mentos en juego y los obstaculos de las diversas formas de ayuda de que

depende (dinero, alojamiento, cuidados), su palabra es constantemente reque-

rida. El relato de las desgracias constituye una moneda de canabio simbolico

—7 en las interacciones terapeutas/pacientes

5

. Es la Libra de

 

came que exige el

-

terapeuta/Shylok por ejercer su arte. Halaga el narcisismo del terapeuta (Rue

ser tan excepcionaLsoy-por ser capaz de oir tales cosas) y apacigua sus angus-

tias (uf, no soy como 61 , esta todavia más loco y es más desgraciado que yo).

curso vacio. En efecto, los sujetos a los que se pide que «se cuenten» a cada

momento sufren por ello, pues hay una hemorragia identitaria de la palabra

igual que hay u na de la sangre. El sujeto se agota y se extravia en esta solici-

taciOn exagerada de sus razones y de su historia. No sabe como recup erar los

fragmentos de si mismo que va sembrando simbOlicamente por distintos sitios.

Se encuentra anegado en su propio verbo. Eso refuerza su desestructuraciOn

mental y su desposeimiento de si mismo. Sin embargo, la palabra para ser ver-

daderamente palabra, esta hecha de un doble tiempo: el de la abertura y el del

cierre. La boca –igual que su doble malquerido, el ano, que hace ju ego con ella

en el otro extremo del tracto digestivo– es un esfinter. Lo que sale de ella, igual

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El rel

a

to de las desgracias debe sin embargo encerrarse en los limites de

un horror audible para el terapeuta, en la medida en que tiene, aqui, como fun-

cionpfincipal-inducir en este ultimo el fantasma de una identificacio

n

con su

paciente_(por suerte, no soy com o 61, pero segun son las incertidumbres dela

vida y de acuerdo con las circunstancias, zquien sabe?...). Es precisamente

-- sTaidentifi-

cdfi6n-

la que conduce a la movilizacion de los investimientos psi-

quicos del terapeuta. Es la condition de posibilidad de la pledad. Al fin y al

cabo, esta ultima, no

esmas que.la_emockin que aco_mparia a la ilusion de la,

identidad fantasmOricamente compartida.. Permite experimentar, por eco, una

rorma disminuida y alucinatoria del sufrimiento del otro. Lo que se siente de

manera alucinatoria se encontrard luego proyectado sobre aquel del que se

apiada y esta identificaci6n proyec tiva viene a su vez a confirmar, por un bucle

retroactivo, la comprension qu e se puede tener de la interioridad del otro.

Ilusion, pero ilusion indudablemente benefica pues permite la solidari-

dad humana. Se comprende bien la importancia vital para los pacientes de

dominar la puesta en circulation de una moneda de intercambio simbolico e

identificatorio que es lo rinico que les permite despertar algdn interes entre

los terapeutas. Esos fenOmenos se pueden leer claramente,

a contrario,

en los

casos en que el horror de los u nos es tal que se vuelve inau dible para los otros

y donde se derrumba entonces toda posibilidad de identificacion. La muche-

dumbre, en esos casos, clama contra el monstruo y se pone a sonar con eje-

cuciones capitales. Rechazo identico con relation a los alcoholicos/toxico-

manos, por ejemplo, que, de recaida en recaida, manifiestan que ono quieren

curarse» y de los que los terapeutas, en conjunto, tienden a desinteresarse

rapidamente. Naturalmente, es el caso tam bien de las personas desocializadas

más enfermas...

Pobre indigente, todo el mundo quiere hacerle h ablar, exige saber lo que

le ocurre, se propone hacerle revelar su verdad. No hay nada m ás odioso para

los terapeutas que un paciente mudo y hay un sadismo de la escucha. un cani-

balismo del oido igual que lo h ay del ojo ode la boca, qu e se alimenta con el

relato de las desgracias ajenas. Su satisfaction es una condition para la buena

voluntad que se aporta a la ayuda subsiguiente. Sin embargo, hay que llamar

la atencion aqui sobre un doble fenomeno: el de la hemorragia discursiva y,

para intentar remediarlo, el de la organization por parte del sujeto de u n dis-

que lo que en ella entra, esta regido por una logica esfinteriana. Hay un

momento y un lugar para abrirla, igual que hay un tiempo y un lugar para

cerrarla. «Lo demas es silencio», dice Hamlet al exhalar el ultimo suspiro, y

ese es su discurso más profundo.

La palabra solo accede de verdad a su dimension propia cuando se

encuentra marcada por silencios, es decir, por retenciones. Es importante que

el sujeto siga siendo duerio de su distribution. La alternativa es prolapso y dia-

rrea verbal.

Demasiado a menudo, la ideologia dominante de la atenci6n, en una

especie de caricatura de saldo del psicoanalisis, destaca la importancia de la

palabra sin hacerse preguntas sobre su sentido, ni sobre su interes. Pues, al fin

y al cabo,

ue? zA quiet)?

ara que? La palabra, fuera de todo marco,

de todo sentido, de todo proyecto, y de toda escucha com petente, no solamen-

te no tiene valor en si, sino que, ademas, resulta ser una obligaciOn intrusiva,

humillante, agotadora y desesperante para quienes se ven obligados a ella.

Pero Nue pasaria con el aburrimiento de los terapeutas si solo tuvieran que

hacer su trabajo?

Para protegerse de la hemorragia discu rsiva e identitaria que les acecha,

los sujetos fabrican una variante de relato autobiografico tan desinvestido que

pueden usarlo con un m inim° de sufrimiento. Se trata de verdaderos relatos-

pantalla. El sujeto se esconde en 61 y en 61 se pierde. Como los recuerdos-pan-

talla, estas historias conservan una vaga hu ella de lo vivido, enmascarada por

una aparente banalizacion. Moneda de intercambio simbolico, pero moneda

falsa.

Los terapeutas suelen estar tanto más av idos e relatos cuanto que estan

obsesionados, ante el excitante vertigo de la trasgresion del otro, por la cu es-

tión ahora y siemp re identificatoria y proyectiva: i,podria pasarme eso a mi?

La interrogation etiologica es, desde un pu nto de vista contra-transferencial

6

,

siempre, más o menos, la mascara de esta preocupacion. La blisqueda (iluso-

ria) del hecho etiologic° desencadenante, de la orup tura» clara, es simetrica de

la ambici6n terapeutica (tambien ilusoria) del odesencadenante» que instaura-

rd por fin la mutation del paciente hacia la salud y la normalidad. Estadoble

ilusion etiologico

:

onostica constituida por la pareja rup tura/desencadenante,

por desgracia, rige todavia demasiado a menudo el pensamiento de

esas cues-

214

15

tiones, o lo que pretende serlo. No hay rupturas brutales en el origen de esos

cuadros igual que tampoco habra conversiones instantaneas en su evolution.

Es de una evidencia epistemolOgica, en los campos que nos oc upan, que

su etiologia es multifactorial y su logica causal, circular. En ciencias huma-

nas, estamos estructuralmente en un campo epistemologico para el cual el

modelo newtoniano de la causalidad lineal no es aplicable. Y ell(), no debi-

do a dificultades o imposibilidades de medidas adecuadas, sino debido a la

estructura propia del campo. No existen cadenas causales lineales en cien-

cias humanas, sino solamente circularidades causales, la mayoria de las

veces indemostrables formalmente, porque es imposible aislar lo que se cree

no podrfa adquirir su sentido más que con relaciOn al pasado y el fu turo. El

instante necio y mudo se autoaniquila sin fin. La nada es irrepresentable y el

discurso de la ruptura impide ver esa abertura.

Sin embargo, tres constantes, de contornos mal definidos, emergen de

toda esa bruma anamn esica: los disfuncionamientos precoces de la infancia, la

acumulacion de traumas ffsicos y psiquicos y el alcoholismo/tabaquismo.

Los indigentes dicen a menudo que empezaron a disfuncionar mu y pron-

to en su infancia. Parece que siempre ha ido todo m al para epos, en ellos, con

epos, en torn() a epos. Dicen que siem pre han sido un prob lema para su entor-

no, que han sido precozmente identificados y designados como promotores de

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que son causas de lo que se piensa que son efectos. Por eso, la busqueda de

una estricta causalidad es, en las ciencias humanas, epistemologicamente

vana. Es una quimera. Como mucho, somos capaces, con grandes dificulta-

des, de describir estados fenomenologicamente. La pregunta recurrente en el

campo que nos interesa -saber si son primero indigentes para convertirse en

alcoholicos, o primero alcohOlicos para convertirse en indigentes- no sola-

mente no tendra nunca respuesta, sino que es simplemente, epistemolOgica-

mente absurda.

Las cons tan tes de la c l in ica

En la realidad de la clinica, la anamnesia -lo que dice el sujeto de la his-

toria de su enfermedad- es generalmente muy incompleta. Reina en ella una

insatisfaccion, una fru straci6n del hecho. Los relatos del pasado son fragmen-

tarios, imprecisos, confusos. El relato de las crisis y, en particular, de los

momentos presentados como momentos de ruptura es, bien mirado, misterio-

so, como si se tratara de cajas negras. El antes y el despues, más o menos, se

pueden discernir, pero entre ambos, la escena escapa a la mirada. Solo la

reconstruction del imaginario y de la proyecc ion nos permite representarnos-

la. Se, tiens la innpresion de que los fragnu entos del pasado remem orado dan

vuel

-tas como

soltaKaiedecor

rrepresentable

-

-

En elcOrazon

de

todo

un agujero negro que, como en astrolisica, absorbe la luz y

no devuelve nada. El discurso manifiesto no es más que una especie de

esque-

leto descansando en un desierto. La realidad no es tanto la de eventuales rup-

turas como una incapacidad crO nica del sujeto para construir y conservar obje-

tos internos y rep resentaciones estables.

El sujeto, desposefdo de su pasado, esta vacfo

7

. Descentrado con relaciOn

a su propia vida, ya no es más que un espectador miope e impotente de la

misma. Carece de pasado, de porvenir y de proyecto. Exiliado de su propia

historicidad, solo le queda para vivir la infima cap a temporal del presente. El

sujeto, psiquicamente, ocupa ya solo el punto del instante, ese atomo de reali-

dad rodeado de vacio. Esa forma particular de relaciOn con la realidad conde-

na a la imposibilidad de pensar. El atom() de tiempo no se p iensa puesto que

disturbios. «Cabeza dura, cabezota, acabard en el patfbulo». Las relaciones

maternas, cuando por suerte surgen, casualmente en alguna evocation, pare-

cen haber sido gravemente perturbadass. Las madres son generalmente descri-

tas como frfas, ausentes, enfermas, rechazadoras, desbordadas, alcohOlicas,

sexualmente ligeras. Enu resis, trastornos del suefio, trastornos de la alim enta-

cion y asma aparecen frecuentemente en el relato de los recuerdos de infancia.

La escolaridad, muy pronto, result() problematica. «Nunca hice nada en la

escuela. Me largaba. Era el rey de los nov illos...».

A esos disfuncionam ientos precoces se afiaden multiples traumas fisicos

y psiquicos qu e, o bien les han afectado directamente, o bien han afec tado a

sus familiares: accidentes, enfermedades, delincuencia, violencia, muertes,

incestos...

Estos disfuncionamientos y traumatismos infantiles varios, en la inmen-

sa mayoria de los casos, se han complicado rapidamente con alcoholis-

mo/tabaquismo que aparece muy a menudo como telon de fondo transgenera-

cional. A este respecto, es llamativo, en entrevistas de intention anamnesica,

que las preguntas relativas a la instalacion de sus dependencias, parezcan a

menudo incomprensibles a los pacientes. Como si fuera absurdo suponer que

pudiera haber existido un tiempo anterior a la dependencia. A menudo, esta

Ultima parece tener su origen en la infancia, incluso en el vientre mism o de la

madre (biologicamente, la tasa de alcoholemia de la madre es igual a la del

feto). La imagen más elocuente, y cuan desoladora por su banalidad, que

acude a la mente es que parece que la mayoria se han cal& dentro cuando eran

pequehos...

Recordemos tambien que las formas que adoptan los comportamientos

toxicom anos tienen tendencia a variar en funcion de la edad de los sujetos. Si

los mayores presentan a menudo ex clusivamente alcoholicos/tabaquicos, los

más jovenes son más frecuentemente politoxicOmanos, y sena dificil intentar

distinguir una preferencia por un produ cto particular, licit() o ilicito.

Esos elementos se enc uentran, entre otros, en los resultados de dos estu-

dios (uno de 1988, el otro de 1996) hechos en el Centro de acogida y de

pacientes hospitalarios (CASH) de Nanterre entre las personas recibidas en la

consulta medico-social vinculada al Centro de alojamiento y de asistencia a las

personas sin techo (CHAPSA).

216

17

En el primero

9

, fueron interrogados 77 pacientes. De entrada, el 37,5% d e

ellos senalaban un alcoholismo parental, mientras que un 50% dec ian ser huer-

fanos de uno o de los dos progenitores. El 64% no tenian ya ningu na relation

con su familia y el 33% afirmaban que no sabian si sus padres seguian con

vida. En fin, de esos 77 pacientes, para los cuales se h abia pedido un analisis

de sangre, solo el 8% no presentaban marc adores biologicos ligados al abuso

de alcohol. Eso significa que el 92% de los sujetos del estudio consumian alco-

hol abusivamente. Más alla de la presencia de los marcadores, era clinica-

mente indiscutible que esos su jetos eran dependientes del alcohol.

El segundo estudie se referia, entre otros, a 188 sujetos a traves de un

A las tres constantes evocadas más arriba (los disfuncionamientos preco-

ces de los sujetos, los diversos traumatism os infantiles de que han sido victi-

mas, y el alcoholismo/tabaquismo transgeneracional en el que parecen a

menudo h aber sido sumergidos), conviene ariadir una tendencia a la primacia

del paso al acto sobre la mentalizacion. La condition de posibilidad esencial

de la mentalizacion, es decir un yo capaz de soportar la angustia de sus repre-

sentaciones, parece, generalmente, faltar en esos sujetos.

En busca de un sufrimiento imposible

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cuestionario entregado por los trabajadores sociales. A propOsito de su infan-

cia, un 20% indicaban una separation de sus padres, el 14,5% habian sido

colocados en familias de acogida, el 11,6% habian sido victimas de violencia

por parte de sus padres, el 11% habian perdido a sus dos padres y el 9,5% uno

solo. El 35,5% indicaban un alcoholismo parental, 28% describian a su fam i-

lia como «pobre», 14,5% inform aban de «violencias» familiares.

Ademas, el exam en de 500 historiales medicos, cogidos al azar en la con-

sulta, desvelo que la mitad de ellos contenia diagn6sticos psiquidtricos y/o

prescripciones de psicotropos.

En fin, siempre en el marco de este estudio de 1996, yo mismo realice

110 entrevistas entre identico ntimero de pacientes. Solo 70 fueron seleccio-

nados como explotables, pues los otros 40 correspondian a sujetos tan impreg-

nados de alcohol y de productos varios que eran inutilizables, salvo para des-

tacar la prevalencia de las politoxicomanias en el seno de este m edio.

De los 70 pacientes seleccionados, solo el 39% afirmaban que seguian

teniendo docum entos de identidad. Solo el 9% de los que tenian derecho a ello

decian que cobraban actualmente el RMI. En su infancia, el 20% habian sido

colocados en familias de acogida, el 27% habian sido colocados con parientes

cercanos y no habian vivido con su padre ni su madre. Un 40% mencionaba

un alcoholismo parental. El 29% hablaba de «violencias» familiares, y el 46%

de «pobreza familiar». El 91% decian que consumian demasiado alcohol y/o

pensaban que el alcohol habia desemperiado un papel en su desocializacion.

Solo seis de las personas interrogadas decian que nunca bebian alcoh ol, lo cual

era manifiestamente falso en dos de ellas, elevandose a 94%, la incidencia del

alcoholismo en los sujetos de esta muestra. Un 24%, adem as de su alcoholis-

mo, evidenciaban comportamientos politoxicOmanos.

En terminos de diagn6stico psiquidtrico (y c on todas las reservas que se

pueden presentar sobre la fiabilidad de diagnosticos emitidos en tales circuns-

tancias), el 7% de esos sujetos parecian indiscutiblemente psicoticos (y ade-

más, conocidos como tales) y pesaban sobre el 16% de ellos sospechas de

diagn6sticos de psicosis. Ello llevaria el total de los sujetos psicOticos o p ro-

bablemente psic6ticos a un total de 23%. Lo cual seria bastante congruente

con la impresiOn clinica general".

Si se esperan perspectivas reveladoras, en cuanto a su funcionamiento

mental, del discurso de los indigentes, sera la mayoria de las veces en v ano;

en cambio, sus com portamientos muestran cierto ()timer° de elementos intere-

santes. Hay que operar aqui u n cambio de registro con respecto a los modos

clasico de inspiration psicoanalitica, de comprension del funcionam iento neu-

rOtico o pseudo-neurotico. El m aterial por analizar esta, en ese campo, consti-

tuido menos p or las palabras de los sujetos que por los actos que plantean, los

fallos que organizan. Lo esencial del sentido no se encuentra en lo que d icen,

sino en lo que hacen, es decir en lo que muestran por sus comportamientos

aberrantes y parad6jicos.

Hay que recordar aqui rapidamente algunos aspectos destacados de la

teoria psicoanalitica del sintoma. Este Ultimo es considerado, entre otras cosas,

como un compromiso entre las inhibiciones (de origen superyoico) del sujeto

y sus aspiraciones pulsionales que, a p esar de todo, intentan satisfacerse. El

sintoma es un modo (ineficaz y doloroso) de resolution de un conflicto intra-

psiquico. En la medida en que aporta una solution al conflicto, aporta tambien

un apacigu amiento relativo de la tension del sujeto (a la vez qu e crea otras).

En este sentido, se habla de beneficio primario. Ademas, perm itird al sujeto

alcanzar a pesar de todo una forma de satisfaction real, aunque alejada y

deformada con relacik a la que primitivamente habria deseado alcanzar. Es

ese el beneficio secundario del sintoma. Esta dimension b enefica del sintoma

explica su estatus parad6jico en el seno de la estructura del sujeto. Este u ltimo

siente su sintoma como u na «enfermedad», com o algo invasor, ajeno, exterior

a el, y que he imp ide llevar una vida más productiva y m ás feliz, pero al mismo

tiempo, esta vinculado a 61. Esta vinculacion al sintoma llevara al paciente a

oponer numerosas resistencias inconscientes al proceso terapeutico. El sinto-

ma, por muc ho que incapacite al sujeto,es kpesar de todo ,una manera, .para

este Ultimo, de sobrevivir evitando lo peor; es decir, una reactivation doloro-

sa (a vecesdesgarradora y mortal, al menos en el fantasm a, si no en la reali-

dad) del conflicto incon sciente inicial.

Ilustremos estas palabras con un fragmento de analisis (aunque muy sim-

plificado con relaciOn a la complejidad de la clinica). Un joven paciente homo-

sexual, que vive mal su sexualidad, evoca u n recuerdo. Hacia los cinco o seis

218

19

arios, asiste a una fiesta familiar. Se acuerda de qu e miro intensamente a una

primita de su edad y de que

le

parecio muy guapa. Perdido en esa contem-

placion un poco sonadora, siente pesar sobre el como el peso de otra mira-

da. Levanta la vista y se ye a su vez fijamente observado por la mirada ate-

rradora y prohibidora del padre. Este ultimo, violento en la realidad, era un

personaje muy inquietante que a veces amenazaba a su mujer y a su hijo

blandiendo armas. El nirio siente inmediatamente la mirada del padre como

una verdadera catastrofe que le pone en peligro de muerte

:

Se encuentra

anonadado de terror. En ese momento, le parece que

 

se licfia,',En larecons-

truccion tardia de su andlisis, opera el atajo etiologico) de asignar a este

el paciente no se ha preocupado. 0 esos calcetines puestos durante varios

meses y cu ya goma acaba por seccionar la pierna hasta el hueso.. . Hay que

insistir en el hecho de que esas observaciones han lido realizadas sobre

pacientes que no eran ni psicOticos, ni confusionales, ni esquizofrenicos cata-

tonicos.

i,Como c omprender tales aberraciones, si no es elaborando la hipotesis de

que nos hallamos aqui en presencia de una verdadera retirada psiquica del

espacio corporalAu

_ e.desinvestido, se encuentra entonces como abandonado a

sup_ropia su erte en la aparente indiferencia del sujeto?

Estos hombres y estas mujeres, varios, desposeidos de si mismos y de

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recuerdo origen de su homosexualidad.

Esta pequeria vineta clinica ilustra los diferentes elementos teoricos

expuestos más arriba. El recuerdo en cuestiOn es un recuerdo-pantalla que

condensa en su aparente banalidad todo un clima y una miriada de aconteci-

mientos con elementos sim ilares. El sintoma (es decir, aqui, la hom osexuali-

dad) es concebido por el paciente mismo como un remedio para salir del paso

al que ha tenido que resignarse. Esa era la Unica p osibilidad que le quedaba si

no queria renunciar a toda sexualidad (beneficio secundario). A la vez, aden-

trarse en la via de la homosexualidad permitfa evitar enfrentarse a su padre con

respecto a la prohibition edipica (beneficio primario). Conflicto del que se

imaginaba que p odria no salir vivo.

Se ye bien que el sintoma, sea cual sea, tiene una funcion salvadora y ero-

tica en la economia del paciente. Constituye un rem edio a falta de otro mejor

en la supervivencia com o en el placer. Protege al sujeto de conflictos más gra-

ves, de angustias y de representaciones imaginadas como atin m ás aterradoras.

Por esta raz6n, todo intento terapeutico que se ataque a los sfntomas provoca,

en los pacientes, arreglos dolorosos de su econom ia intenia. Si son demasiado

fragiles para soportarlos, rehuiran el tratamiento o se pondran au n más enfer-

mos. Esta Ultima eventualidad lleva el nombre de «reacciOn terapeutica nega-

tiva». Es extremadamente frecuente en el curso de un seguimiento psicotera-

peutico de una p ersona desocializada.

Planteadas estas premisas teOricas, el analista que dispone de poco mate-

rial verbal de esos sujetos no tiene otro recurso que observar sus comporta-

mientos para intentar identificar las logicas que se encu entran en su base. En

esta optica, se desprenden algunos puntos destacados de esta clinica de la gran

desocializacion y de los problemas planteados por su teorizaci6n.

En los casos m ás graves, la desertificaci6n del sujeto exiliado en el cora-

zeal de si mismo, roto el sentido de su pasado, y sin po rvenir, va acom pariada

por una cosificacion del cuerpo. Esta se manifiesta por una indiferencia al

dolor y por una tendencia a ignorar (en una especie de rapto masoquista) la

urgencia de patologias somdticas a veces gravisimas.

En este contexto, se recordard el ejemp lo ya evocado d el paciente que se

nego a la amputation del hueso de su dedo del pie'

2

. C6mo no m encionar tam-

bien esas fracturas aparentes dejadas tal cual durante v arios dias y de las que

su historia, que, más alla de lo inmediatamente operable o de la charla, no

piden nada más y p arecen indiferentes hasta el paroxismo al dolor corporal,

plantean la cuestiOn de la existencia de un sufrimiento que parece imposible

encontrar.

Tal vez hay a que pensar, para esperar resolver esta paradoja, que el sufri-

miento del sujeto solo puede serle perceptible en ciertas condiciones. Freud,

en

Inhibit ion, sintoma, angustia (1926), hablo de «serial de angustia» para

designar una angustia percibida por el yo y que le advierte de la inminencia de

un peligro pasado y rememorado. De la misma manera, tal vez podamos apo-

yarnos en ese esbozo de esquema com unicacional para imaginar que un sufri-

miento del sujeto solo puede ser percibido por el con la condiciOn de que

emerja de un fondo (d e sensaciones, de afectos, de recuerdos, etc.) de los que

se distingue. En cambio, un sufrim iento profundamente inm anente al psiquis-

mo del sujeto, un sufrimiento de siempre, que ocuparia toda su escena, ya no

seria perceptible para el. Es plantear asi la hipotesis de un sufrimiento de)

fondo que no solam ente atraviesa y acompaiia al sujeto, sino que se ha con-

vertido en parte integrante e inseparable de el. Este sufrimiento se ha con ver-

tido en el sujeto mismo, y constituye su firma psiquica.

Este concepto de sufrimiento de fondo tiene el merit° de dar cuenta de

esta experiencia clinica frecuente, que consiste en encontrarse perplejo ante

sujetos que se quejan de sfntomas relativamente menores y circunscritos, a

la vez que estan aquejados de ceguera psiquica frente a comportamientos

extremadamente perjudiciales para si mismos y que —desde el punto de vista,

en todo caso, de nuestras proyecciones— no pueden serles más que doloro-

sos. Si los ejemplos extraidos de la neurosis son raros (y no es casualidad),

abundan cuando se piensa en los estados limites, en las personalidades pato-

logicas, o en los sujetos que padecen trastornos adictivos. La famosa «apst-

cognosis» de Fouqueti

3

descrita a propOsito de enfermos alcoholicos y que

designa la incapacidad del sujeto de tomar conciencia de sus comportamien

-

tos y de su propia vida psiquica es aqui muy pertinente. Se trata de sujetos

que, psiquicamente, se ignoran. Nos encontramos aqui, más alla del nivel

de

la simple escisiOn'

4

, pero en el mantillo etiologic° que conduc e a la floracion

de cosas bien descritas por lo demas, como el pensamiento operatorio y la

alexitimia, es decir, etimolOgicam ente, la incapacidad del sujeto para leer su

220

21

propio humor. Lo sentido psiquico es entonces aparentemente uniforme,

pero desvitalizado.

Ese sufrimiento de fondo constituye el campo (en el sentido, por analo-

gia, de campo electromagnetico) en el cual, por lo demas, la vida psiquica del

sujeto evoluciona. El sujeto se ye radicalmente penetrado por ello y ni siquie-

ra puede soportar la duda más insignificante, pues se trata de un sufrimiento

que da color al conjunto de su conciencia y de su perc epci6n. Solo una impo-

sible extra-percepcion podria permitirle medir algo de su existencia y de su

particularidad. Solo con un terapeuta tercero, que se inmiscuy era entre el suje-

to y el mismo, podrian aclararse un poco las cosas, siempre que la estrategia

literalmente de «rechazo»

(Verwerfung).

«Sin embargo, existe un modo mu cho

mas energico y eficaz de defensa. Consiste en que el yo rechaza la representa-

cion insoportable al mismo tiempo que su estado afectivo y se com porta como

si la representacion no hu biera llegado nunca hasta el yo», escribe en 1894, en

«Las psiconeurosis de defensa».

Y anade: «Pero en el mom ento en que eso se

cumple, la persona se encuentra en una psicosis que no se puede clasificar

como "confusiOn alucinatoria"»'

5

. Esta

Verwerfung,

este 'rechazo', ha sido

expresada en trances por Lacan bajo el termino de `forclusiO n'.

Se ye, en este pasaje capital, el vinculo subrayado por Freud entre psi-

cosis y forclusiOn. Esta Ultima es un mecanismo de defensa mucho más radi-

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terapeutica estuviera adaptada a las necesidades particulares de ese tipo de

pacientes. Volvere sobre ello en el capftulo siguiente.

Es probable, aunque hipotetica y formalmente indemostrable, que el ori-

gen del sufrimiento de fond o remonta en cu anto a lo esencial, al perfodo ante-

rior al lenguaje en la vida del sujeto, hasta, e incluida, su vida intra-uterina

durante la cual vivio en el eco endocriniano del funcionamiento materno. Si

fuera el caso, ello reforzarfa aim más el caracter a la v ez inaccesible, irrepre-

sentable e indecible del sufrimiento de fondo. Se trata defenOmenos situados

fuera del campo del lengukeyleja_r_emsentacion. Silsmanifestaciones, por

esta rayon, no podrian ser mas_que_d e_conpon.arnientos.,.situadas en el orden

de la acciony no de lo simholizable, es decir_de_k_discursiy_o_

Mas aca de ese niv el primitivo del sufrimiento de fondo, la clinica de Ia

gran desocializacion esta muy ev identemente invadida por el desorden de los

comportamientos masoquistas diversoleras puestas en escena de la

autodestruccion lenta del sujeto. Si el masoquismO es bien conocido y, ade-

más, esta bien descrito, como algo que atraviesa m ás o menos el conju nto de

los comportamientos normales y patologicos humanos, tal vez se pueda, no

obstante, distinguir, en esta clinica de lo extremo que nos atafie, una variante_

particulardigadaalaanalidad

Esta Ultima esta muy presente en el primer plano semiologico de los

indigentes. Se encuentra en un descuido de los esfinteres, tanto literal como

simbolico. En el nivel literal, los trastornos de la continencia son frecu entes,

ligados, por supuesto, al abuso masivo de alcohol. En el nivel simbolico, la

'-- extrema suciedad, el mal olor, la perdida recurrente de los papeles o de los

objetos personales, la dispersi6n de las referencias espaciotemporales...

Todo ello remite a Lin_trastamo_grofundo de la func ion de la analidad como

modo de estructuracion miquica del sujeto.

Recordemos lo que se ha dicho mas arriba a proposito de los vinculos de

parentesco entre la boca y el ano. El aprendizaje del control de los esfinteres

es, a un nivel simbolico superior, una de las condiciones que posibilitan un

dominio de la oralidad, es decir el acceso a la posibilidad de producir un dis-

curso (es decir un pensamiento) que este anclado en las cosas.

Para llevar más lejos la comprension de esos fenOmenos, es indispensa-

ble volver a la teoria psicoanalftica. Freud, a prop osito de la castracion, hablo

222

cal que la represi6n o la escision, que en ambos casos dejan huellas mentales

de su operaciOn y de lo que intentaban apartar de la conciencia del sujeto. La

forclusion funciona para bloquear hasta la inscripciOn de la castracion en el

psiquismo del sujeto. No quedan huellas accesibles. Es como si no hubiera

ocurrido nada.

La clinica de la gran desocializacion sugiere que hay que pensar que exis-

te otra forma de forclusion que Ia descrita por Freud y que se referia a la cas-

tracion genitaP°. Se trata de una forclusion que se refiere a la castracion anal,

-

una forclusiOn anal.

MIs—aTISdercontrol fisiolOgico de los esfinteres, los elementos en ju ego

simbolicos del aprendizaje de la limpieza son los de Ia doble necesitad de la

abertura y del cierre, condici6n de posibilidad para una produc ci6n fecal acep-

table para la madre. La abertura/cierre solo tiene sentido precisamente inscri-

ta en una temporalidad acompasada, es decir diferenciada. La analidad es asi

portadora de la inscripci6n del sujeto en un tiem po diferenciado y diferenc ia-

ble. Es ella la que viene a romper el tiempo borroso e indiferenciado de la

somnolencia digestiva y evacuadora del niiio de pecho. La exigencia de Ia lim-

pieza anal le impone el corse castrador del tiempo. Del tiempo, pero tambien

del espacio pues la defecacion viene a inscribir otro significante capital para

la elabo7aZiOn del sentimiento d e una identidad corporal estable en el suj eto,

es el de la interioridad/exterioridad corp oral.

A la alternativa de lo abierto y lo cerrado, viene a unirse la de lo interior

y lo exterior. Juntas, rigen la inscripciOn del sujeto en el espacio y el tiemp o.

Eso no es todo, p ues la madre (es decir, el otro), po rtadora de deseos, de exi-

gencias y de prohibiciones, esta presente en este asunto. Esa es la dialectica,

bien conocida por lo demas, del don, del regalo sadico, del punto y contra-

punto de los juegos de retencion/expulsiOn, etc.

Un ultimo elemento merece ser subrayado, es el de la perdida anal. La II

perdida angustiosa de las materias, trozos de mierda muertos y sucios del suje-

to, que le abandonan para siempre, para desaparecer no se sabe donde en la .„

noche subterranea del mundo. Esa perdida lleva evidentemente todos los

registros de la angustia, de la depresion y de la fragm entacion.

Son esos factores, en conjunto, condiciones de posibilidad de la inscrip-

cion del sujeto en el principio de realidad, los que resultan afectados grav e-

223

1

mente por la forclusiO n anal. El sujeto se encuentra por ello como ex iliado del

mundo y de sus exigencias, del tiempo y del espacio. de los otros y de si

mismo. Se comprende mejor, gracias a esta iluminacion conceptual, la rabia

de Paul M. que se compara con una olla expres siempre susceptible de esta-

Sadomasoquismo anal, pero tambien desesperaci6n de que << siempre

quede algo en el fondo», en ese fondo pegajoso y del que nunc a consigue sepa-

rarse del todo. Conserva la irrealizable esperanza de acceder por fin a u n ritmo

claro entre la retencion y la expulsion, entre lo abierto y lo cerrado, entre lo

exterior y lo interior. Presiente que solo con esa condici6n podra —para em-

plear una expresi6n más que frecuente en tales sujetos— <<salir de la mierda».

relacion a una eventual contaminacion HIV, se encoge de hombros. Exp licard

muc ho más tarde que, para el, que se ye como sin forma, sin contenido y sin

deseo (se describe como u na cagada de vaca hum eante en la hierba y visitada

por las moscas), la seropositividad se habia conv ertido en algo seductor. Bajo

el peso de lo que apareceria como una condena a muerte, la vida, para el,

cobraria por fin sentido, espesor, realidad. «Con el tiemp o que me qu edara, a

lo mejor tenia algo más de consistencia en el cerebro. A lo m ejor conseguia

hacer algm. S olamente a costa de esa restricciOn del horizonte de su existen-

cia, es decir de su espacio y de su tiemp o, podria (en su fantasma) cu rarse. El

fantasma de seropositividad llevaba paradOjicamente p ara el la posibilidad de

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La angustia sin nombre que acompafia a la forclusion anal adopta la

forma de un fantasma de recto-hemorragia cronica.El sujeto no retiene nada,

no acumu la nada, no conserva nada. Se vacia por detrASTagotdiT6)s

-

eTEmon-

.._

ces cuanUO

-

se ve aparecer una adaptaci6n particular y funcional del maso-

quismo qu e, tomando formas extrem as y locas, intentath ofrecer al sujeto una

mutilaciOn tan profunda que su sentido sera finalmente imposible de evitar.

Parece que se cae aqui en una lOgica terrible por la cual el sujeto, en cierto

modo, se va a lanzar a la btisqueda del minim° comtin denominador de si

mismo. Va a buscar una herida radical. Radical, hasta el punto de ser por fin

real e indiscutible. Para intentar salir de la angustiosa indiferenciacion de su

ifuncionam iento mental, estos sujetos van a procurar alcanzar por fin las orillas

1

de lo real usando como rodeo una mutilacion del cuerpe.

Es esta una forma extrema del masoquismo, cuya funcion autoprotecto-

ra, desde los trabajos de Benno Rosenberg'

9

, ya no hace falta demostrar.

PermitirIa aqui al sujeto intentar la confeccion —a traves de u na herida radical—

de una especie de tap6n anal que vendria por fin a contener el fantasma de

recto-hemorragia. Ese tap& anal masoquista tiene como funcion obstruir la

apertura dejada por la forclusion anal. Viene a paliar, en la realidad, la falla

psiquica dejada por la forc lusion de la castracion anal. Colocando al sujeto a

la sombra urgente de la m uerte, viene,

in extremas,

a reinsertar a este ultimo en

el principio de realidad y sus categorias: el tiemp o, el espacio, la causalidad,

la alteridad.

Ese era el caso de una paciente que contaba la rabia que sentia ante su

incapacidad para «poner orden en su vida». Esta Ultima, de fallos en sinsenti-

dos, parecia escaparsele perpetuamente. Se apoderaba de ella, a ratos, el

impu lso de clavarse un tenedor en el ojo, como p ara «volver a conectarse» con

lo real. Ademas, tenia el fantasma (no muy alejado de una percepcion aluci-

natoria) de estar atravesada, al nivel del ombligo, de un lado a otro; por un

agujero del diametro de un puno.

De la mism a manera, ese joven atendido en consulta, procedente de una

familia gravemente patologica, errabundo, sin proyecto, marcado ya por

num erosos fracasos escolares, profesionales y de relaciones. Manifiesta con-

ductas homosexuales impulsivas y desprovistas de placer. Como me intereso

por las precauciones que toma en el momento de esos contactos sexuales, con

un porvenir positivo, aunqu e restringido. Pero precisamente en esa restricci6n

(simbolicam ente esfinterica) residiria su eficacia terapeutica. Buscaba la sero-

positividad como intento de auto-apaciguamiento de su angustia hemorragica.

Se trataba nada menos que de acced er por fin al cierre de si mismo. La m uer-

te es la Ultima frontera con la que sotiaba dotarse. En realidad, tengo razones

para pensar qu e, por desgracia, lo consigui6...

Lo que en ese joven viene representado por la seropositividad puede serlo

igualmente por una amputaci6n, por negarse a encarar la curacion de una

tuberculosis o por una tilcera en una piem a o, más insidiosamente, por las for-

mas extremas de la caquexia y de autoabandono. El senor Abel, cuyo caso es

descrito en un c apitulo anterior, obedece manifiestamente a esas 16gicas

2 0

. Sin

embargo, por peligrosos, extremos, que sean esos comportamientos maso-

quistas. no por ello deja de ser su objetivo,

in f ine,

ansiolitico y estructurante,

como lo es por lo demas todo sintoma.

Es probable que tamb ien haya que ver, en esos espectaculares comporta-

mientos de automu tilacion, intentos locos y definitivos por recuperar el narci-

sismo. Esos comportamientos son adoptados sobre fondo de narcisismo pri-

mario y alucinatorio propiamente megalomano. Pues, al fin y al cabo, de lo

que se trata es de la muerte, deseada y organizada. Es precisamente porque

esos sujetos no tienen el sentido de su finitud, por lo que les tienta reinscribir-

la tan violentamente en el coraz6n de si mismos. Buscan una co ndena a muer-

te porque han olvidado, o más bien no han sabido nunca (y precisamente ese

es el punto al que se refiere la forclusion) que, como todos los seres vivos, con-

denados a morir, lo estan desde que nacen.

Si el narcisismo es generalmente comprendido como la voluntad pulsio-

nal de aprehenderse a si mismo, no se presta la atencion suficiente al hecho de

que se trata de la aprehension no de si mismo, sino de una imagen de si m ismo.

Sin embargo, una imagen, por definicion, es algo fijo. El drama de Narciso

resulta aumentado por el hecho de que se inclina sobre un espejo que precisa-

mente es labil, pues esta constituido por la superficie del agua. Ademas, aca-

bard por ahog arse en el. i,Se ha inclinado demasiado intentando, en la parte

más prO xima a la superficie, fijar los contornos de la imagen fugaz que le era

devuelta? Hay en el narcisismo unintento de ex-trospeccion*1 sujeto que

intenta verse a si mismo. es

decir necesariamentedeSde el exterior. De verse,

224

25

comoobLeto _de _su propia miradOin

objeto que, en la medida en que

tiene como fu nciOn asentar el sentimiento que puede teller el sujeto de su iden-

Wad, debe ser lo más estable, permanente y no cambiante, posible.

Tal vez no sea ex agerado adivinar algo de esos elementos en juego en la

reificaci6n del cuerpo a la que se entregan los indigentes. Convertirse en la esta-

tua muerta y fria de si mismo seria entonces el ultimo estadio del narcisismo

loco... i,No podria yo ex istir de otra manera, y asf por lo m enos seria cosa?...

Por lo demas, no cabe ninguna duda de que el narcisismo'' todopodero-

so y alucinado persiste hasta el umbra) postrero de la muerte. De que otro

modo ex plicar la actitud de esos sujetos que se bu rlan de la extrema urgencia

medica, negando los pacientes, no para suicidarse, sino en un mov imiento de

El indigente, extraviado en la persecuciOn de u na imposib le ataraxia, se

abandona a existir a las p uertas de la m uerte". La ataraxia, ese estado de tran-

quilidad del alma por fin apaciguada, p or fin liberada de la tormenta incesan-

te de los deseos y de las pasiones, al que aspiraban epictireos y estoicos. Pero

una ataraxia radical, furiosa, que llega incluso a negar el fundamento mismo

de toda realidad posible. Una ataraxia que se ha vuelto loca...

Arrullado_por elioce_perverso de lanada,)el indigente suena con otro

madO. Un mundo de satisfaction inmediata, sin imposible, sin frustration,

sin herida, sin hiato. Ese mundo atemporal y sin im posiciones, ese nirvana de ‘r'

la pulsion de mu erte y de lo posible infinito, es el del fantasma uterino.

Maupassant lo comprendi6 muy Bien. En un cuento titulado <<El vaga-

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agresik y de negation del principio de realidad.

Ademas, hay que destacar que si, a la postre, sus conductas (auto-aban-

donos, alcoholizaciones masivas, etc.) pueden encam inarles a la muertedo_s___

suicidios activos sol1,...v

-

ic..

arit12Amilescasos en este medio. Se puede pensar

-,que el suicidio necesita, como m inim°, un auTOT hagnOstico del sujeto sobre su

situation, subjetiva u objetiva, asf como la capacidad de proyectarse a si

mismo en el tiempo. Fenomenologicamente (e independientemente de otros

mecanism os inconscientes), si el sujeto toma la decision de suicidarse es que

no aprehende el futuro posible más que como la repetition del presente y del

pasado insoportables. Probablemente falte en los indigentes esta doble condi-

tion de autodiagnostico y de proyeccion en el futuro, hasta tal punto estan ins-

talados en formas trastornadas de funcionamiento mental en cuanto a las rela-

ciones consigo mismo y con el tiempo.

Sea cual fuere el credito que se pueda conceder a las especulaciones te6-

ricas que preceden —y recordem os que Freud, consciente del caracter metaf6-

rico de la teoria psicoanalitica, hablaba del <thada metapsicologia»—_parece,

cowl

-

i

atmo que la

esocializacion constituye

una solution

eguivalen-'

te (pero no identica) a la

psieosic.-Sol

trefortragica y mortifera, solution de la

Ultima oportunidad, por la cual los sujetos intentan ponerse a distancia de lo

peor que sienten borbotear en ellos. A la eventualidad potencial y fantasmati-

ca del asesinato, del suicidio o del derrumbamiento psicotico, la desociali-

zacion le ofrece una especie de termino m edio y de arreglo cronico.

Si el nitro se duerme chu pandose el dedo, el indigente, por su parte, inten-

ta adormecer su conciencia bebiendo su vino. El mundo le es odioso. No esto

o aquello en el mundo, sino el mundo en si, el mundo en su estructura, el

mundo en su ser.

El indigente nunca ha sabido reconciliarse con lo que Kant Ram o las cate-

gorfas del juicio: el tiempo, el espacio y la causalidad, que son las condiciones

de posibilidad del pensamiento y de la existencia en el mundo. Sin el tiempo,

no hay p ensamiento, pues es im posible entonces distinguir los pensamientos

entre si. Sin el espacio, no hay nad a posible fuera de la pura representaciOn.

Sin causalidad, nada que representar...

226

bundo», el protagonista, hambriento, errando por el campo, m ama de la teta de

una vaca. Se decide a <<pasar la noche contra ese grueso vientre tibio. Se busc6,

pues, un sitio para estar a gusto, y puso su frente contra la ubre poderosa que

poco antes le habia dado de beber. Luego, como estaba molido de cansancio,

se durmio de repente»

2 '.

El indigente es el feto de si mismo. Si no podemos traerle a la vida, al

menos pongamosle a cubierto. Ofrezcamosle asilo. Veamos como.

227

De la caridad histerica a la funcion asilar

La condiciOn de la existencia de los buenos

es la mentira: dicho de otro modo, el

no-que-

rer

ver a ningun precio, com o esta constitui-

do en el fondo la realidad, a saber, que

no lo

esta de tal modo que constantemente suscite

instintos benevolos y menos atin de tal modo

que permita constantemente Ia intervention

de manor miopes y bonachonas.

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F. NIETZSCHE,

Ecce homo.

De la re inserc ion C01110

lan tasma e ideo log ic

En toda m i practica con personas gravemente desocializadas, de los miles,

de personas que m e ha sido dado recibir tanto en psicoterapia como en con-:

suta medica, no conozco niutinejemplo de reinserci6n, si por ello se entienj

>

de

l

la evolution de unsujeto que, aegrave ycionicamente desocializado, con-

siguiera llegar a un restablecimiento estable dentro de un funcionamiento

socio-econ6mico autOnomo prolongado. En resumen, un sujeto que, de indi-

gente, se convierta o vuelvaaconvertirse en alguien como usted o como yo,I

no lo liay.- Si el estado de indigente puetle

aiieglarse y eStabilizarse, más o\

menos durante mu cho tiempo, a la sombra asilar de las paredes de una insti-

tucion', en cambio, no conozco casos de cu racion. El estado parece, amplia-

mente, irreversible. De esta reinsercion, en el sentido fuerte del termino, sobre

el terreno, no existen huellas. Sin embargo, la desgracia quiere que,

mutatis ('

mutandis, el conjunto del esfuerzo de la ayuda aportada a las personas grave-

mente desocializadas tenga en su base el objetivo de la reinsercion.

La notion de reinsercion se encuentra, aunque solo sea como vocablo, en

el coraz6n del conjunto de los dispositivos de ayuda y de los discursos del

campo. De la gestion del RMI a los repartos de sopa, se sittla la reinsercion en

primer piano, ya sea com o objetivo inmediato, concreto y realizable, ya sea

como ideal modesto y asintOtico pero, con todo, estructurante que garantiza el

sentido de la action. La reinsercion supone, la mayoria de las veces de mane-

ra implicita más qu e explicita, la idea de un regreso del sujeto al seno de la

normalidad social y econOmica. Esta representaciOn va acompanada de una

dimension espacial. Se suele imaginar al sujeto como una pieza de puzzle ais-

lada y, por eso mismo, carente de sentido, gut( volveriamo colocq0—por una

operaci6n cuyos detalles, por lo demas, siguen sienElo de lo más v agos—, en su

229

lugar preciso, insertado, ciudadano por fin entre otros, en el marco de las obli-

-

2._. gaciones del funcionamiento social, economic° y relacional. Curado, autono-

mo, viviria entonces el resto de su existencia, colmado por las delicias de la

normalidad, es decir, en definitiva, del trabajo. Hay fantasma e ideologia en

todo esto, y no cualesquiera.

Recordemos un pequerio detalle clinic° y tozudo que arruina de entrada esta

construction. El examen m ás superficial de las personas gravemente desocializa-

; das, por tanto de los indigentes, pone de manifiesto que esos sujetos, en su inmen-

, sa mayoria, no han c onocido nunca funcionamientos psiquicos, relacionales, eco-

' nomicos y sociales «normales». Los que han funcionado con aparente «normali-

I dab>, a v eces durante afros no han podido h acerlo generalmente más que en cir-

comprado. Me enseii6 algunas fotos. Esa existencia qued6 destruida de la

noche a la matlana: su mujer muri6 en un accidente de trafico. En cosa de

quince B ias, perdi6 trabajo, casa y nirios. Parec e ser que estos tiltimos se los

quitaron los servicios sociales. El relato que h izo de ese naufragio resultaba de

lo más co nfuso. Decia que n o sabia nada de la suerte de sus hijos que le pare-

clan como irrernediablemente extraviados en un laberinto administrativo

impenetrable y kafkiano. Un dia, sin saber muy bien por que, cogio un tren

para Paris. Una vez en la estacion del Norte, se instal() alli, encontrandose

inmediatamente con el grupo d e indigentes asiduos del lugar. Este homb re, de

salud delicada, no tomaba alcohol y no parecia su frir psicosis clara. Un inci-

dente biografico, que me confes6, da sin em bargo idea de la extremada vulne-

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cunstancias mu y particulares, especies de equivalentes existenciales de talleres

protegidos. Los escenarios pueden ser, aqui, numerosos, pero no obstante son

estructurahnente más o m enos identicos: o bien esos sujetos han vivido y traba-

jado protegidos en el seno de una familia (biologica o de adoption), o bien, han

ido tirando con dificultad en el seno de una pareja simb iotica, regresiva y anacli-

tica. Una vez privados de esas condiciones de posibilidad y apoyo a su fu nciona-

miento pseudo-normal, se derrumban inm ediatamente y caen en la indigencia al

cabo de pocas semanas, incluso de unos dias, cuando no de unas horas.

Dos ejemplos, entre otros mu chos, ilustraran este fenomeno.

Durante unas semanas h ice en Nanterre el seguimiento de un hombre de

unos cincu enta afros, alojado en el centro de acogida. Su vida era la historia de

una lents marginafizacion que, insidiosa como una erosion, finalmente le habia

llevado, de compaiiera en compafiera, a vivir con una mujer argelina en una

habitaci6n de un o de esos hoteles de infirm c ategoria que ofrecen alquileres al

mes por un precio equivalente al importe de la prestacion RM I. Esos sitios, de

una sordidez extrema, son a m enudo, para las personas que los frecuentan, la

Ultima parada antes de la calle. Dicho esto, nuestro hombre siemp re habia con-

seguido, mal que bien, trabajar y controlar su alcoholismo, hasta el dia en que

el hotel que los alojaba, a el y a su amiga, fue cerrado por insalubridad. La pare-

ja, convertida en sin techo, enseguida se disolvio y la mujer volvio a Argelia. El

abandon() su trabajo, se instal(), sin bu scar siquiera alternativa, inmediatamente

en la calle, y dio rienda suelta a su consu mo de alcohol

0

SI

apaCial .. ._

. a d 0 p o r

staral fulliberado del precio de las exigencias de la realidad. La aparente onor-

malidad» de su existencia anterior quedaba com o aniquilada. Tras unos meses

de una vida d e indigencia, despues de pasar varias noch es en Nanterre, ingres6

en el Centro de acogida. Sin embargo, su alcoholismo era tan disruptivo que fue

excluido del mismo al cabo de algunas semanas. Volvio a la calle y murk') unos

meses más tarde por comp licaciones relacionadas con su adiccion.

Pienso tambien en ese hom bre de unos treinta afros, que encontre al prin-

cipio de mis trabajos etnograficos. Vivia alrededor de la estaci6n del Norte,

adonde habia llegado en tren unas semanas antes. Hasta entonces, ese homb re

habia vivido de m anera completamente onormal». Trabajaba de manera esta-

ble. Casado y padre de dos hijos muy pequeilos, vivia en una casita que habia

230

rabilidad de su personalidad: estando un dia en su casa con su familia, llarn6

un gendarme a la puerta. Aunque n o tenia nada que reprocharse, le entr6 tanto

miedo que se refugio debajo de una p ila de ropa, en el fondo de un arm ario del

dormitorio, dejando que su mujer se enfrentara con el gendarme y soluciona-

ra una cuesti6n adm inistrativa de lo más banal... Ignoro que fue de 61.

La clinica de la indigencia muestra que, o bien el sujeto ha podido tener

un funcionamiento pseudo-normal con un apoyo fragil y rapidamente barrido

por los azares de la existencia, o bien el sujeto ha disfuncionado m ás o menos

rapida y manifiestamente desde su más tierna infancia. En estas condiciones,

se plantea la cuestion: «Si para estos sujetos, no ha habido nunca insertion,

z,como p odria haber reinsercion subsiguiente?».

A pesar de la respuesta evidentemente negativa a esta pregunta, la ayuda,

tanto privada como estatal, solo se convierte en dinero —tanto en el plano indi-

vidual del indigente que viene a buscar una sopa, como en el plano colectivo

y administrativo en las peticiones de financiaci6n que las asociaciones hacen

al Estado— en el cam po de esta ideologia de la reinsercion. Esta Ultima es nada

menos qu e la moneda de cam bio simbolica que rige, en todos los niveles, el

conjunto de las relaciones de ayuda. En esto, hace pareja c on lo que se decia

en el capitulo anterior y que se encuentra en los discursos autobiograficos de

los indigentes.

Estos relatos de vida tienen como triple funci6n norm alizar, desangustiar

y desculpabilizar a los sujetos tanto a sus propios ojos como a los ojos de los

demas, apelando a una etiologia objetivadora con la que cualquiera tiene que

poder identificarse. De la misma manera, el deseo m anifiesto de reinsercion

esgrimido por el cuidado sirve para com pletar esta demostracion (primero, a

el mismo, y luego a los demas) de su propia norm alidad. oYo, paciente,_quie-

1211sara ser com o tu, terapeuta. En cierto sentido, simbolicamente, ya lo soy.

AsLy_a_somos—iguales, gemelos en el

.

fondo. Tu proyecto es el mio»_.

El discurso de la reinsercion viene a sellar, llevando en su seno la dem os

tracion de su legitimidad, el pacto de identificaciO n entre paciente y terapeu-

ta, igual que reafirma el pacto de identificacion entre los individuos y la socie-

dad. Toda diferencia profunda entre los deseos de los sujetos, como entre las

logicas existenciales —conscientes o no— de su s patologias, se encuentra esca-

231

moteada Ahi estan todos unidos, tensos por el esfuerzo, palpitantes por la

esperanza de alcanzar una misma felicidad social, de vivir una existencia uni-

voca regulada por el mismo tiempo -el del trabajo- y recompensada por las

mismas alegrias: las de la tibia normalidad... Primero ciudadanos, luego indi-

viduos, y si quedan, sujetos.

Hay en_ filigrana_en -esos discursos insidiosos, en ese humanismo aparente.

jula_voluntad-totatilaria_incconsciente....de teduck

las ciifereneias de_los.hombres

-que son sus sufrimientos, y p or lo tanto su dignidad- al inquietante taylorismo

de una production de masa de ciudadanos a los que ya nada distinguiria unos de

otros. Asintota de 1Qot

ecreto deseo enroscado como una bestia

sorda en el corazon mismo de nuestros estremecimientos de compasion.

bien claro: la prestaciOn del RMI constituye la contrapartida que entrega la

sociedad al individuo al que es incapaz de proponer otra cosa. <<Toda persona

que, en razon de su edad, de su estado fisico o mental, de la situation de la

economia y del empleo, se encuentre incapacitado para trabajar, tiene derecho

a obtener de la colectividad medios adecuados de existencia»

2

. La prestacion

RMI es una correction que la sociedad se impone a si misma para expiar su

culpa por no p oder satisfacer el deseo de integration de todos sus miem bros.

Ademas, el articulo 2 de esta mism a ley precisa claramente que la perso-

na que time derecho a la prestacion es la que «se com promete a participar en

las acciones y actividades... necesarias para su inserci6n social o profesional».

La piedra angular sobre la que descansa toda la arquitectOnica del dispositivo

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empieza la canci6n de los «Restos du creur» con estas palabras-lapsus: «Hoy y a

no tenemos derecho a teller hambre ni

;Ya no tenemos derecho? El

sufrimiento es percibido aqui como asocial. No sin razon: se trata, en efecto, del

ultimo baluarte de la sub jetividad del sujeto. La Ultima protesta contra el orden

repugnante del mundo.

De ese totalitarismo insidioso y m udo, de ese terrorismo peg ajoso de lo

normativo, el dispositivo del RMI, independientemente de sus ventajas evi-

dentes y del indiscutible progreso que representa en el campo de la ayuda

social, ofrece una notable ilustracion.

En el contexto del paro masivo que conoce Francia desde hate unos ahos

(paro que, a pesar de su disminucion reciente, sigue azotando particularmente

a las tapas mas desfavorecidas de la pob lacion), es evidente que las oportuni-

dades reales de encontrar un empleo decentemente remunerado y de duraciOn

indeterminada, para un individuo poco o no formado y/o estigmatizado por la

edad y la exclusion social, siguen siendo extremadamente reducidas. A pesar

de todo, la sociedad, tanto por medio de sus responsables politicos como a tra-

des de la expresi6n de la op inion, sigue negando la necesidad v ital de finan-

ciar la existencia de amplios segmentos de su poblaciOn. Asi, la nocion de

ingreso minim° universal

[revenu minimum universe l]

distribuido sin contra-

partida, sigue despertando inmensas resistencias, y la edad minim a para poder

cobrar el RM I esta fijada en 25 aims, con desprecio total de las necesidades de

los jovenes sin recursos. Aunque este ultimo punto solo es justificable en la

perspectiva de un cinismo presupuestario de los más estrechos (ademas de ser

indiscutiblemente responsable del inicio del vagabundeo d e numerosos jov e-

nes), es interesante destacar que los discursos ideologicos que lo acom paiian

gravitan una vez más en torno a una oscura noci6n del mal. Es moralmente

desagradable que la juventud sea «asistida». Es una beneficiosa ortopedia

etica para que «los jOvenes» tengan que m overse, esperar, agotarse en busca

de una -estadisticamente- imposible salida.

Es esta inutilidad estadistica de la esperanza lo que el RMI se em pena en

negar de manera mu y especial, pues en el fondo ese dispositivo no es má s que

la instauraciOn oficial de la remuneration de la esperanza econOmica, del

deseo de inserci6n, de la voluntad de normalidad. La filosofia del text() lo deja

es ese deseo de inserci6n del beneficiario potential cuya realidad, seriedad y

profundidad habra que evaluar escrupulosamente.

Ese papel lo desempefian las comisiones locales de inserciOn (CLI).

Comp uestas por varios ciudadanos importantes (administrativos, medicos, tra-

bajadores sociales, responsables p oliticos locales)

3

, esas comisiones no solo

tienen como m ision regular la admisibilidad de las peticiones, sino tambien

velar por la «buena» u tilization de las ayudas abonadas. Las C LI son la ver-

sion, Ultima hasta la fecha, de una vieja cu estion, la del control de los placeres

de los pobres por parte de los ricos. Y persiste solapadamente la vieja distin-

cion entre pobres merecedores y vagos alcoholicos y pervertidos. La Unica

diferencia radica en que al hacerse cada vez más raro el trabajo no cualifica-

do, ahora ya n o es el empetio en el trabajo lo que distingue a u nos de otros.

sino la capacidad de reivindicar el deseo del trabajo. La paradoja p erversa del

dispositivo esta en que ese deseo es remunerado en la medida exacta de su

insatisfaccion. Son los sujetos más pateticamente deseantes, es decir los mas

sistematicamente frustrados, los que mas se beneficiaran de la prestaci6n y

ello, justamente, porque su deseo es imposible...

Las CLI tienen que juzgar, en definitiva, la inocencia de los beneficiarios.

Inocencia de engaiios, de simulaciones de desamparo, pero inocencia sobre

todo simbolica. Son pobres, es cierto, excluidos indudablemente, pero lo

importante es, ante todo, que no sea por culpa suya. Etiologicamente inocen-

tes, pero inocentes tambien en cuanto a sus p laceres: nada de droga, poco alco-

hol, nada de gozar excesivamente con el dinero ptiblico. La sociedad tiene a

bien aceptar, como mucho, subvencionar la cansada dignidad de la miseria

valientemente soportada, pero de ninguna m anera el placer y atin menos los

repugnantes excesos de quienes ya no tienen nada que perder salvo hundirse

en los placeres equivocos y autodestructores.

Que importa si el deseo de insercion economico, social y cultural de los

beneficiarios no coincide con las posibilidades de lo real y si de esa manera se

estimulan postu ras casi delirantes en ciertos sujetos. Es preciso que los bene-

ficiarios del RMI, nuevos Sisifos, luchen interminablemente con su deseo

imposible. El sistema, para los más agobiados de los beneficiarios, es emi-

nentemente perv erso. Hay que intentar encontrar trabajo, intentar e intentar

232

33

una y otra vez sin parar, intentar y esperar sin tener en cuenta el principio de

realidad y contra el. Trabajo, por to dem as, no hate falta encontrarlo, pero es

importante buscarlo. Hay que participar y es esta participaciOn en el proyecto

comtin de sociedad to que importa, por inadaptado o absurdo que sea. Es la

buena voluntad del sujeto en esta participacion to que debe medir la CLI. Eso

es lo que recomp ensa, en definitiva, la prestacion. Es esa buena voluntad en el

esfuerzo lo que da lugar a un con trato. Es el esfuerzo to que se recompensa, y

cuanto más vano es, más se le recompensa. i,Que es eso, pues, si no es per-

version? Y si no puede tratarse aqui de reducir la filosofia del dispositivo del

RMI a esas dimensiones perversas, por lo menos estan bien presentes en su

seno y, como veremos, se encu entran, en cuanto a lo esencial, en el conjunto

Recuerdo asi discusiones con algunos miem bros de la extinta comision

de evaluaciOn del RM I, relativa a la pertinencia del dispositivo para los indi-

gentes que se mueven a mil leguas de cualquier relacion con el trabajo. Se

'leg() a la conclusion, por com tin acuerdo, de que para u n indigente, venir a

buscar su dinero en fecha fija era, en si, un acto terapeutico que contribuye

la insercion del sujeto. Clinicam ente, la cosa es innegable, por encontrarse asi

el individuo más c ogido en las mallas simbolicas de las redes del intercambio

y del tiempo. La prueba de ello esta ademas en que esa «inserciOn» minima se

sittla más alla de to posible para la gran mayoria de los indigentes que, por

incuria y apragmatismo, se dejan derivar fuera del dispositivo abandonando

sus prestaciones. No obstante, este ejemplo ilustra a la vez todo lo que de

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del campo de la respuesta societaria al problema de la desocializacion.

Por otra parte, el dispositivo del RMI contribuye tambien a la disolucion

del concepto de insercion, exponiendo asi toda su fragilidad teorica. En efec-

to, la ley sobre el RM I evita proponer u na definition precisa de la insercion,

el texto dice: «La insercion propuesta a los beneficiarios del sueldo minimo de

insercion y definida por ellos puede, sobre todo, adoptar una o varias de las

formas siguientes:

1.° Acciones de evaluacion, de orientation y de removilizaciOn.

2.° Actividades de interes general o empleos, con o sin ayuda

3.° Acciones qu e permitan a los beneficiarios encontrar o desarrollar su

autonomia social, mediante un acompanamiento social apropiado, la partici-

pacion en la vida fam iliar y civica asi com o en la vida social, sobre todo del

barrio o de la com una, y en actividad es de cualquier naturaleza, sobre todo de

ocio, de cultura y de deporte.

4.° Acciones que permitan acceder a un alojam iento, el realojo o la mejo-

ra del habitat.

5.° Actividades o cursillos destinados a adquirir o aprovechar las com pe-

tencias profesionales, el conocimiento y el dominio de las herramientas de tra-

bajo y las capac idades de insercion en medio profesional, eventualmente en el

marco de convenciones con empresas, organismos de formation profesional o

asociaciones.

6.° Acciones que apunten a facilitar el acceso a los cuidados, sin que

dichos cuidados de salud co mo tales, puedan ser considerados, objeto del con-

trato de inserciOn»

4 .

La insercion de que se trata puede osob re todo» adoptar una o varias de

las formas enunciadas. La lista no es exhaustiva y el campo no esta cerrado.

Es incluso tan vasto que acaba por englobar todas las dimensiones de la exis-

tencia. A falta de trabajo y de alojamiento, el co ntrato se aplicard a las activi-

dades sociales, deportivas, culturales, la vida de f amilia e incluso la relacion

de los individuos con su cuerpo. La p alabra slave es oparticipacion». Es la que

permite con vertirlo todo en insercion. Frente a la falta de posibilidades objeti-

vas, siempre quedard la posibilidad Ultima de conform arse con la oremovili-

zacion» del sujeto, es decir con la ortopedia de su deseo de normalidad.

borroso tiene la notion de insercion y toda la hipocresia del sistema que se

empeiia, hasta el limite del oximoron, en rechazar la evidencia que nos encon-

tramos aqui, no ya en la logica de un sueldo m inimo de insercion, sino en el

de un sueldo minimo de existencia.

Sin embargo, es probable que ese sea el precio de la tranquilidad del

sueiio de las buenas personas. Es u na ingenuidad provinciana de la norm ali-

dad, que solo es capaz de concebirse a si misma, que no puede imaginarse

alternativas existenciales. Sigue siendo, en fin y sobre todo, un viejo miedo de

las clases peligrosas, desordenadas, incomprensibles, salvaies. Una inqu ietud

profunda ante aquellos a los que Oscar W ilde llamabaf«the drinking Classes»,

-

 

Las consecu encias de esos c livers'areterrEfilo

-

-

e-

n juego sobre el conjun-

to de los dispositivos que se hacen cargo de las personas gravem ente desocia-

lizadas son, como veremos, multiples, profundas y a menudo tragicas.

(

Las practicas institucionales exis tentes

Elaborar una estrategiarpara hacersy cargo Ale las personas gravemente

desocializadas requiere primero que nos dediquemos a u n analisis de las prac-

ticas existentes. Sin perdernos en los detalles, se pueden adelantar algunas

observaciones generales.

Destaquemos de entrada_la separation existente entre el discurso noble de,

la insercion y lashapuza p erenne de las_practicas, Por u n lado, la aspiration

fantasmatica a una eventual reinsertion de los sujetos, por otra, el desorden

iterativo de practicas completamente inadaptadas a las necesidades reales de

la poblacion. Tomo como ejemplo, entre otros, las palabras de una directora de

los asuntos sanitarios y sociales de la Ciudad de Paris, interrogada por el dia-

rio

Le Monde ' ,

sobre la aparente inadecuaci6n de las capacidades de acog ida

de las poblaciones de la calle en invierno. <<Frente al maremoto, hay q_ ue

cionar lo mas urgente», dice. Esta declaracion, (

eri el limite del lapsu% es m uy

paradigmatica de la manera de abordar la cuestiOn. El omaremoto» en cues-

ti6n consiste en un aumento relativamente debil de la demanda y no concier-

ne, como mucho, mas que a algunos cientos de plazas suplementarias. Sobre

234

35

todo, este aumento de la demanda —por lo demas, muy mal cuantificada en el

estado actual de los conocimientos— se produc e con una regularidad absoluta-

mente previsible. Depende de las estaciones y empieza a manifestarse con las

primeras olas de frio invernales. El fenOmeno no tiene nada de sorprendente.

zCom o justificar la falta de medidas fiables de esta variation de la demanda,

cuando se la podria mu y facilmente relacionar con los cam bios de temperatu-

ra? i,Que pasa con la sorpresa administrativa, renovada todos los mins, ante ese

<<m aremoto», fenomeno previsible y perfectamente regular?

Ciertamente, las cosas evolucionan. Pero, si se pueden apreciar mejoras

notables en los dispositivos de ayu da (apertura de los centros de alojamiento

de urgencia en los momento de grandes olas de frio, hum anizaci6n —muy rela-

la suya. Conf usion identificatoria, que encuentra su raiz en la perversiOn pro-

funda del cristianismo: el am or por las criaturas solo encuentra su legitimidad

teologic:aen la medida en que estas son las imagenes de Dios, aunque n o sean

más que sus reflejos degradados y neoplatonicos...

Hay un paralelo sutil entre el gesto del transe6nte, conmovido du rante un

momento, que descarga su malestar con una limosna puntual y que. por eso

mismo, encuentra otra vez la libertad psiquica de proseguir, apaciguado, su

camino, y practicas de ayuda que no se dedican más que a rem ediar lo visible

del sufrimiento. Más alla de la identificacion de superficie entre terapeutas y

pacientes, estos 6Itimos quedan prisioneros de sus logicas turbias y de sus

inconfesables deseos.

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tiva— de las practicas llamadas de oreco gida social» por la RAT P o los servi-

cios de policia, creation de los Samu sociales, reacondicionamiento de

Nanterre), parece que el conjunto de la organization del sistema, a pesar de

todo, sigue regido por un residuo de incurias estructurales aparentemente

incompresible.

Asi, si se comp rende el caracter estacional del alojamiento de urgencia,

i,cOmo justificar la interruption de un numero excesivo de dispositivos de

reparto de alimentos fuera del period() invernal? Con el pretexto de tem pera-

tura clemente, zno podemos com prender que algunas poblaciones sin medios

siguen teniendo hambre? 0 bien, el hambre y el frio de los demas, z solo nos

resultan representables cuando tambien nosotros padecemos —de manera

muc ho más atenuada, por supu esto— los rigores del invierno?

Esta ultima hipotesis, lejos de ser una humorada, toca un punto mayor de

la manera en que nos hacemos cargo de la gran desocializacion, punto abor-

dado ya en el capitulo anterior: es el de la identificacion de los que atienden

con los que son atendidos. Aqui tambien, parece que esta identificaci6n —posi-

ble o imposible— rige, en gran medida, las logicas de la ayuda social. La des-

gracia radica en que esta identificacion, como toda identificacion transferen-

cial/contra-transferencial, es por naturaleza proyectiva, es decir, esta basada en

un m alentendido estructural, y por lo tanto es intrinsecamente fragil. Implica

aqui dos consecuencias lamentables: la practica de una caridad histerica por

1 una parte, y la ineluctabilidad ciclica de rupturas del vinculo entre terapeutas

y p acientes, ppy

La tandad histerica_Oracteriza el estilo de la ayuda aportada. Es decir

que, en gran m edida; esta tiltima no es adaptada a las necesidades reales de la

poblacion. Estas se presentan como si casi siempre fuera imp osible pensarlas

concretamente. Y es esta especie de ligereza de la mente lo que, siempre,

encuentra su satisfaction con el afecto ligado a la representaci6n, más qu e en

su contenido, que es histerico. Aqui, el pensamiento, demasiado a menudo, se

agota en la emotion, fugaz por naturaleza, de la idemificact6n dolorosa. Doy

al otroTor mf, no por el. Este principio tiene sus cartas de nobleza: «Lo que

haceis al más pequetio de los m ios, a mi lo haceis». Incluso p ara Cristo, el ali-

vio del sufrimiento del otro solo tiene valor en la medida en que es alivio de

Es lo que ocurre con las eternas interrogaciones de los responsables, esta-

tales o privados, que se refieren a las resistencias de la poblacion para poner-

se a cubierto, incluso por u na noche, en los hogares de alojamiento de u rgen-

cia. Es sabido que ese es un problema mayor, puesto que es responsable de

hipotermias mortales. Se glosa, sin fin, sobre la necesidad de infundir más

calor humano en la acogida. Ciertamente... En cambio, lo que se hace menos,

es, por ejemplo, plantearse concretamente la cu esti6n de lo que soportan los

alojados. LQue pasa, por ejemplo, con la limpieza de las sabanas y los col-

chones sobre los que tendrdn que p asar la noche? Independientemente de lo

que se ha dicho más arriba a propOsito de algunas noches pasadas en

Nanterre', tuve ocasion de estar en algunos centros de alojamiento de una

estructura que quiere ser «faro>, en la materia. Tras dos aiios de funciona-

miento, dos de los centros que he visitado disponian de colchen de tela y de

crin, sin estanquidad alguna... y por tanto empapados de orina. La c lientela de

los centros de alojamiento de urgencia

alta recordarlo?— sufre masi-

vamente de alcoholismo crOnico, a menudo acompafiado de incontinencia. Y

sin embargo, los dormitorios de los centros ofrecen a menudo camas super-

puestas. Aunque los colchones estén (y es cada vez más frecuente) envueltos

en una funda de p lastic°, la orina del que duerme encima term inard infalible-

mente por caer en el de abajo... La clientela lo sabe bien, y se pega por las

camas de arriba. zQu e pasa tambien con la desinfecc ion de las mantas, de las

almohadas? Qu e esta sea peri6dica es simplemente insuficiente para acoger a

una poblacion cronicamente victima de parasitos.

Se podrian seguir enum erando las manifestaciones del caracter aproxi-

mado y perpetuam ente aficionada de la casi-totalidad de los dispositivos de

alojamiento de urgencia. Las infracciones a las necesidades más elementales

de la clientela son patentes, ya se trate de higiene (nOm ero de duchas, desin-

fecciOn de la ropa de cam a, suministro de jab6n y pap el higienico). de inti-

midad (hellos y duchas con o sin puertas, separation de los sexos), de las

posibilidades reales de dormir (ruido, idas y venidas noctu rnas de los nuevos

alojados), o tambien y sob re todo de seguridad. Esta Ultima es literalmente

escotomizada por el conjunto de los responsables, que no se preocupan (y esto

es caracteristico) más que de la eventual peligrosidad de los alojados p ara los

236

37

equipos que les acogen. Se olvida que el primer temor fantasmatico del alo-

jado es la eventualidad de la violation. Fantasma que, por desgracia, no

siempre se queda en eso.

Los lugares de alojamiento llevan consigo algo del m undo carcelario: esa

mezcla turbia de lo que ponen en juego la dominaciOn y la sexualidad.

Hombres y mujeres t ienen miedo'.

La alternativa —dormir en la c alle— es una experiencia aterradora, sobre

todo por la noche. Por esa razon much os prefieren dormir de dia, expuestos a

la mirada ptiblica y, asi lo esperan, controlados por ella. Pues los centros de

alojamiento plantean siempre la pregunta angustiosa: i,que ocurrird una vez

que se cierren las puertas del dormitorio o de la habitation colectiva?

da en que es proyectiva, no puede escapar al mundo p siquico del sujeto del que

procede. El otro, al que se dirige la transferencia, no sirve, al fin y al cabo, más

que de pantalla proyectiva. Por eso, toda transferencia, ya sea positiva o nega-

tiva, de amor o de odio, esta condenada, antes o despues, a una inevitable

deception. Ese es su caracter intrinsecamente tragic°.

En el campo qu e nos concierne, este fen6meno se traduce infaliblemente

por un hundimiento, dentro de un plazo, de la identification de los terapeutas

y los pacientes. Estos altimos.terminan por resultar demasiado patologicos,

demasiado incomprensiblesAdemasiado qotros»› Esto, ademas de plantear

—como veremos más adelante— la cuestion del devenir de la pareja terapeuta-

paciente, induce una ruptura del vinculo institucional entre terapeutas y

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Interrogation legitima cuando se calcula que la poblacion alojada esta, en su

gran mayoria, si no francamente ebria, al menos fuertemente impregnada; que

una pequeiia, pero generalmente activa, mino ria esta bajo la influencia de dro-

gas duras o de los pr6dromos de sindromes de abstinencia; que un numero

indeterminado de ellos tienen un pasado o un presente de delincuentes y han

conocido la cartel... Se, por haberlo vivido yo mismo como alojado, que en

esos sitios, por la noche, se roban entre ellos, registran los bolsillos de los que,

embrutecido s por el alcohol, no se despertaran, se prostituyen, intentan casual-

mente, aunque sea a costa de forzarla un poco, alguna seduction... Los luga-

res de alojamiento son lugares en los que reina un m iedo sordo.

Se han hecho algunos esfuerzos para evitar la deshumanizacion de los

grandes dormitorios, acondicionando pequefias habitaciones colectivas. Es

peor. Su m ultiplication hace la vigilancia más dificil y perm ite la posibilidad

(bien conocida, y cu an explotada, en el medio carcelario y en los internados)

de que unos pocos se confabulen contra una victima chivo expiatorio. En cam-

bio, los grandes dormitorios, incluso sin vigilancia exterior, hacen posible una

mayor regulation interna. Toda esta abierto y es accesible a la mirada y a la

eventual intervention de cada cual. Aqui tambien, la supuesta m ejora se debe

a personas que han decidido, sin conocer la realidad concreta del terreno, y

que la sustituyen —con buena fe y un a preocupaci6n real por el bienestar— por

sus proy ecciones identificatorias.

Esos fenOmenos han sido expu estos, con detalle, a nu merosos responsa-

bles. Sin embargo, no conozco ningan centro estatal o privado que se haya

molestado en adoptar la Unica medida eficaz, barata y radical para solucionar

esos problemas: organizar una vigilancia permanente de noche en el dormito-

rio, a cargo de una o dos personas, sentadas en una mesa iluminada con una

pequefia lampara.

Más adelante volveremos sobre esas extrarias y cr6nicas infracciones,

como volveremos sobre la segunda consecuencia nefasta de la confusion iden-

tificatoria entre terapeutas y pacientes: el caracter ineluctable de la rup tura del

vinculo qu e les liga. Por decir aqui solamente una palabra al respec to, recor-

demos qu e el drama de toda transferencia es que se trata de un malentendido,

un error en cuanto a la persona. Toda transferencia es ilusoria pues en la m edi-

pacientes. Estos altimos, al haber decepcionado, son rechazados, abando-

nados, desinvestidos o expulsados. E stas desilusiones tambien se refieren a los

elementos en juego axiologicos no dich os de la relacion de cuidado. La alian-

za axiologica entre terapeutas y p acientes es, en principio, implicita: juntos, se

supone que se ponen de acuerdo sobre la mism a idea de una mejoria (como de

un m alestar). Juntos, se sobrentiende que se ponen de acuerdo sobre una defi-

nicion imp licita de la salud y de la enfermedad, de lo norm al y de lo patologi-

co, de lo que es deseable y de lo que no lo es. Comparten los mism os valores.

Esa es una condition de posibilidad de la relacion terapeutica.

En la practica, las cocas estan, por desgracia, muy alejadas de ese mode-

lo. Hay u n hiato estructural entre las necesidades, deseos y valores de los tera-

peutas, y los de los pacientes. Aunque solo fuera... independientemente de

numerosos factores culturales, sociales y econom icos— en razon de los benefi-

cios primarios y secundarios que aportan a los atendidos sus diversas patolo-

gias. Todos los

alcohologos

conocen bien esta clasica vifieta clinica: «Quiero

dejar de beber, doctor. Todo lo que usted quiera, pero dejeme mi vino blanco,

mi cerveza...». San Agu stin tuvo el ingenio de inventar su version teologica

de la mism a: «Dios mio, concedem e la castidad, pero no enseguida...».

Este hiato axiologico, este malentendido transferencial e identificatorio,

es la causa de la interrupciOn de nu merosos programas de ayu da, sin embargo

muy utiles. Un ejemplo entre otros: hace unos aiios, un programa inteligente y

muy bien hecho habia sido conjuntamente puesto en practica por la SNCF, la

RATP y la sociedad Manpower. Se trataba de entrar en contacto con los indo-

miciliados que solian acudir a algunas estaciones y proponerles contratos de

trabajo por una duraci6n que no superara un dia o dos. Animados por los pri-

meros exitos de esta iniciativa, los responsables de este proyecto se pusieron

a sonar con progresos lineales: si las personas contactadas eran capaces de tra-

bajar un &fa o dos, zpor que, con un poco de entrenamiento, no iban a poder

trabajar una semana, luego un mes, despues un afio?... Las puertas fantasma-

ticas de la reinsertion parecian entreabrirse por un momento, ante esas enso-

fiaciones terapeuticas. No ocurrio nada de eso. Los intentos de ampliacion de

los periodos de trabajo se saldaron con fracasos repetidos. Y los organizado-

res, decepcionados, pusieron fin a ese programa'. Una de las razones esgnmi-

238

39

das para explicar el desaliento de los organizadores del programa era que

habria que «readaptar a muc hos para que eso se viera». Y «eso» precisamente

no se «vela» lo suficiente...

Esa dimension de la mirada remite a un tema clasico del discurso de la

sociedad con relation a la poblaciOn de la calle: es el de lo limpio y lo su cio.

Los indomiciliados, residuos. del cuerpo social, son su deshonra y m ancillan

sue

spacio. Frente a esta plaga hibrida que vehicula un com puesto de angustia

por la seguridad y de inc onveniencia estetica, es importante «limpiar» el espa-

cio, desplazando a los indom iciliados hacia algtin otro lugar socialmente, si no

geograficamente, lejano. Su sola vista es inoportuna. Hay que hurtarles a la

mirada, que en un espacio saneado, no debe ya,

in fine,

encontrar otra cosa que

voluntarios que se ocupaban de su func ionamiento no encontraban esta activi-

dad to suficientemente ovalorizadora»... Ahi ya no se sabe, en definitive.

i,quien cuida a quien?, i,de que?,

or que?

Volveremos más adelante sobre la exploration de estas dinamicas; de

momento, sigamos sobrevolando las practicas institucionales.

Más ally de las medidas pu ntuales de la urgencia (alojamiento de noche,

reparto de ropa o de alimentos), la ayuda social a las personas en la calle les pro-

pone hacerse cargo de ellos durante un tiempo más largo, que consiste, en gene-

ral, en un alojamiento de seis meses, renovable una vez. Este alojamiento va

acompaiiado por medidas llamadas «educ ativas», de oformacion» y/o de «rein-

sercion»: cursillos de formaciOn, curas de desintoxicacion, gestiones adminis-

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a si misma en una perspectiva sin manchas, es decir vacia, es decir muerta.

Nos acercamos ahi peligrosamente al imaginario siniestro del

Nacht and

Nebel .

Esa noche y esa niebla, ese mundo indiferenciado en el cual debian per-

derse definitivamente los enemigos del Reich. Esta problematica constituye la

pareja contra-transferential y escopica de la dimension anal de la gran deso-

cializacion cuyas dimensiones explorabamos en el capitulo anterior. Los jndi-

gemespadecen trastornos ligados a la forclusion anal y despiertan en nosotros,

que pasamokjunto a ellos, las correspondientes angustias, A la macula (a

ponen en escena, a la deSaThirolfativa Y

 

Visual que provo can en nosotros, res-

ponde miestro deseo redentor de limpieza.

El ejemplo de este programa abortado de reinsertion que intents devol-

ver al sujeto al trabajo es paradigm atico. La esperanza terapeutica de los res-

ponsables era incongruente. Ignoraba la profundidad de la patologia, de la

diferencia de los sujetos a los cuales se dirigia. La proyeccion lineal de la

mejora posible transformandose poco a poco en un a normalizaciOn efectiva de

los sujetos, equivale de hecho a una denegacion pura y simple de su dimen-

sion patologica especifica. Estamos, en este caso, en el corazon mismo de la

confusion identificatoria y proyectiva. Puesto que el otro es como yo, si

yo_

e s tuv i era en su lu nar, no pediria nada mejor que escap ar a esta indigencia, por

lo tanto me agarraria con alivio aT

cualquier posibilidad de «salir de esto>> de

-

.

- , manera duradera, y por lo,tantolla cosa tiene que

-

funcionar..-.Pues no, no fun-

citifia,la cOga h o funciona nu nca, porque la patologia del otroes precisam

-

en

... _

.

,,_/

,

,te que su deseo inconscienfe -

Ky a veces consciente) no es el mism o que el mio.

f

l

 ,

-

El escafidalb de eSte'asunto es que lo que parece ser para el terapeuta una posi-

bilidad de curaciOn del otro, resulta que para el paciente no es más que una

reorganizaciOn de su estado... Hac erse cargo de ello resulta odioso y d esvia el

`' proyecto terapeutico de su logica. Entonces, a menudo, se retira la ayuda a

1

sujetos que -a su m anera- disfrutaban ampliamente de ella. Aqui tambien nos

1 hallamos en proencia de la incapacidad depensarconcretahhente al otropil_l .._

s

_

\ logicas de bus desecA,

y sus neciSiTades.

fam

TieTrecuerdo, en este contexto de conf usion axiologica e identifica-

toria, estas palabras de un responsable de asociacion que me decia que estaba

pensando en interrumpir un programa de distribuci6n de sopa porque los

240

trativas, trabajos varios... El respeto de esas medidas p ara el alojado constituye

la contrapartida del alojamiento que se le ofrece. Este intercambio Lesfu erzo de

norrnalizaciOn a cam bio de alojamiento) esta regulado por un contrato estable-

cido entre la institution y el alojado y firmado por este Ultimo. Su no-respeto (asi

como eventuales infracciones al reglamento interno) puede imp licar una expul-

sion inmediata, y sin apelacion, de la institution. Si el comportamiento del alo-

jado es considerado satisfactorio p or el equipo institutional, le sera eventual-

mente posible disfrutar de una duraci6n comp lementaria de alojamiento de seis

meses. Esa extension constituye un privilegio y no un derecho, y el respeto del

contrato no implica necesariamente la concesion de esa prolongation.

Se pueden hacer varias observaciones a prop6sito de este sistema. La pri-

mera es que cabe extrafiarse por la aparicion del concepto de «contrato» en un

campo semejante. Si parece evidente para la mayoria de los que intervienen en

el, no porello es menos discutible. El concepto de con trato esta importado, en

efecto, del campo juridic° donde su legitimidad se basa, primero y ante todo,

en la identica libertad de los contratantes. Sin embargo, esta se encuentra total-

mente ausente en el campo de la ay uda medico-social. Si las instituciones pue-

den, por su parte, escoger libremente conceder una ayuda a algunos y negar-

sela a otros, en cambio, i,que ocurre con los beneficiarios? Es de un cinismo

apabullante darles la idea de que son «fib res», ya sea de suscribir el co ntrato

oterapeutico» que se les propone, ya sea de quedarse en la calle, en ese no-

lugar en que les acech an el miedo, las agresiones, el ham bre, el frio, la enfer-

medad y la muerte...

Evitemos cu alquier malentendido. Si el concepto de contrato terapeutico

es probablemente adecuado y necesario a ciertas formas de hacerse cargo

(como las que implican curas de desintoxicaci6n por ejemplo), en cambio,

resulta gravemente desplazado en el marco en que se trata de personas tan

enfermas que su existencia misma esta en peligro. Expondremos más adelan-

te las alternativas posibles. De mom ento, limitemonos a ob servar la inadecua-

cion de la notion de contrato terapeutico, en este camp o, asi como lo incon-

gruente de un alojamiento de seis meses renovable una vez.

Esta nitima m edida va, entre otras, en contra de los datos p siquiatricos

más elem entales que se refieren a las patologias que padecen los sujetos a los

241

que se dirige. Patologias como las depresiones por ejemplo, que, c omo es sabi-

do, necesitan tratamientos medicos adecuados y especificos de varios meses

(en la medida en que ceden a los tratamientos medicos sin más, lo cual esta

lejos de ser siempre el caso). 0 tambien, y sob re todo, la dependencia del alco-

hol que requiere atenciones medicas y psico terapicas, que se prolongan duran-

te varios alms y estan marcadas por ciclos en los que se alternan turas de

desintoxicacion, periodos de abstinencia y racaidas. Subrayemos de paso la

inadecuacion del objetivo de abstinencia en el caso de pacientes alcoho-

licositoxicomanos y gravemente desocializados. El sintoma, una vez más, no

podria ser comprendido independientemente de los conflictos psiquicos que

permite evitar al sujeto. Dicho de otra manera, se adapta a la economia psi-

realidad. Es la version medico-social de la vieja conminaciOn pascaliana:

«Rezad y creereis».

El caracter de encantamiento de esa conminaciOn terapeutica tiene como

efecto esencial condenar al alojado, desde su entrada en la institution, a la

angustia del fracaso que el sabe inevitable, y ademas esta seguro de que ird

acompafiado de una sancion de expulsion. Se aprecia inmediatamente la

dimension de circularidad que tiene tendencia, asi, a instalarse entre esta

angustia y el hecho de recu rrir repetidamente a sustancias psicotropas diver-

sas, entre las cuales evidentemente esta el alcohol que, com o se sabe, tiene la

propiedad de.ser un excelente ansiolitico. En la inmensa m ayoria de los casos,

los escenarios de alojamiento terminan con la expulsion de los alojados, estig-

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quica del sujeto y es necesario a su homeostasis. Ademas, el sintoma es una

manera de conseguir —a pesar de todo— placer (beneficios primarios y secun-

darios). Eso significa que no se puede esperar razonablemente de un sujeto que

abandone una fuente de placer (aunque sea patologica) sin encontrar contra-

partida del mismo en la realidad. Desde el punto de v ista del principio de pla-

cer, el sintoma/placer solo sera abandonado a condicion de encontrar, para el

sujeto, una solution de sustituci6n, más sana, más adaptada, etc. Solution de

sustituci6n que —para poder aguantar— tendra que proporcionarle al menos

tanto placer como el que le ofrecia su sintoma. Si entregarse a semejante dis-

cusion aritmetica y contable de los placeres, que por esencia son formalmente

impo sibles de cuantificar, puede tener algo de artificial, incluso de ingenuo, el

intento descansa no obstante en una verdad psicologica ineludible: el hecho de

que la mejora eventual del sujeto tendra que permitirle —en lugar de acomo-

darse a un ideal abstracto de higiene mental— encontrar en ello su parte, es

decir, primero su benefic io en lo que al placer se refiere. Pues, al fin y al cabo,

como decia muy acertadamente un paciente: la abstinencia en si, «es algo muy

bonito... pero es triste»...

Bajo numerosas conminaciones terapeuticas de abstinencia, igual que

bajo numerosos contratos de reinsertion, se esconden una inmensa ligereza,

una ignorancia y un desprecio del otro, de sus lOgicas, de sus placeres. de sus

penas, de lo que constituye, a pesar de todo y mal que bien,(su vidai «El

paciente no tiene más que...».

En la practica, los contratos terapeuticos sufren de esta paradoja que con-

siste en aceptar cuidar a un sujeto enfermo con la condicion de que priMero

empiec

 e por curarse. Se exige de esos potenciales alojados que controlen

Zia

rite sets meses y como por arte de magia, las manifestacion es sintomato-

logicas de las patologias que padecen. Su presencia en los centros solo sera

tolerada con esa condici6n. Ya no tienen, que estar borrachos, ya no tienen que

estar abulicos, ya no tienen que estar astenicos. Ahora tienen que funcionar

bien, cuidarse (con la condic ion de que su m ejoria sea lineal y sin recaida), tra-

bajar o buscar un empleo. En resumen, se exige de ellos que puedan dar el

pego, que puedan tener la apariencia de la normalidad durante seis meses y se

espera de esta apariencia que se transforme —no se sabe muy bien como— en

matizados y castigados por su incapacidad para estar mejor durante mucho

tiempo Estos

ntonces a la calle, donde se degradan de nuevo

fisica y psiquicamente, antes de que v uelvan a recogerlos en otra parte, en con-

diciones similares y con los mismos resultados.

Esta dinamica, perfectamente identificada y conocida por el personal de

terreno (pero generalmente escotom izada por los responsables adm inistrati-

vos), constituye el escenario clasico cuando se producen estas estancias de

larga duration de los indomiciliados. Tiene como efecto provocar una ruptura

ciclica del vinculo terapeutico, pero tambien social (con los otros albergados,

por ejemplo), e infligir a esos sujetos repetidos traumas, confrontandolos con

situaciones recurrentes de fracasos. Provoca una especie de juego de sillas

musicales en el conjunto del cam po que se hace cargo de ellos, con una p obla-

ciOn rotatoria que, de fracaso en frac aso, pasa de un c entro a otro. Ello pre-

senta la ventaja colusiva y ansiolitica de permitir a las instituciones, asi como

a los propios sujetos, negar el c aracter cr6nico de la gran d esocializacion, sus-

tituyendo la duraci6n del tiempo inmovil e identico a si mismo por peripecias

de un vagabundeo siempre repetido en un espacio institucional fragmentado.

En la practica, eso se traduce administrativamente po r la production, por

parte de unos y otros, de excelentes porc entajes de exit° terapeutico, que solo

son, si se mira má s detenidamente, simples estadisticas de salida de las perso-

nas fuera de los muros de las instituciones. No existen, hoy en dia, estudios

longitudinales serios sobre la carrera institucional de los indom iciliados, y he

podido apreciar varias veces la extrem a resistencia administrativa que sem e-

jante proyecto de investigaciOn prov oca (independientemente de las dificulta-

des objetivas de su eventual realization).

Desde el punto de vista psiquico, existe una colusion operativa entre suje-

tos e instituciones, que se tranquilizan mutuamente entregandose de connin

acuerdo a la agitaci6n del «hacer» (hacer p apeles, hacer un cursillo, hacer una

tura...), en lugar de atreverse

Li

nv

iel

n t e

vertigo de lo cronico y de lo in

- e-

versible: es decir, elegir instalarse definitivamente en la dimension existencial

7e la atencion iterativa, que solo se cierra con la m uerte del sujeto, en lugar de

huir en las quim eras pasajeramente ansioliticas de una curaci6n, ahora y siem-

pre, fallida.

242

43

Este atestado negativo se complica con cierto numero de observaciones

generales relativas a los elementos que pone en ju ego la respuesta social a la

gran desoc ializacion.

Ademas de las discrepancias axiolOgicas entre terapeutas y pacientes y

las implicaciones de la transgresi6n y la culpabilidad, la accion de las institu-

ciones esta estructuralmente minada por las contradicciones inherentes a la

coexistencia de estrategias divergentes de ayudas. Contener, castigar, curar,

normalizar, acompafiar son objetivos, confesados o vergonzosos, perseguidos

simultanea y contradictoriamente por el conjunto de cuantos intervienen. A

este respecto, por ejemplo, el hecho de que en la RATP, el servicio de recogi-

da social dependa del departamento de seguridad es muy sintomatico, igual

cercanas a Jacques Chirac, por entonces alcalde de Paris, e inmediatamente

recogido por el equipo de Edou ard Balladur para extenderlo a toda Francia, en

el contexto de la election presidential de 1995, no es ciertamente una casu a-

lidad. Se trataba de instaurar una medida que tu viera la apariencia a Ia vez de

una verdadera innovation, y de romp er radicalmente con las practicas pasadas.

El termino de Samu era portador de esas aspiraciones y de esos fantasmas.

Que im porta si, en la praetica, los Samu sociales son esencialmente dispositi-

vos de trasporte hacia centros de alojamiento de urgencia de personas en la

calle. Que ese transporte este m edicalizado por la presencia legitima y titil de

una enfermera en los equipos itinerantes no camb ia nada al hecho de qu e las

intervenciones no tienen, salvo escasas excepciones, medicamente nada de

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que lo son el pasado carcelario de Nanterre y sus vinculos actuales con la

Jefatura de Policia. Hay en este campo una cara vergonzosa de la accion

humanitaria, que es la voluntad —aunque sea po r el lado de la «buena» salud—

de controlar a una pob lacion que se imagina peligrosa.

Tambi6n hay que subrayar el catheter insuficiente de la respuesta de la

psiquiatria al desamparo de los indomiciliados. Este ultimo es demasiado a

menu do banalizado e incluido en lo «social». Asi, la psiquiatria se defiende de

su dimension asilar: le gustaria que perteneciera a un pasado superado y le

parece que cu adra mal con el catheter de tecnicidad medica al que aspira. Los

rechazos a h ospitalizar indigentes por parte de los servicios psiqu idtricos son

—el conjunto de los practicos de terreno, con una unanimidad rara, estan de

acuerdo sobre este punto— demasiado frecuentes. Independientemente de los

fantasmas de om nipotencia con que las diversas personas que intervienen tie-

nen tendencia a investir a la psiquiatria, esta se esquiva generalmente ante ese

sufrimiento cronico de pronostico som brio que es la gran desocializacion. La

tendencia consiste en remitir su responsabilidad etiologica y terapeu tica a un

cuerpo social reificado para la ocasi6n: «A la sociedad le corresponde admi-

nistrar los males que engendra, nosotros, psiquiatras, no estamos aqui para

hacernos cargo de todas las miserias del mundo...».

Si bien habria mucho que decir aqui sobre la voluntad de «tecnicidad» de

la psiquiatria en su

ethos

—y sobre todo desde el punto de vista de lo que pudo

pensar Heidegger de Ia tecnice, como intento exagerado de reducir el ser a

quienes pudieran ser convocados por las exigencias de lo utilitario— limitemo-

nos a adelantar que tambien aqui esta en juego, al menos, el narcisismo y el

ideal del yo de los psiquiatras. Estos tiltimos suefian con elev arse por encima

de la banal y desesperante gestiOn de lo irreversible y d e lo cronico. Si ho y es

posible —bajo ciertas condiciones— acogerse, cuando se es p sicotico, a las ayu-

das puntuales de la psiquiatria, en cambio, ya no hay lugares en los que se

pueda estar loco.

Esta aspiraci6n fantasmatica a la tecnicidad se encuentra en el corazon

del concepto de Samu social, cuyo nombre mismo lleva la representation de

intervenciones medicas urgentes y tecnicas, a la manera de las del Samu m edi-

co m. La fortuna del termino, que, recordemoslo, fue elaborado por personas

urgente, ni de tecnico. En c uanto a la «urgencia social» —y toda la experiencia

de terreno demuestra su catheter fantasmatico—, esta asegurada por la p resen-

cia simbolica de un trabajador social en los vehiculos.

El objeto aqui, no es denigrar el interes intrinseco de la creation de los

Samu sociales, sobre todo en lo que se refiere a la prevention —es innegable que

facilitan el alojamiento de urgencia a las poblaciones expuestas a los riesgos de

la calle—, sino simplem ente apuntar la dimension ideologica de las representa-

ciones que vehiculan. Los Samu sociales son utiles, pero no regulan nada por si

mismos y estan muy lejos de la sofisticaci6n tecnica que pretenden aportar.

Esta rapida discusion de los Samu sociales permite abordar un aspecto

absolutamente fundamental de la respuesta social a la gran desocializacion,

que se puede llamar «la paradoja general de la ayuda soc ial».

Reina en el seno de los Samu sociales un malestar institucional estructu-

ral, en la medida en que, por las razones que acabamos de mencionar, la rea-

lidad de las practicas no corresponde a su s representaciones idealizadas. Los

Samu sociales esperan ofrecer un servicio altamente tecnico y medicalizado.

La realidad consiste en ofrecer esencialmente cu idados de enfermeria, trans-

porte y alojamiento a personas que, en la mayoria de los casos no conciernen

a la urgencia, sino a la gestion de la cronicidad. Sus aspiraciones son pues

lamentablemente batidas en brecha por la decepcionante y —c astradora— reali-

dad. Lo cual prod uce desazones y angustias institucionales e individuales.

Ello se m anifiesta, entre otras cosas, por un c uestionamiento iterativo que

a veces adopta la forma de una critica interna o externa. Consiste en debatir sin

fin la cuesti6n de saber si la existencia de los Samu sociales no encubriria más

banalmente la de los «taxis sociales». Esta interrogaciOn reductora y Ilena de

ansiedad se refiere a la parte de instrumentalizacion (vivida c omo perversa) de

que sena victima el dispo sitivo por parte de los usuarios. zAcaso niegan estos

tiltimos el catheter especffico de la identidad y de la logica institucional, en pro-

vecho de un desvio de la accion en b eneficio suyo? Asi, los usuarios finginan

más o m enos entrar en nuestras exigencias de dialog°, de contactos, de cuida-

dos, cuando en realidad, lo tinico que les interesa de verdad sena aprovechar el

dispositivo para alcanzar sus propios objetivos, a saber, conseguir un transpor-

te facil y gratuito.

244

45

Nos hallamos aqui en presencia de una problematica que supera el sim-

ple ejemplo de «taxi social». Pues esta angustia y esta sospecha de los Samu

sociales se encuentran en otra parte, con otras formu laciones, en el campo de

la ayuda social. Asi, i,hasta que punto las ayudas al paro no subvencionan, en

ciertos casos. la

pereza? i,Y a la subvention de que turbios placeres sirve,

pues, el RMI? 1,Alcoholismo/tabaquismo?

,Toxicomanias? LLa condi-

tion de «asistido» alimenta la dependencia, la pasividad, la depresion incluso?

En el cam po de la respuesta soc ial a la gran desocializacion, la paradoja

general de la ayuda adopta la forma siguiente: la ayuda debe servir en primer

lugar a quienes más lo necesitan, es decir a los más enfermos fisica, social y

psiquicamente. Pero las personas de la calle son aquellas a las que más dificil

resulta acercarse y ayu dar. Circula a este respecto todo un vocabu lario: «dia-

sercion social, etc. Por desgracia, el hecho es que la mayoria de los sujetos a

los que concierne no son capac es de soportar tales exigencias. La may oria de

los dispositivos de alojamiento qu e les estan abiertos se encuentran, desde el

punto de vista del equilibrio de los beneficios e imposiciones, ya sea más

ya sea más aca de sus deseos y posibilidades.

El mismo analisis se aplica por igual al reparto de alimentos, al guarda-

rropa, o incluso a los cuidados medicos. Si alguien se organiza para explotar

—con toda la am bigiiedad del termino— el dispositivo, es que lo instrumentali-

za, lo utiliza, lo «manipula», etc. Si dispone con relation al dispositivo, de tal

libertad psiquica, es porque ya no lo necesita. Y, en breve plazo, se encontra-

rd excluido del mism o. Excluido hacia lo alto en cierto modo. U na altura en la

que no se queda durante mucho tiempo...

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logar, convencer, enganchar, amansar

[sic]»...

En resumen, la ayuda mas

urgente y más necesaria no se dispensa más que en una tension ambivalence

entre terapeutas y pacientes. Suponiendose que estos tiltimos rechazan la

ayuda de entrada, para aceptarla despues.

Esto Ileva al coraz6n mismo de la paradoja: hay que aportar prioritaria-

mente cuidados a sujetos que tienen tendencia a rechazarlos. Inversamente, si

aceptan los cuidados con demasiada facilidad, o si los piden, los reclaman o

los exigen, es, en ultimo termino, que ya no tendrian que cobrar el dispositivo

de ayuda.

Asi, una gran parte de la energia empleada en las acciones de ayuda a la

gran desocializacion consiste en intentar hacer surgir una peticion de cuidados

entre los indomiciliados. Es esta peticion la que constituye, en cierto modo, la

manifestation semiologica del potential de reinsertion de la p ersona atendida.

No obstante, si esta peticion se instala y perdura, se llega a la conclusion de

que —de m anera sistematica demasiado prematuramente— el paciente esta cura-

do o en Was de cu racion, y en ese caso, la ayuda ya no se dirige a el. En cier-

to modo, se encuentra abandonado a su mejoria. Al ser esta de una fragilidad

extremada, el sujeto esta incapacitado para explotarla, y sufre muy rapida-

mente una regresi6n a su estado anterior. Entonces, vuelve a ser beneficiario

legitimo de la ayuda. Y el proceso se repite...

Si este desarrollo resulta caricaturesco y exagerado, en la realidad no lo

es. El alojamiento de urgencia, por ejemplo, deplora la inestabilidad cronica

de una clientela mov ediza, pero esos mism os lugares utilizan toda una serie de

mecanismos (estancias de duration limitada, negativa a almacenar cosas per-

sonales, negativa a asignar la mism a cama a una persona de u na noche a otra,

negativa a aceptar a los indomiciliados que se presenten espontaneam ente a la

puerta del establecimiento sin pasar por un tramite de recogida especifica

—rimero verde, BAPSA...— para luchar contra lo que consideran el riesgo de

sedentarizaci6n. El argumento es qu e una clientela capaz y deseosa de seden-

tarizacion no responde ya a la logica de la urgencia, sino que debe quedar

fuera de los dispositivos de alojamiento más estables y con más restricciones,

situados más arriba en la cadena: hogares, centros de alojamiento y de rein-

Ello en un contexto ideolOgico general en que circulan posturas casi und-

nimes y no examinadas, relativas al «maternaje», a la importancia de la «auto-

nomia», a los peligros de la oregresion».

Asi se instala, en el corazOn de los dispositivos de ayu da, una paradoja

estructural, que tiene como consecuencia perversa mantener a la poblacion

beneficiaria en un estado de dependencia siempre frustrada (porque siemp re

hay que v olver a empezarlo todo, a pedirlo todo), y de funcionamiento gene-

ralmente inferior a lo que son capaces de alcanzar por ellos mismos, y que

demuestran poder alcanzar siempre que los terapeutas tengan imaginaciOn

suficiente (y, como se vera más adelante, un yo lo suficientemente fuerte como

para soportar su angustia) para ofrecerles un entomb adecuado.

Esta paradoja general de la ayuda se complica, por otra parte, con ele-

mentos de realidad indiscutibles y muy concretos, ligados al hecho de que los

dispositivos de ayuda tienen estructuralmente tendencia a atraer a una pobla-

ciOn m enos patologica, menos apragmatica, m ás estructurada que aquella a la

que estaban primitivamente destinados. Es lo que se ha descrito más arriba a

prop6sito de Nanterre".

De la mism a manera, ropa, alimentos y m edicinas distribuidos pueden ser

revendidos, y esas ramificaciones de la ayuda explotadas y desviadas por suje-

tos al menos tan delincuentes como necesitados.

Tal vez no sea ilegitimo c errar este vuelo por encima de las practicas ins- I

titucionales de ayuda expresando m i sobria conviction de que el conjunto de

este campo esta atravesado por una c orriente de sadismo inconscientepero, en

omnipresente..

Innegablemente, es cierto que algunas cosas han cambiado y siguen cam-

biando. La abolition del delito de mendicidad con la reforma del C6digo penal

de 1994 fue u na etapa fundamental, en la m edida en que privaba a la recogida

coercitiva de indigentes por la policia de toda legitimidad juridica. La recogi-

da coercitiva se ha conv ertido ass en «recogida social», basada en el volunta-

riado de los «recogidos» potenciales. De la misma manera, la apertura y el

desarrollo de numerosas consultas medicas especificamente orientadas hacia

la acogida de esas poblaciones. tanto en Paris como en prov incial (Nanterre,

246

47

Medicos del Mundo, Samu sociales, etc.), la creation de las camas de enfer-

merfa, han desempetiado un papel esencial en la indiscutible mejora del esta-

do de salud general de los indigentes. Y la lista podria alargarse atin más... No

obstante, el analisis de las interacciones entre las instituciones y las personas

gravemente desocializadas muestra que sigue habiendo, debido a la inadecua-

ci6n de algunos dispositivos complicada con carenc ias conceptuales flagran-

tes, insidiosas ligerezas y como un u mbral incom presible de sufrimientos a los

cuales estan condenados los indigentes. Sufrimientos tecnicamente posibles de

evitar, pero de los que nadie se preocupa de verdad, com o si fueran inherentes

a su condici6n. No se puede evitar pensar que se presentan como la contra-

partida dolorosa, el precio a pagar por la transgresion, por el fantasma de la

libertad, de la que da testimonio la existencia de los indigentes a su p esar.

relativizadas por una triste constatacion. En diez gibs de intervalo (1988 v

1998), dos olas de frio brutales hicieron estragos en Francia. Causaron la

muerte por hipotermia de un ntimero cada vez aproximadamente identico de

indigentes, o sea una docena aproximadamente. Aunque es evidente que el

peso del masoquismo y del apragmatismo de la poblaciOn de los indigentes en

general no podria ser erradicado solo por el funcionamiento, incluso ideal, de

las instituciones, tambien parece razonable sacar de esa estadistica la conclu-

sion de que más ally de las evoluciones positivas del sistema de ayuda, algo de

la relacion entre instituciones y alojados potenc iales no ha cambiado.

Queda un resto, hasta hoy incompresible, de la vieja desconfianza, de la

misma am bivalencia, de la misma prevention mutua. Las mejoras puntuales son

indiscutibles. lndiscutible tambien, que el paradigma de la relaciOn, por su parte,

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El indigente, como el criminal, el toxicomano y la prostituta, es una de

las grandes figuras de la transgresion social. Es la figura emblematica del

enves burlon de la normalidad y del orden social. Es su bufon y su negativo.

Por su ex istencia misma, es su critic° radical. Ademas, presenta la apariencia

de ser Libre, sin vinculos y sin obligaciones. En eso, es seductor. En eso, es

peligroso. Seduction y peligrosidad, de las que se protege el orden social, con-

denando a los indigentes, como a los otros marginales transgresivos, a un

sufrimiento minim °, pero estructural. Soportable pero visible.

Es necesario para el orden social que la vida de los indigentes sea estruc-

turalmente dificil. Es preciso que tengan que pagar por su oeleccion». Igual

que es preciso que la vida de los prisioneros siga siendo penosa más ally de las

simples constricciones del encierro; que las prostitutas tengan una vida infer-

nal (proxenetas, violencia, falta de protection social, etc.); que los toxicorna-

nos no sean tratados solamente como enfermos, sino como delincuentes...

Esos sufrim ientos visibles infligidos a los transgresivos tienen como f uncion

estigmatizarles y, asi, desanimar las vocaciones, que los fantasmas que des-

piertan en nosotros pudieran suscitar.

r

i bien estos sufrimientos no tienen que superar cierto um bral de toleran-

I cia —umbral más alla del cual correrlan el riesgo de llegar a ser escandalosos, y

acabar por despertar la simpatla y la piedad, po r tener entonces el efecto inver-

1 so del que se calculaba inicialmente—, es necesario para la homeostasis del

) orden social que la marginalidad siga apareciendo como una alternativa, si no

1 imp osible, al menos dificil, arriesgada y dolorosa, a la normalidad. Es esencial

) para el bienestar psiquico de los esclavos volu ntarios que somos, nosotros los

laboriosos, nosotros que tenemos a cargo una fam ilia, nosotros los normales,

que podamos, ante el espectaculo de la marginalidad sufriente, congratularnos

por nuestra buena suerte. Hay que mantener a toda costa la ilusion de que, fu era

}

de la sociedad, de la normalidad, del dominio del Estado, no existe ninguna

alternativa viable, ningtin arreglo serio. Serio, esa es la p alabra. Seamos serios.

t

\

Sigamos siendo serios. Agachemos la cabeza. Sobre todo, trabajemO s.

Las mejo ras reales e indiscutibles aportadas estos Ultimos aim s a los dis-

positivos de ayuda a las personas gravemente desocializadas, tienen que ser

248

ha permanecido sin camb io. A ese paradigma, propondremos más adelante una

alternativa: la de la funci6n asilar y el espacio transitional de cuidados.

La pare ja terapeuta/paciente en los cuidados de la gran desocial izac iOn

El analisis de las insuficiencias de las practicas institucionales demuestra

la necesidad de examinar las relaciones entre terapeutas y pacientes en un

plano individual. Como hemos po dido observar, la mayoria de las veces, estas

se encuentran basadas en graves malentendidos estructurales y se terminan, en

general, con rupturas dolorosas. En el campo de la ayuda a la gran desociali-

zacion, las relaciones entre terapeutas y pacientes tienen tendencia, en efecto,

a acom adarse a un escenario repetitivo bien identificado. Nos gu staria anali-

zar este ultimo. Precisemos que no se trata de reducir abusivamente la com-

plejidad de las mu ltiples practicas de cuidados a un caricatura artificial, sino

más b ien de intentar desprender de las lineas fuertes, los elementos en juego

—a menudo inconscientes— en las posiciones tranferenciales/contra-transferen-

ciales de unos y otros. Actitudes y elementos estructurales que nos encontra-

mos, más o menos, en el conjunto del campo, pues lejos de elaborarse en lo

arbitrario de la subjevidad de los sujetos, en gran medida, estan sobredetermi-

nados por elementos de realidad clinica.

La relacion terapeutica tiene tendencia, segan un escenario clasico, a evo-

lucionar en tres tiempos: el de la elaboration del proyecto terapeutico, el de la

puesta en practica y el de su aband ono. Pasemos a exam inarlos uno tras otro.

Una vez form ada la pareja terapeuta/paciente segtin los procesos diver-

sos, propios de la naturaleza de la prestacion de la ayuda (m edica, social, psi-

quidtrica...) y de las reglas de los lugares en que es d ispensada (hospital, orga-

nizacion caritativa, servicio administrativo, etc.), la relaciOn se inicia con u n

periodo de «luna de m ieb> en el curso del cual terapeutas y p acientes parecen

ponerse de acuerdo sobre los objetivos y los medios del tratamiento (sea cual

sea), asi como so bre los valores en que se basan. Se instala, pues, la aparien-

cia de un acuerdo instrumental, teleologic° y axiologico.

249

Una com unidad de vision, pero tambien una c omunidad de interes, en la

medida en qu e si el triunfo eventual del proyec to permite al paciente sentirse

mejor, fortalecera igualmente al terapeuta en la creencia tanto en lo que se

refiere a la eficacia de su poder com o a la legitimidad y el sentido de su action.

En resumen, aportard al terapeuta, como al paciente, una gratification narci-

sista. Uno sera un buen terapeuta, el otro un buen paciente, es decir un enfer-

mo que se cuida adecuadamente (y por lo tanto, que no esta loco) y que es

capaz de mejorar.

Terapeutas y pacientes viven una alianza sin contratiempos, en el curso

de la cual elaboran y definen —implicita o explfcitam ente— los objetivos de la

intervention terapeutica, y los medios que hay que poner en practica para

alcanzarlos. En el curso de esta fase, unos y otros tienen tendencia a precipi-

factible y de lo conocido, deja lugar, bastante pronto, a otra fase de la relaciOn

de ayuda, la de la pu esta en practica de la realization del proyecto. Aqu i, las

cosas se ponen feas. La colu sion que vincula terapeutas y p acientes, gracias al

caracter operatorio de la peticiOn, tiene como func iOn contener la angustia de

unos y otros, intentado limitar los terminos de la interacciOn al piano de lo

decible, de to consciente y de lo manejable. Tambien sirve para permitir un

intent() de autonormalizaciOn del sujeto, al formular una peticion axiologica-

mente aceptable y por lo tanto audible. Estamos asi en presencia del mismo

mecanism o que el que se ha descrito a propOsito de los discursos autobiogra-

ficos de los indigentes y de su funcion defensiva'-: «No soy yo quien disfun-

ciona, mi estado actual se explica por una cadena causal que podrfa llevar a

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tarse (no sin presiones institucionales) en la elaboracion de proy ectos operato-

rios, de objetivos reificados y marcados por el «hacer». Vamos a «hacer»

papeles de identidad, «hacer» un cursillo, «hacer» una cura de desintoxica-

cion, «hacer» un tratamiento antituberculoso...

Se establece asi inconscientemente una colusion ansiolftica entre terapeu-

tas y pacientes, basada en esa definition operatoria del proyecto terapeutico. Se

trata de anclarse en lo concreto y lo objetivable. a la vez que se niega p aralela-

mente la gravedad de la patologfa. La petici6n del paciente se elabora en el

marco de esta colu sion que la constrifie de antemano. Las reglas implicitas e

inconscientes del intercambio terapeuta/paciente hacen que la petici6n no pu eda

formularse más qu e en terminos operatorios en torno a un sintoma ap rehensible

y bien definido. Un papel al que se presta magnfficamente un sintoma tan mani-

fiesto como la dependencia del alcohol. A demas, ese mecanismo tiene la yenta-

ja de reducir y de fijar la identidad del paciente en el marco de representaciones

prefabricadas. Asi el paciente de problematica incierta, complicada, incluso inin-

teligible, se transformard en «enfermo alcohOlico», por lo demas bien conocido.

Se opera asi, de entrada, una reduccion de la peticion y de las represen-

taciones conjuntas de los terapeutas y de los pacientes en el campo de lo ope-

ratorio y de lo consciente decible, sin tener en cuenta los aspectos inconscien-

tes, regresivos y sim bolicos, que se vuelven inaudibles.

Basta con pensar en los indigentes que v ienen, en Nanterre u otra parte,

a que les curen alguna tilcera en una pierna y que, al salir de la consulta, se

quitan el apOsito, para volver al dia siguiente con la misma peticion. Es evi-

dente que nos encontramos AI ante una petici6n pseudo-objetiva mu y alejada

de la peticion real, subyacente, inconsciente, regresiva y simbolica. Se trata

mucho menos de hacer que le curen la ilaga que de conseguir una atencion

maternal y regresiva en la interacci6n cop un terapeuta (en el nivel enfermero,

generalmente femenino) que le devuelva el narcisismo ocupandose del cuer-

po. Bajo el aposito, de lo que se trata es del papal y del cuidado aportado por

la madre...

Esta luna de miel inicial, durante la cual la interaccion terapeutica se

encuentra contenida en los limites de lo decible y d e lo objetivo, es decir de lo

cualquiera al mismo estado».

De la misma m anera, la peticion normalizadora time como fu ncion pri-

mera demos= primero al sujeto mismo, despues a su terapeuta, que no esta

-

loco, ni es diferente, extratio, inquietante,_transgresivo, etc. Su estado no es

nada de todo eso, puesto que a traves de la peticion formulada, se manifiesta

el deseo de todo el mundo: poder trabajar, tener buena salud, estar libre de toda

adicci6n autodestructiva, etc. La peticion no rmalizadora del paciente muestra

que participa de las elecciones axiologicas comunes:es normal, puesto que

pick serlo.,La.peticiOn normalizadora del paciente viene a aportar la prueba de

su normalidad. Cierra asi la demostracion iniciada en el enunciado de sus

representaciones etiologicas. En ese sentido, es la mascara pseu do-normal y

defensiva de la patologfa del sujeto.

Este ultimo punto es fundamental para la comprensi6n del proceso de

ayuda. En efecto, el acuerdo operatorio terapeuta/paciente va a precipitar a los

dos, a la elaboracion y organizaciOn de un p royecto terapeutico que se dirige

a la peticion manifiesta y normalizadora del sujeto. Como el paciente pide

papeles, una cura de desintoxicacion, un alojamiento, un cursillo de forma-

ciOn, el terapeuta va a movilizar los recursos de la realidad para ofrecerle esos

papeles, esa cura, ese alojamiento, ese cursillo... Se sigue de todo ello una

disonancia creciente entre los deseos confesados del paciente y su s posibili-

dades reales. Frente a respuestas objetivas aportadas a una petici6n normali-

zadora que emana de un «falso self» con aspiraciones pseudo normales (no

reconocido por el terapeuta), el paciente se encuentra tragicamente confronta-

do a sus insuficiencias y a su p atologfa. Es incapaz de investir la mejorfa de su

estado que el cuidado intenta apo rtarle. Y esta incapacidad le remite a la ate-

rradora evidencia de su locura.

Se ve aqui que el proceso objetivador de un paciente que quiere respon-

der a una peticion manifiesta, audible, tratable, descansa en un profundo

malentendido. El camp o terapeutico del proyecto que se hace cargo de la gran

desocializacion, con desprecio de la dimensiOn inconsciente de su patologia

especffica, suele ignorar la distincion fundamental entre peticiOn manifiesta y

peticiOn latente. La reduccion de la petici6n solo al nivel de lo manifiesto

introduce un m alentendido creciente, alimentado tanto por las prohibiciones

250

51

de los terapeutas como por las de los pacientes. Estos dltimos explican que

desean lo que en el fondo no desean y, de today formas, no pueden asumir

durante mucho tiempo.

La relacion terapeutica padecera una disonancia pragmatica que aum en-

j

to a medida que el paciente ye que su petici6n amenaza con ser satisfecha. Este

proceso no puede tener otra salida que quitarle su altima mascara defensiva:

«Como no estas loco y que solo la falta de documentos de identidad o de for-

macion te imp ide entrar en la normalidad, aqui tienes los papeles o un cursi-

llo. Ahora, te toca a ti demostrar lo que sabes hac er»...

Anteuna_p erspectiya tari_angusiiosa, el paciente no tiene otra alternativa

que intentar retrasar el vencimiento del plazo concedido. Para ello, se pondra

a disfuncionar. Entonces, empezaran a aparecer las manifestaciones de diso-

Una angustia estructural, reprim ida pero recurrente, persiste no obstante

entre los terapeutas: la de no saber hasta que punto les p agan en om oneda sin

valor». Aparecen entonces las interrogaciones clasicas sobre las eventuales

mentiras de los pacientes. sobre la realidad y las com probaciones posibles o

no de sus declaraciones, de sus deseos confesados, etc. En los terapeutas cre-

cen entonces la angustia y la sospecha de ser manipulados. La sospecha —en el

marco de un malentendido axiologico alimentado mas 0 menos a sabiendas

por los pacientes— de una operaci6n de desv iacion de los cuidados montada en

provecho de logicas libidinales inconfesadas e ilegitimas a los ojos de los tera-

peutas.

En cu anto a las transferencias suscitadas por esas relaciones terapeuticas,

generalmente se distinguen, en el curso de la «luna de miel» inicial, por su

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nancias pragmaticas: actos fallidos diversos, citas olvidadas, accidentes,

/ somatizaciones, recaidas en toxicom anias, intentos de suicidio...

Este desorden creciente lleva, en breve p lazo, al abandono del proyecto

terapeutico y a la ruptu ra del vinculo entre paciente y terapeuta. Este ultim o se

siente a menudo traicionado por el paciente que h a resultado ser distinto de lo

que decia ser. Esta traicion vuelve a cuestionar el aparente acuerdo axiologico

inicial. El malentendido sale a la luz. El paciente es devuelto a su locura, a su

diferencia transgresiva, a su inquietante,ininteligibilidad. El terapeuta, a su

fracaso, a su incapacidad de

-

COMprender y a su inipotencia. Contra-transfe-

rencialmente, terapeutas y pacientes pu eden elegir entre la depresion (es decir,

I

I el odio de si mismo) y /o el odio del otro. 0 bien es el terapeuta el que es malo,

( o bien lo es el paciente, o bien lo son los d os.

,Asl, la relaciOn _se tennina ,a menudo con una ruptura bru tal del vinculo.

0 bien

-

elferapeuta desenviste repentinamente a su p aciente en el odio y la ira,

soiiando a veces, en modo sadico, con un internamiento psiquidtrico. 15 bien

el paciente se las arregla para evitar la confrontaciOn final que presiente, dis-

funcionando hasta un punto tal que, por ejemplo, su exclusion es decidida por

las autoridades administrativas que gestionan el lugar de cu idados. De mane-

ra general, rehuye una relaciOn terapeutica cuya evolution solo puede con-

frontarle un poco más a su fracaso y a su locura.

Este escenario de una manera terapeutica de hacerse cargo de un sujeto

gravemente desocializado es clasico. Examinemos con más detalle algunos

de sus mecanismos. Y empecemos por recordar que la relacion terap6utica

es primero un intercambio: el de cuidados a cambio de un pago real o sim-

bolico. En el campo que nos concierne, el pago solo puede ser simbOlico.

Descansa sobre las man ifestaciones de una adhesion —real o fingida— a-las

prioridades axiologicas de los terapeutas, asi como sobre intercambios ver-

bales y no verbales. Estos permiten a los pacientes entregar a los terapeutas

una parte —autdntica o no, investida o no— de su verdad (biografica, anam-

nesica, inconsciente...), y manifestar su sufrimiento, su dependencia y su

reconocimiento con respecto a los terapeu tas, gratificados, de ese modo, nar-

cisisticamente.

caracter repentino y m asivo. La relacion terapeutica, al igual que la persona

del terapeuta, se encuentra investida —a m enudo de m anera casi inmediata—

por una transferencia idealizada y regresiva. El terapeuta es unico y todopo-

deroso, y finalm ente, va a permitir que se opere en el pac iente la radical con-

version que este u ltimo espera desde hate aiios. Estas transfererencias estan

fuertemente diferenciadas y, al principio, no se trasluce nada de su ambiva-

lencia, salvo a veces u na negatividad lateralizada de manera que pueda Ilevar

la agresividad sobre los otros terapeutas, presentes o pasados. <<Menos mai que

le he encontrado a usted. Usted que no es Ain incompetente, ineficaz, indife-

rente, como sus colegas...».

,

i

l caracter masivo de esas transferencias fuertemente diferenciadas con-

tribuye a que la relacion con el terapeuta sea rapidamente vivida com o asfi- ,

xiante. Ademas, la imagen d e la dificultad respiratoria vuelve a menudo en el

discurso de los indigentes. Se «ahogan», les «quitan el aire», tienen que oven- I

tilarse la cabeza», «ir a respirar» fuera de los muros de la institution, etc. ,(-

Molestias respiratorias que apoyan tantas fugas. El fenom eno es tan frecuente

que el clinico estaria casi tentado de hablar aqu i de asma «blanca». Un asma

«como si». Un asma m etaforica cuyos sintomas solo serian psiquicos...

En el momento de la puesta en practica del proyecto, y cuando las cosas,,

en la realidad, emp iezan a estropearse, las transferencias intentan mantenerse \

en su idealization positiva del terapeuta. Son los pacientes, para disculpar sus

fracasos, quienes se desvalorizan a menudo apelando a imagenes infantiles,

anales y regresivas: la han «cagado», «han v uelto a caer en sus gilipolleces», l'

«han hech o tonterias», les da overgiienza», etc. Son otras tantas imagenes que I

vehiculan la representaci6n de nillos que se han «hecho» encima...

Estas autohum illaciones se pagan en la fase final de traicion y de ruptu -

ra,

cuando la transferencia se inclina de golpe hacia su pendiente negativa. El

terapeuta se encuentra entonces brutalmente rebajado a la categoria de los -

otros: «incompetente», oinhumano», «pasota». <<cerdo, que goza con la des-

gracia ajena», etc.

No es raro que ese efecto de bascula de una transferencia diferenciada, en

su version negativa, vaya acom pafiado de insultos, incluso de violencias con

252

53

respecto al terapeuta. Dicho esto, el escenario más frecuente es, m ás simple-

mente, el de u na evitacion por el p aciente de esa inversion de la transferencia.

El resentimiento hacia el terapeuta se desactiva desp lazandose sobre la insti-

tucion, cuyas reglas son transgredidas, hasta que se produzca, como conse-

cuencia, la exclusion. Ello permite, defensivamente, al paciente evitar el

enfrentamiento con el terapeuta. Tambien hay en ese mecanismo un intent()

reparador y protector del terapeuta: pu esto que se le retira la responsabilidad

de dar cuenta del fracaso terapeutico en provec ho de la autoridad administra-

tive a la que se hace intervenir como tercero. Lo cual permite, por lo demas,

tanto al paciente como al terapeuta m antener el fantasma de que su relacion,

al igual que el proyecto terapeutico conjuntamente elaborado, era perfecta-

mente viable...

transferencias: se trata de una vivenc ia comp letamente particular de aniquila-

ciOn repentina del pensamiento del terapeuta, que, a la escucha del discurso de

su paciente, se encuentra com o aplastado por el peso inexorable de una reali-

dad

presentada como inmutable y en la cual la dimensi6n de libertad psiquicaK

del sujeto no puede ocup ar ningtin lugar. Como si, ante ese exceso de realidad,1

el paciente encontrara que es a la vez el producto de un p asado ineluctable y

rigurosamente determinista, e indefinidamente condenado a la reproducciOn

del mismo p resente patologico y doloroso. Se autoproduciria asi en un indefi-

nido regreso de lo mismo. La dimension de incertidumbre del devenir tempo-

ral se encuentra anulada. Ya no sub siste, de la historia del sujeto, más que su

caricatura vacia y m ecanica. El paciente y sus sufrimientos, aqui, consiguen

imponerse al terapeuta como inexorables fatalidades. Como tales, llegan a

3 .

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Tamb ien la contra-transferencia del terapeuta tiene tendencia a ser escin-

dida e idealizada. El nuevo paciente es, por fin, un buen paciente. Es decir,

diferente de los otros que le han precedido. En efecto, es importante caer en la

cuenta de que esos movimientos transferenciales/contra-transferenciales tie-

nen lugar, no en un espacio/tiemp o aislado y puntual, sino que se inscriben en

una serie de investimientos del mismo tipo. Serie marcada por fracasos repe-

tidos. Para el paciente como para el terapeuta, todo nuevo investimiento trans-

ferenciallcontra-transferencial es un intento de reparaci6n de las h eridas nar-

cisistas padecidas antes en relaciones similares. Aparece asi u n fenOm eno de

huida hacia adelante de los reinvestimientos transferenciales/contra-transfe-

renciales cada vez m ás idealizados y escindidos, con el fin de intentar sopor-

tar mejor los gastos energeticos necesarios a su mov ilizacion. En cierto modo,

se aumenta la puja para intentar, de manera cada vez más desesperada, colm ar

las perdidas pasadas...

Esas contra-transferencias tendran tendencia a revelar su cara negativa y

escindida en el mom ento de la toma de conciencia por parte del terapeuta de

la «traicion» de su paciente, con respecto a proy ectos e ideales que creia com-

partir con el.

Las contra-transferencias de los terapeutas tienen tendencia a estar mar-

cadas por una doble particularidad. Primero, la del fantasma de una regresi6n

identificatoria en una locura a dos con el pac iente. Fantasma de locura a do s

que el discurso etiolOgico banalizador del paciente tiene tendencia a provocar

en su interlocutor: «Despues de todo, lo que le ha ocurrido a mi p aciente es tan

banal, tan explicable, que podrfa haberme pasado a m i tambien. El, soy yo, y

si tal es el caso, zdOnde termina este deslizamiento? i,Voy a ser como el? zSere

ya com o el? Y si no, i,dOnde se sittia la diferenciaN.

El terapeuta, necesariamen te, va a tener que defenderse con tra esta verti-

ginosa identification, asi como del caos, de la nada y el sinsentido del que es

portador su paciente. Caos, nada y sinsentido, que precisamente se encuentran

habilmente ocultados por las referencias etiolOgicas constantes de esos pacien-

tes a la realidad objetiva y banalizada, a la exclusion de toda realidad psiqui-

ca. Y ese es el princip io de la segunda caracteristica especifica de esas contra-

254

paralizar sus capacidades de metabolizacion psiquica'

Ese,angustioso aniquilamiento/fascinacion que experimextta_eLtgrapeuta

por el funcionamiento psiquico del paciente desempefia un gran papel en la

huida hac ia adelante colusiva y op eratoria que se instaura entre ellos.

Esta colusion operatoria viene en aux ilio a la vez de un vertigo contra-

transferencial de locura a dos, y de los aspectos rencorosos de esas contra-

transferencias marcadas por la envidia que despierta, en los terapeutas, la

regresi6n masiva de la que los p acientes son portadores. Se trata aqui de envi-

dia en el sentido kleiniano del termino, es d ecir a la vez de un deseo de pose-

skin y de un deseo de destrucc i6n ante la posesi6n del otro. oTengo a la vez

envidia para nil de lo que tiene el otro, y envidia de destruirlo en el otro». La

envidia se debe a las representaciones fantasmaticas que h acen nacer los indi-

gentes en quienes se encuentran cerca de ellos: el fantasma de la posibilidad

de un regreso bienaventurado a la más tierna infancia. El indigente, en sul

abandono de si mismo, en su negation del principio de realidad, en todos sus

relajamientos (entre los cuales los esfinterianos no son los menos importan-

tes), el indigente representa el regreso, en la edad adulta, del estado de nifio de (

pecho en toda su potencia..«Su Majestad, el belle», decia Freud. «Ocuyaos de

mi dice implicitamenteel

di ente. Salvadme, alimentadme, cuidadme, lim-

piadme.5aLincapaz de,hacerlo yo m ismo. Dependo de la responsabilidad de

otro».6u Mdestad

 el indigente,)

 

Se le tiene enildra

ie" le odia. Y el mismo goza de esos beneficios secun-

darios negando a existencia de los mismos. Ambivalencias reciprocas, que

terapeutas y pacientes resultan igualmente incapaces de pensar. No se los

representan y se defienden de ellos hundiendose cada vez más en la btisqueda

de una solution objetiva con relacion a pseudo-peticiones manifiestas formu-

ladas en el registro de u na realidad reificada.

Esta sordera, este malentendido estructural, se parece, en otro registro, al

fenomeno descrito por Sandor Ferenczi en su articulo «Confusion de lengua

entre los adultos y el nilio»

1 4

. Se trataba en ese caso de adultos que se tom a-

ban al pie de la tetra el contenido manifiesto de las peticiones sexualizadas del

nino, peticiones que de sexual solo tienen la apariencia, y que, de hech o, no

255

son más qu e la expresion erotizada de la necesidad de atenciones regresivas

muy alejadas de la sexualidad genital.

Aqui, solo es oido el contenido m anifiesto de las peticiones pseudo-reales

de los pacientes, sin tener en cuenta el contenido latente, tambien el, erotizado y

regresivo, ligado mucho más a la necesidad de maternaje que a una respuesta

cualquiera que se inscriba en la realidad. Pero las necesidades fundamentales de

los indigentes son, antes que nada, del orden del maternaje asilar, refugio regre-

sivo contra una realidad aplastante e im posible de gestionar.

Estas confusiones y m alentendidos llevan a relaciones cada vez más cao-

ticas y aparentemente incomprensibles entre terapeutas y pacientes. Los actos

fallidos, las reacciones terapeuticas negativas se multiplican a medida qu e se

instala y persiste el malentendido. Intentos desesperados e inconscientes de

una «enfermedack. es cuestion de vendar una y otra vez las mismas M agas del

cuerpo o de la psique.

Pero Nue pasa entonces con la economia libidinal de los terapeutas?

Privados de intervencionismo eficaz y arrollador, i,como pueden sublimar su

sadismo? Sadism() sublimado que, com o se sabe. es

. con la pulsiOn de repara-

cion, el motor de la voluntad de curar al otro. i,Que pasa entonces, en este

camp o lleno de carencias, desvalorizado y desvalorizador, con el seguimiento

de las personas gravemente desocializadas. del devenir del y o ideal y del ideal

del yo de los terapeutas?

Sanear las relaciones entre terapeutas y pac ientes pasa aqui, urgentemen-

te, por la necesidad de repensar la notion de fracaso terapeutico. Este ultimo

debe ser relativizado. i,Fracaso de quien? LPara qu ien? iCon relacion a que?

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reduction de la tension indecible que se instala y crece entre terapeutas y

pacientes. Finalmente, se organizan algunas colusiones entre instituciones,

terapeutas y pacientes, para habilitar puertas de salida administrativas (exclu-

sion de pacientes o de alojados que disfuncionan dem asiado, no renovation de

los periodos de alojamiento autorizado, etc.) que garantizan, tanto a unos

como a otros, una home6stasis salvadora que les alivia de la obligaciOn de

confrontarse a los disfuncionamientos sistematicos de sus relaciones.

Estos ciclos hechos de mejorias, evitaciones, recaidas, traiciones, exclu-

siones, que dan su ritmo a la relaciOn de cuidado, desgastan a los terapeutas y

les empujan a menu do hacia posiciones insidiosamente depresivas y/o sadicas.

Las primeras se manifiestan con un desinvestimiento del trabajo terapeu-

tico realizado de manera mecanica por los terapeutas que, «habiendo visto

demasiado», ya no «creen» en ello.

Las segundas, por una voluntad casi manlaca de atacarse a los sintomas

de los pacientes. Sintomas que se vuelven insoportables para los terapeutas.

Estos tiltimos satisfacen entonces su sadism o inconsciente con maniobras de

persuasion, de sedu ction y/o de coercion afectiva de los pa cientes, con el fin

de que se sometan a los programas terapeuticos. El fantasma subyacente es

aqui el de una intrusion emparentada simbolicamente con la violaciOn anal.

Infraction «por detras» de la vigilancia del sujeto y acoso constante de un

esfinter que resiste. Por eso el buen paciente es el que primero resiste, para

mejor dejarse despues. Esta pareja resistencia/sumision esta fuertemente ero-

tizada tanto por los terapeutas como por los pacientes. Por otro lado, este

fenOmeno remite una vez más a la paradoja general de la ayuda descrita en el

capitulo anterior.

Mirandolo bien, lo que la relacion terapeutica, en este campo, muestra

por encima de todo es la inadecuacion del modelo medico: sintoma/trata-

miento/curacion. Como siempre en el campo de la psicopatologia, y contra-

riamente al de la patologia somatica, los sintomas mayores no son, en muchos

de los casos, los que el paciente pone en primer piano. Curacion, no la hay. En

cuanto al tratamiento, necesita reducir sus pretensiones

r efcc'acia terapeutica

a un modesto acom pariamiento de los sujetos en el tiempo. M ás que de tratar

i,Que es lo que prim a en esos calculos de las elecciones axiolOgicas, las de los

terapeutas o las de los pacientes? Es importante para los terapeutas, sea cual

fuere su especificidad p rofesional, reconciliarse con esas viejas verdades psi-

coanaliticas: la importancia de la distancia adecuada transferencial/contra-

transferencial, el ideal de la neutralidad benevola, la sobria constataciOn de

que el terapeuta,

apacitado que este,solo va siemp re detras de su pacien-

te.

es

este ultimo el que traza su ruta. De lo que se trata es de hacer un <<segu i-

miento», más aun que de «hacerse cargo», y sobre todo de «tratamiento». Lo

que importa, ante todo, es aportar un apoyo fiable al paciente, de cogestionar

con el. en el tiempo , sus ataques recurrentes. Al terapeuta le corresponde velar

para que su paciente taiga lo menos a menudo po sible. Y si, inexorablemente,

debe caer, evitar que se haga demasiado datio...

El fracaso terapeutico debe ser reevaluado y colocado de nuevo en su ver-

dadero lugar: el de una p eripecia recurrente y estructuralm ente inevitable de

ese tipo de seguimiento. Solo con esa condici6n podra instalarse una mayor

serenidad entre terapeutas y pacientes, en relaciones que, demasiado a menu-

do, acaban dejando un regusto a culpabilidad, desvalorizacion y amargura

reciprocas. Hay que vo lver a encontrar nada menos que la funcion asilar en el

marco c onceptual del espacio transicional de cuidados, con el fin de perm itir

a la relacion terapeutica alcanzar su objetivo primero, que es, a la larga, seguir

siendo viable para el paciente como para el terapeuta. Primero hay clue

El concepto de espacio transicional de cuidados

Las descripciones anteriores abogan por un cambio de paradigma en la

conceptualization sobre como hacerse cargo de la gran desocializacion. Ya

no se trata de intentar curaciones impo sibles, o de planificar quimericas rein-

serciones, sino de reconocer y aceptar el caracter cronico e irreversible del

modo de funcionamiento de los sujetos gravemente desocializados, que se

mueven en «otra pane». <<Otra parte» social y econOmica, p ero tambien ootra

parte» simbolica y psiquica, equiv alente a la psicosis. Y com o la psicosis, la

256

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0E1 objeto es afectuosamente mimado pero tambien amado con exci-

taciOn y m utilado. El objeto no debe nunca cam biar, a menos que sea el nino

quien lo cam bie. Tiene que sobreviv ir al amor instintivo, al odio y. si tal es el

caso, a Ia agresividad pu ra». El objeto tiene que ser indestructible. Ocurra lo

que ocurra, tiene que perdurar y no faltarle al nino.

«Sin embargo, es preciso que, para el nino, el objeto comunique cierto

calor, sea capaz de movimiento, tenga cierta consistencia y haga algo que

demu estre una vitalidad o una realidad que le sea propia». El objeto no debe

ser pasivo, pues entonces el nino podria tomarlo como u na prolongation alu-

cinatoria de si mismo. El objeto debe mantener su existencia propia y conse-

guir preservar cierta autonomia.

«Desde nuestro punto de vista, el objeto viene de fuera. No ocurre lo

mism o para el bebe. Para el, el objeto tampoco viene de dentro; no es una alu-

pias. En la medida en que esas coerciones dependen del principio d e realidad,

no son negociables.

Adernas. el vinculo terapeutico, y es el punto capital. tiene que aparecer

como indestructible. Debe quedar explicitamente claw que sobreviv ird a los

ataques del paciente. Este podra marcharse y volver siguiendo sus movi-

mientos pulsion a

 les; de ellos debe decirse que se comprende la necesidad y

la futiCioli a la ecOnomia psiquica del sujeto. El v inculo terapeutico (es decir,

en definitiva, el mismo terapeuta) tiene que poder soportar las manifestacio-

nes de ambivalencia de su paciente. El vinculo terapeutico, al igual que el

objeto transicional, tiene que poder, sin dalios y sin sanciones, ser amado c on

ambivalencia y excitation para el paciente. Primer() y ante todo, tiene que

resistir. El vinculo deb e ser indestructible, ocurra lo que ocurra, pero su mod o

de ejercicio puede y debe variar en funci6n de las imposiciones del principio

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cinacion». El objeto transicional esta a medio camino entre un objeto real y

una alucinacion. Es precisamente en eso en lo que es transicional. Tambien lo

es y sobre todo porque permitird al nino p oder operar la distincion entre lo real

y lo alucinatorio. Termino m edio entre esos dos campos, abre la via de lo sim-

bolico: «El termino de objeto transicional hace posible, segtin mi hip6tesis, el

proceso que conduce al nino a aceptar la diferencia y la similaridad».

En el camp o que nos interesa, los pacientes, incapaces de simb olizar, de

metabolizar psiquicamente sus pulsiones, se presentan como si estuvieran

condenados a repetir

a d n a u s ea m

pasos al acto autodestructores. Esos pasos

al acto, rupturas brutales auto y hetero agresivas de los vinculos, son sensi-

blemente los mismos, ya se trate de vinculos terapeuticos, familiares, amo-

rosos o amistosos. La gran desocializacion es, ante todo, una patologia del

vinculo. Tanto el vinculo consigo mismo, como del vinculo con los otros y

el mundo.

En esta perspectiva, las observaciones clinicas muestran que es en la

medida en que el vinculo terapeutico puede acercarse más al modelo del

vinculo del nino con el objeto transicional, como más adaptado resulta al

seguimiento de un indigente. Es Ia relacion terapeutica la que debe mantener

el papel de objeto transicional. El vinculo entre el terapeuta y el indigente tiene

que poder ser investido y vivido por este ultimo com o el nino vive su relaciOn

con el ob jeto transicional.

Si volvem os sobre las c aracteristicas del objeto transicional, eso signifi-

ca que la om nipotencia del paciente, al igual que la del nino, debe ser limita-

da. Pues es el terapeuta (y la institution de la que depende) el que permite al

paciente sacar prov echo de la relacion terapeutica. La definition de esta tilti-

ma no es cosa de los pacientes sino de los terapeutas. Retomando una vieja

formula psicoanalitica, son ellos los guardianes del marco. Sin embargo, la

relacion terapeutica no es un privilegio que pueda ser retirado en el caso de

una transgresiOn, por ejemp lo. Al contrario, una vez iniciada, la relacion debe

ser y presentarse explicitamente como claramente adquirida. Pero lo es, de un

modo particular, dentro de un marco regido por sus reglas y obligaciones pro-

de realidad.

En la practica, ello conduce a la conceptualization de un seguimiento de

los indomiciliados siguiendo u na red de lugares de vida y de cuidado s que se

distinguen entre si por imposiciones variables, para los pacientes como p ara

los terapeutas. Las imposiciones (comportamiento, respeto de los horarios,

sobriedad, etc.) seran minimas, por ejem plo, en los centros de alojamiento de

noche, en los cuales los albergados no pasan más que unas horas. Seran maxi-

mas, en cam bio, en los hogares de reinsertion donde los alojados tienen que

trabajar fuera... Esos diferentes lugares tienen sus logicas propias, y conviene

respetarlas en la medida en que son condiciones de posibilidad de funciona-

miento. Lo importante es que los pacientes puedan cam biar de lugares (pro-

gresando o regresando) en funciOn de sus necesidades, deseos y posibilidades.

Pero esos movim ientos, si son regresivos, no tienen que ser calificados de fra-

casos ni arrastrar a la espiral infernal de los castigos habituales y ex clusiones

administrativas que vienen a sancio nar lo que a la vista de las instituciones y

de los terapeutas se presenta como transgresiones y/o fracasos terapeuticos

9erversos», cuando no son m ás que manifestaciones inevitables_y estructura-

les de ese tipo de proyec tos de larga duration.

Ello remite evidentemente a la necesidad de volver a pensar la notion

mism a de fracaso terapeutico en el camp o de la gran desocializaciOn y relati-

vizarla, destacando las relaciones profundas que esa nocion m antiene con las

posiciones contra-transferenciales y axiologicas de los terapeutas con los

pacientes y con las patologias que padecen estos ultim os. i,Fracaso de quien?

i,Definido p6r quien? i,Fracaso con relacion a quien? i,Con relacion a que? Y

si esta noci6n de fracaso terapeutico que se reprocha a los pacientes y que es

esgrimida por los terapeutas solo lo fuera para ocultar mejor, precisamente, su

fracaso, la ineficacia de su terapeutica, la inadecuaciOn de su pensamiento...

En calidad de concepto, el fracaso terapeutico, al igual que el de exito

terapeutico que es su pareja, debe ser 00600 en provechode un pensa-

rnieit

-

fo

reconeiliadd 'con la cronicidad del sindrom e de gran desocializacion.

Cronicidad en la cual los seguim ientos estaran estructuralmente, e inevitable

-

260

261

mente, marcados por movimientos progresivas y regresivos. Al no sancionar

las regresiones de los pacientes, se les permite evitar que se adentren en rela-

ciones terapeuticas perniciosas en las que se encontrasian, por una especie de

afan transferencial/contra-transferencialObligados a vivir,-.hasta el inevitable

derrumbainiento, psiquicamentepor encima de sus medios. Es importante que

los pacientes puedan ser colocados en una situacion en que las peticiones estén

a la medida de sus posibilidades tal como se encuentran, aqui y ahora. Por lo

tanto, es preciso que los pacientes puedan beneficiarse de una jerarquia de res-

puestas institucionales y terapeuticas adaptadas a sus posibilidades reales, y

capaces de evolucionar con ellas. Que esas evoluciones sean progresivas o

regresivas debe ser axiologicamente neutro desde el punto de vista de la con-

I

tra-transferencia de los terapeutas. El objetivo_prirnero es_ la persistencia del_

vinculo terapeuticoy .

ehararter incondicional e indestructible_detintereue

las exigencias minimal de funcionamiento fueran más adecuadas a sus posi-

bilidades del moment°.

Solo el analisis de las situaciones hecho a la medida del principio de rea-

lidad (es decir de las condiciones de posibilidad de funcionamiento) permite

superar las opiniones subjetivas y aleatorias de unos y otros

una

on

respecto aiOn

as

conductas que hay que adoptar. Aqui, hay que permitirse

apida digres,

examinando un moment() el concepto de ley.

El concepto lacaniano de la ley, escr ito a m enudo con m ay

ascula para que

parezca más serio, ha tenido un destino curios°. Sin entrar aqui en un examen

de su legitimidad (discutible) como concepto psicoanalitico, limitemonos a

subrayar que conoce, en todo caso, un exit° inmenso en el campo medico-

social, donde muchos de cuantos intervienen creen encontrar (por fin) una

legitimation de la expresi6n de su sadism° inconsciente que se satisface en la

aplicacion apremiante de los reglamentos. Por definicion la ley es dura, es

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le manifiesta su terapeuta.

En un sistema semejante, i,que pasa entonces con la gesti6n de las inevi-

tables transgresiones de los pacientes? Examinemos un ejemplo extremo: a

veces, en la consulta medica destinada a los sin techo en Nanterre, estallaban

peleas entre indigentes sentados en la sala de espera. Esas peleas eran poten-

cialmente peligrosas, puesto que los protagonistas se pegaban a veces con

sillas o banquillos. Entonces habia que intervenir rapidamente. Alguna vez, al

igual que el medico que pasaba consulta por entonces, tuve que echar fisica-

mente a algunos pacientes de la sala de espera. El problema no es saber si, en

tal caso, el use de la fuerza fisica en contra de los pacientes es legitimo, lo es

indudablemente. El problema es aplicar esa fuerza con mesura y rectitud y

sobre todo hacerlo de tal manera que el paciente expulsado no experimente

ninguna dificultad en volver a la consulta, una vez calmado. El objetivo es una

vez más, incluso en el caso extremo de una intervencion de contention, actuar

de tal manera que la relaciOn terapentica no se eche a perder. La condition de

prdSibilidad primera de una eitiategia tal es que el terapeuta pueda actuar sin

ira y sin odio. Es decir, que su intervencion no se convierta en 'Demi& de un

paso al acto que alivie la presion de una contra-transferencia negativa de odio.

Una vez más, de lo que se trata es del sadismo inconsciente del terapeuta y de

la manera en que lo gestiona. Si los elementos en jusza.yjastentaciones de

descarga pulsional de este sadismo consiguen ser

erapeuta

podra adoptar con más facilidad una actitud adecuada situacion encontra-

,

a, y ello; sea cual sea el grado de urgencia.

r

ener una actitud adecuada remite a las exigencias del principio de reali-

dad. La violencia en la sala de espera, aunque se puedan comprender sus cau-

sas (esperasdemasiado largas, intoxicacione_s

2

_etc.), es intolerable simplemen-

te Orque pone en_PeligrO funcionamiento de la con_sulta_:).a conclusion

independientesle_la_sllbjetividad de lost saps,

tas se_impone por si misma. Al

igual que lo seria una eventual decision de desplazar a un paciente que dis-

funciona en un lugar de acogida de la red, para llevarlo a otro sitio, alli donde

cierto, pero, al fin y al cabo, es la ley y como tal, su estricta aplicaciOn permi-

te a los pacientes estructurarse hiriendose con ella. De acuerdo. Pero, ademas

del hecho de que tales razonamientos son totalmente inadaptados a los modos

de hacerse cargo de patologias pesadas y regresivas como la gran desociali-

zacion, se opera no obstante en este pensamiento un deslizamie

l

(divina, mosaica, moral, el nombre del padre, etc.) al banal reglamento. \?.

Deslizamiento evidentemente muy apreciado por algunos, pues perrnife,

Más

 1

o menos, cualquier coercion dado que qes por su bien»...

L . .

Es olvidar con demasiada facilidad que la ley, precisamente, no se redu- k,,N ,.

ce al reglamento; este ultimo solamente expresa la elecciOn de un modo de

organizaci6n. Election arbitraria en la medida en que podria igualmente

menos en ciertos puntos— ser otra. La ley. ensamlitoila verdadea;)al fin y al sj 7,

callo—nppogria ser otra que la expresion del propio principio de realicadTE§le --)

illir4169

- c_e_arIt

2ilari

--e__

aiiirdiv

_ _ D

esinatibleenla medida en_

que lleva en si la definicion de las condiciones de posibilidad del funciona-

miento de la realidad. Aqui, estamos cerca del imperativo categ6rico kantiano,

- - - . - - - - . ,

que re.velasu_naturaleza obligatoriamente constrictiva en la medida de su,pos(-

( :

ble universalization. )Es conocido el ejemplo clasico: es categ6ricamente

imperativo no mentir, pues si la mentira fuera universal, la posibilidad misma

de distinguir la verdad de la mentira se derrumbaria. En este sentido, la ley se

c

ue

par precisamente por el hecho de que es igual de constrictiva para unos

que para otros, pacientes y terapeutas, administrativos y albergados, etc. Asi,

la ley es en cierto modo lo opuesto al reglamento. El terapeuta respetando la

--,

ley y haciendola respetar, Lo...arnas1

...91E_..d...i1,------

isti

-urriento sin odio ysinpasion_,

del principio de realidad. Una vez más, ello implica que tiene que ser capaz de

dominar sus movimientos pulsionales, manteniendose a la distancia adecuada.

Volvemos a encontrar aqui el viejo principio psicoanalitico, casi olvida-

do en la cacofonia agitada de los buenos sentimientos y del

pa tho s

terapeuti-

co, de neutralidad bienintencionada. Si puede parecer sorprendente, incluso

escandaloso, preconizar aqui, ante tales sufrimientos, esta actitud de reserva,

263

262

es que a m enudo es m al comprendida. La notion de neutralidad bienintencio-

nada ha llegado a vehicular una espec ie de caricatura del psicoanalista impa-

vido, que, como es sabido, es naturalmente a la vez inhumano, mudo y orgu-

lloso de serlo. Estamos ahi muy lejos del interns que representa el concepto.

La neutralidad bienintencionada es primero u na position estrategica ideal de

la contra-transferencia del terapeuta. Es un rumbo que hay que mantener, es

decir una direcci6n de la que es no solamente posible sino inevitable desviar-

se, pero lo importante, al igual que el rumbo mantenido por el timonel de un

navfo, es volver a el. La neutralidad bienintencionada es una voluntad media

impresa en la actitud del terapeuta. No excluye p ara nada la necesidad tactica

eventual de plantear, por ejemplo, un gesto de urgencia m edica, o de decir la

preocupaci6n que los com portamientos peligrosos de un paciente pueden ori-

ginar en el terapeuta, o tamb ien sancionar una transgresi6n.

mundo psiquico autarquico del sujeto y la realidad independiente de el. Por

eso, el objeto transicional Ileva al sujeto a la via de la simbolizacion cuya con-

diciOn de p osibilidad es la capacidad de distinguir entre diferencia y similari-

dad. De la mism a manera, el espacio transicional de cuidados, al ofrecer al

paciente un cam po de relaciOn fiable en el interior del cual puede progresar o

regresar a medida del deseo, como si jugara, intenta abrir la via que permitird

a los pacientes simbolizar los traumatismos antiguos vinculados al amor

materno deficitario y a las aterradoras experiencias precoces padecidas.

En una observacion famosa, Freud describiO el juego de un nifio que

intentaba dom inar su angustia ligada a la ausencia de su madre, tirando lejos

y fuera de su vista una bobina que sujetaba con un hile. El nino, en aleman,

gritaba entonces:

ofort»

(lejos/ido). Luego, tirando del hilo, hacia reaparecer

la bobina en su campo de vision. Cuando Ia vela reaparecer, se refa y excla-

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La neutralidad bienintencionada, lejos de prescribir los comportamientos

tacticos de los terapeutas, les remite solamente a la necesidad estrategica de

mantener una actitud mental de neutralidad y de benevolencia, es decir una

distancia viable entre los intereses e investimientos estructuralmente diver-

gentes de los pacientes y de los terapeutas. El terapeuta tiene la obligacion

etica de benevolencia con respecto a su p aciente. Quiere el bien para el, pero

ese bien es indefinido. Pertenece a las logicas„deseos, necesidadeu

,

posibili-

dades delyaciente. La finalidad de la relacion terapeuticaflebe ser_clejadaa Jo._

desconocido 

e las posibiaaCleS del paciente. Es en el despliegue del vfnculo

terapeuticoeri eicurso del tiempo cuando aparec eran poco a poco las caracte-

rfsticas (y los 'finites) de ese <<b ien». La neutralidad bienintencionada_para el

terapeuta, consiste, in f ine, en entregarse tranquilamente al proceso, terapeuti-

co y a la dinam ica inconsciente del paciente, en lo que se refiere a la determi-

naciOn de ese qbien» futuro. De lo que se trata, una vez más, es de distancia

adecuada, de libertad psiquica recfproca, y de respeto por las logicas del otro.

Es una ascesis del acompatiamiento terapeutico de los grandes enfermos. Una

ascesis y una ataraxia.

La neutralidad bienintencionada, lejos de encerrar al terapeuta en una

position de pasividad o de ausencia simbolica, debe, por el contrario, libe-

rar una dinamica de relaciOn en el seno de Ia cual tanto terapeuta como

paciente, son libres de seguir siendo lo que son. Ademas, la teorfa del obje-

to transicional insiste en la importancia para el objeto de conservar un calor

y una vitalidad que le sean propios. Eso le impide, entre otras cosas, caer en

la pura proyeccion alucinatoria del niflo y/o del paciente. Al contrario, estos

deben renunciar a la ilusion de una omnipotencia narcisista alucinatoria en

la cual el objeto y/o el terapeuta no sedan más que puras extensiones de si

mismos. El niiio y el paciente tienen que decidirse a «vivir con ello», es

decir a conceder un lugar a ese otro, ya sea objeto o terapeuta. Tienen que

aprender a coexistir con el, ante el y contra el.

Precisamente, es transicional en la medida en que el objeto se situa a

medio camino entre la realidad y la alucinacion. Constituye un puente entre el

maba:

«da»

(ahi/aqui).

Con esta observacion, Freud planted la cuestion del sentido que podia

tener, en el marco de una teoria del func ionamiento psiquico centrado en la

primacfa del principio del placer, un microtraumatismo auto-infligido de

manera repetida. Ello le condujo a una revision de la teorfa psicoanalftica y,

posteriormente, a la formu lacik de la hip6tesis de la pulsion de mu erte. En el

marco que nos ataile, podemos ver en la dimensiOn de compulsion de repeti-

cion activa en el juego del

fort/da,

un modelo de la relacion habitual que man-

tienen los sujetos gravemente desocializados con las personas (terapeu tas y

entomb) y las instituciones. Relaciones entrecortadas, hechas de perpetuas

contradicciones, como los polos de una eterna ambivalencia que nada c onsi-

gue resolver.

Hay en esas llegadas, partidas, huidas y regresos mu ltiples, como en el

juego del

fort/da

un intento compulsivamente repetido y condenado al fraca-

so cr6nico de encontrar entre si mismo y los demas la distancia adecuada, de

conseguir introyectar representaciones estables de los otros y de si mism o. Se

trata de intentar colmar su nada interna con o bjetos psiquicos estables.

Es esta tarea, condition de posibilidad de salud psiquica minim a ligada al

proceso de introyecc ion y de simb olizacion, lo que los indigentes son incapa-

ces de llevar a cabo. Es su adv enimiento, lo que intenta favorecer el espacio

transicional de cuidados, y solo sera posible con la doble condici6n de que el

paciente pueda apoy arse en relaciones estables y fiables por una parte, y por

otra, que pueda tener la posibilidad de p rogresar o de regresar a su ritmo, den-

tro de la red que se hace c argo de ellos. Para el paciente, eso es acceder a la

dimension del juego del

fort /da.

Juego en el cu al, por definition, el azar de sus

idas y, venidas entre progresi6n y regresion carecen de consecuencias. No

etienta para

stailimensT6n

fil

s

aieaNue desliga al sujeto del peso de lo

(teal ofrecemor otra parte, una alternativa existential a su contrario, que cons-

-

itilyelddependencia del alcohol y toxicomanfas varias: mu ndo cerrado, uni-

verso de constriction absoluta, en el cu al el sujeto solo hace el papel de escla-

vo que se autosacrifica.

264

65

iyero que hacer si todo eso no sirve para nada? i,Que hacer si algunos no

mejoran? i,Que hacer si algunos pacientes, a pesar de todo, a naves de todo.

permanecen iguales a si mismos y lentamente mueren bajo nuestros ojos? Pues

bien, al menos, se habra conseguido aliviar sus sufrimientos, evitando escati-

mar los cuidados que les prodigamos, forzandolos a confrontarse con ob liga-

ciones de normalization que les superan y perjudican. No ailadamos nada a

sus dolores y aceptemos humildemente nosotros terapeutas, adaptarnosilprk:

-

 

mer principio firpocratico: primeroiho hacer dano Y permitamos al menos a

esos locos que se han ido dernasiadolejo

-

cde nosotros para poder volver,

encontrar asilo y paz, en los margenes de la sociedad de la que son el pobre

negativo agotado.

Honremos a los locos. Han osado más que nosotros. Elevemonos a la

altura de un Istvan Hollos, viejo psiquiatra y p sicoanalista htingaro de los pri-

E P I L O G O

El cementerio de los inocentes

Son por decirlo asi todos malos y todos ino-

centes.

L. WITTGENSTEIN

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meros tiempos. Se paseaba una noche en el asilo psiquidtrico que dirigia:

qMientras voy caminando, todo sofioliento, entre las hileras de camas, perci-

bo la respiration laboriosa de una ciudad en ruinas, reprimida hasta ahora.

Estoy velando sobre esplendores destruidos... zQue hay que hacer con toda

esta gente que ha venido a tumbarse aqui por una raz6n desconocida? zQue

hay que hacer con quienes bailan alli, más alla de las montafias?...»

2 ".

Sepamos v elar sobre estos esplendores destruidos que tenemos el honor

de cuidar.

Y despues? i,Una vez que estaba mu erto, Raymond? Queria saber lo que

le habia ocurrido. En lo que se refiere a los restos mortales, el entierro, todo

eso. Y ademas queria ver su tumba tambien. Saludarle. Por que no...

Ya lo habia pensado entonces, en la sala de guardia, con Gaby y Fatma,

las cocineras. El entierro, ,donde? i,Cuando? La adm inistration, por su parte,

se mostraba evasiva, insegura. De todas formas, se supo que Raymond habia

estado mucho tiem po en el deposit° de cadaveres. Se habian presentado algu-

nas dificultades: identification, familia. zAutopsia? zNo autopsia? Era un

caso, Raym ond, una exception. A si que, a la fuerza, las autoridades no sabian

demasiado que hacer con el. La cosa iba para largo, de modo que Raymond se

quedo durante más de seis semanas en el deposit°, esperando, muy m odosa-

mente, en su frigorifico.

Finalmente, se nos pas() por debajo de las narices. Un dia, nos enteramos

simplemente de que ya estaba hecho. Que se habia ido al amanecer. Un poco

precipitadamente, como un muerto bajo cuerda. Debia de darles un poco de

vergfienza el cuerpo de Raymond. Mucha verguenza...

En 1994, cinco afios despues, guise reconstituir el final de su viaje.

Aristoteles pensaba que solo era posible evaluar la v ida de un hombre despues

de su muerte. Sin duda el tambien habia com prendido que el sentido del viaje

no se descubre plenamente sino una vez que acaba, en la distancia un poco

dolorosa del recuerdo.

Hay en Nanterre, en la Casa misma, una comisaria de policia. Rastro ana-

cronico del pasado c arcelario. Restos de tendencia discreta, pero profunda, por

los botas de clavos. La ficha del senor M ontjoie mencionaba esa com isaria.

Despues de 0M RT 9/10/89. Delante de la CDN», habia una nota «Comisaria JP,

CDN», es decir: Com isaria Jefatura de policia. Casa de Nanterre. De una mane-

ra u otra, la comisaria habia intervenido, pues, en la certification de fallecimien

-

to. Por lo tanto, tenia que quedar algtin rastro administrativo cualquiera. Fui alli.

La comisaria, eran dos cuartos pequefios, un mostrador de madera,

muc ho polvo, colillas en el suelo. Y en un rincon, una lata de cerveza vacia y

266

67

aplastada, que se aburria... Dos policias de paisano. Y que con toda seguridad.

debian de ver mucho la televisiOn: vaqueros, camisas abiertas, pistolas de gran

calibre. Armas de entendidos. Hombres...

Que hubiera un voluntario para venir a verles les extraiiaba mucho. Un

blanco ademas, y sobrio. Por mi mismo era ya una especie de pequefio mila-

gro. No se reponian. Y no comprendian gran cosa a mi solicitud.

(

:,Un muerto,

dice usted? i,Hace cinco afios?

elante de la Casa? i,Esta seguro?

i,Y que

quiere saber? ,Y para que es? Empezaba otra vez. Explicaba muy despacio.

Era trabajoso.

No me miraban. Perplejos, se buscaban con los °jos, se escudrifiaban con

la mirada, esperando encontrar en el otro una consigna, una linea, una orden.

Tempestad bajo dos cnineos...

—Es que los archivos ya no estan aqui. iAh, no Imaginese... ,;Donde los

Finalmente, la puerta se abrio sobre una sorpresa paleolitica: un hominid° con

hata blanca, los ojos frioleramente acurrucados cerca de la nariz, unas cejas

dignas del Museo de Historia natural, y la frente inexistente, comida por

la

linea de cabellos hirsutos. Todo sensibilidad ese hombre, seguramente...

Detras de el, una escalera de caracol, inquietante, se hundia en unas profundi-

dades bafiadas por una luz verde. Era casi demasiado hermoso.

Le conte mi pequefia historic. Mi busqueda, Raymond, todo

eso...

Fruncia, el hombre-mono, unas cejas espesas como bigotes. Yo articulaba mu y

claramente... Nada. Ni un estremecimiento. Nada. Acababa por ser molesto...

Cuando apareci6 de repente, desde detras de la puerta donde se escondia, pru-

dente, como si estuviera observando, el comparsa del bruto. i

,Su jefe? i,Su

guardian? i,Yeti & Co?

i ,Hades brothe rs? ; ,Folie-a-deux?

Perentorio, el ladino: no habia archivos. No habia registro de entrada. No

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ibamos a poner? Habria que escribir al comisario... Solo el. Solo el, i,entien-

de? Hay que escribirle.

cuando este, el comisario'?

—Ah, eso... Hace lo que le da la gana el comisario. Va... Viene... El es el

jefe, asi que... No le vamos a preguntar, i,verdad? Hay que escribir.

Escribi. i

,

La respuesta? Sigo esperando. Con Raymond, tenemos todo el

tiempo del mundo.

En el hospital, en urgencias tampoco, no habil nada. El registro de entra-

da de los guardias del 9 de octubre de 1989 este mudo. El del 10 tambien. Por

to tanto, Raymond ni siquiera pas6 por urgencias. Asi que debia de estar bien

muerto cuando le encontraron. Tieso. El fallecimiento debi6 de ser confirma-

do

in situ

y el cuerpo inmediatamente transportado al deposit° de cadaveres

del hospital.

Una morgue siempre desentona en un establecimiento de cuidados. Es

como una especie de burla. Una cuchufleta al progreso de la medicina. Un

lupus. Por decirlo todo, un incordio. Eso se nota en la geografia: el depOsito

este siempre lejos de todo. Bien apartado y nunca indicado. Una morgue, casi

no existe. Esta ya un poco del otro lado de la vida.

Tuve que preguntar. Y volver a preguntar. Nadie habia estado nunca.

Finalmente, me entere: se encontraba en el camino de ronda que rodea la Casa.

En la torre, me dijeron. Efectivamente, junto a un aparcamiento, medio inte-

grada en el resto de los edificios, habia una tone. Tipo medieval, pero herrn&

tica. Una puerta antes. Una puerta despues. En medio de los matorrales. Cogi

la puerta siguiente. Me equivoque: laboratorio de bacteriologia. Una senora

me informO. Si, si, ya lo Vera. Una puerta azul, detras de los matorrales. Hay

un timbre...

De hecho, pero hay que saberlo, detras de los matorrales, se esconde un

pequeria puerta, la del depOsito. Una puerta pequefia pintada de azul. Azul

cielo... ;,Humor? i,Daltonismo?

Llame a la pequefia puerta azul cielo de la morgue. Espere. Oia que algo

se movia dentro. Sonidos sibilantes. Deslizamientos furtivos. Vacilaciones.

habia frigorifico. No habia difunto. Solo estaba el registro del establecimien-

to... Que ya conocia... Adios Y la puerta, sobre el infierno, se volvio a

cerrar.

Quedaba el cementerio. El cementerio de la Casa de Nanterre. El nuestro.

solo nuestro, solo para nosotros. PanteOn familiar... El cementerio tampoco,

nadie sabia. Sin embargo no esti lejos. Un kilometro apenas. Hay que salir de

la Casa y colter a la derecha. Luego, otra vez a la derecha y pasar el puente.

Despues, hay que girar a la izquierda y finalmente —; cuidado — es enseguida a

la derecha. Esta indicado. Una simple pancarta atada a un poste con un trozo

de cable viejo: qcementerio». Sucinto... Esta al final de la calle. Una que se

llama, ademas: <<avenida del cementerio». Ah, que bien hace la naturaleza las

cocas...

Esta avenida no es tal ni lo ha lido nunca. Es un camino como mucho, al

que, con un solo golpe de bulldozer, han pasado de las remolachas al asfalto.

Y todo sorprendido por encontrarse en la zona industrial del Pequefio

Nanterre, bordeado por fabricas y naves industriales. No sordid°, al contrario:

algo moderno, aseptizado.

A la derecha, una fabrica de tubos. Se sigue asi, antes del cementerio, a

lo largo de montones y montones de tubos. Unos finos, preciosos y refinados.

Otros gordos, ebrios de abertura. Los tubos cuando estan en servicio, no resul-

tan muy interesantes, pero asi, completamente desnudos, en cierto modo, es

otra cosa... Columnas de vacio, desembocando en la nada. Vacio al que se ha

dado forma. Metafisicas construcciones...

Despues de los tubos, el cementerio. Un pequefio edificio vigila la entra-

da. Un despacho, con la puerta abierta. Un encargado sentado, pletOrico, de

cara violeta, nariz turgente, con una botella de pastis sin alcohol al alcance de

la mano. Un came de palabras con flechas entre sus brazos apoyados, inertes

y tatuados, en la mesa de madera. Un absorto, este hombre. Estoy de pie ante

el, pero no registra de inmediato mi presencia. i,Espejismo? No debe de ver a

mucha gente. Cuando su mirada lejana, ausente, se posa sobre mi, tiene como

un estremecimiento. Se sacude...

268

69

Yo: Buenos dias. Busco a Raymond X.

El (sobresaltado): No esta. Estoy solo. No hay nadie.

Era el dia de los intelectuales. Suspirando, crei conveniente precisar:

—Esta muerto.

-

en serio? —dice hundiendo los hombros, como afligido.

La bdsqueda de Raymond terminaba en modo cOmico. Era lamentable.

Se recupera:

Ah, pues claro, por supuesto....

Le indico la fecha del fallecimiento, le explico que el entierro debia de

haber tenido lugar dos meses despues. Hay que mirar en el libro... Abre un

viejo registro con pastas de hule, una reliquia. Lineas trazadas muy limpia-

mente, con regla. Fechas. Nombres. No se encuentra nada. Noviembre.

Diciembre. Enero. Hasta Pascua. Ningun Raym ond. Volvemos a octubre, por

si acaso... Ningtin Raymond.

nes. Hierros forjados. Marm oles. Muertos de postin. Atendidos. Lamentados.

Queridos desaparecidos.

Entre ellos, el propio Max Fourestier, que dio su nombre al hospital.

Antiguo jefe de servicio de neum ologia en Nanterre. Un cruzado de la tuber-

culosis. No pensaba más que en eso, Max. H asta se habia inventado una coca:

un broncoscopio de un tipo nuevo, patentado, serio. Queria ver, Max. Santo

Tomas del alveolo, buscaba el soplo.

Anima...

Pidio que le enterraran cerca de

sus difuntos enfermos.

Para la tuberculosis, Max correspondia a la gran epoca, la de antes de los

antibi6ticos. Muc hos agonizantes debi6 de ver, asfixiados, sudorosos, ahoga-

dos en su propia sangre. De los que se agarraban. De los que no querian sol-

tar... Los que se habian ido aliviados y los que se habian ido enfadados...

Quiso acabar cerca de ellos, M ax. Para la eternidad. ;Hay que descu brirse

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Esta vez, se acabo. Raymond, no volvere a verle. Su madre debi6 de

hacerse cargo de 61. Se volvio al campo. Su agujero lejano, su campina, sus

nieblas, sus rocios. Es pastoral, Raymond. 1 ,Tal vez florido?

abe?

Espere —me dice el encargado, surrealista—. qiEspere Vamos a ver

antes»...— Y se pone a pasar las paginas de su gran libro. Su anuario de los

muertos. A toda costa, quiere ayudarme. A ver si me gusta algtin desapareci-

do, asi por lo menos no me ire de vacio. Nos paseamos por las columnas de

muertos bien ordenados. Hasta 1984, nos remontamos asi, siguiendo el hilo de

los cadaveres y de las paginas. V iejos. Jovenes. Mujeres. Niiios. Se podia ele-

gir, a pesar de todo. Mira que habia huespedes. Batallones... Toda una multi-

tud de dramas puesta por escrito, ahi en esas paginas. Una vida, una

Hala Fulano, nacido a tantos, muerto el cuantos. Concision En el fondo,

todo esta dicho.

Ya no me soltaba el jefe, exh ibiendo su mercancia fiinebre. Yo estaba vio-

lento. Tenia la impresion de hacerme el exigente. No esta bien negarse siem-

pre. Ante mi mala cara, el otro, con su buen corazon, se agitaba aim más.

Queria largarme uno de los muertos. Cualquiera.

—z,Esta seguro de que no conoce a ningun otro?

Le pedi permiso para v isitar un poco el cementerio. Por education. Para

honrar.

Estabamos a finales de may o. Hada ya cinco m eses que corria detras de

Raymond. Bueno, no todo el tiempo. Segtin la inspiraci6n. Por aqui, por alla.

Pero en fin, desde hada cinco meses, este cementerio ya lo vela venir.

Desenlace logico. Lo v igilaba con el rabillo del ojo. Lo rech azaba. Lo retrasa-

ba. Sordamente, desconfiaba de el. Lo temia. Y tenia razon... El cementerio

de Nanterre, en su estilo, es una cima. Cinco estrellas Michelin de la desespe-

raci6n...

A la izquierda, justo despues de la entrada, hay unas cincuenta tumbas

apartadas de las otras. Es el barrio bien, el de los miembros del personal, de

los ricos que tienen fam ilia. Flores. Piedras. Adornos. Jesus. Sagrados corazo-

Más alla de esos arist6cratas de la mortaja: el desastre. Devastation.

Desierto de los desiertos. Una opresi6n.

Avanzaba con dificultad, como pegado al suelo. Victima de una pesadez

exagerada. Invadido y su perado por el espanto, como inclinado, en ese des-

campado, a la orilla de la orilla del agujero del culo del u niverso. Habia \Tern-

gos, profundidades. Muy alucinantes perspectivas. Grandes caiiones de des-

consuelo y de vacio...

Primero, nada de hierba. Arena. Y podrida. Demasiado blanda, casi

movediza. Las cruces no se equivocaban a ese respecto, cabeceaban, de traves.

Cruces abatidas, titubeantes, enganchadas unas con otras, cayendose.

Suantas cruces? No lo se. El vigilante tampoco lo sabia. No se sabe. Ya no se

sabe. Nadie sabe. Cientos... Muchas...

Aqui, ni adornos, ni angeles de piedra, ni flores. Solo cruces plantadas,

inseguras, en la arena. Y sobre las cruces, un nombre con las fechas de naci-

miento y de fallecimiento inscritas en una pequeiia placa m etalica, atornillada

por los brazos. Un poco como en nuestros cementerios militares. Por desgra-

cia, los metales han lido mal elegidos. La placa y los tornillos hacen electro-

lisis. Despues de unos anos, c arcomidos los soportes, las placas se caen e, ile-

gibles desde hace ya tiempo, se hunden lentamente en la arena. Entonces la

cruz pierde a su muerto, se vuelve anonima, deriva hacia la fosa comun...

Arqueologia. Se acab6. Llega el momento del ultimo naufragio. Todo desapa-

rece, hundido hasta el ultimo signo. Anonimato y generalidades en la noche de

los tiempos. Todo se hunde en los mu dos abismos de lo indiferenciado.

Los metales no son buenos. Desde hace ailos y aiios, se equivocan de

metales. Es un error que no debe de apasionar a mucha gente...

Las tumbas de los musulmanes aguantan mejor. Les han arreglado una

especie de pequefia arca de madera, de unos quinc e centimetros de altura, en

la que se atornilla la placa. Dura más tiempo. Ilegible, de acuerdo, pero de

todas formas presente.

En cuanto a sobriedad, esta muy logrado.

i

Austeridad absoluta Ala fuer-

za, no tienen familias. Viejos pobres. Indigentes. Otros tantos mu ertos, dos

270

71

veces m uertos. Perdidos y requeteperdidos. Archidesaparecidos. Arena, nada

más. No obstante, algunas veces, muy pocas, un mindsculo remordimiento.

Una pequefia placa de m armol, estilo ex-voto, tamafio tarjeta postal. Vi una:

oEterno pesar»...

Entre las mujeres, las comp afieras de dormitorio, a escote. llegaron hasta

los tres francos. Tontina. <Tara Yvette». «Para Simone»... Estilo patetico.

Orquideas de plastic° en bolas con agua y pajitas doradas para que haga boni-

to, como una lluvia de oro, cuando se mueve. Pero nadie, nunca, lo mueve...

Lazos tambien, satinados, violetas. Pobres cosas que no sobreviven más que

unos dias a los entierros...

Ya no sabia lo que buscaba. Ya no buscaba nada. Sin embargo, casi con

- ia.

De una esquina a otra. Una fila. Otra. Aqui. A llf. Queria, debia, estar en todas

partes. Verlo todo bien. Estrecharlo todo entre mis brazos. Recordarlo todo,

como si el tiempo apremiara. Como si esta vision estuviera a punto de desa-

Me convertia en cruz, yo tambien. Esperaba una gran marea que nunca yen-

drfa, para llevarnos muy lejos... A Horn y a mi... Muy lejos... Al final de la

Ultima estacada del mundo. Para jugar all; a ver quien mea más lejos. Para

escupir al viento. Para coger una brizna de eternidad...

Tuve que obligarme a salir de alb. iBufOn , me decia. ;Viejo payaso

iMajadero Desgraciado iAtontado .. De todas formas, al final me marche.

Atin más pobre... Y me asfixiaba esta negra pregunta que me llenaba desde

todas partes como una ola de tinta: I,Hay vida antes de la m uerte?

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parecer en cualquier momento. Vagaba. Tenia mil afios. Mis piernas estaban

pesadas y yo me movia con dificultad en la arena. Un peso terrible. Un hun-

dimiento en todo el cuerpo. Una especie de apnea, tambien. Y la cabeza que

me daba vueltas. Ebriedad de las profundidades...

Segui una calle bordeada de castatios. Hacia finales de mayo, habia ya

castailas todas nuevas caidas por el suelo. Rareza. Allf, más alla de los muros,

una primavera en la fuerza de la edad. Aqui, a la sombra de las cruces, un

otofio para arboles enclenques... cosas inanimadas...

Al cabo de la calle: alivio. Cuatro guitlos diminutos como u n semdforo de

vida. Amapolas, acurrucadas contra la pared del fondo. Casi fuera. IncOmodas.

Timidas. Sin embargo, al venir, habia visto decenas por el camino, que se

emp efiaban en crecer entre dos adoquines, a lo largo de la carretera, alrededor

de los postes. Aqui, entre los olvidados de la muerte, solo cuatro, frioleras y

muy endebles. Temblando al v iento.

Es muy valiente, resiste a todo sin embargo, la amapola. Perros.

Chavales. Coches. Impresionistas... A todo Pero no a la desesperacion, por

lo que parece. No al abismo...

No estaban ahi por nada, las am apolas. Montaban entre cuatro, valiente-

mente, una pequ efia guardia roja en la fila de los ninos muertos. Una quince-

na de cruces... Habia una, reciente, que me tendia los brazos. No podia per-

dermela. Estaba como hecha adrede para mi. Para mi que soy un poco de

Ostende, un poco marino y todo... i,Un apellido? j,Un nombre? No se...

Solamente: Horn. «Horn. Mortinato». Y una fecha: un dia de la semana ante-

rior. Y ni una for en esa pobre tumba. Ni un signo. Nada de nada.

Abandonada. Olvidada ya... Horn... Es,una tonterfa pero uno no puede evi-

tarlo, pensaba en albatros. Majestad de la gran marejada gruesa y azul...

i,Albatros? Ni siquiera pollito... ;Nuevo Horn. Mortinato... En Nanterre.

Miseria...

Ya no podia marcharme. Me quedaba ahi, embrutecido. anonadado.

Borracho de visiones y de fiebres. M is pies se hundian lentamente en la arena.

272

273

ANEXOS

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ANEXO

El Centro de acogida y de cuidados hospitalarios

de Nanterre'

01\lo se que turista escribia que, sin el u niforme de v igilante-jefe, al Ile-

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gar a Nanterre, a uno podria parecerle que llegaba a un gran hotel de b afios de

mar». Eso es lo que d ecia un conferenciante en su contribucion sobre la «C asa

de represion de Nanterre», presentada en el Congreso Internacional de

Amb eres, del 9 de octubre de 1890, relativo a los problemas creados por los

establecimientos penitenciarios 2

.

La prision de Saint-Denis, construida bajo el primer Im perio en aplica-

cion del decreto imperial del 5 de julio de 1808 sobre la «extirpacion» de la

mendicidad, en el curso del tiempo, ha resultado ser insalubre y demasiado

pequena. De modo que se decidio, por un decreto del 25 de febrero de 1873,

construir un centro de recogida de m endigos en Nanterre, sobre un terreno de

16 hectareas. Asi nada la Casa de represion de Nanterre. Habia incluso zonas

de detencion con 22 8 celdas, varios edificios acondicionados para la reclusion

en comun de mendigos liberados y hospitalizados voluntarios sometidos a

vigilancia, y una enferm erfa destinada a los enfermos y lisiados.

La Casa de represion de Nanterre abre el 7 de junio de 1 887, y u n decre-

to del 13 de septiembre del mism o aiio confirma su estatus de centro de men-

dicidad.

En la ceremonia d e inauguracion de la Casa, en presencia de Felix Faure,

presidente de la Republica, Louis Lepine, prefecto del departamento de la

Seine, tomo la palabra: «El 7 de junio de 1887, la antigua three' de Saint-

Denis vaciaba sus calabozos. Quienes iban a derruirla esperaban en la puerta

mientras flufan en tropel los vagabu ndos, los mendigos avidos de v er el sol,

una muchedumbre de palidos reincidentes que habian perdido ya hasta el

recuerdo del m ismo; tras ellos seguian en largas filar furgones de m obiliario,

las ambulancias en que se amontonaban los tullidos, los enfermos, el triste

residuo de la chusma, el

c ap u t m or tuum

de la vieja camel. Aqui es donde yo

conduje la cadena, a la Casa de represion de Nanterre, recien construida. Es

cierto que sus nuevos habitantes no perdian con el cambio. Esos amplios edi-

ficios inundados de aire y d e luz, esos dorm itorios espaciosos, esos grandes

patios umbrios, esa sensata distribucion a lo largo de kilOmetros de recorrido,

277

de aire fresco o calido segun la estacion, ese bienestar garantizado por las

leyes de la h igiene, todos los recursos del genio sanitario que asi se prodigan,

todo ello contrastaba con la triste morada que abandonaban».

Como puede verse, la autosatisfaccion miope de los burocratas no es de

hoy...

Ese

«caput mor tuum

de la vieja carcel», son 400 detenidos trasladados

desde Saint-Denis a Nanterre. En total, la Casa acoge a cerca de 5.000 vaga-

bundos e indigentes, que se reparten en tres categorfas: condenados a penas

leves de cartel, mendigos liberados e individuos bajo vigilancia, y personas

<<albergadas». Un informe de 1898 denuncia esta confusion: «No se cayo

inmediatamente en la cuenta de que construir un establecimiento que fuera a

la vez una cartel, un centro para mendigos y un hospicio (y, c omo c onsecuen-

cia, reunir en un m ismo recinto, cuando no en una zona Unica com o en Saint-

Denis, tres categorfas de individuos, qu e tienen a los ojos de la sociedad situa-

Paris. En 1976, por orden del jefe de Policia, el antiguo servicio sanitario de la

Casa de Nanterre queda rebautizado como «Hospital de la Casa de Nanterre».

La ley del 13 de enero de 1989 introduce u na mutation juridica esencial:

la Casa de Nanterre se convierte en establecimiento public° autOnomo y espe-

cifico de la Ciudad de Paris y toma el nombre de Centro de acogida y de cui-

dados hospitalarios de Nanterre

(Centre d'accueil et de soins hospital iers

de

Nanterre = CASH). Este ultimo esta compuesto por v arias entidades. Citemos

la propia administration de Nanterre, que, en un dossier de prensa de junio de

2000, presenta la institucion:

«El hospital Max-Fourestier (llamado asi desde 1992) cuenta con 190

camas de medicina, 90 cam as de cirugla, 12 camas de reanimation, un servi-

cio de urgencia, una section de hospitalizaciOn de dia y una maternidad. Hay

igualmente dos secciones de psiquiatria vinculadas al CASH».

«El centro de acogida alberga en la actualidad entre 600 y 700 personas

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ciones bien claras), seria perpetuar, en cierta medida, la anom alia que existia

en Saint-Denis» 4

. Represi6n, coercion y voluntad de ayuda se cruzan y se con-

funden, hoy como ayer, en el conjunto de ese campo, en Nanterre, como en

otras panes. Lo extremo de la desocializacion es anomico y en este elemento

indiferenciado, el pensamiento tropieza... Reina la «anomalia».

La Casa de represiOn de Nanterre cambia bastante pronto de nombre

(pero no de objeto) y se convierte en la «Casa departamental» de Nanterre. En

1907, Felix Roussel, presidente del Consejo general del departamento

[Diputacion provincial] del Sena, describe: «La Casa de Nanterre... como una

ambulancia del campo de batalla de la vida...»

5

. Cojeando entre ayuda y

represi6n, la Casa, aunque sigue siendo una camel gestionada por la Jefatura

de Policia, ofrece tambien una alternativa asilar a las insoportables exigencias

de la sociedad. Aunque se este encerrado en Nanterre, aunque se sufra, tam-

bien se vive. Al11 se esta protegido del frio y del ham bre. Al11 se trabaja para

asegurar le funcionamiento de la institucion. Alli tambien se esta enfermo. Al11

se muere. Entre 1893 y 1898, se habilita un edificio de enfermeria. Algunas

monjas prodigan sus cuidados. Otro edificio recoge albergados enfermos,

encamados o «incurables».

La orden del 16 de junio de 1907 del prefecto del departamento del Sena,

autoriza la acogida en Nanterre a las personas que pueden ser hosp italizados de

acuerdo con la ley del 14 de julio de 1905 sobre la asistencia obligatoria. La

enfermeria, en el curso de esos aims, se transformard en u n verdadero hospital.

Hay salas especializadas de cirugia, neumologia, medicina. La orden del 9 de

abril de 1930, da a la enferm eria de la Casa de Nanterre, el derecho a prodigar

cuidados medicos a la pob laciOn de siete Qomunas de los alrededores que care-

cen de hospitales (Puteaux, Suresnes, Courbevoie, Nanterre, Colombes, La

Garenne-Colombes, Asnieres). El decreto del 22 de diciembre de 1967 incluye

la Casa de Nanterre entre los servicios de la Jefatura de Policia. Esta inscrita en

el presupuesto de la Ciudad de Paris. El decreto del 8 de enero de 1970 trans-

fiere los bienes, obligaciones y derechos de la C asa de Nanterre a la Ciudad de

que dependen de la ayuda social. Los residentes, esencialmente masculinos

(un 90% de homb res) estan presentes, la mitad de ellos, en el establecimiento

desde hace muchos anos. Alrededor del 25% son minusvalidos fisicos y/o

mentales. El ultimo cuarto esta compu esto por residentes más jOvenes y menos

marginales, de los que se han hecho cargo p or una duraciOn c orta».

Un informe de actividad del centro de acogida de 1994, indica que un

75% de los albergados son de nacionalidad francesa, un 70% de los niitos no

poseen, o ya no poseen documentos de identidad, y el 90% no conoce su situa-

tion relativa a la seguridad social.

Esta cifra de 600 a 700 personas albergadas en el centro de acogida, ofre-

cida en junio de 2000, debe ser revisada a la baja. La tendencia a la disminu-

cion del ntimero de alojados es extremadamente fuerte. El c entro podia acoger

hasta 5.000 personas en 1978. Eran algo más de 1.000 en 1996. Solo eran

cerca de 400 a principios de 2001.

Las condiciones de alojamiento mejoran. La institucion se ajusta cada vez

más a las condiciones de alojam iento clasicas (duraci6n del alojamiento limi-

tada, contratos terapeuticos, etc.). Nanterre, y es mu cho m ejor asi, se normali-

za, pero, en cierto sentido, lo asilar sale perjudicado...

«El servicio de acogida y de orientation organizado en 1993, tiene com o

misiOn evaluar la situation de las personas con v istas a su entrada en el Centro

de alojamiento y d e reinsertion social

(Centre d 'hebergement et de reinsertion

sociale =

CHRS, cerca de 100 plazas) o de su orientation hacia una estructu-

ra externa mejor adaptada a sus necesidades».

«El Centro de ayuda p ara el trabajo

(Centre d 'aide pour le travail =

CAT)

creado en 1992, tiene como funcion ofrecer una actividad profesional adapta-

da y tutelada para las personas minusvalidas. De una capacidad de 35 plazas,

tiene una vocation horticola que le lleva sobre todo a hacerse cargo del man-

tenimiento de los espacios v erdes en las residencias vecinas».

«El asilo para ancianos, de una capacidad inicial de más de 500 camas,

de las cuales cerca de 100 en la section de cura medica, ha perdido desde hace

278

79

poco la calidad juridica de h ospicio. Pero las condiciones de alojamiento of re-

cidas (habitaciones de tres o cuatro camas) siguen siendo insatisfactorias y

poco co nformes con las norm as de este tipo de establecimiento. Por eso se ini-

cio a partir de 1993, un proyecto de modernizaciOn y de humanizaciOn, que

pretende reducir a la m itad la capacidad de acogida, deslocalizando a algunos

huespedes y realizando importantes trabajos de renovaciOn, que d eberian estar

terminados en 200 3. El asilo acoge prioritariamente a los residentes del centro

de acogida y otras personas mayores sin recursos».

Todo ello, ademas, del Centro de alojamiento y de asistencia a las perso-

nas sin techo

(Cent re d 'hebergem ent e t d 'ass i s tance aux personnes sans abr i

= CHAPSA) que acoge a los indomiciliados traidos ya sea por el autobtis de

la policfa (Brigada de asistencia a las personas sin-techo,

Br igade d 'ass is tan-

ce aux personnes sans abri =

BAPSA), ya sea por los de la RATP (Acogida

social). Este centro, creado en 1955, ha sido totalmente reconstruido, en el

A N E X O 1 1

Estadisticas: poblacion y pobreza

Preambulo

Si las encuestas estadisticas nacionales e internacionales consiguen delimi-

tar el ntimero de personas pobres, en cambio evaluar la poblacion de los indomi-

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marco de u n proyecto de renovacion de 67 m illones de francos, e inaugurado

en junio de 2000. Tiene 250 camas repartidas en dormitorios de cuatro a seis

personas. Ademas, 50 camas estan dedicadas a los cuidados de enfermeria,

que perm iten ofrecer a sus ocupantes tratamientos que su situaci6n no permi-

te ofrecer en ambulatorio. La capacidad total de acogida del CHAPSA es,

pues, de 300 camas. La estructura, en 1995, registrO que habfan pasado algo

más de 79.000 personas.

La consulta medica del CHAPSA contabilizaba en 1996, cerca de 18.000

visitas (cerca de un cuarto de las visitas en el centro), o sea, aproximadam en-

te 55 pacientes al dia. La consulta dispone de cerca de 9.000 historiales medi-

cos activos, es decir, historiales de pacientes cuya Ultima consulta se remonta

a menos de tres altos.

En cuanto a la presencia de los pacientes indomiciliados en el conjunto

de los servicios del hospital, los datos del Departamento de informatica medi-

ca para el alto 1995 muestran que representan el 20,1% de los actos de servi-

cio de urgencias, el 10,2% de las admisiones en cirugia y el 16,6% de las

admisiones en medicina.

ciliados sigue siendo todo un desatio: las cifras que circulan pueden variar de lo

simple a lo doble. En 2 001, el INSEE, consciente de la insuficiencia de los datos

disponibles, lanzo, por primera vez, un censo con el fin de evaluar el ntimero de

personas sin alojamiento en Francia. 350 agentes del Instituto recibieron una for-

macion especifica, más larga que p ara un censo ordinario. Los resultados de esta

encuesta no estaran disponibles hasta finales de 2001 , incluso principios de 2002.

Los investigadores del Instituto Nacional de Estudios Demograficos (INED)

explican claramente en su Ultima contribuciOn sobre la cuestion (M. Marpsat,

J.-M. Firdion, y otros:

La Rue et le foyer. Une recherche sur les sans domicile fixe

et l es mal - loges dans l es an nees 1 990 ,

INED/PUF, 2000) las razones de esta

imprecision estadistica: oLa divergencia de las cifras se explica en primer lugar

por diferencias de definicion que se refieren a dos aspectos esenciales: por una

parte, i,a que se llama un sin domicilio (respectivamente un indomiciliado, un sin-

techo, etc.)? Por otra parte, i,se intenta conocer su ntimero en u n mom ento dado,

saber cuantos han conocido esta situacion a lo largo, por ejemplo, de u n alto, o

cuantos se han quedado en esa misma situaciOn durante todo el alio?

La segunda razon es, a falta de estadisticas oficiales fiables (es decir, cuyas

limitaciones sean conocidas y estimadas), el em pleo de fuentes m al adaptadas a

la cuestion planteada, y los errores que este use pueda engendrar» (p. 184).

Por consiguiente, las cifras p resentadas en este anexo padecen las distor-

siones mencionadas.

1.

La pobreza en Francia y en Europa

E N F R A N C I A

Vivir por debajo del umbra] de pobreza

El ultimo estudio del INSEE («Revenus et patrimoine des menageso

,

edi-

ciOn 2000-2001,

Syntheses,

n° 47, marzo de 2001) estima que, en 1997, el

280

281

7,3% de los ho gares eran pobres en el sentido monetario del termini), es dec ir,

un total de 4,2 m illones de individuos. Sus ingresos disponibles eran inferio-

res al umbral de pobreza —definido como la mitad del nivel de vida mediano—,

es decir, alrededor de 3.500 francos al m es para una persona sola, 5.250 fran-

cos para una pareja, más 1.050 francos por hijo de menos de 14 afios.

Tras haber caido fuertem ente entre 1970 (el 15,7% de los hogares bajo el

umbral de pobreza monetaria) y 1984 (7,1%), estos resultados se quedan

estancados desde entonces. Y ello, a pesar de las mejoras de la coyun tura y de

la vuelta al crecimiento.

Desde los arios setenta, los hogares de jubilados han lido los principales

beneficiarios de la bajada de la pobreza: en 1970, u n matrimonio jub ilado de

cada cuatro era pobre; en 1997, solo hay uno sobre 25. En cambio, los matri-

monios de asalariados o de parados no han conocido descenso de la pobreza

en veintisiete anos, aunque sus ingresos medios hayan progresado. De 1 990 a

1997, su tasa de pobreza, incluso, ha aumentado. Hay que ver en ello las con-

millones de personas estar afiliadas al regimen de base del seguro de enferme-

dad. Aseguraba a cerca de 5 m illones de individuos una cobertura de enferme-

dad complementaria al 100% gracias al sistema llamado del "pago de un tercio",

que dispensa del adelanto de los gastos. Una de las sorpresas del dispositivo es

la juventud de los beneficiarios: el 42% de ellos tiene menos de 20 alios. La edad

media es de 27 afios, frente a 38 para el conjunto del regimen general.

EN EUROPA

Segtin las cifras publicadas en julio de 2000 por Eurostat, la oficina esta-

distica europea de la Comision de Bruselas, uno de cada seis europeos (57

millones de personas) vive por debajo del umbral de pobreza. Mientras en

Francia, este umbral esta definido como la mitad del nivel de vida medio, las

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secuencias de la degradation del mercado de trabajo: aumento del paro, del

tiempo parcial (sobre todo no elegido) y de las form as precarias de empleo.

Los beneficiarios de los minimos sociales

A finales de 1999, tres m illones de hogares recibian subsidios de solida-

ridad («Les allocataires des minima sociaux en 1998-1999. Etudes et resul-

tats», Direction de la recherche des etudes de revaluation et des statistiques

(DREES) , ministerio del Empleo y de la Solidaridad, n° 67, junio de 2000 ).

Se cuentan och o prestaciones: el RMI, el subsidio de pariente aislado, el

subsidio de adultos minusvalidos, el subsidio suplementario de invalidez, el

subsidio de solidaridad especifico, el subsidio de insercidn, el subsidio suple-

mentario de vejez, el subsidio de viudedad.

El RMI es, con mucho, la prestacion más importante, puesto que cubre el

32% del conjunto de los beneficiarios. Segtin las cifras de la Caja nacional de

los subsidios familiares

(Caisse nationale des allocations familiales =

CNAF),

a 30 de junio de 2000, se contaban 1.131.400 beneficiarios del RMI. Del 30 al

40% de ellos nunc a han tenido un contrato de insercion.

El alojamiento

El Alto Comite para el alojamiento de los desfavorecidos, estima que, en

el alio 2000, seis millones de personas se encontrarfan, en Francia, en situa-

cion de precariedad e inseguridad.

Unas 550.000 (de las cuales, 50.000 son nifios) viven en hoteles y 35.000

viven en centros de alojamiento y en centros de acogida.

La salud

Instaurada el 1 de enero de 200 0, la Prestacion de enfermedad universal

(Couver ture maladie un iversel l e =

CMU) permitia, en abril de 2001, a 1,1

comparaciones europeas han indicado el 60% del nivel de vida media.

Esta proportion sigue siendo inferior a la media europea en Dinamarca,

en Austria y en los Paises Bajos (11 a 13%). Es más elevada en Portugal

(22%), en Grecia (21%) y en el Reino Unido (19%).

Los más afectados por la pobreza en Europa son las familias monoparen-

tales cuando los hijos tienen menos de 1 6 anos (un 45% tienen una renta infe-

rior al umbral de pobreza) y los jovenes de menos de 30 atios (39%). Por el

contrario, la tasa de pobreza de las parejas sin nitios o que tienen u no o dos

Milos pequefios esta comprendida entre el 9 y el 16% .

2.

Los indomicil iados, una poblacion mal iden ti ficada

EN FRANCIA

El cuadro que se reproduce más adelante esta sacado del estudio del

INED

(op. cit.),

muestra hasta que punto difieren las estimaciones de un obser-

vatorio a otro. Una de las estimaciones más elevada es la de Emans, que cal-

cula en 2 millones el tinnier° de personas mal alojadas en Francia y en 400.000

el de los sin-techo.

oEn definitiva, anotan los expertos del INED, la cifra más corrientemen-

te citada en los informes oficiales y los proyectos de ley es de 200.000 sin-

techo. Esta estimation descansa en la suma de tres cifras: 45.000 personas en

refugios improvisados, 59.000 en centros de urgencia y 98.000 indomici-

liados. Este ultimo resultado esta sacado de una lista corrientemente llamada

"lista de los indomiciliados" llevada por las prefecturas, p or la cual, los tran-

setintes, la gente del circo, feriantes que viven p ermanentemente en caravanas

estan vinculados administrativamente a una comuna de residencia para sus

derechos civicos: escolarizacion de los nifios, tarjeta electoral, etc.» (INED ,

op.

cit.,

p. 186).

282

83

Esta sintesis que llega a la cifra de 200.000 ha de ser tomada con pru-

dencia, pues es seguro que implica cuentas dobles, lo cual no dejan de subra-

yar los informadores del INED.

Paris intra-muros

i,Cuantos indomiciliados en Paris? Las cifras son igual de inciertas. Una

investigaciOn Ilevada a cabo por el INSEE en el curso de una noche de invier-

no de 1995 recogi6 la estadistica de 8.000 individuos.

Por su parte, el INED, que hate su estimation sobre una semana media,

calcula en 9.800 el numero de personas que utilizan los servicios de aloja-

miento y de reparto de alimentos (incluidos sopa y café por la noche) en Paris

intra-muros.

Diferentes estimaciones del namero de oindomiciliados» en Francia

E S T I M A C I O N

I T E R M I N O

U T I L I Z A D O

T I T U L O

D E L E S T L T I O

FECHA DE

E C H A D E 1

,

O S D A T O S

1

P U B L I C A C I O N

1 T R A T A D O S 1

R E D A C T O R E S

1

D E S T I N A T A R I O

M E T O D O

Entre 2 0 0 . 0 0 0

y

4 0 0 . 0 0 0 c o n

d i f i c u l t a d d e

a l o j a m i e n t o

G r a n d e p a u v r e t e

e t p r e c a r i e t e

e c o n o t n i q u e e t

s o c i a l e

F e b r e r o de

1 9 8 7

J o s e p h W r e z i n s k i p a r a

e l C o n s e j o e c o n O t n i c o

I ;

s o c i a l

E x t r a p o l a t i o n a

p a r t i r d e

e s t i m a c i o n e s d e

l a a s o c i a c i o n

A T D e n R e i m s

2 0 2 . 0 0 0

s i n - t e c h o d e l o s

c u a le s 9 8 . 0 0 0

i n d o m i c i l i a d o s

S a n s - a b r i , l ' e t a t

d e s l i e u x

1 9 9 2

1 9 9 0

B I P E p a r a e l g ru p o

S C I C C a ja d e

d e p O s i t o s

E v a l u a c i O n a

p a n i c d e l o s

d a t o s d e c e n s o

g e n e r a l d e l a

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p o b l a c i o n y d e l

f i c h e r o

p r e f e c t o r a l d e

l o s

i n d o m i c i l i a d o s

2 5 0 . 0 0 0

i n d o m i c i l i a d o s

L a g r a n d e

e x c l u s i o n

s o c i a l e

D i c i e m b r e

1 9 9 3

1 9 9 3

C h r i s t i a n C h a s s e r i a u

p a r a e l m i n i s t e r i o d e

A s u n t o s s o c i a l e s

E s t i m a c i O n

p e r s o n a l

6 2 7 . 0 0 0

s i n - t e c h o

L a i s s e s - p o u r -

c o m p t e : p r o f i l

d e s s a n s - a b r i e n

E u r o p e

1 9 9 3

1 9 9 3

F E A N T S A p a r a l a

C o m i s i o n d e l a s

C o m u n i d a d e s

e u r o p e a s

E s t i m a c i o n e s

p r o c e d e n t e s d e

i n f o r m e s

r e a l iz a d o s p o r

l a s a s o c i a c i o n e s

f r a n c e s a s

E n t r e 2 0 0 . 0 0 0

y 5 0 0 . 0 0 0

s i n - a l o j a m i e n t o

L e s s a n s - l o g i s

1 9 9 3

1 9 8 7

E x p e r t o s n a c i o n a l e s

p a r a e l C o m i t e

d i r e c t o r s o b r e l a

p o l i t i c a s o c i a l d e l

C o n s j eo d e E u r o p a

Fuente:

La rue et le foyer,

INED/PUF, Diffusion. 2001.

284

85

Las mujeres

En su estudio (oUn av antage sous contrainte: le risque moindre pou r les

femm es de se trouver sans-abri»,

Population,

revista del INED, n° 54), Maryse

Marpsat da unas c uantas estadisticas: habria un 17% de mujeres entre la pobla-

cion de indom iciliados. El 1% de ellas duermen fuera por la noch e (frente a un

8% de hombres). Un 67% son recogidas en centros de alojamiento de larga

duracion (frente a un 29% de los hombres). Finalmente, el 37% van acompa-

fiadas de ninos (1% aproximadamente entre los hombres).

Los da tos del Cent ro de acogida y de cu idados h osp i ta lar ios de Nanterre

D. Chappey-M anouk, P. Declerck, P. Henry (1988) h icieron un recuento

de un fichero de cerca de 8.600 pacientes en la consulta del Centro de aloja-

en la FEANTSA

(European Federation of National Organisation Working

with the Homeless).

Segiin uno de los responsables de esta organizaci6n, «las

decisiones tomadas por la Union europea en el momento de la c umbre de N iza

de diciembre d e 2000 van a perm itir lanzar el taller estadistico pero h ard falta

al menos u n alio, antes de que estén disponibles las primeras estimaciones»,

siendo la principal dificultad conseguir armonizar los datos de cada Estado

miembro con el fin de poder agregarlos. En el momento actual, las definicio-

nes de lo que constituye un osin-techo» siguen siendo demasiado dispares de

un pais a otro.

En realidad, existe, a nivel europeo, una confusiOn evidente entre indo-

miciliados e qitinerante» para quienes estan disponibles los datos. Asi, segtin

una estimacion de M edicos del Mundo internacional, se contarian de 8 a 12

millones de cingaros-gitanos en los 41 paises del Consejo de Europa. No tie-

nen ni territorio ni identidad religiosa. Para los que (i,cuantos?) residen en el

seno de la Union europea (UE), un estudio de MD M, realizada sobre 1998 y

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miento y de asistencia a las personas sin-techo (CHAPSA ).

Las dimensiones demograficas de este fichero eran las siguientes:

Sexo y edad: 91,3% de hombres y 8,7% de m ujeres.

El 12% de los hombres tenian menos de 30 altos; el 82,2% de los hom-

bres tenian entre 30 y 60 altos; el 5,8% de los homb res tenian más de 60 altos.

El 15,8% de las mujeres tenian menos de 30 altos; 69,1% de las mu jeres

tenian entre 30 y 60 altos; 15,1% tenian más de 60 altos.

Origen geografico de nacimiento: 77% Francia; 11,5% Magreb; 5,7%

Union europea; 1,3% A frica negra; 4,5% Otros.

En lo que se refiere a Francia, el reparto geogrdfico de los o rigenes era el

siguiente: 43% Paris y region parisina; 24% Oeste; 17% Norte; 9% Este; 5%

Sur; 2% D OM-TO M (Departamentos y territorios de ultramar).

P. Declerck, P. Duprat, 0.

Gaslonde, J. Hassin, J.-P. Pichon (1996) co nta-

ron 7.110 usuarios del CHAPSA en 1994, para una ratio de sexo de 8,37% de

mujeres y 91,63% de hombres. La edad media de la poblaciOn, de 1987 a

1994, perm anece estable en torno a los 42 altos.

J. Hassin (1996) destaca una evolucion de la relacion entre franceses y

extranjeros en el seno de la poblacion que frecuenta el CHAPSA entre 1987 y

1995. Esta relacion era, en 1987, de 75,8% de franceses por un 24,2% de

extranjeros. En 1995, era del 66,6% de franceses por 37,4% de extranjeros.

Los indomiciliados procedentes de los paises del Este (Bulgaria, CEI,

Hungria, Polonia, Rumania, Checoslovaquia, Yugoslavia) eran 34 en el CHA P-

SA, en 1987, y 807 en 1995. L os polacos eran 26 en 1987 y 402 en 1995.

EN EUROPA

No existen cifras oficiales europeas referidas a la poblacion de los indo-

miciliados. Ni en Eu rostat, el oficio estadistico de la Comision de Bru selas, ni

1999, mu estra que su esperanza de v ida esta por debajo de los 65 altos, es decir

veinte altos menos que la registrada en la UE y que la m ortalidad neonatal es

tres a cuatro veces superior a la de los autoctonos.

3.

Las evaluaciones de las es tructuras de ayuda, acogida y alojamiento

Sigue aqui un inventario de las cifras presentadas por varias asociaciones,

instituciones caritativas y profesionales de la salud. Estas estadisticas permi-

ten tocar con el dedo la realidad de la vida en la calle.

Reparto de alimentos

Los «Restos du Cc eur» (Restaurantes del corazon), creados en octubre de

1985 por Coluche, anunciaban para su primera camp aiia de invierno 8,5 millo-

nes de comidas servidas. Cifras que, desde entonces, se han disparado: 60

millones de comidas servidas en 1998-1999 y 55 millones en 1999-2000.

El presupuesto de los «R estos» ha progresado en proporciones casi iden-

ticas: 39,4 millones de francos en 1986, 409 millones de francos en 1999, y

505 m illones en 2000 . Dos tercios de los gastos de los «Restos» atafien a la

ayuda alimentaria.

Alojamiento y apoyo

En 1999, el Auxilio catolico acogi6 a 703.600 personas o familias en

situacion de pobreza. Estima que 1 62.000 de ellas carecen de residencia esta-

ble. Entre ellas, 70.000 indomiciliados viven en caravanas, en el hotel o de

okupas.

El 80% de los acogidos son de nacionalidad francesa y el 10% proceden

del Magreb. Los dos tercios de los extranjeros tienen un estatus en regla, defi-

286

87

nitivo o provisional. El 30 % esperan una decisi6n sobre su petition de estatus.

El 3% no tiene papeles.

El Socorro popular anunciaba, el mismo ano, que habia repartido una

ayuda alimentaria a 156.000 familias y a 59.200 personas aisladas.

92.000 personas han sido recibidas en sus guardias de acogida, y entre

ellas, cada vez más jovenes de menos de 25 anos (un cuarto, aproximadamen-

te). 25.775 familias y personas solas se beneficiaron de una ayuda en el cam po

del alojamiento y fueron atendidas 11.084 familias.

Ematis, si se tiene en cuenta el conjunto de los modos de intervention

(Comunidades, Fundacion Abbe-Pierre, Asociacion Ematis, Ematis

Alternativas, SOS familias), ayuclo en 1999, a 51.000 personas en acogida de

urgencia, a 272.000 en acogida de noche y 165.000 en acogida de dia.

La Asociacion Em atis, que es la estructura que más se enfrenta a la urgen-

cia, anuncia para el alio 2000, 145.000 visitas en acogida de dia, 210.000

noches en alojamiento de urgencia, 55.000 dias de alojamiento en CHRS,

En 1999, 27.456 personas diferentes llamaron al 115 y formularon

338.018 peticiones que dieron lugar a 295.323 orientaciones hacia centros de

alojamiento de urgencia simple o para recibir cuidados de enfermeria. Una

cifra en progresiOn con relacion a los dos anos anteriores: 21.533 en 1997 y

24.344 llamadas en 1998.

El 77,5% de las llamadas al 115 proceden de indom iciliados y el 9,2% de

hospitales. El pago p rocede de asociaciones, de particulares, de com isarias, de

bomberos.

El 81% de las peticiones se hacen de dia, el 19% de noche. Las estadisti-

cas del 115 m uestran que las llamadas son constantes, sea cual sea la estacion:

los indomiciliados necesitan una asistencia todo el alio, y no solamente en

invierno.

La poblacion que llama al 115 es. en un 79% masculina y en un 21%

femenina. El 5% son niiios. La edad m edia es de 35,5 anos. Cada vez son más

numerosos los jovenes que llaman al 115, pero, en proportion, lo hacen muc ho

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340.000 com idas o paquetes de alimentos y 43.000 consultas «Ecoute Sante».

La Operation Atlas fue lanzada por la RATP (com partida con asociacio-

nes como el Ejercito de Salvation y el Socorro catolico) en 1992 con el fin de

proponer un alojam iento nocturno a los indomiciliados.

Hasta 1997, esta acogida no funcionaba má s que durante los cuatro meses

de invierno. En el curso de la campaiia 1992-1993 , se realizaron 3.216 trans-

portes y alojamientos. Las cifras aumentaran enseguida: 13.000 en 1993-1994,

21.000 en 1994-1995).

La direction de la action social que se hace cargo del dispositivo en 1995,

lo hace operativo 365 dias al ano en 1997. Desde entonces, todos los anos se orga-

nizan entre 80.000 y 100.000 transportes y alojamientos (83.000 en 2000).

Desde 2000, la existencia de la operaciOn esta amenazada. Su futuro

pende de una decision del Estado que deberia tomarse en 200 1.

Cuidados

Medicos del Mu ndo recibe a 35.000 pac ientes de media al aim en sus ser-

vicios permanentes. En 1999, esta acogida se tradujo en 88.204 consultas

medicas de las cuales 8.250 fueron consultas dentales.

Si el 59% de los pacientes son hombres, las mujeres son muy claramen-

te mayoritarias en las clases de edad de los menores de 25 anos.

El 70,8% de los pacientes es de nacionalidad extranjera. El 70% tienen

un dom icilio precario. El 73% no tiene ninguna cobertura de enfermedad.

Medicos del Mundo dispone, en Paris, de una «Mision indomiciliados»

desde 1993. El equipo de 36 voluntarios y 5 asalariados acogio alli a 7.567

personas en 1999 du rante las tres tardes por semana de ap ertura del local de la

avenida Parmentier.

El Samu social de Paris realiza desde 1997 un estudio epidemiolOgico a

partir de los datos recogidos por el equipo de quienes hacen las guardias tele-

fOnicas del 115, el numero de urgencia de los sin-techo.

288

menos a menudo que las otras clases de edad: el numero medio de peticiones

es del 6,6% para los que tienen entre 18 y 24 anos y del 28,3% para los que

pasan de los 70 anos.

Algunas encuestas parciales entre una mu estra de personas que llamaron

al 115, indican:

-

que el 83 % son personas solas: solteras, divorciadas, separadas o viu-

das. (Muestra: 7.424 personas).

-

que el 83% de ellas estan en la calle desde hace menos de un ano (un

38% desde hace menos de una semana, un 54% desde hace menos de un mes,

un 8% desde h ace entre un mes y un alio). El 7% esta en la calle desde hace

entre uno y dos anos. Un 10% estan en la calle desde hace al menos dos anos.

(Muestra: 6.312 personas).

-

que el 62% carecen de recursos, el 17% reciben el RM I, el 21% tienen

otro tipo de recursos sociales (jubilation, ASSEDIC, pension de invalidez.

etc.). (Muestra: 16.256 personas).

- que el 44% no tienen ninguna cobertura soc ial. (Muestra: 15.768 per-

sonas).

- que el 54% disfrutan de un seguimiento social en una asociaci6n, un

centro de alojamiento, etc. (Muestra: 16.311 personas).

Globalmente, el Observatorio del Samu social de Paris llega a la conclu-

siOn de oque la poblacion que ha llamado al 115 en 1999 ha evolucionado

poco con relacion a 1998 en su s principales caracteristicas (distribuciOn por

estado civil, edad media, tiempo de v agabundeo, etc.). En camb io, en termi-

nos de efectivos, el numero de mujeres ha aumentado en un 23% y el de nifios

con padres en un 50%. El aum ento sensible, desde 1998, del numero de fami-

lias es preocupante» («Estudio epidemiologico del programa del num ero de

urgencia para los sin-techo», Resumen, 1999, p. 8).

289

ANEXO Ill

Epidemiologia m edica y psiquiatria

No se trata aqui de pasar revista al estado general de la cuestiOn de la

salud fisica y m ental de los sin-techo. Los estudios franceses y extranjeros son

numerosos y de calidad variable. Todos se enfrentan a dos dificultades meto-

dologicas.

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La primera es la de la casi-imposibilidad de definir muestras comparables

entre si: zque es un sin-techo?, dun indigente?, zun indomiciliado? Definir cri-

terios de inclusion puramente objetivos (tantas noches pasadas en la calle para

un periodo de tiempo dado, etc.) lleva a confundir los perfiles de sujetos y a

difuminar asi las especificidades patologicas de poblaciones diferentes. De

hecho, el procedimiento que consiste en objetivar de ese modo el estatus de

sin-techo, lleva a pasar al lado de la especificidad medico-psiquidtrica del sin-

drome de desocializaciOn.

La segunda va ligada a los limites y a las incertidumbres inherentes a la

interrogacion de sujetos que estan, generalmente, fisica y psiquicamente ago-

tados, borrachos o bajo la influencia de su stancias psicotropas, y que tienen

tendencia a recubrir las peripecias de su p asado con el velo del olvido ( real o

simulado).

Por estas razones, los resultados del conjunto de los estudios realizados

son de calidad e interes mu y diversos. Presentan variaciones cuantitativas con-

siderables y son extremadamente dificiles de comparar entre O. Es poco decir

que la incertidumbre c uantitativa reina en este dominio. No obstante, de una

gran mayoria de trabajos, se desprende un conjunto de problematicas.

Cualitativamente, la observation hecha por el Dr. Patrick Henry (P.

Henry, 1985) y recogida posteriormente (D. C happey-Manouk y otros, 1988;

P. Declerck y otros, 1996; P. Declerck, P. Henry, 1 996; J. Hassin, 1996), sigue

siendo valida. Define un «decorado patologico» en el que estan permanente-

mente inm ersas las personas de la calle. Ese «decorado» supone siete dimen-

siones: el alcoholismo/tabaquismo y las toxicom anias, los trastornos mentales,

la malnutrition y la desnutricion, la exposition a las agresiones (fisicas y cli-

maticas), la falta de h igiene, la falta de suefio y el retraso en la medicalizaciOn.

De sde e l punto de vi s ta somat i c ° ,

examinem os los resultados cuantitati-

vos de los estudios siguientes:

291

D. Chappey-Manouk, P. Declerck, P. Henry (1988) contabilizaron

46.000 consultas realizadas en el Centro de alojamiento y de asistencia a las

personas sin-techo (CHAPSA) de Nanterre para un fichero de

cerca

de 8.600

pacientes. De esas 46.000 actas, el 36%

2 se referian a patologias y cuidados

cutaneos (lesiones cutaneas 27%; parasitosis 7%; dermatosis 2%). el 10% a

predelirium tremens, el 7% a trastornos neurologicos (de los cuales un 5% de

ataques epilepticos), el 6% de la neumologia y de las tuberculosis, el 6% de

las alteraciones del estado general y de los edemas de posturas, el 5% de trau-

matologia, el 5% de cirugia, y el 25% de patologias varias.

Ademas, un interrogatorio a 77 pacientes (67 hombres y 10 mujeres) per-

mitia apreciar un 2 5% de antecedentes gastro-enterologicos diversos (amibia-

sis, hepatitis virales o alcoholicas, tilceras gastriticas, gastritis, hernias de

hiato, pancreatitis), un 22% de antecedentes tuberculosos, un 21% de antece-

dentes epilepticos, un 14% de antecedentes pulmonares diversos (abcesos de

pulmon, pleuresias, neumonias, bronquitis cronicas, asbestosis), un 14% de

artritis, psicosis alcoholicas, epilepsias, hepatitis no virales y cirrosis, pan-

creatitis) 15%, dermatologia (pediculosis, acariosis, micosis, tilceras de pier-

na. otras dermatosis) 15%, examenes y vigilancia 15%, psiquiatria 8%, trau-

matologia (fracturas, luxaciones, esguinces, llagas diversas y traumatismos

superficiales, congelaciones e hipotermias) 8%. otros motivos 24%.

La investigacion del Instituto nacional de estudios demograficos

sobre los sin-techo de febrero-marzo de 1995, reahzada a partir de un cues-

tionario (M. Marpsat, J.-M. Firdion y otros, 2000, p. 343) permite apreciar

que de 400 sin-techo (338 hombres y 62 mujeres), el 19% declaran que

sufren trastornos psiquicos, el 10% trastornos reumatologicos, el 8% tras-

tornos respiratorios y ORL, el 6% trastornos cardio-vasculares, el 5% tras-

tornos neurologicos, el 4% trastornos dentales y el 2% solo «de la piel>>. Este

ultimo resultado traduce la problematica de todo estudio realizado sobre

cuestionario: la fiabilidad de las respuestas depende de la calidad de percep-

cion y de la tom a de conciencia de los sujetos del estudio. Y es probable que

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antecedentes infecciosos diversos (poliomielitis, meningitis, paludismos, tifus,

difterias, infecciones urinarias), y un 13% de antecedentes cutaneos diversos

(piodermitis, parasitosis, ulceras de pierna). Solo el 31% de los pacientes no

sefialaban ningun antecedente medico.

Este estudio, por la importancia de su muestra (46.000 actas medicas) es

extremadamente fiable. En cambio, esta un poco anticuado y probablemente

no refleje la mejoria del estado de salud general de los sin-techo, apreciada

subjetivam ente por el conjunto de los practicos en Francia, y ligada a la mul-

tiplicacion, estos ultimo s ailos, de los lugares especIficos de esas poblaciones.

Dicho esto, si la medicalizacian creciente de la poblacion de los sin-techo

lleva con toda probabilidad a una disminucion (estadistica) de la incidencia de

cuadros gravisimos porque han sido dejados durante demasiado tiempo sin

cuidados, en cambio influye probablemente poco en la prevalencia' de las

diversas patologias en el seno de esta poblacion. Es decir que los sin-techo,

probablemente tengan tendencia a sufrir tan frecuentemente como antes las

mismas patologias, pero hoy en dia, estos ultimas se curan más rapidamente,

y por lo tanto, mejor. Ello, bajo reserva de que se mantenga en el tiempo, el

esfuerzo colectivo desplegado en los diversos lugares de cuidados (Nanterre,

Medicos del Mundo, Samu social, servicio de urgencias de los hospitales,

etc.).

—P. Declerck, P. Duprat, 0. Gaslonde, J. Hassin, J.-P. Pichon (1996) en

un estudio llevado a cabo entre personas que pasaban consulta en el CHAP-

SA, estudiaron un conjunto de 276 pacientes (236 hombres y 40 mujeres).

Los antecedentes admitidos de esos pacientes eran los siguientes: alco-

holismo/tabaquismo 37%, traumatologia 15%, dermatologia 13%, patologias

infecciosas 13%, psiquiatria 4%, otros 18%.

Los motivos de consulta más frecuentes eran los siguientes: patologias

infecciosas (infecciones de las vias aereas, tub erculosis, gastroenteritis, V1H,

ORL) 22%, alcoholism° (alcoholism°, gastritis y esofagitis, polineuritis y

una parte de los sujetos interrogados no identifique una dermatosis o una

parasitosis como patologia medica...

Hay que decir unas palabras sobre la tuberculosis. Sin deteccion siste-

matica, es evidente que su prevalencia, tal como aparece en los motivos y/o

diagnosticos de consulta, es necesariam ente inferior a lo que es en realidad.

Esta deteccion sistematica (en Nanterre o en otra parte) ha sido discutida a

menudo. Hasta ahora, se ha evitado por razones eticas ligadas a la vez a la

imposici6n de una m edida diagnostica a sujetos que no la piden, y al temor a

estigmatizar un poco más entre el public° a una poblacion que eventualmente

podria ser percibida como masivamente portadora del bacilo, y por lo tanto

potencialmente contaminante.

Un docum ento del Observatorio del Samu social de Paris

(Tuberculose et

grande exc lus ion ,

Paris, octubre de 1998), pasa revista a lo esencial de los

datos epidemiologicos de la cuestion. Y el b alance que presenta es muy inquie-

tante.

Recordemos que en un estudio ya citado (D. Chappey-Manouk y otros,

op. cit.),

los autores habian anotado un 22% de antecedentes tuberculosos

declarados en una serie de 77 pacientes. En cuanto a P. Declerck y otros

(1996), los autores encon traron que el 16% de una serie de 276 pac ientes cal-

dos en la indigencia padecian o habian padecido tuberculosis.

D. Kumar y otros en Londres, en 1995, radiografiaron a 342 indomici-

liados: el 5,6% presentaban imagenes radiologicas evocadoras de tuberculosis

active.

En 1997, en Paris, en el hogar de «La Mie de Pain>>, F. Antoun y F.

Bonamy radiografiaron a 390 sujetos. Estas radiografias permitieron identifi-

car «8 tuberculosis seguras y 6 tuberculosis probables o muy probables». Es

decir, una prevalencia de la tuberculosis entre el 2,051% y 3,590% de los suje-

tos radiografiados. Sabiendo que en 1995, se estimaba en 17 casos por 100.000

habitantes la incidencia de la tuberculosis en Francia, la conclusion es que esta

292

93

serie de 390 sujetos sin-techo presentaba una tasa de prevalencia de la tuber-

culosis de 120 a 211 veces superior a la tasa de incidencia de la media

national'.

Desde el punto de vista psiquicitrico,

el perfil tipo que emerge de la

poblacion de los indigentes, es el de un hombre (la poblaciOn es masculina en

cerca de un 90%) gravemente alcoholico/tabaquico, aislado en lo que a rela-

ciones se refiere, y que ha tenido una infancia marcada por traumas varios.

— D. Chappey-Manouk, P. Declerck, P. Henry (op.

cit.)

indican que en

una serie de 77 pacientes interrogados en la consulta medica del CHAPSA

en Nanterre (67 hombres y 10 mujeres, el 9% tenfan entre 18 y 30 afios, el

50% tenfan entre 30 y 50 arios, el 41% tenfan más de 50 albs, la edad media

era de 47 atios), el 60% afirman que son solteros, ninguno dice que este

casado.

El 34% vivian en la calle desde hada un perfodo que iba de 1 a 5 arios;

el 25% decian que hada entre 5 y 10 arios que estaba en al calle; el 14% afir-

observaciones de semiologia psiquidtrica, y hacfan constar recetas de psi-

cotropos.

Los medicamentos psicotropos recetados se repartian de la manera

siguiente (en porcentaje relativo a la totalidad de la muestra): Carbamatos

(Equanil): 20,6%; Benzodiazepinas: 20,6%; Somnfferos: 12,4%; Anti-epilep-

ticos: 2,8%; Neurolepticos: 1,2%; Antidepresivos: 0,2%.

Se observard la importancia de las recetas de Equanil que confirma la

prevalencia de sfndromes de abstinencia alcohO lica.

Las cifras muy &biles relacionadas con las recetas de anti-epilepticos, de

neurolepticos y de antidepresivos se explican por la conjunciOn de dos elemen-

tos. For una parte, la im posibilidad de Ilevar a cabo seguimientos regulares de

esos pacientes; por otra, la preocupacion de los terapeutas por no favorecer even-

males com portamientos toxicomanos, ni repartir a los pacientes productos que

pudieran revender o que podrian robarles los toxicomanos.

231 historiales (es decir, el 46,2%) indicaban por recetas y/o por diag-

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maban que estaban en la calle desde hada más de 10 afios.

El 50% afirmaban ser huerfano de uno o de los dos padres. El 33% de-

clan que ignoraban si sus padres segu ian con vida.

Un 64% dec fan que ya n o tenia ningrin tipo de relation con su familia.

El 50% de las m ujeres decfan que y a no tenia relaciones sexuales, frente

al 76% de los homb res. Un 55% de estos ultimos y a no se acordaban de la Ulti-

ma vez que tuvieron una relation. El 45% hacfan remontar esta fecha a un

poco más de once arios de media.

Las dos razones principales evocadas p ara explicar su paso a la calle eran

la ruptura conyugal o familiar (39%) y el paro (29%).

El 73% indicaban la m endicidad como fuente Unica de ingresos.

El 27% serialaban un alcoholismo paterno, un 11% hablaban de un alco-

holismo de los dos.

El 83% anunciaban un consumo medio diario de 2,7 litros de vino (o

equivalente). El 17% afirman que no beben, lo cual, para la mitad de ellos, era

invalidado por la presencia en los examenes sanguineos de los marcadores

biologicos reveladores de un c onsumo excesivo de alcohol. Las medidas prac-

ticadas con el etilometro permitfan estimar la cifra real del consumo de alco-

hol diario entre 4 y 5 litros de vino (o equivalente).

El 30% de los sujetos indicaban que habfan sido hospitalizados en psi-

quiatrfa. El 10% afirmaban que habian sido seguidos por psiquiatras, sin que

esos seguimientos hubieran desembocado en una hospitalization.

— P. Declerck, P. Duprat, 0. Gaslonde, J. Hassin, J.-P. Pichon

(op. cit.)

estudiaron 500 h istoriales cogidos al azar en el conjunto de los de la consulta

medica del CHAPSA en Nanterre.

Se trataba de interesarse por los medicamentos psicotropos recetados a

los pacientes asf como por las indicaciones semiologicas y/o diagnOsticos

psiquidtricos contenidos en los historiales. Esta investigacion mostro que el

50% de los historiales contenfan o bien diagn6sticos psiquidtricos, o bien

nosticos u observaciones, que esos pacientes presentaban patologias psiquid-

tricas más graves que las que dependfan de simples recetas de benzodiazepi-

nas y/o somnfferos.

En cuanto a los diagnosticos u observaciones de semiologia psiquidtrica

anotados en los historiales por los medico s, se reparten de la manera siguien-

te: Alcoholismo, ebriedad: 21% ; Crisis epileptica: 8,4%; Toxicomanias: 5,6%;

Psiquiatrfa +++, seguimiento psiquidtrico: 5,4%; Agitation, agresividad, vio-

lencia: 3,8%; Angustia, depresion: 3,2%; Delirio, estado de confusion: 2.0%;

Intento de autolisis: 0,2%.

Si estas categorfas pueden parecer groseras y/o con ceptualmente insatis-

factorias, es que corresponden a la inmed iatez de las notas de consulta redac-

tadas por medicos generalistas.

Este estudio se basaba, ademas, en 1 10 entrevistas realizadas con p acien-

tes cogidos en la sala de espera, de acuerdo con su buena voluntad. De esas

110 entrevistas, solo 70 eran explotables, siendo realizadas las demas con

pacientes demasiado borrachos o demasiado confusos para tener algtin senti-

do. Globalmente, los resultados de esta parte de la investigacion confirman los

de la ya citada (D. Chappey-Manouk y otros,

op. cit.).

El 91% de los sujetos afirmaban que consumian demasiado alcohol y/o

pensaban que el alcohol habia desemperiado una funci6n en su desociali-

zacion.

En cuanto a los diagnOsticos psiquidtricos probables, hechos tras esas

entrevistas, y cuyo caracter puntual e incierto hay que subrayar: un 7% de los

sujetos parecian indiscutiblemente psic6ticos; el 19% presentaban rasgos de

personalidad antisocial; el 53% presentaban rasgos de personalidad antisocial

y/o limite, sin que sea posible diferenciar con más precisi6n los dos diagnos-

ticos.

Ademas, pesaban dudas de diagn6sticos de psicosis sobre once de los

sujetos clasificados como con posibles (como minimo) trastornos de la perso-

294

95

nalidad (o sea, el 16% de la muestra). Ello elevarfa la hipOtesis de la preva-

lencia de la psicosis en el seno de esta serie de sujetos, al 23%, lo cu al es con-

gruente con relaciOn a los resultados de otros estudios com parables.

. J. J. Freeman, A. Formo, A. Gopala Alampur, A. F. Sommers (1979)

hicieron pasar una entrevista normalizada de intention diagnostica psiquidtri-

ca a una serie de 60 hombres de un hogar de urgencia de Toronto (la edad

media era de 52 atios): el 72% de esos sujetos eran alcoholicos; el 35% pre-

sentaban trastornos psiquidtricos distintos (con o sin c omorbidez alcoholica);

el 18% de los sujetos fueron diagnosticados como esquizofrenicos. Un sujeto

era paranoico y otro padecia psicosis alcoholica. Tres sujetos presentaban un

sindrome cerebral organic°. En total, el 27% de los sujetos padecian, por

tanto, una forma de psicosis.

— . Drogoul, 0. Horaist, E. Koechlin, B. Michel (1995), estudiaron 400

historiales de pacientes que pasaron consulta en psiquiatria en la «Mission

France» de Medicos del Mundo en Paris.

De las 715 entrevistas seleccionadas, la prevalencia ha sido evaluada a la

vez sobre toda la vida y sobre los Ultimos seis m eses anteriores a la entrevis-

ta. Los resultados eran los siguientes:

Trastornos psicoticos: 16% en toda la vida, 5,80% en los iiltimos seis

mese s.

Trastornos del hum or: 41% en toda la vida, 23.70% en los Ultimos seis

meses.

Trastornos del uso de sustancias (incluido el alcohol): 33.90 % en toda la

vida, 21,30% sobre los ultimos seis meses.

Personalidades patologicas (por definition, toda la v ida): 57,60(7( .

Presencia de un problem a psiquidtrico al margen de p ersonalidad patolo-

gica: 57,60% en toda la vida, 29,10 % en los seis tiltimos m eses.

Presencia de un problema psiquidtrico ademas de u na personalidad pato-

logica: 68,30%.

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El 55% de esos pacientes vivian de mendicidad o de ayudas de aso-

ciaciones c aritativas.

El 42% eran considerados como utilizadores regulares de drogas (inclui-

do el alcohol).

El 2 5% aproximadamente presentaban trastornos psicoticos.

El 15% habian sido diagnosticados como esquizofrenicos en el momento

de la primera entrevista.

El 14% eran c onsiderados «estados limites», precisando los autores que

esta denominaci6n constituia a menu do un diagnostic° provisional.

El 77% decian que habian sido hospitalizados en psiquiatria.

V. Kovess y C. Mangin-Lazarus (1997) realizaron la mejor investiga-

cion epidemiologica sobre la salud mental de los sin-techo parisinos efec-

tuada hasta hoy. El estudio se referia a una muestra representativa de 838

personas contactadas en centros de reparto de comidas gratuitas y «puntos-

sopa», en centros de alojamiento de urgencia, y en centro de alojamiento de

larga duration. Se pedia a los sujetos que respondieran a un cuestionario de

entrevista que recogia, entre otras cosas, bajo forma de preguntas, los dife-

rentes sintomas necesarios para el establecimiento de un diagnostic° segtin

las diferentes clasificaciones de la nosologia psiquidtrica (en este caso la

CIE 10).

Hay que destacar que los criterios de inclusion de la muestra definian a

una poblacion más amplia que la de los indigentes. Asi lo demuestran tanto

algunos datos biograficos de la muestra (el 74,40% de los sujetos estaban afi-

liados a la seguridad social o a la tarjeta «Paris Sante»; el 19,70% poseian un

diploma superior o igual al bachillerato), como la prevalencia muy baja —con

relacion a los indigentes— de los trastornos del uso de alcohol (el 24,90% en

su vida, y el 14,90% en los tIltimos seis meses).

No obstante, los resultados muestran una prevalencia importante de tras-

tornos psiquidtrieos en el seno de la muestra.

296

297

CARTA DE JEAN MALAURIE A PATRICK DECLERCK

Una verdad interiorizada

Querido Patrick Declerck:

Pronto hard ocho altos que nos encontramos para hablar

d e

su gran testi-

monio,

Los ndufragos.

Este libro nacio de mi lectura de un artful() que usted

habia publicado en 1990 en la revista

Esprit. Enseguida le escribi solicitando-

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le un volumen en la coleccion

Terre Humaine.

La funcion mayeutica del director de coleccion es delicada, desinteresa-

da y a veces ingrata; es Ia de un «hombre en la sombra». Intento desestabili-

zar al autor —verdadero desafio en razon de su experiencia de psicoanalista—,

para que al hilo de la escritura, tome m ejor conciencia de su libertad de ser,

de su fuerza creadora y consiga la distancia necesaria para poder juzgar su

pensamiento y su expresion en nombre de un grupo social del que, el mismo

marginal, es el testigo privilegiado. Evidentemente, este dialog° solo tiene

sentido en la medida en que el autor lo desea; fui hacia usted a peticion suya,

y precisamente para este libro, y hemos aprendido, en el curso de los altos, a

estimarnos y a tejer una amistad. Estos encuentros han sido tan variados

como una m anifestacion

en TolOn, en la que le rogu e que interviniera conmi-

go en un contexto politico: lalucha contra la intolerancia y el pensamiento

unico; dos seminarios en Ia Ecole des hautes etudes en sciences sociales,

donde usted dialog') con los miembros de mi grupo de estudios articos; un

debate en un café alrededor de una m esa; una paseo a lo largo del Sena o por

la tarde en la calle e incluso junto a mi cam a de hospital... Nos encontramos

en una veintena de ocasiones significativas si la memoria no me falla, sin

contar nuestras conversaciones telefonicas y sus correos. Mi deseo ha sido

invitarle a explorarse en lo más h ondo, en lo m ejor de usted mismo, en su pro-

pio itinerario y su propia c onciencia, mientras que su testimon io tenia que ser

tan veridico y agudo como lo autorizaba su excepcional compaiierismo con

esos hombres y m ujeres.

',Era demasiado apremiante? La coleccion esta cargada de connotaciones

desde sus primeros libros. Quiere ser de antropologia reflexiva. Verdad inte-

riorizada, donde se afirma el autor en el curso de su inv estigacion, en su tem-

perament() y sus dudas. Por eso el relato tiene una oscilacion constante, más o

menos lograda, entre los hechos relatados y la personalidad del que observa y

analiza. Cuando se escribe, no hay que olvidar nunca al lector. Pensar, es hacer

299

pensar y sin du da el lector se hard preguntas sobre las palabras, sobre lo que

hay entre esas palabras, sobre lo que no se h a sido dicho, sobre lo que se h abria

podido decir. Y aqui es donde yo intervengo.

Usted ha elegido ser psicoterapeuta de los excluidos de nuestra sociedad

de lucro: diez m il desgraciados en Paris de un sistema de aplastamiento cierto

y sordo. Este libro doloroso podria ser recibido como una filosofia de la degra-

dacion, pero usted ha deseado que sea, tambien, u n com bate interior; con todo,

muchas cuestiones-limite planteadas por esos <<humillados y ofendidos”

siguen sin respuesta y esa es la raz6n por la que le escribo.

Principal enigma que atormentard al lector: usted no ha qu erido, segtin

me ha confesado, hacer obra cientifica con esos caidos de la historia, mejor

dicho, hac er una carrera universitaria; y no pertenece usted a ningun instituto

de investigaciOn; tampoco ha querido hacer obra caritativa. Entonces,

es usted Patrick Declerck, se preguntard el lector, para asignarse, en una vida

penosa y dolorosa junto a esos naufragos, esta misi6n de investigaciOn tan difi-

cil y considerarse con el deber de hablar en nombre de esos hombres?

Para Lenin, Trotski y Stalin, el indigente es un parasito que hay qu e poner a

trabajar, en caso necesario por la fu erza; ponerlo aparte, si su presencia arrui-

na a la sociedad y desanima al trabajador. Me viene a la mente una calle de

Leningrado en el momento del desconcierto de 1991. Era el invierno 90-91

que no se acab aba nunca; el espectro de la desgracia absoluta se alzaba ante

los más despo seidos: los viejos, los lisiados, los huerf anos. Los transeilntes,

temiendo ser mafrana victimas de ese caos, volvian la cabeza. La desgracia

estaba en today las esquinas de la calle. Me encontraba c on un colega sovieti-

co de la Acad emia de las ciencias; ante mi. arrodillada en la nieve, una pob re

mujer al cabo de la vida vendia un zapato. No dos. Uno. Deje en ese zapato

una suma im portante en rublos. «Amigo frances, sigue to camino, me dijo m i

colega; haces mal, pues la corrompes». Pero que contestaria usted sucesiva-

mente a Melville en

Bartlebv:

se sienta a la puerta del estudio, negandose obs-

tinadamente a trabajar, contestando invariablemente: «Preferina no hacerlo».

a Baudelaire? En su famoso poema en prosa, golpea al mendigo para obli-

garle a reaccionar como hombre, negandose a considerarle como una victima.

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Acuerdese de Peguy dirigiendose a Daniel Halevy, el homb re de las ciudades,

el sabio, prohibiendole hablar en nombre de los cam pesinos y de los pobres:

la distancia es demasiado grande, no entendera usted nada, le dice en sustan-

cia. Su dignidad esta oculta. «Por mucho que usted haga. Por mucho que

hagan ellos. Hay algo. Hay una paja»'. Se nota constantemente en usted, al

hilo de las paginas, m ás alla de los rechazos que oc asionalmente se le agarran

a la garganta, una pasiOn dolorosa, un sufrimiento por u na hum anidad ignora-

da por todos y sobre todo por los grandes organismos de cienc ias sociales que

no lo han percibido, olvidando incluso catalogarlos en sus vastos, pomposos

tratados y diccionarios.

Ante esas abominaciones, usted nos hace descubrir el pueblo de abajo

cuya vida ha tenido la voluntad de compartir un poco, la de aquellos y ague-

Ilas que viven, seglin las palabras de Simone W eil, «una muerte que se estira».

LPor que tiene el hombre que amar al hombre? No dejaremos de pregun-

tarnos, con los hermanos K aramazov, si es verdaderamente una necesidad ayu-

dar a su vecino cuando esta en apuros. i,Cuando empieza la compasi6n y com o

apreciar, para un laico, esa mano tendida? (,Por que el hom bre habria de amar

a su projimo, sobre todo si esta en tan gran peligro, y no vendra el espiritu de

solidaridad de nuestro legado cristiano o republicano, hoy en dia tan agrieta-

do? En verdad, «somos todos cujpables de to ;19,y

.,,de_todo

s

hacia todos y yo

más que todosiosdemas»

2

. Pero tal vez el lector quiera ver desde Inas lejos,

cleseando

olution politica. Otte contestara usted a esos militantes de

extrema izquierda que consideran que la caridad, en todo caso la ayuda apor-

tada a los más desposeidos, da buena conciencia. Arroja un velo pudic() sobre

los privilegios. No debe uno dejarse llevar por las impresione

s

y hay que

prohibirse toda sensibleria cuando se es rnilitante. Ahora y siempre preparar la

revolucion. Ser eficaz, es laborar en el sentido de la historia tal como la con-

ciben los padres de la revolucian proletaria y de un m undo m ejor, por fin justo.

300

que pegar a los pobres ... Solo es igual a otro el que lo dem uestra, y solo

es digno de la libertad quien sabe conquistarla... i,Que dices t6 a eso. ciu-

dadano Proudhon?...».

He vivido sus v acilaciones para proseguir este descenso a los infiernos;

he estado a su lado al leerle y volverle a leer; he pensado a men udo en lo que

Leo Chestov llamaba la «vision penetrante»; probablemente, usted tambien.

Hemos estado demasiado proximos uno del otro, para que yo no haya podido

observar que el hombre al que conoci ya no es el mism o despues de estos diez

anos, y que la pobreza extrema y la desgracia, tambien la escritura con su vir-

tud de analisis, han tenido cierto poder y tal vez incluso un sentido. Tambien

para mi.

Dejemos a esos caidos, más alla de los grandes debates ideologicos entre

los doctos, esta virtud de obligarnos, a pesar de nu estra soberbia, a entrar en

nosotros mismos. Estos hombres en condiciones tan extremas, nos interpelan

calladamente, volviendo hacia nosotros un rostro devastado de ojos tristes, tan

tristes y casi muertos, desde un más alla que, para los creyentes, se esboza.

i,Acaso tienen esos miserables una vocation singular, en la historia de la

hum anidad, a la vida eterna? «El misterioso sacerdocio de la pobreza... esta-

blecido en este mund o para redimirle de la miseria... La tradici6n inmem orial

de la pobreza, que vive al dia... comer en la mano de Dios, seg6n la vieja

expresi6n popu lar»'. Entonces, tal vez haya que ver el problema, si no de mas

lejos, al menos desde más arriba. i,Que respuesta da usted al mensaje cristia-

no que ha intentado construir Occidente desde hace 2000 aiios siguiendo el

espiritu de las Bienaventuranzas, amplificado con el mensaje de san Francisco,

condenando al rico, al que el reino de Dios estaria prohibido y alabando la vir-

tud del espiritu de pobreza? He dicho hien

espiritu

de pobreza

—Beat( paupe-

r e s —

en la fraternidad de Cristo en agonia hasta el fin del mundo. Estos exclui-

dos que son los indigentes i,no esperan tambien —e n todo caso, algunos de

301

ellos— un mensaje espiritual como el que les propone el Ejercito de Salvation

y los comp aiieros de Ematis con el Abbe Pierre? Su caida y su desesperaci6n

tienen una causa existencial y tal vez a algunos les gustaria ver como respon-

de usted a esa causa. Pensamiento cristiano, pero tambien musulman e inclu-

so budista. Al leerle, algtin lector podria acordarse de los comentarios del

padre Merton, fraile cisterciense, y de Suzuki, maestro zen, a proposito del

famoso «Discurso sobre el espiritu de pobreza» del maestro Johannes

Eckhart'. Estas consideraciones sobre el espiritu ev angelic° se encuentran, sin

duda alguna, en los indigentes que intentan solamente sobrevivir. Aunque...

1,Quien sabe?

Adivino las criticas burlonas hacia el cinismo eclesiastico. Bastante lo he

denunciado en mis escritos sobre los jovenes misioneros mal aleccionados,

elogiando en el Artico canadiense ante unos Inuit [cf.

Los al t imos reyes de

Thule

y

Hummocks]

que carecen de todo, la renuncia a los bienes de este

mundo. Dificil hacer captar el mensaje evangelic° a hombres y mujeres,

pobres de los pobres, frente a un poder colonial hipocrita y cOmplice, afir-

la junta militar en Argentina durante cuatro aiios, y tenia veintiuno cuando fue

detenido. Se esforz6 por ayudar a sus com paheros m ilitantes que se conside-

raban destrozados. deshonrados, indignos de vivir porque habian hablado

bajo la tortura. Por la palabra, por el ejemplo, a la vez que educ aba, a la vez

que formab a a la cultura, a las matematicas, a la filosofia a campesinos anal-

fabetos igualmente detenidos, se esforzo por reconstruir psicologicamente a

sus compaiieros y permitirles asi, una vez libres, reconocerse como hombres.

Y lo consiguio.

He conocido a indigentes Inuit en los aflos 80-90 destruidos por la

humillacion de la degradation, la droga, el alcohol; pegan a sus mujeres, se

autodestruyen; el incesto, con ocasiOn de jornadas de orgia, ipor desgracia ,

no es raro. «We are nobody». Somos cero, me confesaban en un

broken

engl i sh

y una lengua desarticulada, desestructurada, silabas comidas, mien-

tras se emborrachaban a muerte y se tiraban por la nieve a la vista de blan-

cos indiferentes, en las calles de Nome (Alaska), ciudad-fronteriza entre

dos culturas.

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mando su politica de desposeimiento.

I,Seria el indigena indigente un vector de la compasi6n que permite una

interiorizaci6n de la mirada? Es lo que nos ensefiO el metodismo. Recuerdese

la famosa frase de Jacob W esley: «Fui a Am erica a convertir a los indios, pero

zquien me convertird?». Hace pensar en la humorada de George Bernard

Shaw: «Cuando se sab e hacer algo, se hace; cuando no se sabe h acer, se ense-

iia». Usted y yo, ya lo se, no podemos olvidar a los admirables sacerdotes-

obreros y las ordenes caritativas en accion, trabajando con un desinteres abso-

luto, para el cuarto mundo.

Perdoneme, Patrick Declerck, no puedo terminar aqui m ismo esta carta

demasiado larga. Al considerar el manuscrito listo para la imprenta, hay que

decidirse a poner un p unto final a esta reflexion tan dificil. Esta carta respon-

de a su espera inquieta y reiterada —y la idea de esta carta es suya— para que le

apoye ante los medios de comunicacion con el fin de provocar, tal vez de

manera anarquica, el debate necesario que desp ierte las conciencias y lo hago

lo mejor que pu edo. Me gu staria tanto que la prensa conservadora, socialista,

comunista, ecologista, confesional apoyara su gran causa y le diera la reper-

cusion necesaria para presionar a la administration y sus Oficinas, con el fin

de hacerle adoptar otras soluciones más humanas y a la altura de este drama.

Este pueblo de desesperados, cada vez más jovenes, cada vez más numerosos

y que nos tienden la mano en nuestras calles como hastiados ya de la vida,

merecen toda nuestra atencion. Los medios tienen ese poder de acciOn a los

que me veo en la obligaciOn de apelar en esta carta, con el fin de dar a este

libro de

Terre Humaine, como a todos los demas, su verdadero significado:

denunciar, pero tambien actuar.

Emplea usted esta expresion terrible y que es una observation clinica:

«Creo haber aliviado a varios. Se que no he curado a ninguno»

5

. Releia el

libro de Miguel Benasayag< . Justo entre los justos, fue torturado en 1974 por

Alcohol, droga, proceso que Ilev a a la indigencia, suicidios... Someto a

las administraciones prefectorales y medicas francesas esta soluciOn eficaz

adoptada cada vez más por esos pueb los primeros frente a esta plaga: no aban-

donarles nunca. Por la palabra, por la fraternidad. la comunidad a la que

corresponden esos indigentes intenta reintegrarlos en sus fiestas neo-cham ani-

cas, en las encrucijadas de un chamanismo antiguo con un cristianismo neo-

panteista y de ideas nuevas. E l canto, la danza tradicional, los sonidos son los

vectores de estos hombres naturalmente angustiados y con hambre de sagra-

do. Les ayud an a reconstituirse. Los Pentecostistas, los Jesuitas tienen much o

talento para este acercam iento. Se trata de terapias ancestrales entre los afri-

canos, los brasilehos, descritas por el etnopsiquiatra de aguda mirada, Roger

Bastide, y adoptadas por esas sociedades para reintegrar en el grupo a agu e-

llos a quienes llaman elegantemente los «separados». Al leerle, no he tenido la

impresion de que la administraciOn de la Jefatura de la Policia Parisina, que se

hace cargo de «N anterre», sepa hasta que punto la m tisica y el teatro tienen un

poder regenerador. Sin embargo, m uchos deportados —los que no se apoy aban

en una voluntad politica—, nos han hecho saber que cuando empezaban a

renunciar a sobrevivir, sistematicamente golpeados, hum illados por los nazis

que intentaban destruirles fisica y psiquicamente, recuperaron fu erza y valor

instantaneamente al oir a un com paiiero de desgracia silboteando

La Made lon

o

una melodia de M ozart. Cain en la cuenta de que no pertenecian a ese uni-

verso de animales.

Le expongo estas pocas consideraciones que el lector podria tener in

mente. Tal vez no tengan demasiado sentido en este libro sobre la miseria

absoluta.

En todo caso, si no se cree en esos m ensajes invisibles, se puede dejar a

esos anonimos de la calle, durmiendo en los bancos de las estaciones de tren

o

de metro o b ajo los puentes del Sena, el muy raro poder de obligarnos a inte-

302

03

rrogarnos sobre el cinismo de una sociedad republicana que ensalza desde

hace dos siglos la justicia social.

El tiempo de la eutanasia no esta lejos... Reaccionar com o ciudadano; la

exclusion se institucionaliza de manera subterranea en nuestros morideros, v

su libro debe ser recibido como u na advertencia.

R E S P U E S T A D E P A T R I C K D E C L E R C K A J E A N M A L A U R I E

Jean MALAURIE

Abril de 2001

Querido Jean Malaurie:

Su carta resume en unos parrafos un dialogo que, al hilo de nuestros

encuentros, dura ya varios arios. Me comunica usted cierto nrimero de pre-

guntas, que piensa que pueden ser com partidas por el lector y a las que le pare-

ce esencial, para la comprension de m is intenciones, que yo conteste. Me pide

usted nada menos que cerrar este libro con una especie de autorretrato psico-

logic° y filosofico.

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Esta exigencia supera la simp le interrogation particular; emana, ya lo se,

de la conception que usted tiene tanto del proyecto de

Terre Humaine,

como

de la misma antrop ologia. La voluntad objetivadora de las «ciencias» sociales

le deja profundam ente esceptico. listed no concibe objetividad verdadera en

estos campos, más que si esta engloba explicitamente las dimensiones del

observador que es primer() un sujeto —un ser hum ano con su pasado, sus con-

vicciones, sus fantasmas, sus afectos— inmerso en una relation compleja con

otros humanos. Em puja usted incansablemente a sus autores a la exploration

de ese aspecto de la experiencia antropolOgica. Es la esencia del ejercicio de

lo que llama, con razon, su may eutica. Es esa gravedad existencial, esa radi-

calidad del comprom iso del autor lo que le parece esencial a las obras de su

coleccian.

Antes de responder a su interrogation, su carta me empuja a hacer dos

comentarios.

El primero, objetivo, se refiere a la intention de m i libro. Aunque u sted

tiene razor' al recordar que no he deseado hacer, de mi trabajo con los indi-

gences, una «obra cientifica» en el sentido estrechamente objetivador del

termino, en cambio, me parecia esencial, y ademas usted me anima a ello,

superar el nivel del simple testimonio con un intent() de conceptualization

antropologica y psicoanalitica de esta espantosa realidad humana. Que este

intento este logrado —o no—, f inalmente, no me corresponde a m i juzgarlo,

simplemente, quiero subrayar mi conviccion de que solo el pensamiento

permite escapar hacia arriba del caos indiferenciado de la experiencia y el

afecto. Sin el, todo testimonio sepia meramente anecdatico y, en el fondo,

careceria de sentido.

El segundo, subjetivo, atarie a la naturaleza de nu estras relaciones. «Mi

deseo, escribe usted, ha sido invitarle a explorarse en lo más hondo, en lo

mejor de usted mismo...». Quiero decirle, en el momento de este intercambio

304

05

de cartas, hasta que punto la experiencia de esta larga relacion con usted ha

sido, para mi, determinante. Esta relaciOn ha sido — es-- doble. Es una relacion

de un editor con uno de sus autores. Es sobre todo una amistad profunda entre

dos hom bres. No se trata, en este caso, de paternidad espiritual. Soy demasia-

do viejo para eso y no tengo vocation de hijo. No. es otra cosa. Es la apertu-

ra de un espacio ex perimental del decir y del juego del verbo . Es el fortaleci-

miento de una v oluntad del signo. Es, para el autor, hacer posible el acceso a

su voz propia. En eso es usted, Jean Malaurie, un maestro de creation, igual

que hay maestros zen. Dane las gracias es irrisorio. Simplemente, queria

decirselo.

Un autorretrato, pues. No le oculto que el ejercicio me parece bastante

desagradable, principalmente por tres razones.

La primera es qu e creo haber dejado en el texto suf icientes huellas de mi

identidad profunda.

La segunda es que, con ay uda de la vida y la edad, hace y a unos altos que

establecer la distinciOn entre la legitimidad de la practica psicoanalitica y la

practica medica.

En cuanto a u na hipotetica capacidad particular que pudiera yo tener para

soportar el horror humano, pong amos las cosas en su justo lugar. Las auxilia-

res de enfermeria, por ejemplo, se yen confrontadas en el curso de su v ida pro-

fesional a, cuando menos, tantas atrocidades como las que yo haya podido v er

en el curso de mis altos de consulta, y ello po r un salario irrisorio, y sin tener

las posibilidades sociales y economicas de h acer otra cosa, ni las gratificacio-

nes narcisistas que son las mias, y que permiten en cierta medida paliar la

desesperacion cotidiana: prestigio profesional, escfitura, conferencias, etc.

A riesgo de defraudar las necesidades transferenciales y fantasmaticas de

eventuates lectores necesitados de heroes eticos, permitame decirle Ilanamen-

te y sin no se que falsa mod estia de salon de te, que, simplemente, no soy u no

de ellos. Precisarlo es ya fidiculo en si. No es que niegue la existencia y la

grandeza de autenticos heroes eticos. Al contrario, he conoc ido algunos: tera-

peutas en Nanterre, en Cam enin, en el Congo. Simplemente, no soy de esos.

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abandone (y creame que con pesar), la ilusifin narcisista y adolescente de

encontrarme especialmente interesante, valiente, brillante, etc. Si este libro

tiene algtin merit°, lo debe a su tema y a su dinam ica propia. El es interesan-

te, no yo.

La tercera, y es la más grave, es que existe el peligro de que el malestar

y las angustiosas interrogaciones suscitadas en el lector por el contenido

mism o del libro, es decir por el encuentro con los indigentes y su inquietante

extraiieza, se encuentren en cierto modo defensivamente evacuadas y corto-

circuitadas, por un desplazamiento de la mirada sobre m i persona. Entonces ya

no serian los indigentes quienes plantearan interrogantes, sino más simple-

mente el autor el que sena un poco raro. Y si solo es eso...

Los argumentos que piden que exponga más detenidamente mis posturas,

no me convencen del todo. No obstante, ante la insistencia de las cuestiones

que usted plantea, le propongo esta carta, dejando que juzgue usted mism o de

la oportunidad de publicarla en apendice al libro...

Su cu estionamiento es triple. Por una parte, se refiere al sentido y a la legi-

timidad (profesional, etica, metafisica) de mi trabajo con los indigentes; por

otra, a la colusion eventual de esta actividad con algunos a spectos de m i per-

sonalidad que la harian posible. Luego, su s interrogaciones se escapan en cier-

to modo hacia arfiba, para interrogar mis convicciones eticos y metafisicas.

En lo que se refiere a la legitimidad profesional de mi trabajo, es facil

contestar. Soy psicoanalista, es decir que ejerzo una version un poco particu-

lar de un oficio del cuidado. LHay algo más banal para un psicoanalista que

interesarse por el sufrimiento humano y la psicopatologia? Que este se yea

aumentado y concentrado en una poblacion, como la de los indigentes, no

camb ia nada al asunto, al contrario. i,Hay algo más evidente para una psicoa-

nalista que intentar, en la medida de lo posible y de sus &biles medios, aliviar

el sufrimiento psiquico? No hay nada que ariadir a esto. Ya no es necesario

Y si me he perm itido hacer el retrato del padre Damian, heroe por excelencia,

es precisamente para subrayar la inconm ensurable diferencia entre el comp ro-

miso radical —mite digo , inmersi6n— existencial que fue el su yo y lo irrisorio

relativo de mi position reservada de observador/interventor.

En un caso, se trata de un imperativo, de un movimiento profundo e ine-

xorable que capta el tema y lo supera, en el otro no es, en definitiva, más que

un paseo estetico (aunque cargado de seriedad y de preocu pacifin etica real)

del que podia liberarme en cualquier mom ento. Es esa dimension de no-nece-

sidad intima del comprom iso y de la action, que remite al sujeto al lujo de una

simpatia (en el sentido etimolfigico de «suffir con»), y que tambien podria

ahorrarse. Por lo demas, es mi c aso, puesto que hoy ya no paso consulta a indi-

gentes.

Asi, no solamente no hay nada en m i proceder que corresponda a una ele-

vacion etica particular, distinta de la más elemental decencia

in situ,

sino que

ademas, abogo por que el pensamiento estrategico del cuidado aportado a las

poblaciones que describo se aleje cada v ez lo más posible de esas dim ensio-

nes de lo extraordinario y de lo h eroico. El discu rso hipertrofiado de la entre-

ga de uno mismo y de la cafidad gloriosa es demasiado a menudo la m ascara

de la incompetencia y de la chapuza, cuando no de la perversion. A todo lo que

se refiere a la gestion de la gran desocializaciOn le convendria banalizarse y

pensarse como cualquier otra cuestion de salud

A este respecto, me sittio en el punto exactamente opuesto al pensamien-

to de Peguy y de Bernanos, que sacralizan la pobreza. Clinicamente, la idea de

que la pobreza engrandece al hombre es una necedad. Bien lo muestran las

paginas de esta obra: la pobreza es una abyecci6n que, lejos de elevar al hom-

bre, lo aplasta y lo niega, encadenan dole a la agotadora e iterativa obligation

de intentar desesperadamente satisfacer, dia tras dia, hora tras hora, sus nece-

sidades más elementales. La pobreza embrutece al hombre, condenandole a no

306

07

ser más que el esclavo del instante. FilosOficamente, la idealization de la

pobreza no es, para mi (despues de Nietzsche), más que otro sintoma del

resentimiento profundo del cristianismo con respecto a Ia vida y el placer.

Resentimiento del que, por lo demas, no tiene la exclusiva.

Adernas, observo qu e la exaltation miserabilista parece hacer estragos la

may oria de las veces entre los bien alimentados; por su parte, los pobres son a

este respecto, de manera general, sorprendentemente menos liricos. Hasta el

punto de que p odria creerse que lo que es edificante, en la miseria, es que se

trata sobre todo de la miseria de los otros...

En cuanto a la odignidad» de los pobres, que tanto conmueve en los

barrios ricos o en cierta literatura, no es más que una espec ie de certificado de

satisfaction estetico-mo ralizador otorgado a los desgraciados por los bien pro-

vistos. La «dignidad» goza de buena salud. E s lo ofino» de la miseria y de la

exclusion. Rebelarse sena, es cierto, tan vulgar, y cuan ruidoso...

Tambien alude usted a una postura de extrema izquierda: «la caridad

corrompe a los p obres comprando su eventual rebeldia, practiquemos pu es la

de una especie de pensamiento harto imp erfecto. Racionalidad limitada, islo-

te fragil, batido por las olas, y la m ayoria de las veces inundado por pulsiones

tiranicas y desordenadas.

Las pasiones? LLas pulsiones? Diria, en la medida en que se quiera

aceptar esta taxonomia, que de los siete pecados capitales (pereza, gula, orgu-

llo, ira, avaricia, lujuria, envidia). todos se disputan más o menos por igual m i

naturaleza profunda. Salvo la avaricia. Hasta ahora, esta Ultima me ha sido

ajena. Atin asi, no es por virtud sino por pereza, puesto que la avaricia necesi-

ta, en efecto, mantener un estado de h ipervigilancia que supera de lejos m is

capacidades energeticas.

Que imp orta, me preguntard usted tal vez... i,Que imp orta?, puesto que si

Dios no existe, todo esta permitido. Precisamente, pu esto que Dios no existe,

me parece al contrario que nada esta permitido. Pues no hay perdon posible,

ni vuelta atras, ni segunda oportunidad, ni redenciOn. Nada se borra y el mal

sigue siendo el mal para toda la eternidad. Hablo del mal, del de verdad. No

de los pecadillos sexuales que obsesionan c iegamente a los religiosos de todo

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politica de lo peon>. El argum ento (a semejanza. de toda paranoia) es lOgica-

mente imposible de evitar. Pero, como toda logica llevada hasta sus conse-

cuencias extremas, es una logica loca por inhumana y contraria a la vida. Son

las contradicciones, las aprox imaciones, las debilidades, los a-pesar-de-todo,

los no-obstante, los ya-se-que-no-deberia-pero, que constituyen toda la hum a-

nidad de la vida, su mediocridad y su grandeza. El filosofo-rey es siempre un

hombre peligroso.

Aun asi, hay que distinguir ademas entre caridad como sistema y estrate-

gia, y caridad como acto, en una solidaridad puntual entre vivos. Sea como

fuere, para volver al libro, mi postura no consiste en convertirme, con respec-

to a los indigentes, en el cantor de la caridad. Muy al contrario, abogo, com o

he escrito más arriba, por un a profesionalizaciOn de la ayuda aportada.

Eso es lo que sena facil responder y aclarar. Pero sus preguntas van más

lejos, y ataflen a las particularidades de mi personalidad, tanto como las de m is

posturas metafisicas.

Una anecdota ilustra, creo, muy b ien la especificidad de mi relation con

la existencia. Hacia los tres o cuatro aflos, sufri una fobia curiosa (que, por lo

dernas, desaparecio espontaneamente como suele pasar con las fobias infanti-

les): tenia miedo de echar a volar. Cuando hada m ucho v iento, era victima de

una especie de vertigo ascensional. Cuando cerraba los ojos, tenia la sensation

aterradora de ser llevado por el viento, como los papeles o las bolsas de plas-

tic°.

Grundlosl igkeit

dicen los alemanes: falta de asideros, de base. de funda-

mento. Vertigo horrible y delicioso a la vez...

pensar de este sintoma, si no que no debia de encontrarme yo muy

seguro, ni de la solidez del mundo ni de la estabilidad de la posiciOn que ocu-

paba en el?

Hoy, pienso el mundo sin Dios, sin finalidad, sin meta. infirm conglo-

merado de materia dotado, durante el mintisculo instante de su organizaciOn.

pelaje, como si, a los ojos de la inm ensidad del mundo, los m iseros alivios de

nuestros desdichados organos tuvieran una importancia cualquiera... No, el

verdadero m al: el desprecio de la vida, de Ia pureza, de la sensibilidad, de la

grandeza, de la b elleza.

Dios. Si experimento, h asta la medula de m i ser, el desgarro constante de

ser un organismo a la vez capaz de cultivar la idea de infinito y de conceb ir la

ineluctabilidad de su propia muerte, si me estremezco ante la atroz y fragil

belleza del mundo, en una palabra, si estoy profundamente convencido de la t•

emotion religiosa, de ese sentimiento oceanic° del que hablaba a Freud,

Rom ain Rolland, en cambio, estoy perfectam ente cerrado a la idea de la exis-

tencia

de un Dios cu alquiera. No solamente el Dios de los cristianos. Jesus,

demasiado etereo, demasiado desprovisto de humor, demasiado asexuado, es

cierto, me fastidia instintivamente. Pero más alla de esta antipatia, la idea

misma de Dios se me presenta no solamente com o inadmisible, sino profun-

damente incomprensible y un tanto grotesca. Y con ella, el pasmoso es- t

pectaculo de todas las religiones. Especies de compulsiones colectivas que

marcan indefinidamente un flam er() de telefono que nunca contesta...

Intelectualmente, ya se que el fenomeno religioso es más digno, más

complejo, más serio que todo eso, pero lo que le ofrezco aqui es mi senti-

miento, mi reflejo profundo.

Le ahorro los argumentos de sobra con ocidos, relativos a las dificultades

vinculadas a la coexistencia de un Dios todopoderoso con el m al en la crea-

ciOn, lo que la teologia llama «teodicea». Argumentos bien conocidos, pero

mientras tanto, logicamente imposibles de evitar... Naturalmente, a menos

que se haga la hipotesis de un Dios torpe, incompetente o m alvado, o tambien

pensar, con Epicuro, que los dioses viven simplemente sin preocuparse de

nosotros para nada. Pero, entonces, i,por que cargar con esas construcciones

vacias de interes?

308

09

Ademas, si D ios existiera nuestra existencia sena alin más odiosa. Quedaria

entonces reducida a la de una especie de rata de laboratorio. Ya no serfamos más

que cobayas de una experiencia etico-metaffsica del espfritu divino. Los jugue-

tes. Ia distraction mom entanea de un Dios que solo, se aburriria. Nuestros sufri-

mientos serfan de broma. Toda dignidad resultarfa imposible. No, de verdad,

Bakunin tiene raz6n: «Auriq_ue D ios existiera, habrfa gue librarse de ek.

Este mundo sin Dios es insoluble. Un ejemplo. Hace unos m eses, recogf

a un gato perdido. Estaba bastante mal y, sin ayuda, probablemente habrfa

muerto al poco tiempo . Le cure. Se recupero. Se recupero incluso tan bien que,

1 unos dfas más tarde, mato un pajaro con esa crueldad lenta, deliberada, que

tanto nos horroriza y que no es m ás que instinto de felino. Asf, prolongando la

vida del gato, abrevie la del pajaro, condenandolo a m orir entre sufrimientos

espantosos. El mundo carece de salida. No hay alternativa entre el bien y el

mal. SOlo queda Ia im placable obligaciOn de ch apucear sin fin entre diferentes

k males inconmensurables.

De la misma manera, no me parece que la vida vacile entre exit° y fra-

Sin embargo, come

 

me gustaria que Em peclocles estuviera en lo cierto y

que el cosm os tuviera ciclos infinitos de contraction y de expansion, que la

historia cosmica fuera una lenta respiration de big-bangs de repetici6n. Que la

historia no acabara nunca, que las com binaciones de la materia no tuvieran fin.

Por desgracia, los datos actuales de la cosmologia no parecen confirmar esta

hipOtesis. Me resulta horroroso pon er la mirada sobre todas las cosas sabien-

do que estan destinadas a la irremediable destruction. Cada brizna de hierb a,

cada for, pajaro, pez, insecto, mam ifero, nube, gota de agua, todo eso, como

sabemos, perecera. Lo que es verdad es la anticreaci6n. Nuestro sol va a morir

y todo sufrim iento, todo proyecto, todo esfuerzo son vanos. Se me dird son-

riendo que todo eso es para un futuro lejano, que se estima aproxim adamente

en cerca de cinco m il millones de anos. Confieso, sin risa y sin pose, que cada

vez me cuesta más comprender que cambio aporta el tiempo al asunto.

Al avanzar en el curso de la vida, hay asi creencias, actitudes, eviden-

cias aparentemente compartidas por todo el mundo, que se me presentan

cada vez como más problematicas y que, lentamente, se alejan de mi, unas

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caso, sino entre fracaso asi y fracaso asa. «El mundo es un movimiento

perenne», se burlaba Montaigne. Asi, al venir al mundo, estamos condena-

dos a bailar un momento en el puente del

Titanic.

Al menos, hasta cierto

punto, podemos escoger la mtisica...

Las tres grandes religiones monoteistas —independientemente de su cla-

morosa incapacidad historica y colectiva para sacar de ello la menor aplica-

ciOn seria— afirman que la solution a la condiciOn hu mana se encuentra en el

amor: amor de Dios primero, de los hombres despues, porque son las criatu-

ras de Dios. Por mi parte, no co nsigo creer de

-

verdad en el amor más de lo que

consigo creer en Dios. El amor es una emotion, un sentimiento. Como tal, es

labil, incierto, ambivalente, turbio y generalmente imposible de mantener

durante mucho tiempo. Desconfio de sus extravagancias y de su histeria, asi

como desconflo de las pulsiones. En cambio, me parece más de fiar la inteli-

gencia de los filosofos griegos. V oluntad de inteligencia de la naturaleza de las

cosas, del orden del mundo. V oluntad de logos y sabia desconfianza de la exa-

geraciOn. Me consuelo un poco —bu eno, solo_ un poco— al leer a los filosofos.

Soy

griepyretendo

ser griego, apasionadamente.

Y ademas, esta la alegria. Y esta asintota, como bien vio Sp inoza, en que

inteligencia de las cosas y alegrfa son uno solo.

Amor intel lectus Dei.

El amor

intelectual de Dios, la contemplation alegre, reconciliada y sin deseo, de la

disposition del mundo. El amor de Dios, sin Dios más ally de la esperanza,

mejor que mejor, que le vamos a hater, sin nada en el cielo, salvo las estrellas

mudas. El extasis, el hechizo del mundo. ,El gran

Ja sagen

nietzscheano a la

vida tal como es, en todo su drama, su grandeza y su belleza.

Sin emb argo, la naturaleza no es, en definitiva, ella tambien, m ás que una

ilusiOn, y no ofrece a nuestras ensofiaciones romanticas más que un puerto

bien precario y com pletamente superficial. La naturaleza es un horror, una car-

nicerfa sin fin, y la vida de los animales, un largo terror.

despues de otras. Es lo que ocurre con la esperanza, con el respeto por las

creencias religiosas, con la seriedad de la existencia. Es lo que ocurre tam-

bien con la supuesta diferencia entre hombres y anim ales. No es que yo nie-

gue esta diferencia, simplemente, me resulta cada vez más relativa y menor

en comparaciOn con el inmenso

continuum

de lo vivo. Los hinduistas que

llevan un velo delante de la boca para no correr el riesgo de tragarse ni un

mosquito por descuido, me parecen eminentemente respetables. Cuanto m ás

envejezco, más infinitamente rara y preciosa me parece la vida bajo todas

sus formas. No mato a los insectos que puedan encontrarse en mi aloja-

miento. Si me molestan, los echo. Me avergiienzo de no tener (i,todavia?) el

valor de ser v egetariano.

Hace uno s dfas a la orilla del mar, encontre, flotando con dificultad en

la resaca y dem asiado debil para mantenerse erguido en la arena, un ostrero.

Pequefio pajaro marino blanco y negro con largo pico rojo. Co n las alas sepa-

radas para mantenerse mejor en la superficie, se agotaba ahogandose lenta-

mente. Me metf un poco en el agua para cogerlo. Se dej6, con una especie de

alivio. Lo mantuve con tra mi vientre para calentarlo. Cabfa todo entero en mi

mano. Lo lleve a un veterinario. La cosa dur6 más o menos una hora. Una

hora, durante la cual ese animal salvaje y yo vivimos en una especie de com u-

nion. Nos mirabamos. Su ojo pequeno y negro se cerraba de vez en cuando.

Estaba más ally del miedo y se entregaba a ml. De vez en cuando sus fuerzas

le abandonaban, cerraba entonces los ojos y apoyaba la cab eza contra mi piel.

Lo entregue a los cuidadores. Murk') unos minutos más tarde. Una radiogra-

fia revel6 la presencia de tres perdigones de caza. Dos en el pecho y u no en

el pico...

Que gran cosa, que m aravilla, que misterio, que un animal salvaje al borde

de la muerte se entregue sin temor al h ombre, en el extraordinario moment() de

una relaciOn entre especies, una fraternidad postrera entre los vivos. El hombre,

310

11

me dije pensando en Heidegger, es verdaderamente el pastor del ser. Por des-

gracia, el pastor es la mayoria de las veces malo, imbecil y loco.

Ya oigo desde aqui las risas burlonas: sensibleria, chocheria, etc. Com o

si fuera posible ser demasiado sensible al sufrim iento de los vivos...

Dicho esto, indudablemente aumenta en mi esta sensibilidad.

Sensibilidad a la emotion estetica, musical, dolorosa empatia con respecto a

lo vivo bajo todas sus form as. Todo ello, a medida que se desarrolla paralela-

mente mi asco por la humanidad. Bardamu, hermano m io. ..

El homb re, a diferencia del animal, no es inocente y me descom pone cada

dia un poco m ás. No soy el unico. Plat& observ aba la «existencia, carente de

sensatez, de toda la turba humana». Nietzsche describio el resentimiento del

«animal de rebaiio democratico». Y com parto sin reserva la opinion de Freud

que escribia al pastor Pfister: «No m e rompo much o la cabeza con respecto al

tema del bien y del mal, pero por termino medio, he descubierto muy poco

"bien" entre los hombres. De acuerdo con lo que se de ellos, la mayoria no son

más que gentuza, ya apelen a la etica, a tal o cual doctrina o a ninguna›>. Hay

En estas condiciones, me dird usted, i,por que cuidarle? Responderia que',

si la humanidad en general tiene tendencia a resultarme insoportable, en cam-

bio, la mayoria de las veces, me gusta el encuentro con el hom bre singular, el

individuo, el sujeto. El m e interesa, pues es a la vez mejor y peor de lo qu e se

puede suponer.

1

Por mi parte, el psicoanalisis me permite ser un cuidador particular. a una

distancia que me conv iene. La paradoja de la posiciOn del analista

iene es que este

ultimo es tanto m ás eficaz cuanto m enos desea serlo, y que, si t

preocuparse profundamente por su paciente, tambien tiene que poder ser su

observador despegado, su entomOlogo atento. Entomologia, esa es, para m i. la

palabra clave. No yea en m endsn

esprecio particular del otro. Entomologo,

tambien quiero serlo, al

gual, con respecto a mi mismo. Conviene m ás

a mi temperamento, ser más observador que cuidador. Tal vez fuera yo un buen

veterinario. Seguro que sena un mal medico: m e aburriria demasiado.

Si me gusta tratar con la gran psicopatologia, es porque el enfermo m en-

tal es siempre, en definitiva, una especie de protest& que, de una m anera u

otra, se alza contra el orden del mundo. Poreso mismo, se destruye. Hay algo

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asi, una corriente de antihumanismo freudiano que hoy se encuentra a menu-

 

dOii

-Primi

- r a-—

raliumanidad es un intento fallido de la experiencia de la vida, una espe-

cie de aberration darwiniana. La Ultima de las termitas esta infinitamente

mejor adaptada a su mundo, que nosotros al nuestro. Suficientemente inteli-

gente y habil para ser espantosamente peligroso, pero esencialmente despro-

visto de dominio pulsional, el homb re me parece condenado a un frac aso ine-

luctable.

Parad6jicamente, sobresalto de lo que Schopenhauer llamaba el «querer-

vivir», tengo la alegria, el honor, de tener una hija. Aunque sena indecente

extenderme sobre los sentimientos que nos ligan, puedo resum ir las cosas con-

fesando que sin ella, sin el deseo de transmitirle algo de lo que he vivido y

pensado, nunc a habria tenido el valor de term ing este libro. Si escribo es por

ella. Sinsentido, contradiction, terquedad organica: es toda la gloria de la vida.

Sin embargo, la reflexion psicoanalitica sobre el funcionamiento humano

general no me deja otra salida que negarme a creer que la humanidad llegara

a un nivel suficiente de dominio, de armonfa y de cooperaci6n, para evitar que

estallen, antes o despues, conf lictos nucleares o que el planeta acabe por ah o-

garse en el imb ecil lodazal de la contamination, mientras la evidencia clinica

muestra que la m ayoria de los hombres son incapaces de integrar la elemental

representation de que se autodestruyen por los abusos de alcohol, de tabaco,

de alimentation y de sexo. Los grandes problem as de salud pOb lica son sufri-

mientos que la h um anidad se inflige por ligereza, por estupidez, por incapaci-

dad de controlar sus pulsiones: canceres ligados al alcoholismo/tabaquismo,

buen m imero de trastornos cardiovasculares, obesidad, traumatologia ligada a

los accidentes de trafico, la mayoria de los sidas. Sin hablar de la pobreza y

del hambre, cu ya causa p rofunda es la codicia general. No, decididamente, no

- ---

me_gusta el hombre.

312

de Don Quijote en el. Eso me parece siempm ás interesante que la banal nor-

malidad. Y adernas, innegablemente, hay una satisfacciOn un tanto turbia en

relacionarse con los extremos de la experiencia humana: los indigentes, los

locos, los criminales... Es el mismo placer que se pu ede experimentar dando

la vuelta a las pied

lisas y ver entonces com o se agitan bajo su apariencia

lisa, forrnas de vida ocultas y un tanto inmundas. No creo en la falsa quietud

de

g,

la norrnalidad. Me gusta destapar sus falsas apariencias. En eso, hay indu-

dablemente en mi, como tal vez en todo analista, una

tolog

parte de sadismo.

En cambio,.seria un-error idealizar_la locura. Lap

sicopia es, por

esencia, siempre una alienacion del sujeto, un ob stacu

un

lo a su vid

esto artesano

a, una mane- ,

ra de am putation. En este sentido, el psicoanalista es

od

e \

la libertad. Esa es la verdadera grandeza de m i officio.

Se adivinara facilmente a la vista de lo anterior que no creo para nada en

el inter& de los movimientos, ideologias y soluciones colectivos, y

n

to

a la sociedad en general, no siento sino desprecio desencantado. Soy pro

fundamente, visceralmente, anarquista y cosmopolita. Toda__sensibiliad,

nacional o_potriitico m e es ajena. Nacido belga en el seno de una fam ilia en

parte inglesa, que se fue a vivir a Africa, a los Estados Unidos y a Canada,

._

finalmente nacionalizado trances, educado en la practica de tres lenguas, me ,

siento apatrida y ciudadano del mundo . En estos tiempos de regreso insidioso

de los nacionalismos, oeivindico esta no-pertenencia:)Mi nacionalidad no es ',

para mi otra cosa que una palabra en un papetNiquiero conceder al Estado '

y a las reglas de la vida social, más que lo minimo.

e no',

No m e siento fundamentalmente obligado a ninguna m ás,

tra coincid

cosa qu con

scan los placeres de la

vita contemplativa

y, una vez

Nietzsche: «La existencia y el mundo solo se justifican, eternamente, como

fenomeno estetico».

313

Y sin embargo, se que esta postura es, si no falsa, al menos incompleta y

que, de la misma manera, seria posible afirmar lo contrario, teafirm

 

anciOla

irreductible exigencia de la solidaridad etica con los otros hom bres, la inexo-

rable y angustiosa legitimidad de sus nec esidades, de sus quejas. Pero esa es

Ia aporia fundamental. 0 bien, o bien... 0 bien Nietzsche. 0 bien san

Francisco. Los dos tienen razon. Los dos estan equivocados. Negar al uno es

de mala fe. M antener a los dos es imposible. Desgarramiento.

Entre dos malas fes, escojo la de la distancia y la altura. Es la que me c on-

viene. Pues solo ella preserva m i sensibilidad de la amenaza de una invasion

de cualquier estado afectivo o del Otro y su irreducible ipseidad. Seria enton-

ces, para m i, el naufragio de todo pensamiento posible.

Asi, el desprecio que cultivo con relation a los hombres y por tanto, nece-

sariamente, a mil mismo, es la idea preconcebida m etodologica de una preferi-

ble desconfianza.

Caute,

«prudencia», era la divisa de Spinoza. Hay que

aprender a reconocer lo que, ,ara uno, es veneno.

Pero hay una distincion entre decir, ser y hacer. Y la aspiration al rigor

de un pensamiento rigido, no excluye para nada la chapuza, ni bien ni mal, un

En cuanto a la sospecha de tristeza, i,me atrevere a confesar que en la vida

cotidiana soy hastante alegre? Me do enseguida y a menu do, generalmente de

esas cosas algo turbias que pudicam ente se Haman «rabelaisianas». Y si las

historian supuestamente «graciosas» me cansan casi siempre, en cambio, me

hace mu cha gracia la irruption comica de los sufrim ientos de lo corporal en la

trama civilizada de nuestros esfuerzos de distinciOn. Me gustan Aristofanes,

Falstaff. Swift, Brueghel, Jordaens. Laurel y Hardy, el delirio pictorico de

James Ensor... Al igual que Freud, soy un pesimista alegre..

Hubo un gran marino trances: Bernard Moitessier. Más ally de cierta

locura. era un verdadero mistico del mar. Su historia es conocida: mientras

estaba en cabeza de la primera c arrera alrededor del mundo en solitario y sin

escalas, le pareciO absurd() volver. Lanzandolo sobre el puente de un c arguero

con ayuda de una catapulta, hizo llegar este mensaje: «Sigo sin escalas hacia

las islas del Pacifico po rque soy feliz en el mar, y tal vez tam bien para salvar

mi alma». iQue grandeza

En cuanto a mi, modestamente, viviendo tranquilamente en el mar del

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poco mediocre, de la vida, la banal humanidad de los trabajos y de los Bias,

que es la de cualquiera. En este sentido, tontamente, llanamente, somos todos,

ante todo, por encima de todo, com o todo el mund o. Ni angel ni bestia, es cier-

to, la caida es conocida, simplemente al menos podemos em pefiarnos en que-

rer sonar con otra cosa... Sin embargo, despues de haber escrito tanto contra

la piedad, jfue Nietzsche alguna vez tan grande com o cuando, sollozando, se

arrojo al cuello de un c aballo maltratado?

No obstante, me reconozco plenamente en Seneca, que confiesa sobria-

mente en su septima carta a Lucilo: oi,Que imaginas que quiero decir? Que

voy tornandome más avaro, más ambicioso y m ás sensual, y hasta más cruel

y más inh umano, por h aber estado entre los hom bres». Para preservarse de la

corrupcion de Ia enfermedad humana, es necesario permanecer a cierta dis-

tancia, a cierta altura de los otros, como de uno mism o.

Hay que luchar para elevarse. Y rechazar las distracciones del mundo, su

parloteo incesante, sus seducciones insidiosas. Cantos de las sirenas que Ile-

van a la perdida, a la dispersion, al abandono de lo que hay de esencial y mejor

en uno mismo. El mundo conspira para desviar al sujeto de si mismo, para

robarle la unicidad de su ser, para que malvend a la aventura de su vida a cam -

bio de unas promesas vanas que son los honores, la fama, los oropeles del

exit° profesional, social, econOmico...

«The mass of men lead lives of quiet

desperation»,

anotaba tristemente Thoreau. No hay nada más desesperante

que morir antes de haber v ivido y ese es el destino comun.

i,Soy yo por ello solitario, rnisantropo, triste? En modo alguno. Si tengo

una tendencia natural a permanecer un tanto esceptico ante los ruidosos des-

bordamientos del amor, cultivo y aprecio en cambio, las alegrias más seguras

—y tal vez, com o pensaba Aristoteles, más profundas— de_las amistades de altu-

ra. Puriado de allegados, hombres y mujeres, que son m i verdadera patria

sin

los cuales yo no seria nada.

Norte siempre qu e puedo, entre cielo y niebla, con la alegria de un delfin de

vez en cuando, la visita muy seria de una foca, el honor de un p ajaro que viene

a descansar un m omento en la caseta del timOn. la gracia de una parte de la

noche atravesada por una estrella fugaz, la oration —cuando la visibilidad lo

permite— de la lectura con sextante de la posicik gracias al gran reloj del

cielo... En cuanto a mi, no soy verdaderamente feliz más que en el mar.

Trabajo para poder instalarme en 61. Vivir, en fin, a_b uena distancia de la tie-

rra. y de sus desordenes.

zD e-s

-

pues? Al envejecer, rebelde caduco, anarquista un tanto senil, estoico

aficionado, filosofo dominguero como otros son pintores, espero tener entonces

el valor de evitar las tiltimas humillaciones de la senescencia, esa gran edad de

la que Schopenhauer decia que era un estado que se podria resumir asi: «Ho es

malo y cada diasera más malo —hasta que Ilegue lo_peor», dandome la m uerte

simplemente, tranquilamente. Reconociendo haber vivido. Concluyendo con

Bach, ese amigo intim o, ese fiel compafiero de los dial buenos y malos:

« D e r

Abschied ist geinacht. Welt, gute Nacht »

(BWV , 82). Ya veremos...

Esto es, querido Jean Malaurie, lo que tenia que compartir con usted.

Releerme no hace sino aumentar mis reservas en cuanto al interes de una

publicaciOn. En fin, le dejo que juzgue...

De todas formal, no yea en todo esto, más que los intentos fragmentarios y

contradictorios de un hombre que, rechazando las muletas de la ilusion, se

esfuerza por pensar su vida, con la angustiosa interrogaciOn de Tolstoi como

horizonte: oi,Que tenemos que hacer? i,Como tenemos que vivir?». Un hom bre

que intenta —generalmente en vano— ser un poco menos malo, un poco m enos

mediocre, un poco menos necio, de lo que tiene naturalmente tendencia a ser.

Con m i amistad.

Patrick

DECLERCK

314

15

NOTAS

Introduccion

Esta iniciativa le valid, en abril de 1996,

ser nombrado caballero de la legion de honor.

2 La coleccion

Terre humaine dirigida por

Jean Malaurie, es una empresa singular que tie-

ne mas de medio siglo y casi un centenar de

ti-

tulos extraordinarios. Entre ellos se cuentan:

Los albinos reyes de Thule

de Malaurie y

Tris-

tes tropicos

de Levi-Strauss, ambos de 1955,

Los inmemoriales

de Segalen,

Praga nuigica

de Ripellino, Chronique des indiens Guayaki

be Clastres,

Las venas abiertas de America La-

tina de Galeano,

/shi de Kroeber,

La exotica es

Sin caer en la facilidad refleja y pueril

be los retriMeanos lacanoides. observcinas be

paso la pesada carga simbol ica de este acroni-

ma. i,CASH coma

cache

iocultacionl? ;, 1) co-

ma pagar

cash

len efectival? El inconsciente

es alga muy divertido para quien sera air su

musiquilla...

5

Para una discusion de las modalidades y

de las ambigiiedades de estas priicticas, veanse

los capitulos «Noches dificiles» y «De Ia earl-

dad histerica a la funcion asilar”. Se observara,

por lo demas, que, en este mundo de los indi-

gentes, los nombres cambian a menudo: Casa

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cotidiano

be Condominas, L ete grec de Laca-

rriere, Carnets indiens

de Ribeiro,

Terres yi-

vantes be Dumont o

Elogiemos ahora a hom-

bres famosos,

de Agee. En todos ellos cada

escritor (un estudioso be las llamadas ciencias

sociales, sea antropologo. historiador, sociOlo-

go, psiquiatra o escritor), hate su itinerario be

exploraciOn al tiempo que entrega un diario-

confesiOn de lo que percibe y siente. Veanse:

P. Auregan,

Terre humaine. Des recits et des

honunes

Paris, Pockett, 2004; y VV. AA.,

Te-

rre humaine. Cinquante ans dune collection,

Paris, Bibliotheque nationale, 2005. [Nota be

los editores].

Se ha utilizado el material clinic°de ma-

nera que q uedara protegido e l anonimato de las

personas.

Wil l iam Shakespeare,

El rev Lear.

Miserere

Para una discusion mils en detallada de

los aspectos estadisticos, vease el Anexo II:

«Estadisticas: poblacion y pobreza».

= Para una presentation más detallada de

Ia Casa de Nanterre y de su devenir, vease el

Anexo 1 : «El Centro de acogida y de cuidados

hospitalarios de Nanterre«.

Sobre esta problematica, se leen] evi-

dentemente la obra de Michel Foucault. y so-

bre todo,

Histoire de In foil( a Page classique,

Paris, Gallimard, 1972. y Surveiller et punir,

Paris, Gallimard, 1975.

CASH de Nanterre, recogida o acogida social,

indigentes, indomiciliados. sin techo... A falls

de poder nombrar la cosa, siempre se pueden

variar las palahras que la designan...

Par lo demas, lo ha hecho muy bien Hu-

bert Prolongeau en su l ibro:

Sans domicile fixt.

Paris, Hachette, 1993.

• Repitamos aqui que esas observaciones

conciemen a los indigentes, que son los mas

desocializados de los excluidos. Seria odioso

insinuar que el producto de toda mendicidad

sirve preferentemente para comprar alcohol

drogas. Por lo demas, la cu estion del alcohol is-

mo y de las politoxicomanias de la poblaciOn

sera abordada más adelante. Vease el capitulo

«Una loca ataraxia],.

Desde un punto de vista sintomatologi-

co, el sindrome de abstinencia alcoholica se

manifiesta primero por un malestar general

(temblores, sudores, vertigos, irritabilidad, al-

teraciones be la concentration) para evolucio-

nar mas o menos rapidamente hacia una crisis

convulsiva be tipo epileptico, luego hacia un

delirium con delirio alucinatorio y clan°del es-

tado general (hipertermia, deshidrataciOn, hi-

pertensiOn. taquicardia) que puede llevar a la

muerte por coma hipertermico y colapso car-

diovascular.

Noches

L. F. Celine,

Voyage an bout de la nun,

Paris, Gallimard, 1952, p. 60.

317

2

La descripciOn que sigue concentra en el

relato de una sola noche observaciones realiza-

das con ocasi6n de una decena de recogidas de

incognito.

3

Quiero rendir homenaje sobre todo al se-

nor Gianini, responsable de los vigilantes del

Centro de alojamiento y asistencia a las perso-

nas sin techo [Centre d'hebergem ent et d'assis-

tance aux personnel sans abri = CHAPSA] du-

rante muchos afios. La verdadera preocupaci6n

que tenia por las personas albergadas era de

gran calidad. Su etica personal era indiscutible

y reconocida por todos.

Vease Anexo I: «El C entro de acogida y

de cuidados hospitalarios de N anterre».

5

Abordare mas adelante la cuesticin de la

creation del Samu social. Vease el capftulo:

«De la caridad histerica a la funcion

El andlisis de la inadecuacion estructural

entre los dispositivos institucionales y las ne-

cesidades reales de las personas gravemente

2

Experiencia que, por su pane, no tiene

nada de anecdotic° cuando se sabe que mas

ally de la extremada pobreza de los indigentes,

mas de un m illOn de personas cobran el RMI

en Francia ( 1.137.000 beneficiarios en junio de

2000) y que un informe del Centro regional de

las obras universitarias y escolares (CROUS

de Creteil, de febrero de 2000, estima que

aproximadamente 100.000 estudiantes viven

por debajo del umbral de pobreza

(Le Monde,

15 de febrero de 2000).

Bajo pres ion

' Para captar la importancia de la diferen-

cia, hay que saber que el centro de acogida al-

berga —bajo reserva de buena conducta— por una

duraci6n indeterminada a personas que trabajan,

como cocineros, camilleros, jardineros, etc., en

manera extremadamente perseguidora para el

sujeto. Seguramente sea el caso aqui. Si ignora

la culpabilidad relativa a esta agresiOn (y otras)

par que no sufre en cam bio par la vinculada al

asesinato de su padre.

Vease el capitulo: «Noches

Hal. el ordenador que, en la pelicula

2001, una odi sea de l e spacio ,

se pone a delirar

cuando lo desconectan.

Mi

perra, nn antante, mr amor

' Esta disposition espacial de las camillas

superpuestas, con Francis ocupando la de aba-

jo y sus padres copulando en la de arriba, re-

mite en suma a una «opresion” en el sentido li-

teral y fisico del termino...

te un sistema de prima l, pero tan arbitrario que

es imposible definir su funcionam iento general.

' Para la description de lo que sigue, doy

las gracias, par las precisiones tecnicas al doc-

tor Jacques Hassin, reanimador y responsable

de la consults del Centro de alojamiento y de

asistencia a las personas sin techo, en el hospi-

tal Max-Fourestier de Nanterre.

' M. Gamier y V. Delamare.

Dictionnaire

des Wines techniques de tnedecine,

Paris, Ma-

loine, 1986.

Una loca ataraxia

' INSEE,

Donnees sociales: La societe

francaise,

Paris, 1999.

= Tuve ocasion de asistir a una manifesta-

cion de este fenOmeno en un reciente congreso

de psiquiatria que tenia como terra el sufri-

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desocializadas sera presentado mas adelante.

Vease el capftulo «De la caridad histerica a la

funcion

Por que soy tan buen med ico

' Hoy, se ha tornado la decision inversa.

Con otras ventajas y otros inconvenientes.

2

Se profundizaran estas cuestiones más

adelante. Vease el capitulo «De la caridad his-

terica a la funcion asilar».

No, no estoy enfadado...

Vease m as adelante el capitulo: «Una lo-

ca

2

Para una discusion original de las rela-

ciones de los enfermos alcoholicos con el tra-

bajo, vease: J.-P. Descombey,

Alcoolique, mon

frere, toi,

Toulouse, Privat, 1985.

3

Más adelante, se abordan estas cuestio-

nes con más profundidad. V eanse los capitulos

«Una loca ataraxia» y «De la caridad histerica

a la funci6n

Dream t ime

' Expresion con la cual los aborigenes aus-

tralianos designan el tiempo mitico de los ori-

genes.

el seno del establecimiento. Se admite mas o

menos tacitamente que todo lo que se exige de

esta poblaciOn albergada es que disfuncione ha-

ciendo poco ruido. El CHRS, en cambio, quiere

ser el reagrupamiento de una elite. El albergado

debe disponer de un cursillo de formaci6n o de

un trabajo en el exterior del establecimiento,

proponiendose como objetivo una salida de la

institution en un plazo breve, cuando hay a en-

contrado una autonomia financiera. En la practi-

Ca, el sujeto, generalmente incapaz de soportar

las exigencias inherentes a su nuevo estado, es

rapidamente empujado a un fracaso public°, a

menudo castigado entonces con vejaciones va-

rias: expulsion del CHRS, regreso al centro de

acogida, expulsion del CASH de Nanterre.

2

Su trabajo en el seno de la institution.

5

Esta cuestion sera desarrollada mas ade-

lante. Vease el capitulo «Una loca ataraxia».

Inte rmezzo

Literalmente: «hombrecito,

Oscuridad hasta donde la vista alcanza...

' Doy las gracias a Odile Gaslonde, enfer-

mera en el CASH de Nanterre, por haberme en-

tregado copia de esos textos con vistas a esta

publicaciOn.

2

Se puede pensar que existe sin embargo a

nivel de un superego arcaico donde acttla de

Intermezzo

' A pesar de su caracter hagiografico, se

leery con placer la biografia de Omer Engle-

ben,

Le pere Da mien, apotre de s lepreux ,

Pa-

ris, Albin Michel, 1963.

Lo que s e de e l

' Abordare mas adelante las cuestiones re-

lacionadas con el funcionamiento de las insti-

tuciones de acogida. Vease el capitulo: «De la

caridad histerica a la funcion asilao>.

Puck ha muerto

' Refran de una canci6n tradicional de es-

tudiante de medicina. Se canta sobre todo en el

momento de u n «entierro>>, fiesta de sala de

guardia que celebra el fin de un intemado. Tras

una comida, el intern° al que sus compaileros

han tirado diversos productos (yogures, hue-

vos, etc.) es introducido en el atatid y paseado

por los servicios hospitalarios donde ha ejerci-

do. La procesion «filnebre» avanza entonando

el

De Profundis...

2

Hoy, en 2001, un albergado gana 400

francos el primer mes, y 800 franc os despues.

Los albergados destinados a tareas especial-

mente penosas, como la de auxiliar en el

CHAPSA, ganan de entrada 800 francos. Exis-

coanalista habia presentado un trabajo en el

cual buscaba, en relatos de victimas de campos

de concentration y de exterminio nazis, ele-

mentos de com paraci6n con el sufrimiento de

las personas en la calle. A pesar de la am alga-

ma etica y clinica discutible de semejante in-

tento, su presentation desperto un interes entu-

siasta y general, solo empafiado por algunas

votes muy criticas, pero aisladas. Barrida toda

racionalidad, a los profesionales presentee, en '

conjunto, no parecia turbarles el hecho de que,

si los sin-techo, socialmente excluidos y par lo

tanto victimas, eran

c o m o

deportados o victi-

mas del Holocausto, se deduc ia que ellos mis-

mos, socialmente integrados y por lo tanto ver-

dugos, llegaban a ser

c o m o

SS. i ,Que pensar,

sino que el masoquismo encontraba su satis-

faccion en esta doble identificacion?

Este movimiento fue claramente percep-

tible con ocasi6n de algunas discu siones en tor-

no a la pelicula

Rosetta,

que consigui6 la pal-

ma de oro en Cannes en 1999. Esta pelicula

cuenta la historia de una joven en situation de

gran precariedad social y economica. Las criti-

cas se complacieron en subrayar la odignidad>

,

de que h acia prueba frente a sus dificultades.

Se supone que la rebeliOn abierta, la locura, el

suicidio serian menos «dignos». Llorad escla-

vos, pero con dignidad. es

decir en silencio.

Recordemos que este medio es masculi-

no en un 90% . Por su parte, las mujeres esgri-

men evidentemente la traicion de los hombres.

318

19

[El autor habla de

soi plants y soignee,

terminus que toma «aqui en su más amplia

acepciOn, englobando tanto la ayuda social co-

: mo medica o psicoterapica». Para evitar Ia con-

fusion que pudiera introducir una traducciOn li-

teral,

cuidadore s / cuidados

(habria que emplear

cuidados

tanto pars

soignes

como pars

soins),

se ha decidido emplear

terapeutas/pacientes,

tambien en su «mas amplia acepcion». Nota

del traductor].

En psicoanalisis, la transferencia designa

los afectos, deseos y representaciones proyec-

tados por el analizado sobre la persona de su

analista. La contra-transferencia es su pareja

exacta. Son los afectos, deseos y representacio-

nes proyectados por el analista sobre su anali-

zado. La diferencia radica en que el analista de-

be —en p rincipio— ser capaz de auto-analizar su

contra-transferencia, es decir de hacerse cons-

ciente de ello.

' Los vinculos entre alcoholismo y trastor-

ambivalente les decir que la cortarti en dos) en

dos representaciones claras. una positiva y otra

negativa. El ejemplo clasico es. en

Centric/1ra,

la de la madrina buena v la de is madrastra. re-

presentaciones escindidas de is ambivalencia

primitivamente sentida con relacion a la madre.

5

S. Freud.

Nevm se , psycho. se e t pe rver-

sion.

Paris. P.U.E. 1973, p. 12.

En su sentido primero. se entiende por

«castraciOn» el fantasma ligado a los senti-

mientos de culpabilidad edipica del nino. El

padre le castigaria por su d eseo sexual hacia is

madre castrandole. Por extension, la castracicin

(simbetlica) acaba designando toda sancion de

un deseo prohibido, o supuestamente tal. Ade-

mas, solo consiguiendo dolorosamente «intro-

yectar la castracion» (es decir en poder limitar-

se el mismo) podra el adulto reconciliarse pars

llevar una vida que. en el mejor de los casos,

nunca sera lo suficientemente buena.

De Ia caridad histerica a In funcion asilar

' Es evidente que estas observaciones. Co-

mo las que siguen. se aplican a los sujetos que

padecen el «sindrome de desocializacion» des-

crito en el capitulo anterior,

no a las «sim-

ples» victimas de la exclusiOn social o de la

mera pobreza. Se com prenderti la importancia

del diagnostic° diferencial en las decisiones re-

lativas a las estrategias de cuidados.

= Ley n.° 88-1088 del 1 de diciembre de

1988 relativa al RMI. art. 1°.

' Ley,

op. cit.,

art. 34: «Ls comisicin local

de insertion... comprende un representante del

Estado y al menus un m iembro del consejo

ge -

neral

elegido de un canton situado en el area

que corresponde a la comision y un alcalde o

miembro del consejo municipal de una comu-

na situada en la competencia de la comisiOn,

dos representantes de instituciones, empresas,

Si este punt() parece evidente o facil-

mente admitido. el analisis de las practicas

muestra que no es asi. Ni siquiera los «Restos

du comp> se conformal) ya con el panel tinico

de reparto de alimentos y debaten sobre la

oportunidad de aplicar medidas socio-educati-

vas. Vease: «Apres quatorie ans d' existence,

les Restos du emir vivent une crise d'identite»,

Le Monde.

17 de diciembre de 1998.

Se observarti que este discurso evita cui-

dadosamente utilizar el termini> de amor. E n su

acepciOn mas elevada, sin embargo no estaria

totalmente desplazado. Freud, por ejemplo, ha-

blaba con razOn del psicoanalisis como una tu-

ra de amor. No obstante. usar este termini)

en un campo tan cargado de representaciones

ideologicas de origen mss o menos religioso,

como es el de la gran desocializacion, parece

delicado. Es mss, el amor terapeutico parece

demasiado antitetico de is notion esencial de

Page 160: Los Naufragos de Patrick Declerck

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nos de la mentalizacion han sido excelente-

mente puestos en evidencia por A. de Mijolla y

S. A. Shentoub, en su obra:

Pour une psycha-

nalyse de l 'alcool isme ,

Paris, Payot, 1973.

Vease A. M igot, J. Maisondieu: «Le clo-

chard alcoolique et sa mere»,

Soc ie te med ico-

psychologique,

sesion del 16 de diciembre de

1985.

9

D. Chappey-Manouk, P. Declerck, P.

Henry, 1988.

P. Declerck, P. Duprat, 0. Gaslonde, J.

Hassin, J.-P. Pichon, 1996.

" Para más informaciOn, )(ease Anexo III:

«Epidemiologia medica y psiquidtrica».

1

= Vease el capitulo: «Porque soy tan buen

medico...».

13

I. R. Malka, P. Fouquet, G. Vachonfran-

ce,

Alcoologie,

Paris, Masson, 1983, p. 74.

14

La escisiOn es uno de los numerosos me-

canismos de defensa. Estos illtimos son m anio-

bras psiquicas por las cuales el yo de u n sujeto

intenta evitar los mom entos vividos de angus-

tia, de depresion o de fragmentation, cuyo al-

cance intenta reducir. La represion, la denega-

cion, Ia negation, la racionalizacion, el humor

son mecanismos de defensa. La escisi6n se re-

fiere a la ambivalencia vinculada con una sola

representacion psiquica. Esta ambivalencia

(mezcla de amor y de odio experimentados por

el sujeto con relacion a un mismo objeto) indu-

ce un m alestar y una culpabilidad en el yo. Es-

te ultimo separara entonces la representation

Vease el capitulo: «Bajo presion».

Estamos aqui cerca de los mecanismos

psiquicos cuyo funcionamiento ha descrito bri-

liantemente Gerard Szwec en su libro

Les ga-

leriens volontaires,

Paris, PUF, 1998.

'> Vease B. Rosenberg,

M a s o c h i sme mo r -

tifere et masochisme gardien de la vie.

Paris.

PUF, 1991.

2

" Vease el capitulo: «Todo lo que se de

el».

2

 

A este respecto es tipico que Yves Le-

roux, autor de un relato autobiografico tituladoi

Le Cachalot, &moires dun SDF

(Paris, Ram- ii<k—

say, 1988), lo termine de la manera siguiente:

«Liberado de sus correas, se hunde, vuelve a

emerger, se hunde otra vez, emerge de nuevo,

vuelve con sus juegos sobre el oceano... Los

hombres le m iran, emocionados. De repente, se

hunde en el agua, a u na profundidad suficiente

para coger un impu lso formidable y da el salto

más grande de cachalote que marino recuerde

haber observado nunca». Yves Leroux, que

nunca dej6 la calle, muri6 más tarde, como

consecuencia de su alcoholismo. Vease H. Pro-

longeau: «Le cachalot s'est echoue», Le Nou-

ye Observateur,

3-9 de febrero de 2000.

22

Francis B. lo demuestra excelentemente.

Vease el capitulo: «Mi perra, mi amantte, mi

amor».

22

G. de Maupassant, «Le vagabond» [rela-

to de 1887, «El vagabundo»,

Mi do Jules y

otros set

-es marginales,

Madrid. Alianza, 2005,

p. 146].

organismos o asociaciones que intervienen en

el campo econom ic° y social».

Ley n.° 92-722 del 29 de julio de 1992

que introduce una adaptation de la ley n° 88-

1088 relativa al RMI y relativa a la lucha con-

tra la pobreza y la exclusion social y profesio-

nal, art. 42.5.

Le Monde ,

suplemento «Initiatives», 16

de febrero de 1998.

Vease el capitulo: «Noches dificiles».

7

Vease el relato que hate Marc P. de su

llegada al hogar de alojam iento en el capitulo:

«Oscuridad hasta donde la vista alcanza».

" Vease

Le Monde ,

suplemento «Initiati-

ves», 9 de septiembre de 1998: oRATP y

SNCF revisan sus comprom isos a favor de los

sin-techo».

M. Heidegger, «La pregunta por la tecni-

ca»,

Conferencias y articulos,

Barcelona. Ser-

bal, 1994.

o

Como miembro del equipo de Xavier

Emmanuelli en Nanterre en los anos 1993-

1995, participe en la creation del Samu social

de Paris. Alli dirigi un grupo de supervision de

los equipos durante trey anos.

" Vease el capitulo: «Noches dificiles».

12

Vease el capitulo anterior: «Una loca

ataraxia».

Este fenomeno esta senalado en los co-

mentarios del relato de Michel. Vease el capi-

tulo: «No, no estoy enfadado».

'> S. Ferenczi,

P.svchanalvse 4, ffuvres

comple te s .

Paris. Payot, 1982.

ambivalencia contra-transferential. Einalmen-

te, el amor es un sentimiento. Com o tal, es labil

v esta a merced de la vicisitudes del afecto...

'

7

W.D. Winnicott, «Objetos transicionales

y fenomenos transicionales».

Realidad y juego:

Barcelona. Gedisa. 1982.

I' E. Kant,

Fundamentacion de In metaffsi-

ca de las cos tumbres .

19

S. Freud,

Mds add del prineipio del

placer.

29

I. Hullos,

Mes adieux

a

la maison jaune,

Paris, Editions du Coq-Heron, 1986.

Anexo I

' Agradezco al doctor Jacques Hassin res-

ponsable de la consults medica del Centro de

alojamiento y de asistencia a las personas sin

techo del CASH de N anterre, el haberme per-

mitido utilizar, para las paginas que siguen, su

tesis de doctorado de etica medics:

L 'Emer-

gence de rabord medico-social des popula-

tions sans toil s table,

Universite René-Descar-

tes, Paris V, 1996.

= Citado en C. Bernand.

Les vieux vont

mourir a N ante rre ,

Paris. Le Sagittaire. 1978,

p. 14.

3

Bulletin municipal officiel,

18 de junio de

1887. citado en C. Bernand,

op. cit.,

p. 197.

' Liaisons,

revista mensual de informaciOn

y de relaciones publicas de Ia Jefatura de Poli-

320

21

cia, marzo de 1973, 197, p. 2.; recogido en C.

Bernand,

op. cit. ,

p. 196.

5

C. Le Roux,

Le Vagabondage e t la men-

d ic i te a Paris e t dans le departement de la S e i -

ne,

Paris, 1907, p. 128; recogido en C. Ber-

nand,

op. cit. ,

p. 12.

Anexo 11/

' El lector consultard J. Marpsat, J.-M. Fir-

dion y otros, 2000, para una discusiOn metodo-

lOgica detallada de estas cuestiones.

2

Cifras redondeadas a la unidad.

3

En epidemiologla, la «incidencia» de una

enfermedad designa el ntimero de casos nu evos

descubiertos en el seno de una poblacion dada,

en el curso de un period() dado. La «prevalen-

cia» designa el numero de casos de una enfer-

medad en el seno de u na poblaciOn dada, en el

curso de un period() dado, sin distinci6n entre

Chest Ray Screening Programme»,

Journal

of

Epidemiology and Com muni ty Heal th , 49 (6):

pp. 629-633, diciembre de 1995. Citado en

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berculose et grande exclusion,

Samu social de

Paris, Paris, octubre, 1998.

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322

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AGRADECIMIENTOS

Ademas de, por supuesto, al Profesor Jean Malaurie, la coleccion

Terre humaine

y la editorial Pion, me gustaria dar las gracias a las personas y a las instituciones que,

de distintas maneras y sin compartir necesariamente los puntos de vista expresados

aqui, han hecho posible este trabajo:

El doctor Patrick Henry, fundador en 1984, en Nanterre, de la primera consulta

somatica destinada a los sin-techo en Francia.

El

Centre d'Accuei l e t de Soins Hospi tal iers de Nanterre

y su antiguo director

Antoine de Tovar, el doctor Djenane Chappey-Manouk, Michele Duffar, Odile

Gaslonde y el doctor Jacques Hassin.

La Dirección general de la Salud, Jean-Daniel Mesinger, y el doctor Laurent

Meyer. ,

L'Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales,

Gerard Althabe, Carmen

Bernand, el anorado Georges Devereux y Jean-Francois Gossiaux.

Ematis, el Abbe Pierre, Laurent Desmars, y Herve Le Ru.

El Laboratorio de antropologia social del

College de France,

Nicole Belmont,

Michel Izard, y Charles-Henry Pradelles de Latour.

La «Maison des Sciences de l'Homme», sus antiguos directores, el aiiorado

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Medicos del Mundo y su antiguo presidente el doctor Bernard Kouchner.

El ministerio de Asuntos sociales y Serge Milano.

La RATP y Pierre Faucheux.

El Samu Social de Paris y su presidente el doctor Xavier Emmanuelli.

La

Societe Psychanalytique

de Paris, Anne Bruno, el doctor Paul Israel, el doctor

Michel Neyraut, y el doctor Michel Renard.

Los allegados que me han apoyado y animado, escuchando

ad nauseam

el relato

de mis combates con la escritura: mis amigos, Jacques Fardeau, Bernard Hengchen, el

doctor Claude Orsel, el doctor Pierre Pouwels y el doctor Douglas Shenson, mi her-

mano John, que es mucho más que un hermano, Micheline, mi madre, Roger, mi padre

que ya no esta con nosotros, y,

last but not least,

mi mujer Marie-Beatrice cuya pacien-

cia para conmigo parece no tener limites.

326

27

INDICE DE NOMBRES DE PERSONAS

Abel (caso de), 187-192, 225.

ourestier, NI.. 271.

Agustin de Hipona, 239. rancis, B. (caso de). 165-186, 320.

Antistenes, 203. reeman, S. J. J., 290.

Antoun, F., 293.

reud. S.. 60. 144, 171, 221, 22

1

 225. 265,

Aristoteles , 190. 21.

Bach, J. S.. 205. able, C., 129.

Balladur, E., 245.

amier, M., 319.

Balubas, 130. aslonde, 0., 286, 292. 294. 318. 321.

Baudelaire, C., 109.

erard (caso de), 97, 98.

Beckerel (caso de), 65-66. erbault, A., 171.

Beckett, S., 160. insberg, A., 9.

Bernand, C., 321. iotto di Bondone, 128.

Bonamy, F. 293. opala Alampur, A., 296.

Bond, J.,

31.

uinol,

95.

Brassens, G., 173.

amlet, 19, 136. 160.

Page 164: Los Naufragos de Patrick Declerck

8/19/2019 Los Naufragos de Patrick Declerck

http://slidepdf.com/reader/full/los-naufragos-de-patrick-declerck 164/167

Bronstein, L. (Trotski). 43. ardy, 0.. 48.

Brueghel, P., 101.

assin, J., 286, 292, 294, 319, 320.

Brummel, G., 73. eidegger, M.. 244.

Capone, A., 159. enry. P., 7, 11, 49-51, 56, 60, 62, 65, 286,

Celine, L.-F., 29.

91, 292, 294.

Cenicienta, 320.

erklito de Efeso. 47.

Chappey-Manouk, D., 286, 291, 292, 293,

itchcock, A., 161.

294, 295.

itler, A., 180, 181.

Charcot, J. M., 190.

ollos, I., 266.

Chirac, J., 245. oraist, 0., 296.

Citron, K. M., 322.

estIs, 26, 171, 236.

Corso, G., 9.

ob, 47, 156.

Cyrano de Bergerac,

31, 106.

ordaens, 101.

Damian (padre), 183-185.

ant, E., 69, 226. 321.

Declerck, P., 75, 291-294, 320. erouac, J., 9.

Delamare, V., 319.

oechlin, E., 296.

Descartes, R., 10, 183.

ouchner, B., 7.

Descombey, J.-P., 318. ovess, V. , 296.

Devereux, G., 11. umar, D.. 322.

Dostoyevski, F., 73.

acan, J 223.

Drogoul, F., 296.

aurel, S., 48.

Duprat, P., 320, 292, 294.

e Pen, J.-M., 28.

Durkheim, E., 9.

e Roux, C., 322.

Emmanuelli, X., 7, 321.

eese, J., 322.

Englebert, 0., 319.

epine, L., 277.

Fabre, J.-H., 187.

eroux, Y., 322.

Ferenczi, S., 255.

ivingstone, D., 31.

Ferlinghetti, L., 9.

ondon, J., 171.

Firdion, J.-M., 281, 293, 322.

ongfellow, H. W. 49.

Formo, A., 296.

acbeth.

75, 136.

Foucault, M., 317.

adoun (caso de), 64.

Fouquet, P., 221. aisondieu, J., 320.

329

Malaurie, J., 11.

Malka, R., 221.

Mangin-Lazarus C , 296.

Marc, P. (caso de), 139-163, 321.

Marpsat, M., 281, 286, 322.

Marx. K., 171.

Masson (caso de), 65.

Maupassant. G. de, 227.

Mauss, M., 9.

Michel (caso de), 83-98, 321.

Michel, B., 296.

Migot, A., 320.

Mijolla, A. de, 320.

Moitessier, B., 13.

Monfreid, D. de, 171.

Montaigne, M. de, 99.

Narciso, 225.

Nietzsche, F., 7, 69, 100, 198, 229.

Ofelia,

9, 160.

Pascal, B., 10, 174.

Paul, M. (caso de), 111-126, 320.

Paul, Sr., 105.

Quiles, P., 27.

Raymond (caso de), 193-201, 267, 270.

Rimbaud, 58.

Rosenberg, B., 224.

Sartre, J.-P., 106.

Schopenhauer, A., 107.

Schweitzer, A., 55.

Scott, R. F. (capitan), 31.

Shakespeare, W., 12, 190.

Shentoub, S. A.. 320.

Sisifo,

65.

Slocum, J., 31.

SOcrates, 99.

Sommers, A. F., 296.

Spinoza, B., 73, 99, 108.

Stevenson, R. L., 183, 185.

Szwec, G., 320.

Tio, 127-131.

Tomas de Aquino, 271.

INDICE DE LUGARES E INSTITUCIONES

Centro de acogida y de cuidados hospitala-

rios

[Centre d'accueil et de soins hosp i-

taliers — CASH]

de Nanterre, 16, 41,

277-280.

Centro de acogida. 16.41, 217.

Centro de alojamiento de urgencia, 27.

Centro de alojamiento y de asistencia a

las personas sin techo

[Centre d'heher-

gement et d 'assi stance aux personnes

sans ahri — CHAPSA], 16, 41, 217.

Centro de alojamiento y de reinsertion

social

[Centre d 'hehergement e t de

reinsertion sociale — CHRS],

16, 111.

Cementerio. 267-273.

Comisaria, 267.

Europa, 281. 283. 286.

Flandes, 29.

Francia, 16, 281, 283.

Honoluln, 185.

Hotel-Dieu (hospital), 118.

India, 171.

Katanga, 129.

La Garenne-Colombes, 43. 278.

Limburgo, 184.

Maison des sciences de l 'homme, 7.

Medicos del Mundo (Mission France de), 17,

42. 60, 80, 133, 134, 212, 248, 296.

Molokai, 183. 184.

Nanterre (ciudad), 277, (zona indu strial). 278.

Ostende, 272.

Page 165: Los Naufragos de Patrick Declerck

8/19/2019 Los Naufragos de Patrick Declerck

http://slidepdf.com/reader/full/los-naufragos-de-patrick-declerck 165/167

Penelope,

70.

Perrier (caso de), 66.

Pichon, J.-P., 286, 292, 294, 320.

Platon, 47, 174, 175.

Pouwels, P., 42.

Prolongeau, H., 317, 320.

Proust, M., 74.

Puck, 193.

Vachonfrance, G., 221.

Watson, J. M., 322.

Wilde, 0., 235.

Winnicott, D. W., 259.

Winnie el osito,

33.

Wittgenstein, L., 267.

Zola, E., 127.

Zorro,

144.

Hospital Max Fourestier, 16, 165, 271.

319.

Dep6sito de cadaveres, 268. 269.

Casa de Nanterre, 16, 277-280.

Asilo de ancianos, 16.

Asnieres-sur-Seine, 278.

Auxilio catolico, 17.

Azincourt, 198.

BAPSA (Brigada de asistencia a las personas

sin techo), 17, 246.

Bedlam, 12.

Belgica, 129, 185.

Bruselas, 30, 129.

Camenin, 67.

Centro de alojamiento de urgencia (Paris), 27.

Charleville-Mezieres, 58.

Colombes, 278.

Congo, 128.

Costa Azul, 58.

Courbevoie, 278.

Ejercito de Salvation, 17.

Elisabethville, 129.

Emads, 17, 21, 22, 288.

Pacifico (islas del), 171.

Paris, 7, 15, 27, 39, 133, 13 9, 247, 281.

Beaubourg, 150.

Bercy (quai de la Gare), 27.

Cite universitaire internationale, 29, 99.

Etoile, 109.

Gare du Nord, 83, 97, 230.

Louvre, 109.

Villette (porte de la), 42, 43.

Puteaux, 278.

RATP (recogida social), 17, 27. 40, 41, 52,

239, 244.

Rouen, 48.

Saint-Denis (cartel), 277.

Sainte-Anne (hospital psiquiatrico). 118.

Samu social de Paris, 17, 245, 289, (observa-

torio del), 293.

Samu sociales, 248.

Sena, 48, 109.

SNCF, 27, 239, 244.

Suresnes, 278.

Villejuif (hospital psiquidtrico), 118.

Waterloo, 30, 48.

330

31

INDICE TEMATICO

Abandono, 20. 21, 23, 24. 25, 93. 226, 249,

252, 255.

Accidente, 23, 86, 92, 139, 144. 217.

Alcohol. alcoholismo/tabaquismo, dependen-

cia del alcohol (yease Toxicomania), 7, 8,

9, 18, 19, 20, 25, 28, 35, 38, 41, 44, 52,

66, 117, 125. 137, 139, 145. 146, 147,

149, 163, 179. 188, 189, 195, 197, 200,

205, 207, 213-214, 216-218, 219, 233,

238, 246, 250, 291, 292, 294, 297.

Alojamiento, 19, 27, 64, 71, 95, 111, 156.

190, 193, 195, 229, 235-238, 241, 245,

246, 277-280, 287.

Amputation, 63, 189, 220.

Analidad, 122. 135, 222-224, 240, 253.

Anamnesia, 216, 217, 252.

Dignidad, 211.

Dios, 8, 171.

Discorso manifiesto, discorso latente, 20.

213.

Divorcio, 93, 197, 213.

Ducha, 34, 47.

Edad, yease Poblacion.

Edipo, 220, 223.

Epilepsia, 25, 39, 52-54, 292.

Espacio transitional de cuidados, 249, 257-

262.

Esquizofrenia, 190, 206, 207, 296.

Etnograffa. 7, 9, 20, 83.

Exclusion, 15, 205, 209-211, 229, 247, 255,

261.

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8/19/2019 Los Naufragos de Patrick Declerck

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Angustia, 15, 175, 190, 219, 224-225, 242,

245, 251, 253, 255.

Ano, 215, 222.

Asesinato, 133, 134, 139, 140, 141.

Asilo, funcion asilar, 219, 249, 255, 257-259,

266.

Ataraxia, 73, 205, 227.

Calle, 18, 19, 20, 115, 172.

Canabis, 112, 117, 120, 165, 172, 188.

Canibalismo, 214.

Caquexia, 47, 56, 225.

Carcel, 15-16, 21, 23, 28, 36, 163, 188, 248,

267, 277-279.

Castration anal, 223.

Castration genital, 223, 320.

Cementerio, 140, 267, 269-273.

Coito, 33, 37.

ColusiOn, 250-252, 255.

Consulta, 49-51, 59, 60, 133, 136, 165, 262.

ContemplaciOn, 128, 259.

Contrato terapeutico, 241, 243, 259.

Crisis comicial, yease Epilepsia.

Cristianismo, 8, 198, 236.

Cuerpo, 33, 220, 221, 250, 256.

Cuidado (negativa de), 62, 64, 188, 220, 250,

256.

Culpabilidad, 210, 211, 257.

Curacion, 7. 214, 229, 239, 242, 256, 257.

Defensa (mecanismo de), 221-223, 251.

Deposit() de cadaveres, 60, 267, 268.

Desocializacion, 15, 206, 211, 218, 227, 229,

235, 244, 248, 257, 291.

Excremento, 35, 36-38, 47, 48, 71.

Familia, 23-25, 79, 84, 112, 124, 187, 217,

218.

ForclusiOn anal, 223, 224, 240.

Forclusion, 223, 224, 225.

Fort/Da

(juego del). 265.

Fracaso terapeutico, 256, 257, 261.

Gangrena, 9, 62, 63.

Hipotermia, 56-57, 199-200, 249.

Histeria, 59, 191, 236.

Homosexualidad, 31, 34, 97, 117, 135, 160,

171, 219, 220, 224.

Hotel, 95, 105, 106.

Incesto, 80, 165, 171, 177-178, 217.

Inconsciente, 207, 209, 212, 213, 226, 240,

249, 251.

Indigente, indigencia (yease desocializacion,

indomiciliado), 7, 49, 70, 170, 205, 207,

211, 212, 216, 217, 229-231, 240, 255,

265, 296.

Indomiciliado (vease indigente, desociali-

zacion), 7, 42, 70, 205, 239, 243, 246,

261, 280, 281, 283-288.

Insertion, reinsertion, 55, 195-197, 229, 231,

233, 234, 239, 257.

Lepra, 183-185.

Ley, 263.

Libido, 212, 253, 257.

Madre, 23, 79, 84. 89, 95, 115. 141-143, 171.

176, 178, 191, 194, 217, 250.

Masoquismo, sadomasoquismo, 90, 165, 180.

211, 220, 224-225, 249, 258.

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