los modelos economicos

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María Rostworowski de Diez Canseco , 25 CARETAS 2002 os modelos económicos Cuando hablamos de modelos eco- nómicos en el Perú prehispánico es necesario tomar en considera- ción que se trata de economías que desconocieron el uso del dinero y que además no estaban organizadas por la ins- titución del mercado. El modelo económico inca se ha calificado de redistributivo debido a las funciones que cumplía el propio gobierno. Esto significa que gran parte de la producción del país era acaparada por el Estado, el cual a su vez la dis- tribuía según sus intereses. Valensi (1974) da una definición del principio de la redistribución que presupone un modelo de centralismo institucional. Las sociedades domina- das por la redistribución, la producción y la repar- tición de bienes se organizan en función de un cen- tro –se trate de un jefe, un señor, un templo o un déspota–, el mismo que reúne los productos, los acumula y los redistribuye para retribuir a sus agentes, asegurarse el mantenimiento y la defensa de los servicios comunes y para conservar el orden social y político como por ejemplo durante las cele- braciones de fiestas públicas. Este principio es fa- vorecido por el modelo institucional de la simetría en la organización social. La reciprocidad intervie- ne en la producción, las prestaciones de servicios, la distribución periódica de las tierras, así como en la repartición de los productos, en la práctica de los dones y contradones, y otras. Polanyi admite que la redistribución puede jugar un papel en sociedades muy diversas, en las homo- géneas y en las estratificadas. Reciprocidad y redis- tribución pueden combinarse en la misma sociedad, la primera corresponde entonces a la forma horizon- tal del intercambio a escala, la segunda a la forma vertical entre unidades locales y la autoridad cen- tral. Con la formación del Estado inca se produce un desarrollo de las fuerzas productivas y un creci- miento económico dinamizado. Por muchos años se alabó y consideró la organi- zación inca como la materialización de una utopía admirada por los europeos. Se creía que el almace- namiento de productos de toda índole tenía por ob- Historia del Tahuantinsuyu Historiadora peruana de origen polaco. Es considerada una de las máximas conocedoras de la historia del Imperio Incaico. Historia del Tahuantinsuyu (Lima, IEP, 1992), pp. 259, 262-265, 267-269, 276-277. María Rostworowski de Diez Canseco , 25

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los modelos economicos en el tawuantinsuyo

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Page 1: Los Modelos Economicos

María Rostworowski de Diez Canseco

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CARETAS 2002

os modelos económicos

Cuando hablamos de modelos eco-nómicos en el Perú prehispánico

es necesario tomar en considera-ción que se trata de economías que

desconocieron el uso del dinero y queademás no estaban organizadas por la ins-

titución del mercado.

El modelo económico inca se hacalificado de redistributivo debido a

las funciones que cumplía el propio gobierno. Estosignifica que gran parte de la producción del paísera acaparada por el Estado, el cual a su vez la dis-tribuía según sus intereses.

Valensi (1974) da una definición del principiode la redistribución que presupone un modelo decentralismo institucional. Las sociedades domina-das por la redistribución, la producción y la repar-tición de bienes se organizan en función de un cen-tro –se trate de un jefe, un señor, un templo o undéspota–, el mismo que reúne los productos, losacumula y los redistribuye para retribuir a susagentes, asegurarse el mantenimiento y la defensade los servicios comunes y para conservar el ordensocial y político como por ejemplo durante las cele-braciones de fiestas públicas. Este principio es fa-vorecido por el modelo institucional de la simetríaen la organización social. La reciprocidad intervie-ne en la producción, las prestaciones de servicios,la distribución periódica de las tierras, así como enla repartición de los productos, en la práctica delos dones y contradones, y otras.

Polanyi admite que la redistribución puede jugarun papel en sociedades muy diversas, en las homo-géneas y en las estratificadas. Reciprocidad y redis-tribución pueden combinarse en la misma sociedad,la primera corresponde entonces a la forma horizon-tal del intercambio a escala, la segunda a la formavertical entre unidades locales y la autoridad cen-tral. Con la formación del Estado inca se produceun desarrollo de las fuerzas productivas y un creci-miento económico dinamizado.

Por muchos años se alabó y consideró la organi-zación inca como la materialización de una utopíaadmirada por los europeos. Se creía que el almace-namiento de productos de toda índole tenía por ob-

Historia delTahuantinsuyu

Historiadora peruana de origen polaco. Esconsiderada una de las máximas conocedorasde la historia del Imperio Incaico.

Historia del Tahuantinsuyu (Lima, IEP, 1992),pp. 259, 262-265, 267-269, 276-277.

María Rostworowskide Diez Canseco

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jetivo fines humanitarios, como socorrer a la pobla-ción en caso de desastres naturales. Esta aprecia-ción sólo demuestra una incomprensión de los me-canismos económicos de ese Estado.

Gran parte de la redistribución era consumidapor el sistema de la reciprocidad, por el cual el Es-tado se veía obligado constantemente a renovargrandes “donativos” a los diversos señores étnicos, alos jefes militares, a las huacas, etc. Para cumplirtales necesidades se creó, como se vio en el capítuloanterior, un gran número de depósitos estatalesporque el gobierno tenía que disponer de cuantiososbienes acumulados pues los objetos almacenados re-presentaban poder en el Tahuantinsuyu.

El modelo económico serrano: La sierra sur

La economía sureña del Tahuantinsuyu ha sidoestudiada especialmente por John Murra (1964,1967, 1972), seguido por numerosos investigadores.Para obtener productos de diversas ecologías los na-turales se valían del sistema de enclaves, llamadospor Murra “archipiélagos verticales”, cuyo núcleoserrano controlaba, por medio de colonias multiét-nicas, zonas diferentes situadas en microclimas dis-tantes unos de otros.

Subrayamos la palabra distante para indicar quelos varios microclimas se hallaban a más de un díade camino. Los enclaves del altiplano son a la fechalos modelos andinos clásicos como forma de conse-guir productos diferentes a los existentes en el nú-cleo de origen. Estos enclaves se hallaban en la cos-ta y en la región selvática a varias semanas de mar-cha, y este punto es importante ya que marca las di-ferencias entre los dos modelos, el de la sierra sur yel de la región central.

Murra ha investigado con sumo detalle la ma-croetnia de los lupacas, y se ha comprobado que lomismo sucedía con los otros señoríos de la mesetadel Collao, como los pacajes, los hatun collas, losazángaros, que también gozaban de enclaves en zo-nas diferentes a las de su propio hábitat.

Un problema surge en torno al inicio de los en-claves, es decir si se originaron con una conquista.Existe información valiosa en un documento del Ar-chivo Arzobispal de Lima que describe cómo el gru-po serrano de los yauyos echó a los yunga de Calan-

go, de unas tierras que poseían en Callaguaya, einstalaron miembros de varios ayllus serranos.

Faltan aún mayores investigaciones sobre losgrupos costeños de la zona sur, y saber cómo fuerondominados por los serranos del altiplano. Es posibleque en el litoral no haya existido una hegemonía depoder yunga que hubiese podido defenderse delavance serrano. La región comprendida entre Ca-maná hasta Tarapacá se llamó el Colesuyu, un su-yu diferente a los cuatro suyu clásicos del Estado in-ca y cuya población costeña estaba compuesta poragricultores y por pescadores. Los habitantes de es-ta región se dividían en gran número de curacazgos,y el suyu debió ser una definición del espacio másque una demarcación política.

– Si bien la Visita de Garci Diez de San Miguelde 1567 (1964) junta con la Visita de Ortiz de Zúñi-ga a Huánuco de 1567 (1967 y 1970) son ejemplosclásicos de los enclaves serranos. en ambos docu-mentos aparecen los “rescates” de ganado, lana y ro-pa. Estas repetidas manifestaciones indican que enalguna época del año se efectuaban ciertos inter-cambios.

La sierra central

Una situación muy diferente a la del altiplano ya la de la sierra en general existía en la CordilleraMarítima de la región central del antiguo Perú. Lascondiciones geográficas especiales hicieron que losnaturales adoptaran un modelo propio, adaptado alas condiciones topográficas imperantes en la re-gión. Es un hecho importante demostrar cómo undeterminado modelo podía variar si las condicionescambiaban.

Esta distinta aplicación del patrón de la “vertica-lidad” demuestra que no era un sistema rígido, sinoque se transformaba según las circunstancias. Talinformación surge de las Visitas realizadas a Cantaen 1549 y en 1553; ambos testimonios tempranos,anteriores a las reformas toledanas, dan una visiónde situaciones especiales para la zona.

La región de Canta tiene un terreno abruptoque a relativa corta distancia goza de climas dife-rentes lo cual le permite producir recursos varia-dos. Explicaremos en pocas palabras su organiza-ción económica bastante original y que ofrece un

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aspecto nuevo al problema: El Señorío de Cantacomprendía ocho ayllus, y para atender cultivos si-tuados a diversos niveles ecológicos, distantes unosde otros por un día o dos de camino, idearon un tra-bajo comunal de los ocho ayllus, rotativo y de tem-porada. Cuando cumplían faenas comunales se mu-daban de un lugar a otro con el objeto de realizardeterminadas faenas agrícolas. Esta trashumancialimitada los llevó a poseer, además de sus pueblospermanentes, unas aldeas comunes habitadas tem-poralmente mientras cumplían sus labores en lazona, por ejemplo cuando se dirigían a la puna asembrar y cosechar una planta de gran altura lla-mada maca (Lepidium meyenil), o a realizar la es-quila de sus rebaños de camélidos. En otra épocadel año bajaban a la región cálida del chaupi yun-ga a las plantaciones de cocales o de maíz. No sóloen sus chacras, sino también para la confección deobjetos o de productos necesarios para la comuni-dad emplearon el sistema rotativo, por ejemplo lostejidos, la elaboración de cerámica, la fabricaciónde ojotas (calzado andino) o la preparación delcharqui.

A causa de las cortas distancias entre los variosclimas y recursos, los naturales de Canta no preci-saron de enclaves multiétnicos que recién fueron in-troducidos con el dominio inca y la aparición de losmitmaq.

El modelo económico costeño: La especialización laboral

Dado que la organización de la economía serranaguardaba una necesaria relación con el medio am-biente, propio de las quebradas andinas y de la me-seta del altiplano es comprensible que la diferentegeografía de la costa propiciase un modelo económi-co también distinto.

Es importante notar que la región yunga a pesarde sus dilatados desiertos, era una región rica en re-cursos naturales renovables. Su mayor fuente debienestar provenía del mar, un mar que era extraor-dinariamente abundante en su fauna ictiológica.

A diferencia de otros lugares del mundo, en losinicios de la civilización del antiguo Perú no hubonecesidad de la agricultura para la formación de po-blaciones numerosas ni para la creación de centrosceremoniales destacados. Estas primeras manifes-

taciones culturales se desarrollaron gracias a la ex-plotación de los recursos del mar, marcando así elposterior desenvolvimiento costeño.

Desde tiempos tempranos se estableció en lacosta dos actividades diferentes, la pesca y la agri-cultura. Se formaron grupos separados con jefespropios y se estableció entre ellos un intercambiode productos. Sin embargo los pescadores, limita-dos a sus playas y caletas, permanecieron subordi-nados a los señores de las macroetnias de agricul-tores yungas.

La primera información sobre la presencia enun curacazgo de estas divisiones nos la dio la Rela-ción de Chincha, nombrada por nosotros como “Avi-so”. En efecto, una población de treinta mil “tribu-tarios” se dividía en diez mil pescadores, doce milcultivadores y seis mil “mercaderes”. Estas cifrasindican una división laboral entre sus habitantes,distinta a lo que hasta entonces se conocía en elmundo andino.

La importancia del trabajo artesanal se vio con-firmada en las mismas Ordenanzas, pues prohibíana los curacas a obligar a los artífices a cumplir lamita campesina o a servir en la casa de sus enco-menderos.

De acuerdo con el sistema de la especializaciónmuchos trabajos que no se consideran como artesa-nales figuraban como tales, y se prohibía el ejerciciode cualquier otra labor aparte de la indicada.

Un ejemplo muy ilustrativo de las costumbresyungas era la de los chicheros o fabricantes de bebi-das, especialidad reservada a los hombres. En lasierra las mujeres preparaban en sus hogares la be-bida para la familia. Cuando se necesitaban gran-des cantidades para el culto o para las ceremoniasdel Inca, las mamacona eran las encargadas de pre-pararlas. En cambio, en la costa se trataba de unoficio masculino a dedicación exclusiva.

El intercambio costeño

En las sociedades arcaicas predominaba, segúnPolanyi (1957), el modelo redistributivo a pesar deexistir en algunos lugares el hábito del intercambio.Este fue el proceso seguido en los curacazgos coste-ños y marcó su diferencia con los señoríos serranos.

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La reciprocidad como una integración tuvo ma-yor poder en la costa al emplearse tanto la redistri-bución como el trueque, que se basaba en equivalen-cias establecidas y compensaba la falta de algún ti-po de producto local. Un estudio empírico de la eco-nomía llamada primitiva comprende en sus princi-pales cuadros la reciprocidad, la redistribución y eltrueque.

Para entender el intercambio en las sociedadescosteñas del antiguo Perú tenemos que aclarar quese realizaba a dos niveles muy distintos. El prime-ro se efectuaba entre la gente del común para con-seguir lo necesario para la vida diaria y posiblemen-te las equivalencias eran establecidas y aceptadaspor todos. El segundo se llevaba a cabo entre lasclases altas de la sociedad.

Tenemos noticias de dos lugares distintos y sepa-rados que nos ofrecen una visión de la situación im-perante en las tierras yungas: En Chincha, como yalo mencionamos, el intercambio se realizaba a largadistancia, siendo efectuado por “mercaderes” reco-nocidos como tales. En el norte sólo tenemos pocasnoticias de señores en cuyas manos se desarrollabael trueque, tanto suntuario como de recursos ali-menticios. A continuación veremos más ampliamen-te estas dos situaciones.

El trueque local

La especialización del trabajo en la costa obligóal establecimiento de un trueque local entre sus ha-bitantes para obtener las subsistencias y los objetosque cada cual no producía. En páginas anterioresmencionamos la dedicación exclusiva del trabajo,que traía como consecuencia un intercambio cons-tante, un ejemplo de esta situación lo hallamos enla Visita realizada por Juan de Hoces en 1574 a laregión de Trujillo. El visitador se vio en la necesi-dad de reglamentar las equivalencias entre el maízremitido por los cultivadores y los fabricantes dechicha que preparaban las bebidas, además señalólos montos de chaquira, lana y otros objetos queotras personas pudiesen trocar.

Los oficiales chicheros quedaban liberados decualquier otro trabajo y no podían ser obligados aacudir a la mita del encomendero, del cacique o delos principales. Sólo debían prestar ayuda en la re-paración de la acequia principal del repartimiento,

hecho que demuestra a su vez la importancia quetenía en la costa toda obra de emergencia relaciona-da con el sistema hidráulico del valle. Aunque lasmedidas adoptadas por el visitador fueron dadas entiempos coloniales, ellas son un reflejo de los hábi-tos yungas.

En las sociedades arcaicas existía un rechazo alos beneficios en las transacciones que involucrabana los alimentos: se limitaban a mantener las equi-valencias. El trueque a nivel local en un valle coste-ño no era materia de ganancia, sino de un acomodonecesario al sistema de trabajo especializado impe-rante en la sociedad.

Intercambio a larga distancia de los “mercaderes” chinchanos

Si bien en páginas anteriores, al tratar de lasclases sociales y de las jerarquías en el Tahuantin-suyu se habló de los “mercaderes”, aún falta men-cionar sus viajes y lo que representaban en el con-texto andino.

Los chinchanos se dirigían al norte en balsas, cu-yo número es mencionado por el propio Atahualpaen un diálogo con Pizarro cuando éste le preguntósobre el motivo de la presencia del señor de Chin-cha, único curaca llevado en andas en el séquito delInca en aquel aciago encuentro de Cajamarca. Eraun hecho resaltante el honor de usar litera, cuandotantos otros nobles participaban a pie en la jornada.Atahualpa respondió que el señor chinchano era suamigo, y señor mayor de los llanos, además de po-seer “cien mil balsas en la mar”. Naturalmente, es-to no significa que ese número correspondiese con larealidad, y es probable que algunas de dichas balsasfueran de troncos de árboles, y otras de grandes ma-zos de totora unidos entre sí a las que se les daba di-rección con las guare-tablas de madera colocadasentre los troncos, que hundían o levantaban a vo-luntad para formar timón y quilla.

La importancia del sistema hidráulico

El acceso al agua y por ende al riego fue tan im-portante en el ámbito andino como el acceso a la tie-rra. Los mitos y leyendas narran episodios sobre elinicio de los canales hidráulicos en un tiempo mági-co, cuando los animales hablaban. Las fuentes opuquio surgieron por rivalidades entre célebres

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huacas que se retaron para medir sus poderes, y ori-naron en varios lugares dando lugar a que brotasenmanantiales. El mar, los lagos, las fuentes fueronvenerados por pacarina o lugares de origen de nu-merosos grupos étnicos. Las lagunas eran conside-radas como manifestaciones del mar y origen delagua en general.

Para la realización de una agricultura intensiva,conocida y practicada en los Andes, era preciso te-ner conocimientos hidráulicos y proceder a irrigarlas tierras para aumentar los cultivos. En las tie-rras de secano se sembraban tubérculos, pero elmaíz necesitaba de riego y quizá su introducción enel agro fomentó y dio lugar al desarrollo de los sis-temas hidráulicos. No sólo se practicaron en las di-versas etapas del desarrollo andino complejas y so-fisticadas redes hidráulicas para conducir el agua ymejorar la producción agraria, sino que los santua-rios, como Pachacamac, gozaban de canales quetraían agua a los templos desde lugares alejados.En el Cuzco, los dos pequeños ríos, el Tulumayo y elHuatanay discurrían por sus lechos encauzados yempedrados.

La arqueología ha reconocido los sistemas y mode-los empleados en la hidráulica andina, sobre todo enla costa, donde el riego fue siempre una necesidad ine-ludible. El análisis de la situación hídrica de cada va-lle costeño ofrece interesante información acerca deldesarrollo de los centros de poder, que podían fluctuara través del tiempo en sus interrelaciones costa-sie-rra. Las diversas circunstancias en las cuales se de-senvolvieron los modelos hidráulicos en cada valleyunga son expresión de su pasado y de sus relacionescon sus inmediatos vecinos de las tierras altas.

La información que se obtenga para una deter-minada cuenca fluvial no permite aplicarla a otrosvalles, a menos que las fuentes documentales loconfirmen. De hecho, la experiencia demuestra laexistencia de distintas situaciones, fluctuaciones ycambios en las relaciones costa-sierra en el tiempo,no sólo entre diversos lugares geográficos, sino enun mismo valle. Para ilustrar nuestro decir, bastaseñalar y comparar el fuerte control ejercido por losserranos del altiplano sobre la costa sur durante elIntermedio Tardío con lo que sucedía en el Chimoren la misma época.

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