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LOS MOCHICASRAFAEL LARCO HOYLE

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LOS MOCHICASTOMO I

RAFAEL LARCO HOYLE

MUSEO ARQUEOLÓGICO RAFAEL LARCO HERRERA

Page 4: Los Mochicas- Tomo i

viii

FUNDACIÓN TELEFÓNICA

Presidente

Alfonso Bustamante y Bustamante

Vicepresidente

José Ramón Vela

Consejo de administración

Santiago Antúnez de Mayolo

Javier Manzanares Gutiérrez

Antonio Crespo Prieto

Administrador general

Rafael Varón Gabai

Secretario general

Víctor Carlos Schwartzmann Larco

MUSEO ARQUEOLÓGICO

RAFAEL LARCO HERRERA

Presidente

Isabel Larco de Álvarez-Calderón

Director ejecutivo

Andrés Álvarez-Calderón Larco

Supervisión editorial

Ulla Holmquist

Asistencia editorial

Roxana Shintani

Av. Bolívar # 1515, Pueblo Libre, Lima 21

Telf. 461-1312 Fax: 461-5640

[email protected]

http://www.museolarco.perucultural.org.pe

Los números que aparecen al final de cada leyenda

indican la codificación establecida por el museo.

Prohibida la reproducción parcial o total de las características gráficas de este libro. Ningún párrafo o imagen contenidos enesta edición pueden ser reproducidos, copiados o transmitidos sin autorización expresa de los editores. Cualquier acto ilícitocometido contra los derechos de Propiedad Intelectual que corresponden a esta publicación será denunciado de acuerdo conel D. L. 822 (Ley sobre el Derecho de Autor) y con las leyes que protegen internacionalmente la propiedad intelectual.

L985.012L31L Larco Hoyle, Rafael, 1901-1966.

Los mochicas / Rafael Larco Hoyle. - Lima : MuseoArqueológico Rafael Larco Herrera, 2001 (Lima : Metrocolor)

2 t. : il. (algunas col.) ; 28 cm.Texto a dos columnas.Contenido: t.1. Origen. Entorno. La raza. La lengua. La escritura.

Gobierno. Régimen militar. Medios de comunicación y transporte.Agricultura. Caza y pesca -- t.2. El arte mochica. La medicina. Elculto a los muertos. La religión.

ISBN 9972-9341-0-1

1. Mochicas. 2.- Arqueología - Perú 3. Cerámica peruana - EpocaPrehispánica (Mochica I. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera(Lima) II. TítuloBNP: 2001-007

Depósito Legal 1501082001 - 1222

Impreso en el Perú

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ix

LA PUBLICACIÓN DE LOS MOCHICAS, obra cumbre de Rafael Larco Hoyle, constituye un importante

esfuerzo editorial que la Fundación Telefónica tiene el orgullo de asumir en conjunto con el Museo

Arqueológico Rafael Larco Herrera.

Las investigaciones realizadas por este pionero de la arqueología mochica han sido recopiladas en dos

volúmenes que abarcan la totalidad de sus escritos sobre el tema. La mayoría de los textos son inéditos y sin

duda contribuirán a llenar un importante vacío en el conocimiento y la comprensión de nuestro pasado. En

ese sentido, el libro que aquí se presenta constituye hoy una importante fuente bibliográfica para el estudio

de aquel sofisticado pueblo que irradió su cultura a toda la costa norte del Perú.

De otro lado, la figura de Larco Hoyle, exitoso hombre de empresa que dedicó con pasión

inigualable 40 años de su vida a la investigación arqueológica, se yergue hoy como un ejemplo a seguir

y representa cabalmente el nivel de compromiso que todo empresario debe aspirar a asumir con la

sociedad en la que se desenvuelve.

La Fundación Telefónica reafirma una vez más su compromiso de largo plazo con el desarrollo del Perú

al cumplir con uno de sus principales objetivos en cuanto al rescate, promoción y difusión de los valores y

tradiciones culturales del Perú, poniéndolos a disposición de los estudiosos y de la sociedad en general.

ALFONSO BUSTAMANTE Y BUSTAMANTE

Presidente de Fundación Telefónica

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EN EL MARCO DE LAS CELEBRACIONES del centenario del natalicio de Don Rafael Larco Hoyle y a 35

años de su fallecimiento, el Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera, gracias al invalorable apoyo

de la Fundación Telefónica, ve cumplido uno de los más importantes compromisos que guardaba con

su fundador.

Rafael Larco Hoyle, pionero de la arqueología peruana, se había propuesto, a finales de la década de

los años 40, la tarea monumental de esclarecer prácticamente todos los aspectos relacionados con la

vida de los mochicas, cultura que despertó en él una pasión inmensa.

Tras publicar los primeros seis de catorce capítulos planificados, sus investigaciones arqueológicas lo

derivaron a aspectos cronológicos y de identificación de culturas y estilos que aún no estaban definidos

a mediados de los 40, y que era preciso esclarecer con el fin de profundizar los temas mochicas.

Fue su fallecimiento súbito en octubre de 1966, cuando sin duda se encontraba en la cúspide de su

producción intelectual, el único freno que puso el destino para que este valioso material saliera a la luz.

Han sido largas las discusiones en el Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera sobre la necesidad de

publicar la obra completa de Los mochicas, puesto que no teníamos certeza de que hubiera sido

absolutamente terminada por el autor. Sin embargo, celebrando el centenario del natalicio de Rafael Larco

Hoyle y considerando la importancia que en las últimas décadas han tomado las investigaciones en torno

a la cultura Mochica, creemos que la publicación de la obra completa no sólo es un homenaje a nuestro

fundador, sino una imperiosa necesidad para los estudios de la historia de la arqueología peruana.

Cuando Rafael Larco Hoyle fundó el Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera, dándole el nombre

de su padre en homenaje filial cuando éste falleciera, colocó placas que expresaban hermosas palabras

que creemos podrían ser inmejorables para describir la entereza humana de quien las escribía, y por

tanto merecedor de las mismas. Es por esta razón que me permito parafrasearlas:

"A mi nobilísimo padre, Don Rafael Larco Hoyle, gran patriota que supo inculcarme desde la

infancia su amor por nuestro pasado precolombino. Toda su vida fue trabajo recio y su pensamiento

acción fecunda. Se adelantó a sus contemporáneos en todas las conquistas sociales y aportes a la

ciencia cuyos postulados cumplen la posteridad.

Con hechos consagró su amor a la patria.

Ni el hombre ni la naturaleza mellaron el acero de su voluntad".

Isabel Larco de Álvarez-CalderónPresidente Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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RAFAEL LARCO HOYLE Y EL MUSEO ARQUEOLÓGICO RAFAEL LARCO HERRERA

MÁS DE 60 AÑOS HAN PASADO desde que Rafael Larco Hoyle (1901-1966), fundador del Museo

Arqueológico Rafael Larco Herrera, terminara de escribir la ambiciosa obra Los mochicas. De los

catorce capítulos que la conforman, seis fueron publicados en dos tomos (Los mochicas I y Los

mochicas II ) entre 1938 y 1940, y pese a que no hubo reimpresiones, son desde entonces referentes

bibliográficos obligatorios tanto para los estudiosos de esta cultura precolombina como para

quienes se interesan en ella sin fines académicos.

Si bien los capítulos restantes estaban listos para la imprenta, Larco Hoyle prefirió postergar su

publicación. Él mismo nos explica la razón en el prólogo del libro Perú, de 1966:

"Comencé a escribir Los mochicas, pero luego encontré en mi búsqueda arqueológica lagunas

que tuve que salvar. Antes de dar cima al trabajo que emprendí era imperativo que me consagrara a

fijar el orden cronológico y las diferentes etapas culturales que existían y que vislumbrara desde el

momento que puse mi empeño en la obra cuyos frutos di a conocer, por primera vez, en Los

mochicas, obra publicada en 1938".

Luego, entre 1940 y 1966, paralelamente a sus investigaciones sobre cronología de las culturas

del área andina que se concretaron en una serie de publicaciones significativas (Cronología del

norte del Perú, de 1948; Epocas peruanas, de 1963; y Perú, de 1966), a Larco Hoyle se le presentó

también la necesidad de publicar sus investigaciones respecto de temas más específicos que se iban

desprendiendo de sus investigaciones cronológicas y cuyo esclarecimiento le resultaba urgente (Los

cupisniques, de 1941; La cultura Salinar, de 1944; La cultura Virú, de 1945; La divinidad felínica-

Lambayeque, de 1962; La cultura Santa, de 1962, y La cultura Vicús 1 y 2, de 1965).

Así, los manuscritos de los capítulos inéditos de Los mochicas fueron archivados y ordenados en

el Museo junto a las notas de campo, fichas de excavación, fotos, láminas y diversos documentos,

para ser sometidos a nuevas revisiones del autor, quien durante un cuarto de siglo las detalló y

reformuló, y corrigió postulados propios a la luz de los avances de su investigación. A los 65 años,

en la cima de su producción intelectual, lo sorprendió la muerte, que lo obligó a dejar pendientes

las correcciones finales de la obra total.

En Los mochicas Larco Hoyle presenta la historia cultural de esta sociedad abordándola desde

diversos ángulos: organización social, económica, política y administrativa, así como arte,

arquitectura, medicina, culto a los muertos y religión. Definitivamente, a poco más de dos décadas

de las primeras publicaciones sobre el denominado "Pre-Chimú" (Uhle, 1915) y a sólo unos 10 años

del inicio de sus propias investigaciones, plantearse semejante empresa constituía un esfuerzo

titánico, sólo posible por la pasión que en Larco Hoyle inspiraba su objeto de estudio.

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Un esfuerzo que se concretó en esta obra mayormente inédita, que hoy , al conmemorarse el

centenario del nacimiento de Rafael Larco Hoyle, el Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera, con

el apoyo de la Fundación Telefónica, publica respetando fielmente los manuscritos originales para

presentarla a la comunidad académica y público en general.

La publicación total de Los mochicas no es sólo un homenaje y una deuda pendiente con el

fundador del Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera, sino que constituye un aporte a la historia

de las investigaciones arqueológicas. Es en esta obra donde Larco Hoyle presenta su posición e

interpretaciones sobre el origen de esta sociedad que tan temprana y precisamente definiera

(descubrió las culturas Cupisnique, Salinar y Virú), identificando su orden cronológico a partir de

excavaciones científicas.

Sus estudios sobre la cerámica de esta sociedad están orientados precisamente a la definición de

la cronología a partir de la identificación de los tipos diagnósticos de vasijas que, seriados estilística

y estratigráficamente, permitían el establecimiento de una secuencia cerámica para la costa norte.

Ya en Los mochicas se encuentra una primera propuesta –no definitiva– de cronología regional que

afinaría en los siguientes años para su publicación en 1948 bajo el título Cronología arqueológica

del norte del Perú.

Evitando dejar de lado aspectos de la cultura que consideraba esenciales para una comprensión

integral de la misma, Larco también empleó la etnografía para aproximarse al pasado mochica. Este

interés se manifiesta en los extensos capítulos dedicados a la raza y la lengua, que complementan

aquellos resultantes del análisis exclusivo de artefactos y elementos arqueológicos como

monumentos, caminos, obras de irrigación y otras construcciones de los valles estudiados que son

descritos con precisión matemática (rasgo profesional del ingeniero agrónomo) y adjudicados a la

sofisticación y grandes habilidades de los mochicas.

Considerando que era una época en la que existían muy escasas referencias bibliográficas al

respecto, es justo y absolutamente indispensable el reconocimiento de la gran cantidad de aciertos

–y en menor medida desaciertos– resultantes de sus metódicas y dedicadas investigaciones, y de su

gran intuición para identificar variables importantes que exigían un cuidadoso estudio.

De otro lado, la publicación de Los mochicas es también un imperativo museológico, ya que es

la mejor herramienta para entender el cómo y el porqué de la organización, clasificación y

presentación del enorme corpus de "cultura material" mochica que posee el Museo Arqueológico

Rafael Larco Herrera.

La colección, reconocida en el país y el extranjero por la calidad y representatividad de sus

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En sentido horario: joven Rafael Larco Hoyle en pleno trabajo arqueológico de campo; con Isolina deLarco y el sexólogo norteamericano Alfred Kinsey; con una de las 40 mil piezas arqueólogicas que hoy

conserva el Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera; finalmente, carátulas de la edición de Los mochicas I y II, ilustradas por José Sabogal, que publicara Larco Hoyle en 1938 y 1940,

respectivamente. Dichos volúmenes sólo incluyen los seis primeros capítulos.

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TESTIMONIOParte de excavacióntomado in situ (haciendaTomabal, 1944) por elproyecto arqueológicoMuseo ArqueológicoRafael Larco Herrera,dirigido por Rafael LarcoHoyle. Como vemos, LarcoHoyle registraba paso apaso y al detalle todo elproceso de excavación,con dibujos hechos apulso y fotografías decada uno de los restosarqueológicos queencontraba. La pulcritud yla exactitud en el registrofueron innovadores para laépoca y aportaron datosque nos permitenvislumbrar lo que fue elpasado precolombinoperuano.

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la más grande colección de artefactos de las culturas prehispánicas de la costa norte y realizó

importantes excavaciones de sitios arqueológicos. Para Larco, los mochicas alcanzaron no sólo un grado

insuperable de maestría en todas las artes en las que pusieron su empeño, sino que además lograron

adelantos tecnológicos no superados por otras sociedades prehispánicas, en especial en agricultura, en

la construcción de caminos y pirámides y en la implementación de sistemas de irrigación y centros

poblados. Los adelantos materiales, a su vez, fueron fruto y contribuyeron a mantener un orden social

casi natural, basado en un gobierno prudente y justo, en una organización social jerárquica, en una

estricta justicia y en una religión a la que se adhirieron con devoción gobernantes y gobernados. La alta

valoración que confirió a esta cultura lo llevó a plantearse el estudio sistemático de todos sus aspectos.

Descubrimiento y caracterización de la cultura Mochica

En el sentido estricto, el descubrimiento de la cultura Mochica, es decir su primer reconocimiento o

distinción de otras tradiciones culturales, corresponde a Max Uhle, quien en sus trabajos en la Huaca de

la Luna, y a través de excavaciones estratigráficas, pudo diferenciar la tradición Chimú de una anterior

que se caracterizaba por la preponderancia de cerámica roja. Pero el descubrimiento de Uhle fue a

todas luces incompleto, ya que no fue sino hasta que se caracterizó la cultura Mochica que se puede

decir que ésta fue finalmente descubierta. Esta tarea la emprendió Rafael Larco Hoyle, quien a lo largo

de más de cuarenta años de análisis de evidencias materiales y trabajos de campo, intentó describir a

los mochicas en todos sus aspectos. El trabajo de Larco Hoyle, obviamente, no agotó el conocimiento

sobre esta cultura y luego de su muerte numerosos trabajos han aportado cada vez más información, a

veces complementando o documentando ciertas intuiciones, otras rectificando errores.

Larco Hoyle parece haberse propuesto dos cometidos con relación a la cultura Mochica: preservarla

físicamente a través de una colección integral y estudiarla en todas sus facetas a fin de lograr una

reconstrucción de su historia cultural. El primer cometido se materializó en la creación de su famosa

colección que hoy alberga el Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera. La conservación de la colección

requirió de un edificio construido para el propósito, primero en la hacienda Chiclín y luego, en la

década del sesenta, trasladada al actual Museo Larco Herrera de Pueblo Libre. La colección no sólo

incluye cerámica mochica, sino toda muestra cultural de esta sociedad y una vastísima muestra de

culturas anteriores y posteriores, preferentemente de la costa norte, pero también de otras zonas del

Perú. La colección fue concebida para que permitiera entender el origen de la cultura Mochica y su

influencia sobre sociedades posteriores.

El segundo cometido de Larco Hoyle parece haber sido el escribir la primera historia cultural de una

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sociedad prehispánica sobre la base de sus documentos materiales. En este propósito Larco se ciñó a la

tradición científica de su tiempo, por la que el objetivo de la arqueología era el establecimiento de

cronologías, punto que trataremos en la siguiente sección, y la descripción de los usos y costumbres, de

la evolución cultural y tecnológica de la sociedad en su conjunto, y particularmente de sus elites

gobernantes. Para este fin fue menester reconstruir su organización social y política, sus principales

actividades productivas y la forma como éstas estuvieron organizadas, su agricultura, pesca y caza, su

tecnología para producir bienes de uso religioso, militar, cotidiano y suntuario, o para crear acueductos

y caminos. Larco Hoyle emprendió la tarea ciclópea de describir a los mochicas a sólo 30 años del

trabajo de Max Uhle en las huacas de Moche. Su propósito fue escribir una obra monumental, donde

trataría todos los aspectos de esta cultura que pudieran ser reconstruidos a partir del estudio de sus

restos materiales. Larco no dejó de lado casi nada, puesto que se propuso tratar de la raza, la lengua, la

escritura y el erotismo. A nivel de la organización de la sociedad analizó su origen, el gobierno, el

régimen militar, los medios de comunicación y transporte. En lo que se refiere a las artes analizó la

pintura, escultura, cerámica, metalurgia y orfebrería, música y danza, textilería y arquitectura.

Algunas de sus ideas más elaboradas están referidas a su interpretación de la religión mochica, y

dentro de ella el culto a los muertos. Las excavaciones arqueológicas también iban a merecer un

capítulo en Los mochicas. De los ocho tomos planeados, los dos primeros aparecieron en 1938 y 1940,

y el referente al erotismo se publicó con el título de Checán en 1965. El interesado podrá ver en ellos la

manera como Larco Hoyle concibió a esta sociedad a partir de su vasta experiencia, y sin auxilio de

técnicas elementales como la del Carbono 14. Aun incompleta, su obra fue por muchos años la

referencia obligada para el estudio de los mochicas, ya que, además de los tomos de Los mochicas, la

bibliografía de Larco en este tema se redujo a un folleto publicado en la Revista Geográfica Americana

(1945), a la Cronología arqueológica del norte del Perú (1948) y a otros trabajos donde lo mochica era

tratado de manera muy general.

En su interpretación de algunos aspectos de la cultura Mochica, Larco Hoyle postuló ideas que

fueron controvertidas en su tiempo y que aún suscitan discusiones. Sus trabajos acerca de la escritura

peruana sobre pallares produjeron más de un debate, y sus ideas sobre el monoteísmo mochica

debieron de ser muy polémicas. Sus ideas respecto de la organización política también habrían

causado revuelo si se hubieran publicado en detalle en su tiempo, aun cuando algunas, como la

asociación entre los gobernantes y los vasos retratos, se han visto confirmadas por investigaciones

recientes. Pero la confrontación con ideas tan definitivas permitió enriquecer el campo, hacerlo más

preciso y riguroso.

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Lamentablemente, Larco Hoyle murió a mediados de la década del sesenta y dejó su obra inconclusa. La

imagen que trató de construir de la cultura Mochica se fue formando, sin embargo, sobre la base de sus ideas y

con aportes de nuevas generaciones de investigadores que continuaron la pesquisa.

La cronología mochica

Uno de los aportes más importantes de Rafael Larco a la arqueología peruana fue su Cronología arqueológica de norte

del Perú (1948), que presentó por primera vez en agosto de 1946 en la Mesa Redonda de Chiclín ante los miembros del

proyecto Virú, que por entonces estaban terminando sus trabajos de campo (Willey 1946). En este pequeño texto Larco

Hoyle resumió sus observaciones acerca de la evolución de las sociedades prehispánicas en la zona que le era más

familiar. Es importante notar que muchas de las ideas contenidas en este texto debieron de haberse publicado casi 10

años antes como parte de la colección Los mochicas, particularmente las que se referían a la evolución de las primeras

cuatro fases de esta cultura. En el texto de 1948 Larco Hoyle había agregado una quinta y última fase, que

correspondería a la decadencia de la cultura. Es interesante notar cómo en la introducción de la Cronología Larco Hoyle

señala que en este texto se ocupará de la etapa post Mochica, con lo que queda claro que en parte su concepción de la

prehistoria, ya para entonces, estaba dividida en una etapa pre Mochica, con Cupisnique como cultura dominante, la

etapa Mochica, y la época post Mochica, donde destacan Chimú e Inca. Esta misma división es la base conceptual de su

cuadro cronológico, donde Mochica ocupa el período de auge, es decir la cima del desarrollo cultural.

La secuencia en cinco fases para la cultura Mochica ha sido uno de los sistemas cronológicos más firmes en la

arqueología peruana, puesto que aún ahora, casi sesenta años después de planteado, sigue en plena vigencia y

uso, pero también ha sido uno de los más atacados y criticados. Su firmeza se demuestra en el hecho de que es

invariablemente utilizado por todos los arqueólogos que trabajan en la región, incluso por aquellos que critican su

validez. Sin embargo, se aduce que las fases de Larco están basadas sólo en la evolución de la cerámica "fina",

particularmente de los ceramios de asa estribo, y que dentro de ellos el único elemento diagnóstico es la forma

del asa y pico. Consecuentemente, se dice que este sistema de clasificación no es aplicable a la caracterización

cronológica de formas más simples, particularmente las que los arqueólogos generalmente encuentran cuando

prospectan sitios arqueológicos. Más aún, se aduce que la secuencia de Larco no sería viable puesto que no está

basada en información estratigráfica. Es decir que no sabemos si efectivamente estos conjuntos de objetos que

comparten el mismo tipo de asa estribo corresponden a diferentes periodos de ocupación. A lo sumo, se

concluye, las llamadas fases de Larco serían estilos, o conjuntos de objetos producidos por los mismos talleres

especializados, mas no indicadores cronológicos. Es decir que sería posible que hayan convivido de forma

coetánea algunas de las llamadas fases.

Si bien no de manera sistemática, algunos investigadores han tratado de "derribar" el sistema de las cinco fases, o

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xxii

de plantear sistemas diferentes que se apliquen a regiones específicas. Los que trataron de descartar la

cronología de Larco claramente no han tenido éxito, puesto que, independientemente de las críticas,

sigue siendo el sistema imperante. Los que usando los conceptos de Larco Hoyle han planteado

cronologías regionales alternativas, entre los que se encuentra el autor de esta nota (Castillo y Donnan

1994), quizá han tenido un poco más de suerte, puesto que su aproximación ha sido la refinación de la

cronología para su aplicación a regiones específicas.

Parecería que para Larco Hoyle el problema de la cronología no fue tan importante, como ha

devenido en ser, y ahora ocupa un importante espacio en toda discusión académica (Uceda y Mujica

1994). Revisando sus publicaciones y los criterios que utilizó, particularmente en estos volúmenes,

parecería que para Larco Hoyle el tema cronológico era un asunto resuelto. Larco tenía la ventaja de

haber excavado muchos cementerios, en los que se había percatado de que, generalmente, los objetos

que provenían de un cementerio eran estilísticamente semejantes. Esto le permitió tener una visión

sincrónica de los estilos, es decir que la cerámica de un mismo cementerio representaba básicamente a

un mismo periodo durante el cual se produjo la cerámica bajo ciertas convenciones. Éste no era el caso

de los sitios más complejos, como las huacas de Moche, donde encuentra diferentes estilos dispuestos

en superposiciones estratigráficas. Ahora bien, no fue el procedimiento de Larco Hoyle ofrecer un

análisis estratigráfico detallado, ni sustentar muchas de sus conclusiones con la evidencia suficiente;

éste fue quizá su mayor defecto científico. Para Larco bastaban unas cuantas observaciones para dejar

una materia resuelta, lo que no quiere decir que en la realidad el razonamiento que llevó a esta

secuencia sea frágil. En algunos pasajes de su texto se puede ver que Larco era muy consciente de

detalles arqueológicos como la presencia de fragmentería cerámica, de superposiciones de tumbas, del

contenido de las mismas y de la consistencia estilística en los ajuares.

Pero las fases culturales no sólo se definen en el campo, ni son sólo la constatación de la distribución

estratigráfica de formas diagnósticas. Lo que constituye un factor diferencial entre la cronología

propuesta por Larco y otros sistemas cronológicos es la enorme colección en la que estuvo basada y por

lo tanto en la precisión con la que se define cada una de las fases a partir de sus materiales diagnósticos.

Todos lo que han tratado de definir la filiación cronológica de la cerámica mochica saben que, si bien al

principio nos asistimos de los aspectos más característicos, en particular la forma del asa estribo,

paulatinamente vamos enriqueciendo nuestra observación, agregando otros rasgos que encontramos en

los especímenes más fácilmente identificables. Rápidamente se suman las técnicas decorativas, el tipo de

línea empleado, la composición y el balance, los temas tratados, el tipo de pulimentado, las formas de

las bases y de los cuerpos, etc. Ya Larco Hoyle, en sus textos de 1948 y en el material inédito de la

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década del 30, había indicado que las técnicas de decoración, sean éstas pictóricas o escultóricas, los

aspectos tecnológicos referidos a la manufactura de las piezas y a las materias primas, las técnicas de

construcción y quema, así como los temas y motivos, tienen una influencia sobre la asignación

cronológica. Más aún, para Larco Hoyle la definición de las fases nunca fue cuestión exclusivamente de

forma, sino de una comprensión general de la evolución de la cultura, es decir que la asignación a fases

o periodos no es posible sin un conocimiento de otros aspectos de la cultura.

Rafael Larco Hoyle y la arqueología mochica

En los años en que Larco Hoyle se comenzó a interesar por la arqueología, ya se había producido un

saqueo muy grande de los sitios arqueológicos de la costa norte, que había empezado con las

concesiones mineras de la corona española (Zevallos Quiñones 1994). Sin embargo, en las décadas del

20 y del 30 aún existía una importante cantidad de cementerios y yacimientos que Larco Hoyle pudo

ubicar y excavar en el valle de Chicama, muchos de ellos localizados dentro de los linderos de las

propiedades de su familia. En la actualidad en este valle ya no existe cementerio que no haya sido

agotado por el saqueo; sólo resta la tumba ocasional que se descubre casi por accidente. Donnan, por

ejemplo, en su artículo sobre las costumbres funerarias moches (1995) da cuenta de sólo tres tumbas

excavadas arqueológicamente en el valle, a las que podemos sumar las que han sido recientemente

descubiertas por el proyecto Huaca El Brujo (Franco, et al 1998, 1999). Este número es muy bajo,

considerando la densidad de ocupación mochica del valle. A los sitios que pudo excavar, directa o

indirectamente, hay que sumar las noticias que, como investigador curioso y sistemático, seguramente

recogió de cuanta persona le pudiera informar de la ubicación de los cementerios y los sitios, de la

distribución de ciertas formas, de la existencia de cerámica de diferentes tipos y periodos. También es

sabido que Larco Hoyle adquirió muchas de las colecciones menores que existían en el valle, y nos

imaginamos que trató de documentar su origen cuando esto era posible. Sabemos por referencias de

W. Bennett (1939) que ya en la década del 30 Rafael Larco Hoyle, acompañado de sus hermanos,

realizaba excavaciones en el valle de Chicama, y que posteriormente realizaría, como él mismo

menciona en su obra, excavaciones en las huacas de Moche, en el valle de Santa, en la Pampa de los

Fósiles, etc. El tipo de excavación que a Larco Hoyle le atraía más no era el de asentamientos o templos,

sino de tumbas y cementerios, de los que debió excavar un número considerable durante su vida.

Aparentemente a partir de la década del 30, Larco Hoyle comienza a sistematizar la información de sus

excavaciones en fichas donde se registran las características de la tumba, aspectos de los restos óseos e

información contextual. Estas fichas además contienen fotografías y dibujos de las tumbas excavadas y

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xxiv

de los especímenes recuperados, que están hoy en el Museo Rafael Larco Herrera. Adicionalmente,

Larco Hoyle llevó un registro minucioso de canales y caminos tomando medidas, fotografías y haciendo

cálculos respecto de su capacidad y eficiencia.

El legado de Rafael Larco Hoyle es fundamental para entender cabalmente la cultura Mochica. No

sólo el museo que él creara es aún la fuente más importante para el estudio de la cerámica y el arte de

este periodo, sino que, con la publicación de su obra inédita, este año del centenario de su nacimiento,

se cumple con una deuda pendiente por más de 60 años que nos permitirá acceder a lo que este

fundador de la arqueología peruana pensó respecto de esta sociedad.

Desde la muerte de Larco Hoyle a la fecha, nuestro conocimiento sobre los mochicas ha aumentado

exponencialmente gracias a la contribución de trabajos coordinados de investigadores peruanos y

extranjeros, de algunos grandes proyectos y de muchos pequeños esfuerzos. Sólo en los últimos quince

años, sitios como Sipán, El Brujo, San José de Moro, Dos Cabezas, Pampa Grande, Mayal, Mocollope y

Huancaco han adquirido una gran notoriedad. Este verdadero "boom" de la arqueología mochica no

nos debe hacer olvidar, sin embargo, que en la tarea de estudiar nuestro pasado somos sólo un

eslabón. La obra de Larco Hoyle, así como la obra de investigadores que aún no han entrado en el

campo, sumadas a nuestro conocimiento actual, permitirá refinar nuestro conocimiento de esta

asombrosa sociedad. La obra de Rafael Larco Hoyle puede ser evaluada hoy a la luz de una nueva

arqueología basada en nuevas tecnologías que ha permitido nuevos hallazgos, de nuevas teorías cada

vez más rigurosas, y de una concepción más ajustada de lo que fueron las sociedades del pasado. Sin

embargo, no debemos perder de vista que las conclusiones de hoy serán las que, en el futuro, con

mejores herramientas, criticarán los investigadores del futuro.

Larco Hoyle en su tiempo trabajó solo, sin más motivación que la que él mismo supo imprimirse y

sin más guía que la que él supo darse. Su obra habla por él, y su vigencia es la recompensa a su

esfuerzo y dedicación.

Luis Jaime Castillo Butters

Pontificia Universidad Católica del Perú

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xxv

BENNETT, Wendell C.1939 Archaeology of the North Coast of Peru. An Account of Exploration and Excavation in Viru and

Lambayeque Valleys. Anthropological Papers of the American Museum of Natural History, 37 (1). Nueva York, TheAmerican Museum of Natural History.

CASTILLO, Luis Jaime y Christopher B. DONNAN1994a "Los Mochicas del Norte y los Mochicas del Sur, una perspectiva desde el valle del Jequetepeque".

En Vicús, editado por Krzysztof Makowski, 142-181. Colección Arte y Tesoros del Perú, Banco de Crédito del Perú, Lima.DONNAN, Christopher B.

1995 "Moche Funerary Practice". En: Tombs for the Living, Andean Mortuary Practices, T. Dillehay, editor,págs. 111-160. Dumbarton Oaks Research Library and Collection. Washington, D.C.

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1929 Kunst und Kultur von Peru. Berlín, Im Propyläen-Verlag.SELER, Eduard

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1994 Huacas y Huaqueros de Trujillo. Instituto Nacional de Cultura, Trujillo.

BIBLIOGRAFÍA / RAFAEL LARCO HOYLE Y LA VIGENCIA DE SU OBRA

Page 20: Los Mochicas- Tomo i

xxvi

Prólogo 1

Orígenes 4Queneto 5Cupisnique 11Origen de las culturas costeñas 14Ensayo de cronología 22Nota del autor 28

Entorno 30

Mapa arqueológico del territorio mochica 30Geografía 31Mapa arqueológico del territorio mochica ampliado 33Mapa arqueológico del valle de Cupisnique 34Mapa arqueológico del valle de Chicama 35Mapa arqueológico del valle de Santa Catalina 36Mapa arqueológico del valle de Virú 37Mapa arqueológico del valle de Chao 38Mapa arqueológico del valle de Santa 39Mapa arqueológico del valle de Nepeña 40Clima 41Flora y fauna 45

La raza 100El mochica del pasado 101El mochica de nuestros días 114Conclusiones 119Notas sobre las ilustraciones 124

La lengua 128Algunas consideraciones 130Propagación de la lengua 131Morfología general 131Morfología especial 132Notas sobre la sintaxis 136Numeración 137Estado actual de la lengua mochica 138

TOMO I - SUMARIO

Page 21: Los Mochicas- Tomo i

xxvii

La escritura 144

Gobierno 176Administración de justicia 191

Régimen militar 198Indumentaria guerrera 201Organización militar 219Murallas 225

Medios de comunicación y transporte 230Vialidad 232Medios de transporte 238

Agricultura 250Técnicas de irrigación 296Canales 298Acueductos 309

La caza y la pesca 316La caza 317La pesca 328

Page 22: Los Mochicas- Tomo i

xxviii

TOMO II - SUMARIO REFERENCIAL

Nota del autor

El arte mochica La pintura La escultura La cerámica La metalurgia y la orfebrería La música y la danzaArte textil e indumentaria La arquitectura

La medicina

El culto a los muertos

La religión

Page 23: Los Mochicas- Tomo i

xxix

Dedicado a mi padre, que supo inspirarme, desde la niñez, el amor pornuestro glorioso pasado.

Page 24: Los Mochicas- Tomo i

xxx

Page 25: Los Mochicas- Tomo i

LA PUBLICACIÓN DE ESTA OBRA tiene por fin abrir una ruta de

conocimientos concretos sobre las culturas preincaicas que en dilatado y

fecundo quehacer enriquecieron el territorio del Perú y el acervo

espiritual de la raza aborigen. Muchas de ellas permanecieron hasta hoy

insuficientemente estudiadas y algunas hasta ignoradas. Y es que en

este tramo de la investigación del pasado del Nuevo Mundo, la mayor

parte de los libros de arqueología escritos para esclarecerlo sólo ofrece

estudios generales y panorámicos, dentro de los cuales, sin dominio del

detalle y excesiva imprecisión en el conjunto, se consignan reiteradas

veces datos inexactos, los mismos que han originado serios errores de

interpretación, pues en unos casos se ha confundido el orden

cronológico de los hechos, en otros se han mezclado lamentablemente

los exponentes de una determinada cultura con los de otra, y en todos

los casos los pueblos cuya psique se exploraba han sido vistos desde

fuera, superficialmente.

Hasta hoy, la investigación de la antigüedad peruana adolece de no

haber sido orientada hacia el análisis detenido y profundo de la cultura

motivo de estudio, ni se ha basado en observaciones minuciosas sobre el

terreno y en la aprehensión de tipos, usos y costumbres supervivientes

de esas lejanas épocas. Casi toda la bibliografía arqueológica peruana,

con excepción de algunos estudios hechos por eminentes historiadores

estadounidenses y europeos, es fruto libresco, exégesis de lo narrado por

los cronistas y algunos curiosos viajeros modernos.

En el caso de la cultura Mochica, sus especímenes solamente han

servido para dar realce a ensayos literarios o crónicas periodísticas en los

que, si bien se ha logrado transmitir la enorme emotividad que encierran

sus ceramios, no se revela ni aun vagamente el maravilloso adelanto de los

creadores de tales artes, expresión de una técnica depurada que alcanzó

su meridiano.

Como estas fuentes de información, deficientes unas y falsas otras,

hacen imposible la verdadera comprensión de la vigilia mochica y de las

culturas que le son afines y que se hallan cronológicamente próximas a

PRÓLOGO

1

Page 26: Los Mochicas- Tomo i

ésta, por carecer de base fundamental y porque dejan en el relato

histórico grandes lagunas, se hace necesario depurar esta importantísima

rama de la investigación con el acopio de nuevos datos concretos y de

probada verdad, o por lo menos verosimilitud. Datos arrancados de la

naturaleza, escenario de las culturas estudiadas, a los monumentos y

vestigios (tumbas, utensilios, obras de arte, etcétera) que nos han legado

y cuyo conocimiento deja vislumbrar los contornos y alcances de esas

artes e industrias humanas desaparecidas, son las fuentes del estudio

arqueológico sin cuyo conocimiento no se podrá esclarecer ni

comprender el bello y sugerente espectáculo del pasado peruano.

Fundado en las razones anteriores y habiendo coleccionado una a

una las piezas que constituyen el Museo Rafael Larco Herrera (la

colección más numerosa del mundo en exponentes de la cultura

Mochica), habiendo visitado casi todos los monumentos y ruinas

dejados por este admirable pueblo (tanto en el litoral del norte peruano

como en la cordillera marítima de los Andes), y habiendo presenciado y

actuado en gran número de excavaciones realizadas paciente y

metódicamente a lo largo de varios años, el autor de esta obra creyó

imperativo escribirla y dotarla de una relación minuciosa de la cultura

peruana denominada Mochica, que tuvo su asiento en el fertilísimo y

extenso valle de Chicama.

La investigación comprende desde un período arcaico (esclareciendo

lo concerniente a la cultura Cupisnique) hasta el momento en que,

después de haber alcanzado un grandioso desarrollo, los mochicas

empiezan a decaer para ser sustituidos por otra cultura más vigorosa y

práctica, aunque menos refinada: la Chimú. Por consiguiente, todo

cuanto se inserta en este libro se basa en experiencias, en observaciones

y datos coordinados en dilatados años de estudio, búsqueda incesante y

profunda meditación.

Los materiales de esta obra han sido extraídos de las verdaderas

fuentes arqueológicas, única manera de hacer labor seria que acuse

valor científico, anhelo que fue toda una obsesión en la vida de quien

ofrece este aporte para el mejor conocimiento del pasado americano. El

lector, pues, encontrará a lo largo de este trabajo datos y observaciones

descarnadas, libres de toda hojarasca innecesaria cuando se tratan

tópicos de esta índole.

2

Page 27: Los Mochicas- Tomo i

Como podrá comprobarse, después de vencido el conocimiento de esta

obra, el estudio de la cultura Mochica es de gran importancia para arrojar

toda luz necesaria sobre la historia peruana precolombina. Es ella la única

que en forma vívida y con un contenido espiritual profundo, ha sabido

expresar en sus ceramios todas las variadísimas manifestaciones de su vida

intensa. Estudiando esta cultura es como se puede descifrar el significado

y alcances de las que le antecedieron, y, desde luego, con más facilidad las

que le sucedieron.

Los mochicas, creaturas del litoral peruano de clima semitropical y

pingüe gleba en sus valles, fueron los mejores intérpretes del escenario en

el que les tocó vivir y llenan con su obra civilizadora las mejores páginas de

la historia primitiva del Perú.

Si este modesto concurso a la historia de mi patria y de América

coadyuva, siquiera en parte, a un mejor conocimiento e interpretación de

la misma y aporta algunos elementos al ideal de crear una cultura

netamente suramericana que afirme sus raíces en nuestro suelo y en

nuestra historia, habrá visto el autor de este trabajo colmados sus mejores

anhelos.

Luminosa trayectoria ofrece la ruta mochica y, como toda ruta

conscientemente trazada, es un ejemplo y una enseñanza para todos los

pueblos de esta joven América llamada a un noble destino en el

acrecentamiento de la cultura humana.

RAFAEL LARCO HOYLE

Hacienda Chiclín, 1938

3

Page 28: Los Mochicas- Tomo i
Page 29: Los Mochicas- Tomo i

ORÍGENES

ANTES DE EXPLICAR NUESTROS HALLAZGOSacerca de la cultura Mochica en sus múltiplesmanifestaciones, procurando una visión

completa de ella, tan imperfectamente estudiada hastahoy, se nos van a permitir algunas apreciaciones frutode dilatados estudios sobre el terreno acerca de lasculturas costeñas, su origen, evolución y la forma comoejercen influencia entre sí.

Arqueólogos eminentes mantienen, desde hacealgunos años, la opinión de que las culturas costeñastuvieron su nacimiento en las culturas arcaicas de losAndes. Pero tal tesis se ha venido a tierra, a raíz de losdescubrimientos de los restos arqueológicos de Quenetoy Cupisnique. Actualmente, en la investigación sobre elpasado peruano de la costa, podemos remontarnos hastatiempos primitivos coetáneos o más remotos queaquéllos en que florecieron las culturas serranas. Pueblosque crearon a lo largo del litoral peruano, en algunos desus más fértiles valles, poderosos núcleos de civilización,que realizaron obra asaz original, muy interesante y, portanto, de positivos méritos.

QUENETO

Si la especie humana es una, como aseguran hoydestacados hombres de ciencia, y por tanto ha

atravesado por iguales etapas de evolución en su luchapor dominar la naturaleza y sus agentes, y por sustraersu espíritu de la terrible dictadura de aquélla, que le habrindado todas las posibilidades para que su poder decreación encuentre terreno fértil y su perfeccionamientoy adquisiciones hagan más viable y generoso el destinodel hombre, es lógico suponer que en América, comoen Europa y otros continentes, el proceso cultural hasido semejante, y ha variado sólo en cuanto a la mayoro menor influencia de factores locales que hanacelerado o retardado ese esfuerzo de liberación delespíritu de las fuerzas que conspiran contra la finalidadque aquél persigue.

Es sabido que las culturas europeas y asiáticasarrancan de una etapa en que el hombre utiliza la piedracomo principal material de construcción. Queneto, quedescubrimos en el curso del año de 1935, parece que seorigina de un estadio espiritual semejante, sin que estaafirmación signifique que identifiquemos las culturaseuropeas con las del Nuevo Mundo, especialmente lasperuanas. Queneto da la impresión de constituir elconjunto de ruinas de más remoto origen hasta hoyconocidas en la región marítima del Perú.

Veamos cómo se ofrece hoy Queneto a la miradazahorí del arqueólogo.

A pocos kilómetros de la hacienda Tomabal, en elvalle de Virú, departamento de La Libertad, cerca de losprimeros contrafuertes de la cordillera Occidental de losAndes, existe una pequeña quebrada que lleva el

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Ai Apaec, divinidad suprema de los mochicas.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (073-004-009)

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6

LOS MOCHICAS - TOMO I

12.90

2.74

2.23 3.60

87.6013.30

1.60 2.50

13.60

PLANTA

SECCIÓN TRANSVERSAL

11.20

18.55

9.37

7.10

20º

2.40

32.00

1.30

N.M.

8.85

8.85

15.85

1.75

7.20

2.402.00

43.30

15.90

3.30

32.80

10.40

9.37

8.15

27.60

Fig. No. 2.- Queneto. Uno de los tresmenhires caídos.

Fig. No. 3.- Queneto. Vista panorámica de las plazoletas.

Fig. No. 1.- Plano de las construcciones líticas ubicadas en las ruinas arcaicas de Queneto, en el valle de Virú.

Page 31: Los Mochicas- Tomo i

7

nombre de Queneto, nominación que le viene del cerrode cuya sima arranca. Este territorio constituye una de lastípicas ensenadas de la parte alta de los valles costeros,constantemente modeladas por las aguas de aluvionesque se llevan la arena y la tierra vegetal de la superficie,y la dejan cubierta de pedruscos de todos tamaños.

A escasa distancia de las parcelas cultivadas del vallese hallan tres monolitos en hilera, a más de diez metroslos unos de los otros, los mismos que, por su tamaño ysu forma, nos demuestran que han sido trasladadosconscientemente y con determinado fin a ese paraje. Unavez en el lugar, se comprueba que los tres bloques hansido derribados por las aguas que discurrieron por laquebrada en el transcurso de aluviones. Uno de ellosestá roto (Fig. No. 2): la base se encuentra aún plantadaen la tierra, hecho que induce a creer que tiempo atrásestas piedras estaban colocadas verticalmente como tresgrandes columnas. Son bloques sin labrar ligeramentedesbastados. Cerca de ellos, los pedruscos son pequeñosy el terreno da la impresión de haber sidocuidadosamente limpiado antes de erigir los monolitos.

A algunas decenas de metros más allá se ven losprimeros vestigios de construcciones líticas queobedecen a ordenación. Por efecto del poder destructorde los fenómenos naturales, solamente quedanindemnes las piedras que formaron las bases. Elconjunto constituye un gran recinto compuesto depatios centrales encuadrados por habitaciones. Lo pocoque aún resta demuestra que poseían ciertosconocimientos de la técnica de construcción, aun

cuando el material empleado y su colocación reflejanconocimientos rudimentarios.

Internándose algunos kilómetros más se encuentranrestos de edificaciones cuyo número, seguramente, fuecrecido.

Al lado norte de la quebrada, y en terreno contiguo auna escarpa, el viajero es sorprendido por dos plazoletaso plataformas dignas de atención. Están formadas pordos grandes rectángulos construidos con piedra (Fig. No.3), dentro de los cuales se alzan dos menhires,semejantes a los monolitos descritos al comienzo.Después de una cuidadosa observación, se descubre que,a pesar de que las construcciones son colindantes, latécnica y el material empleados en una y otra divergen,por lo que corresponden a edades diferentes.

La primera plazoleta, que llamaremos “A”, es unrectángulo que mide 43,30 m de largo por 32,80 m deancho. La pared que le sirve de perímetro está hecha depiedras pequeñas y lajas cuidadosamente superpuestas,de acuerdo con sus formas y dimensiones. El tipo deconstrucción de estos muros es semejante a los vestigiosque se encuentran cerca de los monolitos caídos. En elextremo oeste de la construcción, a una distancia de15,90 m y 15,85 m, respectivamente, de ambos costados,y a 10,40 m del muro del fondo, se yergue prepotente unmonolito que alcanza 3,60 m de altura (Fig. No. 4).

La plazoleta se ofrece limpia, a excepción de algunoscantos provenientes, seguramente, de las escarpasvecinas. Las grandes piedras del rededor parecendemostrar que esta plazoleta fue construida en forma

ORÍGENES

Fig. No. 4.- Queneto. Plazoleta “A”. Fig. No. 5.- Queneto. El menhir central de la primera plazoleta y lasalineaciones contiguas.

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correspondientes a un período remoto, anterior al de laplazoleta “A”. Son fábricas líticas arcaicas, en las que seha utilizado la técnica más antigua que conoce elhombre. Son exponentes de la energía y del ingenioconstructor prehistóricos.

Las observaciones arriba señaladas nos inclinan acreer que estas alineaciones de grandes piedras ymenhires hallados constituyen los monumentos másantiguos de las civilizaciones costeñas del Perú, siendoQueneto un exponente.

En los alrededores de estos vestigios se encuentranfragmentos de cerámica de diferentes tipos, y llamanespecialmente la atención los restos de vasijas queofrecen un pulimento rudimentario, los mismos que hansido clasificados en el Museo Rafael Larco Herrera comocorrespondientes a un período primitivo. Pero la másgeneralizada es la cerámica burda, sin pulimento alguno,de contextura gruesa, con grabados muy elementales,creaciones de las culturas más incipientes de la costa.Entre estos fragmentos existen también algunosprovenientes de la cerámica mochica, lo cual es muynatural, ya que a poca distancia se encuentran trazas deedificaciones pertenecientes a esa cultura.

A 40 metros de las plataformas descritas se hallangrabadas en cientos de piedras, semejantes a las queconstituyen los alineamientos de la plazoleta “B”,pictografías interesantísimas que la incansable ydestructora labor del tiempo no ha podido borrar (Figs.Nos. 10, 11 y 12).

No es posible precisar cómo se hicieron estaspictografías, ni cómo ha podido perdurar a través deltiempo el color impregnado en la roca. Los dibujos son deun primitivismo que salta a primera vista. Este artebalbuciente representa por simples líneas los cuerposhumanos y sus extremidades. Las manos ofrecen a vecestres y cuatro dedos, vistas por el artífice que percibía laprimera luz en las densas sombras que cercaban suespíritu. Y los ojos, la nariz y la boca, como en los dibujosinfantiles, son representados con líneas y puntos en formade simples esquemas. Se encuentran también dibujos defelinos en los cuales la conformación de la cabeza, los dosojos colocados en un mismo plano, las patas simuladas porsimples líneas, nos dicen bien claro del incipientedesarrollo de aquellos posibles iniciadores del arteperuano, que después alcanzaría un maravilloso desarrollo.

Son cientos de piedras las que ofrecen pictografías.

8

similar a la “B” –que luego estudiaremos–, y que enépoca posterior fue destruida, en circunstancias noconocidas, y se edificaron entonces las paredes que hastahoy subsisten.

La plazoleta “A” (Fig. No. 4) se comunica con lavecina por medio de un pasaje de 1,75 m de ancho.Sigue un recinto pequeño y luego una explanada quedistinguiremos con el nombre de plazoleta “B”, la mismaque acusa 26,60 m por lado. De primera intención secomprueba que se trata de una construcción antigua,pues las paredes circundantes están formadas porgrandes piedras, análogas a las que se han encontradoen las edificaciones más antiguas del mundo (Figs. Nos.7 y 8). En ellas no se halla trabajo sistematizado,simplemente nos encontramos con el fruto de la labor deacarreo y de alineación de grandes rocas, caídas unas einclinadas otras, que han sido transportadas con notabledispendio de energías de las laderas vecinas.

Hacia el oeste del cuadrado se destaca un menhir de2,74 m de alto, tan rústico como el de la plazoleta inferior(Fig. No. 9). En el fondo, en comunicación con unapequeña puerta, se descubren vestigios de un reducidorecinto rectangular. Existe un desnivel de 2,23 m, debido ala inclinación del terreno, entre una y otra plazoleta.

En los cerros que se alzan al comienzo de laquebrada de Queneto, construyeron los mochicas,sobre bases de piedra, lo que hoy se llama el “CastilloNuevo” y el “Castillo Viejo” de Tomabal. En lascolinas que rodean esta vieja heredad, igualmenteexiste gran número de fábricas mochicas que ofrecentambién cimientos pétreos. Desde luego, la técnica deconstrucción lítica empleada por los mochicas esdiferente y mucho más avanzada que la que sepercibe en la plazoleta “A”. La observación anteriortiene la suficiente fuerza para considerar que aquellosvestigios corresponden a una agrupación que precedea los mochicas, y nos inclina a creer que son trazasde las culturas incipientes de la costa. Testimonios delos primeros pasos sujetos a un plan en materia deconstrucción de aquéllas, mucho antes de que lacultura Mochica se desarrollara y arribara a su auge,para dejarnos tan maravillosos exponentes de susartes e industrias.

El sistema empleado en la edificación de la plazoleta“B”, por su simplicidad y material usado, compruebaampliamente que se trata de construcciones antiquísimas

LOS MOCHICAS - TOMO I

Page 33: Los Mochicas- Tomo i

9

Los motivos más frecuentes en ellas son cabezas de sereshumanos degollados; serpientes, cóndores y otras aves;estrellas rudimentariamente expresadas; hombres queadoptan distintas posturas y en cuyas representaciones yaasoma cierta idealización.

Esta técnica decorativa y el estilo del dibujo –toscasrepresentaciones de la realidad– no se hallan enninguno de los períodos pre Cupisnique y Cupisniqueposteriores, siendo menos avanzados. Es de suponer,por tanto, que esas pictografías constituyen las primerasmanifestaciones de arte de los pobladores de la costa, yson documentos valiosísimos que dan fe del momentoadmirable en que el primitivo peruano emerge delmundo del instinto y las apetencias materiales paradescubrir la llama interior de su espíritu.

ORÍGENES

Fig. No. 6.- Queneto. Vista general de las plazoletas. Fig. No. 7.- Queneto. Grupo de grandes piedras que forman una de lasparedes circundantes de la plazoleta "B".

Fig. No. 8.- Queneto. Las grandes alineaciones de la plazoleta "B".

Fig. No 9.- Queneto. El menhir central de la plazoleta "B". En el fondo, el cerro de Queneto.

Page 34: Los Mochicas- Tomo i

10

LOS MOCHICAS - TOMO I

Los dibujos de esas grandes rocas son antiquísimos yen ellos se ha utilizado el mismo material pétreo de lasalineaciones de la plazoleta “B”. En cuanto a lasrepresentaciones de animales, parecen guardar relacióncon el posible culto al que dedicaron las plataformasdescritas. El felino, el cóndor, la serpiente y la iguana sonciertamente animales que constituyen el núcleo principalde las divinidades de la religión zoólatra de los primerospobladores del Perú, creencia que sobrevive en algunasprácticas religiosas de los mochicas.

¿Qué fin cumplían estas construcciones líticas? ¿Quécreencia interpretaban? y ¿Qué sentido entrañó laerección de los menhires dentro de las plazoletas? Lasrespuestas no son fáciles. Parece que el anhelo deperennidad está imbíbito en el espíritu humano, y desdelos comienzos de la vida del hombre en la tierra setraduce en la serie de construcciones que dedica a susdivinidades vencedoras de todo lo precario. Losperuanos, como los mayas, egipcios, hindúes, chinos ytodos los pueblos del mundo, fueron profundamentereligiosos, y tal cauce tomaron todas las manifestacionesde su arte y, en general, toda su actividad creadora.

Queneto, seguramente, fue un santuario, y susmenhires fueron los ídolos o símbolos de susdivinidades, ídolos duros y ásperos como para resistirtodas las contingencias de las fuerzas naturales ohumanas desatadas. Fue probablemente el primersantuario con el que una raza inició su ascensión aplanos superiores; punto de arranque de un conjunto deculturas; testimonio, el más antiguo, de la obra delperuano ancestral.

Concienzudas excavaciones y esforzados estudiosen este paraje de Queneto podrán arrojar mayor luzque la que llevan las anteriores observaciones, y quiénsabe quede esclarecido el tramo inicial de laprehistoria del Perú.

La anterior descripción de Queneto pone demanifiesto el supuesto de que el hombre peruano, ensu constante avance hacia formas superiores de cultura,utilizó principalmente la piedra como primer materialen el que volcó su capacidad de trabajo y su poder deinterpretación de sí mismo y del mundo que locircundaba. Este hombre inicial –como acaeció entodas las latitudes–, para cubrir sus necesidadesalimenticias, acudió a la caza y a la pesca. En el casode Queneto, por hallarse ese paraje alejado del mar y

Fig. No. 10.- Queneto. El grupo de las pictografías más interesantes.

Fig. No. 11.- Queneto. El artista se ha aprovechado de la forma rara deesta roca para pintarle un ojo y darle la apariencia de un gran saurio.

Fig. No. 12.- Queneto. Petroglifos.

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ORÍGENES

ANTES DE EXPLICAR NUESTROS HALLAZGOSacerca de la cultura Mochica en sus múltiplesmanifestaciones, procurando una visión

completa de ella, tan imperfectamente estudiada hastahoy, se nos van a permitir algunas apreciaciones frutode dilatados estudios sobre el terreno acerca de lasculturas costeñas, su origen, evolución y la forma comoejercen influencia entre sí.

Arqueólogos eminentes mantienen, desde hacealgunos años, la opinión de que las culturas costeñastuvieron su nacimiento en las culturas arcaicas de losAndes. Pero tal tesis se ha venido a tierra, a raíz de losdescubrimientos de los restos arqueológicos de Quenetoy Cupisnique. Actualmente, en la investigación sobre elpasado peruano de la costa, podemos remontarnos hastatiempos primitivos coetáneos o más remotos queaquéllos en que florecieron las culturas serranas. Pueblosque crearon a lo largo del litoral peruano, en algunos desus más fértiles valles, poderosos núcleos de civilización,que realizaron obra asaz original, muy interesante y, portanto, de positivos méritos.

QUENETO

Si la especie humana es una, como aseguran hoydestacados hombres de ciencia, y por tanto ha

atravesado por iguales etapas de evolución en su luchapor dominar la naturaleza y sus agentes, y por sustraersu espíritu de la terrible dictadura de aquélla, que le habrindado todas las posibilidades para que su poder decreación encuentre terreno fértil y su perfeccionamientoy adquisiciones hagan más viable y generoso el destinodel hombre, es lógico suponer que en América, comoen Europa y otros continentes, el proceso cultural hasido semejante, y ha variado sólo en cuanto a la mayoro menor influencia de factores locales que hanacelerado o retardado ese esfuerzo de liberación delespíritu de las fuerzas que conspiran contra la finalidadque aquél persigue.

Es sabido que las culturas europeas y asiáticasarrancan de una etapa en que el hombre utiliza la piedracomo principal material de construcción. Queneto, quedescubrimos en el curso del año de 1935, parece que seorigina de un estadio espiritual semejante, sin que estaafirmación signifique que identifiquemos las culturaseuropeas con las del Nuevo Mundo, especialmente lasperuanas. Queneto da la impresión de constituir elconjunto de ruinas de más remoto origen hasta hoyconocidas en la región marítima del Perú.

Veamos cómo se ofrece hoy Queneto a la miradazahorí del arqueólogo.

A pocos kilómetros de la hacienda Tomabal, en elvalle de Virú, departamento de La Libertad, cerca de losprimeros contrafuertes de la cordillera Occidental de losAndes, existe una pequeña quebrada que lleva el

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Ai Apaec, divinidad suprema de los mochicas.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (073-004-009)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

12.90

2.74

2.23 3.60

87.6013.30

1.60 2.50

13.60

PLANTA

SECCIÓN TRANSVERSAL

11.20

18.55

9.37

7.10

20º

2.40

32.00

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N.M.

8.85

8.85

15.85

1.75

7.20

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43.30

15.90

3.30

32.80

10.40

9.37

8.15

27.60

Fig. No. 2.- Queneto. Uno de los tresmenhires caídos.

Fig. No. 3.- Queneto. Vista panorámica de las plazoletas.

Fig. No. 1.- Plano de las construcciones líticas ubicadas en las ruinas arcaicas de Queneto, en el valle de Virú.

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nombre de Queneto, nominación que le viene del cerrode cuya sima arranca. Este territorio constituye una de lastípicas ensenadas de la parte alta de los valles costeros,constantemente modeladas por las aguas de aluvionesque se llevan la arena y la tierra vegetal de la superficie,y la dejan cubierta de pedruscos de todos tamaños.

A escasa distancia de las parcelas cultivadas del vallese hallan tres monolitos en hilera, a más de diez metroslos unos de los otros, los mismos que, por su tamaño ysu forma, nos demuestran que han sido trasladadosconscientemente y con determinado fin a ese paraje. Unavez en el lugar, se comprueba que los tres bloques hansido derribados por las aguas que discurrieron por laquebrada en el transcurso de aluviones. Uno de ellosestá roto (Fig. No. 2): la base se encuentra aún plantadaen la tierra, hecho que induce a creer que tiempo atrásestas piedras estaban colocadas verticalmente como tresgrandes columnas. Son bloques sin labrar ligeramentedesbastados. Cerca de ellos, los pedruscos son pequeñosy el terreno da la impresión de haber sidocuidadosamente limpiado antes de erigir los monolitos.

A algunas decenas de metros más allá se ven losprimeros vestigios de construcciones líticas queobedecen a ordenación. Por efecto del poder destructorde los fenómenos naturales, solamente quedanindemnes las piedras que formaron las bases. Elconjunto constituye un gran recinto compuesto depatios centrales encuadrados por habitaciones. Lo pocoque aún resta demuestra que poseían ciertosconocimientos de la técnica de construcción, aun

cuando el material empleado y su colocación reflejanconocimientos rudimentarios.

Internándose algunos kilómetros más se encuentranrestos de edificaciones cuyo número, seguramente, fuecrecido.

Al lado norte de la quebrada, y en terreno contiguo auna escarpa, el viajero es sorprendido por dos plazoletaso plataformas dignas de atención. Están formadas pordos grandes rectángulos construidos con piedra (Fig. No.3), dentro de los cuales se alzan dos menhires,semejantes a los monolitos descritos al comienzo.Después de una cuidadosa observación, se descubre que,a pesar de que las construcciones son colindantes, latécnica y el material empleados en una y otra divergen,por lo que corresponden a edades diferentes.

La primera plazoleta, que llamaremos “A”, es unrectángulo que mide 43,30 m de largo por 32,80 m deancho. La pared que le sirve de perímetro está hecha depiedras pequeñas y lajas cuidadosamente superpuestas,de acuerdo con sus formas y dimensiones. El tipo deconstrucción de estos muros es semejante a los vestigiosque se encuentran cerca de los monolitos caídos. En elextremo oeste de la construcción, a una distancia de15,90 m y 15,85 m, respectivamente, de ambos costados,y a 10,40 m del muro del fondo, se yergue prepotente unmonolito que alcanza 3,60 m de altura (Fig. No. 4).

La plazoleta se ofrece limpia, a excepción de algunoscantos provenientes, seguramente, de las escarpasvecinas. Las grandes piedras del rededor parecendemostrar que esta plazoleta fue construida en forma

ORÍGENES

Fig. No. 4.- Queneto. Plazoleta “A”. Fig. No. 5.- Queneto. El menhir central de la primera plazoleta y lasalineaciones contiguas.

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correspondientes a un período remoto, anterior al de laplazoleta “A”. Son fábricas líticas arcaicas, en las que seha utilizado la técnica más antigua que conoce elhombre. Son exponentes de la energía y del ingenioconstructor prehistóricos.

Las observaciones arriba señaladas nos inclinan acreer que estas alineaciones de grandes piedras ymenhires hallados constituyen los monumentos másantiguos de las civilizaciones costeñas del Perú, siendoQueneto un exponente.

En los alrededores de estos vestigios se encuentranfragmentos de cerámica de diferentes tipos, y llamanespecialmente la atención los restos de vasijas queofrecen un pulimento rudimentario, los mismos que hansido clasificados en el Museo Rafael Larco Herrera comocorrespondientes a un período primitivo. Pero la másgeneralizada es la cerámica burda, sin pulimento alguno,de contextura gruesa, con grabados muy elementales,creaciones de las culturas más incipientes de la costa.Entre estos fragmentos existen también algunosprovenientes de la cerámica mochica, lo cual es muynatural, ya que a poca distancia se encuentran trazas deedificaciones pertenecientes a esa cultura.

A 40 metros de las plataformas descritas se hallangrabadas en cientos de piedras, semejantes a las queconstituyen los alineamientos de la plazoleta “B”,pictografías interesantísimas que la incansable ydestructora labor del tiempo no ha podido borrar (Figs.Nos. 10, 11 y 12).

No es posible precisar cómo se hicieron estaspictografías, ni cómo ha podido perdurar a través deltiempo el color impregnado en la roca. Los dibujos son deun primitivismo que salta a primera vista. Este artebalbuciente representa por simples líneas los cuerposhumanos y sus extremidades. Las manos ofrecen a vecestres y cuatro dedos, vistas por el artífice que percibía laprimera luz en las densas sombras que cercaban suespíritu. Y los ojos, la nariz y la boca, como en los dibujosinfantiles, son representados con líneas y puntos en formade simples esquemas. Se encuentran también dibujos defelinos en los cuales la conformación de la cabeza, los dosojos colocados en un mismo plano, las patas simuladas porsimples líneas, nos dicen bien claro del incipientedesarrollo de aquellos posibles iniciadores del arteperuano, que después alcanzaría un maravilloso desarrollo.

Son cientos de piedras las que ofrecen pictografías.

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similar a la “B” –que luego estudiaremos–, y que enépoca posterior fue destruida, en circunstancias noconocidas, y se edificaron entonces las paredes que hastahoy subsisten.

La plazoleta “A” (Fig. No. 4) se comunica con lavecina por medio de un pasaje de 1,75 m de ancho.Sigue un recinto pequeño y luego una explanada quedistinguiremos con el nombre de plazoleta “B”, la mismaque acusa 26,60 m por lado. De primera intención secomprueba que se trata de una construcción antigua,pues las paredes circundantes están formadas porgrandes piedras, análogas a las que se han encontradoen las edificaciones más antiguas del mundo (Figs. Nos.7 y 8). En ellas no se halla trabajo sistematizado,simplemente nos encontramos con el fruto de la labor deacarreo y de alineación de grandes rocas, caídas unas einclinadas otras, que han sido transportadas con notabledispendio de energías de las laderas vecinas.

Hacia el oeste del cuadrado se destaca un menhir de2,74 m de alto, tan rústico como el de la plazoleta inferior(Fig. No. 9). En el fondo, en comunicación con unapequeña puerta, se descubren vestigios de un reducidorecinto rectangular. Existe un desnivel de 2,23 m, debido ala inclinación del terreno, entre una y otra plazoleta.

En los cerros que se alzan al comienzo de laquebrada de Queneto, construyeron los mochicas,sobre bases de piedra, lo que hoy se llama el “CastilloNuevo” y el “Castillo Viejo” de Tomabal. En lascolinas que rodean esta vieja heredad, igualmenteexiste gran número de fábricas mochicas que ofrecentambién cimientos pétreos. Desde luego, la técnica deconstrucción lítica empleada por los mochicas esdiferente y mucho más avanzada que la que sepercibe en la plazoleta “A”. La observación anteriortiene la suficiente fuerza para considerar que aquellosvestigios corresponden a una agrupación que precedea los mochicas, y nos inclina a creer que son trazasde las culturas incipientes de la costa. Testimonios delos primeros pasos sujetos a un plan en materia deconstrucción de aquéllas, mucho antes de que lacultura Mochica se desarrollara y arribara a su auge,para dejarnos tan maravillosos exponentes de susartes e industrias.

El sistema empleado en la edificación de la plazoleta“B”, por su simplicidad y material usado, compruebaampliamente que se trata de construcciones antiquísimas

LOS MOCHICAS - TOMO I

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Los motivos más frecuentes en ellas son cabezas de sereshumanos degollados; serpientes, cóndores y otras aves;estrellas rudimentariamente expresadas; hombres queadoptan distintas posturas y en cuyas representaciones yaasoma cierta idealización.

Esta técnica decorativa y el estilo del dibujo –toscasrepresentaciones de la realidad– no se hallan enninguno de los períodos pre Cupisnique y Cupisniqueposteriores, siendo menos avanzados. Es de suponer,por tanto, que esas pictografías constituyen las primerasmanifestaciones de arte de los pobladores de la costa, yson documentos valiosísimos que dan fe del momentoadmirable en que el primitivo peruano emerge delmundo del instinto y las apetencias materiales paradescubrir la llama interior de su espíritu.

ORÍGENES

Fig. No. 6.- Queneto. Vista general de las plazoletas. Fig. No. 7.- Queneto. Grupo de grandes piedras que forman una de lasparedes circundantes de la plazoleta "B".

Fig. No. 8.- Queneto. Las grandes alineaciones de la plazoleta "B".

Fig. No 9.- Queneto. El menhir central de la plazoleta "B". En el fondo, el cerro de Queneto.

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Los dibujos de esas grandes rocas son antiquísimos yen ellos se ha utilizado el mismo material pétreo de lasalineaciones de la plazoleta “B”. En cuanto a lasrepresentaciones de animales, parecen guardar relacióncon el posible culto al que dedicaron las plataformasdescritas. El felino, el cóndor, la serpiente y la iguana sonciertamente animales que constituyen el núcleo principalde las divinidades de la religión zoólatra de los primerospobladores del Perú, creencia que sobrevive en algunasprácticas religiosas de los mochicas.

¿Qué fin cumplían estas construcciones líticas? ¿Quécreencia interpretaban? y ¿Qué sentido entrañó laerección de los menhires dentro de las plazoletas? Lasrespuestas no son fáciles. Parece que el anhelo deperennidad está imbíbito en el espíritu humano, y desdelos comienzos de la vida del hombre en la tierra setraduce en la serie de construcciones que dedica a susdivinidades vencedoras de todo lo precario. Losperuanos, como los mayas, egipcios, hindúes, chinos ytodos los pueblos del mundo, fueron profundamentereligiosos, y tal cauce tomaron todas las manifestacionesde su arte y, en general, toda su actividad creadora.

Queneto, seguramente, fue un santuario, y susmenhires fueron los ídolos o símbolos de susdivinidades, ídolos duros y ásperos como para resistirtodas las contingencias de las fuerzas naturales ohumanas desatadas. Fue probablemente el primersantuario con el que una raza inició su ascensión aplanos superiores; punto de arranque de un conjunto deculturas; testimonio, el más antiguo, de la obra delperuano ancestral.

Concienzudas excavaciones y esforzados estudiosen este paraje de Queneto podrán arrojar mayor luzque la que llevan las anteriores observaciones, y quiénsabe quede esclarecido el tramo inicial de laprehistoria del Perú.

La anterior descripción de Queneto pone demanifiesto el supuesto de que el hombre peruano, ensu constante avance hacia formas superiores de cultura,utilizó principalmente la piedra como primer materialen el que volcó su capacidad de trabajo y su poder deinterpretación de sí mismo y del mundo que locircundaba. Este hombre inicial –como acaeció entodas las latitudes–, para cubrir sus necesidadesalimenticias, acudió a la caza y a la pesca. En el casode Queneto, por hallarse ese paraje alejado del mar y

Fig. No. 10.- Queneto. El grupo de las pictografías más interesantes.

Fig. No. 11.- Queneto. El artista se ha aprovechado de la forma rara deesta roca para pintarle un ojo y darle la apariencia de un gran saurio.

Fig. No. 12.- Queneto. Petroglifos.

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explorar la gran extensión desierta de La Arenita,pudimos comprobar que en ese terreno, cubierto hoypor un océano de arena, rodeado de cerros por todossus lados, había existido una población construida depiedras y adobe –probablemente–, de cuyos muros noquedaban sino pequeños hacinamientos (Figs. Nos. 14 y15). Junto a estos vestigios, diseminados en el suelo engrandes cantidades, encontramos miles de fragmentos dela cerámica pétrea, cuyos ejemplares en el mundo noalcanzan a un centenar.

También hallamos fragmentos de cerámica roja congrabados; bícroma –a base de rojo y crema– con dibujoscircundados por líneas grabadas; roja y marrón, tambiéncon dibujos circundados por líneas grabadas; roja porefecto de cocción, sin pintura de ninguna clase, condibujos geométricos característicos; marrón pura; crema,de poca durabilidad con dibujos grabados, y otrosfragmentos de cerámica típica que nosotros consideramospertenecientes a un período primitivo, anterior aCupisnique. Es decir que en la Pampa de los Fósiles,lugar del valle de Cupisnique que exploramos,conseguimos todos los tipos en forma y aplicación decolorido de la cerámica característica de esta cultura:desde los ceramios de aspecto pétreo hasta loscorrespondientes a etapas posteriores, que comprendenperfectamente los períodos transitorios entre la cerámicade Cupisnique y la del pueblo mochica.

Algunos restos de las ruinas conservan todavía lademarcación de los cimientos, cuadrangulares unos ycirculares otros, que emergen de trecho en trecho y aregulares distancias. Los fragmentos revelan que losobjetos han sido arrastrados por las aguas de aluvionesque desde hace mucho tiempo han venido sucediéndosecon cierta regularidad, con lapsos de 25 años más omenos. En las faldas de los cerros se ven claramente losestratos que han formado las enormes avenidas de agua,que no sólo contribuyeron a desalojar a la población queresidía en ese lugar, sino a darle un nuevo aspecto almodificar su topografía.

Es desoladora la visión que hoy ofrece el valle deCupisnique, huérfano de agua y de vegetación, y portanto incapaz de brindar albergue al hombre. Pero,pensando en los cambios climáticos que haexperimentado la costa en el transcurso del tiempo, espresumible que en época lejana las lluvias y aluvioneshicieron posible una próspera agricultura en la capa de

ORÍGENES

de grandes corrientes de agua, debió ser simplementela caza la que le proporcionó al hombre el sustentoindispensable. Ya ulteriormente, cuando su poder deobservación se acreciente, sea más rica su experienciay la máquina de su cerebro funcione mejor,posiblemente descubra el poder germinativo de latierra y nazca la agricultura, el paso sustancial quetrueca al hombre de salvaje en civilizado.

CUPISNIQUE

Nuestro descubrimiento de las ruinas de Cupisniqueparece establecer el eslabón que une al hombre primitivode Queneto con el de las culturas posteriormentedesarrolladas. Es acaso el centro originario de la cerámicanorteña y en donde, posiblemente, aparece por primeravez el asa de estribo. Este tipo de cerámica recibe lainfluencia religiosa nepeñana y así se produce elarquetipo de la cerámica que nosotros llamamosCupisnique: de pulimento brillante, aspecto pétreo y enla que se plasma la singular técnica del grabado y losplanos de alto relieve característicos de Nepeña.Cupisnique es el único lugar del norte del país dondehemos encontrado esta clase de cerámica pura.

Como desde un comienzo abrigáramos dudas sobre elorigen chavín de esta alfarería pétrea (Fig. No. 13),pugnamos por encontrar una tumba que contuviera vasosde este estilo para así dar solución eficaz al problemaque su presencia planteaba en cuanto concierne alpasado peruano. Hicimos practicar una serie deexcavaciones en distintos lugares de los valles de SantaCatalina, buscando ansiosamente un dispositivocronológico, pero todos nuestros esfuerzos resultaronbaldíos, y no se encontraron las muestras apetecidas nien edificios, sarcófagos o basurales.

En el año 1933, un amigo de ocasión, en una visita quele hicimos, nos mostró algunos restos de animalesfosilizados y fragmentos de cerámica negra que para élsimulaban simples piedras. En ellos reconocimosinmediatamente pedazos de los tantas veces proclamadosvasos chavín. Estos restos habían sido hallados en un lugardenominado La Arenita, cercano al valle de Cupisnique,intermediario entre los de Pacasmayo y Chicama.

Preparamos de inmediato una excursión al citadoparaje, seguros de encontrar un nuevo centro deimportancia arqueológica. Así sucedió. Después de

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Fig. No. 13.- Queneto. Dos exponentes de la primitiva cerámica clasificada como pre Cupisnique.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XSc-004-008; XSc-004-009)

Fig. No. 14.- Cupisnique. Vestigios de construcciones arcaicas de piedra. Fig. No. 15.- Cupisnique. Vestigios de construcciones arcaicas de piedra.

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humus que ulteriormente, desatados y sinencauzamiento, han barrido esos aluviones. Entonces, lavida fluía en esa zona. Fundamenta la anterior aserción laexistencia de una red de canales de irrigación, cuyosvestigios se conservan hasta hoy. Cupisnique,imperturbable, guarda su secreto, y no será posiblearrancarlo mientras no se multipliquen las expedicionescientíficas que estudien, mediante excavacionessistematizadas, lo que fue. En este empeño tiene quegravitar la acción del gobierno peruano y de lasinstituciones culturales del extranjero, principalmente delos EE UU, de gran solvencia económica.

Este yacimiento arqueológico tiene gran importancia,no solamente por ser hasta hoy el único lugar del Perúdonde se encuentra en grandes cantidades la rara ycodiciada cerámica reducida a fragmentos, sino porquesu descubrimiento ofrece una nueva página arqueológicaa la investigación del pasado americano. Cupisniqueimpide que en lo sucesivo, al hablar de la alfarería deaspecto pétreo, quiera atribuírsele origen chavín, cuandoeste lugar solamente la ofrece libre y aislada, y quedanrestos de hornos y de una que otra vivienda, que nosinclinan a pensar que fue éste el centro donde aquéllahubo de manufacturarse.

La Pampa de los Fósiles, denominación que nosotrosconsignamos en nuestro mapa de Cupisnique, no pareceser sino uno de los tantos asientos de los pobladores delvalle en tiempos ya remotos, cuyo eje o sede principalseguramente se halló en el corazón del mismo y queabarca una extensión total de 188 km2. Pero, como yallevamos dicho, los vestigios de esa cultura quequedaron en pie han sido derribados y en partedestruidos por la acción devastadora de los aluviones.

Encerrada el agua entre dos cadenas de cerros, yaumentado considerablemente su volumen, ha venidoarrastrando todos los vestigios de construcciones antiguasy cementerios, y ha dejado a su paso tan sólo pedrones,rodados y grava, además de uno que otro algarroboarrancado de raíz. Hacia el suroeste de la explanada sedescubre la gran rotura o tajo hecho en una estribación

de los cerros costaneros, seguramente cuando éstos seofrecieron como barreras para las aguas. Todavía puedenpercibirse ahora los estratos aluviónicos y aun el limofino casi petrificado. Estos fenómenos de erosión hanreemplazado la entonces capa superficial, que sustentabalas viviendas y demás monumentos antiguos, por otra defósiles de animales y vegetales, que la acción de lasfuerzas naturales ha extraído de lugares profundos y queactualmente se encuentra a ras de la tierra, regandograndes extensiones.

Hoy sólo nos hablan de la cultura Cupisnique, en elnorte, los fragmentos de la Pampa de los Fósiles, losvasos –bastante raros– hallados en los valles de SantaCatalina, Pacasmayo y Chicama, especialmente en lashaciendas de Casa Grande, San José y Mocan, cercanasal valle de Cupisnique, y las dos únicas piezas, queconsideramos migratorias, encontradas por loshermanos Gayoso en Chongoyape, dentro deldepartamento de Lambayeque.

Merece un acápite especial el descubrimiento de loshermanos Gayoso. Según declaración de quien encontróla tumba, el cadáver con el cual hallaron los vasoscupisniques había sido enterrado en posición decúbitodorsal, modalidad utilizada más tarde por los mochicas.Según estos mismos informantes, las piezas de oroencontradas sobre el muerto ostentaban, en relieve,figuras de cangrejos y caracoles (1). Siendo los citadosanimales marinos, es lógico pensar que fueronutilizados como motivos ornamentales por una culturacosteña y no andina(2).

Estas observaciones son de gran interés en losestudios cronológicos, sobre todo en lo que se relacionacon el pretendido origen de la cultura Cupisnique. Portanto, aceptar que ésta tuvo su nacimiento en los Andessería llegar a la conclusión de que la cultura Mochicatiene también su raíz en la sierra peruana, ya que enCupisnique vemos que se inician en forma contundentesus primeros pasos, siendo ésta, desde sus albores,auténticamente costeña.

En las varias exploraciones que hemos realizado en

ORÍGENES

(1) Este despojo posiblemente perteneció a un gran jefe, encargado de la conquista de las tierras que quedaban al norte del paraje principal dedominación cupisnique, ya que esta raza artista y guerrera parece que fue muy inquieta. Su excursión por tierras de Lambayeque pudo haber fracasadopor no hallar suficientes recursos para una expansión a gran escala, ya que toda cultura es una planta que necesita terreno propicio para prosperar.(2) En los vasos cupisniques del Museo Nacional hay uno que ostenta la representación escultórica de un camarón, animal común a los ríos de la costa.Ellos constituyen una prueba más del origen costeño de esta cultura.

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explorar la gran extensión desierta de La Arenita,pudimos comprobar que en ese terreno, cubierto hoypor un océano de arena, rodeado de cerros por todossus lados, había existido una población construida depiedras y adobe –probablemente–, de cuyos muros noquedaban sino pequeños hacinamientos (Figs. Nos. 14 y15). Junto a estos vestigios, diseminados en el suelo engrandes cantidades, encontramos miles de fragmentos dela cerámica pétrea, cuyos ejemplares en el mundo noalcanzan a un centenar.

También hallamos fragmentos de cerámica roja congrabados; bícroma –a base de rojo y crema– con dibujoscircundados por líneas grabadas; roja y marrón, tambiéncon dibujos circundados por líneas grabadas; roja porefecto de cocción, sin pintura de ninguna clase, condibujos geométricos característicos; marrón pura; crema,de poca durabilidad con dibujos grabados, y otrosfragmentos de cerámica típica que nosotros consideramospertenecientes a un período primitivo, anterior aCupisnique. Es decir que en la Pampa de los Fósiles,lugar del valle de Cupisnique que exploramos,conseguimos todos los tipos en forma y aplicación decolorido de la cerámica característica de esta cultura:desde los ceramios de aspecto pétreo hasta loscorrespondientes a etapas posteriores, que comprendenperfectamente los períodos transitorios entre la cerámicade Cupisnique y la del pueblo mochica.

Algunos restos de las ruinas conservan todavía lademarcación de los cimientos, cuadrangulares unos ycirculares otros, que emergen de trecho en trecho y aregulares distancias. Los fragmentos revelan que losobjetos han sido arrastrados por las aguas de aluvionesque desde hace mucho tiempo han venido sucediéndosecon cierta regularidad, con lapsos de 25 años más omenos. En las faldas de los cerros se ven claramente losestratos que han formado las enormes avenidas de agua,que no sólo contribuyeron a desalojar a la población queresidía en ese lugar, sino a darle un nuevo aspecto almodificar su topografía.

Es desoladora la visión que hoy ofrece el valle deCupisnique, huérfano de agua y de vegetación, y portanto incapaz de brindar albergue al hombre. Pero,pensando en los cambios climáticos que haexperimentado la costa en el transcurso del tiempo, espresumible que en época lejana las lluvias y aluvioneshicieron posible una próspera agricultura en la capa de

ORÍGENES

de grandes corrientes de agua, debió ser simplementela caza la que le proporcionó al hombre el sustentoindispensable. Ya ulteriormente, cuando su poder deobservación se acreciente, sea más rica su experienciay la máquina de su cerebro funcione mejor,posiblemente descubra el poder germinativo de latierra y nazca la agricultura, el paso sustancial quetrueca al hombre de salvaje en civilizado.

CUPISNIQUE

Nuestro descubrimiento de las ruinas de Cupisniqueparece establecer el eslabón que une al hombre primitivode Queneto con el de las culturas posteriormentedesarrolladas. Es acaso el centro originario de la cerámicanorteña y en donde, posiblemente, aparece por primeravez el asa de estribo. Este tipo de cerámica recibe lainfluencia religiosa nepeñana y así se produce elarquetipo de la cerámica que nosotros llamamosCupisnique: de pulimento brillante, aspecto pétreo y enla que se plasma la singular técnica del grabado y losplanos de alto relieve característicos de Nepeña.Cupisnique es el único lugar del norte del país dondehemos encontrado esta clase de cerámica pura.

Como desde un comienzo abrigáramos dudas sobre elorigen chavín de esta alfarería pétrea (Fig. No. 13),pugnamos por encontrar una tumba que contuviera vasosde este estilo para así dar solución eficaz al problemaque su presencia planteaba en cuanto concierne alpasado peruano. Hicimos practicar una serie deexcavaciones en distintos lugares de los valles de SantaCatalina, buscando ansiosamente un dispositivocronológico, pero todos nuestros esfuerzos resultaronbaldíos, y no se encontraron las muestras apetecidas nien edificios, sarcófagos o basurales.

En el año 1933, un amigo de ocasión, en una visita quele hicimos, nos mostró algunos restos de animalesfosilizados y fragmentos de cerámica negra que para élsimulaban simples piedras. En ellos reconocimosinmediatamente pedazos de los tantas veces proclamadosvasos chavín. Estos restos habían sido hallados en un lugardenominado La Arenita, cercano al valle de Cupisnique,intermediario entre los de Pacasmayo y Chicama.

Preparamos de inmediato una excursión al citadoparaje, seguros de encontrar un nuevo centro deimportancia arqueológica. Así sucedió. Después de

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Fig. No. 13.- Queneto. Dos exponentes de la primitiva cerámica clasificada como pre Cupisnique.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XSc-004-008; XSc-004-009)

Fig. No. 14.- Cupisnique. Vestigios de construcciones arcaicas de piedra. Fig. No. 15.- Cupisnique. Vestigios de construcciones arcaicas de piedra.

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humus que ulteriormente, desatados y sinencauzamiento, han barrido esos aluviones. Entonces, lavida fluía en esa zona. Fundamenta la anterior aserción laexistencia de una red de canales de irrigación, cuyosvestigios se conservan hasta hoy. Cupisnique,imperturbable, guarda su secreto, y no será posiblearrancarlo mientras no se multipliquen las expedicionescientíficas que estudien, mediante excavacionessistematizadas, lo que fue. En este empeño tiene quegravitar la acción del gobierno peruano y de lasinstituciones culturales del extranjero, principalmente delos EE UU, de gran solvencia económica.

Este yacimiento arqueológico tiene gran importancia,no solamente por ser hasta hoy el único lugar del Perúdonde se encuentra en grandes cantidades la rara ycodiciada cerámica reducida a fragmentos, sino porquesu descubrimiento ofrece una nueva página arqueológicaa la investigación del pasado americano. Cupisniqueimpide que en lo sucesivo, al hablar de la alfarería deaspecto pétreo, quiera atribuírsele origen chavín, cuandoeste lugar solamente la ofrece libre y aislada, y quedanrestos de hornos y de una que otra vivienda, que nosinclinan a pensar que fue éste el centro donde aquéllahubo de manufacturarse.

La Pampa de los Fósiles, denominación que nosotrosconsignamos en nuestro mapa de Cupisnique, no pareceser sino uno de los tantos asientos de los pobladores delvalle en tiempos ya remotos, cuyo eje o sede principalseguramente se halló en el corazón del mismo y queabarca una extensión total de 188 km2. Pero, como yallevamos dicho, los vestigios de esa cultura quequedaron en pie han sido derribados y en partedestruidos por la acción devastadora de los aluviones.

Encerrada el agua entre dos cadenas de cerros, yaumentado considerablemente su volumen, ha venidoarrastrando todos los vestigios de construcciones antiguasy cementerios, y ha dejado a su paso tan sólo pedrones,rodados y grava, además de uno que otro algarroboarrancado de raíz. Hacia el suroeste de la explanada sedescubre la gran rotura o tajo hecho en una estribación

de los cerros costaneros, seguramente cuando éstos seofrecieron como barreras para las aguas. Todavía puedenpercibirse ahora los estratos aluviónicos y aun el limofino casi petrificado. Estos fenómenos de erosión hanreemplazado la entonces capa superficial, que sustentabalas viviendas y demás monumentos antiguos, por otra defósiles de animales y vegetales, que la acción de lasfuerzas naturales ha extraído de lugares profundos y queactualmente se encuentra a ras de la tierra, regandograndes extensiones.

Hoy sólo nos hablan de la cultura Cupisnique, en elnorte, los fragmentos de la Pampa de los Fósiles, losvasos –bastante raros– hallados en los valles de SantaCatalina, Pacasmayo y Chicama, especialmente en lashaciendas de Casa Grande, San José y Mocan, cercanasal valle de Cupisnique, y las dos únicas piezas, queconsideramos migratorias, encontradas por loshermanos Gayoso en Chongoyape, dentro deldepartamento de Lambayeque.

Merece un acápite especial el descubrimiento de loshermanos Gayoso. Según declaración de quien encontróla tumba, el cadáver con el cual hallaron los vasoscupisniques había sido enterrado en posición decúbitodorsal, modalidad utilizada más tarde por los mochicas.Según estos mismos informantes, las piezas de oroencontradas sobre el muerto ostentaban, en relieve,figuras de cangrejos y caracoles (1). Siendo los citadosanimales marinos, es lógico pensar que fueronutilizados como motivos ornamentales por una culturacosteña y no andina(2).

Estas observaciones son de gran interés en losestudios cronológicos, sobre todo en lo que se relacionacon el pretendido origen de la cultura Cupisnique. Portanto, aceptar que ésta tuvo su nacimiento en los Andessería llegar a la conclusión de que la cultura Mochicatiene también su raíz en la sierra peruana, ya que enCupisnique vemos que se inician en forma contundentesus primeros pasos, siendo ésta, desde sus albores,auténticamente costeña.

En las varias exploraciones que hemos realizado en

ORÍGENES

(1) Este despojo posiblemente perteneció a un gran jefe, encargado de la conquista de las tierras que quedaban al norte del paraje principal dedominación cupisnique, ya que esta raza artista y guerrera parece que fue muy inquieta. Su excursión por tierras de Lambayeque pudo haber fracasadopor no hallar suficientes recursos para una expansión a gran escala, ya que toda cultura es una planta que necesita terreno propicio para prosperar.(2) En los vasos cupisniques del Museo Nacional hay uno que ostenta la representación escultórica de un camarón, animal común a los ríos de la costa.Ellos constituyen una prueba más del origen costeño de esta cultura.

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este nuevo centro arqueológico no hemos logradoencontrar ninguna tumba, salvo los vestigios de cimientosde piedra en la forma ya indicada. Se han practicadoalgunos cateos y sólo se hallaron capas de arena suelta.Acaso partes de este estrato cultural se hallen escondidasen lugares más profundos o en los riscos y faldas de loscerros que día a día se van cubriendo de arena. Ojalánuevos descubrimientos esclarezcan cuanto concierne alestadio cupisnique, y se logre así obtener la luz necesariasobre la formación y surgimiento de la grandiosa culturaMochica, a cuyo estudio se contrae la presente obra.

ORIGEN DE LAS CULTURAS COSTEÑAS

Una vez descritos los yacimientos arqueológicos deQueneto y Cupisnique, cuyo descubrimiento –en parte–ilumina la nebulosa del origen de las culturas costeñasdel norte del Perú, queremos aclarar y ampliar nuestrospensamientos y percepciones acerca de las mismas y lalínea o líneas de evolución que han seguido.

Se ha mantenido hasta hoy la creencia de que existióla “Civilización Chavín”, cuyo asiento principal se hallócerca del actual pueblo de Chavín de Huántar,emplazado a “40 kilómetros al e. de Recuay y a 28kilómetros al s. e. de Huari, en el ángulo formado por laconfluencia del Mariash, vertiente oriental de laCordillera, con el Puckcha, que baja del lado Sur” (Tello).

Se estima que esta cultura tuvo decisiva influencia enlas costeñas. Pero al respecto, cabe sentar algunasobservaciones, cuya dilucidación ajustada al rigor de loshechos servirá más tarde de base de un templo. SiChavín fue foco de una civilización tan poderosa yavanzada como la que se quiere hacer aparecer, eslógico pensar que el asiento de ésta no pudo ser nuncauna pequeña edificación y que su órbita de influenciadebía alcanzar dilatados territorios.

Para probar la existencia de esta civilización se haquerido reunir una serie de documentos que demuestrensu existencia, y se han presentado al mundo de losinvestigadores de la arqueología americana, comoexponentes del arte y la cerámica chavín, las vasijas quecorresponden a Cupisnique y todas aquellas quecontienen dibujos grabados o de carácter religiososimilares a los del mencionado templo.

Si bien el Dr. Augusto Soriano Infante, estudioso deldepartamento de Ancash, ha sido el primero en recoger

en los lugares cercanos al templo de Chavín fragmentosde cerámica similar a la de Cupisnique, no podemostomarlos como pruebas documentales a favor de laexistencia del arte cerámico chavín. Tales documentoscorresponden a otro aspecto de nuestro estudio y nunca ala probación de la ilusoria Cultura Trasandina Chavín.Cerámica de este tipo no se encuentra ni en el Callejón deHuaylas ni en las ruinas cercanas a este pueblo. No existeninguna relación entre el arte cerámico característico deldepartamento de Ancash y el de los vasos encontrados enestas ruinas. El mismo Dr. Soriano Infante ha hallado eneste lugar una cantidad de fragmentos de cerámicamochica y una valva de Spondylus pictorum.

Es necesario comentar una observaciónimportantísima hecha por el mismo Dr. Soriano Infante,que pone incluso más en duda la teoría expuesta deque el templo de Chavín sea la sede de una civilizaciónde origen serrano. Según Soriano, no se encuentran enestas ruinas ceramios que puedan clasificarse dentro delos períodos primitivo y evolutivo; en los estratos másprofundos están los fragmentos de la cerámica másperfecta. De allí que estemos convencidos de que lasconstrucciones chavines fueron levantadas por unpueblo extraño que se encontraba en un manifiestoestado de adelanto.

¿Cómo explicar la presencia de estos vasos de culturascosteñas en un centro andino? La respuesta es fácil.Siendo este templo la meca de los pueblos queprofesaban el culto felínico, es lógico que estas gentesllevaran a su santuario máximo ofrendas de carácterreligioso adornadas con motivos adecuados, que podíanmuy bien ser vasos litúrgicos o de carácter utilitario parael uso de los sacerdotes.

Dedicado el templo de Chavín a un culto supremo,vivió en él y en sus alrededores toda una colectividad deservidores del culto, quienes utilizaron vasosceremoniales y de uso personal que contenían lasmanifestaciones artísticas de la maravillosa piedra talladadel templo de Chavín. Estos vasos, inspirados en laelevada concepción del culto que llegó a los Andesdespués de alcanzar una refinación singular, son deformas que no hallamos en Cupisnique. Son distintos, sinlas trazas de grabaciones, relieves y estrías, aunque estono significa que no se encuentren vasos de asa como losde Cupisnique.

Los fragmentos que nos mostró el Dr. Soriano

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ORÍGENES

Infante en Huaraz y que estudiamos detenidamente asínos lo han revelado. Además, habiéndose encontradocerámica mochica en el templo de Chavín, los vasos deformas características de Cupisnique que se encuentrenen Chavín tienen que considerarse de carácternetamente migratorio.

Por otra parte, los monumentos de Chavín no acusansemejanza ni con los de Tiahuanaco ni con los de Aija oHuari, ni ofrecen parecido con los numerososyacimientos y restos pétreos que acusan la presencia delas diversas culturas andinas que se escalonaron a lolargo del Perú. Por tanto, debemos, pues, dejarestablecido que Chavín constituye un lunar en toda laregión andina del Perú y que en ella no hay un soloresto arqueológico que en la técnica de su construccióny en sus decoraciones ofrezca parentesco con aquelnúcleo de edificaciones. Sólo en la costa encontramosruinas de adobe con relieves de barro idénticos a los queexisten en los frisos del templo de Chavín. Se nospresenta, pues, un problema a dilucidar.

Aceptadas las observaciones anteriores, surge deinmediato la interrogación: ¿Son los restos de Nepeñaanteriores o posteriores a los de Chavín? Y luego: ¿FueNepeña construida por chavines o, viceversa, fue eltemplo de Chavín erigido por arquitectos y alarifesnepeñanos? Es lógico encontrar mayor certeza en losegundo, ya que las ruinas de Queneto, los restosencontrados en los basurales de Ancón, nos dicen a lasclaras que las culturas de la costa peruana son milenarias.

Las construcciones de Nepeña comprenden todo unvalle. No se trata de un solo pueblo, sino que nosencontramos en presencia de muchos pueblos queabarcan una comarca íntegra con un centro civilizadocomo eje, que se presenta con una técnica especial deconstrucción y un arte propio. Cabe ahora hacerse otrapregunta: ¿Puede nacer, prosperar y llegar a su augeuna civilización en un pequeño núcleo humano? Yluego: ¿Se habría generado la llamada cultura Chavín enun templo y edificaciones adyacentes? ¿O la misma fueproducto de cientos de años de esfuerzo de una razainteligente y bien alimentada que habitaba el rico vallede Nepeña? Si Chavín alcanzó tan alto desarrolloartístico y espiritual en general, ¿cómo es que no abarcómayor extensión? ¿Por qué no edificó pueblos en lascomarcas inmediatas con las características de su centrourbano matriz? ¿O es que la raza que creó esta cultura

se mantuvo estacionaria? Hecho que la biologíadesmiente a cada rato.

Siendo el templo de Chavín el exponente máximo dela civilización cuya existencia ponemos en duda y en elque Seeler encontró un huaco mochica, entonces: ¿Cuálfue el centro de esa cultura? Si nos apartamos de lasideas existentes sobre ese tema, de todas las teoríassentadas al respecto –las mismas que no estánrespaldadas por hechos comprobados–, llegaremos a unaconclusión terminante: Chavín no es sino un santuariocomo exponente de la profunda fe de un pueblo, para elque se eligió ese adecuado paraje y se hizo uso demateriales capaces de resistir la acción del tiempo y delos hombres, para dar asidero y forma a ese anhelo deperennidad que vibra en lo profundo de todosentimiento religioso.

En el caso del santuario de Chavín, ¿qué material másadecuado que la resistente, compacta y dura roca andinapara edificarlo? Ahora, emerge una nueva interrogación:¿Quiénes construyeron el santuario de Chavín? Ha debidode ser un pueblo numeroso, activo y de un alto nivel decultura que no ha podido ser otro que el nepeñano,favorecido por una agricultura próspera y abundantesmedios de vida. Respecto de las técnicas de laconstrucción y del relieve, es lógico suponer que ellasnacieron y se perfeccionaron en la costa, utilizando enun comienzo un material fácilmente plasmado, como erala arcilla, para más tarde aplicar las experienciasadquiridas en dicha labor en el granito andino,aprovechando a la vez los conocimientos sobre ellabrado en roca que tenía el hombre serrano.

En Nepeña se ven fases de evolución no solamenteen el arte y en el material de construcción, sino en lascreencias religiosas. En cambio, en Chavín encontramosexponentes de un arte perfectamente desarrollado queha alcanzado el máximo de sus posibilidades. Sicomparamos la técnica escultórica del templo de Chavíncon la de Nepeña, llegamos a esta conclusión: que losrelieves pertenecen al período de Cerro Blanco, latécnica del relieve cintado. De allí que creamos que eltemplo de Chavín no fue construido en los primerosperíodos a los cuales corresponden el templo dePunkuri, sino en la época en que Nepeña alcanzó su másgrande desarrollo. Esto es concluyente. El centro del arteclasificado hasta hoy como Chavín es Nepeña, y eltemplo de Chavín, la obra mayor de esta cultura.

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Fig. No. 16.- Vaso de cerámica, con magníficos alto relieves; exponente máximo de la cultura Cupisnique. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XXC-000-058)

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Fig. No. 17.- Vaso que representa una yuca (Manihot aipi) idealizada, con dibujos grabados del dios felino. Cultura Cupisnique.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XXC-000-025)

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Si contemplamos con la serenidad necesaria elpanorama cultural de la costa en toda su amplitud, nosha de sorprender el hecho de encontrar, a lo largo de lamisma, pueblos de personalidad definida, dueños de unarte y de un conjunto de manifestaciones socialespropias. En el norte se encuentra el Alto Cupisnique, quenos ha legado una cerámica de aspecto pétreo y otrabicromada, ambas de asa de estribo, y cuyotemperamento se inclina hacia el arte escultórico. En lacerámica cupisnique descubrimos las bases de lainiciación del arte mochica, como más adelante veremosen todos sus pormenores. Este pueblo se desborda ennatural acción expansiva hacia el valle de Chicama, paraedificar a base de mayores tierras de cultivo quecubrieran con sus frutos las necesidades nutricias de lacultura más avanzada de la costa peruana, que fue sinduda la Mochica.

Los últimos descubrimientos hechos por el Dr. Telloen el valle de Nepeña comprueban la existencia de otracivilización local, que se presenta con característicaspropias, con predominancia –en cuanto concierne a suarte– del relieve, la plástica y el colorido vivaz muy rico.

Si analizamos el aporte de la cultura de Nepeña,recibiremos la impresión de que las adquisicionesculturales de Cupisnique, en el norte, y de Paracas, en elsur, se hubieran fusionado para darle auge. En su arte secomprueba la fuerza expresiva plástica de Cupisnique yel intenso y variado colorido de Paracas, como si sehubiera querido tomar los elementos de varias culturaspara crear otra nueva, al calor de una fe robusta y de unsentimiento religioso de gran fuerza. En Nepeña triunfóel arte religioso, hecho que no es dable comprobar enParacas ni en Cupisnique. Es el culto a la divinidad felinael que da origen a todas las manifestaciones artísticas deese pueblo, cuyo arte se singulariza por el uso delgrabado y del relieve cintado polícromo.

En el sur, como se ha puesto de manifiesto enpárrafos anteriores, se presenta en forma definida lacultura Paracas, en cuyo arte se observa una fortísimainclinación al colorido policromado. Son estas tresculturas: Cupisnique, Nepeña y Paracas, las que sirven debase a las culturas más avanzadas de la costa del Perú.

Cupisnique es la fuente que alimenta a la culturaMochica, así como Paracas da nacimiento a la nasquense.

Pero, ahondando en el conocimiento de los nexosque unen a Cupisnique y Paracas con Nepeña, nos

encontramos con que ambos pueblos reciben lainfluencia religiosa del culto al felino (Figs. Nos. 16 y17). Este culto se ejercía en Nepeña en el período queconsideramos líneas adelante como de evolución de estacultura. De allí que encontremos los vasos votivos deCupisnique (Fig. No. 18) con grabados similares a losdel templo de Punkuri y representaciones de felinossemejantes a la famosa divinidad hallada en el mismorecinto (Figs. Nos. 19, 20 y 21). En este período, elfelino es adorado en su forma de animal, es unverdadero tótem. Después, en los primeros períodosmochicas, el animal divinizado se yergue sobre sus patasposteriores para caminar como el hombre (período detransición entre las culturas Cupisnique y Mochica). Enlos tramos avanzados del desenvolvimiento mochica,como veremos oportunamente, el felino seantropomorfiza y en lugar de patas provistas de garrasse le representa con brazos y piernas humanas, a la parque su cuerpo adquiere también las formas del “homosapiens”, y queda como rezago de su animalidadsolamente la cabeza del felino, símbolo religioso que enesta etapa significa para los pueblos costeños la síntesisde las fuerzas de la naturaleza.

Debemos agregar que en nuestro deseo de esclarecerlos vínculos que unen a Nepeña y Cupisnique, haciendoun estudio del desarrollo del adobe –material deconstrucción del que nos ocupamos en el capítulodedicado a la arquitectura mochica–, hemos llegado a laconclusión de que los primeros adobes utilizados por losprimitivos pobladores de la costa han sido cónicos. Eltemplo de Punkuri ha sido construido con estos adobes.En el valle de Chicama hemos encontrado solamente unahuaca, la de Pucuche, con este mismo tipo de adobe,aunque no tan grande como los hallados en el templo dePunkuri. Al romper uno de ellos, el arqueólogo Dr.Bennett, del Museo de Historia Natural de Nueva York,encontró dentro del mismo un fragmento de cerámicacupisnique. Este hallazgo nos hace suponer que loscupisniquenses emplearon también los adobes cónicosen sus primeras construcciones, cuando en su camino deexpansión ocuparon el valle de Chicama. Es de anotarque la huaca de Pucuche se encuentra muy cerca delvalle de Cupisnique. Después, el adobe rectangular sesuperpone al cónico, hecho que comprobamos tanto enla huaca de Pucuche, como en el templo de Punkuri.

Insistimos, pues, en manifestar que la cerámica de

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Fig. No. 18.- Cántara cupisnique con dibujos grabados. Su pulimento es notable.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (005-004-002)

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0Metros 5 10 15 20 2625

Escala= 1:100

C D

71º

N.M.B

A

E

Exca

vació

nEx

cava

ción

0Metros

5 10 15 20 23

Muro dibujado: E

Grada destruida

Sección según el eje: A-B

Detalle del pórtico lado Este Detalle del muro rampa en el lado Oeste Dibujo de contornos incididos. Muro E.

Escala= 1:50

Sección según el eje: C-D

Fig. No. 19.- Templo de Punkuri, ubicado en el valle de Nepeña. Plano de las ruinas descombradas. 24 de setiembre de 1933.

Fig. No. 20.- Templo de Punkuri. Corte vertical.

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Cupisnique ofrece las primeras influencias religiosas deNepeña, y su arte decorativo muestra la misma técnicadel grabado que utilizaron los nepeñanos en sus templosmás antiguos.

Ya dijimos anteriormente que el felino que seadoraba en el templo de Punkuri no es el felinoestilizado o antropomorfizado, sino el felino en sí, todoanimalidad, tal como ocurre en el período Cupisnique(Figs. Nos. 22, 23 y 24).

La influencia nepeñana todavía perdura en los últimosperíodos mochicas, pero con una particularidad: losdibujos ya no son grabados, sino que las representacionesdel felino se nos ofrecen en forma de relieve cintado,modalidad escultórica que hallamos también en lasconstrucciones del Cerro Blanco de Nepeña, quepertenecen al período de Nepeña Auge, y cuyas paredesestán edificadas con adobes rectangulares quecorresponden también a los primeros períodos mochicas.

Se me podría interrogar: ¿Por qué esta influenciareligiosa nepeñana no se encuentra en los pueblos de losvalles que se alinean entre Nepeña y Cupisnique? Pero estapregunta es fácil de responder. Al inicio de la formación deestos pueblos nos encontramos con que los brotesculturales de la costa peruana aparecen aislados unos deotros por grandes lagunas. No existían pueblos de culturasólida capaces de asimilar tales manifestaciones, que sibien eran de un agregado social en plena evolución,reflejaban un ostensible adelanto material y espiritual.

Concretándonos a Nepeña, estudiados los vínculosque la unen a Cupisnique, llama la atención lo queaparece en su desarrollo: un proceso deperfeccionamiento que se trunca y acaba pordesaparecer. Al respecto, cabe acotar que llegamos aNepeña cuando el Dr. Tello realizaba excavaciones, ypudimos comprobar que sobre los templos de esa ciudadlos mochicas habían edificado tumbas que pertenecían alúltimo período de esa cultura. Lo que prueba queNepeña decae y desaparece antes de los últimosperíodos mochicas. ¿Cuándo se opera este fenómeno ypor qué causa? No lo sabemos.

Nepeña, ya lo llevamos probado, ha sido coetánea deCupisnique y alcanzó, seguramente, su mayor desarrolloen los primeros períodos mochicas. Después, este pueblose quebranta y se extingue, tal vez por haber sufrido loshorrores de una conquista y por haberse visto obligado aenterrar deliberadamente sus templos y demásmonumentos, para procurar conservarlos íntegros y sindesperfectos. La práctica de cubrir los edificios bajogruesas capas de tierra y de arena, que solamente secomprueba en Nepeña, es indicio seguro de una invasiónque hizo necesario salvar en esa forma los lugaressagrados y todas sus construcciones. Ese recurso depreservación fue utilizado posteriormente, en parte, porlos incas, ante la presencia de los españoles en el Perú.¿Quiénes fueron los invasores de Nepeña? Nos inclinamosa creer que se trata de los mochicas.

Fig. No. 21.- Los muros mochicas encontrados en la superficie del templo de Punkuri.

Fig. No. 22.- El felino de Punkuri.

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Así desaparece Nepeña del escenario de las culturasperuanas, a las cuales aportó, como se comprueba enCupisnique y Paracas, los dibujos grabados, relieves y,sobre todo, su sentido religioso, cuyo poder avasallador sehace ostensible en la multitud de ruinas funerarias que hanquedado de esa época. En aquel pueblo, comoreiteradamente hemos dicho, se rindió culto a un diosfelino, y resultó Chavín el centro religioso de esa cultura(Figs. Nos. 25 y 26) El dios felino es la divinidad máximade la costa, y el sentimiento religioso tan vivamenteexpresado en el arte de Nepeña, que fue matriz de talmovimiento espiritual, se hace presente en las piedras deChavín, en los ceramios de Cupisnique y Paracas, y en lasmismas obras que la cultura peruana debe al arteadmirable de los mochicas.

En la zona norte del Perú, cuya arqueología se tratade desentrañar en esta obra, Queneto y Cupisniquemarcan dos épocas: ambos constituyen las primerasconcepciones hermosamente logradas del habitanteperuano de las riberas del Pacífico, en su deseo dearribar a generosos planos de acción, y sus avances en elescenario en el cual les tocó moverse.

ENSAYO DE CRONOLOGÍA

Ahora vamos a intentar, con los nuevos y numerososdatos arqueológicos obtenidos tras paciente labor deaños, una escala cronológica que ofrezca visos de verdady que permita establecer, aproximadamente, el procesoseguido por las culturas de la costa norte del Perú. Estaescala es distinta de las que hasta hoy se han intentadoformular, y es como sigue:

Primer Período. Corresponde a la época quellamaremos megalítica o arcaica, y está representada porQueneto en el norte, Ancón en el centro y Arica en elsur del litoral. La ocupación de estos primitivos peruanosfue la pesca y la caza. Su arte se singulariza por ellabrado de la roca y el uso rudimentario del colorido. Sureligión consistió en el culto a la naturaleza, representadaprincipalmente en especies de la fauna costeña.

Segundo Período. Es la época intermediaria o denexo, lapso de transición de una cultura embrionaria haciaotra bastante desarrollada. En ella se hacen presentesCupisnique, Nepeña y Paracas en sus albores. Para mayorcomprensión del lector, las llamaremos pre Cuspinique, preNepeña y pre Paracas. Los genitores de estas culturas han

superado ya la etapa primaria de la caza y de la pesca,para arribar a la agricultura. Su arte en los ceramios y lostextiles ofrece la técnica y motivos que más tarde han delograr pasmoso desarrollo. Sus creencias hacen referencia alas fuerzas naturales como expresión de una divinidad.

Tercer Período. En esta etapa, las culturasCupisnique y Paracas adquieren su máximo desarrollo, yla de Nepeña, en pleno proceso de ascensión, influye enaquéllas. Paracas llega a dominar el colorido, mientrasCupisnique, la forma. Ambas definen los caracteres queles han dado personalidad en el imponente desfile de lospueblos que constituyen la historia del Perú. En estelapso se percibe dominante la influencia religiosa deNepeña, y a la vez parece que este último pueblo esinfluido por las culturas del norte y del sur o viceversa.Igualmente, en el territorio que comprende el actualdepartamento de Lambayeque, parece que surge unpueblo vigoroso, práctico y de condiciones guerreras,que posteriormente logra destacarse en algunas artescomo la orfebrería. Tanto, que sus aurífices fueron losmejores del Perú, ya que los trabajos que de ellosquedan son sencillamente acabados.

Su agricultura avanzadísima permite a estos pueblosmantener una población numerosa y bien nutrida,dueña de un amable sentido de la vida. Sus creenciasreligiosas evolucionan hacia un animismo de gran basefilosófica, y el felino se convierte en el símbolo delpoder y en eje de la religión.

Cuarto Período. Representa el auge y la desapariciónmeteórica de Nepeña, la plenitud de la obra creadora delos mochicas y de los nascas, ambos pueblos notables porel refinamiento de su sensibilidad que se exterioriza entodas sus artes (riqueza de color en los nascas y realismoescultórico perfecto en los mochicas). El autor de estaobra ha encontrado en el Museo Nacional de Lima unvaso nasca con pictografías mochicas dibujadas sobre unfondo crema, que representa a los mensajeros –prueba dela coexistencia de estos pueblos–. En esa época, el artecosteño se sublima para, enseguida, culminado su procesode perfeccionamiento sin posibilidades de renovación porla falta de contacto con otros pueblos de civilizacióndistinta y más avanzada, entrar en la curva de sudecadencia. Viene la regresión incluso de las costumbres,hecho que se trasluce en los vasos mochicas y nascas, quereflejan una lascivia desapoderada, una libido insaciableen quienes inspiraron tales obras. Sus concepciones

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Fig. No. 24.- Punkuri. Tumba encontrada en el templo. Corresponde a un período anterior.

Fig. No. 23.- Punkuri. Dibujos grabados hallados en los muros. Pertenecenal período evolutivo.

religiosas son de una sorprendente profundidad, hastallegar a la interpretación de los modernos biólogos queencuentran en la naturaleza y todas sus manifestacionesuna inteligencia superior admirable. Conciben la vidacomo una gran unidad que se hace ostensible en las milformas que adopta la naturaleza, formas que parten de unsolo principio. Lo animal y lo vegetal constituyen paraellos un solo mundo extraordinariamente vigoroso, cuyafuente es la tierra. En sus representacionesantropomórficas y zoomórficas intervienen siempreespecies del mundo vegetal íntimamente unidas aaquéllas; en sus dibujos se ven hombres que surgenmediante una raíz de la tierra (tela de Paracas), la granmadre, y ofrecen atributos vegetales en los brazos y enotros miembros y órganos. La vida para ellos es una ymúltiple: una en esencia; múltiple en apariencias.

Quinto período. Es el de la decadencia de lasgrandes culturas del litoral. Chimú, Ica, Chincha yculturas intermediarias marcan los hitos de esta etapa.

Los chimús, raza fuerte, áspera y eminentementeguerrera, conquistan a los mochicas y les imponen suarte, mucho más simple y menos rico que aquél, peroque a la vez recibe muy pronto la influencia de laestética de los conquistados. ¿De dónde aparecen loschimús? Seguramente del norte, sin poderse precisar supunto de origen (Figs. Nos. 27, 28, 29, 30 y 31).

Es indudable que en la antigüedad peruana segeneran dos olas invasoras en el norte: los mochicas, queconquistan todos los pueblos hacia el sur hasta el vallede Nepeña, y los chimús, que dominan hastaPachacámac, más tarde.

Es en el quinto período donde se observan, en elnorte, los efectos de las influencias culturales de lacerámica tiahuanaco-costeña, que se presenta en losúltimos períodos mochicas. De allí que veamosesparcidos a todos los lados de la costa norteña losceramios tipo tiahuanacoide, que influyen decididamenteen la cerámica y crean nuevas modalidades.

Sexto Período. En esta época surgen en el escenariode la costa las figuras de los incas cusqueños y susfalanges guerreras (Fig. No. 32). Los chinchas oponentenaz resistencia al invasor y ésta es aún más tremenda yfiera de parte de los chimús, primero en Paramonga yluego en Santa, hasta que son reducidos al vasallaje alcortarles sus canales de irrigación, que los privan dellíquido elemento y los sumen en una situación

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Fig. No. 25.- Plato de piedra con alto relieves. Representa la divinidad suprema venerada en Chavín: el dios felino.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XXC-00P-347)

Fig. No. 26.- Clavo monolítico que representa la cabeza de una serpiente mitológica. Extraído de las paredes del templo de Chavín.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XSL-011-001)

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desesperada. Los incas respetan los usos y costumbres delos pueblos conquistados. El santuario de Pachacámac,en el que se rinde culto al sol y a Pachacámac (ladivinidad que gobierna la tierra), se convierte en elprincipal centro religioso. Las artes costeñas influyen enlas incaicas al ser trasladados al Cusco los mejoresalfareros y tejedores yungas. La red de caminos de lacosta se une a las grandes vías incaicas que atraviesan lasierra peruana a todo lo largo, pero en conjunto, lainfluencia incaica no deja huella apreciable porque duramuy poco, apenas si los gobiernos de Túpac IncaYupanqui, Huayna Cápac y el muy corto de Atahuallpa,primera víctima de la conquista española.

Nótese los innumerables vestigios de viviendas y elperfecto trazo de la ciudad.

Fig. No. 27.- Chan Chan. Muros de una construcción; alto relieves en barro estucado.

Fig. No. 28.- Chan Chan. Escalinata de la huaca de La Esmeralda.

Fig. No. 29.- Chan Chan. Pared con relieves de barro.

Séptimo Período. Durante este lapso, las culturasautóctonas del Perú sufren un definitivo eclipse para darpaso a la civilización cristiana de Occidente, que trae alTahuantinsuyo a los hombres blancos de FranciscoPizarro, que han seguido el camino trazado por Colón enaguas atlánticas. España, heredera de la civilizacióngrecorromana –esta vez en la cima de su poderío–,modifica el panorama físico y espiritual del Perú, y elindio se trueca en mestizo al fusionarse las sangres delconquistador y del conquistado.

Fecundado el embrión, una nueva cultura empieza agerminar en América, cultura cuyos cánones se ciñen alos europeos para después recoger las influencias delmedio ambiente y crear una cultura posiblemente distintade la originaria del Mediterráneo, “mar de la civilización”.

Fig. No. 30.- Vista aérea de grandes sectores de Chan Chan.

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Fig. No. 31.- Perro atacado de verrugas. El mejor exponente de la cerámica chimú. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XXC-000-173)

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Fig. No. 32.- Cabeza de orejón, rezago cerámico de la invasión incaica.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XSc-024-002)

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NOTA DEL AUTOR

Escrito este primer capítulo de nuestra obra, el Dr. Don Julio C. Tello –acompañado de unadelegación científica del Institute of Andean Research de los Estados Unidos, y de miembrosde los institutos arqueológicos peruanos– realizó exploraciones en el valle de Casma quedieron como resultado el conocimiento de ruinas ciclópeas de piedra en Sechín Alto yMoxeke, con lo cual se ha venido a probar ampliamente nuestra teoría, sostenida en estelibro y que en julio de 1936 explicamos con detenimiento al Dr. Wendell C. Bennett delAmerican Museum of Natural History de Nueva York, y en 1937 al Dr. Kidder de laUniversidad de Harvard.

Estas ruinas, que fueron halladas después de encontrarse la clave de ellas en un monolitoexistente en Casma, en la casa del señor Juan I. Reyna, fueron exploradas por el Dr. Tello ysus acompañantes y se levantó un plano provisional después de recoger los fragmentoscerámicos necesarios para el estudio de la cronología.

La innegable existencia de esta clase de monumentos antiguos habla con mayorelocuencia sobre nuestra intuición relacionada con la existencia de pobladores costeños quetambién dominaron el arte lítico y de que, además, la arquitectura monumental de piedra noes sólo patrimonio de los pobladores de los Andes. Según esto, las ruinas de Sechín Altorepresentan ahora el nexo que tanto se ha buscado dentro de los períodos evolutivos delmaravilloso arte lítico plasmado en el templo de Chavín. En este primer capítuloconsiderábamos que los constructores de los monumentos de Nepeña habían levantado eltemplo de Chavín, tallando en la piedra los modelados ornamentales que usaron en barro,porque no se habían hecho todavía los descubrimientos de Sechín. Pero ya habíamosplanteado el fondo de la cuestión, que hoy se aclara especialmente, por cuanto los nuevoshallazgos comprueban que los pobladores de Nepeña y Casma no sólo eran artistas del barro,sino también maravillosos escultores de piedra.

Las construcciones de Sechín, de material lítico y adobes cónicos que ostentan un arte enevolución; el templo de Punkuri, construido totalmente de adobes cónicos; las construccionesde Cerro Blanco, de adobes rectangulares superpuestos a los cónicos, y esculturas,especialmente la del felino de Punkuri, son todos monumentos que revelan un arte refinadoen sus decoraciones grabadas en planos de alto y bajo relieve, y forman los eslabones deldesarrollo de la cultura del litoral Nepeña. Pues, yendo a la caracterización de cada uno deestos eslabones, tenemos que las construcciones líticas de Sechín son primitivas, ciclópeas,muestran estelas de caras exteriores pulidas y decoradas con figuras en bajo relieve, detécnica muy primitiva en relación con la que se desborda del templo de Chavín. Es laprimitiva etapa cultural costeña manifestada al investigador en un templo o santuario enplena evolución, porque sobre esta construcción surge otra en el centro, de adobes cónicosdel mismo tipo, empleados en la edificación del templo de Punkuri. En éste se manifiesta laevolución artística arquitectónica en todo sentido, pasando del material lítico al adobe. Deeste adobe cónico se pasa a las construcciones de adobes rectangulares, cuyo prototipo lotenemos en Cerro Blanco, la expresión máxima del refinamiento artístico del pueblo que seagrupa en torno al culto a la divinidad felínica.

En estos monumentos no sólo podemos observar la evaluación arquitectónica, tanmanifiesta, sino también el desarrollo evolutivo del arte y las creencias religiosas.

No creemos que la cultura trasandina de Chavín se haya propagado hacia la costa. Notenemos todavía las pruebas necesarias e irrebatibles que nos lleven a esa conclusión y

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quedemos convencidos de que dicha cultura nació y se desarrolló en la sierra o en la selva,pues como exponente de esa civilización se nos presenta tan sólo el templo de Chavín, obraque, repetimos, fue de un pueblo altamente culturizado. ¿Dónde están entonces, en la sierra oen la selva, los períodos de evolución que permitieron llegar a tal grado de arte? No lostenemos, y sin contar con las pruebas de la evolución cultural de Chavín, en esas dossecciones territoriales no podemos hablar de civilización trasandina.

Los descubrimientos en Sechín y Moxeke le dicen mucho al arqueólogo. Los relieves queallí se han encontrado no poseen el refinamiento delicado de la estética que se desborda enChavín; más bien son las manifestaciones características del arte nepeñano plasmado enpiedra: el genuino arte lítico de Nepeña. De allí que para nosotros Sechín sea, en el presente,la prueba indestructible de la existencia primitiva, en el litoral, del pueblo que forjó la religiónfelínica y marchó a los Andes llevándose todo un contingente de conocimientos superiores.

Estos nuevos descubrimientos nos permiten aseverar ahora que Nepeña y Casmaconstituyeron el centro de la cultura que en este capítulo llamamos Nepeña, que fueoriginada en la costa, y que el templo de Chavín fue construido por los hombres de estacultura. Su radio de acción alcanzó no sólo a Casma, como se ha probado ahora, sino quellegó hasta los Andes.

Para ampliar el contenido de este primer capítulo, creemos indispensable sentar estefundamento que rebate todas las teorías hasta hoy sustentadas sobre la civilización Chavín ysu irradiación, tomando como pauta una modalidad de la cerámica costeña. No es la cerámicala que se propaga por todas partes, ni es un pueblo que domina los territorios el que laposee; es una fuerza, la fuerza de la fe que se dispersa, que irradia a Nepeña en forma de artereligioso y que influye espiritualmente en todos los pueblos de la costa.

Podemos considerar a Nepeña el pueblo forjador de los ideales religiosos que giraronalrededor del felino. Estas ideas religiosas que alcanzan un extraordinario poder influyenespiritualmente en los pueblos que abrazan la religión, y entonces plasman en sus vasos–parte integrante del culto a los muertos– las figuras de deidades y el cortejo de unprofundo simbolismo cuya interpretación nos apasiona. De allí que nos encontremos convasos de Paracas, Cupisnique y Mochica con motivos nepeñanos, sin ser éstos exponentesde la cultura Nepeña.

El templo de Chavín se construye en los primeros períodos de los mochicas, antes dedominar Nepeña. Este templo, como se ha dicho, es el exponente máximo de la culturanepeñana; la culminación grandiosa del arte religioso. Y sin embargo, está en las breñas de losAndes. ¿Es que intuyeron acaso los pobladores de Nepeña y Casma el peligro de la invasiónde los mochicas, poderosa agrupación social que surgía en el norte de sus dominios? ¿Fueacaso que ante este peligro los nepeñanos invadieron la sierra en su afán de llevar a un sitiolejano, sobre las cumbres más elevadas, la manifestación de su fervor religioso –que en estecaso es el templo de Chavín, donde se perpetuaría su divinidad máxima en el esculpidopétreo– y perduraría, sin asechanzas, su fanatismo divino? ¿O se trataba de un santuario, o dela meca, como ya hemos dicho anteriormente? ¿En qué otra forma podemos explicar estaconstrucción aislada del templo de Chavín? Las preguntas surgen a borbotones de los labios, yen realidad, esas piedras milenarias son un misterio que todavía no podemos desentrañar.Pero el arte de la deidad felínica vuela de la costa a los Andes. Se plasma en las alturasdespués de tomar sus poderosas alas en los calcinados llanos del litoral.

Page 64: Los Mochicas- Tomo i

30

Kilómetros

Escala de 1: 4 000 000

100 0 100 200 300

10º

15º

Tumbes

Lambayeque

Pacasmayo

Cajamarca

E C U A D O R

B R A S I l

P E R Ú

C O L O M B I A

Compartición

Menocucho

CupisniqueMalabrigo

Chicama

TrujilloMoche

HuacapongoVirúChao

HuariChavín

Recuay

Paramonga

Ancón

Pachacámac

Huari

Chincha

Paracas

Nasca

Cusco

ChimboteNepeña

Tablones

Santa

80º 75º 70º

O C É A N O P A C Í F I C O

Mapa No. 1. MAPA ARQUEOLÓGICO DEL TERRITORIO MOCHICA.

Page 65: Los Mochicas- Tomo i

ENTORNO

LOS CEMENTERIOS, huacas y demás monumentosque contenían los especímenes de la culturaMochica, siguiendo sus direcciones y su área de

dispersión en los valles hasta sus puntos límites, nos hanpermitido localizar el territorio que habitó la raza cuyasmanifestaciones ocupan nuestra atención.

GEOGRAFÍA

Es así como hemos podido comprobar que por el estelimitaba con la ceja de la cordillera marítima, zona dondelos Andes adquieren ya toda su fragosidad y grandeza, yes intensa la acción de los meteoros. Más allá, ya en elcorazón de la sierra, se han podido hallar únicamenteceramios de las culturas Chimú, Tiahuanaco del norte,Callejón de Huaylas e Inca. Por el norte, su órbitaalcanza hasta el comienzo del valle de Pacasmayo; másallá, en dirección a la línea ecuatorial, se encuentrasolamente la cerámica negra y roja chimú, y muy rarasveces –en cementerios aislados y mezclada con la negra–la bicromía mochica.

Hacia el sur, la cerámica llegó hasta el final del vallede Nepeña. En el valle de Casma, que es el que sigueinmediatamente, sólo hay vestigios de la cultura Mochica,y se presentan con mayor profusión exponentes de laalfarería chimú y tiahuanacoide del norte; de esta últimase hallan todos sus tipos representativos en eldepartamento de Ancash.

Por lo expuesto arriba, se verá que la demarcación

que anotamos en nuestro mapa está estrictamente ceñidaal territorio donde los mochicas han dejado inequívocashuellas sin que, desde luego, hayamos tomado en cuentalos puntos lejanos donde aparecen manifestacionesaisladas que –hay que convenir–fueron simplemente decarácter migratorio.

Ahora se nos va a permitir comentar cuanto conciernea la posición y situación del territorio mochica (mapasNos. 1 y 2*).

La costa norte del Perú es el asiento de la cultura quenos ocupa y que abarca un territorio cuyos límites sonlos siguientes:

Por el norte, una línea que parte de un punto cercanoal actual pueblo de Malabrigo, en el valle de Chicama,cuyas coordenadas geográficas son 7º 42' latitud sur y 79º26' 30'' longitud oeste del meridiano de Greenwich. Estalínea se desarrolla sinuosa con rumbo hacia el este,pasando entre los cerros El Yugo y Chumpón, situados alnorte de Paiján, por los arenales de Palomar y playaMocan, bordeando los cerros San Bartolo, Ascope, Cruz deBotija, Cruz Colorada hasta el cerro Jagüey, para terminaren el punto denominado Compartición, del mismo valle,cuyas coordenadas geográficas son 7º 37' latitud sur y 78º56' 20'' longitud oeste de Greenwich. La proyección deesta línea tiene una longitud de 80 km 100.

Por el oeste, comienza en el punto denominadoCompartición otra línea sinuosa que se dirige al sur,faldeando los cerros Salavin, Grande y Salado, hastatomar la quebrada de Malalma, que recorre en toda su

31

Page 66: Los Mochicas- Tomo i

32

extensión; luego continúa por las quebradas deAvendaño y Milagro, Cabra Alzada, León, Calera, Katuayy termina en la hacienda Menocucho, en el valle deSanta Catalina, cuyas coordenadas geográficas son 7º 47'latitud sur y 78º 51' oeste de Greenwich. De aquí, lalínea sigue descendiendo por la margen izquierda del ríoMoche hasta encontrar el antiguo camino que iba a lahacienda Tomabal en el valle de Virú, ruta que pasa porlas quebradas Guitarras y Las Salineras hasta el ríoCarabambita, continuando por la margen izquierda hastaHuacapongo en el mismo valle, cuyas coordenadasgeográficas son 8º 23' latitud sur y 78º 40' longitud oestede Greenwich. De ese lugar sigue bordeando las faldasdel cerro Saraque y del Huanaco, para luego cortar lapampa Colorada hasta el río Seco, de donde continúabordeando las campiñas de Monte Grande, Tutumo ySalitre hasta Huamanzaña. De este sitio se proyecta unalínea recta con rumbo sureste, hasta el puntodenominado Tablones, en la margen izquierda del ríoSanta. De este paraje se prolonga la línea en la mismadirección hasta Lacramarca, de donde continúa con igualruta hasta encontrar el nacimiento del valle Nepeña, enel punto denominado Huataspampa. De aquí avanza conrumbo sur hasta Vinchamarca Chico. La proyección deesa línea tiene una longitud de 246 km.

Por el sur, la línea limítrofe parte desde VinchamarcaChico y sigue hacia el suroeste, contorneando la parte surdel valle Nepeña hasta la punta sur del cabo de Samanco,cuyas coordenadas geográficas son 9º 20' 15'' latitud sur y78º 29'20'' longitud de Greenwich. La proyección de estalínea tiene una longitud de 44 km 400.

Por el oeste, su litoral, en el océano Pacífico, partedesde el punto situado en la proximidad de Malabrigo,cuyas coordenadas están ya indicadas, siguiendo todaslas inflexiones de la costa hasta el extremo sur de lapunta del cabo Samanco. El recorrido de esta línea es de315 kilómetros de longitud (véase el mapa No. 2).

Esta extensión comprendió, dentro del departamentode La Libertad, la actual provincia de Trujillo, o sea losdistritos de Ascope, Chocope, Chicama, Huanchaco,Magdalena de Cao, Santiago de Cao, Paiján, Trujillo,Moche, Salaverry, Virú y parte del distrito de Simbal; unasección del departamento de Ancash, que abarca parte

de la provincia de Santa, es decir, los distritos de Santa,Chimbote, Nepeña y parte del distrito Cáceres del Perú.

El territorio mochica encerró los siguientes siete vallesChicama, Santa Catalina, Virú, Chao, Huamanzaña, SantaAna o Lacramarca y Nepeña (mapas Nos. 3 al 9*). Suextensión cultivable alcanzó aproximadamente 1.253km2, y los terrenos áridos 5.332 km2, que hacen un totalde 6.585 km2, que es la superficie correspondiente englobo al territorio. Antiguamente, el área cultivable eramás dilatada que la actual, y se puede estimar en unatercera parte más.

Hoy no podemos precisar certeramente cuálesfueron los pueblos que limitaron con los mochicas,pues no se ha hecho todavía un estudio minucioso ycomparativo de los restos de los edificios y tumbasexistentes en sus confines.

Hacia el norte y sur medraron seguramente pueblosde cierta originalidad, lograda en la evolución de losprimitivos grupos de pescadores y agricultores, cuyosexponentes, a pesar de haber sido identificados, no estánlo suficientemente estudiados para lanzar conclusionesdefinitivas. Por el este se puede asegurar la existencia deculturas andinas que alcanzaron notable apogeo. De ellasnos hablan elocuentemente los restos encontrados a lolargo del Callejón de Huaylas, Aija y demás. Los ceramiosdel Callejón de Huaylas y Tiahuanaco-norteños han sidohallados en los valles de Virú, Chao y Santa, y muy rarasveces en Santa Catalina y Chicama. Los primeros, porofrecer ciertas afinidades con los ceramiosrepresentativos del arte mochica, como la forma del asa amanera de estribo, la técnica en la decoración y laanalogía con algunas escenas pictográficas, nos inclinan acreer que existieron otras agrupaciones coetáneas a losmochicas con las cuales éstos mantuvieron estrechasrelaciones de intercambio.

Desde luego, los mochicas se esforzaron y superaron alas agrupaciones que los rodeaban, pues si bien ocuparonun pequeño territorio, poseyeron, en cambio, el más ricoy notable sector de toda la costa del Perú. De allí que amás de sus naturales y extraordinarias aptitudes,favorecidos por el medio en el que se afincaron,alcanzaron fácilmente el ostensible refinamiento de losvestigios que han quedado de su obra.

LOS MOCHICAS - TOMO I

* Reproducciones de los mapas publicados en 1938.

Page 67: Los Mochicas- Tomo i

33

ENTORNO

Kilómetros10 0 10 20

79º

Chicopoco

Chacma

Menocucho

Muchi

Huanapu

SHIMOR

Azcopoc

Compartición

O C É A N O P A C Í F I C O

Huacapungo

Huamanzaña

Virú

Chao

Sacta

Chimbote

Coshco

Nepeña

Samanco

Mapa No. 2. MAPA ARQUEOLÓGICO DEL TERRITORIO MOCHICA AMPLIADO.

Page 68: Los Mochicas- Tomo i

34

LOS MOCHICAS - TOMO I

Kilómetros5 0 5 10

73º

79º15'

Cº ZorroRío Seco

Cº Colorado

Cº Yugo

Mocan

Playa de Mocan

San José

La Cruz del Valle

Caña Brava

Q. de La Mina

C e r r o s d e C u p i s n i q u e

P a m p a d e L o s F ó s i l e s

V a l l e d e C u p i s n i q u e

Huacas

Mapa No. 3. MAPA ARQUEOLÓGICO DEL VALLE DE CUPISNIQUE.

Page 69: Los Mochicas- Tomo i

35

ENTORNO

7º45'

79º15' 79º

Cº Sorcape

Roma

Chicamita

Acequia de La Cumbre

Cartavio

El Brujo

El Charco

SANTIAGO DE CAO

HUANCHACO

MAGDALENA DE CAO

Chiquitoy Chiquitoy Viejo

Chiclín

Cº Lescano

Cº Gasñape

Cº Tres Cruces

Cº Blanco

Cº Tres Puntas

Cº de Cabras

Muralla de La Cumbre

Cº de La Virgen

Casa Grande

Facalá

San José Alto

Acequia Alta de San Antonio

Río ChicamaSausal

Quemazón

F. C. Trujillo

Cº Cucullcote

Shimba

Camino del Inca

Mura

lla de

Salam

anca

Pto. Chicama

PAIJÁN

Salamanca

Mocan

CHOCOPE

ASCOPEAcueducto M

uchic

CHICAMA

F. C. Casa Grande

O C É A N O P A C Í F I C O

Pampas de Jagüey

La Cumbre

Kilómetros5 0 5 10

1

2

34

57

109

1112 1314

151617 18

19 20

21 24

25

26

2829

33

37

39

46

40

41

43

4445

31 32

38

42

34

3635

30

27

22 23

8

6

HuacasCementeriosFortalezasRuinas

1.- Huaca del Charco2.- Huaca La Campanilla3.- Las Tres Huacas4.- Huaca Colorada5.- Huaca Colpán6.- Huaca El Observatorio7.- Huaca de Cartavio Viejo8.- Huaca de Chamalca9.- Huaca de Urcape10.- Huaca de Monjas11.- Huaca Dubois II12.- Huaca Pan de Azúcar

13.- Huaca Dubois I14.- Huaca Pan de Azúcar II15.- Huaca Pan de Azúcar III16.- Huaca de Sumanique17.- Huaca Monte Grande18.- Huaca Cucurripe19.- Huaca de Fachén20.- Huaca de Chicama21.- Huaca del Café 22.- Huaca Negra23.- Huaca Partida 24.- Huaca Blanca

25.- Huaca del Nazareno26.- Ruinas de Sonolipe27.- Huaca de Sonolipe28.- Huaca del Rosario29.- Huaca de Ongollape30.- Huaca del Salitral31.- Huaca de La Leche32.- Huaca del Ollero33.- Huaca de Piedra34.- Huaca de Sintuco35.- Huaca Partida36.- Huaca Asmat

37.- Huaca de Cantagallo38.- Huaca de Chocope39.- Huaca de Molino de Quevedo40.- Huaca de Panteón de Chocope41.- Huaca Bazán42.- Huaca de Cepeda43.- Huaca de La Capilla44.- Huaca de Facalá45.- Huaca de San José (MARNE)46.- Huaca de Pucuche

RELACIÓN DE LAS HUACAS

Mapa No. 4. MAPA ARQUEOLÓGICO DEL VALLE DE CHICAMA.

Page 70: Los Mochicas- Tomo i

36 LOS M

OC

HIC

AS - TO

MO

I

5 0Kilómetros

5 10

Cº de la Virgen Cº de Cabras

Cº Blanco

Cº Fajado

Cº Chiputur

Cº de Salaverry

Sto. Domingo

Q. Sto. Domingo

Q. Guayabas

PorotoRío Otuzco

La Esperanza

El Cortijo Mansiche

Sto. TomásLa Encalada

Monserrate

Huamán

Chorobal

SALAVERRY

MOCHE

Las Delicias

Buenos Aires

Quevedo

Palomar

Pesqueda

F. C. a Menocucho

F. C. a Salaverry

Barraza

Bambas Río Moche

Q. de L

a Mina

A r e n a l d e S a n J u a n

R u i n a s d e C h a n C h a n

T R U J I L L O

Laredo

Herederos

Galindo

Quirihuac

Menocucho

Pedregal Río

Sim

bal

O C É A N O P A C Í F I C O

8º7'

79º

La Haciendita

HuacasCementeriosFortalezasRuinas

4

5

6

132

9

87

10 11

12

13

Mapa No. 5. MAPA ARQUEOLÓGICO DEL VALLE DE SANTA CATALINA.

RELACIÓN DE LAS HUACAS

1.- Huaca del Sol2.- Huaca de La Luna3.- Huaca de Las Estrellas4.- Huaca de Quevedo5.- Huaca de Monserrate6.- Huaca de Barriga7.- Huaca de Toledo8.- Huaca de Mathay9.- Huaca La Esperanza10.- Grupo de Chore11.- Grupo de Herederos12.- Huaca de Santo Domingo13.- Huaca de Los Chinos

Page 71: Los Mochicas- Tomo i

37

ENTO

RN

O

5 0Kilómetros

5 10

Huancaco

Tomabal

VIRÚ

El Castillo

San Juan

Santa Elena

Calunga

San IldefonsoPto. Morir

Guañape

El Carmelo

El Castillo

Cº Queneto

Qº de Queneto

R u i n a s d e Q u e n e t o

Huancaquito

Cº de Guañape

Cº Pur Pur

Cº de las PiñasCº Bitín

Cº Saraque

Cº Huanaco

Cº El Pie

Cº de Huarpe

Río Virú

Río de Huacapongo

Río

Cara

bam

bita

Cº Compositan

BitínL a s S a l i n a s

P a m p a R u b i a

P a m p a d e P u r P u r

O C É A N O P A C Í F I C O

8º30'

78º45'

HuacasCementeriosFortalezasRuinas

98

6

45

7

1

11 12

13 14 15

2

3

1718

16

10

s

RELACIÓN DE LAS HUACAS

Mapa No. 6. MAPA ARQUEOLÓGICO DEL VALLE DE VIRÚ.

1.- Huaca de Santa Clara2.- Huaca de Virú Viejo3.- Huaca de Napu4.- Huaca de Mochan5.- Huaca de Las Colcas6.- Huaca de Calunga7.- Grupo de Santa Elena8.- Grupo de Las Velas9.- Grupo del Gallinazo

10.- Huaca de La Plata11.- Huaca de Huancaco12.- Huaca de Taita Cautín13.- Huaca Larga14.- Huaca Taita Lucho15.- Huaca María16.- Huaca El Castillito17.- Huaca de San Juan18.- Grupo de Saraque

Page 72: Los Mochicas- Tomo i

38

LOS MOCHICAS - TOMO I

5 0Kilómetros

5 10

O C É A N O P A C Í F I C O

8º40'

78º45'

Cº Chao

Cº Coronado

Cº Huancaybito

Cº Carretera

Buena Vista

Cº Hurango

Cº Arenoso

Cº Jaime

Cº Tisal

Santa Rosa

Chao

Río

Chao

Cº Ganoza

Las Puntas

Pico Cuello

HuacasCementeriosFortalezasRuinas

2

1

3

1.- Ruinas líticas de Huancaybito2.- Ruinas del Cerro Coronado3.- Cementerio mochica de Santa Rosa

Mapa No. 7. MAPA ARQUEOLÓGICO DEL VALLE DE CHAO.

RELACIÓN DE LAS HUACAS

Page 73: Los Mochicas- Tomo i

39

ENTORNO

78º30'

5 0Kilómetros

5 10

Penínsulade Ferrol

Penínsulade Santa

Isla El Corcobado

Isla de la Viuda

Islasde Ferrol

IslaBlanca

Coshco

Cº Musapampa

Cº ColoradoCº Querengo

Cº Negro

Ant. Aceq.de Coshco

Ant. Aceq.de Chimbote

P a m p a d e l T o r o

Cambio puente

Tambo Real

Ruinas

El Porvenir

Isla de Santa

NEPEÑA

SANTA

CHIMBOTE

Las CrucesMonte Zarumo Lacramarca

Q. Lacramarca

Rinconada

Vinzos

Sarcope

Tanguche

Suchimán

Tablones

Q. de P

alo Red

ondo

Q. de La Huaca

Q. de La Huaca

Los Tanques

La Víbora

El Gallinazo

Santa Clara

Cº Lomo Blanco

Guadalupito

Salina Guadalupito

Huaca Corral Lupahuari

Cruz Pampa

Cº Cupsi

Q. de la Quiebra

Río de

l Cas

cajal

Río

Sant

a

Cº Atumcoto

Santa Ana

O C É A N O P A C Í F I C O

HuacasCementeriosFortalezasRuinas

6

9

17

3

5810

2 4

1.- Huaca de Canta Gallo2.- Castillo de Choloque3.- Compuerta de Cailán4.- Huaca Santa Clara 5.- Huaca de La Cruz

6.- Huaca de San Juan7.- Grupo de La Mora8.- Grupo Ursias9.- Huaca Tres Cabezas10.- Huaca Ureña

Mapa No. 8. MAPA ARQUEOLÓGICO DEL VALLE DE SANTA.

RELACIÓN DE LAS HUACAS

Page 74: Los Mochicas- Tomo i

40 LOS M

OC

HIC

AS - TO

MO

I

Huambacho Nuevo

Huambacho Viejo

Huacatambo

Castillo del Inca

S. Gregorio

C. Blanco

S. JoséPungurí Alto

Pungurí Bajo

Cº Siete Huacas

TamborVinchamarca Grande

Tomeque

Motocache

Río Q

uisqu

e

San Jacinto

Pampa Tambo del IncaCastillo II

Castillo Taboada

Ruinas de MichahSamanco

Samanco

Capilla

Vesique

NEPEÑA

MORO

Río Nep

eña

5 0Kilómetros

5 1078º15'78º30'

9º15'

O C É A N O P A C Í F I C O

HuacasCementeriosFortalezasRuinas

1

2

3

Mapa No. 9. MAPA ARQUEOLÓGICO DEL VALLE DE NEPEÑA.

1.- Huaca de Los Enanos2.- Huaca Partida3.- Huaca Larga

RELACIÓN DE LAS HUACAS

Page 75: Los Mochicas- Tomo i

41

CLIMA

La historia de la humanidad ha probado que uno de losfactores que más decisivamente han influido en elnacimiento y desarrollo de los pueblos es el que seconoce con el nombre de “clima”. Un cierto grado detemperatura propicio a la actividad del hombre ha sidonecesario para que éste cumpla su destino.

El clima dominante en el territorio que sirvió deescenario a los mochicas ha debido ser necesariamentebenigno, y ofreció por tanto condiciones favorables parael incremento de la población, a la vez que contribuía asu gran desenvolvimiento cultural. No hay duda de quelas características climáticas de entonces fueron diferentesde las que reinan en nuestros días, ya que, a medida queel tiempo transcurre, todo se va modificando en el granlaboratorio de la tierra.

Después de haber examinado cuidadosamente todaslas manifestaciones de la antigua industria mochica yexplorado su territorio, hemos llegado a la presunción deque el clima imperante en aquella lejana época fuecálido, con las naturales variaciones de estación, y estabacaracterizado especialmente por la presencia de másabundantes y persistentes lluvias en el verano, las queatemperaron el calor excesivo y permitieron la utilizaciónde una mayor extensión de tierras para la agricultura.Hoy en día ya no se presentan las lluvias como enaquella época.

Y apuntalando nuestra aserción, encontramos dentrode la cerámica, en las representaciones escultóricas ypictográficas, que los techos que cubrían las viviendas yadoratorios eran inclinados (Fig. No. 33), a dos aguas,modalidad que acusa la defensa contra la inundaciónpluvial. Luego, descubrimos en algunos ejemplares de sucerámica la capa y poncho que emplearon pararesguardarse de la lluvia. El resto de la indumentaria, dadala alta temperatura a la que tenían que hacer frente, essencillísima, pues los vestidos destinados a cubrir elcuerpo se reducían por lo general a una simple camisa sinmangas o camiseta y camisa superpuestas, y a unpequeño pantalón a manera de trusa (Figs. Nos. 34 y 35).

Explorando el territorio hemos comprobado vestigiosde extensos canales de irrigación con los que poníanbajo riego considerables áreas de terreno que hoypermanecen estériles. Este hecho acredita palmariamentela abundancia de agua de que disponían, abundancia

que no es fácil explicar, dado que aquellas gentes nocontaron con el aporte de sucesivas y copiosas lluvias.Hoy se nota ostensiblemente que se regaron grandesextensiones en el valle de Cupisnique, en gran parte delvalle de Chicama, en las pampas de Huanchaco, en lasriberas del cerro de Tres Puntas (Campana) hastaChiquitoy, muchas comarcas del valle de Virú y del vallede Chao, y, finalmente, una considerable extensión delSanta, Coshco y Chimbote, entre otros.

Otras pruebas que hablan a favor de nuestrapresunción son las capas sedimentarias de origen pluvialque hemos encontrado en una perforación practicada enlas faldas del cerro Chipitur, en la villa de Moche. Estascapas nos muestran claramente el fenómeno de laslluvias periódicas que han caído en la costa norte delPerú, que sin duda fueron muy frecuentes en los tiemposque nos ocupan. Los estratos se presentan por lo generalen capas horizontales y éstas son más gruesas a medidaque se acercan a la superficie; todo lo contrario sucedeen el fondo, donde dichas capas son más delgadas.

Todos los terrenos que se extienden en las faldas delos cerros Blanco, Chipitur, Lucumuy, Batán y demás,que forman parte de las estribaciones de la cordilleracostanera, están sedimentados por avenidas aluviónicas,detritus y acumulación de rocas. El agua de las lluvias,al caer sobre los cerros, daba comienzo a su obraerosiva, discurría impetuosamente por las pendientesarrebatando de las partes altas todo lo que encontraba asu paso, y dejaba tras sí, como huella en las partesbajas, la característica capa de limo. Como al aluviónsobrevenía un gran estiaje, se iniciaba entonces la obrade sedimentación arenosa o de detritos rocosos,favorecida por los vientos. Esta obra de acumulaciónera fijada por una nueva capa de limo, fruto de otroaluvión, y así sucesivamente. Las capas sedimentariashan ido formándose cada vez más gruesas, a medidaque entre aluvión y aluvión transcurría mayor tiempo.Cuando los aluviones eran más frecuentes, lasedimentación arenosa era menos gruesa, como pudoobservarse en el interior del forado que hiciéramos,hecho que comprueba –cual inestimable documentoofrecido por la naturaleza– que las lluvias que caen enla costa norte del Perú se van espaciando y alejandocada vez más unas de otras.

La periodicidad de los aluviones no ha sido tampocouniforme. Anteriormente se presentaban más a menudo.

ENTORNO

Page 76: Los Mochicas- Tomo i

42

LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 33.- Vivienda mochica de techo inclinado.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (072-004-009)

Page 77: Los Mochicas- Tomo i

43

ENTORNO

Fig. No. 34.- Representación escultórica en la que se aprecia la gran camisa que utilizaban los mochicas para resguardarse de las lluvias.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (038-005-005)

Page 78: Los Mochicas- Tomo i

44

LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 35.- La capa protectora de las lluvias, usada en lugar de ponchos.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (068-003-002)

Page 79: Los Mochicas- Tomo i

45

El Dr. Miguel Feijóo, en su Relación descriptiva de la ciudady provincia de Trujillo del Perú, hace un ligero análisis sobrelas copiosas lluvias que cayeron en Trujillo, tratando deexplicar las causas que las originaron. Hace memoria de losaños en que se presentaron dichos aluviones –en 1701,1720, 1728 y en 1747–, mediando entre ellos lapsos de 19, 8y 19 años, respectivamente. No tenemos noticia, después delaño 1747, de otros aluviones, sino hasta el que se presentaluego de 123 años, o sea el del año 1870, al que sucedenlos de 1891 y 1925 –que es el último anotado–. Entre losfenómenos pluviales han mediado 21 y 34 años,respectivamente. Como se verá, dichos aluviones no se hanpresentado de una manera precisa. Su lapso ha variado casisiempre, y se han comprobado únicamente dos cuyosinterregnos son iguales. Se observará, además, que el quemayor tiempo demora en presentarse es el de 1925, querompe todas las teorías, al aparecer después de 34 años.Sebastián Lorente escribe en 1861 que en la costa norte delPerú se presentan lluvias periódicas cada seis o siete años.Posiblemente el Dr. Lorente basa su afirmación en noticiastomadas en el lapso de los 123 años que hemos anotado yde los que no hemos hallado mayores referencias. Es seguroque en tan dilatado tiempo hubieron de presentarse muchosaluviones más; quién sabe si con mayor frecuencia, aunquede menor ímpetu destructor.

A los aluviones generalmente han sucedido años deverdadera sequía, pero no tenemos noticia de que hayansido mayores que los experimentados en los últimos diezaños, que originaron tremendos perjuicios a la agricultura.A partir del aluvión de 1925, el caudal de agua quearrastran los ríos demuestra cambios notables. Es justopensar, pues, que en los 20 siglos transcurridos desde laremota época mochica se han producido evolucionesnotables en el clima.

Las circunstancias de carácter telúrico de que dependeun clima varían fácilmente a medida que el tiempo pasa,como resultado natural de las modificaciones que sufrenuestro planeta.

Por todas las consideraciones que anteceden, quedacomprobado que el clima reinante en la época mochica fuediferente del actual y que la presencia de frecuentes ydensas lluvias favoreció la gran expansión agrícola, que esuna de las características de la raza que estudiamos, einfluyó en el adelanto cultural que alcanzó, ya que así pudosatisfacer ampliamente todas sus necesidades orgánicas y engeneral las de carácter económico.

FLORA Y FAUNA

Nos toca ahora examinar el conjunto de especiesvegetales y animales que, con el consorcio agua, tierra,flora, fauna y hombre, influyó en los destinos delpueblo mochica.

El Perú, como se sabe, es uno de los pocos paísesdel mundo donde se ofrecen las más notablesvariaciones geográficas. La ingente y extensa cordillerade los Andes, que atraviesa todo su territorio, lo divideen tres regiones completamente distintas: costa, sierra yselva, cada una de las cuales posee vegetales yanimales característicos, tanto que, en orden a su flora,las citadas regiones pueden representarse así: la costa,flora tipo matorral; la sierra, flora tipo prado o pastizal;la selva, tipo bosque tropical. Y en cuanto a la fauna,podríamos representarla así: la costa, por el alcatraz yotras aves guaneras en su litoral e islas adyacentes, y elzorro y el puma en su fauna terrestre; la sierra, por losauquénidos y el cóndor; y la selva, por sus mamíferos yaves, grandes reptiles, batracios y sus miríadas deinsectos principalmente. Quiere decir, pues, que cadaregión peruana tiene su flora y fauna típicas. Como elmedio geográfico que ocuparon los mochicas ha sidouna parte del litoral peruano, le corresponde la flora yla fauna costeñas.

Uno de los documentos etnológicos más fehacientesde la flora y fauna mochicas es la pictografía que apareceen la figura No. 36. Es la representación de un paisaje enel que van perfilándose ya muchas ideas de planos yperspectiva. Tiene especial importancia porque nos dauna impresión exacta de las características de la flora yfauna de los terrenos áridos en la costa, ambasrelativamente pobres. Están presentes sus plantasprototípicas y se hace notar hasta el aspecto agreste ydesierto de su suelo.

El artista ha plasmado una idea donde vibraintensamente la naturaleza propia de la costa. En primertérmino, se nos ofrece una serie de levantamientossucesivos a manera de cordillera, cuyas faldas y simasostentan plantas oriundas, tales como la achupalla(Piticairnia ferugínea R. et P) y cactos en sus dosvariedades: los llamados vulgarmente gigantones delvalle (Melocactus peruvianus Vaupel o también Cactustownsendii Briton et Rose) y el melón de oso (géneroMelocactus, familia cactáceas.)

ENTORNO

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Una de las más salientes elevaciones de esta cordillerapresenta puntos blancos, representativos, sin duda, de laspiedras o arena que imprimen ese color gris peculiar a loscerros costeños. Frente a una hondonada donde está elcomienzo y el fin de las elevaciones –que no es otra cosaque una garganta o encañada, después de un espacioblanco que representa el caluroso y desierto suelo dearena– emerge una nueva serie de montañas con susperfiles adornados también de achupallas.

En la parte superior de uno de los cactos quedescansan sobre la primera cordillera posa un ave (colibrí)cuyas formas, si bien no acusan perfección en su trazado,ofrecen en cambio un gran naturalismo. Por sobre lasmontañas se han representado aves, cerniéndose en elespacio las unas, caminando en el suelo las otras. En elterreno que separa las dos montañas se descubre un granofidio que ha sido atacado por un ave que estárepresentada con todas sus características. Este alado hadescendido en su vuelo, como una saeta, verticalmente, yha hundido su largo y duro pico en la región caudal delreptil que tiene abiertas las fauces en señal de dolor.

La conformación de flores y frutos de la achupallaestá bien precisada. Aquéllas se ven representadas pormanchas que guardan su contorno peculiar, y éstos porformas lineadas que se encierran en espacios más omenos romboidales. El escudo de armas, prendas devestir y mazas que aparecen en la parte superior

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 36.- Representación de un paisaje costeño con su fauna y su flora características, y dentro del cual van perfilándose ya muchas ideas de perspectiva.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1268)

corresponden al guerrero que está modelado sobre elcuerpo globular del cántaro pictórico.

Para que nuestro estudio ofrezca claridad y precisión,lo dividiremos en dos partes: lo concerniente a la flora, yluego, lo que se refiere a la fauna.

Flora

Debido a la carencia de lluvias tropicales y a latemperatura relativamente elevada, la costa norte del Perúse ofrece estéril, y da una impresión de desolación nadagrata, salvo los espacios de vegetación apretada que sepresentan a lo largo de los valles, verdaderos oasis en lasgrandes extensiones de arena que los rodean. La flora,por lo tanto, es pobre y se reduce a matorrales yagrupaciones boscosas de espinas, pájaros bobos y otros,que se intercalan entre los cultivos propios de la región.El claro verdor de estos lugares contrasta enormementecon los grandes mantos de suelo arenoso de tono gris,donde la vida parece extinguirse sin ofrecer másornamento floral en su desesperante monotonía quevariedades de cactos y plantas de hojas lanceoladas comola achupalla –que frecuentemente la hallamosrepresentada en los vasos pintados– y que se alzan detrecho en trecho, triunfadoras del hálito de muerte que lasrodea, en las lomas y faldas de los cerros. En lasexplanadas, están las manchas de sapotes, flores de arena

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ENTORNO

Fig. No. 37.- Zapallito loche (Cucurbita moschata Duch.).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (109-005-010)

Fig. No. 38.- El pepino (Salanum variegatum.-R. Et P.).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (110-004-004)

Fig. No. 39.- Pacae (Inga Feullei DC.).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (110-004-015)

Fig. No. 40.- La lúcuma (Lúcuma obovata H.B.K.).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (102-002-006)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No 41.- Opuntia (derecha); algarrobo o guarango (Prosopis juliflora DC.) (centro); Opuntia ficus indica Mill (izquierda).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (4580)

Fig. No. 43.- Achupalla (Piticairnia imperialis), según un vaso pintado.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 42.- Melón de oso (Melocactus comunis), de un vaso pintado.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 44.- Jen. Melocactus, familia cactáceas.

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ENTORNO

y algunas variedades rastreadoras para cuya vida essuficiente la humedad que captan de la atmósfera. Laachupalla florece únicamente en ciertos años, cuando esfavorecida por algunas lluvias en la estación estival o porla persistente y densa humedad del invierno.

De la flora de la época mochica, y a través de sucerámica realista, hemos podido comprobar queproducían, entre las plantas alimenticias: el maíz (Zeamays), que ocupó la mayor área cultivable de entonces;frijoles (Phaseolus lunatus), pallares (Phaseolus pallar),papas (Solanum tuberosum), yucas (Manihot esculenta),camotes (Ipomoea batatas) y otros vegetales más, cuyalista insertamos en el capítulo pertinente a la agricultura.Como árboles frutales más apreciados se cultivaron: elchirimoyo (Anona chirimolia), la guanábana (Anonamuricata), el tumbo (Passiflora mallissima), la calabaza(Cucurbita maxima y Cucurbita pepo) y demás. Losfrutos de algunas variedades de las calabazas, una vezsecos y convenientemente vaciados, dejando la cáscara ocorteza, se emplearon para usos domésticos, comovasijas, copas, mates, entre otros enseres. En laactualidad, los indígenas de esa región utilizan dichosfrutos de la misma forma, y designan las vasijas –que deellos obtienen y según el uso que le dan– con los

nombres de ponga, checho, poto y otros. (Véase la Fig.No. 37 y siguientes hasta la Fig. No. 59).

Como ya hemos dicho en líneas anteriores, la floraobservada en las pictografías y en el modelado de losvasos mochicas se conserva casi íntegramente en laactualidad y ha sido notablemente enriquecida convariedades traídas del Viejo Continente; figuran entreellas: el olivo, pero, manzano, naranjo (dulces y agrios),vid, ciruela y muchos otros frutos que se cultivaron concierta preferencia, una vez producida la conquistahispana. La caña de azúcar, que se aclimató en la regióny que nos ocupa, fue traída de Centroamérica y hoyconstituye el principal cultivo del valle.

La flora mochica ha tenido que pasar sólo por simplesmodificaciones en lo que respecta al mayor o menor augede sus plantas, ya sea cuando se hace presente el dominiochimú o ulteriormente, cuando los incas imperan en lacosta del Perú. Después, los habitantes de esta región,incapaces de abarcar todos los sistemas agrícolas, dejaronla mayoría de sus tierras abandonadas a la generaciónespontánea –abandono que tiene su explicación en lacarencia de brazos y en la poca voluntad de trabajo de losescasos hombres disponibles–. Las tierras se trocaron engrandes e inextricables bosques, donde también al amparo

Fig. No. 45.- Cereus peruvianum (Linneo) oCactus peruvianum.

Fig. No. 46.- Cactus peruvianum. Fig. No. 47.- Cereus Sp., familia cactáceas.

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Fig. No. 48.- Portulacácea.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 50.- Tillandsia purpúrea R. et P. (izquierda) cereus.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 51.- Cereus Sp.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 52.- Cochayuyo (Ulva purpurea Roth). Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 49.- Fourcroya andina (Trell), según un vaso pintado.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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Fig. No. 53.- Monocotiledónea.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 54.- Mimulos glabratus H.B.K. Familia escrofulariáceas, según un vaso pintado.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 55.- Calabaza (Cucurbita pepo).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 56.- Totora (Ipha domingensis Pers), a la derecha; Dicotiledonae (izquierda).

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 57.- Opuntia Sp., familia cactáceas.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 58.- El ullucho (Phaseolus Sp.).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

de su sombra y de su poder de hidratación se formaronextensos pantanos, viveros de miríadas de zancudospropagadores del temido y tremendo morbo de la malaria.Con el tiempo, estos grandes bosques se han ido talandopoco a poco, se ha utilizado el producto, ya en forma deleña o carbón, y se ha reemplazado el terreno con nuevasplantaciones modernas. Sin embargo, todavía se puedenobservar rezagos de esos bosques en los fundosSalamanca y Mocan, del valle de Chicama, y en los vallesde Chao y Virú, en más abundancia. Los árboles cubrenhoy algunas ruinas.

Se contó también con numerosas lagunas cerca delmar que aún subsisten y en cuyas orillas crecían grandes

cantidades de eneas y juncos. Las primeras se utilizaronpara la construcción de los caballitos, las balsas y lashabitaciones; los segundos, en la manufactura de petacas,pequeñas cajas y esteras. En nuestros días todavía sonapreciadas estas plantas por los pueblos pescadores queviven en el litoral y que les dan las mismas aplicacionesque las de lejanos tiempos. Variedades de ellas seencuentran pictografiadas, como se puede observar enlas ilustraciones que insertamos.

Para terminar, es importante indicar que en algunosbosques (Mocan y Chao) se alcanza a percibir todavíavestigios de los cultivos que en ellos hubo en lostiempos precolombinos.

Fig. No. 59.- Epiphyllum phillanthus Haw (cactácea), estilización.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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ENTORNO

Fauna

Ya en el capítulo anterior quedó dicho que la flora de lacosta del Perú es relativamente pobre, y como los animalesque son por lo general herbívoros abundan en las zonasde mayor vegetación, es natural que en la que estudiamos,por la circunstancia antedicha, sea notoria su escasez.

Sin la frondosidad de la selva amazónica y teniendoen cuenta que los lugares de mayor vegetación, o sea losvalles, están totalmente cultivados, la fauna se reducesimplemente a unos cuantos animales y careceespecialmente de ejemplares de gran tamaño que, comose sabe, abundan en mayor cantidad en la sierra eincluso en la región de la selva.

La fauna dominante en la época mochica, la mismaque está vivamente representada a través de su cerámica,tampoco ha variado; ésta, al igual que la flora, ha sidoenriquecida con las nuevas especies traídas por losconquistadores de la nación de Isabel la Católica. Todoslos animales que están expresados en la cerámica seencuentran en la actualidad, salvo algunas especies quehan desaparecido por no ser originarias del lugar, comoha sucedido con la llama, animal de gran importanciahistórica, que sólo se encuentra en las altas planiciesandinas (la región del Tíbet peruano para muchosgeógrafos), de donde sin duda fue anteriormente traída ala costa y aclimatada venciendo dificultades.

Los innumerables servicios que proporcionó esterumiante lo colocaron en el plano netamente familiar delmochica, y desempeñó el mismo papel que el caballo,por ejemplo, en las civilizaciones orientales. Pues,además de sus servicios de transporte, su carne –utilizadacomo alimento especial– constituía, a la vez, la mejorofrenda votiva en el culto a los antepasados. En lamayoría de las tumbas de esta cultura hemos encontrado,entre los restos alimenticios de origen animal, los de lallama (Fig. No. 60) y los del cuy o conejo de las Indias.

En los cerros adyacentes a los llanos y campos decultivo habitaron, lo mismo que hoy, numerosasmanadas de venados (Fig. No. 61), cuya caza–representada frecuentemente en los vasos pintados– erauna de las diversiones favoritas de los grandes señores;además de pequeños ocelotes, pumas (Figs. Nos. 62 y63) y gatos monteses, que de vez en cuando irrumpíanen las comarcas y sembríos, causando espanto y gravesperjuicios. La felinidad de estos animales engendró en

los antiguos mochicas el espíritu de sujeción hacia ellos,a los que convirtieron bien pronto en motivos deveneración, y formaron, como símbolos de poder y defiereza, parte de su complicado sistema mitológico. Losocelotes tienen la particularidad de domesticarsefácilmente cuando se les cría desde muy tiernos. Losmochicas no desconocieron esta cualidad y es por esoque vemos a los grandes jefes sujetando en sus faldas,cuando no a un costado, a esta clase de animales, quedemuestran una gran mansedumbre. En los matorralesno faltaron las iguanas, las zorras (Fig. No. 64) y loshurones, y en las cuevas de los cerros, el oso, que sibien no se ha identificado dentro de la cerámica, esreal que su existencia data desde muy atrás. El mono(Figs. Nos. 65 y 66) –animal propio de la selva–, encambio, ha sido frecuentemente representado, yatomando parte en las escenas mitológicas o ennumerosas expresiones del arte alfarero. Su vivacidad,su agilidad y su asombroso parecido con el hombreimpresionaron, sin duda, fuertemente al mochica, queno tardó en hacerlo copartícipe en su tarea de edificaruna cultura próspera y rica en matices. El perro salvajeque aquél domesticó se hizo el compañero inseparabledel hogar y hasta se le llegó a señalar un determinadositio en la esfera mitológica (Fig. No. 67). El gato deagua o nutria, cuya cabeza está muy bien modelada enla cerámica (Fig. No. 68), fue también conocido en estelugar, así como gran cantidad de aves, de peces y, enfin, de todos los animales que todavía nos acompañan,muchos de los cuales aún viven en estado salvaje (Figs.Nos. 69, 70, 71 y 72).

La gran predilección que los antiguos pobladorescosteños tuvieron por las aves nos permite tener unainformación completa de su existencia y sus variedades;así, vemos al cóndor, águila marina, halcón, una variedadnotable de palmípedos, algunos pájaros cantores ypalomas, cuya carne delicada y suave se utilizó como unode los más preciados manjares en todos los banquetes,como se puede apreciar en las ilustraciones de estecapítulo (Figs. Nos. 73 a 100). La cerámica también nosmuestra al guacamayo, ave de gran predilección para losincas y que era traída, sin duda, de la selva.

La fauna marina fue, asimismo, muy numerosa (Figs.Nos. 101 a 107). Gran cantidad de peces es fielmenterepresentada en la cerámica; la abundancia de estosanimales influyó mucho en la formación de las culturas

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Fig. No. 60.- Realista grupo escultórico de llamas (Auchenia lama) en celo.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XSc-015-002)

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Fig. No. 61.- Venado costeño (Cervus nemorivagus Sp.). Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (091-005-005)

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Fig. No. 62.- Puma (Felis concolor).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XXC-000-126)

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costeñas que, como sabemos, tuvieron al principio comoúnica actividad la pesca. Los ceramios nos muestran a lalisa, corvina, lenguado, tollo, bonito, róbalo, raya, lobomarino, bagre, cojinova, entre muchos otros. Loscrustáceos también están profusamente representados.Así, vemos variedades de camarones, cangrejos ylangostas (Figs. Nos. 108 a 111), animal este último queabunda mucho en las rocas de las playas El Brujo.Además, la ostra, el barquillo, la concha de abanico(Figs. Nos. 112 a 116) y las variedades de caracoles (Fig.No. 118), entre los moluscos, fueron y siguen siendo elprincipal alimento de los pobladores del litoral, muyespecialmente de los que se dedican a la pesca. ElStrombo (Fig. No. 117) era empleado como instrumentode viento por los mochicas, a manera de trompeta, y laconcha de puntas (Spondylus pictorum), que seencuentra con alguna frecuencia dentro de las tumbas yque es originaria de las costas centroamericanas, fueronproductos de intercambio.

Muchas de las lagunas en las que se albergan grandescantidades de patos, somorgujos, garzas blancas y grises,sarapicos, gallinetones, gallaretas, entre otros, handesaparecido. En nuestros días, estas lagunas seencuentran solamente en las playas del fundo Salamanca,en Moche, y en Chimbote, que son las más importantes.

La pampa agreste, que produce únicamente plantasgrises que se alimentan con la humedad de la atmósfera,también tenía sus aves, y como hoy, era atravesada porlos ágiles pamperos y huerequeques.

En la actualidad, entre las aves acuáticas hemospodido constatar las visitas de especies migratorias,tales como el pato espátula y el pato bola (Figs. Nos.89 y 91), oriundos de Chile, y del fern. Precisamentetuvimos la oportunidad de encontrar un ejemplar deeste último con un anillo de identificaciónnorteamericana. De las dos primeras aves tenemosfieles expresiones en la cerámica.

Entre los artrópodos, hallamos representados a latarántula, el alacrán y el ciempiés, jugando este último unimportante papel en las pictografías simbólicas (Figs.Nos. 119 y 122).

Entre los documentos etnológicos que nos hablan clarode la fauna, tenemos dos sugestivos paisajes: unopictografiado sobre un vaso representativo de cerros y

hondonadas y el otro sobre un vaso acampanulado (Figs.Nos. 121 y 123). Las pictografías nos dan una idea exactade la fauna y de la flora de las ciénagas y lagunas cercanasa la orilla del mar. En ellas se descubren los característicoscaracoles, los peces de agua dulce, tales como el bagre y lamojarrilla, la lisa, la charcoca, y las aves acuáticas, como lasgarzas blancas, que abundan en estos lugares y que estánhábilmente representadas. Los espacios blancos simulan elagua sobre la cual emergen los juncos con sus florecillas,aguas en las que circulan, en cardúmenes y con granalboroto, los peces, mientras que las garzas se dedican a suaprehensión. La encendida y brillante imaginación delartista mochica ha llegado hasta representar las raíces delos juncos dentro del agua y la vivacidad de losmovimientos de las bestezuelas que pululan en esteelemento. Se perciben también, claramente, los primeroshallazgos del sensitivo en orden a la profundidad, alsentido de perspectiva

La figura No. 409 (capítulo La caza y la pesca) , encambio, nos muestra un exponente plástico de primerorden. Aunque en él juegan muchas ideas y líneas queprovienen del temperamento fantasioso del artista, hayen el conjunto gran naturalismo y vivacidad deexpresión. La forma del ejemplar está íntimamenteligada al tema que representa; en él se han expuesto lashondonadas y salientes de las lomas y los llanosarenosos en primer término, representados por fajasoscuras y blancas, y luego se han levantado laspeculiares formas cónicas de los cerros que estánpoblados de la flora característica: variedades decactáceas, salpicadas con animales de la fauna propia,tales como los caracoles, que muy a menudo seencuentran en grandes cantidades sobre las rocas ypastos naturales, de donde se les recoge en pequeñasbolsas para servir de sustento a los pobladores de loslugares vecinos, y ofidios representados por serpientesque descienden deslizándose hacia los llanos.

Como remate de este capítulo hemos creídoconveniente insertar la siguiente lista de los animales quehasta hoy nos ha sido posible identificar dentro de laabundantísima cerámica mochica. Desde ya, dichaindividualización se ha hecho a base de cuidadosascomparaciones con animales buscados o cazadosespecialmente.

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Fig. No. 63.- El tigrillo.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (089-005-003)

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Fig. No. 64.- Zorro (Canis azarae).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (090-006-012)

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REINO ANIMAL - MAMÍFEROS

NOMBRE CIENTÍFICO NOMBRE VULGAR REPRESENTACIÓN

AUCHENIA LAMA Llama En pictografía, relieve y escultura. Hay una gran variedad deceramios compuestos exclusivamente del cuerpo de este mamífero y en diferentes actividades. Restos en tumbas.

CERVUS NEMORIVAGUS SP. Venado Importantes escenografías de caza, en pictografías y relieve. Dentro de la escultura aparece simbolizado en gran variedad.

URSUS FRUGILEGUS Oso No se ha encontrado hasta hoy ninguna representaciónrealista. Objetos hechos de cuerno.

LUTRA CHILENSUS Benn Nutria, gato de agua, Esculturacarbunclo

FELIS ONZA L. Jaguar Pictografía, relieve y escultura

FELIS CONCOLOR Puma Pictografía, relieve y escultura

FELIS PARDALIS Ocelote Pictografía, escultura y adornos

FELIS MONTE Gato de monte Pictografía, escultura y adornos

CANIS AZARAE Zorro Pictografía, relieve y escultura

MUS MUSCULUS Ratón Pictografía, relieve y escultura

Mono Pictografía, relieve y escultura

MUS DECUMANUS Rata gris Pictografía y escultura

CAVIA COBAYA, Cuvier Cuy, conejillo de Indias, ruco Varios motivos escultóricos. Restos en tumbas.

DIDELPHIS AZARAE Hurón Varios motivos escultóricos

VESPERUGO NOCTULA Murciélago Varios motivos escultóricos

OTARIA ULLOAE Tschudi Lobo marino Pictografía, relieve y escultura. Dientes en tumbas.

PHYLLOSTOMA Vampiro En su mayoría, la representación de este ser se reduce aidealizaciones teogónicas.

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Fig. No. 65.- Los monos.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (092-003-009)

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Fig. No. 66.- Mono.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (093-005-009)

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Fig. No. 67.- Perro de la época precolombina (Canis ingae).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (091-003-001)

Fig. No. 68.- La nutria.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (093-002-001)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 69.- Conejillo de Indias (Cavia cobaya).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (093-002-009)

Fig. No. 70.- Rata común (Mus decumanus).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XSE-022-006)

Fig. No. 71.- Murciélago (Vesperugo noctula).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (093-002-003)

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Fig. No. 72.- Lobo marino (Otaria ulloae Tschudi).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (094-006-001)

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NOMBRE CIENTÍFICO NOMBRE VULGAR REPRESENTACIÓN

SPATULA PLATALEA Pato cuchara Pictografía y esculturaDAFILA BAHAMENSIS Pato gargantillo o barba blanca Pictografía y esculturaMARILA ERITHROPHTALMA Pato negro Pictografía y esculturaERISMATURA FERRUGINEA Pato bola Pictografía CAIRINA MOSCATUS Pato joque Pictografía QUERQUEDULA CYANOPTERA Pato colorado Pictografía NYCTICORAX NYCTICORAX NAEVIUS Huaco Pictografía y esculturaFULICULA AYRA Gallinetón Pictografía PHALACROCÓRAX BRASILIANUS Camanay Pictografía y esculturaCOLIMBUS CRISTATUS Somorgujo mayor Pictografía y esculturaCOLIMBUS MINOR Somorgujo menor Pictografía y esculturaPELECANUS MOLINAE Pelícano Pictografía y esculturaTHALASSOECA GLACIALOIDES Pardela Pictografía y esculturaGALLINULA CHOLOROPHUS Gallineta PictografíaAGUILA PERUVIANS Águila Pictografía y esculturaFALCO INGAE Halcón Pictografía y esculturaSARCORANPHUS GRYPHUS Cóndor común Pictografía y esculturaASTUR MISUS Gavilán común Pictografía y esculturaPOLIBORUS THAURUS Huarawaw Pictografía CATHARTES AURO Gallinazo Pictografía

Guariguanga Pictografía y esculturaPHOLEOPTYNX CUNICULARIA Paca paca Pictografía y esculturaSTRIX BUBO Búho Pictografía y esculturaSTRIX PERLATA Lechuza Pictografía y esculturaARA MACAO Papagayo, guacamayo Pictografía y esculturaSARCORAMPHUS PAPA Cóndor Pictografía y esculturaPHAMPHASTOS CUVIERI Tucán Escultura

Loro Pictografía y esculturaMELOPEDIA MELODA Paloma, cuculí Pictografía y escultura; la mayoría de las

veces en potajes servidosCHARADRIUS HIATICULA Tildillo Pictografía TROCHILUS COULUBRIS Colibrí común PictografíaNUMENIUS HUDSONNICUS Zarapico real PictografíasMACRODRAMPHS GRISEUS Zarapico PictografíasARDEA EGRETTA Garza blanca PictografíasARDEA CANDISISSIMA Garza blanca chica PictografíasARDEA CINEREA (Con pequeña moña) Garza gris PictografíasLARUS DOMINICANUS Gaviota Pictografías

REINO ANIMAL - AVES

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Fig. No. 73.- El cóndor (Sarcoramphus papa).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (095-003-003)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 74.- Gallinazo cabeza colorada. Familia Cathartidae.(Cathartes Aura S.W.S. Costa).

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (095-004-007)

Fig. No. 75.- Halcón moro.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (095-004-001)

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Fig. No. 76.- Halcón de pecho blanco.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (095-005-003)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 77.- Águila marina idealizada (Pandion haliaetus).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XXC-000-165)

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71

ENTORNO

Fig. No. 78.- Gaviota (Larus dominicanus).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (100-005-011)

Fig. No. 79.- Pardela (Thalassoeca glacialoides).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (100-001-003)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 80.- Búho común (Strix bubo).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (096-006-001)

Page 107: Los Mochicas- Tomo i

73

ENTORNO

Fig. No. 81.- Lechuza (Strix perlata).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (096-004-005)

Fig. No. 82.- Lechuza (Strix flammea).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (096-004-001)

Fig. No. 83.- La paca paca.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (097-005-001; 097-005-004)

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74

LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 84.- Papagayo (Ara macho).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (097-002-007)

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75

ENTORNO

Fig. No. 85.- Pato joque (Cairina moscatus).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (099-003-003)

Fig. No. 86.- Pato joque (Cairina moscatus) y sobre el globo delvaso un relieve de Dystiscidae.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (099-001-010)

Fig. No. 87.- Pato barba blanca (Dafila bahamensis).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (099-007-002)

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Fig. No. 96.- Agrupación de aves de rapiña, palmípedas y pájaros de la región, obtenida de las diferentes pictografías de los huacos mochicas.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

78 LOS M

OC

HIC

AS - TO

MO

I

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Fig. No. 97.- Un grupo de aves de laguna, entre las que podemos identificar a la garza real, el zarapico real y el avechucho. Los dibujos han sido tomados de huacos mochicas.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera79

ENTO

RN

O

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REINO ANIMAL - BATRACIOS Y REPTILES

NOMBRE CIENTÍFICO NOMBRE VULGAR REPRESENTACIÓN

BUFO VULGARIS Sapo Pictografía, relieve, escultura. En esta última aparece representado. Desde la forma realista hasta la idealización más caprichosa y simbólica.

LACERTA AGILIS Lagartija común Pictográfia, relieve y escultura. Este animal juega importante papel dentro de la mitología mochica.

EMYS Tortuga Escultura

BOA CONSTRICTOR Boa común Pictografía, relieve y adornos

Culebras Pictografías

Culebra cascabel Pictografías idealizadas

IGUANA TUBERCULATA Iguana Pictografía, relieve y profusamente en esculturas. Es de hacer notar que hay gran cantidad de cántaros cuya exornación pictórica es exclusivamente a base de este saurio.

80

LOS MOCHICAS - TOMO I

Page 113: Los Mochicas- Tomo i

Fig. No. 98.- Agrupación de reptiles de diversas familias, que ha sido obtenida de las pictografías mochicas de muchos vasos.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera81

ENTO

RN

O

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Fig. No. 99.- Sapo común (Bufo vulgaris).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (104-004-009)

Fig. No. 100.- Iguana tuberculata.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XSc-016-003)

82

LOS MOCHICAS - TOMO I

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Fig. No. 101.- Tortuga de mar (Chelonia midas schwq). Subgénero Euchelo nis tsch.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (093-002-004)

Fig. No. 102.- Tortuga de mar (Chelonia midas schwq) estilizada.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (093-002-005)

83

ENTORNO

Page 116: Los Mochicas- Tomo i

NOMBRE CIENTÍFICO NOMBRE VULGAR REPRESENTACIÓN

MYLIOBATIS AQUILA Rayo Pictografía, relieve y escultura. A base de este animal, el artista mochica ha creado maravillosas estilizaciones decorativas.

SCIAENA GILBERTI Abb Corvina Pictografía y escultura

MUSTELUS DORSALIS Tollo Pictografías y esculturas

ACANTHISTIUS PICTUS Chirlo Pictografías

GALEUS ZYPTERUS Tollo (Tiburón) Pictografías

DESYBATIS PASTINACA Raya Pictografías y escultura

PANDIONAE HALIAETUS Águila marina Pictografía, relieve y escultura. Esta ave desempeña importantísimo papel escénico-mitológico.

BASILICHTHYS AFFINI Pejerrey

SARDA CHILENSIS Bonito Esculturas y pictografíasSardina PictografíasAnchoveta Pictografías

ANISOSTREMUS SCAPULARIS Chita Pictografías

PYGIDIUM sp. Bagre PictografíasMojarrilla

MUGIL. CEPHALUS Lisa PictografíasPez volador Pictografías y esculturas

REINO ANIMAL - PECES

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Page 117: Los Mochicas- Tomo i

Fig. No. 103.- Peces de mar y de agua dulce, obtenidos de los vasos pintados mochicas.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera85

ENTO

RN

O

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Fig. No. 104.- El bonito (Sarda chilensis).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Page 119: Los Mochicas- Tomo i

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ENTORNO

Fig. No. 106.- Representación escultórica de un pez.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (105-004-006)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 105.- Cerámica mochica que representa el cuerpo de un pez.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (105-004-001)

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ENTORNO

Fig. No. 107.- Pez raya (Myliobatis aquila).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (106-003-011)

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NOMBRE CIENTÍFICO NOMBRE VULGAR REPRESENTACIÓN

Strombo Pictografía, relieves, esculturas y especies naturalesAVICULA MARGARITOFERA Ostra perlífera Pictografía, escultura, restos y especies naturales

provenientes de las tumbas.

BULIMUS Caracoles de tierra Pictografía, relieves, escultura y restos naturales

Almeja Escultura y restos naturalesDONAX PAYTENSIS Conchita Pictografía, escultura, relieves y restos naturales,

especialmente en basurales.

SPONDYLUS PICTORUM Concha de puntasMuyo Pictografía, escultura y gran cantidad de restos naturales

provenientes de las tumbas.

PECTEN PURPURATUS Concha de abanico Restos naturales y esculturaFISSURELLA PERUVIANA Barquillo Relieves, pictografías y esculturaMYLITUS CHORUS Concha negra RestosASTACUS PLUVIATITUS Camarón de río Pictografía, relieve y escultura; en todas aparece dotado de

gran realismo. También está representado en forma natural por los restos de los basurales.

PLATYXANTHUS ORBIGNYI Cangrejo Lo mismo que el camarón de ríoESCOLOPENDRA GIGAS Ciempiés Pictografías en magníficas idealizaciones, relieves y adornos

metálicos.

TEGENARIA DOMESTICA Araña PictografíaPEDICULUS HUMANUS L. Piojo En relieves sobre el cuerpo humano

Cucaracha de agua Pictografías y relievesMariposa Pictografías

MIGALIA AVICULARIS Tarántula Relieves y pictografíasPOLINOSTOUS FRONTALIS Langosta Escultura y pictografíasAURELIA AURITA Medusa (En el Perú, malagua) PictografíasEQUINODERMO ASTEROIDES Estrella de mar Pictografías y relievesECHINUS SCULENTUS Erizo de mar En las tumbas. Fragmentos en cuentas.OCTOPUS VULGARIS. Lam. Pulpo Pictografía, relieve y esculturaTROCHUS Caracoles negros Pictografía, relieve, escultura y restos naturales

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LOS MOCHICAS - TOMO I

REINO ANIMAL - MOLUSCOS Y ARTICULADOS

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Fig. No. 108.- La langosta (Polinostus frontalis).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (105-005-001)

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ENTORNO

Page 124: Los Mochicas- Tomo i

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ENTORNO

Fig. No. 111.- El camarón (Astacus pluviatitus).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (105-005-005)

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Fig. No. 112.- La conchita (Donax paytensis d’ orb).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (106-004-002)

Fig. No. 113.- Arca araranada grandis.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (106-004-006)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

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Fig. No. 114.- Concholepas.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (106-005-001)

Fig. No. 115.- La concha de abanico (Pecten purpuratus).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (106-004-004)

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ENTORNO

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Fig. No. 118.- Caracol de cerro (Geo bulimus).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (107-005-002)

Fig. No. 117.- El Strombo.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (106-005-003)

Fig. No. 116.- El barquillo idealizado (Fissurella peruviana).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (075-006-009)

Fig. No. 119.- Ciempiés (Mariapoda chilopoda).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (107-002-003)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

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Fig. No. 120.- La pulga (Pulex irritans L.).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 121.- Ceramio mochica pictografiado, representativo de laflora y fauna costeñas.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (III-002-006)

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ENTORNO

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Fig. No. 122.- Pictografía que presenta a la tarántula con sus haces de tela.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 123.- Paisaje de terrenos pantanosos, bordeados de totoras y poblados de aves, peces e insectos,según una pictografía de un vaso acampanulado.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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LOS MOCHICAS - TOMO I

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Fig. No. 124.- Paisaje plástico y pictórico. La flora y la fauna de los cerros.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (107-005-005)

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ENTORNO

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LA RAZA

ENTENDEMOS POR RAZA LA IDENTIFICACIÓNdel hombre mochica ubicado en el tiempo de sudominio cultural y en nuestro presente. Según

esto, el estudio de la raza mochica tiene queconcretarse al pasado y al presente; al hombredesaparecido, cuyo espíritu se asoma en todas lasgrandes obras que ha dejado, y al hombre que ennuestros días mira pasar el tiempo y se aferra a sutradición, a su tronco de origen en una serie demanifestaciones vitales.

Para identificar al mochica del pasado contamos, enprimer lugar, con los estudios de los monogenistas ypoligenistas, que al tratar sobre el origen del hombreamericano han incidido en la raza costeña del norteque nos ocupa; en segundo lugar, con los restosóseos, con todo el material cerámico que reproducelas formas humanas; y en tercer lugar, con lasinformaciones de los cronistas, así como con losestudios de los historiadores y arqueólogos de laépoca republicana.

Para presentar al hombre mochica proyectado hastanuestros días contamos con los pocos habitantesindígenas de Moche, Virú, Huanchaco, Simbal y otraslocalidades más, cuyos caracteres etnológicos,etnográficos y antropológicos reviven el alma mochica.

EL MOCHICA DEL PASADO

Antes de entrar de lleno en la discusión del problema delhombre mochica, debemos comenzar por hacer un breveanálisis de algunas de las teorías que se han sustentadoacerca del origen del hombre americano, ya que tienenque estar íntimamente ligadas a las del origen yevolución del mochica.

Monogenistas y poligenistas

Basados en ciertas analogías, los hombres de cienciahan divagado, a su modo, dentro de las escuelasmonogenistas y poligenistas. En lo que se refiere aAmérica, los poligenistas se fundan en la existencia demúltiples razas, con costumbres y caracteres diferentes,conviviendo en este continente, para manifestar, asidos aesa multiplicidad, la creencia de que el hombre americanoproviene de varias matrices o fuentes originarias.

Blumenbach rechaza lo anterior y sostiene la “unidadde la raza americana”, en la cual funde todas laspoblaciones del continente, excepto los esquimales,según uno de sus comentadores. A la par queHumboldt, el notable hombre de ciencia alemán aquien deben los estudios geográficos americanosnotables hallazgos, mantiene, más tarde, igual teoría yla explica en su importante trabajo titulado: Voyage AuxRegions Equinoxiales, donde afirma que los “indios deNueva España presentan un parecido general con los de

Fig. No. 125.- Pieza escultórica que representa el verdadero rostro de laraza mochica. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XXC-000-045)

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Page 133: Los Mochicas- Tomo i

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Canadá, Florida, Perú y el Brasil”. Virchow, a su vez,adopta una actitud opuesta: se muestra contrario a launidad sostenida por los autores anteriormente citadosy afirma que “desde el punto de vista de la clasificaciónantropológica, se acumulan pruebas concluyentes parallegar a la deducción de que entre la poblaciónautóctona de América no hubo una unidad de raza”;mientras Antón dice: “No ha faltado quien estime quelos americanos indígenas, desde el Estrecho de Behringal Cabo de Hornos, constituyen una sola raza concaracteres distintivos propios”. En particular, nosinclinamos a pensar como Humboldt y Morton, el jefede la escuela americana y uno de los más notablesantropólogos del continente, quien en su estudioCrania americana or a comparative view of skulls ofvarious aboriginal nations of north and south America(Philadelphia) mantiene la convicción de que losnativos americanos poseen ciertos caracteres físicos ymorales y ciertas costumbres que permiten identificarlosen los lugares más remotos. Hay, pues, un substractumque identifica a los americanos, que les imprime unaunidad y los diferencia de los pobladores de otroscontinentes. Pero, según las regiones, sobre ese fondocomún racial se yerguen diferencias. Y lo encontramoslógico. En latitudes tan amplias, dotadas de climasvariados, en tierras distintas por su subsuelo y surelieve, su flora y su fauna, no podía existir uniformidadcompleta en la humanidad que las poblaba; de aquíque podamos comprobar esa diferencia de tipos, nosolamente entre los existentes en lugares apartados,sino también entre los tipos comprendidos dentro de unmismo país.

Tratándose de las teorías autoctonistas en cuanto a laraza, las que enfocan nuestra atención, no podemos dejarde lado las declaraciones terminantes hechas por Brintonen su discurso como presidente del CongresoInternacional de Chicago, declaraciones que acusan lasinfluencias de los poligenistas Desmoulins, Bory y Zeune,que son las siguientes: “Yo mantendré, pues, que hasta eldía de hoy no he encontrado un dialecto conocido, ni unarte, ni una institución, ni un mito o rito religioso, ni unaplanta o un animal, ni un instrumento, ni una arma osímbolo en uso, al descubrimiento de América, quehubiera sido antes importado del Asia o de otrocontinente del Antiguo Mundo”. De allí que nuestropensamiento esté orientado en el sentido de que siendo

una misma la raza americana, ha tenido que sufrirvariaciones de acuerdo con el medio ambiente y lascondiciones que la rodeaban. El problema delautoctonismo de la raza americana, planteado sobrebases firmes, gana día a día terreno.

M. Quaterfages, en su clasificación de las razasmixtas americanas, incluye entre las peruanas la aimara,quechua y la yunga, pero olvida a los urus del Titicaca,que parecen formar raza aparte, pero no ha hecho unaclasificación de los yungas, ni menos se ha referido alos viejos pobladores que ocuparon las regionescostaneras del Perú en un período de más de 2.000años. Antón, en su clasificación de razas americanas,también considera entre la “subraza” peruana a losyungas. Estos dos grandes hombres de ciencia handebido hacer una clasificación más completa en lo quese refiere a los mochicas, que ofrecen caracteresetnológicos distintos de los de los pobladores quechuasque con posterioridad ocuparon el territorio dominadopor aquéllos.

Sobre el origen del hombre americano, además, sehan formulado numerosas teorías e hipótesis que tratanla procedencia bíblica, egipcia, cartaginesa, fenicia,griega, indostánica, sumerio-caldea-asiria, romana,hispana, francesa, inglesa, escandinava y noruega,oceánica, mongólica, japonesa y siberiana. Sobre cadauna de estas procedencias se han escrito libros enteroscon mil razones y fundadas en similitudes lingüísticas ymodos de vivir y obrar. Asimismo, están todavía en pietodas las teorías de las comunicaciones intercontinentalescon sus sostenedores e impugnadores. Y el problema noestá resuelto todavía.

Los restos óseos

Son muy pocos los restos óseos obtenidos de lasexcavaciones que hemos realizado en los distintosvalles que formaron parte del territorio mochica. Eltiempo ha obrado impíamente y hemos logrado salvarsólo una que otra pieza como preciado rescate. Parte deeste material, especialmente el craneológico, lo hemospuesto en manos de expertos y nos place ofrecer acontinuación el resultado de las mediciones practicadaspor el Dr. Pedro Weiss, en el Laboratorio Antropológicode la Universidad Mayor de San Marcos, sobre uncráneo procedente de una tumba mochica del valle de

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103

LA RAZA

Fig. No. 126.- Las cinco formas de un importante cráneo braquicéfalo mochica encontrado en las necrópolis de Salamanca.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 127.- CRÁNEO MOCHICA

Calvarium - Adultus - Masculino - Asoleado - Ligera sinostosis de la sagital en una

parte posterior.- Sutura lambdoidea y tercio medio de la coronal en ambos lados de

tipo 8 y 9 de Oppenheimer.- Curvatura de la escama del occipital muy marcada.-

Piezas dentarias con atrición.- Desgaste alveolar por piorrea en casi todas las piezas de

ambas mandíbulas.- En el maxilar superior los alvéolos correspondientes a los

premolares de ambas mandíbulas.- En el maxilar superior los alvéolos correspondientes

a los premolares de ambos lados se muestran reabsorbidos. Faltan varias piezas caídas

post mortem.

Cabeza dolicocéfala - de alto medio - frente media - cara corta y ancha - nariz y

paladar anchos.

Medidas:

Índice cefálico(eu-eu) 71,82 Dolicocráneo(g - op)

Índice vertical(ba-b) 71,27 Orthocráneo(g-op)

Índice frontaltransverso

(ft - ft) 81,42 Medio(co-co)

Fronto-parietaltransverso

(ft - ft) 70,77 Megasemo(eu-eu)

Índice del foramenmagno (Ancho máx.) 87,57 Ancho

(ba-o)Índice facial superior (n - pr) 46,26 Cara corta (Euryen)

(zy-zy)Índice facial sup.de Virchow (n - pr) 65,26 Cara ancha (Chemaesprosop)

(zm-zm)Índice orbitales

Derecho 70,45 Órbitas bajas (Chemaekonch)Izquierdo 71,11

Índice nasal(Ancho máx.) 55,10 Nariz ancha (chamaerrhin)(n - ns)

Índice palatino(enm-enm) 90,20 Paladar ancho (Brachystaphylin)(ol-sta)

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LA RAZA

Medidas:

Índice cefálico(eu-eu) 116,20 Ultra braquicefalia.-(g op) Braquicefalia artificial

Índice vertical(ba-b) 68,51 Chamaecran(g-op)

Índice frontaltransverso

(ft - ft) 76,27 Frente tipo cuadrada(co-co)

Fronto-parietaltransverso

(ft - ft) 52,41 Ultramicrosemo(eu-eu)

Índice del foramenmagno (Ancho máx.) 93,10 Ancho

(ba-o)Índice facial superior (n - pr) 47,66 Cara corta (Euryen)

(zy-zy)Índ. facial sup.de Virchow (n - pr) 67,03 Cara ancha (Chemaesprosop)

(zm-zm)Índices orbitales

Derecho 103,03 Órbitas altas (Hypiskonch)Izquierda 102,08

Índice nasal(Ancho máx.) 52,08 Nariz ancha (chamaerrhin)(n - ns)

Índice palatino(enm-enm) 81,25 Paladar mediano (Mesostaphylin)(el-sta)

Fig. No. 128.- CRÁNEO CHIMÚ

Calvarium-Juvenis con deformación artificial-asoleada. Lambdoidea y tercio lateral de

ambos lados de la coronal de tipo 7 y 8 de Oppenheimer. Plagiocefalia.

Dientes con atrición. Todas las piezas desarrolladas; faltan varias por caída post

mortem.

Cabeza deformada. - Hiperbraquicefalia artificial - chata, frente cuadrada, cara

superior corta ancha, órbitas altas, nariz ancha, paladar mediano.

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Chicama y otro procedente de enterramientosposteriores, del período chimú. El resultado de estasmediciones nos demuestra la dolicocefalia mochica(Figs. Nos. 126, 127, 128, 129 y 130).

Nuestras observaciones sobre los cadáveres mochicasexhumados y sobre la cerámica nos permiten dar laprimera serie de caracteres étnicos del antiguo mochica:eran de mediana estatura, variando entre 1,45 m y 1,62m; sus huesos recios y bastante gruesos denunciabangran fortaleza física; sus piernas cortas, torso alargado yespaldas anchas son signos de vigor y agilidad.

Cerámica

Analizando los ceramios en su forma y expresión, sedescubre una gran diversidad de tipos cuyascaracterísticas étnicas nos mueven a pensar en uncomplejo racial o bien en una unidad de pluralidadcaprichosa. Pues no es posible creer que lasreproducciones de tipos netamente indios, blancos,mongoles y negroides se deban a la coincidencia o alacaso del ceramista. Han debido existir rasgos cuyaparticularización ha sido perpetuada por el alfarero.

Y así, sobre el particular podemos asistir al siguientedesfile de tipos raciales dentro de la cerámica: perfilesde gran pureza de líneas que reflejan tipos europeos(Fig. No. 131 y Fig. No. 132); caras de ojos rasgados,cuyos extremos se alzan hacia arriba con pómulos

salientes (Fig. No. 133 y 134) y barbudos de tipo ario(Fig. No. 135); y por último, narices achatadas, deanchas fosas y labios abultados, que corresponden a lostipos netamente negroides (Fig. No. 136).

Sin embargo, llevando nuestro análisis a la actualpoblación indígena de la costa y sierra del departamentode La Libertad, nos sorprendemos comprobando indiosgenuinos que reproducen facciones negroides, mongólicasy hasta europeas, como podrá apreciarse en lasilustraciones que ofrecemos y en las notas explicativas quecorren al final de este capítulo. Esto nos lleva, pues, a laconvicción de la existencia de variaciones tipológicasdentro de la armonía de una misma raza, que nos inducea rechazar de plano las influencias exóticas. Algo más:estudiando las familias de Moche hemos podidocomprobar dentro de un mismo hogar la presencia de unavariedad de tipos que mueven a creerlos de un origendistinto. Desde el indio de facciones finísimas (Figs. Nos.137 y 138), hasta el tipo similar al negroide (Fig. No. 156),pero de facciones netamente indias. No son, pues,influencias de razas extranjeras; son tipos autóctonosperfectamente indios que se representan dentro delpueblo mochica. Existen, desde luego, desde el tiporefinado, de nariz fina aquilina, hasta el indio común, defacciones vulgares y toscas y labios prominentes, como losde los negros. Se trata de variaciones de tipo dentro de lamisma raza que, como repetimos, no reflejan, por ningúnmotivo, influencia extraña.

Fig. No. 129.- Cráneo incaico braquicéfalo, exhumado de los cementeriosde Salamanca, valle de Chicama.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 130.- Uno de los rarísimos cráneos mochicas dolicocéfalosencontrados en una tumba del costado de la Huaca de la Luna, Moche.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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LA RAZA

Fig. No. 131.- Escultura de facciones caucásicas, de nariz roma y tatuaje que simula barba y bigotes.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (047-005-001)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 132.- Bustos retratos que permiten observar los tipos caucásicos dentro de la raza mochica. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

(050-004-002; 049-003-004; XXD-000-005; XXD-000-003; 050-003-002; XXD-005-006)

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LA RAZA

Fig. No. 133.- Representación de otro tipo de ojos almendrados, cuyos vértices se dirigen hacia la sien.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

(052-006-002; XX0-000-035; 053-005-002; 050-004-003; 054-005-003; 054-005-001)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No.134.- Busto escultórico que se encuentra repetido en el valle de Santa.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (054-005-002)

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LA RAZA

Fig. No. 135.- Diferentes modelados escultóricos de hombres barbudos que parecen referirse a contados personajes.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

(036-002-002; 036-002-004; 036-002-005; 036-003-008; 070-004-005; 036-003-001; 036-003-003; 036-003-004)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 136.- Bustos retratos que permiten observar los tipos negroides de la raza mochica. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

(049-003-003; 048-003-004; 057-003-002; XXD-000-001; 048-004-001; 057-007-001)

112

Page 144: Los Mochicas- Tomo i

113

LA RAZA

No podemos dejar de hacer referencia también a los“hombres barbudos”, que aparecen representados enbellas estilizaciones dentro de la cerámica. Hasta hoyhemos podido advertir que la mayoría representa a unsolo individuo (Fig. No. 135).

Para comprender mejor la cuestión racial conviene,además, fijar bien la atención en los tipos mocheros desingulares caracteres étnicos (Figs. Nos. 137 y 138),sobre los que nos ocuparemos ampliamente en lassiguientes páginas.

Cronistas

Los cronistas nos han dejado algunas importantesapreciaciones sobre los antiguos habitantes de la costanorte del Perú, cuya transcripción y breve comentariode nuestra parte ayudará sobremanera a la solución delproblema de la raza que estudiamos. Son las siguientes:

"... Algunos dellos tenían guerra unos con otros y enpartes nunca pudieron los más dellos aprender lalengua del Cuzco. Aunque hubo tres o cuatro linajes degeneraciones desto yungas, todos ellos tenían unos ritosy usaban unas costumbres;…"

(Cap. LXI, Cieza de León (P) en La Crónica del PerúEdic. Calpe. Madrid.)Esta referencia de uno de los más distinguidos cronistas

de la época de la Conquista plantea claramente la sucesiónde generaciones en el pueblo yunga –en el que seencuentra la raza mochica– y la diferencia capital querealmente existía entre ellos y los runa simi o quechuas,cuya lengua muchos de ellos no pudieron aprender nunca.Como lo probaremos después, efectivamente, la lenguageneral de los incas dejó ligerísimas huellas en los llanosde la costa norte del Perú, donde los topónimos antiguosson nombres genuinamente mochicas, así como numerososapellidos de indígenas, nombres de cosas y animales.

"Uno de los más arduos problemas que suscita elestudio de las razas americanas, es el origen de lahistoria del pueblo civilizado que habitó los vallesseptentrionales de la costa del Perú".

(Cap. XIV, pág. 177. Sir Clements R. Markham, en Losincas del Perú - Ed. Lima.)Así plantea el problema uno de los investigadores

ingleses contemporáneos. Y en verdad, lo más arduo esfijar la raza costeña y, por supuesto, dentro de ella laraza mochica. Sin embargo, los estudios avanzan, y para

Fig. No. 137.- Hermoso tipo de mochero joven. Fig. No. 138.- Gran tipo indígena de Moche,exponente de la finura de la raza mochica.

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LOS MOCHICAS - TOMO I

no cansar más, bástenos estas dos referencias paraayudar a la solución del problema planteado por losantiguos mochicas.

Estudios de historiadores y arqueólogos

Desde que los historiadores y arqueólogos de la épocarepublicana trataron sobre el Perú primitivo, hanestablecido perfectamente la diversidad de razas quehabitaron el Perú, y las agruparon especialmente enselváticas, costeñas y serranas. Lorente, Wiesse y Uhleintentan una cronología y fijación de tipos dominantes,aunque no tratan de lleno sobre la raza mochica. Másbien ahondan sus disquisiciones, especialmente el últimode los nombrados, en la identificación de la razaperuana, comprendiendo varios estratos y tratando sobrela evolución del hombre costeño desde el plano de suvida antropófaga. Éste afirma que halló las pruebas enlos basurales de Ancón, dominio de los llamados“pescadores primitivos” –cosa que no hemoscomprobado nosotros– hasta su estado deperfeccionamiento, patentizado en las muestrascerámicas de Nasca y Chicama. Igual disciplinacronológica y de distinción racial han seguido los

nuevos investigadores nacionales y extranjeros, y nadiese ha detenido en el problema de la raza mochica,confundida siempre con la raza yunga o, por decirlomejor, la raza costeña del Perú antiguo.

Es útil informar además que muchas teorías sobre laraza y el origen del costeño antiguo han sidoampliamente rectificadas por nuevos estudiosos y hastapor sus mismos autores.

Es todo esto lo que podemos ofrecer a losinvestigadores del momento sobre el mochica del pasado,cuyos caracteres raciales estamos tratando de precisarnosotros, por primera vez, dentro de la disciplina que noshemos trazado y con la que nos presentamos en elcampo virgen de la arqueología peruana.

EL MOCHICA DE NUESTROS DÍAS

El mochica de nuestros días está representado,indudablemente, en los pocos indígenas de laslocalidades que ya hemos anotado anteriormente, y demodo particular en el pueblo de Moche, donde viveuna población completamente huraña a la civilizaciónque nos aleja de su tradición y costumbres. Losmocheros se relacionan entre sí y se apartan de los

Fig. No. 139.- Rincón de un "terrenito" mochero.

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LA RAZA

extraños a su raza y a su modo de vivir desde tiemposinmemoriales. De allí que nuestras investigaciones sehayan concretado especialmente a este pueblo, todavíacon el alma del antiguo mochica y que obra con suspropias leyes y razones.

Los caracteres étnicos generales que pueden anotarsesobre el mochero son los siguientes: cara ovalada, narizaquilina, ojos ligeramente rasgados, pómulos salientes,labios ligeramente gruesos, pelo lacio y grueso, colorcobrizo y estatura mediana.

En cuanto a su etnografía, hemos logrado obtener lossiguientes datos, que hemos dividido en tres seccionescon el fin de que pueda así apreciarse con mayor justezaal mochero del presente.

a) El mochero de la campiña.b) El mochero de la playa.c) El mochero de la ciudad.

El mochero de la campiña

Su vivienda es pequeña y se alza siempre al lado sur delos terrenos que cultiva. Sus casitas, en su arquitectura yla distribución de sus recintos, muestran igualdad unascon otras; esta forma de edificar es tradicional en ellos.

Cada casa, por lo común, está embellecida por lapresencia de un jardín, en el cual se cultivanesmeradamente muchas clases de flores y tambiénhortalizas (Fig. No. 139). Viven del producto de suscosechas. Maíz, maní, yucas, camotes, frijoles, arvejas,arroz, ají y tomates son principalmente los frutos de suschacras, los mismos que venden en el mercado deTrujillo. También cultivan árboles frutales a manera deentretenimiento y para cercar sus parcelas.

No hay mochero que no posea un lote de tierra decultivo y en él su hogar. En su chacra siempre encuentrala manera de sembrar alfalfa o sorgo para elsostenimiento de una o dos vacas y del “piajenito”(burro), que constituye la parte más preciada de supropiedad privada.

En sus comidas es sobrio en cuanto a la cantidad,pero gusta de los alimentos bien preparados, a los quesiempre agrega el “asientito” (chicha). Sólo en caso defiestas familiares o cuando es visitado, el mochero haceabundantísimo su yantar; entonces es inagotable la“voluntad” que presenta al “aprecio” de sus invitados(Figs. Nos. 140, 141 y 142).

En lo que se refiere a la vida familiar, aun cuando elhombre representa el papel de jefe del hogar, y tanto la

Fig. No. 140.- El autor de la obra, bebiendo la ancestral chicha, con un interesante grupo de mocheras.

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Figs. Nos. 141 y 142.- Sugestivo rezago tradicional. Mochera de manos sarmentosas bebiendo la chicha en el originalísimo "poto". Derecha: la marinera,baile popular en el que un mochero pone toda su alma de artista.

mujer como los hijos le confían toda clase de respetos yde privilegiadas atenciones, éste no ejerce el gobiernoeconómico, el cual corresponde exclusivamente a lamujer. Ella recoge los productos de la chacra y losvende; compra todo lo necesario para la casa y tambiénrecibe del hombre el jornal, cuando éste trabaja porcuenta ajena. En esta costumbre, como se verá, seobservan rasgos del matriarcado.

El menaje de la casa es sencillo y se hallaconvenientemente distribuido dentro de una atmósferade orden y de limpieza. La cama está constituida poruna o dos esteras de totora extendidas sobre el suelo.Se hace poco uso de sábanas y almohadas. El mocherose acuesta sin despojarse de la ropa interior, perosiempre sujeto a una moral elevada. A la hora deldescanso sabe conservar la separación de individuos dedistinto sexo y de diferente edad, a fin de evitar todapromiscuidad, aunque esta separación, cuando elespacio es muy reducido, no se limite sino al espesode una estera.

La franqueza y la alegría iluminan el espíritu delmochero, en el cual no tienen cabida las grandespreocupaciones. Esa franqueza y esa alegría llegan asu plenitud cuando se halla en presencia de suspaisanos y amigos más conocidos. En cambio, frente a

un extraño, adopta una prudente actitud deobservación, por lo mismo que es temeroso de lacensura y de la incomprensión.

Cuando se da cuenta de que la persona a quien acabade conocer es de nobles sentimientos, y recibe de ellallano y afable trato, entonces el mochero se presenta talcual es, llega a grandes extremos para hacerse agradabley todo cuanto posee se le antoja insuficiente paraobsequiar al amigo. Es pronto en la respuesta y agudoen el concepto, y de ello se jacta en cierto modo, puesgusta, en determinadas circunstancias, de tener sus“agarradas”, que son verdaderos torneos de ingenio, enlos cuales luce un abundante repertorio de refranes y dedichos vernáculos que resumen su amable filosofía de lavida y su experiencia cotidiana.

Su sentido artístico, heredado a través de siglos, esbastante aguzado, y se manifiesta y materializa en lamanera como el mochero arregla sus casas y jardines, yen cómo cuida de su indumentaria, a la cual suele dargran realce.

Es intransigente y conservador en cuanto se refiere ala perduración de su raza: no permite uniones congentes de Trujillo u otros lugares. Los pueblos con losque ellos mantienen íntimas relaciones son Virú,Huanchaco y Simbal. Las familias de Moche se unen en

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LA RAZA

matrimonio con individuos de los citados pueblos, queen tiempos remotos, seguramente, formaron una solaagrupación, en la que se practicaba la endogamia.

Frente a la ley y los convencionalismos sociales, elmochero se ofrece con un especial y propio modo deactuar. Si bien en ningún momento exterioriza suoposición a ellos, con las normas y costumbres en suvida, tanto individual como colectiva, evidencia su fervory completa adhesión a los usos e instituciones de susantepasados de remotas edades.

La vida colectiva es propia de una comunidadestablecida en la forma característica de las civilizacionesperuanas anteriores a la presencia de los españoles en laAmérica del Sur. Persiste en toda su fuerza elcolectivismo agrario, con la sola limitación de conservarcada uno la propiedad del lote de tierra que cultiva.

La comunidad interviene voluntariamente en lasiembra, la cosecha y edificación del hogar. En estasocasiones, el grupo no sólo presta sus servicios, sino quelos impone, y es motivo de resentimiento no ser invitadoa participar en la realización de uno de estos trabajos.

La mujer de Moche ha heredado de manera más puray profunda las características de la raza; sobresale sucapacidad intelectual, que es superior a la del hombre,aun cuando nunca se ofrece más cultivada que la deaquél. Ella está dotada de excepcionales buenascualidades: es fiel al marido y a la tradición, siempre semuestra bondadosa y alegre y se dedica con todas laspotencias de su espíritu a los quehaceres domésticos y alcultivo de la tierra, modo de ser que no es lealmenteinterpretado, a veces, por quienes se le acercan. Es mujereminentemente práctica, con sentido realista de la vida, ala cual sabe enfrentarse con firme y diamantina voluntad(Figs. Nos. 143 a 148).

Su mayor placer consiste en llevar los productos de suchacra a mercados bastante distantes, y a menudo serehúsa a vender en su mismo pueblo, aun cuando leofrezcan un mayor precio, por no privarse de lasatisfacción de recorrer caminos, en un afán demovimiento y de renovación espiritual que, conciliándosecon la naturaleza de su cotidiana faena, la hace ceder a laatracción que todo nuevo horizonte ejerce en el hombre yel deseo intenso de conocer que anima a éste, cualquieraque sea su grado de desarrollo (Fig. No. 149).

La mayor ofensa que puede inferirse a una mocheraes tildarla de ociosa y desaficionada a “placear”; lleva

en su carne y en su espíritu la ancestral pragmática,válida para todos los autóctonos del Perú, que combatela pereza y la presenta como el vicio más execrable.

El mochero marino

El mochero de la playa no difiere en su manera de ser delde la campiña sino en cuanto a los medios que empleapara conseguir el sustento. La pesca constituye su principalactividad, y en el ejercicio de ella tiene muy presente laidea de comunidad ajustada a derechos legítimos.

Fuera de la pesca con espinel, que tiene carácterpersonal y cuyo producto sólo se emplea en el sustentode la familia y del pescador, se practica la pesca confines comerciales, en la que se utilizan como elementosprincipales el bote y la red. Dichos elementos sonpropiedad de los pescadores que gozan de mayordesahogo económico, quienes los proporcionan agrupos, generalmente de doce personas, los cuales secomprometen a hacer por su cuenta las composturas yreparaciones en el bote y en la red.

Producida la pesca, se divide su producto en partesiguales, según el número de los pescadores, más unaque toca al dueño del bote, otra al de la red y unaúltima parte que se distribuye entre las personas queayudaron a la cala, operación que consiste en extraer lared del mar y depositarla en la orilla.

Es digna de ser presenciada la operación del reparto:la efectúa, casi solemnemente, dentro del mayor orden,el piloto de la barca. Antes de dar a cada uno la parteque le corresponde, pregunta a todos si prestan suaquiescencia a la distribución, y concluida ésta, losasociados conducen el pescado a la ciudad, donde lasmujeres efectúan la venta.

El mochero ciudadano

Sólo los tipos de mochero de la campiña y de la playason dignos de estudio. El de la ciudad, el “enzapatado” yel “dotor” constituyen una verdadera lepra para lacomunidad, salvo casos excepcionales. Es egoísta, avaroy de mala fe, defectos con los cuales hace víctimas a suspropios paisanos, a quienes explota despiadadamente, ylos enreda en litigios que empiezan con la hipoteca delos “terrenitos” para concluir con el despojamiento ysumir a los propietarios en la miseria.

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Fig. No. 143.- Vieja mochera preparando la sopa de bodas, tradicional eindispensable plato de los días de fiesta.

Fig. No. 145.- Anciana mochera.

Fig. No. 144.- Vieja mochera recogiendo agua de una de las acequias quecruza su pueblo.

Fig. No. 146.- La dulzura. Fig. No. 147.- La energía. Fig. No. 148.- El hermetismo.

Este mochero indeseable, sin las virtudes de su razay con todos los defectos del hombre civilizado, gustade vestirse los mejor posible. Se presenta con empaquey afectación; en sus gestos y actitudes exagera lanatural manera de expresarse de las personas de finotrato y elevada situación social. Ambicioso denotoriedad, para lograrla hace toda clase de sacrificios.Hablando es verborreico y ampuloso, y le agrada tomarla palabra en las reuniones para enquistar en sus frasesmal trabadas términos rebuscados, muy especialmentecuando se percata de que su auditorio no puedecomprenderlo. Su tema principal es la política. Suinteligencia es limitada, pero posee fértil memoria, a

veces sorprendente, y debe a ella la culminación desus estudios universitarios y la obtención del título de“doctor”, que es su aspiración máxima y la que da lamedida de su esfuerzo mental. El título profesionalautomáticamente lo desliga de la comunidad, alacrecentar sus ambiciones, y también de su familia, a laque trata desdeñosamente, áspero trato que alcanza asus propios padres: el campesino se ha hechociudadano y reniega de su origen, conflictomagistralmente planteado por la literatura moderna enobras como M´ijo el doctor, de Florencio Sánchez.

Tomando a los mocheros en conjunto, es deimportancia anotar ciertas prácticas, tales como sus

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LA RAZA

ceremonias fúnebres, íntimamente ligadas con lascostumbres de sus remotos antecesores.

Cuando un mochero adulto vuelve al seno de lamadre tierra, sus familiares, especialmente las mujeres,expresan el dolor que los embarga por medio derelatos vertidos entre lágrimas y con un quejumbrosotono de salmodia, en los que se ponen de relieve losméritos que hicieron fecunda la vida del difunto. A losrelatores de los hechos se les llama “llorones”. Si eldesaparecido fue una persona de importancia y deholgada situación económica, se suman a las plañiderasfamiliares otras que son contratadas especialmente parael caso; el número de éstas indica el mayor o menorvalimiento del extinto. Los lloros y lamentos se inicianen cuanto expira el enfermo, y se renuevanconstantemente y sin variación alguna a la llegada decada uno de los parientes.

Si el muerto es un niño, lo visten con una mortajablanca y lo adornan con flores en gran profusión. Luego,lo sientan en una silla para el acto del velorio, y seofrecen a veces, en homenaje del fallecido, hermosasdanzas autóctonas.

Producido el deceso, los familiares tienden en el suelolas vestiduras del difunto y las velan durante ocho días.En este espacio de tiempo los rezos se sucedenininterrumpidamente.

Tanto en el aniversario de la muerte del ser querido

Fig. No. 149.- Mocheras enérgicas y confiadas que portan los frutos de sus chacras al mercado de Trujillo.

como en el día de los difuntos (2 de noviembre), losfamiliares visitan el campo santo donde, entre lloros,depositan en las tumbas ofrendas florales, blandones ylas viandas que fueron de mayor agrado de quienduerme para siempre. Esta costumbre, tan llena de color,es una supervivencia del culto a los muertos quepracticaron sus antepasados.

El pintoresco pueblo de Moche, de florida huerta, apesar del mar austral, que no deja de cantarle nunca yque es todo trasiego y renovación, es un pozo deltiempo, raíz del ayer. Una robusta gavilla de costumbresoriginales de intensa emoción lo individualizan, y no esraro ver desligarse a lo largo de su campiña perfumadalas escenas de la agricultura y las prácticas de otros días,como devoción a un pasado que convive con losmocheros, que se hace más hondo en su sentimiento yque el mochica supo volcar en sus cacharros, donde surecuerdo ha quedado perennizado.

CONCLUSIONES

Después de haber logrado el propósito de presentar lostópicos que nos trazamos y las investigaciones realizadas,queremos concluir expresando nuestro pensamiento sobrela cuestión racial, el valor de nuestro estudio en lasexcavaciones, el trato con los naturales y el análisis sobreel material cerámico.

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Si bien muchas de las osamentas las hallamos endeplorables condiciones –especialmente los cráneos, queen su mayoría se habían desintegrado–, las excavacionespracticadas por nosotros en los valles de Chicama y SantaCatalina nos han permitido llegar a la conclusión de quelos antiguos mochicas eran dolicocéfalos y braquicéfalos,tal como después fue ratificado por las medicionespracticadas por el doctor Weiss. Los chimús, cuyoscadáveres no son enterrados decúbito dorsal como losmochicas, sino sentados, son ya dolicocéfalos, yabraquicéfalos, y predomina la ultrabraquicefalia pordeformación artificial. Esta particularidad nos hace pensaren la posible invasión de los extranjeros después deeclipsado el dominio mochica.

En momentos en que se imprime esta página estamosdescubriendo las primeras tumbas en Cupisnique, quedescribiremos oportunamente en el capítulo quededicamos al culto a los muertos.

Los cráneos hallados son mesocéfalos y en algunos seha comprobado la deformación artificial. La técnica esdiferente de la chimú. La deformación se hacíacuidadosamente, de tal manera que la parte posterior de lacabeza era casi vertical.

Los cráneos hallados en los fardos funerarios de losenterramientos de Paracas son dolicocéfalos. En Nascatambién se encuentra este tipo de cráneos. Es interesanteanotar que tanto en Paracas como en Cupisnique seobserva la deformación artificial craneana, la cual es, porsupuesto, exagerada en Paracas.

En los cementerios netamente incaicos encontrados enla hacienda Salamanca, la totalidad de los cráneos, juntocon los cuales hemos hallado la cerámica inca del norte,son braquicéfalos.

Las diferentes teorías existentes sobre el origen de lasrazas de América, como ya lo dijimos antes, están fundadasen simples y escasísimas analogías basadas en similitudesde detalles de construcción, lengua, religión y costumbres.

Un estudio comparativo de las culturas peruanas,manifestación espiritual del hombre que pobló estasregiones, nos permite aseverar que no hay influencia depueblos extraños, pues al estudiar el desarrollo de su arte ysus mitos apreciamos una evolución lenta y natural debidaa su propia capacidad y esfuerzo. En su cerámica el estiloes propio y se desarrolla desde los cacharros toscamentemodelados hasta los bellísimos huacos retratos que noadmiten comparaciones. En sus creencias arrancan desde la

primitiva adoración de los animales y fuerzas de lanaturaleza hasta que, lentamente, en un estadio superior desu evolución, vuelven su inteligencia hacia ellos mismos,después de haber captado el mundo circundante, y creanuna divinidad antropomorfa con breves rasgos de lasdeidades felínicas.

Una de las teorías de inmigracionismo, aparentementemás lógica, que se conoce es la del origen asiático delhombre americano. Pero aquí cabe indicar las siguientesobjeciones: si los invasores amarillos vinieron a través delEstrecho de Behring, ¿por qué vemos surgir civilizacioneselevadas sólo en México, Centroamérica y el Perú? Lo realhubiera sido que el mayor florecimiento de la civilizaciónamericana se operara en Norteamérica. Además, ¿cómo esposible que los asiáticos no hayan traído consigo elcaballo, el reno y la oveja? Antón, refiriéndose a estemismo tema, dice: “Sin negar la posibilidad de lapoblación asiática en el Nuevo Mundo, entiendo quepresenta muchos y muy fundados inconvenientes, porqueen los tiempos históricos no hemos conocido jamásninguna inmigración de estas gentes sibéricas a través delEstrecho de Behring”. Ahora, si las aguas de la corrienteasiática Kuro Shibo trajeron arrastradas barcas japonesas ychinas sin control a las costas americanas, ¿por qué sustripulantes no trajeron siquiera un puñado de arroz? ¿Ypor qué no nos legaron su lengua y su escritura? Existeuna aseveración de Paz Soldán de que el idioma yunga seasemeja mucho al chino, y subsiste la tradición de que unchino llegó a entenderse con los indios de Lambayeque,pero tal aserción carece de fundamento, ya que no haytal similitud de lenguas. Francisco Loayza también haquerido probar que descendemos de los japoneses, ycomo fundamento de su romántica tesis presenta en sulibro sobre el particular las fotografías de unos objetosque, según afirmaba, habían sido exhumados en lasruinas de Chan Chan, objetos que no eran auténticos,sino simplemente frutos de la habilidad manufacturera dequienes comercian con los ceramios y objetos antiguos.Tal tesis fue desbaratada por nosotros, que comprobamosla ilegitimidad de dichas antigüedades en un artículo quepublicamos en El Comercio de Lima.

Muchos arqueólogos se afanan en derivar las culturasperuanas, y muy especialmente la mochica, de lasculturas centroamericanas, y hacen notar ciertasmanifestaciones culturales similares, teoría que tienenecesariamente que influir también en las características

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LA RAZA

raciales de los pobladores del norte del Perú. Pero nodebemos confundir: se cometería un gravísimo error alconsiderar influencias de otros pueblos por el solo hechode existir cierta similitud en las construcciones o en losmotivos artísticos.

El mundo está regido por las mismas leyes que elhombre descubre poco a poco en relación con eldesarrollo cultural y que aplica en la vida de acuerdo consus necesidades. El mecanismo biológico humano tiene unórgano creador de ideas, similar en todas las razas: elcerebro. Por lo tanto, en condiciones de ambientessimilares y en un nivel cultural del mismo grado, existe latendencia de crear cosas parecidas, sin que esto signifiqueque exista conexión entre uno y otro pueblo. No porqueencontramos las construcciones piramidales en México,Egipto y Perú vamos a aseverar que existió conexión entreestos pueblos. Esta forma de construcción obedece a leyesarquitectónicas que descubrieron los hombres al pretenderconstruir monumentos sólidos. La fuerza deldesplazamiento obligó a inclinar las paredes exteriores; lanecesidad de extraer los peces del agua creó el anzuelo; lade cocer ropa dio origen a la aguja. Todos los pueblos delorbe descubrieron estos dos implementos sin que hayahabido, por cierto, conexión alguna entre uno y otro.

Si bien es cierto que se ha adelantado mucho acercadel origen del hombre americano, sólo podemosaseverar que su existencia en el continente, como tipoinconfundible, con características propias, respecto delViejo Continente, es un hecho innegable. Se hanencontrado muchos documentos etnológicos quedemuestran que el hombre existió en América desdeépoca remotísima. Ameghino afirmó que el hombre delas pampas (Monte Hermoso, Argentina) provenía delperíodo terciario, y sentó una audaz y original teoríaacerca del Tetraprothomo. En su concepto, ésterepresentaba la forma ancestral del hombre, y consideraal Pithecantropus erectus de Java como su descendiente,no como su antecesor. La teoría de Ameghino ha sidoduramente rebatida por muchos hombres de ciencia quehan disentido de él y han sentado nuevas opiniones.

Los últimos descubrimientos cerca de Punta Arenas,en Tierra de Fuego, y en las planicies de Norteamérica,donde se ha encontrado un caballo primitivo (Equsanticus), con una punta de lanza incrustada en el huesoparietal, permiten afirmar ya la existencia del hombreen el tiempo en que el caballo aparece, y en

consecuencia, su antigüedad se remonta a cientos demiles de años. Nosotros consideramos al hombre deAmérica autóctono.

Si el estudio del hombre americano ha permitido lamás extraordinaria floración de ideas sobre su origen ytrayectorias, igual diversidad y frondosidad en puntos devista se comprueba en cuanto concierne al hombreperuano, y tanto que hasta hoy no se ha hallado el puntode contacto que permita establecer una síntesis definitiva.Sigue en pie el problema de cómo apareció en el dialectoy el variado suelo peruano el primer representantehumano y de cómo fue desarrollando sus posibilidades enla cultura hasta integrar agrupaciones que le permitieronlograr un noble progreso espiritual y material, del que hanquedado restos de excepcional importancia.

Nosotros nos inclinamos a creer también en elautoctonismo del hombre peruano y, más aún, en sudesarrollo sobre los llanos de la costa.

Ciñéndonos estrictamente a la observación de losceramios antropomorfos, bien podemos adelantar lossiguientes caracteres étnicos para el habitante mochicadel pasado: nariz fina y aquilina, cabellos lacios ygruesos, barba (poco común) bastante rala; tez en unagama de variación del amarillo carne al bronce intenso(Figs. Nos. 150 y 151).

El mochica fue constante obrero de su superación; decarácter paciente y sumiso, era respetuoso de sus leyes yamoroso de sus jefes, a quienes veneró aun después demuertos. De moral alta, fueron severos en sus castigos yllegaron a la crueldad con sus enemigos. Dotados de unminucioso espíritu de investigación debidamentesistematizado, nos los muestran los métodos que utilizaronen la agricultura. Su ímpetu guerrero no lo emplearon sinopara mantener sus dominios en una limitada extensiónterritorial. Su fantasía, siempre encendida y multiforme, lespermitió hacer maestras representaciones del natural yconcebir símbolos e idealizaciones en sus ceramios.Espiritualmente se hacen acreedores de nuestra admiraciónpor su inteligencia aguda y su gran temperamentoartístico; por la vivacidad y extraordinaria riqueza de suimaginación; por su sentido práctico, cuando así lo exigíala realidad; y por su capacidad de empresa y de trabajo,que les permitió iniciar y culminar obras ingentes, como lodemuestran sus monumentos y sus canales de irrigación,que subsisten a través de los siglos y a pesar de la obrademoledora del tiempo.

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 150.- Bustos retratos que permiten observar los tipos indios mochicas.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

(XXD-000-004; XXC-000-016; XXC-000--032; XXC-000-037; XXC-000-006)

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LA RAZA

Fig. No. 151.- Cuerpos escultóricos que permiten observar los diferentes tipos raciales dentro del pueblo mochica.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

(XSC-006-004; 035-009-009; 035-002-009; XSC-006-006; 034-006-009; 061-004-005)

Page 155: Los Mochicas- Tomo i

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LOS MOCHICAS - TOMO I

NOTAS SOBRE LAS ILUSTRACIONES

La figura No. 152 corresponde a una india legítima,perteneciente a una familia llamada Yupanqui, radicadaen la hacienda Chiclín. Posee los rasgos característicos delautóctono, pero en cambio difiere mucho por el color,que es enteramente blanco. Teniendo en cuenta estaparticularidad, consideramos este tipo como punto deenlace con aquellos huacos retratos que poseen ciertas ymarcadas peculiaridades caucásicas (Fig. No. 153).

En nuestro anhelo de poder presentar un indioauténtico con características mongólicas, hemosencontrado también dentro del personal de la mismahacienda el tipo que aparece en la figura No. 154.Sobre él hemos hecho una minuciosa investigación desu pasado; es decir, hemos buscado el origen de susfamiliares más lejanos y hemos llegado a comprobarque no ha habido dentro de ellos ninguna influenciaasiática. Las facciones de este tipo, como se ve, sonmuy similares a las que ostenta el huaco mochica de lafigura No. 155.

Dentro de los tipos negroides, hemos conseguido losque presentamos en las figuras Nos. 156 y 158, hermanasde padre y madre, y pertenecientes a una viejísima

familia de Moche. A pesar de que son muy parecidas, lascomparamos con las figuras Nos. 157 y 159 de loshuacos que ofrecemos en la misma página, yencontramos las mismas facciones. Dentro de esta mismafamilia observamos al hermano menor, que es unverdadero exponente del tipo indio, finísimo. Estascaptaciones harán ver claramente las modificacionesnaturales que se operan dentro de una misma raza, sinque haya influencias extrañas, pues lo único que ocurrees la presencia de una mayor o menor finura del tipo.

Las figuras Nos. 160 y 161 representan prototipos dehuanchaqueros, descendientes de viejas familias pescadorasradicadas en ese pueblo. Su atavismo aún está patentedentro de la conservación del apellido netamente genéricoy propio. La figura 162 corresponde a una mochera vulgarque conversa, con la costumbre de llevar al hombro elrebozo o manto, y que utiliza como vestimenta el simplecamisón sin mangas y el característico manto envueltoalrededor de la cintura, que se la cubre a manera de traje.Este mismo tipo lo vemos frecuentemente representado enlos huacos mochicas, con los ojos ligeramente oblicuos. Laotra (Fig. No. 138) corresponde a un pequeño hermano dela vieja familia a la que nos hemos referido, y que viene aser el prototipo del mochero fino.

Fig. No. 152.-Genuino exponentede la indígena de

color blanco.

Fig. No. 153.-Escultura mochica que

expresa faccionescaucásicas.

Museo ArqueológicoRafael Larco Herrera

(005-005-002)

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125

LA RAZA

Fig. No. 154.- Tipoindígena de faccionesnetamente asiáticas.

Fig. No. 155.- Cabezaescultórica con

similares faccionesétnicas al indígena de

la figura 154.Museo ArqueológicoRafael Larco Herrera

(054-003-001)

Fig. No. 156.-Mochera de facciones

gruesas del tiponegroide.

Fig. No. 157.- Cabezaretrato de cerámica de

facciones vulgares negroides.

Museo ArqueológicoRafael Larco Herrera

(XXC-000-003)

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126

LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 158.-Mochera cuyas

facciones son muysimilares a las del

huaco representadoen la figura 159.

Fig. No. 159.- Otracabeza retrato defacciones vulgares

negroides.Museo ArqueológicoRafael Larco Herrera

(XXC-000-021)

Fig. No. 160.- Huanchaquerade cara redonda y hermosas

facciones.

Fig. No. 161.- Ucañan. Joven yvaleroso pescador

huanchaquero.

Fig. No. 162.- Tipo vulgar de mochera con rasgo

asiáticos.

Fig. No. 163.- Mochera cuyovestido es similar al que usan lasmujeres acomodadas en Moche.

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LA RAZA

Fig. No. 164.- Bellísimo tipo de india costeña.

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LOS MOCHICAS - TOMO I

NOTAS SOBRE LAS ILUSTRACIONES

La figura No. 152 corresponde a una india legítima,perteneciente a una familia llamada Yupanqui, radicadaen la hacienda Chiclín. Posee los rasgos característicos delautóctono, pero en cambio difiere mucho por el color,que es enteramente blanco. Teniendo en cuenta estaparticularidad, consideramos este tipo como punto deenlace con aquellos huacos retratos que poseen ciertas ymarcadas peculiaridades caucásicas (Fig. No. 153).

En nuestro anhelo de poder presentar un indioauténtico con características mongólicas, hemosencontrado también dentro del personal de la mismahacienda el tipo que aparece en la figura No. 154.Sobre él hemos hecho una minuciosa investigación desu pasado; es decir, hemos buscado el origen de susfamiliares más lejanos y hemos llegado a comprobarque no ha habido dentro de ellos ninguna influenciaasiática. Las facciones de este tipo, como se ve, sonmuy similares a las que ostenta el huaco mochica de lafigura No. 155.

Dentro de los tipos negroides, hemos conseguido losque presentamos en las figuras Nos. 156 y 158, hermanasde padre y madre, y pertenecientes a una viejísima

familia de Moche. A pesar de que son muy parecidas, lascomparamos con las figuras Nos. 157 y 159 de loshuacos que ofrecemos en la misma página, yencontramos las mismas facciones. Dentro de esta mismafamilia observamos al hermano menor, que es unverdadero exponente del tipo indio, finísimo. Estascaptaciones harán ver claramente las modificacionesnaturales que se operan dentro de una misma raza, sinque haya influencias extrañas, pues lo único que ocurrees la presencia de una mayor o menor finura del tipo.

Las figuras Nos. 160 y 161 representan prototipos dehuanchaqueros, descendientes de viejas familias pescadorasradicadas en ese pueblo. Su atavismo aún está patentedentro de la conservación del apellido netamente genéricoy propio. La figura 162 corresponde a una mochera vulgarque conversa, con la costumbre de llevar al hombro elrebozo o manto, y que utiliza como vestimenta el simplecamisón sin mangas y el característico manto envueltoalrededor de la cintura, que se la cubre a manera de traje.Este mismo tipo lo vemos frecuentemente representado enlos huacos mochicas, con los ojos ligeramente oblicuos. Laotra (Fig. No. 138) corresponde a un pequeño hermano dela vieja familia a la que nos hemos referido, y que viene aser el prototipo del mochero fino.

Fig. No. 152.-Genuino exponentede la indígena de

color blanco.

Fig. No. 153.-Escultura mochica que

expresa faccionescaucásicas.

Museo ArqueológicoRafael Larco Herrera

(005-005-002)

Page 160: Los Mochicas- Tomo i

125

LA RAZA

Fig. No. 154.- Tipoindígena de faccionesnetamente asiáticas.

Fig. No. 155.- Cabezaescultórica con

similares faccionesétnicas al indígena de

la figura 154.Museo ArqueológicoRafael Larco Herrera

(054-003-001)

Fig. No. 156.-Mochera de facciones

gruesas del tiponegroide.

Fig. No. 157.- Cabezaretrato de cerámica de

facciones vulgares negroides.

Museo ArqueológicoRafael Larco Herrera

(XXC-000-003)

Page 161: Los Mochicas- Tomo i

126

LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 158.-Mochera cuyas

facciones son muysimilares a las del

huaco representadoen la figura 159.

Fig. No. 159.- Otracabeza retrato defacciones vulgares

negroides.Museo ArqueológicoRafael Larco Herrera

(XXC-000-021)

Fig. No. 160.- Huanchaquerade cara redonda y hermosas

facciones.

Fig. No. 161.- Ucañan. Joven yvaleroso pescador

huanchaquero.

Fig. No. 162.- Tipo vulgar de mochera con rasgo

asiáticos.

Fig. No. 163.- Mochera cuyovestido es similar al que usan lasmujeres acomodadas en Moche.

Page 162: Los Mochicas- Tomo i

127

LA RAZA

Fig. No. 164.- Bellísimo tipo de india costeña.

Page 163: Los Mochicas- Tomo i
Page 164: Los Mochicas- Tomo i

LA LENGUA

SÓLO EN EL DEPARTAMENTO DE LAMBAYEQUE, enpueblos indígenas como Ferreñafe, Eten, Illimo yotros, donde se conservan aún las costumbres y

tradiciones de los antiguos pobladores de la costa nortedel país, se vislumbran rezagos de la lengua “yunga” o“mochica”, lengua que fue la que por lo general se usó enestas regiones, y comprende a Moche y todos los demásvalles que formaron el territorio de los mochicas. Dichosrezagos saltan de una serie de voces usuales en el hablardiario y de la toponimia, que es muy interesante, porejemplo, en el valle de Chicama y en Moche. Así, en elvalle de Chicama subsiste el nombre Ascope, voz mochicadegenerada que se deriva de Azcopeuc, que significa “dela parte alta”. Es el nombre del importante distrito de laprovincia de Trujillo, que efectivamente está situado en laparte alta del valle de Chicama. Cajanleque y Ananleque,nombres de haciendas antiguas que hoy estáncomprendidas en la Negociación Chiclín, vienen ambos dela voz mochica An-Alaec, que significa “casa del jefe”. EnMoche aún existe el cerro conocido por los indígenas conel nombre de Pisun, que proviene de la voz mochicaPessac-an, la “casa de los cóndores”; y así es: endeterminadas fechas del año bajan a esta pampa desde losAndes los cóndores que impresionaron mucho a losantiguos mochicas, y cuyos artistas perpetuaron en sumaravillosa cerámica. Un estudio detenido sobre el

particular nos daría muchos nombres más que noqueremos recargar dentro de este breve análisis delestudio lingüístico.

A ciencia cierta sabemos que la lengua mochica fuehablada por los chimús y que éstos la llevaron consigo atodos los pueblos conquistados hacia el sur y hacia elnorte. Cabe entonces preguntar: ¿Fue esta lengua tandifundida, entonces, la que hablaron los mochicas? Si noes así, ¿pudo su verdadera lengua, propagada en unextenso territorio, desaparecer en el transcurso de pocossiglos desde el momento que aparecen en su suelo losceramistas con nuevas formas y técnicas? Si, como mástarde probaremos, las modificaciones de la cerámicaprovienen de la influencia del Tiahuanaco, ¿fueron, acaso,los hombres del sur los que trajeron una nueva lengua aestas regiones? ¿O son los chimús, originarios de centrosculturales del norte, los que hablaban una lengua diferentede la mochica? Nosotros nos inclinamos a creer que losalfareros de la cerámica bícroma hablaron la misma lenguaque sabemos hablaban los chimús, o por lo menos, si fueuna lengua nueva, en ella tuvieron una influencia decisivalas antiguas lenguas que se hablaban en el litoral. Bajotodo punto de vista, el estudio que a continuaciónofrecemos es de interés para quienes se dedican a lasinvestigaciones filológicas, ya que se trata de la lenguamás antigua del norte del Perú.

He aquí el estudio:Para tratar del idioma mochica no poseemos más

documentos que El arte de la lengua yunga o mochica,Fig. No. 165.- Posible representación de una An Alaec o, en lenguamochica, "casa del jefe".

129

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escrito por don Fernando de la Carrera Daza, cura yvicario de San Martín de Reque, el año 1644, y el estudioy la gramática que de esta lengua publicó el Dr. FedericoVillarreal en el año 1921.

En esta última publicación, el Dr. Villarreal corrigió loserrores de impresión de la obra original e hizo latraducción al castellano de algunas palabras cuyosignificado no había anotado el vicario de Reque. Estetrabajo le obligó no sólo a investigar el estado actual de lalengua mochica, sino que, para poder hacer una obra,también a someterla a las reglas del latín, que por ciertono le corresponde.

Por este motivo, el Dr. Villarreal, en su introducción ala gramática, dice:

"Me propongo dar a conocer la lengua yunga omochica usando el arte del cura de Reque, pero empleandootro método y prescindiendo del latín y dando reglassiguiendo la gramática".

Ajustados a estas reglas, ofrecemos un estudio sucintode la lengua mochica.

ALGUNAS CONSIDERACIONES

El historiador don José Toribio Polo, en sus apuntes sobreTrujillo y sus obispos, dice:

"A mediados del siglo XV se había formado en el litoralnorte del Perú un reino, desde Tumbez a Pativilca bajo elcetro de Chimú. La esposa del Monarca era designada conel nombre de CHACMA, de donde vino el de CHICAMA,puesto al valle y el asiento de la corte fue CHANCHAN. Eldominio de CHIMU abrazaba los cinco valles dePARAMUNCA (Patihuilca), HUARMI (Huarmei), SACTA(Santa), HUANUPU (Guañape) y CHIMU. Existían allíPACATNAMU (Pacasmayo), LLOC (San Pedro), SAÑA,CHUNGALA, CHANCHAN, PARAMUCA y otras poblaciones.

Se hablaban en este vasto poblado territorio treslenguas: la SEC en los pueblos vecinos al desierto deSECHURA; la MOCHICA desde PACASMAYO, MOTUPE ylos pueblos próximos a éste, al N. de Trujillo hastaTumbez; y la YUNGA o QUINGNAN, que era la principalde Trujillo, al S. no sólo hasta Pativilca sino en elCUISMANCU que era la región en que estabaPACHACAMAC, RIMAC, CHANCAI y HUAMAN. Más al suren la región de CHUQIMANCU, RUNAHUANAC HUARCU,MALA y CHILLCA se habla también la lengua mochica".(Cita de Comentarios Reales, Garcilaso)

A lo dicho por Polo se opone el Dr. Villarreal, quiendice:

"El señor Polo supone que el mochica y el yunga sonlenguas diferentes cuando es la misma y, además, esalengua que llama SEC no existe, porque dice que elmochica se hablaba desde Trujillo hasta Tumbes y laSEC en los pueblos intermedios, lo que indicaignorancia en la geografía de la costa norte del Perú y,además, Garcilaso, si bien cita a los caciques deCUISMANCU, CHUQUIMANCU y CHIMU, no dice quehablaban distintos idiomas. Zárate confirma estavariedad de lenguas al suponer tres razas pobladorasdel norte del Perú: YUNGAS, TALLANES y MOCHICAS,cuyo hecho está acreditado por los hombres geográficos,y nos hace conjeturar que los pobladores de laprovincia de Pataz tendrían otra lengua y quedebieron venir del Oriente o del Norte a establecer a laizquierda del Marañón. Otro error geográfico, porquela provincia de Pataz está entre el Marañón y elHuallaga y las orillas de un río se determinanponiéndose en el sentido que corre el agua".

No estamos de acuerdo con lo que opinan los autoresindicados, y para contradecirlos, nos basta aducir el hechode que desde Pacasmayo hasta el valle de Nepeñaencontramos nombres de ciudades, acequias, cerros ymonumentos con raíces mochicas, lo cual demuestra quedentro del territorio mochica se habló la lengua mochica.

No nos toca hacer apreciaciones sobre si más tarde loschimús usaron la misma lengua, modificada por eltranscurso de los años, y si extendieron su uso desdeTUMBEZ hasta CUISMANCU; pero es lógico suponer que siellos adoptaron esta lengua, debieron de haberla difundidoe impuesto en todos los territorios que conquistaron.

La anexión de algunas voces propias de los pueblosconquistados a la lengua impuesta por los conquistadoresdio lugar a variaciones dentro de la misma lengua, yseguramente estas variantes, no estudiadas con calma porel señor Polo, motivaron su clasificación en tres lenguas:sec, mochica y quingnan.

El Dr. Villarreal denomina yunga o mochica a la lenguaque se habló en el norte del Perú. Nosotros consideramosimpropia esta denominación. El nombre “yunga” significagente de la costa, habitantes de las tierras cálidas y es,además, voz quechua.

“Yunga” o “yunca” es designación general que nopuede emplearse para denominar una lengua de mucha

LOS MOCHICAS - TOMO I

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particularidad. Acaso esta confusión tenga su origen desdelos incas, que erróneamente llamaron yunga a la lenguaque hablaban los hombres norperuanos.

PROPAGACIÓN DE LA LENGUA

A la fecha han pasado 295 años desde la publicación deEl arte de la lengua mochica o yunga, y las cuarenta milpersonas que entonces hablaban estas lenguas se hanreducido a unos pocos habitantes del pueblo de Eten, dela provincia de Chiclayo.

Según la lista del vicario de Reque, los pueblos que en1644 hablaban la lengua mochica eran los siguientes:

EN EL CORREGIMIENTO DE TRUJILLO: Santiago,Magdalena de Cao, Chocope, valle de Chicama, Paiján.

EN EL CORREGIMIENTO DE SAÑA: San Pedro de Lloc,Chepén, Jequetepeque, Guadalupe, Pueblo Nuevo, Eten,Chiclaiep, San Miguel, Santa Lucía, Parroquia de Saña,Lambayeque con cuatro cuartos, Reque, Omensefec,Firruñap, Túcume, Illimo, Pacora, Mórrope y Jayanca.

EN EL CORREGIMIENTO DE PIURA: Motupe, Salas(anexo de Penachi), Copis (anexo de Olmos), Frías yHuancabamba.

EN EL CORREGIMIENTO DE CAJAMARCA: Santa Cruz,San Miguel de la Sierra, Ñopos, San Pablo, la doctrina delas Balsas del Marañón, una parcialidad de Cajamarca,Cachén, Guambos y otros muchos lugares de la sierracajamarquina, como el valle de Condebamba.

"En todos estos pueblos" –dice el citado autor– "habrámás de cuarenta mil almas, que aunque es verdad que sediferencian algunos de otros en pronunciar los verbos yvocablos, en realidad de verdad, la lengua toda es una. Larazón porque en la sierra se habla esta lengua, teniendolos serranos la suya natural, que es la que llaman lageneral del Inca, es porque cuando el dicho Inca bajó aconquistar estos valles, viendo la ferocidad de susnaturales, por la resistencia que le hicieron, sacó de todoslos pueblos cantidad de familias y las llevó a la sierra yrepartió en pueblos diferentes, tomándolos como susrehenes, porque no se le alzasen estos en los valles y paradisminuirles las fuerzas, como consta en la descripción quede las cosas del Perú hizo Garcilaso de la Vega Inca. Estosindios, pues, que dicho Inca llevó de los valles, desdeaquellos a estos tiempos conservan su lengua materna. Y

aunque saben la serrana, hablaban la suya más deordinario que la otra, y es forzoso que el cura que losdoctrinare la sepa".

MORFOLOGÍA GENERAL

Como el idioma mochica está casi muerto, no nosocuparemos de su pronunciación. El vicario de Reque nodice cuáles eran las letras de su alfabeto; pero esevidente que en él no existían los sonidos de la b, j, k,w, y que faltaban otros, principalmente el de una vocal yel de una consonante.

Las vocales eran seis, y para reemplazar la que faltaba,que principiaba con la e y terminaba en u, el autor aceptóel diptongo latino ae.

El sonido consonante que faltaba era parecido a la ch,y el cura optó por expresarlo con una c y una h al revés:c . “Esta invención –dice el referido autor–, que nadie lahabía propuesto, permitía la escritura, y oyendo en lapráctica el sonido que reemplazaba, era fácil su adopción”.

Otros sonidos eran indicados por la combinación denuestras letras como: lzh- xll- rv- ss- aio- ng- c- x.

Tratándose de la dificultad de pronunciación de lalengua mochica, el cura de Reque expone lo siguiente:

"Propuse las dificultades de esta lengua a los religiosospadres de la Compañía de Jesús, sus varios modos dehablar y su escabrosa pronunciación, y convenciéronmecon decir que mejor era tener alguna luz de ella quetotalmente no la hubiese, como no la habido hasta aquí.Con este intento me propuse hacer este arte, en el que heprocurado poner lo que he podido acomodar conforme allatino; no aseguro saldrán por él consumados, porque noconsiste el saber de esta lengua sólo la gramática de ella ycopia de vocablos y verbos, sino en la pronunciación, quees tan dificultosa y que faltan a nuestro abecedario letrascon qué pronunciarlas y con qué escribirlas y no es posibleescribir la pronunciación, los sonetos y modismos con quese habla, toda tan importante, que en faltando algo deesto, o se dice o se entiende diferente del intento o no sedice cosa. Pero esto se perfeccionará con el uso entre losindios en seis u ocho meses. Para ver si puedo facilitar elmodo de pronunciar, me he valido de un diptongo latino,que es este, ae, que es vocal, cuya voz o nombre no sepuede escribir. Pero sábenlo los indios de este pueblo deReque a quienes yo he enseñado, de quienes los quegustaren, los podrán aprender, en faltando yo....."

LA LENGUA

h

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132

En nuestro trabajo emplearemos el convenio gráficousado por el vicario de Reque, respetándolo de lamisma forma que lo hizo el Dr. Villarreal al hacer susestudios sobre la lengua mochica. Sólo es de lamentarque el competente licenciado Carrera, al ocuparse delidioma hablado, no haya concedido la menor atenciónal idioma escrito, pues es de suponer que en el año1644 aún se podía tener noticias de la convencióngráfica mochica.

MORFOLOGÍA ESPECIAL

La obra del licenciado Carrera consta de cuatro libros.En el primero se ocupa del nombre y del pronombre;en el segundo, del género; en el tercero, del verbo ylas partículas, y en el cuarto, que es un resumen delanterior, explica: “Ha parecido conveniente poner eneste libro cuarto todo lo que en esta lengua se puedeacomodar con el de la latina”, y a esto añade: “Otrosinfinitos modos de hablar tiene esta lengua, que fueraconfusión ponerlos todos y hacer este arte inacabable,y por excusar los remito al maestro que los explique ydé a entender, sacando por los ya dichos los más quese forman”.

Artículo

En el segundo libro de El arte de la lengua mochica diceel cura de Reque que en esta lengua no hay artículo, yque esto proviene de que en ella, así como en la quechua,la presentación determinada de los objetos se manifiestapor el propio mecanismo de los términos.

Sustantivo

Cuando el sustantivo termina en consonante se formael genitivo añadiendo aer-ó; y cuando acaba en vocal,se le agrega ng-o. Esto tratándose de los sustantivos engeneral, pero cuando se quiere dejar mejor expresadala idea de posesión, se les agrega ss, si acaban envocal, sin que haya regla general cuando terminan enconsonante. También estos segundos sustantivosforman su genitivo añadiendo eio; de manera quetienen dos genitivos. Y todavía tienen un tercergenitivo que se forma suprimiendo la o, y se empleaen la voz pasiva.

Género

En el mochica no hay géneros. Solamente hay una palabrapara cada animal, sea macho o hembra.

Para la determinación del género se emplean lasvoces siguientes: ñangcu, macho; ñofaen, hombre;mecherraecco, mujer. De esta manera se tiene: ñangcuiocol, caballo macho; ñofaeno col, caballo macho;mecherraecco col, yegua.

Número

En el mochica se usa muy poco el plural. La explicaciónque da el cura Carrera es la siguiente: “La razón porquelos indios no usan el plural es porque al singular leallegan un nombre adjetivo de muchedumbre, comotunituni ñofaen, que en rigor no dice ‘muchos hombres’,como ellos lo entienden, sino ‘muchos hombre’ o ‘muchohombres’, lenguaje bárbaro, pues falta la concordanciadel número con la forma gramatical latina. Izcaecmecherraec entienden por ‘todas las mujeres’, y no diceen rigor sino ‘toda mujer’; pero ellos entienden, y espreciso ir con su modo, pues es para entenderlos y queellos nos entiendan a nosotros”.

El Dr. Villarreal no es del mismo parecer que el vicario,y dice: “Cada idioma tiene su carácter y es más sencillocuando tiene menos reglas, y el latín no está en caso”.

Pero el mochica, además de las palabras tunituni(macho) e izaec (todo), tenía la terminación aen, queformaba el plural ñofaen aen, hombres. La partícula aen sepronuncia separada para que se entienda el plural, yalgunos nombres hacen síncopa al formar el genitivo, puesla terminación del plural se pone después.

Caso

De los seis casos de declinación en la lengua mochica, elnominativo, acusativo, vocativo y ablativo son iguales;solamente hay que formar el genitivo y el dativo. Elgenitivo se forma del nominativo, y el dativo del genitivo,agregando la partícula paen, que equivale a “para”. Cuandoel nominativo termina en consonante, se forma el genitivoagregando la partícula aero; cuando acaba en vocal se leagrega ngo; en los casos especiales de parentesco se añadeeio. Para el dativo se agrega al genitivo la partícula paen.Los demás casos son iguales al nominativo, y debe

LOS MOCHICAS - TOMO I

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agregarse para el ablativo la preposición correspondiente,como len, que significa “con”.

Nominativo: el muchacho, cholu; genitivo: delmuchacho, cholu ngo; dativo: para el muchacho, cholungo paen; acusativo: al muchacho, cholu; vocativo:muchacho, cholu; ablativo: con el muchacho, cholu len.

En el caso especial de parentesco se tiene: Nominativo: la madre, eng; genitivo: de la madre,

eng eio; dativo: para la madre, eng eio paen; acusativo: ala madre, eng eio; vocativo: madre, eng eio; ablativo: conla madre, eng eio len.

También pueden hacerse síncopas, por ejemplo: nofnaerr, del hombre; ñofn aerr aeno, de los hombres; ñofnaerr opaen, para el hombre; ñoín aerr aen o paen, paralos hombres.

La dificultad del mochica es que existen dosnominativos: el primero, que comprende todo género decosas en las cuales no hay propiedad ni señorío, y quese forma de este modo:

El caballo, col; la manta, chilpi; el ave, la gallina,ñaiñ; la manta de dormir, chuscu; la barriga, polquic; elmuchacho, cholu; el perro, fanú.

El segundo sustantivo se usa cuando hay propiedad odominio de la cosa, y se junta con posesivos. Estesegundo sustantivo se forma del general, y si termina envocal se le añade ss. Así, de chilpi sale chilpiss; dechuscu, chuscuss; de cholu, choluss; de fanú, fanúss.

En todas las oraciones que tuvieran propiedad oposesión de la cosa se empleará esta segunda clase desustantivo, y todos estarán seguidos de un posesivo,como mío, tuyo, suyo, y todos los genitivos de estossegundos nominativos se formarán agregando eio;ejemplo: chicho paecaess, creador; chicho paecaess eio,del creador.

Las terminaciones de los genitivos son tres: aero,ngo, eio, que se sincopan formando tres nuevosgenitivos. A los dos primeros se les suprime la o y altercero la io; así, del viejo, quixmic aero, se convierte enquixmic aer; del hombre, ñofnaero se hace ñofnaer; dela manta, chilpi ngo pasa a ser chipling; y del padre,efeio, se trueca en eie.

Adjetivo

El adjetivo es una terminación invariable en género ynúmero: peño ñofaen, buen hombre; peño mecherraec,

buena mujer; peño nepaec, buen árbol; utzho col,caballo grande; facc a, pobre; pisso, malo; taerraec,flojo; opaizti, tonto; tzchuto, pequeño; nocssi, goloso;omor, ladrón; campisso, bellaco.

No hay la misma variación en el caso siguiente:izacaec ñofnaero, de todo hombre; izcec ñofnaero paen,para todo hombre.

Cuando están sustantivados varían. Por ejemplo:izcaero, de todo; izcaero paen, para todo.

Los adjetivos nominales y otros cualesquiera seponen en el caso del sustantivo: tunituni ñofaen, muchohombre; onaec ñofaen, un hombre; aio mecherraec,aquella mujer; mitcan moin pei, tráeme hierba; tanñofaen, con un hombre. Superlativo: campeño ñafaen,muy buen hombre; izcaec ñofaen lequich, de todohombre. Comparativo: lec na tarr oz tzhanmaeiñlequich, eres tú más pequeño que yo.

Pronombres

Los pronombres, como son particulares, sólo tienen ungenitivo, y de éste se obtiene el segundo genitivosuprimiéndole la o.

Los genitivos de los pronombres personales seconvierten en pronombres posesivos suprimiéndoles la odel genitivo; de mí, maeiño, se tiene maeiñ, mío; de ti,tzhaengo, resulta tzhaeng, tuyo; de aquél, aiungo,proviene aiung, suyo; de nosotros, maeicho, se tienetien maeich, nuestro; de vosotros, tzhaeicho, saletzhaeich, vuestro; de aquéllos, aiungaeno, se formaaiungaen, suyos.

Con el sustantivo particular tendremos: maeiñ ef,padre mío; tzhaeng eiz, hijo suyo; aiung an, su casa.

Con el segundo genitivo resulta la expresión: maeiñefe chilpiss, manta de mi padre.

Con el primer genitivo resultan las oraciones:mouch ilpi ang maeiñ engio, esta manta es de mimadre; mouchilpi ang maeiñ efeio paen, esta manta espara mi padre.

Mo es el pronombre demostrativo del verbo estar.Ang es el presente de indicativo del verbo ser.El nominativo, acusativo, vocativo y ablativo son

iguales, y el dativo resulta del genitivo agregándolepaen. Se tiene, pues, todos los pronombres: moiñ, yo;maich, nosotros; tzhang, tú; tzhaich, vosotros; aio, él;aiongaen, ellos; mo, éste; mogaen, éstos; cio, aquél;

LA LENGUA

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cion aen, aquéllos; oaec, uno; eiñ, quien; maeiñó, demí; maeicho, de nosotros; tzheicho, de vosotros;tzhaengo, de ti; aiungo, de él; aiungaenó, de ellos;mungó, de éste; mungaeno, de éstos; cioungó, deaquél; cioungó aen, de aquéllos; oncaerro, de uno;iñó, de quien.

Yo, en el acusativo plural, es ñof; tú, en elnominativo singular, es tzha; tú, en el nominativoplural, es tzhachi; él, en el acusativo singular, es aioss;éste, en el acusativo singular, es moss; aquél, en elacusativo singular, es cioss; aquél, en el ablativoinstrumental, es ciongaer.

El pronombre onaec no tiene plural y reemplaza alartículo, que no existe en la lengua mochica.

El pronombre eiñ, que significa “quién”, no se usacomo relativo, sino como interrogativo: ¿eiñ aez?, ¿quiéneres?; ¿eiñ aezchi?, ¿quién sois vosotros?; ¿iñin xllipquem?, ¿de quién soy llamado?; ¿iño paenang mo la?,¿para quién esta agua?; ¿eiñ iñ tzhec. Chaem mo pei?, ¿aquién llevaré esta hierba?

La es agua, no tiene genitivo ni dativo en ambosnúmeros.

Leng, en el nombre, significa “sed”.Para el recíproco “suyo” o “de ellos”, se emplea el

genitivo de cio (aquél).El interrogativo para cosas sólo tiene nominativo,

genitivo y dativo: ¿echaez tem?, ¿quién eres?; ¿ichongmo?, ¿tuyo es esto?; ¿ichong paen ong mo?, ¿para quiéneses esto?; ¿exh paen ong mo pup?, ¿para qué es este palo?

En el nombre “solo” no se puede decir en ablativociorna len ni tampoco ciorna tana, porque laspreposiciones len y tana, que significan “con”, sonpara compañía.

Para el pronombre “otro” se dice con elegancia:timnalen (con otro). En el pronombre “todo” se usa elablativo izcaen aen len (con todos).

Verbo

El verbo se divide en verbo sustantivo (chi, ser) y enverbo adjetivo, como met (traer).

Las propiedades del verbo son: voz, modo, tiempo,número y persona.

Las voces son dos, activa y pasiva: activa, met eiñ (yotraigo); pasiva, metaer eiñ (yo soy traído).

Los modos son cuatro: indicativo, subjuntivo, imperativo

e infinitivo. Los tiempos del indicativo son seis:Presente: yo traigo, met eiñ; pretérito imperfecto: yo

traía, met eiñ piñ; pretérito perfecto: yo traje, met eda iñ;pretérito pluscuamperfecto: yo había traído, met eda iñpiñ; futuro imperfecto: yo traeré, tiñ met; futuroincondicional: yo tengo de traer, met eiñ chaem.

Los tiempos del subjuntivo son cuatro:Presente: yo traigo, met eiñ; pretérito imperfecto: yo

traía, met eiñ piñ; pretérito perfecto: yo traje, met edaiñ; pretérito pluscuamperfecto: yo había traído, meteda iñ piñ; futuro incondicional: yo tengo de traer, meteiñ chaem.

Los tiempos del subjuntivo son cuatro:Presente: yo traiga, met ma iñ; pretérito imperfecto:

yo trajera, met eiñ ca; pretérito perfecto: yo haya traído,met eda iñ ca; pretérito pluscuamperfecto: yo hubieratraído, met eda iñca piñ; imperativo: trae tú, me an.

El infinitivo no tiene dos tiempos.Los números son dos: singular y plural, y las

personas son tres para cada número. Las personas secaracterizan por tres pronombres personales: miñ, yo;maeich, nosotros; tzhang, tú; tazhaeich, vosotros; aio,él; aiongaen, ellos.

En cuanto al verbo sustantivo, en la lengua mochicahay tres radicales generales: e, fe, ang, en las queagregándoles los pronombres se distinguen la persona yel número.

En segundo lugar hay las terminaciones: eiñ, az, ang,eix azchi, aen ang, en las que también, agregándoles lospronombres, se distingue la persona. En tercer lugar setiene la radical chi, a la cual se agregan lasterminaciones, sin necesidad de los pronombres, paradar el significado de la persona.

De manera que, con excepción de las terceraspersonas, hay cinco maneras de decir en el presente deindicativo, y en todos los tiempos se puede hablar así.Yo soy, moiñ é, moiñ fe, moiñ ang, moiñ eiñ, chiñ; túeres, tzhangé, tzang fe, tzhang ang, tzhang az, chiz; éles, aio, e, aio fe, aio ang, aio az, ching; nosotros somos,maeich azchi, chiz chi; ellos son, aiogaen fe, aiogaenang, chain aenang.

En los verbos adjetivos, las terminaciones para laprimera persona del singular son eiñ y oiñ; para lasegunda persona, az, ez, aez y oz; y para la tercerapersona, ang.

Terminaciones para la primera persona del plural:

LOS MOCHICAS - TOMO I

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aix, eix, oix; para la segunda persona: azchi, exchi,ozchi; para la tercera persona: aen ang, nagaen ang.

El cura de Reque dividió en dos clases deconjugaciones: la primera, para los verbos, cuyassegundas personas terminan en az, ez, aez; la segunda,para los que lo hacen en oz y az. Pero afirma el Dr.Villarreal que no hay necesidad de la segundaconjugación, porque basta una en que el presenteindicativo tome aquellas terminaciones.

El pretérito imperfecto se hace agregándole piñ acada persona.

El pretérito perfecto se forma anteponiendo taeng alas radicales tiñ, taez, taeng, para el singular; para elplural, tix, taezchi, taeng aen.

El futuro condicional se forma agregando al presenteel sonido cheam.

El presente de subjuntivo se forma poniendo entre laradical y la terminación la sílaba ma.

El pretérito imperfecto de subjuntivo se forma delpresente indicativo agregando a cada persona la sílaba ca.

El pretérito perfecto de subjuntivo se forma delpretérito perfecto de indicativo agregándole a cadapersona la sílaba ca.

El pretérito pluscuamperfecto de subjuntivo se formadel perfecto de subjuntivo agregando a cada persona lasílaba piñ.

Todos los verbos carecen de los futuros perfectos deindicativo, de los futuros de subjuntivo y del infinitivo.

Al futuro imperfecto de indicativo se le puedeposponer la partícula ca, y al pretérito imperfecto desubjuntivo la partícula piñ, sin que se altere.

El imperativo se compone del presente de subjuntivosin las primeras personas.

Las partículas

Adverbio.- Entre los adverbios se tiene: a, sí; ima, si;xllecha, de por sí; aie, así; aie caem, de la mismamanera; xllom paecna paen, de veras, por cierto; ame,así; aiera iñ, así pues; moxa iñ, esto sí.

Adverbios de negacion.- Aenta, no; amoss, no quiero;pissozta, de ninguna manera; aentaf ezta, no es;ciomaen caec, asimismo.

Adverbios de tiempo.- Exlle, cuando; pelen, ayer;molún, hoy, este día; onaec pelen, el otro día; cie xllec,entonces; ñu challo, de aquí a un poco; nang uss, en

denantes; ripaen, de repente; aepaec, siempre;aepaecna, de antes; exllec ixna, desde cuándo; amexellx caen, ahora también; amex llec, ahora; aefciass,cuantas veces.

Adverbios de lugar.- Cit pitan, allí mismo; ciná na,allí propio, en el mismo lugar; cin, allí; xo queach,luego que; caec, abajo; xecaen, debajo de la ropa;cactor, abajo; caec tocna, hacia abajo; olec aec, arriba;olec totna, hacia arriba; olect tot ichi, de arriba; nic,dentro de medio; ledaec, afuera; ciu quicha na, porallá; ledec na, por fuera; nicna, por dentro; olpaec,adentro; turquich, por detrás; tu taec, por delante; ciuc,acullá; metna, más acá; ain, allí; cin-ich, de allí; aiinich, de allí; min, aquí; ciú quich, de allí; ciú quich na,desde allá.

Adverbios de causa.- Cif cif, cada uno; em, como;emio, ¿de qué manera?, ¿cómo?; ech narna, es posible;em leiaec narna, ¿cómo es posible?; epaen, porque;exllaem, porque; ich lequich, ¿por qué?

Preposicion.- En la lengua mochica las preposicionesson propiamente posposiciones, pues generalmente vandespués, son muchas y sirven unas veces de genitivo yotras de acusativo. Así por ejemplo: capaec (encima)rige genitivo: colú ccapae (encima del caballo); er (con)rige ablativo: cal er eiñ taec (voy a caballo); fraeiñ (con)rige ablativo, y es para expresar que se mezcla una cosacon otra: nucon aep fae iñ cio xllac (mezcla sal conaquel pescado).

Lec aec (encima) rige genitivo: ani c apae lechaec(encima del techo de la casa); lec (adonde) rige genitivo:tzhaeng lec (adonde tú); luc aec (entre) rige genitivo:ixllung luc aec (entre el pescado); len (con) rigeablativo: ssonaeng len (con su mujer); ñic (dentro) rigegenitivo: lapang nic (dentro de la lapa); na (por) rigeablativo: catu na (por la plaza); paen (para), rigeacusativo: alcalde paen oiñ loc (deseo ser alcalde.)

Pir (sin) rige genitivo: pir chicaer (sin juicio); ssecaen(debajo) rige genitivo: aeizi ssecaen (dentro de la lapa);na (por) rige acusativo: tzhang tim (por ti); tana (con)rige ablativo: metan xllonquic tzha tana (trae de comercontigo); tit (con) rige ablativo: moiñ tot ang loc casarlae cnaen (yo con él estamos para casarnos).

Dice el vicario de Reque: “Hay una infinidad depreposiciones en esta lengua y las dejo al uso; peroadvierto que las demás que aquí no se ponen rigengenitivo y ablativo y es rara la que rige acusativo”.

LA LENGUA

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136

NOTAS SOBRE LA SINTAXIS

Nota primera.- “Para dar fin a este arte –dice el curade Reque– pongo las notas siguientes: Entre laconfusión grande que hay del uso de la o, para daralguna luz de él digo lo siguiente:

Entre dos nombres sustantivos forzosamente seinterpone una o como: quixmic o ñofaen, hombreviejo; requep o iun, pueblo de Reque.

Otras veces, aunque raras, la dicha o entresustantivos denota genitivo de posesión como: Dios ochicaer, el ser de Dios.

Otras veces, en los nombres sustantivos, la o tieneotro sentido; acabando el nombre en vocal ha de tenerla o una i antes de sí para que diga: io.

La es “agua” y añadiendo la partícula io dirá laio, osea: echo agua.

Y no acabando en vocal, como pup, es “el palo” yañadiéndole o dirá pupo, y significa: estar duro comopalo.

Pero faltando la o al modo de hablar ya dicho, o nose dirá lo que se quiere o se entenderá diferente.

Cuando al adjetivo se le allega la o lo hace plural, ypara más fácil inteligencia de esta dificultad esnecesario que se esté en lo que queda dicho, por loque todos los plurales acaban en aen; a estos plurales,pues, acabados en aen se les añade una o como llegueun nombre o pronombre como: maetcaen o cuno,cañas grandes; pañaen o cio, aquellos que son buenos;utzhaen o col, caballos grandes.

Pero si se hablare por sólo el adjetivo, no esmenester añadir la o para que sea plural, que él por sílo es acabando en aen, como: maetcaen, utzhaen.

Nota segunda.- En los verbos se forma una manerade hablar tan elegante como usada en la manerasiguiente:

A las primeras personas del presente de indicativose les suprime el pronombre eiñ y a lo que del verboqueda se le añade una o como: faleiñ, quitando elpronombre eiñ, queda la voz fel, lo que añadiendo odirá felo, que significa “asiento”. Chaemaepeiñ,quitándole el pronombre queda chaemaep, yañadiendo la o dirá chaemaepo: borracho. Tzhaecaemeiñ, quitando el pronombre queda tzhaecaem,agregando o: tzhaecaemo, corredor.

Estos modos son para hablar con negativas como:

aenta felo, que no sabe estar sentado; aentachaemaepo, que no sabe emborracharse; aentatzhaemcaemo, que no sabe correr.

Nota tercera.- En todos los verbos hay el modo dehablar quitándole al verbo el pronombre eiñ, por elmodo dicho en la nota segunda, y anteponiéndole lapartícula an. Fuño ein es verbo: quitando elpronombre, dirá funo, y anteponiéndole la partículaan, dirá an funo (ven a comer), an met (ven a traerlo),an man (ven a comer.)

Si se habla en plural se pospone al verbo lapartícula chi: an met chi, venir a traerlo; an funo chi,venir a comer.

Añadiendo a la partícula una g, se tendrá ang, quesignifica “ver”. Si esta partícula se antepone al verbodespués de haberle quitado el pronombre, se tiene:ang funo, mira si come; ang funog aen, mira si comen;ang ñieiñ, mira si juega; ang ñieñ aen, mira si juegan.

Si la partícula ang se antepone a los impersonalesacabados en chem, se denota respecto y tambiénpluralidad. Así, por ejemplo: ang funo chaen, mira sicomen; ang ciada chaem, mira si duermen o duermesu merced.

Esta partícula se antepone a nombres sustantivos oadjetivos cuando se indica que se debe ver lanaturaleza o calidad de una cosa: ang la, mira si esagua; angi cio, mira si es eso; ang tuni tuni io, mira sies mucho.

Nota cuarta.- Quitando el pronombre eiñ a losverbos y añadiendo a éstos la partícula uno, se formaun elegante modo de hablar, muy usado, de la manerasiguiente: meteiñ, quitando el pronombre met yagregando la partícula, da metuño; ñeñeiñ, quitando elpronombre ñeiñ y agregando la partícula, da ñieñono;funofeiñ, quitando el pronombre funof y agregando lapartícula, da funofuno. Y así se tiene metuno, sin traer;ñeñunta, sin jugar; fufunta, sin comer.

También suelen perder los verbos la última o comoen metun, ñieñun, fonufun: sin traer, sin jugar, sincomer.

Nota quinta.- Los verbos compuestos se forman delos participios acabados en paec, con sólo añadirle lapartícula oiñ, como en fun o paec, participio queañadiendo oiñ, dirá: funopec oiñfunopaec oz; mitapaec,participio, que añadiéndole oiñ, dirá mitapaec oiñ -mitapaec oz; y filapaec, también participio, que si se le

LOS MOCHICAS - TOMO I

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agrega oiñ, dirá filapaec oiñ - filapaec oz.Todos los verbos compuestos e incoactivos, que

forzosamente acaban en coiñ, significan “soler hacer”,lo mismo que sus simples: meteiñ, yo traigo; mitapaecoiñ, yo suelo llorar.

También se forma un modo de hablar bastanteusado con sólo añadir una o al participio, como enfunopaec, fumapaec y ñañapaec, que agregándoles odirán, respectivamente: funopaeco, famapaeco,ñañapaeco.

Estos modos son para decir: hállelo sentado, hállelocomiendo, hállelo durmiendo; filapcoiñ quep, hállelosentado; funopcoz quepdo, hállelo comiendo;ciadapaeco tonod, lo mató estando durmiendo.

El vicario de Reque termina su arte de la lengua,que llama yunga o mochica, diciendo, como ya antesreprodujimos:

“Otros infinitos modos de hablar tiene esta lengua,que fuera confusión ponerlos todos y hacer este arteinacabable, y por excusarla lo remito al maestro quelos explique y dé a entender sacando por los ya dichoslos más que se forman”.

Nosotros, al hacer este nuevo estudio, nos hemosceñido estrictamente a los trabajos del Lic. Carrera ydel Dr. Villarreal; pero sólo a manera de extracto quepueda ofrecer una idea de la riqueza de esta lengua,cuyo estudio más amplio dará mayores luces al campoarqueológico nacional.

NUMERACIÓN

De conformidad con los documentos anteriormentemencionados, al tratar de la lengua, hemos creídoconveniente ordenar el sistema de numeración,exponiéndolo en la forma más amplia y apropiada a lafinalidad de nuestro libro.

Para mejor comprensión, creemos convenienteanotar cómo se forman los casos gramaticales y elaccidente: Número.

Caso.- Cuando el movimiento termina enconsonante, se forma el genitivo agregándole aero.

Cuando el nominativo termina en vocal, se forma elgenitivo agregándole ngo.

Número.- Para formar el plural se agrega al singularla partícula aen.

En la numeración se emplea el sistema décuplo, y

dentro de este sistema se emplean cuatro maneras deexpresión, según lo que se cuente o enumere.

Además de estos sistemas de expresión, existió otromodo de contar, empleado por las mujeres al hacertejidos. Pero sobre esta modalidad, el vicario de Requesólo hace referencia, sin dar detalles, porque laconsidera un “modo confuso”.

La manera empleada, contando a partir de la unidadhasta diez, es como sigue:

1.- uno: onaec, oncaero; 2.- dos: aput, aputaero; 3.-tres: copaet, coptaero; 4.- cuatro: nopaet, noptaero; 5.-cinco: exllamaetzh, exllmaetzhaero; 6.- seis:tzhaxlltzha, tzhaclltzhango; 7.- siete: ñite, ñitengo; 8.-ocho: langaess, langaessaere; 9.- nueve: tap, tapaero;10.- diez: ciaec, ciaec aero.

Para contar por decenas, se tiene: uno, na; dos,pac; tres, coc; cuatro, noc; cinco, exllmaetzh; seis,tahaxlltzha; siete, ñito; ocho, langaess; nueve, tap.

La expresión de la decena, como antes hemosdicho, varía, y esta variación es la siguiente: tratándosede monedas, diez es na ssop; tratándose de hombres,ganado, cañas y todo lo que no sea monedas, frutas odías, diez es na pong; refiriéndose a frutas, mazorcas,gramos, entre otros, diez es na choquixll; si se trata dedías, diez es na caess.

Para expresar cantidades mayores de una docena,desde una nueva unidad, se interpone entre laexpresión de la decena correspondiente y la de unidado unidades la partícula allo: once monedas, na ssopallo onaec; veintidós hombres, paec pong allo aput;treinta y tres frutas, coc c oquixll allo copaet; cuarenta ycuatro días, coc caess allo nopaet; cincuenta y cincomonedas, exllmaetzh ssop allo exllmaetzh; sesenta yseis hombres, tzhaxlltzha pong allo tzhaxlltzha; setentay siete frutas, ñite c ocuixll allo ñite; ochenta y ochodías, longraess caess allo longaess; noventa y nuevehombres, tap pong allo tap.

Cien es na palaec; doscientos, pac palaec;trescientos, coc palaec; cuatrocientos, noc palaec;quinientos, exllmaetzh; seiscientos, tzhaclltzha palaec;setecientos, ñite palaec; ochocientos, langaess palaec;novecientos, tap palaec.

Cuando se trata de frutas, mazorcas o granos: cienes na chiaeng; doscientos, pac chiaeng; y asísucesivamente, siempre anteponiendo a la expresiónchiaeng, las voces napac, coc y demás.

LA LENGUA

Page 173: Los Mochicas- Tomo i

Cuando se trata de cantidades mayores de unacentena y unidades, se interpone entre las centenas ydecenas y unidades la partícula allo, que también seinterpone entre el millar y la centena: ciento oncehombres, na palaec allo na ssop allo onaec; cientotreintaitrés frutos, na chiaeng allo coc coquixll allocopaet; mil, na cunó; dos mil, pac cunó; tres mil, coccunó; cuatro mil, noc cunó; cinco mil, exllmaetzhcunó; seis mil, tzhaclltzha cunó; siete mil, ñite cunó;ocho mil, langaess cunó; nueve mil, tap cunó.

En cantidades mayores: 1.101 es na cunó allo na palaecallo onaec; 2.102, pac cunó allo na palec allo apunt.

Para enumerar por partes se tiene: un par, na felaec,na luc; dos pares, pac felaec, pac luc; tres pares, cocfelaec, cos luc; cuatro pares, noc felaec, noc luc.

En esta forma se continúa posponiendo a las vocesna pac, coc y demás, usadas al contar por decenas, laexpresión felaec, cuando se trata de aves, y luc cuandose trata de frutas.

1933 se expresa así: na cunó allo tap palaec allo cocssop allo copaet; 1934, na cunó alló tap palaec allo cocssop allo nopaet; 1935, na cunó allo tap palaec allo cocssop allo exllmaetzh.

También se puede escribir, para hacer más breve laexpresión fonética:

1933, cunó tap palaec coc ssop allo copaet; 1934,cunó tap palaec coc ssop allo nopaet; 1935, cunó tappalaec coc ssop allo exllmaetzh.

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LOS MOCHICAS - TOMO I

ESTADO ACTUAL DE LA LENGUA MOCHICA

Creemos haber tratado la lengua de los mochicas enforma capaz de dar a conocer, del mejor modo posible,sus mecanismos sin extendernos a un vocabulario,tanto por no salirnos de las normas impuestas a estelibro, como por la enorme cantidad de trabajo y tiempoque demanda hacerlo.

Sin embargo, en el deseo de conocer por nosotrosmismos el estado actual de esta lengua, hemos hecho unviaje especial a los pueblos de Eten y Monsefú, en loscuales hemos podido recoger, con bastante trabajo, 174dicciones que ofrecemos a continuación y que fueronenviadas al doctor Federico Villarreal el año de 1920.

Presentamos la comparación, con el objeto dedemostrar que en la lengua mochica un mismopensamiento puede ser expresado en formas distintassin ser alterado; y también porque desde queprincipiamos nuestra investigación pudimos notar quehan existido dos maneras de hablar: una muypintoresca y propia de los pescadores de la costa, y laotra muy elegante y rica, tratándose de composiciónde oraciones.

Estas formas ya habían sido notadas por Calancha, yseguramente ellas indujeron al historiador don JoséToribio Polo a suponer que mochica y yunga erandiferentes lenguas, pero eran la misma, como muy bienlo asegura Villarreal.

TIPOS DE NUMERACIÓN POR DECENASEn la lengua mochica

Monedas Hombres Frutas Días

Diez na ssop na pong nahc oquixll na caess

Veinte pac ssop pac pong pachc oquixll pac caess

Treinta coc ssop coc pong cochc oquixll coc caess

Cuarenta noc ssop noc pong nochc oquixll noc caess

Cincuenta exllmaetzh ssop exllmaetzh pong exllmaetz c oquixll exllmaetzh caess

Sesenta tzhaxlltzha ssop tzhaztztzha pong tzhaxlltzha c oquixll tzhaxlltzha caess

Setenta ñite ssop ñite pong ñite c oquixll ñite cess

Ochenta langaess ssop langae ss pong angaess c oquixll langae ss caoss

Noventa tap ssop tap pong tap c oquixll tap caess

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LA LENGUA

ESTADO DE LA LENGUA MOCHICA A 1938174 dicciones

Dos - 2 aput apud aput

Cancha, maíz tostado mangxllon apum; quersu hermot

Vamos a la chacra amochich vizquic tot na amoche uste nique amoche uste mique

Ya es tarde neiz c aem acunerme acunerme

Veinte soles pac ssop apud pum aput jiai

Carne caenc o concho consh conschoc

Sal aep cup up pu

Chicha curzhio cochi cosh cocho

Cinco - 5 exllmaetzh cesmen sec

Caña cumó coma coma

Calzón cogpa coppán cojpam

Chiclayo C iclaiaep chijarpe chijaipe chijaipe

Está borracho C úmapaec chumallanchi chumay chumai anchi mo

Ají ape usap usap

¿Cómo ha amanecido emio neizna enan unam diviopadam emes unan ñan

su marido? tzhaeng ñofaen

Yuca ermps her her

Padre ef ep ep

Madre emg en em

Dientes,muelas aec ang urchequic uschequic

¿Cómo ha amanecido? emio neizna emes unam emessuno emes unanche

He amanecido bien e tini paed (1) etine pum ayenamoyi

Choclo mang er ers ers

Perro fanú fauk (A) fanun (B) fanum (C)

Leña fachca fachica facch facche

Leñitas tzhutiisFachca fachique fachique

Pato fellu fellu fellum

Vamos a comer amoch fund od funo ix fem amosh fenun amoche fenum

Toro fach fec fac

Candela hog joc

Agua la Ja ja

Nariz fon; fonquic Jione ponen

Ojo loc luc qui josch jot oj

Ocho - 8 langaess jans jac

Algodón xllamu jam jam

Cabeza lec ; falpic jersqui jacse jacse

Pies loc; loceio jock jec jocse

Tierra aeiz leis eis

Gato miss miss miss

Oreja meden; medquic meden meden

Dame un poco de mote met an taez magxllichico metan tu soye metan tut say

Español Forma Carrera Forma María Forma Lorenzo Forma DomingoDeza - 1633 Carbayo - 1920 Colchón - 1920 Reyes y otros - 1936

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Tiene su mujer ssonaeng Ien machi puna ñam mecherque anchimo

Manos maechaec maec quic mechs metse

Dedos; uñas llemño, midi mechse metchse

Maíz mang man man

Cuatro-4 nopaet nopite noc

Siete-7 ñite niete ñete

Cuatro pesos plata nopaet xllaxll nope patacon (A) (B) noc jiai (2) (C)

Cuarenta soles noc ssop napo pun pac jiai

Mar nin nin ponpormai

¿Adónde vas a traer agua? iztaec mit men la ne che jop neche jop

Gallina ñaiñ (3) ñay ñañe ñañe

Uno - 1 onaec oneuque onuc

Buenos días peño caes peinar naus peinas unan sequemoy peinas unam

Buenas tardes peño nerr peinar ners peinas nerrun sequemoy peinas nerrem

Buenas tardes peiness nerto

Palo pup pup pup

Culo ñitir pot potes

Piedra pong pon pon

Abuelo; viejo quixmic; quicmic ñofaen queismach quisonique quismique

Luna remsi rem rem rem

Pescado xllac shoque jiac jiac

Monsefú omaensaefaec surrape siurepe siurrepe

Sol xllang shiam jian jiam

Comida xllonquic shonequi shoneque

Boca ssap sap sappi sape

Tres - 3 copaet sofite soc

Seis - 6 tzhaxlltzha saccer secur

Diez - 10 ciaec sirti sirti

Taita dios diosi ef shep neis japo shep nejap

Abuela; mujer vieja quixmic o ssonto shoponic sofonique

Pelo cac; cac iio sach sach

Cielo cucia sheim sheim

Mote, maíz cocido mangxillchco sollerm say; ismot

Cara tot, toteio toruqe toc

Nueve - 9 tap tap tap

Ve a ese mentiroso acan mo ñeñur acan mo ñete sapec acan mo ñete sap

Ve a ese loco acan mo raemotec acan mo rometec rometecanchimo

Vamos pronto amoch mit ca iñ Chich amoch miquer amoche miquer

Camote opex apene opene

Salud (beber) man an taez aquimanem aquicmanam

Órgano femenino cataer; cataereio caterio catenic

ESTADO DE LA LENGUA MOCHICA A 1938174 dicciones

Español Forma Carrera Forma María Forma Lorenzo Forma DomingoDeza - 1633 Carbayo - 1920 Colchón - 1920 Reyes y otros - 1936

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LA LENGUA

Serrano cunti cunti

Sírvase (comer o beber) tzhacaez ssap culistap cosstap

Negro chfca chfca

Eten etin etin

¿Cómo ha tenido la tarde? ¿emio pamana? ¿emess nert? ¿emess nerr?

Hijo del Diablo fierney ayad fierney iñin

Dinero xallaxll jiay jiai

Dormir ciad jiad jiad

Mujer; hembra mecherraec mecherque mecherque

Cachema (pescado) Mob mob

Huevos mellú mellus mellus

Rezar apein; apaz mesjepeque mejépec

Toma chicha man an taez curzhio man tut cosh manan tut cocho

Noche neiz neiz neis

Marido; hombre ñang ñan ñam

Joven; muchacho C olu ñoven ñoven

Lambayeque ñampaxllaec ñancaipe ñancaipe

Reque requep repap repaneque

Real (moneda) xallaxll rel rrel

Barbón sspaec cuc ssapi tappi sacpi tacpi

Feo tzhaaeng e pisso shepestop ñespe toc

Pene tef teb teb

Boca abajo (volteado) tafquex ssap tote cap tote cape

Bacinilla usercic ustenic

Poto manic vellus vellus

Mazamorra de maíz yemeque yemerque

Trujillo C imor chejmer chejemer

Vamos a dormir amochich ciad amoche jiad

Toma asiento fel an taez felan tut

¿Qué quieres? ¿echaez tem? iches tem

Trasero negro facque potes

Calla la boca xaman taez loc; xaman loc (4)

yarnan loc

Ferreñafe firruñap firriñaf

Recano recpanaque

Narigón utzho fonaez; fon paeco ajpe ponen

Bocón utzho ssapaez; Ssap paeco ajpe sape

Loco como el perro rraemotecan fanu rometec fanum

Éste es ladrón omor chiz mo mis anchi mo

Seco la un; la pir; manen pestap costape

Oye huy

Olla (vasija de tierra cocida) piiu; piiungo palla; ponpotay

ESTADO DE LA LENGUA MOCHICA A 1938174 dicciones

Español Forma Carrera Forma María Forma Lorenzo Forma DomingoDeza - 1633 Carbayo - 1920 Colchón - 1920 Reyes y otros - 1936

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Palangana sin medio ech ssap xllaxll echer sapi jiai

Miserable es éste peñanchu mo

Bien mentiroso es éste peño mo ñeñur ssap (5) peinas mo mete sap

peño fainñeiñ mo (5)

Ve a ese gato acan mo mish

Come un poco de espesado manan tut llemec

Ve a esa criatura acan mo tzhici acan mo ñess

Nariz ñata chupete fone

Me he servido eiñ manan eches suy

Toma otro timo manaez tay

Mantel (paño de mesa) lajuna

Frío chane

Vellosidades del pubis llamu sachipi

Grillo (Gryllus domesticus) chay huac

Caranganozo (piojoso) midan cap

Pescuezo grande utzcho cengque ap pesén

Desnudo rog

Atado (lío; bulto) she meteque

Palangana (jactancioso) jax pulen

Toma poto boca abajo

(beber y voltear la copa) tafquex ssap manan cosstap tote cap

Calor chicahay; chichay

Licor; aguardiente ñesho

Cosa agradable peño nicod achic one

Fuego uf

Embarasada y colérica sec secfane

¿Quién es ése? ¿iñ tin? ¿ich teme?

¿Quieren? ¿Desean? ¿llicaz? ¿lliqueiñ? ¿quisin?

Cuchara tevo

Bajo el monte in ich pulmur ssecaen atut payo neñete

Levántate que es de día tec aen acang e tini tuscan angan atin

Todavía es temprano chipaecaenang neiznana chipacacang atin

Enciende la luz e tini (6) atin

Cuando la luz penetra

por una rendija de la puerta an angas pacho an

Ya es claro acang neizna angang atin

Ya alumbra el Sol acang e tini xllang angang atin Sam

Mujer novelera shaninsic

Cántaro (vasija de tierra) fiá

Pescado salado cais camuñcc

Cemita cercemet

ESTADO DE LA LENGUA MOCHICA A 1938174 dicciones

Español Forma Carrera Forma María Forma Lorenzo Forma DomingoDeza - 1633 Carbayo - 1920 Colchón - 1920 Reyes y otros - 1936

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LA LENGUA

Nieto roñet

Nieta sarñet

El tejido enchesper

Piernas tonaeng choisper

Miserable shupnat

Alma moix amalai

Mesa asemi

Conejo osincois

Jabón japanel

¿Cuándo teje? ¿enerpert?

Trae el poto para artiel otop arap

servir el colao rinser elhualoc

Excremento ñiet jedeñet

Chacra visquic usenic

Roto; rotura jactes

ESTADO DE LA LENGUA MOCHICA A 1938174 dicciones

Español Forma Carrera Forma María Forma Lorenzo Forma DomingoDeza - 1633 Carbayo - 1920 Colchón - 1920 Reyes y otros - 1936

1) A la pregunta hecha, la contestación es literalmente: A SER, el individuo amanece en el dominio pleno de sus facultades, luego: ES.2) Es la manera más acertada y concuerda con la forma original del Padre Carrera Deza.- La palabra «patacón» es un españolismo.3) Esta palabra designa aves en general.4) Xaman: imperativo (quita).

Taez: segunda persona.Loc: pies; «quita tus pies». Desde luego los pies se llevan a toda la persona.

5) Literal: «buena boca de juguete»; «buena boca trae este».6) Literal: A SER. Con la oscuridad no se ven personas y cosas. Haciendo luz, son visibles otra vez; luego: SON.

Este concepto es conservado aún por pequeños pueblos de la costa norperuana. Cuando termina el día y se enciende una luz, todos los presentes se saludan uno a uno, ceremoniosamente, dándose sus correspondientes títulos de parentesco o relación.

La comparación de modalidades con la forma original de Carrera Deza, hecha el año 1644, se refiere a las siguientes notas: A. Nota de Amadeo Vílchez, natural de Eten, al Dr. Villarreal. Palabras tomadas a María Carbayo, a cuyo abuelo enseñó la lengua mochica don Julián

Chafloque. Esta nota es del año 1920. Contiene 75 dicciones que fueron publicadas el año 1921.B. Nota de don Lorenzo Colchón al Dr. Villarreal. Palabras recogidas en Eten. Esta nota contiene 62 dicciones, que como las anteriores fueron

publicadas el año 1921.C. Notas recogidas en Eten y Monsefú por el autor. Parte fue proporcionada por don Domingo Reyes, natural de Eten; y las restantes recogidas

indistintamente de varios vecinos de esos pueblos. Ardua tarea fue recoger las 174 dicciones que constan en esta nota, y son casi todo lo que en laactualidad queda de esta milenaria lengua.

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LA ESCRITURA

GARCILASO DE LA VEGA, en sus ComentariosReales de los Incas, así como lo afirman todoslos cronistas, asegura que los antiguos peruanos

no tuvieron escritura que les permitiera expresar susideas por signos gráficos, a fin de perpetuar los hechosmás importantes de su vida o de sus hazañas. Muy durofue para nosotros, desde el principio, resignarnos apensar lo mismo respecto de la civilización Mochica, quealcanzó en todas las actividades humanas un grado decultura muy avanzado. Era inadmisible que los gestoresde tal cultura no tuvieran una forma, por rudimentariaque fuera, de expresar sus ideas gráficamente, deconservar su historia.

Por eso creemos, fundadamente, que las civilizacionesse forjan cuando, además de contar con todos los mediosde subsistencia en abundancia, conservan una historiaque constantemente revive el pasado, refleja el presentey deja entrever el porvenir. Las artes, ciencias e industriasnecesitan de la historia para alcanzar su mayorperfección, porque sin historia el mundo entero estaríaen el principio, en gestación.

Pero la historia se conserva con más amplitud cuandopara ello se cuenta con medios que son lamaterialización de las ideas y permiten aunar los hechospara consulta de los demás; para que sean, en unapalabra, los derroteros de las nuevas generaciones. Y

aquellos medios son únicamente los signos gráficosconvencionales que vemos marchar progresivamentejunto a la civilización: primero, aparecen como simples“petroglifos” recordatorios, que generalmente usa elnomadismo humano, y luego se convierten en grafíasdiversas que encierran en sí todos los signos paraalcanzar la materialización del pensamiento, en susinfinitas manifestaciones. Estos signos gráficos no son,pues, otra cosa que aquello que universalmentellamamos “escritura”.

Por consiguiente, es la “convención gráfica”,íntimamente ligada a la “convención fonética”, la que alformar el idioma completo permite que por él se aquilateel estado cultural de un pueblo, ya que el pensamientoescrito guarda en sí y propaga todos los progresos deuna verdadera civilización.

La “lengua escrita” está, pues, a tono con el progresocultural de los pueblos, porque no sólo es factor de éste,sino su verdadera alma. Absurdo sería entonces pensarde modo distinto, por cuanto no es posible, de ningunamanera, desligar la “lengua escrita” de la civilización.

Lamentablemente, como decíamos al principio, eso haocurrido con la mayoría de los “cronistas” e historiadoresdel Antiguo Perú, que, reconociendo muchos de ellos laportentosidad de las civilizaciones preincaicas, negaronrotundamente que ellas tuvieran escritura alguna.

Felizmente, en los actuales momentos estamosatravesando por una verdadera época de investigación,cuyos resultados, muy satisfactorios, se están traduciendo

Fig. No. 166.- Mensajero, con su uniforme característico.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (066-006-003)

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en la aclaración de muchos problemas que antañoparecían irrealizables. En el Perú hay, pues, unaverdadera agitación arqueológica: han salido a relucirnuevas tesis, nuevos monumentos que han permanecidoocultos por milenios y muchas interpretaciones sobrenuestro glorioso pasado.

Nosotros, que no somos ajenos a esa agitaciónnacionalista, hemos llegado también a tocar puntosinteresantísimos. En este capítulo queremos presentarnuestras observaciones sobre la escritura mochica, paracontribuir así, modestamente, al campo deinvestigaciones arqueológicas. Ojalá nuestraspresunciones y aseveraciones sirvan para enfocardebidamente el problema, tan discutido, de la escrituraantigua. Helas aquí: observando algunos cántarospictóricos del Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera ylos existentes en otros museos y colecciones particulares,hemos llegado a seleccionar un numeroso grupo de ellosque guardan entre sí marcadas analogías escénicas. Lasfiguras centrales son personajes que aparecen en actitudde correr velozmente, uno tras otro, a través de camposque ostentan, por su aridez y vegetación característica,un marcado barniz costanero (Figs. Nos. 167 y 168).

Estas series, que se repiten a menudo, se distinguenaún más por una indumentaria que casi en generalllevan dichos corredores sobre el cuerpo: un pequeñopaño a manera de trusa, vistosamente adornado,descubierto el torso y luciendo un hermoso tocado quese ata fuertemente bajo el mentón y luego a la faja quesostiene la pequeña trusa. Los miembros inferioresofrecen en parte la epidermis desnuda, porque desde elpie hasta media canilla hay una especie de bota que, ajuzgar por su adaptación a las formas que encierra, nosparece que era tejida, acaso con un producto muyfuerte, como el cuero, o un simple tatuado. Las rodillastambién tienen una especie de defensa, a manera derodelas, y las manos parecen cubiertas con guantes dela misma materia. Sin embargo, esto no se presenta entodos los casos.

Nos llamó mucho la atención, después, notar que encasi todos se repetía el mismo tocado, ya en forma de ungran círculo con la cabeza de un felino al centro (Figs.Nos. 166, 168 y 190) y el contorno adornado conpequeñas semicircunferencias, como medios elipses conla base dirigida hacia la frente; en otros, era un gorrobien exornado con remates superiores en la forma del

cuchillo conocido en la terminología quechua con elnombre de Tumi; y en algunos casos, menos comunes,un gorro corriente del cual emerge un vistoso penachode plumas. En otros cántaros pintados aparecían estosmismos personajes, pero ya con gran dosis deidealización, que se presentaban ora en forma de aves,golondrinas, halcones, lechuzas y demás, o de animalescomo el venado (Figs. Nos. 169, 170 y 171), y enocasiones unidos sus cuerpos por la parte posterior a losde miriópodos.

¿Quiénes eran, pues, estos personajes que aparecíansiempre corriendo, atravesando campos cubiertos devegetación, en unos casos, y en otros a través dedesiertos en los cuales se ven claramente las plantaspropias de aquellos lugares: cactos, “¡uñas de gato!”,“achupallas”, entre otras, y los arenales dunosos,representados por puntos menudos encerrados porlíneas sinuosas? Después de largas meditaciones ycomparaciones llegamos a una conclusión: se trataba,indudablemente, de los antiguos mensajeros o“propios”. En efecto, corroboró nuestra tesis la mismaactitud de estos personajes: tanto por la ligeraindumentaria que llevaban –que les permitía mayorsoltura en los movimientos– cuanto porque todosofrecían el brazo derecho extendido y sujetando unapequeña bolsa que contenía, con toda seguridad, elrecado, y a efecto de ser más fácil la entrega a sucontinuador, como sucede hoy en las carreras depostas. La representación de estas series de corredoresno era otra cosa que la expresión de la continuidad dela carrera realizada por muchas personas destinadas ypreparadas en este oficio; eran los que devoraban lasdistancias conduciendo las noticias y recados.

Como observará el lector, todas las pictografías queinsertamos no hacen sino delatar a los antiguosmensajeros que, como veremos más adelante, perduranhasta los últimos días del incanato, y quedan aún rezagosen los pueblos del interior, donde hoy se les conoce conel nombre de “propios”. No se trata, pues, de losindividuos que Baessler, en su obra Ancient peruvian art,describe como personajes que tienen en la mano unaespecie de tijeras de jardín con las cuales tratan de cortaro podar plantas cercanas a ellos. Lo que aparece comohojas de tijeras son las puntas de cortar o podar plantas,que aparecen siempre cerca de estos seres, y no sonotras que aquellas que representan a las que crecen en

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Fig. No. 168.- Grupo de mensajeros que ostentan diversos adornos para la cabeza, según un vaso pintado.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1670)

Fig. No. 167.- Pictografía que representa a los mensajeros en plena carrera. Obsérvese la gran vivacidad de los movimientos y el vuelo de las aves en sentido contrario.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1671)

Fig. No. 169.- Los personajes simbólicos de la institución en la tarea de descifrar los mensajes y ordenarlos convenientemente.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1706)

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Fig. No. 170.- Mensajeros en escena que muestra los signos de las arenas y las sinuosidades del camino.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (066-005-008)

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los parajes por donde dichos “mensajeros” corren.Ahora bien, conociendo el gran simbolismo mochica

–que hemos advertido ya en muchas escenas de índolediversa a la que tratamos–, bien pronto pudimoscerciorarnos de que los personajes con caracteres deaves eran los “mensajeros”, a quienes los artistasmochicas habían querido caracterizar de tal forma, portratarse de hombres tan veloces como los pájaros; yaquellos que aparecen con el cuerpo de un miriópododemostraban la gran rapidez de la carrera y lamultiplicidad de los pies en el servicio, pues,efectivamente, tenían cien pies para desarrollar lasvelocidades que los casos requerían. Y este simbolismono sólo ha representado al “mensajero” diurno con avesde raudo vuelo que se presentan en el día hendiendo losespacios, sino también ha querido simbolizar a los“mensajeros” nocturnos, representados por lechuzas, queestán también ataviadas en las pictografías con la mismaindumentaria, y a las que –coincidencia curiosa–, comolos griegos, los mochicas consideraron personificación dela sabiduría. Mediante estos “mensajeros” (familias dehombres expertamente entregados), los mochicaspudieron llegar a establecer un sistema decomunicaciones eficiente, que permitió difundirsimultáneamente todos los adelantos que paso a pasofueron alcanzando, y a enterarse de todo lo que ocurríadentro de su territorio en poco tiempo.

Eran, por lo tanto, miembros de una importantísimainstitución que había que buscar en la cerámica, y similara la denominada chasquis, que los incas emplearon

eficazmente cientos de años más tarde, y de la quetambién se sirvieron los mismos conquistadores.

Pero si éstos eran los que llevaban los mensajes ensus pequeñas bolsas de largas puntas, que les permitíapasarlas de una mano a otra con presteza, quedaba porsaber cuál era su contenido a fin de comprender laimportancia del medio de comunicación escrito queexistía. Era indudable que este medio existía yaperfeccionado, y no quedaba sino echarse a buscarlo.

Analizando más y más las pictografías, pudimos notarque en muchas de ellas se presentaban, junto a losbrazos de los “mensajeros”, y muy cerca de las bolsas,unos raros frutos (Fig. No. 171), además de numerososgranos de pallares. ¿Cuál era el significado de estaproximidad y qué papel desempeñaban los frutos ypallares? ¿Qué relación existía entre los mensajeros yestos pallares que continuamente se veían pictografiados?Después de pacientes investigaciones en nuestras visitasa la sierra y distintos lugares del litoral, pudimoscomprobar una semejanza notable entre los extrañosfrutos y los de la planta llamada ulluchu, que es de coloramarillo y comestible. Alrededor de la planta de ulluchu(Figs. Nos. 172 y 173) existe una original supersticiónentre los campesinos de la sierra y los pobladoresindígenas de la costa, especialmente en Virú y Moche.Para coger las bayas es necesario acercarse al árbol conel mayor sigilo y sin pronunciar una sola palabra, de locontrario, al menor ruido, se tornan amargas y no esposible comerlas. ¿Representan acaso estos frutos elsímbolo de la discreción y silencio que debían encarnar

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Fig. No. 171.- Mensajeros idealizados. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1695)

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Fig. No. 173.- Representación escultórica del fruto de ulluchu, símbolo de la discreción y del silencio. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (109-002-007)

Fig. No. 172.- El árbol del ulluchu, según un vaso pictografiado. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera.

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Fig. No. 174.- Pallares sacados de diversas pictografías mochicas, empleados como signos ideográficos.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

primordialmente los mensajeros mochicas? Es muyposible que así sea, pues, como veremos más adelante,los mensajeros también intervienen en el desciframientode los recados.

En la lámina No. 46 de la obra de Baessler, ya citada,pudimos notar que en una de las bolsas llevada por unmensajero idealizado había un dibujo elíptico muyparecido al pallar. Algo más: lo raro era que los pallarespictografiados no tenían las pintas y manchas deformación natural que se encuentran por lo general enellos; comparados con los granos que se cultivan en laactualidad, comprobamos que éstas eran variadísimascombinaciones, no solamente en relación con las

manchas y puntos –que es lo que comúnmente seencuentra–, sino que en algunos había rayas y dibujostan bien combinados y dispuestos que no podían sernaturales (Fig. No. 174).

En la pictografía que aparece en la figura No. 175 (queanteriormente habíamos considerado como una escenaagrícola de encolcamiento de granos) pudimos observarque no solamente estaban representados en ella lospallares en mayor diversidad y adornados con variedadde dibujos, sino que también se encontraban allí losfrutos extraños a los que nos hemos referido antes.

La pictografía, como se ve, está repartida en treszonas sobre la superficie curva del vaso, zonas que

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Fig. No 175.- Grupo escénico que nos ha dado la solución del problema de la escritura. Obsérvese a los jefes, mensajeros y sabios que intervienen en el envío, transporte y desciframiento de los mensajes.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1705)

Fig. No. 176.- Un sabio descifrador llevado en andas; detrás van sus ayudantes y colaboradores.Colección Sra. Hortensia V. de Ganoza

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Fig. No. 177.- Escultura de venado que simboliza al mensajero. En la superficie del globo aparece pictografiado el camino. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (066-003-007)

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Fig. No. 178.- Zorro ataviado con la vestimenta del mensajero. La pictografía es una escena idealizada. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (066-004-003)

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Fig. No. 179.- Cabeza de zorro que ostenta el gorro del mensajero mochica.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (068-004-005)

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Fig. No. 180.- Escultura de otro zorro que simboliza al descifrador de los mensajes. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (068-007-003)

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Fig. No. 181.- Zorro con la indumentaria y los instrumentos que utilizaba el descifrador mochica. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (068-006-011)

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anteriores. Ambas escenas aparecen realzadas con lasindumentarias y atavíos de los mensajeros. Por lo tanto,estas escenas vivas y simbólicas nos llevan alconvencimiento pleno de que entre los mensajeros y losdemás animales representados existía una íntima relación.Luego, la conclusión lógica no sería otra que la de quetodos pertenecen a una misma institución.

Nos preguntamos ahora: ¿Por qué la presencia dezorros antropomorfizados? ¿Por qué están vestidos yataviados como los mensajeros? En otro ejemplarencontramos algo más importante que aclara estavinculación. Sobre el cuerpo globular del cántaro queaparece en la figura No. 178 emerge el retrato escultóricode un zorro regiamente ataviado con todos losimplementos del “mensajero”, y sobre la superficie curva,una interesante escena de los mensajeros corriendovelozmente, hecha con gran dosis de idealización. ¿Quénos indica todo esto?

En uno de los capítulos de su obra, Garcilaso de laVega nos habla, al referirse a las creencias religiosas delos indios de la costa norte del Perú, que éstos adorabanal zorro por su sabiduría y su astucia. Sabemos, además,que a través del desarrollo de las civilizaciones en elmundo, siempre el zorro ha simbolizado la astucia y lainteligencia. Por lo tanto, tenía que existir una estrecharelación entre estos animales simbólicos y los mensajeros.Las pictografías, de un lado, corroboran la afirmación deGarcilaso, y de otro, nos dan un nuevo apoyo para llegaral fin de nuestro estudio satisfactoriamente.

En efecto, los “mensajeros”, que fueron los primerosque identificamos, nuevamente los encontramos en estasescenas. Falta saber ahora qué papel desempeñaban loszorros que con tanta alegría desentierran y señalan lospallares. Cotejadas las relaciones y noticias acerca del rolque han jugado estos animales dentro de las religionesprimitivas, y observando detenidamente las funciones aque estaban dedicados en la escenografía queofrecemos, no podemos llegar a otra conclusión lógicaque la de señalarlos como el alma y cerebro de lainstitución; seres que representan la inteligencia no sonotros que los sabios e intérpretes dedicados a enseñar lahistoria, a descifrar los mensajes y transmitirlos. De allíque los veamos representados constantemente en lacerámica, donde no sólo aparecen pictografiados, sinotambién modelados (Figs. Nos. 179 a 181). En lasrepresentaciones escultóricas aparecen en la misma

actitud, sentados y sonrientes, regiamente ataviados,sus ropas adornadas muchas veces con granos depallares y lentejuelas hechas posiblemente de oro. Sufrecuente representación, tanto en la pictografía comoen la escultura, revela a las claras la importancia deestos seres simbólicos, a quienes se debió rendirverdadera reverencia.

Recorriendo de nuevo las escenas descritas, veremosclaramente destacarse al gobernante con rasgos felínicos; aljefe de comunicaciones, simbolizado por una enorme avede rapiña de mirada inteligente y penetrante; a la sabiduría,que es representada por los zorros; al tigrillo y el jaguar,que acaso están simbolizando la fuerza, el poder y laimportancia de la institución; las aves, escogidasespecialmente por su vuelo rápido, indican la celeridad enlas comunicaciones. El venado, cuya destreza para treparmontes y cubrir llanos es proverbial, simboliza en este casoa los mensajeros, que tenían que atravesar largos campossin sendas para poder llegar a los sitios en guerra; losvenados aparecen generalmente en la escultura como losmensajeros guerreros. Y por último, la vizcacha –cuyosrápidos movimientos y vivacidad no escaparon a los ojosdel artista mochica– está simbolizando a personajes de estainstitución con cualidades tan útiles en estos casos. En estapictografía haría falta únicamente el ciempiés, designificación ya conocida, para completar el maravillososimbolismo del engranaje de una institución tan destacaday cuyos servicios han sido valiosísimos.

Nuestra interpretación de la escena anterior, que es enrealidad la clase de descubrimiento que hemos hecho, hasido completada por el hallazgo de una nueva pictografía(Fig. No. 182), donde aparecen el venado, el felino y elzorro que encontramos en la primera cántara descrita.

La actitud de los sujetos en el momento de descifrarlos mensajes no puede ser más real: sentados, el unofrente al otro, sacan los pallares de la arena paraponerlos en forma ordenada y en hileras, como siquisieran, sobre la base de ellos, engarzar las sentencias.Todos tienen en sus manos las rejillas que utilizaban.

Sirviéndonos de eje esta comprobada interpretación,hemos podido hacer otras identificaciones. Entre ellas, lade seres humanos que aparecen en la misma actitud quelos zorros dentro de la escultura: tienen en sus faldas lamisma bolsa y visten de la misma manera que losmensajeros. Se trata de la representación simbólica de lacasta que tenía el privilegio de la sabiduría.

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Fig. No. 182.- Cántara pictografiada donde aparece el venado en compañía de un felino descifrando los pallares.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XXC-000-017)

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Fig. No. 183.- Mensajeros que llevan en las manos manojos que constituyen una nueva modalidad de mensaje.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1677)

Fig. No. 184.- Mensajeros descifradores, con la bolsa y el instrumento que se utilizaba para la confección de los mensajes, según un vasopintado. En la ilustración se aprecia el remate de los gorros en forma de Tumi.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1685)

Fig. No. 185.- Pictografía que revela la marcha de un mensajero guerrero, muy bien simbolizado.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1584)

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Nuestro problema se hace más interesante aún con lafigura No. 183. Reconocemos en ella a los mensajeros yaidentificados, pero con una particularidad muy notoria,que hace sumar un nuevo aspecto a la ideografíarepresentativa de los mochicas: los “mensajeros” no llevanen este caso bolsas, sino unos objetos cuya forma seasemeja al espinazo de un pez. Sin duda alguna, éstos,como los pallares, tenían el mismo fin. La elasticidad queofrecen y su representación nos revelan que no se referíana maderas preparadas, mucho menos a ramas de árboles,como alguien podría deducir por la forma, ya que sushojas y varillas tendrían que estar sujetas a una maneraespecial de representación y además a sufrir caídas yroturas, si se tiene en cuenta el gran trayecto que habíande recorrer los mensajeros y el cambio rápido que teníaque hacerse de mano a mano. Para este caso, la únicaexplicación consiste en que estas originales ideografíasestén hechas de cordones atados a uno central, en formade palma, y que representen acaso los motivosprecursores de los quipus incaicos. Y esto es muy posible.Desgraciadamente, es el único documento de estanaturaleza con que contamos. Esperamos conseguir unmayor acopio de ellos y enfocar debidamente nuestrainvestigación para emitir un juicio preciso y ejecutoriado.

Volviendo ahora al asunto de los pallares quefrecuentemente se encuentran en estas escenas y en laforma particular como los vemos en la pictografíadescrita, estos granos no tienen las mismas pintas ymanchas que los naturales. Son manchas y puntosconvencionales que encierran, con toda seguridad,ideas. He allí por qué se preocupan de ellos losgrandes jefes, los portan los “mensajeros” y losconservan los zorros, sabios e intérpretes. El hecho deenterrarlos en arena es precisamente el encolcamiento,que tiende a preservarlos de las plagas queconstantemente atacan a esta leguminosa.

Para comprobar además que dichas manchas sonconvencionales, tenemos la pictografía que aparece en lafigura No. 184. En ella hay un individuo en forma de avecon el mismo penacho de plumas que caracteriza a lainstitución y con un instrumento en la mano y unapequeña canasta o bolsa igual a la que tienen los zorros.Frente a este individuo hay pallares pintados con formasdiferentes. Es indudable que éste es el instrumento conque se pintaban o grababan los pallares, de acuerdo conel mensaje que se iba a transmitir.

Más tarde, el artista mochica no sólo ha queridodemostrar el uso de los “mensajeros”, sino dejarnos undocumento más real, que nos dé una verdadera idea delos mensajes. En la pictografía que insertamos en lafigura No. 185 aparece una serie de pallares. La yemagerminativa de cada uno de ellos está representada porrostros de zorro y rostros humanos; todos tienenpequeños brazos y llevan en la mano el mismoinstrumento puntiagudo en forma de maza que vemosrepresentado en la pictografía descrita en el acápiteanterior. Tienen también miembros inferiores humanos,signos del movimiento de traslación, y están en actitudde correr, lo mismo que los “mensajeros”. Atraviesancampos sinuosos, con una serie de puntos querepresentan la arena.

Si no hubiéramos visto en la pictografía querepresenta un banquete los platos y recipientes delíquido provistos de pequeñas piernas para simbolizar elmovimiento de los mismos hacia los comensales,diríamos que esta pictografía no vendría a ser sino elresultado de la creación fantástica del artista mochica,pero no sucede esto. Conociendo ya su simbolismo, quetraduce su manera de expresar gráficamente, y la formacomo expone sus ideas, podemos asegurar que se tratade la marcha de su mensaje, y por esto vemos aquí yallá, entre uno y otro personaje, los frutos y pallarespintados a que nos hemos referido.

Tenían, pues, los mochicas, además de la pinturaescultórica, material de los objetos, la escritura simbólica;es decir, contaban con el segundo paso que los hombreshan dado como medio para comunicar su pensamiento.

Hay pueblos como los malasios de Sumatra, cuyosmensajes se forman por pequeños paquetes quecontienen diversos objetos o cosas. De acuerdo con lasporciones y cantidad de ellos –pueden ser sal, pimienta ydemás– tienen el significado de amor, odio u otro.

No se trata en este caso de una escritura iconográfica,como ha clasificado Brinton a la escritura de los mayas.

Los indios de Illinois tienen un sistema muy curiosode escritura: la lluvia, por ejemplo, está representada portres círculos; arder o quemar, por dos; la luz o el sol, porcinco pequeños círculos. Los esquimales representan lasaves por medio de cruces; el hombre, con una líneavertical gruesa.

Me inclino a creer que es más o menos éste elsistema de escritura simbolizada que empleaban los

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mochicas, con signos establecidos y combinados quedaban la forma escrita del lenguaje.

Indudablemente, no se puede decir que ese medio deperduración y comunicación de los hechos haya llegado aun grado de perfección notable. Creemos que la escriturase refirió únicamente a ciertas convenciones quedelataban claramente los hechos en forma gráfica, ydejaban las frases y oraciones para la mejor interpretacióndel sujeto frente a los signos, rayas o círculos. Sinembargo, a medida que nos internamos más aún en estearduo y delicado problema, creemos firmemente quealcanzaremos mayores puntos de vista, para llegar aconclusiones científicamente sancionadas, y no estarálejos el día que formemos un verdadero “abecedario” deinterpretaciones. Pues a más de los documentosetnológicos con que contamos, tenemos fuentestradicionales muy ricas que aún no han sido explotadas.Destaca entre ellas un curioso sistema que se empleaactualmente en la sierra por algunos campesinos, elmismo que se ha usado por los viejos pobladores dePaiján y otros pueblos indígenas del valle de Chicama: enla cosecha en los fundos de la sierra, los habitantes, queno entienden de números y menos contar, llevan laestadística de su chacra y de sus ganados en pequeñasbolsas de diferentes colores, a las que denominan“talegas”. Cada bolsa corresponde a una de las chacrasconocidas con su nombre. De acuerdo con el número desacos que produce cada chacra, se pone en la talega elnúmero correspondiente en ñuñas o maíz, de conformidadcon el vegetal y la cantidad producida. También llevan lascuentas de su ganado en la misma forma, utilizando encada clase gramos diferentes y señalando hasta elcolorido. Las ovejas están representadas por los chochos;las vacas, por las ñuñas y demás.

En la costa también se ha utilizado el mismo sistemapara la cuenta del ganado, y se ha empleado para elcaso los frijoles y pallares, de ahí que hasta hoy sellamen todavía “carneritos” a los frijoles y “vaquitas” a lospallares, por la asignación que tenían antes de la cuenta.

Son estos rasgos vestigios de los viejos sistemas denuestros antepasados, que los empleaban no sólo en lanumeración, sino teniendo en consideración cómo sepintaban o grababan artificialmente las legumbres de uso;en este caso, ya no representando números, sino ideas yrecuerdos; los granos, así, servían para la expresión delpensamiento mochica.

Hemos recolectado, para mejor comprobación, granvariedad de pallares manchados, con el objeto decompararlos con los que aparecen pictografiados en losnumerosos vasos de la cerámica mochica. Aunque existeuna marcada similitud entre ellos, es la rara disposiciónde sus pintas y manchas lo que atrajo el espíritu artísticodel mochica para emplearlos como signos ideográficos,como portadores de mensajes. De ninguna manera, porlo tanto, podemos decir que las pintas que aparecen enlos pallares pictografiados hayan sido copiadas de losnaturales: ellas encierran, con toda seguridad, ideas yexpresiones del lenguaje escrito. Quizá si los ceramiosque aparecen completamente adornados de pallares nosean sino verdaderos documentos con narraciones de lainteresante historia mochica (Figs. Nos. 186 y 187).

Todo esto ha sido ampliamente comprobado con losvaliosos obsequios hechos al autor por el distinguidoingeniero Sergio Gallardo, verdadero amante de nuestropasado, que al leer el artículo sobre escritura mochica,publicado en los diarios de Lima, le envió un pallarsacado de los cementerios de la hacienda Tambo Real,que ostenta signos ideográficos. Este documento (Figs.Nos. 188 y 189), único en el mundo, es la prueba másconcluyente de nuestra teoría. Parece que los escogíanespecialmente por su gran tamaño. El que tenemos a lamano es de color pardo brillante, como si le hubieranpuesto una materia resinosa para su mejor preservación;ofrece complicados grabados en una de sus caras, sobrela base de líneas quebradas y puntos idénticos a los queencontramos en las pictografías; en la otra presentatambién algunas rayas, pero más sencillas. Este hallazgono solamente comprueba en forma más amplia nuestrasteorías, sino que ha resuelto una de las más grandespreocupaciones del autor: saber cómo coordinaban losmensajes. Como ya llevamos dicho, la cara principal delexcepcional documento que nos ocupa se destaca por sugran riqueza de signos; en cambio, el otro lado sóloexhibe una simple combinación de rayas que, sin dudaalguna, constituyen expresión inequívoca de lanumeración mochica. A base de estos números se hacíanagrupaciones en las rejillas hasta lograr dar unidad alcontenido del mensaje.

Al adquirir el autor de este libro la colecciónarqueológica del señor C. A. Roa, toda ella fruto dehallazgos realizados en la hacienda Santa Clara, en elvalle de Santa, encontró, entre los múltiples y pequeños

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Fig. No. 186.- Cántara mochica adornada con signos ideográficos.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (067-005-003)

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objetos que la enriquecen, cuatro pallares del tipodescrito en el acápite anterior, pero con signosideográficos mucho menos pronunciados y más sencillosque aquél. Una detenida observación de estosdocumentos convence de su comunidad de origen con elpallar que tanto ha contribuido a esclarecer este perfil dela cultura mochica.

En la misma colección hallamos una serie de bolsashechas de cuero curtido de llama en forma no conocida yen magnífico estado de conservación. Estos objetosconsisten de un fragmento de piel que ha sidocuidadosamente doblada ni más ni menos que porpapeles que se usan en la filtración de los productosquímicos. Todo el conjunto ofrece una forma alargada quepermitía su fácil manipulación. Las bolsas llevan en unode sus extremos un cordón largo hermosamente tejido que

servía para atar el envoltorio. Todas ellas contenían unpolvo blanco y un pedazo agudo de cuarzo, sustanciasque nos inclinamos a creer que servían, la una, para darmayor visibilidad a las incisiones, y la otra, a manera depunzón, para hender mediante las incisiones la superficiedel pallar (Figs. Nos. 191, 195, 196a y 196b).

Las figuras Nos. 192, 193 y 194 nos muestran pallareshumanizados. En la yemecilla del embrión o gémula losmochicas han figurado el rostro de un individuo, de talmanera que el cuerpo mismo del pallar forma la parteposterior de la cabeza. ¿Quiere acaso esta figura simbólicadecirnos que los mochicas descubrieron que el órganocreador del pensamiento era el cerebro? No hay duda deque los mochicas, con esta creación simbólica, quisierondejar sentado que en cada pallar, cubierto de signosideográficos, existía latente un pensamiento, bullía una

Fig. No. 187.- Signos ideográficos que ornamentan la superficie globular de un vaso mochica. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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Fig. No. 188.- Pallar con incididos de gran valor ideológico; notabilísimo documento arqueológico que fueobsequiado al autor de esta obra por el ingeniero señor Sergio Gallardo.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (067-004-065)

Fig. No. 189.- Revés del mismo pallar, cuyo incidido es menos complicado puesto que se trata de un signonumérico.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (067-004-005)

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LA ESCRITURA

Fig. No. 190.- El mensajero nocturno simbolizado con caracteres de la lechuza.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (066-003-001)

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Fig. No. 191.- Felino ataviado de mensajero con la bolsa de pallares entre las manos. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (068-005-006)

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LA ESCRITURA

idea. El rostro del individuo dentro de la zona generatrizde vida del pallar es algo concluyente sobre la fuerzasimbolista mochica, que perenniza el mecanismotransmisor del mensaje contenido en un pallar mediantesus signos. En esta forma, el pallar encerraba pensamiento,acción y vida. Estos originales vasos votivos de pallareshumanizados son pruebas irrefutables de ese poderososimbolismo del mensaje vivo y fácil de ser transmitido.

El padre Morúa, en sus importantes Crónicas sobre elPerú, nos ofrece un dato de gran valor sobre laimplantación de los chasquis en el Imperio delTahuantinsuyo. Nos dice que se instituyeron a partir delreinado del Inca Túpac Yupanqui, quien, como se sabe,fue el que dominó a los pobladores del norte. Estareferencia nos demuestra claramente que hasta entoncesla institución que estudiamos no era conocida por losanteriores monarcas incas, y que sólo cuando TúpacYupanqui se posesiona del señorío de los chimús escuando se establece, y que no fue otra cosa que la copiafiel de la que existía entre los viejos norteños, que a suvez la heredaron de sus antecesores, los mochicas.

Para corroborar mayormente nuestra teoría sobre laescritura queremos, por último, presentar otrosdocumentos que hemos encontrado entre los objetos dehueso tallado, venidos del valle de Santa y cuyosgrabados se insertan en el capítulo sobre escultura. Setrata de implementos en forma de espátula, muyparecidos a los que llevan los zorros de las figuras Nos.180 y 181. Dichos objetos, que tienen en su mango larepresentación del mensajero con la mano cerrada,calada, grabada o esculpida, nos comprueba que eranutilizados por los escribas mochicas para trazar con ellos,

sobre los pallares, las líneas rectas y quebradas queencontramos en el transcurso de nuestras investigaciones.Sus extremos, cuidadosamente afilados, sirvenperfectamente para realizar el grabado, pues lo hemosexperimentado con resultados felices.

Son muchas, pues, las pruebas que presentamos eneste capítulo que desbaratan las creencias del ayer acercade que los antiguos peruanos no conocían la escritura.Este sistema de materializar el pensamiento se creó enesta zona norte del Perú, y fue tan importante que losnascas lo adoptaron plasmando en sus tejidos infinidadde pallares variadísimos por su colorido y por los signosideográficos que contienen; y no solamente secontentaron con esto, pues también adoptaron el sistemade los chasquis, comprobado ampliamente en un vasonasca que se encuentra en el Museo Nacional VíctorLarco Herrera de Lima, que contiene escenaspictografiadas de los mensajeros, muy similares a las quehallamos en los vasos mochicas de esta región.

El mochica no conoce el papel ni el papiro, pero síencuentra en la película suave y duradera que cubre alos pallares un material adecuado para dejar grabadossus pensamientos, y en el grano mismo un elemento defácil manipulación y transporte para el fin de losmensajes. Y no podía esperarse otra cosa del exuberantecerebro mochica, para crear tan singular y valiososistema ideográfico, único en el mundo.

Ante las pruebas irrefutables que ofrecemos en estecapítulo, hoy ya se puede decir, contra la opinión desabios y cronistas, que los antiguos peruanos tuvieronescritura, y aseverar rotundamente que fue todo unsistema ingenioso, muy digno de sus creadores.

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Fig. No. 192.- Pallar humanizado, visto de perfil.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (067-004-007)

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LA ESCRITURA

Fig. No. 193.- Pallar humanizado: interpreta el verdadero concepto que tenía el mochica del mensaje.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (067-004-008)

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Fig. No. 194.- Pallar que simboliza al mensajero guerrero. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (067-004-010)

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LA ESCRITURA

Fig. No. 195.- Personaje ataviado con la misma indumentaria del sabio, la bolsa de pallares y el punzón. Es el verdadero representante del escriba.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (068-003-007)

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Fig. No. 196a.- Bolsa para portar los pallares.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (067-004-001)

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LA ESCRITURA

Fig. No. 196b.- Bolsas que servían a los mochicas para portar los pallares.Museo Arqueológico Rafel Larco Herrera (067-004-004; 067-004-002; 067-004-003; 067-004-001)

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GOBIERNO

LOS VESTIGIOS DE CONSTRUCCIONES URBANASy rústicas que acusan una numerosa población, lanotable expansión agrícola fomentada por trabajos

de irrigación y los restos de monumentales obrasarquitectónicas y de verdaderas redes viales constituyenprueba fehaciente de los excelentes métodos de gobiernoque organizaron la vida mochica. Todo ello fue obra quesólo se hizo efectiva de conformidad con planes queexigieron en su ejecución muchos años de laborioso yconstante esfuerzo, que, además de revelar elprovechoso fruto de un cuidadoso estudio de losproblemas políticos por los hombres más capaces, poneen claro el profundo sentido del estadista mochica, queno cuidó únicamente de proporcionar a su pueblobienestar material y asegurar la satisfacción de susprincipales necesidades, sino que lo encauzó hacia suengrandecimiento cultural, promoviendo el desarrollouniforme de las ciencias –entonces embrionarias–, lasartes y las industrias, en tal grado de adelantocomparativamente con las otras regiones suramericanas,que no fue separado por los agregados sociales quesucedieron a los mochicas.

El acueducto de Ascope, el canal de La Cumbre, laHuaca del Sol y otras importantes huellas de la culturafenecida que estudiamos no pueden haber sido sino

fruto de la labor de un gobierno integrado por hombrespreparados en su ramo, a la vez que animosamentedispuestos, que lo engrandecieron y que, desafiando altiempo, se ofrecen a nuestros ojos para suscitaradmiración. Infinidad de ideas despiertan en nosotros lacontemplación de estas obras acerca de la organizaciónpolítica que pudo hacerlas viables. Es evidente que susmétodos de gobierno fueron de un marcado sentidosocialista, como acaeció en todas las colectividadesagrarias del Perú antiguo y del Nuevo Mundo. Losdocumentos que tenemos a la vista prueban la presenciade un gobierno dinástico, teocrático, omnipotente,orientado por normas severas, dentro de las cualesalcanzaba premio todo mérito y acción generosa, ycastigo ejemplar toda falta. Tal cauce fue el más segurocamino de engrandecimiento de los mochicas. Su mismoarte, que llegó a elevado grado de perfección, denunciala presencia de una mano fuerte que lo impulsó y le hizoescalar los más altos peldaños.

La falta de pruebas precisas nos veda, por ahora,entrar en el conocimiento íntimo de la organizacióngubernativa mochica; ignoramos cómo se distribuía laadministración. Sin embargo, con el auxilio de lacerámica obtenida en las necrópolis, hemos podidoaclarar algunos de los puntos que trataremos enseguida.

Estudiando detenidamente los llamados huacosretratos y las pictografías en todas las coleccionesparticulares de esta región y las existentes en el MuseoRafael Larco Herrera, hemos podido comprobar lo

Fig. No. 197.- "Cie-quiech" o Gran Señor, la autoridad política suprema mochica.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (047-004-003)

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siguiente: primero, la existencia del “Cie-quich” o GranSeñor (Fig. No. 197) y los infantes herederos; segundo,la existencia de “Alaec” o caciques (Figs. Nos. 198 ysiguientes), representantes inmediatos del “Cie-quich”; ytercero, en qué consistían las actividades desplegadaspor estos señores, sus usos, sus costumbres, susceremonias, entre otras cosas. En efecto, desde elprincipio nos llamó grandemente la atención saber porqué varios rostros se encontraban repetidosprofusamente dentro de un solo sector o en la totalidaddel territorio mochica. Así, por ejemplo: el primer rostrode la figura No. 201 fue hallado en la haciendaGarrapón, en el valle de Chicama; el segundo, en elvalle de Virú, y el tercero, en el de Santa. Como se ve,todos no se refieren sino a un solo rostro, pertenecientea una persona regiamente ataviada, la misma que llevatodas las trazas de ser un gran señor o jefe.

En la figura No. 202 aparece otra serie de huacosretratos que también constituyen expresión fisonómica deun solo sujeto. El primero fue hallado en el valle deChicama y el segundo en Santo Domingo, en el valle deSanta Catalina. No obstante las distancias que medianentre los lugares citados, en nada ha variado el rostro deljefe que ha querido representarse, salvo ligerasalteraciones en los atavíos de la cabeza. Tenemos otroejemplo más en la figura No. 203. Las tres caras queaparecen en ella se refieren, asimismo, a un soloindividuo: la primera cantarilla fue hallada en la Huacadel Sol, en el valle de Santa Catalina; la segunda, en laspampas de Jagüey, en el valle de Chicama; y, finalmente,la tercera, en Santa Elena, en el valle de Virú. ¿A quérazón se debe esta repetición de rostros hallados enlugares diferentes, ya sea en la comprensión de un valleo de otros? ¿Qué revela tal hecho? Para nosotros,sencillamente es la representación de los jefes, deaquellos seres superiores cuya voluntad se extendíasobre todo el territorio mochica o en determinado sector.La propagación de sus rostros obedecía al sentimientopolítico religioso del pueblo; pues así como en laactualidad está en boga difundir los retratos de losgobernantes en sus respectivas naciones, de la mismamanera, entre los mochicas se acostumbró repartir elbusto escultórico del Gran Señor en todo el territorio desu mando o del cacique en la jurisdicción que lecorrespondía. En este aspecto, hoy sólo se ha variado elsistema de difusión: las costumbres, por ley de atavismo,

son las mismas, aun cuando el ropaje con que sepresentan sea diferente.

En algunas de estas series de retratos hemos podidocomprobar el rostro del mismo individuo en diferentesedades: su juventud, cuando su rostro comienza amarcarse por los signos de la madurez, y destaca lapersonalidad del individuo; y el momento en que losaños dejan marcadas sus huellas en profundas arrugas ycompleta flacidez en los músculos.

Los ejemplares repetidos exhumados en diversastumbas prueban claramente que aquellos que secircunscribían a un solo sector o valle correspondían al“Alaec” o jefe inmediato inferior, y aquellos que seextendían en todo el territorio representaban al GranSeñor o “Cie-quich” (Figs. Nos. 204 y 205). Y estasexpresiones humanas no solamente se hallan repetidasen los bustos escultóricos, sino que también seencuentran en los modelados de cuerpo entero, yaasentados sobre tronos o en otras actividades, querepresentan al gobernante haciendo justicia, dedicadoal culto o a otros quehaceres dignos de su misión. Enla figura No. 204 aparece una serie de modelados decuerpo entero pertenecientes a los jefes mochicas, losmismos que se distinguen por su asombroso realismoy la gran riqueza de detalles que exhiben. Se refierena un solo tipo, que se encuentra indistintamente entodos los valles.

La presencia de rostros jóvenes regiamente ataviadosdesperdigados en todo el ámbito mochica nos revela laexistencia de los infantes herederos, quienes desde niñosya debían ser conocidos del pueblo; o bien, songobernantes que en temprana edad asumieron el mando.En la figura No. 206 se puede ver el rostro de uno de losfuturos “Cie-quiech-aen”.

Juzgamos inoficioso intentar una relación detallada dela procedencia de tan numerosas representacionesrepetidas que se ofrecen a cada paso; sin embargo, esinteresante anotar que todas las representacionesescultóricas relacionadas con un mismo individuo estándotadas de igual técnica de modelado y pertenecen,como se explicará en el capítulo dedicado a la cerámica,a una de las épocas del desarrollo esencial del artealfarero. Así, vemos en la figura No. 201 huacos de asaun poco achatada y de piso largo; en la figura No. 202 elasa es alargada y proporcionada y el pico largo; en lafigura No. 203 el asa es achatada, pequeña y de pico

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Fig. No. 198.- Alaec con indumentaria guerrera y ostentando la joya distintiva de su categoría.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (043-004-007)

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Fig. No. 199.- Jefe con un látigo –signo de autoridad– en la mano.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (033-004-005)

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GOBIERNO

Fig. No. 200.- Busto retrato de un jefe. Curioso espécimen que sólo se halla en la hacienda Salamanca del valle de Chicama.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (048-003-002)

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Fig. No. 201.- Bustos retratos de un solo jefe, los mismos que han sido encontrados (de izquierda a derecha) en los valles de Chicama, Virú y Santa, respectivamente.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XXC-000-014; 053-004-003; 052-004-002)

Fig. No. 202.- Bustos retratos pertenecientes a un mismo jefe, los cuales han sido hallados (de izquierda a derecha) en los valles de Chicama y Santa Catalina (Santo Domingo), respectivamente.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (048-004-003; XXC-000-004)

Fig. No. 203.- Otro busto de jefe que se ha encontrado repetido, cuyos ejemplares han sido hallados en la Huaca del Sol, valle de SantaCatalina y valles de Chicama y Virú, respectivamente.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (048-006-001; 048-008-002; 048-006-003)

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Fig. No. 205.- Repetición escultórica del cuerpo de un alto jefe. Los ejemplares se encontraron también en todos los valles del mismo territorio mochica.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (033- 003-003; 033-003-004; 034-005-010; 068-003-002)

Fig. No. 204.- Series de esculturas que representan a un mismo jefe encontradas indistintamente en todos los valles del territorio mochica. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (035-004-007; 035-004-001; 035-006-004; 035-004-003; 035-006-007; 035-003-005; 035-006-003; 035-004-

002; 035-004-009; 035-004-006; 035-004-010; y 035-004-011; 035-004-012)

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Fig. No. 206.- Busto retrato de un niño que exhibe atributos de jefe.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XXD-000-D02)

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corto y acampanulado. Esta observación es de graninterés porque nos ratifica en forma fehaciente laexistencia de los gobiernos de estos grandes jefes endiferentes épocas de la vida de esta unión de tribus almando de “régulos” o como quiera llamárseles. Mástarde, después de un estudio detenido, creemos que nosserá posible precisar la época y la sucesión de lasjerarquías gobernantes, teniendo en cuenta los estilosque predominan en cada una de ellas.

La presencia de representaciones escultóricas de losjefes en las tumbas demuestra el hecho de que era unverdadero privilegio para el mochica –en su concepto– iral sepulcro acompañado de las efigies de sus señores, afin de quedar siempre junto a ellos y poderles así rendireterna pleitesía.

Los jefes mochicas eran gobernantes omnipotentes, yes así como disponían de las vidas de sus subordinadoscuando no le imponían castigos a veces temerarios. Enmanos de estos grandes señores estaba concentrado elgobierno; eran ellos los que manejaban la máquina delEstado. Para ser debidamente representados en todas lasagrupaciones del país, aun en las más apartadas,delegaban sus poderes en otras personas y establecíanuna completa jerarquía de gobernantes. Creemos, dada lamodalidad de gobierno que nos ocupa, que éste sehallaba centralizado en las manos del gran jefe. Encuanto a los rostros escultóricos, cada uno circunscrito adeterminada localidad, resulta, pues, la fiel

representación del jefe de la sección territorial o pueblo;se trata acaso de hombres de la familia real o allegadosdirectos de los “Cie-quich”.

Sus usos y costumbres, felizmente, se han mantenidoestampados con cierta fidelidad en las pictografías de losvasos votivos. Como se verá en las ilustraciones,habitaban espaciosos palacios desde donde impartían susórdenes, y se instalaban en elevadas construccionesescalonadas para recibir a sus invitados o ejercer justicia.Y no solamente se limitaban a impartir órdenes desdesus palacios, sino que salían de tiempo en tiempo arecorrer el país para observar de cerca sus necesidades.Para tal empeño, cumpliendo a su vez otros generososfines, mandaron construir gran número de espaciosos yextensos caminos, cuyos vestigios perduran. Durante susvisitas iban conducidos en lujosas andas o literas, las queeran transportadas en hombros de sus súbditos másleales y seguidas de un numeroso cortejo militar, a la vezque de mensajeros y muchedumbre (Fig. No. 207).

A más del régimen de administración políticaencarnaban también el poder militar. Dentro de la miliciatenía cada uno el título de Gran General, y eran ellosquienes en persona conducían sus ejércitos a la guerra, yes ésta la razón por la que siempre los encontramosluciendo sus uniformes militares (Figs. Nos. 208 y 209) yarmas en las manos. En muchas escenas aparecen ellostomando parte activa en los combates; en otras, se les verecibiendo a los prisioneros conducidos por sus tropas,

GOBIERNO

Fig. No. 207.- Alto gobernante transportado en andas. En la escena aparece: la lagartija, símbolo de la servidumbre, y los pájaros, símbolo de la rapidez.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (3154)

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que igualmente son portadoras de los trofeos bélicos.El pueblo consideraba de origen divino a sus jefes,

como lo prueba ampliamente la figura No. 210, donde seve a un hombre con las manos juntas en actitud deplegaria frente a los accesorios que constituían laindumentaria y armadura del Gran Jefe. Algo más, enmuchas pictografías, los grandes jefes han sidorepresentados con los colmillos de felino, que son lossignos de la divinidad principal. Este hecho, naturalmente,nos da firmes bases para sostener la afirmación de lacreencia popular en el origen divino de sus jefes.

Recibían a sus vasallos en sitios especiales, donde seerigían construcciones de tipo único. En las figuras Nos.211 y 212 se puede observar claramente uno de estoslugares. Los jefes bien posesionados de sus tronos,constituidos por una sucesión de peldaños que siguen elsigno escalonado que tan estrechamente se hallavinculado con la pictografía y plástica mochica, sededican a recibir a sus servidores, que van hacia ellossumisos y con las manos juntas. Estos sitiales o tronoseran protegidos por techos que descansaban sobrehorcones que remataban en su parte superior, muchasveces, en talladuras. La superficie exterior del techo, ensu borde frontal y prominencia media, se adornaba concabezas de maza, armas tremendamente contundentes,muy empleadas por los guerreros. Dichos adornos, sinduda alguna, simbolizaban la fuerza militar y el poderío.

En todas las pictografías, el jefe aparece solo o bienacompañado de un ocelote (Fig. No. 213), al quemantenía con una mano muy cerca de los pies, y el queposiblemente representaba la concentración de lospoderes; lo rodean varios vasos acampanulados,globulares y rostros que correspondían a alguno de susantepasados o a él mismo. Los súbditos se acercaban enacto de pleitesía, juntas las manos y la mirada en elsuelo. En nuestros días sobrevive esta costumbre dereverencia a los superiores, y ofrece marcada originalidaden los pueblos de la cordillera de los Andes, donde losindígenas se llegan al patrón en igual forma a la quereproducen las pictografías del huaco ya citado, ypronunciaban, tras el saludo, palabras de profundoaliento místico.

En la vida social de los gobernantes mochicas, cuandose trataba de investigar a personajes de otros lugares, sedisponía lo conveniente para imprimir gran fausto alacto. En la figura No. 212 aparece una interesantepictografía, en la cual podemos observar cómo losinvitados o visitantes eran colocados en pequeños tronosque se hallaban a un nivel inferior al ocupado por elGran Señor, y quedaban bis a bis con éste. Los tronos,de piedra o adobes, se ofrecían unos minuciosamentetallados y sencillos los otros. Si al visitante acompañabansus familiares u otras personas de consideración, éstostomaban asiento unos tras otros, siguiendo un riguroso

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Fig. No. 208.- Escena en la que el felino exhibe todo su poderío, en la lucha con jefes guerreros. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera.

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Fig. No. 209.- Alto jefe, con su indumentaria de guerrero, sentado sobre las andas.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (048-004-007)

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Fig. No. 210.- Importante y complicada escena que nos habla de la adoración que efectuaban algunos personajes a la indumentaria y demás atavios de los grandes jefes, y que ha sido tomada de un vaso pintado.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 211.- Fragmentos de un vaso pintado que revelan el rendimiento de pleitesía y veneración de los súbditos mochicas a sus jefes. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 212.- Escena de un banquete ofrecido por un gran jefe a otras personalidades.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (2048)

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GOBIERNO

orden jerárquico que se simboliza en los adornos decabeza y en las narigueras. Estos adornos, de oro en sumayor parte, ostentaban unos la efigie de Ai Apaec,otros, palomos y algunas hermosas borlas multicolores,ya sencillas, ya dobles. Pero el signo jerárquico másimportante era la nariguera, que no se prodiga en loshuacos retratos y que vemos adornando la nariz dealgunos personajes, distintivo que no se halla en la gentecuya indumentaria la delata como perteneciente alpueblo o a las falanges de guerreros comunes.

Los jefes agasajaban a sus invitados con comilonasopíparas, todas derroche y ostentación. La pictografía queaparece en la figura No. 212 nos ilustra con riqueza dedetalles uno de aquellos grandes banquetes: loscomensales, todos jefes y miembros de alta jerarquía –yal parecer de sexo distinto–, y cuatro hileras de platosllenos de los manjares ofrecidos; delante de éstos yfrente al alto jefe, cuyo recinto está regiamente adornadocon molduras y utensilios simbólicos –como son: hilerasde cabezas de porras sobre los bordes del techo; unhuaco busto escultórico y un gran vaso acampanulado–,está de pie un sirviente en actitud de ofrecerle lasviandas, pues, a más de la acción delatada por elmovimiento de que se le ha dotado, ha puesto delantede él uno de los manjares ya preparados. El jefe tiene lamano extendida, como señalando el banquete oasintiendo, y su rostro refleja imperio, tiene la vista fijaen sus huéspedes.

Los invitados se hallan sentados el uno tras el otrofrente al alto jefe. Detrás de ellos hay un sirviente conla cara en sentido contrario a sus superiores, y queda suespalda a la misma altura que la del invitado. Sobre eltecho del estrado hay dos hileras más de platosservidos; detrás de este techo, hileras de “urpus” con ellíquido indispensable en esto banquetes: la chicha. Alfinal de las dos hileras superiores hay dos sirvientes,que eran los que cuidaban seguramente que no faltarala bebida. Intercalados entre los “urpus” están los“potos” y cántaros donde era servida la chicha. El artistamochica ha expresado el ir y venir de los platos con unsimbolismo y animación sorprendentes, y ha puesto atodos los utensilios miembros inferiores como signos delocomoción. Es verdaderamente sugestivo notar cómolos “urpus” en actitud humanizada se van vaciando porsí solos, ayudándose con sus miembros superiores, quedelatan más claramente la actividad que en los

banquetes pone en movimiento los utensilios mediantela rápida manipulación de las personas encargadas deatender a los comensales. La relación que hay entre losplatos y el número de invitados revela palmariamentehasta dónde eran capaces de agasajar los jefes y todocuanto ofrecían, siempre lo mejor, a sus huéspedes. Estamisma costumbre perdura aún entre los pobladoresgenuinos de Moche, pueblo tradicional, y a ella noshemos referido ya en el capítulo de la raza.

Terminados los grandes banquetes, los jefes invitaban asus huéspedes a hacer uso de la coca, refinamiento quesólo era reservado a los grades señores y sacerdotes. Nohemos encontrado ninguna escultura o pictografía que nosdemuestre que el pueblo hiciera uso de este alcaloide.

Las diversiones favoritas de los jefes, las quesuscitaban todo el fervor, eran la caza y la pesca. Enandas transportadas por hercúleos servidores,acompañados de un gran cortejo de auxiliares queconducían armas y otros objetos útiles en el arte de lacinegética, asistían a las actividades citadas. La caza máscodiciada, toda ella llena de incidentes agradables, era ladel venado (Cervus nemorivagus), motivo de jolgorio yde exhibición de destreza. Esta práctica estaba totalmentevedada para el pueblo. Una visión de cómo se realizabala caza del venado nos la da la pictografía de la figurasNos. 404 y 405 que ilustran el capítulo dedicado a lacaza y la pesca. Por sí sola, es una bella anécdota de losafanes que traía consigo tan divertida actividad.

Para lograr la destreza necesaria en el arte de la caza,los grandes jefes practicaban un deporte muy original yde gran interés. Con numeroso cortejo acudían a loslugares descampados, cuyas condiciones los hicieranpropicios para la expresión corporal. Una vez en elparaje elegido, los sirvientes lanzaban al espacio unasredondelas o círculos pendientes de un hilo grueso, quellevaban plumas en derredor, con el fin de hacer máslenta la caída de aquéllas. Una vez en el espacio loscírculos, presta la diestra, los jefes lanzaban los dardosde sus estólicas en procura de ensartar las redondelas.Para poder llevárselas de encuentro en su trayectoria, elmecanismo de puntería al que hacemos referencia ofrecíaen la base de la saeta una estrella de metal o madera.Era éste un deporte en extremo peligroso, por lo cual elGran Señor utilizaba los servicios de un vasallo, cuyamisión consistía en sostener sobre la cabeza de su amo,con el objeto de protegerla, una tupida red sujeta en un

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Fig. No. 213.- Un gran jefe, acompañado de un pequeño ocelote, signo de poder y de fuerza.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (032-005-002)

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GOBIERNO

marco de forma trapezoidal. El artefacto, para sercómoda y seguramente mantenido en el aire, estabadotado de un mango de madera bastante largo.

Hay que imaginar la destreza de los jefes mochicas enel manejo de la estólica, que les permitía herir a las avesen pleno vuelo con seguridad absoluta, como dar caza alos venados en el vértigo de su carrera.

Cuando iban de pesca, los grandes señores mochicasigualmente se servían de numerosos acompañamientos, yse valían para el ejercicio de este deporte de susgallardas y raudas balsas de totora. La figura No. 419ilustra claramente este aspecto de la vida de los grandesseñores mochicas.

ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA

En el presente trabajo hemos destacado el hecho de queel gobierno mochica se singularizó por las rígidas normaséticas que inspiraron su desenvolvimiento, y se derivabade ellas un extraordinario celo para premiar los actosbuenos, así como dureza excesiva que llegaba, a veces,hasta el más cruel refinamiento para castigar las faltas.Tan férrea era la justicia mochica, que en muchos casosera la muerte la que ponía sangriento y dramáticoepílogo a la vida de un reo cuando sus delitos sejuzgaban graves.

De acuerdo con la magnitud de las faltas y delitos, seaplicaron castigos cuya dureza crecía de conformidad conla gravedad de aquéllas. El mochica era inmisericorde ensu afán de extirpar el mal, y prueba fehaciente de estamora severísima la encontramos en las representacionesescultóricas y pictóricas de su arte alfarero, en el queasoma con frecuencia el gesto amargo, la muecaespeluznante y el esguince patético de los mutilados,personas a las que se les despojaba de labios, pies, nariz,ojos y otros órganos (Figs. Nos. 214 a 219).

La pena que se infligía a quienes habían atentadocontra el orden y costumbres mochicas no tenía por límitelas mutilaciones, sino que también, con ella, se trataba, aexpensas del penado, de conseguir un ejemplarescarmiento e infundir terror en quienes presenciaban losresultados de la dolorosa acción. Y en efecto, losmutilados, llevando sonajas en las manos y collares de“mainchiles” (semillas huecas que hacían de cascabeles)alrededor del cuello, eran obligados a recorrer las calles,las plazas y todos los lugares densamente poblados a fin

de que llamaran la atención del vecindario, que loscontemplaría, sin duda alguna, horrorizado (Fig. No. 220).En muy raros casos los mutilados no llevaban sonajas.

En los castigos se establecía una escala o progresión,atendiendo a las reincidencias cometidas por losdelincuentes. La figura No. 221 nos presenta a unmutilado que cayó en reiteradas faltas y queposiblemente fue famoso en los valles de Santa y Virú,pues encontramos repetida con mucha frecuencia sufigura, que debió impresionar vivamente a los artistasque han dejado un recuerdo perenne de ella, yconvirtieron a su personaje en un tipo digno de lastragedias griegas o de los supliciados, que poblaron lacalenturienta imaginación de Dante para volcarse en suobra inmortal.

Observando las representaciones escultóricas, hemosnotado que la primera mutilación consistía en laamputación de la nariz y el labio superior. Como el dañocausado a la víctima era espantoso, para atenuarlo en algose le cocía los extremos de la boca. Más tarde, el mismoindividuo que había sufrido la operación que describimos–posiblemente un reincidente– proyecta su torva ylacerante figura, con ambos pies amputados, en actitud dearrastre doloroso, llevando un palo en la diestra.

Como ya hemos subrayado, la mutilación de la bocaera tan tremenda, que quien la sufría hubo de hallarseimposibilitado de ingerir alimentos, ya que la comida ymuy especialmente los líquidos tenían que caérsele porlas comisuras. La situación era tan penosa para estosdesafortunados (simples pingajos humanos), que teníanque someterse a una operación quirúrgica a fin de quese les redujera el tamaño de la boca por medio desuturas en sus extremos. Pero como el labio superiorhabía sido totalmente extirpado, siempre quedaba laboca muy defectuosa, contraída en una horrible mueca(Figs. Nos. 223 y siguientes).

La pena capital no fue desconocida entre losmochicas y era aplicada en los casos en que la faltaasumía caracteres de suma gravedad, como el adulterio,que tan intensa y hondamente hería la sensibilidad deeste pueblo. En el huaco que se presenta en la figuraNo. 226 es posible apreciar una escena de castigomáximo que lo sufren posiblemente dos adúlteros. Tantoel hombre como la mujer han sido fuertementeamarrados a gruesos troncos que emergen en una altura.Se les ha despojado de sus vestiduras y las sogas, de

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 214.- Tipo de mutilado, expresión artística comúnmentehallada en el valle de Santa.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 215.- Un mutilado de la nariz y los pies. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (042-002-009)

Fig. No. 216.- Otro mutilado. Nótese la tremenda expresión dedolor que contrae todo su ser, al habérsele cortado ambos pies.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (042-003-006)

Fig. No. 217.- Mutilado horrorosamente desfigurado, nuevo tipode castigo que sólo encontramos en huacos de esta técnica.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (042-004-009)

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GOBIERNO

Fig. No. 218.- Otro mutilado de la misma época que el anterior.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (042-004-007)

Fig. No. 219.- La mueca espantosa del hombre al que le hancortado los labios. El arte mochica exhibe su perfección. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (069-003-004)

Fig. No. 220.- Un mutilado sosteniendo unas sonajas en las manosy llevando un collar de mainchiles (cascabeles naturales).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (043-007-008)

Fig. No. 221.- Otro mutilado, montado sobre una llama para sertransportado de un lugar a otro.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (041-002-001)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 222.- Mutilado arrastrándose porque se le han amputado los pies.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XXC-000-160)

Fig. No. 223.- Mutilado que se nos presenta en dos fases de la operación: (a la derecha) cuando sólo se lehabía cortado la nariz y los labios; y luego (a la izquierda) con ambos pies amputados.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (042-004-002; 041-004-005)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

regular grosor, dan vueltas alrededor de los pies y lasmanos levantadas de los ajusticiados.

Inmovilizados los reos ante la expectación angustiosade crecida muchedumbre, el verdugo, armado de finoinstrumento cortante, con la habilidad del más expertocirujano, iba separando cuidadosamente la epidermis y laparte carnosa de la cara, y dejaba a ambos costados unsigno escalonado perfectamente delineado, para luegodejarlo caer como velo o pectoral sobre el pecho, y asíofrecer el horrible espectáculo de seres vivos con carasdesprovistas de carne que mostraban los huesos de colorcremoso. Los ojos sin párpados permanecían dentro de lasórbitas, reflejando los despiadados dolores del suplicio. Lamandíbula inferior, que permanecía en su sitio sostenidasólo por los músculos, daba, con el movimiento de abrir ycerrar la boca, el último brochazo al macabro espectáculo.Esta escena crudelísima debió impresionar mucho a loscircunstantes. Terminada la bárbara operación, como aperros rabiosos, se apedreaba a los infelices hasta lograr,tras una agonía espantosa, su muerte. Finalmente, losdespojos de las víctimas eran abandonados en el campopara servir de presa a las aves de rapiña (Fig. No. 227).

En algunos casos en que los castigados recibíanmutilaciones, para conseguir después su muerte lenta, eranconfinados en casas especiales, ubicadas lejos de loscentros urbanos, donde abandonaban la vida, sujetos atodos los desprecios y privaciones (Fig. No. 228).

Vistos los suplicios descritos, no es posible concebirmayor crueldad. Los mochicas, así como fueron muyrefinados en su arte e industrias, lo fueron también en suspasiones, a las que dieron rienda suelta sin el menorreparo: de ahí su justicia inhumana. He aquí, pues, comocontraste, el lado sombrío que ofrece la cultura del granpueblo que estudiamos.

El Museo Rafael Larco Herrera posee centenares devasos a los que se denomina bustos retratos, dado suasombroso realismo. En ellos, no sólo se aprecian losrasgos fisonómicos de los antiguos jefes, sino algo más

importante: su espíritu, el que nos revela claramente laexistencia de la clase gobernante, de esa jerarquíaaristocrática de la raza, caracterizada por finísimas faccionesy singulares expresiones de superioridad.

Así, descubrimos la energía dominadora y subyugante,cualidad posiblemente definida de los guerreros yconstructores; la bondad y austera justicia; la rectitud delcarácter y el imperio del poder; la sapiencia y lo augustodel refinamiento del arte. Y algo más, en todos,desbordándose a torrentes, la fuerza emotiva de lainteligencia y las excepcionales dotes de dirigentessagaces y fuertes.

Hay personajes, como el que aparece en la figura No.201, que hemos podido seguir en la representaciónescultórica, actuando en su vida de gobernante, desde suniñez hasta el instante en que el peso de los años marcasu huella profunda en las facciones que tiene y consagra.

Esta jerarquía aristocrática, dueña de la ley y del poder,que tuvo en sus manos el gobierno del pueblo mochica,fue, pues, la que trazó la trayectoria luminosa deorganización que hoy se abre a nuestro entendimiento.

Conquistaron las tierras necesarias para el normal yfructífero desarrollo de la población, y dentro de ellaimplantaron la más admirable técnica agrícola del pasado,sujeta a principios netamente científicos; impulsaron unafloreciente minería, cuyos secretos nos son todavíadesconocidos; cruzaron su territorio de magníficos caminosy fomentaron las artes, y consiguieron una elevaciónespiritual para su pueblo que se tradujo en las másnotables pictografías, esculturas, tallados y sones musicalesde deleite. Todo esto cobra mayor gloria frente al imperiode una hermosa religión monogenista, signo de la máselevada cultura, bajo cuyos emblemas surgieron losmonumentales templos que hoy causan admiración,templos sólo construidos gracias al calor del amor delpueblo, sabiamente orientado hacia la acción de una ferobusta, que es precisamente la que levanta estacivilización, que no tiene igual en el Perú prehistórico.

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GOBIERNO

Fig. No. 228.- Solitaria casa donde expiaban su castigo losmutilados. Obsérvese a dos de ellos sentados frente a la puerta.

Museo Rafael Larco Herrera (072-003-005)

Fig. No. 229.- El castigo dentro de la justicia mochica no reconocíajerarquías. Observese un alto jefe o "Alaec" espantosamente mutilado.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XXC-000-159)

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RÉGIMEN MILITAR

LOS MOCHICAS, A LA VEZ QUE POSEYERON unagran sensibilidad y espíritu fino, tuvieron tambiéninclinaciones guerreras creadas por sus exigencias

vitales. Su régimen militar se forjó, pues, como enmuchos de los pueblos antiguos, por la necesidadesencial de mantener siempre intangible su dominiodentro del área del territorio que ocupaban.

La pictografía y la plástica han hecho llegar hastanuestros días gran número de escenas y tipos de índolenetamente guerrera, lo mismo que la tradición enrelatos, que están casi todos contenidos en los libros delos cronistas.

Estudiando estos importantes documentos einvestigando las similitudes y particularidades de lacerámica es que hemos podido llegar al conocimiento deque el mochica fue un conquistador sin mayor ambición,y que solamente buscaba en sus victorias conservar oadquirir terreno suficiente para el natural desarrollo de supoblación. El sentimiento altamente aguerrido de loshabitantes del norte peruano llega a su plenitud con loschimús, que con un notable sentido geográfico fueronambiciosos en la expansión de su territorio. Pero si bienno podemos comparar al mochica con sus sucesores, esposible, en cambio, reconocer que las aptitudes bélicasde éstos fueron heredadas de los mochicas.

El poderío mochica se desarrolló sobre la base de losdos valles más importantes de la costa norte del Perú:Chicama y Santa Catalina. Fue en estos dos centrosagrícolas y urbanos que los mochicas llegaron, despuésde mucho tiempo, a la perfección de sus artes eindustrias, para más tarde desbordarse lentamente al sure iniciar las conquistas de los valles de Virú, Chao, Santay Nepeña, sucesivamente.

En todos los lugares conquistados influyeron con sususos y costumbres, enseñaron su avanzado arte yerigieron el culto de sus dioses; construyeron magnasobras de irrigación y grandes caminos; en una palabra:elevaron a su mismo nivel cultural a todos los pueblosque vencieron.

La conquista mochica fue lenta y progresiva, y seinició en los últimos períodos de dominación. Elfundamento de esta aseveración lo hemos encontradoanalizando la cerámica hallada en los valles queformaron el territorio de este pueblo. En uno de estosvalles se han identificado todos los tipos: desde elembrionario hasta el perfeccionado, como sucede con elvalle de Chicama –el primer centro de origen de lacultura Mochica–; en cambio, hay otros donde seencuentran sólo algunos tipos de cerámica y quepertenecen a los más avanzados.

En el valle de Chicama encontramos todos los tiposde cerámica: desde el pre Cupisnique, de forma y técnicaprimaria; los llamados Cupisnique, en plena evolución;los representativos de los períodos de transición entre

Fig. No. 230.- Noble guerrero usando el gorro común y collar de puntas de hueso. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XSc-015-008)

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éstos y los mochicas; la primera etapa de la cerámicabícroma; y, por último, los ceramios de mayor tamaño ymás perfectos, que representan la postrera etapa dedesarrollo de la cerámica mochica.

En el valle de Santa Catalina desaparecen losexponentes del Cupisnique y los del período detransición, y encontramos en abundancia los quecorresponden a los primeros períodos mochicas, y todoslos tipos de cerámica que le siguen, muy especialmente,los finísimos vasos –representan el más alto exponentedel arte alfarero– que sólo se encuentran en las huacasdel Sol y de la Luna (Valle de Santa Catalina) y pampasde Jagüey (Valle de Chicama). En el valle de Virúdesaparecen los dos primeros estilos, es decir, aquellosvasos de gruesas líneas, parecidos a los cupisniques,siendo muy raros aquellos que más tarde calificaremoscomo del segundo período mochica, y los de tiporefinado. Sólo hallamos en este valle los huacospertenecientes a los dos últimos períodos. Pero debemosadvertir que en este valle encontramos un tipo decerámica que hemos clasificado como Virú-Cupisnicoide,una mezcla de los vasos llamados negativos y cupisnique.

Más hacia el sur, en los valles de Santa y Nepeña, lasnecrópolis contienen únicamente el tipo de cerámica delúltimo período, la de mayor tamaño y más práctica. Quieredecir esto que los valles fueron conquistados uno a uno endiferentes períodos, pues está certeramente probado que laevolución de la cerámica se halla íntimamente ligada aldesenvolvimiento cultural de los pueblos.

Hay que suponer, además, que los mochicas –pueblode artistas–, que sólo vieron en la conquista una formade asegurar su tranquilidad para el normal desarrollo desu vida, no estuvieron animados de ferocidad ni deespíritu sanguinario en la guerra. Nos inclinamos a creerque sus jefes, con ideas contrarias a las del soberanochimú, ambicionaban más el orden y la paz que laguerra para su pueblo. Pero las pictografías guerrerasparecen probarnos lo contrario: ellas demuestran que lasluchas eran crueles y de cuerpo a cuerpo, luchas en lascuales se sometía a dura prueba el valor personal dequienes tomaban parte en la batalla.

Sin embargo, es de suponer que la fiereza revelada endichas escenas no es sino la expresión de los excesos queno pudieron faltar en ataques cuerpo a cuerpo, en los quetodo control humano se perdía, y se sobreponía a la luchael natural instinto de conservación. Con todo, los mochicas

revelan el gran valor que ponían en sus combates,denuedo que ha ido perdurando en las hojas del tiempo;pues, los grandes jefes chimús aprovecharon esta virtudpara sus refriegas y gracias a ella consiguieron agrandarcon éxito su territorio. Fue ese valor y ese empuje lo quehizo que llegaran las fronteras del señorío chimú más alláde Tumbes, por el norte, y por el sur, hasta el bordeextremo de los dominios de Chuquismanco. En susrelatos, los cronistas están de acuerdo en la pertinacia yvalentía de los pobladores chimús, que se empeñaron enluchas sangrientas, incluso antes de la dominación incaica.Para someterlos fue necesario el concurso de un ejércitode treinta mil hombres al mando de un jefe hábil y sagaz,como fue Túpac Yupanqui, designado por su padre, elinca Pachacútec, para el sojuzgamiento de los pueblosyungas del norte peruano. Con esta dominación, que fuebastante dura y obtenida a largo plazo, se debilitó muchoel valor y el espíritu aguerrido de los habitantes norteños.Pues su homogeneidad y los nexos que los hacíansolidarios fueron desarticulados por la práctica de losmitimaes, recurso supremo de los incas encaminado adestruir toda posibilidad de reacción y poder consolidarasí su dominio de los pueblos por ellos vencidos.

Las aptitudes del guerrero están perfectamentesimbolizadas en la cerámica. La imaginación mochicaplasma en las características de algunos animales lasaptitudes que debería reunir el guerrero para constituir elhombre de armas ideal. De allí que encontremos unzorro guerrero antropomorfo para representar la astucia–tan necesaria en la estrategia–; el halcón guerreroantropomorfo, que representa el poderío y fiereza de lasaves de rapiña; el ciempiés antropomorfo, que simbolizala dureza y resistencia del guerrero de ese entonces quetenía que cubrir todas las distancias a pie; y el colibríantropomorfo –pajarillo que para el espíritu observadormochica era una de las aves más valientes– parasimbolizar a sus guerreros. Es muy común observar enesta región cómo una de estas diminutas aves ataca a unhalcón o a una águila en el aire. A estas figurassimbólicas también las encontramos tomando parte enescenas de carácter religioso.

Para el mochica, el hombre de armas no solamentedebía poseer valor y destreza, sino también ser hábil entácticas de guerra. En las escenas de lucha que se ofrecenen los vasos pintados se puede apreciar el hecho de quelas gentes que entraban en pugna con los mochicas eran

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seres menos civilizados. Y en efecto, los vestigios y armasque llevan son simples y rudimentarios. Muchos de ellosaparecen en el combate casi desnudos, apenas cubiertoscon un paño a manera de trusa, llevando la cabezaprotegida con un ligero casquete. Salvo raras excepciones,no llevan más arma que la maza, mientras que losmochicas exhiben, a más de la maza o porra, la estólica,los dardos, las hondas, los escudos y, en general, todo unvalioso conjunto de armas ofensivas y defensivas.

INDUMENTARIA GUERRERA

Con estas cualidades esenciales, los guerreros mochicascontaron con todos los factores para tener éxito en laguerra. Los jefes iban lujosamente vestidos. Laiconografía plástica los representa de aspecto marcial,generalmente erguidos, rígidos, llevando los pies juntos.Todo el conjunto da la impresión de aplomo, de fuerzacorporal disciplinada y firmeza moral. Su ropaje es típico.

En el anhelo de simplificar el estudio de laindumentaria, vamos a dividirla en dos partes: la primeratratará sobre la vestimenta del guerrero común, y lasegunda se referirá a los hermosos trajes que llevaban losgrandes jefes, que eran a la vez gobernantes.

Indumentaria de los guerreros comunes

La ropa del guerrero común estaba confeccionada ad hocpara la lucha. Llevaban la camisa holgada y larga,sostenida al cuerpo alrededor de la cintura mediante unafaja o franja, de la cual pende el cuchillo ornamental decobre o plata que reposa sobre los glúteos. Llevaban,asimismo, un taparrabo o trusa sencilla que era cubiertapor la faldilla formada por el extremo inferior de lacamisa y que llegaba hasta medio muslo. Otra piezaesencial de este servidor era la capa de aguas, que servíapara cubrirse en horas de descanso y para protegerse delas lluvias. Además de estas prendas esenciales, seagregaban las de carácter protector, que servían paraevitar violentos golpes de maza en el combate. Sobre lacaja torácica llevaban petos acolchados de gran grosor, yque en algunos casos, cuando eran formados de variaspiezas superpuestas, les cubría hasta el abdomen. Estospetos tenían alma de cobre, cuidadosamente forrada conalgodón y una capa exterior de tela. La cabeza se hallabaguarnecida con un gorro de forma cónica o circular de

gran grosor, forrado interior y exteriormente. Tambiéntenía arma de metal (Figs. Nos. 230 y 231).

Todas estas prendas eran sencillas. Aunque no hemoshallado indumentarias guerreras completas en las tumbasmochicas, en Chan Chan, por el contrario, se encontróhace algunos años –en la huaca de La Misa– un cuarto enel que las paredes estaban íntegramente cubiertas dealacenas en las que había ropa por millares,cuidadosamente envuelta, y que pertenecía a losguerreros. La vestimenta encontrada es muy similar a laque estudiamos en la cerámica mochica. El material esmuy liviano, posiblemente para evitar los efectos delfuerte calor de la costa.

Indumentaria de los grandes jefes

La indumentaria de los guerreros de alta jerarquía, segúnla documentación plástica, es la siguiente: llevan unaespecie de camisa larga, similar a la de los guerreroscomunes, de mangas cortas, decoradas con filetessencillos y llanos, en unos casos, o con adornos deborlas circulares, en otros. Una franja –resaltada o conrecortes de formas triangulares que mantienen íntimarelación con toda la indumentaria– recorría el vuelo de lacamisa, rematada en la parte superior por una especie demuceta, que llevaba un filete adornado de diversasmaneras, y cuyo objeto era asegurar la camisa alrededordel cuello. Esta última prenda contribuía a la armonía dela indumentaria del guerrero, y se extendía por loshombros y hacia una parte del pecho. Esta muceta detela sencilla, que daba el aspecto de que los jefes entodo momento tenían sobre los hombros un peto deguerra, se encuentra con mayor profusión en los jefes decierta categoría y se finge muy vistosamente en lasrepresentaciones de Ai Apaec luciendo un uniformemilitar. A más de los adornos usuales, pendían de ellalentejuelas de oro u otros metales.

Cuando los jefes dirigían los ejércitospersonalmente, colocaban sobre esta muceta un petoefectivo, similar al de los guerreros comunes. Enalgunos casos, éste era circular, y pendía solamente dela parte superior del busto; en otros, se convertía enuna especie de pechera que llegaba hasta la cintura; opor último, a fin de dar mayor libertad en el combate,bajaba en forma escalonada sobre el vientre y dejabalos flancos al descubierto.

RÉGIMEN MILITAR

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Fig. No. 231.- Guerrero común, en actitud de dormir.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (044-005-010)

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Los petos de acción para los jefes eran cubiertos delentejuelas. En otros ejemplares se colocaban pequeñoscírculos de plata o de cobre, unos sobre los otros, de talmanera que ofrecían una superficie resistente a cualquiergolpe. También podemos observar que había petoscubiertos de planchuelas de metal, que unidas unas conotras formaban una verdadera coraza.

Completaban la indumentaria anteriormente descritahermosos collares formados de cuentas de piedras preciosas(turquesa, cristal de roca, cuarzo, concha de perla, coral,etcétera). El collar que aparece en la figura No. 232 era unode los más comúnmente usados: sus cuentas formantriángulos que han sido tallados en huesos humanos. Puedeser que estos originales adornos indiquen en el número desus cuentas las batallas a las que asistió el guerrero, o lasvíctimas que cayeron en sus manos. Asimismo, seadornaban con brazaletes y aretes de variadísimas ysorprendentes formas, variedad que era mayor tratándosede los jefes. Por lo general, eran grandes y redondos, quefiguraban rosetas con círculos concéntricos y ofrecían otros

dibujos alusivos a la profesión.Aún nos falta ocuparnos del tocado, al que en la

indumentaria guerrera mochica se imprimía granimportancia, y en el que se hacía un verdadero derrochede ingenio –que ha girado siempre en torno a su especialmanera de ver el mundo y, sobre todo, a su fervor hacíasus seres míticos–. Se ponía, pues, en este adornopreferente atención. Sólo la prenda que cubríadirectamente la cabeza y que consistía en un gorro tejidocon sencillez era invariable. Todo el resto eran adornos,piezas cuya descripción por separado y enumeración desus características ocuparían muchas páginas de estecapítulo sin llenar finalidad práctica, dado queemprendemos este estudio, en forma amplia y detenida, altratar sobre el tema de la indumentaria. Para el caso, bastedejar establecido el hecho de que los tocados de losguerreros comunes eran simples, semejantes unos a otros,mientras que los de los jefes eran de gran complejidad.

Los gorros se ajustaban a la cabeza mediante anillos oturbantes adornados con figuras felínicas que sobresalían a

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Fig. No. 232.- Collar de cuentas de huesos humanos, que se encuentra frecuentemente adornando a los guerreros. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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Fig. No. 233.- Gobernante vestido de guerrero.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (043-006-012)

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Fig. No. 234.- Gobernante regiamente ataviado. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (043-006-003)

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los costados, guardando perfecta simetría; a veces aparecíala cabeza del felino como brotando de la parte superior dela frente del guerrero. Llevaban también hermosas rodelascirculares o rectangulares, llenas de decoraciones.

En los tocados era frecuente la presencia de cuchillosornamentales de cobre, que coronaban los cascos, deforma semejante al característico cuchillo incaicodenominado Tumi. A veces se combinaban uno grande ydos chicos, y otras, se agregaban cabezas de ofidios quese descolgaban siguiendo con sus cuerpos las curvaturasde los cuchillos (Figs. Nos. 233 y 234).

En el conjunto de las prendas guerreras se distinguen,como dispositivos de alta jerarquía de los personajes quelos usaban, las narigueras y los cuchillos ornamentalesque llevaban sonajas en el extremo superior y reposabansobre los glúteos y muslos. En cuanto a la nariguera,cuya utilización es muy común entre los jefes, pareceque según su tamaño y forma expresaba el rango militarde quien se servía de ella.

La contundencia de las armas ofensivas a las quetenían que hacer frente los guerreros mochicas hizo queéstos prestaran singular atención a sus tocados. Pues

como la fase principal de sus luchas era la de cuerpo acuerpo, aporreándose con tremendas mazas, la partemás vulnerable en el combatiente era por fuerza lacabeza y debía ser protegida a toda costa. Este finsuscitó la invención de gran número de aparatosprotectores, que en lenta evolución fuerontransformándose en adornos de mucha vistosidad. Elcobre dorado, el cobre solo y el oro se utilizaron con elobjeto de hacer poco vulnerable la caja craneal. Paraproteger las sienes y carrillos se empleaban rosetasformadas con fuertes láminas de cobre dorado, rellenasy con muchas telas superpuestas, que daban una fuerteconsistencia y amenguaban mucho los golpes recibidosen dichas paredes (Fig. No. 235).

La vestimenta y los adornos de cabeza señalan laexistencia de regimientos pertenecientes a diferentes sectoresdel país y sirven para establecer los distintos gradosmilitares. Las armas de los combatientes, en la variedad yarmonía de sus usos, nos hacen ver cómo el estadistamochica procuró siempre asegurar el concurso de variosfactores, que en caso de contiendas condujeran hacia eltriunfo ante las huestes que se le subordinaban.

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Fig. No. 235.- Dibujos que exornan un vaso acampanulado: representan la indumentaria y armas guerreras mochicas. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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ARMAS

Las armas de combate que conocieron y utilizaron losmochicas –hecho que hemos podido comprobar en lasexpresiones de su arte– eran las siguientes: a) mazas oporras, b) estólicas, c) dardos para la estólica y dardossueltos para ser lanzados con la mano, ch) lanzas, d)cuchillos, e) hondas, f) bolsas para guijarros, g) escudosy h) cascos.

Mazas o porras

Estas armas de gran contundencia (Figs. Nos. 236 a240) fueron las más comúnmente utilizadas, y demanera especial, por los soldados que constituían elgrueso del ejército.

Hemos de ocuparnos detenidamente de las mazas oporras de madera, ya que no sólo tenían las cualidades

indispensables de armas contundentes, sino también elbuen gusto de una manufactura artístico simbólica.

En el Museo Rafael Larco Herrera hay una muy buenacolección, y de ella hemos tomado algunas de las piezasmás características para dar idea de conjunto y nociónprecisa en el estudio del armamento mochica. Estasmazas son las que aparecen en la figura No. 240, cuyascaracterísticas son las siguientes:

a) Maza de 0,665 m de longitud, monóxilo, coronaformada por un cuerpo sólido, tallado con eminenciasdentadas y dispares, a manera de los granos de maíz enuna extensión de 0,16 m, encajadas en el cuerpocuneiforme con cuatro puntas. Observando laseminencias se llega a la evidencia del desgaste por razóndel uso y del tiempo, a tal punto de haber desaparecidoen parte. El extremo opuesto es afilado, con perforaciónpara la amarra de seguridad.

b) Maza con 0,477 m de longitud, monóxilo, de forma

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Fig. No. 236.- Mazas, armas ofensivas pertenecientes a grandes jefes. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera. Fotografía de Juan Pablo Murrugarra.

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Fig. No. 237 a y b.- Variedad de mazas de piedra empleadas en la lucha por los soldados mochicas.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XSL-006-013; XSL-003-003; XSL-006-016 y XSL-003-005; XSL-003-006; XSL-003-007)

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Fig. No. 238.- Maza del periodo incaico modelada en cerámica y que fue hallada en una huaca de la hacienda Cartavio, del valle de Chicama. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (237-003-006)

Fig. No. 239.- Otra maza de la misma naturaleza que la anterior. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XSc-024-005)

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troncocónica hueca y labrada en uno de sus extremos. Labase mide 0,055 m de diámetro.

c) Maza de 0,48 m de longitud, monóxilo, con 0,21 mde extensión tallada sobre la corona, incluso la esculturaornitomorfa. La talladura de la corona es tambiéndentada como la primera, y se encaja en el cuerpo delmango con tres puntas. El extremo opuesto de esta armaestá bien afilado.

d) Maza de 0,35 m de largo, técnica de manufacturasimilar a las anteriores. Dentro del cuerpo, que formauna sola pieza, se destaca la corona o cuerpo de mazapropiamente dicho, en una talladura que corresponde aun puño semicerrado. El extremo opuesto es afilado y seencuentra perforado para mayor seguridad en su empleo.

e) Maza de 0,30 m de largo, monóxilo, contalladura fitomorfa en la corona que también se encajaen el mango.

f) Maza pequeña, sencilla, con dos cuerpos de coronade distinto espesor y de 0,11 m de longitud, con puntaafilada en el extremo opuesto.

Como se ve, dentro de esta variedad de mazas de

madera –obtenidas en su mayor parte del árbol delguarango– hay toda una tipología de armas, que almismo tiempo que desempeñaban un papel en la lucha,también ocupaban la atención del artista tallador paraplasmar sus concepciones bélicas.

A pesar de los siglos transcurridos, la madera de estasarmas está intacta, y apenas si muestra grietasprovenientes de humedades persistentes, o por efecto delas acciones salinas del suelo donde fueron depositadasal ser enterrados los cadáveres.

La variedad de formas que acusan es grande, auncuando hubo un tipo matriz de las que se derivaron lasdemás, cuya decoración marchaba paralela al buen gustoy grado militar de quien la utilizaba. Constaban de lassiguientes partes: la rodela, el mango y las amarras.

La rodela era la parte fundamental del arma. Hechageneralmente de piedra, su borde circular superiorpresenta ya sea un filo con acanaladura a amboscostados, o bien prominencias planas a manera de hojascon filos cortantes o puntas ya extendidas en una solacircunferencia, o talladas en todo el cuerpo de la maza,

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Fig. No. 240.- Otra serie de mazas de tipo corriente empleadas por los soldados.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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o, por último, exhiben combinaciones intercaladas dedobles puntas con filos hojiformes. La rodela era, pues,la parte más consistente, de una solidez a toda prueba.Llevaba el cuerpo horadado de banda a banda para asípoder permitir la inserción del mango. Además de lapiedra –duro granito andino– se empleó el cobre comomateria prima para su manufactura.

El mango era todo de madera y llevaba el extremoopuesto (el de su inserción) afilado para poder servirsede él a manera de lanza, y de un largo que facilitaba sumanejo. Su extremo de inserción terminaba, en lageneralidad de casos, en puntas cónicas o en cabezas deseres humanos o felinos primorosamente labrados. Paraeste artefacto se usaron maderas muy consistentes, yprobablemente fue muy empleado el algarrobo.

Las amarras, cuya técnica estaba encaminada aprocurar un máximo de adherencia de la rodela almango, consistían en unas cuerdas de extraordinariaresistencia. Algunas mazas aparecen dentro de lapictografía, y aun en la plástica, sin trazas de amarras.Quizás conocieron los mochicas un sistema deacoplamiento fijo, hecho sobre la base de cuñas, lo cualexcluía el uso de toda amarra.

No estuvo ausente en la manufactura de estas armasel espíritu artístico del pueblo cuya vida reconstruimos.

Una serie de talladuras las ornamentaban bellamente. Lasrodelas, en muchos casos, eran sustituidas por cabezasde seres humanos excelentemente talladas, o bien porcabezas de felinos que adoptaban la actitud con la que elmochica reproduce a este animal mítico en la mayoría desus vasos escultóricos.

En las luchas de cuerpo a cuerpo, las mazas jugabanun rol decisivo: con la parte superior, el combatienteparaba los golpes de maza del enemigo, para luegoatacar con golpes sobre la frente, al costado, paraconcluir rematando al rival con una especie de estocadacon el extremo del arma, parecido a la contera.

Estólicas

Fueron sencillas armas de propulsión (Figs. Nos. 241 y242). En el valle de Santa hemos encontrado magníficasestólicas de algarrobo, que son verdaderos paradigmasde talladura en madera. Por ellas es que se puedeestimar que el guerrero mochica aplicaba su espírituartístico para la confección de sus armas. Talladasprimorosamente, se las adornaba con incrustaciones dehueso, concha de perla y metal, que adherían a lamadera por medio de materias primas resinosas.

Las estólicas constan de tres partes: la vara o

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Fig. No. 241 a y b.- Varios tipos de estólicas con sus respectivos dardos.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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Fig. No. 242.- Detalle de lujosa estólica con representación de cóndor devorando a un hombre (Fig. No. 166 del Tomo II).

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera. Fotografía de Carlos Rojas.

cuerpo propiamente dicho, la espiga o diente deescape y el mango.

El cuerpo propiamente dicho, hecho de madera dealgarrobo u otra madera resistente, adopta la formacilíndrica o cuadrangular. Algunas estólicas del MuseoArqueológico Rafael Larco Herrera arrojan lassiguientes mediciones:

a) Estólica incompleta con 0,71 m de longitud y 0,016m de grosor;

b) Estólica incompleta con 0,70 m de longitud y 0,022m de grosor; y

c) Estólica incompleta, como las anteriores, con 0,681m de longitud y 0,018 m de grosor por término medio.

La espiga o diente de escape se colocaba inclinada enun extremo del cuerpo del arma, de cobre, plata u oro.Servía para sostener la base del dardo que se arrojabacon esta arma, como se verá más adelante al tratar sobresu manejo.

El mango se disponía en el extremo contrario a laespiga y en sentido opuesto. Su colocación en la forma

descrita obedecía al hecho de permitir el sostén de lamano para impulsar el dardo sin que la propia estólicasaliera disparada. Esta pieza era la que tenía mayorimportancia, y de su forma usual sencilla se derivó unavariedad infinita: ora era el cuerpo de un ave, ora el deun animal, ora el de un ser humano, etcétera. Se le hacíade hueso y acaso de metal en algunos casos. Parasujetarla al cuerpo se empleaba la amarra.

La figura No. 242 nos muestra una lujosa estólica. Sucuerpo está hecho de madera de algarrobo, de seccióncilíndrica con 0,665 m de longitud, que a su vez estáforrado en oro en una extensión de 0,652 m. La espigaes también de oro y está soldada por medio de unaplaqueta rectangular a la cubierta áurea del cuerpo, con0,02 m y 0,005 m de longitud y grosor respectivamente.El mango está hecho de la misma madera y adornadocon una escena escultórica que también lleva coberturade oro. La escena representa a un cóndor devorando aun hombre. Un meticuloso trabajo de repujado haresaltado las formas de los seres aludidos.

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Dardos para la estólica

Estas saetas eran de longitud regular. Un largo bastónde forma cilíndrico-cónica, uno de cuyos extremostermina en punta afilada, formaba el cuerpo del arma.En esta punta se acoplaba otra de cobre que estabaprovista de su correspondiente regatón y asegurada conamarras ya enrolladas, que daba vueltas sucesivas yformaba franjas, o bien cruzadas a manera de cocos osiguiendo la trayectoria helicoidal. Del lado ancho delextremo se sujetaba la espiga de la estólica para serlanzada. Por este sencillo instrumento se llegarátambién a comprender que los antiguos mochicassabían muy bien de la influencia que ejerce el pesocolocado en la punta del dardo, que imprime a éste unamayor efectividad y permitía, pues, que siempre cayerade punta. Las distancias que recorría el dardo una vezarrojado dependían de la capacidad física del soldado ocazador. Algunos de estos dardos llevaban un travesañoque les servía de tope o para medir la profundidad dela herida. En los dardos se han estampado tambiéntoques de índole decorativa.

Los dardos de uso individual se diferenciaban delos anteriores únicamente por su mayor tamaño ypeso. Eran una especie de grandes jabalinas, cuyoempleo se hacía tal vez en casos que requerían mayorrapidez en el ataque. Tenían el mismo dispositivo delos ya descritos.

Ahora veamos cómo se utilizaba la estólica. Su usoera muy fácil, pero se requería gran práctica paraconseguir que los dardos recorrieran la mayor distanciaposible. La espiga se acondicionaba fuertemente en elmango. En estas condiciones el arma quedabapreparada. Para arrojar los dardos, se colocaban en laforma ya dicha y se retiraba el arma hacia atrás paratomar impulso y luego, empleando un movimiento detraslación con dos o más pasos, se lanzaba el dardo,soltando el dedo que lo sujetaba y dejando que salierapor el impulso de la espiga. Arrojado el dardo, volvía elarma a estar en condiciones de ser cargada, y así,sucesivamente, se iba atacando. La destreza seconseguía, como repetimos, después de una granpráctica. Los guerreros, por lo dicho, tuvieron quesometerse a ejercicios continuados en tiempo de paz;cumplían así un período de adiestramiento en el manejode las armas.

Lanzas

Los ejércitos mochicas utilizaron también en loscombates lanzas de gran tamaño. Las lanzas de madera, forradas con láminas metálicas, son dignas demención especial en este estudio. Sus dimensionesvarían un tanto. En la figura No. 243 aparecen cuatrode estas armas, que han sido tomadas como ejemplosen nuestra investigación y que describimos acontinuación.

a) Lanza de 2,09 m de longitud con corona lobularde 0,046 m de diámetro mínimo. El extremo opuestotiene 0,02 m de diámetro y sirvió para ser insertado enel regatón cilíndrico de la punta sólida de cobre. Estaarma de madera de algarrobo tiene la corona unidacon otra clase de madera y está forrada íntegramentecon una lámina de cobre, cuyas junturas ydesgarraduras han sido fijadas por medio de grapas delmismo metal. Las láminas no tienen un espesoruniforme: varían de 1/8 a 1/4 de milímetro. Cuandofueron usadas estas armas, las láminas se ofrecíanbruñidas y refulgentes, lo que causaba impresión en elconjunto. Para forrar la lanza que describimos se hanempleado seis cuerpos de láminas, además de las dospequeñas de la corona.

b) Lanza de 2,17 m de longitud de madera dealgarrobo en una sola pieza. Difiere de la anteriorporque no está forrada íntegramente con láminascúpricas, y tiene, en cambio, anillos de cobre de 0,03m de ancho, distribuidos en todo el cuerpo de la lanza.También la corona está forrada con láminas metálicasen dos piezas, el casquete y el tubo, que abarcan unaextensión de 0,12 m. En el extremo opuesto a lacorona se halla inserta la punta de factura sólida, decobre, de 13 cm de longitud, y en el borde del regatóncilíndrico aparecen restos de un original trenzado dehilo. Es indudable que sostuvo alguna decoraciónplumaria o textil.

c) Lanza de 2,35 m de largo, forrada íntegramentecon láminas de cobre. La punta, con 0,455 m delongitud y bien afilada. Las junturas de las láminas hansido aseguradas igualmente con grapas.

d) Lanza de 2,13 m de longitud, también forradaíntegramente con láminas de cobre y con una puntametálica de 0,26 m de largo. La manufactura y elrevestimiento son similares a los de la anterior.

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Fig. No. 243.- Puntas metálicas de lanzas o jabalinas.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XSM-006-A4; XSM-006-A5; XSM-006-A10; XSM-006-A11)

Las características de las cuatro puntas de lanzas(Fig. No. 243) que hemos seleccionado para nuestroestudio, de las muchas que existen en el MuseoArqueológico Rafael Larco Herrera, son:

a) Punta de cobre de 0,502 m de largo y 0,031 m deabertura para la inserción del cuerpo de la lanza;

b) Punta de cobre de 0,417 m de largo y 0,031 m deabertura;

c) Punta de cobre de 0,45 m de largo y 0,023 m deabertura para la inserción; y

d) Punta de cobre de 0,245 m de largo y 0,027 m enla abertura.

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Cuchillos

Fueron las armas de mayor importancia entre lascortantes. Se les usó en las luchas de cuerpo a cuerpo yen las tareas de descuartizamiento de los enemigos.

Los cuchillos ornamentales se estudian en esta parteporque pueden considerarse como una derivación de losanteriores. En general, son de forma trapezoidal (Fig. No.244). La parte afilada es casi semicircular, y la opuesta, amanera de adorno, tiene concavidades con bolitaspercutoras, generalmente pequeñas piedras. Losencontramos continuamente sujetos al cinto y cubriendolas nalgas, como protegiendo esta parte delicada delcuerpo. En algunas esculturas hemos encontrado elmismo tipo de cuchillo ornamental, pero más pequeño

que el anteriormente descrito, yendo a ambos lados delas piernas y cubriendo la parte superior de los muslos yespecialmente las ingles.

Las características de los cuchillos que posee el MuseoRafael Larco Herrera, a nuestro cargo, son las siguientes:

a) Parte superior 0,202 m de ancho y 0,238 m de lainferior; largo 0,32 m, con ocho concavidades;

b) Parte superior 0,166 m y 0,20 m de la inferior;largo 0,264 m, con ocho concavidades;

c) Parte superior 0,155 m de ancho y 0,155 de lainferior; largo 0,233 m, con ocho concavidades.

d) Ancho de la parte superior 0,145 m y 0,13 m de lainferior; largo 0,233 m, con nueve concavidades.

e) Ancho de la parte superior 0,125 m y 0,10 m de lainferior; largo 0,155 m con ocho concavidades.

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Fig. No. 244.- Cuatro tipos de cuchillos ornamentales, de uso común entre los jefes guerreros mochicas.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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Hondas

Tanto las bolsas utilizadas para contener guijarros comolos diversos documentos pictográficos nos prueban laexistencia de esta arma arrojadiza: la honda (vulgarmentellamada en las serranías peruanas “huaraca”, nombre deorigen quechua). En las pictografías se pueden observarestos instrumentos, cuya facilidad de manejo y su facturaen extremo sencilla los convirtieron en armas muyestimadas. Su manejo se generalizó y llegó a unaverdadera perfección entre los tahuantinsuyanos.

Con la presencia de la honda nace la idea y lapráctica de la puntería calculada a gran distancia,efectiva a más de cuatrocientos pasos. En nuestrostiempos es admirable ver a los andinos lanzar con sushondas estriadas amistosas piedras que lleganmatemáticamente y con gran violencia al blancoperseguido. En cambio, no nos ha sido posible hallar enlas pictografías algo que delate el uso del arco y de laflecha, ni siquiera en las tribus enemigas de losmochicas, que a pesar de su primitivismo, únicamente selas ve blandiendo armas contundentes.

Bolsas para guijarros

También consideramos como parte de los utensiliosmilitares las bolsas destinadas a reunir piedrasarrojadizas, hechas unas veces de telas consistentes yotras de mallas, en cuyos tejidos se habían utilizadocuerdas trenzadas de gran resistencia. Para este fin, sinduda, se utilizaban hombres especiales, cuya robustaconstitución física les permitía cargar un gran número depiedras y arrojarlas con facilidad contra el enemigo. Laspiedras, como se sabe, fueron las primeras armas que elhombre empleó para su defensa contra los animalessalvajes y contra sus mismos semejantes.

Escudos

Estas armas defensivas se ofrecen en manos de losguerreros, donde adoptan formas circulares,rectangulares, cuadradas u ovoides, y han constituido elrenglón más importante de los menesteres guerreros.

Con ellas se paraban los golpes de las mazas o porras yse defendía el cuerpo de las incrustaciones o contusionesque podrían producir las armas arrojadizas. Es indudableque fueron hechos de maderas resistentes o acaso deláminas de metal. Dentro de la plástica aparecen como sila materia prima utilizada en ellos hubiera sido maderamuy consistente y de gran grosor. La superficie exteriorde los escudos estaba adornada con variedad de dibujosy figuras, grabadas o en relieve, que ofrecíanincrustaciones de turquesa y otras piedras finas, adornosque delataban el gusto artístico y la jerarquía militar dequienes llevaban tales armas. En la cara interior estabandotados del asa que servía para sujetarlos. No tenemosdocumento alguno que nos pruebe el empleo del cuerode lobo en estas armas, como sucedió en otrasoportunidades en las primitivas culturas, particularmenteen las europeas (Fig. No. 245).

Cascos

Sólidos, gruesos, posiblemente acolchados por dentro,eran los cascos con que se tocaban la cabeza losguerreros mochicas. Su forma era cónica y su objetodebilitar los golpes de maza del enemigo.

Además del casco que hemos descrito, los guerrerosllevaban un peto de metal debidamente acolchado paraevitar que el roce con el cuerpo produjera lesiones.Algunos petos, como hemos podido observar, estabanformados de planchuelas de plata o de cobre, y losdestinados a los grandes jefes llevan en su superficie, comoadorno, lentejuelas de oro o placas repujadas de estemismo metal, ornamentadas con dibujos geométricos o decarácter religioso. De esta guisa quedaba perfectamenteresguardado el tórax y parte del abdomen del combatiente.

Disponían, además, entre sus instrumentos de guerra,de caracoles –hermosas conchas en espiral sopladas porlos guerreros–, que con su eco de extraordinariasonoridad imprimían sus luchas de majestad y patetismo,y enardecían a los combatientes con sus toques y señalesde guerra (Figs. Nos 246 y 247). Las bandas de músicamilitares estaban integradas por tocadores de quena y detambor, como aparecen en una pictografía en el capítulodedicado a la danza y la música.

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Fig. No. 245.- Diferentes tipos de escudos utilizados por los guerreros mochicas.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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Figs. Nos. 246 y 247.- Strombo, trompeta guerrera utilizada por los ejércitos mochicas, y trompeta militar.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (064-009-004 y 063-004-004)

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ORGANIZACIÓN MILITAR

La organización militar efectiva, en el pueblo queestudiamos, se presenta en los dos últimos períodos desu desarrollo cultural. Sin embargo, parece que erramosal creer que en los primeros períodos no existía unaverdadera técnica militar entre los mochicas, que losguerreros iban al campo de batalla sin plan previo y sindesarrollar la táctica que las circunstancias del lugar y dela lucha requerían.

En los primeros períodos, si bien vemosrepresentaciones de algunos guerreros que utilizanmazas y escudos, no encontramos las insignias quedenotan jerarquía ni tampoco escenas bélicas, que síson numerosas en las pictografías y esculturas de losdos últimos períodos de la cerámica mochica. De laspictografías deducimos que había dos tipos de lucha: delarga distancia, que posiblemente iniciaba el primercontacto entre los ejércitos contendientes, y luego, lalucha cuerpo a cuerpo, que finalizaba la acción.Creemos que al trabar combate, el encuentro se iniciabaen el momento en que los ejércitos se ponían a tiro deestólica. En ese instante, los grupos de combatientes,diestros en el manejo de la estólica, lanzaban contra elenemigo una lluvia de agudos dardos. Inmediatamentedespués se iniciaba la carga de los beligerantes,armados de maza y escudos, y se entablaban, entregritos ensordecedores y denuestos, las acciones decuerpo a cuerpo con toda su dramática y salvajebrutalidad (Fig. No. 248).

Mucho nos hizo pensar el largo de las lanzas quehemos encontrado. Nos llamó poderosamente la atenciónque los guerreros mochicas, que llevaban a losprisioneros, pudieran portar los vestidos de éstos en elextremo de sus mazas. Por el tamaño se puedenconsiderar como jabalinas de gran peso, aunque nopodemos afirmar que se utilizaran como las lanzas de laslegiones romanas. De haberlas colocado hacia adelanteen los combates, los guerreros mochicas hubieranformado verdaderas murallas difíciles de vencer.

En esta lucha porfiada –donde la astucia y la fuerzafísica, unidas a la superioridad en número, tenían queimponerse– jugaban un gran rol los escudos, quegeneralmente eran pequeños y de construcción muysólida. Dadas sus pequeñas dimensiones y al sercolocados en la mano izquierda de quienes los

utilizaban, permitían parar con rapidez y desenvoltura losrecios golpes de maza (Fig. No. 249).

El guerrero mochica estaba singularmente equipadopara hacer frente a los más tremendos encuentros cuerpoa cuerpo. Llevaba protegidas ambas muñecas: en laizquierda, el escudo; en la derecha, una sólidamuñequera. Esta última cumplía un importantísimoobjetivo: al golpearse con las mazas, era lógico que launa resbalara sobre la otra, y daba como resultado quecon frecuencia, al detener el golpe, la parte más pesadacayera sobre la muñeca del brazo que sostenía la maza.Servía, pues, la muñequera de gran protección, sin lacual un solo golpe en el brazo inutilizaba al guerrero.

Con nuestra observación y el apoyo de las escenasguerreras pictografiadas podemos trazar, con granclaridad, los cuadros de lo que fueron las guerrasmochicas por el denuedo de los combatientes.

Después de los choques a distancia y cuerpo acuerpo horriblemente sangrientos, y una vez dominadoel enemigo, empezaba la venganza: su obra dedestrucción, que era terrible, despiadada. Los prisioneroseran despojados de sus armas y de sus vestidos para serluego golpeados hasta concluir con ellos (Fig. No. 250).Una vez victimados, se separaba la cabeza del tronco. Lacabeza, utilizada como trofeo de guerra, era ensartadapor la boca y la tráquea. Al regreso de la batalla losvencedores conducían las cabezas de sus enemigoscogidas por los pelos o ensartadas y exhibían tambiénlos sanguinolentos brazos, piernas y órganos genitales delos vencidos, que pendían de sus manos crispadas.

Los prisioneros a quienes se les concedíamomentáneamente el don de la vida eran llevados,sujetos por el cuello y las manos, con sogas (Figs. Nos.251, 252, 253 y 254). El tratamiento que recibían –unavez presentados a los jefes o jueces militares, quieneshacían recaer sobre ellos los castigos que juzgabannecesarios– era cruel. A algunos se les utilizaba para lossacrificios humanos dedicados a los dioses mochicas.

El ejército mochica, como ya hemos dicho al explicarla organización política de este pueblo, era conducido alas batallas por sus jefes en persona, de cuya experienciay sabiduría dependía el éxito de la empresa.

La complicada maquinaria del ejército exigió unsistema especial de comunicaciones que permitieratransmitir todos los incidentes y detalles de la contiendao pedir auxilio en caso necesario. Por eso vemos que

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Fig. No. 248.- Escena de sangrienta batalla, según un vaso pintado. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1539)

Fig. No. 249.- Victoriosos, los guerreros mochicas regresan conduciendo prisioneros, según escena tomada de un vaso acampanulado.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1544)

Fig. No. 250.- Escena pictórica que revela la práctica de los descuartizamientos a los que eran sometidos los guerreros vencidos. Tomada de la Revista Lima, Vol. I,1923, pag. 379.

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Fig. No. 251.- Victoriosos, los guerreros mochicas regresan conduciendo prisioneros, según escena tomada de un vaso acampanulado.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1558)

Fig. No. 252.- La vuelta de los guerreros mochicas conduciendo prisioneros. Nótese los atavíos, las armas y los demás utensilios.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1553)

Fig. No. 253.- Interesante escena pictórica del traslado de los prisioneros por los guerreros mochicas.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1554)

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dentro de la institución encargada de la redacción ydesciframiento de los mensajes hay personas destinadasal servicio militar, identificadas por su especial manera devestirse y por las insignias características del guerrero:llevan como adorno en la cabeza el instrumento cortantea manera de media luna, ya descrito en párrafo aparte ysimilar al de los guerreros comunes.

También caminaban con los ejércitos los descifradoresde los mensajes y a ellos aluden los zorros vestidos deguerreros que asoman en las escenas bélicas aportadaspor el arte mochica. Además, en la plástica aparecen loszorros en actitud de defensa ante el ataque de susenemigos. En las representaciones bélicas, los venadossimbolizan a los mensajeros guerreros. Igualmente, en lasrepresentaciones escultóricas apreciamos la presencia devigías, ubicados en lugares altos y en las proximidadesde los ejércitos.

Las escenas de choques armados también indican quelas batallas fueron frecuentes y que los mochicastuvieron que soportar serias invasiones de los pueblosvecinos a medida que avanzaba su expansión territorial.De allí que se preocuparan de que en todos los lugaresque conquistaban reinara la paz y la tranquilidad, parade esa manera imponer fácilmente sus usos ycostumbres, y les dotaran luego de servicios queaseguraran la defensa y destrucción del enemigo, comofueron las fortalezas y murallas que, como veremos en elacápite siguiente, alcanzaron gran importancia.

No podemos menos de describir en este capítulo lahermosa escena que presentamos (Fig. No. 255). De gransimbolismo, sus representaciones llenas de realismo sontoda una historia guerrera. El cántaro del cual hemoscalcado las escenas fue hallado en el valle de Virú ypertenece al cuarto período. La lámina está dividida entres secciones. Comenzaremos por la superior, paradespués pasar a la media y luego a la inferior.

Dentro del círculo que corona el cántaro, hallamos todoel ropaje y las armas de guerreros cuidadosamenteañadidos. Vemos la carrillera, el casquete con sus orejeras,el cuchillo ornamental que lo corona y el turbante queasegura el gorro; la camisa, la faja que servía para ceñirla alcinto y el faldellín; también el cuchillo ornamental quecolgaba del cinto, y para completar esta indumentariaguerrera, observamos la presencia del escudo, de la mazacontundente y de dos estólicas. Todas estas piezas hansido animadas al agregarles cabezas humanas y pies. Como

se trata de una escena guerrera especialmente relacionadacon el abastecimiento de indumentaria y armas de losejércitos mochicas, el artista animó estas piezas en elanhelo de demostrar acción y movimiento.

En la franja media aparece una escena completa, pordemás interesante. Lamentablemente el calco nos haobligado a dividirla, pues las caras que aparecen en elcentro deberían estar en el extremo izquierdo. Fiel almétodo de expresar simbólicamente las escenas de lavida real, el artista trabaja con lujo de detalles.

Comenzaremos por la descripción de las casas o,mejor dicho, de las ramadas que servían posiblementepara cobijar a los grandes jefes. Existían dos hileras deéstas. Las primeras adornadas con mazas guerreras y lassegundas, más sencillas y pequeñas, colocadas en laparte superior de las primeras para dar idea de laperspectiva. La línea con el signo escalonado que iniciala escena ha sido colocada allí para dar la sensación dealtura. Las casas están deshabitadas; sólo vemos en ellaslos vasos que utilizaban los grandes jefes para arrojar losdesperdicios. En unos de ellos hay dos pequeñospajarillos que, a no dudarlo, comen los desperdicios quehan quedado en los vasos. Encontramos dentro de unade estas decoraciones también al pequeño tigrillo –signodel gran poder de uno de los jefes– que ha quedadoabandonado. En una de las casas observamos lapresencia del ulluchu, símbolo del silencio entre losmochicas. Las casas están resguardadas por dosindividuos, uno de los cuales tiene en sus manos unabarra; al parecer son mutilados. Frente a las casas, y degran tamaño, distinguimos a la lechuzaantropomorfizada, ataviada con toda la vestimentaguerrera, cargando en su brazo derecho el escudo, lamaza y la honda. Al frente y en el plano superior vemos,en actitud de hablar, a una mujer que con la manoizquierda está mostrando toda la indumentaria yarmamento guerrero que se encuentra en el sector dellado izquierdo. Poco más abajo vemos al perroantropomorfizado, el escudero del personaje simbólicodel guerrero. También con su mano izquierda y como siestuviera dirigiéndole la palabra, señala con la punta deldedo el menaje de guerra. Siguen a estos personajes dosaljabas de dardos, turbantes guerreros, estólicas,trompetas, cintos, dardos, y remata la escena con unamujer dedicada a la confección de fajas. La mayor partede estos implementos han sido animados.

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Fig. No. 254.- Un prisionero atado. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (061-007-007)

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En el plano inferior aparecen los guerrerostotalmente ataviados, y en el extremo izquierdo inferior,en actitud de iniciar la lucha, se ven dos personajessimbólicos continuamente ligados a las escenasguerreras. No puede ser más expresiva esta pictografíaque nos muestra, primeramente, el abandono de lospueblos por las masas guerreras, y la organización yabastecimiento de todo el menaje que requerían. Laescena nos dice a las claras que las mujeres eran lasque confeccionaban la ropa y las armas. De allí que seauna mujer la que le ofrece al guerrero simbólico todoaquello que sea menester y que van a necesitar él y sushuestes en la batalla con el enemigo.

Todo lo descrito en este capítulo nos hablaelocuentemente de la organización militar de los mochicas.Organización que podemos resumir en breves palabras:instituciones de mujeres en los pueblos destinadas a laconfección de la indumentaria de los guerreros; jerarquíasdentro del ejército como base de la disciplina; uso de

vigías en lugares apropiados para observar los movimientosdel enemigo; señales dadas por trompetas en caso deataques sorpresivos del enemigo, y carreteras que permitenla comunicación entre los centros de armas (fue tanimportante esto último, que existió una institución demensajeros del ejército con distintivo especial).

Cuanto más observamos las pictografías y las escenasguerreras, más nos convencemos de que los ejércitosmochicas no eran simples agrupaciones de hombres que seconvocaban en el momento de peligro, sino que era unainstitución permanente, perfectamente organizada, a la cualse le dotaba de todos los implementos de guerranecesarios para el desempeño de su cometido. Esto explicapor qué encontramos que todos los guerreros mochicastienen las mismas armas y la misma indumentaria.

Todos los datos que aparecen en este breve estudionos demuestran, pues, que la máquina de guerramochica estaba dotada de todo lo necesario para sufinalidad y que su organización era excelente.

Fig. No. 255.- Escena de gran simbolismo pictografiada sobre botella mochica del cuarto periodo. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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MURALLAS

Dentro del amplio sistema militar que tuvieron losmochicas se encuentran las obras de defensa yfortificación, creadas por sus estrategas para la seguridadde sus ejércitos. Militares avanzados se rodearon de todoel contingente necesario para el uso de sus dominios, quemantuvieron en todo momento a salvo de invasiones.

A lo largo de su territorio encontramos dos murallasde gran importancia por su magnitud y construcción.Dichas murallas podemos clasificarlas como reductosmilitares de sustancial valor estratégico. Fuera de ellasexisten, además, infinidad de otras de menor extensiónque pueden tomarse como murallas de defensa, aunquetal vez se refieren a simples divisiones territoriales yhagan las veces de hitos.

En el fundo Salamanca –valle de Chicama–, a orillasdel mar, nace un gran paredón (Figs. Nos. 256 y 257)que lo atraviesa transversalmente en toda su extensión ypasa por Paiján hasta llegar a los arenales adyacentes adicho pueblo por el lado este. El paredón está orientadohacia el noreste.

En algunos lugares, esa muralla está construida depiedra, especialmente por donde discurre agua de lasbarrancas, y levantada a base de adobes, de formas ydimensiones diferentes, en parajes secos. Es importanteanotar que encontramos en esta construcción desde losadobes cónicos de pequeñas dimensiones,ingeniosamente trabajados, hasta los adobesrectangulares característicos de los mochicas, incluyendo,desde luego, los casquetes esféricos, también comunesde esa época. ¿Fue acaso este paredón una divisiónterritorial o una defensa de su frontera norte? No losabemos, pero podemos asegurar que de este gran lienzode muralla salen, a ciertos intervalos, otras pequeñas deinferiores dimensiones. Sin embargo, es difícil poderprecisar con certeza el uso que le dieron los antiguosperuanos a esta clase de construcciones.

Más hacia el sur, en la pampa de Chicama, antes dellegar a La Cumbre, encontramos pequeñas murallas depiedra que recorren terrenos áridos en diferentesdirecciones. La más importante es la que atraviesa lapampa de noroeste a noreste, y sube hasta el cerrollamado Tres Puntas. Sus dimensiones varían, siendoalgunas de 1,50 m a 2,00 m de ancho en la base, por 1 ma 1,50 m de altura. Murallas de piedra similares a éstas

hemos observado en los arenales cercanos a Huanchaco(Fig. No. 258), y entre los terrenos áridos que separan losvalles de Santa Catalina, Virú (Fig. No. 259), Chao, Santay Nepeña. En este último valle son numerosas y bienconservadas. No podemos precisar exactamente a quéperíodo cultural pertenecen, y de allí que nosabstengamos de entrar en mayores detalles. En estecapítulo simplemente nos concretamos a dejar constanciade su existencia y a describirlas.

Como hemos dicho anteriormente, dos son lasmurallas de importancia y por tanto son dignas de sertratadas en esta obra. La de Santa, que ha sido estudiaday seguida casi hasta su término por la expedición aéreade Shipee-Jhonshon, y la que atraviesa el despobladollamado la pampa de La Cumbre, entre los valles deChicama y Santa Catalina, que une los cerros Cabras yTres Puntas.

A más de 8 km de la costa, antes de llegar a lassalineras de Chimbote, comienza la llamada Gran Murallade Santa (Fig. No. 260), a muy poca distancia de lacarretera que sirve para transportar la sal extraída de lassalineras. Y en un lugar cercano a una pequeña aldea sebifurca esta construcción, y forma un largo rectánguloque se curva en el centro. Es de notar que en este lugarla ausencia de cercos permite libre entrada al valle, dedonde se supone que para mayor seguridad construyeronla muralla que les brindaba efectiva defensa.

Esta muralla está situada, pues, en la ribera norte delrío Santa y se extiende, primero, a lo largo de la costa,cruzando los médanos, y penetra después en el deltaarenoso del río, hasta llegar a la parte angosta del valle.Bordea entonces las faldas de las montañas para subirmás tarde sobre ellas haciendo pequeñas curvas quevarían su curso recto. La distancia media entre la murallay el río es de 2 km a 2,5 km, aunque en algunos lugaresse acerca hasta llegar casi a su mismo lecho. A intervalosregulares, a lo largo de la muralla y a ambos lados deésta, se encuentran pequeños fuertes (Fig. No. 261),construidos sobre montículos que, sin duda alguna,consideraban puntos estratégicos de defensa. Hay untotal de catorce fuertes, algunos rectangulares y otroscirculares, construidos de paredes de más o menos 4 y1/2 m de alto. El más grande tiene 60 m de largo por 90m de ancho, aproximadamente. La mayor parte estáconstruida de adobes, pero hay otros hechos de piedrassuperpuestas, idénticas a las que forman la muralla.

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 256.- Gran paredón de Salamanca. Fig. No. 257.- Otra vista del paredón de Salamanca.

Fig. No. 259.- Muralla de piedra de las pampas cercanas al valle de Virú.Fig. No. 258.- Importante sector de la muralla de piedra, que se halla en laspampas cercanas a Huanchaco. Obsérvese la técnica de construcción.

Fig. No. 261.- Fortines rectangulares que se encuentran a lo largo de laGran Muralla.

Fig. No. 260.- La bifurcación de la muralla de Santa cerca de una aldea yen los lugares bajos y próximos a la costa.

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RÉGIMEN MILITAR

La apariencia y construcción de la muralla sonsimilares a las de aquella que atraviesa la pampa de LaCumbre y escala dos cerros de consideración ya citados.Sus paredes exteriores (Fig. No. 262) también estánformadas de piedras grandes superpuestas, que vanperdiendo tamaño a medida que se acerca la superficie.Las paredes exteriores de esta gran muralla se separanconvenientemente para recibir el relleno y tienen unasección general de forma trapezoidal. Dicho relleno estáconstituido de piedra menuda y material de acarreoexistente en los lugares cercanos. A pesar de la parte quese encuentra enterrada y otra demolida por los siglos, laaltura –término medio– de la muralla es de 2 m, aunqueal atravesar algunas quebradas el alto aumenta hasta 6 my 8 m, y le da un aspecto de lo más imponente. Sepuede calcular, sin embargo, que en la época en queésta fue construida tuvo hasta 4 y 1/2 m de altura. Labase, bastante sólida, tenía también 4 y 1/2 m de ancho.Los señores Shipee y Jhonshon han explorado en aviónesta muralla desde Chimbote hasta Corongo, hacia elinterior. No fueron más adelante, debido a ladesfavorable acción meteorológica y porque creían quecerca de ese lugar se pierde la muralla. Ellos calculanque en línea recta, sin contar las ondulaciones queduplicarían su longitud, tiene más de 64 km de largo(Figs. Nos. 263 a 265).

¿Qué finalidad tuvo esta muralla? Encontramosaceptable que haya sido construida por los mochicasdentro de su territorio, pero no nos explicamos por quéextendieron su construcción a través de las montañasde la sierra, atravesando la cordillera en puntos de granaltura. Es, pues, un problema todavía por resolver. Tansólo cabe suponer que, construida en la costa por losmochicas, fue más tarde prolongada para su utilizaciónpor civilizaciones posteriores. Con todo, ésta es lamuralla más importante, conocida en todo el territorioperuano y posiblemente en América del Sur.

La muralla de la pampa de La Cumbre, como hemosdicho antes, es en su construcción casi idéntica a laque acabamos de describir. Pero es mucho máspequeña en longitud, y parece que hubiera sido hechaconcretamente para defender ciudades establecidas enel valle de Santa Catalina de invasiones de lospobladores del noreste. Su rumbo es de 58° 29' 10"noroeste del meridiano magnético, siendo ladeclinación observada en el levantamiento del plano de

7° 29' 10" al este del meridiano astronómico. Se puedeconsiderar que comienza en las faldas occidentales delcerro Cabras, y se dirige en línea recta y con el rumboindicado hacia las faldas orientales y cúspide del cerroTres Puntas, después de cortar la pampa de La Cumbrey la línea férrea de Trujillo-Ascope, entre los kilómetros27 y 28, a 400 m del 27 hacia el 28, más o menos. Laproyección longitudinal es de 7.500 m, a los que hayque agregar 140 m de curvaturas verticales, lo que daun total de 7.640 m de longitud.

Está construido con material lítico y mortero dearcilla, y su estructura es de sector trapezoidal con labase inferior de 4 m; la superficie de 1,60 m y la alturade 3,60 m. El talud exterior alcanza 13°. Las paredesexteriores ostentan marcada alienación de las piedras,cuya solidez está perfectamente reforzada por el buenacoplamiento en su superposición y la presencia de“pachillas” –piedras menuditas– tenidas muy en cuentapara acondicionar las demás y llenar los espacios vacíos(Figs. Nos. 266 y 267). Los cimientos de estas paredesestán hechos de piedras muy grandes, cuyo largoalcanza hasta 50 cm y 45 cm de alto, y vandisminuyendo de tamaño a medida que se acercan a lasuperficie del muro. El espacio entre ambas paredesexteriores está, como hemos dicho anteriormente,rellenado (Fig. No. 268).

Para darle mayor consistencia a la muralla se haenlucido primero la cara del noroeste con arcilla fina yse ha cubierto la otra cara –la que mira hacia el mar–con chaflanes de gran solidez, hechos con material deacarreo, que permiten el acceso libre a la corona de lamuralla. Esta particularidad no es otra que la modalidadestratégica de defensa de los antiguos pobladores contrasus enemigos.

Esta muralla, sin duda, fue construida para detenerlas tropas invasoras de los incas que, dice la tradición,abandonaron sus ataques contra el reino Chimú por ellado sur y que sólo lograron éxito después deatravesar los majestuosos Andes, para luego sitiar ChanChan, la capital. Acaso fue el último baluarte de loschimús, que acosados por el sur y por el noroestecayeron rendidos y dieron paso a la invasión que loseclipsó para siempre. La estructura general de lamuralla parece probar esta hipótesis. Según un cortetransversal medio (Fig. No. 269), el macizo tiene unárea de 10,08 m2 y la rampa 21,75 m2; el peso

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 262.- Un sector de la muralla de Santa. Obsérvese la trabazón dela piedra muy similar a la que encontramos en la muralla de la pampa de La

Cumbre. Aerial Explorations Inc.

Fig. No. 263.- La muralla de Santa escalando las montañas serranas. Suaspecto es verdaderamente asombroso. Aerial Explorations Inc.

Fig. No. 265.- Otra interesante fotografía aérea de la muralla, en plenoescalamiento de las cumbres andinas. Aerial Explorations Inc.

Fig. No. 264.- Otro sector de la muralla de Santa en la ceja de la sierra. Hacomenzado a escalar los cerros. Aerial Explorations Inc.

Fig. No. 266.- Un interesante tramo de la murallas de la pampa de LaCumbre, casi intacto, en el que aún puede apreciarse perfectamente el

enlucido del paramento exterior.

Fig. No. 267.- Importante sector de la muralla de la pampa de La Cumbre.Se puede ver la colocación de las piedras, que es similar a la manera

empleada en Santa.

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RÉGIMEN MILITAR

específico del macizo es de 2,35 kilos y el de la rampade 1,80 kilos por dm3. De manera que un metro linealdel primero arroja 23 toneladas 688 kilos; y delagregado, 39 toneladas 150 kilos, lo que hace un totalde 62 toneladas 838 kilos.

No contamos con un solo dato que nos pruebe conexactitud que esta muralla fue hecha por los mochicas.En cambio, podemos dejar constancia de su similitud conla de Santa, y de la existencia de las construcciones depiedra de las acequias mochicas. La rampa de tierraarenosa y de guijarros que arranca de su paramentointerior está frente a Chan Chan. De allí que creamos quefue obra de defensa de esta ciudad. Si fue construida porlos mochicas, los chimús la utilizaron también. Los restosarqueológicos acusan, por otro lado, que en esta épocamochica también existieron ciudades en el mismo lugar,y la de mayor importancia, que fue muy extensa, en elvalle de Santa Catalina.

Principalmente con el anhelo de fijar en esta obradatos perfectamente comprobados, no nos atrevemos,como ya hemos dicho antes, sino a dejar constancia de suexistencia, sin aseverar por ningún motivo a qué períodopertenecen. Acaso mejores estudios de cronología nosindiquen algún día su verdadera ubicación con relación anuestra dilatada perspectiva histórica.

Al costado de la muralla se encuentran fragmentos decerámica mochica, lo que es un indicio más que puedeservirnos para la comprobación exacta de la raza que laerigió. Hasta el momento no podemos sino dejar corrernuestra imaginación tejiendo hipótesis, ya que nocontamos con documentos suficientes que nos permitanuna aseveración rotunda.

El mochica, pueblo previsor, se mantuvo en vigilia,con la mente pronta, una excelente organización yarmado el brazo para anular todo intento de agresión delos pueblos vecinos, de seguro belicosos.

0Metros 5

Fig. No. 269.- Corte transversal de la muralla de La Cumbre (plano).Fig. No. 268.- Detalle de la técnica de construcción de la muralla de lapampa de La Cumbre.

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VÍAS DE COMUNICACIÓNY TRANSPORTE

LA SERIE DE DATOS contenida en los capítulosanteriores revela ya a los mochicas como loshombres más civilizados de la prehistoria peruana.

Todo el brillante progreso que forjaron toma asidero,indudablemente, en sus medios de comunicación, motivopor el cual su importancia adquiere relieve especial ennuestros estudios.

Como hombres de empresa que eran, fomentaron lanavegación, la vialidad terrestre y todas las institucionesindispensables para facilitar y hacer permanente eltransporte de sus productos y un activo intercambioespiritual. Desde luego, en el presente estadio de nuestraobra insistiremos mayormente en la vialidad, sin que porello dejemos de fijar nuestra atención en todos los demásmedios de contacto que utilizan los pueblos en eseincesante trasiego de intereses, apetencias e ideales queforman la trama de la historia.

Tierra costera como fue la mochica, la navegacióntuvo para sus habitantes, en la época que estudiamos,singular importancia. Los mochicas, como los antiguosasiáticos, se lanzaron al mar gallardamente sobre susfrágiles y veloces “caballitos de totora”, mostrandodecisión en la empresa y estoicismo ante el dolor y loscontratiempos que cada jornada les brindaba. Susconquistas marítimas obedecen a un doble fin: uno

inmediato y cotidianamente cumplido, el de la pesca; elotro, de más largo aliento, conocer nuevas einexploradas regiones, ya que como a hombresdenodados y de rica fantasía, los tentó siempre laaventura con sus fabulosos mirajes. En excursiones deimportancia emplearon balsas de regulares proporcionesque brindaban cómoda ubicación a varias personas. Conellas abordaron, primero, los lugares cercanos a supropio territorio, y luego, otros más distantes, muyespecialmente las islas guaneras. Siendo su agriculturavasta y en extremo adelantada, mantuvieron con todaseguridad un tráfico marítimo debidamente organizadoentre las islas distantes que les proporcionaban guano,sustancia cuyo poder fertilizante estimaron mucho.

Adiestrados en las faenas marinas y con el ansiainnata de todo ser humano de conocer y buscar el másallá, partieron aquellos navegantes, señores de susairosas balsas, ya hacia el sur, ya hacia el norte de susdominios, siguiendo el contorno de las costas, endemanda de nuevas tierras y horizontes. En estasconstantes correrías, estimulados día a día por su arrojo,realizaron el milagro de llegar por el septentrión hastalas distantes riberas centroamericanas, mientrasmeridionalmente, sorteando la corriente de Humboldt,se alejaron mucho más allá de sus linderos. Desdeluego, es de imaginar las penalidades que tuvieron queafrontar y sufrir los primitivos navegantes mochicas paraarribar a tan apartadas regiones. Pero todos susquebrantos quedaban compensados cuando, llenos de

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Fig. No. 270.- La llama, poderoso medio de transporte del mochica, con sucarga. Obsérvese la pequeña visera sobre los ojos.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (087-003-011)

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gozo, regresaban a sus tierras portando en sus manoslas conchas espinosas (Spondylus pictorum) y losstrombos, productos que rápidamente entran a serobjeto de gran estimación entre los jefes y el pueblo:las conchas como hermosas ofrendas votivas y losstrombos como incomparables trompetas bélicas de sonarrebatador. La presencia de gran cantidad de estosproductos extranjeros en las tumbas mochicas y lafrecuencia con que son utilizados como motivosornamentales por los ceramistas constituyen pruebasfehacientes de que se estableció un intercambiosistematizado y continuo, logrado después de incesantesluchas con los elementos.

La descripción de los “caballitos de totora” y de lasbalsas corre en la publicación correspondiente a la caza ypesca, por lo que bastará en este estudio con lo que enrelación con medios de comunicación llevamos anotado.

La vialidad mochica, en este género de empresas, esla que mayor progreso alcanza en la época prehistóricaperuana. El genio administrativo de aquellas gentes leshizo crear una notable red de caminos, empleandoelementos de construcción y realizando bienelaborados planes, cuya grandeza no fue superada porlas culturas precolombinas. Sus experiencias yenseñanzas fueron más tarde aprovechadas por loschimús primero y los incas después, sin que ningunode estos pueblos los superaran.

Merced a tan importantes caminos, consiguieron entodo momento rápida y eficaz comunicación, comoqueda expresado, entre sus centros de alta civilización ylos territorios que requerían el afincamiento de la culturay un nivel de vida elaborado en aquellos núcleos deprogreso. Desplegaron así una unificación espiritual ymaterial capaz de crear sentido de nacionalidad. Porello, fue labor primordial de los jefes mochicas unirinmediatamente el área de sus dominios con las nuevastierras conquistadas, a fin de establecer la más librecirculación para poder cimentar su supremacía;contribuir a una mejor distribución del elementohumano y de la riqueza; y, como consecuencia, forjar unpositivo bienestar social y lograr de manera uniforme unacentuado desenvolvimiento cultural. Por eso, aquellasmagníficas vías –hoy todavía grandes– se extendieronpor todos los valles y llegaron hasta la región andinacomo testimonio de un generoso esfuerzo civilizador,que en la actualidad arranca palabras de respetuosa

admiración, no sólo de labios del investigador, sinotambién del viajero despreocupado.

Las rutas, vencedoras de la distancia y nexos de uniónentre los pueblos, constituyeron el ideal no únicamentede los mochicas, sino de los agregados sociales que lesantecedieron. Tal es el caso de la cultura Cupisnique,que unió el valle que lleva su nombre con el de Chicamapor medio de una gran vía, con la cual canalizó hacia elnuevo escenario su esfuerzo cultural, lo que permitió,con el cambio de medio, la diferenciación queulteriormente dio como fruto la cultura Mochica, a la vezque la utilización de nuevas fuentes de riqueza y detrabajo que elevaron el nivel de su economía.

Para que el presente estudio ofrezca claridad y orden,nos ocuparemos primero de la vialidad mochica, y acontinuación estudiaremos las instituciones de transportey demás medios de comunicación.

VIALIDAD

Dueños los mochicas de las experiencias de susantecesores, lograron imprimir a su obra vial el máscompleto perfeccionamiento. Dentro de su planrenovador caben nuevos materiales de construcciónsobre los ya encontrados, los mismos que son utilizadoscon mayores ventajas. Se hace, pues, variado y rico elarte caminero mochica, lo que nos obliga a adoptar paramayor claridad en esta exposición las siguientesespecificaciones: caminos de piedra, caminos de arcilla(creación mochica) y caminos mixtos; estos últimosresultaron del empleo de los materiales dominantes enlos dos sistemas anteriores. Los tres sistemas aparecen almismo tiempo en los grandes caminos deintercomunicación regional.

Caminos de piedra

El rol que estos caminos desempeñaron en laadministración mochica no fue sólo de acercamientonatural y humano, y de incremento de beneficiosgubernativos y comerciales, sino que tales víasconstituyeron los medios de mayor eficacia en cuantoconcernía a la estrategia militar, al facilitar el avance delos ejércitos victoriosos para hacer más decisiva sudominación, al mismo tiempo que aseguraban eltransporte de cuanto elemento se requiere en casos de

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lucha armada. De allí que, haciendo ostensibles susprofundos conocimientos de ingeniería, trazaran esas víaspor los lugares menos accidentados, buscando a la vezsu solidez y seguridad, a la par que su desarrollo fuera lomás corto posible. Es así como nacieron sendasprincipales y auxiliares. Consideramos nosotros comoprincipales aquellas que arrojan una mayor extensión ydimensiones más grandes en general, como son las delas ciudades más importantes, así como las de los vallesa través de los desiertos; y como auxiliares, las que sealejan de ese patrón, y que por lo general se construíandentro del encuadre de los valles.

En la región que nos ocupa, la vialidad estárepresentada por una importante senda que ponía encomunicación el centro principal de los cupisniques conel valle de Chicama. Se caracteriza este camino por estarconstruido esencialmente de material lítico. Supavimentación está hecha con losas de piedra dediferente tamaño que ofrecen una perfecta nivelación; loscercos que la bordean constituyen muy sólidas “pircas”,igualmente de piedra.

Hemos encontrado algo muy similar a esta vía apocos pasos de las ruinas megalíticas de Queneto y endirección a Quirihuac: tramos muy bien conservados yun magnífico camino de internación hacia la sierra. Seescogieron para su erección las piedras de superficieplana que abundan en la región, unidas con materialfino y tierra arcillosa. Este camino no tiene anchouniforme, pues varía, según el lugar, de 2,50 a 4,50 y a10 metros. El ancho de 10 metros corresponde a la víaprincipal y las otras dos a ramales; aquélla sale deTomabal con dirección al interior, hacia Carabamba, yse halla hoy muy destruida, ya que sólo quedan en pielos cercos formados con piedras de cerro –sistema demampostería en seco que en estos lugares recibe ladenominación de “pircas”. Sin duda, es la ruta másnotable de los tiempos arcaicos.

Todos los caminos en estas secciones están hechos deasolados de piedra, en los que se han empleado losasirregulares de 0,90 por 0,60 metros, que ofrecen unespesor variable de 15 centímetros y más.Cuidadosamente seleccionadas, se las emplazó al hacerel acabado del camino, con el fin de buscar la mayorexactitud en las junturas.

En algunos caminos no se encuentra el cerco desostén, pero en cambio el pavimento se halla asegurado

por piedras colocadas de canto, a la manera desardineles. A pesar de que el material pétreo no fuelabrado antes de su utilización en los pavimentos, esnotable la impresión que produce el acabado, que sedebe tan sólo a la gran habilidad de los constructores.

Caminos de arcilla

El fundamental camino longitudinal de intercomunicacióncostanera que ligó todos los valles de la dominaciónmochica fue aquél cuyos restos cruzan transversalmenteel valle de Chicama (Fig. No. 271). Los vestigios máspalpables de esta obra los hemos encontrado en San JoséAlto y cerca del actual pueblo de Chicama, de dondeprosiguen al sur y se pierden en los arenales deHuanchaco. Las huellas de San José Alto no ofrecenmayor importancia que la de presentarnos algunosfragmentos de camino, y donde hemos practicadomediciones comparativas que nos han servido de índicepreciso para seguir su dirección. Los más importantesvestigios son los que se hallan en las inmediaciones deChicama (Figs. Nos. 272 y 273), y se yerguen a pocadistancia del distrito, siguiendo hacia el sureste.

La vía discurre entre paredes que todavía están enpie, a pesar del tiempo transcurrido. Los muros, a juzgarpor las observaciones minuciosas que se hanpracticado, han sido construidos con adobes polimorfos,colocados a manera de tapia en capas superpuestasafianzadas con buena cantidad de barro. Los adobesque hemos encontrado pertenecen, indistintamente, alos tipos paralelepípedo y casquete esférico en susvariaciones exóticas, con predominio en las bases delos muros del tipo semioblongo. Todas estas formas deadobes han sido manufacturadas sin molde alguno. Nose revela en ellos gran cuidado, porque el ingenieromochica necesitaba ganar en la obra a su cargo solidezy tiempo. La construcción de sus cercos, bienacondicionados por la magnífica disposición de losexóticos adobes, proporcionó al camino una granconsistencia, superior a la que brindan modernamentelas tapias que se hacen con arcilla apisonada y cuyaduración es efímera (Fig. No. 274).

Todas las tapias de los caminos están edificadasdirectamente sobre el suelo, pues no se advierte enninguna la presencia de cimientos.

A la salida del pueblo de Chicama, el camino se halla

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totalmente destruido por la acción de los aluviones queno hace mucho azotaron gran parte del litoral peruano ycausaron innumerables daños.

El ancho de este vial es invariablemente de 10metros. La altura de sus cercos alcanza un metro, y elpavimento, todo hecho de arcilla y arena, ofrece unespesor de treinta centímetros (véase el plano adjunto,Fig. No. 275). Sin embargo, en algunos tramos, lapavimentación –hecho el afirmado con arena y conchasy el acabado con arcilla y arena– llega a 45 centímetrosde profundidad.

La ruta continúa hacia el sureste, hasta el kilómetro 45

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Fig. No. 271.- Gran tramo del camino costanero mochica, que pasa cerca dela Huaca del Castillo de Chiquitoy. Obsérvese la perfección de su trazo recto.

Fig. No. 272.- Vista del camino mochica costanero, en las afueras deldistrito de Chicama.

Fig. No. 273.- El camino costanero mochica en las cercanías del pueblo deChicama, Trujillo.

Fig. No. 274.- Detalle topográfico de la construcción de los murosque limitan el camino mochica. Valle de Chicama, Trujillo.

de la línea férrea que une a la ciudad de Trujillo con elvalle de Chicama, y que a distancias variables, por causade la orientación de ambas vías, corre paralelamente. Apartir de ese kilómetro se dirige hacia el suroeste, y sepierde en el arenal para reaparecer más allá, detrás deuna de las huacas de Chiquitoy, que se halla ubicada alpie del cerro Tres Puntas, de donde sigue hacia elsureste hasta llegar a Chan Chan, y voltea antes porHuanchaco. Como se verá, el camino ha ido atravesandosolamente lugares planos, a pesar de que la vía máscorta era por la cumbre. Esta preferencia obedeció–además de ser más cómoda para el transporte– al hecho

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VÍAS DE COMUNICACIÓN Y TRANSPORTE

11.40 m

Eje

long

itudi

nal d

el c

amin

o

10.00

2ºN.V.

1.15

1.15

Distribución del adobe

8.60

1.40

Fig. No. 275.- Corte transversal del camino costanero precolombino, de un kilómetro, ubicado a laentrada de Chicama. Mampostería de adobes en forma de casquete esferico.

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de querer poner en contacto los puntos más importantesdel valle de Chicama con el principal puerto depescadores y con las grandes ciudades. Éstas estabanestablecidas donde hoy se muestran las ruinas de ChanChan, y aquellas que se trazaron en el valle de SantaCatalina. La principal ciudad de este valle –muy grande ypopulosa– fue la que se halló edificada, como ya hemosdicho en capítulos anteriores, en el área llana que rodealas huacas del Sol y de la Luna. Bordeando los cerroscercanos a estos monumentos se hallan los vestigios dela arteria principal, que después de atravesarlos siguerumbo hacia el próximo valle de Virú.

Por hallarse todos sus terrenos dedicados al cultivo, alcruzar el valle de Santa Catalina, el camino hadesaparecido totalmente. De la Huaca del Sol saledirectamente hacia el puerto de Salaverry, siguiendo laparte alta de la playa, a unos 150 a 200 metros más omenos de la ribera del mar. Penetra en el valle de Virú,donde sus restos se encuentran casi totalmente borradospor las tierras de labrantío.

Por desgracia, en Chao, Nepeña y aledaños ha sidoimposible precisar los rastros de esta gran vía central,fuera de algunos que afloran en las estériles pampasentre Nepeña y Santa, que ofrecen los cercos edificadosen piedra. En cambio, en el valle de Santa –haciendaTambo Real– hemos comprobado que el caminoprincipal marcha integrado por tres vías (Fig. No. 276). Elancho de la central corresponde exactamente a la medida

de 10 metros, y las otras que discurren al costado, de 5metros de ancho cada una. Los muros que la bordeanson de igual construcción a la que se encuentra en elvalle de Chicama, sin diferir tampoco ni el revocado delplan o pavimento. Esta particularidad nos inclina apensar que la vía del centro servía para el tránsito de losgrandes gobernantes y su séquito de nobles, y laslaterales estaban destinadas al trasiego de la servidumbre.

Indudablemente, esta arteria principal tenía cuantasramificaciones indispensables requerían los distintospueblos que atravesaba. Mas es difícil precisarlas, ya quelas únicas huellas viales que hoy existen están en losdespoblados, allí hasta donde no ha llegado ladestrucción con las labores agrícolas.

La pista de arcilla de los caminos es sólida en toda suextensión. Hemos comprobado que está revocada con 10centímetros, más o menos, de un conglomerado hechode arcilla, piedra menuda, arena y conchas. Elprocedimiento en el acabado del camino, en esta formade trabajo, es también notable; ofrece gran similitud conel tipo de construcción actual que se conoce como Mac-Adam, con la ventaja de mostrar una superficie continuaque no requiere frecuentes reparaciones, como lo exigeel mencionado sistema moderno.

Al atravesar las arenosas pampas, los mochicasaprovecharon las piedras que se encontraban siempre encantidad en las faldas de los cerros y aun en el mismollano, para formar sus sólidos bordes, a fin de evitar que

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Fig. No. 276.- Vista del camino prehistórico que atraviesa el valle de Santa. Fig. No. 277.- Una de las plataformas que se encuentran a la vera delcamino mochica y que sin duda servían para la edificación de garitas o

estaciones de los "mensajeros".

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los enarenamientos frecuentes producidos por el vientoborraran la huella del camino.

En algunas partes, el ancho de la vía central eranotable, como hemos podido observar en la pampa deHuanchaco, donde alcanza una medida de 25 metros.

Caminos mixtos

El principal tipo de carreteras mixtas lo hemosencontrado en las huellas que van de Moche a Virú, porlas faldas del cerro Chipitur. En este camino se haempleado el material de arcilla para la pavimentación yla piedra para los cercos, que actualmente se encuentranbastante deteriorados. El ancho de la principal es de 4,50metros, conocida hoy por los vecinos de Moche como“Calle Ancha”. De ella se desprende una derivación cuyoancho es menor y se le conoce como “Calle Angosta”.

Ahora bien, volviendo nuestra vista hacia estoscaminos y mirándolos panorámicamente, descubriremos,indudablemente, su finalidad altamente estratégica. Lamagnitud de estos caminos nos corrobora que el norteperuano no estuvo habitado por agrupaciones diversas yextrañas entre sí, sino que estaban organizadas en ungran conjunto único.

A través de estos estudios hemos podido llegar,pues, a la conclusión de que las vías mochicas fueronperfectas y estaban dotadas de todas las comodidadesque exigía esa época. En los restos que están cerca delpueblo de Chicama hemos encontrado vestigios deplataformas que se suceden de trecho en trecho, y queseguramente correspondían a los paradores, pascanas ogaritas, como quiera llamárseles (Fig. No. 277),destinadas a los viajeros para su descanso o albergue.De ellas se servían con mayor frecuencia los“tzhaqui.izcaero”, de quienes –y de cuyas actividades–nos ocupamos en la obra sobre la escritura.

Los cronistas de la época de la Conquista, quienes lasencontraron en buen estado, son todo elogio frente aestas vías. En este aspecto, es frecuente hallar en susdescripciones extensos párrafos dedicados a alabar tangrande empresa, de la que fueron esenciales animadoreslos ingenieros mochicas. Desde luego, sería aventuradopensar que las vías costaneras del norte fueron obrasincaicas. Opinamos que el corto tiempo de su dominio yla aparición inesperada de los conquistadores impidierona los quechuas acometer obras de tanta trascendencia,

que son producto más bien del esfuerzo coordinado demuchas generaciones. Los caminos norteños a que nosreferimos son obra propia de las culturas preincaicas. Ladenominación de “Caminos del Inca” con que se calificahoy a toda obra vial antigua obedece al error dedesignación que ha venido cometiéndose con todo en elPerú antiguo, por abrigarse la creencia de que antes delos españoles sólo existieron los incas. Creemos, sí, queéstos se sirvieron de los caminos existentes para unirloscon los que ellos construyeron, si se tiene en cuenta suespíritu emprendedor y sus condiciones especiales comoorganizadores, lo que les permitía aprovechar todos losbuenos elementos que encontraban en los territoriosvencidos para incorporarlos a su civilización.

Una de las más claras apreciaciones de la magnitudvial antigua se contiene en el siguiente juicio deGarcilaso de la Vega: “Si el Emperador Carlos Vquisiera hacer otro camino real como el que va deQuito al Cuzco o sale del Cuzco para ir a Chile,ciertamente creo que todo su poder para ello no fuesepoderoso, ni fuerzas de hombres lo pudiesen hacer, sino fuese la orden tan grande que para ello los Incasmandaron que hubiese”.

Y es que los incas, inteligentemente, siguiendo a loshombres del norte en sus magnas empresas, vencieronlos más grandes obstáculos para unir sus dominios conobras viales que reflejan una depurada técnica, elesfuerzo coordinado de miles de brazos y el empleo dedilatados espacios de tiempo. No son errados ni hayexageración en los juicios de aquellos ilustreshistoriadores que dan a la vialidad antigua del Perú elcarácter de realmente admirable.

En todos los mapas arqueológicos que se estampanen esta obra se han fijado los sectores de caminos queaún pueden verse. Con el auxilio de éstos se puedeapreciar la importancia y el curso que tuvieron, a la vezque el enorme papel que desempeñaron comovivificadores y conductores del poder expansivo y derenovación de una cultura bastante refinada y vigorosa.

Puentes

Es seguro que las vías que unían los valles tuvieron suspuentes para salvar los ríos, sobre todo en épocas enque se producían las avenidas de agua. Pero sobre elparticular no se han encontrado vestigios, ni en las orillas

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de los ríos ni en los restos del arte o de la industria. Sinembargo, no puede negarse su existencia. Debieron serconstruidos con maderos de algarrobo y aparejos depiedra, mediante el empleo de la misma técnica indianaque se descubre en los puentes de troncos y palos delarga duración que todavía se hacen en el interior parasalvar los ríos y quebradas torrentosas.

Las maromas fueron, sin duda, los principaleselementos para atravesar los ríos. Hasta hace poco hansido muy utilizadas por los antiguos mocheros ycimbaleros, cada vez que crecía el río Moche. Estasmaromas, según Garcilaso, eran especialmente usadas encaminos particulares y no en los reales o de losgobernantes, en los que se emplearon, sin duda alguna,los puentes.

MEDIOS DE TRANSPORTE

Las instituciones de transporte de los mochicas ofrecierondoble faz: las que tenían por objeto el transporte de laspersonas y de los productos de intercambio, y las desimple transmisión de noticias y mensajes. Para lasprimeras, contaron con mucha gente destinada al serviciode sus grandes señores, y con rebaños de llamas,reducidas a una completa domesticidad; y, para lassegundas, con los “itzhaqui.izcaero” –mensajeros oportadores– (Fig. No. 278). Esta palabra, que se deriva delverbo mochica “itzhaq.eiñ” (llevar), tiene unapronunciación muy análoga al término “chasquis”, queemplearon los quechuas para nominar a los hombresdebidamente adiestrados y organizados que

desempeñaron el mismo papel en su administración,costumbre que, como ya hemos demostrado en lapublicación de la escritura, fue copiada de los mochicas.Después de haber estudiado detenidamente el origen yetimología de la palabra “chasquis”, hemos llegado a laconclusión de que esta voz no es sino una degeneraciónde la propia designación mochica “itzhaqui.izcaero”. Lapronunciación de este término a través de los siglos y enboca de gentes de extraña lengua ha sufridoinevitablemente modificaciones, aunque no tanfundamentales si se tiene en cuenta el tiempo transcurrido,pues hoy mismo el vocablo “chasqui” conserva gran partede la eufonía de la genuina designación “itzhaqui.izcaero”.Mediante este ligero análisis gramatical se comprenderádefinitivamente que la institución de los “chasquis” esoriginaria de la cultura que nos ocupa, como lo afirmamosdesde un principio. Hoy está mejor fundamentada, con elpropio nombre que la distingue y que es de auténticagenealogía mochica.

Entre los principales medios de transporte de personasy productos de intercambio, la llama fue uno de lospreferidos y más generalizados, dadas sus condiciones degran resistencia a la fatiga, hambre y sed, y a su fácildomesticación. Son abundantísimas las representacionespictóricas y escultóricas en el arte alfarero (Figs. Nos. 270y 279 a 284) que aportan un completo conocimiento sobreesta actividad. Nos ilustran no solamente sobre su usogeneral, sino acerca de la misma manera como erantenidas, y nos muestran las prendas de que constaba elaparejo con que iban equipadas. Y así aparecen adornadascon un vistoso manto, a manera de enjalma, que les

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Fig. No. 278.- Escena pictórica que nos muestra a los "mensajeros" en el desempeño de su ardua misión y que ha sido tomada de un vaso mochica.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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cubría desde la frente, y dejaban libres los ojos, hasta lasancas. En algunas ocasiones esta enjalma estaba provistade pequeñas viseras que se levantaban verticalmente sobrelos ojos, posiblemente con el objeto de evitar que losrayos solares hirieran directamente los órganos de la visióndel cuadrúpedo. A través de la enjalma y por pequeñoshuecos salían las orejas, que estaban sostenidas por sogasque se ataban alrededor del cuello. También se hacía usode una amarra que se sujetaba ciñendo el pecho, tomandolos bordes de dicha enjalma, que descansaban a amboslados de los brazuelos. En la parte posterior, la enjalma seaseguraba, ya sea por una amarra al contorno de lasancas, o simplemente por un hoyo que servía para darlibre salida a la cola, que desempeñaba al mismo tiempolas funciones de baticola. Sobre esta enjalma, que tambiénestaba asegurada con una especie de cincha, se colocabala carga bien distribuida en sacos, alforjas o “capachos”.Las llamas modeladas aparecen, pues, transportando suscargas, ora consistentes en grandes porongos quecontienen bebidas, sacos de granos o en “capachos”, otransportando un niño a cada lado, a quienes por su tiernaedad no se les permitía caminar.

Para guiar al animal se utilizaba una soga fuerte atadaa una oreja, previamente perforada.

Las cosechas de los campos se transportaban, sin duda,en grandes manadas de llamas, dirigidas por un guía, yaceleraban su marcha una especie de “arrieros”. Esfrecuente encontrar entre las representaciones escultóricasa los “arrieros”, colocados de vientre sobre las espaldasdel cuadrúpedo, descansando al mismo tiempo que labestezuela acostada en el suelo. Esta costumbre aúnsubsiste entre los arrieros de la sierra del Perú.

En cuanto se refiere a la fuerza humana y suutilización como medio de transporte, contamos condocumentos en la alfarería que evidencian tal hecho dela manera más concluyente. Primero, los servidores delos grandes señores, a quienes transportaban en literas oandas (Fig. No. 207) por sus amplios caminos, y luego,los que aparecen en las figuras Nos. 284 y 285, quedelatan una costumbre de largo arraigo y que aúnperdura en la región de la selva. La carga, lo mismo quehoy, era acondicionada por medio de fajas o cuerdasresistentes sobre la espalda y la frente, dejando libres losbrazos para apoyarse, en algunos casos, en bastones ocayados. Todo el peso de la carga gravitaba sobre lafrente. Indistintamente, la cerámica nos ofrece ejemplares

masculinos y femeninos que se dedican a esta pesadatarea. ¿Acaso eran seres exclusivamente destinados a tanespecial menester? Como decíamos, existen hoy en laselva peruana caciques que cuentan con piaras o gruposde hombres que transportan sus cargas en idéntica formaa la que aparece en los huacos mochicas, con una soladiferencia: los actuales cargadores no están vestidos másque con una simple trusa. La presencia de estasmultitudes en estado salvaje, manejadas por un arrierobrutal que esgrime un látigo, causa una profundaimpresión de dolor. Estas gentes salvan enormesdistancias por caminos escabrosos; y es mayor laindignación que causa en el hombre civilizado y de claraconciencia cuando advierte las espaldas llagadas de talesinfelices, que vierten sangre y pus.

Entre los medios de transporte para la transmisión denoticias se contaba con verdaderas instituciones de“ithaqui.izcaero”, de cuyas funciones ya nos hemosocupado en la publicación sobre la escritura. Aquíaprovecharemos la oportunidad para explicar laclasificación de tales servidores.

En los vasos globulares en que los encontramosrepresentados se observa perfectamente el trazo de loscaminos, indicados por dos líneas que ondulanparalelamente, ancha la una, como dando idea de losmuros que delimitan el vial, mientras la angosta sirvede perspectiva.

Diferentes fueron las clases de “itzhaqui.izcaero” quese instituyeron para llenar debidamente los servicios quereclamaba la adelantada administración gubernativamochica. Basados en los atavíos que llevaban en lacabeza y que se repiten continua y sistemáticamente,hemos podido clasificarlos de la siguiente manera: delservicio militar (Fig. No. 286), del real o político (Fig. No.287), del de los sabios o descifradores (Fig. No. 288) ydel religioso (Fig. No. 289).

Los encargados del servicio militar se caracterizabanpor llevar sobre el tocado un cuchillo ornamental y porpresentarse a menudo en las escenas en que intervienenportando armas guerreras, cuando no tomando parteactiva en las contiendas. Estos personajes se encargabande la difusión de las noticias de las victorias o fracasos delos ejércitos, y de la conducción de las más importantesórdenes militares de los generales y demás jefes.

Los encargados del servicio real o político llevancomo insignia un gran círculo adornado a manera de

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Fig. No. 279.- Llama en actitud de descanso. En este ejemplar puede verse con claridad la clase de aparejos que los mochicas utilizaban.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (083-008-001)

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Fig. No. 280.- Llama en la misma actitud que la anterior. De la oreja izquierda cuelga la soga o correa que servía para guiarla.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (087-005-015)

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Fig. No. 281.- Llama cuya carga para transportar son dos "urpus" de bebidas.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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Fig. No. 282.- Llama cuya carga consiste en unas alforjas ocupadas por dos niños.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XXC-000-192)

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Fig. No. 283.- Este vaso escultórico representa a un arriero en actitud de descanso sobre una llama.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (083-006-007)

Fig. No. 284.- Hombre semidesnudo que lleva sobre sus espaldas un enorme peso. Obsérvese la manera típica del carguío y la llama a su costado.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (064-003-002)

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Fig. No. 285.- Mujer portadora de carga.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (040-007-011)

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Fig. Nos. 286, 287, 288 y 289.- Tocado insignia del mensajero militar, del mensajero real, del mensajero civil y del mensajero religioso, respectivamente.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

roseta (Figs. Nos. 290 y 291), en cuyo centro asoma lavenerada cabeza del felino, símbolo del poder y de lafuerza que se halla comúnmente adornando los rostrosde los altos jefes. Estos mensajeros están encargados dellevar y traer órdenes y recados de esta alta clase, ya seade los campos de batalla o de los repartimientosadministrativos y políticos del imperio. En las escenasaparecen siempre cerca de los gobernantes.

Los adjuntos a los sabios descifradores llevaban unsimple gorro, idéntico al utilizado para simbolizar a loszorros descifradores. Acaso si éstos llevaban la misiónsagrada de la discreción, pues muchas veces hubo deconfiárseles secretos que sólo debían ser conocidos porlas altas autoridades.

Por último, los del servicio religioso se distinguen porostentar sobre la frente un adorno en forma de planoelipsoidal, cortado por el eje menor, adorno queencontramos continuamente en la cabeza de Ai Apaec.Estos personajes estaban solamente dedicados al cultodel ser supremo, creador del mundo y de todas las cosas(Fig. No. 292).

Ya hemos adelantado algunas noticias sobre lasimbología de estos personajes, así como su función dentrode la administración incaica, en la publicación sobre laescritura mochica varias veces aludida en esta obra.

La misión delicada y harto penosa de estos singularesseres, cuyos servicios se utilizaron hasta los últimos díasdel imperio del Tahuantinsuyo, llamó mucho la atenciónde los historiadores de la Conquista, que, en honor aellos, escribieron acápites especiales, donde destacaron laimportancia de su cometido (Figs. Nos. 293 y 294).

Como ha podido verse por la descripción anterior,los mochicas alcanzaron un extraordinario adelanto ensus medios de comunicación, y lograron dominioterrestre y marítimo. Ya hemos visto cómo los caminosque se edificaron, admirablemente trazados y bienconservados, fueron espléndidos, como respuesta afines de carácter económico, militar y político. Con esteorden de cosas, los grandes gobernantes pudieronvisitar cómodamente todo lugar hasta donde seextendiera su poderío, para inspeccionar de cerca lasnecesidades de sus poblaciones y mantener unentrañable contacto espiritual con ellas.

Los caminos mochicas fueron nexos de unión,cauces por los que se canalizaba la vitalidad de unpueblo llamado a superior destino; mirajesestimuladores de un constante y generoso quehacer,capaz de plasmar una colectividad cuya organizaciónera cada vez mejor, y en la que eran satisfechas demodo supremo todas sus necesidades.

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Fig. No. 290.- Representación escultórica de la lechuza, símbolo del mensajero nocturno en la cerámica mochica.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (066-003-008)

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Fig. No. 291.- Vaso de la cerámica mochica que representa el ornamento de cabeza de un mensajero de gobierno.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (066-003-011)

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Fig. No. 292.- Grupo de mensajeros en plena carrera. Captación de un vaso pintado.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1672)

Fig. No. 293.- Mensajeros místico, civil y militar, admirablemente representados como aves en un vaso mochica.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (1692)

Fig. No. 294.- Pictografía que representa en forma muy real a los mensajeros en plena carrera. Asimismo, constituye un bello ejemplo delsentido de perspectiva, que fueron dominando los mochicas en sus decoraciones de conjunto.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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LA AGRICULTURA

LAS GRANDES ZONAS SUJETAS A RIEGO y losvestigios de extensos campos de cultivo que seencuentran dentro del territorio que ocuparon los

mochicas demuestran que aquellos milenarios pobladoresde la costa del Perú agavillaron sus mejores energías enfavor de la agricultura. Alcanzaron en ella un notabledesarrollo, hasta trocarla en la mayor fuerza económicacon que contaron, y aseguraron sólidamente suadmirable desenvolvimiento.

Como veremos líneas adelante, los conocimientosagrícolas que poseyeron los mochicas estaban dentro deun plano netamente científico. Eran fruto de observacionesdebidamente comprobadas y sistematizadas.

Frente a la dantesca aridez de la costa peruana,arenosa e improductiva en nueve décimas partes de suextensión, se vieron forzados a obtener el mayorprovecho de los valles, para lo cual ensancharon día adía el área de sus tierras de cultivo a la vez queperfeccionaron sus métodos en esta vertiente deactividad. Es así como nacen, primero, sus grandes obrasde irrigación –una de las maravillas de las viejascivilizaciones que, a pesar de los siglos transcurridos, separangonan con las mejores obras ejecutadas por la

ingeniería moderna–, y luego surge en ellos la necesidadde investigar la eficacia de los fertilizantes y de lograruna mejor aplicación de los riegos y selección de lassemillas. En una palabra: hacen frente al más ahincadoestudio para acrecentar los medios destinados a elevar lapotencia productiva del suelo.

A pesar de que son abundantes los restos queposeemos de esta cultura, que se hallan concentrados enmuseos y colecciones particulares, son aún relativamenteescasos los documentos que nos dan plena luz sobrecómo preparaban las tierras de labranza, los instrumentosque para ello utilizaban y sus usos y costumbres en estequehacer. Sólo contamos para nuestro estudio, en cuantoa los mecanismos del trabajo agrario, con el acopio demuchas puntas de cobre, que ofrecen un extremo afiladoen forma de espátula, de cincel y demás, y el otroprovisto de su correspondiente regatón cilíndrico para lainserción del mango, que era de madera. Tambiéncontamos con los vestigios de campos de sembrío querodeaban los antiguos monumentos, en los que se perfilaaún, desafiando al tiempo, el perfecto trazo de los surcosen sus variadas formas; y con las representacionesplásticas y pictográficas de algunos frutos y plantas,realistas unos, estilizados otros.

Para una mejor comprensión de las enseñanzas queestos documentos ponen de relieve, hemos creídoconveniente aunar nuestras observaciones ycomprobaciones con lo que ocurre en el presente, y asíponer en claro rasgos folclóricos de importancia

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Fig. No. 295.- Implementos agrícolas de cobre. Nótese, en todos, losextremos destinados a la roturación de la tierra y los que corresponden al regatón cilíndrico.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XSM-006-A01; XSM-006-A02;XSM-006-A03)

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Fig. No. 296.- Otra serie de implementos agrícolas de cobre, que aún conservan la pátina de los siglos.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XSM-006-C02; XSM-006-C03; XSM-006-B05)

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histórico-tradicional y que acusan nexos con la épocaque estudiamos.

Las puntas de cobre (Figs. Nos. 295 y 296) no son sinolos prototípicos instrumentos que usaron los mochicas yque subsistieron hasta la época de los chimús, quienes losemplearon con mayor profusión, como se comprueba ensus tumbas, donde abundan de manera extraordinaria.Estas puntas de cobre se utilizaban a manera de aradosindividuales: bien acopladas, de un tamaño proporcional asu seguro y eficaz manejo, servían para roturar la tierra,trazar los surcos y abrir las acequias.

Es de suponer las inmensas dificultades que sedebían vencer en las prácticas agrícolas con tanprimitivos instrumentos; sin embargo, ellas seaminoraban ventajosamente gracias al concurso de unadensa población que permitió emplear un gran númerode brazos en las faenas. De otra manera, no se explica

la gran expansión agrícola que destaca en la culturaque nos ocupa, expansión que rebasó los llanos paraalcanzar lugares altos, donde a veces se tenía que llevarla tierra labrantía.

Por los vestigios de los campos de cultivo que hemoshallado dentro del territorio mochica, llegamos alconocimiento de que en sus cultivos emplearon los surcosrectos (Fig. No. 297); los sistemas de melgas y cajones enlos lugares planos (Fig. No. 298); los surcos de caracol(Figs. Nos. 299 y 300) y los terrados o andenes en losparajes quebrados (Fig. No. 301). A veces se combinabanlos distintos tipos enunciados, como se observa en loscampos cercanos al cerro de Chimbote, donde el terrenoacusa pendiente. Vestigios de los primeros encontramos enlos terrenos altos de Ascope, y de los otros en los campospróximos al pueblo de pescadores de Huanchaco y cercaal cerro de Chimbote y a la pampa de Chicama. Los surcos

LA AGRICULTURA

Fig. No. 297.- Disposición y forma de los surcos rectos.

Fig. No. 298.- El sistema de regadío denominadode pozas o melgas.

Fig. No. 299.- Los originales surcos mochicas enforma de caracol.

Fig. No. 300.- Surcos en forma de caracol encontrados en las pampas deSan José Alto, Valle de Chicama.

Fig. No. 301.- Una vista de los andenes o terrazas agrícolas en los cerros cercanos a la hacienda Tambo Real.

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de caracol que se encuentran en el sitio denominado ElPozo, hacia la laguna de Ascope, permiten apreciarclaramente la importancia de estos originales sistemasagronómicos, cuyo empleo significó un mayoraprovechamiento de las aguas y evitó que se pierdan.Estos surcos se empleaban únicamente en sitios con unacierta pendiente y seguían determinada dirección deacuerdo con el nivel del terreno. Las melgas y cajones seutilizaban cuando había abundancia de agua. Hemosencontrado vestigios de surcos de caracol no solamente enlos valles de Chicama y Santa Catalina, sino también en elfundo Santa Clara, ubicado en el valle de Santa. Hemospodido observar, así mismo, que en este último lugarempleaban surcos rectos en las laderas, los que sedesprendían de los costados de la acequia que bordea loscerros. Posiblemente, este sistema se podía emplearcontando con el auxilio de represas que permitían unriego uniforme y con una pequeña cantidad de agua, a finde que este elemento tan erosivo no arrastrara la tierrafértil. Además, en el valle de Santa los mochicasemplearon el sistema de pozas, como no lo hicieron enlos valles en los que contaban con abundante agua. Esteprocedimiento les permitió un mayor aprovechamiento delterreno. No debemos olvidar que el sistema de surcos erautilizado especialmente en los valles donde escaseaba esteelemento. Por último, los sistemas de terrazas, andenes oescalones, como es lógico, debieron predominar enterrenos de notoria inclinación, en toda ladera y lugaresescabrosos. Hemos encontrado este tipo de cultivo enunos cerros cercanos a la hacienda Buena Vista y en lahacienda Tambo Real. Para llevar el agua a estos lugaresse valieron de ingeniosos sistemas de elevación de lasmismas, aunque parece que el cultivo allí dependióexclusivamente de las aguas pluviales.

En tierras copiosas, los surcos eran trazados adistancias de 0,50 m a 0,60 m, y en las arenosas yabundantes en ripio y cascajo, a intervalos de 0,80 m a1,10 m. Esta particularidad prueba el conocimiento quetenían de la distribución de las plantas en armonía con laferacidad del terreno (Figs. Nos. 302 y 303).

La manera naturalista de la representación de losproductos alimenticios y la evidencia de su cantidadrevelan en la agricultura mochica un esmerado sistema decultivo. La forma idealizada de estos mismos frutosrepresenta la vinculación de la agricultura a la fauna y alhombre. Las ilustraciones que acompañan a la presente

obra ayudarán al lector a formarse cabal idea del progresoagrícola mochica.

Como quiera que el agua pluvial de que disponíanentonces no era suficiente para irrigar todos los terrenos,estudiaron la mejor forma de aprovecharlascientíficamente, y entonces vemos cómo se imponen enalgunos lugares los surcos de caracol que permitenutilizar íntegramente el agua, sin dejarla correr por lapendiente. Creemos que también acudían al mismosistema de aprovechamiento que se ve en nuestros díasentre los pobladores indígenas de Mórrope (en eldepartamento de Lambayeque), sistema original querevela la mejor manera de valerse del agua en sitios adonde no puede hacérsele llegar naturalmente porque susituación topográfica lo impide.

Así, sembrada la planta, emplean lagenarias de grantamaño y de cuello curvado, que se usan comúnmentepara transportar agua y que reciben el nombre vulgar de“checos” o “calabazos”. Sobre el terreno ya preparado yque alberga la semilla, se colocan hileras de palos enforma de horcones, los cuales sirven para enganchar elcuello de las lagenarias. Llenos de agua, a estos enormesfrutos se les practica un hueco en la base, que es“quilado” con un trozo de coronta o marlo de maíz, desuerte que deje escapar el agua a gotas y a pequeñosintervalos. De esta manera se mantiene una relativahumedad en el terreno, que facilita la normal germinaciónde la semilla y el crecimiento uniforme de la planta hastasu maduración. El esfuerzo que este sistema demanda esgrande, pero se concilia con el beneficio positivo queproporciona a la economía agrícola, la que acrecienta másy más su área de expansión.

En cuanto a las formas de sembrío que emplearon losmochicas, no nos parece que fueron diferentes de las quehoy usan tan diestramente muchos de los indígenas de lascomunidades agrícolas. Las prácticas más simples desembrío y de cultivo que se conservan acaso sí son lasmismas de ayer, aunque se pueden anotar ligerasvariaciones operadas por el tiempo transcurrido entreambas épocas. El uso de las puntas de madera –con unextremo afilado y curvo el otro, para permitir mayorseguridad en su manejo– aún subsiste por la herenciaancestral. En muchos pueblos indígenas se sirven de esteutensilio como auxiliar de sembrío; con él practicanpequeños hoyos en el suelo, donde se colocan las semillaspara ser cubiertas después con tierra que se empuja con el

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pie. Otro sencillo sistema de sembrío consiste en lapreparación de surcos dentro de los cuales se arroja lasemilla para cubrirla con la tierra de los camellones, quees igualmente movilizada con el pie. Lo mismo se hacía,indudablemente, antes.

De otro lado, es cierto que de acuerdo con la clase deplantas sembradas y la profundidad que requerían seempleaba tal o cual sistema, cuya mejor aplicación loscondujo a un gran perfeccionamiento y a crear unaverdadera ciencia de la agricultura.

Los vestigios de los canales de irrigación y de loscampos de cultivo nos han permitido, además, calcular elárea aproximada que se aprovechó en la época mochica.Es la siguiente:

Valles Hectáreas FanegadasChicama 17.065 5.887Santa Catalina 6.700 2.311Virú 1.450 500Chao y Huamanzaña 4.700 1.622Santa 1.300 449Santa Ana y Lacramarca 400 138Nepeña 2.000 690

33.615 11.597

Equivalen a trescientos treinta y seis kilómetroscuadrados y ciento cincuenta metros (336 km2 150 m), las33.615 hectáreas y 11.397 fanegadas que arrojan los vallesenumerados líneas arriba.

Los terrenos carentes de cultivo en los citados vallesalcanzan una superficie de 5.126,92 km2, cantidad quesumada al total anterior nos da 5.463,67 km2, quecomprende la extensión superficial del territorio habitadopor los mochicas.

El folclore andino ofrece un baile original de sabornetamente agrícola, en el cual se conservan ciertasprácticas y costumbres ancestrales que –estamosconvencidos– provienen de la época mochica. Ya más deuna vez hemos probado el arraigo que en el espírituindígena tiene todo cuanto fue objeto de veneración porsus antepasados, y el respeto que le inspira esciertamente profundo. Este hecho ha traído comoconsecuencia la perduración de ritos y usos que sepractican hoy, a pesar de la civilización occidental quepredomina en la costa peruana. Este baile es el queejecuta la mojiganga denominada Los Yungas. Tomanparte en este conjunto hombres y mujeres intercalados yen igualdad de número. El cuerpo de danza se divide endos subgrupos que reciben los nombres de Los Yungas yLos Aucas, que corresponden a dos tribus. Los Yungasejecutan labores agrícolas en un conjunto escénico queda mayor relieve y color a su acción. Los hombres,provistos de largos bastones de filuda punta, vancombinando el ritmo del baile con la introducción delinstrumento en la tierra, siguiendo la dirección queindica el trazo de las acequias, cuya apertura precedía alos sembríos; luego, dentro del compás de la música,horadan con los bastones la tierra de trecho en trecho,

LA AGRICULTURA

Fig. No. 302.- Vestigios de antiquísimos surcos que se hallan cerca de los cerros de Ascope.

Fig. No. 303.- Fotografía de los surcos cortos y rectos cerca de la pampa de Chicama.

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ayudándose con el pie derecho en señal de un granesfuerzo en procura de mayor profundidad. Las mujeresque van detrás depositan flores a manera de semillasobre la tierra que consideran removida por losinstrumentos de labranza, y añaden a su acción la de suspies, con los que simulan cubrir la simiente con tierra.

Una vez terminada esta ceremonia se supone yacrecida la plantación y se encomienda su cuidado a unapareja de ancianos de ambos sexos, mientras los yungasvan de excursión fuera del lugar en busca de otrassubsistencias. Al retornar comprueban que sus parcelashan sido destruidas por los aucas, al hallarlas taladas ydespojadas de vegetación. Encolerizados por estadepredación se vuelven contra los viejos cuidadores, aquienes castigan duramente, para luego salir enpersecución de sus enemigos. El baile termina con lasimulación de una encarnizada lucha tribal, de la quesiempre salen victoriosos los yungas, que de nuevo sededican a sembrar sus tierras. En la forma anterior se varepitiendo la escena cuantas veces sea necesario, dentrode un campo adecuado como advertimosoportunamente, en el cual aparecen las plantaciones, elbohío de los cuidadores, y que ofrece además el espaciosuficiente para el desarrollo de la coreografía y lasrepresentaciones complementarias.

La entraña de esta danza reproduce la forma como losantiguos peruanos labraban la tierra, su arte de lasembradura, los instrumentos que en tales faenasutilizaban, la cooperación de la mujer y las luchas tribalesque se suscitaban. Su valor folclórico y documental es,pues, de primer orden.

La mojiganga de Los Yungas está muy generalizada enlos pueblos norteños de los Andes y su representacióncoincide con la celebración de festividades religiosas porlas que tanto apego muestra el indio del Perú.

Las ideas respecto de la influencia de la Luna en elcrecimiento de los vegetales; la época en que debecortarse la leña para que no se carcoma; la estación enque deben recogerse las cosechas, entre otras cosas, seven unidas con toda fuerza a las costumbres de los nativosde estos lugares, posiblemente también herenciasancestrales. En la cerámica mochica vemos con frecuenciala representación de la Luna íntimamente ligada al diosfelino –divinidad suprema de los mochicas– y éste a laagricultura. En este caso, dicho vínculo acusa grantrascendencia teogónica.

El ejemplar que aparece en la figura No. 304 de lacolección del Museo Arqueológico Rafael Larco Herreraconstituye un valioso documento de escenografía plásticaque habla bien a las claras de una íntima vinculación entrelos astros y la agricultura. Los astros ejercían estrechainfluencia en el crecimiento de las plantas, hecho que losmochicas no desconocían y que utilizaron en su progresoagrícola, a la vez que también divinizaron en su plástica.

En el huaco aludido aparece la divinidad supremacircundada de un hermoso arco lleno de estrellas, quesimboliza la unión de los dominios terrestres y loscelestes. La divinidad tiene en la mano derecha un aradoen cuyo mango se ofrece magníficamente tallado un rostrode felino, mientras su mano izquierda aprisiona una plantade yuca. El conjunto en sí es rico en sugerencias yconstituye el documento conocido más efectivo sobre laligazón celeste y los destinos agrícolas, como la concebíala raza que estudiamos.

Dos hechos de esta antigua agricultura merecenespecial mención: lo admirables que fueron las obras deregadío que en ella se emplearon –elocuentes testimoniosde cultura– y la explotación del guano de las islas,poderoso fertilizante que utilizaron en abundancia y quepor sí solo constituyó un elemento indispensable en elrenglón económico y el fomento agrícola. Este importanteabono orgánico que abunda en nuestras islas y en variospuntos del litoral, hoy en día sigue siendo todavía un granfactor en la economía peruana y un auxiliar primario de laagricultura de la nacionalidad.

Respecto de las obras de regadío, nos hemos deocupar de ellas especialmente, en vista del gran interésque despiertan. En este pasaje del presente trabajoexplicaremos cuanto concierne al empleo del guano ypresentaremos los documentos que refuerzan nuestra tesis.Uno de los que prueba el grado a que llegó esta actividades el que aparece en la figura No. 305.

Este ejemplar es uno de los exponentes de mayorimportancia de la escenografía mochica. No sólo revela elprovecho que se obtenía del guano, sino también elsentimiento de gratitud exteriorizado hacia las divinidadespor ser las creadoras de tan poderoso auxiliar de laagricultura. En efecto, la base o plataforma, más o menosrectangular, representa la isla; en los cuatro costados, elartista, mediante manchas pictóricas, ha representado lamuerte de las olas en la ribera. Sobre el plano de la isla sedestacan una elevada roca y un alto adoratorio; desde la

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Fig. No. 304.- Grupo plástico que representa a Ai Apaec, con los atributos de la agricultura y aureolado de estrellas.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (064-002-004)

Fig. No. 305.- Importantísimo modelo escenográfico que representa con visible realidad una isla guanera.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XXC-000-167)

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base de la roca hacia el borde lateral se desprenden trescorralitos o encerramientos, uno individual y doscolectivos, que tienen cercados cinco lobos marinos.Detrás del primer atajadizo individual se ubica una balsade totora. Siguiendo la ringlera de los otros dos colectivos,hay dos balsas más, una tras otra, pegadas a las paredesexteriores. Encima de las paredes de los corralesdescansan los instrumentos indispensables para manejarbalsas, los mismos cuya apariencia hace suponer quefueron hechos de caña de Guayaquil. Los atajadizos tienenaberturas circulares que los comunican, hechas sin dudapara el intercambio del agua que se llenaba en ellos y quese hicieron con el objeto de mantener vivos los animaleshasta el momento del sacrificio. En la roca se observannidos de aves guaneras, que aparecen vacíos unos y conhuevos otros. Sobre los nidos que contienen huevos–colocados en la parte más alta– y hacia los lados,aparecen dos hombres empinados en actitud de quererloscoger. En el ejemplar que nos ocupa sólo han quedadolos restos de las manos y de los pies. Estos hombres estáncompletos en otro ejemplar que posee el Museo de Berlín.

El adoratorio está erigido a un costado de la roca yocupa casi toda la extensión lateral de la isla. Se componede un corral rectangular en cuya pared exterior transversalhay una abertura en forma de círculo, que es muysemejante a las que comunican los corralitos. Pegado deespaldas, en su parte media, hay un hombre sentado conuna vasija en la mano izquierda, mientras la derechadescansa sobre la rodilla correspondiente. No puedeprecisarse el vestido que cubre su cuerpo, y apenas sevislumbra el tocado, que consiste en un gorro semicircular.Dentro del corral hay dos arpones, instrumentos que seempleaban, sin duda alguna, en las ceremonias desacrificio y que por su índole eran sagrados. El límite deeste recinto está fijado por los muros de un segundo pisoo peldaño de menor área, levantado a regular altura, puesen su muro exterior se ha representado el camino parallegar hasta él por un canal inclinado. En este pisotenemos a los sacerdotes de ambos sexos que, con launción debida, están rogando a los dioses. La sacerdotisa,que está al lado izquierdo, tiene las manos juntas y levantala mirada hacia las divinidades. Su cuerpo está cubiertocon una larga manta, cuyo extremo superior se adaptaperfectamente a la cabeza y cae a manera de capa desdeel borde de la frente. El sacerdote que está junto a ellasostiene en la mano izquierda una vasija, mientras la mano

derecha descansa igualmente sobre la pierna del mismolado; la cabeza está ligeramente inclinada hacia lasacerdotisa, sobre quien tiene fija la mirada. Lleva lacabeza cubierta con un gorro esférico y un ligerocubrenuca. A ambos lados de la cara resaltan los grandesaretes que se usaban en esa época.

En la vasija se guardaba seguramente la sangre delanimal sacrificado, que era ofrendada a los dioses en elmomento oportuno. El hombre del que hablamosanteriormente, que está sentado frente al mar, tienetambién en la vasija restos de esa sangre, que es arrojadaal océano al mismo tiempo que el sacerdote hace laofrenda a las divinidades con el contenido de su vasija.Ambos están sentados en igual posición y ostentan igualseveridad ritual. De la actitud de los oferentes se deduceque el sacerdote era el único que tenía libre ingreso alrecinto de los dioses; no de otro modo se explica quefrente a él se halle instalada una pequeña escalinata queconduce al lugar sagrado.

El recinto de los dioses ocupa el tercer y último piso.Sus tres lados inaccesibles están rodeados de paredes depoca altura, sobre las que se elevan cuatro pilares quesostienen un techo inclinado. Pegadas a la paredtransversal, que señala el fin de la construcción, se ve alas dos divinidades toscamente modeladas en el ejemplar.Sólo aparece clara la forma de los rostros, lo demás sereduce a una especie de cuerpos en los que no se notanni los pies ni las manos. El suelo aparece ricamentecubierto de dos grandes alfombras, y le corresponde una acada divinidad. El bordado representa líneas inclinadas ocuadros y puntas angulares en el borde que da frente alos sacerdotes. La mayor parte del techo y de los pilaresno aparecen en el ejemplar, por haber sido destruidos, sinduda, en el momento de la extracción del ceramio. Detrásdel adoratorio, y dando la espalda a los sacerdotes y conla cara hacia el mar, se ubica un personaje –deteriorado enel modelo– que creemos representa a un jefe guerrero,como aparece en el similar del Museo de Berlín. Suactitud es rígida y de alguna majestad. Viste un simplepañete a manera de trusa y lleva la cabeza cubierta conun turbante en forma de anillo que la rodea por completo;también exhibe grandes aretes distintivos. Lateralmente, enoposición a los corrales y pegados a la pared deladoratorio, tenemos dos lobos marinos más, recostadosuno junto a la pared por la boca y el otro por el tercioposterior. Estos animales, por carecer de las seguridades a

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que están sujetos los demás, representan sin duda a los yasacrificados. De ello se deduce que la inmolación sereducía solamente a ofrendar la sangre y algunos órganosvitales, como el corazón o hígado de la víctima.

En cada una de las balsas se observan atados, el unocontiguo al otro, ajustados por cuerdas representadas porgrabados, cuya técnica de enliamiento es distinta de todas:ya sea que las cuerdas se cortan formando cuadros, o biencocos. Dentro de estos atados no es posible suponer quehaya peces –los representaban en otra forma– sino guanodestinado a los campos de cultivo. Antes de partir hacia laribera se celebraban las ceremonias del sacrificio, en lasque se daban infinitas gracias a las divinidades quealentaban la producción alimentando a las aves creadoras.

Este curioso e importante modelo escenográficoproyecta, pues, amplia luz sobre la explotación del guanoy los ritos que surgieron en el alma del poblador mochicahacia tan privilegiado auxiliar de la vida agrícola.

Otro de los documentos que nos prueba esta actividades la perfecta representación de los frutos en los huacos.Todos magníficamente formados demuestran que a laplanta no le ha faltado nada durante su desarrollo; que haestado cuidadosamente atendida no sólo en el riego sinoen el fertilizante, elemento primordial de su vida y que esel único que favorece su desarrollo normal.

Dentro de la cerámica se ha comprobado tambiénque la lechuza tuvo íntima relación con la vida agrícola,acaso porque ésta representa un elemento utilísimopara el campesino, pues destruye a los roedores demonte, que constituyen temibles plagas en lossembrados. En la figura No. 306 aparece una lechuzacon su instrumento de siembra y su bolsa de semillas,ejemplar que nos ha sugerido la interpretaciónantedicha a la par que otras tradiciones.

Las faenas agrícolas en aquella lejana época fueronrudimentarias y laboriosas. Sin embargo, no se carecióde gran ingenio, como se comprueba en el interesantevaso que aparece en la figura No. 311, y que es deíndole exclusivamente mitológica. Por dicho espécimenhemos llegado al conocimiento de la forma como sedesgranaba el maíz.

En primer lugar, se disponía de un recipiente parecidoa una batea cuyo fondo estaba horadado por numerososhuecos a manera de arnero. Se colocaba este aparatoligeramente levantado del suelo y se depositaban en éllas mazorcas cosechadas. El individuo encargado de la

faena de desgranar se introducía en el receptáculo, ygolpeando con los pies las mazorcas que se rozabanentre sí y con las paredes posiblemente rugosas de labatea, lograba que los granos desprendidos de losespigones que quedaban al fondo del aparato salieran alexterior por los huecos. En el ejemplar que presentamosse ve con precisión las mazorcas dentro del recipiente ylas semillas fuera. El encargado de la labor en estaescena es la divinidad, que, como llevamos dicho antes,mantiene estrecha ligazón con la agricultura (Fig. No.307), propulsora de la vida y de la prosperidad de lospueblos. El recipiente de la figura No. 308 ilustra mejor,dada su estructura, esta fase de la agricultura mochica.

Entre los objetos de cobre que se han hallado, hemospodido también identificar utensilios de uso agrícola: unaspequeñas puntas con un extremo plano a manera decuchillo y el otro más o menos cilíndrico y provisto de unojal. Entre los objetos de hueso, se han hallado otrosinstrumentos de idéntica forma a los que se conocencomo “cachitos”, que se emplean actualmente tanto en lacosta como en la región de los Andes para la labor delibrar las mazorcas de maíz de su perfolla. Es indudable,pues, que tales utensilios tenían la misma aplicación quehoy, y que los actuales derivan de aquéllos.

Existen representaciones en las que aparecen unoszorros antropomorfizados, que se ocupan de extraer de uncúmulo de arena los granos de pallares que servían comosignos ideográficos en la lengua de los mochicas. A másdel valioso aporte que ofrece esta pictografía a la solucióndel problema de la escritura, nos auxilia tambiénpoderosamente en la tarea de desentrañar las fases ymatrices de su vida agrícola. Mediante ésta es quepodemos descubrir que los mochicas conocíanampliamente el método del encolcamiento de los granos.Dicho método está generalizado en nuestros días en todoel litoral peruano, pues tiende a evitar que los cerealessean destruidos por el gorgojo y demás coleópteros queconstituyen verdaderas plagas.

Con el poderoso auxilio de la alfarería y otrosdocumentos etnológicos, hemos llegado a identificar lasplantas conocidas y cultivadas por el mochica. Siguiendoun riguroso orden científico, insertamos una relación deéstas en el cuadro adjunto.

En tumbas pertenecientes al último período chimú,hemos encontrado varios ejemplares de maíz morado(Fig. No. 309), en mazorcas pequeñas de granos muy

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Fig. No. 306.- Lechuza antropomorfizada en actitud de sembrar.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (082-004-010)

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Fig. No. 307.- El creador de los mochicas desgrana las mazorcas del maíz, valiéndose de los métodos de aquella época.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (074-005-006)

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bien formados; igualmente, semillas de pallares (Fig. No.310) y frijoles. Es posible que estos productos seansimilares a los cultivados por los antiguos mochicas; losvasos fitomorfos representan en forma real estos cereales.El maíz fue uno de los productos de mayor importanciay de más amplio cultivo para la raza que estudiamos,pues formó la base de su alimentación y se empleómayormente en la elaboración de la bebida nacional:curzhio (chicha) (Figs. Nos. 312 y 313). Los pallares,frijoles, camote, zapallo (Figs. Nos. 314 y 315) y yuca(Fig. No. 316) pueden considerarse, después del maíz,como los productos más apetecidos y de cuidadosocultivo. Entre los frutales, seguramente los pepinos (Fig.No. 319), guanábanos, guayabas y el pacae o “paccay”.

En las figuras Nos. 322 y 323 aparecen amuletoslabrados en piedra, que representan mazorcas de maíz,vainas de pallares, frijoles, entre otros, a los que

supersticiosamente se les atribuía virtudes sobrenaturales,y acompañaban a sus dueños hasta la tumba.Posiblemente entregados por sus hechiceros, estabanconvencidos de que sin aquellos objetos no obtendríanbuenas cosechas. Estas curiosas ideas aún se mantienen enla actualidad, dentro de las comunidades indígenas deMoche, Paiján y Virú.

No cerraremos esta publicación sin hacer una brevedescripción que aporte algunas interpretaciones dealgunos especímenes entre la gran variedad de frutos quese observa dentro de la cerámica.

Es admirable el realismo que el artista mochica dio alos frutos y también su idealización llena de simbolismovigoroso. Esta modalidad de la escritura mochica no sóloes de gran importancia dentro del arte, sino también enla actividad que nos ocupa, pues toda idealización, comoveremos, encarna conceptos que hacen referencia a la

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Fig. No. 308.- Recipiente utilizado por los mochicas para desgranar maíz. En la superficie áspera interior, hechaasí expresamente, separaban los granos de las mazorcas al frotarlas contra las prominencias.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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PRINCIPALES CULTIVOS MOCHICAS

Nombre científico Familia Nombre vulgar Representación

ANGIOSPERMASZEA MAYS L. Gramíneas Maíz Pictografía, relieve y escultura. Además, mazorcas del maíz

precolombino de la época chimú se conservan en el MuseoArqueológico Rafael Larco Herrera.

DICOTILEDÓNEASULLUCUS TUBEROSUS LOZ Baseláceas UllucuANONA CHERIMOLLA MILL Anonáceas Chirimoya, chirimoyo EsculturaANONA MURICATA L. Anonáceas Guanábana EsculturaPERSEA GRATISSIMA GARTN. Lauráceas Palta, palto EsculturaPHASEOLUS VULGARIS L. Leguminosas Frijol, poroto Escultura de piedra, a manera de amuletos.PHASEOLUS PALLAR MOLINA Leguminosas Pallar En vainas (a manera de amuletos) y semillas (empleadas como

signos por la peculiar forma de sus manchas). ARRACHIS HIPOGAEA L. Leguminosas Maní Pictografía, magníficos relieves y esculturas, en especial idealizados. INGA FEUILLEI D.C. Leguminosas Pacay, guaba CerámicaOXALIS TUBEROSA MO1 Oxalidáceas Oca "En muchos ceramios extraídos de tumbas precolombinas, se

encuentran representaciones de las raíces”. La medicina popular peruana. Tomo II. Valdizán-Maldonado. Lima, 1922.

ERYTHROZYLON COCA LAM Eritroxiláceas CocaMANIHOT UTILISSIMA POHL Euforbiáceas Yuca EscultóricaGOSSYPIUM BARBADENSE Malváceas Algodón TextileríaVAR. PERUVIANUM CA.THEOBROMA CACAO L. Esterculiáceas Cacao CerámicaPASSIFLORA LIGULARIS JUSS Pasifloráceas GranadillaPASSIFLORA QUADRANGULARIS L. Pasifloráceas TumboCARICA PAPAYA L. Caricáceas Papaya, papayoPSIDIUM GUAYAVA RADDI Mirtáceas Guayaba, guayabo ARRACACIA ESCULENTA D.C. Umbelíferas Arracacha, ricacha CerámicaLÚCUMA OBOVATA H.B.K. Sapotáceas Lúcuma "En tumbas precolombinas de la costa, se encuentran frutos bien

conservados". La medicina popular peruana. Tomo II. Valdizán- Maldonado.

Zapote Cerámica escultóricaIPOMOEA BATATAS LAM Convolvuláceas Camote Dentro de la escultura aparece este tubérculo, en magníficas

idealizaciones, aparte de las representaciones realistas. CAPISCUM ANNUM L. Solanáceas AjíSOLANUM LYCOPERSICUM L. Solanáceas Tomate CerámicaSOLANUM TUBEROSUM L. Solanáceas Papa Lo mismo que el camote. Los ceramios representan los

tubérculos de la papa admirablemente.SOLANUM MURCATUM AIT. Solanáceas Pepino CerámicaCYCLANTHERA PEDATA Cucurbitáceas CaiguaSCHARD. VAR EDELISCUCURBITA MÁXIMA DUCHESN Cucurbitáceas Zapallo En esculturas muy realistas, sin faltar idealizaciones.

ChiclayoLAGENARIA VULGARIS SERINGE Cucurbitáceas Mate, poto, Muchos ceramios representan utensilios derivados de esta planta,

calabaza, ponga y en tumbas mochicas se han encontrado los objetos naturales. Laforma globular predominante en la cerámica ha tenido su fuente de inspiración en los frutos lagenarios.

POLYMNIA SONCHIFOLIA Compuestas Yacón, llacón CerámicaPOEPP Y ENDL

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Fig. No. 309.- Maíz (Zea mays, Linn) que fue hallado en las tumbas de El Brujo.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 310.- Phaseolus Pallar.- Pallares encontrados en tumbas chimús,contenidos en un utensilio de lagenaria.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 311.- Ai Apaec presencia la recolección del maíz y desgrana sus mazorcas ante la figura simbólica de la divinidad agrícola.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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LA AGRICULTURA

Fig. No. 312.- Modelado cerámico de la espiga y mazorca del maíz. En actitud muy real, está picando los granos de la mazorca una avecilla asentada sobre la espiga.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (109-003-013)

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Fig. No. 313.- Ceramio que representa la variación de un tipo de maíz.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (109-003-007)

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Fig. No. 314.- El zapallo (Cucurbita maxima, Duchesne), en una magnífica idealización.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-003-007)

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Fig. No. 315.- Zapallo (Cucurbita maxima, Duchesne) idealizado en forma de ave.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-002-007)

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LA AGRICULTURA

Fig. No. 316.- Yuca (Manihot utilissima Pohl).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (110-003-007)

Fig. No. 317.- Llacón (Polymnia sonchifolia opep y Endl.) idealizado.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-007-011)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 318.- Ají (Capiscum annum, Linn).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (109-008-009)

Fig. No. 319.- Pepino (Solanum muricatum Ait).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (110-005-009)

Fig. No. 320.- Papaya (Carica papaya).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (108-006-005)

Fig. No. 321.- Cerámico que representa pepinillos o caiguas(Cyclanthera pedata Schard).

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (110-003-009)

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LA AGRICULTURA

Fig. No. 322.- Amuletos de agricultura. Mazorcas de maíz talladas en piedra.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XSM-001-023; XSM-001-025)

Fig. No. 323.- Vainas de cereales talladas en piedra, tenidas como amuletos de la vida agrícola.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

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agricultura íntimamente vinculada al hombre y losanimales. Es en la idealización de los productos agrícolasque el simbolismo plástico mochica alcanza mayorrelieve. En efecto, el artista alfarero aprovecha las formasraras de ciertos tubérculos y pomas para enlazarlos, sindestruir sus formas propias, con seres humanos,mamíferos, aves, peces y demás, y formar conjuntosplásticos que son verdaderos documentos etnológicos.

Los productos agrícolas más comúnmente empleadospara estas idealizaciones son los siguientes: la papa(Solanum tuberosum L.), el camote (Ipomoea batatasPoir) y el maní (Arrachis hipogea L.)

La papa (Fig. No. 324) se ha prestado más a esta clasede interpretaciones por sus carnosidades, sus formas detan rica variedad y la distribución de sus yemasgerminadas que han ayudado mucho a la novedad ybelleza del conjunto idealizado, en el que el alma delalfarero mochica se vacía con gran fuerza.

Las rugosidades, carnosidades, formas raras y brotesdel camote también han contribuido a una mejoridealización, y han ofrecido a veces grandes ventajas. Enel camote se expresan formas humanas y animales engran variedad, lo que brinda gran interés documental.

Dentro del polimorfismo idealizado, no han escapadolas representaciones de lo fantástico ni de losobrenatural. Los ejemplos que corren en esta obra daránclara idea de lo que llevamos afirmando, para una mejorcomprensión del adelanto –tantas veces mencionado– alque llegaron estos antiguos pobladores del Perú.

En la figura No. 325 aparece una papa idealizada:representa a un ser cuya constitución física defectuosa lecoloca al lado de los llamados fenómenos. Nótese cómolas yemas germinadas y sus carnosidades peculiaressirven para representar los ojos, nariz, boca y otras partesdel organismo humano, además de que todascontribuyen a darle forma al cuerpo mismo. Hasta larepresentación de ciertos adornos de la cabeza y prendasde vestir ha sido formada a partir de esas protuberancias.Se notará, además, que la conformación propia delmismo tubérculo no ha cambiado casi en nada, si se lecompara con la papa natural que aparece en la siguienteilustración (Fig. No. 326). Este ejemplar es uno de lospocos modelos en los que cada ser, a pesar de conservarsus propias formas, dista mucho de la realidad.

En algunos casos, la conformación se aleja de lo realy está sujeta al capricho del artista, como ocurre en la

representación de la figura No. 327. Los tumores de lapatata se han aprovechado para dar forma a un serhumano, y han desaparecido en el rostro y las manos laspeculiaridades del tubérculo, que sólo se muestran entoda la extensión del cuerpo, salpicado de yemasgerminadas. La forma humana en este caso estácompletamente definida, pero estrechamente vinculada ala raíz tuberosa, que se encuentra intacta.

Fuera de los ejemplares que hemos descrito,insertamos en este texto un mayor número de papas paradar una mejor idea de lo que llevamos expresado,modelos cuya interpretación corresponde a otro pasajedel libro (Figs. Nos. 328 a 336).

En la presente obra sólo queremos trazar brevesdescripciones de aquellos huacos de similitudessobresalientes y de fuerte contenido simbólico.

El huaco de la figura No. 337 es la representación deun camote, cuyas carnosidades han sido aprovechadascon gran habilidad por el artista para dar formas a seresque en conjunto revelan, a nuestro juicio, la relacióníntima de los animales y los vegetales, cuya subsistenciadepende de modo directo de la tierra. La fauna terrestrey la marina, estrechamente unidas al ser humano, seofrecen a la vista en este ejemplar. Sobre la partesuperior, en la sección media, donde descansa el asa, seha modelado el cuerpo de un gran pez que abarcaambos extremos longitudinalmente y que sirve de límitea la serie de figuras que se suceden a uno y otro lado,donde se destaca en primer lugar un hombre y unamujer. La mujer lleva la faz hacia arriba y vuelta hacia unlado, los ojos abiertos y el cabello estirado, formandouna figura cónica; sobre su vientre descansa la cabeza deun lobo marino. Inmediatamente bajo la espalda delhombre se ha plasmado el cuerpo de un enorme reptilestilizado, con las fauces abiertas y la lengua afuera.Debajo de este animal descansa una ballena, cuyocuerpo llega hasta el borde inferior de la vasija. En unode los lados se observa una gran raya que abarca desdeel pie del asa hasta el borde circular inferior del vaso.

El artista ha querido expresar la estrecha relaciónentre los animales, que se ha tenido en cuenta alclasificarlos científicamente.

Bajo la mujer está el cuerpo de un venado, de formasmás completas y en actitud de correr. La lengua afuera ylas fauces abiertas delatan el visible cansancio del animal.A la misma altura de la cabeza de este cuadrúpedo se ha

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Fig. No. 324.- La papa (Solanum tuberosum).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (109-004-011)

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Fig. No. 325.- La papa (Solanum tuberosum), cuya idealización tiene un notable simbolismo.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-005-007)

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Fig. No. 326.- Fotografía de una papa (Solanum tuberosum), que tiene lasmismas protuberancias que aquélla idealizada que aparece en la figura No. 325.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 327.- Papa (Solanum tuberosum); idealización antropomorfa.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-005-014)

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Fig. No. 328.- Otra idealización antropomorfa del mismo tubérculo.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-003-003)

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Fig. No. 329.- Papa (Solanum tuberosum) idealizada que representa a mutilados.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-005-011)

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Fig. No. 330.- Papa (Solanum tuberosum) idealizada. Representa a un personaje mutilado.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (085-008-013)

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Fig. No. 331.- Papa (Solanum tuberosum) que representa dedos anormales.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-004-009)

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Fig. No. 332.- El mismo tubérculo, cuyas protuberancias forman la imperfecta morfología de un mono.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-003-006)

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Fig. No. 333.- Las protuberancias o carnosidades de la papa (Solanum tuberosum) han servido para la representación de cabezas y cuerpos imperfectos de simios.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-005-002)

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Fig. No. 334.- Extraña forma de ave en una papa idealizada.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-005-004)

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Fig. No. 335.- Papa (Solanum tuberosum) idealizada que representa un halcón.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-005-009)

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Fig. No. 337.- Camote (Ipomoea batatas L.) idealizado. Bestias mayores y peces –principales animales conocidos hoy– figuran en el vaso.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-003-011)

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modelado la de un reptil, similar al que aparece máscompleto al otro lado. Su estilización es tan importanteque su contorno da, al mismo tiempo, la forma de unacabeza de ave. En el espacio que queda bajo el pechodel venado y la cabeza de reptil se ha colocado un avepalmípeda de pico muy alargado. No se puede negar elinterés documental de este espécimen, que parecereflejar un intento de clasificar a los animales que habitanel mundo por la forma combinada como se ofrecen.

El ejemplar que aparece en la figura No. 338 es otrocamote, con el cual se ha tratado de revelar, con mayordetalle, el símil del tubérculo con ciertos seres extraños.Con perfecto dominio de la plástica, su autor hamodelado la escena, sobre las montañas, de un hombreaprisionado entre las garras y el pico de un enormecóndor. Además, se han perfilado las formas de unáguila marina, un imperfecto rostro humano y el cuerpode un simio. Todo el conjunto forma un documentobastante detallado y ofrece cierta semejanza con el mitogriego de Prometeo.

El ejemplar de la figura No. 339 es otro camote queposee gran relieve simbólico. Aparece en primer términola cabeza de un felino en posición alzada, mientras elcuerpo se halla en actitud de descanso. En uno de losextremos se ve una de las potentes garras que sujetan lacabeza-trofeo de un mutilado, y en el otro, brotando dela natural carnosidad, un rostro humano con tatuajes amanera de bigotes y los ojos redondeados y saltones. Enla parte media del cuerpo del felino se observa unenorme ofidio, cuya cabeza remata en la base del huaco.El resto del cuerpo de la serpiente gravita sobre laespalda del felino, donde se perciben sinuosidadescaprichosas que pasan sobre las carnosidades deltubérculo hasta terminar por subir y rematar en la cola,sobre la cabeza del felino, que coincide con el cuello dela raíz tuberosa que separa el tallo. El cuerpo del ofidiorepresenta un camino, pues en una de sus secciones seve una procesión de monos que conducen una litera conuna iguana. Todos los monos están esqueletizados. Esnotable observar uno de ellos, el último de loscaminantes, con algunos huesos de la columna vertebralal descubierto. Sobre la cabeza del felino se ubicatambién un hombre mutilado, recostado y en actitud dedescanso, inclinado hacia el torso derecho. Las yemasgerminadas aparecen sobre la frente del felino y elcuerpo del hombre tatuado. El ofidio está decorado con

figuras romboidales teñidas de color amarillo ladrillo,tonalidad elegida para precisar mejor las líneas y loscontornos de la escultura que describimos. En losgráficos (Figs. Nos. 340 a 343) que ilustran este pasaje sereproducen otras idealizaciones del camote.

La figura No. 331 nos muestra una estilización plásticade dedos anormales. Se notan claramente las uñas en losórganos deformados.

El maní es otro de los productos que se ha prestadorepetidamente a las idealizaciones, y son casi todas decarácter antropomorfo. En la figura No. 344 aparece unavaina cuya idealización es notable. La escultura representala cáscara cortada en sentido longitudinal. El corazón queencierra una de las mitades de dicha cáscara representa unser humano que parece brotar del interior. A modo dechullo (gorro), cubre-nuca y capa pluvial, tiene la cáscaraconvenientemente acoplada. Además, el sujeto está vestidocon camisa sin mangas y recostado en actitud dedescanso. Tanto la persona como la cáscara de maní estánperfectamente definidas en cuanto a su real traza. Hayotros ejemplares semejantes en los que la persona apareceen el acto de dormir o tañendo una quena. Este mismoproducto toma también la forma de un ave de picocurvado y agudo. Representa, sin duda, la cabeza de ungallinazo, a juzgar por las rugosidades que tienen laspartes desprovistas de plumas. El cuerpo completo del aveestá representado por la vaina del maní.

Resumiendo lo dicho sobre la vieja agriculturamochica, podemos afirmar que alcanzó relativa perfección,al utilizar métodos y sistemas que avivaron y acrecentaronla productividad del suelo. Además, sirvió de modelo a lasculturas que le sucedieron y éstas, al copiar sus prácticas,nos las hacen llegar hasta nuestros días.

Garcilaso de la Vega, en los capítulos I y II del libro Vde sus Comentarios Reales de los Incas, nos habla delafán que tuvieron los “orejones” cusqueños por aumentarlas tierras de labor y de sus prácticas agrícolas. El primerhecho los obligó en “algunas partes a llevar quince yveinte leguas una acequia de agua para regar muy pocasfanegas de tierra de panllevar, porque no se perdiesen”.También habla del aprovechamiento de las laderas de loscerros para el sembrío, a través del original sistema deandenes que describe.

En el capítulo III trata sobre las prácticas delabonamiento de las tierras cálidas de la costa,especialmente sobre aquellas que difieren mucho de las

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Fig. No. 338.- Camote (Ipomoea batatas L.). Idealización basada en una escena macabra: un cóndor devorando a un hombre.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-002-003)

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Fig. No. 339.- Camote (Ipomoea batatas L.), cuya idealización se describe en esta obra.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-002-009)

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Fig. No. 340.- Camote (Ipomoea batatas L.).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (109-004-002)

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Fig. No. 341.- Otro camote idealizado en forma de ave.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (085-008-001)

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Fig. No. 342.- Camote (Ipomoea batatas L.), cuya idealización se relaciona con la forma ofídica.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-003-012)

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Fig. No. 343.- Camote (Ipomoea batatas L.) idealizado en forma de pez.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-005-005)

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Fig. No. 344.- Maní idealizado, cuya cáscara cortada en sentido longitudinal muestra un ser humano que brota del interior del fruto.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (086-006-007)

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Fig. No. 346.- Vaso mochica que adornan una pictografía y un grupo escultórico, relacionados con la destrucción de una chacra de maní por una plaga de ratas.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XSE-022-002)

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empleadas en la sierra, al usarse en el litoral el estiércolde los pájaros marinos; de la organización impuesta porlos incas para la mejor distribución de tan importanteabono; de cómo se cuidaban las aves productoras de esefertilizante, mediante la prohibición a los pobladores dedestruirlas o llegar a las islas en tiempo de incubaciónbajo pena de muerte. Se refiere también al empleo decabezas de sardinas como abono en vez de estiércol, demodo especial en sitios de gran sequía, para lo cualahondaban la tierra en pos de humedad y sembrabantres granos de maíz en cada cabeza del pez citado.

Todos estos hechos y relatos dan fe de lo florecienteque fue la agricultura mochica. Las aseveraciones quehacemos en esta sección, sobre la base de losdocumentos etnológicos de que nos hemos servido,demuestran claramente que todo en la costa ya estabahecho y que nada tuvieron que enseñar a sus pobladoreslos incas, cuya dominación en el litoral apenas alcanzacinco o seis lustros. El aprovechamiento de las tierras, elempleo de los fertilizantes, las admirables obras de riego,entre otras cosas, ya eran prácticas habituales en losmochicas, cientos de años atrás, antes que el inca TúpacYupanqui conquistara las provincias del litoralnorperuano, lo que inició una nueva etapa –de cortaduración– para dar paso a la civilización europea, que ledio una nueva fisonomía espiritual al Perú.

TÉCNICAS DE IRRIGACIÓN

Ya hemos visto, al tratar sobre la agricultura, que todo elprogreso mochica se cimentó en su importante técnicaagrícola, cuyos factores incitan a menudo nuestraadmiración. Hemos visto también que dentro de dichatécnica se destacaban especialmente los riegos, que fueronproporcionados a las tierras de labranza mediante variadose ingeniosos sistemas, conducentes al mayoraprovechamiento de las aguas, pero no nos hemosdetenido todavía a pensar que tan importantes sistemas nose hubieran podido llevar a la práctica sin el auxilio de unapoderosa red de irrigación, que fue la que en verdadabasteció eficazmente las necesidades de la extensa área decultivo que dominaron. El éxito de la avanzada agriculturamochica se afinca, por cierto, en la implantación de obrasde irrigación, que son las que la rigen desde su nacimientohasta su notable desarrollo y progreso; por eso hemoscreído indispensable dedicar el mayor espacio posible a su

estudio, que será tratado con amplitud de detalles yobservaciones esencialmente analíticas.

Este ensayo contiene descripciones de la irrigaciónarcaica y de la mochica, y de canales, acueductos yreservorios.

La historia de la irrigación está estrechamente ligada a lahistoria de la agricultura. Por consiguiente, su antigüedadtiene que ser la misma. En el litoral peruano no seconsiguen todavía datos que nos hablen de la primitivairrigación. Todos los documentos que encierra nuestrosuelo son producto de avanzados sistemas, derivados deun progreso hidráulico relativamente notable.

Todas las obras de irrigación de la antigüedad han sido,sin duda alguna, emprendidas por los gobernantes, quecontaban para el caso con personal de gran competenciatécnica e idoneidad y con el auxilio eficaz de un grannúmero de brazos. No de otro modo se explicaría lasolidez y extensión que tienen estas obras, como verá ellector al informarse de cada una de ellas. No solamenterepresentan un extraordinario esfuerzo humano derrochadoen un lapso más o menos largo, sino que son abundantesen noticias sobre la gran técnica que los mochicasalcanzaron en materia hidráulica: trazaron sus canales concuidadosos estudios científicos previos y salvaroninteligentemente cuanto obstáculo se oponía a su paso.Dicha competencia se agiganta cuando del análisisdeducimos el pleno dominio que tenían de losconocimientos que aparecen hoy –como veremos másadelante– en los tratados de la moderna hidráulica comolos más avanzados. De allí, pues, que dichas obras nadatengan que envidiar a las que se ejecutan hoy, con todo elbagaje de los conocimientos actuales. Y es que, comorepetiremos con uno de nuestros célebres cronistas: “Yaexistían ingenieros de acequias famosísimos”.

Evidentemente ha sido así: las obras que nos handejado los mochicas reflejan sólidos conocimientos quesólo se consiguen después de largos y constantesestudios y experiencias.

Irrigación arcaica

Con este nombre designaremos las obras de irrigaciónque alcanzaron a efectuar los hombres de Cupisnique,que son los que representan en nuestra prehistoriacosteña a los agricultores primitivos. Estos antiquísimospobladores, posesionados ya de los secretos del riego,

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Fig. No. 347.- Representación de la chaquitaclla. Cerámica incaica.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

emprendieron la construcción de canales de muchaimportancia. Sus huellas existen hasta hoy, y la altitud deéstas atestigua que sus puntos de captación estabansituados en las márgenes del río Jequetepeque. Con estoscanales lograron irrigar el valle de Cupisnique, que en laactualidad se muestra a los ojos del hombre casicompletamente destruido, pues la mayoría de su área esun paraje árido. Es un campo de arena y arcilla calcinadopor un sol abrasador sobre el que emergen de cuandoen cuando las ruinas de construcciones líticas, y uno queotro retazo de tierra cubierto de bosquecillos dealgarrobos, con huellas de una antigua vegetación, quetambién va desapareciendo. No se ha iniciado un estudiominucioso de estos canales, porque sus vestigios sonmuy pobres y hoy no constituyen sino pequeños rastrosdonde toda reconstrucción se hace imposible.

Irrigación mochica

Es la irrigación mochica, con toda seguridad, una de lasmás importantes del Perú antiguo: su vasta red de canalesy sus importantes acueductos y reservorios; los principios

técnicos que la han regido y los conocimientos científicosque de su estudio se deducen, la colocan en un plano deverdadera superioridad. Su análisis es, por tanto, de sumointerés y no podía faltar en esta obra, que está destinada ala presentación documentada de una de las culturas másadelantadas del Nuevo Mundo. Para llegar al conocimientode dichas obras hidráulicas se han tenido que vencermuchas dificultades, pero éstas no han de significar nada,si con ello se ha conseguido traslucir postulados de altacultura y conocimientos que la ciencia moderna tiene queaprovechar en la solución de sus actuales problemas.

Fuera de los canales de irrigación, ensanchados unosy modificados otros, que actualmente se encuentran enuso dentro de la nueva área cultivada, no hemosencontrado ninguna otra obra que podamos calificarcomo de origen mochica. Por eso ha sido necesariovisitar las partes más altas de los valles, las faldas de loscerros y los terrenos que constituyen pequeños desiertos,para hallar y estudiar minuciosamente los trabajosllevados a cabo por nuestros antecesores, merced a loscuales pudieron irrigar grandes zonas hoy incultas. Así,terrenos que actualmente dan la impresión de poder ser

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Además, construyeron muros de contención en todaslas quebradas para encauzar el agua de las lluvias, quese aunaban a los caudales de las acequias con el fin deno perderlas. Servían también estos muros para permitirla constante filtración de las aguas a tierras de cultivo. Enuna palabra: nada dejaron de aprovechar en el empeñode cimentar su grandeza agrícola.

Para hacer más comprensible este delicado problema,lo dividiremos en dos partes: canales y acueductos.Luego de tratar estas obras en particular, entraremos a lasconsideraciones técnicas más saltantes.

CANALES

En todos los mapas arqueológicos que se insertan en estaobra pueden verse trazados los canales principales y susderivados, los que se encuentran actualmente en régimeny los que no lo están. Sería demasiado fatigoso describircada uno de ellos. Vamos a hacer mención solamente delos más importantes y de las características principalesque ofrecen en su técnica de construcción, con lo cualdemuestran claramente lo que ya hemos anotado sobreel adelanto hidráulico.

En el valle de Chicama, por ejemplo, es digno demención el canal denominado San Antonio, que en laactualidad no está totalmente en uso (Figs. Nos. 348,349 y 350).

Su toma se halla ubicada en la margen derecha delrío Chicama, a 4.120 m, aguas arriba de la punta delcerro El Voladero. Sus aguas discurren faldeando loscerros San Antonio, Voladero, Portachuelo y Cruz deBotija, hasta donde alcanza una extensión de 11 km 315m. De este punto se deriva un ramal moderno de 1.490m, que sumados a la extensión anterior nos dan lalongitud actual utilizada de 12 km 805 m, con lo que sealcanza a irrigar 180 hectáreas. Del mismo punto dondese deriva el ramal continúan las huellas del antiguocanal, faldeando los cerros de la parte oriental de laquebrada de Cuculicote, hasta una extensión de 3 km120 m. Los aludes en esta quebrada lo han roto, sindejar ningún rastro. Una distancia de 1.100 m tomadaen línea recta, del punto donde se pierden las huellashasta donde vuelven a aparecer, comprende el sectordonde no hay vestigios del canal. Las huellasreaparecen en las faldas del cerro de Ascope,bordeándolo en una extensión de 657 m, desde donde

sometidos con mucha dificultad a un proceso vegetativofueron aprovechados ampliamente por los mochicas, y sepuede asegurar que la totalidad de los valles, desde lascejas de la sierra y los parajes más cercanos a los cerrosrocallosos, hasta los terrenos del litoral cubiertos de guijoy arenas –hoy llamados pampas–, fueron hermososcampos cubiertos de variadas y soberbias plantaciones dealto rendimiento.

Éstas estaban totalmente irrigadas por magníficoscanales, cuyas tomas se encontraban a muchos kilómetrosarriba de la cabecera de los ríos que bañaban la partefértil del territorio mochica, y comprendían las siguientesextensiones: en el valle de Chicama, la pampa con esemismo nombre y las de San José; en el valle de SantaCatalina, la pampa de La Cumbre, incluso los terrenos deHuanchaco y los terrenos adyacentes a la huaca del Sol yde la Luna; en las cercanías de Moche, las pampas que seextienden en los alrededores del cerro Pur Pur y quellevan el mismo nombre; en el valle de Virú, todos losterrenos de Huancaco y Huancaquito, que hoy apenas sise cultivan; en el valle de Chao, los grandes bosques dealgarrobo o bosques de Chao; las pampas de Guadalupitoy Santa Clara, que circundan el hermoso valle de Santa; yen el valle de Nepeña, las pampas cercanas.

Dentro de este vasto radio de irrigación no seadmitieron, como ya lo hemos dicho, los obstáculos.Todo se allanó y libró, aunque fuera a costa deenormes sacrificios. Pues no contentos con aprovecharbien las aguas de los ríos de poco caudal, los mochicasse preocuparon por derivar los grandes caudales deotros ríos para llevar el líquido elemento a comarcasdonde hacía falta. Así ocurrió con las aguas delcaudaloso río Santa, que fueron desviadas por medio delarguísimos canales al valle próximo de Nepeña. Algomás, tenemos noticias de otro importantísimo canal quellevaba las aguas de este mismo río al valle de Virú,que, como se dijo antes, apenas si cuenta hoy con aguasuficiente para irrigar un reducido campo agrícola. Nopodemos sentar como segura esta última aseveración,que la consignamos sólo por habérnosla proporcionadouna persona de mucho crédito. De ser así, ya se tendríaun documento que hace de la red de irrigación quedescribimos un esfuerzo sin parangón posible:llegaríamos a comprender la grandeza de aprovechar elagua del Santa para dos valles, cuyos ríos no abastecíanlo suficiente a sus ricas tierras.

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se ha rehabilitado su cauce, como continuación delnuevo canal de Troche, con una extensión de 1.570 m.De este punto continúan las huellas antiguas, rodeandola parte occidental del mismo cerro –unos 1.190 m–, yvuelven a desaparecer hasta unos 500 m de distancia enlínea recta. De allí se presentan nuevamente circuyendolos terrenos denominados El Pozo –una extensión de 3km 180 m–, y llegan hasta el acueducto donde, sinduda, el canal recibió las aguas de la acequia conocidahoy con el nombre de San José Alto, que reforzaron sucaudal. De aquí continúan las huellas, bordeando lasfaldas de los cerros de San José, con algunasinterrupciones, hasta las proximidades del cerro ElYugo, con una extensión de 23 km 250 m.

En total, este canal alcanzó una extensión de 47 km500 m, y proporcionó agua a 5.414 hectáreas. Comparadaesta cifra con la anterior, se verá que hoy apenas alcanzaa regar una tercera parte de la extensión que abarcó enla época de su régimen total.

De las mediciones practicadas en distintas seccionesde este canal, en un tramo en buen estado deconservación, y cuyo aspecto acusa estar fuera derégimen por muchos años, hemos tomado las siguientescaracterísticas medias:

Área de la sección transversal 3 m2

Pendiente 0,0015Perímetro 4 m 70Radio 0,64c 34,7v 1,08Q 3.240 litros por segundo =

200 riegos de 16 1/5 litros c/u.

El canal de La Cumbre, ubicado en el mismo valle, esde mayor importancia que el anterior (Figs. No. 351 y352). Desde todo punto de vista, es una obra perfecta.Su longitud es aproximadamente de 113 km. Su tomaestá situada en la margen izquierda, aguas abajo, del ríoChicama, en los terrenos de Septen pertenecientes alfundo Huancay, más o menos frente a Payanique. Vienebordeando los cerros Portamoño y El Gallito. Atraviesa laquebrada del Cardonal y continúa por las faldas del cerroHuabalito hasta las pampas de Jagüey, donde se internapor la quebrada de Quirripe, a la que atraviesa sobre unacueducto, hoy destruido por las sucesivas avalanchas de

Fig. No. 348.- La acequia de San Antonio cerca de Ascope(Valle de Chicama, Trujillo).

Fig. No. 349.- Otra vista de la acequia de San Antonio (Valle de Chicama, Trujillo).

Fig. No. 350.- Interesantísima vista aérea de Ascope. Se observa clara yperfectamente la acequia de San Antonio bordeando el cerro.

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agua aluviónica. Toma las faldas de Cerro Grande yCerro Salado y atraviesa igualmente la quebrada deMalalma, en Sausal, para discurrir por las faldas de CerroBlanco, pasando la quebrada de La Mónica, faldea elcerro de Gasñape y el cerro Tres Cruces de Chicama.Atraviesa la quebrada Del Oso y de allí quiebra hastapasar a 400 m de la estación de La Cumbre para luegoperderse con rumbo este, en las inmediaciones de CerroPrieto, a la altura del km 28 del ferrocarril de Trujillo-Ascope. Después de pasar el punto denominado LaCumbre y llegar hasta el extremo sur del cerro Campana,se bifurca para irrigar la parte alta de la pampa de LaCumbre (Fig. No. 353).

El canal ha sido roto por los aluviones (Valle deChicama, Trujillo).

Toda la extensión de esta importante acequia pusobajo riego 6.178 hectáreas (Figs. Nos. 354 a 358).

De la nivelación practicada en el canal, a la altura delos km 36 a 38, se ha encontrado que la pendiente es de3%. Al tomar una sección media de las cuatro que se hanmedido y que se hallan en regular conservación en dichosector, se han obtenido las siguientes cifras:

Área 5 m2 60Perímetro 6 m 80Radio 0,82R i 0,0025R i 0,05C 37,6V 1,88 por segundoQ 10.528 litros por segundo = 650 riegos

En este canal se ha comprobado la mayor parte de losprincipios técnicos del dominio mochica, los mismos quenos han hecho comprender sus adelantadosconocimientos hidráulicos, que serán tratados con mayordetenimiento más adelante (Figs. Nos. 359 a 365).

Dentro de los canales de este valle, tambiénadquiere importancia el hoy denominado La Pascona,que se encuentra actualmente en uso por lanegociación azucarera Casa Grande. Antiguamente estecanal regaba una importante zona ubicada en las partesbajas de la pampa de Chicama, cercana a las actualeshaciendas de Chicamita y Chiquitoy. Dicha zonacomprendía 4.370 hectáreas.

En el valle de Santa Catalina tenemos tres canales de

Fig. No. 351.- Terraplén de la acequia de La Cumbre, que domina grandesextensiones de terreno (Valle de Chicama, Trujillo).

Fig. No. 352.- Aspecto actual de la gran acequia que irrigaba las pampas de La Cumbre.

Fig. No. 353.- La acequia de La Cumbre en el lugar de su bifurcación.

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Fig. No. 354.- Vista que da una idea de la altura del canal que cruza laspampas y bordea los cerros de La Cumbre.

Fig. No. 356.- Vestigios de los sistemas de melgas, que en irrigaciónse empleaban también en las pampas de La Cumbre.

Fig. No. 355.- Interesantes vestigios de surcos en la pampa de La Cumbre. Fig. No. 357.- Uno de los canales secundarios, de gran declive, que se derivan de la acequia de La Cumbre.

Fig. No. 358.- Acueducto de la acequia de La Cumbre,destruido por las avenidas (Valle de Chicama, Trujillo).

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Fig. No. 359.- Vista de detalle de la construcción de la acequia de La Cumbre.

Fig. No. 360.- Un detalle de la sólida construcción pétrea que caracteriza losbordes exteriores de la acequia de La Cumbre (Valle de Chicama, Trujillo).

Fig. No. 361.- Detalle de la técnica de construcción de los bordes de la acequiade La Cumbre (Valle de Chicama, Trujillo).

importancia, y ellos son: Vichansao, Moro y La Mochica.Los últimos mencionados se encuentran en régimenactual en toda su extensión, no así el primero, que sólolo está en parte.

El canal de Vichansao es el de mayor importancia.Tiene ubicada su toma en la margen derecha, aguasabajo, del río Moche. Actualmente hace un recorrido deunos 9 kilómetros, hasta el pie del fundo La Merced.Hasta este punto su sección transversal es trapecial. Peroparece que, a juzgar por las huellas que aún existen enalgunos sitios, el cauce de hoy ha sido modificado conpérdida de nivel, hecho que nos impide localizar suprimitivo punto de toma. Por otra parte, próximo al sitiodonde ahora termina, nacen huellas de su continuación,que, orillando las faldas del cerro Las Cabras, sepresentan a la altura del kilómetro 28 del ferrocarrilTrujillo-Ascope, llamado La Cumbre, a 13 kilómetros desu recorrido, con dirección al cerro de La Virgen, deHuanchaco. Poco antes del kilómetro 28 del ferrocarril,en Río Seco (Fig. No. 366), se bifurca en dos ramales: unoque corre paralelamente a la línea férrea, hasta llegar a lafalda del cerro Tres Puntas, en un lugar cercano a la GranMuralla, denominada La Cumbre, y el otro, que parte condirección a Huanchaco. De esta manera, los mochicasirrigaron el sector de la pampa de La Cumbre entre ellímite del canal que llevaba el agua al cerro de La Virgeny los parajes cercanos al ferrocarril de Ascope, Trujillo. Elcanal de la parte baja era el que dominaba la red deirrigación hasta las ruinas de Chan Chan.

Las huellas de este canal muestran una seccióntransversal de doble trapecio (véase el plano adjunto, Fig.No. 367), sección que la ingeniería hidráulica de nuestrostiempos recomienda para los canales de gasto variable. Aesto agregaremos que al discurrir sobre el cauce del RíoSeco, en el lugar que dejamos indicado, su caja forma unrelleno con revestimiento de canto rodado y argamasa y, amás de afectar la forma descrita, va reforzada con triplegradería en las curvas exteriores que forma al desviarsehacia las pampas de Huanchaco. Esta triple gradería,construida de piedra, es la que dio al acueducto granconsistencia para resistir la fuerza de los caudales en laépoca de abundancia (Figs. Nos. 368 a 370).

En los valles de Virú y Chao también existen huellasde antiguos canales (Fig. No. 371), los que, a pesar dehaber irrigado grandes extensiones de terrenos, no tienenla misma importancia que los que encontramos en los

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Fig. No. 365.- Importante borde de piedra superpuesto en la acequia de LaCumbre (Valle de Chicama, Trujillo).

Fig. No. 362.- Vista de uno de los tramos de la acequia de La Cumbre, apoyada en los cerros, en un sitio donde el tiempo ha originado

una rotura de consideración.

Fig. No. 363.- Un fragmento de la acequia de La Cumbre (Valle de Chicama, Trujillo).

Fig. No. 364.- Tramo bien conservado de la misma acequia que muestra conclaridad la sección transversal de doble trapecio.

Fig. No. 366.- Acequia de Vichansao, al atravesar Río Seco(Valle de Santa Catalina, Trujillo).

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A

A B

B

Sección según A B

Carretera

Río Seco

N.M.

10 0 10 20Metros

10 0 10Metros

0 5Metros

Fig. No. 367.- Corte transversal de la acequia Vichansao. Nótese el doble talud en el plano.

Fig. No. 368.- Detalle de la construcción de piedra en los bordes de laacequia de Vichansao (Valle de Santa Catalina,Trujillo).

Fig. No. 369.- Los refuerzos típicos de una curva en la acequia de Vichansao(Valle de Santa Catalina, Trujillo).

Fig. No. 370.- Vista en la que se puede apreciar el lecho del canalVichansao (Valle de Santa Catalina, Trujillo).

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extensión de 5.850 m hasta su punto terminal, situado enlas cercanías de Cosshco. Indudablemente, estas huellaspertenecen al antiguo canal incaico. En total, el canal enrégimen cubre 36 km 550 m, y previamente, según sushuellas, hizo un recorrido de 36 km y 150 m.

En este mismo valle es también importante un canalcuyas huellas se notan al este de la línea férreamencionada, desde el km 2 al 8, de donde se apartarumbo al noroeste, y tiene su origen en un puntollamado Tankay, en las alturas de Musapampa. Discurrehasta los arenales de Chimbote, haciendo un recorridode unos 22 km. Esta acequia irrigó de 800 a 1.000hectáreas, hasta las proximidades de Chimbote.

No dejaremos de mencionar la llamada acequia SantaClara, que se deriva de la margen derecha del río Santa,aguas abajo. La actual, que riega dicho fundo, baña 830hectáreas, pero cuando estaban en régimen las acequiasaltas –es decir, la que tiene su toma en el puntollamado Gallinazo, con un recorrido de unos 30kilómetros, y la que tiene su toma en las cercanías de ladesembocadura de la quebrada Sorcape, tras los cerrosHuaca Corral y Lomo Blanco, con una extensión de 20km, más o menos, y que se abren en dos ramales en suterminación, al norte de las salinas de Guadalupito–ponían bajo riego una superficie de 3.500 hectáreas,que agregadas a las de actual cultivo hacen un total de4.330 hectáreas.

Aún existen también las huellas bien marcadas de uncanal cuya toma está ubicada en la margen izquierda del

valles de Chicama, Santa Catalina y Santa (Figs. Nos. 371y 372). Es por eso que sólo nos limitamos a dejarconstancia de su existencia, sin entrar en detalle algunode sus características y datos descriptivos.

Entre las magníficas obras de irrigación del valle deSanta destaca, en primer lugar, la llamada acequia incaica(Fig. No. 372). Su toma está ubicada en la margenizquierda del río Santa, a la altura del km 30 delferrocarril de Chimbote al Callejón de Huaylas. La mayorparte de este canal está en actual régimen.

A los 6.850 m de su recorrido y en el puente de estemismo ferrocarril fue practicado un aforo, cuyosresultados insertamos más adelante, en la partecorrespondiente a los acueductos.

De este punto avanza con rumbo al sur, hasta lahuaca Tanque Castillo, haciendo un recorrido de 6.350m, donde se deriva su primer ramal, que tiene 4.850 mde longitud. De allí continúa 2.800 m hasta el principiodel acueducto (aquí se practicó el aforo). A 650 m deextensión de este punto continúa su recorrido, siemprerumbo hacia el sur, hasta el km 13 del camino de hierro,esto es, 3.505 m de distancia, donde corta la línea paratomar dirección al oeste, hasta encontrar la huaca ElCastillo, a 3.900 metros más de recorrido. Bordea lahuaca y toma rumbo al sur nuevamente, en unaextensión de 1.900 m, punto donde se bifurca la acequiahacia el este, con un recorrido de 5.200 m, hasta supunto terminal, junto con las huellas de una antiguaacequia que corre rumbo al sureste, y cubre una

Fig. No. 371.- Vista de una de las acequias derivadas, en la pampa de Chicama.

Fig. No. 372.- Vista aérea de los vestigios de irrigación que quedan todavíaen pie en el valle de Santa, cerca de Chimbote.

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LOS MOCHICAS - TOMO I

río Santa, que dan frente a las tierras de Tanguche. Estecanal desciende paralelamente al río, hasta lasproximidades de la Rinconada, en la hacienda Tambo Real,de donde cambia su curso hacia el este, atravesando laquebrada de Cascajal hasta Monte Zarumo, en la quebradade Lacramarca, para irrigar esta campiña.

De este punto cambia su rumbo hacia el sur, hastalas laderas del cerro Musapampa, de donde se abre endos ramales: uno con dirección a Chimbote y otro queva a Nepeña. Este último irrigó parte de los terrenosaltos de este valle (200 hectáreas, aproximadamente),hoy completamente estériles, y a su vez aumentó elcaudal de sus aguas disponibles para irrigar los camposde San Jerónimo, Huacatambo, Huambacho, Capilla yotros durante el año, comarcas éstas que en laactualidad perecen por sequía. Su recorrido hasta elpunto de bifurcación es de 39 km. La longitud del ramala Chimbote es de 21 km y 500 m; la longitud a Nepeñaes de 21 km. Como se ve, desde su toma hastaChimbote lleva un recorrido de 60 km 500 m, y hastaNepeña, 60 km.

Según las medidas tomadas en un tramo de estecanal, a 10 km de su recorrido, se han encontrado lassiguientes características:

Área 6 m2

Perímetro 6 m 70Radio 0,9 c (Bazín III tipo) 57,1i 0,0025v 2 m 70Q 16.200 litros por segundo = 1.000 riegos

de 16 litros por segundo

La acequia llamada incaica riega actualmentealrededor de 1.180 hectáreas, y comprende 300 hectáreasmás en las planicies de Cosscho.

Los mochicas, al construir sus acequias, no solamentetuvieron en cuenta el acarreo del agua, sino también laspérdidas de este precioso elemento por evaporación. Poreso, las bermas de algunos de sus canales son de doblesección trapecial, principio hidráulico descubierto no hacemucho por la ingeniería, y que permite utilizarlosindistintamente, tanto en la época de abundancia como enla de estiaje. Con esto se conseguía no solamente impedirla infiltración, sino también menor evaporación, ya que la

parte que se exponía a la intemperie era reducidaproporcionalmente al caudal del agua. Así, la evaporaciónque se producía a todo lo largo de su cauce era mínima.

Ha sido opinión general, desde luego muy errónea,que los métodos usados antiguamente en la sierra yentre los viejos agricultores de la costa eran los mismosempleados por los antiguos mochicas para trazar suscanales. Estos métodos consistían en iniciar la aperturade un canal con el “agua atrás”, a fin de seguir lanivelación, guiándose de la corriente espontánea. Esteerror obedece a que no se tiene noticia alguna delinstrumento de nivelación requerido para esta clase detrabajos que haya podido ser utilizado en el trazo dedichos canales. En realidad, nosotros no hemosencontrado un solo indicio de la existencia de esta clasede instrumentos, pero, en cambio, la observaciónminuciosa de sus obras nos permite asegurar que ellosno trazaron sus acequias con el “agua atrás”, sino que,teniendo como objetivo la irrigación de ciertascomarcas, localizaban deliberadamente los puntos de sucanal, e iniciaban los trabajos en los llanos hasta tocarcon el punto de toma, con una perfección querealmente asombra. Sólo de esta manera se explica quehayan podido poner bajo riego grandes extensiones deterreno. Realizado el estudio y una amplia deliberacióndel trazo, se emprendían los trabajos para alcanzar unmáximo de eficiencia.

No podemos llegar a opiniones concluyentes sobre laforma como efectuaban la nivelación de sus canales, perosí podemos decir que en la longitud de todos ellos hanempleado pendientes –según lo han requerido lassecciones transversales obligadas a adaptar– de acuerdocon la estructura del terreno y su declive. Este últimofactor es sorprendente, pues es muy raro que se hayanexcedido entre 2 y 2,5 por ciento. Para ellos no había, portanto, obstáculos: bordeaban los cerros, atravesaban losbarrancos, construían andenes y acarreaban enormescantidades de tierra para formar sus terraplenes en losflancos de los desfiladeros. En otros lugares construíanterraplenes de piedra angular, perfectamenteacondicionada y de acuerdo con sus tamaños y formas.Todos los obstáculos eran así salvados y el canal seguíaconstruyéndose aguas arriba, dominando las escarpashasta encontrar el lugar requerido en la margen del ríoque les permitiese localizar su punto de captación. Enmuchos de estos canales la toma se encuentra decenas de

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LA AGRICULTURA

Fig. No. 374.- La base del acueducto mochica formado de tierraaprisionada, traída del valle.

Fig. No. 375.- Muros del canal que se ofrecen en perfecto estado deconservación. En la fotografía puede apreciarse la inclinación que tenían, a

la par que su solidez.

Fig. No. 373.- Muros de sostenimiento pétreos, que servían de base al acueducto.

kilómetros más allá de las partes más elevadas de losvalles irrigados, y llega a internarse bordeando los cerros yaprovechando los lugares más apropiados, sierras adentro.

Realizaron sus trabajos siempre al tanto de sumagnitud, a pesar de la demanda de miles de brazos querequerían casi siempre. Un estudio cuidadoso de estasobras demuestra que supieron emplear los elementos detrabajo eficazmente, puesto que no se nota nada inútil ensu ejecución y sí, más bien, que pusieron singularatención en los factores hombre y tiempo.

La mayor parte de estos canales está construida enlas laderas de los cerros, en parajes arenosos y sobreterrenos constituidos por rocas desintegradas. Para estoslugares acarreaban el material de la parte superior, para

así formar el terraplén sobre el cual construirían laberma. Cuando no era sólido, revestían el terraplén–que le daba forma de gradería– con piedra grande(Fig. No. 373). Sólo tropezaban con dificultades en loslugares en que no existían ni las piedras ni tierranecesarias. Entonces se acarreaba el material,compuesto de tierra y un gran porcentaje de arcilla, delos lugares cercanos (Fig. No. 374), y en algunasocasiones, de sitios a muchos kilómetros de distancia.Formada la base, construían el canal con piedrasescogidas que revocaban con tierra ligosa para evitar lainfiltración del agua (Fig. No. 375). Es verdaderamenteadmirable la realización de este trabajo, porque en laactualidad es difícil la construcción de estos canales,

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Fig. No. 376.- Importante detalle de la característica gradería, tomado enun punto en curva.

Fig. No. 378.- Acequia de La Cumbre. Núcleo de piedra que sostiene labase del canal sobre el acueducto (Valle de Chicama, Trujillo).

Fig. No. 380.- Canales secundarios y terciarios, derivados de la acequia LaCumbre, cuyos servicios dentro de la irrigación eran importantísimos.

Fig. No. 377.- Detalle de la doble gradería de la acequia.

Fig. No. 379.- Uno de los canales de captación de la acequia La Cumbre (Valle de Chicama, Trujillo).

Fig. No. 381.- Sistemas de riego: acequias regadoras y "regaderas" de lospequeños cuartillos, derivadas de la acequia La Cumbre.

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pues el agua se infiltra mucho entre las piedras, y a lalarga produce orificios interiores, que se llaman“cangrejeras”. Indudablemente, los mochicas tenían unamezcla de tierra arcillosa, cascajo y cal, que formabauna masa dura e impermeable.

Formadas las bases de los canales (Figs. Nos. 376 y377), procedían a construir sus taludes con el empleo depiedras angulosas que tramaban con maestría; para elloutilizaban como ligamento una argamasa compuesta,como ya hemos dicho, de tierra arcillosa, cascajo y cal.

Los terraplenes de los canales han sido formados enalgunas partes de adobe, en su mayoría por casquetesesféricos –pertenecientes a los primeros tiemposmochicas–, los que van colocados unos sobre otros.Cuando no era empleado el adobe, tenían especialcuidado de formar la base del canal con un núcleo depiedras (Fig. No. 378), cuyos tamaños variaban entre 50cm y 1 m, a fin de que la corriente de agua no cortara ydesintegrara el fondo de la acequia.

No importaba entonces construir los bordes de laberma de tierra arcillosa y conglomerado. Los lugaresbajos eran atravesados por pequeños acueductos. Lasvistas que se incluyen en la acequia Vichansao nos danuna clara idea de que los mochicas conocían el empleo decontrafuertes y refuerzos para las curvas exteriores de suscanales, donde estaban expuestos a fuertes presiones.

Las acequias que bordeaban los cerros y que pasabanpor las cejas de la sierra, donde las lluvias eranabundantes en ciertas épocas del año, tenían cauces decaptación (Fig. No. 379) que se internaban en el fondode las quebradas para recoger sus aguas y vaciarlas enlos canales principales, para acrecentar así su volumen,que era conducido a grandes distancias. Los canales sebifurcaban en acequias (Fig. No. 380) y éstas en acequiasregadoras en determinados puntos (Fig. No. 381), y deestas últimas se desprendían las regaderas de laspequeñas parcelas de cultivo. Tenían, pues, el canalprincipal, la acequia derivada, la acequia regadora y, porúltimo, la regadera propiamente dicha, que llevaba elagua directamente a los surcos o pozas, según el métodode riego que empleaban.

Desgraciadamente, no hemos podido encontrar fuentealguna que nos dé idea de cómo se repartía el agua enlas tomas y cómo estaban constituidas. Por lo que se haexpuesto, se puede adelantar que la repartición de aguase hacía de manos de personeros del gobierno, con un

LA AGRICULTURA

criterio de estricta justicia, y en cuanto a las tomas, seedificaron estudiando sobre todo su solidez.

ACUEDUCTOS

A lo largo del territorio mochica encontramos muchosacueductos, siendo solamente dignos de estudio especiallos siguientes: el acueducto de Ascope (Fig. No. 382), enel valle de Chicama; el de Mampuesto, en el valle deSanta Catalina (Fig. No. 383), y el llamado Tambo Real,en el valle de Santa. En segundo plano, no podemosdejar de mencionar el de Licapa, en la hacienda CasaGrande, y el de pampas de Chicama, ambos en el vallede Chicama; y algunos de menor importancia en losvalles restantes que no acusan interés, por lo que nosabstenemos de mencionarlos.

Estos acueductos fueron construidos cuando losingenieros mochicas, al bordear las faldas de los cerrospor medio de los canales, encontraron quebradas más omenos profundas y extensas, que no les permitían seguirsu desarrollo libremente, ya que las depresiones teníancomo obstáculo fundamental la falta de nivel. Para seguiradelante fue imprescindible emprender la formación delos acueductos que permitieran unir los puntos del trazode la obra mediante un nivel justo. Ya que no tenían otromaterial más apropiado para la construcción de estosacueductos, trasladaron el de las cercanías. La tierraarcillosa apisonada servía para formar la base delterraplén, en cuya parte superior se desarrollaba laberma. En algunos casos hemos podido notar queaprovechaban la sedimentación que dejan las aguas en elverano (Fig. No. 384) para formar las bases de losacueductos. No solamente se tenía en cuenta, en estascircunstancias, la nivelación del canal, sino también lasólida construcción de la caja, que permitiera resistir lasavalanchas de agua que discurrían por las quebradas enépocas de lluvia. Para el caso, tuvieron canales dedesfogue, que los siglos han ocultado bajo tierra.

Hemos observado también, en algunos acueductospequeños, que para dar consistencia a sus bordes, nosolamente utilizaron el chaflán y las piedras exteriores,sino también la gradería. Esto sucede por lo general enaquellos que eran construidos de tierra o adobe. Estospequeños acueductos y los construidos de tierra arcillosao arena con cascajo –que se mantenía en su sitio porcapas superpuestas de piedra debidamente

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 382.- Hermosa vista aérea del gran acueducto de Ascope, en elvalle de Chicama, Trujillo.

Fig. No. 383.- El acueducto de Mampuesto, en el valle de Santa Catalina, Trujillo.

Fig. No. 384.- Acueducto de Ascope: corte producido por la granacumulación de aguas.

Fig. No. 385.- Acueducto cercano al valle de Chao.

Fig. No. 386.- Vista de conjunto del acueducto de Ascope. Valle deChicama, Trujillo.

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LA AGRICULTURA

acondicionada– eran casi siempre revestidos interior yexteriormente por piedras que formaban paredes lisas. Lopodemos observar en nuestros días en el acueducto de lapampa de Chicama y en los que se encuentran pocoantes de ingresar al valle de Chao (Fig. No. 385).

El acueducto de Ascope tiene una longitud de 1.400m, con 5,66 por ciento de gradiente sobre la recta (Fig.No. 386). Sus secciones transversales son muy desiguales,debido sin duda a la acción de las lluvias, al desborde delas aguas de su canal, al tráfico y otras causas. Esto nosha obligado a tomar un tipo medio de corte transversal,para procurar la reconstrucción más aproximada a suprimitivo estado: esta sección arroja 561 m2, quemultiplicados por 1.400 dan un volumen de 785.400 m3.

La continuación del acueducto, o sea la parte apoyadaen las peñas, es de 1.430 m de longitud; su seccióntransversal media acusa 349 m2, dando un volumen de499.070 m3, que arroja un peso de 2.000.000 detoneladas métricas.

El muro en su totalidad está constituido por uncorazón compacto arcilloso y revestimiento de tierra.

Las características del canal que pasa por elacueducto, tomadas de la parte que aparece en el planoque ilustra el texto, son las siguientes:

•Siendo la longitud del acueducto 1.400 m entre lospuntos A y B, y el desnivel igual a 2 m, corresponde auna pendiente por metro igual a 0,0014 m = 1.

•El área de la sección transversal en B, considerandola altura máxima del agua = 2 m 80, arroja 6 m2 (véaseel plano respectivo, Figs. Nos. 387 y 388).

Con estos datos podemos calcular la cantidad de aguaque pudo arrastrar este canal:

Área 6 m2

Perímetro mojado 7 m 80Radio 0 m 80Factor C, IV caso rugosidad, según fórmula de Bazín = 37,3Velocidad, V = C Ri = 1 m 25 por segundoQ = 6 x 1,25 = 7.500 litros = 463 riegos de 16

1/5 litros por segundo

Los lados de la berma (Fig. No. 389) por la parteinterior presentan cortes a manera de estríasperfectamente distanciados y a 1,80 m (Figs. Nos. 390 y391). Estos cortes se distribuyen a ambos lados de la

acequia, perfectamente alternados los de un lado conlos de otro. Sobre este particular, hemos llegado a laconclusión que el ingeniero mochica –minucioso yempapado de todos los problemas del riego y, enespecial, muy al tanto de la erosión que el aguaproduce en los canales– puso especial cuidado eneliminar este factor erosivo con las estrías que tienden adestruir la fuerza lateral exterior de la corriente y adesviarla al centro (Figs. Nos. 392 a 394). Como se ve,pues, ningún detalle, por insignificante que fuere, se leescapó al mochica.

El acueducto de Mampuesto le sigue en importanciaal anterior. Tiene una longitud de 1.778 m, en su basemedia mide 45 m, cuatro en la corona y once de alturaen la proyección de su eje. La superficie de esta seccióntransversal es de 206 m2, lo que arroja un volumen de206 m3 por metro lineal y un total de 366.268 m3.

En la huella del canal que ha discurrido sobre estemampuesto hemos encontrado las siguientescaracterísticas: ancho en el fondo, 80 cm, y en la líneamáxima de agua, 96 cm; profundidad de ésta al plano,30 cm. La superficie del muro entre los puntos marcadosen el perfil 1 y 2 tiene un desnivel de 2,7%; desde elpunto 2, se descuelga este canal por una mampostería deadobe de tipo mochica, para irrigar parte de los terrenoscomprendidos entre las estribaciones del cerro Cabras yla acequia La Mochica. Este canal ha tomado su caudalde la acequia Vichansao.

Aplicando el cálculo resulta:Superficie 0,27 m2

Perímetro 1,40 mRadio 0,25c 24,4v c R i 0,64Q 170 litros por segundo 10 1/2 riegos

El primitivo acueducto de Tambo Real (valle deSanta), que era un terraplén de tierra apisonada deconstrucción indígena, fue roto en su parte central porlas aguas del aluvión del año 1871. En esa rotura, losseñores Derteano construyeron un acueducto de madera,que a su vez fue arrastrado por las aguas del aluvión de1891 (Figs. Nos. 395 a 397). El que existe actualmente esde cemento armado, de muy sólida construcción, peroadolece de tener menor pendiente que la fijada por los

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 387.- Plano del acueducto de Ascope.

A

A

B

Plan del canalPerfil del terreno

B

N.M.

Plano de comparación

PERFIL

PLANO

h= 2 m

Escala: Horizontal 1: 5000Vertical 1: 100

0 1123Hectómetros

C

2,80 m

2 1 03 Plano de comparación

Perfil del canal de irrigación

5

Horizontal

Vertical

0 1 kmHectómetros

10 0 10 20Metros

1 m50Decímetros1050Metros

Transversal del canalTransversal del acueducto PERFILES

Perfil del acueducto

Fig. No. 388.- Corte transversal del acueducto de Ascope (ver plano).

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LA AGRICULTURA

Fig. No. 389.- Acueducto de Ascope: parte superior donde se aprecia laberma por donde discurría el agua de regadío.

Fig. No. 391.- Detalle del canal del acueducto de Ascope. Nótese en la berma,por la parte inferior, los cortes a manera de estrías que tienden a eliminar el

factor erosivo de las corrientes laterales exteriores desviándolas al centro.

Fig. No. 393.- Canal sobre el acueducto de Ascope (Valle de Chicama, Trujillo).

Fig. No. 390.- Detalle de los cortes de las bermas del canal en el acueductode Ascope (Valle de Chicama, Trujillo).

Fig. No. 392.- Acueducto de Ascope: sección que bordea el cerro cercano a Facalá.

Fig. No. 394.- Acequias a diferentes niveles en las faldas de los cerroscercanos a Ascope (Valle de Chicama, Trujillo).

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 395.- Las graderías que refuerzan el cuerpo del acueducto de Tambo Real.

Fig. No. 397.- Importantes vestigios de los surcos de caracol en las terrazasde la hacienda Tambo Real.

Fig. No. 399.- Antigua acequia mochica que es hoy utilizada por los dueñosde la hacienda Facalá (Valle de Chicama, Trujillo).

Fig. No. 396.- Serie de terrazas al costado del acueducto de Tambo Real.

Fig. No. 398.- Canal que llevaba las aguas para irrigar las pampas de San José Alto.

Fig. No. 400.- Acequia mochica que actualmente presta importantes servicios.

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LA AGRICULTURA

indios en este canal. De allí que se produzcanenarenamientos que ocasionan fuertes gastos a lospropietarios del fundo Tambo Real. Este mismo hecho haobligado, según parece, a tomar nuevo cauce, y haperdido nivel, desde 1.500 m aguas abajo, en lasproximidades de la huaca El Castillo o Panteón de losChinos. Como a 200 metros de este acueducto se derivaotro canal que avanza dos kilómetros más al sur delCambio Puente, del que se deriva otro canal, cuyashuellas tienen su origen en las proximidades delkilómetro 11 de la ferrovía de Chimbote al Callejón deHuaylas, y continúan bordeando el cerro paralelamenteal oeste del ferrocarril, hasta el kilómetro 4. De allí volteacon rumbo noroeste hasta Cosshco.

El acueducto de Ascope ha sido utilizado en losúltimos tiempos como barrera de represa. Se creyó

entonces conveniente colocar a través de estaconstrucción tubos de gran tamaño para elaprovechamiento de las aguas. Desgraciadamente, elprimero que se colocó produjo una rotura enorme y lopuso en serio peligro.

Las fotografías aéreas que publicamos de estasadmirables obras de ingeniería hidráulica mochica nosmuestran tres grandes acequias pertenecientes a lamaravillosa red de irrigación que, como hemos dichoantes, no ha sido igualada posteriormente, ni aun enestos tiempos (Figs. Nos. 398 a 400).

Fue, pues, sobre la base de estas soberbias obrashidráulicas, que se desarrolló considerablemente laagricultura mochica, y con ella el arte y todas lasdemás manifestaciones de esta cultura tan vigorosa yextraordinaria.

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LA CAZA Y LA PESCA

LA CAZA Y LA PESCA –PRINCIPALES FUENTES desustento del hombre primitivo y actividadesesenciales a las que se dedicó la humanidad en los

albores de la civilización– adquirieron un gran desarrolloen la época mochica. La alfarería guarda importantesdocumentos sobre estas manifestaciones, los mismos quehan servido para sugerir las observaciones que integraneste capítulo. Además de ellos, hemos de tener muypresente las sencillas prácticas de caza y pesca queemplean hoy muchas comunidades indígenas de nuestrolitoral, porque en ellas vemos constantemente un reflejodel pasado y porque, además, son las que mayormentenos ayudan a comprender lo que encierran laspictografías y los modelados escultóricos que el artistaalfarero ha dejado en la cerámica.

Para esclarecer mejor nuestros conceptos y siguiendo elmétodo usual en esta clase de estudios, trataremos cadaactividad separadamente.

LA CAZA

Los documentos que sobre el particular poseemosevidencian terminantemente que esta ocupación en losviejos tiempos mochicas estuvo debidamente organizada y,por ende, reglamentada.

Las pictografías que contienen escenas de caza

atestiguan además que dicha actividad fue el deportefavorito de los grandes jefes y que fue practicada por ellosde manera preferencial. Éstas relatan gráficamente elprocedimiento que se empleaba para coger a cada animal,y los instrumentos entonces en boga, que se usaban parapoderlos victimar.

Fue, pues, según lo que dejamos dicho, la cacería delvenado (Fig. No. 401) el deporte por excelencia cultivadopor los grandes jefes y nobles mochicas, práctica quesolamente estaba reservada para ellos. No podemosasegurar si el pueblo se dedicaba también a este quehacer,a pesar de que hemos encontrado grupos representativosde la clase humilde en todas las escenas de cacería; acasoéstos no eran sino los sirvientes que ayudaban a sus jefeso los representantes de las grandes masas que asistían atan importantes torneos, con el objeto de aplaudir yestimular la agilidad y destreza que derrochaban susgobernantes en los incidentes movidos y hasta dramáticosde tan pintoresca como sugerente costumbre.

Los jefes mochicas acudían a la caza exhibiendovestidos sencillos que les permitían una mayordesenvoltura y seguridad en los movimientos en general, ymuy especialmente para las carreras. Llevaban hermosostocados, muy bien sujetos bajo el mentón voluntarioso; elbusto y los miembros superiores e inferiores ibandescubiertos. Las piernas las llevaban protegidas en igualforma que los “mensajeros”, cuya minuciosa descripciónaparece en el capítulo dedicado al tema de la escritura.

Armados con estólicas que impulsaban dardos de

317

Fig. No. 401.- El venado (Cervus nemorivagus).Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (091-006-015)

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filudas puntas de cobre, o también dueños de grandessaetas que se lanzaban a manera de jabalinas (Fig. No.402), marchaban animosos y seguros del éxito de suempresa. Los grandes dardos eran lanzados con enormevigor, de manera que, por regla general, al dar en elblanco atravesaran el cuerpo del venado.

Fuera de las armas cortantes de caza ya citadas,utilizaron también las contundentes, como la maza oporra, que servían muy especialmente para atontarloscuando eran acorralados dentro de las redes y tambiénpara ultimar a la presa (Fig. No. 403).

De mucha solemnidad debieron ser estas grandescacerías, que se iniciaban con el desfile de los jefes,quienes eran conducidos al lugar del evento en literas oandas de traza muy sencilla. Tras ellos seguía una apretadamuchedumbre compuesta de individuos que tomabanparte en la ruda labor del rodeo de los animales.

Creemos que los grandes chacos o rodeos queconstituyeron el ápice de la caza en la época incaicafueron similares a los que se practicaron en la granetapa mochica.

Individuos armados de garrotes y de mazas acudían alevantar la caza de los montes, procurando reducir a laspresas en círculos cada vez más pequeños, hastaconseguir que ingresaran en una gran red que se tendíacon anticipación en un paraje adecuado (Fig. No. 404). Lared tenía, en unos casos, una sola puerta de acceso, queera después custodiada por un asistente. La red alcanzabaa encerrar un gran espacio, y es así como podemos verdentro de ella –en la pictografía que aparece en la figuraNo. 405– a los jefes que están atacando a los venados quesaltan las plantas de achupalla y pasan veloces entre losárboles. Era en el interior de la red donde los jefesanimaban su deporte favorito, haciendo gala de su periciay habilidad en el manejo de la estólica.

Es también interesante anotar que en todas las escenasde cacería hemos podido comprobar que la mayoría delos animales atacados eran machos, hecho que guardaíntima relación con la costumbre incaica por la que “seexterminaba a las fieras, se trasquilaba a los huanacos yvicuñas y se daba soltura a las hembras”.

Para transportar a los animales muertos se utilizabanparihuelas o también se usaba la fuerza humana de lamanera como se ilustra en la figura No. 406, es decir,sobre las espaldas, sostenidos por las patas, que pasabansobre los hombros.

En el acto de encerrar a los venados en las redes, eramuy frecuente que cayeran animalitos tiernos, los mismosque eran cogidos vivos, y se procuraba causarles el menordaño posible para enseguida proceder a su domesticación.Es así como no otra significación tienen lasrepresentaciones de estos herbívoros prisioneros.

Además de los venados, entre los animales montaracesse cazaba a los pumas y tigrillos, y se elegían a loscachorros para poderlos atrapar vivos y reducirlos adomesticidad. Dada la gran veneración que rendían losmochicas a estos felinos, debió considerarse como un granprivilegio poder dedicarse a su cría. Es por ello frecuenteencontrar a personajes que tienen todo el aspecto degrandes jefes que llevan entre sus brazos a pequeñosfelinos que aparentan mucha mansedumbre. La caza delas aves fue igualmente muy codiciada. Las carnes de losvolátiles se empleaban en la alimentación, mientras suplumaje servía para la confección de vistosos ymulticolores atavíos. A orillas del mar, en las lagunas, ríosy las charcas se cazaba gran número de palmípedas, cuyavariedad en el litoral peruano es asombrosa, comomúltiple su procedencia.

La pictografía que aparece en la figura No. 407 es laúnica de importancia y nos sirve de documento en lainvestigación de esta fase de la vida mochica. En primertérmino, podemos observar en ella a un ser ornitomorfo,cuyo medio cuerpo superior pertenece a un halcón querepresenta las funciones de cazador. Ataviadovistosamente, se dedica a lanzar con la estólica afiladosdardos sobre un ave que vuela al centro de la escena. Losdardos son pequeños y llevan dos aditamentos de formaestrellada que permiten efectuar una mejor trayectoria, ycontribuyen a la mayor eficacia del arma. Este cazadorestá auxiliado por otros seres ornitomorfos humanizados,que se dedican a recoger y alcanzar los dardos que estánen el suelo. Uno de los ayudantes sostiene en sus manosuna red de forma trapezoidal que lleva mango, aparatoque servía para protegerse la cabeza de los dardos quedescendían de lo alto. Además, como esta prácticaoriginaba una gran agitación y continuas carreras, losauxiliares iban provistos de recipientes con líquidos yalimentos que les eran alcanzados al cazador en elmomento oportuno. En este caso, lo curioso es observarque uno de los ayudantes que lleva al cazador susreconstituyentes es un ser humano regiamente ataviado.¿Qué significación entraña dicho ser? Hasta el momento

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LA CAZA Y LA PESCA

Fig. No. 402.- Gran jefe utilizando la jabalina en la caza del venado.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (062-005-003)

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 403.- Relieve cerámico donde aparecen cazadores armados con mazas tras venados. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (062-005-011)

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LA CAZA Y LA PESCA

Fig. No. 404.- Escena de cacería de venados. Pictografía sobre un vaso globular.Museo Nacional de Arqueología y Antropología

Fig. No. 405.- Escena pictórica de un vaso pintado que nos revela la cacería del venado.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (2070)

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Fig. No. 406.- Cazador chimú que lleva a cuestas un venado muerto en la cacería.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (062-009-006)

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aún no nos ha sido posible establecerlo. Detrás de estepersonaje sigue otro ornitomorfo que trae también unataza de agua u otro líquido para el cazador.

Los cazadores mochicas fueron indudablemente muyhábiles en el manejo de la estólica y en el arte de lanzarlos dardos, ya que no en otra forma podían alcanzar a suspresas cuando éstas se hallaban en pleno vuelo. Para ello,no solamente se valieron de la estólica, sino del mismoimpulso del brazo. Este modo de usar los dardos, querequiere una admirable destreza, es empleado hoy día porlos esquimales.

En la figura No. 408 aparece un importante vaso dearcilla que nos demuestra el empleo de la cerbatana en lacaza de aves. Esta arma, que es aún la predilecta demuchas tribus indígenas de América, se componía, comose observa en el vaso, de un tubo largo por el que selanzaban pequeños proyectiles impulsados por el aliento.El cazador se ocultaba de su presa sirviéndose de unaditamento plano, colocado a manera de pequeñoparapeto. Según los sitios donde se encontraban las aves–en las salientes de las lomas y las piedras, en las cimasde las ramas o tejados–, el cazador adoptaba la posiciónmás conveniente para obrar libremente con el máximo deenergía en el resuello.

Para la caza de volátiles también emplearon lastrampas. Hasta hoy no tenemos prueba alguna de suforma ni del sistema que se utilizó con ellas. Pero, asícomo vemos dentro de la cerámica chimú el empleo deuna ingeniosa trampa construida de pequeños carrizos,que se usaba para la pesca de camarones –implementoque es igual a los que se emplean hoy entre los

pescadores de Moche y Virú–, nos inclinamos a creer quelas trampas y sistemas de caza a que acuden en nuestrosdías los pequeños agricultores eran los mismos de ayer.Pero, en definitiva, no podemos hacer tal aserción porque,como repetimos, no poseemos los documentosetnológicos que nos lo demuestren. Con todo, seránecesario hacer la descripción a grandes rasgos de lastrampas y sistemas de hoy, que están difundidos entre lospobladores indígenas de la costa y del interior, ya quepresumimos que no está lejano el día en que encontremosla comprobación de su similitud con los viejos sistemas.

Una de las trampas consiste en lo siguiente: unaespecie de canasta de forma piramidal que se coloca conla boca hacia abajo en un lugar frecuentado por lospájaros. Los granos se arrojan dentro del radio quecircunda la boca de la trampa levantada por uno de susextremos, y que sostiene un pequeño palito al que se atauna cuerda que el cazador –escondido detrás de algúnobstáculo– sostiene por el otro extremo. Cuando las avesllegan y se introducen a comer los alimentos allí regados,el cazador tira del cordel con suma suavidad, la canastapierde su punto de apoyo y cae la tapa y encierra dentrode ella a cuantos animalitos estuvieron presentes.Obtenidas las primeras presas, se vuelve a armar latrampa. Este sistema se emplea comúnmente para la cazade palomas en la época de la cosecha, que es cuandomás abundan.

Otro de los sistemas que da magníficos resultados es elllamado huaripalo. Consta de una varilla grande, unaestaca y una larga y resistente cuerda. La estaca se fija enel suelo sólidamente, y a ella se ata uno de los extremos

LA CAZA Y LA PESCA

Fig. No. 407.- Escena de adiestramiento en la caza de aves, que ha sido hábilmente representada en la pictografía mochica. El cazador está simbolizado por un halcón.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (3169)

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Fig. No. 408.- Individuo utilizando la cerbatana para la caza de aves.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (062-003-003)

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de la varilla que está provista del cordel. La amarra debeestar floja para permitir una mayor soltura en elmovimiento de la varilla en el momento de funcionar. Elextremo libre de la cuerda es sostenido por el cazador y lesirve para poner en acción la trampa. El alimento se riegaa partir de la varilla, cuidando de no salirse del radio deacción que ésta abarca en su movimiento. Cuando losanimalitos llegan en gran cantidad y se entregan a recogerlos granos, el cazador tira fuertemente y con suma periciala cuerda, haciendo girar la varilla, que a ras del suelodescribe un sector de círculo, matando o atontando acuantas aves encuentra en su recorrido. El éxito que seconsigue con este sencillo procedimiento es halagador, yaque cada vez que funciona deja siempre un buen númerode aves por recoger.

La iguana y el cañán eran también cazados por losantiguos mochicas. Dentro de la cerámica advertimos lafrecuente representación de la iguana, muchas veces ensartas similares a las que todavía se ven en los mercadosde expendio en la actualidad. Fue seguramente alimentopreferido del poblador costeño, motivo por el cual se lecazaba en grandes cantidades. Hoy día los naturales de lazona que nos ocupa estiman como un exquisito bocado lacarne de iguana, y prestan a su caza una gran atención.

La iguana habita generalmente dentro de losalgarrobales. En Virú, uno de los pocos pueblos dondese guardan tradiciones y costumbres de milenaria data,se emplea un curiosísimo sistema para cazar la iguana,el cual explota la torpeza característica de estabestezuela. Seguramente el mismo método fue aplicadopor los antiguos.

Consiste la trampa en una barrera de carrizos o cañasamarrados a manera de esteras largas, cuya longitudmínima es de 10 metros, mientras su altura es prudencial.En las madrigueras de estos animales se coloca la barreraen posición vertical, con sus extremos formando volutas,y, bien asegurada por la parte trasera, queda lista para darlos resultados apetecidos. Al salir el animalito de sumadriguera tropieza de inmediato con este obstáculo, y ensu afán de franquearlo lo recorre en toda su extensión sinéxito. La torpeza del animal hace que al voltear el caracolde las volutas se encuentre de nuevo con la primitivabarrera que lo atajó, la que vuelve a recorrer una y cienveces. Desesperado, el animal se pasa horas de horasrecorriendo esta trampa hasta que se agota y cae rendido,y se convierte en fácil presa del cazador. Por supuesto, se

utilizan para el caso muchísimas de estas trampas quepermanecen expuestas el tiempo suficiente para obtener elresultado deseado.

Fue muy apreciada la caza de los caracoles de tierra,manjar estimado por los mochicas. Estos moluscos, queordinariamente se encuentran en los cerros, eranrecogidos en bolsas de fibra y su caza fue ocupación deimportancia, tanto que el artista la ha recogido en el belloceramio de la figura No. 409, donde el modelado de estosmoluscos es de gran realismo y ha sido acompañado porpictografías que detallan las escenas de su aprehensión.

No nos es posible extendernos más sobre estainteresante actividad de los mochicas. Fuera de losdocumentos que presentamos y otros que existen endiversos museos y colecciones, hay muy pocos queexpresen con mayor claridad los sistemas peculiares, usose incidentes que la antigua caza creó y suscitó. Sinembargo, las pruebas exhibidas en esta obra han de servirde base para posteriores investigaciones.

La cacería de lobos

Acápite especial merece esta actividad, que fueinteresante, divertida y gozó de gran estima en la épocaque estudiamos. Estas anotaciones nos han sido sugeridaspor un valioso documento: un relieve que adorna lasuperficie globular del vaso que aparece en la figura No.410. Este relieve acusa la particularidad de expresar unavida y movimiento asombrosos. No es necesario sinoponer los ojos sobre él para presenciar la escena como enuna pantalla en la que se proyectan figuras animadas.

En este relieve vemos la fuga desesperada de losanfibios, mientras los cazadores mochicas, que son a lavez pescadores –pues llevan el atavío que éstos portan enla cabeza–, corren tras ellos, dando saltos y blandiendosus pesadas mazas, con las que asestan terribles golpes asus presas. Éstos también llevan escudos circulares paraponerse a salvo de cualquier embestida. La escena dice,además, que la caza del lobo se realizaba por sorpresa. Yen efecto, se esperaba que estos animales, en grandesenjambres, invadieran la playa para descansar, momentoque aprovechaban los cazadores para sus irrupcionesviolentas, caracterizadas por una lluvia de garrotazos quetendían víctimas por todas las direcciones. En estearriesgado deporte tomaban parte numerosísimaspersonas. A juzgar por los documentos que tenemos, la

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Fig. No. 409.- Individuos dedicados a recolectar caracoles de tierra, que comúnmente se encuentran en los cerros.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (062-003-001)

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Fig. No. 410.- La pesca de lobos representada en un movido y expresivo relieve.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (XXC-000-189)

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caza del lobo la ejecutaba especialmente el pueblo.La representación frecuente de lobos marinos dentro de

la cerámica testimonia, indudablemente, que este anfibiodesempeñaba un importante rol dentro de la caceríamochica. No sabemos a ciencia cierta qué utilidadobtenían de él, pero es presumible que fueranperseguidos y cazados para aprovechar su grasa y sucuerpo. Algunos historiadores aseguran que de la piel dellobo se hacían balsas; sin embargo, hasta hoy no hemosencontrado una comprobación fehaciente de tal uso.Además, como ya hemos visto al estudiar la agricultura,los lobos de mar eran cogidos en las islas para sersacrificados en homenaje a las divinidades del océano.

LA PESCA

Siendo el territorio mochica esencialmente costero, lamayoría de sus pobladores, especialmente los que vivían aorillas del mar, se dedicaba con gran empeño a la pesca,intensa actividad que desde tiempos prehistóricos seencontraba grandemente desarrollada, y jugaba un rolesencial en la satisfacción de las necesidades nutricias delos pobladores que nos ocupan. Los mochicas se sirvieronde la pesca preferentemente y alcanzaron un buen gradode adelanto en su práctica, porque no solamente contaroncon costas bajas que encierran playas magníficas, como lasde Malabrigo, Huanchaco y Puerto Morin, entre otras,peñascos revestidos de diversidad y gran cantidad demariscos, y la mejor bahía del Perú, que es, sin duda,Chimbote, sino también que desde un comienzo la pescaatrajo toda la atención de los primitivos pobladores, yaque fue su esencial medio de vida.

Todos los restos de su industria y las demás huellasque han dejado acreditan fehacientemente que la industriapesquera estuvo muy desarrollada. Examinando lapictografía mochica comprobamos que la actividad favoritade Ai Apaec y de los grandes jefes consistía en frecuentesexcursiones marinas en pos de la codiciada faunaoceánica. Además, los kjiooknmodings, que están regadosa lo largo del litoral, nos ofrecen numerosos restos deconchas, espinas de peces y demás restos de alimentos yutensilios de origen marino. No es raro tampoco encontrardentro de las tumbas restos de crustáceos, peces y otrosseres acuáticos en calidad de ofrendas votivas.

Para la aprehensión de la riqueza marina utilizaron unaespecie de balsa hecha de corteza o totora (Fig. No. 411).

La capacidad de estas embarcaciones se limitabageneralmente a dos personas: una se instalaba en la popay la otra en la proa. De la parte media del borde inferior,en sentido longitudinal, se colgaban piedras aprisionadasen unas redecillas que servían para mantener el equilibriode la embarcación en el agua, la misma que era impulsadapor remos hechos de caña de Guayaquil o por palas demadera muy liviana. De estas barcas se servían tambiénpara alejarse del litoral hacia las islas, y de ellas hay ennuestros días rezagos entre los pescadores de Chimbote.

Para la pesca en los lugares cercanos a tierra empleabanlos “caballitos” (Fig. No. 412), que son hasta la fecha lasembarcaciones de los modernos pescadores indígenas queviven en muchos pequeños puertos y caletas, quienesforman comunidades de individuos de caracteres racialescomunes. Todavía es dable admirar hoy la destreza de losque manejan estas frágiles embarcaciones y su arrojocuando, arrodillados sobre la “cintura” de sus “caballitos”,desafían el mar incluso en los días de mayor turbulencia.Los pescadores de Puémape, Huanchaco y Chimbote sonvivo ejemplo de lo que decimos.

La construcción de esta singular barca dura un tiempoincreíblemente corto, apenas si una hora. Para ello, loshuanchaqueros siegan la corteza madura que dejan secarpor algunos días. Cuando está a punto de manufactura, esdecir, deshidratada, forman de primera intención dosgrandes “bastones” o haces que se componen de pares detallos iguales, generalmente de 100 en cada “bastón”.Desde su base se empiezan a liar estos “bastones” ocuerpos fusiformes con una larga y fuerte cuerdadenominada quiranga, que va enrollándose cada vez enmenor espacio. A un metro de la base o punto de partidase colocan dos nuevos “bastones” –más pequeños y quetienen el mismo número de pares de tallos de corteza–destinados a formar la “caja” del “caballito”. La cuerda unefuertemente estos haces con los primarios hasta fundirtodos en un solo gran cuerpo. A partir de la unión de losnuevos “bastones” se ensancha el “caballito”; allí se lehace una doble amarra o ligadura con un cable que se ledenomina huangana. Esta ligadura forma la “cintura” del“caballito” y es el sitio donde se acomoda el pescador quetripula esta pequeña embarcación. De la huangana pendendos extremos: uno de dos puntas y el otro con una orejaformada por un nudo que se denomina “seno”. Con unade estas puntas se ajusta una nueva huangana en la basede los “bastones” y casi encima de las primeras quirangas,

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Fig. No. 411.- Pescador mochica sobre una balsa de totora, dedicado a su faena cotidiana. Lleva en la cabezael plumaje distintivo de su oficio. Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (062-002-001)

Fig. No. 412.- Pescador huanchaquero junto a su preciado caballito, con su remo en la mano.

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y el resto se asegura en la oreja o “seno”. Con la otrapunta sobrante se va ligando hasta tocar con el extremo dela proa del “caballito”. La huangana es la que da verdaderaconsistencia a la frágil embarcación. Al ejecutarse lasamarras mencionadas es que se le da al “caballito” suverdadera conformación en cuanto a curvatura yensanchamiento, y es cuando se cuida de estibarlo paraconseguir un equilibrio a prueba. La serie de ilustracionesque insertamos en estas notas ayudará a comprender mejorla breve descripción de los “caballitos”, verdaderas joyastradicionales (Figs. Nos. 413 a 416).

La duración de estas navecillas no pasa de 15 días, alcabo de los cuales la materia prima de que están hechasse emplea en la manufactura de esteras y en losparamentos y puertas de las habitaciones hechas con estafibra. Cada “caballito” puede contener de quince a veinteróbalos de regular tamaño, que se aseguran a la amarra dela “cintura”, por lo cual también se denomina a esta partede la embarcación “atrincadero”. Una pequeña redecillallamada calcal sirve para contener los peces menudos.

Como utensilios de pesca los antiguos mochicasemplearon el arpón con punta triangular, arma que estabadestinada a los lobos y peces corpulentos. El anzueloencorvado y sencillo –sin el tajo de seguridad o“arponcito” que hoy lleva– se destinaba a los pecesmenudos. En la figura No. 417 puede verse una serie deanzuelos muy antiguos, y pueden apreciarse fácilmente lasgrandes diferencias que los separan de los modernos.

Estos pequeños anzuelos se aseguraban a los extremos

de las cuerdas, de la misma manera que hoy. En lugar deplomo, para lograr su inmersión se utilizaban pequeñoscantos rodados o pedazos de cobre, y los frutos huecos delas lagenarias servían como excelentes flotadores.

En cuanto concierne a la utilización de la red (Fig. No.418), los mochicas la emplearon y estaban por tantofamiliarizados con su manejo. La red, como ya hemosvisto, tenía importante aplicación en la cacería del venadoy otros animales. Sin embargo, no hemos encontradopictografía ni modelado alguno que nos dé noticiassuficientes sobre su uso en el mar, pero el conocimientode este trabajo corría parejo con las primerasmanifestaciones culturales del hombre del litoral peruano.Las redes que hemos encontrado en unas tumbasexcavadas en el paraje denominado El Brujo pertenecen ala época chimú y a períodos lindantes con la conquistahispana, y ellas llaman la atención del observador por suconsistencia y la perfección de su factura.

Los mochicas pescaron indudablemente todos losanimales que constituyen hoy la base de la alimentacióndel hombre peruano de las riberas del Pacífico. Dentro dela cerámica nos ha sido posible identificar las siguientesvariedades: el toyo, la manta, el chirlo, el bonito y lacorvina, entre los peces de agua salobre; y el bagre, lamojarrilla y la lisa, entre los de agua dulce.

Los mochicas buscaron con avidez los mariscos, entrelos que hemos encontrado representados el caracol, laestrella de mar, las conchas, los barquillos y los ancocos.También pescaron crustáceos. De ellos hay representados

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Fig. No. 413.- Caballitos pilotados por huanchaqueros de regreso a las playas.

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LA CAZA Y LA PESCA

Fig. No. 414.- Divinidad bogando en un "caballito", simbolizado en forma de pez, para dar idea del dominio de las aguas alcanzado por los mochicas.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera (075-004-005)

Figs. Nos. 415 y 416.- Arrodillado y estoico, el pescador norteño de hoy desafía al mar en su turbulencia,manteniéndose siempre en perfecto equilibrio. Derecha: sacando el "caballito" de las aguas. Se puede apreciar

perfectamente la base de éste.

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el cangrejo de mar y de río, y figuran además algunasvariedades como el llamado mail mail y el común. Loscamarones marinos y fluviales han sido modelados congran dosis de realismo en la cerámica. Para lasbestezuelas que se adhieren fuertemente a las rocasutilizaban instrumentos de madera que llevaban una desus puntas afiladas, que permitían desprenderlosfácilmente. En la actualidad es de uso común esteinstrumento entre los pobladores de Puémape.

Si bien el strombo y la concha de puntas, spondyluspictorum, moluscos propios de los mares cálidos, seencuentran frecuentemente representados en la cerámica,

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LOS MOCHICAS - TOMO I

Fig. No. 417.- Prehistóricos anzuelos chimús, muy similares a los que aparecen en las pictografías mochicas.

Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fig. No. 418.- Pescadores portando una red.

ya como instrumentos de viento o bien en calidad devasos votivos, su presencia en el sector marino que nosocupa fue desconocida. Lo mismo ocurre con la conchade abanico que abunda en Chimbote, hacia el sur, y quehemos encontrado profusamente regada en las tumbasmochicas de la región descrita, principalmente en El Brujo,en los cementerios de Salamanca, en la huaca Pan deAzúcar II de Chiquitoy y en Quemazón (hacienda Sausal).Estos moluscos, por su rareza, fueron seguramente muyapreciados y empleados como ofrendas funerarias. Elspondylus pictorum y el strombo seguramente procedíande las costas centroamericanas.

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Como ha podido apreciarse, la pesca fue unaprimordial ocupación de los antiguos mochicas y logrógran auge y perfección (Figs. Nos. 419 y 420). Lasfuentes de la prehistoria peruana ofrecen datos de graninterés acerca de esta fructífera actividad entre loshabitantes de la región del norte peruano. El historiadorespañol Sebastián Lorente, en su importante tratadosobre la civilización peruana (Lima, 1879), trae lossiguientes datos que no requieren comentario:

“Lo principal que se hizo en lo que se refiere a lapesca” –dice respecto de los incas– “fue la traslación dealgunos pescadores que habitaban junto al Pacífico a las

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Fig. No. 419.- Escena de pesca en la que intervienen altos jefes que han sido hábilmente idealizados por el artista.Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

orillas del Titicaca, donde todavía pueden reconocersevestigios de los chimús trasladados, y a las márgenes delMarañón, en las que algunas comunidades se distinguenpor el uso de la lengua ‘mochica’”.

Estas aseveraciones prueban, pues, que el arte de lapesca con todos sus adelantos lo aprendieron los incasde los antiguos pobladores del norte peruano, aquienes dominaron y “civilizaron”. Además, estaperfección en el arte e industria que nos ocupa databade la brillante época mochica, verdadero reguero de luzen la nebulosa que aún cerca el origen de las grandesculturas del Perú precolombino.

Fig. No. 420.- Escena totémica de pesca. Su conjunto y armonía son admirables.Museo Nacional de Arqueología y Antropología (2432)

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Edición, coordinación, diseño, fotografía,preprensa y supervisión de imprenta.SERVICIOS EDITORIALES DEL PERÚ SAC

Edición general

Bernardo Oliart

Coordinación

Martín Alpiste

Diseño

Jesús Valero

Ilustraciones, dibujos y fotografías en blanco y negro

Archivo Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera

Fotografías

Joaquín Rubio

Impresión

Metrocolor

Todas las reproducciones que ilustran este volumen son calcos fieles de los vasos y objetos de la civilización Mochica.

Los mapas y planos han sido digitalizados sobre la base de los originales de 1938.

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LA PUBLICACIÓN DE ESTA OBRA tiene por fin abrir una ruta de

conocimientos concretos sobre las culturas preincaicas que en dilatado y

fecundo quehacer enriquecieron el territorio del Perú y el acervo

espiritual de la raza aborigen. Muchas de ellas permanecieron hasta hoy

insuficientemente estudiadas y algunas hasta ignoradas. Y es que en

este tramo de la investigación del pasado del Nuevo Mundo, la mayor

parte de los libros de arqueología escritos para esclarecerlo sólo ofrece

estudios generales y panorámicos, dentro de los cuales, sin dominio del

detalle y excesiva imprecisión en el conjunto, se consignan reiteradas

veces datos inexactos, los mismos que han originado serios errores de

interpretación, pues en unos casos se ha confundido el orden

cronológico de los hechos, en otros se han mezclado lamentablemente

los exponentes de una determinada cultura con los de otra, y en todos

los casos los pueblos cuya psique se exploraba han sido vistos desde

fuera, superficialmente.

Hasta hoy, la investigación de la antigüedad peruana adolece de no

haber sido orientada hacia el análisis detenido y profundo de la cultura

motivo de estudio, ni se ha basado en observaciones minuciosas sobre el

terreno y en la aprehensión de tipos, usos y costumbres supervivientes

de esas lejanas épocas. Casi toda la bibliografía arqueológica peruana,

con excepción de algunos estudios hechos por eminentes historiadores

estadounidenses y europeos, es fruto libresco, exégesis de lo narrado por

los cronistas y algunos curiosos viajeros modernos.

En el caso de la cultura Mochica, sus especímenes solamente han

servido para dar realce a ensayos literarios o crónicas periodísticas en los

que, si bien se ha logrado transmitir la enorme emotividad que encierran

sus ceramios, no se revela ni aun vagamente el maravilloso adelanto de los

creadores de tales artes, expresión de una técnica depurada que alcanzó

su meridiano.

Como estas fuentes de información, deficientes unas y falsas otras,

hacen imposible la verdadera comprensión de la vigilia mochica y de las

culturas que le son afines y que se hallan cronológicamente próximas a

PRÓLOGO

1

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ésta, por carecer de base fundamental y porque dejan en el relato

histórico grandes lagunas, se hace necesario depurar esta importantísima

rama de la investigación con el acopio de nuevos datos concretos y de

probada verdad, o por lo menos verosimilitud. Datos arrancados de la

naturaleza, escenario de las culturas estudiadas, a los monumentos y

vestigios (tumbas, utensilios, obras de arte, etcétera) que nos han legado

y cuyo conocimiento deja vislumbrar los contornos y alcances de esas

artes e industrias humanas desaparecidas, son las fuentes del estudio

arqueológico sin cuyo conocimiento no se podrá esclarecer ni

comprender el bello y sugerente espectáculo del pasado peruano.

Fundado en las razones anteriores y habiendo coleccionado una a

una las piezas que constituyen el Museo Rafael Larco Herrera (la

colección más numerosa del mundo en exponentes de la cultura

Mochica), habiendo visitado casi todos los monumentos y ruinas

dejados por este admirable pueblo (tanto en el litoral del norte peruano

como en la cordillera marítima de los Andes), y habiendo presenciado y

actuado en gran número de excavaciones realizadas paciente y

metódicamente a lo largo de varios años, el autor de esta obra creyó

imperativo escribirla y dotarla de una relación minuciosa de la cultura

peruana denominada Mochica, que tuvo su asiento en el fertilísimo y

extenso valle de Chicama.

La investigación comprende desde un período arcaico (esclareciendo

lo concerniente a la cultura Cupisnique) hasta el momento en que,

después de haber alcanzado un grandioso desarrollo, los mochicas

empiezan a decaer para ser sustituidos por otra cultura más vigorosa y

práctica, aunque menos refinada: la Chimú. Por consiguiente, todo

cuanto se inserta en este libro se basa en experiencias, en observaciones

y datos coordinados en dilatados años de estudio, búsqueda incesante y

profunda meditación.

Los materiales de esta obra han sido extraídos de las verdaderas

fuentes arqueológicas, única manera de hacer labor seria que acuse

valor científico, anhelo que fue toda una obsesión en la vida de quien

ofrece este aporte para el mejor conocimiento del pasado americano. El

lector, pues, encontrará a lo largo de este trabajo datos y observaciones

descarnadas, libres de toda hojarasca innecesaria cuando se tratan

tópicos de esta índole.

2

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Como podrá comprobarse, después de vencido el conocimiento de esta

obra, el estudio de la cultura Mochica es de gran importancia para arrojar

toda luz necesaria sobre la historia peruana precolombina. Es ella la única

que en forma vívida y con un contenido espiritual profundo, ha sabido

expresar en sus ceramios todas las variadísimas manifestaciones de su vida

intensa. Estudiando esta cultura es como se puede descifrar el significado

y alcances de las que le antecedieron, y, desde luego, con más facilidad las

que le sucedieron.

Los mochicas, creaturas del litoral peruano de clima semitropical y

pingüe gleba en sus valles, fueron los mejores intérpretes del escenario en

el que les tocó vivir y llenan con su obra civilizadora las mejores páginas de

la historia primitiva del Perú.

Si este modesto concurso a la historia de mi patria y de América

coadyuva, siquiera en parte, a un mejor conocimiento e interpretación de

la misma y aporta algunos elementos al ideal de crear una cultura

netamente suramericana que afirme sus raíces en nuestro suelo y en

nuestra historia, habrá visto el autor de este trabajo colmados sus mejores

anhelos.

Luminosa trayectoria ofrece la ruta mochica y, como toda ruta

conscientemente trazada, es un ejemplo y una enseñanza para todos los

pueblos de esta joven América llamada a un noble destino en el

acrecentamiento de la cultura humana.

RAFAEL LARCO HOYLE

Hacienda Chiclín, 1938

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