los grupos mocoví en el siglo xviii

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Los grupos mocovíen el siglo XVIII

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Los grupos mocovíen el siglo XVIII

Florencia Sol Nesis

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Colección Tesis de Licenciaturadirigida por Lidia R. Nacuzzi

©2005 by Florencia Nesis

Sociedad Argentina de AntropologíaMoreno 350. (1091) Buenos Aires

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escritade los titulares del "copyright", bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducciónparcial o total de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y eltratamiento informático.

Los mapas de la presente publicación se ajustan a la cartografía oficial, establecida por elPoder Ejecutivo Nacional a través del I.G.M. -Ley 22.963- y fueron aprobados por Expte.GG05 2243/5, de noviembre de 2005.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

La Tesis de Licenciatura “Transformaciones socioculturales entre los grupos mocoví” fuedirigida por la doctora Lidia R. Nacuzzi y su defensa se llevó a cabo en la Facultad de Filosofíay Letras de la Universidad de Buenos Aires el 29 de marzo de 2005. Fueron sus jurados lasdoctoras Ana María Lorandi y Roxana Boixadós.

Comité Asesor

Carlos A. Aschero (Universidad de Tucumán / CONICET)Luis A. Borrero (Universidad de Buenos Aires / CONICET)Claudia Briones (Universidad de Buenos Aires / CONICET)Francisco R. Carnese (Universidad de Buenos Aires / CONICET)Víctor A. Durán (Universidad Nacional de Cuyo / CONICET)Cecilia Hidalgo (Universidad de Buenos Aires)Ana María Lorandi (Universidad de Buenos Aires / CONICET)Gustavo Politis (Universidad de La Plata / CONICET)Alejandra Siffredi (Universidad de Buenos Aires / CONICET)Myriam Tarragó (Universidad de Buenos Aires / CONICET)Hugo D. Yacobaccio (Universidad de Buenos Aires / CONICET)

Diseño de tapa: Alejo SuárezComposición de originales: Beatriz Bellelli

Nesis, Florencia Sol Los grupos Mocoví en el siglo XVIII - 1a ed. - Buenos Aires : SociedadArgentina de Antropología, 2005. 161 p. ; 21x15 cm. (Tesis de licenciatura dirigida por Lidia R. Nacuzzi)

ISBN 987-1280-02-5

1. Antropología. I. Título CDD 301

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A Dani

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INDICE

AGRADECIMIENTOS 9

PRÓLOGO 11

INTRODUCCIÓN 13

CAPÍTULOS

1. Estado de la cuestión 19Definición de los grupos mocoví 26Transformaciones socioculturales durante el siglo XVIII 33

2. Metodología y fuentes 41

3. Los grupos mocoví hacia los inicios del siglo XVIII 51Dimensiones económicas 52

Movilidad espacial y territorialidad 63La adopción del caballo: ¿el “horse complex” chaqueño? 69

¿Unidades políticamente efectivas? 76

4. La fundación de las reducciones 87Características generales 88

San Javier de indios mocoví 89Importancia defensiva de la reducción 94

Economía de los grupos reducidos 97Ganado caballar y vacuno 97La cría de ovinos 101

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Agricultua y horticultura 103Comercio e introducción de nuevos bienes 109La esfera del comercio y los circuitos de redistribución 113Movilidad espacial y territorialidad 114

La sociedad mocoví dentro de las reducciones. Cambios ycontinuidades 117

¿Surgimiento de nuevos líderes o nuevas oportunidadespara viejos líderes? 118¿Fragmentación o fortalecimiento de las agrupaciones sociales? 124

5. Componentes étnicos 127¿Por qué un abordaje desde las identidades étnicas? 128

La guerra 132Los cautivos y el matrimonio 136

Reconfiguración de las relaciones intra e interétnicas 139

CONSIDERACIONES FINALES 145

BIBLIOGRAFÍA CITADA 153

FUENTES DOCUMENTALES 159

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Agradecimientos

Este trabajo es producto del esfuerzo de mucha gente que me alentó ybrindó los elementos necesarios para poder llegar a este punto. La publi-cación es la etapa final de mi tesis de licenciatura pero a la vez abre undesafío ya que materializa una búsqueda, un trabajo de formulación yreformulación de interrogantes que se inicia. Y si bien este camino seperfila arduo, el saber que cuento con un grupo de excelentes personasdespeja las inseguridades e incertidumbres. De modo que estas palabrasno son solo de agradecimiento por el trayecto recorrido sino que son uncompromiso -mío- y una invitación -hacia los demás- a continuar conesta tarea.

En la Sección Etnohistoria de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA),Lidia Nacuzzi, mi directora, me guió y escuchó en todo momento, ayu-dándome a plantear, reformular y profundizar las preguntas que ibansurgiendo. Quiero agradecerle también por ser más que una “directorade tesis”, por haberme sostenido con su calidez y apuntalado con su ener-gía.

Carina Lucaioli también fue una persona fundamental en este traba-jo. Con ella iniciamos juntas el proyecto de “transitar por el Chaco delsiglo XVIII”. Fuimos compartiendo archivos, notas, bibliografía e inquie-tudes sobre nuestros temas de estudio y, tras haber dado nuestros prime-ros pasos en el mundo de las jornadas y congresos, creamos una granamistad. Ingrid de Jong me ayudó con el formato final de esta publica-ción, María de Hoyos con las imágenes y, junto a Paula Irurtia, me dieronun par de empujones cuando los necesitaba. Roxana Boixadós y Ana MaríaLorandi no solo hicieron valiosos comentarios respecto de mi tesis delicenciatura sino que también me abrieron las puertas de la Sección y delequipo.

Dani y Hernán estuvieron a mi lado con infinita paciencia durantecasi todo el transcurso de mi carrera universitaria, acompañándome yaguantando los nervios y las inseguridades. Ellos fueron quienes me im-

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pulsaron a seguir adelante venciendo el cansancio con alegrías. Mis pa-pás y mi hermana también me acompañaron para llegar hasta este mo-mento haciendo malabares que me permitieron encontrar mis tiemposde trabajo.

A todos ellos, simplemente les puedo decir gracias!!!

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11Introducción

Prólogo

El presente trabajo de Florencia Sol Nesis se inscribe en un proyectomás amplio que busca comparar los fenómenos de cambio y continui-dad que se dieron entre las sociedades indígenas desde el contacto con lasociedad europea, las estrategias sociales y políticas que ensayaron y lasreconfiguraciones identitarias que adoptaron. El aspecto comparativo noes una cuestión menor de ese proyecto que incluye las áreas de Pampa-Patagonia y el Chaco austral y está subsidiado por el Consejo Nacionalde Investigaciones Científicas y por la Secretaría de Ciencia y Técnica dela Universidad de Buenos Aires.

Tampoco es casual que este libro salga al mismo tiempo que otro deCarina P. Lucaioli sobre los abipones del Chaco austral; ambas investiga-ciones se llevaron a cabo paralelamente en el marco del proyecto men-cionado. Por esto, es casi imposible escribir un prólogo diferente paracada una de estas obras. Como Tesis de Licenciatura se planearon al mis-mo tiempo, sus autoras fueron cumpliendo sus diferentes etapas en for-ma conjunta, intercambiando y discutiendo información de la bibliogra-fía y las fuentes, metiéndose en el mundo de la investigación científica ydescubriendo con sorpresa sus secretos, no siempre meritorios.

La etnografía clásica identificó a numerosos grupos étnicos en la regióndel Chaco austral, aunque muchas veces esa precisión fue solo nominalpuesto que, a la hora de describir las características de estos grupos, se lohacía bajo un rótulo amplio, identificándolos por familias lingüísticas ocomo “los pueblos del Chaco”. Se mantuvieron las numerosas designacio-nes desde la primera clasificación de Kersten en 1905 (1968): abipones,mocovíes, tobas, mbayás y payaguás -de una familia lingüística- y lules yvilelas -de otra- con algunos agregados según los autores. Estos son losrótulos en los que la mayoría de ellos coincide, aunque falta un estudio decómo pasaron de un autor a otro que pueda identificar las copias acríticasu otras cuestiones que podrían encerrar, como en Pampa y Patagonia, so-lapadas e inútiles disputas por mantener ciertas etiquetas. Según esa bi-bliografía, mocovíes y abipones habrían pertenecido a la familia lingüísti-ca Guaycurú y muchas veces, bajo ese rótulo, aparecen descripciones queno los diferencian entre sí. Más recientemente, los especialistas que se ocu-paron de los pueblos del Chaco han evitado mencionar esas subdivisioneso nombres étnicos y se han dedicado a cuestiones económicas, políticas,ceremoniales o sociales; en esos trabajos la identidad étnica parecía no ser

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tan importante. El esfuerzo por otorgar presencia histórica a todos estosgrupos fue muy importante, pero no por eso podemos olvidar susancestrales pertenencias étnicas. Aunque es un panorama farragoso y lasfuentes son elusivas, todavía estamos en deuda con el estudio de las iden-tidades étnicas y los procesos de etnogénesis y reconfiguración étnica queimpulsó el contacto con los europeos.

Trabajos como estos que ahora se publican comienzan a revertir estasituación, aunque son el inicio de un largo camino. Por ahora tenemos unaexcelente lectura crítica de la bibliografía disponible sobre la región y sushabitantes nativos, una nueva lectura de fuentes jesuíticas muy conocidaspero poco exploradas en relación a la determinación de identidades étnicasy a la identificación de los cambios, adaptaciones o pervivencias en suvida social y en sus pautas económicas, un primer acercamiento a las ca-racterísticas de la movilidad de los grupos, a las cualidades de sus líderes,al papel de los bienes europeos en su vida cotidiana, a las estrategias deadaptación a la vida en pueblos de reducción; temas todos que, desde lostítulos publicados hasta el momento, pueden parecer muy estudiados, peronunca lo fueron en relación a agrupaciones específicamente diferenciadasde otras que componen los grandes conjuntos a los que aludimos másarriba, o en un período bien identificado.

Esto es así porque no es fácil identificar a cuáles de esos grupos seestá refiriendo un documento, ni encontrar un corpus considerable deellos como para enfocar estudios por lapsos más acotados en diferentesáreas del Chaco austral. Florencia y Carina han aceptado el desafío dereplantear con estos cuidados metodológicos el estudio de los pueblosindígenas de esa región y tuve el privilegio de guiarlas en esta primeraetapa. La pasión y el entusiamo que pusieron fueron admirables y, comosiempre ocurre en situaciones de este tipo, aprendí mucho de cada unode sus avances y desencantos, con sus comentarios sobre la bibliografía,la reseña de sus búsquedas en archivos, el relevamiento implacable de lacantidad de ediciones de una obra del siglo XVIII o la sorpresa ante re-dundancias de la literatura especializada. Ellas hicieron crecer mi com-promiso con los problemas que estaban investigando y con mi propioproyecto de alentar estudios comparativos entre los pueblos cazadoresrecolectores del Chaco austral y los de Pampa-Patagonia. De todos mo-dos, el mayor mérito de estas páginas de dos jóvenes investigadoras esque sus argumentaciones y propuestas resultan inspiradoras y multipli-can las preguntas de investigación, cumpliendo con dos premisas bási-cas de la producción de conocimiento científico.

Lidia R. Nacuzzi

Buenos Aires, noviembre de 2005.

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13Introducción

Introducción

La región chaqueña fue un área de características muy particularesdentro del sistema colonial. Las poblaciones que vivían en su interior, enespecial los grupos que adoptaron el caballo como los mocoví, abipones,tobas y mbayá-guaycurú, opusieron una fuerte resistencia a los intentosde colonización y lograron mantener su autonomía por más de tres si-glos.

El Chaco se extiende sobre una extensa llanura. Morfológicamente,limita hacia el oeste con las sierras subandinas, hacia el este con los ríosParaná y Paraguay y hacia el sur con el río Salado; hacia el norte se ex-tiende más allá del río Pilcomayo. Los tres ríos que atraviesan esta regiónlongitudinalmente delimitan tres zonas diferenciadas por su vegetación.El Chaco Boreal se despliega hasta el Pilcomayo y en él predominan losbosques cerrados; la zona comprendida entre el Pilcomayo y el río Ber-mejo es el Chaco Central y tiene bosques más abiertos; desde el Bermejohasta el Salado se encuentra el Chaco Austral con predominio de la este-pa. El extremo occidental presenta cuencas fluviales de gran profundi-dad dada la fuerza con la que descienden los ríos de las montañas y unamayor aridez en el extremo oriental bajo y húmedo. El clima es cálido yse observan la alternancia de una estación seca y una húmeda bien defi-nidas. En cuanto a sus recursos, el Chaco presenta una gran variedad deanimales y plantas, las cuales servían para el abastecimiento así comotambién para la confección de diferentes herramientas.

Dentro de esta amplia zona convivieron grupos con prácticas y cos-tumbres diferentes. Encontramos grupos con prácticas agrícolas comolos lules y vilelas y grupos cazadores recolectores como los mocoví,abipones, tobas, payaguás y mbayás-guaycurú, actualmente reconoci-dos como pertenecientes a la familia lingüística guaycurú. Estos grupostenían una economía basada en la caza y la recolección y, sobre todo en elcaso de los payaguás, también la pesca. Según autores como Susnik (1981),los guaycurú se diferenciaban de sus vecinos por una tendencia hacia las

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guerras interparciales y, tras haber adoptado el caballo, habrían acrecen-tado su movilidad respecto de los que se mantuvieron pedestres.

Hacia inicios del siglo XVIII encontramos a los grupos mocoví ubica-dos en la región occidental del Chaco, entre el Pilcomayo y el Bermejo(Mapa 1). Se desplazaban a lo largo de estos ríos, entre Salta y el sistemafluvial Paraná-Paraguay, practicando incursiones principalmente sobrelas estancias coloniales de la frontera tucumana. Esta situación ocasionóla realización de diferentes entradas por parte de los colonos, dadas lascaracterísticas de esta frontera: las poblaciones poseían un cordón defen-sivo y un cuerpo de milicias. Esto les permitió, en 1710, realizar una ex-pedición que terminaría por desplazar a algunas agrupaciones mocovíhacia el oriente chaqueño, cerca de las ciudades de Santa Fe y Asunción.Esta campaña estuvo bajo el mando de Urízar y Arespacochaga y debe-mos señalar que durante la misma no se produjo ningún enfrentamientocon los grupos mocoví dado que los mismos ya se habían desplazado(Lozano 1941).

A raíz de este desplazamiento, a partir de 1710 los grupos mocovícomenzaron a acercarse a la ciudad de Santa Fe, percibiéndose entre 1720y 1740 un incremento notable de las entradas indígenas sobre las estan-cias aledañas a la ciudad y sobre las ciudad misma (Saeger 2000: 16 y ss.).Los asentamientos hispanocriollos del litoral distaban mucho de los asen-tamientos del noroeste para este momento. Las ciudades se ubicaban enlas márgenes de los ríos; a su alrededor se extendía un reducido espaciorural sobre el cual se desplegaban las actividades agrícolas. Sin embar-go, la sociedad hispanocriolla no había logrado establecer para ese en-tonces un dominio efectivo sobre estos terrenos (Fradkin 2000). Las posi-bilidades defensivas no daban contención frente a los avances de los gru-pos chaqueños, lo que queda ejemplificado con el abandono del primeremplazamiento de la ciudad de Santa Fe como consecuencia de las conti-nuas hostilidades. Por otra parte, para los grupos indígenas, la situacióndentro del territorio chaqueño había comenzado a presentar dificultadesya que, según sostienen autores como Susnik (1973) y Saeger (2000), enese mismo momento se estaba produciendo una degradación del medio-ambiente y se habían dispersado una serie de pestes.

Las paces, los acuerdos y las reducciones fueron recursos utilizadospor la sociedad hispanocriolla para contener los avances y malones. Porestos medios se buscaba encauzar las relaciones de modo que resultaranmenos costosas tanto en el aspecto económico como en el de la seguri-dad. Los misioneros jesuitas se pondrían al frente de las reducciones ytomarían en sus manos la tarea de pacificar a los indios del Chaco aleján-

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15Introducción

Mapa 1: Distribución de los grupos mocoví según el Padre Quiroga,tomado de Furlong 1936

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dolos de la vida nómade. Sin embargo, ese ideal -basado en el modelo delas reducciones guaraníticas- no llegaría a plasmarse dados los intereseseconómicos y militares que convergieron en estas nuevas reducciones.

El establecimiento de reducciones implicó un acuerdo entre diferen-tes agentes: por un lado, los grupos indígenas se comprometían a guar-dar la paz y a brindar ayuda militar frente a los grupos no reducidos; porotro lado, los vecinos de la ciudad se comprometían a abastecer con elganado y las demás provisiones necesarias a los grupos reducidos y, fi-nalmente, los jesuitas ansiaban la conversión de los “paganos” y la insti-tución de reducciones capaces de autosustentarse a través de las prácti-cas agrícolas. Así nació San Javier (1743), la primera reducción de indiosmocoví bajo la jurisdicción de Santa Fe. En estas reducciones los gruposindígenas conservarían muchas de sus costumbres e irían adaptando otrasante las nuevas posibilidades que se presentaban.

Este estudio se inicia en el momento en el que los grupos mocovíhacen su aparición en la frontera oriental del Chaco y finaliza con la ex-pulsión de los jesuitas. Nuestros objetivos se refieren tanto al proceso demodificaciones que se fueron produciendo en diferentes planos de lavida social de los grupos reunidos en San Javier como también a algunascuestiones y problemáticas propias de los grupos cazadores recolectoresen situación de contacto. Nos hemos interesado por analizar los procesosde transformaciones vividos entre los grupos mocoví identificando lavariabilidad de estrategias implementadas frente al contactohispanocriollo y en relación con otros grupos chaqueños. Asimismo, he-mos investigado las pautas de estos grupos como pueblos cazadoresrecolectores a un nivel general, intentando dilucidar algunas problemá-ticas que aún subsisten (al menos en los autores que se han especializadoen el estudio de los grupos chaqueños) en torno a los ritmos de movili-dad, los alcances de la territorialidad, la capacidad de previsión y el tipode organización política y social. Para poder responder a estos objetivoshemos abordado el análisis de documentos producidos por diferentesagentes coloniales tratando de identificar las pautas previas al estableci-miento de las reducciones y los cambios producidos en ellas.

En el primer capítulo presentamos un estado de la cuestión a partirde la bibliografía producida desde principios de siglo referida a los gru-pos chaqueños1. La lectura de estas producciones fue realizada a travésde dos premisas: analizando los diferentes criterios de clasificación utili-

1 La mayoría de los autores no han trabajado al nivel específico de los grupos mocoví,sino que han analizado a los “guaycurú”o a los “chaqueños”.

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17Introducción

zados a través del tiempo mediante los cuales se definió y caracterizó alos grupos mocoví; y observando el modo en que los diferentes autoreshan concebido el complejo proceso de cambios que tuvo lugar entre esosgrupos en las reducciones. Este capítulo nos permitirá advertir los pos-tulados que subyacen a cada una de las definiciones y procesos descriptospor diferentes autores.

En el segundo capítulo presentamos los ejes y lineamientos metodo-lógicos mediante los que abordamos nuestra problemática y realizamosuna caracterización de las fuentes utilizadas. Contextualizamos cada unade ellas teniendo en cuenta sus especificidades y organizamos su presen-tación diferenciándolas de acuerdo a la pertenencia institucional del au-tor (si se trataba de un funcionario colonial o de un jesuita) y al momentode su producción.

En el tercer capítulo comenzamos a analizar a los grupos mocoví an-tes de su reducción en San Javier tratando de identificar las pautas demovilidad y territorialidad, los tipos de asentamientos y las diversas ac-tividades económicas, estableciendo los alcances del nomadismo. Asi-mismo estudiamos los atributos del liderazgo político y la organizaciónsocial en un contexto en el cual estos grupos ya se hallaban insertos en elmercado colonial. A través del diálogo entre la producción teórica y lalectura de las fuentes hemos intentado exponer un cuadro que presente,de la forma más completa posible, el estado de estos grupos para el mo-mento previo al establecimiento de las reducciones, ya que considera-mos que el mismo constituye un elemento imprescindible para analizarlos motivos que llevaron a estos grupos a reducirse.

En el cuarto capítulo nos abocamos al período jesuítico, tratando deidentificar las modificaciones y continuidades respecto del período pre-vio. En el primer apartado de ese capítulo detallamos el proceso queconcluyó con la fundación de San Javier de indios mocoví en 1746. Seña-lamos los diferentes intereses en pugna, las negociaciones pautadas y lasprestaciones que cada parte (los grupos a reducirse, los misioneros y losagentes gubernamentales) se comprometió a cumplir en estas negocia-ciones. También analizamos las distintas actividades económicas desa-rrolladas en el contexto de las reducciones: tanto aquellas que los gruposindígenas venían practicando como las que surgieron dentro de la re-ducción. Finalmente indagamos en los cambios y continuidades en elliderazgo político y en la organización social. En todos estos aspectoshemos tenido en cuenta el juego de introducción-adopción de diferentespautas y bienes provenientes de la sociedad hispanocriolla, tratando deevaluar puntualmente el alcance de los mismos.

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Las reconfiguraciones en la dimensión identitaria y en el panoramaétnico son analizadas en el quinto capítulo. Este tema se agregó a nues-tros objetivos iniciales que en un principio abarcaban solamente el planode las transformaciones sociales, políticas y económicas entre los gruposmocoví. El interés por el estudio de estos temas surgió luego de avanzaren los ítems anteriores y en un marco de discusión dentro del equipo quedirige Lidia R. Nacuzzi. Este capítulo intenta reconstruir no solo el pano-rama étnico, sino también algunas pautas relacionadas con el manteni-miento de los límites étnicos en función de los cambios generados por elestablecimiento en las reducciones.

Por último, en las consideraciones finales buscamos retomar las dis-tintas propuestas que presentamos a lo largo de este trabajo. No es nues-tro objetivo establecer conclusiones definitivas sino que, por el contrario,pretendemos que estos lineamientos sean disparadores de nuevosinterrogantes y planteos que inviten a la discusión. Esperamos que estoaliente un debate en términos comparativos que permita avanzar en elestudio de las sociedades cazadoras recolectoras del Chaco y sus trans-formaciones durante el período colonial.

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19Introducción

1

Estado de la cuestión

Al emprender el estudio del tema planteado encontramos un conjun-to heterogéneo de trabajos que constituyó el anclaje desde el cual inicia-mos nuestra investigación. Esta bibliografía condicionó en gran medidanuestro primer acercamiento a las fuentes. Sin embargo, a medida quereleíamos una y otra vez los documentos, comenzamos a tomar distanciade estas producciones y a delinear nuestro propio camino. En el trans-curso de este recorrido también fuimos incorporando otros trabajos quesi bien no trataban sobre nuestra problemática específica, nos permitie-ron acercarnos a cuestiones que no habían sido analizadas hasta el mo-mento.

Dentro del corpus bibliográfico que presentaremos a continuación he-mos incluido tanto obras contemporáneas como aquellas producidas des-de principios de siglo. Las razones que nos llevaron a tener en cuentaeste tipo de producción más antigua y que en muchos aspectos teóricosha sido superada, responde a diferentes motivos. En primer lugar, halla-mos que la cantidad de escritos referidos al tema propuesto es relativa-mente escaso, con lo cual decidimos retrotraernos a las producciones deprincipios de siglo XX con el objetivo de reconstruir la trayectoria quetomaron a lo largo de un siglo los trabajos sobre los grupos chaqueños.En segundo lugar, es precisamente desde principios de siglo que pode-mos ubicar el proceso de consolidación de la nación argentina. En aquelentonces, y como parte de este proceso, comenzaron a delinearse las pri-meras historias oficiales que intentaban dar cuenta del pasado y el deve-nir de la naciente nación. Los grupos indígenas, al constituir contingen-tes poblacionales sobre los cuales se aplicarían políticas específicas, reci-bieron un tratamiento particular dentro de estas narraciones. Ya inclui-dos en el mercado laboral y habiendo visto expropiadas sus tierras, losindígenas comienzan a aparecer en publicaciones regionales y naciona-les avaladas por organismos como la Academia Nacional de la Historia.La lectura de las fuentes que realizaron los autores de estas historias es-

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tuvo fuertemente condicionada por los modelos conceptuales dominan-tes en la época, así como también por los diversos imperativos oficiales. Apartir de estos cimientos se fueron construyendo diferentes perspectivasdesde las cuales la historia de los chaqueños fue y sigue siendo estudiada.

Hacia principios del siglo XX, el estudio de los pueblos chaqueñoscontemplaba diversas variables de su cultura y mantenía la división endiferentes grupos étnicos. Esta tendencia fue reemplazada luego por tra-bajos que analizaban problemas particulares -como la economía, el inter-cambio, el rol de las mujeres, entre otros- dejando en segundo plano laidentificación de los múltiples grupos chaqueños que fueron descriptoscomo una entidad social homogénea.

Para proponer un estado de la cuestión del tema planteado hemosdelineado dos ejes de análisis a partir de los cuales realizamos la lecturade la bibliografía. Estos son: las modalidades de identificación de losgrupos mocoví y las modificaciones sociales que tuvieron lugar entreestos grupos durante el siglo XVIII. En ciertos casos estos ejes de análisispueden no resultar fácilmente identificables; es decir que en algunosautores nos encontraremos con la dificultad de separar, por ejemplo, cómocaracterizan a los grupos y cómo ven las transformaciones que tuvieronlugar durante el siglo XVIII. Esta dificultad deriva del objetivo mismo denuestro trabajo, guiado por el estudio del proceso dinámico de cambiosque tuvo lugar entre determinados sectores de la población mocoví. Cree-mos necesario realizar una breve aclaración acerca de por qué han sidoestos los ejes seleccionados para la presentación del estado de la cues-tión.

Respecto del primer eje, las modalidades de identificación, los sucesi-vos principios de clasificación utilizados para designar a los mocoví for-maron parte de sistemas conceptuales mayores. Siguiendo a Boccara,quien retoma a Bourdieu (Boccara 2003a: 69), tales sistemas pueden en-tenderse como campos de lucha dentro de los cuales distintos agentes, através de un uso diferencial de los recursos materiales y simbólicos, pug-nan por imponer una determinada visión del mundo. Las luchas entrelos diferentes grupos sociales se constituyen así en luchas por la clasifica-ción. En el caso específico del estudio de los grupos mocoví, los princi-pios establecidos en cada momento por diferentes criterios “científicos”se encontraron anclados en luchas sociales más amplias. De esta forma,la invisibilización y homogeneización y, también la disolución de lo “ét-nico” en los estudios actuales, conllevan una postura acerca de la histo-ria y del devenir de estos pueblos que influye en la interpretación de sussituaciones concretas.

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21Estado de la cuestión

En cuanto al segundo eje, el estudio de las transformaciones sociocul-turales producidas al interior de los grupos, es un análisis que remite alreconocimiento o negación de su historicidad. Dentro de las produccio-nes que analizaremos, la negación de la historicidad de los grupos indí-genas ha sido una característica que se mantuvo fuertemente arraigadadentro del pensamiento histórico-antropológico. Esta falta de perspecti-va histórica implicó la negación de un porvenir para estos pueblos y,como resultado, se predicó la extinción de los grupos aborígenes. Pers-pectivas actuales, siguiendo la tendencia señalada, construyen la catego-ría “indígena” o “chaqueño” definida por su oposición a la de “blanco”(Santamaría 2000), presentadándola por fuera de su contexto histórico-social más amplio. Este tipo de descontextualizaciones han reforzado lasimágenes sobre el presente etnográfico.

Creemos que el análisis desde estas dos perspectivas, cruzado por elde sus contextos de producción, es decir los diversos criterios estableci-dos en el ámbito académico -muchas veces ligados a políticas oficiales-nos será de gran utilidad para obtener un panorama más específico deltipo de herramientas teórico metodológicas utilizadas y sus implicanciasconceptuales. Por esto, antes de introducirnos en el análisis de cada unode los ejes planteados creemos necesario delinear sucintamente los con-textos de producción que en diferentes momentos han guiado el estudiode los grupos “chaqueños”.

Un primer acercamiento a la historia de los grupos del Chaco fue plan-teado durante el último cuarto del siglo XIX, momento en el cual se rea-lizó la efectiva incorporación de la región al ámbito nacional. La biblio-grafía producida en ese entonces estuvo ligada a los ideales de la unifica-ción nacional en dos planos: dentro del contexto mundial, la consolida-ción de la Argentina como una nación inserta en el “progreso” y, dentrodel contexto nacional, la erradicación de las denominadas “fronteras in-ternas” que en el ámbito territorial y poblacional pudieran atentar con-tra aquella inserción. Esta etapa no marcó el fin de las luchas entre losgrupos aborígenes y el frente colonizador sino que, por el contrario y apesar de que muchos grupos habían sido reducidos, inició un períodode disputa por las tierras entre el gobierno, los particulares (nacionales otransnacionales) y los propios grupos indígenas que cristalizaría duran-te el primer cuarto del siglo siguiente en diferentes movimientos indíge-nas reivindicatorios que fueron brutalmente reprimidos.

Durante el primer cuarto del siglo XX encontramos dos tipos de pro-ducciones que se interesan por la historia de los chaqueños, una del ám-bito provincial y otra de origen europeo. La primera es la Historia de

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22 Florencia Sol Nesis

Santa Fe de Manuel Cervera (1905). En ella la cuestión aborigen adquiereuna gran relevancia como factor condicionante de las posibilidades ypolíticas seguidas por los habitantes de Santa Fe. El autor trabaja confuentes inéditas (algunas de las cuales son publicadas por él) y nos ad-vierte sobre una serie de cuestiones de gran importancia en torno a lasrelaciones interétnicas. La visión del indígena, sin embargo, es altamentepeyorativa y estigmatizante. Creemos interesante señalar, en relación aesta visión, que el libro se escribió en un momento particular de la histo-ria de Santa Fe: en 1904 se había producido el “último malón” de losindios mocoví que fue reprimido por las autoridades regionales. Estasituación se refleja de la siguiente manera:

El indio reducido en pueblos no se ha civilizado nunca. San Javier, Cayastá,San Martín Norte, Sauce, San Pedro, y otras poblaciones de indios exis-tentes en Santa Fé desde hace más de dos siglos, con intermitencia detiempo, tienen los mismos defectos, que los primeros misioneros señala-ban a los indios de estas regiones del Plata. La educación y la propagandamisionera no destruye en ellos ni la codicia, ni la haraganería, ni los de-más vicios innatos del indio. Aprenden poco o nada, aún en el leer y escri-bir, y solo arraiga en sus costumbres, una superstición brutal y un fanatis-mo idólatra, que la enseñanza religiosa rutinaria sostiene. En este mismoaño de 1904, hemos visto, como los indios de San Javier, San Martín yotros puntos, reunidos bajo el llamado de sus caciques han aceptado comociertas, las profecías de algunos ignorantes adivinos, que les anunciaba laproximidad de un diluvio parcial, que solo con la muerte y exterminio delos habitantes de San Javier, y el robo y pillaje de sus bienes, podría apla-carse o sojuzgar. Al mismo tiempo se les insinuaba, serían los dueños delas casas y propiedades de los cristianos, ocuparían grandes extensionesde tierras, y la holgazana y la hartura en toda clase de vicios sería el másinmediato premio a sus esfuerzos. [...] al indio, si se lo quiere reducir engrupos y conservar como se ha hecho desde la conquista española, debetratarse por el temor y no por el amor (Cervera 1905: 258-259)2.

Hacia inicios del siglo XX la erradicación de la alteridad para la inte-gración de nuevas áreas en el mercado laboral se inscribía dentro de un

2 Otras voces concibieron la cuestión indígena desde un punto de vista totalmentediferente. Entre ellas merece destacarse la de Bialet Massé ([1904] 1986), encargadode realizar, durante el gobierno de Roca, el informe en base al cual luego se redactóel código laboral de la República Argentina.

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proceso mayor de eliminación de grupos que atentaran contra el “pro-greso” y de constitución de un cuerpo civil formalmente homogéneo.

En 1905, Ludwig Kersten (1968) estudiaba la historia de los chaqueñosdesde una perspectiva bastante diferente, postulando la importancia delestudio histórico de los pueblos “primitivos” a los cuales se les habíanegado su historicidad. En este autor encontramos rasgos relacionadoscon un enfoque evolucionista, que se evidencian en sus objetivos vincu-lados con el descubrimiento de leyes universales capaces de dar cuentadel desarrollo de los pueblos y en su categorización en “pueblos de cul-turas superiores” y “pueblos de culturas inferiores”. Si bien el autor in-tenta prestar atención a las particularidades de cada grupo y su devenirhistórico, presenta un panorama étnico simplificado a partir de las simi-litudes climáticas, de la disponibilidad de recursos y, finalmente, comoresultado de la adopción del caballo.

El estudio de las poblaciones chaqueñas quedará suspendido hastamediados de la década de 1930, cuando resurge el interés por los gruposaborígenes que habían habitado o que habitaban el territorio argentino.Los pueblos del Chaco fueron estudiados por personajes como Palaveci-no (1932, 1939, 1951 y 1964) y Canals Frau (1953) cuyas producciones seextenderán hasta mediados de 1960. El primero de ellos introdujo a estospueblos indígenas en la historia nacional incluyéndolos en la publica-ción de la primera Historia de la Nación Argentina (1936), en el capítulodestinado a los grupos “más primitivos” que poblaron la nación3. La pers-pectiva adoptada en este caso es radicalmente opuesta a la que habíacomenzado a desarrollarse con Kersten. El carácter racial, entendido comola serie de rasgos biológicos acompañados por un determinado gradocultural, es el que prima como criterio de clasificación. La simplificacióny homogeneización de los diferentes grupos chaqueños se produce tantoen el plano étnico como en el histórico. La etnografía de los pueblos con-temporáneos se proyecta hacia el pasado y se constituye en una imagenque fusiona lo distante y lo contemporáneo de los diferentes grupos. Lasituación y “cultura” de los indígenas del siglo XVIII se iguala así a la delos grupos contemporáneos a los autores. Solamente se reconoce su his-toricidad hacia el futuro, y en él se pronostica la extinción a través de laasimilación:

3 En esta obra, diferentes autores escribieron sobre grupos indígenas de distintasregiones del país. El primer capítulo está dedicado al Chaco, cuyos grupos repre-sentarían el pasado más lejano y primitivo.

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En la actualidad ya sólo quedan algunos pequeños núcleos dispersos enlas partes austral y septentrional del país, en la Patagonia y el Chaco. Ytambién ellos están en vías de su pronta y total desaparición, disueltos enel resto de la población existente en aquellas regiones. Pocos decenios máshan de pasar, y todo lo que se relaciona con el indio de la Argentina serásólo leyenda biológica o historia (Canals Frau 1973: 9).

Esta visión será revertida desde la antropología a partir de la décadade 1970 con los estudios de Branislava Susnik, quien realizó sus investi-gaciones desde el Paraguay. En el ámbito nacional el cambio de enfoquepara el estudio de los grupos chaqueños está representado por Cordeu ySiffredi (1971), autores que no serán analizados aquí dado que para elperíodo que estudiamos -siglo XVIII- retoman aportes anteriores. Du-rante esta década comienzan a desarrollarse nuevos estudios etnográficos.Diferentes autores abordaron problemáticas específicas -como la mitolo-gía, los rituales, la economía e inserción en el comercio y mercado labo-ral, entre otras. Podemos mencionar los trabajos de Cordeu (1967, 1969a,1969b, 1969c) , Siffredi (1984), Tomasini (1987), Iñigo Carrera (1979, 1983,1984, 1998), Trinchero (1988, 1998, 2000), Trinchero, Piccinini y Gordillo(1992) y Citro (2003a y b).

También dentro del ámbito nacional, y en el marco de regímenes mi-litares, surgen una serie de trabajos publicados por el Círculo Militar(Scunio 1972). Estos retoman la cuestión histórica de los grupos indíge-nas desde una perspectiva en la cual la conquista del territorio chaqueñoy patagónico es presentada como el momento constitutivo de la unifica-ción nacional. El tono heroico de estas producciones justifica los extermi-nios masivos como actos fundacionales gloriosos y necesarios para ellogro de la pacificación y organización nacional. Bajo esta perspectiva lahistoria de la “conquista del desierto” y de la “pacificación del Chaco”fueron recordadas con nuevo ímpetu.

Los trabajos de Branislava Susnik retomaron en cierta medida el ca-mino abierto por Kersten, sentando desde el culturalismo las bases parael estudio de la especificidad interna de los diferentes grupos chaqueños.En su obra se conjugan la búsqueda de los rasgos característicos de cadauno de los grupos indígenas a nivel étnico con el estudio diacrónico delcomplejo proceso de cambios que tuvo lugar, diferencialmente, en cadauna de estas unidades. Las transformaciones y los procesos de cambioson presentados teniendo en cuenta las múltiples interacciones a nivelintra e interétnico. Si embargo, debemos señalar la presencia de una vi-sión esencialista que subyace en sus escritos, expresada a través de la

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noción de “ethos”, entendido como aquel conjunto de prácticas y creen-cias propias de un pueblo que determina su relación con los demás, másallá de las condiciones materiales.

En la década de 1980, Liliana Fuscaldo (1982) realizó un acercamientoa la historia de los grupos chaqueños desde una perspectiva marxista. Sibien el problema de análisis que la autora aborda pertenece al siglo XX,la explicación histórica se constituye no solo en un fragmento de su estu-dio, sino también en parte de un marco argumentativo más amplio. Lacaracterización que realiza de los grupos indígenas del Chaco para elsiglo XVIII está marcada por el grado de pertenencia a una “comuni-dad” y por la “propiedad comunal” de la tierra y de los medios de pro-ducción. Según la autora, y tal como analizaremos en el siguiente eje, lasmodificaciones en los patrones de acceso a la tierra son los que irán ca-racterizando a la “comunidad”. Creemos que en lo que respecta al sigloXVIII la autora trabaja con un marco conceptual rígido, con lo cual suanálisis pareciera desprenderse más del mismo que de las referenciashistóricas concretas de los grupos chaqueños. Sin embargo, esto le per-mite explicar el proceso de cambios sociales en un contexto mayor al delos propios indígenas. Las transformaciones sociales producidas dentrode las comunidades indígenas durante el siglo XVIII son analizadas porella a partir de sus relaciones con la sociedad colonial en un contexto deexpansión del capitalismo mercantil.

En un nivel de análisis más acotado, pero no por esto de menor rele-vancia, Miguel Angel Palermo realizó en 1986 una crítica al enfoque conel que se había tratado hasta el momento el tema específico de la adop-ción del caballo. Paralelamente, Schindler (1985) publicaba en Alemaniaun trabajo en el cual analizó este proceso entre los grupos guaycurú. Elartículo de Palermo señala la importancia de los estudios que intentenrescatar la especificidad necesaria para abordar, en una segunda instan-cia, un examen comparativo. A partir de 1990 y hasta el presente encon-tramos una serie de producciones que, orientadas al tratamiento de pro-blemáticas concretas, sacrificarán paradójicamente la heterogeneidadétnica.

Fuera del marco académico nacional, Saeger (2000) realizó un estudiode los grupos Guaycurú durante el siglo XVIII partiendo del ámbito de lasreducciones. Este autor combina en su trabajo un análisis específico decada uno de los grupos con apreciaciones más generales. Si bien mencionauna gran cantidad de fuentes, ellas no son citadas para sostener sus argu-mentos; de esta manera queda oculta la lectura realizada de las mismas.

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Definición de los grupos mocoví

En primer lugar, y antes de comenzar a analizar aquellos criterios declasificación sostenidos a lo largo del tiempo por diferentes autores, cree-mos necesario realizar una aclaración relacionada con el criterio de selec-ción bibliográfica. En este punto hemos incluido solamente aquellos au-tores que realizaron un trabajo de clasificación de estos grupos. Esto im-plica que toda la bibliografía que mencione a los grupos mocoví sin ha-ber problematizado la cuestión de su clasificación no será tratada aquí.

Kersten es el primer autor que aborda desde una perspectiva antro-pológica el estudio de los grupos chaqueños en Las tribus indígenas delGran Chaco hasta fines del siglo XVII (1968). Señala para los grupos cha-queños la correspondencia lingüística como único principio de clasifica-ción dada su homogeneidad “antropo-geográfica”. La justificación deeste criterio de clasificación se desprende de una concepción homoge-neizante de las costumbres, de la “cultura” de los diferentes pueblos apartir de una percepción bastante determinista entre el medio ambientey el hombre: “La naturaleza, el suelo y el paisaje como un todo, no soloinfluyen psicológicamente sobre las costumbres, usos y creencias religio-sas de un pueblo, sino que determinan también el acervo etnográfico, elmaterial de sus herramientas y sus armas” (Kersten 1968: 2). La homoge-neidad climática del medio ambiente y sus recursos habría generado con-secuentemente una homogeneidad cultural entre los pueblos chaqueños,intensificada a partir de la introducción del caballo. Dada esta homoge-neidad cultural el autor se inclina por una clasificación lingüística segúnla cual identifica dos grandes grupos: el de habla guaraní y el de hablano guaraní, en el cual ubica una serie de grupos lingüísticos en mayor omenor medida emparentados4. Dentro de los grupos no guaraní, losmocoví, al igual que los tobas, abipones y mbayá caduceos se encuen-tran dentro del subgrupo guaycurú. Esta clasificación lingüística en unsubgrupo “guaycurú” no provee otras especificidades más allá de la len-gua, que permitan proponer alguna categoría étnica; no encontramosningún rasgo que diferencie a los mocoví de los tobas o abipones. Noobstante, en el análisis que realiza Kersten sobre la historia de las tribuschaqueñas, cada uno de estos grupos -mocoví, abipón, toba, etc.- es trata-do separadamente.

4 Ellos son: Guaycurú, Mataco-Mataguayo, Lule-Vilela, Lengua-Maskoy-Enimagá,Guentusé, Zamucu, Chiriguano y Guaná Chané ((Kersten 1968: 39-40).

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A esta clasificación lingüística el autor superpone el criterio racial, demodo que los grupos guaraní y no guaraní parecerían diferenciarsetambién como “razas” distintas. Además de clasificarlos lingüística yracialmente, el autor divide a los pueblos sudamericanos en un “grupode pueblos que culturalmente han alcanzado un grado superior” y otrogrupo de pueblos “primitivos” (Kersten 1968: 1). Los pueblos andinos-pertenecientes al “grado superior”- se caracterizarían por el desarrollode usos y costumbres, modos de sentir, pensar y una cultura materialcomún, determinados por el medio natural. El resto de los pueblos pare-cería caracterizarse por una imposibilidad de crear lazos culturales, depensamiento, etc. Esta propuesta del autor, en la que clasifica a los pue-blos por el grado de desarrollo cultural, se corresponde con el sesgoevolucionista y positivista presente en el pensamiento científico de laépoca. Podemos decir que en Kersten, la pauta de clasificación que pri-ma es la lingüística, aunque dada su tendencia evolucionista, el grado de“desarrollo cultural” de cada grupo lo lleva a delinear una escala de “pro-greso”. Los mocoví resultarían ser un grupo de pueblos pertenecientes ala familia lingüística guaycurú que habrían alcanzado un bajo nivel encuanto a su desarrollo cultural.

La segunda corriente que analizaremos es la de los “fundadores” dela historia argentina. Dentro de esta corriente Palavecino (1932, 1939, 1951,1964) y Canals Frau (1973) fueron quienes se dedicaron al estudio de lospueblos chaqueños. A caballo entre la etnografía y la historia, introduje-ron a los grupos indígenas dentro de la historia oficial. El modo en queestos autores combinaron las disciplinas mencionadas provocó, a nues-tro entender, una fuerte confusión entre el pasado y el presente de losgrupos aborígenes. Ejemplo de ello es el capítulo preparado porPalavecino para la Historia de la Nación Argentina (1936), titulado “Lasculturas aborígenes del Chaco”. Lo que llama la atención del mismo esque no obstante estar ubicado en la sección dedicada a la historia preco-lombina, contiene una descripción etnográfica de los grupos aborígenescontemporáneos a su época.

Palavecino menciona la unidad tribal y enumera distintos grupos cha-queños. Sin embargo, el criterio de clasificación que establece se refiere aun nivel más amplio que el de las naciones o grupos indígenas que secorresponde con la división entre agricultores y cazadores recolectores.Esta separación responde a un criterio “cultural” definido a través de laenumeración de un conjunto de “elementos característicos” (Palavecino1939: 229). El interés del autor está guiado por la búsqueda de “distritosculturales” que se caracterizarían por cierto grado de autonomía respec-

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to de sus distritos circundantes, portando cada uno de ellos una funcio-nalidad específica dentro de lo que denomina “grandes unidades cultu-rales de Sudamérica” (Palavecino 1939: 223). Para definir a estas “gran-des unidades culturales” el autor privilegia el criterio de clasificacióneconómico (presencia diferencial de recursos). Así, dentro de las “unida-des culturales de Sudamérica” diferencia a los “cazadores recolectores”de los “agricultores”. Los cazadores recolectores son definidos en térmi-nos de una economía “parasitaria, en la que el hombre toma del medionatural su subsistencia sin compensar el consumo”, en oposición a lospueblos agricultores que “mediante el cultivo del suelo y la cría de ani-males domésticos” conservan y aumentan el caudal de recursos natura-les (Palavecino 1939: 223). Los pueblos del Chaco, dentro de los gruposcazadores recolectores, conformarían un “distrito cultural” definido poruna larga lista de ítems entre los que podemos encontrar: recursos dis-ponibles, artefactos, tipo de liderazgo, cosmología y modalidades de tra-bajo, entre otros. Sin embargo, dentro de los “Pueblos del Chaco” Pala-vecino no realiza ningún tipo de sistematización para definir lo que élreconoce como “los pilagá” o “los mocoví”. El resultado de esto es unanotable unificación de todos los aspectos de la vida material y espiritualde los diversos pueblos chaqueños, de su historia y de su porvenir, acre-centada por una correspondencia lineal entre el hábitat, la economía yorganización social.

Canals Frau (1973: 33) establece desde un principio el criterio de clasi-ficación racial definiendo “la raza” como el “conjunto de individuos dela misma especie que se distingue de otros conjuntos de la misma especiepor una serie de caracteres morfológicos que son hereditarios”. Tales ca-racteres habrían resultado de la especialización y adaptación de cadaorganismo a una determinada región geográfica. Dentro del nivel racial(blanco - negro - amarillo) el autor ubica los “tipos raciales”. La perte-nencia de un individuo a un “tipo racial” estaría dada por la presenciade una serie de índices antropométricos y de mediciones fenotípicas di-rectas. A la par de estos rasgos biológicos y morfológicos, el autor reco-noce que toda agrupación humana se constituye como tal por una heren-cia cultural y lingüística. La “cultura” estaría definida como “todo eseconjunto de técnicas y costumbres, valoraciones y comportamientos, quepor ser propios y peculiares de los distintos grupos humanos y de laobra de infinitas generaciones, constituye la herencia social de los pue-blos” (Canals Frau 1973: 36). El énfasis en lo cualitativo se traslada alanálisis de lo “cultural”, a través de una serie de índices tales como laeconomía, la vivienda, la ergología, la constitución política y social y la

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cultura espiritual. Finalmente, el criterio lingüístico está presente comodeterminante cultural en tanto precede al individuo y se constituye en elelemento más eficaz de penetración cultural. Los mocoví son clasifica-dos por el autor como una entidad perteneciente al grupo lingüísticoguaycurú al igual que los abipones, tobas, mbayaes, payaguás y pilagás.A su vez, estas entidades están agrupadas dentro de los denominados“pueblos de las llanuras”, los cuales compartirían una serie de rasgosmorfológicos y culturales. Entre los diversos tipos de asociación, CanalsFrau reconoce la “nación” y el “pueblo”. El “pueblo” se corresponderíacon un conjunto de individuos cuya agrupación está dada por la unifor-midad cultural, lingüística y por una tradición histórica compartida másallá de las diferencias raciales. La “nación” puede a veces superponersecon el pueblo, sin embargo remite a

un concepto político, que aparece cuando, en el devenir histórico-socioló-gico, las agrupaciones étnicas o pueblos cobran conciencia de su propiapersonalidad y se unen políticamente. Al hacerlo, constituyen una nación.De ahí que por nación se entienda un conjunto de individuos organizadospolíticamente, ya en una confederación tribal, ya en un Estado (CanalsFrau 1973: 46).

Si la “raza” corresponde a una unidad zoológica o antropológica (bio-lógica), el “pueblo” tendría su referente en una unidad histórica, cultural ylingüística, y la “nación” en una unidad política. El autor especifica que la“nación” ha sido confundida frecuentemente con el “pueblo” por los cro-nistas y escritores antiguos quienes, “al referirse a los numerosos pueblosindígenas con que tropezaban a cada paso en territorio argentino o ameri-cano, los calificaban generalmente de ́ nación´” (Canals Frau 1973: 46). Esasasociaciones no constituían “naciones”, sino subdivisiones de “pueblos”.Los grupos mocoví resultarían ser entonces una entidad biológico-racial,histórica, lingüística y cultural. Sin embargo, el autor niega la posibilidadde reconocer a estos grupos como “naciones” o unidades políticamenteorganizadas. Su argumentación lo lleva a disolver la multiplicidad de pue-blos o naciones presentes en el territorio argentino dentro de una entidadnacional en la cual se confunde lo político y lo histórico, homogeneizandoa la población bajo un espíritu común que no contempla sus experienciasconcretas. A modo de síntesis, podemos decir que para Canals Frau losmocoví -a pesar de ser una agrupación cultural, lingüística y racial- nopodrían alcanzar el estatus de “nación” y su existencia como “pueblo”diferenciado de los otros grupos chaqueños es confusa.

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A partir de la década de 1960 los diferentes ejes clasificatorios quehemos visto hasta aquí (racial, lingüístico y cultural) siguen distintas tra-yectorias. El principio racial es dejado de lado; el lingüístico se mantiene,marcándose sus limitaciones; y el cultural será integrado dentro de unaperspectiva sociocultural más dinámica.

Respecto de la clasificación lingüística, debemos mencionar que suimportancia radica en la relación existente entre la terminología y susprácticas asociadas. En la actualidad se ha aceptado y utilizado la clasifi-cación lingüística solo para el nivel de los grandes troncos: Mbayá-Guaycurú, Lule-Vilela, Mataco-Mataguayo, Tupí-Guaraní y Arwac(Cordeu y Siffredi 1971) en tanto su correspondencia con unidades me-nores no ha sido revisada en perspectiva histórica. Braunstein realizó en1971 un estudio en el que abordó la organización social de los grupos delChaco a partir de sus rasgos internos combinando la investigación histó-rica con la etnografía y la lingüística. En este trabajo propuso una carac-terización a un nivel global de los troncos lingüísticos tratando de deli-near las pautas de residencia, filiación y asociación relacionados con aque-llos. Estableció para los Guaycurú pautas exogámicas, línea de descen-dencia bilateral y una tendencia a la residencia matrilocal. Sin embargo,para nuestra perspectiva de análisis, el estudio posee dos limitaciones:por un lado el período que abarca (desde el último cuarto del siglo XIXhasta el presente) y por el otro que puede aplicarse, como hemos aclara-do, solamente a los troncos lingüísticos y no a los grupos en sí mismos.

Braunstein y colaboradores (2002) advierten que los puebloschaqueños no son lingüísticamente homogéneos sino que, dado el pro-longado tiempo de contacto, presentan préstamos y variaciones. En estamisma línea Santamaría (1998) afirma que en el Chaco, tras siglos decontacto, la clasificación lingüística no permitiría acceder a pautas deidentificación étnica. Asimismo establece la dificultad presente en elmanejo de las fuentes coloniales en las cuales las confusas denominacio-nes étnicas no apelarían necesariamente a agrupaciones sino a categoríassociales.

Llegamos así al análisis de la bibliografía que se focaliza en las pautassocioculturales, en la especificidad de la estructuración y organización so-cial interna de los grupos. Una de las autoras más prolíficas dentro de estetipo de enfoque es Susnik. Ella ha caracterizado a los grupos mocoví delperíodo colonial teniendo en cuenta el carácter y estructura de sus asocia-ciones, las pautas culturales posiblemente articuladas a su demografía, elmodo de producción y las posibles subdivisiones en torno a las relacionesinterétnicas, entre otras cuestiones. Para los grupos mocoví específicamente,

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señala que habrían tenido el índice demográfico más elevado dentro delos grupos guaycurú, con los cual sus asentamientos habrían contado conuna elevada densidad demográfica como consecuencia de la falta de siste-mas de regulación de la natalidad, como el infanticidio. En cuanto al tipode liderazgo, señala un sistema de caciques basado en el prestigio heredi-tario que habría configurado una sociedad “clasista, militarista y patriar-cal” (Susnik 1971: 165). Los líderes tradicionales se habrían distinguido através de diversas prácticas sociales, como el precio de la novia y la utiliza-ción de un lenguaje especial. La autora señala también que las pautas tra-dicionales de organización económica y socioceremoniales no habilitabana “los nobles” a disponer del trabajo de “los comunes”, ya que no habríaexistido una autoridad de tipo impositiva (Susnik 1981: 26-27). Por otrolado, y como un dato que tendremos que contrastar con las fuentes, esta-blece que no habría habido entre los mocoví una tradición de cautivos nide antropofagia. Pero sobre todo, la autora caracteriza a estos grupos porsu espíritu bélico: los rituales y trofeos de guerra habrían servido parareforzar el ánimo guerrero y la superioridad étnica. La importancia de laceremonia de la cabellera5 residía no solo en la autoafirmación de la supe-rioridad étnica sino en que “expresaba la orientación incentivada hacia laconducta agresiva” (Susnik 1981: 37). La tendencia guerrera es expresadaen términos de “ethos belicoso” (Susnik 1972: 26), entendida como unapauta subsistencial que regularía la interacción del grupo con los demásgrupos y el ambiente más allá de los factores materiales. Si bien considera-mos que la autora es quien ha examinado con mayor atención la especifici-dad interna de los diferentes grupos chaqueños a través de un enfoquedinámico -el cual podremos apreciar mejor al analizar los cambios socio-culturales-, en su análisis subyace una línea de caracter esencialista, que seevidencia en su definición de “ethos belicoso”. En torno a este punto, San-tamaría (1996) propone reflexionar planteando la posibilidad de que el“ethos guerrero” esté más bien relacionado con una estrategia dinámicavinculada a las diferentes condiciones económicas, demográficas y socia-les experimentadas, que con un rasgo distintivo de la “cultura” mocoví eincluso guaycurú.

Fuscaldo (1982) definió a las comunidades chaqueñas anteriores alcontacto como sociedades ideales e igualitarias. La posesión comunal dela tierra sería el rasgo característico de estas “comunidades naturales”.El contacto con el blanco habría suscitado modificaciones en torno al

5 La ceremonia de la cabellera consistía en que, luego de las contiendas, los vence-dores arrancaran el cuero cabelludo de los vencidos como trofeos de guerra.

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régimen de tenencia de la tierra y, por lo tanto, en el tipo de relaciónsocial establecida entre los integrantes de los grupos.

Los estudios que se han realizado en los últimos años del siglo XX yque llegan hasta la actualidad provienen del campo de la historiografía.Entre ellos podemos mencionar los producidos por autores como Vitar(1995, 1997, 2001a y b, 2003), Santamaría (1996, 1998, 1999, 2000) y Paz(2003). Desde diferentes ámbitos académicos estos autores han centradosu interés en problemáticas específicas tales como la alteración en los rolesfemeninos entre los grupos reducidos (Vitar 2001a), las modificaciones enlas jefaturas a partir del contacto con agentes coloniales (Vitar 2003) y lasactividades económicas de estos pueblos (Santamaría 1996 y 1999 y Paz2003) entre otros temas. Sin embargo, el interés por problemáticas especí-ficas se combina con una simplificación del panorama etnográfico, cues-tión que como ya dijimos se evidencia a través de la construcción de lacategoría “chaqueño”. Esta tendencia unifica así a una serie de puebloscon características e historias particulares -ya fueran cazadores recolecto-res o agricultores, pedestres o ecuestres- sin realizar un análisis comparati-vo del devenir histórico de cada uno de estos grupos. La especificidad delpanorama étnico delineado por Susnik durante la década de 1970 se pier-de de manera consciente e incluso es sustentada como un recurso metodo-lógico por autores como Santamaría (2000). Al analizar las fuentes estosautores toman las referencias de agrupaciones concretas como representa-tivas de una unidad “indígena”, desestimando la especificidad de los da-tos. La construcción histórica que resulta de este procedimiento es un cua-dro general en el cual se da cuenta del desarrollo de diferentes puebloscomo si fueran uno solo, sin atender a las estrategias particulares. En cuan-to a las implicancias teóricas, este tipo de enfoques contribuyen a desdibu-jar las diferencias y características propias de los diversos grupos indíge-nas del Chaco, aglutinándolos como un conjunto social -es decir, no étni-co- e inscribiéndolos dentro de una línea de desarrollo caracterizada por lacomplejización de las agrupaciones -en términos de pasaje de sociedadesde jefatura hasta su constitución en grandes confederaciones. De este modo,en los trabajos que explícita o implícitamente asumen esta postura se des-dibuja la caracterización de los grupos mocoví como un grupo étnico cul-turalmente diferenciado y en estrecha relación con otros grupos. La apa-rente neutralidad con la cual abordan la diversidad y las complejas rela-ciones interétnicas no puede ni debe entenderse como tal. Sustentar la ho-mogeneización o la diferenciación e interacción étnica no debe ser unaformulación a priori sino una postura que encuentre su sustento en la in-formación de primera mano.

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Transformaciones sociales durante el siglo XVIII

En este punto estudiaremos la bibliografía que analizó los cambiosoperados entre los grupos mocoví durante el período en cuestión. Losasuntos que puntualizan la mayoría de los autores giran en torno a doscuestiones: por un lado, la introducción del caballo dentro de la econo-mía y organización social de los pueblos cazadores recolectores en gene-ral y de los mocoví en particular; por el otro, el efecto de las reduccionessobre el liderazgo político y religioso, sobre las pautas de movilidad ytambién sobre la organización social de estos grupos. Los autores quetrataremos provienen de la antropología o la etnografía más que de lahistoria.

El primer autor que analizaremos será nuevamente Kersten. Comoprimer factor de cambio Kersten menciona al caballo, estableciendo quesu introducción -que fecha a fines del siglo XVII- habría generado entrelos chaqueños un proceso similar al que tuvo lugar entre los indios nor-teamericanos, fomentando la “asimilación” y “simplificación etnográfica”de las tribus chaqueñas que lo incorporaron, implicando también la adop-ción de ciertos elementos asociados, como la flecha [sic], la lanza y unincremento en la movilidad. El autor inscribe este proceso dentro de unmarco mayor de presión colonial. Como consecuencia de la incorpora-ción del caballo y de esta presión colonizadora, los chaqueños ecuestres(toba, mocoví y abipón) habrían desarrollado una tendencia expansionistaligada a una nueva pauta económica de saqueo del ganado caballar, va-cuno y ovino, los tres utilizados para la subsistencia. El caballo se habríaconvertido así en un elemento de primera necesidad para estos grupos,facilitándoles la obtención de los otros animales.

Esta adopción de los diferentes tipos de ganado también habría pro-ducido importantes modificaciones sobre la organización política y so-cial de estos pueblos al llevarlos paulatinamente a la sedentarización,dadas las instancias de cría que, según el autor, habrían acompañado a laadopción de estos ganados. Como consecuencia de esta sedentarización,la tendencia expansionista inicial ligada al ganado caballar se habría re-vertido: la adopción de los otros tipos de ganado dificultó la realizaciónde expediciones de saqueo y guerra, produciendo una “retracción” y elasentamiento en lugares estables. Dentro de este esquema de nomadis-mo-sedentarización inscribe finalmente la adopción de prácticas agríco-las y pastoriles. Creemos que en este planteo no se advierte la utilizacióndel ganado más allá de la subsistencia, dejando de lado su posible utili-zación comercial. Asimismo, el pasaje de la vida nómade cazadora-reco-

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lectora a la sedentarización agrícola que propone está relacionado con elmarco teórico evolucionista utilizado.

La referencia que haremos a Palavecino y a Canals Frau en este puntoserá por demás breve. Tal brevedad responde al enfoque por ellos utili-zado, fuertemente ahistórico y homogeneizante, que dificulta la com-prensión de los cambios que pudieron haber ocurrido entre las socieda-des indígenas. Estos autores reconocen dos factores importantes: por unlado la introducción del caballo; por el otro el contacto con el blanco y elasentamiento en reducciones de carácter “civilizante”. Según Canals Frau(1973), la adopción del caballo implicó un acrecentamiento de la movili-dad y un aumento de la belicosidad. En cuanto a las consecuencias delestablecimiento de relaciones con la sociedad hispanocriolla, Palavecino(1964: 388) señala que solo a partir del contacto con ella los chaqueñoshabrían logrado ingresar a la sociedad y a la “experiencia humana”.Canals Frau indica que los jesuitas “Trataban de civilizar a los indiosreduciéndolos a poblados” (1973: 314). El asentamiento en reduccionesfue interpretado por estos autores como un cambio radical en la vida ylas costumbres de los pueblos que habrían ingresado a ellas en una espe-cie de estado “subhumano”. Sin embargo, como hemos señalado, la fu-sión del pasado y del presente de los grupos indígenas oscureció en es-tos autores el estudio del proceso de cambio.

El análisis elaborado por Susnik retoma la historicidad y el dinamis-mo de los cambios que tuvieron lugar desde la adopción del caballo has-ta el asentamiento en las reducciones durante el siglo XVIII. La autorareconoce, en cuanto a la adopción del caballo, una sustitución del mode-lo “cazador-caminante-presa” por el de “asaltante-ecuestre-botín” liga-do a un fortalecimiento de su “etnocentrismo prepotente”. Entre las ven-tajas de la adopción del complejo “caballo-lanza-jinete” por parte de lastribus guaycurú, señala que el mismo

llegó a satisfacer sus naturales ambiciones: la rapidez de desplazamien-tos, la eficacia de nuevas tácticas empleadas en las cacerías, la seguridadde victorias sobre sus vecinos pedestres, el ethos de superioridad étnica,la autoexaltación del hombre guerrero y -luego-, la igualdad competitivacon los mismos pobladores criollos (Susnik 1981: 8).

El caballo se constituyó para los chaqueños en un factor imprescindi-ble para su subsistencia, relacionándolos cada vez más -a través de laapropiación y del comercio- con los establecimientos criollos. En cuantoa los elementos asociados al caballo, señala la adopción del hierro, la

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lanza y el ganado. En el plano social, el caballo entre los grupos mocovíno habría promovido -como entre los demás grupos guaycurú- el surgi-miento de “líderes botineros”. De esta manera, la diferenciación social yel liderazgo político entre los mocoví se habría mantenido, según Sus-nik, ligada al autoridad de los tradicionales linajes patrilineales combi-nándose con la nueva pauta subsistencial ecuestre y con las posibilida-des de entablar relaciones con la sociedad colonial. Dentro de este plan-teo, las reducciones habrían vehiculizado la articulación indígena-colo-nial a través de la venta y compra de ganado. Es por esto que la autoralas denominó “asientos-reducciones”, proponiendo que en ellas el inter-cambio interétnico estuvo ligado a un aprovechamiento conjunto crio-llo-mocoví de la caballada. Esta dinámica no habría favorecido necesa-riamente la adaptación a la vida reduccional en términos de asentamien-to, sedentarización o adopción de hábitos agrícolas:

Los indios se convirtieron en ‘peones piratas para el robo del ganado’ alservicio de los criollos y los mismos soldados de la guardia [...]. Los Mocovíen su nuevo rol de ‘peones piratas’ trataban de no entorpecer sus relacio-nes con la población criolla y pretendían mantener sus asientos en la ribe-ra chaqueña con el propósito de una rápida comunicación-vado (Susnik1981: 31).

La articulación lograda a través de la venta del ganado y del estable-cimiento en las reducciones permitió la introducción de diversos bienestales como la sal, el tabaco y la yerba mate. Este intercambio fue generan-do una interdependencia cada vez mayor entre los grupos mocoví y lasociedad hispanocriolla. Como correlato social y político de este proce-so, Susnik establece que las múltiples articulaciones comerciales habríanpermitido el surgimiento de nuevos líderes, hábiles en la consecución detales bienes. La introducción del ganado ovino en las reducciones tam-bién habría generado modificaciones en la organización social y en laproducción. El tejido de la lana constituyó una actividad netamente fe-menina, ingresado la mujer en las redes más amplias del comercio con lasociedad criolla, a través del tejido de ponchos y mantas. Según la auto-ra, la producción textil habría posibilitado a las unidades domésticas in-sertarse aisladamente en el mercado.

El efecto social desencadenado por la posibilidad de surgimiento denuevos liderazgos así como por la nueva inserción comercial -al nivel delas unidades domésticas- habrían llevado a la “desintegración psicosocial”de la sociedad. El grupo doméstico habría adquirido la posibilidad de

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desligarse de los líderes y, en la búsqueda particular de nuevas posibili-dades y bienes económicos y culturales, no habría logrado articular unaorganización política, social y económica estables, produciéndose unadesintegración “psicomental” de la sociedad:

Tenían caballar, ganado, ovejas, realizaban trueques o robos, desarrolla-ron la manufactura del tejido; empero, faltaba una adecuada organiza-ción socioeconómica, siendo la antigua pauta siempre fluctuante e impre-vista frente al nuevo acondicionamiento; no se logró una economía inte-grada comunal a través de los intereses de los grupos domésticos. La adop-ción de algunos elementos culturales nuevos, mediados por las oportuni-dades periféricas, no se identificaba con una adecuación psicomental; elviejo utilitarismo económico, la vieja dependencia de las “fuentes inme-diatas” de la subsistencia, el aprovechamiento simple y no la producción,seguían dominando la vivencia esencialmente “presencial” de los mocoví:caza-caballo-carne-sal-tabaco-tejido-trueque, cuando la vida de la comu-nidad reducíase a las hazañas de los abuelos y padres (Susnik 1981: 34).

Para comprender mejor esta postura, debemos recordar que la autoraconcebía a los grupos étnicos como entidades portadoras de un “ethos”.En el caso particular de los mocoví, las modificaciones generadas por lasnuevas prácticas económicas habrían desencadenado un proceso de des-integración social, es decir, una pérdida de los caracteres propios. El aná-lisis de Susnik muestra, a nuestro entender, una virtud y una limitación.Por un lado es el primer estudio que trata de abordar el complejo proce-so de cambios operado desde el contacto en cada uno de los gruposchaqueños. Sin embargo, la utilización que la autora realiza del conceptode “ethos”, como esencia inmutable, no permite advertir las múltiples ydinámicas estrategias implementadas por los diversos grupos durante elproceso de contacto.

En la década de 1980 Liliana Fuscaldo abordó el proceso de cambiosdesde la teoría marxista tratando conjuntamente a los grupos toba,mocoví, abipón, lule, vilela y mataco. Según la autora todos estos grupostenían un modo de producción social basado en la caza, la recolección yla pesca. El agotamiento de los recursos de una zona generaba desplaza-mientos “siguiendo los movimientos de los animales y la estación delaño” (Fuscaldo 1982: 2). La organización del trabajo se basaba en las rela-ciones de la “propiedad comunal directa” de la tierra (1982: 3). Retomandoa Marx, reconoce a estos grupos como un tipo de sociedad primigenia, la“comunidad tribal” entendida como “el cuerpo común natural, espontá-

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neamente desarrollado, a los lazos comunes de sangre, lenguaje, costum-bres, etc.” (1982: 6). La relación de los individuos respecto de sus socie-dades estaría dada así por la propiedad común de la tierra:

En tanto miembro de la comunidad, el individuo tiene la posesión de latierra. Por tanto, propiedad significa pertenecer a una tribu. El hombre seconsidera propietario comunal y propietario de la comunidad que produ-ce y reproduce por medio del trabajo vivo (Fuscaldo 1982: 4).

La conservación y adquisición de territorio, incluso mediante la gue-rra, constituyen para Fuscaldo la condición previa para su explotación.La propiedad comunal de los medios de producción y en especial delterritorio habrían sido los elementos constitutivos de las comunidadesaborígenes del Chaco antes del contacto. La multiplicación del ganadocimarrón habría alterado estas relaciones generando una serie de modi-ficaciones socioculturales. La incorporación del caballo y la práctica dela cría habrían permitido incrementar la movilidad y realizar grandesexpediciones en busca de ganado vacuno, reservado para la alimenta-ción. La intensificación de las actividades bélicas para la consecución deeste último ganado habría producido importantes cambios en la organi-zación social y política de las “tribus”, al suplantarse la propiedad co-munal original por un nuevo orden de propiedad: la propiedad privada.En el plano político y social la autora señala un proceso de diferenciaciónen estamentos que, a lo largo del tiempo, habrían contribuido con el sur-gimiento de estrategias de diferenciación social tales como giros dialectalesespecíficos, una tenedencia hacia la endogamia -hacia el interior de losestamentos- y finalmente la posibilidad de integrarse dentro del grupode prestigio a través de las actividades bélicas.

El asentamiento en reducciones y la integración dentro de circuitosmercantiles más amplios también habrían contribuido a la transforma-ción de aquella estructura original. Dentro de un contexto de “desposesiónde las condiciones materiales de existencia de las tribus” (Fuscaldo 1982:24) y de expansión del capital comercial, la autora inscribe el surgimien-to del “malón”, interpretado como una nueva modalidad de protesta yde resistencia frente al avance criollo y también como una forma de sa-queo organizado que permitía a estas “tribus” insertarse en el mercado:“Las tribus guaycurú fueron transformadas así por el capital comercialen una especie de ‘campesinos a caballo’, entendiendo por ‘campesino’al productor directo que utiliza mano de obra familiar” (Fuscaldo 1982:24). Esta nueva “modalidad de producción” -el malón- se habría consti-

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tuido en el pilar de la economía indígena a partir de siglo XVIII. En elanálisis de Fuscaldo, notamos que el marco teórico prevalece por sobreel análisis concreto de los grupos en cuestión. Este marco teórico la llevaa reconocer condiciones de propiedad de la tierra y sus recursos, condi-ciones de constricción ambiental determinantes de un modo de vida yfinalmente condiciones de inserción en el mercado en términos mera-mente “ecuestres”, sin un sustento documental que dé cuenta de estascuestiones.

En el artículo “Algunas reflexiones sobre el llamado ‘complejo ecueste’en la Argentina”, Palermo (1986) planteó la necesidad de estudiar lasvariantes autóctonas de la adopción del caballo, ya que autores comoBraunstein (1983) traspolaban el caso de las llanuras norteamericanas alámbito chaqueño. Esta tendencia se desarrolló desde principios de siglocuando Kersten señaló la unificación cultural resultante de la introduc-ción del caballo. También Martínez Sarazola, en la década de 1990, conci-bió tal fenómeno como causante de la transformación total de la culturade los grupos del Chaco. Oportunamente, el trabajo de Palermo (1986)ya había señalado que, entendido como un conjunto de rasgos asociadoso como un proceso determinante de un modo de vida, faltaban identifi-car los rasgos orgánicamente relacionados con el caballo, se carecía deestudios que dieran cuenta de los contextos económicos dentro de loscuales había sido incorporado y, finalmente, advirtió sobre una falta dediscusión sobre el tema que permitiera -a través de un análisis compara-tivo- establecer la pertinencia de un “complejo ecuestre” para el área sud-americana.

Casi al mismo tiempo en que Palermo marcaba estas falencias, Schin-dler (1985) realizaba un estudio que daba cuenta de las características dela adopción del ganado caballar entre los grupos guaycurú a través delas variables ecológicas, históricas e ideológicas, analizando en qué me-dida habrían permitido o dificultado su difusión. Estableció así la aso-ciación del ganado caballar con el vacuno y la importancia de las pautasculturales propias -relacionadas con la movilidad y la capacidad bélica-de los grupos que se constituyeron en ecuestres. Asimismo, señaló laimportancia de la inserción comercial a través del ganado caballar y va-cuno y las posibilidades que estos ganados les habrían brindado para elmantenimiento de su autonomía frente al avance colonial.

Como ya hemos mencionado, a partir de la década de 1990 y hasta laactualidad se produjeron una serie de trabajos que comenzaron a estu-diar problemáticas más acotadas simplificando el panorama étnico. En-tre ellos podemos encontrar los estudios de Vitar (1995, 1997, 2001a y b y

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2003). Esta autora estudió dentro del contexto de las reducciones de laregión de nuestro interés la modificación del rol de las mujeres chaqueñas(2001a) y las consecuencias del proceso de evangelización sobre elliderazgo shamánico y político (2001a y b).

Respecto de la modificación del rol de las mujeres, la autora proponeque la vida reduccional habría cambiado una serie de prácticas que de-sarrollaban en la vida ritual y ceremonial (Vitar 2001a). Las reduccioneshabrían fortalecido el papel de las mujeres como productoras (materia-les) por sobre sus actividades tradicionales ligadas también a la repro-ducción biológica y simbólica de la sociedad (Vitar 1999 y 2001a). Encuanto a las modificaciones en el liderazgo shamánico (Vitar 2003), ad-vierte que no solo las prédicas jesuíticas habrían intentado disminuir yminimizar su importancia sino también que los líderes políticos, intere-sados en neutralizar el poder de los shamanes, habrían ayudado en esteproceso. En cuanto al liderazgo político (Vitar 2001b), la autora señala elsurgimiento de las “jefaturas intervenidas”. Según ella, la disminucióndel poder de los líderes dentro de las reducciones, dada la provisión delvacuno por parte de los jesuitas y como consecuencia de la declinaciónde las actividades bélicas, habría sido equilibrada solo a través del res-paldo español. Los jefes establecidos en las reducciones, manipuladospor los españoles (2001b: 32), habrían logrado así conservar sus posicio-nes dentro de las reducciones6.

Los trabajos de Santamaría (1999) y Paz (2003) respecto de las activi-dades económicas de los grupos chaqueños también pueden ubicarsedentro de esta corriente. Estos trabajos no reparan en las diferencias exis-tentes entre los pueblos agrícolas y los cazadores recolectores y pescado-res de la región. Abordan las prácticas económicas desde una perspecti-va que tiende a reforzar la visión de estos grupos indígenas como pue-blos cazadores recolectores sin capacidad de previsión y constreñidospor un ambiente hostil. Asimismo plantean un tipo de organización so-cial del tipo de las jefaturas y establecen la territorialidad exclusivamen-te en términos de acceso a los recursos de determinadas áreas como ca-racterísticas constitutivas y comunes de los “chaqueños”.

Como hemos mencionado, estos estudios, si bien tienden a centrarseen ciertas problemáticas de análisis (la economía, el liderazgo político y

6 Fuera del contexto de las reducciones y para el momento posterior a la expulsiónde la Compañía de Jesús, la autora marca el surgimiento de grandes “confederacio-nes” (Vitar 2001 b). No hemos incluido menciones a este proceso dentro de nuestrotrabajo, ya que el mismo escapa a nuestro recorte espacial y temporal.

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religioso y el rol de las mujeres), abandonan la especificidad propia decada grupo y no plantean un análisis comparativo, dando prioridad a lasgeneralizaciones.

En el ámbito norteamericano, Saeger (1985 y 2000) realizó recientemen-te un estudio sobre las reducciones de indios guaycurú conjugando el aná-lisis general de estos grupos con el de cada una de las agrupaciones.Retomando el camino abierto por Susnik, intenta analizar las modificacio-nes políticas, económicas, sociales y religiosas que tuvieron lugar dentrode las reducciones. Sin embargo, se distancia de esta autora al establecerque las reducciones habrían tenido una importancia mayor a la que ella lesadjudicara. Saeger resalta la importancia de la articulación comercial indí-gena-criolla a través del ganado y afirma que los españoles no habríantenido la capacidad de manipular a los grupos indígenas en las reduccio-nes, sino que estos se habrían seguido movilizando en función de sus pro-pios intereses y relaciones previas. El postulado central de este autor serefiere a que las reducciones habrían intensificado una serie de cambiosiniciados desde la adopción del ganado caballar y vacuno, en términos defortalecimiento del poder de los líderes y de la estructura social.

A modo de cierre del recorrido que hemos realizado en el presentecapítulo queremos remarcar algunas tendencias que hemos identificadoen los estudios de los grupos chaqueños. En primer lugar, respecto delperíodo previo al establecimiento en las reducciones, notamos una conti-nuidad entre los primeros estudios de Kersten, Canals Frau y Palavecinoy los que se han producido en los últimos años, como el de Paz (2003).Esta continuidad está señalada por la manera en que se aborda -de ma-nera lineal- la relación entre el medioambiente, la economía y la organi-zación social de los grupos que habitaron el Chaco. En segundo lugar,también es notable la persistencia de un esquema evolutivo en los diver-sos autores que explican el paso del nomadismo y de la caza y recolec-ción -dados por la búsqueda de un alimento insuficiente- hacia el asenta-miento estable y la agricultura. Los autores que hemos reseñado hananalizado a los grupos que nos interesan desde una perspectiva que re-salta las articulaciones y modificaciones en un plano que podríamos de-nominar “ecuestre y ganadero”. Al respecto, creemos que se produjeronuna serie de cambios a partir del establecimiento de las reducciones queno solo no responden a este esquema, sino que tampoco pueden reducir-se a los aspectos económicos. Por ejemplo, el problema de lasreconfiguraciones identitarias en este contexto es un tema que no ha sidoabordado aún por la producción académica.

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El presente estudio se realizó a partir de la lectura de diferentes cor-pus bibliográficos. Las fuentes publicadas y la bibliografía específicafueron consultadas en distintas bibliotecas de la Ciudad de Buenos Ai-res. Entre ellas hemos recurrido a la biblioteca del Museo Etnográfico,la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras, la biblioteca de la Aca-demia Nacional de la Historia, la Biblioteca Nacional y la Biblioteca delCongreso. Las fuentes inéditas fueron consultadas en el Archivo Gene-ral de la Nación.

Todas las fuentes utilizadas pertenecen al siglo XVIII, aunque fueronredactadas en situaciones muy diversas y por diferentes agentes colonia-les. Para caracterizarlas hemos optado por diferenciar las que fueron pro-ducidas por los jesuitas de las que fueron redactadas desde el ámbitogubernamental. A su vez, dentro de las fuentes de los misioneros jesuitaspodemos distinguir aquellas escritas desde el exilio de las que se escri-bieron durante la efectiva estancia en los pueblos de reducción.

Entre las fuentes que fueron producidas en América contamos con laDescripción Corográfica del Gran Chaco Gualamba escrita por Pedro Lozano.Esta obra, publicada en España en 1733, fue el resultado de varios añosde estadía del misionero en América. Según el editor, la obra ya estabalista desde el año 1730, por lo que nos ha sido útil para adentrarnos enlos primeros años del siglo XVIII. Lozano conjuga en este libro un seriede comentarios y notas acerca de las costumbres de diferentes gruposque habitaban la región chaqueña. Si bien expone datos muy detalladosde estos grupos, la obra no brinda elementos que permitan ratificar concuáles de ellos realmente tomó contacto y con cuáles no. En este sentido,algunas de las informaciones que expone podrían haber resultado de unproceso de recopilación de relatos producidos por otros informantes -militares, otros agentes eclesiásticos u otros grupos indígenas. El relatose caracteriza por presentar a los grupos ecuestres principalmente a par-tir de su ferocidad y del salvajismo. Sobre los mocoví afirma que son

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“caribes”, es decir “comedores de carne humana”, “muy dados a la gue-rra” y que “no tienen gobierno alguno” (Lozano 1941: 83 y 62). Caracte-rizando a estos grupos indígenas como semi-humanos el autor constru-ye un estereotipo que funcionará como justificación de las prácticas opre-sivas desplegadas desde la sociedad colonial.

En cuanto a las fuentes que fueron producidas desde el exilio, debe-mos mencionar principalmente el escrito de Florian Paucke Hacia Allá ypara Acá. Una estadía entre los indios Mocobíes. Luego de haber terminadosus estudios en el Colegio de Córdoba, este jesuita fue promovido comomisionero y destinado a la flamante reducción de indios mocoví que ha-bía iniciado el padre Francisco Burgés en el año 1743. Paucke llegó allíalrededor del año 1750 y se desempeñó en la misma durante diecisieteaños. Si bien desconocemos la fecha de redacción de su obra, sabemosque la misma fue escrita entre 1767 y 1773, momentos de su retorno aEuropa y de su muerte, respectivamente. Su producción desde el exilioasí como también la prolongada estadía del misionero entre los mocovíle confieren a esta obra ciertas particularidades que debimos tener pre-sentes al momento de analizarla.

Creemos que al haber residido entre los indios reducidos durante tantotiempo, el jesuita pudo acercarse a ellos de una forma que no fue posiblepara otros agentes coloniales. El hecho de haber sido reconocido por losmismos indios como “hechicero” nos remite al tipo de vínculo trabado yal grado de integración lograda por el jesuita, la cual le permitió compar-tir muchas instancias de la vida cotidiana. A modo de ejemplo, podemosmencionar su participación en las expediciones que realizaban los hom-bres al interior del territorio chaqueño en busca de diferentes recursos. Sibien estas entradas no son las que más se reflejan en su relato, ellas nospermiten tener un acercamiento a la región desde una perspectiva espe-cial, a la cual difícilmente otros personajes de la sociedad occidental ac-cedieron. Al haberse adentrado en el Chaco acompañado por un grupode indios mocoví, el misionero nos ofrece una visión de la dinámica in-terna que, si bien estaba condicionada por las concepciones occidentalesdel poder y de la territorialidad, refleja el panorama interétnico por fue-ra de las situaciones de enfrentamiento características de las entradascoloniales en el Chaco. También debemos mencionar que su posición comohombre y como religioso limitó su participación en otros ámbitos, entreellos el femenino. De esta forma, en su obra priman los relatos ligados alas actividades masculinas, incluyendo cuestiones referidas a la vidapolítica, a la caza, a las guerras, mientras que, quizás por su propia posi-ción acerca del lugar social de la mujer, otros temas relacionados con lo

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exclusivamente femenino, como la organización de las partidas de reco-lección, no aparecen.

En cuanto a la producción de este documento luego de la expulsiónde la Compañía de Jesús, creemos que ella constituyó una situación par-ticular que dejó sus marcas en el relato. En este sentido, pudo haberlollevado a enfatizar la crítica hacia los agentes gubernamentales, princi-palmente aquellos que se desempeñaron en momentos previos y duran-te la expulsión. Su relato está matizado por un sentimiento de melanco-lía y de añoranza respecto a aquellos entre los que el misionero viviódurante tantos años. La visión del salvajismo indígena tal cual había sidopresentada por Lozano es modificada por Paucke, quien construye dosestereotipos de indígenas cuyas cualidades están relacionadas con la acep-tación o el rechazo de la doctrina católica y con el establecimiento en lareducción. Los indios no reducidos son caracterizados como indios “sal-vajes” que “han solido llevar una vida de animales sin rey, sin obedien-cia y sin orden alguno” (Paucke 1943: 146). En oposición a estos ubica alos indios reducidos:

Parecía que la merced recibida en el santo bautismo les refulgiere desdelos ojos. Yo mismo notaba que aún los no bautizados parecían más salva-jes y más huraños que los bautizados, pues aquellos no eran tan alegres nitan hogareños; no solo sus gestos sino toda su postura indicaba un salva-jismo, cuando al contrario en los bautizados se notaba una vivacidad yuna animación decidida (Paucke 1943: 85-86).

Este contraste entre indios reducidos e indios no reducidos tiene gran-des implicancias en el discurso del autor en tanto lo llevan a admitir laposibilidad de transformación del “salvaje” a partir de su evangeliza-ción. El trabajo que realizó en la misión, en la cual implementó el apren-dizaje de las letras, de la música instrumental y vocal y el de diversosoficios manuales, lo llevó a defender la capacidad de los indios de adqui-rir conocimientos a través de la instrucción. Así, frente a la pregunta queél mismo se hace sobre si “¿tienen los indios un entendimiento tan buenocomo las gentes en nuestros países?”, responde que “Ellos tienen un en-tendimiento tan bueno como todos nosotros, pero él no es tan agudoporque ellos viven sin doctrina ni ocasión que podría hacer agudo elentendimiento. Pero instrúyase al indio, enséñesele cualquier cosa quese hace en nuestros países, él imitará todo” (Paucke 1943: 259). La poten-cialidad de aprendizaje e instrucción que reconoce como inmanente atodos los seres humanos le permite entonces ubicar a los indios a la par

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de los europeos y compararlos con ellos. Esta comparación será utilizadapara establecer una dura crítica al proceso de conquista y al trato querecibieron los indios por parte de los conquistadores quienes “habíanavasallado a los indios tratándolos con gran inhumanidad, haciéndolosservir como bestias de carga y dejándolos morir como animales” (Paucke1943: 281-282). Al describir la explotación de un indio “inocente” el au-tor exhibe todos los vicios y la corrupción de la sociedad colonial. Sinembargo, la misma necesidad de comparar al indio con el europeo noshace notar el matiz etnocéntrico insoslayable en este tipo de relatos.

Toda la obra de Paucke está acompañada de dibujos coloreados, degran belleza y detalle, que brindan un complemento a su abundante des-cripción de la vida en la reducción, las actividades desarrolladas por losindígenas, los animales y la vegetación del Chaco. Creemos que estosdibujos le confieren a la obra un valor agregado ya que nos ofrecen unelemento más para cotejar con el escrito y con otras fuentes.

En cuanto a las dificultades que presenta la obra de Paucke, debemosmencionar que la misma no fue escrita siguiendo un orden temporal. Aesto se le superpone el hecho de que el jesuita no señala fechas que nospermitan ubicar los acontecimientos. Esta dificultad ha sido salvada con-trastando esta fuente con otras y con la bibliografía, lo cual nos permitióestablecer un eje temporal a través del cual, si bien no hemos podidofechar los acontecimientos, hemos logrado ordenar los procesos. A modode ejemplo podemos mencionar la construcción de casas de material enla reducción: si bien no pudimos establecer a partir de qué año comenza-ron a construirse estas viviendas, sí sabemos que se realizaron unos añosdespués del asentamiento en el paraje definitivo, con lo cual podemosestimar que fue a partir de 1750. Otra manera de salvar este tipo de difi-cultad consistió en cruzar los datos con los años en los que estuvieronotros misioneros. Así, sabemos que el padre Cardiel estuvo en dos opor-tunidades en la reducción y que en la segunda de ellas habría prestadoayuda ya que se había propagado una peste. Sabemos que la segundaoportunidad en la que Cardiel estuvo en la reducción fue alrededor delaño 1760. Por lo tanto, cuando Paucke se refiere a una epidemia pode-mos deducir la fecha y cuando se refiere a la primera visita de Cardiel,sabemos que fue antes de 1760. También hemos intentado cruzar los da-tos presentes en los relatos de Paucke con los de Dobrizhoffer, especial-mente aquellos en los que se narran acontecimientos bélicos en los cualeslos mocoví de la reducción de San Javier prestaron ayuda militar a los dela reducción de San Jerónimo. Si bien este intento no nos brindó los re-sultados esperados -no hemos logrado establecer claramente una corres-

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pondencia entre ambos relatos-, creemos que un estudio de mayor al-cance en el cual se incorporen además otras fuentes podría arrojar mejo-res resultados.

La obra de Dobrizhoffer también fue consultada. Escrita desde el exi-lio, en el año 1783: Los Abipones (1967, 1968 y 1969) es una obra que relatasu estadía en las misiones jesuíticas. En el primer tomo el autor describelas actividades de los jesuitas en el Chaco, la geografía, la flora y la faunadel territorio. El segundo tomo narra las particularidades de la vida so-cial, religiosa, política y económica de los abipones; sin embargo, en cuantoa las actividades que se desarrollaban en las reducciones, no brinda unpanorama tan detallado como el de Paucke. En el tercer tomo, Dobrizho-ffer describe detalladamente la guerra civil de los abipones en el contex-to reduccional, en la cual participaban los mocoví, ya sea como aliados oenemigos. Este relato es interesante porque, a diferencia del de Paucke,permite identificar detalladamente una gran cantidad de personajes yacontecimientos históricos.

Otra publicación del ámbito jesuítico que hemos tomado para nues-tro estudio es la de Jolís. Habiendo realizado una entrada a través del ríoBermejo, luego de la cual comenzó a gestionar -en el año 1767- la funda-ción de una reducción de indios mocoví, vio prontamente frustrados susplanes al producirse la expulsión de la Compañía de Jesús. De su escrito,redactado en el exilio y que constaba de dos tomos, solamente se ha con-servado el primero. Ese volumen, que presenta algunas descripciones delos diferentes grupos del Chaco, nos ha permitido acercarnos sobre todoa las cuestiones referidas a la configuración del panorama étnico. El tonoque prevalece en la obra es descriptivo, clasificatorio y, a la vez, intentadar cuenta de los logros alcanzados mediante la evangelización. Comoveremos en el capítulo 5, Jolís discute abiertamente con Lozano a quienreclama el haber generado una multiplicación de los grupos indígenasque habitaban el Chaco confundiendo las “tribus” con las “naciones”(Jolís 1972: 53) por no haber aplicado un criterio de diferenciación lin-güístico y basado en la autoadscripción.

Una comparación de la percepción del indígena entre estos diferentesautores nos permite contrastar la obra de Lozano con las de los demásjesuitas. Si Lozano resaltaba el carácter casi inhumano de los indios delChaco, los otros autores hicieron énfasis en la posibilidad de instrucciónen tanto reconocían su naturaleza humana. Las causas que pueden expli-car este contraste son variadas. En primer lugar, debemos decir que elcontexto de producción debió haber influido en las apreciaciones expues-tas por cada uno de los autores. El hecho de que Lozano haya escrito

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desde el Tucumán en un contexto convulsionado por los asaltos produ-cidos por los grupos indígenas del Chaco, condicionó su visión de modoque sus observaciones expresaron el enfrentamiento por sobre el acuer-do y la negociación y sustentaron una diferencia insalvable entre la hu-manidad y la inhumanidad. Creemos que su obra debió haber contribui-do a justificar las acciones represivas emprendidas por la sociedadhispanocriolla. Frente a esta, los escritos de Paucke, Dobrizhoffer y Jolís,si bien narran historias que tuvieron lugar también en un contexto con-vulsionado, fueron escritas desde el exilio. Este exilio configuró una vi-sión menos teñida de conflicto y cubrió de nostalgia la caracterización delos indios.

Sin embargo, no solo los contextos y situaciones de producción influ-yeron en los relatos, sino que también lo hizo el tipo de formación y losobjetivos misionales esperados, diferentes entre ambas camadas de mi-sioneros. Boccara (1996 y 1998), desde una perspectiva foucaultiana, des-cribe para la región chilena los esquemas o “diagramas” aplicados por lasociedad hispanocriolla a los grupos indígenas. Así, identifica desde me-diados del siglo XVII un “diagrama disciplinario” basado en las prácti-cas pedagógicas; a diferencia de este, el “diagrama soberano” previo secimentaba en las prácticas punitivas y de sometimiento. Creemos quepara el área chaqueña estos diagramas podrían ser retomados modifi-cando levemente la periodización, dadas las características de las fronte-ras oriental y occidental del Chaco. Teniendo en cuenta estas característi-cas podríamos establecer la vigencia de un “modelo soberano” para lafrontera tucumana, que se habría extendido hasta las primeras décadasdel siglo XVIII, mientras que el “diagrama disciplinario” se podría apli-car para la frontera oriental (a partir de 1710).

Retomando a Boccara, el modelo soberano se habría caracterizadopor la imposición violenta del poder de la corona a través de dispositi-vos tales como la encomienda, la esclavitud, el requerimiento y las expe-diciones guerreras. Estos dispositivos se fundaban en el derecho a matary en el sometimiento de extensos contingentes de población. Dentro deeste esquema el tipo de explotación sobre los sometidos respondía a unautilización “discontinua” de su fuerza de trabajo en tanto, si bien se rea-liza una explotación brutal del los indígenas, la misma no se efectuaba através de una vigilancia continua sobre el cuerpo del trabajador. Cree-mos que Lozano debe haber estado embebido en esta tradición del mo-delo soberano, mientras que los otros jesuitas se formaron y ejercieronsus funciones bajo un modelo más cercano al diagrama disciplinario.Este se habría caracterizado no por la eliminación de las instancias béli-

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cas para el sometimiento de los indígenas, sino por el surgimiento deuna política pactista que tendía a fijar por escrito los acuerdos entre laspartes delimitando las relaciones y los territorios. Dentro de este modeloBoccara ubica el establecimiento de las reducciones como dispositivosde vigilancia y disciplinamiento: “en la Misión se trata nítidamente dedesplazar al indígena y apropiarse de su tiempo. El poder que ejercitabael misionero no era sobre la tierra y sus productos, sino sobre los cuerposy sobre lo que éstos hacen” (Boccara 1996: 686).

Para aplicar estos diagramas debemos tener en cuenta las característi-cas de las fronteras a las cuales estamos haciendo referencia. Como he-mos señalado en la introducción, la frontera occidental presentaba unfrente de fortines y contaba con los recursos materiales que le permitie-ron establecer una política no solo defensiva sino también ofensiva. Porel contrario, la frontera oriental no contaba con efectivos que hicieranposible una política agresiva, de modo que las misiones significaron parala sociedad colonial la posibilidad de contener a los indígenas. En el casode San Javier, no podemos hablar de la implantación de un sistema disci-plinario en términos del control efectivo del cuerpo de los reducidos yaque, como veremos, la libre movilidad de sus habitantes fue una de lasparticularidades de esta reducción. No obstante, la formación y el des-empeño de los misioneros, en este caso Paucke, estuvieron relacionadoscon una tecnología del saber-poder basada en el conocimiento y eldisciplinamiento del cuerpo para la consecución de diferentes activida-des productivas. El estudio lingüístico de los diferentes grupos y el afánclasificatorio característico de los jesuitas está relacionado así con las prác-ticas de vigilancia, saber y disciplinamiento. La orientación hacia el co-nocimiento y desarrollo de las potencialidades del cuerpo y de la mentehumana que aparecen en la obra de Paucke tienen relación con su trabajoen San Javier. También hay una crítica a las instituciones coloniales apartir de la experiencia del exilio y vivencias que se relacionan con lascondiciones de vida en la frontera, con el tipo de formación y objetivosdel misionero y con su experiencia particular en la reducción.

Otras fuentes que fueron consultadas en el Archivo General de laNación provienen del ámbito gubernamental. Entre ellas hemos revisa-do los legajos de la sala IX: Santa Fe 1730-1747 y 1748-1762, y Corrientes1759. En esos legajos hemos encontrado información acerca de los proce-sos de negociación para la fundación de la reducción que corroboran losdatos de las fuentes jesuíticas. También pueden ser de utilidad para lareconstrucción de las categorías con las cuales se identificó a los gruposmocoví desde el sector colonial. Para nuestra sorpresa, si bien en algunas

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fuentes aparecen apelativos generales como el de “salvajes”, en los casosen los cuales se logró establecer algún tipo de contacto directo -desde lasnegociaciones hasta el robo- entre los grupos indígenas y los agentes co-loniales, estos últimos parecen definir con precisión la pertenencia étnicade los primeros. Hemos trabajado sobre los líderes que son mencionadosasí como también sobre los asentamientos y en todos los casos hemoscomparado estos datos con los que nos proporcionan las fuentes jesuíticas,hallando una correspondencia entre los mismos. Si bien esto no corrobo-ra la pertenencia étnica, al menos nos permitirá establecer un marco dereferencia provisorio.

Los documentos relevados en los cuales se puede identificar a los gru-pos mocoví resultaron escasos en comparación a los que, por ejemplo,tratan cuestiones relativas a otros grupos como los abipones. Asimismoesperábamos encontrar algún tipo de descripción sobre el panorama ét-nico hacia el interior del Chaco, como producto de alguna expedición,pero nuevamente vimos frustradas nuestras expectativas ya que las ex-pediciones que se programaban a raíz de los saqueos indígenas general-mente se demoraban por la falta de personas y de provisiones y no llega-ban a concretarse.

En cuanto al tipo de discurso que se refleja en estos documentos sobreel indígena, se hace mención a su ferocidad y salvajismo, pero sobre todoaparece la urgencia de entablar acuerdos durante el período previo alestablecimiento de las reducciones. A partir del mismo, notamos en eldiscurso que la peligrosidad de los mocoví comienza a desdibujarse. Cree-mos que esto tiene que ver con el efecto producido por el establecimientode San Javier y con la contención que brindó respecto de los ataques delos indios no reducidos. Si antes el peligro indígena acechaba a la ciu-dad, a partir de la fundación de las misiones se desplazará sobre ellas,brindado cierta paz a la ciudad. No obstante, el peligro indígena perma-neció latente: los santafesinos no percibieron las paces como estables yfueron conscientes de que las alianzas podrían revertirse.

Finalmente, hemos recurrido a otro tipo de fuentes que denominare-mos fuentes comentadas. Entre varias de este tipo publicadas por Furlong,se ecuentra Entre los mocobíes de Santa Fe (Furlong 1938). En ella el autorcombina un resumen de la obra de Paucke con la transcripción de partesde documentos de los padres Burgés, Bustillo y Canelas que declara ha-ber transcripto del archivo de San Francisco de Loyola. Esta obra ha sidotratada con especial atención ya que en ella se entremezclan las citas conlas opiniones del autor. Solo en los casos en los que hemos podido iden-tificar claramente las citas pertenecientes a las fuentes primarias y en la

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medida en que hemos podido cotejarlas con las demás, las hemos consi-derado para nuestro análisis.

La obra de Paucke se constituyó así en el eje que guió nuestro trabajo.Sin embargo, como ya dijimos, emprendimos la tarea de revisar y con-trastar esta fuente en su interior y con las demás fuentes. La lectura delos documentos se realizó al mismo tiempo que la de la bibliografía espe-cializada. Para poder relevar las fuentes realizamos una guía en la cualdistinguimos las variables que señalaremos a continuación, diferencian-do siempre las pautas previas al establecimiento en la reducción de aque-llas que comenzaron a darse dentro de la misma: organización política ysocial (atributos del liderazgo político, características de las agrupacio-nes sociales, matrimonios, cosmología y prácticas rituales); prácticas eco-nómicas (actividades desarrolladas -caza, recolección, comercio-, alma-cenamiento y procesamiento de los alimentos); relaciones interétnicas yreconfiguraciones identitarias (relaciones con otros grupos indígenas,relaciones establecidas con los agentes coloniales y cautivos); disposi-ción de la reducción y uso del espacio (ritmos de movilidad, tipos deasentamientos, territorialidad y emplazamiento de las reducciones -dis-posición interna).

La lectura de la bibliografía especializada tiñó, en un primer momen-to, las interpretaciones que íbamos haciendo de las fuentes. Por ejemplo,los modelos “ecuestre-ganadero” y de la caza y recolección imperantesen la bibliografía condicionaron la lectura de los documentos de maneratal que, en un principio, se nos impusieron como una realidad. Sin em-bargo, al tomar distancia de la bibliografía y luego de releer las fuentesuna y otra vez, comenzaron a aparecer elementos que no encajaban den-tro del modelo con el que habíamos iniciado el análisis. Así, comenzarona surgir cada vez más interrogantes y cuestiones que, aparentemente, nohabían sido advertidas por los autores que habíamos consultado. Para elperíodo previo a las reducciones encontramos referencias sobre activi-dades tales como el almacenamiento de alimentos; durante las reduccio-nes, la práctica de la agricultura; la movilidad de personas entre las dife-rentes agrupaciones reducidas, para mencionar las más relevantes. A par-tir de esta incompatibilidad entre la bibliografía específica y aquello quepodíamos observar en las fuentes, debimos replantear la perspectiva desdela cual veníamos abordando el estudio. Esto nos llevó a ampliar la bi-bliografía con la que estábamos trabajando. Comenzamos a indagar enautores que habían trabajado con pueblos cazadores recolectores en otrasáreas y/o que provenían de otras disciplinas. Estos trabajos nos permitie-

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ron superar el defasaje que notábamos entre la bibliografía específica ylos documentos, a través de diferentes ejes de análisis. Nos proporciona-ron elementos para repensar el nomadismo, la territorialidad y los rit-mos de movilidad (Lee y Devore 1968, Nacuzzi 1991 y 1998, González deBonaveri 2005), las modalidades de agrupación social y los atributos delliderazgo político (Bechis 1989 y Nacuzzi 1998), la adopción del ganadocaballar y vacuno y sus efectos sobre la economía y la organización polí-tica y social (Schindler 1985 y Palermo 1986), el problema de lasreconfiguraciones identitarias (Boccara 1996, 1998, 2000 y 2003) y la re-construcción del panorama étnico antes y durante el período jesuítico(Nacuzzi 1998). Estos trabajos nos brindaron herramientas para procesarla información que relevamos de las fuentes desde una perspectiva quese venía aplicando en otras áreas. Como resultado, el análisis que pre-sentaremos discute y dialoga constantemente con los modelos aceptadossobre los grupos mocoví en particular y sobre los cazadores recolectoresen general, retomando las fuentes desde una nueva perspectiva.

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En los inicios del siglo XVIII el Chaco se había constituido en un espa-cio multiétnico de gran movilidad interna. Con el objetivo de explicar elproceso de poblamiento de este área, hacia mediados del siglo XX seelaboró una teoría acerca del origen de los grupos guaycurúes a travésdel análisis comparativo de la cultura material. Autores como CanalsFrau (1973) y Palavecino (1932, 1939, 1951, 1964) establecieron la proce-dencia pampeana de los mismos; según Susnik (1971, 1972, 1981), quienretoma este esquema, durante los siglos previos sucesivas oleadasmigratorias habían contribuido a conformar este espacio: una de estasoleadas, proveniente del área pampeano patagónica, habría conllevadoel arribo de algunos grupos al oriente chaqueño. Posteriormente, ellosconformarían los pueblos de la familia lingüística guaycurú, dentro dela cual encontramos a los mocoví (Susnik 1973 y 1984). Si bien esta pos-tura se ha mantenido vigente (Cordeu y Siffreddi 1971, Vitar 1997), en laactualidad no contamos con estudios arqueológicos que confirmen elproceso de poblamiento de la región.

Mocoví, tobas, abipones, payaguás y mbayá-guaycurú constituyeronlos grupos integrantes de lo que hoy se considera el tronco lingüísticoguaycurú. Mientras ellos adoptaron una economía basada en la caza y larecolección con una amplia movilidad, otros grupos de la región comolos lules, vilelas y mataguayos (pertenecientes a otras familias lingüísticas)desarrollaron prácticas agrícolas y tuvieron una movilidad más reduci-da. Según autores como Susnik (1981) y Schindler (1985) la caza y larecolección sustentaron a los pueblos guaycurú no solo en el plano de laprovisión para la subsistencia sino que también permitieron la configu-ración un determinado tipo de organización social y un modo de rela-ción entre ellos mismos y con sus vecinos caracterizado por las luchasinterparciales.

El proceso de conquista planteó nuevos desafíos así como tambiénnuevas posibilidades a estos grupos, tanto por la reducción de su hábitat

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como por la incorporación de nuevos bienes y el establecimiento de nue-vas relaciones. El caballo parece haber sido uno de los elementos mássignificativos en tanto habría provocado intensos cambios en los planoseconómico, político, social y en el de las relaciones interétnicas. SegúnSchindler (1985), la adopción del caballo hacia fines del siglo XVI permi-tió a los guaycurú acrecentar su movilidad promoviendo la profundiza-ción de las diferencias con los grupos que se mantuvieron pedestres, alotorgarles superioridad militar y económica sobre ellos (Susnik 1981).

Dentro de este contexto, los guaycurú supieron aprovechar el desa-rrollo de las economías coloniales circundantes basadas principalmenteen la ganadería. Los espacios fronterizos occidental y oriental fueron ase-diados en busca del ganado caballar y vacuno que necesitaban para susubsistencia y movilidad. Estos espacios se constituyeron en centros denegociación y de saqueo, de modo que involucraron no solo interaccionespacíficas sino también violentas. Según Susnik (1972), en un primer mo-mento las entradas habrían estado guiadas por la satisfacción de las ne-cesidades de cada grupo. Sin embargo, con el correr del tiempo, los gru-pos ecuestres habrían logrado insertarse en las redes del comercio colo-nial satisfaciendo las demandas de ganado de diferentes agentes comomilitares, hacendados y vecinos en varios frentes. La interacción entrelos grupos guaycurú y la sociedad hispanocriolla se fue acrecentando demanera tal que hacia los inicios del siglo XVIII la economía de estos gru-pos indígenas no podría entenderse por fuera del mundo en que estabainserta y los cambios que se dieron en él.

Dimensiones económicas

La caza y la recolección entre los grupos mocoví constituyeron lasvías de aprovisionamiento sobre las cuales se sustentaron hasta muchotiempo después del contacto. Estas actividades estaban pautadas segúnel patrón tradicional de división sexual del trabajo de modo que mien-tras los hombres se abocaban a la caza, las mujeres se encargaban de larecolección y la caza menor. Si bien en el relato de jesuita Florian Pauckeencontramos indicios acerca de la dedicación de algunas mujeres a lacaza7, esta actividad estuvo ligada a la población masculina, en tanto se

7 Según relata Paucke algunas mujeres “no sabían otra cosa que cabalgar a la caza ycuando volvían pasar todo el día en ocio” (Paucke 1943: 271).

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encontraba en relación a un tipo de organización social que, como vere-mos más adelante, elevaba el prestigio del hombre cazador y guerrero.La forma en que se repartía el producto de la caza estaba estipulada demanera tal que el primer cazador tomaba un cuarto posterior y el cuerodel animal y luego sus acompañantes se repartían el resto:

Cuando tres o cuatro cazan y matan en común, ya tienen designadas laspartes que les tocan según sus méritos y trabajos. Al que como el primeroha cazado y muerto el animal, le corresponde un cuarto posterior juntocon el cuero entero; el que llegó primero en su ayuda recibe el segundocuarto posterior; los demás reciben el cuarto anterior y los que han coope-rado en menor medida deben repartirse entre ellos el resto. Jamás he vistoentre ellos una pelea o descontento en esta repartija; todos se conforma-ban con lo que les tocara (Paucke 1943:180).

Los animales salvajes eran apreciados por los cazadores. Entre ellospodemos mencionar ciervos, tigres, jabalíes, cocodrilos, carpinchos ypuercoespines; entre las aves eran apreciadas los avestruces y loscóndores. La carne podía ser consumida en el momento, transportadapara ser consumida luego, en un plazo relativamente corto, o bien podíaser secada al sol para su conservación. El consumo de la carne que serealizaba durante la caza se hacía alrededor de un fuego central; allí secocía una parte para ser consumida grupalmente, junto con otra parteque debía ser aportada por cada uno de los comensales y que, aparente-mente, era para su consumo particular: “Si bien se asa para todos los queestán sentados al lado de un fuego, cada uno debe, sin embargo colocaral fuego para sí un asadito que él llama Iya lagatolec” (Paucke 1943: 180).Creemos que esta referencia está dando cuenta de que los cazadores po-dían disponer libremente de los productos obtenidos sin que existieraalgún tipo de autoridad (líder o cazador exitoso) que se beneficiara en elreparto.

Los cueros obtenidos en la caza eran separados y se utilizaban con dife-rentes fines: constituían la materia prima que utilizaban las mujeres parala confección de la vestimenta, eran objetos de intercambio en el mercadocolonial y, en el caso de los cueros de tigre, eran utilizados como parte delprecio de la novia. Respecto de esta última utilización debemos mencionarque los cueros actuaban como símbolos de la valentía del hombre y de suaptitud para la caza y para el aprovisionamiento de la unidad doméstica.

Las plumas de cóndores y avestruces se utilizaban en la fabricaciónde flechas y atavíos de guerra. Los dientes de cocodrilo eran buscados ya

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que se creía en su capacidad para absorber enfermedades y las plumasde avestruces se usaban como tobilleras, en la creencia de que esto haríamás veloces a los cazadores.

Las mujeres se encargaban de la recolección de vegetales y de la cazade langostas, alimento que podía ser ingerido en el momento o almace-nado:

ellos cubren un sitio grande con paja, las mujeres y los niños se colocan enderredor, desde una distancia comienzan a arrear las langostas hasta quetodas han llegado a la paja extendida; encienden luego la paja por todoslados y asan las langostas. Luego se sientan ahí al lado y devoran las com-pletamente o medio quemadas cuantas pueden [comer], juntan las res-tantes, las llevan en bolsas a sus chozas y se mantienen con ellas mientrastienen existencia (Paucke 1943: 186).

Otra actividad que desempeñaban las mujeres era la preparación del“charque” o carne secada al sol sin sal (figura 1). También recolectabanmiel y algarroba para la elaboración de bebidas alcohólicas ocupandoasimismo un lugar importante en esta actividad (Paucke 1943: 69), aun-que no queda claro si les estaba permitido participar en su consumo.Según Lozano lo que diferenciaba a las mujeres mocoví del resto de laschaqueñas era su predisposición a la bebida: “En la nación de los Mocobíesllega a ser el exceso en la embriaguez más notable que en las demás puesno solo se embriagan los varones, sino también las mujeres contra lo quelas demás estilan” (Lozano 1941: 85). A diferencia de Lozano, Pauckeestablece, en principio, que las mujeres se abstenían de participar en lasborracheras. Sin embargo, tras esta afirmación deja entrever que las mu-jeres más viejas sí lo hacían: “Muchas mujeres, especialmente las másviejas, tenían también a veces un buen ‘habemus’8 y comenzaban a librarentre ellas una ‘batalla’ en la plaza pública” (Paucke 1943: 83). Comohemos señalado, estas mujeres más viejas ocupaban un lugar simbólicoimportante ya que eran las encargadas de la preparación de las bebidas:

Ellos echan los granos desprendidos al agua para que se ablanden y sehinchen bien, los vuelcan en montones sobre un cuero grande; en su de-rredor están sentadas las ‘indias’ viejas que mascan estos granos y vuel-

8 El editor aclara que este término se utilizaba en la jerga de la época para designaruna borrachera.

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ven a colocar en un montón los mascados. Después que todo ha sido mas-cado y molido por estas mujeres viejas, vuelcan agua encima y lo dejanfermentar bajo el calor del sol (Paucke 1943: 199).

Las mujeres también se encargaban de preparar y pintar los cuerospara la confección de vestidos y fabricaban vasijas de arcilla cocida paratransportar el agua (Paucke 1943: 159). Las mujeres casadas ocupabanun lugar importante dentro de la unidad familiar de la que provenían.En los períodos en los cuales los hombres se ausentaban para la caza, lasmujeres podían regresar a sus unidades domésticas de origen. Además,en el caso de que su grupo de origen se ausentara a cazar sin que elmarido hubiera vuelto, ella podía acudir a la caza con los suyos y sin él:

Pero entre los paganos se acostumbra que los padres traten tanautoritariamente a su hija casada y, sin decir nada al marido, lleven juntoa ellos su hija por dos o tres meses y la tengan consigo el tiempo que lesplazca o también que la rapten. Esto ocurre generalmente cuando el mari-do vaga en la caza o en alguna otra parte en el campo. En tales circunstan-cias los indios tienen a la vez esta costumbre; cuando el marido vuelve asu casa y no encuentra a su mujer pero oye que ella está de caza con suspadres, espera por cinco, seis [y] aun más días a su mujer; si ella no vieneparte en viaje también y se queda en los campos y los bosques el tiempoque les place. Cuando él vuelve a su casa y la mujer ya lo espera en lacasa, todo está bien aunque la mujer haya partido con sus padres sin con-sentimiento de él (Paucke 1943: 220).

Ocupadas no solo en la recolección sino también en el transporte ypreparación de los enseres domésticos, las mujeres cumplían un impor-tante papel ya que eran resguardadas por la familia y la comunidad.Pareciera desprenderse de la cita una doble pertenencia de la mujer: a sunúcleo de filiación y al de su unidad conyugal. Creemos que esta doblepertenencia podría estar relacionada con su importancia en cuanto pro-ductora y reproductora, así como también con la posibilidad de generar-le una situación segura frente a lo que pudiera sucederle al hombre oincluso frente a la disolución del matrimonio.

Las actividades de caza y recolección se vieron complementadas, apartir del siglo XVII, con las entradas en los campos en los cuales se re-producía el ganado cimarrón vacuno y caballar. Las estancias colonialesaledañas a los espacios fronterizos también constituían espacios aptospara la apropiación del ganado. Acerca de las modalidades de incorpo-

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ración de estos ganados debemos mencionar que mientras la carne vacu-na se insertó rápidamente en la dieta, el caballo fue reservado para lamovilidad. Asimismo, su posesión se difundió ampliamente integrán-dose dentro de los bienes individuales (Paucke 1943: 238).

La obtención de los recursos se daba a través de la movilidad de lasunidades productoras. En los últimos años, algunos autores (Saeger 2000,Paz 2003) han afirmado que la movilidad habría constituido una res-puesta elaborada por las unidades sociopolíticas para un mejor aprove-chamiento de los recursos en áreas que, como la del Chaco, habrían sido“poco favorables” para la subsistencia de grandes grupos. Dentro de estapostura podemos señalar, sin embargo, diferentes posicionamientos encuanto a la importancia adjudicada al factor ambiental como determi-nante de un modo de vida. Así, mientras que Saeger (2000) sostiene queel potencial económico del Chaco no habría permitido la congregaciónde poblaciones durante períodos prolongados, Paz (2003) se enrola den-tro de un determinismo ambiental mucho más estricto. Creemos que laproblemática en torno a las constricciones ambientales como determi-nantes de una configuración social, política y económica para el caso queestamos analizando merece un análisis más detallado.

Paz (2003) parte de la extrapolación del conocido caso de losbosquimanos ¡kung que estudió Sahlins (1968) a la situación de loschaqueños. Desde nuestra perspectiva creemos que si bien el trabajo deSahlins constituyó un punto de inflexión en los estudios económicos delos pueblos cazadores recolectores al señalar la inadecuación de losestándares occidentales de riqueza y necesidad, el mismo posee ciertaslimitaciones en cuanto al grado de articulación que establece entre el grupoétnico en cuestión y otros grupos que ocupan espacios vecinos. Al reto-mar el estudio realizado por Sahlins, Paz encuadra las alternativas eco-nómicas de los cazadores recolectores dentro de un marco teórico en elcual el medio ambiente es visto como la variable determinante de sumovilidad y establece una diferenciación respecto a la utilización de losrecursos naturales por parte de los indígenas y de los colonos, diferen-ciación que expresa en términos de oposición. De esta manera terminaestableciendo una polarización y homogeneización de lo indígena frentea lo hispano como esferas con “lógicas contrapuestas”: la esfera indígenaes caracterizada a través de la explotación “armónica” de los recursosmientras que los hispanos habrían llevado a cabo una explotación “in-tensiva” (Paz 2003: 379). La articulación entre estas dos lógicas que defi-ne como “enfrentadas” constituye para él una nueva perspectiva desdela cual analizar los conflictos interétnicos. En relación a este razonamien-

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to creemos que es importante plantear dos reflexiones. La primera serefiere al supuesto ampliamente difundido según el cual el tipo de eco-nomía cazadora-recolectora estaría determinada por una limitaciónmedioambiental dada por la disponibilidad de los recursos. La segundatiene que ver con la “opción zen” y con una concepción sobre la utiliza-ción “armoniosa” del medioambiente por parte de los pueblos indíge-nas. En este sentido: ¿tenemos suficientes datos como para afirmar queexistieron limitaciones ambientales en esta región?, ¿podemos caracteri-zar como “armoniosa” la utilización de los recursos?

Las constricciones medioambientales y la estacionalidad de ciertosrecursos fueron interpretados por muchos autores como determinantesde un modo de vida errático. El nomadismo era percibido como unaetapa del desarrollo y la sedentarización como la finalidad de toda adap-tación humana. Sin embargo, este modelo entró en crisis a partir de ladécada de 1970. Los estudios expuestos en la compilación Man the Hun-ter demostraron que los cazadores recolectores se movían programada-mente y que establecían diferentes tipos de campamentos a lo largo desus ciclos de movilidad (Lee y Devore 1968). Para el caso de los cazado-res recolectores del Chaco, no contamos hasta el momento con estudiosque hayan abordado el problema de los asentamientos y ritmos de movi-lidad. Sabemos que ciertos accidentes geográficos, tales como los ríos,actuaban como límites para el movimiento de las poblaciones, así comotambién el clima y las precipitaciones: el invierno facilitaba la caza y laépoca de lluvias que se daba durante la primavera la dificultaba.

En el caso de los pueblos que habitaron el Chaco, si bien es posibleestablecer ritmos de movilidad, de dispersión y de reunión (de los cualesnos ocuparemos más adelante), nos encontramos con que ante las mis-mas condiciones climáticas adoptaron economías disímiles. Así, mien-tras que los lules y vilelas fueron grupos “agricultores con escasa movili-dad” (Kersten 1968: 26), los guaycurú optaron por el nomadismo, la cazay la recolección. De esta manera, vemos que en un mismo hábitat dife-rentes grupos elaboraron estrategias de supervivencia diversas. En cuantoa la afirmación según la cual “los indígenas de la región se verían ‘forza-dos’ a una constante movilidad que les permitiría un mejor aprovecha-miento de los recursos” (Paz 2003: 378), creemos que la misma debe serreevaluada concibiendo a la movilidad como un resultado tanto de fac-tores ecológicos como de modos de organización política y social, es de-cir, de la percepción del propio grupo en su relación con el territorio y lasmúltiples relaciones con los otros grupos. Por otro lado y respecto a aque-lla afirmación, encontramos ciertos indicadores que nos permiten reco-

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nocer que estos grupos habían desarrollado diferentes estrategias parahacer frente a posibles situaciones de escasez. Algunos autores, desde laarqueología, definen el proceso de “intensificación” como un aumentodel trabajo o una introducción de tecnología capaz de acrecentar la pro-ducción más allá de las necesidades básicas de subsistencia. Esta intensi-ficación puede darse a través del conocimiento del ciclo vital de las espe-cies o a través de la manipulación de los recursos de modo que resulte enun aumento de su rentabilidad (Zvelebil 1986, Lourandos 1991 y 1997,citados por González de Bonaveri 2005). Para el caso de los grupos mo-coví, durante los primeros años del siglo XVIII ya encontramos elemen-tos que dan cuenta de este proceso de intensificación. Entre ellos Pauckeseñala la preparación de diversos alimentos secos como el charque y laslangostas, a los cuales hemos hecho referencia, así como frutas secas (1944:239-240), harinas de diversos frutos como la algarroba (1944: 241) y elAtiavic laté (1944: 275) con las cuales preparaban papillas y pastas quecocían. Contaban con elaborados sistemas de secado, almacenaje y trans-porte construidos con maderas, fibras vegetales y cueros (Paucke 1944:239- 240) y los morteros se encontraban entre los pocos enseres domésti-cos que eran transportados (1943: 160). Tenían además un conocimientode las técnicas de alfarería y realizaban vasijas para el almacenamiento yel transporte (figura 2). Según Paucke las mujeres recolectaban el barro aorillas de los ríos y lo mezclaban con carbón, estiércol de caballo molido,tierra negra o arena y trozos machacados de trastos viejos. Con esta pre-paración realizaban tiras finas que iban enrollando concéntricamente has-ta armar las vasija. Las dejaban secar a la sombra, cubrían toda su super-ficie con una pintura roja y las volvían a dejar secar al sol. Finalmente,encendían un fuego y luego de que el mismo se hubiese consumido es-parcían los carbones y cenizas, colocaban sobre ellos las vasijas y las cu-brían con leños ardientes hasta que finalizaba la cocción (Paucke 1943:159 y 1944: 182-183). Creemos que todos estos elementos permiten soste-ner que los grupos mocoví, hacia los inicios del siglo XVIII, no se encon-traban librados a su suerte en un medioambiente hostil sino que, por elcontrario, tenían suficientes conocimientos sobre los ciclos vitales de lasespecies y habían desarrollado una tecnología que les permitía hacer frentea los momentos de escasez.

Respecto al segundo interrogante planteado, es decir si la explotacióndel ambiente era armoniosa, hemos podido encontrar datos acerca deciertos cuidados de los recursos naturales; por ejemplo, hay referencias aciertas restricciones alimentarias, y a los denominados “dueños de losanimales” (Paucke 1944: 255). No obstante, la mayoría de las restriccio-

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nes no afectaría a las especies silvestres sino a las domésticas, aunque eldesprecio por la carne de animales domésticos podría estar en relacióncon la pervivencia de rasgos asociados al poderío bélico. Las restriccio-nes alimentarias se daban también en el período en que las mujeres ha-cían su ingreso a la vida adulta, aunque no creemos que la prohibiciónde ingerir carne estuviera relacionada con el mantenimiento del medioambiente, ya que su impacto sobre el mismo sería mínimo. A pesar detodo esto, Susnik (1972) estableció que el ambiente chaqueño sufrió unagran degradación hacia el siglo XVIII que habría llevado a la casi totalextinción de ciertas especies, entre ellas el ciervo, como consecuencia dela intensificación de la caza para el abastecimiento colonial. Este temafue retomado por Vitar (1997) y Saeger (2000), quienes también afirmanque las causas de esta degradación, más allá de las cuestiones climatoló-gicas, estarían relacionadas con la intensificación de la caza practicadapor los grupos ecuestres, en función de los requerimientos de la socie-dad hispanocriolla:

For decades they had hunted for satisfy the growing provincial andEuropean markets for furs, skins and hides, as well as for food. Markets inSpanish provinces drew resources from the Chaco. Despite havingdomesticated animals, spanish society still required game […] ButSpaniards paid for furs and skins in knives and needles, wich Guaycuruansprized above their own rules against hunting for excess. They intensifiedtheir search for skins, and game declined (Saeger 2000: 24).

Según estos autores, la degradación del medioambiente habría resul-tado del estrechamiento de las áreas de caza y recolección tradicionalescomo consecuencia del establecimiento colonial, proceso que fue acom-pañado por un aumento de las demandas comerciales. Aunque debemostener en cuenta que el ganado vacuno fue incorporado rápidamente enla dieta de los indígenas y esto debió haber paliado la presión de losmismos sobre el ambiente chaqueño. La pauperización del hábitat deesta manera solo se puede explicar por la estrecha articulación que tuvolugar entre los diferentes grupos indígenas y los pueblos españoles quedemandaban ciertos bienes. Caracterizar a los indígenas principalmentea través del “aprovechamiento armónico del medioambiente” es negarlas múltiples iniciativas que desarrollaron los pueblos ante la aperturade nuevas posibilidades económicas. Sostenemos que no se puede con-cebir la relación de los grupos indígenas del Chaco y los diferentes secto-

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res de la sociedad colonial en términos de “lógicas contrapuestas”. Por elcontrario, creemos que debemos remarcar la gran articulación logradaentre estos sectores que, si bien mantuvieron hacia el interior muchas desus pautas tradicionales, supieron adaptarse a las nuevas posibilidadesen una relación de complementariedad muchas veces conflictiva. Dentrode esta articulación los indígenas habrían ocupado el lugar deabastecedores de ganado, cueros, plumas y miel a través de amplias re-des comerciales que conectaban diferentes puntos de la economía colo-nial recorriendo el espacio chaqueño.

La visión de los indígenas enfrentados a los criollos desde lógicas con-trapuestas de explotación de los recursos no solo oscurece el tipo de arti-culación que tuvo lugar entre estos sectores, sino que tiende a ubicar alos grupos indígenas dentro de la conocida “opción Zen”. Si vemos a losguaycurú como ambientalistas condicionados por el hábitat y sus recur-sos desarrollando una lógica explícitamente opuesta a la sobreexplotación,fácilmente podríamos pensar en ellos bajo los signos de la “opulenciaprimitiva” (Sahlins 1968), definida como aquella alcanzada a través delas escasez de necesidades. Creemos que este enfoque no nos permiteapreciar el tipo de actividades encaradas por los grupos indígenas alestablecer intercambios comerciales con los sectores coloniales, sus cau-sas y consecuencias sobre las pautas tradicionales.

Un ejemplo de la modificación de estas pautas tradicionales es el de lacomercialización de los cueros de tigre. Como ya hemos mencionado,estos cueros constituían el “precio de la novia” y eran entregados por elhombre a la familia de la mujer deseada. Simbolizaban la valentía delcazador como así también una garantía en cuanto a las posibilidades desustento económico y de aprovisionamiento para la familia que se cons-tituiría. La demanda de estos cueros por el comercio colonial así como laintroducción del ganado caballar y vacuno modificaron la composicióndel precio de la novia: los cueros de tigre comenzaron a salir hacia elmercado colonial siendo reemplazados por el ganado en pie: “el pagoson ya algunos cueros de tigre, ya uno o dos caballos; si ellos tienen va-cas, dan también una o dos” (Paucke 1943: 220). Creemos que este tipode cambios nos impone adoptar una perspectiva en la cual se contemplea la articulación económica colonial-indígena, teniendo en cuenta quelos indígenas buscaron activamente nuevos y diversos bienes que, den-tro de su sociedad, irían adquiriendo valor no solo en términos económi-cos sino también en términos simbólicos.

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Movilidad espacial y territorialidad

Las dificultades que hemos expuesto acerca de las prácticas económi-cas de los grupos mocoví derivan en gran parte de nuestro desconoci-miento de sus pautas de movilidad. La reconstrucción que se puede rea-lizar de las mismas a través de las fuentes es limitada y nos plantea unaserie de interrogantes. Sin embargo, creemos que es importante trabajarsobre este tema que no ha sido aún abordado. La movilidad de los gru-pos mocoví puede estudiarse en dos planos: como movilidad de unaagrupación dentro de un territorio y como movilidad intergrupal a tra-vés de un entramado de relaciones sociales y jerarquías. En el presenteapartado comenzaremos por analizar algunas cuestiones formales relati-vas al primer plano, es decir el de la movilidad a través de un territorio,los ritmos de aglutinamiento y dispersión.

La movilidad permitía a los grupos chaqueños la puesta en prácticade un determinado tipo de producción así como también la activaciónde un ciclo ritual anual en el cual los momentos del año se correspondíancon diferentes estados de la sociedad y permitían el establecimiento dealianzas, matrimonios, enfrentamientos e intercambios. En las fuentesencontramos referencias a que en primavera, época de la recolección dela algarroba, diferentes grupos se congregaban y consumían la bebidaresultante de la fermentación del fruto de esa planta: “Cuando comienzala primavera suelen los indios acercarse más entre sí que en el tiempo deinvierno donde se ocupan más de la caza que del brebaje” (Paucke 1943:197). Mientras la primavera constituía un momento en el cual se congre-gaban los grupos y se desplegaban las actividades rituales, en el inviernoprimaban las actividades de caza y los grupos se dispersaban. Pauckerelata que durante los períodos de caza las unidades podían encontrarsereunidas en número de seis u ocho familias, para cada una de las cualesdebe calcularse un número aproximado de nueve integrantes9 (Paucke1943: 133) y podían dispersarse aún más:

Ahora como ellos viven de la caza, tampoco pueden estar todos juntossino que viven en ‘familias’ separadas las unas de las otras. Tampoco tie-nen un asiento fijo donde permanecen, sino que viajan entre la tierra sil-vestre por cien, doscientas y más leguas, de pronto en la orilla de los ríos,

9 La familia mocoví debe entenderse como una familia ampliada. Dentro de ellapodemos encontrar tres generaciones: los hijos, los padres y los abuelos (Paucke1943: 155).

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de pronto en el campo. Donde notan haber mucha caza monteza en elcontorno, permanecen también hasta catorce días; se construyen chozasde ramas de árboles, cazan todos los días hasta advertir que la caza montesaya ha sido bastante consumida; entonces abandonan sus chozas y prosi-guen viajando hasta donde encuentran otra vez bastante caza monteza.Esta manera de vivir es toda su ocupación: fuera de ella no trabajan ennada más (Paucke 1943: 180).

Durante los períodos de caza también encontramos un tipo de movi-lidad diaria dada por el traslado hacia los diferentes campamentos. Elpadre Bustillo relata que las mujeres se encargaban del transporte de lostoldos, así como también de la provisión de agua y leña “no sólo cuandode tiempo en tiempo mudan sus tolderías, sino aún todos los días, cuan-do andan cazando con sus maridos por las campañas y los bosques”(Furlong 1938: 95).

También encontramos referencias a que los hombres se ausentabanpara la caza de ganado (Paucke 1943: 223) dejando a las mujeres en loscampamentos. Si bien esta es una observación que corresponde al perío-do reduccional, creemos que puede retrotraerse hacia el momento queestamos analizando. Las epidemias constituían un motivo ocasional queplanteaba la necesidad de que las agrupaciones se dispersaran en unida-des familiares: “En su gentilidad ellos tienen la siguiente costumbre, es-pecialmente en tiempos de una viruela o de una peste; entonces ni las‘familias’ quedan reunidas sino que se dispersan por los bosques” (Paucke1943: 236).

De estas diferentes posibilidades en cuanto a la movilidad podemosplantear ciertas consideraciones. Encontramos dos momentos del año quepueden correlacionarse con diferentes grados de movilidad y dispersión.El invierno constituía el período de caza y durante el mismo las unida-des de desplazamiento podían reunir un grupo de seis u ocho familias oreducirse a una sola familia, dependiendo de la coyuntura. Creemos quela agrupación y dispersión de las unidades familiares durante este perío-do debía realizarse alternadamente a través del establecimiento de cam-pamentos base, cuya duración desconocemos, desde los que se empren-dían incursiones de cacería de duración variable. Estas excursiones po-drían haber estado integradas por grupos de varones cazadores o bienpodrían haber sido llevadas a cabo por las unidades domésticas.

La primavera constituía el momento en el cual las agrupaciones sereunían con el objetivo de socializar, intercambiar, establecer alianzas ydefinir oposiciones. Durante este período, que coincidía con la estación

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húmeda, las mujeres realizaban las tareas de recolección necesarias parael aprovisionamiento de los campamentos (Paucke 1943: 199). Las activi-dades de caza cesaban para dar lugar a las actividades rituales.

El análisis de la territorialidad entre los mocoví debe acompañar elestudio de su movilidad. Durante el siglo XVIII las áreas de residencia ycaza de los mocoví -y las regiones que visitaban para obtener ganadocaballar y vacuno- se habrían desplegado sobre el río Paraná y, a travésdel Bermejo, hasta Salta. Los cursos de los ríos guiaban sus movimientosya que constituían un seguro de supervivencia y también delimitabanfronteras naturales. Tal es el caso del Salado que actuaba como una fron-tera respecto de los grupos de la región pampeana. En la bibliografíaespecífica hemos encontrado diferentes posiciones que intentan dar unaexplicación al problema de la organización y disposición interna del es-pacio chaqueño. Palermo (1986), quien señala la importancia de determi-nar los alcances del nomadismo guaycurú, establece que probablementeel tipo de movilidad de los mismos no implicaba el movimiento constan-te de las agrupaciones con el fin de dominar ciertos espacios sino que, alestar más bien relacionados con la obtención rápida de recursos, podríaasemejarse más a las vaquerías criollas. Según el autor, desde un campa-mento se realizaban expediciones sobre áreas que eran compartidas pordiferentes grupos. Sin embargo, Saeger establece que los guaycurú recla-maban derechos de exclusividad sobre áreas determinadas en las cualescazaban y recolectaban: “Each Guaycuruan group claimed exclusive rightto its own hunting and fishing area, and the ideologies of all Guaycuruangroups sanctioned agression and the violent seizure of the property ofothers” (Saeger 2000: 8). Paz (2003: 386) adhiere a esta última postura alestablecer que “existían porciones del territorio que se encontraban bajoel dominio de los principales de ciertas naciones” y define este dominiocomo el “control efectivo de la porción de terreno” (Paz 2003: 378).

Las fuentes nos proporcionan diferentes indicios para analizar estetema. Lozano establece para los grupos abipones que:

Son muy dados a la milicia, ejercitándose de continuo en la guerra sobreleves causas, que las más ordinarias son sobre si vino a pescar o cazardentro de sus límites. Estos los amojonan con unos horcones largos, y enellos cuelgan las cabezas de los muertos, por haber violado los términosde ajena jurisdicción (Lozano 1972: 94).

La territorialidad es indicada por el autor como un límite bastante

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preciso asociado a la posesión y explotación de los recursos, constituyen-do la guerra el medio que permitía el acceso a ellos. Sin embargo, alcontrastar esta información con la que nos proporcionan otras fuentes,sus datos pueden relativizarse. En el caso de la obra de Paucke, si bien elautor relata varios episodios en los que se interna en las profundidadesdel territorio chaqueño acompañado por algunos mocoví, no hemos en-contrado ningún indicio que haga referencia al pasaje o ingreso en terri-torios ajenos. Respecto de estas excursiones, el relato del autor remitemás bien a las dificultades climáticas y a los posibles encuentros con ban-das que ocasionalmente se pudieran cruzar en la marcha y resultaranhostiles. Las referencias a la territorialidad entendida como la posesiónde un espacio geográfico sobre el cual se ejercían derechos exclusivosparece desdibujarse en el siguiente extracto en el cual el encuentro de ungrupo mocoví con un grupo abipón no parece acarrear ningún tipo deinconveniente en cuanto a la incursión sobre el territorio en el cual losabipones se encontraban:

Hicimos siesta en el bosque espeso; cuando mis indios se aproximabancon sus asados al fuego, sentimos por el bosque un gran ruido y trotear decaballos que de continuo se nos acercaba más y más hasta que vimos cer-ca de nosotros cerca de veinte indios salvajes, que en seguida nos saluda-ron con sus flechas. Yo estuve al lado de mi fusil y tuve la desgracia dequedar gravemente herido en la mano derecha por una flecha. A esto misindios gritaron a los salvajes y agarraron sus lanzas. Cuando los salvajesoyeron la lengua mocoví, conocieron quiénes éramos; hicieron tregua consus arcos de flechas y se colocaron en una fila no lejos de nosotros […]entonces dijeron a mis indios que ellos no nos habían reconocido al prin-cipio, que nos tranquilizáramos, que ellos cesaban de proceder hostilmentecontra nosotros; que si queríamos, cabalgáramos con ellos hasta la otraabra del bosque donde acampaban sus familias; ellos nos darían a comermiel (Paucke 1943: 309-310).

De estas menciones pareciera desprenderse una ausencia de límitesterritoriales en el sentido que había expresado Jolís. La posibilidad quenos presenta Paucke pareciera corresponderse más al esquema sosteni-do por Nacuzzi (1991: 121) para los grupos de Pampa y Patagonia, en elcual no habría derechos de exclusividad sobre los territorios de caza o deapropiación del ganado. Podríamos pensar que las frecuentes alianzasestablecidas entre mocovíes, tobas y abipones delineaban sitios de libre

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circulación en los cuales las actividades de aprovisionamiento se realiza-ban sin que necesariamente mediaran conflictos o luchas10.

El procedimiento que los indios respetaban en cuanto a sus muertosnos brinda otras referencias para analizar la cuestión de la territoriali-dad. Según Paucke:

Ellos entierran sus muertos en un lugar [fijo] aunque dista algunas le-guas. Si ellos distan más del lugar, entierran entonces el cuerpo en unbosque en dondequiera que fuere. Después del tiempo en que ellos creenque el cuerpo se pudre y sólo quedan los huesos, viajan al sitio, sacan loshuesos y los trasladan al lugar donde están sus compañeros de estirpe[…] Cuando los indios parten a un distante lugar español o a un diferentedominio indio para librar allá un combate y tienen que emprender la huída,dejan echados sobre el campo sus muertos […] luego se ponen en movi-miento los amigos de los muertos y viajan por tan largo camino para jun-tar únicamente los esqueletos de sus compatriotas para transportarlos asu Gólgata (Paucke 1943: 239).

De esta cita pareciera desprenderse la existencia de sitios de uso ex-clusivo. Los huesos de los antepasados reposaban en lugares que el je-suita denomina como propios. Sin embargo esta afirmación podría res-ponder a una percepción propia del misionero, a una visión etnocéntricasegún la cual los huesos deberían reposar en un lugar fijo.

Los trabajos realizados por Nacuzzi (1991 y 1998) para los grupos dePampa y Patagonia nos serán útiles para acercarnos a la problemática dela territorialidad y movilidad entre los mocoví. La autora establece dosvariables importantes a tener en cuenta respecto a los asentamientos delos grupos pampas y tehuelches. En primer lugar, la cantidad de toldos yen segundo lugar, el tiempo de permanencia en cada sitio. La combina-ción de las mismas resultaba de los tipos de movimientos a realizar, talescomo expediciones de caza, de comercio, establecimiento de relacionescon otros grupos, etc. La autora define así cuatro modalidades de asenta-miento: los “campamentos base”, los “asentamientos próximos en áreasde aprovisionamiento”, los “asentamientos transitorios durante los tras-lados” y los “asentamientos múltiples” (1991: 109). Los “campamentosbase” podían llegar a durar varios meses albergando unos cincuenta acien toldos. En ellos quedaban las mujeres, los niños y los ancianos, mien-

10 Para ampliar el tema de la disposición interna de los grupos, ver Lucaioli 2005.

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tras que los hombres realizaban expediciones de caza, comercio o ban-dolerismo, que podían llegar a extenderse por varios meses. Los“asentamientos próximos en áreas de aprovisionamiento” eran aquellosque se realizaban en las épocas de abundancia de determinados recur-sos, podían durar unos pocos días y la cantidad de toldos era menor. Los“asentamientos transitorios durante los traslados” se realizaban a lo lar-go de trayectos mayores y, dado que se efectuaban tanto para expedicio-nes comerciales como para movimientos estacionales, el número de tol-dos era variable. Los “asentamientos múltiples” reunían una gran canti-dad de toldos de diversos grupos que se encontraban por motivos gene-ralmente políticos y comerciales.

Como hemos visto, en nuestro caso podemos identificar una serie demovimientos y asentamientos muy similares a los descriptos. Podríamosasí trazar una correspondencia entre los campamentos de invierno y los“campamentos base”. Desde los mismos se realizaban expediciones decaza que podían durar hasta catorce días y ser llevadas a cabo tanto porunidades domésticas más o menos dispersas como por un grupo de hom-bres; sus miembros debían montar campamentos similares a los“asentamientos próximos en áreas de aprovisionamiento”. Los “campa-mentos transitorios” debían usarse en las partidas de larga duración. Fi-nalmente, los “asentamientos múltiples” podrían corresponderse con loscampamentos de primavera.

Nacuzzi (1998: 207) completa el estudio del nomadismo proponiendoun acercamiento al tema de la territorialidad a partir de la movilidad.Establece así que “Los movimientos en partidas comerciales o punitivas,necesariamente extensos, no deben confundirnos respecto de la superfi-cie de los ámbitos reconocidos como propios” y que, si bien las áreassobre las cuales se desplazaban las agrupaciones eran extensas, estas nose correspondían con áreas de uso exclusivo sino que más bien consti-tuían lo que podemos denominar áreas de influencia. Las áreas en lascuales se encontraría una territorialidad más marcada quedarían restrin-gidas a las zonas de los campamentos base. En el caso que nos ocupacreemos que se podría presentar el mismo patrón. La autora tambiénseñala la existencia de fronteras menos flexibles (en su caso, el río Negro)más allá de las cuales los grupos no parecían adentrarse. En el caso de losmocoví, el Salado Chico parecería haber funcionado como una fronterade este tipo, en tanto no hemos podido encontrar menciones de contac-tos con los grupos que habitaban al sur de ese río.

Resultaría posible entonces postular, teniendo en cuenta las pautasde movilidad y territorialidad que hemos indagado en las fuentes, que

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los grupos mocoví se movilizaban a través de un territorio que recono-cían en cierta medida como tradicional. El tipo de relaciones mantenidascon otros grupos tobas y abipones hacía de estos territorios mayores,áreas compartidas que eran perfectamente conocidas y aprovechadas.En cuanto a la movilidad y al grado de dispersión de las agrupaciones,de las fuentes se deduce un patrón de dispersión-aglutinamiento dadopor el calendario anual y determinado por la alternancia y primacía delas actividades económicas o rituales. A diferencia de los planteos deSaeger (2000) y Paz (2003), quienes sostienen que las fricciones intergru-pales se habrían producido por el acceso a los recursos, creemos que losperíodos de aprovisionamiento en los cuales las agrupaciones se encon-traban más dispersas habrían dificultado este tipo de conflicto. En cam-bio, durante los momentos de aglutinamiento de las agrupaciones se ac-tivaban redes de alianzas y enemistades y podrían haber constituido losmomentos de mayor fricción interparcial; la concentración de la pobla-ción y la efervescencia ritual de la primavera habrían permitido la reali-zación de empresas colectivas de mayor envergadura, como la guerra.

La adopción del caballo: ¿el “horse complex” chaqueño?

La adopción del caballo entre los cazadores recolectores es una pro-blemática que ha sido ampliamente estudiada por la literaturaantropológica norteamericana. La noción del “horse complex” fue ela-borada a principios del siglo XX como un concepto operativo que diorespuesta a los procesos que tuvieron lugar entre los indígenas de aque-llas llanuras. Posteriormente este concepto se generalizó y aplicó a otrosgrupos de cazadores recolectores en diversas áreas. A mediados de ladécada de 1980, Palermo remarcó la importancia de reconsiderar laaplicabilidad de este concepto estableciendo la necesidad de la realizarestudios que pudieran dar cuenta de la incorporación de este ganado ensus variantes autóctonas. Criticó así la generalización del “horse complex”interpretado como un conjunto de rasgos específicos asociados al gana-do caballar o como el origen de una transformación total de la cultura delos diferentes grupos cazadores recolectores, es decir como el factor de-terminante de un modo de vida. Señaló asimismo que la extrapolacióndel “horse complex” se habría producido principalmente por tres moti-vos: el desconocimiento de los rasgos orgánicamente asociados a la vidaecuestre, el desconocimiento de los contextos económicos específicos queacompañaron la adopción del caballo en los diferentes grupos y la falta

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de una discusión que permitiera ahondar criterios y establecer o recha-zar la pertinencia de un “complejo ecuestre” para la región sudamerica-na.

Como hemos señalado en el estado de la cuestión, casi en el mismomomento en que Palermo indicó estas dificultades Schindler realizabaun estudio que podría responder en gran medida las críticas subrayadaspor Palermo. Paralelamente, autores como Braunstein (1983) y Saeger(2000) siguieron aplicando el concepto de “horse complex” al estudio delos grupos chaqueños. Según Braunstein esta noción de

los etnógrafos norteamericanos para caracterizar la cultura de los indiosde las llanuras de ese subcontinente [fue]concebida como un conjunto derasgos asociados cuya base es la economía ecuestre. El término se sueleextender a otras áreas en las que la introducción del caballo promovió laformación de conjuntos culturalmente semejantes (Braunstein 1983: 21).

Según Saeger (2000: 7-8), “the horse complemented the Guaycuruans’warrior ethos, and they developed a ‘horse culture’ similar to that of thePlains peoples of North America or the Mapuche of Chile.”

Si bien la adopción del caballo entre los mocoví se retrotrae a fines desiglo XVI creemos que un análisis de este proceso a partir de las fuentesdel siglo XVIII nos podrá aclarar algunas cuestiones relativas al tipo decambios promovidos desde su introducción. Siguiendo los lineamientosplanteados por Palermo (1986), analizaremos en primer lugar las condi-ciones bajo las cuales se habría producido la incorporación del ganadocaballar teniendo en cuenta el contexto económico y las características delos grupos mocoví, para luego estudiar el tipo de utilización que habríanrealizado de este bien y los cambios y rasgos asociados al mismo.

Los primeros aportes para un estudio de la incorporación del caballoentre los grupos chaqueños se encuentran en Susnik (1981) y Schindler(1985). Ambos autores relacionan directamente la adopción del ganadocaballar con las “condiciones vivenciales del ambiente criollo colonial”(Susnik 1981: 8). Según la autora, el caballo habría cobrado entre estosgrupos una importancia “subsistencial” dentro de un entorno específicoy dadas las características “psicoculturales” de los mismos. Siguiendoesta línea, Schindler establece que tanto las dimensiones ecológicas delambiente chaqueño como las ideológicas e históricas, propias de ciertosgrupos de la región, habrían favorecido su incorporación. En cuanto alas condiciones ecológicas del ámbito chaqueño, el autor sostiene que lasmismas no habrían favorecido la adopción del ganado caballar para la

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caza ya que las áreas pantanosas y la densidad de la vegetación dificulta-ban la práctica de la caza a caballo. Sin embargo, el caballo habría plan-teado un beneficio en cuanto a la movilidad resultando de gran utilidadpara el transporte de las presas, con las consecuentes ventajas derivadasen cuanto al establecimiento de tratos comerciales con diferentes secto-res sociales.

Esas ventajas logísticas y económicas derivadas de la adopción deganado caballar deben analizarse en relación al contexto histórico y eco-nómico particular que estamos analizando. Schindler (1985) señala que,hacia principios del siglo XVIII, todos o casi todos los grupos del Chacoposeían ganado caballar. El proceso de diferenciación entre los que semantuvieron pedestres y los que pasaron a constituirse en grupos ecues-tres se habría producido por la cantidad de animales que poseían y porla utilización que hacían de los mismos: mientras los primeros utilizaronel caballo principalmente como animal de carga y su propiedad parecehaber estado más bien restringida, los segundos lo incorporaron a otrasesferas de la vida económica y cotidiana. Según el autor, la importanciadel ganado caballar entre los grupos ecuestres debe entenderse en rela-ción al desarrollo histórico de la economía ganadera colonial: “the cattle-breeding-orientated economy of the Spaniards stands out as the historicalfactor representing an important prerequisite for the development of theequestrian cultures of the Gran Chaco” (Schindler 1985: 457). El ganadocaballar habría constituido el factor que, dentro de una economía en granmedida ganadera, les permitió a estos grupos ampliar su radio de acciónpara la realización de expediciones más rápidas y sorpresivas. El tipo dedifusión que habría alcanzado el ganado caballar entre los gruposguaycurú en general y entre los mocoví en particular se corresponde asícon una determinada organización económica propia vinculada a las eco-nomías ganaderas circundantes. El ganado caballar brindó a estos caza-dores recolectores la posibilidad de insertarse dentro de las redes delmercado colonial a través de la comercialización del vacuno y del mismocaballar. Palermo (1986) y Schindler (1985) coinciden en señalar que en-tre los grupos guaycurú la apropiación del caballo habría estado en rela-ción directa con la del vacuno. Sin embargo, como sostiene el últimoautor, no todos los chaqueños respondieron en forma similar ante losnuevos bienes y posibilidades económicas.

En cuanto a los factores “ideológicos”, los mismos se refieren a lascaracterísticas y tendencias sociales que habrían marcado las modalida-des de incorporación del caballo entre los guaycurú. En este punto,Schindler sustenta la formulación de Susnik (1971, 1972, 1981 y 1984)

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según la cual estos grupos habrían detentado una fuerte tendencia hacialas guerras interparciales. Dadas estas características sociales, el caballoles habría conferido la superioridad militar sobre sus vecinos pedestresasí como también la posibilidad de resistir el avance colonizador. La be-licosidad, entendida por ambos autores como una tendencia social, ha-bría posibilitado la introducción de este bien como un factor económicoque además habría permitido la conservación de la autonomía política.

Como sostiene Palermo (1991), la forma violenta de apropiación delganado, el malón, fue el reverso de una moneda cuya otra cara era elintercambio. En este sentido, la misma demanda colonial sobre los gru-pos indígenas -los cuales, como ya hemos visto, se habían posicionadocomo abastecedores de ganado- alimentaba un circuito de apropiaciónviolenta y comercialización así como también de negociación. El malón yel intercambio permitían la circulación de diferentes bienes en un circui-to que se retroalimentaba constantemente por la demanda de los distin-tos agentes. Entre estos bienes no solo debemos mencionar el ganado enpie y elementos materiales -como las armas- sino que también circulabanpersonas en la forma de cautivos.

El malón también constituía una forma de debilitamiento del otro yaque combinaba las necesidades económicas con las aptitudes y el pode-río bélico. Según Boccara (1998: 275), el malón como una forma de gue-rra posible se cristalizó en un complejo guerrero-económico. En este sen-tido el malón puede entenderse en sus dos dimensiones: por un lado,constituía una forma institucionalizada de abastecimiento e intercam-bio; por el otro, habría permitido a los grupos indígenas mantener suautonomía respecto a las presiones coloniales. Esta actividad perfiló eltipo de relación establecida entre los grupos indígenas y la sociedadhispanocriolla en términos de enfrentamiento, de negociación y de man-tenimiento de la autonomía política: “A través de la estructuración deeste complejo económico-bélico, estos grupos logran escapar a los trespilares de la empresa colonial, a saber: la sobreexplotación económica, ladominación social y simbólica, la sujeción política” (Boccara 2003: 92-93).

La bibliografía especializada nos ha sido útil para retomar hasta aquílos elementos que nos permiten comprender la adopción del caballo en-tre los mocoví delineando sucintamente el contexto económico y políticoen el cual tuvo lugar este proceso. Sin embargo, aún nos resta analizarcuáles fueron los rasgos asociados y qué alcances tuvieron sobre la socie-dad mocoví. Las entradas a través de las cuales se efectuaba la captura yel intercambio del ganado fueron ligando a los grupos mocoví con dife-

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rentes agentes del orden colonial. Los intercambios establecidos intro-dujeron nuevos productos que generaron cambios en las pautas sociales.Como señaló Palermo (1986), la introducción del ganado caballar habíasido interpretada como un conjunto de rasgos asociados, o bien como unmodo de vida. En la primera acepción se lo ha ligado con la adopciónconjunta del hierro, con la ampliación de las pautas de movilidad, con elaumento demográfico y con la cría de animales. Creemos que se imponela tarea de revisar cada una de estas cuestiones en la medida que nues-tras fuentes nos lo permitan.

En cuanto a la asociación del caballo con el hierro -utilizado para fa-bricar puntas de lanzas y de flechas-, Saeger (2000: 8) afirma que estemetal habría sido el único elemento que habría alcanzado un lugar simi-lar al del caballo. Palermo (1986) establece para el Chaco que los inter-cambios económicos frecuentemente incluían artículos de hierro comopuntas de lanzas, cuchillos, espadas y hachas. Según este autor, la im-portancia de ese metal habría estado dada por la escasez de piedras ymaderas duras con las cuales fabricar el armamento. Los autores men-cionados coinciden en sostener la introducción conjunta del ganado ca-ballar y del hierro apoyando sus afirmaciones en lecturas de fuentesjesuíticas del período reduccional. Al respecto, creemos que fueron lasreducciones y no el caballo las que generalizaron la utilización del hie-rro.

Las fuentes jesuíticas y gubernamentales muestran que grandes can-tidades del metal eran introducidas por los mismos misioneros, princi-palmente para las tareas de labranza (AGN, Sala IX, Santa Fe 1730-1747).La entrega de cuchillos y hachas a los indígenas para las labores cotidia-nas e incluso para la defensa de la reducción podrían haber constituidovías importantes para la difusión del mismo. En Paucke encontramosmenciones acerca de que frecuentemente los españoles obsequiaban alos indígenas armas tales como cuchillos:

Yo estaba sentado a la mesa con mis otros compañeros y misionero; lla-maba primero a los caciques y otros indios de buenos méritos y daba acada uno algo según sus méritos y su conducta. Toda la mesa estaba cu-bierta por diversas cosas; sombreros, gorros, frenos para caballos, hachas,franelas, lienzos, con dieciocho a veinticuatro docenas de cuchillos, cincoo seis paquetes de agujas de coser, campanillas, tabaco (Paucke 1944: 17).

Las funciones defensivas a las cuales estaba destinada la reducciónhacían que la provisión de armas recayera en la ciudad misma, lo que

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habría permitido la introducción de buena cantidad de metal:

Y para que mis ‘indios’ estuvieran provistos tanto mejor de armas sufi-cientes para provecho de la ciudad de Santa Fe y también para su defensa,el ‘lieutenant’ como comandante de la ciudad me envió al pueblo cin-cuenta puntas de acero [sic] para lanzas y doce sables de los cuales debíanhacer uso mis ‘indios’” (Paucke 1943: 291).

Por su parte, Dobrizhoffer señala para el caso de los abipones reduci-dos en San Jerónimo que los vecinos de las ciudades de Córdoba, Co-rrientes, Paraguay y Santiago habrían elevado sus quejas ya que “la ciu-dad de Santa Fe se había convertido en refugio de los bárbaros ladronesy en su emporio; en donde éstos compraban el hierro que usarían paraasesinarlos” (Dobrizhoffer 1969: 22-23). Todos estos indicios nos hablande la difusión del hierro durante el período reduccional; no obstante nadanos dicen acerca de su importancia para el período previo. Por esto, cree-mos necesario realizar otra lectura de las fuentes que nos permita eva-luar el grado de difusión alcanzado por el hierro durante el período pre-vio al establecimiento de las reducciones.

En el escrito de Paucke encontramos pocas referencias sobre la utili-zación del hierro por parte de los mocoví en su armamento. En la deta-llada descripción que realiza de los diversos objetos utilizados para lacaza y la guerra, el jesuita pone en un mismo nivel las puntas de hueso,las de madera, las de caña y las de hierro. Entre ellas las más utilizadasparecen haber sido las de caña, capaces de albergar sustancias veneno-sas, así como también las de hueso, que poseían la cualidad de quedarinsertas dentro del cuerpo de la presa o del enemigo (Paucke 1943: 161-164). Según el padre Canelas, las lanzas podían ser confeccionadas alfuego sin colocarles “yerro ni hueso agudo, sino solamente la aguzan ysin más que su aguda punta, hieren, rompen y penetran, transpasan lafiera y el enemigo que acometen” (Furlong 1938: 103). En el caso especí-fico de la caza de peces y nutrias Paucke aclara que las “puntas no tienensin embargo ni hierro ni hueso, sino que son solamente de madera duray poseen tijeras [filos] de ambos lados” (Paucke 1943: 164). Los “dardos”-utilizados tanto en la caza como en el combate- se fabricaban con cuer-nos de ciervo y las mazas y boleadoras, con piedras y cueros. Como sos-tiene Palermo (1986), durante el período jesuítico las puntas de los pro-yectiles no eran fabricadas con piedra. Sin embargo, el análisis que he-mos realizado refleja que tampoco era el hierro el material más utilizadosino otros elementos que abundaban en la región, tales como cañas, ma-

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deras y huesos (que permitían la realización de canaletas para introducirvenenos).

Como hemos visto, las fuentes nos informan que el hierro, en granmedida, fue introducido a partir del establecimiento de las reducciones,por vía del abastecimiento directo o por vía del comercio y el robo. Du-rante ese período las puntas de proyectiles fabricadas con este metal tam-poco parecen primar, por su importancia o por su cantidad, por sobre lasconfeccionadas con otros materiales -a pesar de la intensificación que seprodujo en el intercambio de bienes. Por lo tanto, para el período previoa las reducciones, en el que los intercambios eran más esporádicos y noexistía una vía de entrega directa, el volumen del hierro presente entrelos grupos indígenas debió haber sido notablemente menor al señaladopor los autores citados. Sostenemos así que la introducción del hierroestuvo más relacionada con el establecimiento de las reducciones quecon la incorporación del caballo, que le habría precedido.

Otra cuestión que suele asociarse directamente con la adopción delcaballo y que es constitutiva del “complejo ecuestre” es la del nomadismo.Esta cuestión está íntimamente ligada con las pautas de movilidad pre-vias de estos grupos. Las fuentes que hemos estudiado no abarcan elperíodo pre-ecuestre y difícilmente podamos encontrar fuentes que lohagan, por lo cual tropezamos con la dificultad de reconstruir las carac-terísticas de la movilidad antes de la introducción del ganado caballar.Susnik, quien ha indagado esta cuestión desde una perspectiva histórica,establece que los grupos guaycurú en su fase pedestre habrían poseído,en su búsqueda de cazaderos, una alta tasa de movilidad respecto a otrosgrupos como los lules y vilelas (1981: 8). Creemos que, como sostienenSusnik (1981), Schindler (1985) y Palermo (1986), el ganado caballar leshabría conferido ventajas en sus movimientos, en cuanto a velocidad ydistancias. Sin embargo, más allá de estas cuestiones, no sabemos si ha-bría generado una modificación de las pautas de movilidad previas, esdecir sobre los tipos de campamentos y los ritmos de movilidad.

En cuanto al aspecto demográfico, generalmente se ha consideradoque la mayor posibilidad de sustento generada por el caballo habría pro-ducido un aumento de la población. Sin embargo, para el caso del Cha-co, no se han cruzado estos datos con las mortandades producidas por laintensificación de los asaltos y por la propagación de epidemias, las cua-les sabemos que se dispersaron entre las poblaciones indígenas de la re-gión durante el siglo XVIII, aproximadamente en los años 1732, 1736 y1760. Los estudios realizados en Pampa y Patagonia podrían sernos úti-les para guiar nuestra investigación, en tanto en esa región también se

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habría producido la propagación de epidemias. Según las estimacionesrealizadas por Boschín y Nacuzzi (1979) la adopción del caballo habríaproducido entre los grupos tehuelches del sur un aumento de la pobla-ción por un corto período a fines del siglo XVIII. En el caso de loschaqueños, creemos que podría haberse producido el mismo fenómenode crecimiento efímero de la población de modo que el aumento produ-cido por la mayor facilidad para obtener recursos alimenticias gracias ala adopción del caballo, prontamente se habría interrumpido por las en-fermedades.

Respecto de la cría de animales -otro de los rasgos que se ha asociadocon la adopción del caballo- no hay evidencias de que antes del estable-cimiento de las reducciones se hubieran desarrollado instancias de críadel ganado caballar ni del vacuno. Creemos que tanto la provisión delganado para el consumo como el destinado al comercio se realizaba demanera directa (por apropiación y/o intercambio) sin que mediaran ins-tancias de cría.

Habiendo revisado las cuestiones relativas al “complejo ecuestre” en-tendido como un conjunto de rasgos asociados, debemos analizar ahoralas implicancias de este concepto entendido como un “género de vida”.Como señala Palermo, la utilización del ganado caballar por parte de losindígenas ha tendido a oscurecer el alcance de otras actividades y bienesque tuvieron gran importancia entre los grupos indígenas. Esta concep-ción ha llevado asimismo a generalizaciones en cuanto a su utilización.Comparando los usos del caballo entre los grupos ecuestres del Chaco yde la Pampa podemos advertir que mientras los primeros lo reservaronpara la movilidad y el comercio, los segundos lo introdujeron en su die-ta. Como hemos visto, el ganado caballar, al menos entre los gruposmocoví, no puede aislarse del vacuno. Esto refuerza la imposibilidad dehablar de una cultura exclusivamente “ecuestre” ya que estaríamos de-jando de lado un factor fundamental de su economía, el vacuno, queposteriormente -durante el período de las reducciones- se habría com-plementado con otros bienes y actividades que llegarían a cobrar granimportancia. Se desdibuja así el “horse complex” entendido como unmodo de vida y creemos que se imponen serias dificultades para la apli-cación del concepto entre los grupos mocoví.

¿Unidades políticamente efectivas?

Hemos analizado ya en otro apartado la movilidad de los grupos

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mocoví en términos territoriales y logísticos. A continuación analizare-mos la movilidad en sus dimensiones sociales. El sentido que le adjudi-camos a la movilidad intergrupal en este trabajo remite a la capacidad deuna determinada agrupación, por ejemplo la unidad familiar, de despla-zarse dentro de diferentes agrupaciones mayores a través del tiempo yen diferentes ocasiones.

La organización social y el liderazgo político entre los mocoví en mo-mentos previos al establecimiento de las reducciones ha sido un puntode difícil acceso en las fuentes. Dado que la mayoría de ellas fueron pro-ducidas bajo el dominio jesuítico, la interpelación por parte de agentescon una determinada idea acerca del liderazgo -relacionada con sus ca-racterísticas occidentales- podría haber distorsionado los atributos pro-pios del mismo. Sin embargo, el asombro ante las diferencias que estetipo de contacto puso de relieve generó observaciones que creemos inte-resantes rescatar y que podrían haber permitido que, a pesar de algunasinexactitudes, se mantuvieran en los relatos muchas de las característicasy cualidades de los líderes. Para abordar esta cuestión analizaremos enprimer lugar quiénes eran las personas que podían ejercer el liderazgo.En segundo lugar estudiaremos las características de estos liderazgos,sus atribuciones y limitaciones y, finalmente, intentaremos abordar lasformas que adoptaba la organización social de estos grupos hacia losinicios del siglo XVIII.

Susnik (1994: 129) ha definido la organización social de los gruposmocoví como un sistema organizado sobre la preeminencia de un grupode “cabecillas de linaje”. Según la autora, los mocoví no habrían desarro-llado “clases sociales” diferenciadas como sí lo habrían hecho, por ejem-plo, los mbayá-guaycurú. Señala que a la adopción del caballo habríafortalecido al grupo de líderes de linaje tradicionales, frustrando el sur-gimiento de líderes botineros -proceso que sí se habría dado entre losabipones. La autora diagrama así una sociedad compuesta por una “es-tirpe”, un grupo de “comunes” y un conjunto de “cautivos”11. Una pautaque nos podría estar informando acerca de una organización social comoesta es la existencia de un lenguaje especial utilizado para los grupos de

11 Dentro del grupo de los cautivos podemos encontrar dos clases de personas: aque-llos que eran efectivamente cautivos provenientes de otros grupos y también aque-llos mocoví que, habiendo sido cautivados por otros grupos o por los españoles,habrían retornado al grupo de origen (Paucke 1943). En el capítulo 5 problematiza-remos el tema de los cautivos.

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prestigio. Al respecto Paucke menciona la utilización dentro del grupode “nobles” -líderes con valor en la guerra- del sufijo -in en sus nombres(1943: 173). Este sufijo se aplicaba también a los hijos varones de los líde-res.

Según Susnik (1981) y Saeger (2000) el matrimonio constituía otromedio para el mantenimiento de las distinciones sociales en tanto no sepracticaba la unión de personas pertenecientes a diferentes estratos so-ciales. Si bien la primera autora señala este tipo de restricción en relaciónal grupo de los cautivos, Saeger niega la realización de matrimonios en-tre los “nobles” y los “comunes”: “Noble Mocobís avoided marriage withcommon folk and rejected sex with captives, priding themselves on pureMocoví descent, wich distinguished them from commoners. Mocovi menand women who had the choice avoided marriage with non-mocobis.”(Saeger 2002: 79). En las fuentes jesuíticas parecería corroborarse estacuestión. Según el padre Bustillo,

Los nobles no se juntan con consorte de menor gradación y mucho menoscon gente plebeya: celando por decoro el extremo sus familias. Los indiosplebeyos toman fácilmente mujer de otra nación: no así los nobles, porquecolocan parte de su nobleza en no mezclarse con sangre extraña [...] Loa-do un indio noble su linaje, no produjo otra prueba de su nobleza queascender solo de mocobíes, sin que se divisase en toda su ascendenciasangre extraña. Tanto prevalecía en su juicio esta pureza. Y era indio en larealidad tal a quien nadie le disputaba su nobleza y todos le respetabanpor ella (Furlong 1943: 90).

En las fuentes esta endogamia entre los linajes de prestigio parececorroborarse para el período reduccional, sin embargo debemos tratarde indagar en el momento previo. Dada la falta de información sobreeste tema en las fuentes gubernamentales, para este punto nos hemostenido que centrar en los relatos de los primeros contactos narrados enlas fuentes jesuíticas. Según la información que nos brinda Paucke (1943),los tres líderes -Aletín, Cithaalín y Nevedagnac- que habrían tomado la

12 Según Paucke, Aletín se habría referido de la siguiente manera a Nevedagnac,quien se había comprometido a establecerse en la reducción: “¡Haces bien así, miprimo! (ellos eran parientes)”. La palabra ‘primo’ denotaría algún grado de paren-tesco o relación, aunque no podemos afirmar que este término precisara con exacti-tud una relación de primos en su acepción actual.

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representación en el momento de agregarse a la reducción manteníanrelaciones de parentesco de sangre y político que podrían ubicarlos enun mismo estrato sociopolítico. Aletín declaraba ser pariente deNevedagnac12. En efecto, Cithaalín, Nevedagnac y Aletín se hallabanemparentados ya que el primero de ellos habría contraído matrimonioscon una hermana de cada uno de los otros dos. Otros líderes importantestambién estaban emparentados con estos personajes, tal es el caso deNalangaín, hermano de Nevedagnac. Ya en la reducción, la endogamiaparece haber continuado a través de los hijos de estos líderes. Paucke(1944: 46) da noticias del matrimonio celebrado entre Sebastián, hijo deCithaalín y Estefanía, hija de Nevedagnac13 que, como dijimos, eran cu-ñados.

El matrimonio con varias mujeres también puede ser un elementoindicativo del liderazgo ya que en los documentos se menciona que elmismo se hallaba restringido a los linajes de prestigio. Tanto los líderescomo sus hijos tenían varias mujeres como esposas; mientras que los de-más hombres, si bien podían tener algunas concubinas, solamente teníanuna esposa. Podemos diferenciar las esposas de las concubinas puestoque las primeras residían con su esposo y las segundas permanecían ensus unidades de origen:

Mientras los indios son hombres jóvenes, quedan con una sola mujer, ex-cepto los hijos de los caciques o los que ya antes en sus años de jóvenesson valientes y animosos; pero cuando son hombre en sus mejores añostoman una o dos concubinas pero por lo general él vive con una [sola] laque él tiene consigo en su choza, las otras quedan con sus padres (Paucke1943: 221).

Parecería observarse una endogamia relacionada con el grado de pre-eminencia social. Sin embargo, aún nos resta interrogarnos acerca de lacapacidad de liderazgo de cada uno de estos personajes. Paucke señalala existencia de una jerarquía de “caciques” conectados entre sí por rela-ciones de subordinación. Según el jesuita, en el momento de agregarse ala reducción tanto Nevedagnac como Cithaalín habrían tenido a un gru-po de “caciques” subordinados a ellos, no así Aletín y Nalangaín (Paucke1943: 110-111). Paucke también establece una diferencia importante res-

13 Según Paucke, entre los mocoví no se celebraba el matrimonio hasta el sexto gra-do de parentesco. Al respecto, no parece ser que Sebastián y Estefanía hayan sidoprimos entre sí ya que los líderes -en este caso Cithaalín- tenían más de una mujer.

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pecto del número de seguidores que habría acercado cada líder a la re-ducción. Mientras que Nevedagnac y Cithaalín parecen haber sido loslíderes con mayor capacidad de movilizar a la población, Aletín yNalangaín aparecen en un segundo plano. La primera mención que hacePaucke a este tema se refiere el caso de Aletín, quien se había agregado ala reducción con un grupo de dieciocho familias de nueve integrantescada una, es decir un total de 162 individuos14 (1943: 18). La segundareferencia está relacionada con la figura de Cithaalín, quien ingresa a lareducción con 300 individuos, es decir casi el doble que la banda de Aletín.Nevedagnac ingresará a la reducción en último término con “cuarenta‘familias’ de su parcialidad” (Paucke 1943: 108), casi 360 personas.

Podríamos pensar que la referencia a una jerarquía de caciques, asícomo también las desigualdades numéricas podrían esconder diferen-cias en cuanto a los alcances del prestigio o la autoridad los líderes. Sinembargo, encontramos dos evidencias que parecerían demostrar que es-tos líderes presentaban una jerarquía similar al momento de entablarrelaciones con los jesuitas. La primera es la queja presentada por Aletínal padre Burgés por haber dispuesto más animales para el grupo deCithaalín que para el suyo:

Ante esto Aletín sacudió la cabeza y acudió corriendo ante el misionerocon las preguntas si acaso los recién llegados carnearían todos los díasmientras ellos que habían llegado con él desde el comienzo a la reduc-ción, tendrían que contentarse con obtener carne recién a los tres días,pues ellos no eran menos sus hijos y encomendados que los nuevos llega-dos ¿o acaso quería más a ellos que a él con sus compañeros? El [Pater]debía saber que también él era un cacique y que era igual al Cithaalín (Paucke1943: 27, el destacado es nuestro).

La percepción del liderazgo por parte de los mismos líderes podríaestar indicándonos que efectivamente ambos personajes compartían unamisma posición social. Esta percepción de la equivalencia en el grado de

14 La fiabilidad de la fuente en este caso es bastante dudosa. Este es el grupo queprimero acepta la reducción, con lo cual la descripción está acompañada por unaenumeración rigurosa de las cantidades de ganado recibidas y la forma en la cual elmismo debía ser carneado; por otro lado, el misionero no se hallaba presente en elmomento en que Aletín con su gente se acercaron. En cuanto a la reconstrucciónque realiza Furlong de los escritos del P. Burgués -fundador de San Javier-, no he-mos hallado referencias al número de individuos que ingresó con cada líder.

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prestigio es corroborada al expresarse a través de Cithaalín quien repro-cha al misionero la entrega de yerba mate a Aletín diciendo “que él tam-bién era cacique como Aletín y también tenía su gente y buenos amigos aquienes querían dar de beber” (Paucke 1943: 95). Si interpretamos queambos líderes percibían sus posiciones como equivalentes, las diferen-cias en cuanto al número de seguidores podrían relacionarse con otrascuestiones. Entre ellas podríamos pensar que Aletín, al ser el más joven,recién comenzaba a elaborar sus estrategias y trazar sus relaciones comolíder o que probablemente hubiese ingresado solo con una parte de sugrupo en la reducción, lo que sucedió frecuentemente en las tres efíme-ras reducciones jesuíticas establecidas en la provincia de Buenos Aires(Querini 1750).

Los elementos que hemos analizado hasta aquí parecen corroborar laexistencia de linajes de prestigio de los cuales procedían los líderes. Asi-mismo, hemos advertido que estos líderes percibían sus posiciones comosimilares. Sin embargo, las fuentes indican, para nuestro caso específico,que la pertenencia a estos linajes de prestigio debía complementarse conuna serie de cualidades que se hacían imprescindibles para el ejerciciodel liderazgo.

Una de las primeras impresiones que los jesuitas nos transmiten ensus relatos acerca de los grupos que habitaban dentro del espaciochaqueño remite a la falta de gobierno político y civil. Esta percepciónacerca de la falta de gobierno, sin embargo, se complementa con la alu-sión a la aparición de un tipo de centralización política durante los pe-ríodos de guerras. Lozano en su Descripción Corográfica establece que:“Generalmente no tienen gobierno alguno civil, ni observan vida políti-ca; sólo en cada tierra hay un cacique, a quien tienen algún respeto yreverencia, que solo dura mientras se les da alguna ocasión de disgusto”(Lozano 1941: 62). Si bien esta cita pose una carga de subjetividad muyimportante que podría estar en relación con la justificación misma de laconquista y con el sometimiento de los pueblos americanos como vasallosdel rey, creemos que la misma nos permitirá introducirnos en el estudiode las características del liderazgo político entre los mocoví. La alusión ala falta de un liderazgo político y a su relación exclusiva con las empre-sas bélicas es corroborada por Paucke (1943: 104-105) quien señala que“Sólo en ciertas circunstancias cuando el cacique los invita a cometer unrobo o a pelear contra otros o a invadir las estancias españolas y matarlos habitantes, entonces todos corren junto a él”. El prestigio guerrero yla capacidad de organizar partidas bélicas o de caza parecen haber sidoconstitutivas del liderazgo.

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La asociación entre el liderazgo y la organización de los asaltos fueseñalada por la bibliografía específica sobre cazadores recolectores y pa-reciera ser aplicable al caso de los mocoví para el período previo al esta-blecimiento de las reducciones. Autores como Clastres (1987), quien haestudiado el liderazgo entre los grupos guaraní, ha definido a este tipode sociedades como refractarias al surgimiento de una autoridad políti-ca impositiva. Según este autor, el liderazgo no era una constante, sinoque se ejercía solamente en los momentos de luchas y estaba fuertementecondicionado por el consenso del grupo acerca de la pertinencia de lle-var a cabo una acción bélica. Fuera de los momentos de agitación, elpoder de los líderes sobre el grupo se disolvía.

La obtención de un consenso dentro de la agrupación también limita-ba el ejercicio del poder político. El acercamiento a una reducción o larealización de una incursión constituían, entre otras, actividades que noeran impuestas por el líder sino que debían ser aceptadas por el grupo.Este mecanismo de toma de decisiones colectivas puede ejemplificarseen las acciones emprendidas por los líderes antes de establecerse en lasreducciones. Luego de haber recibido los regalos correspondientes yhabiéndoseles ofrecido la fundación de un pueblo, debieron volver a laselva a reunir a los suyos y consultar con ellos el acercamiento a los espa-ñoles. El padre Burgés cuenta que

habiendo llegado a su toldería y habiendo propuesto lo que había tratadocon el Teniente de Santa Fe acerca de ponerse en pueblo y de hacersecristiano él y su gente, le afearon las viejas su determinación diciéndoleque si no sabía que en años pasados habían hecho los españoles con susparientes que habiéndolos juntado en pueblo cerca de Esteco con dos Pa-dres, a poco tiempo se echaron sobre ellos y los repartieron entre sí; quequizás esto mismo querían hacer con él y con los suyos, y que no pensaseen semejante determinación, ni cumpliese la palabra que había dado alTeniente (Furlong 1938: 24).

La elocuencia que desplegaban los líderes en sus discursos era funda-mental para la consecución del consenso. En la obra de Paucke la impor-tancia del manejo de la retórica se pone de manifiesto no solo por laalusión a largos discursos que realizaban los líderes sino también por lamención acerca del conocimiento de un lenguaje gestual que ellos de-bían saber interpretar. El trato amable, la manera cordial en las peticio-nes y el reconocimiento de los signos de disgusto entre las personas antelas cuales estaban llevando a cabo discursos eran elementos que los líde-

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res debían saber manejar. En este sentido, ellos mismos asesoraban a losmisioneros sobre cómo conducirse con los indios. Asimismo el manejode la oratoria los posicionaba, como sostiene Bechis (1989), como trans-misores y receptores de información. Para el caso que estamos estudian-do es muy significativo que las negociaciones con las ciudades siemprehayan recaido sobre los líderes, ellos debían volver al lugar en que seencontraban sus agrupaciones y transmitir la información. En torno alinicio de las negociaciones con Aletín, Paucke señala que el mismo “reca-baría informes” sobre las intenciones de Cithaalín de reducirse y queluego de haber vuelto al campo donde “había recogido pronto la nueva”(1943: 18) decidió acercarse a la ciudad.

Los líderes también actuaban como mediadores en ciertas circunstan-cias. Sus chozas constituían lugares de refugio dentro de las cuales nin-gún indio podía ejercer venganza sobre otro. El ser albergado e inclusola compañía misma de un líder se consideraba como una salvaguarda(Paucke 1943: 203). Otra característica del liderazgo mocoví era la prácti-ca constante de la redistribución:

Ningún ‘cacique’ se distingue de entre ellos por su vestimenta, su casa osu ajuar. Entre ellos, nobles y villanos, tienen un exacto uniforme que unono puede reconocer un cacique ni distinguirlo de un ‘indio’ ordinario siuno no está informado de antemano. En frecuentes veces el traje de un‘cacique’ es peor que el de un ordinario. La causa se encuentra en queellos tienen la costumbre de no negar nada de lo que otros, sean quienesfueran, soliciten de ellos. Cuántas veces los he vituperado por este despil-farro pero sin resultado pues ellos no pueden aguantar de modo algunoque se diga de ellos ser mezquinos lo que en su lengua denota: Acimatcacet.Para que entonces no les sea reprochado, entregan todo cuanto se les pide(Paucke 1943: 154-155).

El poder de los líderes es definido por Saeger para la etapa pre-misionalcomo proporcional a los logros guerreros y a su habilidad oratoria, másque a su poder económico (Saeger 2000: 114). Es decir que si bien los jefesobtenían prestigio a partir de la realización de asaltos, sus beneficios eco-nómicos no tenían por qué superar a los de los demás participantes. Aun-que no hemos encontrado referencias al reparto del botín, probablemen-te se aplicaran algunas pautas, tal vez a semejanza de las que regían elreparto de las presas de caza.

Los estudios realizados en Pampa y Patagonia (Bechis 1989, Nacuzzi1998) han demostrado que este tipo de liderazgo estaba fuertemente con-

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dicionado por la organización social de las agrupaciones, las cuales noconservaban una estructura homogénea a lo largo del tiempo sino que secaracterizaban por la libre movilidad de sus integrantes. En el escrito dePaucke hemos encontrado alusiones a una movilidad que se daba a unnivel intergrupal, es decir, una circulación de individuos y unidades do-mésticas dentro de un entramado de relaciones coyunturales. El misio-nero relata que en ocasión de efectuar la primer mudanza de la reduc-ción -dadas las continuas hostilidades de los indios “salvajes”- se produ-jo un enfrentamiento entre dos líderes, Cithaalín y Aletín. Mientras queel primero estaba respaldado por el comandante de Santa Fe, el segundocontaba con el apoyo del padre Burgés. El interés del comandante y deCithaalín era el de permanecer en el paraje original, muy probablementepor las necesidades defensivas de la ciudad; sin embargo los misionerospreferían mudar la reducción. Ante este enfrentamiento la mayoría delos indios reducidos que habían ingresado originalmente con Cithaalínse decidieron a seguir a Aletín en la mudanza del lugar:

Cithaalín, tal cual lo había prometido al ‘comandante’, no quiso resolver-se a abandonar este lugar junto con Aletín y el ‘misionero’, pero cuandovio que la mayoría de los ‘indios’, bajo dirección del ‘cacique Aletín’ si-guieron al ‘misionero’ y no se preocuparon mayormente de él, aunquevarias veces le habían requerido a ello, comenzó finalmente a moversetambién y siguió con toda su gente a dicho lugar y sitio (Paucke 1943: 41).

La resolución de acompañar a Aletín no habría acarreado ningún tipode reprimenda por parte de Cithaalín sobre “su gente” ya que, comohemos visto, no detentaba autoridad de mando por sobre sus seguido-res.

La posesión de ciertos artículos en manos de un líder brindaba la po-sibilidad de atraer a la gente “de otro”. Los misioneros habían compren-dido la importancia de las pautas de redistribución y frecuentemente lasutilizaban, a través de la figura de algún líder, para obtener la atenciónde los indios. La entrega de yerba mate a un determinado líder les per-mitía a los jesuitas acaparar la atención de la gente que había ingresadooriginariamente a la reducción con otro de ellos. Para ejemplificar estemovimiento intergrupal nos valdremos nuevamente de un ejemplo deAletín y Cithaalín. Ante la dificultad de inculcar los hábitos del trabajoagrícola entre Cithaalín y sus seguidores, Paucke habría actuado de lasiguiente manera:

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Yo me empeñé en cuanto pude en llevar a buen camino a ‘Cithaalín’ peroesto costaba trabajo y paciencia. ¿Qué hice yo? Empleé el siguiente me-dio: como ‘Aletín’ tenía una buena manera de tratar a los ‘indios’, le indu-je a que poco a poco hiciere buenos amigos con él a algunos que estabande parte de ‘Cithaalín’, especialmente de los más principales y que a losque fueren gustosos de trabajar los invitara a ello para que estuvieren desu parte. Él lo hizo con gran habilidad y trató de atraerse algunos amigosde ‘Cithaalín’. Pronto tuvo a tres de éstos que ya no visitaban tanto comoantes a ‘Cithaalín’ que a él. A mi pedido el ‘P. Burgés’ entregaba tambiénmás yerba ‘paracuaria’ para que éste pudiere obsequiar a sus amigos; ellosabandonaron a ‘Cithaalín’ porque veían que al lado de ‘Aletín’ eran obse-quiados tan amablemente […]. Ellos ya querían resolverse a desocuparsus chozas y agregarse a la parcialidad de ‘Aletín’ (Paucke 1943: 106).

El linaje, la oratoria y la capacidad redistributiva deben entenderse enrelación al carácter lábil de las agrupaciones. La movilidad intergrupalcondicionaba el ejercicio del liderazgo como también el carácter del mis-mo. La autoridad de los líderes se restringía a los momentos de agitaciónbélica en los cuales podía congregar a sus seguidores. Sin embargo, estaautoridad no debe entenderse en términos impositivos. Según Bechis(1989), quien ha estudiado los lideratos políticos entre los grupos delárea arauco-pampeana la principal característica de los mismos era elejercicio del poder a través de la persuasión. La autora diferencia al “po-der” ejercido a través de la puesta en práctica de sanciones negativas einstituido sobre un cargo o una determinada posición social preexisten-te, de la “autoridad” ejercida sin la interferencia de este tipo de sancio-nes y como resultante de las cualidades carismáticas de un líder. La im-portancia del carisma por sobre la coerción puede evidenciarse a travésdel siguiente fragmento:

Ha de saberse que los indios no obedecen a su cacique cuando ellos quie-ren; [él] no puede obligarlos a nada pues cada uno es amo de su casa ygobierna su familia como quiera sin que el cacique se atreviere a estorbar-le. El cacique no debe tampoco ordenarle nada sino pedirle muy cortés-mente cuando quiere obtener algo de él (Paucke 1943: 104-105).

Respecto de las agrupaciones sociales de los chaqueños en general,Paz (2003: 386) -retomando a Carneiro- establece para el siglo XVIII “suadscripción a las denominadas sociedades de jefatura”. Creemos que almenos entre los grupos mocoví nos encontramos frente a otro tipo de

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organización social: las unidades de agrupación no pueden entendersecomo unidades fijas que adherían a un jefe. En efecto, podemos recono-cer a las agrupaciones mocoví como unidades políticamente efectivaspero no socialmente estables. Las agrupaciones se desplazaban y disgre-gaban en los diferentes períodos del año y según la coyuntura. Este des-plazamiento y dispersión podía resultar en el acercamiento a diferentesreferentes, en función de las promesas y posibilidades que pudieran ofre-cer. Por lo tanto, si bien el liderazgo parece haber estado limitado a undeterminado grupo, no debe entenderse como una autoridad efectivasobre los seguidores. La pertenencia a un linaje de prestigio, la capaci-dad bélica, la elocuencia y la práctica redistributiva eran constitutivasdel liderazgo político y, si bien habilitaban para su ejercicio, no lo deter-minaban. El liderazgo debe entenderse así como una posibilidad y nocomo una imposición. Acordamos con la postura de Bechis (1989) quienestablece que el liderazgo en la Pampa estaba caracterizado por la ausen-cia de un poder coercitivo, por las capacidades de mediación del líder ypor el manejo y la administración de la información. También Nacuzzi(1998: 168-184) estableció, para los líderes tehuelches, aucas y pampasdel norte de la Patagonia durante el siglo XVIII, que más allá de poseerun manejo del discurso que les permitiera conciliar, negociar y persua-dir, debían pertenecer a linajes de prestigio. Estas similitudes con otrasáreas proporcionan buenos indicios para continuar el estudio de este temaen el futuro.

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Luego de la ofensiva tucumana llevada a cabo en 1710 bajo el mandode Urízar y Arespacochaga, los grupos mocoví se volcaron hacia las már-genes del Paraná, estableciendo sus asentamientos principalmente sobrelas áreas de influencia de las ciudades de Asunción y Santa Fe. En estenuevo contexto, el ganado -tanto el cimarrón como el de las haciendasaledañas a las ciudades- se constituyó en el principal bien de la econo-mía indígena para el consumo y el intercambio. De este modo, la nuevadisposición del espacio así como también la búsqueda del ganado con-tribuyeron a intensificar la dinámica interétnica no solo hacia el interiordel Chaco -con otros grupos indígenas- sino también hacia sus márgenes-con la sociedad colonial.

La frontera santafesina no presentaba la misma estructura que la delTucumán. Sus cuerpos de defensa eran notablemente más vulnerables,viéndose dificultada cualquier tipo de empresa defensiva u ofensiva,hecho que queda ejemplificado en las sucesivas mudanzas de la ciudad.Por otro lado, las relaciones entre las ciudades se habían constituido enun campo de negociación oscuro. El apoyo que una ciudad pudiera brin-dar a otra se veía limitado no solo por las dificultades que esto ocasiona-ba en su defensa, sino también por posibilidades económicas ocultas. Elbeneficio que para una ciudad podía significar el intercambio de bienescon ciertos grupos indígenas implicaba que otra ciudad se hubiera con-vertido en campo de saqueo que posibilitara la realización de este tráfi-co. En el caso específico de Santa Fe, esto se traducía en una fragilidadfrente a los ataques indios a los cuales no podía dar respuesta. La políticade establecer reducciones constituyó así una vía para zanjar este proble-ma. Para los colonos se trataba de acordar paces lo más duraderas posi-bles con los indígenas, evitando las incursiones sobre sus estancias. Para-lelamente, la ciudad contaba con que esta política contribuyera al esta-

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blecimiento de un frente defensivo basado en los pueblos de indios y conel seguro abastecimiento de una serie de bienes15.

Desde el lado indígena también hubo diversas motivaciones que fa-vorecieron el establecimiento de los pueblos o reducciones. Las misionesimplicaron para ellos un seguro económico que les permitió resolver pro-blemáticas que se habían comenzado a producir como consecuencia dela reducción de sus territorios, así como también por la presión ambien-tal derivada de la demanda colonial sobre ciertos recursos naturales: a lapauperización de las condiciones ambientales en el Chaco que se mani-festaba en la extinción de diferentes especies animales y vegetales, sesumó la dispersión de una epidemia de viruela entre 1732 y 1736. SegúnSaeger (2000: 20-25), la utilización de armas de fuego por parte de losespañoles también constituyó un factor de debilitamiento importante delas comunidades. Sin embargo, nosotros creemos que su utilización te-nía ciertas restricciones en este área, por ejemplo: el cruce de los ríosocasionaba dificultades para mantener la pólvora seca. Las armas de fuegotampoco podían dar respuesta a la dinámica del combate de los gruposindígenas; esto lo habría expresado Ariacaiquín -un líder mocoví- a losespañoles: “Con su fusil no puede dañarnos tanto como nosotros connuestra arma arrojadiza, pues antes de que lo cargue con bala, nosotroshemos enviado doce flechas contra él” (Paucke 1943: 11).

Características generales

Las primeras aproximaciones al estudio de las reducciones fueron rea-lizadas por Susnik desde el Paraguay a partir de la década de 1970. Sustrabajos remarcan el potencial económico de las mismas para los gruposque se asentaban y las definen como “asientos seguros” desde los cualeslos grupos indígenas buscaban establecer relaciones comerciales a la vezque les permitían replegarse luego de la realización de sus incursiones:

Los Mocovíes y los Abipones buscaban cautivos, caballar y ganado comomedios esenciales del trueque ventajoso; no intentaban ocupar las tierrasdespobladas” [...]“necesitaban un asiento seguro, cercano al ambiente his-

15 En otros ámbitos esta política de establecer un cordón defensivo con poblacionesindígenas también fue aplicado; Roulet (2002) describe así el caso de los pehuenchesen la frontera de Mendoza.

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pano, protector para cuando volvían de sus recorridas por las estanciasvecinas (Susnik 1971: 166-167).

Estos asientos habrían facilitado el saqueo sobre otras ciudades, mien-tras que la ciudad cerca de la cual los grupos se habían reducido erareservada por ellos para el comercio. Esta perspectiva acerca de las re-ducciones estaba íntimamente relacionada con el modo en el cual la au-tora caracterizó a los grupos guaycurú, por su “ethos belicoso”. Los pue-blos de indios fueron concebidos en relación a este “ethos” aunque loscambios producidos en ellos generaron, según la autora, una desintegra-ción “psicomental”. Por el contrario, la pervivencia de los grupos es plan-teada únicamente a través del abandono de las reducciones (Susnik 1981:32-35).

El trabajo publicado por Saeger en el año 2000, si bien tiende a pro-fundizar las investigaciones de Susnik, cambia la perspectiva de análisis.Las reducciones ya no serán concebidas como espacios de paso y comer-cio sino que serán estudiadas como ámbitos que permitieron el estableci-miento de relaciones mucho más duraderas resultando más estables delo que Susnik había reconocido. En cuanto a los cambios operados en lasreducciones, el autor establece que muchos de ellos fueron continuado-res de aquellos que habían sido promovidos por la adopción del caballoy del hierro (Saeger 2000: 109).

En este apartado nos proponemos analizar en qué medida las reduc-ciones se constituyeron en espacios de paso o en poblaciones más esta-bles, cuáles fueron los cambios que tuvieron lugar entre los grupos redu-cidos y si estos pueden trazarse desde la adopción del caballo o si, por elcontrario, se fueron gestando en relación a la propia dinámica que tuvolugar en estos espacios.

San Javier de indios mocoví

En 1743 tuvo lugar el establecimiento de la primera reducción de in-dios mocoví bajo la jurisdicción de Santa Fe como corolario de un largoproceso de negociaciones. El gobernador Francisco de Echagüe y Andía,quien asumiera el gobierno de esta ciudad en 1733, comenzó el procesode paces con los indios en 1734. No obstante, harían falta nueve añosmás para que se llegara a acordar la reducción.

Las negociaciones que darían lugar a San Javier comenzaron con eldiálogo entre el gobernador y el jefe mocoví Ariacaiquín. Luego de ser

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agasajado junto a toda su familia en Santa Fe, el líder había prometidoconsultar con sus coterráneos acerca de la posibilidad de establecerse enlas cercanías de la ciudad bajo el amparo de los padres jesuitas. En elinterín, este jefe fue muerto por los españoles cuando realizaba un ata-que contra la ciudad de Córdoba. Según relata Paucke, su hermanoCithaalín, en busca de venganza, habría arremetido contra las ciudadesde Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba y nuevamente contraTucumán. Siendo sorprendido por los españoles en esta última entradase habría dirigido hacia Santa Fe, donde sabía que su hermano habíacomenzado a gestionar negociaciones de paz. Una vez llegado a esta ciu-dad y luego de haber recibido regalos junto a su familia, se retiró con lapromesa de regresar en tres meses para establecerse en el pueblo; duran-te este período se internaría en el interior del Chaco para convocar a lossuyos.

A los pocos días de la partida de Cithaalín el gobernador murió, sien-do reemplazado por Antonio de Vera Muxica quien, según el jesuita,intentó apresurar el acuerdo enviando un escuadrón de soldados. Estosse habrían encontrado con Aletín quien, ante la noticia del inminenteestablecimiento de Cithaalín en un poblado, habría resuelto seguir suspasos. Al poco tiempo Aletín se acercó a Santa Fe con su familia y unconjunto de doce indios más de su parentela resuelto a asentarse. Pasa-dos los tres meses otorgados a Cithaalín, y durante los cuales el grupo deAletín permaneció en la ciudad siendo alimentado y atendido, se deci-dió proceder a la fundación de la reducción con este último en el sitio enel que había estado emplazada la primera ciudad de Santa Fe, distantedieciocho leguas de la nueva ciudad sobre un brazo del Paraná. Pasadosotros tres meses desde este establecimiento, se presentó Cithaalín con sugente y se agregó al pueblo. Finalmente se sumaría también Nevedagnaccon un grupo de gente similar al de Cithaalín.

En cuanto a los misioneros que participaron en la reducción estima-mos que la mayor parte tuvo que aprender el idioma de los nativos. Elprimer doctrinero que estuvo a cargo de la reducción fue el padre Fran-cisco Burgés, quien permaneció en la misma alrededor de ocho años,entre 1743 y 1751. El padre José Cardiel participó también en la funda-ción pero se retiró luego de cuatro meses. En 1744 llegó el padre JaimeBonenti; ante su muerte fue reemplazado por el padre Miguel de Ceaque luego llegó a ser procurador de las misiones de indios mocoví yabipones y, posteriormente, rector del Colegio de Santa Fe. Según Furlong(1938: 26), fue durante su estancia cuando se comenzó a implementar laproducción agrícola. En el año 1747 arribó el padre Francisco Nabalón,

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pero en junio de 1748 fue destinado a San Jerónimo. Lo sucedió el padreJosé García, quien habría comenzado a organizar la enseñanza de lasletras entre los mocoví (Furlong 1938: 27). En 1749, año en que se efectuóla primera mudanza de la reducción, llegó el padre Manuel Canelas aun-que se retiró pronto y volvió en el año 1760 en momentos en que unaepidemia asolaba al pueblo, solo para ayudar en el cuidado de los enfer-mos. En 1750 se realizó la segunda mudanza por los inconvenientes quehabía producido una crecida del Paraná; ese mismo año llegó FlorianPaucke que se haría cargo de la reducción hasta la expulsión de la Com-pañía de Jesús en 1767. Este misionero además de continuar con la ense-ñanza de las letras impartió clases de música y de diversos oficios entrela población (herrería, carpintería, fabricación de ladrillos, etc).

El acercamiento de nuevos grupos mocoví generó la necesidad deimplementar una nueva reducción. El padre Puole, que había acompa-ñado a Paucke unos años en San Javier, ayudó en la fundación de SanPedro alrededor del año 1764, haciéndose cargo de la misma. Lo acom-pañaron en esta empresa los padres Wittermayer, Antonio Bustillo y JoséLechman.

San Javier contaba con una plaza central en la cual se había erigidouna iglesia. En un principio la misma era una especie de toldo de cuerospero, después de la última mudanza, se edificó con la ayuda de los in-dios reducidos una iglesia de ladrillos. A un costado de la misma se ha-llaba el cementerio y detrás de ella estaba la casa del misionero y sushuertos. Dentro del radio del pueblo, a medida que pasaron los años, sehabrían ido construyendo las casas de los líderes, también rodeadas deárboles frutales. Hacia las márgenes del pueblo se ubicaba el resto de lapoblación y se encontraban las casas de los cuidadores del ganado de lareducción y los corrales particulares de los líderes, también con suscuidadores. Frecuentemente se agregaban indios no reducidos en los al-rededores de la planta original (figura 3).

Los objetivos que sustentaron el establecimiento de la reducción re-unían una serie de intereses de los diferentes actores implicados. La fun-dación de San Javier y de las demás misiones se llevó a cabo por el esta-blecimiento de acuerdos verbales entre los indios, los misioneros y lasautoridades de la ciudad, plasmados en las actas fundacionales de lasreducciones. Estas actas establecían las condiciones y deberes de cadauna de las partes implicadas. La provisión del ganado para el sustentopor parte de los vecinos de la ciudad constituía el eje central del acuerdo.De esta manera, para los sectores coloniales, el nuevo pueblo de indiospermitiría no solo establecer paces y relaciones comerciales con determi-

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nados grupos sino que también les posibilitaba establecer una suerte decontención militar frente a los “salvajes” que habitaban el interior delgran Chaco, a cambio del ganado acordado, sal, tabaco y yerba mate.Además, las múltiples relaciones que se desplegaron en las reduccionestambién hicieron de ellas espacios de paso de grupos que llegaban desdeel interior del Chaco buscando diversos bienes. Desde el lado de los indí-genas estaba la posibilidad de sostenerse a través del ganado de la re-ducción, así como también la de establecerse en un punto estratégicodesde el cual comerciar ganado y otros bienes. Los jesuitas esperabanobtener un resultado similar al de las reducciones de indios guaraníes yasí lograr una pronta adopción de los hábitos del trabajo agrícola y gana-dero para la consecución del ideal de autosuficiencia y de abandono delnomadismo. En el plano religioso, esperaban la rápida conversión al cris-tianismo y el reemplazo de las creencias y los rituales “paganos” de losindígenas. Las conversiones generalmente eran masivas y, si bien en elcaso de los líderes se realizaban siguiendo un procedimiento aparente-mente más riguroso en cuanto a la aceptación de la doctrina cristiana, elbautismo de los indios que no eran considerados de prestigio se realiza-ba de manera casi compulsiva en el mismo momento en que los líderesse bautizaban. Asimismo, los jesuitas planteaban la necesidad de mante-ner separados a los indios de los colonos, argumentando que el contactoentre ambos sectores llevaría los mayores vicios a los indígenas.

Pero las negociaciones contractuales y los objetivos ideales se fueronmodificando dadas las contradicciones internas que los mismos plantea-ban. El asentamiento definitivo de los indígenas chocaba con las necesi-dades de abastecimiento que demandaban los colonos. También, el in-cumplimiento por parte de la ciudad respecto del stock de ganado quedebía aportar recaía tanto en la Compañía de Jesús (que debía hacersecargo del aprovisionamiento de vacunos) como en las actividades de cazay comercio de los indios (las cuales se pretendía erradicar). Si bien estasactividades permitieron salvar el déficit ganadero, frustraron el ideal deautosuficiencia agrícola de los jesuitas. Detrás de la buscada separaciónde indígenas e hispanocriollos se escondía la competencia entre la reduc-ción y los colonos por el trabajo y los bienes indígenas. La continuidadde los lazos comerciales y las actividades defensivas que tomaría a cargola reducción contribuirían a postergar la “pacificación”.

San Javier (1743) y San Pedro (1754) de indios mocoví y San Jerónimo(1748) de indios abipones fundadas bajo la jurisdicción de Santa Fe, SanFernando (1750) de abipones fundada bajo la jurisdicción de Corrientesy San Francisco Solano (1765) de indios mocoví bajo la jurisdicción de

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Asunción, constituyeron espacios en los que confluyeron múltiples inte-reses (mapa 2). Plantearon asimismo la recreación de un esquema intra einterétnico variable y complejo que en algunos casos mantuvo estableuna serie de pautas y relaciones previas mientras que en otros activó unaserie de cambios.

Importancia defensiva de la reducción

Uno de los puntos centrales que habían llevado a concebir el empla-zamiento de San Javier fue el de la seguridad. Santa Fe tenía un cuerpode jinetes españoles, los blandengues, que sostenidos a través del erariopúblico cumplían funciones de vigilancia y contención frente a los gru-pos indígenas, aunque no habían significado un solución frente a losataques de los grupos no reducidos (Dobrizhoffer 1968). Esta imposibili-dad de ejercer una defensa eficaz por parte de la ciudad llevó a que sobrelas reducciones recayeran funciones militares defensivas para la conten-ción de los grupos considerados “salvajes”.

Este tipo de prestación que debía ofrecer la reducción a la ciudadayudó a configurar en gran medida su carácter. En este sentido, el em-plazamiento mismo de la misión guardaba una estrecha relación con sufunción defensiva, lo cual generó disputas entre los indígenas, los misio-neros y las autoridades coloniales. Tanto los indígenas como los jesuitasbuscaban un paraje que tuviera agua potable, campos de pastoreo y ma-deras. Para los vecinos, la necesidad de mantenerse resguardados me-diante la reducción era el factor que más pesaba. Paucke da cuenta deesta cuestión al referirse a los conflictos surgidos frente a la elección delsitio donde se establecería San Pedro:

también recomendé al ‘Comandante’ que tuviera bien en vista tres asun-tos que eran sumamente necesarios para una reducción: primero aguabuena y permanente para la bebida, extensos campos de pastoreo para elganado y la leña en la cercanía; si faltaba uno de estos [elementos] no eraconveniente ni para las gentes ni el ganado establecer una aldea. A la vezeste era el paso más habitual de los ‘indios salvajes’; ¿a caso era el objetode que nosotros nos batiéramos de continuo con ellos para que la ciudadde ‘Santa Fe’ estuviere en tranquilidad continua? (Paucke 1944: 59).

En el caso de San Javier, las causas de su mudanza no se debieronsolamente a cuestiones climatológicas, como argumenta Paucke, sino que

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95Prólogo

Mapa 2: Misiones jesuíticas en el Chaco Austral, tomado de Maeder 1999

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también tuvieron que ver con la expansión que la misma había permiti-do a las estancias aledañas a la ciudad de Santa Fe y a las posibilidadesde crecimiento derivadas de la seguridad ofrecida por la reducción. Se-gún el padre Burgés:

De allí a poco fue menester mudar el pueblo más al norte, porque con lapaz tan deseada iban los de Santa Fe, recobrando sus tierras, y poblandosus antiguas haciendas, se iban acercando a nuestra estancia. Por eso de-terminamos mudar el pueblo como a siete leguas más arriba, sobre el ríoDulce (Furlong 1938: 28).

Esta prestación defensiva tuvo implicancias también sobre el tipo deadoctrinamiento posible en el pueblo. Era necesaria la conservación dela pauta guerrera, y esto implicó una contradicción con los ideales depacificación de los grupos ecuestres. La guerra entre los grupos guaycurúconstituía un elemento central en la organización y en la reproducciónde las redes sociales que abarcaba desde el nivel de la unidad familiarhasta el nivel interétnico. La preparación de las tropillas solicitadas porlos españoles generaba una reactivación de los rituales asociados con laguerra, los cuales permitían alimentar el prestigio de los líderes. Pauckeseñala que en vísperas de los enfrentamientos se organizaban los cantosy exhortaciones de las viejas:

Ya todos habían vestido sus corazas de cuero de buey y estaban [pintados]en la cara y por todo el cuerpo como vivos fantasmas diabólicos. Ahí yohubiera deseado que mis señores compatriotas hubieran oído y visto esteaparato, la ferocidad de los ‘indios’ en armas, el sonido de las cornetas,trompas ‘indias’ y de otros diversos pífanos, el griterío desaforado, pues mees imposible describirlo tan vivamente como lo fue (Paucke 1943: 301).

La demanda por parte de los españoles de un cuerpo indígena que lesprestara ayuda militar fue un hecho frecuente que, según autores comoVitar (2001b), habría llevado a la reconfiguración del panorama étnicoprevio. De este asunto nos ocuparemos en el capítulo 5.

El fomento de las actividades bélicas implicaba también el suministrode armamento por parte de los santafesinos. Entre los instrumentos que seentregaban podemos mencionar puntas de hierro, sables y armas de fue-go. El reparto que se hacía de estos bienes obedecía a las jerarquías socialesy a la actuación en las contiendas. La participación de los indígenas en lastropas santafesinas también podía ser remunerada con dinero y, según

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Paucke, la ciudad habría solicitado el auxilio de los mocoví de San Javieraproximadamente en treinta y cinco oportunidades. La ayuda militar quedebía prestar la reducción poseía un asidero contractual. Como hemosvisto, la fundación de la misma había implicado el establecimiento de cier-tos requisitos que debía cumplimentar cada una de las partes. El abasteci-miento económico constituía la contraparte de las prestaciones militares.Sin embargo, los acuerdos nunca llegaron a cumplirse de la manera pacta-da. En relación a este incumplimiento, Susnik advirtió para el caso de SanFrancisco Solano, ubicada frente al pueblo de Remolinos, que los “indiossoldados” se abstenían de realizar asaltos sobre las “estancias de la pro-vincia del Paraguay, lo que no impedía la venta de ganado caballar a loscriollos, generalmente robando en otras provincias vecinas” (Susnik 1981:28). Se establecía así un “pacto tácito” (Lucaioli y Nesis 2004) que les per-mitía a los indios reducidos, ante la falta del ganado prometido por losespañoles, volcar sus incursiones sobre otras jurisdicciones.

Economía de los grupos reducidos

Las prácticas económicas que fueron desarrollando los mocoví en lasreducciones fueron en muchas esferas una continuidad de las prácticasprevias. Algunas de ellas estaban relacionadas con el intercambio co-mercial con los agentes coloniales y en este caso se volcaron principal-mente sobre la ciudad de Santa Fe. Como hemos mencionado en el capí-tulo anterior, las relaciones comerciales habrían ligado a la sociedad in-dígena con la hispanocriolla a través del intercambio de diversos bienesque fueron adquiriendo cada vez más importancia. La economía de losgrupos mocoví, para ese entonces, ya planteaba una diferenciación delas esferas de subsistencia y de comercialización. Dentro de este esque-ma, las reducciones facilitaron el intercambio de algunos productos (ga-nado en pie, cueros, miel, plumas) a la vez que permitieron el desarrollode nuevas actividades comerciales y productivas (tinturas, mantas delana, algodón, trigo, etc). Creemos que estos espacios abrieron el caminoa nuevas producciones y articulaciones cuyos orígenes no puedenrastrearse solo en la adopción del caballo.

Ganado caballar y vacuno

En un trabajo previo (Lucaioli y Nesis 2004) analizamos la existencia

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de diferentes stocks de ganado dentro de las reducciones. Las fuentesnos permitieron identificar el ganado de la reducción, el ganado particu-lar y el ganado que estaba destinado al intercambio. Estos tres tipos deganado circulaban alimentando un circuito económico regulado por lascondiciones regionales, es decir por las demandas del mercado y por elestado de las relaciones intra e interétnicas.

El ganado de la reducción estaba principalmente compuesto por vacu-nos que pastaban en sus alrededores. Este ganado era marcado con elsello de San Javier y se había designado para su custodia a un cuidadorindígena (Paucke 1943: 270 y 62) Estos animales habrían actuado inicial-mente como un atractivo para que los grupos aceptaran reducirse, sir-viendo también de sustento para los indios, con el fin de apartarlos de lavida errática. Sin embargo, la provisión del mismo no había seguido elcamino trazado. Como hemos mencionado, los vecinos no llegaron a cum-plimentar las entregas reguladas. Según las mismas autoridades de laciudad:

Después de haber practicado todas las diligencias conducentes a fin deque se consiguiese una limosna para la reducción que tienen pedida losindios infieles de la nación mocoví, y pasado esta incumbencia a la juris-dicción de esta ciudad los dos alcaldes ordinarios de ella, solo se ha podi-do conseguir el corto número de ciento y cuarenta cabezas de ganadovacuno, cuatrocientas ovejas y un poco de providencia de yerba y tabaco,que no siendo posible emprender la situación del pueblo con tan cortofundamento, siendo que lo más preciso de asegurar su subsistencia y lo-gro el asegurar hasta mil y quinientas o más cabezas de ganado vacunopara que de su crianza se sustenten los recién convertidos (AGN, Sala IX4-1-1, Santa Fe 1730-1747).

Ante la falta del ganado que daría sustento a los neófitos, los doctri-neros debieron establecer vías complementarias de abastecimiento. Unade ellas recaía en la Compañía de Jesús que entregaba reses desde lospueblos de indios guaraníes:

El ganado disminuía y cada día su cantidad fue más escasa. El misioneroinformó todo al P. Provincial, también exhortó a los Españoles que man-tuvieran su promesa y completaran las tres mil cabezas de las cuales élhabía recibido trescientas. La respuesta fue que no había existencia deganado, que él viere de donde obtenerlo. Al misionero le pesaba abando-nar el pueblo; por eso él escribió una carta al Superior de las misiones

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guaraníticas y pidió que con asenso de los ‘indios’ hiciere un aporte conalgo de alimento desde las reducciones a esta fundación. Con el asenti-miento de los indios él [superior] resolvió ayudar por lo pronto con qui-nientas cabezas de ganado astudo; pero para otros años con lienzo queimportaría quinientos pesos fuertes (Paucke 1943: 32).

La otra vía para el aprovisionamiento de ganado recaía en los mis-mos indios reducidos, los cuales continuaban realizando incursiones so-bre las ciudades. Este ganado no se integraba dentro del de la reducción,sino que pasaba a formar parte del stock particular en manos de los mocoví.El mismo estaba compuesto por ganado caballar y vacuno y podía serutilizado para el aprovisionamiento o integrarse a las redes comerciales.En cuanto al ganado caballar, su propiedad parece haberse generalizadoa toda la población (Paucke 1943: 237). Respecto del vacuno, si bien he-mos encontrado referencias a su caza en expediciones colectivas, su man-tenimiento no parece haberse extendido a toda la población, sino quepudo haber sido un bien restringido a los hombres de prestigio. Su pro-piedad podía establecerse mediante la señalización con marcas propias(Paucke 1943: 270) y para su custodia los líderes designaban cuidadoresentre sus hombres de confianza: “Algunos de los nobles habían levanta-do no lejos de la aldea en su derredor unas chozas donde vivían loscuidadores de sus caballos y vacas o también los guardas de sus culti-vos” (Paucke 1943: 210).

El ganado particular se habría insertado dentro de las pautas de pres-tigio y redistribución y brindaba a los líderes la posibilidad de organizarexpediciones de caza y/o malones, aunque también debemos señalar laposibilidad de que estas expediciones se realizaran sin la mediación dellíder. El intercambio de este ganado permitió el abastecimiento de otrosbienes tales como yerba, tabaco, telas, hierro; elementos que también sepodían integrar dentro de las redes de redistribución con lo cual se esta-blecían como complementarios del prestigio de los líderes. El ganado seinsertó como un elemento de prestigio y por lo tanto se constituyó en unfactor de vulnerabilidad de la autoridad política de los líderes. En estesentido, el hurto de ganado podía presentar no solo una significacióneconómica sino también política. La siguiente cita se refiere al robo deganado asociado al debilitamiento militar de los grupos indígenas: “yaunque no se hay logrado por las armadas castigar al enemigo o quitar-les sus caballadas para debilitarles sus fuerzas con sólo haberle pisadosus tierras sus dos armadas, se han visto en apuro” (AGN, Sala IX 3-3-6,Corrientes 1759).

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Finalmente, podemos apreciar que este ganado particular se había cons-tituido en un factor de enriquecimiento y de prestigio social que, a partirdel establecimiento de las reducciones, parece haberse convertido en unbien heredable. Entre las pautas previas que se observaban luego de lamuerte de una persona no hemos encontrado ninguna alusión a este tipode herencia. Por el contrario, Paucke (1943: 237) relata para el período pre-reduccional que los caballos que eran propiedad de los individuos eranmuertos luego de producirse el deceso de aquellos y el muerto era enterra-do con sus pertenencias. Para 1760, año en el cual se propagó una epide-mia, esta costumbre parece haber cambiado. En su lecho de muerte, Joa-quín, hijo de Quevachín, indio noble que había ingresado a la reducciónjunto con Cithaalín, dispuso de sus bienes de la siguiente manera:

A vos, mi padre, regalo mis caballos, excepto los tres mejores que debeheredar el Santo ‘Xaverius’ y vosotros los arrearéis para entre los caballosde la ‘reducción’. Tengo cuatro vacas, dos se dan a vos, madre, y las otrasdos a mi mujer junto con las ovejas que también regalo a mi mujer (nohacía seis meses que él se había casado); lo que concierne a lo demás,recado y bridaje del caballo, dadlos a mis hermanos, quedaos bien todos ytratad de que todos nos reunamos al lado de Dios (Paucke 1944: 36-37).

La existencia de una herencia nos está informando sobre el crecimien-to del patrimonio “privado”. En el relato de Paucke acerca de la muertedel hijo de Nevedagnac, que habría sido seguida de un reparto similar,se menciona que su padre dispuso de ocho ovejas que debían ser desti-nadas “a los pobres” y que también “repartió en este día del entierro desu hijo más de cuatro fanegas de trigo entre los pobres del pueblo” (Paucke1944: 34). Creemos que la entrega de ganado a los “pobres” podía estarrelacionada con la redistribución y con el prestigio así como también conla instauración de una “donación piadosa”, lo que estaría promovidopor el adoctrinamiento de los jesuitas.

La obtención del ganado para el intercambio se realizaba en función delas demandas del mercado e implicaba la organización de vaquerías omalones para su consecución. El ganado obtenido era canjeado siguien-do las paces establecidas con las ciudades bajo cuya jurisdicción se habíaestablecido la reducción. En las fuentes no hemos encontrado referenciasa que esta actividad incluyera instancias de pastoreo y cría. Como hemosmencionado, las relaciones entabladas con esas ciudades implicaban elmantenimiento de una paz que no se extendía a otras ciudades. Susnikretoma a Sánchez Labrador, quien habría comprendido la dinámica porla cual la realización de malones sobre otras ciudades permitía el abaste-

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cimiento de la ciudad a la que “pertenecía” la reducción, y para el casode Timbó de indios abipones asegura que su fundación

se debía a los intereses de algunos criollos asentados en la cercanía,quienes fueron siempre los potenciales compradores del caballar, delmular y de la yeguada, botín traído por los abipones después de sushazañas incursionistas sobre los campos santafesinos y correntinos(Susnik 1981: 17).

Al respecto, también hemos hecho referencia en el capítulo anterior alas quejas que Dobrizhoffer (1968: 22-23) señala que habían elevado lasciudades de Córdoba, Santiago y Tucumán al verse perjudicadas por losataques de los indígenas que concertaron paces con Santa Fe.

Estos diferentes stocks de ganado se interrelacionaban en un circuitoque podríamos intentar describir de la siguiente manera: el incumpli-miento de los pactos fundacionales según los cuales las reducciones de-bían brindar asistencia militar a cambio de ganado llevó a la necesidadde que el aprovisionamiento recayera en la Compañía de Jesús así comotambién en los mismos indios reducidos. Ahora bien, las paces acorda-das con la ciudad de Santa Fe hacían que las incursiones para el aprovi-sionamiento del ganado se desviaran sobre otras áreas. Las mismas de-mandas por parte de los vecinos de Santa Fe habrían generado una in-tensificación de las presiones de estos grupos sobre las otras jurisdiccio-nes. En cuanto a la circulación interna del ganado, todo indica su inser-ción dentro de las redes de redistribución y prestigio. Incluso el ganadode la reducción se integraba dentro de estas redes de prestigio yredistribución en tanto los mismos misioneros lo entregaban a los líderesen ciertas ocasiones. Finalmente, este ganado de la reducción tambiénpasaba a formar parte de los circuitos mercantiles más amplios ya que,luego de ser hurtado, podía ser comercializado.

La cría de ovinos

Susnik (1971) y Vitar (2001a) han estudiado la introducción del gana-do ovino en torno a los cambios que habría producido sobre las activida-des femeninas. Si bien la primera autora también señaló la participaciónde las manufacturas textiles producidas en las reducciones en las redescomerciales, hasta la actualidad el tema no ha sido abordado en pro-fundidad. La cría de ovinos fue una novedad introducida en las reduc-ciones que dio origen a múltiples actividades relacionadas con su ulte-

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rior comercialización. Su adopción, por lo tanto, tiene implicancias di-ferentes que la adopción del ganado caballar y vacuno. Creemos que altratarse de un animal doméstico, el ganado ovino debió haber provo-cado modificaciones en los ritmos de movilidad que no requirieron elcaballar ni el vacuno, generando una nueva lógica en cuanto a los mo-vimientos y al tipo de inserción mercantil, dadas las actividades com-plementarias que se fueron desarrollando para la producción de ma-nufacturas de lana.

La entrada del ovino dentro de la sociedad mocoví fue acompañadapor la enseñanza de diversos oficios en el sector femenino de la pobla-ción. Entre ellos podemos mencionar el trasquilado, el teñido, el hilado yel tejido de la lana. El trasquilado de las ovejas, según datos del padreBurgés, ya se había iniciado para el año 1746 (Furlong 1938: 32). El misio-nero da cuenta de que se conocía el tejido de la lana para la fabricaciónde ropas entre las mujeres mocoví, quienes adquirían esta materia primaen la ciudad de Santa Fe. Luego de la llegada de Paucke, esta actividad -la fabricación de ropas- que no parecía superar los niveles de producciónpara la propia utilización, tomó un nuevo rumbo: con el objetivo de em-plear a las mujeres en el trabajo “para la comuna” el padre distribuyólana entre las jóvenes, nombró como maestra a una india de la familia deNevedagnac y realizó las edificaciones necesarias para preparar un ta-ller. El buen funcionamiento del mismo habría instado a las mujeres aestablecer sus propios talleres: “Basta saber que en un año [fue] conse-guida toda una ‘fábrica’ de mantas y que las más de las mujeres y niñasya habían erigido su instalación de tejer delante de sus chozas” (Paucke1943: 274). La falta de alusiones a la exclusividad de los rebaños en ma-nos de los grupos de prestigio nos podría estar indicando que su propie-dad debe haberse generalizado.

El tejido de alfombras bajo la atención de Paucke logró exceder laescala de la subsistencia alcanzando una cantidad que llegó a insertarseen el mercado. Según su relato, él mismo había remitido alrededor detrescientas mantas a Asunción, las cuales fueron pagadas entre seis ytreinta y cinco pesos fuertes. Esta buena recepción de los tejidos mocovíactuó en las unidades domésticas como un incentivo para la adopcióndel ovino en forma privada con el fin de participar en el mercado comoproductores particulares. De esta forma, la provisión de la lana que enun principio se realizaba a través de los rebaños de la reducción o me-diante su compra en la ciudad de Santa Fe, pasó a estar controlada porlas mismas unidades domésticas. Si bien no sabemos si las transaccionesse realizaban en el pueblo de la reducción o si los indios debían acercarse

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a la ciudad para comercializarlas, el intercambio de las mantas habríaseguido un camino que nos parece interesante recuperar:

Todos en el pueblo estuvieron regocijados sobre esta institución, porquevieron qué provecho tenían de ella. Ellos se hicieron hacer también man-tas, no por dinero, sino por ovejas; yo debí ser el intermediario para queno fueren engañados por los Españoles; ellos obtuvieron frecuentementepor una manta dieciséis o veinte y aún más ovejas; también trocaban ca-ballos contra ovejas (Paucke 1943: 274).

Se evidencia así que la adopción del ovino fue un proceso complejoque no solo implicó una modificación en cuanto al tipo de actividad quesustentaba el intercambio con la sociedad hispanocriolla sino que debióllevar aparejada una reducción de las pautas de movilidad territorial yaque tenían que atender a los rebaños. En relación a la primera cuestióncreemos que es interesante analizar las implicancias del proceso de pro-ducción textil entre los mocoví reducidos en una relación de comple-mentariedad con las actividades de caza y recolección. La producción detextiles y las actividades de caza y recolección y el comercio derivado delas mismas podrían haberse complementado en un ciclo anual. Dadoque el momento del trasquilado de las ovejas es el verano, probablemen-te durante el mismo las unidades se quedaban en el pueblo. En el invier-no las actividades de caza eran retomadas, pero en el pueblo debían que-dar algunas personas para hacerse cargo de los rebaños. La primaverageneraba la reunión de las agrupaciones en la reducción y nuevamentecomenzaba el ciclo.

El hecho de que el misionero no haga alusiones a la propiedad delovino exclusivamente en manos de los líderes podría indicar que a tra-vés de estos animales -cuyo costo era menor al de los caballos y vacas- lasfamilias se habrían podido insertar en el mercado colonial individual-mente. Según Susnik esto habría brindado a las unidades domésticas laposibilidad de “independizarse” de los líderes (1981: 33). Sin embargo,como veremos más adelante, esta suposición está fundada en una per-cepción de ciertos atributos del liderazgo y de la organización social que,al menos para el período jesuítico, no hemos podido corroborar.

Agricultura y horticultura

En este apartado analizaremos un tema que no ha sido estudiado pre-viamente. La organización de la agricultura como producción para el

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autosostenimiento de la reducción tal como se había logrado entre losgrupos guaraníes no llegó a plasmarse en las reducciones de indiosguaycurú durante el siglo XVIII. Como hemos visto, las bases económi-cas que sustentaron a estos pueblos estuvieron principalmente ligadas alcomercio del ganado caballar y vacuno. Sin embargo, más allá de estaactividad notamos que, a medida que pasaban los años, dentro de lasreducciones comenzaron a difundirse ciertos hábitos agrícolas, las másde las veces como consecuencia de la constante insistencia de los misio-neros.

Encontramos así, en primer lugar, un tipo de producción comunal quepodía servir para el consumo dentro de la reducción o que podía sercomercializada. La primera referencia a la producción agrícola es la delpadre Burgés, quien establece que al momento de mudar la reducción enel año 1749 él mismo había esperado junto a un grupo de mocovíes reco-ger la siembra de trigo de ese año en el viejo emplazamiento de la reduc-ción, luego de lo cual se unió al resto del pueblo, ya establecido en elnuevo paraje (Furlong 1938: 28). En los escritos de Paucke encontramosmás referencias a este cultivo y a su preparación, desde las modalidadesde rotación de los suelos hasta el trillado y limpieza de los mismos (Paucke1944: 176 y figura 4). Dentro de esta producción comunal, las actividadesde cosecha se realizaban por medio de una contraprestación. El misione-ro debía proveer a sus trabajadores del alimento necesario durante lasjornadas que les ocupara el trabajo, así como también un permiso adicio-nal para cazar durante el mismo tiempo que hubiese insumido la tarea:“Durante el tiempo de la corta los indios tienen suficiente carne y legum-bres para comer” (Paucke 1944: 176). Además:

A la noche se les daba otra vez la cena, alrededor de las ocho o las nuevesegún lo exigía el tiempo; el tomar te o la yerba paracuaria no cesabadurante el día y la noche. Había bastante tabaco para mascar y fumarcomo también sal, lo que todo se les repartía abundantemente. Esta cose-cha se prolongaba a veces hasta por catorce días. […] Todo estaba tan bienorganizado que una cosa movía a la otra y a la hora del trabajo nadiepodía estar ocioso. Temprano cuando mis ‘indios’ ya estaban metidos enpleno trabajo, cabalgaba yo a la aldea para leer la santa misa después dela cual regresaba hacia mi gente. Cuando un retazo de campo de labranzaya había sido cortado, venían otros niños desde la aldea y podían respigarel rastrojo para ellos (…). En total todo lo que había que hacerse, tenía susobreros determinados y capataces; cuando uno comenzaba a trabajar, to-dos estaban en movimiento. [...] Lo que se había gastado durante la corta lo

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calculaba yo en un ‘cen’ (quintal) de tabaco, dos ‘cent’ de yerba o ‘té’, treintay más bueyes que ellos -si mucho- habían consumido en catorce días. Ter-minada la cortada yo les daba permiso de cazar con sus ‘caciques’ caballoscimarrones por tantos días como ellos había pasado durante la corta. Ellospreferían esto a cualquier otro pago (Paucke 1944: 176-177).

Otro cultivo que encontramos es el de algodón, que en el pueblo deSan Pedro alcanzaba para “alimentar los ‘indios’, vestirlos, proporcio-narles lo necesario y pagar al Rey el ‘tributo’ por ellos y en su lugar”(Paucke 1944: 216). Según el misionero, este cultivo había alcanzado paracubrir tales requerimientos apenas un año después de fundada la reduc-ción. Como podemos apreciar, el trabajo agrícola de la comunidad ha-bría llegado a funcionar bastante bien.

Las dificultades para inculcar entre los indios los hábitos agrícolasson señaladas constantemente por el misionero a pesar de que, comohemos visto, en la práctica y bajo su insistencia se llegó a producir encantidad. Según el jesuita, la distribución de herramientas de labranza,el reparto de semillas y la utilización del arado tirado por bueyes nohabrían sorteado las dificultades ofrecidas por la falta de voluntad indi-vidual, causa que él relacionaba con la escasa capacidad de previsión delos indígenas:

Yo les señalé grandes campos [de cultivo] para que uno plantara para sísólo ‘curucus’, sandías y melones; les dejaba cuatro meses de tiempo paralabrar; cada uno tenía dos bueyes, hachas para hacer los arados y carrospara conducir estos desde el bosque. Todo lo necesario fue entregado acada uno. Yo los repartía al ‘cacique’ con el cual querían tener su cultivodebajo de un solo cerco. Cada parte debía ayudar a la otra para que elcampo de cada uno se cultivara debidamente. Ellos aprovecharían todo elfruto para sí y en cuanto quisieren; sólo deberían conservar de ahí la semi-lla para el año futuro. Pero no fue posible que fuera de los ‘caciques’ hu-biera habido uno solo para conservar la semilla hasta el año siguiente,pues todo tuvo que ser comido hasta el último resto. Si al tiempo de lasiembra yo quería que mis ‘indios’ cultivaran de nuevo el campo paraellos, tenía que yo que darles otra vez la semilla para esto; de otro modoquedaban tan contentos sin cultivo de campo y sin fruto como si estuvie-ran conformes de todo (Paucke 1944: 222).

También, estas constantes alusiones sobre la imposibilidad de incul-

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car los hábitos agrícolas en la reducción podrían deberse a un intento delmisionero por sustraerse al pago del tributo que se debía cumplimentarluego de diez años de establecida la reducción. En cuanto al tributo, he-mos visto en una cita anterior que la reducción de San Pedro lo llegó apagar al poco tiempo de su fundación. Es destacable, en este sentido, quela producción agrícola de una reducción de tan corta data haya permiti-do no solo satisfacer las demandas del tributo, sino también conseguirun excedente para el intercambio.

Más allá del desinterés que señala Paucke, del cual excluye a los caci-ques, esta última cita nos permite reconstruir otro sistema bajo el cual sehabría organizado la agricultura, un sistema de cultivos colectivos en elcual los indios trabajaban bajo la custodia de un líder. Hasta el momentono hemos encontrado referencias que nos permitan determinar de quémanera se realizaba el reparto del producto de estos huertos.

La documentación también menciona otro tipo de cultivos. Retomandouna cita a la que ya hemos hecho referencia, según el misionero: “Algu-nos de los nobles habían levantado no lejos de la aldea en su derredorunas chozas donde vivían los cuidadores de sus caballos y vacas o tam-bién los guardas de sus cultivos” (Paucke 1943: 210). De esta cita parecie-ra desprenderse que los líderes en algún momento habrían desarrolladocultivos propios. Si esto fuera así, la existencia de personas especialmenteempleadas en cuidar los cultivos de los líderes nos estaría indicando elsurgimiento dentro de las reducciones de un nuevo tipo de relación en-tre estos últimos y su grupo. Como habíamos mencionado, para el perío-do previo al establecimiento de San Javier no existía ningún tipo de po-der que habilitara a los líderes a apropiarse de los productos obtenidosmediante la caza y el saqueo por su gente. El líder no disponía del traba-jo ni de los productos de sus acompañantes, sino que su autoridad esta-ba ligada a la capacidad de movilizarlos. Si en el caso de la agricultura sehubiese establecido el vínculo deducido a partir de la cita anterior, larelación entre los líderes con sus seguidores habría cambiado de maneratal que los primeros habrían logrado disponer del trabajo de los segun-dos, lo cual se extendía al caso del cuidado de las vacas y los caballos.

Como habíamos mencionado en el capítulo 2, luego de la segundamudanza de la reducción, en 1750, se comienza a producir la edificaciónde casas de ladrillos. Si nos atenemos a la figura 3 veremos que estascasas, ubicadas en el centro de la reducción, pertenecían a los líderes y asus hijos y estaban rodeadas de árboles frutales. Esta imagen, según lacual la posesión de estos huertos frutales habría estado restringida a loslíderes, es corroborada en el discurso de Paucke, quien relata cómo la

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construcción ordenada por el padre Canelas de una casa de ladrillos pro-vista de huertos para un hombre llamado Bartholomeus Citai, quien nopertenecía a “la condición de cacique”, causó la irritación de los jefes:

El Pater le hizo construir tras la reducción pero en inmediación al puebloen ladrillos sin cocer una casita provista en su derredor con un angostocorredor y colocar también un cercado que debía servirle de jardín comotambién le había proporcionado desde Santa Fe para este mozo vacas,caballos y ovejas e hizo con su ‘Bartholomé’ tales preparativos que yotemí en realidad que los ‘caciques’ del pueblo con razón se resentirían. Sinembargo ellos callaron aunque yo noté un descontento en todos ellos. Mi‘Sebastián’, un hijo de ‘Cithaalín’, también se había casado en el interín yeligió para su esposa la hija del ‘cacique Domingo’ llamada ‘Estefanía’.¿Qué hizo ‘Domingo’? Con ayuda de sus ‘indios’ erigió inmediatamentesu choza para ‘Sebastián’, una construcción aún más larga con dos puer-tas, una hacia la aldea, la otra al huerto al cual él había rodeado con vari-llas de cerco. Pronto se encontraron allí durazneros, manzanos, granados,‘citrones’, limones, naranjos e higueras como si fuese en oposición al ‘Pater(Paucke 1944: 45-46).

Podemos advertir que no solo la posesión del ganado constituía unacuestión de estatus, sino que también lo era la posesión de una casa cir-cundada por huertos de árboles frutales. Desconocemos sin embargo lafinalidad de los mismos, es decir si sus frutos eran redistribuidos en oca-siones especiales y formaban parte de fórmulas de sociabilidad o si erandestinados al consumo interno de la unidad doméstica de los líderes.Aunque en ambos casos el mantenimiento de estos frutales habría per-mitido fortalecer las diferencias sociales entre el grupo de los líderes y elresto de la comunidad.

También, y muy probablemente debido a la iniciativa de los padres,en el marco de la reducción había otras especies que eran usufructuadas,como los granados (Paucke 1944: 233). El tipo de explotación que se rea-lizaba de los mismos era semejante al patrón tradicional de recolección: des-cansaba en manos de las mujeres y su apropiación era individual. Sussemillas podían ser empleadas en la reducción para la producción detinturas o vendidas en el mercado:

De ahí guardan para ellos [una cantidad] para teñir y venden lo que resta.La libra se les paga en un peso o ‘harten Thaler’. Yo recuerdo que mis‘indios’ habrían reunido con trabajo de un año treinta y siete ‘stein’ [fane-

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gas] que pesaron nueve ‘Cent’ [quintales] sin [contar] aquella grana quecada ‘india’ guardaba para su uso y tintura. Estos nueve quintales y vein-ticinco libras se entregaron por separado a mí para que yo los enviara enprovecho de ellos al ‘Procurator’ de la ‘misión’ y fuere pagado lo que cada‘india’ pedía por ello (Paucke 1944: 202).

La agricultura en San Javier no parece haber alcanzado un nivel tanimportante como el de las actividades ganaderas, ni en el plano comunalni en el de la iniciativa privada. Además, su estudio se había visto mini-mizado en la literatura específica a un nivel tal que ni siquiera constituíaun tema de investigación. Probablemente la razón principal que ha oscu-recido este tema radica en que la visión de los guaycurú como ecuestresy belicosos, en abierta resistencia a las imposiciones de la sociedad colo-nial, parece ser incompatible con la aceptación de ciertos hábitos agríco-las. Autores como Susnik (1971, 1972, 1981) y Saeger (1985, 2000) plan-tearon una articulación comercial a partir del ganado caballar y vacunoy del tráfico de hierro y armas; sin embargo, en los documentos encon-tramos datos que nos indican la existencia de una producción másdiversificada que llegó a incluir productos agrícolas y hortícolas así comotambién manufacturas de lana. Creemos, por lo tanto, que el análisis detodas estas actividades es de gran importancia no solo en términos eco-nómicos -identificando las múltiples posibilidades de sustento e inser-ción comercial que plantearon las reducciones para las agrupaciones-sino principalmente en cuanto a las posibles modificaciones que podríanhaber producido en el plano de las relaciones sociales.

Comercio e introducción de nuevos bienes

La adopción del ganado caballar y vacuno así como el establecimien-to de lazos comerciales con la sociedad hispanocriolla generaron modifi-caciones en diferentes esferas de la vida de los grupos mocoví. El esta-blecimiento de las reducciones permitió afianzar estos vínculos comer-ciales. A su vez, las nuevas posibilidades económicas generaron modifi-caciones no solo en relación a la producción de nuevos bienes, sino quetambién favorecieron la introducción de otros provenientes de la socie-dad colonial que, si bien habían irrumpido en las sociedades chaqueñasdesde hacía por lo menos un siglo, cobrarían a partir de las reduccionesmayor importancia sobre las pautas de sociabilidad y prestigio. Entre

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estos nuevos bienes podemos mencionar principalmente la yerba mate,la sal, el tabaco y el hierro. En el abastecimiento de estos productos mu-chas veces confluían diferentes vías de aprovisionamiento, como el co-mercio directo, la entrega por parte de los misioneros a partir de la ventade los productos de la reducción o el envío por parte de las autoridadesde la ciudad y la Compañía de Jesús.

La yerba mate fue introducida por iniciativa de los jesuitas como unsustituto de las bebidas alcohólicas tradicionales. Sin embargo, las borra-cheras tradicionales no fueron erradicadas completamente. Estos ritua-les, como hemos visto, permitían la congregación de las agrupaciones, elestablecimiento de alianzas y la confirmación del prestigio de los líderes.Por lo tanto constituían un canal de comunicación de suma importancia,no solo entre los indios reducidos sino también con aquellos que llega-ban desde la “selva” y que eran vistos como potenciales agregados a lareducción. Si la práctica de estas reuniones era cortada por completo, losjesuitas perdían una vía de convocatoria importante. Por lo tanto, inten-taron modificar las formas y se ocuparon de establecer hábitos de mode-ración que no siempre llegaron a alcanzar los resultados esperados. Se-gún Saeger, aunque los misioneros señalaron una merma muy significa-tiva de las borracheras, en la práctica estos hábitos habrían disminuidomuy poco (Saeger 2000: 99).

El reparto de yerba estaba a cargo de los misioneros; ellos la entrega-ban a los líderes quienes, a su vez, convidaban a sus seguidores. De estaforma, la yerba mate se integraba dentro de las redes de redistribuciónde los líderes que habían sido especialmente designados por los misio-neros para tal fin (Paucke 1943: 106). La falta de yerba mate dentro de losbienes que eran distribuidos por los líderes conllevaba una merma en suautoridad. Paucke relata así cómo Cithaalín se habría quejado en los si-guientes términos ante la entrega de yerba a Aletín: “que él también era‘cacique’ como ‘Aletín’ y también tenía su gente y buenos amigos a quie-nes quería dar de beber” (Paucke 1943: 95). Del mismo modo, los misio-neros empleaban la entrega de la yerba para atraer a los indios al trabajoy a la iglesia valiéndose de la autoridad de los líderes. En los períodos detrabajo agrícola su convite constituía una suerte de contraprestación que,como hemos visto anteriormente, se calculaba incluso dentro de los cos-tos de la producción. En estos casos el reparto parece haber estado tantoa cargo de los líderes como de los misioneros.

Según Saeger, el aguardiente habría sido otro elemento que los mocovírequerían de la sociedad colonial:

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By the late 1770’s, enough Guaycuruans drank aguardiente to contributesignificantly to rural crime around missions. The thirst for spirits alsoinflamed the inter-mission wars of the 1770’s, because men from San Pe-dro de Mocobis, San Jerónimo de Abipones, and San Javier de Mocobisraided one other in part for horses to sell so they could buy Spanish liquors(Saeger 2000: 100).

Si bien el autor en este extracto hace referencia a un proceso de recru-decimiento de las relaciones interétnicas que es posterior a la expulsiónde la Compañía, creemos que el consumo de alcohol no pudo haber esta-do ausente por completo durante la tutela jesuítica. La falta de mencio-nes a este consumo en las fuentes que hemos estudiado podrían estarrelacionadas con el intento de los jesuitas por demostrar los logros de lasreducciones. Saeger establece también que las implicancias más impor-tantes de la adopción de bebidas alcohólicas europeas se encontraríanen el plano social y político, en tanto las instancias colectivas de prepa-ración y consumo que acompañaban a las borracheras rituales habríanestado ausentes en este caso. Según el autor, las bebidas alcohólicaseran consumidas de manera individual o en pequeños grupos y el re-emplazo gradual de las bebidas tradicionales por el alcohol habría dadocomo resultado la pérdida de las connotaciones rituales y sociales ca-racterísticas de la bebida.

Otro elemento que se integró rápidamente dentro de las pautas desociabilidad de los mocoví de San Javier fue el tabaco. Según Paucke estebien era introducido a través de la reducción: “En nuestras ‘misiones’donde aún no se planta tabaco, es una cuestión difícil mantener el pue-blo con tabaco porque durante todo el año se gastan muchos ‘Cent’ [quin-tales] y los ‘indios’ y también las ‘indias’ lo apetecen con avidez.” (Paucke1944: 212 y 213). Sin embargo, en Lozano (1941: 42) hallamos referencias asu cultivo por parte de grupos abipones antes del establecimiento de lasreducciones. Más allá de las dudas que nos genera la alusión a este “culti-vo” entre los abipones, la misma nos podría indicar que el tabaco era co-nocido por algunos grupos con anterioridad. De todos modos, la expan-sión de este cultivo en manos de los jesuitas en Miraflores y en el Brasil lehabría conferido un volumen mucho mayor dentro del mercado. La salmisma con la cual se mezclaba el tabaco pertenecía al circuito del mercadocolonial, con lo cual su difusión y consumo deben haberse incrementadocon el establecimiento de redes comerciales, especialmente a partir de lasreducciones. El tabaco principalmente se mascaba, aunque también se fu-maba y era preparado por las mujeres de la casa, especialmente las más

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ancianas. En ocasión de recibir visitas, el invitado era convidado con unaporción de tabaco:

Cuando un indio visita a otro, éste le obsequia con un pedazo de tabacomezclado que ya una vieja, ya la misma dueña de casa, mascan, aliñancon sal, la mezclan con él en la mano, escupen varias veces sobre él y loamasan bien; reparten luego a los visitantes que enseguida lo meten en laboca (Paucke 1944: 212).

El misionero también explica que era frecuente que al encontrarsedos indios se convidaran tabaco. Sin embargo, no hace referencia a queesto tuviera algún tipo de implicancia en términos de prestigio. En cuan-to a la sal, la misma era un bien muy requerido, aunque podía frecuente-mente reemplazarse con salitre que era más ácido que la sal. La sal no seutilizaba en la preparación de alimentos sino que se mezclaba con el ta-baco. Paucke relata la organización de expediciones desde las reduccio-nes con el fin de procurarse sal en diversos parajes, ya que en el mercadoera más costosa (1943: 307-310).

Respecto del hierro, como hemos comentado en el capítulo anterior,habría alcanzado una difusión mayor a partir de las reducciones, aun-que sin llegar a reemplazar a los materiales tradicionales en la confeccióndel armamento.

En cuanto a la comercialización de productos desde la reducción -tantode bienes comunales como transacciones particulares-, ya hemos anali-zado los circuitos ganaderos, textiles y agrícolas. Sin embargo, nos restamencionar la producción y comercialización de otros bienes derivadosde las actividades de caza y recolección. Esta comercialización se retrotraeal período previo a las reducciones y comprendía cueros de ciervo y ve-nado y plumas que eran intercambiados con los pueblos guaraníes cercadel río Paraná. A cambio de los mismos los mocoví recibían ropas comocamisas y calzoncillos (Furlong 1938: 29). Las actividades de caza paraobtener estos productos parecen haber seguido los patrones tradiciona-les en cuanto a su organización y distribución. El padre Bustillos señalaque

Al primero que hirió la caza, sea de la calidad que fuere, le dan a escogerlo que más quiere de ella, sin que ninguno, aunque sea cacique, le quiteeste derecho. […] También cuando se juntan muchos para ir a cazar poralgunos días, todos van sujetos a aquel que primero convidó para ella,aunque éste sea joven y los demás ancianos; yendo todos sin réplica al

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lugar que él señale, y volviéndose al pueblo cuando él determine (Furlong1938: 106).

Las pieles de tigre también eran muy requeridas en el mercado colo-nial. Este animal podía ser cazado con lazos, de modo que su cuero noresultara dañado. En caso de que así ocurriera, era utilizado por los mis-mos indios en sus recados, para la confección de las corazas de guerra otambién podía ser obsequiado (Paucke 1944: 338). Finalmente en cuantoa los animales domésticos tales como las aves pequeñas (gallinas), lasmismas parecen no haber sido aceptadas para el consumo.

La esfera del comercio y los circuitos de redistribución

Como hemos visto, las reducciones ampliaron las actividades econó-micas derivadas del comercio de ganado y abrieron nuevas posibilida-des a la producción agrícola, hortícola y a la confección de manufactu-ras. Sin embargo, aunque muchos artículos se insertaban en el mercadocolonial, otros se reservaron dentro de la esfera de la reducción.

Según Vitar (2001b), el abastecimiento de ganado para la subsistenciarealizado por los misioneros dentro de las reducciones habría provoca-do una merma de las actividades de caza y recolección tradicionales. Ellahabría repercutido en el poder de los líderes quienes, al verse desplaza-dos de sus actividades de organización y dirección de las partidas decaza, buscaron recuperar su prestigio a través del respaldo de la socie-dad colonial. Sin embargo, el análisis que hemos realizado en torno alganado y a las actividades bélicas en el ámbito de las reducciones noslleva a presentar otro enfoque.

En cuanto al ganado introducido por los vecinos de Santa Fe y por lasmisiones guaraníticas, hemos visto que el mismo no habría alcanzado asatisfacer las necesidades de una población que no había adoptado lacría del vacuno. La consecuente necesidad de ganado para la subsisten-cia, así como también las demandas del mercado colonial, habrían fo-mentado la realización de expediciones para su aprovisionamiento, ocu-pando los líderes un papel importante en su organización. Por otro lado,como hemos mencionado anteriormente, la fundación de reduccionesno fue acompañada por una pacificación general -ni de los grupos redu-cidos ni de los que permanecieron fuera de la reducciones-, por lo cualno cesaron los conflictos. En este contexto, las funciones militares reser-vadas a las reducciones también habrían animado la organización de

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expediciones que, encabezadas por los líderes, se podrían equiparar alas antiguas empresas bélicas.

Del mismo modo en que las reducciones mantuvieron activas las pau-tas tradicionales de prestigio asociadas a la organización de expedicio-nes de caza y de guerra dentro de un nuevo marco caracterizado por lasalianzas establecidas con los vecinos de la ciudad de Santa Fe, las pautasde redistribución fueron recreadas en ese nuevo escenario. Para el áreapampeana, donde no se establecieron reducciones, Mandrini ha expre-sado que “un complejo sistema de intercambios vinculaba a las distintasunidades entre sí y con las poblaciones más allá de las fronteras” (1985:216). Según el autor, el “circuito del comercio” vinculaba a las unidadescon la sociedad mayor mientras que el del “intercambio” seguía las pau-tas de la reciprocidad. En el caso de los grupos mocoví, las fuentes tam-bién nos permiten delinear dos circuitos económicos, cada uno de ellosregidos por diferentes lógicas16, que podemos caracterizar como el circui-to comercial y el circuito de la redistribución.

El circuito comercial se establecía hacia el exterior de la reducción; erael de la venta de manufacturas y abastecimiento de ganado, el de la in-troducción de la yerba mate y del tabaco. Dentro del mismo, las transac-ciones seguían las formas del intercambio monetario o del trueque y po-dían establecerse a través del misionero o individualmente. En las fuen-tes hemos encontrado varias referencias a las transacciones llevadas acabo por particulares así como también disposiciones destinadas a regla-mentar y, en algunos casos, a impedir el comercio entre los indígenas ylos pobladores españoles (Paucke 1943: 87-88). El circuito de la redistribuciónse daba dentro de la esfera de la reducción, siguiendo las pautas de dis-tribución según las cuales el líder debía obsequiar y convidar bienes cons-tantemente para conservar, en la medida de lo posible, la lealtad de susseguidores. Entre otros bienes entregados figuraban la yerba mate y elganado a los que ya nos hemos referido.

Movilidad espacial y territorialidad

Las actividades económicas que se fueron desarrollando en las reduc-ciones fueron acompañadas por modificaciones en las pautas de movili-

16 Ambos circuitos no deben entenderse como mutuamente excluyentes, es decirque no podemos descartar la existencia de transacciones comerciales dentro de lasreducciones.

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dad y territorialidad. Como señaló Susnik (1971 y 1981), las reduccionestuvieron una gran importancia como “asientos” en tanto permitieron alos grupos reducidos establecer contactos comerciales con las ciudadesbajo cuya jurisdicción habían sido establecidas. Dentro de este esquema,las posibilidades de saqueo sobre otras áreas habrían permitido hacer delos pueblos de indios espacios protegidos que garantizaban, en ciertaforma, que no serían atacados por las tropas militares de otras jurisdic-ciones sobre las cuales habían realizado entradas. Para la ciudad, los es-tancieros y los vecinos de Santa Fe, las reducciones aseguraban el abaste-cimiento del ganado caballar y vacuno17.

Sin embargo, este modelo ganadero de las reducciones ha tendido aminimizar y ocultar las consecuencias de otras actividades que se fuerondesarrollando y que, a nuestro entender, podrían haber tenido impor-tantes consecuencias sobre los ritmos de movilidad y las pautas de terri-torialidad. El estudio de las prácticas asociadas a la producción lanar -que implicaba el mantenimiento de rebaños de ovinos- y a la agricultu-ra nos permitirán adentrarnos en estas modificaciones. Tanto el mante-nimiento de rebaños, con sus instancias de cría, como el de los sembra-dos y huertos, y sus tiempos de siembra y cosecha, pueden haber redu-cido notablemente los ritmos de movilidad previos de los grupos mocoví.La construcción de casas de ladrillo para los líderes podría haberse deri-vado de este proceso que habría afectado también a las tradicionales pau-tas de prestigio.

Las consecuencias de esta reducción de los ciclos de movilidad pue-den evidenciarse asimismo en las expediciones de caza que, si bien po-dían llegar a extenderse por varios meses, implicaban siempre el retornoal pueblo de las reducciones. Al respecto, Paucke señala que en frecuen-tes ocasiones había viajado con sus “‘indios’ por dos o tres meses en lassoledades” (1943: 181) para la caza o para la consecución de otros recur-

17 Respecto a este punto es interesante establecer una comparación con el áreapampeana en cuanto a los circuitos de comercialización del ganado. Los estudiossobre este área nos informan acerca de la existencia de una “especialización” (Bechis1989 y Nacuzzi 1991 y 1998) de los subgrupos étnicos a partir de la articulación dediferentes actividades relacionadas con el comercio del ganado, lo que habría re-sultado en una interdependencia de estas unidades. Para el caso del Chaco las fuentestrabajadas no nos han permitido identificar un tipo de articulación semejante, noobstante creemos que sería interesante indagar en el futuro, a través de otras fuen-tes, si pudo haberse dado un proceso similar en tanto habría tenido importantesrepercusiones sobre las pautas de movilidad y territorialidad.

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sos como la sal o el salitre, retornando luego al pueblo. Ya mencionamosque se organizaban expediciones de menor duración instituidas a modode recompensa luego de los trabajos agrícolas (Paucke 1944: 177). A pe-sar de ello, es posible que la realización de este tipo de expediciones nosiempre haya contado con el beneplácito de los misioneros. En el caso dela recolección, las mujeres seguían realizando salidas al campo abierto(Paucke 1944: 239). Las reducciones también se habían constituido enimportantes centros a los cuales los grupos no reducidos acudían porperíodos que podían prolongarse hasta por seis meses. Durante estosperíodos los visitantes, generalmente emparentados con los reducidos,solían ser convidados con el ganado de la reducción con el objetivo deacercarlos a las mismas (Paucke 1943: 69, 136 y 210).

Creemos que la disminución de la movilidad ocasionada por las re-ducciones habría condicionado también las pautas de territorialidad. Se-gún Susnik (1971 y 1981) los espacios relacionados con la provisión deganado y su ubicación en el mercado se habrían constituido en sitiosestratégicos disputados por diferentes grupos. La ocupación de los mis-mos habría actuado como un seguro respecto de las posibles intromisio-nes de otras agrupaciones. En el caso de San Javier es muy significativoque en un período relativamente corto -que podemos calcular menor acuatro años- tres agrupaciones importantes en cuanto al número de per-sonas que las integraban hayan tomado la iniciativa de acercarse. En estecontexto creemos que las sucesivas oportunidades económicas y la inter-dependencia establecida en torno a diversos bienes con la sociedad his-panocriolla debieron haber fortalecido los lazos de los grupos indígenascon el territorio. Según Von Bremen (1994), quien analizó la movilidadde los grupos no sedentarios del chaco paraguayo, la territorialidad entérminos de asentamiento y derechos de exclusividad debe entendersecomo consecuencia de las políticas coloniales. Al respecto, creemos quelas políticas coloniales no deben percibirse como el único origen de lasnuevas pautas de movilidad y territorialidad sino que las mismas inte-ractuaron y se articularon con las pautas tradicionales que los gruposindígenas rápidamente “adaptaron” a las nuevas posibilidades.

En este marco sostenemos que la reducción se convirtió en una suertede “gran campamento base” cuya duración se prolongó en el tiempo.Desde él se realizaban expediciones de mayor o menor duración quepermitían la consecución de artículos para la subsistencia y para el co-mercio. Paralelamente se constituyeron en centros estables de produc-ción de manufacturas.

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La sociedad mocoví dentro de las reducciones. Cambios y continuidades

El acercamiento a las reducciones no solo proporcionó beneficios entérminos económicos, sino que también planteó ventajas asociadas alprestigio y al poder político. Así como diferentes bienes fueron introdu-cidos en la esfera comercial y productiva, en el plano político y social elacercamiento a los misioneros y la obtención de respaldo por parte de lasautoridades de las ciudades permitieron a los líderes conseguir otros bie-nes de carácter simbólico que produjeron modificaciones en diferentesplanos de la vida de los grupos reducidos.

Respecto de estas modificaciones, hemos hallado dos posturas en labibliografía consultada. La primera fue elaborada por Susnik entre lasdécadas de 1970 a 1980. Si bien se refiere más específicamente al pueblode Remolinos de indios mocoví -bajo la jurisdicción de Asunción- es po-sible retomarla para analizar sus alcances y limitaciones para el caso deSan Javier. La autora señala que, como consecuencia del establecimientoen los pueblos de indios, los grupos mocoví habrían comenzado a sufrirun proceso de desintegración social. Las nuevas posibilidades comercia-les brindadas a través de las actividades económicas habrían conferido alas unidades domésticas una mayor autonomía por encima de la figuradel líder tradicional. Este proceso habría sido acompañado por el surgi-miento de nuevos líderes cuyo prestigio ya no se basaba en el poderíobélico sino en la capacidad de negociación y articulación con los sectoreshispanocriollos: “el predominio de los líderes tradicionales, jefes de lasbandas patrilineales, cedió frente a los intereses de los grupos con cabe-cillas hábiles y exitosos en adquisición de los bienes considerados de ‘va-lor’ por la comunidad” (Susnik 1981: 32). El fenómeno que la autora de-nomina de “fragmentación social” se caracterizaría por una convulsióndentro de los grupos asentados en términos de modificación de los atri-butos del liderazgo y multiplicación de los conflictos entre las diferentesagrupaciones. Dentro de él habrían ocupado un papel central el ganado(como objeto de saqueo y debilitamiento) así como también el control delas rutas y asientos comerciales (en tanto posibilidades económicas y derelación con la sociedad colonial).

Por su parte, Saeger (2000) señala que dentro de las reducciones tuvolugar la conversión del “liderazgo” en “cacicazgo”. Este proceso remiti-ría, según él, al fortalecimiento de la autoridad política como consecuen-cia del apoyo prestado por las autoridades españolas. Este apoyo habríaido acompañado por la promoción de una jerarquía entre los mismos“caciques”, dada la concepción de la autoridad propia de la sociedad

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colonial. El autor señala que la tendencia respecto a la promoción de los“caciques” se habría establecido en torno a aquellos líderes capaces deadaptarse a los nuevos atributos promocionados por los mismos espa-ñoles en términos de poder de mando sobre sus seguidores (Saeger 2000:110 y ss.). Este proceso es interpretado por el autor como una continua-ción de los cambios surgidos desde la adopción de caballo. Como hemosvisto, su postulado fundamental hace énfasis en las reducciones comocatalizadoras de una serie de cambios ocurridos desde la adopción delcaballo.

En estos dos planteos encontramos una similitud: el poder de los nue-vos líderes promovidos por o surgidos en las reducciones ya no seguiríasolamente las vías tradicionales. Sin embargo, en el plano de la organiza-ción social las explicaciones expuestas se contraponen. Mientras queSusnik sostiene la desintegración de las agrupaciones y la fragmentaciónsocial como consecuencia del proceso de autonomización de las unida-des domésticas, Saeger señala el incremento de la autoridad de los “caci-ques” sobre estas agrupaciones. La diferencia entre estas posturas esta-ría así planteada en términos de fragmentación o de fortalecimiento delas estructuras sociales. Esto nos lleva a proponer nuevos interrogantes.En primer lugar, nos preguntaremos acerca del surgimiento de nuevoslíderes y, luego, analizaremos los alcances del “fortalecimiento” de estasfiguras. Finalmente, trataremos de analizar los alcances de los postula-dos de desintegración-fortalecimiento de las agrupaciones sociales.

¿Surgimiento de nuevos líderes o nuevas oportunidades para viejos líderes?

Al iniciarse el proceso de acercamiento entre la sociedad colonial ydiferentes agrupaciones mocoví para el establecimiento de las reduccio-nes, los líderes se constituyeron en voceros de las agrupaciones. Sin em-bargo, como hemos analizado en el capítulo anterior, esta posición privi-legiada como portadores de información e interlocutores poseía impor-tantes restricciones en cuanto a la toma de decisiones. El consenso y nouna decisión impuesta por la autoridad política fue lo que llevó a losgrupos que así lo eligieron a acercarse a los pueblos de indios. No obs-tante, en el momento mismo en que empezaron a tener lugar las negocia-ciones, los españoles establecieron diálogos con los jefes, lo que losposicionó en un nuevo plano. Nos interesa estudiar aquí los efectos deesta interpelación y los cambios en la percepción del liderazgo entre losgrupos reducidos.

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La primera cuestión que analizaremos es la del surgimiento de nue-vos líderes. En cuanto a la pertenencia a un linaje que habilitara al poderpolítico, Saeger (2000) señala para los guaycurú en general que el esta-blecimiento en misiones habría posibilitado el surgimiento de “caciques”guerreros por sobre los tradicionales líderes de linaje dado que los agen-tes coloniales no habrían sabido distinguir entre el liderazgo “de cuna” yel “guerrero”. En este sentido, el autor afirma que esta confusión habríallevado a los españoles a promover a aquellos guerreros ambiciosos quedeseaban establecer alianzas con los criollos:

Partly because Spaniards did not differentiate war leaders from hereditarychiefs, and partly because they used mission offices as a tool to promoteacculturation, they frecuently promoted ambitious war leaders who werewilling to accomodate Europeans interests over more independent-mindedtraditional chiefs. Thus, Spaniards frecuently undermined rather thanreinforcing aboriginal hereditary leadership (Saeger 2000: 122).

En cuanto a la pauta guerrera como fuente de prestigio, que segúnSaeger habría elevado a nuevos líderes, el análisis que hemos realizadono revela la existencia de tales nuevos líderes sino que, por el contrario,los mismos personajes que habían iniciado las negociaciones con losvecinos de la ciudad y con los misioneros son los que se mantienendurante el período jesuítico. Como hemos visto en el presente capítulo,las reducciones cumplían una función defensiva frente a posibles ata-ques que pudieran realizar los indios no reducidos sobre la ciudad deSanta Fe y sus campos. Según los relatos de las fuentes, las expedicio-nes que se emprendieron desde San Javier fueron encabezadas por loslíderes tradicionales. En este sentido, ni a través de aquellas campañasincentivadas por Santa Fe ni por aquellas que eran emprendidas por ini-ciativa propia hemos podido visualizar el surgimiento de nuevos líde-res.

En nuestro caso particular pareciera ser que los misioneros trataronde ratificar a los líderes que ya gozaban de prestigio en vez de apoyar elsurgimiento de nuevos liderazgos que basaran su autoridad en la guerrao en el comercio. La sociedad colonial tendió a confirmar entonces a loslíderes tradicionales obsequiándoles diferentes bienes materiales y sim-bólicos destinados a diferenciarlos del resto de la población. Entre ellospodemos mencionar el nombramiento de corregidores, la entrega de unavara de mando, ropas especiales y objetos de valor, el apelativo “Don” yel padrinazgo de un vecino influyente en el momento de su comunión.

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Sin embargo, debemos preguntarnos si estos bienes fueron significativosen cuanto a la relación establecida con la gente, o si más bien fueronimportantes en cuanto a las relaciones establecidas con los diferentes agen-tes de la sociedad hispanocriolla. Al respecto, y tras haber analizado loscontextos de utilización de estos bienes de prestigio, parece que los mis-mos posibilitaron la identificación del apoyo español hacia ciertos perso-najes, aunque no llegaron a instituirse como bienes simbólicos que confi-rieran un agregado de autoridad a los líderes respecto de sus seguidores.Si bien tales elementos fueron codiciados por los líderes -como el caso dela vara de mando y el nombramiento de corregidor solicitados insisten-temente por Cithaalín luego de que fueran entregados a Aletín- no he-mos encontrado menciones de su uso como bienes de prestigio hacia elinterior de los grupos; su utilización se visibiliza más en ocasiones talescomo festividades religiosas a las cuales concurrían vecinos importantesy autoridades de la ciudad. En cuanto a los símbolos de prestigio y va-lentía propios -tatuajes, cortes, marcas en las lanzas que indicaban el nú-mero de personas muertas por los guerreros-, los mismos continuaronvigentes, al menos durante la etapa jesuítica. Creemos que los nuevosbienes de prestigio fueron aceptados e incluso buscados por los líderes,pero los mismos no modificaron la dinámica y el ejercicio del liderazgo.No obstante, constituyeron referentes importantes en relación a la socie-dad colonial facilitando la identificación de ciertos personajes comointerlocutores válidos y para la entrega de otro tipo de elementos.

El manejo de la información y las entregas de bienes -yerba, carne-para su posterior redistribución también podrían ayudarnos a delinearuna respuesta para el interrogante que hemos planteado referido al sur-gimiento de nuevos líderes y al fortalecimiento de su autoridad de man-do. Como vimos, la entrega de bienes por parte de los misioneros tendíaa aglutinar a la gente alrededor de aquellos líderes que habían sido esco-gidos. En cuanto al manejo de la información, hemos visto que los líde-res tradicionales cumplían un importante papel en su procesamiento ydifusión. El hecho de que los españoles hayan escogido de entre los líde-res a sus interlocutores habría fortalecido el manejo de la información yla redistribución de bienes. Si bien podemos constatar que ambas activi-dades se centralizaron en la figura de los líderes tradicionales, nueva-mente debemos preguntarnos si ello habría reforzado sus atributos deautoridad hacia el interior de las agrupaciones sociales indígenas.

Según Saeger (2000), la interpelación descripta por parte de la socie-dad colonial habría resultado en el surgimiento de los “caciques “ y, eneste proceso, los líderes habrían ido ganando “poder de mando” sobre

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sus seguidores: “Caciques also gained limited powers of coercion. Theironce merely persuasive oratory became more forcefull” (2000: 123). Elautor ejemplifica este proceso a través de la figura de Aletín quien, en suopinión, habría acrecentado su poder sobre los indios reducidos explo-tando las atribuciones del poder político aportadas por los actores colo-niales. Al respecto, nos parece que si bien en diferentes oportunidadesAletín habría logrado atraer a los allegados de Cithaalín, debemos anali-zar a través de qué mecanismos esto fue posible. Como hemos visto, lamovilización de los seguidores de Cithaalín por parte de Aletín se habíarealizado mediante sucesivas entregas de yerba mate. El movimiento in-verso por el cual Cithaalín “recupera” su gente, retirándose finalmentede la reducción con cuatrocientos hombres (Paucke 1944: 74), nos lleva apensar en términos del mantenimiento de la movilidad intergrupal y dela vigencia de las pautas de redistribución por sobre el fortalecimientodel poder de mando. En relación a este poder, el padre Canelas señalaque se habría dado a modo de excepción en la figura de Quevachín, in-dio “noble” y cuidador del ganado de la reducción, de quien se esperaba“fidelidad y vigilancia de su parte, pero no dominio para mandar niespíritu para reprender a los que pasan la juventud, pues aún a los caci-ques respecto de sus vasallos no se encuentra este señorío, reduciéndoseen especie de mando a un débil ruego o voluntariamente ejecutado oimpunemente desobedecido” (Furlong 1938: 170). Dentro de las reduc-ciones siguieron vigentes los largos discursos que debían emplear loslíderes: “Aletín llamó a todas sus gentes y les hizo a su manera una largaplática. Todos callaron y se alejaron cada uno a su casa. En algunos estaplática les había hecho una mayor impresión que si el Pater les hubierapronunciado un largo sermón” (Paucke 1943: 25). Como hemos mencio-nado en el capítulo anterior, los mismos jesuitas eran adoctrinados porlos líderes. Creemos que tanto la consideración del primer caso comoexcepcional como la aclaración que realiza el misionero sobre cómo loslíderes debían manejarse respecto de sus agrupaciones nos informan so-bre el mantenimiento de los atributos tradicionales del liderazgo en tér-minos de “autoridad” (Bechis 1989), es decir como un poder no imposi-tivo que se desplegaba en ciertas circunstancias y que estaba condiciona-do por el manejo de ciertos atributos -manejo de la oratoria, efectividaden la caza y en la guerra y capacidad redistributiva- y por el consenso delgrupo acerca del ejercicio de ese liderazgo.

Las relaciones comerciales y el enriquecimiento podrían haber influi-do en la promoción de nuevos líderes o en el fortalecimiento de su poderde mando. Sin embargo, tampoco hemos podido hallar indicios de que

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estos fenómenos hayan tenido lugar. Los documentos no relatan ningúncaso en el cual el éxito comercial, constituyéndose en una nueva formade prestigio, hubiese dado lugar a la emergencia de nuevos líderes. Cree-mos que esto fue así dada la naturaleza de las transacciones mercantilesque parecen haber seguido las iniciativas individuales sin ningún tipode centralización respecto de la obtención de los bienes o sucomercialización.

No obstante, debemos reconocer el crecimiento de un patrimonio pri-vado en manos de los líderes, lo que puede evidenciarse, por ejemplo, enla posesión de un stock de ganado particular. Este crecimiento del patri-monio podría haberles permitido trazar relaciones comerciales con la so-ciedad colonial más estables y de un volumen mayor al de otros particu-lares ya que, como hemos visto, estos personajes parecen haber tenidodentro de las reducciones a un grupo de personas que se dedicaba alcuidado de sus ganados. Ahora bien, aunque el crecimiento del patrimo-nio particular de los líderes esté documentado, también hemos observa-do que las pautas de redistribución se mantuvieron e incluso podríanhaberse potenciado a partir del ingreso de un nuevo caudal de bienes.Como señaló Bechis (1989) para el caso de los grupos de la región arauco-pampeana, creemos que la riqueza no implicaba prestigio, aunque ma-yormente el prestigio iba acompañado de riqueza. La diferenciación através de los bienes económicos y de prestigio fue probablemente busca-da por los líderes, pero no por esto podemos concluir que les permitióliberarse de las restricciones tradicionales para el ejercicio del liderazgoni de las prácticas redistributivas, del manejo de la elocuencia ni de lasexigencias de sus grupos.

Finalmente, hay un punto que no ha sido analizado por los estudio-sos del área -ya que está relacionado con las prácticas agrícolas- y que, anuestro entender, podría haber sido el más significativo en cuanto a lasmodificaciones producidas en la estructura política y social de los gru-pos que estamos analizando. Nos estamos refiriendo a la capacidad de-sarrollada por los líderes de disponer, en una escala muy baja, del traba-jo de sus seguidores en un momento en el cual se abrían constantementenuevas perspectivas económicas que posibilitaban la libre articulaciónde las unidades productoras con el mercado. Este problema nos planteavarios interrogantes.

En primer lugar nos preguntamos quiénes eran los que trabajaban paralos líderes. Una posibilidad que podríamos barajar es que la misma uni-dad doméstica se ocupara de los cultivos. Sin embargo, hemos visto quelos hijos de los nobles residían en el pueblo al igual que sus padres, mien-

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tras que las estancias se hallaban ubicadas en los alrededores de la reduc-ción. Si bien podría haber sido posible que la unidad doméstica se trasla-dara continuamente, la fuente es muy precisa al indicar que “los noblestenían los guardas de sus ganados y sus cultivos” (1943: 210) y en ningúnmomento se menciona que los familiares de los líderes estuviesen emplea-dos en tareas agrícolas o ganaderas propias, aunque sí parecen haber par-ticipado o más bien instado a los suyos a hacerlo, en las tareas comunales.Si los cuidadores de los cultivos particulares hubiesen tenido las mismascaracterísticas que los del ganado de la reducción, entonces podríamosconcluir que eran personas emparentadas o personas de confianza de loslíderes (Paucke 1943: 33); aunque cabría la posibilidad de que fueran otrosindios del grupo. Sin embargo, aún nos preguntamos por qué en un deter-minado momento un conjunto de personas puso a disposición del líder sutrabajo o, desde otro ángulo, en qué momento y por qué motivo un sectorhabría expandido sus atribuciones sobre el trabajo de otros. Esta preguntaes difícil de responder ya que las fuentes gubernamentales consultadas nonos ofrecen detalles al respecto y las fuentes jesuíticas no se explayan de-masiado sobre esta cuestión. Por estas razones hemos indagado en las con-diciones económicas que se vivieron durante el período examinado. Enprimer lugar debemos mencionar que sobre los indios reducidos no pare-ce haber pesado en forma particular ninguna carga tributaria que hubiesecondicionado a las unidades menos productivas a emplearse al amparo delas que tenían mayor capacidad para asegurar su subsistencia y posibilitarasí el pago del tributo. Restaría evaluar la posibilidad de que se haya pro-ducido un fenómeno de pauperización entre ciertos indios dado que Paucke(1944: 36) menciona la existencia de “pobres” entre la población. Al res-pecto hemos visto que, al menos durante este período, dentro de las re-ducciones parece haberse producido un fenómeno de ampliación de lasposibilidades económicas y no de retracción de las mismas. Aún en el casode que algunas unidades hubiesen quedado al margen de estas oportuni-dades, ellas contaban con la posibilidad de volver al interior del Chaco.Dentro de este contexto, creemos que el término “pobres” utilizado porPaucke podría estar teñido por las nociones occidentales de la riqueza y lapobreza. Respecto del problema de la expansión de las atribuciones de loslíderes sobre el trabajo de algunas personas, solamente podemos insinuarque las causas podrían haber estado relacionadas con el prestigio conferi-do por el hecho de trabajar para un líder más que a una situación de po-breza ya que, como hemos mencionado, los indios reducidos no habríansufrido una contracción en cuanto a sus posibilidades económicas sinoque por el contrario, estas se habrían multiplicado.

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Luego de haber evaluado diferentes explicaciones acerca del surgi-miento de nuevos líderes y del fortalecimiento de su autoridad cree-mos que dentro de las reducciones aparecieron una serie de posibilida-des dadas tanto por bienes simbólicos de prestigio como por bieneseconómicos y que ellas fueron aprovechadas por los líderes tradiciona-les. En este sentido, las mismas se mantuvieron solo como posibilida-des y no llegaron a cristalizar como pautas constitutivas del liderazgo.Proponemos así que en las reducciones se produjo la convivencia delas antiguas pautas de prestigio con otras nuevas que fueron aprove-chadas en mayor o menor medida por cada uno de los personajes, sinquedar por esto desligados de sus atribuciones y responsabilidades tra-dicionales. En este sentido, creemos que si tuvo lugar un proceso defortalecimiento de la figura de los líderes, este estuvo relacionado conla promoción de una serie de actividades y bienes propios de las reduc-ciones. La facultad de disponer del trabajo de otros, el manejo casi mo-nopólico de la información y, finalmente, la importancia de la riqueza yde algunos símbolos de prestigio habrían estado relacionados con elasentamiento, con la reducción de la movilidad y con la introducciónde nuevas prácticas económicas y productivas ajenas al ganado caba-llar y vacuno y a la caza, actividades en las cuales se seguían observan-do las tradicionales reglas en cuanto al reparto de las presas. Creemosque en las reducciones no se produjo una modificación de las bases enlas cuales descansaba la legitimidad política sino que, por el contrario,las actividades que se desplegaron en ellas y los bienes que fueron in-troducidos, se incorporaron dentro de la dinámica tradicional del pres-tigio, de modo que las reducciones podrían haber contribuido a inten-sificar estos mecanismos.

¿Fragmentación o fortalecimiento de las agrupaciones sociales?

Durante el período previo al establecimiento en San Javier una de lascaracterísticas de la organización social de los grupos mocoví fue la mo-vilidad intergrupal. La composición de las agrupaciones era variable ycondicionaba el ejercicio del liderazgo político. Durante el períodojesuítico reconocimos algunas modificaciones sustanciales que hemosmencionado y que analizaremos detalladamente tratando de evaluar silas opciones teóricas en términos de fragmentación o fortalecimiento delas agrupaciones sociales pueden ser aplicadas al caso.

La primera cuestión que mencionamos es la que se refiere a la posibi-

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lidad de los líderes de disponer del trabajo de algunos seguidores. Sibien las fuentes no nos brindan demasiada información acerca de estetema, podríamos pensar que en torno a estas actividades se habrían for-talecido de alguna manera las relaciones en términos de lealtades o de-pendencias. La falta de más referencias hasta el momento no nos permiteseguir adentrándonos en la cuestión. En cuanto al postulado de Saeger(2000) acerca del incremento de la autoridad de los líderes y al fortaleci-miento de las agrupaciones sociales, hemos señalado la pervivencia de lamovilidad intergrupal que se evidencia en los continuos movimientosde personas según la ocasión y según los beneficios que uno u otro líderpudiera ofrecer.

Sunik (1981) señala que en las reducciones las unidades domésticashabrían adquirido la capacidad de sustentarse por fuera de la influenciadel líder, generándose un proceso de desintegración social. Bajo esta afir-mación la autora deja entrever un contraste dado entre un momento pre-vio y un momento posterior al establecimiento de los pueblos jesuíticos.Si la autonomía económica hubiera sido una modificación generada apartir de las reducciones, el momento previo debería caracterizarse en-tonces por la ausencia de esta autonomía, es decir por una capacidad desubsistencia posible solo a expensas del líder.

Como hemos analizado en el capítulo anterior, antes de la fundaciónde misiones el tipo de movilidad espacial e intergrupal determinaba queel aprovisionamiento no se diera a partir del líder sino que las unidadespodían disponer, dentro de un ciclo estacional, de sus propios recursos.Las pautas de redistribución que debían observar los líderes estaban re-lacionadas con convites destinados a mantener un grupo aglutinado, peroeste líder en ningún momento habría actuado como centralizador de laproducción para su posterior redistribución. Los ritmos de dispersión yaglutinamiento y la alternancia de las actividades de caza y recolección através del ciclo anual que hemos estudiado en el capítulo 3 dan cuentade la descentralización productiva y de la relativa autonomía de las uni-dades para su abastecimiento. En este sentido, las múltiples insercionesmercantiles que pudieron ser aprovechadas por las unidades domésticasno pueden haber generado una desintegración de la sociedad mocoví almenos para el período jesuítico, en tanto para el período previo no he-mos encontrado referencias a una unidad social ni en términos económi-cos ni en términos políticos.

Creemos que aún permanece como un interrogante el problema delasentamiento, es decir, por qué algunos grupos, desde un comienzo oluego de haber residido en las reducciones durante algún tiempo, deci-

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dieron permanecer en el interior del Chaco mientras que otros decidie-ron quedarse en la reducción y qué tipo de consecuencias pudo habertenido esta permanencia sobre las agrupaciones. La multiplicidad de tra-yectorias nos advierte acerca de la imposibilidad de postular conclusio-nes generales para los pueblos chaqueños en general o para los gruposguaycurú reducidos hasta que no estén estudiados en detalle cada unode estos recorridos particulares. Desde nuestra perspectiva, y tras el aná-lisis que hemos realizado, creemos que para el caso de los grupos mocovíreducidos en San Javier las causas que los habrían llevado a asentarsepueden estar relacionados con el aprovechamiento de las nuevas opor-tunidades económicas. En cuanto al efecto de ese asentamiento sobre laorganización social, por el momento no hemos encontrado, hasta la ex-pulsión de la Compañía de Jesús, indicios que nos lleven a pensar en elfortalecimiento o la desintegración social. No obstante creemos que, enun plazo mayor, el asentamiento, la recepción de la doctrina católica, elestablecimiento de redes comerciales y la adopción de nuevos hábitosproductivos deben haber producido modificaciones en el plano socialsobre las que deberemos profundizar.

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127Componentes étnicos

El plano de los límites étnicos y de las identidades es probablementeel que mayor dificultad nos ha presentado para su análisis. No hemosencontrado referencias a que los grupos a los cuales estudiamos se hayanreconocido a sí mismos como mocoví. No obstante, la identificación“mocoví” aparece tanto en las fuentes gubernamentales como en lasjesuíticas. Como estableció Nacuzzi (1998) quien reconstruyó el panora-ma étnico de los grupos que habitaban en el norte de la Patagonia, paralos misioneros y demás agentes gubernamentales no debió ser comúnencontrar que un indio mencionara su pertenencia étnica cuando el tratoera tan frecuente. Esto pudo haberse dado en el momento del primercontacto, del que no tenemos, para nuestro caso, noticias pormenorizadas.También encontramos otras identificaciones étnicas como las de abipón,vilela, y toba. En todos los casos las fuentes parecen nombrar con seguri-dad los grupos a los que hacen referencia y a veces indican asimismo elnombre de los líderes. Sin embargo, debemos advertir que los criteriosde clasificación utilizados por diversos agentes en diferentes oportuni-dades no siempre se corresponden con el mismo grupo (aunque utilicenel mismo gentilicio). Revisaremos brevemente los criterios de clasifica-ción utilizados por los jesuitas.

El primer criterio de clasificación que encontramos es el lingüístico.Sin embargo, la unidades que fueron sistematizadas por diferentes auto-res siguiendo este criterio de clasificación no son idénticas, por lo cual nopuede trazarse una correspondencia entre ellas. Así, Lozano y Jolís acuer-dan acerca de la aplicabilidad de este criterio pero identifican una seriedistinta de conjuntos lingüísticos. Lozano “contaba como Naciones dis-tintas (como hoy también es costumbre) cada tribu o poblado que perte-nece a una misma nación” (Jolís 1973: 251). A su vez, Jolís distingue unnivel “tribal”del de la “nación”; mientras que “nación” estaría mencio-nando a un grupo étnico, “tribu” haría referencia al “poblado”. Jolís pro-pone además un segundo criterio, el de la autoadscripción que, en su

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Componentes étnicos

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opinión, validaría su clasificación. Según el relato de este misionero, antela pregunta que él mismo formulaba a los grupos con los que iba toman-do contacto acerca de su adscripción, habría conseguido diagramar elsiguiente cuadro:

Las naciones que realmente subsisten en el Chaco son los Chiriguanos, losMatacos, los Mataguayos, los Tobas, los Vilelas, los Mocobíes, los Abipones,los Lules, los Matarás, los Yapitalugas, los Mbayás, o sea los Guaycurúes,los Guanás y los Payaguás. […]. Yo consideraré como Naciones diferentessolamente a aquellas que hablan diferente lenguaje, si no del todo, al me-nos notoriamente, y que por tales son consideradas entre ellas (Jolís 1972:252).

A pesar de esta clasificación, luego encontraremos en su obra nomen-claturas que no habían sido incluidas en esa lista. Por su parte, Paucketambién utiliza el criterio lingüístico para clasificar a los pueblos del Chaco(Paucke 1943: 133). A este criterio le añade la posibilidad de realizar unaclasificación basada en los rasgos somáticos: “También se podía deducirmás o menos de la forma de la cara de qué nación es el indio” (Paucke1943: 139). En esta clasificación el misionero reúne los rasgos físicos conlas marcas, tatuajes, perforaciones y deformaciones usadas por cada grupo(Paucke 1943: 146) y establece así la posibilidad de reconocer la adscrip-ción étnica a través de estas prácticas. Según Dobrizhoffer, estos trabajossobre el cuerpo (tatuajes, perforaciones, adornos con plumas, huesos,etc) estarían delimitando grupos étnicos: “Aquellas pinturas y puncionesson familiares entre los abipones para distinguirse entre unos y otrospueblos y respetan las costumbres de sus mayores” (1968: 44).

El resultado que arroja este primer acercamiento demuestra que, apesar de que los jesuitas establecieron el criterio lingüístico (y otros) comoparámetro para la clasificación de los pueblos, el mismo no llegó a apli-carse uniformemente sino que, por el contrario, se superpusieron y mul-tiplicaron los nombres de las agrupaciones.

Por qué un abordaje desde las identidades étnicas

Los estudios que analizan las relaciones de los grupos indígenas en-tre sí y con la sociedad criolla presentan diferentes opciones para evaluarla interacción entre ambos grupos.

Una perspectiva que ha abordado el problema de las reconfiguraciones

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étnicas, aunque no de manera explícita, fue la desarrollada en la décadade 1970 por Susnik. Reconociendo la multiplicidad étnica, esta autoraconcibió a las agrupaciones como totalidades dotadas de unidad y cohe-rencia. Sus trabajos tienden a reificar al “grupo étnico” desconociendolos mecanismos de segmentación y cohesión así como también los proce-sos de mestizaje y etnogénesis que tuvieron lugar a lo largo de la historiade estos pueblos. Si bien reconocemos que ella ha sido la que con másseriedad ha estudiado a los pueblos del Chaco, creemos que el marcoteórico que prevalecía en el ámbito antropológico y desde el cual abordósus estudios la llevaron a concebir a los grupos étnicos como unidadesportadoras de un “ethos”, es decir de rasgos característicos esenciales.Las posibilidades de asimilación, mestizaje, adaptación creativa y cam-bio quedaron oscurecidas y el cambio en la identidad fue concebido entérminos de “desintegración psicosocial” (1981: 34), entendida como ladesaparición de una esencia propia de “los mocoví”, de los “abipones”,etc., como una disolución completa de sus rasgos característicos.

Más recientemente, desde una rama de los estudios regionales, se hapostulado la imposibilidad de reconstruir los límites étnicos, estableciendola necesidad de abordar este tipo de relaciones en términos sociales. Esteenfoque se centra en una separación de la sociedad indígena en oposi-ción a la sociedad colonial y explícita (Santamaría 1999 y 2000) o implíci-tamente (Paz 2003) estudia las relaciones entre una sociedad colonial yun sector indígena en términos de oposición. Según Santamaría, dada ladificultad de acceder a las propias categorías nativas y la naturaleza delas agrupaciones, la opción consiste en

entender las masas aborígenes del período español como un sector am-plio de la población, con rasgos sociales, económicos y culturales diferen-tes de la población de origen europeo. Pero de esos rasgos participan to-dos los indios, por la comunidad de su origen y porque las relaciones dedominación y aculturación que los españoles traban con ellos tienden ahomogeneizarlos (Santamaría 2000: 186).

Esta postura presenta, a nuestro entender, dos dificultades. La prime-ra de ellas reside en el hecho de trazar una línea divisoria entre dos con-juntos sociales que se suponen homogéneos en su interior. Creemos queesta perspectiva oscurece una multiplicidad de estrategias desplegadaspor diferentes agentes a niveles mucho más específicos. Por ejemplo, en-tre los pueblos indígenas los niveles de las agrupaciones, de las parciali-dades, de las mismas unidades domésticas. La importancia de reparar

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en estos niveles reside justamente en las características propias de lassociedades que estamos estudiando. Asimismo, de este tipo de planteosse desprende una segunda dificultad que consiste en la disolución de lacategoría étnica en la social. La forma en que Santamaría (2000: 184) titu-la el apartado al cual hemos hecho referencia: “El indio ¿Configuraciónétnica o social?” es representativa de la opción teórico metodológica quepropone. La concepción según la cual las relaciones entre los grupos in-dígenas y la sociedad hispanocriolla se entiende a través del plano de lasrelaciones sociales y no desde el de las relaciones interétnicas pierde, anuestro juicio, solidez y capacidad explicativa. Los datos de las fuentesno presentan una bipartición o polarización indígena-criollo, sino quedespliegan una serie de denominaciones mucho más ricas al identificar alos “mocobíes”, a los “abipones”, a los “tobas”, a los jesuitas, a los mesti-zos, a los vecinos, al gobernador, etc. Las identificaciones, muchas veces“impuestas” (Nacuzzi 1998), nos informan que desde el sector coloniallas relaciones con los grupos indígenas no eran concebidas solamente entérminos económicos, políticos o sociales. Por el contrario, estas relacio-nes implicaban el reconocimiento de una alteridad que desbordaba aque-llos términos y que, a nuestro entender, nos remite a la etnicidad, aun-que estas identificaciones, como hemos visto, no fueron aplicadas siste-máticamente y podrían no corresponderse con la autoadscripción delpropio grupo. Creemos que el tipo de postura sostenida por Santamaríadisuelve el componente de marcación e identificación étnica que estuvopresente en las relaciones entre la sociedad hispana y los grupos indíge-nas durante la historia colonial y nacional. Concebir estas relaciones comoexclusivamente sociales lleva a desconocer una serie de acciones que so-lamente pueden explicarse a través del análisis de las caracaterísticas ét-nicas y raciales que caracterizaron tanto a los discursos oficiales como alas acciones y reivindicaciones indígenas desde el pasado hasta el pre-sente.

Ante esta incompatibilidad que a nuestro criterio presentaba la litera-tura académica con la información de las fuentes, nos vimos en la necesi-dad de recurrir a otros enfoques, desarrollados para otros grupos. Desdela década de 1970 y a un nivel mundial, se venía abriendo una tendenciaque confería gran importancia a los estudios de las relaciones interétnicasy de las reconfiguraciones identitarias. Estos estudios abordan la cons-trucción de la identidad como un proceso en el cual confluyen las pro-pias adscripciones con las identificaciones externas y con límites que sonreconocidos por unos y por otros. Barth (1976) sostiene que los gruposétnicos deben entenderse como “categorías de adscripción e identifica-

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ción que son utilizadas por los actores mismos y tienen, por lo tanto, lacaracterística de organizar interacción entre los individuos”, lo que noimplica que la interacción siempre sea del mismo tipo o en el mismosentido (1976: 10-11). Entendiendo al grupo étnico como adscriptivo yde identificación, su permanencia quedará sujeta a la conservación de unlímite socialmente construido que puede modificarse a través del tiem-po. El establecimiento de los límites étnicos dependerá así de las distin-tas definiciones que se pongan en juego -por parte del grupo y por partede los agentes externos- para delimitarlo y no de un contenido culturalmonolítico. Los límites étnicos son pensados así como espacios en cons-tante construcción y redefinición.

En los estudios locales este tipo de abordajes ha tenido un gran desa-rrollo en los últimos años. Boccara retoma la perspectiva étnica conci-biendo las formas de identificación identitaria como un proceso dialécti-co de negociación y reformulación en el que confluyen las formas dedefinición internas de los mismos grupos y las categorizaciones externas(2002: 90-91). Este autor formula la necesidad de “analizar los procesoscombinados de resistencia, adaptación y cambio, dejando atrás la viejadicotomía entre la permanencia de una tradición inmemorial por un ladoy la dilución de la entidad india vía un mecanismo de aculturación im-puesta por el otro” (Boccara 2003a: 64). A través de una perspectiva “es-tructural dinámica”, retoma el problema de la actualización, reproduc-ción y transformación de las estructuras sociales como factores constitu-tivos en la elaboración de las identidades y límites sociales. Para logrardevolver la complejidad a este proceso, en el cual las relaciones exterio-res son estructurantes de la reproducción y recreación interna de las so-ciedades, propone atender a los múltiples procesos de etnogénesis y mes-tizaje y conformación de middle grounds18. Teniendo en cuenta estos fenó-menos propios de cualquier situación de contacto estudiaremos la iden-

18 El término etnogénesis, acuñado por Sturtevant en 1971, inicialmente fue utilizadopara dar cuenta de la emergencia política y física de nuevos grupos étnicos a raíz delos procesos de fisión-fusión. No obstante, en la actualidad ha sido reformuladopara dar cuenta de los procesos de reconfiguración social a través de la incorpora-ción de elementos exógenos y sus consecuencias en la definición identitaria de losgrupos a través del tiempo en relación a los procesos políticos y sociales particula-res (Boccara 2002 y 2003a). Las nociones de mestizaje (Gruzinski 2000, en Boccara2003a) y middle ground (White 1991, en Boccara 2003a) aluden a los procesos deconformación de espacios de comunicación y creación de una cultura común entrelos grupos indígenas y los agentes coloniales.

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tidad en su dimensión dinámica. Para el caso de los grupos mocoví ini-ciaremos el análisis y la problematización en torno a algunas cuestionesque fueron analizadas por la bibliografía especializada como constituti-vas de una “identidad mocoví” o que, por el contrario, las desestimaron.

El establecimiento de estos límites étnicos, en tanto remiten a una “or-ganización socialmente efectiva” (Barth 1976), supone una primera acla-ración. Como hemos venido analizando, el “grupo étnico” en nuestrocaso no se corresponde con las unidades de agrupación social, lo cualdificulta cualquier intento de asir al “grupo étnico” como nuestra uni-dad de análisis. Por lo tanto, el estudio de las reconfiguraciones será abor-dado teniendo en cuenta las cuestiones que hemos analizado en los capí-tulos anteriores relativas al tipo de organización política y social de lasagrupaciones. La guerra, los cautivos y el matrimonio constituyen áreasfértiles que nos permitirán abordar las dinámicas de la identidad y lasrelaciones intra e intergrupales.

La guerra

En el estado de la cuestión hemos señalado dos posturas teóricas rela-cionadas con el valor de la guerra en los grupos guaycurú. En primerlugar, Susnik concibió la guerra entre estos grupos como un pauta que seretrotraería al momento previo a la adopción del caballo, ligada a la pro-pia dinámica de organización, producción y reproducción social. SegúnSusnik, los mocoví -al igual que los otros grupos guaycurú- habríandetentado en su fase pedestre un “ethos campero agresivo”. El “ethos”habría estado íntimamente relacionado con la búsqueda de cazaderos yrecursos para la subsistencia (Susnik 1971, 1981: 8 y 1984: 52). La autoradefine al “ethos” como una “tendencia existencial” u “orientaciónpsicocultural” característica de cada grupo étnico. Este “ethos” configu-raba y regulaba las actitudes y conductas adoptadas por los grupos endiferentes momentos de la vida social, en situaciones de contacto conotros grupos y en situaciones críticas y, según la autora, esta “tendencia”estaría contenida en la ideología mítico-religiosa y sería independientede las condiciones de organización de los recursos materiales (1984: 32).

Santamaría se opone a este planteo al afirmar que la guerra habríasido “un recurso extremo que los indios sólo emplean en graves circuns-tancias contra quienes dominan el alimento” (2000: 193, el destacado esnuestro). El autor propone que la guerra por el ganado debía cumplirtres requisitos: 1) la posibilidad de obtener un volumen de recursos que

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justificara la pérdida de hombres del grupo de los guerreros, 2) que estapérdida no afectara la capacidad de reproducción interna del grupo y 3)“que graves condicionantes ecológicas (hambrunas, epidemias, sequías)o sociales (disputas esporádicas por cazaderos o pescaderos) tornen ne-cesaria la apropiación violenta de esos recursos” (2000: 193). A través deeste enfoque el autor intenta deconstruir el modelo rígido del “ethos”belicoso con el cual se había caracterizado a estos grupos hasta el mo-mento.

Desde nuestra perspectiva, creemos que estas dos posturas sobre elvalor adjudicado a la guerra entre estas sociedades generan una simplifi-cación sobre la concepción de las actividades bélicas. Desde el enfoquede Santamaría, la guerra parecería ser una actividad de emergencia des-provista de significados sociales. Su interpretación se desprende de unaimagen estereotipada del cazador recolector errático, abandonado a lasinclemencias del ambiente en un medio hostil. Como hemos analizadoen el capítulo 3, las fuentes nos brindan suficientes elementos para pen-sar que estos grupos llevaban una vida organizada, tenían capacidad deprevisión y almacenamiento. Hemos establecido que las actividades bé-licas no se efectuaban durante el período de caza, es decir que las mis-mas no tenían relación con el aprovisionamiento, sino que se realizabandurante la primavera cuando las agrupaciones se congregaban. Desde laperspectiva de Susnik, la guerra se constituye en el valor principal deestas sociedades y toma un carácter esencialista; dentro de su esquema,la declinación de esta pauta como consecuencia del establecimiento enlas reducciones y de la inserción mercantil habría desencadenado un pro-ceso de desintegración “psicosocial” de lo que percibe como un “grupoétnico”.

La guerra podría ser estudiada, como propone Boccara (1998), desdeuna perspectiva que señale sus dimensiones de apertura y que indaguesus implicancias y connotaciones sociales teniendo en cuenta el procesode interacción y de reconfiguración de las identidades étnicas que tuvolugar durante el siglo XVIII. En cuanto a los datos que podemos relevaren la documentación, diferentes autores que han estudiado fuentes paraperíodos previos han dado cuenta del carácter belicoso de estos grupos(Schindler 1985, Vitar 1995 y Saeger 2000). En los escritos jesuíticos quehemos analizado en este trabajo identificamos la presencia de rituales yceremonias que señalan la importancia de la guerra y la valentía paraestos grupos durante el siglo XVIII. Entre ellas podemos señalar la reali-zación de ceremonias y bailes previos a los enfrentamientos -en los cua-les tanto los viejos y viejas con rango de hechiceros como los hombres

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guerreros desempeñaban un rol central- y la existencia de trofeos de gue-rra tales como cabezas, skalps, orejas, narices, así como también la antro-pofagia ritual.

Según Lozano, las naciones del Chaco hacían la guerra “con bárbaracrueldad”. Las descripciones que realiza Paucke también resaltan las di-mensiones bélicas de estos grupos. Así, Nevedagnac fue caracterizadopor sus cualidades guerreras: “Los otros ‘indios’ me dijeron que entreellos éste era el más famoso en valentía” (Paucke 1943: 77). En cuanto a lapráctica de rituales relacionados con la valentía, hemos encontrado enPaucke diferentes referencias: la realización de tatuajes en el momentoen el cual los varones ingresaban en la vida adulta, la escisión de la len-gua por medio de una espina de raya, la unción corporal con la sangrederramada en ese acto y el consumo grupal de la misma (Paucke 1943:170). Según el misionero todos estos rituales se efectuaban para demos-trar la capacidad de soportar el dolor y la valentía; estas acciones se rea-lizaban generalmente en las épocas de mayor aglutinamiento en que secelebraban las borracheras, durante las cuales los hombres proponíanretos -que comenzaban verbalmente- rememorando sus hazañas comoguerreros (Paucke 1943: 199). Otro elemento que nos permite evaluar laimportancia de la guerra es la existencia de rituales en torno a las accio-nes bélicas y victorias. Por ejemplo, antes de la realización de una incur-sión, en el campamento, los líderes arengaban con discursos a sus segui-dores y de esta manera comenzaba a crearse un clima de exaltación en elcual las hechiceras realizaban sus danzas que acompañaban con cantos ygritos:

Ya todos habían vestido sus corazas de cuero de buey y estaban [pinta-dos] en la cara y por todo el cuerpo como vivos fantasmas diabólicos. Ahíyo hubiera deseado que mis señores compatriotas hubieran oído y vistoese aparato, la ferocidad de los indios en armas, el sonido de las cornetas,las trompas indias y de otros diversos pífanos, el griterío desaforado, puesme es imposible describirlo tan vivamente como lo fue (Paucke 1943: 301)

Las indias “viejas” bailaban detrás de los indios formados:

El baile era tan abominable como el canto en el cual ellas habían arregla-do el texto contra el enemigo. De pronto silbaban como las víboras; depronto hacían movimientos supersticiosos con las manos contra el enemi-go; de pronto alentaban sus hijos y sus nietos que se hallaban entre losarmados. Delante de la línea cabalgaban en línea ida y vuelta los caciques

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Cithaalín y Aletín, animaban por una proclama el pueblo y les daban laorden de cómo debían manejarse en la pelea (Paucke 1943: 302).

El regreso de las expediciones victoriosas también daba lugar a unaserie de festejos en los cuales circulaban los tradicionales trofeos de obte-nidos en los enfrentamientos. Cuando los hombres volvían a sus tiendasvictoriosos regalaban las cabezas de los vencidos a sus mujeres, quieneslas colocaban en el frente de sus chozas. Los trofeos hechos con orejas ynarices también eran comunes y constituían importantes signos que mar-caban la superioridad bélica.

También hemos encontrado referencias a la práctica de una antropo-fagia ritual en diversas fuentes como Lozano, Jolís, Paucke y Dobrizho-ffer. Según Lozano, los mocoví eran “caribes”, es decir “comedores decarne humana”:

Al tiempo que los varones de noche se ocupan de asar al fuego las carnesde sus enemigos, para darles sepulcro racional en sus brutales vientres,suelen estar las viejas, que son ordinariamente hechiceras, y las venerancomo sacerdotisas, cantando toda o casi toda la noche los triunfos contrasus enemigos (Lozano 1941: 85).

El relato sobre la antropofagia que realizan Dobrizhoffer y Pauckecontrasta en cierta medida con la descripción de Lozano. De acuerdo conlas alusiones que hacen estos autores, el consumo del cuerpo de los ven-cidos parecería haber tenido lugar inmediatamente después de la bata-lla, sin mencionarse la participación de otras personas como los hechice-ros, los niños y las mujeres. Si bien esto nos podría estar indicando que elconsumo de los enemigos estaba reservado a los hombres guerreros, estetema posiblemente constituyó un tabú para los misioneros quienes pue-den haber recibido información fragmentada acerca de la práctica de es-tos rituales o, de conocerlos a fondo, no deseaban divulgar que se reali-zaban en el ámbito de las reducciones.

Creemos que la existencia del tipo de prácticas descriptas nos podríainformar acerca del valor de la guerra entre los grupos mocoví. Boccara(1998), quien ha analizado las prácticas asociadas a la guerra entre losReche, desarrolla un análisis en el cual da cuenta de la importancia deestas prácticas en la conformación de la organización social y en las pau-tas de relación intra e intergrupales. La ingesta ritual del cuerpo de losvencidos respondía, según el autor, a las posibilidades de incorporar lasfuerzas de aquellos que se temen o se tienen en alta estima (1998: 142). En

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este sentido, es muy significativo que los principales trofeos de guerrahayan sido de los líderes: “Al tercer día volvieron mis ‘Mocobíes’ de labatalla con cuatro cabezas enemigas cortadas que eran las cabezas de los‘caciques’ salvajes más principales que se habían mostrado los más va-lientes en el combate” (Paucke 1943: 312). Siguiendo la propuesta delautor, los rituales que acompañaban esta ingesta estaban destinados aacaparar las fuerzas del enemigo, de modo que lo que quedaba consti-tuía un cuerpo inerte, desprovisto de fuerzas.

Según Boccara (1998: 164): “la dynamique guerrière participe à lareproduction des espaces sociopolitiques interne et externe ainsi qu’à laconstruction d’une identité ouverte, en pérpetuelle redéfinition”. Dentrode este planteo, la guerra constituye un espacio de apertura, un ámbitoque permitía la redefinición de la propia identidad, de las formas deorganización social y de los límites de la alteridad istituyéndose asimis-mo como una dimensión a través de la cual elementos ajenos eran intro-ducidos. En el caso de los mocoví, los trofeos de guerra con los que losguerreros volvían a sus campamentos activaban una dinámica en la cualse retroalimentaba la efervescencia guerrera y configuraban una red derelaciones y jerarquías sociales otorgando prestigio a los guerreros y co-rroborando la posición de los líderes de linaje que habían organizado laexpedición. Sin embargo el regreso de las expediciones victoriosas noera el único marco en el cual esta dinámica se recreaba: las fiestas de SanJavier también reactivaban la dinámica social asociada a la guerra:

Al lado de la iglesia estaban parados a ambos lados todos los niños de laaldea; de un lado los varones, del otro las niñitas, pero las mujeres espera-ban la entrada en el centro de la plaza, en parte con calabazas huecas en lascuales tenían granos de cucurus [maíz] y hacían un ruido; en parte con lascabezas de sus enemigos muertos en la mano o sobre varas, bailaban enderredor de la entrada y cantaban victoria en su lengua (Paucke 1944: 14).

Esta descripción que nos ofrece Paucke posee un gran valor ya quenos permite percibir cómo la guerra, la victoria y el prestigio se redefiníanen contextos nuevos como la fiesta del patrón de la reducción.

Los cautivos y el matrimonio

Los cautivos y el matrimonio marcan un límite a la apertura descriptahasta aquí. La documentación nos informa que existía una tradición de

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toma de cautivos entre los mocoví. Según Lozano los mocoví mataban

en el primer encuentro a cuantos pueden haber a las manos, excepto a losmuchachos, que reservan para criarlos conforme a sus costumbres y au-mentan así su nación casándolos con sus hijas, y si de las mujeres adultasdejan alguna con vida, es para venderlas después a otras naciones, a quie-nes sirven de criadas (Lozano 1941: 73).

Sin embargo, esta descripción contrasta con las prácticas respecto altratamiento de los cautivos que señalan los jesuitas en la reducción deSan Javier. Paucke afirma que los cautivos constituían un grupo apartedentro de la sociedad que no era integrado con los demás sectores. For-maban parte de este grupo no solo aquellos que habían sido cautivadospor los mocoví, sino también los mismos mocoví que habían sido cauti-vados por españoles y habían podido regresar:

Tampoco se casa ningún indio con una Española cautiva aunque ella fue-ra hermosa cual una imagen; antes él se uniría con una india de fachaharagana que con una Española cautiva. En igual manera una india ver-daderamente honesta no se casará con ningún Español cautivo o indioforastero, aunque fuere el hombre más hermoso. Ahora cuando en unpueblo [había] indios [o indias] que alguna vez fueron cautivados porEspañoles y luego dejados en libertad o Españoles o Españolas que ha-bían sido cautivos de los indios, éstos debían casarse entre ellos o la Espa-ñola recibía por favor para esposo uno de los indios peores y más abyec-tos (Paucke 1943: 230).

Si esto fue así, los cautivos parecen haber pertenecido al escalón so-cial más bajo. Había un límite a la integración de los elementos foráneos:los cautivos eran aceptados en la sociedad mocoví, aunque no podíanforjarse una posición importante dentro de ella. Lozano hace referenciaa un caso que fecha alrededor del año 1670 en el cual un indio llamadoAlonso

que siendo muchacho había recibido el santo bautismo, y vivido algunosaños cristiano, como también su mujer llamada Bárbara, con la cual sepasó después a vivir como gentil entre los Mocovíes, y por su valor sehizo en breve cacique de los más célebres. Sabía la lengua de los Mocovíes,la Quichua general del Perú y la Castellana, y teniendo conocimiento delas tierras, haciendas y casas de los españoles, era el que mejor podía acau-

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dillar a los dichos Mocovíes, y a otros infieles para todo género de hostili-dad (Lozano 1941: 208).

Esta cita parecería mostrar una vía alternativa al ejercicio del liderazgoaprovechada por un indio que, por haber vivido entre españoles, perte-necería al grupo de los cautivos. Sin embargo, como se refiere a los últi-mos años del siglo XVII podría estar indicando una tendencia que poste-riormente no se continuó, o un caso excepcional. En cuanto a los atribu-tos que Lozano señala, como el valor y el conocimiento de diferenteslenguas y terrenos, las misiones dieron acceso a estas mismas posibilida-des para los líderes tradicionales y sus hijos.

El matrimonio también puede interpretarse como una pauta de aper-tura-clausura frente a la otredad. Según el padre Bustillo:

Los indios plebeyos toman fácilmente mujer de otra nación: no así losnobles, porque colocan parte e su nobleza en no mezclarse con sangreextraña: y algunos se desdeñan de ella por buena que sea su calidad. Loan-do un indio noble su linaje, no produjo otra prueba que descender solo democobíes, sin que se divisase sangre extraña. Tanto prevalecía en su juicioesta pureza. Y era indio en la realidad tal a quien no se le disputaba sunobleza y todos le respetaban por ella (Furlong 1938: 90).

Podemos señalar así una gradación de apertura al “otro”: mientrasque los líderes basaban parte de su prestigio en una estricta conservaciónde la “pureza” mocoví, los indios comunes en algunas ocasiones podíancasarse con personas de otras naciones (creemos que preferentementetobas y abipones). El matrimonio como relación con los españoles y conlos que hubiesen residido entre ellos, constituía una dimensión restringi-da.

Tratando de reconstruir las diferentes dimensiones de la identidadmocoví durante el siglo XVIII y hasta la expulsión de los jesuitas, pode-mos plantear que la misma poseía diferentes esferas: una planteaba unaapertura y otra una clausura hacia la “otredad”. Los rituales y trofeos deguerra y la adopción de ciertas creencias puede ser identificadas comolas esferas receptivas, mientras que en el plano social de la integraciónconcreta de un otro pero vivo (como sería el matrimonio), no se reflejaesta apertura.

Para restituir la complejidad del proceso identitario, nos parece inte-resante señalar además cómo en un mismo fenómeno, en este caso el

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liderazgo, podemos identificar múltiples facetas relacionadas con la in-corporación o rechazo de elementos foráneos. Como hemos visto, loslíderes adoptaron a través de diferentes vías elementos materiales y sim-bólicos provenientes de la sociedad colonial. Estos bienes se integraronrápidamente a los comportamientos asociados al prestigio a través de lasredes de redistribución. Sin embargo, otro aspecto del liderazgo político,el de la procedencia de los líderes, parece mostrarse más reactivo a laapertura con la sociedad colonial. En efecto, la elección de los líderesparece haberse mantenido dentro de los tradicionales linajes de presti-gio. El concepto de interdigitación (Martínez 2000, en Boccara 2003a) delas identidades, entendido como la activación de múltiples estrategiasde negociación, marcación y puesta en suspenso de las identidades étnicasnos será útil para comprender que actitudes contradictorias -ya que nose trata de una apertura completa ni de un rechazo total a la sociedadhispanocriolla- se dieron simultáneamente en el plano político. Por otrolado el comercio establecido entre los grupos indígenas y la sociedadcolonial permitió la construcción de un espacio de comunicación y nego-ciación entre ambos sectores. Podemos ilustrar esta cuestión con la no-ción del passeur, que se refiere a aquellos personajes que, como los líderes

a caballo entre culturas, favorecieron las transferencias y el diálogo entreuniversos aparentemente incompatibles, elaborando mediaciones muchasveces insólitas y contribuyendo así a su articulación y a la permeabilizaciónde las fronteras (Gruzinski 1997, en Quijada 2002).

Sin embargo, el mantenimiento del liderazgo dentro de determina-dos grupos evidencia cómo en otros campos se acentuó la marcación dela identidad étnica. Como podemos observar, la dimensión identitariaconstituye un campo altamente politizado que se inscribe en luchas yrelaciones de poder concretas hacia el exterior y hacia el interior de con-juntos sociales porosos y en constante redefinición.

Reconfiguración de las relaciones intra e interétnicas

Desde la literatura especializada el problema de las reconfiguracionesétnicas a partir del establecimiento en las reducciones ha sido abordadopor diferentes autores. Vitar establece que las reducciones habrían dadolugar al surgimiento de “jefaturas intervenidas”. Desde su perspectiva,las reducciones habrían conllevado el trazado de relaciones de fidelidad

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entre los grupos reducidos y los españoles. La reconfiguración del pano-rama étnico podría pensarse entonces como una divisoria trazada entreindios reducidos- indios no reducidos en base a un tipo de relación esta-blecida con los españoles: “no sólo se utilizaba el influjo de los caciquespara ‘juntar’ a los de sus parcialidades tras acordar las paces, sino quetambién eran captados, aislados y manipulados en aras de mantener sufidelidad, prolongándose esta acción con sus descendientes a fin de lo-grar la tan ansiada ‘afición al español’ ” (Vitar 2001b: 32).

En cambio, Saeger establece que las demandas españolas no seinstauraron como determinantes de las relaciones intergrupales: “Forpeople in missions, pressures from Spaniards -a company of troopsstationed between the villages, for example- might relive or intensifyantagonisms, but the antagonisms themselves were largely traditionaland preexisting” (Saeger 2000: 112).

La reconstrucción de las relaciones a un nivel intra e interétnico es uncampo complicado por las dificultades que se nos presentan al tratar deidentificar las pertenencias étnicas detentadas por los mismos gruposdados los criterios variables que hemos encontrado en las fuentes. Parapoder acercarnos al estudio de este tema hemos resuelto rastrear losmovimientos étnicos a través de la trayectoria de quienes son identifica-dos como líderes.

Para el período previo al establecimiento de las reducciones son po-cas las alusiones que hemos hallado. Según el padre Burgés, Aletín yCithaalín habrían estado juntos en el momento en el que se produjo elprimer acercamiento de Cithaalín a Santa Fe. Sin embargo, Aletín se ha-bía alejado de esta agrupación luego de lo cual “anduvo por las tolderíasde los abipones” (Furlong 1938: 24). Como vemos, la posibilidad de quegrupos que son identificados en las fuentes como diferentes étnicamenteconvivieran en relaciones de paz era algo factible y se prolongaría en lasmismas reducciones. El análisis de los territorios que hemos realizado enel capítulo 3 nos indica que diferentes grupos identificados como perte-necientes a distintas etnías compartían áreas de libre acceso en las cualesno mediaban relaciones de hostilidad.

También existía la posibilidad de que parcialidades identificadas comopertenecientes a un mismo grupo étnico mantuvieran relaciones de hos-tilidad. Tal es el caso de Nevedagnac, líder mocoví, quien, tras habertranscurrido pocos meses de la primera fundación de San Javier, habríarealizado una entrada sobre la misma llevándose casi toda la caballada(Paucke 1943: 37). Este líder, según Saeger (2000: 20-21) habría manteni-do en las selvas una relación conflictiva con Cithaalín, también mocoví.

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Sin embargo, antes de que comenzaran las negociaciones para el estable-cimiento de la reducción, Nevedagnac había marchado contra la ciudadde Córdoba junto a Ariacaiquín, hermano de Cithaalín, (Paucke 1943:12). Luego del establecimiento de San Javier Nevedagnac se agregó aella, donde ya se encontraba Cithaalín. Podemos identificar en esta tra-yectoria relaciones de amistad y hostilidad entre líderes mocoví, las cua-les asimismo se van alternando según las circunstancias.

A partir del establecimiento de las reducciones y durante el períodojesuítico podemos observar que las relaciones entabladas entre los indiosde San Javier -de mocoví- y de San Jerónimo -de abipones- tienden a serde respaldo mutuo. En muchas ocasiones los de San Javier fueron con-vocados para prestar ayuda en San Jerónimo que era hostilizada por otrosgrupos abipones, mocoví y tobas provenientes de las selvas (Paucke 1943:302). Para la reducción de San Javier no hemos hallado referencias quenos indiquen una agitación bélica tan grande como la que tuvo lugar enSan Jerónimo. Esta última habría tenido conflictos no solo con los indiosno reducidos, sino que también sufrió un proceso de luchas civiles conlos abipones de San Fernando. Asimismo, Paucke nos informa que losmocoví de San Javier al acudir a San Fernando como ayuda militar ha-bían sido advertidos por los abipones de San Jerónimo sobre

que no nos fiáramos de viajar a la reducción del santo Fernandi, porqueestos indios estuvieron muy exacerbados contra los Mocobíes, a causa dela gran derrota que han causado a sus padres y amigos, porque habían muertoa setenta y dos y habían cautivado a cuarenta y seis niños; que tambiénvivían entre ellos algunos a quienes ellos en esta ocasión habrían cortadonarices y orejas (Paucke 1944: 162 el destacado es nuestro).

Esto nos indicaría que probablemente, antes del establecimiento enlas reducciones, los mocoví de San Javier habrían mantenido relacioneshostiles con los abipones que se establecerían en San Fernando.

Los indios mocoví de la reducción de San Javier parecen haber sidoatacados en pocas oportunidades. De las tres ocasiones que hemos podi-do reconstruir, dos de los ataques habrían sido efectuados por los abiponesno reducidos y uno por el mocoví Nevedagnac antes de reducirse. Encuanto a la ayuda militar prestada por San Javier al pueblo de San Jeró-nimo, Paucke señala que generalmente habían tenido que luchar contragrupos abipones no reducidos -solo en una ocasión logramos documen-tar que se habrían dirigido contra un grupo integrado por indios mocoví,abipones y tobas (Paucke 1943: 302) o incluso contra los abipones de SanFernando (Dobrizhoffer 1968: 162 y ss.).

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A grandes rasgos podemos delinear un primer espacio en el cual losindios de San Javier (mocoví) y San Jerónimo (abipones) mantenían rela-ciones de amistad y podemos pensar que se retrotraían al período previoal establecimiento de las reducciones (compartían un territorio común).Enfrentados a los abipones de San Jerónimo encontramos a los de SanFernando quienes a su vez habían mantenido relaciones de hostilidadcon los mocoví de San Javier. Por lo tanto, respecto al espacio que co-mienza en San Fernando (abipones) notamos que se delinea una relaciónde hostilidad respecto de los mocoví de San Javier y de los abipones deSan Jerónimo.

El Informe sobre las actividades de la Compañía de Jesús redactado en1745 expresa respecto de la reducción de San Javier que habría permitido

apartar a estos indios de los demás de su Nación, que junto con losAbipones (nombre de otra Nación del Chaco) se emplean en hacer conti-nuas y crueles hostilidades a las ciudades que confinan con el Chaco queson todas las de Tucumán y Río de la Plata como también la de la Asun-ción del Paraguay (Informe sobre actividades de la Compañía de Jesús.Buenos Aires, 30 de Agosto de 1745).

Esta fuente, teñida por el intento de los jesuitas de demostrar los fru-tos de su labor, nos lleva a observar una cuestión relacionada con la dis-posición de las áreas que estábamos analizando. Al mencionar que losreducidos en San Javier se habrían apartado de los demás de su “nación”nos estaría indicando que probablemente estos grupos ya se diferencia-ban por las alianzas que trazaban -por ejemplo, con algunas agrupacio-nes abiponas- de otros que permanecieron sin reducirse. Más allá de losenfrentamientos y enemistades que tuvieron lugar entre los líderes quese redujeron en San Javier, debemos mencionar que todos ellos mante-nían relaciones de parentesco (sanguíneas o políticas), lo cual nos podríaindicar un cierto grado de regionalidad entre estas agrupaciones dentrode “los mocoví”. Respecto de otras agrupaciones mocoví que no se redu-jeron, sin embargo, no hemos hallado referencias significativas a la exis-tencia de relaciones hostiles sino que, por el contrario, Paucke relata quegeneralmente se acercaban al pueblo donde eran recibidos con convitespor los indios asentados.

En cuanto a las relaciones entabladas con la sociedad hispanocriollapodemos reconocer un momento previo a las reducciones caracterizadopor el asedio casi constante sobre las estancias y sobre la ciudad misma:“la ciudad ya estaba tan privada de víveres que sólo desde el lado ‘Sur’

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143Componentes étnicos

se podía introducir algo con el mayor peligro y numerosa tropa. El gana-do ya les había sido dispersado en su mayor parte y hurtado por los‘indios’; los campos no se podían cultivar por el peligro de los indios”(Paucke 1943: 7). Este asedio de los mocoví, tobas y abipones había llega-do a producir incluso el cambio del emplazamiento original de la ciu-dad. Sin embargo, luego de las negociaciones con Santa Fe, los indiosreducidos -en San Javier, San Jerónimo y San Pedro- parecen haber vol-cado sus incursiones sobre otras áreas reservándose la jurisdicciónsantafesina para el intercambio comercial. A su vez, las prestaciones de-fensivas con las que ayudaron a Santa Fe sirvieron de contención paralos grupos que intentaban realizar allí sus entradas.

Este primer acercamiento a la conformación del espacio del Chacooriental aledaño a la ciudad de Santa Fe nos permitiría establecer que losgrupos mocoví y abipones que mantenían relaciones de cordialidad yque posiblemente compartían un territorio se asentaron en las reduccio-nes y siguieron manteniendo buenas relaciones. Respecto de los gruposque se encontraban hacia el norte, las relaciones de hostilidad previasparecen haberse mantenido. A las relaciones amistosas sostenidas entrelos grupos de San Javier y San Jerónimo se superpuso el hecho de estarreducidos bajo una misma ciudad. Creemos que las alianzas y hostilida-des previas se mantuvieron luego del establecimiento en las reduccio-nes. La complejidad de las “relaciones intra e interétnicas” (grupos mocovíjunto con otros mocoví, grupos mocoví contra otros mocoví, gruposmocoví junto con abipones, grupos mocoví contra abipones, gruposabipones junto con grupos abipones y grupos abipones contra otros gru-pos abipones) nos lleva a pensar que las mismas no pudieron haber sidoun efecto de las reducciones sino que debieron precederlas. El estableci-miento en las reducciones hubiera tendido a “ordenar” a estos grupos encuanto a sus lealtades. Sin embargo, sus relaciones no parecen habersereordenado sobre una “afición” al español (Vitar 2001b) sino que, por elcontrario, parecerían haber continuado las viejas relaciones de amistad yhostilidad.

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Consideraciones finales

Los estudios específicos elaborados desde principios del siglo pasadosentaron lineamientos muy sólidos que se mantuvieron hasta la actuali-dad. Si bien, como hemos comentado en el capítulo 1, las condicioneshistóricas de producción y los marcos desde los cuales se desarrollaronlas investigaciones fueron cambiando a través del tiempo, la improntaesencialista sobre los grupos del Chaco -que incluía aspectos como lalengua, el “ethos” guerrero y el nomadismo, entre otros tópicos- conti-nuó aplicándose hasta el presente. Haciendo a un lado los trabajos deSusnik, en los demás estudios consultados notamos asimismo una ca-rencia en cuanto a la contextualización histórica de estos grupos, quefueron abordados generalmente para el siglo XVIII sin reconocerseperiodizaciones relacionadas con las condiciones históricas ni con los po-sibles cambios que se produjeron entre las agrupaciones indígenas.

El estudio de Kersten comenzó a elaborar una determinada visión delos grupos del Chaco sobre la cual posteriormente se cimentaría una ima-gen del cazador recolector nómade constreñido por las condiciones am-bientales y climáticas. También sentó las bases para la simplificación delpanorama etnográfico que luego retomarían autores como Palavecino,Canals Frau, Fuscaldo, Santamaría, Vitar y Paz.

El modelo de los grupos cazadores recolectores del Chaco elaboradoa través de un siglo de investigaciones sostiene que este sistema econó-mico habría constituido una respuesta, la más eficaz, a las condicionesambientales. Desde Kersten ([1905] 1968) hasta Santamaría (1999 y 2000),Sager (2000) y Paz (2003) se ha enfatizado que estos pueblos estaban obli-gados a moverse a través del territorio para conseguir alimento. La per-cepción de la movilidad por parte de estos autores resulta de una deter-minada visión acerca de las estructuras de organización política y social,de un tipo de economía de subsistencia y del trazado de una relaciónespecífica con el territorio. Los sistemas de caza y recolección fueron ubi-cados por Kersten como una etapa del desarrollo de la humanidad den-

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tro una escala evolutiva. Creemos que esta dimensión evolutiva consti-tuyó una base que, solapadamente, sostuvo la caracterización de los ca-zadores recolectores chaqueños hasta el presente.

La relación de los grupos con el territorio fue planteada en términosde acceso a ciertas áreas sobre las cuales se ejercían derechos de exclusi-vidad (Santamaría 1999, Saeger 2000 y Paz 2003). Sin embargo, comohemos visto, ninguno de los autores consultados había realizado un es-tudio de los ritmos de movilidad y de la territorialidad. La guerra, den-tro del esquema que prevalece en la bibliografía específica fue concebidacomo el medio que posibilitaba el acceso a los recursos.

En nuestro análisis comenzamos por advertir que otros pueblos ha-bían elaborado estrategias económicas completamente diferentes y conotros ritmos de movilidad en el mismo hábitat. Al reconocer estas dife-rentes posibilidades en un mismo hábitat comenzamos a indagar en lasfuentes aspectos que no habían sido estudiados. Analizando la territo-rialidad observamos que las agrupaciones se desplazaban sobre territo-rios que en cierta medida podrían haber sido tradicionales, pero sobrelos cuales no detentaban derechos de exclusividad. Las relaciones quepudimos documentar entre diferentes grupos en cuanto al acceso a losrecursos no planteaban ningún indicio que remitiera a la utilización dela violencia. Luego de reconstruir los ritmos de movilidad espacial ob-servamos que en el invierno se efectuaban las actividades de caza quecoincidían con los momentos en los cuales las agrupaciones se hallabandispersas. Por el contrario, en los momentos en los cuales primaban lasactividades rituales -la primavera y el verano- las agrupaciones se halla-ban reunidas, lo cual posibilitaba las alianzas y competencias. Esta re-construcción nos planteó una incompatibilidad respecto a los postula-dos que habíamos encontrado en la bibliografía específica. Según la mis-ma, las actividades bélicas estaban relacionadas con el aprovisionamien-to. Por el contrario, nuestro análisis había revelado que justamente estasse realizaban en los momentos del año en los cuales las agrupacionesestaban dispersas.

También advertimos que la economía de los grupos mocoví antes deque se establecieran en las reducciones se alejaba bastante del modeloimperante que definía a la movilidad cazadora-recolectora como una res-puesta mecánica a las constricciones ambientales por una falta deprevisibilidad. Recurrimos entonces a diversos autores que desde la an-tropología y la arqueología (Lee y Devore 1968, Nacuzzi 1991, Gonzálezde Bonaveri 2005) habían estudiado el nomadismo en otros grupos. Elanálisis de las fuentes desde el enfoque de estos autores nos permitió

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147Consideraciones finales

deconstruir el modelo imperante en la bibliografía específica. De estamanera, identificamos algunos ítems tales como la fabricación de ele-mentos de almacenaje, el conocimiento de técnicas de conservación dealimentos y los diferentes tipos de asentamientos, entre otros, que nospermitieron apreciar la multiplicidad de estrategias implementadas porlos grupos mocoví, los cuales se hallaban muy lejos del límite de subsis-tencia.

En cuanto a la adopción del caballo, la bibliografía específica retomabael concepto del “horse complex” acuñado por la antropología norteame-ricana. La aplicación del mismo más allá de las particularidades de losgrupos que lo adoptaron llevó a autores como Braunstein (1983) y Saeger(2000) a sostener que entre los grupos chaqueños el caballo había genera-do una transformación similar a la que había tenido lugar entre los in-dios de las llanuras norteamericanas. Nuestro aporte partió aquí de lanecesidad de abordar las variantes autóctonas del proceso de incorpora-ción del ganado caballar, como postula Palermo (1986). El estudio deSchindler (1985) nos fue útil en cuanto nos brindó una explicación de lascondiciones que habían posibilitado la introducción de este bien tenien-do en cuenta las variables ecológicas, históricas e ideológicas de los gru-pos guaycurú. Si bien en un principio dudamos acerca de la posibilidadde utilizar las fuentes del siglo XVIII para analizar un proceso que habíacomenzado un siglo antes, decidimos emprender la tarea como un ejerci-cio que nos permitiera “testear” los rasgos propios del “horse complex”en esta región. Identificamos cada uno de los rasgos asociados postula-dos por la bibliografía y comenzamos a analizar los datos que brindanlas fuentes. Si en el caso específico de las pautas de movilidad nuestroexamen se vio frustrado -desconocemos las formas de movilidad previasa la adopción del caballo-, respecto a otras problemáticas resultó fructí-fero. De este modo establecimos que la adopción del caballo no habríasido acompañada por instancias de cría, ni por una gran difusión delhierro -el cual habría ingresado posteriormente a través de las reduccio-nes- y, en cuanto al aumento demográfico, planteamos la posibilidad deque el mismo haya sido más bien breve dada la difusión de epidemias.Finalmente analizamos el papel del caballo como condicionante de unmodo de vida. Nuestra primera apreciación al respecto, luego de com-parar sus usos entre los mocoví y los grupos del norte de Patagonia,indicó que la utilización de este ganado fue particular en los diferentespueblos. Por otro lado, pudimos observar que la adopción del ganadocaballar estuvo relacionada con la del ganado vacuno. Todas estas cues-tiones nos llevan a pensar que el caballo por sí mismo no pudo haber

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promovido cambios idénticos en diferentes contextos, por lo cual no cree-mos que este ganado pueda signar un género de vida.

Volviendo a los trabajos particulares, dentro de los estudios de losgrupos chaqueños esta asociación del ganado caballar con el vacuno yahabía sido mencionada por autores como Susnik (1971, 1972 y 1981),Schindler (1985) y Saeger (2000) favoreciendo las interpretaciones sobreesta asociación como un modelo “ecuestre-ganadero”. Este modelo, quecaracterizó a los estudios de los grupos chaqueños, también presenta in-convenientes puesto que plantea que todas las transformaciones en lavida política, social y económica se habrían dado en términos ecuestres,bélicos y ganaderos. Por ejemplo, como hemos visto, según Susnik lasreducciones habrían funcionado como “asientos reducciones”. Entendi-das así, sólo eran lugares de paso que permitían el comercio del ganadoadquirido o maloneado. Para Saeger (2000) las reducciones potenciaronlos cambios que habían comenzado a desarrollarse a partir de la intro-ducción del caballo, aunque sin aportar nuevos factores de cambio. Des-de nuestra perspectiva, la adopción de este modelo minimizó e inclusoocultó otras estrategias y actividades implementadas por los grupos queestamos estudiando durante el proceso de contacto.

Así, mientras proseguíamos con nuestro análisis, el modelo “ecues-tre-ganadero” comenzó a desdibujarse. En primer lugar, apreciamos unamultiplicidad de actividades económicas que se habían iniciado en lasreducciones y que no tenían relación alguna con el comercio del ganado.Nos estamos refiriendo a las actividades agrícolas y a la producción tex-til principalmente, las cuales alcanzaron incluso una inserción mercantil.A partir de estas nuevas actividades económicas que se desarrollaron enlas reducciones pudimos identificar una diferencia en cuanto a la lógicade adopción de cada uno de los ganados. Si el ganado caballar estuvoprimeramente relacionado con las pautas de movilidad y se habría com-plementado con el ganado vacuno, ambos bajo una lógica de intercam-bio, señalamos que la adopción del ganado ovino y la agricultura se die-ron en términos de una nueva lógica iniciada en las reducciones: la de lainserción mercantil a partir de la producción de mercancías.

La cuestión de las formas de organización política y social no habíasido abordada mayormente por los autores que habíamos consultado. Elestudio de estos temas constituyó para nosotros una problemática cen-tral que debía ser analizada. La falta de producción acerca de los mismosayudó a fomentar un consenso acerca de la homogeneidad de loschaqueños o guaycurú, según el caso, desconociéndose procesos de cam-bio y modificaciones específicas. Si bien Santamaría (2000) y Paz (2003)

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149Consideraciones finales

hacen una referencia en cuanto a que estas sociedades habrían estadoorganizadas como jefaturas, ninguno de los dos define qué entiende porjefatura. La única autora que elaboró un esquema sobre la organizaciónsocial fue Susnik; como hemos visto, este esquema mencionaba la exis-tencia de diferentes estratos sociales.

Al comenzar a analizar las fuentes advertimos una circulación de per-sonas entre diferentes grupos que nos generó ciertos interrogantes acer-ca de cómo y por qué se producían estos movimientos. Los estudios so-bre Pampa y Patagonia nos permitieron acercarnos a estas problemáticasdesde una perspectiva que se adecuaba a lo que las fuentes nos transmi-tían. Hemos advertido que el liderazgo no se presentaba como una auto-ridad del tipo impositiva sino que estaba limitado por una serie de con-diciones y atribuciones que los líderes debían saber manejar (entre ellasla oratoria, la organización de actividades bélicas, la redistribución y lapertenencia a un linaje de prestigio). La movilidad intergrupal tambiéndefinía los alcances del liderazgo entre los grupos mocoví, ya que lasunidades familiares podían desplazarse entre diferentes agrupacionessin que esto conllevara ningún tipo de represalia por parte de los líderes.

En cuanto a las consecuencias políticas y sociales del establecimientoen las reducciones, contábamos con dos posturas. Según Susnik, habríandado lugar al surgimiento de nuevos líderes hábiles en la adquisición dediversos bienes, produciéndose una multiplicación de los liderazgos. ParaSaeger, en las reducciones se habría continuado la tendencia hacia el for-talecimiento de la autoridad “cacical” -en términos de poder de mando-iniciada desde la adopción del caballo, dando lugar al surgimiento denuevos líderes posicionados por fuera de los linajes tradicionales. Res-pecto a los aspectos de la organización social entre los mocoví, la biblio-grafía específica presentaba dos posibilidades: el fortalecimiento de lasestructuras tras la figura del líder (Saeger 2000) o la fragmentación de lasociedad como resultado de la inserción mercantil de las unidades do-mésticas por encima del líder (Susnik 1981).

Sin embargo, nuestro estudio no corroboró estas apreciaciones. Parael caso de los indios reducidos en San Javier notamos el mantenimientode los líderes de prestigio tradicionales. Como hemos observado, los je-suitas habían advertido perfectamente las limitaciones del liderazgo en-tre los mocoví; creemos que por esta razón optaron por mantener a aque-llos personajes que ya gozaban de prestigio. En cuanto a los atributos delliderazgo, el análisis que realizamos demuestra que los líderes seguíanatados a las pautas de redistribución, a la capacidad de oratoria y a lapertenencia a un linaje de prestigio y, si bien las reducciones brindaron

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nuevas oportunidades, estas no alcanzaron para modificar las pautas tra-dicionales. El seguimiento de la trayectoria que tomaron diferentes bie-nes introducidos en las reducciones parece demostrar la persistencia delas antiguas formas de legitimación así como también la persistencia dela movilidad intergrupal.

En cuanto al problema de la delimitación étnica, el análisis de la bi-bliografía específica mostró una continuidad (excepto Susnik y en parteSaeger) entre los estudios de mediados de siglo y aquellos que fueronproducidos en los últimos años. Tal continuidad está dada por la disolu-ción de la categoría étnica en el análisis de los grupos indígenas. Comohemos advertido, a mediados de siglo la “extinción de lo étnico” formóparte de un proyecto mayor de construcción del país dentro de losparámetros de la civilización y el progreso. Paradójicamente, en los estu-dios actuales nuevamente aparece esta tendencia que tiende a invisibilizarno solo el problema de las identidades étnicas sino que incluso establececomo innecesario el abordaje de las relaciones de los grupos indígenascon la sociedad criolla desde una perspectiva que encare tal problemáti-ca desde la etnicidad. En algunos casos, como el de Santamaría, es unaopción explícita; en otros, como en Vitar y Paz se evidencia a través de lahomogeneización de los diferentes grupos dentro de la categoría“chaqueños”. Creemos que estas posturas no advierten la presencia deuna multiplicidad de agrupaciones que se reconocían como diferentes yque actuaban entre sí y con los españoles de acuerdo a estas diferencias ya sus experiencias particulares. El reemplazo de lo étnico por lo social aprincipios de siglo XXI no está desprovisto de implicancias. Como sabe-mos, la configuración de un pasado actúa en la construcción del presen-te. El desconocimiento de las identidades históricamente forjadas, modi-ficadas y readaptadas implica el desconocimiento de su persistencia ac-tual en la configuración del país.

Desde una postura completamente diferente, Susnik estableció el con-cepto de “ethos belicoso” como la premisa sobre la cual funcionaba y sereproducía la sociedad mocoví. Para la autora el “ethos” constituyó lapauta de identificación y de pervivencia de la “etnia mocoví”, concibien-do la alteración del mismo en términos de “desintegración psicosocial”.Esta postura tampoco se ajustaba con los procesos de reconfiguracionesidentitarias que hallamos en nuestro análisis. En primer lugar, lasreconfiguraciones a nivel del grupo étnico difícilmente podrían serpercibidas en sociedades que se hallaban organizadas políticamente enconjuntos menos abarcativos. Las agrupaciones mocoví poseían una di-námica diferente a la del “grupo étnico” y por lo tanto los cambios de-

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151Consideraciones finales

bían ser buscados en un nivel de agrupación distinto. Por otro lado, através de diferentes pautas como la guerra, los cautivos y el matrimoniopudimos observar que si bien en algunas esferas los grupos que estudia-mos trataron de mantener una clausura respecto a la introducción deelementos foráneos, otras esferas de la vida social permanecieron másabiertas al cambio.

Como hemos advertido, el estudio de las reconfiguraciones identitariasy del panorama étnico surgen del mismo análisis de las fuentes, las cua-les nos presentan la percepción de las relaciones y diferencias en térmi-nos de etnicidad. Entender las reconfiguraciones resulta fundamentalpara comprender la dinámica inter e intraétnica que se dio durante elsiglo XVIII en las reducciones. Por esto decidimos abordar tales proble-mas a partir de otros autores. El estudio de los límites étnicos (Barth1976), los conceptos de etnogénesis (Boccara 2000, 2003a y b), mestizaje(Gruzinski 2000, en Boccara 2003a), conformación de middle grounds(White 1991, en Boccara 2003), interdigitación (Martínez 2000, en Boccara2003b) y el estudio del panorama étnico realizado por Nacuzzi (1998)nos dieron elementos para acercarnos a las dinámicas de la etnicidad,teniendo en cuenta las peculiaridades de las agrupaciones mocoví. Deesta forma trazamos un breve esquema en el cual dimos cuenta de lasrelaciones que tenían los grupos mocoví que se asentaron en San Javiercon otros grupos antes y después del establecimiento de la reducción.Este esquema nos permitió advertir una continuidad de las relaciones dealianza y hostilidad previas a la vida en las misiones.

A modo de balance, queremos señalar las siguientes cuestiones. Enprimer lugar, los grupos mocoví antes del establecimiento de las reduc-ciones no se hallaban desamparados en un medio hostil, sino que po-seían el conocimiento de técnicas y tecnologías de aprovisionamiento dereucursos y estaban insertos dentro del mercado colonial a través de laprovisión del ganado caballar y vacuno y de otros bienes como los cue-ros de tigre, plumas, etc. Luego, el establecimiento en las reduccionespermitió el desarrollo de nuevas actividades productivas que pudieronser aprovechadas a nivel de las unidades domésticas. El manejo de lainformación, que se concentró en los líderes al ser interpelados por losagentes coloniales, la adquisición de bienes y prestigio y la conforma-ción de una propiedad individual heredable fueron aspectos que losposicionó en un nuevo lugar, aunque no los liberó de las atribuciones ylimitaciones tradicionales. Además, las reducciones produjeron a travésde las nuevas actividades agrícolas un aspecto novedoso en cuanto a lasatribuciones de los líderes: la capacidad de disponer del trabajo de otras

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personas.A lo largo de este estudio hemos analizado quiénes eran los grupos

mocoví que durante el siglo XVIII decidieron establecerse en San Javier.La categoría “mocoví”, en este sentido, fue un primer anclaje en las fuen-tes que nos permitió comenzar con nuestra investigación. Sin embargo,no utilizamos este término como un punto de partida predefinido entanto creemos que sus significados constituyen un interrogante sobre elcual recién hemos comenzado a reflexionar. Tomando distancia de lasposturas que reificaban o disolvían el componente étnico, optamos portrabajar sobre aquellas pautas, estrategias y comportamientos que estosgrupos fueron desplegando a lo largo del proceso de contacto. Esto nospermitió, a través de un análisis dinámico -que a su vez atendiera a lascaracterísticas y particularidades de estos grupos-, adentrarnos en el pro-blema de la dinámica identitaria haciendo de la etnicidad un punto dellegada. Pensando a este punto como un momento provisorio y móvil,concebimos que los procesos de construcción de identidades étnicas es-tán sujetos a constantes reconfiguraciones como resultado de la dialécti-ca entre la definición interna y externa (Barth 1976). Siguiendo la pro-puesta de Boccara, según la cual las relaciones con el exterior deben en-tenderse como constitutivas de las definiciones internas, intentamos ex-poner cómo las relaciones particulares que los grupos mocoví asentadosen San Javier jueron trazando con la sociedad hispanocriolla y con otrosgrupos indígenas, aportaron elementos que les permitieron redefinirseinternamente manteniendo su autonomía respecto de la sociedad colo-nial.

Analizar cómo la sociedad indígena participó en la producción, re-producción y transformación de sus formas de organización económica,política, social y de las configuraciones identitarias ha sido el objetivoque guió nuestro trabajo haciendo de la categoría “mocoví” una catego-ría fuertemente historizada. No pretendimos hacer de ella un rótulo fijo,atemporal, dado de una vez y para siempre, sino que intentamos situarlaen una serie de contextos y situaciones particulares. Este trabajo consti-tuye así un recorrido inicial que esperamos abra la puerta a nuevas in-quietudes, problematizaciones y reformulaciones.

Buenos Aires, octubre de 2005.

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Se terminó de imprimir en el mes de noviembre de 2005en Altuna Impresores, Doblas 1968, (C1424BMN) Buenos Aires, Argentina.

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