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Homenaje a Alfredo Errandonea Revista de Ciencias Sociales Departamento de Sociología Año XVI / Nº 21 AGOSTO 2003 79 ARTICULOS Los estudios de la mujer y de los jóvenes en la construcción del conocimiento sociológico uruguayo Beatriz Lovesio * Nilia Viscardi ** Introducción El artículo que aquí se presenta se enmarca en el Proyecto “El proceso social de la sociedad uruguaya en la segunda mitad del siglo XX, según sus sociólogos” 1 , que se desarrolló en el Area de Estructura Social del Uruguay del Departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales, y fue financiado, casi en su totalidad, por la Comi- sión Sectorial de Investigación Científica (CSIC). A grandes rasgos, el objetivo general consis- tía en conocer y analizar la producción de conoci- miento científico social generado en el Uruguay en el campo de las Ciencias Sociales, desde 1950 hasta 1989, de forma de colectivizar acumulativamente la misma. En esta dinámica, la atención estuvo dirigida a dos cuestiones princi- pales que tuvieron como propósito: por un lado, examinar las diferentes preocupaciones manifes- tadas por los estudiosos e investigadores, a lo lar- go del tiempo, rescatando el enfoque dado a las mismas; y, por otro, reconstruir, entender e inter- pretar la evolución de la estructura social del país en esa segunda mitad del siglo XX. Para ello, se creó una base de datos, con el propósito de montar una infraestructura organiza- da, que contemplara la revisión de los trabajos publicados sobre la sociedad uruguaya, en el pe- ríodo mencionado, y brindara elementos asertivos y útiles al debate mantenido por la comunidad académica. Se trata de trabajos que tuvieron algu- na inserción académico-institucional o profesional, contribuyendo al conocimiento sociológico de nues- tra sociedad con una perspectiva científica. La información, procesada y codificada, se in- gresó mediante fichas 2 en las cuales además de los datos generales de los trabajos publicados, están registradas las hipótesis, hallazgos y/o conclusio- * Profesora Adjunta del Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República. Doctora en Sociología UnB, Brasilia, Brasil. [email protected] ** Profesora Asistente del Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República. Master en Sociología por el IFCH-UFRGS, Brasil. — [email protected] El artículo analiza la producción sociológica uruguaya referida a dos segmentos sociales específicos: el de las mujeres y el de los jóvenes. A través del desarrollo de cada uno de los temas, a lo largo del período 1950-1989, se busca mostrar la emergencia de la discusión y su recorrido dentro de la Sociología Nacional: desde las investigaciones más importantes y sus autor@s, pasando por las principales discusiones, enfoques y metodologías adoptadas hasta los ámbitos en que tuvieron lugar. De esta manera, el énfasis está puesto en recuperar la construcción de estas dos áreas de conocimiento, observando cómo se pasa de la existencia de un segmento social, sobre el que se producen datos, a la generación de un corpus teórico con conceptos propios y definiciones sociológicas de la categoría, asociada al análisis de problemas y temas específicos, considerados claves en la comprensión de la situación social de las mujeres y los jóvenes uruguayos. 1 Este proyecto estuvo a cargo del Prof. Alfredo Errandonea, desde sus inicios en 1993 hasta su fallecimiento ocurrido en el mes de agosto del 2001. 2 Las fichas fueron ingresadas en el programa de almacenamiento de datos ISIS y cada una de ellas constituye un registro –MFN- identificado numérica- mente.

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Homenaje a Alfredo Errandonea

Revista de Ciencias Sociales Departamento de Sociología Año XVI / Nº 21 AGOSTO 2003 79

ARTICULOS

Los estudios de la mujer y de los jóvenesen la construcción del conocimiento

sociológico uruguayo

Beatriz Lovesio* — Nilia Viscardi**

Introducción

El artículo que aquí se presenta se enmarcaen el Proyecto “El proceso social de la sociedaduruguaya en la segunda mitad del siglo XX, segúnsus sociólogos”1 , que se desarrolló en el Area deEstructura Social del Uruguay del Departamentode Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales, yfue financiado, casi en su totalidad, por la Comi-sión Sectorial de Investigación Científica (CSIC).

A grandes rasgos, el objetivo general consis-tía en conocer y analizar la producción de conoci-miento científico social generado en el Uruguayen el campo de las Ciencias Sociales, desde 1950hasta 1989, de forma de colectivizaracumulativamente la misma. En esta dinámica, laatención estuvo dirigida a dos cuestiones princi-pales que tuvieron como propósito: por un lado,examinar las diferentes preocupaciones manifes-

tadas por los estudiosos e investigadores, a lo lar-go del tiempo, rescatando el enfoque dado a lasmismas; y, por otro, reconstruir, entender e inter-pretar la evolución de la estructura social del paísen esa segunda mitad del siglo XX.

Para ello, se creó una base de datos, con elpropósito de montar una infraestructura organiza-da, que contemplara la revisión de los trabajospublicados sobre la sociedad uruguaya, en el pe-ríodo mencionado, y brindara elementos asertivosy útiles al debate mantenido por la comunidadacadémica. Se trata de trabajos que tuvieron algu-na inserción académico-institucional o profesional,contribuyendo al conocimiento sociológico de nues-tra sociedad con una perspectiva científica.

La información, procesada y codificada, se in-gresó mediante fichas2 en las cuales además de losdatos generales de los trabajos publicados, estánregistradas las hipótesis, hallazgos y/o conclusio-

* Profesora Adjunta del Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República. Doctora en SociologíaUnB, Brasilia, Brasil. — [email protected]

** Profesora Asistente del Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República. Master en Sociologíapor el IFCH-UFRGS, Brasil. — [email protected]

El artículo analiza la producción sociológica uruguaya referida a dos segmentos sociales específicos:

el de las mujeres y el de los jóvenes. A través del desarrollo de cada uno de los temas, a lo largo delperíodo 1950-1989, se busca mostrar la emergencia de la discusión y su recorrido dentro de la

Sociología Nacional: desde las investigaciones más importantes y sus autor@s, pasando por lasprincipales discusiones, enfoques y metodologías adoptadas hasta los ámbitos en que tuvieron lugar.

De esta manera, el énfasis está puesto en recuperar la construcción de estas dos áreas deconocimiento, observando cómo se pasa de la existencia de un segmento social, sobre el que se

producen datos, a la generación de un corpus teórico con conceptos propios y definiciones sociológicasde la categoría, asociada al análisis de problemas y temas específicos, considerados claves en la

comprensión de la situación social de las mujeres y los jóvenes uruguayos.

1 Este proyecto estuvo a cargo del Prof. Alfredo Errandonea, desde sus inicios en 1993 hasta su fallecimiento ocurrido en el mes de agosto del 2001.2 Las fichas fueron ingresadas en el programa de almacenamiento de datos ISIS y cada una de ellas constituye un registro –MFN- identificado numérica-

mente.

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nes que expresan el pensamiento de l@s [email protected] partir de su sistematización y análisis se busca-ría responder cuestiones tales como, por ejemplo,qué tipo de preocupaciones predominaron en lasociedad uruguaya durante esos años, sobre québase científica se interpretó y analizó el procesosocial, dentro de qué entorno permanecieron, cam-biaron o emergieron los énfasis temáticos oparadigmáticos, entre otros aspectos relevantes quecontribuyeran a mostrar la dinámica social por laque transitó la sociedad uruguaya en esos perío-dos.

De esta manera, el material relevado se orga-nizó temáticamente en base a dos grandes agrupa-mientos -Estructura Social e Integración Social- ysu correspondiente desagregación. Así, parte deeste acervo (hallazgos y conclusiones) se ordenópara su edición y se establecieron unidades temá-ticas que sirvieron de guía para los cuatro volúme-nes publicados3 . Esa tematización, en gran parterecostada a la forma en que Alfredo Errandoneapensaba la sociedad uruguaya (véase “Historia Ins-titucional de la Sociología” en esta misma Revis-ta), estuvo definida bajo una concepción de es-tructura social abarcativa de dimensiones socialestales como demografía, clases sociales, espaciossociales, subsistema económico, etc.

En este marco, y de acuerdo a la periodizaciónestablecida inicialmente, la preparación y ediciónde los volúmenes fue mostrando, en esos cuaren-ta años de desarrollo de la sociología en nuestropaís, el surgimiento de temas y autores, las prin-cipales discusiones, las investigaciones más im-portantes, los ámbitos en que tuvieron lugar asícomo los enfoques y metodologías adoptadas. Dela relectura de este proceso, puede observarse quela organización temática dada a la producción so-ciológica uruguaya podría ser modificada yreadecuada -al menos en algunos temas- discu-sión que, lamentablemente, quedó en el debe delequipo.

El análisis global de la información relevadaen el período 1950-1989 mostró que, en gran par-te de la producción sociológica, el énfasis estuvopuesto en los aspectos estructurales macrosociales.Asimismo, en las primeras décadas de la segundamitad del siglo XX, la idea generalizada entre losautores (Ganón, 1966; Solari, SRN, 1958, 1959;Garmendia, 1960) de que la sociedad uruguaya

gozaba de un alto grado de integración, tuvo comoresultado que casi no existieran análisis empíricossobre la integración social, a excepción de los re-feridos a clases sociales. Al respecto, AlfredoErrandonea (2000a:89) dice que, integración so-cial debe entenderse como el grado de cohesividadglobal que presentan los diversos componentes deuna estructura social, por diferenciada que ella sea.Y agrega “... por el tratamiento que ellos [los auto-res antes citados] hicieron de sus diferentes aspec-tos, era evidente que la diferencialidad de prácticasy atributos de muchos de sus sectores componen-tes, implicaban concebirla como considerablementesegmentada” 4

Posteriormente, aparecieron algunas referen-cias a ciertos segmentos de la sociedad y más tar-de “...las circunstancias dictatoriales desesti-mularán los estudios académicos sobre la integra-ción social de la sociedad uruguaya”. [Sin embar-go, se trata de una etapa señalada como] “... delcomienzo de la constitución en el país de ciertasespecializaciones sociológicas” (Errandonea, et. al.,2001:138).

A partir de entonces, variadas son las circuns-tancias que fueron modificando la manera en queel trabajo sociológico se venía desarrollando: “...la producción sociológica sobre aspectos estructu-rales pierde en tratamiento general y asume la con-sideración de temas puntuales...”, proporcionán-dole un perfil que marcará nuevas tendencias fu-turas (ibid.:169). Se tratarán aspectos más especí-ficos en donde, el abordaje más micro de la temá-tica estructural, dará paso también al análisis delos conflictos y tensiones, de la desintegraciónsocial (marginalidad, crisis), de la participaciónsocial (organizaciones sociales, movimientos socia-les), etc.

Entendemos que la precedente constataciónrealizada en los análisis preliminares de AlfredoErrandonea sobre la producción sociológica nacio-nal del período permite comprender los rumbos queha tomado la producción nacional, insertándola asu vez en el contexto de los cambios históricossucedidos en el país. Por este motivo, hemos opta-do en el presente trabajo por centrarnos en el aná-lisis de la producción referida a Integración Socialen el Uruguay, deteniéndonos en el estudio de dossegmentos sociales específicos: el de las mujeres yel de los jóvenes.

3 Cada uno de estos cuatro volumenes responde a los períodos en que, de acuerdo a criterios preestablecidos, se subdividió la producción sociológicanacional: 1) Período fundacional: 1950 a 1967; 2) Período de institucionalización académico-universitaria: 1968 a 1973; 3) Período de interrupción deinstitucionalidad universitaria y de emergencia de los “centros privados”: 1974 a 1984; 4) Período de la profesionalización y consolidación académica:1985 a 1989 (Errandonea, et. al., 2000a:iii)

4 “Sociológicamente, se entiende por segmentación el proceso por el cual cualquier cuerpo, entidad o conjunto social caracteriza, delimita y especifica consus propiedades o peculiaridades a algunas o todas sus partes componentes diferenciadas. Aunque la noción tiene tradición sociológica durkheimiana,es en las décadas más recientes que su uso ha alcanzado cierta frecuencia en algunas áreas temáticas” (ibid.:90)

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Emergencia de nuevos temas:mujeres y jóvenes

La Sociología de Género y los estudios sobreJuventud constituyen dos áreas temáticas de me-nor trayectoria institucional que la Sociología Na-cional incorpora de forma tardía a su debate. Eneste sentido, será recién a mediados de la décadadel setenta que encontraremos un conjunto de re-ferencias amplio y sistemático en estos campos. Alrespecto, para el período 1974-1984, AlfredoErrandonea señala: “Mientras que no se registranhallazgos de investigación en el período, sobre laintegración social como tal, sí aparecieron estudiossobre diferentes segmentos societales. Cabe desata-car, en primer lugar, lo que puede considerarse elnacimiento de la Sociología de Género en el país,con numerosos estudios especializados sobre Mujerque abundaron en la segunda mitad del período yen los que jugó un rol destacado el centro privado“Grupo de Estudios sobre la Condición de la Mujeren el Uruguay” (GRECMU), fundado en 1979. Tam-bién en este período se realizaron estudios sobre

profesiones (escribanos, médicos; los que también

pudieron revistar en la temática del Trabajo); sobre

los intelectuales como sector social; sobre los jóve-

nes; sobre ancianidad y “tercera edad”, entre otros.Vale decir que se produjo una apertura hacia la es-

pecialización en temas focalizados en sectores so-

ciales” (Errandonea, et. al., 2001:162)Esta apertura tiene como antecedente el

cuestionamiento que, en la década de los 60 y 70,se hiciera al androcentrismo predominante en lasciencias sociales en general que al partir, en suselaboraciones teóricas, del varón adulto como mo-delo que encarnaba el universal, desatendía a otrosgrupos de personas con características sociales queno correspondían a ese modelo masculino. Es asíque mujeres, jóvenes, ancianos, negros, minoríasétnicas, etc., aparecen como referentes margina-les convirtiéndose en las “otras” categorías que sediferencian del modelo, las que raramente se con-templan, salvo cuando se hace expresa mención.

Desde aquí podemos establecer que, en el Uru-guay contemporáneo, las mujeres y los jóvenesconstituyen dos grupos que han sufrido la conse-cuencia de la ruptura de lazos de integración so-cial. Reconociendo al interior de ambos grupos osegmentos sociales la inserción en diferentes es-tratos de clase y la existencia de situaciones dife-renciales, no obstante un conjunto importante delas mujeres y de los jóvenes, han sido marcados ensu experiencia social por los efectos de un modelode sociedad que no consigue integrar al conjunto

de su población y que ha tenido efectos perjudi-ciales en la misma.

Tal como lo muestra la producción sociológi-ca del período, podremos observar cómo han sidocuestionadas las bases sociales que permitieron, alo largo de las primeras décadas de la segunda mi-tad del siglo, hablar del Uruguay como de un paíssocialmente integrado. En este sentido, a travésdel análisis de la producción científica de lossociológos uruguayos, se ponen de manifiesto lasdificultades experimentadas por los jóvenes y lasmujeres en las condiciones de inserción al mundodel trabajo, de participación política, de acceso alsistema educativo o de salud, entre otros. Este pro-ceso, desde nuestro punto de vista, muestra cómose efectivizó en la segunda mitad del siglo XX y enestos dos segmentos sociales lo que AlfredoErrandonea denominó como “emergencia y conso-lidación de la crisis” (Errandonea, Milstein, Viscardi,1999).

Sin embargo, dicho proceso no sólo es pro-ducto de la crisis del modelo social uruguayo im-plantado a principios de siglo, sino que también esinherente a las transformaciones propias de lassociedades contemporáneas marcadas por la glo-balización de los procesos económicos y lamundialización de nuevas cuestiones sociales. Enesta última, la posición social de las poblacionesmás directamente afectadas por la globalizaciónse caracteriza por las desigualdades en las oportu-nidades de vida, esto es, un acceso diferencial alos recursos y la existencia de situaciones socialesdesiguales, las cuales refieren específicamente asalud, habitación, trabajo, educación, relacionesde sociabilidad, información y conocimiento, se-guridad y participación política (Tavares dos San-tos, 2002; Therborn, 2001). Es en este contexto,también, que puede pensarse el proceso experi-mentado en la sociedad uruguaya actual por muje-res y jóvenes.

El análisis que a continuación se realiza tienecomo insumo principal los hallazgos y conclusio-nes que, como ya se mencionó, específicamentefueron catalogados en el item “Segmentos socia-les” (Jóvenes, Mujeres) del capítulo VIII- Integra-ción Social Uruguaya, contenidos en los volúme-nes publicados. Ahora bien, dado que los registrossobre estos temas son casi inexistentes, en los pri-meros períodos analizados, por conformar áreas deconocimiento que comienzan a ser estudiadas comotales a partir de mediados de la década de los se-tenta, fue necesario flexibilizar el objeto de estu-dio. Por ello es que, además de ese material seincorporan otros, que contribuyen al análisis y que

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refieren de forma indirecta, a mujeres y jóvenes,aportando datos y referencias de importancia. Seincluye así: a) toda otra información, vinculada aestos temas, pero no publicada, contenida en labase de datos como, por ejemplo, la síntesis delcontenido de la publicación referida y/o las hipó-tesis encontradas y b) los hallazgos y conclusionesque, por su importancia temática, fueron clasifi-cados en otros capítulos, pero contienen aspectosque pueden contribuir a iluminar el proceso deconocimiento de estos temas; los que, si bien tu-vieron una menor atención desde el punto de vistade la producción de conocimientos y en la genera-lidad de las situaciones fueron considerados comosimples variables descriptivas, no por ello son me-nos importantes, máxime cuando de integraciónsocial se trata.

Desde el punto de vista de la organizacióndel análisis, hemos respetado un eje temporal, mos-trando la emergencia de la discusión a lo largo dela serie histórica 1950-1989, dividida en los cua-tro períodos de referencia. En el desarrollo de cadauno de los temas se mostrará cuál ha sido el modoen que la Sociología Nacional los ha tratado encada período; recorrido que permitirá observar cómose van construyendo estas nuevas áreas de conoci-miento en la producción sociológica del país. Estoes, cómo se pasa de la existencia de un sector osegmento social, sobre el que se producen datos, ala generación de un corpus teórico con conceptospropios y definiciones sociológicas de la catego-ría, asociada al análisis de problemas y temas es-pecíficos, considerados claves en la comprensiónde la situación social de las mujeres y los jóvenesuruguayos.

Cabe precisar que las citas utilizadas corres-ponden a la información registrada en cada unode los tomos (Errandonea, Lovesio, et. al., 2000a,2000b, 2001, 2002) y no a la obra del autor. Estose debe a que la metodología de trabajo implica lautilización de la información sistematizada en losmencionados informes de investigación. En tantoello, los datos e información en los que se apoyael artículo corresponde a lo expresado por l@sautor@s referenciados, y no se discuten o seña-lan las diferencias que puedan surgir entre [email protected], debido a que la densidad de los con-ceptos y de los hallazgos aportados por l@ssociólog@s presenta diferencias de importancia,en algunos casos los aportes son más extensosque en otros.

A continuación se desarrollan cada uno de lostemas mencionados: I) Los Estudios de la Mujer enel Uruguay y II) Los jóvenes en la Sociología Uru-guaya.

I) Los Estudios de la Mujeren el Uruguay

En el Uruguay, como se mencionó antes, eldesarrollo de la Sociología de Género se producetardíamente: la producción sociológica incorporalos estudios de la mujer fundamentalmente a par-tir de mediados de la década de los setenta5 , mo-mento en que paradójicamente se suceden un con-junto de factores tanto internos como externos alpaís.

Así, mientras el país pasaba por los efectosdel agotamiento del modelo de sustitución de im-portaciones, la pérdida del sustento del estado debienestar, y en consecuencia el deterioro de lascondiciones de vida de la población, vivía tambiénsus años de dictadura militar. Este tiempo fue casicoincidente con la década de la mujer (ONU) ini-ciada en 1975 con el Año Internacional de la Mu-jer y con el desarrollo -como reflejo de lo que suce-día especialmente en los países del norte- de nue-vas perspectivas feministas en la región, lo quecontribuyó a prestar una mayor atención a la pro-blemática de la mujer uruguaya.

Tampoco se debe olvidar que esta década “...coincide en el terreno internacional de la disciplina

(sociológica o de las Ciencias Sociales) con el co-

mienzo de lo que dio en llamarse ‘la crisis de los

paradigmas’”. Esta crisis, al cuestionar la investi-gación social de orientación generalista, estimulauna mayor especialización y acotamiento de lastemáticas de investigación, situación que, en nues-tro país, redunda en beneficio de la nueva genera-ción que se estaba formando en el trabajo empíri-co concreto y puntual y que se desarrolla princi-palmente en la actividad académica privada(Errandonea, et. al., 2001:iii).

Posteriormente, desde finales de 1984, con larecuperación de la democracia y restituida la nor-malidad institucional, el debate se intensifica yrepercute en una transformación de las institucio-nes académicas que, con el ingreso de masa crítica(cientistas sociales provenientes del exterior y, enparticular, mujeres formadas en los centros priva-

5 Cabe recordar que, en la primera mitad del siglo XX, la lucha por la igualdad civil y política de la mujer uruguaya constituyó un tema de debate político-ideológico; una vez consagrados legalmente estos derechos (mediados de la década del 40) la reflexión sobre la condición social de la mujer desaparecepor algunas décadas (Rodríguez Villamil , S.:1990).

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dos del país y egresadas recientes), desarrollan di-versas líneas de investigación que tienen como re-sultado una creciente producción sociológica y enconsecuencia una multiplicidad de trabajos escri-tos.

De modo general, este es el escenario dondese procesa el desarrollo institucional de la Sociolo-gía de Género en nuestro país.

Ahora bien, previo a introducirnos en los as-pectos que nos interesa desarrollar, se consideranecesario realizar algunas precisiones en relacióna esta área de conocimiento, con el propósito dedelinear la lectura propuesta.

En primer término, hablaremos aquí de Estu-dios de la Mujer y no de Sociología de Género oEstudios de Género, por considerar que es más apro-piado a la producción sociológica que se va a exa-minar, en tanto la reflexión desde una perspectivade género6 stricto sensu está escasamente presen-te en la misma. Si bien, en el último período con-templado en este trabajo (1985-1989), la dimen-sión de género -que reconoce a las mujeres y a loshombres como categoría sociales diferentes- co-menzó a ser incorporada con mayor frecuencia enla construcción de conocimientos teóricos (hastaentonces más usada en análisis empíricos), cabeexplicitar que al hacer un balance de su uso en lasMFN, se observa una reducida presencia de la mis-ma.7

En segundo lugar, aunque la propuesta ini-cial consistió en examinar la producción socioló-gica que toma a la mujer como punto focal de suanálisis, también se consideró pertinente revisaraquellos estudios que, sin tener como eje centralde preocupación la situación de la mujer refieren aaspectos que introducen elementos útiles para re-flexiones posteriores. En este sentido, la informa-ción relativa a la condición de la mujer (natalidad,fecundidad, migración, población rural-urbana,participación económica, educación, etc.) que, ensu generalidad, ha sido incorporada en forma des-criptiva, es decir como un dato más de la realidadque estaba siendo analizada, también permite es-tablecer tendencias vinculadas al comportamientode algunas variables y es con éste propósito que se

incluye.8 Se trata de estudios que contemplan di-versas preocupaciones y “grandes temas” y en don-de el objeto de investigación “mujer” está ausentede las inquietudes de l@s sociólog@s de esas pri-meras décadas, en que toma impulso la actividadacadémica sociológica del país; son tiempos de si-lencio en lo que a la temática de la mujer concierne.Al respecto, Suzana Prates (1987:10) decía que “Des-de la llamada perspectiva “científica”, la investiga-ción y la reflexión teórica no le otorgan a la mujer un

status propio”, y definía a esta situación como de“patriarcalismo científico”.

Ya para finales de la segunda mitad de losaños setenta, los trabajos comienzan a incorporarun marco interpretativo feminista que procura in-dagar y explicar la situación social de las mujeres;situación que es de desventaja y de discrimina-ción9 en relación a la de los hombres, como se apre-cia -principalmente- a partir del abordaje del ter-cer período (1974-1984). Dicho marcointerpretativo no es ajeno a la influencia del desa-rrollo internacional de los movimientos feminis-tas, así como tampoco escapa a la difícil situaciónpor la que en esos años atravesaba la sociedad uru-guaya.

Desde esta orientación, comienza a construirseun “nuevo” objeto de estudio que busca rescatar laimportancia que tienen en el análisis las jerarquíasde género y la división sexual del trabajo, en tantodeterminantes de la subordinación femenina. Enesa trayectoria de construcción de conocimientos,los esfuerzos realizados por conceptualizar el “gé-nero” como categoría de análisis recorre un am-plio debate, en el cual los abordajes teóricos y con-ceptuales continúan modificándose ycomplejizándose cada vez más, lo que se evidenciapor la pluralidad de enfoques existentes (Lovesio,2001).

Finalmente, cabe señalar que, partir de laspublicaciones contenidas en la base de datos, in-troduce algunas limitaciones para el análisis de losestudios de la mujer, en cuanto -como ya se men-cionó- sólo está referida a la producción de cono-cimientos sociológicos. Esto ocurre, particularmen-

6 Distintos trabajos han constatado que un número importante de estudios de investigación hacen uso de términos tales como perspectiva, enfoque oestrategia de género para hacer referencia al sexo femenino; “género” aparece así como una categoría sólo aplicable a las mujeres. Otros significadostambién han sido dados a la categoría de “género”, en su pasaje por diferentes usos y conceptualizaciones, según las distintas corrientes feministas,disciplinas teóricas, etc., discusión que no corresponde introducir aquí. (véase Lovesio, 2001)

7 Esta situación también ha sido confirmada para otros países, siendo numerosas las autoras que hablan de trabajos gender-blinded. Por ejemplo, Abramo(2000) confirma esta informacion para Brasil, a través de un balance de 37 investigaciones realizadas en la segunda mitad de los años 80, sobre temasrelacionados a la sociología del trabajo.

8 La inclusión de esta información no significa ignorar que “... los estudios de la mujer tuvieron como carácter definitorio el intento de borrar los límitesdisciplinarios tradicionales y, como consecuencia, pretendieron constituirse como interdisciplinarios. En tal sentido [se destaca] la importancia de lasraices del término women’s studies, (...) que lleva a poner en tela de juicio el poder de las disciplinas científicas por considerarlas una fragmentación dela experiencia social y un modo masculino de explicar el mundo físico y cultural.” (Roulet; Santa Cruz, 2000:63).

9 “Discriminación contra la mujer significa toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo y que tenga por objeto o resultado perjudicar o anularel reconocimiento, gozo o ejercicio para la mujer, independiente de su estado civil, con base en la igualdad del hombre y de la mujer, de los derechoshumanos y libertades fundamentales en los campos político, económico, social, cultural y civil o en cualquier otro campo” (Convención de la CEDAW,ONU, 1979).

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te, porque al tratarse de un ámbito del conoci-miento en donde la intervención de otros trabajosacadémicos, originados por disciplinas diferentes(historia, antropología, psicología, economía,etc.)10 que también toman a la mujer como centrodel análisis, así como otros aportes provenientes,por ejemplo, del debate político-ideológico, podríanser sustanciales para contribuir a la reflexión entorno a este tema.

En este entorno es que se lleva a cabo el es-fuerzo por recuperar, de los trabajos producidos enesa época, aquella información que -a nuestro en-tender- brinde algún conocimiento sobre las con-diciones de las mujeres uruguayas, aún cuando nopretenda incorporar teoría feminista. Se busca conesto establecer algunas tendencias en un períodode “invisibilización” de los estudios de la mujer enel ámbito académico nacional.

De esta manera, en una estrategia por inclu-sión y otorgando flexibilidad a nuestro objeto deestudio, se analiza a continuación el proceso quedurante cuarenta años, tuvo la construcción de latemática. Con esta perspectiva, se reconocen: a)los estudios elaborados con fines diversos, que noincorporan a la mujer como categoría primaria deanálisis y en los cuales la palabra “sexo” es utiliza-da apenas como una variable, refiriéndose así a lacondición orgánica (anatomo-fisiológica); b) lasinvestigaciones en donde la mujer aparece comocentro del análisis y c) aquellas que toman en con-sideración las relaciones de poder entre mujeres yhombres y las desigualdades de género existentesen la sociedad. Al respecto, será recién en algunosde los trabajos de la década de los ochenta que eltérmino “género” es adoptado para destacar el ca-rácter de construcción socio-cultural (ysubsidiariamente, como significante de un vectordel orden social), enfoque que tendrá amplio de-sarrollo posterior.

I.1) Hacia la construcción de la categoría

A mediados del siglo XX, cuando se inicia lareflexión e investigación científica sobre nuestrasociedad, la “cuestión femenina” que había forma-do parte de los planteos ideológicos-políticos, hastala aprobación de la Ley de Derechos Civiles de laMujer (1946), pasa por tiempos de silencio e“invisiblidad”, que se extenderán hasta mediadosde los años 70. Durante esas dos décadas, la temá-

tica sobre la condición social de la mujer no conci-taba la atención de los autores y tampoco parecíaser importante para el conocimiento de la realidadde la sociedad uruguaya11 .

De hecho, en los volúmenes I y II, correspon-dientes a los períodos de 1950-1967 y 1968-1973,sólo aparece documentado un hallazgo (Solari,1958), que proporciona información sobre la dis-tribución de las actividades de la población segúnsexo y el predominio femenino en las ciudades,producto de la migración interna y del decaimien-to de la inmigración internacional, que favorecíael predominio masculino. Además, en el segundoperíodo mencionado, de escasa producción acadé-mica en general, casi no se registra informacióndesagregada por sexo.

Se encuentra así, como ya se adelantó, que lasituación de la mujer era considerada en relación aprocesos sociales referidos a diversas disciplinas: es-tructura demográfica, relacionamiento espacio ru-ral-urbano, estratificación social, sistema educati-vo, etc., y eventualmente a alguna otra dimensión(religión, política). Al incursionar por éstas áreas, lainformación sobre el comportamiento de uno y otrosexo es básicamente descriptiva; sin embargo, enalgunos aspectos, se registra un cierto interés porsu análisis e interpretación, relacionada a las pre-ocupaciones del momento.

Si bien, en los años posteriores, esta orienta-ción se mantiene, ya es posible identificar trabajosen los que la condición de la mujer pasa a ser el ejea partir del cual se reflexiona. “Su primera expre-sión -totalmente pionera e inusual en el país en esa

etapa- fue la obra de Ofelia Machado Bonet “Hacia

la Revolución del Siglo” (1972) (...) con un enfo-

que decididamente feminista” (Rodríguez Villamil,S., 1990:15). Desde entonces, los estudios sobre eltema van apareciendo en forma gradual, dandolugar a una nueva vertiente sobre fines de los años70, para alcanzar un flujo más o menos continuo,en el transcurso de la década de los ochenta (quese mantiene en los años siguientes), tal como lodocumentan los registros de los Volúmenes III yIV, correspondientes a los períodos 1974-1984 y1985-1989 respectivamente.

En ese proceso se construye un nuevo objetode estudio mujer, que se inicia durante el períodode “interrupción de institucionalidad universita-ria y de apertura de los ‘centros privados’”, los quetienen un papel fundamental en el desarrollo del

10 “Por definición, otra característica de los estudios de mujeres fue su inter, intra o multidiscipinariedad, es decir se fue gestando como un campo deestudio que se nutre de los aportes de varias disciplinas y por lo tanto no encaja fácilmente dentro de la estructura académica tradicional organizada endepartamentos que generalmente representan disicplinas” (Navarro, 2001: 109)

11 La mayoría de los estudios sociológicos abordaron principalmente la diferenciación y el relacionamiento entre el espacio rural y el espacio urbano, confuerte énfasis en la estructura social, la estratificación social y las clases sociales.

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trabajo sociológico, que sufría las consecuenciasde las restricciones dictatoriales. En particular, laFundación Grupo de Estudios sobre la Condiciónde la Mujer en el Uruguay (GRECMU) creado en1979, se va a dedicar específicamente a los estu-dios de la mujer en el ámbito de las ciencias socia-les con una perspectiva interdisciplinaria; tambiénotros centros de investigación incorporarán la te-mática a su quehacer institucional y algunos comoCIEDUR creará un programa específico (1986) so-bre la temática. En el ámbito de la esfera oficial yespecialmente de la Universidad de la República,se realizaron seminarios y estudios sobre algunostemas (situación jurídica, mujer en el medio rural,derecho al trabajo), ampliándose paulatinamentelas líneas de trabajo y de investigación, principal-mente a partir de mediados de los años 80 con larecuperación de la democracia.

Desde entonces, la construcción de conoci-mientos sobre la situación de la mujer se incrementósignificativamente, lo que se refleja en la diversi-dad de aspectos que son abordados (participacióneconómica, educación, historia oral, salud y sexua-lidad, políticas sociales, participación política, vio-lencia, etc.) y en la cantidad de trabajos publica-dos y actividades (seminarios, cursos) que se lle-van a cabo en distintos espacios de actuación, desdela década de los noventa.12

A continuación, se desarrolla la informa-ción contenida en la Base de Datos de maneracronológica13 buscando construir su recorrido te-máticamente el que se centra principalmente enlos aspectos demográficos, la educación y la parti-cipación económica. A través de ellos se observa-rán los cambios en las formas de abordaje y losenfoques con que se llevó a cabo la producciónsociológica de estudios de la mujer en el país.

I.2) Las visiones globales y sus contradic-ciones: Antifamiliaridad vs. madre yama de casa

La población del país, el equilibrio de los sexosy su distribución geográfica, fueron temas amplia-mente tratados durante los años cincuenta y se-senta (que corresponden a los dos primeros perío-dos del análisis). Y cuando el Censo de 1963 (queocurre después de más de cincuenta años del ante-rior) permitió fijar el dato de 99.3 hombres porcada 100 mujeres, para la población total del país,se constató que la presencia femenina era menoren las zonas rurales que en las urbanas, tanto de

Montevideo como del interior del país, lo que te-nía como resultado una mayor proporción de hom-bres en el medio rural (129,6 hombres por cada100 mujeres). En este desbalance, si bien podíanincidir factores vinculados a la edad (tasas de na-talidad, esperanza de vida), el fenómeno funda-mental -que se mantendría posteriormente- fue laemigración de las mujeres de las zonas rurales alas urbanas.

La declinación del sexo femenino en las áreasrurales ya había sido registrada desde la primeramitad del siglo pasado por Solari (1958) quién laatribuía a la naturaleza de la ocupación rural y alcarácter selectivo de la inmigración. Para Terra(1963) lo que ocurre es una selección que expulsaa la mujer a los medios urbanos reteniendo en elrural sólo a los hombres solteros o separados desus familias. Esta situación de “antifamiliaridad deestructura rural” (Errandonea et. al., 2000a:23)surge del análisis de la distribución de los sexos,según categoría socio-profesional, al observarse -entre otras cuestiones- que la expulsión de la fa-milia y la mujer estaba ligada a la forma de contra-tación: “... el patrón elegía al peón libre liberándo-

se de las complicaciones y las responsabilidadessociales que arrastraba una familia” (CINAM, 1963).

La Comisión de Inversiones y Desarrollo Eco-nómico (CIDE, 1965), preocupada por la magni-tud, precocidad y femineidad de la emigración cam-po-ciudad, señalaba que “... las mujeres se iban

más temprano y en mayor proporción que los varo-nes y que cuando emigraban parecían llevarse con-sigo a las hijas mujeres, o bien eran las familiascon hijas mujeres las más proclives a emigrar” yagregaba que en su mayoría irían a trabajar al ser-vicio doméstico por carecer de calificación.

A finales de los años sesenta, los núcleos urba-nos continúan atrayendo más a las mujeres que a loshombres, mientras el medio rural retiene a la manode obra masculina (Martorelli, 1969). Esta tenden-cia, es explicada por una situación de reciprocidadentre el tipo de producción (ganadería extensiva)que predomina en las áreas rurales y las mayoresoportunidades de empleo para las mujeres en las áreasurbanas.

Se evidencia así que las preocupaciones porla migración rural-urbana femenina y su partici-pación en la actividad económica son dos temasque, aunque no aparecen como centro de atenciónde los trabajos de la época, introducen algunosaspectos que son significativos para los estudiosde la mujer y su posterior desarrollo.

12 Sobre éstos años no nos extendemos, dado que -como ya se señaló- la información de referencia para este artículo llega hasta el año 1989.13 Cabe recordar que, en la gran mayoría de las situaciones, la información contenida en los trabajos publicados se refieren a estudios que analizan años

anteriores, lo que en ocasiones altera el orden cronológico y dificulta la regularidad de la coherencia temática.

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En lo que tiene que ver con el empleo fe-menino las primeras indagaciones, realizadas porlos Equipos del Bien Común (1956), registraronpara Montevideo que el 23% de las mujeresdesarrollaban actividades remuneradas mientrasque el 46% se dedicaban a las labores domésti-cas (no remuneradas), un 14% eran estudiantesy un 17% inactivas. Se decía que “... era indu-dablemente un esfuerzo por aumentar las exi-

guas entradas el que provocaba este volumen de

trabajo femenino”, constatándose además quelos ingresos femeninos tenían una “... enormediferencia con los ingresos masculinos (...) po-

niendo a las claras el motivo compensador del

trabajo femenino”. Es interesante observar que,ya en éstos tiempos, se argumentaba que lasmujeres realizaban trabajo remunerado para con-tribuir a cubrir las necesidades de la familia:diferencial de ingresos con los hombres y moti-vo compensador (o trabajo secundario) parecíanser dos caras de una misma moneda.

En ese entonces, Solari (1966) señalaba queel máximo de actividad femenina se daba entrelos 20 y 24 años de edad, lo que atribuía al ma-trimonio y nacimiento de los hijos y sobre locual Campiglia (1971) argumentaría que eso seexplicaba “... por las ideas imperantes en las

diversas clases sociales: la clase baja piensa queel hogar es el lugar de la mujer casada, lo cualrepresenta la supervivencia de una idea tradi-cional que la clase media ha ido abandonando”.Otros trabajos publicados posteriormente(González Altez et. al., 1976; CIEP, 1977) queanalizan la evolución de las tasas de actividadfemenina, de esas primeras décadas, coincidenen sostener esta interpretación. De igual modo,Veiga (1976) cuando examina los datos censales,en forma detallada de la estructura y el volu-men de la población activa e inactiva por sexo(en área urbana y rural), señala que las tasasde actividad femenina “... guardan relación con

influencias socioculturales, más que a la distri-bución por edades” y agrega que el desarrollode enseñanzas técnicas o especializadas, con-tribuyó en los grupos de 20-29 años, a incre-mentar la participación de las mujeres en la es-fera productiva, debido a su creciente grado decapacitación.

Esto nos lleva a recordar que, desde muytemprano, para los sociólogos uruguayos “... laeducación constituía el vehículo principal de so-cialización e integración social” (Errandonea,Milstein, Viscardi, 1999), lo que se evidencia através de la abundante información existente

sobre todo el sistema educativo, (tema que sedesarrollará más adelante en relación a la pro-ducción referida a juventud).

En lo que se refiere específicamente a laparticipación de las mujeres en los diferentesniveles de enseñanza, los primeros hallazgos,documentados en la base, se refieren a Monte-video (Equipos del Bien Común, 1956): el nú-mero de mujeres con enseñanza primaria erasuperior al de los hombres, siendo similar en laenseñanza media y significativamente menor enla enseñanza superior (el número de hombresduplicaba al de las mujeres en la enseñanza su-perior incompleta y las triplicaba entre quieneshicieron los cursos completos).

Una década después, la Comisión Coordi-nadora de los Entes de la Enseñanza (1966) pu-blica un amplio informe sobre el estado de laeducación en el país, que contiene un análisispormenorizado de los distintos niveles de laenseñanza contemplando la distribución de lasmujeres y de los hombres en ellos (analfabetis-mo, matrícula escolar, etc.). De los fenómenosque fueron señalados, una de las preocupacio-nes era la alta deserción masculina en la ense-ñanza primaria, lo que se decía estar relaciona-do con”... la concepción de un modelo masculi-

no muy semejante a la representación viril detipo tradicional, por lo que los padres estimula-ban al varón a separarse de la vida de los adul-tos, a asumir conductas independientes, a reali-zar actos que implicaran una clara distinción dela conducta femenina, repercutiendo en la efica-cia del proceso educativo.” A la vez, la Ense-ñanza Secundaria pasaba por un proceso de ex-tensión generado fundamentalmente porque elsexo “... femenino ingresaba progresivamente enmayor proporción ...”. Asimismo, se decía quellamaba la atención, la alta participación demujeres mayores de 18 años en la EnseñanzaTécnica (UTU): “... Para la sociedad tradicional

la formación femenina tenía como objeto la pre-paración para atender con eficacia el hogar”. Estaconcepción de considerar a la mujer poco im-portante en la definición del status social fami-liar en donde la inversión de grandes esfuerzosen sus carreras no estaba justificada, prevalece-ría en los años siguientes. Por ejemplo, Fortuna(1976) en un trabajo sobre la estructura del sis-tema educativo uruguayo, va a argumentar quealgunos de estos cursos no son técnicos, en elsentido estricto del término, y que tienen unafinalidad profesional muy discutible (corte, len-cería, tej ido, lana rústica, etc.)”.. . son

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manualidades que para los valores sociales pre-dominantes, aseguran una formación de la per-sonalidad, que en el caso de la mujer, contribu-yen a un mejor cumplimiento del rol de madre yama de casa”. Esta apreciación valorativa no escompartida en otros análisis de esos años queentienden que la mayor inserción femenina, enel mercado de trabajo, estaría actuando en sen-tido contrario al desempeño de ese rol.

En 1977, el Centro de Investigación y Ex-perimentación Pedagógica (CIEP) elaboró undiagnóstico del sistema educativo realizando unextenso y pormenorizado estudio de los dife-rentes niveles de enseñanza, en donde ademásanaliza la dominante masculina o femenina delos grupos ocupacionales, según la correlaciónexistente entre nivel educativo y categoría ocu-pacional. Con respecto a la Enseñanza Técnica,examina la disminución de la matrícula (perío-do 1966 a 1972) y el comportamiento por sexos,entendiendo que “... es difícil que para un pe-

ríodo de tiempo tan corto pueda suponerse quela declinación de los volúmenes femeninos en laenseñanza media técnica resida en una “muta-ción” y regresión cultural hacia formas tradicio-nales de evaluar el desempeño del rol de la mu-jer en la sociedad”, máxime cuando ocurre unaparticipación creciente de las mujeres en el mer-cado de trabajo, signo de “modernidad” cultu-ral del Uruguay. También se argumenta que lasmujeres tenderían a retraerse para realizar cur-sos por “... la percepción de la estructura delmercado de empleo, por el bajo nivel decompetitividad con el hombre por cargos dispo-nibles o por la migración del Interior hacia Mon-tevideo.”

En cuanto a la participación de las muje-res en la Universidad, en los años sesenta, seregistraba que de cada cinco estudiantes doseran mujeres y que, a diferencia de los varones,se concentraban más en las escuelas que en lasfacultades, orientándose hacia las carreras demenor prestigio social. Esa participación de lasmujeres, se relacionaba con el origen social delos estudiantes universitarios afirmándose querazones tradicionales y de estereotipos socialeseran definidores de su mayor o menor inserción.De esta manera, las familias de las clases altaspriorizaban la concurrencia de sus hijos a launiversidad y sostenían en menor proporción asus hijas, en el entendido de que no se veíanobligadas a seguir una carrera universitaria paramantener su status; en cambio, en las familiasde las clases medias, la Universidad era vista

como un factor de movilidad social ascendente,tanto para los hijos como para las hijas. Las fa-milias de las clases bajas, que podían enviar sushijos a la Universidad, preferían que la estu-diante fuera la hija mujer, dado que el trabajoera considerado la obligación principal del hom-bre (Registro Universitario, 1961; Instituto deCiencias Sociales, 1961; Comisión Coordinadorade los Entes de la Enseñanza, 1966). En sentidosimilar, son distinguidas las categorías socio-profesionales de los padres (industriales y co-merciantes, personal de servicio, empleados yobreros) y sus aspiraciones de elección de ca-rrera para con sus hijos varones o mujeres, deacuerdo a su posición en la estratificación so-cial (Rama, G., 1968).

“Sin perjuicio de esta incidencia cultural;¿no será que es a las mujeres que pueden desti-nar al estudio por la necesidad del trabajo delvarón, más demandado en el mercado?; ¿no pue-de ser que las “carreras-oportunidades” -carre-ras menos largas: escuelas universitarias- seanmás accesibles para las mujeres -Servicio Social,Auxiliares médicos y Enfermería- por reproducirroles tradicionales asignados socialmente?; o ¿noinfluirán las representaciones de ciertas disci-plinas como más asociadas a un complementode la formación femenina, como en el caso delConservatorio de Música o la Escuela de BellasArtes?” (Errandonea, 2000a:6).

Otros estudios señalan la incidencia de cier-tos factores en las opciones profesionales. Porejemplo, el origen geográfico: “... las jóvenes

rurales se orientaban más a las profesionesparamédicas o el servicio social” (Instituto deCiencias Sociales, 1961) y la inserción laboralde los estudiantes universitarios “... la propor-ción de los que viven de su salario personal engeneral es mayor en las escuelas, y mucho ma-yor entre los hombres que se inscriben a ellas(54%) que las mujeres de las facultades (18%)”

(Graciarena, Errandonea (h.), 1968).En 1968 (censo de alumnos que ingresan),

los hombres continúan concentrándose en lasfacultades (63%) pero se registra un cambio decierta importancia en la distribución de la po-blación femenina de las escuelas que”... baja de

77% a 73% y asciende al mismo tiempo en las

facultades [de 61% inscriptas en 1961 pasa a72% en 1968]. Hay un desplazamiento femeni-no hacia las carreras largas (...) que puede de-berse a un cambio en la imagen del rol profesio-nal de la mujer en las capas ocupacionales supe-riores” (Graciarena, 1968).

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En el período 1960 a 1974, la matrícula uni-versitaria femenina pasa del 41% al 45%, ob-servándose que las mujeres predominan en lascarreras más cortas, mientras que las carrerasmás largas, que se relacionan con la industria yla actividad agraria, son de predominio mascu-lino. Sin embargo, al considerarse el tiempo depermanencia en la universidad de las estudian-tes mujeres, son observados cambios en la par-ticipación que “... podrían indicar una leve re-

definición en los roles profesionales femeninos(...). También se señala que, a medida que au-menta la edad, la participación femenina dis-minuye y que hay una sobrerepresentación delas mujeres solteras en comparación a las casa-das. La fuente principal de ingresos de la po-blación femenina sigue siendo la ayuda familiar(61%), registrándose una mayor situación dedependencia para la mujer que para el hombre(Labadie, 1980).

I.3) Expulsión rural femenina y emigra-ción internacional masculina

Avanzada la década de los setenta (y encorrespondencia con el período 1974-1984), elestudio de los aspectos demográficos toma im-pulso, favorecido por la posibilidad de compa-rar datos censales (1908, 1963 y 1975), lo quese evidencia en el interés de distint@s autor@spor analizar la dinámica poblacional en su con-junto. Así mientras, por un lado a) se da unacontinuidad de los trabajos que plantean lascaracterísticas de la sociedad rural uruguaya yprofundizan en la emigración femenina a lasáreas urbanas, por otro b) se desarrollan aque-llos que refieren principalmente a la fuerte emi-gración internacional ocurrida en esos años yque, como es sabido, no fue ajena a la dictadu-ra militar que soportaba el país.

a) Los primeros, corroboran básicamente in-formación ya registrada, en los períodos ante-riores, pero con más elementos explicativos. Eneste sentido, se aporta que si bien el latifundioganadero, más que la empresa media y el mini-fundio autónomo, presenta mayores niveles defecundidad y la tasa bruta de natalidad es másalta, la fuerte emigración femenina resta muje-res en edad fértil del conjunto de su población,debido a la selectividad de la demanda de manode obra de la estructura productiva dominante(Niedworok, Prates, 1977; Prates, 1977; Fortu-na, De Mello, et. al., 1983).

La situación social de las mujeres del me-dio rural es analizada ampliamente por Martorelli(1980) quien señala que el medio rural urugua-yo ha agotado, desde mediados del siglo veinte,su capacidad de absorber el crecimientovegetativo femenino y coincide en afirmar quelos grandes establecimientos constituyen unfactor decisivo en el éxodo femenino, el que esmenos acentuado donde predominan los culti-vos agrícolas intensivos. En este sentido, en-cuentra que la mejora en los niveles de vida, laextensión y penetración ininterrumpida del sis-tema educativo, contribuye a la integración dela mujer a la fuerza de trabajo, aún cuando lasoportunidades de empleo son escasas y, en lamayoría de los casos, desempeña tareas no re-muneradas en la empresa-familiar alternando susactividades de ama de casa con aquellas de pro-ducción. El autor analiza ampliamente -entreotras cuestiones- los modos de inserción y eltipo de actividades que realizan las mujeres debajos ingresos en el mercado de trabajo de zo-nas rurales (ganadería extensiva, de producciónlechera y de agricultura, de cultivos intensivos)y centros poblados del interior del país, y cómodicha inserción afecta el desempeño de los ro-les tradicionales de las mujeres.

En este entorno, Piñeiro y Veiga (1980), alanalizar las “estrategias de sobrevivencia” delpequeño productor rural en un contexto de cam-bio social, observan que el proceso de involu-ción del productor rural aumenta las formas desubsistencia, modificándose la división del tra-bajo familiar: las mujeres pasan a realizar ta-reas en su propia chacra o se emplean en traba-jos zafrales o en servicio doméstico en pueblosvecinos.

En términos generales, Martorelli y Moreira(1983) señalan que la desproporción entre lossexos se mantiene causando [al igual que vein-te años antes]”... graves deficiencias de integra-

ción familiar: la falta de mujeres, el régimen

contractual que exige del peón la libertad res-

pecto de cargas familiares con las cuales el gran

patrón no quiere cargar...”; situación que pa-rece no ocurrir de la misma forma en el mini-fundio, donde la proporción de mujeres y dehombres es similar y los problemas están másrecostados a la poca capacidad de producción,el exceso de potencial activo, etc. Sin embargo,unos años después, Pereyra (1985) encuentraque también en las explotaciones más peque-ñas, de carácter familiar, se producen impor-tantes desproporciones y se preguntará ¿dónde

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están las mujeres que faltan? sugiriendo que elgrueso de ellas residen en núcleos urbanos demenor tamaño relativo del interior del país.

Estudios más específicos, sobre los departa-mentos de Colonia y Treinta y Tres, analizan dis-tintos aspectos de la población femenina en edadfértil (niveles de paridez, nivel educativo, área deresidencia) y argumentan que el despoblamientode las zonas rurales no es “...imputable exclusiva-mente a la emigración sino a la incapacidad mis-ma de la comunidad para constituir nuevas fami-lias y asegurar cuando menos su nivel de reempla-zo” (Niedworok, García Selgas, et. al., 1986). Tam-bién otros autores examinan distintas situaciones(bajos ingresos, convivencia familiar completa,nivel de instrucción) como factores impulsores olimitantes en la predisposición a emigrar, encon-trando que hay un conjunto de personas que, sindejar definitivamente la explotación familiar, “sa-len” a trabajar fuera del predio. “Especialmentelas mujeres parecen preferir este tipo de alejamiento

temporario” (Camou, Martínez Bengoechea, et. al.1987).

b) Los estudios que abordan la problemáticade la emigración uruguaya hacia el exterior -emi-gración internacional- registran que ésta fue al-tamente selectiva en términos de sexo y edad: emi-graron más hombres (54.5%) que mujeres (45.5%),lo que resulta en un descenso del índice de mas-culinidad que, para Montevideo, se sitúa en 88hombres por cada 100 mujeres en 1975 (Petruccelli,Fortuna, 1976; Aguiar, 1978; Seguí González,1979). Dicha emigración, mayoritariamente deactivos hombres, incidirá fuertemente no sólo enaspectos relacionados a la fuerza de trabajo sinotambién en los niveles de fecundidad y natalidad.Ello, aunado al aumento en la esperanza de vidaal nacer, mayor en las mujeres que en los hombres(71.6 y 65.5 respectivamente), resulta en un pro-ceso de envejecimiento demográfico, lo que ade-más redunda en elevados niveles de demanda enservicios de asistencia, especialmente en la po-blación de mujeres ancianas (Gaudiano, 1976;ANEPA, 1978).

Algunos trabajos analizan las consecuen-cias de la emigración, su impacto en el volumeny composición de la fuerza de trabajo (en Mon-tevideo) destacándose además la significativapérdida de recursos humanos de alta capacita-ción (Equipo de Promoción en Salud, 1983;Aguiar, Cravotto, 1983); más tarde otros lo ha-rán en relación a las características generalesde dichos emigrantes, los países de destino y su

inserción en ellos, e inclusive su posterior re-torno y reinserción en el país (Wonsever, Teja,1985; Fortuna, Niedworok, 1987; Pellegrino,1987).

I.4) Oportunidades educativas ¿opcionesigualitarias?

En lo que concierne a educación, se observaque aunque “... fue una de las actividades socialesfuertemente afectadas por la dictadura militar”(Errandonea, et. al. 2001:125), la producción man-tuvo su continuidad durante esos años. En gene-ral, se llevaron a cabo diversos estudios que ana-lizan los distintos niveles del sistema educativoformal, fundamentalmente desde el punto de vis-ta cuantitativo, en los cuales la diferenciación porsexo es examinada sólo en algunos de ellos.

Al respecto, Gimeno (1979) analiza la expan-sión del sistema educativo en base a datos censalesy señala las tasas de escolarización de mujeres yvarones. Otro estudio, busca demostrar la igual-dad (no reconoce la desigualdad) de oportunida-des entre mujeres y hombres en el ámbito educa-cional, analizando datos del Censo de 1975 y deotras instituciones educativas. Es así que, mues-tra el crecimiento de las mujeres matriculadas enla educación secundaria (de 52,4% en 1962 a 56,9%en 1978) y argumenta que, en la educación técni-ca y profesional, no existe la discriminación, yasea porque las mujeres asisten a cursos típicamentemasculinos o porque la Universidad del Trabajo“... ha venido impartiendo cursos destinados almejor desempeño del rol femenino [y] En los insti-tutos de formación docente se refleja el hecho deque la educación es una fuente importante de tra-bajo para la mujer” o porque en la universidad, seda un crecimiento de la población femenina entre1968 y 1974. Esta información es interpretadacomo que “... en el Uruguay no existe ningún tipo

de discriminación, sean los ciudadanos hombres omujeres (...) Las oportunidades educativas se brin-dan por igual y conjuntamente a hombres y muje-res” (Pigni, Bujater, Guffanti, 1980).

Dentro de la constatación, relacionada conel aumento de personas con instrucción media ysuperior, Bayce (1984) habla del “... fenómeno de‘vuelta a las aulas’ provocado por el mercado labo-

ral, la ‘feminización de la asistencia’ originado enla situación económica y en la liberación de la mu-

jer, ‘envejecimiento’ de la asistencia a Primaria y

‘rejuvenecimiento’ en Media y Superior (...). Dehecho, se registra un “... incremento significativo

en el nivel medio, superior y en la Universidad en

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donde el porcentaje de mujeres llega a duplicarsey en el área rural casi a triplicarse” (Lovesio, 1985).

En este sentido, es de destacar que elalumnado total universitario crece en forma no-table, observándose un importante proceso defeminización (pasa de 45% a 58% entre 1974 y1988) y de cambios en las opciones profesionales“... que estarían vinculados a las variables ocurri-das en el mercado de empleo y a la emigración dejóvenes en las últimas décadas”. Para 1988, la po-blación universitaria no se distribuía equitativa-mente entre las facultades (85,3%) y las escuelas(14,7%), siendo que en éstas últimas las mujeresrepresentaban las 3/4 partes del total y en lasfacultades el 54,4%. En lo que se refiere a las op-ciones profesionales, las áreas de predominio fe-menino continuaban siendo principalmente Ser-vicio Social (91%), Bibliotecología (89%) y Tec-nología Médica (82%), con un importante porcen-taje de participación, proporción superior en lascarreras de Enfermería (93,5%), Nutrición (98%),Parteras (100%). Otras que también se encuen-tran en este grupo son Psicología (81,5%) y Auxi-liares de Odontología (70%) y aquellas como De-recho y Ciencias Sociales (65%) y Odontología(68,5%) que antes se ubicaban dentro de las ca-rreras con “paridad de sexos”. Entre las carrerasque en 1974 figuraban con mayor contingente depoblación masculina sólo quedan 3 en 1988 (lasmás técnicas): Agronomía (25,5%), Ingeniería(22%) y Veterinaria (40,5%), desplazándose Me-dicina, Ciencias Económicas y Arquitectura a lasde “paridad de sexos”. Aún en las de predominiomasculino se da un incremento de la poblaciónfemenina, pudiéndose incluso incorporar Veteri-naria al grupo de las de “paridad de sexos”(Lovesio, 1989). También se destaca que el por-centaje de personas del sexo femenino que ingre-san a las escuelas permanecieron estables en tor-no al 75%, mientras que el de ingresadas a lasfacultades aumentó levemente, aunque no en lamisma proporción que el “stock” representado enla matrícula. Este fenómeno de feminización delingreso a las facultades se estabiliza para los últi-mos años, salvo para Ingeniería donde la partici-pación de la mujer aumenta año a año (Labadie,Filardo, C., 1989).

I.5) Participación laboral femeninaen tiempos de crisis

Para explicar la expansión de la participa-ción de la mujer en el mercado de trabajo, se par-tía del supuesto de que la misma estaba determi-

nada “... en última instancia por la crisis del estilode desarrollo [y no como resultado] de una conti-nuación del progreso económico y la moderniza-ción social que el país conoció acumulativamentea lo largo de la primera mitad del siglo [XX] ...”(Taglioretti, 1981). Esa participación, indicadacomo históricamente creciente (desde 1908), ex-perimenta un notorio incremento en la décadaintercensal 1963-1975, período en que disminuyela participación relativa de los hombres. Ello res-ponde a factores demográficos y socio-económi-cos, dado el proceso migratorio que afectó enmayor grado a la mano de obra masculina y tam-bién a la necesidad de incrementar los ingresosfamiliares deteriorados por la caída del salario real,que habrían inducido a un alto porcentaje demujeres antes inactivas, a incorporarse a la fuerzade trabajo (Niedworok, Jauge, 1979).

Al respecto, Prates y Taglioretti (1978) ex-presan que “... contradiciendo muchas expectati-vas se encuentra que en ausencia de dinamismo, yes más, en presencia de regresión económica, laparticipación laboral de la mujer acentúa aún mássu crecimiento que es muy particular ...”: las mu-jeres que predominan en el mercado de trabajo,por su tramo de edad (20 a 45 años), normalmen-te están casadas y con hijos pequeños en una altaproporción. Este cambio ocurrido en el perfil delas mujeres que participan del trabajo remunera-do fundamentado en las “estrategias desobrevivencia” de las familias, es también indica-tivo de modificaciones en las pautas sociocultura-les hasta entonces vigentes.

Desde entonces -mediados de la década delos setenta- la tasa de participación femenina re-gistra un enorme avance y rompe con la continui-dad del crecimiento regular que experimentó enlos períodos anteriores, situación consideradaatípica de acuerdo a la evolución seguida en otroscontextos latinoamericanos. No es de olvidar quela aplicación de políticas neoliberales bajo el régi-men autoritario uruguayo, y la consecuente pér-dida del poder adquisitivo del salario, fueron cen-trales en el aumento de la participación de la mujeren el mercado de trabajo (Terra, 1985).

En este entorno, la readecuación de la es-tructura ocupacional a dichas políticas reflejan “...el desplazamiento de una fuerza de trabajo prima-ria (constituida por jefes de hogar y hombres enedad inactiva) por una fuerza de trabajo de reem-plazo o secundaria representada en gran medidapor mujeres” (Filgueira, C., 1986).

Sobre el tema y considerando el proceso dereducción del salario real, varios autores del pe-

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ríodo (Apezechea, 1982; Fortuna, 1982; Longhi,1983) analizan las reacciones y estrategias de lasfamilias vinculadas al incremento del trabajo dela mujer, sus características y formas.

Prates y Taglioretti, reconocidas como inicia-doras de la construcción de un nuevo objeto deestudio dentro de la producción académica socio-lógica relativa a la condición de la mujer, publica-rán diversos trabajos en donde analizan amplia-mente la participación femenina en el mercado deempleo. Entre las explicaciones brindadas, acercade las transformaciones ocurridas, señalaron: porun lado, la importancia de la “modernización so-

cial” que posibilitó la disponibilidad eventual deconjuntos femeninos con educación relativamen-te superior y socializados en una ideología de le-gitimidad del trabajo remunerado de la mujer; ensegundo término, “la magnitud de la crisis” y conella la deprivación relativa por el deterioro delsalario real y el consecuente deterioro del nivelde vida; deprivación que además contribuyó al pro-ceso de “emigración internacional” (ya menciona-do) que al restar hombres en edad activa generacondiciones estructurales para un proceso de mo-vilidad por reemplazo. A ello se agrega, la pres-cindencia que caracterizó la dinámica rural de eseestilo de desarrollo que generó desde siempre “ex-

pulsión poblacional”, en particular femenina. Entérminos generales, la participación femenina, enel interior urbano y en el interior rural (tipo deinserción, trabajo doméstico remunerado, trabajofamiliar, etc.), si bien presenta algunas caracte-rísticas que la diferencian de la de Montevideo,tiene como resultado una creciente visualizaciónde la importancia económica del trabajo de la mujer(Taglioretti, Prates, 1978; Taglioretti, 1981, 1984).

En el transcurso de la década de los ochen-ta (en particular, el período 1985-1989), diversasfueron las preocupaciones en torno a las caracte-rísticas que venía asumiendo esa mayor partici-pación femenina en la fuerza de trabajo, lleván-dose a cabo distintos estudios que tuvieron el pro-pósito de indagar sobre el perfil de las mujerestrabajadoras, las condiciones y las característicasen que se producía la inserción laboral femenina.Los trabajos publicados estuvieron básicamente re-lacionados a: la informalidad, el servicio domésti-co, el trabajo a domicilio y el sector servicios, enparticular la banca. El tema de la doble jornada yel trabajo doméstico no remunerado también fue-ron objeto de atención de l@s autor@s del perío-do.

De modo general, se observó que ese creci-miento continuo, registrado en la participación

de la mujer en el mercado de trabajo, estuvo ali-mentado básicamente por mujeres casadas y enunión libre, siendo su posición en el núcleo fami-liar la de cónyuge, lo que “... sugiere que la “doble

jornada” caracterizó la evolución de la situaciónde la mujer en la década” siendo que además “...se lanzaron al trabajo de mercado en todas aque-llas actividades capaces de generar un ingresomonetario, en y desde la esfera del hogar” (Prates,1983, 1986). Dentro de esta idea Klaver (1986)analiza “Las interferencias entre el trabajo domés-tico y el trabajo remunerado” y señala que “... en1985 gran parte (41%) de las mujeres de la P.E.A.F.de Montevideo está a cargo del trabajo domésticoy casi la mitad es cónyuge (20,1%)”, lo que indicaque un importante número de mujeres tienen unadoble jornada de trabajo. El nivel de educación delas económicamente activas es alto (63% de lasque tienen secundaria y 71,5% de las universita-rias); más de la mitad trabajan en la categoría deempleadas y obreras en el sector privado y se con-centran en servicios personales, la industria ma-nufacturera y en menor grado el comercio (53,3%,21,8% y 15,5% respectivamente para 1985), exis-tiendo segregación entre los sexos al trabajar lasmujeres en tareas tradicionalmente femeninas. Aello se agrega que en su mayoría ocupan lugaresen el sector informal, que no requieren mucha ca-pacitación, en los cuales existe poca estabilidadlaboral y que no están protegidas por la seguri-dad social, percibiendo bajos ingresos: el trabajose realiza en talleres pequeños o en el domicilio,lo que daría flexibilidad y posibilidad de combi-nar su trabajo remunerado con las obligacionesdomésticas.

Con perspectiva similar, Aguirre (1985) rea-lizó un amplio estudio sobre la naturaleza y evo-lución del sector informal, en donde mencionaque las mujeres y los jóvenes se encuentran másdisponibles para ingresar al mercado de trabajoinformal. En trabajo posterior, junto con Méndez(1987), referido más específicamente a la fuer-za de trabajo femenina (volumen, edad, educa-ción, ingresos, ocupación, desocupación,subocupación) aprecia un incremento de la in-formalidad (19% de los ocupados en 1968 a 29%en 1986) que “... se debe fundamentalmente a

la ocupación de las mujeres”, las que tambiénaumentan más que los hombres en la categoríade “asalariados” (en las ramas industriales másdinámicas -pesca, vestimenta, cuero- promovi-das en el período). A ello se agrega la segrega-ción sexual del mercado de trabajo (que ya fue-ra señalada antes) la que se advierte al estudiar

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la evolución de la ocupación femenina por ramade actividad; por otra parte, el alto porcentajede mujeres que se encuentran en la categoríade trabajadores no remunerados y de cuentapropia con local, sugiere que podría “... debersea la necesidad de las mujeres-madres de compa-tibilizar empleo remunerado y trabajo domésti-co, así como también a la valoración social deltrabajo femenino como secundario...”

Dentro de este marco, y a través de los resul-tados de una encuesta aplicada a trabajadoras in-formales, son constatados “... algunos aspectos dela preferencia de las mujeres entrevistadas, por el

trabajo a destajo, a domicilio y en pequeños talle-

res, frente al trabajo más estable”. Esa decisiónpor trabajos de tipo informales se relaciona a lavaloración del rol de madre y esposa en tanto lepermite “... al mismo tiempo llevar adelante lo quepara ellas es su responsabilidad, el hogar, a costa

de una doble jornada muy extensa”. Los ingresosson bajos y están destinados la mayoría de lasveces a los hijos, a la compra de alimentos o alhogar en general: es así visto como un comple-mento del ingreso familiar (Aguirre, Rostagnol,Torres, 1987). En esos años se produce una“feminización” del sector informal que si bien in-corpora mujeres de muy diversos nivelessocioeconómicos, el componente principal “... loconstituyen las mujeres provenientes de estratospobres” (Longhi, 1988).

El trabajo doméstico remunerado ha sido unade las opciones laborales tradicionales de las mu-jeres de los sectores populares urbanos (Prates,1983) siendo la ocupación que llegó a concentrarel mayor número de mujeres del conjunto de lapoblación económicamente activa femenina delpaís. En base a entrevistas realizadas a trabajado-ras del servicio doméstico de algunos departamen-tos (Montevideo, Paysandú y Maldonado) en don-de su representatividad era alta, Rostagnol (1988)indaga sobre las modalidades de la relación labo-ral (empleadas de casa particular, de empresas delimpieza, otras), su perfil socio-demográfico (edad,nivel educativo, mujeres solas y sin hijos o muje-res sin pareja con hijos), las condiciones de traba-jo (horario, movilidad laboral) así como tambiénacerca de las principales dificultades como lo son:el aislamiento y carencia afectiva, la falta deprivacidad, la doble jornada y el problema del tiem-po libre.

El trabajo remunerado a domicilio (out-work),en el cual las mujeres tuvieron un papel prepon-derante, formó parte de la estrategia de exporta-ción manufacturera no tradicional, que se extien-

de hasta mediados de los años ochenta. Las ma-nufacturas que tuvieron mayor desarrollo fueronel tejido, realizado por la mujer habitante de pe-queños predios rurales (Taglioretti, Canapale,1981) y/o núcleos urbanos próximos a la ciudadcapital (Lovesio, 1987) y la industria del calzado.Al respecto, Prates (1984, 1987) indaga amplia-mente sobre las trabajadoras domiciliarias en laindustria del calzado y señala que, entre los fac-tores que posibilitaron su auge, fue fundamental“... la calificación, en particular de la mujer en laoperación más resistente a la mecanización -elaparado- y la prevalencia de pautas patriarcalesen la organización familiar y de la ideología degénero, legitimando roles y esferas de “privilegio”para la mujer, que aseguraron una reserva de fuer-

za de trabajo concentrada en la esfera pre-capita-

lista del hogar que actuó como factor de ajuste”.

La autora concluye además que las transformacio-nes económicas del país se intersectan con lastransformaciones de la familia, en que el ciclo devida familiar aparece como central en la necesi-dad de una estrategia de dobles generadores deingreso.

El cambio técnico en el sector servicios y susefectos sobre el empleo femenino fue estudiadopor Argenti (1985) en base -entre otras cuestio-nes- a la relevancia que el mismo tenía en el país(40% de la población activa en 1982). Con estamisma inquietud, en un análisis sobre el sectorbancario, la autora observa que “... el manteni-miento de altos niveles de desempleo -aún en mo-mentos de crecimiento económico- parece revelaruna tendencia de tipo estructural vinculada a pro-cesos de cambio técnico (...) los rasgos del traba-

jo femenino anotados, apuntan a subrayar la ma-yor vulnerabilidad frente a los cambios de este seg-mento de la fuerza de trabajo” (Argenti, 1988).Posteriormente, junto con Rostagnol (1989), enun análisis sobre la banca privada encuentran queno se registra “desocupación tecnológica” dado aque en Uruguay las mujeres ingresan a la bancaen el mismo período que las nuevas tecnologías,todo esto en el marco de la expansión del sector;destacando sí que las nuevas tecnologías reafir-man la tradicional división sexual del trabajo lacual discrimina a la mujer, creando y recreando lasubordinación.

El trabajo doméstico no remunerado, realiza-do -generalmente- por las amas de casa, es estu-diado en tanto trabajo necesario para la reproduc-ción y el mantenimiento de la población. Algunasautoras estiman que puede calcularse “... una tasa

de participación en la producción social conside-

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rando que gran parte de las mujeres “inactivas” seencuentran en realidad ocupadas, trabajando enla producción doméstica no remunerada” (Méndez,1988). Diversas hipótesis han sido planteadas alos efectos de medir esa carga de trabajo como porejemplo el tipo de unidad doméstica (familia nu-clear, ampliada), las variables derivadas de la or-ganización social tales como acceso a los servicios(salud, saneamiento, educación, agua, luz, etc.),al tamaño y la ubicación de la vivienda, etc. Otrosconceptos que también son considerados clavespara la comprensión del tema se refieren a la sub-ordinación (relaciones de poder, aspectos ideoló-gicos y culturales) y explotación de la mujer (apro-piación de una parte del trabajo del ama de casa,por el sistema en su conjunto), destacándose lainvisibilidad social y económica del trabajo do-méstico, el que siendo asumido “... como “respon-sabilidad de la mujer” (...) no es valorado por losindividuos como un “trabajo” ni tampoco por lasque lo realizan cotidianamente” (Torres, 1988)

Dentro de esta crónica, también cabe men-cionar que algunos otros autores (Petruccelli, 1987;González Ruiz, 1989) continuaron realizando es-tudios más macro, en donde examinaron el com-portamiento de la tasa de actividad por tramo deedad y sexo, y la tasa de desocupación (buscantrabajo por primera vez y desocupados propiamentedichos), por sectores de actividad, grupos profe-sionales y categoría ocupacional, en base a infor-mación estadística. También la CEPAL (1988, 1989)va a observar los comportamientos diferenciadosen las mujeres de altos y bajos ingresos, -utilizan-do la educación como aproximación a los mismos-analizar la persistencia de altas tasas de desem-pleo en mujeres y jóvenes y señalar el importantenúmero de jefes mujeres desempleadas. Al respec-to, varios de los trabajos citados antes (por ejem-plo: Klaver, Aguirre y Méndez) coinciden en men-cionar que la desocupación femenina presentatasas superiores a las masculinas, de igual modoque el subempleo visible femenino. AdemásMéndez (1988) señala que un alto porcentaje demujeres (encuestadas) opinan que están emplea-das por debajo de sus calificaciones (28%) lo quetiene como agravante que perciben una menor re-muneración por sus tareas que los hombres y que,en las ramas industriales “femeninas”, los sala-rios son inferiores, lo que tiene como resultado ladiscriminación salarial. Portillo (1989) asociandola estructura de los hogares con su nivel de ingre-sos verifica -entre otras cuestiones- que los hoga-res con una mujer sin cónyuge como jefe en un47,8% se halla en condiciones de extrema pobre-

za. Esta situación lo lleva a concluir que “La alte-ración de la tradicional división social del trabajo

en la familia, en donde el hombre accedía a unsalario y la mujer cumplía con la actividad domés-tica (trabajo del hogar, cuidado y educación de loshijos), desarticula totalmente las funciones de re-producción social que tan intensamente se concen-traban en dicho núcleo familiar.”

Otros estudios prestan atención a la activi-dad económica femenina en su vinculación a lamaternidad y los hijos pequeños destacando la es-casa infraestructura en guarderías y los pocos apo-yos institucionales en general. Sin embargo, as-pectos tales como el aumento de la calificaciónpor el crecimiento de la población femenina enliceos y UTU, la expansión de las actividades deservicio que demandan mano de obra femenina yel uso creciente de electrodomésticos que facili-tan las tareas del hogar, contribuyen a explicar elincremento de la participación económica de lamujer (Hintermaister, 1988), “... que pasa, en Mon-

tevideo del 28.1% en 1973 al 32.7% en 1975, y

sigue ascendiendo ininterrumpidamente hasta el

46.9% en 1987, (...) [aún después] del mejora-

miento del salario real al reiniciarse la normalidaddemocrática. Hay aquí un cambio que, desencade-

nado por factores crasamente económicos, ha pro-

ducido un cambio de pautas culturales, difícilmen-te reversibles ...” (Machado, Pérez García, et. al.,1989).

Sin embargo, este será un proceso lento y -como fue observado en un estudio con trabajado-ras fabriles del sector textil (Lovesio, 1988)- lapermanencia de ciertos mecanismos obstaculizanla participación laboral femenina: el contexto do-méstico y familiar son fundamentales, combinán-dose diversas situaciones derivadas del estado ci-vil y los hijos, la trayectoria de la familia de ori-gen, las características socio-demográficas de loshogares, en las que se incluyen las relaciones deparentesco, etc.; “... mecanismos que condicionan

a las mujeres trabajadoras a asumir o no concien-cia de su subordinación genérica y de explotacióneconómica”. Si bien, la inserción de la mujer en elmercado de trabajo redunda en una mejora relati-va de los ingresos familiares, las limitaciones parasu actuación en la vida social, política y/o sindi-cal se mantienen hasta tanto no ocurra una “...revaloración como persona frente a la ideologíapatriarcal y la división sexual del trabajo”. Sonespacios “públicos” que se oponen a los espaciosque la cultura le ha asignado a la mujer (madre,esposa y ama de casa) en donde su presencia hasido legitimada.

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I.6) La singularidad del discurso:¿apología o mito?

El desarrollo precedente muestra las distin-tas propuestas y aspectos que emergieron comorelevantes para el análisis de la situación de lasmujeres uruguayas, en el período 1950-1989 ypermite reconocer los diferentes momentos por losque transitó la construcción del conocimiento so-ciológico relativo a los Estudios de la Mujer en elUruguay.

En esa trayectoria, el desafío principal fueromper con las categorías biologizantes, en quese apoyaba el análisis y en el cual tuvieron fuerteincidencia los ensayos de Parsons (escritos a me-diados del siglo XX) basados en “... la visión muycomún entonces de la modernización que soste-nía que los papeles de género tienen un funda-mento biológico y que el proceso de modernizacionhabía logrado racionalizar la asignacion de esospapeles (...)”(Conway, Bourque y Scott, 1996:21).

En las primeras décadas, los análisis estáncentrados en los sesgos sexistas, implícitos en lasteorías tradicionales, en donde las explicaciones,en apariencia neutrales, esconden un punto devista que es básicamente masculino, postura queno ha sido ajena a la producción sociológica engeneral. Si bien, desde una perspectiva másigualitaria, ese saber es cuestionable, también esválido en la medida en que, a partir de su crítica,permite contar con elementos para construir unconocimiento que tenga sentido para tod@s (nosólo para las mujeres).

En este entorno, muchos de los estudiosmacrosociales que se realizan en distintas áreas(item 3. Las visiones globales y sus contradiccio-nes) no establecen una caracterización de las mu-jeres como un sector social específico. De hecho,analizan e interpretan el comportamiento dife-rente entre uno y otro sexo como valores distin-tos de una misma variable independiente (sexo -más tarde género), sin darle el contenido de unaconstrucción social compleja, contemplando sólola diferencia sexual anátomo-fisiológica (DeBarbieri, 1992). Asímismo, este modo de abordaje-que continúa presente en muchos de los trabajosposteriores- lejos de ser interdisciplinario, apare-ce como una sumatoria de disciplinas científicascuyo resultado no son más que experiencias so-ciales fragmentadas.

A ello se agrega que, las preocupaciones -noexentas de contradicciones- están estrechamenterelacionadas con la familia y su importancia parael funcionamiento de la sociedad, donde el origen

social y la educación, parecen operar como varia-bles de ajuste en el continuo campo-ciudad, pro-ducción-reproducción, hombres-mujeres, según sedesprende de los argumentos de l@s autor@s. Eneste sentido, mientras por un lado, es funcionalque las mujeres emigren del campo a la ciudad,promocionando que los hombres estén libres deresponsabilidades familiares y sociales para sumejor desempeño laboral, fundamentado en el tipode producción (ganadería extensiva); por otro, seacentúa la nuclearización de la familia asociada alproceso de modernización y a la ideología de ladomesticidad, destacándose los valores de madrey ama de casa y su preparación para el mejor des-empeño de las tareas reproductivas y domésticas.Esta idea predominante en el discurso de la época-bajo el supuesto de que la familia se sustentaríaen una clara diferenciación entre los sexos, dondeel hombre debería ser el proveedor económico dela familia- justificaba la menor remuneraciónpercibida por las mujeres en sus actividades demercado así como la denominación de trabajo se-cundario al empleo femenino (concepción ésta queha seguido un amplio debate, tanto a nivel nacio-nal como internacional).

La década de los setenta transita por la cons-trucción de un nuevo objeto de estudio “mujer”,que se da (con mayor énfasis) a finales de la mis-ma y tiene su mayor expresión en el estudio de lamasiva incorporación femenina al mercado laboraly las transformaciones ocurridas siendo coincidentecon un período de retroceso en cuanto a “... condi-ciones de vida, libertades públicas y respeto porlos derechos humanos” (Filgueira, N., 1991).

La vinculación entre desarrollo económico yparticipación femenina en el largo plazo (apoya-da en datos estadísticos), su relación con la tran-sición demográfica (que se ha expresado en el me-nor número de hijos por mujer en edadreproductiva) y la evolución de la cobertura edu-cativa, serían el centro para identificar las carac-terísticas de la población femenina económicamen-te activa y observar las variaciones en el empleode las mujeres en relación a los cambios en la co-yuntura económica y social (deterioro del salarioreal, estrategias de sobrevivencia, emigración in-ternacional, etc.).

En esos años, los trabajos sobre educación,constatan que las mujeres alcanzaron mejores ni-veles educacionales lo que, si bien, señaló unademocratización en las oportunidades de acceso,y llevó a algun@s autor@s a entender que estoera sinónimo de “opciones igualitarias”, ello norepresentaba necesariamente una variación de los

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roles de género que la sociedad establece paraambos sexos. En estudios posteriores, que inda-gan acerca de las disciplinas por las que las muje-res optan preponderantemente, se puede apreciarque en la educación superior subsisten barrerasentre los sexos y que, en general, el sistema edu-cativo estaría contribuyendo a reproducir la ideo-logía de género más que generando un cambiocualitativamente favorable -en este sentido- paralas mujeres. Sin embargo -y aunque las limitacio-nes sociales fuertemente internalizadas presionande manera continua en el desempeño profesional-se observa que, esa situación cambia lentamenteproduciéndose, sobre finales de la década del 80,una incorporación importante de las mujeres a lasopciones de tipo más científico-técnico, depredominancia masculina.

En la década de los ochenta, particularmen-te en la etapa de restauración democrática, la pro-ducción sociológica sobre la problemática feme-nina señala una tendencia creciente que mantie-ne su continuidad en los años siguientes. Se vaconformando un cuerpo de conocimientos, seamplía el debate teórico-conceptual y se asiste auna diversidad de enfoques, que tiene como con-secuencia el desplazamiento de “mujer” a “géne-ro” (tema que no incursionamos aquí), perspecti-va que es incorporada a los Estudios de las Mujer.

En este marco, nuevos paradigmas teórico-metodológicos contribuyen a innovar en la prác-tica teórica en general: del énfasis en lo cuantita-tivo al uso de herramientas cualitativas (estudiosde caso, entrevistas en profundidad); de la inves-tigación diagnóstica a un conocimiento más re-flexivo de la realidad y a la identificación de si-tuaciones nuevas o hasta el momento“invisibilizadas”, comprendidas desde una pers-pectiva de género.

En este período, el acento estuvo puesto enindagar acerca del trabajo femenino remunerado,su naturaleza e importancia, y en profundizar acer-ca de las diferentes formas de inserción laboral (tra-bajo a domicilio, doméstico, informal, cambio téc-nico), sus características y consecuencias así comoel tema de la doble jornada y el mundo privado. Setrata de estudios que comienzan a señalar la rela-ción de poder diferencial existente entre mujeresy hombres y a tomar en consideración la experien-cia de las mujeres, con una actitud crítica frente ala supuesta objetividad del conocimiento y al ca-rácter universal del sujeto, mostrando así la situa-ción de desventaja de las mismas.

Los estudios y el debate en torno a los Estu-dios de la Mujer se intensificará en los años si-

guientes y continuará extendiéndose hasta la ac-tualidad. En la construcción de ese conocimiento,y a través de las diferentes propuestas que anali-zan los distintos aspectos de las mujeres urugua-yas, se ampliarán los campos de indagación de lasdisciplinas ya existentes y profundizará en áreaspoco incursionadas hasta el momento -desde elpunto de vista sociológico-, tales como: familia,participacion política, salud y sexualidad, mujerrural, historia, etc. Al respecto, por estar este textocircunscrito a la producción relevada en la Basede Datos, se “ignoró” la existencia de otros traba-jos que pudieran existir en relación a la temáticaabordada.

De manera general, se puede señalar que, des-de un punto de vista teórico, la Sociología de Gé-nero se constituye básicamente a partir del mo-mento en que el análisis privilegia la perspectivade género como marco interpretativo plausible paraexplicar las situaciones de igualdad-desigualdadexistentes en la sociedad entre mujeres y hom-bres.

Finalmente, cabe señalar que la construccióndel conocimiento de los Estudios de la Mujer en elUruguay reconoce ámbitos diversos de realización.Los trabajos iniciales -que perseguían fines diver-sos- fueron llevados a cabo en distintos espaciosinstitucionales (gubernamentales y universitarios),luego adquiere relevancia la producción académi-ca de los centros privados -la mayoría de ellos ori-ginados a raíz de la dictadura- destacándose lacreación de GRECMU (1979) y el Area Mujer deCIEDUR (1986), en lo que al desarrollo de líneasde investigación sobre la temática compete. Otrostrabajos fueron desarrollados a nivel de organis-mos públicos y algunos realizados en forma indi-vidual. En el ámbito de la Universidad, será con larecuperación de la autonomía universitaria en 1985que el status institucional de los Estudios de laMujer tomará impulso: se inician algunas investi-gaciones referidas a la mujer en el Instituto deCiencias Sociales (también tienen continuidad al-gunas líneas y trabajos en las Facultades de Dere-cho y Humanidades y en el Instituto de Econo-mía), y posteriormente se creará el Area Mujer enel Dpto. de Sociología (FCS). La constitución y le-gitimación de la temática pasa también por elámbito estatal con la creación, por ejemplo, en1987 del Instituto de la Mujer (hoy Instituto Na-cional de la Familia y la Mujer, en la órbita delMEC) y la Comisión de la Mujer (IMM), así como laimportancia de los estudios de organismos inter-nacionales tales como, la CEPAL y la OIT, entreotros.

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II) Los jóvenes en la SociologíaUruguaya: construcciónde la categoría en la produccióndel período 1950-1989.

Hacia una sociología de la juventud enun país “envejecido”.

Desde el punto de vista de la organizacióndel análisis, hemos respetado un eje temporal, mos-trando la emergencia de la discusión a lo largo dela serie histórica 1950-1989, dividida en los cua-tro períodos de referencia. En cada período, semostrará cuál ha sido el modo en que la sociologíanacional ha tratado el tema de la juventud y cómoeste recorrido no muestra tanto la modificación enel tratamiento de un tema, sino la construcción deun área nueva de conocimiento en la producciónsociológica del país. Esto es, cómo se pasa de laexistencia de un sector o segmento social, sobre elque se producen datos, a la generación de un cor-pus teórico con conceptos propios y definicionessociológicas de la categoría, asociada al análisis deproblemas considerados claves en la comprensiónde la problemática social de los jóvenes urugua-yos.

Antes de ello, es importante contextualizarel marco de nuestra discusión en lo que refiere alas características de la población uruguaya. Es in-teresante constatar que los estudios iniciales so-bre Población, que incorporaban variables básica-mente demográficas, no hacen referencia a los jó-

venes, siendo, por el contrario, el problema básicode la estructura social uruguaya el del envejeci-miento de su población. Efectivamente, “la evolu-ción demográfica se traducía en una alta propor-

ción de población activa y de personas mayores de

60 años y una baja de menores de 15 años; descripto

como el fenómeno de “envejecimiento” de la pobla-

ción”. (Errandonea, Lovesio et al., 2000, p. 2) Ellose traducía en el problema del excesivo peso eco-nómico de los pasivos. Lo mismo se constataba enla evolución demográfica del país en el segundoperíodo (1968-1973), en que se profundiza el len-to crecimiento poblacional y la estructura etariaenvejecida. Sin embargo, a partir de los años 70,emerge una nueva que se transformará en uno delos problemas básicos de la población uruguaya yde los jóvenes en especial: la de la emigración in-ternacional.

Efectivamente, en el período 1974-1984,Petruccelli (1976) constata que “Una emigracióncreciente y del orden de las 270.000 personas a lolargo de la última década, constituida predominan-temente por hombres de edades jóvenes, es la expli-cación mejor fundada de la evolución sufrida por elconjunto de los habitantes del país”. Esta tenden-cia se confirma en los trabajos de Seguí González(1979), Prates, Niedworok y Filgueira (1976) y deAguiar (1978), estudios todos que muestran la exis-tencia de una selectividad migratoria que hace fluirhacia el exterior a personas jóvenes, con nivelesde instrucción correspondientes a la enseñanzamedia o superior y con calificaciones altas para eldesempeño de actividades laborales. Ello da origen

Aguas Dulces: su lugar en el mundo (Pintado por Alvaro Errandonea).

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al denominado proceso de “brain drain”, y es unode los problema centrales en una sociedad en quese instalan “El aumento de la pobreza, y la adop-ción de estrategias de supervivencia consistentesbásicamente en la emigración de jóvenes y el au-mento de salarios por familia. El resultado es lapolarización, pese a la emigración.” (Errandonea,Lovesio, 2001, p. 24). De 1985 a 1989 el problemade la emigración joven permanece (Terra, 1985; For-tuna, Niedworok, 1987) y emerge, vinculada a lacuestión de la fecundidad, el problema de la “re-producción biológica de la sociedad”, esto es, delas altas tasas de fecundidad de madres jóvenes yadolescentes, identificado como una de las causasde la pobreza y de sus formas de reproducción(CLAEH-UNICEF, 1989).

En una sociedad envejecida en la que la emi-gración de jóvenes en edad activa constituye unode los procesos estructurales de la dinámica social¿cómo no pensar que la cuestión de los jóvenes esuna cuestión central? ¿cómo eludir que esta diná-mica produce conflictos generacionales en la lu-cha por acceder a posiciones sociales?

II.1) Los estudios globales: estructura,diferenciación y modos de vida(1950-1967).

Los autores que, en el primer período, tra-bajaron el tema juventud fueron Barbagelata ySolari. Barbagelata (1955) lo hace con una publi-cación que contenía los resultados obtenidos enuna encuesta realizada por el Seminario Libre deSociología de los Institutos Normales de la Facul-tad de Derecho y Ciencias Sociales. La encuestarealizada en 1952 aporta datos relativos a acceso ala información, uso del tiempo libre, estudios yvocación de los jóvenes uruguayos. En relación ala información se concluye que existe una crisis decuriosidad y de atención en los jóvenes urugua-yos, aunque el problema no sea exclusivo ni de lageneración que participó del estudio, ni de los jó-venes uruguayos. Respecto de las diversiones, lapreferencia la tienen los espectáculos cinemato-gráficos, apareciendo postergados los espectácu-los deportivos, detrás de los paseos campestres, lapráctica de los deportes y el baile. Respecto de lasopciones vocacionales, se destaca que un 71,7%tiene preferencia por actividades predominante-mente intelectuales y 26% por actividades manua-les.

Por otra parte, Solari publica dos trabajos: en1959 una investigación relativa a los problemassocioeconómicos de la juventud uruguaya, y en

1965 un artículo sobre Educación y Desarrollo delas Elites que incluimos por hacer referencia explí-cita a la cuestión de los jóvenes. El primero de susaportes refiere a la existencia de proceso de dife-renciación interna entre los jóvenes: no hay unproblema socio-económico de una juventud, sinoproblemas socio-económicos de diversos gruposjuveniles, según se considera el medio urbano, lasclases altas, medias u obrera. Solari (1959) mues-tra de este modo que existen diferencias entre losjóvenes que se explican por su inscripción social:regional (urbano-rural) o de clases (altas, mediasu obreras), diferencias que rompen la “unidad” delsegmento.

En su artículo sobre Educación y Desarrollode las Elites, Solari (1965) analiza los problemascentrales de la sociedad uruguaya; los vínculosentre el desarrollo económico y la educación; laestructura del país y su sistema político y los pro-blemas socio-económicos de la juventud urugua-ya. En este sentido establece que, en aquella épo-ca, en muchos países de América Latina la ense-ñanza secundaria era privilegio de una ínfima mi-noría, siendo un sistema instrumental para la per-petuación de las élites existentes. Sin embargo,para Solari, el Uruguay no se encontraba entre di-chos países dado que, de los aptos para concurrir,un 32% de los jóvenes se encontraban matricula-dos en Secundaria. En función de ello concluía quelas sociedades en que la urbanización era acompa-ñada de un alto nivel de ingreso per cápita y de unmayor porcentaje de clases medias, caso del Uru-guay, habían desarrollado un sistema de enseñan-za que, cuantitativamente, se aproximaba al demuchos países europeos. No obstante, Solari ob-servaba la selección interna del sistema como siendodesfavorable a los estratos inferiores de la socie-dad: los estudiantes de clases bajas representabanel 27% en el primer curso y sólo el 13% en el cuar-to y último; asimismo las calificaciones guardabanuna fuerte correlación con la estratificación.

Así, frente al estancamiento del modeloeconómico, el sistema educativo no alcanza aromper las desigualdades de origen, generadasen la estructura social, y ello a pesar del proce-so de expansión que se verifica en él. El tribu-nal educativo tiende entonces a reproducir lasdesigualdades de la estructura, y esto configu-ra, para Solari, el principal problema de la ju-ventud uruguaya: el de la movilidad social porvía de la educación. De este modo, su análisisque sitúa en términos globales y estructurales,elementos estos propios de la Sociología delperíodo.

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II.2) Emergencia social de los jóvenes:los estudiantes como actores políticos(1968-1973).

En el segundo período, la producción cambiade signo y es de tipo ensayística, por lo que no seproducen datos específicos respecto de los jóve-nes. Encontramos publicaciones llevadas a cabo porCopelmayer y Díaz (1968) y por Ares Pons (1968).En el trabajo de Copelmayer y Díaz se analiza elpensamiento y la acción política de los jóvenes.Inscriptos en el marco de la movilización políticadel período, en que los jóvenes se transformaronsin lugar a dudas en un actor central, la reflexiónse centra en el análisis de su comportamiento po-lítico, interpretado como expresión de la crisis glo-bal del país. “El pensamiento y la acción de losjóvenes confirma, a las claras, la transformacióndel Uruguay.”

Por otra parte Ares Pons (1968), en “Aproxi-maciones a la problemática de nuestra juventud”,procura los elementos que determinan la inscrip-ción social de los jóvenes, con elementos que losunifican y los separan. Al analizar el modo en quela crisis económica del país afecta las posibilida-des de movilidad social existentes en Uruguay, enun nuevo contexto marcado por el fin de la “movi-lidad ascendente”, el autor identifica la existenciade un proceso de estancamiento en la estructurasocial que es clave para la proyección e inserciónde los jóvenes. Identificando a los jóvenes de clasemedia como los más afectados por la nueva situa-ción, muestra cómo las generaciones de jóvenes defines de la década del 60 llevan a cabo su procesode inserción y proyección social en condicionesmucho más dificultosas y desfavorables que aque-llas verificadas hasta mediados de siglo. Este ele-mento, podríamos decir, distingue a esta genera-ción de las precedentes, instalando una rupturaen la experiencia social de continuidad y ascensosocial que se verificaba en el país.

Esta diferenciación de los jóvenes respectode las anteriores generaciones no responde soloa una coyuntura histórica, pues representan vi-siones del mundo que están en conflicto quelas de sus predecesores. Esto es lo que postulael autor cuando hipotetiza que pueden distin-guirse tres generaciones claramente perfiladasen los últimos cincuenta años de vida del país:“La más antigua, la de los abuelos, estaba com-puesta por los hombres que pelearon o pudieronpelear en 1904, y participaron en el esfuerzocreador conjunto que dio por resultado las trans-

formaciones de la segunda y tercera décadas de

este siglo. La segunda generación que se halla-ba en aquel entonces en la madurez, la de los

padres, que heredaron de los anteriores un ca-

mino, un sentido del progreso basado en unas

cuantas realidades y otras tantas ilusiones. La

tercera generación que tomó contacto con el vasto

mundo que rodea al islote del hogar paterno pos-

teriormente a 1933. Resulta difícil distinguir

entre los rasgos peculiares de la problemática

juvenil del Uruguay y los de esa problemática en

el conjunto de la civilización occidental.” En estesentido, la inscripción generacional permite unainscripción universal, configurando problemasque son comunes a los de otras sociedades.

Por otra parte, el autor analiza también ellocus específico de sociabilidad juvenil –como ele-mento en que se configura y construye cotidiana-mente la identidad de los jóvenes-, identificando ala barra como centro del mismo, por oposición alClub o al gremio. Las mismas se vinculan al barrio,a los lugares de trabajo o de estudio y aparecencomo núcleos débiles de sociabilidad por la facili-dad con que se deshacen, y como elementos“antisociales”, ya que se definen por una cohesióninterna basada en la oposición a los otros.

Pero, si bien la generación en si, el momentohistórico y el locus de identidad pueden emergercomo elementos que dan unidad a la experienciasocial de los jóvenes, existen diferenciaciones in-ternas entre ellos referidas a la clase social quecomprometen la posibilidad de “vivir” esta juven-tud. Efectivamente, para Ares Pons “El problemajuvenil es fundamentalmente un problema de clase

media y sectores adyacentes. Entre los obreros la

etapa juvenil es más corta y menos típica. Salvo en

situaciones especiales (por ejemplo la crisis de des-

ocupación) pasan de la adolescencia a la madurez

con escasa transición.” Esto introduce lo que másadelante será el concepto de Moratoria Social: laidea de que la juventud constituye el período tran-sición más o menos extendido previo a la inserciónsocial definida básicamente como instalación deuna familia e inserción en el mundo del trabajo(asunción de roles adultos).

II.3) El trabajo y la desocupación comoexpresión del estancamiento de laestructura social (1974-1984).

Al analizar los registros del período, llamala atención el hecho de que si la última publi-cación es de 1968, la primera en esta etapa esde 1978, por lo que la producción quedó inte-rrumpida durante 10 años. En esta instancia,

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emerge alguna definición nueva de juventud yla producción se centra en los temas de merca-do de trabajo y ocupación, medios de comuni-cación y participación política.

El trabajo de Rodríguez, de 1978, planteauna definición de juventud, entendiéndola comoun fenómeno pluridimensional que incluye fac-tores biológicos, psicológicos y sociales. Reali-zando un análisis sociológico de la problemáti-ca, determina que “Por encima de todos los cri-

terios posibles, la juventud es el producto de lasociedad en que se inserta”. Entre los problemasque más afectan a los jóvenes uruguayos iden-tifica la falta de oportunidades laborales queobliga a la migración y la transmisión de pau-tas individualistas y acríticas por parte de losagentes de socialización (familia, grupo de pa-res, sistema educativo y medios de comunica-ción de masas) que llevan a la falta de promo-ción de su participación en organizaciones dediversa índole. Nuevamente, la emergencia delestancamiento social uruguayo es colocada enel centro de la problemática juvenil: “Los jóve-nes uruguayos se encuentran detrás de una pi-

rámide de personas de mediana edad que vivi-rán y se mantendrán todavía muchos años en elmercado de trabajo, creando problemas serios dedesocupación para los jóvenes que, teniendo ni-veles adecuados de capacitación, deben mirarmás allá de las fronteras nacionales para plani-ficar su vida en adelante.”

Más allá de esta definición, los ejes de dis-cusión de la cuestión juvenil priorizan, en pri-mer instancia, el problema de la ocupación ydel mercado de empleo. En este sentido se en-cuentran las contribuciones de Rodríguez en eltrabajo mencionado (1978) y de Boado (1983).Para 1976 se constata que casi la mitad de losdesocupados (146.000) estaba constituida porjóvenes de entre 14 y 24 años (Rodríguez, 1978).Asimismo se destaca que durante la década delos 70 los jóvenes ejercen una fuerte presiónsobre el mercado de trabajo, lo que hace que seregistre un sostenido crecimiento en la tasa deactividad. Esta presión que ejerce la fuerza detrabajo juvenil es acompañada de altas tasas dedesempleo juvenil (que, por ejemplo, en 1977es de 14,6% para los hombres de entre 20 y 24 yde 23,4% para las mujeres de ese tramo de edad).Por otra parte, los diferentes niveles de la des-ocupación juvenil en los años ’70 en Uruguayentre los 2 sexos sugieren que los hombres jó-venes enfrentan menores obstáculos para suinserción laboral que las mujeres (Boado, 1983).

Una segunda dimensión refiere a Medios decomunicación. En este sentido, Castagnola(1981) encuentra que los sectores juveniles, enlo que refiere a niveles de exposición a diversosmedios de comunicación (teleaudiencia y lectu-ra de diarios fundamentalmente), reproducen losperfiles de la población global. Por último, eltrabajo de Pucci y Papadópulos (1983) llega aconclusiones similares en relación a participa-ción política. Observan que en las eleccionesinternas de los partidos en 1982, el perfil de losjóvenes no se apartó decisivamente de la pautageneral de los grupos de mayor edad. Por ello,según los autores, “no hubo una alternativa ju-venil propia.”

II.4) De los movimientos sociales a laexclusión y la violencia (1985-1989).

Podemos identificar estos últimos años comolos años de constitución de una Sociología de laJuventud, hecho que puede verificarse en el au-mento de trabajos relativos al tema, en la genera-ción sostenida de datos en la materia y en la emer-gencia de conceptos teóricos claves para la reflexiónsociológica. Los temas desarrollados refieren bási-camente a participación y movimientos sociales,trabajo y ocupación, educación, exclusión y vio-lencia.

Los de Terra y Rodriguez constituyen enton-ces un primer conjunto de trabajos cuyo referentees el de la participación social y política y de losmovimientos sociales. En su artículo sobre “La ju-ventud uruguaya, en el proceso nacional de losúltimos 20 años” Terra (1985) analiza la problemá-tica generada por la crisis del modelo tradicionaluruguayo, la interacción de un régimen burocráti-co autoritario y la transición a la democracia, enreferencia a la participación de las generacionesjuveniles. Señala así la existencia de un procesomarcado por el estancamiento social producto dela crisis que se agudiza a fines de los años 60.Frente a la modificación de una situación que secaracterizó por, como lo menciona el autor, una es-tructura de roles muy estable, en la que el ascensoen las jerarquías adquirió un alto grado de institu-cionalización, donde la educación formal y la anti-güedad resultaban factores dominantes, surge elmovimiento universitario, representado en la FEUU.Este movimiento es analizado como producto de laconfrontación ideológica que caracterizó a la iz-quierda universitaria uruguaya y por los conflictospropios de la sociedad uruguaya, en que un polointelectual y técnico cuestionaba los polos tradi-

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cionales del poder económico y político. Frente ala represión política la juventud no sólo desarrollóuna actitud de rechazo al régimen autoritario, asus valores y a sus prácticas, sino que se manifestóen forma muy nítida y muy viva portadora de losvalores políticos tradicionales de la sociedad uru-guaya.

Sin embargo, tanto Terra (1985), comoRodríguez (1985) señalan una división al interiorde los movimientos sociales de jóvenes. Para Terraexisten dos tipos de irrupciones diferentes de losjóvenes en el proceso social uruguayo: la primeraque expresa la confrontación del 68 (la juventudrelegada o sumergida), la segunda que aparececomo expresión de una causa nacional e idealizalos valores tradicionales identificándose con la so-ciedad civil. Para el caso de los movimientos juve-niles que analiza (estudiantil, rural, cooperativo,sindical), Rodríguez (1985) muestra que estos hanmanifestado su rechazo y oposición al neolibe-ralismo económico y al autoritarismo político. Lasposturas más radicales han sido planteadas en elplano estudiantil y las más moderadas en los mo-vimientos de juventudes rurales. En el caso del mo-vimiento estudiantil universitario su rol ha sidofundamental para la concreción de adecuadas arti-culaciones entre la Universidad y las fuerzas polí-ticas y sociales14 .

Otro conjunto significativo de la producciónaborda el problema del trabajo y la ocupación quese consolida en esta instancia como uno de lostemas centrales, lo cual se verifica en el aumentode la producción y en el apoyo sostenido de insti-tuciones como la Cepal para la investigación en elárea Juventud y Trabajo. Efectivamente, son cen-trales en este momento sus estudios (1988, 1989)que analizan la tasa de actividad y desocupaciónde los jóvenes, junto con los de Rama (1989) yDiez de Medina (1989). Sólo el trabajo de Petruccelli(1987) emerge en el marco del Instituto de Cien-cias Sociales. Entre los procesos identificados porlos autores se señalan un nivel de desocupaciónalto y ventajas relativas menores caracterizando lasituación de los jóvenes respecto de los mayores,sin perspectivas de mejora ni en el corto ni en elmedio plazo. Por otra parte, se señalan tambiéndesequilibrios entre lo que demanda el mercadolaboral y lo que el sistema de educación formalposibilita en términos de capacitación.

Al observar el aumento del porcentaje de jó-venes que participan del mercado laboral, Rama(1989) destaca diversos factores que caracterizansu participación: la tendencia propia de las ciuda-des modernas a la mayor participación laboral fe-menina; las estrategias de los hogares de incorpo-rar a la ocupación a los jóvenes como forma deenfrentar la caída de los ingresos laborales, que enUruguay se agudizó desde 1973; los “vacíos” queen la estructura ocupacional generó la emigracióninternacional (que afectó fundamentalmente a lostramos etarios de adultos jóvenes) y que fueronllenados con jóvenes de ambos sexos y mujeres, enla medida en que se incrementó la actividad eco-nómica y la ocupación. Para Rama, el empleo juve-nil tiene por función incrementar los ingresos delos hogares y constituye una estrategia fundamen-tal de los mismos, explicando en parte considera-ble la muy fuerte oferta de trabajo joven que re-gistra Uruguay en la comparación latinoamerica-na.

En lo que refiere a la condición de inactivi-dad, se establece que esta se asocia con la edad, elsexo, la asistencia escolar y el ingreso del hogar,siendo el factor de más peso la asistencia escolar.La existencia de Desocupados Propiamente Dichosentre los jóvenes, especialmente de los que no asis-ten a centros educativos, indican la condición deun sector de juventud excluida. Por oposición aestos se sitúan aquellos que a la vez que trabajanasisten a un centro de enseñanza, subconjunto quecomprende entre una cuarta parte y la mitad delos jóvenes. La magnitud del fenómeno sólo podríaexplicarse por la importancia del fenómeno en lasestrategias de sobrevivencia de los hogares, por lalaxitud horaria y de exigencias de las institucioneseducativas, pero no por un desarrollo adecuado delos sistemas para la atención de esta población(Rama, 1989).

La problemática del trabajo juvenil, unida ono a la de la educación, lleva entonces a conclu-siones que apuntan a mostrar cómo se diferencianentre sí los jóvenes y cómo la condición juvenilestá íntimamente marcada por la trayectoria so-cial. Hacia esto confluyen también las conclusio-nes de Diez de Medina (1989) quien resalta que, alanalizar las características espaciales que rodeanla inserción de los grupos más jóvenes de la fuerzade trabajo en el mercado uruguayo, se rompe la

14 Entendemos que estos trabajos conjugan una línea de reflexión de importancia en la época, que es la de la Sociología de la Acción Social y de losMovimientos Sociales, con la necesidad histórica de analizar y comprender los procesos sociales y políticos de un pasado cercano que es el de la dictaduray del período predictatorial en que los jóvenes, como se mencionó, se transformaron en actor social y político, otorgando una visibilidad social al sectorque no había existido hasta entonces. Es importante señalar que varios de los cientistas sociales que se reinsertaban en estos años a sus tareasacadémicas, fueron protagonistas de esta historia que comenzó a analizarse desde un punto de vista “científico”.

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concepción de la existencia de un colectivo gené-rico denominado juventud. Para el autor, esta con-cepción a veces puede llevar a engaños dado quela supuesta homogeneidad no es tal y puede estarocultando aspectos más complejos que contar conmenos de 25 años de edad.

En tercer lugar, encontramos los trabajos re-feridos a Educación, tema que no aparecía explíci-tamente unido al de Juventud desde el primer pe-ríodo. En este marco, la preocupación central seubica en la comprensión del modo en que se efec-tuó el proceso de universalización del Sistema Edu-cativo, las desigualdades en el acceso al mismo yla conformación de trayectorias escolares diferen-ciales15 . El conjunto de los autores coincide en se-ñalar la existencia de un proceso de reproducciónde las desigualdades sociales que el proceso deexpansión y universalización del Sistema Educati-vo no alcanzó a modificar. Sin embargo, este pro-ceso es descripto de diversas formas por los mis-mos.

Solari (1989), en su análisis de “La educaciónpreescolar, básica y media”, indica que la caracte-rística básica de nuestro sistema educativo es elde haberse extendido a toda la población, seña-lando como uno de los problemas centrales de di-cho sistema el de la igualdad en su funcionamien-to, el cual genera fenómenos extremadamente com-plejos. Respecto de las características de la expan-sión del Sistema Educativo, Terra (1985) muestraque en la enseñanza primaria se constata un pro-greso cuantitativo importante, con una coberturamuy amplia en el medio rural, una reducción en larepetición y consecuentemente de la extraedad locual, insiste, no señala de por si un mejoramientocualitativo. Para este último, la universalizaciónsignifica un factor de igualación formal, pero decarácter relativo ya que oculta importantes des-igualdades, significativas según el origen social ygeográfico. El concepto que objetiva este procesode desigualdad del sistema es el de fracaso escolar:el hecho de que cerca de un quinto de la poblaciónque ingresa a Primaria no egrese se debe, sobretodo, a la importancia de la repetición que se sitúaen un 11.4% para 1986 y que se vincula tambiénal problema de la extraedad. Esto se explica por lasgraves dificultades que determinados grupos so-ciales tienen para superar las exigencias del medioescolar (Solari, 1989)

En este sentido van los aportes de Rama(1989) quien, a partir la Encuesta de Hogares deMontevideo de 1987, muestra las diferencias exis-tentes en las trayectorias escolares estableciendocorrelaciones entre los logros alcanzados en el sis-tema educativo (asistencia y calificaciones bási-camente) y el origen social de los jóvenes. Par-tiendo del hecho de que prácticamente todos losniños terminan la enseñanza primaria, tambiénseñala que las desigualdades derivadas del origensocial no han desaparecido totalmente y se hanvuelto más sutiles ya que se constatan en la edaddel egreso o en las calificaciones y ya no en elegreso mismo.

Para Rama (1989), las desigualdades, que so-breviven aun en aquellas zonas en que el sistemafunciona de manera aparentemente másigualitaria, son de variada índole. Cuestionandoque la principal causa explicativa se sitúen en lasdiferencias que provienen del patrimonio culturalfamiliar frente a las exigencias de la escuela, pos-tula la crítica a una “cultura escolar” como unideal que debe ser alcanzado por todos so pena deperecer16 . Así, la educación institucionalizadaopera como sistema de selección y estratificaciónde la población, aunque sus fallos negativos seoriginen en razones académicas y tenga como fun-ción preservar una formación de mínima calidad.Por ello, el autor defiende que un sistema queofrece el mismo tipo de servicio para todos, o queofrece menor cantidad y calidad de servicios a lossectores populares, cuando sus educandos estánestratificados en lo sociocultural, necesariamentedescarta una mayor proporción de los sectores demás débil participación en el ingreso y la cultura.

Por otra parte, al abordar de forma conjuntael problema de la educación y el trabajo, Ramaanaliza un fenómeno nuevo en relación a la dis-cusión sobre Juventud, que es el de la exclusión.Si bien algunos autores venían mostrando la exis-tencia de realidades sociales diferentes entre losjóvenes, la emergencia en estos años del proble-ma de la pobreza lleva a la construcción del pro-blema de la exclusión. Fuera de la delimitaciónconceptual del problema que realiza a efectos dedeterminar cuáles y quiénes son los jóvenes ex-cluidos en Uruguay, entendemos que este fenó-meno se traduce en la emergencia de dos proble-mas sociales nuevos que surgen en la época en

15 Cabe señalar que estas preocupaciones sí aparecen como una constante en los cuatro períodos en los estudios relativos a educación.16 Esta última crítica es clave ya que denota la introducción de los aportes llevados a cabo por las corrientes de Sociología de la Educación imperantes en

la época, mostrando cómo el sistema educativo constituye un tribunal que refrenda y reproduce las desigualdades que se producen a nivel social por víade la reproducción de los valores y la cultura de ciertos sectores sociales, esto es, que sus juicios, aparentemente universales, constituyen en realidad elreforzamiento de la cultura, saberes y valores de las clases medias y medias altas. Estas ideas serán incorporadas de forma crítica por el autor, pero entextos que corresponden a una producción posterior al período analizado.

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relación a los jóvenes: la violencia (menores de-lincuentes) y la maternidad adolescente.

Así, Rama (1989) plantea que existen dosgrandes grupos de jóvenes excluidos socialmente.Un segmento, no cubierto por ninguna informa-ción disponible, que es el de los jóvenes rurales, alos que el sistema institucional ofrece muy escasasofertas y que pertenecen a hogares con elevadosporcentajes de pobreza y necesidades básicas insa-tisfechas. Por otro lado, un segmento urbano per-teneciente a los hogares de ingresos más bajos dela sociedad, con edades entre 14 y 19 años, que noasiste a centros de enseñanza y no completó elCiclo Básico. Las dos categorías anteriores se en-contrarían bastante excluidas de la interacciónsocial que tienen los jóvenes que participan tantode la “moratoria” de la juventud como de las ex-pectativas de integración acordes con los cambiosque se están registrando en la sociedad nacional,o la internacional, ya que figura la emigración comouna alternativa razonable de realización individual.

Los estudios de Portillo (1989) cambian en-tonces el foco de la discusión e instalan el tema dela criminalidad, tema que en la década de los 90estará fuertemente vinculado al de la juventud.En su trabajo sobre Estado y Minoridad en Uru-guay, identifica el perfil de los jóvenes criminales,que tienden a cometer sobre todo delitos contra lapropiedad, que han pasado por instituciones esta-tales de protección a la infancia y que son de ori-gen urbano predominantemente. Asimismo, mues-tra la existencia de una minoría altamente peli-grosa por el grado de violencia que es capaz dedesplegar y establece una crítica a las dependen-cias del Consejo del Niño por su mal funcionamien-to.

Portillo también señala la existencia de una“situación límite”, que es la de los nacimientosilegítimos, de los cuales nacen cada vez más elgrupo de niños más expuestos y con mayoresdificultades de vivir y sobrevivir, constituyen-do un grupo particularmente débil y agredido.Respecto de este tipo de maternidades indicaque “... particularmente en madres menores de

24 años por lo general se trata de una materni-dad no deseada, que sumada a las condicionantes

del medio social, exacerba las carencias de todotipo del menor. Hay, entonces, un primer tramode la niñez -entre 1 y 5 años- donde el desampa-ro es muy fuerte. La falta de tradición y políti-cas al respecto determinan una existencia total-mente marginal de servicios públicos (gratuitos)de atención a preescolares.” (Errandonea,Lovesio et al., 2002, p. 155)

Finalizamos la construcción sociológica del pe-ríodo introduciendo la definición que utiliza Ramapara determinar la condición juvenil, que es el deMoratoria social y que se constituye como el pe-ríodo social concedido por la sociedad como etapade transición entre la salida de la infancia y laintegración al mundo adulto (inserción laboral,culminación de los estudios de tercer nivel, forma-ción de una familia, etc.). Rama concluye que si lajuventud es una “moratoria” para formarse cabeafirmar que esta condición se volvió ampliamentemayoritaria para los jóvenes menores de 20 años yde peso significativo entre los montevideanos entre20 y 24 años, mientras que es una situación excep-cional para los jóvenes del interior. Así, debeenfatizarse que este proceso de moratoria no eshomogéneo en todos los sectores sociales, siendoevidente que en la sociedad uruguaya existen ele-mentos como son la asistencia educativa y los in-gresos de los hogares que tienden a integrar o aexcluir a la población de 14 a 24 años de una simi-lar condición de juventud17 .

II.5) Los jóvenes en la producción sociológi-ca uruguaya: de la integración a laexclusión.

Para aproximarnos al modo en que los jóve-nes fueron pensados como “problema social” o, sise quiere, el modo en que fueron abordados losproblemas sociales de los jóvenes uruguayos, ana-lizaremos los temas que fueron emergiendo en elanálisis de los diversos autores que se ocuparon dela problemática desde los inicios de la sociología.En los primeros años de la disciplina, de 1950 has-ta 1967, el problema central es el de la Educacióny los jóvenes son, ante todo, estudiantes. Esto serefleja en los estudios de Solari (1959) de la época

17 Estas ideas se reafirmarán más tarde en el trabajo de Filgueira y Rama “Los jóvenes de Uruguay: esos desconocidos. Análisis de la encuesta Nacional deJuventud” (1991). Aquí la problemática de los jóvenes se centra en dos esferas que son la del trabajo y la educación y la de los conflictos de carácterintergeneracional y cuestiones políticas. De un lado, se concluye que no hay un involucramiento del joven con la política y no se espera de lamovilización política solución a los grandes problemas que los afligen: su futuro depende exclusivamente de su esfuerzo personal y sus preocupacionespasan por como lograr una capacitación que los habilite para el empleo. Por otra parte, se señala que hay problemáticas juveniles y juventudesclaramente diferentes de acuerdo al origen social y cultural del joven. La fase juvenil es corta en los jóvenes de nivel socioeconómico bajo pues lamayoría de estos asumen tempranamente roles adultos que tienen su correspondencia en el plano subjetivo. Esto se da principalmente en la clase baja,en el hombre y en el contexto urbano del interior respecto a Montevideo. Así, la información prueba en su conjunto la existencia de juventudesestratificadas socialmente. A esto se agrega una mayor desigualdad femenina entre sectores de mujeres de status social bajo, que tienen hijos a edadesmuy tempranas y carentes de la protección social del matrimonio, y mujeres que pueden dilatar la formación de una familia e invertir en educación(Filgueira, Rama, 1991).

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y también en los de Barbagelata (1955) los cuales,más allá de aportar información sobre los gustos,preferencias y grado de acceso a la información delos jóvenes, sitúan como centro de su definición lacuestión de la vocación y la proyección social. Asi-mismo, la primer problematización sociológica vin-cula Educación a las características y problemas dela estructura social del país (movilidad social yestancamiento, envejecimiento y clases socialescomo procesos centrales de la estructura).

A fines de los años 60, en el períodopredictatorial, los jóvenes aparecen, básicamente,como militantes estudiantiles, la cuestión políticase transforma en la cuestión del período junto conel problema del estancamiento social, explicandoambos la emergencia de este actor social y el sen-tido de su actuación política (Ares Pons, 1968;Copelmayer, Díaz, 1968). En los años de la dicta-dura, los jóvenes son electores y espectadores delos medios masivos de comunicación, pero son fun-damentalmente personas que se integrarán al mer-cado de empleo con diferencias entre ellos y opor-tunidades diversas, en un contexto en que el pro-blema de estancamiento social y de la falta de opor-tunidades que brinda la estructura sigue siendo laproblemática clave para los mismos (Boado, 1983;Papadópulos, Pucci, 1983; Rodríguez, 1978).

En el período de democratización, de 1985a 1989, algunos trabajos vuelven a problematizarla actuación de los diversos movimientos socialesde jóvenes de fines de los 60 (Rodríguez, 1985;Terra, 1985). Sin embargo, no podemos decir queen este período los jóvenes sean considerados esen-cialmente como militantes, ya que estos análisisbuscan sobre todo saldar la comprensión históricade los acontecimientos del período pre-dictatorial.Son también considerados como trabajadores o fu-turos trabajadores, siendo muchos de ellosdesempleados, como estudiantes, menores peligro-sos y madres adolescentes (Cepal, 1988, 1989;Filgueira, Rama, 1991; Diez de Medina, 1989; Rama,1989; Solari, 1989). Los jóvenes son, entonces, unsector social que enfrenta diversos problemas -laviolencia, la educación, el trabajo, la conforma-ción de una familia, la sexualidad-, en una com-prensión que abandona el problema del “estanca-miento social y la falta de oportunidades de as-censo” para abordar el de la “exclusión”. Esta in-flexión hace que muchos trabajos dejen de cen-trarse en el problema de la movilidad social y en elanálisis global de la sociedad, para pasar a un puntode vista fragmentado, que analiza específicamentedeterminados sectores sociales (los más caren-ciados) y las problemáticas que sufren.

La complejización de los temas que expre-san las problemáticas juveniles permite una ciertagenealogía en la construcción del espacio social delos jóvenes, espacio en el que el discurso socioló-gico también actúa al construirlo y consolidarlocomo objeto de preocupación social. De este modo,el discurso sociológico asume un doble papel: asícomo expresa la evolución social de la temática,incide en la elaboración de la misma. En esta evo-lución, la condición de joven deja de adscribirseúnicamente a una condición institucional que esla educativa.

Este proceso implica la comprensión, como loresalta Lenoir (1998), del proceso de surgimientode un problema social el cual resulta, según el autor,de tres series de factores: de las transformacionesque afectan la vida cotidiana de los individuos enuna secuencia de hechos sociales cuyos efectosdifieren según los grupos sociales; del hecho deque estas condiciones objetivas apenas dan origena un problema social cuando este llega a recibiruna formulación pública (lo que implica un traba-jo de evocación, de imposición y de legitimación);y del proceso de institucionalización que tiende ainmovilizar y fijar las categorías según las cualesel problema fue colocado y resuelto al punto detornarlo evidente para todos (Lenoir, 1998, p. 95).En este sentido, algunos hechos muestran cómo elproblema de la juventud, como problema social,pasó por determinadas instancias de legitimaciónacadémica, profesional y pública.

Respecto de las instituciones y organizacio-nes desde las que se abordó la problemática, pue-de observarse cómo se transitó desde la Universi-dad, como centro académico hasta inicios del pe-ríodo dictatorial, hasta los Centros de Investiga-ción generados en la dictadura e imperantes en eltercer período así como Organismos Internaciona-les tales como la Cepal, claves la restauración de-mocrática. De este modo, se retrata una evoluciónque va desde la academia hasta los organismosinternacionales, lo que demuestra el nivel de visi-bilidad social adquirido por el tema. Por otra par-te, deben mencionarse, en los años 90, diversasinstancias de legitimación en el ámbito estatal dela problemática, lo cual se expresa en la creaciónde Organismos Gubernamentales tales como Ins-tituto Nacional de la Juventud o en el impulsode políticas para el sector por parte de la Inten-dencia Municipal de Montevideo. Asimismo, esimportante mencionar la emergencia ONG´s es-pecíficas, tales como el Foro Juvenil en 1981,que reconocen y legitiman la existencia del pro-blema.

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II.6) Los jóvenes como problemasociológico: cambios en la definición.

Para determinar el modo en que los jóvenesse constituyeron en problema sociológico analiza-remos de forma comparativas las diversas defini-ciones de la categoría juventud halladas en el con-junto de la producción sociológica. En los prime-ros años, no aparecen elementos relativos a unadiscusión sociológica o problematización de lascaracterísticas que hacen que ciertos sectores so-ciales sean considerados jóvenes. Por ese motivo,la delimitación es etarea, fisiológica o demográfi-ca, dependiendo de los diversos trabajos(Barbagelata, 1955; Solari, 1959). En cambio, enel período predictatorial, la emergencia de los jó-venes como actor social y el nivel de conflictividadpolítica se traducen en la aparición de una defini-ción social de la categoría pautada por una oposi-ción conflictiva en relación a las demás generacio-nes. Aquí, los jóvenes se sitúan como un sectorcon una experiencia social determinada por su ins-cripción generacional que los hace portadores deuna visión del mundo que se opone a la de lasanteriores generaciones. Esta visión del mundo, enlos estudios de Ares Pons (1968), parece ser la únicaque capta y expresa la crisis social del momento,con elementos que son compartidos por los jóve-nes de otros países, lo que le confiere un ciertocarácter universal y elementos identitarios propiosdel Uruguay, tales como la “barra”, locus de iden-tidad específico.

En los años de la dictadura, la definiciónretoma elementos propios de una sociología estruc-tural funcionalista. Los jóvenes, en este momen-to, son definidos como el grupo social en etapa deinserción y socialización (internalización de nor-mas y valores), cuyo proceso de integración socialse ve afectado por las disfuncionalidades de la es-tructura, las cuales se remiten al estancamientosocial y la crisis del proceso de movilidad ascen-dente que existía en Uruguay, y se expresan bási-camente en el problema del trabajo o, mejor di-cho, de la falta de trabajo, además de la inadecua-ción de la formación - capacitación- para el traba-jo (Rodríguez, 1978).

En período de la restauración democrática, ladefinición de la condición juvenil tiene por eje elconcepto de Moratoria en tanto espacio temporalde transición que la sociedad brinda a un determi-nado sector social, espacio situado entre la infan-cia y la edad adulta y cuyo fin está pautado por laconformación de una familia, la consolidación deun empleo y la finalización de los estudios (Rama,

1989). Dado que en los diversos sectores socialesel acceso al empleo, la consolidación de una fami-lia y la realización de los estudios no se dan delmismo modo, este proceso de moratoria es más omenos prolongado en cada grupo social al interiorde una misma sociedad. Por eso la juventud es unaconstrucción social (no demográfica ni psicológi-ca) que se prolonga más o menos en el tiempo.Esta definición retoma elementos de la definiciónde corte estructural funcionalista, en tanto el in-greso a la edad adulta se define por la asunción deroles, cuyo desempeño y posibilidad de acceso de-pende de las posibilidades que brinda una deter-minada estructura social, la cual en el caso de Uru-guay, se señala, tiende a la generación de desigual-dades y exclusiones.

Sin embargo, estas conceptualizaciones ex-cluyen el hecho de que la definición de una gene-ración también se vincula con la oposición a otrasgeneraciones y que el desempeño de determinadospapeles también refiere a determinadas concep-ciones del mundo y a ciertas visiones de lo quesupone “estar capacitado” para desempeñar deter-minados roles. En este sentido, como muestraLenoir, lo que estructura las relaciones entre lasdiversas generaciones en cada sociedad se vinculaal momento en que los más jóvenes obligan a lasgeneraciones más viejas a retirarse de las posicio-nes de poder para ocuparlas, pretexto éste de lasluchas entre las generaciones. Así, la determina-ción de la faja etárea implica la redefinición de lospoderes ligados a los diversos momentos del ciclode vida peculiar de cada clase social (Lenoir, 1998,p. 68).

En este contexto, entendemos que las defi-niciones de corte estructural funcionalista, si bienpermiten mostrar cómo determinados procesos es-tructurales generan déficits o capacidades en lasposibilidades de los sectores jóvenes de acceder adeterminadas posiciones, ocultan los procesos con-flictivos que también están por detrás del otorga-miento de papeles y del desempeño de roles en loque se refiere a los procesos sociales de legitima-ción de los mismos. Estos procesos, que son losque emergen en la definición de Ares Pons de 1968,refieren a la existencia de conflictos entre grupossociales y a los procesos de conformación de de-terminadas visiones del mundo.

De este modo, podemos establecer que, des-de un punto de vista teórico, encontramos ele-mentos que permiten decir que, en el período 1950-1989, los jóvenes pasaron de ser un “segmentosocial” a ser una categoría sociológica en tanto ladefinición del sector reconoce elementos que son

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relativos al modo en que se estructuran social-mente las relaciones entre una generación y otray, específicamente, a los procesos sociales quedefinen que determinados sectores sociales seanconsiderados jóvenes. Sin embargo, son pocos loselementos que abordan estos procesos como pro-cesos relacionales entre unas generaciones y otras,centrándose básicamente en los efectos que el con-texto (“la estructura”), tiene sobre las posibilida-des de los jóvenes de integrarse socialmente.

Respecto de los procesos y conflictos so-ciales que se hacen presentes en la categoría, ob-servamos que, desde el inicio, los conflictos declase y los procesos de diferenciaciónsocioeconómicos de la estructura social son reco-nocidos por los autores como un eje de diferen-ciación fuerte entre los jóvenes. Esto se debe, en-tendemos, a que este constituye uno de los ejesfundantes de la sociología desde sus inicios y asílo marcan los trabajos de Solari (1959, 1965, 1985),Ares Pons, (1968) y Rama (1989), entre otros. Sinembargo, este eje siempre es utilizado para mos-trar las diferencias entre los jóvenes, y no paramostrar cómo en determinadas clases o grupossociales las relaciones entre generaciones son di-ferentes, explicando ello el proceso por el cual laJuventud es un problema de las “clases medias ysectores adyacentes” (Ares Pons, 1968), o porquéel proceso de moratoria “no es homogéneo en to-dos los sectores sociales” (Rama, 1989).

Por otra parte, una de las divisiones quecomienza a introducirse en el análisis sobre jóve-nes es la de género. Esta emerge como expresiónde vivencias diferenciales entre los jóvenes úni-camente en 1989 en el trabajo de Rama, obede-ciendo ello a la evolución de la cuestión de géne-ro en la Sociología Nacional. Esta diferenciación,entendemos, se introduce como criterio práctica-mente “fisiológico” de distinción entre los jóve-nes, estando en falta una verdadera sociología degénero que se abocara a comprender las relacio-nes existentes entre hombres y mujeres jóvenes.En este sentido, lo que encontramos en el períodorefiere a mujeres jóvenes de sectores carenciados,discusión ésta que se vincula sobre todo a pobre-za y familia (condiciones de “reproducción bioló-gica de la sociedad”) (CLAEH-UNICEF, 1989). Fi-nalmente, en comparación con lo que ocurre enotras sociedades, no existen referencias a los con-flictos raciales ni religiosos, de gran incidencia enotros contextos.

En lo que refiere, finalmente, al modo enque este “objeto sociológico”, -la juventud- ha sidoconstruido por parte de los sociólogos uruguayos,

entendemos que el mismo refleja lo que es la tra-dición sociológica del país, pautada por dos ele-mentos. En primer lugar, como lo estableceErrandonea (1999), la sociología uruguaya buscó,desde sus orígenes, comprender las raíces de lacrisis del modelo social que triunfara hasta me-diados de siglo, resquebrajándose desde entoncessin que fuese propuesto un modelo alternativo quesacara al país del estancamiento social que vivedesde los años 60. Para Errandonea el nacimientode la disciplina sociológica se vincula a la necesi-dad de comprender “la crisis social”, siendo con-temporánea su emergencia y los iniciosfundacionales de la sociología. Esta constituye,de algún modo, la dimensión política bajo la quees preciso comprender este proceso de construc-ción. Y en este marco, los jóvenes como sectorsocial fueron constituyéndose en un grupo que,en un país envejecido, fue modelándose a la luzde los diversos procesos sociales de emigración,desempleo y exclusión que el modelo generó. Sinembargo, la construcción de esta problemática noes, por parte de los sociólogos, únicamente pro-ducto de un análisis objetivo de la realidad, sinotambién de una voluntad política, de mostrar lacrisis que, desde mediados del siglo XX, sufrió elpaís, en el agotamiento de un modelo de sociedadtriunfante y aún presente en la memoria colecti-va.

Y esta dimensión política, en segundo lu-gar, se conjuga con una tradición analítica que,en sus diversas variantes, siempre se situó en unanálisis de corte estructural, apuntando a laobjetivación de los procesos sociales globales quegenera una determinada dinámica estructural. Eneste sentido, respecto del tipo de datos en quebasaron sus inferencias los autores del período, lamayoría de los trabajos con referencias empíricasutilizaron datos estadísticos fueran ellos de corteprimario o secundario. Ello se refleja también enla falta de estudios que abordaran los procesosinterpretativos y comprensivos de los jóvenes. Nadamás lejano, entonces, de los estudios propios dela tradición pragmática en Sociología que sólo pe-netrará en el país en la década del 90.

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