los días de la selva

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Los días de la selva y voz de la vanguardia revolucionaria -La crítica literaria ha analizado extensamente la literatura testimonial, como la constitución dentro del espacio de la literatura de una autoridad cultural de los sectores subalternos en alianza con intelectuales letrados comprometidos. Esto ha venido a definir el testimonio como voz del otro, cuyo paradigma sería el célebre líbro de Rigoberta Menchú. -Menos atención ha sido prestada a litertura “testimonial”, si tal cosa es posible, de los intelectuales revolucionarios, aunque esta ocupa un buena proporción del corpus “testimonial”. El estatuto testimonial de estos escritos es en cierto sentido problemático, pues no se trata de una voz heterogénea, sino de una voz letrada investida de un poder político y cultural, el poder de la vanguardia revolucionaria. -En este sentido el intelectual de vanguardia leninista no sólo disputa el poder simbólico al intelectual letrado tradicional, sino que se coloca en una posición de clara superioridad epistemológica (está asistido por la verdadera ciencia de la historia, el materialismo-histórico- dialéctico) y ético (está a la cabeza de las fuerzas progresivas de la historia en un claro momento de aceleración del telos histórico de la revolución). -Este es claramente el caso de Los días de la selva, el texto de memorias de Mario Payeras, publicado en 1979, y que recibiría al año siguiente el Premio Casa de las Américas en la categoría testimonio. -El texto de Payeras es de un poder literatio indiscutible, producto de un intelectual plenamente en control del dispositivo ideológico-discursivo del que se vale y con un talento privilegiado para la observación y la sutileza simbólica.

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Notas sobre la obra de Mario Payeras

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Los das de la selva y voz de la vanguardia revolucionaria

Los das de la selva y voz de la vanguardia revolucionaria

-La crtica literaria ha analizado extensamente la literatura testimonial, como la constitucin dentro del espacio de la literatura de una autoridad cultural de los sectores subalternos en alianza con intelectuales letrados comprometidos. Esto ha venido a definir el testimonio como voz del otro, cuyo paradigma sera el clebre lbro de Rigoberta Mench.

-Menos atencin ha sido prestada a litertura testimonial, si tal cosa es posible, de los intelectuales revolucionarios, aunque esta ocupa un buena proporcin del corpus testimonial. El estatuto testimonial de estos escritos es en cierto sentido problemtico, pues no se trata de una voz heterognea, sino de una voz letrada investida de un poder poltico y cultural, el poder de la vanguardia revolucionaria.

-En este sentido el intelectual de vanguardia leninista no slo disputa el poder simblico al intelectual letrado tradicional, sino que se coloca en una posicin de clara superioridad epistemolgica (est asistido por la verdadera ciencia de la historia, el materialismo-histrico-dialctico) y tico (est a la cabeza de las fuerzas progresivas de la historia en un claro momento de aceleracin del telos histrico de la revolucin).

-Este es claramente el caso de Los das de la selva, el texto de memorias de Mario Payeras, publicado en 1979, y que recibira al ao siguiente el Premio Casa de las Amricas en la categora testimonio.

-El texto de Payeras es de un poder literatio indiscutible, producto de un intelectual plenamente en control del dispositivo ideolgico-discursivo del que se vale y con un talento privilegiado para la observacin y la sutileza simblica.

Nous, le peuple

-Me interesa en esta mesa sobre narrativas del yo, esplorar los dispositivos retricos y poticos de los que se vale el texto, para constituir un sujeto revolucionaria, que no es, dicho sea de paso, un sujeto popular-nacional, sino el sujeto de la vanguardia. La voluntad frrea que habr de construir la revolucin y, de paso, el sujeto popular-nacional.

-La primera dificultad de este sujeto revolucionario, de este nosotros pico, de la vanguardia guerrillera es que no es un yo. Mejor dicho, estamos ante una situacin discursiva muy peculiar, porque es un texto que se quiere de memorias, pero que censura enunciar el yo. Es decir, estamos ante un texto cuya materia prima es los recuerdos del narrador, pero sobre los que este no puede reclamar posesin directa.

-En primera instancia, el narrador ocupa el nosotros, para referirse en primer lugar al pequeo ncleo germinal de guerrilleros, pero tambin para referirse a l mismo, en una suerte de nosotros mayesttico, que habla desde una posicin de saber.

-En otras ocasiones se refiere a s mismo en tercera persona, por medio de circunloquios como el autor de estas memorias, quien esto escribe, etc En varios pasajes, claramente se refiere a experiencias y perspectivas personales. Incluso hay momentos de intenso lirismo en la descripcin de la naturaleza o de patetismo en las relaciones humanas, pero la apuesta discursiva que hace el narrador desde el comienzo le inhibe el recurso al yo. A reclamar propiedad sobre estos momentos.

-Cul es el sentido de este juego, que el narrador debe mantener con tanto rigor a lo largo del texto? Se me ocurren dos:

1. Es una mscara tras la que se oculta y puede observar sus alrededores y atribuir a sus observaciones peso de objetividad. Esto lo vemos a la hora de referirse al colectivo guerrillero, donde las descripciones sobre sus compaeros son abundantes y detalladas, sobre sus orgenes sociales, carcter, conviccin revolucionario. Pero el narrador auto-diegtico no nos habla de s. Calla sobre su propia persona. Su mirada es el punto cero desde donde el mundo vertiginoso de la revolucin en marcha puede contemplarse con bastante fiabilidad.

2. La constitucin de la empresa revolucionaria exige un epos, que reclama el sacrificio del individuo y de las inclinaciones personales por las del colectivo. La vanguardia que camina hacia el pueblo, hacia las masas populares, reclama una serie de sacrificios y el primero de ellos es el propio yo.

La selva como lugar de prueba

-La selva es el otro gran personaje de este escalofriante relato y es con diferencia el mejor caracterizado. La selva es el lugar de prueba donde el colectivo se pone la prueba mxima. La selva significa una especie de vaco absoluto, de lugar de disolucin de todas las referencias de identificacin y que en base a duras pruebas, permite surgir una nueva identidad: el colectivo revolucionario. Las pruebas que pasa este colectivo recuerdan de manera muy vvida la asecesis de los msticos, la soledad que permite la comunin con Dios. Solo que en este caso, la soledad se vive colectivamente y la trascendencia es la revolucin.

-La selva significa ante todo una leccin en la vivencia del tiempo. En la selva se aprende a esperar, a vivir en consonacia con otros ritmos, pero es el comps de espera que permite la iniciacin para ese gran vrtigo del teimpo que es la revolucin. Vrtigo que est en arrancar del pasado a los indgenes selvticos y arrancar el control del tiempo social a un estado dominado por seores feudales. Hay varios pasajes hermosos donde esto queda evidenciado.

-La revolucin es ante todo la suprema maestra en el tiempo y esta slo se adquiere a travs de un lento y paciente aprendizaje en la selva.

Hacia el pueblo

-Pero el aprendizaje en la selva tiene una secuela en este plan que es el ascenso al altiplano, el encuentro de las masas populares, es decir, de los indgenas.

-El narrador de Los das es plenamente consciente que su relato no es el relato de los indgenas, pero se arroga, como colectivo utpico revolucionario, un poder sobre estos. Los indgenas viven arrinconados por la historia, sumidos en un primitivismo que les hace imposible superar su doble condicin (como dice el propio texto) de oprimidos y disicriminados. Pero el colectivo revolucionario es el portador de la buena nueva que hace posible la reparacin histrica de la conquista. As lo viven los jornaleros indgenos cuando atestiguan la ejecucin del tigre del Ixcn, un terrateniente sanguinario ajusticiado por los guerrilleros:

Al llegar a los vivas, un clamor ancestral, salido de las gargantas habituadas a callar y a gemir desde la llegada de los castellanos, core la voluntad proclamada a gritos de que vivieran los pobres y murieran los ricos (131).

La dimensin sacrificial del epos revolucionario

-La constitucin del nuevo sujeto revolucionario entraa el sacrificio de la propia individual, hemos visto. Y este sacrificio no es necesariamente ritual o alegrico.

-Hay dos momentos fundamentales en la narracin para la constitucin del epos revolucionario y estos son la ejecucin de dos militantes.

-La primera es la ejecucin preventiva de un traidor inminente. Luego de una difcil deliberacin el colectivo decide ejecutar a Efran, un militante que recelaba [] de todo aquello que implicaba su individualidad frente al deber colectivo (69).

-La reaccin del colectivo a su muerte es desconcertante: Al volver a nuestros puestos, un silencio significativo se hizo en el campamento. La guerrilla haba alcanzado su madurez. Probablemente, a partir de entonces, todos fuimos mejores (71).

-La ejecucin del compaero que flaquea solidifica al grupo, marca la madurez y los hace mejores.

-La otra ejecucin es la de Fonseca un joven indgena que es de los primeros reclutas luego del paso de la guerrilla al altiplano. El narrador exalta las cualidades de este joven indgena, su inteligencia que se enriqueci con rapidez al familiarizarse con el lenguaje de la produccin capitalista (151) y su voraciedad por aprender especialmente, la ms til de las ciencias: aquella que le ensea a los hombres a transformar el mundo de manera revolucionaria (151). Pero Fonseca carga una debilidad fatal, el alcoholismo, un vicio de origen colonial. Ello enflaquece su temple revolucionario y lo termina por volcar a la traicin.

-La traicin de Fonseca le cuesta caro a la guerilla y, por lo tanto, debe ser castigado ejemplarmente. Sin embargo, su muerte se da tambin en circunstancias inslitas. El propio Fonseca luego de ser liberado por sus captores busca a sus compaeros, a sabiendas de que le espera la muerte. El la acepta con gusto: si haba de morir, seria a manos de sus compaeros, y estaba bien si as era, pues saba que sus errores le haban costado un dao grande a la organizacin (168).

-En el momento se ejecucin, el propio Fonseca pide a una compaera conmovida que no llore porque su muerte iba a servir para que otros no cometieran los mismos errores (168). Otra muerte aleccionadora, asumida con genuino arrepentimiento por el pecador y capaz de aleccionar y fortalecer al colectivo:

Escuchando a Fonseca pensamos en lo que es la militancia revolucionaria. Recordamos un puente remoto, all en la sierra, a donde algunos fuimos a traer carga. Era un tronco inmensamente largo y muy delgado, tendido sobre un torrente vertiginoso. La lluvia perenne y la turbulencia de la corriente salpicaban el tronco y ste se mantena liso y resbaloso. Para recoger la carga haba que cruzarlo y regresar despus, con un quintal a la espalda. A mitad del obstculo, avanzando despacio, tratando de afirmar el pie a cada paso que se daba, el fluir incesante del agua bajo los pies provocaba vrtigo. Quien a mitad del puente vacilaba, permaneca inmvil, incapaz de volver sobre sus pasos ni avanzar hacia la orilla opuesta. El gran secreto era cruzar despacio, pero sin detenerse. Eran trances que ni siquiera imaginbamos la noche lejana, cinco aos atrs, cuando navegbamos por la corriente mansa del Lacantn, bajo las estrellas de enero, la fecha que iniciamos los das de la selva (168-169).

Conclusin

-Con esta suerte de smil pico concluye el relato, afirmando el xito de los das de la selva, en haber logrado construir el colectivo de vanguardia que habra de desatar la lucha armada y la revolucin. Es otra revelacin que emana de otra muerte, de un sacrificio, de algo que el colectivo de purgar de s para poder lograr su misin.

-Si Efran era el militante que recae en la mezquindad individualista, Fonseca es el indgena que no puede deshacerse del lastre de la historia de opresin. El avance del tiempo histrico de la revolucin requiere una voluntad frrea, disciplinada, purgada de todos estos elementos disolventes.

-El asentimiento de Fonseca ante su propia muerte se convierte en cierto sentido en una confirmacin de la lucha armada, es el indgena que acepta morir, pero no sin antes reconocer su verdadera lealtad, su verdadera filiacin, en otras palabras, de sealar a los suyos de qu lado yace la verdad.

-Los das de la selva es un magnfico relato que pone en evidencia los lados ms oscuros en la dinmica de subjetivacin revolucionaria. La constitucin de este colectivo utpico de vanguardias se hace a travs de una ascesis brutal, donde no slo se pone a prueba la voluntad de los integrantes, sino que se elimina de una forma u otra a quienes no estn a la altura del desafo.

-El compromiso revolucionario se vive como una renuncia de la propia individualidad, irremisiblemente ligada a la debilidad humana, a todo aquello que distrae de la misin revolucionaria. En este texto se trasluce, con asombrosa franqueza, su carcter violento y heternomo. El ser humano se convierte en maestro de su destino, pero al costo de someterse a una voluntad que lo trasciende.