María Daniela MejíaPontificia Universidad Javeriana

Antropología Forense y CriminalísticaProf. Jaime Castro

¿Sólo los desaparecidos están maniatados, acaso sus familiares no?

Inicia entonces la senda –la cual se va tornando en trocha- con la película La noche de los lápices (1986), senda que pretende describir cómo a partir del arte, Argentina vivió las consecuencias del gobierno de facto, de la dictadura. Así, aunque la película fue producida tres años después de que la dictadura se acabara, es determinante a la hora de hablar del sentir de la época porque narra los rasgos del proceder del programa Reorganización Nacional.

Esta película está basada en la desaparición y tortura acaecida el 16 de septiembre de 1976, conocida como la noche de los lápices, donde siete jóvenes estudiantes de entre 16 y 18 años, en su mayoría militantes o ex-militantes de la Unión Estudiantil Secundaria (UES), que demandaban en la ciudad de La Plata el Boleto Escolar Secundario (BES), fueron objeto de estos hechos perpetradores.

‘No seamos ingenuos, seguir dialogando es caer en una trampa dilatoria’, expresa Claudia Falcone en la reunión de todos los delegados estudiantiles de cada colegio de La Plata. Así comienza este Film. Se acuerda entonces salir a protestar, aún a pesar de la represión, se sale proclamar arengas a favor del Boleto en cuestión. Tras una lucha constante, el boleto se obtiene y poco tiempo después, en ese clima hostil por parte del gobierno, se hace una declaración nacional, exactamente el 24 de marzo de ese mismo año: ‘comunicado número 1 de la junta militar: se comunica a la población que a partir de la fecha el país se encuentra bajo el control operacional de la junta militar. Una nueva etapa comienza en el país, una etapa signada por una mesa muy precisa: la reorganización nacional y los colegios, que no pueden ni deben ser islas iniciarán a su modo su propia reorganización. Las casas de estudio jamás volverán a convertirse en sindicatos o comités políticos ¡Nunca más! Los colegios serán espacio propicio para la propagación de ideas ateas y antinacionales’ Así, finalizó la declaración afirmando que estas palabras “serenas” servirían de “firme advertencia”.

Todo lo considerado subversivo debía ser suprimido, callado, borrado, y así fue, desaparecieron a todos los estudiantes que tenían un papel evidente en la opinión de “Liberación o dependencia”. La película nos habla de siete estudiantes torturados, siete estudiantes en los que se pueden ver claramente representadas todas y cada una de las víctimas de este proceso, siete estudiantes, siete familias que se mostraron siempre preventivas antelas acciones contestatarias de sus hijos, pues sabían que aunque lo correcto era protestar, eso iba a desembocar en un destino funesto.

Tras ver la película no puede alejarse la sensación de frustración y de dolor por lo ocurrido, por ejemplo, cuando torturan a Pablo Diaz, por mencionar sólo un aspecto de tantos que hacen relieve. Lo tienen maniatado sobre una mesa metálica tan larga como él; no puede percibir ningún rostro pero sí olores, voces y sensaciones; una canción de fondo con melodía diría yo alegre, hace de telón a los gritos de desesperación de Pablo, quien no aguanta las corrientes de electricidad que le propician; de repente, alguien llega y la música se escucha menos que la voz imponente que le pide que hable, que de nombres de subversivos, indicándole que use una convención para responder, ya que para aplacar los gritos una almohada sofoca su respiración. Así, le dice aquella voz: -‘Pablito, si vas a hablar, abrí las manos y sacamos el almohadón. Decínos un nombre, dale, abrí las manos’…

¿Por qué cito esta escena en particular? Porque esta abre paso la obra de Juan Carlos Diestéfano, donde se ve al cuerpo y la violencia como un mismo signo inseparable durante tal dictadura, pero de forma más general, esta escena abre camino a un tema que se ve con un gran acento en el arte de Latinoamérica: El papel importante que toma el tamaño de las manos en obras que buscan resaltar la lucha que nos es inherente a través de la exaltación de estas. ¿Pablo abrió al fin sus manos? ¿el hombre representado por Juan Carlos Diestéfano (primera imagen )en su obra El Mundo (1972) descansó de sus brazos y pudo sobrevivir al hecho de ser sumergido en el agua por un tiempo impensablemente largo al igual que el hombre que yacía acostado mientras era torturado con picana eléctrica (Segunda imagen) de la misma manera que Pablo Díaz?

Así es, la respuesta a estos interrogantes es ¡no! Un ‘no’ rotundo al olvido, a la impunidad, al hecho mismo de callar ante tanta arbitrariedad, porque si bien no es justificada la tortura en ningún caso, estos hechos no acontecieron bajo ninguna lógica como lo afirma uno de los sobrevivientes a esa Noche, Gustavo Calotti, cuando revela: "En ningún interrogatorio se mencionó el boleto. Nos detuvieron

por militar en organizaciones populares; lo que queríamos era hacer la revolución".

Recursos Bibliográficos:

Circulación de lasartes plásticas en tiempos de dictadura: la galería Arte Múltiple,.Tomado de: http://www.eumed.net/rev/ays/1/mdca.html.

Distéfano. Juan Carlos,. Obras1958-2010,. Tomado de:http://laberintosdelarte.blogspot.com/2010/07/sanacion-y-condena.html; http://www.fundacionosde.com.ar/backend/upload/files/img_$171.pdf