los aromas perdidos - megafilesxl.com
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LIBROI
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Eramayoyloscamposdecolzaestabanenflor.Elsolcentelleabaenelverdeclaro de las hojas de los árboles. Los prados se veían salpicados de diente deleónytrébol,yelvientotraíaunligeroolorsalinodesdeelmar.Losrayosdesoldeaquellatardecasiveraniegacaíanrevoloteandoentreelfollajedelosroblesque bordeaban la subida a Lulinn. Al final de la avenida se divisaba la casaseñorial,añosaycubiertadehiedra.AlolargodelcaminodeentradapastabancaballosderazaTrakehner.Dosseperseguíangalopandoporladehesa.Otrosehabíaparado,conlacabezabienalta,juntoalavalla,yrelinchabasonoramente.
AunquevivíacasitodoelañoenBerlín,aBelleLombardnuncaselehabríaocurridodecirqueteníaotrohogarquenofueseLulinn.
—Soy de la Prusia Oriental —se cuidaba de responder cuando lepreguntabanporsuorigen,yañadíaparaaclarar—:deLulinn.Lafincaesdelafamiliadesdehacetrescientosaños.EstácercadeInsterburg…Osea,nolejosdelafronteralituana.
Con solo pronunciar las palabras «Lulinn» e «Insterburg», la invadía talnostalgiaqueleparecíaquenopodríasoportarBerlínniunsegundomás.Claroque le gustaba la ciudad, vivía en ella, trabajaba en ella, tenía unmontón deamigos,peroLulinn…eraunacosamuydistinta.Lulinneraloscamposdemaízhastadondealcanzabalavistaenveranoy,eninvierno,orondosmontoncitosdenievesobrelasvallasdeladehesa;eraarándanosenotoño,yelolordehojarascay setas; era los gansos salvajes en el cielo, volviendo del sur como primerosmensajerosde laprimavera.Lulinn: roblescentenariosy lupinossilvestres, lassombras color gris azulado del bosque en el horizonte, el aroma pesado dejazmín en el vientoydepande comino reciénhorneadoque llegabadesde la
cocina del sótano. La abigarrada rosaleda ante el portal, el tabletear de loszuecosdemaderacuandoloscriadosylaschicasdeserviciocomenzabanmuydemañanaeltrabajocotidiano,elsusurrodelfollajedelosfrutalesdelhuertoylas suntuosas camas de plumas, blancas como la nieve, que siempre olían tanbienporque Jadzia, el amade llavespolaca, secaba las sábanasde linoal airelibredespuésdelavarlasyestasseimpregnabandelaromadehenofresco,floresyhierbas.
EnLulinnparecíaqueeltiemposehabíarefrenadoysehabíaacostumbradoatranscurrirmáslento,yBellepensóqueeraunasimetríainvariabledetodaslascosas loquedabaa la fincasuencanto.Fueradeallí,elmundosemostrabaavecesindiferente,pérfido,inclusodespiadado,peroenLulinnhabíaestabilidady,alabandonarsusmurosdenuevotrasunpardedías,unasesentíaprotegidacontratodoslosconflictosalosquelavidapudieseenfrentarla.
«Todo irá bien», pensó Belle también esta vez, mientras el ArmstrongSiddeley color chocolate recién lavado de su tía recorría la avenida de robles.¡Cómoolíanlaslilas!Volviólacabezayobservóalamujerqueconducía.LatíaModeste la había recogido en la estación de Insterburg y, desde entonces, nohabíadejadodelamentarsesobreeltiempoqueconsumíaaquellatarea.
—Comosiunanotuviesenadamejorquehacer—refunfuñóotravez.«Cómopuedealguienestardetanmalhumor,cuandotienelasuertedevivir
todo el año en Lulinn», se preguntó Belle en silencio. Ella yModeste nuncahabían podido soportarse. Modeste pensaba que Belle era impertinente yengreída, y que tenía la desafortunada tendencia ameter la pata en cualquiersituación. Por el contrario,Belle opinaba queModeste era falsa e insidiosa, yqueera insoportableque tuvieseque tener siempre la razón.Modeste sehabíacasado hacía ocho años con un hombrecito bajo y delgado, hijo de uncomerciantedeInsterburg,alquemanejabacomoqueríayqueseteníaporunaespecie demisionero; de unamanera enervante e insustancial, interrogaba sindescansoatodosloshabitantesdeLulinnsobresusproblemasmássecretos,ynoseinmutabasiquieraantelaspreguntasmásíntimas.Luegoseibadelalengua,
tambiénencírculosmásamplios,sobreloquehabíaaveriguado.Seacomofuere—nadielohubiesecreídocapaz,antesudesconsoladadelgadez—,ensusochoaños dematrimonio ya había concebido cuatro hijos, y por entoncesModesteestaba embarazada del cuarto, motivo por el cual ella montaba escándalos,jadeabay sequejaba.«Pero, seguramente, esverdadqueno le resulta fácil—pensóBelleenunarranquedecompasión—.Estácomounabola.»
—Haceuncalordeplenoverano—suspiróModeste,ysesecóelsudordelrostroenrojecido—.Nohayquienloaguante.Muchomenosenmiestado.
—¿Porquéllevas,además,unvestidonegro,tíaModeste?Sololohacepeor.Modesteseconvirtiódeinmediatoenlavivaimagendelaindignación.—¿Hasolvidadoqueestoydeluto?Pero,claro,tampocoesqueapreciasesa
mispadres.Los padres de Modeste habían muerto muy seguidos, y la verdad es que
Bellenopodíadecirquelehubiesedolidoespecialmente;aunquesiempreasustacuandomuere alguien cercano, incluso si tiene un carácter tan agrio como lavieja tía Gertrud o es un auténtico nazi como su esposo Victor.Modeste, sinembargo,habíapuestoeldedoenlallaga.
—Amipobremadrelehacíaslavidaimposible—añadió—.Lacontradecíassinparar…
—Bah,Modeste.Yoeraunaenanaytuvemifasetercacomotodoslosniños.Nadieteníaporquétomarmeenserio.
Modesteobservócasiconrencorelrostrodelajoven.«Esapielblancatanlisa—pensó—, ¿y cómo puede brillarle tanto el pelo? ¡Qué guapa es y quéjoven!»
—Mimadreteníaqueocuparsedetodo—continuó—,porquelatuyaapenassedejabaver.Laseñoravaalosuyoylosdemásletienenquehacereltrabajo.¡Menudaética!
Belleentornólospárpados.—Dejaamamáenpaz.Hacemásportodosquenadie.—Sí, sí…—mascullóModeste. El coche había llegado al portal y pisó el
freno.Suspiró,puessabíalodifícilqueleresultaríasacarsuenormecuerpodelautomóvil—.Prontoestarástúigual—profetizóhurañaseñalándoselatripa.
—Es posible —contestó Belle, tranquila y decidida a no enfadarse conModeste.
Estaba en Lulinn y era feliz. Era el 20 demayo de 1938. Belle LombardhabíaidoaLulinnacasarse.
JosephBlatt,elmaridodeModeste,salióalencuentrodelasdosmujeres.Seloveíamásdelgadoypálidoquenunca.Comodecostumbre,nopodíacontrolarsulargocuelloyadelantabalacabezaconcadapaso,comounpollo.
—¡Mi querida Belle! —gritó histriónico, y la estrechó contra su pecho.Luego la separóunpocoy le guiñóunojo cómplice—. ¿Qué? ¿Cómoestá lajovennovia?¿Unpoconerviosaoqué?¿Estásbien?¿Oquiereshablar?
Saltabaalavistaqueardíaendeseosdedarleunpardeconsejosantesdelpasohacialodesconocido,peroBellenoteníaintencióndepermitírselo.
—Mevaestupendamente,tíoJoseph—contestóalegre.Pareciódesencantado.—¿Sí?Esoestábien…Porcierto,tevihacepocoenCorazóninmortal.La
proyectanenelcinedeInsterburg.Estabasmuyguapa.—Yonoconseguíreconocerte—dijoenseguidaModeste—.¡Teníasunpapel
tanpequeño…!LaSöderbaum,sinembargo,estabaimpresionante.Belleseencogiódehombros.Hacíadosañosque trabajabaen losestudios
delaUFAynohabíapasadoaúndelospapelesdefigurante,aunqueyacontabaconesocuandosedecidióporlacarreradeactriz.HizocasoomisodelapulladeModesteypreguntó:
—¿Quiéndelafamiliaestáyaaquí?—¡Casitodos!—Josephsonriócontento.Adorabaelpapeldeanfitriónque
recibíaasuampliaparentelaconlosbrazosabiertos—.TutíoJollegóayer,conLindayPaul.YestántambiénSerguéiyNicola.HanvenidoconAnastasia.
Jo,JohannesDegnelly,eraelhermanodelamadredeBelle.EraabogadoenBerlín y siempre había sido para Belle una especie de figura paterna. Quería
muchoaaquelseñorcanoso,deojosmelancólicosycaráctermeditabundo.Legustaba también suesposaLinda, aunqueella, aun teniendoyacuarentaydosaños,seguíajugandoaserlaingenuamuñequitadeojosredondosquehabíasidodemuchacha.Aquienmás quería, sin embargo, era aPaul, el hijo de ambos.Teníaveintidósaños,tresmásqueella,yeraunhombretranquilo,algosoñador,con una pasión singular por los coches y los motores. Despertaba en Belleinstintosmaternalesydeprotección.Deniños,decidieroncasarsecuandofuesenmayoresy,entretanto,habíanllegadoaseramigosdelalma.
Enlapuerta,BellesetropezóconsutíasegundaNicola,unahermosamujerde rasgos algo tristes. Siendo una niña, Nicola había tenido que huir de larevolución enPetrogrado, en laquehabíaperdido a suspadres, yde joven sehabía encaprichado del tan encantador como tarambana exiliado ruso SerguéiRodrov, que de hecho acabó llevándola al altar; aunque, desde entonces, nohabíadejadodudaalgunadeque,enelfondo,ladespreciabaporsucariño.Enloprofesional, aSerguéiyano le iba tanbien.Antañohabíaganadouna ingentecantidaddedineroenunainmobiliariadeBerlín.Sinembargo,despuésdequesupatrónsehundieseenelgrancracdelviernesnegrode1929,eléxitohabíarehuidoaSerguéi.AlfinaldecidióasentarseconsufamiliaenBreslavia,dondetrabajaba como administrativo para una empresa de construcción y tenía unaaventuraconsusecretaria.ANicolaselenotabanenlacaralasnochesenvelaenlasqueloesperaba.SuhijaAnastasia,unaniñadeochoañosconunalargamelenanegra,alaquelafamiliaapodaba«Anne»,eraeltípicoejemplodehijade familia desestructurada. Se chupaba aún con fuerza el pulgar, se mordíacontinuamente las uñas, gritaba en sueños y llamaba la atención en la escuelacon su comportamiento agresivo. Odiaba a su padre porque él no le prestabaatención.
—Ah,Belle—dijoNicola con aire distraído; parecía que había llorado—.¿Dóndeestátuprometido?
—Llegapasadomañana;hoyymañanatienefunciónenBerlín.¿Cómoestástú,Nicola?
—Bien—sonabapococonvincente—.Esbonitoestaraquídenuevo.Se sostuvieron lamirada:Nicola frustrada, yBelle, con su confianza y su
alegría despreocupada. «Pronto vas a saber tú también cómo es la vida, cómosonloshombres…»,pensóNicola.
Comounfantasma,Jadzia,elamadellavespolaca,saliódelapenumbradelfresco corredor. Sostenía dos grandes jarras de suero de mantequilla en lasmanos.
—Comidaestá.Novamejorarporestarenmesa.Enfríaporquelasseñorashablanyhablan.
Jadzia,vieja,menudaylista,noteníarespetopornadie.SupalabravalíaenLulinnmásqueladeModeste,apesardequeellafueselaseñoraoficial.
—Vamosenseguida,Jadzia.Tengoquelavarmelasmanos.—Bellesubiólaescalera.
Sucuartoteníapapelpintadodefloresyunbalconcitoanteelquecrecíaunmanzano,cuyasramascasientrabanporlaventana.Elsoldelatardecerpintabamanchas rojizas en el suelodemadera, olía apinoy ahierba templada.Belleaspiró con fuerza. Se quitó el sombrero y, mientras se lavaba las manos, secontempló en el espejo.Max había dicho que tenía los ojos más bonitos delmundoyquenuncahabíavistounosiguales.
«Sontotalmentegrises,Belle,comounmarbajolalluvia,peroinmóvil,fríoyremoto.Notienencalideztusojos,yesoesloquemefascinay,alavez,meinquieta.»
EratípicodeBelleprestaratenciónsoloalaspalabrasdeélquelegustaban.Y lo que decía de la falta de calidez en sus ojos no le molestaba; según suexperiencia, loshombresenamorados interpretaban losojosdeunamujera suantojoy,amenudo,unapodíahacercasoomisodelamitadsindudarlo.Perosiél la encontraba hermosa, es que la encontraba hermosa, y eso había sidodecisivo.
MaxMartyteníatreintayochoañosy,portanto,casiveintemásqueBelle.HabíapasadosuniñezenRoma,siendocomoerahijodelfamosoactorMassimo
Marti y de su caprichosa esposa alemana, que no había dado un respiro a lafamilia con sus locas ocurrencias.Maxy supadrenunca se habían entendido,porloqueelhijo,encuantoacabólaescuela,semarchóaAlemaniayestudióArte Dramático en Berlín, con Max Reinhardt. Que, a partir de entonces,escribiese su apellido con «y» en vez de con «i» al final, respondía a dosrazones: por un lado, le parecía, como el joven exaltado que había sido,interesante; por otro, también significaba para él un alejamiento de su padre.QueríamarcarunaclaradiferenciaentreélyMassimo.
«Enrealidad,podríallamaraúnaMax—pensóBelle—.Sitengosuerte,lopilloantesdequesalgaparaelteatro.»
El teléfono estaba en el salón, donde a esa hora nohabría nadie.MientrasBelleesperabalaconexión,miróasualrededor,yunsentimientodepazsefueextendiendoenella.Elsecreterrococó,lascortinasdesedaazulenlasventanas,lasoberbiaalfombrapersa.Unesplendoradquiridoyconservadodurantesiglos,delquetodosobteníanlaseguridadensímismosconlaquevivían.
—¿Diga?—sonólavozdeMax.Como siempre, Belle sintió de inmediato la electricidad que había entre
ellos.—¿Max?Soyyo,Belle.¡EstoyenLulinn!Maxseriocomoparasí.—¡Lulinn!Lapalabramágica.¿Cómoestás?—Genial.Peroteechodemenos.Másvalequenoteechesatrásyestésenel
trendepasadomañanaaInsterburg.—Nomeatrevería.Meperseguiríaspormediomundo.—Noestés tanseguro.Igualatrapoenseguidaaotrohombreyvivofelizy
contentaconél.Eran las bromas habituales entre ellos, pero la risa de ambos sonó algo
forzada,yhabíamomentos,esolocomprendíaBelle,enqueentreellayMaxnotodofuncionaba.Habíaconseguido,seacomofuere,queélaccediesealaboda,perolaverdaderaquenoestabaigualdeempeñadoqueellaencasarse.Algono
ibabien,peroBelleno indagóen loqueera.RecordóunadiscusiónquehabíatenidoconMaxunosdíasantes.Estabanconunpardeamigosenuncafé,dondesediscutíaconvehemenciasobrelaanexióndeAustriaaAlemaniaenmarzo,ysobreelabiertorearmedelaWehrmacht.
BellesehabíaaburridoyselohabíaechadoencaraaMaxdecaminoacasa.—Cuando estás hablando con tus amigos, te olvidas por completo de que
estoy. Te da exactamente igual si me duermo con vuestras interesantísimasconversaciones.
Maxsehabíaenfadado.—¡Dormirte! ¡Dormirte!¿Sabes loqueestápasandoenAlemania?¿Tienes
claroque…?—¿Podríashablarunpocomásbajo?—bufóBelle—.Estamosenmediode
lacalle.Maxbajólavoz.—Tedalomismoloquehaganlosnazis.TedalomismoloquehagaAdolf
Hitler.Mientrasnoafectea tusproyectos.Noeresenabsoluto tan tontacomopara no entender las cosas, es que te importan una mierda. Lo único que tepreocupaescómoconseguirserunagranestrelladecine,¡nadamás!
—Sí—dijoellaconabrumadorasinceridad.Maxhundiólasmanosenlosbolsillosdesuchaqueta.—Noentiendesque…Malditasea,¡daigual!En cualquier caso, se habían reconciliado.Y,más tarde, Belle solo pensó:
«Bah,¡Maxestabademalhumor!».—Tesoro, tengoque irme—dijoMaxdesde el otro ladode la línea—.La
funcióncomienzadentrodeunahora.Medeseasmuchamierda,¿verdad?—Porsupuesto,Max…Tequiero.Sequedópensandocuandocolgóelauricularehizoungestoque leformó
entre los ojos una arruguita enojada. ¿Por qué él no podíamostrar nunca sussentimientos?
Alsaliralpasillo,oyólasvocesdelcomedor,losplatosentrechocando,los
cubiertostintineando.SepodíaentenderclaramenteaModeste:—MepuedelacuriosidaddesabersiFeliciavendráalabodadeBelle.Sería
laprimeravezenañosquesedignaasistiraunacelebraciónfamiliar.—No seas injusta,Modeste—dijoNicola—.Felicia no tiene tiempo.Pero
seguroqueviene:quieremuchoaBelle.Modeste resopló con desdén y comentó justo lo mismo que Max decía
siempresobrelamadredeBelle:—Feliciasolosequiereasímisma,queridaNicola.Anadiemás.
2
Felicia Lavergne tenía cuarenta y dos años, y era una hermosa mujer, alta ydelgada; llevaba la densamelena oscura cortada a la altura de los hombros ysuelta. Aunque sonriese con ganas, la sonrisa no le llegaba a sus ojos: sucordialidad era calculada. Con la mayoría de las personas se comportaba sincalidez ni espontaneidad alguna. Los hombres se sentían atraídos por ella,aunque a la vez perplejos, pues se preguntaban por qué notaban el temorinstintivodeestarenredándose.Enlosmentiderosdelasociedadmuniquesasedecía:«Esunamujercondosintereses:sudineroysufamilia.Nohaynadamásquemuevasuánimo».
FeliciaLavergnehabíaestadocasadadosveces.Desuprimermarido,AlexLombard, se divorció; su segundo marido había muerto en 1928. De estematrimonio era hija la benjamina de Felicia, Susanne, que vivía con ella enMunich.Enaquella tardedemayo,mientrasBelleLombard llegabaalsoleadoLulinnen laPrusiaOriental, enMunich llovía.Unaroma intensoyhúmedoalilas en flor entraba por la ventana abierta del despacho en la gran casa de laPrinzregentenstrasse. Felicia había estado contemplando a través de ella eltronco oscuro del castaño del patio y las corolas blancas que relucían en susramas.Alratosevolvió,revisórápidamenteelcontenidodesubolsoyagarrósuchaqueta,quecolgabadelasilla.
—Voyasalir,Susanne.Susanneestabaacurrucadaconlaspiernasencogidasenelsofá.—Noentiendoporquétienesquesalirtambiénestanoche—dijoagresiva.Erabonitadeunamaneratrivial,rubiayconlosojosazulescomosudifunto
padre,yademáspálidaydelgada,porloquesiempreteníaunaspectounpoco
enfermizo.Enaquelmomento estabapreparando su entrada en launiversidad;estabanerviosa,dormíapocoyesolahacíamásirritablequedecostumbre.
Feliciasuspiró.—Porque mañana nos marchamos a Lulinn y aún tengo que discutir con
Peterunpardecosas.—¡SiemprePeter!—Susannemirómaliciosaasumadre—.SiPetersilba,tú
saltas.Comositehiciesefalta.—Peteresmisocio.Llevamosjuntosunafábricay,siunodenosotrosseva
deviajedossemanas, tenemosquehablardeciertascosas.Diosmío,Susanne,nopongasesacara.Detodasformas,deberíasirteprontoalacama,tienesmalaspecto.¿LedigoaJolantaquetepongaalgodecomer?
—No.Notengohambre.«Puesalgúnkilomáspegadoalascostillastesentaríabien»,pensóFelicia.—Susanne,tienesqueentenderque…—Noestusocio.Estujefe.Todolepertenece.¿Noeseso?Feliciaseestremeció.Susannelamirósatisfecha.—Pero no tienes malas cartas, mamá. Peter Liliencron es judío…Medio
judíoalmenos.Tardeo temprano se lo expropiarány talvezentoncespuedashacertecontodo.Enelfondo,nopodíapasartenadamejorquelosnazis.
Feliciaexaminóasuhijaconindiferencia.—Pareces realmenteagotada,Susanne;sino,nodirías tantas tonterías.Me
voyyesperoquemañanaestésdemejorhumorparaeldesayuno.Saliódeldespachoycerrólapuertadeunportazo.
Peter Liliencron vivía en una villa antigua con ornamentos de estuco, enBogenhausen,vigiladadesdehacíapocopordosgrandesperrospastores.Estamedida de seguridad le parecía necesaria desde que, nueve meses antes, unatropadelasSAhabíairrumpidoensujardínydejadounaimagendesoladoraa
supaso.Noquedó,literalmente,niunabriznadehierbaensulugar.Peterhabíaqueridodenunciarlo,peroseviorechazadoconpalabrasbruscas:
—¿Quésecree?¿Queaquínosocupamosdeasuntosjudíos?—Lacasaesdemimadre,yellanoesenabsolutojudía.Asíquelepido,por
favor,quedejeconstanciademidenuncia.Sonriendoburlones,ledieronunformularioquealfinalélnorellenó.Losperrosno ladraron cuandoFelicia tocó el timbre, ynohabía luz en la
casa, pese a la tarde oscura de lluvia. Sorprendida, avanzó por el camino deljardín.LeabrióelmismoPeter.
—Québienqueestésaquí.Entrarápido,antesdequeteempapes.¿Cómoesquellueveasí?
Feliciaentróconunazancadaenlacasa.—Untiempodeperros.¿TieneKatilibre?Porlogeneral,abríalachicadeservicio.—Sí…Essutardelibre…—Peterparecíanervioso.Felicianotóqueestabapálido,quelosojosleardíandedesasosiego.—¿Hapasadoalgo?¿Dóndeestánlosperros?—ConmimadreenGrünwald.Ysevanaquedarallí.—¿Porqué?¿Yanolosnecesitas?¿Quépasaentonces?Lallevóalasaladeestar.Allíhabíadosmaletashechas.—MevoyestamismanocheaSuiza.Felicianoentendía.—TedijequevoyaestardossemanasenLulinn.No tepuedes irdeviaje
tambiénahora.—Nomevoydeviaje.Dejoelpaís.Noregresaré.—¿Qué?Petersehabíaacercadoalachimeneaymiróbrevementelasúltimasbrasas.
Luegosevolvió.—¿Mellevasestanochealotroladodelafrontera?—Peter,porelamordelcielo…¿Porqué?
—Estoyenapuros.—Por…¿portuorigenjudío?Élserioconamargura.—Esonomejoramisituación,desdeluego.Peronoeseso.—Entonces¿quées?—¿Tengoquedecírtelo?Ellalomeditóuninstante.—SitengoquellevarteaSuizaestanoche…sí.PetersirvióaguardienteendosvasitosyletendióunoaFelicia.—Estábien.Enpocaspalabras:trabajodesdehacedosañoscontralosnazis.
Ayudo a personas que tienen que abandonar Alemania. Judíos, comunistas,socialdemócratas y otros perseguidos. Les consigo papeles, escondites, meencargodequepuedancruzarlafrontera.
Felicianecesitóunmomentoparacomprenderlo.—Estáscompletamenteloco—dijoentonces.Éllelanzóunamiradapeculiar.—¿Y qué? En cualquier caso, no hice todo eso yo solo. Éramos una
organizaciónpequeña,unacomohabráahoramuchasportodoelReich.Hemostenidouncuidadoextremo,cambiandounayotravezloslugaresdeencuentro,retirándonosdurantesemanas,guardandoelsecretohastaelpuntodeocultarloinclusoanuestrosmásíntimos.PeroayerlaGestapopillóaunodelosnuestros.Ni idea de cómo pudo pasar. Es de suponer que hable… Porque la Gestapoconsiguequeprácticamentetodoshablen.Esmejor…—Hizoungestodesvalidocon la mano, abarcando la acogedora sala, las alfombras, los cuadros y losblandoscojines—.Esmejorqueledejetodoestoamimadreydesaparezca.
Feliciaestabacomopetrificada.Sediocuentadeloinnecesarioquesonabaloquedijo,peronoseleocurrióotracosaenesemomento:
—Nopuedeser.¡MevoyaLulinn!Petersonrió.—TípicodeFelicia.Encualquiersituación,piensasoloenella.¿Tienesidea
deloquemepasarásimedetienen?—Sí…¿Porquédemoniosteníanahoraaquelcontratiempo?Elnegocioibabien,los
dosformabanunequipoperfectamentearmonioso.LaeconomíaenAlemaniasehabíarecuperado,ellosnadabanbienenaquellacorriente.YahoraibaPeterysemetíaenaquellaaventuraquepodíacostarlelavida.
—¿Yquévoyahaceryositúyanoestás?—Dirigir lafábricasola.Yaveráscomolohacesmuybien.Ensecretohas
deseadomuchasvecesquefuesesolodetupropiedad.—¡Pamplinas!—dijoFeliciaconbrusquedad,peroapartólamirada.Le había pertenecido, la fábrica, casi a ella sola, salvo cuando su socio
anterior,elastutoTomWolff,tuvolamayoríadelasparticipaciones,aunqueellase las habría arrebatado en algún momento… Y Lulinn también le habíapertenecido,cadapiedraycadamatorraldelafinca.Lasdos,Lulinnylafábrica,las había perdido aquel tristemente célebre viernes negro por especular enbolsa…demasiadoalograndecomoparasalirairosadelasunto.LafábricafueapararamanosdelricoPeterLiliencron,quenodudóniunsegundoenhacerdeFelicia su socia.Lulinn la compró el exesposodeFelicia,AlexLombard, quedirigíaunaeditorialenNuevaYork.Esahabíasidolapeorhumillaciónparaella.Bienmirado,FeliciaLavergneperseguíadesde1929dosobjetivos:recuperarlafábricaenMunichyLulinnenlaPrusiaOriental.
—Sabesquenoséconducir—dijoPeter—.Ytampocopuedopedírseloamichófer.Sitúnomellevas,tendréquetomareltren,perotemoquenomedejencruzar.Entenderásque,enmicaroautomóvil,conunamujerquenoesjudíaamilado,puedohacermepasarconmáscredibilidadporunhombredenegociosque por razones profesionales viaja a Zurich y vuelve enseguida.—Hizo unacortapausa—.Felicia,¿mellevarás?
Sequedaroncallados.Solo seoía elgorgoteode la lluvia enel canalónalotro ladode laventana.Felicia se sintió cansada e irritada:Dios sabíaqueno
tenía ningunas ganas de inmiscuirse en el lío en el que se habíametido PeterLiliencron.Pero,¡quédiablos!,nopodíadejarloahoraenlaestacada.Asintió.
—Estábien.Vamos.
—NopodréllegaratiempoparalabodademihijaenLulinn—dijoFelicia—,loquenoharásinoreforzarmifamademadredesnaturalizada.
Peter no respondió.Miraba fijamente la noche oscura como ala de cuervoque los rodeaba.Ahora llovíamás fuerte y los limpiaparabrisas se deslizabancadenciosos.Muy de vez en cuando se cruzaban con otros coches. El pesadoAdmiralsedefendíabien.
Feliciahabíallamadoacasay,paraaliviosuyo,nohabíacontestadoSusannesinoJolanta,elamadellaves.
«Mehasurgidounviajeinesperado.Seguramentenoestarédevueltahastamañanaporlanoche.»
Nodijonadamás.Susanneseenfadaría,peroesotendríaquearreglarlomástarde. Belle necesitaría también una buena explicación… Una muy buena,incluso.Alfinyalcabo,subodanoeraunacontecimientocualquiera.
PocoantesdeKaufbeuren,Peterrompióelsilencio.—Teaconsejoquecambiesnuestraproducciónpocoapocoalosuniformes.
Metemoqueprontosevenderáncomoelpan.—Nocreerásque…—Sí. Creo que estamos más cerca de la guerra de lo que pensamos. La
anexiónincruentadeAustriahasidoelprincipio,peroHitlernosevaadarporsatisfecho. Danzig le silba en los oídos, la cuestión del corredor polaco lomartiriza. En mi opinión, le tiene muchas ganas a Polonia. Le tiene muchasganasamediaEuropa.
—Nopuedepermitirsedeclararunaguerra.—Hitler se lo puede permitir todo —replicó Peter con convicción—. Ha
podidohacerlodesdeelmomentoenquelosnazisganaronlaseleccionesdel33
ycomenzaron,deinmediato,aeliminartodaoposiciónenelReich.Hoyyanohaynadiecapazdeimpedirlenada.
—Hitlernovaacomenzarunaguerra.Engatusóalpuebloprometiéndolelaprosperidad económica y ha cumplido su promesa. ¿Por qué tendría quearriesgarlotodoconunaguerra?
—Ya lohanhechootrosantesqueél,yelpueblo loshaseguidodebuenavoluntad.Hitlerllevaañosrearmandoabiertamenteelejércitoynadiehadichonada.Tampocoenelextranjero.
Siguieronavanzandoensilencio.Hacialascincodelamañanallegaronalafrontera.MuypocasvecessehabíasentidoFeliciatancansadayhechatrizas.
Peterseponíacadavezmásnervioso.—Lesdiremosque tenemosnegociosqueresolverenZurich—explicópor
centésimavezaFelicia—yquevolveremoshoypor lanoche. Intentaparecertranquilayserena,y…
—Peter,erestúelqueestánervioso.Contrólate.—Los suizos ya han rechazado a gente en la frontera—dijo Peter. En la
pálidaluzdelaamanecida,Feliciapodíaverlasgotasdesudorquelecubríanlafrente—.¡Liliencron!Sivenmipasaporte,sabránenseguidaquesoyjudío.
—Tienesquetranquilizarte:vamosapasar.Avanzaron a través de la lluviosa madrugada. Ya desde lejos divisaron el
pasofronterizobieniluminado.Cuandollegaron,unagenteuniformadolescortóelpaso.Feliciabajólaventanilla.
—Los pasaportes, por favor —pidió el agente. Le dieron los pasaportes.MiróprimeroeldeFeliciayselodevolvió—.Todoenorden.
CuandollegóelturnodePeter,arrugólafrente.—¿Judío?—preguntó.—Mediojudío.Mimadreesaria.Ledevolvióelpasaporte,diopasoalcoche.—TodavíatenemosqueentrarenSuiza—dijoPeter.Elagentedeaduanassuizopusomásproblemas.
—¿CuántotiempotienenpensadoquedarseenSuiza?—Solohastahoyporlanoche.TenemosunareunióndenegociosenZurich.—¿Quéclasedenegocios?—Tenemos una fábrica textil en Munich. Buscamos posibilidades de
exportaciónalextranjero.Lafábricatextilparecióconvenceraluniformado.Suingenuidadconsciente
le decía que quien tuviese una fábrica en Munich no la abandonaría paradesaparecerenelextranjero.Vacilante,dejópasaralosdosalemanes.
Cuando seperdierondevista,Peter pidió aFeliciaqueparara en el arcén.Abriólapuertadelcoche,seinclinóhaciafueraeinspiróprofundamente.
—Lohemosconseguido.Felicia,nuncaolvidaréloquehashecho.—No pasa nada. Solo espero que estés seguro de que esta huida era
necesaria.Aúnpodríasvolverconmigo…Éllamirócasienfadado.—PorDios,¿cuándovaisaentenderloquepasa?¡Inclusounamujercomo
tú está ciega! En Alemania van a pasar cosas horribles y, cuando todo hayaterminado,osquedaréisanonadados,sinentendercómopudopasarantevuestrasnarices.
—¿Hablasdelaposibilidaddeunaguerra?—Deesoymuchomás.Muchomásdeloquepuedasimaginar.Pero¿dequé
sirvequelohablemosahora?Reemprendieronlamarcha.Aumentabalaclaridad.Habíadejadodellover,
unsoldébilseabríapasoentrelasbajísimasnubes,lahierbahúmedasemecíacon el viento. Felicia contempló el perfil de Peter. Ahora parecía cansado einfeliz.Tenía laboca tanapretadaqueeraapenasuna rayablancaydelgadaysusojososcurosmostrabanunapreocupacióndesvalida.
EnZurich,fueronhastaelDolder,elhotelquedominabalaciudaddesdeloalto, con una soberbia vista del lago. Público elegante en el vestíbulo, unpersonal igual de elegante y discreto. Peter fue atentamente recibido. Se
disculparonportenerlibresolounahabitaciónsencilla,peroPeteraclaróquelaseñoraseiría,encualquiercaso,alcabodeunashoras.
—Creoquedeberíamosdesayunarprimero—ledijoaFelicia.En el comedor, los observaron con curiosidad. Felicia ya conocía esa
sensación;siemprequeaparecíaconPeterenpúblico,atraíanelinterés.Hacíanuna bonita pareja: los dos altos, de cabello oscuro, con rasgos simétricos einteligentes.AFelicialegustabamaquillarse,aunqueenlaAlemanianaziestabamal visto. No le preocupaba, y le proporcionaba cierto placer alejarse de laimagendemadrealemanarubiaynatural.
Sabía que a Peter le habría gustado casarse con ella, pero nunca se habíaprestadonisiquieraalintercambiodemimos.Esohabíasidocausadeunpardefeasescenas,enlasqueélleechóencaraquelorechazabaporsupadrejudío.
«Lamujerariapiensaenmantenerlapurezadelasangre.»«¡Pamplinas!Sabesqueesascosasmeimportanunbledo.»LoquedecíaFeliciaeraciertoy,enlomásprofundodesuser,éltambiénlo
tenía claro. Sus sentimientos no eran correspondidos, eso era todo. No leresultaba fácil reconocerlo… Sobre todo cuando era evidente que no habíaningúnotrohombreen lavidadeFelicia.Tenía la impresiónconstantedequehabíaciertatristezaenelánimodeella,unamelancolíainexplicable,unanhelode algo inalcanzable. ¿Del hombre del que se había divorciado? ¿De undesconocido?Nolosabía.Solosesorprendíademasiadoamenudoconeldeseode haberla conocido antes, décadas antes, cuando era una muchachadespreocupada,sindecepciones,sinexperienciasamargas,sinrecuerdos.Puedequeconélhubiesesidomásfeliz…Másfelizdeloqueeraahora.
Desayunaron copiosamente: café, cruasanes, mantequilla y mermelada,huevosyjamón,yluegofueronalahabitacióndePeter,dondeFelicia,talcomoestaba, se tumbó en la cama y se quedó dormida de inmediato. Su cabello seesparcía enmarañado sobre la almohada, tenía el traje de lino arrugado, se lehabíacorridoelmaquillaje.Peterlamirabaenternecido.Bajandolavoz,hizounpardellamadasporteléfono;luegosesentótranquilamenteenunsillónjuntoa
la ventana,mirando a lamujer dormiday escuchando la lluvia, quedeprontoarreciabadenuevoygolpeaba,cadenciosa,loscristalesdelaventana.
Despertó a Felicia haciamediodía. Lomejor era que condujese con luz lamayorpartedeltrayecto.Sesentóenelbordedelacamaypusounamanoenelhombrodeellaconsuavidad.
—¡Felicia!¡Despierta!Eshoradequetevayas.Ellasaliódelsueñomásprofundoylomiróconfusayausente.—¿Quépasa?Suanhelodeellaeraderepentetanviolentoquenopudoevitardecir:—O sigue durmiendo y quédate aquí. Vayámonos juntos al exilio. Es un
trago tan amargo paramí, Felicia… Pero contigo sería la mejor época demivida.
Por unmomento, un segundo, se sintió tentada de apoyar la cabeza en elpechodeél,derefugiarseensuabrazo.Seríatanhermoso…Hacíamucho,unaeternidad, desde la última vez que un hombre la había acariciado. La lluviafuera,ellosallídentro,lahabitaciónbonitaycálida,unaislaenunmundohostil.
Sinembargo,selevantóysealisólafaldaarrugada.—Alguientienequeocuparsedelnegociomientrastúnoestás,Peter;nolo
olvides.Tambiénélselevantó.Depronto,pareciórealmentedesamparado.—Sí…Tienesrazón.Esmejorquevuelvasacasa.Allítienesatufamilia,a
tushijas,atusamigos.¿Porquéibasadejarlotodo…pormí?—Yo… —Felicia no sabía qué contestar—. Iré al baño antes, si no te
importa.Cuandovolvió,sehabíacepilladoelpeloyretocadoelmaquillaje,peroaún
selaveíaagotada.—¿Quévasahacer?—preguntóconnaturalidad.—TengoamigosenZurich.Mientrasdormías, loshe llamadopor teléfono.
Puedoquedarmeconellosunatemporada.—¿Yluego?
Élseencogiódehombros.—Noloséaún.PuedequememarcheaFrancia.Yaveré.—¿Tepondrásencontactoconmigodevezencuando?—Noquierocausarteproblemas.—Quécosastienes…Megustaríaquellamases.Oqueescribas.Ay,nosé…
Diosmío,metemoquevoyanecesitartusconsejostodoeltiempo.—Te las arreglarásmuy bien sola, Felicia.Eres unamujer de negocios de
primera.Ypiénsatelodelosuniformes.Seráunagranoportunidad,telojuro.—Sí…Lopensaré.—Feliciaabrazósubolsoconfuerza—.Tengoqueirme.—Sí.Graciasportodo.Depronto,lahabitacióndehotelhabíadejadodeserunrefugioacogedor.De
pronto, era de un desconsuelo mortal. Como una estación, en la que uno sedespide atormentado por altavoces que lo instan a subir al tren. Se abrazaron,primeroarribaenlatristehabitación,luegoabajoenlacallebajolalluvia.Peterdespidióelcocheconlamanohastaquedejódeverlo.
En casa, en Munich, Felicia encontró dos cartas. Una era de Susanne: lecomunicabaquesehabíaidosolaaLulinnporqueaellasíleimportabaestarenlabodadeBelle.Ledabaigualsisumadrepensabairono.
LasegundacartaeradePeterLiliencron;debíadehaberlaenviadoeldíadesuhuida.Alolargodevariaspáginasquehabíahechocertificarporunnotario,nombrabaaFeliciapropietariaúnicadesufábrica.
3
En1933,MaxReinhardthabíadejadodeserdirectordeloscélebresteatrosdeBerlín. Había escrito una carta desde Oxford al presidente de la Cámara deCultura del Reich para, por así decirlo, regalarle tanto el Deutsches Theatercomo el Kammerspiele. En lo sucesivo, los nazis se hicieron cargo de ladirección,subordinaronelteatroalaKDF—KraftdurchFreude,laorganizaciónnacionalque,bajoelnombredeFuerzaporlaAlegría,proporcionabaocioalostrabajadores—ysepreocupabanporlapopularidadylasaltascifrasdepúblico.Solo unos pocos pequeños teatros privados habían conseguido mantenerse almargen,pueslamayoríafueronvíctimasdeunafatigosayagotadoraluchaporlaexistencia.
Max Marty odiaba a los nazis, los había odiado desde el principio: suarrogancia por querer controlar todo y a todos en Alemania, por recortar lalibertad personal de cada ciudadano drásticamente, su falta de escrúpulos a lahoradeplantarespíasentodoslosrinconesdelpaísyconcederalospequeñostiranos la posibilidad de darse importancia y hacer la vida imposible a suscongéneres.
Había conseguido un contrato en la Ópera Cómica, un teatro privado querepresentaba piezas críticas y se preocupaba poco por las ordenanzas deGoebbels.
Max,quehabíaestadoentrelosintérpretesmásprometedoresdelDeutschesTheater, allí tuvo que empezar de cero. Solo le daban pequeños papeles, nolograbaconvenceranadiedesuscapacidades,selasapañabacomopodíaynoveía grandes perspectivas de futuro. Si antes había sido un hombre alegre y
vigoroso,ahorasemostrabaamenudoagrioycínico.Avecessepasabahorasrumiandoenalgúnrincón.
BelleyélsehabíancasadoenLulinn,aunquesin labendiciónpersonaldeFelicia, comoMax lo expresó con fina ironía.En una conversación telefónicalarga y alterada, Felicia intentó explicar a su hija que Peter Liliencron habíatenidoquesalirdeviajeurgentementeyqueenlafábricatodoestabamangaporhombro.
—¿Túloentiendes?—lepreguntóaMax—.¿Quépuedehaberpasado?Éllamirómeditabundo.—¿QueLiliencronhatenidoquesalirdeviaje?Curioso…Nodijonadamás,peropensólosuyo.ElmástristefueeltíoJohannes,elhermanodeFelicia.Queríamuchoasu
hermana,perohacíaañosqueno laveía.Modestehizounpardecomentariosmordaces,JosephpusonerviosaaBelleintentandoconsolarlatodoeltiempo,yelvolubleSerguéi seemborrachóporquehabríaqueridosablearaFeliciaynopudosatisfacersusesperanzas.SusanneyelprimoPaulejercierondepadrinos.
Fue una boda bonita, en un estupendo y cálido día de verano. Incluso laanciana bisabuela Laetitia, que apenas salía ya de la cama, tomó parte en lacelebración.Belle,vestidadeblanco,resplandecíaynovioquesunoviovolvíaaestarensimismadoenoscurospensamientos.
No querían pasar la noche en el pequeño dormitorio con balcón deBelle,sinoenunodelosespaciososcuartosdeinvitados.Jadziahabíapuestosábanasde seda amarillo claro y colocado un gran ramo de esplendorosos y coloridostulipanessobrelacómoda.Además,debíadehaberpulverizadoalgúnperfume,pues se percibía un pesado olor dulzón entre las paredes que recordaba a unbazarorientaloalajaimadeunsultán.
—¡Madremía!—dijoMaxalentrarenelcuarto—.Abrelaventana,rápido.Estotumbaacualquiera.
Belleseapresuróaabrirlaventana.Entróelsuaveairedelanoche.Fueraseveíauncielonegro,cuajadodeestrellas.Belleinspiróprofundamente.
—¡Estoestanbonito!¡Tanmaravilloso!Lavidaesmaravillosa.Maxsedejócaerenunsillónyseaflojólacorbata.Parecíatenso.—Unpaisajeidílico—masculló.BelleyahabíanotadoquenoestabatanenamoradodeLulinncomoella.Ni
siquieramirabaloscamposdecolza,losrobles,loscaballos,elcielo.Lafamilialecrispaba losnervios, soloparecía tenerciertaconsideraciónpor labisabuelaLaetitiay entendersebastantebien conel tío Johannes.A todos losdemás losencontrabamásomenosimposibles,ynoseesforzabademasiadoporocultarlo.ConModeste, casi había llegado a pelearse porque ella proclamaba a voz engritolasvirtudesdelosnazis.
—¿Es que aún tenemos desempleo? ¿Está nuestra economía aún por lossuelos?ConHitlertodohamejorado,¡nonospodemosquejar!
Maxlahabíafulminadoconlamirada.—¿Sabeustedquehabladeunhombrecontraelquecombatesintreguatoda
laoposiciónenelpaís,queobligaanuestrosgrandesintelectualesaemigraralextranjero,que…?—Seinterrumpió;sabíaquehablarasípodíaserpeligroso—.Pero¿porquédeberíacontarleyotodoesto?—dijo—.¿HaleídoMilucha?
En la sala de estar de Lulinn, Mi lucha estaba, por supuesto, en lasestanterías, como en las demuchos hogares alemanes, peroModeste no teníatiempodeleerlo,sobretodoporquelaespantabanlostochos.
—Séloquedice—respondióesquivandolapregunta.—Esobvioqueno—repusoMax.Modestesehinchócomounpollo.—No le consiento queme hable en ese tono. Y, por favor, ahórrenos sus
discursos sediciosos.Como si no supiesequeha sidonuestroFührer quienharesucitadonuestropaís,destrozadodespuésdelvergonzosoDictadodeVersalles.
Maxsonrióconmalicia.—Eldestinonoeslapolítica,sinolaeconomía.Esodijonuestroexministro
de Asuntos Exteriores Walter Rathenau. Tenía razón. Ha sido la situacióneconómicadeAlemanialaquehacatapultadoaHitleralacumbre.
—Sin duda—murmuró el tío Jo, y entonces, durante un par de minutos,reinóunincómodosilencioentrelospresentes.
—Seacercanmalostiempos—dijoMaxmientrassesentabaenunsillóndeldormitorioymirabapor laventana,ajenoa labellezade lanocheenlaPrusiaOriental—.Sialmenostuviésemosmásdinero…
Belle suspiró bajito. ¿Por qué tenía que empezar con eso justo ahora?Llevaban solo unas horas casados y ya volvía a caer en aquel humormeditabundoqueellahabíaaprendidoatemer.Lamelancolíaylacomplejidaddecarácterquetantolegustabandeél,hastaelpuntodehaberleprovocadoundeseo ciego de convertirlo en su marido, también le dabanmiedo. PeroMaxestabamás lejos de ella que la luna. Belle se plantó desconsolada ante él; sesentíaexcluidayrechazadadesuintimidad.
Leacariciósuavementelamejilla.—Max,noempiecesarumiar.Mañana,¿deacuerdo?Mañanahablaremosde
todoesto.—¡Mañana!Mañanano serámejorquehoy.Mepreguntodequévamos a
vivir.¿Quéserádenosotros?¿Cómonoslasarreglaremos?Palabreríateórica,siempre.¡Eratantípicodeél!—Losdosnosganamoslavida.Séquenoesmucho,pero…—Pero pronto serás una estrella y te comprarás una villa en la isla de
Schwanenwerder,losé.—Ah, no tengo ni idea de si me convertiré alguna vez en estrella—dijo
Belle,impaciente—.Pero,encualquiercaso,miabuelanoshaofrecidovivirconella en Berlín en la Schlossstrasse. Es una casa tan grande que ni siquiera laveríamos.Nicola y Serguéi también vivieron allí un año antes de queSerguéituvieraqueirseaBreslavia,ylesfuebien.
—¡NicolaySerguéi!¡Precisamenteaellosteníasquenombrarlos!Serguéiesun calavera arrogante y libertino, que no tiene otra cosa en la mente que sunuevalociónparaelafeitadoylascorbataschic.YNicola…
—¿Sí?—preguntóBelle,aladefensiva.Apretólospuños.Maxpodíadecir
deSerguéiloquequisiera,porqueSerguéisoloformabapartedelafamiliaporsumatrimonio,Bellenosesentíaresponsabledeél.PeroNicola,laprimadesumadre… ¡Que se atrevieseMax a decir una sola palabra contra ella!—. ¿QuépasaconNicola?
—Perdona.Peronopuedesermássuperficial.Unamuñequitaguapa,quesevistebienysabepeinarse,peromuchomás…
—Sinotegustamifamilia—lointerrumpióBelleconvozhelada—,puedes,porsupuesto,seguirentucuartodePrenzlauerBerg.Peroyonopiensovivirallí.MequedaréconmiabuelaenCharlottenburg.
—¡Claro!Madamenoestaríaensuambienteenunbarrioobrero.—Mealegrodequelohayasentendido.—Entonces,porelmomento,cualquierotradiscusiónseríainútil.—Maxse
levantó.Sequedaronunofrentealotroenlapenumbradelcuarto,dondesolohabía
unalamparitaencendida.ElaromadulzóntodavíaviciabaelaireyaBelleyalehabíadadodolordecabeza.
—Creoquevoyasaliradarunpaseo—dijoMax,yabriólapuerta—.Nomeesperesdespierta.
—¡Deesopuedesestarseguro!—resoplóBelle.Max salió y cerró la puerta. Belle se quedó sola con las flores y la cama
vestida de seda amarilla. Por un momento habría querido romper algo de larabia,talvezlajofainadeporcelana,peroseesforzópornohacerlo.Maxpodíairsealdiablo.
Saliódeldormitorio,subió lasescalerasysedeslizóhaciael interiordesupequeño cuarto con el manzano ante la ventana. Por suerte no la había vistonadie;altíoJosephlehabríavenidomuyapropósitosorprenderalajovennoviahuyendo en su noche de bodas. Belle se metió en la cama, pero no podíadormirse.Ledabavueltas a su alianza en el dedoy comenzó a preguntarse sihabíacometidounerror.
TomWolffhabía tenidomiedoa lavejez toda suvida.Aaquelhombrealtoycorpulento,vital,fuerteeintimidante,elpensamientodevolversedébilycaducole quitaba el sueño. ¿En qué podía tener su origen? Sin duda disponía desuficienteastucia,aunquenodeuna formaciónelegantecon laquesazonar sucomportamiento.Otros hombres engañaban a la edad jugando a ser caballeroscanosos, elegantes y experimentados, a los que por lo menos perseguían lasmujeresjóvenesconcomplejodeElectra.TomWolff,hijodeuncampesinodelos bosques bávaros pobre como las ratas, sin embargo, no era ni caballero nielegante,ysuexperienciasereducía,ensumayorparte,acómoganardinero.Ylas canas no le bastaban. Por eso, en 1932, había decidido hacerse rico, tenertantodineroquelapapada,lasbolsasbajolosojos, lasmejillasflojasylapielarrugada no tuviesen importancia alguna. Parecía la únicamanera de soportarcon cierta dignidad su sexagésimo cumpleaños, que se acercaba a todavelocidad.
TomWolffhabíadirigidolafábricatextilconFeliciaLavergnehastaelgrancracdelabolsayluego,tambiénconFelicia,habíaperdidotodoloqueposeía.Entonces se hundió.Despojado de todas sus posesiones terrenales, se vio conunamanodelanteyotradetrás.PeroKat,suhermosamujerdenegroscabellos,la hermana del exmarido de Felicia, orgullosa e inaccesible, lo ayudó arestablecerse.
—¡Nomequieres!—habíagritadoélllorando.Yellalerespondió,fría:—No.Perosigocreyendoenti.Eso lo había despertado. ¡Diablos! Tenía razón. ¡Él era Tom Wolff! Un
campesinodeunagranjadejadadelamanodeDios,próximaalafronteracheca,toscoygrosero,perolisto,avispado,siempreunpuntopordelantedelosdemás.Teníacasisesentaaños,unagranbarrigaybrazoscortos—sucorazónprotestabadevezencuandocontralacomidaexcesiva,elalcoholyloscigarrillos—,perono era demasiado viejo para conseguirlo una vez más. En su experiencia, la
ambición,elvalorylasbuenasideassiempreteníanrecompensa,yél teníalastresvirtudes.Siquería,podíarecuperarsuposición.
Dehecho,lologró.En1938estabayadenuevoentreloshombresmásricosdeMunich, vivía en una casamaravillosa junto al palacio deNymphenburg yalardeaba de un Cabrio nuevecito de Daimler-Benz. Bienes por los que nopagabaunpequeñoprecio.
Estabanacomienzosdeoctubre,laprimerahojarascasembrabayalascalles,unvientofríohacíavibrarloscristalesdelasventanasyunalluviaintermitentecaíadelasbajísimasnubes.TomWolffseincorporóenlacamayobservóalamujerquedormíaasulado.Comolesucedíaamenudo,loqueviolocolmódeaversión.Lulúrespondía,enrealidad,alnombredeEdithMüller.Sinembargo,comolegustabaloexótico, insistíaenquesedirigiesenaellacomo«Lulú»,yhabíallegadoaconseguirquelamayorpartedelagentecreyeseque,dehecho,sellamabaasí.Manteníaensecretosuedad,perodebíadeestarentrelossesentaylossetenta;semaquillabademanerallamativa,seteñíaelpeloderojo,llevabaropajuvenilyabigarrada,yseadornabadepiesacabezaconostentosasjoyasdeoro.Creíaqueasíteníaunaspectojoven,aunque,adecirverdad,parecíamuchomásmayor.Tom,quecontemplabadesdearribasuspárpadospintadosdeazul,pensóasqueado:«¡Bruja!¡Viejabrujaemperejilada!».
Eralaviudadeunfabricantedejuguetes,unamujerinmensamentericaqueseaburríalamayorpartedesuvida.Noparabadecomprarsenuevosvestidos,nuevas joyas,yhacíaquesuchófer la llevase todas lasmañanasalpeluquero.Quedabaconsupuestasamigasparatomarelté,charloteabasobreestoyaquello,ysesentíacasitanhueracomoantes.Enalgúnmomento,comprendióloquelehacíafalta:unamante.Necesitabaunamantecondesesperación.
Tomlahabíaconocidoen1932,enunafiestadeamigoscomunes,cuandoél,concincuentayochoañosreciéncumplidos,andabacomounanimalheridoenbusca de autoafirmación. De una manera u otra, se habían puesto a hablar,sentadosunoalladodelaotraenunexquisitosofá,mientrascomíanbocaditosde salmón. Lulú sostenía el bocadito entre sus gruesas manos con manicura
perfectayextendíaelmeñiquecondelicadeza,yTomcontemplabafascinadosusenormesanillosdeoromacizo.Ellalehablódelafábricadejuguetesysequejódequesusventasestabancayendo.
—Siemprehabíaidomuybien.Pero,depronto,seestancó.—¿Quéseestancóenconcreto?—preguntóTom.Bajounaslargaspestañasfalsas,ellalomiróafligida.—Losvaqueros.Losindios.Loscaballos,lasvacas,lasovejas.Producimos
figuritas,¿entiende?,delSalvajeOesteydegranjas.Peroporalgunarazónyanolasquierenadie.—Alargólamanohaciaelsiguientebocaditodesalmón.
—Ya—dijoTom.Yalsegundosiguientetuvounadeaquellasocurrenciasque,enelcursode
suagitadavida,yalohabíanllevadoalgunavezhastalasalturasdeléxito.—SA—añadió.Lulúlomiródesconcertada.—¿Cómodice?Tomsediogolpecitosconunpañueloenlafrenteparasecarla;encuantose
acalorabalomásmínimo,comenzabaasudar.Tensiónalta.—¡Nazis!¡Tenemosquefabricarejércitosenterosdecamisaspardas!Adolf
Hitlerconlamano…—¿Tenemos?—preguntóLulú,burlona.Tomlamiró.—Yopodríallevarsufábricaalomásalto,Lulú.—Pero¿porquénazis?—Losnazisvanaganarlaselecciones.—¿Ycómolosabeusted?—Losé.Digamos…queestoycasiseguro.Ysiesciertoyaldíasiguiente
lanzamos nuestras figuritas al mercado, será un buen negocio. Todos loschiquillos alemanes se volverán locos por ellas. Y podemos… podemosreproducirtambiénaotroshombresdeEstado.Podemosmontaracontecimientoshistóricos.Lulú,conesosmalditosjuguetes,podríamoshacerunafortuna.
—Ysilosnazisno…—Lo harán, cuente con ello. ¡Vaqueros! ¡Indios! ¡Ja!, nadie los echará de
menos.Lulúseriomaliciosa.—Podría agradecerle ahoramismo el consejo y llevar a cabo todo eso yo
sola.Tomlacontemplóconfrialdad.—Calculo que no tiene usted ni una sola mente creativa en su empresa.
Arruinaríaesahermosaidea.—Silehagoaustedmisocio…,¿quéquiereacambio?—Unaparticipaciónenormeenlosbeneficios.Ysereljefedirectamentepor
debajodeusted.Lulúlevantósucopadechampán.—Lopensaré.
Eransociosdesdehacíaseisaños.ElcálculodeWolffhabíaresultadobrillante.Produjeron agentes de las SA, de las SS, Juventudes Hitlerianas, JóvenesAlemanes,aHitler,Göring,Goebbelsencualquiersituación,alpueblojubiloso,banderas,tribunas,desfiles…Podríadecirsequelesquitabanelproductodelasmanos. La idea más novedosa de Tom había sido vender soldados. Cañones.Caballosdecaballería,camionesmilitares.EnplenamilitarizacióndeAlemania,sevendíancomoelpan.Además,habíanconfiadoaTom,porsupuestomiembrodelPartidodesdehacíamucho,laproduccióndeinsigniasparalascampañasdelAuxiliodeInvierno,ysuministrabafiguritasdeárbolesdeNavidad,brochesenformademariposa, figurasdecuentoymuchomás.Eraunhombre rico.YelqueridodeLulú.
EllalohabíaconvertidoenelsegundodeabordodeJuguetesMüller,peronoperdíaocasiónderecordarlequedependíadesugenerosidadquemantuviese
elpuesto.Y,entreotrascosas,siemprehablabadequeprontoseretiraría—enrealidad,nuncahabíatrabajado—ydequenecesitaríaunsucesor.
—¿Aquiénharéentoncesjefe,Tom?—¡Amí!—Solosieresbueno…Al principio a él no le había importado acostarse con ella. Puesto que su
esposaKat lorechazabadesdehacíaaños, inclusoacogióbienelcambio.Perocadavezloasqueabamásaqueljuego.Eracomouncaballoalqueleponenunterróndeazúcaranteelmorroyselovanretirandocadavezqueseestiraparacomerlo.Elazúcareralafábrica.Éllaquería,laqueríaatodacosta,inclusosiparaelloteníaqueinterpretarelpapeldequeridodeaquellahorripilantemujer.Lo odiaba, pero el objetivo merecía la pena. En cuanto fuese el jefe, tal vezpodría engañarla. Por lo menos lo intentaría y, quizá… quizá un día todo leperteneciese a él. ¡Diablos! Se lo había ganado. Había hecho prosperar elnegocio, él solo. Entretanto, conocía los libros, sabía que la empresa habíapasadoverdaderasdificultades,peoresdeloquelapropiaLulúhabíainsinuado.Ahoraelnegocioflorecía…Ytodoselodebíaaél.
SedeslizólejosdeladormidaLulú,selevantóyencendiólaradio,alaquelos nazis habían bautizado como «receptor del pueblo». Los alemanes habíaninvadido los Sudetes, informaban con emoción todas las emisoras: «Hitlerrecupera a los alemanes para el Reich. Entusiasta recibimiento a nuestrastropas».
Wolffescuchósatisfecho.SeimaginólosAcuerdosdeMunich,porlosquesehabíadecididolacuestióndelosSudetesafavordeAlemania,yaenpequeñoformato.Hitler,Chamberlain,MussoliniyDaladierdepieensemicírculo.
Seguroquevolvíaaserunéxito.Lulúsehabíadespertado.—¿Tevasya,Tom?Justoseestabaponiendolospantalones.—No tengomás remedio.Lo siento.Quiero comprobarunavezmás en la
fábricacómova«elencuentrodeMunich».Yasabesquesiunonolocontrolatodo…
—Hacesverdaderossacrificiospormiempresa—dijoLulú,perezosa.Tomnocontestó.Lulúutilizabaesafórmulaaconciencia,esoloteníaclaro:
«Miempresa».Sabíaqueélodiabaquese lo recordase.Peroaella legustabademasiadojugarconsupoder.
—Tom,¿cuándovasavolver?Se levantó también, se puso la bata de seda verde. Se le había corrido el
maquillaje de los ojos, tenía un aspecto grotesco y parecíamuymayor.Comosiempre que acababa de acostarse con ella,Tom estaba convencido de que nopodríavolverahacerlo.
—Aúnnolosé,Lulú.Tampocohacefaltaquemimujerseentere.—¿Crees que le importaría? —Lulú apagó la radio. La política nunca le
habíainteresado—.Megustaríavertepasadomañanaporlanoche,Tom.—¿Pasadomañana?—«Diosmío,¡pasadomañanaotravez!»—Sí.Haréquepreparenunabuenacenaynossentaremosantelachimenea.
Unbuenvinodelabodegademidifuntomarido…—Nosésipuedo…Lulúseencogiódehombros.—Siteesforzasespormílamitadqueporlosjuguetes…—¡Lodelosjugueteslohagoporti!Lulúseriocondesdén.—¡Mentiroso!Lohacesporti,soloporti.Séperfectamenteloquequieres:
quieresmifábrica.Tedejaríasmatarporella.Enfin,puedequenoestéstanlejosdetuobjetivo,despuésdetodo.¿Quiénsabe?Entonces¿pasadomañana?
Tomsetragólairayelasco.—Estábien,Lulú,tesoro.Aquíestaré.Pasadomañana.Fuera,enlacalle,seenvolvióbienensuabrigo.Elvientoarremolinabalas
hojas. Principios de octubre y ¿ya tanto frío? Se sacudió, e intentó sacudirsetambiénlospensamientosqueloacuciaban.Aquelsentimientodeestaratrapado
enunabrazodelquenohabíaescapatoria…¿Dejarloahora?¿Vivirconeldineroquehabíaganado?¡No!Nocuandopodíatenerdiezvecesmás.
Sesubióalcocheyarrancó.Entodaslascalles,losvendedoresdeperiódicosanunciaban extras sobre la invasión alemana de los Sudetes, intentandoimponerse a las voces de los demás. Tom sonrió. Encontraba a los nazispresuntuososyestúpidos,consupalabreríasobrelarazaaria,sobrelaexpansióndel espacio vital, sobre el Reich de los mil años. Aquel necio «Heil Hitler»,manoderechaarriba,ysiempreunmontóndeaspavientosporcualquiernadería.Comouna gallina que acaba de poner un huevo, así cacareaban los nazis concada nueva conquista. Austria, los Sudetes. Y pensó: «Danzig. Danzig es losiguiente».
PerotanpocoapoyabaTomaHitlercomodecididoestabaaentenderseconsusesbirrospardos.Ostentabanelpoder,asíquehabíaque lisonjearlos.Nuncahabía tenido el oportunismo por un vicio del carácter, sino por una puranecesidad,yquienfueseconremilgosdemostrabaserunestúpido.
SumiradasedetuvoenunamujerqueenesemomentocruzabalaKarlsplatz.Un abrigo elegante de lanamarrón oscuro, un pañuelo de seda en luminosostonosverdesalcuello,cabellooscuroybrillante…Aquelrostroarisco…
Pisóelfreno,hizocasoomisodelosenojadosbocinazosdelconductorqueloseguía,ybajólaventanilla.
—¡Quéalegría!¡FeliciaLavergne!Feliciaseacercó.—¡TomWolff!¡Cuántotiempo!—Desdeluego.¿Dóndevas?—Devisita.—¡Ah!¿Unacita?—Noseasbobo,Tom.—Te llevo adonde quieras. —Tom hizo un amplio ademán abarcando el
coche—. Serás la primera a la que permito ir en mi nuevo automóvil. HevendidoelBugatti.¿QuéteparecemiCabriolet?
—Noestámal—dijoFelicia,ysubió.—VeintidósmilmarcosdelReich—aclaróTom,indolente—.Ciencaballos.
¿Sabeslorápidoqueva?—Niidea.—Cientosesentakilómetrosporhora.Pordesgracia,nopuedodemostrártelo
aquí.—Tecreo.—Felicianopudoevitarsonreír.Tomeraelmismofanfarrónsin
remediodesiempre.Se reclinócómodamenteenelblandoasiento—.Voya laHohenzollernstrasse.
—Hohenzollernstrasse.Deacuerdo.El coche siguió avanzando. Tom echó a Felicia una mirada, ella se la
devolvió.Pensó:«¡Quéviejoestá!».YTompensó:«Sigueigualdeguapaquesiempre».Habían sido socios comerciales hasta el viernes negro y se conocían
demasiadobien.Nonecesitabanfingiranteelotro.Sabíanqueerancodiciososy,devezencuando,inclusocínicos.Cadaunoteníaunpuntodébilqueintentabaocultarencarnizadamente,ypodíanajustarsealomásextremosinalejarseensuinteriorniporasomodeloqueteníanporcorrecto.Aveces,TomlehabíadichoaFelicia:«Erescomoyo.Niunápicemejor,queridaseñora».
Ellaprotestaba,perosabíaqueélteníarazón:eraigualqueél.—Creoque tengoquefelicitarte,Felicia—comenzóadecirTom—.Según
sedice,enprimaveradisteenladiana.PeterLiliencrontetransfiriósuempresa.¿Cómoloconseguiste?
—Nohicenada.—Ya,ya.¿Asíquefueunpremiodeldestino?¿Porqué?Sisepuedesaber.—No se puede saber, Tom. Por una vez en la vida, la historia no es en
absolutodetuincumbencia.—Mmm…¿DóndesehaperdidoLiliencron?—Notengonilamásremotaidea.Tomserioporlobajini.
—Apuestoaquesabesmásquenadie.Peronotevoyaacuciar.DondequieraqueestéLiliencron…, túhas logrado tuobjetivo.Unavezmás.Sabesqueporellomerecestodamiadmiración.
—Gracias. Es bonito tener un admirador. Por cierto, ¿cómo van esosjuguetitostanmonostuyos?
—Vientoenpopa—respondióTom,satisfecho—. Inclusome lodigoamímismo: los nazis en los cuartos infantiles fue una de lasmejores ideas demivida.
—Laverdadesquetodosteadmiranporello,Tom,nosoloyo.Sinembargo,te falta la piedra decisiva para la felicidad, ¿no? Ganas mucho dinero con elimperioMüller,peronadadeélespropiedadtuya.¡Niunapizca!
Tomentrecerrólosojos.—Sí…Respectoaeso,vasunpasopordelantedemí.Perotesigodecerca.—Deesoestoyconvencida—dijoFeliciaeducadamente.TodoMunichsabíaqueseacostabacon laatrozLulú,y todos teníanclaro
porqué.QueLulúfuesetanlistacomoél,solopodíahacerqueaquellapartidadepóquerfueseaúnmásemocionante.
NovolvieronahablarhastaquellegaronalaHohenzollernstrasse.—Asíque…¿aquiénvasaverentonces?—preguntóTom.—Aunosamigos.Debesdeconocerlostambién.SarayMartinElias.—MartinElias…¿Elhijodelfamosobanquero?—Exacto. Solo que el banco ya no pertenece al viejo Elias. Puedes
imaginarteporqué…—Ya.Judíos.—Martin es escritor, pero no puede publicar. Trabaja para una revista
pequeñapor unamiseria de sueldo.YSara tieneunpuesto en la guardería deniñosjudíos.Sedefiendenmásmalquebien.
—Tecreo.Aquílavidaseleshacomplicadomuchoalosjudíos.—Aversipuedohaceralgoporellos.Adiós,Tom.Graciasporelpaseo.Lasiguiócon lavistamientras sealejaba.Desdehacíamásdeveinteaños
luchabapor sentirse de lamisma condiciónque ella, pero siempre estaban lasbarrerasinvisiblesdelorigendeambos.Él,hijodeuncampesinodelafronteracheca. Y ella, hija pudiente de Berlín, respaldada por la finca en la PrusiaOrientalyporunafamiliasecular.Élpodíatenertodoeldinerodelmundo,quenuncalaalcanzaría.Nunca.
Serecompuso.Aquellanocheteníainvitados.AmigosdelGauleiter.[1]Teníaqueestaralaaltura.
4
Belle y Max habían llegado a un acuerdo: no se habían mudado a laSchlossstrasse,alacasadelaabueladeBelle,perotampocoalhumildecuartodePrenzlauerBerg.MaxhabíaencontradounapartamentoenlaAlexanderplatzquepodíanpermitirse:treshabitaciones,cocinaybaño.Unazonasobriayfea,enopinióndeBelle,yeledificiotampocolegustaba:unacasadealquilergrissin el más mínimo rastro de verde ante ella. Pero, puesto que Max habíatransigido,nopodíaponersequisquillosa.Sumadrelehabíaenviadodineroparaamueblarlacasa,yBellepasabatardesenterasrecorriendolastiendasdeBerlínparaescogerarmarios,sillones,alfombrasycortinas.Felicia,atormentadaporlamalaconcienciadehaberseperdidolaboda,habíasidogenerosaconelcheque,y Belle, al menos en lo que al interior se refería, convirtió la casa en unabombonerallenadeespejos,cojinesybonitoscuadros.Todoeralujoso,nuevoyelegante.Bellesedeleitabaconsuslogrosy,conciertaobstinacióniracunda,seentregabaasuscomprasconmásfruicióncuantomásseenfadabaMaxporellas.Por lo general, no decía nada, pero ella notaba que no estaba de acuerdo.Despreciabaellujo,loencontrabasuperfluoydecadente.
—¿Para qué necesitamos una enfriadera? —preguntó espantado cuandoBellepusosobrelamesasuvaliosaadquisiciónmásreciente.
Ellalevantóunabotella.—Paraesto.Porqueestanochebebemoschampán.Max había tenido problemas en el ensayo de la tarde, estaba cansado e
irritado.—Entiendo. Apenas podemos pagar el alquiler, pero siempre tendremos
champán.
Belleencendióunavela,esforzándosepormantenerlacalmaysalvarlapazdelavelada.
—Laabuelanosharegaladolabotella.Ylaenfriaderalahepagadoconeldinerodemimadre.¿Ves?Notienesquepreocupartedenada.
—Sinofueseporquetienesatufamilia—replicóMax,mordaz—,apuestoaque no te habrías casado conmigo sino con un hombre adinerado.No puedespasarsinlujos.
—Tengobuengusto,nadamás.Élcontemplósurostroelegante,laslargasydensaspestañasmaquilladas,los
labiospintadosdecarmín.—Sí… Seguramente es eso. Tendrías que estar en un ambiente chic y
hermoso.Peroyonoencajoenél.—Max,porfavor,¡noempiecesdenuevo!—exclamóBelle,desesperada.Unanoche,soloqueríapasarunanochesinaquellasagotadorasdiscusiones.
Quería celebrar que, tras meses de apariciones en estúpidas películas depropaganda,porfinvolvíaa tenerunpapelenunapelículadeverdad:HerbertSelpinlehabíadadounasfrasesenDimequesíy,además,conLuiseUllrichyVictor de Kowa. Estaba entusiasmada y semoría por contárselo aMax, peroahora,derepente,selehabíanpasadolasganasynodijoniunasolapalabraalrespecto.
Cenaronensilencio,luegolavaronensilenciolosplatos.Maxhabíaquedadoconunpardeamigosenunataberna,puesesanochenoactuaba.
—¿Tegustaríavenir?—lepreguntócortés.Bellelomiróindiferente.—Gracias, pero, puesto que no estoy en condiciones de añadir nada
ingeniosoavuestraelevadaconversación,mejormequedoencasaymevoyalacama.Esperoquelopasesbien.
Por un momento pareció que Max se iría sin más. Sin embargo, traspensárselo mejor, se acercó a Belle y la apretó contra su pecho en uno de
aquellosgestostiernosqueraravezprodigaba,peroquehabíanhechoqueBelleseentregaraasusbrazossinreservas.
—Eres una mujer muy inteligente, Belle —dijo en voz baja—, y meencantaría saber lo que piensas si pudieses ver un poquito más allá de tusnarices.
Bellenotóelcalordesualientoenelpelo.Sesentíaimpelidaadecirlequelo amaba, porque, de eso estaba convencida, pese a todo lo amaba de verdad,aunqueélhabíaechadoaperdersualegría.Loapartódeella.
—Gracias por concederme, almenos, un poquito de sentido común,Max.Aunasí,esevidenteque,apesardeello, tengounhorizontebastantelimitado,porloquenodeberíasperdereltiempoconmigo.
Sevolvióyseencerróeneldormitorio.Atravésde lapuertapudooírqueMax se iba. Se le saltaban las lágrimas de inquietud y enfado.Al diablo, erajoven,queríadivertirse,estabaensuderecho.Queríasalirporlasnoches,perono con aquellos reformadores del mundo que se deshacían en improperios amediavozcontraHitleryquesoñabanconelBerlíndelosañosveinte.Queríabailaryconoceragentedivertida.Condecisión,tomóalgodedinero.Bajaríaacasa de la portera y le pediría que la dejase llamar por teléfono. A Paul, suprimo.Talvezpudieraquedarconél.Almenos,élnolaaleccionabacadadosportres.
Paul Degnelly era un joven soñador, alto y rubio, inteligente, amable yreservado.Habíanacidoen1915,enmediodelaguerra,ysupatrióticamadrelehabíapuesto elnombreporPaulvonHindenburg, elvencedordeTannenberg,deseando en secreto que un día lo llevase a una gloria similar. Sin embargo,pronto se hizo evidente que Paul no tenía inclinación alguna en semejantedirección; en eso se parecía mucho a su padre, que no había superado loshorrores de la última guerra. El bufete de Johannes Degnelly gozaba de unailustrereputaciónenBerlín,loquesedebíatantoalashabilidadescomojurista
del abogado como a sus cualidades humanas. «Un auténtico señor», decía lagentecuandohablabadeél.
Paulestabadecididoaseguir lospasospaternos,unaempresaquesehabíavistoretrasadaporlareintroduccióndelserviciomilitarobligatorioen1935.Eljoven tuvo que cumplir y, puesto que siempre se había interesado por losautomóviles,seincorporóaunaunidadmotorizada.
—Así puedo sacarme el permiso de conducir —le había comentado a supadre.
Resultóquelode«motorizada»eraunadenominaciónencubierta:sereferíaa los recién construidos carros de combate alemanes. Formaron a Paul comoconductor de tanques. Lo único que podía pensar durante aquella época era:«Esperemosquenoestallenuncaunaguerra».
DespuéshabíaempezadolacarreradeDerecho.Soñabaconentrarundíaenelbufetepaternoypensabaque,sinlugaradudas,todosloscarrosdecombatepodíanirsealinfierno.
SealegródequeBelle lo llamasede improvisoyquedaseconélpara ir acenarlanochesiguiente.
Belleacudióconunaamiga,Christine,porquedecíaqueseríamásdivertidosierantresenlugardedos.Paulestabatanfascinadoporlajovenquenopudoapartarlamiradadeelladesdeelprimersegundo.
CenaronenHorcher.Bellesehabíacompradounvestidonuevo;eradelanaverdeoscuro,conuncinturónanchonegro.Elverdedabaasuoscurocabellountono rojizo; en las orejas le centelleaban unos aros de strass. Tenía los ojosrasgadosyseloshabíamaquilladodemaneraqueparecíanalgoorientales,yseasemejabaaungatodispuestoaaprovecharlaproteccióndelanocheparacazar.PuestoquePaulyChristineseocupabanúnicamenteelunodelaotra,Belledejóque su mirada flotara por el restaurante y se encontró con la de un hombre,sentado un par demesasmás allá. Estaba acompañado de una rubia de ciertaedad,embutidaenunvestidodesedadecolorrosaconmangasabullonadas.Seveíaqueellanoleinteresabalomásmínimo.
Belle bajó las pestañas; ya lo había mirado demasiado. Aun así, comohipnotizada,volvióaobservarlotrasunratoycomprobóqueéllamirabaaúndehitoenhito.Lesonrió.
«Unpetulante»,pensóella,yremoviósuensalada.—Mañanapodemoscomerjuntosenlacantina—leestabadiciendoPaula
Christine.—Estaréallíalauna—contestóChristine.Losdosparecíancompletamenteausentes.Despuésdecenar,Bellepropusoiraunbar.NiPaulniChristinemostraron
especialentusiasmo.—Mañana tengo un examen—explicó Christine—. La verdad es que no
quieroquesemehagademasiadotarde.—Tellevoacasa—seofrecióPaulenseguida,muycortés,yañadió—:Ati
también,porsupuesto,Belle.—Notepreocupes.Puedequevayaalcine,yaveré.Encualquiercaso,no
estoyenabsolutocansada.—No puedes ir sola al cine —protestó Paul de inmediato—. ¿Qué diría
Max?NodejabadeirritarloqueBellesalieseporsucuentasinsumarido.—Max no dirá nada; de hecho, no le interesa demasiado lo que hago.—
Bellesuspiró—.Escuchad,ahoralosdososvaisacasayyomevoyaverunapelícula,yluegomemarchotambiénacasayosprometoqueserébuena.
Paul entendió que Belle haría de todas formas lo que quisiera, así que sedespidierondeelladelantedelrestaurante.Belletuvoqueaguantaraúnunmillardeadvertencias,hastaquePaulyChristinesesubieronauntaxiysemarcharon.
Bellesearrebujóensuabrigoydiounpardepasospocodecididospor lacalle. No le sorprendió ni lo más mínimo que el hombre del restauranteapareciese a su lado y le hablase. Su acompañante envuelta en rosa habíadesaparecido.
—¿Legustaríairaunbar?—preguntó.
Belleteníauncomentarioimpertinenteenlapuntadelalengua,perosetragóloquehabríaqueridoresponder.Habíaalgoensuvoz…No,noerasuvoz,erasu forma de hablar. No se expresaba en dialecto, pero la entonación… Bellehabría juradoqueerade laPrusiaOriental.Elhombrehabíaentradoconbuenpie,puestodoloquelerecordasevagamenteaLulinnladesarmaba.
—Me llamo Andreas Rathenberg. Ahora puede usted hacer dos cosas: oviene conmigo a tomar algo, ome dice que la deje en paz. Pero entonces novolveráavermenuncamás.
Ellaserio.—¿Nomedaríaunasegundaoportunidad?Élseencogiódehombros.—Esimprobablequevolvieraadarselaocasión.ElimpulsodeBellefuedejarloplantado,pero,parasusorpresa,nolohizo.
SeguramenteporqueoíaLulinnensuvoz.Cuandoélhizounaseñaauntaxiylaagarródelbrazo,elladiounpasoatrás.
—¿Dóndeestálaseñoraconlaqueestabaustedsentado?Andreastorcióelgesto.—¡No me la recuerde! Es la esposa de un amigo relacionado con los
negocios…Unaobligación,digamos.Porsuertenosesentíademasiadobienylehapedido a su chófer que la lleve a casa justodespuésdel postre.—Abrió lapuertadeltaxi—.Entonces¿viene?
FueporpurodespechohaciaMaxporloqueBelledecidiósubir.Almismotiempo, se calificó de boba e infantil. «Por supuesto, no dejaré que esto seconviertaenunagranhistoria»,sedijosevera.
—¿Cómosellama?—lepreguntóAndreasenelcoche.—BelleLombard.—Belle…¡Quéadecuado!Enesemismomomento,ellasediocuentadesufallo.—Ay, seré tonta. Ya no me apellido Lombard. Marty. Belle Marty. Estoy
casadadesdemayo.—Estabafuriosaconsigomisma.¡Eraidiota!
Elsiguientecomentariodeélnosehizoesperar,inevitable.—¿Loolvidaustedamenudo?Ellalevantólascejas.—Muyraramente.Guardaron silencio durante un par de minutos. Hasta que Belle no pudo
seguirreprimiendosucuriosidad.—¿Dedóndeesusted?—Königsberg.PerohacemuchosañosquevivoenBerlín.—¡Ah!Losabía.Lohenotado.SolopodíaserusteddelaPrusiaOriental.—¿Tambiénustedesdeallí?—DeInsterburg.Mifamiliatieneunafincaallí.Voytodoloquepuedo.Él le lanzó una larga mirada que, esta vez, no recogía la arrogancia del
hombredemundo.Estavezhabíaenellaunasomodecalidez,decomprensión.—Adoraesafinca.—Sí—dijoellasencillamente.—Quienperteneceaesatierranuncaescapadeella—explicóAndreas.Sacóunbilletede sucartera,pagóal taxistaunapropinademasiadoaltay
presumiódesualarde.LlevóaBelleaunlocaldebailerusoypidióunabotelladechampánucraniano.DejóqueellalecontasetodosobresutrabajoenlaUFAylallamó«GretaGarbo»conunamezcladedesdényadmiración.Hacialasdos,ellabrindóconélconvodka.
—Nomellamesasí,Andreas—leexigióconlalenguatorpe.—¿Cómo?—NomellamesGretaGarbo.Élseinclinósobrelamesaylabesóenlamejilla.—Pero eres tan guapa como ella. Tan fría como ella. Tan arrogante y
vulnerablecomoella.Mevoyaenamorardeti,Belle.Belleserio.—Notevaaservirdenada.Absolutamentedenada.No,mientrasyonome
enamoredeti.
Yentantolodecía,yalohabíahecho.
5
Cuantomásseacercabaasucasa,másarrastrabalospasos.Eralomismotodoslosdíasúltimamente.Noeraquenoquisieraverasumujerporqueestuviesenreñidoso seaburriesen juntos.No,nuncaseaburriríaconSaray, enel fondo,jamássehabíanpeleadodeverdad.Discutir,sí.Podíandiscutirnochesenteras,sobreDiosyelmundoytodoentremedias,yenalgúnmomentounodelosdossedabacuentadequeeramedianocheyqueeramejorquesefuesenadormir.Noobstante,enlosúltimostiempos—enrealidad,desdehacíaunosdosaños—,todas las conversaciones giraban en torno almismo tema: irse deAlemania oquedarse. Las discusiones ya no eran febriles, apasionadas y comprometidas,ahoraerandesesperadasyangustiosas.Saraseechabaalloraramenudo.Sentíaun temor profundo e intenso a los nazis y sufría con los abusos a los quesometíana los judíos.Él lohabríadado todoporverla reírdenuevo,yerasurostropálidoytristeloquelehacíapenosalavueltaacasaporlasnoches.
SibienMartinEliaseraelhijodeunbanqueromuniqués,sehabíamarchadodecasaaunaedadtempranaymilitóconlossocialistasdurantebastantetiempo.TrassubodaconSara,unaberlinesajudía,escribióunanovelaconciertoéxito;enmayodel33,sinembargo,fuevíctimadelaquemadelibrosdelosnazis.LaCámaradeCulturadelReichdeJosephGoebbels,quecontrolabarigurosamenteaartistasytrabajadoresculturalesdelReich,comunicóaMartinElias,yaenlaprimavera de 1934, la prohibición de volver a ejercer su actividad de escritor.Asíquebuscó trabajoenuna revista,unapublicaciónperiódicapequeñay sinpretensiones, que en esencia se ocupaba de acontecimientos delmundo de losdeportes, ilustrándolos con musculosos héroes teutónicos rubios en portada.Martinencontrabaestúpidoslostextosqueseveíaobligadoaredactar,peroera
la única posibilidad de ganar algo de dinero, y lo necesitaban para pagar elalquiler.Sara trabajabaenunaguarderíadeniños judíosquenorecibíaningúnapoyoestatal,asíquesologanabaunpequeñosueldodenada.
«Nos acorralan de talmanera que no nos quedará otra que abandonar estehospitalariopaís»,pensóMartin,cansado.
Abrió la puerta de casa, se quitó los zapatos. Fuera hacía un día denoviembrefríoyventoso.El9denoviembre.Hitlercelebrabacomocadaañosumarcha al Templo de los Generales. Había banderas izadas por casi todoMunich.Porlomenosesonoteníanquehacerlo.Nopodíansiquiera:lasLeyesdeNurembergprohibíanquelosjudíosizasenlabanderadelacruzgamada.
Saraestabayaencasa,parecíaagotada.Eraunamujertímida,casiinvisible,que tenía que tener mucha confianza con alguien para mostrarle que poseíagrandes dosis de inteligencia, humor y determinación. Sin embargo, lamayorpartedelagenteperdíaelinterésenellademasiadorápidoparaenterarse.
Olía bien en la cocina. Sara estaba friendo algo, trasteaba con platos yfuentes.Unruidoíntimoypacífico.Conrabia,Martinpensó:«¡Podríamostenerunavida tanbuena!Nosqueremos, tenemosunacasabonita, losdospodemosconfiar ciegamente en el otro. Si no fuese por los nazis, podría escribir minovela,aSaralepagaríanmás.Podríamostenerunniño».
Les habría gustado tener hijos. Cuando salió su libro y se vendiósorprendentementebien,Martinhabíadichoexaltado:
—Voyaganar tantodineroquealgúndíapodremosalquilarunacasitaconjardín.Entoncestendremosunhijo.Odos.Otres.
Unhermososueño.—¡Hola,Sara!Lediounbeso.Ellaloabrazóensilencio.Aéllegustabansusmimos.Sara
eradulceysosegada,yledabasiemprelasensacióndequelavidanopodíasertanmalanielmundotanterrible.
—Vamosacomerenseguida—anuncióSara.Yahabíapuestolamesa,encendidounavela;envezdevino,quenopodían
permitirse, había una botella de zumo de manzana. Tenían sopa de primero,luegoverduraconpatatas.
—Eresenternecedora,Sara—dijoMartin—.Despuésdetudurajornada,temetesen lacocinaypreparasunabuenacena.—Observócómoellapicoteabaunguisante conel tenedory se lometía en laboca singanas—.Hasvuelto aperderelapetito,¿verdad?
—Estoytanpreocupada…Hoyhanfaltadootrosdosniñosenlaguardería.Dicenquesehanidoconsuspadresalextranjero.AHolanda,Martin…
Él suspiró en silencio.Ya estaban de vuelta con el tema. Sara quería irse.Queríairseatodacosta.
—Martin,herecibidounacartademimadre.EstádecididaairseaAmérica.TenemosunparientelejanoenOklahomaquelaacogerá.Ytampoconosdejaríaanosotrosenlaestacada.Sinosdecidiésemosadarelpaso…
Martinempujósuplato.—Esoes justo loquequieren.Hacernosañicoshastaquenosvayamospor
nuestrapropiavoluntad.Sara,¿deverdadquiereshacerlesesefavor?—No entiendo cómo puede ser para ti una cuestión de orgullo. Deja que
ganen.Nosechandenuestrapatria…¡PorDiosbendito!Regálalesesavictoria.Aúnpodemos irnos,Martin.Puedeque seanuestra últimaoportunidad.Tengomiedo.
—Notienesnadaquetemer.—Perotengomiedo.Veocosashorribles…Porlasnoches,enmissueños…
Ydedía,cuandovoyporlacalle…Martinnoserio.Saraestabadotadadeunacuriosaclarividencia,siemprela
había tenido. No es que pudiera hacer pronósticos exactos, pero captabavibracionesquelaadvertían.Cambiabadeimprovisodeaceray,segundosmástarde,caíaunatejadondeacababadeestar.Enunaocasión,pocoantesdesalirconMartin, tuvo una «sensación extraña» que la obligó a quedarse en casa y,mástarde,resultóqueenellocalalquepensabanir,porqueallíaúncocinabankosher y siempre se encontraban con amigos, había habido una redada de la
Gestapoyhabíandetenidoamuchosde loscomensales.Cuandohacíaañossecambiarondecasa,enseguidasediocuentadequeen laplantabajahabíaunapuertaquedabaalacalle,peroningunaalpatio.
—Eledificiosolotieneunasalida,Martin.Esomepreocupamucho.Apesardeello, semudaron,perodesdeaqueldíaSaraguardabaun temor
indeterminado.—Sara, no pueden hacernos nada serio—dijoMartin entonces—. Pueden
acosarnosyhacernoslavidaimposible,perolosoportaremosyundíatodoestejaleohabráterminado.
—Puedequenolosoportemos—locontradijoSara,ysepusoblancacomolapared.
Martinlamirópreocupado.—¿Quésucede,Sara?Ella se levantó, dio un paso atrás. A los pocos segundos estallaron los
cristalesdelaventana.Unladrilloentróvolando,cayóestrepitosamentejustoenlasillaenlaqueSarahabíaestadosentada.Desdefuerallegaronvocesygritos:
—¡Cerdosjudíos!¡Salid,cerdosjudíos!¡Dadlacara!Sararetrocedióaúnmásenlassombras.Martinselevantó,seacercóaellay
latomódelamano.—Tranquila,Sara.Estánborrachos.—¿Cómolosabes?—EnlavozdeSaravibrabayaeltonoagudodelpánico
creciente—.Noestánborrachos.Sonmuyconscientesdeloquehacen.Nosvanamatar,Martin,nosvanamatar.
—¡Suciosjudíos!—bramarondesdefuera.MartinabrazóaSara.—Notengasmiedo,Sara.Estoycontigo.Ellasollozócasiensilencio,perocontantaviolenciaqueletemblótodoel
cuerpo.Luego sehizo la calma.Los tiposdeabajo,quienesquieraque fuesen,siguieronsucamino.¿Serían,enefecto,ungrupodeborrachos?
Alamañanasiguientesupieronlaverdad.UnjovenjudíollamadoHerschel
Grünspan había disparado al secretario de la legación Ernst von Rath en laembajadadeAlemaniaenParíscreyendoquesetratabadelembajadoralemán.Conello,habíadesatadoel infierno.Prendieron fuegoa sinagogaspor todoelReich, las tropasde lasSArecorrieron lascalles rompiendo losescaparatesdelas tiendas judías, saqueándolas, demoliéndolas, atacando a ciudadanos judíos,deteniéndolos sin orden ni concierto. Discursos provocadores en la radioacompañaron las acciones.La noche del 9 de noviembre de 1938 pasaría a lahistoriacomola«NochedelosCristalesRotos»,ycomoelcomienzodelfin.
Cuando Martin apareció al día siguiente en la redacción, sobre su escritoriohabíaunanota conelmensajedeque su jefequeríahablar conél.Martin fueenseguida.Enrealidad,teníaunabuenarelaciónconelviejoHeinzSturm,peroestavezledabamalaespina.
—Supongo que sabe lo que pasó anoche, señor Elias. Claro, por supuestoquelosabe…
—Sí. Gracias a Dios, solo tenemos que lamentar una ventana rota. A miesposalehaafectadomucho.
—Sí…Puedoimaginármelo…Muydesagradabletodo…Sturmnoteníanadacontralosjudíos,absolutamentenada.Noentendíaqué
estaba sucediendo de pronto en Alemania. Y no quería inmiscuirse; erademasiadoviejo,yanoteníalosnerviosfuertes.Selevantó.
—Sabe…Sabequeloconsideromuybuenempleado.Unempleadobuenoyfiable.Yo…Losiento…—Sturmnodejabademoverlosbrazos,desconsolado.
—Quieredespedirme—dijoMartin.Leentrófríoentodoelcuerpo.Sturmnoseatrevíaadevolverlelamirada.—Porfavor,nomemalinterprete.Notengootroremedio.Si…Sidependiese
demí…—¿Lehapresionadoalguien?—Anocherecibívariasllamadasanónimas.Además,heencontradounacarta
anónimaenmibuzón.Dicenqueesunavergüenzaque tengaaun judíoentremis empleados.Enuna revistaque tienepor tema la camaraderíay el espíritudeportivoarios.Mehanamenazadoconsanciones…
Losojosdelancianoestabansubrayadosporprofundasojeras.«Seguramentehatenidounamalanoche»,secompadecióMartin.—Loentiendo—dijo.—Nocreoqueestébien, señorElias, sindudanocreoqueestébien.Pero
soyunhombreviejo,nopuedohacernada.Estarevistaesloúnicoquetengo…Me han amenazado con hacer quemis suscriptores se den de baja.Nome lopuedopermitir,entiéndalo…
—Sí, lo entiendo—repitióMartin—.Probablemente haga bien en temer alosnazis.
Sevolvióparairse.—Váyase de Alemania, señor Elias —le dijo Sturm cuando estaba en la
puerta—.Váyaseantesdequeseademasiadotarde.Lapuertasecerró.Conpasoscansados,mecánicos,Martinsalióa lacalle.
Una llovizna fría le vino en contra.Gente y coches por todas partes, voces ybocinazos. Un jueves cualquiera, todos iban a trabajar. Menos él. Él era undesempleado.
¿Quéhaceundesempleadoun juevespor lamañana? ¿Arrastrar suspasosporlaciudad,mirarescaparates?¿Soñarenelbancodeunparque?Eltiemponoinvitaba a hacerlo. Recorrió la calle sin objetivo, con el cuello del abrigolevantado, la cabeza medio hundida. Por todas partes había huellas de losdisturbios de la noche anterior. Aquí y allá, escaparates destrozados, lemasprovocativosenlasparedes.
«Nocompréisalosjudíos»,«Judíos,¡fueradeAlemania!».UnajovendeaspectoafligidointentababorrarlagranestrelladeDavidque
lehabíanpintadoenlapared.Dosescolareslegritaroncomentariosobscenosyluegosalieroncorriendo.
«Váyaseantesdequeseademasiadotarde»,habíadichoSturm.Laspalabras
sonabanaúnenlosoídosdeMartin.YlavozdeSara:«Nosvanamatar,Martin,nosvanamatar».
Sesentóenunpequeñocaféypidióunté.Lohabíanconseguido.Lehabíanarrebatado su carrera de escritor. Lo habían echado de su trabajo. Lo habíanconvertido en un hombre sin recursos que debía vivir del dinero de sumujer.Pero aquellos condenadosnazis no conseguiríanque abandonara supatria.Noestabadispuestoaarrodillarse.
Yyanopodíanllegarmuchomáslejosconsusrepresalias.
A lamisma hora, Andreas Rathenberg abría la puerta de su casa en Berlín ydejabaentraraBelle.
—Porfavor,echaunvistazoypontecómoda.LacasaestabaenelprimerpisodeunavillapreciosaenlaBerlinerStrasse
de Charlottenburg. Como Belle reconoció a primera vista, la decoración eralujosaydeungustoexquisito.Alfombrasmullidasyelegantes,cuadrosantiguosenlasparedes,cortinasencoloresluminosos,jarronesyesculturas.Entreellas,undesordennegligentequereflejabaunavidaocupada:revistas,libros,corbataspor todas partes, un cenicero a rebosar en la mesita del sofá, dos copas dechampánallado,unabotellavacía.
—Está todomangaporhombro—comentóAndreas—.Lo siento.Peromiasistentanovolveráhastaellunes.
—Megusta—dijoBelle.Cruzólasaladeestarymiróporlaventana.Habíaunjardincitodetrásdela
casallenodealtoscastaños,queahora,porsupuesto,noteníanhojas,peroqueenveranodebíandesercomounaparedverde.Lahiedratrepabahacialoalto,seenroscabajuguetonaentornoalaventana.Sinolafrenaban,prontoinvadiríaelinterior.
—Deverdad,megustamucho—repitióBelle.Notóloahogadaquelesonabalavozycarraspeó.
Andreasserio.—Siéntate.Con cuidado,Belle tomó asiento en el sofá. Se arrepentía ya de haber ido
allí.Porotrolado,lohabíahechoaplenaluzdeldíaynoera,enrealidad,unasituación comprometida. Max creía que había ido al rodaje de una películapublicitaria.Noestababienmentirle,pero¿cómoibaadecirle:«Laotranocheconocíaunhombreenlacallequequiereenseñarmehoysucasa»?
—Quetediviertas—lehabíadeseadoMaxesamañanacuandosalía.Élteníalamañanalibreysequedóleyendoelperiódicoenlacocina.Nose
habíadadocuentadecómosehabíaemperejilado,dequellevabasuvestidodepunto verde oscuro, zapatos de tacón y medias caras. Nunca había ido tanarreglada al estudio, donde, de todas formas, tenía que cambiarse y lamaquillaban.
«Apenasmemira»,pensóenfadada.El enfado le había dado impulso durante un rato, pero ahora empezaba a
aflojar.Qué idiotezestarallí sentadaesperandosimplementeaverquépasaba.Al final, Andreas la tomaría por una pavisosa, y posiblemente lo era. Sinembargo,ahíestaban:elhormigueoenelestómago,latensióndelosnervios,amediasterroríficayagradable,enelcuerpo…Comomuchasotrasveces,Belleparecía destinada a estas sensaciones ambivalentes, tan típicas de ella: queríaalgo,lodeseaba,peroalavezestabacomofueradesucuerpoysecontemplabaasímismacon lascejas levantadasenungestoburlón,comodiciendo:«Aquíestás,BelleMarty,sentadacontuvestidito,oliendoaperfumecaroysintiéndoteunamujerdemundo;pobreniñatonta».
—¿Quieresbeberalgo?—preguntóAndreas.—Sí,porfavor.Enrealidadnoteníased,peroconunvasoenlasmanossabríaalmenosqué
hacerconellas.Él desapareció al entrar en la cocina. «La verdad es que aún no sé
prácticamentenadasobreél»,pensóBelle.
Andreasteníatreintaydosaños,esdecir,eramásjovenqueMax,yocupabaunpuestodedirecciónenunaempresaquefabricabaacerosfinos,proveedorademateriaprimaparalaindustriaarmamentística.Yganabamuchísimodinero.
—En principio, no podía haberme pasado nada mejor que los nazis —lehabíadicho—.Sacamosmuchosbeneficiosconelarmamento.
ABellelegustabansusformas.SuspensamientosnoleerantanajenoscomolosdeMax.Eraunhombredenegocios,seinteresabaporlasventasynadamás.Seguro queMax se habría negado a suministrar acero para la construcción dearmas,igualquesenegabaatrabajarenunteatroqueestuviesebajolasórdenesde Joseph Goebbels, y preferiría morirse de hambre antes que ir contra susprincipios.
Belle sabía que tendría que encontrar su actitud más noble, pero no loconseguía. El pragmático Andreas le inspiraba más respeto y, como decostumbre,sedesprecióporello.
Andreasvolvióalasalaconunabotelladevinoydoscopasenlamano.Sesentó en el sofá al lado de Belle y sirvió el vino. Tinto. Ellamiró el líquidoburdeos y pensó enojada: «¡Tinto a las diez de la mañana! Qué tonto y quévulgar».
ElcomportamientodeAndreassolíaser tandirectoquedesarmaba:pillabadesprevenidaalagenteconsufranqueza.NoesqueBelleencontraraesterasgodigno de admiración, pero sí fascinante. Otro hombre habría intentado conmedios más disimulados crear un ambiente romántico, pero Andreassencillamentelepusounacopadelante,lallenóhastaelbordedeunvinotintodulceyespeso,ybrindóasusalud:
—Portucarrera,Belle.Elladiounsorbo.—Nodeberíasreírtetantodeeso,Andreas—dijoalgoenfadada—.Paramí
esmuyserio.Megustaríallegaraser,algúndía,unagranactriz.—Lo digo en serio. Te tomo muy en serio, Belle. Aunque también me
preocupoporti.Tienesmuchaambiciónytalento,yeresincreíblementebonita.
Pero, en tu interior, sigues siendo una niña.Vas haciendo papelitos en vez demeterte de lleno en la profesión. Mariposeas, hoy un poquito de publicidad,mañanaereslatercerafigurantedelaprimerafilaaladerecha,yconellosueñasysueñasconllegaralafama.Creoque…
—¡Andreas!Belle dejó la copa tintineante en la mesita, pero él no se inmutó ante su
crecienteenfado.—Losé,Belle,todosempiezandesdeabajo.Perosilavidasiguesiendopara
tiunjuegofácilydivertido,nuncallegarásdondequieres.Ningúndirectorvaadarteunpapeldecisivoporquenotienespersonalidadparainterpretarlo.Eres…—Belletratódelevantarsesindecirunapalabra,peroél laagarrórápidamentedelbrazoylaobligóaquedarsesentada—.Eresunaniña,Belle,peseatusojosletalesy tu apabullante seguridad.Unaniñamimadadeuna fincade laPrusiaOriental,deun lugardondeel tiemposedetieneyelmalsemantienealejado,¿no?—¿Cómosabía él aquello?—.Apuestoaque tehancuidadoyprotegidoinnumerables tías, tíosy cariñosas abuelas. ¿Algunavez en tuvidahas estadodesesperada?Quierodecir,desesperadadeverdad,nosolo irritadaporquealgonosalíacomoquerías.¿Algunaveztehassentidosola?¿Algunavezhassentidoun vacío desconsolado o te has emborrachado una noche para olvidar lo queduelelavida?No,estoysegurodequehasdormidocadanocheentucamaconun sueño dulce y profundo, y que a lamañana siguiente te has sentado a unamesabiendispuesta,rodeadadegentequesiempreestáahíparacomplacerte…Talvezyosoylaprimeraaventuradetuprivilegiadaviday,dehecho,alguienaquiennotomasenserio,igualqueatodoslosdemás.
—Notesobrestimes,Andreas.Noeresunaaventura.Solohablasyhablas,ymeaburresmortalmente.¿Puedoirmeya?
Intentólevantarseunasegundavez,peroélsiguiósujetándola.—Siempre has conseguido lo que te proponías, ¿verdad? Se te ve. En tu
paraíso de Insterburg había de todo: caballos y carrozas, y lindos vestidos, ybailesyapasionadosadmiradoresenabundancia…BelleLombardsoloteníaque
abrirlasmanosycaíaenellastodoloquedeseaba.Alfinal, inclusoalgalanteMaxMarty.—Andreasserio—.Noesundesconocidoenelmundodelteatro.Y,portodoloqueseoyedeél,notevanada.Puedoimaginarmemuybiencómoosmiráislosdossinentenderningunoloquediceelotro.
—¡DejadeinsultaraMax!Andreassepusoserio.—NoestoyinsultandoaMax.Nuncaloharía.Lotengoenaltaestima.—Bien,entoncesmeestásinsultandoamí.¡Nomeestimasenabsoluto!—
Belle consiguió desasir el brazo. Se levantó—.Me gustaría no volver a vertenunca,Andreas.
Éltambiénselevantó.—Losientositeheofendido,Belle.—Nolosienteslomásmínimo,hasdichoexactamenteloquequeríasdecir.
Y, en resumidas cuentas, todo esto estaba programado. ¡Vino tinto! ¡Tantemprano!Tecreíaconmásestilo,AndreasRathenberg.—Lomirócontodoeldesdéndequefuecapaz—.Losiguientehabríasidoecharlascortinasy,talvez,poner un disco de Zarah Leander. Y te habrías tenido por un gran seductor.Puede que tengas razón y yo sea una niña boba, sin experiencia, pero esosiempreesmejorqueserunvividortrasnochadoquesecreeirresistible.
—Belle…Ahorafueellalaquenolepermitióhablar.—Seguramente eso te ha funcionado a la perfección con tus muchas
conquistas baratas. A algunas les gusta que las traten como a un trapo; loencuentran excitante y las estimula amostrar lo fantásticas que son…Pero tedigo una cosa, Andreas, cometes un gran error si piensas que puedesengatusarmeasí.
Habíahabladoconvehemenciayenvozmuyalta;ahoraseencontrabacaraacaraconAndreasyrespirabaagitada.
Semiraron, losdos inquietosynerviososdepronto;y, a lavez, la tensión
entre ellos estaba llena de deseo. «Me entiende.Me entiende por completo»,pensóBelle.
No le importó quedarse inmóvil cuando él se acercó y la abrazó. Así,apretadacontraél,envueltaensuabrazo,sequedómuchotiempo.Losiguióaldormitorio sin titubeos. Las cortinas estaban echadas, el cuarto estaba enpenumbra.Distinguióunpardecalcetinesyunjerseysobreunasilla,doslibrosabiertosjuntoalacabeceradelacama.
Lacama…TuvoquereunirtodasufuerzadevoluntadparaobviarlaimagendeMax.Nosehabíaacostadoconningúnotrohombre,apartedeél,ynisiquierala primera vez había estado tan nerviosa como entonces. Max no dabademasiado espacio al amor, pero era bonito estar con él, tierno y familiar.Alrededor de medio año antes de la boda, ya se habían ido a la cama, en elmodestocuartodePrenzlauerBerg,dondenopodíanhacerniunruidoporquelasparedesdepapelhabríanpermitidoalagentedeallado,dearribaydeabajooírlotodo.Belletiritabadefríoporqueeraunanochedediciembrecubiertadenieve y no había manera de calentar el cuarto. Después le siguieroncastañeteandolosdienteshastaqueMaxfuealatabernadeenfrenteabuscarunponche caliente para ella. Belle se había avergonzado porque estaba casicongelada y le parecía una banalidad, porque suponía que deberían recorrerlaunos sentimientos tan sublimes y románticos que no le dejasen sentir el frío.Estabaunpocodecepcionada,peroqueríaaMaxporquesevolvióaacostarasulado,laabrazóylasostuvoentresusbrazoshastaquesequedódormida.
LacamadeAndreasolíaaunamezclade jabónpara lacoladay locióndeafeitado,ylasedadabaunaagradablesensacióndefrescor.Comounrelámpago,elrecuerdodelassábanasdesedaamarilladeLulinnabrumóaBelle.Maxyellano llegaronadormirenaquellacama.Ahoraseacostabasobreseda,peroconotrohombre.
«¡Dejadepensar!Porloquemásquieras,¡dejadepensar!¿Porquénotehasbebido el vino, estúpida?Así todo seríamás fácil.Ahora, relájate y supera tuprimeradulterio.»
Cuando todo hubo acabado, pensó que era cierto que no tenía ni idea denada.
6
Enmayodel39,FeliciaviajóalaPrusiaOriental,casiunañodespuésdelabodadesuhija.Lafábrica ibabien:sepodíapermitirolvidarsede tododurantedossemanas.IgualqueBelle,siemprehabíaidoaLulinncuandonecesitabarecobrarel aliento y esta vez la vieja casa gris tampoco le negó su magia. Felicia,exhaustaporeltrabajoypálida,sesentabadurantehorasenelbancodelhuerto,con la espalda apoyadaen la corteza tibiadel cerezo,ymiraba amodorrada elcieloazul.Sesentíaaburridayagotada,alavezquedespiertaytensa.Joseph,siemprealacechodeunavíctima,cayódeinmediatosobreella.
—Estásdemasiadosola,Felicia.Esonoesbuenoparaunamujer.Eresaúnjoven.¿Nohayningúnhombrequetehagalacorte?—Ahogóunarisitatonta—.Teasedianpordocenas,¿verdad?
—Pormillares,Joseph—refunfuñóFelicia—,esoesloquehaceladecisióntandifícil,¿entiendes?
Tomóelportanteylodejóallíplantado.«Una mujer solitaria, insatisfecha, que se refugia en el trabajo», le diría
JosephmástardeaModeste,quetomónotadeello.FeliciareflexionósobrelaspalabrasdeJoseph.¿Estabadeverdaddemasiado
sola?Tenía que reconocer que echaba demenos aPeterLiliencron.No le fueposiblecorresponderasussentimientos,perohabíasidounamigo íntimo,unode losque tan raramente seencuentran.Pudoconfiar enél a ciegasy siempreestuvo segura de que él la apoyaría. Mientras él estuvo cerca, nunca supoapreciarlodeverdad,peroleresultódolorosocuandoélsemarchódelpaís.Talveztendríaquehaberhecholoqueéllepidió:dejarlotodoyempezarconéluna
nuevavidaenalgúnlugarlejano.Peronotuvoelvalor.Dependíademasiadodeloquelepertenecía:Lulinn,lafábrica,sushijas,lafamilia.
AhoradisfrutabadelosdíasenInsterburg.PaulhabíaidoconChristine,alaquepresentócomosuprometida.Selosveíafelicesymuyenamorados,loquenoimpidióaJosephindagarensusproblemasmásíntimosyresultarantipáticounavezmás.
Modestehabíatenidosucuartohijo,unaniña,yconellosehabíaconvertidoencandidataalaCruzdeHonordelaMadre,lamedallaquedesdeelinviernoanterior,seconcedíaeldíadelaMadrealasmujeresqueteníanalmenoscuatrohijos.AunqueModeste no cabía en sí de gozo por el acontecimiento, al finalhubo tal concurrencia para el codiciado trofeo que el número de medallasprevisto no llegaba, de modo que se decidió honrar primero a las mujeresmayoresdesesentayconvocaralrestoenNavidades.Modestenopodíaconlapena;selashabíaprometidotanfelices:queríahacerunafiestafamiliarcontalmotivo, en la que ella sería el centro de la celebración, y ahora tendría queesperarmedioañomás.
—Esosolopuedefavorecerte—ledijoFelicia—.ParaNavidadestendrásyatuquintohijoy,conello,aúnmásoportunidades.
Habíasidoundisparoaciegas,peroModestemiróasuprimasindarcrédito.—¿Senota?AhorafueFeliciaquienlamiródehitoenhito.—¿Qué?¿Deverdadestásembarazadayaotravez?—¿Comoqueyaotravez?—saltóModeste—.ElFührer…—Sí,losé,elFührerquiereunpuebloquesereproduzcacomolosconejos.
Eresunasúbditadelomásleal.EnlosojosdeModestecentelleóunrayoderabia.—Séporquéhablasasí,Felicia.Eresunapobremujer solaqueenvidia la
suerte que tienen otras. Tu primer marido se separó de ti, y el segundo estámuerto.Tuvidayanotienesentido.Josephtambiénlocree.
—SiJosephlocree,seráverdad—contestóFelicia—.Pero¿sabes,Modeste?
Mi envidia por tu maternidad múltiple sería sin duda mucho mayor si, entrepartoyparto,tucinturasehubiesereducidoauncontornomedionormal.PagasunpreciomuyaltoportuamoralFührer,¡teloaseguro!
Se fue como una exhalación y Modeste solo pudo seguirla con los ojos,llenosderabiaencarnizada.
Porlanoche,FeliciavisitóasuabuelaLaetitiaensucuartoylecontólodeModeste.
—Nopuedesimaginartecómomecrispalosnervios,abuela.Ysuespantosomarido,quealgunavezdebiódeleeralgosobrelapsiqueydesdeentoncescreeque tiene el deber de ejercer su pseudociencia con todas las almas de Dios.¡Enseguidapiensaunaqueesunaperturbadamental!
Laetitiaserio.Habíasidounamujerhermosaeimponente,peroahora,cercadesunonagésimosegundocumpleaños,casinolequedabanadadesufuerzadeantaño. Estaba cada vez más encogida, delgada y arrugada. Solo su melenaplateada seguía siendo densa y rizada, y parecía demasiado pesada para sudelicada cabeza. Llevaba viviendo en Lulinn ya tres cuartos de siglo. Habíaenterradoallíasuesposodurantelainvasiónrusaenelveranode1914,yasuhijomayor,Victor,elpadredeModeste,hacíadosaños,enuncruentoinvierno.A su benjamín lo habían fusilado en 1916, tras un intento de deserción enFrancia, y su hija había muerto tras la huida de Petrogrado durante laRevolución.Desushijos,solosobrevivíaElsa,lamadredeFelicia,queresidíaenBerlín.NuncasehabíaentendidoconLaetitiayapenasibaaLulinn.PuestoqueLaetitiayaapenassalíadesudormitorio,noeraevidentequeparticipasedelavida,pero,aunquesucuerpoestabadébilycaduco,sucabezaseguíaclarayserena, y de manera sibilina se enteraba siempre de todo lo que sucedía enLulinnyensumuyramificadafamilia.
—No estás loca, Felicia —le dijo entonces—, pero tampoco eres feliz,¿verdad?Nohaynadieconquienpuedascompartirtuvida,tuspreocupacionesyalegrías,ytodoslosinconvenientescotidianos.
Antesuabuela,Felicianonecesitabadisimular.
—No, no hay nadie. Pero…—inspiró profundamente— tengo la fábrica.Rinde grandes beneficios. Abuela, eso era lo que quería por encima de todo,inclusodelafelicidadconunhombre:laindependenciayeléxito.Esporloquemásheluchadoyserásiemprelomásimportante.
—Sí,sí—dijoLaetitia.Observóeldelgadorostrodesunieta, losojosgrispálido,lospómulosmarcados.Parecíaatormentada,nerviosa—.Perounhombredevezencuandotampocoestaríamal,¿no?¿Quéhacetuexmarido?ElatractivoAlexLombard.Seguroquesiguesteniendonoticiassuyas.
—Por supuesto. —Felicia se encendió un cigarrillo—. Gracias a sumatrimonio se hizo con una gran editorial, tiene mucho dinero y viveplacenteramenteenNuevaYork.EscribeavecesparapreguntarporLulinn.—Enojada,soltóunanubedehumo—.¡Todavíalepertenece!
—Estoy seguradequeharás todo loposibleparaque esa situaciónno seapermanente.—Laancianareprimióunarisita.Elaguadelcalientapiésgorgoteósuavemente en su cama—. Sí, sí… Alex Lombard… —Echó una miradapenetrante a su nieta, pero esta llevaba sumáscara de hierro y nomovió unapestaña.Depronto,Laetitiacomentó—:CreoqueelmatrimoniodeBellenovanadabien.
—¿No?—preguntóFeliciasintiéndoseculpable.DecaminoaLulinnhabíapasadoporBerlín,dondevisitóa suhijaya su
yerno. Solo le había llamado la atención queBelle estabamuy delgada y quebebíaunpocodemás.Peronohabíavueltoapensarenello.EncontrabaaMaxsimpático,aunquealgoserioeintrovertido.
—¿Porquénoibaairbien?—añadió.—Bueno, ya conoces a nuestra dulce, guapa y vivarachaBelle—contestó
Laetitia,yextendiólamano—.Dametambiénamíuncigarrillo,Felicia.—Tuasma,abuela…—¡Bah! Tonterías. Nome va amatar. He fumado todami vida, ¿por qué
deberíaprivarmedealgoquedisfruto,simequedancuatrodías?—Seencendió
elcigarrillo,inhalóprofundamenteylosaboreó—.MaxMartyesunidealistayungranactor.Belle,porelcontrario,es…¡comotú!
—Belletambiénesunagranactriz—contestóFeliciaalgoofendida.Laetitiavolvióareprimirunarisita.—Orgullodemadre.Felicia,entrenosotras,puedequeBellealgúndíallegue
aserunagranactriz,peroporahoranoloes.Lociertoesquenotieneniideadelo que quiere, aparte de ser rica y famosa. MaxMarty actúa con seriedad yentrega, y por un sueldomiserable.Belle, en cambio, presenta a la cámara suhermoso rostro y cuenta con algunos gestos dramáticos. Desde luego, tienetalento,perolefaltamadurezyexperiencia.Yaúnnohaaprendidoaescondersetrasungranpapel. IntentamostraraBelleLombardbajo lamejor luz,peronosabeinterpretaraotrapersona.
—Mmm —musitó Felicia—. ¿Y qué es lo que no funciona en sumatrimonio?
—EllayMaxvivenalmargendelotro.YBellesiguesupropiocamino.—¿Supropiocamino?Distraídamente,Laetitiasacudiólacenizasobrelaalfombra.—Siempre he sabido cuándo estabas enamorada, y lo mismo con Belle.
Intentaocultarlo,perotieneunbrillodelatorenlosojos…ynopintanadabienparaMax.
—Diosmío—dijoFelicia.Barruntaba todaunaseriedecomplicaciones—.¿Creesquedebería…?
—No.Nohagasnada.Belle tienequepasarlosola.Ocúpatede tuspropiosproblemas.
—¿Misproblemas?Enrealidad,mivida transcurrebastante tranquilaymetemoqueesonovaacambiar.
Conesepronóstico,Feliciaandabaequivocada.
De vuelta en Munich, Susanne la sorprendió con la noticia de que se había
prometido. Llevaba un año en el Servicio de Trabajo del Reich, que eraobligatorio desde hacía poco para las chicas, aunque Susanne se habíapresentadotempranoydemaneravoluntaria.Lahabíantrasladadoaunagranjacerca de Regensburg con un gran grupo de muchachas, y era obvio que sedivertíanmuchoporqueSusannehabíaflorecido:selaveíacontentayllenadevida.Además,habíaconocidoaunhombreyestabaperdidamenteenamoradadeél.SellamabaHansVelin.
—¿Yaquésededica?—lepreguntóFelicia.Estabaensudespacho,conunacartasinremitenteen lamano,franqueada
en París, que debía de ser de Peter Liliencron. Le quemaban los dedos porabrirla,peroqueríaestarsolaparahacerloySusanneseguíadepieasulado.
—EstáenlasSS—explicóSusanne—.Obersturmführer.—¿Qué?—EnlasUnidadesdelaCalavera.RegimientodelaAltaBaviera.Destinado
enDachau.—Loquenosfaltaba.ElrostrodeSusannesetornóbelicoso.—Tendríaquehabermeimaginadoqueestaríasencontra.Siemprejuzgasa
lagente,inclusoantesdehaberlaconocido.—¿PorquéteníaqueserprecisamentedelasSS?¡Ynadamenosquedelas
SSdelaCalavera!Sonlosquecontrolanloscampos.—Notienesniideadeloquepasa,mamá.«Perotúsí»,casicontestóFeliciacondesdén,aunqueselocalló.Noquería
estropearaúnmáslarelaciónconsuhijapequeña.«El maldito año de trabajo es lo que la ha llevado en la dirección
equivocada»,pensó.Susannehabíacambiadomuchísimo:eltrabajoalairelibrelahabíafortalecido;yanoselaveíapálidayenfermiza,sinosanaytostadaporelsol.Susojosazulesbrillaban,supelorubio,recogidoenunagruesatrenza,sebalanceaba sobre su espalda. Podrían haberla retratado para un libro de textocomoprototipodechicaalemana.
No había estado en la BDM, la Liga de Muchachas Alemanas, porque aFelicianolegustaba,asíquenuncaanteshabíaexperimentadolapertenenciaaun grupo. El sentimiento de estar con gente que pensaba como ella, de serreconocida, de pertenecer, le daba una nueva seguridad. Ella, que siempre sehabíaesforzadoinútilmenteportenermásatencióndesumadreyque,almismotiempo,habíaestadoalasombradesubonitahermanaBelle,estabarodeadaderepentedeunmontóndeamigasquelaaceptabanyconlasquepodíahablardelasideasactuales,ideasquedabanalasaSusanne.Habíacomenzadounanuevaépoca,enlaquealagenteleiríamejorqueantesyenlaquelabrutaldiferenciaentrepobresyricosdesaparecería.Ellapertenecíaalosjóvenesqueayudaríanadarformaaesaépoca,yesolallenabadeorgullo,pornohablarademásdelasatencionesqueelObersturmführerVelinreservabasoloparaella.Enresumidascuentas, Susanne encontraba que su vida había tomado por fin la buenadirección.
—PuesinvitaalseñorVelinacenarlapróximasemana—sugirióFeliciaconespíritudeconciliación—.Meencantaríaconoceratuprometido.
Susannelamiróconesamiradalargayfríaconlaqueamenudoirritabaaotraspersonas.
—Novasaentenderteconél—dijo,ysaliódeldespacho.FeliciaabriólacartayreconociódeinmediatolaletradePeter.Escribíaque
estabaenParís,queleibabienallí,queeraunaciudadmaravillosa.Apesardeello, echabademenosMunichy aFelicia.Para terminar, decía: «Los tiemposvanaempeorar,avolversemáspeligrosos.Alalarga,nadiepodrápermaneceralmargen.No será fácilmostrar suficiente coraje, pero todos tendrán que tomarunadecisiónymantenersefirmes…».
—Diosmío,¿porquémeescribealgoasí?—sepreguntóFeliciaenvozalta.Guardólacartaensuescritorio,bienescondidabajotodaslasdemásnotasy
papeles.EnderezóconcariñolafotografíaenmarcadadePeterqueteníasobrelarepisadelachimenea.
—Quépenaquetehayasido—susurró.
Aunqueeraunjuniocálidoyseco,muchosnolograbansentirelánimoalegreyveraniego. Se hablaba de guerra cada vez más. Siempre que se reunían unoscuantos,surgíaelmismotema.LacuestióndeloquedeberíasucederconDanzigyelcorredorpolacoqueseparabalaPrusiaOrientaldelReicheracadadíamáscandente.EnlosnoticiariossemanalesseinformabasobrelasatrocidadesquesecometíancontralosalemanesquevivíanenPolonia.Prontoselevantaronvocesaquíyalláqueexigíanunaintervención:«¡ElFührertienequeactuar!».
ElFührerhabía revisadoentretanto laLíneaSigfrido, la fronteradefensivaconFrancia,desdeAquisgránhastaLörrach,eItaliayAlemaniahabíanfirmadounacuerdomilitardeayudamutua,elPactodeAcero.
El 11 de junio se promulgó una ordenanza de defensa antiaérea: todas lascasas delReich, todas las comunidades de defensa antiaérea que se formasen,debían contar conherramientasde autoprotección, entre ellas cubosde aguayarena,bombasdeincendiosypalasdediversostamaños.Todoestodebíaestarsiempredisponibleyalalcancedelamano.Además,sehizoobligatorioinstalarpersianasdeoscurecimientoentodaslasventanas.Jolanta,elamadellavesdePrinzregentenstrasse,gruñíaeimprecaba:
—Sonhorriblesestaspersianas.Ahoraestá todobonitoyelegante,consuscortinasfinas,ynoshacencolgarestascosasnegras.¡Esincreíble!Yesoscubosde arena en lo alto de la escalera tampoco quedan bien, y además, un díametropezaréconellosymeromperélacrisma.—Secalló,mirósombríalaventanayañadiócomountriunfo—:Yademás,detodasformasnoestamosenguerra.
—Eso decía todo el mundo en 1914—la contrarió Felicia, cuya empresaproducía uniformes almáximo rendimiento y no estabamuy segura de lo quedebíadesear—.Ahoradejadelloriquear,Jolanta.Mejorocúpatedelacena.YasabesquevieneelprometidodeSusanne.
—Por supuesto que lo sé. El señor Obersturmführer —dijo Jolanta conreverencia.
LeimponíaqueunoficialdelasSSfueseaentrarenlafamilia.
EnlaHohenzollernstrasse,esanocheMartinpreparabalacena.Seencargabaamenudo puesto que, al fin y al cabo, no tenía otra cosa que hacer, y Sara sealegrabacuando llegabade laguarderíaysolo teníaquesentarsea lamesayapuesta. Aunque, de hecho, era cada vez más difícil tener algo en los platos.VivíanúnicamentedelsueldodeSarayesteibaensumayorpartealalquiler,asíquesolopodíanpermitirselosalimentosmásbaratos.Esanocheteníanrepollorelleno conmuchomás pan rallado que carne.De segundo, un par de patatasmalas.Martinselashabíacompradoaunverduleroquereservabalamercancíadepeorcalidadylavendíaporpocodineroalagentequenopodíapermitirsemás. En su mayoría se trataba de judíos que habían perdido el trabajo y sedefendíanmásmalquebien.Elcomerciantetratabaaesosclientesconhirientecondescendencia,pero, apesardeello,Martinnodejabade ir.Dealgo teníanquevivir,despuésdetodo.
CuandoSaraentróenlacocina,Martinsediocuentaenseguidadequehabíapasadoalgo.Parecíamáspálidaquedecostumbre,másabatidayafligida.
—Martin—dijo—,nosécómoseguiradelante.—¿Qué ha pasado?—Martin dejó los platos que acababa de sacar de la
alacenayseacercóasumujer—.Sara,estásblancacomolapared.—Han cerrado la guardería. Ya no se permite a los niños judíos ir a la
escuela.—Sarasesentóalamesayhundiólacaraenlasmanos—.Apartirdemañana,tampocoyotendrétrabajo.
Martin se quedó callado, ya no intentaba encontrar una respuesta que laconsolase.Sesentótambiénalamesa,miróelmanteldelinoblancoconfloresverdes.
Soloseoíaeltictacdelreloj.Porfin,Sararompióelsilencio.—Quierenexterminarnos,ylovanaconseguir.Martin,telopidoporfavor,
vámonosdeAlemania.
Élnolamiró.—¿Yluego?¿Encontraremostrabajoenotropaís?¿Quépasarácontodoslos
librosquequieroescribir?Solopuedohacerloenmiidioma.—PodríamosmarcharnosaSuiza.—Yanodejanentraranadie.—Algunos lo consiguen todavía.Además, seguro que podremos volver en
algúnmomento.Túmismolodicessiempre:losnaziscavaránsupropiatumba,yentonces…
—Sí,malditasea,peroparaentoncesseremosviejos—contestóMartinconvehemencia.
Saralomiró.«Noseirá.Noseiránunca.Aguantaráhastaelfinal,ydaigualloqueselesocurraparahacernoslavidaimposible»,pensó.
—IréaveraFelicia—dijo—,quizápuedadarnostrabajoenlafábrica.—Ahora tenemos que mendigar a nuestros amigos. No puedo hacerlo.
SeguramenteFeliciaharíaalgopornosotros,peroestanhumillante…—Sino,nosmoriremosdehambre.—Sí,pero…Sara se levantó. Por primera vez, miró enfadada a Martin y su voz sonó
áspera.—Tú y tu sagrado orgullo. Nos obliga a quedarnos aquí. Nos obliga a
mantener la cabeza alta mientras nos someten a un abuso tras otro. Y nosobligaráamorirnosdehambreporque,porsupuesto,novamosapedirayudaanuestros mejores amigos. Son unas perspectivas de futuro brillantes las quetenemos. —Al momento lamentó haberse dirigido así a él. Rodeó la mesacorriendoyabrazóaMartin—.Perdóname.Noqueríahablarteasí.Entiendotusrazones,deverdad.—Lobalanceósuavementeadelanteyatrás—.PerohablaréconFelicia.No tienesquehacerlo tú,ni tampoco tienesque trabajarparaella.Perode alguna forma tenemosquepagar el alquiler, la luz, la comida…—Seinterrumpió—.¡Lacomida!Hascocinadoestotanrico,Martin,yahoraestátodofrío.Ven,vamos…
—Notengohambre.—Sihemosllegadolosdoshastaaquí,losdoslolograremos.—Aúnlotenía
abrazado,lehablabaconternura.Ensusmanospudonotarqueél teníalacarahúmedade lágrimas,que le resbalabansilenciosaspor lasmejillas—.Mivida,nollores…
—Soyescritor.Unescritoralemán.Esteesmipaís,¿entiendes?Siguesiendomipaís.Esmiidioma.Nadietienederechoaexpulsarme.Nohemoshechonadade lo que debamos avergonzarnos como para tener que emigrar en secreto denoche.
—Porsupuestoqueno,mivida.«Novanapreguntarsihemoshechoalgo»,pensó.Cuandosonóel timbre,ambosseencogieron.Lacasaenlaquesiemprese
habían sentido a salvo ya no era un refugio, podía convertirse en cualquiermomentoenunatrampa.SabíandegentealaquelaGestapohabíaidoabuscarenmediodelanoche.
—Peroanosotrosno—decíaMartinsiempre—.Nosotrossomosdemasiadoinsignificantesparaellos.
Apesardetodo,vacilóunmomentoantesdeirhastalapuerta.Saraoyóungritodesorpresa.
—Padre,¿erestú?Justo después, el viejo banquero Elias entró en la cocina. Tenía más de
setentaaños,perosemanteníaderechocomounavelaynohabíaperdidonadade la actitud militar tan característica en él. Los nazis le habían quitadoprácticamente todo loqueposeía,subanco,sucasa,susantigüedadesdevalorinestimable, pero, por extraño que pareciese, mantenía el halo de riqueza ypoder.Llevabauntrajeviejodelmejorpaño,zapatoslustrososcomounespejo,el pelo plateado estrictamente peinado hacia atrás. En esa humilde vivienda,parecíafueradelugar.
Siempre había tenido una relación difícil con Martin, que rechazaba elpensamientomaterialistadesupadreyduranteañossehabíaopuestoaélcon
firmeza.Llevabanmuchotiempoevitandoencontrarse,porloquedebíadehaberunarazónbienfundadaparaqueahoraaparecieseallíderepente.
SaludóaSara,que,perpleja,leofrecióasiento.—Siéntate.Perdonacomoestátodo…Íbamosacenarahora…Apartóconrapidezlosplatosaúnintactos.—Alcontrario,soyyoquiendebedisculparse—dijoElias—,porquevengo
sinavisar.Peroes algourgente.—Sesentóen la sillademadera.Delmaletínsacóunahojadepapel—.Estohallegadohoyporcorreo.MañanaporlanochetengoqueprepararmeporquevendránabuscarmeparallevarmeaBuchenwald.
—¡No!—gritóMartin.Saraabriólosojoscomoplatos.—¿Auncampodeconcentración?Eliasasintió.—Sí.—¡Nopuedeserverdad!—dijoMartin,desconcertado.—Buchenwald está cerca deWeimar—continuó su padre completamente
tranquilo—. Dicen que no es tan malo. Te dan de comer, trabajo, un tratodecente.Puedequeinclusohayaqueaguantarmenosabusosqueaquí.
—Padre, no creas nada de eso —suplicó Martin—. Esos campos sonhorribles. Cometen actos brutales contra los presos. Padre, cuando Carl vonOssietzky,elgranpacifistaypremioNobeldelaPaz,murióelañopasado,fueacausa de las torturas que había sufrido en el campo de concentración, aunqueninguna institución pública lo reconociese. Allí lo redujeron física ymentalmente.¡Esaeslaverdad!
Saralomiró.«Porfinlovesclaro»,pensó.—Ossietzkyerapacifista;debíadeserunapiedraenelzapatodelPartido—
replicóElias—.Pero¿porquéibanaquereracabarconmigo?—Eresjudío.Todoscallaron.—Nopuedohacernada—dijoentoncesElias.
—Puedesesconderte.¡Tienesqueesconderte!—Tengosetentaycincoaños,Martin.Esonoesparamí.Nolosoportarían
ni mi cuerpo ni mis nervios. No puedo pasarme los años que me quedanescondido.Soydemasiadoviejo.
—Padre,morirássitellevanaBuchenwald.Eliasseirguió.—Noatentaráncontramí.LuchéenlaguerraymecondecoraronconlaCruz
deHierro.Hedadodemasiadoaestepaíscomoparaquemematen.«Anadieleinteresaloquehashechoporelpaís»,pensóSara.—Padre,sérazonable…—Soyrazonable,Martin.Losuficienteparanoatrincherarmelospróximos
añosenundesvánoenunsótanohúmedo.Mepareceríaindignoyesoeslopeorquepuedepasar.
—Tambiénenelcampoteserádifícilmantenertudignidad—repusoMartin.Callarondenuevo.Todosmirabandehitoenhitoelpapelqueestabasobrela
mesayqueconteníaelterriblemensaje.—Sí —dijo Elias—, en realidad solo he venido para decíroslo. Intentaré
escribiros. —Miró a su hijo—. Ahora me arrepiento del poco contacto quehemostenidotodosestosaños.Siemprepiensasquequedamuchotiempoparaarreglar las cosas, pero de pronto todo termina y te das cuenta de que hasmalgastado muchas horas. Martin, siempre he querido decirte… Bueno, creoque, por lo que amí respecta, nunca te has sentido comprendido, pero debessaberquesiempre tehequerido. Inclusoen tuépocadeestudiante,cuandononoshablábamos.Eresmiúnicohijoyestoymuyorgullosodeti.
En el cine, ante escenas como esa, Sara siempre se echaba a llorar, peroahoraqueera realmantuvo lacalma;enpresenciadelancianoElias, sehabríaavergonzadodeverter lágrimas.Mirócómo losdoshombres seestrechaban lamano.LuegoEliasseinclinóhaciaellaylabesósuavementeenlamejilla.
—QueDiosteproteja,Sara.—QueDiosteproteja.
FeliciaesperabaqueelObersturmführerVelin fuesebajito,gordoy feo,yqueademás no tuviese modales; de ese modo, habría tenido una posibilidad dedisuadir a Susanne de una relación con él. Por desgracia, nada de aquello secorrespondíaconlarealidad.Velineraaltoyesbelto,yresultabaatractivoconsuuniformenegrode lasSS.Teníaelpelocolorarenay lo llevabamuycorto, loque resultaba favorecedor a su cara delgada. Sus ojos azules no resultaban nibrutalesnibelicosos,pero tampocohabíacalideznihumorenellos.Eranojoscuyaexpresiónnorevelabanada.
Porsupuesto,teníaunasmanerasexquisitas.Sinduda,noseencontrabaanteun hombre de clase baja. Le ofreció un ramo de flores y, galante, le besó lamano.
—HeilHitler—dijoentonces.—Buenas noches —contestó Felicia, y supo que no soportaría a aquel
hombre.Erael19dejunio,hacíadosdíasqueJosephGoebbelshabíapronunciadoun
discurso en laSemanaCultural deDanzig y aquella noche volvieron a repetirvarios fragmentos en la radio. Para complacer a su prometido, Susanne habíaencendido el aparato y la demoníaca voz de Goebbels resonaba en la sala:«¡CiudadanosdeDanzig!OssaludoennombredelFührerydelpuebloalemán.Meencuentroenunaciudadalemana;antemí,diezmilalemanes…Descendéisdelamismaraza,delamismanación…Queréispertenecer,pues,alReich…».
—¿Puedoservir?—preguntóJolantadesdelapuerta—.Sevaaquedartodofrío.
—No lo sé…—Felicia miró a Susanne y a Velin—. ¿Podemos comer otenemosqueescucharalseñorministrodelReichpara la IlustraciónPúblicayPropagandahastaelfinal?
—¡Madre!—musitóSusanne.—Porsupuestoquepodemoscomer,señora—dijoVelin,educado.
Jolanta se había superado cocinando y Hans Velin, que comía con gusto,parecíamuy satisfecho. Habló de esto y de aquello, peromuy poco sobre supersona.SolounavezmencionóquesuspadreshabíanmuertohacíaañosyquelamentabaprofundamentenopoderpresentárselosaFelicia.
—Sehabríaentendidoustedbienconellos,señora.MipadreeradirectordeuninstitutoenRegensburg.Amimadreyaéllesgustabaviajarysiempreteníancosasinteresantesquecontar.
—Habríasidomaravillosoconocerlos—contestóFeliciaconsumacortesía,y pensó: «Tenía que sacar a relucir como fuese lo de la familia burguesainstruida.Apuestoaqueahoravienelaestocadamortal».
Nosehabíaequivocado.—Esperoquedisculpequeseatandirecto—dijoVelin—,peroseguroquesu
hijayalehaconfiado,yustedsabe,quemegustaríacasarmeconella.Esciertoquemeconoceaúnmuypoco,pero¿cuentamipetición,despuésdetodo,consubeneplácito?
—Lo que haga feliz a mi hija cuenta siempre con mi beneplácito —respondióFelicia,yleparecióquemerecíaunacondecoraciónaladiplomacia.
De hecho, daba la sensación de que Susanne era feliz; en cualquier caso,estaba inquietantementeorgullosadel guapoHansy se esforzabapor gustarle.Llevaba un delantal tirolés de flores y se había recogido las trenzas en dosrodetessobrelasorejas.Feliciacomenzabaaresignarsealevidentehechodequesuhijateníaungustomuydistintodelsuyo.
—¿Aquésededicaenconcreto?—preguntóasufuturoyerno.—PertenezcoalasUnidadesdelaCalaveradelasSS.Paraserexacto,ala
primera,laquesedestinóaDachauen1933,alasórdenesdelStandartenführerEicke.Quizásepaquenonosencontramosbajoelcontrolgeneralde lasSSyque estamos divididos en cuatro regimientos; en un principio había tres, pero,tras la anexión de Austria, se nos unió el Regimiento de Ostmark. Yo soyObersturmführerenelRegimientodelaAltaBaviera.
—EsaprimeraunidaddeDachau—dijoFeliciacavilando—,¿noreclutaron
allíalospelotonesdefusilamientoenlallamadapurgadelasSAen1934?—Exacto.Unapurgaabsolutamentenecesaria.—Entiendo.Yentonces¿quéhaceustedenrealidad?¿Trabajaenelcampo
deDachau?—También—contestó él con una sonrisa afable—, pero además coordino
determinadosámbitosproblemáticos,encuantoalasuperpoblacióndelReich.—¿Quieredecirquetomamedidasconcretascontralosjudíos?—Loexpresaustedcondemasiadapocaprecisión,queridaseñoraLavergne.
Elasuntoessumamentecomplejo.Porejemplo,tendréqueviajarunassemanasalProtectorado—sereferíaaBohemiayMoravia—paraverqué…iniciativassehandellevaracabo.
—HansesmuyimportanteparaelPartido—explicóSusanne.—Esomehaparecidoentender—contestóFeliciafríamente.Duranteunratosoloseoyóeltintineodeloscubiertos.Nosesabemuybien
cómo,alratovolvieronaldiscursodeJosephGoebbelssobreelproblemadelaCiudadLibredeDanzig.Felicia contóquedurante losviajesdeKönigsberg aBerlín se bajaban todas las persianas de los trenes al cruzar territorio polaco.Saltaba a la vista queSusanne teníamiedo de que se produjese una discusiónentresumadreysuprometido,yquevolvióarespirarconaliviocuandoJolantaapareció de pronto en la sala e hizo saber que un señor deseaba hablar conFelicia.
—Está abajo esperando. Afirma que es urgente. No lo conozco, señoraLavergne.¿Debodecirlequesevaya?
—No,voy.—Feliciaselevantó—.Vuelvoenseguida—dijodisculpándose.El hombre esperaba en la puerta de la casa. Una figura pequeña, flaca,
nerviosayasustada.Teníacuidadodequesurostroquedaseenlassombras.—¿FeliciaLavergne?—Sí.¿Quépuedohacerporusted?Felicia se acercó a él para poder verle la cara, y se percató de que estaba
blancacomoladeunfantasmayqueelpulsoletemblabaligeramenteenlasien.Sindecirnada,elhombresequedómirandoaJolanta.Feliciasevolvió.
—Jolanta,déjanossolos,porfavor.Ofendida,Jolantaseretiró.Solocuandoestuvosegurodequenopodíaoírlo,
eldesconocidodijoconvozamortiguada:—Necesitamossuayuda,señoraLavergne.Haygenteenapuros…—¿Dequésetrata,porDios?—Necesitamosalojamientoparaunanoche.Doshombresyunamujer.Los
llevaremosmañanaporlanocheaSuiza.Hastaentonces,tienenqueesconderse.Porfavor,señoraLavergne…
Feliciasequedópetrificada.Atravésdelaoscuridadllegabaelolordulcedelaslilas.Porlacallepasaronunpardecoches.Unamariposarevoloteabaenlaclaridadquesalíadelacasa.
—¿Porquéaquí?¿Porquéacudeustedprecisamenteamí?—Mehandadosunombre.Ymehandichoqueustednosayudaría.—¿Quiénhadichoeso?—Solopodíahaber sidoPeterLiliencron.Maldito
Peter,yahoralametíaeneselío—.¿Quiénlehadadominombre?Elhombrehablóenvozaúnmásbaja,apenasunsusurro:—HasidoMaksimMarakov.
7
Fuecomosilapartieseunrayo.Sintióqueperdíaelcolor.Eldesconocidolamirópreocupado.—ConoceaMaksimMarakov,¿verdad?—Sí…—Quesiloconocía.Preguntabaquesiloconocía.Serecompuso—.
¿EstáenAlemania?—Notóquelesudabanlaspalmasdelasmanos.—Sí. Pero, por favor, señora Lavergne, no tenemos tiempo. ¿Pueden
quedarseesaspersonasensucasa?—¿Quiénesson?—Comunistas. Ibanadetenerlosestanoche,peroalguien loshaalertadoa
tiempo.—¿Dóndeestánahora?—Esperanahídetrás,eneljardín.Elhombretemblabadenervios.Feliciasesentíacomoanestesiada.—Tenemosvisita.SS.Éllamiródehitoenhito.Poruninstantedebiódepensarquehabíacaídoen
unatrampa.Felicianegóconlacabeza.—Noes loquecree.Notengonadaqueverconesagente.Porelamorde
Dios—diounpasoatrás—,hagaqueentrenesosfugitivos.Eraunriesgotremendo,losabía.Aunqueladoncellateníalibre,Jolantales
vería las caras. Además, tenía a Hans Velin sentado arriba en la sala. Noobstante, precisamentepor eso invadió aFeliciauna sensaciónde triunfo.Eseoficial de las SS, con su afectación sobre su importantísimo trabajo y susambicionesdeemparentarconlafamilia…Seibaaenterar;paraella,seríaun
placermeter a tres comunistas en casa a hurtadillas delante de sus narices, yalojarlosallí.
Aquellas personas emergieron de la noche. Vestían ropas y jerséissuperpuestos,para llevarconsigo todo loposible.Porencima,además,abrigosqueloshacíanparecerbultosinformes.Lamujerllevabaelpeloocultobajounpañuelo.Susrasgoserandurosymarcados.Eraevidentequeteníaelmando,ylosdoshombreshacíanloqueelladecía.
—¿Podemosquedarnosaquí?—lepreguntóaFelicia.Teníaunavozclarayagradable.—Sí, pero tendrá que ser en el sótano, lo siento. Si no, sería demasiado
peligroso.—Estábien.Enelsótanohabíauncuartoenelqueguardabanviejosmuebles,entreellos
doscamas;aveces,cuandohabíademasiadagentedevisita,seutilizabancomocamasde invitados.Felicia llevó a los fugitivos abajo, dijo a Jolantaque eraninvitadosyque,porfavor,llevaseropadecama.
—Y…,Jolanta,niunapalabraanadie—añadió.Laviejaamade llavesasintió.Servíaallídesdehacíamásdemediosiglo,
eralealydeconfianza,ysabíacuándoeramejornohacerpreguntas.Felicia volvió a subir. En la puerta esperaba el hombre que había
acompañadoalosfugitivos.—¿Algúnproblema?—preguntóenunsusurro.—No.Nadiehanotadonada.—Bien.Vendrémañanaporlanochearecogerlos.Desapareció en la oscuridad. Ella se lo quedó mirando y un millar de
preguntas le quemaron en los labios. Ahora no obtendría ninguna respuesta.Teníaquevolver con su invitado.Paraexcusar lavisita tardía,diríaquehabíasidounrecaudadorparaelAuxiliodeInviernopara tratardeungrandonativoqueellateníaintencióndehacer.
MaksimMarakov.Nopodíapensarenotracosamásqueenesenombremientrasse tomaban la compota con nata montada, servida en pequeños cuencos decristal, y Hans Velin hablaba sobre la energía con la que Adolf Hitler habíaluchado contra el desempleo en el Reich. Ninguna de sus palabras conseguíaabrirsepasohastaella.MaksimMarakov.
Hacíaonceañosdesdelaúltimavezquelovio.Nihabíavueltoaoírnadadeél, ni sabía dónde estaba. Había desaparecido de su vida y ella creía que lasheridasqueéllehabíacausadoestabancuradas.
«Es completamente normal que esté un poco confundida», se dijo. ¿QuiénpodíacontarconqueMaksimvolveríaaaparecerenAlemania?Uncomunistaauténtico, el antiguo compañero de armas de Lenin, el hombre que habíasustituido la Biblia por Karl Marx. «Conoce a Maksim Marakov, ¿verdad?»,había preguntado el desconocido. Podía haber contestado: «Sí, lo conozco, loconozcodesdequeéramosniños.JugábamosjuntosenelhuertodeLulinnyenlososcurosbosquesdelaPrusiaOriental.Enmisrecuerdossiempreesverano,díascálidossinfin,lahierbabajonuestrospiesdesnudosestabasecaycaliente,recogíamos bayas silvestres, teníamos las bocas embadurnadas y pegajosas y,cuando corríamospor la avenidahacia la casa, los caballos de razaTrakehnerrelinchaban en la dehesa y una bandada de gansos corría hacia nosotrosgraznando».
—Estás totalmente ausente,madre—le reprochó Susanne—.Creo que noestásescuchandoaHans.
—Sí,Susanne.Porsupuestoqueloescucho.«Lo amaba. De niña, y cien veces más de joven. Tenía los ojos claros y
melancólicos, y me volvía loca que estuviese conmigo y, al mismo tiempo,pudiese estar tan lejos como la luna. Compartíamos los largos veranos deInsterburg,pensabaqueteníaquepertenecermeparasiempre,perolociertoeraqueyanopodíaalcanzarlo.Meponíavestidosbonitosymepavoneaba,yélnodejabadedecirqueelmundoteníaquehacerlarevolución.Nonosentendíamos.Depronto,parecióqueéramosdedosmundosdistintos.»
—¿Así que no pondría ninguna objeción a una boda en septiembre? —preguntóelObersturmführer.
—No—respondióellademaneramecánica.Pensaba en lo perpleja que se había quedado cuandoMaksim la rechazó.
Cuando se fue con otra mujer. Maria Ivanovna, una comunista que estabadispuesta a dar la vida por sus ideas. Juntos habían luchado en laRevoluciónrusa.JuntoshabíanescogidocomopatrialaUniónSoviética.AFelicia,laamigadelaniñez,Maksimsoloacudiócuandolefuemal.Cuandoteníaquedescansar,cuando se sentía agotado y hecho trizas, cosa que, al final, ocurrió bastante amenudo.Ellasiemprehabíaestadoahí,siempre.
Además,aunquedeesoélnoteníaniidea,eraelpadredeBelle.
Tom Wolff se asustó cuando llamaron a la puerta de su casa. ¡Era casimedianoche! Pensó si sería mejor no abrir. En secreto, temía que Lulú sepresentaseallíundía.
Porlatardehabíaestadoconella,despuésdequelehubieseinsistidodurantedías por teléfono para que la visitara de una vez. En algúnmomento, habíanacabado en la cama. Lulú se tranquilizó, dejó de amenazar con tirarse por laventana.Mástarde,sesentóantesutocador,desnudacomoestaba,ysefumóuncigarrillo. Junto con todo su asco, Tom sentía también un poco de compasióncuandolaveíaasí,conlapielllenadearrugas.Selehabíacorridoelmaquillajeyyanoocultabanada;parecíacansadaygastada.
«Pobrevieja»,pensóTom.Cuando ya se iba, ella empezó a llorar de nuevo y luego gritó que iba a
suicidarse,peroqueantesseencargaríadequeTomperdiesetodoloqueposeía.Tomconsiguiósalircasihuyendo.SabíaqueLulúseemborracharíay,poreso,loasaltó esa noche la imagen de pesadilla que habría sido verla de pronto en sucasa.
Volvióasonareltimbre,casitemeroso.
«NosuenaaLulú»,pensóTom.—¿Esquenovasaabrir?—lepreguntósuesposa.Kathabía estado tocandoelpianobajito,y ahora estaba inclinada sobre la
partituraylaestudiabadetenidamente.—Sí—dijoTom—,yavoy.AntelapuertaestabaMartinElias.—¿Sí?—preguntóTom.Elhombrelesonabadealgo.—Soy Martin Elias. Quizá se acuerde usted de mí. Nos hemos visto en
algunaocasiónencasadeFeliciaLavergne.—¡Cierto! Se casó usted con una amiga de juventud de Felicia… Sara se
llamaba,¿no?—Sí.SeñorWolff,séqueesunahoramuyinadecuada,pero¿leimportaríasi
entrounmomento?Tombarruntabadificultades.Eliaserajudío.Debíadenecesitarayuda.—Pase—dijoeducado,peronoloinvitóalasala,sinoquesequedóconél
enelrecibidor—.¿Sí?Martinentróenmateriasinpreámbulos.—Setratademipadre.Estanochehavenidoacasaynoshamostradouna
cartaenlaqueleordenanqueestépreparadoparamañanaporlanoche.QuierenenviarloaBuchenwald.
—Mierda—dijoTom.—Es usted el único a quien puedo acudir, señor Wolff. Está usted en el
Partidoyesoquieredecirque…Usteddebedeteneramigosinfluyentes.—Bueno, yo no sobrestimaría su influencia. Pero sí, son nazis
comprometidos…—Tomvaciló—.Con todasinceridad,señorElias,nopuedoprometerle nada y, si me permite un consejo personal, su padre deberíaesconderse.Seguroquehayalgunaposibilidad.
—Hemosintentadoconvencerlo.Peroseniega.Tienesetentaycincoaños:
nosevecapazdeaguantarunavidaclandestina.Enúltimo término, lepareceunacuestióndedignidad.Ocultarsecomouncriminal…
—EnBuchenwaldnadie tendráconsideraciónconsudignidad,comosabráusted.
—Sí.Notienesentido.Noquiereesconderse.Tomasintiódespacio.—Esopodríasersusentenciademuerte.—SeñorWolff…—Hablaréconunpardepersonas.Peronosehagademasiadasilusiones.En
casos como este, de repente nadie es responsable, todos lamentan no poderayudar.Peroharétodoloposible.
—Seloagradezco,señorWolff.Pordesgracia,eltiempoapremia…—Lointentarémañanatemprano.Sequedaronfrenteafrente,elviejovividorenbatadesedayconojerasa
causadesuspreocupacionesporcómoganarmás,yel intelectual judíoconsutrajegastadoyojerasacausadesuspreocupacionesporcómosobrevivir.
Encualquierotromomento,apenashabríansabidoquédecirse.—Unacosamás,señorElias—dijoTomdesdelapuerta—.Ensucaso,yo
meiríadeAlemania.Nadiesabeloquepuedepasaraún.Martinrioconamargura.—Esoesloquelesgustaría,¿verdad?Quelosjudíosdesapareciésemos.Que
lodejásemostodo:nuestropatrimonio,nuestrapatria,nuestro idioma.Quenosdispersásemos,quenoexistiéramos.
—Notengonadacontralosjudíos,señorElias.—Pactaustedconlosnazis.—Hepactadotodamivida.Megustaneldinero,lainfluencia,lacomodidad,
ellujo.Esonocaedelcielo.Esorequiereadaptación.—¿Yaustedleparecebien?—preguntóMartin.Deinmediatosediocuenta
dequeseestabacomportandocomounestúpido—.Perdone.Por supuesto,notengoningúnderechoa…
—¡Bah!No se disculpe.Megusta queustedno se adapte ni unapizca, nisiquieraenunasituacióncomoesta.Loadmiro,inclusosabiendoquenollegarámuylejosasí.Peroyonovoyacambiar.¿Sabe,MartinElias?Esustedhijodeunbanqueroricoypuedequehayatenidoalgunafaserebeldeensuvida,perosiemprehasidounprivilegiado,ynotieneniideadecómolevaaalguienquevienedelarroyo.Nisiquieraahora,ensusituación,puedeconcebirlo.Yofuiunniño pobre como las ratas, pobre y despreciado.Y seguiré siendo despreciadotodamivida.Pormimujeryportodoslosdemás.Loúnicoquemeprotegeesmimalditodinero.Pactaríaconeldiabloparamultiplicarlo…—Seinterrumpiócuandovioquehablabademás—.Pero¿aquiénleinteresaeso?—dijohosco.LetendiólamanoaMartin—.Mepondréencontactoconusted,señorElias.
—Muchasgracias.Martindejólacasa.—Pobretipo—murmuróTomWolff,ycerródespaciolapuerta.
Esamismanoche,enBerlín,BellevisitabaelteatroMetropolconunaamigadelaUFA.Su amiga había conseguido de un ferviente admirador entradas gratispara la opereta Saison in Salzburg, y había convencido a Belle para que laacompañase.ABelle no le gustaban las operetas, pero no sabía quéhacer esanoche.Andreasnoteníatiempoparaellay,cuandolepidióunaexplicación,élsehabíaenfadado:
—Belle, no quiero tener que dar cuenta de todo lo que hago. Cuandomedicesquenoquierespasarlanocheconmigo,tampocopregunto.
—Peroyosiempretelodigo.—Puesnohacefaltaquelohagas.Suindiferencialedolía,perosemordiólalenguaynomontóunaescena.El
romanceconAndreasdurabayaochomesesyBelleestabaagotada.Asumalaconciencia respecto de Max y su continuo miedo a que la descubriesen, se
añadíanlaspeleasconAndreas,queseguíasiendounmisterio,puesseacercabadospasoshaciaellaysealejabatres,ynorevelabanadasobresímismo.
Belleestabamuydelgadayparecíaotra.Sucarayanoteníaunaexpresióndespreocupada y vivaz, sinomás tranquila, a veces incluso cansada y huraña.Reíamenosqueantesyamenudosequedabapensativa.
Eneldescansodelaobra,seencontraronconunproductorcinematográficoque la acompañante de Belle conocía y que las enredó enseguida en unaconversación.Belle,absortaensuspropiosproblemas,apenasescuchó.Soloseenteróderefilóndequehablabandeldesastredelapelículasonoraquesehabíaproducido en Alemania, en donde no fue valorada, y que, tras venderla aHollywood, había asegurado a los americanos una gran ventaja. Luegocomentaron el caso de Lída Baarová, quien, según decían, había tenido unarelaciónconJosephGoebbelsy,supuestamenteainstanciasdeMagdaGoebbelsy tras la intervención personal deHitler, había abandonadoAlemania y habíatenido que dejar su carrera en el cine. Belle, que adoraba los cotilleos, semantuvoapartada inclusodeaquel tema.ComosiemprecuandonopodíaestarconAndreas,sesentíavacíayconsumida.Miróalrededoratodaaquellagente…y lodescubrió a él.Llevabaun trajeoscuro, teníaunacopadechampánen lamano e iba acompañado de una joven rubia que podría haber salido de unarevistademoda.Estabacharlandoconélanimadamenteyél laescuchabaconunasonrisadivertida.
Bellesediolavueltaysesintiópalidecer.—Segúnmedicen,tambiénustedesactriz—dijoelproductor.Bellelomiróperpleja,conlosojoscomorendijasdeiraypreocupación.—Sí.Élnolahabíamiradoantes,peroahoracontemplabasucarafascinado:era
blancacomoelpapel.—¿Sabe,señorita…?—BelleLombard.Enelcírculodelcineseguíausandosuapellidodesolteraporqueeraconel
quehabíaempezado.—BelleLombard…MellamoSvenKronborg.Productorindependiente.—
Eraobvioqueél sehabíadadocuentadequeBelleno sabíaquiénera—.Megustaría rodarRomeo y Julieta deShakespeare, unaversiónmoderna, ybuscounaJulietaconsucara.UnaJulietaconexperiencia,¿entiende?,nounainocente.
Laamigalediouncodazo.—Belle…—Sí,yo…Como hechizada, se volvió para mirar a Andreas. En ese momento, él
tambiénlavio,perosololasaludóconungestodelacabezacasiimperceptible.Nomostrabaniunapizcademalaconciencia.
SvenKronborghabíaseguidolamiradadeBelle.—¿NoeseseAndreasRathenberg?—¿Loconoce?—Todo el mundo lo conoce. Una irisada ave del paraíso, un hombre sin
escrúpulosysincompromisos.SaltadecamaencamaporBerlín.LaamigadeBellesoltóunarisita.—Esguapo.¿Esactor?—No.Tieneunpuesto importantísimoen la industriadelaceroyganauna
barbaridadenelcomerciodearmas.«¿Deverdadcreíaquemeerafiel?»,sedijoBelle.—¿Entonces?—preguntóKronborg—.¿Estaríadispuestaahacerunaprueba
conmigo,señoritaLombard?Bellesedespertócomodeunletargo.—Sí,porsupuesto.Nosentíanada.Kronborgletendiósutarjeta.—Llámememañana,¿sí?—Sí.Sonóelaviso,volvieronasusasientos.Despuésdelafunción,Bellenovioa
Andreasniasuacompañanteporningúnsitio.
Aunquenohabíatenidofunciónesanoche,MaxaúnnoestabadormidocuandoBellevolvióacasa.Estabasentadoenlasaladeestaryleíaelperiódico.Cuandooyóentrarasumujer,levantólacabeza.
—Aquíestás.¿Lohaspasadobien?Ella lanzó su sombrero a un sillón. ¿Por qué diablos nunca le hacía
reproches?Amenudovolvía entrada lanoche, lamayoríade lasvecesporquehabíaestadoencasadeAndreas,yaunquealprincipiotemíaqueMaxlepidieseexplicaciones, ahora esperaba que lo hiciese. Creía que se sentiría menosculpable si él la reprendía; así podría defenderse en vez de sentirse comounamala pécora. ¿Por qué no tenía que justificarse nunca? ¿Por qué nadie lemontaba una escena? De otras mujeres sospechaban a cada paso y lascontrolaban. La ingenuidad de Max y su tolerancia sin límites, y la totalindiferenciadeAndreas,lamortificaban.
AhoraestabadenuevoanteMax,consuajustadovestidonegroyloslabiospintadosderojooscuro.Eralaterceranocheseguidaquevolvíatardeacasayéllepreguntabaamablemente:«¿Lohaspasadobien?».
—Sí,gracias—contestó.Sequitó el ligero abrigodeverano, lodejó caer en el sueloy fuehasta el
armaritoenelqueguardabanlabotelladecoñac.Sesirvióunacopaylavaciódeunsorbo.
—He estado con Lisa en el Metropol. Nos hemos encontrado con unproductor.QuierefilmarRomeoyJulieta,yalomejorinterpretoaJulieta.
—¡Eso es fantástico! Enhorabuena. —Max observó cómo se servía unsegundocoñac—.¿Pasaalgo?
—¿Quévaapasar?Sonabaagresiva.Élseencogiódehombros.—Creoquebebesunpocodemás,esoestodo.—¿Vasaprohibírmelo?
Tomóuntercercoñacy,comoapenashabíacomido,letemblaronenseguidalasrodillasysemareó.
Maxselevantóylequitólacopadelamano.—Estábien.Teloprohíbo.Déjalo.Ellaloobservó,quisoquitarlelacopa,peroéllasujetóconfuerza.—Yabastaporhoy,Belle.Deberíasacostarte.—Noquieroacostarme.¡Quieroemborracharme!ÉlpusolacopasobrelamesayabrazóaBelle.—¿Quépasa?¿Porquéerestaninfeliz?Su voz era cálida y tierna. A Belle se le saltaron las lágrimas. Se apretó
contraél…—Max,tengoalgoquedecirte…—¿Sí?Nohabríapodidolevantarlacabezaymirarloalacara;silohubiesehecho,
lehabríaconfesadosuhistoriaconAndreas.Peronopudo.Porprimeravezenmucho tiempocomprendióporquésehabíacasadoconél, supodenuevoqueamabasusojos,subocainteligente,lasdelgadasmejillasquehacíansucaratanmelancólica.Nopodíahacerledaño…Yjustoenesemomentoenquesesentíacomounaniñapequeñadesconsolada,borrachaylloricosa,heridaytriste,justoentonces,tuvoclaroqueeralamásfuertedelosdosyquenopodíapreocuparaMax.Élnoseimaginabaqueellaloengañaba,delamismaformaqueéljamáslaengañaríaaella.No,Maxnodebíaenterarse.
—Ah,nada…—dijofinalmente—.Vámonosalacama.Noséporquéestoyasíhoy.Puedequeeseproductormehayasorbidoelseso.
EnlacamaseacurrucómuycercadeMaxyluegohicieronelamor,cosaqueno habían hecho desde hacía una eternidad. Para su decepción, Belle noconsiguió sentir nada. En ese tiempo, ella había disfrutado de estímulos másinteresantes, y lamanera suave de amarla deMax ya no encendía su cuerpo.Comenzóallorardenuevoy,cuandoMaxlepreguntóquélepasaba,hundióla
cara en la almohada. Tenía la sensación de habersemetido en un callejón sinsalida.
8
Recogieron a los tres fugitivos comunistas a la noche siguiente. Les habíanconseguido papeles falsos con la esperanza de que les permitieran entrar enSuiza.Quiénlohabíahecho…EsonopudoaveriguarloFelicia.Debíadeserunaorganización que ayudaba a perseguidos políticos y por cuestiones de raza aabandonarelReich,yMaksimMarakovpertenecíaaella.
—Dígamedónde está, por favor—lehabía suplicadoal hombreque fue arecogeralosfugitivos,peroéllediolargas.
—Esas cosas no se pregonan.Mejor que no sepa demasiado.Marakov sepondráencontactoconusted.
Asíquenoquedabaotraqueesperar,yesoeraalgoquehabíaodiadotodasuvida.Elveranoeracálidoyseco,echabademenosLulinn,peronopodíadejarMunich.PorlanochepaseabaalolargodelIsar,mirabaelaguaverdebotellaeintentabaconvencersedequeeraelcielodelaPrusiaOrientalloquesereflejabaenella.El trabajono ladivertía; losuniformes, losmalditosuniformes,dabandinero,peroeranmortalmenteaburridos.
Enlosañosveintehabíanvendidoaltacostura…pero¿ahora?Feliciadabapataditasalaspiedrasparatirarlasalaguaypensaba:«¡Condenadosnazis!».
Susanne y su oficial de las SS celebraban otra vez su compromiso.FavorecidoporHeydrich,VelincambiólasCalaverasporlasVerfügungstruppe,lastropasdeServiciosEspecialesdelasSS,yviajóalProtectorado;setratabadeun«programadereubicación»,dijo,ydebíadehaberlohechobien,puestoque,cuandovolvió,lohabíanascendidoaHauptsturmführer.FeliciahabíaintentadoconseguirsuayudaencuantoaldestinodelpadredeMartinElias,porqueTomWolffnohabíaconseguidonadaySara,alaquetambiénhabíadadounpuesto
de media jornada como mecanógrafa en la fábrica cuando se lo pidió, acabóacudiendoaella.AlviejoEliaslohabíanllevadoaBuchenwaldy,apesardesupromesadeescribir enseguida, aúnnohabíadado señalesdevida.HansVelinexplicóqueélnopodíahacernada.
—Elcasonoesdemicompetencia.—Penséqueabsolutamentetodoeradesucompetencia—resoplóFelicia.Larelaciónseenturbiósinremedioyparasiempre.SvenKronborghabíadadoaBelleelpapeldeJulieta,loquesupusoparaella
untrabajoagotador.Cadadíateníaqueestarmuytempranoenelestudioymuypocas veces lo dejaba antes de la noche. Kronborg se reveló como unperfeccionista…hastaunpuntocasienfermizo.Sinolegustabaunafraseenunaescena,ordenabaquelarodasendenuevohastacincuentavecessieraprecisoynopermitíapausasaningunodelosqueintervenían.
—Sihacéisbienvuestrotrabajo,podréisdescansar—decía—,niunsegundoantes.
Amenudo,Bellesemareabadehambreylalenguaselepegabaalasencías.Unavezrompióallorarantelacámaraporqueteníaquedecirlamismafraseporcentésimavezyyateníalasensacióndequesonabacompletamenteantinatural.
—¿Quién, por amor del cielo, le ha recomendado hacerse actriz?—rugióKronborg—.Decirquetieneunapizcadetalentoseríaexagerar,BelleLombard.Fuiunimbécilcontratándola.
Bellesetragólaslágrimasydijolamismafraseporcentésimoprimeravez.Kronborg no solo producía sus películas, también las dirigía y escribía el
guion.Esta vez había elaborado una versión bastante personal del drama.Losactores llevaban ropa moderna, los diálogos se inspiraban solo levemente enShakespeare y se referían a la actualidad, así que, entre otras cosas, habíamotivosde raza contrauna relaciónentreRomeoy Julieta, y era la influenciauniversal de las instancias estatales, que penetraban hasta la más íntima vidaprivada de las personas, la que destruía sus planes y se vivía como algo
insoportable. Belle se lo contó a Max, y este contestó que no creía que lapelículasuperaselacensura.
—¡Esonopuedeser!—gritóBelle,conmocionada—.Nosestamosmatandoatrabajar.
En agosto no cedieron ni el calor ni la sequedad. Los sucesos políticos seconsolidaron,habíaquienhablabadeguerra,otrosnoqueríannipensarenella.La cuestión polaca se aclararía, por supuesto, pero de aquello no podía salirningunagranhistoria.
El ministro de Exteriores Ribbentrop firmó en Moscú un pacto de noagresión entre elReich y laRusia soviética. Polonia, acto seguido, llegó a unacuerdoconGranBretañaporelqueambospaísesseprometíanayudamilitarmutua. Al Führer, al contrario que a muchos de sus asesores, aquello no leprodujo preocupación alguna. Finalmente, Francia proclamó también queapoyaríaaPoloniaencasodeunataquealemánycancelóeltráficoferroviarioconAlemania.Holanda,BélgicaySuizadeclararonunavezmássuneutralidad;decretaron, no obstante, una movilización parcial para defenderse contra elintento de arrastrarlos en el conflicto. Hitler anunció su voluntad negociadoraconPolonia,perolaretiróapenasundíamástardeporquenohuboreacciónporlapartepolaca.EnPoloniacomenzólamovilizacióny,asimismo,seinterrumpióeltráficodetrenesenelcorredorhacialaPrusiaOriental.
Erael30deagostode1939.Belle tenía que ir aquellamañanademiércoles a la estaciónStettiner para
recogeraVictor,elhijodenueveañosdeModeste.Veníaenelúltimotrenquesaldríade laPrusiaOriental hacia elReich.Lohabían aceptadoenunade lasescuelasdeélitenacionalsocialistas,unaEscuelaPolíticaNacional—Napola—,queahoraocupabalaantiguaescuelamilitardePostdam.Modeste,lacandidata
a laCruzdeHonorde laMadre,habíaconseguidoconellootravictoriaen loquesereferíaalhonorylareputacióndelafamilia.Enrealidad,Bellenoteníatiempo para ir a recogerlo, pero Kronborg había pillado un fuerte catarro deveranoy,despuésdearrastrarsedurantedíasconfiebrealtahastaelestudio,tuvoque rendir las armas y meterse en cama. Belle, que se sentía mareada yenfermiza, como ya era habitual en los últimos tiempos, habría preferidoquedarse en casa, pero le había prometido solemnemente a Modeste querecogeríaasuhijo,asíquesepusoencaminodemalhumor.CuandoavistóaVictor entre lamasa de gente, pensó que era una idea estúpida enviar a aquelniñoguapo,deojossensibles,aunaescuelaqueconsiderabalafuerzafísicaylavalentíamás importantes que la formación y lamente. ¿Cómo había dicho elFührer?«Ladebilidaddebesereliminada.Quierounajuventudviolentaycruel.Eldepredadorlibreygloriosodebebrillarensusojos…»
«PobreVictor,¡pobrefierecilla!»,pensóBelle,compasiva.—Hola, Victor—lo saludó alegre—, he pensado que vayamos primero al
Kranzler, uno de los cafés más famosos de Berlín, y luego te acompaño aPostdamy…
Éllamiróserio.—APostdammejorno,Belle.Creeránquevoyconmimadre.Belleserio.—Parezcounpocojovenparaser tumadre,¿nocrees?Peroestábien, irás
solo.EncontraronunamesalibreenelKranzler,yVictorcomenzóarelajarseun
pocoydevoródostrozosdepasteldecrema.Bellesehabíapedidotartadefresa,peroleentraronarcadasnadamásverla.Paradistraerse,lecontóaVictorcosasde su trabajo, de la UFA, de la ciudad del cine en Babelsberg, que era másgrandedeloqueVictorpodíaimaginarse.
—Casiquinientosmilmetroscuadradosdeterrenosderodaje,prados,ríos,lagos, animales.Un vestuario gigantesco.Y diez talleres de películas sonoras.Coches,unalocuradecoches.Soloesoteencantaría.Vagonesdeferrocarril.Es
unmundoensímismo,eincreíblementefascinante.NohayningúnsitioquemegustemásqueBabelsberg.
«No es cierto—dijo una insobornable voz interior—, eso era antes. HoypreferiríasestarenlosbrazosdeAndreasRathenberg,yBabelsbergpodríairsealinfierno.»
—¿Porquénocomesnada?—preguntóVictor.—Notengohambre.Toma,puedescomertetambiénmitarta.—Leacercóel
platoyselevantódegolpe—.¡Perdona!Llegó al aseo justo a tiempo. Después, cuando se lavaba las manos y se
enjuagaba la boca, le pareció que nunca había tenido peor aspecto. El espejoreflejabala imagendeunfantasmatembloroso.«Tengoqueiraunginecólogo—pensótanaprensivacomoagotada—.Madremía,¡solomefaltabaeso!»
Elmédicoleconfirmóloqueyasospechaba.—Está usted al final del segundo mes, señora Marty. Mi más sincera
enhorabuena.—Nopuedeserverdad—murmuróBelle.—¿Nosealegra?—Soy actriz. Estoy rodando una películamuy complicada.Necesito todas
misfuerzas.Elmédicosonrióconindulgencia.—Elniñonollegaráhastadentrodesietemeses.Soloaloscuatrocomenzará
anotarsequeestáembarazada.Paraentoncesyahabráacabadolapelícula.Suvozsonabadivertida.«Nome toma en serio—pensóBelle, enfadada—.Claro, si fueseKristina
SöderbaumoGittaAlpár…»Conmovimientostorpes,sevolvióavestir.—Todamisituaciónvital,doctor…Erainútil.Élnuncalaentendería.Porlomenosnolehabíadichoqueeraun
honordarleunhijoalFührer,porquehabría saltado.Noeraniunápicemejor
que Modeste. ¡Embarazada! Algún día también ella tendría cuatro niños yrecibiría esa estúpidaCruz deHonor de laMadre.Ningún hombre volvería amirarlayyapodíairolvidándosedesucarrera.
Elmédico,queobservabasugestodeenfado,lepreguntóconcuidado:—¿Estáusted…casada?—Sí.—Entoncescayóen lacuentadequeno teníani ideadequiénerael
padre.MuyprobablementeAndreas—.Sí,estoycasada.Aunqueesonofacilitanadalascosas,¿sabe?
—¿Quierecontarmesusproblemas?—preguntóél,resignado.—No.—Ya se los había insinuado y él no la había tomado en serio. Le
tendiólamano—.Gracias,doctor.Unavez fuera, inspiró con fuerza.No tenía ni lamásmínima ideadequé
hacer. ¿Intentar encontrar a alguien que estuviese dispuesto a practicarle unaborto? Las compañeras de Babelsberg seguro que sabían de alguien que lohacíapesealarigurosaprohibición—despuésdetodo,lamaternidaderaelmásalto destinode la vidadeunamujer—. Justo ahora, precisamente ahora, teníaquepasarle,cuandoparecíaquepodríaconvertirseenunaactrizdeverdad.Teníaquetenerbuenaspecto,teníaquereservarsusfuerzasparasobreviviralmortalmétododedireccióndeSvenKronborg.Envezdeeso,prontosecontonearíaporahícomountoneljadeante.
Decidida,hizounaseñaauntaxi.DioalconductorladireccióndeAndreasysedejócaerenelasientodeatrás.Teníaquehablarconél.Élsabríaquéhacer.
TodosiguióensilenciocuandotocóeltimbredelacasadeAndreas.Llamódosveces,tres.Nada,nielmenormovimiento.
ApareciólaporteraymirócondesconfianzaalapálidaBelle.—¿Aquiénbusca,s’ita?—AlseñorRathenberg.AndreasRathenberg.¿Noestá?—Sefueayerdeviaje.
—¿Deviaje?—Sí.Durantedossemanas.Yoriegolasplantas.—¿Dossemanas?Belle estaba perpleja. Se había marchado dos semanas sin decirle ni una
palabra.¿Leparecíaqueesoestababien?¿AcasosesentíacoartadoporcontarlequeseibadeBerlíntantotiempo?RecordólanochequediscutieronporlarubiadelMetropol.
—Belle,dejadeintentarcontodastusfuerzasencadenarmeati—selimitóadecirél—.Mevasavolverloco.
Ellaseechóallorar.—Yyomevolverélocasimeengañas.—Tambiéntúteacuestasconotrohombre,¿no?—Esoesdistinto.—¿Ah,sí?Al final, se habían separado los dos enfadados y decepcionados. Se
reconciliaronpocodespués,peroquedóunaespina.Enaquelmomento,cuando,antelapuertacerradadeAndreas,supoquese
había ido sin siquiera avisarla, Belle reconoció por primera vez que aquellarelación era más inoportuna que bonita. Ella sola se había engañado alconvencersedequeeraunamujer felizmenteenamoradacuyoúnicoproblemaeraqueengañabaasumarido.Lociertoeraquenosesentíafeliz,puedequenisiquiera amase de verdad aAndreas. Solo seguía enganchada a él como si suanhelofueraunaespeciedeadicción,yelhechodequesoportasesuinfelicidadenvezdelibrarsedeellademostrabalocomplicadaqueerasuvidasentimental.
Laporteralamiróconcuriosidad.—¿Queríaargo?Derepente,sesintióotravezcomounaniña,perdidaenunmundohostil,y
deseóquealguienescuchasesusproblemasyleasegurasequetodosearreglaría.Se acordó de su madre. Felicia había estado pocas veces pendiente de ella,cuando era niña, pero siempre fueun refugiode fuerzay seguridad…Felicia,
que era tanguapa, queolía tanbien, que llevaba ropa tan elegante.Tenía quellamarlaenseguiday,comonoteníateléfonoencasa,decidióiraladesuabuela.
ElsaDegnelly vivía enCharlottenburg, en el primer piso de una casa antigua,con ricos adornos de estuco. Tiempo atrás, la gran vivienda rebosaba deanimaciónfamiliar:habíancrecidoallítresniños,yeldoctorDegnellyteníaenellasuconsulta.Ahora,unadistinguidacalmareinabaenlashabitaciones,delasventanas colgaban visillos de tul blancos como la nieve y en los balconesflorecíanvioletasafricanasdecolorlila.
A veces, cuando le apetecía a Elsa, sonaba el Concierto para violín deBeethovenenelanticuadogramófono.
ElsaDegnellyeraunadelicadamujerdepeloblanco,tantímidaysoñadoraenlavejezcomolofuedejoven.Habíaperdidoasumaridoyaunhermanoenlaguerra,perosuverdadera tragediasehabíaproducidoenelveranode1916,cuando su hijo pequeño, de apenas diecinueve años, cayó en Verdún. Desdeentonces,yanoparticipabadelavida.NoencontrabaconsueloparalamuertedeChristian;undíamoriríatambiénella,sinquesudolorsehubiesealiviadoenlomásmínimo.
Belle,quehabíapasadocuatroañosdesuniñezenlaSchlossstrasse,queríaasu abuela y se tranquilizó cuando se la encontró en la sala de estar, con susfamiliaresmueblesBiedermeier,ylaancianaleofrecióunatazadeté.
—¡Qué bien que hayas venido a visitarme, Belle! Pero qué delgada estás.Vamos,siéntate.
—Enseguida,abuela.Tengoquellamarporteléfono.¿Puedo?—Porsupuesto.Enmisalón,yasabes.Sequedómirandoasunietacuandosalióyluegodesviólamiradahaciael
granóleoque,enlapared,representabaasuhijaFeliciadejoven.—Es como tú —murmuró—, tan inquieta e infatigable. Y no va a tener
muchasuerteconloshombres.
LaabuelaElsateníaunafinaintuición.
9
CuandoBellelallamó,FeliciaseestabaarreglandoparaunaveladaencasadeTomWolff.Lacenaeraa lasseisymedia,yaúnnohabíaanochecidocuandoFelicia comenzó a cambiarse y maquillarse. Se había puesto un vestido deveranode sedanegra con tenues rayitas blancas y el cuerpo ceñido.El escotedejabaverelcanalillo.Entornoalacintura,unanchocinturónblancodecharol.Lafaldacaíalisayrectadesdelascaderasysedeteníajustosobrelasrodillas.Sin duda enseñaba demasiado las piernas, y los zapatos blancos y negros, definostacones,erandemasiadoaltosparaunamujerdecente,perolegustabanasí.Lamelena le caía ligeramente rizada sobre los hombros. Se la colocó tras lasorejasparaqueseviesenloselegantespendientesdeperlas.Alcuellollevabauncollar,tambiéndeperlas,dedosvueltas.
Cuandoseestabamaquillandolaspestañas,sonóelteléfono.—Mamá,graciasaDiosqueestásencasa.Teníamiedodenoencontrarte.—¡Belle!¿Hapasadoalgo?Belle tragó saliva, luegodio una explicación larga y complicada y al final
rompióallorar.Feliciaentendióquesetratabadeunhombre—nodeMax,sinodeotro—,queobviamentellevabaunavidadisoluta,ydeunbebé.
—¿Estásseguradequeestásembarazada,Belle?Bellellorabasinparar.—¡Estodotanhorrible!Mamá,ven,porfavor.Tenecesito.¡Porfavor!—¿Nopreferiríasvenirtú?Sería…—No puedo, por la película. Si Sven Kronborg se recupera pronto, me
despediríasivequenoestoy.Porfavor,mamá.Nomeenfadédeverdadcuandonovinisteamiboda,peroahoratenecesito.
Felicia dudó un segundo, pero lamención de la boda fuemuy eficaz paraagitarsumalaconciencia.
—Estábien,Belle.Tomaréelprimer trende lamañana.Nolloresmás.Loarreglaremostodo.
EnlacenadeTomWolffaparecióporsorpresaHansVelin,quien,segúnresultó,pertenecía al círculomás cercano de conocidos deTom.Al lado deFelicia sesentabaunSturmführerdelasSAentradoenedad,queestabafascinadoconellay casi se atragantó cuando, después de comer, sacó una barra de labios y unespejitoyseretocóelcarmín.LepreguntóporsufábricayleplanteósiestaríainteresadaenmáscontratosconelPartido.
Felicia, quehasta entonces sehabíamostrado condescendiente e impasibleconél,sevolvióylomiróporprimeravezconatención.
—¿ContratosconelPartido?—Sí. En la época en que la empresa aún pertenecía al medio judío
Liliencron,porsupuestohabríasidoimposible,perodesdequesehizoustedconladirección…
—ElseñorLiliencronmelacedió.Yonomequedéconellasinmás.—Encualquiercaso,escuandomenosdeagradecerquelascosasseancomo
son—comentóelcamisapardadedicándoleunasonrisaglacial.—Yo,pormiparte—dijoFeliciaconfrialdad—,echomuchodemenosel
consejodelseñorLiliencron.Atravésdefloresyvelas,vioaTomsonreír.Éllaconocíacomoningúnotro
y sabía cuánto había deseado recuperar la propiedad de la fábrica, y tambiénsabíaqueahoramismoensupecholuchabandosalmas:laaversiónporlosnazisylacodiciadeganardineroconellos.
—Banderas, brazaletes, banderolas —aclaró su vecino de mesa—, losnecesitamos en cantidades industriales. Yo podría hacerle llegar importantescontratos.
LosojosdeFeliciaerancomolosdeungatoqueolfatealeche.—Tendríaquepensarlo,señor…—¿Cómodemoniossellamaba?Cuandose
habíapresentado,ellanoloestabaescuchando.—Becker—dijoTom,yvolvióasonreír.EllasonrióalSturmführerBecker.—Tendríamosquehablarlo.Suhermosorostromitigólairaquelehabíaproducidonohabersequedado
conelnombre.—Tal vez podría ir a verla mañana por la mañana a su despacho, señora
Lavergne.—Mañana por lamañana…—Tenía previsto estar ya en el tren a Berlín.
Peroeraunabuenaoferta laque lehacíaBeckeryquizásalieradeaquellounasuntomuylucrativo.Podíatomareltrendelatarde.Belleloentendería—.Deacuerdo—dijo—,mañanaporlamañana.
Al día siguiente llovía a cántaros, como si el verano anunciara que iba acomenzarseptiembreyqueteníaquedespedirse.Hacíafrescoenlacasa.Feliciallevaba un jersey calentito cuando recibió aBecker. Él lamiraba exactamenteigual que la noche anterior; a ella, por el contrario, él le pareció aún másdesagradable. La jefatura de Munich, explicó, buscaba un fabricante queproveyesealPartidodeformacontinuadayengrandescantidadesdelosobjetosque lehabíadichoeldíaanterior,y lafábricaLavergneparecíaapropiada,porsupuesto,ahoraqueelelementojudíohabíadesaparecido.
—Además,elHauptsturmführerVelinseemparentaráenbreveconustedes,yentoncesseremoscasicomounagranfamilia.—Soltóunarisotada.
Feliciatorcióelgesto.Despuésdequeellasubieseunpocoelprecio,llegaronaunacuerdo.Becker
había llevado un contrato en el que establecieron las condiciones antes defirmarlo.Suspirósatisfecho.
—Yahora,¿porquénonostomamosuncafé?Feliciaselevantó.—Losiento.Tengoquehacerlamaleta.MevoyhoyaBerlín.—Ah,vaya…—Parecíadecepcionadoyalgoenojado—.Encualquiercaso,
nos veremos a menudo en un futuro cercano. —Su sonrisa contenía unainsinuacióninsoportable.FeliciacasiencontrabamássimpáticoaHansVelin,encomparación con aquelpatán—.Delemis recuerdos a la capital delReich.—Entrechocólostalonesyextendióelbrazoderecho—.HeilHitler!
Una vez que se hubo ido, Felicia comenzó a reunir las cosas que queríallevarse.Estabasola.Ladoncellateníalibre,JolantahabíaidoallagoChiemavisitar a su hermana, y Susanne se estaba encargando en el centro unguardarropanuevocompleto,acordeconsupróximoestatusdemujercasada.Eltrensalíaa lascinco, llegaríaaBerlínpasada lamedianoche.Habíadejadodellover,unvientofuertedeshacíalasnubes,uncieloazuloscurocentelleabayelsoliluminabalashojashúmedasdeloscastañosdedetrásdelacasa.
Felicia abrió la ventana y un aire fresco y aromático inundó la habitación.Tenía la radio puesta, hablaban de Polonia y solo de Polonia. Era obvio queMussolini intentabamediar, pero la situación parecía agravarse cada vezmás.Entonces, el locutor informó de la cartilla de racionamiento obligatoria queexistíaenelReichdesdehacíacuatrodías,aunqueporelmomentocreabamásconfusiónqueorden.«Sedesignaránautoridadesdealimentaciónysubsistenciaque se ocuparán de los carnets de compra», prometió el locutor y, acontinuación, se oyó el himno nacional. Cuando estaba acabando, sonó eltimbre.
VolvióasonareltimbreantesdequeFeliciasediesecuentadequenadieiríaaabrirporqueestabasolaencasa.Seapresuróabajar lasescaleras tarareandoparasí.
Abrióy,anteella,encontróaMaksim.
En una época tan lejana como feliz, los dos habían compartido su vida, sussueños, susesperanzasysusmiedos;eranniñosyel jardíndeLulinn,consusviejos árboles, la hierba alta y las luminosas y coloridas flores no les habíanpermitido reconocer que algo se interponía entre ellos, que algo impedía lamagia.Peronopudieronevitarhacerseadultosymirarelmundoconotrosojos,sobretodo,verelmundocadaunoasumanera,queelotronolograbaentender.
Yahoraahíestabanfrenteafrente,onceañosdespuésdehabersevistoporúltimavez.Maksimapenashabíacambiado.Teníacuarentaycuatroañosy,enlas sienes, el pelo oscuro comenzaba a encanecer. Estaba calado hasta loshuesos.Debíadehaberlopilladoelchubascoporqueelabrigocolgabacomounabayetamojadasobresushombrosylegoteabaelaguadelsombreroalamano.Lechapotearonloszapatoscuandoavanzóunpaso.Loprimeroquedijofue:
—¿Estássola?Feliciadiounpasoatrás.—Sí,estoysola.Entra.Éldejóunrastrohúmedodecaminoalasaladeestar.Conunpardegestos
rápidos, Felicia tomó unos leños del cesto que había junto a la chimenea, losapilóylosencendió.
—Quítatelaropamojada—leordenócomosilohubiesevistoeldíaanterior—, te traigo una bata y luego te sientas junto al fuego. Si no, vas a pillar uncatarroterrible.
Peroelcorazón le latíacomo lococuandosubió lasescalerasabuscarunatoallayunalbornozdesuexmarido.Onceaños…Nohabíacambiadonadaytalvezellatendríaquedejardecreerquealgocambiaría.
Maksim se había desnudado obediente y estaba en ropa interior ante lachimenea.Temblabadefrío.Ellalealcanzólatoalla.
—Sécatebien.Tevoyacalentarunvinoconespecias.Conaireprofesional,seapresuróaquíyallá,eintentóengañarasusrodillas
temblorosasnoprestándolesatención.Porfin,envueltoenelesponjosoalbornozy con una taza de vino caliente que olía a canela,Maksim se sentó frente al
fuego,yellalohizoenlaalfombraenfrentedeél,conlasmanos,deprontofrías,apretadastambiénentornoaunataza.Sinquesehubiesendadocuenta,elvientohabía arrastrado lasnubesyvolvía a llover; laparedgrisque severtía alotroladodelaventanaoscurecíalasala.Soloelfuegodelachimeneaesparcíaunadébilluzrojiza.
—He estado esperando que vinieses desde que esos fugitivos durmieronaquí…—dijoFelicia—.Elhombrequelostrajomedijotunombre.
Lelanzóunamiradainquisitiva,alaesperadeunaexplicación,yalmismotiempopensó:«Enrealidad,megustaríapreguntarlealgototalmentedistinto».
—Sí.Dudésiimplicarte,peronoencontramosningunaotraopción.Además,PeterLiliencrondijoqueestaríasdispuestaaayudarnos.
—¿Loconoces?—Bastantebien,dehecho.Trabajamosjuntosenelgrupoqueayudabaalos
opositoresdelrégimenahuiralextranjero.—Sí,pero…—Lomirófijamente—.¿CuántohacequeestásenAlemania?—Desdeel35.HeestadocasitodoeltiempoenBerlín.—¿Porquénohasdichonuncanada?Maksimseencogiódehombros.—Demasiadopeligroso.Vivoconunnombrefalso,conunpasaportefalso.
SabíaquetrabajabasconLiliencron,peroesunaregladeoroentrenosotrosnodarnombresdeterceros.Hubiesesidomuyarriesgadoparatodos.
—Pillaron a uno de los vuestros el año pasado. Peter tuvo que dejarAlemaniaporeso.¿Porquétequedastetú?
Envezdedarunarespuesta,élpreguntó:—¿Medasuncigarrillo?Felicia le tendió la tabaquera. Solo después de un par de caladas largas y
profundas,respondió:—EstuveunpardemesesenHolanday,cuandoviquenoamenazabaningún
peligro,volví.Liliencronesmedio judío;paraél lasituacióneramásprecaria.
Pero…—sequedómirandolasvolutasdehumo—pero,encualquiercaso,entodaestahistoriaunoestásiempreconunpieenlacárcel.
Duranteunratocallaronlosdos.—Esdelocosloqueestáshaciendo,Maksim—dijoFeliciadespacio.Porprimeravezdesdequehabíallegado,sonrió.—MiqueridaybuenaFelicia.Siempre lamisma.Temporamutantur, pero
nosotros no necesariamente, ¿eh? ¡Nunca podrás imaginar siquiera lo que esarriesgarseporlosdemás!
—Siemprehe…—Losé—lainterrumpióél,algoimpaciente—.Portufamiliaseríascapaz
hasta de descuartizar. No es que te hayas ocupado en especial de ninguno deellos nunca, pero habríasmovido cielo y tierra para conseguirles posesiones ydineroyprotegerlosdetodomal.
Ellalomirófijamenteysepreguntósiladespreciabaosihabíacariñoensuspalabras.Noquisoaveriguarlo.Conélnuncaloaveriguaría.
No seoíanadamásque el crepitarde las llamasy el ruidode la lluvia, yMaksimdijocomodepasada:
—Tenecesitamos,Felicia.Poresohevenido.—¿Quiénmenecesita?—Nuestra organización. Necesitamos una casa donde esconder a gente de
maneratemporal.Tienequeserunapersonadelaquelosnazisnosospechenenabsolutoyenlaquepodamosconfiaralcienporcien.
Feliciaestabaahoratotalmentealerta.—Maksim,¿sabesloquemeestáspidiendo?—Sí.—Nopuedeser.Novivosola…—TuhijaSusannesevaacasarconunhombredelasSS.Asíquenoestará
yaaquí.YunHauptsturmführerdelasSSenlafamiliahacequeseasaúnmenossospechosa.
—Misrespetos—dijoFelicia—,estásbieninformado.
—Siempre tenemosqueestar informadosde todo.¿Quéservicioviveen lacasa?
—Jolanta.Llevaunaeternidadconmigoypondría lamanoenel fuegoporella.Peroladoncella…
—¿Tienequequedarse?—Noesimprescindible.SiSusanneseva,yanolanecesitaré.—¿Jardinero?—Sí, pero solo se encarga del minúsculo jardín trasero. Viene cada dos
semanasysoloenverano.Maksimasintió.—Seríaideal.—Pero, Maksim, no puede ser.—Se había vuelto completamente loco—.
SusanneysuesposodelasSSvendrándevisitaamenudo.Yentonces…Ahoratengo un contrato de suministro con la jefatura de Munich. Banderas y esascosas.Quierodecir…
—Quieresdecirquecolaborasconlosnazisalolargoyaloancho.—Nodigassemejantesbobadas—loriñólevantandolavoz—.Nosoportoa
los nazis, pero quiero sobrevivir de alguna manera. Bendito sea, ¿a quiénbeneficia que me ponga en su contra? Si no se lo doy yo, conseguirán susuministrodeotro.
Maksimnoreplicó,perosurostromostrabaunaexpresióndedesprecioqueFeliciacreíanopodersoportar.
—Pues tevadeperlasque tengadinero—bufó—.Yunacasagrande,unareputaciónprofesional y unmalditoHauptsturmführer de lasSS en la familia.Asípuedoserosbastantemásútilque…—Seinterrumpió.
Maksimlamirómuyserio.—Creíaquenoqueríascolaborar.«Túysolotúhaspodidoobligarmesiempre»,pensó,perodijo:—Bah,cállate.Claroqueosvoyaayudar.Nomequedaotra,¿osí?—Podríasdecir«No».
—Sí,yentoncesmequedaríaconcargodeconciencia.—Enfadada,sebebiódeuntragosuvinocaliente,queyaestabamásbienfrío—.MaksimMarakov,¿porquésiemprequeaparecestraesproblemasamivida?
Élselevantó,seleacercóysesentójuntoaella.—Felicia—le puso una mano en el brazo—, no te enfades conmigo. Te
necesito.Eltonotiernodesuvozlairritó.—A la única que has necesitado siempre ha sido aMaria Ivanovna—dijo
másásperadeloquepretendía—.¡AtuMacha!—Machamurió.SehizounsilenciosofocantehastaqueFeliciapreguntó:—¿Qué?—EnlaspurgasdeStalin…Ladetuvieronafinalesdel37.Enlaprimavera
del38lafusilaronenuncampodeSiberia.—¿Porqué?¿PorquéMacha?«Diosmío,yyoqueheodiadotantoaesamujer»,sedijo.ElrostrodeMaksimparecíadepiedra.—Erahijadeuncomerciante.Eso lamarcabacomoburguesa…Macha, la
luchadoramáslealqueLenintuvonunca…—Suvozsedebilitó.—¡Nopuedeserverdad!—exclamóFelicia,aturdida.Maksimsepasólosdedosporelpelo.—Cielosanto,Felicia,enlosúltimosañoshanbastadomotivosmuchomás
absurdos para liquidar a alguien allí…Y yo no pude ayudarla siquiera…YoestabaenAlemaniayyaerademasiadotardecuandomeenteré…
«De repente se le ve un hombre viejo y cansado», pensó espantada.Suavementetiródeélhaciaellasinqueélseresistiese.
—Necesitasunlugarenelquedescansar,Maksim.Quédateaquíestanoche.Fuera la lluvia caía con fuerza.Losdoshundieron la cara en el cuello del
otroyperdieronlanocióndeltiempo.Duranteunospreciososminutos,elpasadohabía vuelto, los largos y despreocupados días de verano en Insterburg les
sonrieron y les recordaron que habían terminado, pero no habían caído en elolvido.
«Nosmantienenunidos—pensóFelicia—;connoventaañosnossentaremosy soñaremos con esos días y no entenderemos por qué no pudimos conservaraquello.» Solo cuando oscureció del todo, se acordó de repente de que habíaolvidadoporcompletoaBelleysuviajeaBerlín.
Felicia había alojado a Maksim en la habitación del sótano en la que habíaescondido a los fugitivos, donde él durmió como un lirón. Cuando bajó a lamañana siguiente, lo encontró ya despierto. Miraba a su alrededor con ojossomnolientos.
—Lo siento, Felicia. Estaba tan agotado ayer… Uno solo se da cuentacuandovuelveaacostarseenunacamadeverdad.
Felicialepusounabandejaallado.—Tehe traídoeldesayuno.Café,panecillos,mermelada,queso, fiambrey
unhuevopasadoporagua.Estásdemasiadodelgado.—Sesentóenelbordedellechoymirósatisfechacómodevorabalacomida—.Maksim,estoytanfelizdevolver a verte.—Lehabló de la carta dePeterLiliencron—.Yno entendí enabsolutosuinsinuación.Quenadiepodíaeludirlaresponsabilidad,meescribió.Me preguntaba qué quería decir. Quería prepararme para ti y para… vuestraorganización…
—Te he presionado un poco, ¿no? —preguntó Maksim—. Si te sientesacorralada,entonces…
—No,deverdadqueno.Notepreocupes.Osayudaré.—Semostrabaalegre,serenayestoica.
«Notieneniideadeloqueselevieneencima»,pensóMaksim.Felicia se levantó, abrió la ventana que estaba casi a ras de suelo. Un
aromáticoolordelluviaentróaraudales.—1 de septiembre. Pronto será otoño, Maksim. —Se giró hacia él—.
Maksim,yo…«Nolodigas»,lepidióélensilencio.Noterminólafrase.Depronto,unatensióninmensallenólahabitación.Para
haceralgo,Feliciaencendiólaradioqueestabaenelestantedelapared.Habíadesechadoelaparatohacíaaños.Apesardequezumbabayresoplaba,sepodíaoírentremediaselladridodelFührer:«Mispropuestasdepazymiindulgenciasinfinnodebentomarsepordebilidad,nimuchomenosporcobardía…».
—Nohayquienlosoporte—dijoFelicia.Maksimarrugóelentrecejo.—Déjalo,porfavor.«… Por eso me he decidido a hablar con Polonia el mismo idioma que
Poloniallevamesesusandocontranosotros…»La expresión del rostro de Maksim era de máxima atención. Depositó la
bandejaenelsueloyseincorporó.«…Estanoche,Poloniadisparóporprimeravezennuestropropioterritorio
asoldadosregulares.»—Maksim—dijoFeliciaenvozbaja.Lavozenronquecidayencabritadade laradioparecíaescupir laspalabras:
«Desdelascincocuarentaycincominutos,devolvemoslosdisparos».
LIBROII
1
Haciamediodía, cesódeprontoel fuegodeobuses.Sinembargo, trashorasyhoras de bramar ininterrumpidamente, la calma pareciómás angustiosa que elruido.Estabaoscuroyhacía fríoenelsótano,del techogoteabaaguayen lasesquinas roían los ratones. Pero cuando Phillip quiso levantarse y llegar a lasescaleras,Claireloretuvo.
—Aúnno,Phillip.Esperemosunpocomás.Phillip cedió. Después de una hora en que todo seguía tranquilo, se
atrevieronasalir.Cuandocomenzóelfuego,habíanllevadoatodoslosanimalesalosestablos
yloshabíanencerrado,asíqueelcorralestabadesiertobajoelsoldejunio.Losgrilloscantabanen laaltahierbay lasabejaszumbabanen lossetosdeespinojuntoalapuertadelacasa.Habríasidolaimagendeunpacíficodíadeveranosi,aunospocoskilómetrosdedistancia,lahumaredanohubiesevueltoelcieloinvisible,sielairenohubieseestadollenodeaquelvapor.ElpueblodeSaint-Maurin,enlacostabretona,ardíaenllamas.
AúnnohabíapasadounañodesdequeHitlerinvadióPolonia,laocupóyselarepartiócomounbuenhermanoconJosefStalin,cuandoelGobiernoalemánhabía preparado un nuevo golpe: el ejército entró enDinamarca yNoruega y,luego,el10demayode1940,laguerradeHitlercomenzósinprevioavisoeneloeste; en un dos por tres, estaban ocupados los Países Bajos y Bélgica, y losfranceses que habían acudido en su ayuda se encontraban arrinconados. UngrupoacorazadoalemáncruzólasArdenas,avanzóhastaladesembocaduradelSomme; entre ellos y las unidades militares que empujaban por el norte, losfranceses y los ingleses quedaron atrapados. Del 5 de junio en adelante, las
tropasalemanascontinuaronsuavancehaciaFrancia.El10dejunio,Mussolinideclarólaguerraalosfranceses.El14dejunio,Parísquedóocupada.ElprimerministroReynauddimitiódesucargo;susucesor,elancianomariscalPétain,elcelebradovencedordeVerdún,ofrecióalosalemanesunarmisticio.Mostróconello,porprimeravez,sudisposiciónaacordarconlasfuerzasdeocupaciónunalíneadeactuaciónqueampararíasuGobiernodeVichyenlaFrancianoocupaday por el que lo atacarían duramentemuchos franceses, sobre todoCharles deGaulle,quehabíahuidoaLondres.
Erael17dejuniode1940.—Losalemanesprontoestaránpululandoporaquí—ledijoPhillipaClaire.Ellaestabapálida.—Esperoquenonoslorobentodo.—Conesoestaríanobrandocontrasuspropiosintereses—contestóPhillip.Cojeando,recorríaelcorralhaciaelgallinero,parasoltaralasgallinas…Los
enemigosibanahacerlodetodasformas.Clairelosiguióconlamirada.Conquéhabilidadyrapidezsemovíaconsu
pierna de madera. Cuando era un joven oficial alemán, lo habían herido degravedadenlastrincherasdeFrancia.Noquisoregresarnuncaasupaís.Trasunbreveintentodevolverasuantiguomundo,entendióquesunuevapatriaeranFrancia…yClaire, lajovencampesinadeBretañaquelohabíaatendidocomoenfermeraeltiempoquepasóenelhospitaldecampaña.Cuandosecasaron,élobtuvo la nacionalidad francesa. Ahora hablaba francés mejor que alemán,pensaba en francés y soñaba en francés. Había raros momentos en los quevisitabasusrecuerdos…SujuventudenBerlín,suamigoJohannesDegnelly,lahermosahermanadeeste,Felicia…Unamujeralaqueamóyquesecasóconotro…Hacíaunaeternidaddetodoaquello.Lascosasqueantescontabanyanoeranimportantes.Sehabíaconvertidoencampesino,habíaaprendidoaleerenelcolordelcieloelmomentodelasiguientelluviay,eneltornasoldelmar,cuándoibanapicarlospeces,ysoloesoteníaalgúnsignificado.Antessoñabaconunagrancarrera,condineroyunacasaeleganteen laciudad;hoysentíaque tenía
muchasuertecuandomirabasuscampos,enlosquesemecíaelmaíz,ocuandodepiesobrelaspeñassentíaenelaireelsaborsaladodelmar.
—Me alegro de que Jérôme esté con Sophie —dijo Claire—, ahora quevienenlossoldados.
Jérômeerasuhijodediezaños,ySophieeraunaprimadeClaire.VivíaenChâlons-sur-Marne,yhabíanllevadoaJérômeconellapocoantesdelestallidodelaguerraporqueelmédicolehabíaaconsejado,despuésdeunagripegrave,uncambiodeaires.Phillipsemordiólalenguaparanodecirquehacíamuchoque los alemanes estaban en Châlons y que le preocupaba Jérôme. Habríapreferidotenerlomáscerca.
Lossoldadosaparecieronenlagranjaaprimerahoradelatarde, lideradosporun joven y decidido capitán que enseguida quiso ver a todas las personas quequedaban con vida en la finca. En Saint-Maurin se habían atrincherado lossoldadosdelejércitofrancés,queaúnnosabíannadadelarmisticio,pueshabíanluchado con ahínco contra los atacantes. Los alemanes parecían cansados ybastantedesanimados.
Phillipcontestóalcapitánenfrancés.—Apartedemiesposaydemí,nohaynadiemás.Viocómolossoldadosrecorríanasuantojolacasaylosestablosenbusca
de enemigos. Las gallinas revoloteaban sobresaltadas por el corral, los cerdosgruñíanasustados.Porlodemás,todoestabaensilencio.
—Su documentación —exigió el capitán. Cuando vio la de Phillip, dijodesconcertado—:PhillipRath,nacidoenBerlín.Esustedalemán.
—Eraalemán.Ahorasoyfrancés.—Untraidoralapatria,¿eh?Phillipsetocólapiernademadera.—¿Es este el aspecto de un traidor a la patria? Me dejé los huesos por
vosotrosentre1914y1918.FuicomandantedeSuMajestadelEmperador.Perodeesohacemucho…
El capitán gruñó. Una rara avis, el excomandante. Seguramente uno deaquellos tiposdel ejércitoque tras laguerrahabían fracasado.Ledevolvió losdocumentos.
—Tenemostresheridos.Sumujerseocuparádeellos.LosojosdeClaireecharonchispas.—¿Tengo que ocuparme de hombres que han atacado nuestro país y han
disparadocontranuestragente?Elcapitánlamiróconfrialdad.—Madame,nodudamosendispararaquiennonosobedece.Luegosediolavueltayrugióórdenesporelcorral.APhillipyClairelesasignaronunahabitacióneneldesván,delrestodela
casaseapropiaronlosalemanes.Saquearonladespensaylabodega.Philliptuvoqueayudarallevaralosheridosalasaladeestar,dondeloscolocaronenunoscatres.Clairevendósusheridasylesdioagua.Lohizoconcuidado,peroconlosdientesapretadosysinsonreírniunasolavez.
Anochecíaconrapidez,elsolseocultabayatraslasrocasaorillasdelmarcuando se produjo cierta inquietud entre los soldados. Un séquito peculiar seacercabadesdeelpuebloenllamas,cuyoresplandorcompetíaconlaluzrojizadelsol.Unalargaprocesióndehombresymujeresavanzabahacialagranja.
—¿Quédiablosquieren?—preguntóelcapitán.Aunquenoparecíaunataque,porprecauciónhizoquesushombrestomaran
lasarmas.LuegollamóaPhillip.—Vaya hacia ellos y pregúnteles qué quieren —le ordenó. Agotado, se
limpióelsudordelafrente—.¡Malditosfranceses!Phillip recorrió el camino cojeando.Después recordaría siempre el curioso
olor de aquel anochecer de verano: jazmín en flor mezclado con humo. Elabsurdodelaguerra.
A la cabezadel séquito avanzabaunhombre,Pierre, unode loshabitantes
más notables del pueblo. Llevaba unmuerto. Se detuvo ante Phillip. Los doshombressesentabanamenudojuntosatomarunvinoyeranbuenosamigos.
—Phillip—dijoPierre—,tetraemosatuhijo.SoloentoncesPhillipmiróhaciaabajoyvioqueloquellevabaPierreeraun
niño.SuhijoJérôme.
Muchodespuésdelamedianoche,seguíansindormirensusofocantebuhardilla.Lasventanasestabanabiertasdeparenpar,elcantodelosgrillossonabaagudoenlanoche.
HabíanenterradoaJérômeenlapartedeatrásdeljardín,juntoalospadresde Claire. Pierre les contó que el niño había llegado muy temprano por lamañanaaSaint-Maurin,agotadoysucio.Lohabíarecogidouncarro.
—Dijo que su tía Sophie lo habíamandado a casa poco antes de que losalemanes tomasenChâlons.Recorrióen trenun tramo,pero luegoyanohabíatrenes,y él siguió.Mimujeryyo lo trasladamosanuestra casayyodijequeteníamos que llevarlo enseguida con sus padres, pero… —a Pierre le caíanlágrimasporlacara—peromimujer,queDioslaperdone,dijo:«AsínoselollevoyoaClaire,primerolobañoyledoyunospantaloneslimpiosdenuestrohijo…Ytienequecomeralgotambién…».Sí,yluegolosalemanesestabanyaahí; es unmilagro que Jérôme haya llegado tan lejos sin que lo atrapasen. Elfuegodeartilleríacomenzóde inmediatoporquesabíanque teníamossoldadosen el pueblo, y era demasiado peligroso dejar a Jérôme en la calle. Loescondimos en el sótano. De repente oímos un crujido y un estruendoterroríficos, corrí arriba y vi que nuestra casa estaba en llamas.Teníamos quesaliry,Phillip,nuncameloperdonarémientrasviva,todosloconseguimos,peroJérôme…Una viga en llamas cayó… Estaba muerto, Phillip, se quedó en elsitio.Tejuroquenohasufrido…
Clairenolloró,perosenegóahacernadamásporlosalemanesheridos.Elcapitán se lo permitió. Permaneció sentada en la buhardilla, asomada a la
ventana horas y horas, mientras la noche transcurría despacio. Philip intentóhablarconella,peronocontestaba.Solocuandounapálidafranjadeluzanuncióporelestelamañana,dijodepronto:
—No voy a aceptar lo que han hecho los alemanes, Phillip. Voy a lucharcontraellosyvoyamataratodoslosquepueda.Comoyo,habrágenteportodaspartesenFrancia,yjuntosnoseremostanfuertescomoellos,perosímásfuertesde lo que esperan. Al final de su vida, otros cuentan sus buenas obras o sudinero,yocontarélosalemanesquehematado.Puedequeesomedevuelvaalgodelapazquemehanquitado.
Élseacercóyquisoabrazarla,peroellaretrocedió.—Déjalo —dijo arisca—. Tú fuiste también alemán, no puedes odiarlos
comoyo.—Jérômeeratambiénhijomío,Claire.Hagasloquehagas,voyaapoyarte.Sequedaronahísentados,juntosyensilencio,hastaquesalióelsol.Phillip aún no había entendido lo mucho que esa noche se había alejado
Clairedeél.
Erael22dejuniode1940.EnelbosquedeCompiègne,enelcochesalóndelferrocarril en el que se había firmado en 1918 el Tratado de Versalles, unadelegaciónfrancesafirmóelarmisticioconlosalemanes.Hitlernohabíapodidoresistirseaelegirellugarhistóricodelaignominiaparaaquelacto.
Francia estaba ahora dividida en dos: el norte, con París y las costas delCanalyelAtlántico,estabaocupado;el terciorestantequedabasinocupar.Loquelosalemaneshabíaninfligidoalmundohabíasidounaguerrayunavictoriarelámpago, y Hitler, que disfrutaba la gloria de su generalato, ordenó unabanderamientodediezdíasentodoelReichparacelebrarcomoeradebidolavictoriamásgloriosadetodoslostiempos.
PaulDegnellyestabasentadoenunhospitaldeParísensucama,juntoasu
equipaje,yesperabaelcochequelosllevaríaaélyaalgunoscompañerosalaestación.Esemismodíaestaríandevueltaensupatria.
Lohabíapuestofueradecombateuntirorasanteenlacabeza;laheridanoeramuyprofunda,perosufríafuertesmigrañasdesdeentonces.
—Alégrate, te dan un bonito permiso por enfermedad—lo consolaban losotros.
Él habría deseado que no le hubiese pasado a finales de la campaña enFrancia,sinomásbiencuandotodohubieseterminado.Yahabíavistosuficientecomoparacargarconunaseriedeestampasdeterrorenlamemoria.PertenecíaalcuerpoacorazadoqueestabaalasórdenesdelgeneralGuderiany,portanto,habíaparticipadoenelinfamePlanAmarilloatravésdeLuxemburgoyelsurdelas Ardenas. El Grupo de Ejércitos B había atacado Francia por el norte,mientraselGrupodeEjércitosAcaíasobrelasunidadesfrancesasporlaespaldarompiendoporlasArdenasydibujandounarcohacialacostadelCanal.Habíansorprendido a los franceses, que apenas contaban con un ataque por lasinfranqueablesArdenas.
Las unidades acorazadas ofrecían una vista aterradora. Carro contra carro,columnasquenoparecíantenerfin.Noeracomoladrôledeguerre,laguerradebroma, la escaramuza inofensiva que los alemanes y los franceses se habíanofrecido unos a otros en el Frente Occidental hasta entonces; habían fumadojuntosy,devezencuando,parasalvar lasapariencias,habíandisparadoalgúntiro.Aquelloseterminó.
ElcompañerodelacamadealladodePaulgruñó:—LaideadeGuderiandehacermarcharalasunidadesdecarrosunoscontra
otros tampoco era tan nueva. El generalDeGaulle siempre estuvo a favor dehacerlotambiénaquíenFrancia,peronadieloescuchó.Losalemanesnosomoslosúnicoslistosdelmundo.
—Desdeluegoqueno—lediolarazónPaul,cansado.—Y, en suma,mucho teatro con todo esto, pero sobre los fallos no habla
nadie.Dunquerquefueunadesgraciaparanosotros,siquieressabermiopinión.Podríamoshaberaplastadoalosinglesesyalosfranceses…
«Enfin»,pensóPaul.—…Y,envezdeeso,dejamosquefueranevacuadosporelCanalmientras
nosquedamosmirando.¡Fabuloso!A Paul le daba igual. Se había avergonzado cuando irrumpieron con sus
malditostanquesenunpaísqueyacíapacíficoyfloridobajoelsolyqueellos,demaneratanbrutal,molestaronyperturbaron.Lavisióndelosverdesprados,delosarroyosylospueblosdeensueñoporlosquehabíanpasadoledolió.Y,más tarde, las callesobstruidaspor losejércitos en fugay los campesinosqueintentabansalvarsupatrimonio.Uncaosendirecciónalsur,carrosconlosejesrotosysinruedas,caballosmuertosomoribundoscolgandoaúndelosarneses,armasyvituallasesparcidaspor lascunetas.Enjambresdemoscasvolandoencírculossobreladevastación,unolorpútridoqueloinvadíatodo.
PeroPaullosabía:aúnnohabíavistolapartemásterribledelaguerra.«Estohasidounasaltorápido,vertiginoso,yloshemossorprendidotantoqueapenashanpodidoorganizarunadefensa.Laguerrapuedesermuydiferente.»
—¿Qué te parece?—le preguntó al compañero de la cama de al lado—.¿Creesqueestohasidotodo?Quierodecir,¿creesqueahorallegarálapaz?
Elotrosonrió.—¡Esosonpamplinas!—Bajólavoz—:¿HasleídoMeinKampf?—No,aúnno.—Tienesquehacerlo.Ahíestátodo.Nohabladepaz.ElFührer…Bueno,él
querría conquistar elmundo entero.—Con cuidadomovió la pierna vendada,que lametralladeunobúshabíadejadomaltrecha,yblasfemóenvozbaja—:Malditaguerra.¡Vamosapalmartodos!
—Sobre todo losotros—dijoPaul—.Pareceque los alemanes tenemos lasuertedenuestraparte.
Suvecinodecamaleechóunalargamirada.—Espera.Ningúnejércitohavencidosiempre.Hayquesabercuándoseha
superadolacimay,entonces,hayquesaberparar,ymetemoqueelFührernosabrá cuándo ha llegado el momento. Yo… —Se interrumpió. Frases comoaquellaspodíanllevaraunhombrealaruina—.Leimportatodounamierda—selimitóamascullar.
Años más tarde, en Rusia, en el invierno helado de Stalingrado, Paulrecordaríasuspalabras.
—Despuésdetodo,tengoposesionesenAlemania—dijoAlexLombardentono tranquilo—,y acabode adquirir una editorial enMunich.Tengoque ir aecharunvistazo.
PattyLombardresoplócondesdén.—Lodeesaeditoriallohashechoconlaideadeencontrarunmotivoparair
aAlemania.¡Conesamujer!—EstoydivorciadodeFeliciadesdehacemásdeveinteaños—aclaróAlex
—,yanohaynadaentrenosotros.PorloqueserefiereaBenjaminRabensteinysueditorial, sencillamentenopodíahaceroídossordosasupeticióndeayuda.Se la iban a expropiar y decidió adelantárseles.Quiere abandonarAlemania ytraspasarme antes su editorial, de manera que pueda estar seguro de que, almenos,estáenbuenasmanos.Además,confíaenqueyoseladevolveréencasodequepuedaregresarundía.Hemoshechotantosnegociosjuntos,Patty…Nopuedodejarloenlaestacada.
EstabansentadosenunrestaurantedelacalleCincuentaydosEstedeNuevaYork,hacíauncalorinfernalaquellanochedeagostoyfueraseextinguíapocoapoco lo peor del tráfico de Manhattan. Patty, treinta años más joven que suesposo, llevabaun trajeblancodesedayuncollardeperlasde tresvueltasalcuello.Sehabíaonduladolamelenarubia,sehabíaempolvadolacarapálidaypintado los labios de rojo intenso. PattyLombard tenía casi treinta años, peroseguíateniendolamismaexpresióndulceeinfantilenlosojosquecuandoeraunamuchacha. Era hija del editor Callaghan, que había fallecido hacía cinco
añosyhabíadejadosueditorialysusnegociosinmobiliariosendiversosestadosdeEstadosUnidosasuyernoAlex,quetrabajabaparaéldesde1922.Conocíabienasuhijaysabíaquehabríadespilfarradosupatrimonioenpocotiempo,asíquesololedejóunarentaanualmuyconsiderable.
LosamigosaconsejaronaPattyque impugnaseel testamento,puesganaríasinduda,peroellateníadosrazonesparanohacerlo:porunlado,enunarrebatoderazón,habíareconocidoquesupadrehabíaactuadoconsabiduríaporquenosería bueno dejar semejante patrimonio en las manos de ella. Y, por otro, eltestamentoconteníaunacláusulaexplosiva:encasodequeAlexsedivorciasedePattyovivieseseparadodeella,perdería todassusposesiones.Patty llegóa laconclusión, por tanto, de que lo tendría más atado si se lo dejaba todo y lerecordabasolodevezencuandoquenoseconfiarademasiado.
YahoraqueAlexlehabíacomunicadoqueibaairseaEuropauntiempo,secongratulóunavezmásporhaberconservadounamedidadepresióncontraél.Esanocheloodiaba.Pattynohabíasidobendecidacondemasiadainteligencia,pero tenía una fina intuición y sentía que Felicia Lavergne, la exmujer deLombard,erasueternarival.EnelfondodelcajóndelescritoriodeAlexhabíaencontradounafotodeellaysepusofuriosaconsumarido.
—¿Porqué,portodoslossantos,guardasunafotosuya?—Por Dios, Patty, ni siquiera sabía que aún la tenía. No es que la mire
continuamente,siesesoloquepiensas.—Novasavolveramirarlanunca.¡Jamás!—Antesusojos,lahizotrizas—.
Detodasformas,solotehascasadoconmigoparahacerteconelpatrimoniodemi padre —dijo cáustica—. En un principio ni siquiera querías quedarte enNuevaYork.InclusosoñasteconmudarteaSudamérica.PeroentoncescaísteenlosencilloyrentablequeseríacasarteconlajovenPattyCallaghan.
Alexquisoagarrarlelamanoporencimadelescritorio,peroellalorechazó.—Patty,esonoescierto,ylosabes—dijocategórico—.Cuandotúyyonos
casamos,noteníaniideadelosproyectosdetupadre.YSudamérica…Esosolo
fueunaidea…Meconocesbien,tengoelpensamientoinquieto,peroenúltimainstanciasoybastantesedentario.
—Nomequieres.—Puesclaroquetequiero.Contemplóeleleganteaspectodesuesposaconaqueltrajeblanco.Encierta
formalaqueríadeverdad,nohabíamentido:sesentíaresponsabledeellaylegustaba su ternura. Pero esperaban cosas distintas de la vida: Patty,principalmente,ropabonitayunaposiciónindiscutibleenlasociedaddeNuevaYork.AAlex,encambio,lasociedadneoyorkinaledabaarcadasysusfiestasloaburrían a muerte; sentía una inquietud loca y salvaje que no sabía dónde lollevaría.
—¿Novasacomer?—preguntó,yseñalósuplatointacto.—No.—Ellahurgóenelbolsohastasacaruncigarrillo.Aldarlefuego,notó
quePattytemblabaderabia—.Escucha,Alex,noquieroquevayasaEuropa.Detodasformas,esunaideaestúpidairdondehayunaguerra…
Comounaconfirmacióndesuspalabras,justoenaquelmomentoentróenelrestauranteunvendedordeperiódicosanunciando los titulares:«¡Guerra aéreaen Inglaterra! La Luftwaffe aumenta sus ataques a Inglaterra. ¡Londresbombardeado!».
—Ahílotienes—dijoPatty.—Esonocambianada.VoyaAlemania.—Noloharás.—Nogrites.Noestamossolos.—Si te incomoda discutir conmigo en público, no me provoques
continuamente.—No te estoy provocando, Patty. Solo te he dicho que voy a Europa por
negocios.—¡Pornegocios!—seburlóPatty—.Tenalmenosladecenciadereconocer
quequieresaesamujer.Unpardecomensalesdelrestaurantelosmiraron.
—¡Patty!—laamonestóAlexenvozbaja.Perosoloconsiguióecharleñaalfuego.—No voy a permitir que me trates así —bufó Patty, y se levantó
precipitadamente.AntesdequeAlexpudiese impedírselo, tiródelmantel, contodoloqueteníaencima,haciaelsuelo.
Se oyó un fuerte estrépito de platos, vasos y cubiertos; unmar de vino yaceitedeolivaseextendióbajolassillas;restosdecomida,cebollasyberenjenasyacíanenuncoloridobabel.Unmurmullocruzólasala.TodosmirabanahoraaPatty, cuyo traje blanco estaba cubierto de salpicaduras de vino tinto. Doscamarerosseapresuraronhaciaellos.ConocíanalosLombard,puescenabanamenudo allí, apreciaban las generosas propinas deAlex y estaban decididos aocuparsedelasuntosinunaqueja.
—Uncontratiempo,madame.Nohay razónpara preocuparse. Pero es unalástimaquesehayamanchadosubonitotraje.
—PorDios,¡déjenmeenpaz!Pattysaliócomounvendavaldelrestaurante.Alexpagólacuenta,dejóuna
cantidadquecubríalosdañosylasiguió.Fuera,laagarróconfuerzadelbrazo.—Estásloca,Patty.Tecomportascomounaniña.—¡Unaniña!Sí,esoerayocuandomecasécontigo;sihubiesesidounpoco
másadulta,no lohabríahecho.Teaprovechastedequenosabíaen loquememetía.Erespérfido…—Teníaunaspectomuyjovenymuyinsolente.
—Piensoir,digasloquedigas,Patty—dijoAlex.Ella lomiró fijamentey,depronto, le aplastóel cigarrillo encendidoen la
manoconlaquelasujetaba.Conungritodedolor,éllasoltóyretrocedió.—Vete,Alex,¡vecontuFelicia!Sabesquepodríamatarteporeso,perolo
que me consuela es que no vas a conseguirla nunca. —Satisfecha, miró laquemaduraenlamanodeAlexyviolaexpresióndedolorensurostro—.Notequiere, Alex, tu amada Felicia nunca te ha querido. Eres un pobre iluso si lapersigueshastaelfinaldetusdías.
2
Sehabíanamado,nosabíancuántotiempo,impacienteeintensamente,luegodenuevo despacio y con ternura. Se susurraron, se dijeron palabras divertidas yamorosas, se durmieron enredados, abrazados. En el cuarto titilaba un par develas,enunaenfriaderaplateadallenadeaguahabíaunenormeramoderosasdeseptiembredecolorrojooscuro,quedesprendíanunaromafuerteydulce.
Erapocoantesdelasoncedelanochecuandocomenzólaalarmaaérea.Andreas y Belle se despertaron de inmediato y saltaron de la cama. Belle
echómanorápidamenteasucombinacióndesedayconlasprisasselapusoalrevés.
—Diosmío,Andreas,tengoqueirmeenseguida.Élsedetuvoylamiróperplejo.—¿Irte?¿Estásloca?Vamosalsótano.—Tengoqueirconmibebé.Estáconmiabuela,nodemasiadolejosdeaquí,
yyo…—¿Nopensarásenserioquevoyadejartesalira lacalleahora?Tuabuela
sabráquéhacer,asíquetranquilízate.Lehablócondurezaparahacerlaentrarenrazón,puesBelleeramuycapaz
decorreralaSchlossstrasseconalarmaytodo.Pesealaaversiónyalpánicoconlosquesehabíaenfrentadoalprincipioa
su embarazo, Belle ahora sentía un amor ciego por su hija nacida en abril.Sophie,encuyosojosgrisesnoreconocíaniaMaxniaAndreas,sinosoloasímisma.Andreasbromeabaamenudoconque,pormuchoquequisiera,nopodríaaveriguar nunca quién era el padre de la niña. Irritada y nerviosa, como secomportaba casi siempre con él —pues no se había disculpado ni por sus
infidelidades ni por su segunda desaparición repentina—, le soltaba: «No teimaginescosas.EshijadeMax,¡losiento!».
Andreassolosereía.Habían terminadodevestirse.Belle agarró subolso,Andreasunapequeña
maletaenlaqueguardabasusposesionesmásimportantes.Laalarmaresonabaporlascallesyabandonaronrápidamenteelpiso.Fuera,enelpasillo,chocaronconotrosvecinos;unamujerserecogíaelpelosobrelamarcha,unhombresediocuentadequehabíaolvidadosuportamonedasencasay,apesardelosgritosdesuesposa,seapresuróavolver.Losotroscorríanescalerasabajo,escaloneshermosos, anchos, alfombrados de rojo, y luego la escalerita que llevaba alsótano.
El refugio antiaéreo se encontraba en el antiguo cuarto de la colada, lahabitaciónmás grande que había allí abajo.A lo largo de las paredes, habíanpuestobancosenlosqueseamontonabanalmohadonesymantas,ydisponíandevelas por si se iba la luz. Además, tenían algunos libros y periódicos. Quientuviesequeiralaseo,podíahacersusnecesidadesenuncuboenelcuartodeallado. Habían tirado la pared al final del pasillo, donde comenzaba el edificiocontiguo, y habían vuelto a colocar los ladrillos sueltos uno sobre otro. Siquedabansepultadosallí,habríaasíuncaminoparaquelosqueviniesenensuayudapudieranacceder.Estoylasgrandesflechasamarillasquehabíafueradela casa, señalando las ventanas del sótano comoposibles entradas, recordabansiempre a Belle el peligro al que se exponían. Tenía pánico a las bombas y,aunquenodejabadedecirsequeeraabsurdo,hubierapreferidoquedarseen lacasa durante los ataques en vez de bajar al sótano. Allí sentía auténticaclaustrofobia.Aunasí,encasadeAndreaseramejorqueenlaAlexanderplatz,dondetodoslosvecinosdelascasasdealquilerteníanquemeterseenunsótanodemasiadopequeño,decuyasparedes,además,colgabanunos tranquilizadorescarteles:«Encasoderoturadecañerías,quenocundaelpánico.Elaguatardaensubir».
Los bombardeos sobre Berlín en aquel final de verano de 1940 eran la
respuesta de Inglaterra al violento bombardeo de Londres con el que HitlerpretendíapreparareldesembarcodesuSextoysuNovenoEjércitosenDover,unaempresaquellevabaelnombreenclavedeOperaciónLeónMarinoyque,finalmente,nollevóatérminoporquenoconsiguiódebilitaralosinglesescomohabía previsto en su planificación. En vez de eso, el 4 de septiembre, en elPalacio de los Deportes, el Führer dio un discurso incendiario en el queanunciaba que «borraría del mapa las ciudades inglesas» y prometía que losingleses«recibirían larespuestaasusataquesnoche trasnoche».Lapoblacióncivil comenzó a entender que la guerra ya no tendría lugar solo en el lejanofrente,sinoquepodríasuponerlamuerteparatodosellos,sinexcepción.
Seacurrucaronunosalladodeotrosenlosbancos,envueltosenlasmantasylosabrigosporqueallíhacíafrío,yescucharonconmiedolosruidosdearriba.Unhombreleíaimperturbableunlibro,unamujerdormíaconlacabezaapoyadaen la pared. Dos niños se peleaban, otro lloraba. La corpulenta portera, quesiempre había mirado a Belle con desconfianza, desenvolvió prolijamente ungranbocadilloycomenzóacomérseloconfruición.Eloloraembutidoyjamónseextendióporelcuartoehizoqueatodosseleshicieselabocaagua.Aúnnopasabanhambre,perolacomidaestabaracionadaysoloseobteníaconcupones,ylacarneeraunarareza.
—¿Dóndeconsigueesolavieja?—susurróBelleaAndreas.—Parientesenelcampo.Leenvíanpaquetesenormes—lecontestóbajito.
Luegoserio—.¿Laenvidias?—Unpoco.—Mirasucinturaysetepasará.—¡Madremía!PensóenMax.Teníafunciónesanoche,seguramenteestabaconsuscolegas
cuando sonó la alarmay se había refugiado en el sótanodeuna taberna.Y laabuelaySophieenlaSchlossstrasse…Oyólasbombascaer,oyóelrepugnantesilbidoyluegoelestallidodelimpacto.Unacayómuycercaytodoscontuvieronelaliento.Laporterainclusodejódecomer.
—Malditospiratasdelaire—dijo.AndreasrodeabaloshombrosdeBelleconunbrazo.—Notiembles,pequeña.Nonospasaránadaaquíabajo.Ellanopudoparardetemblarhastaquecesólaalarma.Eracasimedianoche.Cansados, con los miembros torpes y helados, subieron de nuevo las
escaleras.ABellelecastañeteabanlosdientesdecansancioydefrío.Amediocaminooyeronarribaunagudogritodeayuda:
—¡Fuego!¡Rápido,ayuda!¡Fuego!Todosseapresuraronhaciaelpisomásalto.Lohabíaalquiladounprofesor
judío, un señor tranquilo y algo apartado del mundo, que con cada alarmaarrastrabahastaelsótanounamaletallenadelibros.Ensusaladeestarfaltabauntrozodel techo,a travésseveíaelnegrocielonocturnoy,debajo,ardíanlaalfombrayalgunosestantes.
—¿Quéhapasado?—chillóBelle,aterrada.Elguardiaantiaéreoyahabíasubidolabombadeincendios.—Seguramenteunabombamuycercana.Ladetonaciónhabráarrancadoel
tejado y, por el calor, se habrá producido el fuego. ¡Vamos, sacos de arena!¡Mantas!¡Rápido!—ordenó.
Comoentodoslosedificios,tambiénallísecumplíaarajatablalaordenanzade defensa antiaérea y se comprobaba de continuo que todo lo necesario paraapagar un fuego estuviese dispuesto y a mano. En pocos minutos tenían lasituaciónbajocontrol.Belleaúnapagóagolpesunpardellamitasenunrincón,ytodoestuvoenorden.Loshombresyaestabanextendiendosacosvacíosparataparelagujerodeltejado,almenosprovisionalmente.Elviejoprofesorestabaalgoperdidoenmediodelahabitaciónymirabaacongojadosuescritorio,sobreelqueunmontóndeactasynotashabíasidopastodelasllamas.
—Añosdetrabajo—susurró—,todoperdido.—Yanolonecesita,laverdad—dijolaportera—,siendojudío…Todoscallaronabochornados.Andreascarraspeó.
—Creoqueporestanochepodemos irnosadescansar.Esperoque,apesardelolorahumo,puedadormiraquí,profesor.Mañanaintentaremosencontraraalguienquearregleeltejado.
Sedirigieroncadaunodevueltaasupiso.SoloBellesequedóenelpasillo.—Andreas,mevoyacasa.TengoqueversiSophieylaabuelaestánbien.—Seguroqueestánbien.Quédateestanoche,Belle.Fueaabrazarla,peroelladiounpasoatrás.—No.Notendríaniunminutodecalma.—Comoquieras.—Sepusoelabrigodenuevo;algoenfadado,leparecióa
Belle—.Teacompaño.—Nohacefalta,vetealacamay…—NovoyadejarteirsolaporBerlínenmediodelanoche.¿Lotienestodo?
Venga,nosvamos.Por el camino iba callado, como perdido en sus pensamientos, Belle,
convencidadequetodavíaestabaenfadadoporqueellahabíaqueridomarcharse,dijoderepente:
—Deberíamoshablaralgunavezsobreestarelación,Andreas.Metienesenvilo.No sé nada de ti.Apenas sé a qué te dedicas ni nada de lo que te pasa.Tampocotengoclaroloquesientespormí…siesquesientesalgo.
Andreas se paró en seco. Las sirenas de un camión de bomberos sonaronmuycerca,unbrillorojizoaclarabaelcieloalsurdelaciudad.
—Belle, esto es solo el principio.Estánpor llegar cosasmuchopeores.ElFührernosllevaaunabismo…
—¡Andreas!¿Tambiénélibaaempezarconaquello?EsoeraloqueMaxdecíasiempre.
Abismo,findelmundo…¿esqueningúnhombresabíayahablardeotracosa?¿Esquenadiepodíacontestaralaspreguntasmássencillas?
—Andreas,tehepreguntadosi…—Losé—lainterrumpióél—,ytehecontestado.Loquequeríadeciresque
no es el momento de comprometerse en serio con nadie. No deberías atarte
demasiado a mí, Belle, y no deberías saber demasiado sobre mí. Créeme, esmejor.
Le hablaba con enigmas, pero, conmovida por un miedo aterrador, ellapreguntó:
—Andreas,¿quéhacescuandodeprontodesaparecesdurantedíassindeciradóndevas?
Nopodíaverlebienlacara,peroleparecióvislumbrarquesuexpresiónseendurecía.
—Nomepregunteseso,Belle,notevoyacontestar.—¿Eres…?¿Hacesalgo…?—Bajólavozhastaunsusurrocasiinaudible—.
¿TrabajascontraelGobierno,Andreas?Élseriosuavemente.—Gracias,Belle,mesobrestimas,metienespormáshéroedeloquesoy.Y
siento decepcionarte: por desgracia, no tengo un espíritu tan noble. No, enesencia,carezcoporcompletodecarácter,yesoestodoloquesepuededecirdemí.
—Andreas,dimeloquehaces.—Esinútil,Belle.—Pero entonces… Entonces, dime al menos… ¿Me quieres siquiera un
poco?DuranteunlargoratoAndreasnoreplicó.Solocuandohabíanllegadoacasa
deElsa—queseguíaintacta,comprobóBellealiviada—,dijo:—Ereslamujermásguapaqueconozco,Belle.—¿Ymequieres?—En fin… —Por un instante pareció a punto de dar media vuelta y
marcharse, pero, de pronto, la abrazó y la besó en los labios y, cuandorecuperaronelaliento,dijoprecipitadamente—:Diosmío,Belle, tequieroconlocura,notienesniideadeloque…
Ellalomiróextasiada.—Peroentonces¿porquémeengañas?—lepreguntócontotalnaturalidad.
Sequedóestupefactounsegundo,luegoserio.—Ay,Belle,siteloexplicase,sitedijesequenoquieroatarmeati,queno
quiero perder la cabeza por una mujer que está casada y que… Bah, no loentenderías,Belle,eresdemasiadojoven.
—No,lociertoesquenoloentiendo.Éllediounbesodelicado,estavezsinpasión.—Buenasnoches,Belle,vuelvepronto.—Buenasnoches,Andreas.YderepenteBelletuvomiedo.MiedoporAndreasyporsímisma.Yanada
enlavidaparecíasencilloynormal.
Aldíasiguienteseencontróen losestudiosde laUFAconSvenKronborg.Sedirigíahaciaellapor laWienerStrasse, la largaavenidaquehabíanconstruidoparaElcongresosedivierteconnoblesfachadasaderechaeizquierda.RomeoyJulieta estaba terminada desde febrero, pero en el despacho oficial habíadificultades,yKronborgeraunmanojodenervios.Belleestabarodandoenesemomentounapelículapublicitariaenlaqueelogiabaunasfantásticaspersianasdeoscurecimiento,yseconsolabapensandoque,despuésdetodo,GretaGarbohabíaempezadocomomodelodesombreros.
—La censura ha rechazado nuestra película —le dijo Kronborg a Belleapenaslavio—.Recibíayerlacarta.Además,insinúanquealomejornosemepermiteseguirrodando,comopocotendránquevigilarmebien.Belle,notengopalabrasparadecirtelohartoqueestoy.
Lomiróespantada.—¡Nopuedeserverdad,Sven!Nopuedenrechazarnuestrapelícula,no.—Pordesgracia,sí.Losiento,Belle.Séquelohabéisdadotodoenelrodaje
yque,desdeluego,nooshehecholavidanadafácil,peroesobvioquemehepasadoenmicríticaaestepaísdemierda…
—Notanalto.
—Creíaque los imbécilesde laCámaradeCulturadelReichno captaríanmisindirectas,peroesevidentequetienenunparderasgosdeingenio…Esunabuenapelícula,Belle,sehabíaganadoquelaproyectasenentodaspartes.Ytúestabasmuybien.Realmente,tienesmuchotalento.
Belleestabaapuntodellorar.—¿Ydequémesirve?Paraunavezquealguienmedaunaoportunidady
consigoelpapelprotagonistadeunapelículadeverdad,vanylaprohíben.¿Quésecreen?Diosmío,conestesistemano…
Se acercaba un grupo de técnicos; los hombresmiraronmaravillados a lamuchacha, totalmente descompuesta. Belle enmudeció. Se le saltaban laslágrimasySvenleofrecióunpañuelo.
—CreoquevoyairmedeAlemania—dijoél.—¿Qué?—Aquínotengofuturo.Nopuedohacerlabasuraquequierenquehaga.No
puedosercreativosimeimponenloquepuedodecirenmispelículasyloqueno.Meestámatando.Soyunartista,yunartistanopuedevivirbajopresión.MevoyaAmérica.AHollywood.
—Sí,y…¿quéhagoyo?—Justo de eso quería hablar contigo. —Kronborg se le acercó más—.
Deberíasvenirconmigo,Belle.Enestepaís,ahoranovasaconseguirnada.SivienesaHollywood…yconundirectorquesabecómohacerde tialguienderenombre…Tienesmuybuenadisposición,perohayquedesarrollarlaotodalavida serás una niñamimada que levanta la barbilla y se cree que es lamejoractrizdelmundo.Perotú…
—Dejadeinsultarme,Sven.Élsonrió.—Ajá.Madamesehaofendido.¿Esquenoentiendes,Belle,loqueteestoy
diciendo? Podrías ser una actriz famosa, y te estoy ofreciendo ayuda paraconseguirlo.VenconmigoaAmérica.
Aún estaba furiosapor sus palabras,máxime cuando sospechabaque tenía
razón,asíquelereplicó:—¡Quécosasseteocurren!Nopuedoirmesinmás,estoycasada.AmenudoteníalasensacióndequeKronborgleseguíaeljuegomejordelo
que a ella le hubiesegustado, y esa sensación se repitió cuando él le contestóresignado:
—Esonotepreocupademasiadootrasveces,¿no?—¿Quéquieresdecir?—Yalosabes…¿VienesconmigoalpuñeteroHollywoodono?Habíasoñadoconquealguienselopidiese,yahoraqueerarealseresistía.
¡NopodíadejaraMaxyaSophieasí,sinmás!Loquenoseconfesaba,loqueintuía levemente y era la única verdad, era que nunca dejaría a Andreas. Nopodíadejarlo.
—No.—SediolavueltaydejóallíplantadoaKronborg.Looyóreírdetrásdeella.—Mi oferta sigue en pie, Belle Lombard. Hoy, mañana y dentro de diez
años.Enalgúnmomentoestaráshartadeanunciarpersianasdeoscurecimientoyvendrás.Talvezparaentoncesseasinclusounpocomásmadurayformaremosunequipoinvencible.
Bellehizocomosino looyese.Acababadeserconscientedeotracosa:siRomeoyJulietanoseproyectaba,seguroqueellasolorecibiríaunafraccióndesu salario, pero ¿dedónde iba a sacarloKronborg?Eso significabaque estabaunavezmássindinero,yjustoahoraquenecesitabasinfaltaunnuevotrajedeotoñoporquesalíamuchoconAndreasyyasehabíapuestodemasiadotodassuscosas.Asumadrenoqueríapedirlenadadespuésdeque,cuandolanecesitóporlodesuembarazonodeseado,nolahabíaayudado.
Suspiróprofundamente.TendríaqueiraveralaabuelaElsa.
Uncamiónavanzabatraqueteandoenlanoche.Lanochedel1al2denoviembrede1940.Unanieblafríaenvolvíalospradosylosbosquesdelosalrededoresde
París.En algún lugar, quizá enunagranja solitaria, aulló unperro, un ladridolargo y triunfal; puede que se hubiese hecho con una presa o conseguidoconquistaraunaperra.Porlodemás,reinabaelsilencio.
Elcamiónibaporanchoscaminosruralesabandonados.Losmenosestabanalquitranados, los más eran de guijo o simplemente de tierra. Pero habíanescogidolarutaconcuidadoyteníanbuenasrazonesparaevitarlascarreteras:entrelamaderaquetransportabaelcamiónyqueestabadestinadaaunafábricademueblesenAix,seescondíansietepersonas,dosmujeresycincohombres,bienenvueltos enpantalones, jerséisy abrigos.Semanteníanencogidos enunrincón del camión y solo se atrevían a hablar en susurros, aunque nadie—sihubiese habido alguien fuera—podría haberlos oído por encima del ruido delmotor.EranjudíosdeParís,alosquellevabanalazonanoocupadadeFrancia.EntreellosseencontrabatambiénPeterLiliencron.
Quienes les ayudaban a huir lo habían organizado todo: buscaron unconductor,lepagaronunagrancantidaddedineroylefijaronlarutaquedebíaseguir.Elriesgodeuncontrolparecíaextremadamentepequeñoallí.
Peter había echado una cabezada, pero los muchos baches por los quepasaban lo habían vuelto a despertar. Observó la oscuridad, podía oír larespiración anhelante y temerosa de sus compañeros de viaje. Una vela titiló,iluminandoconsupalidezunosrostrostensos.
—Apaga eso —musitó alguien—. Es demasiado peligroso con toda estamadera.
—Meestoyvolviendolocoenlaoscuridad.Tengamosalmenosunpocodeluz.Iréconcuidado.
Fijaron lavelaenel suelo.Unade lasmujerescomenzódeprontoa llorarbajito.Suesposo la abrazó, le acarició elpelo, lehablócondulzura.Aella letemblabatodoelcuerpo.
Petersehabíaopuestoalahuidacontodosuser.Pero,entonces,amigosdelaResistencialeimploraronquesefuese.
—Desde la zona libre puedes ayudarnos más —le habían dicho—.
Necesitamoshombrescomotú.Tienesqueseguirlibreyvivo.Ensupequeñopisoparisino,siempreesperandoquelapolicíallamaseasu
puertadenoche,nohabía tenido tantomiedocomoenaqueloscilantecamión.Yaelhechodequefuesenporcaminosruralesdesiertosloponíanervioso,peronadieescuchósustemores.
—Esdondemásvamosallamarlaatención—habíadicho—.Sialguiennosve,nosdaránelaltoyregistraránelvehículo.Nadienormaliríaconuncamióncargadoatravésdelanada.Esonoshacemássospechosos.
Nadielocreyó.—No nos verá nadie…De eso se trata, ¿quién va a estar enmedio de la
nocheporesoscaminosdemalamuerte?LosnerviosdePeterestabanapuntodeestallarde tanta tensión;podíaoír
loslatidosdesucorazón.—DebemosdeestaryaalaalturadeOrléans—comentóunodeloshombres
—.Vamosbiendetiempo,¿no?—Másomenos.Porlacarreterahabríamosllegadomáslejos,desdeluego.—Peroesohubierasidodemasiadopeligroso—dijolamujerdepelonegroy
ojosverdes,queeralaúnicaquenohabíabuscadounrincónenelqueovillarse,sino que estaba en medio del camión, sentada en una gran viga como en untrono.
Irradiabaciertaintrepidezyparecíanopermitirsenilamásmínimaemocióntemerosaopusilánime.
Todoscallaronunrato,hastaqueunhombreconvozroncadijo:—¿Oíseso?¿Looís?—¿Elqué?—preguntólamujerdeojosverdes.Llevabaunacadenaconuncolgantedeesmeraldaalcuello,quecentelleaba
alaluzdelavela.—Sonlosnervios—dijoPeter,tranquilizador.—Nosonlosnervios.Es…Elcamiónseparóconunasacudida.Nadieconsiguióagarrarseatiempo,por
loquesevieron lanzadoscontra lasparedeso lasvigas.Lavela seapagó.Deinmediatoreinódenuevolacompletaoscuridad.Desdefueralesllegaronvocesconfusas, puertas de cocheque se cerraban.Sonaron en la nochevocesduras,quelosocupantestemblorososdelcamiónnopudieronentender.
—Sabía que había oído el ruido de motores —musitó alguien desde unrincón.
Podíanoíralconductorque,convozchillona,dabaunaexplicacióntrasotra.—¡Rápido!—ordenóPeter—.¡Detrásdelascajas!Alfinaldelcamiónhabíaunpardecajasdemadera,traslasqueseextendía
un toldo del techo al suelo, de manera que parecía el final del camión, peroquedaba aúnmediometro escaso de espacio. No era un escondite cómodo nidesdeluegoseguroparasietepersonas,ytodoshabíanrezadoparanotenerqueutilizarlo.Ahorasearrastraronrápidamente,jadeandodemiedo,traseltoldo.
—¡Ni un movimiento! ¡Ni un ruido! —susurró Peter—. Intentad respirardespacio.
Podíaolerelmiedoynotardóenconvencersedequeloshombresdefuerapodríandescubrirlossoloporelolor.
Abrieronconestrépitolaspuertas.Laclaridaddemuchaslinternascayóenelinteriordelcamión.
—Asíquellevamadera.—Eranalemanes—.Lamiraremosmásdecerca,sinoslopermite.
El conductor era deAlsacia, hablaba y entendía alemán, y protestó con elvalordeladesesperación:
—Porsupuestoquenoselopermito.Nocreoquetenganderecho…Sonóaquealguienledabaunpuñetazo.Elhombrelanzóunsuspiro.Elcamiónoscilócuandosubieronloshombres.Tiraronfueratodoconloque
tropezaban.—Aquíhayunavela—dijouno—.Fijadaalsueloconcera.Segundos más tarde habían descubierto el escondite. Alumbraron con
linternaslosrostrosdeaquellaspersonasasustadas,lasarrastraronbruscamente
paraponerlasenpieysacarlasdelcamión.Losfarosdedoscochesiluminabanelpaisaje.Soldadosdelejércitoalemán,conlainsigniademetalenelpechoquelos señalaba comopolicíasmilitares, las armas listas, y la figura encogida delconductorqueintentabamantenerseenpie,blancocomolatiza.
«Diosmío,porquéhemostenidoquecaerensusmanos»,pensóPeter.Los pusieron en fila, uno junto a otro, de cara a los coches, las piernas
separadas, lasmanossobrelacabeza.Unodelospolicíasmilitares losregistróenbuscadearmasylesquitóladocumentación.
—Québonitacoleccióndegranujas—dijodespacio—.Daoslavuelta.Sedieronlavuelta.Unodeloshombres,unmédicojudíodeParís,entendió
mallaordenybajólosbrazos.Casicomounactoreflejo,unodelossoldadoslediodosgolpesbrutalesconelarmaenlosriñones.Elmédicocayóalsueloysequedóinmóvil.
—Os creíais muy listos, ¿eh? La Francia no ocupada era el destino devuestrossueños,¿no?Uncamiónllenodemadera,caminosruralesdesiertos…¡Muy inteligentes! Pero, por desgracia, no tanto como nosotros. DemasiadoscabronesdelosvuestroshanintentadoenlosúltimostiemposhuiralosbrazosdePétain,yporaquícirculanpatrullasatodashoras.
La mayoría lo miraba sin entender porque hablaba en alemán. Aparte dePeteryelconductor,lamujerdeojosverdestambiéncomprendíaelidiomadelaocupación. En un alemán impecable, en el que el acento era lo único que laidentificabacomofrancesa,dijo:
—Llevoconmigojoyasmuyvaliosas.Puedenquedarsecontodosinosdejanmarchar.
Eljefedelgruposeadelantóysesituósonriendodelantedeella.—¿Acasomadamecreequenovamosaconseguirfácilmenteesasjoyas?Agarróconlosdedoselcollar.Ellaaúnteníalasmanossobrelacabeza,pero
dijoconvozfríaydura:—Nometoque.Ynomerobe.Elsoldadodejócaerlamano.
—Atitevamosaenseñarmodales—masculló.En aquel momento oyeron un gemido. Venía del médico al que habían
derribado y que aún yacía en el suelo. Había vuelto en sí y, cuando intentólevantarse, le empezó a salir sangre por la boca y la nariz. Con un gorgoteo,volvió a caerse. Durante unos segundos la atención de todos los presentes sedirigióalhombre.
Peteraprovechóelmomento.Estabaenunextremodelafila,enlassombras,dondelosfarosdeloscochesnollegaban.Nadielovigilaba.Conunmovimientoágil se dejó caer al suelo y rodó bajo el camión, salió por el otro lado y sesumergióenlaespesuraalbordedelcamino.Oyóungrito,luegoundisparo.Sehabíandadocuenta.
En campo abierto no habría tenido ninguna oportunidad. Pero allí selevantabaelbosqueanteél,unbosqueprofundo,denso,oscuro.Ramasdeabetole golpeaban el rostro. Se deslizó sobre hojas húmedas, se agarró a vástagosespinososysintiólasangrecorriéndoleporlasmanos.Detrásdeéloíagritosydisparos, pero le pareció que se alejaban en otra dirección.No lo pillarían, losabía; la espesura era casi impenetrable, la noche de noviembre demasiadooscurayneblinosa.Porestavez,lohabíaconseguido.
Alamañanasiguienteseencontróanteunpequeñopuebloqueaúnparecíadormidoytranquiloenlaniebla.Lascasaserandepiedraclaraysinrevocar,enlosmurosdelosjardinescrecíamusgo,unpuentedeojosdepiedracruzabaunriachuelo.Se veían luces aisladas tras las ventanas. Peter, que estaba cansado,hambrientoyhelado, acuclilladoal bordedel bosque, se imaginódepronto elpueblecitoenverano,hundidoentre loscampos,bajounaligerabrisa,cubiertodeverdefollajequelucíaalsol,yunaamarguradesconsoladaloinundóporquecreíaqueparaélnuncavolveríaahabernadabonito,feliz,idílico.Auncuandolos tiemposmejorasen, para él sería demasiado tarde.Nuncamás unamañanaque amanecía lenta y pacíficamente.Nuncamás un día de verano, nuncamásunanocheestrellada.
Estabamuertodecansancio,ledabalaimpresióndequeelmiedoquehabía
tenido en el camión lo había dejado sin fuerzas. Sentía que no sería capaz delevantarse, de salir de allí. Vencido por un sentimiento de soledad ydesesperaciónprofundas, seechóa llorar.Pensóen losotros,a losquehabíandetenidoyqueahorasedirigíanaunterribledestino,ypensóensupropiofuturoincierto.Conmanostemblorosas,hurgóenelbolsillointeriordesuabrigoysacóunafotografía.Unretratoyabastanteraído,arrugado,conelbordefestoneado,deFelicia.Se lohabíahechoen1932,undíade inviernoque fueron juntosallago de Starnberg, donde estuvieron paseando durante horas. Felicia estaba aorillasdellago,envueltaenunabrigogrueso,yalrededordelcuellollevabaunalarga bufanda cuyos extremos aleteaban al viento. El pelo rizado le caíadesgreñadosobreloshombros.Sereía,radianteyresuelta.
El recuerdodeFeliciadevolvióaPeterunachispade fuerza.Ese recuerdoeraloúnicobonitoquelequedabaenlavida,quelollenabaconunasomodecalidez,deconfianza.PensóenFeliciay,porfin,selevantó.Entoncessepusoencamino.DevueltaaParís.
3
MaksimMarakovhabíaencontradola tapaderaperfecta.Unanuevaexistencia.Tenía documentación falsa a nombre de Christoph Brandt, estaba empleadocomogerenteenlaempresaLombardyentrabaysalíadelacasadeFeliciaenPrinzregentenstrassecomoelamanteoficialdelaseñora.
Porsupuesto,lasociedadmuniquesaalcompletocuchicheabasobreél.TodoelmundocreíaqueFeliciallevabaunavidademonjayquesoloexistíaparaeltrabajoy,derepente,aparecíaaqueldesconocidoyseintroducíaensuvidacomoporhechizo;enunabrirycerrardeojos,teníaunpuestoestupendodegerenteenla fábricay,además,unhuecocálidoen lacamade ladueña.PuestoquesolohabíaestadoenMunichunavez,en1915,pocoantesdeirseaLeningrado,nohabía nadie que lo reconociese comoMaksimMarakov. Solo Jolanta sabía elsecreto,peronopensabairsedelalengua.
Maksimnopodíahaberencontradonadamejor:conlabodadeSusanneconelHauptsturmführerdelasSShacíamásdeunaño,elrestodelafamiliahabíaquedado en cierta medida vinculada al Partido y disfrutaba al menos de unpequeñoanticipodeconfianzaentrelosespíasqueacechabanportodaspartes.Aello se añadía la amistad con Felicia de TomWolff, quien—en sus propiaspalabras—«lamíaelculoalosnazisparatenerloscomiendodesumano».ElreydelosjuguetesvolvíaaobtenerpingüesbeneficiosconlostanquesenminiaturadeGuderianyconunbosquedeCompiègnecopiadodelnatural,enmediodelcual había situadoun vagónde ferrocarril para la firmadel armisticio. Feliciaaceptaba cada vez más contratos de banderas y banderolas y, aunque aúnrechazabasaludarconel«HeilHitler»,anadieselepasabaporlacabezaqueensecreto pudiese estar en contra del régimen. Se la tenía por unamujer que se
ocupabadesuspropiosasuntosya laquele importabanunbledolapolíticaytodolodemás.
Enrealidad,sololeimportabandeverdaddoscosas.Porunlado,elhechodequeMaksim todavía no le hubiera dicho a qué organización pertenecía y porquién se jugaba ella el pellejo de forma tan absurda. Por otro, y esta eramáscomplicada,quenofuerasuamante.Maksimnovisitabasucasaparaacostarsecon ella, como la gente pensaba. Iba solo y únicamente para reunirse con suscompinches, hombres ymujeres sin nombre, para dejar o recogermensajes, avecestambiénparallevarapersonasquesequedabanunaodosnoches.Siteníaque pasar la noche allí, dormía en el cuarto de invitados. Una vez, le dio aFelicia un beso de buenas noches en los labios, pero enseguida retrocedió unpaso.
—Felicia,nodeberíamos…—Noerastancomedidocuandoerasjoven—lereplicóella,irritada.—Todoaquellonotieneyaningunaimportancia.—No,paratiloúnicoqueahoraimportaesloqueteresultaútil.Yeneste
momento no te soy útil como amante, sino como cómplice. Por lo que, debodecirte,mesientounpocoutilizada.¿Sabeselriesgoquecorro?Yo…
—Lohacesporquequieres,Felicia.Yonoteheobligado.—Sabes que… —Se interrumpió. No hacía falta que supiese que podía
conseguircualquiercosadeella.Asíquedijo—:Encualquiercaso,nomequedóotraopción.Yahora…Quierodecir:aunquemeestásutilizandoamí,micasa,mifábrica,comotapadera,noteplanteassiquieracontarmequiénesnosayudan,quién organiza todo esto, a quién puedo recurrir si de pronto pasa algo. ¡Medejastotalmenteaciegas!
Élmiróporlaventana.—Nohayotraforma,Felicia.Yesportubien.Esmejorquenoteimpliques
más.—Sinosdescubren,acabaréen lacárcel, síosí—contestóagotada—.Ay,
Maksim,aveces…
—¿Qué?Porsegundavezse tragó laspalabrasque ibaadecir.Tampocoerapreciso
que él supiese que el peligro no le habría importado si él fuese suyo. PeroMaksimhabíaalquiladounpisoenSchwabing,enelqueserecluíaamenudo,yFelicianosabía loquehacíacuandoestabaallí.Aúnno lahabía invitadoa ir;parecía que se empeñaba en mantenerla alejada, casi con miedo. Una o dosveces, sospechó que a lo mejor había otra mujer, pero entonces el recelo leparecióunabobada.Selohabríanotado.Nohabíaotramujerparaél,nohabíanadaenabsolutoquelomantuvieraocupado,apartedeaquellaactividadsecretaypeligrosaalaquesededicabacontantatestarudezytenacidad.
Era una noche fría y helada de diciembre, había nevado un poco y Munichparecíaglaseadaconunanieveenpolvoquesehabíacongeladoenloscristales.
Feliciahabíallegadoacasatardeymediomuerta;desdequehacíanegocioscon el Partido, la producción era tanta que casi no salía de su despacho.Entremedias, además, se había escapado a hacer una visita de compromiso aSusanne, cuyo embarazo estabamuyavanzado, pero teníaun aspecto frescoylozano porque, con sus cupones, conseguía tanta leche y nata como quería, ydeseaba fervientemente un hijo al que llamar Adolf. Tras un rato de charla,Feliciatuvoquesalircorriendoparahacercolaenlapanadería;lecostóunahoraysusúltimoscuponescomprarpan.Habíacambiadounmontóndecuponesdecomidaporunacartilladecigarrillosy,comoconsecuencia,estabamuydelgada,teníaojerasyseveíamayor.
Encasacayócomounapiedraenlacama,elevóunabrevesúplicaalcieloparaqueesanochenohubiesealarmasysedurmióenunsantiamén.Cuandosedespertó, era la una de lamañana y alguien estaba llamando a la puerta de lacalle.
Medio dormida, Felicia buscó su bata y se puso las zapatillas. Desde querecorría demala gana conMaksim caminos antifascistas, amenudo sonaba el
timbreenmediodelanoche,asíquenolesorprendiólacircunstancia,aunquesíseasustó.Apenaspodíaabrirlosojosmientrassalíadeldormitorioblasfemandoparasí.EnelpasilloseencontróconJolanta.
—Madame…,hayalguienenlapuerta.—Yavoyyo,Jolanta.Vuelveaacostarte.Envezdeencenderlaluz,Feliciabuscóunalinterna.Lasventanasestaban
oscurecidas según las disposiciones generales, pero, si abría la puerta, la luziluminaríalanocheyalguienpodíadarsecuenta.
—¿Quiénes?—preguntóenvozbaja.Tenían una consigna que cambiaba cada semana. La actual era: «17 de
octubre».—17deoctubre—susurróalguien.Feliciaretirólacadenadeseguridadyabriólapuerta.Enfocóalacaradelos
doshombresqueestabananteella.Aunoloconocía,porqueyahabíaestadoallíunpardeveces.
—¿Quéqueréis?Maksimnomehadichonadadeningunaoperación.—¿Podemosentrar?Diounpasoatrás.Losdoshombresentraronenelvestíbulohelados,pálidos
y trasnochados, y Felicia deseó que no se diesen cuenta de su indignación.Siemprelepasabalomismo.HacíatodoaquelloporMaksimyporquenopodíahacerotramalditacosasiqueríamirarsealespejosinsentirvergüenza,peroloodiabacontodassusfuerzas.
Elhombrequepertenecíaasugrupo,yalqueconocíacomoJimmy,dijo:—Esteesuncamarada.—Señalóasuacompañante—.Lohanavisado.La
Gestapo pensaba detenerlo al amanecer. Tiene que salir enseguida del país.¿Puedequedarseaquímientras?
«Ahoraestarétemblandodurantedías»,pensóFelicia.—Sí,claro,puedequedarse.Vengaalsótano,porfavor.—Entonces,mevoy—dijoJimmy,nervioso.Estaba siempre muy nervioso. Contraía las manos sin cesar, a veces le
temblaba también la comisura izquierda de la boca. Estaba en la Resistenciadesdeel33yteníaelsistemanerviosototalmentedesestabilizadoporlacontinuatensión.
—Vendremosaporelcamaradatanprontocomoseaposible.Volvíaacontraérselelacomisuraizquierdadelaboca.Sindecirnadamás,se
alejósilenciosoporeljardín.Elcamaradaeraunhombre flaco,conunabrigogris,unasgafasdeníquel
sobrelanariz,ojosdespiertosyalgofríos.Sindecirunapalabra,siguióaFeliciaalsótano,alcuartoqueparaentoncesyahabíaalojadoaunascuantaspersonascomoél.Feliciasacósábanasdelarmarioehizolacama.
—Yaestá,aquídormirábien.Sepuedelavarporlamañanatempranoenunodelosbañosdearriba,perosolocuandoyovengaaporusted.Sisucedealgo…Quierodecir,sitienequeesconderse…
Retirólacómodaaunladoypalpólapared.Unapuertacasiinvisiblebajoelpapelpintadoseabriódegolpeydejóalavistaunhuecocuadrado.Apretados,podían caber hasta cuatro hombres.Allí siempre hubo un armario empotrado,peroeracompletamentereconocible,conunagranmanillaparaabrirlo.Maksimlohabíaconvertidoenesconditeoculto:habíadesmontadolamanillaycolocadoensulugarunmuellequeabríalapuertacuandosepresionabaconeldedounpuntoenparticular.Desdedentro sepodíaecharuncerrojoparaatrincherarse;aunque era evidente que sería bastante fácil tirar la puerta de una patada sialguiensedabacuentadequehabíaunhuecotraslapared.
—Cuandousted esté dentro, tendréqueponer la cómodadenuevo ante lapuerta—leexplicóFelicia—.¿Estáclaro?
Éllamirófijamente,subatadesedalilaylasjoyasdeoroensusmanos,quenisiquieradenochesequitaba.
—Noesustedcomunista,¿verdad?—Eranlasprimeraspalabrasquedecía.Feliciacallóunmomento,estupefacta.—No,¡Diosmelibre!—dijoriendo.—Entonces¿quétieneustedqueverconMarakov?
—¿ConMaksim?Crecimosjuntos.EnlaPrusiaOriental.—Ajá.—Lamiróconojosinsistentes—.¿Ytodoestolohaceporél?Feliciaseretiróelpelodelacara.—Enrealidad,noesasuntosuyoporquélohago.Elhombreasintió.—Perdone.—Buenasnoches,pues—dijoFelicia—.Voy…Seinterrumpió.Arriba,enlapuerta,sonabantimbrazoslargoseincesantes.
Unayotravez.Elsonidoagudoatravesabaelsilenciodelanoche.Feliciaperdióelcolor.—Noesdelosnuestros.Rápido,¡escóndase!Elhombredesaparecióenelarmarioempotradoyechóelcerrojo.Feliciase
apresuró a colocar la cómodadelantede lapuertay recorrió el cuarto con losojos.Nadaindicabaqueallíhubiesealguien.
Arriba seguían llamando.Felicia subió corriendo las escaleras.Le sudabanlaspalmasdelasmanos.
—¡Madame!—Jolanta se inclinaba sobre la balaustrada. Con su camisónlargo y cerrado hasta el cuello y la cofia de encaje en la cabeza, parecía undibujodeWilhelmBusch—.Madame,seguroqueeslaGestapo.
—PorDios,Jolanta,¡nopierdaslosnervios!Feliciateníalaimpresióndequeibaaestallarenpedazosdelofuertequele
latía el corazón. Se ajustó la bata, abrió la puerta de un tirón y vio a cincohombresanteella.
—¿Sepuedesaberquésignificaesto?Los hombres llevaban abrigos de cuero y gorras caladas. El que estaba
delantesosteníaenaltoundistintivo.—Policíasecreta.¿Podemosregistrarsucasa?Durante unmomento, Felicia sintió como si se le ablandaran los huesos y
estuvieseapuntodeponerseatemblar.Porfuera,sinembargo,continuófríaytranquila.
—¿Porquéquierenregistrarmicasa?—Noshandadociertainformación,segúnlacualparecequeentranysalen
personassospechosasdeaquí.—Escierto,entranysalenmuchaspersonas,peroningunaessospechosa.Loshombressemetieronenlacasasinpermiso.Feliciatuvoquehacersea
unlado.Aunquelerepugnaba,estabadecididaasacarareluciralmaridodesuhija.
—Me aseguraré de que tengan problemas. Mi hija está casada con elHauptsturmführerdelasSSHansVelin.Letransmitirémisquejas.
Porsupuesto,sabíanlodeVelin,asíqueelcomentariolosdejóindiferentes.Aunquemostraronciertadeferenciahaciaella.Feliciasabíaquesolíandejarlascasas que registraban en un estado caótico. No era raro que destrozasen losmuebles y rajasen los colchones. En su casa se esforzaron por no desordenardemasiadoynodestrozaronnada,aunqueregistraronsistemáticamentehastaelúltimorincón.
EljefedelabrigadasedetuvoanteFelicia.—Dígame, tiene usted relación con un tal señor Christoph Brandt, ¿no es
así?—Sí.—¿Essuquerido?—¿Incumpliríaalgunaley?—No.—Seapartódeformabruscadeella—.Aúnquedaelsótano.Venga,
señoraLavergne.Feliciaseadelantóy,porprimeravezdesdehacíamucho,rezóparasí:«Dios
mío,nomedejesenlaestacada.Serébuenapersonaynuncamásmequejarédemitrabajo,yseréagradecidayloquequieras,pero¡ayúdame!».
Los hombres examinaron el sótano a conciencia. Abrieron todos losarmarios, las cómodas,movieron aun lado estanterías, desmontaronmontañasenterasdecajasparaversihabíaalguienescondidodetrás.Comohabíanhecho
arriba,dierongolpecitosenlasparedesypatalearonelsuelo,escuchandoporsisonabaahueco.Sinduda,seconocíantodoslostrucos.
—¿Quéesesto?—Uncuartodeinvitados.—¿Ah,sí?¿Uncuartodeinvitadosenelsótano?—Porsupuesto,tenemosmáscuartosdeinvitadosenlacasa.Yalohanvisto.
Esteloutilizamoscuandosereúnetodalafamilia.—¿Ah,sí?¿Yporquéestálacamahechaconropalimpia?—Siempreestáhechaconropalimpia—replicóFelicia.Elcorazónleibatanrápidoquelecostabarespirar.Sentíaenelcuelloyen
las sienes el pulso de la sangre. ¿No se daban cuenta aquellos hombres de loagitadaqueteníalarespiración?Unoretirólacómodadelapared.Hizounruidohorribleenelparquet.
—Mevanarayarelsuelo—dijoFelicia.Sonó como si tuviese un enorme trozo de algodón en la boca. Nadie
contestó.Seacercaronalapared…Ibanadescubrirelescondite…Encualquierinstante…
Porterceravezesanochesonóeltimbre.Eranlasdosdelamañana.Todossequedaronquietosysemiraronirritados.—¿Quiénes?—preguntóelcapitán,áspero.—Nolosé—respondióFeliciacontotalsinceridad,peropensó:«Esperoque
noseanadiequevayaacaerenestatrampasinsabernada».—Subiremostodosyustedabrirálapuerta.—Unodelospolicíasagarródel
brazoaFelicia,lasacóasídelcuarto,lallevóporelpasilloyescalerasarriba—.Ynodiganipío.Seaquienseaquienllame,noloadvierta.
—Notengoningunarazónparaadvertiranadie—replicóFelicia.Oyeroncómogirabaunallaveenlacerradura.Alguienentróenlacasa.«¡CondenadoMaksim!Soloéltienellave.»¿SoportaríasudocumentaciónfalsaunacomprobacióndelaGestapo?Elzaguánestabaahoratotalmenteiluminado.Habíaunhombreallí,justoen
elcentro.Llevabaunabrigogrisoscuroyunabufandadelana.—¡Policíasecreta!—dijoelagentequeaúnsosteníaaFeliciadelbrazo—.
Deselavueltaymuéstrese.Eldesconocidosevolvió.EraAlexLombard.
4
CuandoFeliciaentróensudormitorio,Alexlasiguió.—¡Déjameenpaz!—leespetó—.Estoymuertadecansancio,deseodormir
y ni siquiera quiero preguntarme qué haces aquí. Mañana temprano… Hastaentonces,puedesirdondequieras,perodéjameenpaz.
Alexcerrólapuerta,sequitóelabrigoylabufanda,ylostiróenunabutaca.Su aparición había echado a laGestapo rápidamente. Se presentó como el
exmaridodeFelicia,elpropietariodelacasa,ydijoquehabíavueltoasupatriaparaunpardesemanas.Suspapelesestabanenordenyunsellocertificabaquehabíansidorevisadosaconcienciacuandoentróenelpaís.Puestoquetampocohabíanencontradoentodalacasanadasospechoso,alosagentesdelaGestapola situación les pareció algo bochornosa. Tal vez pensaron también que elHauptsturmführer de las SS Velin les montaría un número, puesto que, alparecer,todosedebíaalasfiguracionesdelporteroquehabíavistoentrarysalirde allí a diversos hombres—amantes y exmaridos, y a saber quémás— quesimplementeaparecíanahorasintempestivas.
Felicia esperaba de todo corazón que la tomasen por una mujer ligera decascosynoporunaopositoraalrégimen.
Estaba completamente rendida. Había llegado a verse en la cárcel conMaksim,interrogadosytorturadosporlaGestapo.Solopodíapensarunayotravez:«¡Nuncamás!¡Nuncamásmedejoenredarenalgoasí!».
—Salahoramismodemidormitorio—repitió,noporquetuviesemiedodeél,sinoporquepreferíapasarasolassuataquedenervios.
Alexsonrió.—No voy a abalanzarme sobre ti, Felicia. Pero podrías recibirme con un
pocomásdeafecto.Vengodesdebastantelejos.Ellaseovillóensuladodelacama.Estabapálidayteníaunaspectocansado
yalavezmuyinfantil.—¿Quéhasvenidoahacer?—Bah, solo quiero comprobar que todo está bien. Lo cierto es que los
alemanes ahoramismo están siendo un poco…un poco expansivos.Y puestoque,despuésdetodo,tengopropiedadesaquí,queríaconvencermedequetodovabien.
—SiterefieresaLulinn,tepuedoenseñarlascuentas.Todovabien—dijoFeliciadeformacasimecánica.
—Deesoestoyconvencido.—Alexsedejócaerenunabutacayestiró laspiernas—.Diosmío,¡hasidounviajemuylargo!MibarcoatracóenLisboa.Notehacesunaideadeloquepasaallí.Laciudadhiervedeemigrantes,lascallesyloshotelesestánareventar.Artistas,intelectuales…LoqueHitlerechadeestepaís es, por desgracia, lo mejor que tiene. Una mezcla de desesperación,cinismo, alegría exagerada atraviesaLisboa…Por el contrario,Alemania, consusmarchaspardas,estáacabada.Totalmenteacabada.
—Alex…Noleinteresabalomásmínimoloquequisieradecir.Noenaquelmomento.Él lamiróburlón.Teníaprofundas arrugas en tornoa losojos, unaspocas
canascomohebrasgrisesenelpelo.Lesentababienlaedad.—Porloqueheoído,tehasaplicadomuchoenestosaños.Hasrecuperadola
fábrica.Obviamente,siguessiendolamujerdenegociosastutaqueeras.—Notienenadaqueverconlaastucia.PeterLiliencrontuvoque…—Losé,losé.Comomuchosotros,tuvoqueabandonarAlemania.Felicialomiródesconfiada.—¿Cómolosabes?—Aún tengo amigos en Munich con los que mantengo correspondencia.
Además,mihermanaKatmeescribecadacuatro semanas,yasímeenterodecasitodaslasnovedades.
—¡Québien!Entoncesnotengoquedartelargasexplicaciones.Aunque todo hubiese pasado ya, le volvió la sensación de que se le
reblandecíanloshuesos.Nopodíaevitarlo.Comenzaronatemblarlelaspiernassinparar, lasmanos, todoelcuerpo. Incluso lecastañeteaban losdientes.¿PorquénodesaparecíaAlexdeunavez?
Élseinclinóhaciadelante,laobservóysuexpresiónseenterneciódepronto.—Felicia, ¿qué te ocurre? Tienes un aspecto terrible. Delgadísima y
descompuesta. ¿Por qué estaba en tu casa la Gestapo en medio de la noche?¿Qué buscaba?—Su voz era suave y tierna—. Felicia… puedes contármelo.Quizánuestromatrimonionofueseelmejor,perosabesque…—Seinterrumpió—.Felicia,porfavor.
Ellacomenzóallorar,sindramatismos.Laslágrimasafloraronensusojosyresbalaron por sus mejillas, y no pudo evitarlo. Se encogió en silencio,temblando y estremeciéndose, se rodeó las piernas con los brazos y noencontrabalaformadeparar.OyóaAlexdeciralgo—«Mivida»…¿Deverdadhabía dicho «mi vida»?—, y entonces se sentó en la cama y la tomó en susbrazos.Felicianosoloselopermitió,inclusobuscóacurrucarseaúnmáscercade él, se apretó contra su pecho, como si fuese una niña pequeña que buscacobijo en una gruta cálida. Sentaba tan bien apoyar la cabeza en su hombro,respirarsuolor—lociónparaelafeitadoycigarrillos—ynotarsusmanos,quelaacariciabanparatranquilizarla.
—¿Quéesloquepasa,Felicia?Dímelo.Todoloquellevabaunañopreocupándolabrotódeellasinqueleimportase
lomásmínimoqueMaksimlahubiesehechojurarquenuncalodiría.¡AldiabloconMaksim!Él no estaba cuando lo necesitaba, la dejaba sola en situacionescomoladeesanoche.PeroAlexestabaallí,enrealidadsiemprehabíaestadoasuladocuandoaellaleibamal.Ajuzgarporeso,podíafiarsedeélaciegas.
—AsíqueMaksimMarakovdenuevo,yaveo—dijoél—.Eleternorival.Eleternoamor.Poréltevesenestashistoriastanpeliagudas,cariñomío.
Feliciayanollorabaensilencio,lohacíaconhipidos.Alexsacóunpañuelo
eintentóponérseloenlamano,peroellalodejócaersinfuerzas.—Llora todo lo que tengas que llorar. Son solo nervios. Probablemente se
debeaqueanteshastenidoquesacaralaFeliciadesangrefríayahorateestásderrumbando.
Siguió acariciándola y, muy poco a poco, ella se fue calmando. Por fin,consiguióinclusolimpiarselanarizysecarselacara.
—Seguroquepiensasquesoyunahistérica—murmuró.Élsonrió.—¿Histérica? Qué va. Muy al contrario. Estoy asombrado de ver que tu
armadura muestra de vez en cuando alguna grieta. Y ahora —se levantó—deberíamosbajaralsótanoydecirlealpobretipodelarmarioquehapasadolaalarma.
El hombre estaba, de hecho, encogido en su escondite, pálido a morir, yhabía vomitado la cena.Cuandovio aAlex, se puso aúnun tonomásblanco,peroFelicialotranquilizó.
—LaGestaposeha ido.Esteesunamigo.—Lediounpardepastillasdevalerianay lo conminó a dormir—.Seguroque esta nocheya novienenadie.Puedeestartranquilo.
Suspropiosnerviosvolvíanaestarbajocontrol.CuandosubíalasescalerasconAlex,refunfuñó:
—Notendríaquehabertecontadotodoeso.—¿Porquéno?¿Creesquevoyairmañanaadenunciarte?—Claroqueno.Peronoesbuenoque sepas tanto…Yademás…¡Oh!Le
habíaprometidoaMaksimqueseríadiscreta.—Melohabríasdichodetodosmodos,Felicia.¿Ocreesquepodríashaberlo
mantenidoensecretodelantedemisnaricesestandoyoaquíenlacasa?Habíanllegadoaldormitorio.Feliciaseparódepronto.—Ya…Entonces¿tevasaquedaruntiempo?—¡Estatambiénesmicasa!—TienestutrabajoenAmérica.Nopuedessimplemente…
—Alomejortambiéntengotrabajoaquí.Ellafruncióelceño.—Nomehablesconenigmas.¿Dequépuñetasvasaviviraquí?Alexsonriósuavemente.—¿Noconocerás,porcasualidad,aleditormuniquésBenjaminRabenstein?PorsupuestoqueFelicialoconocía,inclusovivíacercadeallí.—Hacemuchoquenoloveo.DicenquesehaidodeAlemania.—Ylohahecho.Peroantesmetraspasósueditorial.¿Entiendes?Algoasí
comotuhistoriaconLiliencron.—Sí…Peronopuede ser—repusoFelicia, nerviosa—.Hace años queno
apareces por aquí, que vives tu vida y yo vivo la mía. Y vas y de pronto tepresentasenmediodelanocheymedicesquetequieresquedar.
—Loquepareceseruntrastornoparati.—Sí,porque…Diosmío,esunmomentodelomásinoportuno.AunqueelrostrodeAlexnomostróemociónalguna,Feliciasediocuentade
quelohabíaofendido.Letocóelbrazocasiconpudor.—Perdona.Estoysiendobastantedesagradablecontigo,¿verdad?—Noesnadanuevo—replicóAlex,estoico.Seacercómásaél.—Nohasidounmomentoinoportuno.Esolohasvisto.Hasido…—sonrió
débilmente—hasidoelinstantepropicioparaahuyentaralaGestapoyconsolaraunamujerdeshechaenlágrimas.Deverdad,Alex.
—Sí… Pero ahora podría irme por donde he venido, eso también lo hasdicho.
—No.Megustaríaquetequedases.Parasusorpresa,eracierto.Queríaquelavolvieseaabrazar,comoantes.Lo
habíaañoradotanto.Nuncaanteshabíareconocidolosolaqueestaba,lolargasyfrías que eran las noches, lo abandonada que se sentía al despertarse por lamañana.
—Alex,quédate.
Los rasgos de él le eran absolutamente familiares, como si solo hubiesepasadoundíadesdequelovioporúltimavez,noonceaños.Elpelocanosolesentababien;teníamejoraspectoquecuandoeramásjoven.
—Alex,quédate.Notengoanadiemás.—TienesaMaksim.Tugranamor.«Maksim,miamordesdelaniñez.Maksim,quenomeperteneceránunca.»Se encogió de hombros, un movimiento que denotaba impaciencia y
cansancioapartesiguales.—Maksim,oh,él…—Maksim,elsanto.—AlexacariciósuavementelamejilladeFeliciaconun
dedo—.Eseldesiempre,¿no?OhaceconLeninlagranRevoluciónoresistealosnazis…,pero,encualquiercaso,noestánuncaparaFeliciaLavergne.
Feliciamirabaal sueloyahoravolvióa levantar lacabeza.SusojosgriseseranunainvitaciónyAlexsabíaqueibaaaceptarla.
«Diablos—pensóalinclinarseparabesarlaenloslabios—,¿esquenovoyaalejarmejamásdeestamujer,tanfríaqueunhombrepodríamorircongeladoasulado?
—¿Hasvueltoacasarte,Alex?—preguntó.Élledeslizólosestrechostirantesdelcamisónporloshombros.Lepusola
mano sobre el corazón, que latía asombrosamente despacio. Felicia habíaencendido dos velas —por alguna razón, le había parecido adecuado— y sepodíanverlascaras.
Alexasintió.—Sí.Estoycasado.—Vaya…—No pienses en ello. Yo tampoco pienso en Maksim Marakov. Mejor
dejamosdepensarentodo,inclusoenelpasado.Peroellanopudoevitarpensarenelpasadomientrassetumbabadejándose
acariciarporél.Eracomosielcírculosehubiesecerrado.EradenuevolajovenFelicia,quesehabíacasadodeformaprecipitadayahorayacíaporprimeravezenbrazosdeunhombre, llenadeexpectación,nerviosyansia,completamenteabandonada por su capacidad de ver las cosas de unamanera distante y algoburlona. Sus labios, sus dedos, su cuerpo habían descubierto hacía veintiséisañosunencantodesconocidoyhoyvolvíanahacerlo.Suseparación,laguerra,lasamargasdiscusionessehabíanevaporado.Desdeentonceshastahoy,losañosestaban envueltos en una niebla que lo ocultaba todo. Lo que pasara al díasiguientedabalomismo,yeramásinciertoquenunca.Podríaserquesegritasendenuevomañanacontodalairaquepodíancontenersusrostros.Podríaserquelosmataseunabomba…
Alexsehabíasostenidoconunbrazo,peroahorasehundiócontodosupesosobre ella y el cuerpo de Felicia reaccionó como electrizado, hambriento detodosaquellosañosenlosquehabíaestadosola.«Queunapuedaestaraúntanávidadeunhombreamiedad»,pensómaravillada.
Habíaintentadoconvencersedequeyahabíatenidosuparte,dequesudeseosehabíarelajado,peroenaquelmomentoentendiósuerror:nohabíamitigadosuapetito,ypuedequenosesaciarahastaelfinaldesuvida.
Élsemovíatandelicadamentedentrodeellaqueselesaltaronlaslágrimas.Se sentía comoenvuelta en su ternura. Igualqueen suprimeranoche.Coneltiempoempezóamostrarsetosco,inclusoirrespetuosocuandohabíandiscutidoantes y se habían arrojado a la cara todas las desfachateces imaginables, perohoy era elAlex de antaño y ella su Felicia, la chica de ojos grises y carácterprovocador.
Podríanhaberloalargadohastalaeternidad,perosuscuerpossereconocierony reaccionaronsindivagaciones.Más tarde,Felicia tuvo la sensacióndehabergritadoelnombredeAlexyhaberdichootrascosas,palabrasqueesperabaqueélnohubieseentendido,porquepodríanhaberledejadomeridianamenteclarolomucho que había ansiado un hombre. Se quedó tumbada respirando agitada,maravilladadelosencilloylobonitoquehabíasido.Luegoseacurrucóenlos
brazosdeélysequedódormidaconunsuspirosatisfecho,comounaniñaquesesienteasalvoyporfinllena.
Alex la abrazó fuerte, escuchó su respiración,que sehacíamás calmadayregular.Nopodíadormir.ConningunamujereratanfabulosocomoconFelicia,y lealegrócomprobarquecon losañosnohabíacambiadonada.Perosienelbuensentidonohabíacambiadonada,tampocolohabíahechoenelmalsentido:pormuchodeseoquehubieseentreellos,quizáinclusoamor,nopodíanvivirlo.Felicianopodía.Ya sedio cuenta cuando se casaron, a losdieciochoañosdeella,ynuncahabíaencontradosiquieraunachispadecalidezensusojos;dejódeintentar cambiarlo cuando se separaron; lo confirmó poco antes de partirdefinitivamenteparaAméricaycasarseconPatty,yvolvíaacomprobarloahora.Lo que podía obtener de Felicia eran ocasionales noches como aquella, nadamás.Teníaqueconformarse.IgualqueFeliciasoloobteníamigajasdeMaksim…yPattydeél.
Uncírculoquenoparecíatenerunasoluciónfeliz.Antes de apagar las velas, observó una vez más a Felicia profundamente
dormida.Ellanuncahacíanadasinobteneralgoacambio.Primeroquisoecharloyluegosehabíaacostadoconél,yentremediasdebíadehaberseplanteadoloútil que podía serle él. Estaba hasta el cuello de problemas y unos fuerteshombroscomolossuyosleveníanmuybien.
Entrada lamadrugada—Alexsehabíadormidoporfin—,sonóel teléfonocon insistencia.EraSusanne.Subebénopodíahaberencontradounmomentomejorparaveniralmundoqueaquellamañananeblinosaygris,yestabasola;HansseencontrabaenaquelmomentoenelGobiernoGeneraldelosterritoriospolacosocupados.
Porfortuna,eraunaniñaynopodríanbautizarlaAdolf.Fueloprimeroqueselepasó por la cabeza a Felicia cuando elmédico salió del cuarto de Susanne alpasilloy ledio lanoticia.Susannehabíadadoa luzencasay,durante todoel
tiempo,Felicia lesostuvolamanomientras intentabapensarenotracosa;soloen los últimos minutos la comadrona le había pedido que saliera, y Feliciaobedeciómásquegustosa.
—Unaniñasana—dijoelmédico,satisfecho—.Enrealidad,llegacasiconunmesdeadelanto,peronohaynadadequépreocuparse.
Feliciavolvióarespirar.—¿Puedoveramihija?—Porsupuesto.Susanneestabapálidayagotadasobresusalmohadas,lamatronalellevaba
justoenesemomentoalbebéenvueltoenunamantitayselopusoenlosbrazos.—Mire,señoraVelin,ahorapuedeverlaniñatanencantadoraquetiene.Laniñitaera,sinduda,unapreciosidad.Susannelaestrechócontrasupecho
y jugó abstraída con susminúsculos deditos. Felicia se sentó a su lado en elbordedelacama.
—Es un primor, Susanne. Y, gracias al bebé de Belle, ya he superado laconmocióndeserabuela.¿Cómosevaallamar?
—Nolosé.—LavozdeSusannesonabacansada—.Hansestabatansegurode que íbamos a tener un niño que no hemos pensado en nombres de niña.Esperoquevuelvaprontoacasa,entonceslohablaremos.
—Susanne… —Felicia dudó. No estaba en absoluto acostumbrada apreguntarleasuhijaporsusproblemas—.Susanne,creoquetepreocupaalgo.Alomejorpuedoayudarte.¿Quiereshablardeello?
Susannesonrióconamargura.—Tengoveinteaños,mamá,yeslaprimeravezquemepreguntassitengo
problemas.¡Despuésdeveinteaños!—Susanne,seguroquehehechocosasmal,pero…—Notedisculpes,porfavor.Nopuedovolveraescucharlasmismasexcusas
desiempre,deverdad.Eltrabajo,laresponsabilidad…Ytodoesonoporti,sinopor nosotros…Olvídalo, mamá. Eres una mujer que no debería haber tenido
hijosnunca.Nodeberíashabertecasado.Porquesencillamentenosabesquereranadie.
—¡Susanne!—Loque tú llamas«querer» es, en elmejor de los casos, la necesidadde
dominar a otras personas. Lo siento, pero ¿por qué no debería decirte lo queopino?
Feliciaselevantó.—Estásagotada,Susanne.Talveztendríasquedormirunpoco.Volveréesta
noche.—No hace falta. Pero gracias por estar aquí. Espero no haberte robado
demasiadotiempo.Cuandosumadrehubosalidodelahabitaciónylacomadronadejóalbebé
ensucuna,Susannerespiróprofundamente.«Creoquetepreocupaalgo…»SihastaFelicia lohabíanotado,debíade sermuyevidente.Laenfadaba sentirsedeprimidaporelhechodehaber traídounaniñaalmundo.Hansqueríaa todacostaunniño.Dealgunaforma,sesentíaculpableporquenohabíapodidodarleloquequería.Asusojos,eraelhombreperfecto,ylehabríagustadoserparaéllamujerperfecta.
Delcajóndelamesilladenochesacóunacarta.EradeHans,habíallegadohacía tres días y ya la había leído decenas de veces. Llevaba matasellos deVarsovia.
Sumiradacayóenmediodelapágina:
Yahoraquesehacerradoalmundoexterior,elguetoescomounapequeñaciudadaisladaenmediodeVarsovia.TrasladaremosallíalosjudíosdetodaPolonia.Lavidaenelguetoesparaellosmuchomejorqueloqueteníanantes.Alalarganopuedesalirbiendejaralosjudíoslibresentrelasdemáspersonas.Eso solo crea tensiones innecesarias. De este modo, están solos, se mueven en una comunidadexclusivamentejudía.ElgobernadorgeneralFranksolucionaelproblemajudíoaquí,enmiopinión,deunamaneraextraordinaria…MiqueridaSusanne,pordesgracia,noestoydemasiadobiendesalud.Losataques de asma que tenía de niño con cualquier agitación han vuelto. A menudo tengo auténticossofocos. Posiblemente pediré que me trasladen de nuevo a Munich. Entonces podré estar siemprecontigo,queridamía,yconnuestrohijo…
Susannedobló la cartay ladejódenuevoenel cajón.Lehabíanconfiadotareas importantísimasyellanopodíasiquieraconcederleeldeseodetenerunniño.Porsupuesto,sabíaqueélnolaculparía,peroparaélunaniñaeracomonotener hijos y, rendida y agotada como se sentía, aquel pensamiento laatormentaba.
Recordó otra vez las palabras que acababa de leer. Un gueto judío enVarsovia… Judíos trasladados…Reprimió el pequeño asomo demalestar queexperimentaba.Era lomejorpara todos,decíaHans,yseguroque tenía razón.Obviamente, se habría hecho cargo de todo o no estaría teniendo aquellosataquesdeasma.PerosideverdadpedíaquelotrasladasenaMunich,entoncesella se ocuparía de él y enseguida volvería a estar bien. Una vida familiartranquila, armónica, era lo que necesitaba. Puede que entonces incluso sealegrasedetenerunaniña.
Sumidaenaquellospensamientos,Susannecomenzóallorar.Sollozóensualmohadahastaquelacomadrona,quelahabíaoídodesdefuera,seapresuróaentrar,laabrazóylaacunóparaconsolarla.
—Pero bueno, con una niña tan guapa, ¿cómo va a llorar? Aunque eshabitual.Ande,lloreunpoco,cariño.Sesentirámejor.
Lacomadronaera regordeta,mofletudayblanda,ySusanne,queapretó lacaracontrasuprominentepecho,pensóquelehabríaencantadotenerunamujerasí comomadre…No era bonita, ni elegante, ni independiente, solo rolliza ycálida,unnidoenelqueabandonarseporcompleto.
MientrasFeliciaestabaconSusanne,AlexhabíadesayunadoyhabíadejadoquelaviejaJolantaproclamasesualegría.CuandolospadresdeAlexaúnvivíanyély suhermanaeranniños, Jolanta entrócomodoncellade la casacondieciséisaños.
—Quéalegríaverlodenuevo,señorLombard.Quéalegría.Por fin semarchó a comprar yAlex anduvo por la casa curioseando. Por
supuesto,noabrióningúnarmarionicajones,peroesperabadescubriralgoquelediesealgunapistasobrelavidainteriordeFelicia.Inclusoentró,trasvacilarun momento, en su despacho, una habitación caótica, a rebosar de libros ypapeles. Sobre el escritorio había una fotografía enmarcada de los padres deFelicia, tomada el día de su boda, y otra de su hermano Christian, caído enVerdún.
Mientras estaba allí de pie, oyó pasos en el pasillo. No eran los pasos deFelicia y Jolanta no podía haber vuelto. Durante un momento, Alex tuvo lasensacióndequeloibanapillarhaciendoalgoprohibido,peroentoncessedijoque,despuésdetodo,nohabíatocadonada.LapuertaseabrióyanteélaparecióMaksimMarakov.
Solosehabíanvistounavez,en1915,yhabíapasadotantotiempoquenosehabríanreconocidoporlacalle.Sinembargo,allí,eneldespachodeFelicia,losdosentendieronenseguidaquiéneraelotro.Cuandosusojosseencontraron,semiraronfrenteafrente.
«Los rivales», pensóAlex. Le pareció casi ridículo. En cierto sentido, lascanasdeamboshicieronquesuodioporMaksimfueraabsurdo.
—AlexLombard—sepresentó.—MaksimMarakov—contestóélsinocultarsetrassunombrefalso.ParaAlexeraextrañotenerantesíalhombrealquellevabaodiandomásde
un cuarto de siglo. Se acordó de que aquella era su casa y se refugió en susdeberesdeanfitrión.
—Siéntese,porfavor,señorMarakov.¿Puedoofrecerlealgodebeber?—Gracias,tengoprisa.Yo…¿Felicianoestáencasa?—No.Tampocosécuándovolverá.—Entoncesintentaréverlamástarde.—Porsupuesto.Maksimdudó.Obviamente,habíaacudidoconunaintenciónyelinesperado
encuentroconAlexLombardhabíatrastocadosusplanes.Sinrodeos,Alexpreguntó:
—¿NoleparecequeFeliciaarriesgademasiadoporusted?Maksimpalideció.—¿Quélehacontado?Alexagarróunade las copasquehabíapor todaspartes, abrióunabotella
mediollenadevinotintoysesirvióunpoco.Necesitabauntónicoestimulante.—No tuvoquecontarmemucho.Lleguéanoche,¿sabe?,yFelicia teníaen
esemomentovisitadelaGestapo.Estaban…—¿Qué?—Sí,unasituaciónbastantepeliagudaconelhombredelsótano.Yollegué
enelúltimo segundo,Felicia estabahechaunmanojonervios.Nunca lahabíavistoasí.
—Entonces,seguramentelaGestapovigilalacasa—dijoMaksimdespacio.Alexbajólacopa.—¿Noseleocurrenadamásquedecir?—¿Quéesperaquediga?—HapuestoaFeliciaenpeligrodemuerte,señorMarakov.Cadahora,cada
minuto.Meparecequeactúadeformairresponsableeinjusta.Felicianosabeelriesgoquecorre.Peroustedsí,ysudecenciadeberíaprohibirleimplicaraotraspersonasensemejantehistoria.
—Feliciaesunamujeradultaquedecideporsímismaloquehaceyloqueno.Yonolaheobligadoanada,señorLombard.
Alexserio.—Esprobablequelahayapresionadomoralmente,loqueporlogeneralno
funciona con Felicia… Tan noble no es, desde luego. Sin embargo, en estecaso… Usted sabe que Felicia haría por usted cualquier cosa y se haaprovechadodeesosinningúnescrúpulo.
Maksimlomirósorprendido.—¿PorquédeberíaFeliciahacerpormícualquiercosa?¿Quéquieredecir?Alexvaciólacopadeuntrago.Luegosedejócaerenunsillón.Noveíaya
razónparalacortesía.
—¡Nosehagaeltonto!—Nosédequémeestáhablando—dijoMaksim.—Es usted muchas cosas, pero desde luego no es un ingenuo. Felicia se
dejaríacortarlasdospiernasporusted,ymetemoqueesonuncacambiará.Enloqueaustedserefiere,seconvierteenunponidecirco,quepiafaobedienteyasienteconlacabezaparaobtenercomorecompensaunterróndeazúcar.Ustedeslaúnicadebilidaddeesamujer.
AMaksimselenotabaqueleincomodabalaconversación.—SeñorLombard…Alexnolediolamásmínimafacilidad.—¿Sí?—Eso de lo que usted habla sucedió hace mucho. Cuando Felicia y yo
éramosjóvenes,hubodeterminadossentimientos,perohoyesdistinto.Detodoloquepasóentonces,noquedanada.
Alexlomirófijamente,confrancaenemistadenlosojos.«Nada,noquedanadaexceptoBelle,tuhija,quellevamiapellidoydelaquenotienesniidea,pero para Felicia es prueba eterna de que no siempre fuiste tan frío ydesapasionadocomotemuestrasahora»,pensó.
—Si eso es lo que cree, es usted un necio —dijo desabrido—. Feliciasiemprehaqueridotenerloaustedyesonohacambiadonunca,niunsolodía.Enúltimainstancia,fueustedlarazónporlaquefracasónuestromatrimonio,yloes tambiéndequenosecomprometaconningúnotrohombre.Nosepuedelibrardeusted.
—Felicianoesunamujerqueseaferrealpasado.—Ustednoeselpasado.Despuésdetodo,nodejadeaparecerensuvida.—Escuche,señorLombard,¿nocreequeesoesalgoentreFeliciayyo?LosojosdeAlexerandosrendijasheladas.—PuestoqueFelicia enestemomento se está arriesgandocon todo loque
tiene,nopuedosinointervenir;ynovoyaretirarmediscretamenteparahacerleunfavorausted,selopuedoasegurar.
Maksim suspiró. Le dolía la cabeza y no se sentía en condiciones deenfrentarseamáscomplicacionesdebidoalasituación.Peligrodemuerte,decíaLombard.PorDiossanto,¡comosinolosupiese!¿Porquénopodíadormiryaporlasnoches?¿Porquéseencogíacuando,depronto,oíapasosoelgolpedeunapuertadeautomóvil?Feliciaestabaenpeligrodemuerte;élmilvecesmás.Podíandescubrirloshoy,mañanaoalañosiguiente.Cadaunodeelloslosabía,cadaunohabía asumido supropia responsabilidad.Felicia era adulta.Élno lahabríaimplicadosihubiesetenidootrasalida,perolohabíahecho,yellapodíahaberdicho«No».Ahoranopodíadarlevueltas.Solocontabalaluchacontralosnazis.Nohabíaespacioparanadamás,nopodíahaberlo.
YesodeloquehablabaLombard…Felicia,elpasado,Lulinn, losañosdeBerlín… Eso estaba tan lejos, hacía tanto tiempo, que parecía otra vida. NopodíasentiryanadaporFelicia,porningunamujer.Sesentíaviejoydecrépito.Amenudoleparecíaque,conlamuertedeMacha,algosehabíaextinguidoenél.Desdeentoncessolohacíaloqueteníaquehacer,sinpensarnienelpasadonienel futuro,y sinvivirdeverdad.LamuertedeMachanosignificabasolo lapérdidadeunserquerido,habíareducidotambiénlasgrandesluchasdesuvidaalabsurdo.
Estaba cansado y desilusionado, y lo único que podía pensar era que, almenosesalucha,laluchacontralosnazis,teníaqueganarlaasumanera.
—SeñorLombard—dijo—,¿quétienepensado?Alexsesirviómásvino.—¿Quétengopensado?¿Quieredecirsivoyaactuarcontrausteddealguna
forma?No,tienesuerte.Porunlado,creoquelosnazissonescoria,ynovoyaser yo quien semanche lasmanos por ellos.Ypor otro…, lo que suceda conusted, Marakov, no me importa en absoluto, seguramente ya lo sabe. Noobstante,harétodoloposibleparaqueFeliciasalgasanaysalvadeesteasunto,¿entiende? Así que no tiene por qué preocuparse: no haré nada que puedadañarlo a usted. Pero de una cosa puede estar seguro…—Se inclinó. Su carapálidaexpresabadecisiónyrabiacontenida—.Puedeestarseguro,Marakov,de
que voy a quedarme aquí y estaré vigilando todo lo que pase.No impediré aFeliciaquesigacolaborandoconusted,peropiensocuidarlay,Marakov,se loadvierto: si le pasa a Felicia algo malo, entonces va a saber lo vengativo,desconsideradoycruelquepuedollegaraser.¿Mehaentendido?
—Creoquehasidomuyclaro—fuelafríarespuestadeMaksim.Alex lo miró fijamente. De pronto, se levantó y dejó la copa tintineando
sobreunamesa.—¿Sabe qué,Marakov? Por primera vez desde hacemucho tiempo, tengo
una necesidad imperiosa de emborracharme. Pero no aquí. Me voy a unataberna.
—¿Vaavivirustedenestacasa?—preguntóMaksim.Alexsedirigióindolentehacialapuerta.—Exacto,Marakov.Legusteono,estaesmicasa.Deunaformauotravaa
tenerqueentenderseconmigo.Cerrólapuertaalsalir.YentoncesMaksimagarrólabotelladevino.
5
15defebrerode1941,oncedelanoche.Enaquelsuaveinviernotampocohacíamucho frío esa noche. Aunque sí soplaba un viento fresco del Atlántico quehacíalavidaincómoda;quienpodía,sequedabaencasa.
EnelpueblecitodeNarcisse,cercadeNantes,reinabauncompletosilencio.Todoparecíadormir.Peromuchosestabansentadosantelaradio,escuchandoensecreto, en la emisora deLondres, la voz del generalDeGaulle, que llamabadesde el exilio a la resistencia contra los alemanes.Aún no había demasiadosfrancesesque respondiesenasu llamada.Sinembargo,DeGaullecontabaconque la voluntad de luchar crecería ante la dureza de las represalias contra lapoblación. La ocupación costaba a los franceses cuatrocientos millones defrancos al día. A ello se unían cada día los víveres, la gasolina y los demásbienesdeconsumoconfiscados.Elodiohacialosocupantescrecía,yDeGaullenuncaolvidabaavivartambiénelodiocontraelGobiernodeVichyenlaFrancianoocupada.
En Narcisse, los alemanes habían obligado a todas las granjas de losalrededores a entregar carne de cerdo, huevos y leche, habían vaciado lapanadería local y habían fusilado a un hombre por defenderse del latrocinio.Llevarían los alimentos incautados a Nantes, pero aquella noche estabanalmacenados en un granero a las afueras del pueblo. Tres jóvenes soldadosalemanesmontabanguardia.
Dospermanecíandentro—allísepodíansentarenunpardepacasdehenoque habían quedado y, además, estaban resguardados del fuerte viento—,mientraselotropatrullaba,conrelevosdeunahora.Asíseproponíanaguantarlaodiosaguardiaenunanochedetormenta.
DesdelasoncehastalamedianocheletocabafueraaGertUllbach,uncabodeChiemgau.Eracasiunniño,unchicoaltodecabello rubiopajizo,bastanteinocenteeingenuo.LainvasióndeFranciahabíasidoparaéltodaunaaventura,unanovelaconvertidaenrealidad.Noobstante,pocoapoco,empezabaatenernostalgia.Añorabaasumadre,asupadre,lacasadelaborconelgranporcheylasmacetasenelbalcón, lasverdescolinasy losvalles,yel floridoprado, lasclarasaguasturquesasdellagoChiem.Gertesperabaquelomandasenprontodevuelta y que todo volviese a ser como antes. La guerra era solo un cortoentreacto. Se frotó las manos. Cuando llegó al final del granero, giró, y sedisponía a regresar despacio, porque era mejor moverse que quedarse quieto,cuandoalguien, desde atrásy con la rapidezdel rayo, le echóun alambreporencimadelacabeza,loajustóalrededordesucuelloyapretó,sindarletiempoareaccionar. El muchacho no consiguió defenderse, ni siquiera gritar. Con unbruscotirón,elalambresecontrajo.GertUllbachmurióenunossegundos.Sinhacerruido,cayóenelbarrofríoyoscuroquehabíaasuspies.
Claire se inclinó sobre él, le quitó la pistola y le registró rápidamente losbolsillos.Dos cigarrillos, un par de billetes franceses,media rebanada de panenvuelta en papel encerado, una foto que, obviamente, era de los padres delmuerto, y la cartillamilitar…Esto último era un botínmuy apreciado por laResistencia.
Claireselometiótodoenelbolsillodelachaquetaehizoseñalessilenciosasadoshombresquesalierondelaoscuridadtrasella.Teníanqueacabarconlosdos guardias que estaban dentro del granero antes de poder contar aquellaempresanocturnacomounéxito.
Era la una de la mañana cuando Claire volvió a casa. No tenía que tomardemasiadas precauciones porque ya no tenían alemanes alojados, sobre todoporquenolesquedabanadamásquepudiesenarrebatarles.Losalemaneshabían
sido como una nube de langostas: se instalaron, se lo comieron todo ydesaparecieron.
Phillip esperaba aClaire impaciente y preocupado.No podía participar ensusmisionesporquesupiernademaderaseloimpedía.Eraunmalditoinválido.Sisehabíaimaginadoenalgúnmomentoquesemovíacomosiestuviesesano,ahora estaba claro que se engañaba. Se veía condenado a quedarse en casanochesenteras,mientrasClairearriesgabasuvidaahífuera.Avecesloinvadían,además de la preocupación y la ira por no poder hacer nada, los inoportunoscelos.AhoraClaireentenderíaconquéclasedehombrehabíacargado.
Como siempre, también esta vez respiró aliviado cuando ella entró en lahabitación.Selevantóyseacercóaellacojeando.
—¡Claire!GraciasaDios,porfinestásaquí.Teníalosojosbrillantes,leardíanlasmejillasy,cuandosequitóelpañuelo
delacabeza,untorrentedecabellonegroleinundóloshombros.—¡Phillip!Hoyhematadoporprimeravezaunalemán.Enciertomodo,loacongojólaalegríacasihistéricadeella.—¿Ah,sí?—dijodébilmente.Bajolachaqueta,Claireescondíaunabotelladevinotinto.Lasacóylapuso
sobrelamesa.—¡Rápido,Phillip!¡Dosvasos!Élnosemovió.—¿Cómo…cómolohashecho?—Conunalambre.Eraunhombremuyalto,peroyo…Phillip,deprontohe
sentidoenmiinteriorunafuerzaincreíble.Sabíaquepodíamatarlo.Mesacabamásdedoscabezas,pero lehepartidoelcuellocomosi fueseunacerilla.Hasido muy fácil. Mientras lo hacía, he pensado en nuestro hijo, Phillip, y hematadoaesealemány…
—Siéntateprimero.—Phillipfuepordosvasosysirvióelvino—.¿Dóndehasconseguidoelvino?
—Estabaconloquelosalemaneshabíanconfiscadoyteníanalmacenadoen
elgranero.Heliquidadoalhombrequehacíaguardiafuera.RenéyVincentalosdos que estaban sentados dentro. Hemos llevado casi todos los víveres a unesconditeseguro.Peroelvinomelohequedado.—Levantósuvaso—.¡Salud,Phillip!
«Arde como si tuviese fiebre—pensó. Y a continuación—:No puede serbuenoodiartanto.»
Delbolsillo,Clairesacólacartillamilitarquehabíaconseguido.—Estoerasuyo.Phillippalideció.—¿Estásloca?Nopuedesirporahíconeso.¿Sabesloquetepasaríasilos
alemanestelaencuentran?Clairesuspiró,parecíaimpaciente.—Soloqueríaenseñártela.Claroquenovoyaquedármela.Phillipabriólacartilla.—GertUllbach.—Sulenguapronuncióconfamiliaridadelnombrealemán
—.Nacióel7deagostode1920enÜbersee.Claire…,elchicoquehasmatadoeramuyjoven.¡Veinteaños!
Claireentrecerrólosojos.Sucaraeracomounamáscara.—Mihijoteníadiezañoscuandoloasesinaron.—Sí,pero…—¿Qué?—Claire, el odio tiene algo de fanatismo.Te puedo entender. Pero Jérôme
murióenlaguerra,bajoelfuegodelosobuses.Nopuedeshacerresponsablesdeesoatodosloshombres.
—Hagoresponsablessoloalosalemanes.—Ese chico de veinte años…—Phillip dejó la cartilla de nuevo sobre la
mesa—no tenía opción.Nopodía hacer nada contra la guerra.Lo llamaron afilasyloenviaronaFrancia,ynotuvoningunaopción.
LoslabiosdeClairenoeranmásqueunarayablanca.—Tampocomihijotuvoopción.
—No.Perohabríaquepreguntarsesiesonosdaderecho…Clairenolodejóterminar.—Túeresalemán.Sabíaqueenalgúnmomentoeso ibaaserunproblema
parati.Paranosotros.—Claire…Ojaláellaquisieraentenderlo.Paraélnoeraunacuestióndenacionalidad.
Muchomenos desde la últimaguerra, en la que había participado lleno de unpatriotismoentusiastahastaquefuetestigodemuertesterriblesysinsentidoentodaspartes.
—Claire, me asusta tu sed de venganza. Eres despiadada. Dónde está latiernaydelicadaClaireconlaque…
Ella se levantó, con un movimiento tan violento que los vasos temblaronsobrelamesa.Levolólamelena.
—No existe ya, Phillip. La Claire que conociste está muerta. No tengo…ternuranidelicadezaya,ytampocoquierotenerlas.Puedequenoentiendasmidolor.Yonopodríasoportarlosinoloconvirtieseenodio.—Sacóunanavaja,fuealapuertaygrabóunamuescalargayprofundaenelmarcodemadera—.Yaestá.Estahasidolaprimera.Yprontoestarállenodemuescas.Nolomires,Phillip, si no puedes aguantarlo, porque no vas a disuadirme de hacer lo quetengoquehacer.
Deprontoseechóallorar,perocuandoPhillipseacercóparaconsolarla,sesoltóysaliócorriendodelahabitación.Élpudooírlatodalanochevagandodeunladoaotrosindescanso.
LasuerteestabadepartedelFührer.Enabril,lastropasalemanassehicieronconGreciayYugoslavia trasuna rápidavictoria.Enmayo,paracaidistas alemanesconquistaron los aeródromos de Creta, que hasta entonces habían estado enpoderde losbritánicos.Yel22de juniode1941,Hitlercomenzósucampaña
másatrevida:sindeclaracióndeguerraprevia,losalemanesinvadieronlaUniónSoviética.LaOperaciónBarbarrojahabíacomenzado.
El ataque estaba planificado desde 1940, encubierto, por supuesto, comogolpecontraInglaterra,perohaciaelfinalsehabíanacumuladoseñalesdequeelobjetivonoeralaislaalotroladodelCanal,sinoelgranhermanodeleste.LastropasdeStalinfueronvencidassingrandesesfuerzos,ylaLuftwaffearrasólosaeródromos soviéticos cerca de la frontera sin que nadie pudiese evitarlo. Alfinaldelmes,elGrupodeEjércitosNorteestabayaenelBáltico,elGrupodeEjércitosCentrohabíaavanzadohastaelBerésina,yelGrupodeEjércitosSurluchaba enBesarabia yGalizia.En la batalla deBialystok se hicieronmásdetrescientos mil prisioneros. El siguiente objetivo sería Leningrado. LuegoMoscú.Algunos en la patria, almirar losmapas,meneaban la cabeza. ¿Teníaclaro el Führer lo tremendamente grande que era aquel país? ¿Sabía cuántastropas podía juntar aún Stalin? Aunque pudiese aprovechar la ventaja de lasorpresa, en cuanto los rusos se hubiesen recuperado, le impedirían ocupar sugigantesco país. Stalin se había librado de las mejores cabezas del ejércitodurantelaspurgas,yesaera,porsupuesto,otraventajaparalosalemanes,perolosrusoscontabanconelinvierno.Eltemibleinviernoruso.Ypodíacomenzarenoctubre,solocuatromesesmástarde.
Losperiódicoslocelebraban,Goebbelshablódel«espaciovital»queporfinseconquistaría.MuchoscomenzaronacreerqueHitlereraunestrategagenial.OtrosveíanacercarseelfinaldelTercerReich,estabanseguros:aquelveranode1941,elFührercomenzabaaexcederse.Apartirdeentonces,estaríacavandosutumba.
DesdeaquellanochedediciembreenquelaGestapoaparecióencasadeFelicia,MaksimhabíasacadoladireccióndelaPrinzregentenstrassedurantemedioañode todas las actividades. La probabilidad de que estuviese vigilada era alta.Siempre sería un misterio quién había dado el soplo a la Gestapo; Felicia
opinabaqueelculpablehabíasidoelportero,quenuncalahabíasoportadoylafastidiaba siempre que podía. En cualquier caso, ahora tenían que extremar lacautela.
EsosignificabaqueFeliciayanoveíatanamenudoaMaksimytambiénquecasinuncasabíaloqueteníaprevisto.Sepreocupabaporély,almismotiempo,lamortificabaenormementequeélnolapusiesealcorrientedesusplanes.Alex,quesospechabadesuenfado,solosereíadeella.
—Pobre Felicia. No tienes suerte con los hombres. Si no puedes ser laamante de Maksim, al menos su cómplice. Por eso arriesgarías el cuello,¿verdad?Yahorateniegahastaesepapel.
—Oh,déjameenpaz,Alex.Notienesnilamásremotaideadeloquehablas.Tras su llegada a la Prinzregentenstrasse, la policía había interrogado otra
vezaAlex; teníapasaportealemán,peroveníadeAméricayhabíavividoallí.Con convicción, dejó claro que el motivo de su vuelta eran sus propiedadesalemanas;susposesionesenelpaís,laeditorialdeMunichylafincadelaPrusiaOriental,loobligabanapasarallí,yenningúnotrositio,losmalostiempos.Conelloseganóenciertosentidolaposicióndelhijopródigoalquerecibenencasaconlosbrazosabiertosy,cuandoademásserefirióasucuñado,TomWolff,lealmiembro del Partido y amigo del Gauleiter, se volatilizó el último resto dedesconfianza.Ahorapodríaocuparsedesueditorialsinsermolestado.
—Ya sabes que a partir de ahora solo podrás publicar literatura nazi —observóFelicia,mordaz.
YAlexlecontestófríamente:—Sí.Aligualquetúproducesbanderasconlacruzgamada,¿no?Quienha
aprendidoaaullarandandoconlobos,Felicia,nodeberíajuzgaranadie.Alexhabíatenidosiempreeldondeadaptarsesinconceder.Publicabatextos
fielesalPartido,novelassugerentesquenodecíannada,perodabalaimpresióndequeledaríaigualvenderbocadillosocriarcaballosdecarrerassilostiemposse loexigiesen.Másquenada, seganababien lavida.Estabamuchofuera, sereunía con autores, tenía conversaciones interesantes y no se le veía trabajar
demasiado.Su alegríadevivir noparecía sufrir lomásmínimocon la guerra,comoyahabíaocurridoen1914.TeníaunsosiegoconlascosasqueenervabaaFelicia, sobre todo porque ella no podía ser así. Ella semataba en la fábrica,desperdiciabahorasenaburridasveladasconcaciquesnazisquenodejabandefanfarronear,estabatanávidadecigarrillosqueseguíacambiandolamayorpartedesuscuponesportabaco,comíademasiadopocoysusnerviosnohacíansinoaumentar.LosataquesaéreossobreMunich,porsuerteaúnescasos, lospasabasentadamedioenfermademiedoenelsótano.Lasbombasleprovocabanpánicoy,enmomentoscomoaquellos,dabagraciasaDiospor laexistenciadeAlex.Aunque seguíaenfadándoseamenudo, cuandosuexmarido sedabacuentadeque ella estaba realmente mal, la trataba con suavidad y cariño. Cuando lasbombas caían, la tomaba en sus brazos, le acariciaba el pelo, intentabatranquilizarlaconsuspalabras:
—Todo va bien, Felicia, todo va bien. Escucha, están muy lejos, no nospasaránada.Puedesestartranquila,mivida.
Podía ser el protector maravilloso y podía pincharla hasta sacarla de suscasillas. Se acostaba con ella y luego se marchaba antes del desayuno y noregresaba hasta entrada la noche. De vez en cuando recibía un telegrama dePatty, su esposa, y después, por lo general, estaba de mal humor y bebíademasiado. Por lo demás, seguía siendo el vividor de siempre. Y cuandoaparecíaMaksim,seesfumabadeinmediato;avecespasabafueradosdíasydosnochesy,cuandovolvía,teníaunaspectotancenicientoehinchadoqueFeliciasospechabaquehabíabebidohastaeldelirio.
En verano, poco antes del comienzo de la guerra con la Unión Soviética, seprodujoentodoelReichunanuevaoladedetenciones,sobretododejudíos,ymuchosintentaronocultarseatodaprisa.Alimentaratodasaquellaspersonasseconvirtió en un grave problema. Puesto que oficialmente no existían, nodisponían de cartillas de racionamiento y tenían que abastecerlas aquellos que
las ayudaban. Dado el cada vez mayor racionamiento—en especial para losconsumidores normales marcados con una gran «N»—, se hizo en extremodifícil.
Undíamuycalurosodejulio,MaksimentróeneldespachodeFeliciaenlafábricaylecomunicóquehabíanprevistoasaltarunasucursaldedistribucióndecartillasaquellanoche.Sabíacómoaccedersinmuchoproblema.
—¿Tegustaríavenir?—lepreguntósinrodeos.Estabasentadafrenteasuescritorio,ocupadaconunamontañadefacturas,
fumandouncigarrillo,yteníaelceñofruncidoporelesfuerzo.—PorDios—dijoirritada—,hastaahoramehabíasmantenidoalmargende
misionesdeesetipo.—Losé.Yhabíadecidido firmementequeseguiríasiendoasí.Peronome
quedaotroremedio.Notengoanadie,ynopuedohacerlosolo.—Creíaquenuestraorganizaciónsecretateníamuchosmiembros.—Apesardeello,notengoanadie.—LavozdeMaksimsonabaimpaciente
ynerviosa—.Elcamaradaqueteníaqueacompañarmehahuidoalextranjero.—¡Quéleal!—No tenía otra opción. Felicia, a veces creo que sigues sin saber
exactamentecontraquédiablosestamosluchandoyenquépeligro…—¡Por amor del cielo! Otra vez no, Maksim Marakov. —Con un
movimientoviolento,Feliciaaplastóelcigarrillo—.¿Metienesporunaingenuasin remedio?LaGestapoentraenmicasaenmediode lanoche, lopone todopatas arriba, casime da un ataque de nervios y tú crees que aún no tengo lamenorideadelpeligroenelqueestamostodos.Maksim,sélodelascárceles,lode las torturas, lo de los campos y, puedes creerme, ¡porDios bendito!, seríamuchomásfeliznometiéndomeentodoesto.
—Entonces¿nomeacompañasestanoche?Ellaseencendióotrocigarrillo.—MedivertíamáscuandosolojugábamosapolicíasyladronesenLulinn…—Lavidahadejadodeserunjuegohacetiempo.YLulinn…
—Eraotraépoca, lo sé.—Se levantó—.Estábien.Ahoraestoydentrodeltodo,¿no?¿Cuándoeslodeestanoche?
En casa de la familia Velin esa noche había potaje. Lo comían en silencio.Susanne con grandes intervalos entre cucharadas porque estaba otra vezembarazaday,alcontrarioquelaprimeravez,teníanáuseasatodashoras.Hanshabía insistido en un segundo hijo. Susanne, que se sentía agotada, le habíapedidoesperarunpoco,peroacabócediendoa su continua insistencia.Puestoqueélseguíaelcalendarioconatenciónysabíacuáleseranlosdíasfértilesdeella, enseguida tuvoéxito.Ahorahablabadenuevo,comohizo laotravez,de«nuestrohijo».Susannenopodíaseguirescuchándolo.¿Creíaquepodíaexcluirla posibilidad de que volviese a ser una niña ignorándola sin más? Suobstinación con ese tema la enfadaba tanto como el hecho de que no prestaseninguna atención a lahijaqueya tenía. Incluso la cuestióndel nombreque lepondríanlehabíadadocompletamenteigual.
Peroesanocheestabamuycallado.Habíapasadounmaldíaporculpadesuasma,apesardequelohabíantrasladadodesdeVarsoviaaMunichenfebrero.Los ataques de asfixia significaban para él un suplicio no solo físico, sinotambiénmental,pueselFührerqueríaaloshombresgermanossanoscomounamanzanaypletóricosde fuerzayenergía.HansVelin, sinembargo,cuandoseagarrabaalescritorioyrespirabacondificultadyconloslabiosamoratados,noofrecíaenabsolutolaimagendelinvulnerableSigfridoalemán.CuandoSusanneloconoció,susojostransmitíanpazyserenidad,peroahoraentendíalopocoqueeso tenía que ver con los hechos. En esencia, Hans apenas aguantaba nada.Cambiabadehumoramenudo,ySusannesediocuentadequecadavezestabamásnerviosayasustadaensupresencia.
Él empujó el plato vacío y se repantigó. Sus labios delgados, y esa nochelívidos,dabanasurostrounaexpresióndeextremafrialdad.
—¿No era hoy tu noche en la Organización de Mujeres? —preguntó
frunciendoelceño.—Sí,peronomeencuentrobien.Susannedejótambiénlacuchara,aunquenohabíacomidonada;notabaque
volvíaa tener sudores fríosen todoelcuerpo.¿Porquéseencontraba tanmalconaquelembarazo?¿Yporquénoencontrabalaenergíaparahacertodoloquesiempre había hecho con tanto entusiasmo? La noche de la Organización deMujeres…Sí,yteníaquerecaudarparaelAuxiliodeInvierno,perolasolaideade irdepuertaenpuertaconuna lataen lamano laponíamala.Apenas teníafuerzas para mover un pie detrás de otro. Y ahora, encima, Hans estabaenfadado,podíanotarloconclaridad.
—Tenemosquehablarseriamentecontumadre—dijodepronto.—¿Conmamá?¿Porqué?—Han llegado a mis oídos un par de cosas desagradables. Hay algún…
indiciodesospechacontratumadre.—¿Dequétipo?—preguntóSusanne.Lasnáuseasleveníanahoraenoleadas.Sindarsecuentaseaferróalamesa.—¿Es posible que Felicia…, por decirlo con suavidad… tenga tratos con
gentequeestáactuandocontraelEstadoysusobjetivos?—preguntóHans.—Nopodríaniimaginármelo.—Pero… tal vez te ha llamado la atención que, por principio, se niega a
hacerelsaludonacional.—Ah,mamáesasí.Esonoquieredecirnada.Noestániafavorniencontra
delFührer.Siempreestáafavordeellaydesuporvenir,ynosejugaríaelcuellopornadanipornadie.Además,nodejadefirmarnuevoscontratosdesuministroconelPartido.—SusannemiróaHansalosojos—.¿Nomedigasquesospechasdeellaenserio?
HansnopodíasoportaraFeliciaylacreíaperfectamentecapazdecolaborarcon los enemigos del nacionalsocialismo. No obstante, si se pudiesen probardichasactividades,esosignificaríaparaélunavergüenzaextrema.Despuésde
todo,aquellamujererasusuegra.Loquehacíalesalpicabatambiénaéldeunmodoirremisible.
—¿Quiénesese…amantealqueademásempleaenlafábrica?—preguntó—.¿Dedóndehasalido?
Susanne,queen realidadnuncaanteshabíavistoaMaksim, seencogiódehombros.
—Niidea.Apenasloconozco.Además,noessuamante.Hanslamiróconfrialdad.—Entonces¿quées?Comosolíapasarledesdehacíaalgúntiempo,Susannetuvolasensaciónde
queseecharíaallorardeunmomentoaotro.—No hace falta que lo digas de esa manera tan desagradable. Amante…
¿Por qué tienes que decirlo de una forma tan fea?Y, en cualquier caso…, nodeberíasmencionarsospechassobremimadrequenopuedesdemostrar.
Suvoztemblabapeligrosamente.Enelcuartodeallado,elbebécomenzóallorarjustoenesemomento.
—Porsupuesto,tútienesquehacerundramatambiéndeesto—dijoHans,nervioso—.Solo te he dicho que corren rumores sobre tumadre, que podríantraerle problemasy que tal vez deberías hablar con ella y explicarle que tienequehaceralgoalrespecto.¡PorDios!—Selimpióloslabiosconlaservilleta—.Quésensibleestásúltimamente.
—Perdona—sollozóSusanne.Leentraronganasdevomitar,porloqueselevantóatodaprisa,saliódela
salacomounaexhalaciónyconsiguióllegaralbañoconeltiempojusto.Cuando volvió, Hans estaba tomando un aguardiente junto a la ventana.
Habíaencendido la radio,dondeemitíanun informesobre lasmuchasmujeresalemanasquetejíancalcetinesygorrosparalossoldadosqueestabanenelesteyconellocolaborabanincansablementealavictoriafinal.
—MevoyalaUniónSoviética—dijoHanscasidepasada.Susannelomiróincrédula.
—¿Qué?—Nuestras tropas avanzan allí sin parar. En los territorios ocupados hay
problemasparecidosalosdelGobiernoGeneral…—¿Quéproblemas?Hansvaciló.—Esdifícilentrarendetalles…—¿Judíos?—Sí,tambiénjudíos.—¿Estás segurodeque está bien lo quehacéis con esagente?—preguntó
Susanne.EnlamiradadeHansseextendióunamezcladeiraeincredulidad.—¿Preguntasalgoasí?¿Siendomimujer?Ellamiróalsuelo.Sesentíademasiadodébilparaunadiscusión,demasiado
enferma.Hanssesirvióunsegundoaguardiente.—El embarazo te está afectando, Susanne, estás desequilibrada y confusa.
Creoquetodopasarácuandonuestrohijovengaalmundo.Parasunacimiento,ennoviembre,porsupuesto,intentaréveniraMunich.
Lavozdellocutorseinterrumpió.SonóeltemadeLesPréludesdeLisztconelquese introducíantodosloscomunicadosespeciales.Lamúsica,poderosaytriunfal, llenó la estancia. Muy probablemente los alemanes habían vuelto aconseguir una victoria y enseguida darían la noticia. ¡Eso semerecía un buencigarro!Emocionado,HansVelinechómanodelatabaqueraquehabíajuntoalaventana, aunque se contuvo en el último segundo. No quería acompañar elcomunicadoespecialconunataquedeasma.
6
LacajafuerteconlascartillasderacionamientoparalossiguientestresmesesseencontrabaenunaoficinadelaKöniginnenstrasse.Estabaenelpisobajodeunacasadealquiler.Maksimhabíarecibidoinformacióndequeerafácilentrarenelsótanoporunapuertaenelpatioy,desdeallí, a travésdeuna trampilla,eneldespacho.Guardabaabsolutosilenciosobrelosinformantes,yFeliciasolopodíarezarparaquenosetratasedeunatrampa.
MaksimyellasehabíancitadoalasoncedelanocheenelJardínInglés,ycasiseprodujounacatástrofecuandoMaksimvioqueAlexllegabaconella.
—Abandonamos—dijoconfrialdad.—Muy razonable —replicó Alex—. En cualquier caso, creo que soy
demasiadoviejoparaestasescapadasnocturnas.¿Sabe?Noestoyacostumbradoacolarmedenocheenedificiosarobarcajasfuertes.
—Entoncesmegustaríasaberquéesloquehaceaquí.—Donde vaya Felicia, voy también yo. Al menos, cuando se trata de un
propósitotanlococomoeste.Yaseloexpliquéunavez.Maksimestabalívidoderabia.—¿Cree que esto es un perverso juego de sociedad? ¿Le parece que hago
esto para pasar el rato? De estas cartillas dependen vidas humanas, y lo queustedllamalocuraeslaluchadesesperadadecientosdehombresymujeresporsuscreencias,sunacionalidad,surazaosusconviccionespolíticas,porlasquelosnazislospersiguensincuartel.¿Esquenoleentraenlacabeza?
—Sí.Poresoestoyaquí.—Madremía—dijoFelicia,queibavestidadenegro,conpantaloneslargos
y un jersey, y se sentía como si fuera la protagonista de una mala historia
policíaca—, dejad de discutir de una vez.Maksim, Alex controla los nerviosmejorquenosotrosdosjuntos,yyoestoymuycontentadequeestéaquí.
Al final se pusieron en camino. Maksim parecía estar furioso y Alexdivertido.«Quétrespatasparaunbancosomos,miexmarido,Maksimyyoenunaexpediciónpeligrosísimaquepodría,comomínimo,llevarnosalacárcelsinospillan»,pensóFelicia.
Las ventanas estaban oscurecidas según la normativa y el edificio se veíatranquiloymudoen lanoche.Elpatioestaba rodeadoporunaverjadehierroconpuntasafiladas,yFeliciatemióquetuviesenquetreparla,perolacerraduradelportónfuefácildeforzar.Maksimentróprimero,losotrosdoslosiguieron.Parecía conocer con exactitud el camino; era obvio que tenía un informadorbastantebueno.
Enelpatiodeatráshabíaunmontóndetrastos.—Cuidadoconloquepisáis—susurró—.Sialguiennosoye,estosepuede
ponerfeo.—Nosenoshabíaocurrido—mascullóFelicia.Porunpardeescalonesempinados,llegaronalapuertadelsótano.Maksim
sacóunalinternayselaalcanzóaFelicia.—Sostenla.Tengoqueabrirlacerradura.Bajo el resplandor de la bombilla, hurgó con una ganzúa en la puerta.
Aunqueeraunanochedeveranoagradable,Feliciacomenzóasentirfrío.Selepuso la carnedegallinapor todoel cuerpo.Aquello erauna locura: estar allí,sostener una linterna y mirar cómo Maksim forzaba una puerta. El edificioparecíatranquilo,peropodíateneruncentenardeojosyoídosenterándosedeloque estaba pasando allí abajo. Cada ruido que hacía Maksim resonaba en elsilencio.AFelicialetemblabanligeramentelosdedos.Notóqueleponíanunamanoenelhombro.
—Tranquila—dijoAlexenvozbaja.Y,deinmediato,sucuerposerelajó.Lacerraduracedióporfin.Concuidado,entraronatientasenelsótano.La
linterna alumbraba poco, pero, una vez que estuvieron dentro y cerraron lapuerta, Maksim les permitió encender la luz. Parpadearon deslumbrados ymiraronlamiserableestancia,consuelodecementoyparedesdepiedra.Enunextremo había un par de cuerdas para tender la ropa, donde se secaban unospantalonesdehombredelargasperneras.Porlodemás,allísolohabíaunpardecestosvacíos,unabicicletaestropeadayunaescobaconelmangopartido.
—¿Habéispensadosiquieraen loquepasaríasiderepentehayunaalarmaaéreaytodoslosvecinosvienenalsótano?—dijoFelicia.
Maksimseencogiódehombros.—Seríamuymalasuerte.Detodosmodos,estonoeselrefugioantiaéreo.—Quizádeberíamosdarnosunpocodeprisa—sugirióAlex.—Sí,exacto.¿Dóndedicesqueestáesatrampillaquellevaaldespacho?—
preguntóFelicia.La localizaronbastanterápidoenel techo,peroenseguidasedieroncuenta
dequeeraextremadamentedifícildealcanzar.—Talvezhayaporaquíunaescalera—indicóFelicia—.Ounasilla.—Aunquesehanegadoaqueyovenga,señorMarakov—intervinoAlex—,
quizápuedahacerunestriboconlasmanosdesdeelqueustedpuedasubir.—Deacuerdo.—MaksimhizocasoomisodeltonodeAlex—.Esunabuena
idea.LatrampillaseabrióencuantoMaksimlaempujó.Congranesfuerzo,subió
por ella apoyándose en lasmanosdeAlex.Porunmomento sequedócon laspiernascolgandoyluegodesapareció.
—Todobien—dijoenvozbaja.—Estupendo.Entonces,pásenoslascosasaquíabajo—contestóAlex.—¿Cómovaaabrirlacajafuerte?—preguntóFelicia.—Supongo que tiene la combinación. Parece que su informante se lo ha
dichotodo.Seguramente,esalguienquetrabajaenlaoficina.Maksim tardó un rato en volver a aparecer por la trampilla.Había llevado
dossacosdobladosyyahabíallenadounodecartillas.
—¿Podéisalcanzarlo?—susurró.—Claro—dijoAlex.Enesemismoinstanteoyeronpasos.Alguienbajabaporlaescaleraexterior
delsótano.Feliciasepusoblancacomolapared.Nodijonimunifuecapazdemoverse.Sequedóparalizadamirandolapuerta,comosiesperasequeporallíaparecieseelmismodiablo.
Porsuerte,Alexreaccionóconsangrefría.—¡Maksim!Cierrelatrampillayquédesemuyquieto,poramordelcielo.—
AgarróaFeliciadelamano—.¡Vamos!—¡No!NosinMaksim.Laempujóhacialapuertadeenfrente,porlaqueseentrabaenotrosótano,
enelquesolopodíaesperarquenosequedasenencerrados.Arriba la trampilla se cerró.No volvió a oírse un ruido deMaksim.Alex
apagólaluz.Lapuertanoestabacerrada.Llegaronaunpasilloenelsótano,fríoyconoloramoho,enelquesinluzapenassepodíanorientar.Feliciatemblabatantoquelecastañeteabanlosdientes.
—Alex,¿quiénes?—Chitón—contestóAlex.Ahorapodíanoírvoces.—Quéraro,alguienhaforzadolacerradura—dijounhombre.Siguióunlargosilencio,hastaquesonólavozasustadadeunachica.—Esmejorquenosvayamos.Nomedabuenaespina.—¡Bah!Seguroquehansidolosniñosquesuelenjugaraquí.Nomemires
comounavacacuandotruena.Tranquilízate.Eraevidentequea lachica lecostabaporque, trasunmomento,elhombre
añadióenojado:—¿No quieres sentarte?Me va a volver loco verte ahí de pie.Aquí en la
mantaseestábien.—Preferiríaquedarmedepie.—PorDios,¿quétepasaahora?
Felicia,enlapenumbradelpasillo,podíasentirlasonrisadeAlex.—Unapareja—susurró—.Eraloquenosfaltaba.—¿Quéhacenaquí?—preguntóFelicia,aúncontembloresyescalofríos.—Miqueridaniña…,¿enseriotelotengoqueexplicar?—¡Oh! De verdad que no entiendo cómo puedes divertirte con todo esto.
Estamosenunatrampa.Porlomenos,nohabíavenidolapolicía,pensó;tampocounportero,nadie
quehubieseoídoel ruidoypudiesedenunciarlos.Apesardeello, la situacióneramás que delicada, pues,mientras aquellos dos permaneciesen allí, los tresestaban atrapados. Alex aún tenía en la mano el saco con las cartillas deracionamiento.Seríaimposibleexplicarleaalguiensupresenciaallídemanerainocente.
Durante un rato no se oyó nada, aunque Felicia no creía que la pareja sehubiese ido: probablemente solo se estaban besuqueando. Entonces la chicagimoteó:
—Noentiendoporquétienesquebeberprecisamenteahora.—¡Porquetengosed!—Elaguardientenoquitalased.Unsuspiroprofundo.—¿Hasvenidoconmigoparadiscutiropara…?—¿Qué?—Opara…yasabes…Paraestarconmigoasolasdeunavez.Alparecer,intentóbesarla,porqueellaprotestóenvozbastantealta:—¡Déjame!¡Para!Huelesaaguardienteynopuedosoportarlo.—Pobrechico—mascullóAlex.Todosiguióigualunrato,hastaqueelhombresehartóysaliódelsótano.La
chica lo siguió, sollozando y quejándose a gritos. La puerta se cerró con uncrujidoyFeliciavolvióacontenerel alientoporqueestabaconvencidadequeahorahabríaentodalacasaventanasabiertaseinquilinosenfadadosasomandolacabeza.Perotodocontinuóensilencio.
—Creoquenovanavolver—dijoAlex.Con cuidado, regresó a la habitación del sótano. Los dos jóvenes habían
dejadolaluzencendida.Habíaunpañueloestrujadoenelrincón.Unleveolorahumodecigarrilloflotabaenelaire.
—Muybien—dijoAlex.Volvióaformarunestriboconlasmanos—.Subeyabrelamalditatrampilla.Pormí,tuqueridoMaksimpodríapudrirseahíarriba,perome temo que pondrías el grito en el cielo. Así que lo liberaremos en elnombredeDios.
Ella le echó una mirada iracunda, se dio impulso para subir y empujó latrampilla,queseabriócomounresorte.
—¡Maksim!—gritóbajito.Unossegundosmástarde,aparecióMaksim.Comosinadahubiesepasado,
lestendióelsegundosaco.—¡Vamos,rápido!—ordenó—.Hemosperdidomuchotiempo.Erapocoantesde launaymediacuandoabandonaron la casa.En la calle
habíabastanteclaridadporquelalunabrillabacasillenayelcieloestabacuajadode estrellas.Los tres podían ver el agotamiento y el alivio en las caras de losotros,ylasantiguasdiferenciashabíandesaparecidoporunmomento.MientrasseagachabanenlaentradadeunpatioparaescondersedeunapatrulladelasSAque vigilaba la calle, a Felicia incluso le pareció que se había creado un sutilvínculo de solidaridad entreAlex yMaksim; no era que fuesen a ser amigos,perosemirabanconotrosojos:elburguéscapitalistayelreformadorsocialistahabíansolucionadounasituacióncríticajuntos.Asupesar,seprofesabanciertorespeto.
Pocoantesdelasdocedeesanoche,BellevolvíaasucasaenlaAlexanderplatz.HabíaidoconAndreasalcineyluegoacomeralgo,perorechazósupropuestadequedarseconéltodalanocheparanotenerquedecirquehabíaestadoconsu
abuela y la pequeña Sophie. Había pasado muy poco tiempo en casaúltimamenteysuconciencialaatormentaba.
Max estaba allí cuando llegó. Semiró un instante en el espejo que habíajunto a la entrada.Llevaba el pelo oscuro retiradode la cara y recogido en lacoronilla; ademásdel elegantepeinado, la caramaquillada, con los labios rojointensoylapielempolvada,resultabaespecialmenteprovocadora.DoshombresdelasSAlahabíandenostadojustoporesoenlacalle,peroleshabíabufadounpoco y no la habían vuelto amolestar.Ahora sacó al instante un pañuelo delbolso,selimpióloslabiosysequitólostaconesaltos.Soloentoncesentróenlacocina.
—Buenasnoches,Max—dijo.Maxestabasentadoalamesa,conunperiódicoabiertodelante,peronoleía.
Miraba el aire y fumaba un cigarrillo.Ante él había una copa de vinomediollena.
—Ah,Belle,noteesperaba.Creíaquedormiríasencasadetuabuela.Sintiéndose culpable, ella buscó un reproche en sus palabras, pero era
sincero.—PenséqueSophienomenecesitatodoslosdías;despuésdetodo,laabuela
se ocupa abnegadamente de ella. Pero… a ti me gustaría verte un pocomás.Pasamostanpocotiemposolos…
Se acercó a él, lo besó en la sien, le acarició las mejillas. Cuánto habíaadelgazado en las últimas semanas. Y esas arrugas en la nariz y la boca…¿habíansidosiempretanprofundas?
Mirósurostrodelgado,sensible,ypensóllenadearrepentimiento:«Mereceunamujermejorqueyo».
—Max,sientohaberllegadotantarde.Rabenaltmeinvitóacenar.Puedequetengaungranpapelparamí…
«¡Serásmentirosa,BelleLombard!»Rabenalthabía rodadohacíapocounapelícula sobre la vida del jinete alemán Freiherr von Langen, en la que había
dadoaBelleunpapelde figurante,peronuncahabíanhabladodeunproyectoposterior.DesdeKronborg,nadiehabíavistoenBelleunaestrellaenciernes.
—¿Tepreparoalgodecomer,Max?¿Unhuevorevueltoalmenos?Debedequedaralgúnhuevo…Nopuedesalimentartesolodecigarrillos.
—No,gracias.Notengohambre.Belle…Lamiró tan serioqueella seasustómucho.Ahora lo ibaadecir.Losabía
todoyseloibaadeciralacara.—¿Sí?—Herecibidohoylaordendeincorporarme.TengoqueiraRusia.Belle se avergonzó porque por un segundo sintió alivio. No se trataba de
Andreas, ¡gracias a Dios! Rusia… Necesitó un momento para aceptar aquelnuevotemor.
—¿Rusia? ¿Por qué?No te pueden llamar a filas.Nunca has estado en elejército. No has aprendido nada. Eres de las quintas que por el Tratado deVersallesnoteníanquehacerelserviciomilitar…
—Losé.PoresonoestuvenienPolonianienFrancia.Peroesobvioqueseestánquedandosinmaterialhumano.Estánllamandoportodaspartesahombrescomoyo.
—¡Pero si ni siquiera sabes cómo se sujeta un arma!—gritóBelle, que almenosteníaunaideaporloscazadoresprusianorientales.
Maxnegóconlacabeza.—Es cierto, no sé. Pero creo que aprenderé. Primero tengo que ir a una
instrucciónrápidadetresmesesyluego,afinalesdeseptiembre,meenviaránalfrente.
—Sí…pero¡nopuedenhacerlo!Tienesunamujeryunahijita.—Muchosotrostambién.No,Belle,metocaynovoyalibrarme.Bellesedejócaerenunasilla.—Noeresunpatriota,Max.Noestásafavordelosnazisynuncahasestado
afavordelaguerra.¿YahoratienesqueiralamalditaRusiaaluchar?—EsoesloquepasacuandoungranFührerdecideconquistarelmundo.Es
elpuebloquienpagaelprecio.«Ah, ¡mierda! ¡Mierda! Dios mío, no puedes mandarlo a esta guerra, no
hastaqueyolohayaarregladotodo»,dijoparasí.—¿Cuándotienesqueira…lainstrucción?—Pronto.Aprincipiosdelasemanaqueviene.Bellesintiócomosilapartieseunrayo.—Oh,Max…—dijodesconsolada.—¿Quieres también un vino? —preguntó él, y cuando ella asintió, se
levantó, trajo otra copa y se la sirvió hasta arriba—. Seguro que ahora tequedarásmásamenudoenlaSchlossstrasse—supusoél.
—Sí.—Talvez…laguerranodureyamucho…—Nopuededuraryamucho.ProntoRusiaseráconquistada,yentonces…Maxrio,cínico.—Sí,esassonlaspalabrasdelseñorGoebbels.YlostitularesdelVölkischer
Beobachter. Belle, ¿sabes lo grande que es el país que los alemanes, en suarrogancia,estáninvadiendo?¿LocomplicadoqueseráelabastecimientocuantomásseacerqueelejércitoaMoscú?¿Ytienesideadeloqueeselinviernoruso?
—Pero¡siempreganamos!—Sí.Es verano, nuestras tropas están descansadas y son fuertes, los rusos
aúnnosehanrecuperadodelasorpresayestánlejosdeestarutilizandosupoderreal.Peroesovaacambiar,ymetemoqueseráundespertarespantoso.
—Perotúmismolohasdicho,quizálaguerraterminepronto.—Lodecíaenotrosentido.Nopensabaenunavictoriaalemana.Pensabaen
laderrotamásabsolutaydefinitiva.Bellelomiródesconcertada.¿Deverdadcreíaloqueestabadiciendo?—Max, piensa en Polonia, en Holanda, en Francia. Dinamarca. Grecia ha
capitulado,Yugoslaviatambién.¡Hemosganadoentodaspartes!—Sí—dijoMax—,peroperdonasiahora tepongounejemplodemasiado
manido:Napoleónvencíatambiénentodaspartes…hastaquesedirigióaRusia.Esonopuedesalirbienynovaasalirbien.
—Entoncesesmuchopeorparati.Sivasaunaguerradecuyaderrotafinalestásconvencidodeantemano,entonces…
EnlosojosdeMaxrelampagueódeprontolaira.—¡Nomehanpreguntado,Belle!Igualquenohanpreguntadoaningunode
losquesejueganallíelpellejo.YsisupiesequeHitlervaaganarlaguerra,todoseríamuchopeorparamí.Nopuedomatar,Belle.Noséquévoyahacer,perono puedo ir y disparar a un hombre. Soy incapaz de matar una mosca, pero¿tengoqueiryliquidaratodoslosrusosqueseaposible?Nuncahetenidotantomiedoenmivida.Llevotodoeldíapensandosideberíadesertaryesconderme.Pero entonces lo pagaríais tú y Sophie.—La ira desapareció de sus ojos. Suaspecto volvía a ser cansado e infeliz—. Deseaba tanto que vinieses a casa.Nuncatehenecesitadotantocomohoy.Séquetemerecíasunhombredistintoamí…
Belle se levantó como por resorte, rodeó la mesa hastaMax, se arrodillójuntoaélyleagarrólasdosmanos.
—Nomerecía a un hombre distinto,Max.Eres demasiado bueno paramí.Soyunacositatontayegoísta,ytúeres…
Élsonrió.—Yo soyMax, el alto, serio y difícilMax, que cavila demasiado sobre la
humanidadylavida,yquenuncaestáparadiversiones.Talveznotendríamosquehabernoscasado,Belle.Loquetúesperabasdelavida,loquetienesderechoa obtener de ella, yo no te lo he podido dar. No puedo divertirme y reír ybailar…yseguramentetampocosoyunbuenamante.
Estaba casi petrificada demiedo.Con susmaneras reservadas,Max nuncahabíahabladodeaquellapartedesumatrimonio,ypuedequeahoralohicieseporqueteníaciertassospechas.
—Max, eso no es cierto. Me has dado mucho. Yo era una niña tonta ymimadaantesdeconocerte…—Ignorólavozinteriorqueledecíaburlona:«Sí,
¿y qué eres ahora?»—.Y,Max, nunca he echado nada demenos. Siempre hasido maravilloso contigo… Contigo… —Era raro, pero con él era apocada,comounaniñaalaquelehanenseñadoquehaycosasquenosedicen—.Max—susurró—,no te quitesmérito, por favor.De todas las personas delmundo,ereslaquemenoslomerece.Max—apretólasmanosdeélmásfuerte—,nosécómovoyasoportarquevayasaRusia.Tendrémiedonocheydía.Solopodréesperaryrezarparaquevuelvas.
Lo miró, intentó leer en sus ojos. Vio compasión porque ella estabadesesperada,miedoytristezaporqueloobligabanahaceralgoquesabíaquelodestrozaría.Unairadesconsoladacontralosresponsablesdetodoaquello.Peronodesconfianza,ningunadudaencuantoa loqueBelledecía.«Diosmío, ¡nosabenada!¡Tráemelodevueltasanoysalvo!»
Enaquelmomento,BelleestabaabsolutamentedecididaanovolveraveraAndreasRathenberg.
7
HabíandestinadoaPaulDegnellyaRusia,conla23.ªDivisiónAcorazada,peropudovolveracasaunasemanaaprincipiosdeseptiembreporquelosdoloresdecabeza que sufría desde que lo hirieron en Francia se habían vuelto de nuevoinsoportables.NofueaBerlín,sinoaLulinn,yllamódesdeallíasuprometidaChristine.
—Ven y nos casaremos. ¡Por favor!No te imaginas lo que eso significaráparamícuandoestéallí.
AunqueChristinesiemprehabíadefendidoquedebíanretrasarlabodahastaque los dos hubiesen terminado de estudiar, ahora aceptó aquel matrimonioprecipitado.Porotraparte,losuyonoerapocohabitual:lacampañarusahabíadesatadoentodoelReichunaoladecasamientos.Lavidaylaseguridadestabanamenazadas, los ataques nocturnos de la RAF no hacíanmás que agrandar elpeligro,lagentebuscabaestabilidad,algoaloquepoderaferrarse.Organizaronlabodaatodaprisa:ChristineviajóaLulinn,conlospadresdePaul,ytambiénBelle se libró del trabajo del estudio y se refugió en la Prusia Oriental;intranquilaeinfelizcomoestabadesdelamarchadeMax,añorabacomonuncalaviejaycálidacasa,llenadetantasvocesyvida.
Allínohabíacambiadonada,nilaoscurasombradeabetosdelhorizonte,nilacúpuladelcieloazulluminoso,nilaavenidadesólidosrobles,nilaabigarradarosaleda, ni lasbandadasdegansosni tampoco lavieja Jadzia, queprotestabapor la porquería que todos arrastraban con los pies a las habitaciones. Comosiempre,aBelleleparecióquesecobijabaenunblandonido.
Y,sinembargo,tambiénpodíareconocerenLulinn,dondeelmundoparecíadetenerse, las señales del tiempo: los caballos de razaTrakehner de la dehesa
eranmuyjóvenes;yanoestabanlosviejosquehabíanconfiscadomuchoantesparalaguerra.ElsegundohijodeModeste,queerayaunhombrecito,recibióasusparientesconunsaludofascistaperfecto.Dosprisionerosrusosayudabanarecoger la última cosecha: parecían inofensivos e infelices, y los niños losobservaban con un asombro reverente y atemorizado. El terrible enemigobolcheviquedeleste:enlaescuelahabíanaprendidolopeligrosoqueera.
PeroBelle quería hacer caso omiso de todo aquello.El otoño se sentía entodaspartesy,conél, comenzaba lamejorépocadeLulinn.Gordasmanzanascoloradascolgabandelosárbolesylashojasempezabanacambiardecolor.Porla mañana el aire era frío y claro como el cristal. Tras la ceremonia enInsterburg,celebraronlabodadePaulyChristineeneljardín,enlargosbancosymesasquesecombabanbajoelpesodelacomida.Losberlinesesarquearonlascejas porque hacía mucho que en la ciudad no se vivía tan bien. En Lulinntodavíadisfrutabanenabundanciadeloqueenotrossitiosestabaestrictamenteracionado.
Para sorpresa de todos,Modeste no estaba embarazada, pero sostenía connaturalidaduncríoenlosbrazosylaCruzdeHonordelaMadreresplandecíaensupechera;ningúngeneralsesentíatanorgullosodesuscondecoracionescomoModestedeaquellamedalla.AltíoJosephlehabíansalidounmontóndecanas,aunque aún cultivaba aquella forma de ser tan suya, campechana e indiscreta,queahuyentabaatodos.
—Bueno,¿cómoestáel reciéncasado?—lepreguntóaPaul,dándoleunaspalmaditasenelhombro.Luegolehizounguiñodecomplicidad—.¿Nervioso?
—No—dijoPaul,ysemarchó.Jo y Linda, los padres de Paul, tenían los ojos tristes y una expresión
preocupada porque para ellos la fiesta significaba, ante todo, una nuevadespedidadesuhijo,ysobretodoJo,quehabíaestadoenelfrenteenlaPrimeraGuerraMundial,sabíaelinciertodestinoqueleesperabaalmuchacho.TampocoChristine,yasuesposa,parecíaalegre.Llevabaun trajeclaroporquenohabíatenidotiempodehacerseunvestidodenovia,yselaveíatanpálidaqueeltío
Josephnoseapartabadesuladoylaapurabaparaqueleconfiasesusafliccionesíntimas.
Cuando,yaporlanoche, todossesentaronenlasaladeestarantelaradioparaoírlasnoticias—lastropasalemanasnodejabandeadentrarseenRusia—,Belleseescapóalpatio.Ella,quesiemprehabíabuscadolacompañía,sesentíade repente como asfixiada por la gente; ella, que siempre había sido la másalegre,apenasconseguíasonreír.Queríaestarsola,queríaverelcielonocturnoylas estrellas, y pensar en Rusia, donde Max contemplaba quizá en aquelmomentoelmismocieloestrellado.Seestremecióenelairefrío.Lospotrossemovíanporelpradocomosutileselfos,solounjuegodesombraschinescasenlaoscuridad.Belleseapoyóenlacercaylosmiró.Unolorhúmedoahojasytierraque surgía de la hierba la hizo pensar en setas y arándanos, en rastrojeras,mañanasneblinosas,telarañasdebrilloplateadoenlashojas,yenlaspatatasqueseasaban sobreun fuegodehojarascaenel jardín.Elotoño…nunca lahabíaacongojado, pero hoy le encogía el corazón. ¿Dónde se había ido el verano?¿Dóndesuamor,sufelicidad,labellezadelavida?
—¿Tampocoaguantabasahídentro?—preguntóunavozasuespalda.Sevolvió.Paulseacercabaapasoslentosporelpatioyseparójuntoaella.
Bellesonrió.—Teníamuchasganasdecontemplarlanoche.Paulasintió.—Yotambién.¿Teacuerdasdecuandosolíamosquedarnosfueralasnoches
deveranoparabuscarluciérnagas?—Sí.Peroyanohay.Elveranosehaacabado.Sequedaroncallados juntoa lavallacontemplando la lunaque, comouna
hoz delgada, colgaba sobre los abetos. Los caballos, entretanto, se habíanacercado silenciosos y empujaban a Belle y a Paul con sus blandos hocicos.Belleseinclinóyhundióelrostroenlascrinesdeunajovenyegua.
—Esperemos que no os vuelvan a llevar a todos —susurró—. No tenéisningunaculpadeestaguerra.
—¿Yquién la tiene?—preguntóPaul—.Desde luego,no losquepaganelpato.Losquelahantramadonosedejanmataratirosenelfrente.
—Esosiemprehasidoasí.—Sí.De nuevo estaba todo en un completo silencio. Solo de vez en cuando
resoplabauncaballo.Unabrisasuavesoplóentrelosroblesdelaavenida.Otrasocho semanas y perderían las hojas y, entonces, todo el caminovolvería a serunaalfombragruesa,coloridaycrujiente.Bellerecordabacómocorríaporellaen otoño, cuando era niña. El indescriptible sentimiento de ligereza que solohabíaenLulinn…¿porquéestavezlaabandonaba?
—¿Tienesmiedo,Paul?—preguntóenvozbaja.—¿Quesitengomiedo?—Serioburlón—.Voyavolvermelocodepánico,
Belle.Paramíestaguerraesuna tragediahorrenda, indescriptible.Cuandomepresentéparalainstrucciónconlostanques,eraunjuego.Solomeinteresabalatécnica. Nunca pensé que la cosa se pondría seria, ¿entiendes? Nunca. Peroahora esmortalmente seria.Me siento en esos tremendosmonstruos de acero,que pueden arrasar todo lo que encuentran en su camino, me siento allí y sécuánto horror esparzo, pero a la vez tiemblo comouna hoja porque, tras cadacurva, puede estar esperando el enemigo y bombardearnos, y solo necesitanalcanzareltanqueparaqueseincendie,ynohaynilamásmínimaposibilidadde salir vivo.—Hablaba rápidoy convehemencia, comosihubiese reprimidotodoaquellodurantemuchotiempoyahoraseliberaseprecipitadamente—.Enagosto,enRusia,unsoldadorusosaltósobreeltanquequeibadelantedelmío.Lanzóunagranadaporlaabertura.Hubounruidoatronador,tanaltoquesofocólosgritosdedentro,peromiscompañerostuvieronquegritarcuandolagranadaexplotóentreellosyloshizotrizas…Desdeentonces,nopuedopensarenotracosa,ynuncadejaréde tenermiedo.—Había idobajandolavoz,hundiéndoseensus recuerdosde las imágenesque loatormentaban—.Belle, lo sé.Cuandoatravesamos Francia, cuando esa bala me rozó y estuve en el hospital decampaña,losupe,supequeaúnnohabíavividolopeor.Ysupetambiénqueun
díaloviviría…Yasabes,comosialguienmedijese:«Paul,notevasalibrarcontantafacilidad;aprenderásloqueestenermiedodeverdad».YsabeDiosqueloestoyaprendiendo.
Sequedócallado.Bellelepusounamanoenelbrazo.—Paul…Lavozdeélestaballenadetristezacuandodijo:—Ya nome ayuda ni siquiera estar aquí, enLulinn.Antes era unmétodo
infalible. El refugio absoluto. Podía pasar lo que fuese, que aquí todo estababien.Peroestavez…miintranquilidadymidesesperaciónnomejoran.Veolaavenida de robles, los caballos, la rosaleda…, pero, conmuchamás claridad,tambiénlostanques.Nohayconsuelo.
—Ay, Paul, esomismome pasa amí.—Belle se volvió hacia él y con lamanoleapretóelbrazo—.Esomismoestabapensandohaceunmomento.Yanoexistelapazquesiempresentíaaquí.DesdequeMaxpartióparaRusia,tambiényotengomiedo.Nocheydía,ynisiquieraLulinnpuedeayudarme.Cuandoeraniña venía aquí y enseguida todas las preocupaciones desaparecían, y yopensaba: «Pronto se arreglará todo». Ahora —hizo un ademán desvalido—,ahora,sencillamente,nopuedodejardetenermiedoniunmomento.
Ambosrecordaronelbrillodelosdíasdeantaño,pensaronenlosañosdesuniñez,enlaépocaenquejugabanyreíanallí,sepeleabanyhacíanlaspaces,enque formaron una sociedad secreta contra la caprichosa Modeste, y pusieronlombrices en las camas de sus primas y sus primos pequeños. Pensaron en elfascinantesentimientodefelicidadquelosinvadíacuandolaviejacasaabríasuspuertasparaacogerlos.Aquellohabíapasado,ynuncavolveríaaserigual.
Su silencio acompañado era apacible y los consolaba un poco, pero loreventó como una burbuja el tío Joseph, que había salido en busca de losdesaparecidos.Traíaunagranlinternadecuadraysoltóunarisitasonora.
—¿Sehaasustadoelnoviodesupropiavalentía?Escondidoenlaoscuridadconlaqueridaprima…Ydelamano.Vaya,vaya…—Amenazójuguetonamente
con un dedomientras preguntaba lleno de expectación—: ¿Pasa algo? ¿Puedoayudaros?ContádseloalbuenodeJoseph.
Elencantodelashorasnocturnassehizoañicos.
El6deseptiembrede1941sedecretóquetodoslosjudíosenAlemaniadebíanllevaruna estrella amarilla enpúblico.Debía sergrandey estar colocadabienvisibleeneldelanterodeabrigosychaquetas;nocumplirlaleypodíasuponerladetencióninmediata.
A Sara Elias aquellamedida le pareció el culmen de los abusos a los quellevaban años sometiéndolos. La marca, de un amarillo vivo, los convertía aMartinyaelladefinitivamenteenmarginados,enpariasdelasociedad.Llorabamientras cosía la estrella en uno de los abrigos, yMartin no intentó siquieraconsolarla.Por logeneral,procurabadeciralgo tranquilizador,peroesavezsequedósentadoensilenciofrenteaella,conlacabezahundida,esperandoquelehiciese reproches. Él tenía la culpa, él se había negado siempre, ante laspeticiones y la insistencia de ella, a abandonar Alemania. Otros escritoresalemanes, grandes autores, se habían ido, pero él había dicho que no podríasoportarlo.Ahoraerademasiadotarde:yacasinorecibíaninmigrantesenningúnpaísdelmundo.Habíandejadoescaparelmomentodecisivo.
—Yaestá—dijoSaraenvozbaja—.Tuabrigoyaestá.Ahoraquedaelmío.Había dejado de llorar. Martin levantó la cabeza y la miró a los ojos
enrojecidos y tristísimos.Entendió que no le haría ningún reproche; estaba yademasiado desmoralizada para seguir haciéndoselos. El miedo diario la habíaconsumido.AúntrabajabaparaFelicia,perosabíaquesuamigayanonecesitabapersonaladministrativoensuempresaylepagabaporserviciosdelosquepodíaprescindir.Martincorregíaencasagaleradasdelaeditorialquehabíapublicadosu novela, pero no le pagaban mucho y tenía dudas de que pudiese seguirhaciéndolo mucho tiempo. La gente tenía miedo de dar trabajo a judíos, unmiedoque sehizomayor en elmomentoenque losmarcaron tan claramente.
Martin y Sara se las arreglaban bastante bien, pero eso solo dependía de lagenerosidaddeFelicia,yaMartinledolíasertandependiente.
Saravolvió a enhebrar la aguja.Eranya lasoncede lanoche,había ido atrabajaryluegohizocoladurantehorasparaconseguiralimentos;habíatiendasque ya no vendían a los judíos, y eso lo hacía todo aún más difícil. Estabaagotada,letemblabanligeramentelosdedos.
—Dejaquelohagayo—pidióMartin.—Nopasa nada. Son solo diezminutos.Vete tranquilo a la cama.Yovoy
enseguida.—No,espero.Sara…—¿Sí?—Nada.—«¡Tendríaquehabertehechocaso!»—¿Yahasoídolasnoticias?—Sí.Peronohaynadanuevo.Nuestrossoldadossiguenvenciendo.Aún.—Seguirán venciendo por siempre jamás, Martin. No deberíamos
engañarnos.—Nadievenceporsiemprejamás.Nisiquieralosnazis.Essolocuestión…Justoentonces,sedisparóelsonidoalargadoyagudodelaalarmaprevia.—Ay,no—dijoSara—,¿porquéjustohoy?Congestocansado, se levantó.Martin sepusoel abrigoy fuepor labolsa
quesiempreteníanpreparadajuntoalapuertaparaaquelloscasos.Sarabuscóenelcosturerounimperdibleparasujetarsuestrellacosidasoloamedias.Nosabíasiteníaquellevarlatambiénenelrefugio,perosuponíaquesí.
En lasescalerasseencontraronconotrosvecinosquehuíanconsuhatoalsótano.Lamayoríaechabapestesavoces,otrosmostrabanyatodoslosindiciosdelpánicoaunquelaalarmaprincipalaúnnohabíasonado.Unniñoberreabayse negaba a que lo arrastrasen escaleras abajo. Otra niña lloraba pidiendo sumuñeca,quesehabíadejadoensucasa.Entremedias,eltrotedelospies.
El refugio antiaéreo era incómodo peromuy amplio; había incluso camasparaquelosniñospudieranseguirdurmiendo.CuandoSarayMartinentraron,
unarubiagordaconbigudíeslessalióalencuentroatodaprisa;laseñoraKellnereralaesposadelporterodeeseedificioydeldeallado.
—Losiento,peroalosjudíosyanoselespermitelaentradaaquí.—¿Perdón?—dijoMartin,incrédulo.Otrospasaron,buscaronunsitiodondeextendersusmantasyalmohadas,y
sedejaroncaeraliviados.LaseñoraKellnernoparecíaencontrarseincómodaconlasituación.—Nopuedohacernadacontralasnormas.Esasíypunto.—Siemprehemosvenidoaquíabajoynocreoquehayamossidounacarga
para nadie —repuso Martin, irritado—. Además, hay suficiente sitio paranosotros.Nopuedenmandarnosarriba,anuestracasa,duranteunbombardeo.
—Losjudíostienenprohibidalaentradaenelrefugioantiaéreo—aclarólaseñoraKellnercondeterminación.
Unseñormayorseinmiscuyó:—Esoesinhumano.¿Aquiénlemolestaqueestapobregenteocupeaquíun
sitito?—A mí me molesta —dijo la señora Kellner—, porque somos los
responsablesdelacasa.—Si yo fuese judía—dijo unamujer que tenía en el regazo a una niña y
parecíademalhumor—,mehabríaidodeAlemaniahacemucho.Siaunonoloquieren,seva.
Enaquelmomento,comenzólaalarmaprincipal.Saraseencogió.—¿Yadónde íbamosa ir?—preguntóMartin—.¿Quépaísdelmundonos
quiereaún?Algunoslomiraronconsternados,aunquelamayoríamirabaparaotrolado.
LaseñoraKellnerlosempujóhacialapuerta.—Váyanse,porfavor.Losiento,peroyotambiéntengomisnormas.Muycercadetonóunabomba.Pudieronnotarlaondaexpansivahastaenel
sótano.LaseñoraKellnerdiounligerotraspiés.—¡Fuera!—ordenó,ycerrólapuerta.
MartinagarróaSaradelbrazo.—¡Vamos!Nonosmetamosdondenonosquieren.Subieron las escalerasdel sótanoa trompicones.Denuevoeldesagradable
zumbidodeunabombacayendo,denuevounadetonaciónmuycerca.ASaralecaíanlágrimasporlasmejillas.
—Noquierosubiracasa,Martin.Tengomiedo.Vamosaquedarnosabajo.¡Tengotantomiedo!
Al final se sentaronen las escalerasdel sótano, sobre lamantaquehabíanllevado.Estabafríoyoscurocomobocadelobo.
Sara rezabaenvozbaja,perocuando ledijoaMartinque tambiéndeberíarezar,élcontestóenfadado:
—No.NoexisteunDiosalquepuedarezar.Yanocreoenél.Ysiexiste,escruelydespiadado,ynosemerecemisoraciones.
—¡Martin!Noblasfemes.Martinserio.—¿Porquéno?¿PormiedoalairadeDios?¿Quémáspodríahacernos?Nos
haquitadotodoloquenoshacíapersonas,másbajonopodemoscaer,asíqueyanohayporqué temerlo.—AhoraeraMartinquien lloraba—. ¡Estaestrella…!¡Estamaldita estrella amarilla nos convierte en leprosos!A los que son comonosotrosyanolosdejansiquieraentrarenelrefugioantiaéreo.Yanovalemosnada,podemoscaernosmuertostranquilamente;cuantoantes,mejor…
—¡Martin!Ella lo tuvoabrazadomientras lasbombascaíany, sobre ellos, reventaban
todosloscristalesdeledificio.—Martin,hasaguantadomucho,noterindasahora.Decidistequedarteaquí
yhacerlesfrente,ahoranodejesquetevenzan.Poco después de la medianoche pasó la alarma. Cansados, anquilosados,
Martin ySara volvieron a su piso.Los cristales del dormitorio y los del bañohabían estallado, pero todo lo demás estaba intacto.La caja de costura seguíasobrelamesadelacocina,y,resignada,Sarasepusoacoserlaotrapartedesu
estrella. Estaban agotados, pero a la vez se sentían demasiado enfermos,demasiado lastimados y demasiado humillados para poder dormir. Pasaron lanocheenlacocina,sebebieronelcaféquelesquedaba,conversaronenvozbaja,lloraronyseabrazaron.
A la mañana siguiente, el cartero les llevó una carta del campo deconcentración de Buchenwald. Estaba dirigida a Martin. Se le comunicabaoficialmentequeelbanqueroEliashabíafallecidoacausadeunfallocardíaco.
En la fábrica de Juguetes Müller trabajaban también diez chicas rusas deUcrania,chicasquehabíansidodetenidassin razónalgunaensupaísparasertrasladadasalReichcomotrabajadorasextranjerasquedebíancubrirlafaltademanodeobra,sobretodoenlaindustria.GraciasasurelaciónconelGobiernode Munich, TomWolff había conseguido hacerse con ellas. También a él lefaltaban trabajadoras, y las rusas eran, por supuesto, muy baratas. De hecho,Tom sospechaba que pronto tendría que cambiar de producción porque, si laguerradurabamucho—yteníatodalapintadequeasíseríadesdeellocoataquealaUniónSoviética—,losjuguetesseconvertiríanenunlujoinsostenible.Esosin tener en cuenta que la materia prima para la producción de divisionesalemanasy rusasenminiaturaeracadavezmásdifícildeconseguir; enalgúnmomento,elracionamientoseríaconseguridadtanestrictoque,conlosjuguetes,no se ganaría ni para agua. Pero no quería lamentarse; se había hechoprácticamente de oro con su brillante idea y, si al final tenía que cambiar,tambiénsacaríabeneficiodeello,deesoestabaseguro.
Delasdiezrusasdelafábrica,treseranextraordinariamenteguapas,yuna,Tatiana,loteníahechizado.Leconcedíacualquierfavoritismoqueseleocurríasinquesurechazoglacialsevieseablandadoenlomásmínimo.Porsupuesto,nunca había considerado enredarse en una relación con Tatiana—bien sabíaDiosquelebastabaconlaqueyatenía—,perolegustabamirarlaypensabaenellacuandoseveíaobligadoadivertiraLulú.Esolepasabatambiénaqueldía,y
sealegrabadeteneralajovenrusaconsuvestidodelienzogrisajustadoenlascaderas para sus fantasías. Si bien no podía ofrecerle a Lulú un rendimientodignonisiquieraasí,eraencualquiercasomásdeloqueellapodíaconseguirdenadie.
Lulúselevantó,sepusolabata,seacercóalespejoycomenzóaarreglarseelpelo.Deuntiempoaesaparte,llevabaunpeinadocomplicadísimo:melenaconrayaenmedioyrecogidaenlacoronillaenuncilindro,conunosmechoneslisoscolgando a los lados de la cara, aunque eran tan ralos que daban a Lulú elaspectodeunpollodesplumadoodeuna ratasarnosa.Tomsepreguntabaporquécopiabaaquelestiloqueestabaentoncesdemodaentrelasescolares.¿Nolebastabaconirporahívestidacomounatreintañera—¡grotescoyadeporsí!—,queencimaahoraseinclinabaporloinfantil?Bah,quéleimportabaquefueseridícula;despuésdetodo,nuncaaparecíanjuntosenpúblico.
MientrasbebíadespaciounwhiskyymirabacómoLulúsearreglabaaquelabsurdorecogido,elladijodepronto:
—Tengounasorpresaparati.Se quedó rígido unos segundos, pero luego respiró hondo. «Imbécil, tiene
másdesesentaaños,nopuedeestarembarazada.»—¿Ah,sí?—preguntó—.¿Quées?—No es que hoy te hayas ganado una recompensa, la verdad, pero no se
puede decir que no te hayas esforzado.—Trató, en vano, de recolocarse loslamentablesmechonesyselevantó.Delcajónsuperiordelsecretersacóunsobreblanco—. Mi testamento. Lo he redactado de nuevo. Esto es una copia, eloriginallotienemiabogado.
Tomnopudoevitarunticnerviosoenelojo.Lulúlonotó.Sonrió.—Lacuestióncandente,¿eh?Mifábrica:todostusesfuerzosydeseos.Ja,ja,
yaséporquévienes trotandodosvecespor semanaparameterteenmicama.Tusmotivossondemasiadohumanos.
—Lulú,sabesque…
—Ah,no,nointentesconvencermedequeestáslocopormíopormicuerpo.Nopodríacreerte,asíqueahorrémonoslavergüenzadelaescena.
Tomguardósilencio.EseeraunodeesosmomentosenlosqueLulú,apesardetodo,ledabaunpocodepena.Lamujerviejayemperejiladaquenosehacíaninguna ilusión y, sin embargo, intentaba por todos los medios retrasar eldolorosoprocesodeenvejecercontodaunavariedaddetrucos.Pesealasonrisatriunfal,teníaunaspectomuyinfelizconaquelextrañopeinado.
—Está bien, Lulú—dijo él—.Entonces, con toda franqueza: ¿qué dice tutestamento?
Lulúondeóelsobrecomounabandera, loguardódenuevoenelcajón, locerróeinclusogiródemaneraevidentelallave.
—Tehehechomiherederoabsoluto.Tomtragósaliva.—¿Perdón?—Nohasoídomal.Eresmiúnicoheredero.Escuchóelsonidodeaquellaspalabras.«Únicoheredero…»¿Elobjetivode
sussueños?Desdeluego.Sinembargo,mientrasaquellamujervivieseypudieseanularlotodo,nolohabríaconseguido.
Comosileleyeseelpensamiento,Lulúañadió:—Megustaríaque,apartirdeahora,viniesescuatrovecesporsemana.—Lulú,nopuedo.Mimujer…—Loque diga tumujerme importa un bledo.Arréglalo comopuedas.Lo
únicoquemeinteresaesqueestésconmigocuatrodías.—Entonces,desietenoches,dormiríaaquícuatroyencasatres.Nopuedo
hacerlo.Yaunque…mefuesedespuésacasa,pasaríaalmenoscuatroveladasfuera.Yo…
—Asíquenoquieresheredarmiimperiojugueteroalgúndía.«¡Malditabruja!»Elasomodecompasiónselepasódegolpe.¡Cuatroveces
porsemana!EsonoloconseguiríaniconlaayudadeTatiana.—Dejémonosde rodeos—dijoLulú—.Laempresaesmía, tú laquieresy
esosolopasarácuandoyomuera.¿Entiendes?—Demasiadobien.Semiraronfijamente.Lulúsoltóunarisapenetrante.—Puedequetengassuerteymemueraenelpróximobombardeo.Puedeque
tengasmalasuerteyjuguemosnuestrojuegodurantelospróximosveinteaños.Nuncasesabe.Lavidaesunaruletarusa, te tocaonotetoca.—Rioaúnmásalto, histérica, con su destemplada voz—. Es la tensión lo que nos mantienejóvenes.¡Jóvenes,TomWolff!¡Jóvenes!¿Noes,despuésdetodo,loúnicoquecuenta?
Encasa,suesposaKatlorecibióconlanoticiadequeMartinEliashabíaestadoallí,esperóunahoray,alfinal,semarchó.Kat,encerradaensumelancolía,nosolíamostraremociones,perodijo:
—Pobrehombre,mehadolidoenelalmaverloahísentado,enesabutaca,encogido en su desgracia, con esa horrible estrella en el abrigo…Parecía tanderrotado…,ycomoroto.
—¿Quéquería?—Preguntartesilepuedesayudar.Lehanescritoquesupadrehamuertoen
Buchenwalddeunataquealcorazón,ysoloquiereaveriguarsiesciertoosifueporotrarazón.Ycomotúestástanbienrelacionado…
—Noservirádenada—dijoTom—,porquesielviejoEliasnomuriódeuninfarto, y enmi opinión esmuy probable, por desgracia, que haya perdido lavidadeotraforma,nadielovaareconocer.Soninquebrantableseneso.Tambiénconmigo.
Katseencogiódehombros.—Meparecíaquepodríashaceralgo.Alfinyalcabo,trabajasmanoamano
conlosnazis,ylosmandamasesdelPartidosuelenserinvitadosnuestros.—Kat,sabesporquémerelacionoconellos…—Losé.Siemprehassidounoportunista.Poresonohacefaltaquenadiese
preocupeporti.«Porsupuesto,túnuncatepreocuparíaspormí»,pensóél.Katestabadepie
ante laventanade lasaladeestar,unaampliafranjadesoldeseptiembrecaíaentre losárbolesdel jardínya travésde la sala,haciendocentellear suoscurocabello. Tom la veía menuda y delicada como una chiquilla, aunque habíacumplidoyaloscuarentaytresaños.KassandraLombard.LahermanadeAlexLombard, a sus ojos lamuchachamás bonita de todoMunich. La había vistocrecery,desdequeellateníacatorceaños,lahabíaquerido.Quéinoportuno,losabía.Aunnuevoricoarribistaselehabíametidoentrecejaycejacasarseconlahijadeunade lasfamiliasmásricasyconsideradasde laciudad.Sehabíanreído de él, Kat la quemás. Y eso lo había hechomás tenaz. Al final no setratabasolodeKat,sinodeaprovecharaquelobstáculoparademostrarlesalospresumidosdeMunichquiéneraél.Cuandolaguerraanteriorterminó,cuandocambiaron las circunstancias, cuando la inflación empobreció a los ricos yalgunoscomoélcomenzaronamedrar,losLombardseencontraronenellodoyélfuelobastanteintriganteyrefinadoparaaprovecharlasituaciónyganarseaKat.Es decir: pensóque la situación la había empequeñecidoy lanzado a susbrazos.Solomás tardesediocuentade suerror.Ellaamabaaotroy lohabíaperdido,yledabaigualconquiénpasarlavida.Élledabaigual.Yesonohabíacambiadonunca.
Unavezmás,cuandolavioallídepie,sintióelvehementedeseodetomarlaensusbrazos,hundirlacaraensumelenaydecirlelomuchoquelanecesitaba,lomucho que la echaba demenos. Pero no se atrevió. En su presencia, él, elpalurdode losbosquesbávaros, el fanfarrónarrogante, elpatándeprimera, elcomerciante implacable, se convertía en otro; Kassandra Lombard lo hacíasentirsepequeño,tímido,vencido,seconvertíaeninvisible,prudente,respetabasumelancolía.
Asíquenodijoniunapalabra,aunqueunavezmásselehizodolorosamenteevidentequenuncaseríanadaparalaúnicapersona,laúnicamujer,porlaque
era capaz de sentir amor. Solo le quedaban las Tatianas para la fantasía y lasLulúsparalarealidaddesusambiciososplanes.Nadamás.
—Voyasentarmeunratomáseneldespacho—dijoalicaído.Katasintió.Noibaapedirlequelededicasemástiempo,igualquenoibaa
pedirlenuncaexplicaciones si pasabaunanoche fuera.Todoaquello ladejabafría.
Serefugióensuescritorioparameditarsobreunanuevaocurrencia:podíanfabricarunpueblecitorusoenunaplanchademadera.Casascontejadodepaja,un pozo, mujeres rusas —¡Tatiana!—, pollos, cabras, ovejas. Así los niñospodríanjugaraquelossoldadosalemanesconquistabanlasaldeasrusas.
Unaocurrenciaextraordinaria.Ojalá lafábricallegaseasersuya.Ojalá,envezdetrabajarparaLulú,trabajaraparasímismo.
LIBROIII
1
Ante el fuego de obús de las unidades alemanas que se aproximaban, losdefensores del pueblo se habían retirado con rapidez.En realidad, no eramásqueungrupomiserablededachasdetejadodepaja,treintakilómetrosaloestedeMoscú,peroparalossoldadosalemanes,heladosyhambrientos,significabauna vaga esperanza: puede que hubiese algo de comer. Y también proteccióncontraelfríoglacial.
Diciembre de 1941. Veinticinco grados bajo cero. Nieve y hielo. Y losgrupos de ejércitos alemanes, en un frente de un millar de kilómetros, secongelabanliteralmenteenelcruelinviernoruso.
—Antes de que caigan las primeras nieves estaremos en Moscú —habíadichoelFührer.
Unasartadetonterías.Moscúestabafueradesualcance.Seacurrucabanensus puestos, en trincheras de hielo; avanzaban, cuando lo hacían,milímetro amilímetro,ynodejabandevercómomermabansus filas,víctimas tantode laartilleríaenemigacomodelhorriblefrío.LaembriaguezdevictoriasdeHitlernohabíaconcebidosiquieraqueelinviernopudieseirrumpirantesdelaocupacióndeMoscú,ysusejércitosnoestabanpreparadosnilomásmínimoparahacerlefrente.
Pero seguro que en casa los periódicos seguían escribiendo que todo ibafenomenal,pensóMaxllenodeamargura.Reptóatravésdelanievehastaunadelasprimerascasasdelpueblo,selevantódegolpe,empujólapuertayentróapuntando con el arma. No lo esperaba ningún soldado, sino dos mujeresacurrucadasenunrincón,asustadasypálidas,quegritaronalverloysellevaronlasmanosalrostroenungestoprotector.Juntoaellasestabanlasarmasconlas
que pensaban protegerse: una piedra del tamaño de un puño y un cuchillo decocinaromo.
—Notengáismiedo—dijoMax—,noosvaapasarnada.Por supuesto, no entendían ni una palabra. La mujer mayor se atrevió a
avanzarunpocoycomenzóahablaragitadayconvozestridente,gesticulandocomo una loca.Max la entendía tan poco como ella a él, pero le pareció quequeríandecirlequenohabíanadaquepudiesendarle.«¡Notenemosnada!»
Resultó que era cierto y lo mismo pasaba en todo el pueblo. Max y suscompañeros registraron casa por casa. Los obuses habían causado muchosdestrozos, había muertos en la nieve. Una mujer se acurrucaba con ladesesperación en el rostro junto a su hijo, que yacía blanco como la cera einmóvilcomounmuñecoalbordedelcamino.EscupióaMaxcuandolovio.
Lossoldadosarrancaronpajadelostejadosdelasdachasyseladieronaloscaballos, que bramaban de hambre. Tuvieron que matar a dos que se habíantumbado en el suelo, atormentados por terribles cólicos, con los ojosdesencajadosdedolor.Loscompañerostuvieronquellevarhastaelpuebloaunpardehombresquenopodíandarunpasomás,puesteníanlospiescongelados.En cualquier caso, casi todos tenían, como poco, los dedos helados, otraconsecuencia de la irreflexión con la que había comenzado aquella campañahaciaeleste:todossabían,tambiénenelaltomandodelejércitoalemán,queeninvierno los soldados rusos solían llevar botas al menos dos números másgrandes,querellenabandepajayperiódicoscomoproteccióncontraelfrío.Losalemanes no lo habían considerado necesario y sus botas encajaban a laperfección.Nolescabíaniunabriznadepaja.
En un granero encontraron un montón de remolachas, sobre las que lossoldados se arrojaron como una manada de animales hambrientos. Muchosteníanyadisenteríay, conaquello, elmalnoharíamásqueempeorar, pero laotraalternativaeramorirlentamentedehambre.
—Mecago en todo—dijo un compañerodeMax,Fred, un joven cabodeHamburgo—. ¿Por qué no mandan refuerzos? ¡Comida! ¡Ropa de abrigo!
¡Munición! Y soldados descansados. Da igual cómo. No pueden dejar que lapalmemosaquísinmás.Quierodecir,nosestamosjugandoelcuello.
Estaban sentados en una de las dachas, apretados entre otros soldados,muertosdecansancio,sibienendormirnipensaban,yaquenopodíanestirarsey,además,elruidodesustripaslosmanteníadespiertos.Aunque,porlomenos,eralaprimeravezenmuchosdíasquenoseacurrucabanenrefugiosdemaderaynieve,yalguienhabíaconseguidoinclusoencenderunfuegoenlaestufa,conloquelasextremidadesheladassedespertabanhormigueantesdenuevo.
—Se ocuparán de los refuerzos cuando puedan—dijoMax—. Pero…—Dejólafrasesinterminar;losotrossabían,detodasformas,loquesucedía.
Laslocomotorassehelabanconelfríoynoavanzaban,losavionesdecargano podían volar bajo las tormentas de nieve. Si alguno conseguía realmentellegar,ya fueseavióno tren, la ayudaque llevabano significabamásqueunagotaenelmar.
Maxsequitólachaquetadepiel.Unacosaasquerosa,suciayllenadepiojos.Selahabíaarrancadoaunrusomuertoynoselahabíaquitadodesdehacíacasidiez días. Todos llevaban aquellos disfraces y habían abandonado ya la luchacontralospiojos.Esasviejaspieleseranverdaderasincubadorasdebichos.«Unbañocaliente,unacamaconsábanasreciénlavadas,ropalimpia…»,pensóMax,asqueadodesupropioolorasudor.
—Dicenquelosrusosestánjuntandofuerzasinnumerables.Estánformandounejércitogigantesco—susurróFred—.¿Creesqueescierto?
—Puedescontarconello.Nuncaheentendidocómoalguienpodíacreer…—«Bah,paraquédecirloporcentésimavez»,pensó.
Aélnadielehacíacaso.LosalemanesfracasaríanenRusia,peroesoyalohabíapredichodesdeelprincipioynadielohabíaescuchado.
Buscó un pedazo de papel y un lápiz en su petate. Siempre que tenía laocasión, intentabaescribirleunparde líneasaBelle.BelleySophiesehabíanconvertidoenalgomuyimportanteparaéldesdequeestabaenelfrente.Lleno
deculpa,solíapensarenlainfinidaddevecesquehabíadescuidadoaBelle.Suvivarachamujernohabíaencontradoenélaunaparejadeverdad.
4dediciembrede1941QueridaBelle:
EnlosperiódicosescribenqueenelFrenteOrientaltodovabien,peroloúnicoquetepuedodeciresqueesundesastre,yquesolonosquedarezarparaqueelinviernonodureeternamente.Sino,seguroquelesahorraeltrabajoalosrusos;lasheladasacabanconnosotrosellassolas…
Esasfraseseranpeligrosas,perosearriesgóaescribirlasporquelodejabasinalientoseguirdiciendolasmismasmentiraspiadosasconlasquelapropagandaintentabatranquilizaralapoblaciónenAlemania.
NocreoquepuedavolveracasaporNavidad,peropensarécontodoelcorazónentiyenSophie.Detodasformas,piensosincesarenvosotrasyechodemenos…
Enestepuntodiounacabezadaysequedódormido,totalmenteagotado.Aldía siguiente, 5dediciembre, comenzó la gran contraofensiva rusaque
todos temían desde hacía tiempo. Arrancaron del sueño a los ocupantes delpueblo los primeros rusos que habían llegado ya a las casas de las afueras,porque el teniente al mando de la compañía—el capitán había caído muchoantes—estabaconvencidodequeseencontrabanenlasegundalíneadelfrenteyaún teníanunidadesalemanasanteellos,por loquenoprecisabanestar alerta.Evidentemente,susuposicióneraerrada.
—¡Miraeso!—dijoFred.Maxyélsaltaron,agarraronsusarmas—porprimeravezdesdehacíadías
lossegurosnoestabanheladosyalmenospodríanutilizarlas—yseacurrucaronjuntoalaventana.Alguienhabíarascadomirillasenelhielo.
—¡Conesquís!—dijoFred—.¡Vienenconesquís!Haciaelesteseelevabaunacolina,casiunamontaña,conundensobosque
enlacima,peroporlodemássinárbolesniarbustos,cubiertaporunacapadenieve lisa y brillante. Ladera abajo se lanzaban los rusos con sus esquís,envueltosenabrigosdepielblancos:habíaquefijarsebienparadistinguirlos.
—Tropassiberianas,supongo—dijoFred.Alcabodeunsegundo,ladachadealladoestallóenllamas.Elfuegoserecortóclaroenelamanecer.Freddiolavueltaalfusilydestrozó
elcristal,yluegodisparóymatóadosrusosquesehabíanacercadoalacasa.TambiénMaxdisparaba ahora; como siempre, solopodíahacerlo si silenciabasus pensamientos e imaginaba que era una máquina que debía funcionar dealguna manera. Le dio en el pecho a un ruso que ya casi había llegado a laventana.Elhombrelomirótotalmenteconfusomientrascaíadespacioalsuelo.
—¡Cabrones!—gritóFred—.¡Sondemasiados!La puerta se hizo añicos con un crujido ensordecedor. Silbaron disparos.
Retumbarongritosinhumanos.Unsoldadoalemánrodóporelsuelo,berreó,seapretólasdosmanoscontraelvientre.
—Le han dado a Sebastian —gritó Fred. Max se alejó de la ventana—.¡Atrás!¡Fuera!¡Dejamoslacabaña!
Eranmuypocosallíparaaguantarmásdecincominutos.—Porlapuertadeatrás—ordenóFred.Maxyélayudaronalsoldadoquegritabaaponerseenpie,sabiendoqueeso
suponía para él una cruda tortura, pero conscientes igualmente de que no lesquedaba tiempo de tratarlo con más cuidado. Atravesando nubes de humo,saltando sillas y bancos tirados, y hombres muertos, consiguieron llegar a lahabitacióndeatrás,undormitorioconsalidaalpatio.Dosmuchachasrusasquesehabían refugiadoallí, acurrucadas en el estrechoespacio entre la camay lacómoda,miraronaloshombresconsusojosnegros,abiertoscomoplatos.Maxhizounmovimientohacialapuerta.
—¡Fuera!Siosquedáisaquí,arderéis.Fuera,¡rápido!De alguna manera, ellas lograron entender y siguieron a los hombres.
Tosiendo y jadeando, llegaron a la puerta.Max arriesgó unamirada fuera. La
mitadde ladachadebíadeestaryaen llamas.¿Dóndeestaban losotros?Tressoldadosaparecieronentrelasnubesdehumo,respirandocasiahogados.
—¿Dóndeestánlosotros?—chillóMax.—Niidea—lerespondieron—.¡Vamos!Seguidcorriendo.Zigzaguearon por el patio, arrastrando con ellos a Sebastian, que había
enmudecido.Lasbalaslessilbabanenlosoídos.Unosederrumbóenlanieveyensegundostodosecoloreóconelrojodesusangre.Losotrosllegaronalacasadeenfrente;lesabrieronlapuerta:soldadosalemanes.
—¡Vamos!¡Entrad!¡Dios,aSebastianlehandado!Lasdosmuchachasrusasentrarontambiénenlacasa.Seagacharontrasun
bancotiradoenelsueloyseabrazaronfuerte.Nadie podía ocuparse de Sebastian, que recuperó la consciencia entre
gemidos.Losrusosabrieronentoncesfuegocontraaquellacasa.Loscristalesdelasventanassaltaronenpedazos,losdisparoscruzabanelairesilbando.Losqueestaban dentro tenían una ametralladora, cuyas cortas ráfagas obligaban a losrusos a protegerse una y otra vez. Así les hicieron frente encarnizadamente,aunque en torno al mediodía tuvieron que abandonar también aquella casa.CuandoMaxfuealevantaraSebastiandelrincóndondeestabaparaarrastrarlo,vio que su compañero había muerto. Tenía el rostro, aun en la muerte,distorsionadoporel sufrimiento,con losojosapuntodesalirsede lasórbitas.Maxdudóunsegundo,peroentonceslequitóelgorroylachaquetadepiel,queestabamuchomejorconservadaque la suyayqueSebastianyanonecesitaba.Luegosiguióalosdemás.
Losalemanesestuvieronasítodalatarde,retrocediendodecasaencasa.Sumunición se terminaba, habían perdido dos tiros de caballos y se habían vistoobligados a abandonar un vehículo porque se había congelado el agua delradiador y el anticongelante se había derramado. En los patios entre las casasyacían soldados muertos, tanto alemanes como rusos, entre ellos caballosmoribundos, miserables figuras extenuadas a las que les resbalaba la sangrecalienteporlosflancos.Fredconsiguióaúnmataraunodelospobresanimales,
queteníalosojosyacubiertosdeunveloblanquecinoylevantabadébilmentelacabezarelinchandocasisinvoz.Cuandoregresó,Fredteníalágrimasenlosojos.
—Estamos en la mierda más absoluta —murmuró—. La mierda másabsoluta.
Noabandonaronelpueblohastaqueanocheció.El tenientealmandode lacompañíaordenólaretiradaalasposicionesanteriores.Delosnoventaycincohombresquehabía tenidobajo sumando,quedabanahoraapenascuarenta.Seacurrucabanensustrincherasdehieloyenrefugiosimprovisadosconsacosdearena, nieve y desbrozo, que no los protegían en lo más mínimo del frío,agotados,desesperados,desalentados.Asualrededornohabíamásqueelhelorbrutal de aquel invierno ruso. En la cocina de campaña les dieron sopa decebada,uncazoparacadauno,másbienunaguacalienteenlaquenadabanunpar de grumos indefinidos; aquel mejunje ni les llenaba el estómago ni lesaliviaba el frío infame. Un soldado murió durante la noche, a otro le subiómucholafiebreydeliraba.Porlamañanacomenzóanevarotravez,unvientoheladosoplabadelnoreste.EnlaradiosonabaLiliMarleen,lacanciónqueoíanlossoldadosentodoslosacuartelamientosdeEuropayquellenabadelágrimaslos ojos de los hombres. Max acabó su carta para Belle; tal vez tuviese laposibilidaddeenviarlayasí,paraNavidad,ella tendríaalmenosunaseñaldequeseguíavivo.
Pero antes de la Navidad pasó aún algo que hizo que todo el mundocontuviese el aliento: el 7 de diciembre de 1941, los japoneses cayeron de undespejadocielo sobre labasenavalestadounidensedePearlHarborenHawái,declarandoasílaguerraaEstadosUnidos.Alemania,quepocosdíasanteshabíafirmado un tratado de ayuda mutua con Japón, tenía un nuevo enemigo: losEstadosUnidosdeAmérica.
BellerecibiólacartadeMaxel23dediciembre.Habíaestadoporlamañanaenel estudio y regresó a casa muy cansada. Había un ambiente muy tenso en
Babelsberg, la presión del Partido en el trabajo de los actores era cada vezmayor,y todavía lespesabaenelcorazón la trágicapérdidadesugrancolegaJoachimGottschalkennoviembre.Gottschalk,cadavezmásacorraladoporlosnazis debido a su mujer judía, había acabado por abrir la llave del gas ysuicidarseconsu familia.En laUFAnosehablabadeotracosa.Belle,quien,desde que Max estaba en el Frente Oriental, también se había vueltoconsiderablementemássensiblealossucesosdesuentornomáscercano,estabamuyafectadaporlamuertedeaquelhombre.ApenasconocíaaGottschalk,perosiemprelohabíaadmiradomucho.Notabaquedeprontolainterpretaciónnoeraya tan importante para ella, que ya no la divertía.Había dejado de soñar congrandespapelesytampocolosdeseaba.Loúnicoquedeseabaeraqueseacabaseelpavorquederepentelodominabatodoensuvida.
LaseñoraKramer,laesposadelportero,habíarecogidolacartayselasubiópor la noche, cuandoBelle estaba ante el espejo, arreglándose para cenar conAndreas.Aunque teníapensadopasar laNochebuenacon laabuelaElsayconSophie,en laSchlossstrasse,habíaaceptadopara lavíspera la invitacióndeél.NohabíaqueridoverlodesdequehabíavueltodeLulinnaprincipiosdeoctubre.Yhabríaseguidoensustrecesiéllahubiesellamadodecontinuoparaadorarla,peroprimeroviajóaSuizaporquenecesitabaunasmáquinasdeprecisiónque,obviamente,solopodíaconseguirenZurich,yluegotuvoqueirporlasmismasrazones a Suecia. Entretanto, estaba ocupado a todas horas del día, solo dabanoticias de manera esporádica y, cuando por fin invitó a Belle a la cena deNavidad, ella estaba tan descorazonada por su largo silencio que enseguidaaceptó. Luego lloró la mitad de la noche porque se consideraba una personadébil y demoralidad reprochable y,más tarde, porque entendió que no queríadejar a Andreas, que nunca podría hacerlo porque dependía de él, y eso ladesesperódeverdad.
También ahora que estaba ante el espejo y se maquillaba las pestañas,pensaba enfadada: «Mueve el meñique y voy como un perrito. Así no puedoseguir».
Resultaba cada vez más difícil encontrar vestidos y telas, así que Bellellevabaunmodelode antes de la guerra; era de terciopelo rojo, largohasta larodillay,aunquetendríaqueirajustadoalcuerpo,habíaadelgazadodemasiadopara eso. «Tengo que ponerme un cinturón», pensó. En esemomento sonó eltimbre.
La señora Kramer, la esposa del portero. Hasta la toma de poder habíallevado una vida más bien aburrida; no podía tener niños, así que se habíadedicadoconahíncoacuidardesuhogaryelrestodesutiempoaenterarsedetodoloquepasabaenelvecindario.Eraaficionadaaloschismesyelcomadreo,lo que muchos encontraban desagradable, aunque en realidad no podía hacermucho daño. Sin embargo, cuando su marido y ella se convirtieron en losporterosy,depronto,eranlosdosresponsablesabsolutosdetodoloquesucedíaen el ámbito de aquellos tres edificios contiguos de la Alexanderplatz, pudoejercer su pasión con apoyo y promoción estatal: nadie podía ya darle con lapuertaenlasnarices,nadiepodíadejarsuspreguntassinrespuesta,nadiepodíasencillamentedejarlaplantada.Habíapuestosusmiras,sobretodo,enBelle,quenohacíaningúnesfuerzoporcomportarsecomounamujerdesoldadoalemanadecente.
Tambiénestavezmiróa la jovenactrizconrecelo.Elvestidorojo, lacaramuymaquillada…Tantaostentaciónnocorrespondíaaaquellostiempos,muchomenosenunamujercuyoesposoluchabaenRusia.
—Unacartaparausted—dijo—,delfrente.Belletomóelsobre.—Diosmío—susurrósinquerer.Siempre la asustaba que hubiese pasado algo; podía estar sosteniendo las
compasivas líneas del jefe de la compañía, que le comunicaba con palabrascautelosas la muerte de Max. Pero entonces reconoció la letra: había sido elpropioMaxquienhabíapuestoeldestinatarioyel remitente,asíquenopodíaestarmuerto.
—¿Saleestanoche?—preguntólaseñoraKramer,reprobatoria.
—Sí…conunosconocidos—murmuróBelle.—Seguramente no tendrá nada en contra de que entre un momento para
comprobar que el oscurecimiento está bien—dijo la señoraKramer ya dentrodelpiso.
ClaroqueBelleteníaalgoencontra,porquequeríaleeratodaprisalacarta,perobiensabíaDiosquenolaibaaabrirmientrastuvieseaaquellafisgonaallado,aunquejustoesoeraloquequeríalavieja.
La señora Kramer husmeó en todas las habitaciones y, por supuesto,encontróalgoquecensurar.
—Subañera—señaló—.Sabequetodaslasbañerastienenqueestarsiemprellenasdeaguaporsihayunincendio.Lasuyaestavacía.
—Acabodebañarme—dijoBelle—,ylahevaciadoporqueelaguaestabasucia.
—Tengo que insistirle en que vuelva a llenar la bañera hasta arriba. Nopuedeolvidarlonunca,esoesimprudenteeirresponsable.
SequedódepieenelbañohastaqueBellehubo llenado labañera,y soloentonces,yporquepormuchoquequisieranopudoencontrarnada,abandonóelpisosindecirunapalabra.
—Malditaviejafisgona—mascullóBellecuandocerrólapuerta,yabrióelsobrecondedosrápidos.
QueridaBelle:
EnlosperiódicosescribenqueenelFrenteOrientaltodovabien,peroloúnicoquetepuedodeciresqueesundesastre…
—Haperdidoeljuicio—murmuróBelle—.Confrasesasí,seestájugandoelcuello.Sicaenenlasmanosinadecuadas…
Elpapeldebíadehabersemojadoconlanieve,porquehabíalugaresenlosquelaletraestabatanemborronadaqueBelleteníadificultadesparadescifrarla.
…Ymuyamenudopiensoquenotehedemostradonuncalomuchoquetequiero.Aquí,cuandounonoestáluchando,dairremisiblementeencavilar;talvezesasealaúnicaventajadelasituación.Sevenmuchas cosas desde otro punto de vista y uno se vuelve humilde porque entiende lo transitorio yposiblementeirrecuperablequeescasitodo.¿Sabías,Belle,lomuchoquetenecesito,loquesignificasparamí?¿Ohesidodemasiadoindiferentey tehedadosiempreporsupuesta?NuncaolvidarénuestraprimeranocheenaquelhorriblecuartodePrenzlauerBerg;elgrifogoteabaylosdealladosepeleabanysetirabanlavajillaalacabeza…Erastanjoven,Belle…Ydeprontotusojossemostrarontímidos,loqueporprimeravezlesdabaalgodecalidez.Tú,lahermosa,lavivarachaBelleLombard,adoradaportodos,me habías elegido amí. Era feliz entonces, pero hoy pienso amenudo que tomé aquel regalodemasiadoalaligerayconindiferencia.Quierodecir,tehedadodemasiadopoco.Heseguidoviviendoajustadoamisnecesidades,noalastuyas,ysiemprehecriticadotusformas,peronohevariadolasmías.MaxMarty,lamedidadetodaslascosas…
AhoranoeralaletraborrosaloquedificultabaaBellelalectura;desusojosbrotabanlágrimasquelenublabanlavista.Alfinaldecía:
SabesquenocreoenDiosy,poreso,nopuedorezar,peroesperodesdelomásprofundodelcorazónsobreviviraestaguerrayvolvercontigo.¿Nocreesquepodríamosempezardesdecero?
Llorabacontaleshipidosqueselecayólacartadelasmanos.¿Porquéeratan bueno? ¿Por qué buscaba la culpa en símismo, cuando era ella la que lehabíamentidoyengañado,ylohabíaestropeadotodo?Asílehacíacienvecesmásdañoquesilahubieseatacado.Fueraloquefueseloquecreíahaberhecho,nunca la había engañado, nunca le había sido infiel, nunca había llevado unavidairresponsablenisehabíaolvidadodeella.¿Quéhabíahechodemaloqueellapudieseecharleencara?¿Queerademasiadoserioparaunamujer infantilcomoella?¿Quenuncasedivertía,nipodíareírsedespreocupado?¿Quesiempreteníaquepolitizarlotodo,quenolegustabaelchampánnibailar,yquepreferíamorirsedehambreantesquehacer teatrobajo ladirección supremade JosephGoebbels?¿Cuántasvecessehabíaenfadadoella,sehabíairritadoporsuformade ser, había justificado sus noches con Andreas por su incapacidad desatisfacerla?…Y ahora él le pedía perdón por sus fallos, cuando tendría que
haber sido ella la que se disculpaseydiesegracias de rodillas si él conseguíaperdonarla.
Fuearrastrandolospasoshastaelbaño,semiróenelespejo.Lamáscaradepestañasselehabíacorrido,selehabíaemborronadoellápizdelabios.Unaniñallorosalamirabaconlasmejillascoloradasyardientes,ylosojosmuyabiertos.
Arrancóunpedazodepapelhigiénicoysesonóconfuerzalanariz.Luegoseechóunpocodeaguafríaenlacaraysesecóconlatoalla.Seguíateniendolospárpadosenrojecidosehinchados,peroesonopodíacambiarlo.TeníaquebajaraunacabinaparallamaraAndreasydecirlequenopasaríaconéllavelada.Lasoledad que sentiría toda la noche le pesaba como el plomo en el corazón.SophieestabaconElsa.Ellanoteníaanadie.Seacostaríadespiertayvolveríaaleer lacartadeMax,y reflexionaríay lloraría,pero teníaqueser fuerte.Teníaqueponerfinaaquellodeunavezportodas.Lediríaqueesanochenoiríayquetampoco volvería nunca. Mientras salía de su casa, ya sabía que no podríacumplirlo.
2
…Elescritorhundióel trapoenel agua jabonosa templada, lo escurrió conesmeroy lopasópor lasbaldosasblancasynegras,ordenadasenunajedrezado.Habíaabiertolaventanadeparenparparaqueentraseenelcuartoalgodeldulceysuaveairedelaprimavera.Labrisacálidaarrastrabaconsigoelolordelasforsitias,delahierbaylatierra.Eljardíneralomáshermosodelavilla.Llenodealtosárboles,prolíficos arbustos, flores y un derroche de nuevos brotes.Había un pequeño estanque, en cuya aguajugabanlasramasdelossaucesllorones.Lapazmáscompletaenmediodelañodeguerrade1942.Abril del 42. Nueve años de dictadura nazi. El escritor pensó en cómo escribiría más tarde sobre
aquellaépoca.Unaépocaenlaquelosintelectualessevieronobligadosdeprontoalimpiarlascasasdelasdamasricas,soloporqueeranjudíosy,portanto,enemigospúblicosenprimerainstancia…
Martinfregabaelsuelodelcuartodebañodeunaantiguavilla.Eraelúnicotrabajoquehabíapodidoconseguir.Sudesesperacióncrecíadedíaendíay, aveces,serefugiabaenunadescripciónmentaldesusituación.
Se detuvo. La desesperación amenazaba de nuevo con invadirlo. Aquellahermosacasaantigua…Enunaasíhabíacrecidoél,ylahabríaheredadosinohubiesenaparecidoloshombresdelosuniformespardosquehabíanconvertidosuvidaenuninfierno.
LabaronesaKronburger,paralaquetrabajaba,aparecióenlapuerta.Teníaochenta años, pero una cabeza tan clara y vital como otras con cincuenta. Suesposo había muerto hacía mucho, no tenía hijos y, si se sentía sola, no lodemostraba. Tampoco se sentía comprometida con nadie, ni siquiera con losnazis. Dos hombres de las SA habían aparecido hacía poco en su casa y lepreguntaron por qué había empleado a un judío. Ella sencillamente les aclaróqueempleabaaquienleveníaenganayque,enlosucesivo,noqueríatenerquevolver a darles explicaciones. Los hombres se fueron a su pesar y no habíanvuelto.Martinsehabíaplanteado,aveces,sipodríapedirayudaalaancianaencasode necesidad, perodesechaba la idea al instante. Seguroque lamujer no
llegaríatanlejosporque,alfinyalcabo,elrestodelmundoledabaigual.Sololeinteresabahacerloquequería.Ponerseenpeligroporotrapersonanoeraparaella.
—Señor Elias, una llamada para usted. —Tenía una voz profunda y sinemociones—.Suesposa.
Martinseinquietódeinmediato;Saranuncalohabíallamadoallí.—¿Quéhapasado?—Nolosé.Nomehadadoexplicaciones.Martinfuealsalónenelqueestabaelteléfono.—Hay que limpiar a fondo el estanque —dijo la baronesa—. Crecen
demasiadasalgas.Lospecesseahogarán.Martinlevantóelauricular.—¿Sara?¿Dóndeestás?LavozdeSarasonabaclaraydesesperada.—Encasa.Martin,tienesquevenirenseguida.—Pero¿quéhapasado?—Hemosrecibidounacarta.Mañanaalascincodelamañanatenemosque
presentarnosenunalmacénvacíodelaOstbahnhof.Nosvanatrasladar.—¿Qué?—Podemosllevarcadaunounamaletaycomidaparadosdías.Martin,¿qué
vaaserdenosotros?¿Qué…?—¿Desdedóndellamas?—DesdeelteléfonodelaseñoraKellner.Mehadadopermiso.Notemas,no
puedeoírme.Martin…—Tranquila, Sara, tranquila. Aún nos quedan unas dieciocho horas.
Encontraremosunasalida.Le asombraba poder hablar tan normal. Las palabras de Sara habían sido
comounapatadaenelestómago.Asíquehabíapasado;díatrasdíaloesperaba,día trasdíaesperabalibrarse.«Puedequeseolvidendenosotros.Puedequelaeranaziacabeantesdequenospase.Puedeque,puedeque…»
Ahorayanoquedabaapenastiempoparaun«puedeque».Ahorateníaqueactuartanrápidocomofueseposible.
—Sara,esperaconcalmahastaqueyollegue.Iré…Eraconscientedequelabaronesaseguíaenlasala:sehabíasentadofrenteal
escritorioyescribíaunacarta.—Sara,encontraréunasolución.Quédateahí.—Tengomiedo.Vaapasaralgohorrible,losé.—Notepreocupes.Todosaldrábien.Colgó el auricular. Le temblaban lasmanos. «Tranquilo, no puedes perder
ahoralosnervios»,seordenó.—Señorabaronesa.—Carraspeóporque,depronto, lavoz le sonaba ronca
—.¿Podríausteddarmeelrestodeldíalibre?Ellalomiró.Unosojosfríosloobservaron.—¿Algovamal?—Miesposa…nosesientebien…—Losiento.Sí,váyase.—Limpiaréelestanquemañana—mintió.Nohabríaunmañanaparaélallí.Labaronesaselevantó.Seoyóelfrufrúdelosplieguesdesulargovestido.
Sehacíacoserlaropaaúnalamodadelcambiodesiglo.—Tenga.—Sacóunfajodebilletesdeuncajóndelescritorio—.Susueldo
delmesdeabril.Ledoyhoyeldinero.—No, señora—protestó—.Es solo veintitrés y…—«¡No voy a volver!»,
añadióparasusadentros.Teníalaextrañasensacióndequelomirabaconconnivencia.—Tómelo de todas formas. En esta época no es bueno no tener dinero.
Nuncasesabecuándolovaanecesitarunodepronto.Martinagarró,titubeando,losbilletes;losmetióensucartera.—Esmuygenerosoporsuparte,señorabaronesa.Seloagradezco.Unavezmás,consideróporuninstantesidebíapedirleayuda,peroentonces
elladijocontonoformal:
—Bueno,puesváyase.Esperoquetodovayabien.Sabía loquepasaba.Ysihubiesequeridoayudarles, se lohabríaofrecido.
Martinrecogiósuchaquetaysusombrero.—Adiós,señorabaronesa.Salió al día primaveral, y creyó que le aplastaría la carga que llevaba
consigo.
Llegóa casadoshorasymediamás tarde.Sarayahabíaoído lospasos en laescalera y lo esperaba en la puerta del piso. Le partió el corazón verla así;parecía haber envejecido en solo unas horas. Tenía la cara casi amarillenta yunassombraspardasbajolosojos.Llevabaunvestidodeverano,deestampadoverdeyblanco,quelequedabacomounsaco.Sehabíarecogidoelpeloyesohacíaquesurostrodelgadoparecieraaúnmásafilado.
—¡Martin!Menosmalquehas llegado.Cómo teheesperado.Yano sabíaquéhacer.Martin,vaapasaralgoterrible,losé.—Seabrazóaélyloarrastróhaciadentro.
Élleacaricióelpeloparatranquilizarla.—Sara,¡cálmate!¿Creesquevoyadejarquenosdeportenalesteparamorir
deformamisteriosacomomipadre?—Pero¿quévamosahacer?Élcerrólapuertaconfuerzayhablóenvozbaja.—He estado en casa de Felicia. Se encargará de nosotros. Podemos
escondernosallí.—¿Escondernos?—Notenemosotraopción.—Pero,Martin,¿cuántotiempopodremosestarescondidos?¿Unaño?¿Dos
años?¿Cincoaños?¿Mediavida?¿Cómovamosaaguantar,cómo…?—Sara, ahora es imposible pensar con tanta antelación. Estamos en una
situación en la que solo podemos vivir elmomento. Tenemos que ponernos asalvo.
Ellamiróasualrededorconojospreocupados.—Sí,tienesrazón…—Escucha, me gustaría llevar algunas cosas a casa de Felicia. Pero sería
demasiado peligroso hacerlo en unamaleta grande, pues me detendrían en laprimeraesquina.Meteréunaspocasenmimaletíneiréunpardevecesotres.
Saramiróalapareddetrásdeél.—Deberíamosdesaparecerdeinmediato.—No tenemos que presentarnos hasta mañana temprano. No hay ninguna
razónparaprecipitarnos.Seamoscuidadosos,Sara.Ellaintentódominarsudesesperación.—Está bien.Mientras tú vas, yo juntaré lo que necesitamos.Tenemos que
pensarbienloquenosvamosallevar.—En cualquier caso —dijo Martin—, necesito mi máquina de escribir.
Imagínatesipudieseaprovechareltiempoparaescribirunlibrofantásticoque,cuandohayapasadotodo,seconviertaenlaobramásleídadetodoslostiempos.
—Sí—contestóellaenvozbaja.Sus esfuerzos por ser gracioso no la habían animado. Con movimientos
torpesypesados,loayudóallenarelmaletín:calcetines,mudas,jerséisparaelinvierno. Los intentos de Martin de quitar hierro al horror con humor lecrispaban los nervios. Tenía que contenerse para no abalanzarse contra él.Nopodía hacer como si estuvieran preparando el equipaje para unas vacaciones.Eranparias,refugiados,perseguidos.Nosabíamuybienloquelespasaríasilospillaban,loquehabíaalfinaldelviajealeste,peronodudabadequepodíaserlamuerte.
Martinsepusoelabrigo—ibademasiadoabrigadoparaaqueldía,peroerala formamásdiscretade transportarlo—yagarróelmaletín.LedioaSaraunbeso.
—Estarédevueltadentrodeunahora.Talvezpuedasbuscarunpardelibros
quequepanenunabolsadelacompra.—Ten cuidado —suplicó Sara. Y de pronto, intranquila, añadió—: ¡Date
prisa!FueronlasúltimaspalabrasqueMartinleoyópronunciar.Unahoradespués
dequesehubieseido,laGestapoaparecióenlaHohenzollernstrasseydetuvoaSara.
FeliciahabíadecididollevaraMartinencocheacasapararecogeraSarayelrestodelascosas—aúnteníaelbonitoautomóvildePeterLiliencron—,peroluegopensóque,siibasola,llamaríamenoslaatención.Martin,porsupuesto,seopuso:
—Felicia,yalehemoscausadosuficientesproblemas.Nosemolestemás.—Encocheirémuchomásrápidoqueustedeneltranvía.Yespeligrosoque
ustedvuelvaaaparecerporallí.Noesningúnesfuerzoparamí,deverdadqueno.
«Essololamínimapartedetodalahistoria»,pensómientrasbuscabalallavedel coche. La decisión de acoger aMartin y a Sara había tenido que tomarlacompletamentesola,cuandoMartinaparecióensucasaamediodíaparapedirleayuda.Maksimllevabadíasdesaparecido—unodesusviajessecretosdelosquenosoltabaprenda—,yAlexsehabíacitadoparadesayunarconunautoryaúnno había vuelto. Felicia se había enfadado con él por eso, pero se dijo que,después de todo, en algo tenía que trabajar. Con Maksim estaba aún másenfadada,aunqueenjusticiateníaquereconocerque,porunavez,lodeMartinySara no era cosa de él. AunqueMaksim no hubiese aparecido nunca, ella nohabríapodidohacerotracosa.HacíaunaeternidadqueSarayellahabíansidocompañerasdecolegioenBerlín,yleresultabadeltodoimposibledejarlaahoraenlaestacada.
FeliciadoblóconelcochehacialaHohenzollernstrassejustoenelmomentoenqueSara,seguidaporunagentedelaGestapo,salíadelacasayentrabaenelvehículonegro.
—¡Mierda!—dijoFeliciaenvozalta.Dirigióelcochealbordederechodela
calleyparó.Enseguidaentendiólasituación,yenlacabezacomenzaronaacumulársele
milesdepensamientos.¿CómohabíanaparecidoderepenteenelpisosiMartinySaranoteníanquepresentarsehastalamañanasiguiente?¿Sehabíanolidounadesapariciónplanificada?¿Osimplementehacíanesodevezencuando:iraporla gente antes de lo previsto para evitar una posible huida? ¿Y por qué, ennombredelcielo,nosehabíadadocuentaSara?Talvezhabríapodidohuirporuna puerta trasera…Aunque entonces se acordó de que, desde el principio, aSara no le gustaba la casa de laHohenzollernstrasse porque no tenía salida alpatioyveíaunpeligroeneso.Suspiró.LasintuicionesdeSarahabíanresultadoacertadasunavezmás.Lacasasehabíaconvertidoenunatrampa.
ElcocheenelquehabíasubidoSaraarrancóyavanzóporlacalle.Feliciaseloquedómirandodesesperada,desvalidaeincapazdehacernada.Porlopronto,nopodíaayudaraSara; teníaquevolvera casayocuparsedeMartin. ¿Cómorecibiríalaterriblenoticia?Saraeralaúnicapersonaqueteníaenelmundo.
En el trayecto de vuelta, caviló alternativamente cómodebía darle lamalanoticiaaMartin,dóndepodíaalojarlodemomento—paraelcasodequeSarahablaseenel interrogatorio—ycómopodíahaceralgoporella.Talvezpodíamovilizaralmalditomaridodesuhija.
«LlamaréaAlex,seguroqueélmeayuda»,decidió.Alfinal,nonecesitó llamarlo.CuandoFelicia llegabaacasa, tambiénélse
acercaba,yestabadebuenhumorycontento.Paseabacomosinohubieseenelmundoningúnproblemagrave.
—Hola,Felicia.—Sequitóelsombrero,yellamiróenfadadacómojugabaconélcomosifueseunjovenaspiranteaCasanova—.¿Nohaceunmaravillosodíadeprimavera?HeestadoconKat,hemoscomidoenlaterrazayaligeradolabodegadeTomWolffdedosbotellasmuyexclusivas.Creoqueestoy…
—¡Alex!GraciasaDiosqueestásaquí—lointerrumpió.Alextorcióelgestocomosiloembargaralaemoción.—¡Quealgoasísalgadeesabocatuya…!
—Bah,déjalo.Estoesserio.—Corrióhaciaél,loagarródelbrazoytiródeélhacialacasa—.Tengoquecontártelodentro.Nopuedeoírnosnadie.
3
Alexsehizocargoy,unavezmás,FeliciatuvolasensacióndequeeraélynoMaksimquienestabaasuladoenlosmomentoscríticosdelavida.ÉlfuequiendecidióquenopodíanllevaraMartinaningúnsitioporquesuponíaunpeligrodemasiado grande revelar el secreto a terceros. Tendrían que confiar en laseguridaddelarmarioocultodel sótano.Luegodeterminó loqueFeliciadebíacontarle a Hans Velin cuando lo llamara: nada de haber estado en laHohenzollernstrasseyhabervisto ladetencióndeSara, sinoqueSara lahabíallamado y le había dicho lo del aviso de deportación.Y que ella quería hacertodoloposibleporlibrarlosaellayaMartindelasunto.
—TeinformaráenseguidadequeMartinhadesaparecidoytepreguntarásisabesalgo—dijoAlex—,yentoncestienesquecontrolarlosnervios.
—Lointentaré—mascullóFelicia,nomuysegura.LopeoreraqueMartinsehabíahundido.Estabafueradesíytuvieronque
impedirle,casiporlafuerza,quesaliesedeinmediatoaentregarsealaGestapo.—¡NopuedodejaraSarasola!—chillaba—.Tengoqueirconella.Todoes
culpamía.Yosoyelúnicoculpabledeloquelepase.Felicia consiguió que se tomase dos calmantes, pero su único efecto fue
provocarle sueño y náuseas sin que su desesperación disminuyese en lo másmínimo.
—Haremos todo lo posible para ayudarla—aseguró Felicia—. Por favor,Martin,noserinda.Ante todo,nosemetaustedahoraenlabocadel lobo,noserviríadenada.
Felicialoteníaabrazadomientrasél,llorandocomounniño,gritabatodasupenaysuamargaculpa.
—EllaqueríairsedeAlemanianadamásllegarHitleralpoder;fuiyoquiense lo impidió.Ella sabía loquepasaría, teníaunmiedodemuerte,peroyonoqueríaescucharlapormimalditoorgullo;queríaperseverar,queríademostrarleatodoelmundoquelosnazisnoibanahumillarme,amíno.—Levantólacara,estabaanegadaen lágrimas—.Yahora tendráque sufrir ellapormí.Yoestoyaquíseguroyellavaamorir.Sara,lamejorpersonadelmundo.Nuncahahechodañoanadie,¡nunca!Noselomerece.Yomelomereceríamuchomásqueella.Deje que vaya con ella, no puedo esconderme aquí y dejarla amerced de losverdugos.
—Tranquilo, Martin. Esperemos a ver qué dice Velin. A lo mejor puedeayudarnos.
HansVelin no apareció hasta por la noche en la Prinzregentenstrasse, aunquehacíahorasqueFelicialohabíallamadoparaexplicarlelasituación.EstabadenuevoenMunichdesdeprincipiosdeaño,despuésdequeelasmacasihubieseacabadoconélenRusia.Ahoraleibaunpocomejor,sibien,encualquiercaso,no se había recuperado del todo; ya no podía hacermuchas de las cosas queanteshacíasinproblema,ysuautoestimainestable lovolvíaobienagresivoobientaciturno.Paracolmo,elbebéquehabíanacidoennoviembreeraotraniña,peroSusanneestabaembarazadadenuevoyquizáestavezpudieseporfindarleunhijoalFührer.
—HeilHitler—saludóHans.—Aldiablo—dijoAlex—,estaradiovuelveaestarloca.Aún no había encontrado la emisora que quería, y del aparato solo salían
chasquidosyzumbidos.Velinsesentó.Lecostabarespirar.AFelicialeparecióqueteníamalaspecto.Habíaperdidoelcolordelasmejillasylosojosestabanhundidos,señaldemuchasnochesenvelaenlasquehacíaesfuerzosporrespirarenvezdedormir.
—Una historia fea —comenzó—, me he informado. Esa… esa Sara…
¿Cómosellama?—SaraElias—respondióFelicia.Selecontrajeronlasmanosdeformainvoluntaria.—Sí, eso, Sara Elias. LaGestapo la ha detenido después de comer, en su
casa.Estabasola.Sumarido…—MartinElias.—MartinElias,segúnhadeclarado,estabatodavíaeneltrabajo.Ellaesama
decasa.Así que no había mencionado su media jornada en la fábrica de Felicia,
seguramentepara no causarle problemas. ¿Habría servidode algoquehubieseestadoaqueldíaenlafábrica?Peroerainútilpensarlo,pueslociertoeraquenohabíasuficientestareasparaellayamenudosequedabaencasaporquenoteníasentidoestarenlaoficinasinhacernada.Peseasusprotestas,Felicialepagabatambiénesosdías.
«¡Nopuedoaceptarlo,Felicia!»«Pamplinas, claro que sí. Somos amigas, es normal que nos ayudemos,
¿no?»Velincontinuóconsuexplicación.—MartinEliasnohaaparecidohastaahoraporlacasa,queestávigilada…
Algoqueélnopuedesaber.—Sí,pero¿dóndepodríaestar?—preguntóFelicia.Velinlafulminóconlamirada.—Buenapregunta.SehadespedidodesuempleoencasadelabaronesaNo-
sé-qué.Hasalidodeallí,comosiempre,alfinaldelatarde.«Ajá,seaquiensealaanciana,porlomenoslohaprotegido»,sedijo.—Nohapasadonadadignodemención:a labaronesano leha llamado la
atenciónnada.Yespocoprobablequemienta.Alguiendebedehaberloavisado.—YSara…¿estáahoraconlaGestapo?—preguntóFelicia.—Sí.Lahaninterrogado,peroporlovistonotieneniideadedóndeparael
marido.—Velintosió—.Aunquepuedequeaúnhable.
Felicia tuvo que controlarse para no gritar. Sabía lo que significaba uninterrogatoriodelaGestapo.
—Esté donde esté Martin, tenemos que ayudar a Sara—dijo nerviosa—.Hans,esamigamíadesdesiempre.FuimosjuntasalcolegioenBerlín.Hans,porfavor, me gustaría que soltaran a Sara y, si hay alguna forma, que saliese deAlemania.
—Tú lo pintas muy fácil—replicó Hans—. No quiero que se haga nadaextraordinario por mi familia. Todo esto es, en cualquier caso, muydesagradable…
Felicialomiróinterrogante.Alexsehabíalevantado,habíasacadounacopadelaalacenayhabíaservidocoñac.SelotendióaHans.
—MiHauptsturmführer…—Gracias. —Hans tomó un sorbo—. La circunstancia es desagradable
porquehayciertassospechasunpococomprometidas.HaygentequepiensaqueFeliciatienealgoqueverconladesaparicióndeElias.
—¿Yo? —Felicia lo miró indignada—. Pero ¡qué disparate! No voy apermitirsemejanteatrevimiento.Nosoytantontacomoparaarriesgarelcuelloporcualquiera.
Captó de reojo una mirada divertida de Alex y supo que se mostrabaconvincente…porquedecíaexactamenteloquesentía.Noestabainterpretando,eraellamisma.LaFeliciaquenosejugaríaeltipopornadie,peroquedevezencuando,demalaganayapretandolosdientes,hacíaloquelascircunstanciaslaobligabanahacer.
El coñac relajó a Velin, que se mostraba un poco menos tenso que alprincipiodelaconversación.
—Por supuesto… son solo rumores. Pero si los rumores se acumulan,puedentenerconsecuenciasdesagradables.
Apurólacopa.—¿Sabe? —dijo Alex—, mi exesposa y yo nos hemos dirigido a usted
porquecreemosquenospuedeayudardeverdad.—Lesirviómáscoñacconuna
sonrisa—.Entendemosqueesuna situacióndifícilparausted,pero,por favor,entiendatambiénaFelicia.SaraEliashahechotantoporella…
Era mentira, pero seguro que impresionaba más a Velin que si Alexsimplementerecurríaaunvínculoamistosoentrelasdosmujeres.
Velinserecostóenelasiento.—Veré lo que puedo hacer, pero les pediría que no se hagan demasiadas
ilusiones.No tengo ni idea de si harán concesiones conmigo.A decir verdad,inclusolodudo.
—En cualquier caso, nosotros le agradecemos sobremanera desde ya susesfuerzos—respondióAlex,cortés.
Era evidente que Velin no tenía ningunas ganas de irse a casa y, además,aquelcoñaclegustaba.Porloquefuese,sequedócasihastamedianocheycontódetalladamenteelencuentroquehabíatenidoconelFührerenBerghof.Sindudanoeratonto:suformadecontarlascosascautivabaalosoyentes.AunquenoeraunhombreporelqueFeliciapudierallegarainteresarse,comenzabaaentendervagamenteloquesuhijaveíaenél.
Cuandosehuboido,Feliciasedejócaeragotadaenunsillón.—Creíaquenoíbamosalibrarnosdeél.Alex,¿creesquepodráhaceralgo
porSara?Alexsehabíaquedadoenlapuertadelasala,contralaclaridaddelpasillo
iluminadotrasél,porloquenoeramásqueunasombraoscura.—Noquierodesilusionarte,Felicia,peronoveomuchasprobabilidades.Lo
quepasaaquíesunagigantescacampañacontratodounpuebloylasestrategiasesencialesynecesariassuponennohacerningunaexcepción.NosélolejosquepuedellegarlainfluenciadeHansVelin,perotampocosélodecididoqueestarámañanaporlamañanacuandocedaelefectodelalcohol.Casimetemoquenomoveráundedo.
Feliciaseapartóelpelodelafrenteconungestocansado.—¿Cómoha podido pasar? ¿Cómoha podido llegar semejante demente al
poder?¿Ycuántovaadurartodoesto?
—Nomuchomás.Lascampanasyacomienzanatocaradifunto.MoscúfuelaprimeraderrotaseriaquehaafectadoconsiderablementealFühreryahoraestáentrando en pánico. La destitución de susmejores generales en enero fue unaprimera señal típica. Cuando los dictadores megalómanos tropiezan con suslímites, comienzan a cambiar a su gente con una prisa histérica, y cierran losojosalhechodequenodependedelastropas,sinodequequierenloimposible.Envezdesalvarloquequizáaúnpudierasalvarse,intentanllegarasuobjetivoconobstinaciónyviolencia.Conellosolohacenmásprofundoelfosoenelquehan caído. —Calló un momento, y añadió—: Deberías escuchar de vez encuandolaBBC.Entoncessabríasquelosnazisnoseencuentranenunaposicióntanbrillantecomointentanhacernoscreeraquílaradioylosperiódicos.
—Sí —dijo Felicia—, pero, pase lo que pase, para Sara será demasiadotarde.
—Ahoranopuedeshacernada,Felicia.VeacomprobarunavezmáscómoestáMartinyveteadormir.
Suvoz era suave.Felicia recordó la cantidaddevecesquehabía tenido lasensación de que él podía acariciarla con la voz…y lo bien que eso la hacíasentirsiempre.
—Me alegro de que estuvieses aquí hoy, Alex—confesó en voz baja—.Gracias.
Porunmomento,laantiguatensiónvolvióacorrerentreellos,lafuerzadeatracción eterna, secreta, que se apoderaba de ellos siempre entre losdesencuentros. Felicia cerró un instante los ojos. Ahora él iría hasta ella y latomaríaenbrazos…
Nodabacréditoasusoídoscuandoélledioamablementelasbuenasnochesysaliódelasala.Cerrólapuertaconclarafirmeza.
PeterLiliencronsehabíavueltoaquedarhaciaelamanecer,aunquesusueñoeraintranquilo porque había pasado media noche despierto y cavilando. Nunca
pensóque llevaría tanmal la vida de emigrante.Hacía ya cuatro años que novivíaenAlemaniaynohabíaniunsolodíaenquenolotorturaselanostalgia.Siempresehabíaconsoladodiciéndoseque,coneltiempo,todoiríamejor,pero,encambio,soloibaapeor.LaideadequequizánuncavolvieseaverAlemania,Munich, lo volvía loco; nopodía pensar prácticamente en nadamás.A eso seañadía el trabajo conelque seganaba lavidayqueno legustabanada:unosamigoslohabíancontratadocomocamareroenunpequeñorestaurantecuandoyanolefueposibletransferirdinerodesuscuentassuizasaFranciaysehubogastadotodoloquehabíallevadoconél.
Sedespertócuandollamaronasupuertagolpeandoconfuerza.—¡Abra!—bramóunavozpotente.Asustado,abriólosojos,ylosvolvióacerrardeslumbrado;erajunio,elsol
estabamuyaltodesdemuy tempranoyentrabadirectamenteensucuarto,quedabaaleste.Entoncesselevantó,agarrólabataylaszapatillas,yabriólapuerta.Anteélseencontróaunagentedelapolicíafrancesa.
—¿PeterLiliencron?¿Cómohabíanpodidoaveriguar su identidad?Cuandovolvió tras suhuida
malograda, sus amigos le habían conseguido documentos falsos a nombre deVincentLatour.
—NosoyPeterLiliencron.MeapellidoLatour.VincentLatour.Metió la mano en el bolsillo interior de su chaqueta, que colgaba de un
ganchojuntoalapuerta,sacósuspapelesyselosenseñóalagente.Esteapenaslosmiró.
—SabemosqueesustedPeterLiliencron,judíoalemán,yqueviveenParísconunnombrefalso.
Peter tuvo la impresióndequeen lamiradadelpolicíahabíaunapizcadecompasión.Muchos francesesodiaban lacazade fugitivosquedebían llevaracaboparalosalemanes,yaquelerasindudaunodeellos.
—Losiento—dijo—,tengoquedetenerlo.Lovanatrasladaraleste.A pesar de que Peter no se había sentido nunca seguro y siempre había
contadoconqueundíallegaríaaquellasituación,ahoralecayócomoungolpe.Almismotiempo,razonaba:¿cómosehabíanenteradodequiénera?Puede
que hubieran detenido e interrogado a alguno de sus amigos y, posiblemente,habíaconfesadounmontóndenombresydirecciones.Noteníaningúnsentidomentir.Lohabíandescubierto.
—Puedeustedllevarcomidaparadosdíasyalgunosobjetospersonales.—Elpolicíasesubiólamangadeluniformeymirósureloj—.Tienequevestirseyhacerelequipaje…Digamosqueestarédevueltadentrodeunahora.
Petercontuvoelaliento.Elagenteleechóunamiradapenetrante.—Unahora—repitió,luegosediolavueltaybajólasescaleras.Petercerrólapuerta.Lecostóentender.Habíaoídoalgunavezaquello:había
policíasfrancesesquedabanelgolpesinpiedad,perotambiénalgunosqueaúnintentaban hacer algo por la víctima y le daban la oportunidad de huir. ¡Unahora!Lequedabaunahoraparaescapar.
Atodaprisa,comenzóavestirse.
Claire volvía aquella mañana a casa después de una de sus peligrosasexcursiones. El sol estaba ya alto sobre las colinas, el rocío centelleaba en lahierba y en la lejanía susurraba elmar en calma. Comenzaba un claro día deveranoy, en lashorasdelmediodía, quizá la calimacubriría los campos,paradespuéslevantarseycolorearelcielosobreelmarconlostonosrojosyvioletasdelatardecer.
Phillip, que estaba despierto en la cama y oyó los pasos de Claire, sabíacómo eran aquellos días de verano bretones. Los adoraba, adoraba incluso lamodorra que volvía el cuerpo pesado en las horas del mediodía y causaba laimpresióndeque la sangre corríaviscosaydulce como lamielpor lasvenas.Luego, cuando se acercaba la noche, se perdía la fatiga y se podía caminar através del brillo del sol por los prados hasta las rocas, recoger de camino unpuñadodeframbuesasdelasprolíficaszarzas,dejarquesedeshicierandespacio
sobrelalenguayquedarseallíarribaparanotarlaprimerabrisayvercómoelsolsehundíaporfinentrelasolas.
Se preguntó dónde había quedado la alegría con que recibía aquellos díasantes.Yano era joven, pero el hechode envejecer, dedebilitarse, no lo habíaentristecidonunca.Siempre lo había sabido: «Tengo aClaire.Tengo esta vidafabulosaenelcampoalladodelmar.Tengolosatardeceresdeveranollenosdecolores, losdíasde inviernodenieveprofunda, lasnoches en lasqueulula latormentay la lluviagolpeacontra lasventanas,y laprimavera, cuandoelmarbrilla como una esmeralda y los animales pueden salir y gritan de felicidad.Mientrastengaeso,nomesucederánada».
Peroentoncesnopodíaimaginarloquepasaría.QuelosalemanesocuparíanFrancia, que un obús mataría a su hijito. Que Claire se convertiría en otrapersona,enunafanáticaqueluchabamovidaporelodio.
Aquellamañanaloreconocióporprimeravez:habíaperdidoaClaire.Yanoseacercabaaella,yanollegabaaellaconsuspalabras.¿QuélehabíapasadoeldíaquemurióJérôme?¿Nohabíacaminodevueltaparaella?¿HabíanenterradoalaClairedeantañoconsuhijo?Aquellosdíashabíanacabado,quiénsabíaloquepasaríaahora.
Tap,tap,tap,seoíanlospasosdeClaireenlasaladearriba.Phillipmiróaltecho.Yanodormíanenelmismodormitorio;ellasehabíaarregladosupropiaalcoba.Se lohabíaexplicadodiciendoquenoqueríamolestarlocuandovolvíatantardeacasa,peroPhillipsabíaqueeraunaexcusa.Enrealidad,loquequeríadecirleera:«Dejaquellevemipropiavida».
Anduvo un rato de un lado a otro. Phillip conocía ya esa intranquilidad.Siempre que Claire volvía a casa después de una noche como aquella, eraincapaz de sentarse o tumbarse enseguida, por cansada que estuviese. Por logeneral, tenía que beber un par de vasos de vino tinto —su somnífero másseguro—,paraalmenoscaerenunsueñoligeroeintranquilo.
Tap,tap,tap.Debíadellevarunamediahoraasí;después,entróensualcoba.Phillip oyó la puerta.Y, como siempre, puso a prueba su fuerza de voluntad:
«No, no voy a subir. No voy a mirar. No es cosa mía. Voy a levantarme adesayunar.Novoyasubir».Selevantó,sevistiódespacio,estuvounlargoratojunto a la ventana, respirando el aire que aún era fresco, y salió por fin deldormitorio.Le costaba andar esamañana, pues le dolía elmuñónde la piernaamputada.Seoíanlosgolpesdelaprótesisdemaderaenlaescalera.Contrasuvoluntad,movidoporunafuerzamágica,entróenlasaladeestar.Dejócaerlamiradasobreelmadero juntoa lapuerta.Lavioenseguida:habíaunamuescamás.
Peterhabía reunido lomásnecesario, lo imprescindible,porque teníaquesalirconunabolsaquenollamaselaatención.Entreaquellascosas,estabalafotodeFelicia. También unasmudas y calcetines. Sonrió al pensar que antes siemprenecesitabavariasmaletas.
Cuandocruzabaelzaguándeledificio,laporterasaliódelanadayloagarródeunbrazo.
—¡Alto!¿Dóndeva?Peter se disponía a responder conmalasmaneras a lamujer, que ni tenía
derecho a agarrarlo del brazo ni a hacerle aquella pregunta, pero su precariasituaciónleimpedíaarmarunlíoporaquello.
—Tengoquehacerunparderecados—contestóeducado.Ellalomirófijamenteconlosojosamusgados.—¿Asíqueunparde recados?Puesnoes loqueparece. ¿Qué llevaen la
bolsa?Peterseesforzóaúnmáspormanteneruntonocortés.—Perdone,perocreoqueesoesasuntomío.¿Ypodría,porfavor,soltarme
elbrazo?Ellalosoltódeinmediato.—Elportónestácerrado—leinformó.—¿Porqué?
¿Seloestabaimaginandoolamujersonreíaburlona?—Me parecía más seguro. Creo que el policía que vino a verlo antes no
estaría de acuerdo conqueusteddeje la casa. ¿No iba a volver dentrodeunahoraarecogerlo?
La mujer había estado escuchando al pie de la escalera, era obvio. Peterabandonólaintencióndeechárseloencara.
—Entonces,yasabedeloquesetrata.Porfavor,abralapuerta.—¡Ah, no! —La portera negó, rotunda, la cabeza—. Soy una buena
ciudadana.Apoyoalapolicíademipaísynotrabajocontraella.—Sabebienporquémehadadounahoradetiempo.PorDios,nopodíafracasarporculpadeesaboladesebo.—Yonosénada,apartedequelohandetenidoaustedyquevanapasara
recogerlodentrodeunahora.Novoyadejarque,entretanto,intenteescapar.Eracomounmuro,nivacilabaniseretiraba.Elmoñorubioenlacoronillala
hacíaaúnmásgrandedeloqueeray,apesardelaescasezdealimentosenParís,su vestido se estiraba en torno a su bien proporcionada grasa. Ella, la buenaciudadana, como ella se veía, tenía suficiente para comer porque, desde hacíamásdeunaño,manteníaunarelaciónconunode lossoldadosocupantes,y lehabíadadoinclusounniñohacíapocassemanas.
—Madame—dijoPeter—,sabequelapolicíafrancesaactúaporencargodelos alemanes. En este momento no protegen, por tanto, su país. Protegen alenemigodeFrancia,a las fuerzasdeocupaciónextranjerasquehacensufriralpueblofrancés.
—Yocumploconmideber—replicóella,impasible.Peter sedio lavuelta sindecirunapalabra,dispuesto a subirdenuevo las
escaleras.«Esunalocura,estehombrevieneymedaunaoportunidaddesalvarlavida,yvaestalocayseinterponeenmicaminoymeentregaalosverdugos,ylosdospertenecenalamismanación…Voyamorir.Voyamorirporqueestamujermeretieneaquí…»,sedijo.
Los pensamientos se le arremolinaban en la cabeza.No podía bajar por la
ventana de su piso: por un lado, vivía en un primero, lo que haría el saltodemasiado peligroso; y, por otro, todas las habitaciones daban a la calle y losvecinospodríanverlo.Enelsótanohabíaunapuertaquedabaalpatiodeatrás,pero siempre estaba cerrada con llave, de modo que era improbable que hoyestuvieseabierta:seguroquelaporteralohabíacomprobado.
«Nopuedoabalanzarmesobreellapara salir.Noheatacadoanadieenmivida,nopuedo…»
Las ideasseencadenaban, lospasossehacíanvacilantes.Claro,¿cómoibaPeter Liliencron, el consumado caballero, el esteta, el hombre de manerasexquisitasqueestabaprofundamenteencontrade todoloruidoso, loburdo, lobrutal, a reducir a aquella rubiagordayahacerlacallar?Comenzóa sudardeterror ante la idea, pero casi almismo tiempo le vino a la cabezauna imagencadavezmásnítida,eralaimagendeFelicia,ysurecuerdoeratanfuertecomoaquella mañana tras su frustrada huida a la Francia no ocupada. Lo mirabaimpaciente,conelentrecejofruncidodepurarabiaeincomprensión:«Peter,poramordelcielo,nopuedesestar tanlococomoparasubira tucasaysentarteaesperaralapolicía.Sinoaprovechasestaoportunidad,novasatenerotra.Ve,daleconunapiedraenlacabezaoalgo,yluegotemarchas.¡Hazlo!¡Hazloya!».
Sevolviódespacio.Parecíatenerpesasdeplomocolgandodelospies.—¿Madame?Ellaestabaalpiedelaescalera,vigilándoloparaevitarcualquierintentode
huida.—¿Sí?—contestódesconfiada.—Madame, unaúltimapetición.Megustaría enviar una carta amimadre.
Notengosellosytampocopuedocomprarlos.¿Medaríausteduno?La expresión de desconfianza en la cara de la mujer se convirtió en
desprecio.¡Queríaescribirunacarta!¡Noseleocurríaotracosa!Habíaesperadoque,almenos,intentasebajarporelcanalón;ellahabríagritadoportodalacalle,lo habrían detenido y ella habría hecho su gran papel… Pero no, capitulaba.Típico, justo loquesiemprehabíapensadodeél.Extravagantecomoera,muy
educado, sí, pero tranquilo y huraño, y ¡ese rostro ascético! Claro, no iba amoverniundedoparadefenderse.
—Bah,siessoloeso—dijo—.Unselloselodoy.Perotendráquepagarlo.—Porsupuesto—respondióPeter,ybajólasescaleras.La portera se volvió para entrar en su casa.Rápidamente, él le retorció el
brazopordetrásdelaespaldayconunamanoletapólaboca.—Niunruido—dijoPeter—.Niunruidoolamato.Laporterahizoungorgoritoysedefendiócontodassusfuerzas,lediouna
patadaenlapiernayserevolviócomounpezenelanzuelo.Sinembargo,conunabrutalidadquenohabíaimaginadoenelpálidointelectual,Peterlelevantóelbrazoretorcidoyeldolorladomó.Ellasedejóarrastrarhastasucasa.Peterlalanzó contra el sofá de la cocina y apretó su rostro contra un cojín con tantafuerza que la portera creyó asfixiarse. Después se medio tumbó sobre ella y,mientras la aplastaba con todo su peso, hurgó en el bolsillo del delantal hastaencontrar,porfin,loquebuscaba:lallavedelportón.Aquellallavedeseguridadquesoloteníalaporteraynadiemásenlacasa.Lallavedelalibertad.
Lamujerserevolvíaotravezconmásfuerzaporqueyapodíarespirar.Petermiróasualrededor.Enlamesajuntoalsofá,descubrióuntrapoblancoenelquela portera había envuelto con pulcritud su atroz labor de ganchillo verdeamarillento. Se deshizo de la labor, tiró del trapo para ponérselo a su víctimaalrededordelacabeza,demaneraquelabocaquedaseabiertaylatelaapretaselascomisuras,y loatóen lanuca.Le retorciódenuevoelbrazoy laobligóalevantarse; estabagrotescacon lamordaza:ponía losojos enblancoyparecíatrabajarfuriosamenteconlalengua.
Peterlaempujódelantedeélporelpasillo,ensubúsquedafebrildeunlugardondeencerrarla.Todoel rato leparecía estar interpretandoalprotagonistadeuna mala película. Escenas como esas solo las había visto en el cine; nopertenecíanalavidarealymuchomenosalasuya.
Junto al baño había una pequeña despensa sin ventanas, oscura como unatumba.Peterempujódentroalacadavezmásenconadaportera,oyósacudidasy
un estrépito porque debía de haber caído sobre todas las cosas que habíaamontonadasallí.Lamujersoltóunaterradorgritoentrecortado.Quizásehabíatorcidoel tobilloo sehabíahechodaño,peronoeramomentodeaveriguarlo.Petercerrólapuertaygirólallave.Porunsegundoseapoyósinalientocontraella.«¡Salvado!»
—Felicianoselocreería—murmuró.Luegoseapresuróaregresaralapuertadelacocinayrecogiólallavequeen
elcuerpoacuerposehabíacaídoalsuelo.Yahoraacorrer.Ensuluchaporlasupervivencia, había conseguido una victoria decisiva; y, aunque un instintoarraigadoensusentrañassehabíaapoderadodeél,yaleparecíainimaginableloqueacababadesuceder.
4
La división a la que pertenecía el regimiento de Max Marty había vuelto aPolonia. Los huecos en sus filas se habían hecho más grandes desde lamalograda ofensiva a Moscú, y los hombres estaban agotados y sufrían lasconsecuenciasdelaspenalidadesylasenfermedades.SeencontrabanaloestedeVarsovia, casi en la frontera entre el Gobierno General y el Reich, y Maxdeliraba por un permiso en Berlín. Por fin, el jefe de la compañía se locomunicó.
—Pero manténgase disponible —le recomendó encarecidamente—, esposiblequelollamenderegresodeunmomentoaotro.
—Porsupuesto,miteniente.Por primera vez desde hacía mucho, Max volvía a sentir un poco de
esperanza.Aveceshabía tenidolasensacióndequeel inviernogélido, lamuerteasu
alrededoryeldesconsuelodeaquellosdíashabíanacabadocontodoloqueteníaalgunaimportanciaparaél:lapaz,lafelicidad,eldeseo,eléxtasis…Peroahora,lejosdelhorror,reconociólovivoqueseguíaestando.Depronto,teníaotravezesperanzadequeaquellaguerraterminaseenalgúnmomento,dequevolviesesuantiguavidayeltiempocubriesesuavementelasheridas.
Belle…Pronunciabaelnombreensumenteunayotravez.Silaveía,dabaigual lo corto que fuese el permiso, pues podría decirle todo lo que le habíapasado por la cabeza en el tiempo que habían estado separados; en sumayorparte, ya lo había escrito, pero sería otra cosa cuando la tuviese ante él y nohablasensoloconpalabras,sinoconlosojos,unasonrisayeltactofamiliar.
En un autobús viejo y destartalado, Max cruzó la frontera hacia la Alta
Silesia,yenBreslaviatomóeltrenaBerlín.Erael24dejuniode1942.
Belle salió de los estudios de laUFA y respiró profundamente cuando el airepurodelanocheledioenlacara.AcababadecerrarselaúltimaclaquetayBellediograciasalcieloporpoderpararal fin.Aúnsufría lassecuelasdeunfuerteresfriadoysesentíamareada.Conunapelucarubiaen lacabeza,había tenidoque participar en una estúpida película de propaganda para la organización deocioKraftdurchFreude.Erasobreunamujeralaquecortejabandosintrépidossoldadosdelfrentey,trasmuchasidasyvenidas,ellasedecidíaporuno;peroelotro encontraba entonces a una bonita rubia, y al final todos brillaban ante lacámaraydeclarabanquetresañosdeguerranohabíanpodidoreducirenlomásmínimolaalegríadeviviryeloptimismodelosalemanes.
«Estos deslices los tendré que omitir en mis memorias», pensó Belle. Seplanteaba adónde ir: a casa, como le gustaría, o a la de la abuela Elsa, quellevabatodalasemanacuidandodeSophieyalaquenoestaríamalayudarunpoco.
Depronto,alguiendijoasuespalda:—¿Tendríaustedunmomentoparauntercerhombre?Sevolvió.—¡Andreas!Allí estaba, sonriéndole sin más. Tras un segundo, entendió que su
comentariosereferíaalapelículayaltirayaflojaentrelosdoshombres.—¿Cómosabes…?—preguntósorprendida.—Hevistolaúltimahora.Unamuchachamuyamablequeteníaalgoquever
conlailuminaciónmediopermiso.—Eso no ha estado bien. Sabes que odio que me mire gente de fuera
mientrastrabajo.—Sí.Perodealgunamanerateníaquellegarati.Belle se quedó callada, preguntándose por qué demonios estaba tan
increíblementecontentadeverlo.—Vaya,asíyapuedesvolveradarmelargosdiscursossobrelasporquerías
queinterpreto—dijoenvozbaja.Éllatomódelbrazoytiródeellahaciasucoche.—No. Al fin y al cabo, la película sirve para fortalecer la voluntad de
aguantedelpuebloyesoesmuydigno.—Ellalomiródesconfiada.Élserio—.Nomemirestanseria,Belle.Meconsumosinvertedurantemedioañoy,cuandoteveoporfin,creesquesoloquieropincharte.
—Noseríalaprimeravez,¿no?—Belle,soloquierocenarcontigo.Ella dudó, aunque podría haber dicho que sí en el momento. Estaba tan
hambrientadecompañíamasculina,tancansadadeestarsola…—Nosé,Andreas.Enrealidad,deberíairaveramihijaacasademiabuela.
Hacedemasiadotiempo…—Todaslasabuelasestánlocasporlosbebés—repusoAndreas—,ytodos
losbebésestánlocosporlasabuelas.Loséporexperiencia.Asíquedéjalasalasdosserfelicesjuntasyvenconmigo.
—Andreas…—Serevolvíacomounpezfueradelagua—.YateexpliquéenNavidadesporquénopuedo.
—Claro.Quieresserunabuenaesposaatodacosta.Pero,puestoquenotehasregidoporeseprincipionunca,noveoporquétendríasquehacerloahora.
—Basta—seenfadóella.Peroélsoloserioyabriólapuertadelcoche.—Subeydejadepensar.Estásterriblementepálidayparecescansada.Creo
quehasdejadodedivertirte.Erabonitohablar conél, sentarse juntoa ély,de tantoen tanto,mirarlo e
imaginar que le pasaba los dedos por su cabello negro. Aún usaba la mismalociónde afeitadoque cuando se conocieron, yBelle comenzó a recordar unatras otra imágenes de las noches con él, detalles que hasta entonces había
relegado al último rincón de su memoria. Cuando llegaban ante la casa deAndreas,sudefensayanovalíanada.
—Creíaqueíbamosacenar.—Yvamosacenar.Peroenmicasa.En el piso nada había cambiado. Belle se sentó en el sofá y escuchó a
Andreas,quepidióunmenúdecincoplatosenelHabelWeinstube.—Estaráaquídentrodemediahora—dijoalcolgar.—Te va a costar los cupones de todo unmes.—La voz de Belle sonaba
tomada—.Losabes,¿no?—Lotengoclarísimo—respondióAndreasenvozbaja.Sesentóenelsofájuntoaellaylabesó.Nosetomaronniel tiempodeir
hastaeldormitorio,aunquehabríasidomáscómodoqueenelestrechosofá:sedesnudaronimpacientes;habíasidoundíadecaloryteníanlapielaúntempladaysaladadelsudor.
—No vuelvas a dejarme nunca —susurró Andreas—. Me enfadé tantocontigoenNavidadquehabríapodidoestrangularte,y luegocasimehevueltolocodedeseoporti.
—Amímehapasado lomismo…Andreas, tenía la sensacióndeno estarviviendodeverdadydequenadateníasentido…
QueríadescribirleladesesperaciónconlaquehabíareaccionadoenNavidadalacartadeMax,queríaaclararleporquétodohabíasidoasí,peroyanopodíaponerlepalabras.Andreassemovíadespaciodentrodeellaysedetuvoporqueno quería que todo acabase demasiado pronto. Se irguió, le acarició el pelodelicadamenteydescubrióqueselehabíanenturbiadounpocolosojosgrises,queyanoerantanfríos,queyanoparecíantanimplacables.
—MihermosaBelle.Nunca he querido a ningunamujer como a ti. Puedequenuncahayaqueridoanadiedeverdad.Novoya seguirprotegiéndomedeello,Belle.Tequiero,yvaasersiempreasí.
Eran palabras que se solían decir enmomentos como aquellos, peroBelleconocía aAndreasy sabíaqueno lashabríadicho sino las sintiera.Esperaba
quenosediesecuentadelasensacióndetriunfoquecrecióenella.Eranelunopara el otro. Siempre lo había sabido, y él, por fin, lo había comprendidotambién.Bellenocontemplóeneseinstantequeesosuponíatenerquetomarunadecisión;nopensabaenlasconsecuencias.
—Andreas,quédateconmigomientrasviva—dijo.Enseguidalosdosseolvidaríanporunossegundosdequeelmundoseguía
girandoasualrededor.
MaxllegósobrelasochoalacasadelaAlexanderplatzyledecepcionóverquenohabíanadie.Casicontabaconello,dadoqueBellellegabaamenudotardeacasa; quizá estaba trabajando o había salido con colegas. Esperaba queaparecieseencualquiermomento.
Teníahambreyloprimeroquehizofuebuscarenlacocinaalgodecomer.Al final, encontró unpocodepany queso, y unabotellamedio llenade vinotinto.Comióybebióenpaz.Despuésrecorriólashabitacionesycomprobóconunasensacióntranquilizadoraquenadahabíacambiado.HabíaunpardezapatosdeBelleenmediodeldormitorio;enelsillón,unassobreotras,unmontóndeprendas de vestir. En el baño era donde más se notaba su presencia: suscosméticosestabanesparcidosportodaspartes,suropainteriorrepartidaporelbordedelabañera.Enelespejoteníapegadasufotodeboda.Mirólafotoconatención:¡quéserioparecía!Belle,porelcontrario,conelvestidoblancoyunsombreritotambiénblanco,irradiabaalegría.Sindudaesedíahabíasidofelizdeverdad.
«Belle,haytantascosasquetequierodecir.»Sesentóyesperó,escuchóeltictacdelrelojdeparedyviocómosehacíade
noche. Como no encendió ninguna luz, pudo prescindir de las persianas deoscurecimiento y observar el cielo estrellado.Hacia las diez se le ocurrió queBelletalvezsequedaraencasadesuabuela.Porsupuesto,¡tendríaquehaberlopensado antes! Belle se veía obligada a dejar allí a Sophie durante el día y,
seguramente, pasaba la noche en la Schlossstrasse tan a menudo como podíaparaestarconlaniñaporlomenosporlamañanayalacostarla.Sepusolagorraysaliódecasa.
ElsaDegnellytodavíaestabadespiertaysevolviólocadealegríacuandovioaMax.Leechólosbrazosalcuelloalmaridodesunieta.
—¡Max! Gracias a Dios. Hacía tanto que no teníamos noticias. ¿Estás depermiso?¿TequedasmuchotiempoenBerlín?Quédelgadoestás.
Max sonrió mientras las tiernas manos de la anciana le acariciaban concuidadoelrostro.
—Estoybien,Elsa,deverdad.ElinviernoenMoscúfuebastantepenoso…—¡Lamentira piadosamás exagerada delmundo!—, pero ya he olvidado lossabañonesyelhambre.—Apenaspodíaocultarsuimpacienciaysuexpectacióncuandopreguntó—:Elsa,¿estáaquíBelle?
Elsalomirósorprendida.—No.Supongoqueestaráenvuestracasa.—Allínoestá.Laheesperadodoshoras.¿Dóndepuedeestar?Elsa,alaquenoseleescapóladecepcióndeél,lomiróperplejaytriste.—Diosmío,quéhorrible.Porfinvienesacasayjustolaprimeranocheno
os encontráis. Puede que Belle haya ido a una fiesta con sus colegas, porqueestabanrodandounapelículadepropagandayhoyteníanqueterminarla.—Lotomódelamano—.PeroSophiesíestá.Venaverla.
Sophiedormíaprofundamenteynosedespertónisiquieracuandosupadrese inclinó sobre ella. Con dos años, le parecía la niñamás guapa delmundo.Tenía las pestañas largas y un hoyuelo en la barbilla. Al resplandor de lalámpara,lebrillabanlasmejillas,frescascomorosas.
—Cuandoseamayor,vaasermásguapainclusoqueBelle—susurróMax.Luegosevolvió—.Vamos.Sisedespiertaderepenteyveaquíaundesconocidosinafeitarydeuniforme,sevaallevarunsustodemuerte.
Depuntillas,salierondelcuarto.—Quédateaquíestanoche,Max—dijoElsa—.Seguramente,Bellevendrá
porque lleva tres días sin ver a Sophie. Además, si no, tendrás que recorrermediaciudaddevuelta.
Maxasintió.Estabamuycansadoy,porotraparte,noqueríacorrerdenuevoelriesgodellegaraunacasavacíayencompletaoscuridad.Elsalo llevóa laantigua habitación de su hija Felicia, en la que Belle dormía siempre que sequedabaapasarlanoche.
—Aquíteencontraráenseguidacuandollegueacasa.Quedescanses,Max.Mealegraqueestésaquí.
CuandoElsahubosalido,Maxsedesvistió,dejósuscosasconcuidadoenelrespaldodeunasillaydeprontodejódeestarcansado.Duranteunrato,leyóunarevistaquehabíaen lamesa; luego,pocodespuésde lamedianoche, apagó laluz, aunque tampoco pudo dormir.Con los ojos abiertos como platos,miró laoscuridad,escuchócadaruidodelacasa.PeroBellenollegó.
Alamañanasiguientellovíaacántaros,unalluviacálidadeveranoqueapenasrefrescaba.BellehabíadormidoenbrazosdeAndreascomounbebé.Trasunacena fabulosa, se habían ido a la cama para amarse otra vez y, en algúnmomento,hacialastresdelamañana,sedespertaronlosdosalavezdemaneramisteriosayvolvieronaabrazarsemientrasfueracaíayalalluvia.
Durante el desayuno—Belle estaba bebiendo café solo, una exquisitez—,AndreasdijoqueteníaqueiraZurich.Belledejólataza.
—¿Hoy?¿Ahora?—Dentrodeunahora.Esunviajelargo,nodeberíamosperdertiempo.—¿Nodeberíamos?—Sí,hepensadoquepodríasvenir.Seráncincodíasylopasaremosbien.—Sí,peronopuedo…Quierodecir,nopuedoirmeasídefácil…—¿Cómo que no?Dijiste que ayer fue el último día de rodaje.Y, a decir
verdad,estásmuydesmejorada.Uncambiodeairestesentaríabien,Belle.Estásdemasiadopálida.
—Enrealidad,tendríaqueocuparmedeSophie—dijoBelle,molesta.Andreassonrió.—¿Yquiénseocuparádemí?—Supongoqueallínotefaltaráncandidatas—respondiómordaz.—Seguro.Perosolotequieroati.—Lamiróserioypersuasivo—.Porfavor,
creoquenotearrepentirás.El finalde lahistoria fue,porsupuesto,queBelleaccedió,aunque lamala
conciencialaroíacomounarata.Pasaronporsucasaparaquepudieserecogerropainterioryunpardevestidos.Eneldesordengeneral,Bellenosediocuentadequehabíaunplatoyunvasoenlamesadelacocinay,puestoqueMaxhabíadejado su poco equipaje en lomás alto del armario del dormitorio, no lo vio.Cuandosaliódelacasa,noteníaniideadequesumaridohabíaestadoallí.
Andreasestuvoduranteelviajedelmejorhumor.Hablóyserio,ylecontótodas las historias posibles de su vida. Había comprado unas ensaladas en elrestauranteHorchery llevabaunabotelladevino,yamediodíaalmorzaronenunpradoenmediodelbosque.Laguerraparecíamuymuylejos.Habíadejadodelloveryelsolcaíaentrelasnubeshaciendoquelahumedaddelahierbaseevaporase.Elaireolíaaresinayamusgo.Hambrientoscomoestabansiempreunodelotro,hicieronelamorallímismo,yBelleteníaluegobriznasdehierbaenelvestido.CuandollegarondenocheaFrankfurtyfueronasuhotel,Andreaslepusosuchaquetasobreloshombrosparaquenopareciesetaninmoral,comodijoél.
Belle no le había dicho a su abuela nada; ni en persona ni por teléfonoconseguiríaengañarla,ynopodíarevelardeningunadelasformaslaverdaderarazóndesuviaje.DesdeFrankfurtenvióuntelegramaenelquedecíaque,porsorpresa,estabaallípararodaralgunasescenasexterioresyquevolveríaaBerlínal cabodeunosdías.Tenerquementir le sentó fatal,yAndreas se riodeella
durante la cena. Como ya eramuy tarde, solo consiguieron un triste plato dequesoyunpocodepannegro.
—Siemprelamismaniñaquehaaprendidoquenodebementiralosadultos.A veces eres muy graciosa, Belle. Sobre todo cuando tienes cara de malaconciencia,comoahora.
Bellelomiróenfadada.—Paratiesfácil.Peroyonodejodeestarcasada.Noestábienqueestéaquí
sentadacontigo.—Eras demasiado joven cuando te casaste.Demasiado inexperta.Y nunca
hasqueridoaMaxMarty.—Eso no es cierto. Le queríamucho. En ciertamanera, aún le quiero. Es
soloque…—Essoloquetegustaacostarteconmigo,¿no?—terminóéllafrase.Bellelomirófríamente.—Escierto.Bienmirado,túyyoestamosjuntosporinterés.Sinapenasdarsecuenta, sehabíadeslizadoentreellosun tonodistinto:en
Andreascasisenotabanlaagresiónyloscelos,yBelledisfrutóporqueanteseraellalaqueinterpretabaesepapel.Andreasempujóelplatodelcamembertsecoyselevantó.
—Vamos—dijo—.Vistolovisto,nodeberíamosperdereltiempo.Aquellanochesecomportódeunaformabrutalydesconsiderada,yBellese
avergonzóunpocodequelegustase.Paralamañanasiguienteestabanotravezdeunhumorradiante,secontaronunpardesecretosy,siemprequesemiraban,unosentíalanecesidaddetomardelamanoalotro.VolvíaalloveryAlemaniaestabaenguerra,perocesaríalalluvia,ylaguerraterminaría.
Pocoantesde la frontera suiza, aBelle leparecióqueAndreasestabamáscallado, incluso parecía un poco nervioso. Conducía muy concentrado y noapartabalosojosdelacarretera.Selehabíadibujadounaprofundaarrugaenlafrente.
Aqueldíaeranlosúnicosantelabarrera,yelagentealemánsealegródela
novedad.—¿Porquéquieren entrar enSuiza?—preguntó tras estudiar con atención
lospasaportes.—Soy director de una empresa de aceros finos —aclaró Andreas—.
Trabajamosenestrechacolaboraciónconlaindustriaarmamentística,enespecialconlascuchilleríasdeAugsburgo.SolopodemosencontrarenSuizaalgunasdelasmáquinasdeprecisiónimprescindiblesparanuestrainvestigación,yesaeslarazónporlaquevoyaZurich.Yahavistomisalvoconducto.Además,aquítienelosvalesdegasolinaquemehandadoparaelviaje.
—Esmejorquevengaunmomentoamioficina.Conunligerosuspiro,Andreassaliódelcoche.—Esperaaquí,cariño.Enseguidavuelvo.Ellalomiróentrarenunpequeñoedificioy,degolpe,todoslosproblemasse
levinieronencima.¿Quéibaaserdeellos?¿YdeMax?Nopodíairycontárselotodo.Seríademasiadoparaella,nopodríasoportareldoloryladecepciónenelrostrodeél.
—Ahoranoquieropensarenello.¡Yaencontraréunasolución!Para distraerse y estirar las piernas, decidió dar un par de pasos arriba y
abajo.SeechóelabrigodeAndreasporloshombroscomoproteccióncontralalluviayaspiróconfuerzaelairearomático.¡Québienlesentabadespuésdelosmuchos días de bochorno en Berlín! Durante un segundo, se le ocurrió laabsurda ideadenovolver,de fugarseconAnderasyempezarunanuevavida.PeronopodíaabandonarasíaSophie.
Uncrujidolasacódesuensimismamiento.Miróelabrigo.Noseexplicabadedóndeveníaeseruido.Seinclinóypalpóeldobladillo.Papel.Papelcosidoenelforro.Pliegosenteros,ahoralonotabaconclaridad.Despuésdeasegurarsedequenadielamiraba, lediolavueltaalabrigoyexaminóel interior.Enefecto,alguien había descosido el forro y lo había vuelto a coser con puntadasincreíblemente delicadas.Habría sidoAndreas. Pero, por amor del cielo, ¿qué
eraloquequeríapasardeaquellaformaporlafrontera?¿Quélehabíadichounavez,cuandolepreguntóquéhacía?«Nomepregunteseso,Belle.»
Metió las dosmanos en los bolsillos del abrigo y observó el fragor de lalluvia.¿QuésabíadeAndreasdespuésdetodo?
—¡Belle!—Sevolvióy loviodepie junto al coche—.Tevas a empapar.Vamos,estátodobien,seguimos.
Volvíaaestardebuenhumorycontinuóasíaldíasiguiente.Enelcaminodevuelta,sinqueéllonotase,Bellepalpódenuevoelabrigo,
que estaba en el asiento trasero. Ya no había crujidos. Los papeles habíandesaparecido.
CuandollegóeltelegramadeFrankfurt,MaxvolvióalaAlexanderplatzapesarde la insistencia fervorosa de Elsa para que se quedara en su casa. Pero susciclámenes en las ventanas, los cojines del sofá y los cuadros de familiaenmarcados lo habían agobiado siempre. Además, notaba la compasión de laanciana: estaba preocupada y afligida, y él no podía soportarlo. Le torturabatenerquesuperarsudecepciónysupreocupaciónparacontestara laspalabrasdeconsuelodeElsa.Mejorlaspasabasolo.IntentóconvencersedequenohabíamotivosparaalterarsetantoporelviajedeBelle,porqueellanopodíaadivinarsullegaday,despuésdetodo,tampocoibaaestarencasatodoeldíaesperandoporsiélregresabaderepente.Además,eratontoporsupartedudardeellasoloporquehabíaconstatadoquenopasabaapenasunanocheencasa.Noqueríasermezquinoyceloso.
«Estoytanalteradoporquetodamividasehadescarrilado»,pensómientrascaminaba sin descanso por la casa, parándose una y otra vez a mirar por laventana.«Nuncamehesentidotandébil.Lalocuradelfrente…Belleeselúnicososténquemequeda.Depronto…tengounmiedoaterradoraperderla.»
Mirócalleabajo,elsolbrillabaylagentellevabaropaligera.SepreguntósiteníanideadelaespadadeDamoclesquecolgabasobresuscabezasydecómo
iba a terminar todo aquello. ¿Qué quedaría para él y para Belle cuando todohubieseacabado?
Aldíasiguiente,recibióuntelegrama:debíavolverurgentementeydeinmediatoasuunidad.Dosdíasdespués—porlanocheBellellegaríadenuevoaBerlín,perodeesoélnoteníaniidea—,estabasentadoyaeneltrenaVarsovia.Adóndeiríadespuésnolosabía.EnaquellosdíassoloteníacertezaselaltomandodelaWehrmacht:empezabalaOperaciónAzul.LamarchahaciaStalingrado.
5
Aprincipiosdeseptiembre,ClaireledijoaPhillipquenopodíanseguirasí.—Tienesqueentenderlo.Yanonosunenada.Nopuedovivirconunhombre
que no me comprende. Que me mira como si… estuviese haciendo algomonstruoso.
Eradenoche,enlasalatitilabansolounpardevelasyClaireestabajuntoalaventanafumandouncigarrillotrasotro.Phillipestabasentadoenunasillayteníalapiernademaderaestiradaanteél.Elmuñónvolvíaadolerlemucho,peroelmédicolehabíadichoquenosepodíahacernada.
—¿Yanonosunenada?—repitiólaspalabrasdeClaire—.Nosconocemosdesdehacemásdeveinteaños.Estamoscasados,vivimosjuntos.Teníamosunhijo…
—Nuestrohijoestámuerto.—Sí.Pero¿soloporesotienequemorirnuestroamor?—¡Ah,Phillip!—Sonabaimpaciente,seencendióotrocigarrillo—.Todoes
muchomáscomplicado.—No tendríaporqué ser complicado,Claire.Nodeberíahabernadade lo
quenopudiésemoshablar.—¡Tendría! ¡Debería! ¡Acepta la realidad de una vez, Phillip! No nos
hablamosporqueningunoentiendeyaloquehaceelotro.Tengoqueseguirmicamino,¡compréndelo!
—¿Hayotrohombre?—preguntóceloso.—Nodeberíaspreguntarmeeso.—Mierda, Claire, todavía estamos casados. Creo que tengo derecho a
preguntártelo.
Ellamirólaparedtrasél.—Nodebícasarmeconunalemán.Losalemanestienenamipadreyami
hijosobresuconciencia.Deberíahabersabidoquenuncadejaríadeodiarlosyquetúnopodríasaceptarlo.
—No tiene nada que ver con que yo sea alemán… ¡Con que lo fuese!—añadió—.Pienso, siento,habloy sueñoen francés. ¡Este esmipaís!—Podríahaberlasacudidoparahacerlaentender.
—Nosepuedecambiardepaíscomodezapatos,Phillip—repusoellamuytranquila—.Nodeverdad.Nosepuedencortarlasraícesytrasplantarlas.
—Entonces…entoncesmedejasporque soyalemán—sonabaamargadoydesesperado.
—No.Porquehecambiado.«Estoesabsurdo»,pensóél,cansado.—¿Ydóndesesuponequevoyair?—Puedesquedarteaquí.Mevoyyo.—Estugranja.Noquiero…Impaciente,ellaapagósucigarrillo.—Hacetiempoquetepertenecemásatiqueamí.Esolosabesbien.Yosola
no podría haberla conservado. Han sido tu trabajo, tu esfuerzo, lo que la hamantenido.
—Nomeimportalapropiedad—insistióél,ypensóalavez:«¡Quélocurahablarprecisamentedeesto!Noesloimportanteahoramismo».
Clairesesuavizóunpoco.—Nopuedoocuparmedeella.Hazlopormí:quédate.Nodejesquetodose
arruine. Esta finca ha pertenecido a mi familia más de doscientos años, mispadresymihijoestánaquíenterrados.Megustaríaquetequedases.
Élpensó:«VaallegarnoviembreycomenzaránlastormentasdeotoñoenelAtlántico.Lacostaquedaráenvueltaenlablancaniebla.Losárbolesdeljardínestánperdiendolashojasylaescarchacubreyalosprados.Loschillidosdelasgaviotasseextinguenenunasoledaddesesperada.Estarésolo».
—¿Ydóndevastú?—preguntó.—Aquí y allá—dijo Claire, elusiva—. Me he vuelto demasiado inquieta
paraquedarmeenelmismositiodemasiadotiempo.Seencendióotrocigarrilloysaliódespaciodelasala.—¡Claire!Segiró.—Solovoyunpardeminutosaljardín.Novoyadesaparecerasí.Realmentetuvomiedodequeellasefueseenaquelsegundoynovolvera
verla. La estancia y todos los muebles se desvanecieron ante sus ojos. Habíapasado su juventud —hacía demasiado tiempo de aquello— en un colegiomilitar prusiano, y allí le habían quitado el llanto; de hecho, siempre se habíaprohibido las lágrimas, incluso en aquel horrible momento en que el médicofrancés le comunicó que tendría que cortarle la pierna. Pero ahora estaba allísentado llorando, llorando desconsolado y cada vezmás fuerte, y por primeravezensuvidadeseóqueentonces,en1918,lastrincherasdelFrenteOccidentalnolohubiesenconvertidoenuninválido,sinoquelabalalehubiesealcanzadoenelcentrodelcorazónolehubieseatravesadolacabeza.
LosalimentosestabancadavezmásracionadosenAlemaniaylascolasantelastiendasenlasciudadeserancadavezmáslargas.Lagenteesperabahorasparacomprarpanycarne,ylacantidaderaamenudomuyescasa.EraundíafríodeprincipiosdediciembreycorríaunvientocortanteporlascallesdeBreslavia.ElÓdersehabíacongeladoylosniñospatinabanenlasorillas.
Nicola Rodrov había pasado dos horas en la panadería y luego otra en elverdulero. Tenía los labios amoratados, sentía los pies como dos bloques dehielo.Caritativa, observóque losque esperaban en la coladejabanpasar a unhombrehaciadelante;unexcombatiente,seguro,pueslefaltabaunapiernapordebajodelarodilla.Avanzabaconesfuerzoconlaayudadedosmuletas.
Conlabufandacubriéndoleelrostro,Nicolaseapresuróavolveracasa.Qué
feoysombríoseveíatodohoy.NuncalehabíagustadoBreslavia,pero,parasersincera, tenía que reconocer que era injusta con la ciudad. En realidad nuncahabíaqueridoque legustasey,desdeelprincipio,nohabíaencontradoenellanada bueno. Estaba enamorada de Berlín y no habría dado oportunidades aninguna otra ciudad. Serguéi la había obligado a vivir allí. Porque había sidodemasiado estúpido para encontrar trabajo en Berlín. Y apenas se habíamantenido a flote más adelante en Breslavia. Ahora estaba refugiado en undespacho de la Wehrmacht y había conseguido que su superior lo declaraseimprescindible,pero tampocoesofuncionaríapormuchotiempo,pues lasfilasdelejércitoraleabancadavezmásyunhombresanodecuarentaañosnopodríarehuirelcompromiso,alalarga.
Nicola añoraba de todo corazón Berlín, los hermosos tiempos con susmuchosamigosya lavivarachaBelle.Sehabíandivertido tanto,y lavidaerasencilla.NicolapensabaamenudoqueenBerlíninclusolascolasleimportaríanmenos.
Serguéiestabaencasa,tumbadoenelsofádelasaladeestarmientrasleíaelStürmer. El periódico debía de haber llegado a susmanos de algunamanera,porqueSerguéinoestabadispuesto apagarnadaaHitler, eso lo sabíaNicola.Después de todo, era culpa del Führer que pudiesen mandarlo al frente encualquiermomento.
—Nicola,¿erestú?—Sí—contestóenfurruñada.Dejólacestadelacompra,sequitódespacioel
abrigo, labufanda, elgorroy losguantes.Suspiesdespertaronenseguidaa lavidaencuantoloshubosacadocondolordelasbotas.Fuecojeandohastalasaladeestar—.¿Cómoesquenoestáseneltrabajo?
—Nohabíanadamásquehacer.Serguéiselasarreglaba,eraobviounavezmás,paraesquivartodoesfuerzo.
Nicolanopudo reprimir cierta amargura.Aotros losmatabanenel campodebatalla, mientras Serguéi se repantingaba cómodamente en el sofá. No pudoevitar pensar en su primo Paul, que se encontraba con su regimiento en el
Cáucaso,yenelesposodeBelle,Max,quetomabaparteenlaenconadabatalladeStalingrado.Cadadíapodíallegarleslanoticiadesumuerte.
—Estoydeltodoagotada—dijo—.Acabodepasaruntotaldetreshorasdepie en este fríoglacial.—Seacercóa la estufaypegóel cuerpoa ella—.Mepreguntoporquénopuedesiracomprartúalgunavezsinotienesotracosaquehacer.
ASerguéinose lehabríaocurridoniensueñoshacercolaenningúnlado,muchomenosa temperaturaspordebajodecero.Siemprelehabíapreocupadosucomodidad,legustabanlashabitacionesbiencaldeadas,laropaelegante,losvinoscarosyloscigarrossabrosos.Esperarenlanievederretidapormedialibrade pan…La sola idea lo hacía estremecerse. Nicola encontraba indignante lanaturalidadconlaqueélevitabatodolodesagradableysehacíalavidafácil.Aellalegustabantambiénelterciopelo,lasedaylasestanciascaldeadas,peroeradeLulinn, tenía los fríosojosgrisesde lasmujeresde la familiay tambiénsucapacidaddehacerseresponsableenlosmomentoscríticos.
—Pequeña, no me regañes otra vez—dijo Serguéi, perezoso—. Tambiénpodíasalegrartedeencontrarmeencasaaprimerahoradelatarde.
Nicola,quesabíaqueélmanteníaunarelaciónconsusecretaria,seencogiódehombros.
—Osea,queellanoteníatiempo—dijomordaz.Serguéisonrió.—Era yo quien no tenía tiempo. Para ella. Liane se hace mayor. Debería
buscarseunhombremenosexigente.Aunque se refería a lamujer con la que compartía camadesdehacíaocho
años y que solo le había traído a Nicola preocupación y dolor, encontróinsoportablelaformaenqueélhablabadeella.Todasuactitudhacialasmujeresestaba encerrada en aquellas palabras. Siempre había sido así, incluso cuandoella era una estudiante de bachillerato de diecinueve años y fue tan ingenuacomoparaenamorarsedeaquelexteriordeslumbrante.ElguapoSerjosha,consupelonegro,sucuerpoesbelto,suampliasonrisay lasarruguillasen tornoa
los ojos profundamente azules. Hoy solo podía observar su apostura conexasperacióncínica.Habíahonradoconellaademasiadasmujeres.
—Talveztútambiéntengasquebuscarteunamujermenosexigente—dijoNicola.
SerguéidejóaunladoelStürmeryseirguió.—Nomehacefaltabuscarmeunamujer.Yatengouna.—¡Ah!Enlosúltimosañoshetenidoraramentelaimpresióndequefueses
conscientedeello.Él se levantó y se acercó a ella.Nicola quiso retroceder por instinto, pero
estabacontralaestufa.—Novayasaintentarahoralagranseducción—dijobrusca—.Lociertoes
quenoestoydehumor.—¿Dóndeestánuestrahija?—preguntóSerguéienvozbaja.SehabíaparadojustodelantedeNicola.Ellatragósaliva.—ConlaBDM.Hoyteníanunaexcursiónoalgoasí.—Quésuerte.EstirólamanoyleretiróaNicolaunmechóndelacara.Enfadada,ellase
apartó.—¡Déjame!QueríapasaralladodeSerguéi,peroéllaagarródelamuñecaylasujetó.—Notandeprisa,Nicola.Tengotodoelderechodelmundoamirardecerca
amimujerdevezencuando.Yatocarla.Leechóelbrazoalrededory laatrajohaciasí.Nicolaseresistiócon todas
susfuerzas.—Maldita sea, Serguéi, ¡no tienes ningún derecho! Lo has perdido. Me
engañasdesdehaceañosyahora,depronto,teacuerdasdemí.Meniego.Seretorcióaunladoyaotro,perosuresistenciaparecíaexcitarlomás.Una
raraexpresiónvidriosalenublólosojos.«Quétipomásestúpidoyprimitivo.Legustaqueunamujerbufe,muerdayarañe.Quépocacategoría»,selepasóaellaporlacabeza.
—Suéltame, Serguéi. No hagas nada de lo que puedas arrepentirte. Te loadvierto.
—Dejadehacerteatro,Nicola.Túestástanlocapormícomoyoporti.Losé.Nopuedesengañarme.
Conunamiradainflexible,laobligóaarrodillarse.Ellatuvolasensacióndequeleibaaromperelbrazosiseguíadefendiéndose.
—¿Quéquieres?—lepreguntósinaliento.—Eresunamujerguapa,Nicola…Cuandohasentradoenlasalitaparecías
una gran duquesa rusa… con el gorro de piel sobre el cabello negro y lasmejillasarreboladas…
Concuidado, lesoltó lamuñeca.Nicolaseplanteóponerseenpieycorrerfuera de la habitación, pero tuvo claro que él volvería a agarrarla y quizá seenfadaramás.Sequedóovilladaenel sueloy fueporsuseguridadpor loquedecidióquedejaríaqueSerguéilehiciesetodoloquequisiera.
Con el rabillo del ojo podía ver que fuera había comenzado a nevar. Derepente pensó con sensatez: «¿Por qué he permanecido a su lado tantos años?¿Soloporquehacemuchomecaséconélporpuraestupidez?».
Se había quedado dormido sobre ella y roncaba un poco. Entonces sedespertóyrecuperóeljuicio,porqueselevantódeprisaypareciódesubicado.
—Losiento,Nicola.Yo…solo…Noqueríaestoenrealidad.Ofrecíaunavistabastantepocoatractiva,allíenlaempañadaluzdeldíade
invierno,mientrasseponíalospantalonesybuscabasujersey,quehabíatiradoenalgúnrincón.
—¿No tehasdivertido tú también? ¿Ni siquieraunpoco?—preguntó, porfin,inseguroporelsilenciodeella.
Nicolaselevantó,nohizoelesfuerzodevolverasubirselasmediasdelana,sinoquesealisólentamenteyconcuidadolafalda.
—MevoyaBerlín—dijotranquila—.MellevoaAnne.—¿Qué?¿ABerlín?¿Ahora?—Ahoraypara siempre,Serguéi.Lo siento, perovas a tener quebuscarte
otramujer a la que puedas arrastrar por el suelo a tu conveniencia.No tengointencióndeacostumbrarmeaestepapel.
Fuehasta la cocinay encendió la radio.Le temblabanunpoco lasmanos.«Malditosacodemierda»,pensó.Éllahabíaseguido.
—Ahora no vayas a hacer un drama, Nicola. Te he pedido perdón. Novolveráasuceder.—Intentóagarrarle lamano,peroella laretiróde inmediato—.Nicola,porDios,estamoscasados.Siemprenoshemosacostadocongusto…
—Hacemucho de eso. Entonces yo eramuy joven ymuy tonta, y nomedaba cuenta de cuántas mujeres además de mí tenían el placer de acostarsecontigo.
—¡Peroquédices!Soloporque…—¿Solo porque llevas ocho años con esa secretaria? Por no hablar de las
demás.¿Cómocreesquemehesentidotodoestetiempo?Había gritado la última frase. En el desagradable silencio que siguió, el
locutordelaradioinformódeaguerridasbatallasdedefensadelosalemanesenel este y de sus «notables éxitos». Como siempre, evitó los detalles sobre lasituacióndel6.ºEjércitocercadoenStalingrado.
—Apagaesechisme,porfavor—dijoSerguéi,nervioso.Nicola apagó la radio. Con movimientos mecánicos colocó la compra.
Serguéicaminabaintranquilodeunladoaotro.—¿Siempretienesquesacararelucirlasviejashistorias?Yatehedichoque
lodeLianesehaterminado.Ytambién…—Basta con que haya existido. Basta con lo de hoy. Llevas años
desatendiendomissentimientosytratándomecomobasurayahora,derepente,tevuelvoaparecerexcitanteytelanzassobremícomounabestia.Peroesanoeslaformaenlaquequieroquemetrateunhombre.—Lomiróarrogante—.Atu lado, Serguéi, casi había olvidado de qué familia provengo. No estamosacostumbradosaqueseaprovechendenosotros,nosengañenynosviolen.Nonoshacefalta.MañanamismomemarchoaBerlín.
—¿Creesquevoyapermitírtelo?Porlopronto,voyahacertodoloposible
porevitarquetellevesaAnne.Nopuedessepararladetodoloqueconoce,desuescuela,desusamigos…
Nicola,queyahabíaordenadolapocacomida,segiróymiróaSerguéi.—¿Vasahacertodoloposible?QueridoSerguéi,yoentulugarevitaríatodo
loquepuedallamarlaatenciónsobreti.Sino,puedequealguiensedécuentadeque hace tiempo que tendrían que haberte enviado al frente y de que no hayninguna razón para que sigas holgazaneando en tu actual puesto. Así que tencuidado.
Serguéisepusolívidoderabia.—Y tú, Nicola—respondiómalicioso—, eres y seguirás siendo una puta,
aquíoenBerlín.Todosloshombrestetrataráncomoyolohehecho,porqueeslo único que mereces. Tus remilgos arrogantes y tu hablar fino son purofingimiento.¡Tufamilia!¿Quiénesson?Soloporquetenéisesaestúpidafincaenla Prusia Oriental os creéis algo. Con sus caballos de raza Trakehner y suscriadospolacosylascaceríasyquéséyo.Notehagaslaimportante,deesoyano os pertenece ni una brizna de hierba. El exmarido de tu prima Felicia seapropiódetodoynosoismásquelosadministradores.Ytú,contupadrebálticoysumalditacasaseñorialenEstonia,fantástica,enverdad,sí,yalomejortuspadrescenaronunpardevecesconloszaresenelPalaciodeInvierno,¿yqué?Tampocotehaservidodenada,¿no?¿Notedascuentadequetúytufabulosafamiliacadavezcaéismásabajo,dequeosquitanpocoapocotodoesodeloqueestáistanorgullosos?—AlverqueNicolanocontestabanada,gritó—:¡Yen cuanto a ti, Nicola Rodrov, Von Bergstrom de soltera, siempre fuiste unazorrilla y seguirás siéndolo! Los hombres te camelarán, y luego te darán lapatada,porqueesjustoesoloqueprovocas.¿Entiendes?—Ellasiguiósindecirnada,yélbramó—:¡Malditaputa!
Selimitóamirarlodespectiva.—Yonogritaría tanto,Serguéi—dijo tranquila—.Despuésde todo, tienes
queestarenbuenostérminosconlagentedeledificioduranteuntiempo,¿no?Serguéituvolasensacióndehaberperdidoentodaregla.
6
El 9 de noviembre de 1942, en la cervecería Löwenbräukeller de Munich,durante la celebración anual de sumarcha al Templo de losGenerales,HitlerhabíadichosobreStalingrado:«NingúnpodersobrelaTierrapodrásacarmedeallí».
AlgunosdecíanqueloqueintentabaeraretenerallíalosejércitosrusosparaqueelGrupodeEjércitosSurpudiese avanzarhacia elCáucasoy llegar a lascodiciadasreservasdepetróleo.OtrosdecíanqueStalingradoeraunarevanchapersonaldeHitlerporelfracasodeMoscú.Enmuchoscírculosdelapoblaciónse comenzó a comprender que la suerte bélica de los primeros años habíacambiadoynosoloenelFrenteOriental,ysedecíaqueHitlernecesitabaunavictoriaquepudieseaprovecharparalapropaganda.
El18denoviembre,losrusoscomenzaronlaofensiva.El23denoviembrecayóKalachdelDon, al oeste deStalingrado, y con ello se cerró el cerco.ElGeneraloberstPaulusenvióunmensajeporradioalaltomando:«Creoqueaúnesposiblesalirporelsudoeste».
Comonoobtuvorespuesta,llamóporradioalFührerdirectamente:«Solicitolibertaddeacción».
LarespuestadeHitlerfueclara:«ElFrentedelVolgayactualFrenteNortehaderesistircontratodacircunstancia.Abastecimientoaéreo».
Esdecir,debíantrasladarseenaviónalaciudadsitiadaseiscientastoneladasde alimentos diarias. Con el invierno ya encima, lo que suponía niebla ytormentasdenieve,yesquivandoelintensofuegodelaartilleríaantiaérearusa.
Hermann Göring, Reichsmarschall y comandante en jefe de las fuerzasaéreas, sin embargo, garantizó el suministro y señaló que el invierno anterior
habíanconseguidomantenerdeaquellamaneraadiezmilhombresenelvalledeDemiánskdurantedosmeses.
Porlamañana,habíacomenzadoanevary,alolargodelatarde,latormentadenieve se hizo cada vezmás densa. Las calles y plazas de Stalingrado se ibanhundiendobajounacapablanca.Apenassepodíaverunamanodelantedelosojos. Del Volga soplaba un viento helado que llegaba hasta el interior de laciudad.
Max se ovillaba sobreunamanta en el sótano abovedadodeunosgrandesalmacenes que estaban en manos alemanas desde el día anterior. Los habíanconquistadosalaasala,pisoapiso.Decenasdehombres,alemanesyrusos,sehabían dejado la vida por un tramo de escalera.Muchos habían caído en lasúltimassemanasen laencarnizadabatallaen tornoaaquellazona industrialalnorte de la ciudad, luchando alrededor de la fábrica de tractores, la fábrica deartilleríaBarricada,elcomplejoobrerodelafábricaOctubreRojoylafábricadepan.Allífuedondesepeleóconmásviolenciaycrueldadporcadaladrillo,porcadamilímetrodesuelo.Unapesadillasinfin.AúnpeorqueelfiascodeMoscúdelañoanterior.Maxpensabaquenosoportaríapartirlelacabezaoelhombroaotrohombreconunapala,mirarlea losojosdestrozadosydejarlo tiradoen lanieve,quizámuerto,amenudoaúngimiendo,desangrándose.Hubomomentosenquesudesesperaciónsehacíademasiadopoderosayélsepreguntabaporquéluchabaporsuvidaciegodemiedo.¿Porquénoabandonabaysedejabamatar?¿Porquénopermitirqueelotrofuesemásrápido?¿Porquénodejarsecaerunomismosobrelanieve?Lopensabacadaminuto,obsesionado.Sinembargo,enelmomento decisivo, su instinto eramás fuerte y no podía hacer otra cosa quedefendersealadesesperada.
En laplantabajade losgrandesalmacenesdevastadosse repartía sopa,uncaldo claro conun par de lastimeros trozos de patata.Max se levantó a duraspenas y cojeó hasta ponerse en la cola. Los dedos de los pies congelados le
dolíanunhorroryhacíandecadapasounatortura,perosolollevabanalhospitalde campaña a los que sufrían congelamiento de tercer grado.Desde la lejaníallegabaeldébilsonidodelfuegodeartillería.Eljefedelacompañíalosapuró:
—¡Comedrápido!¡Rápido!¡Tenemosquevolverahífuera!Maxsearrastródenuevoasumanta,sevolvióaacurrucarycomiólasopa.
Nosabíaanada,peroelcalorlesentóbien.Uncompañerosesentójuntoaél.—Hoyseguroquetampocopuedenaterrizaraviones—masculló—,debende
estarvolandoaciegasconestetiempodemierda.—Ylosrusosahorranmunición—contestóMax—.Nonecesitandefenderse,
yalohacenlanieveylanieblaporellos.Elcompañeroasintió,serio.—Lo peor es que ni siquiera tienen problemas de munición. Nosotros
estamosconelaguaalcuelloyellosnohacenotracosaquecruzarcañonesporelVolgasinquenadiepuedaevitarlo.Elvapornecesitasutiempoparaatravesarlostémpanosdehielo,peropasa,yesoesloprincipalparaellos.
Maxpensóenlaestepasinfinalotroladodelgranrío;avecessepodíaverdesdelaorillaoeste,lamayoríadelosdíasresplandecíansolomuydébilmenteunpardebosquecillosatravésdelaniebla.EsoeraRusia.ElinfinitocaudaldelVolga.Bosquesyestepashastadondealcanzabalavista.Lostrenessalíandesdelosrinconesmásrecónditosconhombresymunición.Sindescanso.Refuerzos,refuerzos,refuerzos.Noparaba,elgigantescopaísvomitabaloquetenía.
El jefe de la compañía les metió prisa. Repartieron munición. Invasiónenemiga en la fábrica Barricada. A paso ligero recorrieron las calles, siempreagachados,siempreaprovechandolaproteccióndelosedificios.Latormentadenieve losgolpeaba en la cara, soplaba sobre los esqueletosdedos caballos enmedio de la calle. Max corría de forma mecánica, intentaba desconectar lospensamientoscircularesdesumente,intentabadejardeserpersona,porqueunapersonarespira,secongela,pasahambre,siente;élsoloqueríaserunamáquinaquese limitabaa funcionar.Elmiedoseapoderódeéldenuevo,aquelmiedoparalizantequeloacompañabadesdequelohabíanenviadoalfrente.
Losrecibióun fuegodeametralladora furioso,que llegabadesde lasnavesbajas de Barricada. El soldado que estaba al lado deMax cayó de rodillas yluego de lado sobre la nieve, con los ojos abiertos como platos y gravementeherido. Otro chilló; le habían dado en la pierna y se arrastró con sus últimasfuerzashasta la entradadeunedificio.Maxseagachóa lavelocidaddel rayotras un murete. Las balas silbaban sobre su cabeza. Una granada de manoexplotóasuespaldaenlanieve.Latormentasehabíarecrudecido,demodoqueno podía ver a nadie y, cuando de aquel infierno salieron unas sombras,compañeros que asaltaban los edificios de la fábrica,Max se unió a ellos sindudar.Llevabaelfusilbienagarradoconlasdosmanos.
Porunbreveperíodo,elclimafuesualiadoporquelespermitióacercarseala fábricasinque losviesen los rusos,que,comoteníanquedispararaciegas,tuvieronpocoéxito.EntraronporunedificioadyacenteyllegaronalospasillosdeBarricada.Apesardelviolentofuego,losalemanesavanzaron.Mientrasfueraelmundo se hundía en la nieve, los pasillos y las naves se llenaronde humo.Había tramosde escaleradestrozados, estanteríasvolcadasy, enun rincón, unsolitario escritorio con solo tres patas y los cajones fuera.Muertos por todaspartes;unrusoheridopedíaayudaagritos.
Max se agachó tras una especie de parapeto hecho con dos sillas, disparócincoveces,luegorecargóyvolvióadisparar.Selevantó,dispuestoaavanzar,perounrusohabíasalidode lanadaanteél,ungigante.Tenía lacara tiznada.Maxleapuntó—«Mierda,¿porquénolohevisto?»—,peroestavezlohizounafracción de segundo demasiado tarde. El otro disparó primero.Max no sintiónada, pero cayó al suelo y pensó extrañado y como a cámara lenta: «¿Me hatiradosoloelruido?».
Pero,depronto,ahíestabaeldolor,undoloragudoqueparecíaarrancarlelasentrañas.Lasangrecalienteseextendiópordebajodeél,comosiempresehabíaimaginadoquesucedería.
«Elruso,esemalditoruso,mehadisparadoenlatripa.»
LastresdivisionesacorazadassehabíanacercadotantoalcalderodeStalingradoqueporlanochepudieronverelfuegodeartilleríacruzandoelaire.
Pobrecillos, pensóPaul.Él y sus compañeroshabían salidode su carrodecombate e intentaban calentarse lasmanos ante el pequeño hogar de una casacampesina abandonada. Era el 22 de diciembre de 1942. Ya no pensaban enpasarlaNavidadencasa.
Eso era la guerra de verdad. Cuando estaba en Francia, ya sabía que labrutalidadentodosuesplendorlellegaríaenalgúnmomento,ylohabíahecho.
Alcomienzodelacampañarusa,estabaenla1.ªDivisiónAcorazada,partedel 4.º Grupo Acorazado del Grupo de Ejércitos Norte, pero luego lo habíandestinado a la 23.ª División Acorazada, con la que había participado en lacampañadelCáucaso.Lehabíaparecido laentradaaotromundo.Bajounsolabrasador,avanzaronporlaestepadeKalmukia,ynadiesehabríaextrañadoside pronto los jinetes delGengisKan hubiesen aparecido en la infinita y secalejanía.Enelhorizontepodíanver lacumbrenevadadelElbrús,elmontemásaltodelCáucaso.Cincuentaycincogradosmarcabasutermómetroyallíarribadominaban las nieves perpetuas. Se les unieron nativos, personas que habíansufrido con el gobierno de Stalin y veían a los alemanes como libertadores.Veníanencamellos,yPaulsiemprepensóquedebíadeserunaimagencuriosaver las largas columnas de tanques y los animales de dos jorobas que lasacompañaban.
El1denoviembretomaronAlaguirypudieronbloquearelantiguocaminomilitarosetio,perosuauténticoobjetivo,ocuparlasciudadesdeBakúyTiflis,yloscamposdepetróleo,fracasódespuésdequeamediadosdenoviembrellegaseelinviernoprácticamentedeundíaparaotro.Elfrenteseparalizó.
YahoraestabananteStalingrado,una23.ªDivisiónAcorazadamuytocada,bastantediezmada,quesolocontabaconunosveintetanques.Lahabíanpuestoalmando del 4.º GrupoAcorazado del general Hoth, que el 12 de diciembreiniciólaempresadeentrarenelcalderodesdeelsurparaliberaral6.ºEjército.
Paulsehabíaadormiladoduranteunamediahora—habíaconducidoelcarro
de combate una eternidad sin dormir—, pero se sobresaltó cuando, hacia lamedianoche,ungrupodesoldadosentróenladacha.
—¡Vamos!¡Enpie!Todosaloscarros.Sedespertaronde inmediatoyse levantaron.Loquenosabíaneraque los
rusos estaban a punto de abrirse paso por Chir, por lo que se acercabanpeligrosamente a Morosovskaya, el aeródromo situado a ciento cincuentakilómetros deStalingrado.Desde allí despegaban los avionesque llevaban losrefuerzosalcaldero.DeMorosovskayadependíatodo.Silosrusosloocupaban,lasituaciónempeoraría.Peroloqueeraaúnpeor:silosrusosconseguíanromperelfrentealemánenChir,avanzarhaciaelsuryocupar laciudaddeRostov,elGrupodeEjércitosdelDondelmariscaldecampoVonMansteinyelGrupodeEjércitos del Generaloberst Von Kleist, que estaba en el Cáucaso, quedaríanaislados. Eso podía suponer la pérdida de un millón y medio de soldadosalemanes.
—Mierda—dijoPaul.Mirabaloscoposdenievequedanzabanantelaventana.Christinelehabía
escrito que elmarido de Belle estaba en Stalingrado. No había tenidomuchocontacto conMaxMarty, pero le parecía simpático y, además, pertenecía a lafamilia.AlguiendelafamiliaestabaenaquelmalditohoyodelVolgayél,Paul,seguramente no podría hacer nada para ayudarlo. Se preguntó lo que estaríapasandoBelleensucasadeBerlínenaquellassemanas.
Entróotrosoldado,trayendoelfríoyelolordelanieveconsigo.—¿Quéhacéis?Todosaloscarros.Esperadórdenes.
Aldía siguiente,23dediciembre,Hoth separó la6.ªDivisiónAcorazadaparaenviarla a Chir y evitar el desastre total. Con las divisiones que quedaron,continuó su ataque a Stalingrado. Aun así, con las tropas tan reducidas y
maltrechas,laprobabilidaddeobtenerunavictoriaeracasinula.MansteinenvióunteletipoalcuartelgeneraldelFührer,enelqueinformabadeque,enaquellascircunstancias, no había posibilidad alguna de ayudar al 6.º Ejército asediado,quenosepodíagarantizarelabastecimientoaéreoyquealGeneraloberstPaulusno lequedabaotraopciónque intentar romperpor el sur con sus tropashaciaHoth,pesealosriesgosqueesosuponía.Hitlerrehusó.Ningúnintentodehuir.Razón:PaulusnoteníasuficientecombustibleparallegarhastaHoth.
El 24 de diciembreBelle pasó laNochebuena con Elsa. Su casa había tenidosiempreunefectocalmanteenellay,ahoraquetambiénNicolayAnneestabanallí, le parecía el mejor lugar para distraerse. Por supuesto, Andreas se habíaenfadado.
—¿A eso lo llamas amor? ¿Celebrar la Navidad cada uno por su lado?Vamos,Belle.Sacrificarédenuevotodosmiscuponesycenaremoscomoreyes.
—Andreas,entiéndelo.Nopuedo.MaxestásitiadoenStalingrado.Semueredehambreydefrío,tienemiedoyestádesesperado.Nopuedo…Mientrasél…
—PorDios,Belle,lopeoresesedobleraserotuyo.Esdecir,queenelfondono tienes ética.Te gusta estar conmigoy no te lo piensasmucho.Pero siguessiendounaniña,conmiedoaquelacastiguensihacealgomalo.Cadatanto,elmiedocreceentiytededicasunpardesemanasalaabstinencia,yhacescomosi yo no existiese. Madre mía, ¿es que no entiendes que da igual? EstásengañandoatumaridoydaigualqueestéenStalingradooenlaluna.Mehacesgracia,Belle.Mepreguntosiconcincuentaañosseguirássiendoasí.
Ellahabía intentadodefenderseconunparde frasesairadas,pero,vencidaporlarisadeél,lecolgóelteléfonofuriosa.Diezminutosmástarde,élvolvióallamarlaconintencióndehacerlaspaces.
—Está bien. Acepto tus motivos. ¿Qué hay de Nochevieja? ¿Podríasconcedermetomarunacopadechampánconmigo?
Accedió solo a medias, sin comprometerse, y rompió a llorar tras la
conversación porque se sentía infeliz y porque tenía la sensación de que, enalgúnmomento, recibiría el castigo por sus pecaminosas noches conAndreas.Durante días nopudo comernada cuandovolviódeZurichyElsa le dijo queMaxhabía estado enBerlín.Lloróhasta dormirse noche tras nochey escribiódecenas de cartas aMax, aunque no tenía ni idea de si él las recibía.Cuandorecibiócorreosuyo,leyóqueestabaenlamarchaaStalingrado.Despuésllególanoticiadequeelcercosehabíacerradoy,alfinal,inclusorecibiódesdeallíunacarta:Maxdescribíaconpalabrasmuycuidadosaslasituacióncríticayfunesta.Ahora,desdeprincipiosdediciembre,nohabíavueltoa tenernoticiassuyas,yBellesoñabaporlasnochesqueMaxestabamuerto.
HabíadejadounacartaenlacasadelaAlexanderplatzqueélnopodríapasarporalto,frentealapuertadeentrada,pegadaalapared,enlaqueledecíaqueestabaencasadeElsa.Enlomásprofundodesuseralbergabaaúnunamínimalocaesperanzadequeélaparecieraderepente.QuizálohabíanheridoyestabaentrelosquehabíanevacuadoenavióndecaminoaAlemania.
Aquelañonoteníanárbol,peroElsahabíapuestoungruesomontónderamasdeabeto en un jarrón enorme en el suelo y lo había adornado con bolas, velas yespumillón. En el gramófono sonaba un disco de Navidad. Nicola se habíavestido para la ocasión: llevaba una estrecha falda de terciopelo negro y unablusa blanca de encaje, y el pelo oscuro recogido en un complicado peinado.Elsaencendióunavelaquepusoantelafotografíadesuhijocaídoenlaanteriorguerra.
EnlacocinaestabaNellie,elamadellaves,yaocupadaconelasadoquesehabía procurado con mucho esfuerzo. A Belle la invadió un sentimiento dealivio. Pasara lo que pasase, tenía a su familia. Por mucho que riñeran, sepelearanyarremetiesenlosunoscontralosotros,encasodeemergenciasiemprese apoyaban. No había habido ninguna duda de que Elsa acogería a Nicolacuandohuyódesumarido,igualqueseocupabaenternecedoramentedeSophie
paraqueBellepudiese rodar sus raraspelículas.Llegadoelcaso,pensóBelle,unasepodíafiarhastadelaatrozModeste.
De pronto tuvo la necesidad de llamar a su madre aMunich. Por suerte,Feliciasepusoenseguidaalteléfono.
—FeliciaLavergne.—¿Mamá?SoyBelle.—¡Belle!Québienquehayasllamado.Elaliviovibrabaen lavozdeFelicia.SealegrabadequeBellepensaseen
ella,aunquesumadrelahubiesedefraudadotantasveces.—QueríadeseartefelizNavidad,mamá.—Gracias,Belle.¿EstásencasadeElsa?—Sí.ConSophie.NicolayAnneestántambiénaquí.Pero…noes…—NoesLulinn—dijoFelicia.Lasdoscallaronunmomento.—¿Ytú?¿LacelebrasconAlex?—preguntóentoncesBelle.—EstamoslosdosinvitadosacasadesuhermanaKatydeTomWolff.Me
estabavistiendo.No es que tengamuchasganas, pero esmejor quequedarmeaquísola…¿SabesalgodeMax?
—No. —Ahí estaba de nuevo esa sensación de ahogo, ese nudo en lagarganta.No quería hablar deMax. Rápidamente preguntó—: ¿Sabes algo deSara?
Felicia le había contado la detencióndeSara, pero, por supuesto, se habíacuidadodenomencionaraMartin,quevivíaensusótano.
—No.Notenemosniideadedóndelahandeportado.Nadiepudohacernadapor nosotros, o nadie quiso, en cualquier caso. Ni siquiera el incompetentemaridodetuhermana.Ah,porcierto,Susannehatenidootraniña.Latercera.
—VayaporDios—dijoBelle.Feliciaserio,perosonabacansada.—Solotengohijasysolomedannietas.Enfin,porlomenosnolaspodrán
enviarundíaalfrente.Belle,mehaencantadooírte.Saludaatodasdemiparte.
Yno te rompas lacabezademasiadoconMax.Nopuedeshacerotracosaqueesperar.
«Soloesperar.Ay,siellasupieselacosatanhorriblequehehecho…»,pensóBellealterminarlaconversación.Semiróenelespejoquehabíacolgadoenelvestíbulo y reflexionó sobre si debía cambiarse, pero le pareció que no teníasentido.
—Todoestandistintoesteaño—comentócuandovolvióaentrarenlasaladeestar—.Antessejuntabatodalafamiliayahora…Tresmujeresydosniñas.Es…
—Yonosoyunaniña—protestóAnne,indignada.Sehabíapuestountrajedeterciopelonegroquehabíasuplicadoasumadre
queledejase,conelque,sinduda,parecíacasiunaadulta.Porsupuesto,llevabalápizdelabiosyolíaaperfumeintenso.
«No es precisamente el prototipo de una muchacha de la BDM—pensóBelledivertida—.Cadavezseparecemásasumadre.»
—Meapeteceuncigarrillo—comentóAnne—.Mamá,aún tienesmuchos.Dameuno.
Nicolasuspiró.—Hecambiadounabarbaridaddecuponesdecomidaporellos,Anne,yme
losquitastodos.Annehizounmohín,consiguióloquequeríayseencendióelcigarrillocon
muchoarte.Eraobvioqueteníapráctica.—Nicola,medejasboquiabierta—seinmiscuyóElsa—.¿Nocreesqueuna
muchachadetreceañosnodeberíafumar?—Soymuymaduraparamiedad—afirmóAnne.Nicolahizoungestodepreocupación.—Seguro,Elsa,tienesrazón.PeroAnneestáincreíblementemimada.Bellesesentóa lamesayhundió lacaraen lasmanos.Derepente tuvola
sensacióndequesevolveríalocaesanoche.Aunqueelcuartocaldeadoconolora abeto y la presencia de aquellas personas tan familiares le habían
proporcionadoconsueloyalivio,ahoraeracomosilaestuviesenestrangulando.PensóenMax,queluchabaenelinfiernodeStalingrado,ydeprontoleparecióinsoportable que Elsa hablase con voz dulce sobre el peligro de fumar y queNicolacomenzaseahoraalamentarsedelasconstantesinfidelidadesdeSerguéi.Habríapodidogritarparadesahogarsusnerviostensoshastaeldesgarro.Todalanocheestuvobebiendounacopadevinotintotrasotra,yesolacansótantoquesequedóprofundamentedormidaencuantosemetióenlacama.
7
El24dediciembre,enlosalrededoresdeStalingradodevastadosporlaguerra,hacíaundíaclaroysoleado,deunfríoaterrador,ylanievesehabíacongeladoyreflejabalaluzdesdemilesdepequeñoscristalescentelleantes.Laestepaalotrolado del Volga yacía bajo un profundo silencio, los bosquecillos parecíanespolvoreadosdeazúcarglas.
«Québonitopodríaser»,pensóPaul.Desdeporlamañana,lascolumnasdetanques avanzaban hacia la ciudad, acercándose más y más, y los soldadosnotaban la bola caliente del miedo en el estómago. Y la tristeza. PasaríanNochebuenaenelextranjeroyenmarchahaciaelinfierno.
Paul pensó enChristine y en sus padres. ¿Estarían enBerlín o enLulinn?ProbablementeenBerlín,esperandoaqueélapareciesederepente,comoregalodeNavidad,antesupuerta.
Dentro de aquel tanque no podía pensar en otra cosa que enNochebuenaspasadas; casi todas las había celebrado enLulinn, donde ponían en la sala deestar unmajestuoso abeto del propio bosque, con adornos de colores, y en lacocina se horneaba, asaba y freía tanto que se podría haber dado de comer amediaPrusiaOriental.Olíaalaceradelasvelasyalaspinochas,enlachimeneacrepitabaelfuego.Lanievehabíacubiertodecaperuzaslasverjasdeladehesayconvertidolospeladosroblesalolargodelaavenidaenpersonajesvestidosdeblancodeun cuentodeNavidad.Podíaver a toda la familia:Modeste conunvestido suelto y sin forma, atiborrándose sin orden ni concierto de bombones,hojaldresydulcesStollen.Joseph,aúnmásflacoquedecostumbreconsutrajeoscuro, con las perneras un poco largas, pleno de penetrante serenidad. LabisabuelaLaetitiaensusilladeruedasjuntoalaventana,observandolavidayla
animación con sus agudos ojos a los que nada escapaba. Felicia, llegada deMunich,conelvestidomáselegantedelavelada.SuhijaBelle,cuyabellezanotenía nada que envidiar a la de lamadre, sentada conNicola en una esquina;Nicolademasiadomaquillada,condemasiadasjoyas,Serguéibebiendoaburridosuvino.AlguienabríanuecesyenelgramófonosonabaNochedepaz,nochedeamor.Más tarde brindarían con champán y saldrían a la terraza de atrás paracontemplar el cielo estrellado, y los niños de Modeste chillarían porque yahabíanrotolosjuguetesqueacababanderecibir.
«¿VolveréaverLulinn?¿YaChristine?»,sepreguntóPaul.A comienzos de la tarde, cuando las sombras ya se alargaban y el sol
comenzabaaponerse,loscarrosdecombateseencontrarondesopetónconunaemboscadadelosrusosyfueronrecibidosconfuegodecañones.Elcomandantedel tanque, el sargento Kolkov, acuclillado justo al lado de Paul, berreó:«¡Mierda!».Yluego:«¡Fuego!».
Cargar,disparar;cargar,disparar:eranunequipoperfectamentecoordinado.Oyeronlasdescargasdelaartillería,lasuyayladelenemigo,yunpardevecesel tanque se balanceó con fuerza, como si hubiese recibido un impacto. Losalemanescombatíanconobstinaciónyconsiguieronrechazaralosrusosalcabodeunahora,sobretodograciasaquealgunosdesustanqueshabíanavanzadoyllegaron en su ayuda. Cayó la noche y siguieron rodando en dirección aStalingrado,pero,despuésdetreskilómetros,lesllególaordendedarlavuelta.RetiradatraselAksái,elríoquehabíancruzadosolounosdíasantes.
—¿Yquélesvaapasaralosdeahídentro?—gritóPaulfueradesí—.¡Nosesperan!Somossuúnicasalvación.
ElsargentoKolkovloveíadeformamásrealista.—Esmuy probable que la defensa rusa sea terriblemente fuerte. No tiene
ningúnsentido,Degnelly.Nosmasacrarían.Congrandecepciónyagotados,dieronlavuelta.Lalunaestabayaaltaenel
cielo,losanchoscamposnevadoscentelleaban.—FelizNavidad—murmuróKolkov.
KarlFriedberg,elcargador,sonrió.—Noempecéisahoraacantarvillancicos…—Notengoningunasganas—dijoPaul—.Elmaridodemiprimaestáahí,
enStalingrado.Esosiaúnvive.¡Estoesunalocura!—Locura—repitióKolkov.Sequedaroncallados,cadaunoperdidoensuspensamientos.—El motor suena raro—dijo de pronto Franz Beniti, el artillero—. ¿No
crees,Paul?Paul semordió el labio; él era el conductor, tenía que haberlo oído antes,
pero estaba en las nubes. Karl Friedberg sostuvo la linterna mientras Paulrevisabaelmotor.Noteníaniideadeloquepasaba:noencontrabanada.
—Lo siento —se disculpó—, no sé qué tiene. En mi vida he estado tanperdido.Nosemeocurrequépodemoshacer.
Observaron la nochede invierno rusa iluminadapor la luna, observaron eltanqueysesintierontotalmenteamerceddelenemigo.
—Mierda,mierda,mierda—dijoBeniti,yparecíacomosiquisierapatearelsuelo—. ¿Qué hacemos ahora? Volvemos a estar solos en medio del campo.Hacesiglosquenoveoalosdedelante.
—Seguiremosmientrasestatartanaaguante—dispusoKolkov.Consiguieronavanzarunkilómetro,aunqueelruidodelmotorsehacíacada
vezmás amenazador, hasta que lanzó un último bufido cansado y el carro sequedóparado.Dejódefuncionar.
—Bien—dijoFriedberg—,¿yahora?¿Esperamosocontinuamosapie?—Podríamosadornarunodeestosabetosycantar—propusoFranz,perono
habíanadieconganasdeseguirlelabroma.Kolkov, que llamaba por radio como un loco sin recibir respuesta, solo le
echóunamiradaglacial.—Continuamos a pie—ordenó—. No entiendo por qué nadie recibe mis
mensajesderadio.¿Estamossolosenelmundo?—Mejorsolosque…—insinuóKarl,elocuente.
Kolkoventendió.—Sí, no sabemos los rusos que puede haber por aquí. Deberíamos
marcharnosenseguida.Novamosaprenderfuegoaltanque:tendríamosaquíalenemigoenpocotiempo.
Pertrechadosconsusmorrales,mantasypistolas,salieronamarcharápida.Lanieveendurecidacrujíabajosuspies.Esporádicamenteestabatanaltaquelesentraba por la caña de las botas. Una vez, Paul se volvió ymiró hacia atrás,dondeseveíaeltanqueabandonado,tétricoeimponentebajoelcielonocturno,una imagende insoportable soledady desesperanza.El vestigio de un ejércitovencido.
«¿Unejércitovencido?Aúnno—pensóPaul—,¡aúnno!¿Osí?»Allíestabaesavozineludibleensuinterior:«¡Estáisperdidos!EnStalingradomuereel6.ºEjército. Vosotros os arrastráis a través de la noche helada. En Chir vuestrastropascombatenunabatalladesesperada.¡Estáisacabados!¡FelicesFiestas!».
Lospasosdelgruposehicieronmáslentos.Comenzaronajadear.Despuésdetantashorasenelcarro,teníanlasarticulacionesentumecidasydoloridas,elcuerpollenodepunzantecansancio.Teníanhambreyestabandecaídos.Porfin,elbajitoBenitiseparó.
—¿No podemos descansar un momento? —preguntó con la respiraciónagitada.
Kolkovasintió.—Perosolouncuartodehora.Debemosevitarquedarnosdormidosaquío
noscongelaremos.Elmortíferofríolespinchabaconmilesdeagujas,enespecialenlospies.Al
pocoratocomenzarontodosapatearelsueloconganasyazapatear,incapacesdeaguantardeotramanera.Kolkov,quesehabíaapoyadoenunárbol,losurgióamarchar.
—Notienesentido.Hayqueseguir.—Sí,deberíamos…—Paulnopudoterminarlafraseporque,depronto,todo
seaceleró.
Elbosquealrededordeellossemovía;loqueanteshabíaestadosilenciosoeinmóvil, tenía ahora brazos, piernas, cara. En grupos, salieron de la espesurasoldados rusos, bien abrigados con gruesas pieles. Paul y sus compañeros seencontraronantetresdocenasdecañonesdefusilyrostroshuraños.Unavozlesdiounaordenenruso.
—¡Tiradlasarmasalanieve!—tradujoKolkov,queentendíaalgo.Alaluzde una linterna que lo iluminaba, pudieron ver que había perdido el color—.Hacedloquedicen.Notenemoslamenorposibilidadcontraellos—añadió.
Loshombresdejaroncaerlasarmas.UnpequeñomongolsedirigióaPaul,leclavóelfusilenlosriñonesylegritóalgo.Losotrosloimitaron.Entonceslosobligaron a ponerse en fila, yPaul pensó: «Ahora es cuandonos fusilan.Unotras otro. Caeremos todos en esta noche fría y horrible de invierno, muertossobrelanieve,ynadienosencontraránunca».
Para su asombro, sin embargo, no hubo disparos. En vez de eso, uncomandanterusoseadelantóydijoalgoconunavozásperayneutra.
—Podemos considerarnos prisioneros suyos —interpretó Kolkov—. Nosllevaránauncampo.Aquienintentehuirledispararándeinmediato.
—¿Auncampo?—Karlteníadeprontolafrenteperladadesudorapesardeestaratreintagradosbajocero—.Esoquieredecir…
—Siberia—dijoPaul—.Sí,probablemente.Rodeadadesoldados,lafiladepresossepusoenmovimiento.Aúnbrillaba
laluna,elcieloestrelladoeradeunaclaridadfascinante.Nochebuena…«“Desaparecido”,escribiránaChristine—pensóPaul—,desaparecidodesde
el24dediciembrede1942.Creeráqueestoymuerto.»¿VolveréaverLulinn?»
EldíadeNochevieja,Bellenoaguantómás.HabíasoñadodenuevoconMax,sehabíadespertadobañadaensudoryhabíalloradosobrelaalmohadadurantedoshoras.Por lamañana fueconscientedequesolopodríapasaraquel findeaño
conAndreas,aunqueleparecíaunaseñaldefaltadecarácter.AlafamilialedijoqueibaaunafiestadelaUFAenBabelsbergysaliódecasaamediatarde.
HabíaestadonevandoligeramentedurantetodoeldíayBerlínestabacomoglaseada.Muchosbajabanyalaspersianasdeoscurecimiento,pero,aquíyallá,Belleaúnpodíaespiarventanas iluminadasqueenmarcabanabetosadornados.Tuvounestremecimientoyseenvolviómásensuabrigo.
Andreasabriónadamásllamarellayesoapagóalmenoselmiedoqueteníadequequizánoestuvieseencasa.Llevabasuesmoquinyolíaaunadesuscaraslocionesdeafeitado.Enlamanoderecharesplandecíaelgransellodoradoquehabíaheredadodesupadre.
Belleestabaalgoperpleja.LociertoesqueesperabaensilencioqueAndreascontaseconsullegada,pero¿quesehubieseendomingadoasíparaella?
Insegura,sonrió.—Hola,Andreas.Yo…¿puedopasar?—Sí,claro.—Diounpasoatrás,peroellanotósuvacilación.Sequedóquieta.—¿Quéocurre?—Nada.Puedesentrarsinproblema.Soloquetengoqueirmedentrodeunos
diezminutos.—¿Qué?¿Dónde?—Belle…—Tiródeellahaciadentroycerró lapuerta—.Belle,nopuedo
esperar a ver de quéhumor te levantas para tomar decisiones.Lo siento, peropaséeldíadeNavidadsoloynoteníaningunasganasderepetirenNochevieja,asíquehequedado.
Bellenecesitóunsegundoparadigerirlanoticiaypreguntar:—¿Conquién?Andreasserio.—Meacabasdemirarcomosifuerasacomerme.Belle,nosoyunjuguete
quepuedasdejarenunrincónyvolverarecogercuandoquieras.Yo…—¿Conquién?
—Nolaconoces.—¿La?—Unaviejaconocida.Belletragósalivayesperóaqueañadiesealgo,almenosunadisculpa,pero
él solo lamiró tranquilo.ABelle, irritada como estaba, le costó no romper allorar.
—Así que este es mi castigo por el día de Navidad. Tendría que habersupuestoqueseteocurriríaalgo.PorDios,¿cómomeheatrevidoapensar…?
Para su asombro, él no reaccionó con una réplica cínica. Estabaextrañamenteserio.
—Noesun castigo,Belle.Esa épocapasó.Ya te hedichounavez loquesignificasparamí.Ycomoesonohacambiado,notolerotuindefinición.Tienesquedecidirdeunavezloquequieres.Hastaentonces,quizánodebamosvernostanamenudo.
—¡Andreas!—Ahora sí se le llenaron losojosde lágrimas—.Andreas,heintentadoexplicarteque…
—Queteencuentrasenunasituacióncomplicada.Sí,claro.Pero,apesardeello,podríasponerteenmilugardevezencuando,¿nocrees?
—Sí,pero…—Notelotomesamal,Belle,perotengoqueirme.Ellacorrióescalerasabajotrasél.—¿Vuelvesacasa?—preguntóAndreas—.Tepuedoacompañarunrato.—No.Noséaúnadóndeiré.—Viounasomodecompasiónenlosojosdeél,
yesolahizorecuperareldominiodesímisma—.Vete.Ynotepreocupespormí.Novoyaahorcarmeporti,desdeluego.
Porprimeravezesanoche,Andreassonrió.—No.BelleLombardnoseahorca.Vayagarralavidaporloscuernos.Feliz
AñoNuevo,Belle.Tellamaré.BellesequedóenmediodelanievemirandocómoseibaAndreasypensó:
«Ahoradeberíahaberalguienquemetomasedelamanoymedijesequetodosaldrábien.MamáolaabuelaElsaoquiensea».
Peronohabíanadie,comosiempre.EnaquellahistoriaconAndreasnuncahabíanadie.Teníaquearreglárselassola.
Decidió ir a lacasaquecompartíaconMax,porquea laSchlossstrassenopodíavolverdespuésdehaberleshabladoatodasdelafiestadelaUFA.Tomóeltranvía.Al llegar sintió hambre y frío.La calefacción no funcionaba. Sacó unviejo jerseydeMaxdelarmarioyse lopusosobreelvestido, luegosubióunabotelladevinodelsótano—menosmalquehabíahechoacopio—ysehizounatortilla con un huevo. Pensó que el vino la ayudaría a soportar la noche, perocuando a las doce sonaron todas las campanas de Berlín se echó a llorar sinremedio.Nopodíaparary, alrededorde lasdosde lamañana, cuando sedejócaerenlacama,teníalosojosrojosyardiendo,yledolíalacabeza.
AsícomenzóparaBelleelaño1943.
Maxllevabacuatrosemanasenelhospitaldecampañaquehabíanorganizadoenelsótanodeunaantiguafábricadeautomóviles.Unmédicoagotado,alque letemblabanlasmanosdehambreyfatiga,lohabíaoperadoparasacarlelabala,yqueMaxsobreviviesefueunmilagro.Estabalistoparaeltransportedevueltaacasa cuando tuvo una peritonitis y estuvo días enteros con fiebre,semiinconsciente.
—Noaptoparael transporte—decíacadamañanaelmédicocuando ibaaveralenfermoynotabasurespiraciónfebril—.Déjenloaquí.
Noqueríacorrerningúnriesgo,perosuprudenciaeracasi ridículaenvistade todos los moribundos que allí había. En cierta manera, tenía una relaciónespecial con Max Marty, de quien no sabía siquiera su nombre. No muchosresistían a un disparo en el estómago, mucho menos con unas condicionesmédicas tanmiserables.Sinembargo,aunquemásdeunavez fuecasivíctimaseguradelamuerte,Maxestabacomoposeídoporunavoluntaddevivirquele
daba unas fuerzas inconcebibles. Yacía inmóvil, con los ojos cerrados, larespiraciónleveeintermitente,peroalgoensuinteriorluchabayluchaba,cadadía, y en algúnmomento también elmédico había decidido que no se dejaríaarrebataraaquelhombre.Quizáporquetambiénél,comolosdemás,devezencuandonecesitabaunrayodeesperanzaenaquelinfierno.
Enlamañanadel8deenero,Maxsedespertódeunsueñoque,porprimeravez desde hacía mucho, no había estado acompañado por confusas visionesfebriles,ynoteníalosojosvelados.Seestabahelandomiserablementebajosudelgadamanta, pero no eran ya aquellos escalofríos incesantes que lo habíanatormentado día y noche. ¿Cuánto llevaba allí tumbado? Intentó incorporarse,perocayódenuevosinfuerzas.Parasudecepción,estabademasiadodébilhastaparalevantarelbrazo.Sihubiesepodidoverse,laconmociónhabríasidomuchomayor:teníalasmejillashundidasylosojoscomoendosgrutasrojas;elcabelloyunabarbadecuatrosemanaserancomomalezaabandonada.Enloshombrosdestacaban los huesos, la piel sobre las sobresalientes costillas parecíapergamino amarillentomuy terso.La alianza que llevaba en el anular derechobailabatantoquepodríahaberlaperdidotiempoatrás.
—¿Quédíaeshoy?—preguntóMaxconesfuerzo.—8deenerode1943—contestóelcompañerojuntoaél—.Llevasbastante
tiempoaquí.—¿Dónde?—¿Ydónde va a ser?EnStalingrado.No tenemos escapatoria. El hambre
nosestámatando.Ylasmalditaspulgas.¿Tútambiéntienespulgas?—Nolosé.Ydeverdadnolosabía.Estabademasiadodébilparasabernada.Aquel8deenero,losrusosofrecieronunarendiciónhonrosaal6.ºEjército
por última vez. Sobre la devastada ciudad nevada se lanzaron cientos deoctavillas en alemán que exhortaban a los soldados a darse por vencidos. Lesgarantizaban la vida y la seguridad, pero: «Quien ofrezca resistenciamorirá atiros».
ElGeneraloberstPaulussenegó.
Aquelatardecer,algunosprisionerosdeguerrarusostirabandeltrineoenelquellevabanaMaxyaalgunosotrosheridosalaeródromodePitomnik,dondemássoldados heridos esperaban en dos grandes tiendas a ser trasladados aSmolensko. Allí había suficientes médicos y medicamentos. Cada vez queaterrizaba uno de los aparatos que traía víveres, vendajes y munición, habíacamillerosquesubíanalosheridosqueteníanqueserevacuadosenseguida.Sedabanescenasaterradoras:hombresquesearrastrabanporlanieveeintentabanentrarcomofueraenlosaviones,oqueseaferrabanaelloscuandoyaestabandenuevoenmarcha.Latripulaciónteníaquerepelerlosalafuerza,avecesinclusolesdisparabaporencimade lacabezaconametralladorasparaquesesoltasen,les golpeaba lasmanos con las culatas de las armas, se las pisaban. ¿Cuántosaviones tendrían aún la fortuna de llegar hasta Stalingrado?Muchos aparatoseranderribadosantesdeaterrizar,muchosteníanquedarlavueltadebidoalasviolentastormentasdenieveantesdellegaralaciudad.
El 10de enero comenzaron las últimas grandes ofensivas rusas al caldero.Habíanperdido laoportunidaddecapitular.Soldadosalemanesmediomuertosdehambre,mediocongelados,esquilmados,vestidosconharapos,algunosconeljuiciocasiperdido,salieronencogidosdelossótanosdelascasasdestrozadasy dispararon sus últimos cartuchos contra los atacantes. Padecían disentería yestabanplagadosdepulgas,teníanlasextremidadescongeladasyelhambrelesconsumíalasentrañas.Habíanmatadoratasysehabíancomidolacarnecruda,y, desesperados, habíandesenterrado los caballos de la nievepara comérselos.Hacíaunfríosiberiano,cincuentaycincogradosbajocero,unatormentaheladaarremolinabaloscoposdenieveentorbellinos.Hubohombresque,trasesperarlamuerte desdehacía días, se dispararonunabala en la cabeza.Hacíamuchoque sabían lo queHitler enAlemania, en su cuartel general, seguía negando:estabatodoperdido.
Enlastiendasdelosheridoshacíaunfríopenetranteaunquelossoldadosseapiñaban unos contra otros.Max estaba ovillado bajo sumanta y exhalaba eltempladoalientoensusmanostiesas.Cuandoalvolversegolpeabaasuvecino,este chillaba de dolor.Un pocomás allá, un amputado expresaba a gritos susconfusosdeliriosfebriles.Apestabaaexcrementoshumanos,sangreypus,yunay otra vez sonaba la débil llamada: «¡Sanitario! Aquí hay uno muerto.¡Sanitario!».
Max intentaba salir de la tienda en sumente: Belle, la casa de Berlín. Elteatro, sus tabernas, Sophie… Todo estaba muy lejos y como envuelto enniebla…Lecostaba concentrarse en ello; los suspirosque lo rodeaban, el fríoinclemente y el hambre lo apartaban sin cesar de su imaginación. Entendía lodébil que estaba e intentaba defenderse de un sueño que podía arrancarlorápidamentede todo.Por lanoche, ledabanunaminúscula racióndepany leservían un cucharón de sopa en su plato de hojalata. Procuraba comer muydespacio, pero al cabo de dos minutos ya no quedaba nada. Fuera sonaba elfuegodeartilleríapesada.
—Los rusos están entrando por todas partes en el caldero—murmuró elhombrequeestabaalladodeMax—.Estamoscercadelfinal.Paulustendríaquehaberserendido.
Entróun joven teniente, responsabledel transportede losheridos.Llevabaunalistaenlamano.
—¿Marty,Maximilian?Tenía que hablar muy alto para hacerse oír por encima del ruido de los
cañones.—Sí—contestóMaxdébilmente.—Mañanalotransportan.—Sí,gracias.«Mañana vuelo a casa.» Se preguntó por qué no sentía nada. No había
sensacióndefelicidad.Solodebilidadyfrío.
UndíamástardecayóelaeródromodePitomnik.Yadesdeelcomienzodelaúltimagranofensivarusahabíaestadorodeado
porque,porsupuesto,losrusoseranconscientesdequeallílatíaelúltimopulsode laciudad,queallí estabaelúltimohilodevidaquedebíancortar.UnavezacabasenconPitomnik,el6.ºEjércitoentonaríasucantofúnebre.
Para los heridos que yacían en las tiendas, desamparados, en su mayoríaincapaces demoverse, la caída de Pitomnik llegó como el fin del mundo. Elfuegodecañonessonabatancercacomosiestuviesenluchandojustodelantedelas tiendas y, en un rincón, incluso habían caído granadas que hicieron untremendoagujeroeneltechoyprovocaronunaterradorbañodesangreentrelosque estaban justo debajo. El hombre de al lado deMax casi perdió el juicio,gritaba y bramaba que no podían dejarlo allí. Un par de heridos aún fuerontransportadosencamilla,peroestabamuyclaroquelamayoríasequedaría.Denuevocayóunagranadaenelextremodelatienda.
—¡Atrás!¡Atrás!—gritóunavoz—.Evacuamos.UnsoldadoquepasabaaltrotetiróunapistolaalvecinodeMax.—Ahítienes.Aúnhayunabala.Posiblementetúlanecesitasmásqueyo.El aludido se sacudió la pistola. Intentaba llegar a cuatro patas al pasillo
central,pero sederrumbópocoantesy sequedóallí inmóvil.Lapistolahabíaaterrizado justo delante de Max. La observó. Una última bala… Muchos sehabíanreservadounabalaparaelcasodeque…Conmanostemblorosas,agarróelarma.Elalborotodevocesyruidosentornoaél,queporunossegundoshabíasido totalmente claro, volvió a desaparecer en la envoltura amortiguada de lanieblacuandopresionóelcañónsobresusien.
Estababienpoderdeterminarunomismocuándohabíallegadoelfinal.
8
ElmacilentorostrodelhombresobreelescenariodelPalaciodelosDeportesdeBerlínestabadesfigurado.Suvozsehizochillona.
—¿Queréislaguerratotal?—bramóJosephGoebbels.ElPalaciodelosDeportesestabaatestado.Todoelmundoseirguió,alzóla
manohaciendoelsaludofascistaysonóungritoenérgicoyatronador:—¡Sí!Bellesedirigióalapuertaatravésdelasfilas.—¿Medejanpasar,porfavor?En la salida había un par de hombres de las SA.No entendían por qué la
jovenqueríasalir.—Nopuedeirseahora.Elministronohaterminadosudiscurso.—Nomeencuentrobien.Estoymareada…Porfavor,necesitoairefresco.Aregañadientes,leabrieronpaso.Bellecorrióporlospasillosysoloseparó
cuandoestuvo fuera.Unviento fríode febrerosoplabaen lacalle,peroeso lehizobien.EllasolanohabríaidonuncaaundiscursodeGoebbels,perohabíanordenadoaunmontóndeactoresdelaUFAqueanimasenelambienteyadeporsípositivo.Bellearrugóelceño.Ellanohabíagritado«Sí».
El 31 de enero, la mayor parte del 6.º Ejército se había rendido enStalingrado.Lossupervivienteshabíancomenzadoelcaminohaciaelcautiverio.Delosquecayeron,elVölkischerBeobachterhabíaescrito:«MurieronparaqueAlemaniaviva».
Miles de personas estaban de luto, pero aún más seguían en unaincertidumbre mortificante. Apenas había salido correo del caldero deStalingradoenlasúltimassemanas,ymuchasdelasbajasnisiquierasehabían
registradoconelcaos.¿Quiénhabíamuerto,quiénestabaherido,aquiénhabíanhecho prisionero? No haber recibido una notificación de baja no significabanada.TampocoBelleteníanoticiasdeMax.
Ahora entendía por qué se enfadaba tanto cuando ella no compartía supreocupación por los nazis. Qué tonta, qué indiferente, qué superficial habíasido.Maxhabíareconocidolaverdadhacíamucho,cuandoellaaúnacariciabasus sueños infantiles.Ahora,por fin, sehabíadespertado.OdiabaaHitler contodasualma.Porquehabíacomenzadoaquellaguerra,porqueenviabaamoriradiarioatropasenteras,porquecontrolaba,espiaba,reprimíayllevabaalalocuraa todo un pueblo. Porque había permitido lo de Stalingrado, por prohibir alGeneraloberstPaulushastaelúltimomomento lacapitulación,porqueconellohabía alargado el sufrimiento de los hombres cercados. Lo odiaba por todoaquelloyporuncentenardecosasmás,yaqueldía,despuésdehaberoídorabiaraJosephGoebbels,sentíasuodioaúnconmásintensidad.
Decidió irse a casa para no deshacerse en lágrimas en medio de la calle.Esperabapoderllegarasucuartosinquelaviesenparanotenerquehablarconnadie.PeroencuantoabriólapuertasechocódefrenteconNicola,queestabamirándoseenelespejodelvestíbuloconcaradehaberllorado.
—¡Nicola!¿Quésucede?—Eseasqueroso…—balbucióNicola.Enesetonosolohablabadeunapersona.—¿Serguéi?—preguntóBelle.—PuesclaroqueSerguéi.¿Quiénsino?¿Quiénsinomeharíaalgoasí?—Pero¿quétehahecho?ANicolaselesaltaronlaslágrimas.—Estoyembarazada,Belle.Decasitresmeses.—¿Seguro?—Heestadoenelmédico.Nohayningunaduda.—VayaporDios—dijoBelle.Seacordabadesupropiopánicocuandodescubrióqueesperabaunniño.
—Noqueríavolveratenerhijos.—Conlasdosmanos,Nicolaseacaricióelvientreylascaderas—.Ydesdeluego,noahora,cuandounamujernecesitauncuerpofuerteynounbarrigón.
CuandoBellellegóasudormitorio,encontróunacartaensuescritorio.Enellalecomunicabanquedebíapresentarseel20defebreroantelasautoridadesdecirculaciónmunicipalesyquelahabíannombradodurantetiempoindefinidorevisora del tranvía. Su actividad en el cine ya no le parecía a nadieindispensable;alcontrario,enaquellosmomentos,eradeberdetodamujerponertodosuempeñoenelbiencomúnyensustituirdignamentealoshombresqueestabanenelfrenteluchandoporlapatria.
Porprimeravezensuvida,Belletuvomigraña,quesoloaflojócuandohubovomitadovariasveces.Aúnnosehabíarecuperadoniunápicecuandosonóelteléfono. EraChristine.Había recibido correo deRusia: PaulDegnelly estabadesaparecidodesdelasNavidadesdel42;nohabíanirastrodeél.
En1943,losAliadoscomenzaronsusataquesalapoblacióncivilbombardeandociudades,casasycalles.
El10demarzohuboungranbombardeoenMunich.Laalarmacomenzóasonarporlanoche,cuandoFeliciaacababademeterseenlacama.Sequedóunmomento inmóvil, despotricó y se puso de nuevo el jersey que acababa dequitarse.Estabamuycansada.Odiabapasarlanocheenelsótano.
Loscuatro seacurrucaronenelcuartitoqueMartinusabacomoescondite:Felicia,Alex, Jolantay el propioMartin, queestabapálidoy teníaunaspectoenfermizo.
—Pareceráunalocura—dijocuandocomenzaronlosrugidosylosestallidos—,peroenunanocheasítengomenosmiedo.AhoraseguroquelaGestaponoseatreveasaliralacalle.
—No,peronopuedodecirqueencuentrelasbombasmuchomásinofensivas—murmuróFelicia.
Se había ovillado en el rincónmás escondido y se había echado el abrigosobreloshombros.Cadavezqueoíaunestallido,seencogía.
—¿Cuándovaaterminar?—susurróporfin—.¿Cuándovaaterminar?Alexsesentójuntoaellaylaabrazó.—Enseguida—dijoparatranquilizarla—,enseguidaterminará.Unabombadetonómuycercaylaondaexpansivafuetanfuertequetodos
rebotaron contra las paredes y tuvieron la sensación de que les aplastabanduranteunsegundolospulmones.
—¡Virgen santa! —balbució Jolanta. Había perdido el color hasta de losmismoslabios.Sepersignórápidamente—.¡Noquieromorir!
—Yosíquieromorir—dijoMartin.—Puesyono—loincrepóFelicia—.Yonoquieroquenoscaigaunabomba
encima.Una vezmás, un estallido ensordecedor, y otro y otro. Felicia se tapó los
oídosyhundiólacaraenlosbrazosdeAlex.Jolantaapretósurosario.Cuandopor fin cesó la alarma, al principio ninguno se dio cuenta. Luego Felicia selevantócondificultad.Ledolíanloshuesosdeestartancontraídaenelsuelo.
—Creoquenuestracasasigueenpie—dijoconvozdébil.—¿Volveránestanoche?—preguntóJolanta.Alexnegóconlacabeza.—Seguroqueno.Deberíamosacostarnos.Esyatarde.Uno tras otro subieron las escaleras, todosmenosMartin.Desde fuera les
llegabaahoraelruidodelassirenasdeloscamionescisternay,cuandoFeliciaapartóunpocounadelaspersianasdeoscurecimiento,vioelresplandorrojodelos incendios en la ciudad. Se estremeció. Podría haber muerto ella misma.Jolantafuealacocinaaprepararseunainfusióndemelisaparalosnervios.
—Yoprefierounaguardiente, laverdad—dijoFelicia—.¿Quierestambiénuno,Alex?
Él asintió y la siguió al despacho, donde ella guardaba sus provisiones de
alcohol.Laobservóconatenciónmientrasservíaelaguardiente.Hoylanotabaespecialmentenerviosa.
—SeguroqueestáspensandosituqueridoMaksimseencontrarátambiénasalvo—comentódepronto.
Aellalebrillóunrayodeiraenlosojos.—¿Quésabestúloqueyopienso?¿Yquéteimporta?Éllevantólasmanoscomodefensa.—Nodiscutamosahora.Solomepreguntabaporquéestástanintranquila.Y
comoteconozco…—Nomeconocesenabsoluto.Sino, sabríasque…—Se interrumpióy se
sirvióunsegundoaguardiente.—Sabría que, en este momento, estás deshecha por todo lo que estás
viviendo—terminó Alex su frase—. Casi nunca ves a tu queridoMaksim y,cuandoloves,pasaportuladoimpasible.Yconmigovivesdesdehacedosañosenlamismacasa,perohacebastantetiempoquenovisitotudormitorioyesoteprovocainseguridad.
—¡Quépsicologíamásexquisita!Peronotesobrestimes,Alex.Semantuvieronlamirada;habíaentreellosunmillardecosassindecir.De
pronto,muycansada,Feliciapensó:«¡Ojalámeabrazase!¡Élocualquierotro!Lavidaestantristeyfría…».
—Nome gustaría volver a ser un capricho pasajero para ti, Felicia—dijoAlexcomosileleyeseelpensamiento—.Elhombrofuerteparatusmomentosde debilidad y, el resto del tiempo, tu felpudo. He interpretado el papel amenudo, pero ya no soy lo suficientemente joven para eso. Necesito algo deestabilidadenmivida.
«Lo suficientemente joven…» Las palabras se quedaron prendidas en lamentedeFelicia.MiróaAlex.Nuncahabíasidotanconscientedesupelogris,sus hombros ligeramente encorvados, pero tampoco nunca había tenido laimpresión de estar mirándose en un espejo: era su pelo gris, sus hombros
encorvados. Su juventud estaba tan lejos como la de él. Belle era joven, ySusanne…,peroellayano.
—Mepasalomismoqueati,Alex—seapresuróadecir—.Buscotambiénalgo…Puedequealgoestable.Mesientotanvacía…Trabajodieciséishorasaldíayno tengoni ideadeparaqué.Antes todo teníasentido.Siempre teníaunobjetivo.Algún…anhelo.Aunquefuesealgoindeterminado,algoquenosabíalo que era, pero sabía que llegaría para llenar mi vida. Ese anhelo que tantafuerzayconfianzamedaba…¿Dóndehadesaparecido?¿Ycuándolohizo?
Élsonrió.Fueunasonrisallenadeternura.—¿Alguna vez ha ardido en ti el anhelo? ¿En mi fría Felicia? Sentía
escalofríos siempre que te miraba a los ojos… Felicia, fuego fatuo, tampocoaguantasyalavidaquellevabasantes.Hasperseguidomuchascosas,perotienesqueconsiderarqueunamujerqueprontotendrácuarentaysieteañospierdeelalientoantesqueunadeveinte.Tranquilízateunpoco,Felicia.
—Pero…—PeronuncadejarásdeanhelaraMaksimMarakov,losé—lainterrumpió
él,ahorasincalidez—.Ahílotienesaún:¡tuanhelo!¿Osehamitigadoconlosaños?Dejémoslo.Mepongomalocuandohablodeestetemaporenésimavez.
Siguiendounimpulso,Feliciadijo:—CreoquevoyairmeuntiempoaLulinn.Lonecesito.—Sí,mientrasvivas,solovasapensarenloquetúnecesitas.Yonunca…—¿Tienesqueempezarotravezadiscutirconmigo?—Yo…—continuóél,peroentoncesllamaronaltimbre.—¿Quiénpuedeseraestahora?—preguntóFelicia—.Parecequeestacasa
tieneunatractivoespecialparalosvisitantesnocturnos.—VoyaayudaraMartinaesconderse—dijoAlex—.Abre.SieslaGestapo,
entretenlostodoloquepuedas.EstaveznoeralaGestapo.AntelapuertaestabanSusanne,Hansysustres
niñas, con el pelodesgreñado, la cara tiznadaydosgrandesmaletas.Susannelloraba.
—Nuestracasasehaquemado—sollozó—.Lohemosperdidotodo.Mamá,¡todohaardido!
Hans, a quien la agitación le había provocado de nuevo asma, explicójadeando:
—Nos ha caído de lleno una bomba enemiga. Hemos podido huir por lasalida trasera del sótano al jardín. Los vecinos nos han acogido hasta que haacabadoelbombardeo.
—Dios mío —dijo Felicia, mientras Alex, que había vuelto del sótano,entrabadesapercibidoenelsalón.
—Mamá,¿podemosquedarnosaquí?—preguntóSusanne.Lastresniñascomenzaronalloriquear.Felicia,queensuvidahabíapodido
soportaralosniñospequeños,solodijo:—Porfavor,Susanne,hazquesecallen.Porsupuestoquepodéisquedaros
aquí…¿Lacasavolveráaserhabitablepronto?—preguntóesperanzada.Susannenegóconlacabeza.—Nolohasentendido.Estádestruidaporcompleto.Nopodremosvolvera
vivirallí.Era casi ya de día cuando Jolanta terminó de hacer todas las camas y los
cinco recién llegadosdesaparecieronen losdormitorios.Felicia sepermitióunterceraguardienteesanocheysepreguntócómosehabíaganadotodosaquellosproblemas.
—¿Por qué tenía que casarse mi hija precisamente con ese hombre y,además,traerconélalmundoaesastresinsoportablescriaturas?¿Yporqué,portodoslosdemonios,lostengoahoraatodosencasa?
Alexserio.—Eseestupapelenestavida.Tedejaríasmatarportufamilia.Perotengola
sensacióndequenotehasdadocuentaaúndelproblemamásimportante.—¿Cuál?Quierodecir,apartedequedudoquepuedatragarunsolobocado
siapartirdeahoratengoqueverenlacomidalacaraarrogantedeHansVelin.—MerefieroaMartinElias.
Feliciadejóelvasoenlamesa.—Oh—dijoenvozmuybaja.Alexasintió.—Sí. Es del todo imposible queMartin Elias y Hans Velin vivan bajo el
mismotecho.—Como siempre, admiro tu valor, Felicia—dijo TomWolff sonriendo—.
Ademásdetubelleza,estuarmamáspoderosa.—Déjatede cumplidos,Tom.Esto esdemasiado serio. ¿Vas a ayudarmeo
no?Estaban sentados en la biblioteca de la casa deWolff, él en bata, con un
gruesocigarroentrelosdedos,elrostroaúnbrillanteporlacremaquecadadíaseponíanadamáslevantarse.Feliciallevabauntrajedelanagrisdeantesdelaguerra que le daba un aspecto muy formal, algo que divirtió a Tom, pues laconocíademasiadobien.
—AsíquehaceunañoqueescondesalbuenodeEliasencasa—reflexionódespacio—.¿Cómosabesquenovoyadenunciartedeinmediato?
—Básicamente,porquetegusto.Meponesentodoslosapurosposibles,peronoarriesgaríasmivida.
—Lomásprobableesqueseaverdadquenopodría—reconocióTom.—¡Tom!—Feliciase inclinóhaciadelantey lomiróconurgencia—.Tom,
tienesqueayudarme.ElriesgodeesconderaMartinEliasenunacasaenlaqueviveunHauptsturmführerdelasSSesdemasiadogrande.Yademásestánesasniñas…
—Tusnietas—lerecordóTom.—Sí.Mis…misnietas,sitienesquedecirlotandirectamente.Sisetropiezan
conélenalgúnmomento,logritaránaloscuatrovientos.Nopuedoconfiarennadiedeesafamilia.Porfavor,Tom.AcogetúaMartin.
—Mmm—musitó Tom—. Sería, desde luego, estimulante si pensamos enlosmandamasesnazisqueentranysalendeestacasayquenotendríanniideadeque…Apropósito: ¿cómode leal eres alPartido?Porqueusted, honorable
señora, también hace negocios con los nazis, después de todo, pero luego daasiloaunenemigodelEstado.
Feliciaseencendióuncigarrillo.—MartinEliasestanpocoenemigodelEstadocomolamayorpartedelos
judíos. Y yo soy tan poco leal al Partido como tú. Somos los dos demasiadolistos,Tom,paraanimarauntipoquesehadeclaradoasímismonuestroFührer.Perotambiéndemasiadolistosparadejarescaparunbuennegocio.Limpiamoslosbolsillosalosnazisy,cuandoundíatenganquesalirdeescena,lesdaremosunapatadaeneltrasero.Tansencillocomoeso.
Tomgruñó.Eradelamismaopinión.—Estábien,Felicia.SiKatnotienenadaencontra,ynolotendrá,puedes
traeraEliasaquí.Entrenosotros:sielFührerysussecuacesundíasehundenylostiemposcambian,nopuedeperjudicarme,comomiembrodelPartido,queunperseguidocomoEliasdeclareamifavor.Tambiénsepuedeverasí.
—Exacto.Tomlaobservóatentamente.—¿Porquélohacestú?—¿Qué?—¿PorquéhasescondidoaElias?Yquizáaotros,yo…—¡Bobadas!—soltócondemasiadaintensidad—.¡Aningúnotro!Tomdesechólacuestiónconunademán.—Conmigonotienesporquéconfesarte,encualquiercaso.Soloquenoes
propio de ti que arriesgues el cuello por alguien que no es de tu intocablefamilia.Entonces¿porqué lohaces?¿Interés, comoyo?¿Oesque tienesunaconcienciamáspronunciadadeloqueyopensabahastaahora?¿Ohayalgomásdetrás?
—Interés—explicóFelicia—.Yporque…¡Bah!¡Aldiablo!NopodíadejaraMartin en la estacada.Es elmarido deSara, y Sara esmi amiga desde queéramosunasniñas.
Diounacaladaprofundaasucigarrillo.Eraciertoloquedecía,peronoera
laúnicaverdad.¿SehabríaarriesgadoportodalagentequehabíaescondidosinohubiesesidoporMaksim?¿Lohacíaporamorciego?No,esoerademasiadosencillo.Laverdad se leocurrióenaquelmomento: tras todosaquellos largoslargos años, en lo más profundo de sí misma nunca había dejado de quererdemostraraMaksimqueellanopermitíaqueeldinero,eléxitoyelpoderfuesenlo único determinante en su vida; nunca había dejado de buscar sureconocimiento,quequizáFeliciadeseabamásquesuamor,reconocimientoenun ámbito que era importante para él, y no solo sencilla admiración por lainteligencia de Felicia, por su don para los negocios y su imperturbableambición.
Tomhabíaobservadolaexpresióndesusgestos,peronopudodescifrarla.—¿Vuelvesateneralgoseriocontuexmarido?—preguntódepronto.—¿TienestúalgoconlainfameLulú?—lereplicóFelicia.Tomsuspiró.—Un capítulo oscuro. Pero en lo que a ti se refiere: no seas tonta. Alex
Lombardeselhombreperfectoparati.Noséporquédemoniosnoloentiendes.—Tom,paraopinarsobreello,nosabesapenasnadadelpasadoquetenemos
Alexyyo.—Sémásdeloquecrees.—Soltóunarisita—.Porejemplo,séquelabonita
BellenoeshijadeAlexLombard.¡Imposible!—¡Quélistoeres!—Sí,lorecuerdocomosifueseayer…Pocoantesdelfinaldelaguerra,en
1918, Lombard llevaba meses en el Frente Occidental, y tú estuviste muchotiempofuera,enBerlínyenPetrogrado.Cuandollegasteaquíconunbarrigóntremendo,yopensé:«¡Quéatrevimiento!¿Quiénseráelhombreconelquesehaliado?».—Lamiróesperandounarespuesta,peroellanodijonada—.Aúnmepreguntoquiénera,Felicia.¿Eslarazónporlaquetienesenlosojosesatristezainfinitaquesolodescubrequienteconocebien?¿Quiéneseseextrañohombrealquehasdadotrabajoentuempresayalqueapenasnadieve?
Feliciaselevantó.
—Tengoqueirme,Tom.Éltambiénsepusoenpie.—Deberíasdescansarenalgúnmomento.Parecesagotada.—Ay,Dios,noempiecestútambién.Alexmelohadichohacepococontoda
claridad.Siseguísasí,prontomesentirédeverdadunaanciana.—¿Qué puedo decir? No, no, Felicia, sigues siendo la misma muchacha
guapísimade siempre,por fuera;pero tuespírituyanoes tan joven.Yanoescapaz de capear las tormentas. En algún momento, se necesita un puerto.—Fruncióelentrecejo;queríasercómico,peroresultómásbientriste—.Sédeloquehablo.Unodeseapazynochesdeveranocálidasyunapersonaquesesientea su lado y con quien poder entenderse sin palabras… Bueno, no quieroaburrirte.PuedestraeraMartinEliasestanoche.Mehonratuconfianza,queridaFelicia.Sinotenemosanadieaquienamemosdetodocorazónyquenosameigualdefervorosamente,almenostenemosunoenelotroaunbuenamigo.Yesotambiénesmuyvalioso.
—No te pongas sentimental, Tom. También nos hemos jugado malaspasadas.
—Éramosiguales.Ytúnuncahassidounaesnob,Felicia.Laricaberlinesacon su herencia prusianoriental y el pobre hijo de campesino de los bosquesbávaros.Noerascomolasdemás,meprestabasatenciónporqueteníaintuiciónparalosnegociosyolfatoparaeldinero,yporqueeramuchomejorcomerciantequetodostusamigosfinosconsusampulosasmaneras…
Volvióasuspirarhondo.LuegosonrióaFeliciayellaledevolviólasonrisa.—Un último buen consejo —dijo cuando la acompañaba a la puerta—:
tómateunasvacaciones.Viajaaalgúnsitio.—Quería ir a Lulinn. Pero con la terrible familia alojada en mi casa, no
puedoirme.Lodestrozaríantodoantesdequeyoestuviesedevuelta.Para sí,pensó:«Y,además,Maksimpuedeaparecerencualquiermomento
congentealaqueHansVelinnopuedeverdeningúnmodo».EmpezabaaestaralgocansadadeteneraunhombredelasSSenlafamilia.
9
El28yel30demarzode1943,Berlín fueobjetodegrandesbombardeos.Selanzaronsobrelaciudadcasimilquinientastoneladasdematerialexplosivo.Lassirenas ulularon sin pausa, el cielo estaba al rojo vivo con el resplandor delfuego.Cayeronedificioscomosiestuviesentrabadosconarena:enlascallesseabríanahoragigantescosagujeros.Lasestacionesdetrenhormigueabandegenteque había perdido su casa durante los bombardeos y buscaba allí un techo oqueríahuirde la capital a ladesbandada.Aalgún sitio enel campo,donde sepudiese dormir por las noches tranquilo y no hubiese que temer por la propiavida.
Enlaprimeranochedebombardeos,JohannesyLindaDegnellyperdieronlavida.Christine,quevivíaconellos,aquellanocheestabaconunacompañeradeestudios, en cuyo sótano se había refugiado. Cuando volvió a la casa de sussuegros solo encontró un montón de escombros humeantes y una docena debomberosagotados,queleexplicaronquehabíansacadoalamayorpartedelosvecinosdelsótanosepultado:estabanmuertos.ChristineidentificóloscadáveresdeJohannesyLinda,fuehastaCharlottenburgentranvíayllamóaltimbredelacasadeElsaenlaSchlossstrasse.CuandoNicolaabrió,sederrumbóllorando.
Bellenoestabaencasa,porque teníaquehacersuservicioderevisora,asíque Elsa y Nicola tuvieron que ocuparse solas de una Christine totalmentedesesperada. Tardaron mucho en saber lo que había pasado. Cuando Elsacomprendióquesuhijomayorhabíamuerto, se levantó,desapareciódel salónsin decir una palabra y se encerró en su cuarto. Nicola, fuera de sí por lapreocupación,lesuplicóqueabriese,peronoobtuvorespuesta.Entretanto,hizo
unatazadetéparaChristineymandóalacalleaAnneconlascartillasparaquecomprasecomida.
—¡OjalállegueprontoBelle!—exclamódesesperada.Belle apareció por la noche, extenuada y con los pies doloridos, pero
enseguidasehizocargodetodo.MetióalatodavíatemblorosaChristineconunabotellade aguacaliente en la camay convenció a su abueladeque abriese lapuerta y la dejase entrar.Media hora estuvo con ella y, cuando volvió a salir,parecíamuypreocupada.
—Es unamujermayor y enferma—le dijo aNicola—.Lamuerte del tíoJohanneshavueltoaabrirlasviejasheridas:nohabíaolvidadolapérdidadesubenjamín.Nicola,megustaríaquesefuesedeBerlín.Necesitatranquilidad,nopasar lanocheenun refugioantiaéreo.LaenviaréaLulinn.Yse llevaráamiSophie.Estarámuchomásseguraallíqueaquí.
NoresultóningúnproblemaconvenceraElsaparaquesemarchara.Esdecir,nodijoexactamentequesí,perotampocoqueno.Enrealidad,nodijonada.Contotalapatía,mirócómoBellelehacíalasmaletas.
—Abuela,noesparamuchotiempo.Solohastaqueterminelaguerra.Elsanodiorespuestaalguna,solosiguiómirandolafotografíaenmarcadade
Christianqueteníaentrelasmanos.Sophiediobastantemástrabajo.PormuchoqueBelleledescribiólasvacasyloscaballosquehabíaenLulinn,nodejabadellorar.Lecorríanlágrimasporlasmejillas,susojosgrisesbrillabanderabia.
—¡No!—berreaba—.¡No,no,no!Laquemás se resistió fueAnne, a laqueNicolahabríapreferido también
poner a salvo. Se plantó allí con un elegante vestido de lana de su abuela yzapatosdetacón,yconlosbrazosenjarras.
—¡Estáis chifladas! —dijo indignada—. No podéis desterrarme a laprovinciamás recóndita.Ahoraquepor fin estoy enBerlín…, ¿creéis quemevoyair?
—Notevasaperdernadaaquí.Yallíhaymáscomidaynosuenanalarmasporlanoche.
—No.Nihablar.El final de la historia fue que, a la mañana siguiente, solo una Elsa
completamenteaturdidayunaSophie lloricosasesentaronenel tren,mientrasque Anne se quedaba con las tres adultas en el andén diciendo adiós con lamano.
—Siemprehagoloquequiero—aclarósatisfecha.—Si fueses hija mía—le contestó Belle—, te habrías ido, de eso puedes
estarsegura.
Lanochesiguiente,ladel30al31demarzode1943,seincendiólacasadelaSchlossstrasse.Belle,Nicola,ChristineyAnneestuvieronsentadasconlosotrosvecinos en el sótano, encogiéndose cada vez que zumbaba y estallaba unabomba,hastaquelaondaexpansivadeunadetonacióncasilastiródelosbancosehizosaltarlacaldelasparedes.
—Esohasidoaquí.Noshandado—chillóNicola.Elguardia antiaéreo, conunavozque se esforzóporque sonase tranquila,
ordenó:—¡Quédense sentados! Iré a ver si la puerta aún se puede abrir. Tengan
preparadosloscubosdeagua.Ynosueltenalosniños.Cuidado,voyaabrirlapuerta.
—¡Tenemos que salir! —dijo Christine, agitada, y quiso hacerlo tras elhombre.
Bellelaretuvo.—¡No!Tienequecomprobarprimeroloquepasa.Elguardiaantiaéreoempujócon todosupeso lapuerta,quepor fincedió.
Enseguidalahumaredainundóelcuarto.—¡Fuego!—gritóunamujer,aterrada—.Unincendio.Rápido,quierosalir.—¡Unodetrásdeotro!—ordenóelguardiaantiaéreo—.Todosvamosasalir.
Perodespacio.Sinempujar.Bloquearánlapuertasiintentansalirtodosalavez.
Tosiendo y respirando con dificultad, se esforzaron por subir la escalerahastalaplantabaja.Elhumoeratandensoqueapenaspodíanverunamanoantelosojos.Fueracaíanaúnlasbombas.Eracomosilatierratemblaseyelmundoardierahastaloscimientos.NicolaseaferróalbrazodeBelle.
—Nopodemossaliralacalle,Belle.Esunalocura.Moriremos.—¡Aquídentrotambiénmorirán!—lecontestóchillandoelguardia.Semovióhastalacabeceradelgrupoyabrióelportón.Elairedelanoche,
queseechósobreellos,eraotrahumareda,peromássoportablequedentrodeledificio,ysepodíarespirarconmáslibertad.Salieronatrompiconesalacalle,sevolvieronysequedaronmirando.Seveían llamasen todas lasventanas.Eledificiodealladoyanoexistía:ensulugar,seacumulabaahoraunamontañadecascotesardiendo.
ElprimerpensamientodeBellefue:«GraciasaDiosquelaabuelanoloestáviendo».Era la casaen laquehabíavividocasi cincuenta años, en laque fuefelizconsumaridoyenlaquecrioasushijos…Yahoranoquedabanada.
Unamujerintentóentrardenuevoeneledifico,gritandoalgodeunascartasquenopodíanquemarsedeningunamanera.Doshombreslasujetaron,aunquesedefendíacontodassusfuerzas.Anneperdióporcompletolacabeza.
—Quieroirme.¡Mamá,ayúdame!¡Ayúdame!—QueríasquedarteatodacostaenBerlín,asíqueahorahazelfavordeno
perderlosnervios—ledijoBelle.Pensaba a toda prisa. Tenían que irse, no podía plantearse salvar nada. La
Alexanderplatz,supequeñopiso,estabademasiadolejos.SoloquedabaAndreas.—Venid.Iremosacasadeunamigo.Lasiguieronsinhacermáspreguntas.Llevandoen lamano losbolsosque
tenían siempre consigo en el sótano por si lasmoscas, se apresuraron por lascalles.Unaveztuvieronquetreparunamontañadeescombros,otraseabríaanteellasungransocavónytuvieronquebuscaruncaminoalternativoporlospatiostraserosysaltandomuros.Secruzaroncongentequecorríaasustadaarrastrandocarretonesconlaspocaspertenenciasquehabíanpodidosalvar,oquebuscaban
refugio en los portales intactos. Padres que llamaban a sus hijos, niños quelloraban porque no encontraban a sus padres. Heridos que pedían ayuda,bomberosysanitariosqueintentabanevitarelpánicogritandoórdenes.CuandollegaronaledificiodeAndreas,habíapasadoyalaalarma.
Andreas estaba en casa y no puso el grito en el cielo por la inesperadainvasión.Lasinvitadas,quepocodespuésdesullegadasehabíansentadoenlasalitadeestar,secalentabanconun téqueBellehabíahechoyrecobraban lasfuerzasconelaguardientequeAndreasservíagenerosamente.Christine,queporsegundavez enpocosdías había estado ante las ruinas deuna casaquehabíasidolasuya,teníalosojosaúnmuyabiertosdeterroryparecíahundidaensuspensamientos, mientras que Nicola y Anne ya habían vuelto a recuperar lavitalidadymirabanasualrededorcuriosas.¿QuiéneraeltalAndreas?¿DequéloconocíaBelle?Confinaintuición,notaronlaconfianzaylatensiónquehabíaentrelosdos.Andreasnoerasolo«unamigo».TeníaunpapelesencialenlavidadeBelle,yaNicolalehabríagustadosabermás.Pordesgracia,nosedabaahoraningunaoportunidadparahablarconBelleasolas.
Eran casi las tres de lamañana cuando se fueron a dormir.AChristine lecorrespondió el pequeño cuarto de invitados junto al baño, Nicola y Annedurmieronenlosdossofásquehacíanesquinaenlasaladeestar.Bellesetumbóenunacamaplegable.Peromediahoradespuésdeapagarlasluces,Nicola,queteníaelsueñoligero,percibióuncrujidoapenasaudibledelsuelo,sedespertóyvio a Belle atravesar como una sombra silenciosa la sala y desaparecer en eldormitoriodeAndreas.Nicolasonriósatisfecha:eraloquesefiguraba.
AndreasestabaaúndespiertoyesperabaaBelle.Ellasemetióenlacamaysepegócontrasucuerpo.Éllaabrazó.LaespaldadeBelleestabacontraelpechode Andreas y ella podía notar la respiración de él y el latido regular de sucorazón.Duranteunratoningunodelosdosdijonada.Bellecomenzóallorarensilencio hasta que, al final, estalló y, con frases desordenadas e incoherentes,
reveló todo loque lepesabaenelcorazón:eldesconocidodestinodeMax,sutrabajocomorevisora,sumiedodiario,lamuertedeltíoJohannesylacasadelaSchlossstrasse,quehabíaardidohastaloscimientos;habíaamadoaquellacasa,eracasicomoLulinn…
—Menosmalquelaabuelaaúnnolosabe—sollozó—,ymenosmalqueaSophienolepuedepasarnada,¿verdad?SisupiesedóndeestáMax…—Bellellorabaysollozaba.
Andreaslaacariciópacientementeeintentócalmarlaconpalabras.—Todoirábien.Vamos,desahógate.Todosaldrábien.Porfinellaseincorporó,buscóunpañueloysesonólanariz.—Perdona,Andreas.Sonsololosnervios.Porlogeneral,nosoyunallorona.
Deverdad,losiento.Pensóqueéldiríaalgomordaz,pero,parasuasombro,susurró:—Teentiendo.Noesnadafácil.Bellenopodíaverle lacaraen laoscuridadynoestabaseguradesihabía
sonreídoconburlaaldecirleaquellaspalabras.—¿Teestásriendodemí?—No.Estavezno.Leacariciódespaciolaespalda,vacilando,comosinoestuviesesegurodesi
ella quería. En un primer momento, Belle pretendió rechazarlo, porque no leparecíaadecuadoesanoche,peroentoncessediocuentadequehacíamuchoquesucuerposemanifestaba.Perdiólavergüenzaylossentimientosdeculpa.Puedeque solo la abandonasen durante la noche y que su comportamiento laescandalizase por la mañana, pero le daba igual. Bajo las manos de élacariciándola,sucuerposehizogatuno,sealargó,setendiósobrelaespalday,de nuevo, sobre la tripa, quiso que la tocase por todas partes a la vez y, noobstante,nobuscósatisfacción.Teníaquedurarcomonunca.Hastaelamaneceroinclusomás.Ledabalomismoquelasotrassediesencuentadealgoyloquepensarandeella.QueríaqueAndreasfuesesuamanteantetodoelmundo,todospodíanydebíansaberlo.
—Tequiero,Andreas—dijosinaliento—.Tequerrétodalavida.Esapromesa,inclusoaunquedejasedeserciertaundía,erasincera.«Talvez
hayquehacerlaunavezenlavida—pensóAndreas—,juraramoreternoycreerenélencontradelaexperiencia.»Seestirójuntoaella,encontróunmecheroyencendió una vela, y bajo su resplandor vio a otra Belle, unamujer delicada,tierna y muy joven. La palidez de sus brazos relucía y su boca entreabiertadejabaalavistaunosdientesperfectos.Enlosojos,aquellaspiedrasdeungrisfrío,habíaunresplandorcálido.
Despacioyconcariñocomenzóaamarla,comoellaquería,hora trashora.Todoeltiempopensabaqueseperderíaenelladefinitivamenteyparasiempreyquedejaríadelucharcontraello;puedequeellaolvidaseaMaxyStalingradoytodoaquelloenalgúnmomento.Teníaqueolvidarlo.Yanohabíaningúnfuturoparaaquellapareja.
Alamañanasiguientesesentaron todosunpocodesconcertadosa lamesadelcomedor.Anneteníalosojoscomoplatosycasireventabadecuriosidad.NicolasecomíaaAndreascon lamirada.Hizovariosamagosde flirtearconél,perotuvo que aceptar por fin que él no iba a entrar en el juego. Christine estabaescandalizadaydolida.EnBellehabíavistounaaliadaen suaflicciónporquecompartíanelmismodestino:PaulyMax,losdosdesaparecidosenRusia.Ensuatroz incertidumbre, Christine había encontrado cierto consuelo creyendo queBelle estaba igual que ella. Ahora se sentía traicionada, pues Belle se habíaevadidodeldolorcomúndeunamaneraindeciblementerastrera,ensuopinión.Siempresehabíanentendido,perodesdeesedíaseabrióunagrietaentreellasquenovolveríaacerrarsenunca.
—Ospodéisquedar todasenmicasade laAlexanderplatz—dijoBelle—.Yonolanecesitoporelmomento.
—¿Ydóndevasavivirtú?—preguntóAnne.—Aquí—contestóBellesinretirarlamirada.
Nicolacarraspeó,yeldesayunocontinuóensilencio.Más tarde,Belle seacercósolaa laSchlossstrasseparaver sipodía salvar
algode losescombrosdeledificio.Lehabíandadoeldía librecuandoexplicóquedurantelanochehabíanbombardeadosucasa.Ahoraestabaantelasruinashumeantes, miraba los vanos de las ventanas huecos y observaba las paredesdesnudasquese levantabancomounesqueletovacíohaciaelcielolluviosodeprimavera.Enelinteriordelacasaencontróalgunossillonescasiintactos,perotodolodemáshabíaardido.
LassiguientessemanasfueronlasmásfelicesqueBellehabíavividonunca.NopodíadejardepensarenelcuentodelPríncipeRanaqueElsasolíacontarle,enlostresarosdehierroquesujetabanelcorazóndelcocheroyquecuandocaenlepermiten de nuevo emocionarse y ser feliz. Exactamente eso debía de haberlepasadoaella.Lainaguantablepresiónquearrastrabahabíadesaparecido.Nuncaantes se había sentido tan libre.Nunca había tenido el deseo de querer cantarcuandoibaporlacalle.Niesaalegríarepentinaenmediodeldía,tanintensaquecreíaqueibaaexplotar.Eracomosiporfinviviesedeverdad.Podíaimaginarseque era de nuevo joveny libre.Había tantas cosas quequería hacer…Queríaviajarpor todoelmundo,queríaconocer lasciudadesmásgrandes, loshotelesmás famosos, losmejores teatros, laspersonasmás interesantes.Enellacrecíaunafuerzaqueporfinsustituíaalaletargiaylaspreocupacionesdelosúltimosaños. En agosto cumpliría un cuarto de siglo y estaba convencida de quecomenzaríaparaellauna fasede suvidaabsolutamentedistinta.Por supuesto,estaban también las horas oscuras, en las que caía en las viejas cavilaciones.Todavía no tenía noticias de Max, ni notificación de su muerte o de sudesaparición,yseaferrabaalaesperanzadequeaúnvivía.Porsupuesto,cuandovolviese,tendríaqueconfesarlequeamabaaotrohombreylepediríaeldivorcio(«No eres ni una pizcamejor que tumadre», diría indignada la tíaModeste),pero,pormuchoquelotemiese,tambiénsabíaquetendríaquelucharelrestode
suvidacontralossentimientosdeculpasiestabamuerto.Devezencuando,laasustaba su egoísmo, porque descubría que, en esencia, sus pensamientossiempredabanvueltasentornoasussentimientos,noalosdeMax.Másqueeneldolordeél,pensabaensupropioarrepentimiento.
«Malapécora»,sedecíaalmirarsealespejoydarsecuentadequeteníaunaspectovibrantequenosemerecía:mejillassonrosadasenmediodeunrostropálido,ojosmásfelinosquedecostumbre,alrededordelabocaniunrastroyadeniñezni inocencia.Lasnoches conAndreasdejabanhuella.En la calle loshombressevolvíanparamirarlaylaexaminabancodiciosos,yellasoloteníaundeseo:«Diossanto,queestaguerrapasepronto.Quierovolveratrabajarcomoactriz,quierollevarvestidosbonitosynotenerquehacercolaparacomer.Ynoquiero más bombas, ni informes del frente, ni Lili Marleen en la radio, nihombres quemueren a tiros».Estaba harta y le daba lomismo cómo fuese elfinal…sillegabapronto.
Andreas estaba poco en casa; era obvio que lo necesitaban en la empresa.UnavezllevóaBelleconélyleenseñóelcomplejodeedificios.Lafábricaseencontraba en la periferia de Brandeburgo y hasta el momento no le habíanafectado lasbombas,por suerte, comodecíaAndreas: el aceroera importante,muyimportanteparalaguerra.
—¿No tienes a veces la sensación estúpida de que ayudas a alargar elconflicto?—lepreguntóBelleunanoche.
Andreaspareciópensarmuybienloquedebíaresponder.—Soy un hombre de negocios—dijo al final—. Creo que cada uno debe
averiguarloquesignificaparaélsuprofesiónyluegohacerloqueseanecesarioparaconseguir elobjetivopersonal.Noseavanzamuchomirandoaderechaeizquierdaamenudo.Miobjetivopersonalesganardinero.¿Entiendes?
EllaseenteródequelaempresadeBrandeburgoerapartedeungrangrupo,dequeAndreaseraelgerenteyqueteníaprácticamentemanolibreentodaslasdecisiones. Incluso era propietario de una cantidad de acciones considerable,aunquenoteníaniideadecuántotiempopodríaseguirhaciendoaquello.
—Haycientosde cosas con lasque sepuedeganardinero. ¡Quién sabe loqueestaréhaciendodentrodediezaños!
AcomienzosdemayotuvoquevolveraviajaraSuizaparanegociarnuevossuministros de materiales. A Belle le habría encantado acompañarlo, pero lascitasdeAndreaserandurantelasemanayellanopodíadejarsuodiosotrabajoderevisoraeneltranvía.
—Sinoaborreciesea losnazisporotracosa, loharíadesde luegoporesteespantosoyaburridotrabajoquemeobliganahacer.¡Soyactriz!Noveoporquétengo que patear un tranvía día tras día y, encima, llevar un uniformemonstruoso.
—Es mejor que acabar en una fábrica —la consoló Andreas—, y esteepisodio quedará luego muy bien en tus memorias. No estés triste, cariño.Dentrodetresdíasestarédevuelta.¡Teecharédemenos!
EsasseríandurantemuchotiempolasúltimaspalabrasqueBelleleoyó.Sefueunmiércolesyqueríavolverelviernesporlanoche.Novolvióeseviernes,nielsábadonieldomingo.Tampocoellunesnielmartes.
Alparecer,habíadesaparecidosindejarrastro.
10
Durante los primeros tres días Belle no se preocupó demasiado. Se podíaimaginarsinproblemaquehabríanentretenidoaAndreasoquehabría tardadomásde loprevistoendespacharsusasuntos.Los telegramasy las llamadasdeteléfonoalextranjeroyanofuncionabanbien,ypodíaserquesimplementenohubiesepodidoavisarla.Pero,amedidaquepasabaeltiempo,leresultabacadavez más inquietante. Llamó a la secretaria de Andreas, que también estabaperpleja y que decidió investigar en la empresa suiza sobre el paradero de sujefe.LuegovolvióallamaraBelle.
—SeñoraMarty,estodomuymisterioso.EstuvoenZurich,perosolohastael viernes amediodía.Me lo han confirmado en el hotel. El viernes salió deviaje.
Bellepalideció.—¡Yhoyesmiércoles!Casiunasemana.Tienequehaberlepasadoalgo.Lasecretariaintentótranquilizarla.—Enestostiemposavecesunosequedaatrapadoenlafrontera.Puedeque
tengaproblemasparaentrarenAlemania.—Pero ¿por qué debería tenerlos? ¿Sabe de lo que se ocupa la empresa
ahora?¿PodríaserquelohayanretenidoenSuizaporque…porquesabealgodeinterésparaelextranjero?
Lasecretariavaciló.NoparecíamuyseguradecuántopodíacontaraBelle.—Hayunproyectomuyimportanteenestemomento.Intentamosdesarrollar
unaceroqueaguanteelcalormuchomásquelosmaterialesactuales.Enpocaspalabras: los cazas alemanes seríanmuchomás eficaces si pudiesen estarmástiempo en el aire y moverse más rápido, pero en los propulsores se acumula
tantocalorqueelacerodelqueestánhechosnoloaguanta.Aunqueesposiblefabricarunacerofinomenossensiblealcaloryhemostenidobastanteéxitoenesesentido.Detodosmodos,mecuestaimaginarqueelseñorRathenbergpuedatenerproblemasporeso.¿Quiénibaasaberlo?
Durantetodoeldía,Belleestuvopensandoysepusocadavezmásnerviosa.Cuandodenochellegóacasamuertadecansancio,todavíanohabíanirastrodeAndreas.Envezdeeso,laesperabaNicolajuntoalapuertadelpiso.Estabaenelquintomesdeembarazo,yaselenotabalatripayteníalacarahinchada.
—Belle, menos mal que has venido. Serguéi me ha escrito…Y como hapuestoenel sobre todas lasdireccionesque se lehanocurrido, al finalmehallegadolacarta.¡TienequeiraRusia!
Belleabriólapuerta,sequitóelsombreroy,abstraída,searreglóelpeloanteelespejo.
—¿ARusia?¿Enserio?Losiento,Nicola.—Enrealidad,eradeesperar.Nosé si esomeafecta. ¿Creesqueestámal
quenomeinquietedemasiado?Belle siempre había apreciado a Nicola, pero ese día su charlatanería le
atacabalosnervios.—Nosé.No,noestámal…Perdona,Nicola,estoyagotada.Sedejócaerenelsofá.—¿Medasalgodebeber?—preguntóNicola.—Claro.BellemirócómoNicolaseservíauncoñacylobebíaansiosa.—Quierodecir,porsupuestoquelosentiríasiSerguéicayese.Peronoesque
vayaadevanarmelossesosdíaynocheporello…«No es que lo hagas muy a menudo», pensó Belle, hostil. De inmediato
sintiópenaeintentódeciralgoagradable.—EstoysegurísimadequeSerguéi…PeroNicolayahabíacambiadodetema.—¿Dóndeestáese…tuAndreas?¿Desdecuándoloconoces?Parecemucho
mejorqueSerguéi.QuesepasquelabuenadeChristineestátotalmenteofendidaconestahistoria.Creoquenuncahabíaimaginadoalgoasídeti.
—Andreasllevadesaparecidounasemana—dijoBelle.Nicoladejóelvaso.—¿Qué?—TuvoqueiraSuiza,aencargarunapiezademaquinariaparasufábrica.
Deberíahabervueltohaceunasemana.—¿Otramujer?EratípicodeNicola.—Nocreo.—Bellesacóuncigarrillo;eraelúltimoynoteníayacupones—.
Detodasformas,nomehabríadejadoenlaincertidumbre.—Mmm…—Nicolaseacercóalaventana,laabrióyseabanicóparanotar
un poco de aire fresco—. Desde que estoy embarazada, tengo calor a todashoras. Perdona, Belle, pero ese Andreas parece un poco frívolo. Demasiadoguapo…Aunquetalvez…—«Medadolordecabeza»,pensóBelle,cansada—.Losdostiposesosdelcochellevanahíporlomenosunahora—dijoNicoladepronto.
Bellelamirósorprendida.—¿Quédostipos?—Enuncochenegroalotroladodelacalle.Cuandolleguéhacecomouna
hora,estabanyaahíyvigilabanlaentradadeledificio.Quégentemásrara.Belleseacercóaellaymiróalacalle.Curiosoquenolehubiesellamadola
atención antes, pero lo cierto era que estaba totalmente perdida en suspensamientos.
—DiríaquesondelaGestapo—dijodespacio.Pensóde inmediato enAndreas y en el profesor judíoque aúnvivía en la
pequeñabuhardillasobreellos.¿Estaríanallíporél?Perolohabíavistoantesenlaescalera,cuandolahabíaadelantadocontimidez.Asíqueestabaencasaylopodíanhaberdetenidofácilmente.
—¡Québienseestáaquí!—exclamóNicola,cuyamentecaprichosayatenía
otracosaenlacabeza—.Unpisomuyelegante.—Sonabanostálgica.—Sí—dijoBelle casiporobligación—,elnuestronoes tanelegante. ¿Te
encuentrasmásomenosbienallí?—Sí,claro,essolo…Elentorno,¿sabes?Quierodecir…Notendríaqueser
tan remilgada,pero…Estemegustamás. ¿Qué teparece?¿Debería escribir aSerguéiy…?
EltemaSerguéidurótodavíaunrato.Nicolasepermitióaúnotrocoñacy,alfinal,semarchóacasadeunhumorbastantefestivo.Encuantosefue,Belleseasomódenuevoalaventana.Loshombresseguíanallí.
Durmió mal esa noche. Cuando se quedaba adormilada, tenía sueñosconfusos y terribles que volvían a despertarla.Estaba cada vezmás segura dequelosespíasdeallíabajoteníanalgoqueverconladesaparicióndeAndreas.Se acordó de una conversación. De noche, en las calles de Berlín, ¿cuántotiempohacía?
«Nomepregunteseso,Belle…Esmejorquenosepasdemasiadodemí…enesencia,carezcoporcompletodecarácter…»
¿Estaba prohibido lo que hacía? Los papeles cosidos a su abrigo… Seestremecióalpensarenellos.¿EnquéturbiahistoriaandabaenvueltoAndreas?Su empresa colaboraba de cerca con la industria armamentística, la secretariahabíadichoqueteníaunagrancantidaddeinformaciónvaliosa.«Noledesmásvueltas,Andreasnoestonto.Nosejugaríaelcuello»,seordenó.«Miobjetivopersonalesganardinero.»Pero¿quéseríacapazdehacerpordinero?
Selevantótempranoalamañanasiguienteyloprimeroquehizofuemirarpor laventana.Elcocheseguíaallí, ¿ohabíavuelto?Belle sepreparóuncaféaguado y encendió la radio. Con inquebrantable optimismo se conjuraba lavictoria, aunque las primeras tropas alemanashabían tenidoque rendirse a losAliados en Túnez y la guerra de submarinos en el Atlántico se habíainterrumpidoporquenohabíaapenasavancesacausadelosradaresenemigos.Esos reveses no se mencionaban y, cuando se hacía, se retorcían tanto queparecíantriunfosdelosalemanes.
«Aunqueundía los tanques rusos atraviesenBerlín, seguirándiciendoqueestamosganandolaguerra»,pensóBelle.
Amanecíaunamañanaclarayazul,seguroqueseríaotrodíaveraniego.Porsuerte,Belleteníatodasuropaparalaestaciónmáscálidaensupropiopiso,asíquenoselequemó.Sepusounafaldaestrechagrisyunablusablanca—luegotendríaqueponerseencimalahorriblechaquetadeluniforme—,ysepeinóconcuidado.Cuandosalía, losojosdelosdoshombresdelcocheleagujerearonlaespalda. A lo largo del día llegó a la conclusión de que eran agentes de laGestapo y que estaban ante el edificio porAndreas, vigilando las veinticuatrohorasdeldía.Esperabanparadetenerlo.Peroalguiendebíadehaberloavisado.Yporesonohabíadadoseñalesdevida.Noquerríamezclarlaenningúncasoenelasuntoniponerlaenpeligro.
«Meinterrogaránsi tardaenaparecer; intentaránaveriguaralgopormí.Miúnica posibilidad es demostrar que no tengo ni la más remota idea», pensóincómoda.
LaGestapoactuómásrápidodeloqueseesperaba.CuandoBellevolvíaacasaporlatarde,viosaliraloshombresdelcocheypararseanteelportón.AlllegarBelle,lemostraronsusdistintivos.
—PolicíaSecreta.¿EsustedlaseñoraBelleMarty?—Sí.—Entoncesvengaconnosotros,porfavor.—¿Estoydetenida?—No.Peronosgustaríacharlarconusted.Bellefueconscientedequelaobservabandesdetodaspartescuandosubióal
coche.Tras las ventanas se apartaban las cortinas, unamujer quevolvía de lacomprasequedómirandoembobadasindisimulo.EsotranquilizóaBelle.Silareteníanmuchotiempo,Nicolasedaríacuentaprontodequehabíadesaparecidoylosvecinospodríandecirlequeselahabíanllevadolosagentes.Porlomenos,noleperderíanlapistaporcompleto.
—¿Adóndevamos?—preguntóconcuidado.
—AlaPrinz-Albrecht-Strasse.«¡El cuartel general de la Gestapo!» El valor de Belle se quebró. Corrían
muchosrumoressobrelossádicosmétodosqueusabanallíysobreloscalabozosherméticamentecerradosdelosquenadiesalíavivo.
Elcochesedetuvoanteeledificiogris.Flanqueadaaderechaeizquierdaporsus acompañantes, Belle subió los escalones hasta el portón. Oyó la puertacerrarseasuespalda.
Pasillosqueparecíannotenerfin.Escaleras,máspasillos,puertas,escaleras,pasillos. Por lo menos subían y no bajaban, así que no la llevaban a loscalabozos.Separaronanteunapuerta,laabrieron,empujaronaBellealcuarto.Cegada,mirólaluzdeunalámparadirectamentedirigidaaella.
—Siéntese—dijoalguien.Sesentóenunasillaquehabíadelantedelescritorio.Apartaronlaintensaluz
ypudodistinguiralhombresentadoalotroladodelamesa.Llevabauniformeyunasgafasdesutilmonturadorada.Eradelgadoeinsignificante,peroaBellelellamaronlaatenciónsumiradafríaylainmutabilidaddesucara.
Eraobvioquesehabíainformadobiensobreella.—BelleMarty, Lombard de soltera, nacida en 1918 enBerlín. Se casó en
mayo de 1938 con el actor Max Marty, que hasta hoy no ha vuelto deStalingrado.
«¿Ycómoibaahacerlo?»,pensóBelle,aladefensiva.—Tiene una hija, Sophie, de tres años. Era usted figurante en la UFA,
tambiénha interpretadopapeles pequeños en algunaspelículas.Entre otros, elpapeldeJulietaenRomeoyJulietadeSvenKronborg,en1939,prohibidaporlacensura.Enfebrerodeesteaño la llamaronalserviciodeguerraobligatorioy,desde entonces, trabaja como revisora del tranvía aquí en Berlín. ¿Es todocierto?
—Sí.—¿DesdecuándoconoceaAndreasRathenberg?—Desdeoctubrede1938.
—¿Cómoloconoció?—Enunrestaurante.Enrealidad…delantedeunrestaurante,paraserexacta.
Inicióunaconversaciónconmigo.—¿Desdecuándotieneunarelaciónconél?—Desde…desdenoviembrede1938.Diosmío,cómodebíadesonaraquello.Bellesediocuentadequelesubían
los colores. Un hombre hablaba con ella delante de un restaurante y pocodespués se había convertido en su amante. Por suerte, a su interlocutor no leinteresabaelaspectomoraldelasunto.
—SeñoraMarty, lo que queremos saber es: ¿dónde se encuentra AndreasRathenberg?
—Nolosé.Estoymuypreocupadaporél.ElmiércolespasadosemarchóaZurichacomprarmaquinariaparasuempresa.Queríaestardevueltaalostresdías,perohastaahoranohesabidonadadeél.
—Curioso,¿no?Quelahayadejadoasí,enlaincertidumbre.—No es su estilo, no. Pero sus socios suizos no tienen ni idea de dónde
puedeestar,yensuhotelsolonosdijeronquehabíadejadosuhabitación.—¿Nos?—Asusecretariayamí.Lasdosestamosdelomásdesconcertadas.Unosojosfríoslamiraronfijamente.—Seguro que ha notado en los últimos días que la estábamos vigilando,
señoraMarty.—Medicuentaayerporlanoche.Antesno.—¿Ysedioenseguidaporaludida?Belle sealarmó.¿Sedelataría si su respuestaeraafirmativa?Su instinto le
decía que sería mejor abandonar su táctica inicial de parecer por completoignorante. Notó que no podría engañar a aquel hombre y supuso que quizátendríamejorescartassisemostrabasincera.
—Porsupuestoquenomediporaludidadeinmediato.Meplanteéaquién
estaríanbuscandoen lacasa.Pero,al final,penséquepodríaestar relacionadoconAndreas.Despuésdetodo,llevaunasemanadesaparecido.
—TampocoesesaunarazónparaquelaPolicíaSecretahagapesquisassobreél,¿no?—Eraunmovimientosutil—.AnoserqueélactúedealgunamaneracontraelEstado.Esepensamientotambiéndebedehabérseleocurridoausted.
Belledecidióponertodaslascartassobrelamesa.—Sí, se me ha ocurrido—respondió Belle serena—, pero le aseguro que
estoyaoscurasalrespecto.Notengoniideadequésetrata.Lacreía,peronoestabasatisfecho.—Parece sabermuy poco del hombre con el que tiene una relación desde
hacecuatroañosymedio.—Entotalnohemospasadotantotiempojuntos.—¿LohaacompañadoalgunavezenunodesusviajesaZurich?«Nopuedesaberlo,disparaaciegas»,pensóBelle.—No—dijo.Éllamirópersuasivoyellaañadió—:Soyunamujercasada.
Mimaridonosabenadade…demirelación.—SumaridollevadosañosenRusia.—Aunasí.TengomuchosamigosyparientesenBerlínaquienesmegustaría
seguirocultandoestahistoriayalosquetendríaquedarprolijasexplicacionessideprontomefuesedeviaje.Poresonolohehecho.
Leparecióqueaquellosonabaaunarelaciónsórdidaqueselimitabaadosnochesporsemanaenunhoteldetercera.Peroledabaigualqueelhombredelescritoriopensasequeeraunaputa.Loúnicoimportanteeraquelaconsideraseajenaatodoeinocenteenlospuntosesenciales.
—SeñoraMarty,debodecirlequeAndreasRathenberghahechocosasquepuedenresultarmuydesagradablesparaélsicaeennuestrasmanos.
Belleseesforzópornoencogerse,peronotóquese leponíanlívidoshastaloslabios.
—¿Quéesloquehahecho?—Traición. Un crimen imperdonable si se piensa en la heroica lucha que
libraelReichen todos los frentes.—Callóunmomentoparaquesuspalabrasadquiriesen toda su importancia—.Es sabidoqueAndreasRathenberg está enposesión de secretos significativos. Su puesto le da acceso a resultados deinvestigaciónmuynovedosos,quedebenconduciraldesarrollodeacerosfinospara armamento. Sabemos que lleva años vendiendo esos conocimientos alextranjero,enesenciaalosingleses,atravésdeunintermediarioenSuiza.Porelloharecibidoaltassumas,queestándepositadasencuentassuizas.Creoquenotendréqueexplicarlelosinmensosdañosquehainfligidoconelloasupatria.
Belle estaba atónita. Había supuesto algo así, pero era muy distinto oírlodecir.EraexactamenteloquesepodíaesperardeAndreas,asíquenoentendíadedóndepodíavenirsudecepción.Inclusoselopreguntóenunaocasión:
«¿TrabajascontraelGobierno,Andreas?».Élsehabíareído.«…metienespormáshéroedeloquesoy.»No sabíamuy bien qué hacer con sus sentimientos encontrados. ¿Prefería
queélhubiesehechoalgo«decente»,queestuvieraluchandocontraelrégimen?Ella odiaba aHitler y a sus secuaces, pero siempre pensó que era una locuraoponerseaélyapreciabaqueAndreastuvieselamismaopiniónrealistaenesacuestión. Pero esto de lo que se enteraba ahora también la desconcertaba:demostrabalodesenfrenadamentecodiciosoqueeraylocentradoensupropiobeneficioqueestabaAndreas.Delahorribleguerraquetantosufrimientohabíacausado,sacabatodoelprovechoposibleparasímismo.Eramuyprobablequefuesemásricoyquetuviesemenosescrúpulosdeloqueellahabíasupuesto.«YahorasoyyolaqueestásentadaconlaGestapo.¡Gracias,Andreas!»,pensó.Serepuso.
—¿Cómolosaben?Losojosazulclarotraslasgafassehicieronunpuntomásfríos.—Esoescosanuestraynodeberíainteresarle.Lacuestiónes:¿cómoseha
enteradoRathenbergdequeestábamostrasél?Entodaslasfronterastienensunombre y su fotografía; si hubiese intentado entrar en Alemania, lo habrían
detenidodeinmediato.Puestoquenohaaparecidoenningúnsitio,esevidentequeloadvirtieron.
Bellecontestóconunamiradamuyfranca.—Eslaprimeranoticiaquetengodeesteasunto.Nohesidoyoquienloha
avisado.Estabamuypreocupadaporélylaverdadesquenosésiahoradeberíasentirmemástranquila.Entiendaquetengoqueencajardealgunamaneraloqueacabadedecirme.
Élasintiódespacio,peroenelrostroteníaaúnunaexpresióninamovible.—¿Sabe,señoraMarty?Disponemosaquídemediosparahacerlahablarde
inmediatosicreyésemosquesabeustedmásdeloquereconoce.Demomento,noobstante,soydelaopinióndequedicelaverdad.SimástarderesultaquehaencubiertoustedaRathenberg,quesabealgodesuparaderooinclusoqueestáen contacto con él, deberá responder ante los tribunales como su cómplice y,posiblemente,notendrámejorfinalqueél.¿Lohaentendido?
—Sí—dijoBelle.Elhombreselevantó.—Puedeirse.Sucasaseguirá,porsupuesto,bajovigilancia.Además, tiene
ustedprohibidoabandonarlaciudad.—¿Yesoporqué?—Notengoporquécontestarasuspreguntas—lacorrigióél—.Sequedará
enBerlínypunto.Hizo un ademán impaciente hacia la puerta. Fuera estaba esperando otro
hombre, que condujo aBelle sin decir nada a través de losmuchos pasillos yescalerashastalasalida.
Se quedó allí plantada.Aún quedaba luz en la tarde demayo y, de golpe,todossussentimientosencontradosquedaronrelegadosalfondodesumenteyunprofundoaliviolainvadió:Andreasnohabíacaídoenunatrampa.Lohabíanacechadocomohienas,peroélloshabíaburlado.¿Lehabíandadounsoplo?¿Ohabíasidosusextosentido?Seacomofuere,podíancansarsedeesperardelantedesucasa,porqueélnoasomaríaporallí:erademasiadolistoparaellos.
«Unzorrolistoyperspicaz»,pensó.Luegoserio,perofuemásporhisteria,porquesabíaquelasituacióneratanpeligrosaqueunsolofallopodíacostarleaAndreas lavida.Seestremecióante la ideade loenervantequeserían losdíassiguientesparaella.Entoncesseacordóde lavisitadeNicolaeldíaanteriorysuspiróaliviada.SuprimalehabíadadoaentenderclaramentequenadalaharíamásfelizquetrasladarsealaelegantecasadeAndreasenlaBerlinerStrasse,yBellesedijoquequizátambiénfueralamejorsoluciónparasímisma.Almenosse ahorraría las noches sola, llenas demiedoy cavilaciones.ChristineyAnnetambiénpodíantrasladarsesiquerían.
Iríaahoramismoaverlasylasinvitaría.EnloquesereferíaaAndreas,lesdiría que estaba pasando dificultades comerciales en el extranjero. Era casiseguroqueningunaleharíamáspreguntas.
11
Necesitabaexactamentesietepasosparacruzarelcuartoalolargoycuatroparahacerloaloancho.Paredesblanqueadasconcalysuelodepiedra,sobreelquehabíadosjarapas,enelrincónuncamastro,unamesaydossillas,unestanteconunaparatode radio.Nohabíaventanas,niun jiróndecielo, solo luzartificialprocedentedeunabombillitacolgadadeltecho.
En aquel agujero bajo tierra, Martin Elias comenzaba a añorar hasta elcuartitodeinvitados,aúnmáspequeño,encasadeFelicia,dondealmenoshabíauntragaluzquelepermitíaverlahierbaylatierrayunpardeflorecillas.
Pero¿deverdadañorabayaalgo?Llevabaescondidomásdeunaño.Unañoencautiverio.Podíasalirunrato
porlanochesihabíaalarmaaérea,porquetodosseescondíanynadiesefijabaenél.Pero,porlogeneral,estabacondenadoalainmovilidady,aveces,inclusotenía la sensación de que se le estaban oxidando los músculos y los huesos.Siemprehabíasidounapersonadeescritorio,perotambiénlegustabadarlargospaseos.Cómo los echabademenosahora.El ligero susurrode lashojas enelviento, el crujido de la hojarasca bajo los pies, una brisa cálida con aroma afloresenprimavera,oelclaroyfríoairedelotoño.Cuántasveceshabíaidoenverano hasta los lagos de Starnberg o Ammer. El agua sedosa y lisa habíaabrazadosupiel,pececillosplateadoshabíannadadoasualrededor,laspiedrasdelfondohabíanresplandecidoverdesyenlacálidabrisahabíapodidodivisarlas cimas nevadas de losAlpes al sur.Había horas en las que solo lloraba dedesesperación, por su vida penosamente limitada y porSara, que había tenidoqueenfrentarsesolaasudestino.
Saraeralaeternapesadilladelaquenopodríadespertarnunca.Sinpiedad,
reconstruíaunayotravez todas lasconversacionesquehabían tenido sobre lapregunta«¿Emigrarono?»y,porsupuesto,alfinalsiempreestabasegurodequeera el único culpabledel cursoquehabían tomado las cosas.Se castigabaporellonodejandoniunahoradepazydistracciónasutorturadocerebro.Inclusocuando escuchaba la radio o leía el periódico, y durante unos instantes nopensabaenSara,ellavolvíadeinmediatoasuconciencia.Nunca—Martinselohabíajurado—sepermitiríaolvidarniporunsegundoeldestinodeSara.Sufrirtodalavidaledabaciertoalivioasutormento.
Estabaescribiendounlibroque,porsupuesto,tratabasobreSarayél,ycuyoincierto final le pesaba en la conciencia. Había pensado ya en toda clase devariantes,perosiemprelasdesechaba.Muchosdíasescribíacomounposeso,yporlanochearrugabatodaslashojasynodejabadeandararribayabajodurantehoras.MenosmalqueKat, la esposadeTomWolff, hacía todo loposibleporconseguirleunayotravezpapel.Ensusituaciónsinsalida,ellaera,sinduda,suúnicoconsuelo.Le llevaba librosyperiódicos, lehabíadejadoaquella radioysolíabajarconunatazadetéparabeberlaconélycharlar.Enciertamanera,ellatambiénestabasolayencerrada,yMartinsentíasubenignacercanía.SabíaquesehabíacasadoconTomWolffporquenopudoteneralhombrealqueamabaensu juventud y, desde entonces, era presa de una apatía melancólica; no sequejaba,perosereíamuypoco.YcuandoMartin,unavez,durantesusmuchascharlasíntimas,lepreguntóporsumatrimonio,ellaselimitóadecir:«Tommenecesita.Y,mire,esomedamuchafuerza».
Seacercóalaradioylaencendió.«DesdeLondres.BenitoMussolinihasidodetenidohoy,28dejuliode1943,enRoma.»Habíauntonotriunfalenlavozdel locutor. «El rey italiano ha tomado el mando supremo del ejército; se hapedidoalmariscalBadoglioquenombreunnuevogabinete.Mussolinihabía…»
Martinescuchócon intensaatención.Le latíaelcorazónmás rápidoy,porprimera vez en mucho tiempo, no sentía que lo estuviesen estrangulandolentamentenihundíalacaraenelpecho.Ahoranoparecíaquelamaldadfueseaganar siempre. La represión del levantamiento en el gueto de Varsovia, la
aniquilacióndelaOrquestaRoja,eldescubrimientodelaRosaBlanca:cadavezeracomosisupropiocorazónestuviesesangrando.
Perohoyveíaunresplandorenelhorizonte.LosAliadoshabíandetenidoaMussolinienItalia.Losfascistasnoseguiríaneternamenteenelpoder.
LasnoticiashabíanterminadoyMartinapagólaradio.Sobresucabezaoíavoces,unadeellaschillonayconganasdepelea.Ajá,ahíestabaLulúdenuevo.Martin se había visto forzado a conocer todos los secretos de la casa, así quesabía deLulú, que tenía una relación conTom.Venía a veces, cuandoKat noestaba,peronoparecíaqueseregalasenunoaotrohorasmuyplacenteras,pueslamayorpartedeltiempoMartinlosoíadiscutiragritos.Kathabíaidohoyavera una vieja amiga y no volvería hasta el día siguiente, así que Lulú tenía víalibre. PrimeroMartin había temido que eso hiriese aKat porque sumarido laengañaba,peroalfinalcreyóentenderporsusconversacionesqueellalosabíayqueladejabafría.
¿Ysiescribíaunpoco?Aguzóeloído.Aunquearribaestuvieranhablandoenun tono tranquilo, podría haber captado un par de frases, pero todo estaba ensilencio:debíandehaberpasadoalaparteagradabledelanoche.Seestremecióantelaideadesentarseytomarellápiz.Todoeldíahabíaestadosentado:habíaleído,escrito,leído,escrito.Elansiadeairefrescoeracasidemasiadopoderosa.Queríamoverse, respirar, ver el cielo, los árboles, las calles y a las personas.Libertad…Elmayor bien terrenal, elmás apetecible de todos. Se sentó en lacamayhundióelrostroenlasmanos.
Desdefebrerode1943,cadaveztransportabanamásfrancesesaAlemaniaparatrabajar en la agricultura, la fabricación de armamento o la industria, y quienintentaba librarse recibía duras represalias de las fuerzas de ocupación. Unaoleadaderabiaatravesabaalpuebloyconvirtióenfervientespatriotasinclusoaquienes hasta entonces se habían mantenido al margen de la política. Habíanaprendidoasoportarcosas,habíanprocuradoaceptar lasituación,peroaquello
erademasiado.Apenasquedabanadiequenosesolidarizaseconloshombresalosquearrastrabancontrasuvoluntadatierrasenemigas,alotroladodelRin.
No lejos de la ciudad de Nantes estaba el pueblecito de Chatville, unaveintenadecasasqueseagrupabanalrededordeunaantigua iglesiadepiedra.Allí vivían casi únicamente campesinos, hombres taciturnos y gruñones, quepreferíanlasoledaddeloscamposacualquierotracompañía.
Había en la aldea una taberna, Pont Vieux, en la que solían sentarse loscampesinosalfinaldelajornadadedurotrabajo,acomerpanyquesoybeberunaguardiente.Losparroquianossolíanserensumayoríahombresviejos,perotambiénhabíaunpardejóvenesquesehabíanhechocargodelasfincasdesuspadresynoqueríanabandonarChatville.
En la noche del 20 de agosto, las SS entraron en la taberna y nadie tuvooportunidaddeescapar;enmenosdecincominutos,habíandetenidoatodosloshombres jóvenes. Al día siguiente los llevarían a la estación de Nantes para,desdeallí,transportarlosparaeltrabajoforzadoenAlemania.EntreloshombresseencontrabatambiénJeanLavelle,miembrodelaResistenciayelcompañerodeClaire.
Jean yClaire se habían ocultado durante algún tiempo enChatville, sobretodoparaqueJeanpudierarecuperarsedeunaheridadebalaquecasilecostólavida. Habían interceptado un transporte de armas desde Alemania con laintención de robarlo, pero se produjo un tiroteo y Jean resultó gravementeherido.Conmuchosapuros,consiguieronsalirdeallí.UnosparienteslejanoslosacogieronenChatville.
Claire se enteró de lo que había pasado por la tía Josephine. La «tía»Josephineera,enrealidad,unaprimacuartadeJean,alta,gruesayamable,perocuandoaquellanochellegóalacocinadesucasadepiedra—enlaquenohabíanielectricidadniaguacorriente—,nomostrónirastrodesuflemáticacalma.
—¡HandetenidoaJean!—chilló—.SelollevanaAlemania.Claire,queestabacortandojudías,palideció.—PoramordeDios,¿dóndeestá?¿Dóndelohanllevado?
LatíaJosephinesedejócaersuspirandoenunasilla.—Alaiglesia.Oncehombres,todosjóvenes,loshanencerradoenlaiglesia
durantelanoche.Porsupuesto,hanpuestoguardias.—Jeannoestanjoven,porque…—Tiene cuarenta y cinco años y está fuerte. Los alemanes aún pueden
aprovecharlo.Ay…—LatíaJosephinesacudiólacabezaunayotravez—.Quétiempos.¡Quétiempos!
Clairedejóelcuchilloyapartólafuentedelasjudías.—Iréaversipuedohaceralgo.LatíaJosephineleagarróunbrazo,asustada.—Nopuedeshacernada.Notepongastúenpeligro.—Tendrécuidado.PeronopuedoabandonaraJeanasusuerte.En tornoa la iglesiahabíanpuestocentinelas.Clairehablóconunode los
hombres,peroélnoentendíafrancésytuvoqueintentarloenalemán.—Micompañeroestáahíenlaiglesia.JeanLavelle.—Esposible.—Nopuedenllevárselo.Tienequecuidardesufamilia.—Váyaseacasa.Loqueintentanotienesentido.—Perousted…—Hedichoquesevayaacasa.¿Oquieretenerproblemas?Claire entendió que era inútil. Pero no se fue a casa como le habían
ordenado.EnlosbosquesdeChatvillehabíaescondidossuficienteshombresdelaResistencia,yClairesabíadóndeencontrarlos.Contralosalemanessolohabíaun arma: la violencia. No entendían otro idioma. Y la liberación de Jean eraimportante para el movimiento. Jean era uno de los líderes. Su valentía erainigualable,suodioporlosalemanesnoconocíalímites.Aquelodioeraloqueunía a Jean y Claire. No tenían que esconderse uno al otro la amargura y lainquietud.
Los quince hombres tenían armas: ¡armas alemanas! Aprovecharían laprotecciónde la oscuridady la ventaja del ataque sorpresa, y contaban con lasolidaridaddetodoelpueblo.Suobjetivoeraatacaraloscentinelasenmediodelanoche,abrirsecaminohasta la iglesiaa tirosy liberara todos losdetenidos.Tambiénsetratabadedemostraralosocupantesquelosfrancesessabíancómodefenderse.
Llegaron en torno a la una. Era una noche cálida de agosto, suave ytranquila,ysolorompíalacalmadevezencuandoelululardeunmochueloenel bosque. Los centinelas no parecían sospechar ningún peligro. Cuando losfranceses salieron de la oscuridad y de un segundo a otro abrieron fuego, losalemanesni siquiera tenían lasarmasamano.Pero juntoa losdetenidosen laiglesia había una tropa de soldados. Unos quince alemanes que, de pronto,salieron de su escondite, armados con fusiles, bayonetas y granadas demano.Alguienloshabíaprevenido.Elataquenoloshabíatomadoporsorpresa.
Pocoantesde lasdosestaba tododecidido.Tres soldadosalemanesyacíanmuertos en el suelo, un cuarto estaba herido. De los quince hombres de laResistencia,nueveestabanmuertosyhabíanhechoaseisprisioneros;entrelosretenidos en la iglesia que intentaron participar en la lucha, había dosgravementeheridos.Entonces,comenzó lacazadecómplicesenelpueblo.Entodaslascasas,martillearonlaspuertas,avecesinclusorompieronlasventanassin miramientos. Las SS registraron cada habitación, por pequeña que fuese.Abrieroncajones, esparcieronel contenido sinordenni conciertoporel suelo,rajaronloscolchones,arrancaroncortinasyvisillos.Golpearonlostablonesdelsueloylasparedesbuscandohuecosy,antelamásmínimaduda,levantaronlastablas.Alosadormiladoshabitanteslosagrupabanenalgunahabitación,dondelesordenabanquesequedasendepieylesprohibíansentarse.
AlrededordelastresentraronencasadelatíaJosephine,dondeClaire,juntocon la tía, estaba completamente despierta en la cocina y esperaba llena demiedonoticias.Sabíanque laoperaciónhabía fracasado.Loquenosabíanera
que Jeaneraunode losheridosgravesde la iglesiayqueagonizabaenaquelmomento.
Losde lasSScomenzaronenseguidaelregistrode lacasa,queestavezsecoronóconunéxito:enunasalaencontraron,entreunmontóndeperiódicos—bien escondida y descubierta solo por casualidad— la cartilla militar de unmiembrodelejércitoalemán.LlevabaelnombredeGertUllbach.
—Interesante—comentóelObersturmführerdelasSSquedirigíalaredada—.Quécuriosoniditodepartisanostenemosaquí.
Claire,queenningúncasoqueríacausardificultadesalatíaJosephineysufamilia,reconocióenseguidaquelacartillaquehabíanencontradolepertenecía.
—Losdemásnosabíannada—añadió.Ladetuvieronalinstante.«Bien,asíqueesteeselfinal.Mefusilarán.Novolveréagrabarunamuesca
enningúnumbral,peroyasonunmontón;leshecostadomuchasangre»,pensó.Resultóquehabíainfravaloradoasuoponente.Nolafusilaron.Lallevarona
laprisióndeNantesyallílatorturaron.Por supuesto, Claire había pensado alguna vez que podía pasarle algo así,
pero siempre intentaba alejar esa idea. Si no, podía perder el valor, y lonecesitabaparavivirlavidaquellevaba.Ahorasoloesperabanotraicionarnadani anadie, lehicieran loque lehiciesen.Había informes terroríficos sobre lastorturas,perotambiénsuficientesejemplosdevíctimasquelashabíansoportado.Aunquecasiningunaseguíaconvida.
ColgaronaClairedeltechoporlasmuñecas,conlospiesapenasporencimadel suelo. Las manillas de hierro se hundían profundamente en la carne. Ladejaron colgada así una hora. Una y otra vez, Claire se atrevió amirar haciaarribayverquecomenzabanaamoratárselelasmanos.Luchócontraelpánicoque crecía en ella y se dijo que su vida no tenía ya valor, que era absurdoinquietarsepor el estadode susbrazos.Losdolores erancasi insoportables, lecostaba respirar. Dos veces estuvo a punto de desmayarse, algo que habríaagradecido,peronosabíamuybiencómohabíavueltoensíantesdeperderla
consciencia del todo. Intentó evadirse, se recitó poemas que había aprendidohacía una eternidad en la escuela y pensó en Jean.A él no podía defraudarlosiendo débil, llorando, gritando e implorando misericordia a sus torturadores.Apretólosdientes.Aguantaría.
Alcabodeunahoraaparecierondoshombresenelsótano,unobajo,gordo,conunaexpresiónladina,yotromásaltoqueparecíamásinteligenteyaúnmásbrutal.FumabauncigarrilloymiróaClaireconfrialdad.
—Esperoqueestédispuestaadarnosrespuestas—dijoenunfrancésfluido—.Esdecir,loesperoporusted.
—Esodependedeloquequieransaber—respondióClaire.Le costaba tanto respirar que sus palabras sonaron roncas y arrastradas.
Sentía la lengua hinchada. Desde las muñecas el dolor le relampagueaba portodoelcuerpocomounacorrientedefuego.
—Queremos saberlo todo.Pertenece a laResistencia, asesinó al caboGertUllbachenfebrerode1942.Laprobabilidaddequetengamásasesinatossobresu conciencia es grande.Queremos que confiese.Y queremos el nombre y eldomiciliodeotrosmiembrosdelaResistencia.Encuantoaesto,deberíadecirlequesearrepentiráamargamentesinosdaindiciosfalsos.
«Jesús,ayúdame.Tengomuchomiedo,peronopuedennotarlo»,sedijo.—Creoquenotengonadaquedecir—contestó.Élsequitóelcigarrillodelabocayloapagódespaciosobreunamesa.—Es una pena —indicó—. Se lo va a poner difícil inútilmente. Tarde o
tempranohablará,soloque,paraentonces,noestarátanguapacomoahora.—Notengonadaquedecir—repitióClaire.Intentórecordarlasoracionesquelehabíaenseñadosumadre.«Estásenlas
manosdeDios,Claire.Siempre. Inclusoen lashorasmásoscurasde tuvida.»¡Sipudiesecreerlo!
El hombre delgado del cigarrillo dio entonces las órdenes que el gorditollevó a cabo como verdugo.De pronto tenía en lamano un látigo con el quecomenzóagolpearaClaireenlaespalda—queellapensóquesequebraríapor
lasescápulas—,en los riñones,en lascorvas.Concada latigazo,Clairegirabasinremedioysupesotirabaviolentamentedelasmuñecasquecolgabandelasargollasdehierro.Alprincipio,semordióloslabioshastahacersesangreparanodecir nada, pero al final gritaba con cada golpe, bramaba todo su dolor yconsiguió con ello cierto alivio. Gritaba el nombre de Jean: «¡Jean! ¡Jean!¡Jean!».
Cuandosutorturadorlegolpeóenelvientre,perdiólaconsciencia,peroélladevolvióalarealidadtirándoleuncubodeaguafríaenlacara.
Clairesediocuentadequesuvestidoempezabaahacersetrizas,dequelosgolpes ledabanahora en lapieldesnuda.Estabaapuntodedecir todo loquequisieranoír,detraicionarhastaasumadre,yaJeanyaPhillip,ytodoloqueleera querido, pero entonces recibió un golpe en el pecho y el dolor superó lasfuerzasdeClaire.Porsegundavez,perdiólaconsciencia,estavezdurantemástiempo.
Cuandosedespertó,estabaenuncalabozooscurosobreunsuelodepiedra,dondeunalámparadeaceitetitilabacansadamenteytodoerafríocomoelhielo.
—Jean—susurróClaire.Juntoaella,semovióalgo;noestabasola.—¡Claire!Creíaquenoteibasadespertar.Conocíalavoz,peronoeraladeJean.Eradeunodeloshombresalosque
acudió para liberar a los que estaban encerrados en la iglesia… ¿Cómo sellamaba?UnnombresetraslucióenlaconfusióndelamentedeClaire…Luc…Eso,sellamabaLuc.
—Agua—dijo.Alguienlepusounamanoenlafrente.—PobreClaire,tehandadobien.Ynotengoaguaparati,niunagota.¿Te
duelemucho?¿Mucho?Eradolortodaella,untrozodecarnecrudaysangrientaquehabían
tiradoenunrincón.—Nohables,Claire.Tienesquedormir.Necesitastodastusfuerzas.
Poco a poco, se le aclaró la vista, se acostumbró a la turbia luz de lalamparita. Dio un leve grito del susto: ¿qué le habían hecho a Luc? Su carahinchadayanosepodíadecirquefuesehumanayteníaelbrazoderechoenunánguloraro.Laspiernasestabanatadasporlostobillosconcadenas,bajolasquemanabalasangre.
—Luc,estáshorrible.Él asintió sin decir que ella ofrecía una imagen aún peor. Pero Claire ya
habíadirigidolosojosasuspropiasmanos,unosbultosmoradossinforma,congrandesheridasenlasmuñecas.
—Luc,mismanos…¿Hasvistomismanos?Nopuedomoverlosdedos.Nolossiento.
—Sepasa,Claire.Podrásvolveramoverlos.—«Sisiguesconvida»,añadióenpensamientos.
—¿Tambiéntehantorturado,Luc?—Sí.Peronoleshedichonada.«¿Hedichoyoalgo?», sepreguntóClaire.Nopodía recordarnada, soloel
dolor.Elpasado,elpresenteyel futuroeransolodolor.Suspirando, semovióparadeinmediatoarrepentirseconamargura.Estartumbadainmóvileraloúnicoquesoportaba.
—¿Tienenaquíamásdelosnuestros?—Atodoslosquehansobrevividoa laoperación.Ahoraestánocupándose
dePierreyNapoleón.—Ay,Diosmío.¿YJean?¿DóndeestáJean?LavozdeLucsonótristeydelicada.—AJeanledispararonenelcaosdelaiglesiaymuriópocodespués.Claire,
yo…—¡No!—Deberíahabersidoungrito,perosolosonóungraznido.Mientras
latorturabanhabíachilladotantoquesuvozyanoteníafuerza—.No,nopuedeser—murmuró—.Jeanno…
—Claire,aunqueséquenoesconsueloparati…—Lucdudó,peroalfinal
terminó la frase—. Ha muerto mejor de lo que moriremos nosotros. Mecambiaríaahoramismoporél.
—Jean…Yotengolaculpa.Lohetramadotodo.SiselohubiesenllevadoaAlemania,seguiríaaúnvivoyhabríavueltoenalgúnmomentoPeroasí…¿Quéesloquehehecho?
Alfinal,Clairecomenzóallorar,yLucnoseloimpidió.Sololeacaricióunayotravezsuavementeelpeloylesusurrópalabrastranquilizadoras.
Cuandopudovolverahablar,habíapasadocasimediahora.—Luc,¿nosvanatorturarotravez?—Metemoquesí.Encuantonoshayamosrecuperadounpoco.—Novoyasoportarlo.Otravezno.—Sí.Lovasasoportar.Eresfuerteyvaliente.Hassobrevividohastaahora.—SoloporquepensabaenJean.Lohesoportadoporél.Todasmisfuerzas
veníandeél.Peroahoraqueséqueestámuerto…—¡Claire!—Iba a darle la mano, pero se contuvo en el último momento
porqueellahabríagritadodedolor—.Claire,nohasvividoyluchadosoloporJean.Habíayaalgoantesdequeloconocieses.¡Acuérdate!
—Miodio—mascullócansada.—Sí.Melocontaste.Losalemanesmataronatupadreenlaúltimaguerray
atuhijoenesta.Losodiascontodatualma.Piensaeneseodio,Claire.Sigueenti,fuerteeimplacable.HanasesinadoaJean.Todoloqueamas,lohasperdidoporlosalemanes.Nolesharáselfavordederrumbarteahora.Nohablarás.Dejaquetusdemoniostesostengan.Ellossonelmalytenemosquehacertodoloquepodamosparaqueelmalnotriunfe.
Claireestabademasiadoagotadaparaentenderloqueledecía,perotalvezencontraselafuerzaparaaguantar,talvezlateníatodavíaensuinterior.Ahorano podía seguir pensando. Tenía que dormir… y olvidar lo que se le veníaencima.
12
Belle se había dormido hacía solo diez minutos cuando comenzó a ulular laalarma aérea, y necesitó un par de segundos para entender lo que pasaba.Entonces,seabriólapuertadesudormitorioyAnneaparecióenelumbral.
—¡Belle!¡Laalarma!Tenemosqueirrápidoalsótano.Belle saltó de la cama, se puso una combinación y un vestido que había
dejadopreparadosyagarrósubolsa.Enmomentoscomoaquel sealegrabadetenerconellaalasdemás:losbombardeosnocturnossellevabanmejor.
La alarma principal siguió de inmediato a la previa, oían ya a lo lejos lasprimerasbombas.Christine,pálidayasustada,abriólapuertadecasa.
—¡Daosprisa!—lasapuró.Oyeronunavozllorosaqueveníadelasaladeestar.—¡Ayudadme!Nopuedoatarmeloszapatos.Era Nicola. El embarazo la había hecho engordar monstruosamente,
rebosabadeunabutacayera incapazde inclinarseparaatarse loscordonesdelos zapatos. Saldría de cuentas en apenas una semana, y la futuramadre, quesolopodíaanadearparadesplazarseysequedabasinalientoalmínimoesfuerzo,noveíalahora.LlorabamuchoylanzabainterminablesdiatribascontraSerguéi,alqueculpabadetodoaquello.
Bellesearrodilló, leató loszapatoscon la rapidezdelvientoy laayudóalevantarse.
—¡Vamos,Nicola!Tenemosqueiralsótano.Lasbombascayeronahoramáscerca.Laondaexpansivafuetanfuerteque
los vidrios de las ventanas reventaron tintineando en todas las habitaciones.Nicolarespirabacondificultad.
—Diosmío,quéterrible.¡Tengotantomiedo!Nopuedosalircorriendoconlogordaqueestoy.ElmalditoSer…
—Tampocoesquesalircorriendotefueseaservirdenada—leexplicóBelle—. Las demás tampoco podemos hacer otra cosa que no sea sentarnos comotoposenelsótanoyrezarparaquenosenoscaigatodoencima.
AnneyChristineyabajabanlasescalerascuandolosvidrioscomenzaronasaltar.Los estallidos causaban estrépito alrededor y se oía unadetonación trasotra.
—Esteniñovaaveniralmundomediosordo—gritóNicola,yseabrazólatripa.
Nadie en el sótano intentaba dormir. Estaban sentados en sillas o butacas,conlabolsaolamaletaenelregazo.Dosniñoslloraban,unperritoseapretabatemblandodemiedocontralaspiernasdesudueña.Elviejoprofesorjudíoqueaún vivía en la buhardilla miraba a su alrededor con grandes ojos tristes; elmiedoalasbombaseraparaélunomásdelosmiedosquedominabansuvidayadesdehacíatiempo.
La alarma cesó al cabo de una hora y volvieron a subir las escaleras atrompicones,todosrendidosdecansancio.
—Conunpocodesuerte,podremosdormirelrestodelanoche—dijoBellecuandoentraronencasa.
Justoentonces,Nicolasepusoblancacomolaparedyseencogió.Jadeóenbuscadeaire.
—¡Belle!Creoquevieneelniño.—Perohoyes1deseptiembre.Noteníaquellegarhastael5—lacontradijo
Belle.—Caray,puesestáclaroquenoseráasí—bufóNicola.Setambaleó.Christinelasujetóylallevóhastaunabutaca.Annellegócon
unabotelladeaguadecoloniayselapusoasumadrebajolanariz.—¡Mamá!Notepreocupes.Tellevaremosalhospital.Nicolasuspiróbajito.Bellepensabacomoloca:¿encontraríanenalgúnsitio
uncoche?,¿cómodedestrozadasestaríanlascalles?Seguramenteestabanllenasdegentequesehabíaquedadosincasayvagabaporlosalrededoresconloquehabía podido salvar. ¿Quién estaría dispuesto a llevar a una embarazada alhospitaltrasunataqueasí?
—¡Tenéisquehaceralgo!—gritóAnne.Nicoladabapena.Deunsegundoaotroselehabíallenadolacaradesudor.
Teníalosojoscerrados.—Creoqueesmejorqueintentemostraeraquíalacomadrona—dijoBelle
—.Hasidounbombardeoterribleyquizánopodamosllegaralhospital.Nohabíaterminadodedecirlafrasecuandovolvieronasonarlassirenas.—¡Alsótano!—ordenóBelle.EllayAnneengancharondelosbrazosalajadeanteNicolaylaarrastraron
escalerasabajo.Christinellevabamantasyalmohadas.BelledecidiómontaruncamastroparaNicolaenelcuartodelacolada;alfinyalcabo,nopodíatraeralmundoaunniñodelantedetodosenelrefugioantiaéreo.
—Túmbate, Nicola. Intenta calmarte. A lomejor tarda un par de horas, yparaentonceshapasadoelbombardeoypodemosirabuscaralacomadrona.
—No tardará tanto—se quejó Nicola. Parecía un miserable harapo en elcuartode la coladagrandey frío; rodabahasta ponersede espalday luegodeladodeformaalternativa,yjadeaba—.Elmédicodijoqueseríaunpartodifícil.Belle,tienesqueayudarme.
—Claro.Notepreocupes.¿Por qué demonios Nicola tenía que tener su niño justo ahora? ¿Por qué
había dejado que el desgraciado de Serguéi le hiciese aquello? Belle intentórecordar cómo había sido el nacimiento de Sophie, pero ella estaba, porsupuesto,enunhospitalcomoDiosmandayligeramentenarcotizada,demodoque todohabía sucedidocomoenvueltoenniebla.Aguacaliente, en los librossiemprenecesitabanaguacaliente.
—Christine,vearriba—dijo—,traeunpardecubosypalanganasconaguacaliente.Ytoallas.¡Deprisa!
Christinenosemoviódelsitio.—Peronopuedosubirahora.Caenbombasportodaspartes.Bellemaldijo.—Entonces,quédateaquíydalelamanoaNicola.Iréyo.Subió corriendo las escaleras. A su alrededor el mundo parecía estar
cayéndoseapedazos.«¡OjaláestuvieseenLulinn!¿Porquétengoqueestaraquímuertademiedo?»,pensó.
CuandogiróelinterruptorenlacasadeAndreasnopasónada.Sehabíaidolaluz.Enunaoscuridadtotal,Bellebuscóatientasunarmario,sacóunavelaycerillas, fueconcuidadohastaelbañoy sediocuentadequesolohabíaaguafría. Una explosión muy cerca sacudió toda la casa, hizo que los libros secayesendelasestanteríasyquesaltaseelrevoquedelasparedes.LanzóaBellea un rincón y ella notó el sabor del polvo de cal en los labios. Cuando pudovolverarespirar,selevantó,llenóunaolladeagua,encendiódenuevolavelaycorrióalacocina.GraciasaDiosaúnhabíasuficientemaderaycarbón,ypodíaal menos encender un fuego. Mientras prendía el hornillo con la vela, otradetonaciónsacudiólacasayaplastóaBellecontralapared.Tomóaire,quitólaolladelfogón,pusolasarandelassobrelallamaycorrióalapuertadelacasa.Estuviesecalienteonoelagua,nopensabaquedarseniunminutomásallí.
Cuandollegóalosescalonessuperioresdelaescaleradelsótanoseprodujola tercera detonación. Belle cayó por la escalera, el agua que tanto le habíacostadoconseguirsederramóenelpasillo.Trasellaoyóuninfernalestruendoyuna nube de polvo la cubrió. Tirada en el suelo, tosió, le picaban los ojos, lagarganta,lanariz,yteníasangreenlaspiernas;sehabíaheridolasrodillas.
Alguienlaagarródelbrazoylalevantó.Atravésdelpolvoreconociórostrospreocupados.
—¡Rápido!Lacasaseestácayendo,peroelsótanoaúnresiste.Saldremos.Vamos,levántese.
Sepusoenpiebamboleándose.—¡Nicola!TengoqueiraporNicola!
Contralacorrientedevecinos,seabriócaminohastaelcuartodelacolada.Anne y Christine salieron a su encuentro como dos fantasmitas temblorosos;estabanblancasdelacalquehabíacaídosobreellas.
—¡Belle!—gritóAnne—.Dicenqueelsótanopuedecaersedeunmomentoaotro.Tenemosquesalir.
PasóporsuladoatodaprisaparallegarhastaNicolayseinclinósobreella.—¿Tepuedeslevantar,Nicola?LacaradeNicolaestabadesfiguradaporeldolor.—No,Belle,esimposible.Losiento.Dejadmeaquí.Poneosasalvo.—¡Nodigas bobadas!Nopienso dejarte en la estacada.—Sevolvió hacia
AnneyChristine—.Aseguraosdesalir.YomequedoconNicola.Annesepusocompletamentehistérica.—Peroelsótanopuedehundirseencualquiermomento.Nopodéisquedaros.
Porfavor,tenéisquevenir.Belleseacercóaellayledijoenvozbaja,conuntonodeadvertencia:—Anne,porunavezenlavida,compórtate.Yavescómoestátumadre:no
puedelevantarseylamataríamossiintentamosobligarla.Salidyponeosasalvo,yyomequedoconNicola.Estemalditosótanonosehundirá.Yahora,largaos.
Sefueronconlarapidezdelrayo.Cincominutosmástardecesólaalarma.Aquella noche, los Aliados habían lanzado sobre Berlín casi mil quinientastoneladasdebombas.
En las calles, había tal claridad que parecía que fuese de día, tantos eran losincendios en la capital del Reich. Las sirenas de los bomberos ululaban,montañasdecascotesyacíanatravesadosen lascalles.Hacía fríoy lloviznaba,aunque la lluvia no llegaba ni de lejos a apagar las llamas. Mucha gentearrastrabacarretonesconlospocostrastosquehabíapodidosalvar:unabutacasolitaria, una cuna, un par de libros omaletas, una radio.Una anciana estabasentada en un sofá en el jardín ante su casa medio destrozada y meneaba la
cabezasinparar.Otraexcavabacomolocaenlosescombrosygritabacomosiseestuvieramuriendo.Habíaquienayudabaabuscaralagenteenterrada.AnneyChristinemirabanconespantoadoshombresquesacaronelcadáverdeunniñodeunsótanoy, trasexcavarunpocomás,unapiernaamputada.Annedejódemirar.
—Dios mío, Christine, ¿has visto eso? Ahí había alguien totalmentedespedazado.
—Nomires.¡Venga!Enelflujodegente,seesforzaronporavanzar.—¿Adóndevamos?—jadeóAnne.—Alaestación.Conunpocodesuerte,lacasadeMaxyBellesigueenpiey
podremosrefugiarnosallí.Con la fuerza que le quedaba, Christine arrastraba una maleta tras ella;
habría preferido abandonarla, pero su contenido era literalmente lo único quetenía.Cuandollegaronalaestación,comenzóasonarporterceravezlaalarmaaérea.
Todoslosandenesestabanatestadosdegente.Sentadassobremantasosobrelaspropiasmaletas,yheladas,seenvolvíanenelabrigoynoperdíandevistalaspocas pertenencias que llevaban consigo. Por todas partes lloraban niños, dosperros se ladraban enfadados el uno al otro. La alarma provocó un grito dedesesperación.Christinesesentóacurrucadasobresumaletaysetapólosoídos.
—No losoportomás,Anne.Nosoportoyaestasbombas.Sicaeunaaquí,estamosperdidas.
—Estaríamosperdidasencualquier sitio—dijoAnne.Con lágrimasen losojos,observólamuchedumbre,queseencogíacadavezqueunabombaestallabacerca—.¡Pobremamá!Solaenesesótano…Sinunmédico…
Christinelahabíaoído.—Noestásola.Belleestáconella.—GraciasaDios.Belleesmaravillosa.Tienemásvalorquetodasnosotras
juntas.—Christine no contestó. Anne la miró desafiante—. Ya no encuentrasnadabuenoenella,¿verdad?
—No.Nopuedoentendercómoha…conun…cómohapodidoliarseconunvividor mientras su marido está atrapado en Stalingrado, y hasta ahora nadiesabe lo que ha sido de él. Creo que hay que tener el corazón de piedra.—Christineguardósilenciouninstante—.Esraro…Nuncameheentendidobienconella.Esosojosfríosquetiene…
—Es por el color—explicó Anne—. Los tienen todos los que vienen deLulinn.
—VosotrosyvuestroLulinn.—Christineserio,perosurisasonóamarga—.Oshacesentirostanseguros…Yparecedaroscartablancaparatodo.«¡SomosdeLulinn!»LobasáistodoenesepardeacresdetierraenlaPrusiaOrientalyenvuestro impresionante árbol genealógico. Y, encima, la finca ni siquiera esvuestra. Paul me lo contó una vez. Felicia Lavergne la perdió a favor de suexmarido,¿no?
Annenegóconlacabeza.—¡Concuántoodiohablas!Túmismaestáscasadaconunodelosnuestros.—Sí,loshombresdevuestrafamiliasondeotramanera.Conellosunanose
congela.—Seacomosea,esBellelaquesehaquedadoconmimadrejugándoseel
cuello.EnesoesigualqueFelicia.Vivesuvidacomoquierepero,cuandohacefalta,estáahí.Nuncadejaríaanadiedelafamiliaenlaestacada.
—Hadejadoasumaridoenlaestacada.—Siestuvieseenapuros,haríacualquiercosaporél.—Estáenapuros.Siestávivo, seráprisionerode los rusosy, si sobrevive,
serásoloporqueconfíaenqueBelleloestáesperando.Annearrugólafrente.—Esosuenacomoloseslóganespara lasmadresy lasmujeresdenuestros
valienteshombresenelfrente.Estansentimental…SisobrevivealcautiverioenRusia,tambiénsobreviviráalhechodequesumujerestéconotrohombre.
—Yonopodría.NopodríaserleinfielaPaul.Nunca.—Tampocotienesquehacerlo.—Qué indiferente eres al hablar de estos temas, Anne. Aparte de todo lo
demás,creoqueeseAndreasRathenbergtampocoesmuyagradable.Unhombredenegociosfríocomoelhieloyunseductorsinescrúpulos.
—Notemas,nocreoqueintenteseducirte—dijoAnne,maliciosa.Yluegoañadió—:HacebuenaparejaconBelle.Estoyseguradequelaquiereypuedequesealaprimeramujerporlaquehasentidoalgo.MaxMartynotuvoningunaposibilidaddesdeelprimersegundoenqueAndreasentróen lavidadeBelle.Paseloquepase,nosesepararánnunca.
—Entonces,Bellehasalidoperdiendoconelcambio.—Hablascomounasolteronaenvidiosa.—¡Quédisparate!¿EnvidiadeBelle?Yo…Seguían discutiendo cuando los aviones —por suerte solo una pequeña
retaguardia—volvieronadesaparecer.
13
Elbebénacióalascuatrodelamañana.Elpartoduróhoras:Nicoladabaunparde cabezadas, para volver a despertarse y gritar de miedo con cada nuevacontracción.
—Belle,damelamano.¡Nomesueltes!¡Belle!¡Esterrible!¡Terrible!—Sujétatefuerteamí,Nicola.Enseguidalohabrásconseguido,yaverás.—
Pero no estaba en absoluto segura—. Todo saldrá bien,Nicola. ConAnne nopasónada.
—ConAnne no tuve ningún problema, pero…—Jadeó fuerte y semedioincorporó. Ya apenas se la reconocía: su rostro dulce estaba hinchado y conmanchasrojas,loslabiosagrietados,elpelosudadopegadoalafrente—.Nuncaolvidaréloqueestáshaciendo,Belle.—Tosió—.Quetehasquedadoconmigo…¿Creesquesenoscaerátodoencima?Noquieroque…
Sevolvióatumbar,agotada.Belle,alaquecadavezledolíamáslaespaldadeestarmedioarrodilladajuntoaNicola,intentósonreír.
—¡Qué tontería! Aquí no va a caerse nada. Este sótano es muy sólido.—«Diosbendito,queseacierto»,pensóalmismotiempo.
Habíarecogidoalgodeaguafríadelgrifoquehabíaenelsótanoyvolvióahumedecerunatoalla.Concuidado,limpiólafrentedeNicola.
—Descansaunmomento.Yluegovuelvesaempujar,¿deacuerdo?Lashorasparecíanarrastrarse.Eltercerbombardeocomenzóyterminó.Esta
vezrespetaronlacalle.SolounavezllovióunanubedepolvodelasparedesyBellecontuvoelalientoaterrada.Peronopasónada.Elsótanoresistió.
NicolaestabaexhaustayBellesollozabadecansanciocuandoelbebédiosuprimerberrido.
—Nicola,esunaniña.GraciasaDios,parecequeestábien.Miraquébonitaes.Benditoseaelcielo,peroSerguéisepuedeiralinfierno.Noquierotenerquevolverapasarporesto.
—A Serguéi espero que lo hieran en el Frente Oriental —soltó Nicola,furiosa—.Queno semuera, pero que sufra comopoco lamitad de lo que hesufridoyo.Belle,¿cómoeslaniña?¿Separeceamí?
Belleenvolvióalachiquitinaenunjerseydelanaquellevabaensubolsa.—No sé… Está toda roja y arrugada. Pero es preciosa. ¿Cómo vas a
llamarla?—Si hubiese sido un chico lo habría llamado Julius, comomi padre. Pero
tendráqueserJulia.—Esunnombremuybonito—dijounavozdesdelapuerta.Bellesediola
vuelta.Allíestabaelviejoprofesorjudíoy,ensucarallenademiedoymiseria,seinsinuabaunasonrisa—.Verdaderamentebonito.
—¿Quéhaceustedaquí?—preguntóBelle,estupefacta—.¿Cómoesquenosehaidoconlosotros?
Élseencogiódehombros.—¿Adónde? Esta estrella amarilla de mi abrigo me hace una presa fácil.
Aquímesientomásseguro.—Peroelsótanopodríahundirse.—Notengonadaqueperder.Bellelealcanzóalbebé.—Sosténgala unmomento.Tengo que ocuparme deNicola.—Se arrodilló
juntoaNicoladenuevo,lelavólacaraylequitóconcuidadoelpelodelafrente—.¿Ves?Hassobrevividoatodo.¿Cómotesientes?
—Mejor. Pero muy cansada. —Nicola agarró la mano de Belle—. Noolvidaréestonunca,Belle.Todossehanido:solotútehasquedado.Deverdad,teestaréagradecidasiempre.
—Tranquila.Nohasidonada.Belleseirguió.Teníalasrodillasdébilesdelcansancioyelpelolecolgaba
alborotadoydesgreñadoporlacara.Cuandoseacercóalprofesorpararecogeralaniña,éllesonrió.
—Esustedunamujermuyvaliente—dijo—.Loquehahecho esta nochemerecetodomirespeto.Debesaberquelaadmiromucho.
Ellaledevolviólasonrisa.Noteníalasensacióndehabersidoespecialmentevaliente, pero el halago la llenó de orgullo, sobre todo porque venía de unhombre que tenía todas las razones del mundo para odiar a cada uno de losalemanes.
Claire siempre había creído que todo en la vida estaba escrito. La vida y lamuerte, y cada ciclo del destino, seguían unas leyes dispuestas desde elprincipio.Nadiepodíaescapar,nadiepodíadetenerlaruedaogirarlaensentidocontrario.
Claireestabaconvencida:siteníaquemorirenelsótanodelasSS,moriría,yelhechodequeaúnviviese—loqueeracasiunmilagro—demostrabaquenohabíallegadosuhora.Cuatrodelossuyosestabanmuertos,tambiénLuc,yotrohabíaperdidoel juicio.Claireno teníaningunaesperanzadevolver ausar lasmanos,ysepreguntabacómoestaríaelinteriordesucuerpoyaquesuorinaerade color rojooscuro, y tampoco lograba comernada.Sin embargo, demaneramisteriosa,habíasobrevivido.
Aunque solían fusilar en el patio de la prisión a los supervivientes de latortura,parasimplificar—lasSSempezabanatenerproblemasparaeliminarloscadáveres—decidieronllevaralospresosaloscamposaespaldasdelaciudad,hacerloscavarsupropiatumbayejecutarlos.Eneltrayecto,pasóalgoincreíble:el camióndelejércitoque los transportabaacababadeentrarenuncaminodetierra cuando un bombardero de la RAF lo divisó y le lanzó una bomba quedetonóunpocomáslejos.Elconductorseasustó,frenó,saliódelacabinaysetiró al suelo. Los tres hombres de las SS que acompañaban el transporteintentaronponerseasalvodeinmediato.Delospresos,soloClaireyunjoven,
Alain,noestabanencadenadosporlospies,asíquesaltaronycorrierontodolorápidoquepodían.Tuvieronsuerte.Porqueelbombarderohabíadadolavueltaysedirigíadenuevohaciaelcamión.
—¡Cabrones!—gritóunoficialdelasSS—.¡Estánvolviendo!Estavezacertóelblanco.Elcamiónexplotó,todoslosocupantes,tambiénel
conductorylosguardiasqueestabanallado,murierondeinmediato.ApartedeClaireyAlain,queestabanadiezmetrosdedistanciaenuncaminopolvoriento,mirandoconojoscomoplatosaquelinfierno,nadiesobrevivió.
—¡Alain,tenemosqueirnos!—gritóClaire.Elaviónsealejaba,eraunpuntocadavezmáspequeñoenelcieloazul.Las
llamas se alzaban altas. De momento, no había peligro, pero Claire habíaaprendido que en la Francia ocupada nunca había situaciones completamenteseguras, así que corrió a través de los prados, tambaleándose y tropezandoporquellevabalasmanosatadasalaespaldaylecostabamantenerelequilibrio.Trasella,podíaoírlarespiraciónjadeantedeAlain.
—Novamosaconseguirlo—dijoél.Eraunmuchachodelgado,perovalientecomodiez,unfervientepatriota.Lo
habían torturado hasta casi matarlo y le habían roto dos costillas. Tenía unosdoloresterribles.
—Nodigasbobadas,Alain—dijoClaireentrecortadamente.Llegaron a un bosquecillo y se detuvieron, protegidos por los árboles y la
maleza.Enlalejaníapodíanverladensahumaredanegraquesalíadelcamión.—Tenemosquesoltarnoslasmanos—indicóClaire.Sus sentidos estabanmás despejados que los deAlain y, guiada por algún
instinto,eralaquetomabalasdecisiones.Se pusieron uno de espaldas al otro, y Alain, que podía mover mejor las
manos,soltólacuerdaquesujetabalasdeClaire.Comonopodíatenercuidadocon las heridas, ella casi se desmayó del dolor y, para no gritar, semordió ellabiohastahacersesangre.Elprocesoduróunahorayalacabarsetendieronlosdosenlahierbapararecuperarsedelagotamiento.Claireobservósusmanoscon
horror y a continuación se ocupó de desatar aAlain.De nuevo pasó casi unahorahastaqueconsiguióliberarlo.
—¿Yahora?—preguntóAlain.Clairesoloteníaunarespuesta.—ConPhillip,mimarido.—¿Estámuylejos?—Notanto.Alainsacudiólacabeza.—Novoyaconseguirlo,Claire,necesitounmédico.Losdoloresmeestán
matando.Noaguantaréunahora.Teníalapielcetrina,loslabioslívidos.Clairecomprendióqueeraciertoque
nopodríaaguantarmuchomás.—Estábien.Intentemosllegaralsiguientepueblo.Nosayudarán.Tendrástu
médico,Alain.—¿Ytú?—Yoquieroirmeacasa.Nadamás.
AsíquellevóaAlainaunmédicoyellasepusoencaminohaciaSaint-Maurin.Con las fuerzas que le quedaban, avanzó hacia su casa, con Phillip. Se sentíacomounaniñapequeñayvulnerableque reclamabaunosbrazos fuertesyunavozquelaconsolase.Jeanestabamuerto,lahabíantorturadoyhabíavistomoriroperdereljuicioasusamigos.Queríahacerseunovilloytenerunhombroenelqueapoyarlacabeza.Queríadormir,dormir,dormiry,cuandosedespertase,quePhillipestuvieseallíyleacariciaselafrente.
Eraunatardecerdefinalesdeveranollenodesolcuandodivisólagranjadesufamilia.Desdeelmarllegabaunabrisafrescayapenasfaltabaunahoraparaquelaoscuridadylanieblacubriesenlosprados.Claireviodesdelejosquelosfrutalesdelhuertosedoblabanconelpesodesucargayquelasfloreslucíansuscoloresmás vibrantes. Estaba agotada,muerta de cansancio del largo camino,
peroeraunasensacióntanbuenaverdenuevosucasa…Porunmomentoaúnlaasaltóelmiedorepentino,pueselpatioparecíatantranquiloque,depronto,seleocurrió que a lo mejor Phillip se había ido para siempre. Pero entonces oyóladraraBabou,elperro,yjustodespuéslavozdePhillip.
—Calla,Babou.Seguroqueesalguiendelpueblo.Callaya.Elrepiqueteodelapiernademaderasobreelpatioempedrado,aquelruido
tanfamiliar…Lavoz…—¡Phillip!—gritóClaire.Sonódébilytemblorosa—.Phillip,soyyo.Claire.¿Por qué demonios la abandonaban ahora las fuerzas? ¿Por qué le salía
aquella ridículavozdepito?¿Porquéapenaspodíaponerunpie trasotro?Setambaleóyseagarróaunodelospostesdelavalla.
—¡Phillip!Sindejardeladrar,Babouseechóalsueloysaltómeneandolacolaanteella.
PorfinllegóPhillip.Sequedópetrificado.—¡Claire!¡Nopuedeser!Sintióqueperdíaelconocimiento;ahoraquehabíallegadoalagranjaytenía
a Phillip delante, el mundo comenzó a oscilar a su alrededor. «Pobre Phillip,¿cómome va ameter en casa?», pensó antes de caer y quedarse tirada en lahierba.
Seacomofuere,élconsiguiólevantarlayllevarlaenbrazosporque,cuandosedespertó,estabaenelsofádelasalita.LeardíalagargantaytardóunpardesegundosenentenderquePhilliplehabíadadoungrantragodeaguardiente.Seincorporótosiendo.Phillipestabasentadojuntoaella,conlacaradesfiguradadedolor.Claireseasustó.
—¿Quépasa,Phillip?¿Quétepasa?—¿Quétehanhecho,Claire?—preguntóenvozbaja—.Lasmanos…Dios
mío,¿cómohanpodido?—Ellamirósusmanos.Hinchadasydeformadassobrelamanta, llenasde sangreypuscoagulado—.Claire, ¿quémás tehanhecho?Quítatelaropa,quieroverteelcuerpo.Quierosaberlotodo.Yo…
—¡No! —Intentando protegerse, encogió las piernas y se hizo un ovillo
comounfeto—.Nopuedesverlo.Perotodosecurará.Todo.—Hansidolosalemanes,¿verdad?—Sí.YhanmatadoaJean.Phillip no sabía quién era Jean, pero intuía que era el hombre por el que
Clairelohabíadejado.Asíqueporesohabíavuelto.Noteníaanadiemás,solole quedaba él. Demomento, al menos. Hasta que se recuperase, hasta que levolvieranlasfuerzas,elodioylainquietud.Phillipreprimióunsuspiro.DespuésdeloquehabíasoportadoClaire,nopodíaponerseélpordelante.
Comosioyesesuspensamientos,elladijoenseguida:—NovolverénuncamásalaResistencia.Seacabó.Phillipesbozóunasonrisapaciente.—Ahora eres comounaniña a laquehanpegado.Cuandovuelvas a estar
sana,cambiarásdeopinión.Ellanegórotundaconlacabeza.—Nosetratademisalud.Algoseharotoenmí,Phillip.Cuandomeenteré
de que Jean habíamuerto, cuandome torturaban, perdí todasmis fuerzas. Lopoco que quedó lo he necesitado para volver aquí. —Dirigió la mirada a lapuertaenlaquehabíahecholasmuescas—.Veintidósalemanesmuertos.Yhansidomás después. Creo que es suficiente, Phillip. He hecho lo que tenía quehaceryahoraquieropaz.Noesbuenopasarunavidaodiando.
—¿Ylodicestú?¿Despuésdetodoloquehapasado?Tupadre,nuestrohijoy…yJean…Pornohablardeloquetehanhecho.Claire,nopuedocreerque…
LosojosdeClaireseanegaronenlágrimas.—Créelo,Phillip.Esposiblecreerloqueunonoesperaba.Estabamuycansada, pero contentade estar allí ypoderdormir.Noquería
seguir hablando. Phillip no tenía que saberlo todo, y menos lo destrozada,desesperadaydesgraciadaque se sentía.Teníaquecreerqueellahabíavueltoporél,nosoloporquenoteníaningúnotrositioalqueir.Peromientraspensabaaquellosediocuentadequeeracierto.Philliperaparaellamásqueunúltimorecurso.Muchomás.Habíaagotadosusfuerzaspensandoenély,allítumbaday
mirandolosojospreocupadose inteligentesdesumarido,noentendíaporquéno se había dado cuenta hasta entonces. No era Jean quien le había dado lasfuerzas, ni su odio. Sumisteriosa fuente era él.Había luchado,matado, habíaaguantado la tortura porque sabía que él estaba con ella y que, pasara lo quepasase, estaría dispuesto a rescatarla. Lo que la unía a él no era ya el amorpasional, un deseo romántico, sino una confianza imperturbable que habíasoportado la separación. Cuando se alejó, sabía que él la esperaría. Todo eltiempolohabíasabido.
—Abrázame,Phillip—lepidióenvozbaja.Por primera vez, Claire no intentó reprimir el pensamiento de que él era
alemányella francesa,puesesono teníanadaquever.Fueraestabaelmundocontodasucrueldad,sus juegos locos,suspeligrossubrepticios,yallíestabanellos, almargende todo loquepasara.Élno la creía, sedio cuenta, pero ellasabíaquenuncavolveríaaabandonarlo;talvezesacertezaeratambiénuntipodeamor.
LIBROIV
1
En 1944, el sonido de las sirenas, el bramido de la artillería antiaérea, lasbengalas a las que llamaban «árboles de Navidad» en el cielo nocturno y elsilbidodelasbombasquecaíansehabíanconvertidoenunacompañamientotanterrible como familiar en la vida cotidiana, como las maletas hechas, lasmáscarasdegasylasbañerassiemprellenas.Cuantomásclaramenteempeorabala situación en todos los frentes y en casa, más alto chillaba el ministro dePropaganda sus consignas. La victoria final era solo cuestión de voluntad,afirmaba.Elpuebloalemánnopodíadejarseavasallarahora.
Enlanochedel5al6dejunio,losAliadosdesembarcaronenNormandía.LaOperación Overlord había comenzado. Más de medio millón de soldadosestadounidenses, canadienses e ingleses llegaron a tierra.ElGrupoAcorazadoOestequedóanulado.El26dejuniolosestadounidensestomaronCherburgo.LaResistencia mermaba cada vez más las posibilidades de refuerzo de losalemanes. Almismo tiempo, en el este, el Grupo de Ejércitos Centro se veíaabocadoa sudisolución trasuna intensaofensivadelEjércitoRojo.Comoerahabitual, el Führer se negó a autorizar la retirada. Cuanto más dramático seperfilabaelfinal,másdecididosemostrabaallevaralmataderohastaalúltimodesussoldados.Enjuliodel44,elHauptsturmführerVelinvivíaaúnencasadesu suegra, en la Prinzregentenstrasse. No era fácil encontrar una casa en ladevastada Munich, aunque, a decir verdad, no es que Hans hubiese hechomuchos esfuerzos para encontrar una. Lo cierto es que se sentía demasiadocansado. Su asma lo mantenía casi todas las noches en vela. Tenía unmedicamentoconelquepodíamitigaralgolosataques,perosololoayudabaa
pasar lo peor; no podía dormir, apenas comía y había adelgazado de maneraalarmante.
Aquelcalurosodíadejuliosesentíabastanteintranquilo.Vagabasinrumboporlacasa.Elsilenciodetodaslashabitacionesloenervaba;erararolomalquellevaba en los últimos tiempos la calma. Comomejor estaba era entremuchagente; si estaba solo, su estado de nervios se hacía insoportable. Felicia ySusanne habían salido a comprar barras de hielo porque, con aquel calor, lacomida se echaba a perder rápidamente. Se habían llevado a las niñas. AlexLombardsemarchónadamásdesayunarydijoqueestaríafueraunpardedíaspornegocios.Teníalabocatensa,comosiempreantesdedesaparecer,pueseraevidentequedevezencuandonecesitabadistanciarseunpocodeFelicia.Hans,quepodíaobservarlosaambos todos losdías, sehabía sorprendidoaldetectarque aún estabanmuyunidos.Aunque llevasenmucho separados, lo quehabíaentre ellos no había terminado ni por asomo. Al menos, no por parte deLombard, y si lo contrario era también cierto, Felicia, desde luego, no loreconocía.
Hansentróenelsalón,separóanteelaparatoderadioyvioqueAlexhabíacometido un desliz: había olvidado cambiar de emisora. Desde hacía tiempo,HansteníalasospechadequeAlexescuchabaRadioLondres.
Sediolavueltadegolpe,porqueempezóasentirenelpecholaangustiosasensación y le costaba respirar. Suspiró aterrado. «¡Otra vez no! ¡Tan pronto,otroataqueno!»Fueaquitarselacorbata,perosediocuentadequenollevaba.Lapresiónquesentíaenlagargantaveníadedentro.Rápidamentebuscóenelbolsillo del pantalón la botellita de nebulizador que llevaba siempre. Si lautilizaba ya, podía evitar lo peor.No la encontró y se acordó de que la habíadejadoal ladode la cama.Enelpisodearriba.No lograría subir lasmalditasescaleras,puesyaestabamuymal.
Resollando,sedejócaerenunabutaca,respirabaconestertoresyelsonidodabapavor.
—Jolanta,Jolanta—consiguiódecirconloslabiosyadescoloridos.
Peronisiquierasabíasielamadellavesestabaencasa.EnaquellalastimosasituaciónloencontróMaksimMarakov,quealcabode
dos años regresaba a la Prinzregentenstrasse, donde entró con su propia llavedespuésdetocareltimbresinresultado.SedirigióaldespachodeFelicia,perooyóunruidoraroenelcomedor.Hansestabaallí,totalmentedesmadejadoenlabutaca,luchandoporrespirar.
—Ayuda—susurró—.Ayuda.Losdos hombres apenas se conocían;Hans, por supuesto, tenía aMaksim
porelominososociocomercialyamantedeFelicia.Estiróelbrazo.—Mi…medicamento…Elcuartodeinvitados…arriba.Maksimdudóunsegundosisalvardelamuerteporasfixiaaaquelhombre
delasSS,peroalfinalsubiólasescaleras,encontrólabotellitaybajó.Consusúltimas fuerzas, Hans inhaló el medicamento. Su respiración se hizo deinmediatoalgomástranquila.
En ese mismo instante, regresaban Felicia y Susanne, que se quedaronestupefactasantelaescenaqueselesofrecía.Susanneexclamóenvozbaja:
—¡Diosmío!¿Tienesotravezunataque?Alavez,Feliciadecíaperpleja:—¡Maksim!Porsuerte,nadiesediocuentaenlaconfusióngeneraldelnombreconquelo
habíallamado.Hansestabareclinadoenelsillónyparecíairentendiendoquenoibaamorir.Susannehabíaidoalteléfonocorriendo.
—Voy a llamar a un médico. Esto no puede seguir así. ¡Algún día seasfixiará!
—¿Podemoshablarenalgúnsitio?—preguntóMaksim.—Claro—contestóFelicia,glacial.Sehabíarecuperadodelasorpresa.Teníalosojosbrillantesyfríos.Entróen
sudespachoconMaksimycerrólapuerta.—¿Unaguardiente?—preguntó.
Élasintió.—Mevendríabien,sí.Observó cómo Felicia servía dos aguardientes y se encendía un cigarrillo.
Estaba delgada como si llevase semanas sin tomar una comida decente. Teníaaúnmáscanas.Debíadetenercuarentayochoaños,ydistabamuchodelaniñaquealláenelnorte,enLulinn,sepasabalosveranoscorriendoporlosprados.Másquenunca,élsintióesedíalafuerzadevoluntadinmensaqueemanabadeella.
Selepasódeprontoporlacabezaque, inclusosiendounanciano,seguiríaacudiendoaellacuandonecesitaseayuda,aunquenuncalaamaría.«Tampocolaheamadonunca.Ellaessolo…Esloúnicoestableenmivida.Felicia…Talvezyonoseríaquiensoysinosupieraqueellaexiste»,sedijo.
—¿Dóndehasestado,Maksim?—Suvoz temblabade rabia—. ¡Dosaños!Notehasdejadoverendosaños.Podíasestarmuertoyyonisiquieramehabríaenterado.¿Tienesacasounaideadeloqueexigesdelosdemás?
Éldiovueltasasuvasitodeaguardienteentrelosdedos,evitandolamiradairacundadeella.
—Nopodíaponermeencontactocontigo.Habríasidodemasiadopeligroso.—Ah,claro,porsupuesto.Yahemospasadoporestovariasveces.¡Maksim,
elhéroe!Quénobleportupartenoquererponermeenpeligro.Siemprevienesconlamismaexcusacuandomehastenidounaeternidadenlaincertidumbre.
—Tuvequeocultarme.HeestadoenSuecia.—Ajá.Maksimvaciódegolpesuvaso.—No puedes saberlo todo. Solo que tuve que desaparecer otra vez a toda
prisa.Feliciaentornólosojos.—Ahoranovayasadecirmequedescubrieronatugrupo.—Sí. Me escapé en el último instante, literalmente por los tejados y los
patios traseros. Estaba en casa de un amigo, donde habíamos instalado una
emisora de radio. La Gestapo recorría las calles con detectores de emisiones.Tomaronlacasaporasalto.Comotehedicho,mihuidafuearriesgada,perolologré.
—¿Tienesalgoqueverconelespionaje?—Sepodríadecirasí.—Entonces, todo lo que pasó aquí, los refugiados que se escondían enmi
casayalosqueluegoayudabaisacruzarlafrontera,erasolounpasatiempo.Loprincipal era tu actividad de espía. Espiabas para los rusos, ¿no? Para Stalin.Precisamentetú.TúquehasdichoquehabíatraicionadolaRevolución.Ejecutóa lamayorpartede tus camaradas, inclusoa tu… tuMacha.NoesmejorqueHitler.
—NoespiabaparaStalin,sinoparaelcomunismo.Contralosnazis.Y…—Dios bendito, no vas a cambiar en tu vida, Maksim Marakov. El
comunismo, la vacamás sagrada de todas las vacas sagradas. ¿Cuándo vas aaceptarquenotienesqueconsiderarlaidea,sinoalaspersonas?Lodecisivoesloqueunaideahaceconlaspersonas,noloquesignificaparati.Perotienesyamásdecincuentaañosycreoquemorirássinsaberlo.
—Dejamividaenpaz—dijoél,impaciente—.Dejaquesigamicamino.—Desdeluego.SigueespiandoparaRusia.Noseréyoquientedetenga.—¿Meestásechandoencaraelespionaje?Siemprepenséqueloúltimoque
setepodíaconsiderareraunapatriota.—Escierto.Pero,apesardeeso,nomegustaloquehashecho.Talvezes
porquemi padre ymi hermano pequeñomurieron por este país en la anteriorguerra.Mihermanomayorhasidovíctimadelasbombasdeesta.Suhijoestádesaparecido en Rusia. Del marido de mi hija no tenemos noticias desdeStalingrado. No siento nada heroico cuando pienso en ellos, pero hay unasensación de… de lealtad, quizá. Se han jugado la vida por algo que tú hassocavado.Nopuedoconsiderarbuenoomaloloquehashecho.Nomeafecta.Porprimeravezenmivida,Maksim,nomeafectas.
Noteníaniideadedóndeveníanlossúbitoscelosquesintió;ycelosdequé,
encualquiercaso.Puedequefuesemásbienunaespeciededolorporqueellasealejaba de él, y de pronto tuvo casi un deseo infantil de hacerle daño.Con elcinismoquelecaracterizabaavecesensujuventud,añadió:
—Nofinjas.Mostraríastodalacomprensióndelmundorespectoamiformadeactuarsimehubiesenpagadoporello.Solotedesconciertaquealguienhagaalgo por un ideal. Si hubiese cobrado un dineral, caerías de rodillas antemí,llenadelamayoradmiración.
Estavezhabíadadoenelblanco,enaquellaviejaheridaenlaquehurgabaconstantementedesdequeseconocían.Ellanodijonada,peroelsilencioentreellos era amargo y estaba lleno de odio, sin que quedase ya nada de aquellahonda confianza que los había unido siempre, incluso en los momentos máscríticos.
ElviejomédicodecabeceradelosLombardhabíapuestoaHansunainyección«para los nervios», como dijo, y se disponía ya a irse. Susanne lo acompañóhastalapuerta.
—Mepreocupamuchomimarido—ledijo—.Estosataquesvanamás.Nosécuálpuedeserlarazón.
Elancianomeneólacabeza,reflexivo.—¿Sabe?Enmiexperiencia,estetipodeenfermedadtieneamenudocausas
psíquicas.Losataquesdeasmasonexpresióndecomplicacionesanímicasquebuscan así una válvula de escape. Debería averiguar qué es lo que atormentatantoasumarido,señoraVelin.Podríaayudarlehablardeello.Hastaluego.
El médico inclinó la cabeza y se fue. Pensativa, Susanne volvió a lahabitaciónenlaqueestabaacostadosumarido.Hanslamiró.
—¿Quéhadicho?¿Quevoyamorirme?—No,¡quédisparate!Novasamorirte.Susanne se sentó en el borde de la cama. Hans levantó una mano y le
acaricióelpelo,porencimadelosrodetesquellevabaaloslados.
—¿Quéhadicho,entonces?—preguntóenvozbaja.—Dicequetienesalgúnproblemaanímicoprofundoyqueesapodríaserla
causadetusataques.Élevitólamiradadeella.—Charlatanería—masculló.—¿Estás seguro? Intento acordarme de cuándo empezó tu asma.Creo que
fuecuandoviajastealProtectorado.YenPoloniayRusiaempeoró.Nuncamehas contado loquehacías allí.Teníaquever con la reubicaciónde los judíos,¿no?
—Déjaloestar,Susanne.Noremuevasviejashistorias.LamiradadeSusanneerafríaeinsobornable,derepenteigualitaaladesu
madre.—Mejor removerviejashistoriasaque te asfixies, ¿no?Hans, ¿quéhacías
realmenteenesospaíses?¿Quéviste?¿Quées loque tepersigue?¿Loque teenferma? —Él no contestó. Susanne insistió—: Tienes que decírmelo. ¿Quépasó?
Élseguíasindecirnada,perodeprontogritó:—¡Cállatedeunavez!¡Noquierohablardeello,malditasea!—Temblando
yluchandoporrespirar,continuó—:Nadievaahablardeello,¿meoyes?Susannetomósumano.—Tienesquehacerlo,Hans.Otusrecuerdosacabaráncontigo.Nohayotra
opción.
FeliciaestabayafumandosutercercigarrillocuandoMaksimledijoqueteníaqueirseunosdíasaBerlín.Llevabancalladosunratolargo,intentandoordenarsus sentimientos contradictorios y notando cómo empezaba a disolverse lahostilidad,aunquequedabaunfondodetristezayvacíoindefinible.
—¿ABerlín?—preguntóFelicia—.¿Quétienesquehacerallí?Élsonrió.
—Unavezmás,algodeloquenopuedohablar.—Ymuchomenosconmigo.Claro,losé.—Felicia…Apesarde todo,eres lapersonaen laquemásconfío.Nohay
nadieque…—Seinterrumpió,setragólaspalabrasantesdequelellegasenaloslabios—. Si algo salemal en Berlín, ¿puedo venir aquí? En realidad, solo hevenidoapreguntarteeso.
—Asíquevuelvesatenerenmentealgoquepodríallevartealacárcel.—Hoy por hoy, todo puede llevarle a uno a la cárcel. Todos bailamos al
bordedelabismo.—Puedesveniraquísiempre,losabes.Elúnicoriesgoesmimalditoyerno.
Nohaymaneradelibrarsedeél.Pero,porlodemás,tienesaunaluchadoradelaResistenciaanteti.
Maksimvolvióasonreír.—Ypensarqueprobablementeera loúltimoquehubiesesqueridoser,una
luchadoradelaResistencia.Felicia,tehasportadodeunmodoadmirable.Ereslacapitalistamásvalienteylealqueconozco.
—Gracias.El gesto de Felicia no lo mostró, pero para sí pensaba: «Lo peor es que
siempreconsiguecurarlasheridasdeañosconunasolafraseyunasonrisa.Talvezporesonuncapodrédejardeesperarlo».
—Vivíanmuchosjudíosenelpueblo—dijoHans.Hablabaenvoztanbajaquecasinose leentendía.NomirabaaSusanne,sinopor laventana,comosiestuvieseviendoallífueraalgodiferentealcieloazuldeverano—.Lossacamosdesuscasasylosobligamosasubiragrandescamiones.Estabanapiñadoshastaunpunto insoportable, pero aún siguieron subiendo.Al final empujamos a losniñospor encimade las cabezasde losqueestabandepie.Solo teníamosdoscamionesynopodíaquedarninguno.
—Continúa—dijoSusannecuandoél,agotado,hizounalargapausa.
—Eraundíadeveranodemuchocalor,undíacomohoy.Lostrasladamosauncampo.Losgrilloscantaban,habíaunabrisamuysuave,¿sabes?,delasquemuevenlashojasenlosárboles.Elmundoparecíatan…tanbonito.Paramosloscamionesysacamosalos…aaquellaspersonasdelasplataformasdecarga.Unniñopequeñosehabíaasfixiadoenlaestrechez,colgabaflácidodelosbrazosdesumadre,muerto.Dosniñas se apretaban temblando la una contra la otra; unanciano,debíadetenermásdenoventaaños,setambaleódedebilidadycayóalsuelo.Noreaccionócuandolosmíoslopatearon…
Volvió a callarse, pero esta vez Susanne no dijo nada; lo miraba comopetrificada,conlosojosmuyabiertos,febrilesysecos.
Porfin,Hanscontinuó:—A los hombresmás jóvenes y fuertes les pusimos palas en lasmanos y,
empujados por nuestra gente, tuvieron que cavar una zanja de diezmetros delargo. Un arduo trabajo con aquel calor y con la tierra seca y árida. Cuandoterminaron,lespedimosatodosquesedesnudasenyquedejaranlaropaenunmontón.Vieronenseguidaquenoteníasentidoofrecerresistencia.Losprimerosquince o veinte, no sé ya exactamente cuántos eran, tuvieron que colocarse albordedelazanja.Migentetomólasarmasy…
—No—dijoSusanne.Habíaperdidohastaelcolordeloslabios—.Nosigas.Porfavor,noquierooírmás.
Pero ahoraHans se había dado cuenta de la liberación que suponía ponerpalabrasaaquelhorror.
—Estallaron los disparos. Cayeron en la zanja. Después les tocó a lossiguientes. Cayeron sobre los cadáveres de los anteriores. Y llegaron más…Todofuerápidoynohubocomplicaciones.Nadiesedefendió.
—Porfavor,para—susurróSusanne.—A lomejor entendieronqueno teníanningunaoportunidad…—Hans se
volvióhaciaSusanne,lamiró.Lelatíanlasvenasenlassienes—.Yonodisparé.Puedescreerme:¡yonodisparé!Yosoloestabaallí,¡nodisparéniunasolabala!
—No chilles tanto—dijo Susanne, pero sus palabras eranmecánicas. Ella
seguíatotalmenteanonadada.—Aquella noche tuve un ataque de asma horrible—continuóHans—.No
podíalibrarmedelasimágenesquehabíavistopormuchoquelointentara.Depronto, era como si me apretasen poco a poco la garganta y comencé aasfixiarme.Conocía losataquesdeasmadesdequeeraniño,peronuncahabíatenidounotanintenso.
—Y… —A Susanne le costaba encontrar las palabras—. ¿Y no lorelacionasteconesa…esamasacre?
Solo unas horas antes, él habría reaccionado como loco ante la palabra«masacre»,peroahoralaaceptóensilencio.
—Puede que lo evitase. Si no, todo se habría tambaleado… Todo lo quehabía proyectado, lo que quería ser para el Führer.Me convencí de que solonecesitabaunpardedíasdedescanso,dequedespuésestaríabien,pero…
—Eso sucedió en Polonia. Luego fuiste a Rusia. Allí hicisteis lo mismo,¿no?Laszanjas,losfusilamientos,lovolvisteavivirtodo.Unayotravez.
—Sí.Ahoracallaronlosdos.Susannehabríaqueridolevantarseeirse,peroHans
rompióporfinelsilencio.—Soydébil.Soyuncobarde.Otrosvieronlomismoqueyo,peroluegono
seasfixiaron.Yoquería serunhombrecomodeseabaelFührer.He fracasado,Susanne. Mírame, aquí tumbado. Si ese amigo de tu madre no me hubieseencontrado,habríamuertoenelcomedor.—Habíaunanotadeautocompasiónen su voz—.Por cierto—añadió, haciendoun esfuerzo visible por, de nuevo,desterrar el horror a lo más hondo de su mente—, he descubierto que AlexLombardescuchaRadioLondres.Tendréquehablarseriamenteconél.
Como mucho le arrancaría a Alex una sonrisa, de eso Susanne estabaconvencida. Lombard no era fácil de amedrentar, ni siquiera por elHauptsturmführerdelasSSHansVelin.
—¿Esosfusilamientosmasivosaúnsellevanacabo?—preguntó.—Menos.Yacasinohay.AhoralohacenconZyklonB.
—¿Quéeseso?—Gas.—¿Gas?—Sí,bueno,elgasmata.Peronotienesporquésabereso.—¿Matanalosjudíoscongas?—Yonotengonadaqueverconeso.—Pero¿escierto?¿Losasesinanasí?—¡Asesinar!¡Cómosuenaeso!Nopiensesmásenello,Susanne.Enalgún
momento, serámejor no saber nada.Van a darle la vuelta a todo y nos haránparecerdiablos,yesmejornotenerniidea.Deverdad—letomólamanoylaacariciócomoparatranquilizarla—,¡olvídalo!
2
El19dejuliounbombardeoredujolafábricaLombardaescombrosycenizas.Feliciahabíadormidoesamañanamásquedecostumbreporque,debidoa
los ataques aéreos, no había pegado ojo en toda la noche, y fue Alex, quealrededordelasnueveentróeneldormitorio,quienlecomunicóconelmáximocuidadoque,delafábricaytodoslosedificiosquetenía,soloquedabanunpardeparedescarbonizadas.
—Un blanco limpio. Dicen que de las ventanas salían llamas de variosmetrosdealtura.Nosehapodidosalvarnada.
—¡Nopuedesercierto!Alex,dimequenoescierto.¿Todalafábrica?¿Noquedanada?—Lomirócomounaniñafrustradaquenoquiereaceptarunmalsueño—.Alex,esafábricaestodoloquetengo.
AlexsemordiólalenguaparanodecirleaFeliciaquehabíasucedidoaPeterLiliencronalmandodelafábricaporrazonesqueteníanqueverconelsistemaqueeraresponsabletambiéndelasbombas,peroprefiriónodecirloporqueella,ensudesconcierto,estabasufriendo.
—Aúntienesestacasay…—Bueno,¡lacasaestuya!¡YLulinnestuyo!Notengoabsolutamentenada.
Unamanodelanteyotradetrás.Mierda,mierdaymilvecesmierda.—Enfadadaeratanviolentacomodejoven—.¿Dequévoyavivirahora?
—Podríascasarteconmigo.—Oh,nodigasbobadas.Además,yaestáscasado.—Portimesepararíasindudarlo.Pero—sepusoserio—tienesquesaber,y
esoespeorquelapérdidadetusposesionesterrenales,quediezdelosobrerosfrancesesquevivíanenlosbarraconesjuntoalosalmaceneshanperdidolavida,
y que tres están gravemente heridos. La bomba también ha destrozado esosedificios.
—PorDios,esterrible.Peronoloencontrabanilamitaddeterriblecomparadoconelhechodeque
ellahubieraperdidoelfundamentodesuexistencia,enesonopodíaengañaraAlex.Élseacordabadecómohabíasidoen1929,cuandoloperdiótodoenelcrac que llevó a la gran crisis económicamundial. Igual que ahora, de prontoparecía muy cansada, muy pálida, y él había sentido la misma ternura… Lehabíarecordadoungato,ungatoheridoquenotieneanadieenelmundoyquesolopuedeenfrentarsealosgolpesconsuvalorsinfinysutenacidad.
—TeníatantoscontratosdelPartido…Enserio,habríapodidohacerelmejornegocio de mi vida. Justo ahora tenía que pasar. Oh, ¿y ahora qué? Siemprehabríasidomalo,peroahorasolopuedolimpiarcasasparaganardinero.
—Felicia,porhorriblequeteparezca,créeme,novasaserlaúnicaconunamanodelanteyotradetrás.Estaguerra terminaráprontoy,entonces,elpuebloalemán al completo caerá con todo su peso. Dominará el caos total y todostendránqueempezardecero.Todaunanacióntendráquepartirdelanadaytúserásunadetantos.Perolosganarásatodos.Vamos,Felicia,¡nuncahastemidoanada!
—¡Malditas bombas! ¡Maldita guerra! No tengo culpa de nada y la quepierdesoyyo.NisiquieravotéaHitler.
—Muchos no lo hicieron y han perdido la vida en la guerra. Todos loestamospagando.
—Túno.Tútelargasteatiempo.TusmillonesestánsegurosenNuevaYork.Alexserio.—No seas envidiosa, querida. Te pregunté si querías venir conmigo a
América. Pero para ti eramás importante quedarte aquí y recuperar lo que tehabíanquitado.Yahorahasvueltoaquedartesinnada.
—Tambiénfueenalgúnmomentotufábrica,esadelaqueahorahablastanalaligera.
—Bah. —Se encogió de hombros con indiferencia—. ¿Sabes qué? Hacetiempo que hice borrón respecto a las cosas aquí. No me interesa ya lo queexistióunavez.Anoserque…
Noterminólafrase;yanosabíasiaúnpensabadeverdadloqueibaadecir.
Undíamástarde,el20dejulio,fracasóelatentadocontraHitler.«Los conspiradores son una camarilla de oficiales ambiciosos, unos
delincuentes estúpidos y sin escrúpulos», ladraba el Führer al micrófono quetransmitíasudiscursoatravésdelaradioatodoelReich.«Todaesabandadecriminalesseráexterminadasinpiedad.»
Belle lo oyó en el piso que tenían Max y ella. En el cuarto de al ladoberreabalaniñadeNicola,conyacasiunaño;llorabatodalanocheporqueleestabansaliendolosdientes,pero,comolosbombardeosnocturnostampocolasdejabandormir,pocoimportaba.ANicolalahabíanllamadoparaservirenunafábrica de armamento y acudía cadamañana como si fuese al paredón.Anneteníaquerecogerasuhermanaamediodíaenlaguarderíaycuidarladuranteelrestode la tarde,una tareaquehacíaconmaldisimulada ira.Tambiénesedíaentrórenegandoenelcuarto.
—Mierda,megustaríasaberporqué…—Chitón. —Belle le hizo un gesto—. El Führer está hablando sobre el
atentadofallido.AAnneno le interesaba.Su vida giraba en aquelmomento en torno a los
«malditospañalesde la imbécildemihermana»,comosolíadecir,ynoera loquemás satisfacía nimuchomenos a una chica de casi quince años, guapa yávidadevida.
Los nombres «Stauffenberg», «Beck», «Olbricht», «Haeffen» le entraron aBelleporunoídoylesalieronporelotro.HacíaunañoquenoteníanoticiasdeAndreas.DesdeStalingrado, tampocoMaxhabíadadoseñalesdevida.Odiabasutrabajoderevisoradetranvía,ylavidacompartidaacincoenaquellahorrible
casa.UnapesadillaalaqueHitlerhabíaarrastradoatodounpueblo.Sialmenosla bomba lo hubiese hecho saltar en mil pedazos… Ella, que nunca se habíainteresado por ningún acontecimiento político, comenzó de pronto a llorarcuandofueconscientedeladimensióndeaquellaoportunidadperdida.
MartinEliasnisiquieraeracapazdellorar,ensuoscuroescondite,antelaradio.Unlocutorleíacontintestrágicosdetallessobreel«atrozcrimendelostraidoresdel20dejulio.LaProvidenciahasalvadoalFührer.Silacarteraconlabombanosehubiesecolocadoenotrositioporazar,lehabríacostadolavidaaAdolfHitler».
LaProvidencia…Martinmiró el elegantemarcodeplata desde el que lososcurosojosdeSaralomirabantranquilosymelancólicos.¿Quéhabríasidodeella?¿Podríaelfinaldelterrorhaberlesalvadolavidaesteverano?
Suspirando, escondió la cara entre las manos. Él vivía. Aquel demonioseguíavivo.
Martin se encogió cuando unos suaves dedos le acariciaron el pelo concuidado.KassandraWolff había ido a verlo al sótano.Había adivinado lo quedebíadeestarpasandoenaquelmomento.
—Esmortalcomotodos—dijoenvozbaja—,noduraráparasiempre.—No, para siempre no… Pero ¿de qué servirá? Ya me ha arrebatado lo
mejor…Ynadieleobligaarendircuentas.NisiquieraDios.Kat había dejado de creer en Dios hacía mucho tiempo, pero no lo dijo.
Habíadejado, sobre todo, de creer en la justicia, perode eso tenía aúnmenosganasdehablar.Martinestabaallímitedesusfuerzasyteníaquedevolverleunachispadeenergía,asíquedijo:
—Adolf Hitler y sus cómplices tendrán que responder en algúnmomentoantealgúnpoder,Martin,ynotieneporquéserenestavida.¿Loentiende?Seaquien seaquien esté tras elmundoy sus leyes, no es tan clemente comoparadejarnos ver la justicia. Nos obliga a creer en ella aunque tengamos que
presenciarconnuestrosojoscosasquecontradicensuexistencia.Perocreaustedapesardeello,Martin,porfavor;sino,nosobrevivirá.
Estabaasombradaporelardorconquehabíahabladoysepreguntósihabíaqueridoconvencerloaéloconvencerseasímisma.
TomWolff acababa de terminar una de lasmuchas discusiones desagradablescon su querida cuando oyó la noticia por la radio. Lulú le había montado amediodía una escena de celos y aún estaba molesto. Incluso en casa, leresonabanenlosoídossusagudoschillidos:«¡Voyaacabarcontigo,TomWolff!Verás como acabo contigo. Te arruinaré y desearás haberme tratado de otraforma».
«Arruinarme, ¿puede? Llena de odio como está…», se dijo. Intentó nopensarenelloyescuchóallocutor.
AlanochesiguientequeríadarunacenaparaunpardepersonasdelPartido;todavía convenía llevarse bien con ellos, luego solo tendría que apartarse atiempo.En realidad, tambiénpodía invitar aFeliciayaAlexLombard.Por larazónquefuese,aúnleagradabaveraFelicia.Hacíatiempoquehabíallegadoasusoídosquelafábricadeellahabíasidopastodelasbombas.Seríainteresantever cómo se enfrentaba a aquel revés. Puesto que ella lo había fascinadosiempre,elmeropensamientoloanimó.Haríadelafiestauna«celebracióndelaProvidenciaquehabíasalvadoalFührer».Unaideabrillante.
En Lulinn también oyeron la noticia y no supieron cómo reaccionar. La tíaModestecreíaenelFührer—dehecho,lehabíaregaladomediadocenadeniños—,peroteníapánicoalosrusosy,desdequelaWehrmachtseretirabaenelestepasoapaso,elejércitorusoavanzabaalmismoritmo,yellaeracadavezmásconscientede lo expuestaqueestaba laPrusiaOriental. ¿Habría significado lamuerte deHitler el final de la guerra y, con ello, el fin del peligro soviético?
Modestenolosabíaytampocosehabíaatrevidoahablarenvozaltasobreeseasunto,nisiquieraconJoseph.Detodosmodos,aqueldíateníaqueocuparsedeotra cuestión:ElsaDegnelly estabamuymal.No se había recuperado bien deuna neumonía que había tenido en primavera y, ahora, con aquellos díascalurosos de verano, la fiebre había vuelto, y encima acompañada de unadebilidad imparable. El médico, al que llamaban todos los días, sacudía lacabeza cada vezmásmeditabundo. Justo aquel 20 de julio,Modeste y Josephdecidieronenviarun telegramaaFeliciapara comunicarle lamala saludde sumadre.
—Almenos,asíhabremoscumplidoconnuestrodeber—dijoModeste.
El20dejulioenLausana.Unpisoenelcascoantiguo,doshabitaciones,vistasalas callejuelas retorcidas. Andreas se asomó a la ventana, bebió un sorbo dechampándeunacopaflauta.Unañoyaenelexilio…Comosolíahacer,pensóensuinstinto,quelehabíahechodepositartodosudineroenSuizayenningúnotro lugar del mundo. Así podía vivir, por lo menos, sin preocupaciones, eincluso tenía para champán.Sin embargo,Suiza no era, bien lo sabíaDios, elentornoadecuadoparaél,yavecesledabapormaldecir,llenodenostalgiaporBerlín. ¿Por qué, por todos los santos, tenía que haber sobrevivido Hitler alatentado?¿Conquéespíritumalvadohabíahechounpacto?
Terminó la copa, escuchó aún un momento cómo se extinguía la vidavespertinaenlascallesyluegosevolvióhacialajovenqueestabasentadaenelrincóndelsofá,hojeandoalgomelancólicaunarevista.
—¿Dóndeiremosacenarestanoche?—preguntóella.Se había emperejilado: llevaba un vaporoso vestido blanco de verano y
sandalias de tacón alto, con las que luego no dejaría de caerse. Al principio,Andreas había encontrado muy sexy aquel tono de voz ligeramente aburrido,peroahoraloponíanervioso.SehabíaliadoconJaqueline,naturaldeSanGalo,solo por su evidente atractivo, pero después llegó a la conclusión de que
encontraba insípidos su mohín pintado de rosa, su melena rubia lisa y suslarguísimasuñas,yquesucapacidaddedisfrutarsincomplicarseinclusoconlamujermástontasehabíareducidonotablementedesdeBelle.Esaberlinesaconrecuerdos prusianorientales en los ojos lo había llevado a la monogamia. Enesencia, leera fiel, auncuandoseacostaseconJaqueline,porque lohacíacondesganaysindiversióncomosinofueramásqueunmeroinstrumentocontralasoledad.DeseabaelfinaldesuexilioforzosoypensabaquenopodríaperdonaralaProvidenciaque,obviamente,habíaotorgadoalFührersietevidas.
—Venga—le dijo a Jaqueline—, vamos a algún sitio donde nos podamosemborrachar. Esta noche quiero olvidarme de todo. La vida puede ser unamierda.
Ellaselevantóytrotótrasélrendidadeadmiración.
Esa misma noche, Maksim Marakov volvía a Munich desde Berlín. El trentraqueteaba rítmico sobre los raíles. El compartimento iluminado en el queviajaba completamente solo se reflejaba en la ventana, y podía ver su propiorostrotenso.Teníatanmalaspectoquepensóquesoloporesopodríandetenerlo.Noconseguíasuperarelhorroryeldesconciertoporelfracasodelatentado,pormuchoqueseesforzarseen,almenos,enreducirlaconmoción.¿Quéhabíasidodelosotros?¿DóndeestabaStauffenbergahora?¿DóndeelGeneraloberstBeck?Nopudo quedarse a esperarmás noticias. Solo lo había llamado un camaradaantesdelasseis.
—Hitlervive.—¿Qué?—Esseguro.Hitlernohamuerto.ElGeneraloberstFrommhaordenadoque
se detenga a todos los implicados.—Maksim habría jurado que las piernas lehabían cedido.Lavozbaja al otro ladodel teléfono continuó—: ¡Desaparece!AbandonaBerlínestamismanoche.¿Loentiendes?
Luego cortó la comunicación. Con movimientos mecánicos y perplejos,
MaksimguardóunpardeenseresensubolsaydejóelsórdidohoteldeBerlínNorte en el que se había alojado durante dos días. Él apenas era una de lasruedecillas más pequeñas en el engranaje del grupo de la Resistencia, unaespeciedebisagraentredosotrespersonas,peronosubestimabaelpeligroenelque estaba. Toda la gigantesca maquinaria policial del régimen del terror sepondríaenmarchaparaencontraralúltimodelosimplicadosenaquellahistoria.¡Cuántas denuncias volvería a haber! ¡Cuántas confesiones bajo tortura! Elcamaradadelteléfonoteníarazón:elsueloberlinésquemaba,muchomásqueeldeMunich.
YenMunichestabaFelicia.Maksimnolohabríareconocidonunca,peroenmomentoscomoaquelloslaañoraba.Cuantomásviejoera,menossoportabaloscontratiemposymásimportantesehacíalaamigadejuventudparaél.SiemprebloqueabaatiempoelpensamientodequeFeliciapudierallegaraseralgomásqueunacómplice,justoantesdequeseinstalaseenunrincóndesucerebroodesuespíritu.
3
El drama en torno a la fábrica bombardeada de Felicia era el tema deconversaciónprincipalenla«celebracióndelaProvidenciaquehabíasalvadoalFührer». Elmiembro del Partido Becker hundió una vezmás lamirada en elescotedeFeliciay lamentóhaberperdidoaunasocia tanfiable,competenteyatractiva.
—Deverdad,queridaseñoraLavergne,menudosacrificiohemostenidoqueofreceralReichyalFührer.
—¿Hemos?—replicóFelicia,aladefensiva—.Estesacrificiomásquenadalohehechoyo.Y,desdeluego,noporgusto.
Duranteunmomento,sehizounsilencioconsternadoenlamesa.EstabaallíelGauleiter, juntoconotropardemandamasesdelPartido.TomWolffreinabadesde lacabeceray sedeleitabacon la florynatade la sociedadque teníaencasa.Juntoaél,estabasentadaKat,hermosa,pálidayreservadacomosiempre,conunvestidonegroyelpelolisopeinadohaciaatrás.Pesealascircunstancias,había conseguido preparar una cena copiosa, y había saqueado los rosales deljardín: la mesa desbordaba flores coloridas y aromáticas, entre las que habíavelasencendidas.
«Un despilfarro todo», pensó Felicia, pero con cierta envidia reconociótambién que, con el paso del tiempo, Kassandra había adquirido unaintangibilidadquelaelevabacomoporencimadetodaslascuestionesdelavida.Paraellanohabíaguerra,nisiquieracuandocaíanlasbombasylossoldadossedesangrabanenloscamposdebatalla.AunqueelReichalemánsedeshicieseenunmontónderuinas,ellaseguiríasentándosealamesaerguidaytaciturna,ynoleimportaríanadasillevabaharaposycomíasopaclara.
—Enestemomentoenquelapatriaexigeungransacrificio,todostenemosdificultades para soportar la situación—dijo el Gauleiter un pocomolesto—,pero,enúltimainstancia,hemosdehacerloconalegríaenelcorazón.Noesenvano.
—Exacto —contestó Felicia—, no es en vano. Eso es lo que me vienesiemprealacabezacuandointentopensardequévoyavivirahora.
—Pero¡querida!—dijoBecker,ofendido.Alexsonriódeorejaaoreja.Perono fueaélaquienFeliciabuscócon la
mirada.EntrelaconfusióndefloresyvelasseesforzóporencontraraMaksim.Estaba sentado justo frente a ella y parecía que alguien le hubiese dado en lacabezaconunobjetopesado:seleveíaobnubiladoporcompleto.
«Qué pálido estás, Maksim, y qué turbios tienes los ojos —le dijo sinpalabras—.Tendrásdolordecabezamástardesisiguestantenso.Tubocanoesmásqueunarayablanca.Sonríe,oalmenosdialgo.»
Pero sumensajemudo no le llegó.Maksimmiraba su plato; en la últimamediahorasolohabíaconseguidollevarseuntrozodepatataalabocaytomarunsorbitodevino.
Felicia lo había convencido para que fuese a la fiesta, aunque ahora teníadudas de haber hecho bien. Cuando lo vio volver deBerlín blanco como unapared y totalmente deshecho, tuvo claro que había estado implicado en elatentadodeStauffenberg.
—Felicia,heestadolosúltimosdíasaquíenMunich,¿entiendes?—lehabíainsistido—.Puedesjurarqueayerestabaenlafábrica.
«¡Lafábrica!»,pensóFelicia.—Nohayfábricadesdeanteanoche.Sufrimosunterriblebombardeo.Noha
quedadonada.—¿Cómo?Qué raro lomucho que dolía hablar de ello.En la expresión del rostro de
Maksim,Feliciareconociósupropiaconsternación.—Sí —continuó enseguida—, todo destruido. Es imposible que nos
viéramos allí, pero juraré que estuve en tu casa.Oficialmente, siempre hemoscontadocomounaespeciedepareja.
—Felicia…Eshorriblelodetufábrica.Diosmío,noqueríaquelaconsolasen.YmuchomenosMaksim.Siledecía
quelosentíamucho,ellacomenzaríaalloraragritosyyanopararía.—Yamelasarreglaré,Maksim,notepreocupes.Perotendríasqueveniresta
nocheconmigoyconAlexacasadeTomWolff.HayunacenaparaunpardemiembrosdelPartidoypuedeserteútildejartever.Piénsalo.
Por supuesto,dijoqueno,porque loúltimoquequeríaera tenerquepasaraquella noche con nazis de alcurnia, pero Felicia había insistido tanto que, alfinal, acabó cediendo. Ahora, pensó ella, su actitud lo traicionaba. Dándolevueltas a la comida en el plato con expresión ausente y mirando sombrío elmantelblancocomosifueseaencontraralgoenél,dabala impresióndeestartanlejosdelareunióncomolalunaydeocuparsedepensamientosinoportunos.Solo esperaba que lo atribuyesen al hecho de que era su socio y estaríapreocupadoporlapérdidadesumediodevida.
Después de su inadecuada respuesta al comentario del Gauleiter, la mesadigirió la ofensa en silencio. Todos comieron concentrados, solo Becker seremovía; intentaba tocar lapiernadeFeliciapordebajode lamesa,perono laencontraba. Ahora que estaba necesitada, el alemán veía aumentar susposibilidades.LediríaloquesentíaporellayleinsinuaríaenseguidaquepodíaimaginarsellevándolaalgúndíaalRegistroCivil.Comohombre,estabasegurodequeeracosasuyadarelprimerpaso.
Lulú se había bebidomedia botella de vinoy varios vasitos de aguardiente, ydespuésdecaerenlaautocompasiónlacrimosa,sehabíaidoponiendoagresivaalo largo de la noche. A ello también había contribuido el espectáculo que leofrecía el espejo: una vieja la miraba; sí, no podía engañarse, una vieja. Elalcohol, que por lo general le difuminaba suavemente la verdad, hoy había
tenido,parasudesgracia,elefectocontrario.Hoyladibujabacruel.¿Erasupelotan ralo y desflecado? ¿Tenía unas arrugas tan profundas, unas ojeras tanoscuras?Lasmejillas flojas, la piel colgando en lamandíbula, el cuello comouna pasa… ¿Todo eso era suyo? Se quitó el vestido, dedicó una miradaimplacablea las lorzasde la tripa. Incluso losrizosentresuspiernaseranmásbiende colorgrisyparecíancomo secos.Una iradesamparada se apoderódeella.Echómanoalvasitodeaguardienteaúnmediollenoyloestampócontraelespejo.Elvasosehizoañicosyelespejoseconvirtióenunagigantescateladearaña.Laimagendelaviejasedesvaneció.
TomWolff.Sinquerer,pensóenél.Deinmediatoaparecióanteellacomolacausa de su ira. Puesto que le mostraba con tanta claridad lo poco que ladeseaba, le hacía ver continuamente que era vieja y poco atractiva. Tenía quepediryrogarcadamimoy,cuandosedignabatomarlaensusbrazos,apenasseesforzabaporocultarsuasco.Loúnicoquequeríaeraquesunombre fueraelprimero en el testamento. Lulú resopló indignada. Se iba a enterar. Por elmomento era, ciertamente, el único heredero de Juguetes Müller, pero a lamañanasiguienteiríaalnotarioycambiaríasusúltimasvoluntades.MejordejarlaobradelavidadesumaridoaunafundacióncaritativaquepermitirqueTomWolffrecibieselamásmínimapartedeunaacción.
Elplanlahizosentirseunpocomejor.Sevolvióaponerelvestido,seestiróel pelo hacia atrás y se puso una peluca rubia rizada que le quedaba un pocoridículaenmarcandosucaraarrugada.Conlasmanostemblorosas—losmuchosvasos de alcohol se hacían cada vez más evidentes—, se perfiló las finaspestañas excediéndose con el color y se pintó los labios de rojo oscurosaliéndoseunpocode las comisurasporqueno sepodíaverbien en el espejoastillado.Yahoralas joyas…Queríapresumirdeverdad.Perlas,brillantes, lasesmeraldas de su boda, las cadenas de oro, el broche de diamantes de suabuela…Cuandoterminó,Lulúllevabalamitaddesufortunaencima.Estabadeun humor curioso: bastante más animada desde que se había colgado todo elbrilloquepudo, pero aún latía en ella la ira que sentía contraTom.Nopensó
siquiera en quedarse sola en casa mientras él disfrutaba de su fiestecita. Sepresentaría allí, emperifollada y borracha como estaba. Tom iba a ver que nopodíaexcluirlatanfácilmentedesuvida;noeraunamarionetaquebailabaasuvoluntad.
CuandoLulúllegóacasadeTom,lacenahabíaterminado,losinvitadossehabíanlevantadodelamesa,elcaféyelaguardienteyaestabanservidosyTom,generoso, había ofrecido también su tabaquera. Estaban repartidos entre elcomedor y el salón, de vez en cuando alguien salía a la terraza a respirar elcálido aire veraniego. Se fue haciendo de noche poco a poco.Katmandóqueencendieran velas en los apliques, se sentó al piano e interpretó un par decancionesserenasytristes.SuhermanoAlexseapoyójuntoaellaylaobservó.
—Tocaalgoalegre,Kat—dijo—.Lavidanoestanterrible.Ellanocontestó.DesdeeljardínllegabalasonorarisadelGauleiter.—LosAliadossabenqueTomWolffdahoyunafiestaparanosotros.Nose
atreveránabombardearMunich.—Grosero—mascullóAlex.Maksimseacercódespacio,perdidoensuspensamientos,conunacopade
coñacenlamano.—¿DóndeestáFelicia,monsieurMarakov?—preguntóAlex.Maksimsesobresaltó.—HasalidodelahabitaciónconesetalBeckerocomoquieraquesellame.—¡Vaya!—dijoAlex,mordaz.Agarrósuvasodecoñac—.¡Salud,Maksim!
¡PorFelicia!Maksim se alejó sin decir una sola palabra. Kat seguía tocando su triste
música.Alexvaciósucoñacdeuntrago.¡Unafiestaestupenda,laverdad!Cadavezteníamásganasdeemborracharse.
Felicia estaba, en realidad, sentada con Becker en la biblioteca de Tom,irritadaporhabersido tan tontade irconél.Lehabíadichoquequeríahablarcon ella de «un asunto de negocios», pero resultó que se trataba de algomuyprivado.
—Seguroquesehadadocuentadequeustednomeesdeltodoindiferente,querida Felicia —dijo pedante—. Desde nuestro primer encuentro, la headorado.Esonolocambiasiquieraelhechodeque…tengaustedunaformadevidapococonvencional—carraspeó.
Eraevidenteque se refería aquevivía con suexesposoyque, además, sepermitíatambiénunamante,yseguroqueseteníapormuygenerosoymodernoporque no iba a hacer de ello un drama. Felicia miró su cara regordeta,enrojecida por el calor y el vino, y se preguntó por qué los hombres menosatractivossonamenudolosmássegurosdesuefectoabrumadorenlasmujeres.Selevantó.
—SeñorBecker…—Losé—lainterrumpióélalinstante—.Estáustedconfusa.Todoestodebe
deserunasorpresaparausted.Aunque…seguroqueyahanotadoalgunavezqueentrenosotroshaymásqueunarelaciónpuramenteprofesional.
—Yo…enrealidad…Felicia pensaba desesperada cómo rechazarlo sin que él se enfadase
demasiado.Ensusituación,nopodíapermitirsehacerenemigos.Élquisoagarrarle lamano,peroella la retiróde inmediato.Desubicadoél,
nerviosaella,asíestabanunofrentealaotra,cuandosonóeltimbre.—Hanllamado—dijoFelicia,ysevolvióparairse.Beckerlecortóelpaso.—No,nodejaréquesevayaahora—aseguróconvozronca,loquelehizo
sentirsetremendamentemasculino.
EraLulúlaquehabíallamadoyahorapasabacomountorbellinoalladodeladoncella,sinprestaratenciónalintentodelamuchachadedetenerla.
—Nopuedeentrarsinmás.ElseñorWolfftienevisita.¡Oiga!Lulúsevolvióysusjoyastintinearon.Dejabaunaestelacolosaldealcohol.—Queridachiquilla,sinoquiereperdersuempleo,leaconsejoquemetrate
con amabilidad. Soy la jefa de Tom Wolff y puedo verlo cuando quiera.¿Entiende?
Abrió de golpe la puerta del salón y se quedó de pie en el umbral,centelleanteypavoneándoseconsusrizosrubios.
—Buenasnoches,Tom—saludóenvozmuyalta.Todos se callaron. El suave piano de Kat se interrumpió. Las miradas se
dirigieronalapuerta.Tomsehabíapuestopálido.—¡Lulú!¿Quéhacesaquí?UnasonrisasedibujóenloslabiosgrotescamentemaquilladosdeLulú.—QueridoTom,hasolvidadoenviarmeunainvitaciónparalavelada.Como
seguroquesolohasidoundescuidotonto,hepensadoquelológicoeravenirsinmás.
Seletrababalalengua.Tomsediocuenta.SiLulúestababorracha,estaríadesatadaynohabríaformadecontrolarla.
—¿Novasapresentarme?—preguntóella.—Todoelmundoteconoce—contestóTom,irritado—:¡lafamosaLulúde
JuguetesMüller!Dehecho,noeradesconocidaparalospresentes,puestoquesehabíanvisto
ensuficientesfiestasyactos.Además,eravoxpopuliqueteníaunarelaciónconTomylodelicadodelaescenaerainsuperable.Laúnicaquenosehabíacruzadonunca con Lulú eraKat. Se levantó del piano y su elegante vestido negro nopodía contrastar más con la excesiva Lulú. Tom no tuvo más remedio quepresentarlas.
—LulúMüller,miesposaKassandraWolff.LulúmiróaKatconlosojosentrecerrados.—La hermosa Kassandra. Tienes razón, Tom, es una mujer en verdad
elegante.Refinadaeinaccesible.Pero¿eslaadecuadaparaunhombrecomotú?Túestásacostumbradoadisfrutesmásgroseros,mepareceamí.
Seoyóuna risitahistéricadelGauleiter.Alex sehabíaacercadoaKatcon
intencióndeagarrarladelbrazo,peroellaestaba,inclusosinél,muyerguida,ydijoconvozclara:
—¿Puedoofrecerlealgodebeber,señoraMüller?Lulúodiabaquelallamasen«señoraMüller»ytuvolasensacióndesalirmal
parada frente a Kat. Así que se refugió en un comportamiento especialmenteagresivo.
—Québien lohace,¿verdad,Tom?«¿Puedoofrecerlealgodebeber?»¡Laanfitriona perfecta! Aunque, claro, pertenece usted a la exclusiva familiaLombard.Unabuenaeducaciónduratodalavida.
—Pordesgracia—dijoTomconteniéndoseconesfuerzo—,entucasonosepuedehablardebuenaeducación,Lulú.
—¡Ah!¿Nosoylobastantefinaparati?¿Nohasido,entonces,undescuidolarazónporlaquenomehasinvitado?¿Quieresdecirquenosemepuedellevaraningúnsitio?
—Lulú,hablaremosdeelloenotromomento.Pero,porfavor…Sutonoconciliadorlaviolentóaúnmás.—¡Eres un canalla, TomWolff!—gritó de pronto a pleno pulmón—. ¡Un
maldito canalla! Te vengo bien cuando buscas una zorra con la que acostarte,peroporlodemásnoquieressabernadademí.¡Siempremehasusado!Eres…
—Lulú,cierralaboca—ordenóTomconlavoztemblorosa.—Alex—dijoKat—,¿meacompañarías,porfavor,amidormitorio?Alexasintió,latomódelamanoysalióconelladelsalón.Lulúalzótantolavozquecasiselequebró.—¿Habéisvistoeso?¿Habéisvistocuánto remilgo?Sehace lagrandama,
perohaceañosquesumaridolaengaña.¡Sí,señor!Cuatrovecesa lasemana,¡conmigo!Cuatronochesquesemeteenmicama.¡Ja!—Lecorríanlaslágrimaspor lasmejillasmientras chillabay chillaba—. ¡Miradlo! ¡ElgranTomWolff!¿Sabéis lo que quiere? ¡La fábrica de Lulú! Sí, la ha tenido entre ceja y cejadesdeelprincipio.Haríacualquiercosaporconseguirla.Porellaselashadadoincluso de amante fantástico aunque casi se muere en el intento. ¿Podéis
imaginarloconmigoenlacama?¿Aestegordoflojoyviejo?Yanotienesangreen las venas y, con elmínimo esfuerzo, resopla comouna locomotora. Podríahabertedadounataquealcorazón,Tom,espeligrosoloquehaces.Pero¡quénoharíaporlaherencia!Mejorelsaltodeltigrequedejarlaescapar,¿eh,Tom?—Soltóunarisaaguda.
Maksimdejóelvasobailandoenunamesaysaliódelahabitación.Aquellasescenasledabanvergüenzaajena.Mejorseibaunpardeminutosalbaño;puedequetodohubiesepasadoparacuandovolviese.Losotrosinvitados,sinembargo,estabancomoestatuasdesal.Tom,quesolíatenerlacararojaybrillantedebidoasutensiónalta,estabacasilívido.
Lulúsonriócondisfrute,tirósubolsoenunasillaysedejócaerenunodeloscómodosbutacones.
—Ahorasíquemegustaríabeberalgo—dijo.Sudesfachatezdejóatodosdesconcertados.AtodosmenosaTom.Enél,de
prontosedespertólavida.PegóunsaltohaciaLulúy,enunprimermomento,todospensaronquelapegaría,perolaagarródeunbrazo,lalevantódelsillónylaarrastróhastalapuerta.
—¡Desaparece! Desaparece y no se te ocurra presentarte aquí nuncamás.¿Entiendes?Noquierovolveraverteen lavida,novuelvasaponerteantemivista.Yatufábricadejuguetes,¡queleden!Herecuperadoelnegocio,sinmíhabrías ido a la quiebra, pero te lo puedes quedar todo, todo el dineroqueheganadopara ti.Hazconél loque tevengaengana,y tedigounacosa:medacompletamente igual a quién se la dejas, pormí como si lamandas a la luna,peroamídéjameenpaz.¡Déjameenpazdeunavez!
Lulú gimoteó, pero no tenía la menor posibilidad de defenderse contra larabiadeTom.Ennada,lahabíaobligadoasalirdelsalónylehabíadadoconlapuertaenlasnarices.Élseapoyóenlaparteinteriorcomosiquisieraevitarportodoslosmediosqueellavolvieseaentrar.Luegolevantólosojosymiróasusinvitadosdeunoenuno.
—Disculpen,porfavor.
Sedejó caer enun sillón, sacóunpañuelodel bolsillo y se secó la frente.Volvía a tener la cara granate. La tensión, suponía, debía de tenerla por lasnubes.
Durantelabochornosaescenaenelsalón,ladoncellasehabíaescondidotodololejos que pudo, así que no había nadie para acompañar a la rabiosaLulú a lasalida,quiennecesitóunpardesegundosparaorientarse,pueserataleldisgustoque teníaqueapenasveíanada.Canalla.Esemalditocanalla. ¿Cómosehabíaatrevido a tratarla así?Le resbalaron lágrimas de indignación por lasmejillas.Cómolahabíaincrepado,lahabíaagarradodelbrazoylahabíaechadodelantedetodoelmundo.Peroseibaaarrepentir.Seibaaarrepentiramargamente.Nosololoquitaríadeltestamento,alamañanasiguienteloecharíadelaempresay,entonces, a ver dónde iba a encontrar un trabajo nuevo. No podría manteneraquella lujosa casa. Miró a su alrededor, sonrió mezquina y llena de odiomientrasselesecabanlaslágrimas.Elcuadrodelgranvestíbulo,enelqueTomestabaenlatípicaposearrogante,lesupusounasatisfacción.Sehabíaacabadotodo aquello: las paredes forradas de roble, las alfombras de astracán, loscandelabrosdorados.Sí,ahoratendríaqueaprenderavivirdeformamodesta,ysumujer,esabobaaltivaquesecreíaporencimade todoyde todos, tambiéntendríaqueacostumbrarse.Puedequeinclusounabombaalcanzaselacasa;esosería, desde luego, digno de festejar. TomWolff bombardeado, arrastrando uncarretóncontansolounpardecosasportodoMunich.Laideainclusolahizoerguirse.
Buscabaensubolsolapolveracuandooyóenelpisodearribaunapuerta.EraAlex,quesalíadelcuartodesuhermanaysedisponíaareunirseabajoconlos demás. Lulú cerró aprisa el bolso. No quería encontrarse con nadie.Rápidamente, abrió la primera puerta que encontró y desapareció tras ella.Esperaríahastaquehubiesepasado.
Era la puerta del sótano. Lulú estaba en el escalón de arriba a oscuras y
buscó a tientas un interruptor. Cuando se hizo la claridad, vio la empinadaescaleray se encogiódel susto. ¡Qué fácilhabría sidocaerse!Mientras estabaallí,impaciente,conlacabezaaúnllenadelocosplanesdevenganza,lellegaronde pronto voces de la profundidad del sótano. Su primer sentimiento fue depánico—nopodíasalirporquealguienestababajandolasescalerasyanteellatambién había gente—, pero entonces se obligó a calmarse y escuchó conatención.Lodeabajo…eraunaradio.Lulúfruncióelceño.
Con cuidado, bajó la empinada escalera. Sus tacones hicieron ruido en lapiedra. Oyó que apagaban la radio. Una sonrisa malvada se le dibujó en loslabios.Bajómásrápido,cruzóelpasillohastalapuertatraslaquehabíaoídolasvoces.LaabriódegolpeyseencontróanteMartinElias.
4
Lulú estaba borracha y enfadada, pero no le costó más que unos segundosentenderlasituación.Elcuartosinventanas.Unacama.Unamesa.Losrestosdecena en una bandeja. La foto de Sara en un marco de plata. La radio en elestante. El hombre pálido, de cabello oscuro, cuya ropa colgaba del huesudocuerpo. Martin Elias. Lulú lo conocía. No en vano, su padre había sido elbanqueromásimportantedeMunich.
Ningunodelosdosdijounapalabra,peroenesecortosilencioLulúsediocuentadeloqueteníaensusmanosparavengarsedeTom;loqueteníaprevisto—desheredarlo, despedirlo— no sería tan eficaz como aquello que habíaencontrado. Destruiría a Tom Wolff. Por completo y para siempre. Él no losoportaría.Lulúlohabíaconseguido.Yaloveíaenlacárcel.Serioacarcajadasestrepitosas.Martin abrió la boca para decir algo, pero, antes de conseguirlo,Lulú se había girado y corría de vuelta por el pasillo. Subió las escaleras atrompicones.Aúnchillandoyriéndose,seplantóenelvestíbuloytomóaire.
—¡Unjudío!—gritó—.¡PorDiosbendito,Tom,estásacabado!¡Tienesunmalditojudíoenelsótano!
Alex se había quedado en el barandal de arriba fumando un cigarrillo ybajaba las escaleras. En el mismo instante, se abría la puerta del aseo deinvitadosde laplantabajay salíaMaksim.Había estado también fumandouncigarrillopararetrasarelmomentodevolveralsalón;aligualqueAlex,noteníaningunas ganas de presenciar una escena tan carente de gusto como la queacababan de vivir. Los dos hombres se encontraban ahora absolutamenteanonadadosanteladeliranteLulú.
—¡Yapuedeshacertutestamento,TomWolff!—gritóella—.Estásacabado.
Estásmuerto.Eljudíoquetienesenelsótanotehamatado.Dentro, en el salón, alguien había puesto un disco. La música sonaba
estridente,asíquenadiesehabíadadocuentaaúndenada.Peroentraríacomouna loca y contaría a voces lo que había visto. Alex, que sabía lo deMartinElias, y Maksim, que no lo sabía, pero lo había entendido por el contexto,tuvieron lamisma idea:Martin Elias—el desconocido del sótano— iría a uncampodeconcentración.TomWolffyKat,comopoco,alacárcel.YlaGestapoinvestigaría y acabaría sabiendo lo de Felicia, Alex,Maksim y Dios sabía loamplioquepodríaseraúnelcírculo.
—Leruegoquesecalme—dijoAlex,suplicante.Lulúlomiróconlosojosencendidosderabia.—Haréqueloencierren.Haréquellevenaesemalditocabrónalacárcel.Loquesucedióacontinuaciónsedesarrollóenapenasunossegundos.Con
unpaso,MaksimMarakovsesituójuntoaLulú.Sindudar,actuó,ylohizoenlaforma en que le había enseñado la experiencia de décadas, según la frase queMacha, su amada, sumaestra, sumodelo inalcanzable, le había grabado en lomásprofundodelcerebro:«Nodejesnuncaaunenemigovivo,ynoleconcedasniunsegundoporqueesopodríasertuperdición».
Mató a Lulú con un golpe del dorso de la mano en el cuello. Ella sederrumbóyquedóinmóvilenelsuelo.
En el silencio que se produjo, el sonsonete del gramófono sonóespecialmentealto.Alexbajócorriendo losúltimosdosescalones, se arrodillójuntoaLulúyletomóelpulso.
—Portodoslosdemonios,monsieurMarakov,¡estámuerta!—aseguró.Maksimnosepermitiópensarenloquehabíapasado.—Rápido,agárreladelaspiernas.Lallevaremosdemomentoalsótano.Alex la levantó por las piernas, Maksim por los brazos. Ese fue justo el
momento que eligió Felicia para salir de la biblioteca de Tom, seguida de unabatido Becker, que no había alcanzado el objetivo de sus deseos. Cuando
FeliciavioqueAlexyMaksimarrastrabanaLulúhastalapuertadelsótano,sevolvióhaciaBeckeryloempujódenuevoalinteriordelasala.
—Nodeberíamosdespedirnosasí—dijoapresurada.ABeckerseleiluminólacara.—Querida…Todoeltiempoheesperado…—Lamiró.¡Quépálidaestaba!
Suavemente,lallevóaunabutaca—.QueridaFelicia…AlexyMaksimarrastraronelcadáverdeLulúhastaelsótano.Martinsalióa
suencuentro;habíapasadounsustodemuertedesdequeaquellamujerapareciódeprontoysaliócorriendo,yloqueveíaahoratampocolotranquilizaba.
—Pero¿quéhapasado?—preguntóespantado.—Estaba a punto de descubrirnos a todos —aclaró Alex—. Por suerte,
monsieurMarakovnohadudadounsegundo.Losdoshombressemiraronporencimadelcuerpodeladifunta.Habíaalgo
entre ellos… Un leve aliento de respeto y camaradería como el que habíansentido cuando entraron juntos en aquella casa para robar las cartillas dealimentos.AAlexlehabíasorprendidocómoaquelcomunista,alqueensecretollamaba«idealistafunestoyextravagantesinvalorenloshuesos»,habíamatadoa sangre fría a aquella mujer que habría tardado medio minuto en tenerlos atodosentrerejas.Teníaclaroqueél,elintelectualcínicoyavispadohombredenegocios, con su sereno realismo,habría sido incapaz.Ni siquiera se lehabríaocurrido.NopodíasinorevisarunpardesusopinionessobreMaksimMarakov.
—Pero…nopuedendejarlaaquí—saltóporfinMartin.—No—lecontestóAlex—,perotenemosquepensarmuybienloquevamos
ahacer.Marakov, vaya a liberar aFeliciade las garras de ese talBecker, quellevatodalanochedevorándolaconlosojos.Noshavistoenelvestíbuloyhareaccionado con notable presencia de ánimo, pero seguramente ahora está enascuas.Lomejoresquelalleveacasa.
—Deacuerdo—dijoMaksim.—YovolveréamezclarmeconlosinvitadoseintentaréllevaraTomWolffa
unaparte.Seloexplicarétodoypensaremosentrelosdosdónde…llevamoselcadáver.Porelmomento,lomejoresquesequedeaquíconusted,Martin.
—Sí—mascullóMartin,aúndesconcertado.Dejaron a Lulú con cuidado en el suelo. La muerte daba a su rostro
maquilladounaexpresióncadavezmáspacífica.
FeliciasedespidiódeuncariacontecidoBeckerysemarchóconMaksimacasa.Enelcamino,éllehabíacontadoentresusurroslosucedido.
—AlexLombardintentaráahora,conTomWolff,librarsedealgunamaneradelcadáver.Sialgosalemal,estamostodosacabados.
Felicia,quesehabíaperdido lapuestaenescenadeLulúyque,por tanto,estabaenlainopia,necesitóuntiempoparaentenderelasunto.
—PorDios,Maksim,nuncahabríapensadoquetú…Surostrosehabíavueltogris.—¿Qué?¿Quesoycapazdematar?—Ellaasintió.Maksimlamirófijamente
—. Lombard tampoco podía creérselo, lo he notado. ¿Qué creéis que es laResistencia?
—Nopresumas.Estás descompuesto, así que nohagas como si fuese algocotidiano para ti. Por lo demás,me parecemuy bien lo que has hecho.—Sequitó los zapatos y los dejó tirados en cualquier sitio. Poco a poco se ibarecobrando—. Qué noche. El bueno del Sturmführer Becker está destrozado.Maksim, estaba convencido de que me casaría con él. ¿Te imaginas? ¿Cómopuedeequivocarsetantoalguien?
Maksim no contestó. Esforzándose por aliviar su tensión, Felicia seguíaparloteando:
—¿Sabes?EltalBeckerha…—Eh, basta ya —la interrumpió bruscamente Maksim—. ¿Crees que me
interesaesoahora?—Queríaentretenerte.Y,además,nomegrites.
Losdos respirabandeprisa, tensoshastaelúltimo tendóndelcuerpo.¿Quétraeríaaúnaquellanoche?¿ConseguiríanAlexyTomdeshacersedelcadáverdeLulúsindejarrastro?Porfin,Maksimsuspiróhondo.
—Perdona.Essoloque…mesientodemasiadoinfelizparaestarcharlando.El atentado fallido de Berlín ha desbaratado los planes, los esfuerzos y lasesperanzasdemuchosmeses.Hanejecutadoapersonasquesignificabanmuchoparamí,ovanallevarlasajuicio,algoquesolopuedeterminarenlahorcaolaguillotina. No sé si lo entiendes…, pero estoy deprimido, al límite de misfuerzas.Porprimeravez,notengovalorparaseguir…No,yamesentíunavezasí. Hace muchos muchos años, en Petrogrado, después de la Revolución,cuandovi el sufrimientoque aquello por lo que tantohabía luchado traía a lagente.Mesentíavacíoyenfermo,yasíestoyhoy…
Sumiradaseperdióenalgúnpuntodelasparedesdelasala,aunquetalvezestuvieramirando en su interior y lo asustase el viejo resignado que encontróallí.
«Peroyotambiénestoymal,heperdidotodoloqueposeía.Nosédequévoyavivir.Tengomiedodelfuturoysientocomosimehubiesenarrebatadotambiéntodaslasfuerzas…»,quisodecirFelicia.Perosecallóporqueentendióquehabíauna diferencia entre las necesidades de ambos, y que en él era todo másprofundo:éllosentíatodoconmásvehemencia,porqueeraelmásdébildelosdos y porque luchaba por altos ideales en vez de por burdas posesionesterrenales, comoella.Si hubiesedicho algo, lohabría convencidoaúnmásdequeeraextremadamentebanal,asíquerepresentósupapeldesiempre:teníaqueanimarlo,consolarloydevolverlelasfuerzas.
—Maksim…Loabrazó,apretándolocontraella.Olíaaalcoholyacigarrillos,unamezcla
que ella adoraba. Además, aquel cuerpo era lo más familiar que tenía en elmundo. Era como si él no hubiese cambiado nada en todos aquellos años,décadas.No había ninguna diferencia entre el cuerpo joven delgado y fibrosoqueabrazódemuchacha,lafiguranervudayalgohuesudadeljovendelosdías
delaanteriorguerrayelhombredecincuentaañoscuyoshombrosseinclinabancasiimperceptiblementehaciadelanteyquesenotabaenalgunaszonasunpocomásfofo,peroesosololosabíaella,nadiemás.Enciertosentido,tampocohabíacambiadonadaenelhechodequeellaconsideraseaquelcuerpoalgosuyo,nisiquieraenlostiemposdeMachaIvanovna.Suyoseranelaliento,ellatidodelcorazón, el ligero estremecimiento de miedo ante demasiada cercanía. Susmanos le pertenecían, sus labios, sus ojos, su pelo. Incluso sus pensamientos,paralosquecasisiempreellasoloteníaunmeneodecabeza,erantanfamiliaresque no podría nunca dejar de incluirlos entre sus posesiones. Precisamenteporquenoseentendían,habíaentreellosaquellatensiónúnica,aquellaatracciónquenuncaseagotaría.«Menecesita,menecesitarásiempre»,pensóFelicia,peroalavezsabíaqueélsoloseacordaríadeellaenlosmomentosdedesesperación:así había sido en la revolución de Lenin, más sangrienta de lo que él habíaimaginadoensuingenuidad;asíhabíasidotambiéncuandosellevaronaMachaa Siberia por primera vez; y ahora que todas sus esperanzas habían quedadodestruidas,eradenuevoasí.
SesentóenunodelosgrandescojinesqueestabanantelachimeneaycolocólacabezadeMaksimsobresuregazo.Tendidobocarriba, lamiraba,observabasu rostro, sus ojos, con una intensidad que parecía querer beber la fuerza queencontrabaenellos.LevantóunamanoyacariciósuavementeaFeliciasobrelascejas,siguióconeldedolalíneadelospómulos,insistióenloslabiosybajóporlagarganta.SusmovimientoserandeunaternuraqueconmovióaFeliciaensusrincones más vulnerables y secretos. Fue como hacía cinco años, cuando élaparecióentre la lluviadeuna tardedeagostoysesentóconellaanteaquellachimenea;entonces,comoahora,leleyóenlosojosquenoleimportabaqueellafuese joven o vieja, mientras fuese Felicia. Solo eso contaba. Él tocaba a lamuchachaqueconocíadetodalavida,yellasupodeinmediatoqueporexitosa,fuerte e independiente que fuese, en lomás profundo de sí nunca perdería lanostalgiadeserdenuevolapequeñaFelicia,laamigadeMaksimenlosjardinesylosbosquesdeLulinn.
Él se quedó dormido, agotado por elmiedo de los últimos días, y Feliciaescuchaba su respiración, observaba su sueño. Esperaba el segundo en el quedespertase y su mirada fuese aún algo turbia y confusa. Entonces, aún lepertenecería. Solo cuando su mirada se aclarase volvería a ser elMaksim desiempre.
Maksim se despertó y compartieron el último cigarrillo de Felicia. Él seacercóalaventanaymiróelcielopreñadodeestrellas.
—Esmejorquemevayaacasa—dijo.—¿NoquieresesperarhastaquevuelvaAlex?Tenemosqueenterarnosdelo
quehanhechoconelcadáver.«Qué conversación más sórdida, como si fuéramos una banda de
gángsteres»,pensóFelicia.—Tienesrazón.Deberíaesperar.Alex tardómás de una hora en volver. Entretanto, eran casi las dos de la
mañana,yFeliciayatemíaquetodohubieseidomalyqueAlexestuvieseenlacárcel.Estabahechaunovilloconlaspiernasencogidasenunabutaca,pálidayhelada.
Maksim,que seguíaen laventana, sevolviócuandoAlexentróen la sala.Habíauna tensiónparticularentre losdoshombres;habíancometido juntosunasesinatoyesohabíaforjadoentreellosunvínculoloquisieranono,peroahoraparecía queAlex recordaba una vezmás que sumayor rival en elmundo eraMaksim.Ensusojos,centelleólairaalverloconFelicia.
—Todohaidobien—dijo—.HayquereconocerlealgoaTomWolff:tienenervios de acero. Le conté lo que había pasado y reaccionó deprisa y sinlamentaciones.
—¿Dóndelahabéisdejado?—preguntóFelicia.—Eneljardíndesucasa.Wolfflehaquitadotodaslasjoyas.Esperamosque
lotomenporunrobo.Cargadadejoyascomoiba,nohabríasidoimprobable.Alexsepasólosdedosporelpelo.Parecíamuycansado.—¿HaescondidobienlasjoyasTom?—preguntóFelicia.
—Lashaenterrado.EnalgúnlugardelbosquedelIsar.Seguramentenolasencontrará nadie—contestóAlex.Luego añadió—:Es posible que unmédicodetermineelmomentoexactodelamuertedeLulú,almenoslahora.Porsuerte,todos tenemos coartada para ese momento. Tom Wolff se encontraba encompañíadesusinvitadosyFeliciaestabaenlabibliotecaensutête-à-têteconelSturmführerBecker,y…
—Yonohetenido…—Daigual.Elhombrepuedejurar,encualquiercaso,queestabasconél,y
esoesloúnicoquecuenta.EncuantoamonsieurMarakovyamí…—denuevolomiróhostilyagresivo—,somosunolacoartadadelotro.Estábamosjuntosenla escalera, avergonzados por la escena que se había producido ante nuestrosojos.VimosaLulúsalirdelacasafuriosa.Másnosabemos.MarakovacompañóluegoaFelicia,quequeríaescapardeBecker,acasa.Yovolvíconlosinvitados.Nocreoquenadieinvestiguemás.
—Esperemos—dijoMaksim.Unsilencioembarazososeextendióporlasala.—¿Nopodríamosabrirlaventana?—preguntóFelicia.El sonido de su voz rompió el hechizo. Maksim la miró, dijo un par de
palabrasdedespedidaquedolieronaFeliciaporsuimpersonalidadysefue.—¡Quénoche!—dijo—. ¡Maksimhamatado aLulú! ¿Lo creías capaz de
algoasí?—No—contestó Alex. La mirada que dedicó a Felicia fue especialmente
impaciente.Ellasepusonerviosa.—¿Porquémemirasasí?¿Pasaalgo?—Antesusilencio, insistió—:¿Qué
esloquepasa?—Nada.Soloquierosabercuáleselaspectodeunamujerquehalogradoun
triunfo.Que por fin ha conseguido tener al hombre de su vida de nuevo a sulado.
—Notengoniideadeloqueestáshablando.
—¡Vamos, Felicia! Te conozco desde hace mucho, no me engañes. Nonecesitas hacerte la ingenua, nome vas a impresionar. Sé quién eres y lo queeres.SiMaksimestácercadeti,tienesalgodelafamosaserpientequesecomealconejo.
—Deberíamos ahorrarnos esta conversación—dijo Felicia con frialdad—,porque,enesencia,noesasuntotuyoloqueyohaga.—Élnodijonadayellacontinuó,ahoramuyseguradesímisma—:Prontoharátreintaañosqueestamosdivorciados.Talvezpodríasdejardedecirmeloquetengoquehacer,conquiénycómotengoquepasarmitiempo.Puestoqueestacasatepertenece,nopuedoimpedirtequetequedes,peroteruegoquenotecomportescomounmaridoquevigilacelosoasumujer.Notienesningúnderechoahacerlo.
Eracierto,yéllosabía.Enloqueaellaserefería,élnoteníaelmásmínimoderecho,salvoeldeponerladepatitasenlacalleyecharasufamiliadeLulinn,y ella lo conocía demasiado bien para temer aquello. Contempló cómo seovillaba en el sillón, la larga melena derramándose desordenada por loshombros,elvestidoarrugadoydejandolaspiernasalaire.Comotanamenudocuando estaba con ella, se percató asustado de que Felicia podía lograr queperdieseeldominiodesímismo.¿Cuántosañosmásteníaquecumplirparaqueaquellamujerlodejaseindiferente?
—Eresfríacomoelhielo,Felicia—dijoenvozbaja—.Nohaynadacálidoentiyporesonuncaserásfeliz.
Pero,mientrasdecíaaquello,sabíaquenoeraverdadyqueenesoresidíasutormento:síhabíaalgocálidoenella,peronoeraparaél.Comounaniñaquepersigue con tenacidad de hierro un hermoso sueño irreal, ella reservaba sucalidezparaMaksimMarakov.Loquequedabaparaél,paraAlex,eralapasión,de vez en cuando, y ser el hombro fuerte en el que apoyarse en los pocosmomentos de debilidadde su vida.Yquizá era eso lo que tanto lo amargaba:tendríaquehaber rechazadoesepardemigajas.Sinembargo, lasaprovechabaconcodiciaporqueleparecíamejortenerpocoquenada.
«Un pobre pelele», se dijo, y con aquella pizca de autoironía recuperó el
dominiodesímismo.—En fin, Felicia—dijo resignado—, es cierto, por supuesto, que puedes
hacerloquequieras,peroahórramedevezencuandosertumeroespectador.«Vuelveadominarse,peroahoraelmeroespectadorseríacapazdematarme
porcelos»,pensóFelicia.Entornoalasdosymediadelamañanayahabíantenidodetodo—incluido
unbombardeo—,perofaltabaJolanta,quedeprontoabriólapuertasinllamar.—Sí,Jolanta,¿aúnnotehasacostado?—preguntóFelicia,asombrada.—Ay,madame,queríaesperarhastaquevolviesendecasadelseñorWolffy
mehequedadoenel sillóndemihabitaciónporquepenséque sentadanomedormiría,perodebodehabermequedadotraspuestaapesardetodo,yahoramehe asomado a la puerta del cuarto y he oído voces, así que he pensado queestabanaúndespiertosoquizáqueacababandevolver…
—Pero¿quépasa?—Un telegrama —dijo Jolanta—, de la Prusia Oriental. Lo ha traído el
carterocuandoyahabíansalido.—¡Dámelo!Aprisa, Felicia agarró el papel doblado que acababa de ver en lamanode
Jolanta. Interpretó bien la cara agobiada del ama de llaves: no eran buenasnoticias.
Mantuvo el aliento temerosamientras leía. Luego se levantó de golpe delbutacón.
—TengoqueiraLulinn—anunció—.Mimadreestámuyenferma.Esobvioquetemenlopeor.
Alexestuvoenseguidaasulado.—Lo siento, Felicia. Pero deberías intentar averiguar si pueden llevarla a
Berlín.NocreoquesepuedaviajaryaalaPrusiaOriental.—¿Porquéno?—Porque llegan los rusos. Y será allí por donde entren. Puedes creerme,
Felicia,novaaserunencuentroagradable.
—¡Ay, Alex! Creo que escuchas demasiado las emisoras extranjeras.Nuestrossoldadosdetendránalosrusos…
—Miraqueeresinfantil…ElGrupodeEjércitosCentrosehadesbandadoentodasdireccionesynocreoquepuedareagruparseatiempo.LosrusostienenvíalibrehaciaAlemania.
—Perohaysoldadosenlasfronteras.Además…—¡Claro!—Alexsonrió,peronoparecíaenabsolutodivertido—.Además,
elfamosogobernadorErichKochhahechoconstruirunmuroenlafronteradela Prusia Oriental y trincheras. ¿No dice eso la protección prusianoriental?Entonces, podemos estar tranquilos. Esas toperas seguro que paran al EjércitoRojo.
—El Führer se encargará de que ningún ruso pise suelo alemán —dijoJolanta,apocada.
No eramiembro del PartidoNazi, pero los discursos deHitler siempre laimpresionaban.AunqueFelicia no compartía su visión, en aquelmomento losrusosledabanlomismo.
—Alex,simiprimaModestehahechoelesfuerzodeenviarmeestemensaje,mimadre debe de estar realmentemal. Seguro que demasiadomal comoparatransportarlaaBerlín.IréconellaaunquetengaquecruzarelfrentedelEjércitoRojo.Nodejaréamimadresolaensuestado.
Alexcomprendióquenolaharíacambiardeopinión,demodoqueasintió.—Teentiendo.Perosolanopuedesviajar.Irécontigo.—No.Tienesqueencargartedelaeditorial.—Notengoporqué.Soyalgoasícomounafigurarepresentativa,todopuede
funcionarsinmí.Diréquedeboviajarurgentemente.—Pero¿nisiquieravasapreguntarmesiquieroquevengas?—Puesto que Lulinn me pertenece, en mi opinión, es innecesario —
respondióAlex.Nohabíaformadeoponerse.Felicialomirótanglacialcomoélaella.—Por supuesto, tienes razón. Y en vista de que llevo cuatro años
aguantándote aquí, tampoco va a cambiarmucho si tengo que verte todos losdíasenLulinntambién.
Alexnodemostróenningúncasoqueesaspalabras lohubiesenherido.LeabriólapuertacuandoellasalíadelahabitaciónyFelicialesostuvolamiradaalpasar por su lado. Sin embargo, en algún remoto lugar de su interior, detectósorprendidauna chispade agradecimientopor su actitud.Ella teníamiedoporElsa y, ante aquelmiedo, le hacía bien saber que tenía a su lado a alguien enquienpodíaconfiarencasodenecesidad.
5
ElsaDegnellyhabíanacidoenLulinn,peronuncahabíaqueridomorirallí,auncuandoporellosedistinguieseunavezmásdelosmiembrosdesufamilia,tanorgullosos de la antigua finca que pertenecía desde hacía generaciones a losDombergquehabríanpreferidonosalirdeellasiquieraporundía.
—Hemoscrecidoaquíconlatierra—solíadecirsupadre—.Llevamosconnosotros la añoranza de los profundos bosques, de los ríos y los lagos, de losinterminablescamposdemaíz,delosimponentesroblesyloslupinossilvestres.UnverdaderoDombergsolosesientebienaquí,enningúnotrositiodelmundo.Quien ha crecido aquí, quien ha aprendido amontar con los caballos de razaTrakehner,quiensehaencontradocon losalcesenelbosque,quienha idodeexcursiónalasplayasdelistmodeCurlandia,nopuedesepararsenuncadeellos.Nosvolveríamoslocossinopudiésemosoírelgraznidodelosgansossalvajesyverlasestrellasdeestecielo,quesonmásaltasymásclarasqueenningúnotrolugar.Daigualdóndevayamos,siempreregresaremos.
Elsaseacordabadehabertenidosentimientosdeculpatodasuvidaporqueno sentía aquello. Al contrario, le parecía que podía vivir en cualquier sitiomenosallí.Nuncahabíaencajadoenaquellafamilia,nuncahabíapertenecidoaaquellafinca.Latiernaypálidaniñasefuehaciendocadavezmásintoleranteala vida rural; se tapaba los oídos desesperada cuando mataban a un cerdo ychillaba como un loco, escondía a los gatitos cuando Jadzia los buscaba paramatarlosyseencogíasiempreasustadaenlosrinconesmásrecónditosdelacasacuandosupadre,unavezalaño,dabaunagranfiestaparalostrabajadoresdelafincaycorríaelvodkacomounrío,lasvocesdeloshombresbebidosresonabanenlanocheynadiepodíadejardeoírlasmaldicionesyloschistesobscenosde
loscriados.Noerasumundo,no,ysinolahubieseobligadoBelle,nuncahabríavuelto. En el viaje estuvo llorando desde Königsberg, tanto que su bisnietaSophienodejabadepreguntarlequélepasaba.Ynoleextrañabalomásmínimoque su salud fuese cuesta abajo. No tenía fuerzas para defenderse de ladecadenciafísica.Enretrospectiva,leparecíaquehabíaestadomuriendopocoapoco y sin parar desde que su hijo Christian cayó en Verdún en 1916, sedesangrabacon laheridadeesedoloryahorahabía llegadoasuúltimaetapa.Eraunmensajedeldestinoquehubiesetenidoquevolverallí.
Entodocaso,Feliciahabíaacudido…¿Osoloeraotrosueñofebril?No,no,sintióunamanofrescaensufrenteardienteyhabíareconocidoconclaridadlavozdeFelicia.
—Mamá, soyyo,Felicia.Modestemeha escritoquenoestabasbienyhevenidoaverte.¿Teharecetadoelmédicoalgoparalafiebre?
Selaoíaalegreyrelajada,peronopodíaengañaraElsa:lafiebrelenublabalavisiónyleenturbiabalamente,pero,alavez,laproximidaddelamuerteleaguzaba la intuición, y entendió que Felicia había ido porque ella, sumadre,podíamorir.
«Gracias,peronohacíafalta.¿Dequésirveya?»,lehabríagustadodecirle.Nunca había tenido una relación cercana con su hija.Habría preferido, en
cualquier caso,que su segundohijohubiese sido tambiénunniño.Aunque talvezahoratampocoseguiríaconvida.Enaquellageneración,loshombrescaíancomomoscas.
Elsa suspiró profundamente y se volvió de lado. Le dolían los huesos delextenuadocuerpo.Porlaventanaabierta,lacálidabrisatraíaelolordelasrosasqueflorecíanabajo,juntoalapareddelacasa.Sintióelcontrasteentresuúltimorestodevidayaquelpotenteveranode fueracomoalgovejatorio,peroyanoqueríadefenderse:hacíatiempoquehabíacapitulado.
Abajo,enelcomedor,Feliciaestabadiciendopreocupada:
—Tiene muy mal aspecto. Tendrías que haberme avisado mucho antes,Modeste.
Modeste volvía a estar embarazada, aunque ya era demasiadomayor paraaquellasaventuras,yelcalorpodíaconella.Josephrevoloteabadecontinuoasualrededor,esforzándoseporapaciguarsumalhumorconnuevasatenciones,perosolorecibíamalaspalabras.
—Elsa nunca dice cuándo le hace falta algo—refunfuñóModeste—; si lepreguntassiestábien, siempredicequesí,ycontestaría lomismohastaensulecho demuerte. Con ella hay que adivinar y suponer lo que quiere decir deverdad.
—Enmiopinión—seinmiscuyóJoseph—,eldetonantehasidounproblemapsicológico.Mehetomadomuchotiempoparaintentarsonsacarle,perosiemprelohaevitado.
—Pobre mamá —murmuró Felicia. Y de repente dijo a Alex—: Venconmigo.VoyaenseñarteLulinn.
Afuera,enelpatio,respiróhondo.—Uff,esveraModesteymedaclaustrofobia.¿Cómopuedeunamujerestar
tangorda?—AlexlamiródesconcertadoyFeliciaserio—.Enfin,deberíamoshablardealgoagradable.Ohaceralgoquenosdivierta.¿TeenseñoLulinndeverdad?
—¡Estoyatudisposición!Lamiróreflexivo.QuédiferenteeraallírespectoaMunich.Aunqueestaba
pálidaysumadrelapreocupaba,parecíamásviva,másjovenymásequilibradaqueenelsur,aorillasdelIsar.Pertenecíaaaquellafinca,estabaestrechamenteunidaaloscamposdemaíz,alcieloyalviento.NuncaanteshabíaestadoconellaenLulinny,portanto,nuncahabíavistoloenraizadaqueestabaenaquellastierras.Almismotiempo,reconocíatambiénqueallíestabamásclaroelenigmade su vínculo con Maksim Marakov: la niñez en Lulinn había iluminado demagiatodasuvidayeraunamagiaquehabíacompartidoconMaksim.Nuncasedisolvería, y eso daba a Maksim una ventaja que ningún otro hombre en el
mundopodríaalcanzar.Alexpensó:«Desdeelprincipiohe libradounabatallainútil,porquenosoloteníaaMarakovcomocontrincante,sinotambiéntodoestoyelespíritu románticodeFelicia,decuyaexistencianadiepuedesospecharalmirarla a los ojos. Ese espíritu la ligará aMarakov hasta su lecho demuerte.Yo…Yosoysoloelhombredesuvidaporcasualidad,elhombrequelaamadeunaformaquenollegaarozarelnúcleodesuser».
Ella lo guio a grandes pasos hasta los graneros y los establos, dondecomprobódecepcionadaqueapenasquedabancaballos.
—Pero¿dóndeestán?Mepreguntabaporquénohabíamosvistoningunoenladehesa.¿Dóndeestán?
Un joven francés que trabajaba en la finca como prisionero de guerracontestó:
—Laguerra.Soloquedaroncuatroparalacosecha.Losdemás,fuera.—¿Todos?¿LosTrakehner?¿SehanllevadonuestrosTrakehneralaguerra?—Ha pasado en todas partes, Felicia—dijo Alex—. Para la gran victoria
necesitabancuantopudieramoverse.—Ah, ¡demonios!—imprecó Felicia. Se volvió hacia el joven francés—.
¿Cómosellamausted?—Yves.—Yves…¿Ydedóndees?—DeAngers.Hablaba con un fuerte acento francés, que a Felicia le resultó agradable.
Teníalosojososcuros,ytristes;eraobvioquesentíanostalgiayquesufría.—Laguerra terminarápronto—dijoFelicia—,yentoncespodráregresara
Francia,ynosotrosrecuperaremosnuestroscaballosylavidaporfinvolveráasernormal.
Élnocambiósuexpresiónseria.—Sí.Laguerraacabará.Peroquiénsabeloqueserádenosotros.Losrusos
vienen…—Aquí no vendrán —contestó Felicia con convicción. Contempló los
cubículosvacíos,sobrelosquecolgabanaúnlasplacasconlosnombresdeloscaballosqueloshabíanocupadoporúltimavez—.No,aquínovendrán.
Perolosrusosllegaronel4deagostode1944,aunque,enrealidad,fuesolounabatallarelámpagoenMemel,lapartemásnorestedelaPrusiaOriental.Algunospropietarios y campesinos, llenos de pánico y a pesar de la prohibición,abandonaronsustierrasyhuyeronendirecciónaloeste,peropudieronvolveracasaunosdíasmástarde.
Esafueparamuchos,porsupuesto,lapruebadequeelPartidoteníarazónydequelosrusosnoteníanningunaoportunidadenlafronteraprusianoriental.
—Asípues—dijoFelicia—,notenemosquepreocuparnosenabsoluto.Alex se contuvo para no contestarle. ¿Habría hecho mella en ella que le
aclarasecómoestabandeverdadlascosas?¿QuesolohabíasidounaavanzadilladelEjércitoRojo laquehabíaatacadoMemel,que los soldados rusoscon suscañonesysus tanquessuperabanennúmeroa losdefensoresalemanes,que,siacasollegabananotarlapresenciadelosalemanes,acabaríanconellosconsoloescupir…?Ellanolohabríacreído,porquenoqueríacreerlo.Alexsabíaqueerauna mujer manifiestamente realista, pero lo que venía del este superaba concreces la capacidad de su imaginación. Deseaba el final de la guerra porqueentoncespodría,porfin,continuarconstruyendosuvida,sinsermolestadaporlas bombas y los llamamientos a filas, y sin todas las locuras a las que laenfrentaba de continuo Maksim y sin que todos anduviesen empeñados enecharle a la Gestapo encima. Que el final pudiese ser atroz, también para lapoblación civil, quepudieseperder supatria para siempre, no le entraba en lacabeza.
—En1914,cuandoyoteníadieciochoaños,losrusosyapasaronporaquí—dijo—.YoestabasolaenLulinnconlaabuelaLaetitiayconmiabuelo,queseestabamuriendo.Saquearon la despensay causaronunpequeño caos, perononosamenazaron.Nopasóabsolutamentenada.
—No puedes compararlo con esto, Felicia. Esta vez tenemos una historiapreviamuydistinta.Desdeelasaltodelosalemanesasupaís,losrusossolohanconocidodenosotrosterror,opresión,explotaciónyamenudomásquemuertesarbitrarias.SibiennotantoamanosdelaWehrmachtcomodelasunidadesdelasSSquelesibanalazaga.Vuestrogobernadoraquíerahastahacenomuchocomisario del Reich en Ucrania, y nadie habría podido maltratar más a lapoblación.ElejércitoquesedirigeahoraaAlemaniamarchaatravésdeunpaísasolado,porcaminosorladosderusosmuertos.Pornohablardeque,vayanpordonde vayan, encuentran siempre algún campo de concentración, y eso era loúltimoquelesfaltabaparaconvencersedequelosalemanessoncolaboradoresdirectosdeldiablo.Metemoquenosopesaráncondemasiadocuidadoquiénesculpableyquiénno.
Pudo ver cómo Felicia empujaba lo que acababa de escuchar a un rincónrecónditodesucerebro.Nolesorprendíaenabsoluto,pues¿quéibaahacersino?No podía dejar a sumadre allí, y todos losmédicos consideraban de unaimprudencia extrema someter a Elsa Degnelly a las fatigas de un viaje en suestado. En algún momento, Alex tuvo la sensación de que hacía el ridículosermoneándola de continuo con el asunto de que era aúnmás imprudente nohacer ese viaje. Por ahora, tenía la mala suerte de defender opiniones muyimpopulares.
El 25 de agosto se liberó París. Las tropas del gaullista general Leclercrecorrieronlascallesentreeljúbilodelapoblación.Eraundíacaluroso,comohabía sido todo el verano de 1944, y en Francia la gente celebraba por todasparteslavictoriafrentealosodiadosalemanes.Nolesperdonabanlosañosdehumillaciones,nilasrepresalias,nilarápidaderrotade1940,nilossangrientosexcesos de las SS, ni las masacres como las de Tulle y Oradour. La sed devenganzadelosfranceseseraenormeylairapopularsevolcó,sobretodo,conlos colaboradores de todo tipo, entre los que no pocas veces se encontrabanpersonasinocentesquefueroncondenadasamuertesinjuicioysinremedioporcosasquenohabíanhechoenabsoluto.
A comienzos de septiembre, las tropas británicas ocuparon Bruselas yAmberes. Dos semanas más tarde, el comandante supremo del ejército deinvasión británico, el general Montgomery, intentaba tomar en Arnhem unacabeza de puente, para lo cual hizo saltar allí a diez mil paracaidistas. Losalemanesmovilizaronunavezmástodassusfuerzasyofrecieronunaresistenciainesperadamente fuerte. El puente quedó en susmanos y apresaron amuchosinglesesyestadounidenses.UncontratiempoparalosAliados,cuyosignificado,sin embargo, supieron interpretar.Un fastidio, pero no una catástrofe.Aunqueretrasase lavictoriasobreAlemania,no laevitaría.Todoelmundo losabía:elfinaldelReichdelosmilañosestabaapuntodellegar.
6
El estado de Elsa empeoraba de día en día, y nadie creía ya que fuese arecuperarse.Inclusoelmédicohabíapuestoapruebatodossusconocimientos.
—No sé —le dijo a Felicia—, no sé cómo detener el constantedebilitamiento.Nosemeocurreyaningúnremediocontralassubidasdefiebre.
—No se defiende —dijo Felicia, pensativa—. Simplemente está ahítumbada,enlacama,apática,ydejaquepasetodo.Tengolasensacióndequeyanotieneganasdevivir.
Elmédicoasintió.—Mientras se oponga a curarse, ningún medicamento del mundo le hará
efecto.Enciertosentido,creoque…Bueno,antessedecíaqueerauncorazónroto. Una descripción que hoy puede causar risa, pero de hecho se da elfenómenoyestoysegurodequeesloquetienesumadre.
—¿SevaaponerbuenaElsa?—preguntóSophie.TeníayacuatroañosyseparecíamuchísimoaBelle, soloquesusojosno
erandeungrispuro,sinomezcladosconunmatizdeverde,queledabancalidezyunbrillopeculiar, y el color cambiabaamenudoen segundos, según la luz.Felicia estaba por un lado orgullosa de su nieta, pero por otro aún le costabaversecomoabuela,asíquehacíaquesusnietoslallamasenporsunombre.
—Nolosé—respondióalapreguntadeSophie—.Elsaestámuyenferma,cielo.Nadiesabeloquepasará.
De la mano, bajaron las escaleras. Por una de las ventanas, Felicia pudoecharunvistazoaldíadeotoño.LosbosquesentornoaLulinnrelucíanllenosdecolor,enelcielolosgansossalvajessedirigíanalsur.Octubreeraenelnorte
deunabellezaúnicayFeliciasedijoqueenrealidaddeberíaquedarseallí,ahoraqueenMunichtodoloqueteníaestabadestruido.
«Detodasformas,enningúnotrositioserémásfeliz»,pensó.—Carta para usted,madame.—Jadzia se había acercado una vezmás sin
hacerruido,comounfantasma—.Acabadellegarconelcorreo.—Gracias,Jadzia.UnacartadeMunich,remitidaporTomWolff.Rápidamenterasgóelsobre,
comenzóaleeratodaprisayalmomentoahogóunchillido.—Nopuedeserverdad.Estehombretienemássuertequehabilidad.—¿Quépasa?—preguntóSophie.—Noloentenderías.Meneólacabeza.TípicodeTom.Habíavueltoaconseguirlo.Leescribíaque
eraherederoúnicodelafábricadejuguetesdeLulú:
Parami sorpresa,me invitaron a la apertura del testamento.Creí que Lulúme habría dejado algúnpequeñorecuerdo,unafotografíasuyaenunmarcodeplataoalgoasí.Perono.Soyelherederoúnicodesupatrimonio,salvoporunpardemueblesycuadrosqueharepartidoentreparienteslejanos.Nopuedocreerloaún…Soyunhombrerico…
Y luego añadía, seguramente por si alguien que no debía leer la carta lohacía:
Peronomeconsuela respectoa lahorrible realidadde loque lepasóaLulú.¿Cómopuedealguienmatarporcodicia?
—Fariseo—mascullóFelicia—,porcodiciatúhashechopeorescosas.Aunque acababadepensar que sequedaría enLulinnpara siempre, barajó
enseguidaotrasposibilidades.Tomteníaunaempresa,ellano.Losdosyahabíancolaborado una vez y eran un equipo invencible. También habían intentadodurantetodoeltiempoarrebatarselamayoríadelasacciones,yFeliciaseponíaenfermaderabiaporqueTomsiempreacababaganandodecalle.
—Habríaque…—mascullóperdidaensuspensamientos,peronollegóadarformaalaidea.
Josephentróencasaconunaprisainusual.—¡Felicia! —Respiraba con dificultad—. Felicia, ¡los rusos están en la
PrusiaOriental!Gumbinnenestáenllamas.Yavanzanhoratrashora.—¿Qué?—Portodaspartessehabladeello.Dicenqueyasehanorganizadogrupos
de refugiados, aunque el gobernador ha prohibido la salida del país. Correnrumoresdeterriblesagresionesdelosrusos.Disparanatodoslosalemanesquecaenensusmanos,olosmatanapalos,ylopeoresparalasmujeres,lasviolandeformasbestialesy…
Un grito lo interrumpió. Nadie había visto aModeste que, sujetándose latripaconlasmanos,acababadeentrar.
—¡Tenemos que irnos! —chilló—. Joseph, ¿cómo puedes estar aún ahíhablando?TenemosqueiraKönigsbergy,deallí,aBerlíny…
—No podemos abandonarlo todo—dijo Felicia—. Además, mi madre noestá encondicionesdeviajar.Ni la abuelaLaetitia tampoco. ¿Quieresdejarlassolasaquí?
—Nosé…No,pero…—Modesteparecíaperdida.Sophie,quenotabaelpánicogeneral,seechóallorar.Josephintentóestara
la altura y trazó planes confusos. En ese caos, apareció Alex, que —paradisgusto secreto de Felicia— había ido a pasear con una joven de una de lasfincasvecinas.Estabadebuenhumoryseloveíacasiprovocadoramentesanoybronceado.
—¿Unaconferenciadecrisis?—preguntó.—¡Losrusos!—contestarontodosalavez.—Han prendido fuego a Gumbinnen —añadió Modeste con la voz
temblorosa.—Losé—dijoAlex—,todoelmundohabladeello.Feliciaseloquedómirando.
—¿Losabes?¿Yvienesdepaseartantranquilo?—Querida,nomehabríaatrevidoahablardeello.Siemprequeheintentado,
en los últimos tiempos,mencionar siquiera el tema del peligro del este, todoshabéiscaídosobremíporquenoqueríaisoírmisgritosdeCasandra.Ahorameguardoloscomentarios.
—Noseastanvanidosoporque,soloparavariar,tengasrazón—bufóFelicia—.Además,nocreoque los rusos lleguenhasta aquí.Aún tienenque superarAngerapp, y si no lo hacen antes, allí los nuestros los pararán y los haránretroceder.
—¡General Felicia! —Alex sonrió—. Sabes exactamente cómo funciona,¿eh?
—¡Notenemostiempodeestaraquídiscutiendo!—chillóModeste—.Cadaminutocuenta.
—Deberíamos…—comenzóJoseph.Nadie consiguió hacer una propuesta constructiva. Cuando llegó la noche,
todavía no habían decidido si debían abandonarLulinn, y la radio acababa decomunicarquelahuidaquedaba,porelmomento,estrictamenteprohibidabajoamenazadeduraspenas.
Los rusos continuaban avanzando, y los habitantes de Lulinn y las fincascircundantes seguían fingiendo que estaban seguros allí.Aquel octubre era deuna belleza radiante, pues el sol tenía un brillo dorado que no mostraba enverano y cubría de una luz sensacional los coloridos bosques; nadie podíahacersealaideadeabandonaraquelparaíso.
—Los rusos no avanzarán mucho—se consolaban—. No pueden avanzartanto.
El20deoctubre,JosephrecibióunacartadelGobiernocomarcal.Enellasele ordenaba presentarse ese mismo día en el ayuntamiento de Insterburg:llamabanalasarmasalamilicianacional.
Porsupuesto,noloentendía.—Nopuedenhacerlo—afirmabaunayotravez—.Estoyenlareservadela
economíabélica.Noesposible.La «milicia nacional» era el último recurso para las fuerzas del Reich.
Llamabanafilasatodosloshombresdeentredieciséisysesentaycincoaños.Todoslosqueanteshabíansidodemasiadojóvenesodemasiadomayoresteníanque defender ahora el país con lanzagranadas y armas confiscadas. Lainstrucción tuvo que ser a toda velocidad y superficial; sobre todo allí, en laPrusiaOriental,lanecesidaddehombreseraurgente.
Josephparecía tan infelizyperturbadoque inclusoaFelicia se lepartíaelcorazón.Nunca lo había podido soportar, pero era un buen tipo, que no haríadañoniaunamosca.
—Teacompañoyo,Joseph—dijo—.Hablaréconellos.Tenecesitamosaquíenlafincaynopuedenreclutartesinmásparaesaridículamilicia.
—Metemoquesípueden—dijoAlex—.Estánperdiendoyseagarranaunclavoardiendo.Josephesunhombrequeestáenlaflordelavida.
—Lonecesitamosaquí.¡Tienenqueentenderlo!—lointerrumpióFeliciaconvehemencia—.Notengasmiedo,Joseph.IrécontigoaInsterburg.
Porsupuesto,nohubonadaquehacer.Alcontrario,Feliciavolviósolaacasaporque Joseph tuvo que quedarse ya allí. Lo esperaban al día siguiente en uncuartelparasuinstrucción.
Felicia condujo el coche pequeño deModeste—hacía tiempo que habíanrequisadoelgrande—,jurandotodoelcamino.Laoscuridadotoñalyasehabíaechadoencimayporloscamposaderechaeizquierdadelasolitariacarreteraseextendíaunadensaniebla.Deprontotuvomiedo,unmiedoirracionaleintenso.Mucho más que durante los bombardeos de Munich, más que la noche queMaksimmatóaLulú,inclusomásquecuandolaGestaporegistrósucasa.Ensuinterior,entodaslascircunstanciasdelavida,siemprehabíatenidolacertezadequesaldríadeellas,deunaformauotra,apesarde lomuchoque lahubiesenapaleado. Pero esta vez la había abandonado el valor. Después de semanas
desechandolapreocupacióndeAlexsiempreconunúnicoademánperezoso,lesobrevinounasensacióndeangustiaquenoladejabaenpaz.Nopodríaconella.Mirólalunacomounahozpálidacolgadasobrelosárbolesoscuros,emitiendoyalaluzplateadayfríadelasnochesdeinvierno,ypensóasustada:«Esteeselfinal.Desde1939estamosesperándoloyha llegado,yserámáshorriblede loquepodríamosimaginar».
AquelsentimientodeterroraúneradueñodeellacuandollegóalaverjadeentradadeLulinn.Unahojacayóplaneandoysequedósobreelparabrisas.«Nomevoyair,novoyadejarLulinn»,pensó.Yadesdelejosvioquepasabaalgo,porque había luces encendidas en toda la casa. Bajo su tenue resplandor, viovarioscarrosycaballos,tambiénunavacaquemugíaasustadaporqueunodeloscriados quería llevarla al establo. En los carros se apilaba todo tipo demobiliario.
—¿Quépasa?—preguntóFeliciaalbajardelcoche.—Refugiados —le contestó Yves, el campesino francés, que llevaba una
linternadecuadrayparecíanervioso—.Venirde…deGoldap.Losrusosestánallí.
—Ay,Diosmío.Feliciaentróenlacasa,dondeModesteanadeóhaciaellayaenelvestíbulo.—¡Felicia!Menosmalquehasvuelto.¿DóndeestáJoseph?—Noesperóuna
respuesta,sinoqueborboteóenseguida—:Tenemosrefugiados.Cincomujeres,unancianoysieteniños.Hanpasadoloindecible.
Los refugiados estaban sentados en el comedor en torno a la gran mesa,pálidos y agotados, con el terror pintado en la cara. Jadzia les trajo pan,mantequilla,quesoygrandesjarrasdeleche.Losniñosseabalanzaronansiosossobre la comida, pero los adultosparecíannopoder tragar ni unbocado.Solobebíanlalecheasorbitos.Unadelasjóvenesteníaelrostrobañadoenlágrimas.
—¿VienendeGoldap?—preguntóFelicia—.¿Ylosrusosyaestánallí?Unaimagenhorrible:Goldapestabamuycerca.Losrefugiadoscontaronque leshabíanprohibidohastaelúltimomomento
abandonarlaciudad.—Oímos el ensordecedor fuego de la defensa —dijo una mujer—; los
tanquesseacercabancadavezmás.Cayóunobúseneltejadodenuestracasaypenséquesenosibaacaerencima.Nopodíaentenderporquénonospermitíanirnos.Enganché loscaballosycarguéunpardecosasenelcarro,peronomeatrevíaairme.Mesentéconlosniñosenelsótanoyrecé.Entonces,depronto,otrasmujeresentraroncorriendoenlacasa,totalmentealteradas,ygritaronquelosrusosestabanallí,queteníamosquehuirenseguidaporqueestabanforzando,matandoapalosofusilandoatodaslasmujeres.
Lajovenquenopodíadejardellorarasintió.—Yolohevivido.Losrusosdabancazaaliteralmentetodoloquesemovía.
Estabancomo…comoborrachos.Semetíanenlascasasysetirabansobrelasmujeres, inclusosobre lasabuelasy lasniñasqueno teníanmásdediezaños.Algunossimplementedisparabanalolocoylesdabaigualaquiénacertaban.Via toda una familia muerta yaciendo en su propia sangre. —Sus sollozos sehicieronmásintensos.Unadelasniñasseacercóyleacariciódesconsoladalamejilla—.Yopudehuirconmihijaaldesván,dondenomeencontraron,yluegosalirporeltejado.Esunmilagroquesigamosvivas.
—¡Quéterrible!—dijoFeliciaenvozbaja.—Hanvividolacrueldadyahorarepartencrueldad.—Alexhabíaentradoen
elcomedorsinquenadiesediesecuenta—.Lopeoresquevuelveaafectaralosinocentes.Estoysegurodequenuestroexcelentísimogobernadorcomarcal,quepronunciadíatrasdíasussólidaspalabrasparaquelapoblaciónaguante,seráelprimeroensalirhuyendocuandocaigasobrenosotroslacatástrofe.
Ojosdesesperadosyagotadossevolvieronhaciaél.—¿Podemosquedarnosaquíestanoche?—preguntóelanciano—.Estamos
allímitedenuestrasfuerzas.Noconseguiríamosseguiradelante.—Por supuesto que pueden quedarse. Todo el tiempo que quieran—dijo
Felicia.Unadelasmujeresnegóconlacabeza.
—Solo hasta mañana. Luego seguiremos hacia el oeste, todo lo quepodamos. Y ustedes también deberían venir. Lo harían sin dudar si hubiesenvistoloquenosotros.
Felicia se estremeció y se abrazó. La sala estaba templada, un gran fuegoardíaenlachimenea,perosintiófrío.MiróaAlex,queestabaapuntodesalir.
—¿Dóndevas?—Hequedado.Loscelosfueroncomoungolperápido,duro.—¿Conquién?¿Conesamuchachaalaquevestanamenudo?Alexasintió.—Sí.SellamaClarissa,esamuchacha.AFeliciaenaquelmomentoledabaigualquelaoyesendesconocidos.—Eresunhombrecasado,Alex.Éllamiróensilenciouninstante.—Sí,pero,graciasaDios,nocontigo.Cerrólapuertaalsalir.
ElasediodeVítsiebskhabíaacabadoconlavidadeSerguéi,auncuandonolohabíamatado.Le latía todavíaelcorazón,podíaver,oír,oler,peroaquelloerapeor que cuando estuvo bajo tierra congelado e inmóvil. Le habían amputadounapiernaporelmusloy,demomento,solopodíamoverseensilladeruedas,sibienlehabíanexplicadoqueaprenderíaaandarconmuletas.Apartedeeso,elmédico lehabíacomunicadoconlamáximadelicadezaquenopodríavolveracontarconsuvirilidad.
—Lagranada que le hamutilado la pierna que hemos tenido que cortar…Algo de metralla ha ido a parar también al abdomen. Los nervios estándestrozados.Pero,porfavor,¡nosedesespere!Otrosestáncomoustedoinclusopeor.Sonlossacrificiosquetenemosquehacerporlapatria.
«¡No se desespere!» Serguéi recibió aquella petición casi como una burla.
¿Teníaaquelhombresiquieraunaideadeloqueélsentía?¿Dequeloquemásansiabaenestemundoeraqueelcorazóndejaradelatirleyqueseleparasenlospulmones? ¿De que todas las mañanas al despertarse se preguntaba lleno decongojaporquénosehabíamuertomientrasdormía?¿PorquéhabíatenidoquesobreviviraVítsiebsk?Lamayoríadesuscamaradasnolohabíanconseguido.Peroél,sucuerpo,había tenidoquesermásresistentequecualquierotro.Unapiernamutiladaynosehabíadesangrado.Losmédicosestabanasombradosdequesiguiesevivo.
—Esustedunhuesoduroderoer—ledijounodespuésdelaamputación.Además de su impotencia y de la incapacidad de desplazarse con
normalidad, sufría su aspecto mutilado más que los punzantes dolores quebramaban en su pierna ya inexistente, una burla infame aunque típica de susnervios.Lomásimportante,lomásimportantedesuvidahabíasidosiempresuatractivo. A él le había dedicado lamayor parte de su tiempo y todo tipo desacrificios. Su autoestima, su seguridad, su esnobismo arrollador venían de suaspectointachable,pues,enesencia—esoloteníaclaroahora—,noteníanadamásqueofrecer.Probablemente,Nicolateníarazóncuandolegritóduranteunadiscusión:«Noeresmásqueunacáscarahueca».
Nicola.Estaba del todo decidido a no decirle nada de su estado.De todasformas,lahabíaperdido,ynopodríasoportarqueahoravolvieseconélporunsentimiento de deber y leer el asco en sus ojos todos los días.Aunque en lashorasmás oscuras de su desesperación se le pasaba por la cabeza escribirle ypedirlequevinieseatomarlodelamanoyaacariciarlelafrente,luchabaconsumiedo a que ella se quedase petrificada por el espanto cuando se enterase detodo.Eraunhombredecuarentaydosañosconmuletas,impotente,sindinero,sinfuturo.
—Pasadomañanasaldrédelhospital—ledijosuvecinodecama,unjovenalemándePragaquehabíaperdidounbrazoyunpieyque,además,solopodíaverporunojoporqueenelotrolehabíaentradometralla.
«Media porción», se llamaba a sí mismo siempre sonriendo, porque tenía
solounodecada.Serguéinopodíaentendercómoenunasituaciónasípodíaunotenersiquieraunapizcadehumor.
—Alégrate—ledecíaKarlamenudo—.Anosotros,pobrescriaturas,yanonospuedenpedirqueseamoshéroesymandarnosalfrente.
—¿Tevasacasa?—lepreguntóSerguéisinmás.Karlasintió.—Elmédicodicequeestoybienamedias.Seguramente,necesitanlacama.
Pero estoy contento. Y mi mujer, ella también se alegrará; ahora tiene queocuparsesolade la tienda todoel tiempo.—Karl teníaunapequeñaverduleríaenPraga.
—Tumujer…—dijoroncoSerguéi.Karllomiróanimado.—Talveznoseademasiadotarde.Escribealatuya,seguroqueosencontráis
denuevo.—¿Así? ¡Mírame! Nicola no necesita estar con alguien como yo. Es una
mujerguapa.Puedeteneracualquiera.—Peroigualaúntequiereati.Serguéirioconamargura.—¿Por qué debería? No le he dado muchas razones para hacerlo, Karl.
Siempre la he engañado, durante años. ¿Sabes? A veces creo que esto es uncastigodelcielo.Meibaconotrasmujeresyahora…soy…Quierodecir,yanopuedo…serunhombredeverdadparaella.
—Sí,peroesonoeslomásimportante.Muchasmujeresnobuscanesocomoloshombrescreen—afirmóKarl.
PerosediocuentadequeaSerguéiesonoloconsolaba.—Quiero morirme —dijo en voz baja—. Solo quiero morirme. Cuando
salga,lointentarétodoparaterminarconestavidademierda.Karlmeneólacabeza.—Antesdehaceruna tontería,venaverme.Deverdad.¿No tepareceuna
buena idea?Mimujer y yo nos alegraríamos de tenerte con nosotros. Puedesayudarenlatienda…
—¿Yo?Sicasinopuedohacernada.—Porlomenostienesunbrazomásqueyo.Serguéi,hombre,¡piénsalo!No
tienesquequedarteparasiempre.Solohastaquetengasalgo.Ahoranopuedesencerrarteencasayquedartesentadocavilando,porquetevolverásloco.
—Noquierocompasión.—Noescompasión.Mecaesbien,Serguéi.Serguéi lomiró. Una cara amistosa, sencilla, pálida. Por lo general, él no
habríaprestadoatenciónniunsolominutoaunhombrecomoKarl,losabía.Lohabría encontrado insustancial y, en fin, un verdulero de Praga… Ahora, sinembargo, reconoció sorprendido que la calidez de aquel hombre era sincera yquelesentababien.Comenzóaintuirquetendríaquemedirsuvidafuturaconotras reglas, que no le quedabaotra opciónque aceptar valores distintos a losque había tenido hasta entonces. La vida superficial y despreocupada habíaterminado,tambiénlosamigoselegantesydivertidosconlosqueunopasabalosdíasbuenosypodíaolvidarlosmalos.Tendríaquesermenosexigente…O,enrealidad,¿másexigente?
Seacomofuere,ellujodepoderelegiryanolotenía.PorelmomentosololequedabaelamableypálidoKarldePraga,nadiemás.
—Sí.Iré.Notengootrositioalqueir.Iré—dijomientraslecaíanlágrimasporlasmejillas.
7
Lossoldadosalemanesconsiguieronechara los rusosdePrusiaOrientaly, enefecto, como muchos habían profetizado, antes de que cruzaran Angerapp.HabíanllegadohastaNemmersdorfehicieronestragosenlapequeñalocalidad.UnadelassirvientasdeLulinn,cuyospadresvivíanallí,fueparaidentificarloscadáveresde susparientes;volviócon losojos llenosde terrorynoestabaencondiciones de hablar de lo que había visto. Nadie se esperaba aquel deliriohomicida, en realidad, tambiénporquemuypocos conocían los excesosde lasSSenRusia,yporquenoteníanniideadelasimágenesquehabíaofrecidoalossoldadossoviéticoslaliberacióndelosterritoriosocupadosporlosalemanes.
«¡Haced trizas a la bestia fascista en su cueva!», fueron las palabras deStalin, y la Prusia Oriental era un anticipo de lo que vendría. Volvieron areforzarselaslíneasdedefensa,perolaconfianzadelpuebloenlafirmezadesuejército se había quebrado. Siempre habían dicho: «Ningún ruso pisará sueloalemán»,perolossoviéticoshabíanentradosindificultad.
«No lo conseguirán otra vez», proclamó el Gobierno comarcal, e impusoduraspenasparaquienintentaseabandonarelpaís.Almismotiempo,alolargode las fronteras prusianorientales se situaban las tropas rusas, un ejércitopoderoso, dispuesto a golpear en la siguiente oportunidad que se presentara.Habíaquinientossoldadossoviéticosporcadacincuentasoldadosalemanes.Enestepunto,eldestinodeaquellatierraentreelBálticoyMemelestabasellado.
EnvistadelosacontecimientosdeNemmersdorf,Feliciacomenzóaprepararlahuida. Su mayor preocupación en aquellas semanas era Elsa. Viéndola en su
indescriptibledebilidad,eraimpensablequevolvieraalevantarsedelacama.LasegundapreocupacióndeFeliciaeranlosobjetosdevalorquelacasacobijaba.Elserviciodetédeplata.LaporcelanadeMeissen.LoscandelabrosdelaépocadeNapoleón.Encasodenecesidad,nopodría llevárselotodo,peroencontrabamonstruosa la ideadequepudiesecaerenmanosde los rusos.En losúltimosdíasdeoctubresepusoametertodasaquellasposesiones,envueltasconcuidadoen periódicos y tela encerada, en grandes cajas. Por supuesto, Modeste lasorprendió.
—¿Quéhaces?—lepreguntócuriosa.—Voyaenterraresto—ledijoFelicia—,asílosrusosnoloencontrarán.Modesteabriólosojosaterrada.—¿Creesquedeberíamoshuir?Yonopuedo.Estoyembarazada.Yo…—Modeste, ¡no lo sé!—la interrumpió Felicia—. Pero tenemos que estar
preparadosparatodo,¿entiendes?—¿Dóndequieresenterrarlascajas?—Enelhuerto.Peroloharédenoche.Nilosprisionerosdeguerrarusosni
loscriadospolacospuedensaberdóndeestánlascosas.A la noche siguiente se pusomanos a la obra. En el huerto habíamuchos
arbustoscuyasramascubríanlatierraalrededordeltronco,yqueríacavarjustodebajo. Nunca verían dónde estaba removida la tierra y, aunque los rusosdecidieranbuscar,eramuyposiblequenoencontrasennada.
Lanocheeraoscurayfría.Felicianecesitóunalinternadecuadraparapoderver algo. Se había abrigado bien, llevaba una bufanda caliente, guantes y unachaquetaforradadepieldeAlex.Apesardetodo,teníafrío.Llovíaunpocoylasramashúmedasdelosarbustoslegolpeabanelcuelloyloshombros.Todoeltiempo pensaba en lo bonito que sería dejarlo estar y volver a ovillarse en lacama, pero entonces le venían a la cabeza los rusos y los veía ante ella en lacasa, arramblandocon todo loquenoestabaclavadoal suelo.Con iraamargahincabalaazadaenlatierraparaaflojarla,luegoagarrabalapalaycavabacada
vezmásprofundo.Pocoapoco,almenos,entróencaloryelesfuerzoleaceleróelpulso.
Había puesto las cajas en el porche de atrás y las llevó de una en una aljardín.Jadeaba,yteníaquedejarlacargaenelsuelodevezencuandoporquenole quedaban fuerzas. Cuando volvió por tercera vez al porche, una sombra seseparódelrincónjuntoalapuerta.EraAlex.
Encendióunalinternayellapudoverlelacara.—¡PorDios,Alex!—dijo—.Casimematasdelsusto.—Losiento.Heoídounruidoyhevenidoamirar.Feliciahabíasidomuysilenciosa;siélestabadurmiendo,eraimposibleque
lahubieseoído.Además,estabacompletamentevestido.—¿Tehabíasacostadoya?—lepreguntó.Élnegóconlacabeza.—No.Aúnestabaleyendo.—¿Demadrugada?¿Porquénoestabasdurmiendo?Élseencogiódehombros.—Nuncaduermomucho.¿Quésonesascajas?Feliciaseloexplicó.—Puedes ayudarme a llevarlas al jardín. Ya lo tengo todo preparado. —
Agotada, se apartó el pelo mojado de la frente—. Debo de tener un aspectohorrible.Mejornimemires.
LamiradadeAlexlaenvolviódeternura.—Nodejaríademirartenunca,niaunquetuviesesviruela.Vamos,enséñame
dóndetengoquellevarlascajas.No permitió que ella volviese a acarrear nada y luego cubrió de tierra las
cajasy lapisóparaapretarla.Al final, estaba tanempapadocomoFeliciay ledolíanlasmanosentumecidas.
—Lo bueno —dijo pasándose las manos por los riñones doloridos yreprimiendo un quejido— es que esta actividad nocturna me da un poco deesperanza.Porfinparecesestarpensandoquelosrusostalvezlleguenaquí.
—Nuncasesabe.Encualquiercaso,nomegustaríaquenosdesvalijasenporcompleto. —Tembló de frío—. Vamos, rápido, entremos en casa. Si no, nospondremosenfermos.
Alex le abrió la puerta del porche. Mientras la cerraba con cuidado,preguntó:
—¿Tetomasunacopaconmigo?En un principio, Felicia tenía previsto volver a la cama tan pronto como
pudiese,perosediocuentasorprendidadequeyanoestabacansadaynoteníaganasdeestarsola.SiguióaAlexa lasaladeestar,dondeélencendiósolo lalamparitajuntoalaventanaparailuminaralgolahabitación,ysombrascuriosasse dibujaron en las paredes. En la chimenea aún ardía el fuego de la noche.Feliciaseacuclillóanteella,soplófuerteenlosrescoldoshastaquelasllamassereavivaron.Añadiódos leñosycontemplósatisfechacómoempezabanaarder.Incómoda y temblando —el pelo le chorreaba y el agua le resbalaba por laespalda—,comenzóadesvestirse,sequitólasbotas,lospantalones,lachaquetayeljersey,ysesentóconunacamisadealgodónylaspiernasdesnudasanteelfuego.
Alex,mientras tanto,buscódosvasosysirvióunoporto; lohizocon tantanaturalidadcomosiestuvieseensucasa.«Peroesqueessucasa»,pensóFelicia,unpocoinfeliz.
—Ten.Estoteharáentrarencalor.—Sesentójuntoaellaantelachimeneayletendióelvaso—.¿Tetraigounatoallaparaelpelo?
—No,déjalo.Sesecaráenseguida.Bebió su oporto a sorbitos, mientras miraba a Alex, que también se
desnudaba.SequedósoloconeljerseydecuellovueltoyFeliciadeprontosoltóuna risita. Con los hombres de su vida siempre acababa ante una chimenea,pensó.
—¿Porquéteríes?—preguntóAlex.—Ah,solo…decómoestamosaquísentados,elescenariorománticoy…En
ciertamanera tenemos tanta confianzaelunoconelotroquenosdesnudamos
sinmás,peroluegonosquedamosaunadistanciatandecentequeparecequenohubiésemosestadocasadosyquenunca…
—¿Qué?—Yquenuncahubiésemoscompartidounanoche.Alexdejóelvasoaunlado.—Hemos compartido media vida, Felicia, aunque llevemos años
divorciados.Séquenadaninadieenelmundomeesmásfamiliarquetú.Ycreoquealrevésesigual,soloquetúnoquieresonopuedesreconocerlo.
AbriólosbrazosyFeliciasearrastróhastaél,serecogióensuabrazoynotóaquella sensación de alivio que Alex siempre le daba y que siempre habíainfravaloradoporquedecíaquenolanecesitaba.Lalanadesujerseylepicabaenlamejilla.Arrebujadosunojuntoalotrosededicaronamirarelfuegoy,enalgúnmomento,Felicia sedurmió.Soñóquecavabaagujeros enel sueloparaescondersedelenemigo,pero,pormuchoqueseesforzase,latierravolvíaacaerdentroy lo tapabatodo.Alexaparecíaenlaoscuridadde lanochey legritabaalgo,peroellanopodíaentenderloy,cuandoqueríacorrerhaciaél, lefallabanlaspiernas.Cuandoporfinsedespertó,necesitóunpardesegundosparasaberdóndeestaba.Alexaúnlaabrazaba,dealgúnmodohabíaconseguidocogerunamantay echarla sobre ellos, porque el fuego sehabía apagadoy la habitaciónestabafría.Alexestabaapoyadocontraunabutaca,conlacabezaenelasiento,su respiración era profunda y regular. Felicia parpadeó bajo la luz gris de lamañana.Alotro ladodelaventanacaía la lluvia,sehabía levantadounvientofuertequeululabaentornoalacasaysacudíalashojasdelosárboles.Suspiróprofundamente. El esfuerzo de la noche anterior habíamerecido la pena. Losrusosnopodríanhacerseconelbotín.
«Todosedecidiráen1945»,esodecíancasitodosahora.LaofensivadeHitleren las Ardenas había fracasado. Los estadounidenses se habían hecho conAquisgrán,suavanceparecíaimparable.LapoblacióndeAlemaniasufríagraves
bombardeos, aunque las SS y laGestapo aún daban caza a opositores y otros«elementossubversivos»,yaúnhabíaejecucionesytorturas.
EnLulinnpasaronlaNochebuenatranquilos,peroconscientesdelaamenazainminente. Joseph teníaservicioen la fronteraynopudovolveracasa,por loqueModesteestuvohoras lamentándoseconairesdeviuda.SaldríadecuentasenseguidaycasisemueredepreocupacióncuandoundíaantesdeNochebuenasu coche, el último que quedaba en Lulinn, fue confiscado. Ahora, si lonecesitaba,nopodríanllevarlasiquieraalhospital.
AlexhabíataladoconYvesunabetoylohabíanpuestoenlasaladeestar.Felicia colocó en el árbol los viejos adornos familiares y puso en lo alto eltradicionalángeldeoropel.Fueranevabaligeramente;dentroardíaunfuegoenla chimenea.Habían ido ahorrandomanteca y harina para que Jadzia pudiesehornear unas galletas e incluso un Stollen navideño. Felicia había invitado aYvesacenarcon la familia—esoestaba,porsupuesto,prohibido,pero¿quiéniba a enterarse?—,yModeste lo encontrabamuy inapropiadoy se alejabadeljovenfrancéstodoloquepodía.Además,estabaenfadadaporqueFeliciahabíacompradoregalosparaSophieenInsterburgynohabíapensadoniensueñosenllevaralgoparasushijos.Modestelehabíapedidoexplicacionesmuyenojada,pero Felicia solo le contestó que no habría podido encontrar nada para tantosniños.Ahoralosprimosestabanpeleadosyseevitaban.
Alex e Yves habían bajado a la bisabuela Laetitia, pero pronto el barulloresultódemasiadoparaella;pálidayagotada,tuvieronquevolverasubirla.Elsasequedóencama,otravezconfiebre,peroalmenosJadziahabíaconseguidoquetomaseunatazadecaldodepollo.
«Unacasallenademujeresancianas,enfermasoembarazadas,yahífuera,nolejosdeaquí,entrelanieve,estánlossoldadosrusos.QuébienquealmenosestéaquíAlex…»,pensóFelicia.
Lo contemplaba a través de la luz de las velas. Alex acababa de subir aSophieasunuevocaballitobalancíneintentabaaveriguarcómosecolocabaelestribo.Desdeelcomienzoloshabíaadvertidodelpeligrodeunainvasiónrusa
y,sinembargo,sehabíaquedadoenLulinn.Habríasidofácilparaélirse,puessucasaestabaenNuevaYork.PerosehabíaquedadoenlaPrusiaOriental,enunmomentoenqueelenemigoestabadispuestoamataragolpesodispararcontratodoaquelqueencontrase.
Esono lo hacía, en cualquier caso, por la talClarissa, o como se llamase,pensóFelicia:«Sehaquedadopormí».
Alexdebiódenotarquelomirabaporquesevolvióderepentehaciaellaylesonrió.Feliciadesviólavistaatodaprisa.Eraconscientedequelohabíaestadoobservandocomounagatahambrienta.Cuandoélseleacercó,seencogió.
—¿Enquépensabas,Felicia?Sesonrojó.—En…EnPaul.YenMax,elmaridodeBelle.Mepreguntabasiestarían
aúnvivosyquéharánestanoche.Élsonrióconfingidainocencia.—Qué gracia, y yo que hubiera jurado que pensabas en mí. Tenías esa
expresiónfuriosaquesiempreseteponecuandotecruzoporlamente.Peroestáclaroquenoteconozcotanbiencomopensaba.
—Puesparecequeno.Enesesentido,siempretehassobrevalorado.Alexsoloserio.Porfin,Feliciaselevantóysaliódelasala.Necesitabaun
pocodeairefresco.
Al día siguiente, el día de Navidad, murió Elsa. Para ser más exactos, habíafallecidoenalgúnmomentodelanoche,porqueJadzialaencontrómuertaenlacamaalamañanasiguiente;estabafríaeinmóvil,ysobrelacolchahabíadejadocaerlafotografíaenmarcadadesuhijoChristian.Laviejapolacareaccionóalamuerteconlamismaimpasibilidadconlaquesetomabatodoenlavida.
—LaqueridaseñoraDegnellysehadormidoparasiempre—comunicóalafamiliareunidaalamesadeldesayuno.
Todossequedaronmirándola.
—Diosmío—dijoFeliciaenvozbaja.Uno de los niños comenzó a llorar.A la débil luz de las velas que habían
puesto en lamesa, Felicia observó las caras pálidas y aturdidas. Sophie habíadejadodecomer.
—¿HamuertoElsa?—preguntó.—Sí,cielo.Hamuerto.Felicia notaba que también ella había perdido el color. Contaba con que
aquello ocurriera, pero ahora tenía un nudo en la garganta. Su madre estabamuerta.Despuésdesupadreysusdoshermanos,ahoraella.
«Malditasea,¡soymayorparallorar!»,sedijo.Peroahíestabadenuevoesasensacióndedesvalimientoinfinito.Estabaallí
solaconModesteeYvesyunmontóndeniños,yyanohabíanadadelaalegríadeunmomentoantes.Alexsehabíaidoparaasistiraundesayunoconchampánen casa de Clarissa. Felicia no quería que nadie viese las lágrimas que leinundaronlosojos,poresoselevantó.
—Perdonadme,porfavor—sedisculpóconprisas.Diezminutosmástarde,Modestecomenzóconcontracciones.—Unmédico,rápido,buscadunmédico—jadeó,ysesentóenmediodelas
escaleras,dondelahabíasorprendidoelprimerdolor.JadziayFelicialallevaronhastaelpisodearriba,lametieronenlacama,la
desnudaroneintentarontranquilizarla.Luego,FeliciacorrióalteléfonoyllamóalmédicodeInsterburg,queprometióponersedeinmediatoencamino,aunqueno podía garantizar que, con aquel tiempo, pudiese llegar tan rápido como decostumbre.Dehecho,sequedóatrapadoenunaneviscaynecesitócasiunahoraparasalirdeella.Cuandoporfinllegó,FeliciayJadziaestabandelosnervios,yModestemordíalacolchaparaaguantarlosdolores.
—No debería tener más niños, Modeste—dijo el médico—. Ya no tieneedad.Además,seissonbastantes,¿nocree?
Modestenopodía responderporqueunanuevacontracción lahabíadejadosinaliento.
—¿Voyamorir?—preguntójadeando.—¡Quédice!Merefieroaquenovaasertanfácil,nadamás.Relájeseyno
pierdalosnervios.Elniñononacióhastaelmediodía:unvarón.Modestesedurmióenseguida,
agotada,mientrasJadziaseocupabadelbebé.Feliciaacompañóalmédicoalapuerta.
—Doctor,aúntienequehaceruncertificadodedefunción.Mimadre…Éllamiróasustado.—¿HamuertoElsa?—Estanoche.Soloesperoquenohayasufrido.Estabasola.Elbebéberreó.—Hoyaquísehanrozadolavidaylamuerte—dijoelmédico.Ellaasintió,
peroéltemióhaberdichoalgobanal.Asíqueañadió—:¿Sabe?Seguroquenolaconsuelaahora,perosiemprehepercibidoalgodeunahermosuraespecialenlasfamiliasgrandesyantiguascomolasuya:uncicloquenoacabanunca.Morir,nacer,morir,volveranacer…yasíeternamente,siemprenuevavida.Ycuandoestánunostancercadelosotroscomoustedes,quierodecir,cuandotodotieneunnúcleocomoLulinn,en tornoalque todossereagrupan,entoncesnuncaseaíslan ni se dispersan. En esta familia y conLulinn de fondo, están ustedes asalvo,Felicia.Nosesientasola.
Reflexionó sobre esas palabras cuando elmédico salió y ella se quedó unmomento en la puerta mirando la nieve caer incansable. Sí, era cierto lo quehabía dicho.Lulinn era el núcleo.Allí siempre los protegería el hechizode laantigua casa señorial. Un techo que había cobijado sus vidas y sus muertesdondequiera que hubieran sucedido. Aun cuando a veces habrían preferidoarrancarselosojos,siemprevolvíanlosunosalosotros,sostenidosporvínculosinvisiblesquelosrodeaban.
—MientrasLulinnexista,nuncaseaislaránnisedispersarán.PeroahoralosrusosestabanenlafronteraytalvezElsafueselaúltimaque
enterraríanenelcementeriofamiliardelosDomberg.
EsaideaconsiguióhacerllorarinclusoaFeliciay,cuandosediocuentadeque las lágrimas le hacían bien, dejó de intentar contenerlas. Se quedó en lapuertasollozandoynisiquieranotóelfríogélido.
AunqueAlexencontrabaaClarissavonSchonaumuyatractiva,nadaenellaloconmovíadeverdad.Le recodabaaPatty, pues era rubia, deojos azules,muydulce y muy egoísta, aunque parecía más inteligente que la actual señoraLombard.Acababadecumplirveinteaños.
Supadre criaba caballos de razaTrakehner en su fincadeSchonau, cuyoslímiteserancolindantesconLulinn.Seloconsiderabaunodeloshombresmásricosdelterritorio,pero,apesardesudinero,nohabíaconseguido«pertenecer»deverdad.Noencontrabanuncaeltonoadecuado,leparecíanbiencosasquelosdemásdespreciabanyhacíacasoomisodeloqueeraimportanteparaotros.Porejemplo,ningúnhombredelazonahabíavistoconbuenosojosquesuhijadeapenas veinte años pasase tiempo con aquel hombre de cincuenta y siete, quetenía, además, esposa enNuevaYork. El barón Schonau, por el contrario, noentendía por qué tendría que escandalizarse. Alex Lombard era un hombreatractivoyelegante;legustabaverlojuntoasuguapahija.
El desayuno con champán había terminado y la mayoría de los invitadoshabíanvueltoyaacasa.ClarissayAlexsequedaronenelsalón,sentadosantelachimenea, con una botella medio llena de champán y dos copas entre ellos.Clarissa llevaba un vestido de terciopelo rojo que le sentabamuybien con sumelenarubia.Nodejabavernilaguerranilanecesidad,noteníanadaencomúnconlasmujeresqueAlexhabíavistoenlasciudades,encuyosrostroscansadosy pálidos se podían leer las consecuencias de los bombardeos, el miedo y lacarencia.Enaquellastierrasaúnnosehabíadejadonotaraquelefectoinmediatodelaguerra,yClarissanoeraeltipodepersonaqueseentristecíaporalgoquenolaafectabadeformadirecta.
—¿Enquépiensas?—lepreguntó.
—Ennada—contestóAlex.Ellahizoungestoimpaciente.—No lo creo. Estabas como perdido en tus pensamientos. ¿Dónde? ¿Otra
vezcontuFelicia?Alex la miró fijamente. Como muchas mujeres de su clase, tenía una
intuiciónmuycerteraparaciertascosas.Sinquehubiesenhabladodeello,hacíamuchoqueellateníaclaroquenolouníanadaconsuesposadeNuevaYorkyqueseguíaaFeliciaLavergnecomounasombra.
—NopensabaenFelicia—selimitóacontestarAlex—.Yatehedichoquenoestabapensandoennada.
Clarissaserioysellenódenuevolacopadechampán.—Si estuviésemos casados —dijo de pronto—, tendríamos la finca más
grandedelazona.LulinnySchonaujuntas.PodríamosdedicarnosenexclusivaalosTrakehner.Sololainterminabledehesa…
—Clarissa,estoycasado.Ellahizounademándespreciativo.—Lo sé. Divórciate. Ya te separaste hace años de Felicia. Estás
acostumbrado.—Tienesunabocamuyhermosaymuyimpertinente,Clarissa.Yestásmuy
seguradetimisma.—Sí—respondióellasinocultarlo.SeinclinóhaciadelanteybesóaAlexen
lamejilla—.Encambio,túeresinmensamentecomplicado.—Nosoynadacomplicado.Soloquetengounpardemujeresdemásenmi
vida.Ellaserio.—Perdón,peroesosuenaunpocoengreído.¿Quéteparecesivamosadar
unpaseo?—Estupendo.—Bien.Voyaponermealgoenunmomento.Sequedómirándolacuandosalíadelaestancia.Erajovenynotemíanada.
Unamujerquenoconsiderabasiquieraquesumundopudieratambalearse.Nocreeríaenlosrusoshastaquenoestuviesenensusalón.
Despuésdeveinteminutos,volvióconunospantaloneslargosybotas,yunacazadoragruesaroja;enlacabezallevabaungorrodepielnegro,alrededordelcuello una bufanda de cachemira también negra. Como siempre, irradiabaenergíayganasdeviviraraudales.
—¿Sabes, Alex? —dijo mientras se ponía los guantes y encajaba concuidadocadaunodelosdedos—.Lopeoresquenoquieresentenderquenuncarecuperarás a Felicia. Si no lo has conseguido en todos estos años, ¿por quéahora? Llega un momento en que hay que enterrar un sueño que no se va acumplir;sino,unopasademasiadotiempohaciendocosassinsentido.Hayquesercapazdetirarlascosasporlabordaparaempezardenuevo.
—Tanjovenytansensata—comentóAlexsonriendo—.PeroconFeliciateequivocas.Haceañosdenuestrodivorcio.Nosignificayanadaparamí.
Clarissaseencogiódehombros.—Enrealidad,daigual—dijoamigable—.Venga,vamos.Porhoydejaríaestarelasunto.Alfinyalcabo,tampocoqueríaenfadarlo.
El 9 de enero de 1945, llegó la helada.Había estadonevando todo el tiempo,perolagruesacapadenieveerasueltayligera,habíacubiertolasramasdelosárbolesy lamalezade caperuzasdepolvoblanco.Ahora se congeló enduroscristales.Todoseheló.Losríos,loslagos,lasanchasdehesascubiertasdenieve.Lastemperaturasdescendieronveintegradospordebajodecero.
El 12de enero, atacaron los rusos.Llegaronpor tres flancos: por el norte,entraronenlaPrusiaOriental;porelcentro,sepusieronenmarchahaciaBerlín;porelsur,avanzaronhaciaSilesia.Eraelmayorejércitode todos los tiempos.Sinembargo,Hitlerlollamóel«mayorfaroldesdeGengisKan».
El«mayorfaroldesdeGengisKan»necesitóexactamenteundíaparaarrasarelmuy elogiadoMuro del Este y tomar las posiciones alemanas, y luego sus
tanques rodaron por las calles y los caminos helados de la Prusia Oriental,implacables e imparables. El drama había comenzado y, desde el principio,estuvoclaroquelossoldadosalemanesnopodíanofrecerresistencia.Sabíanloquelesesperabaaloscivilessicaíanenmanosdelossoldadossoviéticosyseenfrentarona losrusoscondesesperadasescaramuzas,cuyoobjetivoyanoeraecharlosdelpaís,sinointentarfrenarsuavanceparaquelasmujeresylosniñostuviesenlaoportunidaddehuirhaciaeloeste.Lasprimerasgrandescaravanassepusieron enmarcha, en sumayoría, contra las órdenes expresas delGobiernocomarcal.Segúnlaprohibicióndeevacuación,losrusostendrían,pordecirloasí,quellegaralosjardinesdelascasasantesdequesepermitieseasushabitantesponerse a salvo. Los que huían se arrastraban en largas filas por las calles, amenudo expuestos a las bombas rusas o al repentino fuegode artillería en losbosques. El ganado vagaba por la nieve; vacas con ubres hinchadas quebramaban de dolor y hambre, caballos con los ojos desorbitados de terror.Soldadosheridosseibansumandoalascaravanas,yconsusúltimasfuerzasybalasintentabandefenderlasdelosataques.Prontotodosloscaminosestuvieronatestados de personas, animales y carros, que solían pasar horas sin lamenorposibilidaddeavanzarniretroceder.
ElcaosabsolutohabíairrumpidoenlaPrusiaOriental.
LIBROV
1
Eldía que los rusos cayeron sobre ellos,Modeste se levantó por primera vez,peronose sentíabienyofrecía tanmalaspectoqueuno teníaque tomarseenseriosuslamentaciones.Sesentíadébilysequejabademareosencuantosubíaunasescalerasoselevantabadeunasilla.Elpartolahabíadejadosinfuerzas.
Al final, se tumbóenelsofádelcuartodeestar temblandodefrío,aunquejuntoaellaardíaungranfuegoenlaestufaylahabitaciónestabacaldeada.
Feliciateníauntremendoresfriadoconelquenoeracapazdeacabarpesealos vapores de camomila, las gárgaras y las teteras de infusiónde salvia.Aúnteníaalgodefiebreyandabapor lacasacon losojosenrojecidosyescocidos.Cuandooyóque los rusoshabíanvuelto a invadirPrusiaOriental, solopensó:«Diosmío, ahora volverán esas terribles discusiones sobre si nos quedamos onosvamos».
Alex,porsupuesto,estabaafavordeirse.FeliciasacabaacolaciónaladébilModeste,alenfermizobebé,alaimpedidaabuelaLaetitia—pornohablardesupropio resfriado—, y el hecho de que las caravanas no autorizadas podíanconducirlosalostribunales,quepodíaninclusosentenciarlosamuerte.
Alexdesestimabatodoaquelloconunsolomovimientodelamano.—Felicia, sinosvamosal amparode lanoche,meencargarédequenadie
noslleveajuicio.Lolograremos.Perosinosquedamos,habráunmomentoenque seacaben lasoportunidades.Felicia, créemedeunavez, cuando los rusoslleguen,seacabó.Esmuypocoprobablequepodamossalirconvida.
—Laúltimavezvencierona los rusosenAngerapp. ¿Porquéestavez ibaa…?
—Estavez—lainterrumpióAlexconelrostrotenso—puedesapostaraque
losrusosllegaránaBerlín.Hanquintuplicadosusfuerzas.Nadaninadiepuedepararlosya.Perosucaminohastaallívaaserunrastrodesangre,ynoveoporquénosotrosdeberíamosestarentrelamontañadecadáveres.
—¡Bah!Intentóparecerenérgica,perolaspalabrasdeAlexlehabíanmetidomiedo.
En algún momento, Alex sintió pena de ella, allí de pie, con las mejillasarreboladas por la fiebre y los ojos hinchados y encendidos. Con cuidado, letomóunamano.
—Felicia…—Alex, si nos vamos, quemarán Lulinn. La arrasarán. La perderemos.
Cuandovolvamos,yanoencontraremoslacasa.Nopodemosarriesgarnosaqueocurraeso.Esdemasiado…
—Felicia,no tienesni ideade loqueestáshablando.Siquieren,quemaránLulinno laarrasarán,estemosnosotrosono.Porsupuesto,nosmataránantes,asíque,porlomenos,notendremosqueverlo.
—¡No van a prender fuego a una casa con un recién nacido, una mujerimpedidayunmontóndeniños!
—ActosasíeranenRusialaespecialidaddelasSS—replicóAlex—.Telodigounavezmás,Felicia:notenemosningunarazónparaesperarcompasión.
Pero ella, simplemente, no quería, no quería, no quería. A pesar de suresfriado,porlatardeseabrigóysalióadarunpaseo.Elsolsehundíayaeneloeste,elcielomostrabaallíunrojoquecomenzabaa jugarconelvioleta.Loscampos nevados se extendían hasta el horizonte, se perdían en la distanciainfinita. Felicia atravesó los prados, se hundió, a veces hasta la rodilla, en lanievedurahaciéndola crujir.El frío le cortaba lasmejillas.Sehabía subidoelcuellodepieldelabrigo,teníalasmanosenlosbolsillosylanariztapadaconlabufandaparaprotegersedelahelada.Labufanda,grisantracitayesponjosa,eradeAlex.Olíaasulocióndeafeitadoyunpocoahumodecigarro,puesAlex,inclusoenaquellostiempos,aúnconseguíacigarros.
—Alex…—murmuró.
Quería que todos huyesen, sí, pero él lo tenía fácil. Lulinn no significabanadaparaél.Feliciasiemprehabía tenido lasensacióndequeélsencillamentenoencajabaallí.LulinneraadecuadoparaMaksim:erasucasa,eransusdehesasysusbosques,sucieloconelsolqueseescondía,sussoberbioscoloresfríos,enlosquesesumergíaeldíadelinviernoqueacababa.Maksim,sinembargo,queloentendíayconquienhabríapodidohablardeello,noestabaallí.
«QuesevayaAlexsolo;yomequedo»,sedijo.
En los dos días siguientes llegaron a Lulinn riadas de refugiados, que sequedabanunanocheosolounpardehoras,ysemarchabanatodaprisa.Haciaeloeste,haciaeloeste,sinsiquieramiraratrás,soloadelante,alejándosedelosrusos.Lamayoríaquería llegaraKönigsberg,cuyopuerto,Pillau,estabaen labahíadeDanzig;quizáallípodríanconseguirunaplazaenunbarcoaDanzigohastaKiel.
Lulinnparecíacadavezmásuncampamentoderefugiados.Lagentedormíaenlossofásylascamas,ensillones,enelsueloysobrelasmesas.Elllantodelos niños resonaba en todas las habitaciones, entre medias se oían también amenudo losgemidosde lasmadres.Soldadosde laWehrmachtheridospedíanayuda, muchos tenían los pies congelados y sus uniformes no eran más queharapos. Felicia, aunque seguía estornudando y tosiendo, estabamuy ocupadacuidando de todos. Corría de un lado a otro con vendas, traíamedicamentos,dabaaguaalosheridosgravesounpardetragosdeaguardiente.PidióaJadziaquetuvieseentodomomentounagranolladesopasustanciosaalfuego,aunquelaviejapolacaprotestaba:
—Morimosdehambresidamosaextrañostodo.TodossuplicabanaFeliciaquesefueseconellos.—Estáprohibidobajopenademuerte—contestabaella.Intentaba evitar las iracundas miradas de Alex, pero una vez le dijo
vehemente:
—¡Vete!Nadieteretieneaquí.—Ah,no.—EstavezAlexnoeranimordaznidivertido,nadamitigabala
iradesuvoz—.Ah,no,onosvamostodosonosevanadie.Esepesolollevarástú a la espalda simorimos todos por tu testarudez, y será una pena que no tequedetiempoparaarrepentirteporloestúpidaeirresponsablequehassido.
No pudieron seguir discutiendo porque llegaron más refugiados, unacaravanadeOsterode.Unadelasmujereshabíaperdidoel juicioporquehabíatenidoquevercómolosrusosmataronagolpesconramasdeárbolasumaridoyasuhijodequinceaños,quellevabalainsigniadelasJuventudesHitlerianas.Ellasehabíasalvadoenelúltimosegundo.
Joseph sehabía criadoen Insterburgy adoraba laPrusiaOriental, pero amabamuchomássuvidaylapazdesumente.Esosignificabaquenoqueríaqueledisparasenytampocoqueríatenerquedispararanadie.Lohorrorizabatantolounocomolootro.Nodeseabanadacontantapasióncomopoderrendirse.
Josephnuncafueunluchador.Siemprehabíaelegidoelcaminodelamenorresistencia y amenudo le había idomuy bien. Por supuesto, a veces tenía lasensacióndequeotrosloarrollaban,perosiemprelopreferíaatenerqueenseñarelaguijóneimponerse.Josephsiemprequeríaseramigodetodosy,porsuerte,su ingenuidad innata le impedía darse cuenta de lo mucho que lomenospreciaban por ello los demás, sobre todo su mujer. Se tenía porextremadamentequeridoysecongratulabaensecretoporsuformadenavegarlavidasinchocarcontranada.
Eradomingo,el14deenerode1945,losrusosentrabanenlaPrusiaOrientaldejando un baño de sangre sin precedentes, y Joseph decidió desertar e irse acasa.EstabaconsuunidadenNapromypodíaoírel fuegodeartilleríade losrusos; seacercabacadavezmásy loshabitantesdeNapromhabían llegadoalacuerdo de incumplir la prohibición de evacuación comarcal y formar unacaravana.Porelruido,losprimerostanquestardaríanenaparecercomomucho
mediahora.Enelcaosgeneralquehabíaprovocadolaformacióndelacaravana,nadie se dio cuenta de que Joseph tomaba una calle lateral y salía al bosquecercano a través de un par de jardines, que ahora estaban abandonados ytranquilos. Había sido tan fácil que casi no podía creérselo. Nadie lo siguió,nadielegritó:«Altoodisparo».Estabarodeadodefríasoledad,soloperturbabalatranquilidadelrugidodelaartilleríarusa.
Por supuesto, estaba lleno demiedo y escrúpulos. Pero una y otra vez sedecía que hacía bien: «Modeste y los niños me necesitan. Como soldado nopuedohacernada,perositienenquehuirdeLulinn,miapoyoseráimportante.Tengoundeberconmifamilia».
Ymuydentrodesídisfrutabadehaberhechoporunavezensuvidaloqueél quería.Era raro: ahí estaba, en el gélido fríodeunoscurodíade enero, enalgún lugar de los bosques prusianorientales, acababa de desertar y podíanfusilarlo si lo descubrían sus compatriotas. Por no hablar de los rusos, quepodían estar delante de él, detrás de él, junto a él, y que tampoco dudaríandemasiadoenmatarlo.Teníaquerecorrerunlargoypeligrosocaminohastacasay, contando con que llegara, no estaría tampoco a salvo; se encontraba en lasituaciónmáspeligrosadetodasuexistenciay,sinembargo,teníalasensacióndepoderrespirarlibreyprofundamenteporprimeravez.
Pero Joseph no había sido nunca un tipo con suerte. El triunfo no durómucho.Marchó atravesando el bosque en la dirección que suponía que estabaInsterburg y, por lo tanto, Lulinn (era, en cualquier caso, la equivocada) y depronto notó un dolor tan horrible en el tobillo derecho que gritó. El dolor nocedía,ymientras rabiabacomoun loco,pordebajodesupantalónseextendíaalgocalienteypegajoso;erasangre,peroesolocomprendiósolomástarde.Sehundió en la nieve y el dolor hizo que se le saltasen las lágrimas. ¿Qué eraaquello,portodoslosdiablos?Vioelhierrooxidadoyloentendió:unatrampa.Habíacaídoenlatrampadeunoscazadoresfurtivos.Unatrampademencial,condientescomolosdeuntiburón,lobastantefuerteparaunoso.¿Quélocoponíaallítrampasparaosos?
El dolor le subía por la pierna y se hizo poco a poco con todo el cuerpo.Josephsediocuentadequeteníalafrentecubiertadesudorfrío.Intentóabrirlamordida,peroresultóserunaempresatotalmenteinútil.Consiguióalcanzarunarama que utilizó como palanca, pero el hierro herrumbroso no cedió, y alarrastrarse y apoyarse tan solo logró que el dolor aumentara hasta loinaguantable.Dándoseporvencido,tirólaramalejosysepercatódequehabíaestadotodoeltiemposollozando.¿Porquéteníaquepasarleaquello?¿Porquése encontraba ahora con aquella broma infame del destino? Si los rusos loencontrabanallí,lesbastaríacondispararlecomoaunzorrosarnoso.Ysinoloencontraban,dabaigual,porquesehelaríacomomuytardealanochesiguiente.El frío era tal que Joseph creíaque se le congelaría el aliento.Sedijoquenoteníanadamásqueperderycomenzóadarvoces: lasposibilidadesdeque looyeseuncivilalemányloayudaseerandeunaentrecien.Gritóygritóhastaqueentró en calor, pero no apareció nadie, salvo una ardilla curiosa y un par decuervosnegroscomolapez.
Aún tenía dos balas en su revólver, pero sabía que nunca sería capaz deusarlas.
—Soycobarde,demasiadocobarde—gimióbajito,sentadoenlanieve,conlanochequecomenzabaacaeryunfríocadavezmásinsoportable.
Modestetendríaquecriaralosniñossola,porquesequedaríasinmarido,sedijo. Él nomoriría en una batalla, ni como prisionero de los rusos, ni en unacorte marcial; no, se helaría miserablemente en un bosque oscuro, en el quedebíadehaberdadoconlaúnicatrampafurtivaquehabía.
FeliciaeYvesarrastraronunmontóndeleñahastalacasaylarepartieronjuntoalasdistintaschimeneas.Lasdoncellasencargadasdehaceraqueltrabajohabíandesaparecido durante la noche. No habían dejado ningún mensaje, pero todoindicabaquehabíanescapadoconsus familiasy seencontrabanyadecaminohaciaeloeste.Tambiénfaltabanalgunosdeloscampesinospolacos.Impávidoy
caritativo, quedabaYves, y también los prisioneros de guerra rusos hacían sutrabajo.NoleshabíaidomalenLulinn,yFeliciasepreguntabasinosepodríaesperardeellosintercesiónyayuda.Peroentoncesentendióquelosrusosteníantantomiedocomolosalemanes.Eraobvioquetemíanquesuscompatriotaslosconsiderasen traidores y, si la sospecha era fundada, no podía contar con suapoyo.
Seenjugóelsudordelafrente.—Gracias, Yves. Creo que tenemos suficiente madera para los próximos
días.—Mirópor laventanayseestremeció—.Vuelveahaberventisca.Quienhuyaahora,sequedaráatrapadoirremisiblementeenalgúnmomento.
—Oui—contestóYvesmirándolaconsusinsondablesojososcuros.Ellasuspiró.—Yves,siquiere,puede…LainterrumpióSophie,queentróenlahabitacióncomounvendaval.—¡TienesqueirconLaetitia!—gritó—.¡Ahoramismo!Teníalasmejillasrojasy losojosbrillantes.Felicia,preocupada, lepusola
manoenlafrente.—Parecequetienesfiebre.¿Estásbien?—Solotengomuchocalor—dijoSophie—,ymedueleunpocolagarganta.
Peronoquierometermeenlacama.—No, no tienes que hacerlo. Pero me temo que te he contagiado mi
resfriado.¡Justoahora!Subiólasescalerasyentróenelcuartodesuabuela.Jadziahabíaencendido
fuegoenlachimenea,quecrepitabadespacio,yelresplandordelalamparitadenochedeLaetitia emitíauna luzhogareña.Laancianamujermiró severa a sunieta.
—Felicia,heestadopensando—dijosinrodeos—.Yhedecididoquetenéisquehuir…tanrápidocomoseaposible.Nopuedesentregara tufamiliaaunamuertesegura.
—¿Cómoque«nopuedes»?TampocoModestequiere…
—¡Oh!Modeste…—Laetitiahizounademándespectivo—.Entre túyyo,lasdossabemosquenodaparamucho,nopuedetomardecisionesysolosaberepetir como un loro lo que otros le danmascado. Pero tú, Felicia, tú eres lacabezadefamiliay…
—¡Lacabezadefamiliaerestú!—lacontradijoFelicia.Laetitiatorcióelgesto.—Soy una vieja que apenas se puede dar la vuelta en la cama sola. No
intentespasarmeamíturesponsabilidad.—Abuela,lehedichoaAlexquepuedeirse,pero…—Alex no se irá sin ti, lo sabes bien. Aunque no hayas hecho nada para
merecerlo,esehombretequerráysequedarácontigomientrasviva.Perotienesque pensar, sobre todo, en los niños. ¡Piensa en Sophie! Tienes el deber anteBelledeocupartedesuúnicahija.
—TambiéntengoundeberconLulinn.—¡Pamplinas!—dijo Laetitia, con tanta fuerza que Felicia se encogió—.
Lulinn…essolounacasa.Un trozode tierra,establos,granerosyverjas.Conesono tienesningúndeber.Salvar tuviday lade tu familia,esees tumalditodeber.
—Nuncahemoshuidodenada,abuela.—Si te refieresa laescaramuzacon los rusosen1914…esabsolutamente
ridículoquelocomparesconloquepasaahora.Entoncesteníasentidoquedarse,hoy puede significar la muerte. Hay que sopesar las cosas con inteligencia,Felicia,yloqueunavezestuvobienpuede,enotrasituación,noestarlo.Nuncahassidounasentimental.Porfavor,noloseasahora.
Feliciaguardósilencio.—¡Quenome entiendas ni tú…!—dijo comopara sí—.Lulinn…¿Cómo
puedesdecirquesoloesunacasayunpardegraneros?Túsabesquetienevida.Hay tantos recuerdos aquí… De generaciones enteras de nuestra familia.Siemprehasidoparanosotrosalgoespecial.¡Laamamos!
—Sí, solo que, por desgracia, si los rusos llegan hasta aquí, solo podrás
amarla desde el más allá—replicó Laetitia—. Felicia, tienes quemirar haciadelante. Piensa en todo lo que te espera.—Con una sonrisa pícara, añadió—:SeguroquequieresvolveraveraMaksimMarakov.
—¿Maksim?Sí,peroaél…Semordióellabio.PeroLaetitiayahabíaadivinado.—Losé.Habéispasadovuestraniñezaquíy,dealgunamanera,Lulinnesel
únicovínculoquetequedaconél.TeaferrasaélporqueesvuestroLulinn.Sí.Yno.Eraeso,perotambiénmuchomás.—Tambiénesotienequever—murmuróFelicia.Laetitiaresopló.—¡Una ñoñería todo! Recuerdos de la niñez… Con él tienes un vínculo
muchomásfuerte,enelquedeberíaspensardevezencuando.Felicialamiróconacritud.—Quieresdecir…Laancianasonrió.—FuilaprimeraalaquelecontastequeBelleeshijadeMaksimMarakov.Lasdoscallaron,pensaronenlahermosaBelleyenlolocaybonitayodiosa
quepuedeserlavida,yentonces,depronto,LaetitiaagarróaFeliciadelbrazoytiródeellahaciasí.
—SophieeslanietadeMaksim.Ytunieta.Sophieeselfuturo,Felicia.NoLulinn.Y aunque solo sea porSophie…,vete.Te lo suplico, no esperes hastaqueseademasiado tarde.Tienes todas lasoportunidadesde tuparte,Alexestácontigo.Sihayalguienqueospuedaponerasalvo,esél.Porfavor,Felicia.Huidtanrápidocomopodáis.Alextienerazón,estáisperdidossiosquedáisaquí.
—¿Por qué no dejas de decir «os», abuela? Parece que la cosa no fuesecontigo.
Laetitiasuspirófuerte.—Hija, soy una mujer muymuy vieja. Pronto cumpliré cien años. Ya no
puedoecharraícesenningúnotrositio.—Abuela,tú…
—Tampocopodríasarrancarunodelosroblesdeahífuerayplantarloenotratierra.Yosoycomounroble.Déjameaquí.Jadziacuidarádemí.Espolaca.Talvezlosrusosnolehagannada.
—Estás loca. Primero me hablas de todas las atrocidades y luego quieresquedarteaquí.Sinosvamos,nosvamostodos.
Laetitianegóconlacabeza.—Conveintegradosbajoceroyenmediodeunaventisca…Notehacesuna
ideadelodébilqueestoy.Noduraríanidosdías.Seríaunamuertehorrible.No,no,mequedoaquíenmicama,calentitayagusto,ysilosrusosresultanpocoafables…—seinterrumpió.
—¿Qué?—PorDios,Felicia,siempreheapreciadoquecontigonohabíaqueandarse
con paños calientes porque veías lo que tenías ante los ojos y no hacíasaspavientos.Aquítengosuficientessomníferosy,encasodenecesidad,recurriréaellos.Eselprivilegiodemiedad,quepuedodecidircuándosehaterminado.Nomepuedesquitareseprivilegio.
—Pero…—Nohayperoquevalga.Osvaisestamismanoche.Nadiesedarácuentay
nadieosdetendrá.—¡Yanotenemoscoche!—Tenéiscarrosycaballos.—Peronosquedaremosatrapadosenlanieve.Laetitianoloadmitió.—Oslleváispalasyabríscamino.Centenareslohanconseguido,asíqueno
meseastanremilgada.Sitelopropones,podráspasar.«Peroyonoquiero,yonoquieroirmedeLulinn»,teníaFeliciaenlapunta
de la lengua. Aunque no lo dijo. El gesto adusto de su abuela se lo impidió.SiemprehabíasidolasoberanaabsolutadeLulinne,inclusoahoraquepresumíacontinuamente de su edad bíblica, seguía teniendo elmando. Laetitia le había
ordenadoqueteníanquehuiryesosignificabaquenohabíaquemalgastarunapalabramásenelasunto.
2
Saldríanalrededorde lascuatrode lamadrugada.En total, seisniñosycuatroadultos,yaqueYveshuiríaconellos.Losprisioneros rusosnosedecidieronaacompañarlos; estaban paralizados a la espera de algún tipo de desastre. Loscampesinospolacosqueaúnseguíanenlafincaqueríanvolverconsusfamilias.SoloJadziasequedaría.
—Paradecirrusosquevayanainfierno.Feliciapensóencómohabríaimpresionadoasudifuntoabuelonacionalista
saberque, al final,había sido«unade laspolacas» laque sequedómontandoguardiaenLulinn.
Habían llenadotrescarrosconlascosasmásnecesarias,sobre todomantasgruesas y víveres de la despensa. A eso habían añadido los últimos cuatrocaballos.Convarasy toldos,Alexhabía cubierto los carrosparaprotegerse almenosunpocodelanieve.Latormentaaullabalanzandoloscoposunoscontraotros, en la oscuridad de la noche los árboles gemían y suspiraban. Cuandoabríanlapuerta,elvientocasiselaarrancabadelasmanos.
—Nadiesaleacalleennocheasí—razonóJadzia.CuandoFeliciadijoqueseiban,Alexlahabíaabrazadobrevemente.—¿Cuándohascambiadodeopinión?—preguntóenvozbaja.—Agradéceseloamiabuela.Esloqueellaquiere—soltómalhumorada.Hastamedianochehabíanestadohaciendoelequipaje, luegoAlexdijoque
tendríanqueintentardormirunpoco.—Novaaserfácilquevolvamosaencontrarcamascalientes.Porsupuesto,Felicianopodíadormir;nisiquierasetumbó.Sesentóensu
cuarto junto a la ventana, observando la ululante noche e intentando no dejar
lugaraldolor.Sedabacuentadequeeraunadiósdefinitivo.Asuspiesestabaahora el huerto nevado y era como si le hablase en susurros de los viejostiempos.Oiríaaquellavozsiempre.
AlastresymediaaparecióAlexparadespertarla.Soloseleveíanlosojos,porlacantidadderopaquellevabaencima.
—Abrígatetodoloquepuedas:haceunfríodemuerte.Felicia se puso ropa interior de lana aunque no podía soportarla, dos
pantalones largos y dos jerséis, encima el abrigo de invierno, botas forradas,bufanda,gorroyguantes.ModesteyJadziahabíandespertadoentrelasdosalosniños y los habían preparado; medio en sueños y helados, estaban en elvestíbulo;doslloraban.Sophieardíadefiebre,sequejabadedolordegargantayestabatancongestionadaqueapenaspodíarespirar.Modesteparecíamuyinfelizy apretaba contra ella a su bebé de cuatro meses. Estaba completamentesuperadaporlosacontecimientosyhacíasinrefunfuñartodoloqueledecían.
Los prisioneros rusos ayudaron a enganchar los caballos y Felicia lespreguntóporúltimavezsiqueríanirseconellos.Negaronconlacabeza.Sabíanque,si lossoldadosdelEjércitoRojolosatrapabanhuyendoconlosalemanes,estabanperdidos.
Latormentaaullaba,Feliciasehabíatapadoconlabufandalaboca,perolanieveledabaenlanarizylafrente,ylecortabalapiel.Conesfuerzo,luchabaparaavanzarporelpatioconSophieenlosbrazos.Secongelaríanconesefríomortal, omorirían de agotamiento. En el momento de la partida, a Felicia lahabíaabandonadoelvalor,y loúnicoque lahacíaapretar losdientesyseguiradelanteeranlaspalabrasdelaabuela:«PiensaenSophie.TúyAlexlallevaréisaloeste.Ellaeselfuturo,noLulinn».
«Québienquemamánohayatenidoqueviviresto»,pensó.—¡Llevaréelprimercarro!—gritóAlexparahacerseoírporencimade la
tormenta—.Yveselúltimo.Felicia,¿creesquepuedesllevareldelmedio?—Sí,porsupuesto.¿«Por supuesto»? ¡Pero si estaba a punto de echarse a llorar de frío…!
MetieronaModesteyalosniñosenloscarrosentreelequipajeysesubieronalpescante.
—Adiós,Lulinn—dijoFeliciaenvozbaja.Enlacasahabíaluzentodaslashabitaciones,relucíaclaraytempladaenla
noche.¿HabíaorganizadoaquelloLaetitia…comoúltimoadiós?Los caballos echaron a andar. Eran bestias robustas, descansadas, pero
Felicia se preguntó cuánto aguantarían. Tenían que emplear toda su fuerza enarrastrarloscargadoscarrosatravésdelanieve,empujarconesfuerzocontralatormenta.Habíandejadoatráslacasaconsusluces.Avanzabanalolargodelaavenidaderoblesyanteellossoloseextendíalaoscuridaddelanoche.
Cuando amaneció, dejó por fin de nevar, también amainó la tormenta, peroseguíahaciendounfríodeespanto.Feliciayanonotabalasmanosdelafirmezaconquesujetabalasriendas,teníalanarizcomountémpanodehielo.DetrásdeellaoíaenelcarrolarespiraciónroncadeSophie.Devezencuandosevolvíayatisbabaenlasemioscuridadbajolalona.
—¿Sophie?Sophie,¿estásbien?—Sí—le llegaba lastimera su voz, pero, a pesar de su respuesta, la niña
llorababajitoysequejabadelagarganta.Casinopodíatragar.Nubes bajas cargadas de nieve en el cielo, nieve hasta donde alcanzaba la
vista, árboles desnudos en el horizonte. Los riachuelos que tenían que cruzar,afluentesdelPregolia,estabancongelados.Loúnicoquehabíaasualrededorerasoledad invernal. El miedo a los rusos, el frío, la necesidad de salir adelantecomo fuese habían desplazado el dolor de la despedida. Felicia no pensó enLulinn durante aquellas horas. Solo quería avanzar hacia el oeste, hacia laseguridad. Hacia algún lugar en el que hiciese calor y pudiese estirar lasextremidadesdoloridas.
Albordedeunbosquecillo,concedieronaloscaballosunpequeñodescanso,
mientras bebían té de los termos. Felicia dio un par de pasos para estirar laspiernasypateóelsueloparanopermanecerinmóvil.
—¿QuéhapasadocontuClarissa?—lepreguntóaAlex—.¿Lahasdejadosinmás?
—NoeramiClarissa.Además,estuveayerporlanocheconellaparadecirlequeerapeligrosoquedarse.Peroniellanisufamiliaqueríanvenir.
—¿Estuvisteconellaayer?Éllamiróconparticularseriedad.—Sí.Peroesonotendríaporquéinteresarteenabsoluto.—Nome interesa—replicó Felicia. Cambió radicalmente de tema—:Me
preocupamuchoSophie.Sigueconfiebre.Ensuestado,esteviajeporelfríoesunalocura.Notendríaquehabermedejadoconvencer.
—¿Vasacomenzarotravezconeso?—preguntóAlex,irritado.—Mírala.Escuchacómosuenasurespiración,cómo…—¡Nosetratadeeso!—Alexhabíaentornadolosojosderabia—.Felicia,
porúltimavez,noteníaganasdemorir.Tampocoencontrabaagradablelaideade ver cómomorían estos niños.Y nome gustaría presenciar cómo te violanveinte rusos uno detrás de otro. ¿Entiendes? No te podría haber ayudado. Ninadie.Tampocoamí.Puedequealgunavezteentreesoenlacabeza.
Enfadado,sediolavueltaypisoteólanievedecaminoasucarro.—¡Seguimos!—ordenó.Amediodíaencontraronunalargacaravanaquesemovíamuydespacioya
duraspenashaciaeloeste.Cadapocoseatascabaalgúncarroydegolpenadiepodíaavanzar;duranteuntiempoqueatodoslesparecíaeterno,nadasemovía.Los refugiados eran de la zona de Treuburg, algunos de Goldap, y contabanincidentes que helaban la sangre en las venas. Los tres carros se unieron a lacaravana y enseguida una joven que viajaba acurrucada bajo el toldo de otrocarro bajó de él y subió al pescante de Felicia sin preguntar. Era obvio quenecesitabadesahogarsecomofuese,porquecontócon tododetallecómohabíahuidodesucasa—elpermisollegóenelúltimomomento—ycómosupadre
tenía horribles sabañones en los pies que le causabanmucho dolor. Cerca deLakiele, los rusos habían disparado al convoy, hubo unmontón demuertos y,luego, pararon al azar algunos carros, sacaron de ellos a los hombres y losmataronatiros.LossoldadosdelaWehrmachthabíanconseguidoabrirpasoporfinalacaravana.
—SeráunaliviocuandolleguemosaElbing.Esperoquehayaaúnbarcos.—MiródereojoaFelicia,llenadecuriosidad—.¿Tambiénustedeshantenidoqueabandonarlotodo?
—Sí.Notenemosnadadevalor.—Claro,peroseguroqueeranmuyricos.Suabrigoesbueno…Estaguerra
noshaceigualesatodos,¿eh?Ricosypobres,ahoratodoshuimosjuntosdelosrusos.Yanohaydiferencias.
Feliciaestabacansaday secallócon la esperanzadeque laotradejasedehablar.Peroentonceslajovenmirócuriosaenelcarro,dondelapequeñaSophieestabaacostadarespirandoruidosamente.
—Nosuenanadabieneso.¿Essuhija?Lahapilladobuena.—Unresfriado—dijoFelicia,escueta.Notódenuevoloscalambresenlasmanos.Lacolumnavolvíaaestarparada
y,porsuerte,laacompañantedeFeliciaaprovechóaquellapausaparabajardelcarroyregresaralsuyo.Feliciasearrastróbajoel toldoparaanimaraSophie,perolaniñateníayaunafiebretanaltaquenisiquieraeracapazdehablar.Abriólosojos,peromiróaFeliciaconaireperdido.
—Sophie.¡Sophie!¿Nomereconoces?La niña volvió a caer de inmediato en su intranquilo sueño, que solo
interrumpían las toses. Felicia subió al pescante. «Malditos rusos. Malditosnazis.»
Cada vezmás se sentía como en una pesadilla. Ni siquiera las noches debombardeoenMunichhabíansidotanhorriblesnilehabíanparecidotanirrealescomoaquellahuidaatravésdelanieveyelhielo.Cuandocayólanoche,casino
podía sostenerse del cansancio, le dolían todos los huesos y tenía miedo decaerseenalgúnmomentodelcarroyquedarsetiradaenlanieve.
Las casas de un pueblo aparecieron ante ellos. Felicia se volvió.Alex ibaahorajustodetrásdeella.
—Alex,necesitoundescanso.¡Tengoquedormir!¿Nopodemosquedarnosaquíenalgúnsitio?
Ninguno podía aguantar más, ni siquiera los caballos. Alex fue a buscaralgúnalojamientoyencontróaunamujerqueestabadispuestaaacogeradosrefugiados.
—TúySophievaisalacasa.Losdemásdormiremosenlosgraneros.PeroSophienecesitaunacamadeverdad.
Feliciasedejócaerdelcarro.Lecrujíanlaspiernas.—No—dijo—,Modesteiráconella.ModesteySophie.Alfinyalcabo,yo
estoysana.Atravésdelaoscuridad,notómásqueviolasonrisadeél.—Comounamanzana—confirmó—.Absolutamenteindestructible.Poralgunarazón,esaspalabrasledieronenergíaynuevasfuerzas.Se metieron en los graneros junto con cientos de refugiados, sobre todo
mujeresyniños.Prepararoncamastrosconpaja,henoylasmantasquellevaban,sacaronlosvíveres.Unpardemujeressehabíanjuntadoparahacerunfuegoenunrincón,dondecocinabansopaparatodosenunagranolla.Cadaunodabaunpardeingredientesyprontoseextendióunagradablearomaqueconsiguióquealos demás se les hiciese la boca agua. Especialmente a los niños, quecomenzaronagimotear.Teníanhambre,sesentíandesgraciadosyhelados,ynoentendían lo que pasaba. Solo los más pequeños estaban tan cansados quecayerondormidoscomogatitos.
Yves resultó ser de gran ayuda. Encontró un rincón para todos en el quehabía menos corrientes, preparó un lecho de heno suave, ayudó a Alex adesengancharloscaballosyaalimentarlosyluegococinóunasopaparaFeliciay losniños.Hacía todo loquepodía,echabaunamanoa lasmujeresagotadas
quellevabandíasdemarcha,seencargabadeloscaballosolestraíaaguaparabeber.Sinembargo,Feliciaapenasseenterabadetodoaquello;habíaapoyadolacabezaenelregazodeAlexynotabaquelasimágenesylasvocesasualrededorcadavezsealejabanmás.Todoerasilenciosoysuaveauntiempo,asíquecayóenunsueñoprofundoynotuvopesadillas.
Conelquebrardelalba,aldíasiguiente,teníanqueponersedenuevoenmarcha.Felicia fue a buscar aModeste y aSophie, y se quedóhorrorizada al ver a laniña.Sophieestabahinchadadefiebreycasinorespiraba.Deliraba,decíacosasincomprensibles y se quejaba, en los pocos momentos lúcidos, de una sedinfernal.LamujerquehabíaalojadoaModestedijopreocupada:
—Pareceneumonía.¡Pobrecita!—¿Tieneusteduntermómetro?—preguntóFelicia.Lamujer le trajo uno.El resultado las asustómás aún: casi cuarenta y un
grados.—Nopodemoscontinuar—dijoFelicia,alarmada—.VoyahablarconAlex.
Si la sacamos a este frío glacial y la metemos en el traqueteo del carro, lamataremos.¿Podríaquedarseunpardedíasensucasa?
Lamujernoestaba,desdeluego,entusiasmada,peroaccedió.FeliciafuedondelacaravanayaseestabaformandoyvioqueAlexesperaba
impaciente.—Nopodemosseguir,Sophieestádemasiadoenferma.Tengomiedodeque
muera.Alexmaldijo.—Perotenemosqueseguir.Tenemosquellegaralafronteraoccidentalantes
de que los rusos la cierren. ¿Entiendes? En esencia, nos hemos quedado sintiempo.
Feliciasacudiólacabeza.—Míralatúmismo,Alex.
CuandoAlexvioalaasfixiadaSophie,dudó.AlfinaldecidióqueModeste,sus hijos e Yves semarcharían en la caravana con dos carros, mientras él sequedabaconFeliciaySophie.Modestecomenzó,cómono,allorardeinmediatoy dijo que tenía miedo de quedarse sola con «el francés», pero Felicia latranquilizó.
—Cuidarádevosotros,deesopuedesestarsegura,Modeste.Laprimaaccedióresignada.FeliciarogóaAlexquepartieratambiénconlos
demásy,porsupuesto,élsenegó.—Hedecididoquetellevaréaloeste—dijo—,ysabesquenorenuncioalas
cosasquemepropongo.Aunquetalvezahoraentiendesloquehaslogradocontuobstinación.Sihubiésemoshuidoenotoño,noestaríamosarrastrándonosporlanieve,ySophienoestaríaenpeligro.Perotú…
Feliciaenseguidasepusoaladefensiva.—Dejadeechármelotodoencara.Podríashaberteidoantes,nadieteobligó
aquedarte.Desdeluego,yono.Veteahorasiquieres.Lopreferiríaatenerqueoírdurantelospróximosdíasysemanastusincesantescríticas.
—Nomevasaverenlospróximosdías—anuncióAlexconfrialdad.Sediolavueltaysaliódelacasa.Resultóqueelmédicoquevivíaenelpueblohabíahuidoensecretoconla
caravana,yelmédicodelpueblovecinoestabaenlamilicianacional.FeliciaysuanfitrionaseocuparoncomopudierondeSophie: ledieronfriegascontra lafiebre, infusiones de hierbas e incluso consiguieron pastillas para el dolor degarganta.Pero la fiebrenobajaba, losdoloresnocedían.En losmomentosdeclaridad, Sophie pedía nieve; quería comer nieve, tanta como pudiese, paramitigarelardordelagarganta.
—Sophie,esosolo tepondrámásenferma.Tienesqueaguantar—ledecíaFelicia,desesperada.
«Tengo que llevarla a Berlín, tengo que llevarla a Berlín. No puedopresentarmeanteBelleydecirlequesuhijahamuerto»,pensabaunayotravez.
Dos díasmás tarde se despertaron todos a primera hora de lamañana con elruido de fuego de artillería. No estaban disparando al pueblo, pero había unabatallamuycerca.Algunaunidadrusaqueavanzabaporelnorte,paralelaalejesurdelaPrusiaOriental.
Felicia salió de la camadeun salto y se vistió deprisa, corrió a través delviento helado y sobre las calles nevadas hasta el granero donde dormíaAlex;además de él, solo quedaban un par de familias que no se habían decidido aseguir y esperaban poder volver a su pueblo. Ahora eran los primeros enengancharsuscaballos.
—Alex.Feliciaseabriócaminoentrelagente.Habíaadelgazado,sehabíarecogido
elpelodesgreñadoconuncordón.Losojosbajoelgorrodepielnegroparecíanaúnmásfríosygrises.
—Felicia, tenemosque irnos—dijoAlex—.Dentrodeunpardehoras losrusosestaránaquí.¿Cómoestálapequeña?
—Igual demal. Está… como si se estuviese quemando por dentro con lafiebre. Pero no podemos quedarnos aquí. Dios mío, Alex —por un segundoestuvoapuntoderendirsealadesesperación—,soyresponsabledeella.Noseme puede morir. —Alex no contestó. Felicia se recompuso—. La visto y latraigo.Mientras,enganchaloscaballos.
No había permiso de evacuación para el pueblo, así que la mitad de loshabitantes seguía allí, en parte por miedo a los nazis, en parte por miedo alfuturoinciertoquelosesperabaenloscamposnevados.Nolograbandecidirseadejartodoloquetenían,cargarsololomásnecesarioenuncarroyhuirhaciaeloeste.
TampocolamujerquehabíaalojadoaFeliciayaSophiequeríamarcharse,aunqueFelicialehabíaofrecidounsitioconellos.
—Siempre he vivido en este pueblo—dijo—. La casa la construimos mimarido y yo. Nuestros hijos nacieron aquí. No puedo irme, ¿entiende?Además…¿quévaapensarmimaridocuandovuelvadelaguerra?
FelicianocreíamuyprobablequeélvolvieseyAlexnocreíamuyprobableque, en caso de que lo hiciera, aún la encontrase viva, pero ella no se dejóconvencer. El suelo temblaba bajo los estallidos de los obuses y el aireretumbaba con el fuego de la artillería cuando la caravana se puso enmovimiento. Felicia y Alex iban en su carro. Alex conducía. Felicia se sentódetrásysostuvoaSophieenlosbrazos.Cuandoamaneció,lamañanaresultódeuna belleza casi sobrenatural. El cielo relucía en toda la gama de los colorespastel,desdeelcelestehastaelamarilloclaro,pasandoporunrojosuave,y lanieve reflejaba todo aquel colorido. Sin embargo, aún estaban a veinte gradosbajoceroyenelestesealzabandenuevooscurasnubesdenieve.
3
El cielo en el horizonte estaba iluminado de rojo debido a los incendios. Lascasas y las granjas se elevaban negras contra él; las llamas bailaban en lostejados.Elairetemblabaconlosestruendosdeloscañones.Aparecierontanquesrusos junto a la caravana, que empujaron algunos carros fuera del camino.Nevabaydelnorestesoplabaunvientohelado.Losrusos,quehabíancruzadolaPrusiaOrientaltrazandounarcohaciaelsur,estabancercadeElbing,laciudadcosteradel istmodeCurlandia,queenaquellosdíaseraeldestinodemilesderefugiados.
Felicia desconocía la situación exacta de Alex en el convoy. Conducía elcarromientrasellaySophiehabíanencontradorefugioenuncamióndelejércitoalemán.Traqueteabaunpocomenosqueelcarroy,además,lagranlonaprotegíamejor del frío. Los soldados le habían ofrecido llevarla después de echar unvistazoa laniña febril en susbrazos.ParaAlexnohabía sitioenel camiónyFelicia, aterrada, al principio se había negado a separarse de él, pero al finalaccedió. Desde que lo había perdido de vista, se sentía abandonada ydesgraciada.Seacurrucabaentresoldadosheridos,enmediodelhedorasangre,pusyexcrementos,eintentabatranquilizaraSophie,quesequejabadeunasedinfernal.Elsoldadoqueteníaasulado,quellevabaunavendaenlacabeza,diounsuspirobajitoysehundióhaciaunlado.
—Muerto—dijounodesuscompañeros,apesardequesusturbiosojosnolepermitieronverelmovimiento.
Aúnerajoven,quizáveinticincoaños,calculóFelicia,perosuexpresióneradeunviejocansado.Teníalavistaperdida,indiferente.
—Si lo tiran del camión—dijo otro refiriéndose al fallecido—, tendremos
sitioparaunomás.—Nopodemos tirarlo a lanieve sinmás—protestóuncapitán jovencuya
pierna teníamalaspectoyobviamente ledolíamucho,peroelprimerosoloserioburlónyconamargura.
—MuchosdelosnuestrosestántiradosenRusiasobreunmontóndenieve;pocoimportaunomás.
Muycercaestallóunobús.El ruido fue tanensordecedorqueFeliciagritóaterrada.
—¡Canallas!Estándisparandoalacaravana—gritóelcapitán.Se estiró en busca de su arma, un gesto bastante inútil porque solo le
quedabaunproyectil.Conun frenazochirriante,elcamiónsequedóparado.Desde fuera llegaba
uncaosdevocesconfusas,gritabanórdenes,disparaban.Lasmujereschillaban,losniñoslloraban.FeliciaabrazófuerteaSophie.
Rasgaron la lona. Aparecieron caras extrañas con gruesos gorros de piel:pómulos anchos, narices chatas y ojos ligeramente rasgados. Llevabanametralladoras y gritaron algo a los ocupantes del vehículo. Los soldadosentendieronquelesordenabanbajar.Unotrasotrosalieronalanieve,Feliciaenúltimolugar.Elcapitándelapiernaheridanoloconsiguióalaprimera,perounrusoloayudódándoleungolpetanfuerteconelarmaquecayóalcamino.Dosrusossubieronalinteriordelcamión,arrastraronfueraalmuertoylotiraronalacuneta.Luegodesarmarona los soldadosalemanes.Uno sedefendióe intentóaferrarseasufusil.Ledispararonaquemarropa.
Todalacaravana,queseextendíaalolargodekilómetroymedio,sehabíadetenido,almenoshastadondealcanzabalavistadeFelicia.Portodaspartesseoíangritosydisparos.
Unodelosrusos—erabajitoycorpulentoyteníalasmanoscomopalasdegrúa—seacercómuchoaFelicia,tomóunmechóndesulargamelenaylodejóresbalar por los dedos. Dijo algo que ella no entendió. Felicia reculó casiimperceptiblemente.Seledisparóelcorazóndetalformaqueeraimposibleque
losdemásnovierancómoletemblabaelcuerpo.«Nomevaaforzaraquíenlanieve…delantedetodaestagente…»
Elhombre repitió loque acababadedecir, pero ella seguía sin entenderlo.Susgigantescasmanosagarraron lamantaen laqueestabaenvueltaSophiey,con cuidado, la retiraron un poco de la cara de la niña. El rusomiró los ojosabiertos como platos por el miedo, que brillaban de forma poco natural, yescuchó la ruidosa respiración. Preguntó algo. Felicia no tenía ni idea de quéquería,perocontestó:
—Estámuyenferma.Seguramenteesneumonía.Peronohemosencontradoenningúnsitiounmédicoquepudieraocuparsedeella.Nosécuántoviviráconestafiebretanalta.
ElrusohurgóenlosbolsillosdesuchaquetadepielysacóunabolsitaquedesatóypusobajolanarizdeFelicia.Ellamiródentro:hojassecasytrozosderaíz.
—¿Quéeseso?El ruso tiró del cordón que cerraba la bolsita y la depositó en lamano de
Felicia.AlavezseñalóaSophieypronuncióundiscursolocuaz.—Supongo—dijo uno de los soldados alemanes—que es una infusión, y
dicequepodríaayudaralapequeña.UnsoldadodelEjércitoRojoloempujóconlaculatadelfusilenlaespalda.
Feliciaagarróbienelregalo.—Gracias—dijo—.Muchasmuchasgracias.Paraasombrogeneral,lacaravanapudoseguiravanzando.Aunquelosrusos
se llevaron a todos los soldados, así comoaunmontónde civiles, hombres ymujeres, que colocaron en una larga fila e hicieron marchar en la direccióncontraria.Sellevarontambiénlosvehículosdelejércitoydispararoncomoaunadocena de hombres, cuyos cadáveres yacían ahora a derecha e izquierda delcamino.Felicia temblabaporAlex,aquiennoencontrabaporningúnsitio.Sepreguntó cómo, en nombre del cielo, iban a conseguir ella y Sophie llegar aloestesiAlexnoestabaconellas.Peronopodíaquedarsecavilandoenlacuneta;
teníaquebuscarunnuevo transporte.No lograría llevarenbrazosaSophienidiez metros. Un campesino que había cargado casi todo su mobiliario en undesvencijado carro dejó subir a Felicia. Se apretó con una familia numerosaentrecolchasyollas;habíacomomediadocenadeniñosyunamujerflacaquelamiróconcaradepocosamigos.Dosvecestuvieronquebajartodosparasacarel carrodel barrodel camino reblandecido.Cuando era yanoche cerrada, contemperaturasglacialesyunaligeranevada,llegaronporfinaElbing.
La ciudad estaba a rebosar de gente. En las calles, en los portales de lascasas, en lasmarquesinasdel tranvía, en losgarajesy en lasplazas,por todasparteshabíarefugiadosacampados.Lamultituderaabsolutamenteimpenetrableenelpuertoyenlaestación.Allítodosteníanlaúltimaesperanzadeencontraruna plaza en un barco o en un tren. Hacía solo unas horas que un barco depasajeros había subido a bordo a dosmil personas; sin embargo, era solo unafraccióndelasqueesperabanunaoportunidadparahuir.Delantedelosbarcossalían rompehielos que abríanun caucehastaPillau; unagruesa capadehielocubría, de hecho, el agua del istmo de Curlandia, que cruzaban a pie unacaravanatrasotra.Porsupuesto,habíabombarderosdelEjércitoRojoqueteníanalosrefugiadoscomoobjetivo.Felicia,queyahabíadejadoaloscampesinosyvagabaporlascallesdeElbing,seenteródeestoporlasconversacionesqueoíaalvueloydecidiónodirigirsealpuerto.Laideadequeunabombalahundieseen las mareas heladas del Báltico la llenaba de terror. Intentaría llegar a laestación.
Con dificultad, averiguó el camino y constató asombrada que para loshabitantes de Elbing la vida seguía un ritmo bastante habitual. En los cinesinclusohabíafuncionesdenocheyanteunhoteleleganteesperabaunbotonesdelibreapararecibiralosnuevoshuéspedes.Lacoexistenciadelfindelmundoylanormalidaddabaalescenariounairesurrealygrotesco.
Sophielepesabaenlosbrazosporloqueteníaquepararcontinuamentepararecuperarelaliento.Elfríolecortabaelrosto,peroteníatodoelcuerpobañadoensudordelesfuerzoyelagotamiento.Cuandollegóalaestación,dabatraspiés.
Hacíamásdedocehorasquenohabíacomidonada;hacíatresdíasytresnochesque no había dormido más que un ratito. Los ojos escocidos, los huesosdoloridos, losdedosde lospiesmediocongelados, lasensacióndevacíoen latripa,elhorriblecansancio,todohacíaquesemovierademaneramecánicay,silehubiesenpreguntadodedóndesacabalasfuerzasparaponerunpietrasotro,no lo habría sabido. Puede que Sophie fuese la respuesta. En la cabeza lemartilleaban aún las palabras de Laetitia: «Pon a Sophie a salvo. Llévala aloeste».
Dabaigualsiperdíalavidaenello,pondríaaSophieasalvo.Enelvestíbulodelaestaciónhabíagentesentadaenelsuelo,enmaletas,en
mantasoensillasquehabíanllevadoconsigo.Habíanencendidovariosfuegosen los que calentarse las manos o incluso hacerse un té. Felicia se metió enmediodelamultitud.
—¿Salealgúntrenestanoche?¿Sabesiestanochehabrátrenes?Lainformacióneraincierta,peroalguienjurabaqueeljefedeestaciónhabía
aseguradoqueaprimerahoradelamañanahabríauntrendeElbingaDanzig.Danzig,menos era nada.No estabamuy lejos, pero era un avance. Felicia seacordódelaspalabrasdeAlex:«TenemosquesalirdelaPrusiaOrientalantesdequelosrusoslleguenalafrontera».TalvezeraelúltimotrenparaDanzig, talvezeralaúltimaoportunidad.
Conlafaltadeconsideraciónquehabíademostradotenerenlosmomentosmásdifíciles de suvida,Felicia se abrió camino a travésde lamuchedumbre.Haciadelante,haciadelanteporelandén,esoeraloúnicoqueimportaba,estarentre lasprimerascuandoel siguiente trenentraseen laestación.Si llegabaelcaso,tiraríadelestriboaquienfueraparasubirellaalvagón.
Había conseguido llegar hasta casi el borde de la vía. Muchos habíangruñido, un hombre la había increpado cuando se coló por su lado, pero, dealgunamanera,laniñaenfermaensusbrazosledabaciertainmunidad.Nadieseatrevíaadetenerla.Cuando,porfin,nopudoseguiravanzandopormuchoqueseempeñase,sesentóenelsuelo,apoyadaenlacolumnadepiedradeunreloj,a
recuperarelaliento.Seguramentenopodríavolveradarunpasoenlaviday,dehecho, tampoco quería hacerlo. Tenía la sensación de que sería capaz deaguantarcualquiercosa,peronoconseguiríalaenergíasuficienteparavolveralevantarse.
LaangustiosatosdeSophielaarrancódesuletargo.Seacordódelashierbasque le había puesto en la mano el soldado ruso. ¿Debía intentar hacer unainfusiónparalaniña?Talvezenunodelosfuegosqueotroshabíanencendidoasualrededor.DejóaSophieenelfríosueloyesperóquelasmuchasmantasenlasqueestabaenvueltalamantuviesenmásomenoscaliente.Pidióaunajovenquecuidasedelapequeña.Feliciavolvióaabrirsepasoentrelamultitud,conlabolsadehierbasapretadacontraella.Nomuylejos,unafamiliaderefugiadossecalentabalasmanosjuntoaunfuego.Feliciasedirigióaellos:
—¿Me permitirían preparar una infusión? Tengo una niña pequeña muyenferma,quecasiseahogadelatos.Porfavor,¡ayúdenme!
Caritativa, la gente sacó una olla de su equipaje, alguien consiguió agua,inclusoencontraronuncoladorparaservirluegolainfusión.Elbrebajeapestaba,perounodeloshombresqueestabaallíexplicóqueesaeralamejorpruebadeque curaba; su abuela tenía recetas de infusiones misteriosas como aquella ysiempre hacían efecto. A sus palabras siguió un corto silencio lleno dedesaliento; la abuela y las infusiones de hierbas significaban, con demasiadaclaridad,tiempopasadoquenorecuperarían.
Alguiendijoenvozbaja:—Essolounapesadilla.Undíapodremosregresar.PeroFeliciaestabaseguradequenohabíaesperanza.VolvióconSophieyle
dio la infusión con ayudade la jovendesconocida.Sophie intentó defenderse,pero estaba demasiado débil para ofrecer resistencia. Felicia insistió hasta quehubovaciadoelvaso.Luegolequitóunadelasmantas,laextendióenelsuelo,se sentó sobreellayarropóa laniñadormidaen susbrazos.Sophie respirabaalgomejor,yhabíadejadodetoser.
«Aguanta,Sophie.TevoyallevaraBerlín,teloprometo,peroaguanta.»
Caíanunoscoposdenievegrandesydensos.Alaunaymediadelamañana,FeliciasequitóelabrigoparaponérseloaSophie,puesellanoteníatantofrío,solounasensaciónhúmedaydesagradableenloshuesos.Unayotravezmirabahacia arriba, donde, entre las nubes, brillaba la luna en rarosmomentos.Rezópara que fuese pronto de día y llegase el tren. Sabía que tendría que luchar amuerte,peroesoleparecíamejorquesoportarlaespera.Estabaconvencidadequenopodríapegarojo,peroelagotamientoacabóporvencerla.Alrededordelascincodelamañanasequedódormida.
Cuando se despertó, rayaba el día. Había dejado de nevar, pero las nubescargadas de nieve no prometían nada bueno. Felicia necesitó medio segundoparaentenderdóndeestaba.Luegoseirguióprecipitadamenteyseleescapóungritodedolor:lasarticulacionesselehabíanquedadotanrígidasdebidoalfríohúmedoqueledolíanconcadamovimiento.
La joven que la había ayudado por la noche con Sophie estaba inclinadasobre ella; era evidente que la había sacudido para despertarla. Parecía muypreocupada.
—Teníamiedodequesecongelase,dormíatanprofundamente…—¿Sehaidoyaeltren?—preguntóFelicia,aterrada.—No,no,pero…—¿Qué?La mujer miró el hatillo en el que estaba envuelta Sophie. Tenía una
expresiónextrañaenlosojos.—Metemo…Feliciaabrióelabrigoylasmantas.Elcorazónlelatíaderepenterabioso,y
selehizounnudoenlagarganta.—¡Sophie!—Sacudióalaniña—.¡Sophie!¡Sophie!Habíagritadosunombretanytanaltoquedetodaspartessevolvieronpara
mirarla.—¡Sophie!La carita pálida, amarillenta. La nariz inflamada. La pelusilla de las cejas
sobre losojos.Lapuntadeldensonacimientodelpeloen la frente.Los labiosagrietadosporlafiebreligeramenteabiertos.Laspálidasyfinasvenillasdelassienes.
—¡Sophie!Sophie,despierta,porfavor.LaimagendesvalidadesunietasegrabóenlamentedeFeliciaparaelresto
delostiempos.Siemprelaveríaasíanteella,dedíayensussueños.Sophiehabíamuertodurantelanoche.
Felicia corriópor la ciudad, con laniñamuerta en losbrazos.Sehabíahechocompletamentededíayyanoleinteresabasillegaríaeltren.Nosabíasiquierahacia dónde corría.En la estación solo había tenido un pensamiento claro: nopuedodejarlaaquítirada.Elgentíolapisotearía.Tengoquesacarladeaquí.
De pronto ya no era tan importante huir. Tampoco pensaba ya en lo quepasaría.Estaba como aturdida y, tras el aturdimiento, asomaban el horror y eldolor. Sophie había muerto y ella ni siquiera se había dado cuenta. ¿Podríahaberloevitado?¿Habíaardidodefiebrelapobreniña,sehabíaahogadodetososehabíacongeladoenelfrío?¿Cómopodíahaberlasostenidoenlosbrazossinenterarse de que se moría? Las preguntas se arremolinaban en una confusaespiralensucabeza,pero laquemás lagolpeaba—aunqueenrealidadnoeraconsciente—eralacuestiónmacabradedónde,poramordelcielo,podíallevarelcadáver.
«No puedo dejarla tirada en cualquier sitio. ¿Qué hago?» Era como sihubieseperdidoel juicioy,alprincipio,ni siquierasediocuentacuandoAlexapareciódeprontoanteellaylaabrazó.
—Felicia, ¡Dios mío! ¿Dónde te habías metido? Me he vuelto locobuscándote.
Alex estaba lívidodepreocupación.Felicia lomiró como si no lo hubiesevistoenlavida.Éllasacudióunpoco.
—¡Felicia!
—Alex…—Sonabacomosituvieseunaboladealgodónenlaboca.Cuando Alex se fijó en el hatillo que llevaba en los brazos, notó que la
cabezadelaniñacaíademaneraextrañaaunladoyentendiólafríacongojaenlosojosdeFeliciayloquesignificabalarayadelgadayblancadesuslabios.
—¡No,Felicia!¿Cuándo…?Elladejóresbalarelhatillohastaelsueloycomenzóallorar.Noagritosy
sinmesura, sino en silencio y sin parar.Alex la había visto llorar tanto y tancalladasolounavez:hacíacincoaños,lanocheenlaqueélaparecióderepenteenMunichylaGestapoestabaregistrandolacasa.Feliciahabíaestadosoberbiahastaquetodoterminó,yluegosederrumbó.Ahoraeralomismo.Estabaallí,depie en medio de la calle, con los brazos colgando, la cara angulosa delagotamiento,ynopodíadejardellorar.Lahabríaabrazadoylehabríaacariciadolacabeza,perosabíaqueteníanqueirenseguidaalaestación,teníanquellegaralpróximo tren,quenohabía tiempopara lloraroafligirse.Tampocoquedabatiempoparaunentierro.
—Yotengolaculpa.—LavozdeFeliciasonabaapagadaycomouncristalquebrado—.PorquenoqueríairmedeLulinn.Porque…
—Noledesvueltas,Felicia.Enlosojosdeelladestellólarabia.—Túmismolodijiste.Notecontradigasahora.Lodijisteunayotravez.En silencio, Alex se maldijo por sus imprecaciones, pero ahora no podía
hacerlasdesaparecer,ynohabíatiempoparaexcusarse.—Felicia,tenemosqueiralaestación.Tenemos…—DeboenterrarprimeroaSophie.—Nopuedeser.Notenemostiempo.—Yosítengotiempo.—Felicia, no tiene sentido que muramos aquí solo porque te empeñes en
enterraraSophie.Ahífuera,enlascarreterasyloscamposdelaPrusiaOriental,hay cientos de cadáveres y nadie se ocupa de ellos. La dejaremos… Ladejaremosenunjardín.
—¡No!Alexentendióquenosepodíahablarconellayquetendríaqueobligarlasin
mássiqueríaquetuviesenunaoportunidad.Laagarróviolentamente.—Nohassidonuncasentimental,Felicia,asíquenoloseasdeprontoenel
momentomásinadecuado.NonosfuimosdeLulinnyaguantamoselfríomortaldía trasdíahasta llegaraquí,paraacabaresperando tan tranquilosa los rusos.Vendrásconmigoalaestaciónaunquetengaquearrastrartedelpelo.
—Noquiero.NovoyadejaraSophietiradaencualquiersitio.—Claro, para que veinticuatro horas después también tú estés tirada a su
lado. Me gustaría saber lo que ella pensaría de eso —dijo él sincontemplaciones.
Ellalomiróperpleja,peroAlexpudoverensusojosquelaconmociónibacediendo y comenzaba a comprender que él tenía razón. Al final, dejaron elcadáverdeSophiealbordedeunparque,cubiertoderamas.Cuandovolvieronala estación, nevaba de nuevo, pero por lo menos el torrente de lágrimas deFeliciasehabíasecado.Extenuadaysinvoluntadacausadelapreocupaciónyel cansancio, trotaba detrás de Alex. Él le dijo que había vendido el carro aalguien en la periferia de la ciudad, pero ella apenas escuchaba; tampoco leinteresaba.SolopodíapensarenqueSophieyanovivía,enquellegaríaaBerlínytendríaquedarlelanoticiaaBelle.Estavezperdiósucapacidaddedejaraunladolascosasdesagradablesparaocuparsedeellascuandohubiesenperdidosuaspereza. No lo lograba. La imagen de Sophie muerta estaba grabada en susretinas,inamovible,ylaveíaconferozclaridad.
Eltrenaúnnohabíallegado.Aunqueerayacasimediodíayloesperabanparaprimera hora de la mañana, dominaba cierta agitación porque alguien habíaafirmadoqueapareceríaencualquiermomentoy,además,habíanvistotanquesrusosenlaciudad.Portodaspartesseoíaelruidodelaartillería,yelcieloenelesteestaballenodehumo.Cuandoelansiadotrenllegóporfin,seprodujoenel
andénunahisteriacasipeligrosa.Desdeelprincipioestuvoclaroquesolounapartedelosqueesperabanpodríasubir.Lagenteseapresuróalosvagones;erandecarga,ensumayoríaabiertos,sinproteccióncontraelgélidoairedurantelamarcha.Losniños lloraban,habíamadres abrazandodesesperadas a susbebésconunamanomientrasconlaotraintentabantirardeunamaleta,loshombresseesforzaban por mantener a su familia junta de alguna manera. En laaglomeración no dejaban de separarse y verse arrastrados en direccionesopuestas.Unamujer que había perdido a su hijo en la confusión se peleaba agritoscontra lacorrientedegente,quecasi lapisoteó.Todoshabíanvividoenhermosascasas,enunatierramaravillosa,yhabíansidoamables,compasivosyde buen corazón, pero ahora huían de un enemigo cruel y los principios queguiaban su vida habían dejado de ser válidos. Lo único que servía ahora eraasegurarseunsitioenaquelmalditotren.
Felicia tuvo suerte. Era como si estuviese navegando una ola que subía.Consiguióagarrarunasidero,notóunestribobajosuspiesyse impulsóhaciaarriba, empujadapor lamasa.Eraunantiguovagóndecarbón, llenoyacomounalatadesardinas.TrasFeliciacabríanaún,comomucho,otrasdospersonas.Ellalohabíaconseguidoenelúltimosegundo.Comosiempre.
SevolvióyvioaAlex.Él estabamuypordetrásdeella—«Por supuesto,tienedemasiadaconsideración,nocomoyo»,pensóenfadada—yestabaclaroque no lograría subir al tren. La gente colgaba como uvas del vagón, lalocomotoraemitíayaunagudosilbido.Enpocomenosdeunminutosepondríaenmarcha.FeliciapensóenMaksim.EnBelle.EnSusanne.EnTomWolffysufábrica de juguetes. En la vida.Ymiró aAlex.No había ninguna razón parajugarseelcuelloporél,perosevolvióybajódeltren.Parasermásexactos,sedejócaerentrelamultitud,aterrizósorprendentementesobrealgoblando,ynonotóquesehabíahechodañoconunclavoquesobresalíayquelecaíasangrecalienteporelbrazo.Porencimadelgriterío,oyólavozdeAlex:
—¿Estásloca?¿Quéhaces?Portodoslossantos,¿quéestáshaciendo?Eltrensepusoenmarcha,rodódespacio,luegocadavezmásdeprisacuando
salíadelaestación.Elandénestabaaúnllenodegente.Veintetrenesnohabríanbastadoparatransportaraaquellamultitud.AlexhabíaconseguidoabrirsepasohastaFelicia.Estabablancodelespanto.
—¿Porquélohashecho?Yaestabasarriba,portodoslosdemonios.—Sí, y ahora estoyde nuevo abajo, por todos los demonios—lo imitó de
malhumor.Odiabaquelaviesentomardecisionesirracionales,yvolverporAlexhabía
sido irracional. Ahora estaba de nuevo en aquella pavorosa estación, en unaciudad ya casi cercada por los rusos, que retumbaba con los estampidos de laartillería. Se preguntó cómo había podido hacer aquello y vio frente a ella ladesconcertante respuesta que ya tuvo una vez hacía muchos muchos años,cuandoera joven:demanera incomprensible,amabaaAlex.Nohabríapodidoponerse a salvo si él se enfrentaba a un destino incierto y, posiblemente, lamuerte.Entodasuvidasolohabíaamadodeformatandesinteresadaeidealistaaunapersona:MaksimMarakov.LociertoesquenosepodíapermitircomenzarconAlexlamismalocura,perosindudaalgunaacababadehacerlo.
4
El 26 de enero de 1945, los soldados alemanes quedaron aislados en PrusiaOriental del resto del ejército. El 29 de enero, el Ejército Rojo entró enPomerania.Königsbergquedóbloqueada,aunquefuetenazmentedefendida.El3defebrero,seprodujerondenuevofuertesbombardeossobreBerlín,que,encualquiercaso,yanoeramásqueundesiertodeescombros.El12defebrero,elministrodeJusticiaalemánpromulgóunaordenanzaqueestablecíalacreaciónde cortes marciales para «delitos que ponen en peligro la fuerza combativaalemanaolatenacidaddelalucha».Seconsiderabaasimismoresponsablesalasfamiliasdelossoldadosquedesertabanodelosoficialesqueserendían,algunosde cuyos parientes fueron incluso enviados a campos de concentración.Alemania estaba agonizando, pero seguía actuando como si la defensa tuvierasentido:«ElFührernecesitatusacrificioenelejércitoyenlamilicianacional»,seleíaengrandespancartasportodaslasciudades.
En la noche del 13 al 14 de febrero, los bombarderos aliados redujeronDresde a cenizas. La ciudad estaba llena de refugiados del este. Las llamasarrasaronlascallesymataronamilesdepersonas.Noquedóapenasunapiedrasobreotra.
El 8 de abril, los rusos entraron enKönigsberg.El 9 de abril, se rindió elgeneralLasch,quehabíaresistidohastaentonces,yHitlerlosentencióamuerte.
El16deabril,comenzólagranofensivarusaaBerlín.
Bellehabíaconseguidocuponesextrade lechepara laniñadeNicola,peronosirviódenadaporqueenlastiendasnoquedabaniunagota.
—Losiento—sedisculpabanlastenderasencogiéndosedehombros—.Nohayleche.Nisiquieraenpolvo.Puedequeenotrositio…
Se sentía cansada y débil. Como tan amenudo en los últimos tiempos, ledolíalatripa,consecuenciamuyprobabledelaalimentacióninsuficiente.Elairetemplado de los primeros días de primavera le daba sueño, la imagen de ladevastaciónasualrededorlaagobiaba.Portodaspartes,cascotesyescombros.Ruinas.Vanosdeventanavacíos.Personasafligidascubiertasdeharapos.Gentesincasa,refugiadosqueacampabanalairelibre,conunamaletaouncarretónasu lado. Los chicos de las Juventudes Hitlerianas desfilaban formando largasfilas por las calles, rostros infantiles en sumayor parte y, a pesar de ello, yareclutadosparalamilicia.Mujeresconpañueloenlacabezayelcuerpocubiertodecalayudabanaapartarloscascotes,untrabajoestérilfrentealosmontonesdeescombros.Y,sinembargo,entreladestrucción,entrelasruinas,lavidaseguía:como siempre en primavera, también había en las esquinas de las callesdevastadas mujeres mayores que ofrecían efímeros ramilletes de narcisos yazafranes. En un patio interior bombardeado, relucía amarillo y triunfal unsolitarioarbustoderetama.
Cuantomás cerca de casa estabaBelle,más despacio iba.Odiaba llegar acasa. Las tres habitaciones estaban abarrotadas: ella misma, Christine, Nicolaconsubebé,Anne…yaeranbastantes.Pero,desdefebrero,acogíantambiénaModesteyasuscinconiños(elmayor,Victor,estabaaúnenlaNapola).Aunquecuatrodormíanenelpequeñodesvánquecorrespondíaalavivienda,poreldíabajabantodoeltiempo,chillandoyembarullando.Porsuerte,almenoseljovenfrancésquehabíaacompañadoalafamilianosehabíaquedadomásqueundíaydespuéssehabíamarchadoparaintentarllegarasupaís.
Modeste había adelgazado asombrosamente y sus ojos de vaca habíanperdido la expresión de desidia y lucían ahora una llamarada nerviosa queprovocabacompasiónenquienlaveía.LecontóaBellesuhuida,quedebíadehaber sido horrible.Modeste había escapado con el carro sobre el hielo de lalaguna del Vístula, bajo las ráfagas de fuego de los aviones rusos. En algún
momento, los caballos se derrumbarony tuvieronque seguir todos a pie.Mástarderecorrieronalgunostramosenvariosvehículos,aunqueensumayorpartetuvieronqueandaryasíllegaron,enflaquecidosyagotados,alaasoladacapitaldel Reich, donde aún necesitaron unos días para averiguar dónde vivía Belle.ModestenohablabadeotracosaquedesuJosephyrecorríaensucabezatodosloscaminosporlosquepodríaaveriguarquéhabíasidodeél.Porsupuesto,porelmomento no había ninguna posibilidad, ya que las comunicaciones estabancortadasconelesteyelEjércitoRojocomenzabaacercarBerlín.
Modeste solo había dado un enrevesado informe sobre la enfermedad deSophieydijoqueFeliciadecidióinterrumpirlahuidahaciaeloestehastaquelaniñaestuviesecurada.
—Eso fue en algún pueblecito entre Insterburg y Elbing. Pero no tepreocupesdemasiado,Belle.AlexLombardestáconella.
Belle estabamuy lejosdenopreocuparse.Esmás, sentía unmiedoque leresultaba desconocido. Alex y Felicia contra el Ejército Rojo… ¿Cómo deenfermaestabaSophieparaqueFeliciacorrieraelriesgodequedarseenPrusiaOriental cuando los rusos estaban ya a tiro de piedra? ¿Y qué había pasadoluego?¿Vivíanaúnoloshabíanmatado?¿Ysiloshabíanapresado?¿Quéhabíasido de la bisabuela Laetitia después de que los demás se hubiesen ido deLulinn? ¿YMax? No había tenido noticias de él desde Stalingrado. De Paultampocohabíansabidonadadesde1942…Dabaigualdóndemirase,portodaspartesteníapersonasqueridasabandonadasasusuerteyellanopodíaayudarlas.AñorabaaAndreas,quelaabrazaseunmomento.Lehabríagustadotantoapoyarla cabeza en su hombro, respirar hondo y olvidar por un momento todas laspreocupaciones…PeroAndreasestabaenSuizaporquenoselehabíaocurridonadamejorqueganardinerodeformailegal.
Bellesacópechoysiguiósucaminohaciendocasoomisodeunarefugiadasilesianaconuncartelenlasmanosenelquepedíauntechobajoelquedormiryalgodecomer.
—Porfavor,notengocasa,notengonada,ayúdeme…
«PorDiosbendito,comosinoestuviésemosyabastanteapretadas…»,pensóBelleconimpaciencia.
Abrióelportón.DesdeeldescansillodearribalellególavozdeModeste:—¡Belle!¡Belle!¡Venrápido!«Probablementealgunodeesosmalditosniñossehacortadoundedooha
vueltoairselaluz»,pensóBelle.Siemprequepasabaalgolallamaban.Seveíaobligadaatenerconsejosparatodasyahacerquetodofuncionasebien.Avecessesentíatancansadaquehubiesepreferidotumbarseadormirdurantesemanas.
Modesteestabaasomadaalabarandilla.—Dios mío, Belle, por fin. ¿Dónde has estado metida? Te estamos
esperando.¡Dateprisa!Bellehabíallegadoalúltimoescalón.—Pero¿quépasa?Modestelaagarródelbrazo.—No te vas a creer quién ha venido. ¡Te parecerá imposible!Después de
tanto tiempo, tumadre está aquí,Belle. Felicia está aquí.ConAlexLombard.¡Ven!¡Deprisa!
FeliciayAlexestabansentadosenlacocina.Aprimeravista,eranevidenteslas penurias que debían de haber pasado, porque estaban demacrados y teníansombrasoscurasbajo losojos,yFeliciahabíaperdidounabarbaridaddepeso.¡Ysupelo!¿Teníaantestantascanassobrelafrenteyenlassientes?EntreellayAlexhabíaunafamiliaridadobvia.FeliciasiemprehabíatenidoproblemasparamostrarsentimientosespontáneosconsushijasyahorahabíaalgoqueleimpidióabrazarsinmásaBelle.Unreparoqueletransmitióaella,quesequedóparada.
—Mamá,¿dóndehasestadotantotiempo?—ContodaseguridadhemosescogidoelcaminomásfatigosodesdeLulinn
hasta aquí —dijo Felicia. Luego se volvió y tosió con fuerza. Desde hacíasemanas, sufría aquella bronquitis crónica y pasaba muchas noches en velarespirando condificultad.Cuandopudohablar denuevo, añadió—:¿Novas asaludaraAlex?
FeliciasiemprehabíahechocreeraBellequeAlexerasupadre,aunquelociertoeraquenohabíatenidoningúnpapelensuvida,puessololohabíavistoun par de veces cuando era pequeña. Le costaba ver a un padre en aqueldesconocido que ahora se levantaba y le daba la mano y, por un momento,inclusodudósidebíatutearloohablarledeusted.
—¿Quétal,Alex?—dijoporfin.—Bien,Belle.¿Ytú?Alex se sorprendió de lo guapa que era. La hija de Felicia y deMaksim
Marakov.SeparecíamuchoaFelicia,peroteníalospómulosmásanchosylosojos ligeramente rasgados. En realidad, era más seductora que Felicia con subellezaáspera,pero locompensabaconunos rasgosmenosmarcadosyensusojosseveíaunapredisposiciónalaligerezaqueFelicianotenía.
«Probablemente los hombres la perseguirán por docenas, y con igualprobabilidadsiempreescogeráalmásinadecuado»,pensó.
—¿Qué quieres decir con… «el camino más fatigoso desde Lulinn hastaaquí»?—Bellesentíacuriosidadporlaspalabrasdesumadre.
—Salimos de Elbing por los pelos. Por fin conseguimos embarcar en elúltimobarcoquesaliódelpuerto.Enaltamar,enelBáltico,nosbombardearonyestuvimosdosdíasperdidosenunalanchadesalvamento…
—Ay,Dios,mamá.—Un carguero sueco nos rescató.Nos llevó hastaEstocolmo. Pero allí no
nos permitieron desembarcar. Y como tampoco nos podían tirar al mar, nosllevaron a una especie de campo de internamiento.Hubo un largo drama connuestrosdocumentosyporfinnosdejaronir;esmás,deprontolesentraronlasprisas y tuvimos que abandonar el país antes de doce horas. Conseguimospasajes de barco para Dinamarca… Y una vez allí, fuimos de pueblo enpueblo…Belle,niteimaginasloduroquehasido.
Había habladode forma apresurada—comprensible a la vista de todas lasemocionesqueteníaasusespaldas—,peroaunasíparecíademasiadoacelerada,demasiadonerviosa,comosiquisieraimpedirque,bajoningúnconcepto,nadie
dijeraunasolapalabra.UnaextrañainquietudhizopresaenBelle,unasensacióndealgoinfausto.Echóunrápidovistazoporlacocinaantesdepreguntarconvozcasiindiferente:
—¿DóndeestáSophie?Feliciamiróaunlado.Modestesoltóunsuspiroprofundo,llenodemiedo.
Bellerepitiólapreguntaentonocortante:—¿DóndeestáSophie?AlexLombardhizofrenteasumirada.—Belle…,hicimos todo loposible,pero lascircunstanciaserandemasiado
desfavorables.Estabagravementeenferma,teníaneumoníaytuvimosquecruzarPrusiaOriental a veinte grados bajo cero. Inclusohuboniños sanos queno loconsiguieron.AlfinalmurióenElbing.Mientrasdormía.Noseenteródenada.
—¿Qué?UnaoladenáuseasagitóaBelle.Notóelolorasudordesupropiocuerpoy
le entraron arcadas. Cayó hacia delante en los brazos de Alex Lombard y lepareció que la vacilación entre la conciencia y el desfallecimiento duraba unaeternidad,aunquesolopodíanhabersidosegundos.Noperdióelconocimiento.LasnáuseaspasaronysesoltódeAlex.
—Disculpe, por favor—dijo, y pensó enseguida: «¡Seré tonta!Al fin y alcabo,esmipadre».
Bellesehabíaarrebujadoenlamanta,peroseguíaestandoheladayapenaspodíadejarde tiritar.Erancasi las tresde lamañana.Despuésdehaber llegadoa laconclusióndequenopodríadormir,selevantóyfuealacocina.Laspersianasdeoscurecimientoestabanechadasyencendió la luz, sacóunabotelladevinotintodeModestequehabíaescondidoalfondodelaalacena.Deotraforma,nopodría soportar aquella noche. Puede que el alcohol le diese calor, o quizádejaría de pensar. Si al menos se desvaneciesen las imágenes que se learremolinaban en la cabeza, toda aquella terrible cantidad de sensaciones,
recuerdos,pensamientossinordenniconcierto…Nosentíanadamásquedolory no podía, como otras veces, racionalizarlo y, con ello, aligerarlo. Su niñaestaba muerta, había muerto en algún lugar de allá arriba, en el invierno dePrusiaOriental,mientrashuíadelosrusos.Yapartedealgunasfotografíasyunpar de vestiditos, no le quedaba nada de ella. Lo mismo que con Max.Fotografías y un par de pantalones y camisas en el armario.De pronto estabacasiseguradequetampocoélvivíaya,ynuncahabíatenidoaquellasensacióntan desesperada y amarga de soledad. El sentimiento resultaba mucho peorporque no había nada a lo que aferrarse. No podía decir: «Pasé una épocamaravillosa conMax. Pasé una épocamaravillosa conSophie. Luego llegó laguerraymelosarrebató.Esunaheridaprofundaquenodejadesangrar,pero,enalgúnmomento,cuandohayanpasadosuficientesaños,volveráacerrarse».
¿A qué maravillosa época podía ella volver la mirada? De Max habíaescapado:habíaaprovechadotodaslasoportunidadesqueselepresentaronparaseguir su propio camino, se había echado en brazos deAndreas al poco de labodaynohabíasabidoorientarseensupropiocaosdesentimientos.YSophie…estuvomásconElsaqueconella,solohabíavistoasumadreunashoras.Habíanpasadolosúltimostresañosseparadas.Traselduelo,trastodaaquellaconfusiónque sentía, había un vacío que le daba miedo. Aquel frío en el cuerpo quecontrariaba dolorosamente los pensamientos febriles que le castigaban lamente… Todo le parecía un círculo sin sentido. Tenía las manos vacías y elfuturonoleprometíanada.
Como apenas había comido en los últimos días, el vino tuvo un efectorápido:notabalamentenubladaylospárpadospesados.Melancólica,mirabalasuperficiedemaderadelamesadelacocina.Sinquerer,seacordódealgoquelehabíadichoAndreasunavez,hacíamuchosaños:«¿Algunavezentuvidahasestado desesperada? … ¿Alguna vez te has sentido sola? ¿Alguna vez hassentidounvacíodesconsoladootehasemborrachadounanocheparaolvidarloqueduelelavida?».
¿Cuándo fue aquello? Ah, sí, acababa de explicarle que ella no era lo
suficientementemaduraparaserunabuenaactriz.Eracierto,nohabíaconocidoeldolor.Tampocoelfríonielabsurdo.Lavidahabíasidofácilydivertida,ylahabíadisfrutadosindarlemuchasvueltas.DeprontosintiónostalgiadeMax,delos primeros días de su amor y de sus discretos encuentros románticos en elcuartitodeélenPrenzlauerBerg.Entoncesellaerafelizynoconocíaeldolordeperderaalguien.Eltiempoantesdeldolor…Sipudiesevolveratrás,intentaríaconservarlomejor.
Belle se sirvió el tercer vaso y se asustó cuando se abrió la puerta. EraFelicia,conunagruesabufandaalcuelloysobreelpechoparasubronquitis.
—Ah,erestú,Belle.Hevistolaluz.Tampocotúpuedesdormir…—No.—¿Temolesto?¿Prefieresestarsola?—No,no.Siéntate.¿Quieresunpocodevino?—Sí,porfavor.Dicenquenoesformadesolucionarlosproblemas,peroyo
siemprelohehechoyhesalidoadelanteenlavida.Belleselevantóabuscarotrovaso.Felicialamiró.—¿SiguessintenernoticiasdeMax?—Sí.NadadesdeStalingrado.—¿Yhay…?—SeacordabadequeLaetitialehablódelmatrimoniodeBelle
ydel«brillodelatorensusojos»—.¿Hayotrohombreentuvida?—¿Porquélopreguntas?—Megustaríasaberlo,esoestodo.Bellesonrióconamargura.Eldolordelatripalellegabaenolassuaves.—Te gustaría saber que, cuando vuelvas a Munich, habrá alguien que se
ocupe demí, ¿no? Tienesmiedo de que recaiga en ti la tarea de ayudarme asuperarlapérdidademihija.Puedesestartranquila,mamá,hayunhombre.Noestoysola.
Feliciasabíaquetocabaunpuntodelicado,peropreguntóapesardeello.—CuandoestabasembarazadadeSophieymellamasteporque…porqueno
queríastenerunhijo…Entoncesmehablastedeunhombre,yyoentendíqueél
eraelpadredeSophieynoMax.Dime,¿existeesehombreaún?Parati,quierodecir.Nohasvueltoahablarmedeél.
Bellevolvióasentarseysirvióvinoasumadre.Laexpresióndesusojoseramuyfría.
—Mamá, nunca te has interesadopormi vida.Por favor, no te sorprendasahoradequelavivacomoquiera.
Feliciaguardósilencio.Belletomóunlargotragodevino.—Tengouna relaciónconesehombredesdehacecasi sieteaños—dijo—.
NoséconseguridadsieselpadredeSophie,perolosospecho.MeheacostadoconélmuchomásqueconMax.Élesmuydistinto.Maxfuesiempredemasiadobueno para mí. Decente, honrado, incorruptible. Habría preferido morirse dehambreaactuarenlosteatrosdeJosephGoebbels.—Arrugóelentrecejo—.Yonuncapodríahaberlohecho.Creoquesiempreoptopor lomásventajosoparamí.
—Losé,Belle.Soytambiénasí.—Andreas…Asísellama…Escomoyo.Simplemente,somosiguales.Con
élpuedovivir.ConMaxsiempremefaltóalgo.Noalcanzabaaentenderlo.—Sémuybienloquesientes,Belle.—No,nolocreo.Nopuedessaberlo.Paraempezar,nuncateenamoraríasde
unhombrecomoMax,notecasaríasconélyloharíasinfeliz.AunquedespuésteseparastedeAlexLombardporloquesea,enesencia,siemprehassidomásjuiciosaqueyo.Soiselunoparaelotro.
—Sí, pero… —Felicia dudó. No era el momento de hablar a Belle deMaksimMarakov,asíqueselimitóadarunavagaexplicación—:MeentreguéaunhombrecuyosidealessonaúnmásaltosquelosdeMax,peronuncadejóquemeacercaraaéldeverdad.Probablemente tambiényo lohabríahechoinfeliz,perojamáslotuveparamí.Aunquesiempreloheamado.
LosojosdeBelle,turbiosporlapenayelalcohol,sellenarondeatención.—¿Hasamadoaalguienenlavida,mamá?¿Lohasamadodeverdad?—Sí. —No dijo nada más. Pareció contemplar en un momento los años
pasados y preguntarse dónde había quedado aquella época. Luego añadió—:Peroesonotieneyaimportancia.
Belleparecíamuycansada.—No puedo hacerme a la idea de que Sophie estémuerta.He pasado tan
pocotiempoconella…Tanpocotiempocomotúcontushijas,mamá.Perolaqueríamucho:erapartedemí.YMaxeratambiénpartedemí.Nohedejadodeengañarlo,peroalavezloamaba.—Seleacumularonlaslágrimasenlosojosylerodaronpor lasmejillas—.Mepreguntoparaquéhevividohastaahora.Nome queda nada. ¿Sabes cómo me siento esta noche? Como alguien a quienaplastan y le falta el aire. No tengo fuerzas queme ayuden a levantarme. Escomosituvieseantemíunlargopasadizonegroporelquetengoqueirsinsabersitienefin.
—Cariño,hepasadocientosdenochessentadaenunadurasilladecocina,conunabotella de vino tinto antemí y el tictac del reloj zumbándome en losoídos,esperandoaverelalbagrisporlaventanasincreerquemetraeríaalivio.He bebido, he llorado y me he sentido asqueada. Pero entonces llegaba lamañanay,nosécómo,melevantaba,apretabalosdientesyseguíaadelante.Yesotepasaráatitambién.
—Leshefalladoatodos.—LaspalabrasdeBelleyanoerandeltodoclaras—. Sophie, Max… He vivido solo mirando por mi interés, siguiendo miscaprichos.Estamosenguerraytodoeshorrible,ydesdehaceañoslagentesufrey muere, pero yo solo he tenido en mente mi disfrute y siempre he queridosatisfacermisdeseosdeinmediato,medabaigualaquécoste.Soy…
Feliciaagarrólamanodesuhijaporencimadelamesa.—En estas situaciones,mi abuela Laetitia, que como sabes era unamujer
muyinteligente,siempresehacía,yalosdemástambién,unapreguntasencilla:«Ahoraquesabescómoharesultadotodo,situvieseslaposibilidaddeempezardenuevo,¿loharíasdeotraforma?Silarespuestaesqueno,puedesahorrartelasrecriminacionesyhaceralgoútil».
Bellelevantólacarallenadelágrimas.
—Esoestan…taninclemente.—Laabuelanoerainclemente,solorealista…Feliciase interrumpió.AcababadedarsecuentadequehablabadeLaetitia
enpasado.TambiénBellelohabíanotado.—¿Viviráaún?¿YquéhabrásidodeLulinn?¿Creesquevolveremosalguna
vez?—Nolosé…Puedequesoloseaunasensacióntonta,perolanochequenos
fuimosdeallí,enmediodel temporaldenieve,presentíqueeraunadespedidaparasiempre…
Lasdossequedaronunratoperdidasensombríospensamientos,detalformaqueparecíaqueeltictacdelrelojdelacocinasonabacadavezmásfuerte.Conmanotemblorosa,Bellesesirviómásvinoypensó:«¿Cómohadicho?Beberyllorarysentirseasqueada…Ay,Dios,siesquenomeapetecehacernadamás,¡nadadenada!».
PorfinFeliciasaliódesutaciturnameditación.—Alex y yo intentaremos marcharnos aMunich mañana. ¿No te gustaría
venirconnosotros?CreoqueBerlínsevaaponerbastantedesagradableenlaspróximassemanas.
Bellenegóconlacabeza.—No tengo ningún vínculo con Munich, mamá. Mi sitio está en Berlín.
Además,quieroesperarpor…¡Bah!TalvezvuelvaMax,yentoncestendríaqueencontrarmeaquí.
«Y empezarán de verdad tus problemas», pensó Felicia. Pero en voz altadijo:
—¿Cuándonoshabíamossentadoyhabladoasí,Belle?Creoquenunca.¿Noesunalocuratodoloquehatenidoquepasarparaquelohagamos?Laguerrayel destierro, la muerte y el fin inminente de nuestro mundo.—Se levantó—.Creoquemevoyair…
—¡No! —Belle la agarró rápidamente de un brazo. Su cara angulosa ypálida,conlosojosllorosos,parecíaderepenteinfantil—.Quédateconmigoesta
noche. Por favor. Has dicho que has pasado muchas noches así sentada,esperandoquelamañanallegaseypudiesesencontrarlafuerzaparalevantarte.Nuncatuvistemuchotiempoparamí,peroestanochetenecesitocomonotehenecesitadonunca.Quédateconmigo,porfavor,hastaqueamanezca.Luegomelevantaréyapretarélosdientes;pero,hastaentonces,quédateconmigo.
Ensilencio,Feliciavolvióasentarse.Fuerasoplabaunvientotemplado.Losejércitos rusos se disponían a cercar la capital en ruinas del Reich. Unatranquilidadengañosa,queporunaveznoseveíainterrumpidaporlosaullidosde las alarmas aéreas. Todo estaba en calma y, poco a poco, en el cielo selevantabaporelesteelprimeralbordelamañana.
5
Victor,elhijomayordeModeste,quehabíallegadodesdePostdamalaNapolaen1939,nohabíadeseadonadaentodosaquellosañoscontantaansiacomosupropiaentregaalapatriayalFührer.Llenodeideasnacionalsocialistas,estabaanimadoporelsagradofervordehacertodoloqueestuviesealalcancedesusfuerzasporlavictoriafinal.Selehabíahechoinsoportableserdemasiadojovenparaalistarse.Nisiquieralohabíanaceptadoparalaartilleríaantiaérea.Estuvosiguiendo en los mapas las campañas de los ejércitos, se había soñado en elpapel de los generales, se había imaginado presentándose ante el Führer pararecibir las más altas condecoraciones al valor. Estaba empapado de lapropagandanazi,queloarrastrabahastaelpuntodequeelfinalquesedibujabaen el futuro no hacía vacilar su fe en el Führer, solo reforzaba su fanáticadisposiciónalaentrega.
Enaquelabrilde1945,cuandoelReichsehacíaañicos,teníacatorceaños,en julio cumpliría los quince, y en la milicia nacional solo entrabas si teníasdieciséis. Pero cuando se presentó, nadie le preguntó y, cuando miraron susdocumentos,soloecharonunvistazoalafechadenacimiento.Victoreraaltoyfuerte,ysenecesitabancombatientesaquel25deabril,cuandolavanguardiadedos batallones acorazados rusos se encontraban al noroeste de Postdam y, enconsecuencia,Berlínquedabacompletamenterodeada.
Concadahoraquepasaba, lossoldadossoviéticosseadentrabanmásen laciudad, ganando las calles tramo a tramo, edificio a edificio. En las ruinasquemadas, en los solares llenos de escombros, en los sótanos y patios, selibraban batallas desesperadas. Las tropas alemanas al mando del generalWeidlingofrecíanuna resistencia apasionada, enfurecidaspor el rumordeque
unejércitoderefuerzoseaproximabaalaciudadcercadaensuayuda,impelidastambién,noobstante,porelcomportamientobrutaldelascortesmarcialesdelasSS,quecolgabanofusilabanacualquieraquequisierarendirse.
Ensusensueñosbélicos,Victornohabíacontadoconelmiedo.Quienibaalaguerrapor elFührernopodía tenerlo.Había excluidoel terrory solohabíavisto lo heroico. Pero ahora, en medio de la batalla, el miedo adquiría unsignificadoomnicomprensivoymortal.Todosedesvanecía:lafama,elhonor,elvalor, la abnegación, todos los términos suntuosos con los que lo habíanalimentado. Lo que quedaba era la muerte, la desesperación, un miedohumillanteyunpánicodesnudo.
Toda la Wilhelmstrasse estaba bajo el fuego de la artillería, el humooscurecíaelcielo,elbramidodelasametralladorasresonabaentrelosedificios.ElataquealReichstagerainminente.Porprimeravez,Victorpensó:«¿Porquénonosrendimos?Estonotieneyasentido.Moriremostodos».
Estabaenlaplantabajadeunacasacuyospisossuperioreshabíanardidoysostenía en cadamanounagranada.Pero temblaba tanto queposiblemente nohabría podido lanzarlas amás de dos pasos. Desesperado, intentabamantenerbajo control los nervios, pero no lo conseguía.Solo quería irse, salir de aquelinfierno. Pero ¿adónde? Por todas partes había rusos, por todas partesdisparaban, rodaban tanques por las calles, se oían los gritos de triunfode lossoldadosdelEjércitoRojo.
Unobúsestallócasijuntoaél,conunruidoensordecedorquecreyóquelehabía arrancadomedia cabeza. Tosiendo y escupiendo, con los ojos picándolepor elhumo, comprobóqueno lehabíapasadonada.Centímetroa centímetroretrocedióreptandoconellanzagranadasalhombro,sinsaberhaciadóndeibaenrealidad.Cuando golpeó con los pies contra algo, comenzó a chillar, pero susgritosseperdieronenelfragordelabatalla.Seobligóavolverlacabezayvioquehabía tropezadocontraunacama.Erade lospocosmueblesquequedabanaúnenaquellacasareducidaacenizas.
Aquellacama,enlaqueseamontonabanalmohadonesymantas,lediouna
idea.Eraunaideaindigna,ignominiosa,pero,unavezquesehuboasentadoenlamentedeVictor,nopuedodeshacersedeella.Aunariesgodeseruncobarde,untraidor,undesertorderrotista,noqueríamorir.Nodestrozadoporunobúsocomo un colador por las balas, desangrado en algún lugar entre las ruinas deBerlín.Quería—ay,Dios,apenasseatrevíaareconocersemejantedebilidad—,quería irseconsumadre.Queloestrecharaentresusbrazosyolvidaraquellasvisionesdel terror.Y luegoquería—cuando laguerrahubiese terminadoy losrusossehubieranretiradodeAlemania—irseaLulinn.Enmediodelestrépitodelabatallaydelaconfusiónasualrededor,seapoderódeélunansiaardientedevolvera laviejacasaconsuavenidadeimponentesroblesya lacalmadelveranoprusianoriental.
Llorómientrasquitabalassábanasblancasdelcolchón,dejólasgranadasysedebatióentrelasruinasparallegaralapuerta.Conaqueltrapoblanco,nadieledispararía.Quizálosrusoslotomasenprisionero,puedequetuviesequeirauncampoenSiberia,peroenalgúnmomentovolvería.Sostuvolasábanaenlasmanosalzadasmientrassalíadelacasaalinfiernodelacalle.
Posiblementehabríatenidounaoportunidadsihubiesecaídoenmanosdelossoldados soviéticos. Se lanzaban con brutalidad contra el enemigo, pero eraciertoque, en lamayorpartede loscasos,dejabanvivir a loshombresque seentregaban.Victorteníaelcuerpodeunhombre,peroelrostroylosgestosdeunniño, y ahora, con la sábana blanca en las manos, el uniforme manchado dehollín, los ojos llorosos, cruzando la calle, nadie lo habría tomado por uncontendientepeligroso.Pero,para sudesgracia,no fueron los rusosquienes loapresaron.SinolasSS.
Había huido de la artillería de las calles hasta un patio trasero e intentabatreparunmuroparallegaralpatiodealladocuandoloatraparon.Noloshabíavisto, porquedebíande estar escondidos en algún lugar entre lasmontañasdecascotes.Justoseapoyabaenloaltodelmurocuandonotóqueloagarrabandelas piernas y tiraban de él hacia abajo. Un golpe fuerte en la cabeza lo hizo
tambalearse.Cuandoconsiguióreponerseydarselavuelta,sediodebrucescontreshombresdelasSSderostropétreo.
—¿Qué tenemos aquí? —El que había hablado tenía una cicatriz que lecruzaba la frente—. Un gallina. Intenta largarse y lo hace, además, con unabanderablanca.Tecagasdemiedo,¿eh?
Victor no pudo contestar. Le castañeteaban los dientes. Otro hombre,bastantepequeñoygordo,ledioungolpeenlatripa.Victorseencogióycayóderodillas.
—¡Levántate!—leordenóeldelacicatriz.Victorselevantó.Muycerca,retumbaronvariasráfagasdeametralladoray
pudonotarcómoseponíablancocomolacal.—¿Sabes lo que les pasa a los que traicionan al Führer?—lo amenazó el
gordo.Sacólapistolay,sinsabercómo,Victoraúnpudoestremecerseantelalocura
deaquellaescena.—Tengo…tengocatorceaños—consiguiódecir—.¡Porfavor,dejenqueme
vaya!—¿Que tienes catorce años? Para tu información, eso nos interesa una
mierda.Eresuncobardeyuntraidor.—Eldelacicatriztambiénsacósupistola—.Vamos, de rodillas.Eres un ser inferior que ha intentadodar la espalda alFührerenlaspeoreshoras.Acabamosdejuzgarteysentenciarteamuerte.
Le dispararon en las sienes desde ambos lados. Victor murió en el acto.Quedóhechounovilloentreloscascotesylosescombros,conlasábanablancamanchadadesangreenrolladaasulado.
En el mismo momento, Belle, Nicola, Christine, Anne, Modeste y todos losniños se escondían en el pequeño cuartito del desván que pertenecía a laviviendadeBelleyconteníanelaliento.BelleyNicolahabíanocultadodosdíasantes el cuartito con tablones para que, almenos a primera vista, no se viese.
Cuando los rusos entraron en el edificio a mediodía y registraronsistemáticamente todos los pisos, subieron allí como almaque lleva el diablo.Bellerezabatodoeltiempoparaquelosniñosestuviesencallados.SobretodoelbebédeModeste,queeraimprevisible.Sicomenzabaallorar,estaríanperdidosdeinmediato,peroestabatranquiloyhastasedurmióplácidamente.Enaquellaestrechez,Belle notó que tenía un calambre en la pierna, pero pormuchoquequisieranopodíamoverlaniunmilímetro.Enlaoscuridad,noveíaalosdemás,perosepalpabaelmiedo,casiserespiraba.Unodelosniñoscomenzódeprontoa jadear como un perro y les pareció que lo hacía altísimo, casi como unbramido.Por suerte, secalmóa loscincominutosy su respiraciónvolvióa lanormalidad.
Losrusosrecorrieronlacasaconunruidodesmedido;ajuzgarporsusvoces,estabanbastanteborrachosy,enconsecuencia,notendríanmiramientos.Oyeroneltintineodeloscristalesyelcrujidoconelquedestrozabanlosarmariosylasestanterías.Entremedias,sonabanunayotravezagudosgritosdetriunfo.
—Sinosencuentran,nosobreviviré—susurróModeste—.Memoriré.Me…—¡Cierralaboca!—lariñóBelle.Modestesecalló.Elpisoteodepesadasbotassonóescaleraarriba.Losrusos
llegaronaldesván.Bellenoaguantabamás,movióconmuchocuidadolapierna.Ledolíatanto
que tuvo quemorderse el puño para no quejarse. El suelo crujió. Aguantó larespiración.
Era como si ya nadie respirase. Oían palpitar la sangre en los oídos y elcorazón latiendo como loco. Fuera, los soldados arrancaban las tablas de lostabiques,lastirabanescalerasabajoolaspisoteaban.Pateabanlasparedesy,sihubiesendadoporcasualidadenel falsochapadoquedisimulabaelescondite,habría reventado. Pero parecía que lasmujeres y los niños que allí temblabanteníanunángeldelaguarda.Losrusosnovieronelrefugioalfinaldelpasilloydieron por cierto que allí arriba no había nada que les interesase.Bajaron del
desványsalieronporfindeledificio.Aúnseoyeronunpardeportazos.Luegosehizoelsilencio.
Entumecidos,lasmujeresylosniñosgatearonfueradelescondite.ABelleledolía tanto la pierna que solo pudo bajar las escaleras cojeando y apoyada enNicolayChristine.
Cuandollegaronalpiso,nopudieronevitarlosgritos:habíandestrozadolosmuebles, rajado los colchones,vaciado los cajonesy arrancado los cuadrosdelas paredes. Belle llevaba puestas sus joyas, y los pocos objetos de valor quehabíaenlacasallevabandíasescondidoseneldesván.Peseaello,losrusosnosehabíanidoconlasmanosvacías.Sehabíanllevadounpardemarcosdeplatayunapantalladelámparadeseda,ademásdetodosloscacharrosdelacocina.Tambiénhabíanechadoabajolapuertadeentrada.
—Clavaréuntrozodecartón—dijoBelle.Sedejócaerenunabutaca,estirólapiernayseapretóconlamanolatripa,
quelaroíadedolor.Delacallellegabanráfagasdedisparos.¿VolveríalacapitaldelReichalevantarsecuandolaluchahubieseterminado?
Enaquellashoras,AdolfHitlersedespedíadesuscamaradasensubúnkerdelaCancillería delReich, junto conEvaBraun, con la que se había casado hacíaunos días. Después, se retiró a sus habitaciones privadas. El Ejército RojotardaríacomomuchoveinticuatrohorasenllegarhastalaCancillería.Lanochedel 30 de abril, tras recibir por radio el comunicado del alto mando de laWehrmachtdequenollegaríaningúnejércitoderefuerzoaBerlín,AdolfHitlerhizo su testamento. El capitán general de la armada Dönitz se convirtió enpresidente delReich y fue nombrado comandante en jefe del ejército alemán;JosephGoebbels,cancillerdelReich.Eranlastresymediadelatardedel30deabril cuandoAdolfHitler se disparó una bala en la cabeza. Su legado fueronsesentamillonesdemuertosquehabíanperdidolavidaenelcursodelaguerraydurantelasgrandescampañasdeexterminio,ciudadesbombardeadas,lapérdida
de los territorios alemanes del este, miles de refugiados y mendigos,innumerablesniñoshuérfanosymujeresviudas.
ElcancillerdelReichGoebbelssobrevivióasuFührersoloundía:luegosequitólavidajuntoconsumujerysusseishijos.
El 2 demayo, cayóBerlín.Dönitz hizo todo lo quepudopara terminar laguerralomásrápidoposible.El7demayo,elGeneraloberstJodl,ennombredelpresidentedelReich,firmóenReimslacapitulaciónincondicionaldeAlemania.Enlanochedel8al9demayode1945,cesóel fuegoen todos losfrentesdeEuropa.
6
En aquellos últimos días de guerra a principios de mayo, los checos sedispusierona luchar contra losodiadosocupantes alemanes.En los añosde ladictadura de Hitler, los alemanes habían enfadado mucho a los bohemios ymoravosdelProtectorado.EnelcorazóndeChequiaaúnardíaelrecuerdodelasrepresaliasquesehabíanimpuestoalpaístraslamuertedelprotectorReinhardHeydrichcomoconsecuenciadelasgravesheridasproducidasenelatentado:sehabían devastado o asolado pueblos enteros, cientos de personas habían sidofusiladasollevadasacamposdeconcentración.Ahoraquelosestadounidensesestaban al oeste de Praga y los rusos al este, había llegado la hora de lavenganza.Los insurrectos checosocuparon la emisorade radiode la capitalyllamaronalalucha:«¡Muertealosalemanes!¡Destruyamosalosalemanes!».
Serguéi se encontraba en la verdulería de su amigo cuando estalló latormenta.Karlhabíaidoalcampoacomprarverdurasyélsehabíahechocargodela tienda.ElnegocioestabaenelsótanodeunedificioenelcascoviejodePraga, seis escalones por debajo de la calle. Serguéi tenía ahora una silla deruedas con la que se podíamover conbastante destreza; giraba en el almacénlleno de puerros, tomates, patatas y coles como si llevase haciéndolo toda lavida.ComoKarlysuesposalohabíanacogidocontantaamabilidadyafecto,seesforzaba todo lo que podía por estar alegre y no resultar complicado. PerocuandopensabaenelSerguéide los añosveinte,que teníadiezmujeres en lapalmadecadamano,leparecíaquesuactualexistenciaenlaoscurayestrechaverduleríaeraunamala jugadadeldestino. ¡Odiaba lasverduras!Odiabaa lasamas de casa que iban a comprar. Odiaba a los transeúntes que pasabanapresurados,delosquesolopodíaverloszapatossobrelaaceraporlaventana.
Zapatos de guerra. Piel gastada, vieja, manchada, remendada con esmero.Serguéisiemprehabíadadomuchovaloralaropaeleganteyteníadebilidadporloszapatosbonitos.Loszapatosfeosledolían,heríansusentidodelaestética.Evidentemente, se regañaba a menudo; ya no tenía que preocuparse por laestética, él, un hombre con una sola pierna. Cien veces había planeado ir abuscaraNicolaenBerlín.Cienveceslohabíadescartado.Laúltimavezqueellalohabíavistoeraunhombreguapo,fuerte.Ahora,sinembargo…Seguroquesesentía obligada a acogerlo, pero con una pierna amputada y un miembroinsensiblenoteníaningunaoportunidaddevolveraconquistarsuamory,desdeluego,nosupasión.Tendríaquevercómosearreglabaporlasnochesysalíadecasaguapayelegante,paravolveralamañanasiguientepálidaycansada,perocon un brillo certero en los ojos, que conocía de sus primeros años dematrimonio, cuando se amaban durante toda la noche con aquella forzadaferocidadquereemplazabalafaltadeatracciónreal.LamáximavitaldeSerguéihabía sido siempre: ¡no perderse nada!Ahora se daba cuenta de que quizá sehabíaperdidoloesencial.
Cuando comenzó el alzamiento checo, Serguéi estaba pesando cebollas yenvolviéndolasenpapeldeestraza.Selastendióaunaclienta,unajovenchecaqueparecíaapesadumbradaydemacrada.Fuera,en lacalle,pasarondeprontodos camiones. Se oyeron gritos y a continuación el ruido de botas sobre lacalzada. Al momento, los chillidos asustados de una mujer, y resonaron dosdisparos.
—¡Muertealosalemanes!—voceóalguien—.¡Muertealosalemanes!Serguéinocomprendióenseguidaloquepasaba,perolajovenchecaalaque
estabaatendiendosedespertódepronto.—¡Ahora tienen que pagar los alemanes por lo que han hecho!—gritó—.
¿Esquenovaapararnuncaelderramamientodesangre?Volvieronaoírsedisparos,gritos.Serguéipalideció.—PorDiossanto,estánmatandoalosalemanes.¡Tengoqueirme!Laverduleríaerafácilmenteidentificablecomotiendaalemana,noenvano
el nombre deKarl estaba escrito en grandes letras sobre la puerta. Serguéi noestaba seguro de que pudiese explicar a los sediciosos que era ruso denacimiento aunque tuviese pasaporte alemán. Dudaba también que tuviesenconsideraciónconsuminusvalía.
La joven checa abriódecidida lapuertade atrás, que llevaba aunpatio alniveldelsuelo.
—Intentaréesconderlo—seapresuróadecir,yloempujófueradelatienda.En el patio, dio con Elli, la mujer de Karl, una persona por lo general
enérgica,prácticayalegre,quesinembargoahoraparecíadesconcertadayfueradesí.
—¡Rápido,Serguéi!Nosvanamataratodos.Lachecalaayudóallevarlasilladeruedasalcuartodelacoladadelacasa
deenfrente.—Puedequeaquínolosencuentren—susurró—.Permanezcancallados.Se fue corriendo. Serguéi se quedó mirando su melena castaña al aire.
Acababa de arriesgar la vida por el alemán en silla de ruedas, como hicieronmuchoschecosenesosdíasportodoelpaís.
Dos días aguantaron Serguéi y Elli escondidos en el oscuro cuarto de lacolada,preguntándoseconmiedoquéhabríasidodeKarlyescuchandoconelaliento contenido cualquier ruido. Luego una vecina los descubrió y losdenunció. Los detuvieron y los enviaron a un campo en el que se apiñabancientos de alemanes en estrechos barracones y a diario se los asignaba paragruposdetrabajoenlaciudad.Hambre,enfermedades,ejecucionesarbitrariasyladureza inclementecon laqueobligabana trabajar a lospresosgarantizabanunaescasaesperanzadevida.
Habían destinado a Serguéi a pelar patatas, una actividad relativamentesegura, en la que además podía llevarse algo a la boca. Sus posibilidades desobreviviralcampoeranasímuchomayoresquelasdelosdemás.Enelséptimodíadesudetención,sinembargo,decaminoalacocinacayóenmanosdedospartisanoschecosborrachos.
Volcaron la silla de ruedas, con lo que Serguéi aterrizó desvalido en unacallejuela sucia del campo. Luego le dieron dos muletas y lo obligaron amoverseconellasporlaexplanada.
—Sitecaes,estásmuerto,cerdo—dijounodeellos.Serguéi, acostumbrado a la silla de ruedas, además de hambriento y
debilitado,apenassesostuvodosminutos.Perdióelequilibrioysecayó.Bañadoen sudor y tosiendo, se quedó tumbado, con la narizmetida en unmontóndebasura. Esa era exactamente la forma de morir que siempre había temido:desvalido,miserable,rodeadodeinmundiciaysuciedad,sindignidad,debrucesen el suelo. Pensó un instante en el destino, se preguntó si desde el principioestabadeterminadoqueacabaseasíysinohabríaenningúncasounasalvación.Oyócómoquitabanelseguroalapistola.Enmediodelpánicocomenzóarezary,ensumiedodemuerte,levinieronalacabezasololaspalabrasdesuniñez,palabrasenruso,oracionesquelehabíaenseñadosumadre.Enseguidallegaríaeltiro,enseguida,enseguida,enseguida…
Lapuntadeunabotaqueledioenlacabezalovolvió.Élparpadeó.Losdoschecoslomirabanfijamente.
—¿Quiéneres?¿Dedóndeeres?Serguéisolopudoemitirunronco:—Ruso.Soyruso.—¿Porquéestásaquí?—Porquetambién…habloalemán.—Comenzóatemblar.Notardaríaenecharseallorar.Los dos hombres vacilaron. Tenía que haber una razón para que hubiesen
detenidoaaquelhombreylollevaranallí,perohablabaunrusofluidoypodríaserciertoquefuesesoviético.Noteníadocumentosporqueseloshabíanquitadoaldetenerlo,asíquenosepodíacomprobarnadaporelmomento.Noqueríanmeterse en líos.Mejor dejar a aquel tipo, pensaron; de todas formas no iba adurarmuchoenelcampo.Ledieronotrapatadacadaunoyguardaronlapistola.Despuéssefueronylodejaronallítirado.
Serguéihabíasobrevividoundíamás.
Una mañana de mayo de 1945, agentes de la policía militar estadounidensellamaron al timbre de la Prinzregentenstrasse y exigieron hablar con el señorHansVelin,antiguoHauptsturmführerdelasSS.
Jolanta,quehabíaabierto,llamóaFeliciayesta,asuhija.Susannebajólasescalerasenbata.Hacíamuchoqueyanoeralamuchachaalemanasonrosadaymofletuda de los primeros tiempos felices con Hans; vivía desde hacía algúntiempo totalmente ensimismada, hablaba poco, semovía demaneramecánica.Parecía alguien a quien se le había instalado en la cabeza un pensamientoobsesivoyno tuvieraningunaemoción,ydehechoasíera.Nopodíadejardepensar en las fosas comunes y en losmuertos y enHans, que estaba presentecuandolosmataban.EnHans,quequeríaasushijasy,sinembargo,fuecapazdepresenciarcómomatabana lasdeotros.Sabíaque locastigaríanporello,quetendríaquepagarlomuycaro.
—Mimaridoestáenlacamaconasmagrave—explicó—.Nopuedenhablarconél.
—Lo siento—dijo el jovenoficial, un capitándel ejército estadounidense,meneando la cabeza.Hablaba alemán fluido con un ligero acento—.TenemosordendedeteneralseñorVelin.
—¿Porqué?—preguntóSusanne.—Está acusado de haber llevado a cabo fusilamientosmasivos de civiles.
Tienequeresponderantelajusticia.Susannesemantuvo tranquilay,porprimeravez,Feliciasintióadmiración
porsubenjamina.Nolohabíatenidofácilenlosúltimostiempos,porquemuchagentenolasaludabaporlacallecuandosecruzabaconella,ocambiabainclusodeacera.
HansVelin estaba totalmentehundido, casi no salíade la cama, le costabamuchorespirarynecesitabaayudaconstante.Lasniñas,hambrientasysinnada
que hacer, lloriqueaban todo el día. Susanne soportaba toda aquella cargaimpasible,peroconmuchoaplomo.
—Esperenunmomento—dijo—,hablaréconél.Se volvió y subió de nuevo las escaleras, mientras Felicia invitaba a los
militaresaentrarenlasaladeestar.Unjovensoldadosequedófueradeguardia,paraqueVelinnotuvieseningunaposibilidaddehuida.
Hans estaba en la cama, incorporado sobre tres almohadas para respirarmejor.Habíapasadounamalanoche,peroahoraestabaalgorecuperado.Intentóinclusosonreírasumujercuandoentró.
—Havenidolapolicíamilitar—anuncióella—.Vanadetenerte.Hanslamirófijamente.—¿Qué?—¿Tesorprende?Tendríasquehabercontadoconello.¿Ocreíasquenadie
ibaaperseguirtenuncaporloquehicisteeneleste?—Pero…¡eranotrostiempos!Solohacíamosloquenosordenaban.¿Leshas
dichoqueestoymuyenfermo?—Claroque se lohedicho.De todas formas, insistenenque tienesque ir
conellos.Hans se irguió. Su aliento volvió a acelerarse, tendría un nuevo ataque al
cabodeuncuartodehora.Casidemaneramecánica,Susanneagarrólabotellitadenebulizador.Sabíaquenoestabafingiendo,quesuasmaerarealylesuponíaun verdadero suplicio, y que amenudo creía que iba amorir. Ella le daba elmedicamento, le tomaba la mano, lo consolaba, pero más bien como unaenfermera consciente de su deber, que hacía lo que tenía que hacer sin que laafectase lomásmínimo.No sentía ya nada porHans: amor no, pero tampocoodio.
«Esunasesinoenmasa»,sehabíadichoenvozaltacuandoélleconfesólacarga que arrastraba. No había llorado, ni gritado; como anonadada, esperó atener algún sentimiento.Pero algo se había roto en ella: la fe enHans, en loshéroes,lafeenlasideasdelosnacionalsocialistasqueduranteañoshabíansido
las suyas. La fe en unmundo nuevo y hermoso. Lo que quedó era un vacíocarentedeemociones,enelquesemovíadesdeentonces.
Hansselevantó,fuehastaelarmarioybuscóalgoqueponerse.Porsupuesto,no eligió suuniformenegro, sinopantalones, camisayuna chaquetagris.Lasprendas le bailaban en el cuerpo de lo delgado que se había quedado. Letemblabalaespaldaconlarespiraciónirregular.Sevolvió.
—Susanne…—Vístete—pidióella.«Yo lo amé una vez.Era tan guapo…Es el padre demis hijas.Ha hecho
fusilaracientosdepersonas.Escomosinopudieseserverdad.Peroesverdad.¡Esverdad!»
—Susanne,tengomiedo—ledijoenunsusurro.Ella no contestó. Hans terminó de vestirse y se quedó en medio del
dormitorio,conloslabiosamoratadosyloshombrosinclinadoshaciadelante.—¿CreesqueFeliciapodríahaceralgopormí?—preguntó—.Ellaestábien
situada…AunquetrabajóparaelPartido,escondióaaqueljudíoy…—Nopuedehacernadaporti,Hans.Losabes.Es…demasiadoloquellevas
atuespalda.Ahoratienesqueresponderporello.—Nopuedendetenerme.—Esonome lohasdedecir amí. ¡Díseloa ellos!—Hizounmovimiento
conlacabezahaciafuera,haciaelpasillo.Hanssuspiró.FueaagarrarlamanodeSusanne,perosecohibió.—Susanne,créeme,yonoqueríahacerlo…Yoqueríaserunbuenservidor
delFührer;medieronórdenes,lascumplíyahora…—Ahora—lo cortó Susanne—, vas a bajar y a enfrentarte a quienes han
ganadolaguerracontranuestrasideas.Pasópordelantedeélsinsiquieramirarloysalió.
La guerra había terminado, habían liberado Francia. Phillip y Claire habían
sobrevivido.Lagranjalosalimentaba,nopasabantantahambrecomolamayorpartedelosfranceses.Elmarreflejabaelazuldelcieloylasescarpadasrocasdelacostabretonayacíancalientesbajoelbrillodelsol.Elvientotraíaelolordelaretamaenflorylasgaviotasemitíanchillidosagudos.
«Paraunhombrequecreíahaberloperdidotodo,mequedamucho»,pensóPhillip.Estabaapoyadoenelmuretequerodeabaeljardín,acariciandoconlosdedos el suavemusgoque crecía entre las piedras,mirando el farallón, tras elcual elmar centelleaba a la luz del sol poniente. Lamagia de aquel juego decoloresde la tardenuncahabíaperdidosupoder;amenudo,cuandoPhillipsesentíapredispuestoadejardemasiadoespacioensumentealosdesengañosdela vida, llegaba a la conclusión de que las puestas de sol bretonas lorecompensabanporsusmuchasdesgracias.
Vio a Claire viniendo desde la parte de atrás del jardín, donde estaba latumbadesuhijo. Ibacada tardeaverloy sequedabacasiunahora.Unavez,Phillipquisoacompañarla,peroellasenegó.Queríaestarsolaconél.
—¡Claire!—agitólamanoyellasonrió.Como lo hacía tan poco, casi se sintió feliz al verla. Enmomentos como
aquel, se daba cuenta de lo mucho que la quería. Pero se hacía la mismapregunta de siempre: ¿era él el hombre que ella quería, o solo el lugar al quehabíavueltocuandonoteníayanada?Sehabíapercatadodeque,porlasnoches,ella tenía a menudo pesadillas en las que, seguramente, sufría de nuevo sustorturas,peronoserefugiabaenél, lassuperabasola,caminandoensualcobaarribayabajodurantehorasyhoras,hastaqueamanecía.Justocomoenlosañosde laResistencia.¿Noencontraríanunca lapaz?MásdeunavezPhilliphabíaestado a punto de subir con ella, abrazarla y consolarla. Un instinto se loimpedía.Teníaclaroquedebíaesperarhastaqueellaacudieseaél.
—¿Vas a entrar en casa?—preguntó sin necesidad, puesto que ella habíatomadoaquelladirección.
Habíadescubiertounatensióncuriosaenelrostrodeellayqueríadeciralgobanalparaaveriguarsilecontestaría.
—Sí—respondióClaire—.¿Vienes?Sorprendido, la siguió. Claire entró en la casa y fue al cuarto de estar, a
buscarunodeloscuadrosenmarcadosqueestabaapoyadoenelsofá.Philliploconocía,pueshastaentoncessiemprehabíaestadoenelcuartodelosinvitados.Unpintorbretóndesconocidolohabíapintadohacíaañosymostrabalasrocasqueseveíandesdeeljardín.
—¿Meayudasacolgarlo?—preguntóella.—¿Aquíenlasalita?—Sí.Ahí,eneserincón.Señalólaparedjuntoalapuerta.Eralapuertaenlaquetantasmuescashabía
tallado.Phillipfruncióelceño.—Noentiendo.—Me gustaría que lo cuelgues donde están las muescas. Tan cerca de la
puertaquenosepuedanver.—Pero,Claire,todosestosaños…—Losé,losé—dijoimpaciente—.Queríatenerlassiemprealavista.Pero
yano.Seacabó.—¿Quéseacabó?Clairemeneólacabeza.—Ya no quiero vengarme ni disfrutar demi venganza. Y tampoco quiero
aferrarmealpasado.Siempreestaréenduelopormihijo,peronopuedodejardevivir por eso. No he vuelto a vivir desde el horrible día en que llegaron losalemanes,Phillip,desdeentoncessolohe intentadoaturdirme.Tengoquedejardehacerlo…ytenecesitoparaconseguirlo.
Éllatomódelasmanos.—Claire, sabesqueharé cualquier cosapor ti, cualquier cosa.No sabes lo
felizquemehacesaldecirquemenecesitas.—Vamosacolgarelcuadro. Iréporunmartilloyclavos.—Sedirigióa la
puertaysedetuvounmomento—.Phillip,megustaría…Queríapreguntarte…Bueno,quierodecir,entenderíasinoquieres,pero…
—¿Qué?Puedesdecirmecualquiercosa.Clairesesonrojócomounamuchachita.—A pesar de todo lo que ha pasado… Quiero decir, el otro hombre…
¿Podríasimaginartequevolvamos…quevolvamosadormirjuntos?Philliprespiróhondo.—¡Claire!¿Cómopuedespreguntarmealgoasí?Deberíassaberlarespuesta.
Deberíassaberquenotengootrodeseoqueese.—Tengo unos sueños horribles por las noches—dijo Claire—. Todas las
noches, todas y cada una de ellas, vuelvo a estar en el sótano de las SS.Medespiertotemblando,ylanocheestansilenciosayoscura…Megustaría,enunmomentoasí,sentirtucuerpo,estarcercadeti,oírturespiración.Puedequeesoalejelosdemonios.Phillip,melohabrémerecidosi…
—Calla,Claire, calla.—Se acercó a ella cojeando—.Está demásquemepreguntesporquenohaynadaquehayaesperadotantocomoquevuelvasamí.
Se miraron, el momento estaba preñado de una solemnidad queintranquilizabaaClaire.
—Unacosamás—dijo—,quisieraquenorenegasesmásdetodoloqueunavez teperteneció, tupaís, tu idioma, tusamigosdeantes,porqueyonoquieraacordarmedequeeresalemán.Esonoestábien.Debesdehabertesentidocomounárbol sin raíces.Yoera tuúnicoarraigoy luego,encima, teabandoné.Nosqueremos,Phillip,ynotienesquepagarlorenunciandoatodoloqueundíafueimportanteparati.Siquieres…algunavez,cuandolostiemposvuelvanaserunpocomásnormales…,quizápodríamosinvitaratusamigosdeBerlín.Yo…Megustaríaconocerlos.
—Claire…Mis amigos, Johannes y Felicia, y todos, Dios quiera que aúnvivan…Notepuedesimaginardeverdad…
—Sí—se limitó a decir Claire. Luego añadió—: Deberíamos colgar estecuadrodeunavez.
Phillipentendióquenoqueríaseguirhablando,quetampocolediríaporquéhabíacambiadodeopiniónyporquéjustoentonces.Talveztampocohabíaunarespuesta.Elmarcambiadecolor,lasnubesdeforma,eldestinosuaspecto.Estáentrelasimperfeccionesdelavidanopoderindagarenquiénmueveloshilos.
Porelmomento,Phillipdecidióestaragradecido.
7
ElsoldejuliocalentabalascallesdeBerlín,brillabasobreunaciudadqueaúnseguíaenruinasyenlaque,apesardeello,lavidabullíaportodaspartes.Nadieseescondíaen sótanos,ni estabacruzadodebrazos.Laciudadhabíacaído, laguerrahabíaterminado,eraverano.Quienhabíasobrevivido,seenfrentabaalasnecesidades del momento: desescombrar, construir, organizar la comida. Noteníasentidomirarelfuturomásalládeldíasiguiente.Loesencialerateneruntechobajoelquecobijarseyunpedazodepanyunpardepatatasaldía.
Losberlineses,comotodoelmundoenAlemania,quitabanloscascotesdelascalles,comenzabanaconstruirsuscasasdemaneraprovisional,hacíanlargascolas ante las tiendas de alimentación con la mayor parte de las estanteríasvacías y ante las bombas de agua, donde recibían raciones escasamentecalculadas.Acudíanalosproductoresdelcampo,queseaprovechabandeellosolosechabanconcajasdestempladas,aunque,aveces, les regalabanalgo;en lamayor parte de los casos, trocaban sus últimas pertenencias, valiosas joyas oantigüedades,porunacantidadirrisoriadecomida.Porlasnochessesentabanalaluzdelasvelas,porqueenmuchosbarriostodavíanohabíaelectricidad.Aúnse tropezaban conmuertos entre las ruinas, hordas de refugiados recorrían lascalles y pedían una vivienda o un pedazo de pan.Durante semanas se habíanvistoportodoelReichcolumnasdeprisionerosdeguerraa losquellevabanaloscampos,amenudomarcadosporlaspenalidadesdelasúltimassemanasdeguerra:barbudos,andrajosos,hambrientos.Lasmujeresleslanzabansusúltimospedazosdepan,loúnicoqueteníanparahacerlesmáslivianalamarchahaciaelcautiverio. Pero aquel verano también empezaron a verse los primerosrepatriados:aparecíandemacrados,enjutosyconuniformesdemasiadograndes.
Algunos habían perdido la vista, a otros les faltaba un brazo o una pierna, semovían conmuletas o en cajas que arrastraban a derecha e izquierda con losbrazosporlacalzada.Peroquienaúnpodía,teníaqueayudar.
Comenzabalaépocadelhambreydelosesfuerzosincesantesparalevantarde nuevo un país que estaba por los suelos. Todo estaba destrozado. Pero enmedio de las ruinas despertaban nuevas fuerzas, nacidas de un sentimientotriunfal:¡habersobrevivido!
HabíanenviadoaAnneabuscaragua,unatareaqueodiaba,aunquesiempreeramejorquequitarpiedras.Lajovensentíaquelaposguerraeracasipeorquela propia guerra; a sus casi dieciséis años, tenía hambre de vida. Queríadivertirse.Llevarropabonita.Bailar,coquetear.Estabahartadevestircomounapenitenteydematarseatrabajar.
Elcubodeaguallenolepesabayelcalorlasofocaba.Anneibaacruzarlacalle buscando la sombra de los árboles del otro lado cuando vio que dossoldados rusos se acercaban a una mujer que llegaba en bicicleta. Seinterpusieronensucaminoparaobligarlaapararyapearse.Losrusosnodijeronniunapalabra,perohicieronademanesmuyclaros:lamujerteníaquedarlessuvehículo.Ellaempujólabicicletahacialosdoshombresysemarchó.Losrusosserieronasuespalda.Tontearonunrato,luegodirigierondenuevosuatenciónala calle; era obvio que tenían ganas de seguir divirtiéndose. Por supuesto, nopodían pasar por alto a la bonitaAnne bajo los árboles. Se dieron un codazo,gesticularon,sonrieron,hablaronenvozaltayrápido.Anneagarrósucuboconfuerzayretrocedióunpaso.Noibanaquitarleelagua,nomientrasellapudieseevitarlo.Habíapasadomuchoratoaplenosolesperandoparallenarelcubo,ylohabíaacarreadounlargotramo;ledolíanlosbrazosylaespalda,ysentíaunairadesesperadaantelaideadequepodríahabersidoenbalde.
Los dos rusos estaban ahora ante ella.No teníanmala pinta, pensóAnne.Eran jóvenesyse lesveíadespreocupados;parecíandisfrutardesermiembrosde un ejército victorioso e intentaban averiguar lo lejos que podían llegar.
Dijeronalgo,ante loqueAnne levantóel rostroarroganteydiounpasoatrás.Unoagarrósucubodeagua.
—¡No!—Annenegóconlacabeza—.Elaguaesmía.Heesperadomuchoparaconseguirla.Nomelavaisaquitar.
Lostranseúnteslamiraronyapretaronelpaso.Nadiequeríameterseconlosrusos.
Losdoshombresestabanmuysorprendidospor la resistenciadeAnne.Enlas últimas semanas no les había pasado algo así y eso los estimulabaespecialmente.Elmásjoven,queempujabalabicicletareciéncapturada,levantólarodillaydiounafuertepatadaalcubo.Elaguasederramó,almenoslamitad.Annemiróelcharco.
—¡Sucios canallas! —bufó, y podía dar gracias a su sino, porque loshombresnoentendíanelalemán.
Pero el tono agresivo lo habían captado a la perfección. Se rieron acarcajadas, se acercaronmás.Maravillados, tocaron la largamelena oscura deAnne e intentaron agarrarle las manos. Anne se quedó petrificada de miedo.Percibió los ojos ávidos de los hombres, se dio cuenta de cómo miraban sucuerpo,quese insinuababajoladelgadateladelvestidodeverano,demasiadocortoydemasiadoestrecho.Deprontoledabanigualelaguayelesfuerzoquelehabíacostadoconseguirlo.Dejócaerelcubo,sevolvióycorrióhaciaelportalmáscercano.Podíaoírelruidodelaspisadasylasvocesdelossoldadosquelaperseguían.Porsuerte,ellaeramásrápidayteníapráctica,asíquetrepóconpiesligerosporencimadelosmontonesdeescombrosysemetióentrelosrestosdeunos muros. Poco a poco perdió la noción de dónde estaba, pero no teníaningunadudadequeluegoencontraríaelcaminoacasa.Ahoraloimportanteeraevitarelpeligroquelaamenazaba.
Respirando agitadamente, por fin se paró y se retiró el pelo de la frentesudada.Hacíauncalorinsoportable.¿Dóndeestaba?Asualrededor,undesiertodepiedra,edificiosbombardeados,patiosdestrozados.Peroalmenosnoparecíaseguirlayanadie.
Anne se sentó en una piedra. Tenía que recuperar el aliento. Laspalpitacioneslezumbabanenlosoídos.Cerrólosojosanteeldeslumbrantesol.Depronto,unasombracayósobreella,lanotómásqueverla.Conungritodeterror, se puso en pie de un salto. Frente a ella había un soldado.Anne quisodarselavueltaparasalircorriendo,perosetropezóysolopudosujetarseenunsaledizodelapared.ElsoldadolaagarródelamanoyAnnediounpasoatrás.
—¿Quéquiere?—dijo.Eramuyalto,teníalaspiernaslargasyloshombrosanchos,lacaratostada
porelsolyojosclaros.Supelocolorarenaeraunpocorizadoaunquelollevabamuycorto.Mirabaconsternadoalamuchachatemblorosa.
—Sorry…Nomiedo,porfavor…Chapurreabaelalemán.Annetardóunmomentoenentenderquenoeraruso.
¡Aquelhombreeraamericano!Surespiraciónseapaciguóunpoco.Habíaoídoquealosamericanoslesgustabanlasalemanas,quelesregalabanjabón,mediasy cigarrillos, y les hacían cumplidos. Acababan de llegar a Berlín, donde enpocos días se celebraría un encuentro entre el presidente Truman, el primerministroChurchillyeldictadorStalin.
—Nomiedo—pidiódenuevoelsoldado.SacóunpaquetedecigarrillosdelachaquetadesuuniformeyselotendióaAnne—.¿Quieres?
Loscigarrilloseranunamercancíacodiciada.Annesacóunoydejóqueelsoldadolediesefuego.
—MellamoJames—dijomientraslohacía—.JamesMuntre.—YosoyAnastasia—contestóAnne.Jamescasiseatragantóconelnombre.—Anas…Enes…—LlámameAnne.SayAnnetome!—¡Anne!—Seleiluminólacara—.YoulivehereinBerlin?—lepreguntó.—Yes. —Los conocimientos de inglés de Anne eran bastante limitados.
Balbuciendo, intentó juntar unas palabras—:Where… where do you… comefrom?
James,encantadodequeellaentendiesesuidioma,lacolmóconunacascadade palabras en inglés, de las que ella solo entendió «Kentucky». Negóvehementeconlacabeza.
—No.No!I…donot…understand…Jamessecalló.—Sorry,Anne.—Nopasanada.¿EresdeKentucky?Élasintió.—Sí.Kentucky.Annesonrióydijo:—Nice.Aunque en realidad no tenía ni idea de si aquello era nice. James sonrió
radiante.Luegolepreguntósilapodíaacompañaracasay,porsupuesto,Anneaccedió.Necesitaronunbuenratoparaencontrarelcamino.
Anneestabadeunhumorinmejorablealllegaracasa.Seencontróprimerocon Belle, sentada en una butaca, completamente exhausta, con un pañueloalrededor del pelo suelto, la cara llena de cal y las manos, encallecidas yexcoriadas,colgandodelosreposabrazos.
—Diosmío—dijoconvozcansada—,heestadoretirandoescombrostodoeldíasinparar.¿Nohastraídoagua?
—Melahanquitadodossoldadosrusos.—Cerdos—escupióBelle.Modeste yNicola entraron en la habitación, las dos igualmente rendidas y
sucias.Modesteparecíacadadíamásdesgraciada.Aúnnosabíaquéhabíasidode sumarido y de su hijomayor. Belle estaba bastante segura de que VictorhabíamuertoyJoseph,comopoco,erapresode losrusos,peronose lopodíadecir. Ella se abrazaba a una esperanza que, según pasaban los días, eramásimprobable.Bellenosedecidíaaplantearlequetendríaqueempezarabuscarseunacasa,aunquefueseenunsótano,porquealalarganopodíanseguirviviendotanapretados.PeroModestehablabacontinuamentedequeaquellosoloerauna
solución temporal,queyanopodía faltarmuchoparavolver aLulinncon sushijos.Nadiemáslocreía.
TantoNicolacomoModestesedejaroncaerdeinmediatoensendassillasy,conunsuspiro,estiraronlaspiernas.
—¡Quécalor!—sequejóNicola.Soloentoncessediocuentadequesuhijaestaba en medio de la habitación, con los ojos brillantes—. Ah, Anne, ¿hasestadojugandoconJulia?
—Heidoporagua.Perodosrusosmehantiradoelcubo.NicolaobservóaAnnecondetenimiento.—¿Tepasaalgo?Annedesviólamirada.—¿Quémevaapasar?—Luegoseanimó—.Mamá,¿tendríasalgoencontra
dequesalgaestanoche?—¿Salir?¿Adónde?¿Conquién?—Heconocidoaun…Heconocidoaalguien.Nicolaestabaahoramuyatenta.—¿Aalguien?—SellamaJames.EsdeKentucky.—¿Unamericano?—Unsoldado,sí.—PorDiosbendito—dijoNicola.Seabanicóconunpedazodepapel—.Mi
hijaconunsoldadoamericano.Anne,teloadvierto,niseteocurracasarteconéle irte aKentucky.He leído cosas de esa tierra.Hace calor, está desierta y esterriblemente aburrida. Los hombres solo hablan de ganado y apuestas en lascarreras. Además —añadió tras una corta pausa, haciendo caso omiso de lamirada indignada de Modeste—, además, no creo que los americanos seanbuenosamantes.
En el últimopunto,Nicola estaba equivocada, almenos en lo que a James se
refería.«Mamánotieneniideadealgunascosas»,pensóAnnesomnolienta.Estaba
en la cama, abrazada a James, y nadie alteraba la tranquilidad y la paz a sualrededor.Lohabía llevadoa casaporqueestaba casi seguradequenohabríanadieallí.Todos, inclusolosniñosdeModeste,habíansalidoconlaesperanzadeconseguirdeloscampesinosunpardepatatasyquizáunpedacitodejamón.
Jameseraunamantemuydelicado,parasorpresadeAnne,a lavistade laasperezadesusgrandesmanosyloimponentedesucuerpo.Nonotónadadelagranpasión,deldesfallecimientodelossentidos,detodoloquehabíaleídoenloslibros,peroenalgúnmomentollegaríanlosaltosvuelos,sedijo.
—Iloveyou,baby—murmuróJimmy.AcariciósuavementeelbrazodeAnneconsumano,grandecomounapala.—CuéntamecosasdeKentucky—lepidióella.«Kentucky» era siempre una palabra mágica para Jimmy, que a menudo
sufría nostalgia.Se sentó, sujetó aAnnede formaquepudiera apoyarse en supecho y encendió dos cigarrillos, uno para ella. Luego comenzó a hablar,entusiasmadoy,por supuesto, en inglés,yAnneentendió solounapartede loquedecía.Peroquehablabadecaballosydeganado,sí loentendió.Enesoelpronósticodesumadreeraacertado.Caballosyganado.SisecasabaconJimmy—noestabasegura,peroeraposible—,leharíasaberquehabíaotrascosasporlas que podía interesarse un hombre. Ella era muy joven y muy guapa, nadahabía empañado aún su inquebrantable confianza en sí misma y estabaconvencidadequeloteníaenunpuño.
ElnoviazgodeAnneconelsoldadoamericanomejorólascondicionesdevidade su familia de inmediato. Jimmy era fenomenal consiguiendo alimentos yobjetoscotidianoscuyaexistenciacasihabíanolvidado.Avecestraíaunpedazodejabónperfumado,otrasunpardemediasdenailon,zapatosparalosniñosdeModeste o tela para un vestido. Cuando iba a visitar a Anne o a llevarla de
paseo, todasesperabansustesoros.BelleyNicoladelirabansobretodoporloscigarrillos. Modeste estaba fuera de sí de alegría cuando llevó una libra demantequilla.Undía,aparecióconungranpedazodejamón.
—Isn’titgreat?—preguntóradiante.En secreto,Belle sospechabaqueno conseguía todas aquellas exquisiteces
demaneralegal,quecomopocousabaelefectodesuuniformeparahacerquealgún campesino asustado le diese sus provisiones. Pero le daba igual. Loimportante era que podían calmar un poco los gruñidos de sus estómagos ydisfrutaban de vez en cuando de un par de cosas que hacían la vida másagradable.
DesdelaConferenciadePostdam,Alemaniaestabarepartidaencuatrozonasde ocupación. En la capital, Berlín, gobernaban ahora las cuatro potenciasvencedoras.ElnortedelaPrusiaOrientalyKönigsbergestabanbajoeldominiodelaUniónSoviética;elrestodelaPrusiaOrientalySilesiahastaunafronteraconstruidaatravésdelNeisseyelÓder,laNuevaMarcaylaPomeraniaCentral,bajodominiopolaco.Lulinnparecíaporelmomentoperdido,perolaconfianzadeModesteseguíainquebrantable.
«CuandovuelvaaLulinn»,asícomenzabancasitodassusfrases.Jimmy las urgió a mudarse al sector estadounidense. La Alexanderplatz
estabaen laparteocupadapor los soviéticosy,para Jimmy, era cadavezmásdifícilvisitarallíaAnne.Además,lossoldadosestadounidensesnosefiabandelosrusos.
—VenidaloestedeBerlín—decíaunayotravez—.Esmejorparavosotras.—Nuncaencontraremosunacasa—protestabanellas,yteníanrazón,porque
enBerlínhabíaunacantidadenormedegentesinhogar,ylaluchadiariaeralobastantedifícilinclusosintenerquebuscarunavivienda.
«Másadelante,yaveremosmásadelante»,pensabaBellesiempre.Noestababien,hacíatiempoquenoloestaba.Elagotamientoquesufríanoparecíaceder;se sentía cansada de la mañana a la noche. Desde el día que se enteró de lamuerte de Sophie… ¿O ya era así antes?Apenas recordaba lo duro que se le
hacíaentoncessubirlasescaleras,cuánamenudohabíadichoquenopodíadarun pasomás. Y ahora… andaba casi a rastras, solía marearse, tenía un dolorcontinuocomouna ratitaenel interior. ¿Habíanpodidoconella las fatigas, eldesescombrar,elhambre,elmiedoalosrusos?
Cuandosemirabaalespejo,seencontrabamásfeaquenunca.Teníauncolorgrisáceopocosanoyunassombraspardasbajolosojos.Parecíadiezañosmayordeloqueera.
A última hora de la tarde del 20 de julio, estaba con los dos niños máspequeñossolaencasa.Cortabapuerrosparalacenadepieenlacocina—Jimmyleshabíallevadoverdura—cuandolainvadióunaoleadadenáuseastanintensaque tuvo que agarrarse a la mesa. Comenzó a sudarle todo el cuerpo y se lenublólavista.
—¿Quédemoniosmeestápasando?—preguntóenvozalta.En ese momento, comenzó el dolor, mucho peor que nunca, un dolor
punzanteenelcostadoderecho,pordebajodelascostillas.Pasóenseguida,perovolvió de nuevo cuando comenzaba a pensar que habían sido imaginacionessuyas.Estavezfuemáslargo.Aqueldolorparecíaenroscadoensusentrañasy,desde allí, se extendía en oleadas que llegaban hasta el estómago, hasta laespalda.Belleesperódepieaqueremitiera,peronodesapareció.Volvieronlasnáuseasy,cuandollegabaalfregadero,vomitóunamucosidadclara.Quejándosebajito,volvióaerguirse.Eldolorresultabayatanintensoqueerainaguantable.
—Ay,Dios.Ay,Dios—selamentó.Teníaqueconseguirllegaralacama.Seguramenteeraunaúlcera,unaúlcera
gravísima,ynadiepodíayaayudarla.¿Quéhacíaconlosniños?Aunquesoloqueríatumbarse,abriólapuertadela
sala de estar y miró dentro. Julia estaba sentada en mitad de la alfombra ysollozaba porque había roto la cabeza de su pato de madera, y el bebé deModesteestabaensumoisésyparloteabaalegre.
—Julia,¿quétepasa?—preguntóBelleconesfuerzo—.Dejadellorar,¿eh?Tengoqueacostarmeunmomento,¿serásbuenaynoharástravesuras?
Julia cerró la boca y miró fijamente a Belle, que se volvió y se arrastrójadeandoporelpasillo.Eldolorllegabaahoraenoleadas,unasvecesmásfuerteyotrasmásdébil.Enlasfasesenlasquecedía,Bellepodíarecuperarelaliento;enlasotras,seencogíaporqueleparecíaqueasíaguantabamejor.
«¡Quevengaalguien!Necesitounmédico.»Nolaalivióenabsolutotumbarseenlacama;casifuepeor.Decidióhacerse
cargo ella misma del asunto: llamaría a la vecina para que fuese a buscar almédico.Cuandosevioenelespejodeldormitorio,seasustódelcoloramarilloque tenía.Esperabaque laviejaestuvieseencasa.Sino, tendríaquebajar lasescalerasypreguntar.Solodepensarloleentrabansudoresfríos.
Otrovistazoalasaladeestar:elbebésehabíadormido,Juliahabíadejadodelloraryseocupabaenromper lasruedassobre lasquesemovíaelpatosincabeza.Estaríaentretenidaunrato.
Bellellegóalapuertaprovisionaldecartón,salióaldescansillo,sevolvióaencoger,volvióa tomaraire.Llamóa lacasadeal lado,peroel timbreestabaroto.Conlapalmadelamanogolpeólamaderalacadadeblancoencuyaparteinferiorseabríaunagrangrieta;unsoldadorusolehabíadadounapatadaconlabota.
—¿Hola?¿Estáustedahí?Abra,porfavor.Abra.En laescalera sonaronpasos.Conesfuerzo,Belle sevolvió.Talvezera la
vecinaquellegaba,¿quiénmásibaasubirhastaallí?Laesperanzacrecióenellamientrasseinclinabasobrelabarandilla.
Peronoeralavecina.EraAndreas.
8
Andreassehizocargodetodosinpreguntardemasiado.Dejóalosniñosconlachicadelaplantabaja,aBelle la llevóenbrazoshasta lacalle, lametióensucoche—llevabaunJeepamericano,eraobvioque teníabuenas relacionesconlas fuerzas de ocupación—y la consoló por el camino cuando ella lloraba dedolor.
Bellenisiquieralepreguntódedóndesalíaderepente.Tansolodijo:—Creoquemeestoymuriendo,Andreas.Éllepusolamanoenlafrenteardiendoydijotranquilizador:—¿Quédices,Belle?Noteestásmuriendo.Perotampocopareceunasimple
indigestión.¿Quéhashechomientrasyonoestaba?En laCharité la reconocieron, le inyectaronuncalmantey lepusieronuna
máscaradeétersobrelanarizylaboca.Yaamediocaminodedormirse,Bellepercibió cómo Andreas se inclinaba sobre ella. Su voz le llegaba desde muylejos:
—Cariño, te van a quitar a toda prisa el apéndice supurante. ¿No habíasnotadonadahastaahora?
«Sí.Pero¿enquémomento tendríaquehaberleprestadoatención?»,quisodecir,apesardequeyaestabacasidormidaylalenguanolaobedecía,aunquealguiennodejabadeinsistirenqueteníaquecontarolevantarelmeñique…Sehundióenunaoscuridadenlaquecesóeldolor.
Cuando sedespertó, le dieronunas arcadas espantosasyvomitó.Se sentíafatalyteníaunasedterrible,perolaenfermeraledijoquenopodíabebernada.Luegosevolvióadormiry,cuandosedespertóporsegundavezhorasmástarde,
estaba mejor: solo le dolía un poco la herida del abdomen. Andreas estabasentadoenlacamaylamirabapreocupado.
—Me has dado un susto de muerte, Belle. Jadeando y tan pálida en eldescansillo…Elmédicodicequeunpardehorasmásy tehabrían tenidoquebombearelpusdelacavidadabdominalyqueesoesalgoarriesgado.¿Cuántollevabasconesosdolores?
—Nolosé…Untiempoya.Ymesentíaflojayhechauntrapo.Nosabíaporqué…perohabíanllegadolosrusosy…¿Dedóndesales,Andreas?¿Yporquéahora?—Belleestabaenfadadaysusojosecharonchispas—.Medebesunpardeexplicaciones.¿SabesquemeinterrogólaGestapo?
—Supongo. No te excites, tesoro, aún estás débil. Después de todo, hellegadoenelmomentojusto,¿no?Debodehaberteparecidounángelsalvador.
Bellesonrió,auncontrasuvoluntad,peroeraagradablequeyanoledolieseyqueélestuvieraallí.Andreasobservósurostrodemacradosobrelaalmohada.
—Has cambiado mucho, Belle. Pareces mayor y esa expresión en tusrasgos…Másmadura,tambiénunpocomástriste.Hassufrido,¿verdad?Quierodecir…másqueunaapendicitis.
Ellaasintió.NolehabíacontadoaAndreasqueSophiehabíamuerto,perolefaltaban las fuerzas para hacerlo. Ya se lo diría, más tarde, mañana. Estabacansada,muycansada.
«BelleLombard,hascrecidomucho»,pensóAndreas.Aún lamiraba,peroella ya no se daba cuenta; había cerrado los ojos. Con un inesperado miedo,AndreaspensóenMax.Ellanolohabíamencionado.¿Habíavuelto?¿Volvería?
Maldijo para sí mientras salía de la habitación para ver si encontraba enalgúnsitiounatazadecaféfuerte.Ounaguardiente.
Martin Elias recorría la Prinzregentenstrasse. Munich ofrecía una imagenparecida a la de Berlín: escombros y piedras, edificios medio derruidos oquemados.Sobretodo,mujeresentrelasruinas,luchandodenodadamentecontra
elcaos.Martinnisiquieralasmiraba.Tampocoveíalasmontañasdecascotesniel cielo de verano, ni oía las risas de los niños que jugaban alrededor. Estabasumidoensuspensamientos.Habíavistoenelnoticiariolasfotografíasquelossoldados habían hecho enDachau, en Treblinka, enMajdanek, enAuschwitz.Montañasdecadáveres.Lascarasdelossupervivientes,convertidasencalaverasdesde las que ojos apáticos miraban a la cámara, marcadas por el terror y elespanto. Vallas de alambre de púas, electrificadas, torres de vigilancia,barracones con catres de madera donde los prisioneros debían acostarseapiñados.Instrumentosde tortura,angostasceldasdeconfinamiento,horcas.Ylo peor de todo: las cámaras de gas. Los hornos crematorios. ¿Las cenizas decuántaspersonascubríanloscamposentornoaAuschwitz?
Enloslargosañosqueestuvoencerradodíaynocheenunsótano,Martinsehabía aferrado a la esperanza de volver a ver a Sara. Aunque una vocecitadespiadadalerepetíaensucabezaquelahabíaperdidoaquellanochedeabrilde1942, intentaba no escucharla. Había oído cosas horribles de los campos deconcentración, pero no tenía ni idea de aquella maquinaria de exterminioperfectamente organizada. Cuando se enteró de la existencia de la infame«rampa» deAuschwitz y de las selecciones, tuvo claro lo pequeña que era laposibilidaddequeSaralohubieseaguantado.ConayudadeFeliciaaveriguóqueSara había sidodeportada, de hecho, aAuschwitz, pero allí se perdía la pista.Habíabuscadosupervivientesyleshabíaenseñadosufoto.
—¿Conocéisaestamujer?¿Sabéisquéhasidodeella?—¿Cuándodicequelallevaronallí?—contestóuno—.¿Enlaprimaveradel
42?¿Sabequelaesperanzadevidaallíeradetresocuatromesessiunonoibadirectamenteaunacámaradegas?NocreoquenadiequellegaseaAuschwitzantesdelveranodel44hayasobrevivido.
Suesperanzaibadisminuyendoamedidaquepasabanlosdías.Alfinal,diocasiporciertalamuertedeSara,ypocoapococomenzóaaceptarla.
—Dejadepensarenesasimágenes,Martin—lehabíadichoFelicia—.Solotetorturasconellas.Tienesqueintentarolvidarlas.
—Nuncapodréolvidarlas.Paradejardepensarenellastendríaquemoriry,aunasí,esprobablequeaúnmepersigan.
Aqueldíadeagosto,sinembargo,mientrasandabapor lacalle,unachispade nueva vida despertó en él el deseo de no entregarse por más tiempo a susufrimiento. Tenía que defenderse o el dolor lo arrastraría al abismo másprofundo,delquenolograríasalir.Pero¿conseguiríavolveralevantarseallí,enaquelpaís?
PocoantesdellegaracasadeFelicia,Martinsaliódesuensimismamiento.Seesforzópormiraralagenteque,asualrededor,intentabaponerordenentrelasruinas.Alemanes.¿Podríapasarsuvidaentrealemanes?
Sepreguntósieraodioloqueexperimentaba,peronopodíadecir:«¡Todoslos alemanes son bestias!», porque se sentía, pese a todo, uno de ellos. Noconseguíadistanciarsedeaquelpuebloconelquehabíaestadomezcladodesdepequeño.Antesdecomenzarladictaduranazi,nuncasehabíareconocidocomojudío, ni siquiera como judío alemán, sino simplemente como alemán. Losinterminables años de desesperación, de pánico y de padecimiento no habíanpodidocambiarlaesenciadeaquello.Puedequeporquetambiéneranalemanesquieneslehabíansalvadoyhabíanarriesgadolavidaporél.
Entró en la casa y, sin darse cuenta, respirómás tranquilo cuando cerró lapuerta.Elmiedoaencontrarseenplenacalleaúnacechabaensuinterior.FelicialehabíaofrecidovivirconellayconAlex,porqueélnoqueríaseguirabusandode lagenerosidaddeTomWolff.ParaTom,él eraahora suángel salvador; supertenencia al Partido y sus relaciones con los mandamases delnacionalsocialismohabríanpodidoserlaruinadelherederodeJuguetesMüller,peroelhechodequehubieseescondidoaunjudíoensusótanoduranteañoslepermitiósalirbienparado.MartinsabíaqueeraprecisamenteesecálculoelquehabíadecididoaTomaacogerlo,pero,aunasí,aquelhombresehabíajugadoelcuelloporélyaMartinlepareciójustodeclararasufavor.
Jolantasalióasuencuentroenelpasillomuyemocionada.—Señor Elias —susurró—. Señor Elias, la señora Lavergne tiene visita.
Adivinequiénes.ElpulsodeMartinseaceleróunsegundo,palideció,yJolantasediocuenta
dequeacababadedarleuna falsaesperanza.Se llevóunamano temerosaa laboca.
—Ay,Dios,qué tontasoy.Habrápensado…No,noes…Noessuesposa,señorElias.EsPeterLiliencron. Imagínese,deprontoestabaen lapuerta…Yconunaspectoimponente,comoqueluceuniformeamericano…
Feliciallevabaungastadovestidoazul,quecaíasucioyarrugadoentornoaella;sehabíarecogidoelpeloylohabíacubiertoconunpañueloantañoblancoy ahora grisáceo.Estaba sentada en el jardincito tras la casa, en una piedra alcalordelsol,yfumabauncigarrillo.JuntoaellaestabaPeterLiliencron.
Pocoantesde la capitulación, en losúltimosdíasde laguerra,unabombahabía caído en la parte posterior de la casa vecina, que había dejado tambiénescombroseneljardíndeFelicia.Intentabaabriralmenosuncaminoenelcaos,cuandoJolantaapareciójadeandoyanuncióaPeterLiliencron.
—Escapitán,señoraLavergne.Capitándelejércitoestadounidense.Ahoraestabanallísentadosyfumabanloscigarrillosqueélhabía traído,y
Feliciaeramásqueconscientedesusmanosrascadas,susuñasrotas,suhorriblevestidoyelimposiblepañuelo.Sesentíafea,estabaagotadadequitarpiedrasymareada de hambre. Había sido incapaz de abrazarlo cuando lo vio, y esaausenciadeefusividadsinceratambiénlohabíacohibidoaél.Porfin,sedieronlamano.
—Asíque¿yanoexistelafábrica?—preguntóPeter.Feliciameneólacabeza.—Reducidaacenizas.Nosésimerecerálapenareconstruirla.—Mimadre ha podido conservar la casa durante toda la guerra. La había
alquilado y ahora volverá a mudarse. Falta un trozo del tejado, pero por elmomentonoesunproblemamuygrave.
—¿Porquéteunistealosamericanos?—LlegaronaParísysupequehabíasobrevivido.Antesdeeso,cualquierdía
podíaserelúltimo.Pensé:«CuandolleguenaAlemania,necesitarángentequehablealemánynotengacargas.Gentecomoyo».Nomeheunidoasuejércitoparaaparecercomovencedorenellugardelquetuvequehuiralamparodelanoche.Nosetratadeuntriunfo.PerolosAliadosnostraenlapazynosliberandeladictaduradelosnazis,yhemosdehacerloqueestéennuestramanoparaayudaraqueseocupendelascosasyquetodovuelvaafuncionarlomásrápidoy lomejor posible, sin que la gente delPartidopuedavolver a los puestos depoder.Esafuelarazón.
—¿Hasdichoqueerescomisariocultural?Élasintió.—Repartimoslaslicenciasparalosnuevosperiódicos,losnuevosteatros,las
nuevasemisorasderadio…Enrealidad,esdivertido.Creoquelaprensalibreeindependientees igualdeimportanteparaestepueblo,alqueduranteañoshanengañado los discursos deGoebbels y los titulares delVölkischer Beobachter,queretirarlosescombrosymitigarelhambre.
Felicia no dijo nada. Se puso lamano ante los ojos porque tenía el sol defrentealmiraraPeter.
—Casi no has cambiado, Peter. Estás mucho más delgado. Pero por lodemás…sediríaquenohasenvejecido.
Élsonrió.—Tengo muchas más canas. Pero tú tampoco has cambiado apenas. Eres
igualdebonitaquecomoterecordaba.—¡En absoluto! Tengo un aspecto horrible. Si hubiese sabido que ibas a
venir,mehabríapuestootrovestidoymehabríacepilladoelpelo.—¡Comosientrenosotrossirvieradealgo!—exclamóPeter,casiviolento.
Letemblabaunpocolamanoenlaquesosteníaelcigarrillo.—¿Haspasadopormuchascosas?—preguntóFeliciaenvozbaja.Peterseencogiódehombros.—Lonormal.EnSuizaaúnmeibabastantebien,peroluegomeexpulsaron
ylleguéaFrancia.Desdeallíteescribí…
—Sí.Recibílacarta.—En fin, y luegoocuparonFrancia.Nopodíadisponerdemidinero.Con
otrosjudíos,intentéllegaralaFranciadeVichy,perofracasamos.ConocíaaunpardepersonasdelaResistencia…quemedieronunanuevaidentidad.Trabajécomocamarero.Cuandoveíaaalemanesenellocal,meentrabansudoresfríos.Nodejabadepensarquesabríanpormiacentoquenoera francés.Peronadienotónuncanada.
—¿Yhastaahorahasvividocomocamarero?—Uf,no.Medescubrieron.Todavíanosécómo.Fueenel42.Supongoque
alguien de la Resistencia habló cuando lo torturaron; reveló nombres ydirecciones.Yotuveunasuertetremenday…
Secalló.—¿Qué?—preguntóFelicia,curiosa.—Elpolicíaque teníaquedetenerme,unpolicía francés,meconcedióuna
horapararecogermiscosasantesdevolverpormí.Mediolaoportunidadylaaproveché.Es decir, la pude aprovechar porque, en un determinadomomento,penséenti.
—¿Enmí?—Laportera quiso impedirmeque saliera del edificio. Pensé: «¿Quéharía
Felicia ahora?». Y… —Lo formuló de manera sucinta a propósito—. Y lareduje:laatéylaamordacé,ylaencerréenladespensa.Yluegomemarché.
Feliciaguardóunmomentodesilencioperpleja,yentoncesseechóareír.—¡Nuncatehabríacreídocapaz!Tienestalentosocultos,Peter.—Sí…,perohabríapreferidono tener quehacer usode ellos.Así queme
escondí. Viví con gente que simpatizaba con la Resistencia y no tenía nadacontralosjudíos.Avecespensabaquenuncavolveríaallevarunavidanormal.A veces estaba tan desesperado que… —Se interrumpió con un ademánmalhumorado—.Yapasó.Soloesoesimportante.Yapasó.
—Sí—dijo Felicia, ymiró entre los escombros—.Y ahora solo podemosmirarhaciadelante.Yarreglarnosconloquehaquedado.
Éllamiródereojo.—Felicia, si tienes problemas…Quiero decir, si estabasmetida de alguna
forma en negocios con los nazis y ahora necesitas a alguien que declare a tufavor,sabesquenuncaolvidaréquefuistetúquienmellevóaSuiza.
Ellasonrió.—Meconocesmuybien.Porsupuestoqueganédineroconlosnazis.Peroa
lavezmejuguéelcuelloconMaksimMarakovporunmontóndeperseguidospolíticos,ycreoquenadieintentaráincriminarme.
—¿AsíqueMarakovrecurrióati?Leditunombreencasodeemergencia.Amenudohetenidomalaconcienciaporhaberlohecho.
—Notienesporqué—repusoFelicia,yañadióparasí:«Estoyseguradequehabríavenidoigualmenteamísinohubiesetenidomásremedio».
Duranteunratonodijeronnadayesolosmaravillóunpoco.Alfinyalcabo,hacíasieteañosquenoseveíanyhabíatranscurridomediavidaentremedias.
—Bueno—dijoPeteralfinal,yselevantó—,creoquemeiré.Peroyasabesquehevuelto.Ydóndepuedesencontrarme.
TambiénFeliciasepusoenpie.—Sí.Tendremosquehablartranquilamenteenalgúnmomento.Quierodecir,
lafábricanoexiste,perosíelsolar.Estuvobienquemelocediesestodoporque,sino,habríaidoapararamanosdelosnazis,peroahoranopuedoquedármelosinmás,ynosabemoselvalorquepuedealcanzaralgúndíaesegranterrenoenMunich.
—Estuyo,Felicia,esonohacambiado.Detodasformas,aúntengoqueverhaciadóndemeoriento.—Aplastólacolillaenunapiedra—.Megustaríavolveraverte,Felicia.Esperoque…todoseaunpococomoantes.
—Seguroquesí—dijoFelicia,ysediocuentadequeéllosabía:nadaseríacomoantes.
Lo acompañóhasta la puerta de la calle.En el pasillo, se encontraron conMartinElias.Losdoshombres,elescritoryelexempresario,queseconocíandeuntiempopasado,seestrecharonlamano.
—MartinElias—saludóPeter,asombrado—.¿HaestadotodoestetiempoenAlemania?
—Sí.Escondido.¿Yusted?—Enelextranjero.Y,alfinal,tambiénescondido.FeliciavioquePeterteníalapreguntasobreSaraenlapuntadelalengua,de
modo que intervino deprisa con un par de banalidades y le empujó hacia lapuerta.CuandoPetersefue,sevolvióhaciaMartin.Pálidoydelgado,eracomounasombradeojoshundidosenlapenumbradelpasillo.
—Hasobrevivido—dijo—,yyotambiénhesobrevivido.PeroSara…Saratuvoquemorir.
—Sí—convinoFelicia.Depronto,pensóenSophie,yenMaxyenPaul,delosquenosabíannada,
en su hermano Johannes, enElsa y Laetitia, y por unmomentoMartin y ellaestuvieronunidosporlaintensidaddeundolorquecasiloshizollorar.Miraronatrás, a los años en los que habían pasado demasiadas cosas malas, como situviesenunaoportunidaddeolvidar.Martinnotóqueselehumedecíanlosojos,yFelicialovio.Serecompuso.
—Martin,hayqueseguiradelante.Tambiényotengoalgodeexperienciay,por tanto, puedo decir que es tremendamente frecuente en la vida esesentimiento de estar en un agujero negro y no ver la salida, y uno se quedainmóvil, como paralizado por la preocupación y, luego, en algún momento,comienza a patalear, cada vezmás, a patalear de pura desesperación sin creerquevendrántiemposmejores,perodeprontoseveunpocode luz,y la luzsehace más y más grande. Es siempre así, Martin. La vida no termina dondecreemosquenopuedecontinuar.
—Yonunca…Seinterrumpió,sabíaquenopodríaevitarllorarsiseguíahablando.Teníaun
nudoenlagarganta,podríahabergritadosuinquietud,suabismalconsternación.LaexpresiónenlosojosdeFelicialeimpidió,sinembargo,entregarsealdolor.
—Hepensadoquememarcharé—dijoporfin—.PuedequeaAmérica.
Lo acababa de decidir. Lo que había dicho Felicia: «En algún momento,comienzaunoapatalear,depuradesesperación…».
Puedequeélacabasedeempezar.
Feliciahabíadecididonodesescombrarmásporesedía.Sesentíabastantedébil.El hambre, maldita hambre. Era como si siempre tuviese un hueco en elestómago.
Se sentó en el despacho, pues tenía que pensar y allí era dondemejor lohacía.Peterhabíavuelto.Noqueríapelearporloquelehabíacedidohacíaaños,pero,comoyanohabíafábrica,porelmomento,esonoservíadenada.
«¿Dequévoyavivirenelfuturo?Yo…ymifamilia…Cielos,quépodemoshacer…»,suspensamientossearremolinabandemaneraconfusa.
Cuando oyó la puerta, se volvió. EraMaksim, que entraba despacio en elcuarto.
—¿Estássola?—preguntó.«Siemprepreguntalomismocuandonosvemos»,pensódivertida.—Hoyhetenidounmontóndevisitas.Perotienessuerte.Laúltimaacabade
irse.—¿Liliencron?—¿Cómolosabes?—Meloheencontradodelantedelacasa.Casinopodíacreermequehubiese
sobrevivido.—Tampocoyo.Peroentra,Maksim.Élcerró lapuertaconenergía.Felicia loobservóconcariño.Elhambre lo
hacía parecer aún más asceta. Llevaba un viejo traje gris, que colgabainconsistentedesushombrosycuyasmangasdesgastadashacíanquesusmanosparecieranpalashuesudas.Aqueldíaresultabaespecialmenteevidentequeyanoerajoven,peroparaFeliciaseguiríasiendosiempretanjovencomoenlosdíasdeLulinn.Nohabía cambiadodesde entonces, cuando lavisitaba enveranoy
aparecía cuando ella menos lo esperaba entre los frutales del huerto y lasmadreselvas del jardín. De nuevo los años desaparecieron para Felicia. Habíacumplido los diecisiete y no tenía preocupaciones ni dolores. La vida erainofensivaymaravillosa.
MaksimsolohabíaidounaspocasvecesalacasadelaPrinzregentenstrassedesde el final de la guerra, yFelicia no se había atrevidonunca a preguntarlecómo vivía ni a qué se dedicaba. Intentaba demostrarle la alegría que leprovocabansusvisitasesporádicascompartiendoconélsusúltimasprovisiones,inclusocuandoélsenegaba.
—No,Felicia,apenastienesparacomer;loveo,estásdelgadísima.Estavez,sinembargo,traíaalgo:cigarrillos.Concuidado,sacóeltesorodel
bolsillointeriordelachaqueta.—Losheconseguidodeemigrantesalosqueayudéahuir.¿Quieresuno?Ellaasintió,yéllediofuego.—Siéntate—dijo Felicia, peroMaksim se quedó apoyado en la estantería
fumandoconvoracidad.Entonces,depronto,sinintroducciónnitransición,soltó:—Hevenidoadespedirme,Felicia.MevoydeMunich.ABerlín.Desde que lo conocía, se había despedido de ella cien veces omás, y esa
situación estaba entre las más familiares de la vida de Felicia. También esamanera de decirlo, tan de pronto, y la expresión de sus ojos, que siempreprometíanqueeraladefinitiva:«Estavezesparasiempre».
Perosiempreacababavolviendo,trassemanasoaños.NodejabaderendirseensituacionesenlasquenecesitabaaFelicia,asíqueellanoseasustóantesuanuncio,aunque,noporlosañosylaexperiencia,notóconmenosfuerzaensucuerpolacálidaoleadadedecepción.Yentendióyaceptóelmomento:nopodríaretener aMaksimMarakov, igual que no sería capaz de dejar de amarlo. Demanera insidiosa, poco razonable, desesperada, estaba aún fusionada a él, y élestaríatodalavidaentreellaycualquierotrohombre.
—¿Yqué vas a hacer enBerlín?—preguntó, aunque no importaba lo que
fueseahacerallíporque,seacomofuere,seiríadetodasformas.—Conozco a un par de personas que han vuelto de la Unión Soviética
después de emigrar. He contactado con ellos. Quiero colaborar. Es… es unaexigencia para mí. Este país se va a reorganizar por completo y quizá puedaaportaralgo.
Por primera vez desde hacía mucho, volvía a haber vida en los ojos deMaksim.EltiempodelaResistencialohabíadesmoralizadoylehabíacostadolas fuerzas, pero ahora parecía el mismo de sus años jóvenes, cuando leexplicaba a Felicia el concepto del comunismo lleno de entusiasmo. Nada ninadiepodríanimpedirleirseaBerlín.
«Yesodespuésdetodoslospeligrosquehemospasadojuntosenlosúltimosaños;nisiquieraesoloataamí»,pensóFelicia.
Peroocultóesesentimentalismoypreguntósinmás:—¿Cuándotevas?—Acomienzosdelasemanaqueviene.—Faltancuatrodías.—Sí.Feliciaapagósucigarrilloconunmovimientobrusco.—Hayquereconocerque,cuandotedecides,actúasrápido.Sonrió al decirlo, pero almismo tiempo lepidió sinpalabrasque ledijese
algoa loquepoder aferrarse, algo, aunque solo fuesequeno era fácil para élsepararse de ella. Pero él no dijo nada, solo miró por la ventana, como siestuvieseyamuylejosensupensamiento.Alfinal,parecióacordarsedeella:
—¿Quévasahacertú?—lepreguntó.—¿Yo?—Se recuperó. No se pondría a lloriquear ahora solo porque, por
millonésimavezentreintaaños,noobteníadeélloquequería—.Noloséaún.Yanotengolafábrica.NiLulinn.Vuelvoatenerlasmanosvacías.
—¿Hassabidoalgodetuabuela?SequedóenLulinn,¿no?—Murió. Jadzia me escribió. Al parecer murió antes de que llegasen los
rusos.Supongoquesetomólaspastillasparadormir.
—Seguro que eso le ahorró un mal final —dijo Maksim—. ¿Y Lulinn?¿Sigueexistiendolacasa?
—Sí,sigueenpie.Peronomehagoilusiones,Maksim.Estáperdida.Jamásvolveremos.
Mientrashablaba,regresaronasumentelasimágenesdeLulinnenverano:lasventanasdelacasaestabanabiertasdeparenpar,entodaslashabitacionesresonabanvocesyrisas,yeneljardíngraznabanlosgansos.
—Maksim,jamásvolveremos—repitióenvozbaja—.¿Algunavezpiensastambiénen…?
Éllainterrumpió.—Nohayquepensartantoenelpasado.Es…Bueno,lavidasigue.En su voz había un punto de irritación que impidió a Felicia hablar de
aquellostiempos.Envezdeeso,preguntótranquila:—¿Medasuncigarrillo?Él le alargó el paquete.Cuando ella se inclinó para que él le diese fuego,
estuvieronunpardesegundosmuycerca.Lomiródirectamentealosojosyleyóenellosunaadmiracióntácitaporsuvalentía,elagradecimientoporloquehabíahecho por él y la petición de no tocar lo que había pasado hacía tantos añosporqueélteníaqueseguirsucamino.Sinembargo,tambiénvioalgodeloqueniélmismoera consciente enaquelmomento: él estabaunidoa ellay lo estaríasiempre.Nuncadesapareceríadesuvida.
Volvióaerguirse.Eltriunfomitigóeldolor.Maksimsediocuentaysonrió.—Unamujerfuerte—dijo.Feliciaseapoyóenelescritorio.Trasellacaíaelsoldelatardey,atravésde
laventana,conferíaunbrilloplateadoasuscanas.—Loqueuníaamifamilia,Maksim,eraLulinn.Noerasoloellugaralque
huíamos todoscuandoalgo ibamal,niel lugarenelquenos juntábamosparacerciorarnosdequehabíaalgoenlavidaqueresistíaatodo.Era,sencillamente,dondenosdeteníamos,lacuerdadesalvaciónalaquenosaferrábamoscuandoel abismo se acercaba peligrosamente. Si éramos fuertes, era por eso, porque
sabíamosqueteníamosLulinn.Enciertamanera,siempreparecíaalentarnosconuna sonrisa. Pensábamos en Lulinn y nos recomponíamos. Pensábamos en elparticular ruido del viento, en la incomparable luz del horizonte cuandoamanecía…Maksim,me gustaría construir un nuevoLulinn. Sé que no es unbuen momento, pero quiero intentarlo. Una gran casa en el campo, caballos,perros, gatos, grandes árboles y rosas de colores. Esta guerra nos ha quitadotanto…Ha esquilmado nuestras filas, nos ha alborotado como un montón dehojas.Necesitamosdenuevounsuelofirmebajolospies,yquieroasegurarmedeencontrarlo.
Maksimestabaapuntodecontradecirla,deexplicaraFeliciaqueellamismahabíaformuladolaimposibilidaddesuproyectoalhablardelparticularruidodelviento,delaincomparableluzdelhorizonte…
Lulinnerairrepetible.Perosecontuvo,porqueellateníaderechoasusueñocomo él al suyo. Cada uno tenía que encontrar su equilibrio, y para esonecesitabanunobjetivo.Éllehabíapedidoquelepermitieseelsuyo;habríasidomiserabledeshacerconpalabraseldeella.
AndreasencontrólascondicionesenlasquevivíaBelletotalmenteinadmisiblesy,porsupuesto,lespusoremedio.Nadiemásqueélpodríahaberconseguidounaviviendavacíaque,además,estabaenelprimerpisodeunedificiomediointactoyteníadoshabitaciones,peroAndreasteníarelacionesdeprimera.Colaborabaestrechamente con los ocupantes americanos, quienes tenían un interésdesmedido por su conocimiento de los grandes científicos de la industriaalemana del acero y el armamento. Era gente a la que podían sacar muchopartidoalotroladodelcharco.Andreasestablecíaconexiones,acompañabaalosoficiales estadounidenses a sus entrevistas, interpretaba las conversaciones.Disfrutaba de toda una serie de privilegios y, por eso, había podido tambiénconseguirunacasa.
—Pordesgracia, derribaron el balcón—aclaró cuando enseñaba aBelle la
vivienda.EstabajuntoalLandwehrkanal,enlaLützowstrasse—.Yenlacocinafaltanloscristalesdelaventana.Pormásqueloheintentado,porelmomentoesimposible encontrar vidrio: tendremos que clavar un cartón. Pero vendrántiemposmejores.
Bellenopodíacreérselo.—Doshabitaciones,cocinaybaño,soloparanosotros.¡Esincreíble!Encontraba un poco inmoral tener tanto sitio en vista de lamiseria que la
rodeaba. Pero eramaravilloso después de losmuchosmeses de vivir apretadacomounasardina.SabíaquetendríaquehaberinvitadoporlomenosaNicolayasusdoshijasainstalarseconellos,puesvivíanaúnconChristine,ModesteyloscinconiñosenlaAlexanderplatz,peronofuecapaz.ErafabulosoestarsolaconAndreas aunque discutiesen de vez en cuando.Andreas le insistía en quetendríanquecasarse;noteníaganasdeseguiresperando,decía.
—Yoestoycasada—contestabaBelle.PeroesonoimpresionabaaAndreas.—Esmuyprobablequeseasviuda—ledecíasinmás.Bellelomirabaenojada.—Esoesloquetegustaría,¿verdad?—No digas bobadas. Solo quiero un poco de claridad. Tendremos que
planearnuestrofuturodealgunaforma.—Sí,porDios,pero¿quépuedohacer?—preguntabaBelle,indecisa.AlasestacionesdeBerlínarribabanadiariotrenesconrepatriados.Cientos
demujeresesperabanenlosandenes,conelanhelodeencontrarasumarido,asu hermano, a su hijo entre los recién llegados, o sujetaban fotos en alto,tomadasenelúltimopermisodelosdesaparecidos,preguntandoatodoslosquesecruzabanconellas:«¿Conoceaestehombre?¿Sabealgodeestehombre?».
Bellecomenzótambiénarecorrerlasestaciones,lamayorpartedelasvecesacompañadadeChristine,quebuscabaseñalesdevidadePaul.UndíalecontóqueModestehabíasabido,porelserviciodebúsquedadelaCruzRoja,quesuprimogénitohabíacaídoenlasúltimasbatallasentornoaBerlín.
—Uncompañeroloencontróycomunicólanoticiadesumuerte—dijo—.Parece que el muchacho logró alistarse justo al final en la milicia, donde notendríanquehaberloaceptado.LapobreModestenoparadellorar.
Bellepensóenaqueldíadeagosto, tanlejanoahora, justoantesdequelosalemanesinvadiesenPolonia,cuandofuearecogeraVictorenlaestaciónparahacerle sus comienzos en laNapolamás fáciles.El niño tranquiloy serioquesoloconocía lapazdeLulinn…Contabayaconqueestuviesemuerto,pero lanoticialapillóporsorpresa.Unomásquefaltabaenlafamilia.
—Porlomenos,ahoraModestetienelacerteza—dijo,apesardetodo—.Lopeoresnotenerniideadeloquehapasado.
Christinelamiródereojo.—¿Tegustaríatambiéntenerlacerteza?—Ensuvozsonabalahostilidad—.
¿LacertezadequeMaxestámuerto?Belleentrecerrólosojos.—¿Porquédiceseso?—Bueno,lodigoporqueyatienesproyectadotufuturoy,porloqueparece,
notienemuchositioenél.Haceañosquetienesunarelaciónconotrohombre.MepreguntoquéharíassiahoraMaxbajaradeunodeesostrenes.¿Lollevaríasacasaylepresentaríasatuamante?¿Cómoseríanlasprimerashorasdevuestrorencuentro?Amí,entulugar,loquemásmiedomedaríaesquesepresentaraundía.
Bellesegirósindecirunapalabraysealejódeella.Desdeaquelmomentolarelación entre las dos mujeres se fue enfriando y solo hablaban loimprescindible.Noobstante,laspalabrasdeChristinenodejabandeatormentaraBelle.Porsupuesto,habíapensadoencómoexplicaraMaxloocurrido,perohabíaomitidolacuestiónpráctica:¿Dóndeibaallevarlo?¿AlaAlexanderplatz?¿Dondeunadocenadepersonaspodríanoírcadapalabra?¿AlaLützowstrasse?Tampoco podía exponerle sus nuevas circunstancias sin rodeos y a lo bestia.¿Tendría, a fin de cuentas, razónChristine y desearía en realidadqueMaxno
volviese porque para ella sería más fácil saber que había muerto que hacerledañocomoerainevitablequelehiciese?
EntoncesvolvióPaulDegnelly.Era un día fresco y lluvioso de finales de septiembre, Belle y Christine
estaban en la estación de Anhalt porque habían oído que llegaba un tren conpresosdeleste.Sehabíanencontradoporcasualidadysesaludaronconfrialdad.Ahoraestabanlaunajuntoalaotra,distanciadas,extrañas.Depronto,BellesesobresaltóporqueChristineleagarrófuerteelbrazoylehundiólosdedosenlapielhastahacerledaño.
—¿Quépasa?Meestáshaciendodaño.Christineestabablancacomolanieve.—Diosmío,Belle,esPaul.¡EsPaul!—¿Dónde?PeroChristineyahabíaechadoacorrerporel andén,yBelleviocómose
lanzaba al cuello de un soldado… Un tipo delgado, andrajoso como unespantapájaros.Loszapatoscasiselecaíandelospies.Ibasinafeitar,teníalosojos profundamente hundidos en el rostro y los pómulos monstruosamenteafilados. Belle tuvo que mirar de nuevo para reconocer a su primo Paul enaquellafiguraextenuada.
—Paul, Paul—balbució cuando él la abrazó. De pronto, estaban los tresllorando,Paul,Christineyellamisma.
En la estación lloraba tanta gente que ellos no llamaban la atención. PaulhundiólacaraenelpelodeChristine.
—Casi no esperaba ya… Han sido unos días larguísimos. Cada día unaeternidad…
Christineloacarició,casitorpeensuternura,yBellesollozabacadavezmásalto.Leparecióquepasabaunaeternidadantesdepoderhablar.
—Paul,¿sabesalgodeMax?
Paulnegóconlacabeza.—Belle, lo siento,me gustaría tener una buena noticia para ti. Pero no sé
nadadeél.LoúltimoquesupeesqueestabaenelcercodeStalingrado.Desdeentonces…
Denuevolaincertidumbre.Bellenotóqueseponíapálida.Paulleechóunbrazosobreloshombros.
—No te desesperes, Belle.Aún haymiles de presos en los campos rusos.Somoslosprimerosalosquedejanvolveracasa.Maxpodríaestarentrelosquevenganmásadelante.
—Vamos—dijoChristine—,vámonosacasa.Salierondelandén.ChristineyPauldelbrazo,Bellemediopasopordetrás
deellos.BellellevabalafotodeMaxenlamano,peronolasosteníaenalto;leparecía que no tenía sentido hacerlo. En el bolsillo de su abrigo encontró unpañueloconelquesesecó las lágrimas.Denadaservía llorary lamentarse,niquejarsealdestinoporhaberlapuestoenaquellasituacióncomplicada.«Mamáteníarazón»,sedijo.Siunahacía lascosaspordecisiónpropiay luegoestabasegura de que volvería a hacerlas igual, quejarse era una pérdida de tiempo.HabíatomadoelcaminodeAndreashacíamuchosaños,lohabíaelegidoyahoradebíarecorrerlo.Teníaquedecidirentre la lealtadalhombreconelqueestabacasadaylavidaqueesperabatener.Deberíahaberlotenidoclarodesdesiempre:erahijadesumadre;suspropiasnecesidadeseranlaprioridadabsoluta.
9
FeliciahabíatenidounalargaconversaciónconTomWolffyvolvíaacasa.Eraundíadespejadoysoleadodeoctubre,elcielobrillabaazulsobrelasruinasdeMunich.Enlashorasdemediodíahabíavueltoahacermuchocalor,peroahora,alfinaldelatarde,elaireseenfriabanotablemente.Felicia,sinembargo,apenasnotabaquecomenzabaatenerlosbrazosfríos.SumenteestabaaúnenlacharlaconTom.
Cuandollegóacasa,seencontróenelpasilloconsuhijaSusanne,quesalíade la cocina con una taza de sucedáneo de café. Felicia observó el brebajemarrónysuspiró.
—Daríaunafortunaporuncafédeverdad.¿HassabidoalgodeHans?—Aúnestá enprisiónpreventiva.El abogadopidió la libertad condicional
porlosataquesdeasma,peroseladenegaron.—Noesfácilparati,Susanne,losé—dijoFelicia,comprensiva.Susanneseencogiódehombros.—NotodoelmundopuedesertandespreocupadocomoBelleydesaparecer
sinmás.—Bellenohadesaparecidosinmás.EnAméricatienemásoportunidadesen
suoficio.Feliciatambiénsesorprendiócuando,unassemanasantes,Belleanuncióque
seibaconAndreasRathenbergaEstadosUnidos.Nointentóhacercambiardeopinióna suhijaporque suponíaqueBellehabía tomadoaquelladecisión trasunalargayconcienzudareflexión.EraevidentequeenBerlínnoseaclarabaconsuvida,consupasado.¿QuéseríadeMaxMartysivolvíaenalgúnmomentodeRusia?Felicianoseatrevíasiquieraapensarlo.
—SeguramenteBelleestáenestemomentoenalgúnlugardelAtlántico—continuó—.Esperoquehayatomadoladecisiónadecuada.Tienequeaprenderaseguirsucamino.
Susannediountragoalcafé.—AlexLombardteestáesperando—dijoderepente—.Estáentudespacho.—¿Alex?¿Porfinsedejaver?No lo veía a menudo en los últimos tiempos. Rápidamente subió las
escaleras.Estabasentadoenelsillóntrassuescritorioyhabíacruzadolaspiernassobre
lamesa.Conloszapatossucios,habíaapartadodecualquierformalospapeles,archivadoresylápices.Suactitudysugestoeranlaprovocaciónpersonificada.Teníaunvasoenlamanoderechaytodoelcuartoolíaawhisky.
Feliciacerrólapuertaalentrar.—¿Dedóndediabloshassacadoesewhisky?—preguntósinrodeos.Alexsonrió.—Deun«ami».Aesesoldadoamericanolehehechounfavorenunasunto
sentimental.Estádemuerte.¿Quieresunpoco?—Levantólabotellainvitándola.Estabamediovacía.
Felicianegóconlacabeza.—Muchasgracias.Nomeemborrachoenplenodía.—Ay,Dios,no.—Alexseriounpocomásfuertedelonormal—.Esosuena
tanrespetable…Sinoteconociese,podríatomarteporunadama.Felicialanzósubolsoaunasilla.—Alex,metemoquehasbebidomásdelacuenta.Además,¿te importaría
quitarlospiesdemiescritorio?—Meparecequeno—contestóAlex,cortés—.Esmuycómodo.Felicianotódeprontolocansadaqueestaba.Nohabíacomidoentodoeldía,
lacharlaconTomhabíasidotensa.Noqueríapelearse.—Alex, escucha, estoy agotada. No sé qué te pasa y por qué me quieres
provocaratodacosta,perotampocoloquierosaberenestemomento.Hoy…
—Eh, yo no quiero provocarte —la interrumpió Alex—. En realidad, yoqueríabebercontigounwhiskyybrindarportunuevogranproyecto.
—Pormi…¿Cómolosabes?—PormihermanaKat.Hehabladoconellapor teléfonoy, comopensaba
queyo estaba al corrientede todo,meha contadoque estabas enuna reuniónimportantísimaconTom.Quierescomprarunacasa,unacasabonitayenormeen el campo. Y como vas a necesitar unmontón de dinero, le has pedido unpréstamoalbuenodeTomWolff.Noesunproblemaparaél,¿no?Levabiencon su fábrica heredada, y el hecho de que escondiese durante varios años aMartinElias en el sótanohaceque, a pesar de supertenencia alPartidoy susfantásticoscontactosnazis,haganlavistagorda.Esodicen,almenos.Escierto,¿no?¿Tedaráeldinero?
Feliciadetectósuscelosyentendióloquepasaba.—Esperoquenotengasnadaencontra—dijo,perosuexpresiónnodejaba
dudasdequeledabaexactamenteigualsiestabaencontraono.Alexseencogiódehombros.—Porsupuestoqueno.Solomepregunto…—¿Qué?—¡Mepodíashaberpedidoamíeldinero!—LohabríahechosiTomnohubiesepodidoayudarme.—Pero¿porqué…?—Alexsemordióellabio.Habría querido preguntar por qué no había acudido a él primero, pero
entendióqueyasehabíapuestoenevidenciaconsuscelos.FrenteaFelicianosepodíanmostrardebilidades.Para lasdebilidades, ella solo teníaunpocodecompasiónymuchodesprecio,yAlexnoqueríaningunadelasdoscosas.
Porfinquitólospiesdelamesayselevantó.Porunmomento,temiócaerse.«¡Maldito whisky!», pensó, pero, por suerte, estaba menos bebido de lo quecreía.
—AsíquequieresconstruirunnuevoLulinn…Tecuestadespedirtede lascosas,¿eh?
—Noloentiendes,Alex.NosabesnadadeLulinn.Solohasvividoallíunpardemeses,peronohasentendidoloquesignifica.Loqueesparamí.
Alexagitóligeramenteelvaso.Elwhiskydoradosebalanceó.—AlexLombard,elgran tarugo, losé.Quenoentiendenadaynoadivina
nada. Muy al contrario que Maksim Marakov. Con él puedes compartir tussentimientos más íntimos, ¿verdad? Por desgracia, nunca está cuando lonecesitas.Dime,¿dóndeestabacuandotedespedíasdetuysuLulinnyhuíasatravés de aquel desierto nevado con una niña enferma en los brazos? ¿Dóndeestaba?
—Deja de atormentarte con Maksim —lo reprendió Felicia, impaciente,aunque las palabras deAlex la impactaron porque le recordaron lo que habíapensadoentonces:«GraciasaDiosquetengoaAlex.¿Quéharíasinél?».
—Asíquetevasacomprarunagrancasapreciosa—continuó—,yluegotevasamontarunavidanueva.Enalgúnmomento,seguroquevuelvesadarconunaespumosafuentededinero;paralagentecomotú,losañosdeposguerrasonsiempre lamejor oportunidadde amasar unbuenpatrimonio.Es probable quesea inútil preguntarte si has pensado alguna vez en venir a Estados Unidosconmigo.
Lamiróexpectante,peroporprimeravezlahabíadejadosinpalabras.—Pero¿túpiensasloquedices?—lepreguntóporfin.Porsupuesto,había
vuelto a encontrar la formamás hiriente de contradecirlo, así que añadió parasuavizar—:¿Cómoquieresquefuncioneeso?¡Todavíaestáscasado!
—Contigo también estuve casado. Y nos divorciamos a la velocidad delrayo.Noesunproblemainsuperable.
—¿Tevasadivorciar?—Esodepende.—¿Dequé?—Seriosarcástica,sobretodoparadisimularlatensión—.No
lo harás por mí, Alex. Como mucho, por esa… esa… ¿Cómo se llamaba lajovencitaalaquehacíaslacorteenLulinn?
—Clarissa.Estámuerta.
—Ah…Losiento.¿Cómolosabes?—Por los parientes que consiguieron escapar. Los rusos lamataron y solo
puedoesperarque,porlomenos,nosufriesemucho.Nocreíaenelpeligro…—Comoyo.—Como tú. La diferencia es que intenté convencer a Clarissa para que
huyese,peromefuicuandoviquenoteníasentido.Atinuncatehabríadejado.Encasodenecesidad,tehabríaatadoytehabríaarrastradoporlafuerzaaloeste.
—Pero¿tegustabadeverdad?—preguntóFelicia,curiosa.Alexmiróelwhiskyensuvaso.—Laencontrabaatractiva,sí.Eramuyjoven,muyguapa,rezumabaviday
era,además,muycariñosayadaptable.Ynoera tonta.Enciertosentido, teníalascosasclaras.Unavezmedijo…
—¿Sí?¿Quétedijo?—Ah…—Hizounademáncomo si todoaquello careciesede importancia
—.Dijo algo sobre los sueños que no se cumplen y a los que uno no puedeaferrarsetodalavida…Oalgoparecido…
Feliciasediocuentadequeseguíaconelabrigopuesto.Seloquitó,lodejóenunabutacaysesentóenelbrazo.Unparderayosdesolqueentrabanporlaventanadieronalosmechonesblancosdesucabellountoquerojizo.Llenodetemor,Alexpensó:«Nopodrédejarla.Nunca».
—Pero hay sueños a los que uno se aferra—dijo Felicia—. Y, en algúnmomento,unodejadedefendersedesupropiairracionalidad.
Sequedóperplejohastaqueentendiódeloqueestabahablando.—TerefieresaMaksimMarakov.Sabesquenoloconseguirásnunca,¿no?
Siempreseacercarárisueñocuandotenecesitey,luego,volveráaserpresadelainquietudyseirá.Ytúesperasyesperas…Ynovasasernuncamásjoven.
—Gracias.—MientrasamesaMarakov,Felicia,estarássola.Esolosabesycreoqueen
esosebasa tambiénelpánicoconelque intentasmantenerunidaa la familia.Por eso quieres comprar esa casa. Intentas conseguir un respaldo porque
Marakovnoteloda.Sabesquetufuerzaytuvitalidadseacabarán.Tienescasicincuenta años. Luego serán sesenta. Setenta. La soledad duele mucho en lavejez.
Cansada,Feliciaseacaricióelpelo.—Losé.Peronopuedohacernada.Condospasos,élestabaa su lado.Eraunacabezamásaltoqueella,pero
ahora que estaba sentada y él de pie, le parecía un gigante. Su voz era tenue,teníaesetonoaterciopeladoypenetrantequetantosañosatráshizoqueFeliciacedieseanteaquelhombre.
—Mequieres,Felicia.Siempremehasquerido.Ylosabes.SinofuerastanobstinadaconMaksimMarakov…
—Alex,porfavor,noquierohablardeesoahora.—Dime,¿porqué tebajastedel trenenElbing?Teníassitioydecidisteno
dejarmesolo.Tejugastelavida,Felicia.¿Porunhombrequenosignificanadaparati?
Alexletomólasmanosylalevantó.Suscuerpossetocaban.—Alex…Ensusojosviolarabiaqueloembargaaunocuandosabequehadadocon
unmuroinfranqueable.—Te lohepreguntadoantes,Felicia, ¿dóndeha estadoél en estosúltimos
años, tumagníficoMaksim, cuando de verdad lo necesitabas? ¿Dónde estabacuando en medio de la noche se plantó aquí la Gestapo y registró la casa?¿Dóndedurantelosbombardeosnocturnos?¿DóndecuandotuhijasemudóaquíconsufamiliaytuvimosqueencontraraalguienqueescondieseaMartinElias?¿Dóndeestaba?—AlexnosediocuentadequehabíaagarradoaFeliciaporlosbrazos y la estaba sacudiendo—. ¿Dónde diablos estaba cuando tuviste quemarcharteaLulinnparaestar con tumadreenferma?¿Dóndecuandovinieronlosrusos?¿Dóndeenelinfiernodenieveyhieloydedisparosdeavionesyderefugiadosdesesperados?PorDios,Felicia,¿algunaveztehaayudado?
AlexhabíasacudidotanfuerteaFeliciaqueellasetambaleóunpococuando
lasoltó.Lequemabalapieldelosbrazosdondeéllahabíaagarrado.Sabíaquesu enfado era superficial; en realidad, estabadesesperado, y ella noquería serrencorosa, pero de algunamanera tenía que encontrar su equilibrio, así que lecontestóconfrialdad:
—Bueno, fueMaksim quien… nos libró del peligro de Lulú. Ninguno denosotrosestaríavivosinosehubieseencargadoél.
Alexcallóperplejo,luegoseechóareír.—Habrías sido una buena abogada, Felicia. Siempre tienes las palabras
adecuadasparaladefensa.—Solodigolascosascomoson.Alexsevolvió,regresóalescritorioyagarrólabotelladewhisky.Sesirvió
otrovasohastaarribayFeliciaviocómoletemblabalamano.—Alex,noesasuntomío,peromediabotelladewhisky…¿Nocreesque…?—¡Deja ese tonito! —contestó él, agresivo—. No juegues a la amiga
preocupada.Tehainteresadosiempreunamierdasibebo,loquebeboycuántobebo. Ni siquiera te interesaría si estoy vivo o me muero. Y es mi tragediapersonalque…
Por enésima vez, se interrumpió. «Maldita sea, Alex Lombard, no lemuestresaestamujertussentimientos»,sedijo.
—Alex…—añadióFelicia,intranquila.Estabamuycansada.Yalgoenlasituaciónledabamiedo.¿Eralaexpresión
enlosojosdeAlex?«Tonterías,estáborrachoyyaestá»,sereprendió.—Lalocura—prosiguióAlex—, lamásabsurdaycompleta locuraesque,
cuandotedascuentadequehasestadopersiguiendounfuegofatuo,persistesenaferrarteaél.Puedequecreasquepodríassoltarlo,peroteengañas,porquealaprimeradecambiovuelvesacaer,ylociertoesquenuncaconseguirássoltarlo.Sédeloquehablo.
Bebiónosolountrago,sinovariosseguidosymuydeprisa.«Unpardeminutosmás,yempezaráadar traspiés»,pensóFelicia.Deseó
quedejasedebeberantes.Nolegustabacuandonoeradueñodesímismo.Loapreciabademasiadoparaeso.
—Tehereconocidosiemprecomounfuegofatuo.—Seletrababaunpocolalengua—.Yadesdenuestraboda,ennuestraprimeranoche,supequeestrechabaenmisbrazosunavisión.Meentregastetucuerpo,peronotucorazón.EseeradeMaksim,inclusoennuestrosmomentosmásíntimos.Reconocequeeraasí.
—Alex,poramordelcielo,hacedécadasdeeso.Habíadadoenelclavo.¿Lohabíasabidotodosaquellosaños?Élvacióelvasodeuntrago;cuandofueadejarlo,noacertóenlamesa.El
vasosecayóysehizoañicos.Conindiferencia,Alexmirólospedazos.—Al principio —siguió—, pensé que podría conformarme. Eras una
muchachatanmaravillosa,Felicia,ymedije:«Paraquénecesitosucorazón,sipuedo tener su cuerpo; por dentro no es, desde luego, tan hermosa como porfuera».Mementí y me traicioné al intentar convencerme. Quería tu corazón,Felicia.Cienmilvecesmásquetucuerpo.Lohequeridodurantemásdetreintaaños.Ymehehechoviejoqueriéndolo.
Feliciafueaunaalacenaysacóotrovaso.—Ahoratambiényonecesitounwhisky.Alexlamiró.—En algún momento —dijo en voz baja—, te darás cuenta de lo que
podríamoshabersidoelunoparaelotrositú…¡Ah!Aldiablo,estoesjustoloquenoqueríadecir.—Medioerguido,sedirigióalapuertadeldespacho—.Esinfantil,¿verdad?«Algúndíatedaráscuentadeloqueteníasconmigo»,asínodebería hablar un adulto. Soy idiota. Y estoy borracho, además. Olvida estaconversación,Felicia.Olvidatodalamierdaquehedicho.
Saliódeldespachoycerrólapuerta.—¡Alex!Felicia se levantó y, tras unmomento de confusión, corrió tras él. Pero la
escaleraestabavacía.Abajosonólapuertadelacalle.Alexsehabíaido.
10
Enaquelmomento,BelleyAndreasyaestabanenmediodelAtlántico.Andreashabía comprado pasajes en un barco noruego que iba deOslo aNuevaYork,pasando por Hamburgo. Había ido todo tan rápido que Belle se sentía aúndesconcertada. Poco después de la vuelta de Paul desde el cautiverio ruso,AndreaslecontóquelosamericanoslehabíanofrecidoiraCaliforniaytrabajarallíenungrupoempresarialenelquehabíaquecontrataramuchoscientíficosalemanes.PrimeroBellesenegóenredondo.Pasóvariasnochesenvelay,unosdías después, le dijo aAndreas entre lágrimas que ella también quería irse deAlemania.
—Aquíyanadaescomoantes.HemosperdidoLulinn,Berlínestáenruinas.Nologrovolveraempezaraquí.Tengoqueirme.Aotropaís.
Los dos sabían que esa no era la verdadera razón: en Berlín,MaxMartyestaría siempre entre ellos. Su destino incierto no dejaba en paz a Belle. Enesencia,huíadesumarido.
Pero ¿sería mejor en Estados Unidos?, se preguntaba Belle mientras sepeinaba,sentadaanteeltocadorenelcamarote.Prontoseríalahoradecenaryse había puesto sumejor vestido: seda verde, muy estrecho y bastante corto;entre otras cosas, porque la tela no había dado para más. Estaba entre lasfabulosashabilidadesdeAndreasconseguirenlaAlemaniadeposguerraunpardemetrosdeseda.Belle,porsuparte,habíaconseguidoconvenceraunamujerrefugiadadelaAltaSilesiaparaquelecosieraelvestido;lehabíadadoacambiopatatasyuncuartodelibrademantequilla,adquiridaconmuchoesfuerzo.Esosignificabapasarhambreunpardedías,peroBellesiemprehabía tolerado losgruñidosdelestómagosisetratabadesubelleza.
Habíaaceptadoqueestabaescapando,perocomenzabaadudardequeesahuida terminase algunavez. ¿Podía esconderse unade lamala conciencia?Lamujer que lamirabadesde el espejo estabapáliday agotada, pero aúnofrecíauna imagen atractiva, seductora, y sensual por añadidura. ¡Le daba vergüenzateneraquelaspecto!ComosiselehubiesegrabadoenlafrentecadanocheconAndreas,comosicadahoradeamorconélhubiesedejadohuellasimborrablesylehubieseidoquitandounpocodelamuchachaquehabíasido.DelamuchachaquehabíacreídoqueamabaaMaxMarty.
Enelfondodelamaleta,habíametidolafotodesuboda,lamismaqueMaxse llevó al Frente Oriental. Se acordaba de lo adulta que se había sentidoentonces,peroahorasabíaquenoeramásqueunaniña.Lasmejillassuavesyrosadas, la sonrisadespreocupada…Sí,peroMaxnodespertó loqueesperabaser despertado en su interior. No encendió en ella nada, su ternura suave sederramó sin tocar el núcleo de Belle. En esencia, era totalmente inocente einexpertacuandosetopóconAndreas.Larelaciónconéllahabíacambiado.Lehabíaexigidocrecerytalvezeramásmaduraahoraquecuandoloconoció.Pero¿conseguiríadarelúltimopaso?Laseparación,laverdaderaseparacióndeMax.
Belle no había oído la puerta del camarote y se asustó cuando Andreasapareciódeprontotrasellaenelespejo.Seleacercó,seinclinóylabesóenelpelo.
—Estásmuyguapaconesevestido.Belleserio.—Esdemasiadocorto.Noestáalamoda.Seguroquememiranmal.—Seguro.Pero,enrealidad,loshombresestaránmaravilladosylasmujeres
envidiosas.Nopodréperderteniunmomentodevista.Bellese levantóysealisóelvestido.«Delgadacomounabeto—pensó—.
Lacinturatanfinacomounrelojdearena.Latripalisayfirme,loshuesosdelascaderasunpocoprominentesaderechae izquierda.Y laspiernas…»Nopudoevitarlo, tuvoquemostrarabiertamentesuvanidadgirandoaun ladoyaotro.
Sus piernas eran largas y delgadas, pero con las pantorrillas redondeadas. Porsuerte,elhambredelaposguerranolahabíaconsumidodemasiado.
—Cuando estemos en California y espere sentada en casa cada día a quevuelvas,seguroqueengordo—dijocontotaldespreocupación.
Andreassonrió.—Nollegarásaestargorda,Belle.Tampocoesperarássentadaencasa.—Bueno,devezencuandoiréacompraroatomarcaféconotrasgordas…Éllainterrumpió.—¿No se te ocurre nada más para cuando estemos en California…Greta
Garbo?Hacíamuchoquenolallamabaasí.—Oh,Andreas,nolodicesenserio…Élsuspiró.Leretiróunmechóndelacara.—Cariño, cuando pensaba en si debía mudarme a California, también lo
consideré. Creo que ya va siendo hora de que vuelvas a actuar. Sé que loconseguirás. Ese director con el que trabajaste hace años, Kronborg, creo…Según me dijiste, te prometió que te esperaría diez años si hacía falta. EnAmérica.Yahoravasairyvasaaceptarsuoferta.
—Sololodijopordeciralgo.—Seguroqueno.Yavioentoncesloquehayenti.Lodijoenserio.—Andreas…—Belle jugó nerviosa con sus pendientes, unos colgantes de
diamante que había salvado de dos casas bombardeadas—. Andreas, fue unaniñería.YanosoylaBellequeera.Yo…
—Precisamente—dijoAndreasconsuavidad—,poresopuedeslograrlo.—Pero¡noquiero!Mefaltaelvalor.—Teníadeprontolágrimasenlosojos
—.Antesmesentíasegura.Segurademí.Peroseacabó.Hehechotantascosasmal. Y todo es distinto ahora. Ya no tengo Lulinn. Y Max ha desaparecido.Sophieestámuertayyo…Ah,mierda,¡noqueríallorar!Noescierto,Andreas,loquemedijiste,aquellodelasnochesbebiendoyllorando,llenasdeoscuridadydolor…Dijistequehabíaquepasarlasparamadurarytenersentimientosmás
profundos…Pero,enrealidad,solotedejandébilyvacía.Yyo…Sialgunavezhetenidoloquehayquetenerparaserunabuenaactriz,loheperdidoenalgúnmomento del largo camino entre nuestro primer encuentro y hoy. No puedoactuarya,nuncamás.Yo…
Las lágrimas le impidieron continuar. Dejó que Andreas la abrazara y leacariciara el pelo con cuidado. Él no dijo nada, no estorbó sus sollozos conpalabras,solopensóenlodelgadaqueeralamáscaradeaquellamujerhermosa,vestidadesedaverde,quesehabíavueltohaciaélenamoradadesuimagenenelespejo. Estaba convencido de que volvería a actuar tarde o temprano.PrecisamenteporMax.PorSophie.PorLulinn.Volveríaaactuardándolotodo.
Con cada hora aumentaba la inquietud de Felicia. Primero se habíatranquilizado:«SeguroqueAlexvuelveenseguida.Daráunpaseoporahí,perovolverá.¿Dóndevaairsino?».
Luego cayó la noche. Felicia iba y venía por su despacho, escuchabanerviosa cada ruido en la casa. Jolanta arrastraba lospies de cuarto en cuarto,para cerrar las cortinas, y en algún sitio lloraba una de las niñas de Susanne.Feliciasediocuentadequeleardíanlasmejillasyabrióunaventanaparaqueentraseelairefresco.Lanochedeoctubrenoerafría,soplabaunabrisaligera.Laoscuridadteníamilvoces…ComomilvidaspululabandenuevoenMunich.Lagentedespertaba,selamíaunpardeveceslasheridasyvolvíaaerguirse.Enlasruinasseagitabaunaprimeraoladeganasdevivir.
Feliciaseapretó lacaracon lasmanos.Era ridículoquesepreocuparaporAlex.Seguramenteestabasentadoenalgúnbardelos«amis»emborrachándose.Aparecería al día siguiente con resaca y se metería en su habitación con unhorribledolordecabezayunhumordeperros.
LapuertaseabrióyentróJolanta.Sesorprendió.—Ah,estáustedaquí.Laestababuscando.¿Noquierecomer?Casinohay
nada,peropodría…
—No, gracias, Jolanta. No tengo hambre. ¿No habrá vuelto el señorLombardacasaporcasualidad?
—No.Perolociertoesquenosueleestarporaquí…—Sí…¿YahacenadoSusanne?Ensuinquietud,Feliciaanhelabainclusolacompañíadesuhija.—Tampocotienehambre—dijoJolantamostrandodesaprobación—.Pronto
no serámás que una sombra.Ha acostado a las niñas y luego se ha ido a sudormitorio.Seguroquequiereestar sola.Nomeparecenormalqueunamujertanjoven…
—Jolanta,tienesquedejarla—lainterrumpióFelicia.Comenzabaadolerlelacabezaynoqueríaoírlosrazonamientosfilosóficos
deJolantasobrelosproblemasdetodoslosmiembrosdelafamilia.—¿EstáMartinElias?—Estápaseandosoloporahí,comosiempre.Noesbuenoparaél.Debería
disfrutardealgobonitodespuésdetodoloquehavivido.«Despuésdetodoloquehavivido,nadavolveráaserbonitoparaél»,pensó
Felicia.CuandoJolantasehuboidoporfin,miróelreloj.¡Lasnueveymedia!AgarróelteléfonoyllamóaTom;talvezAlexhubieseidoaveraKat.Peroallítampocosabíannadadeél.
—Seestarádivirtiendoalogrande—dijoTom—,noleamargueslanoche.—Tienesrazón.—Rioforzada,colgóysesintiófatal.¿Sehabíavueltounahistérica?¿CuántoscientosdenocheshabíasalidoAlex
yellanuncasehabíainmutado?Cogióunlibrodelaestanteríaysesentóenunabutaca,pero,despuésdeleer
cincoveceslaprimerapáginasinentendernada,lodejó.«Tendríaquehabercomidoalgo.Seguroqueestoydelosnerviosporqueno
tengonadaenelestómago»,sedijo.Pocodespuésdelasdiezoyólapuertadecasa,peroeraMartin,quevolvía
de su largo paseo en solitario y se sobresaltó cuando una pálida Felicia bajóatropelladamentelasescaleras.
—Ah,erestú—seleescapóalverlo.—Sí,losientosiesperabasaotrapersona…—Tonterías, no hay nada que sentir. —Le había hablado con demasiada
aspereza, se dio cuenta por la expresióndeMartin, y añadió—:Perdona.Hoyestoyunpocofuerademí.
Indecisos,sequedaronfrenteafrente.MartinnuncahabíavistoaFeliciataninquieta y tensa, y no estaba seguro de si podía ayudarla. Se disponía a deciralgocuandosonóeltimbre.
AhorafueMartinquienperdióelcolor.Untimbreenlanocheseguíaunidoen su memoria a un terror de muerte. Los años en el sótano, el miedointerminablealaGestapo,aúnestabandemasiadocerca.Deunsegundoaotro,empezóasudar.
TambiénFeliciaseasustó.Portodaspartesseoíaquehabíaasaltosbrutalesyquenosedebíaabrir lapuertasiseestabasoloencasa,aunqueellanoestabasola.
—Diosmío,estamostotalmenteneuróticos—dijo,yabrió.Seencontrócondossargentosdelejércitodeocupaciónestadounidense.—¿FeliciaLavergne?—preguntóelmayor.Feliciafruncióelceño.—Sí.Perodebendevenirpormihija.Youwouldliketoseemydaughter?—
SupusoqueaquellossoldadosestabanallíporHansVelin.Los dos hombres respiraron aliviados al ver que ella hablaba inglés y
continuaron en su idioma nativo, aunque se esforzaron por hablar claro ydespacio.
—No. Tenemos que hablar con usted, señora Lavergne. El señor AlexLombardnosdiosunombre.
Felicianotóunapunzadaenlassienes.—¿AlexLombard?—Sí. Lo siento, pero… —Los dos hombres tenían una expresión
circunspecta.
EldolorenlassienesdeFeliciasehizomásfuerte.—¿Quéhapasado?—preguntó.—Hahabidounariñaenunbar.EntreelseñorLombardyunodenuestros
soldados.ElseñorLombardestabamuyborracho,yelsoldadotambién.Nosécómo empezó. Probablemente, los dos estaban en la barra y comenzaron abromear.Comolehemosdicho,deprontoladiscusiónseconvirtióenunapeleaviolenta.
—¿EstáheridoAlex?Estavezelmayorguardósilencio.Elmásjoven,unhombredelgadodepelo
oscuro,tomólapalabra.—Elsoldadosacódeprontouncuchillo.Debíadellevarloescondidoenuna
bota.—¿Uncuchillo?—preguntóFeliciaarrastrandolavoz.—Lo sientomucho, señora Lavergne. Por supuesto, el soldado tendrá que
responder ante un tribunal. Por desgracia, nadie pudo intervenir a tiempo.Lombardrecibióunapuñaladaentreelcorazónyelestómago.Despuésalguienlogróquitarleelcuchilloalotro.
—¿EstáAlexenelhospital?—Porsupuesto,llamaronaunmédicoenseguida,estabaallíalcabodediez
minutos.Peronopudohacernada.ElseñorLombardmurióenelbar.—¿Qué?Elmayorlorepitióenalemán.—ElseñorLombardhamuerto.Murióenelbar.Rápidamente, agarró a Felicia del brazo; temía que lamujer, que se había
puestodelcolordelaceniza,fueraadesmayarse.Peroesonosucedió.Felicianoeraunaseñoritavictorianaenayudadelacual,enlosmomentoscríticos,acudeunamisericordiosainconsciencia.
—Tengoqueidentificarlo,¿eseso?—Lesorprendiólotranquilaquesonósuvoz—.Seguroquehayunmontóndeformalidadesdelasqueocuparse.Ahoraestoymuycansada.¿Podríamosdejarloparamañana?
—Claro—respondieronlosdoscomounsolohombre.Felicia sevolviódespacio.DetrásdeellaestabaMartin,que lamirabacon
ojosasustados.Yarriba,enlabarandilla,seapoyabaJolanta,quedebíadehaberentendido la frase decisiva chapurreada en alemán.Ella conocía aAlex desdequeeraniño.Felicianohabíavistonuncaantesundolortanterribleenunrostrocomoelqueveíaahoraeneldelaviejaamadellaves.Parecíaqueellasíibaadesplomarsedeunmomentoaotro.
—Rápido, Martin —exclamó Felicia—, una silla para Jolanta. Y unaguardiente.Estáapuntodedesmayarse.
11
Navidades de 1945. El primer invierno tras el final de la guerra.Un inviernoespecialmente frío y duro. No había carbón, no había nada que comer. Losalemanes pasaban hambre y frío,muchos solo tenían el agujero de un sótanoparacobijarsey,encasodenieveyviento,serefugiabancomopodíanentresusruinas. Algunos acampaban en las estaciones demetro, porque allí era dondemejorpodíanprotegersedelfrío.Muchosmurieronaquelinvierno,dehambreocongelados. Quien encontraba fuerzas iba al campo y, tirando de carritos,recorría los bosques en busca de leña. Navidad, la gran fiesta familiar de losalemanes, fue para muchos un día triste y oscuro. ¿Cuántas familias podíanreunirseaúnalcompleto?Enunahabíacaídoelpadre,enotraelhijonohabíavueltodelcautiverio.Eldestinodelosparientesdelesteeraincierto;nosesabíasihabíanpodidohuirnidóndehabíanacabado,nisi losvolveríanaver.Y,sinembargo,muchospensaban:«Porhorriblequeseaesto,elmiedoalprójimo,lasprivacionesdelavidacotidiana,almenosyanohaybombardeos».Elespantosoaullardelassirenaseracosadelpasado.
NicolacelebrabalasNavidadesconsushijasyconJimmy,deKentucky,enla casa de la Alexanderplatz. Era la última que quedaba, de sus muchashabitantes,ysefelicitabaporsutenacidad.ChristinesehabíamudadoconPaulalaviviendaquehabíandejadoBelleyAndreas,yModestehabíaviajadoalsurde Alemania, con sus niños, para quedarse con Felicia. A Nicola también lahabían invitado a pasar allí las fiestas, pero tenía miedo de dejar demasiadotiempolacasavacía;enaquellosmomentos,todoeraposibley,alvolver,podíaencontrarse las habitaciones llenas de refugiados del este. A ello se unía supreocupación porFelicia. Sabía que lamuerte deAlexLombard había sido el
peor golpe del destino en la vida de su tía. La guerra le había arrebatado amuchas personas a las que quería, y había perdido Lulinn, pero eso no habíapodido con ella. Ahora, sin embargo, no lograría reponerse. Aun así, Nicolapreferíalacomodidadynoquisoverlo.
Jimmy había conseguido un abeto enano, que habían plantado en un cubocon tierraycolocadosobreunamesa, adornadoconvelascaseras.EnelviejogramófonoquepertenecíaaldesaparecidoMax,sonabaundiscodevillancicos.Nicola se las había apañado para preparar una comida exquisita con losingredientes que le había llevado Jimmy.Había sopadepatata y verduras consalchicha,panconmantequillayqueso,yunabotelladevinotinto.Además,elamericano había conseguido cigarrillos. En torno a la mesa, fumabansatisfechos,mirandoa Julia,queya tenía tresañosy jugabasobre laalfombrahaciendorodarunpardebolasdecristalqueNicolalehabíaregalado.
Anne y Jimmy se miraban absortos, y estaba clarísimo que ella se veíavestidadeblancoante el altarydueñadel ranchodecaballosde JimmyenelsoleadoKentucky.Sehabíapuestoaúnmásbonitaenelmedioañoquellevabacon él, pero la expresión un poco frívola de su cara se había acentuado. «Escoquetayegocéntrica.ElbuenodeJimmynolovaatenerfácilconella»,pensóNicola.
Al final,Anne y Jimmy se fueron a pasear una hora; el fuerte vino se leshabía subido a la cabeza y estaba claro que querían estar solos. En cuantodesaparecieron,NicolaquitólamesayacostóaJulia.Enlacasadealladounafamilia cantabaNochedepaz, nochedeamor.Nicola notó que una silenciosatristezalainvadía.Durantelosmesesquepasaronallíapiñados,sumayordeseoera estar por fin en paz y tener un dormitorio para ella.Ahora era como si latranquilidadlepesasecomoelplomoenelánimo.Porprimeraveztuvoclaroloque significaría para ella que Anne se fuese a América con Jimmy. Solo lequedabaJulia,nadiemás.Noteníanimaridonifamilia.Solounaniñapequeñade la que tenía que ocuparse y que le hacía más difícil que un hombre seinteresaseporella.Noesquehubiesemuchos,detodasformas,¿yquiénibaa
quererunamujerconunahija?Nicolasuspiró.Sevioderefilónenelespejodelasaladeestarysuimagenbajoeldébiltitilardelasvelasmejoróunpocosuautoestima.Despuésdetodo,aúnerabastanteatractiva.
Cuando llamaron al timbre, pensó que serían Anne y Jimmy, aunque sesorprendió de que volvieran tan pronto. Pero por la mirilla de la puerta, quehabíanconseguidoreparar,solovioaundesconocido.Eraunhombredelgado,andrajoso,deaspectolastimero;nohabíavistoanadietandesastroso,yesoeramuchodecirenelBerlíndeposguerra.Abrió,perodejólacadenapuesta.
—¿Sí?—dijodudosa.Eldesconocidosequitóelsombreroconunamanoesquelética.—MellamoKarlBauer.SoydePraga.Yo…—Eraobvioqueparecíamás
muerto que vivo, porque añadió—: Estuve unos meses en un campo deinternamiento,antesdequemediesenlaordendeabandonarelpaís.
«¡Unmendigo!Ounoquequierequedarse»,pensó.Nicolaestabadecididaanodejarseenredar.
—Losiento,señorBauer.Peronotenemos,enrealidad…—No,no.Novengoporeso.¿EsustedNicolaRodrov?—Sí.—GraciasaDios.Noestábamos…Noestabasegurodesilaencontraría.Nicola,confusa,nodijonada.—EstuveenelhospitalmilitarconSerguéiRodrov—explicóKarl.—Ah…Bueno,entoncesentre,porfavor…—Abriólapuertadeltodo.Él aceptó su invitación, pero parecía incómodo en la sala de estar, con el
sombreroaúnenlamano.—¿Puedoofrecerleunvino?—preguntóNicola.Su corazón latíamuy rápido. Desde que Serguéi se había ido a Rusia, no
había vuelto a saber de él y ella no se había decidido a preguntar. Puede queestuviesemuerto,opreso,quizágravementeherido.Talvezlanecesitaba.Sabíaquetendríaquehaberdemostradomásinterésporeldestinodelhombreconelque, al fin y al cabo, seguía casada, pero también tenía claro que no iba a
perdonarle nunca todos los años que la estuvo atormentando con susinfidelidades.No lehabría importadonadanovolverasaberdeél.Depronto,deseópediraaquelhombremediomuertodehambredePraga,que teníaalgoquecontarledeSerguéi,quesefueseenseguida.Pero,porsupuesto,nopodíasertanmaleducada.
Le ofreció un vaso de vino. Él lo giró a un lado y a otro, dudando yvacilando,yesemomentopudoconlosnerviosdeNicola.Porqué,portodoslosdemonios, no se lo bebía; a lo mejor así le llegaba un poco de color a lasdemacradasmejillas.
—Asípues—dijoimpaciente—,¿quésucede?Unminutomástardelosabía.Karlnohabíaidoallísolo.Serguéiesperaba
abajoenunasilladeruedas.Sumaridolepedíaqueloacogiesedenuevo.Nicola no tuvo opción. No tendría que preocuparse de la soledad en el
futuro;dehecho,contodaprobabilidad,laibaaechardemenos.
EnlavidadeMaksimMarakovhacíatiempoquelasNavidadesnoteníanmuchosentido. Solía pasársele el 24 de diciembre sin darse cuenta. Tampoco aquellaNochebuenahabíaencendidovelasniescuchabamúsica;inclusohabíaapagadola radio porque los continuos repiques de campanas y villancicos lo poníannervioso. Puesto que aún no estaba lo suficientemente cansado para irse a lacama,sesentóenelsofáycomenzóaleerunlibro.Peronopodíaconcentrarse,noentendíanada.Dejóellibroyselevantó.
Poralgunarazón,selecaíalacasaencima.Doshabitaciones,cocina,baño.EnelextremoestedeBerlín,conunaestufadehierroquesolíaestarfríaporquenosepodíaconseguirapenascombustible.Aquellanoche,sinembargo,ardíaunfuegoenella,queademásdecalorprocurabaciertoconsuelo.AMaksimnuncalehabíapesadolapobreza;alcontrario,eraelescenariocasiimprescindibleparatodasuobraysupensamiento.Inclusoentoncesnoeralaescasezasualrededorloque lo agobiaba.Eramásbienque sentía un frío interior, una sensaciónde
vacíoysoledad.¡Soledad!¿Cuándofuelaúltimavezquesepermitióellujodesentirse solo? Hacía años, y se había despreciado por ello, porque la soledadestabahechaparalosburguesesdecadentes.Élnodebíaconocerla.
Maksimdiovueltasporlacasaeintentóordenarsussentimientos.NopodíaafectarlelaNavidad,porquenosignificabanadaparaél.¿Erasimplementeunadepresión corporal ymental después de las tensiones de los últimos años? Eltrabajo en la clandestinidad le había costadomás energía y nervios de lo quehabía percibido al principio. Pero tampoco era para caer en un pozo deoscuridad,bien sabíaDiosqueno.LaconstruccióndeunGobiernocomunistaalemánenlazonadeocupaciónsoviéticasuponíaunesfuerzoinmensoparaél,perocumpliríasuviejosueño.DespuésdelaRevoluciónde1917enRusia,queno había conseguido nada de lo que todos ansiaban, se presentaba ahora unasegundaoportunidad.Yélestabaallí.Nohabíarazónparasentirsedesgraciado.
Y,sinembargo,mientrasmirabaporlaventanameditabundoyseodiabaporello,tuvoclaroqueeramiedoloquesentía,miedoalosañosqueseextendíanante él. De pronto, se observó con ojos ajenos y lo que vio fue un hombreenvejecido,quesehabíaentregadoaunaideaynosabíaya teneranadieasulado.Camaradas, sí, esosno faltaban.Peronadie conquienpudiese compartirnochescomoaquella.Nosehacíailusiones:amedidaquesehiciesemayor,lasnochescomoesasesucederíancadavezmásamenudo.
Habíavividomucho,aguantadomucho,yconocíatodaslasemociones,deladesesperaciónalaeuforia,delaapatíaalaenergíadesenfrenada,perohabíaunaquenoconocía:ladebilidaddelavejezyelmiedoaestarsoloqueconllevaba.Era un paso previo al miedo a la muerte, íntimamente relacionado con él ycaracterizadoporelespanto.Apartirdeentoncesllegaríaenoleadas,unasmásdébiles y casi apagadas, otras con una intensidad sin precedentes. Cada veznecesitaríamásfuerzaparaimponerseaél.
Maksimsealejódenuevodelaventanayobservólasalavacía.Seacordódelabotelladevodkaqueaúnteníaenlacocina.Eraunaidiotezrecurriralalcohol,peroyapodíanotar lasensacióndecalorqueseextenderíaconrapidezporsu
estómago, y sabía cómo sería cuando sus extremidades se hiciesen pesadas ytodoasualrededorcomenzaraaalejarse.Lavidatendríauncolormáscálidoylesonreiría.
Sedirigiódespacioalacocina.Enalgúnlugardesucabezahabíaaúnotraimagen.Ladeunamujer.Mientrasvaciabaelprimervaso,vioaFelicia,sutabladesalvación.LavioanteélcomohabíasidoenlosúltimosañosenMunich,ylas imágenes de ese tiempo se sucedieron una tras otra: la gran casa en laPrinzregentenstrasseconlasparedesamarillentas,elmalecóndepiedradelIsar,flanqueadodebosquesverdeoscuroyporencimaelbávarocieloazul,yentretodoaquelloFelicia,consuinevitablecigarrilloenlamano.Jovencomonunca.
¿Tenía ella también sus preocupaciones y miedos secretos? Sombrío,Maksimseacordódelaúltimaconversaciónquehabíantenido.Lulinn.Ellalehabló de Lulinn y de su tristeza por la pérdida de la finca. Lulinn, que habíamantenidounidaa la familia.¿SesentíaFelicia tambiénsola?¿Yleparecíaelfuturotanamenazadorcomoaél?
MaksimnosolíapensarenFelicia.Erasimplementeellayestabaahí.Habíaestado ahí desde que era niña, con sus largas trenzas y las rodillas arañadas;cuandoeraunajovenconunaactitudcoquetaybonitosvestidos;demayor,conun agudo sentido para los negocios y la inclinación al riesgo. De pronto,entendió, aunque ya algo nublado por el vodka, que había sido ella la que lehabíadadofuerzatodasuvida.SignificabaparaélloqueLulinnsignificabaparaella:eraunterritorio,untrozodetierraalquepodíavolver;eracomounárbolque daba sombra, una dehesa de alta hierba suave; podía ser una noche deveranotranquilayunamañanallenadevida,húmedaderocío.Comounacasaconparedessólidasyacogedora.
Maksimvacióotrovasodevodka.Durantecasimediosiglohabíavueltounayotravezaaquellamujercuandonosabíacómoseguir,yellasiemprelehabíadado una seguridad inquebrantable, aun cuando él no se hubiese dejado verduranteaños.Siempreseríaasí.
Unasensacióndepazseextendióensuinterior.Laoscuridadalotroladode
laventanahabíaperdidopartedesuefectoaterrador.
Nochebuena en Munich, Prinzregentenstrasse. Susanne había acostado a lasniñasyvolvióalasaladeestar.Titilabanunpardevelasyenlachimeneaardíaunfuego.MartinEliasseinclinabasobreélyañadíamadera.
—Esperoqueseduermanynobajenunaterceravez—dijoSusanne.Parecía cansada, pero, aunqueMartin sabía que las niñas requeríanmucha
atención,tambiénsabíaquesuagotamientoperpetuonosedebíaaellas.Eralaesposaparia de un antiguooficial de lasSSy se había obligado, almenos enapariencia,aapoyarasumarido.Enrealidad,noveíaunfuturoconél.Surostroteníaunaexpresiónamargada.
«Quélocuraqueprecisamentenosotrospasemosjuntosestanoche—sedijoMartin—.Un judíoquehasobrevividoalHolocaustoescondidoenunagujerodurantetresaños.YlamujerdeunesbirrodelasSSqueahoraestáenprisiónesperandosujuicio.Deberíaodiarla.Yelladeberíaapartarsedemicamino.Y,sinembargo,losdosnospasamoslaprimeraNochebuenatraslaguerrasentadosantelachimeneaporquenosabemosquéotracosahacer.»
La situación le parecía tan agobiante que incluso habría agradecido queModeste,quehacíaunassemanasquevivíaallí, sehubiesequedadoconellos.Pero se había acostado temprano porque quería estar sola y pensar en Joseph.TampocoFeliciasedejóver.
Martinsoplósobrelosrescoldoshastaquelasllamasvolvieronaarderconganasyluegoselevantó.
—Bueno, ahora estaremos bien calentitos —dijo—. Siéntese cerca de lachimenea.
—Notengofrío.Sequedódepiedondeestaba,perohabíacruzadolosbrazosyseabrazaba
comosiestuviesehelada.Semiraronindecisos.—¿No quiere ir a ver a su madre y preguntarle si le gustaría bajar con
nosotros?—preguntóporfinMartin—.Nopuedeaislarseparasiempre.—DesdequemurióAlexLombardapenashasalidodesudormitorio.Nola
podemosayudar.Yaserecuperará.—Austedledaabsolutamenteigualsiestábienono,¿eh?—Tengomispropiaspreocupaciones.—Claro—farfullóMartin.Luegoañadió—:Pero lasNavidadesson fiestas
familiares.Feliciadebería…—¿Yaustedqué le importan lasNavidades?—lo interrumpióSusanne—.
Noesunafiestajudía,¿no?—Sara y yo siempre encendíamos un par de velas en Nochebuena.
Queríamos… —¡Cómo le dolía hablar de ello!—. Nos gustaba vivir comonuestrosamigosyconocidos.No…noéramosjudíoscreyentes.
—Yyoyanosoyunacristianacreyente.¿Quémeimportaestafiesta?Ylafamilia…Nodeberíaintentarreconstruirsealgoqueyanoexiste.
—Esmuycríticaconsumadre,¿verdad?LaexpresiónacusatoriadeSusanneaumentó.—Mimadrenodeberíahabertenidohijosnunca.Noescapazdequerer.—¿Enabsoluto?—Eso tampoco sepuededecir—contestó sarcástica—.Amael dinero con
todosucorazón.—Sí,perotambién…—Martinseinterrumpió—.Perdone.Metemoquehe
sidodemasiadoindiscreto.—No,no.Sivaamencionarsusrelacionesconloshombres,sepaqueesono
tiene nada que ver con el amor. Mi madre satisface con ellos su ansia dedominio.
Martinguardósilencio,ySusannedebióde tener la repentinasensacióndehaberhabladodemasiadoporquecambióbruscamentedetema.
—¿Cómoesquesiguehablandoconmigo?—Serefierea…—Merefieroalhechodequeesjudío.Merefieroaloquehasufrido.Sabe
quemimarido…—Sí,losé—contestóenseguidaMartin.Secallaronlosdos.LuegoSusannedijoenvozbaja:—Mepareceríaestúpidodecirlequelosiento.Sonaríabanal.Todo,eneste
contexto,suenabanal.—Notienequedecirlo.—Entiéndame,noquierohablarmaldemimarido.Noquierohablardeélen
absoluto.—Tampocoyoquierohablardeél—replicóMartinconrigidez.Susannealfinalsearrimóalachimeneayseagachólomáscercaposiblede
las llamas.Martinobservósucara,en laquejugabanlassombrasconvulsas,eintentó descubrir un parecido con sumadre, pero no pudo encontrarlo.Ni pordentroniporfueralasuníanada.
—¿Quévaahacerustedenelfuturo?Susannenolomiró;susojosestabanclavadosenelfuego.—Nolosé.Esodependedeloquepaseconmimarido.Supongoquevolverá
conmigo…FuesupropiodolorloquehizoqueMartindijeraconfrialdad:—Lomásseguroesqueloejecuten.Susannenoseinmutó:eraobvioqueestabahechaalaidea.—Sí… supongo. —Entre sus ojos se formó una arruga vertical—. Me
preguntoamenudoqué lescontaréamishijas.Ahorasonaúnmuypequeñas,peroenalgúnmomentopreguntaránporsupadre.Quiénerayporquénoestáconnosotros.Cómopuedoexplicarlesloquehahecho…
—Nolosé.—No,cómopodría.Esinexplicableparatodos.Yoconocíaaesehombre,me
diomásatenciónycariñodelquehabíarecibidojamás.Queríaunavidaconél,tenerniños,unaauténtica familia…Yentoncesmeenterode loquehahecho.Nosé…—suvozsehizoroncaydébil—,nosécómosuperaresto…
—Explique a sus hijas lo queme ha explicado amí—sugirióMartin sin
saberquédecir—.Explíquelesporquésecasóconesehombre,loqueamabadeél…Explíquelesloserroresquecometió,losquecometióusted.Intente…—Seinterrumpió—.Losiento.Hablocomounprofesorquelosabetodo.Enrealidad,noesasuntomío.
—Tengo que pedirle disculpas. No quería hablar de mi marido —dijoSusanne.Sinprestaratenciónaesaspalabras,continuó—:Cualquierhombrequeno tuviese mal aspecto y supiese lisonjear a una mujer me habría resultadoatractivoporentonces.Estabatannecesitadade…cumplidos,dequealguienmequisiera,amíenconcreto.¿Creeustedquemequisierondepequeña?¿Quetuvelasensacióndeserqueridadeverdad?Paramimadresoloeraunacarga.CuandoHansentróenmivida,meaferréaélcomoaunatabladesalvación.
Una vezmás, sus cavilaciones habían vuelto a sumadre, yMartin pensó:«Puedequerealmenteseasumadreelejeentornoalquegiratodo».
—Nopuedoimaginarmequeustedhayasidonuncaunacargaparasumadre—dijoincómodo.
—La tiene por un ángel caído del cielo porque lo ayudó a usted, ¿es eso?Pero de ángel nada, se lo puedo asegurar. Por supuesto, se ocupó de que yotuviesetodoloquequería,peroenelfondopreferíaqueyodesaparecieraymecruzaraensucaminolomenosposible.ConBelleeradistinto,¿sabe?Noesquede ella se ocupase más. Pero Belle… Belle se parecía a ella. En belleza, enegoísmo, en la forma de amoldar la vida a su voluntad. Belle y mi madresiemprehanpodidoentenderlafaltadeescrúpulosdelosdemás.Peroyoestabaahí y luchaba desesperada para que mi madre me mirase una sola vez, meescuchase una sola vez. Ah, por lo demás, no se detenía en nimiedades.Trabajaba y trabajaba para que pudiésemos tener esta enorme casa, para quetuviésemos la posibilidad de ir a los mejores colegios, para que pudiéramospermitirnostodolobuenodelavida…Pero,enrealidad,intentabasatisfacersupropiaambiciónparademostrarseydemostraratodosqueeralamejor,lamásgrande.¿Sabeloqueocupabatodossuspensamientosduranteesosaños?CómovolverahacerseconlafábricayconLulinn.Esoeraloquelaimpulsaba.Ylo
mejordetodoesquelopodríahaberconseguido.Lafábricavolvióasersuyayseguiría siéndolo si los americanos no la hubiesen reducido a cenizas con susbombas. Y Lulinn también habría sido suyo tras la muerte de Lombard. Esgracioso,¿verdad?Mimadrenosehabríaatrevidonuncaaesperarlo,peroensutestamento él le dejó todas sus posesiones en Alemania, es decir, la casa yLulinn.Pero losrusosconquistaron laPrusiaOrientalyexpulsarona todos losalemanes. Esta guerra ha desbaratado todos sus proyectos… Los hombresimportantes de su vida, en cualquier caso, tuvieron suficiente decencia parasatisfacer los deseos tácitos de Felicia Lavergne y emigraron o murieronoportunamente.
Lecaían lágrimaspor lasmejillas,yMartin,que tenía la sensacióndequehacíamuchoquenohablabaconélsinoconsigomisma,nodijonada.Notabaunnudo en la garganta, como si, también en él,miles de lágrimas esperasen serlloradas, lágrimasporSara,por su familia,por los añosque lehabían robado.Pensóduranteunmomentoquedeberíaestarfuriosoconlamujerquesollozabaallí acurrucada ante la chimenea, quejándose de la falta de amor que habíasufridotodasuvida.¿QuéeraaquellofrenteaAuschwitz,frentealascámarasdegas,frentealoshornos?Peronosentíairayentendióquenopodíacompararlasdoscosas.SusanneVelinarrastraba sucargayél la suya.No tenía sentidopensarencuáleramáspesada.
Ladejóllorar,seconcentróenlasimágenesdesuinteriorypensóenSara.YenAmérica.TeníaahoramuyclaroquenopodíaquedarseenAlemania.
12
Andreas había conseguido encontrar a Sven Kronborg y le había enviado untelegrama desde Nueva York en el que le anunciaba la llegada de Belle.Kronborg trabajaba, como había sabido por periodistas, como director para laMGM y estaba haciendo allí una carrera brillante. Gracias al telegrama,KronborghabíaidoaesperarlosalaestacióndeLosÁngelesyhabíareservadoparasusamigosunasuiteenelMiramarHotel,enSantaMónica,queocupabacasi media planta. Belle, que deambulaba un poco confusa entre las lujosashabitaciones,preguntóconmiedo:
—¿Podemospermitirnosesto,Andreas?—Notepreocupes—lecontestóél.Enrealidad,eldineronoparecíaserunproblemaparaél.Teníaqueempezar
atrabajarenenerode1946,peroeraprobablequelaempresalehubierapagadoyaendiciembreporquetodaslasnochesibanacenaraunrestaurantecaroylecomprabaaBelletodalaropabonitaquelegustaba.Seguramentetambiénhabíatransferido a Estados Unidos el dinero que había ganado vendiendo secretos.Nuncadejabanadaalazar.
ElviajehabíaagotadoaBelleynoestabasintiendolaeuforiaqueesperabaenCalifornia.Habíaansiadoelveranoeterno,laspalmerasyelaguaazul,perohacía un frío desagradable. Había nieve en las montañas y corría un vientohelado abajo en el valle. Al amanecer, la ciudad, la playa y el mar estabanocultos por una niebla gris que solo se levantaba despacio a lo largo de lamañana.Laspalmerasparecíantristes,lasolasreflejabanelcolorgrisdelcieloylosúnicosbrotesdecoloreranlaspoinsettiasrojassilvestresalosladosdelascalles. A veces, el sol conseguía asomarse entre las nubes y hacía un calor
repentino, pero, en cuanto volvía a ocultarse, el viento dominaba de nuevo yregresaba el frío.Belle, envuelta en un cálido abrigo, daba largos paseos paradistraerse,peroeravíctimadelanostalgia.NodejabadepensarenelimponentecontinenteyenelaúnmásimponenteAtlánticoqueseinterponíanentreellaysuhogar.Depie en la playadeSantaMónica,miraba elPacíficoy soloveía lasruinas deBerlín y la profundanieve deLulinn ante ella.Kronborg, quehabíanotadosubajoestadoanímico,intentóconsolarla.
—Mejorarácuandolleguelaprimavera.Yaloverás,Belle.Aquísucedemuyrápido,deundíaparaotro.Depronto,florecetodoatualrededor.Magnoliasyjazminesycamposenterosdelupinos.
Bellesesobresaltó.—Lupinos —repitió—. Campos enteros de lupinos… Sí, los conozco de
Königsberg,enveranosellenabadeellos.Kronborgsuspiróyleacariciólamano.Entendíasussentimientos.Lehabía
pasadolomismocuandollegóallíen1940.AhoraadorabaAméricaynoqueríayavivirenningúnotrolugar,yestabaconvencidodequeaBellelesucederíalomismo. Tenía que apretar los dientes y superar los primeros meses malos.GraciasaDiosqueAndreasestabaconella.Sino,seguroquesehabríavueltoaAlemaniadeinmediato.
Bellevolvíaalhoteldespuésdeunodesuslargospaseossolitarios.Esedíahacíamáscalorquelosanteriores.1defebrerode1946.OlíaunpocoaprimaverayBelleesperabanoestarimaginándoselo.
Mientras cruzaba el vestíbulo, pensó que su continua apatía a lo mejortambiénteníaalgoqueverconelhechodevivirenunhotel.Sesentíacadavezmásagobiadapornotenerunacasapropia.AunquefuesemenoscómodaqueelMiramar,seríasuhogar.
Aesahora—eranlascincodelatarde—,habíamuchagentesentadaenelvestíbulo: bebían té, fumaban y conversaban, se reían. Hombres y mujeres
guapos, satisfechos, vestidos con elegancia, todo lo contrario de las formasdelgadasyextenuadasqueseveíanenlaAlemaniadeposguerra.Lamayoríairíaesa noche a una de las numerosas fiestas de Hollywood, o cenaría en unrestaurante superchic y perversamente caro de la ciudad, con champán o vinofrancés.Selesnotabaquesabíanloqueeradisfrutardelavida.
Belle subió en ascensor, recorrió el pasillo y entró en la suite.Andreas yahabíallegado,estabasentadoenunabutacafumando.Selevantó,seacercóaellaylaabrazó;olíaatabacoysusmejillaslarascaronunpoco.
«Menosmalqueestáél»,pensóBelle.—¿Mehanllamadodelestudio?¿Kronborg?Andreas suspiró bajito. Kronborg tenía dificultades para convencer a los
jefesdelaMGMdequeprobasenconBelle.«Noqueremosalemanas—eralarespuestaatodassussolicitudes—.Ningún
americanoquerríaverahoraunapelículaenlaquesaleunaalemana.»—Sí,Kronborghallamado—dijoAndreas—.Teenviarámañanaalasnueve
uncocheparaquetellevealestudio.Quierehacertemáspruebas.Puedequeporfinconsigaconvenceralosotros.
—No los va a convencer, Andreas. Nos hemos equivocado. Te hasequivocado.Creías…
Élaúnlateníaabrazada.—Dales tiempo. Deja que olviden la guerra…No puede ser de hoy para
mañana.Llegarátumomento,Belle,puedesestarsegura.Sesoltódeél.Andreaslaayudóaquitarseelabrigoylediouncigarrillo.—¿Cómotevaati?—preguntócariñosa.Andreasseencogiódehombros.—Muybien.Peroellanotóquenoerafelizy,porsupuesto,sabíaporqué.Sufríaporque
lamujerconlaquevivíanoconseguíaromperdefinitivamenteconsupasado,nientregarseaélporcompleto.Extendiólamanohaciaél.
—Ven.Vuelveaabrazarme.
Él se acercó, olió el viento que todavía se enredaba en su melena y queprometíalaprimavera.Sehabíaquedadotandelgadaqueeracomoabrazaraunaniña. ¿Qué era lo que lomantenía atado a ella sin remedio?, se preguntó casidesesperado. Hasta entonces no había podido darse una respuesta clara. SolosabíaquenuncahabíasentidonadaniremotamenteparecidoporningunadelasmujeresquehabíatenidoantesqueBelle.Porprimeravezensuvidaamabadeverdadyyano se tachabaa símismo, comoal principio, de sentimental odeloco.PeroniélniBelleseríannuncafelicessiMaxMartyseguíaestandoentreellos.
Fuecomosiemprequesetocaban:alsegundosiguientelesparecíanoestarlobastantecercaelunodelotro.Pero,porprimeravez,Bellesepreguntósierapor esopor lo que les gustaba tantohacer el amor, porque se encontraban tanincreíblementebienjuntos,osi,deesamanera,másbienbuscabanhuirunratitodesusproblemas.
Nuncahabíasidocomofueentonces: sebesaron,perosus labiossiguieronfríos;seacariciaron,perosuscuerpos,depronto,yanoreaccionaban;intentaronhacer el amor desesperados para que fuese como siempre habían dado porsentadoquesería,peronoloconsiguieron.Acabaronporabandonar,sequedarontumbadossinhablarydecepcionados,hastaqueAndreasselevantó,sepusounabatay se fuealbarde lahabitación.Conexpresiónconcentrada,mezclóunoscócteles,conmuchoroncomosiempreylobastantefuertescomoparatumbaraun oso.Bellemiraba el techo y escuchaba el tintinear de los cubitos de hielocayendoenlosvasos.
SesentócuandoAndreasseacercóyletendióunvaso.—Toma.Seguramentelonecesitarástambién.—Andreas,nodeberíamosdarlemásimportanciadelaquetiene.Despuésde
todo,esalgo…Sehabíaquedadodepieyestabaanteellacomounmuro.—Por logeneral,no lededicaríaniunpensamiento—replicó—,peroesto
soloeslapuntadeliceberg.Haymáscosasquenofuncionanentrenosotrosdelasquequeremosreconocer.
Bellenodijonada.—Creía que América sería la solución —continuó Andreas—. Creía que
podríamoscomenzarunanuevavidasiponíaelmáximodekilómetrosposibleentretúytodos…todoslosrecuerdos.Queríaforzarte…aolvidarypensarsoloenelfuturo.
—Andreas,esonosepuedeforzar,connadie—dijoBelleenvozbaja.—No,esobvioqueno.—Sonabatriste—.Dehecho,heconseguidojustolo
contrario.CuantomásnosalejábamosdeBerlín,máscrecíatumalaconciencia.Avecestengolasensacióndequetecastigamásconcadahoraquepasa.Esunalocura.—Sonrióconamargura—.Aquí,enLosÁngeles,MaxMartyestámásvivoquenunca.Estáentrenosotrosycadavezesmásgrande.
—No sé qué hacer.Andreas, he intentado acabar con eso, pero tienes queentenderqueyo…
—Sí.Siempretengoqueentender.Desdeelprincipio, tehasacercadoamítres pasos y te has alejado dos, y siempreme has pedido que te entienda.Aldemonio,Belle. ¿Por qué no le dijiste nunca la verdad a tumarido? ¿Por quénuncafuistesincera,porsubienyporeltuyo?¡Pornohablardelmío!Envezdeeso,preferisteengañarloytraicionarlo,peroloconsecuentehabríasidocarecerporcompletodeescrúpulosynolamentartedecontinuo.
Belledejóelvasoenlamesillaconloshielostintineando.—¿Ycuándo tendríaquehabérselodicho?¿Cuandoestabametidohastael
cuelloen lamierdadelFrenteOriental?¿Tendríaquehaberleescritoentonces:«Perdona,peroquieroaotrohombre»?
Andreasguardósilencio.—No—dijoluego—,reconozcoquelascircunstanciasnoeranlasmejores.
Perotambiéntienesqueentendermeamí.¿Quéteníaqueentender?Depronto,Belletuvomiedo.Selevantóporqueno
aguantabamásverlotanaltoanteellaysearropóconlacolcha.
—¿Quéquieresdecir,Andreas?¿Quévasahacer?—Noquiero sufrir—replicó él—.Me lo propuse cuando todavía eramuy
joven,quenuncaibaasufrirporunamujer.Hastaqueteencontré,mefuncionó.Peroahora…sufrodemasiadoydemasiadoamenudo.
Belletorcióelgesto.—Seguramente,noereselúnico.—Siatitepasalomismo,esmuchopeor.Fuera,elvientosoplabatenazcontra lasnubesyyahabíaconseguidoabrir
ungranhuecoazulenlacubiertagris.Derepente,elsolestabaallí,radianteyrojo al final de la tarde. Las coronas de espuma de las olas del Pacíficocentellearon.Unolordulce,cálido,entróporlaventanaabierta.
—Mañanaempezarálaprimavera—dijoBelle.—Sí—contestóAndreassinemoción.YBelle tuvo la sensación de que a él le había parecido una tontería decir
algotanbanal.Peronolohabíadichopordecir.Queríaquellegaralaprimavera,con lavagaesperanzadeque lomejoraría todo.«Aunque, talvez, soloquieroimaginarlo»,pensóconrepentinaresignación.Ydijocasisinaliento:
—Novasadejarme,¿verdad,Andreas?Lamiradadeéllaabrazó,medioretadoramediotierna.—¿Dejarte? No podría dejarte nunca. Hay una expresión muy tonta: «el
amordemivida».Túereselamordemivida,Belle.—Sí,peroentonces…—Pero nada. Precisamente por eso, no puedo vivir así contigo. Si no
significasesnadaparamí,medaríaigual.Peroasí…—Andreas,necesitotiempo.Yo…—Sí. Y lo tendrás. Pero no puedo estar presente y ser espectador de tus
luchas internas.Y creo que tampoco es bueno para ti. Solo podrás tomar unadecisiónsitedejoasolas.
Teníarazón,teníatodalarazóndelmundo,yBellelosabía.Setratabadesuvidaydesufuturo,ysoloellapodíadeterminarcómoserían.Entendiólagran
oportunidadqueledabaAndreascuandodecíaquenoqueríaestarpresenteyserespectadordesusluchasinternas.
Solosinsu influencia inmediata reconoceríaellaenalgúnmomento loquequeríadeverdad.
Losabíay,aunasí,teníamiedodesuspalabras.—¿Quétienespensado,Andreas?Lasarrugasdesucarasehabíanhechomásprofundas.—Separémonos por un tiempo —dijo—. Tenemos que averiguar cómo
seguir.PuedequerecibasnoticiasdeMax.Puedequedescubrasquehamuerto.Puedequeestévivoyquierasaveriguar sideseaseldivorciooencuentrasesaideainsoportable.Opuedequenodescubrasnada,peroalgocambieenti…Ah,Belle,noséloquepasará,peronecesitamosdistanciarnos.
Ella asintió. Fuera, el viento separaba las últimas nubes y una luzresplandecientesederramabadenuevosobreelvalle.
«Esto podría ser el paraíso», pensó Belle, pero luego el Pacífico volvió ahundirse ante sus ojos y vio, en su lugar, soldados hambrientos congelándose.Trincheras en el frío implacable de Rusia, trenes de presos… Paul le habíacontadolosuficiente.
Andreasrecogiósuropa,quehabíadejadorepartidaportodalahabitación,ydesapareció en el baño. Cuando volvió a salir, estaba totalmente vestido yparecíaagotado.Bellehabíavaciadosuvasoentretanto,loquehabíadadoalgodecolorasusmejillas.Porlodemás,selaveíatristeyexhausta.
«Está tan lejos de casa…, y no tiene ni idea de lo que va a pasar», pensóAndreas.
—Hablaré con Kronborg —dijo—. Tenemos que conseguir una casa deverdad.Alalarganosepuedevivirenunhotel.
—Yonotengodineroparaunacasa.Enrealidad,tampocotengodineroparaunhotel.
—Notepreocupesporeso.Porelmomento,seréyo…—No,meniego.
—Podrás pagármelo después. Pronto serás una gran estrella y ganarásmillones.
Belleseriocansada.Andreassedirigióalapuertaypusolamanoenlamanilla.—¿Vasadesaparecerasí?—preguntóBelle.—Porsupuestoqueno.Solovoyacomprarelperiódico.Puedequetambién
medéunpaseo.Salióalpasilloycerrólapuerta.Belleseguíadepieenvueltaenlacolcha.Sediocuentadequecomenzabana
arderle losojos.Sinosucedíaunmilagro, romperíaa llorarenseguida. Intentópensarenalgobueno,enlaprimavera,enlaspruebasdeldíasiguiente,enSvenKronborg que había dicho: «Lo conseguirás, Belle…», pero nada de eso laconsolaba. Entonces, mientras su mirada vagaba por la habitación, vio lafotografía enmarcada en el estante sobre la cama. Una foto ocre, desvaída,tomadaentornoa1900.MostrabalacasaseñorialdeLulinn.Sumadrelehabíacontado,en lacartaque laacompañaba,quequeríacomprarunacasanuevayqueAlexLombardhabíamuerto.
Belleseacercóalafotografía,unpocotorpeporqueteníalospiesenredadosen la colcha. Era verano. Lo sabía por las rosas y los robles a lo largo de laavenida,que teníanunespesofollaje.Lasventanasde lacasareflejaban la luzdelsol.Sicerrabalosojos,podíaolerlahierbaysentirelvientoenlacara;tocólacortezacálidadelosárbolesyunodeloscaballosseacercóaltrotealaverjayconsunarizsuavelerozóelcuello.
El recuerdode todoaquello la llenódeunanueva,aunque tímida,energía.En su familia, las preocupaciones no duraban demasiado, porque todos sabíanque no servían para nada. ¿Qué había sentido sumadre cuando dejóLulinn ysalióhuyendo?¿QuéhabíasignificadoparaellalamuertedeAlexLombard?Y,apesardetodo,secomprabaunacasanueva.Conseguridad,encontraríaprontouna nueva fuente de dinero. No se permitía llorar y quejarse durante mucho
tiempo. Por lo visto, sabía cómo amortiguar los golpes del destino y, si ellapodía,Belletambién.
—Losuperarécomosea—dijoenvozalta—.Loconseguiré.Peroprimerotengo que hacer las pruebas. Eso es lo importante ahora. Tengo queconcentrarmeyhacerlobien.
Lo que contaba era que había sobrevivido a la guerra y a las bombas. Sesentíajovenysana.EstabaenHollywood.
Yaldíasiguientecomenzabalaprimavera.
13
La casa estaba casi escondida tras un alto seto de espino y grandes saucesllorones. La vista se abría hacia el lago. Era marzo, un día de una claridadfantástica con un cielo de un azul divino; un cálido viento del sur lo habíalibradodenubesdurantelanocheyhabíaacercadolasmontañasalalcancedelamano.Lascumbresnevadasseelevaban,luminosamenteblancas,enelhorizontemeridional,yelazuldelagua,sobrelaquecentelleabaelsol,parecíahacerdelaguerra,ladevastación,lamuerteyelhambreenAlemania,unmalsueño.
—El lago Ammer —dijo Tom Wolff algo patético—. Una estampamaravillosa. Claro que hoy es también un día espléndido. Felicia, no puedonegarquehastayomehabríaenamoradodeestepedacitodetierra.
—Pero¡miralacasa!—leinsistióFelicia.Estaban al final del jardín, que caía en terrazas por el oeste hasta el lago.
Habíaallíabajounacasitadebaño,unembarcaderoyunbarco.Lacasa,porelcontrario,estabaenloaltodelacolina.
Porsupuesto,eramuydistintaaLulinn,peroFeliciasehabíadichoquenopodíasalirenbuscadeunacasanuevaconlaesperanzadeencontrarunaréplicadelafincadelaPrusiaOriental.MuchomenosenlaAltaBaviera.Lacasaeragrande e imponente, con trespisos, un tejadoquebajaba casi hasta el sueloylargosbalcones.Habíamuchosdormitoriosy,entodaspartes,chimeneasenlasqueencenderunfuegoeninvierno.Feliciaseimaginóunagruesacapadenievecubriéndolotodoalrededoryalafamiliaalcompletoreunidacómodamentebajoaqueltejadoadosaguastanacogedor.
—¿Quéteparece,Tom?—Preciosa.Perfectaparaunagranfamilia.
A la derecha del jardín se ubicaban los establos y una dehesa. Un par decaballosjóvenesderazaHaflingerpastabanenlospradosprimaverales.Traselduroinvierno,parecíandisfrutardelcalordelsolenellomo.
—¿Esotambiénestuyo?—preguntóTom—.Losprados,quierodecir.—Sí.Todo.Inclusoloscaballosestánincluidosenelprecio.—Preciosa—volvióadecirTom.Observó a Felicia de reojo. Llevaba un ligero abrigo de lana muy caro y
elegante,aunqueunpocodesgastadoydesaliñado.Alrededordelcuellosehabíaanudado un pañuelo de seda de colores, el pelo lo había sujetado con unadiademay lecaía rizadosobre laespalda.En lasorejas, relucíanunasperlitas.Lacaraovaladaydelgadaestabamuyblanca,yesapalidezparecíacontagiarsealosojos,cuyogrisseveíamásclaroquedecostumbre.
CuandoFelicialepidióaTomquefueseconellaaBreitbrunn,aorillasdellagoAmmer,éltuvosusdudas.DesdeelentierrodeAlexLombard,nolahabíavueltoaver,yenaquellaocasiónnoestuvieronniunmomentoasolas.Temíaeldolordeella,nosabermuybiencómotratarla.Alexyellasiemprehabíansidocomoel perroy el gato, peroTom sabía por instinto, comomuchosotros queconocíana lapareja,quenuncahabíandejadodequererse.A su llegada,Tommedioesperabaencontrarseconunamujerrota,perocuandoellaaparecióenelJeepquehabíapedidoprestadoaLiliencronyélsubióalvehículo,solodijoquesealegrabadequelaacompañara.
—¿Porquéquierenvendertodoesto?—preguntóahora.—Sushijosmurieronenlaguerra.Quierencomenzarunanuevavida,lejos
detodoslosrecuerdos.—Ajá.—Callóunmomento.Eltejadodelacasallameabarojobajoelsolde
primavera—.Felicia,¿deverdadquieresvivirtanlejosdelaciudad?—Mequedaré en la Prinzregentenstrasse. Pero los fines de semana podría
venir.Alguiendelafamiliatendríaqueviviraquísiempre:hepensadoenNicolaoenModeste.Peroseguroquetodalafamiliavuelveajuntarsedenuevo.Comoantes.EnLulinnsiemprehabíaunbarulloenorme.
—Nosécómodecirtequenoeselmomentoparaestetipodecompras.Porsupuesto,teprestaríaeldinero.Pero¿nocreesquepodríasnecesitarloparacosasmásurgentes?
—¡Bah!Eldinero.¿Paraquésenecesitaahoraeldinero?Nohaynadaquecomprar.Tom,porfavor,nointentesdisuadirmedemiproyecto.Dameeldineroonomelodes,yamirarésilopuedoconseguirdeotrapersona.Peronoledesvueltas.
Apaciguador,éllepusounamanoenelbrazo.—Te lo daré. Y haz lo que te parezca. Es una casa preciosa y un bonito
pedazo de tierra, y no es caro. En algún momento, algo así podría serprohibitivo,asíque,enesesentido,noesmalnegocio.
Volvía a ser el Tom Wolff de siempre, con olfato para las inversionesrentables.Feliciasonrió.
—Sí—confirmó—, ymás adelanteme daría de cabezazos por no haberlocompradoahora.
Despacio,recorrieronjuntoslaorilladellago.Elaguaseextendíalisayazulante ellos, la otra orilla era como un cuadro. Las cúpulas bulbosas de dospequeñasiglesiasseelevabannítidascontraelcielo.
Tom reflexionó sobre lo extrañamente intacto que parecía todo allí, encomparación con la bombardeadaMunich. Por supuesto, también se notaba elpaso de la guerra, porque los campos estaban baldíos y la poca maquinariaagrícolaque seveía estabaenmal estado.Envezde trabajar en sus fincas, lamayorpartedeloshombreshabíaestadodurantelosúltimosañosjugándoseelpellejo en el frente por el Reich y por el Führer. A pesar de lo cual, a loscampesinosallílesibamuybien.
CasiunahoraestuvieronpaseandoFeliciayTomensilencio,escuchandolosgraznidosdelasgaviotas,quesealejabandellagotrazandounarco,cruzabanunpedazo de bosque y volvían de nuevo por las alturas hacia ellos. Pronto todofloreceríayestaríacubiertodecolor.
Feliciasedetuvo.
—Sí,estaseránuestranuevacasa—anunció—.Estarállenadepersonasydeanimales.
—Sí,seguroquesí.Lodeseasdeverdad,¿no?UnsegundoLulinn…—Sí.—Sonrió,peronoparecíafeliz,sinounamujerquesehapropuestoun
planaunquenoencuentraningunaalegríacuandotienesuobjetivoalalcancedelamano.
Depronto,asustado,Tompensó:«NuncasuperarálodeAlexLombard.Pormuchosañosquepasen,nunca».
Feliciaseguíaparada,conlasmanosenlosbolsillosdelabrigo.Perodejódemirarlacasayellago,ysevolvióhaciaTom.
—Tom,megustaríahablarcontigo sobrealgo.Sabesquemi fábricayanoexiste y queme faltan losmedios para reconstruirla. Creo que voy a edificarviviendasenelsolar.Losalquileresvanasubir.Undíapodríandarmebuenosingresos.
Involuntariamente,Tomsonrió.JustoesapartedeFelicianohabíasufridoelmásmínimoquebranto.
—Unproyectointeligente—concedió.—Sí. Pero no es el único. Tom… ¿podrías necesitar una empleada en tu
fábricadejuguetes?¿Unaque,quizáalgúndía,pudiesellegarasersocia?Lohabíapreguntadosinrodeosyélcontestóconlamismafranqueza.—Sí.Pero¿quépuedesaportar?—Porelmomento,nadamásquemitrabajo.Micabeza.Coneltiempo,tal
vezmás.—Sinlugaraduda.Coneltiempo,talveztendréquetenercuidadodeque
no te quedes con todo actuando a mis espaldas.—Volvió a sonreír, pero susrasgos estaban llenos de ternura—. En serio, Felicia: me alegraría. Los dosjuntos somos invencibles. Aunque la frescura de la primera juventud esté yalejos.Oprecisamenteporeso.
—Perfecto—dijoFelicia.Tomsediocuentadequenoestabasorprendida:esperabaaquellarespuesta.
Sepusoenmarchayéllasiguió.Laluzdeldíaestabatomandootrocolor.Tomse preguntó cómo sería una puesta de sol sobre aquel lago. Seguro queespléndida.
—¿SabesalgodeBelle?—preguntó.Porsupuesto,tambiénaéllehabíallegadoelrumordequelahijadeFelicia
se había ido a Los Ángeles con un hombre mientras su marido seguía enparaderodesconocido.Algunossehabíanencargadodehacerlocircular.
Feliciaasintió.—EscribióenNavidades,perolacartanollegóhastafinalesdeenero.Creo
quetienenostalgia.Peroyoyalehabíaescritoantesylehabíacontadomiideadecomprarunacasagrandeybonita.Tienequesaberqueaquíhayunlugaralquesiemprepuedevolver.AdorabaLulinn.
—Tambiénlehasdichoque…—Tomnoterminósupregunta,peroFeliciasabíaloquequeríadecir.
—Sí.LehedichoqueAlexLombardmurió.—¿Creetodavíaqueerasupadre?—Sí.Esmejorasí.Suvoz sonó frágil.Caminódos pasos por delante deTomy a él le dio la
sensacióndequenopodríaseguirsoportandolavistadesushombroserguidosysucuelloestirado;igualquenopodríaseguirsoportandosuvoztemblorosaysusojosapáticos.Sabíaqueeraunamujervaliente,peroesavalentíaerademasiadotensa. Habló con frialdad y naturalidad sobre su proyecto de ser socia de laempresa,peroenrealidadhabríapodidolloraryllorarsinparar.Podíanotarloyle sorprendió loafectadoqueestaba.Feliciayélhabían tenido lasdiscusionesmáshostilesysehabíandeseadolopeor,peroéllaqueríamuchomásdeloquepensaba, y ahora le hubiera gustado abrazarla. Sin saber qué hacer, dijomuydeprisa:
—Felicia,nohehabladodeelloporquenosabíasiteharíamásdaño,pero…ahora,deberíassaber…SientomuchísimoqueAlex…perdieselavida,yséquenopuedoconsolarte,nopuedohacértelomásfácil,pero…
Ella separóy sedio lavuelta.Congesto indolente, se retiró el pelode lafrente.
—Felicia—dijoTomenvozbaja.«¡Cómo ha envejecido! ¡Y yo también! Pero si fue ayer cuando yo tenía
dieciochoañosy lo conocí.Deesohanpasadomásde treinta años…»,pensóFelicia.
—Tom,haceunañopasétodaunanochesentadaconmihijaBelle,losrusosrodeabanlaciudadyyoleacababadedecirquesuhijahabíamuertodurantelahuida;eramuydesgraciadaybebíaparaolvidar,ymedijoquelohabíahechotodomalen lavida.¿Sabes?Aesemomentohemos llegado todosalgunavez,cuandocreemosquesolohemosfracasadoyquenohemoshechonadabueno…Entonces lediaBelleelconsejodemiabuelaLaetitia:Pregúntatesiempre:Situvieseslaposibilidaddeempezardenuevo,¿haríaslascosasdeotraforma?Ysi te contestas que no, entonces deja de lamentarte porque así no conseguirásnada.—FeliciaestabaparadaymiróporencimadeTomalalejaníaenmediodelapenumbraqueibacayendo—.Siemprehevividosegúneseprincipio,Tom,ymehaidobien.Pasaraloquepasase,sabíaquenolohabríahechodeningunaotraformayquenohabríadeseadootracosaporque,inclusoenlosmomentosmás difíciles y tristes, tenía claro que conseguiría lo que quería, tal vez a unpreciomuyalto,yamenudomuydolorosoparamí,peroloqueríadeesamaneraysabíaquelovolveríaahacerunayotravez.Sinembargoahora,porprimeravez, por primera vez en mi vida, lamento algo que hice. Lamento los largoslargosañosquehanquedadoatrás.Solotengoundeseo:volveratenerdieciochoaños,volveraencontrarmeconAlexLombard,tenerunavidaconélantemí.Loharíatododeotraforma.Meaferraríaaélynolodejaríanunca.—Cansada,selamióloslabiossecos—.Tom,¿porquéamenudodescubrimoscondenadamentetardeaquiénpertenecenuestrocorazónenrealidad?
—Porque…—Seleocurriólarespuestamásmanidayalavezmáscorrectaquepodíadarle—.Porque,posiblemente,nohayunarealidad,creo.
—Enesotienesrazón—reconocióFelicia.
Continuóandando,peroahoraconcuidadodeiralpasodeTom.—Tom—dijo—, esto serámuy bonito. Cuando sea verano…habrá flores
por todaspartes.Tendréuna rosaledaallí, ante lapuerta.Ypor lamañanamelevantaré y lo primero que haré será bañarme en el lago. Tendremos un granvelero, ¿y no te parece que podríamos dar unas fiestas fabulosas en elembarcadero?
—Seráespléndido—corroboróél.Felicia hablaba como una niña que quiere convencerse de algo: el juguete
nuevoesigualdebonitoqueelviejo,elqueseharoto.—Tambiénmegustaría tenergallinasyquizáunpardevacas.Emplearéa
gentequeseocupedeellas.Creoquepodrépermitírmelocuandoseatusocia.—Seguroquesí.—La familia aporrearámipuerta.Enalgúnmomento tendréque encontrar
unlugarseguroenelquepoderestarasolassinquememolestenomevolveréloca.Quizáenelpabellónjuntoallago.
Seacercabanalacasa.Lasparedesparecíanacogerloscalurosamente.—Serátanbonitocomoantes—dijoFelicia.Caminabanporelpradoy llegarona ladehesade loscaballos.Unode los
Haflingergordosehirsutosfueenseguidaalaverjayestirólacabezaporencimadeella;esperabaunterróndeazúcar.Laespesacrinrubialecaíasobrelafrente.Suspadreshabíansidosacrificadosenlaguerra,peroélnoconocíaelmiedoysusojosnegrosmirabandivertidosyllenosdevida.
Soltóunagudorelinchoysucompañerolecontestó.—¡Ya ves!—exclamó Felicia riendo—. Incluso tendremos un montón de
caballos.«¿Comoantes?»,pensóTom.Ylaspalabrasescaparondesuboca,antesde
queélpudieradetenerlas.—PeronosonderazaTrakehner—dijoenvozbaja.Elsolpintóunanchocaminodoradoenel lago.Feliciaechóhaciaatrásel
extremodesupañuelodeseda,queondeabaconelvientodelatarde.
—Tienesrazón—dijo—.NosonTrakehner.
Losaromasperdidos,unanovelaemotivaybrutal,dominadaporelritmosinalientodelaspasionesyla
guerra.
TrasladebacledelaGranGuerra,Alemaniasevesumidaeneldesempleoylapobreza,unterrenofértilparaunhombrequecambiaráparasiemprelafazdelmundo:AdolfHitlerEntretanto,lashijasdeFeliciaDegnelly,ajenasalasombraqueseciernesobreel horizonte, preparan sus respectivos matrimonios, Belle con Max, un actoridealista,ySusanneconHans,unoficialdelasSSresponsabledelosCamposdelaMuerte.LabodadeBellesecelebraunatardedemayoenlafincaquelafamiliaposeeenLulinn,peroFelicianoasistiráalaceremonia…Pocoapoco,suvidayladesusseresqueridosseveráarrastradaporlasconvulsionesdelperíodomásoscurodelsigloXX.
CharlotteLink(Frankfurt,1963)esunadelasescritorasmássobresalientesdela literatura contemporánea alemana. Crea absorbentes y tensas tramas desuspense sostenidas por personajes que intrigan y subyugan al lector.Ha sidofinalistadelDeutscherBuchpreis(máximogalardónalamejornovelaenlenguaalemana)yharecibidoelpremioGoldeneFederporsucarreraliterariaasícomodistintosreconocimientosdeloslibreros.Losaromasperdidos es la segundaentregade«Laestaciónde las tormentas»,una aclamada trilogía publicada originalmente en 1989y que llevamás de unmillónymediodeejemplaresvendidos.
Títulooriginal:WildeLupinen
Ediciónenformatodigital:mayode2021
©1992,BlanvaletVerlag,unadivisióndeVerlagsgruppeRandomHouseGmbH,Munich,Alemaniawww.randomhouse.de
PublicadoporacuerdoconUteKörnerLiteraryAgent,S.L.U.,Barcelonawww.uklitag.com
©2021,PenguinRandomHouseGrupoEditorial,S.A.U.TravesseradeGràcia,47-49.08021Barcelona
©2021,ItziarHernándezRodilla,porlatraducción
Diseñodeportada:JoseLuisPaniaguaIlustracióndeportada:©RichardJenkins(Personajefemenino),©Pixabay(Edificio)
PenguinRandomHouseGrupoEditorialapoyalaproteccióndelcopyright.Elcopyrightestimulalacreatividad,defiendeladiversidadenelámbitodelasideasyelconocimiento,promuevelalibreexpresiónyfavoreceunaculturaviva.Graciasporcomprarunaediciónautorizadadeestelibroyporrespetarlas
leyesdelcopyrightalnoreproducirnidistribuirningunapartedeestaobraporningúnmediosinpermiso.AlhacerloestárespaldandoalosautoresypermitiendoquePRHGEcontinúepublicandolibrosparatodosloslectores.DiríjaseaCEDRO(CentroEspañoldeDerechosReprográficos,www.cedro.org)sinecesita
reproduciralgúnfragmentodeestaobra.
ISBN:978-84-253-5893-7
Composicióndigital:NewcomlabS.L.L.
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[1]JefededistritoenlaAlemanianaziyenlosterritoriosocupados.(N.delaT.)
Índice
Losaromasperdidos
Árbolgenealógico
LibroI
Capítulo1
Capítulo2
Capítulo3
Capítulo4
Capítulo5
Capítulo6
Capítulo7
Capítulo8
Capítulo9
LibroII
Capítulo1
Capítulo2
Capítulo3
Capítulo4
Capítulo5
Capítulo6
Capítulo7
LibroIII
Capítulo1
Capítulo2
Capítulo3
Capítulo4
Capítulo5
Capítulo6
Capítulo7
Capítulo8
Capítulo9
Capítulo10
Capítulo11
Capítulo12
Capítulo13
LibroIV
Capítulo1
Capítulo2
Capítulo3
Capítulo4
Capítulo5
Capítulo6
Capítulo7
LibroV
Capítulo1
Capítulo2
Capítulo3
Capítulo4
Capítulo5
Capítulo6
Capítulo7
Capítulo8
Capítulo9
Capítulo10
Capítulo11
Capítulo12
Capítulo13
Sobreestelibro
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Trilogía«Laestacióndelastormentas»
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