los archivos, la izquierda y la guerra civil por stephen schwartz

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Los archivos relacionados con la Guerra Civil española son innumerables y parecen haber sido estudiados a conciencia. Sin embargo, en este ensayo, Schwartz desvela nueva documentación sobre la controvertida participación de comunistas, poum y otras fuerzas radicales en ese sangriento conflicto.

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Page 1: LOS ARCHIVOS, LA IZQUIERDA Y LA GUERRA CIVIL por Stephen Schwartz

n una inesperada coincidencia, la caída de los regímenes comunistas y la apertura (en algunos casos temporal) de sus archivos a principios de la década de 1990 se produ-jeron tras un proceso similar de hallazgos documentales en España en torno a la Guerra Civil, en la que el comunismo desempeñó una función central. La divulgación de los archivos en España tras la muerte de Franco estuvo mejor organizada y fue más completa y exhaustiva que la de países como Rusia.

La apertura, publicación y estudio del material de los archivos, sin embargo, se retrasó con respecto a la reedición y producción de nuevos libros sobre la historia de los republicanos radicales en España, incluidos el movimiento anarcosindicalista, el psoe, el poum y Esquerra Republicana de Cataluña. Los descubrimientos documentales y los nue-vos volúmenes historiográficos más útiles versaban sobre esos partidos. En cambio, en España se han producido pocos textos novedosos sobre el “oficial” Partido Comunista de España (pce), y –aparte de la documentación de las relaciones entre el pce como miembro de la Internacional Comunista y su prin-cipal adversario en la izquierda, el poum, que se consideraba comunista pero antiestalinista– el material sobre el pce provie-ne generalmente de los archivos rusos, cuya limitada apertura es extraordinariamente valiosa. Un libro que recoge documentos soviéticos acerca de la guerra, España traicionada, originalmente publicado en inglés, ha supuesto una contribución excepcional a las nuevas perspectivas sobre la contienda.1

La Guerra Civil y la historia de la izquierdaLa Guerra Civil española ya se consideraba uno de los temas históricos más perdurables y fecundos del siglo xx por la can-tidad de producciones académicas y literarias que había gene-rado cuando murió Franco. Entonces se publicaron muchos materiales de fuentes primarias, y nuevas obras de análisis en muchos idiomas, la mayoría a partir de fuentes secundarias, siguen apareciendo en el siglo xxi.

En estas páginas me ocuparé de obras excepcionales basadas en descubrimientos realizados en los archivos, o que introduzcan documentación previamente desconocida sobre el comunismo, el poum y las demás fuerzas radicales del conflicto.

Los nuevos volúmenes, reediciones y materiales de archi-vo más interesantes tienen que ver con el poum. Aunque entre 1937 y 1975 se publicaron algunas obras valiosas sobre los partidos de izquierda en España, en el extranjero no se había editado casi nada representativo sobre el poum o su punto de vista. En cambio, los comunistas y anarquistas desarrollaron en numerosos países una intensa actividad editorial, que dirigían tanto al público local como a sus adeptos. El psoe y la izquierda catalana, aparte de los perió-dicos para exiliados y memorias para los suyos, no habían publicado fuera de España y los países de su diáspora, Francia y América Latina.

La falta de material de fuentes fiables sobre el poum era especialmente problemática. El poum, sus actitudes polí-ticas y su lugar en la clase trabajadora española y catalana, y en la historia de la Guerra Civil, se habían convertido en un tema importante en el debate político, historiográfico y popular gracias a los acontecimientos, pero también al testimonio de tres autores extranjeros: George Orwell, Franz

Stephen Schwartz

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Los archivos, la izquierda y la Guerra CivilLos archivos relacionados con la Guerra Civil española son innumerables y parecen haber sido estudiados a conciencia. Sin embargo, en este ensayo, Schwartz desvela nueva documentación sobre la controvertida participación de comunistas, poum y otras fuerzas radicales en ese sangriento conflicto.

1 Ronald Radosh, Mary R. Habeck y Grigory Sevostianov (editores), España traicionada. Stalin y la guerra civil, Barcelona, Planeta, 2002.

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Borkenau y Gerald Brenan.2 Aunque no podemos culparles a ellos, se habían establecido tres mitos políticos sobre el poum. El primero, articulado por los simpatizantes de la urss, consistía en que era una pequeña secta trotskista comparable a los grupos que había en muchos otros países, cuando en realidad era una importante fuerza política en Cataluña, mucho más influyente que el pce.

El segundo, propuesto por los trotskistas, era que los diri-gentes del poum habían sido “masacrados”, junto a los anarco-sindicalistas, a manos de agentes dirigidos por los soviéticos, después de que el gobierno ordenara la supresión del poum en 1937. El cofundador del poum, Andreu Nin i Pérez (1892-1937), un importante escritor catalán, figura del movimiento obrero y conseller de justicia de la Generalitat revolucionaria, fue asesinado por los estalinistas. Poner a un supuesto trotskista al frente de la administración de la justicia en Cataluña cuando comenzaban las purgas de Moscú era una muestra de rechazo a los argumen-tos de las autoridades rusas y debió de horrorizar a los líderes estalinistas. Aunque el poum no era oficialmente trotskista, su antiestalinismo lo acercaba a esa tendencia, algunos trotskistas luchaban en sus filas y no denunciaba a Trotski y sus acólitos conforme a la ortodoxia estalinista. Pero probablemente la cifra de miembros del poum, trotskistas y anarquistas asesinados por los comunistas no supera la treintena. Las afirmaciones trotskistas sobre el asesinato sistemático de los miembros del poum y los anarquistas parecen reflejar cierto resentimiento, porque el poum había rechazado el consejo de Trotski y de sus seguidores en España y el extranjero. Y, sobre todo, el poum y el movimiento anarquista estaban profundamente arraigados en Cataluña y no se les podía eliminar fácilmente.

El tercer error histórico es creer que Nin, funcionario sovié-tico entre 1921 y 1930, era “secretario”, o pertenecía al personal de Trotski cuando este asumió responsabilidades de Estado.3 Nin ocupaba un alto cargo en la Internacional Sindical Roja y traba-jaba en las principales estructuras de la Internacional Comunista y del pce. Durante las luchas internas del Partido Comunista ruso se convirtió en miembro de una Comisión Internacional del Centro de la oposición, pero no trabajó directamente con Trotski. Victor Serge recordaba: “Formaba parte, en Moscú, de la Comisión Internacional del Centro de la oposición, junto al por-tavoz de Zinóviev, Kharitonov, Radek, Fritz Wolf (que capituló y no obstante fue fusilado en 1937), Andrés Nin, el búlgaro Lebedev (o Stepanov, un opositor clandestino que nos traicionó y fue más tarde, durante la revolución, en España, agente del Comintern) y otros dos o tres militantes cuyos nombres he olvidado.”4 Rebajar

a Nin –una personalidad revolucionaria importante– a un puesto burocrático subordinado a Trotski refleja la ignorancia de autores extranjeros que no sabían de su relevancia en el periodismo y el movimiento obrero en Cataluña.

Pere Pagès (1916-2003), que firmaba como Víctor Alba y que fue mi mentor a la hora de escribir sobre el poum,5 había intentado “rehabilitar” la reputación del partido con libros que aparecieron antes del final del franquismo, y dos de los prime-ros volúmenes de documentación reeditada sobre el partido tras la muerte del dictador aparecieron por iniciativa suya. El primero fue La Nueva Era. Antología de una revista revolucionaria, una colección de artículos de un periódico revolucionario antiestalinista publicados entre 1930 y 1936. Más útil era La revolución española en la práctica,6 un compendio de documentos teóricos y políticos que el poum produjo durante la guerra, que aportó a los historiadores su primera fuente primaria sobre la actividad del partido durante la contienda en muchos años.

Apertura de los archivos españolesEl proceso oficial de la apertura de los archivos fue más lento. A diferencia de los gobiernos de países ex comunistas, la demo-cracia española no tenía “razones de Estado” para bloquear la divulgación de sus contenidos, sobre todo acerca de la guerra. La organización y preparación de documentos para el uso de los estudiosos fue ejecutada con admirable exhaustividad, profesionalidad y transparencia, y permitió un periodo relati-vamente largo de investigación.

No obstante, algunos archivos fueron objeto de polémica. El Estado franquista había establecido un Archivo General de la Guerra Civil en Salamanca, para apoyar una investigación judicial destinada a acusar a la izquierda de crímenes come-tidos durante el conflicto, y se emplearon pruebas en juicios individuales contra personalidades de la oposición. El centro incluía los archivos de la Generalitat de Cataluña, que, como otras fuentes republicanas, los vencedores habían tomado al final de la guerra. La Generalitat pidió que se le devolvieran esos recursos y, tras un proceso de veinte años en el cual se opu-sieron el Partido Popular y el ayuntamiento de Salamanca, en 2006 los materiales finalmente se trasladaron a Barcelona.7

Otras instituciones entraron en el debate, que resolvió una decisión judicial. Entre ellas estaba la sucesora de la sección catalana del pce, ahora Iniciativa per Catalunya Verds (icv), que pedía la restitución de todos los documentos a sus dueños origi-nales. La cnt arguyó que sus papeles no debían entregarse a la Generalitat sino a la propia organización anarquista, y la comu-nidad judía de Barcelona también prefería administrarlos por su cuenta. Pero no se ha intentado impedir que los estudiosos los empleen libremente, como ha ocurrido en Rusia.

2 Véanse George Orwell, Homenaje a Cataluña (1938); Franz Borkenau, El reñidero español (1937); y Gerald Brenan, El laberinto español (1943).3 Véase, por ejemplo, Bertrand M. Patenaude, Stalin’s nemesis, Londres, Faber & Faber, 2009.4 Victor Serge, Memorias de mundos desaparecidos (1901-1941), México, Siglo xxi Editores, 2002, pág. 221. Stepanov, nacido Stoyan Mineff y también conocido como Stefanov, reci-bió el alias revolucionario de “Moreno” cuando era uno de los principales representantes del Comintern en España. Véase la obra no siempre fiable de Branko M. Lazić y Milorad M. Drachkovitch, Biographical dictionary of the Comintern, Stanford, The Hoover Institution Press, 1986 (segunda edición).

5 Víctor Alba y Stephen Schwartz, Spanish marxism versus soviet communism. A history of the p.o.u.m., New Jersey, New Brunswick, 1988.6 Víctor Alba (ed.), La Nueva Era. Antología de una revista revolucionaria 1930-1936, Madrid, Ediciones Júcar, 1977; La Revolución española en la práctica, Madrid, Ediciones Júcar,1978.7 Anónimo, “Els papers de Salamanca són ja a Barcelona, segons el Ministeri de Cultura”, Madrid, Europa Press, 31 de enero, 2006.

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Sin embargo, no se han abierto los archivos oficiales de las ejecuciones franquistas durante la Guerra Civil. Los materiales que describían la vigilancia de anarquistas, extremistas vascos y otras personas consideradas enemigas del Estado aún no se han hecho públicos en España, a diferencia de lo ocurrido en países como Alemania y la ex Yugoslavia.

Algunos archivos que grupos de izquierda guardaron en el extranjero fueron transferidos a universidades y fun-daciones españolas. Por ejemplo, el Centro de Estudios Históricos Internacionales (cehi)8 recibió una colección de documentos del poum e inauguró una sala dedicada a los fundadores del partido.

En 1988, el Archivo Histórico Nacional de Madrid entre-gó al cehi el dossier sobre el proceso de 1937 a los líderes del poum (salvo Nin, que había sido asesinado) por par- te del Tribunal Especial de Espionaje y Alta Traición, que las autoridades republicanas habían establecido apresu-radamente ese mismo año. Fueron acusados de provocar los desórdenes de los “sucesos de mayo” de 1937 con el pro-pósito de producir una insurrección militar. Además, se les acusó de desertar del frente de Aragón para apoyar las pro-testas en Barcelona; de propaganda subversiva; de posesión ilegal de información militar secreta; de posesión ilegal y tráfico de armas con el objeto de organizar un levantamien-to; de contrabando de dinero y objetos de valor a Francia; de uso de códigos secretos y relaciones y comunicaciones con sospechosos extranjeros. Parte de los documentos de la acusación parece directamente tomada de documentos similares de los procesos de Moscú.

El dossier incluía transcripciones de los interrogatorios a Nin durante su periodo en prisión, materiales del jui-cio de 1938 contra el comandante militar del poum Josep Rovira i Canals y numerosos memorandos escritos por inves-tigadores de la policía secreta. No había pruebas de quién había matado a Nin o de dónde estaba enterrado su cuerpo.9 El elemento más llamativo contenía las notas de los investi-gadores sobre el propio Orwell (“Enric”, por Eric Blair, su verdadero nombre) y su esposa, Eileen Blair. En Homenaje a Cataluña, Orwell describió con cierta ligereza su persecución por parte de los agentes soviéticos en Barcelona. Pero el dossier revelaba que la investigación de los Blair era cualquier cosa menos inocua. Los investigadores anónimos los describían como “trotskistas pronunciados”, lo que sin duda es falso; y como agentes de enlace entre el Independent Labour Party

y el poum, lo que tampoco es cierto.10 El documento incluía la frase “enlace con Moscú”, sin explicación adicional. La implicación es clara: Orwell era un objetivo importante y probablemente habría sido liquidado o secuestrado y enviado a Rusia si lo hubieran atrapado. El volumen, El proceso del poum,11 que no reproduce las notas sobre todos los extranjeros investigados del dossier, sigue siendo una fuente indispensable para los historiadores de la Guerra Civil y los biógrafos de Orwell.

El legado de MunisCuando Franco murió, la mayoría de los líderes del poum estaban muertos. Pero dos figuras agresivas y polémicas sobre-vivieron y siguieron publicando. El primero, Juan Andrade Rodríguez (1898-1981), había sido miembro del Comité Ejecutivo del poum y era un conocido simpatizante trotskista. Redactó varios libros valiosos basados en fuentes primarias que se publicaron póstumamente.12

Manuel Fernández Grandizo Martínez (1912-1989), “G. Munis”, nació en México pero se crió en Extremadura. Lideró el verdadero grupo trotskista en la guerra, la Sección Bolchevique-Leninista de España, que tenía menos de una docena de miembros. Durante los “sucesos de mayo” dis-tribuyeron un folleto en las barricadas de los manifestantes. Fernández Grandizo compareció como testigo en el proceso al poum de 1937 y declaró que su grupo no estaba afiliado a la organización. Él y varios de sus compañeros fueron juzgados en Barcelona en 1938 por el asesinato de Lev Narvich, un infiltra-do ruso en el poum, que colaboró en el arresto de Nin y otros líderes poumistas. Fueron declarados culpables y condenados a muerte. Siguieron encarcelados hasta la caída de Barcelona; escaparon por la frontera francesa.

Fernández Grandizo regresó a México como “Munis” y en 1940 pronunció el elogio principal en el funeral de Trotski. En 1948, publicó un libro polémico sobre el fracaso de la revo-lución, Jalones de derrota, promesa de victoria (Crítica y teoría de la revolución española: 1930-1939), una obra incompleta e indo-cumentada pero excepcional, que fue reeditada en Francia durante el franquismo y corregida y reeditada en España tras la muerte del dictador.

Munis era muy crítico con los líderes radicales de la guerra y, aunque adoptaba una perspectiva marxista, expresaba su respeto por la cnt-fai. Su vigorosa militancia, cierto presti-gio derivado de su participación en los “sucesos de mayo” y sus comentarios sobre los temas de actualidad hicieron que su obra resultara atractiva para jóvenes radicales durante la transición. En España se siguen publicando volúmenes de sus

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8 Joaquín Maurín Juliá (1896-1973), que había trabajado para la Internacional Comunista, fue el cofundador del poum con Nin. Véase el catálogo impreso del cehi: História del poum. Documents per el seu estudi, Barcelona, Universitat de Barcelona, 1985.9 Habría que señalar que tanto en el principal juicio al poum como en el de Rovira el sis-tema judicial republicano encontró a los acusados inocentes de “alta traición y espionaje”, pero culpables de participar en los “sucesos de mayo”, y los condenó a penas leves. Aun-que algunos historiadores afirman que la República española estaba bajo el control total de los rusos, partes importantes del Estado conservaron su independencia. Las sentencias impuestas a los dirigentes del poum lo demuestran; en Rusia o en un Estado completa-mente dominado por la urss, habrían sido ejecutados.

10 Víctor Alba, Marisa Ardevol, et al. (eds.), El proceso del poum. Documentos judiciales y policiales, Barcelona, Lerna, 1989, pág. 75.11 Idem.12 Véase, por ejemplo, Juan Andrade, Notas sobre la Guerra Civil. Actuación del poum, Madrid, Ediciones Libertarias, 1986.

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artículos.13 Era un caso único: el último revolucionario de la Guerra Civil que abordaba los asuntos contemporáneos con un intransigente lenguaje marxista.

Documentación anarquistaJunto a las fuentes trotskistas y del poum, un corpus de documen-tación anarquista mucho mayor emergió después de la muerte de Franco. Resulta excepcionalmente valioso un libro que aborda un asunto poco tratado en la historiografía: los defensores más radi-cales de la República –anarquistas, comunistas antiestalinistas y nacionalistas catalanes– se plantearon apoyar un levantamiento nacionalista en Marruecos. El objetivo era reducir la capacidad de Franco para alistar tropas marroquíes. La izquierda catalana estaba especialmente interesada porque la presencia española en Marruecos había causado décadas de problemas en su región. Abel Paz (seudónimo de Diego Camacho Escámez, 1921-2009), el principal historiador contemporáneo del anarquismo español, rastreó archivos catalanes y de la izquierda catalana para mostrar la importancia de esa iniciativa, y en 2000 publicó La cuestión de Marruecos y la República española,14 donde explicaba que la filósofa

francesa Simone Weil, que se trasladó a España cuando estalló la guerra, sabía que se habían producido choques entre la Legión y la población local y animó al anarco-sindicalista francés Robert Louzon para que fuera a Fez. Louzon y un trotskista francés, David Rousset, organizaron una reunión con el Comité de Acción de Marruecos. Los marroquíes viajaron a Barcelona, aunque las negociaciones no llegaron a una conclusión. En ellas participaron sobre todo los anarquistas, pero también el poum y el trotskista francés Jean Rous, a través del Comité Central de Milicias, casi un sóviet que ejercía un verdadero poder en la primera fase de la Cataluña revolucionaria.

Paz revelaba que el movimiento anarquista español había formulado desde la década de 1920 una variante de la visión bolchevique de la revolución mundial. Argumentaban que, puesto que España era el único país europeo en el que el anar-quismo era la fuerza dominante de la izquierda, el medio de obtener una victoria revolucionaria local era apoyar una rebe-lión en el norte de África. Aunque los anarquistas españoles eran célebres por su oposición a la Iglesia católica, no creían que su rechazo a la religión fuera un obstáculo para acercarse a los musulmanes del Magreb. En eso, los anarquistas eran más idealistas, y quizá más prácticos, que los comunistas soviéticos, que distribuían propaganda antirreligiosa en las tierras musulmanas que gobernaban.

13 G. Munis, Jalones de derrota, promesa de victoria (Crítica y teoría de la revolución española: 1930-1939), Madrid, Zero, 1977; Revolución y contrarrevolución en Rusia, Llerena [Extremadura], Editores Extremeños, 1999; Internacionalismo, sindicatos, organización de clase, Llerena, Muñoz Moya Editores Extremeños, 2009.14 Abel Paz, La cuestión de Marruecos y la República española, Madrid, Fundación Anselmo Lorenzo, 2000.

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Libros y películasLa investigación de archivos y otras fuentes tras la muerte de Franco también ha producido documentales cinemato-gráficos y televisivos. Provistos de una petición oficial de los comunistas catalanes, un equipo de periodistas de tv3 visitó en Rusia los archivos de la Internacional Comunista para investigar la muerte de Andreu Nin. El resultado fue el documental Operació Nikolai, emitido en 1992.15 Cuatro años después, Asaltar los cielos examinaba en la televisión pública española la vida de Ramón Mercader del Río, el asesino de Trotski.16

Esas emisiones fueron devastadoras para la reputación de los comunistas españoles, porque mostraban su responsabili-dad en dos de los asesinatos políticos más célebres del siglo xx. Operació Nikolai responsabilizaba a los agentes soviéticos de la derrota del movimiento revolucionario. No daba el nombre de los agentes que mataron a Nin, pero Asaltar los cielos describía los terribles efectos de la policía secreta soviética sobre la familia Mercader y los sufrimientos de los republicanos españoles exiliados en Rusia, enviados a campos de trabajo por supuestas actividades antisoviéticas.

Desde su establecimiento en 1987, la Fundación Andreu Nin ha producido un volumen considerable de actividad académica y editorial, y mantiene una página web con un boletín mensual.17 Señala la disponibilidad de las fuentes de los archivos y la continua publicación de documentos, memo-rias y estudios sobre el movimiento. Ha distribuido una guía turística que describe los principales escenarios de la acción revolucionaria durante el conflicto y demuestra el constante interés por la historia de la Guerra Civil.18

En el extranjero, el anarquista escocés Stuart Christie, que fue preso político en España, ha establecido una empresa edito-rial dedicada a preservar la memoria histórica del anarquismo español. Su tarea más importante ha sido publicar en inglés la historia de la cnt durante la guerra que escribió Josep Peirats Valls (1908-1989), especialmente valiosa por su transparencia y por basarse en fuentes primarias.19

Todas esas obras, así como nuevos análisis sobre el destino de la república, han tenido menos impacto que un volumen de da- tos de los Archivos Militares del Estado ruso y el Instituto de Historia General de la Academia de las Ciencias rusa, complementados por los mensajes del servicio secreto ruso que interceptaron y descifraron los británicos, conocidos como “Mask”.

Editado por los historiadores estadounidenses Ronald Radosh y Mary R. Habeck en colaboración con el experto ruso Grigory Sevostianov, España traicionada ha causado una verdadera revolución en los estudios sobre la contienda.20 Aporta fuentes impecables sobre prácticamente todos los asun-tos importantes de las relaciones soviéticas con la República durante la guerra. Entre sus documentos hay una directiva de la Internacional Comunista enviada desde Moscú a los comu-nistas españoles nada más producirse la insurrección militar. El mensaje resuelve la cuestión más disputada de la historia del conflicto: las intenciones del gobierno soviético con respecto a los anarquistas y otros rivales en el movimiento revolucionario español. Moscú declaraba que, si sus líderes no se sometían a las exigencias de unificación de los comunistas españoles, habría que denunciar a los anarquistas como “esquiroles en la lucha de las clases trabajadoras contra el fascismo”.21

El tono tajante refuta las viejas alegaciones de los comunis-tas españoles y sus apologistas, que decían que los comunistas trabajaban para obtener una benevolente unidad en el Frente Popular, con el único objetivo de una victoria republicana. Conviene recordar, sin embargo, que la cnt no se unió al Frente Popular antes de la guerra, y que, aunque había firmado el pacto electoral de la coalición en 1936, el Partido Socialista se negó a participar en el gobierno que produjo la victoria en las urnas. Un tanto paradójicamente, el poum se unió al Frente Popular y uno de sus fundadores, Maurín, obtuvo un escaño en las Cortes por Barcelona.22

España traicionada también revelaba que menos de una sema-na después del triunfo de la izquierda en Madrid, Barcelona y Bilbao, mientras la euforia revolucionaria arrastraba a las masas, el líder del Comintern, Georgi Dimitrov, ordenó a los comunistas que impidieran medidas radicales en España, pensando en el apoyo de los gobiernos del Frente Popular en Francia y Bélgica. Aunque ya habían salido milicias izquier-distas improvisadas desde Barcelona para luchar en el frente de Aragón, Dimitrov reclamaba la conservación de un ejército republicano ordinario. Esos aspectos de la política soviética y del comunismo español han sido elementos centrales del debate histórico sobre el destino de la República desde la publicación de las obras de Orwell y Borkenau, que calificaban la política comunista de contrarrevolucionaria.

Los documentos de España traicionada también trazan el origen del retraso de la decisión de Stalin de apoyar a la izquierda española con armas y “asesores”, e incluyen infor-mes de las principales personalidades de la Internacional Comunista que fueron a España. Pero para un público lector más amplio, tanto en España como en el extranjero, los des-

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15 Maria Dolors Genovès (directora) y Llibert Ferri (investigador/guionista), Operació Nikolai (documental), Barcelona, 1992. 16 José Luis López-Linares y Javier Rioyo (directores), Asaltar los cielos (documental), Madrid, 1996.17 Véase www.fundanin.org.18 Eladi Romero, Lugares de memoria e itinerarios de la Guerra Civil española. Guía del viajero curioso, Barcelona, Laertes, 2001.19 Véase www.christiebooks.com. José Peirats, The cnt in the Spanish Revolution, 3 vols., Hastings [Reino Unido], The Meltzer Press, 2001; La cnt en la revolución española, Madrid, Madre Tierra, 1988.

20 Ronald Radosh, Mary R. Habeck y Grigory Sevostianov, op. cit. Para una selección de los documentos interceptados, “Mask”, véase Nigel West, mask: mi5’s Penetration of the Communist Party of Great Britain, Nueva York, Routledge, 2005.21 Idem, pág. 42.22 Muchos detalles del funcionamiento interno del Frente Popular fueron accesibles para los historiadores extranjeros solo después de 1975, gracias a la obra citada de Munis.

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cubrimientos más llamativos tenían que ver con el destino de las Brigadas Internacionales. España traicionada mostraba que el aparato de purgas de Stalin se había extendido hasta ellas. Hablando de la xiii Brigada, un informe anónimo y confidencial de mediados de 1937 declaraba: “No es que esa brigada haya sido vencida, es que ha sido asesinada.”23 Un informe que envió a Moscú a finales de ese mismo año el agente de la inteligencia militar soviética Moshe Zalmanovich (Manfred) Stern, muy elogiado en la propa-ganda comunista de todo el mundo como “general Kléber” antes de regresar a Rusia y desaparecer en las purgas, reveló que la xiii Brigada, que tenía una gran representación balcá-nica, “huyó del frente”. La opinión de los oficiales soviéticos en España sobre esa brigada había sido un tema debati- do en memorias y obras históricas anteriores a la muerte de Franco; se decía que muchos de sus componentes habían sido ejecutados.24

A principios de 1938, el comunista polaco y oficial del Ejército Soviético Karol Wacław Świerczewski (1897-1947), conocido en España como “Walter”, envió a Moscú un infor-me extremadamente crítico con las Brigadas Internacionales. Aseguraba que en la batalla de Brunete las tropas interna-cionales habían sucumbido al “pánico y huida general”;25 el mando español había ordenado la disolución de la Brigada xiii. Según Świerczewski, los voluntarios franceses estaban desmoralizados, eran indisciplinados y sucios; la condición de los alemanes era algo mejor, pero el personal al mando “no apreciaba la profundidad de la desintegración”;26 los pola-cos no mantenían los rifles limpios, utilizaban las bayonetas como estacas para las tiendas y trataban a las tropas españolas con “intolerable familiaridad” y “escasa camaradería”; los británicos y los canadienses parecían incapaces de man-tener sus armas en condiciones. Una brigada comunista española inspeccionada por Świerczewski contrastaba tan abruptamente con las tropas de las Brigadas Internacionales que el comandante soviético se confesaba “avergonzado”. Observaba que “los internacionales llevamos vida aislada… con escasa frecuencia permitimos que los españoles se mez-clen con nosotros”.27 Se distribuían cigarrillos americanos entre los británicos y los estadounidenses, mientras que los españoles no tenían tabaco; las brigadas extranjeras recibían comida especial “nacional”, al contrario que los españoles; la unidad sanitaria de las Brigadas Internacionales en Albacete solo trataba a los extranjeros. En las Brigadas Internacionales la deserción de los extranjeros era más común que la de los españoles, pero no era castigada. Świerczewski declaraba: “Los internacionalistas tenían, y tienen, un poder total y

absoluto, aunque en la mayoría de las brigadas y unidades el porcentaje de españoles ha alcanzado el impresionante nivel del 60/80%.”28

A mediados de 1938 Świerczewski presentó un segundo informe, en el que describía una creciente deserción “inter-nacional”, el descontento de los españoles con la presencia de los extranjeros y supuestos actos de sabotaje. Al denunciar una amplia conspiración de fascistas, trotskistas y agentes extranje-ros que actuaban dentro de las fuerzas de la izquierda, adoptaba el lenguaje histérico de los fiscales de los procesos de Moscú.

Las revelaciones sobre las Brigadas Internacionales, que habían conservado una reputación de heroísmo y generosidad durante décadas, supusieron un poderoso golpe para la imagen en España de los soviéticos y otros comunistas durante la gue-rra. No fue lo de menos que muchas partieran de Świerczewski, que fue viceministro de Defensa de la Polonia comunista y contaba con el crédito de su sinceridad y con la aprobación de Moscú.

23 Ronald Radosh, Mary R. Habeck y Grigory Sevostianov, op. cit., pág. 300.24 Véase Stephen Schwartz, Sarajevo rose. A Balkan Jewish notebook, Londres, Saqi Books, 2005.25 Ronald Radosh, Mary R. Habeck y Grigory Sevostianov, op. cit., pág. 513.26 Idem, pág. 521.27 Idem, pág. 532. 28 Idem, págs. 528-529.

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España traicionada incluía un documento que, para muchos españoles, resolvía el debate sobre los “sucesos de mayo”. Un informe anónimo escrito semanas antes de los hechos, enviado al general Kliment Yefremovich Voroshilov con la adhesión de Dimitrov, describía la creciente polarización entre los comu-nistas y los no comunistas de izquierda. En vez de esperar que la crisis desembocara en un enfrentamiento directo, el informe recomendaba a los comunistas “acelerarlo, y, si es pre-ciso, provocarlo”.29 Los historiadores catalanes, especialmente –y no solo los defensores de los anarquistas y el poum–, han interpretado la instrucción como prueba de que los “sucesos de mayo” fueron el producto de un plan comunista deliberado y concebido en las más altas instancias del Kremlin. En suma, España traicionada demolía por completo el armazón historio-gráfico sobre el que se había construido la defensa de la con-ducta de los comunistas españoles en la guerra, y hacía justicia a los autores que –empezando por Orwell– habían acusado al gobierno soviético de subvertir la causa republicana.

El Comintern en América LatinaLa Internacional Comunista envió a muchos agentes latinoa-mericanos a la Península Ibérica durante la guerra. En 2004, los historiadores rusos Lazar y Victor Jeifets, con la ayuda del suizo Peter Huber, publicaron una edición limitada de La Internacional Comunista y América Latina, 1919-1943. Diccionario biográfico.30 El libro se basaba en la investigación que los Jeifets habían realizado en los archivos rusos y revelaba que, tras su paso por Moscú, Nin se había hecho popular entre los líderes comunistas latinoameri-canos y había trabajado como experto del Kremlin, supervisando los partidos del Comintern desde México hasta Argentina.

En el trabajo de los Jeifets y Huber sobre la colonización bolchevique de América Latina hay figuras fascinantes. El increíble Iosif Romualdevich Griguliavicius nació en una fami- lia caraíta en Lituania en 1913, y murió en Moscú en 1988. Sus andanzas incluyen la obtención de un título en la Sorbona, la edición de periódicos comunistas en polaco, la liberación de líderes comunistas encarcelados en Brasil y el trabajo como asesino soviético implicado en la muerte de Nin en España. Lo enviaron de regreso a Rusia y volvió a Occidente como ayudante en el asesinato de Trotski: su tarea era establecer redes de seguridad para los asesinos en California y en México. Grigulevich, como también se le conoce, huyó a California tras el magnicidio. Sus métodos de espionaje y su habilidad para reinventarse son tan extravagantes que resultan invero-símiles. Tras la Segunda Guerra Mundial, cuando usaba una identidad falsa, el régimen izquierdista pero anticomunista de Figueres en Costa Rica lo nombró embajador en el Vaticano y Yugoslavia. Utilizó el puesto para planear infructuosamente

el asesinato de Tito. En 1950 volvió a Rusia, donde asumió un puesto académico. Grigulevich ha ganado una tardía pro-minencia en obras sobre la historia del espionaje soviético. El mismo año en que apareció el diccionario, la periodista costarricense Marjorie Ross publicó su biografía.31

Otras nuevas obrasOtros libros de la bibliografía sobre la guerra publicados tras la muerte de Franco merecen especial atención. Dos volúmenes excepcionales tratan de los “sucesos de mayo”. El primero estu-diaba el papel de un grupo muy citado y mal comprendido, los Amigos de Durruti. Se le consideraba el principal núcleo de militancia anticomunista en la cnt-fai, y lo dirigía el periodista Santiago María (Jaume) Balius Mir (1904-1980). Se han publi-cado muchas especulaciones, pero poca documentación sólida aparte de su propio periódico, El Amigo del Pueblo, el “manifiesto” Hacia una nueva revolución y algunas entrevistas con Balius.

La revolución traicionada de Miquel Amorós presenta una bio-grafía definitiva de Balius y constituye una fuente indispensable para la historiografía de la guerra.32 Balius –que había nacido en una familia burguesa– y su amigo y comandante militar del poum Josep Rovira comenzaron su trayectoria política en Estat Català, la principal organización nacionalista que defendía la independencia catalana. Balius formuló una propuesta excep-cional: que el proletariado y la burguesía formasen naciones distintas en cada país. Pero el movimiento se deslizó a la derecha en la década de 1930: fue excluido del gobierno de la Generalitat tras los sucesos de 1936 y tanto los anarquistas como el poum y los comunistas lo consideraban un enemigo. Sus líderes, tachados de fascistas, huyeron a Francia. Balius y Rovira evolucionaron hacia el Bloque Obrero y Campesino, un predecesor del poum, aunque Balius terminó muy unido a la cnt-fai.

Las cartas de la trotskista estadounidense y militante del poum, Lois Cusick Orr, suponen otra aportación importante.33 Orr, hostil al nacionalismo catalán desde una perspectiva mar-xista, trabajaba en el departamento de prensa y radio en lengua inglesa del poum. En septiembre de 1936 escribió una carta a su familia en la que señalaba que, aunque se suponía que todo el correo que salía de la República española debía pasar la censura, la correspondencia del poum con el extranjero lograba evitarla porque el partido enviaba dos veces por semana un automóvil a Francia para usar el servicio postal allí. En una frase conmovedo-ra que anticipa el futuro totalitario del comunismo y su colapso, Orr escribió: “el poum no cree en la censura”.34 ~

– Traducción de Daniel Gascón

Stephen Schwartz

ensayo

29 Idem, pág. 246.30 Lazar y Victor Jeifets, Peter Huber (editores), La Internacional Comunista y América Latina, 1919-1943. Diccionario biográfico, Instituto de Latinoamérica de la Academia de las Ciencias de Moscú e Institut pour l’Histoire du Communisme de Ginebra, Moscú/Ginebra, 2004.

31 Marjorie Ross, El secreto encanto de la kgb. Las cinco vidas de Iósif Griguliévich, San José, Costa Rica, Farben-Norma, 2004.32 Miquel Amorós, La revolución traicionada. La verdadera historia de Balius y Los Amigos de Durruti, Barcelona, Virus Editorial, Bilbao, 2003.33 Lois Orr con material de Charles Orr, edición de Gerd-Rainer Horn: Letters from Barcelona, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2009. Para la pareja Orr, ver a Alba y a Schwartz, op. cit.34 Idem, pág. 72.

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