libro los hombres del monte - librosenlanube.com hombres del …los hombres del monte y otros...

12
LOS HOMBRES DEL MONTE

Upload: nguyenkien

Post on 29-Sep-2018

219 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: LIBRO los hombres del monte - librosenlanube.com hombres del …LOS HOMBRES DEL MONTE y otros relatos - 18 - Eran tiempos de muerte. Los recuerdos sobre la República quedaban ya lejanos,

LOS HOMBRES DEL MONTE

Page 2: LIBRO los hombres del monte - librosenlanube.com hombres del …LOS HOMBRES DEL MONTE y otros relatos - 18 - Eran tiempos de muerte. Los recuerdos sobre la República quedaban ya lejanos,

Pablo Montañés AgudoZaragoza. 09-03-1993.

Estudió la Enseñanza primaria en el C. P. Zalfonada y la Secundaria en el I.E.S. Avempace y el Bachillerato, modalidad Ciencias de la salud.De momento quiere estudiar Biotecnología y dedicarse a la investigación.Se considera tranquilo, alegre y optimista. También responsable y trabajador, aunque a veces puede llegar a ser un poco testarudo. Le gusta pintar y hacer reír a los demás.

Jessica García LacasaZaragoza. 16-08-1993

Estudió la Enseñanza primaria en el C.P. Zalfonada. La Enseñanza secundaria y el Bachillerato de Ciencias de la Salud en el I.E.S. Avempace de Zaragoza.Le gustaría estudiar Fisioterapia.Se define como responsable, extrovertida, espontánea, y “feliciana”, aunque también testaruda.

Mª Cristina Blasco Izquierdo Zaragoza. 29-02-1992

Fue al C. P. Zalfonada donde cursó el parvulario, infantil y primaria. Cuando terminó el colegió, empezó la ESO y el Bachillerato, en la modalidad de Huma-nidades en el I.E.S. Avempace de ZaragozaSus planes son estudiar la carrera de ‘Trabajo social’ y, una vez acabada, ha-cer las oposiciones a Policía Nacional. Cristina es una persona que le gusta ayudar a los demás; una persona altruis-ta, impulsiva, aunque cuando quiere, puede ser muy pesada.

Silvia Bruna GuadamurZaragoza. 10-05-1993.

La Enseñanza primaria la realizó en el C. P. Eugenio López y López y la educación secundaria y Bachillerato de Ciencias de la salud en el I.E.S. Avempace.Le gustaría estudiar enfermería para especializarse en matrona y también servir durante unos años como médico militar.Se define como personal, extrovertida, aunque cabezota y algunas veces saca su mal genio. Le gusta escuchar música, dibujar. Además se considera forofa del Real Zaragoza.

Page 3: LIBRO los hombres del monte - librosenlanube.com hombres del …LOS HOMBRES DEL MONTE y otros relatos - 18 - Eran tiempos de muerte. Los recuerdos sobre la República quedaban ya lejanos,

lo s H o M B r E s D E l M o N t ELO

S H

OM

BR

ES

DE

L MO

NT

E y o

tros re

lato

s

- 17 -

LOS HOMBRES DEL MONTEMaría Ballarín Artigas. Cristina Blasco Izquierdo. Silvia Bruna Guadamur. Jes-sica García Lacasa. Pablo Montañés Agudo. Alicia Moreno Arjol. Claudia Nicolás Soler. Ángel Viñerta Crespo.

Ángel Longás Miguel.

1ª PARTE1 Fue entonces cuando, sabiendo el trágico final que me espera-ba, quise aferrarme a los últimos recuerdos para así aguantar el terrible y largo camino que me parecía que había hasta el paredón.

Habían sido tiempos difíciles, tiempos de horror, y más aún para aquellos que pensaban como nosotros, porque la ilusión y los ideales de una vida se iban a acabar en segundos.

Eran tiempos de odio, tiempos de violencia, tiempos de sangre, tiem-pos de injusticia, tiempos de evasión, tiempos en los que no había fu-turo, y no cabía la posibilidad de soñar con la República.

Page 4: LIBRO los hombres del monte - librosenlanube.com hombres del …LOS HOMBRES DEL MONTE y otros relatos - 18 - Eran tiempos de muerte. Los recuerdos sobre la República quedaban ya lejanos,

LOS

HO

MB

RE

S D

EL

MO

NT

E y

otr

os

rela

tos

- 18 -

Eran tiempos de muerte.

Los recuerdos sobre la República quedaban ya lejanos, sobre todo, porque los catorce años que me separaban de su proclamación habían sido borrados por la crueldad de los acontecimientos. Sin embargo, recuerdo que durante este periodo se llevaron a cabo diversas refor-mas, como la agraria y la educativa y el sufragio universal. La Cons-titución de 1931 fue la primera constitución democrática de España y el país se modernizó respecto al entorno europeo. Fue también un período convulso, con varias huelgas y un enfrentamiento muy grave durante la revolución de 1934, cuando la derecha más tradicionalis-ta se propuso modificar todos los avances republicanos y se encontró con una fortísima respuesta social duramente reprimida. En 1936, el golpe de Estado de una parte del ejército con el apoyo de las fuerzas más reaccionarias desembocó en la Guerra Civil Española y el fin de la República y del sistema democrático.

En España la agitación política tomó además un cariz particular, sien-do la Iglesia objetivo frecuente de la izquierda revolucionaria, que veía en los privilegios de que gozaba una causa más del malestar social que se vivía, lo cual se tradujo muchas veces en la quema y destrucción de iglesias. La derecha conservadora, muy arraigada también en el país, se sentía profundamente ofendida por estos actos y veía peligrar cada vez más la buena posición que gozaba ante la creciente influencia de los grupos de izquierda revolucionaria. Desde el punto de vista de las relaciones internacionales, la Segunda República sufrió un severo aislamiento, ya que los grupos inversores extranjeros presionaron a los gobiernos de sus países de origen para que no apoyaran al nuevo régimen, temerosos de que las tendencias socialistas que cobraban importancia en su seno, terminaran por imponer una política de na-cionalizaciones sobre sus negocios en España.

A pesar de ello, recordaba que fueron buenos tiempos y de ellos pro-venían los mejores recuerdos: mi madre amasando el pan en la artesa a la luz del alba, mi abuela regando los geranios e incluso había sido

Page 5: LIBRO los hombres del monte - librosenlanube.com hombres del …LOS HOMBRES DEL MONTE y otros relatos - 18 - Eran tiempos de muerte. Los recuerdos sobre la República quedaban ya lejanos,

lo s H o M B r E s D E l M o N t ELO

S H

OM

BR

ES

DE

L MO

NT

E y o

tros re

lato

s

- 19 -

feliz cuando iba a ayudar a mi padre y al abuelo al campo. Pero aquella época duró demasiado poco, ya que por mandato de Mola se levanta-ron las tropas de Marruecos y un día después Franco en las Canarias. Recordaba que en aquellos días mi padre y sus amigos desplegaron un viejo mapa y pusieron alfileres marcando el avance de los subleva-dos, mientras mi madre andaba acumulando todo lo que podía en el granero. Finalmente, el veinte de abril mi padre trazó una línea azul en el mapa. España había quedado dividida en dos grandes zonas y comenzaba una lucha fraticida que duraría tres largos años. Poco des-pués, mi padre se marchó a la guerra. Recordaba ese día perfecta-mente. Salió de casa con el macuto al hombro, nos dio un beso a mi madre a y mí, y me dijo “Pase lo que pase cuida de tu madre”.

No cumplí aquella promesa que le hice a mi padre y, al poco tiempo, partí también a la guerra como muchos otros jóvenes del pueblo que deseaban luchar por la República.

Ahora, al final de mi vida, es cuando me doy cuenta de que nada ha servido y me arrepiento de haber dejado sola y desprotegida a mi ma-dre ante esos bastardos fascistas.

Me viene a la memoria la batalla de Teruel donde fuimos aplastados por Franco que había tomado el frente de la que llamaban cruzada nacional. Apenas recordaba nada de la batalla, solo la presión del fusil agarrado con las dos manos sobre el pecho y mi propia lucha interior contra el deseo de huir de aquel infierno. Sobreviví a aquella batalla, pero algo en mi interior murió.

La última batalla fue la del Ebro, en junio de 1938. En un comienzo parecía que íbamos a ganar y a postergar la guerra un poco más a la espera de aliados, pero la contraofensiva franquista fue terrible y finalmente perdimos. Los pocos que sobrevivieron huyeron y espe-raron a que Franco no encontrara pruebas de su participación en la guerra, que acabó con la victoria fascista y una dictadura que parece que va a durar bastante más de lo que he vivido.

Page 6: LIBRO los hombres del monte - librosenlanube.com hombres del …LOS HOMBRES DEL MONTE y otros relatos - 18 - Eran tiempos de muerte. Los recuerdos sobre la República quedaban ya lejanos,

LOS

HO

MB

RE

S D

EL

MO

NT

E y

otr

os

rela

tos

- 20 -

Al acabar la guerra huí a Francia para escapar a una muerte segura, pero me encontré, durante esos años, que los españoles seguían su-friendo la crueldad del destino, como si los tentáculos de la guerra llegasen hasta el país vecino. Muchos de los exiliados españoles eran encerrados en campos de internamiento como en el de Gurs, en el Béarn.

De nuevo, la huída. En este caso, hacia delante y por añoranza senti-mental volví a casa poniendo en peligro a mi propia familia. Cuando llegué no reconocí a mi madre que parecía haber envejecido cin-cuenta años.

– ¿Ha vuelto papá? -le pregunté. – No-, me contestó echándose a llorar.

Un par de noches después, cuando estábamos en la cama, vino el Tío Enrique.

– ¿Qué haces aquí, Enrique? -le preguntó mi madre. – Vengo a por el chico antes de que os maten. – Mi hijo no se va de esta casa. – Si le encuentran, lo matarán -le dijo-. Vamos, chico, coge tus cosas. Nos vamos.

– Sí, tío. Así es como me eché al monte y continué luchando con-tra el fascismo.

Ahora, en los últimos momentos, había buscado en el interior re-cuerdos felices, pero me di cuenta de que ya no tenía la guerra, y los años en el monte luchando por los ideales de la República, al final, también me los habían robado.

2Entre los murmullos de insultos que se oían al fondo del ca-mión y con el miedo en los rostros que parecía que iba a hacer explotar los ojos de los condenados, uno de los compañeros alzó la voz. Fue, sin duda, en la soledad de la muerte, la histo-

Page 7: LIBRO los hombres del monte - librosenlanube.com hombres del …LOS HOMBRES DEL MONTE y otros relatos - 18 - Eran tiempos de muerte. Los recuerdos sobre la República quedaban ya lejanos,

lo s H o M B r E s D E l M o N t ELO

S H

OM

BR

ES

DE

L MO

NT

E y o

tros re

lato

s

- 21 -

ria que más me conmovió. Se refería al grupo conocido como “el grupo de la Chica”.

Entrecortadamente, aunque con orgullo, contaba que toda Boltaña estaba reunida alrededor del crepitar del fuego de la hoguera durante aquella noche. Era la noche de San Juan de 1944. El pueblo se había reunido para celebrar la fiesta por todo lo alto. Aunque corrían tiem-pos difíciles, no había cabida para las preocupaciones ese día. Veci-nos, familiares y amigos se divertían y ahogaban sus penas con una cena regada de vino.

– Padre, ¿no había dicho que vendría? – Hija, ten paciencia -decía mientras tosía-. Seguro que llegan, pero dales tiempo.

Se trataba de Dorita y su padre Isidro. Estaban expectantes ante la llegada de Raimundo, el hermano mayor de Dorita. Hacía siete meses que no se veían y, aunque se comunicaban por carta, no era lo mismo, debido a que él formaba parte de un grupo de guerrilleros de los alre-dedores. Raimundo había militado en el PCE y con la llegada del régi-men franquista se había visto obligado a marcharse al exilio, aunque sus convicciones no le permitieron huir sin más. Decidió echarse al monte con el maquis para luchar por sus ideales republicanos.

Su padre Isidro compartía su misma ideología, pero no podía echarse al monte por su avanzada edad. Sin embargo, eso no le detuvo en su lucha. Decidió ayudarles sirviéndoles de mensajero, suministrándo-les alimento y armas de forma clandestina y formando parte de una red de enlaces.

Aquella noche era la más idónea para reencontrarse, puesto que con el ajetreo del pueblo, nadie se daría cuenta del regreso de un prófu-go. Consiguió colarse en mitad de la fiesta y buscó con la mirada a su familia. Cuando los distinguió entre la multitud, se acercó corriendo a ellos:

– ¡Dorita! -le gritó mientras extendía los brazos hacia ella.

Page 8: LIBRO los hombres del monte - librosenlanube.com hombres del …LOS HOMBRES DEL MONTE y otros relatos - 18 - Eran tiempos de muerte. Los recuerdos sobre la República quedaban ya lejanos,

LOS

HO

MB

RE

S D

EL

MO

NT

E y

otr

os

rela

tos

- 22 -

– ¿Raimundo? ¿Eres tú? -dijo con asombro, mientras se le esca-paba una lágrima de emoción-. ¡Cuánto has cambiado!

Las duras condiciones del monte habían curtido el cuerpo de su her-mano, pero no dejaba de ser el mismo enclenque de siempre. Le ha-bía crecido el pelo, estaba más moreno y desaliñado, pero se le veía mucho más fuerte.

– Hijo mío, ¡qué alegría verte! ¿Estás bien? – Estoy perfectamente, padre, pero lo he pasado muy mal. Os he echado mucho de menos.

– Nosotros también a ti, teníamos miedo de que te pasara algo -dijo Dorita entre sollozos.

Estuvieron conversando un largo tiempo y disfrutando del calor de la hoguera, mientras veían a los más valientes y ágiles saltarla. Hablaron de muchas cosas para ponerse al día. Bailaron, comieron y bebieron con el resto de vecinos, pero ya quedaba poco para que se acabara la fiesta.

– Os tengo que decir una cosa -dijo Isidro a sus hijos, con un toque de preocupación en su voz-. Sabes que os he ayudado mucho, Raimundo. He hecho todo lo que he podido por vosotros… pero no puedo continuar. El pueblo sabe que alguien os está ayudan-do y muchos sospechan de mí. Si esto sigue así, la guardia civil acudirá en seguida a interrogarme.

– Pero, padre, contamos con su ayuda. Sin Usted estamos perdi-dos.

– Lo sé, hijo. Pero mi labor ha terminado. Si me pillan estaré per-dido, y seguramente me sonsacarán algo de vosotros. Además necesitamos dinero y el trabajo ya me viene grande de por sí. Lo siento mucho, de veras…

Tras unos segundos de silencio, Dorita intervino:

– Raimundo, padre tiene razón. No puede seguir así. Y vosotros necesitáis a alguien que os apoye.

Page 9: LIBRO los hombres del monte - librosenlanube.com hombres del …LOS HOMBRES DEL MONTE y otros relatos - 18 - Eran tiempos de muerte. Los recuerdos sobre la República quedaban ya lejanos,

lo s H o M B r E s D E l M o N t ELO

S H

OM

BR

ES

DE

L MO

NT

E y o

tros re

lato

s

- 23 -

– Pues esto se acabó. Sin un enlace como Usted no duraremos ni una semana en el monte. Es el único que nos da víveres y nos pasa información. Solo Usted puede hacerlo, no hay nadie en quien confiar.

– Te equivocas. Sí que hay alguien -Dorita les dedicó una larga mirada y después dijo-. Yo lo haré. De mí, una mujer joven, no sospecharán.

– Pero, hermanita, no sabes lo que estás diciendo. No es una ni-ñería, es algo realmente peligroso, incluso puedes acabar en el paredón.

– Mmm, puede que estés en lo cierto, hija. Seguramente pasa-rías desapercibida… ¡pero, no! Es muy arriesgado para alguien como tú, y no quiero que te pase nada.

– Soy consciente de ello. Tengo 18 años, ya no soy una cría y no pienso dejar abandonada a mi familia. Además, siempre he querido ayudaros, pero nunca supe cómo. Esta es mi oportuni-dad de hacer algo de provecho con mi vida.

Tras unos segundos, Isidro añadió:

– Está bien, lo harás. Pero no te lo tomes a la ligera. Confío en ti, pero es algo muy serio. Tu madre era como tú, una luchadora. Nunca se rindió, defendió sus ideas hasta el final…

– Padre, ¿está seguro? Le puede pasar algo y eso nunca me lo per-donaría…-dijo Raimundo.

– Tranquilo, seguro que lo hace muy bien. Dorita se ha conver-tido en una muchacha muy espabilada. Yo le enseñaré todo lo necesario para que lo haga bien. Estoy convencido de que no os defraudará.

– ¡Gracias por confiar en mí! No os fallaré, os lo prometo. – De acuerdo -repuso finalmente Raimundo-. Ahora me tengo que ir, enseguida amanecerá y no puedo quedarme más tiempo. Nos comunicaremos como hacíamos antes, pero esta vez serás tú, Dorita. Seguro que padre te enseña todo lo que ha aprendi-do. Espero que todo salga bien.

Page 10: LIBRO los hombres del monte - librosenlanube.com hombres del …LOS HOMBRES DEL MONTE y otros relatos - 18 - Eran tiempos de muerte. Los recuerdos sobre la República quedaban ya lejanos,

LOS

HO

MB

RE

S D

EL

MO

NT

E y

otr

os

rela

tos

- 24 -

Isidro le dio un fuerte abrazo a su hijo. Ese momento se hizo tremen-damente emotivo, aunque efímero para los dos, pero lo necesitaban. Se despidieron con lágrimas en los ojos. Las últimas palabras de Isi-dro fueron:

– Adiós, hijo. ¡Suerte!

Raimundo se alejó de ellos dos tras dirigirles una última mirada, cu-yos ojos parecían decir “¡ojalá todo salga bien!”. Y tras unos segundos, desapareció entre la multitud.

Padre e hija permanecieron inmóviles. Momentos después Dorita cortó el silencio diciendo:

– Es un poco tarde, padre, deberíamos ir a descansar, ¿no cree?

Una lágrima recorrió el envejecido rostro de Isidro, que seguía mi-rando el lugar por donde se había esfumado su hijo. En ese momento, Dorita le agarró del brazo y le empujó para que diera media vuelta, en dirección a su casa. En el camino, Isidro dijo:

– Sé que me he dejado convencer fácilmente para que tú me sus-tituyas de enlace, y podría parecer que soy un mal padre, pero en el fondo yo creo que podrías hacerlo incluso mejor que yo. Tienes un gran carácter y fuerza de voluntad para llevar a cabo esas tareas. Además, no puedo permitir que mi hijo se quede prácticamente aislado de Boltaña. Yo necesito saber de él y ade-más, en parte, sobreviven allí lejos en el monte gracias a noso-tros. Por eso, querida hija, te agradezco muchísimo el haberte ofrecido a esto, no sabes lo que significa para mí. Llevo mucho tiempo cansado, yendo de aquí para allá con estas viejas piernas y no podía haber aguantado mucho más tiempo… Es un gran ali-vio saber que tú ocuparás mi lugar-, hizo una pausa-. Ah, Dorita, una cosa más…

– ¿Sí, padre? – Mañana te despertaré temprano y te enseñaré los lugares se-cretos mediante los cuales mantenemos contacto con el maquis para que empieces con tu trabajo cuanto antes.

Page 11: LIBRO los hombres del monte - librosenlanube.com hombres del …LOS HOMBRES DEL MONTE y otros relatos - 18 - Eran tiempos de muerte. Los recuerdos sobre la República quedaban ya lejanos,

lo s H o M B r E s D E l M o N t ELO

S H

OM

BR

ES

DE

L MO

NT

E y o

tros re

lato

s

- 25 -

– Lo que diga, padre. Haré todo lo que esté en mi mano.

Entre tanto, Raimundo abandonaba el pueblo, sorteando a los que aún quedaban en la fiesta. Parecía que para ellos no existía el cansancio.

Tenía aún en mente la breve conversación que había mantenido con Isidro y su hermana, y todavía recordaba la sensación de aquel abrazo que se dio con su padre, pero a partir de ahora, y no sabía hasta cuán-do, debía vivir al margen de su familia. Ese pensamiento le sumió por un momento en la melancolía, pero no dejó de andar y andar hasta que se alejó lo suficiente como para no oír las voces del pueblo, que seguía con la fiesta.

Miró una última vez hacia su hogar y prosiguió su camino. Se dijo a sí mismo que no volvería la vista atrás. Su nueva familia le esperaba a varios kilómetros de allí.

3En otro valle se encontraba el “grupo del Maestro”. El grupo se formó cuando Juan huía de un pasado corrupto, de viola-ciones y agresividad. Buscaba la lucha contra el sistema, la verdadera igualdad y libertad de pensamiento, religión y ten-

dencia sexual. Juan no comulgaba, como lo hacía su padre, con las ideas de José Antonio y, aunque la guerra había derrotado a la Repú-blica, sentía que sus ideales eran más justos. Sus ideales republicanos ponían fuera de sí a este acérrimo falangista del que no recibió más que desaprobaciones y continuas escenas de violencia y discrimina-ción. Con sus veintitrés años de edad, tomó la prematura decisión de echarse al monte y defender sus ideales democráticos, puesto que era imposible hacerlo a la vista de todos, por medio del único lengua-je que, al parecer, la sociedad del momento no entendía. No quería volver a sentirse rechazado y, cuando encontrase su ansiada libertad republicana, volvería a por su hermana. No permitiría que su padre la casase con aquel robusto, enfermo y desgastado cincuentón del alcal-de del pueblo.

Page 12: LIBRO los hombres del monte - librosenlanube.com hombres del …LOS HOMBRES DEL MONTE y otros relatos - 18 - Eran tiempos de muerte. Los recuerdos sobre la República quedaban ya lejanos,

LOS

HO

MB

RE

S D

EL

MO

NT

E y

otr

os

rela

tos

- 26 -

Sumido en sus pensamientos, distraído por el lenguaje del bosque pirenaico, centró su atención en un objeto. Tras una señal de coto de caza se escondía una chaqueta de cuero peligrosamente oculta. Su primera reacción fue la de huir. Corrió a la mayor velocidad que pudo y buscó algo para guarecerse. Le seguían, pero está demasiado asusta-do como para girarse.

– ¡Eh! ¡Para! ¡Espera! -le gritaron desde detrás.

Le siguen sin parar. Seguro que es un guardia civil. Si lo cogen, lo lle-varán a los calabozos. La simple idea de acabar encerrado le motiva a seguir corriendo, no quiere ni plantear la posibilidad de ser alcan-zado. En un fallo de coordinación cae al suelo y mira hacia atrás. Un chico joven, de más o menos su edad, lo alcanza.

– Hola. ¡Buf! ¡Cuánto corres! No iba a hacerte nada, quería saber a dónde ibas. Yo soy Marco. También huyo de las autoridades. Anoche quise intentar sacar a mi hermano de prisión y me des-cubrieron antes siquiera de intentarlo. ¿Qué pasa que no ha-blas? ¿Eres mudo?

La cara de Juan es absolutamente inexpresiva, no encuentra palabras.

– ¿Extranjero? ¿Eres extranjero? – No, no -Juan reacciona-. Tranquilo, soy español. ¿Cómo sabías que huyo de la guardia civil?

– Porque nadie se refugia en las montañas, si no huye de las au-toridades. ¿Qué pensabas? ¿Qué?, ¿estarías aquí aun a riesgo de que un cazador te pegue un tiro? ¡Joder, si que corres! ¡Estoy exhausto!

– No si… tienes razón. Conque tienen a tu hermano, ¿qué hizo? – Simplemente, pensar que su familia lo apoyaba. Les dijo a mi madre y a mis abuelos que era homosexual y lo denunciaron a las autoridades y le aplicaron la ley de vagos y maleantes. Vinie-ron a buscarlo y se lo llevaron tras la noche de San Juan.

– ¡Malditos fascistas! ¡Está claro que esto empieza a ser inhuma-no! Te ayudaré a sacarlo de prisión. ¿Dónde está? ¿En Torla?