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Revista de arte y poesía.

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Letras  y  letras.  Revista  de    Arte  y  Poesía.  

Año  1  

Número  6  

México.  Noviembre  2014  

Revista  independiente  y  sin  fines  de  lucro.  

Coordinación  editorial:  Laura  Elisa  Leyva  y  Juan  Ramírez  Rivas.  

Diseño  Editorial:  Miguel  Ángel  Hernández  Rascón  

Puebla,  México.    

 

El  único  fin  de  la  revista  es  dar  a  conocer  artículos,  reseñas,  críticas  y  análisis  de  arte  de  las  personas  que  deseen  participar  en  ella.  La  revista  no  se  hace  responsable  por  el  contenido  de  los  artículos,  pues    son  totalmente  responsabilidad  del  autor.  El  único  fin  de  la  revista  es  ejercer  la  libertad  de  expresión  de  una  forma  crítica.    

 

                                                           Todos  los  derechos  reservados.  

 

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ntes   de   ser   una   estética   dentro   del  diseño  de  modas  en  los  años  sesenta  y  un   símbolo   de   L’Oreal   en   los   años  noventa,   el   arte   de   Piet   Modrian   fue  una  propuesta  abstracta  y  minimalista  

de  los  alcances  pictóricos  de  principios  del  siglo  XX.  Un  propuesta   simplista,   muy   cierto,   pero   francamente  inolvidable.   Un   signo   en   su   totalidad.   Los   referentes   a  Modrian   dentro   del   minimalismo,   el   Pop   Art   y   la  ilustración   moderna,   sin   contar   la   moda   y   el   diseño  grafico,   aún   vienen   arrastrando   el   signo   inequívoco   de  una  de  sus  más  grandes  obras  pictóricas:  Composición  II.  

Este   Número   de   Letras   y   letras   abre   con   un  extraordinario   ensayo   sobre   esta   obra   maestra   y  continúa   con   una   exploración   magnífica   acerca   de    muchos   de   los   ilustradores   de   la   Internet;   clases   con  ilustres  argentinos;  reflexiones  sobre  el  arte  y   la  vida  y  un  recordatorio  de  la  situación  política  actual  de  México.  Porque   vivos   se   los   llevaron,   vivos   los   queremos   de  regreso.  ¡Fuerza  a  Ayotzinapa!  

Editorial  

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Sisters  

 por  Sara  Lee.  2014.  

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Análisis de la obra

Composición II

de Piet Mondrian

Diana Gabriela Castillo Toriz

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Las obras de Piet Mondrian resultan ser

marcadamente simbólicas (Un lenguaje puro:

Piet Mondrian) por lo que el análisis

semiótico de al menos una de sus obras

resulta relevante para entender el resto de su

producción artística. Cada elemento en la obra

tiene un significado en sí mismo, la unión de

estos elementos da como resultado el

simbolismo de la obra. La obra “Composición

II” presenta líneas paralelas dispuestas de

manera vertical en color negro las cuales

forman cuadrados y rectángulos sobre un

fondo blanco, los rectángulos formados por

las líneas negras presentan en algunos casos

color, el cual puede ser azul amarillo o rojo.

Esta obra, al igual que la mayoría de las obras

de Mondrian, es vanguardista, perteneciente al

neoplasticismo, con una marcada influencia

del movimiento de Stijil puesto que utiliza

formas planas, pocos colores los cuales son

principalmente primarios cumpliendo algunas

de las características esenciales del

movimiento (Un lenguaje puro: Piet

Mondrian). Esta obra, resulta ser un parte

aguas en la historia del arte por lo que el

análisis de sus elementos y significado será

abordado a continuación.

Un elemento importante dentro de la obra

Composición II es el fondo del cuadro el

cual presenta un color blanco. En general

el blanco es un color que más bien es

considerado un “no-color”. El blanco es un

color que es percibido por la vista cuando

todos los colores del espectro de luz son

rebotados hacia el ojo por un objeto

(Giancoli, 1998). Por tanto el no-color

blanco se compone por todos los colores

del espectro, de tal manera el blanco puede

significar entonces en la obra la totalidad

ya que es la sublimación de todos los

colores juntos (Cano, White and gray,

2008). Este color también es comúnmente

asociado con la bondad, virtud e inocencia

(Cano, White and gray, 2008). Por ello en

la obra el color blanco no solo representa la

totalidad sino también lo bueno o

bondadoso. Esta idea de totalidad y bondad

entonces le sirve a Mondrian como base

para la creación del resto de su obra. Al

fondo blanco se le yuxtaponen líneas en

color negro que cruzan de forma vertical y

horizontal formando cuadrados y

rectángulos.

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El negro es un color que, al igual que

el blanco, es considerado como un “no-

color”. El negro es un color que se produce

cuando todos los colores del espectro

visible son absorbidos por un objeto dado y

por tanto ningún color puede ser reflejado

por la superficie del objeto (Giancoli,

1998). Tomando esto en cuenta se podría

decir que el negro se crea por la ausencia de

los colores del espectro de luz visible y por

ende en la obra de Mondrian este representa

la ausencia o vacío. Esta ausencia o vacío

está por encima de la totalidad. El negro es

también un color que se asocia a la muerte,

tristeza y perdida (Cano, Black, 208). De tal

manera en la obra el color negro representa

ausencia al igual que otras ideas asociadas a

la ausencia como la muerte o la tristeza. De

tal manera la ausencia, el vacío y la muerte

están sobre la bondad y totalidad, sin

embargo a pesar de esto el negro tiene

menos espacio en la obra de Mondrian que

el blanco, por tanto la ausencia no anula a

la totalidad y bondad. Tres de los

cuadriláteros formados por las líneas negras

presentan algún color primario. El hecho de

que la obra presente (no es caso particular)

los tres colores primarios cuya combinación

puede crear el resto de los colores es una

representación de la posibilidad. Por otra

parte cada color además tiene un cierto

significado en sí mismo. El cuadrilátero de

mayor tamaño está pintado en color rojo.

Este color es comúnmente asociado a la

sangre y a la lucha y por ende con la

vitalidad (Cano, Red, 2008). Es un color

que también se asocia a la vida ya que es el

color de la sangre, el corazón y la cruz roja

entre otras asociaciones. Por tanto una parte

importante de la obra de Mondrian resulta

ser la vida, debido a las dimensiones del

cuadrilátero podemos concluir que el

simbolismo de la vida es parte importante de

la obra. El segundo cuadrilátero de mayor

tamaño presenta un color azul fuerte. El azul

es un color con gran presencia en la cultura

visual por lo que tiene distintas asociaciones.

Este color se relaciona al mismo tiempo con

la tristeza y la frialdad (Cano, Blue, 2008).

Estas dos asociaciones se conectan una con

otra, ya que en general el frio muchas veces

nos hace sentir melancolía. De tal manera la

tristeza y la frialdad juegan un papel

importante dentro de la obra de Mondrian,

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Composición II

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son parte importante de la representación. Debido a la situación que se vive en

Europa al ser realizada la obra tras el fin de la primera guerra mundial (Stirk, 1989),

la tristeza y la frialdad forman una parte importante de la forma en que se ve el

mundo. Por ello el azul resulta ser en la obra el segundo color con mayor presencia

en la obra.

Por último el cuadrilátero de menor tamaño esta coloreado en amarillo. El

amarillo suele asociarse con el optimismo y la diversión. Al ser este el cuadro de

menor tamaño, el optimismo es entonces el signo con menor presencia en la obra

(Cano, Yellow, 2008). La obra, realizada en 1922, nos muestra una realidad en la

que el optimismo o la diversión no juegan el papel principal en la escena ya que la

primera guerra mundial tiene poco de haber terminado y Europa se encuentra sumida

en un periodo difícil lleno de crisis (Stirk, 1989). De igual manera el amarillo es un

color que puede relacionarse con la energía. Esto puede verse en diferentes ámbitos:

la luz del sol, que percibimos como amarilla, nos brinda energía; de igual manera la

luz amarilla de un foco se logra mediante la energía. Por otra parte, según la teoría

del color, el amarillo se asocia, además de otras cosas, al calor y a la energía, lo cual

se refuerza al ser combinado con rojo (Cano, Yellow, 2008). Por otra parte para la

física el calor, que se relaciona al amarillo, es una medida de cambio en energía

transferida. De tal manera la energía, el optimismo y la diversión no juegan un papel

primordial en la representación de Mondrian.

Por ende de manera diagramática la Composición II de Piet Mondrian se

vuelve una representación de la realidad en Europa durante el periodo entre guerras.

El cuadro en su simplicidad busca y logra mostrar el vacío que deja la primera

guerra mundial. El cuadro es realizado en 1922 justo en el periodo entre la primera y

segunda guerra mundial. Su falta de ornamentación y elementos son un reflejo

abstracto del vacío dejado por la guerra, donde se buscan respuestas, hay desilusión,

descontento y crisis (Stirk, 1989).

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Es una época que se caracteriza por el desconcierto y la búsqueda de respuestas (Stirk,

1989) y la obra de Mondrian puede ser considerada como otra faceta de esta búsqueda

en la que Mondrian a través de la pintura busca representar la realidad de un mundo

formado por la ausencia y la presencia. De tal manera la obra muestra la bondad, el

blanco, cubierta por la ausencia y la muerte dejadas tras la guerra, el negro. A esta

representación de la realidad se le agregan los colores primarios que por un lado dan

un mensaje de esperanza o posibilidad, pero sin embargo en sí mismos guardan un

significado que completa la representación de la realidad del periodo entre guerras.

Por un lado la vida y la lucha como la parte más importante, representadas por el rojo,

ya que se trata de un periodo en que Europa lucha por salir adelante tras la guerra

(Stirk, 1989). Por otro la frialdad y la tristeza dejada por la guerra representada en el

azul. Y por último el optimismo, que resulta casi inexistente y parece haber sido

olvidado. De una manera abstracta Mondrian logra realizar una representación de la

realidad.

Las obras de Mondrian de un carácter marcadamente simbólico muestran

características comunes ya que buscan llegar a representar la realidad, mostrar los

elementos que componen el mundo (Un lenguaje puro: Piet Mondrian, s.f.). El

análisis semiótico de la Composición II abre camino a entender el simbolismo general

de la obra de este artista. Cada elemento en la obra tiene un significado en sí mismo,

la unión de estos elementos da como resultado la realidad. Mondrian logra en una

obra simple representar algo tan complicado como el malestar en Europa durante el

periodo entre las dos guerras mundiales, lo cual probablemente no podría ser

representado de manera tan exacta en una obra realista. Por ende Mondrian logra

establecer un parte aguas, ya que un periodo histórico tan complicado como es el siglo

XX necesitaba nuevas formas de representar la realidad. Así Mondrian logra un

cuadro que es un símbolo que logra englobar todo un periodo histórico.

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Bibliografía  Arte  Historia.  (s.f.).  (J.  d.  Castilla,  Productor)  Recuperado  el  21  de  Abril  de  2014,  de  http://www.artehistoria.jcyl.es/v2/contextos/5364.htm  

Cano,  F.  (2008).  White  and  gray.  En  Color  y  percepción  (pág.  12).  Barcelona:  Otto&Olaf.  

Cano,  F.  (2008).  Yellow.  En  Color  y  percepción.  Barcelona:  Otto&Olaf.  

Cano,  F.  (2008).  Blue.  En  Color  y  percepción  (pág.  130).  Barcelona:  Otto&Olaf.  

Cano,  F.  (208).  Black.  En  Color  y  percepción  (pág.  218).  Barcelona:  Otto&Olaf.  

Cano,  F.  (2008).  Red.  En  Color  y  percepción  (pág.  86).  Barcelona:  Otto&Olaf.  

Stirk,  P.  M.  (1989).  Europe  unity  in  context:  the  interwar  period.  London:  Pinter  Publishers.  

 

 

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Derby Blue

Sexo, drogas e ilustración

 

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Hablar del trabajo de Shiko o Derby Blue resulta una tarea muy

divertida pues en éste encontramos muchos estimulantes no sólo al

la vista sino a la imaginación y a el sentido contracultural. Shiko o

Derby Blue (como actualmente prefiere ser llamado) es un artista e

ilustrador brasileño que hace una perfecta mezcla de arte callejero,

la ilustración de historieta triple equis y el pop art. Sus referentes

culturales y sus temas gráficos suelen ser divertidos, eróticos,

vulgares y viciosos, pero para el mejor de estos sentidos, todo

aquello que se desborda a través de sus pinceles, sus acuarelas y

acrílicos son la muestra de un nueva estética de la decadencia y la

vulgaridad tan común en los artista de Internet.

Derby Blue, no es un artista de galerías y publicaciones

comerciales; es un artista underground que publica su trabajo en

línea y, en muchos casos, en carteles callejeros o publicaciones

baratas, en donde no pongan censura a lo que él sabe hacer. No se

toma las cosas demasiado en serio y esto se debe a su formación

callejera con el grafiti, por lo que para el no hay “vacas sagradas” a

las cuales rendirles tributo. Para este brasileño lo importante es el

impacto visual, vulgar, desagradable y altamente erótico de las

mujeres sucias y promiscuas del mainstream. Pero también de sus

propios personajes a los que dota de un aire bukoswkiano con

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tendencias rocanroleras. Su trabajo es equivalente de banda de

garage que habla de sexo y resacas en medio de fluidos apestosos.

No es nada raro que haya bandas alocadas y borrachas que desean

el arte del Derby Blue para sus portadas.

Su trabajo apenas es reconocido en una que otra galería que se

atreve a reconocer su obra como algo genuino y con alma. En Sao

Paulo se han montado una serie de exposiciones sobre artistas

como él. En Italia ha tenido una gran aceptación, sobre todo en

Venecia. No obstante su trabajo está principalmente en línea, que

es donde siempre ha pertenecido, y en las calles brasileñas, que es

donde surgio; en una búsqueda por la red es muy fácil de

identificar. Eso es una cualidad única en un creador: un lenguaje

propio para desbordar las ideas de la mente y la imaginación.

Para muchos académicos la ilustración, propiamente dicha, sólo

cumple como un fin comunicativo dentro del diseño y sus

derivados. Pero cuando se hallan frente a trabajos tan contundentes

y originales, en los discursos que delimitan la ilustración del arte, el

diseño del arte, las palabra salen sobrando.

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Gabriel Gómez López

Publicado  originalmente  como  Los  Infinitos  rostros  del  arte  el  27  de  mayo  de  2010  en  La  Jornada  Semanal.  

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ARTE ES PODER, como el dinero, la religión o el miedo. Poder de la imagen trasladado a la palabra. Pienso en Filomela, privada de su lengua, buscando la imagen para sobrevivir.

¿Por qué un cuadro como La Gioconda es robado por indígenas de la Sierra Madre para ser deificado? ¿Qué han encontrado en la casquivana Monalisa para adorarla bajo la advocación de Nuestra Señora de Nequetejé? ¿Tiene razón la psicoanalista al afirmar que se identificaban con ella por la serenidad de sus rasgos, por el color de la piel? ¿Es la misma fuerza que lleva a millones de turistas a agolparse ante el retrato? Quizás la inspiración, que engendró la imagen, conserva su aroma de misterio, incluso a pesar de su impacto mediático y entronca con el arquetipo de la Gran Madre que nos acompaña desde las cavernas.

De la devoción a la perversión. En La hora estelar de los asesinos, de Pavel Kohout, las sublimes imágenes del martirio de Santa Reparata son la fuente de inspiración de un asesino serial en la Praga de 1945, para purificar a las viudas con la habilidad de un sacerdote azteca.

Y de la devoción a la corrupción. Considero la mercantilización y la banalidad como los dos jinetes apocalípticos del arte: la simonía y la fatuidad. En Réquiem, de Antonio Tabucchi, Las Tentaciones de San Antonio, de El Bosco, un cuadro de alto valor taumatúrgico en la antigüedad, se convierte en motivo de ostentación de un coleccionista texano que corrompe, con el poder de su dinero, el talento de un artista, encargándole copias a gran escala del tríptico, para tapizar los muros de su interminable rancho.

En “El retrato oval”, de Poe, a caballo entre la pintura y la palabra, al referir la historia del cuadro junto con su descripción, permite comparar la fuerzas de imagen y palabra. Narra la lucha desigual entre el Arte y el Amor: “¡Aciaga la hora en que vio, amó y desposó al pintor!” ¿Cómo podía luchar contra ese monstruo devorador de vida? Ella, tan hermosa que a lo único que podía temer era al pincel, aceptó posar en un recinto donde no caía una sola gota de luz. El artista, abstraído en su labor, no se daba cuenta de que pintaba a costa de la sangre de su esposa. La lucha de poder a poder entre el arte y la vida origina lo que llamo el principio de indeterminación del arte, que está en relación inversa con la vida.

El título de El vellocino de oro, de Gautier, sugiere la búsqueda de un objeto fantástico. El personaje, fascinado por El descendimiento de la cruz, de Rubens, se hunde en un abismo de luz, naufraga en un océano de oro: la Magdalena. Nuevo Pigmalión condenado a venerar un cuadro, enloqueció. No podía vivir sin él, sintió celos de Cristo. Escrutaba la belleza aun en las pinceladas más imperceptibles. Pero al encontrar su vellocino dorado, la encarnación viva de la Magdalena, cometió un horrendo pecado, un acto de inocente maldad. Pidió a la mujer que había renunciado a todo por seguirle, que posara con el atuendo de la santa pecadora. Nada menos que Ella fuera la Otra, condenándola a ser una mera suplente.

También Hoffmann, en “La Iglesia de los jesuitas de G” relata el encuentro de la musa y el artista… con efecto aniquilador hacia el arte. Bien sabían los griegos que debían evitar las relaciones íntimas con las diosas.

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VERSE TAL CUAL

Es privilegio del narrador utilizar un relato para terminar una obra inconclusa y develar un misterio de siglos. Dino Buzzati en “El Maestro del Juicio Final” recurre a un lejano descendiente de El Bosco, un relojero, para apreciar el mecanismo interno que mueve a las imágenes. ¿Qué ocultan los enigmáticos cuadros? ¿Son interpretaciones del Averno, de las herejías o culpas que lo agobiaban? ¿Las neurosis de la época? El descendiente, poseído por el espíritu del pintor, culminaEl Juicio Final perdido en un incendio en El Prado. El narrador da fe de que El Bosco era un pintor realista y no fantástico, pintaba las cosas tal como las veía. Circulaban por las calles de Holanda, como en las de cualquier ciudad de cualquier tiempo: “sucios pájaros, lagartijas hinchadas de odio, vejigas infames con patas de araña”, pululaban entre hombres comunes y corrientes. Ladraban, vomitaban, babeaban, despojados de las máscaras que los hacían parecer inofensivos. Bastaba con echar una ojeada al exterior.

Verse tal como se es representa una de las supremas pruebas de la antigüedad. La fascinación de Medusa y de Narciso es la misma. En Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia, Pseudo-Calístenes narra cómo la reina Cadance mandó retratar en secreto a Alejandro. Así, cuando éste se presentó de incógnito, ella le mostró su retrato. “¿Reconoces tu imagen?”, le dijo. Alejandro temblaba, aterido de miedo. El conquistador de los pueblos, el amo del mundo, estaba en poder de una mujer. Todo relato es una galería de espejos, pero encontrarse desnudo, frente a sí mismo, es otra cosa. ¡Sin su secreto no era nada!

El artista y el profeta entonan la misma frecuencia. En Los cuadros proféticos, de Hawthorne, el protagonista se convierte en el rey de la Tierra Baldía, culpable de la decadencia de su entorno. Pintaba tanto a las imágenes como la mente y el corazón de sus modelos. “¡Los originales no se parecían tanto a sí mismos como a sus retratos!”, rivalizando así con el Creador. Un día, tras pintar a una pareja, contempló una expresión de angustia y terror en el cuadro que no recordaba haber visto en la modelo. Años más tarde, al corroborar lo profético de su arte, se preguntaba si no sería el artífice de lo que había imaginado.

EL RETRATO DE DORIAN GRAY, de Oscar Wilde, es una obra en proceso que no habla de una pintura sino de un libro llamado El retrato de Dorian Gray que narra la vida de Oscar Wilde, sus hechos reales e imaginarios. Con el pincel de sus palabras plasma cuanto él anhela ser en realidad. Se presume de lo que se carece. Una y otra vez Wilde postula que un artista no debe poner nada de su vida en la obra… pero también afirma lo contrario: “Hay demasiado de mí mismo en el cuadro.” En el texto está el secreto de su vida. Paradoja singular la de caer en la trampa de la que se quiere escapar. “Siento celos de mi retrato”; “cada instante que pasa me arrebata algo y le da algo a él”. El cuadro, más que revelar su historia, plasma sus anhelos ocultos. Al escribir el relato, Wilde está pintando su autorretrato, enamorándose de su propia belleza, observando con delectación la corrupción de su propia alma, experimentando el enorme placer de transferir el mal al cuadro. Y contempla, en la más absoluta intimidad, su bitácora personal, su retrato oculto. Al dar la última pincelada, al entregarlo al editor, la obra tendrá vida propia y él ya no será necesario.

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EL ARTE: PACIENCIA, ESTIGMA Y VENGANZA

Lanzarote, prisionero de Morgana, a riesgo que ser descubierto, pintó en los muros su pasión. Las pinturas “estaban tan bien ejecutadas que se hubiera dicho que no había hecho otra cosa en su vida”. Besaba la imagen como si estuviera ante su amada de carne y hueso. El arte había sido su puerta de escape de la realidad, su muy particular catarsis.

En La madona del futuro, de Henry James, se habla de un pintor virtual que consagró su vida a realizar una obra, pero nunca fue capaz de ejecutarla. Y aunque encontró a la modelo ideal, aplazaba su obra para un futuro hipotético. Y no pintaba nada porque, aunque disertaba como un genio, desconocía el abecé del dibujo. Su único patrimonio, su obra inmortal, era un pedazo muerto de tela blanca, agrietada y descolorida que envejeció en espera de un poco de pintura. Desperdició su vida en los preparativos sin dar el primer paso. El vacío, como la imagen, también es una fuerza poderosa.

En El Judas de Leonardo, Leo Perutz nos muestra el poder de la paciencia. No se debe forzar la inspiración. Leonardo mantiene en suspenso su Última cena; le falta el Judas. Un hombre que debía ser no la maldad pura, sino alguien “que por orgullo dejara pasar el amor de su vida”. Por dos veces en el relato se cruzan el modelo y el pintor. No importa: tarde o temprano la orquesta comenzará a tocar. Pero el solista, al interpretar a Judas, se convierte en la imagen arquetípica del traidor, objeto de mofa y escarnio. El cuadro vengará a la joven traicionada. La imagen devolverá al malvado su maldad, ojo por ojo. El arte como estigma vergonzante.

En “La pátina del tiempo” de Henry James, también hay una venganza a través de un cuadro. Por azares del destino, la víctima se convierte en verdugo. Si no pudo tener al hombre real, conservará su imagen, involuntariamente restituida por quien lo había robado.

Al pintor de La obra maestra desconocida, de Balzac, le faltaba encontrar a la mujer perfecta para concluir su cuadro. Sería capaz de bajar al mismo infierno para conseguirla. Su imprudente discípulo le acortará el camino, entregándole a su amada para que pueda terminarlo. ¡Infame sacrilegio! ¡La musa es única! ¿Qué marido conduciría a su esposa a la deshonra? Sólo un artista podría sacrificar a su mujer por el arte. Y en tanto la modelo, obligada a posar, sollozaba desconsolada, su imagen arribaba al otro mundo en mística apoteosis. El artista había alcanzado lo indecible, lo irrepresentable. Pero era el único que podía contemplar las formas sublimes que había pintado.

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Como un poeta que es el único en comprender su poema. Los otros sólo veían colores confusamente aglomerados, una muralla de pintura sin sentido. Aunque, mirando con atención, podía verse la punta del iceberg, un detalle apenas, el esbozo de un pie delicioso, vivo, emergiendo entre un caos de tonos y matices indecisos. Sólo el Creador podía ver el resto.

El sueño de la razón engendra monstruos, de acuerdo, pero cuando el monstruo sueña… produce arte. En un relato de César Aira, “Un episodio en la vida del pintor viajero”, el pintor, estimulado por el opio, la jaqueca y el deshielo nervioso, tras ser alcanzado por un rayo, visualizaba pesadillas que se conectaban con la realidad y la iban deformando: “los abismos tenían abismos a su vez. Árboles como torres, flores con patas o riñones, salmones del tamaño de terneros”. Visiones efímeras, fugaces como la inspiración, lo desbordaban a tal velocidad que era incapaz de contenerlas. ¿Por dónde comenzar? El arte es largo pero la vida es corta.

Narra Séneca que Parrhasios compró a un viejo esclavo y procedió a torturarlo con crueldad a fin de pintar, lo más real posible, una imagen de Prometeo encadenado. ¡Era suyo! ¡Lo había comprado, tenía derecho a hacer con él lo que quisiera! En “El Biombo del infierno”, de Akutagawa, el arte es llevado a extremos insospechados. Yoshihide, un pintor excepcionalmente dotado, no se detenía ante ningún obstáculo para lograr la perfección. En su pintura sobresalía lo desagradable, lo perverso. A lo único que amaba era a su hija, y, celoso, la defendía de su patrón. Cuando decidió la ejecución de un biombo que representara al infierno, entre sus modelos, cadáveres y rostros putrefactos alternaban con cortesanos y sacerdotes. Pero no alcanzaba la inspiración final. En medio del cuadro un carruaje caía del cielo, en su interior se veía a una cortesana lujosamente ataviada, debatiéndose en las llamas del infierno… pero no podía captar su rostro con claridad. Porque sólo podía pintar aquello de lo cual había sido testigo o visto en sueños. La petición a su patrón era insólita. “Os ruego señor que hagáis que se queme una carroza delante de mis ojos, y si fuera posible, dentro de la carroza…”

¿Qué es el arte? ¿Una venganza cruel?¿Un grito atormentado que brota desde un corazón que se retuerce entre las llamas del remordimiento? ¿A qué abismos morales es capaz de descender un artista para conseguir su inspiración? ¿Sería incluso capaz de sacrificar lo que más ama? ¿Acaso no hizo lo mismo Agamenón cuando partió para conquistar Troya? ¿Y no fue un acto de suprema humildad, alabado por lo siglos de los siglos, el de Abraham cuando obedeció la orden de sacrificar a su hijo? Por eso dice Artaud: “Nadie ha escrito, pintado o esculpido nada, como no sea para salir, de hecho, del infierno.”

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Clases de literatura

Primera  Parte  

Extracto  de  la  conferencia  en  la  Universidad  de  Berkeley  en  1980  y  publicada  por  Editorial  Alfaguara  ese  mismo  año.  

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Primera clase

Los caminos de un escritor.

Universidad de Berkeley, 1980

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Quisiera que quede bien claro que, aunque primero los cuentos y en segundo lugar las novelas, esto no significa para mí una discriminación o un juicio de valor: soy un autor y lector de cuentos y novelas con la misma dedicación y el mismo entusiasmo. Ustedes saben que son cosas muy diferentes, que trataremos de precisar mejor en algunos aspectos, pero el hecho de que haya propuesto que nos ocupemos primero de los cuentos es porque como tema –lo vamos a ver hoy mismo- son de un acceso más fácil; se dejan atrapar mejor, rodear mejor que una novela por razones obvias sobre las cuales no vale la pena que insista.

Tiene que saber que estos cursos los estoy improvisando muy poco antes de que ustedes vengan aquí: no soy sistemático, no soy ni un crítico ni un teórico, de modo que a medida que se me van planteando los problemas de trabajo, busco soluciones. Para empezar a hablar del cuento como género y de mis cuentos como una continuación, estuve pensando en estos días que para que entremos con más provecho en el cuento latinoamericano sería tal vez útil una breve reseña de lo que en alguna charla ya muy vieja llame una vez “Los caminos de un escritor”; es decir, la forma en que me fui moviendo dentro de la actividad literaria a lo largo de… desgraciadamente treinta años. El escritor no conoce esos caminos mientras los está franqueando –puesto que vive en un presente como

todos nosotros- pero pasado el tiempo llega un día en que de golpe, frente a muchos libros que ha publicado y muchas criticas que ha recibido, tiene la suficiente perspectiva y el suficiente espacio crítico para verse a sí mismo con laguna lucidez. Hace algunos años me planteé el problema de cuál había sido finalmente mi camino dentro de la literatura (decir “literatura” y “”vida” para mí es siempre lo mismo, pero en este caso nos estamos concentrando en la literatura). Puede ser útil que reseñe hoy brevemente ese camino o caminos de un escritor porque luego se verá que señalan algunas constantes, lagunas tendencias que están marcando de una manera significativa y definitoria la literatura latinoamericana. Les pido que no se asusten por las tres palabras que voy a emplear a continuación porque en el fondo, una vez que se da a entender por qué se las está utilizando, son muy simples. Creo que a lo largo de mi camino de escritor he pasado por tres etapas bastante bien definidas: una primera etapa que llamaría estética (ésa es la primera palabra), una segunda que llamaría metafísica y una tercera etapa, que llega hasta el día de hoy, que llamaría histórica. En lo que voy a decir a continuación sobre esos tres momentos de mi trabajo de escritor va a surgir por qué utilizo estas palabras, que son para entendernos y que no hay que tomar con la gravedad que utiliza un filósofo cuando habla por ejemplo de metafísica.

 

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Pertenezco a una generación de argentinos surgida casi en su totalidad de la clase media de Buenos Aires, la capital del país; una clase social que por estudios, orígenes y preferencias personales se entregó muy joven a una actividad literaria concentrada sobre todo en la literatura misma.

Me acuerdo bien de las conversaciones con mis camaradas de estudios y con los que siguieron siendo mis amigos una vez que los terminé y todos comenzamos a escribir y algunos poco a poco a también publicar. Me acuerdo de mi mismo y de mis amigos, jóvenes argentinos (porteños, como les decimos a los de Buenos Aires) profundamente estetizantes, concentrados en la literatura por sus valores de tipo estético y poético, y por sus resonancias espirituales de todo tipo.

No usábamos esas palabras y no sabíamos lo que eran, pero ahora me doy perfecta cuenta de que viví mis primeros años de lector y de escritor es una fase que tengo derecho a calificar de “estética”, donde lo literario era fundamentalmente leer los mejores libros a los cuales tuviéramos acceso y escribir con los ojos fijos en algunos casos en modelos ilustres y en otros en un ideal de perfección estilística profundamente refinada. Era una época en la que los jóvenes de mi edad no nos dábamos cuenta hasta qué punto estábamos al margen y ausentes de una historia particularmente dramática que se estaba cumpliendo en torno de nosotros,

porque esa historia también la captábamos desde un punto de vista de lejanía, con distanciamiento espiritual.

Viví en Buenos Aires, desde lejos por su puesto, el transcurso de la guerra civil en que el pueblo de España luchó y se defendió contra el avance del franquismo que finalmente había de aplastarlo. Viví la Segunda Guerra Mundial, entre el año 39 y el año 45, también en Buenos Aires. ¿Cómo vivimos mis amigos y yo esas guerras? En el primer caso éramos profundos partidarios de la República española, profundamente antifranquista; en el segundo, estábamos plenamente con los aliados y absolutamente en contra del nazismo. Pero en qué se traducían esas tomas de posición: en la lectura de los periódicos, en estar muy bien informados sobre lo que sucedía en los frentes de batalla; se convertían en charlas de café en las que defendíamos nuestros puntos de vista frente a eventuales antagonistas, eventuales adversarios. A ese pequeño grupo del que formaba parte pero que a su vez era parte de muchos otros grupos, nunca se nos ocurrió que la guerra en España nos concernía directamente como argentinos y como individuos; nunca se nos ocurrió que la Segunda Guerra Mundial nos concernía también aunque Argentina fuera un país neutral. Nunca nos dimos cuenta de que la misión de un escritor que además es un hombre tenía que ir mucho más allá que el mero comentario o la mera simpatía por uno de

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los grupos combatientes. Esto, que supone una autocrítica muy cruel que soy capaz de hacerme a mí y a todos los de mi clase, determinó en gran medida la primera producción literaria de esa época: vivíamos en un mundo en el que la aparición de una novela o un libro de cuentos significativo de un autor europeo o argentino tenía una importancia capital para nosotros, un mundo en el que había que dar todo lo que se tuviera, todos los recursos y todos los conocimientos para tratar de alcanzar un nivel literario lo más ñato posible. Era un planteo estético, una solución estética; la actividad literaria valía para nosotros por la literatura misma, por sus productos y de ninguna manera como uno de los muchos elementos que constituyen el contorno, como hubiera dicho Ortega Y Gasset “la circunstancia”, en que se mueve un ser humano, sea o no escritor.

 

 

De todas maneras, aun en ese momento en que mi participación y mi sentimiento histórico prácticamente no existían, algo me dijo muy tempranamente que la literatura –incluso la de tipo fantástico más imaginativa- no estaba únicamente en las lecturas, en las bibliotecas y en las charlas de café. Desde muy joven sentí en Buenos Aires el contacto con las cosas, con las calles, con todo lo que hace de una ciudad una especie de escenario continuo, variante y maravilloso para un escritor. Si por un lado las obras que en ese momento publicaba alguien como Jorge Luis Borges significaban para mí y mis amigos una especie de cielo de la literatura, de máxima posibilidad en ese momento dentro de nuestra lengua, al mismo tiempo me había despertado ya muy temprano a otros escritores de los cuales citaré solamente uno, un novelista que se llamó Roberto Alrt y que desde luego es mucho menos conocido que Jorge Luis Borges porque murió muy joven y escribió una obra de difícil traducción y muy cerrada en el contorno de Buenos Aires. Es por eso que cuando hablo de etapas en mi camino, no hay que entenderlas nunca de una manera excesivamente compartimentada: me estaba moviendo en esa época en un mundo estético y estetizante pero creo que ya tenía en la manos o en la imaginación elementos que venían de otros lados y que todavía necesitarían tiempo para dar sus frutos. Eso lo sentí en mí mismo poco a poco, cuando empecé a vivir en Europa.

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Sin título. 2013

Horyon Lee

Acrílico sobre tela.

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  Letras  y  letras.  Revista  de    Arte  y  Poesía.  

Año  1  

Número  6  

México.  Noviembre  2014  

Revista  independiente  y  sin  fines  de  lucro.  

Coordinación  editorial:  Laura  Elisa  Leyva  y  Juan  Ramírez  Rivas.  

Diseño  Editorial:  Miguel  Ángel  Hernández  Rascón  

Puebla,  México.    

 

El  único  fin  de  la  revista  es  dar  a  conocer  artículos,  reseñas,  críticas  y  análisis  de  arte  de  las  personas  que  deseen  participar  en  ella.  La  revista  no  se  hace  responsable  por  el  contenido  de  los  artículos,  pues    son  totalmente  responsabilidad  del  autor.  El  único  fin  de  la  revista  es  ejercer  la  libertad  de  expresión  de  una  forma  crítica.    

 

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