lecturas del mito de meleagro

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LECTURAS DEL MITO DE MELEAGRO El artículo se ocupa, en primer lugar, de las fuentes griegas, literarias e iconográficas, que ofrecen testimonios del mito de Meleagro. Dicho análisis saca a la luz no sólo las distintas versiones que existían en la Antigiledad, sino las dificultades que surgen al intentar conciliarlas. Consecuentemente, la segunda parte del artículo pasa revista a diversas interpretaciones del mito de Meleagro emprendidas por los estudiosos modernos, Ilamando la atención sobre sus aciertos, mas también sobre algunas lecturas excesivamente sesgadas. La intención es poner de manifiesto la necesidad de combinar las ventajas que ofrecen los diferentes métodos, pero procurando superar la parcialidad de algunos resultados e insistiendo especialmente en el análisis filológico de los textos, tanto de los griegos como de los procedentes de otras tradiciones literarias, cuyos detalles y variantes puedan contribuir a un mejor entendimiento de la historia de Meleagro This article analyses the sources of the myth of Meleager as represented in Greek texts, also examining the iconographical evidence. This study reveals several versions, and discusses difficulties in interpreting them. The diverse approaches or methodologies of previous scholars to the character of Meleager is subsequently outlined. It is the author's aim to refute some tendentious readings of the myth, and to demonstrate the advantages of combining different methods, especially that of philological analysis of the relevant texts, both inside and outside the Greek tradition, the details of which contribute to a fuller understanding of Meleager Palabras clave: Mito de Meleagro. Fuentes literarias antiguas. Iconografia. Interpretaciones. Estudios modemos. Análisis filológico. Key Words: Meleager (myth of). Ancient sources. Iconographical evidence. Interpretations. Modem critical approaches. Philological analysis. La mera mención del nombre de Meleagro evoca en todo aquel que alguna vez se ha acercado a los mitos griegos una sucesión de imágenes: la caza del jabali de Calidón, la entrega de los despojos a Atalanta, el tizón arrojado al fuego por Altea, su madre. Algunas tan bellas como las que salieron de la paleta de Peter Paul Rubens hacia 1636 y pueblan hoy las salas de la Alte Pinakothek de Mnich o las más cercanas del Museo del Pradol. • El punto de partida de esta investigación fue el encargo de preparar una ponencia para las XVII Jornadas de Castilla y León Los Clásicos de la literatura griega y latina , celebradas en Salamanca del 24 al 27 de noviembre de 2003. Deseamos expresar nuestro agradecimiento a todo el Departamento de Filología Clásica e Indoeuropeo por la confianza que entonces se depositó en nosotros, en especial al profesor A. López Eire, artífice de tal propuesta, e igualmente al profesor M. García Teijeiro, por animamos a darle forma de artículo. Se inscribe éste dentro de su proyecto Magia y adivinación en la literatura griega (BFF 2001-2116 financiado por DGCYT). En concreto nos referimos al cuadro titulado Jadg des Meleager und der Atalante , cuya reproducción puede verse en el Greek Mythology Link http://homepage.mac.com/cparada/GML, MINERVA. Revista de Filología Clásica, 17 (2004), pp. 31-83

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mitología griega, literatura griega, greek mythology

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  • LECTURAS DEL MITO DE MELEAGRO*

    El artculo se ocupa, en primer lugar, de las fuentes griegas, literarias e iconogrficas,que ofrecen testimonios del mito de Meleagro. Dicho anlisis saca a la luz no slo lasdistintas versiones que existan en la Antigiledad, sino las dificultades que surgen alintentar conciliarlas. Consecuentemente, la segunda parte del artculo pasa revista adiversas interpretaciones del mito de Meleagro emprendidas por los estudiososmodernos, Ilamando la atencin sobre sus aciertos, mas tambin sobre algunas lecturasexcesivamente sesgadas. La intencin es poner de manifiesto la necesidad de combinarlas ventajas que ofrecen los diferentes mtodos, pero procurando superar la parcialidadde algunos resultados e insistiendo especialmente en el anlisis filolgico de los textos,tanto de los griegos como de los procedentes de otras tradiciones literarias, cuyosdetalles y variantes puedan contribuir a un mejor entendimiento de la historia deMeleagro.

    This article analyses the sources of the myth of Meleager as represented in Greek texts,also examining the iconographical evidence. This study reveals several versions, anddiscusses difficulties in interpreting them. The diverse approaches or methodologies ofprevious scholars to the character of Meleager is subsequently outlined. It is the author'saim to refute some tendentious readings of the myth, and to demonstrate the advantagesof combining different methods, especially that of philological analysis of the relevanttexts, both inside and outside the Greek tradition, the details of which contribute to afuller understanding of Meleager.

    Palabras clave: Mito de Meleagro. Fuentes literarias antiguas. Iconografia.Interpretaciones. Estudios modemos. Anlisis filolgico.Key Words: Meleager (myth of). Ancient sources. Iconographical evidence.Interpretations. Modem critical approaches. Philological analysis.

    La mera mencin del nombre de Meleagro evoca en todo aquel que algunavez se ha acercado a los mitos griegos una sucesin de imgenes: la caza deljabali de Calidn, la entrega de los despojos a Atalanta, el tizn arrojado alfuego por Altea, su madre. Algunas tan bellas como las que salieron de la paletade Peter Paul Rubens hacia 1636 y pueblan hoy las salas de la Alte Pinakothekde Mnich o las ms cercanas del Museo del Pradol.

    El punto de partida de esta investigacin fue el encargo de preparar una ponencia para las XVIIJornadas de Castilla y Len "Los Clsicos de la literatura griega y latina", celebradas enSalamanca del 24 al 27 de noviembre de 2003. Deseamos expresar nuestro agradecimiento a todoel Departamento de Filologa Clsica e Indoeuropeo por la confianza que entonces se deposit ennosotros, en especial al profesor A. Lpez Eire, artfice de tal propuesta, e igualmente al profesorM. Garca Teijeiro, por animamos a darle forma de artculo. Se inscribe ste dentro de suproyecto "Magia y adivinacin en la literatura griega" (BFF 2001-2116 financiado por DGCYT).

    En concreto nos referimos al cuadro titulado "Jadg des Meleager und der Atalante", cuyareproduccin puede verse en el Greek Mythology Link (http://homepage.mac.com/cparada/GML,MINERVA. Revista de Filologa Clsica, 17 (2004), pp. 31-83

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    sas y otras muchas representaciones a las que haremos alusin son unabuena prueba del inters que Meleagro no ha dejado de suscitar con el correr delos siglos. El pblico al que iban destinados esos cuadros, el auditorio queescuch y ms tarde ley sus hazatias, en la antigiiedad, a lo largo de la EdadMedia, durante el Renacimiento, el Barroco, el Neoclasicismo hasta los alboresdel tercer milenio, dista mucho de ser homogneo. Tan dispar como la pocas ylas mentalidades que sucesivamente fueron acogiendo y haciendo suyo a estehroe. Sus "lecturas", en el sentido de interpretacin del sentido de un textocomo variante de una o ms palabras de un texto, sus elecciones, si recordamosla etimologa del trmino, han sido muy variadas. Lo fueron ya entre los propiosgriegos y lo siguen siendo hoy entre los especialistas que se afanan en laexgesis del mito.

    Nuestro objetivo es repasar esas lecturas, las antiguas, fundamentalmentelas helnicas, y las modernas, intentar profundizar en un clsico de la literaturagrecolatina, un clsico de Los Clsicos, si se me permite la expresin.

    Ante una figura mtica como Meleagro, desnuda tal y como aparece ennumerosas esculturas, las ms copias romanas de originales griegos de la pocaclsica2 , se plantean cuestiones que, de un lado, afectan a la forma y, de otro, alcontenido. Al enumerarlas casi sale una especie de cascada: ,Qu textos nostransmiten informacin sobre el mito de Meleagro? qu gneros literariospertenecen? ijiasta qu punto condicionan stos la secuencia mtica? ,Hay unrelato nico o varios? ,Qu relacin guardan entre s las variantes? Y, sisaltamos del texto al contexto: era la versin preferida, 'clsica', portanto, de los griegos que se paseaban por la Atenas del s. V a.C.? i,La mismaque dejan en herencia a los latinos y a travs de ellos en una larga cadena anosotros? misma que corra en boca de los aedos siglos antes? Y si no esas, dejndonos llevar por esa misma corriente, ,hasta qu punto podemosindagar en la gnesis de los cambios? i,Cmo puede seguirse el devenir de unmito? ,Cmo determinar hasta qu punto el propio tratamiento literarioconvierte al de Meleagro en un mito clsico?

    Acaso sean demasiadas preg-untas y algunas de difcil respuesta. Perocomencemos por el principio, los textos que relatan el mito de Meleagro.

    s.v. The Calydonian Hunters'), y a otro madrileo, recogido con una escueta ficha en R. LpezTorrijos, Mitologa e historia en las obras maestras del Prado, Londres 1998, 22 (nmero delcatlogo del Prado: 1662).2 Vd., con referencias, Lexicon iconographicum mythologiae classicae (= LIMC), Zrich-Mnchen, 1992, vol. VI, s.v. Meleagros', por ejemplo, el n 3. Dicho artculo actualiza y supera,sobre todo en el apartado artstico, el correspondiente de N. H. Roscher, Lexikon der griechischenund riimischen Mythologie, Leipzig 1894-1897 (reimpr. Hildesheim 1965), II, 2 s.v. Meleagros',que, no obstante, sigue siendo til en muchos aspectos: por ejemplo, en la recopilacin de fuentesantiguas.

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    A. LECTURAS ANTIGUASLa fuente literaria ms antigua es el aedo por antonomasia, fuera cual fuera

    su nombre, digamos Homero, no importa ahora mucho si omos las palabrasexactas que se escaparon del cerco de sus labios u otras, porque adems ldonde nos lleva es hasta la tienda de Aquiles, un Aquiles colrico y pocodispuesto a transigir. Embozado aparece en las representaciones cermicas deen torno al 480 a.C., mientras a su alrededor despliegan sus discursos Odiseo,Ayante y Fnix, apoyado en un largo bastn3.

    Mas La Iliada presenta un Aquiles no tan consternado y afligido. Estrecrendose el corazn con la sonora frminge, mientras canta KXa dv8pai,gestas de los hroes (11. 9, 186-189). Desgraciadamente no sabemos cules, tanslo que las interrumpe. Agasaja a sus invitados y despus comienzan stos adesplegar sus argumentos para cumplir la embajada de Agamenn: aplacar laclera del Pelida y conseguir que vuelva a participar en la batalla en un punto enque la balanza se inclina peligrosamente a favor de los troyanos.

    La presbeia constituye un ejemplo admirable del despliegue de la fuerzaoratoria con tres tipos de discurso harto diferentes 4 . El primer turno corre acargo de Ulises (11. 9, 225-306), quien encarece la difcil situacin de losaqueos, cuyas naves amenaza Hctor, as como la generosa reparacin queofrece el Atrida, que ha reconocido su ofuscacin y est dispuesto a resarcir aAquiles devolvindole a Briseida, aadiendo numerosos presentes y promesasde futuro matrimonio con una de sus hijas, as como siete fortalezas en losconfines de Pilo. Poca mella hacen sus palabras en Aquiles, pues "igual loteconsiguen el inactivo y el que pelea con denuedo. La misma honra obtienentanto el cobarde como el valeroso. Igual muere el holgazn que el autor denumerosas hazaas" (11. 9, 318-320).

    En sus palabras hay un encendido alegato contra la gloria inmarcesible, saque es precisamente su razn de ser: a ella renuncia a cambio de una vidaduradera. No est dispuesto a combatir ms, sino que regresar al da siguientepara disfrutar de las posesiones que adquiri su padre. Invita a Fnix aacompariarlo, oferta que repite al trmino del discurso de su antiguo ayo. Resta

    3 Vd. LIMC 1 s.v. Achilleus n 445 y n 443, una hidria, ca. 480-470 a.C., que presenta a Fnix,Odiseo, Aquiles y un joven, quizs Patroclo y un arbalos, ca. 480-470 a.C., con Odiseo, Aquiles,Ayante, Fnix y Diomedes. Tambin son interesantes los comentarios a otras representaciones devasos ticos a cargo de M. C. Fernndez Castro, Leyendas de la guerra de Troya. Imgenes yleyendas, Madrid 2001, 128 ss. Sefiala esta autora que los alfareros habran adoptado un cuadroms o menos convencional de lapresbeia desde finales del s. VI a.C.; tras la popularidad de obrasdramticas de tema homrico se habra consagrado una escenografia tpica en la que las muestrasde dolor y reclusin en s mismo se traducen a primera vista en la figura velada de Aquiles.4 Vd. A. Lpez Eire, "Sobre los orgenes de la oratoria I y II", Minerva 1, 1987, 13-31, y 2, 1988,117-131, 129 ss.

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    la breve intervencin de Ayante (//. 9, 624-642), que tan slo sirve paraenardecer la ira del Pelida y despedirlos con este mensaje: no me ocupar delsangriento combate hasta que Hctor llegue a las tiendas y las naves de losmirmidones: a buen seguro all renunciar el troyano a la lucha.

    Nos hemos saltado la intervencin de Fnix (//. 9, 434-605) por serjustamente la que ms interesa aqu y tambin para subrayar como se merece suposicin central. Fnix, al escuchar la resuelta renuncia de Aquiles, su propsitode hacerse a la mar, se echa a llorar por las naves aqueas. Comienza, entonces,su discurso recordando a Aquiles cmo Peleo le confi a l siendo a n un nirio.Se remonta todava ms atrs: recuerda la maldicin que contra l pronunci supropio padre, Amntor, por haberse acostado, a instancias de su madre, con laconcubina predilecta de Amintor: nunca sobre sus rodillas se sentara un hijosuyo. Tan slo uno de los inmortales logr calmar la ira que sinti entoncesFnix, dispuesto incluso a matar a su padre. Huyendo del enojo paterno Ileg aFta y all Aquiles nio se convirti en un verdadero hijo para l. Por ello le pideahora que doblegue su altivo nimo: tambin los dioses son flexibles y se lesaplaca con ofrendas, amables plegarias, libaciones y grasa de vctimas (v. 496ss.). Los regalos y promesas de Agamenn han de surtir el mismo efecto en l,puesto que adems ha enviado a los ms bravos guerreros, a los que le son msqueridos. Por si no bastara su propio ejemplo, as como la referencia a losdioses, capaces de doblegarse, "y eso que su supremaca, su honra y su fuerzason mayores" (v. 498), ariade: "Eso es lo que tambin nos han enseriado lasgestas antiguas de los hroes, cuando una desaforada ira invada a alguno: eransensibles a las regalos y accesibles a las razones." Hombres, dioses y hroes,por tanto, se ofrecen como paradigma en el discurso de Fnix.

    Narra entonces (vv. 529-605) un hecho remoto y no reciente, en suspropias palabras: cmo se enfrentaban los curetes a los etolios, vidos aquellosde saquear la ciudad de Calidn, prestos stos a defenderla. La causa: rtemis,airada por no haberle ofrecido Eneo las primicias en la colina del viriedo,mientras los dems dioses participaban en las hecatombes. Lanz la diosa unferoz jabal que destruy el viriedo, arrancando de raz los rboles. Lo mat elhijo de Eneo, Meleagro, no sin antes congregar a numerosos cazadores, pues nohabra sucumbido ante unos pocos mortales. Es ms, rtemis suscit granpugna por la cabeza y la piel del jabal. Todo fue mal para los curetes mientrascombati Meleagro. Mas le invadi la ira, irritado contra su madre, Altea, y sequed tumbado junto a su bella esposa, Cleopatra, la hija de Idas y Marpesa, aquien solan llamar Alciona como apodo, porque por ella lloraba su madre comoel alcin, cuando fue raptada por Apolo. Meleagro rumiaba su clera, airado porlas maldiciones de Altea que, afligida por el asesinato de su hermano, rogaba alos dioses con insistencia y con insistencia golpeaba la tierra invocando a Hadesy a Persfone, sentada de hinojos, con el regazo empapado de lgrimas, quedieran muerte a su hijo. Y la escuch Erinis desde el Erebo. Pronto los curetes

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    Ilegan a las puertas de la ciudad. Acuden a suplicar a Meleagro los ancianos delos etolios, le envan eximios sacerdotes con promesas de grandes regalos,acude su padre a golpear el umbral de su aposento, le suplican sus hermanas, sumadre, los ms prximos y queridos de los comparieros. Todo en vano: tan slocuando los curetes ya escalan los muros y prenden fuego a la ciudad, atiendeMeleagro los lamentos de su esposa, se rinde ante su descripcin de lascalamidades que les aguardan. Visti entonces Meleagro sus armas, apart delos etolios la desgracia, s, pero cediendo slo a su gusto, y ya no le obsequiaroncon preciados presentes.

    Fnix conmina entonces a Aquiles a que no vaya por ese mismo camino:"Ve an a tiempo de los regalos; pues los aqueos te honrarn como a un dios.Mas si entras en el exterminador combate sin los regalos, ya no obtendrs lamisma honra, aunque alejes la guerra" (vv. 602-605).

    Mas Aquiles, tan quisquilloso antes, parece un tanto molesto con tantareiteracin de presentes: "Ninguna falta ese honor me hace. Slo pienso en lahonra del destino de Zeus, y ese destino me mantendr junto a las corvas navesmientras un hlito subsista en mi pecho y mis rodillas puedan moverse" (vv.607-610). No quiere que Fnix le confunda, pero insiste en que ste se quedeall a dormir y, de hecho, ya ha modificado su primera resolucin: "al despuntarla aurora decidiremos si regresamos a nuestra patria o si nos quedamos" (v. 618s.). Despus de la ltima intervencin de Ayante, es claro que va a esperar a queHctor llegue ante las naves de los mirmidones.

    Indudablemente, pese a que Ayante confiese que el objetivo de su misinparece que no va a lograrse, el auditorio que escucha al aedo sabe que laembajada ha surtido efecto. Centrndonos en el discurso de Fnix, en esacadencia de hombres (l mismo), dioses y hroes, cuya clera es aplacada, enmanera alguna tenemos un relato lineal ni detallado de todas las circunstanciasque concurrieron en ese pasado remoto. Fnix comienza in medias res paraacentuar el paralelismo con la situacin presente: la lucha encamizada;retrocede despus para dar cuenta del desarrollo previo de los acontecimientos ytermina en el mismo punto, el combate. Mientras, insiste una y otra vez en losregalos, medida material del idos.

    El paralelismo entre la historia de Meleagro y la de Aquiles sera para elpblico original al que iba destinado el relato a n ms evidente que paranosotros y lo seguira siendo en boca de los rapsodos y mucho ms tarde cuandofue puesto por escrito. Para la cuestin que aqu nos ocupa no tiene demasiadarelevancia la hiptesis de que el parlamento de Fnix sea fruto de unainterpolacin tardas, cuestin que nos Ilevara a otro terreno. Como hemos

    5 Vd. Th. Keightley, revisado por L. Schmitz, Classical Mythology. The Myths of Ancient Greeceand Ancient Italy, Chicago 1976, 494 ss., quien apoya su argumentacin en la presencia del dual

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    visto, est perfectamente integrado en el cuerpo del texto: no importa entoncestanto en qu estrato de la composicin del mismo podamos situarlo, si en lamente del primer aedo o del antepenltimo antes de la fijacin por escrito, en lamedida que podemos determinar estos hechos.

    El paralelismo resultara claro, la funcin paradigmtica del mito evidente.Muy probablemente a nosotros, que no estamos embebidos en la tradicin picaantigua en la misma manera que lo estaba el auditorio antiguo, se nos escapanmatices. A la vez, pertrechados con otras armas, repararemos en otros detallescomo la similitud etimolgica entre el nombre de Cleopatra y Patroclo, ambossobre las races de las palabras para gloria y para padre' 6 . Al juzgar si talrelacin era percibida por los propios griegos o si fue o no buscada por el poeta,podremos discrepar7 . Pero difcilmente podr discutirse la correspondenciaentre el destino de Meleagro y el de Aquiles, tan clara para el pblico griego,como para la crtica moderna.

    El aedo ha puesto en boca de uno de los hroes una historia bien conocida;de otra manera no podra contarla como la cuenta. Ah tenemos precisamente unifieog, mito', en su acepcin primera entre los griegos, un relato', un conjuntode palabras y frases, sin la connotacin de invencin o de falsedad que adquirira partir de poca arcaica. Un relato oral presentado ante una audiencia a la quese intenta conmover, influir8, entretener, divertir... Significativamente, cada vez

    en los versos 182-198, referido a Odiseo y Ayante, lo que excluira a Fnix de la embajadaoriginal, ya que tambin valora el hecho de que Fnix precisamente sea un enviado de Agamenn.No obstante, la cuestin del dual puede resolverse desde otros puntos de vista: seis soluciones, almenos, apunta B. Hainsworth en The Iliad: A Commentaty, G. S. Kirk (ed.), vol 111: Books 9- 12,Cambridge University Press 1993, 85 ss.6 El primero en Ilamar la atencin sobre este punto fue E. Howald (RhM 73, 1924, 411; cf DerDichter der Ilias, Zurich 1946, 132); como bien seriala B. Hainsworth, The Iliad: A Commentaty,vol 111, 136, entenda este autor que Patroclo era una figura secundaria respecto a Cleopatra. Essta una postura perfectamente asumible para quienes defienden la dependencia del relatohomrico respecto a un primitivo poema sobre Meleagro. Quienes no aceptan tal o prefieren nopronunciarse tambin encuentran muy interesante el dato, puesto que entienden que Homerohabra inventado el nombre de la esposa de Meleagro, Ilamada regularmente Aldona, con vistas amejorar el paralelismo.7 J. Th. Kakridis (Homeric Researches, Lund 1949, reimpr. New York-London 1987 (trad. ingl.del original griego, publicado en Atenas en 1944 y despus en 1967), 29 ss.), se muestra bastanteescptico al respecto, quizs porque le interesa rebatir la teora de Schadewalt (Iliasstudien, 1938,139 ss.), para quien dicha correspondencia etimolgica es muy relevante. Ms sutil y prudente semuestra L. Edmunds ("Myth in Homer", en I. Morris-B. Powell, eds., A New Companion toHomer, Leiden-New York-K81n 1997, 415-441, [431]): "The tragic implications of theparallelism of the names, as well as of the Meleager analogue as a whole, are intended, but theyare intended by Homer for his audience, not by Phoenix for his... Phoenix' use of Meleager mythcarries implications that go beyond the speaker's own intention".8 Edmunds, art. cit., 416, dice: "For Homer and his audience, our 'myth' is the oral performanceof a story with intent to sway an audience". Plantea este autor cuestiones muy interesantes sobre

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    que el aedo pretende tal cosa, no lo hace de forma directa: l no es un contadorde cuentos, l se limita a cubrir los acontecimientos de un lapso de tiempoconcreto, perfectamente definido. Esa tarea se la encomienda a sus propiospersonajes, si utilizamos una terminologia moderna. En La Odisea serDemdoco y el propio protagonista, Ulises; aqui, Fnix.

    Edmunds, al revisar uno por uno esos episodios, encuentra diferencias encuanto al modo y a la ocasin, pero resalta el hecho de que las historias en bocade los hroes siempre son tradicionales y conocidas, se busca un punto decontacto entre la historia y la situacin presente a la que se quiere aplicar,puesto que se usa la historia como argumento, se encuentra una leccin moral,aunque a veces el significado del relato sobrepasa las intenciones del narrador,quien indefectiblemente al tratarse de una historia conocida la cuenta de formaresumida o eliptica.

    El caso de Meleagro se ajusta perfectamente a este esquema: en primerlugar, se trata de una historia remota, que afecta a los hroes pertenecientes a lageneracin anterior a los que participan en la guerra de Troya 9, hroes cuyosnombres quedan oscurecidos en esa masa de cazadores que acuden desdedistintas ciudades, y que autores posteriores se encargarn de especificar hastaconvertir la caza del jabali de Calidn en una gesta panhelnica, comparable a laguerra troyana o al viaje de los Argonautas.

    En segundo lugar, la simple lectura hoy, la audicin otrora, apunta a quedetrs del relato de Fnix hay una historia bien conocida. Lamentablementenuestras fuentes para esa poca se agotan en el mismo aedo, pero inclusoaunque no conociramos ms versiones, resulta claro que hay una seleccinnarrativa con vistas a conseguir un efecto: convencer a Aquiles de que depongasu clera y vuelva al combate.

    se es el objetivo del mito', la leccin moral que sefiala Edmunds. AFnix le interesa subrayar bien la ira, la suya, la de los dioses, la de rtemis, lade Meleagro, para contraponerla con la del Pelida. Casi podemos adivinar sugesto al escucharle: "mas cuando a Meleagro le invadi la ira, que tambin aotros, aun siendo muy cuerdos, les hincha los sentidos en el pecho" (v. 553 s.).Le importa hacer hincapi en la durisima batalla que enfrent a curetes yetolios, porque los troyanos estn a punto de llegar a las naves aqueas. Insisteuna y otra vez en cmo la ira se doblega ante los presentes y las splicas,

    la distincin entre poesa y narracin de cuentos, reflexiones que merecen ser tenidas en cuenta ala hora siempre dificil de definir el mito y acercamos a su compleja sencillez.9 Ovidio (Met. VIII 307) menciona a Fnix entre los cazadores del jabal. Entendemos que serefiere a un Fnix joven, no en vano lo califica como "vstago de Amntor". En el catlogohomrico, al ocuparse de los etolios se especifica que ya no existan los magnnimos hijos deEnero, ni tampoco ste, y el rubio Meleagro haba muerto (11. 2, 641 s.).

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    splicas de una ciudad entera cuyo destino depende de la sola fuerza de unhroe, imprescindible, como si fuera invencible t , y, de no ser aplacada, traeconsecuencias funestas. Pues, incluso cuando Meleagro termina venciendo, haperdido esa parte de la gloria inmarcesible que se hace visible ante los hombres,la recompensa. Aquiles an est a tiempo.

    Lo dems, el resto de la narracin, hasta cierto punto resulta superfluo. As,no explica en primera instancia la causa de la ira de Meleagro hacia su madre.Lo que s resulta Ilamativo es que en una versin tan apretada', por as decirlo,se detenga en la genealoga de la esposa de Meleagro. Se ha sostenido queHomero procura justificar el nombre de Cleopatra, que l habra inventado. Essta una hiptesis tan difcil de probar como de desmentir, sin entrar en elterreno resbaladizo de las versiones prehomricas, cuestin a la que volveremosdespus. Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que ese punto revela uno de loselementos ms antiguos y ms caractersticos de los protagonistas de los mitosgriegos que legan a sus hijos los nombres que a ellos les corresponderan:Astianacte, el que defiende la ciudad para el retorio de Hctor, Telmaco, elque lucha lejos' para el hijo de Odiseo, Alciona, cuando la que llora es sumadre. Precisamente el hecho de que el raptor sea Apolo lleva a Edmunds a veren el episodio la rplica en miniatura del conflicto entre el dios y el hroe quepierde la vida, sea Meleagro o Aquiles; las implicaciones del excursusdependeran de la audiencia.

    Impresiona tambin la descripcin de los gestos que acomparian lamaldicin materna: se tiene la impresin de asistir a un rito apotropaico. Mas alpoco la vemos tambin a ella suplicar a su hijo. Evidentemente se nos hurtan losdetalles de la historia. Es ms, a Fnix ni siquiera le interesa terminar, quizseso menos que nada. Pues, Meleagro, claro est, pierde la vida. No va a recordartal cosa a Aquiles. Mas, indudablemente, el pblico conoce el desenlace, y enese punto el juego de paralelos tambin sera evidente.

    Para seguir nosotros ese juego, puesto que desgraciadamente no formamosparte de ese pblico privilegiado, si queremos saber cmo muere Meleagro,tenemos que acudir a otras fuentes.

    Se lo omos contar al propio hroe. Primero, por seguir la secuenciacronolgica, en un fragmento de papiro, donde Meleagro confiesa a Teseo quefite el hijo de Leto quien le hizo perecer. El texto tiene lagunas y puesto quePausanias (X 31, 3) atribuye tal versin de los hechos tanto a La Miniada como

    I En este sentido, tal y como veremos ms adelante, efectivamente la historia va ms all delefecto pretendido por el narrador o, al menos, ms all de las palabras, de la versin que proponea su pblico.

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    a Las Eeas, se vacila en cuanto a la atribucin". Se est de acuerdo, sinembargo, en que la frase anterior puede restaurarse ms o menos as: "(Ningunode los hombres pudo) hacerme perecer con su violencia y con su larga lanza,(pero la Moira funesta) y (el hijo) de Leto (me) hicieron perecer" (Papirolbscher, col. 1). Desde luego, coincide efectivamente con otro fragmento de LasEeas o Catlogo de Mujeres de Hesodo donde a propsito del hijo de Altea sedice: "Ninguno de los hroes en la lacrimosa guerra matadora de hombres seatrevi a mirar de frente y atacar al violento Meleagro cuando se aprestaba aluchar cara a cara. Pero a manos de Apolo... luchando contra los curetes junto ala elevada Pleurn" (Hes. Eeas fgto. 25).

    Este segundo testimonio implica que tal versin de su muerte era conocidaen torno al 700 a.C., poca en la que habra vivido Hesodo, si aceptamos dichaatribucin. De modo que para el asunto que aqu nos ocupa tiene menorimportancia la asignacin o no del primer fragmento al mismo Hesodo o a LaMinada, cuya composicin parece anterior a mediados del s. V a. C.

    Es significativo que por esas mismas fechas, un poco antes, Meleagrovuelva a confesarse, esta vez ante Heracles, seg n refiere Baquilides. En estecaso los hados han sido ms propicios y han conservado en el papiro unparlamento ms largo l2 : el 118coXov de Meleagro explica a un Heracles quedesciende al Hades en busca de Cerbero lo difcil que es torcer el curso delpensamiento divino: tal le sucedi a su padre.

    El enfoque es obviamente distinto al homrico, el objetivo distinto, elprocedimiento, sin embargo, muy similar: el mito est en boca no del poeta,sino de un personaje, el protagonista, quien expone un relato lineal, pero connotables diferencias. Comienza con la clera de rtemis, los intentos deaplacarla por parte de Eneo, el envo del jabal, la caza, el enfrentamiento entrelos cazadores, la muerte de sus tos en medio del fragor de la batalla por elbotn, el enfado de su madre, que coge el leo al que la Moira haba unido suvida y lo quema, a lo que sigue una descripcin muy plstica de la propiamuerte: estaba despojando a uno de los atacantes, cuando siente disminuir sufuerza, se ve desfallecer y al exhalar su ltimo suspiro llora al dejar atrs suesplndida juventud. El relato suscita la compasin de Heracles, quien exclama"lo mejor para los mortales es no haber contemplado la luz del sol", sin que eso

    I As, lo encontramos tanto entre los fragmentos hesiclicos (Fragmenta Hesiodea, eds. R.Merkelbach-M. L. West, Oxford 1967, fgto. 280; Hesodo, Obras y fragmentos, introduccin,traduccin y notas a cargo de A. Prez Jimnez-A. Martnez Dez, Madrid 1983, 330 ss.), comoentre los dudosos de La Miniada (A. Bernab, ed., Poetarum epicorum graecorum testimonia etfragmenta, pars I, Stuttgart-Leipzig 1996, 139 ss.; A. Bernab, Fragmentos de pica griegaarcaica, Madrid 1979, 325 ss.). El papiro es del s. 1 a.C.12 Se trata del epinicio V. Vd. Bacchylide, Dithyrambes. pinicies. Fragments, texte tabli par J.lrigoin et traduit par J. Duchemin-L. Bardollet, Paris 1993, 115 ss.

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    le impida preguntarle si ha dejado alguna hermana por casar: efectivamente,Deyanira.

    No es preciso ariadir ms, pues en la mente de todos est el fatal desenlaceque procurar el amor de Deyanira a Heracles 13 . Queda entonces perfectamentesubrayada la frase de Baqulides que precede al mito', justo despus deensalzar al caballo vencedor: "nadie en la tierra es completamente feliz", porms que, de otro lado, el objetivo ltimo de Baquilides es expresar ante Hiern,destinatario del epinicio 14, el xito, la prosperidad, advirtindole tan slo de esaprevencin tan clsica, p..-rj8Ev yav, un recordatorio de los excesos de la

    se es el contexto, harto diferente al contemplado en la poesa pica, quejustifica la evocacin del jabal de Calidn, como es normal en los epinicios, elmito ocupa una posicin central y no tanto quizs por la suerte del propioMeleagro como por el comportamiento de su padre, cuyas consecuenciasalcanzan al hijo, pues ste disculpa la muerte de sus tos: toda responsabilidadrecae en Ares, quien en la lucha no distingue al amigo. En ltimo trmino, si lascosas han sucedido de tal modo, es porque existe un pensamiento divino cuyocurso difcilmente puede cambiarse (vv. 94-96).

    Distinto es el contexto, el gnero literario, la poca, pero coincide con elrelato homrico en algo esencial: en la perfecta imbricacin dentro de losrespectivos textos. El poeta evoca el mito de Meleagro con un fin propio,claramente determinado. Utiliza tambin un lenguaje diferente: los eptetos quese aplican a rtemis, a Eneo, a la propia ciudad de Calidn son distintos /5 ; igualsucede con los calificativos que describen al jabal 16 , y tambin con la

    13 A. P. Burnett (The art of Bacchylides, Cambridge-London 1985, 140) subraya este aspectotrgico, incluso de cara al pblico. Es muy sugestiva tambin su observacin (ibid., 143 ss.) deque el poeta juega con el sonido da-i (8cds antorcha', si bien Baqulides utiliza cht-rpdv) alcalificar a rtemis y a Altea con el mismo adjetivo, 8c4pow, sonido que se repetira en el nombrede ActidvEtpav.14 A. P. Burnett (op. cit., 147) subraya muy bien el doble mensaje que Hiern recibe: comoHeracles es honrado por los dioses, como hombre debe morir, pero las muertes evocadas,explcita, la de Meleagro, e implcitamente, la de Heracles, permanecen en la memoria de losvivos: tal suceder con su fama.15 rtemis es xpuodspoPos: (v. 533) en Homero, XEuxtaEvog (v. 99) y KaXuxoo--rchavos: (v. 98)en Baquilides. Eneo, iturqXci-ra (v. 581) en La Hiada, TrXcilturros (v. 97) en el epinicio. CalicIn,pavvVig (v. 577) en el primero, KaXXixopos (v. 106) en el segundo. Quizs esto sea msinteresante, si se tiene en cuenta una de las caractersticas ms destacadas de este poeta, laabundancia de epicismos (vd., con referencias, E. Surez de la Torre en J. A. Lpez Frez, ed.,Historia de la literatura griega, Madrid 1988, 230), pues precisamente la discrepancia en lostrminos avalara la independencia de la versin de Baquilides respecto a la homrica.16 En Homero es xXovq9, dyptos: y dypt66ous (v. 539), en Baquilides epuPlas (v. 104) ydvalSopdxas: (v. 105). Incluso el trmino empleado, Kthrpos (v. 105), difiere del homrico,aunque crfi tambin se emplea despus (v. 116).

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    descripcin de su comportamiento. En Homero arranca de raz la viria, justo ellugar donde deba haberle sacrificado a rtemis Eneo, cuyo nombre significaprecisamente viriador'; en Baqulides corta las vides con su diente, un dienteque fascinar a autores posteriores", y no conforme con eso degriella las ovejasy los hombres que se le enfrentan. Homero se limitaba a serialar que "habaIlevado a muchos a la dolorosa pira"; Baquilides precisa los nombres de losfallecidos (Anceo, Agelao), as como el tiempo que dur la cacera, seis das.All era un to materno el que deducamos deba de haber muerto en la lucha porlos despojos, sin que se precisara ms; aqu son dos los tos muertos (Ificlo yAfares). All peda Altea la muerte a los dioses, a Hades y a Persfone, y laErinis la escuchaba; aqu es ella misma quien tiene en sus manos elprocedimiento ms rpido para darle muerte. Y, finalmente, antes de fijarnuestra atencin en ese punto, all era Calidn la sitiada cuando Meleagrodepone su clera; aqu Meleagro est despojando a uno que ha alcanzado en laspuertas de la fortaleza, mientras los otros huan hacia la bien construida ciudadde Pleurn, cuando siente flaquear sus fuerzas.

    Las diferencias son claras. La ms llamativa acaso la de la muerte, primero,porque la versin homrica hurtaba el final; segundo, porque cuando Heraclesinterpela a Meleagro le pregunta no slo de quin es hijo, sino quin le hamatado. Esa pregunta no puede ser casual, puesto que hemos visto tambincmo en esos brevsimos fragmentos se insista en que ningn hombre podamatarlo y evidentemente por esa razn apelaban a l en el relato homrico comonica salvacin de la ciudad18.

    Dado que no es el nico lugar en que el de Ceos escoge una versin pococomn de un mito, podramos pensar que Baquilides est interesado justamenteen una versin de la muerte distinta a la que tenemos atestiguada en Las Eeas yLa Miniada. Desde luego describe con suma elegancia el desfallecimiento delhroe", cmo se apaga su vida conforme hemos de suponer, sin que se nos

    17 Licofrn (Alex. 492) se detiene en la descripcin del colmillo blanquecino, espumeante de babacon el que hiere; otro tanto hace su escoliasta ad locum; Ovidio (Met. 8, 288) compara sus dientescon los colmillos de los elefantes; Pausanias (8, 46, 5) nos informa de su destino en los jardinesdel emperador Augusto y de sus dimensiones, aproximadamente media braza; siglos despusTzetzes (Historiarum variarum chiliades VII 102, 72) afirma que cada diente meda ms de uncodo; no menos de un pie y cuarto le atribuye N. Conti a mediados del s. XVI (Mitologa cap. 3,509 ss. en la traduccin de R. M. C. lvarez Morn, Murcia, Universidad, 1988).18 A este respecto me parece igualmente significativo el hecho de que los brevsimos versos dedos obras perdidas de Simnides y Estesicoro, citados por Ateneo (4, 172 e), destaquen SUextraordinaria capacidad de vencer, en la batalla y en los juegos.19 J

    Irigoin en su introduccin al epinicio (op. cit., 121 ss.) seala que lo esencial es la eleccindel poeta, as como el tratamiento, y compara la sensibilidad de la que hace gala Baquilides con laque siglos despus mostrar Virgilio. Considera que si es verdad que el poeta de Ceos no hainventado el tema de Meleagro contando su propia muerte, evidentemente lo ha hecho suyo.

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    diga se extingue el lerio en el hogar. Es muy arriesgado, sin embargo, intentarjuzgar la intencionalidad de un autor cuando se dispone de tan pocos datos20 . Loque parece evidente es que, de no tratarse de una versin suficientementeconocida, Baqulides no la habra utilizado frente a un pblico clsico, que enpleno siglo V asiste a la presentacin de un canto coral en honor de Hiern, conocasin de la victoria obtenida en Olimpia por su caballo preferido. Corra elario 476 a.C.

    Para apoyar esa hiptesis nada mejor que recordar estos versos:"Spalo todo aquel que no deja que vuele su mente. Que conozca lamaquinacin que medit una mujer que mat a su hijo, la miserable hijade Testio: quem, prendindole fuego, el rojo tizn que tena la mismaedad que su hijo desde que llor, cuando hubo salido de su madre y con lcomparta la duracin de la vida hasta el da fijado por la Moira" (Esquilo,Coforas 602-611).

    Los pronuncia el coro de Las Coforas de Esquilo, despus de que Orestesy Plades salen de escena, una vez que aqul se ha informado cumplidamentedel suerio que tuvo su madre y ha llorado e invocado a Agamenn junto a sutumba en comparila de su hermana. Volveremos ms adelante a insistir en elcontexto de esta puesta en escena. Reparemos ahora tan slo en cmo unasimple alusin del coro bastara para suscitar en los espectadores que acuden alteatro una situacin que es la inversa de la que estn a punto de contemplar: unamadre que dio muerte a su hijo prendiendo fuego al lerio al que estaba unida suvida.

    Si la triloga de la que formaba parte fue representada en el ario 458 a.C.,probablemente los mayores de cincuenta arios, acaso el propio Esquilo de nio,pudieron asistir a la representacin de Las mujeres de Pleurn, obra de la queconservamos unos escasos versos:

    "Pues al espantoso destino no escap, sino que la veloz Ilama lo consumi,cuando fue destruido el tizn por la terrible madre urdidora de males".

    Pertenecen a Frnico, y Pausanias (X 31, 4), a quien debemos la cita,aade: "Sin embargo, Frnico al parecer no elabor mucho la leyenda, comohara alguien con su propia invencin, sino que la toc solamente de pasoporque haba sido ya propagada a todo el mundo griego".

    20 A. P. Burnett (The art of Bacchylides, 142 ss.) subraya que Baquilides ha seleccionadocuidadosamente el episodio de la muerte y no una muerte cualquiera, sino aquella que le permiteestablecer un claro paralelo con Heracles: ambos mueren despus de matar a animalesmonstruosol, ambos por obra de la magia femenina, ambos por obra del fuego. En opinin de estaautora, toda la historia es una preparacin para ese momento culminante, el de la muerte, el nicoque parece obra de una voluntad humana, aunque en el fondo slo es una pieza ms en el juego delos dioses, ya que Altea ni siquiera destruye directamente, sino por medio del tizn sealado porla Moira.

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    Frnico, mayor que Esquilo, obtiene su primera victoria en tomo al 511-508 y muere en tomo al 470 a.C. Baquilides, nacido el 508/507, ofrece suepinicio a Hiern en el 476 a.C. Cabe dentro de lo posible que el de Ceos, si nodirectamente, participara de ese ambiente que describe Pausanias en el que laleyenda del tizn es ampliamente conocida 21 . A los testimonios literarios sesuman las representaciones artsticas. Ms interesante que la breve alusin dePausanias22 es una crtera tica de mediados del s. V, ca. 450-425 a.C., quepinta a un Meleagro en el Hades, flanqueado por Hermes a su izquierda y a suderecha Heracles con la maza23.

    Para seguir con los testimonios artsticos, hemos de viajar en el tiempo y enel espacio: desde Calidn, escenario del mito hasta este momento, entre cuyasruinas figura un heroon 24 , cruzamos el golfo de Corinto, atravesamos Acaya ynos adentramos en tierras arcadias. All, en el pueblecito de Piali, cerca de laiglesia de Hagios Nicolaos, se han encontrado las ruinas de un templo 25 , unperptero drico del que se han recuperado algunos fragmentos de figurasatribuidos a Escopas. Formaban parte del templo de Atenea Alea que otrora sealzara en la ciudad de Tegea.

    Pausanias (VIII 45, 6), el gjan viajero del s. II d.C., nos describe el frontndelantero del templo, levantado el segundo ario de la 96 a Olimpiada, esto es, el395 a.C., despus de que el fuego arrasara el antiguo santuario. En dichofrontn haba esculpido Escopas la caza del jabal de Calidn: all estaba el

    21 J. Irigoin (op. ci(., 120) otorga preeminencia a la versin de Frinico sobre Baqulides: stehabra incluso podido asistir a la representacin Las mujeres de Pleurn y, en todo caso, habrasido en Atenas donde habra encontrado la versin folklrica del tizn. Para completar eseambiente quizs convenga subrayar que la cita de Pausanias, as como la referencia a la muerte amanos de Apolo en Las Eeas y La Miniada, surgen al comentar la aparicin de Meleagro en laspinturas de la Lesche de los cnidios en Delfos, obra de Polignoto fechada entre el 458 y 447 a.C.,donde est representados los hroes que rodean a Ulises en su descenso al Hades. Recuerda J.Irigoin (op. cit., 118) que tambin Apolodoro (II 12) cuando relata la Ilegada de Heracles al Hadesdice que las almas en cuanto lo ven escapan, excepto Meleagro. Ms interesante es su mencin(ibid., 122 n. 20) del escolio a Homero (II. 21, 194), que informa de un poema de Pindaro, autorcon quien compite Baquilides al ofrecer este epinicio a Hiern, sobre el encuentro de Meleagro yHeracles en el Hades: en ste era Meleagro quien le propona el matrimonio con su hermana. Talencuentro lo habra representado Parrasio en una pintura rodia, hoy perdida, pero descrita porPlinio (NH 35, 69), vd. LIMC VI, n 45.22 "Meleagro, hijo de Eneo, est en la pintura ms arriba de Ayante, hijo de Oileo, y parece queest mirando a Ayante" (Paus. X 31, 3).23 Vd. LIMC VI, n 44.24 Vd. una fotografia del mismo en P. Olalla, Atlas mitolgico de Grecia, Atenas 2001, 215.23 La pgina griega www.culture.gr. ofrece distintas fotografas del mismo. Se ha identificado,aunque no con seguridad, una figura procedente del templo como obra de Escopas (LIMC II 1,19) y se ha aventurado la hiptesis de que su pose fuera similar a la atestiguada en una monedaprocedente de Tegea del s. 11 d.C. (LIMC 11 2, 26).

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    jabali en el centro y a su lado Meleagro, Teseo, Telamn, Peleo, Polideuces yYolao, as como los hermanos de Altea y Anceo, el hroe local, que herido porel jabali deja caer su hacha.

    Hasta aqui constatamos nicamente que la lista de participantes vaamplindose, si no fuera porque hemos omitido la primera figura que nombraPausanias, incluso antes de Meleagro: Atalanta. Nada decan las fuentesanteriores sobre ella e incluso podramos sospechar que haba un inters patrioentre los de Tegea, puesto que Pausanias seriala que los tegeatas se jactan de susglorias locales: de Anceo, que aguant el ataque del jabali pese a estar herido, yde Atalanta, que fue la primera en herirlo y por ello le entregaron la cabeza y lapiel, que colgaba en el temp1026. Augusto, despus de vencer a Antonio, entrecuyos aliados figuraban los arcadios, se habra llevado a Roma junto con laimagen de Atenea Alea los colmillos del jabali; de su destino posterior nadasabemos.

    Podramos sospechar del patriotismo local, si no contramos con mstestimonios que avalan la participacin de una mujer en tal empresa. Pero loshay y mucho ms tempranos.

    En la parte superior del Vaso Francois 27 , que suele fecharse en tomo al 570a.C., tenemos representados a todos los participantes en la cacera. DestacaAtalanta, con su piel blanca, encabezando la segunda pareja a la izquierda deljabal: la primera la componen Peleo y Meleagro; no es, por tanto, ste sucompariero, sino Melanin. Actualmente la representacin ms antigua de laheroria aparece en un dinos tico 28

    fechado en tomo al 580 a.C.: en la parteinferior asoman dos cabezas y se leen las iniciales ATA y ME, la segunda delas cuales tanto puede corresponder a Meleagro como a Melanin, nombre ste

    26 Una reconstruccin del interior del templo por Caudance Smith puede localizarse en la pginaweb del Proyecto Perseus (www.uchicago.edu , s.v. Athena Altea').27 J. Henle, Greek myhts. A vase painter's notebook, Bloomington 1973, n 16, seala que elmodelo para la caza del jabal de Calidn se establece en los aos 70 del s. VI a.C.; en el tipotico normal el jabal est rodeado e intenta escapar normalmente hacia la izquierda. Seala que aveces aparecen arqueros o, al menos, uno solo, que puede ser Atalanta. Ni siquiera es necesarioque aparezca su nombre, porque una figura en blanco en cermica de figuras negras, esto es, unamujer en la caceria, slo puede ser Atalanta y la caza la de Calidn. Aparece en pocas caceras delperiodo arcaico, pero, de otro lado, sin Atalanta y sin inscripciones no hay forma de identificar lacaza del jabal de Calidn. Cada una puede serlo, como cada marinero puede ser un argonauta. Laescena con ms detalle es reproducida, entre otros, por Th. H. Carpenter, Arte y mito en la antiguaGrecia, Barcelona 2001 (trad. esp. del original ingls, London 1991), figura 284, y por LIMC II2, Atalante 2. C. Robert (Die griechische Heldensage = L. Preller, Griechische Mythologie,Zweiter Band. Die Heroen Die griechische Heldensage, Berlin 1920, 96) sostiene que la caza deCalidn habra desplazado por su mayor empuje a una antigua cacera arcadia, cuyos hroesseguiran desempefiando un papel destacado.28 Vd. LIMC 11 2, Atalante 1.

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    tambin en parte de la tradicin, si no es Hipmenes, el pretendiente que lograraconquistar la mano de Atalanta lanzndole las manzanas de oro mientrascompetan en la carrera. Tambin es posible que una copa laconia, datada entorno al 560 a.C., con una escena de caza del jabal, guarde una imagen deAtalanta, si se acepta que el segundo cazador sin barba es una mujer29.

    Indudablemente son muchos los ejemplos que podran aducirse, siendo eltema cinegtico uno de los preferidos por sus connotaciones guerreras einiciticas30. Tan slo queremos sealar cmo en las representacioneselaboradas a mediados del s. VI a.C. tanto aparece Atalanta, siempre con suarco, como se la echa en falta 31 . Podemos fijarnos asimismo en otrostestimonios en los que su presencia es inequvoca, sea una placa de Arcillamelia, ca. 470 a.C., una hidria, ca. 400-375 a.C., donde Meleagro, de pie en elcentro, desnudo conversa con Atalanta, sentada a su derecha; ms all hay unoscazadores y un Eros; debajo de ellos los Dioscuros y un cazador; o un nfora,ca. 350 a.C., con una disposicin ya ms plstica de la cacera, pero Atalantasiempre con su arco32.

    Indudablemente y pese a la vinculacin con Melanin en lasrepresentaciones ms antiguas, en un determinado momento la suerte deAtalanta qued unida a la de Meleagro33 . Nada deca Homero de esto, nadaHesodo, ni Baquilides. De Esquilo y Frnico, los fragmentos son demasiadoexiguos para aportar informacin en ese sentido. Otro tanto debemos decir de

    29 Puede contemplarse en Th. H. Carpenter, Arte y mito en la antigua Grecia, figura 285, cf p.187.30 En ese sentido son interesantes las observaciones de A. Schnapp, "Los hroes y los mitos de lacaza" en Diccionario de las mitologas y de las religiones de las sociedades tradicionales y delmundo antiguo, bajo la direccin de Y. Bonnefoy, Paris 1981, ed. espaola a cargo de J. Prtulas-M. Solana, Barcelona 1996, vol. II, 234-238. Insiste este autor en el tringulo caza-guerra-sacrificio, as como en el ciclo del amor y de la caza que delimita las funciones masculinas yfemeninas que no deben transgredirse. Justamente en el mito de Meleagro y Atalanta se dan lamano ambos aspectos, la caza real es tambin inicitica.31 Comprense, entre otros muchos ejemplos, las representaciones de una hidria (ca. 550-540a.C.), donde aparece Atalanta con el arco, frente a una copa, ca. 540 a.C., sin ella, vd. LIMC VI 2Meleagro 17 y 19 respectivamente.32 Dichas representaciones pueden contemplarse en LIMC II 2 Atalante 216; LIMC VI 2Meleagros 38: LIMC VI 2 Meleagros 26.33 As, un escolio a un verso de Las Fenicias de Eurpides en que se menciona a Atalanta en uncontexto cinegtico, como compaera de rtemis, tras recordar que al casarse con Melanindespreci a la diosa, aade: a:rtri t o-rtv f1 auyk-uvrirjo-aaa MEXeciyptp (Scholia inEuripidem, ed. E. Schwartz, Berolini 1882, vol. 1, ad versum 151). Aunque la recensin de losescolios remonte al s. XI y poco sea lo que haya sobrevivido de los originales, dada la labor de losgramticos que insertan informacin procedente de compendios, es un ejemplo representativo deesa relacin con Meleagro que tiende a imponerse en la biografia de la heroina.

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    Sfocles, autor de un Meleagro, cuyas citas tienen un inters muy escaso paraseguir con nuestras pesquisas34.

    Distinto es el caso de Eurpides. Desearamos que los versos conservadosfueran ms, pero al menos podemos deducir que en su Meleagro Atalantadesemperiaba un papel importante. A juzgar por los parlamentosfragmentarios 35 , el ms joven de los tragedigrafos habra insistido en laoposicin entre dos modelos de mujer: Altea habra menospreciado elcomportamiento de una Atalanta guerrera 36 y sta, si bien reticente almatrimonio, habra defendido su propia excelencia, incluso como madre".Desde luego, Meleagro le diriga palabras de amor, conservadas stas n , no asla escena de su muerte; los estudiosos tan slo pueden conjeturar que despusde unos versos salidos de boca de Altea", sta sacara el tizn, pero no hay unaalusin clara.

    Es muy probable que se fuera el desenlace, porque un Eurpides nacido entorno al 485/484 a.C. habra contado unos ocho o nueve arios cuando Baquilidesescribe su epinicio y bien podra haber visto en escena Las Coforos de Esquiloen su juventud. Naturalmente no pueden ofrecerse ms seguridades. En lasrepresentaciones artsticas Atalanta va adquiriendo un papel predominante,presente desde mediados del s. VI; su figura aparece cada vez ms destacada encomparia de Meleagro. Desgraciadamente no siempre es verdad que unaimagen valga ms que mil palabras: esas imgenes no atestiguan si en esa pocaes ella ya la que propina el primer golpe al jabal, ella la que desencadena latragedia, cuando un Meleagro enamorado renuncia al botn en favor de ella,provocando la ira natural de sus tos matemos, que reclaman sus derechos comofamiliares ms prximos. Tan slo podemos contemplar, mediado el s. IV, unnfora apulia, ca. 330 a.C., en la que Meleagro entrega la piel a Atalanta, Erosvuela entre ellos y detrs se yergue Afrodita. Quizs tengan razn Trendall yWebster al ver en esta devolucin de la piel un eco de la obra de Eurpides 40 .

    34 Vd. L. Campbell, ed., Sophocles. The plays and fragments, Hildesheim 1969, vol. 11, 518 ss.,basada en la edicin de A. Nauck TrGF; tambin TrGF vol. IV, Sophocles, ed. St. Radt,Gttingen, 1977, 345-47.35 TrGF, ed. A. Nauck, Supplementum B. Snell, Hildesheim 1964, 525-531. Fueron recogidos yaen su da por Fr. Guil. Wagner, Fragmenta Euripidis, Paris 1878 744-751.36 Fgto. 528 Wagner. Curiosamente en los cuentos modernos, vd. infra, se insistir en la oposicinsuegra-nuera.37 Fgto. 525 Nauck-Snell = Fgto. 529 Wagner.38 Fgto. 527 Nauck-Snell = Fgto. 522 Wagner.39 Fgto. 532 Nauck-Snell = Fgto. 537 Wagner.40 LIMC VI 2 Meleagros 41 = LIMC 11 2 Atalante 27.

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    De esa misma poca, ltimo cuarto del s. IV a.C, data un espejo etrusco,con una figuracin originalsima 41 : contaminacin entre el juicio de Paris y unaescena de tocador; las figuras tienen en comn una muerte marcada por eldestino. Aqu nos interesa la figura de la derecha: una inscripcin la identificacomo Altea y en su mano derecha porta una rama. Es ste un detalleiconogrfico nico, que naturalmente ha Ilamado la atencin de losespecialistas, al tiempo que puede conducir a ciertos excesos. En mi opinin, nopodemos olvidar que un tizn no es sino un tronco que ha empezado a arder,"palo a medio quemar", dice nuestro Diccionario de la Real Academia.Efectivamente, Baquilides usa chi-rpv, que designa al tronco y tambin al tizn,a la antorcha, mientras Esquilo se decanta por 8a0ivbv 8aXi, "del color de lasangre/rojizo tizn", trmino que designa al objeto inflamado, tambin a lasbrasas o a las ascuas; tambin utilizan este trmino, 8aX(59, Apolodoro yDiodoro, y 8auXv es el vocablo utilizado las versiones modernas a las que nosreferiremos despus. No es necesario, por tanto, lanzarse a la b squeda depasajes donde el trmino empleado est ms cerca de la representacin etrusca,aunque verdaderamente son llamativos. As, un escolio a Licofrn (Alejandra v.492) emplea 8aig, vocablo que designa a la antorcha de madera resinosa, yOvidio stipes geo y ramus rama' (Met. 8, 451 y 462).

    Volveremos de nuevo sobre este punto y tambin sobre algunas de esasfuentes. De momento, slo queramos subrayar que el espejo etrusco no seaparta tanto de la tradicin que vamos siguiendo. Constituye, en verdad, untestimonio interesantsimo de la versin que contempla a Altea comoresponsable directa de la muerte de Meleagro.

    Importante adems, porque siendo frecuente la aparicin de Altea en laiconografa, para el siglo IV a.C. slo tenemos un tipo establecido, en el queAltea se lanza a abrazarse a su hijo moribundo42 . Aunque despus sernnumerosas, sobre todo en sarcfagos romanos, se harn esperar ms las escenasen las que Altea arroja el tizn al fuego, mientras la Moira toma nota en sutablilla43.

    41 LIMC I 2 Althaia I, cf I I, p. 579 para la interpretacin a cargo de E. Simon.42 LIMC I 2 Althaia 4, comentario a cargo de E. Simon. Tambin Th. H. Carpenter (Ar(e y mito enla antigua Grecia, 187) seala que en esta representacin del s. IV en la que los hermanos deMeleagro, Tideo y Deyanira, le ayudan a subirse a su lecho de moribundo, mientras una mujer,muy probablemente una Altea arrepentida, irrumpe en la escena, no hay rastro del troncoardiendo. Sin embargo, C. Robert (Die griechische Heldensage, 99 n. 6) sealaba sta como lams antigua representacin de tal motivo. A la vista de la imagen, coincido con Simon yCarpenter; lo que me parece sig,nificativo es la presencia de Afrodita junto con un Erosidentificado como chOcivos, los celos, la envidia; acaso estaran aludiendo a la oposicin de Altea aAtalanta.43 LIMC 1 2 Althaia 3, y cf I 1, p. 580.

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    No tanto, pero s varios siglos han de transcurrir desde la Atenas deEurpides para que podamos completar todas las lagunas y enfrentarnos a unrelato bien cumplido, rico en detalles. Antes, coincidiendo casi con la fecha deese espejo etrusco y de las primeras escenas que muestran a una Altea acasoarrepentida, a finales del s. IV naca Calimaco. De l no recabamos ya unaversin del mito acorde con la funcin que el autor asigna a su creacinindividual inserta en el curso de una tradicin bien establecida, sino unos versoseruditos, casi incomprensibles, si no fuera porque al seguir las huellas de susantepasados, aunque escasas, hemos ido recuperando parte de esa herencia queun da estuvo viva para el pblico que disfrutaba de la pica, de la lrica o delteatro.

    Nombra Calrnaco a Atalanta, como no poda ser menos, en el Himno artemis 216 ss, y dice as: "No la censuran los famosos cazadores del jabal deCalidn: hasta Arcadia Ilegaron, en efecto, los signos de ese triunfo, y todavaguarda los colmillos de la fiera. Ni siquiera me creo que en el Hades dirijan a laarquera reproche alguno Hileo y el insensato Reco, por ms que la aborrezcan;no se habrn de sumar, de cierto, a la mentira sus costados, cuya sangre verta lacspide Menalia".

    Oscuros y sentenciosos versos en que el poeta alude a la participacin deAtalanta en la cacera del jabal y a su victoria sobre dos centauros quepretendieron agredirla. Efectivamente, como informa Pausanias despus,sabemos que los colmillos se conservaban en poca de Augusto, pero nos tocaadivinar si tambin en otras versiones el resto de los cazadores se mostrabanconformes con entregarle los despojos del jabal. Para sus eruditos lectores eseguirio bastara, como cuando un poco ms adelante dice: "Nadie deje de honrara rtemis, porque no honr tu altar, a la ciudad de Eneo no llegaron certmenesmagnficos (v. 260).

    Son esas breves alusiones las que caracterizan el tratamiento del mito en lapoca helenstica y, por ms que nos reconozcamos ignorantes, incapaces aveces de comprender todo su alcance, lo cierto es que, de un lado, estn muylejos del vigor que veamos desplegar a los clsicos, diramos que transmitenfrialdad y, de otro lado, nos hurtan aquellos datos que nosotros, a diferencia desu pblico, desconocemos.

    stos nos los procuran autores como Apolodoro, responsable del relatoms cumplido del mito de Meleagro que ofrecen las fuentes griegas. El talantede la obra de Apolodoro es muy otro y radicalmente distinto del que veamos ennuestros primeros autores. l no canta ni recita unos versos ante unosespectadores que viven inmersos en unos relatos vivos, cambiantes, susceptiblesde ser integrados en distintos contextos, con muy variadas miras. No se declamasu obra en un teatro, repleto de espectadores vidos de viejas historias, sabia yoportunamente relatadas, recreadas en cada representacin. Apolodoro escribe

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    entre el s. I y 11 d.C. preocupado por preservar el legado clsico, ahto denoticias e historias en las que ya muy pocos creen y los ms estnprobablemente, si no olvidando, s dejando de lado. De ah el inters porpreservarlas aun a costa de amalgamar versiones sin cuento, sin discernir tantocomo nosotros desearamos y amparndose en el desesperante anonimato de"unos", "otros", pero con un gran mrito, el deseo de introducir orden.

    Apolodoro (I 8), por tanto, cuenta la historia desde el principio: quineseran los padres de Meleagro, Eneo y Altea, si bien algunos afinnan que loconcibi de Ares; cmo, cuando tena siete das cumplidos, se presentaron lasMoiras y anunciaron que morira cuando se consumiera por completo el tiznque arda en el hogar44, que su madre se apresura a recoger y guardar en uncofre; el olvido de Eneo y la consiguiente clera de rtemis; la caza del jabalcon la lista completa de los participantes; la desazn de stos por contar conuna mujer entre sus filas; el enamoramiento de Atalanta, pese a que Meleagrotiene esposa, y el desenlace trgico: cmo le regala la piel; sus tos loconsideran inaceptable por tratarse de una mujer; reclaman amparndose en elparentesco, entran en liza; Meleagro, preso de ira, los mata y su madre, llena depesadumbre por la muerte de sus hermanos, prende fuego al tizn einmediatamente Meleagro perece.

    "No obstante", aade, "algunos dicen que no muri de ese modo". Pareceseguir entonces una versin ms cercana a la ilidica, pero sin que puedaafirmarse que es el texto homrico tal cual, pues en ste no se mencionaba aIflicles, el primero en alcanzar el jabal, segn esa fuente innominada, nitampoco se precisa que Meleagro perezca en la batalla 45 , ni que a su muerte sumadre y su esposa se ahorcaron y las mujeres que plaan ante su cadver seconvirtieron en aves, las melegrides 46 . Muy otra era la razn del apelativo desu esposa Alciona, el ave que al separarse del macho emite un sonidoquejumbroso.

    Esa cumplida amalgama de los datos ms diversos es lo tpico delclasicismo en que Apolodoro vive inmerso 47 . Talante parecido exhiben losrelatos de otros autores del s. I a.C.

    44 El trmino empleado es el mismo que en Esquilo: Eirrv, OTt TOTE TEXEUTTkre MEXaypog,OTctv KettlIEVOg Trt Tfig axdpc.tg 8aXg KCITUKCtfl TV 8c1Xclw dvEXETo 'AX0Cla Keti. ica-T0ETo Eig XcipvaKa. 'AXectct 8E XUTITIOEICra TrTfl TC7JV Ci8EXIX7IV arroiXEa To51 8ctXibyKal. MEXctypog laciwng cin0avEv (I 8, 2 y 3).

    45 Kal. TOg X01.1TOg KTEiVaVTa TIV AEGT(.01) ITCti.8LJV citrot9avv actxttEvov (I 8, 3).46 stas aparecen en los fragmentos de Safocles antes aludidos. Por lo tanto, muy probablementesu obra perdida sobre Meleagro contemplaba la muerte del hroe, sin que podamos inferir ms. C.Robert (Die griechische Heldensage, 97 n. 8) considera que Atalanta figurara en la obra.47 La labor de los escoliastas remonta en ltima instancia a esa tradicin mitogrfica compiladora:as, no parecen tener inconveniente en mezclar datos de versiones diferentes. Es el caso de este

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    Diodoro de Sicilia (IV, 34, 2-7) sigue tambin una narracin lineal, incluyenaturalmente la participacin de Atalanta y seriala que fue durante el viaje devuelta cuando le arrebataron los despojos; Meleagro obliga a sus tos adevolverlos y, como no lo consigue, les da muerte; Altea lo maldice y a causade eso muere. Si bien ariade, al igual que Apolodoro, que algunos mitgrafosdan otra versin, la del tizn, en cuyos detalles repararemos ms adelante.

    Indudablemente, si no fuera por Atalanta y la rocambolesca historia delataque durante el viaje de vuelta, diramos que en la primera versin segua aHomero. Desde luego, Diodoro bebe en una versin prxima, pero no idntica".

    Por esa misma poca un Higinio49 Ilevado a Roma por Csar, encargado dela Biblioteca Palatina, escribe en sus Fbulas una versin abreviada de lacuasicannica establecida por Apolodoro y a la que su amigo Ovidio (Met. VIII260-546) dotar de una extraordinaria fuerza dramtica 50 .

    Dirase que los autores de esa poca no conciben la gesta de Meleagro sinla participacin de Atalanta; los pintores y mosaiquistas no les iban a la zaga.Sea en la Casa del Centauro en Pompeya, en Biblos, Antioqua o Jantos, dos ytres siglos despus, la pareja adorna muros y pavimentos 51 , tondos y sarcfagos

    interesante escolio que de alguna manera anticipa los paralelismos observados tambin por lacrtica moderna: dp)0=1 11.14609 'Ax1XXEI xciXos. 'ArrXXwvos. Kat T63, MEXEClyptti 'Ap-rp.i8og6py7=1, 'Ax1XX11 Bpta8os pptg, MEXEdypov (sic) 81 'ATO[XVTTig. TV IVIEXa-ypop 1TO(TICTCIV 71.)V1) EIEHEIV Elg TTME110V KCII HTpOKX09 TV 'AXI.XXCA (J.Nicocole, ed., Les scolies genevoises de l'Iliade, Hildesheim 1966, ad Iliadem IX 533, p. 123).Eustacio, por su parte, en su comentario atribuye a oi vEuirEpot la cuestin de los despojos deAtalanta y del tizn, vd. Eustathii Commentarii ad Homeri Iliadem, Leipzig 1827, reimpr.Hildesheim-New York 1970, vol. I, ad Iliadem IX 544, p. 294,1. 11 ss. y I. 18 ss.).48 Por sealar otras diferencias: ya no se trata de las primicias, sino de una excelente cosecha porla que rindi gracias a los dioses excepto a rtemis. El trmino empleado para el jabal difieretanto del utilizado por Homero como por Baquilides, . Su enorme tamao es el rasgo msIlamativo para ste y otros autores tardos.49 Fab. 171-174. A la hora de valorar esta versin, conviene recordar que las fuentes de Higinioparecen ser griegas y que en muchos casos puede rastrearse las obras de los grandes trgicos o desus adaptadores latinos. J.-Y. Boriaud en su edicin de Belles Lettres (Paris 1997, XXV ss.)menciona incluso a Ennio y Accio, ste en concreto en relacin con la fbula 184 de Meleagro;debe de ser un error por 174.

    Sin embargo, naturalmente tambin conoce la otra versin: en la carta que Briseida dirige aAquiles (Heroidas 3), escrita aparentemente despus de or que est a punto de regresar a su casa,tal y como anuncia en La Iliada al trmino de la embajada, la joven pide al Pelida que deponga suira: si sta comenz por ella, ahora ha de ceder ante sus s plicas, como Meleagro cuando se lopidi su esposa. Ovidio sigue aqu fielmente la versin homrica: la madre maldijo el porvenir yla vida de su hijo y, como en aqulla, tambin aqu se evita mencionar el desenlace final.51 Vd. entre otros, LIMC II 2 Atalante 34: fresco de Pompeya, Casa del Centauro, ca. 40-50 d.C.;LIMC 11 2 Atalante 39: mosaico de Biblos, s. 111 d.C.; LIMC 11 2 Atalante 46-47: mosaicosprocedentes de Antioqua y Janto, ss.1V-V d.C.

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    de los siglos I y II d.C. 52 . En stos la caza del jabal de Calidn es uno de lostemas predilectos53

    tambin a lo largo del s. III d.C.: escenas de figurasapretadas, donde se juega con la similitud entre la caza y la muerte. Adems seyuxtaponen los distintos momentos del relato y as se deja un resquicio a larepresentacin de los festejos que siguieron a la cacera 54 , aunque sea en la partesuperior con figuras mucho ms pequerias. Naturalmente tambin se da paso allecho mortuorio de un Meleagro flanqueado por las plaideras a la izquierda,mientras a la derecha Atalanta contempla cmo veng en su to la afrenta a ellainfligida55 . Una Atalanta que tambin llora amargamente la muerte y a suespalda Altea, que aparta la mirada mientras hunde no ya un tizn, sino unaantorcha en el fuego56.

    Atalanta y Meleagro tendrn una larga vida, siempre unidos en la cacera,sea en un plato de plata del s. VII d.C. 52, sea en las recreaciones de distintosautores del s. XVII: P. P. Rubens les dedica varios cuadros. El Louvre conservados de Charles Le Brun, parte de una serie completa sobre la leyenda deMeleagro que iba a servir como modelo para unos tapices de la fbrica deNancy. En el mismo museo parisino pueden contemplarse escenas de G. B.Viola, J. Jordaens, inspiradas en la relacin que mantienen hroe y heroina58.

    Aparte del motivo de la caza, la entrega de despojos, en que se combinanbravura y galantera, temas frecuentes en los artistas barrocos, ambos tambincorrern sus propias aventuras: Atalanta, la mujer virtuosa que sucumbe a latentacin, ejemplo tambin de la vanidad y la curiosidad femenina59, tras lasmanzanas de oro que le arroja Hipmenes, hasta convertirse en los leones queflanquean a la diosa Cibeles 66 . Meleagro, inmortalizado con harta frecuencia por

    52 Vd. por ejemplo LIMC VI 2 Meleagros 101, 102, 112.53 Vd. LIMC VI 2 Meleagros 113-126; LIMC II 2 Atalante 24-25.54 Vd. LIMC VI 2 Meleagros 128 y 130.55 Vd. LIMC VI 2 Meleagros 134.56 Vd. LIMC VI 2 Meleagros 138; vd. el detalle en LIMC I 2 Altaia. Cf otra figura de Atalntallorando junto al lecho mortuorio en un sarcfago del s. II d.C.: detrs de ella se alza la Moira(LIMC II 2, 58).57 Vd. L1MC II 2 Atalante 54.58 Una abundante relacin de obras de arte recoge J. Davidson Reid, The Oxford Guide toClassical Mythology in the Arts, 1300-1990s, New York-Oxford 1993, vol. 2, 653 ss. A propsitode la vigencia del mito, tambin podrian citarse distintas obras dramticas y peras, vd.referencias en H. Hunger, Lexikon der griechischen und r6mischen Mythologie, Wien 1959, s.v.`Melagros', p. 250.59 Vd. D. Brumble, Classical Myhts and Legends in the Middle Ages and Renaissance: adictionnaly of allegorical meanings, London-Chicago 1998, s.v. Atalanta'.60 Ya que nos referimos a una iconografia tan familiar para los espaoles, conviene mencionartambin el esplndido cuadro de G. Reni, que otrora adornara el alczar madrileo y hoy las salas

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    escultores neoclsicos 61 , no escap a la interpretacin alegrica de losmedievales, quienes vieron en l la encarnacin de los males que acarrea elamor a las mujeres, as como de la impiedad por no atender a las obligacionesdivinas. Presente siempre la caza, que puede interpretarse como persecucin delplacer, pudiera parecer que el tizn haba sido relegado, mas el tizn servir,nada ms y nada menos, que para convertir al hroe en paradigma de Cristo,muerto en el rbol de la cruz por obra de su madre, la Sinagoga62.

    Pero es hora de arriar velas y volver a nuestros clsicos. Podemos hacerlocon un autor al que ya nos hemos referido, Pausanias (X 3 1, 3-4), quien, enpleno s. II d.C. y a semejanza de Apolodoro, se muestra sumamente interesadoen clarificar los detalles de la historia de Meleagro. Ofrece primero la versinhomrica: "las Erinias escucharon las maldiciones de Altea y por este motivomuri Meleagro"; recoge despus la versin de Las Eeas y La Miniada, quehemos recuperado parcialmente gracias a un papiro, poemas en los que "Apoloayud a los curetes contra los etolios y Meleagro fue muerto por Apolo 63"; yfinalmente, como buen anticuario, se refiere a la leyenda del tizn que Frnicotrat por primera vez en el drama, sin elaborarla en demasa, porque ya habasido propagada a todo el mundo griego.

    Distingue, por tanto, Pausanias la versin de Homero de aquellas en que lamuerte corre a manos de Apolo, distinta a su vez de la del tizn, bien conocidapor el pblico de poca clsica. Tambin deba de serlo la participacin deAtalanta en la cacera, a juzgar por los testimonios iconogrficos, desde el s. VI,y literarios, al menos, desde Eurpides. Sin embargo, el estado fragmentario delos textos, la dificultad de encontrar combinados ambos motivos iconogrficos yel respeto a los argumentos ex silentio, impiden asegurar que ambos puntos dela narracin estuvieran presentes en un mismo relato en la poca clsica: es muyprobable, pero no hay seguridad plena hasta Apolodoro, si bien tampocopodemos olvidar que su labor es fundamentalmente recopilatoria.

    del Museo del Prado, n de catlogo 3090, un cuadro de gran fama en el s. XVII, del que seconocen otras versiones (vd. R. Lpez Torrijos, Mitologa e historia en las obras maestras delPrado, 22 ss.)61 Citemos, por ejemplo, el Meleagro de Louis-Simon Boizot, realizado en 1771, y la obra deRen Charpentier, Muerte de Meleagro, de 1713, ambos en el Museo del Louvre.62 Vd. D. Brumble, op. cit, s.v. Meleager'. Este mismo autor s.v. Adonis', explica a propsito dela alegora de la caza que ya en la anfigfiedad haba una distincin entre la caza virtuosa y lacaza que puede alegorizar la persecucin del placer. La persecucin del jabal tena sobre todo unsentido alegrico: se necesitaba coraje.63 J. Ifigoin (op. cit., 119) se pregunta si en esta segunda versin no hay una contaminacin entrela forma ms simple del mito heredado de Homero y un episodio de origen diferente sobre laforma en que el dios persegua a la descendencia de Idas y Marpesa, por haber preferido a suesposo y no al dios. Meleagro, al cabo, es yerno de Marpesa, no el hijo. Vd. infra n. 104 para otrasjustificaciones de la presencia de Apolo.

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    Llegados a este punto, parecera que poco ms puede avanzarse. Mas, enrealidad, estamos en una encrucijada, punto de encuentro de distintos caminos.

    B. LECTURAS MODERNASAnlisis internoUna vez que hemos revisado los testimonios lterarios e iconogrficos para

    acercamos todo lo posible a la visin que tenan los clsicos del mito deMeleagro, cabe preguntarse por las razones que movieron a los distintos autoresa ocuparse del mismo; en parte hemos esbozado algunas respuestas. Sisiguiramos esa va, veramos que conforme se profundiza en cada uno de lostextos y en cada una de las representaciones van surgiendo nuevosinterrogantes.

    La versin homrica, sobre todo, ha sido el punto de partida de distintosestudios: a partir de los indudables paralelismos entre la clera del Pelida y la deMeleagro algunos eruditos han intentado ir ms all, sumergirse en las versionesprehomricas. Se han fijado para ello en las alusiones, contradicciones yoscuridades del relato de Fnix, que apuntan a la existencia de una tradicinms antigua, y siguiendo esa lnea de crtica interna han Ilegado a reconstruir,no sin discrepancias en los detalles, un poema anterior sobre Meleagro quehabra desempeado un papel importante en la gnesis de La Illada64

    Para seguirles deberamos bucear tambin nosotros en la arqueologahomrica. Por muy atractivas que sean esas aguas, lo cierto es que estnsurcadas por corrientes que nos llevaran en otra direccin y adems corremos elriesgo de perder pie, de vemos involucrados en una discusin sobre las fuentes'homricas en la que se han expresado opiniones para todos los gustos: hayquienes opinan que el aedo parte de un poema pico o acaso tan slo de unepisodio; para otros el punto de partida es una balada, incluso en un sentido msvago, una leyenda. Para unos Homero habra resumido el relato sin introducirvariantes: es ms, la clera de Meleagro sera el modelo sobre el que se fraguala clera de Aquiles. Para otros habra introducido cambios sustanciales queatribuyen al propio Homero o explican aduciendo una narracin picaintermedia entre la versin ilidica y el mito original, un cuento popularantiguo, tal y como estableciera Kakridis en los aos treinta del pasado siglo65.

    64 Vd. entre otros, W. Wolfring, "Ilias und Meleagrie" Wiener Studien 66, 1953, 24-49, y conreferencias J. Bremmer ("La plasticit du mythe: Mlagre dans la posie homrique", en Cl.Calame, ed., Mtamorphoses du mythe en Grce antique, Genve 1988, 37-56, [38 s.]).65 Vd. J. Th. Kakridis, Homeric Researches, 18 ss., con resumen y refutacin de las distintasteoras.

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    Cirindonos al tema que nos ocupa, buena parte de la discusin gira entorno a las distintas versiones de la muerte de Meleagro: a los investigadoresparece acuciarles el ardiente deseo de determinar cmo tena lugar en el mitooriginal. Es una cuestin verdaderamente dificil y, a nuestro juicio, quizs notan relevante. Pero por eso mismo conviene entender las posturas.

    Lo que se plantean es hasta qu punto podemos determinar si la versin deltizn es un elemento reciente en el desarrollo del mito o, por el contrario,antiguo, pero ignorado por los autores anteriores, Homero y Hesodo, quehabran preferido un Meleagro muerto a manos de Apolo.

    No ha faltado el erudito modemo, preocupado por establecer una clarasecuencia entre las fuentes griegas, que ha buscado entre los lricos un autor quesirviera de puente entre la epopeya y el teatro a quien responsabilizar de laversin del tizn, alguien capaz de trabajar con la materia pica pero a mayorgloria del gnero lrico, un poeta ya prximo a esa poca que ofrece testimoniosde dicha versin (Frnico, Esquilo, Baquilides), un poeta que tambin en otroscasos habra modificado la tradicin recibida. Tal sera Estescoro de Himera66.La hiptesis, con ser atractiva, no puede er probada67, a menos que un da lospapiros nos devuelvan ms textos arcaicos que refieran el mito de Meleagro.

    Mas, entretanto, no podemos por menos de hacer notar que talplanteamiento en el fondo peca de simplista: simplemente relega la cuestin defondo, la gnesis misma del tizn, a un estado intermedio creado ex profeso.Aun cuando as fuera, en mi modesto entender, lo verdaderamente equivocadode tal juicio es considerar a un autor concreto, Estescoro u otro 68 , comoinventor del motivo del tizn, cuando ste, tal y como se ver ms adelante,existe de forma independiente y, seg n todos los indicios, desde la poca msantigua. Todo lo ms podr decirse que tal o cual poeta fue el primero enutilizarlo o dejar testimonio de l.

    Se incurre adems en otro equvoco y se corre el riesgo de hacer decir aHomero cosa que ni dice ni desmiente. En otras palabras, a veces se da porhecho que los dos fragmentos papirceos, hesidico y/o de La Minada, dealgn modo continan el relato homrico, asumiendo que tambin en esaversin Apolo era responsable de la muerte de Meleagro. Mas, tal y como

    66 M. Croiset, "Sur les origines du rcit relatif Mlagre dans POde V de Bacchylide", enMlanges H. Weil, Paris 1898, 73-80 =Pindaros und Bakchylides, Darmstadt 1970, 405-412.67 Vd. en ese sentido las prudentes afirmaciones de J. Irigoin (Bacchylide, Dithyrambes. pinicies.Fragments, 118 ss.), quien cita tambin otras autoridades, as como las de J. Bremmer (art. cit,45).68 Robert (Hermes 35, 155, citado por A. P. Bumett, The art of Bacchylides, 142 n. II) atribuytal invencin a Baquilides.

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    vimos, el contexto es radicalmente diferente, los datos muy exiguos. No esmucha la seguridad que podemos fiar a tal lnea de argumentacin.

    Quizs lo ms sensato sea reconocer nicamente los hechos: Fnix, esto es,Homero, calla por razones perfectamente justificadas; en modo alguno convienerecordar a Aquiles el desenlace final, al menos, no de una forma directa. Sijuega con que al narrar el mito de Meleagro inmediatamente evoca ante supblico una muerte heroica a manos de Apolo, casi en paralelo con la deAquiles, es cosa probable, pero difcilmente demostrable. Si, por el contrario,conoce la historia del tizn y, como poeta pico que es, selectivo, prefiereobviar ciertos elementos populares en pro de un tono ms heroico, no sera steel primer ni nico ejemplo69 . Otro tanto hiciera al subrayar un Hades sombro ytriste en contraste con la gloria inmarcesible de los guerreros y su eleccin deuna muerte temprana pero heroica.

    Adems, en esas argumentaciones se asume la preemnencia de una versinsobre otram, cuando cabe enfocar la cuestin desde otro punto de vista: losdestinatarios o, para ser ms precisos, aquellos para quienes el mito est a nvivo. Si pensamos, no ya en la poca arcaica, para la que desgraciadamente notenemos testimonio fehaciente de la versin del tizn, sino en la poca clsica,los mismos espectadores que acuden al teatro y escuchan los versos de Frnico,Esquilo o Eurpides, indudablemente acudan a las recitaciones que los rapsodos

    69 W. Hansen ("Homer and the folktale", en I. Morris-B. Powell (eds.), A New Companion toHomer, Leiden-New York-Kln 1997, 442-462, [449 y 450]), seala dos ejemplos biensignificativos: el decoro propio de la pica impide que en el reconocimiento de Ulises se Ilegue alos detalles corporales, de acuerdo con la progresin del motivo constatable en otras fuentes; en elrelato de Polifemo se suprime el motivo del anillo parlante que obligara a Ulises a cortarse undedo y sera incongruente con la tecnologa rudimentaria de los ciclopes (cf W. Hansen,Ariadne's thread. A guide to international tales found in Classical literature, Ithaca-London2002, p. 297 n. 31).70 Por ejemplo, a J. Bremmer (art. cit.) no le cabe ninguna duda de que la muerte a manos deApolo constitua la tradicin pica dominante; eso le Ileva a preguntarse por qu la versin deltizn se considera anterior y antepasada de la homrica. Realmente en una proposicin como stase atribuye a Homero algo que realmente no Ilega a formular. Pero adems, a continuacin, comolos testimonios populares modernos constituyen un obstculo, opta por considerarlosresurrecciones a partir de fuentes literarias y elimina el cuento popular primitivo como antepasadode la versin homrica. Sin embargo, con gran acierto seala P. Grossardt ("The place of Homerin the epic tradition. The case of the myth of the Calydonian Hunt", en Omero tremila anni dopoa cura di Fr. Montanari, Roma 2002, 425-430) que para hacer depender el cuento popular de lasversiones del mito habra que combinar ms de una versin y crear un modelo antiguo del quedependieran las versiones modernas. Vd. en ese sentido las observaciones generales de Hansen,op.cit., 15 ss. El fondo del problema es que, como seala Edmunds ("Myth in Homer", 440), porsu monumentalidad y longevidad las versiones homricas pueden parecer cargadas de autoridad,como si no siguieran siendo versiones. En buena medida, seguimos siendo educados por Homeroy tendemos a olvidar que tambin l es heredero de un pasado, por ms dificil que nos resulteretrotraernos ms atrs. De ah la necesidad de combinar distintas vas de aproximacin al mito.

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    ofrecan de La Iliada, con toda seguridad, al menos, durante las Panateneas y enlos grandes festivales, en Delos por ejemplo; incluso en el mejor de los casoslos ms instruidos podran hacerse con una copia en papiro. Para ese p blico esevidente que ambas versiones de la muerte coexistan71.

    Mito y ritoA la hora de dirimir la gnesis del tizn, autntico caballo de batalla de

    esas discusiones, la senda de la crtica literaria no es la nica.Una segunda opcin conduce a otro de los caminos de esa encrucijada, el

    que busca una interpretacin del mito a travs del rito. Los defensores de estateora han buscado los referentes rituales que pueda haber en el mito deMeleagro. Conviene fijarse primero en los datos para analizar despus laspropuestas de interpretacin.

    En primer lugar, las excavaciones arqueolgicas permiten hoy lareconstruccin de los distintos edificios que se agrupaban en torno al templo dertemis Lafria en las proximidades de Calidn 72 : desde las murallas y la puertaoccidental de la ciudad parte una va ceremonial que deja edificios de tesoros ala izquierda (un poco ms alejado el heroon), hasta desembocar en una stoa, conun antepatio y unos propileos, para alcanzar el templo de rtemis y otro mspequerio cuya adscripcin se disputan Apolo y Dioniso.

    Los restos remontan a la poca geomtrica y el templo ms antiguo, el dertemis Lafria, data de finales del s. VII a.C., habiendo constancia de laexistencia de ofrendas y actos cultuales hasta el s. III d.C.

    Para el asunto que aqu nos ocupa lo verdaderamente interesante es elhecho de que los hallazgos arqueolgicos en esa localidad dan fe del inmensopoder que atesoraba su titular, rtemis Lafria: los exvotos testifican que almenos desde la poca geomtrica se la honr como protectora de la caza; sonnumerossimas las figuras votivas con representaciones alusivas, animales en

    71 Muchos siglos despus en sarcfagos romanos convivir la representacin de la muerte deMeleagro a manos de Apolo con el tizn arrojado al fuego por Altea. C. Robert (Die griechischeHeldensage, 92) considera que se habra producido una contaminacin de un autor tardoprobablemente helenstico o del propio creador de los sarcfagos. Quizs debera matizarse esaafirmacin, porque, tal y como hemos sealado, no es un autor, sino varios, empezando porApolodoro, y los recopiladores conocen y citan ambas versiones. De otro lado, es interesante laobservacin de J. Bremmer (art. cit., 43 n. 20), quien seala que los sarcfagos romanos del s. 111en los que aparece Apolo remontan a prototipos ticos, porque cabra la posibilidad de que ya enesa poca se constataran juntos ambos motivos. En la descripcin ofrecida en el artculo"Meleagros" LIMC VI 1, p. 428 n 141, slo hemos localizado un ejemplo que responda a esascaractersticas: en un lado aparece Apolo en el momento del ataque, en el otro Altea quemando eltizn, y desgraciadamente es un sarcfago perdido en la actualidad.72 E. Dyggve, Das Laphrion. Der Tempelbezirk von Kalydon, Kobenhavn 1948, 294, lminaXXX V.

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    terracota y bronce (lobos, ciervos), a los que se suman testimonios de ofrendasreales (cornamenta de ciervo, innumerables colmillos de jabal, junto con lanzasy puntas de flecha, restos de las armas empleadas en las cacerias). El que stesea nuestro principal inters no nos debe hacer olvidar otros oferentes querinden culto a la diosa: agricultores, ganaderos, gentes del mar, mujeresembarazadas o con hijos enfermos, jvenes, nias que le consagran susmuecas. La variedad de los restos arqueolgicos, en consonancia con los de susantuario como rtemis Ortia en Esparta, son enormemente variados. Y hay quetener en cuenta las ofrendas de los ricos, que a buen seguro adomarian lasterrazas, estatuas, tripodes, calderos, confeccionados en los materiales msnobles: oro, plata, marfil, mrmol, maderas, tambin ms susceptibles de serreaprovechados sin dejar huella.

    Verdadera Scruolva del lugar, estos hallazgos permiten entender mscabalmente el celo y enfado de la diosa cuando Eneo, OlvE s- el viador',olvida ofrendarle las primicias. Incluso podramos seguir por ahi, por losnombres de la familia a la que pertenece Meleagro.

    J. Desautels" considera muy significativa la progresin que remonta aDeucalin, cuyo hijo OpEo-Oeg el montaris', es considerado el abuelo deEneo; el padre de ste es (1) T109, sobre la raiz que significa 'brotar', hacercrecer'. Este autor interpreta dicho nombre como le planteur y entiende queuna genealoga que lleva de una naturaleza no diferenciada, salvaje, a unanaturaleza sometida por esta familia de vitiadores y agricultores (el nombre deMeleagro habria que entenderlo como el que se ocupa de los campos'), nopodria dejar indiferente a rtemis. Eneo seria el hombre de la tierra cultivadaque olvida tener en cuenta el otro aspecto de la naturaleza donde reina rtemis.Pese a ser una hiptesis sugestiva 74, ante los restos de su santuario en Calidn ladistincin entre la rtemis de la naturaleza salvaje y la naturaleza sometida notiene mucho sentido, ya que su proteccin abarca ambos aspectos.

    Dieux et mythes de la Grce ancienne. La mythologie grco-romaine, Qubec 1988, 388 ss.74 De hecho, volveremos ms adelante sobre esa genealoga, que de otro lado no es la nica ni lams corriente (vd. P. Grimal, Diccionario de mitologa griega y romana, Barcelona 1981, 4'reimpr. 1989, del original francs, Paris 1951 (1979 6), s.v. Eneo'). Cabe sealar, no obstante, quesobre la otra genealoga, ms directamente vinculada al pas de Etolia, observa Th. Keightley(Classical Mythology, 287) dos clases de nombres, relacionados con la agricultura y con la guerrarespectivamente, trasunto, segn l, de los pacficos tiempos pelsgicos y del carcter msbelicoso de los etolios de poca posterior. Desde un punto de vista muy diferente, A. P. Bumett(The art of Bacchylides, 148 ss.) sostiene que el epinicio V de Baquilides pone de relieve unacivilizacin rica y urbana, basada en el cultivo de las vias y los campos, una sociedad que, pese ahaber abandonado el ejercicio de la caza como fuente de alimento, sigue rindiendo las oportunassatisfacciones rituales a la diosa y adems de buenos guerreros cuenta con bien construidasciudades y coros, como el responsable de tal canto.

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    Si bien hoy el terreno donde en tiempos se alzara el santuario estprcticamente yermo y abandonado y tan slo hay una pequeria capilla dedicadaa San Juan que descansa sobre los restos de uno de los Tesoros 75 , F. Poulsen76seriala en la misma Etolia, pero ms al norte, una digna heredera de rtemis, laPanagia Prussiotissa. A esta Virgen est dedicado el pequerio convento y elpueblo de Prussos, al nordeste de Agrinion, la ciudad ms importante de Etoliadel norte, donde es objeto de gran veneracin: as, basta el antiguo epteto,So-uolva, para referirse a ella. Como Seriora siguen acudiendo a ella losgriegos, tal y como hacan con su antepasada, para ofrecerle ganados, vestidos,adomos. Ella se ocupa de garantizar buenas cosechas, sanar los ganados, aliviarlos dolores del parto, consolar a los enamorados y enjugar las lgrimas de losnirios.

    No pueden juzgarse aqu con todo detenimiento los antecedentes de taltradicin, pero nos pareca importante llamar la atencin sobre este hecho,mxime cuando la Panagia Prussiotissa no slo parece haber heredado lasnumerosas reas de influencia de la diosa antigua, sino tambin su sed devenganza: cuando en una ocasin los campesinos de un pueblo vecino decidenrepartirse los campos que a ella pertenecen, enva la viruela sobre el pueblo y nopone fin a la epidemia hasta haber recuperado sus campos. No podemos pormenos de recordar esas tablillas micnicas, donde la po-ti-ni-ja tiene adscritosno ya rebaos y ofrendas, sino hasta una aldea entera77.

    Homero, naturalmente, al poner el relato de Meleagro en boca de Fnix nomenciona el epteto Actchpia, de otro lado, difcil de analizar 78. Pero

    75 E. Dyggve, Das Laphrion, 303.76 "Artem is Laphria von Kalydon und ihr Kult" en E. Dyggve, Das Laphrion, 336-354, (353 ss.).77 Vd., con referencias, M. S. Ruiprez-J. L. Melena, Los griegos micnicos, Madrid 1990, 184.78 F. Poulsen en E. Dyggve, Das Laphrion, 337, recuerda que Wilamowitz pens en un derivadode un nombre de lugar, lo cual tampoco aclara gran cosa, y que, consultado H. Pedersen, lecomunica que ni es transparente desde el punto de vista del griego, lo cual no quiere decir quehaya que descartar ese origen, ni a travs de lenguas minorasiticas, como pueda ser el hitita.Poulsen considera probable que se trate de un epteto divino antiguo as como un cultoprehelnico. Para W. Kroll ("Laphria", en RE XII col. 767) los rituales que tenan lugar en Patras,a los que nos referiremos ms adelante, apuntan a una antigua diosa de las fieras, ms tardeequiparada a rtemis. Son stas las posturas ms comunes, consideradas todas inaceptables por P.Chantraine, Dictionnaire tymologique de la langue grecque. Histoire des mots, Paris 1968(1990), s.v. Acubpict. No recoge este autor, sin embargo, la propuesta de M. Snchez Ruiprez("El nombre de rtemis dorio-ilirio: etimologa y expansin" Emerita 15, 1947, 3-60, [35 ss.]),quien interpreta el nombre como derivado del adjetivo Xachps "ligero, gil", muy acorde con lascaractersticas de esta diosa; como l mismo reconoce, no es una interpretacin nueva, pues fue yasostenida por Kretschmer apoyndose en Pausanias, pero s original en el detalle fontico ymorfolgico, sencilla adems, y sin olvidar la relacin etimolgica popular con Xaci)og,favorecida por la conexin del ciervo, en las mismas fiestas de Patras. Esa interpretacin

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    evidentemente sta era la advocacin, si usamos una terminologa ms cercana ala nuestra, bajo la que rtemis reciba culto en Calidn. Es cierto que los restosarqueolgicos, los exvotos, las estatuillas de la diosa, as como de Apolo yDioniso, ligados tambin al recinto, con ser numerosos, no hablan sobre losritos que all se desarrollaban o, al menos, no lo hacen con palabras. Mas denuevo tenemos la buena fortuna de contar con la informacin del impenitenteviajero, Pausanias79.

    Si antes nan-aba cmo se apropi Augusto de los despojos del jabal,mientras visita la ciudad de Patras en Acaya cuenta Pausanias (VII 18, 8ss.) quecuando Calidn fue destruida, la imagen de rtemis Lafria fue confiada a losciudadanos de la que entonces era una floreciente colonia romana. Los dePatras, sigue Pausanas, celebran una fiesta en su honor todos los arios. sta seinaugura con una magnfica procesin cerrada por la sacerdotisa de rtemisconducida en un can-o tirado por ciervos. Al da siguiente tiene lugar elsacrificio: en un altar previamente dispuesto (para ello previamente colocan encrculo leos verdes de dieciseis codos de altos y preparan una rampa con tierrasobre los escalones del mismo) arrojan todo tipo de vctimas: aves, jabales,ciervos, gacelas, lobeznos, oseznos y otros animales crecidos, as como losfrutos de los rboles cultivados, y despus prenden fuego a los leos. stosdeben de actuar como empalizada, porque Pausanias confiesa haber visto cmoun oso y otros animales intentaban escapar y se los echaba de nuevo a la pira,sin que se recuerde que nadie fuera herido por ellos.

    En verdad, se trata de una hecatombe muy peculiar, aunque no sinparalelos dentro del mismo mundo griego, cuyas huellas arqueolgicas podranrastrearse a la entrada del templo de rtemis en Calidn. All se han encontradorestos de cenizas y sacrificios, as como un altar rectangular, e igualmente hayindicios similares en la terraza situada al sur o sureste del templo89.

    supondra una diosa no prehelnica, sino trada por los griegos (para la importancia del ciervo enesa argumentacin, ibid., 35).79 Ya a finales del s. XIX, en la descripcin de las ruinas del santuario prximo a Calidn apuntW. J. Woodhouse (Aetolia. Its geography, topography and antiquities, 1897, reimpr. New York1973, 95 ss.) la relacin con los ritos descritos por Pausanias, al tiempo que Ilamaba la atencinsobre las evidencias numismticas que apoyaran tal relato80 F. Poulsen en E. Dyggve, Das Laphrion, 353, quien adems subraya que no es necesario ning ntrasfondo romano,