leccion 3.1 vulnerabilidades
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MODULO 3. CICLOS DEL DESASTRE:
PREVENCIÓN, EMERGENCIA Y RECONSTRUCCIÓN
LECCIÓN 3.1 Prevención, reacción y emergencia
Un desastre socionatural no es un evento, sino un proceso. Por lo tanto, la
gestión del riesgo también debe ser visto como un proceso.
El desastre es un proceso temporal, es decir, se pueden identificar diferentes
temporalidades, diferentes momentos, diferentes etapas que demandan
objetivos y acciones diferentes. Estas etapas forman el ciclo del desastre.
Entonces, la gestión del riesgo debe abordar cada una de las etapas del ciclo,
distinguiendo diferentes tipos de acciones, y los recursos que cada una de estas
acciones requiere, tales como conocimientos, recursos financieros, etc.
Sólo atendiendo de forma sistemática a cada una de estas etapas se puede
resguardar y apoyar de forma debida a las poblaciones en situaciones de desastre.
Si bien existen diferentes formas de clasificar las temporalidades, la CEPAL ha
propuesto 4 etapas en el ciclo del desastre: Preparación, Reacción, Emergencia y
Reconstrucción. Revisemos brevemente cada una de ellas.
Prevención
Primero hablemos de la prevención. Esta etapa es la más importante, ya que sobre
ella se cimentan las posteriores.
Prevenir requiere, en primera instancia, tomar conciencia como sociedad
respecto al riesgo. Esto es, conocer cuáles son las amenazas a las que estamos
expuestos, tales como pueden ser erupciones volcánicas, sismos y tsunamis. Junto
con ella, entender que nos hace vulnerables frente a tales amenazas.
Una vez que la sociedad toma conciencia del riesgo se debe generar una
institucionalidad que identifique y monitoree las amenazas. Por ejemplo, el
seguimiento de actividad volcánica, sismológica y meteorológica debe llevar a la
implementación de sistemas de alerta temprano, de forma de poder alertar de
forma oportuna la manifestación de una amenaza.
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En tercer término, prevenir supone tomar medidas concretas para la disminución
de la vulnerabilidad frente a las amenazas. Esto se ve reflejado, por ejemplo, en
normativas e instrumentos de planificación territorial que limiten o prohíban la
construcción de asentamientos humanos en áreas de alta vulnerabilidad frente a
amenazas, como pueden ser, por ejemplo: quebradas, humedales, cuencas de río,
etc.
La prevención debe tener una expresión concreta en normativas. Un ejemplo claro
de esto es, por ejemplo en Chile, la introducción en 1925 de las primeras
normativas de construcción antisísmica, lo que sin duda ha permitido afrontar de
mejor manera los ocho grandes terremotos que desde entonces se han producido.
No obstante, la prevención actual debe ir más allá de la arquitectura y urbanismo,
abarcando ámbitos de salud, educación y de seguridad pública, entre otros.
En la etapa de prevención se formulan los protocolos para hacer frente un
evento, como son los protocolos de evacuación, preparación de sistemas de
emergencia de rescate, acciones de salud, etc.
Reacción
Una segunda etapa en el ciclo del desastre es la reacción. Esta consiste en todas
las acciones para proteger a las personas en el momento mismo que una
amenaza se manifiesta.
El objetivo principal durante la reacción es poner a resguardo a las personas. La
reacción debe estar gobernada por protocolos conocidos y probados de
evacuación, de coordinación y de acción.
El momento en que se produce un sismo o erupción volcánica – por ejemplo, no es
un momento para improvisar ni tampoco ensayar soluciones sin previo estudio.
Tanto las personas, comunidades y todo tipo de instituciones deben conocer y
estar preparados para poner en acción estos protocolos.
En la etapa de reacción, el capital social de los habitantes puede y debe jugar un
rol central, la capacidad de las propias comunidades de reaccionar
solidariamente ha demostrado a nivel mundial ser uno de las principales
medidas de mitigación frente a la ocurrencia de un evento catastrófico.
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Este capital social deber ser previsto con anticipación e incorporado a los
protocolos, especialmente porque en muchas comunidades existe un saber
vinculado a las amenazas naturales, forjada a través de la historia, que ha enseñado
a las comunidades a reaccionar. La responsabilidad está en reconocer e integrar
este conocimiento local a los protocolos de reacción.
Emergencia
El tercer momento del ciclo es el de la emergencia. Es fundamental en esta etapa
proteger a las personas y cubrir sus necesidades básicas de abrigo, alimentación
y seguridad.
El objetivo de la gestión de la emergencia es permitir que las personas
restituyan, en la mejor medida posible, su cotidianeidad. Es decir, que los niños y
niñas retornen a la escuela, que los adultos vuelvan a trabajar.
Es fundamental en la emergencia establecer con responsabilidad y transparencia la
duración de esta etapa, ya que en función de esta estimación se invertirán los
recursos necesarios.
Debemos tener en cuenta que, la mayoría de las veces, las personas afectadas
tendrán que permanecer bajo esta condición mucho más tiempo de lo que los
diferentes actores desean. Por lo tanto, es importante considerar la construcción de
infraestructura y equipamiento de calidad para gestionar la emergencia. Y, de
esta manera, generar las mejores condiciones de habitabilidad para que los
habitantes puedan retornar a un mínimo de normalidad.
En este ámbito, existe una larga experiencia internacional que puede servir de
referencia para diseñar respuestas locales para la emergencia. El aprendizaje
internacional muestra la importancia de que las acciones de emergencia se
encuentren incorporadas al ámbito de prevención, de manera de evitar la
improvisación cuando se manifiesta una amenaza.
Para citar este material educativo:
Imilan Ojeda, Walter (2015) “Prevención, reacción y
emergencia”. Material del curso "Vulnerabilidades ante
desastres socionaturales", impartido en UAbierta, Universidad
de Chile.
Obra acogida a licencia de
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4.0 Internacional.