le venderias a desiree el rolex de hector papa contabilidad financiera basica no apta para adultos

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Ignacio Pradera

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

Contabilidad Financiera básica¡no apta para adultos!

“Conseguí que mis hijos disfrutaran aprendiendo Contabilidad Financiera, y su aplicabilidad práctica,

de una manera sencilla, lógica y mnemotécnica.”

Heriberto Igap

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¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

La hija de un consultor empresarial, una niña despierta y con innatas habilidades comerciales, pide consejo a su padre al encontrar dificultades para realizar una operación de compra-venta de un Rolex de segunda mano. A pesar de su corta edad, 10 años, ha tenido la habilidad para encontrar a una persona interesada en vender el reloj por 8.000€ y a otra en comprarlo por 10.000€, pero se siente sor-prendida y frustrada al verse incapaz de resolver un problema de financiación, ¡con el que no contaba en absoluto!

Ante esa circunstancia, el padre decide no sólo explicarle cómo encontrar so-lución a su problema financiero, sino aprovechar también para enseñarle la for-ma en la que los contables registran cada una de las operaciones económicas a medida que se van produciendo, es decir, siguiendo un orden cronológico, como si de un cuento se tratara. Pretende, de este modo, demostrarle la necesidad que tenemos todos de saber lo más elemental de la Contabilidad Financiera ya que, gracias a ella, podemos saber fácilmente el dinero que ganamos o perdemos du-rante un periodo de tiempo y, también, el importe de lo que tenemos y de lo que debemos en un momento determinado.

Convencido de que las Finanzas no son un área estanca separada del resto, si-no que se integran con el resto de ámbitos de nuestra vida, formando un todo único, y de que, por tanto, todos deberíamos conocer los fundamentos básicos de la Contabilidad General, se le ocurre involucrar al resto de los miembros de la familia en una historia que le permitirá ir exponiendo, paso a paso, los trucos que él mismo utiliza para entender cómo funciona el método contable y para qué sirve, tanto en el ámbito empresarial como en el personal.

El texto expone un método simple, mnemotécnico y práctico, que permite aprender los fundamentos de la Contabilidad e interpretar fácilmente las Cuentas Financieras. Está escrito en formato novelado, con la intención de que la lectura sea más amena y el proceso de adquisición progresiva de conocimientos más en-tretenido. Se dirige a estudiantes de Economía o de Empresa que consideran a la asignatura de Contabilidad difícil y/o aburrida. También a personas de todas las edades, no especialistas en Finanzas, pero que crean o sospechen que el adquirir las habilidades básicas necesarias para saber gestionar el dinero es la mejor for-ma de evitar que ese mismo dinero ¡te acabe gestionando a ti!

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SI ESTÁ CONVENCIDO...

...DE QUE el Beneficio económico obtenido durante un periodo de tiempo tiene que estar íntegramente en la cuenta corriente del banco o en el cajón (¡o en el bolsillo!) del contable, porque necesariamente tienen que coincidir el importe del Beneficio del periodo con el dinero que hay en Tesorería al final del mismo;

... DE QUE el saldo en el banco es el único indicador que debemos vigilar pa-ra realizar el seguimiento correcto y completo de la evolución económica de un negocio y para evaluar el estado de su salud financiera;

... DE QUE Ingresos y Cobros son términos contables sinónimos, es decir, que ambos se refieren exactamente al mismo concepto financiero; y que lo mis-mo ocurre con Gastos y Pagos, o con Beneficio y Tesorería;

... DE QUE el significado de los términos contables “Debe” y “Haber” o de “Activo” y “Pasivo” puede deducirse o razonarse de manera lógica, a partir del significado que damos a esas mismas palabras cuando las utilizamos en nuestro lenguaje habitual o coloquial;

... DE QUE Pasivo es sinónimo de Deuda; o de que Deuda y Déficit son tér-minos que se refieren a conceptos financieros similares o idénticos;

... DE QUE entender la lógica del método contable es algo reservado para es-pecialistas en el tema o para mentes privilegiadas y, por tanto, fuera de nuestro alcance; o de que los conocimientos financieros básicos no son aplicables en la vida cotidiana de personas que no trabajan en el área financiera;

... DE QUE es normal que entremos en la oficinas de entidades bancarias, o que hablemos con personas especialistas en finanzas, con un cierto complejo de inferioridad derivado del desconocimiento, pero reconfortados por la creencia de que lo habitual es tener un grado elevado de ignorancia contable y financiera;

...quizás este libro pueda sorprenderle y ayudarle a eliminar falsas creencias sobre el dinero que tenemos arraigadas desde la infancia.

Ignacio Pradera

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“Si te revelan los trucos,

y los practicas hasta automatizarlos,

puedes parecer un mago.”

Heriberto Igap

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Ignacio Pradera

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

Contabilidad Financiera básica¡no apta para adultos!

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© 2013 - Ignacio Pradera.

Diseño y realización de portada, esquemas y maquetación: Rafel Montané.Ilustraciones de Desirée y Héctor de Luis Serrano.

Primera edición: Junio 2013.

Reservados todos los derechos.

Ninguna parte de esta publicaciónpuede ser reproducida, almacenada

o transmitida por ningún mediosin permiso del autor.

ISBN-13: 978-84-616-4537-4

Título: ¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?Contabilidad Financiera ¡no apta para adultos!

Autor: Ignacio Pradera.

Idioma: CastellanoBubok Publishing

Impreso en España.

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Debe Haber muchas personas contabilizadas,con las que estoy en Deuda y que, por tanto,se merecen esta dedicatoria como muestra de mi agradecimiento, pero creo que, en resumidas Cuentas,lo más adecuado en este caso concreto,es que sea dedicado a mi mejor socia ¡y a los valiosos Activos que compartimos!,a esos que procuramos educar sobre cómo gestionar el Dinero,con la intención de que el Dinero ¡no les termine gestionando a ellos!

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Índice

Acerca del autor.! 17

Introducción al modelo conceptual “de la calle”! 19

Martes, 1 de Enero de 2013.! 23

Jueves, 31 de Enero 2013.! 51

Jueves, 28 de Febrero de 2013.! 81

Domingo, 31 de Marzo de 2013.! 101

Martes, 30 de Abril de 2013.! 113

Resumen final.! 135

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Acerca del autor.

Ignacio Pradera es licenciado en Medicina y Cirugía por la U.A. de Madrid, con obtención del Premio Extraordinario, y Master in Business Administration (M.B.A.) por ESADE business school de Barcelona.

Tras ejercer unos años como médico, pasó a trabajar en las diferentes áreas funcionales de la empresa familiar. Actualmente es su consejero delegado. Es socio fundador de la empresa de consultoría y coaching denominada M4D-Ma-nagement For Doctors, la cual ofrece sistemas y servicios destinados a conse-guir que los socios profesionales y/o los responsables de gestión de las organiza-ciones médicas tengan los conocimientos, las habilidades y las herramientas su-ficientes para poder tomar decisiones adecuadas y coherentes en todas las áreas funcionales de la empresa; y para que, posteriormente, sepan cuantificar y anali-zar el impacto de las mismas en las cuentas financieras de sus sociedades.

En el ámbito docente, fue profesor en la Universidad de Barcelona y colabo-rador académico del departamento de Executive Education de ESADE. Cuenta con experiencia en formación de profesionales y directivos que precisan adquirir competencias en áreas que no son de su especialidad. Imparte cursos sobre la importancia de la visión global e integradora para el éxito de la gestión, sobre la automatización de los procesos administrativos y sobre las metodologías para el análisis de los indicadores cuantitativos de la evolución de un negocio.

Es autor de los libros de narrativa empresarial “Las Cuentas del prisionero-Finanzas no aptas para menores” y de “La Piscina de tus sueños–Finanzas no aptas para daltónicos”, donde describe, con estilo novelado, los fundamentos básicos del análisis financiero y su aplicabilidad práctica, es decir, la forma en la que nos puede ayudar en nuestras decisiones cotidianas. Está convencido de que gestionar mejor nuestros proyectos empresariales y personales, gracias a dispo-ner de herramientas y habilidades financieras básicas, nos permite conseguir más fácilmente nuestros objetivos personales, nos ayuda a acercarnos al difícil equilibrio entre eficiencia y equidad y, por tanto, a ser más justos y felices.

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Introducción al modelo conceptual “de la calle”

Si cada vez que escuchamos las palabras Contabilidad o Finanzas, las aso-ciamos a asuntos aburridos, complejos o innecesarios; o notamos una desa-gradable sensación de inseguridad o desconocimiento, y nos viene a la mente una imagen conceptual desordenada y confusa, que pone de mani-fiesto que no sabemos definir con precisión en qué consiste y para qué co-sas prácticas o concretas nos puede servir...,

...tenemos la posibilidad de sustituirla inmediatamente por una lógica, simple y ordenada imagen mental formada por dos hojas tamaño folio divi-didas horizontalmente en tres partes y situadas una al lado de la otra, como si de un libro abierto se tratara, en la que iremos encajando muy fácilmente las piezas de nuestro inicialmente desordenado puzzle conceptual. El méto-do de “la calle” para el aprendizaje simple de la Contabilidad Financiera propone dividir las hojas en tres partes, porque representan gráficamente las dos aceras y la calzada de la calle en la que se localiza nuestra empresa.

El hecho de visualizar mentalmente dos hojas juntas es un truco prác-tico para entender y recordar fácilmente las dos grandes fases que caracte-rizan al proceso contable: una hoja para la representación gráfica de cada fase. Mientras la primera etapa consiste en la anotación o el registro crono-lógico y clasificado (en las diferentes Cuentas Contables) de todo lo que va ocurriendo en la empresa que sea susceptible de ser valorado en dinero (aplicando criterios de valoración objetivos o razonables); la segunda fase consiste en sintetizar o resumir los saldos de todas esas Cuentas Contables en las que está clasificada la información con la finalidad de generar las dos Cuentas Financieras básicas: la Cuenta de Resultados del periodo y el Ba-lance de Situación al final de dicho periodo. El método “de la calle” reserva el tercio inferior de la hoja (la acera inferior) para la Cuenta de Resultados y los dos tercios superiores (la calzada y la acera superior) para el Balance.

“Llevar las Cuentas” de un negocio, por tanto, no es más que ir gene-rando apuntes contables en las diferentes fichas (en las diferentes Cuentas

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Contables), anotando la fecha, el concepto y el importe en unidades mone-tarias (en dinero) de lo que va ocurriendo; para, posteriormente, poder sin-tetizar todos esos datos en un informe resumen (las dos Cuentas Financie-ras básicas) cuyos datos sean fáciles de interpretar y analizar.

La Contabilidad General o Financiera es la base o el soporte de las Cuentas Financieras. De la misma forma que un radiólogo interpreta mucho mejor una radiografía, si conoce los fundamentos físicos de la técnica ra-diológica; sabremos interpretar con mayor agilidad y confianza las Cuentas Financieras de una empresa, de un club de fútbol o ¡de un partido político!, si estamos familiarizados con el método contable. Conseguir entender y re-tener la lógica y la mecánica del proceso contable es más sencillo de lo que parece, si abordamos su aprendizaje de una manera didáctica.

Las Cuentas Financieras constituyen una de las principales pruebas diagnósticas para realizar un seguimiento del estado de salud económica de una empresa o proyecto. Son algo análogo o equivalente a los análisis de sangre o las radiografías que solicita un médico a su paciente en el proceso de diagnóstico, y que realiza de forma previa a la toma de decisiones.

No deberíamos desentendernos de los temas relacionados con la con-tabilización del dinero con el pretexto de que no es lo nuestro, de que no somos especialistas en el tema o de que es un tema extremadamente com-plejo que debemos reservarlo a esos “frikis” cerebrales y calculadores a los que les fascina cuantificarlo todo. El área económica no debe ser conside-rada como un departamento estanco, porque se integra con el resto de áreas de la empresa y de ámbitos de nuestra vida, formando un todo único. Los periodos de crisis nos recuerdan a todos el gran impacto que el estado de las cuentas financieras privadas y públicas tienen en nuestras vidas.

Muchas compañías quiebran, con todas las consecuencias negativas que ello conlleva, tras ser lideradas por personas con amplios conocimien-tos del producto y/o del mercado, pero con un desprecio total por la Conta-bilidad y por el seguimiento de la evolución de la salud financiera de sus empresas. Esas personas se suelen desentender totalmente de todo lo rela-cionado con las cuentas que reflejan el estado de sus negocios, convencidos de que se trata de un tema exclusivo de los contables o financieros. Suelen estar guiados por esas creencias o prejuicios que todos tenemos tan arraiga-dos y que están relacionados con la vertiente económica de nuestra vida. Cuando, a esos empresarios o directivos, los contables les avisan de que las cosas van mal, muchas veces es demasiado tarde para reaccionar, ¡porque la enfermedad está demasiado avanzada!

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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El dinero debe ser considerado como un medio y no como un fin. El fin somos siempre las personas y nuestra felicidad. Ahora bien, si no sabe-mos gestionar el medio, ¡probablemente jamás conseguiremos el fin! Todo proyecto, tenga o no ánimo de lucro, debe tener una viabilidad financiera y una gestión económica adecuada para llegar a cumplir sus objetivos.

Saber algo de números y contribuir al beneficio de las empresas en las que trabajamos, y del país en que vivimos, tiene mucho más que ver con la responsabilidad social que todos tenemos, que otras actuaciones aparente-mente muy altruistas, pero que luego demuestran tener una eficacia reduci-da o, cuando menos, dudosa.

No estamos hablando de que debemos convertirnos en especialistas en Contabilidad y Finanzas, sino tan sólo de conocer lo más básico del tema, de ser capaces de generar e interpretar unas Cuentas Financieras simples, unas cuentas que reflejan la situación económica de una empresa de peque-ña dimensión, de esas que se inician al poner en marcha ideas o proyectos de emprendedores con ilusión o ganas de hacer cosas, y que contribuyen de manera determinante al crecimiento económico y al empleo.

En las páginas de este libro se describe un modelo conceptual simple y mnemotécnico (el denominado método “de la calle” para aprender con ra-pidez los fundamentos de la Contabilidad Financiera y para adquirir unos conocimientos sólidos que permitan interpretar con seguridad y agilidad las Cuentas Financieras básicas. Puede ser de utilidad para estudiantes de Eco-nomía o de Empresa que tengan dificultades con las asignaturas de Conta-bilidad General o de Finanzas y, también, para todas las personas no espe-cialistas en este área que busquen adquirir conocimientos básicos y prácti-cos sobre la materia de manera lógica, entretenida y sencilla.

Se trata de un libro escrito en formato novelado, con la pretensión de que la lectura sea más amena y el proceso de adquisición gradual de cono-cimientos más entretenido. Los personajes se reúnen en cinco ocasiones, una en cada capítulo. Cada encuentro está diseñado para que sea necesario un tiempo medio de lectura de alrededor de una hora. Con una dedicación total de unas cinco horas, por tanto, el lector puede adquirir los conoci-mientos básicos, los fundamentos, del método contable y de su aplicabili-dad práctica. Una “chuleta” práctica, a modo de extracto de todo lo expues-to en el libro, puede encontrarse en el capítulo de Resumen final.

Confío en que el tiempo dedicado le suponga un retorno valioso tanto en el ámbito económico como en el personal.

Introducción

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Martes, 1 de Enero de 2013.

— ¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá? —me pregunta mi hija de 10 años, de repente y sin venir a cuento aparentemente, aprovechando un mo-mento de silencio que se acaba de producir después de que Hilda haya soplado la vela de su tarta y de que todos hayamos desafinado cantando el preceptivo “cumpleaños feliz” a la pequeña de la casa, esa misma niña que nos obligó a comer las uvas de fin de año en la clínica ¡hace ya 4 años!

— Me temo, hija, que si no me das alguna pista más, no voy a ser capaz de aconsejarte... —le respondo intrigado, mientras observo cómo la pregunta ha te-nido la capacidad de atraer la atención de toda la familia.

— Desirée es la mamá de un niño de mi clase y habla un poco raro, ¿sabes?, porque nació en un sitio que se llama Francia, papá —interviene ahora “la pe-que” en décimas de segundo, con la autoestima por las nubes al sentirse la pro-tagonista indiscutible del día, tras estar excepcionalmente autorizada a comer en la mesa de los mayores, dadas las circunstancias tan especiales.

— ¡Te quieres callar, “pequeñaja”, y dejar de interrumpir la conversación de los mayores! —le recrimina con contundencia su hermana “mayor”.

— ¡Tú a mi no me mandas! —replica la niña inmediatamente, sin sentirse je-rárquicamente inferior, sentada sobre el elevador de su silla—. Esa mamá va a buscar a sus hijos “al cole” en un coche descapotable negro, y tiene 43 años —añade confiada, y mirando a su hermana mayor con actitud retadora.

— A las mujeres no les suele gustar que se revele su edad sin su aprobación, ¿sabes? —le explico riendo, mientras miro de reojo la actitud impaciente de He-lena, a la que trato de expresarle con muecas mi intención de dar respuesta a sus dudas tan pronto como pueda—. ¿Por qué sabes la edad de esa señora, Hilda?

— Porque mamá me llevó ayer por la tarde a su fiesta de cumpleaños —me explica satisfecha, al sentirse el centro de atención—. Esa señora invitó a la fies-ta a todas las mamás de mi clase, y muchas fueron con sus hijas, ¡como yo!

— ¡No me digas..., hija! —le digo abriendo mucho los ojos, para que siga.

— Helena también vino y, después —continúa muy seria—, cuando acabó la fiesta, fuimos las tres a comprar las uvas para las campanadas, ¿sabes, papi?

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¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— ¡¿Ah, sí...?! —le sigo demostrando mucho interés, para que no se calle.— En la tarta de esa mamá había dos velas muy grandes: una con forma de

número 4, igual a ésta —me dice, mientras señala la que acaba de soplar hace unos minutos—, y otra con el número 3, como la que pusimos en mi tarta del año pasado. En el juego de los números, Rosalía nos ha dicho que si dibujamos un cuatro y un tres a su lado, eso significa cuarenta y tres. ¿Lo sabías, papá?

— ¡Me temo que sí! —le digo con algo de melancolía, pensando en lo rápido que van cayendo los años, mientras cruzo una fugaz mirada con mi mujer, que sonríe disfrutando con la escena y con las ocurrencias de la pequeña.

— ¡Mujer francesa, con coche descapotable negro y con un nombre tan sen-sual como Desirée...! —mete baza ahora mi hijo mayor, de17 años, en esa edad en la que las hormonas toman el control pleno de la actividad neuronal.

— ¿Por qué no continuáis calladitos todos, tal como estabais cuando yo em-pecé a hablar con papá? —exclama Helena impaciente, viendo que se está tra-tando de todo en la conversación, menos del tema que a ella le interesa ahora.

— No te enfades, hija, y ten un poco de paciencia —le digo, apoyando mi mano sobre su antebrazo—. Te puedo dedicar el resto del día: ¡no se me ocurre un mejor plan para empezar el ejercicio 2013 que ayudarte a resolver tus dile-mas relacionados con la toma de decisiones empresariales!— le digo irónica-mente, con la intención de transmitirle que no debería comportarse de una mane-ra caprichosa o egoísta, especialmente en un día como el de hoy.

— ¿Ejercicio 2013? —pregunta mi hijo Hugo, cuya capacidad intelectual y de estudio le permitieron aprobar dos cursos de bachillerato en un solo año.

— Los Contables y Financieros llaman “Ejercicio” a un periodo de tiempo, que generalmente es de un año —le aclaro—. Los periodos de tiempo son muy importantes para ellos. Su trabajo se centra básicamente en dos cosas: en calcu-lar los Ingresos y los Gastos de un periodo de tiempo (es decir, el Resultado económico obtenido en un periodo o ejercicio) y en valorar lo que la empresa tiene y lo que debe al principio y al final de ese mismo periodo de tiempo o ejer-cicio (es decir, la Situación Financiera o Estado Patrimonial).

— Ellos hablan de “pasta” y del tiempo que tardan en ganarla, por lo que veo.— Bueno, supongo que sería un modo poco formal de decirlo, pero, efecti-

vamente, los periodos de tiempo y los criterios de valoración de todo lo que ven, para asignarles una cantidad de dinero que se considere objetiva o razonable, son las dos cosas más importantes para ellos..., pero también lo deben ser para todos los que no somos especialistas en ese área, ¡para los no financieros!

— ¿Tú crees..., papá? —sigue el chico monopolizando la conversación.

Martes, 1 de Enero de 2013

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— A todos nos interesa saber lo que ganamos o perdemos cada mes o cada año y, también, el valor monetario de lo que tenemos y de lo que debemos al fi-nal de esos periodos de tiempo. ¿No os parece?

— Sí, sí, claro...

— Pues para eso mismo sirve la Contabilidad...— Me temo, papá, que a tu hija sólo le interesaría si sirviera para contestar a

su pregunta de antes... —dice Hugo, mirándola de reojo.— Pues estoy seguro de que sería una práctica herramienta para hacerlo.

— Yo sé perfectamente lo que ganaría —replica la niña, influida por una evi-dente rabieta infantil—, si pudiera comprar ese reloj a Héctor y vendérselo lue-go a Desirée. ¡No necesito perder el tiempo con ese rollo de la Contabilidad!

— Todos deberíamos ser capaces de saber hacer una fotografía de nuestra si-tuación financiera al inicio y al final de cada mes o de cada año y, también, de saber interpretar la película de lo ocurrido, desde el punto de vista económico, durante ese mismo periodo de tiempo —retomo el mismo argumento, utilizando ahora esa analogía que con tanta frecuencia utilizan los financieros.

— ¿Dos fotografías y una película, dices...? —pregunta Hugo.— Mientras las fotografías reflejan las situaciones patrimoniales en los mo-

mentos inicial y final, la película nos explica cómo se ha obtenido el Resultado económico del periodo. No es algo complejo de entender, ¿cierto?

— Supongo que el fallo ha sido mío, al ser inoportuna... —interrumpe ahora Helena, con una expresión combinada de resignación, decepción y victimismo, al percibir que no le hemos dado a su problema la importancia que merece.

— A todos nos pasa, hija —la reconforta su madre—: no podemos resistirnos cuando algo nos hace ilusión o nos interesa mucho, y tendemos a precipitarnos, pudiendo ser inoportunos. Pero recuerda que la familia es mucho más importan-te que cualquier negocio, y que ahora estamos celebrando el día de Año nuevo y el cumpleaños de tu hermana pequeña. Cada cosa tiene su momento...

— Creo que estamos ante otro ejemplo claro de que todo suena muchísimo mejor cuando lo decimos en francés —intervengo sonriente, para distender—: el equivalente de Desirée en español..., supongo que sería ¡Desideria!

— ¡Desde luego! —vuelve a intervenir mi hijo, carcajeándose—. Si explica-ras a los colegas de la “uni” que te has ligado a una pava francesa que se llama Desirée, todo el mundo “fliparía”. En cambio —continúa con su argot—, si se te ocurre contar en el bar que te has “enrollado” a una “piva” de nombre Desi-deria, te aseguro que el cachondeo que se produciría ¡sería insoportable!

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— Desirée deriva del verbo francés désirer, por ello su significado es “la de-seada” —se me ocurre decirles—. Sin duda, excelente nombre para una novia, como dice Hugo, pero también ¡muy adecuado para un cliente! —añado—. To-das las empresas están deseando tener el mayor número clientes posible... y, si se trata de mujeres guapas con coches deportivos, ¡mucho mejor!

— ¡¿Pero qué dices, papá?! —exclama mi hija mayor, mirando a su madre.

— ¡No le hagas caso a tu padre!: perro ladrador, poco mordedor...— Además —continúo—, 43 años es la edad perfecta para un cliente: ¡todas

las Cuentas Contables de los clientes empiezan por 43!— ¿Cuentas Contables? —pregunta la niña, con un claro cambio de actitud.

— Supongo que deben ser, como su nombre indica, lo que utilizan los conta-bles “para llevar las Cuentas” de un negocio —conjetura su hermano.

— ¡Es así de lógico! —les confirmo—: para “llevar las Cuentas”, tan solo ne-cesitamos ir apuntando los importes de dinero en diferentes Cuentas Contables. Os las podéis imaginar como unas fichas rectangulares que se usan para ir escri-biendo en ellas todas las cosas que van pasando en la empresa. El método conta-ble las necesita para ir anotando la fecha, el concepto y el importe o valor de to-do lo que va ocurriendo de una manera ordenada, de una forma clasificada.

— ¿Qué significa “clasificada”, mamá? —pregunta la pequeña ahora, vol-viendo a poner de manifiesto su curiosidad insaciable y su avidez por aprender.

— ¿Qué tal si jugamos tú y yo con tu fantástico regalo de cumpleaños, Hilda, y luego nos vamos al parque de atracciones toda la familia? —propone mi mu-jer, en una nueva demostración de generosidad y de esa capacidad tan especial que tiene para encontrar la mejor forma de complacer a todos.

— ¡Vale, mami! —exclama entusiasmada la niña, mientras extiende sus bra-zos para que le ayude a bajar de lo alto del elevador de la silla.

— Gracias, Hannah —le digo agradecido, mientras observo cómo cruza una mirada cómplice con nuestra hija mayor (hecho que me hace sospechar que algo traman) en el momento que sale del comedor con la peque de la mano.

— De nada, Heriberto. Espero que aprovechéis el tiempo. Hasta luego.

— ¿De qué Héctor y de qué Rolex hablas? —pregunta Hugo intrigado ahora, tras habernos quedado los tres en la mesa, y mientras Helena se apresura en reti-rar los platos de la mesa, algo que no es frecuente que haga por iniciativa propia.

— ¡Héctor es un amigo de papá, ese al que le gustan tanto los relojes y los coches deportivos! —responde veloz—. ¡Ese señor tan simpático y tan guapo

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que vino a casa el otro día en su Aston Martin negro! El mismo que decía que estaba muy deprimido al cumplir 40 años y, también, ¡que yo era tan guapa!

— Yo también creo que eres muy guapa, hija, pero lamento decirte que Héc-tor se lo dice a todas las mujeres, ¡tengan la edad que tengan! Todo el mundo sabe que va con muchas, pero procura no comprometerse con ninguna...

— Lo siento, Helena... —bromea su hermano—. No te olvides, además —añade risueño—, que el viernes pasado era el día de los “Santos Inocentes”.

— ¡Muy gracioso! —replica ofendida, sacándole la lengua a continuación.

— Es una de las personas más presumidas que conozco —les informo—. Está bronceado durante todo el año y hace pesas varios días a la semana. Queda siempre con un amigo que, por cierto, se llama Hércules. Es doce años mayor que Héctor, pero está igual de fuerte. ¡Imaginaros que pareja forman!

— ¿Les conoces a los dos del gimnasio? —me pregunta mi hija.— Sí, aunque yo voy a las clases de gimnasia de nivel mantenimiento —le

respondo, acariciándome la tripa—. Héctor es es un año menor que yo. Tenemos estilos de vida muy diferentes, pero nos llevamos bien de todas formas.

— ¡Ya sé quién es! —cae ahora mi hijo—: le invitasteis a cenar el viernes pa-sado. ¡Ese sí que es un crack con las “tías”! —añade con cara de envidia—.¿También Héctor significa “el deseado”, en griego, papá? —pregunta riendo.

— Déjame consultar el significado de ese nombre en Internet —le digo, mien-tras utilizo el navegador de mi iPhone, movido por la curiosidad—. Escuchad esto —leo en voz alta lo que aparece en la pantalla de mi teléfono—: nombre masculino de origen mitológico que hace referencia al famoso guerrero troyano de la Ilíada y cuyo significado atribuido es “aquel que esculpe o fabrica”.

— Pues si Desirée, la deseada, puede ser un nombre para acordarse de los Clientes; Héctor, el que esculpe o fabrica, puede ser muy útil para pensar en los Proveedores, ¿no te parece papá? —se le ocurre decir a Helena ahora, algo que realmente resulta chocante escuchar de la boca de una niña de su edad.

— ¡Tu “cabreo” de antes, te ha inspirado! —exclama Hugo, asombrado.— ¡Está claro que tienes que estudiar una carrera relacionada con la Adminis-

tración y Dirección de Empresas, hija! —añado yo, también perplejo—. Ade-más, y siguiendo con tu observación, el hecho de que le guste ir con muchas mu-jeres, también hace que sea un nombre adecuado para un Proveedor: ellos nece-sitan “promiscuidad”, es decir, muchos clientes a los que vender “sus encantos” y, a poder ser, sin comprometerse excesivamente con ninguno de ellos.

— ¡Esta niña ha sido una “negocianta” desde que nació! —afirma Hugo, refi-riéndose a su hermana—: eso de comprar y vender, ¡lo lleva en la sangre!

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— Cierto, cierto...—ratifico, asombrado una vez más por su precocidad—. Además —aprovecho para añadir—, el hecho de que mi amigo Héctor tenga 40 años nos viene muy bien para recordar que la normativa establece que todas las Cuentas Contables de los proveedores deben empezar por 40. Como os podéis imaginar después de lo que os he dicho antes, se trata de las fichas en las que se van apuntando las fechas y los importes de las facturas que nos envían, cuando les compramos productos, y de los pagos que les hacemos posteriormente. El apuntar los importes de las facturas y de los pagos, con su fecha correspondien-te, nos permite saber el dinero que les debemos en cualquier momento.

— Me temo que, cuando acabe la carrera de ingeniería, ¡acabaré trabajando para mi hermana! —afirma sonriente, reconociendo las evidentes cualidades in-natas de la niña para el comercio y los negocios.

— El espíritu emprendedor es una valiosa virtud —me parece oportuno acla-rar—, si no olvidamos jamás que las actuaciones empresariales deben siempre respetar escrupulosamente las normas legales y los principios éticos. Todo el que cree que el dinero puede conseguir cualquier cosa, ¡estará dispuesto a hacer cualquier cosa por dinero!; y eso es lo último que quiero que piensen mis hijos.

— Ya lo sabemos, papá: el dinero siempre tiene que ser nuestro subordinado, ¡y nunca nuestro jefe! —repite mi hijo algo que les recuerdo con frecuencia.

— El dinero y las finanzas son un medio y no un fin —aprovecho para recal-carles algo que quiero que tengan muy grabado—; el fin son las personas y su felicidad. Ahora bien, si no aprendemos a gestionar el medio, ¡nunca consegui-remos el fin! Si somos analfabetos financieros, además de que nos pueden enga-ñar, tendremos poca capacidad para contribuir a crear riqueza colectiva.

— Por eso precisamente quiero que me digas, papá, cómo puedo vender a la amiga de mamá ese reloj que sé que le interesa, y que tu amigo tiene en oferta: ¡para conseguir mi fin, y crear riqueza! —me replica en segundos mi hija, aguantando la risa, y exhibiendo la astucia y los reflejos heredados de su madre.

— ¿Cómo sabes que puedes comprar a Héctor un reloj que, posteriormente, le puedes vender a Desirée, hija? —le pregunto intrigado.

— Porque, el día que vino a cenar, escuché a tu amigo decir que lo tenía en venta por 8.000€, después de que le dijeras que llevaba puesto un reloj precioso.

— ¡Caramba!; sí que estabas atenta a la conversación...— Cuando suena la palabra €uros, ¡pone inmediatamente la antena! —aporta

Hugo su interpretación, recordándome una vez más el hecho de que parece men-tira que ambos sean hijos de los mismos padres... (¡o eso creo!).

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— Cuando seas pobre de mayor, y me tengas que pedir trabajo o dinero pres-tado, querido hermano, te recordaré estos comentarios —le replica sonriendo.

— Efectivamente —les reconozco, haciendo memoria—, creo que ese día lle-vaba puesto el Daytona de acero y oro, ¡el reloj de los apasionados del motor!

— ¡Exacto, papi! —me confirma Helena—. Cuando escuché pronunciar la palabra “Daytona” a la amiga de mami ayer, se me encendió una bombilla...

— ¿Eso te pasó, hija...? —le pregunto, con cara de abobado.— Luego, cuando explicó que quería regalar un reloj deportivo especial a su

marido, como regalo de 50 años —continúa ella—, me acordé de que era justo el mismo modelo que tu amigo Héctor dijo ¡que estaba deseando vender!

— Ahora entiendo por qué te has pasado toda la mañana consultando páginas web con ofertas de relojes, en lugar de cotillear por Facebook... —le dice Hugo.

— Continúa, hija —le digo, al ver que le está sacando la legua a su hermano.— Desirée dijo que estaba dispuesta a gastarse hasta 10.000€ en ese modelo

de reloj —nos sigue explicando—, pero se quejaba de que no había encontrado ninguno a ese precio.... Y, la verdad, es que todas las ofertas que he visto en In-ternet son más caras —añade pensativa—..., siempre que quieras comprar relo-jes con papeles y con garantías de que no son robados, o cosas así..., ¿sabes?

— Pues ya lo tienes hija —le digo—: si tienes un Proveedor como Héctor al que le puedes comprar por 8.000€ un producto que, posteriormente, puedes ven-dérselo por 10.000€ a un Cliente como Desirée, la cual considera ese importe un precio inferior al de todas las ofertas que ha encontrado hasta la fecha..., ¿dónde está la duda...?, ¿por qué necesitas mi ayuda para hacerlo?

— Tiene lógica lo que dice papá...—opina el estudiante de ingeniería, con su mente cartesiana, a la espera de que se aclare ese pequeño reto a la lógica.

— Vas a poner contento a mi amigo, que dijo que tenía el capricho de vender su reloj rápidamente —inicio mi argumentación—, vas a beneficiar a la amiga de mamá, que no es capaz de encontrar a ese precio el modelo exacto con el que quiere sorprender a su marido, y vas a obtener un margen bruto de 2.000€, dine-ro ¡con el que podrás hacer un buen regalo a tus padres!

— ¡Qué cara, papi! —dice ella, dándose golpecitos en la mejilla con la mano.— Ese es el objetivo —justifico mi comentario anterior, sonriendo—: ¡que

todo el mundo salga beneficiado de tu iniciativa empresarial! Recuerda que la justicia social implica ¡saber repartir la riqueza que se genera!

— Debe haber alguna pega en este “bisnes”, que no terminamos de ver cla-ramente, Helena... —interviene Hugo, que continúa a la expectativa.

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— Recuerdo que tu amigo dijo lo siguiente —la niña nos explica lo que tiene en mente—: “estoy dispuesto a venderlo por 8.000€, si me dan el dinero ya”.

— Siempre ha sido muy impulsivo y caprichoso... —se me escapa un comen-tario que detengo rápidamente, al darme cuenta de que no es muy oportuno.

— Como he comprobado que el precio es muy bueno, me da miedo que se lo venda a otro, con esas prisas que tiene... —nos revela Helena su temor.

— ¿Y cuándo te compraría el reloj esa señora francesa? —le pregunto.— Gracias a mamá, nos hemos enterado de que quiere comprarlo en este mes,

porque el cumpleaños de su marido es el domingo 27 de Enero.— Entonces..., ¡¿cuál es el problema?! —pregunta su hermano, impaciente.

— ¡Pues que Desirée no puede pagarlo hasta Abril! —exclama nerviosa y con expresión de frustración e impotencia—. Esa señora le dijo a mamá que no po-drá terminar de ahorrar los 10.000€ que necesita para el reloj hasta dentro de tres meses, pero que ella necesita comprar el regalo ya, en Enero, como es lógico...

— ¿Y nadie le puede prestar ese dinero a Helena? —pregunta mi hijo.— ¿Tú puedes hacerlo? —“le devuelvo la pelota”, al darme por aludido.

— ¿Cuánto dinero tienes ahorrado hasta ahora en la cuenta de ahorro de los abuelos, Hugo, esa en la que nos ponen dinero cada mes desde que nacemos has-ta que cumplimos 18 años? —aprovecha Helena la circunstancia.

— No lo sé exactamente... —responde dubitativo—, pero, como estás dicien-do, no puedo tocarlo hasta que cumpla los 18, y faltan muchos meses para eso.

— Ahora no es tan sencillo obtener préstamos... —les digo.

— ¡No seas tan tacaño, papá! —insiste Hugo, para “echarle un cable” a su hermana—. Estoy seguro de que tú sí que podrías prestar ese dinero que Helena necesita con urgencia. Además, ¡sólo sería durante 3 meses!

— Me gusta este caso —les digo, sin intención de revelarles mis intenciones con respecto del préstamo—, porque es un buen ejemplo para ilustrar el hecho de que, si existen limitaciones en el crédito a las empresas, es imposible que la Economía funcione y que, por tanto, haya crecimiento económico y creación de empleo. Las que contratan a las personas son las empresas, y éstas deben tener actividad e ingresos para poder hacerlo. Sin crédito, las empresas no funcionan.

— No me digas, papi, que no sería una auténtica pena que no pudiera ganar 2.000€ dentro de 3 meses, sólo porque no tengo suficiente dinero para pagar a Héctor ahora, en Enero, ¡y esperar a cobrar a Desirée en Abril! —se lamenta, a la vez que pone una cara de pena muy elocuente, suplicándome una solución.

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— Desde luego que sería una pena que no pudieras cerrar una operación de compra-venta tan clara y beneficiosa para todos, por un problema de financia-ción a corto plazo. Pero eso es, precisamente, lo que les está ocurriendo a mu-chas empresas en este momento de crisis financiera que estamos sufriendo.

— ¡¿Y qué podemos hacer?! —pregunta ella sin rendirse, mostrándose mucho más preocupada por su problema concreto que por esa situación económica ge-neral de que les estoy hablando ahora, aprovechando las circunstancias.

— ¿Tienes algo en mente, hija...?

— Yo sólo tengo 3.000€ en la cuenta del banco en la que me van poniendo di-nero los abuelos y, además, les debería pedir permiso para que me dejaran usarlo durante ese tiempo. ¿Qué se te ocurre a ti, papá? —persevera en la petición.

— Una cosa..., se me ocurre decirte una cosa...

— ¡¿Cuál?! ¡Dímela! —exclama emocionada y esperanzada.— Lo primero que se me ocurre decirte es que..., si hicieras esa operación de

compra-venta ahora, el beneficio lo generarías ahora, en Enero, ¡y no en Abril!— ¡No estoy de acuerdo! —replica con ciertos malos modos, como conse-

cuencia de la frustración que le ha generado el que mi respuesta no cumpliera sus expectativas de dar solución inmediata a su problema de financiación.

— ¿Por qué no lo estás? —le pregunto con intención de aumentar su grado de alerta, para que luego sea más receptiva a mis explicaciones posteriores.

— Si tuviera 8.000€ para pagar a tu amigo ahora..., ¡querido padre...!, tendría una pérdida de 8.000€ en Enero y, luego, un beneficio de 10.000€ en Abril, cuan-do cobrara de la amiga de mami en ese mes. ¡Está clarísimo!

— ¿Eso crees...?

— Mira: los 10.000€ que cobraríamos en Abril, menos los 8.000€ que paga-ríamos en Enero, me darían un beneficio de 2.000 en Abril. ¡Eso lo entiende to-do el mundo, sin necesidad de estudiar Económicas ni de saber absolutamente nada de esa Contabilidad de la que hablas! —exclama convencida.

— Yo opino igual... —dice mi hijo, a la expectativa y con cara de curiosidad.— Lamento deciros a los dos que estáis afectados por la falsa creencia más

extendida relacionada con la Contabilidad y las Finanzas...— ¿De qué se trata? —pregunta Hugo intrigado.

— ¡Se trata de confundir Ingreso con Cobro, Gasto con Pago y, en conse-cuencia, Beneficio con Tesorería, pensando que son términos sinónimos!

— ¿Y no es lo mismo Ingresar que Cobrar o Gastar que Pagar?

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— Para los contables y financieros, no, hijo. Se trata de cosas muy diferentes. Si estuvierais tomando nota ahora, os aconsejaría escribir “Ingresos y Gastos” en un extremos de vuestra hoja y “Cobros y Pagos” en el otro extremo.

—¡Qué tipos tan extraños! —exclama la niña.

— En el lenguaje coloquial —les argumento—, consideramos Ingresos y Co-bros como sinónimos, y lo mismo nos pasa con Gastos y Pagos; pero, en Finan-zas, se trata de términos que se refieren a conceptos muy diferentes. ¡Esa es una de las pequeñas trampas que nos tienden los Contables y Financieros!

— ¡¿...?! —ambos elevan sus cejas, como si estuvieran delante de un loco.— Tratar de deducir el significado de los términos contables, a partir de lo

que entendemos cuando usamos esas mismas palabras en el lenguaje coloquial, nos suele conducir al error. Debemos evitar el caer en esa pequeña trampa.

Sus caras revelan que siguen escépticos.— Y eso no sólo pasa con “Ingreso” y “Cobro”, “Gasto y “Pago”, “Beneficio”

y “Tesorería” —continúo—; también ocurre cuando intentamos deducir el signi-ficado de términos como “Debe” y “Haber”, o de “Activo” y “Pasivo”, a partir de lo que entendemos cuando usamos esas palabras en el lenguaje cotidiano.

— ¡¿Y no podrían haber elegido otras palabras los tíos esos?! —se pregunta.

— ¡No es algo para preocuparse demasiado! —trato de tranquilizarla—: yo os daré unos trucos fáciles de recordar, para que extirpéis de vuestros cerebros rá-pidamente esas falsas creencias tan extendidas y arraigadas en la mayoría.

— Mi entrenador de tenis nos repite que es más difícil desaprender que aprender —interviene mi hijo—, porque activamos circuitos involuntarios en el cerebro. Por eso, está obsesionado con que no adquiramos vicios jugando.

— Tu entrenador tiene mucha razón. Por eso, hijos, las ideas o las creencias que nos inculcan de pequeños, esas que se graban en nuestro maleable cerebro infantil, nos condicionan durante el resto de nuestra vida.

— ¿Y qué pasa, si nos graban creencias falsas...? —reflexiona Hugo.

— Lo importante es que entendáis los conceptos contables —les digo, elu-diendo el contestar a esa pregunta tan importante, pero de tan difícil respuesta—. Si hacéis eso, el término o nombre para referirse a ellos os vendrá a la boca fá-cilmente. Pero no lo hagáis al revés: no tratéis de llegar al concepto financiero partiendo de un término contable, de una palabra que utilizan los financieros y que también usamos todos en el lenguaje coloquial, ¡pero con otro significado!

— ¡Qué lío! —opina la niña.

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— Es muy sencillo, Helena: si compraras y vendieras ese Rolex en los próxi-mo días, contabilizaríamos un Ingreso por Ventas de 10.000€ en Enero y un Gas-to por Compras de 8.000€ ¡en ese mismo mes! Como el Resultado económico se calcula restando los Gastos de los Ingresos de un mismo periodo de tiempo, di-ríamos que habrías obtenido un Beneficio de 2.000€ ¡en Enero!

— Visto así...

— Nunca, nunca, nunca jamás olvidéis, hijos, que el Ingreso contable lo ob-tenemos al Vender, ¡y no al Cobrar!..., aunque vuestro sentido común, o vuestra lógica particular, o las creencias arraigadas, os puedan hacer pensar lo contrario.

— ¿De verdad, papi, que diríamos que tendríamos un Beneficio en Enero, ¡aunque no hayamos cobrado ni un sólo euro en ese mes...!?

— ¡Exacto! Os parece paradójico, hijos, porque confundís el Beneficio con la Tesorería. Se trata de algo idéntico a lo que me ocurría a mí, antes de que me metiera en el mundo de la empresa, antes de que me explicaron la diferencia.

Se quedan los dos callados y expectantes, abriendo los ojos como platos.— La Tesorería es el dinero que tenemos en la cuenta corriente del banco o en

la caja fuerte de la empresa, ¡y ese importe sí que depende de cuándo se produ-cen los Cobros y de cuándo se realizan los Pagos! Cuando hay un cobro, una en-trada de dinero en el banco o en la caja, aumenta la tesorería; y cuando hacemos un pago, una salida de dinero del banco o de la caja, disminuye la tesorería. Pero los Ingresos no son Cobros y los Gastos no son Pagos para los Contables.

— Parece fácil si lo piensas un poco... —opina Hugo, extrañado de que le re-sultara extraño o confuso algo tan aparentemente sencillo, así planteado.

— Para recordar la palabra Tesorería —les sugiero—, acordaros del “Tesoro” de un película de “Piratas del Caribe” o de “Indiana Jones”. La tesorería es dine-ro efectivo en cuenta corriente bancaria o en la caja, dinero líquido, dinero que no tenemos invertido en ningún otro bien o activo. Está considerado, por consi-guiente, como el Activo con mayor nivel o grado de liquidez.

— ¿Activo? —pregunta mi hijo, al que no le gusta dejar “ningún cabo suel-to”, después de que se me escapara involuntariamente ese nuevo término.

— Los financieros llaman Activos a los bienes o derechos que una empresa posee en un momento determinado y que pueden ser valorados en dinero.

— Pero estábamos hablando de la diferencia entre Tesorería y Beneficio... —interviene Helena, con la intención de dar por finalizado el inciso.

— La Tesorería es algo muy fácil de entender, porque es el dinero efectivo, “contante y sonante” que tenemos en el banco o en el cajón de casa —dice su

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hermano, aceptando su sugerencia de avanzar ordenadamente y sin saltar de una cosa a otra—. El Beneficio, en cambio y por lo que vemos, es algo más virtual...

— El Beneficio obtenido durante un Periodo de tiempo (un mes, un año, etc.) es la diferencia entre los Ingresos generados y los Gastos incurridos en ese pe-riodo de tiempo. Ingresamos al Vender productos o servicios (con independencia de cuándo los cobremos) y Gastamos en el momento que los compramos o con-sumimos (con independencia de cuándo los paguemos).

— O sea que no son dinero líquido, tangible... —insiste Hugo, como si habla-ra de algo invisible o de algo sobre lo que tuviera que hacer un acto de fe.

— La existencia de Ingresos y de Gastos se debe acreditar mediante docu-mentos, “mediante papeles”, cuya fecha determina el mes al que se deben asig-nar. La periodificación correcta de los Ingresos y de los Gastos es algo esencial en Contabilidad Financiera. Si asignamos a un mes o un año ingresos o gastos correspondientes a otro, estaremos desvirtuando la realidad económica.

— ¿De qué tipo de papeles de trata? —pregunta el estudiante de ingeniería.— Los documentos contables más frecuentes que se utilizan para contabilizar

Ingresos y Gastos son las Facturas de Venta a clientes y las Facturas de Compra a proveedores, es decir, los documentos que se generarían en Enero, en el caso de que Helena terminara cerrando su operación de compra-venta del reloj.

— Ya veo... —dice la niña, pensativa, tratando de procesarlo todo.

— Una factura de compra no es más que un papel que te enviaría Héctor jun-to con el reloj que le compraras; y una factura de venta no es más que otro papel que le enviarías a Desirée junto con el reloj que le vendieras —le detallo—. Para que esos papeles se conviertan en documentos contables validos, deben cumplir una serie de requisitos legales. En ellos, deben aparecer el número y la fecha de la factura, la fecha de vencimiento, la descripción del producto, los importes y los datos fiscales completos del emisor y del receptor de la factura, etc.

— Me imagino que, en la factura de compra del reloj —interviene Hugo—, el emisor sería Héctor y el receptor Helena; y que, en la factura de venta de ese mismo producto, el emisor sería Helena y el receptor sería Desirée.

— Helena —le digo, al observar la expresión de su cara, mientras asiento con la cabeza a lo que acaba de decir su hermano—, fíjate que si compraras y ven-dieras ese reloj en Enero, contabilizaríamos una factura de venta (un papel), otra de compra (¡otro papel!) con fecha de Enero y, por tanto, consideraríamos un Beneficio contable en ese periodo. Tendríamos un beneficio, aunque la tesorería positiva no la conseguirías hasta Abril, momento en el cual cobrarías de tu clien-te. En Enero, sólo contabilizaríamos “papeles” con los importes de dinero escri-tos en ellos, ¡y no movimientos de dinero efectivo! ¿Lo entiendes, hija?

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— ¡Lo entiendo, pero sigo pensando que va en contra la lógica general!—No me extraña que la gente diga que no hay quien entienda a los financie-

ros —opina Hugo—, esas personas que luego se aprovechan de todos nosotros, liándonos con sus juegos malabares en los que utilizan dinero y tiempo.

— Si nos enseñaran Contabilidad en ”el cole”..., supongo que no nos liaría-mos tanto con todo esto —opina Helena.

— Todos tenemos la mente programada para pensar en el dinero con “crite-rios de caja o de tesorería”. No solemos pensar con, lo que los contables deno-minan, “criterios de devengo”. Se trata de otra “palabreja” que significa lo que os acabo de explicar: los Ingresos se contabilizan en la fecha en la que vende-mos el producto (y no en la fecha del cobro) y los Gastos se contabilizan en la fecha en la que lo entregamos (y no en la fecha del pago).

— ¡Menudo lío, papá! —opina mi hija de manera muy expresiva.— Os confieso que yo no conseguía verlo claro tampoco, hasta que se me

ocurrió un truco mnemotécnico muy sencillo y visual.— ¿Nos lo cuentas, papá?

— Sólo necesito que me traigáis dos hojas en blanco, un bolígrafo de cuatro colores y un rotulador de color oro.

— Un boli de cuatro colores, todavía..., pero un rotulador color oro... ¿de dónde lo sacamos ahora, papá? —pregunta Helena.

— Si no lo tenéis, puede servir algo parecido, como un rotulador naranja. Ne-cesitamos un color con el que colorearías ¡las monedas de un Tesoro!

— ¿Y el boli de cuatro colores...? —pregunta Hugo por su utilidad.— Necesitamos dibujar los coches negros de Desirée y de Héctor, y algunas

otras cosas más en color verde, rojo y azul; cosas que ya os explicaré...— ¡¿Cómo?! —reclama mi hijo que sea más explícito.

— ¿Y por qué necesitamos sólo dos hojas, papá? —le apoya la niña.— Porque la Contabilidad Financiera hace dos cosas básicas, y dibujaremos

cada una de ellas en una hoja diferente. El proceso contable parece complejo, pero se puede dividir en dos grandes etapas o fases básicas. Es fácil de entender.

Ambos se quedan callados, con cara de intrigados. Tras un silencio que inten-cionadamente alargo hasta que no puedo más, continúo con la explicación:

— Veréis: la Contabilidad consiste, en primer lugar, en ir registrando y clasi-ficando los acontecimientos económicos de manera cronológica, a medida que se van produciendo, realizando apuntes en fichas o cuentas contables.

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— Nos lo dijiste antes... —me recuerda Helena, exigiendo mayor ritmo.— Utilizaremos la primera de los dos hojas para hacer justamente eso —les

digo, mientras intento amonestarla con la mirada—: dibujar las diferentes fichas o cuentas contables y, posteriormente, ir clasificando en ellas lo que va pasando.

— ¡Ahora entiendo por qué te gusta tanto la Contabilidad papá...! —opina Helena riendo—: “No es necesario ordenar vuestro cuarto, si no lo desorde-náis” —añade a continuación, utilizando mis habituales palabras e imitando mi tono de voz con una habilidad que llama enormemente la atención.

— “Si colocáis las cosas en su sitio, no hay que ordenarlas luego, ¡porque ya lo están!” —prosigue Hugo con otra de mis argumentaciones habituales sobre la importancia del orden y la clasificación de las cosas.

— El orden clasificado de las cosas es esencial, hijos —me ratifico—: no sólo tiene ventajas estéticas, también nos permite encontrar las cosas rápidamente cuando las necesitamos, y aprovechar mejor el espacio disponible. En lugares ordenados, caben más cosas, se encuentran rápidamente ¡y son más bonitos!

— ¡Qué pesado eres, papi! ¡Cómo te gusta “rayarnos”! —protesta Helena.

— Si vuestra cabeza esta ordenada, os pasará algo equivalente —insisto en el mensaje educativo—: vuestros conocimientos clasificados serán más fáciles de encontrar y de relacionar entre sí. Seguro que habéis oído eso de tener “la cabe-za bien amueblada”, cuando nos referimos a personas productivas y prácticas. El éxito en la vida se suele correlacionar más con el método y la perseverancia que con la acumulación de conocimientos especializados o complejos.

— ¿Cuál es el segundo paso de la Contabilidad, papá? —me pregunta Hugo, mientras hace hace ostentosos gestos con los dedos simulando el movimiento de una tijera, ¡con la intención de que corte el rollo inmediatamente!

— Después de la Clasificación de la información económica, viene su Resu-men o Síntesis —le contesto disciplinado, reconociendo que tiene algo de razón.

— ¿Para eso utilizaremos las segunda hoja? —pregunta mi hija algo obvio, seguro que con la finalidad de que no me vuelva a “ir por las ramas”.

— En la segunda hoja sintetizaremos los saldos de las cuentas contables de la primera hoja, para generar las dos grandes Cuentas Financieras: la Cuenta de Resultados y el Balance de Situación. ¡Primero Clasificar y luego Resumir!

— No parece complejo... —opina mi hijo—. Además —añade con cara risue-ña—, supongo que aprovecharás para decirnos que la capacidad de síntesis es también otra habilidad que se correlaciona con el éxito en la vida.

— Efectivamente: aprender Contabilidad no sólo sirve para saber cómo llevar las cuentas, también implica adquirir una metodología que es aplicables a mu-

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chos ámbito de la vida. Si somos capaces de clasificar y sintetizar, no sólo sere-mos más productivos, también haremos más fácil la vida a los que nos rodean.

— Aunque los “nombrecitos” que utilizan los contables son muy confusos...— Estoy de acuerdo en que los términos contables son mucho más confusos o

desorientadores para las personas no especialistas en finanzas que los conceptos a los que se refieren. En cambio, los conceptos son más simples. Por eso, me importa mucho más que os quedéis con los conceptos, que con los términos.

— Toda disciplina tiene su jerga o su argot, supongo —opina Hugo—, que genera una cierta barrera de entrada para el de fuera...

— Estoy de acuerdo. Los Contables llaman “Libro Mayor” al conjunto de las anotaciones clasificadas en las diferentes Cuentas Contables. Y llaman “Libro Diario” a esos mismos apuntes, pero cuando se imprimen ordenados cronológi-camente, es decir, por su fecha de anotación. Pero no pasa nada si olvidáis esos términos contables: lo importante es que retengáis la idea, el concepto.

— ¡Qué “liantes”! —opina Helena—. ¿Por qué no llamarán a las cosas por su nombre, para que no nos parezcan tan difíciles a los demás?

— A partir de la síntesis o resumen de los saldos de las Cuentas de Mayor, generan las Cuentas Financieras: Cuenta de Resultados y Balance de Situación. O lo que es lo mismo, pero dicho en nuestras palabras: a partir de los saldos de las fichas de la primera hoja, podemos obtener el resumen en la segunda hoja.

— En definitiva —recapitula Hugo, mientras observa como me levanto en di-rección a mi maletín, que había dejado en un rincón del comedor—: la cosa se reduce a Clasificar y Resumir. Por eso, necesitamos dos hojas a la vista.

Asiento con la cabeza, a la vez que les enseño las dos hojas que utilizo yo ha-bitualmente “como chuleta” para acordarme del método contable.

— Pues me temo que no podremos hacer nuestras hojas hoy... —interviene la niña—: creo que no tenemos todo el material que necesitamos.

— ¡Mucho mejor! —opino inmediatamente—. Como nos ha recordado mamá antes, hoy es un día para estar en familia, ¡y no para hablar de negocios!

— ¡Cierto! —admite mi hijo.

— Os propongo una cosa —continúo yo—: podemos volver a quedar el últi-mo día de Enero, para que os enseñe a contabilizar lo que haya ocurrido durante este mes, durante ese Periodo de tiempo. Ya sabéis que la Contabilidad consiste en anotar importes de dinero en la fecha adecuada (apuntes contables). Para las Finanzas, no sólo es importante el dinero, ¡también lo es el tiempo!

— ¡Vale, vale! —accede Helena, demostrando ganas de aprender.

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— Podemos reunirnos en mi despacho para darle más formalidad al tema, para conseguir una puesta en escena más realista. ¿Os parece bien?

— ¿Tienes bolis de cuatro colores en tu despacho y rotuladores oro, papi?— ¡Naturalmente, hija! Son imprescindibles para mí: ¡los uso a diario! Os re-

galaré unos: ¡no podréis ir por la vida sin ellos a partir de ahora! —añado riendo.— Papá —interviene Helena muy seria—, no quiero que pienses que soy de-

sagradecida, pero ¿para qué va a servir todo esto, si ya te he dicho que no tengo suficiente dinero para pagar a Héctor antes de cobrar a Désirée? ¿No crees que perderemos el tiempo, si no podemos hacer el negocio al final?

— También me encargaré de hablar con Héctor para confirmarle que le com-praremos su reloj ya, en Enero —continúo con la exposición de mis planes, co-mo si no la hubiera escuchado—, e intentaré que sea un poco flexible en cuanto al vencimiento de su factura, para que no tengamos que pagarle al contado.

— ¡Eso sería fenomenal! —exclama esperanzada.

— Vosotros encargaros simplemente de cerrar la venta, hablando con la amiga de mamá. Le podéis decir que, junto con el reloj, le entregaréis una factura con fecha de Enero, pero con vencimiento en Abril. Es decir, que no tendrá obliga-ción de pagaros hasta ese mes, algo que esa mujer necesita. Dicho en otras pala-bras, debéis generar una factura de venta en Enero con vencimiento a 90 días. Para generar “el papel” o documento contable, podéis utilizar un Word o un Ex-cel, recordando toda la información que debe incluir una factura: número y fe-cha, fecha de vencimiento, conceptos, importes y datos de emisor y de receptor.

— Y si no consigues convencer a tu amigo para que no nos cobre al contado, tal como dijo que quería hacer a cambio de ese precio tan bueno, ¿qué haremos, papá? —pregunta Hugo, al que veo sorprendentemente involucrado en un posi-ble negocio, algo por lo que nunca había mostrado el más mínimo interés.

— Pues ya se me ocurrirá algo... Vosotros concentraros en acordar con vues-tro Cliente los detalles de la Venta y del Cobro, y dejad en mis manos la nego-ciación de la Compra y el Pago. ¡Confiad en mi! —les sugiero, muy serio.

— De acuerdo —acepta Helena, mientras dirige su mirada hacia el calendario de la pared—: como el cumpleaños del marido de Desirée es el domingo 27 de Enero, podemos dedicar el sábado 26 a todo este lío. Entre semana, no tendre-mos ni un segundo libre entre “el cole”, los entrenamientos y estudiar.

— Calendario siempre a la vista, para planificar bien vuestras actividades —les envío un nuevo mensaje formativo—. ¡Bien hecho, Helena!

— Gracias, papi...

— También voy a hacer otra cosa, chicos —les digo inmediatamente.

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— ¿...? —me miran los dos con los ojos abiertos como platos, expectantes.— Voy a hablar con el director de la oficina bancaria con la que operamos ha-

bitualmente en la empresa, para que abra una cuenta bancaria a vuestro nombre. La utilizaremos para los Cobros y los Pagos de ese negocio de compra-venta de relojes de segunda mano que vais a iniciar en este mes de Enero.

— ¿Es esa oficina bancaria de color naranja que está justo enfrente de tu des-pacho, nada más cruzar la calle?

— ¿Cómo lo sabes, Helena? —pregunto sorprendido.

— Porque fuiste el otro día con mamá para que firmara unos papeles, y yo es-taba con vosotros. Era después de la consulta del pediatra, ¿recuerdas?

— ¡Qué memoria tienes, hija!— ¿Y cuál era el número de la calle, “listilla”? —pregunta su hermano.

— ¡Y yo qué sé! —le contesta de manera muy expresiva, con gesto de burla.— ¡Pues tampoco es tan lista como nos creemos...! —exclama riendo.

— ¡Lo que no soy es tan “friki” como eres tú!— Yo puedo contestar a tu pregunta, Hugo: la oficina bancaria con rótulos de

color naranja está en el número 572 de la Avinguda Diagonal.— Yo creo que es mejor que abras esa cuenta naranja a nombre de Helena,

papá. Se trata de su idea, de su incitativa empresarial. Yo intentará ayudarla en lo que pueda, ¡pero es su negocio! —afirma, con una pizca de tono irónico, lo cual me hace dudar sobre las auténticas razones por las que acaba de decir eso.

— Me parece muy bien —le digo—. De todas formas, se me ocurre otro pa-pel que puedes jugar tú en este “bisnes”, tal como les has llamado antes. Ade-más —añado a continuación—, el titular de la cuenta no será Helena, como per-sona física, sino el nombre de su empresa. Debemos siempre diferenciar las cuentas bancarias personales de las cuentas a nombre de la empresa.

— ¿No crees que estás exagerando un montón, papá? —interviene la niña ahora—. ¿De verdad crees que sólo porque se me ha ocurrido la idea de comprar un reloj a una persona y vendérselo a otra, vamos a montar una empresa y a abrir una cuenta bancaria? ¡Creo que nos estamos pasando “dos pueblos”!

— Hasta los grupos empresariales más grandes del mundo empezaron por la idea de un emprendedor y con una primera operación.... ¿Quién sabe...? Quizás esto pueda ser el inicio ¡de un imperio! Muchos de los hombres más ricos del mundo vivían modestamente, cuando tenían vuestra edad.

— Me parece, papá, que has bebido demasiado champán celebrando el cum-ple de Hilda... —replica mi hijo, mientras su hermana asiente con la cabeza.

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— Otras personas más mayores estaban presentes en el momento en el que Héctor dijo que quería vender su Rolex Daytona y, también, cuando Desirée ex-plicó que estaba buscando ese mismo modelo para dar una sorpresa a su marido; pero sólo ella, con tan sólo 10 años de edad, identificó la oportunidad de hacer negocio y, a la vez, de satisfacer a esas dos personas. Eso quiere decir algo...

— Gracias, papi —me agradece, enormemente satisfecha y demostrando que el nivel de su autoestima había aumentado significativamente.

— Las oportunidades están ahí, ¡delante de nuestras narices! Sólo necesita-mos tener ojos abiertos para identificarlas. Si no las aprovechamos nosotros, otros más despiertos o más rápidos que nosotros lo harán. Ir por la vida despis-tados y con actitud pasiva es, sin duda, una opción, pero luego no nos quejemos de nuestra suerte, ni busquemos culpables externos de nuestro destino.

— ¿A eso no se le llama persona “trepa”, papá? —pregunta el chico.— Hay que tener ambición, ¡pero sin pisar nunca a nadie! Más bien al contra-

rio: si somos generosos, si ayudamos y colaboramos con las otras personas y trabajamos en equipo, es mucho más fácil que consigamos nuestros objetivos. El ser humano es superior a otras especies animales del planeta, gracias a su espíri-tu solidario y de cooperación. El intentar conseguir nuestras metas y el espíritu de superación no está reñido con la cooperación y la generosidad.

— Eso sí que es verdad —admite el chico—. Mi entrenador de fútbol nos re-cuerda los valores del deporte: esfuerzo, perseverancia, espíritu de superación, cooperación, solidaridad, trabajo en equipo...

— ¡Pero todo esto no es Contabilidad...! —opina Helena, sugiriendo que nos estamos divagando de manera injustificada.

— ¡Todo está relacionado, hija!: la Contabilidad no hace más que registrar las consecuencias económicas de lo que hacemos. No es más que la vertiente o el lado económico de la misma moneda. Si hacemos las cosas mal, ten por seguro que eso va a tener un impacto negativo en nuestras finanzas.

— Si no cuantificamos, si no medimos, basamos nuestras opiniones en per-cepciones subjetivas. Eso nos dicen en la facultad —nos informa el alumno de ingeniería, al que le van reforzando su forma cartesiana de ver la vida.

— Es imposible gestionar lo que no se puede medir —añado—. Las Cuentas Financieras son algo similar a los análisis médicos, unos informes que permiten valorar y hacer un seguimiento de la salud financiera de nuestros negocios.

— ¿De verdad crees que no estamos exagerando el tema? —insiste Helena.— De lo que sí estoy seguro —continúo mi argumentación—, es de que lo

que hagamos servirá para que aprendáis los fundamentos y la lógica de la Con-

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tabilidad General de una manera divertida y aplicable a vuestra vida. Si entráis en el mundo de los adultos con esos conocimientos básicos, os aseguro que ten-dréis unas herramientas muy útiles para desenvolveros con soltura en los aspec-tos económicos de cualquier cosa que hagáis. Cualquier actividad tiene una ver-tiente económica y, si la sabéis cuantificar y gestionar, tendréis muchas más pro-babilidades de que os vaya bien a vosotros y a todos los que os rodeen.

— ¿Tan importante lo ves? —pregunta Hugo.— Yo creo que saber Contabilidad básica, aprender a llevar las Cuentas de un

proyecto empresarial o personal, debería formar parte de las competencias bási-cas con las que deberías acabar el bachillerato.

— ¿Por qué? —pregunta la niña.— Las Finanzas no son una área o compartimento aislado del que podemos

prescindir y dejarlo en manos de los financieros de forma exclusiva, sino que se integran en nuestras vidas formando un todo único.

— ¡Eres todo un filósofo, papi! —ironiza Hugo.— He visto fracasar grandes ideas de negocio, tras ser llevadas por personas

con gran conocimiento del mercado o del producto, pero con un desprecio abso-luto por el control de las finanzas de sus empresas. No saber interpretar las cuen-tas, sería como cuidar la salud de un paciente sin analizar periódicamente sus análisis, o como conducir sin mirar el cuadro de mandos del coche...

— Eso sería conducir a ciegas...— aporta Hugo.— Os daré otro argumento...

— A ver...—dice ella.— Si, al acabar “el cole”, os mostraran un texto escrito y no fuerais capaces

de leerlo, os llamarían ignorantes o analfabetos, ¿cierto?— ¡Hombre claro!

— Pues entonces, si al acabar “el cole” no fuerais capaces de leer unas Cuen-tas Financieras simples, o no supierais cosas tan elementales como la diferencia entre Ingreso y Cobro, entre Gasto y Pago, entre Debe y Haber o entre Activo y Pasivo, ¿por qué no os deberían llamar analfabetos financieros?

— Creo que exageras mucho, papá... —dice mi hijo, en actitud reflexiva.— Yo tengo 41 años, y la experiencia me permite pensar que, si me hubieran

enseñado en el colegio a llevar las Cuentas de un negocio, me habría sido más útil a mí y a la sociedad que muchas otras cosas aburridas que me obligaron a aprender de memoria, sin entenderlas, y que luego no he utilizado jamás.

— ¡En eso sí que estamos de acuerdo! —exclama Hugo riendo.

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— No estoy diciendo que sea necesario convertirse en especialista en Conta-bilidad y Finanzas —les matizo—, sino tan sólo conocer lo más básico, sus fun-damentos, su lógica y, sobre todo, su aplicabilidad a la empresa y a la vida.

— El padre de un amigo mío —aporta Hugo— es economista y sale muchas veces en “la tele” para explicar lo endeudadas que están las cuentas públicas, las de algunas empresas y ¡las de la mayoría de los clubs de fútbol españoles! La verdad es que lo explica todo de una forma muy divertida ¡y que se entiende!

— Papi —interrumpe Helena, abriendo los ojos como platos y poniendo esa expresión tan característica de niña espabilada—, no quiero que te molestes, pe-ro lo único que necesito es que me digas cómo puedo conseguir 8.000€ ahora y devolverlos en Abril, cuando cobre los 10.000€ del dichoso reloj. Te vuelvo a repetir, que no sé si estamos complicando las cosas demasiado...

— Terminad la tarta de Hilda y vayamos con ella y con mamá, para pasar el resto del día juntos —les digo sonriendo—. Os aseguro que, si aprovechamos esta ocasión para que aprendáis unos buenos trucos, que no olvidaréis durante el resto de vuestra vida, sobre cómo los contables valoran y registran la actividad económica a medida que se va produciendo, os será de gran utilidad en el futuro.

— La verdad es que has conseguido intrigarme, papá, diciendo eso de que el Beneficio lo obtendríamos en Enero, ¡y no en Abril! —reconoce Hugo, que pa-rece haber visto alicientes atractivos en este asunto.

— ¡Así es! —recalco una vez más—. Y también os digo que podéis tener un Beneficio (un Resultado positivo) y, a la vez, estar en números rojos en la cuenta bancaria (en Tesorería). Lo contrario también es posible: una empresa (¡o una Administración Pública!) puede tener un saldo positivo en la cuenta del banco, a pesar de tener Pérdidas (¡Déficit!) en su Cuenta de Resultados.

— No sé si nos aburriremos en la lección que nos des en tu despacho el 31 de Enero, pero has conseguido motivarnos, al menos a mí —reconoce Hugo—. Eso del Déficit y la Deuda públicas aparece todos los días en las noticias.

— Déficit es el nombre que se da a las Pérdidas, cuando se habla de las Cuen-tas Públicas; y Superavit es el equivalente, en el ámbito público, al Beneficio de las Cuentas de Resultados de las empresas privadas. La Deuda es algo muy dife-rente al Déficit, pero ya os lo explicaré en su momento.

— ¿Tantos “nombrecitos” saldrán en la lección? —pregunta mi hija.— No se tratará de lecciones, chicos —matizo sus últimos comentarios—:

¡serán reuniones de seguimiento financiero de la compañía de compra-venta de relojes y artículos de lujo que acaba de constituir Helena!

— ¡Toma ya! —exclama Hugo.

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— Recordad que a todos nos gusta aprender, ¡pero a nadie nos gusta que nos den lecciones!; yo simplemente seré vuestro consultor y, os advierto, que aspiro a poder facturar por este asesoramiento, si demuestro que acaba teniendo valor.

— Una cosa en facturar ¡y otra muy distinta es cobrar, papá! —ríe Hugo.

— ¿De verdad, papi, que no sólo no me vas a prestar el dinero que necesito, ¡sino que, además, me vas a cobrar por aconsejarme!? —pregunta Helena, aluci-nada—. Creo que no le tenía que haber hecho caso a mami —añade indigna-da—, cuando me recomendó que hiciera lo que tú me recomendaras...

— En mi despacho no jugaré el papel de tu padre, sino el de asesor externo de tu empresa —le argumento—. Lo más difícil, en las empresas familiares, es no confundir los roles que cada persona tiene que desempeñar en cada momento...

— ¿Los Rolex? —pregunta la niña.

— No ha dicho “los Rolex”, Helena —interviene Hugo, divertido— ha dicho ¡“los Roles”!, que significa “los papeles”, las funciones que desempeña...

La niña le vuelve a sacar la lengua, con su amor propio herido.— Sólo le facturaré honorarios profesionales a tu empresa, Helena, si mis

consejos te ayudan a generar más beneficios que el importe de mi gasto. Mi in-tención no es abusar de ti, ¡claro que no!, sino crear una simulación de una si-tuación empresarial lo más realista posible, para que aprendáis.

— ¿Y, esta tarde, harás el “Rolex” de padre? —me pregunta ella riendo.

— Eso intentaré, pero os aseguro que desempeñar ese papel correctamente ¡sí que es realmente difícil! Haré todo lo que pueda, de todas formas.

— ¡Vamos con mamá y Hilda! —dice Helena, levantándose de la mesa.— ¿Qué os parece el nombre de D&H para la empresa? —les pregunto su

opinión sobre algo que se me acaba de ocurrir, mientras me levanto de la silla.— ¡¿D&H?! —pregunta Hugo.

— Sería el nombre comercial de la sociedad Desirée y Héctor, S.L. ¿Os parece buena idea? Necesitaréis un código de identificación fiscal (un CIF) y una Ra-zón social, para que aparezca en las facturas de venta y de compra del reloj.

— ¡Increíble! —exclama Hugo, caminando junto a mi, mientras exagera al-gunas de sus muecas características—. D&H también podría ser Debe y Haber.

— No redactaremos, de momento, unas escrituras de constitución de la socie-dad, ni iremos al notario a firmarlas, porque complicaríamos innecesariamente la simulación al tratarse de aspectos más jurídicos que contables o financieros...

— Haz lo que quieras, papi, pero sigo pensando que estás loco —opina ella.

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Jueves, 31 de Enero 2013.

Bien chicos —les digo a mis dos hijos mayores, una vez nos hemos sentado to-dos alrededor de la mesa de reuniones de mi despacho en un frío día de invier-no—, bienvenidos a mi consultoría. ¡Es un placer teneros como nuevos clientes!

— No te enrolles, papá, que no tenemos mucho tiempo —me dice Helena, movida por su habitual impaciencia, mientras repasa visualmente toda la estan-cia—. Mamá nos pasará a recoger dentro de una hora y media para llevarnos a casa. Mañana tengo examen de mates, y todavía me queda mucho que repasar...

— Tendremos tiempo de sobra —les tranquilizo—: estoy seguro de que las cosas que os voy a explicar a continuación son mucho más fáciles de entender que la materia que tienes que saber para aprobar tu examen de primaria, hija.

— Veremos... —dicen, escépticos.

— No obstante, ésta será la sesión más larga de todas, porque todos los con-ceptos básicos saldrán hoy. En los días siguientes, será suficiente con media hora de reunión: sólo tendremos que ir poniendo “bolas” de adorno al árbol básico que vamos a construir juntos hoy. Ya os adelanto que, en las sesiones próximas, iremos repasando lo aprendido hoy, a la vez que avanzamos paso a paso.

— ¡Dispara de una vez, papá! —me exige Hugo—. Te enrollas mucho para decir las cosas y tardas en ir al grano. Menos poesía, ¡y más prosa!

— Aquí tenéis un folio en blanco, un bolígrafo de cuatro colores y un rotula-dor naranja cada uno, iguales a los que tengo yo —les digo, a la vez que los re-parto—. Os sugiero que vayáis copiando lo que yo voy haciendo, a medida que os voy explicando los trucos que utilizo para acordarme fácilmente de cómo se realizan los apuntes contables. ¡Veréis que está chupado!

— OK —dicen al unísono.— Todo lo que tenemos que hacer hoy es contabilizar únicamente ¡dos pape-

les!, dos facturas: una de venta y otra de compra. Aquí están las dos —les digo, al ponerlas en el centro de la mesa redonda—. Fijaros que ambas tienen la mis-ma fecha de factura: sábado 26 de Enero de 2013, porque se emitieron ese mis-mo día, ¡la víspera del 50 cumpleaños del marido de Desirée!

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— Las dos tienen la misma fecha de factura, pero fechas de vencimiento dife-rentes —matiza Hugo.

— Exacto —les ratifico—. Como sabéis, las facturas se emiten en el momen-to en el que se entrega un producto o se realiza un servicio. Como el reloj se compró y se vendió el mismo día, la factura de compra y de venta llevan la misma fecha: el sábado 26 de enero de 2013. Esa es la fecha es en la que debe-mos contabilizar la compra y la venta, aunque el pago y el cobro se producirán más adelante, insisto, en la fecha del vencimiento respectivo de las facturas.

— ¡Eso espero: que acabemos cobrando! —exclama Helena.— Vamos a poner la factura de venta en esta bandeja verde —les explico a la

vez que lo hago—, y la factura de compra en esta otra bandeja roja.— ¡Menos mal que convenciste a tu amigo Héctor para que nos diera unos

días de plazo para pagarle su factura, papá! —me agradece Helena, con alivio.— Tengo que reconocer que no me costó mucho que accediera a poner el día

1 de Marzo como fecha de vencimiento de su factura, tratándose de mi hija.— ¡Pero si no cobraremos hasta Abril, papá! —exclama Hugo alarmado.

— ¡Que no cunda el pánico! —le replico—: tendremos todo el mes de Febre-ro para buscar financiación. Ahora es el momento de centrar nuestra atención en ver cómo los contables registrarían los acontecimientos económicos que han ocurrido durante el mes de Enero en la empresa de Helena, en D&H.

— Vale, vale... ¿qué hacemos entonces? —pregunta ella.— Lo primero, y más importante —les digo con parsimonia, tratando de po-

ner un poco de suspense al tema—, es que dobléis el folio en tres partes.— ¿Nos está tomando el pelo, papi? —pregunta mi hija, recelosa—. ¿Esto es

una clase de Contabilidad o de trabajos manuales?— ¡Mira que eres desconfiada, Helena! —opina su hermano, con esa expre-

sión de ingenuidad que le es tan propia, a pesar de su gran inteligencia.— ¿Lo tenéis ya?

— Lo tenemos —dicen a la vez.— Un poco de imaginación ahora, chicos: la hoja doblada en tres partes re-

presenta gráficamente la manzana de la calle en la que estamos ahora.— ¡¿Cómo dices...?! —siguen a coro.

— Imaginaros que el tercio inferior de la hoja es la acera en la que estamos ahora, y el tercio superior de la hoja es la acera en la que está situada la oficina bancaria, aquella con rótulos naranjas que podéis ver a través de la ventana —les explico, mientras la señalo—, justo enfrente, al otro lado de la calle.

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— O sea —deduce Hugo—, que el tercio del medio de la hoja representa la calzada, la zona por donde circulan los coches.

— ¡Sí, señor! —le confirmo—. Por eso, dibujaremos los coches de Desirée y de Héctor, en el tercio medio de nuestra hoja. ¡Recordad que el Daytona es el reloj de los apasionados de los coches y de la conducción!

— Me parece papá —interviene mi hijo— que hasta yo estoy empezando a pensar que nos estás tomando el pelo. ¿No tendrás una cámara oculta grabando, y mamá aparecerá más tarde con unos ramos de flores, verdad? Te recuerdo que el día de los Santos Inocentes fue el mes pasado, el día en el que invitaste a ce-nar a tu amigo Héctor —me dice, mientras se mira la espalda, para descartar el llevar pegado ese muñeco de papel tan característico.

— ¡No, hombre, no! —le río su ocurrencia—. Estoy tratando de describir el modelo conceptual que yo utilizo cotidianamente para entender la Contabilidad Financiera. Se trata de una imagen mental muy práctica para entenderlo todo de manera fácil y entretenida y, también, para que no se os olvide nunca.

— ¿Una imagen mental, dices...?

— Ya sabéis que una imagen vale mas que mil palabras...; y si sois capaces de tener un dibujo mental de las cosas complicadas, sabréis colocar fácilmente los conceptos y relacionarlos entre sí. Todas las cosas que parecen difíciles, se con-vierten en fáciles, si encontráis el truco. Yo os voy a revelar el mío para descu-brir cómo funciona la Contabilidad y para entender para qué sirve.

— ¡Ahora veo por qué necesitamos el bolígrafo de cuatro colores! —dice He-lena entusiasmada, como si hubiera resuelto un misterio importante—: nos dijis-te que teníamos que dibujar los coches de Desirée y de Héctor.

— Muy bien, Helena: podéis usar el color negro para dibujar esos coches. De-sirée es tu Cliente, porque le has vendido el reloj, y Héctor es tu Proveedor, por-que es la persona a la que se lo has comprado. A cada cliente y a cada proveedor le tenemos que asignar una Cuenta Contable, cuyo número será algo equivalente o análogo a la matricula de sus coches.

— ¿Qué números les ponemos? —pregunta Helena, con curiosidad a la vez que se dispone a utilizar su bolígrafo.

— Os recuerdo que la edad de cada uno de ellos os da una pista excelente...

— Eso es fácil de recordar —interviene Hugo con reflejos rápidos—: tu ami-go Héctor decía que estaba triste por haber cumplido 40 años, uno menos de los que tienes tú; y la pequeña Hilda nos explicó que esa amiga francesa de mamá, Desirée, organizó su fiesta de 43 cumpleaños hace muy poco.

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— El Plan General Contable (P.G.C.) establece el número por el que tienen que empezar las cuentas que utilizas, dependiendo de lo que quieras contabilizar. El objetivo es que todas las empresas usen la misma estructura de cuentas, el mismo sistema de codificación. La normativa contable regula los criterios de va-loración y cómo las empresas deben registrar contablemente todas las operacio-nes económicas que se producen. El P.G.C. forma parte de esa normativa.

— ¿Podemos descargarlo de Internet?— Claro, Hugo. Podéis descargarlo en PDF cuando queráis.

— ¿Y por qué todo el mundo lo debe hacer igual? —pregunta Helena.— Todas las empresas deben seguir las misma reglas para sus Contabilidades,

para que cualquier persona externa pueda analizar e interpretar correctamente sus Cuentas Financieras. Eso permite también comparar los estados financieros de diferentes empresas, gracias a que sus datos están clasificados según una norma general, y valorados según criterios conocidos por todos. La Normaliza-ción permite homogeneizar criterios y sistemática contable. ¿Me he explicado?

— Bueno, así, así...—me dice haciendo un gesto característico con la mano.

— Es sencillo de entender —sigo argumentando—: si, ahora mismo, cayeran en vuestras manos unas cuentas financieras de cualquier empresa, ya seríais ca-paces de identificar todas las cuentas que pertenecerían a sus Clientes (las reco-noceríais fácilmente, porque empezarían por 43) y todas las que habrían asigna-do a sus proveedores (todas empezarían por 40).

— Cada cliente tiene una cuenta diferente, entonces... —deduce Helena.

— Exacto —le confirmo—: ¡de la misma forma que cada coche tiene su pro-pia matrícula identificativa! Cada cliente tienen su NIF y su cuenta contable.

— OK.— El hecho de que cada cliente tenga su cuenta propia, nos permite ir regis-

trando, en las fechas correspondientes, el importe de cada una de las facturas de venta, el de cada uno de sus cobros y, por tanto, saber cuánto nos debe en cual-quier momento, es decir, cuál es el saldo de su cuenta en un momento dado.

— Y supongo que lo mismo pasa con las cuentas de los proveedores —inter-viene Hugo—: en ellas podemos ver registrados los importes de sus facturas, los importes de sus pagos y los saldos pendientes en cualquier momento.

— Utilizamos una columna de las cuentas para los importes de las facturas y otra para los importes de los cobros o pagos. Así todo está muy claro.

— ¡En eso consiste llevar las cuentas! —exclama la niña.

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— Os repito algo básico, ya que me das pie para ello, Helena: el primer paso que da la Contabilidad consiste en ir recogiendo la información, a medida que se va produciendo, e irla anotando de manera clasificada en Cuentas Contables. Las fichas o cuentas contables de clientes y proveedores son unos ejemplos.

— El segundo paso también lo sabemos.— El segundo paso, como sabéis, consiste en sintetizar esa información clasi-

ficada en fichas para obtener, a partir de los saldos de las Cuentas Contables, las dos Cuentas Financieras: la Cuenta de Resultados y el Balance de Situación.

— ¿O sea, que las matrículas de los coches de los clientes serían la 431 para el cliente 1, la 432 para el cliente 2, etc.? —sigue ella con su interrogatorio.

— Bueno, algo parecido... —le matizo—. Os tengo que decir que muchas empresas utilizan Cuentas Contables de 8 dígitos. Mientras los cuatro primeros dígitos los determina el P.G.C., los cuatro últimos se consideran libres para que los elija cada empresa según su propio criterio. Si nos basamos en eso que os acabo de explicar, las matrículas de los coches de nuestros clientes serían...

— 4300·0001, 4300·0002, 4300·0003, etc. —responde en segundos.

— ¡Exacto, Helena! —exclamo feliz— ¡Ves como todo esto es mucho más fácil que tu examen de matemáticas!

— Pues ya tenemos las matrículas del coche de Desirée (4300·0001) y de Héctor (4000·0001) —aporta el futuro ingeniero, hablando a la vez que sitúa la reciente información obtenida en su dibujo. ¿Paso siguiente, por favor?

— El paso siguiente nos exige tener “un pelín” más de creatividad, porque nos obliga a dibujar los coches con forma rectangular, algo parecido a como si fueran autobuses. Fijaros cómo lo hago yo —les digo, mientras trazo líneas en mi hoja—, y haced lo mismo. Me dispongo a dibujar los coches negros de Desi-rée y de Héctor, con forma de fichas rectangulares, a las que les voy a poner ruedas, para que recordemos ¡que se trata de coches circulando por la calle!

— ¿Con forma de fichas rectangulares? —comenta Hugo.

— Lo hacemos de esta forma, porque, tal como os adelantaba antes, las cuen-tas contables de los clientes y de los proveedores no son más que sus fichas, donde van quedando registrados (apuntados) los importes de las facturas de los cobros y/o pagos, con las fechas respectivas en la que se producen. Cada registro es una línea o “apunte contable”, los cuales se ordenan cronológicamente. Como vamos “apuntado”, a medida que va pasando, todo lo que es susceptible de ser valorado en dinero, hablamos de “apuntes contables”.

— ¿Así, papi?—me pregunta la niña, mientras me enseña su dibujo.

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— Sólo nos queda una hora, papá —advierte Hugo—, al constatar que ya ha transcurrido media, y que le da la impresión de que queda “bastante cera”.

— Una cosa más, y tendréis los conocimientos básicos sobre los que construi-réis muy fácilmente el resto: dibujamos ahora 5 columnas en cada coche (en ca-da ficha, en cada cuenta contable) —hablo a la vez que actúo—: la primera para la fecha, la segunda para el concepto, la tercera para el Debe (D), la cuarta para el Haber (H) y la quinta para el Saldo. ¡Eso es todo! ¿Lo tenéis?

— ¿Para el Debe y para el Haber, dices? —pregunta ella.

— No tratéis de deducir lo que los contables entienden por Debe y Haber de manera intuitiva, porque no llegaréis a ninguna conclusión válida. Enseguida os daré un truco para que lo entendáis y lo recordéis. De momento, recordad que debemos dibujar las columnas en ese orden. Debe - Haber - Saldo.

— ¡Debe Haber alguna forma de entenderlo...! —recurre Hugo al chiste fácil.— ¡Sí, la hay, y es sencilla! No obstante y de momento, fijaros que hemos di-

bujado el coche de vuestro primer cliente, Desirée, en el lado izquierdo de la ho-ja; y el de vuestro primer Proveedor, Héctor, en el lado derecho de la hoja. ¡Y eso no es casualidad!, como no tardaréis en comprobar.

— ¿Y no pintamos nada en las aceras, papá? —sigue preguntando la niña.

— ¿Tenéis curiosidad por saber qué cuentas contables debemos situar en la acera de abajo, la del tercio inferior de la hoja, la acera del edificio en el que es-tamos nosotros reunidos ahora? —les lanzo un pregunta retórica.

— ¿Cuál es el truco que utilizas ahora, papá? —pregunta Hugo.

— Observad los números de las bandejas en las que hemos puesto las facturas —les doy la única pista que creo que necesitan.

— En la bandeja verde, en la que has puesto la factura de venta —me dice la niña—, veo que pone 7H.

— Y en la bandeja roja, en la que has puesto la factura de compra —continúa su hermano—, pone 6D.

— El P.G.C. determina que todas las cuentas contables de Ingresos empiezan por 7, y que todas las de Gastos empiezan por 6 —les explico—. Fácil de recor-dar —añado—: el número “6” es muy parecido a la letra “G”, y el número “7” a la letra “I”. Prestad atención a cómo lo hago yo en mi hoja, y repetid lo mismo.

— Color verde para los Ingresos y rojo para los Gastos... —observa Helena.— Así es: yo utilizo el color verde para identificar rápidamente las cuentas

contables en las que se contabilizan (se registran o clasifican) los Ingresos.

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— ¿Y les asignas el color rojo a todas las cuentas contables en la que registras o anotas los Gastos de la empresa? —pregunta Hugo inmediatamente.

— ¡Sólo pinto de rojo a las que empiezan por 60 o 61—le respondo—! Al res-to de las cuentas de Gasto, me gusta pintarlas de azul, pero tampoco quiero ade-lantar acontecimientos, para no confudiros. Vayamos construyendo poco a poco.

— ¡Buf!, me parece que la cosa se va a complicar mucho...—se teme la niña.

— ¡No, hija, no! Iremos paso a paso. De momento, dibujamos, en la acera de abajo, una ficha verde para anotar los Ingresos por Ventas y otra roja para anotar los Gastos por compras, en la fecha en que se producen. Para apuntar el importe de los gastos por compras, utilizamos cuentas contables que empieza por 60 y, por tanto, las dibujamos de color rojo. Podéis dibujar las fichas con forma de rectángulo, de forma que sean la representación gráfica de las bandejas en las que hemos colocado las facturas. ¿No os parece fácil y divertido?

— ¿Dibujamos las mismas columnas dentro de cada ficha, papá?

— Exacto: las bandejas en las aceras son el equivalente a los coches en la cal-zada y, como fichas o Cuentas Contables que son, deben tener las 5 columnas básicas: la Fecha, el Concepto, el Debe (D), el Haber (H) y el Saldo.

— ¿Todas las cuentas contables tienen las mismas columnas? —pregunta la niña, mientras dibuja siguiendo cuidadosamente mis recientes instrucciones.

— ¡Así es! Las Cuentas contables tiene todas la misma estructura de colum-nas. Se diferencian por dos cosas: el número de la cuenta y la columna D o H en la que debemos anotar los importes de los apuntes. Como os advertía antes, en-seguida os daré los trucos para que podías recordar ambas cosas.

— Pues vale...—dicen a la vez que van dibujando, notándose, no obstante, que algo de cansancio empezaban a reflejar sus caras.

— ¿O sea que la factura de venta del reloj, la tendríamos que contabilizar usando una cuenta contable que empiece por 7, y que la factura de compra, la contabilizaríamos en una cuenta que empiece por 6? —pregunta Hugo.

Asiento con la cabeza.— ¿Cuenta 7000·0001 para las ventas a Desirée y cuenta 6000·0001 para las

compras a Héctor, papá? —pregunta Helena.— Bueno, no exactamente. Verás: como os explicaba antes, cada cliente y ca-

da proveedor necesita su cuenta contable individual, para que queden registradas sus facturas y sus cobros/pagos de manera individualizada. Cada NIF debe tener su cuenta contable que la identifique, como las matrículas de los coches. Esa es la lógica en la zona de la calzada, en el tercio medio de nuestra hoja.

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— ¿Y no pasa lo mismo en la acera inferior...? ¿No es igual...?— Con las cuentas de Ingresos y de Gastos, hija, podemos hacerlo más fácil.

— ¿Cómo lo hacemos? —me sigue preguntando.— Como podemos consultar las cuentas de Clientes y Proveedores (los co-

ches que circulan por la calzada), para saber cuánto hemos vendido a los clientes y cuánto hemos comprado a los proveedores durante un periodo de tiempo, nos interesa utilizar las cuentas de Ingresos y Gastos (las fichas que representan las bandejas en las que situamos las facturas) para saber los importes de los diferen-tes tipos de Ingresos que generamos y de Gastos en los que incurrimos en un pe-riodo de tiempo, ¡clasificados según su tipo o naturaleza!

— Según su naturaleza, quiere decir... — Yo os sugeriría usar la cuenta 7000·0001 para las ventas de relojes —inte-

rrumpo a Hugo—, y 6000·0001 para compras de relojes, con independencia de a qué clientes les vendáis o a qué proveedores les compréis esos productos.

— ¿Lo sigues, Helena? —le pregunta su hermano, al ver la cara que pone—. Lo que yo he entendido es que, si queremos saber el importe total de ventas a todos nuestros clientes, o de compras a todos nuestros proveedores, tenemos que consultar las cuentas contables (las fichas) de Ventas de relojes (7000·0001) y de Compras de relojes (6000·0001). En cambio, si queremos saber el importe de operaciones que hemos tenido con cada cliente o con cada proveedor de manera individual, debemos consultar su cuenta contable particular (su ficha), es decir, la que coincida ¡con la matrícula de su coche!

— ¡Chico listo! —le reconozco, mientras observo a su hermana, con la inten-ción de pulsar su grado de comprensión del tema hasta el momento.

— Pues me estoy empezando a cansar, ¿sabéis? —reconoce la pobre, ¡que mucho está aguantando para su edad!—. La verdad es que me parece más fácil comprar y vender el reloj ¡que contabilizar lo que he hecho! —añade.

— Pues yo estoy disfrutando, papá —dice Hugo, con 7 años más.

— Es la diferencia entre una persona con orientación comercial, como es tu hermana, y otra que es “forofa” del análisis cuantitativo, como eres tú. Cada per-sona tiene que dedicarse a aquello que más le guste y para lo que tenga más apti-tudes. Por eso, el trabajo en equipo es más productivo: permite que se comple-menten habilidades y conocimientos de personas diferentes. Yo creo que tu her-mana y tú podréis formar un excelente tandem en el futuro.

— Puede ser... —dice Hugo, no sé si con mucha convicción.— De todas formas, —añado—, los conceptos financieros básicos están al al-

cance de todos, tanto de letras como de ciencias, con la única condición de que

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¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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se los expliquen de una manera lógica, entretenida y fácil de recordar. Lo que ocurre con tu hermana es que es un poco pequeña, no obstante...

— ¡Eso no es verdad! —me interrumpe ofendida, en una nueva demostración de su gran amor propio—. Si ya hemos dibujado todas las cuentas contables que necesitamos para contabilizar estas dos facturas —continúa hablando con rapi-dez, mientras las señala—, dinos cómo las contabilizamos. He bostezado, ¡por-que vais demasiado despacio, y así me duermo! —exclama muy seria.

— Quizás tengas razón, hija —le digo, elevando mis cejas y observando la reacción de su hermano—: empecemos contabilizando la factura de venta del reloj a Desirée, la que tiene un importe a cobrar de 10.000€. Al tratarse de un re-loj de segunda mano, la factura está exenta de IVA, y eso nos simplificará las cosas a la hora de contabilizarla. Es un buen caso para empezar.

— ¿Dónde apunto los 10.000€, papi, en el coche negro del cliente Desirée (cuenta 4300·0001) o en la bandeja verde de los Ingresos por ventas de relojes (cuenta 7000·0001)? —pregunta ella, ahora con un grado de alerta y de concen-tración tales, que podría hacer pensar ¡que acaba de esnifar cocaína!

— ¿Qué te hace dudar, hija?— Por un lado, creo que tengo que apuntar, en el coche de Desirée, el dinero

que nos debe, y que cobraremos en Abril; y, por otro lado, pienso también que tenemos que apuntar que hemos generado un Ingreso por ventas, al emitir una factura de venta del reloj y dársela a nuestro cliente.

— ¡Asombroso! —exclama su hermano—. ¡Esta niña asusta!

— Pues si tu astucia te hace sospechar que hay que anotar los 10.000€ en las dos cuentas, una vez en la de ficha del Cliente y otra en la de los Ingresos por ventas, ¡¿por qué no escribes lo que te está pidiendo el cuerpo ahora, hija?!

— ¿Quieres que haga dos apuntes contables para que formen pareja, papá?

Muevo mi cabeza de arriba a abajo de la manera más ostentosa que puedo.— ¡Pues venga...! —exclama decidida, abalanzándose sobre el papel con el

color verde seleccionado en su bolígrafo.— Quizás te sorprenda, pero lo que acabas de razonar tu solita, utilizando tu

lógica deductiva, se lleva haciendo desde el Renacimiento. El fraile franciscano Luca Pacioli divulgó en sus libros el funcionamiento de la Partida Doble (PD), método sobre el que se basa la Contabilidad desde entonces.

— ¿El Renacimiento? —pregunta ella, mientras su hermano sonríe.

— Ya te explicarán en bachillerato que se trató de un periodo muy brillante, durante los siglos XV y XVI; en el que tuvo lugar un gran desarrollo de la cultu-

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ra y de la ciencia europeas. A los grandes hombres del Renacimiento les preocu-paba el llegar a saber de todo: de letras, de números, de arte, etc. Estaban obse-sionados por la forma en la que se podía integrar del conocimiento de todos los ámbitos del saber, y en buscar los equilibrios. Pensaban que todo estaba relacio-nado o integrado y que, por tanto, no se podía entender la parte sin comprender el todo, sin saber el lugar que ocupa cada pieza en el puzzle.

— Como me suena ese tipo de consejos...—ironiza mi hijo.— Efectivamente, Hugo: tenéis que conseguir saber al menos lo básico de

Contabilidad y Finanzas, aunque os dediquéis a otra cosa en la vida. Todo lo que hacemos tiene impacto en las cuentas financieras privadas y públicas y, por tan-to, debéis ser capaces de interpretarlas para tomar vuestras decisiones.

— Creo que lo tenemos claro.

— El método contable de Partida Doble surge, y se difunde —les explico—, como consecuencia de la necesidad de valorar adecuadamente y de registrar la gran cantidad de transacciones de compra-venta que se producían en aquella época de floreciente comercio y de creciente actividad económica.

— ¡Pues sí que ha durado tiempo ese método...!— No se ha descubierto ninguno posteriormente más práctico y eficaz, Hele-

na. El método dice que, para registrar un hecho económico, debemos siempre involucrar a dos Cuentas Contables como mínimo. ¡Idéntico a lo que has sugeri-do tú hacer para contabilizar la factura de venta del reloj a Desirée!

— Helena se ha dado cuenta de que es algo muy lógico...

— ¡Quieres no burlarte de mí, Hugo!— ¡No lo estoy haciendo! Me dejaste alucinado, cuando dijiste que, cuando

miramos una factura de venta, tenemos que ver dos cosas a la vez: por un lado un Ingreso y, por otro, un derecho a cobrar un importe al Cliente.

— Mi forma de recordarlo en la siguiente —les doy un pista más—: si leo en el documento contable “Factura de Venta a Desirée”, sé que tengo que contabili-zar un Ingreso (por ser “Factura de Venta”) y un importe en la ficha del Cliente (por ser “a Desirée”). Si leo en el documento “Factura de Compra de Héctor”, recuerdo que tengo que anotar un Gasto (por ser “Factura de Compra”) y un im-porte de deuda en la ficha del proveedor (por ser “de Héctor”).

— En un caso, se trata de un Derecho a Cobrar y, en el otro, de una Obliga-ción de Pagar —le parece oportuno a Hugo recalcar.

— El derecho que tenemos de cobro de una factura de venta, como bien has dicho —les introduzco un concepto más—, forman parte de lo que los contables llaman Activo. En cambio, las Obligaciones que tenemos de pago de facturas y

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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de otras deudas, forman parte del Pasivo. Os adelanto que el Activo y el Pasivo son las dos grandes partes en que se divide el Balance de Situación, una de las dos Cuentas financieras que se generan tras el proceso de síntesis o resumen de toda la información clasificada en las diversas fichas o cuentas contables.

— ¿En qué columnas apuntamos todo eso, papi? —recupera ella el mando.— El hecho de que Desirée tenga 43 años, nos viene muy bien para recordar

que todas las cuentas de clientes empiezan por 43. — Eso ya los sabemos, papá. ¡No has contestado a mi pregunta!

— ¡Caramba qué impaciente, hija! Sólo pretendía enlazar una cosa con otra, para hacerlo todo más sencillo de entender y recordar.

— Después de saber el número de la cuenta del coche, según la edad de su dueño, ¿cuál es siguiente paso? —insiste en acelerar las cosas, seguro que preo-cupada por todo lo que tiene pendiente todavía para su examen de mañana.

— La pista que necesitáis ahora es la siguiente —les revelo—: el hecho de que la inicial de Desirée sea la letra D, es un buen truco para recordar que el im-porte de las facturas a clientes, lo debemos anotar en la columna del Debe.

— Eso está bien...—opina, muy atenta.— En la parte media de la hoja, lugar que hemos reservado para los coches, el

truco depende de la inicial del nombre: para los clientes, acordaros del nombre Desirée y, para los proveedores, del de Héctor. Mientras la edad de nuestros per-sonajes nos recuerda el número por el que empieza su cuenta contable, la inicial de sus nombres nos revela la columna de la cuenta contable (de la ficha) en la que debemos apuntar el importe a cobrar o a pagar que aparece en sus facturas.

— A ver cómo lo haces tú... —me pide que se lo demuestre en mi hoja.

— Fijaros cómo doy de alta el apunte contable en el coche de Desirée, el cual representa su ficha o Cuenta Contable —hablo a la vez que selecciono el color adecuado de mi bolígrafo—: en la primera columna, anoto la fecha de la factura (26/01/2013); en la segunda, el concepto (factura de venta número 2013/01); en la columna del Debe (D), el importe a cobrar de la factura (10.000€), en la co-lumna del Haber (H), no apunto nada y, por último, en la columna del Saldo es-cribo 10.000€ D. El saldo nos informa del dinero que el cliente debe a la empre-sa tras realizar el último apunte contable.

— ¿10.000€ D? —pregunta Hugo.— El saldo lleva asociado la letra D —le contesto—, porque los importes

anotados en la columna D de su ficha superan a los anotados en la columna H.— Los contables dirían que se trata de una cuenta con un saldo D (o Deudor).

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¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— Exactamente, hijo: eso hacen. Y, además, todas las cuentas de los coches que encuentran con saldo D (saldo Deudor) las ponen a formar parte del Activo, en el momento en que pasan a la segunda etapa del proceso contable, la de sínte-sis o resumen, para generar el Balance de Situación del final del periodo.

— ¿Qué columna tenemos que usar en el apunte a realizar en la cuenta conta-ble del Ingreso, papá? —pregunta a continuación.

— Como os decía antes, los hombres del Renacimiento estaban obsesionados por la idea del Equilibrio (o Balance) de las cosas, algo que se refleja en muchas obras de arte de la época. Como una manifestación más de eso, el método conta-ble de Partida Doble determina que, si el importe del apunte contable en la cuen-ta del cliente lo anotáis en la columna del Debe, el importe del apunte contable en la cuenta de ingreso lo debéis escribir ¡en la columna del Haber!

— Pues venga...— La regla es sencilla: si usáis la columna del Debe en el coche, tenéis que

utilizar la columna del Haber en la acera, y viceversa. Como veis, todo cuadra, ya que todos los Ingresos se anotan en la columna H (recordad la bandeja 7H). El número “7” nos recuerda que todas las cuentas de Ingresos empiezan por 7, y la letra “H” nos recuerda que todas la anotaciones en las cuentas 7 se deben rea-lizan en la columna H (la del Haber). Por eso, el saldo de las cuentas que empie-zan por 7 (las de Ingresos), ¡siempre será H! Todo fácil en la acera de abajo.

— Yo también quisiera demostrar mi lógica de futuro ingeniero —interviene Hugo con ironía—, y decir que los 8.000€ de la factura de compra del reloj los debemos apuntar en la columna del Haber del coche del proveedor, acordándo-nos de que la inicial de Héctor es la letra H. Imaginar que los proveedores tienen 40 “tacos” y que se llaman Héctor, es un buen truco para recordar fácilmente las dos únicas cosas que necesitamos saber a la hora de contabilizar las facturas de compra que nos envían: que su cuenta contable (la matrícula de su coche) em-pieza por 40, y que el importe a pagar de sus facturas lo debemos anotar en la columna H de su cuenta contable (de su ficha de proveedor).

— ¡Exacto! Y, por tanto, el importe del Gasto lo tenéis que apuntar en la co-lumna del Debe (D) de la ficha contable roja situada en la acera, para cumplir con la regla del equilibrio del método de la Partida Doble. ¡Es así de fácil! Re-cordad la bandeja 6D: el “6”, para saber que todas las cuentas de Gastos empie-zan por el número 6, y la “D” para no olvidar que todos los importes de gastos se anotan en la columna D de la cuenta correspondiente. Por eso, el saldo de las cuentas que empiezan por 6 (las de Gastos), ¡es siempre D!

— Cuando estamos mirando una factura de compra, tenemos que ver dos co-sas a la vez: un Gasto por Compra y un importe a pagar al Proveedor, una Obli-

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gación de pago —sigue hablando Hugo—. Cada una de esas dos cosas diferen-tes que vemos implica generar un apunte contable diferente, y seleccionaremos la cuenta adecuada para cada uno de ellos.

— ¡Muy bien, hijo!: así ya tendrías la pareja de apuntes contables que necesi-tamos para cumplir lo que determina el método de Partida Doble, cuando nos disponemos a contabilizar una factura de compra a un proveedor.

— Para contabilizar la factura de compra del reloj, tenemos que hacer una apunte en la cuenta contable del proveedor (colocando el importe de 8.000€ en la columna del Haber) —habla él a la vez que escribe—, y otro apunte emparejado en la cuenta contable de Compras de relojes (en la columna D).

— Muy bien. Como, en la cuenta de Héctor, sólo hay un apunte contable con 8.000€ en la columna H, el saldo es de 8.000€ H. El saldo es H en una cuenta contable, cuando los importes anotados en la columna H son superiores a los anotados en la columna D, como es lógico. Esto es lo habitual en “los coches”de los proveedores. Cuando el saldo de una cuenta es H, los contables dicen que se se trata de cuentas con saldo Acreedor, y significa que la empresa tiene una deu-da con ellos por el valor del importe del saldo de esa cuenta.

— Entendido —dicen a la vez.

— Así como todos los coches con saldo D pasan a formar parte del Activo, todos los que tienen saldo H, pasan a formar parte de Pasivo, en el momento que la metodología contable se dispone a dar el segundo paso, el de síntesis de la in-formación clasificada en la primera hoja.

— Coches con saldo D (saldo Deudor), cuando a la empresa le deben (cuando tiene el Derecho de cobrar); y coches con saldo H (saldo Acreedor), cuando la empresa debe (cuando tiene la Obligación de pagar) —resume Hugo.

— ¡Muy bien, Hugo! —le agradezco el resumen—. Cuando yo veo un coche con un saldo H (Acreedor), me imagino que un tipo fuerte como Héctor puede llamarme para reclamarme su dinero, y cuando veo un coche con un saldo D (Deudor), me imagino que necesito llamar a una mujer guapa como Desirée para recordarle amablemente que me debe dinero. Os sugiero que hagáis como yo: al Saldo D, le llamo “saldo Desirée”; y al saldo H, le llamo “saldo Héctor”.

— ¡Eso es un buen truco, papá! —me reconoce mi hijo.

— ¡Truco que sólo sirve para las cuentas situadas en la calzada!, para los co-ches, porque, como sabéis bien, las cuentas que colocamos en la acera de abajo siempre tienen el mismo saldo: saldo H en las cuentas del grupo 7 (las de los In-gresos) y saldo D en las cuenta del grupo 6 (las de los Gastos). Los coches de Desirée y Héctor están localizados en la calzada ¡y no en la acera!

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— ¿Y qué pasa con la acera de arriba, papá? —interviene Helena, con prisas por completar su dibujo y acabar la sesión cuanto antes.

— El tercio superior de la hoja, ¡es la parte más fácil! —les anticipo.— ¡Qué alivio! —exclama la niña.

— ¿Qué cuenta contable dibujaríais en la acera de arriba? La respuesta es muy sencilla, si continúa en vuestra retina algo que habéis visto antes...

— Cuando estábamos doblando la hoja en tres partes iguales, nos has dicho que el tercio superior representa la acera en la que está la oficina bancaria, esa de color naranja que vemos al otro lado de la calle, si miramos por la ventana... —recuerda Hugo con generosidad, para que remate fácilmente su hermana.

— Ya estoy dibujando en mi hoja —interviene la niña, sin hacerse esperar ni un segundo—, y antes de que nos lo cuentes tú, papá, un rectángulo para que sea la ficha de la Cuenta Contable en la que podremos anotar cada uno de los mo-vimientos de la cuenta bancaria naranja que, como dices, has abierto a nombre de la empresa D&H. Supongo que cada línea que escribamos en esta ficha, será un apunte contable, que podrá ser de cobro o de pago.

— ¡Excelente, hija! ¿Y has adivinado, también, el número de Cuenta que el Plan General Contable (P.G.C.) tiene reservado para las cuentas bancarias?

— ¡Claro, papi! ¡¿Te crees que soy tonta?! Como el número de la calle es el 572, y nos has recomendado cuentas de 8 números, estoy poniendo el número 5720-0001 en el rótulo de la puerta de la oficina bancaria. El color naranja, nos recuerda que estamos en la acera de la tesorería, ¡en el territorio del tesoro!

— ¡Eres tan lista como inteligente es tu hermano, hija! Rotulador naranja, como sustitutivo del oro, color que nos recuerda el tesoro, la Tesorería.

— ¡Qué suerte habéis tenido mamá y tú con los hijos, ¡¿eh?! —bromea Hugo, mientras observo como dibuja un cofre de tesoro en la parte superior de su hoja.

— ¡Sobre todo por lo modestos que sois los dos!— Antes éramos un poco vanidosos, pero mamá nos llevó al psicólogo...

— ¡...y ahora sois perfectos! —acabo su gracia, tal como estaba esperando que hiciera—. Es un chiste muy viejo, hijo, lo siento...

— Lo sé —reconoce—. Mis disculpas, ¡por bromear con algo tan serio!— Todos las cuentas de tesorería (en las que os recuerdo que sólo, ¡y única-

mente!, se registran Cobros y Pagos efectivos de dinero líquido, y no Ingresos y Gastos) —afirmo—, empiezan por 57: 572 para las cuentas del dinero que la empresa tienen en sus cuentas corrientes bancarias y por 570 para la cuenta del dinero que tiene en su caja fuerte. Aquí también es necesario un pequeño esfuer-

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zo de imaginación que permita colocar nuestra caja del dinero en la misma acera en la que está la oficina bancaria. Creo que lo podéis conseguir...

— OK —dice la niña, formando un círculo con sus dedos pulgar e índice.— Mi truco —continúo la explicación— es imaginarme que, en la puerta de

la oficina bancaria, están anotados los movimientos de la cuenta corriente, como si la puerta fuera la ficha, y en ella se pudiera leer el extracto de la cuenta. La cuenta contable del banco no es más que los movimientos que vemos en un ex-tracto bancario: cada línea representa un Cobro o un Pago, y tiene cinco colum-nas (como todas las cuentas): fecha, concepto, Debe, Haber y Saldo.

— El truco para saber el número de las cuentas contables de la acera de arriba (la de las cuentas de Tesorería) es sencillo —afirma Hugo—, pero me pregunto cómo saber qué importes se anotan en la columna D y cuáles en la H.

— ¿Tenemos que hacer algún apunte en la cuenta 5720·0001 hoy?— ¡Me temo que no! —responde Helena en décimas de segundo—. Tenemos

la cuenta corriente “totalmente pelada”, con un saldo de ¡cero euros!— Entonces, creo que es mejor que no responda ahora a esa pregunta. Sólo se

recuerda aquello que se aprende de forma lógica y que se utiliza posteriormente.— ¡Se aprende haciendo! —repite Hugo uno de mis dichos habituales.

— Si os explicara ahora cuándo se utiliza la columna D y cuándo la H en las cuentas contables de la acera de la la tesorería, y os lo aprendierais de memoria sin aplicarlo o entender el porqué, lo más seguro es que lo olvidaríais.

— No hemos hecho ni un sólo apunte contable en la cuenta que empieza por 572, número de la Av. Diagonal en la que está la oficina bancaria en la que has abierto la cuenta corriente para mi negocio, según nos has dicho.

— En esta sesión, sólo hemos usado cuentas que están en la parte media de la hoja (los coches de Desirée y Héctor) o en la inferior (en las bandejas de Ingre-sos y Gastos) —repasa Hugo—. No ha pasado nada en la acera “naranja”.

— Así es, hijo: no ha habido, en todo el mes de Enero, ni una sola entrada de dinero (ningún Cobro), ni ninguna salida (ningún Pago) en la cuenta corriente de la empresa. Por tanto, no tenemos que hacer ningún apunte contable en la acera de la Tesorería durante esta sesión de fin de Enero, en la cual estamos contabili-zando lo ocurrido en ese periodo de tiempo. Creo que estamos todos de acuerdo.

— ¡Ahora sí que se ve clara la diferencia entre Ingreso y Cobro, y entre Gasto y Pago, papá! —afirma la niña satisfecha.

— ¿Cómo van a ser lo mimo, ¡si están en aceras opuestas!? —exclama su hermano, asombrado de que llevara tantos años confundiendo los conceptos.

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— ¡Chicos listos!: al comprar el reloj a Héctor, y contabilizar la correspon-diente factura de compra, hemos incurrido en un Gasto por compra y, a la vez, en una Obligación de pago al Proveedor (un Pasivo); ¡pero no hemos pagado ni un solo €uro! Por eso, no tenemos que hacer ningún apunte contable de pago.

— Está claro, está claro...—ratifica ella.— Y al vender el reloj a Desirée, y contabilizar la correspondiente factura de

venta, hemos generado un Ingreso por venta y, a al vez, un Derecho de cobro al cliente (un Activo), pero no hemos cobrado ni un solo €uro todavía.

— Entonces...— Sé lo que estás pensando, Hugo —le interrumpo—: en Enero, considera-

mos que D&H ha tenido un Beneficio de 2.000€, porque hemos contabilizado un Ingreso por ventas de 10.000€ y un Gasto por compras de 8.000€, ¡pero no tiene un sólo €uro en la cuenta corriente del banco, en Tesorería!

— Mirando nuestro dibujo, está claro que el Beneficio y la Tesorería son dos cosas muy diferentes —les repito por enésima vez—. Como veis, para convertir los Ingresos en Cobros, tenemos que conseguir cruzar la calle, ¡y no lo hemos conseguido hacer durante todo el mes de Enero!

— Contamos ya con poco tiempo, porque mamá debe estar a punto de llegar para recogernos—advierte Hugo—. ¿Nos queda mucho, papá?

— Nos queda la última cosa. ¡Mucha atención ahora, chicos!

— Espero que sea lo último de verdad —dice Helena, con cara de cansada.— En la acera de abajo, en la que estamos nosotros ahora, contabilizamos só-

lo Ingresos y Gastos, porque es el lugar donde tenemos las bandejas en las que clasificamos las facturas que los acreditan.

— ¡Acelera, papá! —me urge Hugo, percibiendo que repito las cosas en exce-so, movido por mi obsesión por que nos se pierdan y desconecten.

— Y ya sabemos que la diferencia entre Ingresos y Gastos nos da el Resultado contable de un Periodo de tiempo —hablo con rapidez—: Beneficio, si los In-gresos son mayores que los Gastos, o Pérdida en caso contrario.

— Creo que eso ha salido ya, papá —insiste Hugo, para que vaya al grano.

— Y como hablamos de Resultado contable, si centramos nuestra atención en los saldos de las cuentas situadas en la acera de abajo, podemos obtener fácil-mente lo que los Financieros denominan “Cuenta de Resultados”.

— Resultado positivo del periodo o Beneficio; resultado negativo del periodo o Pérdida —resumen Hugo—: lógico y fácil de retener, habla con rapidez—. Superávit o Déficit, respectivamente, si hablamos de Cuentas de Publicas.

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— También podéis oír o leer el término “Cuenta de Pérdidas y Ganancias” como sinónimo de “Cuenta de Resultados”. Los dos nombres o términos conta-bles se refieren al mismo concepto. Utilizad el que prefiráis: lo más importante es que recordéis que, para obtener esa cuenta financiera a la que nos estamos re-firiendo ahora, sólo necesitamos consultar los importes de los saldos de las cuentas contables que hemos dibujado en la acera de abajo: la que reservamos para los Ingresos (cuentas 7) y los Gastos (cuentas 6).

— ¿Y con el resto de las cuentas...? —pregunta el chico.

— Utilizamos los saldos de las cuentas contables de la acera de arriba (la de la Tesorería) y de la calzada (la de los coches) para formar el llamado Balance de Situación. El Balance de situación, como veis, nos informa sobre el valor de lo que tenemos o lo que nos deben y, también, sobre el valor de lo que debemos nosotros, en un momento determinado.

— Cuenta de Resultados para saber el beneficio de Enero —repasa en alto Hugo, tal como le gusta hacer cuando está aprendiendo algo—, y Balance de si-tuación para saber el dinero que nos deben (coches con saldos D, saldos Deudo-res o, mejor, “saldos Desirée”) y lo que debemos (coches con saldos H, saldos Acreedores o, mejor, “saldos Héctor”) al final de Enero.

— La Cuenta de Resultados y el Balance de Situación salen del resumen de los saldos de las cuentas contables, el segundo paso del la Contabilidad —con-tribuye Helena—. Primero clasificar y luego resumir.

— La Cuenta de Resultados y el Balance de Situación son las dos principales cuentas financieras. ¡Son las únicas que debéis saber interpretar, chicos! Como veis, nada complicado: saldos de tesorería y de los coches, para obtener el Ba-lance de situación; y saldos de las cuentas de Ingresos y Gastos para elaborar la Cuenta de Resultados (o Cuenta de Pérdidas y Ganancias).

— Papi, creo que es suficiente —ruega Helena, agotada—; tengo que irme a estudiar mi examen de mañana. Lo siento de veras: es muy interesante, pero no tengo más tiempo. Además, creo que has repetido todo lo suficiente.

— Es ya lo último de verdad, hija —le prometo, sin poder evitar la tentación de completarles toda la información relevante—: mientras la Cuenta de Resulta-dos cuantifica los Ingresos y los Gastos del periodo (en este caso, Enero 2013), el Balance de Situación cuantifica la situación patrimonial de la empresa al ini-cio y al final de ese mismo periodo de tiempo. Por tanto...

— Mamá está llamando a la puerta —me interrumpe Helena, al oír el timbre.— Mientras la Cuenta de Resultados es como la película de lo sucedido du-

rante un periodo de tiempo, el Balance de situación es como la fotografía estáti-

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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ca al final de dicho periodo —le explico a mi hija, aunque me temo que ya ha desconectado completamente.

— Voy a abrir, ¿vale?...—dice Hugo a la vez que se levanta y se dirige hacia la puerta, mientras Helena se queda conmigo.

— ¿Qué tal ha ido? —pregunta la bellísima Hannah, al entrar en el despa-cho—. Esos dibujos que veo, ¡parecen obras de arte del Renacimiento!

— Estamos a punto de acabar —le respondo—: sólo nos queda utilizar nues-tro dibujo para poner importes a la Cuenta de Resultados y al Balance de Situa-ción de Enero 2013 ¡de la empresa de compra-venta de relojes de Helena!

— ¿Me dejáis hacerlo a mi? —se ofrece, al ver la expresión en la cara de la niña, mientras le pide permiso con la mirada para escribir en su hoja.

— ¡Claro, mami! —exclama Helena, sorprendida de que se anime a hacerlo.

— La Cuenta de Resultados es muy simple: Ingresos por ventas de 10.000€ menos Gastos por Compras de 8.000€, nos da un Margen Bruto de 2.000€. Como no veo ningún gasto más producido durante el periodo, pongo que el resultado del mes es un beneficio de 2.000€. La Cuenta de resultados se genera tras conta-bilizar las facturas de Ingresos y de Gastos que tenéis aquí dentro, en el despa-cho. Nos os hace falta “mirar a través de la ventana” para ver los saldos de las otras cuentas, de las que dibujamos en los dos tercios superiores de la hoja.

— ¡Muy bien, mami! —exclama la niña, a la vez que aplaude entusiasmada.

— Y, el Balance, como su propio nombre indica, tiene que estar equilibrado o cuadrado —continúa su demostración con muchas seguridad—. Eso quiere decir que el los importes que forman parte del Activo de la empresa deben ser iguales a los importes que forman su Pasivo.

— ¡Caramba, mamá! —exclama Hugo perplejo—. Qué verdad es aquello ¡de que las madres se enteran de todo! —añade sonriendo.

— Para obtener el Balance de situación —sigue ella, para no perder el hilo—, tenemos que mirar por la ventana para ver los saldos en los coches y en la acera del banco. O, lo que es lo mismo, anotar los saldos de las dos partes superiores que habéis dibujado en vuestra pequeña “obra de arte renacentista”.

— ¡Excelente, cariño! —la felicito.— La tesorería es la suma de los saldos que la empresa tienen en el banco y

en la caja —añade Hannah—. Todos vemos muy claramente que la oficina ban-caria está al otro lado de la calle, pero con la caja tenemos que tener algo más de imaginación: debemos pensar que está en aquella acera también, junto al banco —explica a sus hijos, mientras señala la ventana con el dedo—. Todas las cuen-

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tas de tesorería (las que pintamos de color oro o naranja en la acera de arriba) empiezan por 57: 570 para caja y 572 para bancos.

— ¿Cómo sabes todo esto, siendo farmacéutica, mami? —pregunta Hugo.— No me explicaron nada de todo esto ni en el colegio, ni el la universidad,

¡pero lo necesito saber para analizar la “salud financiera” de mi farmacia! Ha-bría preferido que me hubieran enseñado estos conocimientos durante la carrera, en lugar de obligarme a memorizar el número de pistilos que tiene cada planta. ¡Es terrible!: ahora tengo que escuchar al pesado de vuestro padre, ¡que todo lo sé gracias a él! —concluye riendo.

— ¿Nos recuerdas eso de Activo y Pasivo, mamá? —pregunta Hugo.

— Es muy fácil: acordaros del adverbio interrogativo ¿Dónde?— ¡¿...?! —se quedan los dos callados y expectantes.

— Mientras el Activo responde a la pregunta ¿dónde está invertido el dinero que tenemos?—les explica—, el Pasivo responde a la pregunta ¿de dónde pro-cede ese dinero, de dónde lo hemos sacado?

— Eso está muy bien explicado, mami... —reconoce Helena—. Ahora sí que lo entendemos mejor que antes, cuando nos lo contó papá.

— ¡¿Cómo?! —exclamo, mientras todos se ríen de mi reacción inmediata.

— No le hagas caso, papá —interviene Hugo con cara de de cachondeo—. Yo te considero el Karlos Arguiñano de la Contabilidad: nos das trucos y recetas prácticas de forma muy entretenida, para que nos podamos hacer ¡ricos, ricos!

— ¡Muy gracioso! —exclamo demostrando torpeza, sin ser capaz de encon-trar una réplica ingeniosa a su mofa, mientras todos vuelven a reír.

— Mientras el Pasivo responde a la pregunta ¿de dónde he obtenido los fon-dos? —decide Hannah retomar su explicación en el punto donde la había dejado, para dar por finalizado el inciso humorístico—, el Activo responden a la pregun-ta ¿en qué he usado o invertido esos fondos de dinero obtenidos?

— Es algo parecido a un edificio —me decido a aportar—: mientras el Activo es la parte visible, lo que se ve, lo que tenemos y enseñamos; el Pasivo es el equivalente a los cimientos, lo que no se ve, aquello en lo que se basa o aguanta el edificio. Cuantos más Activos tengamos (más Bienes y Derechos), más alto será el edificio y, por tanto, más profundos deberán ser los cimientos (más Obli-gaciones), más fondos deberemos encontrar para enterrarlos en los cimientos.

— Parece más complicado cuando se explica, que cuando se hace.

— ¡Pues hazlo, mamá! —exclama la niña algo que le sale del alma.— ¡Se aprende, haciendo! —bromea Hugo.

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— Observad que estoy escribiendo los números de vuestro Balance de situa-ción de final de Enero —les habla a la vez que actúa—: mientras, en el Activo, anotamos los 0€ que tenemos en el banco (nuestro Bien) y los 10.000€ que nos debe Desirée (nuestro Derecho a cobrar); en el Pasivo ponemos los 8.000€ que le debemos a Héctor (nuestra Obligación de pago).

— Fijaros de nuevo en que, en el Activo, incluimos la tesorería y los coches son saldo D (saldo Desirée), esos que dibujamos en el lado izquierdo de la hoja —me parece oportuno intervenir, sin ningún afán de recuperar el protagonismo.

— Así es... —ratifica mi mujer—. Y que, para el Pasivo, utilizamos los co-ches son saldo H (saldo Hector), los que se dibujan en el lado derecho.

— Pues algo nos debe faltar en el Pasivo, mamá —intervengo—, porque no suma lo mismo que el importe total del Activo —añado, simulando que la quiero “cazar”—. ¡Me temo que tenemos el balance descuadrado!

— ¿Se os ocurre algo, chicos? —pregunta ella, para ponerlos a prueba.

— ¡¿...?! —se encogen de hombros.— ¡Nos falta añadir, en el Pasivo, los 2.000€ del Beneficio obtenido en el pe-

riodo! —Hannah desvela el pequeño misterio inmediatamente, demostrando su incapacidad de madre para hacerles sufrir ¡ni un sólo segundo!—. El Beneficio tiene saldo H, porque los Ingresos (que se anotan siempre en la columna H) su-peran a los Gastos (que se anotan siempre en la columna D).

— ¡Habéis visto qué fácil, chicos! —les digo—: hemos Invertido 10.000€ en el Activo, los cuales hemos conseguido financiar con los 8.000€ que le debemos al proveedor ¡y con los 2.000€ que hemos ganado (beneficio) en Enero!

— ¿De dónde hemos sacado ese dinero? —pregunta mi mujer ahora—. La respuesta es sencilla: 8.000€ que le debemos a Héctor y 2.000€ de Beneficio que se ha generado. Y, ¿dónde está ese dinero?, os preguntaréis. ¡Pues está invertido en un Activo que son los 10.000€ que mi amiga Desirée debe a la empresa!

— Los beneficios (o fondos autogenerados por la empresa) son los mejores, porque no generan intereses —les explico—. Son fuentes de financiación y, por tanto, forman parte del Pasivo, pero no son Deudas con externos. Esos fondos o fuentes de dinero, pertenecen a los propietarios de la empresa, por eso los conta-bles y financieros les llaman Fondos propios.

— Yo pensaba que Pasivo y Deuda eran sinónimos —reconoce Hugo.— Eso es una falsa creencia muy extendida —afirma Hannah.

— Recordad que el Pasivo responde a la pregunta “¿de dónde he sacado el dinero?” y que se divide en dos grandes grupos de fuentes: los fondos propios y los fondos prestados o deuda —les aclaro un poco más—. Debemos financiar

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nuestros Activos con fondos propios (o no exigibles) y con fondos prestados (o exigibles), manteniendo proporciones prudentes de Deuda.

— Que hay que evitar endeudarse demasiado, ¿quieres decir...?— Efectivamente, Hugo. Cuando los particulares, las empresas o los países

aumentan el porcentaje de su pasivo exigible, de su deuda, más de lo que deben, se puede producir una situación de profunda crisis financiera como la que esta-mos viviendo actualmente. ¿Os dais cuenta de lo importante que es saber Conta-bilidad para entender un poquito de lo que aparece ahora en las noticias, chicos?

— Nadie presta dinero ahora, porque temen no recuperarlo.— Así es, hijo. Y sin crédito, las empresas no pueden comprar y vender, ¡co-

mo muy bien ha descubierto tu hermana Helena!— Curioso, ¿verdad? —retoma la palabra mi mujer—: en Enero habéis con-

seguido un Beneficio contable de 2.000€, ¡sin tener un sólo €uro en el Banco!.— Pues tenemos la Obligación de pagar a Héctor, el día 1 de Marzo, los

8.000€ de su factura, mamá —recuerda Helena, que sigue sin ver muy claro có-mo nos las vamos a arreglar para hacerlo—. Y yo sólo podría usar, como máxi-mo, los 3.000€ que tengo en la cuenta en la que me ponen dinero los abuelos, siempre que les pida permiso antes para usarlos, claro está...

— Y Héctor es el nombre de un guerrero troyano que está “muy cachas” —les digo, para añadir “salsa” al asunto—. No quiero ni pensar lo que nos puede ha-cer ¡si incumplimos nuestro compromiso, nuestra obligación, de pago!

— No nos estreses más de lo que ya estamos, papá —exclama Helena nervio-sa—: ojalá me hubieras quitado de la cabeza esa tontería de comprar y vender ese dichoso reloj, ¡y nos habríamos ahorrado todo este lío!

— No fue ninguna tontería, hija: fue una excelente iniciativa empresarial que nos va a servir para que aprendáis muchas cosas, que tendrán, aunque no os lo parezca, mucho más valor que el dinero que podáis llegar a ganar ahora.

— ¿Te vienes con nosotros, Heriberto? —me pregunta mi mujer.

— No: todavía me quedan cosas que resolver. Nos vemos en la cena.— Adiós, papá.

— Recordad, mis queridos hijos, que la siguiente reunión de seguimiento es el jueves 28 de Febrero a la misma hora. ¿Conforme?

— No estoy segura de que volvamos —dice Helena, creo que bromeando.— Ya os advertí que ésta sería, con mucha diferencia, la sesión más intensa.

— No sé si hacerte caso... —afirma Helena, incrédula.

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— Os aseguro que, asimilando los conceptos de hoy, encontraréis “chupado” todo lo que saldrá más adelante. Con reuniones de media hora, será más que su-ficiente a partir de ahora. Lo complejo no es más que combinaciones de piezas simples. Si aprendéis a manejar con soltura las piezas básicas que os he explica-do en la sesión de hoy, contaréis con habilidades para construir cosas complejas.

— No os preocupéis demasiado —les tranquiliza su madre—, porque todo os lo irá repitiendo, hasta que se os quede grabado.

— ¿Cómo estás tan segura, mamá? —le pregunta su hija.

— ¡Por experiencia propia! —responde riendo, poniendo cara de víctima—. ¡Vuestro padre es muy pesado, cuando se empeña en enseñarte o contarte algo!

— Gracias, cielo, por estos elogios tan inmerecidos —le digo, al besarla—. ¡Hasta luego chicos!, y que vaya bien mañana el examen de mates.

— Adiós, papá. Te queremos, ¡a pesar de todo! —me dice la niña riendo, mientras balancea su cargada mochila y la hace aterrrizar sobre su hombro.

Una vez se han ido todos, me quedo un rato en silencio mirando las dos hojas sobre la mesa, una al lado de la otra, como si de un libro abierto se tratara. En el lado izquierdo del libro, la hoja con los apuntes contables realizados en los co-ches y en la acera de abajo. En el lado derecho, la Cuenta de Resultados y el Ba-lance de fin de Enero, que hemos generado a partir de los saldos de las cuentas.

Mientras toqueteo suavemente las hoja con la intención inconsciente de colo-carlas con precisión, de forma que ninguna de ellas sobresalga ni un sólo milí-metro sobre la otra, reflexiono sobre lo que puede dar de sí la simple contabili-zación de dos facturas, una de venta y una de compra. Nos ha permitido generar cuatro apuntes contables, los cuales han involucrado a cuatro cuentas contables diferentes; y también hemos podido elaborar unas Cuentas Financieras muy elementales: nuestras cuentas de final de Enero de 2013.

— ¡Hora de acabar los temas pendientes para que no se me vuelva a hacer muy tarde hoy! —me digo a mi mismo en voz alta, al darme cuenta de que me había quedado medio hipnotizado delante de los papeles y pensando en la sesión de hoy—. Espero que mis hijos hayan aprendido a la vez que se entretenían. Dudo sobre si ha sido demasiada información para un solo día. Quizás sea una buena idea comenzar la próxima sesión con un resumen de lo visto hoy para que edifiquen sobre cimientos sólidos..., ¡suponiendo que vuelvan!

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— Buenas tardes, chicos. Imagino que no os habéis olvidado de meter, en vues-tras mochilas, las hojas y los bolígrafos que utilizamos en la última reunión.

— ¡Claro que no! —responde Helena—. Y supongo, papá, que tú has hecho también tus deberes y has conseguido el dinero que necesitamos para pagar ma-ñana mismo la factura de compra de tu amigo Héctor...

— Antes de contestar a esa pregunta, me gustaría repasar con vosotros los trucos mnemotécnicos que vimos en la sesión de Enero. Cumpliremos con nues-tras Obligaciones de pago, hija, pagaremos nuestras Deudas ,¡no te preocupes!

— No sé si lo vamos a hacer bien, ¡con tanta incertidumbre...! —sonríe Hugo.

— Será muy rápido, veréis..., porque ya tenéis lo más importante: un circuito neuronal que genera un rápido acto reflejo cada vez que pensáis en esto.

— ¿Un acto reflejo...? —pregunta Helena.— Cada vez que se hable de Contabilidad y Finanzas, os aparecerá la imagen

mental de una hoja doblada en tres partes, que representan las dos aceras y la calzada de una calle; acompañada de otra hoja, a su lado, mostrando el resumen de lo anotado en la primera. Si empezáis por ahí, sabréis colocar todas las cuen-tas contables en su sitio con gran facilidad (en una de las hojas) y las partes de las Cuentas Financieras en el orden correcto (en la otra hoja). ¡Ese es el truco!

— Si cada vez que escuchamos las palabras Contabilidad o Finanzas —aporta Hugo—, se nos genera una sensación desagradable de inseguridad y nos viene a la mente una imagen desordenada y confusa, que refleja que no sabemos definir con precisión en qué consiste y para qué cosas prácticas nos puede servir...

— ...debéis sustituirla inmediatamente por una nítida y ordenada imagen men-tal consistente en dos hojas divididas horizontalmente en tres partes y situadas una al lado de la otra, como si de un libro abierto se tratara —acabo su frase, al ver que se quedaba callado buscando las palabras más adecuadas para seguir.

— La acera de arriba es la de la tesorería, dónde sólo se contabilizan Cobros y Pagos en caja y/o bancos, entradas y salidas de dinero líquido y efectivo; ¡y nunca jamás Ingresos o Gastos!, como son las facturas de venta o de compra.

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— ¡Excelente inicio, Helena! ¿Quieres aprovechar la inspiración que de-muestras tener hoy para seguir repasando lo que ocurre en la acera “naranja”?

— El número de la calle en la que está el banco nos recuerda que las cuentas contables que registran los movimientos de cobros y pagos que se hacen a través de la cuenta corriente bancaria, ¡empiezan por 572!

— Muy bien, hija —confirmo lo que acaba de decir—: todas las cuentas de tesorería empiezan por 57. Usamos las que empiezan por 572 para apuntar los movimientos de la cuenta corriente del banco y las que empiezan por 570 para registrar las entradas y salidas de dinero en la caja. Para recordarlo, sólo tene-mos que hacer el pequeño esfuerzo de imaginarnos que la caja fuerte la tenemos en el portal siguiente de la calle en la que se localiza nuestra oficina bancaria. Si os parece un truco útil, podéis pensar que nosotros vivimos en el 570.

— Pero todavía no sabemos qué importes van en la columna del Debe y cuá-les en la columna del Haber en las cuentas 57, las de tesorería —recuerda mi hi-jo—. ¡Lo único que sabemos es que el saldo era cero a final del mes de Enero!

— El mes pasado, te negaste a explicarnos cómo utilizar las columnas D y H de las ficha contables en la acera de arriba...— recuerda Helena.

— Porque en última sesión no necesitamos hacer ningún apunte en las cuen-tas situadas en la acera superior, ¡la que tiene un preciso “cofre del tesoro” dibu-jado! Hoy sí que hablaremos de eso, hijos, pero antes, ¿por qué no repasamos rápidamente lo que ocurre en la acera opuesta, en la de abajo?

— En la acera de abajo contabilizamos los Ingresos y los Gastos, en lugar de los Cobros y los Pagos —reacciona Hugo en décimas de segundo, gracias a haber adquirido ese automatismo que me complace observar—, es decir, reali-zamos apuntes contables que afectan a las cuentas de los grupos 7 y 6.

— ¿Puedes seguir, hijo?

— La cuenta 7000·0001 la usamos para anotar las factura de venta de relojes, porque todas las cuentas de Ingresos empiezan por 7. Anotamos los importes en la columna H (la del Haber). En la cuenta 6000·0001 apuntamos el importe de las compras de relojes, y lo hacemos siempre en la columna D (la del Debe).

— En la acera de abajo nos interesa clasificar los Ingresos y los Gastos por su naturaleza, por su tipo —les recuerdo—. Sólo utilizamos la columna H para ano-tar los importes en las cuentas contables del grupo 7, y sólo usamos la columna D para apuntar los importes en las cuentas contable del grupo 6. Por tanto, los saldos de esas cuentas serán siempre H para las del grupo 7 y D para las del 6. Bandeja verde 7H para papeles que justifiquen los Ingresos a contabilizar y 6D para papeles de que acrediten los Gastos a contabilizar.

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— Aprendimos que no es posible confundirse con las columnas del Debe y el Haber de las fichas (cuentas) situadas en la acera de abajo —recuerda Helena—, por lo que no necesitamos usar reglas mnemotécnicas como las de “saldo Desi-rée” o “saldo Héctor”, que si recomiendas que usemos en el resto de la hoja.

— ¡Efectivamente!: sólo deberemos pensar en qué columna anotar los impor-tes de los apuntes en las cuentas contables situadas en los 2/3 superiores de la hoja (en los coches y en la acera de la tesorería), ¡pero no en la acera inferior!

— ¿Y en caso de que tengamos que contabilizar facturas de abono? —pregun-ta Hugo con sagacidad—. ¿También tenemos que usar las mismas columnas pa-ra anotar los importes de ingreso o de gasto negativo?

— Como bien dices, los abonos no son más que facturas con importes negati-vos —le respondo—. Si enviamos una factura de abono a un cliente, os reco-miendo anotarlo con un signo negativo en la columna H de la cuenta de Ingre-sos; y si recibimos una factura de abono de un proveedor, yo también os sugiero apuntar el valor negativo correspondiente en la columna D de la ficha de Gasto.

— Ya veo —dice Hugo—: crees que es más práctico colocar los importes de los abonos a clientes en la columna H de la cuenta de Ingreso (la que empiezan por 7) con el signo negativo, que ponerlos con signo positivo en la columna D. Y crees que es más práctico colocar los importes de los abonos de proveedores en la columna D de la cuenta de Gasto (la que empiezan por 6), que ponerlo en con signo positivo la columna H.

— ¡Definitivamente os recomiendo hacer eso! Creo que es mucho más prácti-co y fácil de recordar, si nos mantenemos fieles a esta pauta: sólo usamos la co-lumna H en las cuentas que empiezan por 7 (las de los Ingresos) y sólo usamos la columna D en las cuentas que empiezan por 6 (las de los Gastos). Como decía Helena antes, es la mejor forma de no dudar nunca con la anotación de los im-portes en las columnas H y D de las cuentas localizadas en la acera de abajo.

— El saldo H o D de esas cuentas de los grupos 7 y 6, por tanto, nos dice el dinero que se va acumulando de cada tipo de Ingreso o de Gasto durante el pe-riodo que estemos analizando —razona Helena, demostrando su gran capacidad.

— De todo el “montanazo” de cuentas contables que define el Plan General Contable (P.G.C.) —reflexiona Hugo—, situamos mentalmente las que empie-zan por 57 (las de Tesorería) en la acera de arriba, las que empiezan por 7 (In-gresos) y 6 (Gastos) en la acera de abajo; y todo el resto...

— ¡¡¡Todo el resto son coches con diferentes matrículas!!! —exclamo con mucho énfasis, para que se les quede profundamente grabada esta regla mnemo-técnica tan esencial para recordar la lógica de codificación o numeración de las diferentes cuentas y la mecánica del método contable.

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— Como los de Desirée y Héctor...—aporta Helena, señalado su dibujo.— Si os descargáis por Internet el PDF con el Plan de Cuentas completo y mi-

ráis todas las páginas que ocupa, repletas de Cuentas Contables diferentes, co-rréis el riesgo de caer de espaldas y desanimaros, pensando que se trata de algo inabordable. Pero si hacéis esta aproximación sencilla que os estoy enseñando, todo es mucho más simple y comprensible. Todas las cuentas que empiezan por 1, 2, 3, 4 y 5 ¡son coches en la calzada!, salvo las que empiezan por 57.

— ¡¿Y cómo nos las vamos aprender todas las matrículas?! —pregunta la ni-ña, sintiéndose incapaz de recordar tantas cuentas contables diferentes.

— Pues evitando la memorización pura o ilógica, la cual conduce al olvido rápido. Tenemos un número limitado de neuronas, que abandonan rápidamente su participación en tareas que no realizamos habitualmente, ¡al ser reclutadas pa-ra otras actividades que sí hacemos con mayor frecuencia! —les argumento, al recordar algo que se explicaba en el último libro de neurociencia que leí.

— Imagino que los diferentes coches irán apareciendo poco a poco —inter-viene el futuro ingeniero—, y que nos irás dando el truco mnemotécnico para recordar sus matriculas y la columna en la que debemos anotar los importes, es decir, las dos cosas que diferencian o caracterizan a cada cuenta contable.

— Que Desirée, vuestro primer Cliente, tenga 43 años y que la inicial de su nombre sea la letra D, os sirve para recordar que...—digo, mirando a Helena.

— ...que todas las cuentas de Cliente empiezan por 43 y que los importes a cobrar de las facturas de venta que les enviamos se anotan en la columna D.

— Y que Héctor, vuestro primer Proveedor, tenga 40 años y que la inicial de su nombre sea la letras H, nos sirve para recordar que...—miro a Hugo.

— ...que todas las cuentas de los Proveedores empiezan por 40 y que los im-portes a pagar de las facturas de compra que nos envían se anotan en la columna H, en la columna del Haber —me responde seguro, tal como esperaba.

— ¡Muy bien, chicos! De momento, con esos dos coches tenéis suficiente. Ahora hay poco tráfico en nuestra calle, pero ya lo iremos incrementando, de manera gradual, con la incorporación progresiva de más coches. Lo haremos pa-so a paso, a un ritmo que os permitirá ir asimilando la información. Con el cere-bro pasa algo parecido a lo que ocurre con el estómago: si le damos información a un ritmo superior al que es capaz de digerir, ¡lo empachamos!

— De acuerdo, papi —dice ella, mucho más relajada ahora, como si se hu-biera olvidado de su preocupación relacionada con nuestra deuda con Héctor.

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— Quiero recordaros la recomendación de que no tratéis de deducir el signifi-cado de Debe y Haber a partir de lo que entendéis en el lenguaje coloquial, por-que os liaréis con toda seguridad. Aplicad las reglas mnemotécnicas que os doy.

— Valeee..., lo haremooos... —dice Helena con cierta guasa.

— Os recuerdo la sugerencia de que, cuando veáis “un coche” con saldo D, digáis que se trata de una cuenta con saldo Derirée; y de que, cuando veáis “un coche” con saldo H, digáis que se trata de una cuenta con saldo Héctor.

— Es una forma de ponerle cara o imagen a las cuentas, sin duda, y de hacer-las más amigables —opina Hugo a la vez que asiente con la cabeza.

— ¡Así es! Por eso, os resultará mucho más sencillo interpretar el significado de un saldo D o un saldo H de una cuenta contable con forma “de coche”. Te-nemos que llamar a Desirée para cobrar (cuenta con saldo D o saldo Desirée) y, en cambio, Héctor nos llamará a nosotros para que le paguemos (cuentas con saldo H o saldo Héctor), si no lo hemos hecho al llegar la fecha de vencimiento. Al ver una cuenta de coche con saldo H, es más fácil interpretar su significado si pensáis en “saldo Héctor” que si pensáis en “saldo Acreedor”, ¿no os parece?

— Nos dijiste, papi, que esta sesión sería de media hora..., ¡y no hemos visto nada nuevo todavía! —interviene la niña, movida por su impaciencia innata.

— Un último punto de repaso y avanzamos. Recordad que, si no empezamos por unos buenos cimientos, por poner unas bases sólidas en la estructuración de vuestros conocimientos, podemos construir un frágil castillo de naipes. Además, hasta los mayores virtuosos del piano —como dice Vaughan—, empiezan todos sus ensayos practicando los movimientos más básicos.

— ¿Podría seguir, señor filósofo? —la ironía de Hugo reaparece en escena.

— ¡Dame paciencia, Señor! —exclamo, mirando hacia el techo.— No te pases, papi, y continúa —dice la niña, implacable, mientras va dando

golpecitos en su reloj de pulsera: ¡Hugo tiene mucha razón esta vez!— Cuando nos ponemos delante de una factura de venta con la intención de

contabilizarla, ¿cuántas cosas tenemos que ver y hacer, chicos?— ¡Dos! —dicen ambos al unísono.

— Decidme una cada uno de vosotros, por favor.— El importe a cobrar que aparece en el pie de una factura de venta lo tene-

mos que apuntar en la columna del Debe de la Cuenta Contable del Cliente (en su coche) y, a continuación, recalcular el nuevo Saldo de la cuenta —decide la niña empezar a demostrar que esto tan básico ya lo tiene muy integrado.

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— Muy bien, hija: lo normal es que los saldos “de los coches” de clientes se-an D (saldos Deudores o ¡saldos Desirée!), porque suele haber más importes apuntados en la columna del Debe (D) que en la del Haber (H). Por eso, las cuentas contables de los clientes forman parte del Activo del Balance.

— Y el importe de la venta lo tenemos que apuntar en la cuenta contable des-tinada a ir registrando todos los Ingresos por Ventas que se vayan produciendo en la empresa, pero en la columna H (la del Haber) —Hugo describe la forma de contabilizar el apunte contable de contrapartida—. Es obvio que los saldos de las cuentas de Ingresos (las que empiezan por 7) son siempre H, porque los im-portes de todos lo apuntes se anotan en la columna H. Los Ingresos son parte de la Cuenta de Resultados, pero no del Balance, ¡porque no son coches!

— Por tanto —continúo yo—, apuntamos el importe a cobrar al cliente en la columna D (Desirée) de una cuenta que empiece por 43 y el importe del Ingreso en la columna H de una cuenta que empiece por 7. De esta forma, mantenemos el equilibrio necesario que determina el método de la Partida Doble.

— Lo sabemos, papi...

— La metodología de la Partida Doble establece, y lo lleva haciendo desde el siglo XV, que cada vez que nos ponemos a contabilizar un documento contable tenemos que recurrir a dos cuentas contables como mínimo. Cuando tenemos en nuestras manos la factura de venta del reloj, y queremos contabilizarla, tenemos que involucrar a una cuenta de Cliente y a una cuenta de Ingreso por ventas. Mientras las cuentas de Clientes son coches que situamos en la calzada (en co-ches cuya matrícula empieza por 43), las cuentas de Ingresos las dibujamos en la acera inferior, y más concretamente, en la bandeja 7H (la de color verde).

— Contabilizamos la factura de compra del reloj mediante dos apuntes conta-bles: 8.000€ como importe a pagar a Héctor en la columna del Haber de su co-che (de su cuenta contable de Proveedor) y, también, como importe de Gasto por compra en la columna del Debe de la puerta que representa la cuenta contable de Gastos por Compra de productos —explica Hugo.

— Correcto. Sigue.

— Mientras los saldos H que suelen tener las cuentas de Proveedores pasan a formar parte del Pasivo del Balance, los saldos D de las cuentas que empiezan por 6 pasan a formar parte de los Gastos de la Cuenta de Resultados.

— Muy fácil —retomo la palabra—: en Enero contabilizamos 2 facturas (una de venta y otra de compra), y eso nos generó 4 apuntes contables, debido a la metodología contable de Partida Doble. A partir de los 2 apuntes contables de la acera inferior obtuvimos la Cuenta de Resultados de Enero.

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— Tenemos muy claro ya que, cuando nos ponemos a contabilizar facturas de Ingresos y de Gastos, nos tenemos que centrar en la acera de abajo y en los co-ches; y nos podemos olvidar de la acera de arriba —me ayuda Hugo a repasar.

— 10.000€ de Ingresos por ventas —interviene Helena, demostrando no se quiere quedar rezagada—, menos 8.000€ de Gastos por compras, nos dio un Re-sultado positivo de 2.000€ (Beneficio), a pesar de no teníamos ni un sólo €uro en la acera de arriba (en la cuenta corriente bancaria), en Tesorería.

— Porque la Tesorería no forma parte de la Cuenta de Resultados —inicio la frase, con la intención de que la niña la termine—, sino que es una parte del...

— ¡La tesorería forma parte del Balance de Situación, papá! —afirma satisfe-cha—. El saldo en tesorería, junto con los saldos de todos los coches que circu-lan por la calle en un momento determinado, nos permite obtener el Balance de situación, ¡tal como nos enseñó mamá muy bien en la sesión del 31 de Enero!

— Muy bien, hija: los importes de los Activos y de los Pasivos (las dos partes del Balance de Situación), los obtenemos a partir de los saldos de las Cuentas Contables localizadas en los dos tercios superiores de nuestra hoja. Reservamos el tercio inferior para la Cuenta de Resultados.

— ¿Nos dices, ¡de una santa vez!, de dónde sacamos el dinero para pagar ma-ñana la factura de compra del reloj de Héctor, papá? —persevera Helena, con toda la razón del mundo, al ver que repetimos demasiado y que no avanzamos.

— ¿Has pedido un préstamo bancario, papá? —me pregunta Hugo.— ¿Tu crees, Hugo, que un banco prestaría 8.000€ a una niña de 10 años, en

este momento de crisis en el que están pidiendo tantas garantías de solvencia?— Si tú le avalaras ese préstamo...

— Pensé en hacerlo..., pero se me ocurrió otra alternativa más formativa...— ¿Cuál? —pregunta Helena, todavía más impaciente de lo habitual.

— Como Hugo nos dijo que no podía tocar el dinero de su cuenta de ahorro hasta cumplir los 18, esa en la que sus abuelos le han ido poniendo dinero todos los meses desde que nació, y para eso deberíamos esperar demasiado tiempo, pensé en otra persona que pudiera hacer un préstamo a la empresa D&H.

— ¡Me lo quieres decir de una vez!— La verdad es que no me fue fácil...

— ¿Por qué razón no fue fácil? —pregunta Hugo—. ¿Porque es muy difícil conseguir préstamos ahora, con “la qué está cayendo”? .

— No solamente por ese hecho —les explico—: necesitaba a alguien que no sólo tuviera dinero líquido disponible y voluntad para dejarlo, sino también...

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¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— ¿Qué más requisitos necesitaba reunir? —pregunta mi hijo, impaciente.— Buscaba una persona que tuviera 52 años —les hablo con parsimonia—...,

un coche negro y que, además..., ¡su nombre empezara por la letra H!— Imaginamos que se trata de otra regla mnemotécnica para recordar el códi-

go o número de la cuenta contable que necesitamos usar...— ¡Naturalmente! —les confirmo—: las Deudas a corto plazo por préstamos

recibidos son contabilizados en cuentas contables que empiezan por 52 y, ade-más, el importe que te prestan ¡es anotado en la columna del Haber! Ya os dije que iría aumentando el tráfico de nuestra calle poco a poco, gracias a la incorpo-ración progresiva de nuevos coches, cuyas matrículas tendrían un número fácil de recordar, ¡si nos imaginamos la edad de la persona que lo conduce!

— ¿Corto plazo dices?

— Decimos que una deuda es a corto plazo, Helena, cuando tenemos obliga-ción de devolverla en menos de un año. Eso es lo que buscamos en este momen-to, porque necesitamos el dinero prestado únicamente hasta que cobremos la fac-tura de Desirée, lo cual está previsto que ocurra en Abril. ¿Cierto?

— Creo recordar que Hércules, el amigo de gimnasio de Héctor, tenía 52...— ¡Bingo, Hugo!

— Pues si a Héctor, guerrero troyano, no tienes más remedio que devolverle el dinero que le debes, ¡por la cuenta que te tiene!... ¡imaginate con Hércules! —exclama Hugo de manera simpática, riendo y agitando su mano—. Menudo miedo tener saldos H (Saldos Acreedores o, mejor, saldos “Héctor”) ¡en los co-ches conducidos por tipos con ese porcentaje de masa muscular!

Helena le ríe la gracia a su hermano, cosa que me hace feliz.

— ¡Dibujemos el coche negro de Hércules, hijos, también con forma de auto-bús! El número de la cuenta, lo podéis deducir fácilmente: 5200·0001; y el nombre de la cuenta también: préstamo a corto plazo de Hércules.

— Muy bien —dicen a coro, mientras dibujan.

— El importe del préstamo que acordé fue de 5.000€, dinero que debemos anotar en la columna H (inicial de Hércules). Por tanto, el saldo de esa cuenta pasa a ser de 5.000€ H tras realizar ese apunte (saldo Acreedor). Por tanto, cuan-do nos dispongamos a generar el Balance, ese dinero formará parte del Pasivo.

— ¿Y la fecha? —me pregunta Hugo, al faltarle ese dato, cuando se dispone a rellenar la primera columna del apunte en la ficha contable de Hércules.

— No lo recuerdo ahora, pero me voy a conectar a la página web del banco y, gracias al sistema de banca on-line, voy a averiguarlo inmediatamente.

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— ¡¿5.000€ has dicho, papá?! —exclama Helena alarmada, mientras utilizo el teclado del ordenador—. ¡Necesitamos 8.000€ para pagar a Héctor!

— Lo sé, lo sé —le replico con parsimonia, mientras espero la descarga de la información en mi equipo—. ¡Aquí lo tengo, Hugo! —digo enseguida—: en el extracto bancario que me aparece en pantalla veo una entrada de 5.000€ con fe-cha 15/02/2013. Ya tienes, por tanto, la fecha que necesitas para dar de alta el primer apunte contable en la ficha de Hércules.

— ¡¿Y no ves más entradas de dinero, papá?! —insiste ella, algo alarmada.

— Antes de responderte, quisiera hablar del apunte contable que tiene que ha-cer pareja con el que está haciendo ahora Hugo en el coche de Hércules, después de averiguar la fecha del apunte. Recordad que tenemos que seguir el método contable de la Partida Doble. Vayamos paso a paso y despacio.

— Paso a paso, de acuerdo, ¡pero rápido! —matiza y urge Helena.— Le envié a Hércules el número de la cuenta corriente naranja que abrí a

nombre de D&H, para que transfiriera los 5.000€ que presta a la empresa.— Pues, en ese caso, está claro que tenemos que apuntar una entrada de dine-

ro en la cuenta contable (en la ficha) del banco —afirma Hugo sin titubear.— Ha llegado el momento de utilizar la acera de arriba, ¡la acera de la Tesore-

ría!, para registrar un apunte contable y, por tanto, de que deduzcáis el uso de las columnas D y H en las cuentas que empiezan por 57. ¿En qué columna creéis que debemos anotar los 5.000€ que han entrado en la cuenta 5720·0001, en la del banco naranja cuya oficina está situado en el otro lado de la calle?

— Muy fácil, papi —afirma ella—: si, en el coche de Hércules, acabamos de apuntar los 5.000€ en la columna H; en la puerta del banco, tenemos que anotar ese mismo importe en la columna D, ¡para mantener el equilibrio!

— O sea que —remacha Hugo—, en la acera de la tesorería, los cobros se anotan en la columna D, aquella que los contables llaman columna del Debe ¡con una más que evidente intención de despistarnos a todos los profanos!

— ¡Misterio resuelto, chicos! Como veis, todo termina llegando en esta vida.— Cobros y Pagos, Debe y Haber... —tararea Helena con mucha gracia.

— Esa “cancioncita” os puedes resultar útil, efectivamente —les digo, son-riendo su ocurrencia—. A partir de lo que ya sabéis, podéis deducir fácilmente que, si una cuenta bancaria tuviera más anotaciones de dinero en la columna H (en la de los pagos o salidas) que en la columna D (en la de los cobros o entra-das), su saldo sería H (saldo acreedor o, según nuestra particular regla práctica, ¡“saldo Héctor”!), ¡y eso significaría estar “en números rojos”! No dudéis ni por

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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un segundo, que si vuestra cuenta del banco entrara en saldo H, en “saldo Héc-tor”, ¡recibirías una llamada inmediata de vuestra oficina bancaria!

— Tiene su lógica —aporta Hugo—: si tenemos la cuenta bancaria con saldo H, saldo Acreedor o “saldo Héctor”(saldo negativo), significa que la empresa le debe dinero al banco; y si tenemos la cuenta con saldo D, saldo Deudor o “saldo Desirée” (saldo positivo), significa lo contrario. La regla mnemotécnica de “sal-do Desirée” y “saldo Héctor” es aplicable en los coches y en la acera superior (en los 2/3 superiores de la hoja), pero no en la acera inferior (en ella, todas las cuentas de Ingreso tienen saldo H, y todas las de Gasto saldo D).

— Impecable. Sigo siendo “todo oídos”...

— Por lo que nos has contado hasta ahora, papá, la cuenta bancaria de la em-presa D&H tiene un saldo positivo (saldo D o Desirée) de 5.000€, tras haber he-cho el apunte de entrada de ese dinero. Por tanto, el importe del saldo D en ban-cos pasará a formar parte del Activo del Balance de D&H.

— Hoy vamos muy bien y muy rápidos, tal como preveía. El mes pasado con-tabilizamos dos facturas (una de venta y otra de compra), y ello supuso crear 4 asientos contables (2 parejas). Este mes, hemos contabilizado un préstamo a cor-to plazo, y ello nos ha obligado a crear 2 nuevos apuntes: uno en la puerta del banco, en la acera de arriba, y otro en un coche de Hércules.

— Parece fácil...—opina Helena—. Pero sigo preguntado —añade a conti-nuación— :¡¿dónde están los 3.000€ más que necesitamos para pagar el reloj?!

— Hablé con los abuelos —les informo—, para que dieran orden de transfe-rencia desde tu cuenta particular, Helena, a la de tu empresa D&H. Les expliqué la razón y les pareció muy buena idea que empezaras a familiarizarte con la ope-rativa habitual de una empresa. Les dije que no se trataba de un préstamo tempo-ral, necesario hasta Abril, sino de una aportación a su capital social, porque es-peraba que D&H tuviera continuidad posteriormente. ¿Qué te parece mi idea?

— ¿Capital social? —pregunta la niña.

— Se trata del dinero que ponen los socios, los propietarios de la empresa. El capital mínimo para una sociedad limitada es, precisamente, de unos 3.000€.

— ¿Y me dejará de dar intereses mi dinero? —sigue el interrogatorio.— Esperamos que te dará dividendos por los beneficios de la empresa; y con-

fío en que esos dividendos supongan más dinero que los reducidos intereses que te está dando ahora el banco por tener tu dinero en una cuenta de ahorro.

— O sea, que tenemos que hacer otros dos apuntes contables más —deduce Hugo con rapidez—. Veo claro que uno de ellos supone hacer una nueva anota-ción de entrada de dinero en la cuenta 572 de la acera de arriba, pero supongo

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que necesitamos que nos digas el número de la matrícula del coche en el que de-bemos anotar el otro apunte contable, el de pareja o contrapartida.

— ¿Por qué no haces primero el apunte en la acera superior de tu hoja, tal como acabas de razonar, Hugo? —le sugiero.

— Vale, pero también necesito saber la fecha del apunte...— Puedes apuntar 10 de Febrero de 2013 —le informo, tras consultar el ex-

tracto de saldos y movimientos de la cuenta corriente bancaria por pantalla.— ¡Hecho! —dice Hugo, instantes después de recibir el dato.

— Si los 3.000€ transferidos a la empresa D&H, proceden de la cuenta perso-nal de Helena, y ella tiene 10 años, la matrícula del coche nuevo debe ser...

— ¿1000·0001...? —pregunta ella, con esa entonación de voz característica que utilizamos todos cuando necesitamos confirmación de lo que decimos.

— ¡Es correcto! Se trata de la cuenta contable del Capital social, es decir, del dinero que ponen los propietarios de la empresa, sus socios, y por el que esperan recibir dividendos de los beneficios a cambio. La aportación de capital social se realiza al constituir la sociedad, razón por la cual la fecha de entrada de dinero en la cuenta bancaria es anterior a la del préstamo de Hércules.

— ¿Por qué nos lo has explicado con ese desorden cronológico, papa? —pre-gunta Hugo, con cierto sarcasmo. ¡No es propio de ti algo desordenado!

— Os lo he explicado de forma desordenada en el tiempo, para darle un poco de emoción al tema, ¡y poner nerviosa a Helena! —me justifico—, pero no estoy seguro de que haya estado acertado haciéndolo así. Lo correcto, como bien sa-béis, es ir registrando los acontecimientos contables de manera cronológica.

— Tranquilo, papi —me replica Helena—: si tu intención era que se me que-dara grabado todo esto, ¡lo has conseguido!: ¡me has puesto muy nerviosa!

— Me alegro, porque lo que busco es que consolidéis lo aprendido.

— ¡Pues ya tenemos otro coche nuevo! —dice Hugo, al que ya se le nota mu-cha soltura con este asunto—. Lo dibujo y hago un apunte contable en él, ano-tando 3.000€ en la columna H. Helena tiene 10 años y la inicial de su nombre es la H: eso nos recuerda que las aportaciones de los socios al capital social se apuntan en la columna H de cuentas contables que empiezan por 10, según de-termina el P.G.C. (Plan General Contable) y, por tanto, tienen saldos H.

— Yo no lo habría resumido mejor, Hugo. Y, si el saldo de la cuenta contable de capital social (la 1000·0001) es 3.000€ H, formará parte del...

— Del Pasivo del Balance de Situación —completa Hugo la frase, sin encon-trar dificultad alguna— , como lo hacen todos los coches con “saldo Héctor”.

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— ¡Pero yo no soy un forzudo como Héctor o Hércules, tíos que reclamarían el dinero que la empresa D&H les debe y cuyo importe de deuda se puede cuan-tificar en el saldo H de sus cuentas, de sus fichas, de sus coches!

— ¡Precisamente ahí quería llegar, Helena! —le digo—. Hay dos tipos de co-ches con saldos H (saldos Acreedores o “saldos Héctor”): los que pertenecen a Proveedores y Acreedores de la empresa y los que pertenecen a sus socios o propietarios. Mientras los saldos H de los primeros forman parte de la Deuda de la empresa, del Pasivo Exigible; los saldos de los segundos forman parte de sus Fondos Propios, del Pasivo No Exigible. Como veis, el Pasivo se divide en dos grandes partes, dependiendo del origen del dinero. La empresa tiene la obliga-ción de devolver la Deuda a su vencimiento, pero no los Fondos Propios.

— A los forzudos como Héctor y Hércules tenemos que pagarles los saldos H de sus cuentas, de sus coches, ¡si no queremos que nos asusten enseñándonos el tamaño de sus bíceps!, pero no ocurre lo mismo con Helena —repite Hugo.

— Mamá nos dijo —recuerda Helena— que el Pasivo del Balance de situa-ción de una empresa responde a la pregunta “¿de Dónde ha salido el dinero para financiar el Activo?”. En este caso, veo que podremos responder que parte del dinero lo hemos conseguido gracias a Héctor y Hércules, ¡y parte a mi dinero!

— Parte es Pasivo exigible (Deuda) y parte es Pasivo no exigible o propio (Fondos propios) —les ratifico—. El porcentaje de Deuda que una empresa tiene sobre el total de su Pasivo nos da lo que se denomina Ratio de Endeudamiento.

— OK —dice mi hijo.

— Pues visto y entendido eso sobre el Balance, ahora os pregunto lo siguiente sobre la otra Cuenta Financiera: ¿cuál es la Cuenta de Resultados de Febrero?

— Pues estoy viendo que no hemos hecho ni un solo apunte en la acera de abajo en Febrero...—reflexiona la niña, pensando en alto, mirando su hoja.

— ¡Claro que no! —afirma Hugo—: no hemos vendido nada nuevo y, por tanto, no hemos generado ninguna factura de venta nueva.

— Y eso significa que no hemos tenido ningún Ingreso por venta, Hugo.— Pero tampoco hemos tenido ningún Gasto nuevo... —aporta Helena, como

si quisiera justificarse por algo de lo que no es realmente culpable.— Por tanto, en la cuenta de resultados de este periodo (Febrero), pondríamos

Ingresos=0, Gastos=0 y, por tanto, Resultado=0. ¿Estáis de acuerdo?Asienten con una curiosa sincronización de movimientos.

— Y el Balance al final de Febrero sería... —les animo a avanzar.

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— En el Activo tenemos dos partidas —habla Hugo, a la vez que señala con el bolígrafo—: en Tesorería 8.000€ y en Cuenta de Clientes 10.000€. El importe total de nuestro Activo es, por tanto, de 18.000€.

— Eso quiere decir que, el total del Pasivo deberá ser de 18.000€ también —afirmo—. El importe total del Activo debe ser siempre idéntico al del total del Pasivo, porque son las dos grandes partes de una cuenta financiera ¡que se llama Balance de situación! Recordad, chicos, que la palabra “Balance”, en inglés, significa “Equilibrio”, ese que buscaban los hombres del Renacimiento.

— Los componentes del Pasivo creo que son los siguientes —interviene He-lena—: 8.000€ que le debemos a Héctor (por su factura del reloj), 5.000€ que le debemos a Hércules (por su préstamo), 3.000€ de capital social que he puesto yo, y... —detiene su explicación, quedándose pensativa.

— ¿Te falta algo? —le pregunto.— No encuentro los 2.000€ más que necesito para llegar a los 18.000€ del im-

porte total que debe tener el Pasivo para igualar el valor total del Activo... —re-conoce, mientras no levanta la vista de la hoja buscando la solución.

— Tenemos que añadir los 2.000€ del beneficio que obtuvimos en Enero, y que debemos considerar también en el balance de final de Febrero, al tratarse del resultado acumulado del año. ¿Lo entiendes, hija? Los beneficios del año son fondos autogenerados por la actividad de la empresa y, por tanto, pasan a formar parte de los Fondos propios, de la parte no exigible del Pasivo del Balance.

— ¿A ver cómo lo haces, papá? —me dice, sin quitarme el ojo de encima.

— Fijaros en algo aparentemente inesperado —les digo, mientras les muestro mi folio—: en Enero tuvimos un beneficio contable de 2.000€ y, en cambio, aca-bamos el mes con 0€ en la cuenta corriente del banco.

— ¡No me lo recuerdes! —dice la niña con una sonrisa que ilumina su cara.

— En cambio —continúo veloz—, en Febrero, el beneficio ha sido 0€ y, cu-riosamente, ¡hemos acabado el mes con 8.000€ de saldo D en el banco!

— ¡Es verdad! —reconoce Helena.— Creo que ya no os queda ninguna duda de que el Beneficio y la Tesorería

son dos cosas muy diferentes. Los malos gestores, aquellos que confunden Teso-rería con Beneficio, pueden cometer el error de gastar un dinero que ven en teso-rería, pero que pueden necesitar luego para cumplir sus compromisos de pago.

— ¡A esos les pueden poner un ojo morado Héctor o Hércules! —exclama Hugo en broma, poniendo de manifiesto que ha consolidado el concepto.

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— ¡Está claro, papá!: mientras para saber el beneficio o la pérdida de un pe-riodo hay que mirar las anotaciones contables hechas en la acera de abajo, para saber el dinero que hay en tesorería hay que mirar los apuntes contables que hay en la acera de arriba, la acera en la que está situada la oficina bancaria y la caja.

— Helena, como ves, ya tienes el dinero que necesitas en tu cuenta corriente para que mañana puedas pagar la factura de Héctor a su vencimiento.

— ¡Qué alivio, papi! Nos vamos rápido que hoy tenemos clase de tenis.— Ahora tenemos un coche con saldo D de 10.000€ (el de Desirée) —les re-

paso antes de que se vayan—, un coche con saldo H de 8.000€ (el de Héctor) y dos coches más, también con saldo H: uno con saldo de 5.000€ H (el de Hércu-les) y otro con 3.000€ H (el de Helena). Mientras Héctor y Hércules pueden re-clamar el dinero que la empresa les debe, Helena no lo hará, al pertenecer el sal-do de su cuenta de capital social a los fondos propios de la empresa.

— Está muy claro en el dibujo —dice Hugo, para indicarme que lo conside-ran suficiente, al ponerse su cazadora—. Mientras los coches con saldo D for-man el Activo del Balance, los que tienen saldo H forman el Pasivo.

— Tenemos un coche con saldo D (saldo Deudor o “saldo Desirée”) que, su-mado a la tesorería, nos da el importe total del Activo —aporta Helena, ya de pie y con su mochila puesta sobre sus hombros—; y tenemos tres coches con saldo H (saldo Acreedor o “saldo Héctor”): el de Héctor, el de Hércules y el de Hele-na. Los saldos de esos tres coches, sumados al importe del beneficio acumulado del año, nos da el valor total del Pasivo del Balance al final de este mes.

— ¿Os habéis fijado en el orden en el que hemos puesto las diferentes líneas que forman el Activo y el Pasivo? —les pregunto, quizás inoportunamente.

— ¡Tiempo muerto, papá! —dice Hugo, colocando sus manos en forma de T.— Los financieros ordenan las líneas del Activo según su grado de liquidez

—sigo, sin hacerle caso—, por eso hemos colocado la tesorería en lo más alto. El lugar más alto, lo hemos reservado ¡para el Activo de liquidez más alta!

— ¿Qué Activos le siguen? —pregunta mi hijo ahora, sorprendentemente.— Las cuentas de clientes tienen un nivel inferior de liquidez, porque tene-

mos que esperar a cobrar sus facturas hasta conseguir que el dinero líquido entre en la tesorería. Las existencias sería el tercer nivel, porque, antes de convertirse en cuentas de clientes, se tienen que vender los productos que la forman. El si-guiente, y último nivel, sería para los activos fijos o inmovilizados, aquellos que no se suelen venden, porque se necesitan para el proceso productivo de la em-presa. Os explicaré todo esto con más calma en una próxima sesión...

— ¡Papá...! —protesta Helena, exagerando los movimientos su cabeza.

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— Los financieros ordenan las líneas de Pasivo según su grado de exigibili-dad —añado, como si estuviera sordo—, por eso hemos colocado primero la deuda con Héctor (¡su factura vence mañana!), luego la de Hércules (deuda que tenemos que devolver en Abril) y, por último, las cuentas que forman los fondos propios, esas que no tienen exigibilidad (no son deudas), porque ningún forzudo externo nos va a llamar para reclamarnos el dinero que le debe la empresa.

— ¿Y si Helena quisiera recuperar su dinero invertido en la empresa?— La única forma que tiene Helena de recuperar su dinero invertido en D&H

sería vendiendo sus participaciones a otra persona interesada en comprarlas.— ¿Sus participaciones?

— Son como las acciones de una sociedad anónima. Mientras los socios de las Sociedades Anónimas (S.A.) tienen acciones del capital social, los socios de las Sociedades Limitadas (S.L.) tiene participaciones del capital social.

— ¡Pues no sé si he hecho bien en invertir mi dinero en los fondos propios de D&M, si no puedo recuperar mi dinero cuando quiera! —exclama mi hija, ex-presando sus dudas sobre si era mejor tener su dinero en un depósito bancario.

— ¡Esa es precisamente la queja de todos los que invirtieron sus ahorros en las famosas “participaciones preferentes”! —aprovecho la ocasión para explicar-les—. Como algunas entidades financieras necesitaban reducir el enorme ratio de endeudamiento de su Pasivo (el % de deuda), se les ocurrió ofrecer este tipo de producto financiero que la normativa permite contabilizar como fondos pro-pios, al no tener un vencimiento de devolución, como ocurre con los depósitos.

— He oído en la tele que se engañó a mucha gente mayor que pensaban que invertían su dinero en depósitos de alta seguridad y liquidez —aporta Hugo.

— Parece claro que se abusó de la incultura financiera de algunos: pensaban que invertían en algo similar a los depósitos y que, por tanto, cobrarían intereses y que recuperarían su dinero a su vencimiento. Pero se trata de productos finan-cieros que sólo dan rentabilidad si la empresa tienen beneficios y con los que só-lo se puede recuperar el dinero invertido, si otro inversor los compra.

— ¡Menudo lío! —papi—. Todo eso es muy interesante, pero, ¿por qué no volvemos a la forma en la que debemos ordenar las líneas que forman el Pasivo?

— Lo que yo he entendido —interviene Hugo— es que las diferentes líneas del Pasivo se ordenan según su grado de exigibilidad, es decir, por el orden en que llamarían a Helena los propietarios de los coches con saldos H (saldos Acreedores), en el caso de que D&H no pagara sus deudas a su vencimiento, en el caso de que no cumpliera sus obligaciones de pago de su pasivo exigible.

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— ¡¿Te imaginas, papi, que abro la puerta de casa un día y me encuentro a dos forzudos reclamándome el pago de sus saldos H?! —se le ocurre decir a He-lena, agitando su mano y forzando una cara de terror.

— Y Helena no se va a reclamar su saldo a si misma, claro...

— Como ya hemos dicho, los socios de la empresa ponen dinero en ella para obtener dividendos, y no para reclamar su devolución o pedir intereses a cambio. Por eso, el Pasivo se divide en dos grandes partes: la Deuda o Pasivo Exigible (formada por los saldos de las cuentas de Héctor y Hércules) y los Fondos Pro-pios o Pasivo No Exigible (formados por el saldo de la cuenta de la socia Hele-na, más los Beneficios acumulados del año).

— Ahora que lo dices, papá —me dice mi hijo, ya situado en la puerta de sa-lida de mi despacho—, los nombres Hugo y Hilda también empiezan por H. ¿Quiere decir que estás en deuda con nosotros también? —pregunta, sonriente.

— Yo lo achacaría más bien a una tradición familiar, o a una mera causalidad.

— ¡Vaya por Dios!— Fíjate, hijo, que yo me llamo Heriberto y vuestra madre Hannah, ¡y eso no

nos convierte en vuestros acreedores!; ¡al menos, de momento! —añado, rien-do—. De todas formas, me habéis dado una idea: quizás nos vayamos involu-crando todos en esta historia, de manera progresiva, cada uno con su coche.

— Pues, por lo que veo —me replica Hugo—, el único coche con saldo D (saldo Deudor) sería el de Desirée.

— Efectivamente, deberé encontrar más personas con nombres que empiecen por D, porque, tal como os adelantaba al explicaros el orden en el que se orde-nan las diferentes partes del Activo, existen más coches (más cuentas contables) cuyo saldo suele ser D (Deudor). ¡No dejaremos a Desirée sola, junto con la te-sorería, en el Activo del Balance de la empresa D&H!

— Y ordenaremos esas nuevas cuentas de Activo por ranking, según su grado o nivel de liquidez, supongo —interviene Hugo, atento y sagaz.

— ¡Adiós, señores Heriberto y Hugo Igap! Ahora sí que nos vamos a casa de verdad —interviene Helena inmediatamente, recriminando a su hermano su comportamiento de “niño repelente” con una mirada muy elocuente.

— Pues ahora que lo acabo de escuchar, hija, pienso que nuestro apellido “IGAP” es otra buena regla mnemotécnica para recordar que los Ingresos y los Gastos de la acera de abajo forman la Cuenta de Resultados, y que los Activos y los Pasivos del resto de la hoja forman el Balance de Situación. Nuestro apellido es como un práctico acrónimo: Ingresos, Gastos, Activos y Pasivos (IGAP).

— ¡Qué lujo de apellido! —sonríe dice Helena.

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— Nos vemos el 31 de Marzo, que será Domingo de Pascua. Al ser un día festivo, podremos tener nuestra reunión de seguimiento en casa. ¿Os parece?

— Valeeeeeee..........

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Domingo, 31 de Marzo de 2013.

— ¿Qué tenemos que contabilizar hoy, chicos? —les pregunto después de haber conseguido convencerlos para dedicar media hora a nuestra sesión contable mensual, al tratarse de un día festivo—. ¿Qué acontecimientos han ocurrido en la empresa D&H, durante el mes de Marzo, que sean susceptibles de ser valora-dos en unidades monetarias (en dinero) y, por tanto, de ser registrados cronoló-gicamente en su Contabilidad?

— Pues la verdad es que no muchas cosas, papá —responde Helena, recién sentada en la mesa del comedor de casa, y todavía situando sus cosas sobre ella con una parsimonia que no es propia de ella—: que yo sepa, lo único que ha pa-sado, en este mes, es que hemos pagado la factura de tu amigo Héctor, ¡y que nos hemos vuelto a quedar sin un sólo €uro en el banco, como pasó en Enero!

— Mejor que tengamos poco trabajo —opina Hugo—: hoy es el Domingo de Pascua, y no es un día muy adecuado para ponerse a hacer cuentas. No tardarán en llegar los padrinos de Helena y de Hilda para traer sus monas de Pascua, tal como hacen todos los años. ¡La tradición ante todo!

— Estoy de acuerdo —le digo—: ha sido una casualidad que el último día de Marzo coincida con el domingo de la Semana Santa. Tal como hemos dicho an-tes, procuraremos acabar enseguida. ¿Quieres empezar tú, Helena?

— Hoy sí que realmente “está chupado”, papi —dice, a la vez que me señala un documento contable—: aquí delante tengo el recibo que nos ha enviado el banco por correo, junto con el extracto de los movimientos de cobro y pagos del mes. Como puedes ver, aquí pone que se han pagado a Héctor los 8.000€ de su factura del reloj, esa que contabilizamos en Enero.

— ¿Y cuántas cosas tienes que ver, querida hija, cada vez que miras cualquier documento contable que te dispones a contabilizar, como puede ser ese mismo que tienes ahora en las manos? —le reitero la pregunta de siempre, aún corrien-do el riesgo de ser recriminado por perder tiempo y por sonar como un disco ra-yado, y consciente de que conoce la respuesta perfectamente.

— ¡Como mínimo dos, papi! —responde sin pensárselo dos veces y añadien-do musicalidad a sus palabras, mientras Hugo permanece a la expectativa.

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— ¿Y qué dos cosas ves, si miras fijamente ese recibo que tienes en las ma-nos? o, dicho en otras palabras, ¿qué dos cuentas contables tienes que involucrar para contabilizar ese documento de pago que nos ha hecho llegar el banco por correo en un sobre, ¡junto con una nota informativa sobre que nos van a retribuir a un menor tipo de interés el saldo en cuenta o en nuestros depósitos!

— Nos han enviado el recibo y el extracto por correo postal, aunque podría-mos haberlo obtenido también conectándonos al sistema de Banca on-line —se decide a intervenir ahora el estudiante de ingeniería, al que le parece imposible la vida sin Internet, y al que los papeles impresos le parecen cosas anticuadas.

— ¿Puedo hablar, Hugo? —le pregunta su hermana, con cierto “rintintín”, sintiéndose molesta tras haber sido interrumpida.

— Sí, sí, claro, claro... —le responde cortado, elevando las cejas y, supongo, que pensando en el fuerte carácter con el que nos ha salido la niña.

— Tenemos que hacer el siguiente apunte en la cuenta contable del banco, la 5720·0001 —habla a la vez que escribe—: en el campo de fecha, ponemos la fecha de pago: 01/03/2013; en el campo concepto, ponemos “pago de la factura número 2013/1”; en la columna D (la del Debe), no ponemos nada porque no se trata de un cobro, sino de un pago; en la columna H (la del Haber), sí que apun-tamos los 8.000€; y, por último, en la columna del Saldo, ¡ponemos 0€!

— Todo correcto hasta aquí —le digo—. ¿Cuál sería el apunte contable en la otra cuenta involucrada en este asiento, en su pareja o apunte de contrapartida?

— Adelante, Helena —su hermano le cede el turno, para evitar tensiones.

— En la cuenta contable del proveedor Héctor, que es la 4000·0001, anota-mos lo mismo en el campo fecha y en el campo concepto, pero tenemos que po-ner el importe de los 8.000€ en la columna D (la del Debe), la contraria a la que hemos usado para la anotación en la cuenta del banco. Así mantenemos el equi-librio (el balance) que exige el método contable de la partida doble.

— ¿Y cómo queda el saldo de esa cuenta del proveedor Héctor después de que hayamos añadido ese último apunte de pago? —le sigo preguntando a ella.

— El saldo de esa cuenta se queda a 0€ —responde veloz—. Eso quiere decir que no le debemos nada a Héctor en este momento. ¡Qué alivio, por cierto!

— Muy bien, hija: su cuenta contable ha dejado de tener saldo H (saldo acreedor), después de que hayamos anotado el pago de su factura en la columna D y de que hayamos recalculado el saldo de su cuenta posteriormente. Ya no hay ningún importe de deuda exigible a su vencimiento por este proveedor en el Pa-sivo de la empresa D&H, ninguna obligación de pago a Héctor.

— ¿Eso es todo? —pregunta la niña.

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— ¿Dejamos a Hugo que nos muestre cómo quedarían las dos Cuentas Finan-cieras básicas a día de hoy, a fin del mes de Marzo, hija?

— ¡Claro, claro! —dice con amabilidad y arrepentimiento, consciente de que se había excedido previamente recriminando a su hermano.

— Para generar la Cuenta de Resultados tengo que mirar los apuntes que he-mos hecho en la acera de abajo —dice con soltura—, ¡y no veo ninguno!

— ¡La crisis está afectando con crudeza también a tu empresa, Helena! —afirmo, esbozando una sonrisa—: ¡no has conseguido vender absolutamente na-da ni en Febrero, ni en Marzo! Desde la venta del reloj a Desirée en Enero, la empresa D&H no ha vuelto a conseguir ni un solo ingreso adicional.

— Efectivamente —habla Hugo, a la vez que escribe en su hoja—: los ingre-sos, los gastos y el resultado de Marzo es de “cero patatero”; y, por tanto, el re-sultado acumulado del año continúa sin variación un mes más. La empresa sigue teniendo los mismos 2.000€ de beneficio acumulado, valor que es el que se ge-neró en Enero. No ha habido ningún beneficio adicional posteriormente.

— Estamos de acuerdo —interrumpo la exposición de mi hijo—: al igual que pasó el mes pasado, no hemos tenido ninguna anotación en la acera de abajo (la reservada para Ingresos y Gastos). En el mes de Enero, hicimos parejas de apun-tes que afectaban a la acera de abajo y a los coches, ¡pero no a la acera de arriba! En Febrero y en Marzo, hemos hecho justo lo contrario: parejas de apuntes que han afectado a la acera de arriba y a los coches, ¡pero no a la de abajo!

— Como sí que ha habido una anotación contable en la acera de arriba duran-te el mes de Marzo —continúa Hugo, tras lanzarme una mirada cuyo mensaje interpreto perfectamente— y otra en uno de los coches, podemos esperar cam-bios en el Balance de final de Marzo con respecto al de final de Febrero.

— ¿Vamos con ello? —le propongo, tratando de expresarle una disculpa por interrumpirle y no colaborar a finalizar cuanto antes la sesión de hoy.

— Me temo que acabaremos rápido —parece ahora lamentarse Hugo de que la cosa no se complique un poco más, cosa que me hace especial ilusión—: en el Activo de la empresa D&H, sólo tenemos los 10.000€ que nos debe Desirée, ya que el saldo en bancos, la tesorería, vuelve a ser de 0€.

— ¿Y cómo llegamos a los 10.000€ que debe sumar el Pasivo, hijo, para igua-lar el importe total del Activo y, de esta forma, cuadrar el Balance?

— El Pasivo lo componen, al final de Marzo, los 5.000€ del préstamo de Hér-cules, los 3.000€ de capital social que pertenecen a la socia Helena y los 2.000€ del beneficio acumulado del año 2013 —responde sin dudar.

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— ¡Correctísimo! —le digo, mientras Helena escucha atentamente y observa cómo vamos escribiendo todo lo que acabamos de exponer.

— Los 10.000€ de saldo D (Deudor) de la cuenta de clientes, que componen el Activo, se financian con los saldos H (Acreedores) de las cuentas de Hércules, de Helena y, también, con los Beneficios acumulados del año. Son los tres com-ponentes que forman el Pasivo del Balance al final de este mes de Marzo.

— ¿De dónde ha sacado el dinero D&H? —se pregunta a sí misma Helena, recordando la regla que le enseñó su madre—. La respuesta es sencilla: 5.000€ del préstamos de Hércules, 3.000€ de mis ahorros invertidos en la empresa como capital social y 2.000€ del Beneficio acumulado del año.... Y, ¿dónde están inver-tidos? —se sigue preguntado, tras una breve pausa en la que hemos cruzado mi-radas—: pues están invertidos en la cuenta de clientes, es decir, en los 10.000€ que Desirée le debe a la empresa todavía.

— Muy bien: el importe del Activo siempre es igual al importe del Pasivo, ¡como no podría ser de otra forma!: hay un origen de fondos y una aplicación de los mismos. Sólo podemos invertir en diferentes Activos la misma cantidad de fondos que hemos conseguido obtener, la cual está cuantificada en el Pasivo.

— 5.000€ exigibles y 5.000€ no exigibles en el Pasivo del Balance de Situa-ción de D&H al final de Marzo —aporta Hugo—: ¡mitad y mitad! Supongo que eso quiere decir que el ratio de endeudamiento es del 50% en este momento.

— ¡Perfecto! —le digo complacido—. El Balance de situación de fin de Mar-zo ha tenido cambios sustanciales con respecto al de fin de Enero. La Deuda (o Pasivo Exigible) de 8.000€ con Héctor, que reflejaba el balance de fin de ese mes, ha sido sustituida por una deuda de 5.000€ con Hércules. Como veis, en el análisis financiero, es muy importante comparar los importes que aparecen en las diferentes columnas, es decir, es básico analizar la evolución en el tiempo de los componentes o partes (de las diferentes lineas) de las Cuentas Financieras.

— Interpreto que los 10.000€ del Activo estaban financiados con un 80% de Deuda al final de Enero (el saldo H del coche de Héctor) y con un 20% de Fon-dos Propios (los 2.000€ de Beneficio conseguido en Enero).

— ¡Muy bien, hijo! Los financieros dirían que la empresa D&H ha pasado de tener un ratio de endeudamiento del 80% a final de Enero, a uno del 50% a final de Marzo. El porcentaje de Deuda sobre el total del Pasivo de un Balance es un indicador muy importante de la solvencia de una empresa. Por esa razón, las en-tidades financieras y las empresas hacen lo posible para que no aparezca excesi-vamente elevado en sus balances de fin de año, en esos que hacen públicos para que los analistas externos los pueda analizar y evaluar.

— ¡Quieren salir guapos en “la foto” de fin de año! —se le ocurre a Hugo.

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— ¡Eso tiene gracia, hijo!... Es una original forma de decirlo, sí.— Yo estaba convencido de que Pasivo era sinónimo de Deuda —dice mi hi-

jo, con su modestia habitual—, pero ahora veo que estaba equivocado. He aprendido que el Pasivo se divide en dos grandes partes: una que es exigible por acreedores externos y que, por tanto, se considera Deuda; y otra parte que perte-nece a los socios y que, por tanto, se considera Fondos Propios o no exigibles.

— Así es, Hugo: hay coches con saldos H, que pertenecen a “tipos fuertes” que te pueden “intimidar” en el caso de que no les pagues los importes que les debes (los importes exigibles) en la fecha de su vencimiento —les digo de la forma más gráfica que puedo, para que se les quede grabada la regla mnemotéc-nica—, y otros que pertenecen a “dulces y amables personas” como Helena.

— Estoy de acuerdo sobre todo lo que habéis dicho sobre la comparación de los diferentes importes en los Balances de fin de Enero y de Marzo —interviene Helena, a la que se le notan ganas de terminar cuanto antes—, pero ¿qué me de-cís de la comparación de las Cuentas de Resultado de esos meses?

— Está muy claro, hija: tienes que ponerte las pilas, ¡porque llevas dos meses sin vender nada...! —le digo de nuevo, riendo—, y sabes de sobras que los In-gresos (y el Beneficio consiguiente) se obtienen al vender, al generar facturas de venta a clientes tras haberles vendido algo, ¡y no en al cobrarlas!

— Pues podéis estar seguros de que, hasta que no acabe la época de exáme-nes, no tendré tiempo de vender nada... —trata de justificarse.

— Tu empresa D&H no ha tenido ni Ingresos ni Gastos durante los dos últi-mos meses (sólo movimientos de tesorería) —les digo—, pero esa situación tan poco real nos ha venido muy bien para los fines didácticos que perseguimos: nos ha permitido que aprendierais los fundamentos básicos de la Contabilidad de una manera muy relajada, paso a paso y sin complicar las cosas inicialmente con demasiados apuntes contables realizados en un solo mes.

— Eso es tener capacidad para ver el lado bueno de las cosas —opina Hugo.

— Quizás os parezca que habéis aprendido pocas cosas y que os queda mucho por delante —continúo argumentándoles—, pero os aseguro que vosotros sa-bríais muy bien qué hacer, si os pusieran a prueba en una empresa, tirando un montón desordenado de documentos contables sobre una mesa, y os pidieran que los contabilizarais urgentemente. No os quedarías bloqueados en esa situa-ción, ¡sino que actuarías de manera decidida! ¿No es cierto?

— Bueno... —dice Helena dubitativa, con cara de estar visualizando esa esce-na con sensación de pánico y temblor de piernas.

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— Lo primero que yo haría —interviene Hugo, muy motivado— sería clasifi-car ese montón desordenado de papeles en grupos homogéneos.

— ¿Qué quieres decir exactamente, hijo?— Iría cogiendo un papel detrás de otro y los iría clasificando en su sitio. De

esta forma, iría agrupando todas las facturas de venta en una bandeja con el rótu-lo 7H. Simultáneamente, se me iría creando otro montón de documentos, forma-do por las facturas de gastos, en una bandeja rotulada como 6D.

— ¿Y entonces...?

— Pondría todos los extractos bancarios, los movimientos de la caja y los re-cibos de cobro y pago en otro grupo, para luego contabilizarlos todos juntos uti-lizando las cuentas 57 (las de tesorería).

— Está claro, hijo, que diferenciarías todos los papeles que demuestran Ingre-sos y Gastos de todos los que acreditan Cobros y Pagos.

— Así es —me confirma—: primero contabilizarían los papeles que afectan a las cuentas contables de la acera de abajo y a los coches (Ingresos y Gastos), y luego los que afectan a la acera de arriba y a los coches (Cobros y Pagos).

— Te felicito, Hugo: si empiezas convirtiendo un montón de papeles desorde-nado en grupos homogéneos de documentos, su contabilización y archivo poste-rior será sencilla. Orden y clasificación, ¡como lo que necesita tu cuarto!

— ¡No desaprovechas ni una sola oportunidad, papá....!

— Con los documentos que acreditan los Ingresos y los Gastos de cada mes —continúo como si no hubiera oído nada—, generarías apuntes contables que afectarían a la acera inferior y a los coches. Con los documentos que acreditan los Cobros y los Pagos (las entradas y salidas de dinero efectivo en tesorería), generarías apuntes contables que afectarían a la acera superior y a los coches.

— Eso haría, efectivamente.

— Os recuerdo que la Contabilidad se encarga de recoger cronológicamente lo que va ocurriendo, anotando fechas e importes, de clasificar esa información en fichas o Cuentas Contables y, por último, de sintetizar toda esa información para generar las dos Cuentas Financieras: la Cuenta de Resultados y el Balance.

— ¡Los coches siempre juegan! —aporta Helena.— ¡Lógico! —le confirmo—: cuando entra dinero en la acera de arriba (en

tesorería), tenemos que identificar el coche del que procede esa entrada de dine-ro. Puede que se trate del coche de un cliente al que le cobramos una factura de venta (como Desirée), el de alguien que le hace un préstamo a corto plazo a la empresa (como Hércules), el de un socio que aporta capital (como Helena)..., o

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el de otros “conductores” que os iré presentando en sesiones sucesivas, a medida que vayan apareciendo “en escena”. Pero no os preocupéis demasiado —les tranquilizo, al observar la expresión de sus caras—, porque no hay muchas más posibilidades que las que hemos citado ya.

— ¡Ya veo! —dice Hugo, creo que de manera inconsciente, muy concentrado.— Cuando sale dinero de la acera de arriba, tenemos que identificar a qué co-

che se lo entregamos. Puede ser un acreedor, un proveedor (Héctor), un presta-mista al que le devolveremos el dinero prestado (Hércules), un socio al que le pagamos dividendos (Helena) u otros “propietarios” de coches que irán saliendo poco a poco, ¡como puede ser Hacienda! Si entra dinero en el banco, se apunta en la columna D (Debe) de la “puerta” del banco y, también, en la columna H (Haber) de un coche. Si sale dinero, hacemos lo contrario. ¡Así de fácil!

— Si, cuando contabilizamos Cobros y Pagos —me interrumpe Helena, con ganas de explicar lo que sabe—, debemos identificar el coche del que cobramos o al que pagamos; cuando contabilizamos facturas de Ingresos y de gastos Gas-tos, debemos saber el coche al que le anotamos el importe que le corresponde.

— ¡Está clara la razón por la cual nos propones que dibujemos los coches en el tercio medio de la hoja —interviene su hermano, tras cruzar miradas entre ellos, y actuado coordinadamente como si hubieran ensayado el guión antes—, ¡porque están involucrados en los apuntes de ambas aceras! Cuando contabili-zamos un extracto bancario, usamos una cuenta que empieza por 572 y otra que corresponde a la matrícula de uno de los coches; y cuando contabilizamos una factura de venta o de gasto, utilizamos cuentas que empiezan por 7 o 6 y otra que pertenece a uno de los coches que circulan por la calzada.

— ¡Muy bien chicos!: el Plan General Contable (P.G.C.) define muchas cuen-tas, pero eso no debe asustaros. Pensad que, si empiezan por 57, las colocamos en la acera de arriba (cuentas de Tesorería o de caja y bancos); si empiezan por 7 o 6, las dibujamos en la acera de abajo (cuentas de Ingresos y Gastos); y todas, absolutamente todas las demás ¡son coches! Son coches cuyas matrículas pue-den empezar por 1, 2, 3, 4 o 5, con la excepción del 57. Además —añado—, aunque hay muchas cuentas contables, las que se utilizan con mayor frecuencia no son demasiadas y, por tanto, es fácil familiarizarse con ellas.

— Esa clasificación de todas las cuentas que define el P.G.C. en tres grandes zonas o áreas me resulta algo muy visual y fácil de recordar, papá —reconoce mi hijo, expresando agradecimiento con sus gestos.

— Muchas personas piensan que pueden seguir la evolución de la salud fi-nanciera de sus empresas fijándose únicamente en la acera de arriba, en los sal-

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dos del banco y de la caja —les informo—, y pasan completamente de analizar todos los demás indicadores o parámetros.

— Es como si sólo les interesara saber la tesorería...— Así es, hija. Mirando vuestra hoja, es fácil de ver lo equivocadas que están

las personas que hacen eso: ¡es como si sólo se fijaran en la punta del iceberg! La tesorería es la parte más alta del Activo del Balance. Para tener un control de la situación financiera de una empresa hay que analizar el importe de las otras partidas del Balance y, por supuesto también, hay que seguir la evolución de los valores que aparecen en la Cuenta de Resultados de los diferentes meses.

— No todo el mundo tiene la suerte de tener este esquema, papi.

— ¡Pelota! —le recrimina su hermano.— Si miras sólo la tesorería y ves saldos en banco elevados —continúo mi

argumentación—, puedes llegar a la conclusión de que las cosas tiene que ir bien a la fuerza, ¡y podría no ser así! Pueden existir pérdidas (Déficit) en la acera de abajo y, simultáneamente tesorerías elevadas en la acera superior. Esa situación se produce a base de aumentar la Deuda en el Pasivo del Balance, pudiéndose llegar a niveles muy peligrosos, ¡como es de todos conocido ahora!

— No te preocupes, papá —me tranquiliza Hugo—: viendo nuestro dibujo, nos queda claro que no debemos de perder la visión global para analizar el tema.

— ¿Seguimos? —pregunta la niña, con su impaciencia innata.

— Algunas veces se hace una pareja de apuntes utilizando una cuenta 57 (de la acera de arriba) —les informo—, y otra que empieza por 6 o 7 (de la acera de abajo). En nuestro modelo conceptual, en nuestro dibujo, sería algo así como si saltáramos de una acera a la otra sin pasar por los coches de la calzada , pero eso no es habitual o correcto, si somos rigurosos contabilizando.

— Por ejemplo... —me solicita Hugo un caso concreto.

— Imagínate que quieres contabilizar un recibo de una comida de trabajo o de un parking o de un libro técnico o de un producto de limpieza o de un taxi o de cualquier otro pago de cuantía reducida, realizado por cuenta de la empresa...

— En este caso, ¿no necesitaríamos dar de alta una cuenta contable en la parte media de la hoja...? ¿no sería necesario dibujar un coche con su matrícula?

— Si tuviéramos que dar de alta una cuenta contable por cada restaurante de menús o para cada librería o para cada tienda de uso puntual, ¡sería de locos!

— Ya veo —dice Hugo—: en esos casos, contabilizaríamos el recibo utilizan-do una cuenta de tesorería (para anotar el importe pagado) y una cuenta de gasto

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en transporte, en comidas de trabajo o en gastos varios. Saltaríamos de una acera a la otra, al no tener un coche matriculado en el que apuntar los importes.

— Se ve muy claro, papá —dice Helena, claramente con la intención de transmitir su deseo de dar por concluida la sesión de hoy.

— Lo que también puede pasar —no puedo resistir la tentación de avanzarles algo que tenía planeado para más adelante y que, por tanto, les repetiré en su momento—, es que una pareja de apuntes contables involucre a dos coches, sin afectar a ninguna de las dos aceras. Es lo que yo llamo “asientos contables ne-gros”, porque sólo aparecen en ellos cuentas contables de coches. En estos asientos, no están involucradas ni cuentas de tesorería, ni cuentas de ingresos o gastos. Uno de ellos, que se hace todos los años además, está formado por los apuntes para contabilizar la aplicación del resultado del ejercicio anterior.

— ¡Ahora sí que nos has desorientado, papá! —exclama Hugo con cierto gra-do de frustración. Cuando pensábamos que habíamos aprendido todos los trucos, ¡y que nos habíamos convertido ya en unos “magos de la contabilidad”! —añade con sorna—, ¡se te ocurre sacar un nuevo conejo de la chistera!

— Tranquilos, hijos: por ahora, centraros en aprender lo básico y habitual.En ese mismo momento, se escucha el timbre de la puerta de casa.

— ¡Deben ser los padrinos! —nos grita Hannah desde el salón, donde esta viendo una película de Disney con la pequeña—. ¿Habéis acabado ya?

— ¡Sí, sí, mamá! —dicen los dos en alto, a la vez que sueltan los bolígrafos y corren hacia el recibidor.

— Chicos —les grito yo ahora—: no os olvidéis de recoger todo esto y, tam-poco, de que el martes 30 de Abril tenemos nueva reunión de seguimiento finan-ciero. Volveremos a mi despacho para ello, al ser un día laborable.

— Si piensas que te han oído tus hijos, ¡estás muy equivocado!, querido Heri-berto —me dice mi mujer, al pasar por el pasillo de la mano de Hilda.

— ¡Hola, papi! —me dice la pequeña, al saltar a mis brazos para darme un beso—. ¿Por qué no estabas conmigo viendo “la peli” de dibujos animados?

— Supongo que porque estábamos hablando de dinero, hija, algo de infinita-mente menor valor que un abrazo y un beso tuyos... —le digo, mientras pienso que se trata de un mal necesario ya que, si no supiéramos gestionar nuestra con-tabilidad, no podríamos financiar todo lo que necesitamos para nuestro bienestar.

— ¿Qué significa “infitamente”, papi?

— Sécate la baba que te está cayendo con tu hija, Heriberto, y acompáñanos a abrir la puerta —me dice mi mujer, sonriente, mientras me da un ligero empu-

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jón.

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— ¡Bienvenidos a la cuarta sesión, hijos! —les digo, al verlos entrar por la puer-ta de mi despacho—. ¿Con qué ánimo venís hoy a nuestra reunión mensual?

— Hoy estamos más relajados, papá, porque mañana es fiesta —dice la niña.

— Por eso, vuestra madre ha propuesto que vayamos luego a cenar una pizza a ese restaurante italiano que está cerca de casa y que tanto os gusta.

— ¡Qué gran idea! —opina mi hijo.— Para que no se haga muy tarde para vuestra hermana pequeña, intentare-

mos acabar rápido, yendo al grano y sin divagar demasiado...— Eso también es otra gran idea, papá —sonríe Hugo, guiñándome un ojo.

— ¡Hoy podré invitar yo! —exclama Helena, demostrando satisfacción per-sonal y generosidad—. Tengo dinero en el banco de la acera de enfrente —con-tinúa, hablando con expresión de pícara—, después de haber cobrado la factura de Desirée. Este negocio que hemos hecho con D&M, ¡tenemos que celebrarlo!

— ¿Cuánto dinero tienes en tesorería tu empresa, hija?— Pues no lo he mirado hoy, papá, pero supongo que la cuenta corriente de la

empresa D&H debe tener un saldo de 5.000€ D, es decir, positivo.— ¿Qué te hace pensar eso? —le sigo preguntando.

— Hemos cobrado 10.000€ de Desirée y eso nos ha permitido devolver el préstamo de 5.000€ a Hércules, ese que nos hizo en Febrero para que pudiéra-mos pagar, junto con el dinero que puse yo, el reloj a Héctor el día 1 de Marzo.

— ¿Por qué no empezamos contabilizando esos acontecimientos contables que afectan a la tesorería y a los coches de Desirée y Héctor, chicos?

— ¡Está “chupado”, papi! —exclama Helena, mientras se dispone a dibujar.

— ¡Soy todo oídos!— Apuntamos 10.000€ en la columna D del banco, y ese mismo dinero en la

columna H del coche de Desirée. ¿Me dices la fecha exacta del cobro, papá? —me pregunta la niña, al observar que estoy consultando el extracto bancario en la pantalla del ordenador, tras haberme conectado a la web del banco.

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— La fecha es el 15 de Abril de 2013.— ¡Muy amable! —me agradece con ironía, sin levantar la mirada de su hoja,

mientras escribe la pareja de apuntes contables.— ¿Cómo te quedan los saldos de esas dos cuentas que acabas de utilizar, tras

añadir esos últimos apuntes contables, Helena?— Tras el último apunte, el saldo de la cuenta de Desirée queda con 0€, por-

que el saldo de 10.000€ D (saldo Deudor o “saldo Desirée”) que tenía desde Enero, se ha cancelado después de apuntar el cobro de ese importe en la colum-na H de su coche (de su ficha o cuenta contable).

— Estamos de acuerdo —le digo, con la intención de añadir algo más—. El hecho de que reservemos una columna para los importes de las facturas y otro para el de los cobros, hace que sea muy sencillo analizar una cuenta contable (una ficha o Mayor contable) de cliente.

— Así es —reconoce la niña.

— ¿Y que me dices del saldo de la cuenta del banco, la que empieza por 572?— Tras apuntar el cobro de 10.000€ en la columna D, la cuenta me queda con

una saldo de 10.000€ D, porque acabamos Marzo ¡con un saldo de 0€!— Estoy viendo algún movimiento más en el extracto bancario, Hugo —le

digo para darle juego, mientras permanezco atento a la pantalla.— Supongo que estarás viendo la devolución del préstamo a Hércules.

— Efectivamente: lo estoy viendo en fecha 15 de Abril también, justo dos meses después de la fecha en la que prestó su dinero a D&H.

— Pues apuntamos, con esa fecha que me has dicho, 5.000€ en la columna H de la cuenta del banco, al tratarse de una salida de tesorería; y en la columna D de su coche, al tratarse también de una devolución de una deuda.

— Y los saldos que quedan en esas cuentas, tras esos apuntes...

— Saldo de 5.000€ D en la de banco y saldo de 0€ en la de Hércules.— ¿Crees, Helena, que puedo estar observando algún movimiento más en la

cuenta? —le pregunto con tono de intriga, mirándola por encima de mis gafas.— Puede que haya cargos por comisiones bancarias... —sugiere Hugo.

— ¿Recuerdas la publicidad, hijo?: las cuentas naranja no tienen comisiones.— ¿Entonces? —pregunta Helena recelosa—: ¿qué otros pagos puede haber?

— ¿Y no has pensado, hija, en los intereses que hay que pagar cada vez que alguien te presta una cantidad de dinero durante un tiempo?

— ¡¿Aunque sólo sean dos meses?!

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— Imagínate que le hubiéramos pedido prestados esos 5.000€ al banco, y hu-biésemos pactado un tipo de interés del 6% anual, por ejemplo.

— El 6% de interés anual dividido entre 12 meses —calcula el estudiante de ingeniería con gran rapidez—, nos da un resultado de un 0,5% mensual.

— Es decir... — Que el banco le habría cobrado 25€ al mes de intereses —concluye Hugo.

— ¡¿Y Hércules nos ha cobrado eso?! —inquiere Helena, expectante.— No, no ha cargado intereses en la cuenta de D&H —le respondo, riendo—,

pero debería haberlo hecho ¡para que nuestra simulación hubiera sido más rea-lista! Quizá deberías invitarlo a cenar una pizza esta noche, Helena, como gesto de agradecimiento. ¿Qué te parece la idea?

— ¡No sé si es buena idea invitar a cenar a un culturista! —interviene Hugo, divertido con la situación—. ¡Yo optaría por pagarle los 50€ de intereses!

— Hércules se negó en rotundo a cobrar intereses a mi hija...—intervengo yo ahora con cara muy seria—, pero yo no he hecho lo mismo con mis honorarios profesionales derivados de mis servicios de asesoramiento y formación...

— ¡¿Serás capaz...?! —exclama Helena con expresión de asombro.— Os advertí que lo haría, siempre que mi intervención ayudara a generar

más beneficio a D&H que el importe de mis honorarios, ¿cierto?— La verdad es que no esperábamos esto de ti, papá...—afirma Hugo, po-

niendo una cara de no saber bien si estaba hablando en serio o en broma.— Además —añado—, no quería que la Cuenta de Resultados siguiera sin

cambios otro mes más...: llevamos sin hacer un sólo apunte contable que afecte a la acera de abajo, la de los Ingresos y los Gastos, ¡desde el mes de Enero!

— Pero, este mes —habla Helena con tono de queja y alarma—, si contabili-zamos un Gasto y ningún Ingreso, ¡tendremos un resultado negativo!

— ¡Exacto, hija!: unas veces se gana ¡y otras se pierde! La cuenta de resulta-dos de una empresa puede reflejar un resultado negativo (una pérdida, un défi-cit) en algún mes en el que el importe de los Gastos supera al de los Ingresos, en el que el importe de los Ingresos no es suficiente para cubrir el de los Gastos. En las empresas, a diferencia de lo que suele ocurrir en el ámbito doméstico, los in-gresos varían todos los meses. Por eso, ¡los clientes son tan deseados!

— Veo que hay un papel nuevo en esa bandeja azul... —observa Hugo.— Factura número 2013/356 de fecha 30/04/2013 con emisor Heriberto Con-

sulting, S.A. y receptor Desirée & Héctor, S.L. —lee en voz alta Helena, con el documento en la mano, después de haberse abalanzado sobre él.

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— ¡Pues veo que hablabas en serio, papá! —exclama mi hijo, con una expre-sión de cara difícil de definir—. ¿Cuál es el importe de la factura, Helena?

— En este documento puedo leer 100€ de base imponible más el 21% de IVA, es decir, 21€. En el pie de la factura aparece un total a pagar de 121€.

— Como veis, ¡no me he pasado con el importe de mis servicios...!— Cuando les cuente a mis amigas que mi propio padre me ha cobrado por

haberme dado un consejo, ¡van a flipar cantidad!— No sólo te he aconsejado: también te he ensañado contabilidad, te he

transmitido parte de mi experiencia y te he ayudado a generar un beneficio muy superior a esos 121€, ¿no crees? —respondo con intención de hacerlo de manera muy formal, pero sin que pueda evitar que se me acabe escapando la risa.

— Yo no lo encuentro tan gracioso, la verdad...

— Ya te dije antes, que una buena empresaria debe centrarse más en conse-guir ingresos que en reducir los gastos que sean necesarios. Piensa que los gas-tos son la retribución de los recursos que utiliza la empresa para su funciona-miento. Si eres tacaña retribuyendo a los recursos valiosos, ¡como es mi caso!, no podrás contar con ellos para que te ayuden a generar más ingresos.

— Ja, ja, ja: ¡me parto de risa, papá! —me dice ofendida.

— ¡No te pongas tan seria, hija! Yo pagaré la cena de esta noche a cambio, cuya factura tendrá un importe más alto que el de la mía. Estoy seguro de ello.

— Si sólo comemos una pizza y un postre... —interviene Hugo.— Veréis —les explico—, me pareció una buena idea invitar no sólo a Hércu-

les: también les he propuesto a Héctor, Desirée y a su marido que vinieran. Pen-sé que les gustaría que les explicáramos lo que hemos hecho durante estos me-ses. Creo que les hará gracia saber que hemos simulado constituir una sociedad con un capital social de 3.000€ ¡y con un nombre de Desirée and Héctor, S.L.!

— ¿Quieres decir que es buena idea que sepan los precios de compra y de venta, y el negocio que hemos hecho a su costa?

— No tiene por qué ser un secreto, Helena. Piensa que no has timado o enga-ñado a nadie: compraste a Héctor al precio que él quería vender y vendiste a De-sirée al mejor precio que ella podía comprar. ¿Cierto? Y, además, me consta que su marido está feliz con la sorpresa que recibió el día de su cumpleaños. Tu ini-ciativa no sólo ha creado valor económico, ¡también felicidad personal!

— Si tú lo dices...

— Volviendo a la polémica que ha generado mi factura de asesoramiento, qui-siera justificarme un poco más...

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— ¡Tiene la palabra la defensa! —bromea Hugo.— En la sesión de hoy, me interesaba que aprendierais dos cosas nuevas: la

primera, a diferenciar un gasto rojo de un gasto azul; y la segunda, a contabilizar una factura con IVA, ese impuesto que nos han subido nuestros queridos gober-nantes ¡después de prometer en su programa electoral que no lo harían jamás!

— Esos políticos lo hacen tan mal, porque ¡no deben tener ni idea de Contabi-lidad! —continúa mi hijo, demostrando que está de especial buen humor hoy.

— ¡Quieres dejar de hacer el payaso! —le llama al orden su hermana.

— Recordad que las factura de compra y de venta del reloj no llevaban IVA —recupero la palabra—, al tratarse de un producto de segunda mano, el cual ya había tributado el IVA correspondiente en el momento de la primera compra.

— ¿Gasto rojo y gasto azul, papá? —pregunta Hugo.

— ¡El color azul es el único del bolígrafo que nos faltaba por usar! —dice Helena, que parece haber descubierto un inesperado aliciente lúdico en el tema.

— Me gusta pintar de color rojo a los gastos que afectan al margen bruto y de color azul a los que no lo hacen. Se trata de un truco personal que me permite añadir una nota de color en las serias y aburridas Cuenta de Resultados, hacién-dolas más atractivas, más divertidas, más apetecibles de analizar.

— ¿Nos explicas eso un poco mejor...? —reclama mi hijo.— Un bolígrafo de cuatro colores nos permite escribir los ingresos por ventas

en color verde y, a continuación, los costes de los productos vendidos en color rojo. La diferencia entre las ventas y el coste de esas ventas nos da como resul-tado el Margen Bruto. El importe del Margen bruto debe ser suficiente para cu-brir los gastos del periodo, esos que nosotros llamamos gastos azules.

— ¡Esto no es un método apto para daltónicos! —exclama Hugo.— El resultado económico de un periodo de tiempo es positivo (beneficio o

superávit) —continúo para no perder el hilo—, si el importe total de gastos azu-les (gastos del periodo) es inferior al importe del margen bruto generado por las ventas; y es negativo (pérdida o déficit), si ocurre lo contrario.

— Ya... —dice Helena, muy pensativa ahora.

— Como sabéis —continúo—, todas las cuentas que se utilizan para contabi-lizar los gastos empiezan por 6. Ahora bien, las que comienzan por 60 o 61 son las que se reservan para los gastos rojos, aquellos que se sitúan en líneas justo por debajo de las líneas reservadas para los ingresos, en el momento que nos po-nemos a elaborar la Cuenta de Resultados de un mes, o de cualquier periodo.

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— La cuenta que utilizamos en Enero para contabilizar la factura de compra del reloj de Héctor empezaba por 60 —recuerda Helena.

— El P.G.C. dice que las cuentas que empiezan por 60 son los Gastos por compras y por 61 las variaciones de existencias —les continúo explicando—. Al vender el reloj por 10.000€, incurrimos en un coste de 8.000€ y, por tanto, el margen bruto de la venta fue de 2.000€. El gasto por la compra es un gasto rojo, porque interviene en el cálculo del margen bruto. Fácil, ¿verdad?

— Y las variaciones por existencias... —expresa Hugo su curiosidad.

— No os quiero liar con eso ahora. Ya lo complicaremos en su momento, cuando estéis preparados para ello. Cuando hay existencias o stock de productos en un almacén, debemos tener en cuenta sus cambios a la hora de cuantificar el coste de la venta. Pero, en vuestro caso, como se ha comprado y vendido el reloj en el mismo mes, no hemos tenido necesidad de involucrar al stock.

— Mejor, mejor no complicarlo de momento —opina Helena.

— En el momento que vendemos un producto, a un precio de venta determi-nado, incurrimos en un gasto que es igual al precio o valor de coste del producto vendido. Como hemos dicho antes, el importe de la venta menos el valor de cos-te de esa venta nos da como resultado el importe del margen bruto.

— Eso es fácil de entender —dice Helena.— Pintamos de color rojo a todos los gastos que afectan al valor de coste de

los productos que vendemos. La factura de Héctor sí que afecta al valor de coste del reloj que vendisteis a Desirée, pero el importe de mi factura de honorarios profesionales no lo hace. Mientras el precio de compra del reloj forma parte del coste de las ventas (es un gasto rojo), el valor de mi factura forma parte de los gastos del periodo (es un gasto azul). ¡Es así de simple! Yo les llamo gastos ro-jos, porque se producen “en caliente”, en el momento de la venta; y les llamo gastos azules, porque se producen “en frío”, a lo largo del periodo de tiempo.

— Si no podemos usar una cuenta contable que empiece por 60 para contabi-lizar tu factura, papá, ¿cuál necesitamos entonces? —pregunta Helena, sin dejar de mirar el documento contable fijamente.

— Cuando necesitéis saber la cuenta de gasto adecuada para contabilizar una factura, podéis consultar el P.G.C. Haciendo esto, podréis ver que, para contabi-lizar los gastos por servicios exteriores, se utilizan cuentas que empiezan por 62. Y, si esos servicios externos se han realizado por un profesional independiente, se debe usar una cuenta que empiece por 623. Como estamos usando cuentas de 8 dígitos, podéis crear la 6230·0001 para los servicios externos de asesoría en los que incurre la empresa D&H, tanto si el asesor soy yo ¡u otro mucho peor!

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— Pues vale... —dice Helena, mientras se dispone a ponerlo en práctica.— ¿Os animáis a contabilizar mi factura “azul”? —les pregunto.

— Supongo que, una vez que nos has dicho la cuenta que tenemos que usar para apuntar el importe del gasto, tenemos que crear tu coche de proveedor po-niendo tu cuenta contable en su matrícula —razona Hugo.

— Un pequeño matiz a tu afirmación, hijo —le digo—: los contables llaman Proveedores a aquellos a los que les compramos los productos que luego ven-demos a los clientes; y llaman Acreedores a aquellos que nos prestan servicios durante el periodo, como es mi caso.

— Entonces... —intenta hablar Hugo, pero se lo impido con un gesto.

— Dicho de otra forma más gráfica —continúo solicitando su atención—: mientras los Proveedores son los que nos generan los gastos rojos (los que afec-tan al coste de lo que vendemos y, por tanto, al margen bruto), los Acreedores son los que nos generan los gastos azules, los gastos del periodo. ¿Se ve claro?

— Creo que sí... —dice Hugo, pero sin que se le note plenamente convencido.— Vendemos a los Clientes, Compramos a los Proveedores y Gastamos con

los Acreedores. La diferencia entre los importes de venta a los clientes y los de compra a los proveedores debe cubrir los gastos generados por los acreedores.

— Héctor tiene 40 años y tú tienes 41, ¿verdad, papá...? —pregunta Helena rápidamente, especialmente inspirada ahora.

— Si estás insinuando, o sospechando, que el P.G.C. reserva las cuentas con-tables que empiezan por 40 para los Proveedores y las que empiezan por 41 para los Acreedores, hija, ¡estás en lo cierto! Has demostrado ser muy astuta.

— Pues, si para el primer Proveedor de la empresa D&H, creamos la cuenta 4000·0001 —interviene el chico—; para nuestro primer Acreedor, ¡crearemos ahora la cuenta 4100·0001!, si te parece bien esa matrícula para tu coche, papá.

— Me parece muy bien...: ¡adelante con ello, hijos!— ¿Te gusta cómo me está quedado la ficha contable para tu coche? —me

pregunta la niña, mientras realiza unos rápidos trazos en su hoja con la intención de conseguir una nueva forma parecida a un rectángulo con ruedas, justo por de-bajo del coche con el que hemos representado la cuenta del proveedor Héctor.

— Me gusta mucho, sí.

— ¿Y qué opinas ahora sobre la ficha contable que estoy dibujando en la ace-ra de abajo, para anotar apuntes contables en la cuenta de gasto 6230.0001? —me sigue preguntando, con una evidente coquetería.

— También me parece preciosa, hija...

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— Pues una vez dibujadas las fichas para las cuentas que necesitamos para contabilizar tu factura de asesoría —interviene Hugo—, sólo nos queda hacer la pareja de apuntes, siguiendo las pautas del método de la partida doble.

— ¿Estáis seguro de que tenéis dibujadas todas las cuentas contables que ne-cesitáis para contabilizar la factura de Heriberto Consulting, S.L.? —les pregun-to para ayudarles, como si de un concurso de televisión se tratara.

— Supongo que tendríamos que poner los 121€ en la columna D de la cuenta de Gasto —razona la niña, mientras observo al chico pensativo—, y ese mismo importe en la columna H de tu cuenta de acreedor (de tu coche), porque tu nom-bre empieza también por H. Es lo mismo que hicimos para contabilizar la factu-ra de Héctor... —dice a la vez que piensa—, pero no estoy muy segura...

— Pero recuerda que la factura de Héctor no llevaba IVA...—interviene Hu-go, dubitativo—. No sé qué hay que hacer exactamente, pero supongo que nece-sitamos una cuenta contable para hacer un apunte con el importe del IVA.

— El importe del IVA de esta factura se llama IVA soportado —les infor-mo—, y la empresa D&H tendrá el derecho de recuperarlo posteriormente, en el momento en el que le toque realizar la declaración correspondiente.

— ¿IVA soportado? —pregunta Helena.

— Si consultáis el P.G.C., podréis ver que, en las cuentas 472, se contabilizan los importes de IVA soportado (el IVA que aparece en las facturas que nos en-vían los proveedores y acreedores) y, en las que empiezan por 477, los importes de IVA repercutido (el IVA que aparece en las facturas que enviamos a clientes).

— ¿En qué columnas se anotan los importes? —sigue preguntando.— No es difícil de razonar —les digo—: siempre que Hacienda, o cualquier

otra Administración Pública, te pueda llamar para reclamarte dinero que la em-presa le debe, ¡actuará como Héctor!; y siempre que tú puedas llamar a Hacien-da, o a cualquier otra Administración Publica, para reclamarle dinero que te de-ben, ¡pasará como con Desirée! La cuenta contable de una Administración Pú-blica puede tener un saldo D (“saldo Desirée”) o saldo H (“saldo Héctor).

— Recuerdo el truco —interviene Hugo—: si vemos un coche con un saldo H (saldo Acreedor o “saldo Héctor”), tenemos que pensar en un “tipo cachas” co-mo Héctor que puede llamar a nuestra puerta para reclamarnos el dinero que le debemos. Y, si vemos un coche con un saldo D (saldo Deudor o “saldo Desi-rée”), tenemos que pensar en una francesa atractiva a la que tenemos que llamar con mucha educación (“s'il vous plaît”) para cobrar el dinero que nos debe.

— Ese es el truco, efectivamente...

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— Supongo que no debemos confundir un Acreedor, como es tu empresa de consultoría para D&H, papá, con el saldo Acreedor de una cuenta contable.

— ¡Por supuesto que no, hija! Ya os advertí que la principal trampa que tiene la contabilidad ¡es el juego de palabras de significado engañoso!

— ¡Desde luego!— El coche de un acreedor (su cuenta contable) suele tener un saldo H (un

saldo acreedor) —continúo—, pero, como habéis aprendido ya, hay otras cuen-tas que suelen tener saldo H (saldo acreedor o “saldo Héctor”) sin que pertenez-can al grupo de acreedores de la empresa. Por eso, os recomiendo que digáis “saldo Desirée” y “saldo Héctor”, en lugar de “saldo Deudor” y “saldo Acree-dor”, cuando os refiráis a los saldos D y H de las cuentas que están en los dos tercios superiores de la hoja, las de los coches o de la tesorería. Si seguís esta pauta, no os liaréis jamás con este asunto.

— ¡Mira que lo hacen complicado esos contables! —exclama la niña.

— Parece que lo hacen a mala idea, efectivamente, para que todo aparente más complicado de lo que es en realidad —la apoya su hermano.

— La terminología contable es confusa y equivoca, por eso es más importante que os aprendías bien los conceptos, más que las palabras que se usan para refe-rirse a ellos. Primero pensad en el concepto y, luego, le ponéis la palabra o el término, ¡pero no al revés! Pero volvamos, tras el inciso, al tema de cómo con-tabilizar el IVA de mi factura, si os parece bien...

— Pensando en el truco básico, papá —interviene Helena, mientras señala el tercio medio de su hoja—, creo que los 21€ de IVA de tu factura de asesoría, los tenemos que apuntar en la columna D de la cuenta 4720·0001.

— ¡Claro!: se trata de dinero que Hacienda le debe a D&H! —le confirmo—. En este caso, Hacienda es Deudora por IVA, aunque lo más habitual en las em-presas es que sea Acreedora por IVA, como os podéis imaginar.

— Supongo que porque el importe del IVA repercutido suele ser mayor que el del soportado —razona Hugo, aplicando su lógica deductiva.

— Yo siempre me imagino al Ministro de Hacienda y Seguridad Social como una persona de 47 años —les digo—: las cuentas contables reservadas para “las matrículas” de los coches de las Administraciones Públicas empiezan por 47. Ponemos en la columna H de sus fichas contables los importes que la empresa debe a las Administraciones Publicas, y anotamos en la columna D los importes que las Administraciones Publicas deben a la empresa. Las Administraciones Publicas pueden ser, por tanto, deudoras o acreedoras de la empresa. Lamenta-

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blemente —les repito—, ¡lo habitual es que sean acreedoras de la empresa!, es decir, que sus cuentas tengan saldos H, “saldos Héctor”.

— Pues si apuntamos los 21€ de IVA en la columna D del coche 4720·0001 —habla Hugo a la vez que escribe—, y los 121€ de importe a pagar a Heriberto Consulting, S.L., en la columna H de tu coche, ¿cuál es el importe que tenemos que apuntar en la columna D de la cuenta de gasto, la situada en la acera?

— ¡No os olvidéis nunca de mantener siempre el equilibrio Renacentista...!— ¡Evidente! —exclama mi hijo al verlo claro y sencillo—: 21€ en la colum-

na D de la cuenta 4720·0001, más 100€ en la columna D de la cuenta 6230·0001, igualan los 121€ que tenemos que apuntar en la columna H de la cuenta del acreedor 4100·0001 (el importe total a pagar de la factura).

— ¡Eso es! Recordad que os dije que el método de la Partida Doble implica el uso de asientos contables formados por dos cuentas contables como mínimo (por dos apuntes contables). En este asiento, hemos involucrado a tres fichas conta-bles. Hemos mantenido el equilibrio, porque los importes anotados en las co-lumnas D del asiento igualan a los anotados en las columnas H.

— O sea, que el gasto no son 121€, ¡sino sólo 100€! —descubre Helena.— ¡¿Te das cuenta de que no son tan caros mis servicios?! —le digo rien-

do—. El IVA forma parte del importe total a pagar al proveedor o al acreedor que te envía una factura, ¡pero no forma parte del gasto!, porque podemos recu-perar luego ese IVA soportado en la liquidación posterior con Hacienda. Es otro ejemplo —aprovecho para repetir— de que los importes que Cobra y Paga una empresa son una cosa, y los que contabiliza como Ingresos y Gastos, otra.

— Se nos está volviendo a hacer tarde —recuerda Hugo.

— Tienes razón. Pongamos “la directa”. Una vez contabilizada mi factura, ¿qué más nos queda para terminar de registrar todo lo ocurrido durante el mes?

— ¿Y no hay ningún pago de 121€ en el extracto del banco?— ¿Por qué sospechas eso, hija?

— ¡Gracias a mis poderes mágicos! —dice muy seria, señalando mi factura.— No he querido cobrar la factura de mis honorarios profesionales, hasta que

no me dierais vuestra aprobación tras evaluar el importe de mi factura...— No deja de ser un detalle... —opina Hugo.

— Si yo hubiera enviado un recibo domiciliado contra la cuenta de D&H en Abril, habríais hecho dos apuntes en mi cuenta de acreedor en el mismo mes: una en la columna H (con el importe a pagar de mi factura) y otro, inmediata-mente después, en la columna D (con el importe pagado). Hubieran coincido en

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el mismo mes la contabilización de la factura de gasto y su pago, pero, como veis claramente, ¡se hubiera tratado de anotaciones en columnas diferentes!

— Estaría mal hecho, en este caso —quiere Helena demostrar que lo ha en-tendido—, contabilizar lo ocurrido usando las cuentas de las dos aceras (las que empiezan por 572 y por 623), sin pasar por el coche (la cuenta que empieza por 41), aunque el gasto y el pago hubieran coincidido en el mismo mes.

— Si hiciéramos eso —añado—, podríamos además cometer el error de no contabilizar correctamente el IVA de la factura. Se necesita para ello utilizar una cuenta del grupo 47, esas que nos permiten “llevar las cuentas” con las diferen-tes Administraciones Públicas (Hacienda, Seguridad Social, etc.)

— Supongo que ya sólo nos queda obtener la Cuenta de Resultados de Abril y el balance de Situación al final de ese mes, a partir de los saldos de las cuentas contables que tenemos “circulando” por la calle en este momento —interviene Hugo, con intención de acelerar el ritmo y de acabar cuanto antes.

— Vuelvo a ser todo oídos... —le digo.— Me pido la Cuenta de Resultados, ¡que es lo más fácil! —dice Helena.

— Veo que ya te sabes de memoria que, para generar la Cuenta de Resultados de un periodo de tiempo, tenemos que fijarnos únicamente en los saldos de las cuentas contables de la acera de abajo, la de los Ingresos (7) y los Gastos (6).

— No hemos tenido ingresos en este mes, porque no hemos vendido nada nuevo, pero hemos tenido un gasto azul por asesoría (cuenta que empieza por 623) de 100€. Por tanto, hemos tenido una pérdida en Abril de 100€.

— O sea, que el resultado acumulado del año, del ejercicio 2013... —le pido.— ...pues los 2.000€ de beneficio de Enero, menos los 100€ de pérdida en

Abril, me da un beneficio acumulado del año (del ejercicio 2013) de 1.900€.— Al margen bruto de la venta, hay que restarle el importe de los gastos azu-

les del periodo, para poder obtener el resultado final del mes.— Podía haber sido peor, Helena, si Hércules te llega a cargar los 50€ de inte-

reses por el préstamo —le dice su hermano, sonriente—. En ese caso, habríamos tenido que contabilizar otro gasto de color azul más, supongo.

— ¡Así es! —le confirmo su intuición—: los intereses generados por las deu-das de la empresa son gastos que no forman parte del valor de coste de los pro-ductos vendidos y, por tanto, no afectan al margen bruto de la venta. No se trata de gastos que se producen “en caliente” en el momento de la venta.

— Te toca el Balance de fin de Abril, Hugo.

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— Con mucho gusto, querida hermana: me fijo en la acera de arriba y veo un saldo en tesorería de 5.000€, gracias a que papá ha tenido el detalle de no cobrar su factura durante el mes de Abril.

— Puedes seguir, pero con menos guasa..., ¡vacilona!

— Miro ahora a los coches, y veo uno que forma parte del Activo: el saldo de la cuenta 4720·0001, los 21€ IVA que nos debe Hacienda.

— Ya no nos debe nada Desirée, pero ahora nos debe Hacienda 21€ de IVA. Como os decía antes, lo más frecuente es que el saldo H de la cuenta 477·0001 (IVA repercutido) sea mayor que el saldo D de la cuenta 4720·0001 (IVA sopor-tado) y que, por tanto, sea la empresa la que le debe dinero a Hacienda. Nuestro caso es especial, porque no hemos generado ninguna factura de venta con IVA, hecho completamente excepcional en la vida real.

— En nuestro caso particular, el Activo a final de Abril es de 5.021€.— Correcto, hijo: 5.000€ en tesorería y 21€ que nos debe Hacienda.

— Y los 5.021€ de Activo se deben equilibrar con el mismo importe de saldos de cuentas que forman el Pasivo —continúa Hugo, a la vez que observa su hoja.

— Verbigracia...— No lo veo difícil: si sumamos los 121€ que se deben a Heriberto Consul-

ting, S.L. al final de Abril, los 3.000€ de capital social de Helena y los 1.900€ de beneficio acumulado del año, obtenemos un resultado de 5.021€.

— ¡Perfecto! A final de Abril, en el Balance de Situación de D&H tenemos un Pasivo ¡con el 97,59% de fondos propios! Esto sí que se trata realmente de una situación absolutamente excepcional, sobre todo en los tiempo que corren, en los que el nivel de endeudamiento privado y público es tan bestialmente alto.

— Está claro que se trata de una simplificación de la realidad para que apren-damos lo más elemental —deduce Hugo.

— Habéis aprendido lo más elemental, pero también lo más importante. Los fundamentos de cualquier disciplina son siempre lo más importante, aunque no siempre se les dedique la suficiente atención. Si pretendéis añadir más informa-ción en vuestra cabeza, sin tener soltura con lo que os he ensañado hasta ahora, fracasaréis. El truco de los mejores es practicar muchas veces los movimientos básicos hasta automatizarlos, hasta hacerlos de manera inconsciente.

— ¿Te has fijado que tenemos 5.000€ en el banco a fin de Abril y que el bene-ficio acumulado del año es de 1.900€? —pregunta Hugo con una mirada de complicidad cuyas intenciones su hermana suele interpretar perfectamente.

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— Porque una cosa es la tesorería y otra cosa el beneficio, Hugo, ¡que no te enteras! —responde ella, imitando mi voz y mis gestos con una habilidad que no deja de llamarme la atención—. ¡Fíjate que están en aceras opuestas! —continúa con la parodia, mientras su hermano se ríe a carcajadas.

— Un nuevo ejemplo de que los alumnos superan al profesor —se me ocurre decir—. ¿Nos vamos a buscar a vuestra madre y hermana pequeña?

— ¡Vamos, vamos! —dicen los dos a la vez, mientras saltan de la silla de una manera asombrosamente sincronizada.

— ¡Quiero mi mesa de reuniones limpia, chicos! ¡A recoger vuestros papeles!— Ya vamos, ya vamos... —dicen con desgana.

— ¿Se trata de otra razón por la que crees que se debería enseñar Contabili-dad Financiera en el colegio como materia obligatoria?

— Me lo has quitado de la boca, hijo: yo creo que las habilidades que propor-ciona el aprendizaje de la metodología contable ayudan a la persona a ser más eficaz y productiva, aunque luego se dedique a otra cosa en su vida. Y si somos más eficaces y productivos, es más probable que tengamos éxito, que contribu-yamos a generar crecimiento económico y a ser más felices.

— ¡Cómo te gusta “rayarnos” el cerebro, papá! —se queja Helena, en el mo-mento que han acabado de recoger todo.

— Lo que más admiro de ti —veo que su hermano se solidariza con la protes-ta— es tu habilidad por decir todas estas cosas ¡sin que se te escape la risa!

— ¡Qué respeto es este a vuestro padre..., y asesor!

— ¿Próxima sesión, papá? —pregunta Helena, ya con el abrigo puesto.— Viernes 31 de mayo, hija.

— ¿Qué tienes planeado para ella? —me pregunta, Hugo, mientras vamos caminando los tres hacia la puerta de salida del despacho.

— He pensado que D&H podría vender, además de relojes, la bisutería que diseña y fabrica vuestra madre.

— ¡Qué gran idea, papá! —exclama Helena entusiasmada.— Eso nos permitiría generar facturas de venta, las cuales, en este caso, ya

llevarían IVA repercutido. Con esas facturas, no sólo podríamos contabilizar más ingresos, también nos permitiría practicar con la cuenta 4770·0001 (la de IVA repercutido) e, incluso, hacer la liquidación de IVA con Hacienda trimestralmen-te, teniendo en cuenta tanto los importes repercutidos como los soportados.

— ¿Dónde tienes pensado realizar esa activad empresarial?

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— Podemos alquilar un local comercial, Hugo.— ¿Estás hablando en serio, papá?

— Una factura de alquiler de local comercial no sólo lleva IVA, también una retención en el importe a pagar al arrendador. Sería muy bueno para que que os enseñara a contabilizar las retenciones que se hacen a algunos acreedores que nos envían este tipo de facturas, y que posteriormente liquidamos a Hacienda.

— Veo que la cosa se complicará....—expresa Helena su temor.— Verás que todo es muy sencillo y de sentido común: tan sólo necesitaremos

dibujar un coche cuya matrícula empiece por 4751 y, posteriormente, ir anotan-do en su columna H los importes de las retenciones que vayamos haciendo y que, posteriormente, deberemos pagar (liquidar) a Hacienda.

— Yo no lo veo tan fácil —opina Helena.

— Lo verás, cuando tengamos la factura de alquiler del local delante y nos dispongamos a contabilizarla. Pero eso será en una próxima sesión, tranquila.

— ¿Y contrataremos personal para mi tienda? —pregunta Helena ahora, no sé muy bien si en serio o en broma, o incluso con intención provocadora.

— ¡Eso sería una excelente idea! —le respondo—, no sólo para colaborar a crear empleo y a reducir la enorme tasa de paro actual, sino también ¡para que aprendierais a contabilizar correctamente las nóminas del personal!

— ¡Madre mía! —exclama Helena, llevándose las manos a la cabeza, mien-tras abro la puerta exterior de mi despacho y les cedo el paso.

— Os adelanto que necesitamos empleados de 46 años —les digo.

— ¡Esa es la edad de mami! —exclama Helena.— ¡La tendrás que ofrecer un salario alto, si pretendes contratarla!

— Las cuentas contables del personal empiezan por 46 según el P.G.C., por lo que veo... —deduce Hugo—. Por tanto, interpreto que las matriculas de los co-ches que dibujaremos para cada empleado, deberán empezar por ese número.

— Y las cuentas de Gasto de personal empiezan por 64 —les doy más infor-mación—. ¿Veis como todo os resultará muy sencillo a partir de ahora, si domi-náis los fundamentos básicos de la Contabilidad Financiera, que ya hemos visto? ¡Todo hay que clasificarlo en las aceras o en los coches, y luego resumirlo!

— O sea que, para contabilizar las nóminas del personal, necesitamos coches con el número 46 y bandejas de gastos en la acera con el número 64 —razona Hugo, mientras bajamos por el ascensor en dirección al garaje.

— Necesitamos utilizar también unas cuentas 47 (las de las Administraciones Públicas) para anotar las retenciones de las nóminas y, también, las cotizaciones

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a la Seguridad Social —les explico, mientras abro la puerta de acceso al parking—, pero todo siguiendo la misma lógica: si debemos una cantidad de di-nero al propietario de un coche, la apuntamos en la columna H; y si es el propie-tario del coche el que nos la debe a nosotros, la apuntamos en la D. Si anotamos más importes en las columnas H, el saldo de las cuentas será H (saldo Acreedor o “saldo Héctor”); y si anotamos más importes en las columnas D, el saldo será D (saldo Deudor o “saldo Desirée”). ¡Siempre el mismo truco!

— Si un coche tiene saldo H, pensamos que Héctor llamará; y si un coche tiene saldo D, nos imaginamos que llamaremos a Desirée —repite Hugo esa re-gla aplicable a los coches de nuestro modelo conceptual, que tan grabada tiene.

— Sin olvidar que hay coches con saldo H, como el de Helena, que no se consideran importes exigibles por terceros externos: se trata de fondos propios.

— D&H, Debe y Haber, ¡Desirée y Héctor! —sintetiza Helena, moviendo la cabeza de izquierda a derecha, mientras cierra la puerta tras entrar en el coche.

— La verdad es que has logrado meterme el gusanillo en el cuerpo, papá. Tengo ganas de ver cómo se contabilizan esas retenciones que dices que apare-cen en las facturas de alquiler o en las nóminas del personal.

— Si consultas el P.G.C., verás que pone 4751-Hacieda Pública acreedora por retenciones practicadas y, también, podrás leer 476-Seguridad Social acreedora. Las matrículas de los coches que necesitarás para contabilizar las retenciones de las nóminas del personal, así como las cotizaciones a la Seguridad Social debe-rán empezar por esos números, respectivamente.

— ¡No sabes las ganas que tengo de practicarlo!— Nos dijiste que Hugo, como tiene 17 años y su nombre empieza por la letra

“H”, también podría aparecer en nuestro juego de empresa... —interviene Hele-na, mientras realiza varios intentos para abrocharse el cinturón de seguridad.

— El P.G.C. dice que las Deudas a largo plazo que contrae la empresa —le contesto en el momento que iniciamos la marcha—, hay que contabilizarlas en la columna H de cuentas que empiecen por 17.

— Deudas a largo plazo debe querer decir que se tienen que devolver en más de un año, ¿cierto? —interviene Hugo, recordando lo que les expliqué en el momento en el que tuvimos que contabilizar el préstamo a corto plazo de Hércu-les, para lo que utilizamos una cuenta 52 (deudas por préstamos a corto plazo).

— ¿Para qué necesitaremos un préstamo a largo plazo de Hugo?

— Pues para la reforma del local, por ejemplo. El local comercial lo alquila-remos, pero, si tenemos que invertir dinero en obras, en muebles, en ordenado-res, etc., necesitaremos un préstamo que podamos devolver en varios años.

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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— ¡¿Cómo?! —protesta Hugo, tratando de proteger sus intereses económicos, mientras su hermana se ríe al ver la cara que pone.

— No sufras, hijo: ya hablaremos con los abuelos para que lo aprueben, y pactaremos un interés algo superior al que estás obteniendo ahora por tu dinero.

— ¡El semáforo está rojo, papá! —me avisa Helena para que frene, viendo que estaba conduciendo con la atención demasiado centrada en la conversación.

— Aprovecharemos el semáforo para llamar a casa y decir que estamos en camino, y que no tardaremos en llegar —les digo.

— Espera un momento, papá —me pide Hugo—: si anotamos el importe de la deuda a largo plazo en la columna H de una cuenta que empiece por 17, ¿querrá eso decir que esa cuenta con saldo H (saldo Acreedor o “saldo Héctor”) formará parte del Pasivo del Balance correspondiente al mes que se contabilice...?

— ¡Exactamente!: mientras el Pasivo nos informa de las fuentes de financia-ción, el Activo nos dice en qué hemos invertido ese dinero. Ya sabéis que la pa-labra clave es “Dónde”: ¿De Dónde saco el dinero? y ¿Dónde lo tengo inverti-do? Coches con saldo D, ¡al Activo!; y coches con saldo H, ¡al Pasivo!

— O sea que las instalaciones, los muebles, los ordenadores que compremos para adecuar el local comercial de D&H a su actividad serán un Activo y, por tanto, necesitarán una cuenta contable... —sigue deduciendo Hugo.

— Será el momento de dibujar coches con matrículas que empiezan por 2 —le confirmo su sospecha—. Cuando llegue ese día, situaremos esos coches en el lado izquierdo de la hoja, igual que hicimos con el de Desirée. Ya os avisé de que iríamos descubriendo otras cuentas que suelen tener saldo D (saldo Deudor o “saldo Desirée”) ¡y que no dejaríamos sola a la amiga francesa de mami!

— ¿Y qué pasa con los relojes o la bisutería que tengamos en la tienda, y que todavía no hemos conseguido vender...? —se pregunta Helena tras reiniciar la marcha y después de que el semáforo se haya puesto en verde, habiéndonos im-pedido la conversación llamar a casa, tal como habíamos planeado.

— Eso se llama stock o existencias —le respondo—, y su valor se contabiliza “en coches” con matriculas que empiezan por 3. Pero no estéis tan impacientes por intentar aprenderlo todo hoy: ya os lo iré explicando los diferentes conceptos poco a poco aprovechando cada sesión mensual que tenemos programada a lo largo de este año. ¡Nos quedan muchos meses hasta llegar a Diciembre 2013!

— Todavía nos quedan cinco minutos hasta llegar a casa —afirma Hugo, de-mostrando una curiosidad enorme por el tema.

— ¡Vosotros lo habéis querido! —les digo, como prólogo de lo último que es-pero tener que explicarles hoy—: mientras el Pasivo se divide en Deuda y Fon-

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dos Propios; el Activo se divide en Activo Corriente y No Corriente. El No co-rriente lo forman los Inmovilizados, esos bienes que se compran con el objetivo de que permanezcan mucho tiempo en la empresa.

— Inmovilizados, ¿con “v” de inmóvil? —pregunta el futuro ingeniero.

— ¡Así es! En el caso de D&M, el valor al que contabilizaríamos los inmovi-lizados (o Activos No Corrientes) sería el importe invertido de las reformas, en los muebles, en los ordenadores, etc.; y se registrarían en cuentas del grupo 2. Ese importe o valor de coste se iría reduciendo cada mes por las amortizaciones, pero ya os explicaré todo eso con calma.

— ¿Y el Activo Corriente?

— El Activo Corriente de D&H lo formarían la tesorería (cuentas que empie-zan por 57), las cuentas de clientes (cuentas que empiezan por 43) y las existen-cias (cuentas que empiezan por 3). A diferencia de los inmovilizados o Activos No Corrientes, que permanecen en la empresa mucho tiempo, se trata de Activos que están en constante movimiento de entrada y salida, de ahí su nombre.

— ¿En ese orden? —pregunta Hugo, muy motivado.

— ¡Claro!: ya sabes que el criterio de ordenación de los Activos es su nivel de liquidez. Los inmovilizados, como es obvio, tienen una liquidez reducida.

— Ahora has intentado liarnos para que dejemos de preguntarte más cosas, ¿verdad, papi? —intervienen Helena riendo, mientras mira por la ventanilla y observa que estamos llegando a nuestra casa.

— Estoy un poco confundido ahora —reconoce Hugo—, pero tengo ganas de ir colocando todos esos coches nuevos de los grupos de cuentas 1, 2 y 3 en el si-tio adecuado de nuestro modelo. Lo que tengo claro es que todo tiene que enca-jar en nuestro dibujo: si una cuenta empieza por 6 o 7, ¡a la acera de abajo!; si empieza por 57, ¡a la acera de arriba!; y todo el resto ¡son coches!

— ¡Pues tendrás que esperar un mes para disfrutar con todo eso, hijo! —vuel-ve Helena a imitarme con esa habilidad pasmosa que tiene para hacerlo, a la vez que sale del coche y corre hacia el ascensor.

CONTINUARÁ...

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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RECORDEMOS...

En los 2/3 superiores de nuestra calle(dónde situamos las cuentas contables

cuyos saldos forman el Balance de Situación):Si vemos una ficha con saldo D,

y decimos que es una cuenta con “saldo Desirée”;o si vemos una ficha contable con saldo H,

y decimos que es una cuenta con “saldo Héctor”,será más sencillo de recordar su significado que si pensamos que son

Cuentas Contables con saldo Deudor y Acreedor, respectivamente.Mientras las cuentas con saldo D (“saldo Desirée”) forman el Activo,

las cuentas con saldo H (“saldo Héctor”) forman el Pasivo.

El Activo se divide en Activo Corriente y No Corriente.El Pasivo se divide de Exigible (Deuda) y No Exigible (Fondos Pro-

pios o Patrimonio Neto).

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En la acera inferior(dónde situamos las cuentas contables

cuyos saldos forman la Cuenta de Resultados):Todas las cuentas de Ingresos empiezan por 7

y tienen saldo H, porque todos sus importes se anotan en la columna H;y todas las cuentas de Gastos empiezan por 6

y tienen saldo D, porque todos sus importes se anotan en la columna D.

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Resumen final.

La Contabilidad General o Financiera"no tendrá secretos" para nosotros,¡si la vemos como un libro abierto!

Si cada vez que escuchamos las palabras Contabilidad o Finanzas, se nos genera una sensación desagradable de inseguridad y nos viene a la mente una imagen desordenada y confusa, que pone de manifiesto que no sabemos definir con pre-cisión en qué consiste y para qué cosas prácticas nos puede servir...,

...debemos sustituirla inmediatamente por una nítida y ordenada imagen men-tal consistente en dos hojas divididas horizontalmente en tres partes y situadas una al lado de la otra, como si de un libro abierto se tratara. En nuestro modelo conceptual, esas tres partes en que dividimos horizontalmente las hojas repre-sentan gráficamente las dos aceras y la calzada de la calle en la que nuestra em-presa tiene su sede, la cual está localizada justo enfrente de la oficina bancaria en la que tiene abierta su cuenta corriente.

El hecho de visualizar mentalmente dos hojas juntas es un truco práctico para recordar las dos grandes fases que caracterizan al proceso contable. Mientras la primera etapa consiste en el registro cronológico de lo que va ocurriendo y su cuantificación clasificada en las diferentes Cuentas Contables; la segunda fase consiste en sintetizar o resumir los saldos de todas esas Cuentas Contables para generar las dos Cuentas Financieras básicas: la Cuenta de Resultados del perio-do y el Balance de Situación al final de dicho periodo.

“Llevar las Cuentas” de un negocio, por tanto, no es más que ir generando apuntes contables en las diferentes fichas (en las diferentes Cuentas) anotando la fecha, el concepto y el importe de lo que va ocurriendo; y, posteriormente, sinte-tizar toda esa información en una hoja resumen cuyos datos sean fáciles de in-terpretar y analizar, escribiendo en el orden adecuado los saldos que tienen todas las fichas (todas las Cuentas) al final de un periodo o ejercicio.

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En la primera hoja, la primera fase: Clasificar.

En la primera hoja, colocamos mentalmente las cuentas contables de una forma mnemotécnica. Podemos pensar en las cuentas contables como fichas rectangu-lares en las que los datos se anotan ordenadamente utilizando cinco columnas: Fecha, Concepto, Debe, Haber y Saldo. En la cabecera de cada ficha, anotamos su número o código y su nombre o denominación. Cada una de las línea regis-tradas o apuntadas en una ficha o Cuenta Contable se llama Apunte Contable.

El P.G.C. (Plan General Contable) establece los criterios a seguir a la hora de asignar el número a cada una de las Cuentas que necesitamos para contabilizar lo que va ocurriendo. Todas las cuentas de Tesorería empiezan por 57 y, en nues-tro modelo conceptual, las situamos en la acera superior de la calle. Según el P.G.C., todas las cuentas de los Ingresos empiezan por 7 y todas las de Gastos por 6 y, en nuestro modelo, las colocamos en la acera inferior. Todo el resto, es decir, todas las cuentas que no empiezan ni por 57, ni por 7 o 6, las dibujamos en la calzada porque, para nosotros, ¡son como coches con diferentes matrículas que las identifican! Un truco práctico para recordar el número por el que empie-zan las matrículas de los coches, es pensar en la edad ideal de su propietario. De esta forma, nos imaginamos que los clientes tienen 43 años (como Desirée), que los proveedores tienen 40 (como Héctor), que los acreedores tienen 41 (como Heriberto), que los empleados o trabajadores tienen 46 (como Hannah), que los que realizan préstamos a corto plazo a la empresa tienen 52 (como Hércules), que los que prestan dinero a largo plazo tienen 17 (como Hugo), que los socios que aportan capital social tienen 10 (como Helena) ¡o que el ministro de turno de las todas las Administraciones Públicas es una persona de 47 años!

El método contable de Partida Doble determina que los apuntes contables nunca pueden darse de alta solos o aislados, sino que deben formar grupos que involucren a un mínimo de dos cuentas contables. Cuando contabilizamos factu-ras de Ingresos o de Gastos, hacemos parejas o grupos de apuntes que afectan a la acera inferior y a los coches; y cuando contabilizamos recibos de Cobros o de Pagos, hacemos apuntes que implican a la acera superior y a alguno de los co-ches. Un grupo de Apuntes Contables se denomina Asiento Contable.

Los contables llaman Libro Mayor al conjunto de las fichas o Cuentas Conta-bles con las anotaciones o apuntes contables que contienen, o dicho con palabras de nuestro modelo conceptual, a lo escrito en las fichas de las dos aceras y en los coches que circulan por la calzada. Los contables llaman Libro Diario al conjun-to de anotaciones o apuntes contables dados de alta cuando se estructuran o vi-sualizan ordenados cronológicamente y agrupados en asientos.

¿Le venderías a Desirée el Rolex de Héctor, papá?

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En la Segunda hoja, la segunda fase: Sintetizar.

En la segunda hoja resumimos o sintetizamos todo lo anotado en la primera, pa-ra obtener las dos Cuentas Financieras: la Cuenta de Resultados y el Balance de Situación. Generamos el Balance del final de cada periodo a partir de los saldos de las cuentas situadas en la acera superior (Tesorería en Bancos y Caja) y en la calzada (saldos en los Coches); y obtenemos la Cuenta de Resultados a partir de los saldos de las cuentas situadas en la acera inferior (lugar de las bandejas de los Ingresos y de los Gastos). Los dos tercios superiores de la hoja para el Ba-lance y el tercio inferior de la hoja para la Cuenta de Resultados.

El Balance, como su nombre indica, debe estar equilibrado o cuadrado: los importes del Activo deben igualar a los del Pasivo. El Activo lo forman la Teso-rería y todos los coches que tienen saldo D (saldo Deudor). Sus diferentes parti-das se ordenan por nivel de liquidez: tesorería, cuentas de clientes, existencias e inmovilizados. El Pasivo del Balance lo forman todos los coches con saldo H (saldo Acreedor), perteneciendo éstos a dos grandes grupos: aquellos que tienen saldos de dinero exigibles por terceros externos y los que no lo son. La parte del Pasivo Exigible (o Deuda) determina el importe de dinero que la empresa tiene obligación de devolver a sus Acreedores en la fecha de su vencimiento. La parte de Pasivo No Exigible pertenece a los socios y, por ello, se denomina Fondos Propios. La proporción de deuda y de fondos propios se llama ratio de endeu-damiento y constituye un indicador básico de la solvencia de la empresa.

Para generar la Cuenta de Resultados, empezamos anotando en la primera lí-nea los saldos de las cuentas de Ingresos por Ventas. En la línea siguiente, escri-bimos los saldos de las cuentas de gastos que empiezan por 60 (compras) y por 61 (variación de existencias), es decir, el importe de los Costes de la Venta (Gas-tos rojos). La diferencia entre los Ingresos por Ventas y el Coste de esas Ventas determina el Margen Bruto. Por debajo de la linea del margen bruto, vamos ano-tando los importes de las otras cuentas de Gastos, clasificados por su naturaleza. Esos otros gastos (que no afectan al coste del producto o servicio vendido) son de color azul en nuestro modelo (Gastos azules o Gastos del Periodo). El Resul-tado Neto final del periodo se obtiene al restar esos gastos del margen bruto.

La empresa Compra productos o servicios a los Proveedores y se los Vende a los Clientes. Si el Margen bruto que obtiene con ello es suficiente para cubrir los Gastos azules que le generan los Acreedores, obtiene Beneficios. Ese beneficio pasa a formar parte de los fondos propios del Balance. Los fondos propios, junto con la deuda (o pasivo exigible) forman el Pasivo. Los fondos del Pasivo se in-vierten en Activos que la empresa precisa para realizar su actividad.

Resumen final

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“La búsqueda del difícil equilibrio entre eficiencia y equidad,

entre razón y emoción, entre prosa y poesía, entre economía y política...,

debe enmarcar —y también diferenciar y caracterizar—

cualquier actividad humana.

Están en juego el bienestar y la felicidad de muchas personas,

y si nos empeñamos en ser ignorantes financieros,

con el pretexto de que no es lo nuestro,

o convencidos de que los que se dedican a los números

son personas frías, cartesianas, calculadoras

y desprovistas de sensibilidad social,

¡quizás jamás lo conseguiremos!”

El fin somos las personas, pero el medio,

querásmolo o no, ¡es la gestión del dinero!

Heriberto Igap.

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Comentarios, críticas y sugerencias

serán bienvenidas [email protected]

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