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La vivienda como representación de la persona en la vida cotidiana. Un estudio sobre las formas de habitar en el cine argentino: el caso de El hombre de al lado. Verónica Pujol Institución: Becaria Maestría - IAA-FADU (UBA) mail de contacto: [email protected] Resumen: Este trabajo se propone reflexionar sobre la relación entre las preferencias formales arquitectónicas y el carácter de éstas frente a los otros. Las formas arquitectónicas son producto de distintas nociones tanto filosóficas, estéticas como políticas que las legitiman, y que al mismo tiempo definen distintas concepciones del tiempo y del sujeto. El cine como campo cultural y artístico se constituye como medio construido y a la vez de construcción de imaginarios sociales. Dentro de este marco, las preferencias formales arquitectónicas dan lugar a la generación de distintos mundos, con sus propias representaciones, afectos y acciones, haciendo que en la sociedad coexistan imaginarios sociales múltiples, “mundos” distintos con sus correspondientes deseos y expectativas en diálogo, a veces enriquecedores y también en disputa. Se toma como punto de partida la idea de Erving Goffman, quien plantea que la sociedad establece los medios para categorizar a las personas, y en base a sus atributos y apariencias se nos permite prever cuál es su “identidad social”. La vivienda sería parte de esta carta de presentación frente a los otros, ya que no sólo su elección formal sino que también los comportamientos signados por ésta son representaciones de un individuo. Se elige el film “El hombre de al lado” de Mariano Cohn y Gastón Duprat, a través del cual se busca identificar e interpretar las connotaciones simbólicas que representan las configuraciones de la vivienda como carta de presentación dentro de la sociedad. Palabras clave: Vivienda - habitar - cine - gusto 1

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La vivienda como representación de la persona en la vida cotidiana. Un estudio sobre

las formas de habitar en el cine argentino: el caso de El hombre de al lado.

Verónica Pujol

Institución: Becaria Maestría - IAA-FADU (UBA)

mail de contacto: [email protected]

Resumen:

Este trabajo se propone reflexionar sobre la relación entre las preferencias

formales arquitectónicas y el carácter de éstas frente a los otros. Las formas

arquitectónicas son producto de distintas nociones tanto filosóficas, estéticas como

políticas que las legitiman, y que al mismo tiempo definen distintas concepciones del

tiempo y del sujeto. El cine como campo cultural y artístico se constituye como medio

construido y a la vez de construcción de imaginarios sociales. Dentro de este marco, las

preferencias formales arquitectónicas dan lugar a la generación de distintos mundos, con

sus propias representaciones, afectos y acciones, haciendo que en la sociedad coexistan

imaginarios sociales múltiples, “mundos” distintos con sus correspondientes deseos y

expectativas en diálogo, a veces enriquecedores y también en disputa.

Se toma como punto de partida la idea de Erving Goffman, quien plantea que la

sociedad establece los medios para categorizar a las personas, y en base a sus atributos y

apariencias se nos permite prever cuál es su “identidad social”. La vivienda sería parte

de esta carta de presentación frente a los otros, ya que no sólo su elección formal sino

que también los comportamientos signados por ésta son representaciones de un

individuo. Se elige el film “El hombre de al lado” de Mariano Cohn y Gastón Duprat, a

través del cual se busca identificar e interpretar las connotaciones simbólicas que

representan las configuraciones de la vivienda como carta de presentación dentro de la

sociedad.

Palabras clave: Vivienda - habitar - cine - gusto

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La vivienda como representación de la persona en la vida cotidiana. Un estudio sobre

las formas de habitar en el cine argentino: el caso de El hombre de al lado.

Introducción

“La casa” debería ser la monografía con la cual todos los arquitectos deberían

recibirse. Cómo debería ser una casa. Cómo debería ser nuestra casa. Cómo deberíamos

vivir. Qué formas debería tener.

En la mitad de la carrera de arquitectura siempre surge un ejercicio en donde se

tiene que diseñar una casa. Para un artista, para un pintor, para un docente, para un otro

inexistente. Casas fantásticas que nos permiten delirar con detalles minuciosos y gastos

enormes de materiales. Casas de revistas. Casas sin habitantes.

Diseñar/proyectar una casa, implica vincular las formas de pensar, de ver el

mundo, de vivir y técnicas proyectuales que conllevan a espacios domésticos cargados

de ideología, que nos conducen a habitarlos de una cierta manera.

Entendemos a la casa, y en terminología arquitectónica: la vivienda, en tanto

forma arquitectónica con sus lógicas y sus leyes, pero también como cristalización de

imaginarios que se construyen colectivamente “a partir de los discursos, las prácticas

sociales y los valores que circulan en una sociedad” (Díaz, 1996). También son

producto de distintas teorías tanto filosóficas, estéticas como políticas que las legitiman,

y que al mismo tiempo definen distintas concepciones del tiempo y del sujeto. Cada una

de estas posiciones recurre a ciertas técnicas materiales y concepciones de la estructura

constructiva, comportándose de cierta manera en relación al lugar y al contexto urbano

(Montaner, 2002).

El propósito de este ensayo es indagar sobre la relación entre las preferencias

formales arquitectónicas y el carácter de éstas frente a los otros. Entender a la vivienda

no sólo como producto arquitectónico sino también como carta de presentación dentro

de la sociedad. De este modo, se busca contribuir a la discusión en torno a las prácticas

proyectuales y ampliar la mirada a otras disciplinas.

Según Goffman, la sociedad establece los medios para categorizar a las personas y

en base a sus atributos y apariencias prever cual es su “identidad social”. Los

imaginarios que caracterizan a la vivienda construirían estereotipos sociales con

distintos valores y creencias, que a la vez conforman un sentido de pertenencia, como 2

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así también, un “sentido de distinción” (Bourdieu, 2000) con respecto al gusto, lo que

da lugar a una disputa simbólica1 dentro de la sociedad.

“La identidad de grupo es una construcción compleja y múltiple, a la vez producto

de la experiencia en común y creación imaginaria de un orden social instituido. El

grupo es a la vez generado y generador de proyectos, que definen el lugar desde el

que se mira y actúa y un “nosotros” que impone círculos concéntricos de inclusiones

y exclusiones. Este “nosotros” también define los posibles de ese grupo, lo accesible

y lo inaccesible (lo que “es para nosotros” y lo que “no es para nosotros”), habida

cuenta de que «la relación con los posibles es una relación con los poderes»

[Bourdieu, El sentido práctico]” (Pujol, Rodríguez: 2009)

En este sentido, definimos los imaginarios del habitar como parte de la

constelación de los imaginarios sociales que por lo tanto son susceptibles a ser

interpretados como construcciones simbólicas de las prácticas sociales. Éstos, ya sean

individuales o colectivos, públicos o privados, son originados por el habitus, y tienden a

garantizar su conformidad y su constancia a lo largo del tiempo a través de reglas

formales y normas explícitas. Siguiendo a Bourdieu (2007), el habitus como sistema de

disposiciones duraderas y transferibles funciona como estructura estructurante de las

prácticas y representaciones sociales.

Es sobre estas nociones que definimos al habitar como una concepción histórica y

cultural que se desarrolla en configuraciones espaciales concretas. Consideramos que

las prácticas sociales difieren según en dónde se desarrollen, ya sea por las normas o las

configuraciones espaciales que las regulan.

La configuración de esta unidad doméstica es producto del habitus, constituido

como esquema generador y organizador de las prácticas que en ella se desarrollan, y de

estos imaginarios del habitar, representaciones históricas y socialmente situadas, ya sean

los gustos o las preferencias estéticas que cada grupo social toma para darle forma y

coherencia a sus proyectos (Bourdieu: 2000).

Dentro del cine, estos proyectos serán estudiados a través de la construcción de

los estereotipos, de los grupos sociales y de los tipos de familia, que representan la

cristalización de la imagen propia, la pertenencia a un grupo, y la imagen de otro en

relación a su grupo de pertenencia. Según Walter Lippmann (1922), los estereotipos se

tratan de esquemas culturales preexistentes, a través de los cuales cada uno filtra la 1 “El gusto se encuentra en la base de estas luchas simbólicas que enfrentan, en cada momento, a las fracciones de la

clase dominante” (Bourdieu, 2000: 311)

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realidad de su entorno. Por otro lado, Fischer (1996) los define como categorías

descriptivas simplificadas, basadas en creencias y en imágenes reductoras, por medio de

las cuales calificamos a las demás personas o a otros grupos sociales sujetos a

prejuicios. (Amossy, Herschberg: 2011)

Se elige al cine como campo cultural y artístico que se constituye como medio

construido y a la vez de construcción de imaginarios sociales que instituyen formas de

habitar doméstico, y a la vez como espacio social de producción de bienes simbólicos.

En el film “El hombre de al lado” se busca identificar e interpretar las

connotaciones simbólicas que representan las configuraciones de la vivienda y las

actuaciones domésticas de sus habitantes, que definen los mecanismos que utiliza cada

sujeto para construir su identidad social.

«La casa debe ser el estuche de la vida, la máquina de felicidad.»

[Le Corbusier]

El modulor de al lado

Imaginar la mítica casa Curutchet, de Le Corbusier, la única obra construida por

uno de los maestros de la arquitectura moderna en América latina, violada/transgredida

en una de sus medianeras, suena como la peor pesadilla de cualquier arquitecto/fanático.

No sólo eso, sino que además, el cuidador y dueño de la casa sea un soberbio,

prestigioso y premiado diseñador lo hace peor. En esta ficción, la casa se convierte en el

principal escenario del conflicto, y del drama que viven dos vecinos a causa de la

construcción de una ventana en la medianera. En verdad, por “unos rayitos de sol que le

sobran a uno y le faltan al otro”.

Lo particular de esta vivienda es que, a diferencia de las otras obras del

arquitecto, se encuentra limitada por medianeras. En este caso, la particularidad del

contexto urbano en las construcciones de la ciudad argentina, se torna curioso en la obra

de Le Corbusier, y no es casual que sea la excusa de la trama de la película.

Dos mundos divididos por una pared se entrelazan una vez que uno toma

conciencia de la presencia del otro. De esta manera se presentan y contraponen dos

formas de vivir, dos formas de ver y entender el mundo.

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En esta película, el espacio doméstico de la casa se convierte en reflejo y a la vez

construcción material de la intencionalidad de uno sobre lo deseado en el espacio

habitado. No es fortuito que Leonardo viva en “esta casa”, como tampoco lo debe ser

que Víctor viva en la suya. Lo que resulta relevante es cómo esa ventana, ese hueco, se

convierte en un punto de (des)conexión entre dos mundos, e influye y pone en crisis la

habitabilidad de la casa y la familia de Leonardo. De este modo, se evidencia cómo la

lógica proyectual de Le Corbusier no previó las peripecias de la vida cotidiana de

alguien ajeno a este mundo.

¿Quién es Leonardo Kachanovsky? Leonardo es un reconocido diseñador, docente

universitario y actual dueño de la casa Curutchet. Padre y esposo. Vive con Ana, su

mujer, instructora de meditación y su hija preadolescente, Lola.

La información que un individuo, en este caso Leonardo, ofrece a los otros, se

realiza a través de sus movimientos, gestos, formas de vestir, de hablar y de vivir

(apariencia y modales). Elementos que son portadores de signos de status social

(Goffman: 2009) y que configuran su fachada personal. Leonardo elige presentarse con

una imagen de “sofisticación”, una imagen (idealizada) que se construye de sí mismo

buscando que sea estimable para sus observadores, y a la vez, que ellos se la atribuyan,

para poder actuar conforme al personaje que desea ser. El sentido social de la casa hace

que él se comporte de esa manera y que se corresponda con el imaginario que él tiene

asociado con su identidad social y su status.

La casa constituye el escenario principal de su intimidad cotidiana, sin embargo

él la vive y la siente como un objeto de diseño. Y, como tal, la considera como un bien

de consumo, un bien apreciable visualmente. Esta intencionalidad le da sentido a la 5

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materialización del espacio y a la forma en que las prácticas allí se realizan. El uso

excesivo del vidrio, tanto en la fachada real de la vivienda como en los ambientes

interiores, hace que la vida de Leonardo y su familia pareciera transcurrir en una

vidriera. Esto implica lo que se espera de los otros: que miren pero no toquen, que

miren pero no entren.

La casa simbólica, cómo las prácticas, las relaciones y la cotidianeidad construyen

el lugar de sí y de los otros.

«… si nos preguntaran cuál es el beneficio más precioso de la

casa, diríamos: la casa alberga el ensueño, la casa protege al

soñador, la casa nos permite soñar en paz.»

[Gastón Bachelard, La poética del espacio]

El bello y la bestia

Buscando unos rayitos de sol, a través de la medianera se presenta Víctor (el

otro), irrumpiendo en la cotidianeidad y el orden de la familia Kachanovsky.

Este primer encuentro da lugar a un sin fin de juegos de tensiones y de

confrontaciones de deseos y lógicas de dos mundos: el de Leonardo y el de Víctor. En

las interacciones de estos dos personajes se van estableciendo los roles que va a ocupar

cada uno en presencia del otro.

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En relación a estos encuentros nos preguntamos, ¿Cuáles son los mecanismos

dentro del habitar con los que se construye la identidad social y el sentido de distinción?

¿Cómo se construyen? ¿Cómo funcionan? ¿Y qué contradicciones tienen?

Existen dos tipos de mecanismos. Por un lado, los que son exclusivos del habitar,

relacionados con las prácticas domésticas y, por otro, los que se manifiestan frente a los

otros, los invitados/huéspedes o los espectadores.

Las prácticas que se desarrollan en la vivienda parecen cada una ocupar su lugar y

desarrollarse según lo establecido socialmente para y por la familia de Leonardo. La

cocina de la casa Curutchet es un espacio estéticamente ordenado y pulcro, induciendo

que las prácticas que allí se realizan sean estéticas al igual que el espacio. De esta

forma, la acción teatral coincide con el medio escénico (Goffman: 2009).

Por otro lado, frente a los otros, uno de los mecanismos de distinción es intentar

que el otro se adecue al lugar que se le asigna. Desde la perspectiva de Leonardo, Víctor

se nos presenta como una persona violenta, que intenta invadir su privacidad y la de su

casa. No se comporta como debiera con respecto a la casa y a su familia. No observa la

casa y la vida de Leonardo desde donde corresponde: la fachada (el frente de la casa);

sino que lo hace desde atrás, entrometiéndose en la privacidad de Leonardo desde la

ventana en la medianera.

En este contexto se expone una contradicción entre querer mostrarse y no ser

visto. La casa simboliza lo que él cree de sí mismo, un objeto consumible. Si bien lo

privado está expuesto, la cuestión es quién mira, y si sólo mira. La fachada y el límite

virtual de la casa simbolizan una barrera social de a quién se puede invitar y a quién no,

quién puede mirar y desde dónde.

Víctor: - …pero si te miran de todos lados con esas ventanas, que te

jode una más.

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Lo establecido se rompe cuando Víctor es invitado por su novia (alumna de Ana)

a una fiesta en la casa de Leonardo. Así consigue entrar a su mundo y ser, por unas

horas, parte de él. Legítimamente viola lo que Leonardo espera de alguien como él: “un

grasa convencido”.

Por otro lado y contradictoriamente con lo que espera del otro y lo que cree de él,

Leonardo intenta resolver el “tema de la ventana” entrando en la casa de Víctor sin ser

invitado e insultando al “tío Carlos”. Así, Leonardo rompe con su imagen y viola sus

principios. Luego recurre a sus herramientas de poder social: los contactos (“García

Nogaretto el amigo de papá”), que sería acorde con lo coherente y asequible de su

grupo de pertenencia.

Por lo contrario, Víctor para persuadirlo de hacer la ventana recurre a una

dotación de signos asociados con la clase social de Leonardo, códigos que él cree que

son importantes para Leonardo. Este recurso consiste en símbolos de status en la forma

de hablar. No sólo para conseguir lo que desea sino para dar cuenta que entiende,

comparte y comprende la riqueza material del otro.

Víctor: - Pero no te quiero joder. Voy a hacer una ventana al estilo modernoso de

tu casa. Yo pensé en un ojo de buey como los barcos. Pero no. Voy a hacer una

ventana rectangular. Quedate tranquilo, Leonardo, va a ser la ventana más

canchera y linda de tu casa

La construcción de sí de acuerdo a los otros, se define en base a las expectativas

estereotipadas que uno tiene del otro, y los recursos que emplea para relacionarse. Esto

pone de manifiesto el conflicto de valores que existe entre ellos, además del real (la

ventana) y da lugar a la dualidad que existe entre lo que cada uno es y lo que quiere que

el otro crea que es.

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Leonardo en el mundo de Víctor, y Víctor en el mundo de Leonardo.

Los mundos en conflicto se caracterizan por el lugar desde el que cada uno se

mira y actúa. El mundo de Víctor se expone en su “Van toda polarizada” con “bola de

boliche” y “un olor a desodorante de auto divino”. Y el de Leonardo enmarcado en

“las medidas basadas en el modulor, el sistema que inventó Le Corbusier pensando en

la escala humana”. Uno deleitando la vida y el otro comprimido en la de otro.

«La proyección inicial del individuo lo compromete con el que se propone ser y le

exige dejar de lado toda pretensión de ser otra cosa. A medida que avanza la interacción

entre los participantes, tendrán lugar, como es natural, adiciones y modificaciones de

este estado de información inicial, pero es imprescindible que estos desarrollos

posteriores estén relacionados sin contradicciones con las posiciones iniciales adoptadas

por los diferentes participantes, e incluso estar construidos sobre la base de aquellas.»

(Goffman, 2009: 25)

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Juego de apariencias

Con sus amigos, Leonardo «se expresará intencional y conscientemente de un

modo particular, pero sobre todo porque la tradición de su grupo o status social requiere

este tipo de expresión» (Goffman, 2009: 21). Él mismo se dispone a crear dicha

impresión (funcionalmente estética) y ser consecuente con el estereotipo social que

representa sus valores y creencias.

La dotación de signos con los que se expresa debe ser acorde con su fachada

personal. Ésta «tiende a institucionalizarse en función de las expectativas estereotipadas

abstractas a las cuales da origen, y tiende a adoptar una significación y estabilidad al

margen de las tareas específicas que en ese momento resultan ser realizadas en su

nombre» (Goffman, 2009: 41) La misma se convierte en una representación colectiva.

Dentro del grupo, los únicos valores que importan son los estéticos, y se supone

importante ser consecuente con eso. Como en el momento en que están escuchando

música y a Julián (el amigo de Leonardo) le “encantan” esos “sonidos, golpazos fuera

de tempo”, que luego resultan ser del vecino que está rompiendo otra vez. Esta

expresión parece de algún modo ignorante pero coherente con lo que su grupo o status

le exige ser: creativo y oportuno.

Para ellos, el otro (Víctor) no sólo no pertenece a su círculo, sino que no comparte

ni entiende el capital simbólico y la riqueza material que ellos poseen. Está desprovisto

del código específico que se requiere para pertenecer.

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Leonardo: - El tipo quería hacer una ventana con vista a mi casa, a mi living. Lo

paré en seco y le dije que estaba prohibido (…) el tipo es un grasa convencido (…)

me puse zen y, me lo tomé como un ejercicio antropológico.

Los amigos cooperan con la representación y el juego teatral social que implica

mantener esa impresión y pertenecer a ese status.

Laura (amiga): Es una locura. Es re trash lo que hizo. Estás loco. Yo hubiese

llamado a la cana de una y chau.

«La sociedad está organizada sobre el principio de que todo individuo que posee

ciertas características sociales tiene derecho moral a esperar que otros lo valoren y lo

traten de manera apropiada. En conexión con este principio hay un segundo, a saber:

que un individuo que implícita o explícitamente pretende tener ciertas características

sociales deberá ser en la realidad lo que alega ser.» (Goffman, 2009: 27)

Lo primero es la familia

Para Leonardo, la familia es un bien sagrado e inviolable, cerrado en sí mismo al

igual que la casa. En la negociación por la ventana, él actúa y ocupa un rol diplomático

intentando proteger las apariencias, su intimidad y la de los suyos. Requiere que no se

dé en términos de violencia porque no corresponden con su identidad social. Este

mecanismo de diferenciación le sirve para mantener su barrera social y dejar fuera a

quien no pertenece.

Resguarda su casa para que no sea vulnerada, en particular visualmente; aunque

esto se contradice con la predominancia del vidrio en la materialización de la misma. El

estilo de vida y la superexposición de éste, pareciera buscar idealizarlos como familia

modelo. Sin embargo el único momento en el que están (re)unidos es cuando se

presenta ante ellos el conflicto: el agujero en la pared, el agujero en su casa y en sus

vidas.

Por otro lado, para Víctor su familia (“el tío Carlos”) como la de Leonardo son un

bien sagrado, pero su forma de protegerlas la manifiesta físicamente (“al que se mete

con mi tío Carlos le como los huevos”). Víctor exterioriza y expresa sus formas de

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pensar y de sentir, no como Leonardo que cuida sus modos. Asimismo Víctor se hace

cargo de las diferencias pero busca la cercanía a través del diálogo, del contacto, de lo

visual, y el compartir. Busca y espera la aceptación del otro, ya que eso implica ser buen

vecino.

Para Leonardo es invasiva la cercanía de Víctor, y para Víctor es violenta la

distancia de Leonardo. Sus conductas no están dentro de las expectativas simbólicas del

otro, y esto provoca que, consciente e inconscientemente, cada uno vulnere la fachada

social del otro. Frente a esta situación, Leonardo reconfigura el concepto de «sí mismo»

para recuperar su identidad social.

Leonardo: - Yo no me voy a meter en la vida de otro tipo. Que adentro de su casa,

haga lo que se le cante.

« Los hay de todos los tamaños y especies, para todos los usos

y para todas las funciones. Vivir es pasar de un espacio a otro

haciendo lo posible para no golpearse.»

[Georges Perec, Especies de espacios]

Conclusiones

Si el espacio simbólico que representa la casa y la familia es una proyección de las

formas de pensar, de ver el mundo y de vivir; y consecuentemente forma parte de la

carta de presentación de uno mismo, entonces ¿cómo dar a conocer lo que simbolizan

esos valores al otro?

Las personas construyen una imagen de sí y del otro, y a través de esas imágenes

se construyen los tipos de relaciones. La vivienda y las formas de habitarla son parte de 12

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estos mecanismos sociales que terminan condicionando las formas de ser y de

relacionarse. En estas interacciones entran en juego mecanismos de distinción, de

confrontación, de negociación, de seducción, etc., y varían según quiénes sean esos

sujetos sociales que se relacionan. Leonardo y Víctor confrontaron sus historias, sus

vidas, sus deseos y sus valores, pero también los comparten.

Resulta ambicioso que con el estudio de un film uno pudiera concluir cuáles son

los mecanismos dentro del habitar con los que se construye la identidad social y el

sentido de distinción de un grupo. Por eso creemos que es necesario recurrir al estudio

de otros casos dentro del cine, y estudiar y confrontar otras formas arquitectónicas y de

vida. Quizás sería necesario la periodización y la selección de estas formas para poder

identificar y comparar los mecanismos sociales utilizados por cada grupo, para poder

comprender o reflexionar sobre cómo construyen sus preferencias formales y su fachada

social.

Leonardo: - Qué país feo. La puta madre.

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