la vivencia de las comunidades indígenas con la carta … · como, otros miembros de la comunidad,...
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La vivencia de las comunidades indígenas con la Carta de la Tierra: un ejemplo de sostenibilidad ambiental
The experience of indigenous communities with the Earth Charter : an example of environmental sustainability
Sandra Ovares Barquero Centro de Investigación en Docencia y Educación
Universidad Nacional [email protected]
Isabel Torres Salas
División de Educología Universidad Nacional
[email protected] Resumen
Las comunidades indígenas son un ejemplo vivo de sostenibilidad ambiental ya que desde hace siglos han convivido de forma armoniosa con la naturaleza coexistiendo en equilibrio con la “Madre Tierra” y poniendo en práctica los valores de Carta de la Tierra desde su construcción ancestral. Esta ponencia pretende hacer una reflexión de como los principios de esta “Carta” se llevan a cabo diariamente de manera intrínseca en el seno de estos pueblos y como esta forma de vida nos conduce a un desarrollo sostenible. De ahí que son un ejemplo a seguir para otras sociedades, ya que respetan la vida en toda su diversidad; asegurando a las futuras generaciones su subsistencia. También se hace un análisis del deterioro que el ser humano ha causado al planeta, con sus prácticas poco amigables y a la vez se recapacita en que es la única especie capaz de revertir el daño causado. El trabajo que el Centro en Investigación y Docencia en Educación(CIDE) de la UNA ha desarrollado en comunidades indígenas, nos deja como aprendizaje, que el tema de sustentabilidad ambiental de estas comunidades se refleja en el respeto que se tiene por la tierra como proveedora de todo lo que el ser humano necesita. Palabras claves: Sustentabilidad ambiental, Carta de la Tierra, comunidades indígenas Abstract
Indigenous communities are a living example of environmental sustainability
since for centuries they have lived harmoniously with nature coexist in
equilibrium with "Mother Earth" and implementing the values of Earth Charter
from their ancestral construction. This presentation intends to reflect on how the
principles of the "Charter" they are carried out daily intrinsically within these
towns and how this lifestyle leads to sustainable development. Hence they are a
role model for other societies, because they respect life in all its diversity;
ensuring their survival for future generations. An analysis is also made about
the deterioration that humans have done to the planet, with unfriendly practices
and at the same time it recalls to mind that it is the only species able to reverse
the damage. The work that the Centre for Education Research and Teaching
(CIDE) of UNA has developed in indigenous communities, leaves us learning,
that the issue of environmental sustainability of these communities it reflected in
respect it has on the ground as a provider of all human being needs.
Keywords: Environmental, Sustainability, Earth Charter, indigenous communities METODOLOGIA
Esta ponencia es producto de la sistematización de los proyectos: Capacitación
a maestros de Lengua y Cultura de la Comunidad Bribri y Cabecar y el
proyecto Reconstrucción de Saberes de las comunidades indígenas de Costa
Rica, trabajados desde la División de Educación Rural, en ambos proyectos la
metodología ha sido participativa – consultiva y propositiva basada en la
investigación acción por cuanto propone un trabajo desde los maestros y
maestras, las personas mayores generalmente los abuelos y abuelas, así
como, otros miembros de la comunidad, este grupo de docentes no se asumen
como receptores, sino como, gestores del trabajo colaborativo,es además
consultivo por cuanto se debe caminar para conversar con las personas
mayores conocidos como sabios locales ( awá médico, okóm canta en los
funerales), es propositiva al enriquecer las prácticas educativas con los
aportes de los diferentes participantes. La población de maestros y maestras
de lengua y cultura es de 36 docentes pertenecientes al circuito 07 de
Talamanca Bribris y Cabecares, esta población es heterogénea por sus
características etareas como nivel educativo, que en su mayoría tiene
secundaria incompleta,el salario que reciben es simbólico al no contar con
categoría profesional, el conocimiento pedagógico que poseen es el que su
experiencia de vida les ha permitido construir desde sus conocimientos
ancestrales heredados de una cultura oral, la mayoría de docentes son
varones, situación que responde a la necesidad de desplazarse por caminos de
difícil acceso, trabajan bajo la modalidad de itinerantes atendiendo diferentes
escuelas en una semana.
Forma parte de la metodología, la observación sistemática del trabajo de
aula donde, los valores que nos comparte la Carta de la Tierra como el
respeto por la Madre Tierra están presentes en la historias y leyendas de su
cosmovisión, de ponerlos en práctica es posible revertir el daño causado por la
especie humana al planeta, con sus estilos de vida poco amigables con la
naturaleza. A la vez se hace una reflexión sobre el ejemplo de vida de las
comunidades indígenas que han coexistido desde tiempos ancestrales en
armonía con la madre tierra.
Introducción
El desarrollo sustentable debe ser una preocupación global, en este
nuevo contexto, donde es indispensable que las consideraciones ambientales
se tengan en cuenta en la planeación del desarrollo de cualquier país. Esta
ponencia tiene como objetivo reflexionar sobre el actuar de las comunidades
indígenas donde la convivencia armónica con el ambiente es un ejemplo de la
preservación de nuestro planeta Tierra y más interesante aun, la forma como
ponen en práctica los valores de Carta de la Tierra en su cotidianidad. Además
se pretende visibilizar en esta ponencia las voces ausentes de nuestras
comunidades originarias que nos han cuidado históricamente las diferentes
comunidades de vida.
Según Ahumada, Pelayo y Arano (2012) la gestión adecuada y racional
de los recursos naturales para mejorar el bienestar de la población actual sin
comprometer la calidad de vida de las generaciones futuras, debe constituirse
en uno de los retos más importantes de los países para que exista una sana
competitividad y el desarrollo económico y social pueda alcanzar un desarrollo
sustentable.
Precisamente el desafío que nos plantea Carta de la Tierra es formar
una alianza mundial para cuidar la Madre Tierra “nuestro hogar”, que a través
de millones de años ha ido evolucionando hasta tener las condiciones
necesarias que han hecho posible la diversidad biológica. Es decir la Carta de
la Tierra resulta de gran ayuda para integrar una serie de valores que
contribuyen a respetar la madre tierra y la vida en toda su diversidad; como un
modo sostenible de vivir para construir sociedades democráticas que sean
justas, participativas, sostenibles y pacíficas. (Carta de la Tierra Internacional,
2009)
Sin embargo, para preservar las condiciones que hacen posible la vida
es necesario no alterar el equilibrio de la naturaleza. Pero el ser humano, el
único con capacidad de razonamiento, ha alterado, con sus acciones, este
equilibrio y, cada día, contribuye a destruir los ecosistemas. Por ello, desde
hace varias décadas, se vienen proponiendo alternativas para cambiar estilos y
formas de vida que permitan revertir prácticas que están dañando, en alguna
medida, los sistemas ecológicos y sociales del planeta. Con los cambios
propuestos se busca propiciar la seguridad global; sin embargo, Di Paolo
(2013) plantea que la “interdependencia de los estados, la globalización de sus
economías, la pérdida del control sobre las armas de destrucción masiva y el
surgimiento de otras múltiples „nuevas amenazas‟, hacen dificultoso garantizar
la seguridad global” (p. 6).
Pero aun con este panorama, la esperanza es ubicar a la persona
humana en el centro del sistema planetario, que se le permita, de manera
eficiente, contribuir a superar las vulnerabilidades y las dificultades de acceso
al progreso, para que exista un desarrollo integral de cientos de millones de
seres humanos en equilibrio y armonía con la naturaleza (PNUD, 2014).
Frente a ello, como lo indica Vilches y Pérez (2012), se requiere una
sensibilización que ayude a contemplar los problemas en su globalidad y que
tenga en cuenta las repercusiones a corto, mediano y largo plazo, tanto para
una comunidad, como para el conjunto de la humanidad y de nuestro planeta.
Como lo afirma Delors et al. (1996), hay que comprender que no es sostenible
un éxito que exija el fracaso de otras partes, sino que desde el seno de las
aulas, o en cualquier otro espacio, se debe concienciar sobre la realidad del
planeta, para que así se logre multiplicar, en los hogares y comunidades, y se
manifieste en nuestra madre Tierra.
La sociedad humana es producto tanto de la evolución natural como de
la interacción social, de esta forma las actividades propias de hombres y
mujeres, basadas en los procesos productivos, constituyen la base de la
riqueza y el progreso social; por ello, como las personas dependen de la
naturaleza en la consecución de sus medios de vida, no es posible
desvincularlas de esta; por tanto, hay que propiciar una integración mutua de lo
natural y lo social, con el fin de que se haga un uso racional de los recursos
naturales. No obstante, muchas de las actividades realizadas por el ser
humano están influyendo en el calentamiento de la tierra. Por ejemplo, la
deforestación es la responsable del 10 a 20% del exceso de CO2 emitido a la
atmósfera cada año y las prácticas agrícolas no amigables con el planeta
aportan óxido nitroso y metano, que también contribuyen al aumento de la
temperatura (Consejo Nacional de Investigación de las Academias Nacionales,
2012).
En este sentido, los grupos indígenas son un ejemplo de desarrollo
sostenible, porque han logrado su sustento sin dañar la flora y la fauna.
Evidencia de ello es que, en las zonas indígenas, se encuentran las principales
áreas de biodiversidad en este país, tales como: el Parque de la Amistad
(ngabes, bribris y cabécares), en alta Talamanca (bribris) se localiza el
Corredor Biológico Talamanca Caribe y, en el Valle de la Estrella está el área
protegida Itoy Cerere (cabécares), en la Cuenca de Río Frío se encuentra el
Refugio Nacional de Vida Silvestre Caño Negro protegido por la comunidad
indígena maleku.
Nuestro planeta se debe cuidar y conservar para beneficio de sus
habitantes actuales y de los seres vivos que en el futuro lo poblarán, porque la
destrucción de la capa de ozono, la producción desmedida del dióxido de
carbono, la contaminación del agua, la expulsión al ambiente de hidrocarburos
clorados y otras causas de contaminación –como el derramamiento de
petróleo– están destruyendo el planeta. La paradoja consiste en que el
causante o productor de estos factores de contaminación es el ser humano y, a
la vez, es el único ente capaz, por su raciocinio, de revertir este proceso.
Aunque los primeros seres humanos, como las demás especies
existentes, coexistieron de manera armoniosa con el ambiente, de forma
paulatina produjeron modificaciones, debido a las diferentes actividades
realizadas como: el uso del fuego que les permitió transformar y en muchos
casos eliminar la vegetación natural, el manejo de la ganadería que produjo
sobrepastoreo y erosión del suelo, la utilización de los suelos con diferentes
cultivos de plantas también, originó la destrucción de la vegetación natural. Tal
como dice la carta encíclica:
Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores,
autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano,
herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de
enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los
seres vivientes. (LAUDATO SI‟ DEL SANTO PADRE FRANCISCO, 2015, p. 3)
Sin embargo, este impacto en los recursos naturales y en el medio
ambiente no fue notorio sino hasta la mitad del siglo pasado, cuando se da
inicio a la evaluación de las consecuencias de los problemas significativos
provocados, en parte, por los estilos de vida poco amigables con el planeta;
así como por la revolución industrial; el descubrimiento, uso y explotación de
los combustibles fósiles; el rápido avance tecnológico y la explotación intensiva
de los recursos minerales, entre otros factores.
Por otra parte, la explosión demográfica y el desarrollo tecnológico
comprometen cada día más el medio ambiente y están produciendo serios
problemas en su capacidad para dar sustento a la vida en este planeta;
sumado a esto, los países de Latinoamérica muestran un crecimiento
acelerado que no responde a un desarrollo planificado. Nace un sector
moderno, en el que los patrones de consumo se asemejan a los existentes en
los países desarrollados y, por otra parte, se incrementa una población en
condiciones de pobreza, que ocupa, de manera improvisada, el territorio,
causando problemas ambientales que no han sido atendidos adecuadamente
(Barrios, 2010).
Los conflictos ambientales generalmente se producen como parte de la
apropiación y transformación que hace el ser humano de la naturaleza, sin una
adecuado planeamiento y sobre todo sin el respeto que merece toda forma de
vida. Al respecto, las sociedades con mayores desigualdades sociales y
exclusión tienden a enfrentar mayores problemas, muchas veces acompañados
de violencia debido, entre otros factores, a que gran parte de la población no
tiene cubiertas sus necesidades básicas y, además, porque los Estados suelen
carecer de medios y voluntades para la mediación con los grupos (Martínez y
Villagrán, 2009). Este tipo de conflictos ambientales son comunes en la lucha
por la posesión de los recursos naturales que necesitan las personas, las
comunidades y las naciones para producir bienes y servicios que satisfagan
sus necesidades, aun cuando esto ha desembocado en un cambio climático,
considerado como el mayor reto de nuestra época.
Pero en esa carrera por tener una mejor calidad de vida, el desarrollo de
nuestra civilización ha modificado en muchos casos las ciudades y los
poblados en los que vivimos, se han alterado los ecosistemas originales para
dar paso a los campos de los que se obtienen los alimentos y esto ha traído,
como consecuencia, que no solo haya cambiado el paisaje, sino que se han
secado lagos, ríos y muchas especies están en peligro de extensión. Esto ha
hecho, según Millán (2015), que hayamos:
…sobrepasado los límites ecológicos y como seguimos creciendo cada
año, vivimos en un mundo riesgoso, en un mundo con más consumo,
más desecho, más pobreza y más dióxido de carbono en la atmósfera,
pero con mucho menos biodiversidad, menos área forestal, menos
disposición de agua limpia, menos suelo y una delgada capa de ozono.
(p. 5)
Por otra parte, dice Plascencia (2015) que: en las últimas décadas el
salvaje crecimiento del mercado mundial ha provocado una feroz competencia
y un irracional consumo de los recursos naturales. Unos cuantos consorcios
acaparan grandes extensiones de tierra en todo el planeta para producir
mercancías en forma masiva y venderlas a precios bajos (p.12)
Esto ha inducido, entre otros problemas, a un desequilibrio entre el
crecimiento de la población y la generación de fuentes de trabajo. Lo anterior
nos muestra que el mal llamado desarrollo al que apuesta la mayor parte de los
países en el mundo no ha conducido a vivir en armonía con la naturaleza.
En este contexto, las comunidades indígenas son la excepción a la
problemática citada, ya que estos grupos se han caracterizado por la
preservación de la naturaleza, de ahí que su huella ecológica es compatible
con un estilo de vida pertinente para la preservación de los diferentes
ecosistemas del planeta. Se entiende por huella ecológica la cantidad de área
productiva requerida para satisfacer las necesidades de un ser humano (Vilela
et.al., 2005).
Es necesario construir culturas adaptativas, como las indígenas, con
responsabilidad ambiental, ya que el modelo dominante actual de la
apropiación, intervención y utilización de la naturaleza debe ser controlado,
para evitar que a futuro esta sociedad no sea la causante de la destrucción del
entorno natural, de la desigualdad social, la guerra, el perjuicio biológico y la
aniquilación de los recursos naturales, entre otros (Vilches y Pérez, 2012).
En esta misma línea, en lo respecta a la Carta de la Tierra la sabiduría
indígena se ve reflejada en el principio 12 que dice, “Defender el derecho de
todos, sin discriminación, a un entorno natural y social que apoye a la dignidad
humana, la salud física y el bienestar espiritual” (Vilela y Blaze 2006, p. 19).
Esto se puede comprender al observar la forma en que viven estas
comunidades, donde el bienestar no está relacionado con la cantidad de bienes
que se posee, sino con la satisfacción de las necesidades básicas en armonía
y equilibrio social, espiritual y ambiental, que a la vez son principios básicos de
su cosmovisión.
Sin embargo, para Bruckmann (2011) nuestras sociedades están
mostrando avances durante las últimas décadas, ya que la ciencia ha
comenzado tomar en cuenta un mayor conocimiento de la naturaleza y del
cosmos. Lo anterior resulta esperanzador, ya que es evidente que el estilo de
vida y las diferentes formas de producción que han traído confort y calidad, en
sus inicios no se desarrollaron pensando en la importancia de contribuir con el
equilibrio y preservación del planeta. Por lo que un desarrollo científico y
tecnológico, a partir de una mayor comprensión de la naturaleza, comenzará a
presentar alternativas amigables con el entorno, de igual manera que lo han
logrado las comunidades indígenas a través del tiempo, producto de una
filosofía de vida que se puede ver reflejada, en parte, en el siguiente
pensamiento expresado por Alejandro Swaby Rodríguez (líder indígena
costarricense, en Vilela et.al., 2005)
La interrelación entre el hombre y la biodiversidad es infinita. La
dependencia es algo que existe; es el gran mito de la sociedad. No hay
nación, ni pueblo o individuo independiente. Todos dependemos los
unos de los otros. La naturaleza está antes que todos nosotros y de ella
somos hijos, por lo tanto, nuestra obligación es respetarla y darle un uso
adecuado (p. 27)
Esta forma de respeto por la naturaleza planteada por las comunidades
indígenas de Costa Rica se complementa con el pensamiento indígena
Mapuche, en cuya filosofía de vida hay que aprender a leer a la Madre Tierra,
hay que sentir su tiempo y su ritmo, hay que cantarle para que las semillas y
tierra que las albergan entreguen sus frutos.
Otro ejemplo visible de las comunidades originarias son los Aguayos;
tejidos rectangulares del Antiplano Peruano y Boliviano, usados por las
mujeres, se lo colocan en la espalda y cumplen la función de envolver,
transportar y dormir los niños y niñas, además en otros momentos trasportan
alimentos, herramientas que les sirven para trabajar las siembras y de esta
manera tener sus manos libres. Estos Aguayos son una herencia que se debe
conservar, una especie de memoria genética que los abuelos comparten con
los nietos.
En el diseño entran en juego conocimientos geométricos de la vida
cotidiana, que muy pocas tejedoras estudiaron en la escuela, para estas
comunidades indígenas el Aguayo es un cordón umbilical invisible que nos
conecta con la Madre Tierra (Pachamama)
Según Boff (2007), nuestras sociedades por el contrario tenemos que
cambiar de forma inmediata muchas de nuestras actividades para disminuir los
efectos dañinos, porque las consecuencias para el sistema de vida de la Tierra
son muy graves; ya que, a medida que el planeta se va calentando, aumentan
los huracanes, se extinguen muchas especies, crece el nivel del mar y se
pronostica que se incrementarán las guerras por la posesión de los recursos.
Pero Carta de la Tierra es un documento esperanzador, porque refleja un
nuevo nivel de comprensión, compartida universalmente, sobre la
interdependencia entre los seres humanos y la naturaleza, en correspondencia
con la etapa de globalización en la que, actualmente, nos hallamos (Blaze,
Vilela y Roerink, 2006). Esta declaratoria contiene una serie de principios
fundamentales, para que cada habitante del planeta los ponga en práctica, para
lograr, así, un ambiente sano y en equilibrio, con el fin de construir un mundo
sostenible, con justicia y paz.
La Carta de la Tierra refleja el consenso que se materializa en la
sociedad civil global emergente acerca de los valores universales para el
desarrollo sostenible y por consiguiente se puede aseverar con gran
validez que representa un conjunto esencial de principios éticos
compartidos los cuales cuentan con un amplio apoyo desde distintas
culturas a nivel mundial. En el sentido holístico que promueve la Carta
de la Tierra, el desarrollo sostenible o las formas de vida sostenibles
requieren de cambios tanto en los corazones como en las mentes de las
personas, junto con la reorientación de las políticas y las prácticas
públicas. (Carta de la Tierra Internacional, 2009, p. 2)
De acuerdo con lo anterior la educación es imprescindible para que
fomente formas de vida más sostenibles ya que la cosmovisión del mundo
occidental ha ido destruyendo el planeta, como lo demuestran las fotos
agobiantes desde los satélites y las naves espaciales que nos van mostrando
otra realidad. Podemos comparar, en un lapso de diez años, cómo los
continentes han ido perdiendo su color verde y se han transformado en
inmensas zonas desérticas.
Muy diferente es la concepción de los pueblos indígenas desde la
experiencia que ha tenido el CIDE al interactuar con ellos, ya que respetan la
naturaleza como la madre que es, que nos provee, protege y alimenta. Todavía
en pleno siglo XXI las comunidades indígenas piden permiso a su entorno para
cortar un árbol o una rama, y lo que fue cortado tiene que utilizarse, es una
ofensa cortar algo para luego botarlo. Los pueblos indígenas hacen lectura de
la naturaleza, empleando los cinco sentidos, por ejemplo, a través del susurro
de las hojas y del viento que pega en su cara o en su cuerpo perciben que se
avecina una tormenta, así como observar a las aves construyendo sus nidos en
la copa de los árboles da la certeza de que el clima será favorable; al contrario,
si las aves construyen sus nidos en las ramas centrales del árbol se prevén
condiciones climáticas difíciles.
La agricultura rotativa les permite utilizar abonos naturales ya que, al
sembrar primero frijoles, luego maíz, hortalizas, entre otras, se aprovechan los
elementos químicos que el mismo proceso genera y los suelos no se agotan.
Sin embargo, desde la visión occidentalizada de los agricultores, sustentada en
la posición científica se dice, de manera peyorativa, que el sembrar todo junto
parece “parcela de indio”.
Al analizar el modo de vida de los pueblos indígenas queda claro que su
vivencia se realiza en armonía con la naturaleza y que existe una puesta en
práctica de los principios de Carta de la Tierra de manera permanente que
asegura la sostenibilidad ambiental. Sin embargo en nuestras sociedades nos
espera un largo camino por recorrer en pro de una educación que promueva el
desarrollo sostenible, es decir aquel desarrollo que provea las demandas
actuales, sin comprometer los recursos y posibilidades de las futuras
generaciones.
En este sentido, se evidencia la magnitud del reto y las Universidades de
la región Centroamericana (CSUCA) llegan al consenso de la imperiosa
necesidad de fortalecer la comunicación, para promover y divulgar
ampliamente los compromisos y acciones de la educación superior
centroamericana en beneficio del Planeta. Por lo tanto las universidades
adscritas al Consejo Superior Universitario Centroamericano -CSUCA- como
una sola red de universidades Centroamericanas, conscientes de su papel de
contribuir desde la academia a la trasformación del Planeta, en la sesión CV
extraordinaria celebrada en Guatemala, en el mes de noviembre del 2015,
ACUERDAN: DECLARAR EL 2016 AÑO DE LA UNIVERSIDADES
ESTATALES CENTROAMERICANAS POR LA MADRE TIERRA"
Conclusiones
El estilo de vida de las comunidades indígenas es congruente con el
desafío que nos plantea Carta de la Tierra de formar una alianza mundial
para cuidar la Madre Tierra “nuestro hogar”.
Los grupos indígenas son un ejemplo de desarrollo sostenible, porque han
logrado su sustento sin dañar la flora y la fauna. Evidencia de ello es que,
en las zonas indígenas, se encuentran las principales áreas de
biodiversidad en Costa Rica.
Es importante destacar que a partir del siglo XXI toma fuerza la idea de un
desarrollo sostenible, en armonía con la naturaleza, concepción que cobra
conciencia sobre la importancia de cuidar los recursos naturales, para no
legar a las generaciones futuras una tierra devastada. En este contexto se
realizó un esfuerzo a nivel mundial, con la escritura de la “Carta de la
Tierra”, la cual contiene una serie de principios cuyo fin es brindar pautas
para que vivamos en paz, justicia y armonía con el planeta, tal como lo han
hecho los grupos indígenas desde tiempos ancestrales.
Es necesario propiciar culturas adaptativas, como las indígenas, con
responsabilidad ambiental, ya que el modelo dominante actual de la
apropiación, intervención y utilización de la naturaleza no ha sido amigable
con el planeta.
Resulta esperanzador que el desarrollo científico y tecnológico, en este
momento parece estar inspirado en una mayor comprensión de la materia,
de la naturaleza, de la vida y del cosmos, en congruencia con Carta de
Tierra
Las comunidades indígenas son un ejemplo de que es posible vivir en
armonía con la naturaleza contribuyendo con el equilibrio y la preservación
del planeta. Esta forma de vida se desarrolla en concordancia con los
principios de Carta de la Tierra, pero no basta con el proceder de estas
comunidades sino que se necesita que las demás sociedades humanas
incorporen cambios con respecto a cómo pensamos y vivimos.
La Carta de la Tierra nos hace a pensar acerca de nuestros valores y nos
invita a que busquemos puntos en común a pesar de lo diversos que
somos, ya que es necesario que emprendamos una nueva visión ética más
inclusiva para lograr un desarrollo humano sostenible.
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Biografía
Nombre: Sandra Ovares Barquero. Nacionalidad: Costarricense. Académica de la
División de Educación Rural, Vicedecana de la Facultad de Educación de la Universidad
Nacional de Costa Rica Estudios realizados: Profesora de Biología, Bachiller en
Ciencias de la Educación, Bachiller en la Enseñanza de la Biología de la UCR, Egresada
de la Licenciatura en Currículo de la Universidad de Costa Rica, Maestra de I y II ciclo
de Educación General Básica UNED, Maestría en Administración Educativa, Maestría en
Formación de Formadores de la UNA.
Las comunidades indígenas: Una forma de vida que pone en práctica la Carta de la Tierra “Revista Educare.2016
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Dialogando sobre pertenencia étnica con docentes Bribris y Cabecares de Talamanca: experiencias del trabajo colaborativo. Revista Cuadernos Intercambio sobre Centroamérica y el Caribe 2015.
Cultura Ambiental: Una urgencia planetaria y un desafío institucional que implica sentír – pensar una responsabilidad compartida en la Universidad Nacional Heredia Costa Rica. IV Congreso Iberoamericano Desarrollo y Ambiente Quito Ecuador 2013
Nombre: María Isabel Torres Salas. Nacionalidad: Costarricense. Académica e
investigadora de la División de Educología, CIDE.UNA Estudios realizados: Profesora
de Química, Bachiller en Ciencias de la Educación, Bachiller en la Enseñanza de la
Química, Licenciada en la Enseñanza de Química, Master en Psicopedagogía.
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“Factibilidad de la utilización de recursos tecnológicos en la implementación del eje transversal cultura ambiental para el desarrollo sostenible en la Educación General Básica de Costa Rica” Revista Educare.2013.
Deterioro del medio ambiente: papel de la educación ambiental. II Congreso Iberoamericano de Pedagogía: Diversas perspectivas críticas en el siglo XXI”. 28, 29 y 30 de agosto 2012. Universidad Nacional. Heredia.
Los principios de Carta de la tierra: un referente pedagógico II Seminario Internacional de Experimentación e investigación en prácticas de enseñanza (SIEPES), 8 y 9 de setiembre del 2011, en el CIDE, UNA, Heredia
“Las Implicaciones Pedagógicas del Paradigma Ecológico” I Congreso
Iberoamericano de Pedagogía: Pedagogía “construcción y transformación en
tiempos de incertidumbre” 29 de septiembre2009
Suplemento didáctico de la Revista Electrónic@. Educare. Volumen XII. Nº2 2008 Propuesta interdisciplinaria para trabajar el principio Nº 1 de Carta de la Tierra en las asignaturas Ciencias, Artes Plásticas, Estudios Sociales y Educación Cívica de sétimo año de la Educación General Básica. ISSN. 1409-42-58