la universidad sin condiciÓnjacques derridatraducción de cristina peretti y paco vidarte

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  • 7/22/2019 LA UNIVERSIDAD SIN CONDICINJacques DerridaTraduccin de Cristina Peretti y Paco Vidarte

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    LA UNIVERSIDAD SIN CONDICINJacques Derrida Traduccin de CristinaPeretti y Paco Vidarte. Edicin digital deDerrida en castel lano. Texto en francs

    En un primer momento esta conferencia* fue pronunciada en ingls en laUniversidad de Stanford (California) en el mes de abril de 1998, dentro de la serie de las

    Presidential Lectures.

    Se me invit entonces a tratar, preferentemente, sobre el arte y las humanidadesen la universidad del maana. El ttulo inicial de la conferencia fue por consiguiente:

    El porvenir de la profesin o La universidad sin condicin (gracias a lasHumanidades, lo quepodra tener lugarmaana).

    Esto ser sin duda como una profesin de fe: la profesin de fe de un profesorque hara como si les pidiese a ustedes permiso para ser infiel o traidor a sus costumbres.

    Antes incluso de comenzar a internarme efectivamente en un itinerario tortuoso,he aqu sin rodeos y a grandes rasgos la tesis que les someto a discusin. sta se distribuiren una serie de proposiciones. No se tratar tanto de una tesis, en verdad, ni siquiera de unahiptesis, cuanto de un compromiso declarativo, de una llamada en forma de profesin defe: fe en la universidad y, dentro de ella, fe en las Humanidades del maana.

    El largo ttulo propuesto significa, en primer lugar, que la universidad modernadebera ser sin condicin. Entendamos por universidad moderna aquella cuyo modeloeuropeo, tras una rica y compleja historia medieval, se ha tornado predominante, es decirclsico, desde hace dos siglos, en unos Estados de tipo democrtico. Dicha universidadexige y se le debera reconocer en principio, adems de lo que se denomina la libertadacadmica, una libertad incondicionalde cuestionamiento y de proposicin, e incluso, msan si cabe, el derecho de decir pblicamente todo lo que exigen una investigacin, unsaber y un pensamiento de la verdad. Por enigmtica que permanezca, la referencia a laverdad parece ser lo bastante fundamental como para encontrarse, junto con la luz (Lux), enlas insignias simblicas de ms de una universidad.

    La universidad hace profesinde la verdad. Declara, promete un compromiso sinlmite para con la verdad.

    Sin duda, el estatus y el devenir de la verdad, al igual que el valor de verdad, dan

    lugar a discusiones infinitas (verdad de adecuacin o verdad de revelacin, verdad comoobjeto de discursos terico-constatativos o de acontecimientos potico-performativos, etc.).Pero eso se discute justamente, de forma privilegiada, enla Universidad y en losdepartamentos pertenecientes a las Humanidades.

    Dejemos por el momento en suspenso esas inquietantes cuestiones. Subrayemosnicamente por anticipacin que esa inmensa cuestin de la verdad y de la luz, la cuestinde las LucesAufklrung,Enlightenment,Illuminismo,Ilustracin,Iluminismo- siempre

    http://www.jacquesderrida.com.ar/http://www.jacquesderrida.com.ar/http://www.jacquesderrida.com.ar/http://www.jacquesderrida.com.ar/frances/universite.htmhttp://www.jacquesderrida.com.ar/frances/universite.htmhttp://www.jacquesderrida.com.ar/frances/universite.htmhttp://www.jacquesderrida.com.ar/
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    ha estado vinculada con la del hombre. Implica un concepto de lo propio del hombre, aquelque fund a la vez el Humanismo y la idea histrica de las Humanidades. Hoy en da, ladeclaracin renovada y reelaborada de los Derechos del hombre (1948) y la institucindel concepto jurdico de Crimen contra la humanidad (1945) forman el horizonte de lamundializacin y del derecho internacional que, se supone, cuida de ella. (Conservo la

    palabra mundializacin, en lugar de globalization o Globalisierung, con el fin demantener la referencia a un mundo (world, Welt, mundus) que no es ni el globo, ni elcosmos, ni el universo). Sabemos que la red conceptual del hombre, de lo propio delhombre, del derecho del hombre, del crimen contra la humanidad del hombre, es la queorganiza semejante mundializacin.

    Esta mundializacin quiere ser, por consiguiente, una humanizacin.

    Ahora bien, si el concepto del hombre parece a la vez indispensable y siempreproblemtico, entonces -ste ser uno de los motivos de mi hiptesis o, si lo prefieren, unade mis tesis en forma de profesin de fe-, no se puede discutir ni reelaborar dicho concepto,

    como tal y sin condicin, sin presuposiciones, ms que en el espacio de unas nuevasHumanidades.

    Intentar precisar lo que entiendo por nuevas Humanidades. Pero, ya sean estasdiscusiones crticas o deconstructivas, lo que concierne a la cuestin y a la historia de laverdad en su relacin con la cuestin del hombre, de lo propio del hombre, del derecho delhombre, del crimen contra la humanidad, etc., todo ello debe en principio hallar su lugar dediscusin incondicionalysin presupuesto alguno, su espacio legtimo de trabajo y dereelaboracin, enla universidad y, dentro de ella, con especial relevancia, enlasHumanidades. No para encerrarse dentro de ellas sino, por el contrario, para encontrar elmejor acceso a un nuevo espacio pblico transformado por unas nuevas tcnicas de

    comunicacin, de informacin, de archivacin y de produccin de saber. (Y una de lasgraves cuestiones que se plantean aqu -pero de la que no me puedo ocupar ahora- entre launiversidad y el afuera poltico-econmico de su espacio pblico, es la del mercado de laedicin y del papel que desempea dentro de la archivacin, evaluacin y legitimacin delos trabajos universitarios.)

    El horizonte de la verdad o de lo propio del hombre no es, ciertamente, un lmitemuy determinable. Pero tampoco lo es el de la universidad y las Humanidades.

    Esta universidad sin condicin no existe, de hecho, como demasiado biensabemos. Pero, en principio y de acuerdo con su vocacin declarada, en virtud de su esencia

    profesada, sta debera seguir siendo un ltimo lugar de resistencia crtica -y ms quecrtica- frente a todos los poderes de apropiacin dogmticos e injustos.

    Cuando digo ms que crtica, sobreentiendo deconstructiva (por qu nodecirlo directamente y sin perder tiempo?). Apelo al derecho a la deconstruccin comoderecho incondicional a plantear cuestiones crticas no slo a la historia del concepto dehombre sino a la historia misma de la nocin de crtica, a la forma y a la autoridad de lacuestin[i], a la forma interrogativa del pensamiento. Porque eso implica el derecho de

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    hacerlo afirmativayperformativamente[ii], es decir, produciendo acontecimientos, porejemplo, escribiendo y dando lugar (lo cual hasta ahora no dependa de las Humanidadesclsicas o modernas) a obras singulares. Se tratara, debido al acontecimiento depensamiento que constituiran semejantes obras, de hacer que algo le ocurriese, sinnecesariamente traicionarlo, a ese concepto de verdad o de humanidad que conforma los

    estatutos y la profesin de fe de toda universidad.

    Ese principio de resistencia incondicional es un derecho que la universidadmisma debera a la vez reflejar, inventar y plantear, lohaga o no a travs de las facultadesde Derecho o en las nuevas Humanidades capaces de trabajar sobre estas cuestiones dederecho -esto es, por qu no decirlo de nuevo sin rodeos, de unas Humanidades capaces dehacerse cargo de las tareas de deconstruccin, empezando por la de su historia y sus propiosaxiomas.

    Consecuencia de esta tesis: al ser incondicional, semejante resistencia podraoponer la universidad a un gran nmero de poderes: a los poderes estatales (y, por

    consiguiente, a los poderes polticos del Estado-nacin as como a su fantasma de soberanaindivisible: por lo que la universidad sera de antemano no slo cosmopoltica, sinouniversal, extendindose de esa forma ms all de la ciudadana mundial y del Estado-nacin en general), a los poderes econmicos (a las concentraciones de capitales nacionalese internacionales), a los poderes mediticos, ideolgicos, religiosos y culturales, etc., ensuma, a todos los poderes que limitan la democracia por venir.

    La universidad debera, por lo tanto, ser tambin el lugar en el que nada est aresguardo de ser cuestionado, ni siquiera la figura actual y determinada de la democracia; nisiquiera tampoco la idea tradicional de crtica, como crtica terica, ni siquiera la autoridadde la forma cuestin, del pensamiento como cuestionamiento. Por eso, he hablado sin

    demora y sin tapujos de deconstruccin.

    He aqu lo que podramos, por apelar a ella, llamar la universidad sin condicin:el derecho primordial a decirlo todo, aunque sea como ficcin y experimentacin del saber,y el derecho a decirlo pblicamente, a publicarlo. Esta referencia al espacio pblico seguirsiendo el vnculo de filiacin de las nuevas Humanidades con la poca de las Luces. Estodistingue a la institucin universitaria de otras instituciones fundadas en el derecho o eldeber de decirlo todo. Por ejemplo, la confesin religiosa. E incluso la libre asociacinen la situacin psicoanaltica. Pero asimismo es lo que vincula fundamentalmente a launiversidad, y muy especialmente a las Humanidades, con lo que se denomina la literaturaen el sentido europeo y moderno del trmino, como derecho a decirlo todo pblicamente,

    incluso a guardar un secreto, aunque sea en el modo de la ficcin. Esta alusin a laconfesin, tan cercana a la profesin de fe, podra vincular lo que digo con el anlisis de loque ocurre hoy en da en la escena mundial y que se parece a un proceso universal deconfesin, de confidencia, de arrepentimiento, de expiacin y de perdn solicitado. Sepodran citar miles de ejemplos da tras da. Pero, tanto si se trata de crmenes muy antiguoscomo de crmenes recientes, de la esclavitud, de laShoah, del apartheid, oincluso de lasviolencias de la Inquisicin (de la que el Papa anunci hace poco que debera dar lugar a unexamen de conciencia), uno se arrepiente siempre, explcita o implcitamente, de acuerdo

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    con ese concepto jurdico tan reciente de crimen contra la humanidad.

    Dado que nos disponemos a articular conjuntamente la Profesin, la Profesin defe y la Confesin, recordemos de pasada y entre parntesis -pues ello exigira largosdesarrollos- que la confesin de los pecados poda organizarse en el siglo XIV en funcin

    de las categoras sociales y profesionales. LaSumma Astesanade 1317 prescribe que, en laconfesin, se interrogue al penitente segn su estatus socio-profesional: A los prncipessobre la justicia, a los caballeros sobre la rapia, a los comerciantes, los funcionarios, ascomo a los artesanos y a los operarios, sobre el perjurio, el fraude, la mentira, el robo, etc.,a los burgueses y, de forma general, a los habitantes de la ciudad sobre la usura y la deudano amortizable, a los campesinos sobre la envidia y el robo, sobre todo en lo que conciernea los diezmos, etctera[iii].

    Hay que insistir ms en ello: si dicha incondicionalidad constituye, en principio yde jure, la fuerza invencible de la universidad, aqulla nunca ha sido, de hecho, efectiva.Debido a esa invencibilidad abstracta e hiperblica, debido a su imposibilidad misma, esta

    incondicionalidad muestra asimismo una debilidad o una vulnerabilidad. Exhibe laimpotencia de la universidad, la fragilidad de sus defensas frente a todos los poderes que larigen, la sitian y tratan de apropirsela. Porque es ajena al poder, porque es heterognea alprincipio de poder, la universidad carece tambin de poder propio.

    Por eso, hablamos aqu de la universidad sin condicin.

    Digo bien la universidad, porque distingo aqu, stricto sensu, la universidad detodas las instituciones de investigacin que estn al servicio de finalidades y de intereseseconmicos de todo tipo, sin que se les reconozca la independencia de principio de launiversidad. Y digo sin condicin tanto como incondicional para dar a entender la

    connotacin del sin poder o del sin defensa: porque es absolutamente independiente, launiversidad tambin es una ciudadela expuesta. Se ofrece, permanece expuesta a sertomada, con frecuencia se ve abocada a capitular sin condicin. All donde acude, estdispuesta a rendirse. Porque no acepta que se le pongan condiciones, est a veces obligada,exange, abstracta, a rendirse tambin sin condicin.

    S, se rinde, se vende a veces, se expone a ser simplemente ocupada, tomada,vendida, dispuesta a convertirse en la sucursal de consorcios y de firmas internacionales.Hoy en da, en Estados Unidos, y en el mundo entero, juega una baza poltica importante:en qu medida la organizacin de la investigacin y de la enseanza debe ser sustentada,es decir, directa o indirectamente controlada, digamos con un eufemismo patrocinada,

    con vistas a intereses comerciales e industriales? Dentro de esta lgica, como sabemos, lasHumanidades son con frecuencia los rehenes de los departamentos de ciencia pura oaplicada que concentran las inversiones supuestamente rentables de capitales ajenos almundo acadmico.

    Se plantea entonces una cuestin que no es slo econmica, jurdica, tica,poltica: puede (y, si as es, cmo?) la universidad afirmar una independenciaincondicional, reivindicar una especie de soberana, una especie muy original, una especie

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    excepcional de soberana, sin correr nunca el riesgo de lo peor, a saber, de tener -debido ala abstraccin imposible de esa soberana independencia- que rendirse y capitular sincondicin, que permitir que se la tome o se la venda a cualquier precio?

    En ella se precisa no slo un principio de resistencia sino una fuerza de

    resistencia -y de disidencia-. La deconstruccin del concepto de soberana incondicional essin duda necesaria y est en marcha, pues sta es la herencia de una teologa apenassecularizada. En el caso ms visible de la presunta soberana de los Estados-naciones perotambin en otras partes (porque se encuentra en su casa por doquier y se consideraindispensable, en los conceptos de sujeto, de ciudadano, de libertad, de responsabilidad, depueblo, etc.), el valor de soberana est hoy en plena descomposicin. Pero hay que tenercuidado para que esta deconstruccin necesaria no comprometa demasiado, no demasiado,la reivindicacin de independencia de la universidad, es decir, una determinada forma muyparticular de soberana que tratar de precisar ms adelante.

    Esto es lo que est en juego en algunas decisiones y estrategias polticas. Esta

    baza permanece en el horizonte de las hiptesis o de las profesiones de fe que someto a lareflexin de ustedes. Cmo deconstruir la historia (y, en primer lugar, la historiaacadmica) del principio de soberana indivisible, al tiempo que se reivindica el derecho adecirlo todo -o a no decirlo todo- y a plantear todas las cuestiones deconstructivas que seimponen respecto del hombre, de la soberana, del derecho mismo a decirlo todo, porconsiguiente, de la literatura y de la democracia, de la mundializacin en curso, de susaspectos tecno-econmicos y confesionales, etctera?

    No es que yo pretenda decir que, en medio de la tormenta que amenaza hoy a launiversidad y, dentro de ella, a unas disciplinas ms que a otras, esa fuerza de resistencia,esa libertad que uno se toma de decirlo todo en el espacio pblico tiene su lugar unico y

    privilegiado en lo que se denominan las Humanidades -concepto cuya definicin convendrafinar, deconstruir y ajustar, ms all de una tradicin que tambin hay que cultivar-. Peroese principio de incondicionalidad se presenta, en el origen y por excelencia, en lasHumanidades. Tiene un lugar depresentacin, de manifestacin, de salvaguarda originarioy privilegiado en las Humanidades. Tambin tiene all su espacio de discusin y dereelaboracin. Esto pasa tanto por la literatura y las lenguas (es decir, las ciencias asllamadas del hombre y de la cultura) como por las artes no discursivas, el derecho y lafilosofa, por la crtica, por el cuestionamiento y, ms all de la filosofa crtica y delcuestionamiento, por la deconstruccin -all donde no se trata de nada menos que de re-pensar el concepto de hombre, la figura de la humanidad en general y, especialmente, laque presuponen lo que llamarnos, en la universidad, desde hace siglos, las Humanidades.

    Por lo menos desde este punto de vista, la deconstruccin (no me siento en absolutoincmodo por decirlo e incluso por reivindicarlo) tiene su lugar privilegiado dentro de launiversidad y de las Humanidades como lugar de resistencia irredenta e incluso,analgicamente, como una especie de principio de desobediencia civil, incluso dedisidencia en nombre de una ley superior y de una justicia del pensamiento.

    Llamemos aqupensamientoa aquello que a veces rige -segn una ley porencima de las leyes- a lajusticiade esa resistencia o de esa disidencia. Es asimismo lo que

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    pone en marcha o inspira a la deconstruccin como justicia[iv].A esta ley, a este derechofundado en una justicia que lo sobrepasa, les deberamos abrir un espacio sin lmiteautorizndonos as a deconstruir todas las figuras determinadas que esa incondicionalidadsoberana ha podido adoptar a lo largo de la historia.

    Para ello, tendremos que ampliar y reelaborar el concepto de las Humanidades.En mi opinin, no se trata ya slo del concepto conservador y humanista al que se suele amenudo asociar a las Humanidades y sus antiguos cnones -que considero, no obstante,deben ser protegidos a toda costa. Ese nuevo concepto de las Humanidades, sin dejar depermanecer fiel a su tradicin, debera incluir el derecho, las teoras de la traduccin ascomo lo que se denomina, en la cultura anglosajona -una de cuyas formaciones originalesconstituye-, la theory (articulacin original de teora literaria, de filosofa, de lingstica,de antropologa, de psicoanlisis, etc.), pero tambin, por supuesto, en todos esos lugares,las prcticas deconstructivas. Y tendremos que distinguir con todo cuidado aqu entre, poruna parte, el principio de libertad, de autonoma, de resistencia, de desobediencia o dedisidencia, principio que es coextensivo a todo el campo del saber acadmico y, por otra

    parte, su lugar privilegiado depresentacin, de reelaboracin y de discusin temtica que,para m, sera ms propio de las Humanidades, pero de unas Humanidades transformadas.Por qu vincular todo esto insistentemente no slo con la cuestin de la literatura, de esainstitucin democrtica que denominamos la literatura, o la ficcin literaria, con ciertosimulacro y cierto como si, sino tambin con la cuestin de la profesin y de suporvenir? Porque, a lo largo de una historia del trabajo-que no es simplemente el oficio-, yluego del oficio -que no es siempre la profesin-, y despus de la profesin -que no essiempre la de profesor-, me gustara vincular esta problemtica de la universidad sincondicin a un testimonio, a un compromiso, a una promesa, a un acto de fe, a unadeclaracin de fe, a una profesin de fe. En la universidad, esta profesin de fe articula deforma original la fe con el saber y, especialmente, en ese lugar de presentacin de s mismo

    del principio de incondicionalidad que denominaremos las Humanidades.

    Asociar en cierto modo la fe con el saber, la fe en el saber, es unir entre s unosmovimientos que denominaramos performativos y unos movimientos constatativos,descriptivos o tericos. Una profesin de fe, un compromiso, una promesa, unaresponsabilidad asumida, todo ello exige no unos discursos de saber sino unos discursosperformativos que producen el acontecimiento del que hablan.

    Habr que preguntarse entonces lo que significa profesar. Qu se hace cuando,

    performativamente, se profesa, pero asimismo cuando se ejerce una profesin y,especialmente, la profesin de profesor? Me fiar pues, a menudo y largo rato, de la

    distincin ahora clsica de Austin entre speech actsperformativos y speech actsconstatativos. Esta distincin habr sido un gran acontecimiento de este siglo -y habr sido,en primer lugar, un acontecimiento acadmico-. Habr tenido lugarenla universidad. Encierto modo, son las Humanidades las que lo han hecho advenir y las que han explorado susrecursos. Con unas consecuencias incalculables, esto ha ocurrido a las Humanidades y porlas Humanidades. Sin dejar de reconocer la potencia, la legitimidad y la necesidad de estadistincin entre constatativoyperformativo, a menudo me ha ocurrido, llegado a undeterminado punto, no ya ponerla en cuestin pero s analizar sus presupuestos y

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    complicarla[v]. Todava hoy, pero esta vez desde otro punto de vista, terminar, despus dehaber contado mucho con esta pareja de conceptos, por indicar un lugar en donde fracasa -yha de fracasar.

    Ese lugar ser precisamente lo que ocurre, aquello a lo que llegamos y que nos

    ocurre, el acontecimiento, el lugar del tener-lugar -que se burla del performativo, del poderperformativo, tanto como del constatativo-. Y eso puede ocurrir en y por las Humanidades.

    Ahora voy a comenzar, a la vez por el final y por el comienzo. Pues hecomenzado por el final como sifuese el comienzo.

    I

    Como siel fin del trabajo estuviese en el origen del mundo.

    S, como si, digo bien como si ....

    Al mismo tiempo que una reflexin sobre la historia del trabajo, lo que lespropondr es sin duda una meditacin sobre el como, el como tal, el como si.

    Y, tal vez, sobre una poltica de lo virtual.

    No una poltica virtual sino una poltica de lovirtual en el ciberespacio o elcibermundo de la mundializacin. Una de las mutaciones que afectan al lugar y a lanaturaleza del trabajo universitario es hoy en da, como bien sabemos, cierta virtualizacindeslocalizadora del espacio de comunicacin, de discusin, de publicacin, de archivacin.

    No es la virtualizacin la que es absolutamente nueva en su estructura. Desde el momentoen que hay una huella, est en marcha alguna virtualizacin: ste es el abc de ladeconstruccin. Lo indito es, cuantitativamente, la aceleracin del ritmo, la amplitud y lospoderes de capitalizacin de semejante virtualidad espectralizadora. De ah, la necesidad derepensar los conceptos de lo posible y de lo imposible. Esta nueva etapa tcnica de lavirtualizacin (informatizacin, numerizacin, mundializacin virtualmente inmediata de lalegibilidad, teletrabajo, etc.) desestabiliza, todos tenemos experiencia de ello, el hbitatuniversitario. Trastorna su topologa, inquieta todo lo que organiza sus lugares, a saber,tanto el territorio de sus campos y de sus fronteras disciplinares como sus lugares dediscusin, su campo de batalla, suKampfplatz, subattlefieldterico, as como la estructuracomunitaria de su campus. Dnde se encuentran hoy el lugarcomunitario y el vnculo

    social de un campus en la poca ciberespacial del ordenador, del teletrabajo y de la worldwide web? Dnde tiene su lugar, en lo que Mark Poster llama la CyberDemocracy[vi],el ejercicio de la democracia, aunque sea de una democracia universitaria? Se nota que, msradicalmente, lo que queda as trastocado es la topologa del acontecimiento, la experienciadel tener-lugar singular.

    Qu hacemos entonces cuando decimos como si?

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    Observen que no he dicho escomo si el fin del trabajo estuviese en el origen delmundo. No he dicho nada que haya sido, ni lo he dicho en una proposicin principal. Hedejado en suspenso, he abandonado a su interrupcin una extraa proposicin subordinada(como si el fin del trabajo estuviese en el origen del mundo), como si yo quisiese dejarun ejemplo del como si que trabajase solo, fuera de contexto, con vistas a atraer la

    atencin de ustedes. Qu hacemos cuando decimos como si? Qu hace un si?Hacemos como sirespondisemos por lo menos a una de las varias posibilidades que acontinuacin voy a comenzar a enumerar - y a ms de una a la vez.

    1. Acaso,primera posibilidad, al decir como si, nos entregamos a laarbitrariedad, al sueo, a la imaginacin, a la hiptesis, a la utopa? Todo lo que medispongo a decir tender a mostrar que la respuesta no puede ser tan sencilla.

    2. O acaso, segunda posibilidad, con ese como si, ponemos en marcha ciertostipos de juicios como, por ejemplo, esos juicios reflexionantes de los que Kant decaregularmente que operaban como si (als ob) un entendimiento contuviese o

    comprendiese la unidad de la variedad de las leyes empricas, o como si fuese ste unfeliz azar acaecido para favorecer nuestro designio (gleichals ob es ein glcklicher unsreAbsicht begnstigender Zufall wre)[vii]. En este ltimo caso, el del discurso kantiano, lagravedad, la seriedad, la irreductible necesidad del como si dice nada menos que lafinalidad de la naturaleza, es decir, una finalidad cuyo concepto, apunta Kant, es uno de losms inslitos y de los ms difciles de delimitar. Pues, seala, no es ni un concepto de lanaturalezani un concepto de la libertad. Por consiguiente, este como si sera por smismo, aunque Kant no lo diga as en ese contexto, y con razn, una especie de fermentodeconstructivo, puesto que excede en cierto modo y no est lejos de descalificar los dosrdenes que con tanta frecuencia distinguimos y oponemos, el orden de la naturaleza y elorden de la libertad.

    Esta oposicin, desconcertada de esta forma por determinado como si, esprecisamente la que organiza todos nuestros conceptos fundamentales y todas lasoposiciones en las que stos se determinan y determinan justamente lo propio del hombre,la humanidad del hombre (physis/tekhn,physis/nomos, naturaleza frente a humanidad, ydentro de esta humanidad, que es tambin la de las Humanidades, hallamos la socialidad, elderecho, la historia, lo poltico, la comunidad, etc., todos ellos presos en las mismasoposiciones). Kant nos explica asimismo, en resumidas cuentas, que el como si juega unpapel decisivo en la organizacin coherente de nuestra experiencia.

    Ahora bien, Kant tambin es el filsofo que intent, de forma extremadamente

    compleja, a la vez justificar y limitar el papel de las Humanidades en la enseanza, lacultura o la crtica del gusto[viii]. Esto lo han recordado y analizado magistralmente dos demis amigos y colegas a los que les debo mucho: Samuel Weber, en un libro inaugural pormuchos motivos, y al que le tengo mucho cario,Institution and Interpretation[ix],seguido recientemente por un extraordinario artculo sobre The Future of theHumanities[x]; y Peggy Kamuf que trata de este mismo texto de Kant en su admirablelibro sobre The Division of Literature, Or the University in Deconstruction[xi].SamuelWeber y Peggy Kamuf dicen cosas decisivas y a ellos les remito en lo referente a lo que

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    ocurre entre la deconstruccin, la historia de la universidad y las Humanidades. Lo queintento explorar aqu esta tarde sera otra va dentro del mismo quehacer, otra pista dentrodel mismo paisaje. Y si mi trayecto parece aqu distinto, me cruzar sin duda con sus pasosen ms de una encrucijada. Por ejemplo, en la referencia a Kant. No hay nada de extrao enque la Tercera Crtica vuelva con tanta insistencia en Estados Unidos en todos los discursos

    sobre las instituciones y las disciplinas vinculadas con las Humanidades, sobre losproblemas de profesionalizacin que se plantean en ellas. Kant posee tambin todo unconjunto de proposiciones al respecto, sobre todo sobre el trabajo, el oficio y las artes, yasean liberales o asalariados, mercenarios, pero asimismo sobre el conflicto de las facultades-hace tiempo me interes por ello, en Economimesis[xii] y en Mochlos[xiii].

    Este recurrente apelar a Kant resulta especialmente sensible, en efecto, enEstados Unidos en donde, por razones histricas que habra que analizar, el trminoHumanitiesha conocido una historia particular y conserva en este fin de siglo la figura deun problema, con una energa semntica, una presencia y una resonancia conflictivas queindudablemente no tuvo nunca o que perdi en Europa -y, sin duda, en todos los lugares del

    mundo en donde la cultura americana no prevalece todava-. Para ello hay ciertamentemotivos enmaraados, especialmente el de los efectos de una mundializacin en marchaque pasa siempre de una forma ms insoslayable y visible por los Estados Unidos, por supoder poltico, tecno-econmico y tecno-cientfico.

    3. Acaso, finalmente, tercera posibilidad, cierto como si no marca de milmaneras la estructura y el modo de ser de todos los objetos que pertenecen al campoacadmico que se denomina las Humanidades, las Humanidades de ayer o las de hoy y lasdel maana? No me apresurar de momento a reducir estos objetos a ficciones,simulacros u obras de arte, haciendo como si dispusisemos ya de conceptos fiables de laficcin, del arte o de la obra.

    Pero, siguiendo el sentido comn, no puede decirse que la modalidad del comosi parece apropiada a lo que se denomina las obras, especialmente las obras de arte, lasbellas artes (pintura, escultura, cine, msica, poesa, literatura, etc.) mas tambin, en gradosy segn estratificaciones complejas, a todas las idealidades discursivas, a todas lasproducciones simblicas o culturales que definen, en el campo general de la universidad,las disciplinas as llamadas de las Humanidades -e incluso las disciplinas jurdicas y laproduccin de las leyes, pero asimismo cierta estructura de los objetos cientficos engeneral?

    Ya he citado dos como si de Kant. Hay por lo menos un tercero. No lo suscribo

    sin reservas. Me parece que Kant le otorga all todava demasiada confianza a ciertaoposicin entre la naturalezay el arte,precisamente en el momento en el que el como sila hace temblar, lo mismo que ocurri ms arriba con la naturalezayla libertad. Perorecuerdo esta observacinpor dos razones. Por una parte, con el fin de sugerir que de loque aqu se trata es, tal vez, de cambiar el sentido, el estatus, la apuesta del como y delcomo si kantiano, desplazamiento sutil pero cuyas consecuencias me parecen sin lmites;por otra parte, me dispongo a citar un como si que describe una modalidad esencial de laexperiencia de las obras de arte, a saber, de lo que, en gran medida, define el campo de las

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    Humanidades clsicas, tal como nos importa aqu. Kant dice que frente a un producto delas bellas artes, hay que tener conciencia de que se trata de arte y no de la naturaleza; pero,no obstante, la finalidad en su forma debe parecer tan libre de cualquier coaccin de reglasarbitrarias que es como si se tratase de un producto de la naturaleza pura y simple[xiv].

    Lo que quiero, a ttulo provisional y con el fin de anunciar de lejos mi propsito,mis hiptesis o mi profesin de fe, es atraer la atencin de ustedes sobre esta cosa extraaque hacemos cuando decimos como si, y sobre la relacin que esta cosa extraa, que separece a un simulacro, podra tener con las cuestiones que voy a tratar, las cuestionesconjuntas de la profesin y de la confesin, de la universidad con o sin condicin -de lahumanidad del hombre y de las Humanidades, del trabajo y de la literatura.

    Porque lo que querra intentar con ustedes es algo aparentemente imposible:encadenar este como si al pensamiento de un acontecimiento, es decir, al pensamiento deesa cosa que quizocurre, que se supone tienelugar, que encuentra su lugar -y que leocurrira aqu por ejemplo a lo que se denomina el trabajo-. Se cree en general que, para

    ocurrir, para tener lugar, es preciso que un acontecimiento interrumpa el orden del comosi y que, por consiguiente, su lugar sea lo bastante real, efectivo, concreto para desmentirtoda la lgica del como si. Qu pasa entonces cuando el lugar mismo se torna virtual,liberado de su arraigo territorial (por ende, nacional) y cuando est sujeto a la modalidad deun como si?

    Hablar, por lo tanto, de un acontecimiento que, sin acaecer necesariamentemaana, estara quiz, digo bien quiz,por venir: por venir por la universidad, por pasar ypor ocurrir por ella,gracias a ella, enloque se denomina la universidad, suponiendo quetodava se pueda definir, suponiendo que siempre se haya sabido identificar un adentrodela universidad, es decir, una esencia propia de la universidad soberana, y, dentro de ella,

    algo que se pueda tambin identificar, propiamente, bajo el nombre de Humanidades. Merefiero aqu, por consiguiente, a una universidad que sera lo que siempre debi haber sidoo pretendido representar, es decir, desde su principio, y en principio, una cosa, unacausa autnoma, incondicionalmente libre en su institucin, en su habla, en su escritura,en su pensamiento. En un pensamiento, en una escritura, en un habla que no seran slounos archivos o unas producciones de saber, sino, lejos de cualquier neutralidad utpica,unas obras performativas. Y, por qu, nos preguntaremos, el principio de esta libertadincondicional, en su respeto activo y militante, en su puesta en marcha, se le confiara porexcelencia a unas nuevas Humanidades ms que a cualquier otro campo de disciplina?

    Al precipitar estas cuestiones, que recuerdan asimismo a unos deseos virtuales

    tomados por realidades, como mucho a unas promesas apenas serias, parezco profesar unafe. Es como si me entregase a una profesin de fe. Algunos dirn quiz que sueo despiertoentregndome ya a una profesin de fe.

    Suponiendo que se sepa lo que es una profesin de fe, podemos preguntarnosquin sera entonces responsable de semejante profesin de fe. Quin la firmara? Quinla profesara? No me atrevo a preguntar quin sera su profes(ad)or pero quiz deberamosanalizar cierta herencia, en todo caso cierta vecindad entre el porvenir de la profesin

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    acadmica, el de la profesin de profesor, el principio de autoridad que deriva de ella, y laprofesin de fe.

    Qu quiere decir, en suma,profesar? Y, qu es lo que est en juego,escondindose todava en esta cuestin, en lo que se refiere al trabajo, al oficio

    (profesional, profesoral o no), para la universidad del maana y, dentro de ella, para lasHumanidades?

    Profesar, esta palabra de origen latino (profiteor,professus sum;pro et fateor,que quiere decir hablar, de ah procede tambin la fbula y, por consiguiente, cierto comosi), significa, en francs lo mismo que en ingls [y en castellano], declarar abiertamente,declarar pblicamente. En ingls, dice el Oxford English Dictionary, antes de 1300, slotiene sentido religioso. To make one's profession significa entonces to take the vows ofsome religious order. La declaracin de quien profesa es una declaracin performativaencierto modo. Compromete mediante un acto de fe jurada, un juramento, un testimonio, unamanifestacin, una atestacin o una promesa. Se trata, en el sentido fuerte de la palabra, de

    un compromiso. Profesar es dar una prueba comprometiendo nuestra responsabilidad.Hacer profesin de es declarar en voz alta lo que se es, lo que se cree, lo que se quiereser, pidindole al otro que crea en esta declaracin bajo palabra. Insisto en este valorperformativo de la declaracin que profesa prometiendo. Hay que subrayar que losenunciados constatativos y los discursos de puro saber, en la universidad o en cualquierotro lugar, no responden, en cuanto tales, a la profesin en sentido estricto. Dependen quizdel oficio (competencia, saber, saber-hacer) pero no de la profesin entendida en unsentido riguroso. El discurso de profesin siempre es, de un modo u otro, libre profesin defe; desborda el puro saber tecno-cientfico con el compromiso de la responsabilidad.Profesar es comprometerse declarndose, brindndose como,prometiendo ser esto oaquello. Grammaticum se professus, nos dice Cicern en las Tusculanas(2, 12):

    habindose brindado como gramtico, como maestro de gramtica. No es necesario nisolamente ser esto o aquello, ni siquiera ser un experto competente, sino prometer serlo,comprometerse a ello bajo palabra.Philosophiam profiteries profesar la filosofa: nosimplemente ser filsofo, practicar o ensear la filosofa de forma pertinente, sinocomprometerse, mediante una promesa pblica, a consagrarse pblicamente, a entregarse ala filosofa, a dar testimonio, incluso a pelearse por ella. Y lo que aqu cuenta es estapromesa, este compromiso de responsabilidad. ste no se puede reducir, como bien se ve,ni a la teora ni a la prctica. Profesar consiste siempre en un acto de habla performativo,incluso si el saber, el objeto, el contenido de lo que se profesa, de lo que se ensea opractica sigue siendo, por su parte, de orden terico o constatativo. Como el acto deprofesar es un acto de habla y como el acontecimiento que es o produce no depende sino de

    esa promesa de la lengua, pues bien, su proximidad con la fbula, la fabulacin y la ficcin,con el como si, resultar inquietante.

    Qu relacin hay entre profesar y trabajar? En la universidad? En lasHumanidades?

    II

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    Desde mi primera frase, desde que he comenzado a hablar, he nombrado eltrabajo. He dicho: Como siel fin del trabajo estuviese en el origen del mundo.

    Qu es el trabajo? Cundo y dnde un trabajo tiene lugar?, su lugar? Deborenunciar inmediatamente, sobre todo por falta de tiempo, a un anlisis semntico riguroso.

    Recordemos al menos dos rasgos que interesan a la universidad. El trabajo no es slo laaccin o la prctica. Se puede actuar sin trabajar. No es seguro que una praxis, sobre todouna prctica terica, constituya, stricto sensu, un trabajo. Y, ante todo, a cualquiera quetrabaje no se le otorga forzosamente el nombre y el estatus de trabajador. Al agente o alsujeto que trabaja, al operador, no se le llama siempre trabajador(laborator). El sentidoparece as modificarse al pasar del verbo al sustantivo: el trabajo de quien trabaja engeneral no es siempre la labor de un trabajador. De este modo, en la universidad, entretodos los que, de una u otra forma, se supone que trabajan all (docentes, personal degestin o de administracin, investigadores, estudiantes), algunos, especialmente losestudiantes, en cuanto tales, no se denominarn normalmente trabajadores hasta que unsalario (merces) no venga regularmente a retribuir, como una mercanca en un mercado, la

    actividad de un oficio o de una profesin. Una beca no ser suficiente. Por mucho quetrabaje el estudiante, se le considerar un trabajadora condicin de formar parte delmercado, y nicamente si se dedica, adems, a una tarea cualquiera, por ejemplo, enEstados Unidos, a la de teachingassistant. Mientras estudia pura y simplemente, y pormucho que trabaje, al estudiante no se le considera un trabajador. Aun cuando -insistir eneso dentro de un momento- no todo oficio sea una profesin, el trabajador es alguien cuyotrabajo es reconocido como oficio o como profesin dentro de un mercado. (Toda estasemntica social est arraigada, como ustedes saben, en una larga historia socio-ideolgicaque se remonta por lo menos a la Edad Media cristiana.) Por consiguiente, se puede trabajarmucho sin ser un trabajador reconocido como tal en la sociedad.

    Otra distincin nos importar cada vez ms y, por eso, le concedo desde ahorauna gran atencin: se puede trabajar mucho, e incluso trabajar mucho como trabajadorsinque el efecto o el resultado del trabajo (el opus de la operacin) sea reconocido como untrabajo, esta vez en el sentido no de la actividad productiva sino del producto, de la obra,de lo que quedadespus y ms all del momento de la operacin. Resultara a menudodifcil identificar y objetivar el producto de trabajos muy duros efectuados por lostrabajadores ms indispensables y sacrificados, los peor tratados por la sociedad, los msinvisibles tambin (aquellos que liberan a las ciudades de sus desechos, por ejemplo, oaquellos que regulan la circulacin area y, de forma ms general, aquellos que aseguranunas mediaciones, unas transmisiones de las que no queda sino una huella virtual -y estecampo es enorme, est en pleno desarrollo-). Hay, por consiguiente, trabajadores cuyo

    trabajo, cuyo trabajo productivo incluso, no da lugar a productos substanciales o actuales,slo a espectros virtuales. Pero cuando el trabajo da lugar a productos actuales oactualizables, hay que introducir una vez ms otra distincin esencial en medio de lainmensa variedad de productos y de estructuras de productos, en medio de todas las formasde materialidad, de idealidad reproductible, de valores de uso y de cambio, etc. Algunosproductos de esta actividad trabajadora son considerados valores de uso o de cambioobjetivables sin merecer, por lo que se cree, el ttulo de oeuvres(no puedo decir estapalabra ms que en francs)*. Se cree que a otros trabajos se les puede atribuir el nombre

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    de obras. La apropiacin de stas, su relacin con el trabajo libre o asalariado, con la firmao la autoridad del autor, con el mercado son de una gran complejidad estructural e histricaque no analizar aqu. Los primeros ejemplos de obras que se me ocurren son obras de arte(visual, musical o discursivo, un cuadro, un concierto, un poema, una novela). Perotendramos que ampliar este campo en el momento en que, al preguntarnos por el enigma

    del concepto de obra, tratsemos de discernir el estilo propio del trabajo universitario, sobretodo, en las Humanidades. En las Humanidades, sin duda alguna se trata especialmente delas obras (obras de arte, de arte discursivo o no, literario o no, obras cannicas o no). Pero,en principio, el tratamiento de las obras, dentro de la tradicin acadmica, depende de unsaber que, por su parte, no consiste en obras. Profesar o ser profesor, en esta tradicin queprecisamente est en proceso de mutacin, es sin duda producir y ensear un saber altiempo que se profesa, es decir, que se promete adquirir una responsabilidad que no seagota en el acto de saber o de ensear. Pero saber profesar o profesar un saber, saberproducir un conocimiento, incluso, no es, dentro de la tradicin clsico-moderna queestamos interrogando, producir unas obras. Un profesor, en cuanto tal, no firma una obra.Su autoridad de profesor no es la del autor de una obra. Es quiz esto lo que est cambiandodesde hace algunos decenios, encontrndose con las resistencias y las protestas a menudoindignadas de aquellos que creen poder distinguir siempre, en la escritura y en la lengua,entre la crtica y la creacin, la lectura y la escritura, el profesor y el autor, etc. Ladeconstruccion que est en marcha tiene sin duda algo que ver con esta mutacin. Ella esincluso el fenmeno esencial de sta, un indicio ms complejo de lo que dicen susdetractores y que tendremos que tener en cuenta. En principio, si nos referimos al estadocannico de algunas distinciones conceptuales, y si nos fiamos de la distincin masiva yampliamente establecida entre performativos y constatativos, deduciremos de ello lassiguientes proposiciones:

    1. Cualquier trabajo (el trabajo en general o el trabajo del trabajador) no es

    necesariamenteperformativo: no produce un acontecimiento. No hace ese acontecimiento,ni lo es por s mismo, en s mismo, no consiste en el acontecimiento del que habla, aunquesea productivo, aunque deje un producto detrs de s, sea ste o no una obra.

    2. Cualquier performativo produce algo, sin duda, hace advenir unacontecimiento, pero lo que hace de este modo y hace de este modo llegarno esnecesariamente una obra, y siempre debe ser autorizado por un conjunto de convenciones ode ficciones convencionales, de como si en los que se funda y se pone de acuerdo unacomunidad institucional.

    3. Ahora compete a la definicin tradicional de la universidad considerar a sta

    como un lugar idntico a s mismo (una localidad no substituible, arraigada en un suelo,limitando la reemplazabilidad de los lugares en el ciberespacio), pero como un lugar, unosolo, que no da lugar sino a la produccin y a la enseanza de un saber, es decir, deconocimientos cuya forma de enunciacin no es, en principio, performativa sino terica yconstatativa, aunque los objetosde este saber sean a veces de naturaleza filosfica, tica,poltica, normativa, prescriptiva, axiolgica; y aunque, de forma todava ms rara, laestructura de estos objetos de saber sea una estructura de ficcin que obedece a la extraamodalidad del como si (poema, novela, obra de arte en general, pero tambin todo lo

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    que, dentro de la estructura de un enunciado performativo -por ejemplo de tipo jurdico oconstitucional-, no pertenece a la descripcin realista y constatativa de lo que es sino queproduce acontecimiento a partir del como si calificado por una convencinsupuestamente establecida). En una universidad clsica, de acuerdo con la definicin que harecibido de s misma, se practica el estudio, el saberde las posibilidades normativas,

    prescriptivas, performativas y de ficcin que acabo de enumerar y que son ms el objeto delas Humanidades. Pero ese estudio, ese saber, esa enseanza, esa doctrinadeberanpertenecer al orden terico y constatativo. El acto deprofesaruna doctrina puede ser unacto performativo, pero la doctrinano lo es. sta es una limitacin respecto de la cual dirque es preciso a la vezconservarla y cambiarla, de un modo no dialctico:

    A. Por una parte, es preciso reafirmarla puesto que cierto teoreticismo neutro esla oportunidad de la incondicionalidad crtica y ms que crtica (deconstructiva) de la quehablamos y por la que, en principio, todos nosotros tenemos inters, declaramos todos tenerinters, en la universidad.

    B. Por otra parte, es preciso cambiarla reafirmndola, es preciso hacer que seadmita, y profesar, que ese teoreticismo incondicional implicar siempre, a su vez, unaprofesin de fe performativa, una creencia, una decisin, un compromiso pblico, unaresponsabilidad tico-poltica, etc. Ah se encuentra el principio de resistenciaincondicional de la universidad. Puede decirse que, desde el punto de vista de esaautodefinicin clsica de la universidad, no hay lugar en ella, ningn lugar esencial,intrnseco, propio, ni para un trabajo no terico ni para unos discursos de tipo performativo,ni, a fortiori,para esos actos performativos singulares que engendran hoy en da, en ciertoslugares de las Humanidades de hoy, lo que se denomina unas obras. La autodefinicin y laautolimitacin clsica que acabo de evocar caracterizaron ayer el espacio acadmicoreservado a las Humanidades, precisamente all donde los contenidos, los objetos y los

    temasde esos saberes producidos o enseados eran de naturaleza filosfica, moral, poltica,histrica, lingstica, esttica, antropolgica, cultural, es decir, en unos campos en dondelas evaluaciones, la normatividad, la experiencia prescriptiva son de recibo y, a veces, sonconstitutivas. En la tradicin clsica, las Humanidades definen un campo de saber, a vecesde produccin de saber, pero sin que se engendren obras firmadas, sean esas obras, o no,obras de arte.

    Invocar una vez ms a Kant para definir esos lmites clsicos atribuidos a lasHumanidades tradicionales por aquellos mismos que demuestran que son necesarios. Kantve en ellas ms una propedutica para las bellas artes que una prctica de las artes.Propeduticaes la palabra que utiliza. La Crtica del juicio( 60) subraya que esa

    preparacin pedaggica, esa simple introduccin a las artes pertenecer hasta tal punto alorden del saber (saber de lo que esy no de lo que debe ser) que no deber comportarprescripciones (Vorschriften). Las Humanidades (Humantora) deben preparar sinprescribir. Propondrn slo unos conocimientos que, adems, resultarn preliminares(Vorkenntnisse). Y,sin enredarse, en este texto, en consideraciones sobre la larga ysedimentada historia de la palabra Humanidades, Kant descifra en sta solamente elestudio que favorece la comunicacin y la sociabilidad legal de los hombres, de donderesulta el gusto del sentido comn de la humanidad (allgemeinen Menschensinn). Hay ah

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    pues un teoreticismo, pero tambin un humanismo kantiano que privilegia el discursoconstatativo y la forma saber. Las Humanidades son y deben ser unas ciencias. Intentdecir en otro lugar, en Mochlos[xv],mis reservas al respecto al tiempo que doy labienvenida a esa lgica, tal y como funciona enEl conflicto de las facultades. Eseteoreticismo limita o prohbe la posibilidad para un profesor de producir obras o incluso

    enunciados prescriptivos o performativos en general. Pero tambin es lo que le permite aKant sustraer la facultad de filosofa a cualquier poder exterior, sobre todo al poder estatal,y le asegura una libertad incondicional de decir lo verdadero, de juzgar y de sacarconclusiones respecto a la verdad, siempre y cuando lo haga en el interiorde launiversidad. Esta ltima limitacin (decirpblicamentetodo lo que se cree verdadero y loque se cree que se debe decir, pero slo dentrode la universidad), creo que nunca ha sidosostenible y respetable, de hecho y de derecho. Pero la transformacin en curso delciberespacio pblico, y mundialmente pblico, ms all de las fronteras estatales-nacionales, parece tornarla ms arcaica e imaginaria que nunca.

    Lo mantengo, no obstante: la idea de que ese espacio de tipo acadmico debe

    estar simblicamente protegido por una especie de inmunidad absoluta, como sisuadentrofuese inviolable, creo (es, por consiguiente, comouna profesin de fe lo que les dirijo ysometo al juicio de ustedes) que debemos reafirmarla, declararla, profesarlaconstantemente, aunque la proteccin de esa inmunidad acadmica (en el sentido en que sehabla tambin de una inmunidad biolgica, diplomtica o parlamentaria) no sea nunca pura,aunque siempre pueda desarrollar peligrosos procesos de auto-inmunidad, aunque -y sobretodo- no deba jams impedir que nos dirijamos al exterior de la universidad -sin abstencinutpica alguna-. Esa libertad o esa inmunidad de la Universidad, y por excelencia de susHumanidades, debemos reivindicarlas comprometindonos con ellas con todas nuestrasfuerzas. No slo de forma verbal y declarativa, sino en el trabajo, en acto y en lo quehacemos advenir por medio de acontecimientos.

    En el horizonte de esas observaciones preliminares y de esas definiciones clsicasvemos anunciarse algunas cuestiones. Poseen por lo menos dos formas,por el momento,pero podramos ver cmo se modifican y se especifican a lo largo del camino.

    1. En primer lugar, si esto es as, si en la tradicin acadmica clsica y moderna(hasta el modelo del siglo XIX) la performatividad normativa y prescriptiva, y a fortiorilaproduccin de obras, debe permanecer ajena al campo del trabajo universitario, incluso alas Humanidades, a su enseanza, es decir, en el sentido estricto de este trmino, a su

    teora, a sus teoremas como disciplina o doctrina (Lehre), entonces, qu quiere decirprofesar? Cul es la diferencia entre oficio y profesin? Y, despus, entre cualquierprofesin y la profesin del profesor? Entre los distintos tipos de autoridad reconocida aloficio, a la profesin, a la profesin de profesor?

    2. En segundo lugar, le ha ocurrido algo a esa universidad clsico-moderna y aesas Humanidades? Est ocurriendo o prometiendo que va a ocurrir algo que trastorne esasdefiniciones, ya sea porque esa mutacin transforme la esencia de la universidad y, dentro

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    de ella, el porvenir de las Humanidades, ya sea porque consista en revelar, por medio desesmos en marcha, que esa esencia nunca ha sido conforme a esas definiciones sinembargo tan evidentes y poco discutibles? Y una vez ms, ah, la cuestin qu quieredecir profesar para un profesor? sera lafault linede ese sesmo en marcha o por venir.Qu ocurre en el momento en que no slo se tiene en cuenta el valor performativo de la

    profesin sino tambin en que se acepta que un profesor produzca obras y no sloconocimientos o pre-conocimientos?

    Para encaminarnos hacia la definicin de ese tipo de accin performativaparticular que es el acto de profesar y, seguidamente, el acto de profesar de un profesor, yfinalmente de un profesor dentro de las Humanidades, tenemos que proseguir todavanuestro anlisis de las distinciones entre actuar, hacer, producir, trabajar, el trabajo engeneral y el trabajo del trabajador.

    Debera una vez ms, pero no tendremos tiempo para ello, recordar y discutiralgunas distinciones conceptuales de Kant entre el arte y la naturaleza, technyphysis, al

    igual que entre hacer(tun,facere)por una parte y, por la otra, actuar(handeln), efectuar(wirken) en general (agere), o entre el producto (Produkt) como obra (Werk, opus)por unlado y el efecto (Wirkung, effectus)por el otro[xvi]. En el mismo pasaje, Kant distingueentre arte y ciencia, arte y oficio (Handwerke), arte liberal (freie) yarte mercenario(Lohnkunst). Volvamos un momento sobre mi equvoca expresin: el fin del trabajo.Puede designar la parada, la muerte, el trmino de la actividad denominada trabajo.Tambin puede designar la finalidad, la meta, el producto o la obra del trabajo. No todaaccin, ni toda actividad, decamos, es un trabajo. El trabajo no se reduce ni a la actividaddel acto ni a la productividad de la produccin, aunque con frecuencia se vinculan, porconfusin, estos tres conceptos. Hoy en da sabemos mejor que nunca que una ganancia deproduccin puede corresponder a una disminucin de trabajo. La virtualizacin del trabajo,

    desde siempre, y hoy ms que nunca, puede complicar infinitamente esa desproporcinentre produccin y trabajo. Tambin hay actividades, e incluso actividades productivas, queno son trabajos. La experiencia de lo que denominamos trabajosignifica asimismo lapasividad de cierto afecto. A veces se trata del sufrimiento, e incluso de la tortura de uncastigo. Acaso el trabajono es el tripalium, instrumento de tortura? Si subrayo aqu estafigura doliente del castigo y de la expiacin no es slo para reconocer la herencia bblica (elpan con el sudor de la frente). Kant, otra vez l, ve en esa dimensin expiatoria del trabajoun rasgo universal que trasciende las tradiciones bblicas[xvii]. Si subrayo estainterpretacin expiatoria del trabajo es asimismo para articularo,en todo caso, interrogarconjuntamentedos fenmenos que estoy tentado hoy de reunir en la misma cuestin: porqu asistimos por doquier en el mundo a la multiplicacin de las escenas de arrepentimiento

    y de expiacin (hoy en da hay una mundializacin teatral de la confesin de la quepodramos recordar tantos y tantos ejemplos) y, por otra parte, a la proliferacin de todotipo de discursos sobre el fin del trabajo?

    El trabajo implica, compromete y sita a un cuerpo vivo. Le asigna un lugarestable e identificable incluso all donde el trabajo es denominado no manual,intelectual, o virtual. El trabajo implica, por consiguiente, tanto una zona de pasividad,una pasin como una actividad productiva. Por otra parte, tenemos tambin que distinguir

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    entre trabajo social en general, oficio y profesin. No todo trabajo se organiza segn launidad de un oficio o de una competencia estatutaria y reconocida. En cuanto a losoficios, incluso all donde instituciones legitimadas y corporaciones los renen bajo estenombre, stos no se denominan todos, ni todos ellos tan fcilmente, en nuestras lenguas,profesiones, por lo menos all donde dichas lenguas conservan cierta memoria del latn.

    Aunque no sea imposible, no se hablar fcilmente de la profesin de obrero agrcolatemporal, de cura o de boxeador, puesto que su saber-hacer, su competencia y su actividadno implican ni la permanencia ni la responsabilidad social que le reconoce una sociedad enprincipio laica a alguien que ejerce una profesin comprometindose libremente a realizarun deber en ella. Se hablar, por lo tanto, ms fcilmente, y especialmente, de la profesinde mdico, de abogado, de profesor, como si la profesin, ms vinculada con las artesliberales y no mercenarias, implicase el compromiso de una responsabilidad librementedeclarada, casi bajo juramento: en una palabra,profesada. En el lxico del profesar, yono subrayara tanto la autoridad, la supuesta competencia y la seguridad de la profesin odel profesor cuanto, una vez ms, el compromiso que hay que mantener, la declaracin deresponsabilidad. Tengo que dejar para otra ocasin, por falta de tiempo, esa larga historiade la profesin, de la profesionalizacin que conduce al sesmo actual. Retengamos,no obstante, un rasgo esencial de sta. La idea de profesin implica que, ms all del saber,del saber-hacer y de la competencia, un compromiso testimonial, una libertad, unaresponsabilidad juramentada, una fe jurada obliga al sujeto a rendir cuentas ante unainstancia que est por definir. Finalmente, todos los que ejercen una profesin no sonprofesores. Va a ser preciso, por consiguiente, tener en cuenta estas distinciones a vecesenmaraadas: entre trabajo, actividad, produccin, oficio, profesin, profesor, entre elprofesor que imparte un saber o profesa una doctrina y el profesor que tambin puede, encuanto tal, firmar unas obras -que quiz lo hace ya o lo haga maana.

    III

    Como si, decamos al comienzo, el fin del trabajo estuviese en el origen delmundo.

    Digamos, en efecto, como si: como siel mundo comenzase all donde eltrabajo termina, como si la mundializacin del mundo(denomino as the worldisation, theworldwidisation of the world, en suma, lo que se llama en pases de cultura anglosajona,globalization, en alemn, Globalisierung, etc.) tuviese a la vez como horizonte y comoorigen la desaparicin de lo que llamamos el trabajo. Dolorosamente cargado de tantossentidos y de tanta historia, esta vieja palabra, el trabajo (work, Arbeit, Werk, labor) notiene solamente el sentido de una actividad, ni se limita a ella; designa una actividad actual.

    Entendamos por ello real, efectiva, justamente (actual, wirklich), y no virtual. Esaefectividad actual parece unirla con lo que pensamos generalmente del acontecimiento. Loque pasa o adviene en general -se piensa asimismo- no podra ser virtual. Ah es -luegohablaremos de ello- donde las cosas no dejarn de complicarse.

    Comenzando o fingiendo comenzar con un como si, no nos encontramos ni enla ficcin de un futuro posible ni en la resurreccin de un pasado histrico o mtico, nitampoco de un origen revelado. La retrica de ese como si no pertenece ni a la ciencia-

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    ficcin de una utopa por venir (un mundo sin trabajo, in fine sine fine, al final sin final deun reposo sabtico eterno, durante un sabbatsin noche, como enLa Ciudad de DiosdeAgustn) ni a la potica de una nostalgia vuelta hacia una edad de oro o un paraso terrenal,en ese momento del Gnesis en que, antes del pecado, el sudor del trabajo no habracomenzado an a derramarse, ni por la labranza ni la labor del hombre, ni por el trabajo de

    alumbramiento de la mujer. En estas dos interpretaciones del como si, ciencia-ficcin omemoria de lo inmemorial, sera como sien efecto los comienzos del mundo excluyesenoriginariamente el trabajo: todavano habra trabajo oya nolohabra. Sera como si, entreel concepto de mundo y el concepto de trabajo, no hubiese ninguna armona originaria. Ni,por consiguiente, ningn acuerdo dado o ninguna posible sincrona. El pecado originalhabra introducido el trabajo en el mundo. El fin del trabajo anunciara la fase terminal deuna expiacin.

    El esqueleto lgico de esa proposicin introducida por como si es que elmundo y el trabajo no pueden coexistir. Habra que elegir entre el mundo o el trabajo,cuando para el sentido comn resulta difcil imaginar un mundo sin trabajo o un trabajo que

    no sea en el mundoono est en el mundo. El mundo cristiano, la conversin paulina delconcepto de cosmosgriego introduce ah, entre tantas otras significaciones asociadas, laasignacin al trabajo expiatorio.

    Recordaba hace un momento que el concepto de trabajo est cargado de sentido,de historia y de equivocidad, y que resulta difcil pensarlo ms all del bien y del mal. Pues,si bien se le asocia siempre simultneamente a la dignidad, a la vida, a la produccin, a lahistoria, al bien, a la libertad, no por ello deja con la misma frecuencia de implicar el mal,el sufrimiento, el pesar, el pecado, el castigo, la servidumbre. Lo laborioso es penoso, esepesar puede ser el de un dolor pero asimismo el de una penalidad. El concepto de mundo nopor ello deja de ser menos oscuro, en su historia europea, griega, juda, cristiana, islmica,

    entre la ciencia, la filosofa y la fe, ya se identifique abusivamente el mundo con la tierra,con la tierra humana, aqu-abajo, o con el mundo celeste all arriba, ya se extienda elmundo al cosmos, o al universo, etc. Logrado o no, el proyecto de Heidegger, desde Ser ytiempo, habr consistido en sustraer el concepto de mundo y de ser-en-el-mundo a esospresupuestos griegos o cristianos. Resulta difcil fiarse de la palabra mundo sin unosprudentes anlisis previos, y sobre todo cuando se lo quiere pensar con o sin el trabajo, untrabajo cuyo concepto se ramifica del lado de la actividad, del hacerde la tcnica, por unaparte y, por la otra, del lado de la pasividad, del afecto, del sufrimiento, del castigo y de lapasin. De ah la dificultad de entender el como si de nuestro comienzo Como si el findel trabajo estuviese en el origen del mundo. Una vez ms, mantengamos esta frase ennuestro idioma. A diferencia deglobalizationode Globalisierung, mundializacinseala

    una referencia a ese valor de mundo cargado de una pesada historia semntica, yespecialmente cristiana: el mundo, decamos hace un momento, no es ni el universo, ni latierra o el globo terrestre, ni el cosmos.

    No, este como si no debera apuntar ni hacia la utopa o el futuro improbablede una ciencia-ficcin ni hacia el sueo mitolgico de un pasado inmemorial o mitolgicoin illo tempore. Este como si tiene en cuenta, en presente, para ponerlos a prueba, doslugares comunes de hoy: por una parte, se habla a menudo de un fin del trabajo y, por otra

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    parte, tambin se habla con idntica frecuencia de una mundializacin del mundo, de undevenir-mundial del mundo. Y siempre se asocian ambos. Tomo prestada la expresin defin del trabajo, como sin duda ustedes han observado, al ttulo del libro ahora ya tanconocido de Jeremy RifkinEl fin del trabajo. Nuevas tecnologas contra puestos detrabajo: el nacimiento de una nueva era[xviii].

    Este libro rene una especie de doxabastante extendida respecto a los efectos delo que Rifkin llama la tercera revolucin industrial. Dicha revolucin sera susceptiblede servir tanto al bien como al mal, cuando las nuevas tecnologas de la informacin y delas telecomunicaciones tengan la capacidad tanto para liberar como para desestabilizar lacivilizacin[xix].

    No s si es verdad, como asegura Rifkin, que entramos en una nueva fase de lahistoria del mundo: Ser necesario -dice- un nmero cada vez menor de trabajadores paraproducir los bienes y servicios requeridos por la poblacin mundial. El fin del trabajo-aade, nombrando as su libro- examina las innovaciones tecnolgicas y las fuerzas del

    mercado que nos estn llevando al borde de un mundo carente de trabajo para todos[xx].

    Cules seran las consecuencias de esto desde el punto de vista de launiversidad? Para saber si estas proposiciones son literalmente verdaderas, hay queponerse de acuerdo en el sentido de cada una de estas palabras (fin, historia, mundo,trabajo, produccin, bienes, etc.). No dispongo aqu ni de los medios, ni del tiempo, ni porconsiguiente tengo la intencin de discutir directamente sobre este libro, sobre esa grave einmensa problemtica, especialmente sobre los conceptos de mundo y de trabajo que all seponen en funcionamiento. Tanto si se adoptan como si no las premisas y las conclusionesde un discurso del estilo del de Rifkin, hay que reconocer al menos (es el consenso mnimodel que partir) que algo grave en efecto le ocurre, le est ocurriendo o est a punto de

    ocurrirle a lo que llamamos trabajo, teletrabajo, trabajo virtual, lo mismo que a loque denominamos mundo -y, por consiguiente, al ser-en-el-mundo de lo que se llamaasimismo el hombre-. Tambin tenemos que admitir que esto depende, en gran parte, deuna mutacin tecno-cientfica. En el cibermundo, en el mundo de Internet, del correoelectrnico y del telfono porttil, esta mutacin afecta al teletrabajo, a la virtualizacin deltrabajo y, al mismo tiempo que a la comunicacin del saber, al mismo tiempo que acualquier puesta en comn y que a cualquier comunidad, a la experiencia del lugar, deltener lugar, del acontecimiento y de la obra: de lo que ocurre.

    Esta problemtica del susodicho fin del trabajo no estaba totalmente ausente dealgunos textos de Marx o de Lenin. Este ltimo asociaba la reduccin progresiva de la

    jornada de trabajo con el proceso que llevara a la completa extincin del Estado[xxi].Rifkin, por su parte, ve la tercera revolucin tecnolgica que est en marcha como unamutacin total. Las dos primeras revoluciones no afectaban radicalmente a la historia deltrabajo. Primero fue la del vapor, del carbn, del acero y del textil (en el siglo XIX), luegola de la electricidad, del petrleo y el automvil (en el siglo XX). Ambas ponan cada vezde relieve un sector en donde la mquina no haba penetrado. Todava quedaba disponibleun trabajo humano, no mecnico, no reemplazable por la mquina.

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    Despus de ambas revoluciones tcnicas vendra la nuestra, por lo tanto, latercera, la del ciberespacio, de la micro-informtica y de la robtica. Aqu, parece que noexiste una cuarta zona para dar trabajo a los parados. Una saturacin por medio de lasmquinas anunciara el fin del trabajador, por consiguiente, determinado fin del trabajo. FindeDer Arbeiter, y de su poca, habra dicho Jnger.El fin del trabajodeja por lo dems,

    en esta mutacin en curso, un lugar aparte para los docentes y, de una forma ms general,para lo que Rifkin denomina el sector del conocimiento. En el pasado, cuando lastecnologas nuevas sustituan a unos trabajadores en tal o cual sector, aparecan nuevosespacios para absorber a los obreros que perdan su trabajo. Sin embargo ahora, cuando laagricultura, la industria y los servicios llevan a millones de personas al paro con motivo delprogreso tecnolgico, la nica categora que se salva sera la del saber, una pequealite de empresarios, cientficos, tcnicos, programadores de ordenadores, profesionales,educadores y asesores[xxii]. Pero ste no deja de ser un espacio exiguo, incapaz deabsorber a la masa de los parados. sta sera la peligrosa singularidad de nuestra poca.Rifkin no habla de los docentes o de los aspirantes a profesor que estn en el paro, sobretodo dentro de las Humanidades. No concede atencin alguna a la creciente marginacin detantos y tantos empleados a tiempo parcial, todos ellos infrapagados y marginados en launiversidad, en nombre de lo que se denomina la flexibilidad o la competitividad.

    No tratar de las objeciones que se le pueden hacer a estos discursos, en sugeneralidad, ni en lo que concierne al susodicho fin del trabajo ni tampoco a la susodichamundializacin. En ambos casos, que por lo dems estn estrechamente asociados, situviese que tratar de ellos frontalmente, tratara de distinguir, de forma preliminar, entre,por una parte, los fenmenos masivos y poco discutibles que se registran bajo esas nocionesy, por otra parte, el uso que se hace de esas palabras sin concepto. Efectivamente, nadie lonegar, algo le ocurre en este siglo al trabajo, a la realidad y al concepto del trabajo -deltrabajo activo o actual-. Lo que aqu le ocurre al trabajo es un efecto de la tecno-ciencia,

    con la virtualizacin y la deslocalizacin mundializadora del teletrabajo. Lo que ocurreacenta cierta tendencia a la reduccin asinttica del tiempo de trabajo, como trabajo entiempo real y localizado en el mismo lugar que el cuerpo del trabajador. Todo esto afecta altrabajo en las formas clsicas que heredamos, en la nueva experiencia de las fronteras, de laporosidad relativa de los Estados-nacin, de la comunicacin virtual, de la velocidad y de laextensin de la informacin. Esta evolucin va en el sentido de cierta mundializacin. staes indiscutible y bastante conocida.

    Ahora bien, estos indicios fenomnicos no dejan de ser parciales, heterogneos,desiguales en su desarrollo; exigen un anlisis sutil y, sin duda, nuevos conceptos. Por otraparte, hay una distancia entre esos indicios evidentes y la utilizacin dxica, otros diran la

    inflacin ideolgica, la complacencia retrica y con frecuencia confusa con la que seaccede a estas palabras, fin del trabajo y mundializacin. Esta distancia, no megustara franquearla fcilmente y creo que hay que criticar con severidad a los que laolvidan. Porque tratan entonces de hacer olvidar las zonas del mundo, las poblaciones, lasnaciones, los grupos, las clases, los individuos que, masivamente, son las vctimasexcluidas de ese movimiento denominado fin del trabajo y mundializacin. Estasvctimas padecen o bien porque carecen de un trabajo que necesitaran o bien porquetrabajan demasiado para el salario que reciben a cambio en un mercado mundial tan

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    violentamente desigualitario. Esta situacin de tipo capitalista (all donde el capital juegaun papel esencial entre lo actual y lo virtual) es ms trgica en nmeros absolutos de lo quelo ha sido nunca en la historia de la humanidad. sta jams ha estado quiz tan lejos de lahomogeneidad, mundializadora o mundializada, del trabajo y del sin trabajo a la quecon frecuencia se recurre. Un amplio sector de la humanidad est sin trabajo all donde

    querra tener trabajo, ms trabajo. Otro sector de la humanidad tiene demasiado trabajo alldonde querra tener menos, incluso acabar con un trabajo tan mal pagado en el mercado.

    Esta historia comenz hace mucho tiempo. Est entremezclada con la historia realy semntica del oficio y de la profesin. Rifkin tiene una viva conciencia de la tragediaque tambin podra desencadenar un fin del trabajo que no tuviese el sentido sabtico odominical que posee enLa Ciudad de Dios agustiniana. Pero, en sus conclusiones moralesy polticas, cuando quiere definir las responsabilidades que hay que adoptar ante lastormentas tecnolgicas que se acumulan en el horizonte, ante una nueva era demundializacin y automatizacin, recupera -y creo que esto no es ni fortuito ni aceptablesin ms examen- el lenguaje cristiano de la fraternidad, de las cualidades difcilmente

    automatizables, de las virtudes inaccesibles para las mquinas, del nuevo sentido parala vida, de la resurreccin del sector terciario, del renacimiento del espritu humano;considera incluso algunas nuevas formas de caridad, por ejemplo, el pago de un salariovirtual a los voluntarios, el impuesto sobre el valor aadido sobre productos y serviciospropios de la era de la alta tecnologa como forma para obtener fondos que garanticen unsalario social para los pobres a cambio de un trabajo para la comunidad[xxiii], etctera.

    Si no tuvisemos precisamente el tiempo contado, habra seguido insistiendo sinduda, inspirndome a menudo en los trabajos de Jacques Le Goff, en el tiempo del trabajo.En el captulo Tiempo y trabajo de su Un autre Moyen ge, muestra cmo, en el sigloXIV, coexistan ya las reivindicaciones para alargar y las reivindicaciones para reducir la

    duracin del trabajo[xxiv]. Tenemos ah las premisas de un derecho del trabajo y de underecho al trabajo, tal y como se inscribirn ms adelante en los derechos del hombre.

    La figura del humanista es asimismo una respuestaa la cuestin del trabajo. Elhumanista responde a la cuestin que se leproponerespecto del trabajo. Se propone comohumanista en el ejercicio responsable de dicha respuesta. Es alguien que, dentro de lateologa del trabajo que domina en esa poca y que an no est muerta, comienza a laicizarel tiempo del trabajo y el empleo del tiempo monstico. El tiempo ya no es simplemente undon de Dios, sino que puede ser calculado y vendido. En la iconografa del siglo XIV, elreloj representa a veces el atributo del humanista[xxv] -ese reloj que no tengo ms remedioque vigilar y que vigila con severidad al trabajador laico que soy aqu.

    Me hubiese gustado hablarles durante horas de la hora, de esa unidad contablepuramente ficticia, de ese como si que regula, ordena, cuenta, narra y hace el tiempo (laficcines lo que figura pero asimismo lo que hace). La hora sigue siendo el contador deltiempo de trabajo fuera y dentro de la universidad en donde todo, la clase, los seminarios,las conferencias, se calcula por medio de franjas horarias. El cuarto de hora acadmicomismo se regula con la hora.

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    La deconstruccin, no es asimismo un poner en cuestin la hora, un poner encrisis la unidad hora? Tambin habra habido que rastrear esa clasificacin tripartita que,desde los siglos IX y XI, divida a la sociedad en tres rdenes: los clrigos, los guerreros,los trabajadores (oratores, bellatores, laboratores); y, seguidamente, la jerarqua de losoficios (nobles o viles, lcitos o ilcitos, negotia illicita, opera servilia, prohibidos el

    domingo[xxvi]). Le Goff lo muestra muy bien: la unidad del mundo del trabajo, frente almundo de la oracin y al mundo de la guerra, no ha durado mucho[xxvii]. Si es quealguna vez ha existido esa presunta unidad, precisa Le Goff de pasada, con unaprudencia tan necesaria y que, en mi opinin, cuenta por lo menos tanto como laproposicin que viene as a dejar en suspenso[xxviii].

    Tras el desprecio por los oficios, una nueva frontera del desprecio se instala,pasando a travs de las nuevas clases, a travs incluso de las profesiones[xxix]. Aunque nodistingue, me parece, al menos no con insistencia, entre oficio y profesin (como creoque habra que hacerlo), aunque asocie con frecuencia los oficios y las profesiones[xxx]y utilice asimismo la categora de grupos socioprofesionales[xxxi], Le Goff describe

    tambin el proceso que, en el siglo XII, engendra una teologa del trabajo y latransformacin del esquema tripartito (oratores, bellatores, laboratores) mediante unosesquemas ms complejos. Esto se explica por la creciente diferenciacin de lasestructuras econmicas y sociales bajo el efecto de la creciente divisin del trabajo[xxxii].En los siglos XII y XIII aparece el oficio escolar como la jerarqua de los scholares y delos magistrique ser el preludio de las universidades. Abelardo tiene que elegir entrelitterae y arma, y sacrifica lapompa militari gloriae al studium litterarum.

    Me sentira tentado de situar la profesin de profesor, en sentido estricto, en esemomento altamente simblico del compromiso en que, por ejemplo, Abelardo asume laresponsabilidad de responder a la inyuncin o a la llamada: tu eris magister in

    aeternum[xxxiii], pese a que, como subraya Le Goff, aqul no deja de describir su carreraen trminos militares: la dialctica sigue siendo un arsenal y las disputationes unoscombates. Con frecuencia, la figura y el nombre del filsofo[xxxiv], del profesor comofilsofo, son los que se imponen entonces en una nueva situacin. La universidad se piensay se representa desde el lugar privilegiado de lo filosfico: dentro y fuera de lasHumanidades. No resulta nada sorprendente que Kant conceda semejante privilegio a lafacultad de filosofa en su arquitectura de la universidad.

    Si, en cierta medida al menos, la filosofa es para la deconstruccin a la vez unareferencia, un recurso y una diana privilegiados, eso es algo que se explica sin duda enparte por esta tradicin dominante. En los siglos XII y XIII, la vida escolar se convierte en

    un oficio (negotia scholaria). Se habla entonces depecunia et lauspara definir lo querecompensa al trabajo, a la investigacin de nuevos estudiantes y de sabios. El salario y lagloria articulan entre s el funcionamiento econmico y la conciencia profesional.

    Lo que quiero sugerir con estas indicaciones histricas es que una de las tareaspor venir de las Humanidades sera, hasta el infinito, conocer y pensar su propia historia y,por lo menos, en las direcciones que acabamos de ver abrirse: el acto de profesar, lateologa y la historia del trabajo, la historia del saber y de la fe en el saber, la cuestin del

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    hombre, del mundo, de la ficcin, del performativo y del como si, de la literatura y de laobra, etc., y, seguidamente, todos los conceptos que acabamos de articular en ellos.

    Esta tarea deconstructiva de las Humanidades por venir no se dejar contener enlos lmites tradicionales de los departamentos que hoy en da proceden, por su estatus

    mismo, de las Humanidades. Estas Humanidades por venir atravesarn las fronteras entrelas disciplinas sin que eso signifique disolver la especificidad de cada disciplina dentro delo que se denomina a menudo de modo confuso la interdisciplinariedad o dentro de lo quese ahoga en otro concepto que sirve para todo, los cultural studies. Pero me imaginomuy bien que departamentos de gentica, de ciencias naturales, de medicina e, incluso, dematemticas se tomen en serio, en su propio trabajo, las cuestiones que acabamos demencionar. Por consiguiente -y por hacer una ltima referencia al Kant del Conflicto de lasfacultades-, aparte de la medicina, esto es verdad sobre todo en lo que concierne a losdepartamentos de derecho, de teologa o de ciencias religiosas.

    IV

    Tengo ahora que precipitar mi conclusin. Lo har de forma escueta y telegrfica:en siete tesis, siete proposiciones o siete profesiones de fe.

    Todas ellas siguen siendo programticas. Seis de ellas slo tendrn valor a ttuloformal de recordatorio o de recopilacin. Harn una recapitulacin. La sptima, que no sersabtica, intentar dar un paso ms all de las otras seis hacia una dimensin delacontecimientoodel tener-lugardel que todava no he hablado.

    Entre las seis primeras tesis -o profesiones de fe- y la ltima, tomaremos impulsopara un salto que nos llevara ms all del como si performativo, ms all incluso de la

    distincin entre constatativo y performativo en la que hasta aqu hemos fingido confiar. Fuecomo si hubisemos apostado por un determinado como si, ste y no otro, elperformativo antes que otro. Las Humanidades del maana, en todos los departamentos,deberan estudiar su historia, la historia de los conceptos que, al construirlas, instauraron lasdisciplinas y fueron coextensivos con ellas.

    Por supuesto, este trabajo ya ha comenzado; se tienen muchos indicios de ello. Aligual que todos los actos de institucin, aquellos que deberamos analizar habrn tenido unafuerza performativa y habrn puesto en marcha un determinado como si. Acabo de decirque hay que estudiar o analizar. Es necesario precisar que semejantes estudios,semejantes anlisis, por las razones ya indicadas, no seran puramente tericos ni

    neutros? Llevaran hacia unas transformaciones prcticas y performativas y no prohibiranla produccin de obras singulares. A estos campos les dar, pues, seis, despus siete ttulostemticos y programticos sin excluir, evidentemente, las fecundaciones entrecruzadas nilas interpelaciones mutuas.

    1. Estas nuevas Humanidades trataran de la historia del hombre, de la idea delhombre, de la figura y de lo propio del hombre. Lo haran desde una serie no finita deoposicionesmediante la cual el hombre se determina, especialmente la oposicin

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    tradicional de lo viviente as llamado humano y de lo viviente as llamado animal. Meatrever a decir, sin poder demostrarlo aqu, que ninguno de los conceptos tradicionales delo propio del hombre, ni por consiguiente de lo que se le opone, resiste a un anlisiscientfico y deconstructivo consecuente.

    El hilo conductor ms urgente sera aqu la pro-blematizacin (lo que no quieredecir la descalificacin) de esos potentes performativos jurdicos que escandieron lahistoria moderna de esa humanidad del hombre. Pienso, por ejemplo, en la frtil historia deal menos dos de esos performativos jurdicos:por una parte, las Declaraciones de losderechos del hombre --y de la mujer(ya que la cuestin de las diferencias sexuales no esaqu secundaria ni accidental; sabemos que esas Declaraciones de los derechos del hombrese han ido transformando y enriqueciendo sin cesar desde 1789 hasta 1948 y ms all: lafigura del hombre, animal que hace promesas, animal capaz de prometer, deca Nietzsche,est por venir)- y,por otra parte, el concepto de crimen contra la humanidad que, desdela postguerra, ha modificado el campo geopoltico del derecho internacional y lo har cadavez ms, al regir sobre todo la escena de la confesin mundial y de la relacin con el

    pasado histrico en general. Las nuevas Humanidades trataran pues de estas produccionesperformativas del derecho (derecho del hombre, concepto de crimen contra la humanidad)all donde implican siempre la promesa y, con ella, la convenconalidad de un como si.

    2. Estas nuevas Humanidades trataran, en un estilo similar, de la historia de lademocracia y de la idea de soberana, es decir, asimismo, por supuesto, de las condicioneso, mejor an, de la incondicionalidad de la que se supone(de nuevo el como si) que vivela universidad y, dentro de ella, las Humanidades. La deconstruccin de este concepto desoberana afectara no slo al derecho internacional, a los lmites del Estado-nacin y de supresunta soberana, sino tambin a la utilizacin que se hace del mismo en unos discursosjurdico-polticos que conciernen al sujetooal ciudadanoen general -siempre

    presuntamente soberanosen cuanto tales (libres, decididores, responsables, etc.)-, a lasrelaciones entre lo que se denomina el hombre y la mujer. Este concepto de soberanaindivisible ha sido con frecuencia el centro de debates muy mal pensados y mal llevados,respecto de la paridad entre hombres y mujeres para acceder a cargos electivos.

    3. Estas nuevas Humanidades trataran, en un estilo similar, de la historia delprofesar, de laprofesin y del profesorado. Esta historia se articula con la de laspremisas o presupuestos (sobre todo abrahmicos, bblicos y por encima de todo cristianos)del trabajo y de la confesin mundializa-da, precisamente all donde aqulla va ms all dela soberana del jefe de Estado, del Estado-nacin o incluso del pueblo en democracia.

    Inmenso problema: cmo disociar la democracia de la ciudadana, del Estado-nacin y de la idea teolgica de soberana, incluso de la soberana del pueblo? Cmodisociar la soberana y la incondicionalidad, el poder de una soberana indivisible y el im-poder de la incondicionalidad? Una vez ms ah, tanto si se trata de profesin o deconfesin, la estructura performativa del como si ocupara el ncleo del trabajo por venir.

    4. Estas nuevas Humanidades trataran, en un estilo similar, de la historia de laliteratura. No slo de lo que se denomina normalmente historia de las literaturas o la

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    literatura misma, con la gran cuestin de sus cnones (objetos tradicionales eincontrovertibles de las Humanidades clsicas), sino de la historia del conceptodeliteratura, de la institucin moderna denominada literatura, de sus relaciones con la ficciny la fuerza performativa del como si, de su concepto de obra, de autor, de firma, delengua nacional, de sus relaciones con el derecho a decirlo todo (o a no decirlo todo) que

    funda tanto la democracia como la idea de soberana incondicional que invoca launiversidad y, dentro de ella, lo que se denomina, ms ac y ms all de los departamentos,las Humanidades.

    5. Estas nuevas Humanidades trataran, en un estilo similar, de la historia de laprofesin, de la profesin de fe, de la profesionalizacin y del profesorado. El hiloconductor de esto podra ser, hoy en da, lo que ocurre cuando la profesin de fe, laprofesin de fe del profesor da lugar no slo al ejercicio competente de un saber en el quese tiene fe, no slo a esa alianza clsica del constatativo y del performativo, sino a unasobras singulares, a otras estrategias del como si que son acontecimientos y que afectan alos lmites mismos del campo acadmico o de las Humanidades. Estamos asistiendo al fin

    de una determinada figura del profesor y de su supuesta autoridad pero -como he dichosuficientes veces-, creo en una determinada necesidad del profesorado.

    6. Estas nuevas Humanidades trataran pues finalmente, en un estilo similar, peroa lo largo de un inquietante vuelco reflexivo, a la vez crtico y deconstructivo, de la historiadel como si y, sobre todo, de la historia de esa preciada distincin entre actosperformativos y actos constatativos que parece haber sido indispensable para nosotros hastaaqu. No habr ms remedio, aunque las cosas aqu o all ya hayan comenzado, queestudiar la historia y los lmites de esa distincin tan decisiva y en la que hasta aqu, hoy, he

    hecho como sicreyese sin reservas, como sila considerase totalmente fiable. Estostrabajos deconstructivos no concerniran slo a la obra original y genial de Austin sino a surica y apasionante herencia, desde hace aproximadamente medio siglo, sobre todo en lasHumanidades.

    7. Al sptimo punto, que no es el sptimo da, llego por fin ahora. O, mejor an:dejo quizllegar al final, ahora, aquello mismo que, al llegar, al tener lugar o al ocupar unlugar, revoluciona, conmociona y arruina la autoridad misma que, en la universidad, en lasHumanidades, se atribuye

    a) al saber (o, por lo menos, a su modelo de lenguaje constatativo);

    b) a la profesin o a la profesin de fe (o, por lo menos, a su modelo de lenguajeperformativo);

    c) a la puesta en marcha, por lo menos a la puesta en marcha performativa delcomo si.

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    Lo que ocurre, lo que tiene lugar, lo que sobreviene en general, lo que sedenomina el acontecimiento, qu es? Cabe preguntarse respecto de ello: Qu es??

    El acontecimiento debe no slo sorprender al modo constatativo y proposicionaldel lenguaje del saber (S es P) sino que ni siquiera debe dejarse regir por el speech act

    performativo de un sujeto. Mientrasyo puedoproducir y determinar un acontecimientomediante un acto performativo garantizado, como cualquier performativo, por unasconvenciones, por unas ficciones legtimas y un determinado como si, no dir, sin duda,que no pasa o no ocurre nada; pero dir que lo que tiene lugar, lo que ocurre o lo que meocurre sigue siendo todava controlable y programable dentro de un horizonte deanticipacin o de pre-comprensin: dentro de un horizontesin ms. Forma parte del ordende lo posible controlable, es el despliegue de lo que ya es posible. Forma parte del ordendel poder, del yo puedo, del yo estoy capacitado para (I may, I can).No hay sorpresaalguna ni, por consiguiente, acontecimiento alguno en sentido fuerte.

    Esto equivale, en esta medida al menos, a decir que eso no ocurre. Pues, el puro

    acontecer singular de lo queocurre, de lo que meocurre o de quienllega (lo que denominoel/lo arribante[xxxv]) -silo hay, si hay algo semejante- implicara una irrupcinque haceestallar el horizonte, interrumpiendotoda organizacin performativa, toda convencin otodo contexto convencionalmente dominable. Esto equivale a decir que dichoacontecimiento no tiene lugar sino all donde no se deja domesticar por ningn como sio, al menos, por ningn como si ya legible, descifrable y articulable como tal. Hasta elpunto de que esa palabrita, el como del como si, al igual que el como del como tal-cuya autoridad funda y justifica tanto a toda ontologa como tambin a todafenomenologa, a toda filosofa como ciencia o como conocimiento-, esa palabrita, como,bien podra ser el nombre del verdadero problema, por no decir la diana de ladeconstruccin.

    Se dice demasiado a menudo que el performativo produce el acontecimiento delque habla. Ciertamente. Hay que saber tambin que, inversamente, all donde hayperformativo, un acontecimiento digno de ese nombre no puede ocurrir. Si lo que ocurrepertenece al horizonte de l