la teoría causal de dowe y el problema de la causalidad

70
La teoría causal de Dowe y el problema de la causalidad negativa Trabajo de grado presentado por Sebastián Murgueitio Ramírez para optar por el título de Filósofo Director: Andrés Páez UNIVERSIDAD DE LOS ANDES FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Noviembre de 2013 1

Upload: others

Post on 09-Nov-2021

0 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

!La teoría causal de Dowe y el problema de la causalidad negativa !

!!!!!

Trabajo de grado presentado por Sebastián Murgueitio Ramírez para optar por el título de

Filósofo

!!!!!!!!

Director: Andrés Páez

!!!!!!!!

UNIVERSIDAD DE LOS ANDES

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES

Noviembre de 2013

�1

TABLA DE CONTENIDO

!Introducción! 4! Cinco teorías contemporáneas de la causalidad ! 4!

Objetivos del trabajo! 9!

1. Teoría de la cantidad conservada! 10! 1.1 La teoría! 10! 1.2 Conexiones erróneas! 17! 1.3 Análisis conceptual vs análisis empírico:! 18!

2. Causalidad Negativa! 25! 2.1 El problema! 25! 2.2 Juego de intuiciones ! 29! 2.3 Problemas para una teoría que acepte la causalidad negativa! 39! 2.3.1 ¿Causando sin relata?! 39!

2.3.2 Más rápido que la luz! 41!

2.3.3 Independencia A–P! 45!

3. Explicando la causalidad negativa! 49! 3.1 Teoría de la cuasi–causalidad! 49! 3.2 Causalidad negativa como explicación causal! 54! 3.3 Reuniendo a Dowe y Beebee:! 60! Resultados de la teoría de la causalidad negativa de Beebee–Dowe:! 61!

Conclusiones! 65! Bibliografía! 68

�2

Agradecimientos!!En primer lugar quiero agradecer a mi asesor Andrés Páez por haberme conducido al fascinante

tema de la causalidad. Sus sugerencias contribuyeron de forma significativa tanto al contenido del

trabajo aquí presentado como al orden del mismo. En segundo lugar quiero agradecer a Verónica,

con quien pude discutir y debatir (a veces más de la cuenta) diferentes cuestiones discutidas en el

presente trabajo. Nuestras discusiones eran tan interesantes como agotadoras, y así, valiosas.

Estoy profundamente agradecido con mis padres y mi hermano, quienes me han apoyado de

forma incondicional. Entre otras cosas ellos no tomaron mi decisión de estudiar filosofía como una

decisión irresponsable sino por el contrario, me motivaron a estudiar filosofía y eso lo valoro y lo

agradezco hoy más que nunca.

Quiero darle una mención especial a mi tío Guillermo porque desde que yo era niño siempre

me entretuvo con preguntas, libros y en general “datos interesantes” y estoy seguro de que esas

discusiones fomentaron mi curiosidad, la curiosidad que después iba a ser determinante en mi

interés por estudiar filosofía.

! No sería justo si no agradezco a los diferentes profesores que me han enseñado, no sólo en la

universidad sino en el colegio. La dedicación de ellos está reflejada, de uno u otra forma, en cada

idea aquí escrita. Por último, le agradezco a mis amigos sin los cuales no hubiera podido disfrutar

como lo hice estos cinco años de estudios.

�3

Introducción !Al investigar qué es la causalidad podrán aparecer tres tipos de preguntas. Por un lado, tenemos

preguntas que se interesan en discutir el significado de enunciados causales, es decir, preguntas de

carácter semántico: ¿Qué significa que “un evento A causó un evento B”? ¿Qué quiere decir que “el

bus que se chocó contra una tienda causó la destrucción de la vitrina”? Por otro lado, tenemos

preguntas sobre nuestra manera de realizar atribuciones causales, preguntas cuyo propósito es

analizar nuestra forma de reconocer o inferir relaciones causales. Así, una pregunta de este tipo

podría ser ¿qué hechos o eventos hacen que un sujeto S considere que B fue causado por A? ¿Qué

tipo de evidencia necesita un sujeto para considerar que el bus que se chocó contra una tienda causó

la destrucción de la vitrina? Por último, tenemos preguntas de carácter metafísico, preguntas que

esperan investigar qué es la causalidad: ¿Hay algo en el mundo que constituye lo causal? ¿Es la

causalidad entre eventos una relación objetiva, y si lo es, en qué consiste? ¿Qué hay en el evento

“bus chocando con la vitrina” que nos permitiría decir: “esto es lo que hace a este evento una causa

del rompimiento del vidrio”?

En este trabajo me concentraré en el último tipo de pregunta, esto es, me interesa investigar

la naturaleza metafísica de la causalidad. Más precisamente, el objetivo central de este trabajo es

discutir y defender una de las teorías de la causalidad contemporáneas, a saber, la teoría de la

conexión física de Phil Dowe. Antes de ampliar y aclarar este muy esquemático objetivo considero

pertinente hacer una breve introducción al debate.

!Cinco teorías contemporáneas de la causalidad ! A lo largo del último tercio del siglo pasado se desarrollaron diferentes tipos de teorías que

esperaban determinar qué era la causalidad. A continuación voy a discutir de forma breve las

principales teorías contemporáneas de la causalidad empezando por la teoría regularista de David

Hume, teoría que marca el comienzo de la discusión moderna de este problema. En esta

introducción al debate mostraré la tesis central de cada teoría y discutiré de manera muy

esquemática sus principales problemas. Entre las teorías contemporáneas de la causalidad se pueden

encontrar cinco teorías principales:

!

�4

1) La teoría regularista , cuyo padre fue el propio Hume, y cuya tesis fundamental es que un 1

evento c que pertenece a eventos de tipo C causa a otro evento e que pertenece a eventos de tipo

E si y sólo si los eventos de tipo C son regularmente seguidos por eventos de tipo E (otras

condiciones, como la contiguidad espacio–temporal, no son adoptadas por todas las versiones

regularistas). Una bola de billar que golpea a otra causa el movimiento de la segunda porque los

tipos de eventos “bolas de billar chocando bolas de billar” son regularmente seguidos por tipos de

eventos “bolas de billar golpeadas moviéndose”. “El bus chocándose con la vitrina” causó la

destrucción del vidrio porque el tipo de eventos “buses chocando con vitrinas” son regularmente

seguidos por el tipo de eventos “vidrios de vitrina rompiéndose ”. 2

Las teorías regularistas tienen hoy en día dificultades muy grandes. La regularidad,

entendida como algo sin posibilidad de excepciones —la causa siempre es seguida por el efecto3

—, cae en el problema de negar cosas como “el cigarrillo causa cáncer de pulmón”, pues no

todos los fumadores han desarrollado este tipo de cáncer. Y cae también en el problema de ser

incompatible con la mejor teoría física de toda la historia, la mecánica cuántica, pues esta nos

ofrece casos de causalidad indeterminista —cuya indeterminación, vale aclarar, no puede

explicarse como resultado de nuestra ignorancia, pues las probabilidades que aparecen en ella son

objetivas—. Por otro lado, está el problema de cómo interpretar las regularidades, la naturaleza

de estas regularidades es polémica (Psillos, 2009). Por último, si este fuera el primer bus

chocando contra una vitrina y si nunca más se repitiera un caso similar, ¿tendríamos que decir

que este no fue un caso de causalidad porque no es un tipo de evento regular?

2) La teoría contrafáctica, cuyo principal precursor fue Lewis (Lewis, 1987, p. 159), y cuya tesis

central es que c causa e porque si no se hubiera dado c, no se habría dado e. “El bus chocándose

con la vitrina” causó la destrucción del vidrio porque si no se hubiera dado el evento “el bus

chocándose con la vitrina”, no se habría dado el evento “vidrio rompiéndose”. Esta es una de las

�5

No sobra anotar que actualmente la teoría regularista no es muy popular y a esta le sigue, en grado de poca 1

popularidad, la teoría manipulabilista.

Hay diferentes interpretaciones de la teoría de la causalidad de Hume, como lo señala Garret (Garrett, 2009). Pero, 2

más allá de si la teoría regularista era de hecho la teoría de Hume, es verdad que sus ideas principales fueron presentadas por el filosofo escocés. La motivación principal de esta teoría era la idea de que lo causal es una cuestión de hábito. Más precisamente, la costumbre de las regularidades en la que ciertos tipos de eventos (agrupados en la mente por su semejanza) son seguidos regularmente por otros tipos de eventos, es lo que ha llevado a nuestra mente a apodar de “causas” a los eventos anteriores y de “efectos” a los posteriores. Entendida así la teoría no esperaba defender una tesis metafísica sobre la causalidad sino que buscaba un análisis psicológico que ayudara a determinar cómo atribuimos relaciones causales.

Es pertinente anotar que no ayudaría mucho replantear la teoría en términos probabilisticos. Por ejemplo, de hacer esto 3

surgiría el problema de cómo trazar un límite de modo tal que a partir de una frecuencia f cierto tipo de evento ya puede ser considerado regular. De cualquier modo, incluso replanteada en términos probabilisticos la teoría no solucionaría los otros dos problemas que expongo.

teorías contemporáneas más populares de la causalidad (aunque su versión inicial ha dado origen

a múltiples formulaciones). Sin embargo, esta teoría no esta exenta de problemas.

Uno de los obstáculos principales de esta teoría es que aún no se ha desarrollado una

adecuada teoría de los contrafácticos —sin decir que para algunos los contrafácticos son

metafísicamente sospechosos—. Además, tenemos diversos contraejemplos que señalan que este

criterio contrafáctico puede llevar en algunos casos a resultados poco intuitivos. Por ejemplo, un

terrorista T activa una bomba en cierto lugar público. Una persona P nota la bomba y para

desgracia del terrorista T, esta persona es capaz de desactivarla. Hasta aquí tenemos que la

activación de la bomba es causa de su posterior desactivación porque si no se hubiera activado,

no habría llamado la atención de esta persona P y entonces no habrá sido desactivada –

cumpliendo así con la dependencia contrafáctica–. Además, la desactivación de la bomba es

causa de que las personas no sufran ningún daño en los próximos minutos: si no se hubiera

desactivado la bomba, habría explotado y habría causado muchos heridos y muertos. Sin

embargo, si exigimos que se cumpla la transitividad causal (y el mismo Lewis, precursor de esta 4

teoría, considera que debemos respetar la transitividad (Laurie Ann, 2009)) obtenemos lo

siguiente: la activación de la bomba –primera causa– es causa de que las personas en el lugar no

sufran ningún daño –último efecto–, lo cual es claramente contra–intuitivo. Otro problema es el

que se conoce como sobredeterminación causal. Dos asesinos están apuntando a la cabeza de un

político. La idea es que uno va a disparar primero y el otro espera para ver si el primero logra su

objetivo; en caso de que falle el primero, este segundo asesino disparará. Supongamos que el

primer asesino logra el objetivo y el político cae muerto. La teoría contrafáctica no podría decir,

al menos desde su versión tradicional, que el disparo del primer asesino mató al político porque

aun si no se hubiera dado el primer disparo, el político hubiera caído muerto una milésima de

segundo después a causa del segundo asesino. Así que c (el primer asesino) no sería causa de e

(de la muerte del político) porque si no se hubiera dado c, se habría dado de todos modos e –y el

criterio exige que si no se da la causa, no se puede dar el efecto–. Motivadas por estos problemas

se han desarrollado diversas versiones de esta teoría contrafáctica pero se sale del alcance del

presente trabajo discutir sus detalles.

3) La teoría probabilistica, uno de cuyos exponentes centrales es Suppes en su libro A Probabilistic

Theory of Causality (Reichenbach esbozó una teoría probabilistica antes (Dowe, 2007, p. 30)).

Esta teoría propone que c es causa de e porque cuando se da c se aumenta la probabilidad de que

�6 La transitividad causal es la idea de que si c es causa de e y e es causa de f, entonces c es causa de f.4

se dé e, y más precisamente, la probabilidad del evento e es mayor si antes se ha dado el evento c

(P(e|c)>P(e|∼c)). La probabilidad de que la vitrina se rompiera en el tiempo en que lo hizo dado

que un instante antes se había dado el choque del bus con la vitrina era mayor que la probabilidad

de que lo hiciera si antes no se había dado el choque del bus. Por lo tanto, como sube la

probabilidad, el choque es causa del rompimiento de la vitrina. Como se puede notar, una

motivación central de esta teoría es recalcar el componente probabilístico que parece presentar lo

causal: cuando se da el evento que es la causa, es muy probable que se dé el evento que es el

efecto. El problema más conocido para este tipo de teoría son los casos en que una causa

disminuye la probabilidad de su efecto —ejemplos en la literatura hay por montones; ardillas

golpeando bolas de golf de modo que la bola llegue al hoyo en contra de todo pronóstico; átomos

decayendo en su producto menos probable, etc—. Otro problema es expuesto por ejemplos en los

que aun cuando un evento c aumenta la probabilidad de uno e, y aun cuando se da el evento c y

luego se da el evento e, sucede que c no causó a e (Hitchcock, 2004). Y por encima de estas

dificultades, algunos autores como Phil Dowe sospechan que si bien el criterio probabilistico

puede ser evidencia de una relación causal, se necesita una teoría más profunda que determine

cuál es el mecanismo que explica precisamente este aumento de la probabilidad que sucede cada

vez que un evento causa otro: “Tal vez necesitamos analizar la probabilidad en términos de

causalidad” (Dowe, 2007, p. 30).

4) La teoría manipulabilista, que se ha dividido a su vez en dos clases principales, a saber, teorías

de agente (como Menzies (Menzies & Price, 1993)) y teorías intervencionistas (entre las que se

destaca la teoría de James Woodward (Woodward, 2009)). La idea de las teorías manipulabilistas

es que C causa E porque si podemos producir o generar eventos tipo C, logramos que resulten

eventos tipo E, o dicho de otra forma: c causa e porque podemos obtener eventos del tipo de e

realizando eventos del tipo de c, y porque si manipulamos eventos del tipo de c podemos

intervenir eventos del tipo de e (si controlamos a eventos tipos C podemos controlar eventos tipos

E). El choque causó la destrucción del vidrio porque si chocamos buses contra vitrinas logramos

producir rompimientos de vidrios, y porque si modificamos los choques modificamos el tipo de

rompimiento. La idea que motiva este tipo de teorías es que hay una estrecha relación entre la

causalidad y la posibilidad de “explotar” o manipular una relación causal; si c causa e entonces es

posible modificar, alterar y manipular eventos como e si alteramos manipulamos o modificamos

eventos como c. Si fumar realmente causa cáncer de pulmón, entonces si modificamos la forma

en que fumamos, o si por ejemplo dejamos del todo de fumar, debería disminuir la frecuencia del

cáncer de pulmón. Actualmente esta teoría, tomada como teoría metafísica de la causalidad, no �7

tiene mucho soporte y eso se debe de forma importante a las siguientes dos críticas: 1) La teoría

es acusada de circularidad ya que la noción de manipulación parece ella misma causal; manipular

algo es causar cierto estado de ese algo. 2) Sufre de un antropocentrismo muy marcado porque

hace explícita referencia a los humanos y parece imposible redefinir la teoría de manera que no se

refiera de manera explícita a la intervención o posibilidad de intervención por parte de un

humano . 5

5) Las teorías de conexión física (también conocidas como teorías de proceso). Entre sus pioneros

encontramos a Jerrold Aronson, David Fair y Wesley Salmon, y actualmente su principal

defensor es Phil Dowe. La idea central de este tipo de teoría es que siempre que un evento c

causa un evento e se da una conexión física entre estos eventos, es decir, para que c cause e se

debe dar un proceso físico que conecte c con e. Ahora, cuál es exactamente el mecanismo físico

que permite caracterizar la relación causal depende del tipo de teoría. Aquí me interesa explicar la

teoría de conexión física más reciente, la de Phil Dowe. Esta teoría sugiere que siempre que un

evento causa otro podemos encontrar dos elementos: 1) La causa y el efecto deben estar unidos

por un proceso físico, es decir, debe haber alguna interacción física entre la causa y el efecto; 2)

en la interacción física entre causa y efecto debe haber cambios en los valores de algunas

cantidades físicas —cantidades como el momento lineal, la energía, la carga eléctrica, etc—. Por

ejemplo, “el bus chocando con el vidrio” constituye un proceso en el que el momento lineal del

bus y el del vidrio cambian en el preciso instante del choque, y por eso se da una relación causal

entre el choque y el rompimiento. Una definición más precisa de esta teoría deberá esperar hasta

la sección “La teoría”. Es interesante que si en la historia del universo hubiera un sólo choque de

un bus contra una vitrina, esta teoría podría explicar con facilidad por qué el choque fue un

proceso causal —algo que la teoría regularista, la contrafáctica y la probabilistica no podrían

hacer con facilidad—.

Los problemas más conocidos de estas teorías son el problema de la causalidad negativa y el

problema de las conexiones erróneas (“missconnections”). El problema de las conexiones

erróneas será explicado más adelante después de que se hayan presentado los detalles de la teoría

de Dowe. Como Jonathan Schaffer, Ned Hall, David Lewis y otros (Dowe, 2008) han señalado, el

problema de la causalidad negativa es uno muy importante para esta teoría. Este problema tiene

que ver con casos en los cuales la ausencia de un evento (lo que se denomina “evento negativo”)

�8

Aunque hay que aclarar que Woodward quiere con esta teoría afrontar cuestiones que tienen que ver con la atribución 5

causal y no la toma como una teoría reduccionista de la causalidad (Woodward, 2009). Además, desarrolla una propuesta que parece solucionar la primera crítica pero reconoce que la circularidad es ineludible (Woodward, 2009).

es causa o efecto de algún otro evento. Por ejemplo, “la ausencia de agua mató las plantas” es un

caso en el que un evento negativo –la ausencia de agua– causa un evento positivo (la muerte de 6

las plantas). O por ejemplo, “la inatención del conductor del bus (un evento negativo, más

específicamente, “la no reacción del conductor”) causó el choque”. Este tipo de casos son

problemáticos para la teoría de Dowe y las teorías de conexión física en general, y la razón es

simple: un evento negativo no puede involucrarse en una interacción física, ni puede tener

cantidades físicas, pues un evento negativo es algo que no se da (y algo que no se da no puede

interactuar con lo que existe). Por lo tanto, para las teorías de conexión física un evento negativo

no puede causar nada. Entonces, para estas teorías ¡la ausencia de agua no puede causar la muerte

de las plantas! Así que al aceptar teorías como la de Dowe debemos negar la causalidad de un

gran número de casos (los de causalidad negativa) que, a primera vista, parecen tan causales

como el choque y el rompimiento de la vitrina. Y dado que es altamente contra intuitivo negar

que muchos de estos casos son causales, el rechazo de la causalidad negativa es un gran problema

para este tipo de teorías.

! Objetivos del trabajo

Hasta aquí he presentado la introducción al debate . Es apropiado ahora dejar claro cuáles son los 7

objetivos del presente trabajo. El objetivo central es defender la teoría de Phil Dowe del problema

de la causalidad negativa. La defensa de este objetivo se centrará en la argumentación de la

siguiente tesis: la causalidad negativa no es un caso genuino de causalidad. El trabajo consta de

tres capítulos. En el primer capítulo explicaré los detalles de la teoría de la causalidad de Phil

Dowe. En el segundo capítulo examinaré los argumentos en contra y a favor de la causalidad

negativa. En el último capítulo mostraré las propuestas de Dowe y Helen Beebee que esperan

explicar la causalidad negativa y al final ofreceré, apoyado en las dos propuestas anteriores, mi

propia solución del problema.

�9

Cuando diga “evento positivo” no debe entenderse de modo distinto a cuando digo simplemente "evento", sólo que a 6

veces es ilustrativo recalcar el contraste con los eventos negativos.

Por supuesto hay otras teorías, entre ellas las teorías pluralistas de la causalidad, es decir, teorías que mezclan criterios 7

de dos o más de las cinco teorías aquí expuestas. Además, he dejado por fuera el extenso debate en torno a la naturaleza de los relata causales. La posición más común es considerar que los relata son eventos o estados de cosas aunque hay quienes consideran que los relata deben ser hechos (como Mellor (Edgington, 1997)). Se sale de los propósitos de este trabajo una discusión a fondo de la naturaleza de los relata causales así como una discusión de teorías de la causalidad adicionales a las cinco aquí presentadas.

1. Teoría de la cantidad conservada !El presente capítulo se divide en tres secciones. En la primera se explicará la teoría de Phil Dowe.

En la segunda explicaremos el problema de las conexiones erróneas y mostraremos su solución.

Finalmente, atenderemos una discusión sobre el tipo de teoría que el filósofo australiano ha

desarrollado.

!1.1 La teoría !Como he venido diciendo, la teoría de la causalidad de Dowe es una teoría de conexión física: la

causa debe estar físicamente conectada al efecto. En el capítulo cinco del libro Physical causation

Phil Dowe expone su teoría de la causalidad. La teoría consta de dos postulados:

!CQ1: Un proceso causal es la línea de mundo de un objeto que posee una cantidad conservada.

CQ2: Una interacción causal es la intersección de líneas de mundo que involucra el intercambio de

una cantidad conservada.

!Para comprender cada una de estas condiciones debemos pasar a examinar los diferentes conceptos

que aparecen en las mismas.

El concepto que introduciré primero es el de objeto. “Un objeto es cualquier cosa encontrada

en la ontología de la ciencia (tal como partículas, ondas y campos), o encontrado en el sentido

común (sillas, edificios y personas) (Dowe, 2007, p. 91). Para entender por qué el filósofo

australiano considera que puede agrupar objetos de dominios tan diferentes debemos tener en

cuenta que Dowe adopta algunos puntos de la ontología de David Armstrong. Explico a

continuación cuáles son estos.

Para Armstrong el mundo es un mundo de estados de cosas y esto quiere decir que el mundo

está compuesto de entidades particulares que tienen una propiedad o que están en una relación con

otro particular (Armstrong, 1993; Dowe, 2007, p. 168). Por ejemplo, “la mesa es café” es un estado

de cosas, y “la mesa está a 10 metros del televisor” es también otro estado de cosas —el primero

envuelve un particular y una propiedad, el segundo dos particulares y una relación entre sí—. Por

otro lado, hay una distinción entre estados de cosas primarios (“first–class states of affairs”) y �10

secundarios (“second–class states of affairs”). Las propiedades y las relaciones de los estados de

cosas primarios son genuinamente universales (debemos entender “genuinamente universal” como

necesario) y cuáles sean esos universales es determinado por la ciencia (Dowe, 2007, p. 169); por

ejemplo las leyes naturales son relaciones universales (necesarias) para Armstrong, y dado el estado

actual de la ciencia, propiedades como la carga, la masa y la energía podrían ser tomados como

propiedades universales. En cambio, las propiedades y relaciones de los estados de cosas

secundarios son contingentes. Por ejemplo, la carga negativa del electrón es una propiedad

universal, el electrón no podía tener otra carga, pero el color café de la mesa es una contingente, la

mesa podría haber sido azul o amarilla (así que “la mesa es café” es un estado de cosas secundario).

Armstrong además adopta el nombre, tomado de Sellars, de “imagen manifiesta” para los estados de

cosas secundarios y el de “imagen científica” para los estados de cosas primarios.

Los estados de cosas secundarios supervienen en los primarios (esto quiere decir que

cualquier cambio en un estado de cosas secundarios implica un cambio en estados de cosas

primarios pero no al revés; diferentes ordenamientos de átomos pueden constituir la misma mesa

pero diferentes mesas implican necesariamente diferente ordenamiento de átomos). En la ontología

de Armstrong no hay universales negativos (Armstrong, 1993, pp. 435-438) ni disyuntivos, y esto

implica que no puede haber estados de cosas primarios negativos o disyuntivos. “El electrón tiene

carga negativa o el electrón tiene masa m”, aun cuando es lógicamente equivalente a “el electrón

tiene carga negativa”, no puede ser un estado de cosas primario porque es disyuntivo. El rechazo de

universales negativos conduce directamente al rechazo de estados de cosas negativos, y así, a

rechazar la existencia de eventos y hechos negativos. Esto es algo que debemos tener presente

porque, como veremos, uno de los argumentos a favor del rechazo de la causalidad negativa es

precisamente el rechazo de los eventos negativos.

Los puntos que he mencionado de la ontología de Armstrong son aceptados por Dowe. Así

que volviendo a los objetos, Dowe no tiene problema en adoptar objetos del sentido común que,

según lo recién explicado, deben ser entendidos como particulares de estados de cosas secundarios.

Y es importante tener en cuenta que estos particulares, que hacen parte de la imagen manifiesta,

pueden relacionarse causalmente con otros particulares de su mismo tipo, sólo que las “relaciones

causales manifiestas” —como Dowe las denomina— han de supervenir en relaciones causales

físicas —esto es, deben supervenir en causalidad entre estados de cosas primarios, estados de cosas

que involucran propiedades como la carga y la masa, es decir, que involucran las propiedades

básicas de la ciencia—. Así que si Dowe acepta la causalidad manifiesta debe incluir a mesas, buses

y personas como objetos que pueden involucrarse en relaciones causales. Lo importante es no �11

perder de vista que una relación casual como “el bus chocando causa el rompimiento del vidrio”

superviene en relaciones causales entre los objetos fundamentales de la ciencia (átomos chocando

por ejemplo).

La ontología de Armstrong nos sirve también para introducir los relata causales de Dowe.

Para Dowe los relata causales pueden ser tanto eventos como hechos (Dowe, 2007, p. 169). El

motivo por el cual Dowe deja abierta la posibilidad de que los relata sean cualquiera de estas dos

cosas es que tanto los hechos como los eventos se refieren a objetos teniendo una propiedad en un

tiempo (y esto es compatible con la ontología de Armstrong; simplemente entiéndase “objeto” como

“particular”). Más exactamente: “un evento es el cambio en la propiedad de un objeto en un cierto

tiempo” y “un hecho es un objeto teniendo una propiedad en un tiempo o durante un período de

tiempo” (Dowe, 2007, p. 170). Aunque no son lo mismo —un evento tiene que ver con cambio en

una propiedad, un hecho no—, lo importante es que ambos tienen que ver con objetos y estos

últimos son los que entran de forma explícita en la teoría de la conexión física aquí explicada.

Paso ahora a examinar el siguiente concepto. Dowe, apoyado en Russell, apela a la línea de

mundo (“worldline”) de un objeto. La línea de mundo de un objeto se forma a través de los puntos

en el espacio–tiempo (que se representan con un diagrama de Minkowski como se indica en la

Figura 1), y esta línea representa la historia del objeto. Por ejemplo, esta silla en la que estoy

sentado está en la posición R0 (con respecto a cierto marco de referencia M) en el tiempo t0.

Podemos decir que las coordenadas espacio–temporales de la silla serían “(t0, R0)”. En un segundo

después, en el tiempo t1 , estará en la misma posición y entonces sus coordenadas serán “(t1,

R0)” (notemos que aun si la silla se quedara quieta para siempre sus coordenadas espacio–

temporales cambiarían continuamente porque el tiempo va avanzando). Y supongamos que después,

en un tiempo t2, muevo la silla a la posición R2. Si en un diagrama de espacio–tiempo (diagrama de

Minkowski) agregamos los diferentes puntos ((t0, R0), (t1, R0),…, (t2, R1)) y trazamos una curva

que los una, esa curva representará la línea de mundo de la silla. Esa línea es la representación de la

historia de la silla . 8

Nuestro siguiente concepto es el de proceso. Para Dowe un proceso es la línea de mundo de

un objeto, y el proceso puede ser de dos tipos: causal o no causal (un proceso no causal también se

denomina pseudo–proceso) (Dowe, 2007, p. 90). Un proceso no causal es un proceso —la línea de

�12

La idea de línea de mundo exige una identidad del objeto en el tiempo: la línea de mundo de esta silla sólo es la línea 8

de mundo de la silla si en cada instante de tiempo estamos hablando de la misma silla. No entraré a examinar la pregunta por cómo definir la identidad de un objeto, pregunta a la que Dowe se enfrenta pero que para el presente trabajo no es relevante. Lo importante es tener presente que algo que no mantenga identidad en el tiempo no puede contar como objeto.

mundo— de un objeto que no puede relacionarse causalmente con otros objetos. Un ejemplo de

objetos no causales son las sombras —así que las líneas de mundo de las sombras constituyen

procesos no causales—. Para entender qué tienen las sillas que no tienen las sombras, y así entender

porque las primeras constituyen procesos causales y las segundas no, debemos introducir el

concepto de cantidad conservada.

“Una cantidad conservada es cualquier cantidad que es gobernada por una ley de

conservación y la actual teoría científica es nuestra mejor guía para determinar cuáles son estas

cantidades. Por ejemplo, tenemos buenas razones para creer que la masa–energía, el momento lineal

y la carga son cantidades conservadas” (Dowe, 2007, p. 91). Las cantidades conservadas en la

teoría de Dowe permiten una distinción entre lo que es un proceso y lo que es un pseudo–proceso

(proceso no causal). Un proceso causal es la línea de mundo de un objeto que contiene cantidades

conservadas, un pseudo–proceso la línea de mundo de un objeto que no contiene estas cantidades . 9

Así, una sombra no es un proceso causal porque no tiene cantidades que se conservan —la sombra

no tiene masa, no tiene carga, no tiene energía—. Las cantidades conservadas son fundamentales en

la teoría de Dowe porque, además de sentar una distinción entre procesos causales y no causales, los

cambios de las mismas son una condición necesaria en todas las relaciones causales (ver condición

CQ2). Por ejemplo, para que el evento “bus chocando con la vitrina” esté causalmente conectado

con el evento “rompimiento del vidrio”, debe haber cantidades conservadas en el bus y cantidades

�13

Tracy Lupher intenta mostrar que hay cantidades conservadas que no se envuelven en interacciones causales (Lupher, 9

2009) y Hitchcock va a problematizar el uso de estas cantidades conservadas (Hitchcock, 2009). Choi presenta una respuesta satisfactoria a las críticas de Hitchcock (Sungho Choi, 2003).

Figura 1: Diagrama de Minkowski. En el eje vertical va el tiempo y en el horizontal la posición en el espacio. Los puntos negros corresponden a eventos (que se determinan por un tiempo y un espacio, y que hacen referencia al mismo objeto, en este caso, la silla). En el origen está el evento inicial (la silla en la posición cero, en el tiempo cero). La línea roja que une los diferentes eventos representa la línea de mundo de la silla, es una forma de representar la historia de la silla. Los conos se denominan conos de luz; el superior contiene todos los posibles eventos futuros que podrían estar conectados con el evento inicial (conectados en el sentido de que una señal que viaje a la velocidad de la luz podría ir de cualquier punto dentro del cono a cualquier otro punto). El cono inferior contiene todos los posibles eventos pasados, por ejemplo, la posición de la silla ayer.

conservadas en el vidrio cuyos valores cambien en el momento del choque. En el presente ejemplo,

estas cantidades son el momento lineal y la energía —la energía del bus, que es una cantidad regida

por la ley de conservación de la energía, cambia en el momento del choque, como también cambia

la energía del vidrio— . Ahora, es importante tener claro qué quiere decir que un objeto posea o

contenga una cantidad conservada.

Para entender qué significa que un objeto posee cantidades conservadas debemos explicar el

concepto “poseer”. “´Posee´ ha de ser entendido en el sentido de ´instancia´. Un objeto poseyendo

una cantidad conservada es un particular instanciando una propiedad. Nosotros suponemos que un

objeto posee energía si la ciencia atribuye esa cantidad a un cuerpo. [...], no importa si el objeto

mantiene un valor constante de la cantidad [no importa si la energía del electrón va variando en el

tiempo; paréntesis míos]. Simplemente debe darse que la cantidad pueda de hecho ser predicada del

objeto” (Dowe, 2007, p. 92). Reuniendo los resultados de este y el párrafo previo, tenemos que un

objeto tiene una cantidad conservada si de él la ciencia puede predicar una cantidad física que esté

asociada con alguna ley de conservación; el electrón tiene la cantidad carga eléctrica e porque la

carga eléctrica es una cantidad que se conserva y porque la ciencia puede predicar del electrón

dicha cantidad . 10

Ya hemos visto que un proceso es la línea de mundo de un objeto, y que este proceso es

causal si el objeto posee cantidades conservadas según la física. Así que ya ha de ser clara la

condición CQ1: un proceso causal es la línea de mundo de un objeto que posee una cantidad

conservada. Lo que queda faltando es la especificación de la conexión que se ha de dar entre

eventos para que estos estén causalmente conectados (esto tiene que ver con la segunda condición).

En otras palabras, hasta aquí tenemos las condiciones que deben cumplir dos eventos para que estos

pueden participar de una relación causal: los eventos deben involucrar objetos que tengan

cantidades conservadas. Falta la parte de la teoría que nos dice que de hecho cierto evento es la

causa de otro evento. Para esto sólo nos falta introducir el concepto de intersección.

“Una intersección es la superposición en el espacio–tiempo de dos o más procesos [...], y

ocurre en la posición de los puntos del espacio–tiempo que son comunes a ambos (o todos) los

procesos”. El concepto hace referencia a los puntos en los que se cruzan —interceptan— líneas de

�14

¿Y qué pasa con el bus que no es un objeto elemental de la física? Nada especial, porque la ciencia puede predicar del 10

bus un momento lineal. Por supuesto constituye una aproximación tratar al bus como una entidad que tiene cierto momento lineal, esto es equivalente a tratarlo como si fuera una partícula puntual. Pero esta es una simplificación que para cuestiones prácticas es muy útil, y de hecho en mecánica clásica esto es lo que se hace para lidiar con objetos macroscópicos. En todo caso, si alguien insistiera en que del bus no se pueden predicar cantidades conservadas porque él mismo es un complejo conjunto de partículas atómicas y no un sólo objeto, dada la tesis de la supervinencia de los objetos macroscópicos en los microscópicos, todo lo que necesitamos es que estos últimos sí estén envueltos en relaciones causales, y lo están porque de estos la ciencia sí predica, sin aproximación, cantidades conservadas.

mundo de dos o más objetos. Intersección de líneas de mundo es sólo una forma técnica de referirse

a la idea de que en una interacción causal hay un contacto entre los objetos; cuando una bola de

billar le pega a otra, el momento del contacto es una intersección de las líneas de mundo de ambas

bolas. En una intersección puede suceder un intercambio que ocurre cuando un proceso que “entra”

y uno que “sale” sufren un cambio en el valor de la cantidad conservada, y en tal caso la

intersección sería causal. El proceso que entra debe entenderse como el que está en el cono de luz

pasado al evento E en el que ocurre la intersección (ver Figura 2), y el que sale es el proceso que

aparece en el cono de luz del futuro . Dowe agrega que el intercambio debe ser gobernado por 11

leyes de conservación —esto garantiza que sea una interacción causal genuina— (Dowe, 2007, p.

92). En resumen, en una interacción causal se da una intersección causal, que consiste en el

encuentro en el tiempo y en el espacio de dos procesos causales (de dos procesos que tienen

cantidades conservadas), y en la que se debe dar una alteración del valor de alguna de las cantidades

conservadas de los objetos. Si se diera el caso de dos partículas cruzándose en el tiempo y el

espacio, sin sufrir ningún cambio en alguna de las cantidades conservadas, entonces este escenario

no constituiría una interacción causal —así los objetos coincidan en el tiempo y en el espacio—. Es

por esto último que el encuentro de dos sombras no constituye una interacción causal. !!

!!!!!! Vuelvo a escribir las dos condiciones:

CQ1: Un proceso causal es la línea de mundo de un objeto que posee una cantidad conservada.

�15

Debemos tener cuidado y evitar pensar que estas etiquetas (“entra”, “sale”) determinan la dirección de la causalidad, 11

ni siquiera el tiempo (pasado, futuro) permite, como argumenta Dowe en el capítulo 8 del libro, servir como un parámetro que determine el orden de los eventos causales.

Figura 2: En rojo está la línea de mundo de algún objeto y en verde la línea de mundo de otro. En el origen (t0, R0) ambos objetos coinciden en el tiempo y en el espacio. Pero esta coincidencia no es suficiente para que esta sea una intersección. Debe darse además que en ese punto alguno de los procesos sufra un cambio en cierta cantidad conservada.

CQ2: Una interacción causal es la intersección de líneas de mundo que involucra el intercambio de

una cantidad conservada.

La condición CQ1 es la definición de lo que es un proceso causal. Según lo que hemos visto,

un proceso causal es la línea de mundo (la historia) de una silla o un electrón o cualquier otro objeto

del sentido común o de la ciencia, siempre y cuando este objeto tenga alguna cantidad física

conservada como la masa, la energía, o la carga. La historia (los diferentes lugares que ha ocupado a

lo largo del tiempo) de la silla en la que estoy sentado es un proceso causal, pues la silla es un

objeto (del sentido común) que tiene masa, energía, momento lineal, etc. Es importante

preguntarnos cuál es la función de la primera condición, al fin y al cabo podría parecer un poco

extraño que digamos que un objeto que permanece quieto durante un tiempo muy largo es un

proceso causal; causal nos parece que tiene que ver con lo que está en la condición CQ2, una

interacción entre dos cosas que generan cierto proceso nuevo (yo le pego al balón y el balón se

mueve). Es raro que la silla en la que estoy sentado sea un proceso causal sólo porque la silla es un

objeto que tiene cantidades que se conservan. Sin embargo, si Dowe prescindiera de la condición

uno dejaría por fuera un tipo causalidad que él considera fundamental: la causalidad como

persistencia (“causation as persistence”). Supongamos que tenemos una nave en el espacio (el

ejemplo es de Dowe), alejada de cualquier tipo de interacción con otros cuerpos, y supongamos que

la nave se mueve a velocidad constante. Y ahora nos preguntamos, ¿cuál es la causa de su

movimiento? La primera ley de Newton nos diría que la causa de su movimiento es la inercia, pues

un cuerpo se va a seguir moviendo a velocidad constante a menos que haya fuerzas que

interaccionen sobre él (Dowe, 2007, p. 53). Y para Dowe, negar que la propia inercia es la causa del

movimiento de la nave es ir demasiado lejos, pues considera que es legítima la explicación causal

que apela a la primera ley de Newton. No me extenderé en este punto, Dowe tiene otros

argumentos para defender la idea de la causalidad como persistencia (también se refiere a ella 12

como causalidad inmanente), y por eso se vio motivado a introducir el primer criterio en su teoría

(la nave es un proceso causal porque la misma tiene cantidades conservadas —energía, momento

—). Recapitulando, CQ1 quiere solucionar casos como el de la nave en donde hay una causalidad

inmanente, CQ2 espera “recoger” los casos comunes de causalidad (bolas de billar golpeando,

Pedro empuja a Daniela, virus causando enfermedades, etc).

�16 Por ejemplo, se necesita la causalidad inmanente para la teoría causal de la identidad.12

La segunda condición tiene todo lo que necesitamos para decidir si el evento a causó al

evento b. El evento a causa el evento b si y sólo si: 1) se da una interacción de la línea de mundo de

un objeto dentro del primer evento con la línea de mundo de un objeto del segundo evento; 2) los

objetos cuyas líneas de mundo se intersecaron deben tener cantidades conservadas; 3) en el

momento de la intersección, debieron cambiar al menos uno de los valores de las cantidades

conservadas de ambos objetos. Todas estas condiciones las cumplen los eventos “bus chocando” y

“vidrio rompiéndose”; en la historia del bus y del vidrio hay un momento (un tiempo) en el que las

posiciones de ambos objetos coinciden (cuando el frente del bus toca al vidrio), así que 1) se

cumple. Tanto el bus como el vidrio tienen cantidades conservadas, la ciencia puede predicar del

bus y del vidrio momentos lineales (también ciertas energías). Así que 2) se cumple. Por último, en

el momento de la intersección, los valores de las cantidades conservadas que antes consideramos (el

momento lineal y la energía) cambiaron tanto en el bus como en el vidrio —después del choque la

ciencia debe predicar otros valores de estas cantidades conservadas—.

!1.2 Conexiones erróneas !Supongamos que tenemos un reloj sin vidrio y yo toco el segundero. Cuando yo tocó con mi

dedo el segundero se cumplen todas las condiciones para que el criterio CQ2 se aplique: se da una

intersección de la línea de mundo de mi dedo con la línea de mundo del segundero; tanto mi dedo

como el segundero tienen cantidades conservadas; y en el momento de la intersección cambian

cantidades conservadas, pues cambia el momento lineal de mi dedo como también cambia el del

segundero ya que este último marca un nuevo segundo justo en ese momento –y si marca un nuevo

segundo, se mueve, cambiando su momento lineal–. Así que según la teoría de Dowe, deberíamos

decir que “tocar el segundero” es causa de que este se mueva en el sentido de las manecillas del

reloj. Sin embargo, lo anterior es claramente falso; el segundero se mueve en ese sentido a causa

del mecanismo del reloj (es una coincidencia que se mueva justo después de que lo toco). La

solución de estos casos, conocidos como casos de conexiones erróneas –el nombre indica que la

teoría conecta causalmente dos eventos que en realidad no están causalmente relacionados–, está en

la especificación del mecanismo físico o de los procesos físicos que intervienen entre los dos

eventos que se examinan. Si detallamos con cuidado el ejemplo presentado, la cantidad que se

conserva y que cambia cuando toco el segundero es el momento en la dirección vertical

(supongamos que mi dedo va de arriba hacia abajo y esta es la dirección vertical), y cuando el

�17

segundero marca un nuevo segundo está cambiando su momento en la dirección horizontal (o

mejor, en la dirección del ángulo θ que aumenta en el sentido de las manecillas del reloj). El punto

es que no hay un proceso físico que relacione este cambio de momento en Y con el cambio de

momento de la manecilla en θ, la clave está en reconocer que hay dos procesos independientes (un

cambio de momento en Y y un cambio de momento en θ) y no hay una ley de la naturaleza que diga

cómo cambia el momento en θ dado un cambio de momento en Y (la conservación de momento en

Y es independiente de la conservación de momento en θ).

Así, además de los criterios CQ1 y CQ2 Dowe necesita que las interacciones causales

relacionen las cantidades conservadas adecuadas, es decir, Dowe necesita que haya un proceso

físico bien definido para el cambio de cierta cantidad. Para hacer esto Dowe introduce unas

definiciones más técnicas (Dowe, 2007, p. 171). Para nuestros intereses es suficiente con citar la

explicación de estas definiciones: “causas y efectos están unidas por una conexión causal en virtud

del hecho de que una cantidad intercambiada en la causa es poseída por un proceso que liga la causa

con el efecto, donde es también intercambiada” (Dowe, 2007, p. 171). Así, en el caso del reloj, la

cantidad que cambia en el supuesto efecto es el movimiento en la dirección θ de las manecillas,

mientras que la cantidad que cambia en la causa es el momento en la dirección Y, y no hay un

proceso físico que relacione el intercambio de estas dos cantidades, luego, no están causalmente

conectados. En resumen, a través de una especificación del mecanismo y el proceso físico que

relaciona el cambio de las cantidades conservadas se puede solucionar el problema de las

conexiones erróneas. La lección que nos debe quedar de esta discusión es que lo que necesitamos

para que se dé una relación causal no es simplemente un cambio de una cantidad conservada, sino

que este cambio entre efecto y causa debe estar controlado por un proceso físico regido por una ley

física.

!1.3 Análisis conceptual vs análisis empírico: !Dowe se refiere a su propia teoría como una teoría de carácter empírico: “La aproximación tomada

aquí es que una teoría empírica puede ser articulada sin necesidad de mirar de cerca el uso diario de

´causalidad´. Por el contrario, el punto de partida serán pistas tomadas de la ciencia” (Dowe, 2007,

p. 12). ¿Qué tipo de “pistas” tomará de la ciencia esta teoría? Bueno, acudirá a casos —tomados de

la física cuántica— de partículas subátomicas decayendo en otras, acudirá a los conceptos —

tomados de la relatividad, como ya vimos— de proceso causal y proceso no causal, acudirá a los

�18

usos de probabilidad en las ciencias médicas (Dowe, 2007, p. 12), etc. Pero, más allá de estas muy

esquemáticas consideraciones, ¿exactamente qué quiere decir que la teoría es de carácter empírico?

Una teoría de la causalidad puede estar interesada en analizar la causalidad a partir de

nuestros enunciados causales diarios. En este sentido, la teoría esperaría determinar qué es la

causalidad a partir de un análisis de enunciados como “el golpe con la puerta me causó un chichón”,

o “los impuestos causaron pobreza” o “mi descuido causó la muerte de las plantas”. En pocas

palabras, una teoría de la causalidad podría desarrollarse a partir de lo que se conoce como análisis

conceptual. En este tipo de análisis partimos de nuestra forma corriente de pensar y hablar,

examinamos las intuiciones que tenemos al respecto teniendo en cuenta que somos “usuarios

maduros” del concepto y evaluamos las implicaciones semánticas y lógicas del concepto, todo con

el propósito de ofrecer una explicación plausible e ilustrativa del mismo (Dowe, 2007, p. 2). Puesto

de una forma muy simple, el análisis conceptual espera dilucidar el concepto de causalidad que

manejamos (Dowe, 2007, p. 1).

Pero es posible que una teoría de la causalidad no esté enfocada en determinar cómo debe

entenderse nuestro concepto de causalidad, sino que espera investigar qué hay en el mundo que

constituye lo causal. Esto es lo que Dowe denomina “análisis empírico”, cuyo propósito, antes de

buscar qué tienen en común nuestras distintas locuciones que contienen la palabra causa, es

determinar qué es la causalidad en el mundo objetivo. En palabras de Dowe, “el análisis empírico

busca determinar qué es la causalidad en el mundo actual” (Dowe, 2007, p. 3). La pregunta central

para este tipo de análisis es, parafraseando a Hume, “qué es la causalidad en los objetos”, y en este

sentido, es una pregunta ontológica. Para quienes persiguen este tipo de análisis, “comprender la

causalidad es ir más allá de las palabras y mirar al mundo” (Dowe, 2007, p. 4). Sin embargo, como

ya hemos de sospechar, inmediatamente veremos que la distinción no es tan clara como intenta

sugerir el filósofo australiano.

Dowe reconoce que ambos tipos de análisis pueden llegar a mezclarse y que la distinción

entre análisis empírico y análisis conceptual no es totalmente nítida —por ejemplo, poner atención a

las diferentes formas en que usamos los conceptos puede ser una tarea empírica e interpretar los

resultados de la ciencia y la forma en que entra la causalidad en las teorías científicas tiene algo (o

todo) de análisis conceptual—. Así que debemos tener cuidado al interpretar a Dowe cuando pone el

contraste entre análisis empírico y análisis conceptual como un contraste entre “causalidad en el

mundo” y “causalidad en la forma de hablar”. Sería problemático pensar que un análisis empírico

funciona como un análisis que quisiera responder una pregunta análoga a “¿cuál es la composición

del agua?” Para determinar la composición del agua debemos observar el mundo y hacer �19

experimentos, pero para determinar qué es la causalidad no podemos ir a un laboratorio. Así que

cuando Dowe habla de “ir al mundo”, lo que está queriendo decir es más bien que debemos ver

cómo y en qué circunstancias aparece la causalidad en la ciencia, en las teorías, en las leyes, en los

experimentos; cómo es la causalidad en el mundo es, más precisamente, cómo es la causalidad en la

ciencia . Para dar un ejemplo, se trata de comprender qué está pasando con el átomo A y con el 13

átomo B cuando la ciencia nos dice “el decaimiento de A causó la creación del átomo B” (lo que

está pasando es que se da una interacción de un tipo específico —diría la teoría de Dowe—). Pero

es verdad que, tomado como una interpretación del concepto de causalidad en la ciencia, el análisis

empírico termina siendo conceptual (Dowe, 2007, p. 11).

Sin embargo, Dowe quiere insistir en que ambas cosas no son equivalentes, anota por ejemplo

que es legítimo acudir a mundos posibles para examinar el alcance de un análisis conceptual pero

no lo es si vamos a evaluar el de uno empírico. Además, a un análisis empírico le interesa lo que la

ciencia pueda decir al respecto , por ejemplo le interesa que para la mecánica cuántica las causas 14

no son suficientes para los efectos, que la entropía nos señala asimetrías causales, que los taquiones

y las desigualdades de Bell nos permiten considerar la posibilidad lógica de causalidad que va hacia

atrás en el tiempo, etc. (Dowe, 2007, p. 8). Dice Dowe: “hay muchas formas en que la ciencia

informa a la filosofía; y cuando la filosofía toma estos resultados en consideración, eso es análisis

empírico” (Dowe, 2007, p. 8). A pesar de lo dicho por Dowe, creo que no deja de ser problemático

el contraste que propone entre estos dos tipos de análisis –más aún cuando el propio Dowe acepta

que, entendida como un análisis del uso del concepto de causalidad en la ciencia, la suya puede

entenderse como una teoría conceptual–. De hecho, yo creo que los nombres que le da Dowe a estos

tipos de análisis pueden ser muy confusos. Como veremos más adelante (en especial en la sección

Juego de intuiciones), la distinción que requiere Dowe y que posiblemente está tratando de

presentar en este momento, no es más que una distinción entre un análisis que le da mucha

importancia a nuestro uso del concepto “causa” y uno que no.

Yo sí creo que en últimas el de Dowe es un análisis conceptual, sólo que es un análisis –y esta

es la distinción que realmente importa– encaminado en resolver preguntas metafísicas en torno a la

causalidad, y un análisis que deja de lado consideraciones como nuestra forma de atribuir relaciones

causales y que no ahonda en cuestiones semánticas de los enunciados causales. Mi sugerencia,

�20

Tal vez Dowe no hace esta aclaración porque dado que la ciencia habla del mundo, de los objetos extralinguisticos, 13

examinar la causalidad en la ciencia es examinarla en su forma extralinguistica, es decir, es investigar qué es en el mundo —en todo caso esta idea no es evidente y Dowe debió haberla discutido—

Podemos objetar que a un análisis conceptual también le importa esto mismo. Sin embargo, como veremos más 14

adelante, el análisis empírico le puede dar más valor a los resultados de la ciencia que el conceptual.

adelantándome a discusiones que enfrentaremos mucho más adelante, es que lo que Dowe

denomina análisis conceptual no es más que la posición de aquellos teóricos que esperan capturar

ciertas condiciones necesarias y suficientes del concepto de causalidad a partir de un análisis de

nuestro uso del concepto. Por su parte, lo que Dowe denomina análisis empírico es simplemente un

análisis que, aunque parte también de nuestro uso del concepto, no pretende buscar una explicación

que respete del todo nuestro uso, sino que espera indagar sobre las cuestiones metafísicas que

pueden estar implicadas en el concepto y, claro, le da un peso importante a los resultados de la

ciencia . 15

Entendiendo entonces la distinción entre análisis empírico y análisis conceptual como una

diferencia en el tipo de preguntas que la teoría espera resolver, queda mucho más clara la diferencia

que quiere recalcar Dowe: una teoría interesada en las características que presentan nuestros

enunciados causales –análisis conceptual para Dowe– no debe ser leída como una explicación de la

verdadera naturaleza de la causalidad en el mundo (vía su uso en la ciencia) y una teoría con

pretensiones metafísicas –análisis empírico– no debe ser tomada como ofreciendo un análisis del

sentido común o de la forma de hablar. Y por esto último, a la hora de evaluar las virtudes y los

problemas de una teoría de la causalidad es fundamental tener claro qué tipo de análisis –qué tipo 16

de preguntas– está interesada en llevar a cabo (seguiré hablando en términos de análisis conceptual

y análisis empírico, pero debemos tener presente las consideraciones recién hechas para entender

mejor lo que quiere decir Dowe).

Ahora, si a Dowe no le interesa realizar un análisis conceptual –entendiendo conceptual como

un análisis del uso del concepto– ¿qué nos garantiza que su teoría si esté explicando la causalidad?

�21

Aquí debo mencionar otra alternativa interpretativa de la distinción entre ambos tipos de análisis sugerida por 15

Santiago Amaya (profesor de la Universidad de los Andes), quien fue jurado de mi tesis. La distinción que pretende Dowe se puede poner como una entre hacedores de verdad y condiciones de verdad; el análisis conceptual espera determinar cuáles son las condiciones de verdad de un enunciado causal, mientras que el análisis empírico se interesa por entender qué hay en el mundo que permite la verdad, es decir, qué hace posible que estos enunciados tengan condiciones de verdad. Frente a esta sugerencia, considero dos cosas: 1) La distinción en estos términos puede ser más clara que la del propio Dowe y tiene sentido pensar el problema desde esta interpretación pero 2) considero que esta interpretación es incompatible con algunos pasajes de Dowe en los que el filósofo australiano insiste en poner el contraste entre ambos tipos de análisis como un contraste entre uso del concepto y su naturaleza metafísica.

Como sugiere Dowe pero sin otorgar ninguna explicación, es posible que la teoría contrafáctica, la teoría 16

probabilistica y la teoría manipulabilista estén ofreciendo un análisis conceptual del concepto de causa (Dowe, 2007, p. 12). Muy esquemáticamente, creo que se puede dar sentido a la anterior idea, al menos en lo que concierne a la teoría contrafáctica; primero, la teoría funciona satisfactoriamente en muchos casos a pesar de que no es fácil determinar qué en el mundo hace verdad a un contrafáctico. Segundo, la teoría contrafáctica acude a mundos posibles, lo que la sitúa según las consideraciones previas en el dominio del análisis conceptual —recordemos que un análisis que se preocupa por las implicaciones lógica y semánticas de un concepto es para Dowe un análisis conceptual—. Aun así, alguien podría objetar que hablar de mundos posibles no va en detrimento de una explicación de la causalidad en nuestro mundo, ni necesariamente hace a una teoría más conceptual que empírica —aunque, repito, creo que aquí hay un punto a favor de Dowe que podría explorarse mejor—. Este debate es importante porque si lograra justificarse que estas teorías son conceptuales, esto implicaría que las teorías no están compitiendo con la teoría de Dowe sino que por el contrario, quedaría abierta la posibilidad de que se pudieran complementar.

¿No será que Dowe está postulando —inventando— una entidad X que poco o nada tiene que ver

con aquello que llamamos causalidad? La pregunta es importante dado que, aun si llegara a ser

exitosa la teoría de Dowe, podría quedar la incómoda preocupación de que eso que Dowe terminó

explicando no era lo que nos interesaba. “Queremos saber la naturaleza verdadera de la cosa que

llamamos causalidad antes que la naturaleza verdadera de algo totalmente diferente” (Dowe, 2007,

p. 9). La respuesta a este problema debe comenzar por recordar que la causalidad que quiere

explicar Dowe es la que aparece en la ciencia; y dado que los científicos acuden al concepto de

causalidad en sus conversaciones especializadas, esto garantiza que un estudio de la causalidad de

la que hablan los científicos en sus disciplinas esté —aun si fuera sutilmente—vinculado al

concepto diario del sentido común . Si la ciencia hubiera desarrollado una definición técnica de la 17

causalidad, entonces nada nos garantizaría que estudiar la causalidad como es usada en la ciencia

permitiera estudiar al concepto de la vida diaria, pero dado que este no es el caso, estudiar cómo es

usada la causalidad por los científicos en sus teorías es estudiar un concepto muy cercano al

concepto del sentido común (no digo “idéntico” porque cuestiones como la posibilidad de la

causalidad inversa que aparece en la física cuántica no tendrían lugar en el sentido común).

Dowe nos facilita una analogía para ilustrar mejor este punto. Dice que con el concepto de

causalidad podría suceder algo similar a lo que pasa con el concepto de energía. Hace 200 años no

existía una definición técnica de energía en la ciencia y luego se fue desarrollando en la física una

definición técnica del concepto . Sin embargo, una vez desarrollada esta definición técnica la 18

palabra energía no fue reemplazada por otra en la física, ni tampoco sucedió que en nuestras

locuciones diarias comenzáramos a tener en cuenta los detalles de la definición técnica —por

ejemplo, muchas veces hablamos de energía cuando técnicamente estamos hablando de fuerza—.

Algo similar ocurrió con la temperatura, su definición técnica demandó trabajos en la

termodinámica del siglo XVIII y XIX pero nunca fue reemplazada la palabra por una “nueva”. La

idea de Dowe es que en ningún momento del desarrollo de estos conceptos fue necesario considerar

hasta qué punto el concepto que iba emergiendo difería del concepto diario. “Lo importante es que

el uso del término “energía” guarda una conexión histórica con la definición científica, suficiente

�22

Dowe desarrolla una serie de posibles objeciones y respuestas a esta idea (ver páginas 9-11). Para mí sólo interesa 17

que el vínculo entre la causalidad que espera estudiar Dowe y la causalidad de la vida diaria están conectadas por dos elementos: 1) el hecho de que la ciencia usa un concepto no técnico de causalidad, es decir, el hecho de que el concepto diario de causalidad entra directamente en la ciencia sin ninguna “purificación” previa. 2) El concepto usado en la ciencia está ligado históricamente al uso diario del concepto, al fin y al cabo, entró en el dominio de la ciencia a partir de las locuciones de los científicos en la vida diaria.

Lo que quiere hacer Dowe es ofrecerle a la ciencia la contraparte técnica al concepto de causalidad. Accidentalmente, 18

por las razones recién expuestas —en particular porque el concepto del sentido común está vinculado al científico—, esta definición podría dar luces sobre el concepto de nuestras locuciones diarias.

para garantizar tal uso del concepto, aun cuando el uso popular de la palabra continuó siendo un

poco vago e impreciso” (Dowe, 2007, p. 10). Y es importante también que, precisamente porque lo

que espera es un análisis empírico, la pregunta acerca de lo equivocado que está el sentido común

con respecto al término de causalidad queda por fuera de los límites de la investigación de Dowe.

Resumiendo, que el concepto del sentido común y el que aparece en la ciencia estén relacionados se

debe a la conexión histórica y al hecho de que la ciencia no use el concepto de modo técnico, pero

la completa coincidencia entre el concepto en la ciencia y el concepto en el uso diario es algo que

no debemos esperar encontrar si aceptamos que ambos tipos de análisis persiguen diferentes

preguntas.

Por supuesto, es verdad que Dowe acude a cierta pre-concepción del concepto, al uso que él

hace del mismo, y es verdad que nadie aceptaría una teoría empírica que no respetase ni la mitad de

nuestras locuciones causales. No creo que Dowe quiera tampoco defender una teoría empírica

olvidándose por completo del aspecto conceptual. En últimas, todo lo que quiere advertir Dowe,

creo, es que va a darle más énfasis a otras cuestiones distintas al uso diario del concepto Sin

embargo, reconozco que hay cierta tensión entre las consideraciones metodológicas de Dowe y lo

que termina haciendo en algunos momentos del libro: a pesar de todo lo discutido en esta sección

Dowe va a permitir que el sentido común participe en varios momentos de la exposición de su

teoría y de hecho, Dowe le da un rol preponderante cuando examina el problema de la causalidad

negativa que es el que a nosotros nos interesa en este trabajo. Como veremos más adelante, en esos

pasajes el filósofo acude varias veces al sentido común y se preocupa por explicar por qué este a

veces parece conducirnos a los resultados equivocados —equivocados según los resultados de la

teoría de Dowe—.

Considero importante adelantarnos un poco y mostrar que hay dos razones por las cuales

Dowe, a pesar de lo discutido en este momento, “conversa” con nuestro uso del concepto en la

discusión en torno a la legitimidad de la causalidad negativa: 1) la casualidad negativa es muy

común en la ciencia y, dado que su proyecto es empírico, Dowe no podía darle la espalda a este

hecho; y 2) juega un rol tan importante para el sentido común que darle la espalda a nuestras

intuiciones al respecto terminaría por generar dudas sobre si debemos llamar “causalidad” al tipo de

cosa que la teoría de Dowe termina estudiando.

Recapitulando, para Dowe es posible hacer una distinción entre teorías de la causalidad

empíricas y teorías de la causalidad conceptuales. Planteada en estos términos la distinción es

confusa y por eso he sugerido que la veamos como una distinción sobre el tipo de preguntas que la

teoría está interesada en resolver –veremos que esto tiene más sentido con lo que encontraremos en �23

los próximos capítulos–. Lo importante es que hay teorías que esperan encontrar lo distintivo de la

causalidad en el “mundo extralinguistico”, mientras que otras esperan buscar lo distintivo de lo

causal en nuestra forma de hablar. La que a nosotros nos interesa, la teoría de Dowe, es del primer

tipo. Así que, para criticar a Dowe, antes debemos hacernos la pregunta meta–filosófica, ¿qué tipo

de análisis buscaba el filósofo? Como veremos en la discusión sobre causalidad negativa, si

tenemos presente el tipo de preocupaciones que le interesan a Dowe, podemos entender mejor la

forma en que el filósofo lleva la discusión en algunos momentos.

�24

2. Causalidad Negativa !2.1 El problema !

A un astronauta de la Estación Espacial Internacional le es asignada una misión peligrosa; debe salir

de la nave para arreglar uno de los radares que se encuentran en la parte exterior, cerca de uno de

los motores. Una vez en el espacio exterior, sostenido de la nave sólo por un cable, comienza a

acercarse al lugar donde está el radar. Se acerca con toda la precaución del caso y cuando está a

punto de llegar, un objeto flotante —algún desecho espacial— lo golpea fuertemente en su casco . 19

Desafortunadamente se le abrió un pequeño orificio y muere de forma inmediata —el vacío del

espacio exterior es mortal—. La casi nula presión hace que las células y los glóbulos rojos exploten,

los órganos también se hinchan hasta explotar. Es así como el vacío le causó una muerte instantánea

al valiente astronauta.

El vacío sin embargo es negativo, el evento negativo por excelencia; es, por definición, la

ausencia de todo (ausencia de átomos, de materia, de presión). Rechazar la causalidad negativa es

afirmar que es falso que el vacío —o si se quiere, la falta de presión— causó la muerte del

astronauta. “Podemos rechazar, por ejemplo, que el vacío es mortal… Simplemente afirmar esta

respuesta es completar la reducción al absurdo contra ella” (Lewis, 2004, p. 281). La situación se

vuelve más crítica si notamos que casos como “mi cortarle la cabeza le causó la muerte” o “la

ahorqué hasta causarle asfixia” o “le disparé en la cabeza y lo maté” son todos casos de causalidad

negativa; decapitar o ahorcar o una bala en la cabeza, los tres son procesos (eventos positivos) que

evitan que se den (causan “ausencias”) otros procesos, estos últimos necesarios para mantener la

vida. Por ejemplo, mediante estos violentos procesos se previene la circulación de oxígeno, la de la

sangre, etc. Y estas ausencias —la ausencia de sangre en la cabeza, de oxígeno en los pulmones—

son a su vez la causa de la muerte —o eso pensaríamos a menos que rechazáramos la causalidad

negativa—.

La larga sequía en un bosque causó la muerte de un gran número plantas. Supongamos que

fue una sequía extrema, de ausencia completa de agua. En contraste con esta situación, en otro

bosque ha llovido continuamente y la cantidad de agua ha sido tan abundante que varios animales y

varias plantas murieron por inundaciones. La única diferencia entre ambas situaciones es el valor

�25 ¡No conocía la (muy buena) película Gravity cuando escribí esto!19

que toma la variable “proporción de agua en el ambiente”; en un caso es cero, en el otro es algún

valor X (un valor X muy por encima del valor medio de agua). Jon Williamson, cuestionando el

tratamiento especial que hace Dowe para explicar la causalidad negativa —tratamiento que

examinaremos más adelante—, se pregunta: “¿Qué tiene tan especial el 0% que, en ese caso y sólo

en ese caso, el enunciado causal debe tener un análisis radicalmente diferente? (Williamson, 2011,

p. 433). A Williamson le molesta que los defensores de las teorías de conexión física deban formular

una teoría alternativa para dar cuenta de la causalidad negativa y para mostrar por qué esta no es

causalidad genuina —es decir, le molesta que el caso del primer bosque sea analizado de forma

diferente al caso del segundo bosque—.

Otro astronauta ahora debe salir a recuperar el cuerpo muerto de su compañero. Para abrir la

compuerta exterior de la cápsula principal usa su mano derecha. Cierra sus dedos para apretar la

compuerta y después le ejerce una fuerza contraria a las manecillas del reloj. Después de unos

segundos logra abrirla. Podemos decir que la fuerza que ejercen sus dedos sobre la compuerta

causan que esta gire, y que la causa de que la puerta se abra es el giro de la compuerta. Todos estos

son, a simple vista, casos muy naturales de causalidad, y todos parecen casos de causalidad positiva

—el giro es un evento positivo, la fuerza aplicada por los dedos también lo es, el movimiento de

apertura de la puerta también—. La teoría de Dowe puede explicar perfectamente estos casos. Sin

embargo, Jonathan Schaffer nos explica que las contracciones musculares envuelven eventos

negativos (Schaffer, 2004, p. 200). La idea de Schaffer, dada por él en otro ejemplo, es que si

examinamos con cuidado el movimiento de la mano y de los dedos del astronauta cuando este sujeta

la compuerta, vamos a encontrar eventos negativos. Muy esquemáticamente lo que sucede a nivel

anatómico es así: la tropomiosina es una proteína que bloquea la unión entre la miosina y la actina.

Cuando una señal nerviosa se da, esta impide —a través de moléculas de calcio— que la

tropomiosina actúe, y entonces, la tropomiosina no puede impedir la unión entre la actina y la

miosina. Y es la unión entre la miosina y la actina lo que hace que se de la contracción muscular

(esta unión se da siempre que la tropomiosina no actúa). Así que la señal nerviosa impide que la

tropomiosina actúe, y la no actuación de la tropomiosina permite que la actina se junte con la

miosina, creando la contracción muscular. Conclusión: la contracción del músculo que presiona la

�26

compuerta es un proceso de causalidad negativa (por el evento “ausencia de tropomiosina 20

actuando”) y entonces, para los oponentes de la causalidad negativa, la fuerza que aplican los dedos

del astronauta no causa el giro de la compuerta. Segunda conclusión: dado que todas las acciones

humanas involucran el movimiento de al menos un músculo, ninguna acción humana es causal.

En la biología, en la física, en la astronomía, en la psicología, en la economía, en muchas —

para no decir todas— las disciplinas es fácil encontrar casos de causalidad negativa; cuando un

órgano deja de desempeñar sus funciones causa diversos tipos de procesos perjudiciales para el

organismo; en la física lo que se conoce como “huecos de electrones” (que son ausencia de

electrones) producen diferentes tipos de efectos en los metales; en la medicina muchas

enfermedades son causadas por la ausencia de ciertas sustancias; en el derecho existe la

responsabilidad por omisión —ser negligente es penalizado—. Así que más allá de los resultados

contra–intuitivos que este rechazo trae consigo, más allá de implicar que el vacío no mata o que los

dedos del astronauta no abren la compuerta, el rechazo de la causalidad negativa es un problema

importante si tenemos en cuenta que la de Dowe es una teoría que se inspira en un análisis

empírico: el problema es que, como vimos, la ciencia y muchas disciplinas están llenas de ejemplos

en los que a veces las ausencias fungen de efectos o causas. Así, la causalidad negativa no sólo es

exigida por nuestro sentido común sino que es requerida por la práctica científica, por aplicaciones

teoréticas y conceptuales (Schaffer, 2004, p. 203). Por lo anterior, parece que hay motivos

suficientes para dejar de lado el proyecto de Dowe y el proyecto de cualquier teoría que espere

analizar lo causal a partir de interacciones físicas entre la causa y el efecto. O al menos, motivos

suficientes para argumentar que lo causal, aunque a veces puede serlo, es mucho más que una

conexión física.

El propósito de los siguientes dos capítulos, que es también el objetivo principal del presente

trabajo, es explicar cómo la teoría causal de Phil Dowe puede responder al reto que los defensores

�27

Es cierto que aquí hay un cambio en el nivel de descripción del evento: estamos pasando de una descripción a nivel 20

macro a una descripción a nivel micro. Para los propósitos de este trabajo es suficiente con anotar que la posición de Dowe en este respecto no es distinta a la de Schaffer; para ambos es cierto que si al cambiar el nivel de la descripción encontramos causalidad negativa, entonces el evento inicialmente descrito depende de patrones de causalidad negativa. Más precisamente, en caso de que se mostrara que un evento e descrito desde cierta perspectiva P está compuesto de varios eventos {E}, dada la tesis de la supervinencia de la imagen manifiesta en la imagen científica (sección 1.2 La teoría), si los eventos {E} implican causalidad negativa, entonces el evento e al que nos referimos desde la descripción P implica causalidad negativa. Así que aún si desde cierto nivel de descripción (digamos “nivel macro”) ciertos eventos no parecen involucrar eventos negativos, si se logra mostrar que supervienen en eventos que están involucrados en relaciones causales negativas, Dowe debe aceptar que las relaciones causales de estos eventos “macro” no son genuinas y de hecho lo acepta (esto lo veremos en la sección 3.1 cuando Dowe afirma que por cuestiones epistémicas muchas veces somos incapaces de reconocer cuándo tenemos un caso de un evento negativo y cuándo no). En todo caso, se sale del alcance de este trabajo discutir más a fondo este problema como también se ha dejado por fuera una discusión de la individuación de los eventos (aquí se asume la tesis de que un evento admite diferentes niveles de descripción a diferencia de los hechos: “su golpe suave” y “su golpe” son hechos diferentes, pero el mismo evento . Ver Davidson (2001, p. 163).

de la causalidad negativa han sentado. El reto está en explicar cómo una teoría causal como la de

Dowe que rechace la causalidad negativa puede seguir siendo una teoría satisfactoria. O dicho de

otra forma, el reto consiste en defender que la causalidad en Dowe es realmente causalidad y no una

cosa estipulada —inventada—, no una entidad artificial que poco o nada tiene que ver con lo causal.

El reto es salvaguardar la legitimidad de la teoría de Dowe, legitimidad puesta en vilo con el

rechazo —para algunos absurdo— de las “ausencias causales”. Desde ahora, siguiendo a Dowe, me

referiré a aquellos que defienden la legitimidad de la causalidad negativa como “genuistas” y a los

que no como “no genuistas” (genuista porque considera que la causalidad negativa es genuina, y

“no genuista” porque no lo considera).

La estrategia para responder al reto empieza por reconocer que, a pesar de las varias críticas

expuestas en las primeras páginas de este capítulo, en realidad sólo son dos: 1) es contra–intuitivo el

rechazo de la causalidad negativa y 2) la causalidad negativa es requerida por diferentes (o todas)

las disciplinas científicas. Es contra–intuitivo afirmar que “el vacío no mata”, o afirmar que “se

necesitan teorías diferentes para tratar casos cuya única diferencia entre sí es el valor de una

variable”, o aseverar que “ninguna acción humana constituye un proceso causal”. Y es problemático

sostener que todas las disciplinas empíricas están equivocadas cuando hablan de causalidad

negativa. De hecho, es tan poco intuitivo afirmar las anteriores cosas que en eso consiste el enorme

desafío de defender la teoría de Dowe. Pero como ya dije, el primer paso es identificar la crítica: el

rechazo de la causalidad negativa es sumamente contra–intuitivo y nos obliga a decir que las

ciencias sociales y exactas están profundamente equivocadas con respecto a la causalidad.

El capítulo se divide en dos partes principales, cada una de las cuales tiene varias secciones.

La primera parte se denomina Juego de intuiciones. En ella vamos a mostrar que, a pesar de las

fuertes intuiciones presentadas por el genuista al comienzo del capítulo, también hay intuiciones

que rechazan la causalidad negativa. Específicamente, se verá que no hay una teoría de la

causalidad que pueda acomodar la mayoría de nuestras intuiciones. La segunda parte se llama

Problemas para una teoría que acepte la causalidad negativa, y como su nombre lo indica, en esta

parte se discutirán algunas dificultades que la posición genuista debe enfrentar. En particular,

veremos que el genuista no puede evitar el denso debate metafísico en torno a la naturaleza de los

eventos negativos, que su posición presenta dificultades con respecto a la localización de los

eventos ausentes y por último, examinaremos algunos problemas de tipo lógico y semántico que los

enunciados de causalidad negativa presentan.

!�28

2.2 Juego de intuiciones !

2.2.1

!En todos los ejemplos mencionados por el genuista (discutidos al comienzo del capítulo) podemos

reconocer la siguiente estructura: un evento negativo causa un evento positivo. Ahora, quiero

mostrar que la teoría contrafáctica en su versión más simple explica con suma facilidad los casos de

causalidad negativa. El vacío (evento A) mató al astronauta (evento B) porque si este no se hubiera

expuesto al vacío (si A no se hubiera dado), sus células no se habrían explotado (B no se habría

dado); mi no regar las plantas (A) las mató (B) porque si yo las hubiera regado (no–A), estas

habrían seguido con vida (no–B); la fuerza de los dedos del astronauta (A) causó el giro de la

compuerta porque si no se hubiera aplicado dicha fuerza (si no–A) la compuerta no habría girado

(no–B). En todos estos ejemplos, la teoría contrafáctica explica que A causa B porque si no se

hubiera dado A, no habríamos tenido B, donde por supuesto A en estos casos es un evento negativo.

Así que la teoría contrafáctica puede dar cuenta de la causalidad negativa, y de hecho, el análisis

que ofrece esta teoría para estos casos es muy intuitivo. Esto último sugiere que el sentido común,

al menos en los casos de causalidad negativa, favorece la teoría contrafáctica de la causalidad . Y 21

esto último además indica que el rival más importante al que se enfrentará la teoría de Dowe en la

discusión de la causalidad negativa es la teoría contrafáctica . 22

Sin embargo, los ejemplos expuestos por el genuista no muestran que el rechazo de la

causalidad negativa es siempre contra–intuitivo sino que hay algunas situaciones en las cuales lo es.

La otra cara de la moneda es que también hay situaciones en las que el rechazo es sumamente

intuitivo. El sentido común puede aceptar que la ausencia de presión mató al astronauta porque si

no hubiera estado expuesto a esta ausencia de presión, él no se habría muerto. También podría

aceptar, por ejemplo, que la falta de un casco más resistente causó la muerte del astronauta porque

si este hubiera tenido un mejor casco, este no se habría roto con el golpe. Incluso nuestras

�29

Helen Beebee también cree que el sentido común presupone, en su reconocimiento de relaciones causales, este 21

criterio contrafáctico (Beebee, 2004).

Por esto mismo una parte importante del capítulo se dedicará a mostrar los inconvenientes de una teoría contrafáctica 22

que acepte la causalidad negativa. Sin embargo, otras teorías que podrían adoptar la causalidad negativa son susceptibles a las mismas críticas elaboradas contra la posición contrafáctica; por ejemplo, la teoría manipulabilista es contrafáctica por construcción (“si X fuera manipulada de tal forma, Y cambiaría de tal forma”, “si X hubiera sido manipulada de modo W, Y cambiaría de modo V”). Además hay unas versiones de la teoría probabilistica que tiene un componente contrafáctico: “si X no se hubiera dado, la probabilidad de Y no hubiera aumentado”. Más allá de esto, encontraremos una crítica más general que no depende de la aceptación del criterio de dependencia contrafáctico; esta es la crítica de los relatas ausentes (que veremos en la sección 2.3.1) y que es un problema para toda teoría que acepte la causalidad negativa y que al mismo tiempo considere que los relata causales han de ser eventos.

intuiciones podrían conceder que la falta de un radar que detectara objetos espaciales peligrosos fue

una causa de la muerte —aunque quizá nos parecerá menos relevante— porque si hubiera existido

este radar, el astronauta hubiera evitado el incidente. Pero de ninguna manera nuestras intuiciones

van a estar de acuerdo con que la ausencia de una manada de elefantes alrededor del astronauta

causó la muerte del astronauta, a pesar de que esto cumpliría con la dependencia contrafáctica: si

hubieran estado esos elefantes alrededor del astronauta el desecho espacial no hubiera golpeado al

astronauta y este no se hubiera muerto. Así que, incluso si aceptamos que hay muchos casos en los

cuales nuestras intuiciones favorecen la legitimidad de la causalidad negativa, también debemos

conceder que hay muchos casos en los cuales nuestras intuiciones rechazan este tipo de causalidad.

Sin embargo, el genuista parece tener una salida: el genuista podría contestar que el sentido

común no acepta cualquier tipo de causalidad negativa, podría argumentar que la causalidad

negativa debe ser caracterizada de una forma más precisa que la simple dependencia contrafáctica

entre efecto y causa. Así, el genuista podría buscar criterios para mostrar por qué la ausencia de

elefantes no es una causa del golpe al astronauta a pesar de que esta ausencia de elefantes satisface

el criterio contrafáctico. Aunque Dowe ignora esta salida Beebee la examina y muestra los

diferentes problemas. Con el fin de ser justos con el genuista paso a examinar algunas sugerencias

que esperan explicar por qué el ejemplo de los elefantes no es causal y así, explicar por qué una

posición que acepte a la causalidad negativa es más respetuosa con nuestras intuiciones que una

teoría que rechaza a esta clase de causalidad. Al final mostraré que ninguna de las sugerencias es

satisfactoria.

La primera opción para diferenciar el caso de los elefantes del caso del vacío parece bastante

natural; la diferencia entre el caso de los elefantes y el del vacío es la frecuencia o la normalidad

con la que ocurren ambas situaciones. Estamos acostumbrados a que el vacío cause que las cosas

que entran en contacto con él se inflen o exploten, pero en ningún modo estamos acostumbrados a

elefantes en el espacio exterior. La sugerencia, expuesta por Hart y Honoré (Beebee, 2004, p. 295),

es que hay un criterio de normalidad que debemos tener en cuenta si queremos entender por qué

nuestro sentido común discrimina como lo hace a la causalidad negativa. Así, además del criterio

contrafáctico, parece que debemos agregar un criterio nuevo que llamaremos criterio de

normalidad. El criterio de normalidad se hace más claro en un caso como el de la planta; mi no

regar mis plantas es causa de la muerte de las mismas porque, además de que se cumple el criterio

que ya vimos, a saber, la dependencia contrafáctica —si hubiera regado las plantas estas no se

habrían muerto—, también se cumple que yo suelo regar mis plantas, así que es algo anormal que

yo no las haya regado esta vez. En cambio, que Obama no haya regado mis plantas no es causa de la �30

muerte de mis plantas porque, aunque hay dependencia contrafáctica —si Obama las hubiera regado

estas no habrían muerto—, no se satisface el criterio de normalidad —no es algo anormal que

Obama no riegue mis plantas—.

Además de este nuevo criterio, Stapleton (Beebee, 2004, p. 296) bien señala que hay

consideraciones morales y epistémicas cuando juzgamos situaciones causales. Por ejemplo, decimos

que la negligencia de un policía al no actuar en presencia de un robo es causa del escape del ladrón,

incluso si este fuera el primer policía de la historia, es decir, así no sea algo normal que un policía

castigue a un ladrón. Decimos que es la causa porque sabemos cuál es la función del policía. De

modo similar, si un vendedor de una droguería nos vende una droga que tiene efectos secundarios

perjudiciales, y si al tomarnos la droga somos víctima de esos efectos, diremos que el vendedor es

responsable —una consideración moral— de lo que me sucede porque su descuido o su ignorancia

fueron causa de que yo hubiera comprado esa droga. Sin embargo, si nadie en el mundo sabía de

esos efectos —consideración epistémica—, no vamos a afirmar que la ignorancia del vendedor fue

causa de mis problemas, es decir, no vamos a atribuir ninguna responsabilidad moral al vendedor.

Tenemos entonces que al criterio contrafáctico debemos añadirle un criterio cuya forma general es

así: la ausencia de un evento de tipo A es, o anormal, o constituye la violación de una norma

epistémica, moral, legal u otro tipo de norma (Beebee, 2004, p. 296).

Estoy de acuerdo con Beebee cuando sugiere que estos dos criterios —el de la dependencia 23

contrafáctica y el de la violación de una norma— recogen de un modo satisfactorio la mayoría de

nuestros enunciados causales, y así, pueden servir en tanto un análisis del uso ordinario del

concepto de causa. También estoy de acuerdo con ella en que como análisis metafísico de la

causalidad negativa, esta es una aproximación infructífera; el problema con esta forma de

caracterizar lo causal es que “si tomamos esta definición como dándonos las condiciones de verdad

de enunciados causales, entonces debemos decir que los hechos causales dependen de hechos

normativos: hechos acerca de sí una norma moral o epistémica ha sido violada. Pero nadie en la

tradición de la metafísica de la causalidad cree que los hechos causales dependen de normas que

dependen de los humanos” (Beebee, 2004, p. 295). Es cierto que para un no realista frente a la

�31

Beebee examina otro criterio posible para respetar nuestras intuiciones: consideramos como causales aquellos 23

procesos en los cuales el evento ausente ocurre en un mundo posible cercano; por ejemplo, el evento ausente en “mi no regar las plantas” es “mi regar las plantas”, y “mi regar las plantas” es un evento que podría darse en un mundo posible cercano al actual –pues generalmente yo riego las plantas así que un mundo en el que las riego es bastante similar al actual–. Por el contrario, el evento ausente en “Obama no riega mis plantas” es “Obama riega mis plantas”, pero el evento “Obama riega mis plantas” se da en un mundo posible muy distante al actual. Sin embargo, un criterio así no deja de ser problemático; ¿cuál es el límite de semejanza? ¿Cuál es la métrica mediante la cual podemos determinar el mundo que es suficientemente cercano para que eventos en él pudieran fungir de causas negativas en nuestro mundo?

causalidad esta no sería una objeción, pero debemos recordar que estamos defendiendo la teoría de

Phil Dowe, la cual adopta una posición realista frente a la causalidad: hay algo en el mundo

(independiente de los humanos) que constituye lo causal.

Además del anterior problema —hacer depender una postura metafísica en una normativa—,

defender la legitimidad del segundo criterio haría que la verdad de enunciados causales se volviera

una cuestión relativa (diferentes estándares llevarían a diferentes verdades causales) (Beebee, 2004,

p. 297). Por ejemplo, enfocándonos en el criterio de normalidad: ¿cuánto es normal? ¿Cuántas

repeticiones de un evento en el pasado cuentan como normal? Si Obama hubiera regado mis plantas

dos veces en el pasado, y yo siete, ¿que Obama no las haya regado esta vez es lo suficientemente

anormal como para contar ese evento negativo como causa? El límite es arbitrario, y depende

precisamente de los estándares de normalidad que se manejen (lo cual es relativo). Es precisamente

por las dificultades para determinar criterios adecuados que limiten los casos de causalidad

negativa, dificultades para trazar una línea que deje por fuera a los elefantes pero deje por dentro al

vacío, la razón por la cual la cuestión es de todo o nada: o hay mucha más causalidad negativa en el

mundo que la que nuestras intuiciones quisieran, o no hay ninguna.

Recapitulando, parece que los dos criterios mencionadas en esta sección —dependencia

contrafáctica y violación de una norma epistémica, moral o legal— son adecuados si nuestro

propósito es encontrar parámetros que rigen a los enunciados causales del sentido común , pero 24

son insuficientes para servir como condiciones necesarias y suficientes en una teoría de la

causalidad. La lección es clara: si queremos ofrecer una teoría de la causalidad debemos dejar de

lado la pretensión de respetar todas nuestras intuiciones causales.

2.2.2

!La sección anterior mostraba que se debía examinar con mas detalle cuál es la causalidad negativa

que el sentido común reconoce —mostraba que no es cualquier relación de dependencia

contrafáctica—, y señalaba que una adecuada explicación de esa causalidad “manejada” por el

sentido común se salía del alcance de una teoría metafísica. El paso que sigue espera lograr dos

cosas: 1) mostrar que en ciertas circunstancias el sentido común puede conceder que la causalidad

es positiva y la negativa sólo es una forma de hablar que no debemos tomar “en serio” y 2) exponer

�32 Por ejemplo, si nuestra intención es contestar la pregunta ¿cómo atribuimos o inferimos relaciones causales?24

un caso que debe suscitar dudas para aquellos que toman la palabra del sentido común como guía

absoluto.

Caso del niño: están un padre y su hijo al lado de una calle. De repente el niño sale corriendo

por la calle persiguiendo una pelota y desafortunadamente un carro que venía pasando atropella al

niño. “La inatención del padre causó la muerte del hijo” es diferente a “el atravesar la calle causó la

muerte del hijo” y diferente a un caso como “el empujón del padre causó la muerte del hijo”. Estos

últimos dos casos son ejemplos de causalidad (causalidad genuina para Dowe) porque hay una

interacción física entre “el atravesar la calle” y “el ser atropellado por un carro”, y hay un proceso

físico entre el empujón del padre, que produce un movimiento, que a su vez termina en el accidente.

En cambio en el primer caso (“la inatención del padre causó la muerte del hijo”) no hay ningún

proceso físico entre la inatención y el accidente. Dowe sugiere que podemos ver esta diferencia:

!Cuando usted dice que la inatención del padre fue la causa del accidente del niño no quiere decir que literalmente el padre hizo al hijo correr hacia el camino del carro, o que él hizo que el carro golpeará al niño. En cambio, usted quiere decir que la falla del padre en sujetar al niño fue la causa en el sentido de que si él hubiera sujetado al niño, el accidente no habría sucedido. Usted no quiere decir que él literalmente causó el accidente; quiere decir que era posible para él haberlo prevenido. (Phil Dowe, 2007, p. 125) !La idea de Dowe es mostrar que, al menos en casos como los de este ejemplo, podemos notar

una diferencia entre la causalidad negativa y la causalidad. Y esta diferencia es lo que Dowe

denomina “la intuición de la diferencia” (la idea de este nombre es que intuitivamente parece haber

una diferencia entre la causalidad y la causalidad negativa). Además, Dowe quiere fortalecer la idea

de esta intuición sugiriendo que en una variedad de contextos filosóficos parece resurgir esta misma

diferencia: en la teoría causal de la percepción hay debate en torno a si realmente observamos los

agujeros negros. En la literatura de la eutanasia está el problema de la distinción entre dejar morir y

matar, en la filosofía jurídica está el problema de si la negligencia es un ejemplo de causalidad.

Agrega Dowe, “el simple hecho de que la distinción es notada y debatida es prueba suficiente de

que hay una intuición de la diferencia”.

Una de las críticas de Schaffer a lo expuesto por Dowe en la “intuición de la diferencia” es

que pareciera haber una trampa. La trampa se da en el paso entre “el padre no lo empujó, o no lo

hizo atravesar la calle” a “este no es un caso real, literal de causalidad” (Schaffer, 2004, p. 210) y la

razón es que Dowe parece estar asumiendo su teoría de la conexión física: porque el padre no lo

hizo atravesar la calle, esto es, porque no hay un proceso físico entre el padre y el atravesar la calle

(por parte del niño) que causó el accidente, entonces se sigue que este no es un caso genuino de

�33

causalidad. Schaffer dice que más bien lo que se sigue es “mediante el no hacer nada (mediante el

no detener el hijo, mediante el no poner atención al hijo) el padre negligentemente abandonó al hijo,

y si no lo hubiera abandonado el hijo estaría a salvo, lo que lo hace un caso real de

causalidad” (Schaffer, 2004, p. 210). Lo gracioso es que al ponerlo de este modo Schaffer cae en el

mismo pecado del que acusó a Dowe: está apelando a una teoría de la causalidad de dependencia

contrafáctica como queda en evidencia cuando afirma “y si no lo hubiera abandonado, el hijo estaría

a salvo, lo que lo hace un caso real de causalidad”. ¿Por qué esto lo hace un caso real de

causalidad? Primero tendría que presuponer la teoría de dependencia contrafáctica: A causa B dado

que si A no ocurriera B no hubiera ocurrido (si no hubiera abandonado al hijo, entonces no hubiera

habido accidente).

Seguimos con un caso que ilustra de modo sencillo por qué escuchar al sentido común con

respecto a la causalidad no es siempre una buena idea.

Caso del resorte:

Consideremos una pesa que está atada a un resorte que está comprimido por un palito [como si este fuera una “tranca”; paréntesis míos]. Una vez removemos el palito, la pesa empieza a acelerar [ver dibujo; paréntesis míos]. Estaríamos dispuestos a pensar que el remover el palito es la causa de la aceleración de la pesa, pero si es así, ¿qué le transfirió la remoción del palito a la pesa? Nada, por supuesto (Schaffer p. 204).

El anterior es un ejemplo de Aronson (Schaffer, 2004, p. 204) quien también defiende una teoría de

conexión física. El ejemplo espera sugerir que hay situaciones que a primera vista parecen casos de

causalidad negativa, pero que en realidad son ejemplos de causalidad positiva. Así, lo que hace que

la masa acelere es la fuerza que ejerce el resorte, como dicta la segunda ley de Newton (F = ma). Y

sin embargo, el sentido común podría inclinarse a juzgar la remoción del palito como una de las

causas de que la masa acelere porque, si no se hubiera removido el palito, la masa no habría

acelerado. El punto del ejemplo —al menos el punto que a mi me interesa resaltar— es que el

sentido común se puede equivocar; casos que considera de causalidad negativa resultan ser, en

�34

aceleración

Tiempo antes de remover el palito

Tiempo después de remover el palito

Masa Masa

realidad, casos de causalidad positiva. De hecho, Schaffer acepta el ejemplo así expuesto y concede

que la causa de la aceleración de la masa es un evento positivo y no uno negativo. Sin embargo,

Schaffer añade que de esto no se sigue que sea adecuado rechazar del todo la causalidad negativa:

“una respuesta así podría ser tolerable si las consecuencias se limitaran al caso aislado de una pesa

presionando un resorte. Pero las consecuencias no son así limitadas” (Schaffer, 2004, p. 205). El

punto sin embargo no es si las consecuencias son o no son limitadas al caso del resorte, el punto es

que empiezan a surgir dudas frente a la posición genuista, pues esta articula su ataque a partir de lo

que las intuiciones defienden y al mismo tiempo reconoce que a veces, como en este caso, es

equívoco respaldar las intuiciones.

!2.2.3

!Dowe y Beebee habían recalcado que no podía haber una posición teórica con respecto a la

causalidad negativa que respetara la totalidad de nuestras intuiciones (Beebee, 2004; Dowe, 2004);

ambos autores coinciden en que si una teoría rechaza la causalidad negativa, entonces obtiene los

resultados contra–intuitivos que ya hemos analizado y si una teoría acepta la causalidad negativa,

obtiene resultados como el de los elefantes que también son poco intuitivos. Es decir, ellos

sostienen que una teoría, si acepta la causalidad negativa, debe aceptar el caso de los elefantes, y

situarlo junto al caso de las plantas que mueren por mi inatención, o el caso del astronauta que

muere por el vacío. Collins, Hall y Paul sugieren la misma idea, cuando dicen que es una cuestión,

como ya dije antes, de todo o nada: “dadas suposiciones modestas, se sigue que hay o una totalidad

de causalidad por omisión (mucha más de que la que ordinariamente quisiéramos aceptar), o que no

hay ninguna” (Collins, Hall, & Paul, 2004, p. 25). De ahora en adelante me referiré al problema de

que haya una totalidad de causalidad por omisión, de que haya infinitas ausencias –ausencia de

elefantes, ausencia de ballenas, etc– causando cosas, como el problema de la promiscuidad causal.

Lo dicho hasta aquí nos conduce a la siguiente pregunta: ¿Realmente es conveniente otorgar

al sentido común una responsabilidad tan grande a la hora de indicarnos el camino adecuado de una

teoría de la causalidad? Hemos visto en 2.2.1 que para acomodar nuestras intuiciones debemos

apelar a criterios pragmatistas, y como vimos, este camino resulta incompatible con el proyecto de

una teoría que busque determinar qué es lo causal en el mundo. Por otra parte, es una lección

histórica que el sentido común no es el mejor indicador de cómo es el mundo (Copérnico y Galileo

nos lo advertirían si pudieran). Pero, aun si alguien pudiera mostrar que estas lecciones históricas no

son aplicables al problema presente, es decir, aun si se pudiera argumentar que el sentido común es �35

atípicamente relevante a la hora de juzgar una teoría causal, no se podría ignorar un hecho muy

importante: hay muchas situaciones en las que el sentido común no discrimina entre eventos

positivos y eventos negativos —Dowe apelará a un punto cercano cuando habla de lo que él

denomina “el blur epistémico”, a ello llegaremos más adelante—. “Mi no regar las plantas”

funciona para nuestras intuiciones como cualquier otro evento y una de las razones para que esto

sea así es justamente que nuestras intuiciones no encuentran problemáticos los eventos negativos.

Es más, es probable que antes de cualquier reflexión al respecto nunca hubiéramos considerado una

diferencia de fondo entre eventos como “mi regar las plantas” y “mi no regar las plantas”.

Considero claro que ignorar la diferencia entre ambos tipos de eventos es una muestra de la

imprecisión característica de nuestras intuiciones causales antes que una muestra de la falta de

diferencia entre dichos tipos de eventos. Pregunto: ¿Estamos dispuestos a ignorar los extensos

debates filosóficos que se han desarrollado alrededor de la distinción entre eventos, estados de cosas

o hechos positivos, y eventos, estados de cosas o hechos negativos, sólo porque nuestras intuiciones

tratan de modo uniforme a eventos positivos y negativos? No veo cómo, quienes insisten en

respaldar nuestras intuiciones con respecto a la legitimidad de la causalidad negativa, pueden

justificadamente darle la espalda a nuestras intuiciones en lo que tiene que ver con la supuesta no

diferencia entre eventos positivos y negativos —¿cómo seleccionan las intuiciones que debemos

respetar?—. Vuelve entonces a aparecer el resultado que discutimos en el caso del resorte: debemos

ser mucho más precavidos que los genuistas a la hora de escuchar los consejos del sentido común

en el debate en torno a lo causal.

!2.2.4

!Las pasadas tres secciones han estado enfocadas en cuestionar la apelación al sentido común que

hacen los genuistas, en ellas hemos mostrado que cualquier posición teórica parece ser incapaz de

acomodar nuestras intuiciones de modo satisfactorio. Sin embargo, aún falta por considerar una

última salida del genuista para responder a la diversidad de intuiciones expuesta por el no genuista:

adoptar una posición pluralista de la causalidad. La fuerza de esta respuesta yace en el hecho de

que puede dar una solución adecuada al problema de las intuiciones conflictivas: a veces para el

sentido común hay causalidad negativa y a veces no porque hay dos tipos de causalidad, uno que

favorece el rechazo de la causalidad negativa —la causalidad por conexión física—, y otro que

encuentra inconveniente el rechazo —la dependencia contrafáctica—. “Todo lo que el genuista

niega es que una diferencia en el tipo de mecanismo causal sea una diferencia entre causalidad �36

genuina y causalidad falsa” (Schaffer, 2004, p. 211). El pluralismo conceptual con respecto a la

causalidad es una posición que podría dar cuenta de la diversidad conflictiva de intuiciones

presentada en las secciones previas.

En este momento voy a considerar de forma muy breve tres críticas contra esta posición pero

no ahondaré en ellas porque queda por fuera del alcance de este trabajo un examen más detallado de

la posición pluralista . Primero, está la posición, yo diría tradicional, contra cualquier tipo de 25

pluralismo: no queremos multiplicar las entidades. En particular, está la crítica de Williamson

(Williamson, 2011, p. 423) contra lo que denomina pluralismo metafísico (la posición según la cual

hay dos tipos de relaciones causales). La crítica se resume en la idea de que una solución así no es

económica, pues no minimiza las entidades. También está la crítica de Williamson contra un

pluralismo conceptual (la posición que considera que hay dos conceptos de causa); este tipo de

pluralismo parece ser incorrecto porque nosotros tenemos un uso de causa homogéneo, y esto se ve

en el hecho de que a pesar de que tenemos muchos usos específicos de palabras causales como

“empujar”, “alzar”, "producir" etc, no tenemos problemas en reconocer dichas palabras como

causales en el mismo sentido en que usamos generalmente “causa” (Williamson, 2011, p. 423). Sin

embargo, el pluralista puede contestar esta crítica poniendo en duda la idea de que realmente

tenemos un uso homogéneo de causa: de que diferentes palabras puedan ser entendidas como

causales no se sigue que no hay diferencias en el sentido de causa que asociamos a las diferentes

palabras.

Segundo, está el problema del límite que debe ofrecer el pluralismo para determinar cuándo

debemos pasar de una teoría de conexión física a una contrafáctica (o a una que acepte la causalidad

negativa) y viceversa. Habrá casos grises en los cuales nuestras intuiciones estarán más o menos

divididas en torno a la cuestión de si debemos rechazar o aceptar la causalidad negativa. No se ve

cómo podría ser trazado un límite no arbitrario para fijar el rango de aplicación de la idea de

conexión física, y para determinar cuándo esta idea debe ser remplazada por otra que acepte la

causalidad negativa . Tercero, el pluralismo podrá explicar mejor el conflicto de intuiciones pero 26

eso no lo exime de los problemas filosóficos del genuismo, que examinaremos en la siguiente parte.

Así, aunque las críticas anteriores pueden ser respondidas de manera más o menos sencilla por el

�37

El presente trabajo se enfoca en examinar las posiciones de carácter absoluto con respecto a la causalidad negativa, es 25

decir, está interesado en analizar la posición que niega por completo la causalidad negativa y contrastarla con la posición que analiza a la causalidad negativa de la misma forma a como analiza la causalidad positiva.

Aunque la cuestión de los casos grises no es por sí misma problemática para el pluralista. De hecho, que haya casos 26

grises encaja de forma adecuada en su teoría ya que los casos grises se pueden explicar sugiriendo que, dado que hay varios usos de causa, en ciertas situaciones podemos confundir los diferentes tipos de relaciones causales o incluso, a veces podría suceder que una misma situación admite varios criterios causales.

pluralista –por ejemplo, puede decir que aumentar las entidades no es necesariamente perjudicial, y

argumentar que los casos grises no son un problema (ver nota al pie 26)–, y aunque esta posición

está mejor equipada para lidiar con nuestras intuiciones enfrentadas, el pluralismo que aquí

estamos considerando, aquel que consideraría que la causalidad negativa es legitima (no todo

pluralismo tiene que aceptar esto, sólo el que le convendría al genuista) continúa debiendo una

adecuada solución a los problemas que vienen con la aceptación de relatas ausentes.

!2.2.5

!Nos enfrentamos con la siguiente disyunción: o el genuista nos ofrece una teoría de la causalidad

satisfactoria que a su vez pueda respetar las intuiciones, o simplemente acepta que tenemos

intuiciones encontradas. Creo que la primera opción está cerrada porque no hay una teoría de la

causalidad plenamente coherente con nuestras intuiciones como han señalado las secciones

anteriores. Como ya he reiterado, si hay un análisis que pueda explicar nuestras adscripciones

causales en la vida diaria, este no puede ser metafísico. Por lo tanto, la disyunción nos deja sólo la

segunda opción: hay intuiciones encontradas respecto a la legitimidad de la causalidad negativa.

No se sigue de lo anterior que el argumento en contra del no genuista se cae —el argumento,

vale la pena recordar, es que el rechazo de la causalidad negativa es sumamente contra–intuitivo—,

sólo se sigue que el genuista deberá reconocer que respetar las intuiciones es una exigencia

demasiado estricta. Sin embargo, para defenderse de la crítica del genuista no es suficiente para el

no genuista señalar que es problemático para una teoría causal respetar siempre las intuiciones; aun

si esto es verdad el no genuista debe explicar por qué el vacío no mata y por qué las acciones

humanas no son causales. Creo que debe responder a esto porque, después de mostrar que el sentido

común no es confiable, sigue siendo cierto que no se puede contrariar de un modo tan fuerte a

nuestras intuiciones, sigue siendo cierto que una teoría causal no puede olvidarse por completo de la

forma en que pensamos y hablamos de lo causal —de olvidarla se rompería el vínculo que Dowe

quiere preservar entre lo que explica su teoría y el uso que hacen los científicos y la ciencia del

concepto “causa”—. Además, para una defensa satisfactoria del no genuista queda pendiente una

tarea: mostrar por qué una teoría que acepte la causalidad negativa será más problemática que una

que no —hasta ahora sólo habrá mostrado que ambos tipos de teorías podrían acarrear resultados

poco intuitivos—.

Recapitulación: hemos mostrado cómo apelar a las intuiciones trae consigo diferentes

dificultades para una teoría de la causalidad con independencia de si la teoría acepta la causalidad �38

negativa o la rechaza. En particular, vimos que una posibilidad exitosa para respetar las intuiciones

—la teoría que acudía al criterio de normalidad— no es compatible con una teoría que espera

determinar qué es lo causal en el mundo, y las teorías que esperan determinar esto último, o deben

admitir más causas de las que intuitivamente aceptaríamos —si aceptan la causalidad negativa—, o

deben rechazar más causas de las que el sentido común estaría dispuesto a rechazar. También vimos

que había intuiciones que respaldaban la idea de que la causalidad negativa no era exactamente

causalidad —caso del niño— o situaciones que, a pesar de que podían parecer casos de causalidad

negativa, resultaban ser ejemplos de causalidad como conexión física —caso del resorte—.

Además, vimos que era un poco incoherente la posición de quienes apelaban a las intuiciones para

mostrar lo absurdo que es rechazar la causalidad negativa, pues se olvidaban de las intuiciones en lo

que respecta a la distinción entre eventos positivos y negativos. Finalmente, atendimos la idea de

que, después de todo, la diversidad y confrontación de intuiciones podía ser un síntoma de que lo

que se necesita es una teoría pluralista de la causalidad. Para oponernos a este último camino hace

falta, más que sugerir dudas sobre lo poco ideal de una posición pluralista, considerar los problemas

que una teoría que admita la causalidad negativa debe responder. Pasamos ahora a examinar cuáles

son estos.

!2.3 Problemas para una teoría que acepte la causalidad

negativa !El objetivo central de esta sección es justificar por qué es problemática la posición teórica del

genuista. Más precisamente, el objetivo es exponer los problemas filosóficos que vienen con la

aceptación de la causalidad negativa. Una teoría que acepte la causalidad negativa debe enfrentar al

menos tres problemas: 1) explicar cómo el relata ausente puede ser causal, 2) dar una solución al

problema de la no localidad —los eventos negativos no están localizados— y 3) dar una solución a

un problema señalado por Dowe que tiene que ver con implicaciones semánticas extrañas que se

siguen de una teoría genuista. En esta sección pasaremos por los tres problemas, haciendo especial

énfasis en los dos últimos.

!2.3.1 ¿Causando sin relata? !

�39

El primer problema es lo suficientemente grande por si sólo como para ser desarrollado en este

trabajo. Su solución depende de la solución al problema de la naturaleza ontológica de eventos y

estados de cosas negativos; si en la ontología que uno defiende los estados de cosas negativos deben

ser tratados de modo uniforme con los positivos —si tienen el mismo “grado de realidad”—

entonces el problema del relata faltante no será un verdadero problema. Pero, dada la controversia

actual al respecto, sugerir un tratamiento así de los estados de cosas negativos es por sí misma una

propuesta polémica (ver por ejemplo (Molnar, 2000)). Si en cambio se adopta una ontología que

distingue entre estados de cosas positivos y negativos —Armstrong por ejemplo hace esto—, y si se

insiste en el genuismo, se tendría que mostrar cómo la diferencia ontológica entre estados de cosas

positivos y negativos no es una dificultad para la relación causal —Armstrong por ejemplo

considera que los estados de cosas negativos no pueden estar involucrados en relaciones

causales —. 27

Hay quienes —Lewis, Mellor—, siguiendo esta última posibilidad, defienden la tesis de que

la causalidad no es una relación, es decir, “A causa B” no representa o no puede ser entendido como

“tenemos una A y una B, y ambos están relacionados de cierta forma”. La idea de esta posición es

que la verdad de un enunciado como “la ausencia de A causa B” está dada por X donde X no se

puede entender como compuesta de una ausencia y un evento positivo, sino simplemente como un

hecho o estado de cosas que hace verdad la proposición; un estado de cosas que no se puede

descomponer en elementos como las ausencias que aparecen en el enunciado causal negativo.

Beebee explica esto así: “como los hechos no son particulares, para Mellor la causalidad no es una

relación. Y como los hechos pueden ser hechos sobre ausencias, la causalidad por ausencia no

representa ningún problema especial para él. Y Lewis en una parte propone que la causalidad debe

ser analizada en términos de dependencia contrafáctica entre proposiciones pero no entre eventos”.

(Beebee, 2004, p. 292). Esta sugerencia resuelve el problema impuesto por los estados de cosas

negativos ya que no relaciona entre sí cosas que no existen (Menzies, 2003). Sin embargo, no deja

de ser oscuro cómo puede ser caracterizada la causalidad sino es como una relación entre dos

elementos —causa y efecto—.

El no relacionismo —la idea de que la causalidad no es una relación— no es una posición

popular y una de las razones es que sus elementos son hechos y no eventos y un tratamiento de lo

causal a partir de hechos es problemático; por ejemplo, presumiblemente son hechos diferentes “lo

golpeó riéndose” y “lo golpeo” y sin embargo ambos hechos causan “lo tumbó”, lo que terminaría

�40

La razón es que los estados de cosas negativos son estados de cosa de “mayor orden” que los estados de cosas 27

positivos (los cuales son de “primer orden”), y la causalidad es una relación entre estados de cosas de primer orden .

causando resultados indeseados porque quisiéramos decir que “lo golpeó riéndose” y “lo golpeó”

son la misma causa de “lo tumbó”. En otras palabras, no es común la idea de que un hecho pueda

ser descrito con diferente nivel de detalle y seguir siendo el mismo hecho, mientras que los eventos

si presentan esta cualidad (ver “Davidson, 1967”). Además, no deja de ser extraño por qué en los

casos positivos la causalidad sí puede ser entendida de manera relacionista. Por todo lo anterior, una

posición así entonces tendría que, o llevar a una teoría pluralista, o llevar a negar que la causalidad

positiva es también relacionista (como Mellor hace). Espero haya quedado claro que el genuista, a

diferencia del no genuista no podrá evadir el debate en torno al problema ontológico de los

negativos , o al menos, deberá adoptar la tesis de que la causalidad, y en particular la causalidad 28

negativa, no es una relación. Ambas opciones lo llevarán a múltiples problemas.

!2.3.2 Más rápido que la luz !Los eventos que no involucran ausencias pueden ser localizados dentro de una región del espacio-

tiempo. Por ejemplo, “mi regar las plantas el día de hoy por la mañana” puede entenderse como un

evento localizado en la región espacial “mi jardín” durante el intervalo “horas de la mañana”. Es

cierto que esta localización va a ser más o menos precisa de acuerdo a cómo caractericemos los

eventos; la localización depende de qué tan finamente sea individuado el evento. Así, en vez de

decir “mi jardín en las horas de la mañana” el mismo evento podría ser localizado en el área exacta

—medida con milímetros— del jardín que incluye mis plantas y mi posición mientras las riego, y

en el tiempo dado por minutos y segundos entre el instante en que empecé a regarlas y el instante en

que me detuve. Como sea, lo que me interesa señalar es que siempre es posible dar una ubicación

aproximada del lugar y del tiempo en que ocurre un evento, y de hecho, la definición general de

evento hace alusión a un tiempo y a un espacio. 29

La pregunta que nos interesa es, siguiendo a Hall: si los eventos negativos existen, ¿dónde

están? ¿Dónde está localizado el evento negativo “mi no regar las plantas”? Como veremos,

�41

Podría objetarse que el no genuista también debe entrar a este debate, porque todo su rechazo depende de cómo 28

entienda los eventos negativos. Sin embargo, el no genuista tiene una posición mucho más cómoda: si hay una diferencia real entre estados de cosas negativos y positivos –y esta es la posición más común–, el no genuista podrá rechazar la causalidad negativa como lo ha venido haciendo; y si se lograra mostrar que no hay distinción ontológica entre ambos tipos de eventos –siendo esta una posibilidad remota–, la distinción entre genuismo y no genuismo desaparecería y el debate mismo en torno a la causalidad negativa dejaría de tener sentido. Esta última opción no sería menos perjudicial para el genuista que para su rival.

Hay problemas de localización con algunos eventos, como Davidson señala en The individuation of events (Davidson, 29

2001, p. 163), pero la idea de evento tiene “atada” la idea de un tiempo y un espacio.

cualquier intento de localizar los eventos negativos resulta problemático para todos aquellos que

consideren que la causalidad es una relación regulada por leyes de la física; y esto porque, como ya

veremos, la localización de los eventos negativos trae consigo la violación del principio de la

relatividad que restringe la influencia entre eventos a procesos que no superen la velocidad de la luz

—es decir, se sigue de la localización de los eventos negativos que puede haber causalidad más

rápida que la luz—. El genuista podría objetar que la pregunta de Hall es extraña porque la

ocurrencia implica la existencia en un tiempo y en un espacio, pero la no ocurrencia de un evento

negativo no puede implicar de la misma forma a un tiempo y a un espacio —aunque, para 30

complicar más el asunto, podemos argumentar que toda existencia implica la existencia en un

tiempo y un espacio, y así, debemos presionar al genuista para que aclare cómo es que la existencia

de las ausencias puede caer por fuera del espacio–tiempo, o caer en un espacio–tiempo que no es el

prescrito por la física, o cómo es que la realidad de las ausencias es diferente a su existencia—.

Ante la crítica de la localidad Dowe sólo ve una opción para el genuista la cual consiste en

negar que todo efecto esté conectado a su causa de modo infralumínico (Dowe, 2009, p. 31). El

problema con esta salida es que llevaría al genuista a una pelea con la relatividad especial —más

adelante exploraré mejor una posible objeción del genuista—. Dicho lo anterior, considero que lo

más conveniente para el genuista es mostrar cómo se puede defender, contra el problema de la

velocidad de la luz, la localidad de los eventos negativos. A continuación explico dos opciones 31

expuestas en Dowe (2009).

!1) “Mi no regar las plantas esta mañana” está localizado en la región espacio-temporal del

evento que se dio en vez de mi regar las plantas (Schaffer 2005; Hunt 2005). Es decir, el evento por

el cual no regué las plantas, “mi ir al supermercado” digamos, es el evento que carga la localización

del evento negativo. Así, “mi no regar las plantas” está localizado en el supermercado, en las horas

de la mañana. Sin embargo, es posible en principio que el supermercado hubiera estado muy lejos,

incluso, es posible que la noche anterior yo me hubiera ido, en un avión supersónico, al otro lado

del mundo y entonces, es posible que el supermercado en el que estuve en las horas en las que tenía

que regar las plantas esté tan lejos de mi jardín que ni viajando a la velocidad de la luz podría yo

�42

Todo se hace más complejo de acuerdo a la definición de omisión, yo creo que el genuista debe entender a las 30

ausencias como algo que existe que representa la no existencia de otro evento, algo así como un estado de cosas sobre otro estado de cosas: es un estado de cosas sobre el no darse de un estado de cosas –para Armstrong los negativos son estados de cosas de orden superior, aunque no exactamente por lo que aquí sugiero–. Visto así, sigue siendo válida la pregunta de Hall: ¿a qué tiempo y espacio se limitan estos estados de cosas negativos?

Ignoro una tercera opción que discute Dowe, la cual sugiere que el evento negativo se localiza en el sitio de todos los 31

puntos espacio–temporales a la vez. Esta opción, además de que viola el límite de la velocidad de la luz, es difícil de interpretar.

llegar al jardín en el tiempo preciso para regar las plantas —supongamos por ejemplo que el planeta

tierra es mucho más grande de modo que para ir de un extremo a otro viajando a la velocidad de la

luz necesitáramos varios minutos—. Así que si localizamos el evento negativo de esta forma,

estamos diciendo que es posible en principio que, para una teoría contrafáctica, el evento que es la

causa esté separado espacialmente (“separado espacialmente” quiere decir que los eventos están tan

distantes que un rayo de luz no podría llegar a tiempo de uno al otro) del evento que es el efecto —

la muerte de mis plantas—. Dicho de una manera más clara: asumiendo esta forma de localizar, el

genuista contrafáctico tendría que aceptar que “mi no regar las plantas” causa “la muerte de las

mismas”, aun si “mi no regar las plantas” está al otro lado del universo en el instante preciso antes

de que las plantas se mueran —esto no es otra cosa que aceptar la problemática causalidad a

distancia—.

2) La segunda opción parece un poco más prometedora. La ausencia se localiza en el sitio en

el que se debía dar el evento que no se dio. Así, “mi no regar las plantas” se ubica en el jardín en el

que se supone yo debía regar mis plantas. Parece que, si es así, se ha salvado la localidad porque mi

no regar las plantas y el efecto, que es la muerte de las plantas, suceden ambos en mi jardín en

tiempos sucesivos. Ned Hall, sin embargo, ha mostrado que hay ciertos casos, conocidos como

casos de doble prevención, en los que se viola la localidad (Hall, 2004). Para explicar en qué

consiste el argumento quiero servirme de un ejemplo de Frisch (Frisch, 2009, p. 660): supongamos

que, en una mesa de billar, la bola 8 se dirige a una de las esquinas y termina embocándose. Un

tiempo atrás la bola 5 se golpeó con la bola 2, y el punto central del ejemplo es que si la bola 2 no

hubiera golpeado a la bola 5, la bola 5 hubiera interceptado la trayectoria de la bola 8, impidiendo

que esta se embocara. Así, el choque entre 2 y 5 previno que la bola 5 previniera que la 8 se

embocara —tenemos un caso de doble prevención—. Y parece natural desde la teoría contrafáctica

decir que “el choque entre 2 y 5 es causa de que la bola 8 se embocara” porque si no se hubiera

dado este choque, la bola 8 no se habría embocado. ¿Cómo viola esto la localidad? La viola porque

tenemos un caso de causalidad instantáneo: no hay ninguna serie de eventos espacio–temporalmente

conectados que vayan de la causa al efecto: el choque entre la bola 2 y la 5 no está unido, a través

de una cadena de eventos, al evento de la bola 8 metiéndose. Para hacer más claro el resultado,

imaginemos una mesa de billar del tamaño del universo, y supongamos que el golpe entre la bola 2

y 5 se dio en un lugar R y la esquina en la cual se emboca la bola 8 está en el otro extremo del

universo; así, el golpe entre 2 y 5, que es causa de que la bola 8 se emboque, puede darse al otro

lado del universo sin que haya una cadena de eventos en el espacio-tiempo que ligue este choque

con la embocadura de la bola 8. �43

El ejemplo es muy difícil de responder para los defensores de la teoría contrafáctica; unos han

apelado a que hay una cadena de omisiones que ligan espacio–temporalmente ambos eventos

(Frisch, 2009, p. 660), otros han sugerido que a partir de la relatividad general, si entendemos las

ausencias de bolas de billar como campos gravitacionales sin materia, podemos encontrar una unión

espacio–temporal (Frisch, 2009, p. 660). Pero apelar a una cadena de omisiones no haría sino

agravar los problema metafísicos para el genuista, más teniendo en cuenta que si estamos poniendo

en duda la localidad de las ausencias, no podemos hablar de las ausencias como espacio–

temporalmente localizadas, interaccionando unas con otras como una escalera de domino de fichas

que no existen. Se sale de los propósitos de este trabajo examinar más a fondo las respuestas que

podemos encontrar en la literatura, pero el simple hecho de que hay suficiente controversia al

respecto es un indicio de que la opción de que las ausencias se localizan en el lugar de los eventos

que no se dieron —los eventos por los cuales las ausencias son ausencias— sigue teniendo

importantes problemas con la relatividad.

Para terminar esta sección examino una posible respuesta del genuista. Se puede argumentar

que una teoría causal no tiene por qué limitarse por restricciones impuestas por la física. Por

ejemplo, se puede objetar que Dowe está apelando a una teoría física de la causalidad, que por

supuesto se adscribe al marco de los resultados de la física, para dictar lo que puede y no puede ser

causal. Si lo que estamos buscando es una teoría de la causalidad, no tiene mucha gracia tomar

como dado un principio causal de la relatividad en la física. Al reclamar el principio de localidad

(en el sentido de la relatividad) Dowe y los no genuistas podrían ser acusados de caer en una

petición de principio: la teoría de conexión física asume que la conexión física entre causas y

eventos debe, entre otras cosas, estar mediada por leyes de la física; y una de las leyes o principios

físicos que rigen tal conexión es la restricción relativista de que no puede haber influencia

transmitida más rápido que la velocidad de la luz. Por lo tanto, la teoría de conexión física esta

imponiendo una restricción de las conexiones físicas a una teoría causal que no es de conexión

física.

Sin embargo, no creo que la anterior sea una opción favorable para el genuista: ignorar una de

las teorías físicas más exitosas de la historia de la ciencia requiere mucho más que la excusa de que

estamos desarrollando una teoría causal. Para ignorar un resultado tan importante de la ciencia no

debe ser ni remotamente suficiente el hecho de que nuestra teoría causal resultó violar dicho

resultado. Y, si el genuista adopta la teoría contrafáctica —como lo hacen la mayoría de genuistas

—, debe recordar que los contrafácticos están regulados y mediados por las leyes de la física: “si yo

no hubiera pateado el balón este no se habría movido” sólo tiene sentido si en nuestro mundo �44

tenemos leyes para determinar que los balones no pateados no se mueven de repente. O sea que, al

menos en casos de eventos positivos, más vale para las teorías contrafácticas que respeten las leyes

físicas . Ahora, podría ser que en los casos negativos la restricción de la velocidad de la luz, y en 32

general cualquier restricción física, dejara de ser aplicable, pues precisamente los eventos negativos

no están conectados físicamente entre sí . Esta última salida tiene sin embargo otro problema; el 33

genuista tendría que explicar por qué hay causalidad que sí respeta la conexión física —la de

eventos positivos— y por qué hay otra que no, y esto lo llevaría directo a una posición pluralista de

la causalidad que, como ya vimos, tiene ciertos problemas. Y además, de optar por esta salida el

genuista tendría que volver al no relacionismo, o sostener que los relata negativos no están en el

espacio–tiempo —pues sino se comportan en el espacio–tiempo de la física, no están funcionando

dentro de tal espacio–tiempo—, y para mí, esto sólo es plausible si se persigue algo así como una

teoría psicológica o mental de la causalidad, una teoría que se limita a prescribir cómo realizamos

las inferencias causales —es decir, volver a la idea de Hume de que la causalidad no es más que un

efecto mental, una proyección de la mente en el mundo—. En este último caso una teoría genuista

realista de la causalidad tendría que ser abandonada, porque una realidad como la postulada para

estos relatas ausentes, que está por fuera del espacio–tiempo es, para mí, carente de sentido —a

menos por supuesto de que se lograra mostrar por qué las ausencias sí pueden estar en este espacio–

tiempo del mismo modo que lo están los hechos positivos—.

!2.3.3 Independencia A–P !En la segunda sección de su artículo “Absence, possible causation and the problem of non–

locality”, Dowe introduce un principio que denomina independencia A–P (“A” por actual, “P” por

posible). Para entender qué dice este principio necesitamos antes una definición: los casos

contrafácticos como “si A se hubiera dado, B se habría dado” serán llamados por Dowe “would

cause counterfactual” (de ahora en adelante Cw). Cw es lo mismo que la causalidad posible. La

independencia A–P rescata una idea aparentemente sencilla: los enunciados de causalidad actual

son lógicamente independientes de los enunciados de causalidad posible. Es decir, “mi golpe le

causó una herida” debe ser lógicamente independiente a “si lo hubiera golpeado, le hubiera causado

�45

Aunque, no sobra decir que el límite de la velocidad no es exactamente una ley, es un resultado empírico que hasta 32

ahora ha resultado verificado sin excepciones.

No sobra agregar que una teoría pluralista de la causalidad podría decir que hay una causalidad que respeta la 33

localidad y otra que no lo hace, sin tener que afirmar que una es falsa y la otra real.

una herida”. La razón por la cual necesitamos este principio la veremos dos párrafos más abajo. El

propósito de Dowe es mostrar que ciertas teorías contrafácticas de la causalidad violan este

principio en casos de causalidad negativa. Veamos por qué:

! Dados no–A y no–B:

!1) “Si se hubiera dado A, A habría causado a B”, implica:

2) “No–A causó no–B”.

!Como la razón de la implicación es un poco sutil, ofreceré una explicación con varios pasos:

(i) “A causó B” implica B —pues es contradictorio decir que “A causó B es verdad” y no

tener B—.

(ii) “Si se hubiera dado A, A habría causado a B” implica, por (i), “si se hubiera dado A,

entonces se habría dado B”. Tal vez esto se ve mejor con un ejemplo: si el enunciado “si hubiera

habido una explosión, la explosión habría causado un incendio” es verdad, entonces tiene que

ser verdad el enunciado “si se hubiera dado una explosión, entonces habría habido un incendio”.

Así que 1) implica: 1*) “si se hubiera dado A, entonces se habría dado B”.

(iii) Ahora recordemos el criterio contrafáctico: A causa B porque si no se hubiera dado A,

entonces no se habría dado B. En el caso de 2) tenemos “no–A causa no–B”. Aplicando el

criterio contrafáctico, esto es verdad porque “si no se hubiera dado no–A, entonces no se habría

dado no–B”.

(iv) Decir “no se hubiera dado no–A” es equivalente a decir “se hubiera dado A”, pues “no se

hubiera dado no–A” es una doble negación. Así que por (iii) obtenemos: 2*) “no–A causó no–B

porque si se hubiera dado A entonces se habría dado B”. Tengamos presente la parte en

cursivas.

(v) Si tenemos un caso en el que se tiene una relación de dependencia contrafáctica entre dos

eventos, este caso implica, dada la teoría contrafáctica, que tenemos una relación causal entre los

eventos. “Si no se hubiera dado A no se habría dado B” implica “A causa B”.

(vi) Por (iv) y en vista de lo que acabamos de decir en (v), tenemos que la relación de

dependencia contrafáctica “si se hubiera dado A entonces se habría dado” implica que se da la

relación causal no–A causa no–B.

(vii) Pero 1*) es precisamente la relación de dependencia contrafáctica “si se hubiera dado A

entonces se habría dado”. Así que 1*) implica, por (vi), “no–A causó no–B”. �46

(viii) Así que, recapitulando, 1) implica a 1*) que a su vez implica, por todos los pasos

anteriores, a 2). Es decir, dados no–A y no–B, y dada una teoría contrafáctica, tenemos que 1)

implica a 2). Pero 1) es un enunciado de causalidad posible y 2) es un enunciado actual (no

posible) de causalidad negativa, lo que significa que enunciados de causalidad posible implican

enunciados actuales de causalidad negativa.

(ix) Conclusión: desde la teoría contrafáctica, algunos de los enunciados actuales de

causalidad negativa no son lógicamente independientes (pues son implicados) de los enunciados

de causalidad posible. Así, se viola el principio de independencia A–P.

!Ya vimos por qué la teoría contrafáctica, de admitir la causalidad negativa —casos como no–

A causó no–B—, viola la independencia A–P, ahora debemos examinar por qué esto es importante.

Si una teoría viola este principio pueden pasar dos cosas: a) dicha teoría deberá conceder que la

causalidad negativa superviene en patrones de causalidad posible —pues la causalidad posible

implica a la causalidad negativa— y entonces deberá aceptar que la causalidad negativa es en cierto

sentido parasitaria, es una causalidad de “segundo orden” (Dowe, 2009, p. 28). En otras palabras,

deberá aceptar que para obtener causalidad negativa se requiere causalidad posible, y esto, además

de implicar que la primera es secundaria, es un resultado que nos trae una dificultad; ¿cómo algo

actual depende de algo posible ? O por otro lado, b) una teoría contrafáctica genuista deberá hacer 34

de la causalidad posible algo redundante, pues cualquier historia que involucre causalidad posible

podría ser remplazada por una historia que involucre solamente causalidad actual negativa (Dowe, 35

2004, p. 28). Como se supone que una historia de causalidad actual es más significativa que una

historia de causalidad posible, ¿para qué entonces acudir a la causalidad posible si podemos, ya que

de esta se sigue lógicamente la otra, acudir a la causalidad actual (específicamente, causalidad

actual negativa)? Es en este sentido que se volvería irrelevante este tipo de causalidad. Así, el

genuista que soporte una teoría contrafáctica tendrá que mostrar una forma de cuestionar esta crítica

de Dowe, o en caso contrario, tendrá que mostrar una de dos cosas; no es problemático que la

causalidad actual negativa supervenga en la causalidad posible, o la redundancia de la causalidad

posible no es algo por lo cual haya que preocuparse.

�47

Tal vez la probabilidad P de un evento es un caso de algo actual que depende de algo posible: la probabilidad de que 34

obtenga cierto resultado en un dado depende de las posibles caras en que podría caer. La pregunta es: ¿en qué consiste exactamente esta relación de dependencia entro lo actual y lo posible?

Y esto porque, si A implica B, cualquier enunciado A puede ser remplazado por un enunciado B (si A es verdad B lo 35

tiene que ser dada la implicación).

Recapitulo. En esta parte hemos señalado tres problemas a los que una teoría que acepta la

causalidad negativa deberá responder: 1) el problema de los eventos y estados de cosas negativos;

cuál es el estatus ontológico de los negativos y cómo pueden estos negativos involucrarse en

relaciones causales. 2) El problema de la violación de la velocidad de la luz que resulta de cualquier

intento de localización de eventos negativos. En caso de insistir en que los eventos negativos no

tienen por qué estar restringidos por el límite de la velocidad de la luz, el genuista tendría que

esclarecer el estatus de los relata negativo y esto lo conducirá al problema 1). 3) El problema

semántico de la violación de la independencia A–P.

Ninguno de los anteriores problemas representa un obstáculo insuperable ni mucho menos.

Pero los problemas sirven para mostrar que aceptar la causalidad negativa trae consigo una serie de

dificultades metafísicas y semánticas que el no genuista puede evitar. El precio a pagar por intentar

rescatar las intuiciones en favor de la causalidad negativa es más alto de lo que parecía en un

principio. Sin embargo, podría ser un precio que valiera la pena pagar si la alternativa consiste en

decir que cortar la cabeza no causa la muerte. En el capítulo que sigue exploraremos la respuesta

que el no genuista puede dar a estos casos sumamente contra–intuitivos. La idea es que si el no

genuista puede dar una respuesta satisfactoria al reto sentado por el genuista, estará en clara ventaja

con respecto a la posición rival ya que, como recién dije, no se ve enfrentado a los diversos

problemas discutidos en el presente capítulo.

�48

3. Explicando la causalidad negativa !

Después de haber insistido en las dificultades que tanto los genuistas como los no genuistas

tienen para respetar las intuiciones, y después de haber mostrado los diferentes problemas teóricos

que debe enfrentar el genuista, ha llegado el momento de examinar dos propuestas que tienen el

objetivo de explicar cómo debe entenderse la causalidad negativa. Para ubicar al lector podemos

decir que esta es la parte positiva del trabajo pues en ella se mostrará, no por qué debemos rechazar

la causalidad negativa sino cómo debemos entenderla. La primera propuesta que se expondrá es la

teoría de la cuasi–causalidad de Dowe en la cual el filósofo australiano intenta mostrar cómo la

causalidad negativa requiere la causalidad genuina y además, por qué para efectos prácticos no

importa mucho si se toma a la causalidad negativa como causalidad genuina. La segunda es la

propuesta de Helen Beebee que espera mostrar cómo la causalidad negativa puede ser relevante en

la explicación sin necesidad de comprometernos con la existencia de eventos negativos. Después de

exponer ambas propuestas mostraré cómo se pueden complementar en un programa que llamaré, a

falta de creatividad, “teoría de la causalidad negativa de Beebee–Dowe”.

!3.1 Teoría de la cuasi–causalidad ! La causalidad por omisión se puede escribir así: no–A causa* B (no–A es la ausencia del

evento A, y causa* quiere decir cuasi–causa, es decir, es la manera de Dowe para referirse a la

causalidad negativa y diferenciarla de la causalidad genuina). Dowe ofrece las siguientes

condiciones que cumple la causalidad por omisión:

No–A causó* B si:

(O1) B ocurrió y A no, y ocurrió una x tal que

(O2) x causó B, y

(O3) si A hubiera ocurrido entonces B no habría ocurrido, y habría habido una relación causal

entre A y el proceso debido a x, tal que o

i) A es una interacción causal que involucra el proceso x, o

ii) A causa y, una interacción causal que involucra el proceso causal x,

!donde A y B son eventos positivos y x y y son variables cuyo rango son eventos o hechos (Dowe,

2007, p. 136). Es importante notar dos puntos: 1) la causalidad genuina es primitiva con respecto a �49

la causalidad*, pues la causalidad genuina entra en la definición de esta última cuando se hace

referencia al término causa (en (O2)) y a los términos relación causal e interacción causal (en

(O3)). Una forma de expresar la misma idea es que la causalidad* involucra siempre un caso de

causalidad genuina, pues x es un evento positivo que causó B ((O2)). El segundo punto 2) es que la

causalidad* siempre involucra un contrafáctico en torno a la causalidad genuina como lo muestra

(O3). Estos dos puntos sugieren que la relación causal* —la causalidad negativa— es un híbrido

compuesto de causalidad genuina y contrafácticos en torno a causalidad genuina. Armstrong,

refiriéndose a esta teoría de Dowe, dice: “… me parece que él [Dowe] ha sido exitoso mostrando

que, ontológicamente, la causalidad negativa es una suerte de caso parasitario” (Armstrong, 2004, p.

449).

Puede ser ilustrativo ver el ejemplo que nos presenta Dowe: “La falla del padre en retener al

niño causó* el accidente” es un caso de causalidad por omisión. Primero identifiquemos a A y a B:

el evento B es el accidente del niño, y el evento A es la retención del niño por parte del padre; es

claro que B (el accidente) ocurrió y A no, es decir, en vez de A tuvimos no–A: tuvimos una falla en

la retención del niño por parte del padre. Por lo tanto cumplimos la primera condición (O1).

También es claro que hubo un evento x que causó B, a saber, el niño atravesando la calle.

Cumplimos entonces la condición (O2). Ahora examinemos (O3): si A hubiera ocurrido entonces B

no habría ocurrido. En el ejemplo, si el padre hubiera retenido al niño no hubiera habido un

accidente. Y finalmente, si A hubiera ocurrido habría habido una relación causal entre A y x, esto es,

habría habido una interacción entre el retener al niño y su atravesar la calle, ¿qué relación? El

evento A hubiera “bloqueado” o “interferido” o “interrumpido” el proceso x , como se puede 36

ilustrar a continuación: !

�50 Un evento puede ser un proceso –atravesar la calle es un evento y claramente, un proceso causal–.36

Representación de Dowe de una causalidad por omisión del tipo (i). Los círculos rellenos de negro representan eventos y los que no están rellenos representan eventos negativos. Las flechas continuas representan procesos, y las flechas discontinuas representan procesos que no se dieron (o que se dieron parcialmente) porque fueron interrumpidos. En este caso la flecha es continua desde abajo hasta arriba, lo que quiere decir que el proceso x se dio completamente (un evento negativo no puede interrumpir un proceso positivo). Esto refleja que la actual causa del accidente fue el atravesar la calle del niño.

x: atravesar la calle

B: accidente

no–A: padre no retiene al niño

Para ilustrar lo que hubiera pasado si A se hubiera dado, realicé el siguiente dibujo:

Dowe desarrolla un análisis similar para los casos de prevención (A causa no-B) y prevención

por omisión (no-A causa no-B).

Dowe propone dos argumentos para explicar por qué no es inconveniente tratar a la cuasi–

causalidad como si fuera causalidad genuina y entonces, por qué el uso ordinario de la noción de

causalidad trata de forma indistinta estos dos conceptos causales: 1) Es epistémicamente difícil

discriminar entre eventos positivos y negativos y 2) la cuasi–causalidad y la causalidad presentan

una equivalencia práctica. Empiezo con 1). Dowe sugiere que es conveniente tratar a la cuasi–

causalidad como si fuera causalidad debido a que la diferencia entre cuasi–causalidad y causalidad

es epistémicamente borrosa (Dowe se refiere a esta idea como “epistemic blur”); no siempre será

claro si un evento o hecho es positivo o negativo —eventos que pensamos como negativos pueden

tornarse positivos, y entonces aparentes omisiones y prevenciones podrían ser en realidad casos de

causalidad ordinaria (positiva)—. Lo mismo al revés (casos que parecen positivos pueden ser en

realidad negativos). Es por esta incertidumbre epistémica —por no poder saber si son eventos

positivos o negativos— que a veces es conveniente tratar a la cuasi–causalidad y a la causalidad

como si fueran lo mismo.

La segunda razón por la cual no es importante si confundimos o tratamos como iguales a estas

causalidades es que cumplen roles prácticos equivalentes. Eventos o hechos negativos pueden ser

fines y medios (una idea que sugiere la teoría manipulabilista de la causalidad), y también pueden

subir las probabilidades (Dowe, 2001). Por ejemplo, eliminar los desechos espaciales —eliminar es

producir una ausencia— hace que la probabilidad de que el astronauta se mantenga saludable

aumente —este es un ejemplo de cómo una ausencia (ausencia de desechos) aumenta la

probabilidad de un evento—, y por ejemplo, evitar desechos espaciales es un medio para lograr el

fin de que el astronauta esté más seguro —un caso en el que usamos una ausencia como medio para

lograr un fin—. Además, como las ausencias pueden aumentar las probabilidades, sirven de

�51

x: niño atraviesa la calle

A: padre retiene al niño

no–B: no hay accidente Si se hubiera dado el evento A, entonces este hubiera interferido causalmente con el proceso x, y lo hubiera bloqueado. Las flechas discontinuas indican que ese hubiera sido el proceso si no hubiera sido interrumpido, y el círculo vacío significa que se dio no-B, es decir, se evito el accidente. (Dowe usa estrellas en vez de círculos vacíos para los eventos negativos).

evidencia para las cuasi–causas y los cuasi–efectos y también pueden aparecer en la explicación

(como veremos más adelante con Beebee). La cuasi–causalidad también puede ayudar a determinar

responsabilidad moral —como lo indicaba el criterio de normalidad que vimos en la primera parte

—. Así, ni podemos distinguir muchas veces entre cuasi–causalidad y causalidad por la borrosidad

epistémica (1), ni importa mucho que no lo podamos hacer porque en el nivel práctico se da una

equivalencia entre la cuasi–causalidad y la causalidad (2) —la distinción entre ambas sólo interesa

en metafísica—.

La idea de la equivalencia epistémica es importante pues sugiere que para una teoría de la

causalidad sin interés metafísico las propuestas de la teoría probabilistica, de agente y la

contrafáctica son relevantes. De hecho, muestra que para entender la causalidad de nuestro sentido

común debemos escuchar estas teorías. Pero de esto no se sigue —y empieza a quedar claro por

qué era importante la distinción, dada al comienzo, entre análisis empírico y conceptual— que la

causalidad pensada como algo objetivo, algo en el mundo, deba aceptar a los eventos negativos. Las

teorías de agente, contrafáctica y probabilista recogen bien los usos del concepto de causa, y quizá

por eso Dowe había sugerido, cuando discutía la distinción entre análisis empírico y conceptual, que

es probable que estas teorías sean buenas teorías del uso del término causa. Pero quiero recalcar

que, de que el en el nivel práctico no haya diferencia, no se sigue que metafísicamente no haya una

diferencia importante entre la causalidad y la causalidad negativa: la primera es genuina, la segunda

es falsa.

Ahora, la equivalencia práctica y la borrosidad epistémica pueden explicar por qué en el nivel

ordinario, en el nivel del sentido común, no hay una diferencia relevante entre cuasi–causalidad y

causalidad. ¿Pero, si son metafísicamente diferentes, cuál es el origen de esta indistinguibilidad

práctica? Dowe sugiere que el origen de esta indistinguibilidad reside en la conexión estrecha entre

ambos tipos de causalidad, conexión que a su vez se apoya en el hecho de que una depende de la

otra. Más precisamente, la unidad de la causalidad y la cuasi–causalidad descansa en el hecho de

que en el fondo la cuasi–causalidad depende contrafácticamente de la causalidad posible —como

resulta claro del criterio (O3), y también resulta claro de la discusión que ya habíamos tenido

alrededor de la independencia A–P cuando veíamos que una es implicada lógicamente por la otra—.

Sin embargo, considero que no es suficiente decir que una causalidad depende de la otra, o implique

a la otra, para explicar por qué en el nivel práctico no surgen diferencias. Y Dowe no explica en

�52 (Dowe, 2000, 2001, 2004, 2007, 2009a, 2009b).37

ninguna de las partes en las que trata el tema el mecanismo detallado por el cual las conexiones 37

discutidas entre cuasi–causalidad y causalidad no producen diferencias en la “superficie”.

Sin embargo, quiero esbozar una posible forma de detallar tal mecanismo. Tal vez se pueda

argumentar que, dado que en la práctica la causalidad posible es tan común como la causalidad

actual (constantemente estamos haciendo contrafácticos causales; si yo no hubiera hecho X no

habría sucedido Y), y dado que la causalidad posible cumple con varios (¿todos?) usos que

ordinariamente hacemos del concepto de causa, en el nivel práctico no hay diferencia. De hecho, es

fácil reproducir el argumento de la equivalencia práctica en el caso de la causalidad posible: se

pueden usar causas posibles para lograr medios posibles —si hicieras X, se cambiaría W— o se

pueden hacer enunciados de causalidad posible probabilisticos: si se diera B, probablemente se

daría C. Así que, si todo enunciado de causalidad negativa es lógicamente equivalente a un

enunciado de causalidad posible —como la violación de la independencia A–P y el criterio (O3)

indican—, y si la causalidad posible satisface los usos ordinarios del concepto de causa, no debería

sorprendernos que en el nivel práctico la causalidad negativa no sea diferenciada de la causalidad

genuina. Dicho de otra forma: dado que la causalidad posible es en el nivel práctico indistinguible

de la causalidad actual, y dado que la causalidad negativa es expresable siempre en términos de

ciertos enunciados de causalidad posible, la causalidad negativa es en el nivel práctico

indistinguible de la causalidad genuina —la causalidad negativa hereda la indistinguibilidad

práctica de la causalidad posible—. Por supuesto, este argumento parte del supuesto de que, o el

criterio (O3) es siempre aplicable, o el argumento en contra de la violación de la dependencia A–P

es correcto. En caso de uno de los dos supuestos sea aceptado, considero que tenemos una forma de

justificar la equivalencia práctica entre la causalidad negativa y la causalidad genuina . 38

La teoría de Dowe aquí presentada tiene un importante problema: al ser de carácter

contrafáctico, sufre el problema de la infinidad de ausencias que cuentan como causas: por ejemplo,

la ausencia de elefantes es una causa de la muerte del astronauta porque, si no se hubiera dado dicha

ausencia, habría habido procesos que interactuarían causalmente con el desecho espacial y que por

lo tanto, habrían evitado la muerte del astronauta . Aunque podría pensarse que este no es un 39

�53

Sin embargo, así como dije que no era claro por qué hay una equivalencia práctica entre causalidad negativa y 38

positiva dada las diferencias metafísicas entre ambas, alguien podría decir lo mismo con respecto a la causalidad posible; metafísicamente la causalidad posible es diferente a la causalidad actual, ¿por qué entonces no surge ninguna diferencia en el nivel práctico? De todos modos, considero que es ya cierto avance reconocer que la equivalencia práctica entre causalidad negativa y causalidad positiva resulta de que la causalidad negativa es implicada por la posible.

Dowe reconoce este posible problema en Dowe (2001, p. 222).39

problema ya que esta no es una teoría de la causalidad sino de una causalidad* —que, por más

parecida que sea con la causalidad, no es en rigor real—, todo el propósito de esta teoría de Dowe

es explicar los enunciados de causalidad negativa y ver cómo estos pueden ser entendidos sin

comprometernos con la realidad de los eventos negativos; pero para esta tarea necesitamos cierta

normatividad que permita explicar también por qué son sólo ciertos enunciados causales negativos

los que aparecen en nuestras locuciones diarias, y para este propósito la teoría de Dowe es

insuficiente. Es insuficiente porque entre los criterios (O1) a (O3) no hay nada que pueda decirnos

por qué la ausencia de elefantes debería ser excluida. Dowe podría decir que la ausencia de

elefantes no debe ser excluida, pero entonces la teoría de Dowe terminaría siendo incompleta ya que

estaría explicando una causalidad negativa diferente (más amplía) de la causalidad negativa que

nuestras intuiciones están dispuestas a aceptar, y es la causalidad negativa que reconocen nuestras

intuiciones la que presenta un problema para la teoría de Dowe (la causalidad negativa que incluye

ausencia de elefantes es justamente una causalidad no problemática para Dowe). Insisto, la teoría de

la cuasi-causalidad sirve para decir cómo entender los enunciados causales negativos —deben ser

entendidos como casos que dependen contrafácticamente de la causalidad genuina— pero no sirve

para decirnos por qué aparecen sólo un cierto número de enunciados causales —por qué entre ellos

no está la ausencia de elefantes—. Como veremos en la siguiente sección, hay una forma de

resolver la promiscuidad causal si entendemos a los enunciados de causalidad negativa como

enunciados de explicación causal —ya veremos qué significa esto—. Y esto nos permitirá mostrar

que, entendida como una teoría de la explicación causal, la de Dowe puede resolver el problema de

la promiscuidad, e incluso, nos permitirá dar nuevas luces para entender la equivalencia práctica

entre cuasi–causalidad y causalidad. Para ver cómo se logra esto pasamos ahora a examinar la

interesante aproximación de Beebee al problema de la causalidad negativa.

!3.2 Causalidad negativa como explicación causal !

3.2.1

!Lewis afirma que “cualquier evento particular que quisiéramos explicar se ubica al final de una

larga y complicada historia causal” (Lewis, 1987, p. 214). Para explicar el evento “rompimiento del

vidrio” tenemos que mencionar muchos eventos, entre los cuales está por supuesto el choque del

bus con la ventana. Pero también están los eventos “conductor que se distrae” y “frenos

�54

insuficientes” y, en rigor, todos los eventos previos que anteceden los eventos recién mencionados

—como el evento “revisión mediocre por parte del mecánico”— van a hacer parte de la historia

causal que culmina en el rompimiento del vidrio. Para Lewis, explicar el evento e es otorgar

información sobre la historia causal de dicho evento (esta es la tesis de Lewis con respecto a la

explicación: explicar un evento es dar información sobre su historia causal). Lo importante es que

hay diferentes formas de contar una historia causal y las mismas pueden ser más o menos

satisfactorias dependiendo del contexto —pero todas son válidas siempre y cuando sus enunciados

sean verdaderos—. Además, la historia causal es una estructura relacional en el sentido de que los

eventos están en relaciones causales entre sí, en relaciones de dependencia causal; un evento

depende de otro causalmente si, dada la teoría causal que se maneje —no importa cuál—, el

primero no podría darse sin el segundo. Lewis afirma que sea lo que sea la causalidad, siempre hay

historias causales (Lewis, 1987, p. 215).

Como dije, para Lewis hay muchas maneras de dar esta información sobre la historia causal;

se puede dar esta información mencionando un evento particular que hace parte de la historia causal

(es decir, explicar una de las causas) —el niño corriendo por la calle detrás de la pelota—; o

explicar una parte de una sección transversal de la historia causal, es decir, mencionar varios

eventos más o menos simultáneos y causalmente independientes que actuando juntos causan el

evento que se quiere explicar —mencionar los eventos independientes y simultáneos “niño

corriendo por la calle” y “bus andando por la calle”—; o proveyendo información causal

refiriéndose a una cadena causal, una secuencia de eventos en la que cada evento causa el siguiente,

entre otras (Lewis, 1987, p. 218). Además, se puede contar una historia causal desde diferentes

niveles; desde el más exhaustivo en el que se menciona el más mínimo detalle —teniendo en cuenta

el ángulo exacto entre el bus y el plano del vidrio en cada instante de tiempo durante los últimos dos

minutos antes del choque—, hasta el más general que sólo menciona enunciados existenciales como

“se dio un evento de un bus chocándose”. Se puede contar una historia causal diciendo que el

proceso causal en cuestión es del tipo tal que en general tiende a producir cierto tipo de efecto

(Lewis, 1987, p. 220). En caso de que se de una explicación así, apelando al tipo de historia y al

tipo de características generales de la historia causal, se debe tener en cuenta que en tal caso no se

está exponiendo la historia causal, sino algo así como la forma —la estructura— de la historia

causal pues, como vimos en la definición, la historia causal debe incluir eventos que dependen

causalmente entre sí —y no tipos de eventos o características generales de los mismos—.

Finalmente, Lewis afirma que la historia causal también puede contener información negativa, es

decir, información sobre lo que no incluye la historia causal (Lewis, 1987, p. 220). Por ejemplo, �55

estudiando la muerte de un hombre los forenses determinan que no hay huellas de su esposa y por lo

tanto, que su esposa no hace parte de la historia causal de la muerte de su esposo —no figura en la

historia causal del evento “muerte de tal hombre”—.

Es importante para lo que sigue tener presente que la causalidad y la explicación causal —

historia causal— son conceptos distintos. La explicación causal es una forma de dar información

sobre el pasado del evento que queremos explicar, pero los elementos que aparecen en la

explicación causal no necesariamente deben ser tomados como causas del evento en cuestión. Por

ejemplo, mencionar que “los eventos de tipo E tienden a causar eventos de cierto tipo C” puede ser

información relevante para entender por qué ocurrió el evento c —perteneciente al tipo de eventos

C—, pero a menos de que se adopte una teoría general de la causalidad —como la regularista de

Hume—, no podrá ser aceptado algo como “e causó c porque e pertenece a eventos de tipo E y c

pertenece a eventos de tipo C”. Otro ejemplo: decir que tenemos evidencia de que un fenómeno

químico causó el incendió es una información muy importante para reconstruir la historia causal del

incendio y puede ayudar a que la investigación en torno al incendio avance considerablemente, pero

de esto no se sigue que las teorías causales deban admitir como verdadera la idea de que “un

fenómeno químico causó el incendio” porque de nuevo, “fenómeno químico” es algo abstracto,

general, que no puede estar en una relación causal si la nuestra es una teoría como la contrafáctica

de Lewis o la de conexión física de Dowe (teorías singulares de la causalidad). Beebee pone este

punto así: “… algo puede ser el explanans de una explicación causal sin ser él mismo una causa del

evento citado en el explanandum” (Beebee, 2004, p. 297). De hecho, la idea de que se puede ofrecer

una historia causal mencionando parte de la sección transversal en la que eventos simultáneos

actúan juntos para forma un efecto implica que se tiene de antemano una teoría causal porque sino

¿cómo vamos a determinar la independencia causal entre eventos simultáneos? Así que la historia

causal y la causalidad son cosas distintas, y de hecho, la primera requiere la segunda.

!3.2.2

!Basada en esta teoría de Lewis sobre la explicación causal, Helen Beebee ofrece una propuesta muy

interesante para solucionar el problema de la causalidad negativa. Beebee propone que entendamos

los enunciados de causalidad negativa como explicaciones, como otorgando información sobre la

historia causal de cierto evento, sin necesidad de entenderlos como aseverando la existencia de

relaciones causales. Es decir, la idea de Beebee es aprovechar la diferencia entre explicación causal

y causalidad para mostrar que la causalidad negativa hace parte de la explicación causal. Esta �56

diferencia ya la habíamos visto en la teoría de Lewis, cuando vimos que, en palabras de Beebee, “no

toda explicación causal es un reporte de causalidad”. Por ejemplo, al decir “el disparó de Pedro

causó la muerte de María” tenemos un reporte de causalidad, pero cuando decimos “María murió

porque alguien le disparó” tenemos un caso de explicación causal —pues estamos haciendo un

enunciado existencial sobre la muerte de María, sin referencia a un evento explícito, y este tipo de

enunciados son válidos en la explicación causal, pero no nos compromete con una relación causal

—.

Dado lo anterior, cuando decimos “el descuidó del padre causó el accidente” estamos

revelando parte de la historia causal del accidente, más específicamente, estamos dando

información negativa sobre la historia causal —la historia causal no incluye el evento de un padre

sujetando o “cuidando” a su hijo—. Y es información relevante porque nos ayuda a entender lo que

hubiera sucedido si el padre hubiera estado poniendo atención, es decir, nos ofrece información

modal —en un mundo posible en el que el padre hubiera estado poniendo atención a su hijo, no se

habría dado el accidente—. Beebee dice: “…es información sobre qué procesos causales hay en los

mundos posibles más cercanos en los que el evento que en nuestro mundo es ausente, en ellos

ocurre … la información proveída sobre la historia causal es información modal”. (Beebee, 2004, p.

306). La clave de esta propuesta de Beebee es que en ningún sentido podemos pensar que “el

descuido del padre” es un evento que sucedió, un evento que está en una relación de dependencia

causal con el evento del accidente. Pero, si esto es así, se sigue que está mal la forma de los

enunciados negativos como “el descuido del padre causó el accidente”, porque al rechazar la

causalidad negativa no podemos usar “causa” en este tipo de enunciados. Por lo tanto, debemos

reformular los enunciados causales negativos; en el ejemplo discutido debemos remplazar el

enunciado “el descuido del padre causó el accidente” por “hubo un accidente porque el padre se

descuidó”. El “porque” hace referencia explícita a la idea de que estamos explicando, y no nos

compromete con la existencia de un evento como “el padre se descuidó”. El explanans “descuido

del padre” no está en una relación causa–efecto con el explanandum “accidente del hijo”.

Para reforzar su propuesta Beebee menciona la teoría de Jackson y Pettit acerca de la

explicación de programa y la explicación de proceso. “Esta teoría está diseñada para mostrar cómo

propiedades realizables múltiples (como propiedades funcionales o disposicionales) pueden figurar

en explicaciones causales verdaderas sin necesidad de ser `causalmente eficientes`” (Beebee, 2004,

p. 295). Por ejemplo, supongamos que dejamos caer un vaso y este se rompe y supongamos que

definimos ser frágil como estar dispuesto a romperse cuando se deja caer. En tal caso, nosotros

sabemos que la causa del rompimiento del vaso es la estructura molecular del mismo y no su �57

fragilidad, pero esto no hace que no sea relevante mencionar la fragilidad del vaso en la explicación

de su rompimiento. En este caso, una explicación de proceso se refiere a la estructura molecular

mientras que una explicación de programa se refiere a una propiedad disposicional como la

fragilidad. Así que no sólo la teoría de la explicación de Lewis provee un marco conceptual que

puede permitir una distinción entre causalidad y explicación causal, sino que también esta teoría de

Jackson y Pettit provee un marco adecuado en ese sentido. En torno a estos marcos conceptuales

Beebee articula su tesis: la causalidad negativa es parte de la explicación causal en el marco que

provee Lewis y es parte de lo que se denomina explicación de programa en el marco que proveen

Jackson y Pettit.

El camino que inició nuestra discusión de causalidad negativa comenzó con el caso del

astronauta que muere en el espacio exterior una vez que se le averío su casco. El no genuista tenía

que afirmar que el enunciado “el vacío causó la muerte del astronauta” era falso, y esto lo situaba en

una clara desventaja en comparación a las teorías causales que aceptaban la causalidad negativa.

Ahora con la propuesta de Beebee se puede minimizar de forma importante el aspecto contra–

intuitivo de la posición no genuista: “el vacío causó la muerte del astronauta” sigue siendo un

enunciado falso, pero “el astronauta se murió porque estuvo expuesto al vacío” es un enunciado

verdadero porque da información (modal) sobre la historia causal de la muerte del astronauta. Todos

los casos en los que el sentido común expresa enunciados de la forma “a causa b”, donde a es un

evento negativo, deben ser entendidos como “b porque a”. Lo mismo sucede con todas las

apariciones de enunciados causales negativos en las diferentes disciplinas científicas. La posición

sigue siendo contra–intuitiva si nos quedamos en la aseveración de que “el vacío causó la muerte

del astronauta” es falso, pero ahora lo único que necesitamos es que el sentido común encuentre

plausible “el astronauta murió porque se expuso al vacío” y no hay razones para pensar que el

sentido común vea implausible o problemático un enunciado así. Los resultados contra–intuitivos

no desaparecen, pero pueden ser reemplazados por otro tipo de enunciados que son llanamente

intuitivos.

Accidentalmente resulta que esta propuesta puede dar luces sobre cómo solventar el problema

de la promiscuidad —cómo dejar por fuera a los elefantes—. Si la causalidad negativa no es más

que una explicación causal, es claro que decir “el astronauta murió porque no estaba rodeado de un

grupo de elefantes que lo protegieran del golpe con un desecho espacial” es, aunque verdadera, una

explicación causal poco satisfactoria. Una explicación causal se juzga (entre otras cosas) a partir de

su relevancia en cierto contexto y es difícil ver en qué contexto la ausencia de estos elefantes podría

ser relevante (relevante entendido como “aclaratorio”, o “ilustrativo”, o simplemente, “importante �58

para nuestra comprensión”). Por cierto, las críticas que vimos de la misma Beebee, dedicadas a

mostrar por qué criterios como el de normalidad no podrían ser satisfactorios para una teoría de la

causalidad, no pueden usarse ahora en contra de la presente propuesta de Beebee porque no hay

ningún problema con que la explicación causal sea sensible al contexto; como dice Lewis, el

contexto determina qué tan satisfactoria puede ser una explicación (Lewis, 1987, p. 215). De hecho,

podemos rescatar el criterio de normalidad dado que podría ser un criterio útil para decirnos qué

explicaciones son mejores que otras: “mis plantas se murieron porque Obama no las regó” es una

explicación poco satisfactoria porque no satisface el criterio de normalidad . 40

!3.3.3 !

Beebee propone que el sentido común es a veces insensible a la distinción entre explicación causal

y causalidad y es está insensibilidad lo que explica el error de juzgar como válidos los enunciados

causales negativos . También explica que en nuestra vida diaria, al pasar de enunciados de la forma 41

“A causa B” a “B porque A”, no cometemos un error importante porque muchas veces ambos

enunciados son verdad (Beebee, 2004, p. 306). La idea es que siempre que las intuiciones de una

persona lo llevan a aceptar un enunciado del tipo “la ausencia de A causó B”, la misma persona

aceptará sin problemas un enunciado de la forma “B porque se dio la ausencia de A”, y más aun, el

individuo no distinguirá entre ambos enunciados.

En caso de que se criticara la propuesta de Beebee alegando que la teoría de la explicación de

Lewis es problemática (esta es una de las estrategias de Hartsock (Hartsock, 2010, p. 45) para

criticar a Beebee), debemos tener en cuenta que Beebee no necesita que la teoría de Lewis sobre la

explicación sea del todo satisfactoria, sólo necesita una teoría de la explicación para la cual “murió

porque fue expuesto al vacío” cuente como una explicación válida de la muerte del astronauta sin

necesidad de comprometerse con una existencia de los eventos negativos. Y esto es posible si se

�59

Se puede objetar que una teoría adecuada de la explicación que apele al criterio de normalidad deberá resolver el 40

problema de la relevancia explicativa; cuáles son los criterios que nos permiten determinar la relevancia de una explicación. En otras palabras, el precio a pagar que resulta de eliminar la promiscuidad causal es que surge el problema de determinar en una teoría de la explicación cuáles son las condiciones para definir la relevancia explicativa. Este es un problema diferente y lo importante es que hemos transformado el problema de la promiscuidad causal en un problema de relevancia explicativa. De cualquier modo, considero que toda teoría de la explicación debería aceptar la sensibilidad al contexto de los enunciados explicativos -en últimas, yo creo que los límites entre relevante e irrelevante son delineados por consideraciones pragmáticas-. Así, de aceptar este supuesto -todo enunciado explicativo es relevante en cierto contexto e irrelevante en otro- que no me parece poco plausible, resulta claro por qué mencionar los elefantes no sirve como explicación del evento “muerte del astronauta”. Insisto, así no pudiéramos resolver el problema de la relevancia explicativa, la causalidad ha quedado exenta de este tipo de promiscuidad porque se ha eliminado la causalidad negativa que era la causante de la promiscuidad aquí discutida (hay otra promiscuidad de tipo positivo).

Michael Hartsock apela a evidencia que muestra que el sentido común es sensible a la diferencia (Hartsock, 2010, p. 41

42), pero el punto de Beebee no es que el sentido común es siempre insensible a la diferencia (como parece leer Hartsock a Beebee), sino que a veces lo es.

tiene una teoría de la explicación que permita explicaciones como “este tipo de eventos causa este

tipo de eventos”, o “el disparo de alguien fue la muerte de Pedro”. Una teoría que permite estos

casos muy probablemente será una teoría que admitirá que puede haber casos en los que el

explanans no esté causalmente relacionado con el explanandum, o de lo contrario tendría que

presuponerse teorías de la causalidad en las que cosas generales o existenciales —algo químico

causó X— pudieran causar cosas concretas. Es poco probable que una teoría de la explicación

pueda ser satisfactoria y al mismo tiempo negar que enunciados generales o existenciales, sin

necesidad de estar en relaciones causales con el explanandum, puedan explicar algo. Una vez

aceptado que no siempre lo explicado dependerá causalmente de lo que explica, Beebee podrá

introducir su propuesta: la causalidad negativa es un ejemplo del tipo de explicaciones que no están

relacionadas causalmente con lo explicado.

Antes de entrar a la última parte de este trabajo quisiera recalcar la idea principal de esta

sección. En el análisis de una historia causal sí hay lugar para la causalidad negativa, si la

entendemos, claro está, como enunciados de explicación causal. Sin embargo, no debemos

confundir una cuestión epistémica con una metafísica. Cuando alguien en un museo de arte nos

explica que cierto cuadro fue desarrollado durante el auge de la escuela impresionista parisina,

nosotros podemos llegar a entender (si sabemos algo del impresionismo) por qué las pinceladas

tienen la forma que tienen, ¡pero de esto no se sigue que las pinceladas que estamos observando

fueron trazadas por el impresionismo o por la escuela impresionista! La ausencia de presión puede

explicar la forma de los procesos que están sucediendo en la cabeza del astronauta y explicar la

muerte del mismo, como el movimiento artístico puede explicar la forma de las pinceladas y el

valor estético del cuadro, pero en ningún momento esto nos debe hacer dudar de que la muerte del

astronauta fue causada por ciertos procesos positivos –células explotando–, así como no dudamos

de que las pinceladas fueron causadas por la brocha del pintor.

!3.3 Reuniendo a Dowe y Beebee: !Mi propuesta es esta: la teoría de Dowe puede entenderse como una teoría de la explicación causal

negativa. La idea es reformular la oración “No–A causó* B” como “B porque no–A”. Salvo este

cambio, dejamos intacto el análisis de Dowe —los criterios (O1) hasta (O3) no cambian—. Con

esto la teoría no pierde nada; como dije, lo único diferente es que ahora lo que la teoría de Dowe

analiza es una locución como “B porque no–A” y esto es una ventaja porque no era claro cómo

�60

debíamos juzgar la verdad de enunciados de la forma “X causa* Y”, ya que no era claro qué tipo de

relación era “causa*”; no es una relación genuina, en el sentido de que no relaciona dos objetos o

eventos, pero tampoco podemos decir que es una relación falsa porque entonces la teoría estaría

analizando enunciados falsos y esto no tendría mucha gracia. Pero si ahora nos ayudamos de

Beebee resulta claro el estatus de estos enunciados; no representan relaciones, constituyen

explicaciones causales. Tenemos entonces lo que llamaré la teoría de Beebee–Dowe de la

causalidad negativa, que se compone de dos partes: 1) los enunciados de causalidad negativa deben

ser entendidos como enunciados de explicación causal; aunque “no–A causó B” es falso siempre,

“B porque no–A” puede ser verdadero. Y 2) los enunciados de la forma “B porque no–A” son

verdad si los criterios (O1) hasta (O3) se cumplen , en caso contrario “B porque no–A” será una 42

explicación falsa. Finalmente, de estos dos puntos se siguen los resultados que ya teníamos antes

para cada teoría, y mejor aún, estos resultados terminan integrándose de modo bastante

satisfactorio. A continuación los escribo.

Resultados de la teoría de la causalidad negativa de Beebee–Dowe: !1. Los enunciados de causalidad negativa nos dan información modal sobre la historia causal de

cierto evento E. Como estos enunciados se refieren a casos de causalidad posible —ver punto 4 a

continuación— nos ayudan a comprender qué tipo de características presenta la historia causal que

estamos analizando; por ejemplo, en el caso de la muerte de la planta que muere por ausencia de

agua, hacen explícito el hecho de que en un mundo cercano en el que yo hubiera regado las plantas

—tanto más cercano si mi hábito de regarlas es frecuente—, estas no se hubieran muerto. Es

precisamente porque los enunciados de causalidad negativa nos ofrecen información (en este caso

modal) sobre la historia causal de E la razón por la cual pueden ser entendidos como enunciados

que explican al evento E.

2. La causalidad es primitiva con respecto a la causalidad negativa. Esto queda claro no sólo a partir

de la teoría contrafáctica de Dowe sino también a partir de la teoría de la explicación de Lewis; el

concepto de explicación causal requiere el concepto de causalidad —debemos tener un concepto

causal para establecer cuándo dos eventos en la historia causal dependen causalmente entre sí—.

�61

Aunque me he concentrado en los casos de causalidad por omisión (no–A causa B), el análisis se puede extender para 42

los demás casos de causalidad negativa. Ver el capítulo 6 del libro de Dowe (Phil Dowe, 2007).

3. La causalidad negativa depende contrafácticamente de la causalidad. Esto resulta del criterio

(O3).

4. La causalidad negativa depende de enunciados de causalidad posible —Dowe dice “la causalidad

negativa superviene en patrones de causalidad posible”—. Esto es consecuencia de la violación de

la independencia A–P y también es consecuencia del criterio (O3).

5. Hay una equivalencia práctica entre causalidad negativa y causalidad genuina; las ausencias

pueden ser medios para lograr fines, pueden subir probabilidades de ciertos eventos y pueden

constituir evidencia de causas y efectos, del mismo modo que lo hacen los eventos positivos. Como

antes sugerí (sección 3.1), esto resulta de que hay una equivalencia práctica entre la causalidad

posible y la causalidad; como los enunciados de causalidad negativa dependen de enunciados de

causalidad posible (punto 4), heredan esta indistinguibilidad práctica que presentan los enunciados

de causalidad posible.

6. En el nivel práctico es conveniente no trazar ninguna diferencia entre la causalidad y la

causalidad negativa. Esto se debe a tres razones: i) la borrosidad epistémica que nos impide

diferenciar muchas veces eventos positivos de eventos negativos; ii) la insensibilidad nuestra para

diferenciar reportes de causalidad de enunciados de explicación causal; iii) la equivalencia práctica

misma, pues aun si i) y ii) no se dieran, daría lo mismo para efectos prácticos distinguir o no

distinguir entre causalidad y causalidad negativa.

La propuesta de Beebee ayuda además a resolver la promiscuidad causal de la teoría de

Dowe; la ausencia de elefantes no es un enunciado de causalidad negativa en el sentido de que no

puede formularse como un enunciado explicativo relevante, así que la teoría de Dowe no tiene por

qué preocuparse por estos casos ya que no pasan el filtro de la relevancia explicativa —lo cual no 43

quiere decir que no pueda ser verdad que “se murió porque no hubo elefantes”, pero quiere decir

que podemos, por criterios pragmáticos, dejar este enunciado de lado—. Además podemos

apoyarnos en la sugerencia de Beebe para responder la siguiente objeción: Dowe nos debe una

explicación porque, después de que se ha empeñado en mostrar los problemas de una teoría

contrafáctica de la causalidad, termina adoptando una teoría de este tipo para explicar la causalidad

negativa. Pero esto sería un problema sólo si la suya fuera una teoría contrafáctica de la causalidad.

Dada la interpretación presentada en esta sección, la de Dowe debe ser entendida como una teoría

�62

Relevancia explicativa se refiere a adecuación explicativa: una explicación adecuada de por qué se murió el 43

astronauta no debería mencionar la ausencia de elefantes.

de la explicación causal de carácter negativo. Esto es suficiente para alejar a Dowe de los problemas

de una teoría contrafáctica de la causalidad; 1) no compromete a Dowe con entidades negativas; 2)

puede apoyarse en criterios pragmáticos para solucionar la promiscuidad; 3) no tiene el problema de

la no localidad porque no habla de eventos actuales, sino de eventos posibles que no pertenecen a

nuestro espacio–tiempo.

Dicho esto espero que sea claro por qué no es apropiado decir que la propuesta de Beebee es

por sí misma suficiente para solucionar el problema de la causalidad negativa. Aunque sin duda la

propuesta de Beebee constituye una forma prometedora de comprender los enunciados de

causalidad negativa, la teoría de Dowe nos permite un análisis de estos enunciados que no era

cubierto por la teoría de la filósofa. Por ejemplo, como vimos, Beebee decía que la causalidad

negativa nos da información modal, en el sentido de que nos permite entender qué hubiera pasado si

la historia causal de cierto evento hubiera sido un poco diferente. Sin embargo, no era claro a qué se

debía esta capacidad de los enunciados de causalidad negativa para otorgar este tipo de información

modal, pero ahora, teniendo presente la teoría de Dowe, es bastante claro: dado que los enunciados

de causalidad negativa dependen de enunciados de causalidad posible, entonces no es de sorprender

que estos enunciados contengan información modal. Además, la razón por la cual el sentido común

es insensible a la distinción entre reportes de causalidad y enunciados de explicación nunca fue

dada por Beebee , pero ahora podemos encontrar una: esta insensibilidad se puede explicar por la 44

estrecha relación entre los enunciados de causalidad posible y enunciados de causalidad negativos –

relación estrecha como se ve del criterio (O3) y por la violación de la independencia A-P–. Así que

la teoría de Beebee, por sí misma, deja algunas cuestiones sin tratar que la teoría de Dowe puede

ayudar a complementar.

La verdad es que ambas propuestas se complementan bastante bien como he tratado de

sugerir; Beebee nos dice cómo entender los enunciados de causalidad negativa y nos ha explicado

una posible fuente del error de nuestro sentido común cuando este juzga verdaderos enunciados

causales negativos; Dowe nos muestra características semánticas y lógicas de los enunciados de

causalidad negativos, características que también pueden explicar posibles fuentes del error en el

que nuestras intuiciones caen. Además, como he señalado, cada propuesta presenta sus propios

problemas que pueden ser resueltos teniendo en cuenta los resultados de la otra propuesta. Es por

�63

Beebe sólo dice que no se comete mayor error al confundir ambos tipos de enunciados: no importa mucho si decimos 44

“la luz se prendió porque encendí el interruptor”, o si decimos “mi presionar el interruptor causó que la luz se prendiera”. “No hay un daño serio cuando nuestro sentido común comete este error” (Beebee, 2004, p. 305).

esto que no veo razones para quedarnos sólo con una de las dos teorías, al fin y al cabo, antes que

excluyentes, las propuestas se complementan bastante bien.

Schaffer dice: … ¿qué se necesitaría para convencerlo de que decapitar a alguien no puede en realidad causar su

muerte? Dejen a los teóricos de la conexión física hacer los argumentos que quieran. Al final del día, sus argumentos se tendrán que ponderar contra el hecho de que, por su teoría, cortarle la cabeza a alguien no puede causarle que muera (Schaffer, 2004, p. 200). !

Podemos responder: ¿Qué se necesita para convencer al genuista de que “alguien muere

porque es decapitado” es verdadero sin que esto tenga que comprometernos con la existencia de una

relación objetiva entre dos tipos de cosas una de las cuales no es nada en el mundo? Dejen a los

teóricos genuistas hacer los argumentos que quieran. Al final del día, sus argumentos se tendrán que

ponderar contra el hecho de que, por su genuismo, en el mundo hay causas entre cosas que no

existen, causas que viajan más rápido que la luz y ausencia de elefantes en la Estación Espacial

Internacional causando infinidad de daños.

�64

Conclusiones !En el primer capítulo vimos que la teoría de Phil Dowe ofrece una respuesta a la pregunta de

carácter metafísico ¿qué condiciones necesarias y suficientes se deben dar para que haya una

relación causal? La respuesta, como ya vimos, apelaba a la idea de que se debía dar un proceso

físico entre la causa y el efecto en el que, entre otras cosas, se presentara un cambio en el valor de

una cantidad que se conserva según leyes de la física. Luego abordamos la pregunta sobre el tipo de

análisis que la teoría de Dowe estaba proponiendo y vimos que el interés de Dowe no era brindar

una teoría que respetara nuestras locuciones causales sino ofrecer una teoría de la causalidad que

pudiera ser utilizada en la ciencia. Aunque en ese momento consideramos que esta distinción entre

ambos tipos de análisis era un poco polémica, creo que ahora puede ser más claro en qué sentido

Dowe se refería a su teoría como fundada en un análisis empírico:

1) por un lado, el de Dowe es un análisis que no se interesa en respetar la mayoría de

nuestras intuiciones, y de hecho, como vimos en la sección 2.1 , cualquier criterio que pudiera

ayudarnos a explicar por qué nuestro sentido común acepta ciertos enunciados causales requería

consideraciones morales y epistémicas que eran incompatibles con una teoría metafísica de la

causalidad. El punto no es simplemente que la teoría de Dowe ignora gran parte de nuestros

enunciados causales diarios porque está fundada en un análisis empírico, el punto más profundo

parece ser que cualquier análisis de la causalidad que preste mucha importancia a nuestra forma de

hablar es simplemente incompatible con un proyecto interesado en preguntas de tipo metafísico

sobre la causalidad. 2) Por otro lado, la crítica de la localización de los eventos negativos sólo tiene

sentido si, a la hora de desarrollar una teoría de la causalidad, queremos darle suficiente importancia

a los resultados de la ciencia; en particular, la crítica sólo tiene lugar si consideramos que se ha de

respetar el principio de que la velocidad de la luz es un límite insuperable para la influencia causal

entre dos eventos. Creo que estos dos puntos muestran mejor en este momento en qué sentido el

análisis era empírico y no conceptual.

Aunque erradicar la causalidad negativa no es algo menor, los esfuerzos de Beebee y Dowe

por tratar de analizar este tipo de enunciados logran mostrar por qué una teoría de la causalidad

metafísica debe decirle al sentido común y al filósofo genuista que las ausencias no causan nada.

En especial, examinamos tres problemas que debe enfrentar el genuista: 1) nuestras intuiciones

siempre se verán contrariadas en algún punto por toda teoría con pretensiones metafísicas, 2) los

eventos negativos no están localizados en el espacio–tiempo y 3) algunos enunciados de causalidad

�65

negativa no son lógicamente independientes de enunciados de causalidad posible. Además, en el

tercer capítulo vimos cómo Dowe y Beebee, conscientes de las preocupaciones que podían surgir al

rechazar la totalidad de la causalidad negativa, desarrollan teorías sobre la causalidad negativa que

esperan explicar, entre otras, dos cosas: 1) por qué nuestras intuiciones están equivocadas y 2) cómo

debemos analizar los enunciados causales negativos. Al final del capítulo intenté mostrar que

ninguna de las dos propuestas era suficiente por sí misma para explicar la causalidad negativa; la de

Dowe no puede evadir el problema de la promiscuidad causal ni es clara con respecto al estatus de

los enunciados cuasi–causales; la de Beebee se queda corta en proveer un análisis lógico y

semántico de los enunciados de causalidad negativa y no da razones para explicar la insensibilidad

del sentido común para diferenciar reportes de causalidad de enunciados causales. Así, en la última

sección del trabajo muestro cómo ambas propuestas se pueden integrar en una sola teoría de la

causalidad negativa. La clave de esta integración está en sugerir que los enunciados de cuasi–

causalidad de la teoría de Dowe deben ser leídos como enunciados de explicación causal.

Finalmente, quiero atender una cuestión que queda abierta. La preocupación de que Dowe

no está desarrollando una teoría de la causalidad sino una teoría sobre un concepto X que está

postulando es una preocupación que nunca fue debidamente resuelta. Yo creo que este problema nos

conduce al primer párrafo de este trabajo. Parte de la solución depende del tipo de pregunta que nos

interese contestar: si nos interesa responder preguntas semánticas o si nos interesa investigar cómo

nosotros realizamos atribuciones causales, entonces probablemente la teoría causal que

desarrollemos debe mantenerse muy fiel a nuestros enunciados causales diarios y, bajo esta

perspectiva, la de Dowe claramente sería una teoría insatisfactoria. Para este tipo de preguntas la

manipulabilista, la contrafáctica y una posición pluralista son las mejores opciones –la posición

pluralista es muy buena para estos propósitos porque da cuenta de la diversidad de formas en las

que usamos la palabra “causa”–. Sin embargo, si la pregunta que guía la investigación es metafísica,

no podemos pretender que nuestras intuiciones sean siempre respetadas. Pero la cuestión no es así

de simple porque, independientemente del tipo de pregunta que queramos contestar, el concepto que

esperamos investigar comienza siendo un concepto que usamos en nuestra vida diaria; una vez

partimos de dicho concepto nos embarcamos en una ardua discusión que, si tenemos suerte,

terminará arrojando ciertos resultados al final. Pero la validez de dichos resultados, incluso si es

metafísica nuestra indagación, sigue dependiendo en buena medida de nuestro uso del concepto. Por

ejemplo, si cierto filósofo dice que la causalidad es X, donde esa X no se satisface en la relación

entre el choque del bus y el rompimiento del vidrio y si el filósofo termina diciendo que estamos

equivocados en la inmensa mayoría de nuestros enunciados causales, entonces ciertamente tal �66

filosofo estaría, antes que explicando la causalidad, inventando un nuevo concepto. Sin embargo,

este no es el caso de Dowe. Una parte muy importante de nuestros enunciados causales respeta los

criterios de Dowe; guantes de boxeadores causando “knock outs", trenes chocando causando

accidentes, bolas de billar causando carambolas, y en ultimas, todos los casos en los cuales un

objeto choca con otro –una pelota con un pie, una bala con un cuerpo, un planeta con un asteroide–,

todos son, siguiendo lo que dirían nuestras intuiciones, casos causales para la teoría de Dowe.

Pero la cuestión, como dije, queda abierta. En el fondo la cuestión depende de lo que

nosotros esperamos que una teoría sobre un concepto C deba hacer. ¿Hasta qué punto un análisis

filosófico puede forzar un concepto para que se ajuste a ciertas condiciones necesarias y suficientes,

sin que tal concepto termine siendo transformado en uno completamente distinto? ¿Cuánto se puede

reformar, corregir o revisar un concepto sin desnaturalizarlo del todo? ¿Se preserva nuestro uso de

causa si transformamos todos los enunciados causales negativos en enunciados causales

explicativos? Estas son algunas de las preguntas que el presente trabajo no puede responder.

Independientemente de cuál sea nuestra posición respecto al éxito o no de la teoría de Dowe, creo

que los argumentos examinados en el segundo capítulo de este trabajo justifican de forma

contundente el rechazo de la causalidad negativa. Y que se debía dar ese rechazo era, si recordamos,

la tesis central del presente trabajo.

�67

Bibliografía !Armstrong, D. M. (1993). A World of States of Affairs. Philosophical Perspectives, 7, 429-440. doi:

10.2307/2214133

Barker, S., & Jago, M. (2012). Being Positive About Negative Facts. Philosophy and

Phenomenological Research, 85(1), 117-138. doi: 10.1111/j.1933-1592.2010.00479.x

Barros, D. B. (2013). Negative causation in causal and mechanistic explanation. Synthese, 190(3),

449-469. doi: 10.1007/s11229-011-0040-4

Beebee, H. (2004). Causing and Nothingness Causation and counterfactuals (pp. viii, 481 p.).

Cambridge, Mass.: MIT Press.

Christopher Hitchcock. (2004). Causal Processes and Interactions: What Are They and What Are

They Good For? Philosophy of Science, 71(5), 932-941. doi: 10.1086/425236

Collins, J. D., Hall, E. J., & Paul, L. A. (2004). Counterfactuals and Causation: History, Problems,

and Prospects Causation and counterfactuals (pp. viii, 481 p.). Cambridge, Mass.: MIT

Press.

Davidson, D. (1967). Causal Relations. The Journal of Philosophy, 64(21), 691-703. doi:

10.2307/2023853

Davidson, D. (1970). Events and Particulars. Noûs, 4(1), 25-32. doi: 10.2307/2214289

Davidson, D. (2001). Essays on actions and events (2nd ed.). Oxford: Clarendon Press.

Dowe, P. (1999). The Conserved Quantity Theory of Causation and Chance Raising. Philosophy of

Science, 66, S486-S501. doi: 10.2307/188793

Dowe, P. (2000). The conserved quantity theory defended. Theoria, 15(1), 11-31.

Dowe, P. (2001). A Counterfactual Theory of Prevention and 'Causation' by Omission. Australasian

Journal of Philosophy, 79(2), 216-226. doi: 10.1080/713659223

Dowe, P. (2004a). Causation and Misconnections. Philosophy of Science, 71(5), 926-931. doi:

10.1086/425059

Dowe, P. (2004b). Causes are Physically Connected to their Effects: Why Preventers and Omissions

are not Causes Contemporary debates in philosophy of science (pp. xiii, 348 p.). Malden,

Mass. ; Oxford: Blackwell Publishing.

Dowe, P. (2007). Physical Causation: Cambridge University Press.

Dowe, P. (2008). Causal Processes. Fall 2008. from http://plato.stanford.edu/archives/fall2008/

entries/causation-process/

�68

Dowe, P. (2009a). Absences, Possible Causation, and the Problem of Non-Locality. The Monist,

92(1), 23-40.

Dowe, P. (2009b). Absences, Possible Causation, and the Problem of Non-Locality. The Monist, 92,

23-40. doi: 10.5840/monist20099212

Dowe, P. (2009c). Causal process theories The Oxford handbook of causation. Oxford: Oxford

University Press.

Edgington, D. (1997). Mellor on Chance and Causation. The British Journal for the Philosophy of

Science, 48(3), 411-433. doi: 10.2307/688071

Frisch, M. (2009). Causes, Counterfactuals, and Non-Locality. Australasian Journal of Philosophy,

88(4), 655-672. doi: 10.1080/00048400903341762

Garrett, D. (2009). Hume The Oxford handbook of causation. Oxford: Oxford University Press.

Hall, E. J. (2004). Two Concepts of Causationd counterfactuals Causation and counterfactuals (pp.

viii, 481 p.). Cambridge, Mass.: MIT Press.

Hartsock, M. D. (2010). Absences as causes: a defense of negative causation. (Ph.D), University of

Missouri--Columbia. Retrieved from http://hdl.handle.net/10355/8327

Hitchcock, C. (2004). Do All and Only Causes Raise the Probabilities of Effects? Causation and

counterfactuals (pp. viii, 481 p.). Cambridge, Mass.: MIT Press.

Hitchcock, C. (2009). Problems for the Conserved Quantity Theory. The Monist, 92(1), 72-93.

Hunt, I. (2005). Omissions and Preventions as Cases of Genuine Causation. Philosophical Papers,

34(2), 209-233. doi: 10.1080/05568640509485156

Laurie Ann, P. (2009). Counterfactual theories The Oxford handbook of causation. Oxford: Oxford

University Press.

Lewis, D. (1987a). Philosophical papers (1 ed. Vol. 2): Oxford University Press, USA.

Lewis, D. (1987b). Philosophical Papers Volume II (pp. 382 p.).

Lewis, D. (2000). Causation as Influence. The Journal of Philosophy, 97(4), 182-197. doi:

10.2307/2678389

Lewis, D. (2004). Void and object Causation and counterfactuals (pp. viii, 481 p.). Cambridge,

Mass.: MIT Press.

Lupher, T. (2009). A physical critique of physical causation. Synthese, 167(1), 67-80. doi: 10.1007/

s11229-007-9289-z

Menzies, P. (2003). Is Causation a Genuine Relation? Real Metaphysics, "Is Causation a Genuine

Relation?", in Real Metaphysics: Festschrift for D.H. Mellor, ed. G. Rodriguez-Pereya and

H. Lillehammer, Routledge, pp.120-136. �69

Menzies, P., & Price, H. (1993). Causation as a Secondary Quality. The British Journal for the

Philosophy of Science, 44(2), 187-203. doi: 10.2307/687643

Molnar, G. (2000). Truthmakers for negative truths. Australasian Journal of Philosophy, 78(1), 72 –

86.

Psillos, S. (2009). Regularity theories The Oxford handbook of causation. Oxford: Oxford

University Press.

Schaffer, J. (2000). Causation by Disconnection. Philosophy of Science, 67(2), 285-300. doi:

10.2307/188725

Schaffer, J. (2004). Causes need not be physically connected to their effects: The case for negative

causation Contemporary Debates in Philosophy of Science: Basil Blackwell.

Schaffer, J. (2005). Contrastive Causation. The Philosophical Review, 114(3), 327-358. doi:

10.2307/30043679

Sungho Choi. (2003). The Conserved Quantity Theory of Causation and Closed Systems.

Philosophy of Science, 70(3), 510-530. doi: 10.1086/376925

Williamson, J. (2011a). Mechanistic Theories of Causality Part I. Philosophy Compass, 6(6),

421-432. doi: 10.1111/j.1747-9991.2011.00400.x

Williamson, J. (2011b). Mechanistic Theories of Causality Part II. Philosophy Compass, 6(6),

433-444. doi: 10.1111/j.1747-9991.2011.00401.x

Woodward, J. F. (2009). Agency and interventionist theories The Oxford handbook of causation.

Oxford: Oxford University Press.

�70