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LA REVOLUCIÓN DE LOS CABILDOS RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL 1

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LA REVOLUCIÓN DE LOS CABILDOS

RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL

DOCTORADO EN HISTORIA DEL DERECHO – UNIVERSIDAD LIBRE

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Los cabildos como expresión de los poderes regionales

La Independencia tuvo su ciclo: comenzó con la rebeldía y los gritos de independencia de los cabildos controlados por las oligarquías criollas y letradas en 1810 que asumen el ejercicio de la soberanía popular. Pero sin base social firme, la Primera República es aplastada por la reconquista del general Pablo Morillo. La Primera República, es lo que Simón Bolívar denominó como Repúblicas Aéreas. Regidas por el federalismo, eran expresiones de los poderes locales, de las ciudades que expresaban los intereses de los comerciantes, letrados, iglesia y latifundistas. No tenían, no podían tener un proyecto nacional unificador de la independencia.

Las llamadas juntas locales abrieron curso a las rivalidades existentes -desde la colonia- entre las distintas ciudades y regiones expresándose como rivalidades entre caudillos. Lo dominante era el localismo, lo cual llevaba a la dispersión en la lucha y a la guerra civil. Esto es lo que conduce al fracaso de la Primera República en Venezuela desde 1812 y en el Nuevo Reino de Granada desde 1816.

Bolívar en El Manifiesto de Cartagena de 1812, al examinar las causas de la derrota de la Primera República en Venezuela escribe este balance:

El sistema federal, bien que sea el más perfecto y más capaz de proporcionar la felicidad humana en sociedad, es no obstante, el más opuesto a los intereses de los nacientes estados...

Por otra parte, ¿qué país del mundo por morigerado y republicano que sea, podía en medio de las fracciones intestinas y de una guerra exterior, regirse por un gobierno tan complicado y débil como el federal?1

Las oligarquías locales querían sustituir el dominio español por el suyo propio, también bajo la concepción de que todo cambie para que todo siga igual, y por lo tanto sin proyecto alguno de transformar la constelación del poder social-económico existente. Eran partidarias de una república formal, pero con relaciones señoriales que prolongaran la economía y el poder social adquirido durante la colonia. Su dimensión era la de la aldea y la región que solo se vinculaba con el mercado mundial a través del comercio de exportación y en el caso de la Nueva Granada especialmente del oro.

1 Bolívar, Simón. Manifiesto de Cartagena (1812). Escritos Políticos. Madrid: Alianza Editorial, 1969. p. 51.

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Eran unas clases dominantes regionales provincianas y nostálgicas de la monarquía ante la vida, la política y la sociedad que sólo se vincularon al proyecto emancipador en tanto significó la Independencia, como relevo de élites, los criollos por los españoles.

Las fuerzas socio-económicas que expresaban el federalismo tendían a configurar sistemas regionales bajo la ideología o presencia del nacionalismo. Regiones cuyas subdivisiones estaban determinadas por el escaso tejido social integrador. De allí que las capitales de las divisiones territoriales del antiguo Imperio Español, asiento de los notables criollos, se transformaron en los epicentros de las nuevas regiones, capitales de los regionalismos desdoblados en naciones y nacionalismos. Tal como lo señala Fernán González, la jurisdicción territorial de provincias y gobernaciones estaba formada por la suma de las jurisdicciones de sus ciudades, que durante el siglo XVI sólo se definen por la fuerza expansionista de sus habitantes: de ahí las continuas rivalidades entre provincias y ciudades, que imponían límites a las autoridades coloniales.2

El regionalismo llegó a tomar la forma de un genuino autonomismo y a expresar el poder local de los criollos a través de los Cabildos. En Venezuela se dio una gran autonomía y el Cabildo de Caracas ejerció el poder hasta el siglo XVIII en que la centralización del Imperio producto de las reformas borbónicas, lo terminó.

Manifestaciones del poder del Cabildo de Caracas de gran significación fueron: la destitución del gobernador Cañas en 1714 por represión al contrabando; negación en 1720 a aceptar al gobernador Álvarez de Abreu; apresamiento en 1723 del Gobernador Diego Portales Meneses que quería disminuir el poder de alcaldes y cabildos; lucha contra el monopolio de la compañía Guipúzcoa, estableciendo relaciones comerciales y económicas con los holandeses. El Cabildo de Caracas llegó a ser la expresión mayor del fuero de los criollos en la sociedad hispano-colonial.

En la Nueva Granada tal tendencia autonomista, expresión de las contradicciones entre los criollos representados en los cabildos y las autoridades coloniales se presentó particularmente en Cartagena y Santa Fe, el Socorro y Pamplona. En Cartagena, ante la crisis en la península se trató de forzar al gobernador, Francisco Montes, a compartir el poder, a aceptar la asesoría administrativa y política de los regidores del ayuntamiento. Incluso a proclamar una junta de Gobierno. Ya para entonces los Gutiérrez de Piñeres habían constituido un

2 González, Fernán. “El Fracaso de Bolívar: Regionalismo, Oligarquía y Caudillos”. En: El Proyecto Político de Bolívar: Mito o Realidad. Controversia N° 112. Bogotá: Cinep, 1983. pp. 91-117.

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movimiento popular en Mompox y Cartagena que apelaba directamente al pueblo, a la barriada de Getsemaní y a los esclavos negros. Para el 22 de mayo de 1810 y, por intervención del Comisionado Regio Antonio Villavicencio, se acordó que:

El gobernador continuaría en la administración de la República en unión del Cabildo.

Y se designaron dos miembros del ayuntamiento para asesorar al gobernador Montes.

En Santa Fe las contradicciones se desarrollaron directamente con el Virrey Amar y Borbón, evolucionando, igualmente, hacia el planteamiento de una junta de gobierno con administración, asesoría y juramento a su majestad Fernando VII.

Tal universo político y jurisdiccional va a determinar el carácter de las guerras desarrolladas por la Revolución de los Cabildos durante el periplo de la Primera República. Es lo que se denomina como vieja táctica defensiva, falta de aspiraciones continentales, se satisfacían con pequeñas victorias de tipo local y no consideraban prudente ni necesario colaborar en la causa republicana entre sus vecinos3.

Ello explica el que cada provincia suscribiera su Acta de Independencia, y en algunos casos su Constitución. El estado libre e independiente del Socorro, el 15 de agosto de 1810; el de Cundinamarca, el 4 de abril de 1811; la Federación de las Provincias Unidas de Nueva Granada, el 27 de noviembre de 1811; la Constitución de la República de Tunja, el 9 de diciembre de 1811; la del estado de Antioquía, el 3 de mayo de 1812; la del estado de Cartagena de Indias, el 15 de junio de 1812; la del estado de Mariquita, el 21 de agosto de 1815.4

El siglo XVIII fue un período de revoluciones que cambiaron la faz internacional. La revolución norteamericana y la revolución francesa. Es el período de los estados nacionales que se prolonga al siglo XIX. La expansión de las relaciones que la revolución francesa propició en el contexto internacional, llevó a Napoleón Bonaparte a ocupar a España y definir una política para las colonias. En la Constitución que el emperador francés dio a España se estableció, en su Título X, reconocimiento a las colonias de los mismos derechos que a la metrópoli. Eso llevó a la Junta de Sevilla que dirigía la oposición a los franceses a afirmar que los

3 Liévano Aguirre, Indalecio. Los Grandes Conflictos Sociales y Económicos de Nuestra Historia. Bogotá: Editorial Tercer Mundo, 1985. Volumen II. 2a edición.4 Cruz Santos, Abel. “Federalismo y Centralismo”. En: Breviarios Colombianos. No. 7 Bogotá: Banco de la República, 1979. p. 14.

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dominios no son,

propiamente colonias o factorías como las de otras naciones, sino una parte esencial e integrante de la monarquía española5.

Pero, al precisar la presencia que tendrían los criollos en la Junta Central se les estableció una representación minoritaria. La protesta la encabezaron los Cabildos, y su expresión doctrinaria, aunque nunca fue enviada, la constituye el célebre Memorial de Agravios de Camilo Torres donde se reclamaba un trato adecuado y justo en la representación para los americanos en razón de que como lo dice el texto:

... tan españoles somos como los descendientes de don Pelayo y tan acreedores por esta razón a las distinciones, privilegios y prerrogativas del resto de la nación española6.

Señaló la necesidad de la elección de los Cabildos por los pueblos:

para que merezcan su confianza y tengan su verdadera representación7.

El derrumbe de la monarquía española, ‘sus propios afanes autonomistas’ y el peligro en lo que significaba la Revolución Francesa representada por Napoleón Bonaparte, llevaron a los criollos a preferir la Independencia que nunca habían deseado, ya que su estrategia era la de la representación y la integración en la monarquía. Sobre el temor a Francia ha escrito Indalecio Liévano Aguirre:

Fue la amenaza de la Francia revolucionaria la que aceleró la crisis, puso término a las decisiones y dos consignas célebres resumieron, en América, las tendencias de los distintos intereses en juego. Los funcionarios españoles dijeron: "los franceses antes que la emancipación" y los criollos respondieron: "La emancipación antes que los franceses".8

La estrategia independentista que diseñó Antonio Nariño descansaba en la movilización y levantamiento popular. Se ha subrayado su consigna «no contar sino con el pueblo», en el sentido de reanudar el hilo de la revolución comunera,

5 La Constitución de Bayona. 6 Torres, Camilo. Memorial de Agravios. En representación del cabildo de Santa Fe. En: “Sucesos y documentos sobre la Revolución del 20 de Julio de 1810 y la Primera República”. Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura/Casa-Museo del 20 de Julio, 1996. pp. 51-68. 7

8 Liévano Aguirre, Indalecio. Op. Cit. p. 541.

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fomentando el ambiente nuevo por las doctrinas del derecho natural y la divulgación de los derechos del hombre y el ciudadano, expresión de las revoluciones francesa y norteamericana. Camilo Torres diseñó su estrategia con base a que los Cabildos debían ser el epicentro del poder, aunque no se le escapaban sus limitaciones. En carta a Marcelo Tenorio el 29 de mayo de 1810 escribió:

Pero como sus deliberaciones (las del pueblo) serían hechas en medio del tumulto y el desorden, y como, por otra parte, la voluntad general de todo un Reyno, es preciso para evitar aquellos inconvenientes, y mientras se organizaba una verdadera representación nacional que ´los Cabildos`, por lo menos los que son de las cabezas de provincias, ´levanten la voz y convoquen` a los padres de familia y a los hombres de luces de sus respectivos distritos. Estas juntas formadas serán otros tantos cuerpos representativos de cada provincia o distrito, que deben subsistir hasta que se haga la instalación de un congreso en la Capital del Reyno...

´Convengo con Usted en que los individuos que hoy componen nuestros Cabildos no son unos verdaderos representantes de los pueblos, porque éstos no los han nombrado y deben sus oficios a la compra que han hecho de ellos, o a la elección de los demás capitulares`. Sin embargo, aquí es preciso olvidar el origen de la cosa y atender solamente a sus efectos...9

El abogado intelectual Camilo Torres, nos da de esta manera el cuadro del Cabildo Colonial. Su carácter de fronda y de poder excluyente, ´pero al mismo tiempo se señala el hecho de ser una institución de poder municipal y regional con anclaje en la tradición histórica`. Esto es lo que explica que sea vehículo no sólo de oposición a España por las oligarquías sino además configuración de Asamblea Popular, mediante la demanda de Cabildo Abierto en las Jornadas revolucionarias del 20 de julio de 1810.

El cabildo se manifestó como institución de regulación legal del poder colonial nativo desde los inicios de la ciudad, con el nombramiento de Hernán Pérez de Quesada como gobernador, capitán y jurista mayor del Nuevo Reyno, propuesto en 1539 por el fundador, su hermano Gonzalo.

Esta institución representó el escenario para dirimir ciertas diferencias entre los notables y las autoridades, especialmente de carácter económico y tributario. Pero

9Torres, Camilo. Carta a Ignacio Tenorio. Oidor de Quito. En: “20 de Julio de 1810”. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2010. Biblioteca Bicentenario Vol. 2. Esta Carta se publicó por primera vez en el Nº 5 del Repertorio Colombiano (1884).

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igual, determinaban la regulación legal del funcionamiento de la ciudad colonial: definía el trazo de las calles, la regulación de precios del comercio de víveres, manejo del agua, además de la órbita de ejercicio de los poderes de la administración. Los debates respecto a la aplicación de la legislación monárquica sobre los indígenas se proyectaron en la institución.

Los conflictos no dejaron de fluir en distintos momentos. En la crónica de Arturo Abella se comenta:

“Y dentro de ese orden, por los impuestos. Los conquistadores que venían a quedarse en la tierra, a trabajarla y fertilizarla, nunca miraron de buen ojo, por reacción natural, los tributos. Ejemplos: en el cabildo de 22 de septiembre de 1564 (a escasos treinta años de fundada la capital), se discutió la disposición del presidente y de sus oidores que fijaban el precio del trigo, la cebada y el maíz de la ciudad. Los concejales se opusieron, en principio, al control, porque congelaba el valor de los cultivos nacionales, y no el de las sedas, paños, vino, almendras, pasas, que llegaban de fuera. Destacaban los cabildantes la injusticia de ese control de precios a los productores de trigo y a las “cosas de labranza y crianza”, en tanto que “desde que la tierra se pobló”, la vara de seda que valía seis pesos, había subido a diez; y el ruan que valía diez tomines también alcanzaba los diez pesos.

Se opuso, pues, el cabildo al control y suplicó el cambio de la medida de “manera como no quebrante a los vecinos sus libertades”. Era la reacción natural de quienes empezaban a crear riqueza, interés y monopolios.

El criterio de la audiencia era razonable. Protegía al consumidor. Fueron las primeras luchas entre productores, consumidores y especuladores. En pocos años el control de precios se hizo normal. El cabildo hubo de apelar constantemente a la congelación. No es nada nueva esa historia. Como se ve, data de 1564. Y acaso de años atrás”10.

Otro conflicto notable fue en 1640 sobre nuevos impuestos. El cabildo vivió su evolución de cuerpo de notables españoles a institución de los potentados criollos principalmente. Desde 1735 los apellidos de la red tupida de familiares empiezan a manifestarse hasta que en 1789 esos apellidos criollos controlan el cabildo11.

En estas relaciones interpoderes e interélites en la autoridad colonial, Rafael Uribe

10Abella, Arturo. El florero de Llorente. Medellín: Editorial Bedout, 1964. pp. 66-67.11 Ver: Abella, Arturo. Op. Cit. p. 69. También: Ortega Ricaurte, Enrique. Cabildos de Santa Fé de Bogotá. Bogotá: Imprenta Nacional. Publicaciones del Archivo Nacional de Colombia. Vol. XXVII.

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Uribe destacó el conflicto entre el presidente Diego de Córdoba en 1712, quien intentó ausentarse sin cumplir con la obligación de dar fianza, a lo que el cabildo se opuso, lo que produjo la prisión a los Regidores por parte del citado Córdoba, quien terminó sometiéndose a la exigencia de la fianza12.

Célebre y cualitativo enfrentamiento es el que protagonizó el Cabildo de Santa Fe en 1795 contra el veterano Hernández de Alba –más de 20 años de ejercicio en el cargo de Oidor-, por conductas graves en los interrogatorios en los procesos de los Pasquines. El Cabildo lo acusa de torturas a José María Durán: “se le aplicó por espacio de una hora con tal crueldad y tiranía que llegaron a penetrarle los cordeles hasta los huesos en las mazas de brazos y piernas y aún a reventar por un vez aquellos…”

Por supuesto que las autoridades ejecutivas buscaron controlar los cabildos y lograron hacerlo en largos períodos, aunque en las regiones donde el poder central estaba presente, el papel de los cabildos solía ser más protagónico dada la influencia de los colonos españoles y la tradición de los fueros.

La existencia de amplias comunas de pobladores negros e indígenas, mestizos, los del común, presionaba las deliberaciones y decisiones en los cabildos, aunque es cierto que sin cambiar la hegemonía de los notables peninsulares y criollos.

Este papel del Cabildo ordinario y abierto en la Revolución de Independencia llevó al historiador y jurista Luis Eduardo Nieto Arteta a presentar una interpretación coherente13.

La legislación española y luego la indiana se movían en una tensión provocada por el dualismo derecho público, derecho privado que se daba sin absoluta hegemonía de ninguno de los dos. Así, en la legislación de la antigua España, los Cabildos castellanos representaban algo así como un Comité Privado de gestión de los negocios de las personas que los integran. De modo que el Cabildo se privatiza. Para luego en el proceso de nuevas colonizaciones volver a tomar un carácter público. El sistema de ´la autodeterminación municipal` y la monarquía constitucional, en la Meseta Castellana. En ello reside, la raíz histórica y el sentido jurídico del Cabildo Abierto de la Independencia.

El funcionamiento de los Cabildos americanos demuestra esa privatización de la

12 Ver: Uribe Uribe, Rafael. “Antecedentes del cabildo abierto de 1810”. En: Ensayos históricos y literarios de Uribe Uribe (Otto Morales Benitez Ed.). Bogotá: Plaza & Janes, 1996. pp. 107-126. 13 Nieto Arteta, Luis Eduardo. Economía y Cultura en la Historia de Colombia. Cap. IV-V. Tomo I. Editorial Oveja Negra. 1970.

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vida pública. Alguna ley de Indias, afirma Nieto Arteta, dice que los miembros de los cabildos se dedicarán a la gestión de la cosa pública, en la misma forma en que se dediquen a dirigir sus negocios privados. El Cabildo Colonial de América es, pues, una privatización de la vida pública de las colonias españolas y es también un sistema de ‘autoadministración municipal’.

El Cabildo Abierto, representa, en la historia del derecho nacional, una afirmación del pueblo como titular del poder constituyente y de la soberanía popular.

Se sintetiza en tres aspectos el significado político democrático del Cabildo Abierto.

1. Es una decisión política autónoma del pueblo, de los hombres libres que residieran en el territorio del respectivo ayuntamiento. El decisionismo es lo que distingue jurídicamente el Cabildo Abierto.

2. Hay en el Cabildo Abierto una determinada noción del poder constituyente porque en él se afirma la autonomía incondicional de dicho poder constituyente.

3. La decisión adoptada por el Cabildo Abierto crea «de la nada» la unidad del Estado, pero que es, sin embargo, una decisión política unitaria.

El régimen municipal, al igual que otras instituciones, fue importado a las Indias de Castilla y sus comienzos fueron de vitalidad y vigor. Para José Maria Ots Capdequí, en los cabildos coloniales el estado llano de la colonización encontró el órgano adecuado para enfrentar los privilegios exorbitantes de la nueva nobleza y la burocracia colonial. Es el período de oro de los Cabildos. En ellos se adelantaron pleitos contra abusos e ilegalismos de las autoridades.

Desde entonces, los cargos en el cabildo se obtenían por pública subasta al mejor postor, haciendo las adjudicaciones a título de perpetuas y renunciables. Los cargos obtenidos eran diversos: Escribanos, Alguaciles mayores, Regidores, Venticuatros, Fieles Executores, Escribanos de pueblos de indios y Depositarios de ciudades, villas y lugares.

Este concepto de Ots Capdequi es pertinente: “Los efectos de la implementación de este sistema fueron altamente desfavorables para la vida de los Concejos, tanto en las Indias como en España.

Porque como las enajenaciones se hacían a título de perpetuas y renunciables,

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podían los adjudicatarios, cuando lo estimasen oportuno, renunciar al oficio en favor de alguno de sus hijos o de otro de sus parientes, mediante el pago al Fisco de la mitad o del tercio de su valor, según se tratase de primera, segunda o subsiguientes renunciaciones.

Tanto las primeras adjudicaciones en remate como las renunciaciones habían de obtener la real confirmación.

El caso es que con la generalización de este sistema cayeron los Cabildos municipales en manos de verdaderas oligarquías familiares, más interesadas en la satisfacción de su vanidad o en la obtención de algún beneficio compensatorio del precio pagado que en la defensa de los intereses de la colectividad ciudadana a la cual seguían representando de derecho, pero no de hecho.

Se inicia así en las Indias la curva de la decadencia de los Cabildos municipales, tan florecientes en los primeros tiempos”14.

En la legislación, tanto para la metrópoli como para las Indias, existieron dos clases de Cabildos: los ordinarios y los abiertos. Estos últimos tuvieron una existencia excepcional después del período inaugural del régimen municipal.

En sus investigaciones, Ots Capdequí sólo encontró dos testimonios documentales para el Nuevo Reyno de Granada. El primero en San Gil, en 1792 para que se ocupara de las tierras para la construcción de una carnicería, y el otro (s.f.) en Zipaquirá para celebrar Juntas de Vecinos.

El 20 de Julio de 1810:Cabildo, Multitudes

En los días del 17 y 18 de junio de 1810 en el Observatorio Astronómico dirigido por Francisco José de Caldas, se realizaron reuniones conspirativas de los principales miembros criollos del Cabildo donde se discutió la estrategia de un golpe de estado que obligara al Virrey a aceptar una Junta de Gobierno controlada por el Cabildo y presidida por el Virrey Amar. Tal fue la concepción inicial del 20 de julio de 1810: un golpe de estado, una movida política que llevara al poder la elite criolla manteniendo la fidelidad a la monarquía de Fernando VII.

Camilo Torres delimitaba el alcance de la jornada así:

14Ots y Capdequí, José María. Historia del Derecho Español en América y del Derecho Indiano. Madrid: Aguirre, 1969. p. 145.

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En tal conflicto recurrimos a Dios, a este nuestro Dios que defiende la causa de los humildes; nos entregamos a sus manos; adoramos sus inescrutables decretos; le protestamos que nada habíamos deseado sino defender su Santa Fe, oponernos a los errores de los libertinos de Francia, consérvanos fieles a Fernando y procurar el bien y la libertad de la patria`.15

Santa Fe de Bogotá tenía en la época 20.000 habitantes con ocho barrios: La Catedral, El Príncipe, El Palacio, San Jorge, Oriental, Occidental, San Victoriano y Santa Bárbara. Cruzaban la ciudad los ríos San Agustín y San Francisco y las quebradas Chuncal, Manzanares, San Bruno y Monserrate.

Hacia las 10 de la mañana del 20 de julio se convocó a Cabildo a parlamentar con el virrey Amar sobre la conveniencia de una junta de gobierno presidida por él mismo, a lo cual éste se negó nuevamente. Vino luego el incidente en el almacén del español Llorente que se conoce como el Florero de Llorente y que tiene los visos de la leyenda. Lo cierto es que a partir de ese momento se empezó a gritar entre la multitud allí reunida de indios, campesinos, vivanderos y ricos: ¡Queremos Junta! ¡Viva el Cabildo! ¡Abajo el mal gobierno!

Ante la imposibilidad de convenir un arreglo con el virrey, los criollos optaron por recurrir al pueblo como ´presión` como ´elemento de persuasión` frente a las autoridades coloniales. Lo que vino fue el estallido de la ira popular largamente represada. En la tradición de la memoria popular estaba el recuerdo del levantamiento Comunero y la traición de las autoridades coloniales. Se procedió a movilizarse y a tirar piedras contra los españoles, incluso a forzar puertas y a entrar a sus casas, como ocurrió con las de los oidores de la Audiencia Alba y Frías y del Regidor Infiesta.

También la multitud se dirigió contra las tiendas y almacenes de los españoles que fueron saqueados y vilipendiados. Las autoridades, con el Virrey a la cabeza, estaban inmovilizados producto de la crisis. La división entre el Virrey con su cortejo administrativo y el Cabildo representativo de los potentados criollos explica la crisis que paralizó la acción gubernamental. La movilización multitudinaria y violenta profundizó y transformó la crisis en una verdadera crisis revolucionaria.Indalecio Liévano Aguirre escribe:

Hacia las tres de la tarde la situación tomó visos más alarmantes, porque las multitudes comenzaron a olvidarse de las autoridades y la dinámica de la

15 Liévano Aguirre, Indalecio. Op. cit. p. 656.

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miseria y de la injusticia los indujo a prescindir de toda distinción, de manera que los magnates criollos de la Capital temieron, con sobrada razón que pronto les llegaría el turno de sufrir el impacto de la inconformidad popular.16

Lo que empezó como el conato de un golpe de estado mediante la manipulación de las masas populares, se tornó muy pronto, súbitamente, en explosión violenta de la multitud con carácter antigubernamental y se proyectó hacia un conflicto de lucha de clases que abarca no sólo a las autoridades de la sociedad hispano-colonial con el Virrey Amar a la cabeza sino al propio patriciado criollo. Todo esto ocurría en pocas horas en el pequeño pero concentrado escenario de Santa Fe.

Como el componente principal de la multitud era de indios y campesinos además de las vivanderas que vivían en las afueras, la movilización de la multitud empezó a ceder ante el regreso a sus hogares de las gentes participantes en la protesta. Esto era grave para los conspiradores criollos encabezados por Camilo Torres y José Acevedo y Gómez. Este último consciente de lo que ocurría, procedió hacia las cinco de la tarde a invitar a los Regidores a reunirse en Cabildo. No lo logró por la ausencia de la mayoría de sus miembros y decidió arengar a las gentes que se dispersaban declarándose, tribuno del pueblo y procediendo hacia las seis de la tarde a nombrar uno a uno y a viva voz, a los miembros de la Junta de Gobierno de acuerdo con los lineamientos previos acordados en las reuniones del Observatorio Astronómico. De ella quedaban excluidos Antonio Nariño, preso en Cartagena y José María Carbonell, empleado de la Expedición Botánica y verdadero líder popular de las jornadas revolucionarias del 20 de julio de 181017.

Lo que buscaba el jefe de los criollos, José Acevedo y Gómez, era llenar el vacío político con la Junta de Gobierno por él proclamada y procurar el apoyo a la misma por el pueblo, el cual ya estaba en retirada; es lo que explica la magnífica arenga del tribuno del pueblo tantas veces recordada:

Si perdéis este momento de efervescencia y calor; si dejáis escapar esta ocasión única y feliz, antes de doce horas seréis tratados como insurgentes; ved los calabozos y los grillos y las cadenas que os esperan.

La arenga señala además, la no resolución de la contradicción con las autoridades coloniales y el peligro que ello significaba.

En esos momentos límites, hacia las ocho de la noche entró en escena la multitud urbana de Santa Fe, las masas plebeyas, que definirían la contradicción planteada

16 Liévano Aguirre, Indalecio. Ob cit. p. 577.17

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y demandarían la Independencia de España. Indalecio Liévano afirma que cuando la revuelta de los oligarcas estaba fracasada, cuando Acevedo luchaba desesperadamente entre el Cabildo y el Virrey y sus consejeros se limitaban a aguardar el momento de registrar la realidad de este fracaso, José María Carbonell, acompañado de un grupo de estudiantes y de amigos se encaminó a los arrabales de Santa Fe, a las barriadas de extramuros donde habitaban centenares de artesanos, de mendigos, de indios, y mulatos, de gentes desesperadas y míseras y las invitó, con su extraordinaria elocuencia, a trasladarse al centro de la ciudad para solicitar no una Junta de Notables, sino Cabildo Abierto.18

Así lo hicieron, dice El Diario Político. Los ánimos parecían que tomaban nuevo valor con las tinieblas. Olas de pueblo armado refluían de todas partes a la plaza principal; todos se agolpaban al Palacio y no se oye otra voz que ¡Cabildo Abierto! ¡Junta!.

Al levantar la consigna del Cabildo Abierto, Carbonell y sus partidarios proponían al pueblo ejercer la soberanía popular en forma directa, ya que el Cabildo Abierto significaba la Asamblea Popular para la toma de decisiones y por ende la dualidad de poderes entre el Pueblo y el Virreinato globalmente considerado, pero también entre el pueblo y la oligarquía que sólo quería Cabildo Extraordinario y Junta de Gobierno presidida por el Virrey Amar y Borbón. Dualidad de poderes que emanaban del carácter armado de la movilización, que según diferentes relatos llegaba hasta nueve mil personas casi la mitad de la población de Santa Fe. Era la democracia de un pueblo genuina y clara como se había expresado en los comunes de la Revolución Comunera. La multitud se mantendría demandando el Cabildo Abierto, con la finalidad de nombrar las autoridades y orientarse, tal como lo concebía Carbonell, hacia la declaración de Independencia.

El Virrey Amar y sus funcionarios comprendieron que lo que estaba en marcha eran los comienzos de una revolución popular que promulgaba la independencia y el derrocamiento del Virreinato. Procedieron a negociar con José Acevedo, Camilo Torres y demás miembros del Cabildo. Se negaron a conceder el Cabildo Abierto, pero aceptaron el Cabildo Extraordinario, buscando legalizar la junta proclamada por José Acevedo y Gómez. Los criollos aprovecharon tal coyuntura y demandaron que el Cabildo tuviera control de las guarniciones de la ciudad ante la amenaza del pueblo organizado. A esto el virrey también accedió protocolizándose de esta forma el paso del poder a la Junta de Gobierno dominada por el Cabildo de Santa Fe, bajo la fórmula del gobierno de las autoridades coloniales y el

18 Abello Salcedo. Citado por Lievano. Op. Cit. p. 595.

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patriciado criollo, además de la declaratoria de lealtad a Fernando VII y al Consejo de Regencia de España.

Ya la junta popular dirigido por José María Carbonell, el escribano García, llamado “el patriota”, Francisco Javier Gómez alias “Panela” e Ignacio Herrera, estaba organizado entre los barrios y talleres. Se establecieron juntas en los barrios dirigidas por la Junta de San Victorino, Abello Salcedo da la siguiente descripción:

Como ´contrapunto al gobierno paternal` que presidía el Vicepresidente Pey se estableció en el barrio San Victorino una ´Junta Popular`, bajo la presidencia del joven y ardoroso patriota don José María Carbonell, la que se instaló en el patio de una fonda, sin más plan y actividades que dar rienda suelta a las pasiones que bullían en los suburbios capitalinos. Esta junta no era otra cosa que un ´Club Revolucionario` permanente, en donde se pronunciaban las más disparatadas arengas sobre la ´soberanía popular, el derecho de los oprimidos`, y se esparcían antiguos amos. Allí iniciaron su carrera estudiantes y mozalbetes, quienes más tarde se distinguieron en la gesta emancipadora, o rindieron estoicamente la vida en los patíbulos levantados por los pacificadores en el año 16.19

Esta Junta Popular de Santa Fe era de la misma naturaleza que la sociedad patriótica de Caracas en la cual iniciaría su carrera política Simón Bolívar. Además, se conformaron milicias armadas de los artesanos. Las mujeres que jugaron un papel protagónico en las jornadas revolucionarias del 20 de julio continuaron presentes en la lucha.

El 21 de julio las masas ocuparían multitudinariamente la Plaza Mayor, exhibiendo armas y reclamando la prisión para el Virrey Amar, los oidores de Albas y Frías y del regidor Marcilla. Muy pronto pasaron a rescatar a Rosillo y a asaltar las casas de los oidores. La dualidad de Poderes inaugurada el 20 de julio de 1810 se prolongaría hasta el 15 de agosto. Lo que estaba en curso era la revolución. Otra ilustración de la dualidad de Poderes que se vivía, es la contenida en el periódico de la Junta, al comentar los sucesos del 21 de julio:

El pueblo sostenía su puesto y su firmeza. A cada momento gustaba más de su libertad, conocía más y más sus derechos, su dignidad y soberanía. Tomaba aquel tono imperioso, libre y de señor. Ya no era ese rebaño de dejar, ese montón de bestias de carga que solo existía para obedecer y para sufrir. Pedía, o ´casi mandaba a la Suprema Junta` a la ejecución de muchos artículos... No

19 Lievano Aguirre, Indalecio. Op. Cit. p. 593.

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todas sus peticiones eran justas. Muchas respiraban sangre y dureza. La Junta Suprema ´concedía unas`, olvidaba otras; otras en fin, negaba con persuaciones...20

Ese mismo día, se exigió a los oidores comparecer en los balcones del Cabildo. Para el 22 de julio ya instalada la Junta Popular, se decidió mantener al pueblo en ‘manifestación permanente’ hasta conseguir la prisión del Virrey y la declaratoria de independencia. El día 23 la Junta de Gobierno con José Miguel Pey y Camilo Torres a la cabeza decidió retornar las iniciativas realizando un desfile encabezado por el Virrey Amar y además expedir un bando limitativo de las movilizaciones buscando en esta forma desarticular las protestas. Se procedió además a crear y organizar nuevos batallones militarizando la ciudad los días 24 y 25. En este día 25 se produjo una nueva movilización multitudinaria realizando el primer intento de asalto a la mansión virreinal. La junta debió claudicar y de acuerdo con el Virrey, este fue conducido en calidad de detenido al Tribunal de Cuentas. El poder del pueblo se acrecentaba en esta forma.

El 26 no hubo movilización, pero en largas deliberaciones de la Junta de Gobierno y el 27 se tomaba distancia del Consejo de Regencia manteniendo sólo la adhesión a Fernando VII. Además, lograron la movilización activa del clero, numeroso en el Santa Fe de la época para sus proyectos políticos. Para el 29 de julio, escribe José Manuel Groot:

...La Suprema Junta y el Gobierno Eclesiástico celebraron una solemne fiesta de acción de gracias en la iglesia Catedral Metropolitana, por el feliz éxito de la transformación política.

El 6 de agosto la Junta celebró el aniversario de la Conquista. Para el 7 y 8 de agosto las masas populares ocupaban de nuevo el escenario, lo mismo sucedió los días 9, 10, 11 y 12. Para el 10 y 11 de agosto la multitud exigió cárcel común para el virrey y la virreina. La consigna de Carbonell fue. ¡El virrey a la cárcel! ¡la virreina al Divorcio! (cárcel de mujeres). El 13 de agosto la movilización fue sorprendente y tras negativas y vacilaciones la Junta tuvo que acceder y los esposos virreinales fueron conducidos a las cárceles respectivas. Fue un momento de éxito para la multitud, una demostración más radical del poder que había llegado a tener.

El conjunto de la oligarquía decidió reaccionar el día siguiente, 14 de agosto, y demandó a la Junta de Gobierno el traslado del señor Amar y su esposa al

20 Groot, José Manuel. Citado por Liévano. Ob Cit. p. 607.

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Palacio, a lo que la Junta accedió. La respuesta popular fue inmediata dándose protestas en los barrios, especialmente en San Victorino y anunciándose una manifestación para el 16 de agosto. El 15 de agosto, de manera reservada salía de Santa Fe una carroza que trasladaba a los odiados personajes. De esta manera el pueblo de Santa Fe y los partidarios de José María Carbonell obtenían su demanda. Pero, contradictoriamente ante la ausencia de las odiadas autoridades coloniales, la Junta no pudo manipular, tomar la iniciativa política, desplegar la represión contra la Junta Popular de San Victorino y encarcelar a sus dirigentes empezando por José María Carbonell.

La primera república: la independencia, el sufragio y la federación

El período de 1810 a 1816, conocido con el calificativo de Patria Boba significó un primer y profundo fracaso para mantener la Independencia y la República, y por esta vía comenzar el proceso de la unidad estatal.

El Decreto que declaraba la extinción de los resguardos, conocido el 24 de septiembre de 1810, si bien establecía la igualdad del indio en materia tributaria no se la daba en materia política; además perdían el carácter proteccionista que la institución les daba y los alejaba de las elites gobernantes criollas. Los indígenas se convertían en base social fácil para las maniobras de reconquista de los españoles y en fuerza de trabajo barata para la economía de hacienda, estimulando la concentración de la propiedad territorial latifundista. Se mantuvo la institución de la esclavitud, en fin, la colonia se prolongaba en la Primera República.

Del derecho al voto se excluía además obviamente, de los esclavos, a los indios, a los pobres, mestizos, a los no propietarios de todas las condiciones sociales, a las mujeres y a los jóvenes. En el decreto promulgado el 26 de diciembre de 1810 por la Junta de Gobierno de Santa Fe se estableció:

Reunido el pueblo el día señalado, se le advertirá la grandeza del objeto para que se ha juntado, y la necesidad de que los votos recaigan en personas idóneas, de luces y de patriotismo... Pero se les hará entender, ´que no pueden votar, ni puede recaer la votación`, en las mujeres ni en los menores de veinticinco años... ni en los que carezcan de casa abierta, ni los que viven a expensas de otros, o estén en el actual servicio suyo, a menos que en la pública opinión ´sean propietarios de bienes raíces o muebles`.

Así quedaba constituida una república, que sólo elegía y era elegida por los componentes de una sociedad señorial. República que se regía por la divisa

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«religión, patria y rey». Los Cabildos que se eligieron durante este período estaban regidos por las determinaciones del Decreto del 26 de diciembre de 1810.

El sistema político que iba a tener una mayor aceptación lo constituyó el Federalismo, inspirado por la Constitución Norteamericana y que le daba la soberanía total a las provincias y a la organización del gobierno en cada una de ellas en la formación de Junta de Notables, elegidos por los cabildos coloniales. Los términos precisos están consignados en el Acta de Constitución de la Junta Suprema de Santa Fe del 21 de Julio de 1810, así:

Unidos los miembros legítimos de este reyno interinamente, mientras la misma Junta forma la constitución que afiance la felicidad pública contando con las nobles provincias a las que en el instante se les pedirán sus diputados, formando este cuerpo (la junta) el reglamento para las elecciones en dichas provincias y tanto éste como la constitución del gobierno, ´deberán formarse sobre las bases de libertad e independencia de ellos`, ligadas únicamente por un ´sistema federativo`, cuya representación deberá residir en esta capital, para que vele por la seguridad de la Nueva Granada, que protesta no abdicar los derechos imprescriptibles de la soberanía del pueblo a otra persona que a la de su augusto y desgraciado monarca don Fernando VII.

Y se procedió a convocar el primer Congreso del Reyno.

De esta manera se concedía reconocimiento a los poderes económicos y sociales de las localidades y provincias a detentar el poder político dentro de su ámbito territorial, al mismo tiempo que se eludía el vital asunto de la Independencia, asumiendo las formas de una República cuyas instituciones jurídico-políticas y su contenido económico-social eran señoriales.

Fue Antonio Nariño el que agitó una postura a favor del sufragio libre y no censatario, lo mismo que a favor de la causa por la independencia. En el discurso con que acompañó, posteriormente su Proyecto de Constitución para Colombia, dejará su posición sobre el sufragio:

No temamos, señores, esta declaración, y apartemos de nosotros esos principios, consignados en nuestras constituciones, de medir el derecho de su elector por la cantidad de dinero que un codicioso ha podido atesorar... Que no se hable, pues entre nosotros, sino que la virtud y el mérito para los empleos, sin que las riquezas sirvan de medida para las elecciones.

Indalecio Liévano Aguirre ha mostrado un proceso que ofrece diversas y

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profundas lecciones no sólo históricas, sino contemporáneas, cuando del asunto de la autonomía y la democracia municipal y regional se trata. Es lo que él denomina ´Federalismo Revolucionario`, como respuesta del pueblo de las villas y regiones, al federalismo prefabricado de las juntas de notables, abriéndose paso la separación de villas, regiones enteras de la jurisdicción de las antiguas provincias coloniales. Agrega Liévano Aguirre:

Este proceso, que dispensaba el poder y lo situaba en niveles más próximos a la influencia popular, tuvo sus primeras manifestaciones en aquellas zonas donde era más aguda la tensión entre los estados populares y la clase gobernante criolla: Cartagena, Santa Fe, Tunja y Popayán.

Sogamoso se proclamó en provincia soberana e independiente de Tunja y nombró al doctor Emigdio Benítez, compañero de Carbonell, como diputado al Congreso General del Reino. Mompox bajo la influencia del “Partido” Popular de los Gutiérrez de Piñeres, se emancipó de Cartagena. La aristocracia de esta ciudad procedió a efectuar operaciones militares en contra de la separación. Nombró, igualmente, sus propios delegados. En Cali y en el Valle del Cauca se realizaron levantamientos populares y ´cabildos abiertos` para proclamar la separación de Popayán, organizando las llamadas «Ciudades Confederadas del Valle»: Cali, Anserma, Caloto, Cartago y Toro eligieron también sus delegados. A la separación, se unieron en el mismo proceso, Vélez de la provincia del Socorro, Quibdó de la de Nóvita, e Ibagué y Tocaima de la provincia de Mariquita. Era obvio que el Congreso que comenzó sus deliberaciones el 22 de diciembre de 1810 enfrentaría las dos tendencias del federalismo. Grandes provincias como Cartagena, Antioquía, Tunja se abstuvieron de enviar sus delegados a la capital. Lo hicieron seis provincias, así Andrés Rosillo por el Socorro; Manuel Campos por Neiva; Manuel Bernardo Álvarez por Santa Fe; Camilo Torres por Pamplona; Ignacio de Herrera por Nóvita y León Armero por Mariquita. Camilo Torres fue el vocero de la oposición a que se le diera representación a las villas y provincias separadas y cuando el Congreso aceptó la representación de Sogamoso procedió a retirarse de las sesiones. El gesto de Camilo Torres encontró eco en la Junta de Santa Fe que procedió a presionar al delegado al Congreso y a intimidar con maniobras militares y censura de prensa a los delegados al Congreso. En el escenario de la Primera República los espíritus y las clases se escindieron, dando lugar a la formación de “partidos”, en torno a los siguientes asuntos:

1. La necesidad demandada por Nariño, Carbonell, los Gutiérrez de Piñeres e Ignacio de Herrera, de proclamar la Independencia absoluta de España. Era el “partido popular” o los «Chisperos». Los patricios mantenían una postura de adhesión a Fernando VII, eran, como se les llamó en la época,

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«regentistas».

2. La demanda de extender el sufragio en los términos planteados por Antonio Nariño.

3. El protagonismo del pueblo de las villas y provincias que buscaban ejercer su propia soberanía.

A estos “partidos”, se sumaba el muy poderoso “Partido” Realista compuesto por autoridades y propietarios españoles que controlaban Santa Marta y Pasto.

Sobre el último punto gravitaban las deliberaciones del Congreso. El “partido” de los patricios, que representaba Camilo Torres quería mantener el mismo ordenamiento territorial, regional de la colonia, ligando federativamente a las veintidós provincias del antiguo Virreinato de la Nueva Granada, lo cual le permitía a las oligarquías regionales controlar el poder social y político.

De nuevo Santa Fe, conoció la movilización popular revolucionaria. El 17 y 28 de enero de 1811, cuando deliberaba el Congreso, Carbonell y sus dirigentes del antiguo club revolucionario de San Victorino condujeron a las masas a la movilización. La Junta de Santa Fe procedería a ordenar prisión para José María Carbonell, a censurar al Congreso y a intimidarlo militarmente buscando su disolución.

El Congreso a iniciativa de Antonio Nariño que oficiaba de secretario, procedió a publicar el Acta de la sesión del 18 de enero en la que se denunciaban las maniobras de los regentistas. A la inevitable disolución del Congreso, la Junta de Notables de Santa Fe procedió a convocar un nuevo congreso del Reino dentro de sus estrictos parámetros. Convocó, además, el llamado Colegio Constituyente de Cundinamarca para reemplazar la Junta.

La Constitución del «Reyno de Cundinamarca» refrendó los principios que sustentaban el partido de los patricios y regentistas, procediendo a encargar del poder ejecutivo, en representación de Fernando VII, a don Jorge Tadeo Lozano con el curioso título de «Vicegerente del Rey». Como un reinado nació el orden jurídico y político de Cundinamarca.

La democracia y la patria boba: federalismo y centralismo

Lo que se desarrolla durante este período de la «Patria Boba» es un convulsionado proceso de luchas regionales, por la liberación de los esclavos e

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indios, por el sufragio universal, por la genuina independencia. No existían las bases sociales y económicas que crearan el orden de un Estado Nacional como causa y consecuencia para instaurar la República y consolidar la Independencia.

Este período va a estar dominado por las personalidades de Camilo Torres y Antonio Nariño y los partidos e intereses de clase económica, posición social y programa político-estatal que ellos representaban. En verdad, sí hubo una genuina confrontación de ideas y opciones entre Camilo Torres y Antonio Nariño. En el choque entre las dos personalidades está solo la apariencia, lo epidérmico del conflicto social y político que vivía la sociedad de la Nueva Granada.

El historiador Jaime Duarte French ha escrito esta valoración:

El mensaje enviado por Nariño desde Cartagena a propósito de la declaración formulada por esta ciudad en sentido federalista, lleva a Torres a radicalizar sus ideas frente al centralismo de Don Antonio. La pugna, en el fondo, solo es entre estos dos ciudadanos, aunque con suficientes adeptos cada uno como para presupuestar el espectáculo de dos grandes y poderosos partidos. La suerte de la independencia estuvo a merced durante buen tramo de estos años, del humor y del calor con que Torres y Nariño pretendieron dirimir, con el pretexto del centralismo y federalismo, su personal predominio político.21

Otro historiador, Ignacio Torres Giraldo, de tendencia distinta a la de Duarte French no obstante coincide con la valoración de éste, así:

y mientras se discute la teoría del estado; mientras se trajina por los libros y se reúnen copias de algunas constituciones, de Francia y Estado Unidos principalmente, vemos aquí que nuestros hombres ilustres se embarcan en una discusión sobre "Centralismo" y "Federalismo". Esta discusión divide a los jefes y los jefes a su vez dividen a las amplias masas. Porque lo principal para los jefes «Federalistas» consiste también en que las multitudes crean que ellos tienen la razón.22

Nuestra perspectiva es diferente tal como ya lo hemos escrito. La supremacía en la confrontación de las personalidades de Camilo Torres y Antonio Nariño radica en la pobreza de tradición político-estatal; de libre lucha de programas e ideas sobre la sociedad y el estado; de la gran precariedad de los partidos políticos

21Duarte French, Jaime. Poder y Política. Colombia 1810-1827. Bogotá: Carlos Valencia editores, 1980. p. 92.

22 Torres Giraldo, Ignacio. Los Inconformes. Tomo I. Medellín: Editorial Martel, 1967. p. 83.

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apenas en configuración y de existencia fugaz; de carencia de elites experimentadas. En términos más exactos, la proclama de universalidad, base de todo orden republicano-estatal y de toda sociedad política era puramente supuesta, así el conjunto de intereses imperantes presentaran como existente dicha universalidad político-estatal.

Todo ello era así, en tanto la revolución de los cabildos, la instauración de lo que se conoce como la primera sociedad, no cambió su orden económico, sus relaciones sociales, sus jerarquías y valores. El orden de las oligarquías en lo económico-social, tenía que ser el orden de la República Señorial en lo político-cultural. No obstante el querer de las oligarquías, se da la ´presencia del pueblo` de las ciudades y de los nuevos epicentros económicos, tal cual las crónicas lo han registrado y aquí lo hemos relievado. Si en la Revolución Comunera lo había sido el Socorro y en su provincia, en la Revolución de 1810 lo vendrían a ser Santa Fe, Mompox, Cartagena, de nuevo el Socorro pero también Cali y las ciudades confederadas. En verdad, la mayoría de epicentros urbanos fueron proclamando su junta de gobierno primero y luego su Independencia. República, democracia local, cambios sociales, se constituyó en el motor democrático de este período.

Nieto Arteta ha señalado la existencia de partidos en este período aludiendo a sus expresiones de clase. Para él concurren al movimiento de emancipación dos grupos políticos con aspiraciones distintas: Los comerciantes, los artesanos y latifundistas. Para el primero la finalidad de la independencia debía ser la supresión del régimen Colonial. Para el segundo, la emancipación era un simple movimiento de secesión es decir que tendiera exclusivamente a la obtención de la libertad exterior.23

Antonio Nariño presentó y representó las aspiraciones del pueblo y del propio partido popular. En torno suyo se aglutinaron los revolucionarios radicales y demócratas como José María Carbonell y los hermanos Gutiérrez de Piñeres en Cartagena y Mompox. La concepción de Nariño descansaba en la creación de un Estado nacional unificado y para ello era necesario el relevo de clases mediante la eliminación del poder de las oligarquías regionales, que ellos hacían parecer como el poder de las provincias. La oposición de Nariño y la idea del Federalismo que proclamó Camilo Torres no era una oposición a una idea constitucional, a una tesis sobre cómo organizar el Estado y la República, era una oposición al poder de las oligarquías regionales, ya que tras el disfraz del federalismo se ocultaba su poder heredado y ampliado de la Sociedad Hispano-Colonial.

23 Nieto Arteta, Luis Eduardo. Op. Cit. Cap. X. Tomo I. p. 46.

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Para defender sus ideas fundó Antonio Nariño, el periódico La Bagatela, editado en la imprenta de Espinosa y cuyo primer número apareció el 14 de julio de 1811. El punto principal inmediato era la declaratoria total de independencia mediatizada con las declaraciones eufemísticas de 1810.

Para Nariño, la causa de la reconquista española obtendría cada vez mejores resultados sino se los enfrentaba resueltamente. Para Indalecio Liévano Aguirre:

con Antonio Nariño aparece en la historia nacional el primero de nuestros grandes conductores que no se deja intimidar por el mito de esa ´legalidad` engañosa. Bajo su dirección nuestro pueblo se prepara a conquistar revolucionariamente el poder, y para esa gran batalla cuenta Nariño con la eficaz colaboración de los antiguos comandos populares organizados por Carbonell, a quien se acababa de excarcelar, por la imposibilidad en que se vieron las autoridades judiciales de seguirle ningún proceso.24

Nieto Arteta da un juicio crítico y valorativo importante para comprender las diferencias entre centralismo o unitarios y federalistas y el rol de Antonio Nariño:

En 1810 podía ser unitario un hombre como Antonio Nariño cuya actividad ante la economía colonial era profundamente liberal y revolucionaria. Más aún, era unitario precisamente por ser muy revolucionario, porque estimaba que la defensa militar de la revolución ante España debía tener como condición política la unidad nacional, dentro de la centralización política. Los federales de la Patria Boba, aún adoptando o habiendo podido adoptar en el problema de la conservación o subversión de la economía colonial, la misma posición que Nariño, es decir, una posición revolucionaria debilitaban los intereses y la defensa de la revolución al atomizar el naciente Estado, porque lesionaban la eficacia de la defensa militar de la revolución.25

El 15 de septiembre de 1811 marca un nuevo momento de auge de la movilización popular. De nuevo la toma de la plaza mayor y de las calles por las multitudes. Para el 19 la movilización fue gigantesca y en La Bagatela se exponían «Noticias muy Gordas». Las alternativas eran invitar al pueblo a retomar la lucha por la genuina independencia. Carbonell y las milicias de artesanos se tomaron la ciudad, exigieron la renuncia del señor Lozano y confraternizaron con la tropa acuartelada. Se pidió, entonces por el partido popular la inmediata convocatoria de la Representación Nacional prevista para casos de extrema gravedad.

24 Liévano Aguirre, Indalecio. Op. cit. Cap. XXIV. P 681.25 Nieto Arteta, Luis Eduardo. Op. Cit. IV. p. 48.

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La representación nacional o reunión de los poderes legislativos, ejecutivo y judicial se reunió bajo el mandato del pueblo y las milicias armadas y aceptó la renuncia del presidente Lozano. No fue precisamente una reunión tranquila; el doble poder de los artesanos y los del pueblo obligaban las decisiones. Siguió la renuncia del vicepresidente José María Domínguez; y vino la exigencia que se nombrara Presidente de la República a Antonio Nariño. La democracia directa, del pueblo soberano con sus milicias armadas, ejercían el acto de elegir -a través del cuerpo de la Representación Nacional- presidente a Antonio Nariño, era el desenlace aplazado de las jornadas revolucionarias inauguradas por el partido popular el 20 de julio de 1810. Era la llegada al poder en Santa Fe. Antonio Nariño procedió a dirigirse a la Asamblea exigiéndole facultades para derogar los artículos de la Constitución que se opusieran a los intereses populares como condición para la aceptación de la Presidencia, lo cual fue concedido.

La llegada al poder en Santa Fe no se acompañó de medidas revolucionarias contra la oligarquía. Se dedicó Antonio Nariño a unificar y alentar el partido popular en las diferentes provincias, a seguir publicando La Bagatela para mantener la agitación e ideología; pero, incluso mantuvo en posiciones claves a sus adversarios.

Muy pronto la oligarquía de Cartagena decidió enfrentar a Nariño y reagrupar al partido suyo contra Santa Fe. No obstante, el partido popular era fuerte en Cartagena y Mompox bajo la dirección de los hermanos Gutiérrez de Piñeres y la personalidad de Nariño ampliamente conocida en el pueblo, de modo que los actos de hostilidad, saboteo y agresión del gobierno de Cartagena contra el gobierno del Presidente Nariño provocaron la movilización del partido popular en Cartagena quien exigía la declaratoria total de la independencia de España. Dice el historiador José Manuel Restrepo sobre estos conflictos:

En Cartagena combatían dos partidos que aspiraban al poder: el de García Toledo y el de los Gutiérrez de Piñeres. El primero reunía la mayor parte de los hombres y se le llamaba Aristócrata. El segundo amaba la libertad, así como las medidas revolucionarias, era mucho su poder, porque dominaba a la multitud y la ponía en movimiento cuando se le antojaba, teniendo igualmente a su devoción el pueblo de Mompox, de donde eran naturales, y en que gozaban de su grande influjo, los tres hermanos Celedonio, Germán y Gabriel Gutiérrez de Piñeres. Este (Gabriel) era el más popular de los tres y el que ejecutaba los planes trazados por el abogado Germán Gutiérrez de Piñeres.

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Gabriel predicaba por todas partes la igualdad absoluta ´ese dogma destructor del orden social`. Siempre se le veía cercado de negros y de mulatos sin educación, y quería que los demás ciudadanos ejecutaran lo mismo, bajo la pena de ser tenidos por Aristócratas26.

Los sucesos que se van a desencadenar el 11 de noviembre de 1811 en Cartagena, van a tener una influencia aún mayor que los sucedidos en Santa Fe el 20 de julio de 1810. Se organizó la movilización por los Gutiérrez de Piñeres que jugaron el papel que había desempeñado José María Carbonell, se armaron milicias, se obtuvo la colaboración de contingentes de la tropa. Cuando se supo que en la Junta la propuesta de Independencia presentada por Gutiérrez de Piñeres no se votaba se procedió a la movilización general y a invadir el salón donde estaba reunida la Junta. El poder popular en forma directa obligó a votar la Independencia en términos totales, como se lee en esta parte del Acta:

Nosotros los representantes del buen pueblo de Cartagena de Indias, con su expreso y público consentimiento, poniendo por testigo al Ser Supremo de la rectitud de nuestra causa, declaramos solemnemente, a la faz de todo el mundo, que la provincia de Cartagena de Indias es desde hoy, ´de hecho y por derecho, Estado Libre, Soberano e Independiente`; que se halla absuelto de toda sumisión, vasallaje, obediencia o todo otro vínculo, de cualquier clase y naturaleza que fuese, que anteriormente lo ligase con la corona y Gobierno de España y que, como tal ´estado libre y absolutamente independiente`, puede hacer todo lo que hacen las naciones libres e independientes27.

El acta del 11 de noviembre constituye, entonces la declaratoria genuina de la Independencia total de España, y su autoría corresponde al partido popular de los Gutiérrez de Piñeres; de la misma manera que la caída del Virreinato en Santa Fe a raíz de las jornadas revolucionarias del 20 de julio corresponden al partido popular de José María Carbonell. El triunfo en Cartagena fue recibido con júbilo en Santa Fe, pero a la declaración de la independencia en Cartagena no se siguió el desplazamiento del poder de la Oligarquía representada en esta ciudad especialmente por García Toledo. Y prosiguió la lucha contra el gobierno del Presidente Antonio Nariño, ante el anuncio de una política de aumento de impuestos y el nombramiento de José María Carbonell como ministro de Hacienda primero y luego como ministro del Tesoro Público. Se agregó, además el ingrediente religioso, al descubrirse que el Arzobispo conspiraba a favor de España. Buscando un desenlace a la crisis planteada, Nariño convocó un Colegio Constituyente con el fin de revisar la Constitución elaborada por Jorge Tadeo

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Lozano.

En los primeros días de noviembre de 1811 se reunió el llamado Supremo Congreso del Reino, con cinco representantes dirigidos por Camilo Torres, al cual se le llamó así por su exigua representación nacional; se ocupó de discutir el Proyecto de Federación de las provincias elaborado por Camilo Torres. Allí se establecen normas de este tipo:

Art 2... Son admitidas y forman parte, por ahora de esta Confederación todas las provincias que al tiempo de la revolución de la capital de Santa Fe, el 20 de julio de 1810 representaban la prolongación de la vieja estructura administrativa de la colonia y la oposición al federalismo revolucionario de las provincias que buscaban un orden de la organización del territorio y la administración.

En el preámbulo del Acta de Federación se lee:

solemnemente han proclamado (las provincias) sus deseos de unirse en una asociación federativa, que remitiendo a la totalidad del Gobierno General las facultades propias y privativas de un solo cuerpo de Nación, reserve para cada uno de ellas estas preciosas prerrogativas y la integridad de sus territorios, cumpliendo con este religioso deber o reservando para mejor ocasión o tiempos más tranquilos la constitución que arreglará definitivamente los intereses de este gran pueblo.

En la concepción del Acta Federal «el gobierno general» descansaba en el Congreso el cual era el depositario de la totalidad de las facultades legislativas, ejecutivas y judiciales, el cual podía nombrar comisiones para cumplir sus funciones. Además se acogía el sistema de las dos terceras partes de los votantes que se hallen en el lugar de residencia del Congreso. Además de ello, los constituyentes se declaraban así mismo Congreso. Razón tiene el historiador Liévano Aguirre para establecer las lapidarias frases en contra de tal suceso:

Ello no sólo constituía una burla al principio en virtud del cual el constituyente y el gobernante deben ser distintos, sino que esa burla se veía agravada por el hecho insólito de que los legisladores que invocaban para sí, con manifiesta insinceridad, la personería de las instituciones liberales representativas, ni siquiera consagraron en el Acta la división clásica de los poderes públicos, sino que el señor Torres depositó en el Congreso Federal, de manera indiferenciada, las funciones de legislar, de ejecutar y juzgar. En razón de estos principios normativos, obra del Catón granadino, los mismos señores podrían actuar

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sucesivamente como constituyentes, como gobernantes y como legisladores, ejecutores y jueces de la Federación.28

El conflicto entre Nariño y Torres estaba planteado en todo su dinamismo: federalismo contra centralismo, así se le conoce. Las líneas del centralismo de Nariño eran nacionales y democráticas. No se parecen en nada al centralismo burocrático y autoritario que España implantó en sus colonias, ni al que se desarrollaría luego en diversos momentos de nuestro discurrir histórico. Se parece más al que luego pondría con claridad Simón Bolívar. Nariño según la aspiraba a construir la unidad nacional por la vía de incorporar, a la jurisdicción del gobierno de la Capital, todos los pueblos que luchaban en las provincias por emanciparse de sus propios clanes de notables. Era un Centralismo Democrático que buscaba reconstruir la unidad nacional desde la base, a fin de construir un gran Estado. Ello explica el que Santa Fe y Cundinamarca se hayan convertido en centro de atención de las provincias y pueblos que se separaban de sus antiguos centros de poder, continuando el proceso multitudinario.29

La revolución triunfante en Santafé y Cartagena se extendió al oriente. La provincia del Socorro se independizó de Tunja y proclamó en Acta Solemne su incorporación a la jurisdicción política del gobierno de Santa Fe. Ya el proceso se había desarrollado en occidente con la incorporación de Mariquita, Purificación, Ambalema, Garzón, Timaná y la propia provincia de Neiva. Estaba en marcha un cambio en las relaciones de poder interregional y el protagonismo popular estaba en pleno desarrollo.

El conflicto entre Nariño y Torres estaba planteado completamente. Federalismo contra Centralismo: La Patria Boba, así lo bautizó. El conflicto militar se hizo inevitable y fue la guerra civil.

La historia es bastante conocida, ya que mientras tanto la reconquista española marchaba a pleno vapor en Venezuela. Los intentos de acuerdo de Nariño con los Federalistas en los cuales renunciaba a su concepción Centralista y afiliaba a Cundinamarca en la Federación fracasaron. Se necesitó la derrota militar de las tropas federalistas en el intento de toma de Santa Fe para que la paz se restableciera.

Simultáneamente en Santa Fe el “partido popular” se movilizaba contra la

28 Liévano Aguirre, Indalecio. Op. Cit. p. 723. Ver igualmente a favor de Camilo Torres, Abel Cruz Santos. Federalismo y Centralismo. Breviarios Colombianos. Bogotá: Banco de la República. 1979. pp. 13-20.29 Liévano, Aguirre, Indalecio. Op. Cit. p. 721.

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oligarquía. Sostuvo a Nariño cuando éste renunció a la Presidencia. Recuperaron las calles controladas por los hijos de la oligarquía y de nuevo fue, José María Carbonell, el que organizó los comandos populares en los barrios y armó las milicias de artesanos.

Su movilización fue radical, cuando Nariño quiso de nuevo retirarse del mando, obligaron al Senado a ratificarlo y de acuerdo a las crónicas, las del historiador Groot entre otros, el poder de la masa popular era completo. José María Carbonell propuso entonces, la entrega de todas las armas restantes al pueblo y que se designara a Antonio Nariño Dictador para que dirigiera la defensa de Santa Fe de las tropas federales. Nariño fue nombrado por Democracia Directa (con ratificación del cuerpo legislativo) Presidente; ahora, era igualmente nombrado Dictador por Democracia directa con ratificación del cuerpo legislativo. En las primeras medidas de la Dictadura se llamaba a las armas a todos los ciudadanos entre los quince y los setenta años. Se dispuso la confiscación de bienes para los conspiradores, se declaró a Santa Fe en estado de alerta y comenta con sutil ironía Liévano Aguirre:

El Presidente Nariño dispuso que se entregaran, una vez equipadas las tropas de línea, las armas restantes al pueblo, caso único en nuestra historia que paradójicamente ocurrió en la Patria Boba.30

El Congreso de las provincias unidas dirigido por Camilo Torres procedió rápidamente a invocar el Derecho y la Legalidad y expidió un Decreto, donde se leeen que el Art. 1:

Don Antonio Nariño, Usurpador y Tirano de la enunciada provincia de Cundinamarca y con todas las personas de su acción, refractarios y enemigos de la Unión y de la Libertad de la Nueva Granada.

Lo que vino luego fue la derrota de las tropas federales que intentaron la toma de Santa Fe defendida por el pueblo en armas y bajo la dirección del propio Nariño. Sin embargo, Nariño no utilizó el triunfo para golpear a la oligarquía sino que buscó la unidad con el Congreso, para enfrentar bajo su mando militar a los españoles en el sur. Intentó sí, dirigiéndose a las provincias que se aceptaran los siguientes puntos:

propongamos a las provincias los medios que nos parecen más conducentes para salvar esta patria querida, y para construirnos de un modo legal, justo y

30 LIÉVANO AGUIRRE, Indalecio. Op. Cit. P 761. En verdad han existido otros casos como el del general José María Melo cuando se declaró dictador con apoyo de las sociedades democráticas de artesanos en 1854.

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análogo a nuestro Estado presente. Lo que se ha dicho rápidamente sobre los vicios con que se formó el actual Congreso Federal, presenta por si mismo lo que se deba hacer:

1. Que vengan diputados de las provincias que quieran unirse, a razón de uno por cada cincuenta mil almas de la población que actualmente se crea tener.

2. Que estos diputados sean precisamente hijos de la provincia.

3. Que no vengan ellos mismos a ser funcionarios (es decir a gobernar), sino a formar la Constitución, y elegir los que deben ocupar los empleos del gobierno que establezcan... Santa Fe ofrece, bajo el más solemne juramento una inviolabilidad conforme al derecho de gentes, a todas las personas que se destinaren a los fines dichos.

4. Tales propuestas fueron rechazadas por Camilo Torres y el Congreso. Lo que vino fue la campaña del sur en que los patriotas fueron derrotados y Antonio Nariño hecho prisionero.

En Cartagena las luchas sociales y políticas continuaban en desarrollo. Los dos partidos se hallaban enfrentados cada vez más radicalmente. El núcleo de las disputas eran las mismas, enfrentado el partido popular de Carbonell y Nariño contra el partido del patriciado criollo de Camilo Torres. Además el partido realista tenía la hegemonía en Santa Marta. Gabriel Gutiérrez de Piñeres era el vicepresidente de Cartagena y controlaba la opinión y el gobierno, mientras García Toledo controlaba las tropas. La tensión era mayor en cuanto se trataba desde el Colegio Constituyente efectuado el 24 de noviembre de 1814, restablecer la hegemonía del patriciado cartagenero. Se expresó el equilibrio de fuerza y la dualidad de poderes se desarrolló ampliamente. El pueblo se amotinó y obligó al cuerpo constituyente a nombrar una jefatura plural en cabeza precisamente de los jefes de ambos partidos: Gabriel Gutiérrez de Piñeres y José María García Toledo. Tal situación tendría un desenlace en contra del partido popular que fue sometido y encarcelado por las tropas al mando de Manuel Castillo.

Los federalistas acudían por otra parte a la reforma de su Constitución que era claramente inoperante y caótica. Se dispuso entonces el nombramiento de un ejecutivo plural, diferenciado del Congreso y elegido por el Congreso para períodos fijos. Se centralizaron los ramos de hacienda y de guerra y se le asignaron rentas fijas al gobierno federal.

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Una reflexión aparece al mirar retrospectivamente este período. La lucha de clases, conformación de partidos y pugna de intereses se había ubicado en los centros urbanos y epicentros de nuevas economías. El campo, las extensiones rurales, las haciendas y latifundios, los poblados indígenas, campesinos y negros habían permanecido casi al margen de los acontecimientos. La configuración de la sociedad hispana colonial que era todavía existente en lo social y económico tenía dos grandes instituciones dominantes: La ciudad colonial y el latifundio31 y las masas rurales heterogéneas y amplias eran la clave decisiva en todo proyecto de dominación de la sociedad y de control político-militar. Así lo comprendió finalmente Simón Bolívar en su lucha de independencia.

La marginalidad de las masas indias, campesinos, peones, jornaleros, esclavos, libertos, mestizos en la defensa y apoyo de la Primera República era explicable porque no se sentían involucrados, ni favorecidos en los proyectos políticos de las oligarquías. La Primera República, era eso que Simón Bolívar denominó con acierto «repúblicas aéreas», sin pueblo, ni movilización social. La Patria Boba era la expresión de un mundo de retórica, ideologismos constitucionales, mitos políticos pero sobre todo, el orden de la oligarquía y el marginamiento de las masas rurales, a despecho de los que quisieron un orden revolucionario basado en la genuina República, la Independencia, la Democracia Local y el cambio social: Antonio Nariño, José María Carbonell y los Gutiérrez de Piñeres. Es aplicable a ellos lo que Bernardo J. Caicedo dijo del precursor:

Esa Patria fue Boba no por Nariño, sino a pesar de Nariño.

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