la revista de amèrica

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LA '!REVISTA DE AMERICA de Rubén Darío y Ricardo Jaimes Freyre EDICION FACSIMILAR ESTUDIO Y NOTAS DE BOYD G. CARTER PUBLICACIONES DEL CENTENARIO DE RUBEN DARIO 1 9 6 7

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Page 1: La Revista de Amèrica

LA

'!REVISTA DE AMERICA

de Rubén Darío y

Ricardo Jaimes Freyre

EDICION FACSIMILAR ESTUDIO Y NOTAS DE

BOYD G. CARTER

PUBLICACIONES DEL CENTENARIO DE RUBEN DARIO 1 9 6 7

Page 2: La Revista de Amèrica

LA "REVISTA

DE AMERICA"

de RUBEN DARIO

y RICARDO JAIMES FREYRE

Page 3: La Revista de Amèrica

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E d i c i ó n * d é l a ' COMISIÓN NACIONAL PARA LA CELEBRACIÓN DEL .. CENTENARIO,DEL NACIMIENTO DE RUBÉN DARÍO c o n l a c o l a b o r a -

' : c i ó n " d e l ' INSTITUTO NACIONAL DE SEGURIDAD SOCIAL.

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£Q DERECHOS RESERVADOS Mh t 1-1 i

IMPRESO EN LOS TALLERES DE LA IMPRENTA NACIONAL Y EN LA SECCION DE ARTES GRAFICAS DEL INSS. MANAGUA, D. N., NICARAGUA, CENTROAMERICA, 1967.

Page 4: La Revista de Amèrica

LA "REVISTA DE AMERICA"

de Rubén Darío

y Ricardo Jaimes Freyre

EDICION FACSIMILAR

ESTUDIO Y NOTAS

DE

BOYD G. CARTER

PUBLICACIONES DEL CENTENARIO DE RUBEN DARIO 1 9 ó 6 - 1 9 ó 7

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LA Comisión Nacional para la Celebración del Centenario del Nacimiento de Rubén Darío, se complace en ofrecer al público culto y a los estudiosos de la obra dariana, esta edición de la "Revis-ta de América", fundada por Rubén Darío y Ricardo Jaimes Freyre, en Buenos Aires, en 1894.

Con esta publicación, creemos aportar un importante material para él conocimiento de la evolución de las ideas estéticas de Rubén y del desarrollo de la Escuela Modernista en Hispanoamérica. En es-ta Revista, la juventud acaudillada por Darío, mostraba los rasgos ini-ciales del movimiento literario que vendría a renovar fundamental-mente las letras hispánicas. Allí radica su valor.

Debemos a la infatigable laboriosidad y al espíritu investigador del eminente erudito norteamericano, Dr. Boyd G. Cárter, de la Univer-sidad de Missouri, el haber rescatado esta revista. Su incansable bús-queda, prolongada por más de un decenio, le permitió ubicarla en una biblioteca de Chile. Su actual poseedor, el señor Alamiro de Avila Martel, sabio bibliógrafo chileno, accedió gentilmente a que se foto-copiaran sus ejemplares y otorgó la autorización para que nosotros aho-ra la reproduzcamos. El Dr. Cárter, además, quiso enriquecer la pre-sente edición, enviándonos un acucioso estudio sobre la "Revista de Américacuyo contenido analiza a la luz de las nuevas tendencias literarias que en ella se reflejan.

A ambos eminentes hispanistas, Dr. Boyd G. Cárter y don Ala-miro de Avila Martel, les ofrecemos aquí nuestro agradecimiento.

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También cumplimos complacidos él deber de expresar nues-tra gratitud para el INSTITUTO NACIONAL DE SEGURIDAD SOCIAL. Según explicara su Director General, Dr. J. Antonio Tijerino Medra-no, fue Doña Hope Portocarrero de Somoza, Presidenta del Consejo Directivo de esa entidad, quien, con la preocupación que ha demos-trado en favor de la cultura nacional, acogió nuestra solicitud para que el INSS asumiera la edición de la parte facsimilar en sus Talleres.

Y no podemos dejar de consignar que el éxito de esta edición se debe en gran medida al esfuerzo de los profesores Guillermo Roth-schuh y Fidel Coloma, funcionarios del Ministerio de Educación Pú-blica, que prepararon él material, elaboraron los índices y, en fin, ve-laron por la impresión de este libro.

A los amantes de la obra rubendariana, la Comisión, creada por el Gobierno de Nicaragua, les entrega con satisfacción este libro, que constituye un nuevo aporte de valía a la ya caudalosa bibliografía de nuestro máximo poeta.

Ramiro Sacasa Guerrero

Ministro de Educación Pública y Presidente de la "Comisión Nacional para la Celebración

del Nacimiento de Rubén Darío".

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Page 7: La Revista de Amèrica

RUBEN DARIO Y LA "REVISTA DE AMERICA Por BOYD G. CARTER

Page 8: La Revista de Amèrica

ERWIN KEMPTON MAPES (1884-196!)

Cerebro y corazón puestos al servicio de las letras iberoameri-canas; afecto e intelecto dedicados al estudio y a la exaltación de la literatura de habla española, el profesor E. K. Mapes tiene bien ganado sitio de honor entre los estudiosos de Rubén Darío, a la par de cuyo glorioso nombre irá siempre unido el suyo, como uno de los cultores más eximios del gran poeta nicaragüense.

GILBERTO BARRIOS

En el orden de la investigación, Mapes se destaca como uno de los más nobles y esforzados pioneros norteamericanos que al prome-diar el primer cuarto de siglo abrieron rutas firmes para el conoci-miento de Nuestra América... Mapes podemos decir, sin exageración: fue una vida consagrada a los bienes de la cultura.. . Callado, minu-cioso, sereno, fue siempre amable y generoso con quienes se le acerca-ban en busca de su ayuda y consejo. .

ALFREDO A . ROGGIANO

Su larga vida de concienzudo estudio se señala a la atención de todos como el modelo mismo del verdadero investigador, hombre de-sinteresado, dotado de paciencia, aficionado a su tarea, honrado y hu-milde. Tuvo la buena suerte de contar, como compañera de su vida, con una noble mujer, nacida Laura Hinkhouse, que se identificó enteramente con sus fines de investigador y le acompañaba y le ayu-daba a llevarlos a cabo.

BOYD G. CÁRTER

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PALABRAS PRELIMINARES

I

Señor Director del Centro Cultural Nicaragüense-Americano, Distinguidos colegas y aficionados a la obra de Rubén Darío, Señoras y señores:

Nos es grato en extremo tener este honor, este privilegio y esta oportunidad, para estrenar aquí ante un público con tantos títulos de dis-tinción, lo que creemos ser el primer estudio detallado de la Revista de América, que publicaron Darío y Jaimes Freyre en Buenos Aires, en 1894.

Pero antes de entrar en materia, quisiera recordar a dos ausentes: al doctor Erwin Kempton Mapes y a Gilberto Barrios Duarte, desapare-cido éste hace sólo algunos meses y aquél el 18 de febrero de 1961.

Aunque nunca me fue dado conocer personalmente a don Gilberto Barrios, lo conozco, a pesar de todo, a través de sus escritos y de sus car-tas. Es dudoso que le superara otro compatriota suyo en el deseo que le animaba de mantener vivo el culto de Rubén Darío, el prestigio de su obra.

En el prólogo que escribimos para Nuestro Rubén, consignamos en estos términos los que parecen ser los fines de don Gilberto en esta co-lección de ensayos: "Reafirman la vigencia de la máxima realidad cultu-ral de Nicaragua, rompiendo lanzas cuando es necesario con cuantos se permitan, directa o indirectamente, desprestigiar, denigrar o faltar el respeto al nombre, o la obra y a la gloria de Rubén Darío".

Conferencia sobre el tema, "La Revista de América en el movimiento modernista de Argentina" sustentada en El Centro Cultural Nicaragüense-Americano, el 18 de Enero de 1967.

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Por otra parte, a quien se interesara por la obra del vate y se esforzara por investigarla con honestidad y con dedicación, a él don Gilberto ofreció su amistad y hasta su afecto. Así, se explica sin duda, la nota de profunda emoción que compenetra los dos ensayos que le de-dicó al Dr. Mapes en ocasión de su muerte.

Nombrar al doctor E. K. Mapes es designar al benemérito por ex-celencia de los estudios darianos y modernistas. Lo atestiguan tanto los artículos necrológicos de Alfredo A. Roggiano como los de Gilberto Ba-rrios. ( 1 ) Observa Roggiano que "Mapes ha dedicado sus años madu-ros a una infatigable labor de pesquisa, dirigida a descubrir textos, a acla-rar seudónimos y a fijar fechas, antecedentes y otros aspectos oscuros de escritores modernistas. . . En este sentido su aportación al conocimiento de obras inéditas, desconocidas u olvidadas de Rubén Darío y Manuel Gutiérrez Nájera es fundamental, así como la precisión de muchos seu-dónimos de Gutiérrez N á j e r a . . . " ( 2 ).

Roggiano tiene completamente la razón. La aportación del Dr. Mapes a los estudios darianos y najerianos es fundamental y, por esto, de imprescindible consulta para quien quiera estudiar la obra de estos dos preclaros valores de las letras hispánicas. i.

E1 doctor Charles Aubrun, Director de L'Institut d'Etudes Hispa-niques de l'Université de París, nos recordó ayer, en su conferencia de tan amplias perspectivas, que al doctor Mapes con su obra, L'Influence francaise dans Voeuvre de Rubén Darío, le tocó ser el iniciador de los es-tudios darianos en Francia. Ahora esta misma obra existe en español de-bido a la fecunda laboriosidad del profesor Fidel Coloma González, tam-bién traductor de Rubén Darío "Bajo el divino imperio de la música", por Erika Lorenz y de la importante tesis del doctor Charles D. Watland, "La formación literaria de Rubén Darío".

oí ?, Entre los estudiantes del doctorado que escribieron sus tesis en la University de Iowa, bajo la supervisión del Dr. Mapes, destaca el nombre de Juan López-Morillas (que se casó con Francés Elinor, hija del maes-tro) actualmente jefe del Departamento de Español de Brown Universi-

(1) Véanse: "E. K. Mapes, autor de "La influencia francesa en la obra de Rubén Darío" ("La Prensa", 9 de abril de 1961) y "Rubén Darío y E. K. Mapes" ("La Prensa", 14 de mayo de 1961). Gilberto Barrios recopiló estos ensayos en su "Nuestro Rubén", 1965, pp. 47-55. Alfredo A. Roggiano, en aquel entonces colega del doctor Mapes en la Universidad de Iowa, le dedicó dos artículos: "Erwin Kempton Mapes (1884-1961)", "Revista Iberoame-ricana", Vol. XXVI, N° 51 (Enero-Junio, 1961) pp. 137-146; "Erwin Kempton Mapes i 1884-1961)" (en inglés), "Hispania", Vol. XLIV (Sept., 1961), pp. 461-464. El artículo en "Revista Iberoamericana" es mucho más completo, especialmente en el aspecto bibliográfico, que e! de "Hispania".

(2) "Revista Iberoamericana", op. cit., pp. 141-142.

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ty. (3 ) Además de su tesis, El vocabulario y la dicción de Rubén Darío, el Dr. López-Morillas es autor de notables estudios y ensayos críticos sobre el Krausismo, Unamuno y otros temas de alto significado intelectual.

He aquí un mensaje de López-Morillas y de su madre política, la señora Laura H. Mapes, que encierra su sentida expresión de identi-dad con los fines y con los actos de la Semana Dariana. Lo ofrecemos como conclusión de nuestra breve nota de rememoración y de gratitud en este día de solemne comunión cultural en torno a la obra de Rubén Darío. El mensaje es como sigue:

En memoria de mi padre político, el profesor Erwin Kempton Mapes que consagró tantos años de su vida profesional al estudio, valoración y di-fusión de la obra de Rubén Darío: en nombre de su viuda, la señora Laura H. Mapes, y en el mío propio, envío un mensaje de cordial salutación a todos los participantes en los actos con que la República de Nicaragua conmemora el Centenario del Nacimiento de su hijo más preclaro, el nicaragüense uni-versal Rubén Darío.

JUAN LOPEZ-MORILLAS

10 de Enero de 1967.

BOYD G. CARTER University of Missouri, (Columbia, Missouri).

(3J El que esto escribe tuvo el honor y se enorgullece de haber seguido los cursos simultáneamente del padre político y del yerno en la Universidad de Iowa, durante el verano de 1942.

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EN BUSCA DE LA "REVISTA DE AMERICA

F L— N la Autobiografía y en otros libros nos entera Rubén Darío de su actuación como pe-

riodista tanto en Centroamérica como en Sudamérica y en Europa. Nadie ignora que fue director y fundador de diarios, semanarios y revistas. Lo fue de El Imparcial, de Mana-gua (1896); de El Correo de la Tarde, en Guatemala (1890-1891); de la Revista de Amé-rica, en Buenos Aires, (1894), con Ricardo Jaimes Freyre; y de Mundial Magazine y de Elegancias, en París (1911-1914).

En el Nuevo Mundo hispánico sus escritos aparecieron en un sin fin de publicacio-nes periódicas. En verdad, nombrar las revistas en que colaboró o en las que reproduje-ron sus composiciones, equivale casi a enumerar las principales publicaciones periódicas his-panoamericanas durante su trayectoria de escritor.

Con la sola excepción de la Revista de América, todas las publicaciones de que Ru-bén fue director y fundador, se conocen y han sido estudiadas con bastante detalle. Por las razones que vamos a ver, el contenido dariano de esta revista no se halla en Escritos inéditos de Rubén Darío, recogidos de periódicos por el Dr. E. K. Mapes en Buenos Aires en 1932, y publicados por el Instituto de las Españas de Nueva York en 1938.

Darío se refiere a la Revista de América en su Autobiografía, en estos términos:

Fundé una revista literaria en unión de un joven poeta tan leído como exquisito, de origen boliviano, Ricardo Jaimes Freyre, actualmente vecino de Tucumán...

Con Ricardo nos entrábamos por simbolismos y decadencias francesas, por cosas d'annunzianas, por prerrafaelismos ingleses y otras novedades de entonces, sin olvidar nuestros ancestrales Hitas y Berceos, y demás castizos autores. Fundamos, pues, la Revista de América, órgano de nuestra naciente revolución intelectual, y que tuvo, como era de es-perarse, vida precaria, por la escasez de nuestros fondos, la falta de suscripciones y, sobre todo, porque a los pocos números, un administrador italiano... se escapó llevándose los po-cos dineros que habíamos podido recoger. Y así acabó nuestra entusiasta tentativa. (1)

La recuerda asimismo en un artículo dedicado al escritor francés, Rethoré, que escri-bía con varios seudónimos, los de Paul Conti y ]ean Huida entre otros, en La Nación, La Prensa y otras publicaciones bonaerenses. De Rethoré dice:

(1) Obras Completas, (1950-1953), tomo I, pp. 126-127.

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Estaba al tanto del movimiento de las ideas universales, y, fogoso partidario de las últimas revoluciones artísticas y literarias, abominaba de los retardatarios. Recuerdo a este propósito un artículo suyo publicado en Le Courrier Francais, el diario de M. Grous-sac, con motivo de la aparición de la Revista de América, Alababa los ideales nuevos con la violencia de un joven aedo; y finamente lanzaba su saeta a la intransigencia, fi-namente y certeramente. (2)

En el juicio a que Rubén alude, Rethoré (con el seudónimo de "Jean Huida") elo-gia la idea que presidía la fundación de la Revista de América como "eminemment fran-caise" y afirma que "Rubén Darío y Jaimes Freyre, tout en conservant leur originalité pro-pre, sont d'illustres éléves de l'école francaise moderne. lis appartiennent á cette école qui a pour maitres Moréas, Verlaine, Mallarmé, Charles M o r i c e . . . " Termina su comen-tario diciendo que la Revista de América, "la revue décadente, la revue des jeunes vient combler un vide. Son apparition était nécessaire". (3)

Mi propio interés en esta revista se remonta a 1954, año en que empecé las inves-tigaciones sobre revistas que habrían de cuajarse en Las revistas literarias de Hispanoa-mérica, libro publicado por el Dr. Pedro F. de Andrea (Ediciones de Andrea) en México, en 1959. En opinión de Arturo Torres-Rioseco, esta revista "tuvo a pesar de su breve vida mucha importancia en la formación del modernismo argentino". (4) Edelberto Torres observa:

Asociado con Ricardo Jaimes Freyre y otros muchos publica la Revista de América, i :n;- que habría de ser el magnavoz de su clamor reformista del pensamiento poético de Amé-

rica. Pocos números ven la luz, porque el público no hace eco a su algarada y porque el administrador, un italiano, mezcla psicofísica de picaro y enano, tiene a bien largarse con los fondos, poniendo así un poco piadoso requiescat in pace a la flamante revista. (5)

Alberto Ghíraldo caracteriza la Revista de América como "uno de los más serios en-sayos de propaganda del modernismo literario entre nosotros . . . En realidad la Revista de América tuvo vida efímera pero dejó huella." (6)

En un principio ni siquiera se me ocurrió la posibilidad de que un órgano tan importante del modernismo en Sudamérica no se hallara en todas las bibliotecas más presti-giadas de los Estados Unidos. ¡Me equivoqué! No existía un solo número de la Revista de América en las bibliotecas: Library of Congress, New York Public Library, Bancroft Library, Huntington Library, Pan American Union, bibliotecas de las Universidades de Texas, de Illinois, de Harvard, de Yale, etcétera. Por muchos meses los bibliotecarios de la Universidad de Nebraska (especialmente la señorita Winifred Taylor) con la asidua colabo-ración de sus colegas en otras universidades, se esforzaron por localizar la colección com-pleta de la revista.

Fracasaron. En el curso de las acuciosas investigaciones que realizamos en 1954 en las bibliotecas de México, Guatemala, El Salvador, Costa Rica y Panamá, no tuvimos mejor suerte. Por no estar enterados a la sazón de los reglamentos diplomáticos en vigencia en Ni-caragua y en Honduras, nos faltó tiempo desde México para poder pedir permiso de visitar estos países sin desarticular el horario previamente arreglado.

(2) Ibíd., tomo IV, pp. 567-568. (3) Este comentario se reproduce en el Número 3 de la "Revista de América", en la sección "La pren-

sa y 'La Revista de América' ". (4) "Rubén Darío en la Argentina", "Nosotros" LXXIII (1931), p. 326. (5) "La dramática vida de Rubén Darío", Ciudad de Guatemala, 1952, p. 197. (6) "El Archivo de Rubén Darío", Buenos Aires. 3945, pp. 259-260.

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Al correr de los meses y los años, el asunto fue adquiriendo perfiles, podría decirse, de íntimo parentesco con los de la novela policíaca. Lo de no existir ninguna colección de la publicación de Darío y Jaimes Freyre en los países mencionados podría explicarse sin duda con motivo de lejanías geográficas, de la vida breve de una revista aparecida hacia fines del siglo pasado. No cabía duda que, según opinaba el que esto escribe, la colección completa de esta huidiza revista se hallaría en la Biblioteca Nacional de Nicaragua o en las bibliotecas de la Argentina, del Uruguay, de Bolivia o en otras bibliotecas de Sud América.

u.... Aparte de lo enigmático del problema que planteaba la rareza de tan conocida publi-cación, se planteaba este otro: si fuera dicha revista tan valioso vehículo del movimiento modernista, ¿cómo explicar el desacuerdo entre los críticos incluso en lo referente a la fecha de su publicación? En los datos que se dan a continuación, si damos citas sin nombres, es que no queremos poner en aprietos a ningún colega ni ofender a nadie. Con referencia a Ricardo Jaimes Freyre se dice: "De esmerada educación y cultura vastísima, vivió buena parte de su existencia en la República Argentina, ya en Buenos Aires, donde gozara de la cordial amistad de Rubén Darío, con quien en 1892, fundó y dirigió la Revista de Amé-rica..."

Me contestó otra personalidad literaria así:

"Correspondo a su atenta carta de 20 del pasado mes de febrero, relativa a la obten-ción de la revista literaria Revista de América que en 1896 redactaba Rubén Darío en co-laboración con el poeta boliviano Ricardo Jaimes Freyre... En ese año de 1896 se encon-traba en Buenos Aires y encabezaba un grupo de renovación literaria que tenía el nom-bre de 'La Syringa'..."

Cierto crítico no sólo se equivoca de fecha en lo de cuándo se publicó sino que tam-bién designa con otro título la publicación de que se trata cuando dice que Jaimes Freyre "en 1892 fundó en Buenos Aires la Revista Latina en compañía de Rubén Darío".

"Nuestras expresiones literarias, tan parcas después de la vibración gozosa del moder-nismo—que contó con órganos del prestigio de la Revista de América (1893-1912), dirigi-da por Rubén Darío y Ricardo Jaimes F r e y r e . . . " Al parecer, el autor de este comentario confunde e identifica la Revista de América de 1894, de Darío y Jaimes Freyre, con otra del mismo título que dirigió el peruano Francisco García Calderón en París entre los años 1912 y 1914.

"Other Journals of this period, similarly inspired, were La revista latina and La Re-vista de América (1896) of Buenos Aires, the latter founded by Rubén Darío and Jaimes Freyre, and La Revista azul (1894-1896) of México, founded by Gutiérrez Nájera".

He aquí dos comentarios en que se integra a Leopoldo Lugones a la dirección de la Revista: "La aventura poética de Ricardo Jaimes Freyre cuando publicó con Rubén Darío y Leopoldo Lugones la Revista de América, constituye una de las hazañas más heroicas rea-lizadas en el Continente". Y este otro: Ricardo Jaimes Freyre "residió muchos años en Tu-cumán y en Buenos Aires, donde dirigió con Darío y Lugones la Revista de América, tan importante en el desarrollo y triunfo del modernismo". Los autores de estas afirmaciones se equivocan. El nombre de Lugones no se menciona siquiera en esta publicación periódica tan elogiosamente citada y tan completamente desconocida. Don Rafael Alberto Arrieta informa que Lugones no llegó de Córdoba a Buenos Aires sino en febrero de 1896. "En mar-z o s e presenta al mundo literario de la civdnd en la tribuna del Ateneo <~rr. un poemn rojiro que intitula Profesión de fe; el 1° de mayo se adhiere al movimiento socialista argentino proselitista; el 12 del mismo mes Rubén Darío saluda al recién venido en las columnas de

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El Tiempo, el diario de Carlos Vega Belgrano". (7) En el artículo a que se alude, titulado "Un poeta socialista", (8 ) Darío dice que "un bizarro muchachón de veintidós a ñ o s , . . . " llegado de su provincia de Córdoba a la conquista de Buenos Aires, "viene sin carta de presentación a decir versos al Ateneo. Le conocemos y esperamos el momento en que esos versos se escuchen, para saber con quién nos entendemos". Así, el mismo Darío da a enten-der que no conoció a Lugones sino año y medio después de desaparecida la Revista que fundó en compañía de Jaimes Freyre.

Como queda demostrado en el estudio que dedicamos a su contenido, en el próximo capítulo, la Revista de América tuvo abundante publicidad de tono tan acogedor como elogioso en, la prensa de Buenos Aires. Por esto, extraña en verdad que tantos estudian-tes del modernismo pudieran ignorar hasta la fecha exacta de su publicación. Entre los crí-ticos consultados en relación con esto, sólo don Rafael Alberto Arrieta y don Max Henrí-quez Ureña no se equivocaron con respecto al año en que apareció: 1894.

En 1957 el doctor Humberto Vásquez-Machicado, director de la Biblioteca de la Universidad Mayor de San Andrés, La Paz, nos comunicó (9) que la Revista de América "no se encuentra en nuestras existencias". Este mismo año el muy distinguido director de la Biblioteca Nacional de la Argentina, Jorge Luis Borges, tuvo la amabilidad de interesar-se" por nuestro problema, proporcionando los valiosos datos que se pueden leer en su car-ta, (10) dada a continuación:

Lamento tener que decirle que no poseemos en esta casa un solo ejemplar de esa re-vista, pero que, moviéndonos por el interés que significa que se ocupen de cuestiones sud-americanas, nos hemos puesto en campaña y hemos podido encontrar algunos datos que esperamos le sean de utilidad.

1? El prólogo de la revista podrá encontrarlo en el prefacio de "Los Raros" de Rubén Darío, primera edición.

2° La fecha del primer número es: 20 (11) de agosto de 1894, apareciendo la revista quincenalmente.

y Se cree que sólo salieron tres números. (12) En "La Nación" o "La Prensa" de diciembre de 1894 aparece una pequeña reseña de la Revista, lamentando su prema-

; 'i; tura desaparición. (13)

4° La bibliografía de los artículos publicados podrá encontrarla en "La Prensa" del 5 de octubre o noviembre de 1950 y en "Ij¡troducciÓH_jd^ modernismo literario" am-bas publicaciones del literato argentino Rafael Alberto. Arrieta, quien es éfque la há vfittry nos ha suministrado los datos aquí coñsigñi3os.

{!) "Historia de la Literatura argentina", "Modernismo", tomo III, Buenos Aires, Ediciones Peu-ser, 1959, p. 456. ¿V (8)* Recopilado por el doctor E. K. Mapes en "Rubén Darío: Escritos inéditos", Nueva York, Ins-tituto de las Españas, 1938, pp. 102-108.

(9) Carta con fecha del 22 de abril de 1957. (10) Carta con fecha del 15 de febrero de 1957. (11) El primer número lleva la fecha 19 de agosto de 1894. (12) En su artículo "Notas sobre el Modernismo en Buenos Aires. La "Revista de América".

(Especial para "La Prensa". Sección II, de noviembre de 1950), Arrieta se pregunta, refiriéndose a los "tres números quincenales": "¿Hubo alguno más?" Mi distinguido colega, el doctor Alberto Guillermo Bork, director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de Southern Illinois University, examinó en Buenos Aires en 1963 archivos de "La Prensa", de "La Nación" y de otros periódicos en busca de re-ferencias a otro número más de la Revista. No encontró ninguna.

(13) En el número de "La Prensa" correspondiente al 31 de diciembre de 1894 hay un ar-tículo sobre la "Revista de América" en que se observa que "tiempo hace que nada se oye de ella". Es este artículo sin duda al que se refiere Borges.

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Ya en posesión de algunos datos fehacientes no tardamos en escribirle a don Ra-fael Alberto Arrieta. Dice éste en su carta de contestación: (14)

. . . Los tres números de "Revista de América", dirigida por Rubén Darío y Ricardo Jaimes Freyre en Buenos Aires, son actualmente inhallables: no se encuentran en ninguna de nuestras bibliotecas públicas y no los tienen nuestros más conocidos coleccionistas. Yo tuve la suerte de descubrir, hace años, un ejemplar; pero la familia que lo poseía cambió de domicilio poco después, cuando me proponía hacerlo microfilmar, e ignoro su nombre y su dirección. Le envío un ejemplar de mi "Introducción al modernismo literario", don-de encuentra usted un breve capítulo dedicado a dicha revista y referencias a otras pu-blicaciones de la época. (15)

A poco de recibir la carta del doctor Arrieta, recurrimos a los buenos oficios del Dr. Elias R. Maas quien, hasta los últimos tiempos, tenía su domicilio en Montevideo. No ignorando que a este estudiante de las guerras del Chaco a veces le fue dada la oportunidad de viajar por varios países de Sudamérica, se nos ocurrió que él podría interesarse por nuestro problema. No nos equivocamos. Primero, fue el Dr. Maas a discutir el asunto con el distinguido crítico e historiador del movimiento modernista, Dr. José M. Monner Sans. Pero este eminente erudito no pudo ayudarle. El Dr. Maas nos pone" al corriente

"de sús esfuerzos por localizar una colección de la Revista de América en el relato que se da a continuación: (16)

En lo sucesivo, hablé acerca del asunto con el profesor Rubén A. Benítez. Este señor recomendó que fuera a ver al profesor Julio Caillet-Bois, catedrático en la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires. Este último señor me dijo que un estudiante suyo, —hace muchos años—, le había traído dos números de la revista en cuestión. Me dijo el profesor Caillet-Bois que hizo saber al joven que dichos números de la revista eran muy valiosos. Luego, el profesor Caillet-Bois prestó los dos números al profesor Rafael Alberto Arrieta.

También me enteró el profesor Caillet-Bois de que el joven, propietario de los dos números de la Revista de América, ya es oficial del ejército. Algunos años después de la primera entrevista con el joven, la que está referida en el párrafo precedente, el mismo señor me dijo que le había pedido informes a la hermana del joven acerca del paradero ac-tual de los dos números de la revista. Contestó ella que tenía la impresión de que su hermano había obsequiado los dos números de la revista a un amigo suyo de Nicaragua, quien al irse, se los llevó a su país. (17)

Tomando en cuenta la observación de Jorge Luis Borges en el sentido de que se publicó el prólogo de la Revista de América en el prefacio de la primera edición de Los Raros (1896), empezamos a buscar un ejemplar de esta obra. A poco proceder en este sentido descubrimos que la primera edición de Los Raros era tan rara e inhallable como la misma Revista de América. Así, los bibliotecarios de la Universidad de Nebraska, no obs-tante sus porfiados esfuerzos, no lograron localizar ni un ejemplar de ella en 1957 en los Es-tados Unidos. Tampoco salió con mejor éxito el Dr. Ward Morton, catedrático de Ciencia Política en Southern Illinois University, quien la buscó en Nicaragua de junio a di-ciembre de 1960. En relación con esto, el Dr. Morton hizo también lo posible para en-

(14) Carta con fecha del 7 de mayo de 1957. (15) Publicado en la Colección Esquemas—24, Buenos Aires, Editorial Columba, 1956. Arrieta

dedica las páginas 23-26 a la "Revista de América". La caracteriza como "modesto cuadernillo a dos co-lumnas, avaro de blancos y con cubierta de color, no excedía en originalidad tipográfica y lujo de pre-sentación a un boletín comercial", p. 23.

(16) Veáse "Archivo Rubén Darío", "Educación" (Managua), N° 18 (octubre-noviembre-diciembre, !961), pp. 44-45.

(17.) Carta con fecha del 17 de julio de 1957.

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coñtrame en Nicaragua una colección de la Revista de América. Aún cuando consiguió en su pesquisa la enérgica cooperación de libreros, coleccionistas, bibliotecarios, críticos y erudi-tos, entre los últimos la del buen amigo recientemente desaparecido, Gilberto Barrios, no encontró a nadie que hubiera visto la revista o que supiera de una colección de ella.- Por una semana se publicaron anuncios de "se solicita" sobre el asunto en La Prensa y Nove-dades de Managua, pero no los contestó nadie.

En cuanto a la primera edición de Los Raros, el Dr. Elias Maas acabó por dar con un ejemplar en la Biblioteca Nacional del Uruguay y me envió una copia fotostática. Algu-nos años más tarde, volvimos a encontrar párrafos de dicho prólogo en el prefacio de El Mercurio de América (1898-1900). (18)

En esto llegamos al año de 1961. Para comentar el resultado de nuestros esfuerzos, por hallar la revista de Darío y Jaimes Freyre, en los años 1954-1961, oigamos al distinguido crítico y erudito, Ernesto Mejía Sánchez. Este ilustre compatriota de Rubén dice lo si-guiente en la nota que dedicó al asunto (19) en octubre de 1966: "Al cabo de siete años dé incesante búsqueda de la huidiza publicación, el doctor Cárter decidió escribir la odi-sea de sus indagaciones. En la revist? Educación, de Managua, nrtnbre-diciembre de 1961, año' 3, No. 18, publicó: 'Darío, periodista y redactor: en busca de la Revista de América', ensayo que junta la historia de su fracaso y las noticias proporcionadas por Jorge Luis Borges, Rafael Alberto Arrieta y Julio Caillet-Bois".

En la nota mencionada anteriormente, Mejía Sánchez se refiere al artículo nuestro titulado "La Revista de América de Darío y Jaimes Freyre", aparecido en la Revista Me-xicana de Cultura, No. 1018, el 2 de octubre de 1966. En este último artículo describi-

(18) La primera edición de "Los Raros" se publicó en París, T. P. de "La Vasconia", en 1896. También apareció en París la segunda edición, Edit. Maucci en 1905.

A continuación se da el Prólogo de la segunda edición, el que sustituye al de la pri-mera:

P R O L O G O

Fuera de las notas sobre Mauclair y Adam, todo lo contenido en este libro fue escrito hace doce años, (*) en Buenos Aires, cuando en Francia estaba el simbolismo en pleno desarrollo. Me tocó dar a conocer en América ese movimiento y por ello y por mis versos

_ i , . , de entonces, fui atacado y calificado con la inevitable palabra "decadente..." Todo eso ha pasado, — como mi fresca juventud.

••..,,-- Hay en estas páginas mucho entusiasmo, admiración sincera, mucha lectura y no poca _ buena intención. En la evolución natural de mi pensamiento, el fondo ha quedado siem-

pre el mismo. Confesaré, no obstante, que me he acercado a algunos de mis ídolos de antaño y he reconocido más de un engaño de mi manera de percibir.

Restan la misma pasión de arte, el mismo reconocimiento de las jerarquías intelectua-les, el mismo desdén de lo vulgar y la misma religión de belleza. Pero, una razón autum-nal ha sucedido a las explosiones de la primavera.

RUBEN DARIO. París, Enero de 1905.

(*) Hay aquí un error cronológico. Los ensayos de este volumen no pueden haber sido escritos en 1893, sino con posterioridad, quizá durante la estada de Darío en Buenos Aires, en 1895 y 1896. En efecto: el autor escribe después de la muerte de Leconte de Lisie, acaecida en 1894, y de la de Verlaine, en 1896. (N. de los E.)

(19) Véanse: "Revista de América", "Novedades" (México), Año XXXI, N? 9259 (18 de octubre de 1966), p. 4; "La Prensa" (Managua) Suplemento "La Prensa Literaria", 30 de octubre de 1966.

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mos las peripecias de nuestra búsqueda de la revista con posterioridad a 1961. He aquí, pues, la conclusión que tuvo nuestra odisea de doce años como investigador en busca de la Revista de América tal y como lo expuse en la Revista Mexicana de Cultura:

A poco de publicarse mi estudio en Nicaragua, leí la sección sobre el modernismo, de la pluma de Rafael Alberto Arrieta, en el tomo III, (pp. 441-482) de Historia de la literatura argentina. No hay que recordar que los seis tomos de esta importante obra fue-ron preparados bajo la dirección de don Rafael. En las páginas 449-450 del tomo III se ha-llan el índice del contenido de los tres números de la Revista de América, así como la cu-bierta del primer número de ella.

En seguida, le envié al doctor Arrieta un sobretiro de mi artículo aparecido en la revista Educación de Managua, Nicaragua. Además, le escribí pidiéndole información acer-ca de la procedencia del número de la revista cuya cubierta había reproducido en el tomo III de la Historia de la literatura argentina. En relación con esto hay que recordar que el doctor Arrieta me había escrito, en 1957, que "los tres números de Revista de Amé-rica—son actualmente inhallables".

En carta con fecha 27 de marzo de 1962, el doctor Arrieta me contestó, diciendo: "He leído con verdadero interés su minuciosa investigación en torno a la Revista de Amé-rica que dirigieron Darío y Jaimes Freyre en Bueuus Aires, y respondo a las interrogacio-nes que en ella me conciernen. Conocí, efectivamente, los números dos y tres en los ejemplares casi destruidos que me facilitó don Julio Caillet-Bois, y tiempo después des-cubrimos con mi amigo Eduardo Héctor Duffau, en una librería de esta ciudad, un ejem-plar, en excelente estado, del primer número, cuya cubierta reproduje como usted lo ad-vierte, en el tomo III de la Historia de la literatura argentina, que he dirigido. En el mismo capítulo habrá encontrado usted también la reproducción del índice de los tres nú-meros. El Dr. Duffau, coleccionista de valiosos materiales para el estudio de Darío, es el actual poseedor de ese primer número; pero no posee ni ha visto nunca los otros dos".

Así, por fin, después de ocho años de pesquisas, de búsquedas, de averiguaciones y de rumores mal fundados, pude saber de la existencia del primer número de la Revista de América.

En 1962, el doctor Alberto Guillermo Borle, director del Instituto de Estudios Lati-noamericanos, de Southern Illinois University (Carbondale) habló en Buenos Aires por

...... teléfono con el doctor Eduardo Héctor-Duffau para pedirle permiso de ver, y si fuera posible, sacar copia fotográfica del primer número de la Revista de América, que poseía este distinguido coleccionista de materiales sobre Rubén Darío. Por desgracia, dicho nú-mero en aquel momento, según dijo el doctor Bork, estaba en manos de un encuaderna-dor. Durante su estancia en Buenos Aires, el doctor Bork pudo encontrarme copiosos da-tos referentes al nacimiento, trayectoria efímera, y extinción de la revista en 1894, en las colecciones de La Nación y de La Prensa que posee la Biblioteca Nacional de la Argen-tina.

Y así iban las cosas hasta el 29 de agosto de 1966, fecha en que me cayó la noti-cia, tan inesperada como un rayo en un cielo sin nubes, de que la colección completa de la Revista de América existía en Chile.

En carta con fecha 23 de agosto de 1966, don Juan P. Capel, co-director con don An-tonio Monzón de la Librería del Plata, Buenos Aires, me escribió en estos términos: "Al fin hemos conseguido, en Chile, microfilmar los tres números de la Revista de América, de Darío y Jaimes Freyre. En la próxima semana saldrán por avión y esperamos le sean de utilidad para sus trabajos".

Efectivamente, unos días más tarde (el 2 de septiembre de 1966) recibí en buen estado, todas las copias fotostáticas de los tres números que constituyen, al parecer, la colección completa de la Revista de América.

Hasta varias semanas después de publicado en la Revista Mexicana de Cultura el articulo de que se tomó la cita de arriba, no supe que el poseedor de la colección en cuestión era el doctor Alamiro de Avila Martel, director de Bibliotecas de la Universidad de Chile. Al saberlo por los buenos oficios del Dr. Bork, que fue a visitarlo en Chile, escribí

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en seguida al afortunado propietario de la huidiza publicación para agradecerle su generosi-dad y pedirle permiso no sólo para reproducir la copias fotostáticas en mi posesión sino tam-bién para entregar una copia xerox de ellas al doctor José Sansón-Terán, Ministro de Educa-ción Pública de Nicaragua y Presidente de la Comisión Nacional del Centenario Rubén Da-río! Por desgracia, la carta de contestación (21) del profesor Avila Martel no llegó a mis manos hasta después de terminada la "Semana Dariana" en Nicaragua. En ella dice:

. ,, Leí con mucho agrado su carta y su artículo de apasionado bibliófilo, además de in-vestigador de historia literaria y, desde luego, le digo que puede contar con toda mi entu-siasta cooperación en su tarea relativa a la Revista de América. Le doy todas las autoriza-ciones que usted desea para utilizar la fotografía del ejemplar que tengo de esa publicación. Trataré de enviarle, en los próximos días, la fotografía de las cuatro páginas que faltaron en el ejemplar que permití que sacaran Capel y Monzón.

Efectivamente, algunos días más tarde (22) me llegaron las fotografías de las pági-nas 36, 37, 56 y 57 de la Revista de América, que faltaban en la copia fotostática que me mandaron los señores Monzón y Capel.

En respuesta a mi pregunta de cómo entró en posesión de-su colección de la revista, don Alamiro de Avila Martel me proporcionó los datos siguientes:

La colección de los tres números de la Revista de América, en números impecables (incluso estaban sin cortar), la tengo en mi biblioteca desde hace alrededor de un cuarto de siglo y creo haberla adquirido en una librería de viejo de Santiago. Como bibliófilo y admirador del poeta, siempre me sentí inclinado a tener ediciones de Darío, especialmente las chilenas. (23)

No se me antoja mejor manera de finalizar la historia de nuestra busca, coronada por fin por el éxito, de la Revista de América, que manifestarle, al doctor Alamiro de Avila Mar-tel, Director de las Bibliotecas de la Universidad de Chile, no sólo mi propia gratitud sino también la de los hispanistas en general por su valiosa aportación permitiendo que los se-ñores Juan Capel y Antonio Monzón, directores de la Librería del Plata, de Buenos Aires, me hicieran una copia fotostática de su colección completa de la Revista de América para que figurara en el estudio de esta revista, como documento, entre las actas conmemorativas de la Semana del Centenario de Rubén Darío.

(21) Carta con fecha 22 de enero de 1967. (22) En carta con fecha 25 dg enero de 1967. (23) Carta fecha 22 de enero de 1967. En esta misma carta leemos: "En la sociedad de Bibliófi-

los Chilenos estamos preparando una pequeña edición de "Azul", con el texto de la primera edición, pero sin el prólogo de Eduardo de la Barra y, en vez del de éste, uno muy breve de Raúl Silva Castro. Publi-caré también en esa edición, una simpática caricatura, litografiada por Luis Fernando Rojas, que correspon-de a la imagen del poeta a los veinte años y que creo que es desconocida".

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LA "REVISTA DE AMERICA" DE DARIO Y DE JAIMES FREYRE EN EL MODERNISMO DE LA ARGENTINA

F L—NTRE los títulos más famosos de las revistas del Modernismo destaca el de la Revis-ta de América que publicaron Rubén Darío y Ricardo Jaimes Freyre en Buenos Aires, en 1894. Sin embargo, hasta el 29 de agosto de 1966, sólo se sabía de la existencia del prime-ro de los tres números de que, al parecer, consta la colección completa.

En dos artículos aparecidos respectivamente en la revista Educación de Nicaragua, en 1961, (1) y en 1964, (2) y en otro publicado el dos de octubre de 1966, en la Revista Mexicana de Cultura (Suplemento de El Nacional), he escrito la odisea de mis indagacio-nes y de mis esfuerzos por hallar los tres números de esta rarísima publicación, aparecidos en Buenos Aires el 19 de agosto, el 5 de septiembre y el 1° de octubre de 1894.

Como es sabido, Darío llegó a Buenos Aires como Cónsul de Colombia en el vapor francés Diolibah, el 13 de agosto de 1893, y se hospedó en el Hotel Frascati (Florida y Rivadavia). (4 )

Por razones tanto políticas como de índole nacional, estética, personal u otra, acaso no se ha insistido bastante sobre el papel de Rafael Núñez en la carrera de Rubén. El doc-tor Antonio Oliver Belmás opina que sin el nombramiento de Cónsul en Buenos Aires, "tal vez Darío no se habría convertido en el jefe del Modernismo, tal vez no hubiera escrito Los Raros ni Prosas profanas ni tantas otras páginas nacidas al calor del ambiente literario de la gran capital del Plata". (5) Sea como fuere, no cabe duda de que Rubén se dio cuenta del sumo favor que le hizo el ex-Presidente de Colombia, consiguiéndole el nombra-miento para el puesto. Por ejemplo, publicó en el número dos de la Revista de América la poesía de Núñez titulada, "Angel caído". (6)

(1) "Darío periodista y redactor: En busca de la/Revista de América'". Año III, N? 18 (octubre-noviembre-diciembre.), pp. 40-50.

(2) "Archivo Rubén Darío", Año IV, N* 26, pp. 49-52. (3) "La Revista de América" de Darío y Jaimes Freyre", N? 1010, pp. 1-2. (4) Véase: Rafael Alberto Arrieta, "Historia de la literatura argentina", Vol. III, nota, pp. 443-444. (5) "Este otro Rubén Darío", Madrid, 1960. p. 228. (6) Se reprodujo este poema en la "Revista Azul" de Gutiérrez Nájera y de Carlos Díaz Dufoo,

Vol. III (26 de mayo de 1895) p. 59.

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Núñez falleció el 18 de septiembre de 1894. La poesía que Rubén le dedicó ocupa la primera página del tercer y último número de la Revista, aparecido el 1? de octubre de 1894. El poema que lleva como título el mismo nombre del político y vate desaparecido, está ordenado en tres estrofas de cuatro, cuatro y ocho versos.

* Vamos a leer este poema, uno de los dos de Darío, que aparecieron en esta revista. El otro es "Canto de la sangre" publicado en el número dos, correspondiente al 5 de sep-tiembre de 1894:

RAFAEL NUÑEZ

El pensador llegó a la barca negra Y le vieron hundirse En las brumas del lago del Misterio Los ojos de los cisnes.

á í s Y r r n - ; ^ ; O - . ' . " - O : . : - 1 - f lC! - J / Su manto de Poeta , ^

Reconocieron los ilustres lises Y el laurel y la espina entremezclados Sobre la frente triste.

na - -~\yy : A lo lejos alzábanse los muros . De la Ciudad teológica en que vive La sempiterna Paz. La negra barca Llegó a la ansiada costa. Y el sublime Espíritu gozó la suma gracia. Y ¡oh Montaigne! Núñez vio la Cruz erguirse

, . ; r , . Y halló al pie de la sacra Vencedora El helado cadáver de la Esfinge! -

i- ñh-h-A los cinco días de morir su benefactor, Darío le dedicó en La Nación un artículo ti-tulado "De un libro de páginas íntimas. Rafael Núñez. 1892". A continuación de. este es-crito se. halla una poesía fechada en Cartagena, Colombia, febrero de 1893, "del Dr. Rafael Núñez a Rubén Darío en la muerte de su esposa".

iíi" Diez y ocho años más tarde, en su Autobiografía, (8) Darío recuerda todavía á Nú-ñez en términos que traducen su hondo agradecimiento. Por ser la gratitud una de las expresiones más nobles de la personalidad humana, Rubén la ponía en el casó por encima del partidaris'mo político y de los rencores personales. : i - , ,

(7)'. 23 de septiembre de 1894, p. 3, columnas 6 y 7. Debo estos y otros datos referentes a la acogi-da dada a la "Revista de América" por la prensa bonaerense, a don Alberto Guillermo Bork, Director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de Southern Illinois University. El Dr. Bork me halló estos datos, en 1963, en las colecciones de "La Nación" y de "La Prensa" que posee la Biblioteca Nacional de la Ar-gentina.

Hay que notar, que el Dr. E. K. Mapes reproduce el articulo a que se alude en esta nota, en "Es-critos inéditos de Rubén Darío", N. Y., Instituto de Las Españas, 1938, pp. 63-66. Pero no reproduce la poesía de Núñez a Darío en la muerte de Rafaela Contreras.

(8) Véase: "Obras Completas", Vol I, 94-95. Se trata de la edición M. San Miguel Raimún-dez, Colección Paradilla del Alcor, talleres Afrodisio Aguado, S. A., Madrid, 1950-1953. En lo sucesivo al referirnos a las "Obras Completas de Darío", se trata de esta edición.

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; ' Si la estada de Darío" en Buenos Aires influyó poderosamente en el desarrollo de su • c a r l . e r 2 ) e n el sentido de que resultó ser acaso ei lustro más fecundo y de más signi-

ficado en su trayectoria de" escritor, por otra parte el mismo Darío influyó notablemente a su vez en las letras porteñas. R*: He aquí los términos en que Luis Berisso describe la escena literaria de Buenos Aires en 1893: "En este país, las letras no engallardecen en la proporción del desenvol-vimiento material, por la sencilla razón de que no hay estimuló para el pensador.

El ambiente es malsano; se respira una atmósfera de indiferencia tal, que ahoga las ideas y las ambiciones más legítimas, y el que se atreve a publicar una novela o un drama en estos días, me parece que tiene tanto valor, como el héroe que corre a la batalla". (9)

Claro que el joven Berisso exagera, olvidándose de escritores del valor de Bartolo-mé Mitre y de "La Nación", de Rafael Obligado, de Carlos Guido y Spano, de Roberto J . Payró, y otros. Por otra parte es verdad que al momento de escribir su comentario, a los jóvenes argentinos de aquel tiempo conscientes de lo novedoso en las artes, les faltaban de-finidas actitudes estéticas y un pastor literario.

Tres años más tarde, en 1896, Berisso afirma en un ensayo sobre Leopoldo Díaz: "La revolución radical que los maestros europeos han operado en la novela, en la poesía, en el drama y en las demás manifestaciones estéticas, ha tenido en este continente tres ex-quisitos temperamentos literarios que, reflejando aquel movimiento, lo impusieron: Rubén Darío, Julián del Casal y Gutiérrez Nájera". (10)

Luis Berisso y su hermano Emilio habrían de contarse entre los amigos más lea-les de Rubén Darío en Buenos Aires.

Don Rafael Alberto Arrieta opina que el Modernismo en su país data de la llegada de Rubén. Dice: "El modernismo en la literatura argentina comprende el movimiento re-novador que se produjo en el último decenio del siglo XIX, o, con mayor precisión crono-lógica, desde la llegada de Rubén Darío a Buenos Aires, lén agosto de 1893: (11) En rela-ción con esto, llama la atención el título de la obra, Las revistas literarias argentinas (1893-1960). (12) Sin embargo, por grande que sea la importancia que den los historiadores de la literatura a la fecha 1893, sería erróneo inferir, por supuesto, que antes de la llegada de

escritores argentinos ignoraran las vigentes corrientes literarias de Europa. Que TV-' i os esto no era el caso lo demuestra decisivamente el estudio titulado, "Antecedentes del mo-dernismo en la literatura argentina", publicado en Cursos y Conferencias,. (13) en 1947.

(9) "El pensamiento de América", p. 236. El mismo Darío critica el ambiente de Buenos Aires en *u artículo sobre "La exposición Mendilaharzu" (R. de A., pp. 56-68) organizada por Eduardo Schiaffi-no en este Buenos Aires tan refractario a lo intelectual". Con referencia r Mendilaharzu, pintor argen-tino que vivió miserablemente en este mundo y se volvió loco antes de entrar en la muerte, Darío dice: "En un artículo publicado en "La Nación", Schiaffino no ha podido contener un justo clamor de su alma «ristocrática y elevada, al recordar el martirio que tuvo que padecer en su patria Mendilaharzu:—la se-quedad espiritual del medio; ignorancia y "panmuflisme" del público; frecuentes inepcias de la gacetilla; mordiscos inesperados e inmotivados del lobo humano...", N? 3, p. 56.

(10) Ibíd., p. 345. (11) Op. cit., Vol. III, pp. 441-442. (12) Por Héctor René Lafleur, Sergio D. Provenzano, Fernando Pedro Alonso, Ediciones Culturá-

i s Argentinas, Ministerio de Educación y Justicia, 1962, pp. 1-282. (I3J Por María Hortensia Lacau y Mabel Manacorda de Rosetti, Año XVI, Vol. XXXI, Nos.

181-182-183, (abril, mayo, junio de 1947), pp. 163-192.

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Rubén envió su primera colaboración a "La Nación" el 3 de febrero de 1889. (14) Así, por ser su nombre ya conocido en la capital, recibió la cordial bienvenida de la pren-sa y de los principales escritores argentinos de aquel tiempo: Rafael Obligado, Carlos Gui-do y Spano, Calixto Oyuela, Ernesto Quesada, Leopoldo Díaz, Domingo Martinto y otros. Entre 1893 y 1898, siendo este último el año que fue a España, los principales integrantes del 'grupo en torno de Darío eran Ricardo Jaimes Freyre, Leopoldo Díaz, Leopoldo Lugo-nes, Luis y Emilio Berisso, Eugenio Díaz Romero, José Ingenieros, Alberto Ghiraldo.

¡Ni siquiera se concibe vanguardia literaria sin revista! Así, al año de su llegada, en compañía del boliviano Ricardo Jaimes Freyre (hijo del conocido costumbrista bolivia-no Julio Lucas Jaimes, que firmaba sus escritos con el seudónimo "Brocha Gorda") , Da-río fundó la Revista de América.

"•'-'"•••• El primer número de este "órgano de nuestra naciente revolución ^.- lectual", como Rubén describe la revista en su Autobiografía, (15) apareció el 19 de agosto de 1894. Con respecto a la fecha, conviene recordar que durante ese mismo año vieron la luz, en mayo, la Revista Azul de Gutiérrez Nájera y de Díaz Dufoo, en junio El Iris de Clemente Palma, hijo de don Ricardo, en julio la Revista Blanca de la señorita Luz Gay (La Habana), en noviembre El Mundo de México. Todas estas revistas (y otras) exceptuando la Revista Blan-ca, son importantes vehículos del Modernismo o de la resonancia que empezaba a tener el movimiento en el mundo hispánico.

r J : La Revista de América tenía buena prensa en Buenos Aires tanto antes como des-pués de empezar a publicarse. Según se afirmaba en los anuncios publicitarios, (16) su aparición, proyectada en un principio para el diez de agosto, no podría menos de ser todo un acontecimiento literario, dadas las dotes de sus directores. La Prensa la caracteriza como "una nueva publicación literaria de grandes perspectivas". La Nación observa que con di-rectores del valor de "Rubén Darío, a quien basta nombrarle, y el señor Ricardo Jaimes Freyre que se inicia con brillo en la carrera de las l e t r a s . . . la nueva revista será una de las publicaciones más interesantes de nuestro ya considerable periodismo". Le Courrier de la Plata consigna: "Voila un événement littéraire, ou nous ne nous y connaissons pas . . . L'Operaio Italiano elogia a los directores, notando de paso que en el primer número ha-bría de aparecer un "artículo crítico" sobre Gabriel D'Annunzio.

Por fin, vio la luz el primer número, nítido y elegantemente impreso, de esta muy anticipada publicación. Constaba de veinte páginas, de tamaño 18 por 24 centímetros. Un artículo por Ricardo Jaimes Freyre, titulado, "La poesía legendaria", que trata principal-mente de la Chanson de Roland, comparte la primera página con el editorial, "Nuestros propósitos", sin duda de la pluma de Darío. Dice así:

NUESTROS PROPOSITOS

Ser el órgano de la generación nueva que en América profesa el culto del Arte puro, y desea y busca la perfección ideal;

Ser el vínculo que haga una y fuerte la idea americana en la universal comunión ar-tística;

Combatir contra los fetichistas y contra los iconoclastas;

(14) Véase: Arrieta, op. cit., p. 443. (15) Op. cit., p. 127. (16) Los comentarios que siguen se hallan en una página sin número al final del Número 1 de

la "Revista de América".

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Levantar oficialmente la bandera de la peregrinación estética que hoy hace con visible esfuerzo, la juventud de la América Latina, a los Santos lugares del Arte y a los desconoci-dos orientes del ensueño;

Mantener, al propio tiempo que el pensamiento de la innovación, el respeto a las tra-diciones y la jerarquía de los maestros;

Trabajar por el brillo de la lengua castellana en América, y, al par que por el tesoro de sus riquezas antiguas, por el engrandecimiento de esas mismas riquezas en vocabulario, rítmica, plasticidad y matiz; '

Luchar porque prevalezca el amor a la divina Belleza, tan combatido hoy por invaso-ras tendencias utilitarias;

Servir en el Nuevo Mundo y en la ciudad más grande y práctica de la América La-tina, a la aristocracia intelectual de las repúblicas de lengua española: esos son nuestros propósitos.

LA DIRECCION.

Echase de ver que en "Nuestros Propósitos" hay algo para casi todo el mundo. Allí lo viejo coexiste con lo nuevo, la idea de lo nacional americano convive con la de lo cosmopolita artístico, la autoridad de la tradición se concilia con la audacia de la innova-ción. Conviene observar que los términos, "el Arte puro" (Arte con mayúscula), "invaso-ras tendencias utilitarias", son todos conceptos estéticos de muy respetable vejez. Teófilo Gautier los expresa en su Prefacio de Mlle. de Maupin (1835); Manuel Gutiérrez Nájera los repite en su largo ensayo, "El arte y el materialismo", publicado en 1876. (17)

No obstante estas reservas arraigadas en evidencia cronológica, "Nuestros propósi-tos" es un documento de notable significado para el Modernismo. Allí, por primera vez, se sintetiza en un breve manifiesto, el conjunto de principios y conceptos entonces vigen-tes, llamados modernistas, que habrían de cuajarse en un programa de acción literaria de un grupo específico de escritores: Darío, Jaimes Freyre, los hermanos Berisso, Díaz Romero, Ghiraldo, Ingenieros, Leopoldo Díaz y otros. Por esto sin duda, "Nuestros propósitos" de-be considerarse quizás como el escrito más importante del primer número de la Revista de América.

(17) En "El Correo Germánico", números 3, 4,11, 13, 16, fechados agosto 5, 8, 24, 26, y septiem-bre 5 de 1876.

Sobre el significado del ensayo de El Duque Job, obra desconocida de la crítica contemporánea hasta que en la Hemeroteca Nacional de México lo encontré en "El Correo Germánico" en 1954, escribí en 1956:

"Manuel Gutiérrez Nájera tiene derecho al título de precursor teórico del modernismo en el dominio de lo estético por haber tenido y defendido los siguientes puntos de vista: 1- el arte no es imitación sino creación; 2° el artista debe ser libre de escoger su tema y desenvolverlo a su gusto; 3° el objeto del arte es la belleza; 4° la belleza, no siendo una idea sino la imagen de una idea, existe y se logra artísticamente en niveles simbólicos, dis-tintos, superiores; 5° el arte representa el triunfo de Ariel sobre Calibán; 6° la propagan-da no tiene nada que ver con el arte; 7° lo utilitario de índole material, es el enemigo im-placable del arte; 8? lo bello es útil por ser bello". Boyd G. Cárter, "Manuel Gutiérrez Nájera, Estudio y escritos inéditos". Colección Studium —12.—"Prólogo" de E. K. Mapes. México: Ediciones de Andrea, 1956, pp. 78-79.

Volvimos a ocuparnos dd significado estético de este ensayo en el artículo, "Gutiérrez Nájera y Martí como iniciadores del Modernismo" en la "Revista Iberoamericana". Vol. XXVIII, N? 54 (julio-diciembre de 1962), pp. 295-310. En relación con este artículo mío, véanse el del profesor Iván A. Schulman en "Génesis del Modernismo; Martí, Nájera, Silva, Casal". México: El Colegio de México y Washington University Press, 1966, pp: 21-65; asimismo "José Martí y Manuel Gutiérrez Nájera: iniciadores del Mo-dernismo (1875-1877)" del mismo autor en "Revista Iberoamericana", Vol. XXX, N° 47 (enero-junio, !964), pp. 9-50.

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Los demás escritos del primer número que tienen interés para el estudiante del mo-dernismo, son: "Un esteta italiano, GabrielD'Annunzio" de Darío, "La cofradía del si-lencio en Sevilla" de Salvador Rueda, "Camafeo", soneto de Leopoldo Díaz, "Los jóvenes poetas de Francia" de Enrique Gómez Carrillo y alguno que otro comentario de Darío en la sección "Libros y Periódicos". He aquí los títulos del material no modernista de este primer número: "La poesía legendaria. Karl el Grande" de Ricardo Jaimes Freyre, "El anar-quista", (cuento de intento moralizador que recuerda el episodio del encuentro de Jean Valjean con el obispo Magloire en Les Misérables) de Julián Martel, seudónimo de José Miró, "La cuestión social", encuesta que refiere la opinión sobre el problema social de los directores de los diarios de Buenos Aires, (18) así como las notas de Brocha Gorda sobre "El casino" y las de Ricardo Jaimes Freyre, de Eduardo Reyer y de Rubén Darío sobre libros y periódicos. En lo que concierne a la estadística, el contenido de índole modernis-ta ocupa siete páginas, el de tipo no modernista trece páginas. Así en cantidad el ma-terial en este primer número se inclina más del lado ecléctico-tradicional que del lado modernista...

El artículo de Darío sobre D'Annunzio se distingue más como propósito que como realización. Dice que D'Annunzio es el "jefe irresistible del movimiento nuevo en Ita-lia",' que en el Triunfo de la Muerte se ha realizado, en gran parte, el ideal de la prosa mo-derna . . . Obras como la suya son las que marcan la senda que debemos seguir los adora-dores de lo bello. Ellas hablan a nuestras almas con un profundo encanto, y nos hacen ver mejor los astros de nuestro cielo estético. Et tóut le reste est littérature. En nuestro próximo número, comenzará la publicación de estudio sobre la obra D'Annunzio".

En el segundo número, el título, "Gabriel D'Annunzio. I. — El poeta", (19) tiene poco que ver con el contenido del artículo. En este ensayo Darío se ocupa en refutar lo que le parecen ser las apreciaciones injustas que asientan Richard Le Gallienne sobre el arte decadente en su libro, The Religión of a Literary Man. Se opone especial-mente al juicio siguiente de Le Gallienne:

Es bastante curioso que en nuestros días, entre aquellos que son llamados artistas .decadentes, la influencia del sentido de la Belleza se afirma, no como una influencia "es-piritualizadora", sino, al contrario, como una influencia "materializadora" y degradante. Aún

i in ' - : cuando como me atrevo a decirlo de sus formas peores, el arte decadente no es la exposi-H'j . . ción de una enfermedad mental y espiritual, aun cuando conserva cierta inocencia y cierta

salud, hace lo posible por encerrarse en la pura sensualidad. No se dirige sino al ojo sen-sual, al oído sensual, y pretende desesperadamente limitar la belleza a la forma y al color, ignorando y apreciando las altas sensibilidades del corazón y del espíritu".

,... (18) Para Bartolomé Mitre y Vedia, "La Nación", la cuestión social contemporánea no es sino el problema eterno, "el de armarse por la lucha por la vida y alcanzar sus palmas"; para E. Lobos ("La Prensa",) la única cuestión social en la Argentina se centraba en el "problema de la educación moral del pueblo"; para Alfredo Ebelot ("Le Courrier de la Plata") los problemas sociales no habían "adquirido una forma definida" en la Argentina, pero sí en Europa en donde no podría menos de producirse una explosión que no le "parece sólo sumamente probable", le parece "necesaria".

F. López Benedito ("El Correo Español") se pregunta si detrás del anarquismo no habría "alguien interesado en provocar una reacción del pasado, desacreditando en el mundo la libertad y la democra-cia". En opinión de Ettore Mosca, "L'Operai Italiano", "la questiore sociale é un debido contratto dal secolo scorso verso il secolo futuro, di cui il secolo presente paga gli interessi". Daniel Cothereau ("Le Petit Journal") dice: "On pourrait écrire des volumes sur ce sujet...; aussi je préfére tout simplement déclarer, que, mon opinion, c'est que je n'en ai pas". Teodoro Alemann ("Argentinisches Tageblatt") pos-tula que no podrán realizarse cambios fundamentales en la estructura social de los países industrializa-dos sin "gewaltigen Erschütterungen" que "Stróme von Blut fliessen lassen werden".

(19) pp. 31-32.

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Lejos de encerrarse en la pura sensualidad, "la obra de los Nuevos", en opinión de Darío, "tiene su campo principal en la región de las ideas puras, en el Ensueño y en el Misterio". En apoyo de su argumento se refiere a Poe y a Wagner, "los grandes castos que han dado vida a las Ligeias, y los Parsifales". ¿A quiénes, si no a los decadentes, pre-gunta Darío, se debe "el renacimiento del misticismo, la renovación de los antiguos sím-bolos, la exploración de los inmensos y viejos bosques de la Historia en donde se hallan los ocultos templos de las pasadas religiones?" Esta última frase parece encerrar el re-cuerdo de la primera estrofa del soneto de Bauüeiaire, "Correspondances", que reza:

La Nature est un temple oú de vivants piliers Laissent parfois sortir de confuses paroles; L'homme y passe á travers des foréts de symboles Qui l'observent avec des regards familíers.

El juicio siguiente nos parece de suma importancia, pues en él atestigua la perfecta comprensión que tenía Darío de las obras y de las ideas estéticas de los simbolistas, en 1894:

Los llamados decadentes, es cierto, han consagrado gran parte de sus cuidados a los prestigios de la forma; mas no se han quedado solamente en el mundo marmóreo de la Grecia, tan caro a las escuelas académicas por lo que tiene de limitado, de lineal y de comprensivo. Han buscado por todas partes las manifestaciones profundas del alma univer-sal; han visto en el Oriente un mundo de extrañas iniciaciones; han encontrado en el Norte una vasta región de sueños y de misterios; han reconocido y proclamado la inma-nencia y totalidad del Arte; han quitado todas las trabas que pudiesen encontrar las alas de la psique; han aspirado a la consecución de una fórmula definitiva y a la vida inmor-tal y triunfante de la Obra. Jamás, desde los tiempos en que florecieron las grandes obras místicas, ha tenido el alma un número mayor de sacerdotes y de soldados; jamás ha habido tanta sed de Dios, tanto deseo de penetrar en lo incognoscible y arcano, como en estos tiempos en que han aparecido, mensajeros de una alta victoria, adoradores de un supre-mo ideal, los grandes artistas que han sido apellidados Decadentes. A ellos se debe el ac-tual triunfo de la Leyenda, por el cual se iluminan olvidadas visiones de Poesía; a ellos los santos ímpetus hacia la Fe, y las defensas y diques delante de los tanteos peligrosos de la tiranía científica; a Wagner el inmaterial florecimiento del éxtasis artístico y la más honda comprensión de la Misa; a Verlaine el Católico, los más admirables himnos litúr-gicos, los mejores cánticos desde Jacopone de Todi, al más puro y augusto de los símbolos, al adorable Misterio de la Virgen; a Baudelaire, las decoraciones incógnitas del Pecado, iluminadas por el "rayo nuevo" de su lírica visionaria; a Mallarmé, raras sensaciones de la vida inmaterial y asibles velos del ropaje del ensueño... ¿Quién más que Poe y sus se-guidores ha penetrado en la noche de la Muerte? ¿Quién como León Bloy ha entre-visto el (20) formidable y apocalíptico enigma de la Prostitución?

En cuanto a D'Annunzio no se encuentra su nombre sino en la última frase de este ensayo, junto con el de Huysmans y el de Verlaine. Con referencia a este segundo y úl-timo de los artículos proyectados por Darío sobre el poeta italiano, don Rafael Alberto Arrieta observa: "El prometido estudio sobre la obra d'annunziana se distrae en consi-deraciones sobre aspectos del modernismo, sin entrar en materia, y queda interrumpido para siempre". En relación con este comentario, ¿no se justifica la conjetura de que más vale para la historia del modernismo la defensa que hace Darío del simbolismo, que lo que pudo haber escrito sobre Gabriel D'Annunzio? De todos modos hay que notar que el artículo que Rubén "no escribió" sobre D'Annunzio aparece palabra por palabra en las Obras Completas (Vol. I , pp. 640-645, edición 1950-1953) con el título, "Richar (d) Le Gallienne. Influencia del sentido de la Belleza".

(20) Ibíd.

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Enrique Gómez Carrillo publicó su Literatura extranjera—estudios cosmopolitas, en París, en 1895, con un prólogo por Jacinto Octavio Picón y con dedicatoria a Leo-poldo Alas. En este libro (21) se halla un capítulo titulado "Los poetas jóvenes de Fran-cia" que consta de catorce ensayos sobre sendos escritores de la vanguardia francesa sim-bolista — o decadente. Ocho de estos estudios, "notas bibliográficas - las designa el" au-tor, habían aparecido antes en la Revista de América. Los nombres de los autores estu-diados por el guatemalteco en esta revista, sedan a continuación: en el Número 1, Jean Moréas, Maurice Du Plessys; en el Número 2, Adolphe Retté, Saint-Pol-Roux, Henri de Régnier; en el Número 3, Charles Morice, Ernest Raynaud, Stuart Merrill. A no haber sido la Revista de vida tan breve, allí habrían visto la luz sin duda, las notas de Gómez Carrillo sobre Maurice Maeterlinck, Henri Bérenger, Laurent Tailhade, Camille Mauclair, Jules Bois y Louis Le Cardonnel. (22)

No hay modo de saber si la lectura de estos ensayos pudo haber decidido a Darío a dedicar su segundo ensayo sobre D'Annunzio al simbolismo y a los autores integrantes de esta tendencia, en vez de al poeta italiano, conforme el intento que se anuncia en el tí-tulo. Cualquiera sea la motivación de Darío en el caso, no cabe duda de que su ensayo y los de Gómez Carrillo se completan tanto con respecto a su contenido, como al punto de vista expresado en ellos por estos escritores de personalidad tan distinta. Por lo que aquellos jóvenes argentinos y otros hispanoamericanos en busca de nueva orientación es-tética pudieron cumplir su deseo leyendo estos artículos novedosos de tan amplias pers-pectivas innovadoras. Ahora, veamos la aportación de Gómez Carrillo en "Los poetas jóvenes de Francia".

En sus palabras preliminares, (23) Gómez Carrillo afirma que los poetas de Fran-cia, lejos de ser de un mismo ideal como lo eran en 1860, son, en 1894, todos individua-listas hasta más no poder. Unicamente en opinión de ciertos críticos queda el simbo-lismo, dice el guatemalteco-parisiense, como "un lazo de unión que los salva del aisla-miento estéril". Asevera que las "ideas generales" no les interesan del todo y que "nada les parece tan absurdo como las clasificaciones colectivas". En apoyo de este juicio cita a Charles Morice, a Adolphe Retté, a Henri de Régnier y a Remy de Gourmont. Ahora bien, si el simbolismo es el único lazo que les confiere cierta unidad a estos poetas, ¿cuál es el simbolismo?

El simbolismo... pero, Dios mío, —dice Gómez Carrillo— ¿y qué significa el sim-bolismo? Jean Moréas, que según creo, fue el primero en hacer uso de tal vocablo para hablar de sus propios versos o de los versos de sus amigos, me ha dicho "que ya no sig-nifica nada", y otros se han echado a reír cuando he querido hablarles seriamente ¿el asunto. El único que trató un día (Je explicarme los arcanos de la teoría nueva, fue Char-les Maurras. Su discurso me hizo comprender que esto que tanto nos preocupa hoy, no

' • - } e s ni la encantadora alegoría de los poetas clásicos, ni menos aún el símbolo grandioso de los cantores seculares, sino algo más metafísico, más complicado y más superficial. (24)

; (21) Pp. 139-204. (22) Darío había conocido a Juan Moréas y a Maurice Du Plessys en París, en 1893. Dedicó un

artículo a Moréas que se publicó en "La Nación" (recopilado en "Obras", Vol. I, pp. 291-299) y otro so-bre él en "Los Raros" (recopilado en "Obras", Vol. II, pp. 344-365). Darío consagró estudios a otros cuatro de los poetas jóvenes a quienes presenta Gómez Carrillo en "Los Poetas jóvenes de Francia": Reoiy de Gourmont, Saint-Pol-Roux, Laurent Tailhade, Maurice Maeterlinck.

(23) Número 1, pp. 4-6. (24) Ibíd., p. 5. Hay que notar que Charles Maurras habría de fundas l'Action Francaise en

1898. Hasta 1945 este agrupamiento de intelectuales y de políticos conservadores influyó notablemen-te en la cultura y en la política de Francia.

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No extraña el juicio de Moréas de que ya el simbolismo "no significa nada", toman-do en cuenta que se apartó del movimiento al que había dado el nombre en 1891 para fundar, en compañía de Maurice Du Plessys, Ernest Raynaud, Charles Maurras y Raymond de la Tailhéde, "L'Ecole Romane", agrupamiento antisimbolista animado del propósito de reavivar la tradición greco-latina en las letras francesas.

Enrique Gómez Carrillo observa que el Arte para el grupo de poetas que presenta no se concibe como imitación de la Naturaleza, sino como imitación del Arte, concepto esté-tico este último, que pertenece a Baudelaire, sumo sacerdote precursor del simbolismo lite-rario en muchas de sus formas modernas. "Los poetas de hoy —dice Gómez Carrillo,— proceden de una manera distinta, pues en vez de pedir auxilio a la Naturaleza, tratan de alejarse de ella lo más que pueden". (25)

He aquí otros conceptos estéticos en "Los poetas jóvenes de Francia", que no pu-dieron menos de ser el tema de incontables sobremesas en cafés y en tabernas, y de hon-das meditaciones en la soledad de cuartos y de paseos nocturnos. El autor cita a Jules Tellier: ' 'Hoy por hoy simbolizar consiste en buscar una imagen que exprese un estado de alma y en no enunciar sino la imagen que lo materializa. Cuando yo he comparado mi esperanza a un navio, no digo: "Navio de mi esperanza, ¿te has perdido para siempre en-tre la indiferencia?" sino que exclamo: "Querida ga le ra . . . ¿te has perdido para siempre entre la nieve del polo?" (26)

Hablando del cambio de orientación en la estética y en la expresión poética de los fundadores de "L'Ecole Romane", Gómez Carrillo dice: "Lo mismo que Moréas, Du Plessys ama sobre todas las cosas el sentimiento arcaico de la poesía. Su ideal artístico consiste en hacer revivir ante los ojos de sus contemporáneos las figuras marmóreas de los dioses gr iegos . . . Antes de ser el corifeo ardiente de lo viejo que hoy celebra la castidad de las musas y la fuerza de Marte, Du Plessys fue el paladín entusiasta de lo nuevo, de lo raro, de lo exótico y de lo inconcebible". El guatemalteco trotamundo re-cuerda que en los buenos tiempos de la lucha simbolista un amigo de Du Plessys opinó que "para examinar a fondo su espíritu complejo y modernísimo, sería necesario escribir más de un volumen". (27)

Gómez Carrillo caracteriza la obra de Adolphe Retté así: "Enemigo apasionado del arte meridional, Adolphe Retté se aleja voluntariamente de las islas luminosas del Mar Divino, y va a buscar, entre la niebla del extremo Norte, el agua poética de las Cas-talias bárbaras. Para él los Niebelungos valen más que la litada, la Canción de Igor más que la Canción de Rolando y las crónicas bilinas más que las fábulas milesianas. Su paraí-so soñado no es el Olimpo majestuoso de lo griegos en cuyo santuario florecen los lau-reles inmortales, sino el Walhala escandinavo en donde los seres de elección se desgarran entre sí los miembros robustos para saborear la suprema voluptuosidad del dolor y de la lucha . . . Leyendo Thulé des Bruñes se siente la nostalgia de los goces ignorados". (28)

El conocido poema "Aeternum vale" de Jaimes Freyre apareció en el Número 3 de la Revista de América. Pero esa poesía, dedicada a Salvador Rueda, llevaba entonces otro título, el de "Castalia bárbara", el mismo título de la famosa obra poética del bolivia-no que habría de publicarse algunos años más tarde. En el caso, es difícil no pensar que estos términos reflejen el recuerdo de la frase de Gómez Carrillo, arriba citada, "el

(25) ibíd. f26) Ibíd, p. 6. (27) Ibíd., pp. 8-9. (28) Número 2, p. 22.

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agua poética de las Castalias bárbaras". Así, sin negar la posibilidad de que tuviera tam-bién presente en la mente lo simbólico de los títulos Les poemes barbares de Leconte de Lisie y las Odi barbare de Carducci, (29) no cabe duda en el particular del impacto inmediato en Jaimes Freyre, del ensayo de Gómez Carrillo sobre Adolphe Retté.

Creemos hallar en el poema "Canto de la sangre" de Darío, publicado en el Número 2 de la Revista, un recuerdo no sólo del ensayo de Gómez Carrillo sobre Adolphe Retté sino también elementos reminiscentes de un poema por Henri de Régnier, tradu-cido sin duda por "El Cronista Errante" para "Los poetas jóvenes de Francia". He aquí la composición de Régnier:

"La tierra dolorosa ha bebido la sangre de los ensueños — el vuelo desvanecido de las alas ha pasado y el flujo del mar ha borrado esta noche el misterio de los pasos en la arena de las playas;

en el Delta llenando de matanzas su onda, piedra por piedra han caído el templo y la ciudad, y bajo la corriente brilla un relámpago irritado de oro bárbaro, luciendo en la frente de un simulacro;

junto a la selva nefasta vibra un grito de muerte;

en la sombra donde su paso ha gemido, suena aún la desesperación de una < horda terrible, — y la máscara de la Esfinge muda, en la cual nadie explica

— el enigma que crispa la línea de la boca — ríe entre la púrpura color de sangre del poniente trágico". (30)

El procedimiento técnico de Darío en "Canto de la sangre" refleja el de Poe en "Campanas", el de Rimbaud en "Vocales", el de Verlaine en el poema "Voces" de Sagesse, y el de Manuel Gutiérrez Nájera en "De Blanco". Es decir que las estrofas empiezan con frases breves que contienen la palabra "sangre". Los demás versos de la estrofa dan extensión temática y significado simbólico al sentido de la frase que sirve como su tema. Así:

Sangre de Abel, Clarín de las batallas. / Luchas fraternales; estruendos, horrores;

Flotan las banderas, hieren las metrallas, Y visten la púrpura los emperadores. 1

(29) Véase: E. Anderson Imbert, "Historia de la literatura hispanoamericana", 1954, p. 280. La palabra "Castalia" se halla también en el prólogo del poema, "Daphne" por Emmanuel Signoret. En este "prólogo" que tradujo Jaimes Freyre, leemos: "Pero la música triunfa. La sombra de Orfeo hfi roto los infiernos. El árbol de Delfos ha reflorecido. Castalia se vierte aún allí donde beben las tórtolas quejumbrosas" (R. de A., N- 3, p. 56).

"" También en este mismo "prólogo" aparecen, quizás por primera vez en una publicación hispanoame-ricana, los nombres de Gide y de Valéry. Leemos: "La literatura renueva también su savia. Las gene-raciones nuevas prometen a la Francia el estilo maravilloso de las Ideas. Saint-Pol-Roux acaba de alzarse extrañamente, levantando libros, henchidos de misterio. Henri de Régnier no permite que se le olvide. Maeterlink tiene tres dramas nuevos, y he leído de Jean Moréas versos admirables. En cuanto a M. M. Le Cardonnel, Raymond de la Tailhéde, André Gide, Paul Valéry, Claudel, Gasquet y Souchon, no dudo de que nos reservan libros hermosísimos", (p. 55).

(30) Número 2, pp. 24-25. Arturo Marasso Rocca dedica un comentario interesante a "Canto de la sangre" en "Rubén Darío y su creación poética", 1941, pp. 132-133.

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De igual modo el poeta procede a cargar de sentido multidimensional el aspecto de la sangre que se expresa en las frases que introducen las demás estrofas de "Canto de la sangre": "Sangre del Cristo", "Sangre de los martirios", "Sangre que vierte el caza-dor", "¡Oh sangre de las vírgenes!", "Sangre que la Ley vierte", "Sangre de los suicidas".

Rafael Alberto Arrieta afirma que la colaboración de Gómez Carrillo es sin duda la "de mayor novedad" en la Revista de América. Aún cuando en esto podría tener razón, no estamos tan seguros como él de que dicha colaboración sea también "la más importan-te" de la Revista. Todo depende de lo que debe entenderse por el término. Allí hay también poemas del valor intrínseco y de la originalidad de "Canto de la sangre" de Da-río y de "Castalia bárbara" de Jaimes Freyre.

"Los poetas jóvenes de Francia" fue, si se permite el uso de tal expresión, una clase de "línea caliente" entre la vanguardia de Europa y el Modernismo. Acaso por primera vez en esta serie de artículos de Gómez Carrillo publicados en la Revista de Amé-rica en 1894, se define en forma concisa, inteligible y explicativa para los escritores de Hispanoamérica, lo que es el simbolismo, se dice quiénes son sus poetas y sus esteticistas y se entera al lector de lo que es "L'Ecole romane" y de los que la integran y que son sus representantes principales. Por lo que, con posterioridad a la Revista de América, no se confunde el parnasismo, como antes, con el simbolismo, y especialmente no en la parte sur de Sudamérica. Lo de no hallarse el nombre de Teófilo Gautier en "Los poetas jóvenes de Francia" y tampoco, al parecer, en ninguna parte en la revista, indica que ya para aquel entonces el Modernismo había empezado a salir del mundo visible del autor de Mlle. de Maupin para ir a refugiarse en el mundo invisible, sugestivo y musical de Ma-llarmé.

Otro artículo del Número 2 que ofrece novedades literarias de París a los lectores de la Revista es "Al Trote" por el escritor venezolano Miguel A. Pardo. Allí se hallan comentarios sobre Víctor Hugo y "Notre Dame", así como sobre Zola, Verlaine, Dau-det, Bourget, Leconte de Lisie, Richepin, Goncourt, Dumas, Rochefort, Scholl, Anatole France y Catulle Mendés. En el artículo se representa al Verlaine de entonces como un de-sequilibrado y desgraciado, protegido por Robert de Montesquiou, Parece que Proust se sirvió de este último como modelo del personaje Monsieur de Charlus de A la recher-che du temps perdu. Hay que recordar que Rubén había conocido a Verlaine el año ante-rior bajo circunstancias que le dejaron triste y decepcionado. La descripción de Par-do de Verlaine nos explica por qué: "La figura estrafalaria de este hombre, asusta: calvo, de labios lacios, mirar abotagado, viejo y pálido. . Lo protege el conde de Montes-quiou y tiene temporadas de formalidad, pero a lo mejor se le encuentra delante de la mesa de una "Brasserie" con un traje gris, como de desecho, y se le confunde con un mendigo.

Cuando riñe con el conde se va al hospital o bebe todo el día hasta embrutecerse, para salir luego arrastrando las piernas por las calles y blasfemando del mundo". (31)

(31) Ibíd., P<s 35. En este mismo artículo (p. 36), Pardo afirma que "Paul Bourget seduce en todas su obras; es el escritor laboriosamente pulido y castigado de "Cosmópolis..." Bourget publicó la novela ""Cosmópolis" en 1893. En esta obra se dramatiza la vida mundana, en Roma, de trotamun-dos, "deracinés" del tipo "high-Iife", venidos de todos los países, representantes de todas las razas. Albert Feuillerat asienta este juicio sobre los personajes del libro: "Ce sont des supercivilisés, qui parlent cou-ramment trois á quatre langues, ont vécu á París, á Nice, á Florence, á Saint-Moritz, de la méme vie Segante, si banale et si monotone" ("Paul Bourget", 1937, p. 178).

Al parecer, este título debió impresionar mucho a los modernistas. Entre 1894 y 1895 Pedro Emilio y Pedro César Dominici dirigieron la revista "Cosmópolis" en Caracas. Una de las tres publicacio-

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Los Jaimes, padre e hijo, tienen novedosas colaboraciones en el Número en cues-tión. El padre, Julio Lucas, que escribe con brocha fina bajo el seudónimo de "Brocha Gorda", presenta un cuadro de costumbres, "Buenos Aires pintoresco. La Boca, un pintor de lo fino y otro de Brocha Gorda", en que ofrece un comentario crítico sobre D'Annunzio.

En dicho escrito, "Brocha Gorda" visita la "librería de viejo que tiene novedades" porque necesita, dice, "algunos de los últimos libros de Gabriel D 'Annunzio . . . Pero en marcha; busquemos el Trionfo della Morte, del buen Gabriel D'Annunzio, melodioso y blando como balada suspirada por femeninos labios germanos, místico como los sones arran-cados al harpa en los éxtasis de Cecilia la Santa". . . (32)

En "Mozaicos bizantinos", primoroso escrito modernista, Ricardo Jaimes presen-ta a Zoé, hija del placer en tiempos de "los pomposos Césares bizantinos". Zoé, por ser cortesana, no es por esto menos hermana psicológica de la Eulalia del poema "Era un aire suave", que escribió Rubén en 1893.

Ya hemos examinado aquellos escritos del Número 2 de la Revista de América que nos parecen de más importancia para el desarrollo del modernismo en la Argentina, es decir: "Canto de la sangre" de Darío, "Los poetas jóvenes de Francia" de Enrique Gó-mez Carrillo, "Buenos Aires pintoresco" de Brocha Gorda, "Mosaicos bizantinos" de Ricardo Jaimes Freyre, "Gabriel D'Annunzio" de Darío, y "Al Trote" de Miguel Eduar-do Pardo. En este mismo número aparecieron la poesía "Angel caído" de Rafael Nú-ñez; "1851, 'La leyenda de los siglos' V. Hugo", versión española de Leopoldo Díaz; "A Raquel Balmaceda" de Pablo Della Costa; "Mármol griego" de Justo A. Fació (paname-ño con residencia en Costa Rica); "Los Teatros" de Luis Roncoroni (colaboración en-viada desde La Habana).

Con anterioridad, se ha tratado en esta ponencia de los escritos siguientes que apa-recen en este número: "Los poetas jóvenes de Francia", de Gómez Carrillo, "Al Trote" de Miguel E. Pardo, "Castalia bárbara" de Jaimes Freyre, y "Rafael Núñez", de Darío, poe-sía que abre el número que se comenta. En este mismo número se hallan las poesías "La Vejez de Venus" de Víctor Arreguine (uruguayo) —autor del poema "Desdén" en el primer número—; "La tristeza del diablo", una composición de Leconte de Lisie, tradu-cida por Leopoldo Díaz; "Abismo", de Diego Fernández Espiro; "Perdida" de Marco Ne-reo, seudónimo de Alberto Ghiraldo, y "Flores de llanto" de Justo A. Fació.

- ' En prosa se hallan allí otra serie de "Buenos Aires pintoresco", esta vez con el sub-título "El Riachuelo", por "Brocha Gorda", así como las colaboraciones "Los teatros". "A propósito de 'Papá Lebonnard' ", de Edouard Reyer; el Prólogo a "Daphne" de Emma-nuel Signoret, traducido por Jaimes Freyre, "La exposición Mendilaharzu", de Rubén Darío.

Este último artículo, (33) probablemente no recopilado, se señala a la atención'del dariísta por el desarrollo que da Darío en él al tema del artista maldito (hermano de Poe, de Chatterton, de Gilbert, les poétes maudits), por su crítica del ambiente cultu-

nes cerca del lecho de muerte de José Asunción Silva fue la revista trilingüe "Cosmópolis" (1896-1898), publicada en Londres. El mismo Darío, al referirse a Buenos Aires, la llama "Cosmópolis".

; Así como el término "moderno" encierra un concepto en oposición de lo "pasado", del mismo modo el término "cosmópolis" expresa lo opuesto de lo "provincial".

(32) Ibíd., p. 27. (33) En la "R. de A." N? 3, pp. 56-58

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ral bonaerense (véase la nota 9) por su vapuleo del "panmuflismo", por su referencia a Huysmans (véase la nota 45) , y por otras razones. A más de sus comentarios sobre la obra del pintor argentino, Mendilaharzu, descarga la bilis criticando la indiferencia del pú-blico frente al arte. Refiriéndose a un artículo del artista Schiaffino en La Nación, Ru-bén dice:

Cree el artista que ha escrito esas líneas en esta triste verdad: El Panmuflismo toma creces en todas partes del mundo. La ciencia, el comercio, el sport, la política, son los dueños del mundo. El Arte va reduciéndose a un grupo de cultivadores e iniciados cada vez más escasos. A veces, un hermoso sueño nos hace entrever una aurora, es verdad. En nuestras repúblicas latinas, el viento de la Mediocridad sopla sobre el alma criolla. Nues-tras sociedades recién formadas no se cuidan del alma; el Arte no puede tener vida en donde la Religión va perdiendo terreno, y en donde el Lucro y la Política hinchen cada día más sus enormes vientres.

El yankee, tan ferozmente práctico, siquiera derrama su oro para tener en su casa las obras del arte que no entiende; el americano-latino, la raza de los licenciados, doctores y coroneles, tiene que conformarse con ser la madre por excelencia de ese monumental y portentoso tipo que instala nuestra pequeñez a la luz del mundo: el rastaquouére. Y mientras triunfen los rastas, los artistas que tengamos se morirán de hambre, o irán al ma-nicomio, o vivirán tragando su propia bilis. (34)

En cada número hay una sección de "Libros y periódicos", que Arrieta describe en estos términos: "Los tres números llevaron una sección final, bastante incolora, dedica-da a gacetillas literarias, con notas de Darío, Jaimes Freyre, Reyer, Tirso (seudónimo de Joaquín V. González) y Carlos Malagarriga".

Aún cuando se admite que la sección es "bastante incolora", esto no autoriza la conclusión de que carezca de interés o de importancia. Así, por ejemplo en la página 59 del número 3, en una nota titulada, "Revistas jóvenes de América", Darío se refiere a La Pluma de San Salvador, a El Pensamiento, Tegucigalpa, a Guatemala Ilustrada de Gua-temala y & El Fígaro de La Habana. Referente al contenido de La Pluma de San Salva-dor, dice: "El Benjamín de la escuela, muy conocido ya, Ambrogi, progresa. Su entu-siasmo, su pasión por el arte, le han conquistado el cariño de sus hermanos mayores". Lla-ma la atención en este comentario la palabra "escuela", que no aparece, en "Nuestros propósitos" de la Revista. La nota sobre La Pluma, El Pensamiento, y Guatemala Ilus-trada demuestra de nuevo el sumo interés que nunca dejaba de expresar Rubén por los acontecimientos culturales de Centro América.

En el primer número en "Libros y periódicos" se hallan notas y comentarios por Darío sobre las actividades de Menéndez y Pelayo, sobre el contenido de las revistas in-glesas, The Contemporary Review, The Nineteenth century, The New Review. Menciona Art in Theory, "estudio de estética comparativa" por George Lansing Raymond. Observa que Andrew Lang ha dado a luz Ban and Arriére Ban, A Rally of Fugitive Rhymes. "Re-comendado a los modernos", dice Rubén, con aprobación. El vate se refiere a un artículo de Jules Legros sobre Heine en París que apareció en Deutsche Rundschau. En la gacetilla so-bre Italia, leemos: "En un número próximo nos ocuparemos detenidamente de las últimas novedades en las letras italianas. Hoy nos limitamos a recomendar a los delicados la edición definitiva del Intermezzo de Gabriel D 'Annunz io . . . este precioso libro del insigne autor del Trionfo della Marte. .

(34) Ibíd., pp. 57-58.

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Estas notas tienen un valor biográfico que da fuerza a la opinión de quienes ven en Darío no sólo un mago de la palabra y de la imagen sino también un erudito, casi "un abime de scíence", en el sentido en que entendía el asunto el gigante Gargantúa de Rabelais.

' Es sabido que la Biblioteca Nacional de Nicaragua fue para Rubén lo qué es hoy día la universidad, con sus múltiples programas académicos, para un estudiante que quie-re estudiar. Por entonces la dirigía el poeta Antonino Aragón. Se puede leer este diálogo én La dramática vida de Rubén Darío (35) de Edelberto Torres:

-—"Don Antonino, ya me sé el Diccionario.

—¿Cómo es eso?

••• —Sí, que ya me lo sé de memoria; pregúnteme cualquier palabra.

—Veamos, Rubén. El poeta responde literalmente las acepciones de todas las palabras que Aragón le

pregunta, abriendo el Diccionario al azar varias veces. Muchos años más tarde éste dirá a su hijo:

—¡Qué memoria la de Rubén, Dios Santo! Se aprendió de un cabo al otro el Dic-cionario entero".

Encontramos más evidencia de la afición de Rubén a los diccionarios en un ar-tículo, "El idioma del delito" con subtítulo "El Diccionario 'Lunfardo-Español' de De-llepiane". En el Número 2 dedica un largo artículo de unas 2.500 palabras al estudio de la obra de Dellepiane, catedrático de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. En este trabajo, Rubén se ocupa en comentar jergas desde el jargon de Francois Villon hasta el Lunfardo, palabra que "en la jerga argentina, significa ladrón", observa el poeta.

En el mismo Número 2, Darío escribe gacetillas sobre la tercera edición de Tipos y caracteres puertorriqueños de Fernández juncos, "Director de la Revista Puertorriqueña y del ameno semanario El Buscapié"; sobre Doce poesías (36) por Francisco A. Gamboa y otros títulos, en su mayoría de débil eco o de nirguno absolutamente, en el mundo de las le-tras. De Doce poesías, dice Darío: "Bello volumen. Que se quite al admirable poeta sal-vadoreño Gavidia, el diploma de miembro correspondiente de la R. A. E. y se le ofrezca a nuestro excelente amigo Gamboa. ¿Por qué no dar toda la rienda a ese Pegaso, Sr. D. Francisco? "

Las gacetillas más importantes de Jaimes Freyre en "Libros y Periódicos", se ocu-pan de la traducción de La Divina Comedia por Bartolomé Mitre y de una obra por Eduardo de la Barra, titulada Problemas de fonética, resueltos según un método nuevo. Sería interesante determinar si en los estudios sobre métrica de Jaimes Freyre, re-sumidos en Leyes de la versificación castellana (1912), hay influencias de esta obra de Eduardo de la Barra. Además de estas notas, aparecidas en el Número 2, hay otra breve en el Número 1 sobre las traducciones por Leopoldo Díaz de las composicio-nes siguientes tomada de Los poemas bárbaros de Leconte de Lisie: "El cuervo", "El sueño del cóndor", "El desierto", "La espada de Argantir", "Los Elfos", "La tristeza del diablo", "La Runoya". Consigna Jaimes Freyre: "Leopoldo Díaz ha comprendido al maestro y ha entrado en su espíritu".

, (35) p. 80. (36) Así, "Tristes" de Juan Fernández Ferraz; "Estancias", por Carlos A. Gutiérrez; "Flor de

Trébol" de Santiago Maciel; "Vibraciones psíquicas" por Edilberto Zigarra (sic) Bailón; "FMelia", novela de Gonzalo Picón Febres, "Waterloo" por C. F. Ramirán; "La ciudad blanca" por M. S. Pichardo; "El Picaflor" por Juan Terrendell.

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En las notas de Edouard Reyer (37) sobre libros y periódicos, todos franceses, se hallan los comentarios siguientes de interés para el estudiante de Darío y del Modernis-mo- "Fleur d'abime, novela de Jean Aicard, afirma de nuevo las tendencias puramente idea-listas del autor de Pére Lebonnard. Es—un nuevo signo de reacción contra el agonizante realismo".

Reyer observa que Georges d'Esparbés "el autor de La légende de l'Aigle", fue "re-velado a América por Rubén Darío". El mismo Reyer se refiere a Paul Masson como "este ironista, de un modernismo un poco outrantier", que "tiene su lugar señalado a la par de Rivarol, Noriac, Karr, etc."

De mucho interés es el comentario de Carlos malaganiga, titulado "El caso Clarín", en que se trata de un folleto de Pompeyo Gener contra Leopoldo Alas. (38)

Como se notó antes, con pocas excepciones la Revista de América tuvo buena pren-sa. La Nación elogia a los directores, caracteriza su programa como "toda una tentativa brillante" y afirma que la aparición de la Revista "debe ser saludada con cariño por to-dos aquellos q u e . . . buscan el deleite de la vida en la admiración de las cosas bellas". La Prensa opina que la "nueva publicación empieza muy bien, con selecta y amena lec-tura y con un aire de distinción, que es quizá el más amable de los caracteres". Dice el periódico inglés, The Standard: "Another healthy babe in the Editorial Bus", juicio cu-rioso que quiere decir, "Otro niño sano en el Autobús Editorial". Leemos en La Tri-buna: "Interés, novedad, exquisito buen gusto, todo ello abunda en el primer número de la Revista de América..." Se pregunta en Le Courrier Francais: " ¿Oserons-nous diré que, sur le titre, nous nous attendions á une saveur américaine plus marquée"? Tampoco faltan los elogios para la Revista de América en Le Courrier de la Plata y en L'Operaio Italiano.

La Razón de Montevideo consigna que la impresión que produce el primer número es "sumamente favorable". Opina esta misma publicación: "Es la manifestación seria de una empeñosa labor literaria: labor desinteresada llena de abnegación y de sinceridad. 'El Arte por el Arte', la vieja divisa del progreso literario en los últimos veinte años, es tam-bién el lema de la nueva publicación, que se presenta en material interesante, con un te-soro de ideas, originales y audaces". En relación con esto, conviene recordar que el año siguiente se empezó a publicar en Montevideo la famosa Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales (1895-1897) de José Enrique Rodó, Víctor Pérez Petit, Daniel Martínez Vigil y Carlos Martínez Vigil.

En cuanto al Número 2, El Diario lo encuentra "interesante". La Nación, que con-sidera el segundo número superior al primero, aprecia la sección "Libros y Periódicos" de

(37) Reyer ofrece datos bibliográficos sobre "Porte héroique du ciel" por Jules Bois; "Fleur d'abi-me", novela de Jean Aicard; "L'Illustration"; "L'Esprit chrétien et le patriotisme" par Léon Tolstoy; "Les petits Rastas" de Dubut de la Fores; "Jouir... mourir" de Victorien de Saussay; "Aliadme y Pa-lomides", de Maeterlinck; "Revue Hebdomadaire" del Journal des Debats; "Le Lit" de Henri de Lavedan; obras de Georges d'Esparbés y de Oc_r.e Mirbeau en el "Journal"; Paul Foucher, "Rechain avare"; Paul Masson en la "Revue Blanche"; artículo sobre el movimiento literario belga en La Nouvelle Revue Internationale"; Zola, sobre Paul Bourget en "Les Annales Politiques et Litteraires".

(38) Las breves notas de Jorge Aguilar, a quien no menciona Arrieta como uno de los colaborado-168 en la sección "Libros y Periódicos", se ded;cnr; s Esnnña (Número 2) y a Italia (Número 3). En el ^Sumario" del Número 1 se halla el nombre Tirso como colaborador, en la sección "Libros y Periódi-005 > pero allí no se halla ninguna colaboración suya bajo este nombre.

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la Revista por el "estudio minucioso", que los directores muestran al hacer el análisis de cada publicación. La Revista Científica-Literaria de Córdoba, la caracteriza como un "órgano del decadentismo" y a Darío y a Jaimes Freyre "como los iniciadores del decaden-tismo en nuestro país". Con referencia a la poesía de Darío, "Canto,de la sangre", Le Courrier de la Plata dice: "Nous y remarquens quelques strophes tout á fait remarquables". En opinión de Jean Huida, la Revista de América "va representer parmi nous l'esprit mo-derne, les nouvelles tendances art is t iques. . . . Elle est et sera decadente á la facón des décadents francais. Elle sera le coryphée des idees artistiques nouvelles, qui demain seront des dogmes.. . La Revista de América, la revue decadente, la revue des jeunes vient com- i bler un vide. Son apparition était nécessaire". (39)

Los juicios citados antes están tomados de la sección, "La Prensa y 'La Revista í de América' ", que se halla al final de cada número. Por otra parte, los comentarios que se darán en lo sucesivo no se hallan en la Revista de América. Referente al Número 3, La Nación afirma: "En los cortos días que lleva de vida, la Revista de América ha lo-grado confirmar los halagüeños pronósticos con que su aparición fue saludada, ponién-dose a la cabeza de todas las publicaciones literarias que entre nosotros se publican". (40)

• : En el número de La Nación correspondiente al 31 de diciembre de 1894, se dice: "Con el título de Revista de América fundaron una publicación muy apreciable los jóvenes escritores Don Rubén Darío y Don Ricardo Jaimes Freyre, conocido y cé-lebre el primero por su libro Azul, y el considerársele representante cívico del moderno decadentismo en nuestra América, y el segundo por sus inteligentes ensayos comenza-dos en Buenos Aires. Pero parece que la publicación en buena hora nacida hubiese desaparecido, pues tiempo hace que nada se oye de ella".

La Revista de América murió con el Número 3 en plena prosperidad publicita-ria y en el apogeo de sus aciertos como órgano del Modernismo en la Argentina. ¿Por qué? Según Rubén la Revista "tuvo como era de esperarse, vida precaria, por la es-casez de nuestros fondos, la falta de lectores y, sobre todo, porque el administrador de la publicación "se escapó llevándose los pocos dineros que habíamos podido recoger. Y así acabó nuestra entusiasta tentativa". (41)

¿A qué conclusiones conduce este estudio del contenido de los tres números de la Revista de América? A éstas principales, según parece:

1) Aunque de corta trayectoria cronológica, la publicación en cuestión habría de influir poderosamente en el desarrollo del Modernismo en la Argentina. Darío repro-dujo el editorial "Nuestros propósitos" del primer número como el prólogo de la pri-mera edición (42) de Los Raros en 1896. Dos años más tarde, Eugenio Díaz Romero incluye la mayor parte del mismo editorial, palabra por palabra, en su prólogo de El Mer-curio de América (1898-1900), el mayor vehículo del Modernismo en la Argentina. (A3) Así, el programa estético de la Revista de América siguió siendo el del modernismo en | la Argentina hasta 1900 por lo menos. ^

(39) No se da el título de la publicación en que apareció el comentario de Jean Huda. Las citas están tomadas de la sección "La Prensa y la Revista de América", en el Número 3 de la Revista que se estudia.

(40) Octubre 9 de 1894, p. 3. (41) Véase: "Autobiografía", Obras completas, Vol. I, p. 127. (42) La primera edición de "Los Raros" se publicó en París, Tip. de "La Vasconia". (43) He elaborado un artículo titulado, "Darío y El Mercurio de América", que habrá de aparecer

en el número especial de "Atenea" dedicado al poeta.

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2) En el prólogo de la segunda edición (44) de Los Raros, en 1905, que reemplaza el de 1896, Darío afirma que lé tocó a él dar a conocer el simbolismo en Amé-rica En esto Rubén no tiene completa razón. También a la Revista de América y al con-junto de sus colaboradores, especialmente a Enrique Gómez Carrillo, corresponde el de-recho de compartir esta prioridad con Rubén Darío. En cuanto a la . cronología de la pri-m e r a conciencia y de la primera influencia determinada del simbolismo en otras partes del Nuevo Mundo Hispánico es un estudio que queda todavía por hacer, por faltarnos por aho-ra bastantes datos precisos sobre el asunto. Sin embargo, parece cierto que en la Argen-tina el vocablo simbolismo, antes de la Revista de América, no era sino un término de sen-tido vago para los jóvenes intelectuales. Después de esta iniciativa de Rubén Darío y de Jaimes Freyre, los jóvenes, ya puestos al corriente de lo más moderno en literatura y en es-tética de París, nunca dejaron de serlo posteriormente como lo atestigua el material que ha-bría de publicarse en El Mercurio de América de 1898 a 1900. (45)

(44) También aparece en París, Edit. Maucci, 1905. He aquí el "prólogo" de esta edición:

P R O L O G O Fuera de las notas sobre Mauclair y Adam, todo lo contenido en este libro fue escrito

hace doce años, (*) en Buenos Aires, cuando en Francia estaba el simbolismo en pleno desarrollo. Me tocó dar a conocer en América ese movimiento y por ello y por mis versos de entonces, fui atacado y calificado con la inevitable palabra "decadente..." Todo eso

-v ha pasado,—como mi fresca juventud. Hay en estas páginas mucho entusiasmo, admiración sincera, mucha lectura y no poca

buena intención. En la evolución natural de mi pensamiento, el fondo ha quedado siem-pre el mismo. Confesaré, no obstante, que me he acercado a algunos de mis ídolos de an-taño y he reconocido más de un engaño de mi manera de percibir.

Restan la misma pasión de arte, el mismo reconocimiento de las jerarquías intelectua-les, el mismo desdén de lo vulgar y la misma religión de belleza. Pero, una razón autum-nal ha sucedido a las explosiones de la primavera.

RUBEN DARIO. París, Enero de 1905.

(*) Hay aquí un error cronológico. Los ensayos de este volumen no pueden haber sido escritos en 1893, sino con posterioridad, quizá durante la estada de Darío en Buenos Aires, en 1895 y 1896. En efecto: el autor escribe después la muerte de Leconte de Lisie, acaecida en 1894, y de la de Verlaine, en 1896. (N. de los E.)

(45) Darío se refiere a Huysmans en su nota sobre Richard Le Gallienne (N° 2, p. 32) y en su artículo sobre Mendilaharzu (N° 3, p. 57). Con respecto a las naturalezas muertas de este pintor argen-tino, Darío dice:

Copiaré una preciosa impresión de Schiaffino, a este propósito: " . . . recrean los ojos, dice, con el concierto de sus tonos a veces sordos, robustos y tranquilos como en las ya famosas cebollas, cuya armonía recuerda una sonata de violoncello; en otra tela los tonos son más alegres y variados; la reunión de las legumbres toma un aire de fiesta, la gama de rojos alterna con las violetas en un trozo de carne cruda, de la que tiene el peso y la contextura esmaltada de pronto, por la nácar azulada y lustrosa de algún fragmento de aponeurosis, un choclo vecino da la nota tierna de los tonos moribundos, desvaneci-dos, con el blanco mantecoso del menudo grano, las sedosas barbas esparcidas y el fresco sudor de sus anchas hojas puntiagudas; la zanahoria trae consigo el fasto tranquilo de una púrpura nativa, bien llevada y más allá un grupo de cebollas escalona modestamente su redondez crujiente y olorosa".

Sigue a este comentario de Schiaffino la siguiente observación de Darío: "Esta página, ut la Huys-mans> o s dará una idea del mérito de la obra expuesta".

Así> no cabe duda de que en 1894, Darío conocía la novela "A Rebours" (1884) de Huysmans, cuyo Prefacio y contenido constituyen la etapa más importante en el desarrollo del simbolismo desde la pu-n c i ó n de "Les fleurs du mal" en 1857.

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3) El contenido de la Revista de América tuvo impacto inmediato en la misma obra de los directores, como se ha notado en el caso de "Canto de la sangre" de Darío y de "Castalia bárbara" (46) de Jaimes Freyre.

Por estas y otras razones, la Revista de América representa no sólo una realiza-ción de máximo significado para el Modernismo sino que también constituye una fuente importante .de bío-bibliografía dariana.

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(46) Ahora se conoce este poema por el título de "Aeternum vale". He aquí los versos de la pri-mera estrofa:

Un Dios misterioso y extraño visita la selva; Es un Dios silencioso que tiene los brazos abiertos. Cuando la hija de Thor espoleaba su negro caballo Le vio erguirse de pronto a la sombra de un añoso fresno, Y sintió que se helaba su sangre Ante el Dios silencioso que tiene los brazos abiertos.

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Revista de América

HUÍ COLABORADO EN ES TE NÚMERO

Los SISORES:

Arrcgtiine Aleniamt «Brocha Gorda» Cothcreau Darlo Díaz Ebelot Gómes Carrillo Jaimes Freyre «Julián Martel» Lobos Lópes Benedito Mitre y Vedi a Mosca Reyer Rueda

DIRECTORES:

RUBÉN DARIO

RICARDO JAIMES FREYRE

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III

Revista de Amértca QUINCENAL, DE LETRAS Y ARTES

AÑO I BUENOS AIRES, 19 DE AGOSTO DE 1S94 KÜ3Í. 1

N U E S T R O S P R O P O S I T O S

SER el órgano de la generación nueva que en América profesa el culto del

Arte puro, y desea y busca la perfección ideal;

Ser el vinculo que haga una y fuerte la idea americana en la universal comunión artística;

Combatir contra los fetichistas y contra los iconoclastas;

Levantar oficialmente la bandera de la peregrinación estética que hoy hace con visible esfuerzo, la juventud de la América latina, d los Santos lugares del Arte y d los desconocidos Orientes del ensueño;

Mantener, al propio tiempo que el pensa-miento de la innovación, el respeto d las tradiciones y la gerarqula de los maestros;

Trabajar por el brillo de la lengua cas-tellana en América, y, al par que por el tesoro de sus riquezas antiguas, por el en-grandecimiento de esas mismas riquezas en vocabulario, rítmica, plasticidad y matiz;

Luchar porque prevalezca el amor día divina Belleza, tan combatido hoy por in-vasoras tendencias utilitarias;

Servir en el Nuevo Mundo y en la ciu-dad nuls grande y práctica de la América latina, rf la aristocracia intelectual de las repúblicas de lengua española: esos son nuestros propósitos.

L A DIRECCIÓN".

LA POESIA LEGENDARIA

EARL EL GRANDE

DICK el biógrafo Eginardo: Carlos era alto y esbelto; su talla tenía siete veces las

dimensiones de su pié. Su cabeza era ovala-da ; sus ojos grandes; su nariz larga; su fiso-nomía serena; su aspecto imponente. Tenia firme el andar, varonil la expresión y la sa-lud de hierro.

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EI emperador, dice la Chansott de Ro-llando estaba sentado en un sillón de oro, & la sombra de un pino y de un escaramujo; tenia la barba del color de la nieve; el cuer-po noble y esbelto; la Trente magestuosa. Quien le busca, no ha menester que se lo indiquen.

Sobre el inmenso monarca legendario, pasan los años y los siglos. ¿ Cuántas centurias ha visto correr ? Los trouvéret no lo saben; pero Théroulde afirma que tiene doscientos años, y Houon, el héroe bórdales del fantástico cuen-to oriental, el que marchó 4 Bagdad en cum-plimiento de una real penitencia, no ignora que es centenario. En cuanto á Gaidon, sabe que hace dos siglos que Carlos fué armado caba-llero.

En tan larga y radiosa vida ha conquistado treinta y dos reinos con el esfuerzo de su bra-zo, y ha salvado al mundo cristiano de la Me-dia luna. Luchan & su lado santos invisibles, armados de flamígeras espadas. Voces extra-humanas lo llaman al combate por la cruz. Cércanlo prodigios y milagros, y el gran caba-llero lleva sus ejércitos al aniquilamiento de los infieles. En los desfiladeros profundísimos y sombríos, lo guía un maravilloso ciervo blan-co. Va al encuentro de los paganos, adorado-res del dios Mahoma. El sagrado oriflama,

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XXXII 24 REVISTA DE AMERICA

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salvado por Ogier el danés, que recibió en premio la orden santa de la caballería, ondea al viento y los soldados francos gritan: /Mont-joie'

Carlomagno es la espada de Dios. Cuando Urda en luchar con la morisma, baja el Após-tol Santiago y le ordena marchar á España; Rolando reúne á los pares, á quienes una lar-ga paz adormece, y el ejército va con su em-perador, camino de los Pirineos.

Los trouvéres saben que hay espíritus ma-léficos que oponen temerósos obstáculos á la realización de lis grandes empresas. Saben que el mundo está poblado de seres misterio-sos y terribles, que son el ejército de Satán y que acompañan á los paganos en sus luchas contra lus soldados de la cruz; para combatir-los, tienen sus caballeros de hierro el brazo, el corazón y la armadura; tienen talismanes y conjuros; pero aunque la victoria es suya, las pruebas son tremendas. El gigante Kerra-gús detiene el ejército de Carlos y vence á sus .paladines, uno tras otro. Rolando sólo triunfa del monstruo y lo tiende á sus pies, con la cabeza separada del tronco.

j * El mundo medioeval es una inmensa leyen-{ da. Su espíritu se levantó por encima de lo : humano y fué á buscar en los campos de lo

desconocido y lo ultraterrestre la fuente que ! calmara su sed de ideal

Como poblaron los helenos sus bosques de ninfas, faunos y sátiros, sus fuentes de ondinas y de dríadas, sus mares de sirenas y de trito-nes, los medioevales llenaron bosques, fuentes y mares con gigantes, encantadores, hadas y magos; pero el alma griega amaba á la natu-raleza y daba la tierra entera por morada £ sus divinidades y á sus génios. La fantasía de la Edad Media levantó á los suyos palacios maravillosos, fortalezas inexpugnables, torres y grutas encantadas. Allí iban los caballeros á buscar la aventura pavorosa, que reflejara después un rayo del sol de la gloria en sus armaduras blancas. De allí salían los Mala-quines, las Vivianas, los Merlines para inter-venir en los combates y en los amores; pero, á despecho de sus artes, la fe y el valor triunfa-ban. Luzbel no puede luchar contra Dios.

El ejército de Carlomagno permanece en España largos años. Durante ellos ¡cuán san-grientos combates con los sectarios del Pro-feta ! ¡ qué duelos espantables! ¡ qué derrotas! ¡qué triunfos! Los trouvéres aman, sobre todo, las batallas. Su trompa de guerra tiene sones estridentes y marciales, y entre el vapor de la sangre y el fragor de las armas, sienten los es» tremecímíentos del genio y la intuición pro-funda de la verdadera poesía.

Crúzanse los heraldos llevando carteles de desafío. Los sarracenos quieren siempre me-dir sus fuerzas con las del tremendo soberano de los francos. De Italia viene esta vez el mensajero, y lo envía Agolant. Los Alpes es-tán cubiertos de nieve, la bruma se cierne so-bre los desfiladeros; pero Carlos acepta, y marcha de cara al sol. Con él va Turpin, el arzobispo guerrero que bendice con una mano y hiende los yelmos con la otra; que absuelve y da por penitencia herir bien. Combaten con los cristianos el buen caballero San Jorge, en* viado por Dios, y San Mauricio, el mártir, jefe de la vieja legión, y en las manos de Turpín resplandece y deslumhra un pedazo del ma-dero de la verdadera cruz. Los sarracenos son aniquilados.

Los cantores de las gestas heroicas no ol-vidaron las espantosas guerras contra los sajo-nes, ni al legendario Witikindo y sus doscientos mil guerreros que en espesa nube cayeron so-bre los invasores francos. En cuanto á la cam-paña contra los longobardos, saben que fué ocasionada por la protección prestada por Di-dier, su rey, á Ogier el Danés, el caballero que quiso matar á Charlot, hijo úni ;o de Car-lomagno. *

Carlos quiere castigar al rey y apoderarse del caballero; pero Ogier ha aprendido en la escuela de Rolando y de Oliveros, y bien vale un ejército. Tras sangriento combate, huye el monarca longobardo, y el Danés se encierra solo en un castillo, desde el cual desa-fia todo el poder del emperador. Opone á sus cien mi! combatientes, espantables guerreros de madera, que amenazan desde las almenas con sus brazos rígidos. Cuando después de larga y valerosa resistencia, cae en poder de

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38 REVISTA DE AMÉRICA

JOJ francos, gime siete años en una mazmorra. "Carlomagno le rogará más tarde de rodillas

que lo defienda de los sarracenos, como el Atila de los Nibelungos rogaba de rodillas á Rudignero que lo librara de los borgoñones.

Porque el fuerte monarca tiene momentos de debilidad y desfallecimientos infantiles. Se queja como un niño, si le hacen daño; duda; te debate en las indecisiones; se deja ofender por alguno de sus caballeros. Sólo el viejo Thiroulde lo presenta siempre grande, siempre magnánimo, siempre el primero entre sus pa-ladines ; porque el autor de la Chatison no alcanzó los tiempos en que los trouvéres solían lisonjear á los señores feudales ensalzando su poder y su fiereza por encima del poder y de la fiereza de los reyes, y en su poema la figura del .emperador despierta una intensa sensación de respeto profundísimo.

£1 Carlomagno de la leyenda no lucha so-lamente contra los extranjeros. Desde su in-fancia, combatida por todos los huracanes, se ve obligado á defenderse de los traidores y de los desleales. Sus hermanos, hijos de Pe-pino y de Aliste, persíguenlo con empeñosa saña y le obligan á buscar refugio al lado del rey moro de Tcáedo. La i naginación meridio-nal y ardorosa de los trovadores, hubiera en-contrado en la corte del árabe encantadora inspiración, exornando con maravillosos inci-dentes el juvenil destierro del principe franco. Le habría hecho vagar por jardines paradisia-cos, entre los sones suaves del laúd y de la guzla, bajo la mirada intensa de hermosísimos

• ojos negros, semi ocultos entre velos y blondas; le habría deparado caballerescas, amorosas aventuras; le habría seguido 4 los placeres del harém, y puesto en sus labios dulces y en-cantadas frases; pero los poetas walones son más severos y prestan secundaria atención ¿ los placeres y al amor. Carlos, sin embargo, concibe pasión profundísima por la hija de su huésped y la hace su esposa.

Hay en los poemas franceses suaves figu-ras femeninas: Berta, la del rey Pepino, « gra-ciosa como la flor que se abre en la rama »; Iseult, la amada de Tristán, que asombra á los bretones con su belleza; ia dulce Etiida,

que llora la molicie de su caballero; Ginebra, la altiva esposa de Arturo, el cambrio; Berta, la de Gérard, que acompaña, como un ángel, á su esposo en los largos años de su infortu-nio ; Esclarmonde, la encantadora hija del al-mirante Gaudisse; Blanca Flor, que tiene la frente del color de la nieve y las mejillas del color de la sangre.

Además de sus hermanos, sus vasallos, al-zan pendón contra el emperador franco. Entre ellos aquel valeroso Renaud, que después de destrozar cien veces BU ejército, deja la espa-da, toma el bordón del peregrino y marcha en piadosa odisea al sepulcro del Salvador. Arro-ja de él á los sarracenos; rehusa, como Godo-fredo, el trono de la ciudad santa, y á su vuelta desaparece confundido entre los obreros que levantan la catedral maravillosa de Colonia. Después de su muerte, su cuerpo glorioso hace milagros, y la fe lo eleva al altar, porque los poetas saben también canonizar á sus santos.

Oyese alternativamente, en el curso de las largas historias de los trouvéres, el son de las campanas y el de las trompas de guerra. Las unas invitan á la fervorosa oración medioeval, las otras al combate El caballero se postra y ora. con mística unción, ó embraza el escodo, pica espuelas á su noble corcel, su compañero, y se lanza en lo más recio del combate para dar y recibir aquellos golpes «que tanto ama-ba el emperador».

Así, cuando la grande empresa de los cru-zados conmovía y trastornaba á la Europa entera, cuando esas gloriosas expedidone» arrastraban & las muchedumbres, en los espas-mos de una fe intensísima, & las fatigas, al hambre y á los peligros, no podían los poetas negar á su monarca legendario el honor (le la cruz simbólica, ni el puesto que en las ¿picas contiendas le hubiera correspondido. Carlo-magno toma, pues, la cruz y va á guerrear á Jerusalém. Ya, en otro viaje suyo & la Ciudad Santa, el Patriarca habíale dado milagrosas re-liquias, con las cuales salvóse de innúmeros pe-ligros en la corta de Hugón, soberano de Constantinopla, «á quien la corona sentaba mejor que á él ».

Mas no sólo los poemas relatan tan fantás-

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xxix VI. REVISTA DE AMERICA

ticos viajes, pues el Benedicti chronicon y el libro largo tiempo atribuido al arzobispo Turpin, los consignan igualmente. Verdad es que en el'os, y en especial en este último, encuéntranse episodios maravillosos, ingenua-mente referidos:

Habiendo perdido el emperador & una mu-jer & quien tiernamente amaba, sentíase irre-sistiblemente atraído por su inanimado cuerpo. Ni súplicas ni ruegos conseguían apartarlo, y rodeaba con sus brazos, loco de amor, el ca-dáver. ¿ A qué causa, que no fuera un encan-tamiento ó una hechicería podía atribuirse la tenacidad de esta pasión ? Registrada la her-mosa muerta, hallóse una perla debajo de su lengua. La perla fué arrojada & un pantano j Carlos olvidó ¿ su amada; pero el pantano le atrajo entonces con igual irresistible atracción. Sobre él hizo edificar un palacio y un templo. Quiso morar en el uno y ser sepultado en el otro.

Esta historia recuerda la leyenda griega, conservada por Arnobio, en la que se refiere que Zeus, el señor omnipotente del Olimpo, amó apasionadamente á una piedra, la piedra Agdus, ¿ la que convirtió en mujer y dió con ella la vida al monstruo Agdestis, terror de los hom-bres y de los dioses, adorado por los helenos Como un espíritu poderoso.

Al pasar Carlomagno, inclinábanse las er-guidas torres de los templos; ciento veinte hombres guardaban su sueño con las espadas desnudas y antorchas encendidas. AI contem-plarlo los infieles en su serena magestad, ofus-cábanse y huían. Cuando murió, su alma subió i los cielos, porque el platillo que recibe las culpas en la balanza de la eterna justicia, no pudo resistir el peso inmenso de las piedras de los templos que el emperador levantara en homenaje al Dios de los cristianos.

RICARDO JAIMIS FserxK.

D E S D E N

yo tt desdeño, bella diosa pacana De tunea uiiruda cual ardienJe sultana, Lasciva tirada, luminosa y austral;

No podrá el ponto de las rojos --enenos Ni et delirante palpitar de tiis srnos De m¡ pupila Ia mirada humillar.

Te das al viento Hienda pérfida <1 agua, Vas á Ia cata de Ia humilde piragua De adulto sándalo de las tierras del mar. Aguila negra que victorias inter.tat, El i.uracdn creador de tormentas Puede lu empresa deshacer por audat.

Empavesada traes la nave, los sueltos Mil gallardetes en el aire revueltos; Estás segura d* poderme alcansar? Entre arrecifes de corales traidores. Huye mi esquife tus ardientes amores, Tu llanto entonces con la noche vendrá.

Alto aun el sol la cubierta platea Del mar salobre las planicies orea Que el remo hiende con su golpe de luí, Alas d lar hunbre de las claras estrellas De mi piragua et fulgor de las huellas Confundirás con el liquido axul

Vicro* AKÍEGOIKI.

LOS POETAS JOVENES DE FRANCIA

A ta RUTISTA DI AHÍIICA. E. G. C.

HABLAR de los poetas de hoy, es más difí-cil que hablar de los poetas de ayer. En

1860 los jóvenes que en Francia hacían ver-sos, eran caballeros de un mismo idea! y pe-regrinos de una misma religión. Todos tenían una biblia estética, un sacerdote supremo y un templo en cuyo p'rtico brillaba el perfil impasible de Minerva. El sueño dorado con-sistía entonces en realizar una obra colectiva.

Hoy los literatos que comienzan á ser cé-lebres, no están unidos entre sí por ningún lazo verdaderamente sólido. Unos se llaman romanos, otros místicos, otros instrumentistas, otros ideólogos, otros estetas y otros magnífi-cos; pero en realidad esos adjetivos no son sino términos vagos que apenas deben em-plearse para hablar d£ algunos círculos estre-chos y de algunas personalidades aisladas. La única palabra que aun puede pronunciarse con justicia cuando ss trata de los poetas jó-venes de Francia es: INDIVIDUALISMO.

Individualistas, en efecto, todos lo son. Lo son por las ideas y lo son por las obras. Pre-guntad á cada uno de ellos cuál es el verda-dero ideal moderno, y todos os responderán: «Ninguno; el ideal no existe; lo que existe es un ideal para mi y otros cien ideales para otras cien personas.» El respeto de los mo-delos clásicos les parece una locura inventada por los maestros de retórica para evitarse el

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VIL.

REVISTA DE AMÉRICA xxix

trabajo de analizar las obra de un modo abstracto. Las «ideas generales,» no ocupan ningún lugar en sm cerebros, y nada Ies pa-rece tan absurdo como las clasificaciones colectivas. «Nosotros, que estamos llama, dos á hacer la síntesis del clasicismo, del romanticismo y del naturalismo — dice Char-les Morice — no podemos agruparnos, sino que, al contrario, debemos buscar el aisla-miento para llevar á cabo nuestra obra.» Y Henri de Regnier: «Verdaderamente, eso de teorías, banderas y programas, no tiene v a pípin-fin atractivo,» Y Adolfo Retée: «Nada de escuelas, nada más que poetas.» Y Remy de Gourmont: «Los hombres no se pueden sumar; uno es uno y otro es otro, pero uno y otro nunca hacen dos.. » Este último, sobre todo, ha sabido defender con gracia y elo-cuencia la teoría del individualismo, en un libro que puede ser considerado como uno de los más curiosos documentos literarios de nuestra época.

• • *

Algunos críticos, empero, tratan de pro-bar que si los poetas jóvenes de Francia se diferencian entre si por el caiácter y por las ideas, siempre conservan un lazo de unión que los salva del aislamiento estéril. «Ese lazo—agregan—es el simbolismo.»

¡El simbolismo! pero, Dios mío, ¿y qué significa el simbolismo? Jean Moréas, que, se-gún creo, fué el primero en hacer uso de tal vocablo para hablar de sus propios versos ó de los versos de sus amigos, me ha dicho ique ya no significa nada», y otros se han echado á reir cuando he querido hablarles seriamente del asunto. El único que trató un día de explicarme los arcanos de la teoría nueva, fué Charles Maturas. Su discurso me hizo conprender que esto que tanto nos pre-ocupa hoy, no es ni la encantadora alegoría de los poetas clásicos, ni menos aun el sím-bolo grandioso de los cantores seculares, sino algo más metafísico, más* complicado y más superficial.

El antiguo simbolismo del Quijote, de Otelo, de la Divina Comedia y del Fausto,

es relativamente sencillo. Los escoliastas sue-len comprenderlo, en todos sus detalles, des-pués de haberlo estudiado durante cuarenta años, y los hombres ligeros lo sienten, en con-junto, á primera vista ¿Por qué? Porque ese simbolismo no es producto de la habilidad laboriosa, sino de la casualidad genial. El poeta llega á él sin saber cómo, y siempre llega por un camino claro.

Sin duda los grandes poemas también tienen rincones misteriosos ante los cuales el exegeta se pregunta: «¿qué quiere decir esto?,,.., TWt'ir puede ser scíc. la Filoso-fía y el Amor En el fondo, ¿qué será?. Pero tales obscuridades son enteramente ex-trañas á la «obra soñada». El poeta sólo cae en ellas por falta de formas capaces de ence-rrar sus visiones. Los vocabularios son siempre reducidos, en relación con las imágenes; y para fundir la idea en versos escritos, el genio tiene que someterse á una lucha gramatical de la que no siempre sale vencedor.

Hay una parábola de Emerson que puede servir para explicar de un modo gráfico lo que es el símbolo verdadero. «El carpintero que tiene necesidad de labrar una v i g a -dice—la coloca bajo su pie, de modo que, dando un hachazo, no sólo trabaja él con sus músculos, sino también la tierra con su fuerza de gravitación.» Lo mismo le sucede al poeta que, al describir un carácter especial, compendia inconscientemente muchos carac-teres generales y hace universalizaciones en la estrecha medida á que la relatividad de la visión lo reduce. Otelo, para Shakespeare, pudo no ser más que un hecho aislado; para nosotros, es un símbolo, porque el mundo ha puesto en él una parte de sus pasiones, con-virtiéndolo asi en espejo general.

Los poetas de hoy proceden de una ma-nera distinta, pues en vez de pedir auxilio á la Naturaleza, tratan de alejarse de ella 1<% más que pueden. Para ellos el simbolismo no es «fuerza sobrehumana», sino «figura reto-rica». Unos se sirven de él con objeto de dar un aspecto misterioso á las ideas vulga-res; otros lo emplean para aclarar sentimien-tos nebulosos; todos lo hacen vivir exterior-

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mente y brillar como linterna mágica, sin fi-jarse en que sus entrañas son fecundas en llamaradas seculares.

«Hoy por hoy—dice Jules Tellier—simbo-. lizar consiste en buscar una imagen que ex-prese un estado de alma y en no enunciar sino la imagen que lo materializa. Cuando yo he comparado mi esperanza á un navio, no digo: «Navio de mi esperanza, ¿te has per-dido para siempre entre la indiferencia?» sino que esclamo: «Querida galera ¿te has per-dido para siempre entre la nieve del polo?»

Si Tellier tiene razón, es necesario conve-nir en que lo único que Moréas hizo, al in-ventar en 1885 ese símbolo que hoy ya le parece odioso, fue crear una figura retórica que puede ser excelente en comparación con otras formas análogas, pero que no basta para unir entre si á los poetas contemporáneos.

* • *

El hilo misterioso que une las almas jóve-nes, pues, no tiene nada que vér con el sim-bolismo. Para descubrirlo seria necesario fi-jarse algo menos en los libros nuevos y estu-diar mucho más las costumbres actuales.

El París de nuestra época vive una vida li-gera y refinada. Lo mismo que la Roma del siglo IV, « mira venir á los grandes bár-baros rubios »; siente la nostalgia de la ac-ción; se cree incapaz de luchar, y llama en su defensa al emperador de los kosakos. Lo mismo que la Alejandría de Ptolomco, el filólogo busca placeres ignorados; descubre sensaciones desconocidas; ríe, canta y se duerme, coronado de rosas, al borde del pre-cipicio que es la guerra futura. Los aconteci-mientos verdaderamente graves le importan poco, y los escándalos sin transcendencia lo desconciertan.

Algunos*escritores dicen que lo que á Pa-rís le hace faka es sentido moral; mas eso me parece falso. Con los socios de una Liga del Pudor que existe hoy en la gran ciudad po-drían formarse cien misiones capaces de pre-dicar el amor de la castidad en todo el orbe.

Otros exclaman: « ¡Lo que París necesita es religión! » Pero éstos también se equivo-

can. La capital de Francia es hoy más reli-giosa que ninguna otra ciudad europea, por-que no sólo cree en Jesús, sino que también adora á Budha, á Isis y á Júpiter.....

Lo único que á París le falta hoy, es la salud. Lutecia está histérica. Las duchas le sentarían mejor que los buenos consejos, y el jarabe de fierro le produciría más efecto que los discursos morales.

Algunos fisiólogos lo han comprendido asi, y tratan de curarla por medio de un medica-mento llamado «patriotismo» Tal vez ha-cen mal. Las enfermedades nerviosas, son preferibles á la salud burguesa. Los histéricos que aun no han llegado á ese extremo funesto en que los ardores internos degeneran en locura sexual, tienen un encanto malsano que supera al atractivo de la perfecta energía Y Lutecia no está loca todavía. Sus gestos son armónicos y en su palabra hay un gran fondo de discreción escéptica. Oidla hablar:

« He leído todos los libros — dice — y comprendo que la carne es triste.»

Si; lo comprende, está segura de ello; pero en vez de buscar otra cosa menos «debi-litante » sigue, tratando de explotar, en pro-vecho de su cuiiosidad y de su lujuria, los Testos más sutiles del manantial infeccioso Y lee libros en donde las cosas anticuas es-tán dichas de modo nuevo, y prepara la car-ne con salsas de voluptuosidad dignas del di-vino cocinero que escribió la Fisiología del Boudoir.

* * •

Naturalmente, los poetas jóvenes de una citfdad cuya vida ofrece tantos fenómenos raros, no pueden ser ni épicos ni austeros, sino que, por el contralrio tienen que ser in-quietos, refinados, perversos, esccpticos y en-fermizos. Los de París lo son, pero lo son de una manera interesantísima, comó1 trataré de probarlo en las siguientes notas bibliográficas:

I

JUAN MORÉAS

Es el más ilustre de todus. La crítica ofi-cial habla da él con respeto, y la leyenda !i-

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teraria lo representa como á un nuevo Ho-mero que va siempre seguido de cincuenta

• rapsodas jóvenes. Él mismo suele decir, en instantes de orgullo y de entusiasmo, que Le Pélerin Pas<¡ionné es un libro que ofrece grandes analogías artísticas con la Odisea y con la Iliada.

Su genio poético, sin embargo, no tiene aada de primitivo, nada de marcial, nada de ingenuo, sino que, por el contrario, está com-puesto de cualidades esencialmente sutiles. Al pasar por su imaginación, la Idea Antigua pierde toda la intensidad de los ritos épicos y se convierte en manantial de imágenes ale góricas ó en antro de visiones plásticas. Lo que él busca en el Olimpo no es el alma sencilla, voluptuosa, libre, sonriente y formi-dable de la gtan familia pígnna, sino más bien la actividad decorativa y el sentimiento mítico de algunas divinidades. El Zeus ar-caico que los artistas de Xantos representa-ban con tres rostros distintos para simbolizar los Tres Reinos, y que, según Crisóstomo, era « tan pacifico cual benévolo », no es dios de su devoción. Para él sólo existe un:

«Júpiter tonante cuyo escudo causa horror.» La Venus grave que Homero vió pasar

envuelta en « Un velo más brillante que resplandor de

llama,—con brazaletes en los brazos, pen-dientes en las orejas — y varios collares de oro en el cuello, » le parece poco simpática. Su Venus es la Afrodita vaporosa de Scopas y de Ovidio:

Nuda Venus ntadidas exprintit im-bre comas.

Oíd su invocación á Minerva: «Diosa que tiene ojos da azur, Minerva

gloriosa — Tritogenia, Palas, púdica, ingenio-sa— Protectora ateniense que hoy habitas — en donde mi Sena, al flotar, su carrera pre-cipita. — Haz que la íntegra voz que en mi lira suena, — después de haber vencido al Tiempo, de edad en edad proporcione — á las mujeres dulzura y á los hombres pureza de corazón. — Asi yo te saludo ¡ oh virgen cu-yos ojos son de azur!»

Esta Tritogenia púdica é ingeniosa, ya no

es la- Atenea implacable que atraviesa los can-tos de la Iliada llevando en la diestra una lanza trágica y en la siniestra una « égida tan grande que podría resistir al propio Zeus », sino la dulce virgen que fué considerada en Alejandría como protectora de los hombres, por haber descubierto, en beneficio de Mar-ciás, la flauta que llora y que ríe.

* • »

En el fondo, Moréas es un griego, pero es un griego de la decadencia. Sus invocaciones y sus apóstrofos adolecen de cierta frialdad pomposa que debe de haber sido muy fre-cuente en los pequeños poemas épicos de Bi-zancio. Sus poesías ligeras, en cambio, son tan delicadas, tan elegantes y tan puras, aue parecen flores desptendiilas de la « Corona » de Melcagro.

He aquí una muestra: * Ayer encontré, en un sendero del bos-

que — donde á veces me gusta soñar con mi pena, — á tres sátiros amigos: uno de ellos lle-vaba una odre — y sin, embargo, iba saltando; el segundo sacudía — un garrote de olivo pa-rodiando así á Hércules. — Sobre los árboles desnudos cuyas copas hart sido echadas & tierra por Otoño, — caía el crepúsculo. — El tercer sátiro, sentado en un tronco seco,— acercóse á los lábios una rústica flauta — y tanto movió luego los dedos, que hizo salir de ella un sonido ligero é inflado, frenético y agra-dable .— Entonces sus dos compañeros, de-jando á un lado — el primero su odre y el otro su garrote, — bailaron, y yo vi sus pies y piernas torcidas — que, alternando, hacían volar las hojas muertas. »

Hablando de este bajo relieve poético, dice Mr. de Croix Mont: « Moréas es u.i poeta autumnal.» Efectivamente, las estrofas más exquisitas de Le Pelerin Passionné son aquellas que expresan la inefable melancolía de ios paisajes de otoño ó el misterioso cansan-cio de las almas que ya no tienen treinta años.

* • •

A su amigo Emilio le dice el poeta: « Emilio, el árbol deja d verde — color, y

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los lustros destiñen — (as rosas de mi faz; — para los ruiseñores de las altas viviendas, — Amor ya no hila las horas — ¡ Ah! y el es-tío declina sobre mi cabeza 1»

Luego el sentimiento de la madurez cer-cana se acentúa más aun, y le hace decir:

« Un leñador taciturno y loco, golpea — con su hacha en la floresta de mi alma.»

O bien: «Aunque tú subas al cielo, dulce y bri-

llante i oh 1 luna — ya ésta no es la primave-ra, sino ol otoño importuno. — El vigoroso estío y la primavera floreciente — se llevan consigo mi amor que languidece. — El follaje ha caído, la golondrina se ha ¡do— ¡ ah 1 ven m&s cerca de mí, Rodopa, te lo ruego, — un céfiro amoroso que brote de tus labios — me hará recordar los bellos días estivales; — asi podré engañar al tiempo y á la tristeza — ad-mirando tus senos que la juventud, realza.

Pero cuando Rodopa se acerca, sonriendo con sus labios inmortales, el poeta ya no ve en ella al Amor sino á la Belleza; y después de decir en varias silvas elegiacas que sólo las sombras de las antiguas enamoradas podrían despertar en su ser los deseos carnales, acaba por refugiarse definitivamente entre los bra-zos puros de la diosa Poesía, y canta su epí-logo triunfal:

< El Himno y la Partenia, en mi alma se-rena — serán los canos vencedores que corren en la arena — y yo haré que la Canción — suspire un indefinible son — parecido al de la paloma silvestre cuando la estación la enar-dece, — pues gracias al rito que conozco, — de nuevas flores, las abejas de Grecia — sa-carán una miel francesa.»

n

MAUJUCX DU PLESSYS

Cuando á fines de 1890 toda la juventud francesa elogiaba en los versos de Jean Mo-réas los ritmos exóticos y los símbolos raros, Maurice Du Plessys publicó una especie de proclama literaria en la cual trataba de pro-bar que el autor de Le Péterin Passionné, no sólo no se alejaba por completo del clasicis-

mo bien entendido, sino que era el más docto continuador moderno de la tradición greco-latina. «Esta tradición — agregaba — es la ¿nica fuente pura en donde los amantes de la gaya ciencia pueden beber el agua clara de la belleza. Los- que se alejan de ella, caminan hacia el país de la bruma. Los que la deseo» nocen, niegan todas las grandes obras de nuestra patria.»

Y queriendo unir la práctica á la teoría, dedicóse por completo al cultivo del verso antiguo, y compuso, en dos años de labor, un libro que fué, para los curiosos de bellas le-tras, una verdadera sorpresa. Le Premier Livre Pastoral, en efecto, no contiene nada de obscuro, nada de misterioso, nada de incom-prensible, nada de simbolista, nada, por fin, de lo que el público tenía derecho á esperar del jóven que, según M. Anatole Baju, era en 1886 el mejor representante de la escuela De-cadente. En vez de hemistiquios raros de treinta silabas, Du Plessys dio alejandrinos perfectos ú octosilabcs dignos del viejo Vi-llón, y en lugar de pedir un prefacio expli-cativo á Stéphane Mallarmé, contentóse con un pórtico claro, breve, robusto y casi acadé-mico, de Raymond de la Tailhéde, que ter- v

mina asi:

< Que florezca ahora el tirso y que la rosa — se mezcle en la copa al vino de los inmor-tales.— Grandes honores nos están reserva-dos, Plessys — en todas partes. — Porque he-mos visto abrirse los sepulcros, — de Ron-sard y del piadoso Virgilio — mientras la raza inútil del Centauro — huía hacia la ás-pera Scitia. — Nosotros restableceremos, le-jos del ultraje, — la eterna Atenas y el anti-guo nombre — latino de Galia, en el país de nuestro nombre — y de nuestro valor »

* • *

Lo mismo que Moreas, Du Plessys ama

sobre todas las cosas el sentimiento arcáico de la poesía. Su ideal artístico consiste en hacer revivir ante los ojos de sus contempo-ráneos las figuras marmóreas de los dioses griegos. Fuera de las cuatro ó cinco formas de composición consagradas por la retórica,

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ninguna « factura » conocida le parece digna de encerrar los conceptos de la Musa eterna. Sus versos son siempre impecables, aunque generalmente carecen de delicadeza y de sol-tura. — El epitafio que él mismo ha compuesto pjj-a su tumba, puede considerarse como una profesión de fe literaria. Helo aquí :

«Aquí reposa Plessys que, con soplo de atleta — embocó las trompetas que causaron miedo á los cielos, — y que, siempre ambicio-so del «temo trofeo — torció con puño fuerte la inflexible. — Vosotras, musas, atestad, sin-ceras doncellas, — que el que de Moreas siguió el paso piadoso, — sonó fuerte tratando siem-pre de sonar mejor. — Si; eso diréis si se os encarga su custodia. — Decid también que siendo obrero del más grave de los estilos

sacó del arpa, en imágenes tranquilas, á la Tierra porta-cielo, porta-onda, porta-fuego 1 — Pero lo que más importa hacer faber á la edad por venir — es que, satisfecho poco — llevó gallardamente su morrión sin mancha. >

* • *

Antes de ser el corifeo ardiente de lo viejo que hoy celebra la castidad de las Musas y la fuerza de Marte, Du Plessys fué el paladín entusiasta de lo nuevo, de lo raro, de lo exó-tico y de lo inconcebible. Tanto es asi, que uno de sus amigos dijo, hablando de él, en los buenos tiempos de la lucha simbolista: « Jo-ven y casi virgen de toda clase de produccio-nes, es como un atlas que lleva sobre los hombros el cielo tempestuoso del mundo De-cadente. Para examinar á fondo su espíritu complejo y modernísimo, sería necesario escri-bir más de un volumen. Yo que soy más capaz de apreciar sus excentricidades que de estudiar su obra, lo presento al público como gentleman de la literatura, ateo y fanático de religiones, más apto para estarse quieto que para trabajar. La humanidad le da lástima. Su alma paternal tiene aspiraciones hacia la Nada y sueña en cataclismos. Es un deca-dente ......

En efecto, fue un decadente y aún puede decirse que fué el decadente por excelencia,

pues no contento con hacer gala de la com-plicación retórica de Vignier, de Griffin, de Regnier y de todos los demás rapsodas de Verlaine, puso en sus primeras estrofas cierta ironía muy rara y muy fina que produce la impresión de una mueca incomprensible.

El siguiente soneto dará una idea de lo que fué Du Plessys antes de componer su Premier Livre, Pastoral:

< Así como Belerofonte masca muertos ba-bosos — tú, Verso, canta á Mariella llenando de espuma las bridas 1 — Di lo que es su fren-te entre las mieles de oro y los fuegos — de sus ojos que vierten amor como Piérides. — Mariella, por el vino bermejo de tus cabellos, — por las copas de acero de tu garganta es-pléndida, — inspírame las palabras eternas que deseo — para cantar los esplendores de ese torso orgulloso cual si fuese de Gnido 1 — Mariella, yo quiero cantar todo tu hermoso cuerpo. — Haz que en un Gesto de rítmicos acordes — la Voluntad del Todo-Verso se ins-criba en los fuertes bronces 1 — Mariella vier-te el incendio en licor 1 — Y tú, ruge, y ríe, jr llora, y canta, oh corazón — brasa viva so-bre la cual sus píes salvos se posan ».

EKRIQD» G Ó M U CARRILLO

CAMAFEO

^ (TlaTico cincel rrabd en la piedra . E l simbólico, ex t raño camafeo :

Loa amores de Eurfdice y Orfeo E n g r a t a azul oculta por la h iedra .

Un s l i i r o procaz, que no >e a r r e d r a . U i r a l e s con t a m í l i c o deseo, Y marmul lan las p l ayas del E f e o Lo* aonoroi c x l m e i r o s de F e d r a .

E n t r e celajea de oro muere el d í a : En tonando canciones voluptuosas U n a ninfa desnuda se perd ía

E n un bosque de mir tos jr de rosas; Y Diana , por los ca rmenes »enla, Disparando su» flechas luminosas.

L I 0 N > L D 0 DIAZ.

- W -

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XI X l l REVISTA DE AMERICA

UN ESTETA I T A L I A N O

GABRIEL D'ANNUNZIO

LA personalidad de D'Annunzio se desta-có desde la publicación de su Canto

Novo (1882). Algo brillantemente peregrino aparecía en aquellos primeros versos en que el poeta, apartando los comunes troqueles, bacía resaltar en sus versos, con el poder de on estro potente y joven, los relieves y líneas de una poesía nueva y encantadora. No es m¿s límpido y luminoso el azul de su Nápoles, que los azules luminosos y límpidos que per-cibimos en las pinceladas cálidas de ciertas es-trofas :

Stagna l ' a i m r r a caldura: s tenjos i incendíate da ' l tole, a perdita di vista le .sabir; deserto triste, metallico, bolle il mare .

Es en esas páginas donde vemos un triste cortejo fúnebre que desfila lentamente, prece-dido por la cruz. El paisaje es ardiente y si-lencioso :

Dietro la croce, dietro II cadavere, con lltanie lunghe, allontanasl,

• a va va la pía caravana aotto la t r a j i c a luce immensa.

Solamente en los cuadros de algunos pin-tores del Sol, ó en los poemas caldeados de Leconte de Lisie, podrá encontrarse la neta sensación de los mediodías que D'Annunzio DOS hace experimentar.

Una pintura llena de angustioso fuego es la que hace de un grupo de trabajadores bajo el aliento de la hoguera meridiana. En esas silenciosas horas, los hombres que cultivan la tierra están allá lejos, encorvados, sudorosos, sin una gota de agua que refresque sus bocas secas, sin una miga de pan.

......_._...... Affondano I dlsperati ne le glebe aride II ferro, si guardano In volto con ochi spenti. Non fan querelle: par come un nume reo li perseguite sempre, li danni * quel martirio di vita in eterno- la nuca piegan su'l soleo, non fan querelle.

B mezio giorno, l 'ora de'lauli pa i t i e de'sonni molli. Eisi affondano

II lucido ferro. V'aneaie, vangate figli; non c'«. rijoso.

Vanga te figll; miser icordia m non c'¿; r anga t e fin qne si schiantino ^

le bracia A la f u r i a de '1 Ufo, Ú r a n g a t e , figli; non c'i riposo. W

El maravilloso sensitivo toma de todo lo ^ que en la naturaleza hay de simbólico y de íjg poético, los matices de sus expresiones; y en m sus sensaciones flota con un vuelo suave y m acariciador el alma misteriosa de las cosas. J

El amor tiene en esas páginas un lenguaje * de íntima delicia. Hay en las conversaciones .1 de los enamorados palabras rosas, palabras li- i ríos, palabras violetas. Y un ruiseñor invisible j desgrana sus mágicos collares de celestes per- ' las melodiosas. -

En el Triunfo de la Muerte se ha reali-zado, en gran parte, el ideal de la prosa mo- \ derna; prosa artística, la prosa que en Francia , ha tenido los primeros cultivadores, y que empieza & nacer en Inglaterra, Escandinavia j y Alemania.

D'Annunzio es el jefe irresistible del mo- ; vimiento nuevo en Italia, y grande honra es para los estetas italianos el contar con el jo-ven é ilustre maestro.

c Ninguna prosa narrativa y descriptiva, de escritor italiano moderno, deleita y subyuga * como esta de Gabriel D'Annunzio, armoniosa, plástica, schietta d'italianitd y que respon-de maravillosamente al objeto. » Yo comparto ese bello entusiasmo con Aníbal Gabrieli, y deseo tan solamente que algún día podamos estar orgullosos, los que amamos el arte en América y España, de tener en lengua caste-llana un tan insigne artífice como el autor del Triónfo della Morte.

D'Annunzio ha sido reconocido como el primer dominador de la forma en las letras italianas contemporáneas. Conoce su idioma admirablemente. Armado de todas armas se consagró á la tarea de innovación. Sus obras | han sido una ¿sucesión de triunfos. Levantan una que otra protesta; mas se reconoce la fuerza dominadora del combatiente. En ver-dad, él es el poeta, el artista alado y sobera-no. Obras como la suya son las que matean la senda que debemos seguir los adoradores de lo bello. Ellas hablan á nuestras almas con un profundo encanto, y nos hacen ver mejor

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XXXII

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los astros de nuestro cielo estético. Et tout le reste est litcrature.

En nuestro próximo número, comenzará ja publicación de un estudio sobre la Obra DE D'Annunzio.

R. D.

LA COFRADIA DEL SILENCIO E N S E V I L L A .

o* la calle lejana, pausado rlene el Nazareno,

la frente abat iJa , la cruz á la espalda, la a i r a d a vi t r ia clavada en el suelo. Silo al contemplarlo •e cuaja la sangre en et pecho; so mira, y tus ojos traspasan, el alma; oo exhala ana queja, y en el alma se clava sa acento. So aspecto terrible el valor paraliza en los nervios, y agujas de nieve saetean de espanto los huesos. Hontaflís A su gran escultura transmitióle poder tan tremendo, que al verla, las víboras quietas del pecado sacuden so suelto, y revueltas el pecho estremecen la conciencia azotando y mordiendo.

Lenta cofradía, U llamada del hondo Silencio, la Imagen conduce lin rumores, ni voces, ni ecos. Como lana debajo de an lago, como imagen detrAs de un espejo, se mueven las laces y avanzan y avanzan, borrándose A veces al soplo del viento. La Malea larga tej ida de l ir ios, •I clngalode oro colgado del cuerpo, •1 cabello mezclado de espinas, • o r a d a s la manos 7 I» sangre saltando y corriendo, A la luz amarila resal tan coa los trazos horr ibles de an saeflo, y el séquito mudo camina, camina, como hilera de vagos espectros. Borrones confusos qae la noche dibuja A lo lejos, los demás nazarenos deslizan tos ropajes medroso* y luengos. Un leves y largos,

que asi de la niebla los pAlidos velos sobea U montana arrastrando sus pliegues a í r eos . A lo* lados, la* rejas se abren llena* de «emblantes y de ojos despiertos, que en la noche aguardaron la* horaa del hondo misterio, P»™ ver el callado desfile •*nlr desplegando so* círculos lentos. La luna riela *ln -rumor en el liquido inquieto que copla las flore» del fresco naranjo ?n el trémolo azul de sa seno.

L a gente se agrupa pa ra ver en las calles el séquito, y baja los ojos que, humildes, no pueden resistir los del gi un Nazareno. E l Aureo incensario sus ascuas meciendo, r aya la penumbra con lineas de fuego, y A los aires a r ro ja la nabe de místico incienso que A la laz de los cirios parece la escala en que suben plegarias y rezos. Nada turba la noche: ni cantos, ni sentidas saetas del pueblo, ni fúnebres músicas, ni tambores discordes y huecos: y voltarias palomas tan sdlo, •o las azoteas orlada* de tiestos A veces transmiten su arrul lo de idilio

. como an largo y ronco murmullo de besos? pero pronto vuelve A reinar el augusto silencio; las colas se a r ras t ran ; los pasos son !entos;

' eon terrible fatiga la imagen pasa bajo el tronco del sacro madero; y cuandode espaldas imponente se pierde A lo lejos, las despiertas víboras del pecado retornan al sneBo, y en el fondo de sombras del alma *e enroscan, y quedan tranquilas de nnevo.

SALVADO* BUIDA.

EL ANARQUISTA

JCLIAS MÁSTIL, cuyo ruidoso t r iunfo eon La Bolsa, lo colocó desde luego, en el número escaso de los buenos novelador?* americano», prepara una nueva obra, do la qae ofrecemos dos capitulo* a lo* lectores de ta RUTIS-TA DE AMÉRICA.

El a*unto. qui> «Ira en torno del m i s palpitante de lo* problema* contemporáneos y la reputación del autor, u n t a r í a n para asegurar A £1 Anarquista el m i * llson-> para asegurar Jero de los éx i t o s .—R.J , F.

EL SEÑOR DE LAVALETTE

EL señor de Lavulette encendió su ciga-rro y salió á dar una vuelta después de

comer. Era su principal distracción en este mun-

do, del que ya no esperaba más que la muerte. Desde que perdiera á su esposa jr á sus

tres hijos, se había consagrado 4 la adminis-tración de sus bienes, que eran muchos y muy valiosos.

Vivía en una gran casjt de la Avenida Re-pública, y la tenia alhajada como un palacio. Allí reunía todos los lunes á unos pocos y escogidos amigos. Las demás noches de la semana se acostaba temprano, ó iba & la pri-

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xxix XIV REVISTA DE AMÉRICA

mera sección de algún teatro. Durante el día, & las almas buenas, como el dolor. Y el se-ra principal ocupación consistía en hacer la ñor de Lavalette era un santo. Asi: un san-caridad. Tenía sus hospicios y sus pobres pre- to. Para serlo del todo, hasta creía en Dios dilectos. £1 decía siempre: Todos los domingos oía su misa. Lo que nc

—Soy un egoísta. No me gusta ver sufrir había querido hacer nunca era confesarse. Y i los demás. eso que tenía sus pecadillos. Por ejemplo

Enriquecido por su propio esfuerzo, carecía peleaba con su criada, que lo acompañabr de la vanidad de los aristócratas. Y, sin em- desde hacia veinte años. Y la llenaba de in-bargo, lo era. Se le había oído decir: sultos, lo cual le causaba después unos re-

—Yo tuve un abuelo que se las echaba de mordimientos insoportables. Otro ejemplo de marqués; pero ¿qué tengo que ver yo con mi los pecados del señor de La\ilette: á veces abuelo? Mi única corona es ésta. reñía á un viejo inválido que tenía el vicio

Y se tocaba la coronilla de la cabeza, de la bebida. El señor de Lavalette le decía Pero esto era una mentira. Era tan marqués horrores para corregirlo; pero después se como su abuelo. Sólo que no quería contesar- arrepentía y le daba dinero, lo. Le parecía que seria ofender á los que no —¡Qué más ha de hacer el pobre! ¡Es tan habían tenido una cuna ilustre. Y además, infeliz!—pensaba.

que, como sucede con ciertos nobles, amaba al Pero nada lo mortificaba tanto como su pueblo. Lo amaba con un cariño casi paternal, ancianidad. Sabia que las mujeres aman la que le hizo decir en cierta ocasión: juventud, y él, que había sido muy afortuna-

—El pueblo es un buen muchacho. Todo do, no se resignaba á su papel de viejo. Te-está en saber dirigirlo. nía seáenta y dos años. Cuando se miraba

Odiaba la política. La llamaba: casa de per- en el espejo, su barba blanca y su cara llena dición. Cuando se encontraba con un ambicio- de arrugas le daban lástima de si mismo, so, lo miraba con pena. Interiormente lo com- Pero necesitaba tanto amar, que se refugiaba paraba & las mujeres públicas, que le inspiraban en la caridad y quería á los pobres casi con una gran lástima. Y como en sus mocedades el mismo cariño con que antes había amado había amado á una de estas mujeres, había á las mujeres. aprendido k compadecerlas. Después se casó De sus buenos tiempos, no le quedaba con una muchacha honrada, que supo hacerlo sino la elegancia. Se hacia vestir por el mejor dichoso. Tuvo tres hijos de «lia. Vivió feliz sastre. Y como todavía estaba fuerte y ergui-algunos años; pero demasiado! Cuando em- do, era un hermoso anciano que usaba las pezaba á declinar su vida, su esposa murió de levitas á la última moda y llevaba siempre un mal misterioso. en el ojal la más coqueta de las orquídeas.

—Y murió precisamente cuando yo más la Al verle pasar, algunos decían: necesitaba,—había dicho á un amigo el señor —¡Lindo viejo! de Lavalette, al referirle su historia. Intelectualraente, el señor de Lavalette

En pos de la esposa, se le fueron los hijos, era un pensador. Leía muchísimo. Si hubiese Uno tras otro se le fueron. El señor de Lava- sido escritor de oficio, habría dejado obras lette se quedó solo aquí abajo. Era hijo de inmortales. Seguía con gran interés el moví-francés, y en París tenia parientes; pero no miento literario del fin del siglo; pero Víctor quiso ir á buscarlos. Hugo era siempre su poeta favorito. De los

—Mi familia la formarán mis amigos,—se filósofos, al que prefería era á San Agustín, dijo. Lo leía tn latín y se lo sabia de memoria.

Luego añadió: Después, la-Biblia y la Imitación de Jesucristo —Y los pobres. lo consolaban en sus horas tristes. A veces Cuando se es malo, los sufrimientos envi* tenia pensamientos sublimes. Hablando de la

lecen el corazón; pero nada ennoblece tanto existencia de Dios, dijo un día esta gran frase:

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XV. REVISTA DE AMÉRICA 13

—Todos hemos visto i Dios alguna ve/. Pensando en el socialismo, el señor de Lava,

jettc exclamaba ingenuamente. —No lo comprendo del todo; pero pre»

«ento que hay algo enorme en germinación. La humanidad es romántica; especie de ca-ballero gigante, que anda siempre buscando aventuras. Va al ideal como un Cruzado á la guerra de Oriente. Hoy que la falta de creen-cias religiosas ha cerrado el cielo ¿ los mise-rables, éstos quieren tener aquí abajo la feli-cidad que antes esperaban encontrar allá arriba.

Leyendo á Tolstoi, se le ocurrió lo si-guiente:

—Este es un mundano de genio. En su ju-ventud fué un elegante. Hastiado de los pla-ceres de la corte, se retiró á la soledad y soñó con realizar una grande obra. En los tiempos de Napoleón, habría sido un gran general. Hay hombres que tienen que llenar una alta misión. En los tiempos guerreros, su entusias-mo los llevaba al heroísmo. En los ordinarios, al martirio, ese otro heroísmo de la paz. En todos los tiempos, & la gloría. Necesitan de la acción como del aire que respiran, Tolstoi •e hizo socialista, como se hubiera hecho cualquiera otra cosa. Y de buena fé.

Una vez le preguntaron: —¿Y qué piensa V. del anarquismo, señor

de L&valette? El respondió: —No quiero ver morir bajo las bombas &

este gran sigla Y después de reflexionar un momento,

añadió: —Por lo demás, de mi dinero se me im-

porta poco. Que se lo lleven cuanto antes. De todos modos...»

Tal era el señor de Lavalette.

UN FILANTROPO Y UN ANARQUISTA

Como decíamos, el señor de Lavalette en-cendió su cigarro y salió á dar una vuelta después de comer.

La noche estaba espléndida. Nunca brilló juna más clara en más puro cielo que el de

aquella noche de Diciembre. Los palacios de la Avenida República parecían envueltos en una gasa de plata. Por entre el follaje de los jardines, se veía resplandecer los trajes cla-ros de las grandes damas sentadas en las glo-rietas y corredores. Pasaban por la calle jó-venes parejas. De vez en cuando, un coche descubierto hacía su triunfal desfile al gran tro-te de sus caballos de raza.

El señor de Lavalette se paró en la acera como indeciso. No sabía á dónde ir. Pero pronto se resolvió. La plaza de U Recoleta estaba muy cerca, y era el paseo favorito del señor de Lavalette. Además, que allí también tenia sus amigos. Unos amigos muy pobres, es verdad, muy andrajosos, ¡ pero tan desgracia-dos I Cuando lo veían venir, preparaban la mano, sabiendo que había de caer en ella alguna cosa.

Al desembocar en la Recoleta, el anciano se quedó extático. ¡Qué cuadro el que se desarrolló de golpe ante sus ojos 1 En el gran plano inclinado de la plaza, los' caminos, las grutas, los bosquecillos, todo rebosaba de vida y animación. Era como la fiesta del amor, que presidia la luna desde los cielos. Allá iban las lindas señoritas, vestidas de blanco, al lado de sus caballeros, el brazo en el brazo, juntas las cabezas; mientras que el campanario de la iglesia, i' .ponente y monumental, levan-taba; hasta las estrellas, su enorme silueta en contraposición con los enguirnaldados jardi-nes del Belvedere, de los que se oía salir las notas alegres d e u n a orquesta que tocaba al aire libre la deliciosa Cavalleria Rusticana. El rio se revolvía solitario allá abajo, agitado y luciente como una masa de plomo en ebu-llición.

Suspiró el señor de Lavalette. Era que se acordaba de sus buenos tiempos. Y quiso es-tar solo, para poder hablar á sus anchas con sus recuerdos. Tomó por un sendero al que hacían sombra dos hileras de altos árboles, pof entre los cuales se veia relucir, de trecho en trecho, la débil chispa de un farol. De pronto salió un hombre de la sombra y atajó el paso al señor de Lavalette. Este se detuvo y miró á aquel hombre.

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X v i v V \.

REVISTA QE AMÉRICA

Su aspecto no era nada tranquilizador. Iba vestido con un traje obscuro en niuv mal esta-do, llevaba las solapas del gabán alzadas, cómo si no tuviera camisa, y cubría su cabeza uno de esos gorros de seda que suelen usar los pick-pokcts. Rubio y tan joven que no representaba más de veintidós años, había en su actitud respetuosa, algo que impresionó al señor de Lavalette. El hábito de hacer la caridad le había dado un instinto admirable para comprender todas las miserias.

El señor de Lavalette apenas tuvo tiempo de observar rápidamente al desconocido, por-qué éste se sacó la gorra, y con el acento de la desesperación mas conmovedora, habló como los que no mienten al hablar: i? —Señor, hoy no he comido, ii ayer tam-poco. Como no soy un malhechor, no quiero robar. Usted parece que es un rico, ¿Quiere darme algo para comer?

En vez de incomodarse, el señor de La-valette comprendió que aquel hombre le esta-ba diciendo la verdad; pero le hizo la pregunta que siempre se hace al que tiene hambre:

—¿Por qué no trabajas? El hombre levantó una mano y mostró la

palma llena de callos. —Ayer fui despedido de la fábrica en que

«ra maquinista. ¡Qué quiere usted! Una riña con un compañero

muy orgulloso, ó estar acostumbrado á tratar á las personas pudientes.

El señor de Lavalette le dijo: —¿Quieres trabajo? ¿Qué sabes hacer? —Soy ingeniero mecánico. —¿Cómo te llamas? —Juan Romea. —¿Eres argentino? —Si, señor. —¿Y cómo, siendo argentino é ingeniero

mecánico, tienes hambre? —Eso es porque los burgueses se han apo-

derado de todo el dinero. —¿De modo que tú"eres socialista? —No, señor, soy anarquista dinamitero. En esta imprudente declaración, se veía bien

claro que era el hambre el que hablaba por la boca de aquel hombre.

El señor de Lavalette dijo sencillamente: —Pues bien, yo yo soy burgués. El dinamitero le miró en los ojos. Después dijo: —Usted no es burgués. Los burgueses no

dan dos pesos al que tiene hambre. El señor de Lavalette sonrió con dulzura. —Pues ya ves cómo yo te los he dado. El dinamitero se puso 4 mirar al cielo. —¿Crees en Dios?—le preguntó el anciano

con la suave voz de un sacerdote que se pre-para á conquistar un alma.

—Cúbrete, cúbrete—dijo el señor de La- _Movi¿Ja-cabeza el joven.— valette al desconocido, que. se encasquetó su gorra hasta las orejas.

Luego el anciano meti<^ una mano en su bolsillo y «sacó un rollo de billetes de Banco.

—Toma,—dijo. Y le alargó un papel de dos pesos. Luego quiso alejarse. Pero el hombre se le puso por delante. —¿Su nómbre, señor?

¿Y para qué quieres saber mi nombre? —Para enseñárselo á mis compañeros. El señor de Lavalette pareció conmoverse

profundamente. —¡Vaya un modo de pedir limosna!—pensó. El joven aguardaba una respuesta. Su aire era tan resuelto, que parecía ser

—¡Dios!—dijo. Nunca me ha dado un pe-dazo de pan.

—Sí, te lo ha dado,—respondió vivamente ti señor Lavalette.

—¿Cuándo? —Esta noche. —¡Ah! ¿Es V. Dios, entonces?—dijo el di-

numitero mirando la barba blanca del señor de Lavalette.

—No; pero tal vez sea su emisario. El dinamitero se puso pensativo. El anciano añadió: —Sí, su emisario. Dios es el gran padre de

todos. Cuando ya no tiene qué damos, nos da la resignación. Morir puro es más dulce que vivir manchado. El mal se rebela, como Lucifer. El bien se «¡sigua. Y Dios ha dicho-

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XVI I REVISTA DE AMÉRICA 13

)os últimos seria los primeros. Esto quiete decir, lucha en la buena pelea, y vencerás.

En esto se oyó un trueno lejano. Por el Jado del Oriente había empezado á relampa-guear. Se veía correr & las gente3 en dirección i los tranvías alineados en una calle apartada.

El dinamitero sonrió como un demonio. Y extendiendo el brazo alternativamente hacia el mar y hacia las gentes que corrían, dijo con salvaje ironía:

—Asi ha de tronar muy pronto acá en la tierra, y así correrán los poderosos á buscar nn refugio que no encontrarán!

El anciano le puso familiarmente una mano en el hombro.

— | Si todos ustedes son unos locos I La broma era pesada, pero el acento jovial. El anarquista se quedó mudo y serio. Empezaron á caer grandes gotas de lluvia.

El cielo se había puesto negro, negro. La orquesta del Belvedere había dejado de tocar. Solo se veía á las gentes huyendo al través de los árboles, bajo el horror de la tormen-ta. Se oían gritos aislados, rumor de carreras, el desbande general de un ejército en fuga. Se diría que la humanidad entera se echaba á correr, fustigada por algún gran peligro.

— Señor — dijo el anarquista — empieza á llover y es mejor que usted se retire.

Lavalette se levantó la solapa de la levita. — Si, voy á retirarme. Pero antes me vas &

prometer una cosa. — Lo que usted quiera. — Mira, óyeme bien. Tú eres más buen

muchacho de lo que quieres aparecer. Yo me encargo de convertirte.

— Es un poco difícil. — Ya lo veremos, ya lo veremos — dijo

alegremente el buen anciano moviendo la ca-beza y sin fijarse en que esta declaración de sus propósitos podía hetir el amor propio del anarquista y hacer imposible su conversión.

La lluvia empezó á arreciar. Un fuerte viento amenazó apagar el único farol que ilu-minaba esta escena.

—Bueno, vamos á separarnos — prosiguió Lavalette; pero con una condición.

—¿Y es?

—La de que mañana has de ir i mi casa. —¿En dónde queda? —Aquí cerca. Avenida República núm

Y dijo el número, que el anarquista repitió tres veces.

—No me olvidaré—dijo. —Pero quiero que vayas á verme mañana

mismo. V } — ¿*. qjw ..o. tt.

—De dos & tres de la tarde. —No faltaré, —¿Irás? —Iré. —Pues entonces.... Iban á darse la mano.... Pero en aquel mismo momento resonó un

espantoso estallido que hizo estremecer la tierra. Abrióse el cielo en una deslumbradora fulguración, y los dos hombres, el pobre y el rico, el viejo y el joven, el filántropo y el anar-quista, el que quería destruirlo todo y el que todo quería protegerlo, el que odiaba á la hu-manidad y el que la amaba, dieron un paso atrás como si creyesen que aquel rayo que acababa de estallar sobre sus cabezas era el resultado natural del contacto de sus dos tem-peramentos tan diferentes como lo son entre si la electricidad positiva y la negativa que producen lo grandes conflictos, allá en las al-tas regiones de la atmósfera

El dinamitero apretó los puños y miró há-cia arriba como desafiando á Dios, y dijo psta btasfemia:

— ¡ Mil rayos partan el mundo, si ha de ser como es!

El señor de Lavalette hizo un gesto de horror.

Pero dominándose enseguida, volvió á usar el tono afectuoso que en él era tan sim-pático y persuasivo.

—¿Y tú deseas eso? ¿Tú, joven inteligente, ingeniero mecánico, casi poeta por el símil que acabas de hacer? ¿Tú deseas el fin de la sociedad? ¿Qué te ha hecho ella? ¿Acaso tiene i ~ ~ » *

uc wu miseria.' El dinamitero dijo rápidamenti:: —Sí, la tiene. , Por que lia de haber p.jbrcs

y ricos, dichosos y desgraciados?

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/ V I I I

REVISTA DE AMÉRICA 16

Se oyó otro trueno. El señor de Lavalette había tomado la sublime actitud de los ins-pirados. En el fondo de él dormía un orador que no había esperado más que esta ocasión para despertarse.

—¿De manera que lo que tú quieres es la igualdad absoluta? ¡Pero no ves que eso es una quimera! Es soplar en la divina antorcha que alumbra como un sol el nrindo. Es qui-tarle al hombre su diadema. Es darle al pro-greso la voz de un ¡alto! eterno. Es derribar la

Acrópolis,es pulverizar las Venus Es ponerse un dedo en la boca para imponerle silencio & Galileo. Es decirle á Hugo: ¡no cantes! y á Miguel Angel: ¡no esculpas! y á Edison: ¡muere! y á Colón: ¡naufraga! Es decirle al ala del genio: ¡no volarás! A la chispa del genio: ¡no brillarás! Al ojo del genio: ¡no verás! Es quitarle sus guías á la humanidad. Ks lan-zarla á ciegas al través de los siglos, como van los animales por las llanuras!.... Es dejar al pueblo hebreo, perdido en el desierto sin fin! Es decirle á Moisés: ¡perece, porque tú no eres nuestro igual! ¡Eso, eso es lo que quieren us-tedes los anarquistas!

Como espantado por esta explosión de elocuencia quedó el anarquista en el primer momento. Seguramente que á nadie había oído él hablar asi. La voz del señor de Lava-lette había tronado como la de los profetas, y aquel nombre de Moisés, lanzado allí, por aquel anciano, bajo el zig-zag de los relám-pagos y el sordo retumbo del trueno, tenia un no se qué de pavoroso y tremendo que hizo temblar al anarquista. Le pareció que el monte Siuai se levantaba ante sus ojos. Así es que apenas atinó á decir:

—No, no es eso lo que queremos nosotros. No queremos que un millón de hombres se muera de hambre para costear el lujo de pocos. Lo que

El anciano lo interrumpió. —¡Morirse de hambre! ¿Estás loco? ¿Y aquí,

aquí, en la República Argentina, vienes á decir eso? Sólo se mueren de hambre los haraganes y los borrachos! Y si no, fíjate en ti mismo. Te ha bastado salir á la calle para encontrarte conmigo, que estoy dispuesto á darte trabajo.

Sonrió el dinamitero. —¡Casualidad!— dijo—A los hombres como

V. no se Ies encuentra todos los días. —¡Pero si yo soy un burgués! —No, usted no es un burgués. —O un millonario. —Tampoco. —O un aristócrata. —Menos. —Pues entonces, ¿qaé soy? El dinamitero volvió & sonreír. —¿Usted? —Si, yo: ¿qué soy? —Pues bien, señor, usted es..... —¿Qué cosa? —Un santo.....

JULIÁN MARTEL.

LA CUESTIÓN SOCIAL CONTEMPORÁNEA

Viento» de tempestad han azotado i Europa en los últimos tiempos. Enérgicamente planteada, ampliamen-te debatida la cuestión social no ha dado un sólo paso hacia la definitiva resolución del grave problema qoe fu t r ada .

La América no tardará tal ve* en sentir el sacudi-miento inornl que estremece al viejo continente. Cre-yéndolo asi, y daudo á esto trascendental asunto, toda la iin|>ortnnria que tnerccc, hemos solicitado sobre ¿1 la opinión di' algunos de los Directores de los diarlos de lluenos Aires, que se han dignado enviárnosla en la forma siguiente:

Scüoret Rubén Darlo y Ricardo Jaimes Freyre:

Estimados amigos: ¿Qué pienso yo de la cuestión social contemporáneat (l\ que pensaré, pues? como dicen tierra adentro. ¡ Un Ilustrado amigo á quien consulté al respecto, con-

fesándole mi Ignorancia, me contestó: — Pero hombre, {cómo no ha de saber V. cuál es la

cuestión social contemporánea? —Cues no lo sé, mi amigo. {Querría V. tener la

bondad do decírmelo ? —Con mucho frusto, aunque no lo creo necesario. La

cuestión social contemporánea es l aoue trata, procuran-do encontrarla. de la ordenación de los elementos cons-titutivos (le la humanidad. en tal modo y forma, que sin tocar en la Igualdad uh>oIuta. equivalente á 1* más

frrancle de los desigualdades, establezca entre ellos la gualdad equitativa, si asi puedo llamarla, asignándoles

la parte de derechos que legítimamente les corresponde cnuio miembros de la mlsina familia, surgidos del mis-mo origen para los mismos fines.

—^Con los mismos deberes y los mismos medios de cumplirlos?

—{Parece que vamos sabiendo lo que es la euestlón social contemporánea?

—Sirvo: esa es la cuestlóu eterna. — Pues bien, si; con los mismo» deberex. y entre ellos,

naturalmente, el principal de todos: el d« armarse para la lucha por la vida y alcanzar sus palmas.

- p l r permite V. una pregunta? —De mil amores. —4 Ha visto V. alguna vez á dos perros peleante por

nn bueso? —So lo recuerdo precisamente; pero es muy posible. —{Prro no habrá visto nunca, ni oído decir, que el

hueso loini-e alguna vez parte en la pelea? —Seguramente que no. —Pues aplique el cuento. —So le veo..—

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«V

" - • - N a d a mis ttell. «In embarco. En e«a familia hu-mana de que V. hablaba, proclamando <•! mls.no origen ¡destino di* sus miembros, uno» MU como esos perros y ¡tro» son como esc hueso.

—i Anarquista? _ : Q u * l < l . a ! - ¡Socia l i s ta al menos? —¡Dios me Ubre! — Pues, no entiendo. , . . - S e r l . mi amigo, porque V. no conoce al hombre-

hueso.— —

"Tou<: no había de conocerlo! So lamente que en este caso, como en muchos, es mis

Cómodo nr> conocer que reconocer "'pienso, mis queridos amigos, que tenía razón que le sohraba la mujer que dijo que tal vez no fueran las leyes lo que *pn. si no las hiciesen los hombres eoclusivamen-te para su uso y abu<o.

Ei día en que aquellos hombres de que hablábamos tengan su sitio al sol de la vida, ajustados á sus nierecl-njentos. sin duda, pero abriéndoles los caminos por los euales puedan llegar hasta ellos, las leyes humanas »e-'rin también otra 'cosa y ü i o s su sentiría mejor, sin dado de nadie y de nada.

Esto no seri cuestión social contemporánea, pero es la purísima verdad, moral, material, social, política, económica y hasta literariamente.

Perdonen Vds. en gracia ile la buena voluntad y acrp ten las seguridades de mi aprecio y los votos que hago p o r l a p r o s p e r i d a d d e l a K K V I S T A R>K A M É K I C A .

B . M I T K L * V E U I A . Agosto 3. (Director de La Nación.)

La cuestión social europea no existe entre nosotros. Es otra nuestra cuestióu social. Se tendrá (le ella nna Idea, comparando la situación en que quedaría el pueblo Ingles, si nos Imaginásemos la repentina y total desaparición de sus bilis fundamentales, para ver-los resurgir en el mismo Instante. en cada ciudadano de la Oran Itretarta. por la fuer/a de la tradición, eon la situación de nuestro país en el momento en que. por Igual proeedluileiilo. nos In figurásemos despojado de su Constitución y sin que puedan reemplazarla -us hijos al propio tli-mpo. por la educación mural y cívica. Ks que la vida de lallliert.nl. par» ser si-gura y fecunda, debe buscar su virtud en el lioir.tr. en la lamilla. !>-: otra .-uer te. resultará lu que resulta: que la más acabada forma eicntifiea de gobierno multiplica los centros (!>• autorl dad para multiplicar simplemente los empleos y los sueldos, haciendo de la política una ludu-tria muy rara, que Incita á despreciar el trabajo. V como bajo esta influencia se entra y se sale ile los colegios y uulversida des, resulta también que adelantamos en cultivo intelec-tual sin avanzar un pa-o en educación moral. Xo es un inconveniente de raza el que explica la desventaja de aquella comparación. V. aunque lo fuese, para eso esta mus en la elaboración ii>- una nacionalidad nueva, á tiempo de aprovechar en la elección y di-riplina ib- los elementos sociales, de la historia y de la sociología. Xuestras leve- ti-- ¡n-tniceión pública y de Inmigración y colonización bastan para d,-mostrar que Calta aún un pensamiruto flj.» ,-n 11 u< -tro- hombres de Kstado. sobre ese problema de la educación mora! del pueblo, que constituye nuestra única cuestión social y la explicación clara y fundamental (le todas nuestras conmociones eco-nómica- V políticas.

La cuestión social eumpi-a me recuerda la investiga-ción de hace algunos días de La Vita M^tlcr na. de .Mi-lán. Uoiiil,- se demostró ,-l p,-l¿L-ro de definirla. y la razón con que afirma una ile la- -e», uta opiniones coñ-iillaila-. -la de) proie-or Tulio Martel)-. de una 1'auio-a C'niver

sliliwl italiana.—que .hay tantos sociali-mos cuantos >o ciali-tas hay*.

E . I.IMUIS. Ago-fo fi. (Director de La Prensa.)

I.o- i|irectores la Ituvlsr.x m: AM í:ul c.v. que Dios guarde. h.in tenido ,i l*i,-n el pedirme i|iie exponga. en el primer núin-r-, il-- la iiij.nui, al^ro do lo que i>¡. n-n MI br,- |a . I'll. -ti'.li -,1,-ial ,|U.- ¡1.1 a*ulltÍilo ell lo- tiempos qilerigi u un c.u iel' T t a ti .ilu-ldo..

si.-uipi.. ti.-n.- aU-'i I|II.- decir sobro un tópico al que li.'inlir, m. <Ii.ni.iin, IJr.• ilii-lr;icK, y previsor ha (!••

dedicar -u- |>r. l. n m. . ino,|it.u-¡on. « pu, - il. uaila iii'-no-i|ll.- il.-l porvenir d- l.l li 11 ni lliiil.Kl -o H ila. I'or ..Ira parí. III. . - t-r.llM 111.1III i '.lar á In- I'llllll.rliirc* lie • st.l pulili,- n i 'M .-II un I r,M illa poco ,-rie.u. • cierto, p-ro Con Mili-, ra i-»ritialidad. las simpatía- que lili- ¡n-pira su alrrviila , inprc~a.

><Í1! 1U.Í-. viiirt'inos cu materia, fc'n lo que va cu -cgul

Aquí los problemas sociales, si bien principian á esbo-zarse, no han adquirido una forma definida, á pesar de . los errores cometidos. El pauperismo que brotó autes de tiempo en un suelo que podría albergar diez ó veinte veces más habitantes de los que tiene, sólo retoíará si »e baee gala de torpeza para favorecer su propagación. Todo calió cu lo posible, pero el remedio está tau cerca del mal. que su debe confiar eti que se hará lo necesario par* evitar que éste cunda.

Kn Europa, el foso que separa á los pobres de los ricos es mis hondo, y las relaciones entro ambos gremios son mis tirantes. ¿Se debe abrigar la esperanza que el foso será suprimido á las buenas, y que las relaciones su sua vizarán por medio de concesiones mutuas?

Francamente, creo que no. por más doloroso que ino se» el decirlo: poco menos que milagroso seri». en mi entender, si se disipara mansamente 1» tempestad deque está preñado el porvenir. Voy á dar los fundamentos de esta mí pesimista opinión descartando lo referente á la distinta organización política de las varias naciones aludidas, á fin de dejar toda su generalidad al problema cucerrado en estas dos fatídicas palabras: Cuestión social.

De un modo abreviado, y para acabar de un» vez con esta ciase de consideraciones, puede decirse que los pai «es republicanos parecen, por la índole Inlsma de sus instituciones, más aptos á preservarse del sacudimiento temido, sustituyéndolo con una evolución progresiva. Pero por otra parte la misma Intensidad de vida demo-crática de que disfrutan, estimula el ardor de las reivin-dicaciones de la plebe en un grado mucho mayor de lo que pasa eii sociedades amoldadas en tfadiciones du obediencia. Monarquías y repúblicas están de consi-guiente en'condiciones parecidas en cuanto al peligro de probables trastornos sociales.

De todos modos esto es un detalle. La cticstlóu no es política, es económica, es sobre todo inoral.

¿En qué consiste en efecto el foso metafórico de que he hablado entre patricios y plebeyos, entre capitalistas y trabajadores? ¿Cuál es l a línea de demarcación que los separa, colocándolos frente á frente como dos catn-pameutos enemigos?

El antagonismo proviene de dos causas, material la una y la otra moral.

La primera consiste eb la acumulación, en un número limitado de inanos. de los caudales engendrados por la creación incesantemente acrecentada de valores, la que tieude á exagerar sin límite la oposición entre el extre-mo lujo y la extrema miseria. 1.a segunda es más gravo aun. Kstriba en qu>- un.-i gernrijuíii social basada en ta posesión (leí dinero es la menos propia que se pueda concebir para producir y mantener en las clases dirigen-tes la elevación de las dotes intelectuales y de los senti-mientos generosos. Las aristocracias militares conser-van largo tiempo una valiente concepción del honor, quo

Íialia hasta cierto punto los defectos que le son propios, .as aristocracias plutocráticas llevan al nacer el sello

de un egoísmo grosero. Lo peor es que los efectos de las dos causas que se sea

ban de mencionar son acumulativos, y que los inconve-nientes que les son Inherentes se van agriando con el tiempo en progresión geométrica. >

Kn lo tocante á la primera, á la rarefacción del capital en la nia-a del pueblo y á »u concentración en poder de unos pocos, conocido es el refrán (le que los pequemos ríos van á los grandes. Expresa precisamente la tenden-cia en cuyo mérito los capitales circulantes afluyen á-las arcas ya llenas, dejando en seco las fortunas modes-tas y reduciendo los meros plebeyos á la condición de ilotas.

7.ola. en la Bonhcnr des Dames. lia descrito bajo nna forma novelesca. pero bien observada en ei terreno reo mímico, esta infalible derrota (le los humildes capitales en MI lucha con los gruesos, tomando cono ejemplo el comercio de tiendas. Xo f i lamente en lo» demás ramo, coiin-ri-iale* pa-a lo mismo, sino también en las indu-trias. Los p, i|ii"ños establecimientos e.tán ab-orbiilos por los gramil «. y é-tos, niá- que el .viento de un traba Jo fabril, se vuelven un iusfriiiiii-iito ile las piraterías <|el capital pnr medio il,. la especulación.

Salta á la vi-ta de quidi observa los hechos con algu lia detención .¡u- . !:••;,- por hoy. . n las p..il. ro.-a- i-lilpre -as industrial»* la fabricación es sólo un pretexto siendo ,1 V. rilad,-ro objeto la rápida. la l'uliiiihante con quista ().-l dinero ai/nio por'inedio il (-ilación.-- bru-c.-i- sobre el valor de I... productos /.-ibi ic.-iil,,. , n grande ó de los título- cread.,, para la coi-lrneeióti ,1- la n-ill.l.

Xo 1,1 unto para vituperar la I - a v la. ..p.-raci * blir-áti |r-. Xo es lili ol.jelo, 11 a . Ci • II -1 a 1' -1 vt|e|o qui-lla tomado la especulación. i|. I.i.|,,. ,•,. .-, |:,.l-a-, .-in., al estado (le ánimo de lo, cayilaiistas , i, , | ambiente cirt|óKicl, en que estamos, y ,i la creciente pre> miiu-ucu del capital sobreicl trabajo.

Ubi.'

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I J M M P ^ z z ? 3 O O # M M Z Z 2 ¡ o o

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E s t a circuii-t.mci.i e s cu e x t r e m o f a v o r a b l e á la ag".v Taclón del desequilibrio económico. I'ropendo á que los grandes capitales hagan la bola de nieve incorporáu d o v todo el medio circulante disponible, ('.uno su poder de atracción aumenta ¡i m-ilida que croreti. el fenómeno se acentúa y se acelera sin ce-,-ir. Al limite. Cmno dicen l o s m a t e m á t i c o s , s , . llogari.i á que toda la fo r tuna pública fuera detenida por inedia docena de personas, las que so hallarían, do hecho, propietarias del género humano.

Esto en cuanto a la faz material del asunto. Eticaran do su faz psíquica, nos encontramos con que el nivel moral de osos ricachos baja al propio tiempo que sube el nivel de sus caudales, i 'ara la primera generación de los medrados, hay seguramente excepciones á este aser-to. Se pueden citar casos en que fortunas repentinas non cNjtrciiilo de dotes emiuentes. Xo es la regla gene-ra l . Nueve veces de diez, quien se enriquece demasiado pronto lo ha conseguido por maniobras poco confe-sables, y es esto tanto más cierto cuanto más se vio nc afirmando el poder reproductor del capital por si mismo, relegándose el trabajo, como creador de riqueza, á un término secundario.

Pe ro para las generaciones sucesivas de una familia de millonarios engreídos, la liifiuoucla corruptora de la fo r tuna y del exagerado concepto de las Inmunidades que acarrea, se verifica, como en el caso anterior, con efectos acumulativos.

Desde la primera generación la decadencia, por lo comían. »c diseña. Es frecuente ver que á un padre em-peñoso suceda un hijo frivolo é inútil. .Tuina ejemplo en mi, dice en un dratna francés un hombre del pue-blo l legado á poderoso industrial, á su hijo, que. es lamentablemente Inservible para todo .rabajo.—Pero, papá, contesta el calavera, el caso es muy distinto. V. MO nació rico». V con e s t o c l a w el pico á su papá, por-que le dice una gran verdad.

En las generaciones subsiguientes, la debilitación física y el decaimiento Intelectual, que son consecuencia de una vida de. ociosidad y excesos, los casamientos Únicamente regidos por sórdidas consideraciones pecu-niarias, otra.s causas más de degeneración que á cada lector se le ocurren, trabajan de consuno, con una efi-cacia acelerada, al agotamiento de. las plutocracias.

El resultado más alarmante de estos efectos heredi-tarios de la fortuna sobro el alma de los que la poseen es que, predisponiéndolos á un egoísmo feroz, los Indu-ce a tener día por día menos en cuenta los sufrimientos de los menesterosos. So llega á subordinar al aumento de la renta atribuida al capital, con una Inconciencla que pasma, la satisfacción do las necesidades más sa-gradas do sus semejantes.

El fenómeno aparece patente en las sociedades por acciones. Un patrón que emplea obreros y vive en con-tacto cou ellos, por má* dominad» que sea por instintos ao lucro, evitará ^ue sus operarios se mueran de ham-bre. A nn accionista nada le Importa que tal cosa suce-da. Ño conoce al obrero, no conoce sino su título do renta. Cometerá sin vacilar las más odiosas crueldades para mejorarlo, y esto sin fin, porque, ¿qué sucede?

Sucede que valorizadas las acciones de una mina, por ejemplo, á cuestas del bienestar do los mineros que eu ella t rabajan , no es su cotización primitiva la que se tiene en cuenta, sino la nueva, y elevándose ésta por los Bllsmos medios, la que resulla habrá do ser aumentada aún. y asi sucesivamente. Es esto lógico para el criterio de un accionista, desde que el capital os todo en la vida económica y los hombres nada. Xo si- dice: los hom-bres siquiera, se dice: los brazos, esto es. una herra-mienta. algo impersonal, un ente, vago, un guarismo económico.

Por este lado también cada avance del capital es ge-nerador, en el orden material, de un avance mayor, y en el orden moral propende á destruir, por activa y pa slva, los principios de altruismo en que habría de des-cansar la vida normal do las sociedades, ahondando el foso de que se lia hecho mondón.

¿Qué deducir de estos hechos, que son absolutamente Ciertos y que quedan consignados en este estudio con la desapasionada exactitud que es propia de los aparatos fotográficos?

En mi humilde oarecer. hay que deducir que la socie-dad actual—en Europa, se entiendo—e.stá en una situa-ción muy análoga á la de una caldera de vapor en que la presión Iría alimentando y la resistencia de las plan-chas do (ierro que la han de resistir iría disminuyendo. Por esto he formulado una prof. cía que muchos encon-trarán subversiva, y que no os sino científica.

Diré más : la explosión no me parece -ól" sumamente probable, me parece necesaria, á fin de hacer volar el obstáculo obstruccionista que so ha plantado en motilo del camino d • la humanidad en el desfiladero que por el momento recorre, llasta podría il. cir de que modo se producirá; pero todo esto me arrastraría demasiado

M o h o molido cu uua cucitlón que no cabe cu uu ar-

X X.

A"£ 1757"./ DE AMÉRICA

tículo ile revista, y no quiero echarla, i lo menos en es|» ocasión, de mo-ali-ta ni de profeta. Son profesiones peliirrnsas, y por lo misino desprestigiadas en estos momentos. i|c notado al vu- lo de la pluma algunos hecho» de observación. E-to basta para los que r.-fiexlo-nan. y sobr» para aquello* que son refractarlos á osla ocupación.

AT.T-KKIM) E I I L I . O T . Agosto (Director de Le Courrier de la Piala.)

I-a distribución desigual do la riqueza: los privilegios de que todavía disfrutan algunas clases sociales: la mul-tiplicación y el perfeccionamiento do las máquinas, qUC sustituyen al trabajo manual: el progreso material que acrecienta las necesidades de la vida: los excesivos tri-butos, que la encarecen: la exuberancia de población en algunas ilaciones, pues las gentes están tan mal distri-buidas n i la tierra corno lo está la tierra entro las gen-tes; Un crisis Industriales, de carácter universal, ocasio-nadas por la competencia y el exceso de producción; el escepticismo, la ausencia en los corazones de fe, de resignación, de esperanza, supremos bienes d« toda reli-gión y de todasana filosofía: la propagación de ciertas teorías, que fermentan en el fondo social como el fango mefítico en el fondo do un lago Esas y otras muchas causas se han recordado p i r a explicar la existencia del anarquismo. Y para explicar los crímenes á que so en-trega, y al notar quo los comete allí donde las tdea j modernas han hecho más camino, so ha formulado esta sospecha, digna de ser meditada: El fondo de esc lago lo agita alguien interesado en provocar lina reacción del pasado, desacreditando en el mundo la libertad y la de-mocracia.

7. Lór»:z IIK.VF.DITO. Agosto 8. (Director do Et Correo Español.)

La questlon» nocíale 6 un debito contralto dal secolo «corso verso II socolo futuro, di cul II socolo presento paga gil Interessl,

—Sono due parole che rlemplono la bocca e la testa: e lasclano le tascho e lo stomaco vuoto.

— E un problema che pochl eomprcudono esattamen-te e che uessuno studla con passlone per trovaruo lo scioglimonto.

— E II rlsvogllo della eosclonza e dolía dlgnltá delle plobl fin qul dlsprezzatu perché nou sepporo elevarsl alia dlgnitá d 'uomiut.

— E II muggito del bue che luUavia non »a liberar» 1 della scblavltú d 'un faitciullo.

— i: un nodo gordiano a sciogllere II qnale ocorrerá la • paila d' Alessandro.

— E I'epidemia fin de sh'fle, che tuttl vogllono curare con rlinedl da quarta pagina di gioruale, montre non fauno che aggravarue le condizloiil.

— E anche un soggetto niolto comodo per attaear di-scurso In caffé e per fabhrlcarcl sopra degll artlcoll quaudo inancano gil argomeull d 'at tnsl l tá.

— E un sounlfero che i medlcl dovrebb. ro couslgliarc alie «Ignore, iu sostltuzloiie dolía morfina.

Agosto í . E T T O K K MOSCA.

(Director do L' Opéralo Italiano.)

On pourralt éerlro dos vol II mes sur ce sujet, et dans tous les cas. jo suls d" coux qul ponsont que la questlou est trop grave, pour qu'on puisse fornuilor uuc opluiou on dlx ligues.

D'ilUtres plutnos li|en plus autnriséo* que la mleinie, ont rcrit surco th.'-ni". les ellos..* lo* plus contradictores <[iii se pulssent Imaginen aus'1 je prélére tout slniple-III. nt déclarcr, que. luon opinion. c'est que Je u'eii al pa*.

DA.XICI, COTII KKKAL*. Agosto S. (Director de Le Fctit Journal.)

In Okonoinlscher. polltl-cli.-r uud sozlaler Hlnslcht Ist dio sozlalo Krage In der (¡ostalt. «ríe slo slch vor unseron Hllrkeii «ufrollt. das weltliewet-onilste Erelg-nl-s der tiilcli -ten Ziikuiift. Di» Machi (b-r Tliat-aclioii wlrd (lie Xatioiiciizwlugoii. dio SchranWen nlod»r7.ure|s-sen. dio sie zu ircgonscltli-ein scliweren Schaiien unrf Culi.-II gegeiieinander auf í . rlcht.-t, Der (ó-daiike der Villkcrvorbrlldorung wlrd d uní aiis .eliicui Iraiiinhafton Dasein horaiistroten umt oln.- r,-,ie o. -lalt aiiiiehin.'u. K.lu .-o tiefeínscbiieltleniler L'IIISCIIWUMI:. wio Ibn dio l,0"unir d.-r sozlali-n Krage h.-dentet. IK««t slch Jedoen k a m n denkeii. n i di- H . I U r c l i t t i i i g « r a c b -z u r u f e u . d o s s d i o g o i r a l t l i r o i i E r s c h l l t t e r u i i i í o i i . w o l c h e d l c b r c l t c u V o l k - i s c h l c h t s u l u d e u i u d u i t r i c l l b o c h e u t -

Page 57: La Revista de Amèrica

xx\ REVISTA DE AMÉRICA

wlckeltrn Ulinl. rn rl-r alt.-.i—vl-II-iclit micli .l. r n. «i.-t( uvit diirclizunuclicti habón werdeii. . lie »|e Ilir. r E.iiaiizlpatlon nilln-r koinnicii. StrOme von Islut ilf.-f» Us.oli Wordoll. . . . i JI

tV'le (loin aucti sol. «o blelbt <•» iindciikbar. da«s dio moderiK ii Krfindungoii. .lie elne »o g.o*»o Umwillzung lu der g. saininton Woltwlrtl.sehaft liorl>el¡rerillirl habón. In Ibri-r Auwon.Iiiiigauf .las líente hcrr-cliemle kapita-¡l»tl«clie Syitein l>e-elirilnkt lilril>eu: «le slu.l (¡e.neln-rlgontlium der Volker unil solleii doren Wohlt'ahrt dleni-11. nlclit uingok.-hrt «lie irro-se Volk-ma-se duzu verurtlnfll i>eln. «leu Klgonthllinern .1er l'rmliiktioiis-nilttel zu Gelmte zu s«i lien. Klie eln Uuiscl.niiug In dio-sem Simio ífcittirefundi II liat, wlrd VUII oliier irlllck-Hehen Losung der «Míalo» Krage ulclit ti le Rede .*clu kOnnen.

TKODOSO ALKHAÜ*. (Director del Argentintschcs Tafeóla!!.)

Agosto i .

LOS TEATROS

A ana serle de bocetos sobre los teatros <li' Ituenos Aire», qne en número» sucesivos publicará la KKVIKTV BÍ AJIÉRICA. pertenece el siguiente articulo de uno ilo nuestros colaboradores permanentes,

EL CASINO

tV4.Unt.AXDo á la francesa, dlria yo A los lectores de XV\L' REVISTA IIK AMÉKK A: ¿Huscál» Impresiones

v.\ delicadas y plácida» . sentimientos expresados entre melodías y ritmos, buen gusto en aristocrático ambiente y. á las veces. pretensión y humo y estiramien-to incómodo? Id á la Opera.

áOueréla el arte al servicio del Ingenio, el arte varo-nil, la alta concepción del espíritu, la Interpretación magistral, el sacudimiento, en Un. de la conciencia ? Id al i'ollteama.

i S o queréis nada qu- os obligue á sentir ó meditar, nada de arte, ni de intérpretes, ni de fábula, ni de gusto, todo á escape, como saliere, destartalado, burgués, anti-cuado y opaco? M A lo- teatro- p"r secciones.

Pero* no anheláis más que divertiros, borrar una idea SJa. una mala Impresión del dia. -ontlr la sugestión ib-I »lvlr Juvenil, pensar en la» delicias de l'aris, recibir algo como perfumes de tocador, ambiente de cenas, tim-bre de risa» y ¡vamos! Id al Casino.

Fachada y vestíbulo moriscos, curvas en Angulo y Columnas esbeltas en la» entradas, arabesco» multicolo-res en lienzos y techumbre, patio con bóveda de cristal, escalinata amplia y doble, que se junta y forma terraza para abrir pa»o á galerías que rematan en /uver fantás-tico. con arañas cargadas de luces, enfé v cantina. Salón redondo que reuieila con-trucclone* de la Alhnmbra. en dos pl«o» y pta/ond. separado de vestíbulo, patio y gale-rías por rompimiento» colgados do tela» indianas.

Orquesta con mucho gusto y pocas pretousiuiies. entre lo muy elevado y lo muy vulgar, sin Taiiiiliitu-rr ni Verbena de la I'aloina. hl.iu.la, ciitti*Ia»t.'i. geno hunda á veces, pero con ge.ui.los de placer y latidos de volup-tuosidad.

Lise Fteuron. robada á Jorge Onhot. y cuyos hombro» y seno surgen entre bullones di' raso nara'nja ó azul, orlado de rosas el escote y extendida la falda como ha-tóu infantil en simétricos plio).'Ue« hasta el sin-lo. r.-iboz.'i artística con ensortijadas marañas do rublo c-iiicienlo sembrada» do brillante» como gotas d>- rocío. Uraclu»i simo rostro cou expresión picaresca y decir candoroso: boca que parece enviar b-'sos y canto sin iiuí-ica. sin timbre, pero con latidos que repercuten en el c r i lu-o y los nervios de los oyentes : peri... pit... peri... pití... p,ti...p.,.'

Molly Fay, francesa pura «mi-iv. rostro acentuado, seno d<- margarita* suave* y l, cli"-a*. g.uy.niM r, dolida, que sostiene la cabeza do 1111 < 'abrion reiueiiin... moví miento* do cadencioso ab.utijollo. ci-nlrn» y te-jo* hoja rasca ile lino con pr<i fu * i ,*.|i de eiiea.ie*; monóculo cu el o(o derecho y para*o|-ha*tón i.nlí*peii*al>le a.-,xiliar para sus tantos bjildhilts: imuh: ta» 11 Uní. ta tan tatin...

A'il.V I. la del redolido ¡,11*10. enhiesto Sello V acelltlia do ro-tro. que V i * 11 • á capricho, tllá- *ietll | ir . ,*,rr,.|-j, mío á la c!i*«-ñati/a l.r- ve pie y magu.'tl.'.t» medias -uj'-ta» Illa» allá do la* rodilla* con pi uto-,. *ro I;i/.o voz ,|c l'e quinto, rtoxib'e. que juotfa Con , I l'.il.ot- y proili.eo i Imitables tiróle.a-: !üi,¡ /,,„. /,,,; /., l,ira>,i ..'

Hor¿s. esbelta, que encierra »n» delicada» forma» et» punto de seda negra y falda abierta do caprichoso corte urtada de cisne; t-1 cuello oprimido por una cinta de luz de los brillantes y en las diminuta» encarnadas oreja» dos zafiro» rt-lestes que forit.au coutra»to con lo.» ojos nebros Iluminando agraciadísimo rostro. Modosita en su andar, timbra.la en su voz y altiva en su ademán,

l'ero ahí están Htt und ¡>hee. la aristocrática vienesa. y su Inteligente compañero. jt¿ué: seno y qué garganta y qué ro*tro tan sugestivo! ;<^ue aire de reina *l tniieve la magnifica cauda de su traje il. 'corte eu el Wb-iior Wal-zi-r! ;Oué hlamliira y qué contorno.» suave* aprisionados eu traje chinesco para el «niara... vi... lio... so es laut ta'n • ;V qué voz tan grata! ¡qué decir tan simpático!

¿Y I» Btanchrtti' conformación admirable para adap-tar trajes, posiciones, actitudes, movimiento». Ya es la polaca varonil, ya la andaluza que baila Juta- y bolero» con Muchísima resal, ya la bajadora que, echada atrás la nuca, .telante et vientre, imprime á las ruderas ondu-laciones malinas; ya, en fin. la francesa que levanta 1 a.» faídas y enseña profusión de maravillosos encajes du Aleiii;on, echando al aire la encarnad* malla di1 sus pier-nas, remedando el can can entusiasta.

Algo de otras partes secundarlas; mucho .1' la» callen Ciosas multiformes, irisadas metamorfosis de ta serpenti-na. que al imitar la mariposa con las alas tendidas, pa-rece derramar al son de la orquesta, donde el violonci llo gime amores, el tenue polvillo que cae en suaves ondula-clones sin llegar al suelo, arrebatudo por el viento quo producen lo» aplausos.

Tal me parece á mi el Casino, salvo mejor opinión do moralistas y sacerdote.» del arte transcendental 110 alcan-zado por el vulgo.

BROCHA GNURIA.

LIBROS Y PERIODICOS

TKABT'T'CÍOXKtf DE LKCONTK DK LlMf.K. fiar Leopold* Di0i . — Lti desaparición reciente del gran poeta parna-siano, aftutL' un nuevo mérito, ol du la oportunidad, & la traducción de alminar DE MIS j>OI'-ÍA«. lincha EN ar-m</nlo.«o;* y correcto.-» vorio* cuntí-llanos j»or Leopoldo Díaz.

Rfonldo* \h\ volihiun. aparecorAn vn Im-vo, de Los poemas bárbaros: El enervo, El surtí-* ///7 candor, bit desierto. La espada de Anfrittfir, Ln* Elfos, f.a triste-*<i de¡ tiiiibij y La Ritttnva. Un b«-ll«> retrato <l«' L^con-t<* du Ll-l«' y un factiiuíi df l •autógrafo dirU'iú a) poeta traductor, contribuirán & realzar la importancia u»* enta ol>ra.

Leopoldo Día/ ha comprendido al in.f ' í tro y ha en* trado vn 8U u^pirltu. — i?. J. F.

F R A N C I A

LA Vf>H7K H K I I O I G I ' K DI* C I B I , . pnr JuJcS BoiS— DI buj<v« de A. de la Ilochernucauld. v pr«Tudio d«* Kric Sa t i e : ~ d r a m a esotérico. Kl cólebiv <icnlti»írt.;el anticuo « cretario C'atull*- Mf*ixli'.«. hrili»»t" i'on-ferencWta de I» Mila de lo* Capuchino*, no* h«co n vivir lo* anticuo» drama* >:icrutl<»>. rti -u tradición .•«íiu'm'»Í¡ cu. K»ta ohra de evocación. e*t¿ ]|«»na d«- vida, y escrita «•ii no « "tilo rico y pivotttfioM).

KLKFU D'MIIMK. novela de Jean Aicard — Aftriua lluevo la* tendencia* |i(ir;tiM' iit<- id<-alNfi-is d»d d«» Pere Lrfyotttitird K* un pa*o má* ú Li 'Academia, y un» lui' Ví» »¡>rno d»' r«'acci«'m contra «-1 auoni/anle ivali*n»o. .lean Aicard «{une decididuno nte lu de rln»r

y Kt*u i 11 * -1, L'I I.I.OH; A 1 r«»X. trar una eurlo-a >/ ,uvelle de O.-or^.»

ÍJÍMU HUIÍU II: l.'ht ure L 'KMMKIT t »NA:RIK.V KT I.K Í ' A T I H O T I S M K . por el con,fe

Le<\t¡ Trlst-i'f • Li'»ro atrnvi iife y «nu*«-Tivu • ti i|iie «*1 crítor in»* habla ma Uf ralni' Yite d" la- fui Icii-ími-". y duda- d.- ia* alma-» cristiana- ante t-l j.n.hl' uta tai» coitt' plicado d> l patríoti-mo.

LK< in: rus RAS rAS. fot- Duhut de l<> •<-,-<'- llo-r1 Cíon«— d'- Alín rt ftac» r« N'ovt-la am-i-ada cu tuiu'a-.VIÍA. i!-' D.nnlrf. La vitla d-- do* l iijin-hiia-nmn-«|ui ta* exótica» uu«' í(iii<-r»ii »»r pari»¡«-n»r% d ttutitiire.

•loi: 1 K M«Tit! i:, dt- Vht.'rít n de <n/rsv»tv «'ni ¡O».. librfj d«' p»Í<*'« r i - a . L»M" d-- »--íili-la. Kn»ay«» d • IIOV. la <1 /.LÍ/JRV. L:i !IO\. N;T C.'IIH.IR I I -N I • E ciouul t|Ue no jU' iM c«»u » | anmr. I« b > ti' nt.,t lu- tifr iui|tu«--t«. al :cuf«»r un tu « i| • {., i ¡•'«;i v .; tV.ui i'"' d-- umita por ullraj.- a la- bui-u.t- cn-túini-C' L >» br« % ¡ari• • - «l* :nn««r i'u c;ir<>-.

AI.I.MMNK > Cvi.wMii'K» v uir»' «I-., dimita» p;»ja ju.irb»n»-ti- - i• -• puMicadí» r» «•;• n». tn u' • M.I iiuck han «ido muy bi.-n acogido» p..r la critica

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ÍS. 5

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xxix XXII

REVISTA DE AMÉRICA

I,éa-o , ntro ..tros, '1 ,'i'ticulo do I.•->'• i111-.• <-1» la R.-vue hehdomadairt del h'Ut ral des l'chnts. l 'ua" IVu»>* «lo 1 -••íit i i 1 u . - (•'•iitra'fortuna. - sóbrela obra (1-1 .shakc». pea: •• li l.-a:. c'i st t'imageri • du rife. Kn la mi-nía re-vista: carta- inéditas il" M' rimé,-. á la princesa .tulla.

I.n i.t i. de Henri Lt'cdan -«>1 >t i-n-- un gran éxito. K1 octavo millar — lia agntailu ya il. -il.- -ti r -cini to publi-cación. Vi.lv mo- á encontrar en 1:1 ulna t.nla la poten-cia ile ol,-. n ación i|U- lia colocado al antur n i lili alto !>ii"-tn .-u I.. liti .-«tura coub inppráiie.-i.

—(ii.iirg.- il K-pai le ".— ol autor Je La legetide de FAi-Ule. revi lailo ¡i América por Rubén Parió.—eou-agra on

Journal un largo articulo á l 'x TKXUKK. (le I.ui.» do HOIM-H; novela tres par ftumi u'amaur Kn el ini-lno diario.—uiiinern *. de -luí¡o.—La premien- eni'tioii no-vela de iietave Jlirbcau: sencillez de estilo. observación y verdad.

l 'aul Kouelier.—que lia escrito eu un tiempo para los argent ino- n i La .\aeiun.—acaba ile publicar una nove-la Jtrrhmu nva>e. Ironía y delicadeza al par que fucr-Zn. I.lliro que se iIIIpollo.

Kn la K rué fílanelie. los pensamientos sueltos do Taul Ma-sun. d-l. itau á lo» letrado.-. Este Ironlsta. do un inoil.-riil*mo un poco . utrai;:í.. . tiene >u lugar serta-lado ii la par d-* líivnrol. Noriac. Karr. etc.

La Xuivelie Revue hilernatiouale publica un artículo curiosísimo ¡le interview a jet continu. sobro <1 movi-miento literario be|j-a.

— Maurice de Fleury publica en un siipleinento litera-rio .del f i g u r o titi artículo sobre higiene psicológica: Cure d'dnies. Trátase de la patología literaria y do In gimnástica cerebral.

— F.mlle Zola publica on Les Alíñale* polilititics et litti-i aires. un artículo sobre l'aul Itoiirgot. Cuando ol autor (le Crnelle entume hizo su on' ada triunfal eu la l i teratura por sus artículos de alta critica, pencamos to-dos.—dice /ola.—que Ilourg.'t tomaría uno de los prime-ros puestos como critico, pero nadie adivinó que llega-ría a ser uno de los primeros maestros de la novela contení porásica.

E b o C A R t i R E V E R .

E S P A Ñ A Con motivo d» los trabajos del escritor napolitano

Benedetto Croco, sobre el punto histórico (lo las relacio-nes literarias entre España é Italia, ha publicado don Marcelino Mcnéndez y l'elayo una serlo (le magistrales artículos on La '- spaña Moderna.

Redórense on primer término á la memoria leída por Croco en 1.1 Acuite , ia Pontaniana: • l.a Corte espadóla de Alfonso V do Aragón en Xápoles. • Xo so trata, dleo el Sr. Itenóndez y Pelayo, del mero hecho de la con-quista. sino de relaciones más intimas que después de ella uacloron: de uu contacto, no hostil, sino famil iar entre ambos pueblos: do un comercio de ideas, de cos-tumbres y también de productos literarios.

Muy en breve, añad", hemos de consagrar especial es-tudio á la corte poética d" D. Alfonso V.

Ocúpase también el Insigne humanista, (le los tros úl-timos trabajos del escritor Italiano: Di un poema spagHn.ito síncrono, intornn alte imprese deI Gran Ca-pitana ih-I recito di Napoli. que no os otra cosa que la Historia partenopea del clérigo sevillano Alonso Her-nández. — L i corte delte Tristi Re^iui d Kapoti, y un art iculo sobro el tratado De educatione do Antonio Ca-lateo.

—D. Vicente Barrantes, do la Real Academia Española, hace en La Espaila Moderna un estudio del satírico Vl-llerga*. No os. por cierto, la delicadeza la primera de las cualidades del Sr. narrantes. Léase lo siguiente vn que •e reitere á una de las más altas personalidades argen-tinas ;

• Entre las obras restantes do nuestro satírico, nos que-dan por examinar dos que estimamos (1« las mayores y «1.» las monos conocidas ou Espafla. Sarmenticidio y el Juicio critico de los perlas contemporáneos, publicadas ambas olí l'ari» en IMS y M. Contra nuestra» previsiones, en la v i a d a que en honor de Vlllerga» y Rodríguez Co-rroa celebró el Ateneo el domingo 10 do este mes de Ju-lilo. se (lió li ctura á la Introducción ó dedicatoria do la primera, dirigida k D. V. .Sarmiento, escritor chileno, que haciendo escarnio do su apellido,

de lo mis español que hay en España j alarde. Juntamente, de la

eo»a inás bizarra, un Sarmiento subiéndose á la parra.

habla llenado i nuestro país do denuesto», según ya se ha dlclio. soeces, chabacano» y aullllterarlos.

"*Ljí"fá'hrÍca (íe p«|» 1 que dice necesitaría para apuntar todo lo que ocurre, i-s verdaderamente inll*i.-ro-o que no la gastara un hombro de «u Ingenio cumulo lo daban en «Jos rfl«parate» como la Intempestiva leyenda do Rubti •

to et Diablo; donde el Sr. Saruiii uto. ajeno rompí, ta-nioiite de la Historia do Francia, irae .•¡colación .1 i¡,.,„. |»i de l'ipliiu. sin distinguir entre 1'ipiiio .1 Cortl• y i 'ipino oi Hrt ve. que aunque no sen co-"' ib- ib-calaba zar-o pin- uu • |n pino .. poriiiito al satírico hacer con , | autor, que ora de ruin estatura. y con l'lpluo el flreit e»t.. sala,I.. n truque: • Jiíclm p.-rsou.ijo y el Sr. Sa, un,.,,' to. tendí tan poco que , char«o n i cara, piuli. lulo Il:iu-.nr»(> á ésto ol ripiiio de los Sarmiento», y a fu t ro el Sarmiento do lo» r ip inos . . ¡rué.- cuanto no ecl iar iado ni. nos |„ consabida resina do papel, al toparse con la siguieut(. síntesis (j,. |a cultura española eu general y de la del autor on particular! - ¿So lian dado coces l o s , -pañol,.», Martínez de ta Ko.»a. ei primero, contra la rehabilitación del arte romántico, olio- á quloiic» esta resurrección do Lope do Vega y Calderón, les venía á *ar papel eu ta his' -1 de la inteligencia humana, en que ni untes ni dt\_ s lontiti nn pai te.'' Eu verdad, on verdad, contra manera tan desatinada do discurr ir que (l. Ja muy atrás á todo» lus que en et mundo lian t i rado cocos literarias con tra los españoles, (lesde el enciclopedista Masson. que agotaron el abato Denliua y D. J. l 'ablo Foni. r. hasta el Ma»»ou redivivo de Mcnéndoz V l'elayo. no se compren-de qu.- tin Vlllergas tomiirii la pluma' sino para escribir iná» que el Tostado, y agotando aquella sangrienta vena (loque hiibía lieclio gala contra hombre» de iiiueho iná» v.il.-r que ol escritor do Chile, incluso el marai.'¡iiii Cor-dero. que siquiera tenia ol mérito de no embadurnar pa • peí en verso ni en prosa.

n!ga»e. puo». este párrafo iiei autor de los Viajes, autiquo ul por las ideas ni jior el estilo moroco, eu ver-dad. 11 trabajo que su copia nos cuesta, que obra tal como la suya, no la crítica del litiiuaiiista. ni la morda-cidad del satírico, sino la burla del sainetero pide, que fué lo que Vlllerga» no tuvo en cuenta, pues debió apli-carlo el tabernario procedimiento de las parodia.» que él había lindamente ensayado on la de los Amantes de Teruel.

• La literatura francesa.—dice el pseudo escritor chile-no.—so lia enriquecido y completado con aquella.» auda-ces excursiones hechas á la hilad Media estudiando sns costumbres, sus inonumeutos. su» creencias y sus Ideas. Noción moderna alguna Imbia penetrado más honda-mente ou ol espíritu de la Grecia y (lo Roma. A Esquiles Isic) Sófocles y Eurípides so siguen tsic) Inmediatamen-te Coriiollle, Kacluo. Voltalro: á Ksopo y Kcdro. Lafon-taino: á Tarouclo. ( ie) Moliere: á Horacio y Qulntllloiio. Holli uu y I.nhpare íüi: á la repóhllca rumana, la repú-blica francesa do I71'.t, que plagiaba hasta los nombres llamándose Aristóteles, lirntii*. tsic) firacos, los Saint-Ju»t. lo» Collos, (tici d'ilerboi» y tos Dantoiio». Los Mo l atines n.t finaran en ui/uet plagiado sino tomo el tra-pero en la fabricación del papel.»

INGLATERRA En The Conftmpotary Review número de Julio, no

articnlo lleno de curiosos datos y observaciones sobre la beatificación en el Oriente, por L. M Uruuton.

Eu Th« Aineltenlh Century, V a l t e r I'attor continúa sus estudios elegantés y eruditos sobro las grandes Igle-sias d<- Francia. Notable ojeada—aunque lucha con un gesto de Intransigencia—sobro los «los Salones do I'aris, por Charles Whlbloy. En el número do Jul io dobló pu-blicar esta Revista una traducción del gran poeta Sn-In-burno. del fragmento de los himnos á Apolo Deifico, quo se acaban de encontrar grabados on mármol er. Dolfos.

The Jfew Revien—T. II. E»cott consagra un artículo Interesante al novelista inglés, recién fallecido, Edinuiid' Yates.

Art MI Theory - F.struUo «ie estética comparativa, por George Lanslng Rayniond.

Andrew Lame, ha dado i luz Ban and Arriare Ban: a Rally of Fugitivo Rliymes. Recomendado á los «mo-dernos».

ALEMANIA DFXTSCHE Rfxnsc i tAf—Eu la entrega do Jul io En-

rique Heine en París, por Julos Logros. Continúa esta obra sobre la vida parisiense del «ruiseñor alemán que fué á hacer su nido en la peluca do Voltalre» . Importan-tes noticia» y documentos inéditos,

ITALIA En un número próximo no» ocuparemos dclenlitanicii

te do las últimas novedades en la» letra» Italiana». Hoy nos limitamos i recomendar á lo» delicado» la oillclóu definitiva del Intermesso do Gabriel D'Aiiuiiiulo. que acaba de publicar la ea«a do llldorl. ra Nápole». K-te precioso libro del insigne autor del Trion/n tlella Mor-te. está adornado con una sugestiva y admirable co tnJK) slelón do Mlcbettl. Mislcriiim, futozinc. do Danosl, de Korna. _ _

B. D.

Page 59: La Revista de Amèrica

x x II I

S U M A R I O

NUESTRO» PROPÓSITOS. LA POESÍA LEGENDARIA—Karl el Grande—Ricardo J a i m e s F r e y r e . DESDÉN—Víctor A r r e g u h e . Los POETAS JÓVENES DE KÍANCIA—Enrique Gómez Carr i l lo . CAMAFEO—Leopoldo Díaz. ' " U» ESTETA ITALIANO—Gaoriel D'Annuniio- R. D. La CORSAOU DEL SILENCIO—Salvador R u e d a . ' E L AKARIJUISTA—Julián Martel. LA CL'ISTIÓX SOCIAL co.tTHMPoaA.vEA—B. Mitre y V e J i a - E . Lobos —Al

fredo Ebelot—Fernando López Benedito— E t t o r t Mosca—Daniel Co-thereaa—Teodoro Alemann.

Los TEATROS—SI Casino— Brocha G o r d a . • LIBROS Y PERIÓDICOS—R. J. F .—Edouard Reyer—Tirso—R. D. LA PSZ.ISA y LA «REVISTA DE AMÉRICA.» V"- " % *

Page 60: La Revista de Amèrica

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L A P R E N S A Y " L A R E V I S T A DE A M E R I C A "

••R»\l«l» 4f A m í r l e a " - U n a nueva publicación lite* r a n a , de granje» perspectivas, aparecerá el Ib del co-rriente. bajo la dirección de do-, disiinicuido» escritores, resiJerite» entic .nosotros: R.:t>en Darlo y RicarJo Jai mes Freyre. . . . .

Aunjue 14 existencia de tantan revista» literarias parecería uní rarón para J tsesperar Jel éxito J e t a nueva empresa. Jebemos hacer presente lo que sobre »»to nos contestaren sus fundadores > nuestro pedido.

La REVISTA I>I AMÉRICA. tal será el mulo, se pro °nne no solamente reflejar el movimiento literario y artístico de la República Argentina, sino, muy especialmente, mantener la m.ls activa corresoouJencia con ios princi-pales literatos y artistas de la America del Su,1. en cuyos emporios intelectuales, desde Méjico hasta Chile, tienen los Sres. Darlo y Jaimes Freyre valiosas y abundantes relaciones.

Parece que será la primera revista literaria que rea-lice esto entre nosotros, aunque muchas otras SÍ propu-sieran antes lo mismo.

Lo*directores de la REVISTA DI AHI.RICA se han diri-f i j o a muchos Je nuestros hombres J letras, p i j i en jo les su opinión e-crita sobre l,t cuestión social coniem poránea, y el primer número tenJr» el atractivo de las respuestas, que han Je revestir inJudabiomcnic origi-nalidades interesantes.

Los puntos de suscripción son las librerías de Moen, de Espiasse y Joly.—(La Prensa.)

"Kev l s t a de Amrrlra"—Rubén Dir lo, i quien basta nombrarle, v el Sr Ricardo J.nmes Fre>re. joven que se inicia con brillo en la carrera Je las l e t r a s , hablen Jo publicado este Jiario excelentes trabajos suyos, han re suelto fundar una publicación quincenal du artes y le tras que se titulara REVISTA DL AMÉKICA.

DadaslasdotesJesnsdireclor .es , pueJe desde luego afirmarse que la nueva revista será unx Je las publica-ciones más interesantes de nues.ro ya considerable pe ríodismo.

La REVISTA na AMERICA «parecer.» el 10 del corriente-reeibiénJose la» suscripciones en las librería» de E» piasse, Moer, y Jolly.—.La .V.f'idM.;

M I I S V 1 B U América"— Atibumo .iv.uo ieri la »'i sita assai graJtta .leí puhbltcisti urgcntini. signori Uu ben Dario e Kiccardo .l.nmc» Kreyre, moito conosciuti —II primo pariuolarmeme—reí munJo leuei ario.

Questl signori el annundarono che il 10 córreme ¡mo* minceranno la pnbblicationé della REVI-TA I>« AMÉRICA che usar A quinjicinalroenie e tratter.» di a r te e Ji let-teratura

Sel suo primo numero avr.1 un articolo c.-ituo sulle opere del nostro poeta i romaniiere Cahriele D'Annun-no é p-iriieolariuenie sul di luí ultimo romanzo: I! trio». '» della mor le. .

KeJatia da due poderos! Ingegni. qnali i s ignen Ru-bén Darío e Riccardo Jaimes Trev re. la REVISTA I>K AMÍRICA ifiverri la breve la letlur* favorita Ji quanti nell'Agentina amano le lettere. J i quanie persone col te vogliono riposare la loro meme sianc.i dal lavorio lati* coso della política o deU'economia dome tica con una lettura sana, istruttiva e divertente.

Air iuechiar i c sumati pubblicisti rir.i'.oviamo qui i nostii auguri.

G l i a b h o n a m e n t i a l l a REVISTA DI: AMÉRICA si r i c e v o n o alie librerie Espiasse. Moen e J o l y . — O p e r a i o Ita-liano ) Nravrtlr Rrtis-Volli un ¿venemenl tit téraire. ou nou» ne nous y connaison» pas, un Cvénemcnt qiii fe ra du bruit dan» le Landerneau des l - t t res al gemines. M. Rubén Darío, le jeune et déju eí l . hre auteur á'Alut, le critique qui a publié dan I. i Maei¡in de» étuJe» J 'une si dlltcate moderntté, et M. Ricardo launes Freyre , qui est d<|á, peut on diré, littérnteur comine pi ré el mere, et .1 a jout í une noioriéié nouvelle au Jouble nom. doublenient connu des lettrés. qu'il pw.'te. se sonl unis pour fonder une Revue, la REVISTA I>K AMÉ-KICA, consa crie aux questions de liltér.4tui e et d 'ar t

lis ont la foi. ees jeunes gen*, et c'est fort heureux qu'il s'en trouve encore comme ca dan» une lin de Hiede comme le nótre, et dans un entrepr.t de commerce et un antre de spéculatíon comme l í jenos Aires Ce n'esi pas nous qui les Jécouragerons, et nous esperón» bien, au contraire, applaudir il leur suceés.

L a REVISTA OE AMIKICA q u i , d ' a p r , ' s s o n t i t r e e t l a naiionalif¿ Je »c» fondaieur . emhra\*cr:t sans Joule le mouvetn^nt intclteriurl .le tout le continent SuJ-Atné-rua in . p.ir.iltra le 10 AoO;.'une date rcvolutionj<re, par parenth;*e.

On s'abonne aux librairíes d 'Espias-e. de Moen el Je Joly — l/.e Omrrier déla Ptáta.)

REVISTA DE AMÉRICA QVINCF.SAL, PIC LKTKAS V AKTtS

Oficina provisional: TUCUMAX, 877— Administrador gerente; JOSÉ CALDO

Sl'SCtíflXIOX Un mes $ / » trimestre » li » semestre • 5 » año » 10

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Page 61: La Revista de Amèrica

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Page 62: La Revista de Amèrica

XXV/1

Revista de América

HAN COLABORADO EH ES TE HÚMERO

LA» I IÜMIK

Aguilar •Brocha Corda• Darío Della Costa Días Fació Gómez Carrillo Jaimes Freyre miles Pardo Ro/icoroni DIRECTORES:

RUBÉN DARIO

RICARDO JAIMES FREYRE

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Revista de América QVIXCENAL, DE LETRAS Y ARTES

I BUENOS AIRES, 5 DE SEPTIEMBRE DE 1894

CANTO DE L A SANGRE

f A N G R E de Abel. Clarín de las batallas. Luchas fraternales; estruendos, horrores ; blotan las banderas, hieren las metrallas,

Y visten la púrpura los emperadores.

Sangre del Cristo. El órgano sonoro. La vina celeste da el celeste vino; Y en el labio sacro del cáliz de oro Las almas se abrevan del vino divino.

Sangre de los martirios. El salterio. Hogueras; leones; palmas vencedoras; Los heraldos rojos con que del misterio Vienen precedidas las grandes auroras.

Sangre que vierte el casador. El cuerno. Furias escarlatas y rojos Destinos Forjan en las fraguas del obscuro Infierno -Las fatales armas de los asesinos.

Oh sangre de las vírgenes! La lira. Encanto de abejas y de mariposas. La estrella de Venus desde el cielo mira El purpúreo triunfo délas reinas rosas.

Sangre que la Ley vierte. Tambor á la sordina. Brotan las adelfas que riega la Muerte Y el rojo cometa que anuncia la ruina.

Sangre de los suicidas. Organillo. Fanfarrias macabras, responsos corales, Con que de Saturno celébrase ti brillo En los manicomios y en los hospitales.

R U B É N D A R Í O .

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XXX

22 REVISTA DE AMÉRICA

LOS POETAS JOVENES' DE FRANCIA

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A ta R E V I S T A D I A M É R I C A .

B . G . C .

ADOLPHE RETTÉ

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Enemigo apasionado del arte meridional, Adolphe Retté se aleja voluntariamente de las islas luminosas del Mar Divino, y va £ buscar, entre la niebla del extremo Norte, el agua poética de las Castalias bárbaras. Para él los Niebelungos v j len más que la Iliada, la Canción de Igor más que la Canción de Roldndo y las crónicas bilinas más que las fábulas milesianas. Su paraíso soñado no es el Olimpo majestuoso de los griegos en cuyo santuario florecen los laureles inmortales, sino el Walhala escandinavo en donde los seres de elección se desgarran entre si los miembros robustos para saborear la suprema voluptuo-sidad del dolor y de la lucha. Las pasiones hemorrágicas de Wainamoinen le parecen be-llas y trágicas, y nada le seduce tanto como los ensueños vagos, incomprensibles é ignotos de las almas germánicas que viven como sombras entre las páginas de los poemas wagnerianos.

- Su primer libro de versos, Cloches en la Nttit, es un concierto de armonías agonizan-tes que exaltan la maravilla de lo obscuro y de lo pálido en epitalamios líricos y monóto-nos cuya belleza no está al alcance de los pobres de espíritu. He aquí Iás estrofas más claras de ese l ibro:

« Lago de las Tres Purezas en el cual res-bala con lentitud — entre el temblor blanco de umbelas delicadas — y la sombra glauca y el oro de las ondas aduladoras — y la serenidad glacial de Hécate — la barca sencilla y can-dorosa. — Barca que surca muy lentamente el agua musical, — barca que mece el olvido de las ebriedades brutales. — (Gran ensueño, bello piloto, orienta tus velas — hacia un cielo en donde florece una infancia de estrellas.) — Lago de silencio y de sueño, lago radiante — ¡oh mansedumbre de tus votos!»

En TJiuli des B r umes} segunda obra de-Retté, el pensamiento esencial de las estrofas poéticas no resulta más claro que en Cloches en la Nuit; pero la sugestión exterior se robustece, y el lector llega ¿ sentirse preocu-pado por las sombras misteriosas que pasan por delante de sus ojos, aun sin comprender el significado exacto del gesto que las anima. El poeta usa indistintamente del verso y de la prosa para vestir sus evocaciones líricas, A su novia fantasmagórica, le dice, en ale-jandrinos, la leyenda del amor extático y perverso. A los pobres de la historia los re-trata en líneas rítmicas y les pone trajes de oro y de seda para que puedan entrar en la Torre Ebúrnea del arte sin perder el alma humilde y sin manchar los tapices ideales. A los hijos del opio y del humo que flotan en la atmósfera pesada de sus noches fecundas, los acaricia, los llama, los adora, les pide besos carnales, les habla de místicos consor-cios y les aconseja que pequen mortalmente para dejar de ser los tristes pensativos de la Nada.

La ¡dea del Pecado atraviesa las creaciones de Retté como una divinidad ideal y benéfica. A veces toma la forma de un cisne corruptor cuyas alas ofrecen tibiezas de sábanas á las vírgenes pensativas; & veces se disfraza de monstruo ligero y nervioso; siempre lleva, en las pupilas, una promesa voluptuosa y eterna. Leyendo Titulé des Bruñes se siente la nostalgia de los goces ignorados.

* * *

Y, sin embargo, ese libro es puro en apa-rieiyña. Ni tiene descripciones de escenas lascivas, ni habla de lechos humanos. Más aun: ni siquiera deja ver los anhelos lúbricos de los cantores primitivos. Mejor que un himno de erotismo, es una elegía de impo-tencia. El poeta huye de las mujeres verda-deras, de las mujeres que llevan el goce en sus bocas camales, y se acerca á las pecado-ras incorpóreas. Sus labios piden caricias á las Sombras porque saben que no han de con-seguirlas. y desdeñan los cuerpos tangibles porque temen la lucha brutal.

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XXXI I

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«Ven acá amada—dice—trae tus dientes luminosos como puñales y tus ojos que son una gran noche astral. Mira el poniente ¿Acaso esas magnificas telas que se manchan en el cielo, esa desolación convulsiva de los árboles víctimas >ie las caricias malignas del Viento, esas flores brotadas como gritos, esa Naturaleza, en fin, que es tortura dolorosa y fealdad permanente, no te dicen nada? ¿Acaso no tienes algo de piedad? No. Qué-date inmóvil y sonriente, entre nimbos de oro, de bruma, de sangre y de hielo.»

Y lo mismo que éste, casi todos los cantos de Retté se dirigen á creaturas fantás-ticas y son, en el fondo, impotentes, por el ansia de besos fantásticos que contienen. La voluptuosidad que de ellos nace es negativa, pues en vez de llevar hacia el deseo directo, conduce & lá tristeza de la falta de vigor. Como excitantes para los hombres fuertes, valen poco; como tentaciones nostálgicas para los desesperados de la carne vulgar, son excelentes.

IV

SAINT-POL-ROUX

M. Saint-Pol-Roux es el invfentor de lo que hoy se llama en París «Arte Magnifico». Según sus teorías, la Belleza es una forma de Dios hecha verbo de frases, y la Verdad una hermosura sometida por ciertos medios artís-ticos ¿1 espíritu del hombre. El tiene ideas particulares sobre todos los problemas filosó-ficos ó literarios; y como su ideal no consiste únicaiúerite en ser poeta, sino también en ser apóstol, nunca pierde las oportunidades que se le presentan para exponer ante el público las bases de su evangelio, para convertir álos infieles y para fortificar á los creyentes. Yo he compendiado, con algún trabajo, las cláusulas esenciales de ese evangelio, en algunas páginas de mi cuaderno de apuntes, y gracias á tales notas podré hoy explicar de una manera rápida lo que es y lo que no es el «Arte Magnífico» en sus diversas manifes-taciones literarias.

« » *

Ante todo, no es una escuela. M. Saint-Pol-Roux no quiere que lo sea, sin duda por-que las escuelas han pasado ya de moda. Es algo más: es la manifestación de un ciclo de arte en el cual florecerá prodigiosamente el ¿rbol ideal-realista, en el cual los poetas no cantarán por el placer de cantar; en el cual todos los attistas podrán aprovecharse de los efluvios sugestivos del universo; en el cual, por fin, todo será grande y bello.

Si queréis saber cuándo vendrá ese ciclo, oíd k M. Saint-Pol: «En verdad—dice—cier-tas apoteosis no se verifican sino en una época determinada, antes de cuyo triunfo sólo se ve el sordo período de la incubación y del destierro. Así sucede con la poesía, que es, por esencia, potencial. Su atmósfera no estaba aun preparada, sea porque los poetas carecie-sen de valor, sea porque los abortadores tra-dicionalistas hiciesen infecundo ese valor. Desde la Génesis se lamentan los astros cuya luz no ha llegado á nosotros, aunque esa misma luz se precipite hacia nuestros ojos con una rapidez vertiginosa—pero la navidad de los astros resplandecerá.—La Todo-poesía tiene algo de los peregrinos luminosos. Habiendo preparado sus lenguas en nuestras almas valientes, la Revolución puede aparecer ya, virgen ardorosa de les siglos idos, habita-dora perfecta de la Libertad, es decir, de la Verdad.»

El poeta magnífico, en general, no admite como maestro director á ningún poeta conoci-do, ni á Homero, ni & Verlaine, ni & Víctor Hugo, ni á Shakespeare, ni siquiera & Orfeo. A lo más reconoce precursores: < Afirmémoslo con orgullo—dice—el árbol genealógico de los poetas es más rico que el de los reyes, porque su principio está en el seno luminoso de la primitividad—blanca como una abuela, fresca como una virgen—y nuestros bienes hereditarios tienen cómo sostenerse por ema-nar del que nuestra vista distingue tan ino-centemente, del que posee la barba de nieve, de Dios, el abuelo primero.»

M. Saint-Pol-Roux cree que el poeta ver-dadero sólo tiene un punto de comparación, que es eí arpa primordial cuyos sonidos re-

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2 4

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REVISTA DE AMERICA

percuten en mil arpas de segundo orden que son los corazones del vulgo.

Esa arpa tiene cinco cuerdas, á saber: vista, oído, oífato, paladar, tacto, conocí-, miento.—Cuando las cinco cuerdas vibran armónicamente, emerge la bella orquestación «sapidoodorantevisí ble tangí ble», ó sea el canto puro y grandioso.

Pero eso no es todo. El poeta tiene dentro de si algo más que cinco climas sensacionales. El poeta tiene lo visible y lo invisible, l\l poeta es un mundo refinado y sutil. El poeta deja de ser microcosmos panteista para con-vertirse en una imagen purificada y magnífica del Universo. Su ley es la intuición sabia. Li filosofía y el arte le pertenecen en princi-pio. El se sirve de ellos para fecundizar el campo de sus creaciones soñadas. Lo que le preocupa, sobre todo, es la manera de hacer entrar en oídos profanos la ciencia complica-da de su lirismo. La «obtusidad» del público lector lo desespera. Mas ¿1 se consuela á si mismo, diciendo: <Yo soy un dios, no hay duda de que soy un dios, porque soy un poeta Yo concibo un mundo que es el elixir del mundo inicial y que se confunde con las boras corporales Mi.mundo es copropiedad indivisible de todos, en la república de la Vida. Además de ese mundo tengo otro que ta mejor, porque nace de mi espíritu, y es el deseo de «obrar mejor» servido por la moral de mi estítica. Mi florecimiento se mide con mí genio para comprender ó enmendar el flo-recimiento de Dios.» Esta última frase me había hecho pensar en una nueva versión, complicada y soberbia, de la teoría de Oscar Wilde: «El artista no imita á la Naturaleza, sino que corrige sus obras»; pero los amigos del poeta magnifico me han dicho que lo prime-ro no tiene nada que ver con lo segundo. También me han asegurado que Saint-Pol-Roux no desprecia la realidad, sino que, al contrario, trata de estar por encima de ella sin perderla nunca de vista.

Y. efectivamente, en sus obras poéticas se nota cierto amor de la naturaleza, muy sincero y muy ardiente, aunque algo artificial y baj-tantc parabólico. Los valles de Provcnza le

gustan porque son «cestos de niñas boni-tas que viven entre las lágrimas vertidas por los amantes poetas llamados Mar, bajo la jovial Margarita del sol». Los árboles nunca Je aparecen en su forma sencilla. Para él un sauce es lluvia de tirabuzones dolorosos; un encino, carne que apaga la sed sanguinaria de las hachas; un laurel, colina de guirnaldas en germen. Sin embargo, uno llega i simpatizar con esos fragmentos de naturaleza enrevesada, porque en el fondo de ellos hay cierta sensi-bilidad bucólica que conmueve y que impre-siona.

En resumen: M. Saint-Pol-Roux es un poeta de provincia, ebrio de frases sonoras y de doctrinas raras. Lo mismo que algunos de sus compañeros del MERCURIO, lia leído las Divagaciones de Stepliane Mallarmé y trata hoy de arreglarlas á su modo para sacar de ellas una quinta esencia refinadísima.

HENRI DE REGNIER

Henri de Regnier puede ser considerado como el eslabón que une á los poetas anti-guos con los poetas nuevos Sus obras son un reflejo de los espectáculos parnasianos y un eco de las orquestaciones simbolistas. Entre él y René Ghil, hay la misma distancia que entre él y Leconte de Lisie. Los ritos pompo-sos se mezclan en sus poemas con las litur-gias obscuras, y producen efectos originales. Nada tan elegante como las siguientes estro-fas que parecen sentidas por Stéphane Ma-llarmé y escritas por José María de Heredia:

«La tierra dolorosa ha bebido la sangre de los ensueños—el vuelo desvanecido de las alas ha pasado—y el flujo del mar ha borrado esta noche el misterio de los pasos en la arena de las playas;—en el Delta, llenando de matanzas su onda,—piedra por piedra han caído el templo y la ciudad, — y bajo la corriente brilla un relámpago irritado—de oro bárbaro, luciendo en la frente de un simula-cro;—junto á la selva nefasta vibra un grito de muerte;—en la sombra donde su paso ha gemido, suena aún—la desaparición de una

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horda terrible,—y la máscara de la Esf.nre muda, en la cual nadie explica—el enigma que crispa la linea de la boca—ríe entre la púr-pura color de sangre del poniente trágico.»

Esta unión poética de frases perfectamente musicales y de imágenes exóticas ó brumosas, ha hecho decir á algunos periodistas que Henri de Reg«icr, no sólo anda muy lejos de buscar el goce íntimo de la producción indi-vidual, sino que trata de hacerse simpático á ios viejos y á los jóvenes por medio de un arte lleno de timidez y de inseguridad. El resultado de su labor, sin embargo, proclama lo contrario. Henri de Regnier no ha consegui-do ni la estimación de los unos ni el amor de los otros. Leconte de Lisie lo acusa de «in-quieto», Adolphe Retté lo llama monótono, y la critica miope de todos los partidos litera-rios dice al hablar de sus poesías: «El arte robusto no tiene aquí su torre ideal; las alas de estas estrofas parecen flecos artificiales; todos estos poemas son la obra de un retórico y no l:t de un poeta.»

* * *

¿Retórico? No. El retórico es aquel que trata de vestir fastuosamente el cuerpo flaco de las ideas vulgares. El conde de Cheste diciendo á sus amigos: »Venid á comer con migo,» en una quintilla alambicada, es un retóricc, y D. Víctor Balaguer asegurando en un soneto retorcido que su patria se llama Barcelona, también es un retórico. Regnier no le es nunca, porque en vez de sutilizar ideas comunes ó de dar majestad á imágenes vulgarísimas, trata de poner en claro las sen-saciones sutiles y de convertir en frases puras los mirajes brumosos. Tanto es así, que á veces llega á hacer compendios de estados de alma puramente metafísicos, en ruatro versos lapi-darios.

He aquí una composición suya, muy sen-cilla en la forma y muy complicada en el fondo:

«Yendo hacia la ciudad en cuyas terrazas se canta,—bajo los árboles floridos como ramos nupciales,—yendo hacia la ciudad en donde el suelo de las plazas—vibra, en la

noche azul y rosa, con silencio de danzas fatigadas,—encontramos á las muchachas de la llanura—que venían & la fuente—que ve-nían anhelantes—mientras nosotros pasába-mos.—La dulzura del cielo claro vivía en sus ojos tristes,—los pájaros de la mañana canta-ban en sus voces dulces—(¡oh tan dulces con sus ojos de buen augurio—y tan tiernas con sus voces de palomas indicadoras!)—Ellas se sentaron para vernos, tristes y castas—y sus manos juntas parecían guardar sus corazones en jaulas..... Nosotros vamos hacia la ciudad en cuyas terrazas se canta,—bajo los árboles floridos para fcuscar novias—¡oh campanas de alegría en el silencio de las plazas!—las cam-panas tiemblan como flores que se mecen.»

• * *

Henri de Regnier ha escrito últimamente algunos prefacios para sus colecciones de versos, que denotan un amor sincero de la poesía ideológica, y que pueden ser conside-rados como una respuesta desdeñosa á la critica que censura en su obra la vaguedad y la timidez. Por ellos se ve, desde luego, que et poeta no vacila de propósito entre un arte anticuado y un arte novísimo, sino que busca el medio más propio para expresar, en forma bella, los misterios de su alma. Que esa forma tenga algo de parnasiana y algo de simbolista, á él no le importa. Su estética es amiga del eclecticismo. El toma en cada jardín las flores que necesita para formar el ramille-te de las estrofas. Lo único que le repugna es la vulgaridad, la tontería y la miseria; pero esas tres cosas están tan lejos de él, que ni siquiera han logrado una sola vez llegar hasta sus obras.

E N R I Q U E G O H E Z C A R R I L L O .

A N G E L C A I D O

/ í l t tezada 1» tez. «lites de nieve, porque el nol ya i mlrar l» no ne atreve; la* alan mustias, r o t u . desplumadas,

lo* 0J0.1 como brabas encendida» revolrli :ndo«e en pérfidas mirada»; del corazón la< Obra" carcomida* por soberbia mon.-truo^a; en Iuuar de CHIM-IIO* escorpiones

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X X X I V

38 REVISTA D

•pozando r l horror do sa fiereza qne J a m i s de maldades *? reposa; el labio profir iendo Imprecación"* con qae un rabia Impi-nUt-nt-' expri-sa; en Bára t ro profundo donde Instantes de «uefko nunca Roza, mucho m i s ba jo que animal Inmundo, •In potencia de amar, pues su egoísmo le abr ió en el corazón ese otro abismo; asi yace e] que fuera el áiiRel bello, el p re fe r ido acaso,

qae de reprobo lleva en su alma el si llo jr alzarse no podrá de eterno ocaso...... Han si . si lo podría eon sólo aborrecer el gran pecado nna l i g r i m a jola bastaría ¿poro dónde ha de hallarla el desdichado?

R A F A E L N Ú S E Z .

BUENOS AIRES PINTORESCO

L A B O C A

O H H K T O R C E L O F T S O Y O T R O DK BROCHA GORDA

HABÍA, al fin, logrado mostrarse el sol rompiendo la monotonía de los días

grises. Huían las nieblas húmedas y en el azul de la bóveda se deshacían en cendales caprichosos, en vellones y copos, las nubes importunas.

Pero aun era forzoso remangar los panta-lones y ocupar á cada paso un asiento en la sillería de los limpia-botas, armada en tarima i guisa de coro de salmistas. £1 lodo desa-fiaba la asiduidad asaz dudosa de las cuadri-llas municipales y aun soplaba el cefirillo que enrojece las narices y acartona las orejas.

¡Afuera, á otro ambiente ajeno al llevar y traer de todos los días; otras caras, otros ti-pos, otros usos, otros olores, otras voces; ¡al puerto, al puerto viejo, á la Boca!

Y el traniway corría, corría, corría por la calle de la Defensa, rozando casi los muros conventuales de San Francisco y Santo Do-mingo, la casa de Moneda con sus jardines tristes; descendía por la del Brasil formando zetas, mirando los montículos boscosos del Parque Lezama, llegaba á la planta baja del paseo Colón, cruzaba los terrenos musgosos de las Catalinas y entraba en una ciudad hí-brida, multiforme, pintoresca, que remata en la línea espesa y larga, extendida 4 izquierda y

E AMÉRICA

derecha en el horizonte formado por los más-tiles, vergas, asta-banderas, palizadas y aglo-meraciones del puerto, cuyo comienzo no se ofrecía á la vista y en donde los buques, ba-landras, paquetes, vapores y embarcaciones to-das, parecían balancearse en tierra firme y al alcance de la mano ó de la planta del hombre.

El pintor de lo fino y el de brocha gorda, dejaron el tramway para abarcar el cuadro. Al frente el destacamento de policía de bombe-ros; dentro del enorme arco de la portada, bombas á vapor, escalas, instrumentos, uten-silios para incendios Detrás, la vía recorrida, casas altas y bajas, balcones corrido* y en tribuna, ventanas de diverso estilo, fachadas de colores vivos, persianas en variedad múlti-ple, rótulos, inscripciones, avisos, banderas, muestras, escudos de sociedades benéficas, artísticas y recreativas.

A derecha é izquierda la avenida irregular, extensa, que recorre de Barracas ¿ la Dársena, formada por la linea de los edificios en don-de sin solución de continuidad en las tien-das bulle el comercio áe toda especie y lina-je, y la linea de los malecones determinada por el bosque de mástiles con banderas del mundo entero y por el casco de los buques que se alza y sale más ó menos en el plano, enseñando color, configuración, aspecto y construcciones, en variedad inmensa.

Aquí y allá, negligentemente de pechos en la barandilla, jóvenes pelinegras, pelirubias, tipo moreno, ojos negros, labios rojos, ceji-juntas, mórbidas, olientes á belleza agreste.

— Excelentes volúmenes de positivismo ¿ la rústica.

— Guardaos de ellos. Son para hojeados por los suyos. Los extraños suelen pagar con sangre su lectura.

— El peligro aumenta el precio de las co-sas. No se pescan truchas á bragas enjutas.

— Para pescar estamos en golfo de sirenas. — Cuanta novela en germen, ¿verdad? — Para vos no; no es vuestra atmósfera:

no sois ni seréis naturalista; vos, poeta de lo regio, trovador caballeresco, cantor de la tética pura, que alienta entro sedas y perfumes del Oriente místico, que busca la paiión en

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X X XV

REl'ÍSTA J

delicados cuerpos, vestidura de cultas almas. No, esto es vulgar, sin grandeza, sin pasiones que no fuesen instintos, sin venganzas que no fuesen crímenes, sin vínculos que no fuesen los sexuales de la generación para el aumento de la especie.

— A propósito, deb'.-rr.os buscar la librería de viejo que tiene novedades y que en estos barrios establece competencia á las del centro de la gran ciudad por lo bajo de los precios. Necesito algunos de los últimos libros de Ga-briel D'Annunzio: los necesito, no como bi-bliómano rico que compra en las estanterías de más lujo, sino como

— ¡\£os, cantor del oro! —Cántase á veres como dice la doctrina

hablando de la fe: creer lo que no vimos. . — No tal, porque arabos podríamos cantar

con profunda verdad: El oi o nn se me pee*

Porque no lo ><! gu : i r j» r , • V como me juiga Inóralo

Como se viene se v».

Pero en marcha; busquemos el Trionfo della Mor te, del buen Gabriel' D'Annunzio, melodioso y blando como balada suspirada por femeninos labios germanos, místico corno los sones arrancados al arpa en los éxtasis de Cecilia la Santa

Sucedíanse unas & otras, las tiendas de gé-neros, colgadas de arriba abajo las muestras; las de prendas de vestir con peleles en la puerta; con calzones, camisas, sombreros, bo-tas y trajes completos pendientes de la techum-bre en balance perpetuo; las de remates de especies varias, con abigarrados grupos de compradores, con el martiliero en alto, jadeante, ronco de gritar: ¡dos cincuenta! ¡dos cincuenta! ¡dos cincuenta! con los depósitos de velas, jar-cias, cadenas, anclas, baldes, bicheros y útiles de mar de toda esptcie; con las de víveres y fiam-bres y frutas y las fondas y figones y risto-rantcs y los tenduchos de libros por arrobas, en que alternan Montepin con Espronceda y Gutiérrez el criollo y Dumas y Paul de Kock y se ve por el suelo, en anfiteatro, á Julián Ji-ménez y Cuello y Moreira, con las Trece no-ches de Juanita, La hija del Ahorcado y El Judio Errante y Flor de un Día y

E AMERICA 27

La Magia Negra y Gustavo el Calavera y el nutre ntagnun de librejos de tapas pi-cantes con mozas de muy rolliza y poco oculta encarnadura.

En los malecones, el hormigueo de peones de embarco y desembarco, de buhoneros am-bulantes, de negociadores en leña, frutos y artículos de contrabando, de patrones de bote que ofrecen embarcaciones al transeúnte, que lo cercan y se lo disputan, desplegando en jerga de idiomas varios, lisonjeras expectativas de paseo ameno. Sobre la cubierta de los buques, la actividad en ios que cargan, el re-poso del sueño en los que esperan. Aquí un marinero echado de bruces sobre un rollo de jarcia; acullá otro que en maroma pendiente de la obra muerta, raspa el casco de impor-tunos mariscos. Hierve acá, en cocina impro-visada, el cocido; se levanta alli, como cortina al viento, la-ropa puesta ¿ secar; ronca más lejos la cadena de los pescantes que elevan y bajan bultos, y en todas partes el vapor en calderas de naves, en locomotoras de trenes, en lanchas de remolque, ruge, brama, resopla y silba.

A lo largo de la vereda de los almacenes y tabernas, en los extremos de las puertas se levantan sobre hornillas de hierro los cilindros de cobre donde se tuestan castañas y las sar-tenes en donde chirrían en hirviente aceite la sardina dorada y el pejerrey sabroso.

—¡Qué incitante espectáculo! ¿verdad? —No hay por qué resistirlo. Cataremos los

pececillos fritos, con pan moreno y sabroso y buenos tragos de Barbera ó Butafoco, legítimos y baratos, y observaremos entretanto, porque estas son fábricas que dan mucho paño en qué cortar.

Pasado el primer término formado por los anaqueles cargados de bebidas y del mostra-dor cargado de escabeches y fiambres, empie-za el salón largo, con mesitas y sillas á un costado y enormes pipas superpuestas con la llave afuera, al otro. Un tabique-biombo forma un pequeño salón de re erva adornado con cromos representando & la familia real de Italia, d Garibaldi, Cavour, Mazzini, al «Dui-lio»,aI «Dándolo», & Mitre, á Irigoycn,á Roca,

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xxix X X X V I

REVISTA DE AMERICA

i Alem, etc. Sobre una repisa charla en gc-novés una cotorra y en los sitios en que la gotera del vino mantiene la humedad, se agru-pan las borrachas moscas.

—jVamos! este pescado no se toma ni en Mercer, ni en el Café de París.

—¿Y qué decís del vino? Legítimo si los hay, como que estamos en la puerta, al alcan-ce de los buques y sin que seguramente, haya pasado entre vistas y aduaneros. Pero fijaos en la patrona y su madre que nos miran con cierta extrañeza. No somos del tipo de los pa-rroquianos dé costumbre. Bella debe haber sido la anciana Yo he visto esa cabeza en los cuadros de mercados venecianos. Su hija tiene hérmosos ojos, y ese cuerpo abultado por la maternidad, seria magnifico bajo el corsé y la falda aristocráticos.

—¿Sois napolitana acaso? —No, señor. Soy de Ajaccio, en Córcega. —Ya, compatriota de Napoleón el Grande. —Sí, señor; si, señor. En una mesa alejada, beben un jarro de

dos litros cuatro sujetos que la patrona juzga de la policía secreta, observando, al parecer, ¿t los que en mesa próxima juegan al tute, socia-listas de seguro, y, por lo mal encarados, di-

. namiteros acaso. —Yo conozco á ese sujeto que parece bus-

car algo y se sienta frente á nosotros; es tra-ficante en carnes, quizás salidas, pero vivas y frescas. A diferencia de los negreros que lle-naban de braceros africanos los ingenios de azúcar, llena éste, así, con su facha de buen hombre, con su alfiler y sus anillos de joyero y su aire de escribano de hipotecas, los hare-nes destinados al sultán llamado público. La Hungría y la Alemania y la Polonia le dan lo más abundante de su mercancía. Miembro de una asociación que recorre las campiñas buscando aquellas frutas agrestes de dorada cabellera y nacarada tez, para proponerles de-jar el haz que llevan al hombro, maltratando sus blancos pies desnudos en los guijarros del camino, por el lujo y la comodidad entre per-fumes y sedas, en este oriente para ellas des-conocido; las espera en el puerto y las distri-buye conforme á su libro de notas llenado por

las grandes sacerdotisas de los modernos tem-plos levantados á la Venus positivista..... -

Mas se nos vienen las sombras; tenemos á D'Annunzio en tres de sus mejores obras y la trompeta del tramway indica la proximidad de la partida. Corre, corre, corre, deshaciendo lo andado y entrando en la ciudad febril, á la hora en qué los elegantes carruajes y los mag-níficos troncos se deslizan por el pavimento de madera y llenan la calle verdaderamente Fíorida, bellas damas', apuestos mancebos, gra-ves personajes, melosos sietemesinos' y las luces del alumbrado comienzan á brillar como estrellas y i iluminarse los escaparates y ú llenarse, en fin, de comensales ios hoteles y las fondas.

Tal es la vida que vivimos, lo mismo en Buenos Aires que en Pekin.

BROCHA G O R D A .

i 8 5 1

(Leyenda de lo» l igios)

V l o t o r H u g o

f o vi la Muerte y la Vergüenza: unida», A la luz del crepúsculo marchaban Eu un horrible bosque. Estremecida*

Por el viento, las yerbas oscilaban.

Sobre un muerto caballo lliu la Muerte. T í a Vergüenza, eu un corcel podrido. Pájaros negros por el aire Inerte Cruzaban ar ro jando su graznido.

Y di jo la Vergüenza:—Soy la Dlclia, Ven. El oro, la purpurad la seda, El festín, los palacios. Ios-bufones, Las arcas entreabiertas donde rueda ! El liiinno embriagador de los millones; La t r iunfal pompa de las refría* salas; El Jardín con sus árboles, sus fuentes; Las mujeres corriendo con sus (,'Hltt.s De belleza y de luz resplandecientes; La música vibrando sus clarines De la gloria en el bronce resonante. Todo te pertenece: goce, arrul lo. Hermosura, poder, cetro y orgullo; Ven y sigue, partamos al Instante, y respondí:—Mal huele tu caballo. La Muerte dijo:—Es el Deber mi nombre. Y voy hacia el sepulcro; entre el desmayo. La angustia y el prodigio llevo al hombre. —Detrás de t i . . -¿hay un si t io? le pregunto.

Y vueltos á la sombra en que aparece Dio*. I'iitpreiid nios el camino al punto. Mientra* lit vasta s. Iva »e eiin. gr, ve.

M Lt:nroi.nii DÍAZ.

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X JÍX vil REVISTA DE AMÉRICA 29

MOSAICOS BIZANTINOS

Z O E

EN aquel tiempo imperaba Nicéforo en Bizancio, y había en la ciudad una cor-

tesana hermosísima, nacida á orillas del Ce-fiso.

El amor la llevó á la corte de los pompo-sos Césares bizantinos. Desde su palacio, al pie del cual se extendían las aguas azuladas y tranquilas del mar de Mármara, veía relucir al sol las cúpulas cobrizas y blanquear las columnas de mármol de los templos. Cuando quería tielcitar su espíritu en la meditación, subía la escalerilla esculpida, encerrada en el hueco de un pilar de jaspe y pórfido, y en la pequeña terraza, al pie de la esta-tua enorme de un gladiador, traída de Corinto, hundía su mirada en el horizonte, mientras una brisa suave acariciaba la casca-da negra de sus cabellos. A sus pies pasaban las carrozas de los señores, las literas de las damas, los frailes murmurando oraciones ó disputando por cuestiones teológicas, los sol-dados bárbaros de la guardia imperial, con sus largas cabelleras y sus hachas de dos filos, los elegantes, de aire indolente y perezoso, los cómicos, los luchadores, los bufones, los espías, con ojo vivo y paso rápido, los merca-deres judíos, de aspecto desconfiado y lasti-mero. Lá ateniense soñaba, y un velo de nos-talgia obscurecía su frente, mientras los re-cuerdos danzaban en su espíritu una danza fantástica.

Zoé era hija del placer. Cuando llegó & Bi-zancio trajo consigo un rayo de sol. A él ve-nían para desentumecer sus mentes ateridas y sus corazones helados, los retóricos que buscaban el secreto de un giro de Esquines; los sofistas, parladores y vados; los soldados, que habían luchado contra Harum-al-Raschid y contra los feroces búlgaros, que cortan la nariz á sus prisioneros; y alguna vez (esto lo sabia toda la ciudad,) recorrían sus jardines ó sus pórticos, graves teólogos que acababan de debatir, en las plazas ó er. los templos, la doble naturaleza, del Hijo.

En el palacio de Zoé, había un gabinete reservado á los íntimos. Cubría el piso finísi-ma alfombra que representaba un gigantesco pavo real, abriendo la cola multicolor, con aire reposado y digno. Tapices de lino ves-tían las paredes ó servían de marco á pre-ciosos mosaicos que dibujaban bailarinas, en licenciosas actitudes, juegos del circo y esce-nas de amor. Lechos lujosos rodeaban una mesa, sobre la cual caían del techo abovedado, pendientes de doradas cadenas, vasos artísti-cos, en los que ardían perfumes de Arabia. Un crucifijo de marfil abría en el muro sus brazos rígidos.

Decíase que por esta encantada estancia habían pasado generales gloriosos, que iban á dejar sus laureles á los pies de la ateniense, suave y blanca; prelados que discutían en los concilios, y preguntaban después & la cortesana su opinión sobre la última doctrina herética, mientras una blanda música ritmaba sus pala-bras ó una danza ténue seguía las inflexiones de su voz. Zoé había visto acaso á las Ninfas huir en los bosques helénicos, 4 las Oreadas escalar las colinas; & los Sátiros atravesar las florestas, y había escuchado la flauta de Pan que con-mueve á la Naturaleza; pero la palabra de Je-sús penetró en su espíritu, y en esa gran ciudad, donde la sutileza teológica llenaba todas las encrucijadas de la fe, arrojó de su ser la ola de la poesía mítica y la llevó á buscar la gota de sangre que le correspondía en la Redención.

—La griega es idólatra,—decían les fanáti-cos, mirándola con sus hundidos ojos, perdidos en sus rostros macilentos y huesosos.—La grie-ga es idólatra.

Pero los amigos de Zoé sabían que era cris-tiana.

El amor mezcló perlas y diamantes en sus obscuro rizos; dióla vestidos de ¡ama de oro para cubrir su hermoso cuerpo; calzó sus pies con borceguíes de púrpura y bordó su cintuión violáceo con rubíes y esmeraldas. Asi, semi-tendida en el lecho, con su sonrisa triunfal y su mirada ardiente, olvidaba en las conversa ciones galantes las nostalgias del cielo helé-nico.

{Amaba Zoé? Ese río de oro, que corría de •

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xxix X x x VIII

REVISTA DE AMERICA

Unte de ella, con rumoroso y chispeante mur-mullo, la fascinaba. Hundíase en él con deli-cia y hacia jugar entre sus dedos las cristalinas gotas de I03 diamantes y las gotas opacas de las perlas. Amaba en sus amantes, su palacio, sus jardines, sus estatuas, sus vasos de oro, sus adornos, su crucifijo de marfil, á cuyos pies rezaba y pedía al dulce Cristo que le reve-lara si la llama del Tabor era creada ó in-creada.

—Zoé,—le dijo una vez Romano, un joven oficial de la guardia de Nicéforo, en una fiesta en el gabinete de los mosaicos,—Zoé, yo no tengo oro; pero te amo.

Los «convidados de la bella ateniense, se incorporaron ligeramente en sus lechos y son-rieron con placidez. Al través de una ténue gasa, veíase en el fondo danzarinas que se movían con pausado y rítmico compás,agitan-do por encima de sus cabezas largos velos, blancos como sus rostros y como sus cuerpos. La música cantaba armonías aladas y un vago perfume impregnaba la atmósfera. El lejano sollozo de las olas, unía á la orquesta un ritmo imperceptible.

La cortesana tenia los ojos chispeantes y la voz trémula. Encendido color teñía sus me-jillas y reía al hablar.

Cuando terminó la fiesta salieron del pala-cio los convidados, entre una doble hilera de esclavos, inclinados con medrosa humildad. Discutían aún:

—Una sola voluntad en un ser á la vez divino y humano

—El culto á las imágenes es una idolatría Callaban de pronto. Dos ojos encendidos

los espiaban. Una lengua mercenaria no tar-daría en delatarlos y habría para el suplicio nuevas victimas; pero detrás de ellos, de los señores, levantaban sus frentes humilladas los eunucos y reanudaban en voz baja sus con-versaciones interrumpidas:—El Hijo difiere del Padre en esencia y en voluntad.

En las calles de Bizancio, hormigueaba el pueblo; en las tiendas, en los foros, en los tem-plas, en los palacios, en las termas, en los pór-ticos de dos pisos que cruzaban la ciudad, en todas partes, veíase circular los ejemplares más

abigarrados de todas las razas y de todos los pueblos de la tierra. Las provincias del imperio enviaban á las riberas del Bosforo tracioj y epirotas, sirios y dálmatas, servios y jonios, chipriotas, italianos y esclavones, y se escu-chaba bajo la cúpula inmensa de Santa Sofía, como en la góndola dorada que surcaba el canal y en la barca del pescador, que cruza-ba como una flecha la bahía, oraciones, sím-bolos ó explicaciones de un versículo de San Pablo. Entretanto, una áurea corrupción mina-ba á Bizancio, encerrada detrás de sus murallas almenadas y de sus torres. Los pájaros del árbol de oro de Teófilo, cantarán más tarde una canción de tristeza, y sus leones amarillos rugirán de terror.

—Zoé, yo no tengo oro; pero te amo,—de-cía Romano á la cortesana.

Estaban solos. Sobre el velo de gasa había caído un tapiz de Persia; los lechos que rodea-ban la mesa, tenían aún la ondulación que les imprimiera el cuerpo de los convidados.

—No sabes que yo no puedo amar? —Puedes ser amada. —Si, con perlas y con diamantes. El joven se acercó á la hermosa hetaira y

se apoderó de su mano. Después la habló al oído; caían, caían sus palabras, suaves, blan-das, acariciadoras; caían, caían sus palabras y entraban en el corazón de Zoé, porque ellas eran también perlas y diamantes, y ceñían como un collar de reina el corazón de Zoc; y había en esas palabras,—Zoclo sabía—mur-mullos de risas de Ninfas y rumores de voces de Oreadas y ecos de la dulce flauta del dios Pan, y había brisas del Atica y mieles del Himeto, porque sobre ellas pasaba un soplo del Infinito Amor.

Cuando calló Romano, Zoé apoyó la cabe-za en el hombro del joven y cerró los ojos,

Después dijo suavemente, muy suavemente: —Si..... pero antes responde: ¿crees que

el Padre procede del Hijo?

RICARDO JAIULS F K K Y H Í .

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tf XX ix

REVISTA

A RAQUEL BALMACEDA

( En su Album )

01* AN DO llenaste á mi tierra Pensi que en ella cata

Vita armonía; Un torrente de tequies Dentro de una ánfora de oro.

Un tesoro!

Cuando volviste á tu tierra, Todo se torni sombrío.

Luna y rio; Y el sol escondió su frente. Ante desdicha tan grande,

Tras del Andet P A B L O D E I . L A C O S T A .

GABRIEL D'ANNUNZIO

I.—EL POETA

' egll tenue loulano II volgo profano ilat telonio bellísimo rd accessibllo ni solí Inlzlnti. lu cul s e coinplacluto di eollocare la sua «eravlgllosa poesía.

V. Oliva.,

Richard Le Gallienne, escritor inglés al cual causan espanto los jóvenes del Yelow Book, ha publicado recientemente un libro (i) que contiene cosas muy varias: juicios deso-ladores sobre el arte moderno, divagaciones psicológicas, algo sobre Copérnico y sobre el humottr; otras cosas más, aun, todo con uu vago tinte de sentimentalismo de scholar — una ensalada rusa.... con salsa inglesa. En ese libro puede leerse la siguiente afirmación:

* Es bastante curioso que en nuestros días, entre aquellos que son llamados artistas deca-dentes, la influencia del sentido de la Belleza se afirma, no como una influencia «espiritua-lizadora», sino, al contrario, como una influen-cia «materializadora» y degradante. Aun cuan-do—como me atrevo á decirlo de sus formas peores,—el crte decadente no es la exposición de una enfermedad mental y espiritual, aun cuando conserva cierta inocencia y cierta sa-lud, hace lo posible por encerrarse en la pura sensualidad. No se dirige siíio al ojo sensual, al oido sensual, y pretende desesperadamente limitrr la belleza á la forma y al color, igno-

t o The Religión of a Literary ,\f,m bv Richard l.e

tíallteiine, Loiul. Elklu Mallii». muí Joliu Lane. eil.)

E. AMERICA 31

rando y apreciando las altas sensibilidades del corazón y del espíritu:». Estas apreciaciones por todo extremo injustas en quien conoce las tendencias, las ideas fundamentales de los bus-cadores de ideal que hoy en todo el mundo, y sobre todo en Francia, proclaman el rei-nado del Arte integral y soberano, debe sor-prender á todos aquellos que hayan penetrado en el santuario de las escuelas modernas, es-tampilladas por el periodismo y por la critica oficial con el sello de la Decadencia. Sin remontarnos ¿ los soles superiores, á Poe y á Wagner, los grandes castos qUe han dado vida á las Ligeias y los Parsifales, puede notar el observador penetrante que sé apoye en una critica sin prejuicios, recta y limpia, que la obra de los Nuevos tiene su campo principal en la región de las ideas puras, en el Ensueño y en el Misterio. ¿A quiénes se debe el anhelo renaciente de los vuelos espirituales, e! mayor impulso hacia lo desconocido, lá tendencia al conocimiento de las causas primeras, el rena cimiento del misticismo, la renovación de los antiguos símbolos, la exploración de los inmen-sos y viejos bosques de la Historia en donde se hallan los ocultos templos de las pasadas religiones?

Los llamados decadentes, es cierto, han consagrado gran parte de sus cuidados á los prestigios de la forma; mas no se han quedado solamente en el mundo marmóreo de la Gre-cia, tan caro á las escuelas académicas por lo que tiene de limitado, dé lineal y de com-prensivo. Han buscado por todas partes las manifestaciones profundas del alma universal; han visto en el Oriente un mundo de extrañas iniciaciones; han encontrado en el Norte una vasta región de sueños y de misterios; han reconocido y proclamado la inmanencia y to-talidad del Arte; han quitado todas las trabas que pudiesen encontrar las alas de la psique; han aspirado á la consecución de una fórmula definitiva y á la vida inmortal y triunfante de la Obra. Jamás, desde los tiempos en que florecieron las grandes obras místicas, ha te-nido el alma un número mayor de sacerdotes y de soldados; jamás ha habido tanta sed de Dios, tanto deseo de penetrar en lo incoónos-

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xxix X L REVISTA DE AMÉRICA

o b l e y arcano, como en estos tiempos en que han aparecido, mensajeros de una alta victoria, adoradores de un supremo ideal, los grandes artistas que han sido apellidados Decadentes. A ellos se debe el actual triunfo de la Leyen-da, por el cual se iluminan olvidadas visiones de Poesía; á ellos los santos ímpetus hacia la Fe, y las defensas y diques delante de los tanteos peligrosos de la tiranía científica; á Wagner el inmaterial florecimiento del éxtasis artístico y la más honda comprensión de la Misa; & Verlaine el Católico, los más admira-bles himnos litúrgicos, los mejores cánticos desde Japone de Todi, al más puro y augusto de los símbolos, al adorable Misterio de la Virgen; i Baudelaire, las decoraciones incóg-nitas del Pecado, iluminadas por el «rayo nuevo» de su lírica visionaria; & Mallarmé, raras sensaciones de la vida inmaterial y asi-bles velos del ropaje del ensueño.... ¿Quién más que PoC y sus seguidores ha penetrado en la noche de la Muerte? ¿Quién como León Bloy ha entrevisto el formidable y apocalíptico enig-ma de la Prostitución?

Lo que Le Gallienne tocha en la obra de-cadente, es, sin duda alguna, la aparición in-eludible del amor carnal en todas sus mani-festaciones. Ante esto puede tornarse la cabeza & San Juan el Vidente, cuando contempla una de sus más portentosas y terribles visiones: < Y me llevó el espíritu al desierto, y vi una mujer sentada sobre una bestia de color de grana, llena de nombres de blasfemias y que tenia siete cabezas y diez cuernos. Y la mujer estaba vestida de púrpura y de grana, y dora-da con oro, y adornada con piedras preciosas, y con perlas, teniendo un cáliz de oro en su mano, lleno de abominaciones y de la sucie-dad de su fornicación. Y en su frente un nombre escrito : MISTERIO : BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DH LAS FORNICACIONES

T DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA. Y

vi la mujer embriagada de la sangre de los santos y de la sangre de los mártires de Jesús, y cuando la vi, fui maravillado con grande maravilla. Y e| ángel me dijo: ¿Por qué te maravillas? Yo te diré el misterio de la mu-jer y de la bestia que la lleva, la cual tiene

siete cabe/as y diez cuernos.» O al Dante, ante quien aparece

lonza legglera e presta ascolto Che di peí maculato era eoperta.

E non mi >1 par t ía dinanzl al volto! An/.l Impedirá tanto II mío rammino Ob lo ful per r l tornar pin vol te. volto.

Ese eterno misterio femenino, que con la omnipotencia de sus manifestaciones domina el ser humano, es el que surge de continuo de lmte de los ojos del artista, y ello es lo que hace afirmar & críticos como el clergyraan de que me ocupo, que el arte decadente no tiene pupilas ni orejas sino para los colores y soni-dos de la sensualidad. ¿A dónde dirigir la mi-rada sin encontrar el influjo de las Evas y de las Venus? ¿En dónde no hallará el hombre, hecho de carne y de dolor, los ojos rojos de la serpiente misteriosa? Por ello los grandes artistas, fuertes y delicados & un tiempo mis-mo, padecen la indestructible obsesión, pues todo grande artista es un solitario en su Te-baida, ¿ en su cenobio, y & los solitarios tien-den las fuerzas invisibles y desconocidas, ya el demonio tentador ó e'. daimon divino. Así Huysmans, asi el pobre y gran Verlaine, asi Gabriel d'Annunzio.

RUBÉ.I DARIO. (Continuará.)

"AL TROTE"

O f r e c e m o s i loa l e c t o r e s d e l a RKVÍSTA DE AMÉRICA nna primicia literaria: dos capítulos de una obra que pu-blica en estos momentos en l'arís—casa Oarnler—el uls-tlnguldo escritor venezolano Miguel E. Pardo.

NOTRE DAME—EN LAS TORRES—QUASIMODO IMPRESIONES

No son los parisienses precisamente los que viven la vida holgazana, la vida de

la locura de esta que denominan los deslum-hrados Babilonia de la civilización: son los de fuera. Por ejemplo: nosotros los americanos, digo mal, los americanos adinerados vienen generalmente á gastar sus caudales en el Grand Hotel, en los Grandes Boulevards, en la Gran ópera y en las gran.des y lujosas alco-bas de las Venus mundanas. Son ellos los que van por alii, por los aristocráticos fuubourgs dándose pisto de personajes con sus trenes de burgueses; son los parroquianos del Café

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Anglais; los que asisten al Olimpia; los que se pasan las horas muertas frente & los escapara-tes atestados de jo/as, sin darse cuenta de ese otro París monumental, el París de los templos famosos, de los museos encantados, de los centros científicos, de las salas litera-rias, de las biSliotecas soberbias; París-cere-bro, si se permite la expresión; el París de las artes, del taller y de la industria

De aquí que cuando esos caballeros re-gresan á nuestros pobres pueblos de América con las verdosas huellas del hastío pintadas en el rostro, echando de menos las noches que pasaron en brazos ebúrneos de mujeres blondas y perfumadas, no hablan más que de las cocottes, de las prodigalidades, de las sensaciones desconocidas y de las dulces y calladas embriagueces del boudoir.

Han estado en París y no lo conocen; sólo dan razón de sus paseos y de aquella ñla siempre compacta y torrenciosa que fluye de la Magdalena á la Bastilla. Yo sé de uno que viene anualmente á París y no ha en-trado aún en los Inválidos, ni en elLouvre, ni en el Trocadero, porque dice que le basta con verlo de fuera, ni en el Pantheon, porque le horripilan las tumbas.

—¿Y entonces, amigo mío,—le pregunté yo una vez,—á qué viene V. & París?

¡A divertirme! — me contestó sencilla-mente.

Otro, que no es rico, pero que l'.eva titu-lo de doctor, de esos doctores que apellidan lumbreras los críticos trasnochados, me ase-guró que no leía á Zola porque era un inmo-ral (?) , ni á Víctor Hugo porque le fastidiaba, añadiendo que la iglesia de Santa Teresa valía más que Notr.e Dame.

Al citar á Notre Dame se olvidan estas pequeneces para saludar en ella, no sólo la vetusta grandeza de su imponente fachada, que suma yo no sé cuántos siglos de arte y de misterio, sino también á Víctor Hugo, que la inmortalizó con el poder de su genio.

Desde que se pone el pie en la plazoleta acuden á la memori;' '<-"> *^;sodios del libro por excelencia, y con los ojos de la imagina-ción se ve á la Esmeralda y á su monísima

cabrita que rayaba el suelo con las pezuñas, empeñada en trazar el nombre de «Febo».

Franqueando el pórtico, á través de las na-ves gigantescas, se espera encontrar á cada vuelta la sombra taciturna de Claudio Frollo; y si se levanta la vista hacia la altura ¡neo-mensurable de la roseta central, se nos antoja aquel juego de luz medrosa que entra por los cristales, el rostro dislocante d i Quaíimodo realizando la indescriptiblé, atroz y horripilan-te mueca que le valió, en un día de locura, el cetro carnavalesco ofrecido á la Fealdad.

De aquellos recuerdos penosos se pasa fi la admiración artística Es un momento de emoción que no se olvida porque el prodigio arquitectural es mayor de cuanto se ha soña-do. Pilares gigantescos de alturas abrumado-ras, encajes maravillosos de piedra, bordados de mármol arabescos microscópicos, todo en concierto magistral, todo uniforme, todo re-gio..... El arte al nivel de Dios, porque Nues-tra Señora no es simplemente un templo: es un milagro de piedra que pasma.

Aquellas dos moles chatas que le sirven de torres; aquel pórtico colosal con sus nichos esculpidos á cincel, con sus esculturas repre-sentando reyes y santos que parecen llevar sobre sus hombros el peso de todo el monu-mento, como para presentarlo heroicamente & los ojos admirados del Universo; aquellas bó-vedas soberbias de artesonados grises; aquella serie de columnitas de mármol sosteniendo ar-eos portentosos y capillas entera; de arts gótico; aquel prodigio, en fin, que es obra increíble, obra titánica de anónimos, porque aun se ig-nora el nombre de los autores, no es de fijo únicamente para elevar preces & Dios: es para rendir homenaje de admiración ¿ los hombres que la concibieron

A lo menos yo me di cuenta del lugar donde me hallaba poseído de veneración pa-gana, cuando las sublimes convulsiones de un órgano, rompiendo en armonías religiosas, me sacaron de la completa abstración.

Entonces volví los ojos por la inmensa nave; una tenue lu: de tarde triste penetró por las anchas claraboyas, y varios grupos de fieles andando de puntillas, para no interrum-

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pir la solemne ceremonia, se arrodillaron con-tritos y respetuosos allá en el fondo sombrío de la iglesia . • •

Esta inolvidable visita tuve el gusto de ha-cerla en compañía de nuestro ilustrado com-patriota el Dr. Núñez de Cáccres, que me recordó la ascensión á las torres.

Trepada al fin aquella húmeda y vertigi-nosa escalera de cuatrocientos tramos, Nú-ñez, que siempre lleva debajo de la levita algún libro escondido, con un poco de sor-presa mía, sacó el abultado poema de Hugo y refrescó mi memoria con la admirable des-cripción de aquellas alturas, de las cuales tam-bién hizo himno Bolét Peraza cuando recor-daba que el horrendo campanero iba allí á vengarse del odio de los humanos para salir, después del estrépito, ebrio de amor y loco de felicidad.

Y de allí se baja también ebrio: ebrio de luz, de inspiración, de orgullo; se regresa al-tivo como héroe que llevara á cabo gran jor-nada, porque subiendo á esas torres se ha rea-lizado uno de los muchos sueños hermosos de la vida.

Desde afuera, ya en la calle, se vuelve la cabeza para gozar interiormente de aquella satisfacción que anheló tanto tiempo el espí-ritu; y más lejos, del otro lado del canal, que es de donde Notre Dame resulta verdadera-mente soberbia de grandeza, la fantasía, in-quieta de continuo, está pronta á ver al in-forme giboso trepando como un gato por los muros para seguir arrancando á sus campanas aquellos atronadores sonidos que eran el con-suelo de sus grandes desesperaciones de con-denado y de poeta.

CURIOSIDADES LITERARIAS: Zola— Verlaine— Daudet—Bourget—Leconte de Lisie— Richepin -Goncourt—Dumas - Roche-fort—Scholl—Anatole France y Catulle Mendes.

Entre los datos que he podido recoger en conversaciones familiares sobre los literatos franceses, hay algunos muy curiosos. Más que datos, estas pesquisas sobre la vida de

los grandes autores, son verdaderos atentados contra el ideal, porque ese vago ó misterioso conocimiento que se tiene de las cosas, es precisamente lo que á uno le permite gozar de ellas con toda libertad. Y las verdades á este propósito traen muchas veces al espíritu algo de tristeza, cuando no de remordimien-tos; por esto, parte de esa hermosa literatura francesa, que es como nombrar la literatura del mundo, acaba de recibir allá en mi fanta-sía una brutal agresión de realidad.

De Emilio Zola, por ejemplo, que es el lite-rato más llevado y traído por el reporterismo, dicen que tiene un carácter atroz, el cual se apacigua más con ciertas debilidades infanti-les: el león se convierte en niño al amor de la lumbre, entre los juguetes de sus hijos. Otra de las debilidades de Zola, que ya co-noce todo el mundo, es la Academia; por fran-quear las puertas del «Areopago» seria capaz de dar al traste con todas sus glorias.

Zola no tiene la cara de buey, como irres-petuosamente escribía uno de esos biógrafos espontáneos que tienen la originalidad, por cierto bien triste, de comparar la cara de un hombre con la del primer animal que se les oourre. Zola, según me dijo Bonafoux, es un hambre excesivamente simpático, nervioso y parlanchín, que á ratos palidece como si es-condiera un gran pesar; que su mirada es nn milagro de tristeza; que él no ha visto ojos que miren á veces con más dolor, que los ojos de Emilio Zola.

Su trabajo es de horas fijas; pero ese tra-bajo, cuyos admirables resultados se encuen-tran en cada libro, en Cada capitulo, en cada página de los Rougon Macquart, depende, por lo general, del alimento del maestro. Parece cosa de risa; pero cuentan que ese gran Zola, todo mal humor y todo genio, se vuelve re-tozón y familiar cuando está frente á un man-jar que se le antoja apetitoso.

El con más razón ó con más derecho que los otros, puede contestar, cuando le pregun-ten que cómo comprende á Chateaubriand, aquella ingeniosísima y lacónica frase de Düval: «¡(.'on patatas!»

Lo que es verdaderamente asombroso c.i

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Zola es su constancia, su augusta tranquili. dad para toda empresa literaria.

Antes de escribir Germinal bajó á escu-driñar como un minero las entrañas de la tierra. En U Assommoir aquella famosa vi-sita hecha por la familia de Gervasio al Lou-vre, es producto de muchos días de paciente observación. De El. Vientre de París no me admira tanto aquel drama de impudicias desarrollado entre un flamante océano de coles, como las descripciones del mercado, con sus montañas de zanahorias y sus r o -bustas mujeres con las bocas siempre hincha-das de risas ó repletas de indecencias. Des* pués que se visitan los mercados de París, se comprende esta encarnizada y enorme no-vela de Zola.

Igual sucede con Nana: de la primera á la última página es una prodigiosa copia del na-tural. Ha trasladado al papel, como un pintor al lienzo, todo el interior de «Variedades», sin olvidar los más escondidos rincones; vivió de fijo muchas noches entre la fealdad amarillenta de los cómicos, para obtener tan admirables resultados; es m¿s: todo el que haya ieido Nana, si pasa una noche por la rué du Fau-bourg Montmartre, encontrará todavía las filas de mujeres rozando las tiendas con las enaguas recogidas, mostrando mucha prisa hasta llegar al boulevard. Su campo de operpeiones, don-de extienden la cola del vestido para atrave-sar la zona de luz del café Riche, balancean-do el cuerpo, riendo alto y disparando miradas incendiarias á los hombres que se vuelven. Entonces es que asombra el artista estupendo; y sus sorprendentes audacias no repugnan, deslumhran porque no hay fraseología más hermosa, ni énfasis supremo, ni pompas de lenguaje más brillante, ni más ricas que las desplegadas por Zola en una descripción ó en una monumental tarea de observaciones minu-ciosas.

Zola es, hoy por hoy, el Roschildt de la lite-ratura francesa: sus libros le producen cauda-les; pero también hay que convenir en que es el Caudillo.

Verlaine, el exquisito poeta de las Fiestas Galantes, es un desequilibrado (y ¿para qué

andar con misterios ? ) Verlaine es el poeta corifeo de ese erotismo, de ese espantoso erotismo que el humano lenguaje no encuen-tra epítetos conqué calificar: Verlaine es un desgraciado.

La figura estrafalaria de este hombre, asus-ta: calvo, de labios lacios, mirar abotagado, viejo y pálido. Lo protege el conde de Mon-tesquieu y tiene temporadas de formalidad; pero á lo mejor se le encuentra delante de la mesa de una «Brasserie» con un traje gris, como de deshecho, y se le confunde con un mendigo.

Cuando riñe con el conde se va al hos-pital ó bebe todo el día hasta embrutecerse, para salir luego arrastrando las piernas por las calles y blasfemando del mundo.

Apena, en verdad, saber estas cosas de un poeta maravilloso como Paul. Verlaine, cuya fama la revistió uno de nimbos bajo la forma de un sueño esplendoroso.

Daudet, el pobre Alfonso Daudet, postra-do por una enfermedad prolongadamente cruel, no hace cosa de provecho: recoge páginas viejas, las publica como nuevas y apenas resplandece su genio en creaciones frivolas; en su lira no hay más que una cuer-da: la de la melancolía; se acabaron en su novela los tipos eminentemente jocosos, como Tartarín, los personajes inmutables, como el que presenta en Vlnmortel los perfiles glo-riosos como el de la reina de Hiliria; las figu-ras tiernas, ó de apasionados ímpetus, como Safo

Daudet se mata con morfina como el infe-liz Maupassant con el trabajo y el absinthe. Ahora se lo representa uno con su gran me-lena v su barba descuidada, desmadejada por la fatiga y aburrido de la existencia, como á esos escultores sin modelos que en Mujeres de Artistas pintaba él de mano maestra, en actitudes perezosas, lanzando en medio de un bostezo y una queja, bolitas de papel á los yesos de las paredes.

El hombre del día en París, es Paul Bour-get; como Zola para la novela realista, es Bourget para la psicológica el apóstol. A pesar de su estilo sobrio, seco y cuasi fatigoso del

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Discípulo; á pesar de que en la fisiología del amor moderno, á través de Claude Lar-cher, se le ve medio arrodillado, suplican-te, lloroso á los pies de una bailarina estú-pida.

Paul Bourget seduce en todas sus obias; es el escritor laboriosamente pulido y casti-gado de Cosmópolis; aquí ha trabajado el nuevo académico con exageración, como Flau-bert en Madame Bovary, pero antes que escritor Bourget, según mis noticias, es dandy: ¡Un hombre rubio que se hace la toilette como una mujer! que gasta perfumes deli-cados, brillantina para los bigotes, polvos para la barba y se hace traer los pantalo-nes de Londres.

; Lecontc de Lisie, el poeta olímpico, se ha despachado de la lira como i.n conquista-dor de su espada, después de haberse hecho descalzarlas espuelas por los hijos de Apolo. Goza de una triste fama de orgulloso porque se retira, porque no anda en líos con el pan-dillaje; pero el recogimiento de Lisie tiene algo de solemnidad.

Juan Richepin, el cantor demagogo, que en léiS Blasphemes dió tan formidable, rud i é im-petuoso ataque á todas las creencias hermo-sas, publica en ;JIes Paradis trozos de poe-mas á todos los afectos.

En un musco de «japoneria» ha convertido su Casa Edmundo Goncourt; es un literato que se ha escapado de la multitud para voci-ferar desde las páginas de su diario lo que otros murmuran cobardemente en las reunio-nes del café.

En medio de sus fortificaciones de lozas, viñetas y medallones, tiene un culto hermo-so: Julio, su hermano muerto. El grito de dolor que lanza desde su saV-n de quincalle-ría histórica, le recoge /.lfonso Daudet, que es su amigo intimo.

El que vive, como si dijéramos, nadan-do en oro, es Alejandro Dumas.

Rochefort hace vibrar á diario todos los nervios de alambre del teléfono, transmitiendo desde Londres esos editoriales de L'luirán-

(1) Iinprirah'n.lose este líl-ro fu<! eu.inJo supo el autor la muerte del r^et».

sigemtt, que suenan en París como descar-gas de fusilería. —

Aurelien Scholl es el mejor cronista fran-cés: empezó ganan Jo miserias, y hoy, en toda la plenitud de su prestigio, cobra centenare? de francos por artículo.

Anatole Franco, el heredero de Renán, el autor de Tfiais; el poeta de esa cortesana que se mete á santa, riñe con la criada y le paga á sus amigas.

Calullc Mendes, el interesante cuentista, el de la Premiere ¿Vaitreste, tiene entre sus muchas glorias las siguientes: haber sido el más constante en las tertulias de Víctor Ilugo y haberse casado con una hija de Teófilo Gau-tier, divorciándose luego, para unirse tnarital-mente con una actriz muy hermosa.

La mujer legítima es una mujer de mucho talento: una artista, en toda la acepción de la palabra; y la querida goza, aparte de su justifica-da fama de buena hembra, de mucho ingenio.

Por eso Catulle Mendes, que se paga de hombre de sprit, cuando escribe algo delicado y primoroso, dice que se lo inspira la musa de su mujer; y si le resulta lleno de voluptuosi-dades, asegura que le sopló la musa de la querida.

M I G U E L B . P A R T O .

E L M O N Ó L O G O

3%hii|{K esta forma d.' mault'estaclóu literaria rn .1 l ¡ teatro, muy poco «e Im dicho y -e

-- •i ha escrito, y. sin embargo. cnu que el argumento es (le tanta traii-c.>ndencia. tanto para el ix'i>•!ieo cmiin para los artistas, que mereee la ju na qn" ile él nos ocu pernos Si rlainsiit ' |.P||,,. los qn • qu-renio.-i e| arte repr.-sentutivo. y deplorando su «t. cadencia. huacal,ios con la ansiedad del náufrago que se agarra ¡i la tabla de salva-clóu. los motivo* do tal decadencia y los m< tilos de con-trarrestarla.

Digan lo que quieran, los aristarcos del teatro antiguo los que no ven y no sueñan inás que cou las tragedias y los valientes Interpretes de entonces, y desdeñan el'tea-tro moderno y la moderna recitación, la literatura dramática y su- manifestaciones c n teatro lian pro gresado en e.-te último m-dio siglo d» una man-ra satisfactoria, y si no. qu- lo diga e| público, que d--aprueba hov obras '{««.representada- hace quine- ó v-in-te aflo-, habrinii enrti.ía-uiailo y coronado d- lauro- i -u- autor.--: qu- lo itU-m lo. actor— que ti-nen qin- po-ner su cerebro i-n tortura para conseguir con el arMuh, la reproduciou exacta d • la v-rdad. v para abrir-". . i ra mino a la reputación, cuando bar..- -o'laui. n'- veinte .niV.» ha-taba eon -ale-.- ih-clwii'ir b'l.-n una- cuanta- r-doiidl-

li

LOS TEATROS El poeta cubano M. S. Picharán. Director del Fizar ,>.

de la Habana, ha tenido la galantería de enviarnos la siguiente opinión de líoncoroiii—hoy dedicado por rom pleto A la escena española.—sobre un género en que tan to hemos admirado ¡l Xovelll y A Cnqti, l in : '

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11»» para arrancar los aplanaos mis entusiastas del público mis inteligente. He dicho declamar, y lo he dicho i próposlto, porque la diferencia grande entre la antigua escuda y la moderna, está precisamente tu esto: entonces so declamaba yhoy se dice. Desgraciadamente, como es mucho más fácil sacar efectos rn el teatro. declamando, la mayoría de los actores y especialmente los que cuentan ya muchos ailos de servicio activo en el templo de Talia, no se adaptan ni modernismo de la dicción llana y sencilla y siguen por el anticuo derrote-ro preparando y empujando asi cada (lia más el pobru arte dramático al abismo de la Indiferencia, por uu decir del desprecio público. Pero de este y los otros motivos

3ue contribuyen i hacer raquítica la vida del teatro ramitico, i pesar de su Innegable progreso científico y

literario, hablaré en otro estudio que me propongo hacer. Vuelvo al monólogo, que es una de las formas mis modernas del arte representativo. Coquelln, quo sin duda es el mis grande, si no el Anteo verdadera-mente grande monologiifsla quo tleno Francia, lo de-fiende con brío en su obra L' arí de diré Ir monologue, y dice simplemente ésto: -El monólogo responde i una necesidad de nuestra época.» En efecto, en toda soirée, fiesta intima, conferencia, tertulia, en todas partes, eu 4n, donde un grupo de personas se reúnen para divertirse eon las expansiones del espíritu, se recita algo, sea en verso, sea en prosa. Esto género de expansión, es la necesidad de que habla Coquelln, porque si queremos que la vida sea algo mis elevada que la satisfacción de los apetitos vulgares do la materia, debemos darle un atractivo, y este atractivo la poesía lo coloca en todas partes, en la felicidad como en el dolor. Por eso debe-mos quererla y popularizarla. El monólogo es el gran medio, el mis apto para conseguir tan elevado objeto. No todas las composiciones literarias son propias para la recitación pública; tenemos la poesía íntima como la clásica de cámara, y ciertos composiciones exigen la soledad y la meditación del lector, pero, en cambio, ¡cuántas hay que se prestan á la recitación! No importa 3ue la composición sea en verso ó en prosa, que sea

ram&tlca ó cómica: lo importante es que sea intcre-aante. La acción, el movimiento, el hecho que conmue-ye 6 que interesa: he aquí las leyes imperiosas de todo monólogo. El menor de los Coquelln, que se ha dedicado con éxito extraordinario al monólogo cómica, dice: >Para hacer un monólogo,' basta tomar uua idea ridicula ó basada en la obscrvaclóu.» Coquelln acierta en tu declaración, porque nada interesa y divierte tanto como la copla exacta de-un tipo original, de un defecto, de nna manía, de una aventura .cómica.

Como Intermedio en un espectáculo, como variante en ou concierto, como adorno en toda tertulia de personas cultas, el monólogo tiene el mismo puesto que ocupan las dores en el mundo. Están bien 'en todas partes, y como las flores, el monólogo tiene su perfume, el perfu-me de la elegancia, de la finura y de la forma.. Pero no i damen te como diversión sirve el monólogo. Su misión en el arte representativo es mucho más importante, mu-cho más elevada, y por eso merece que se le dé lugar pre-ferento en las varias formas do la literatura dramática; qne los escritores lo cultiven con el cariQoylos cuidados que merece el árbol que debe dar frutos abundantes y sabrosos, que los actores, y especialmente los Jóvenes, se dediquen i él con la constancia y la fe con que el estu-dioso se dedica i los libros de los grandes maestros, que son la fuente del saber humano.

En Francia así se ha comprendido, y no hay escritor dramático que no consagre parte de su talento al monó-logo. Coppée, Klchepln, Augier, Dumas hijo, Eugéne Manuel, Paul Delalre. etc.. en el género dramático, y Jacques Norinand, Charles Cros. Georges Lorlu, Ilctine-quln, Lablch.', Valabrégue, Gilí, Moraud, Grenet-Dau-eourt, Moynct, Ulssou y otros en el género cómico, ban dado al teatro francés uu repertorio espléndido de mouólogos, que han contribuido á crear la tama de más de un artista. Eu Italia tambiéu se han ocupado los es-critores de perfeccionar esta forma modernísima de arte, t Ferrari, Cossa, Praga. Cavalloti. llersezlo, Traversa, ctc., nan derrochado fulgores de genio, cu pequeñas ohras maestras, cuya representación uo dura más de ocho ó diez minutos, y dejan en el ánimo del espectador más profundas sensaciones que todo un drama de claco <1 m i s actos.

Coquelln y Xovelll. los dos grandes cómicos de la época, quieren adornar el monólogo, y no hay represen-tai-ióu en que tomen parte en que no reciten alguuo. Slu temor de exagerar, me atrevo á decir que la fama de Coquelln lio habría llegado i tan envidiable altura sin los monólogo? r-.Ui' óí hr.frpiv:.-. j dice di' nua 01.mera insuperable. Su hermano menor, es un regular cómico y uada más. y sin embargo, en los monólogos cómicos, creación de Charles Cros. es inimitable, y ha conseguido crearse una rej'titaetLVii ti¡t'iia dél glorioso ¡lumbre que lleva.

L [ t s R U Ü C O K O M . Habana. Juuiu de

MARMOL GRIEGO

I^WRILLA en su rostro de Hcbe 4 la juventud eterna de las diosas y matiza su cante conto nieve la sangre de las venas de las rosas.

Ajenos A la queja, en sus labios de adelfas en capullo la vos mundana solamente deja teriatras semejantes al arrullo.

Su imagen que fulgura no inspira al alma tentador empeño, pues recorre su rdndida hermosura la placidez radiosa del ensueño.

En sus dulces pupilas, asilo de las sombras encantadas, reposan inocentes y tranquilas, como negras palomas, las miradas.

Es negra su corona, y en relucientes ondas el cabello con obscuros anillos aprisiona, como serpientes de ébano, su cuello.

Su aliento adormecido hincha su seno eu curvaturas suaves como esponjan, ocultas en el nido, el dorso blando voluptuosas aves.

El beso que convida con ardiente placer al alma loca en ignorada languidez anida, como inerte crisálida, en su boca.

Bajo puro destello su noble encanto de mujer encierra la fría pesadumbre de lo bello que no fecunda el soplo de la tierra.

Mas tiene delicada el Impetu de fuerza contenida, que al conjuro tenaz de la mirada hace en el mármol palpitar la vida.

Es para el alma ansiosa al amor avezada y al desvelo, hermosura que sueña y que reposa con los sagrados éxtasis del ciclo.

Asi por modos raros llevar parece entre sencillas galas sobre su torso helénico de Paros el estimulo incierto de las alas.

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Pero aun as! perdida deja en las almas que suida el suelo como una vaga sensación de vida con ternuras y ráfagas de anhelo.

Justo A . FACIÓ.

LIBROS Y PERIODICOS

L A D I V I N A C O M E D I A

Versión de! general Mitre.—(Un volumen, 4.' menor; 800 páginas-Editor: J. Peuser.)

|®,A aparición ile La Divina Comedia, traducida rn verso castellano por el teniente general Bartolo

. mi: Mitre, es uno de los mayores acontecimientos del año actual en el mundo literario americano.

Obra de vasta y naciente labor, de dedicación singular jr de amor profundo al gigantesco p e m a que ha atra-vesado los siglos, engrandeciéndose con su transcurso, la traducción qu" hoy nos ofrece ol Ilustre hombre de Estado y literato Insigne llamará ciertamente la aten-ción de todos los que siguen el febril movimiento inte-lectual de estos tiempos.

Nótase en el traductor un respeto profundísimo á la obra original; un cuidado prolijo y minucioso que lo lleva á buscar la Idea, el giro y aun la palabra exacta para la versión, sacrificando en ocasiones la suavidad armónica y la belleza plástica del verso á la fidi lidad en la emisión del concepto. Xo se ha detenido para ello en el empleo de voces arcaicas, inusitadas ó des-apacibles; pero lia logrado, de tal manera, llar el pensa-miento dantesco, simbólico y profundo, envuelto en grave y clásica vestidura. Nadie ignora las Inmensas dificultades que ofrece á la traducción, más que otro alguno, el maravilloso y discutido poema de Allgliierl: ¡las tinieblas que sobre él se ciernen aún, á despecho

e comentadores y eruditos, no son, por cierto, el menor de los obstáculos. ¡Admirable serenidad de espíritu ha menester qnien asi penetra en esa s.lia aspra e forte y sigue en su gran viajo al Soñador medioeval, para dar nos después, en nuestra lengua, su cadena de desveutu ras y de profétlcas maldiciones, coronada por

la gloria di Colui che tullo innove! R. J . F.

EL IDIOMA DEL DELITO

RL , " l > ICCIO .VA I t l < ) L U N F A R D O K S I ' A S o L " DK ÜKLLE1 ' I A.\K

Posdü que La Nación publicó en sus columnas los ar-tículos que constituyen el prólogo del recién aparecido Diccionario Innfarjoespailo!, d ' l señor Dellepiane, la Impresión general fué inny favorable para el autor. Kn ello lia habido completa justicia. Xo sluo aplausos m-' rece el laborioso, estudioso é Inteligente catedrático de la Facultad de Derecho y Ciencias sociales que hoy ofrece una buena aunque ligera contribución para el estudio de la psicología criminal. Es su libro -- libro de ba.se clentitiea — interesante y hasta ameno; está escrita su .Introducción en un estilo claro y l legante y contiene muy curiosas ñutidas.

En estos últimos afios. en que la ciencia penal ha to inttdo tanto vuelo, la jet e..i lie los d'-liucii -iUes ha si-.lo estudiada cou ba.-taiite detenimiento y cuidado ..por al-guuos especlali.-tas:

• Distinto para cada p.i is-dic - <•! Sr. r>. ll pi.uie -• y á veces para cada ciudad d-ntro d r un ini-iii" país. » recibiendo en Francia el nomine Ue ai gol el de go\<o • en Italia, en España el de brtf.ni. xrrttiant.:, h atipa ó • cal.''y el de lii,./.ii d > ' ii la República Argentina, , <te > lenguaje ha -ido obj'-to, en los últimos tiempos. Je • análisis prolijos.

¿Cuál es el origen de las -lenguas ib-I delito- en Eu-ropa?

Al d e c i r de l R. r . M. F r . M a r t i n S a r m i e n t o si-r ía el errante reharto de los gitanos. • Además il,- e-tos idio-mas-escribe el citado r. ligios» -bay otro inventado en Espsña que llaintiiiy¿'/'¿d, ^crtitutila ó jtri^otiaa. y

el que hablan los gitanos ú egipcianos;, que in Ita-

lia l laman zíngaros y en otras partes bohemos. Estos son anos hombres errantes y ladrones que hablan aquel lenguaje, ó fingido ó corrupto, del que primero habla-ban los de este gremio; y por haber venido de Alemania, ó Germania, llamaron acá en Espaíla i su lenguaje germanla. Como están tolerados en España estos gita-nos y va se meten á aquella vida muchos castellanos foragluos, se comunicó Insensiblemente al Idioma cas-tellano mucha parte de sus voces bárbaras (!;.» Y Que-vedo: «Tiene nuestra lengua española muy varias espe eles. que dialectos llaman los griegos y algunas no poco ridiculas y bárbaras, y entre las que fo son, no sé si su podrá reputar por primera la que vulgarmente llaman jengonsa, que, siendo este apellido por sí' tan genérico que contiene la habla de los gitanos y otras que los mu-chachos fingen ó inventan, denota también aquellas que los rufianes han compuesto para entenderse cutre si sin que los otros los entiendan. Xargon la dicen los france-ses, y curiosos y atentos más á nosotros que nosotros mismos, nos dan de esc lenguaje copiosos diccionarios. Germania la Mamau también sus profesores, tfnlendo unb y otro nombre bárbaro origen, como era fuerza, que no de otra suerte lo fuesen sus inventores, aunque á mi meagradan pocolosque les fingen nuestros eruditos (2i.>

El idioma del delito presenta claramente muchas afi-nidades de origen en los países latinos, como puede notarse hasta por los mismos nombres de los distintos dialectos: jerga, jargon, argot, gago, tienen una mis-ma base fonética.

Muy aceptable paréceme la opinión del I'. Sarmiento sobre que germania venga de Germania por haber llega-do de esta región á EspaiU los vagabundos importadores de lujerigonsa. Adviértase que esta llámase en Alema-nia rothu-irtch, que quiere decir: extranjero y mendigo.

Jules de Marthold. en su admirable monografía sobre el jargon de Vlllon, estudia el origen de la palabra, no-tando que cada sabio, listitlalenr i's-letlres, la ha extraído de una raíz distinta. Menage, de la palabra harbarophoiün, empleada por Homero en el verso 807 del Canto II de la Itiati, y de barbáricas. usada tior Salustio en el sentido de extranjero, y por Plauto, Táci-to, Virgilio, Lucrecio, Columela y Claudiano para ex-presar toda cosa salvaje é inculta; Furetler—refutado por Granval en su Cart,tuche—A« araos; Ducbst,—en sus notas sobre Itubelals,—de Ragot, pillo célebre del tiempo do Luis XII; Clavlor, del ergo escolar, y muchos de grtxcuni. «¿Por qué no? ¿Xo viene caballo" de eqúus?* (3;.

Habelals usa el vocablo jar?onnoys; Moliere, el P. llonhours. Coiulillac, emplean jarrón para caracterizar lo Incomprensible, lo rebuscado y lo pret'ncioso (4).

En Inglaterra se le llama el argot, slang, eu Holanda divantail, en Asia halatbalatt. en la República Argenti-na lunfardo. En España el nombre Indica el paso del

Íltano; en Alemania da la Idea i l j mendicidad y oxtran-erismo. I.un/ardo, en la gerga argentina, significa

ladrón. ¿Por qué surgen las gergas criminales en distintos

países á la vez'/ -Porque en todas partes la ley lie la causalidad tiene iguales efectos*. En tiempos de Cice-rón los plebeyos no u-aban ei mismo lenguaje que los

Jatrlclos. El orador Ilustre Varrón cita ejemplos del ink'Cto popular. El contrario de OiUlUna no iiablalia

lo mismo que cualquier pescador de Ostia ó juglar de los arrabales. Xo seria de esta opinión Fluvio Ulondo: ma.< otras autoridades hay que la sustentan.

El jargon de la éjioca ue Villon se formó entre los la-drones, pillos y rufianes, como el de los jat/nes y sujetos de la hampa en la E-paña d<- Quev, do y los distintos i q u e hoy se hablan cu el mundo criminal, Gentes que furtnau una banda, una agrupación, que obran eon tines si cri'tos, tienen que u-iir, por lo misino, secreto lenguaje. En los delincuentes el secreto .so impone por es:ar siempre temerosos d>- la justicia: a-i lo primero que bil-caiáu para couiuuicur.-e será aquellas palabras que designen á -us natos enemigos y perseguidores, y luego el vocabulario si- irá enriqueciendo con nuevas palabras que se n-c-slt, n.

Dil Sr. Oell,•piaue que es inexacto que el ib Ilu-diente haga u-o ilel a< g.-r en presencia ile la persona á quien va á hacer víctima il-- una bribonada ó de los em-pleado-* il-- la policía. Kn primer i 11 .-1 r. cualqu h i a que haya e-tudiado (le I/s.-i los Ce|llro> p.digro-os de las grandes ciudad' s y que huya arriesgado á penetrar en los lugares que frecuenta ¡a gente que habla tn.il,

(.11 Obras postumas del 7?. P. M. Fr. Martin Snr miento, bemdiclino. — Mem 'rías para l,t historia ,le In poesía y poetas español, dadas d luí p,;- el .Manaste r i., d- >att Martin de Ma¡lri t. M l n . l ' i . X X V . Quev. do: £7 Pamas.! Español. M a r t h o l d : P r e f a c i o d e baila.Ie> Jtt /ai gon el Les t un/ iltt manu^erit Ue Stoek.-hn, d'- Maitrt Fr m

c o i s V l l l o n . ' 4 . I b l r t .

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Page 81: La Revista de Amèrica

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REHáTA DE AMERICA 39 sahe que ésta nn | i l . ' j casi siempre su jerga. de la cual ha hecho >11 ¡ilioni.» habitual. y sobre toil.i. cuando tra-tan lie j > - • el- acuerdo dos ó más pillos para i inliau car ó ile-t-alijar al pruno, como dicen en E-paña. qii" se lea p rceu ta . Esto. lo mi-mo . n .1 (¿uarlier Mauhert. de París. i|iie • n \V|iíto Chapol. Vn |„s han los bajo- de Madrid y en el llow.ry ó Thompson Street, de Nueva York. V no diir" delante de uu agente ile policía, sino delante i|e los mi-mos jefes superiores y jueces iialdan los pillos en «ii j e r i z o m a , lo cuál pin de e,improba r-e en cualquiera ile las obras ile Mace, por ejemplo. Vn francés, amigo mío. me agrega: .¡Iy a ti es ct in.in, Is qui parlen! leur 'argot* jiUqne son la Innetle fie Peihler.'

Si los Criminales emplean el argot en sus cauciones es cabalmente porque . lias son compuestas para que circulen •en los presidio* y en su intuido especial*.

Lombroso lia comparado el argot con lo* idiomas de las tribus salvajes, y l.etoiirneau ha hecho igual cosa eon la poesía de los decadentes, ¿Por qué? l'or el uso de lo que llama 11 autor italiano automati-mo* y oun-matop. yisnios, y por el gusto por la metáfora, síguieii-do esta opinión, encontraríamos que todas las literatu-ras presentan muestras de decadentismo y ntinid.iiles con las je/ igon:as criminales, pues ¡n onomatopeya. las aliteraciones y la .ilición á la Imagen su encuentran en donde quiera que haya tenido cultivo el arte i]e In pala-bra. En cuanto .al empleo de la metáfora paia designar los objetos», lo comparten los delincuentes con otras asociaciones secretas como la de lo* fracnuisoiies.

Estamos, piles, muy de acuerdo eon el s r . IMlepla-ne cuando opina .que el parecido entre el argot crimi-nal y los idiomas salvajes es más aparente que real, y que en el fondo existen caracteres diferenciales Impor-tantísimos entre unos y otros».

Lo que. sin iluda alguna, es de una verdad incontesta-ble es que el argot (le los criminales es un tecnicismo profesional, y las observaciones que á este respecto nace el Sr. Úelleplano son de un observador sagaz y penetrante.

Los fracuiasone*. que forman UII verdadero ejército, tienen un vocabulario de militares, según puede verse por lo.- nombres que dan á los objetos, sobre todo, los que emplean en las tenidas de mesa. Los marinos usan términos propios <le su labor y vida. Los criminales de profesión tii lien en su lenguaje términos cuyo signifi-cado metafórico se relaciona «con et ejercicio de la profesión del delito*.

Hay que saber que en el argot francés, para el caso, no todas las expresiones son groseras y b>\-f¡ales, según la palabra de Tarde. Hay entre ios criminales varios argots, por decir asi: tienen ellos su lengua alta y su lengua baja. Oigamos lo que dice uno de ellos, el céle-bre en los anales de la policía parisiense Hernardo Pas-tilla: «Al lado de expresiones groseras y canallas hay otras que son precisas, de bonne compagtiie, empleados por los grecs. estafadores, falsarios, cloroformistas. la-drones del gran mundo: todos gentes finas, flexibles, inasibles, porque están siempre en caminos y »n practi-can ni el robo brutal til el vulgar robo con fractura y cuya marcha ascendente se persigue multiplicando sus medios de acción.»

Esos altos pillos, tan criminales como los de baja es-tofa y mala facha, no piensan ni se expresan con la ma-nera bárbara de sus colegas Inferiores, y, por tanto, ¿lio obra en ellos «caso la herencia regresiva que conduce á la primitiva barbarle? Encontramos una cita de Jolly: • Los seres que designa el arget parecen casi no tener alma. El alma misma se llama ta falsa y ta conciencia ta muda.' Sin embargo, nótese en los siguientes ejem-plos algo que revela en la jerga criminal el conocimien-to y comprensión de ciertas verdades metafísicas. En el argot francés Dios es et Terrible y el Temible; la frente es la inspirada; la lengua la mentirosa. El alma se ex-presa por esta palabra: a f f e .

El Sr. Dellepláne estudia las bases principales de las lenguas criminales: homofonias y «sonancia-, ono-xnatopeyisino, reduplicación, barbarismos, neologismos, arcaísmos y alteración fonética del Idioma cou::in. Y obsrrva más adelante, con gran tino, que el c.s-ieti.r eminentemente cosmopolita y los hábitos poco »• lita-rlos de la población criminal, obligada i c a m b a r de sitio continuamente por las persecuciones policiales y tamblén'por el espíritu de aventura que la domina^ ha dado lugar á la introducción en los diferentes argots de ana multitud de barbarismos y neologismos. Ya hemos visto cómo en Esparta fueron los Introductores de la -fermoHla los gitanos. En tiempo de Vlllon los ingleses neorporaron. por la frecuente comunicación con f ra í l -

ela. muchas palabras al jargon. La misma lengua ua-Clonal estaba por aquellos tiempos .bouteversée, disto quée. déformée par t'importation, Importalion d'enhas. corrompue, voiobles de lome provenances, anglaise, italienne, allemande, espagnole,ftamande, maniere de patois composité vraiment babehqut'.

Los criminales de todos los países tienen nna especie de santo y seña eon io cual se couocen y relacionan. Es

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una especie de volapuk el que ellos usan, y acaso tienen baterias y signos como algunas sociedades secretas, á juzgar por la respuesta de un criminal conocido ¿ uná autoridad: «El lenguaje semafórico, dijo, universal mente adoptado por las naciones, permite A los marino* de todos los países entenderse entre si: los ladrones eos mopolitas tienen también señales du reconocimiento con objeto cíe ponerse en relación Con sus cómplices, agentes y conductores.»

En todas partes las jerigonsas de los delincuentes contienen palabras extranjeras. En Inglaterra abundan los vocablos hebreos y alemanes, y hay no pocos de-otras naciones. Ejemplo: mujer, es do na. del Italiano', ulño. kmchen, del alemán kina; ladrón ganoph. del he-' breo gat:ej>li; engaño, shlenter, también del hebreo, ó como dirían los que parlan el tiexfs-latin, del sheeny' Entre las palabras del argot de Franela hay muchas de origen español, como: agoua. «gua; mirante, espejo; nundigo. en su propio significado: frió, miedo. U Vi-ciudad, la facilidad de comunicaciones, hacen que lo-, criminales f r ane -os ganen la frontera de España y vice versa. Así se explica el por qué liay tanta relación eutre la lengua verde francesa y la bribia ó caló español. El luí fardo, á su vez, tiene, en su relativamente corto vo-cabulario. muchas voces extranjeras, siendo como e> Hin no» Aires—quizá más que Nueva York—la ciudad cosmopolita por excelencia. El Sr. Dellepláne clfti como importado- de E-paña: guita, parné, jamar, la drilto, lima, najar pisante, timba conviene á saber: dinero, comer, ladrón, camisa, huir, pie y casa de Juego. Hay que agregar el i te fruten. (I, donde debe derivarse el ae n bule, en su significación de notable, admirable:

servicio lila, que no es sino el tío lila de España, l'a-abras francesas, ó de origen francés, las hay, aunque

no tanto como italianas. Los argots se modifican cou el tiempo. El caló que

se habla hoy en España lio es en todo, por cierto, ct mt.-mo que se hablaba en tiempo de los jaques, ni si-quiera el de la época del Tío Canillitas; como distan mucho el tiltoi.esco y el argot más reciente, de Eugenio Sué. que se hablaba en los tapis-tránes. de ser el jars que se oye hoy en La Vlllette, Mcnilmontant. La Gla-clerc. Uellevllle y ches le I'i're I.unette, en el Chateaux Rouge, efe., etc.. últimos caboulots que pronto desapa-recerán en la gran capital.

RiriiKN DAKIO. AMÉRICA

PHOIH.KMAS I»K KONKTICA. resueltos según nn nuevo método, por Eduaido ríe la Barra.—(Editor: Félix La-janane)— «l.a fonética de la lengua cxstellana está por -nacerse y otro tanto purde decirse respecto á las demás lenguas europeas, las cuales apenas al poseen estudios fragmentarios: mas no reducidos á mi sistema único, de carácter científico, como puede y debe ser.» Asi dice en. el prólogo de su último libro, el filólogo eminente que ofrece tan valiosa y continua contribución i la ciencia americana. •

La fonética de la lengua castellana está por hacerse, por más que. como lo reconoce el Sr. de la llarra. ha-yanse consagrado á trabajos de este género hombres de tanto mérito como Andrés Helio, Kufino J . Cuervo y Mi-guel Antonio Caro, sin nombrar i los peninsulares, cuyo número es muv considerable, y entre los cuales descue-lla el académico I). Eduardo Henot. autor de un extenso-tratado, de aparición reciente, sobre Prosodia y vera-

^Div ídese «1 libio del Sr. D. Eduardo de la Barra en cinco capítulos. Estudia en el primero los diptongos y adiptongos. «He tenido la suerte, dice, de reducir 1« debatida cuestión de la diptongación castellana 4 un solo problema que la abarca por completo y del cuni n>. deducido sus reglas cloras, sencillas y precisas, cortas en número y libres de odiosas excepciones,. Ha susti-tuido el método sintético al analítico. la diptongación, fonética á la etlmulóglca, ó sea tas ct neo vocales, «I ex-tenso vocabulario de la lengua castellana y sus fuentes. Trata el segundo capitulo de la diuresis y la sinéresis, y acompaña sus reglas y sus deducciones con tablas gráficas v ejemplos numerosos. El tercer capitulo se refiere á l o s triptongos , ,

Los dos últimos, que componen la segunda partea, tratado, están consagrados á la sinalefa y ci hiato. <*-( método que empleo, dice el autor, es nuevo y " ' un sistema armónico muy di-tinto de las minuciosas reglas sueltas que se han dictado al acaso», l u proct dlmlciito ingenioso y exacto, lo lleva á ' educi r esc »l»te-

ol°vI(íare¡nos e'n e" ta breve noticia, el «Pf "dice. contiene notas interesantes sobre la escola de las voca les y la, vocales alongadas, la pronunciación am rica na y l«s palabras compuestas ( a s u n t o este ultimo » c u a l consagró el autor un libro entero, desaparecido ru el saqueo de que fué victima en lü'Jli.

Bastan las anteriores lineas para apreciar el *Iinru_iar mérito del nuevo trabajo del señor de la Parra. ofp ciuo

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xxix X L V I H

REVISTA DE AMERICA

por él >{01110 una ofrenda, aunque modesta, digna de « r dedicada como testimonio de grati tud á este país hospitalario, donde lia encontrado fraternal y benévola .acogida*.

r . J.r. ril 'IIÜ Y CARA'TKIIKK r r KitT<>ititt<¿r>:$<>a.—{Imprenta

Kacionat -te f u , río Ríe,—Uibtiot < ca del Buscapié • San fa lil dr Puerto Pico'.—Vu escritor antillano cuyo nom-bre es muy conocido t-ii el mundo . l i terario de lengua -evstclh.ua. nuestro amigo Fernández Juncos. Director de la Revista Puertorriqueña y del ameno semanario El Buscapié. lia publicado la tercera edición aumentada •de su libro Tipos y caracteres. Kl Sr. Fernández Juncos ulnta con un estilo Juguetón y ligero escenas, costiim-lire» y figuras tipleas de su país en esta obra entretenida, correcta y degran interés local. Al tlual del prólogo dice el antor: .Tras (l • I -te volumen de tipos y caracteres siguirá otro d Costumbres y tradiciones, cuya edición' jie ha comenzado ya.» Aguardamos.

TKIKTKK—Colección de elegías, ite Jnan Fernánáe* Ferrai—lSan /ose de ' osla Rica)- Imprenta Xaeionat - E l autor—distinguidísimo filólogo, americanista de nota, cuya personalidad docente saludamos de paso —dice rstas palabras en la explicación previa de su libro: 'Cada ii:a * de Noviembre, casi sin interrupción, he escrito una elegía y durante una época bastante larga, con motivo d • la Fiesta «le Difuntos que un amigo y yo Iniciamos en el Cementerio de Curtago y que con rara constancia se sostuvo allí hasta hace poco, leí estas composiciones delante de numeroso auditorio. Como mi» pobres versos desenvuelven ó cantan en cada vea uu principio ó teoría, una creencia ó una escuela filosó-fica diferentes. llamaba yo familiarmente á estas reci-taciones mis herejías• Las composiciones de nuestro Inolvldado amigo y compañero del Congreso literario de Jladrld son. en verdad, tristes.'

ESTANCIAS. p ¡r Cartas A. Cuti-trres -Confidencias— Jineta prmav.'ra — Xoc turnos — (Santiago de Chile— J,»prenta de M. J. Mejla. Teatinos. 45).—i Todavía por «I «end ro bícquerlano?:

Sellos inuj, res que d la alegre orgia Lleváis el corazón gastado y seco. Vejadme con mis tiernas ilusiones.

Dejadme con mis sueños. Lecas pasiones que en voluble giro A> rastr1is á tas alnas hasta el cieno. Dejadme, etc.

El sr. Gutiérrez da i conocer, en varias de las poesías «ontt'iiidas eu su bien Impreso libro, que tiene un talen-to Innegable y que, con menos clichés y más amor á la forma, quizá saludaríamos pronto en él á un poeta sutil y elegante.

FI.OK IIK TRÉnoL, por Santiago Maciel; poema.— iAlaiiteviaco—lmpreiiia •El Siglo Ilus'rado', de Tm-remue, Varet y £.'.•)— El prólogo, del Sr. Luis Melián LaAnur, Interesante y entusiasta. En el poema hay sin-ceridad. americanismo, versos muy felices, eplfoiiemas miAarcinus ó diasmironiaiias:

¡que el ave que halla el nido destratado, muere con la nostalgia de su nido!

fluldoz. dominio de! Instrumento poético. Pero..... -sien-do ventajosamente conocido lia tiempo por su elegante y fecundo estro poético-, ¿no si: nos permitirá exigir al autor algo más digno de su fuma?

ViBKÁcmxKH 1'slyuiCAS, poema en tres cantos, por Editbrrto Ztgarra Pailón-( Xreqnips- Imprenta de 't.a Revista del ->nr>j - Un urólogo, en que el Sr. Igna-cio Galillo amontona sobre los hombros del poeta pesos -qii 'uopu-'dc éste resistir Huella voluntad, mucha. Kn cuanto al poema:

.Mucho ainor. mucho fuego, y en la forma, XúiVz ilc A ;e • ¡ar i ver!

F I I I K I . I A , uonela venezolana deConsato Picón Febres. - 'Curasao— Añlilla Holandesa). -Ot ra novela venezolana: (¡rn.f.KitMO. pir F. Retan-<V'.i/ Fitcnrridi — ( Valencia — Imprenta de • El Diana,) WATK.m.iMt, por <1. F. Pamirdwí llahana--Imp,ruta «/.-< Esret iai-, Remata. ;>./) —Nuestro amigo el delicado

Í. eullo po-ta M. S. Pichardo. Director de Et Fígaro lia-lanero, d l c lo siguiente:

• L'il distinguido caballero de esta cluilnil. que se d, <11-ea á los negocios, de posición brillante y muy estimado en el círculo pequeño de las personas que In-ino- tenido la «iierte de apreciar «n podero-a inteligencia, -u ilus-tración vastísima y su modestia sin segundo, acaba ü-

publicar UII l ibro sobre ¡Valeria». que i nuestro Juicio •«•» nna monografía coinulet» d e l a famosa batalla y un documento d-r suma utilidad liara nosotros los que co nóc-inos las peripecias y accidentes de aquélla por la historia de los franceses. También es uu t iahajn de oportunidad en r»tos momentos en qu • se ha puesto de moda en Europa hablar de cnanto. se relaciona cou los recuerdos del Insigne guerrero.

li. C. Ramirdn—que con este pseudónimo se oculta el Sr. E. C —lia tomado por base du su estudio obras ó historias que no fueran exclusivamente de origen fran-cés. romo expolie en i-l preliminar de su libro.

Tiene para si el autor—y pl» usa i n esto, cmno en todo, con mucho acierto —que la Inmensa mayoría de los que han leído en nuestro Idioma ei relato de la célebre cani

Iiaña (1;> Napoleón el Gratule, en llélglca, en 1*15. lo lian lecho -en las traducciones de las populares é Interesan-

tísimas obras de Víctor Hugo. Thlers y Lamartine»; y cree, además, que .son muy ÍOCOS los que han tenido oportunidad de conocer las crónicas de tan tif-tnoralile.s Mice-o-, según lo- ib -criben lo- que tuvieron la fortuna y. mis que la fortuna, la gloila. de derrotar detinitiv.i-iiiente ul más |¡imo-o general d" nuestro-Iglo.»

• l.a Imparcialidad de la liMorla i-xi;-': que se oiga en casos tales á ambos contendientes,. «La* brillantes, dra-máticas y bellas descripciones de los autores aludidos añude /•. C. A"amirtin - pueden cou-lil- iar-e como la ver-ión francesa más popular y admitida d-- in laugrit li-ta campaña. Justo es. por tanto. que consign-uio« tam-bién los becbos tal cual los refieren lo- ,|iie en Llgny, Cuatro llrazos y Waterloo colnbatieron contra el ague-rrido y valeroso ejército francés, para formar recto y cabal juicio ile los misinos.»

• V concluye el preliminar, modestamente, declinando el autor toda originalidad y a-'-iruraiulo que sus páginas no son más que uu extracto de lií-torias •,-pedales de la campaña escritas por ingleses, alemanes, prusianos y también franceses..

La edición líos llega ¡lustrada con muy buenos graba-d o s . h e c h o - e x p r e s a m e n t e p o r a r t i s t a - i t a l i a n o s .

L A C U : O A II H I . A X C A . por M. S. Puhardo- 'Habana-Timo Vde ta Biblioteca de! Fígaro,—;Lo e-tamos espe-rando desde hace muchos días, queridi-imo poeta!

DOCK I ' I I K S Í A p o r Fraw i'Co A. Gamboa—iSun Sal-vador—América Central) - Helio volumen. Que se quite al admirable poeta salvadoreño Gavlitla el diploma de miembro correspondiente de la K. A. E. y se le ofrezca á nuestro excelente amigo Gamboa. ; Por qué no dar toda la rienda á ese Pegaso. Sr. I). Francisco.'

F.I. Pu-.AVI.IIK—¡Cuadros MONTEVIDEANOS" -Xove'a ori-ginal, par /nan Torrendelt—.Montevideo—,/oya Lite-raria', de Cuspinera, Teix y C¡—Escritor de lina olí servacíón y descriptor feliz, el Sr. Toi rcndell. si cuidara más el estilo, cuánto no podría hacer!

R . D .

ESPAÑA l I l S T O I t t A IltL I I K I X A I I O 11K C A I I I . I I * III—El (lOCtO

académico D. Manuel Danvila ha dado término á la par-te que le fué encomendada de la gr.iu historia de España que prepara la Academia de la Lengua. Como se sabe, los dos primeros tomos de la Historia ,te Carlos III han sido publicados ya por el editor L ó p e z Faicón. La obra de Danvila. dice el distinguido escritor I>. 1/odoro Llórente, es una completa rectificación de la que hace medio siglo escribió I». Antonio Ferrol- d»-I Río. El autor lia consultado no menos de ;o.«si documento* inéditos. Especialmente, ¡iñade. en lo referente á la expulsión de los Jesuítas, que es el suceso culiiiíuaiitc de aquella épo-ca ly que tanto interés ofrece á los historiadores ameri-cano*), al cual ha dedicado casi todo el ionio III . llamará mucho la atención del mundo católico la publicación del expediente original que Ferrer del líío supuso perdido y que Danvila ha tenido la suerte de encontrar y adquirir. Por él y por las cartas que D. .Manuel de Itoda. .Ministro de Gracia y Justicia, escribió reservadamente de orden del Itey al marqués de Tauuccl. podrán conocerse por manera definitiva las verdaderas causas que obligaron á Carlos III á extrañar de los dominios e-pañoles á lo* individuos de la Compañía de Jesús.

— El editor Feriuiiido Fe ha reunido en un volumen, con el título Agua pusada, algunos trabajos escogidos de llamón Rodríguez Correa.

— El Sr. Angel l.a-so de la Vega, ha dado á La lilis traciin Española y Amcneana. un estudio .-obré la* Paetisas luso-hispanas de los sigtjs X VI y XVII. Ksca-o e* el caudal de datos nuevos ó Interesantes con que este trabajo Contribuye á la historia de las I, iras ibérica*, pero es apreclable en conjunto y como obra de erudición.

— Dou Anselmo Salva, correspondiente ile la Real Academia de la bi-toria y cronista de Hurgo*, ha pnhll callo uu tomo de Rcmem' ramas burgalesas, capítulos muy Interesante* «obre la hi-toria de lu ciudad d.-l Cid.

LOI:IIK A C I I I . A K .

Page 83: La Revista de Amèrica

X n x

S U M A R I O

CAXTO UE LA SANGRE—Rubín Dar lo . Los METAS JÓVENES o s FRANCIA—Enrique Gómez Carr i l lo . ANGEL CAÍDO—Rafael Núñez. Bu* xos A I R E S PINTORESCO— La Boca-' Brocha Gorda* . 1651 —'-La leyenda de loa siglos) V. Hugo—Leopoldo Díaz. JIOSA eos BIZANTINOS—Zoe-R. J a imes F r e y r e . A RAQL'KL BALWACKDA—Pablo Della Costa . GABRIEL D'ANNC.VZIO—Rubín Dar lo . AL «TROTE»—Míffuel E d P a r d o . TEATROS—El monólogo—E. Roncoroni . , L I B R O S v r t R i ó u i c o s — L a Traducción de la Divina Comedia—El idio

ma del delito—Problemas de Fonética—España, etc.—R. D.—R. J . F . —Jorge Agu i l a r .

MARMOL GRIEGO—Justo A. Fac ió . JLA PRENSA Y LA « R E V I S T A DE A M É R I C A * .

L A P R E N S A Y " L A R E V I S T A DE A M E R I C A "

" I t e v U t a d e Anié i l e » " — Dircetores: Rubén Parlo y Ricardo Jaimes Freyre.—Ha aparecido ayer el p r i m e r número de esta nueva revista l i te rar ia . El n o m b r e de sus directores es una garan t ía , una promesa de pago á plazo fijo, perfectamente de*contahle en el mercado del ta lento .

Rubén Darío luí necesita de presentación. El y .Salva-dor Rueda son los maestros de una escuela nueva, ó mejor dicho, de una escuela que resuc i ta y que has ta ahora cuenta con pocos adeptos, deb ido 4 que lo d i f íc i l no es accesible 4 todo el mundo. J a i m e s Freyre , el h i j o de «Brocha Gorda*, sigue las aguas de Rubén Darío, y le sopla buen viento. Les pasa 4 ambos lo que al Dante:

Per correr migtior aeque, alta le vele Orinal la navieella del m'ingegno.

Han encontrado los dos estrecho el campo de la dia-léctica l i te rar ia moderna, y han ¡do i buscar en la for-ma. en el color y en el sabor de las lecturas an t iguas el desahogo de sus espíri tus Impregnados de poesía y de c las ic ismo.

Su revis ta se r i el espejo de sus tendencias y de sus aspi raciones l i terarias . El p r imer número trac uu pro-

Í;rama que es toda una tenta t iva br i l lante , pues t r a t an os cul tores del sr te puro de man tene r el pensamiento

de la innovación y el respeto 4 la t radición y i la je-ra rqu ía de los maestros y de t r aba ja r por el br i l lo de la lengua castel lana, lo que Importa e m p u j a r el esp í r i tu y el iutelecto al culto de la belleza eterna.

Los que no comulgan con estos cabal leros cruzados del a r t e tacharán quizá de pretencioso el p rog rama de la BKVISTA DE AMÉRICA; pero los que sabemos con qué fervor y con qué fe persiguen sus directores los ideales que él encierra, lo encontramos na tura l y lógico, puesto que se encuadra per fec tamente dent ro tic la modal idad espi r i tua l de cada uuo de ellos.

La apar ic ión de la REVISTA DE AMÉRICA debe ser sa-ludada con cariño por todos aquellos que. sin ser pr ín-cipes en los torneos de la ciencia gaya, buscan el delei te de la v ida en la admiración de las cosas bellas. El lluevo cuaderno que cae sobre nuestra mesa de t r a b a j o puede ser una gota de agua fresca en la aridez de este campo del per iodismo mili tante, que sólo trae desazones y ani-qu i lamien tos á los más fuer tes y á los más Impávidos, y que suele producir tantos estragos entre los que, en el p r imer arrojo , creen que han de escalar las a l tas cum-bres.

Sea. pues, bienvenida la REVISTA UE AMÉRICA, que la acogerán senos cariñosos y encontrará entre los que sa-ben pensar, los que saben sent i r y los que saben a m a r lo bello, lo bueno y lo verdadero, manos amigas que estre-c l c n e fus ivamente las suyas.— iLa Xación.)

' « H e r í a ! » de Amírlr»* 1—Ayer apareció el p r imer nú-mero de esta revista l i terar ia , que dir igen los señores Rubéu Dario y Ricardo Ja imes Freyre. y cuya apar ic ión anunc iamos hace algunos días. f

Ei! este número lian colaborado los señores Arregulne, Aleuiaun. «Ilrocha Gorda-. Cothereau. Dario. Díaz. Ebelot . fióme/. Carrillo, Ja imes Freyre, . J u l i á n Martel». Lobos. López llenedito. Mitre y Vedi». Mosca. Reyer y Rueda. Muchos de estos t rabajos de colaboración ver-san sobre la cuestión social contemporánea, acerca de la eual ha querido la REVISTA UK AMÉRICA consignar la opinión d-- algunos de lo- directores de los d iar ios il»¡ Hílenos Aires, teniendo en cuenta la t ranscendencia de tan vital asunto.

La nueva publicación empieza muy bien, ron selecta y amena lectura y con uu aire de dis t inción, que es quizá el ui.is amable de lo- caraneros.— (La Prenda.)

C u p e r i ó d i c o nuevo—Acaban de da ru ie Una buen» noticia: Ruhén Dario lanza un per iódico de eoinbatc.

De combate l i terar io, na tu r a lmen te . <»B qnee l cabal lero de la divisa azul y gules de oro en campo de pia ta , po-drá luci r las galas de su b r i l l an te a r m a d u r a .

Pero no es él solo. Ya us tedes conoeen 4 Ricardo J a i m e s Freyre . Es un joven estete. Ha escr i to cosas de p r imer orden.

Et per iódico se l lamará REVISTA DE AMÉRICA. SU bandera ser4: Pelleta y Arle.

Al saludarlo , le deseo el t r i u n f o de su g r a n causa. Des-pués me ocuparé de él como merece . Es todo un aconte-c imiento literario.—JCLJAN MARTEL.—(¿A Ilustración Sud-Americana.)

" R e v i s t a d« A m é r íe»"—Nous anuonvons avec plulslr l ' appar l t ion d 'une publ icat ion exc lus ivement l i t teralre , lo REVISTA DK AMÉRICA, d l r lgéc pa r MM. Rubén Dario et Ricardo Ja imes Freyre . Le p r e m i e r n u m é r o a réclle-meiit bou a i r et Invite ti la lec ture . N o l i s cotiiialssious le ta lent des deux jeu i i f s d l rec tcurs : M. Dario. notam-uient, est un prosateur cur icux d 'etfcts nouveaux et trvs occupé ii assoupl i r la for te l angue espagnole . Oserons-nous diré que. sur le t l t re . nous nous a t t end ions á une saveur amérlcaine plus marquée? Les t ro ls pr inc ipaux art icies du miméro paru t r a i t r n í de la poésic des trou-véres. des poetes décadents e t du Jeune a r t l s t e Hallen— d 'a i l leurs su r fa i t . dlsent -es comput r lo tc* — Gabriel d 'Annunzio . L'nc étúde su r Kar l -mann (qul d 'a i l leurs ne slgnllic pas Carolas Magnas) m a n q u e un peu d 'aetua-lité, comme les deux autres d 'a i i iér ieauisme. Mals c'cst le numéro d ' e s sahc t les deux d i rec teurs—talent obllge— ne manqueron t pas de nous d o n n e r b icntót du nouveau.

En a t t rndan t . nous leur souhi i i tons tout le succés qu ' i l s inérí tent pour leur v.-illlance el l eu r a m o u r de l'art.—(£.« Petit Journal).

Anotber heal ty bahe ln che Edi tor ia l llus!—the RE-VISTA IIK AMÉRICA. We wlsh i t -wel l . as also lts dlsrtn-guished parents . the «ble ívrl ter and poet. Rubén Dario and his wo'rthy young col league. Don Ricardo Jaime* Fre i ré son of our esteemed f r iend Don J . L. J a i m e s of ía Nación. Young Ja imes has given us ano tber proof of hl< abl l i ty in «La Poesía Lcgandarla .» Every Une of it ls carefu l ly wrí t ten. As is Durlo 's a r t í c le ou Gabriel d 'Annunzio it Is real l i t c ra turc and prove* tha t Darío is one of our best wrlters. We mu«t not forge t our good colleague Ju l i án Martel. whose .Señor do Zaváleta- i- a splendld character . The o the r a r t i c ies and poetrv uro tlrst class readlng, and we wlsh the R E V I S T A U E A M É RICA the heal th aud prosper i ty It r i cb ly desi r v e s . - ( T h e Standard).

" R r v l a t a d e A m é r i c a " — . f ' . t r e lo rgan . - de la genera-tion nouvellc qul, en Amérique , prof,-.»,. le culto ile l 'Ar t pur . et déslre ct cherche la pert 'ectlun idéale: otro le lien qul rend une et for te Fideo amér ica ine dans la cotnmuuion art ist ique univcrsc i te : comba t t r e coutre les féticlilstes et contre les iconocliistes;. . . se rv i r dan* le Nouveau Mnndt et dans la vi l le la p lu- g rande et la plus prailqw» de l 'Amérlquo la t ine r - i r í - tocrat i . - i n t e ! ! , - m i e l le des répuhl lques de langlle espagnole: Vollá qu.-l est notre desseln.»

Tel est le fler prograinine que MM. R u b . n Dario et Ri-cardo Ja imes Fivyro ont placé , n t.-te du premier minié rr> de ía revue bl inensiteile qu'il- vieniient l¡e ¡nitor. Nous no pouvions inieux fa i re que de l.- reproi lui te . it eSt difíictle (Je diré plus de clios.-s , n nioiiis d» moj-.

Que! que S o l t l e suecos (le C . - t t e l . - l l l a t i v e . , - l l e i l , . piré,' pa? U,I scntlmeiit de l '.irt t r - - é|.-tV- .-t Iré- f.-rm.-. e t e s t au —I t l é e d l l pur soufrie ib- r. : i o v a t i . , l l p l l i l o - o p l l i que et l l t téralro qui pas.,. .ui j . ,urd huí .,„• |- i„. .nd-.

- -" - - .. ...... ^ & ^ _

Page 84: La Revista de Amèrica

Nous «ouliuiton.» ;'i nos jeunej cunfrí ri s ct á la phalati-gp dVcrlvains df talent qu'ils uní groupée autour d>ux autaut de lecteur» qu'ils mérlteut. Ici ct dans toute l 'A-méríquc espagim!»..

Alexandrc Duina* p,-.r,. racontc cjui-IIJUI* part que se trouvaut au haut de la Itéche de la cathédrate de Bru-xelles. 4 une hauteur vertlgineusc, avec son fidéio aral le pelutre Jadln, si nos souveilirs sout *del ts . il luí tit fort Judlcleusi-ineut observer qu'll arrMveralt forcément Dti moincnt oúcette fleche se jetteral par terre tout de son long. Cela posé et adinis, il ajouta qu'il scrai ténor-mément désagrcable que ce ínoment, lmposslble á dé-termlner á priori. sur vlut Justoment pciid^nt qu'lls se trouvaleut au haut de ce monunicnt branlant. Sur quoi Jadiu se mil ¡i dégrlngoler, avec une célérijé désespéree, l'escaller i vis qui tlrebouchonuait Jusqu'au faite.

CVst la remarque absoluiuent opposée qu'U «ohvlent de faire it nropos de l'apparitiou de la REVISTA DK AMÉRICA- II arrlvera forcenient un ínoment oü une re-vue se fondera dans des condltlons assez proplces pour reunir en falsceau toutes les forces vives de lit terature et d'art éparses sur ce contiuent, ct devenir l 'expresslon synthétlque de la clvllisation hlspano-amérlcalne.

Cet événement ne s'est pas encoré présenté. de mérnu que la fleche de Salnte Guuule est toujours dabout; mais il se réallsera un Jour ou i'autre. de incme que la flvehe est fatalcment appelée i\ cholr,

Pour la tléche. fl est il déslrer que ce soit le plus tard

Sosslbln, solt! l 'our la revue, II n'est pas un seul aml e ees jeunes, vivaces et turbulcntes républlques. et de

la note qu'elles representen! dans 1c concert de I 'huma-nlté, qui ne souhaite <juc cela se réalise au plus tOt.

Et pourquol ne serait-co pas préclsement & l 'heure oü Alexandrc Dumas et le fldéle Jadln... nous voulons dlro K. Rubén Darlo y M. Ricardo Jaimes Freyre, sera ien tU juste i polnt pour assslster á l'événement, que celul-cl

, se produlratt? Kous ne voyons pas de ralson qul s'y op-

Íiose.et nous en apercevons pluslcursqul seraleut plutot avorables k ce resultat. En tout cas, c'est lá une tentatlve i laquelle nos cn-

conragements sont acquls comme toutes nos sympaties. Ce n'est san» doute pas grand'chose; mals on donne ce qu'on peut.—(Le Courrier de la Plata).

*'B«vUt» d r América"—Nítido y elegantemente Im-preso, nos ha visitado el primer número de una nueva publicación quincenal de letras y artes.

Et mejor elogio que podemos hacerle es citar el nom-bre de sus directores, los seíiores Rubén Dario y Ricardo Jaimes Freyre, bien conocidos ambos por las galanuras de so estilo y la verdad de su erudición.

L o s p r o p ó s i t o s q u e a n i m a n á la REVISTA UE AMÉRICA, según el programa de sus directores, merecen aplauso y protección amplísima; trata la nueva publicación de servir de vinculo literario i todas las naciones sudame-ricanas, y de mantener vivos entre nosotros el culto del Idioma y el amor á lo bello.

Han colaborado en el primer nómerode la publicación recién aparecida, personalidades de tanto valer como Salvador Rueda. Enrique Gómez Carrillo, Leopoldo Días y Julián Martel, llamando la atención en este nú-mero una serie de pensamientos de los señores B. Mitro y Vedla, E. Lobos, Alfredo Ebelot, F, López Bcnedlto. Daniel Cothereau y Teodoro Alemann. sobre la cuestión, social contemporánea.

Interés, novedad, exquisito buen gusto, todo ello abun-d a e n el p r i m e r n ú m e r o d e la REVISTA UE AMÉRICA, cuyo envío agradecemos y por cuya prosperidad hace-mos sinceros votos.—(Tribuna.)

" R e v l a i a de América"—E' usclto dómenle» II 1* nu-mero della REVISTA DE AMÉRICA dlretU da duechlarls-slml lugegnl quall sono i «ignorl Rubén Darlo e Rlccardo-Jaimes Freyre. :

E ' una pubblleazlone elegante e clvettuola. edita col lussoe II buon gusto per cu! si acqulstó. rlnomanza la •Compartía Sudamericana de Billetes de Banco».

Consta di SO pagine, oltru alia copertlna in colore, dove le personne auchc medianamente eolte trovano da passare una mezz'ora in assal buona compagnla.

Nel programma. breve e attraente, la atrezloue della REVISTA UE AMÉRICA lnalbera arduamente la bandlera garlbaldlna in arte. e. se •nella cltá pió grande e prati-ca dolía America latina l'arlstocrazla lntcllettuale» ¿ qualche cosa di megllo d'una bella frase, alia pubbllea-zlone del slgnorlRubén Darlo e Klccardo Jaimes Freyre,.

"" la foi isl

torla.

fortuna, perché alie battaglle date per cause noblllssiinc. dovrebVcsscre sempre compagna la vlt-arrlderá I

Nel primo numero trovtamo degll studl. che sono del' grazlosl bozzcttl. su vari poetl modera!, fra cui uno sui uno del melgliort e plú gfovanl poetl. itallanl: Gabrlcie d'Annunzio, della cul ult ima opera: II Trionfo della Mor te. i annunzlat a una critica peí seconilo numero.

Altri lavorl, assal pregcvoll o dilettevoll, si leggono nella prima puntata Qell iuteressante pubblleazlone che si staeca per l 'origlnalitá sua da quelle coiieencrl.

Sulla questlonc soclali i dlrettorl della REVISTA DE AMÉRICA rlchlesero l'oplnlone di vari direttorl di gior-

da eu no

nall cittadlni, e tal! risposte ehe accrescono l 'origlnalitá della pubblleazlone per la dlversltá del punto al

l euf I glornallsti esamlnarono l'ardua buestloi > pubbllcato nel p Citlamo I noml al qu B. Mitre y Vedla (Nación). E. Lobos (Prensa). Ettore

Mosca (Operaio It itiano), Alfredo Ebelot (Courrier de - - arto

vista. iornallsti esamlnarono l'ardua buestlone, furo

rimo numeerto testé usclto. questi dlrettorl :

(Prensa iclot (Cou

ia Piafa)'. F. López Bendito (Correo Español). Danielo-Cotherau (Petit Journal), Teodoro Alemann (Argentl-nisches Tageblatt).

L'abbotiamento annuo alia REVISTA DE AMÉRICA -OS-ta 8 10: seuestrale 5; meusll 1; ogul copla 60 ceutavi;. gil abbonamenti si rlcevono paesso le librería: Espiasse, Moen e Joly. linché ágil oftici prowlsor l della KEVTS TA, vía Tucuman. »77.—(L'Optraio Italiano).

REVISTA DE AMÉRICA QVISCKS.KL. DE LETRAS Y ARTES

Oficina provisional: TUCUMA S, 877—Administrador HUGO MARONI

SUSCRIPCION

Un mes 5 l » trimestre » 3 » semestre » 5 » año » ¡0

Números sueltos * 0.50 Interior, eon uu recargo del 20

Puntos de sttscripeiñu cu fít/eiio< Aires: Lil>rerht< de £<pi<i<<e. de Moen. de .!/</::»-chi y de Joly.

Page 85: La Revista de Amèrica

LI

Revista de América

HAH COLABORADO EH ES TE HUMERO

Lo* t i l e i i i !

Aguilar Arreguine «Brocha Gorda• Darlo Días Fdcio FernAndea Espiro Gómez Carrillo Jaimes Freyre Malugarriga • Marco Xerco* Pardo Reyer

DIRECTORES:

RUBÉN DARIO

RICARDO JA/MES FREYRE

!i.'f 6". j í f v I1-"' ''•ftí.W A?.

Page 86: La Revista de Amèrica

LUI

Revista QUINCENAL, DE LETRAS Y ARTES

' 1 1 A/fO I BUENOS AIRES, r DE OCTUBRE DE IS94 ACM. 3

— - .¿r.- •: ' 'II I IIMIIII

R H F H S I I R Ü F T € Z

Que sais je?

L Pensador llegó á la barca negra Y le vieron hundirse

En las brumas del lago del Misterio Los ojos de los cisnes.

* * *

Su manto de Poeta Reconocieron los ilustres Uses Y el laurel y la espina cntremezcU.dos Sobre la frente triste.

* * *

A lo lejos alzábanse los muros Déla Ciudad teológica ún que vive Leí sempiterna Paz. La negra barca Llegó á la ansiada costa. Y el sublime Espíritu gozó la suma gracia. Y ¡oh Montaigne.' Nú Hez vió la Cruz erguirse Y halló al pie de la sacra-Vencedora El helado cadáver de la Esfinge!

Ri:IIÉX DA ¡cío.

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L w

REVISTA DE AMÉRICA

LOS POETAS JOVENES DE FRANCIA

A In R E V I S T A D E A M É R I C A .

E . G. C.

VI

CHARLES MORICE

CHARLES Morice fué el primero que trató de reducir á cánones doctrinarios las

ideas de Verlaine y de Mallarmé. Sus estudios sobre el arte del porvenir están considerados por la critica como la obra mis seria que hasta hoy producido la juventud simbolista, y en ellos hay, según dicen algunos académicos, bastantes ideas para edificar una torre litera-ria que podría servir de baluarte á toda la juventud actual. Los poetas, sin embargo, no parecen hoy muy dispuestos 4 considera! La íittórature de Tout ti L'Heure como un -evangelio indiscutible. Más aun, desde hace tres años, Morice va siendo cada día menos admirado: sus antiguos compañeros lo abando"'" y ¡os adolescentes que vienen de provincia en busca de director espiritual, no llaman nunca á la puerta de su santuario. Tanto es así que cuando en 1890 un perió-dico dijo: < Los Sres. Dubus, Leclerc y Carrérc han fundado una escuela literaria según los principios del Sr. Morice», los tres poetas protestaron con ñrmeza, asegurando que ellos no serian nunca discípulos de tal maestro. Luego Morice se ha ido retirando de las luchas juveniles, hasta llegar al aislamiento completo en que hoy vive. Su único consuelo es la confianza er. el valor de la obra reali-zada y la seguridad de que los críticos doctos no han de dejar nunca de considerarle como el cerebro más robusto de la nueva genera-ción francesa.

* » *

Entre las teorías de Charles Morice, una sobre todo, mcrccc estudio y glosa. Me refiero í la teoría de la sugestión universal. (1>

(1 Me parece oportuno resumir aquí las teorías lite-rarias Je tres escritores jóvenes cuyas siluetas na hxn podiJo entrar, por varias razones, en mi {alerta de poetas tráncese». Esos tres escritores son: Reray de tiourmonr Louis Duraur y Em. SignoreL—«Uno Je los elementos Jel arte—tice el primero—es lo nuevo: ele-mento tan e.enciai que casi constituye por si mismo

Según el autor de La Litlirature de Tout d VHcure, el verdadero genio del por-venir será el que logre dar vida á un poema

todo el arte y q u ; sin ¿I, el arte se desploma. Ahora bien: entre t o j a s las teorías nuevas de que en estos Ultimos tiempos se ha hablado, sólo una parece nueva, y no nueva asi como quiera, sino llena de novedad nunca vista y nunca oída: el simbolismo que en el fondo es la Libertad y aun la Anarquía . -S i ; LibertaJ en arte cosa tan asombrosa que Jú rame muchos «Dos no será com-prendida. Todas las revoluciones que hasta hov han triunfado en l i teratura, se contentaron con cambiar las cadenas del cautivo y generalmente con ponerle cade-nas mis pesadas que las antetiorei . Pero esas cadenas sólo pueden ser toleradas por el vulgo estúpido que, después de t i r*r del carro clasico, tiro del carro román-tico, del carro natural is ta , del carro parnasiano, del carro psicológico y del carro neomistico.—Si se quiere saber como el simbolismo, cuyo sentido parece tan es-trecho, es en realidad una cosa muy libie, no hay mas que poner ntenci.in en lo que es el idealismo, pues el primero es un hijo del segundo.—Idealismo significa libre y personal desarrollo del individuo intelectual en la serie inteiectu.il; el simbolismo pqeJe y debe ser considerado como el libre v personallsinio desarrollo del individuo estético en la serie estítica; ios símbolos qae el poeta imagine ó explique, serán imaginados 0 explicados según la concepción del mundo morfológica mente posínle para cada cerebro aimholitador.—De aht nacerá un delicioso caos y un exquisito laberinto entre el cual ya veo i los profesores desorientados pidien-do por favor el hilo de Anadea que nunca han de conse-guir.—En cierto sentido, el simbolismo es un renaci-miento de la sencillez y d : la claridad, pero como á la vez pide gra.ides electos A lo complexo, a lo obscuro, al •yo» de todas las ideas, nunca sera un verdadero neo-clasicismo. Uno siempre es complicado para si mismo; uno siempre es phscuro para si mismo; las clasificacio-nes y las simpliticaciones de la conciencia, son obras del Genio; el ar le personal—que es el tínico arte—es siempre incomprensible. Cuando se hace comprensible deja de ser^ arte para convertirse en un motivo de nue vas expresiones artísticas —Esta manera de compren-der el arte excluye A los artistas mediocres que no tienen nada de eterno en sus inJiviJuos.-Prácticamen-te es necesario que el simbolismo, arte libre, adquiera en la ooiníón general un respeto que hasta hoy se le ha negado: es necesario que el público tolere, junto á las formas conociJ.s. formas desconocidas; es necesario que no se arrojen fuera de los invernaJeios literarios las plantas que nicen de semillas ignoradas. Pero al mismo tiempo e» preciso no ha er ninguna concesión para conseguir el triu.ifo; los que deben mejorar para acercársenos son ellos, ellos que ganarán cambiando; nosotros sigamos quietos.»

Louis Dumur es menos filósofo que Reray deCourmont. También es menos violrnto. Sus ideas. que en el tondo contienen los gérmenes de una Itran revolución poética* no aparecen A primera vi»ta sino como la base de un. ligero cambio retórico. He aquí algunes fragmentos del prefacio de Lassittities: * -¿Qui es la poesfa?—Una ca-dencia.—ílTna cadencia cualquiera es poesía?—SI. Basta que una cadencia cualquiera sea perceptible al_ oído. Én el lenguaje hay dos cosas que pueden ser musicales: las silabas y los sonidos Las Silabas pueden ser musi-cales de tié» manera-: por el número, por el acento tónico y por la diiraci- n. Los tenidos son musicales por la asonancia de vocales v por la consonancia de consonantes.—Hasta hoy los versos franceses han con sistido siempre en una caJencia de sitaras por el nü mero, comhinaja con una cadencia de soniJos, que es la r ima. Los versos germánico-y eslavos están construidos principalmente «obre la cadencia de la» silabas por el acento tónico. Los versos antiguos tenían la cadencia de silabas por la duración—El Irancís. que es el idioma en el cual se pue.lrn quizás practicar toja» las cjden cías, es al mismo tiempo el que menos se ha atrevido * hacer. Desde el tiempo de Malhttbe nos hemos comen-tado con con ta r las silabas para termir.ar cada veri1» con una asonancia; esta combinación no ha cambiado en tres siglos A pe-ar de mil lucha» literaria» v 1 pesar de las combinaciones que podrían ensayarse. Mis yerso» tienen acentos iónicos. El acento tónico cae en la última silaba de las palabra» acudas y en ta penúltima de la» graves. Lss palabras que tienen mi» de Jo» silaba» llenen un »e£undo acent<-, en la primera silaba La ca-dencia per el acento tónico se (orma —A ejemplo drl ' ingliís, del ntemAn v del ruso—de pie», y en particular de pie» yámbicos v anapésticos.» _

Emmanuel Sigroret no se parece ni i Remy de Gour moni ni A Loui» Dumur. Su cerebro es roeno» rebullo

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REVISTA DE AMÉRICA 43

cuyos capítulos estén, al mismo tiempo, muy separados y muy unidos entre si; Un separa-dos, que cada una de sus líneas exprese una idea ó evoque una iroígen independiente de las demás imágenes; tan unidos, que produz-can en la mente del lector una sensación indi-visible de grandeza sintética.—Asi, la obra maestra del futuro Siglo de Oro ha de ser muy complicada y muy sencilla, muy cerebral j muy poética, muy obscura y muy clara. En ella habrá una parte enteramente directa, quo los hombres podrán leer como si fuese nn florilegio de máximas ó una antología de estrofas cortas. Pero esta parte no estará al principio, al medio ó al fin del volumen, sino en todos los capítulos y lo mismo en la pri-mera que en la última página. Tampoco estará «ola, porque entonces nadie querría ver en sus, versículos un poema secular. Junto á ella, ó, mejor dicho, en ella misma, habrá una fábula «seguida» como el argumento de las novelas románticas.

Y eso que tan fantástico debe ya parecer

302 el del primero y *u erudición es menos vasta que la el segundo. Su a lma, en cambio, es m is apasionada,

B i s revolucionaria y mi s violenta que la de ambos. El no se satisface con cambiar las leyes gramaticales y el gusto general , sino que quiere también revolver el mondo de las ideas y de las creencias. Es un místico, un profeta, un evangelista, un orador y un maestro de escuela todo en una pieza Cuando habla es porque desea hacernos »abcr algo nuevo,—He aquí la parte fundamental de su programa literario: -En nuestro lirismo familiar, hemos hablado de luchas entre Nuestra SeAora de París (arte católico) y et Partcnón (arte pagano). El Partenón proyectó su sombra sobre nuestras adolescencias. En el azul radiante de n u c i r o s primeros ensueftov temblaron vagamente las a l turas del Olimpo.Nuestras cunas fueron mecidas por la voz J e las selvas griegas.—A,huirá.lores de la Edad Media, nosotros sentimos en el fondo de nuestro ser un alma moderna; discípulos de Jesús, nuestra sangre es siempre la misma. A pesar de todJ, los jóvenes católicos tenemos que ser. grecolatinos. - SI. rrecolatinos por la raza..por la s-ultura ó por el temperamento. Yo vjy el discípulo de Cristo que, habiendo visto a Platón, ve pasar ame si el alma de dos ra¿.ts. — l'ero también católico, poique Cristo no se hizo hombre par.i ah./lir el ideal . int imo, sino p.»r.* completarlo y p.u a cons i^rarlo. El o l i v de Halas florece j e nuevo en ei hucric de N'tlcstto Seóor. C u a n d o et viento de la barbarie sopló cu et niumlo los religiosos católicos salvaron, i n el aic.i ,ie sus clau.iros, las obras maestras Jel genio pacán". lil luego ,1c las Ve-tales no SE ha apaga.lo, sino que M IK* hrul.in.lo en los cirios eclesiásticos. Yo -oy le un p iis en donde el cutió Je la Venus de Arlrs se 'contunde .i-n el .le M illa Santísima: en «Ion le l-,s p.Ktas ea.u,.n la Navi.t.ul en estrofas de corle pagano, y en dunje los sacetdoies griegos se vistieron c -n ' t rajes episcopales.--Santo Tomas es hijo de Aristóteles y Dante Je Virgilio. To.l i la nella antigüedad sit vió para preparar el divino Ca tolicisino. La Iglesia cons.ij.'M esta uni'in empican.!" la lengua del L icio paj . ino en sus liturgias místicas Yo soy, pues, un roinano haui i ia jo »

/unto .t eslns ti es la-npaJarois Je 11 es r no s distintos. podrían cotoe.irse olios mu h i - n r c J , v i l - es téreos que huy comienzan .\ JcsVivitsL. por - i luuilfo ,lc su . evangelios. Yo me conten >ií con eu.,r | | U g „ ¿ , Kebcll, prosista y poeta, que Jespue- Je h iSc. a.t .ra lo i I... dioses Jel S'orle, h.lse s.-onveruJ.< Je pron;-. en el illa» ferviente panegirista de las J iviniJa let meri Jtonule».

á los poetas de hoy, no ha de ser sino el principio de la estética de mañana, pues además de los dos sentidos superpuestos, solidarios é independientes, la obra futura lia de reunir otros requisitos secundarios que, siendo infinitos, pueden, sin embargo, compendiarse en uno sólo: la universalidad. —Universal, en efecto, el poema debe serlo tanto por el fondo como por la forma. De lo contrario, tendría que paiecer local, y el loca-lismo es odioso en sus relaciones de tiempo, de lujar y de idea.

El poeta, en resúmen, tiene que hablar consigo mismo de la manera siguiente, antes de emprender trabajo ninguno:

—¿Cuáles son los más grandes siglos de la historia literaria?

—El de Pericles, el de Alejandro, el de Icón X, el de Felipe IV, el de Luis XIV, el de Vol taire y el de NVagner.

—¿Cuáles son los más bellos sentimientos de la tierra?

—El griego, el latino, el índico, el francés, el inglés, el alemán, el italiano, el español, el escandinavo, etc.

—¿Cuáles son las mejores escuelas filosó-ficas?

—La espiritualista, la materialista, la posi-tivista, la experimental, la optimista y la pesi-mista.

.—¿Cuáles son las más grandes artes huma-nas?

—La poesía, la pintura, la escultura y la arquitectura.

—¿Cuáles son las más grandes preocupa» dones del hombre?

—El amor, el odio y la muerte. —¿Cuáles son los mejores libros? — La Iliada y la Imitación de Jesucristo. —¿Cuáles son tas mejores religiones? — El catolicismo, el paganismo, el budis-

mo, etc. —Según eso, ¿cuál seria la mejor obra

humana? —La que fuc¿c una evocación de todos

los siglos, de tudas las religiones, de todas las artes de todos los sentimientos, de todas las iileas y de todos los genios.

Page 89: La Revista de Amèrica

L V I

38 REVISTA D

—¿Y cuál es el arte que puede realizar tal obra?

—La poesía, que pinta, que esculpe, que edifica, que medita y que vibra ¡i un tiempo mismo.

—Entonces —Entonces es necesario trabajar. —Pero ¿v cómo? — Con las ideas y con las palabras. —¿Y las palabras bastan acaso para expre-

sarlo todo en un mismo libro? —No, pero bastan pa;a sugerirlo todo. —Según eso, la poesía debe ser ante todo

sugestiva. —Si, sugestiva ante todo

» • *

Lo maloj dirán mis lectores, es que ese programa ha de ser siempre una utopia esté-tica ante cuya gr ndeza los potas retrocederán espantados hasta la consumación de los siglos.

Yo me contentaré con responderles que Charles Morice prepara hoy una obra en la cual podremos ver íealizada dentro de algu-nos años, según ¿I creí, la bella fórmula del arte sugestivo y universal

VII

F.RNEST RF.YNAU»

Cuando Pal Verlaine hubo publicado sus cuatro libros esenciales, varios poetas jóvenes buscaron en ellos la nueva ruta de Damasco. Unos creyeron encontrarla en la inquietud majestuosa de Poemas Saturniano : esos fueron los «neo-parnasistns»; otros en el ardor inefable de Cordura: csos fueron los «místi-cos», y otros en la fantasía contradictoria de Paralela mente: esos fueron los «sacrilegos». Sólo l.is Fiestas galantes quedaban aún sin imitadores, y ya la critica comenzaba á decir que la perversidad encantadora del Gran Sa-cerdote moderno no podría nunca encontrar rapsodas hábiles, cuando un amigo de Mau-rice Du Pl-. ssys y de Anatole Baju dió á luz un libro de versos cuyo titulo hizo, desde luego, pensar er. el artista de Claro de luna y de Citercs.

E AMÉRICA

Kl libro se llama: Los cuernos del Fauno. Su autor Erncst Rcynaud.

* * •

El «fauno», de Erncst Keynaud, no es el adolescente perezoso, reílexionador y meta-físico, que sueña con ninfas invisibles en Ls llanuras sagradas de Ma liarme, sino la divi nidad ágil, irónica, tierna y casi obscena, que sonríe en los zócalos de mármol griego mientras Dafnis y Cloe ponen en práctica las lecciones del viejo hortelano, que corre en los cuadros de Watteaud detrás tic las mar-quesas empolvadas, y que se pasma entro los versos de CorjulUages contemplando la for-ma sugestiva de algunas conchas marinas. Él no sabe filosofía, y dice:

«Quiero glorificar á esas ninfas; tan claros son sus encarnados ligeros que flotan en el aire, adormecido por ensueños frondosos. ¿Amaba yo un ensueño? Mi duda, unión de noches antiguas, acaba'en varias ramas sutiles que, siendo los verdaderos bosques, prueban ¡ah! que yo sólo me ofrecía para triunfar la falta ideal de las rosas >

Su ignorancia no percibe la diferencia que hay entre el mundo interior y el mundo ex-terior, y, en realidad, ni siquiera sabe lo que es el mundo; pero sabe otras muchas cosas, y es delicioso. Cuando salta por los matorrales de un parque, siguiendo, con el olfato, la huella de las visiones carnale.i, parece un efebo primitivo, y cuando dice sus inquietudes juveniles, hace pensar en un eco de flautas áticas, tocadas pur artistas sutiles del si-g l o XVIII.

• • •

Rcynauil, como Verlaine, ha sabido mez-clar de una manera exquisita el naturali.-mo de las faunalias griegas y la artificiosidad de las fiestas á lo i uis XV, para hacer, con esos dos elementos opuestos, una quinta esencia poética que huele á tomillo y á polvos de arroz, ¿us ninfas son jiorcelanas de Scvres animadas por Praxiteles. Sus escenarios rús-ticos producen la impresión de un jardín del Olimpo, cuyo propietario fuese Francisco Bou-

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chcr. La luz que ilumina sus cread.mes no tiene de helénico sino la brillantez, porque en realidad procede de un cielo pálido y tibio, del cielo de la Isla de Francia.

Ved, por ejemplo, este paisaje dé acuarela, lleno de inclan •••¡ía, lleno de gracia, cubierto de cl:i'ridade> autumnales, é impregnado de perfumes enervantes:

«A la hora en que el rielo que va á mo-rir se tiñe de oro ligero, el antiguo parque cuyos sitios comienzan á abland irse no tiene más emoción en el flujo y reflujo doliente de las cosas, que el ruido de una liora que suena á lo lejos. Al borde del lago exánime, en flo-re$ de jacinto, un templo en donde el amor de yeso ya no existe, se entristece (¡él cuya gloria llegó á la cúspide!) de que los tiempos hayan cambiado tan luego. Cerca, bajo unos árboles bajos que se destiñen, un fauno, niño bastante eufermi/.o, se inclina aún l.aj..ndo el labio que besó la flauta de madera. Viendo que el día por completo lo aban-dona, el templo, con su fría imagen en el agua, se hunde más profundamente en su tris-teza.»

Sin duda esto es pagano, moderno, ar-tificial y decadente por la forma', pero tam-bién es algo más en el fondo; algo más, que es eso mismo combinado, fundido, fermenta-do, lleno de gusto original, cubierto de vapo-res misteriosos, hecho vino nuevo, en fin, y substancia rara.

» *

Otra de las cualidades del fauno de Key-naud, es la «humanidad;. K1 n<> ríe siempre á imitación délos faunos de los bajos relieves, n¡ cone sin descanso cunto los semitlioses de las aguas fuertes, sino que cambia de villas, de aficiones y de costumbres, lo mismo que el hombre verdadero. /Será esto un .símbolo por medio del cual el -poeta liayu querido l re-scatarnos un microcosmos artístico del uni-verso del amor? Yo rren que >i, y h.^ta me, atrevoá ver en las mctam'-rf¡i«4 del caprípedo una leyenda secular que contiene el doble cuadro de las almas que »e consagran al goce. Primero los deseos, las ansias, la carcajada

y el triunfo; luego el cansancio, la nostalgia, los dolores y las lágrimas.

• • *

Ya que hemos nido el fauno durante su primera ¿poca, cuando aun no sabia más que recorrer los senderos floridos c.ciiiando him-nos de lujuria instintiva, oigámosle de nuevo á la entrada de la-decrepitud.

lístá más pálido. Ya no salta. Ya no grita. Sus labios parecen menos sensuales. Sus pier-nas son menos ágiles. En sus pupilas no brilla el fuego ligero é irónico de antaño.. . . A primera vista casi no parece el mismo.—Ha-bla asi;

«Yo fui durante largo tiempo un fauno habitador del follaje, que viví entre llores en un parque abandonado, en donde espiaba con mis ojos de mármol, siempre en admira-ción» el vuelo de alguna ardilla frágil ó de una nube.— Cuando yo abdicaba de ti ¡oh Kudora! era para, en el claro de luna en que se. desangra una máitdora, asumir la pulidez de tu ciinodocea. Otras veces con la piel hor-migueante de lujurias, también me entretenía con la flor de Carmen, pegada al oro de mis heridas.»

La vo/. es triste, pero es la misma. ¡Pobre fauno! Su cuerpo ha cambiado; su vigor ha muerto y su r ogria está agjni /ando. Lo que no cambia nunca, es su alma ligera é instinti-va, su carácter franco, su .sinceridad ingenua, su gracia obscena, lo suyo, en fin, lo que sólo á él le pertenece y K» que ninguno de sus hermanos literarios tiene: la vida.

VIH

STl'AK MEUKIM.

El [«>cta de I' s /'ii.</os y t!c las Htmntf , podría d e i r , lo ini>¡i;o que el prosador de F.hricihul vrrthtl: !.;>.s palabras me han proporcionado goces tal vez más numerosos y más decisivo-, que la* ideas, g. en oca-siones proveníante*, o uno los del líot-r (pie. apacentando su rebaño, encontrara una es-meralda cuya soiiri-a verde sobresaliese entre las piedlas del camino; goces infantiles taui-

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bien, cual los ele una niña que juega con los diamantes de su madre y cual los de un loco que se embriaga al oir el sonido de los hierros encerrados en su caja; porque la idea es una imagen y la palabra es una palabra > Tam-bién podría agregar: «Las voces que más me gustan son aquellas que tienen algo de luz, algo de niebla y algo de vida.»

En efecto, Merrill ha heredado de sus abue-los los parnasianos, el amor fanático de las palabras sonoras y de las frases artísticas. Según él, las silabas que forman una linea no son bellas por U idea que representan ó por la imagen que evocan, sino por la vibra-ción individual que lrs letras de que se Com-ponen hacen brotar al enlazarse entre si ó al chocar unas con otras. A r , sus estrofas son, como la enamorada del poeta clásico, hermosas y frías. En ellas casi no hay emo-ción, casi no hay alma, casi no hay pensa-miento; pero en cambio, hay luz, color y ar-monía. A veces parecen mosaicos cuyas figu-ras majestuosas representan imágenes vagas, y á veces tienen algo de esas tapicerías sobre las cuales los seres legendarios viven en silen-cio sus vidas hieráticas. Siempre son perfec-tas.

» •

• «En cascos de cristal de azur, las baila-latinas, en cuyos pasos, medidos por las cuerdas de los kinores, suenan bajo los teji-dos de tules cubiertos de oro, y lo llenan todo con sus ojos pálidos de paladinas. Cabelleras bien peinadas; labios encarnados; brazos llenos de brazaletes bárbaros; en vuelos que tienden hacia la luz lunar de las decoraciones, ellas murmuran en malévolos cuchicheos: « Nosotras somos ¡oh mortales! bailarinas del Deseo, Salomés, cuyos cuerpos, retorcidos por el placer, atraen vuestras horas de amor hacia nuestros perversos arcanos. Prosternaos y celebradnos estas noches, por-que, surgiendo en auroras de incensarios, sobre nuestros cimbalos haremos sonar vues-tros cráneos. »

Estos versos parecerían enteramente par-nasianos, ¿ no ser porque en ellos se nota un

E AMÉRICA

ligero soplo de inquietud misteriosa, que da á las formas conocidas cierto aspecto de nove-dad extraña. Y lo mismo que de éstos podría decirse de casi todos los demás versos de Merrill. Leed los lA'ro s, la Sombra, el Palacio Desierto, la Cabalgata y el ídolo; leedlos con despacio, y reflexionad en seguida. La impresión que la forma producirá en vos-otros, será exquisita y pasajera: los hemisti-quios sonarán algún tiempo en vuestros oídos con ritmos deliciosos, y durante varios ins-tantes vuestra retina conservará el recuerdo de los caballeros soberbios y de las ninfas encantadas que atraviesan las estrofas al com-pás de una marcha sonora Luego, cuando

el eco se apague y las visiones se desvanez-can, ¿qué podréis guardar en memoria del poeta ? N a d a : ni una lágrima, ni una son-risa, ni siquiera la sombra de un estremeci-miento.

» . • Las únicas ocasiones en que Merrill con-

sigue producir sacudimientos en el alma del lector, es cuando, en vez de escribir los mi-rajes del ensueño propio, se consagra & dar forma rápida á los panoramas de otros poe-tas. Sus dos sonetos wagnerianos, Parsifal y la Cabalgata de las ivalkirias, son tan bellos por la esencia como por la forma. En ambos hay más que aliteraciones sabias y más que choques de rimas de oro; en ambos hay sensación de cosas que están más allá de las palabras, y de las cuales el verso sólo puede dar una idea lejana.

He aquí Parsifal: «¡Gloría al loco Parsifal, guardián del

Santo Grial y Rey de Montsalvá! tres veces gloria y victoria», y lentamente la aleluya re-suena por el oratorio en un sonoro velo hacia el trono ideal. De rodillas, en el suelo de mármol, Parsifal adora, en coraza de oro, héroe virgen de historia, el rubí que brilla (¡oh signo expiatorio!) en las pálidas pa-redes del Vaso de cristal. De la bóveda en donde duermen ecos de órganos y de salmos, una paloma, entre nimbos d i altos reinos, cae, en su vuelo abierto, sobre el casco del

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Rey. j Sombra!... . Pero una vidriera refleja su púrpura en las estolas de los caballeros enternecidos por la emoción. Y ¡oh! enton-ces se oyen citaras......

¿ No es verdad que estos catorce versos contienen toda el alma de Parsifal? Yo, al menos, creo ver en ellos la imagen mística i Inefable del héroe que supo vivir intensa-mente DO contemplando sino la mancha encar-nada de la sangre de Cristo en el fondo de la Copa Santa.

* • 1 * *

Par<t concluir, diré que Merrill, como poeta, no está de acuerdo con Merrill como doctri-nario, y que si el primero hace generalmente versos frios y hermosos, el segundo no deja nunca de predicar la emoción y la fe Su próximo libro, según él lo asegura, ha de ser menos decorativo y más apasionado que los dos primeros.

E . I I I Q I I < GÓMEZ CARRILLO.

LA VEJEZ DE VENUS

T í LORTN los viento* en tus dlifanos tules, f f Las brisas giman vn tus hondos barrancos!

- ü i ¡Oh mar de Jonta de las a^uas azules! (Oh Paros, tuna de los mármoles blancos.' Venus la olímpica, la Inmortal de Clteres,

. La que perdíase en las sombras del monte. Cuando llamAbala i los blandos placeres Entre las rosas el cantar de Anacreonte. Ya disipados sus antiguo* amores. Como las brisas Inconstantes jr leves • Jóvenes busca de su gracia cantores. Suelto el cabello del color de las nieves.

Amó de Joven ¡V los viejos poetas. CliW sus frentes de Ja/.mlnes y nardos, Y en el ocaso, cual rival de sus nietas. Hahta de amores ¡V los 11 lililíes bardos.

VÍCTOR AIÍIIKC.UINK.

BUENOS AIRES PINTORESCO

EL RIACHUELO

A R R O Y O M A C I E I . — I S L A D E L R E C R E O

A D. Enrique Je Ve,Ha

LA primavera! ¡Los días tibios, las flores frescas, las telas claras, los tules diáfa-

nos, el calor ;n la sangre, la vida en los ojos,

la lucidez en el espíritu! ¡La primavera! Las mujeres embellecidas como la naturaleza, los rostros juveniles animados por el carmín de misteriosas voluptuosidades, el aire nutrido del polen de la vida universal, la mente predis-puesta á los impromptus del ingenio y el sol riendo desde su magnífico dosel de turquesas, que se obscurece en el crepúsculo y se recama de pedrería al entrar de la noche.

¡ Cómo hincha el Plata su inmenso seno en curvas que decrecen en las penumbras lejanas! ¡Qué risueño el Riachuelo tn donde las gran-des y pequeñas embarcaciones parecen espe-rezarse, saludándose entre sí al acompasado balance de las ondas suaves 1

Entre altas proas y abundosas popas, entre cadenas de anclas y espías de cables fijos en las argollas del muro, se agrupan cerca de la estrecha y larga escalerilla pendiente del ma-lecón, lanchas y botes endomingados con sus mejores cojinillos, sus toldillas de colorines flecados, su bandera burlaburlando al asta, los remos cabalgados á la orqccta bañando sus palmas en el agua, todo entre la alegre charla, las disputas vivas, la pintoresca reyerta de los lancheros que se recomiendan ellos mismos á los llevados por el espectáculo hasta el plano del muro, brindándoles deleitosos paseos acuá-ticos por la ancha y prolongada avenida for-mada por los Huqucs, que, como en el redil las ovejas, se apiñan, apartan y superponen en movimiento continuo.

Mézclanse edades, trajes, sexos, esbeltos talles, carnudos bustos, sencillas faldas, toca-dos con rosas, con cintas, con plumas multico-lores; conjunto alegre que, las manos asidas & la barandilla, pone el inseguro pie en los es-trechos tramos y desciende entre risas y di-chos, haciendo con los hombres que, so color de galantería, llegan primero para mirar de abajo, lo que la Galatea de las églogas, ocul-tarse luego, deseando que antes de que se oculten, ellos vean.

Obreras de los talleres, muchachas de es-critorio y de trastienda, inmenso número de ejemplares del Hílenos Aires laborioso que llena los anaqueles de las grandes casas con ropa blanca y confecciones y ajuares y trajes

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y gorras y corbatas y sombreros y guantes; las de penosa labor en prendas burdas á tanto la docena para los bazares que visten al ga-napán y al jornalero; toda la clase, en fin, on hombres y mujeres que ocupa en el edificio social el entresuelo, teniendo arriba á la aris-tocracia. y algo más cerca, los sótanos en don-de arraiga y veget-. la capa gruesa del pueblo soberano.

Esa que escatima el alimento para el ahorro y roba al sueño para el trabajo; esa máquina toda la semana, es gente el día domingo. Cuelga el delantal y la falda recosida de los días comunes, desdobla con amor el traje de las ñcstas, desprende la hoja diaria que res-guarda el sombrerillo adornado con violetas ó trébol ó espigas doradas, y cantando como quien nada debe y todo lo esper., se engala-na, se reúne en familia ó con amigos, corre al puerto y desciende al bote entre sonrojada y gozosa, viendo el efecto que causan el sexo fuerte las muestras de salud, de juventud y, sobre todo, de limpieza apreciadas merced á la casi involuntaria enseñanza de la Galatca.

Como ramas del tronco desprendidas, se apartan las lanchas de la escala colgante y se dejan llevar con diverso rumbo sobre las ondas al acompasado empuje de los remos. Ruido armonioso de voces y risas juveniles; exclamaciones de sorpresa por ésto y por aquello; un enorme vapor que luce en rigurosa fila las celosías de sus camarotes y las lum-breras de su elegante cámara; un barco de guerra quo dirige l.i obscura boca de sus caño-nes al tianseunte; cubierta, castillos, escalas, todo reverbera de limpieza; los centinelas, puestos de gala, se pasean arma al brazo; el silbato imparte órdenes, l.t campana pica la hora en la usual forma de á bordo y acaso la banda militar divierte á los altos visitantes mentados á la mesa del comandante. Un va->orcito, dos, tres, surcan resoplando rápida-nente, remuévense las aguas, produce el lié-ice hirviente estela y las lanchas se balancean ;ntre los gritos y las risas de los tripulantes.

Allá en el fondo se presenta la embocadura jue une el Riachuelo al Plata. Algunas velas le forma y tamaño varios, dibujan su silueta

t' AMERICA

en el horizonte. Penachos de humo que extien-den su obscura faja en el cielo, denuncian l i entrada y salida de los vapores, y al través de la boca, c) agua de ese mar dulce, inmenso, toma rellcjos blanquecinos que justifican su abolengo.

La alegre parvada deja la solemnidad del espectáculo, pues lleva demasiado entusiasmo en el corazón y muchas ilusiones en la mente para entregarse á contemplaciones artísti-cas y filosóficas, y vira á babor tomando por entre buques cargado? de leña, de naranjas, de carbón, la embocadura pintoresca del arroyo MACIEI..

A la izquierda, las grandes construcciones para talleres á vapor de la Platense: todo indus-trial ; sobre sus ovaladas techumbres se lee 4 gran distancia: General Rapir H orles. A la derecha una escala tendida en el declive mural de la orilla, un arco, entrada rústica, coronado por banderas, follaje por detrás y á los costa-dos y en enormes caracteres: The io¡>m o poli-tan — All Kinds of liquors.

El agua pierde sus ondas y se torna tran-quila, tersa, límpida como el espejo. Casi sumergidos aquí y allá, restos de balandras, lanchas y embarcaciones menudas. El arroyo se ensancha, se estrecha, serpentea, se inte-rrumpe y abre en remanso, orlado en ambas orillas por bosques de juncos, matorrales, ar-bustos, trepadoras. Copudos sauces forman 4 los costados espesa colgadura, bañando el extremo de sus ramas y reflejando su sombra gigantesca en el agua.

Los remos empujan á compás; los botes se deslizan; los panoramas cambian; la vegetación crece y se modifica; lo agreste deja lugar k la obra humana, el verde de las copas se matiza en todos los tonos, y al volver de un recodo surge de orilla á orilla, aéreo, fantástico el puente colgante, detrás la cabana, al rostido derecho los tablones cultivados, al izquierdo armonías musicales, murmullos, vida, movi-miento, olvido, alegría.

Las embarcaciones se apiñan en abanico en el desembarcadero. Pasan ellos los primero»

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de tabla en tabla desdeñando c! balance v sal- en este paraje circundado en bajo |*>r el tan en tierra despreocupados corno que no arroyo. Una calicha de bochas recrea á los hay cobardes, flojos ni pesados cerca de las flemáticos sajones. Una orquesta de guitarras mujeres jóvenes. A su vez se animan é-tas, se y bandolines divierte á los peninsulares que aligeran, coquetean al saltar. multiplican estudiantinas. Un arpa, un víolín y

El calor de sar.gre aviva los ojos, enrojece una flauta de músicos ambulantes ejecuta sin labios y mejilla';, desprendo «le su ser emana- misericordia á Fra Diavolo ó remeda la danza ciones voluptuosas, no semejantes á perfume de las horas, de Gioconda. artificial alguno, y suspirando de bienestar, Sobre el puente colgante de alambre en ponen la planta en la tierra del RECREO que, cables, con piso de tablones, se balancean los para ser la mansión, del pecado original, no le chuscos y los/graciosos, mortificando á los que falta lo amcnLim», sin fieras, ni alimañxs, ni buscan el paso para la isla fronteriza y sus ca-hojas de parra y eon gentes que no ignoran bañas sus almacigos, sus cultivos de hortaliza ya á lo que sabe la famosa «no sé si manzana de variado verde, desde el esmeralda al verde ó breva» de'Bretón el regocijado galano y mar y al verde umbrio. fácil poeta de la generación que no ha dejado Entre matorrales y sauces llorones en los herederos. declives del barranco que lame el arroyo,

Lo primero, el despacho, entre figón y bo- ocultos por arbustos y ramas, despachan las tillaría; mostrador largo y estrecho, anaqueles provisiones de ¡a cesta con tanta boca abierta cargados de frascos empolvados y no por el puesta á un costado, parejas de amantes ó de tiempo; en el fondo la cocina que ofrece exee- novios; matrimonios sin hijos, divorciados por lentes tallarines y pollos saltados </ la minuta, el trabajo los días ordinarios y unidos en luna Al Indo opuesto un pabellón que proyecta su de miel los domingos. teja vana en el espejo de las aguas v ostenta Un botecito de los más coquetones, pre-arraigada mesa de tablas y bancos al na- tensioso desde el remero á la toldilla.se desliza tural. debajo del puente y pasa á un recodo lejano

Agreste arco de follaje y trepadoras abre de la isla, paso á la terraza cubierta en esqueleto, hoja- El ycio disimula las facciones de la viajera, rasca en la techumbre, fronda á la derecha y cuvo elegante ta e, irreprochable sombrero y macizos de magnolias á la izquierda. Un seto largos guantes sujetos por brazaletes lucien-do mimbres y enredaderas lo separa de la tor- tes, denuncian á la modista del gran mundo, tuosa senda que entre zarzales conduce al in- Su compañero, que se recata para ostentar, tenor de la isla y de la cabana renegrida que frunce el ceño en los encuentros, retuerce los se levanta sobre estacas, y en cuyas ventanas bigotes con la mano enguantada y dirige mi-asoman frescos, juveniles rostros contemplando radas de soberano y dispensador de gracias. & las gallinas que escarban aquí y ala, con- Piratería, mercancía de contrabando, exóticas vocadas por el gallo, mientras dormita sobre plantas de conservatorio que no arraigan en sus p itas delanteras el fiel gunrdi'tn de la casa, la naturaleza libre, franca y espontánea hasta Alii los bancos, las mesas alternan en tamaño en sus malezas y figura, es el sitio para quienes no buscan ¡Ay! ¡L.i vuelta!.... Es el día que se acaba la soledad ni necesitan misterio dicha que nasa, la ilusión que vuela, el trabajo

l\:era de la terraza se extiende el llano que llega, la lucha en armisticio que se reanuda musgoso entre copudos gigantescos Arboles inflexible como el destino, hasta que nuestras que procuran sombra v asidero á los cohim- vidas, que dijo Jorge Manrique, como los ríos pios de primera man". Las muchachas se que van á dar á ia mar, que el morir, vayan suceden en ellos, los varones extreman sw como la <;r.'.nile s, el ¡*.)dc:. los señoríos á galantería para mecerlas, el aire hace el resto. <c acabar y rontumir. Los (tabeliones rústicos im escasean tampoco n«ocn* Conn*

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A'/: I7.S7.I /J/í AMKKiCA

CASTALIA BÁRBARA

J'aru Sahinl<r Kiir.'a

i - ¿i

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N Dios misterioso y extraño visita la seli-a; Es mi Dios silencioso </nr tiene ¡os brazos abiertos; Cuando la hija de Altor-espoleaba su negro caballo,

Le vio erguirse de pronto d la sombra de un añoso fresno, }' sintió que se helaoa su sangre ¡ Ante el Dios silencioso que tiene los brazos abiertos

II

De la fuente de mi'r en los bordes sagrados nids tarde, La Noche d los Dioses absortos reveló el secreto; El Aguila negra, y los Cuervos de Odiu escuchaban Y los Cisnes que esperan la hora del cauto postrero. Y d los Dioses mordía el espauto De ese Dios silencioso que tiene los brazos abiertos,

III

En ¡a selva agitada se otan extra/las salmodias; Mecía la encina y el sauce quejumbroso viento; El bisonte y el alce rompían ¡as ramas espesas Y al través de. las ramas espesas huían mugiendo; En la lengua sagrada de Orga Despertaban del canto divino los divinos versos.

I V

Thor, el rudo, terrible guerrero que blande la masa Y en sus manos es arma la negra montaña de hierro, Va d aplastar en la selva, if la sombra del drbol sagrado A ese Dios silencioso que tiene los brazos abiertos, Y los Dioses contemplan la masa rugiente, Que gira en los aires y nubla la lumbre del cielo.

Ya en la selva sagrada no se oven las viejas salmodias Ni la vos amorosa de Freya que canta d lo lejos; AgoniMan los Dioses que pueblan la s-lva sagrada Y en la lengua de Orga se extinguen los di vinos versos. Sólo, erguido d la sombra de un drbol Hay un Dios silencioso que tiene los brazos abiertos.

RICARDO JAIMES FKF.VRR.

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REVISTA DE AMERICA 5 1

L O S T E A T R O S

A PROPÓSITO DE LEBONNARD»

Á RhWh Dario.

i acuerda V. de nuestra salida del l 'ollteama, don-<|e habíamos Ido 4 admirar 4 Novelll. magistral-

sÉSÍL mente encamado en el ¡We UUammr,lt Usted bahía asido una solana de mi sobretodo, exclamando, 4 propósito de cierto detalle tipleo qne yo le señale:

L/Xsls t ló V.. entonces, al estreno del l\rr l.rhmtnanl en el Teatro Libro? —Mejor que eso. . , . , , , „ , . . . ,

—¡Diablo! es como un bibliófilo que dijera: Mejor que oua edición unnee.it. que un coleccionista que afirmara: Mejor que utt (Trabado anterior 4 la escritura, Luego, de pronto: Va sé, exclamó: ¿Usted ha luido el inauuscrito de la pieza, antes del estreno?

- E x a c t o . Los ojos de V. se animaron. He aquí la cosa sencillamente. •

He conocido inueho 4 Jean Aicard, hoy presidente de la Sociedad de Literatos.

Jean Aicard habita una pequen» casa de campo, en la Garde. cerca de Toulon. en plena campaíla: una casa do-rada por et sol de Mediodía y tapizada con libros, cua-dro» y Jeroglíficos de hombres célebres. Alii escribió una parte de su obra ¡ f e ' /.<(>.,iimiril, aceptada con en-miendas por la Comedia Francesa, representada en se-fruid» ehe; Ántiunr. 1.a otra parte fué escrita en la villa Saint ¿"Ierre,en San Rafael, cerca de la C'niu rrrraita de Alfonso Karr. ' , . _

San Rafael est i situado 4 dos pasos de Cantíos y de Niza. Es un pueblo minúsculo, touo lleno de sol. engala-nado y aleare, que baila el Mediterráneo. Fu la época ya lejana eu que Alfonso Karr, Jardinero en Niza, vino 4 Instalar ahí sus penates. San Rafael no era inás que una simple aldea de pescadores. Algunas calmita* negras, ahumadas, dormían al ruido r i tmado del mar. viéndose en lodas partes redes en compostura, barcas bailando sobre el agua ó arrastradas sobre la arena. ' Hoy se ve que la gloria de Alfonso Karr ha irradiado

sobre ella. Las caballas agrietadas y muchas invadidas por el moho, han sido restauradas, limpiadas, blan-queadas. Como su ropa, los pescadores han pasado tam-bién sus eho/.as por la logia. A derecha v Izquierda, ade-lante y a t r i s , San Rafael ha visto elevarsr. en medio de pinos y mimosas uu millar de nidos lujosos, villas ele-yantes. y los más célebres artistas de I 'aris colocan allí «U tienda de eilt'uútture. Alrededor de San Rafael Va lescure, Saint Ayguif, iioulourls. paisajes pintorescos, barrios de salud,oue resuenan con el campanilleo de la gloria.Sarnh llernhardt. Rcchomherg, Jul io Harbler. Ca-rota* Duran, etc.. han lucho edificar nn elegante apeadero. Oounod. Ch. Monselet. J . Aicard y muchos otros, dejaban descansar alli sus cerebros fatigados por los trabajos artísticos.

Es ahí. al bordé del «gua, donde be conocido 4 Alfon-so Karr. Una casita d-- la cual sobresale apenas un extre-mo del techo en medio de un sinnúmero de árboles y plantas, de utia ezbuberaiiela tropical.un muro lleno de grietas, rajado, tapizado de enredaderas, y al lado de una puerta rústica una chapa ovalada eu l a q u e se loe: J/m'SiOi 67"*'. XI casa, ni .v i l la . , una simple casita, casi una choza. I ' e r o ¡qué atmósfera embalsamada, qué orgia de perfumes, que arr iólo de buen artista! Al lado de la rasa cerrada, la .villa Marina* habitada por la hi ja de Alfonso Karr . Mmc. l.eon llouyer. eon su marido y sus hijos. A tres pasos, 4 la orl l ladel inar. un pequeflopuerto donde se mecen dos botes: «Susatinc ot V i o l e t t e » , y «Fer-nando». Son los nombres de sus nietos. El autor de las .4««/>ns está siempre «hi. en la C'mii erren.la. , n medio de un montón de ñores, ó de un montón de libros y pa-peles. Porque la casita y el Jardín están en c | mismo punto. Alfonso Karr lee, escribe. Jardines ó pesca. Su vida está limitada á ese rincón de t ierra y 4 ese pedazo de océano.

Hace diez aftos y». 4 mi llegada 4 San Rafael, Iba 4 pasear por el lado de la .l/n/s.oi c b w . on simple peregri-nación literaria. Xo olvidaré Jamás mi primera Impre-, slón. Era en los últimos días del estío: A I I ' O I I M I Karr se bafti'.ha y daba lecciones i | e natación 4 sus n i e t o s , o í una voz grave, fuertemente tí tu tirad a: -V<uac4. Susana, Vio-leta, no t- aventure- dcuia-lado lejos.—Todo conmovido, latiéndome , | corazón, avancé, l ' na cabe/a, completa-mente Manca, de cale lio corto, una gran barba de rio; era Alfonso Karr. transformado n i tritón. N'o vi más q u e t r e s h - b i l l a > J i | i i " s u j . • t a l . a u MI (/•.'••,.í,I r o j a , r e s p l a n -d e c í lulo al sol. «ti chambergo gris de alas a n c h a s y su calzón «I.- t. relop- lo. iCn «u mirada p.-n.-trnnte, como una lámina de acero, sr adivinaba al patitlctista: sobre

cada arroga de ese viejo sdlido, d« ana robustez sor-prendente, la sátira había puesto su sello Indeleble. A tal obra, tal hombre.

Jules Claretie, el director de la Comedia Francesa, el Rastlgnac do la IUutlrali.m. ha dicho di' él: «Kl hombre del siglo que ha sembrado ui4s ett.eit on sus obras.* Un espirito que fust igaba, lastimaba la carne hasta la san-gre, on látigo que 4 menudo se llevaba un pedazo. Al-fonso Karr sólo era bueno con los peqneilos. Sentía lás-t ima solamente por los débiles, por los desheredados, su Corazón sólo se abría para los humildes, p ira los infeli-ces. I'oro su bondad era Ilimitada, su lá-tinia lutlnitit. Y st la misantropía halda lacerad» »u espíritu, no había tocado siquiera su corazón.

El Jardín de Alfonso Karr os como su propietario; quien lo toca, se pincha, lia escrito una mujer do talen-to, jr M. León Itouyer, su yerno, cuntido le p, di que ine presentara al autor de Ihljo fe» (//••« nv dijo, retor-ciendo la frase:—Alfonso Karr es como MI Jardín: quien lo toca, se pincha.

A pesar de todo elegí mi mejor pluma de Toledo, es-cribí algunos versos salpicados de sátira, mi pluma luego, nuevamente dulclticada. dejó coi rer en una car ta en tres partes algunas gotas de miel de l l lmeto y el todo fué dirigido 4 la ililimni Ch»'. Dos dias después el carte-ro me t ra jo un sobro cuadrado, sellado con lacro rojo, eon osla Inscrlpciótt'en el sello: Je «<• ernin» >/"' V " j'nime.

F.ra la divisa del panfletista, lie aquí la carta: •San Rafael. .VmV.ii elme; Es un buen signo para r l

f,orvenlr. el que los Jóvenes soldados, cuando pasan do-ante de un veterano, se acuerden do llevar la minio al

kepis: gracias y un saludo cordial.—Alf«it*a Ka re.» ¿Será necesario que os hable de tnl gozo, mi caro

amigo? ¡Una car ta do Alfonso Karr. y yo tenia *u ailos! La misma noche-lean Aicard daba uua conferencia

literaria. Después do la sesión, ol autor del l',.emii tle ¡'rnenizu. de Jtl'tte et .Vnre, el fu turo autor del /We Jshomiaril. quiso hablar en mi favor 4 Mr. llouyer, para conseguirme una proscutnelón en la Malson Cióse.

Yovxhlbia trlunl'alineiito la car ta de Alfonso Karr. —Ilasta presentado por mí. ini suegro os recibiría mal si estuviera de mal huinor.—me había dicho Mr. León llouyer.—i'ero cou esta carta la Cuso eremita, os está completamente abierta, agregó espiritualinento.

He ahí explicado cómo algunos aflos más tarde tuve el Insigne honor de escuchar la lectura.—nrnul fu b íter, es ¿eclr, la p r i m e r a - d e algunos fragmentos del fv-r« f.eh,aiiiaril, por Jean Aicard. esto Incomparable <//»•'«#•. Todo el mundo sabe que la pieza ha sido dedicada á su querido maestro y amigo. Alfonso Karr.

SI va V. a lguna vez 4 la (¡arde, verá en la casa del presidente ib' la Sociedad de Literatos, en el galillo-te « • lectura, una hoja garabateada, con un mareo uiag niflea. teniendo.entreoirás , la firma do uno do los ma. s tros del rt¡,rit: Alfonso Karr. Ks uua crítica, muy li-sonjera, del /Vre Lebninutetl.

E D O I A R D R E Y Í K .

LA TRISTEZA DEL DIABLO

( L E C O . N T K D E L I S I . F . )

A. Joaquín V. Gouaaite.

j.ij ILKM-Insn, mordiéndose los puflos. J i Por sus fúnebres alas cobijado.

En piro abrupto que la nieve cifte Detúvose una noche el Fulminado.

Prolongaba la t ierra. Inmensa y tr is te . Los continentes que la mar azota; Fúlgldo, arriba, centelleaba e | cielo Y él contemplaba la t inlebla Ignota.

Alli. c'.avados los sangrientos ojos Eu el antro ile humanas tempestades — Hormiguero febril de hombres y bestias Que rápidas sepultan las edades —

Oyó asc-nder los pérfidos hosannas. El cauto de las r-yos. !o- clamores De los pueblos en cruz, y del Incendio, Lejanos y profundos e-tor'.nres

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xxix IX\M REVISTA DE AMÉRICA

F.l lúgubre concierto de lo< males. Anticuo ruitii, i l imiudo y míi- :ir«H.->it<-V luá-í encarnizado <{Ue sus odios. C'ñizii del iiimunul lujo U frent". Evocando sus glorias r«»iíitiv:v< AbNinús» en los tiempos Insondables, Y al in< ilir el horror DE SII destino Temblaron sus eiitrailas formidables.

V los brazos torciendo enfurecido El soíiador, la víctima primera. Gritó por el espacio sin medida Do el turbión de los solos reverbera:

— Van loa días monótono* cayendo En la honda eternidad di' mi amargura; Fuerza, orgullo, combates, desencantos. Sólo aumentan ínl tedio y desventura.

SI el odio y i-I amor me traicionaron. 81 l igr imas. 4 mares, he bebido, i Aniquiladme, oh mundos! ¡Que yo s. it En el sagrado suefio sumergido!

Y las razas maldita*, las fullees. D<:1 resonante espacio en el desierto, S'abrdn también que el Orbe ha terminado Cuando ru ja una voz: ¡Satán ha muer to!

L K O P I I L I I O O I A Z .

AL TROTE

P A R Í S

L A S R O C H E S DK LOS CAMPOS K L Í B K O S - I V E T T K G U I L B E B T — U A D A X K J Ú D I C — S A K A I I 1 I K I : . \ I I A K I > T - L U S O K A X U K S B O U L E VA R E S .

A imaginación no ha podido inventar nada más bello, nada más hermoso y

fantástico qne ese collar de luces de todos co-lores que parpadean á lo largo de los Cam-pos Elíseos. Ese poético pedazo de París se enciende de no he como para realizar una ñesta regia; los focos eléctricos brillan como lagos de plata sobre el aslalto, mientras los resplandores verdes, azules, amarillos y rojos de los farolillos colocados entre los árboles, hacen del pasco un prodigio de iluminación, una maravilla de panorama, una esplendorosa vía láctea, un bosque de estrellas y piedras preciosas. Y bajo aquellos grupos de árboles bañados de luces de oro, esmeralda y zafiro, una infinidad de teatros con sus músicas, sus cantos, sus aplausos, sus chasquidos de copas y su crugir de seda en el riquísimo escenario. A las puertas de esos teatros-jardines hay unos arcos á guisa de anunciadores, cuyos flaman-tes mecheros de gas dibujan los nombres de

los artistas más aplaudidos por el público parisiense: Yvette (niilbcrt, Judie, Polin, etcétera.

Yvette es una mujercita delgaducha, con una voz escasísima pero con mucho esprit, según los parisienses, á quienes esa chica trae alborotados hace algunos, años.

Judie no asaltó, como Yvette, bruscamen-te, con sus formas raras de avispa, el escena-rio de los teatros; Judie es una artista en toda la acepción de la palabra; bastante cansada, sf, pero con voz todavía entera y con ese algo peculiar que distingue á la Eminencia, de cualquier género que ella sea, á través de los años y por sobre todas las fatuas improvisa-das. Yvette quiso ser su émulo, derrotarla con su voz chillona y sus gestos de gatita; y no obstante la idolatría que por la artistilla conserva la volubilidad francesa, Judie triunfó, triunfa aún con su prestigiosa hermosura, con su garganta flexible como la de un canario, con su estilo donoso y desenvuelto y con su talento indiscutible de diva de opereta. Lo primero á que rinde culto esa mujer, en el teatro, es á la estética, de la que tiene pro-fundísimos conocimientos Entra siempre es-pléndida en escena; en la toilette es intacha-ble de la cabeza á los pies. Otra de las cosas que revela su sensibilidad exquisita es el «re-pertorio » que gasta: todas sus chansonettes son delicadas, graciosas, elásticas, sin llegar nunca al equívoco grotesco: hay algo dfe ter-nura, algo de tristeza mezclada A esos cantos que pasan retorciéndose por entre los árboles como una queja.

Madame Judie está un poco gruesa; viste por lo general, ó no sé si por la estación ya avanzada, trajes color crema, guantes blan-cos, sombreios de anchas alas, como alas de mariposa y gasta el pelo empolvado; una nota origindlísimu es esta, porque le da un aspecto de muchacha de dieciocho años con los cabe-llos blancos. Los franceses, que derraman el esprit como la sal los andaluces, dicen á este respecto que la niña Judie peina canas para fingir de vieja; y la última ve», que estuvo ese loco del rey Milano en París—según asegura Eusebio Blasco, aplicando el cuento i nna

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LX\/ REVISTA DE AMERICA

xxix

bailarina '"—como se dieran á inventar que el regio calavera andaba enamorado de la cé-lebre actriz, las rivales, haciéndose guiños, decían:

—No importa; ella es la más vieja. y ¿por qué es la más vieja?—preguntaba

alguno. A lo que respondían las mujeres con este

delicioso calembour que hizo época: —Parce qu'elle a millc aus

» • •

Después que se ha visitado L'alcasar d'Eté, Le Jardín de París, VHorloge y todos esos primorosos y menudos palacios que protegen los altos olmos de los Campos Elí-seos, el espíritu busca un refugio en los ver-daderos templos del arte, en el Odeón, en la Comedia Francesa, donde hace las delicias del público Coquelin Ainé y en el Renaissance, donde Sara Bernhardt dió la última función de temporada con su obra predilecta que el mundo entero conoce: La Dama de las Camelias.

Recordando las crónicas de periódicos que hablan de la excéntrica, pero esclarecida Sarah, advierto ahora que la he visto tantas veces, que los revisteros más ó menos escri-tores que me han precedido en esto de silue-tas artísticas, han exagerado sobre su figura.

Sarah Bernhardt no es tan fea como la pintan.

Es una mujer distinguidísima, por lo menos en el teatro; sus ojos azules son hasta expre-sivos, como la boca, y hasta bella me resulta con los trajes soberbios, con los peinados ca-prichosos y con las joyas magnílicas que gasta.

Es de lo más independiente que conozco, ó con mayor propiedad, Sarah es la indepen-dencia personificada, sin duda alguna ñor su carácter altivo y por ese temperamento nervio-so de que tanto nos hablan los cronistas.

Tiene serenidad omnipotente para los ac-tos solemnes y transportes admirables de pa-sión en los instantes «le caricias y amores.

(t N'.I IT» ¡i un I l. iiUriu.i c-inio dice .1 Sr. lila-c», i qiii io i.- d. ilicd l.t iiiL-eiiiu-.i fr.i—,»¡IIO A M»d»iii.' .1 lidie. »<"< "I»'- U n c í .11» UIÍ-III.V—(V -M ,1.)

Las metamorfosis de sus facciones hay que verlas de cerca; á la Frivolidad le arrancaría un grito de envidia en Frou-Frou y una ex-clamación de asombro á la Venganza en Fe-dora. Y no quiero citar más porque seria inú-til; desde Odette hasta Patrie, desde La Tosca hasta La Dama, lo mismo en las obras de Victoriano Sardou que en las de Dumas, no tiene precio en cuanto á intérprete; su valor artístico excede á todo encarecimiento, sobre todo en los detalles. Ahora voluptuosa, llena de amor y de molicie o colorada como una virgen; ahora pálida, histérica ó triste y lívida como una moribunda. En sus besos de novia ó en sus lágximas de amante desdeñosa; en sus desesperaciones de loca ó en sus arranques de despótica, en todo revela su vigoroso y sin igual talento Sarah Bernhardt. La primera entre las primeras; la invulnerable La cri-tica no puede, no tiene derecho á hincar el diente en su sonada vida artística.

Como Sí mujer habría mucho, muchísima tela cortada para articulo ingenioso. ¡Corren por ahí tantas anécdotas, se cuentan tantas historias y ha realizado ella tantas rarezas es-cudadas por la admiración ó benevolencia del mundo, que hasta se le podia aplicar impune-mente una excentricidad sin dañarla! Por de pronto puedo decir que es una mujer, digo mal, una joven de cincucnfa años La vejez no la marchita; los días pas?n por sobre su impasible cabeza ¿lutria* como los'héroes del mundo homérico por sobre la virginidad de Helena.

Aquí está el Taris ancho, pujante, pictóri-co de satisfacciones ó lleno de continuas im-paciencia?. Mienltas uros corren á prisa, pa-teando con sus gruesas ¿¡uclas de yanlcec el empedrado y otros asaltan los ómnibus y tre-pan con agilidad «le monos la cumbre de Ip.s imperiales, hay una multitud do desocupados que pueblan las terrazas de !• <s cafés y se sient'in frente a las mesillas repletas de co-pas, horas tras horas á charlotear cou las mu jeres, á beber a/'^int/w, á fumar como eiu-r-gúmenos y á oír con tranquilidad de sultanes felices las arbitrarias músicas de los restau-rantes de á dos ftancos.

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REVISTA DE AMERICA )

Por las aceras es una aglomeración, un ejército, una masa de seres que ondula y se arremolina y se detiene en los escaparates, en los kioskos de flores y cu los puestos de pe-riódicos donde vocean los pregoneros la última caricatura en colores de un ministro silba-do ó de un personaje en berlina. Y en el arro-yo hay un mareante cru/ar de coches, de tal suerte, que á cada instante parece que se es-trellan caballos y vehículos cuando van rsi-dando como en vértigo, atropellados y con-fusos en diferentes direcciones sobre un piso de asfalto lustroso, limpio, romo el de un salón de patines.

En ese barullo de la actividad y de la hol-ganza, nótase como un acompasado retintín de monedas que caen y de precipitación de manos invisibles que se disputan el derecho de recogerlas: un contraste de derroche á porfía y de explotación diligente: la impru-dencia desatada del que goza y la destreza justificada del que vive del goce de los demás.

Toda esta linea de los grandes boulevares hasta la Plaza de ta República es un sober-bio punto de observación para los que, como yo han venido á estudiar las costumbres, á escudriñar los sucesos y á penetrar en las entrañas de esta vida de atrevimientos hu-manos.

Nutrir estas páginas de descripciones, de siluetas, de amabilidades y de risas, de anéc-dotas y comentarios, ya lo dije alguna vez, es lo que me propongo; sin orden, sin pre-ocuparme poco ni mucho del recetario crono-lógico y sin anegarme en asuntos difíciles, porque tendría que someterme á reglas y con-sultas, acabando por no hacer cosa de pro-vecho Lo primero que nn.-csito es indepen-dencia; y reglarr.cr.tar las descripciones de París, ó perseverar prolongadamente en ellas, es hacer un trabajo literario empalagoso ó soporífero que es peor.

¿Quién habla reposadamente en un trabajo premioso de los grandes boulevares? Na-die. Aquí á las puertas de! Cri'dit Lyonnais se ve comprar una letra de cambio, y más allá, bajo la dorada techumbre del café Riche, se oye la risa clara de una mujer alegre, que es

como la firma de venta, la promesa voluptuo-sa de alquiler para la noche del Jardín y del Moulin. El elegante que va al café Inglés tropieza con el agente que sale apresurado llevando debajo del brazo su lio de cuentas y de muestras; y rozándose con las señoras van las escapadas do San Lázaro dirigiendo á los hombres esas intensas y lujuriosa) mira-das con que imploran la limosna del vicio.... Por o ;o es que acude al Boutevad el rasta-quouensmo americano; y también para lucir las chisteras blancas, las corbatas tojas j las botas amarillas, muy convencidos todos ellos de que esos trajes * estupendos • son la expre-sión de la elegancia en París, y que todo el mundo se cae boca abajo cuando ellos pasan.

M i a t t . E. PAKDO.

ABISMO

BJ ociniitxosA existencia ele mendigo! * Ay! no ere* til la que busqué soltando

Cuantío dejara hasta mi honor llorando Sobre e | umhral de uil mejor amigo!

Juventud miserable, ¡te maldigo! ¡ I.lijoso harapo que arra- t ré cantando. MI esperan/a y mi amor sacrificando Al ideal Imposible que persigo!

¿Y In- de llegar al fin de la Jornada Con el a lma y la carne lacerada. Sangre manando de la abierta he r ida?

i Dónde acaba la noche del pasado? habrá de hall arito el porvenir postrado

l lajo el enorme peso de la v ida? D I K I I O K K K X . I N O E Z E s p u t o .

DAPHNÉ

/Inidlfi' es el reciente poema ib- Km.muel Slgnoret. uno lie los Jóvenes a-tros de la nueva y brillante conste-lación de poetas franceses, qn.- se r in . i ii. «ar de Mon-sletir Hornillo. lo< grandes d. I próximo siglo. \ ean los L.-ctares d e l a KKVISTA lo : AMKIIMA el s i g u i e n t e p ro-logo del poema de s lgnore t :

i Et. dans ses hras ouverts que rempllssent ses selns

Elle appelle des y. ux la race des humal»s Kilo sait. elle ero», coito Vb rge Inf. conde Kl potirtaiU iii'ei ssaire á la marcho du mono», (Jue la UeaUté dll Corps os( lili sublime dolí.

H a i u k I - W ' Í '

PARA aquellos que prestan algún interés al desarrollo de mi pensamiento artís-

tico, esta serie de doce poemas evocará ta impresión de doce blancí.s ninfas, brotadas

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REVISTA DE AMERICA

súbitamente de las ocultas íloiestas, saltando con los cabellos al viento hacia el armonioso horizonte

Yo había expresado ya, en los Vtisos dorados, el periodo heroico de la Idea. Aquí la idea alcanza su periodo nujtcial. Los colores están dulcificados. Las formas han adquirido mayor indecisión. A la afirmación magnífica de una personalidad, he sustituido las quejas voluptuosas del deseo. Aun á veces he callado y he dejado hablar á las cosas.

Los Acasos, que son voluntades misterio-sas, me han invitado, en estos tiempos, á las fiestas de la tierra. IIc asistido al nacimiento de la primavera en el antiguo parque de Ver-salles. A la sombra de los artesonados polvo-rosos, bajo los extendidos follajes de los viejos árboles, he sentido correr por mis ve-nas gozosas una nueva sangre. El mundo ha vivido en mi.

He querido cantar, una vez más, ta dicha de los seres. Dar realidad para siempre, en la belleza de sus tipos primordiales, á las florecí-lias que me saludaron, ¿ los ruiseñores que cantaron & mi paso. Reconocido á los sitios que rae ayudaron á constituir la eternidad de mi conciencia, los he decorado con toda la gracia de la mujer amada.

* *

No he querido sepultar esto en el pasado ilusorio. Lo he dejado nacer de mis poemas, y mecido por su armonía, resplandecer de ola en ola, como Venus, brotando de los suspi-rantes mares.

Los paisajes me han libertado y me han devuelto mi nativo esplendor.

Kt pui j J a l r-ni-Miiré la K..r.'l vniMbonc!-Qm. pour r< ."iiKii. 'i le vii-ux di-u <|ii>* J<- fin M'a t < - n i l u i l - u x s i iui qui tViiflitloiit cominr une onde. Kt ma inurilu le cuu. dan» un ríre cunl'us.

A mi vez he intentado libertar los paisajes, preservándolos de las interpretaciones vulga-res ó falsas y permitiéndoles hablar en mis versos, su propio lenguaje.

(1) La ForH.

XI

Para celebrar estas amorosas solemnidades, he creído deber recurrir al empleo continuo del verso alejandrino; pero del alejandrino libre, llcxibilizado, variando hasta lo infinito sus cortes. Cuidadoso siempre del brillo y de la calidad de las rimas, no me he privado, sin. embargo, de hacer uso de todas las libertades que pudieran dar á la orquestación general mayor inmensidad. Mr. Stéphanc Mallsrmé quiere que se reserve el alejandrino para las grandes ocasiones. Pero ¿hay algo que me-rezca más los honores del verso-rey que el augusto despertar de la primavera, el canto universal de las cosas hacia su realidad y los latidos de felicidad del corazón de las flores, del corazón de las fuentes, del corazón de los hombres y del de las tórtolas?

* * *

La literatura renueva también su savia. Las genet aciones nuevas prometen á la Francia el estío maravilloso délas Ideas. Saint-Pol-Roux acaba de alzarse extrañamente, levantando li-bros, henchidos de misterio. Henri de Regnier no permite que se le olvide. Maeterlink tiene tres dramas nuevos, y he leido de Jean Mo-rcas versos admirables. En cuanto á M. M. Le Cardonnel, Rayraond de la Tailhede, An-dré Gide, Paul Valery, Claudel, Gasquet y Souchon, no dudo de que nos reservan libros hermosísimos.

Todo el v ic ' j mundo se emancipa. Voces altivas predican por todas partes la libertad de las alegrías. La inspiración poética ha en-contrado otra vez sus fuentes verdaderas.

Una concepción nueva de la Divinidad se elabora. E) árbol humano se alza resplande-ciente de flores; altos pensamientos fructifica-rán mañana. Lo divino está esparcido en todas partes. Los sombríos azuies relucen. Las pupilas de las vírgenes se apesadumbran, y sus flancos se estremecen.

Pueden estos doce poemas contribuir am-pliamente á la obra de gloria y de vida. Sobre el Occidente, cubierto con sus ruinas humeantes, puede levantarse nuestra poesía, como un vasto viento que sopla de los de-siertos.

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56 RE VISTA DÉ AMERICA

Jaciñthus ha venido á rehabilitar la razón, ¿ hablar de las cimas nevadas de la Grecia y, de las graciosas riberas del lago de Tiberia-de. Jacinthus marchaba en las luchas ideales, llevando con ambas manos su alma sagrada,

Pero la música triunfa. La sombra de < 'r-leo ha roto los ¡nñcrnos. El árbol de Delfos ha reflorecido Castalia se vierte aún allí donde beben las tórtolas quejumbrosas.

Y avanza Dafne que trae el CANTO.

Traducción de R I C I R D O JA I « r e F R I Y M .

P E R D I D A

fo te r i ln narlzdllatada. La boca con ansiad de un beso infinito. En los ojos temblando el deseo.

Rompiendo el escote los senos altivos.

Asirte i mi cuello pidiendo placeros, — Placeres rn sueños tal voz presentidos.— Arrojar en mis brazos las galas De ta fresca belleza de lirio.

Y después de pasar la locura Y después de pasar el delirio. Levantando los trémulos brazos Pedir convulsiva la copa de vino.

' / . . I . , , . / / ' MARCO N K B E O . v t V 6 - A c y . - • .

BELLAS ARTES

L A E X P O S I C I Ó N M E N D I L A H A R Z U

ESTÁ abierta al público, en el Ateneo, la anunciada exposición Mendilaharzu. Esta

nota brillante, en este Buenos Aires tan refrac-tario á lo intelectual, se debe casi exclusiva-monte á 'a iniciativa de uno de los espíritus más finos y delicados de su país, un pintor, un escritor, verdadero mirlo blanco artístico, en la traficante y política Cosmópolis: Eduardo Schiaffino. Este buen amigo del pobre pintor Mendilaharzu ha sido el autor de la feliz idea de reunir y exponer los cuadros y dibujos del artista argentino que recibió la fatal consa-gración de la desgracia, antes de entrar en la dis-ina y salvadora muerte.

En un articulo publicado en La ición, Schiaffino no ha podido contener un justo clamor de su alma aristocrática y elevada, al

recordar el martirio que tuvo que padecer en su patria Mendilaharzu:—la sequedad espi-ritual del medio; ignorancia y «panmuflisme» del público; frecuentes inepcias de la gaceti-lla; mordiscos inesperados é inmotivados del lobo humano, etc.,—en los momentos mismos quizá en que, como á André Gilí, á Mau-ppas.->ant, á cien otros luchadores del arte, le empezaba á envolver la bruma sombría, mis-teriosa y terrible de la locura.

Dicen los que conocieron al pintor difunto, que su alma tenia el bello oriente de una bella perla; que adoraba su arte con la honda y santa comprensión del elegido; que llegó de París Heno de sueños hermosos y de sobeibios pro-yectos y que aquí, entre los suyos, padeció desconsuelos y decepciones. Luego, se volvio loco. Luego, se lo llevó Dios bueno. Ahora se le puede elevar, alabar, proclamar, mientras están descansando en lo negro de la tumba, sus tristes huesos.

Al saber la vida de Mendilaharzu, viene á mi mente el recuerdo de Vincent van Gogh, el grande artista que vació su alma en las cartas que escribió á su hermano Teodoro, y que, por más de un motivo, puede compararse con el pintor argentino;—¡ideales artísticos, lucha con la técnica, afición á ciertos pequeños te-mas de menage:—¡no lleva en balde van Gogheste apellido!

En el Ateneo puede admirarse, entre las obras expuestas, una cocinería, digamos así. La lavure de vaiseille de la más hábil fac-tura. Al verlo, recordé las palabras de una carta de Van Gogh: Ma de mié re toile tne tout le réste, il n'y a qu'une nature mor te avec des cafétióres, des tasses et assiettes en bleu etjaune qui se tiennen á coté.Cela doit venir du dessin. Después, las mismas dificultades, los ataques de la banalidad, las transacciones con el feo diablo de la Conce-sión, el retrato ocasional, las ventas Lue-go, morir sin ver la realización de su sueño, y sin haber tenido el premio de tantos afanes.

Desgraciados y malditos aquellos que han nacido en el Nuevo Continente con el fuego del arte verdadero. En la Yankería, como en el resto de América, por causas distintas, pero que todas conducen al mismo resultado, todo artista será siempre un ser exótico, y morirá ó desconocido ó desgraciado.

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RE VISTA DE AMÉRICA

Mendilaharzu deja lo suficiente para com-prender que habría sido, en el completo des-arrollo de su talento, un maestro. Mariposeó su espíritu, no por afanoso diletantismo, sino á causa de las. vacilaciones que señalan el comienzo de toda vida artística. Por tal mo-tivo nótase en sus producciones una variedad que explica los distintos rumbos que siguió el pintor en la primavera de su producción. Junto á un cuadro histórico, uno de género, un retrato, un pie i» air, una naturaleza muerta. «Sorprende, dice Schiaffino, á las per-sonas poco avezadas á esta clase de exposi-ciones, la primera impresión producida por ésta; salta á la vista la diversidad de géneros y la variación de facturas, haciendo pensar involuntariamente en la contribución desigual de diferentes artistas. Sin embargo, el hecho es normal y perfectamente lógico, pues que se trata de un simple desarrollo de facultades, por medio de exploraciones en distintos sen-tidos.

«Un alma que se abre á las sensaciones ambientes, un espíritu curioso buscando sa-tisfacer el ansia que lo anima, va ensayando asi las nacientes fuerzas de su adolescencia intelectual, antes con paso indeciso, ebrio de vida después, sintiendo bullir dentro de sí la savia impulsiva, avasalladora.»

No he visto sino muy rápidamente la expo-sición Mendilaharzu, y por tal motivo no puedo dar á los lectores de esta revista una critica detallada. La impresión general acu-sa la obra de un verdadero artista, que en otro centro habría llegado á ser una celebri-dad. Hay entre todas las obras un grupo que atrae y seduce, á pesar de su relativa humil-dad objetiva: el de las naturalezas muertas.

En este género Mendilaharzu fué innegable-mente un artista magistral: sus carnes frescas, sus cebollas, sus bananas, son de una asom-brosa factura, y los colores detonan triunfan-temente, en la magnificencia de la ejecución.

Copiaré una preciosa impresión de Schia-ffino, á este propósito: «... recrean los ojos, dice, con el concierto de sus tonos á veces sordos, robustos y tranquilos como en las ya famosas cebollas, cuya armonía recuerda una sonata de violoncillo; en otra tela los tonos son más alegres y variados; la reunión de las legumbres toma uu aire de fie;.ta, la gama de rojos alterna con las violetas en un trozo de

57

carne cruda, de la que tiene el peso y la con-textura esmaltada de pronto, por la nácar azulada y lustrosa de algún fragmento de aponeurosis, un chodo vecino da la nota tierna de los tonos moribundos, desvanecidos, con el blanco mantecoso del menudo grano, las sedosas barbas esparcidas y el fresco sudor de sus anchas h o j a s puntiagudas; la zanahoria trae consigo el fasto tranquilo de una púrpu-ra nativa, bien llevada, y más allá un grupo de cebollas escalona modestamente su redon-dez crujiente y olorosa.»

Esta página, á lo Huysmans, os dará una idea del mérito de ¡a obra expuesta. Desfilan ante los ojos, después, la coronación alabas-trina de una Magdalena, una admirable ca-beza femenina cuyo título en el catálogo no recuerdo: La vuelta al hogar, cuyo tema pa-réceme ha sido tratado por varios artistas co-nocidos; un retrato de cortas dimensiones, del poeta Gervasio Méndez, sobre el cual podría escribirse más de una página de verdad y de justicia ; La muerte de Pizarro, varios re-tratos, etc.

Terco caballero de sus ideales, Schiaffino ha escrito estas palabras al final de un art cu-lo de La Nación: «De esta exposición surge una enseñanza que interesa á todos los ar-gentinos: mientras aun se discute alrededor muerto si alguna vez tendremos arte, ya con-tamos detrás de nosotros algunos artistas nuestros: Puyrredón, Cafferata, Fernández Villanueva y Mendilaharzu desaparecen sin que haya todavía un museo de pinturas y esculturas para guardar en él sus obras prin-cipales; el mérito inapreciable de ser los precursores intelectuales de una nacionalidad lo pagarán con el olvido de su propia obra, porque si hay gobiernos y municipalidades que llegan á concebir la necesidad del co-mercio, las ventajas de la industria, faltan entre ellos espíritus amplios, bastante ade-lantados y poseídos del porvenir de la Repú-blica para darle al pueblo, junto con el pan de la inteligencia, para conservar piadosos y reconocidos el ejemplo perenne de las prime-ras obras de arte g ¡neradas en almas argenti-nas, solventando asi las deudas de la sangre.»

Crea el artista que ha escrito esas líneas en esta triste verdad: El Panmuflismo toma creces en todas partes del mundo. La ciencia, el comercio, el sport, la política, son los due-

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xxix L XX

REVISTA DE AMÉRICA

ños del mundo. El Arte va reduciéndose á un grupo de cultivadores é iniciados cada vez mas esca>o. A veces, un hermoso sueño nos hace entrever una aurora, es verdad. En nues-tras repúblicas latinas, el viento de la Medio-cridad sopla sobre el alma criolla. Nuestras sociedades recién formadas no se cuidan del alma; el Arte no puede tener vida en donde la Religión va perdiendo terreno, y en donde el Lucro y la Política hinchen cada dia más sus enormes %-ientres.

El yankee, tan ferozmente práctico, siquiera derrama su oro para tener en su casa las obras del arte que no entiende; el americano-latino, la raza de los licenciados, doctores y coroneles, tiene que conformarse con ser la madre por excelencia de ese monumental y portentoso tipo que instala nuestra pequenez á la luz del mundo: el Rastaquouére. Y mien-tras triunfen los rautas, los artistas que ten-gamos se morirán de hambre, ó irán al mani-comio, ó vivirán tragando su propia bilis.

R . D .

Oh mi candida niña.' Contra el dolor sañudo, Atjii: iateido cu desasí rosa riña Ya no tengo cu mis sueños un escudo. ,

La culpa malhadada ' En silencio me acecha, Llevando entre sus manos una espada Cómo de rayos fulminantes hecha.

Pero tu bien perdido Sobre mi culpa gira Al igual del incienso desprendido De la llama sangrienta de una pira.

Pues si mi frente hieres Con inmortal destello Es porque tti de mis tormentos eres El luminoso, el tutelar, el bello!

JUSTO A . FACIÓ.

•p í

FLORES DE LLANTO

! i

• f ' b M i i f t

!

Fí i pesadumbre aciaga •üyM. Con antros asemejo En cuyo fondo tenebroso vaga, Como un rayo divino, tu reflejo. /

Mi soledad asombra: En stt fúnebre calma Es de trie te-a de ciprés la sombra Que se dibuja en derredor de mi alma.

Es impulso violento, A tu fulgor bendito, Se retuerce mi triste pensamiento Cou las miseras ansias del precito.

En grupo lastimero Brilla tu luz difusa: Dijérase purísimo lucero En la torva cabeza de Medusa.

LIBROS Y PERIODICOS

E L C A S O C L A R I N

Folleto ile » ¡«ig. ex «*. refrito run muy mnlo intención por ' i\*nijieytt Genrr, itr Barcelona. contra t*op*'tdo Atae,

ée Oviedo, eeiiterndainent* m/i^iu en Gerona, eititado e» Madrid |í Barcelona y ha ¡meo llegado ii Bueno» Airee.

I^OIM» ello en virtud d" una nota publicada por 4 Clarín eu El Im/merM. acusando recibo de un

t ' l lujoso y excepcional ejemplar que de su libro tttrraturat Mnltonne le luciera corté* presente I'oinpt" y» Oener. i cuya Mención correspondí.'. a«|it«l eon toda clase de malignidades tendentes * poner á éste en el dis-paradero. donde puntualmente se pu«o el autor catalán.

Subltcaudo el folleto, en que'debo ocuparme y eu que se •-muestran dos cosas: . . . . , , • J - , 1* Que M materia clontílSoa está al día. y quizás «I día

siguiente, porque lodo aquello del .M'le a ti rol. aunque ine lo juren frailes descalzos, no me resulla verdad cien-tífica. ni siquiera cli proyecto.

r Que no puede verá Leopoldo Alas ni eu pintura, noKtliaál, como dicen en Madrid, ejerciendo de critico sobre las espaldas suyas. .

Que Clarín es Intemperante, nadie lo pone en anua, qiie no se muerde la lengua (prescindo d- l fácil chisto del temor de cuv. rivrse) para decirle X cualquiera cuatro verdades, no es mi nos evidente, y que tiene mucha opi-nión en España y hasta en América parece tambiru com-P r ^ ¿ ° . ó , o averiguar si ataques como el de rompey» Gen«-r perjudican la autoridad literaria de Ala» i la tor tlftcan.

•4 m

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L XX I REVISTA DE AMÉRICA

xxix

D e s d e l u e g o p u - d i - SÜCFIIRIR^ IJU<* c o n RMLN-MLD» ÍFL mismo tenor, ha Hi lado Leopoldo Alas i cobrar la Itn-

Sortancla excesiva que como critico ejerce en la patria o Menéndez Pel.-.yo y de I ia r t . El mismo caso de Xovo

y Colson.que despiadadamente le enrostra Gener A Ala*, no convenció entonces i nadie: todo lo que demostró fué el aseo que et critico de Oviedo le tiene al duelo: pero ni Novo ganó en crédito literario, ni Alai perdió el que tenia y tiene, no tanto por lo que enseila. y su peculiar estilo, como por la guerra que se le ha hecho desde quo empezó en ti Solfeo sus campadas de vapuleador li-terario.

Porque hay que notar que Alas Jaman presumió que judlora llegar A mandar la fuerza que manda en litcra-;ura: por aquellos primeros artos del reinado de D. Al-fonso XI' era un modesto jr concienzudo aspirante 4 P iti catedrático, que por no saber en qué entretenerse se d< " • bf,. • ••• — - - •

i> p iró dn pronto

dlcó A escribir de literatura, para la cual no estaba ei pi)Ctalmeute pretiarado. Cuando murió Kev|lla se encon-tró dn pronto al fren ente del «magisterio de la critica»

ÍBalart" Incubaba sus Dnlom y Marcelino Mcnéndex lacla libros). Hasta entonces había escrito como le «iba

saliendo' sin plan fijo, sin principios estético-prácticos que aplicar, sin más conocimientos de la literatura co-rriente que tos que un dllettautismó m i s curioso que otra cosa pudieran proporcionarle.

Pero como valia y como los ministros conservadores no perdonaban al escritor republicano sus desplantes de £1 Snlfeny parecían dispuestos A no darle la cátedra que en buena lid ya había ¿añado. Leopoldo Alas se dedíei k ponerse i .debida altura, acei tando la situación do Crítico que se le hacia, y f u i critico.

La Improvisación que esto suponía es el pecado do origen de su manera crítica; y ella explica la falta de continuidad. *r et¡irit de tuifr que en su labor advierte el menos avisado. Tara cada época de su vida literaria ha tenido un ideal distinto: Flaubert fué un día su pasión y nació l.» Regenta. El solitario de Medan llevado i la

filenltud de su genio—»IIA por los artos de «Germinal»— o atrajo después con fuerza; el Diarlo de los Goncourt

le preocupó mAs tarde, y sólo en estos últimos tiempos ha abierto su espirita i las direcciones modernas de la vida literaria, con la Ingenuidad y la carencia de ¡>nrl¿ prii que ellas requieren.

¿Toma A lo serio Clarín su miii'in de crítico? Mis alto

filca. A mi parecer. Otra cosa es que, dejándose llevar de a corriente y solicitado por todas las emiiresas perio-

dísticas, siga escribiendo de literatura diaria: pero esto lo hace con tal desgano, que solamente A un apasionado como Potnpeyo Gener puede ocultársele.

mismo hecho de vivir en Oviedo-cent ro Intelec-tual, por lo demás, digno de mucha atención—revela bit-nulas clara* la poca aUelón que A la pelea crítica Leopoldo Alas conserva. SI lo que en la edad madura realizamos <liabieudo libertad de acción) es siempre lo

3uc soilamns en la Jnveiitud. Alas, que dló A su criterio losóflco una robusta base en los artos de Universidad,

debe fatalmente decidirse por los altos estudios de rilo-•ofia critica siempre y cuando ataques como el de Pompeyo Gener no le obliguen A o t a r en la brecha. A lo cual su temperamento batallador, por otra parte, le arrastra. Será entonces ana victima más del iv/en i<>r-liora. deteriora ./«e te,¡u.tr de Ovidio.

[Temperamento de critico el de Poinpeyo! Si Alas es an filósofo .'x knui-l-ta metido A crítico de ocasión. Ge-ner ra un critico que ejerce de t¡lósol'o positivista. Es-píritu Inquieto, bien informado, al tanto de lo liitlmo aue se publica, sin que ignore nada de lo antiguo ísabe

e patrología como un benedictino y de a-iriograi'ía como un /¡nrat -dneent (le Tubinga;. tiene un golpe lie vista certero y la mano dura. ;«¿né crítico ha perdido Esparta en él. con su catalana inania nntlmadrili rta! Vendo A Madrid, en dos artos de lucha, se hubiera pues-to A la cabeza de la critica, y entonces hubiéramos teni-do un >int.-.sfrn que hiciera algo más que sacudir el polvo á los malos poetas y á los académicos conservadores.

Esos dos anos le hubieran también servido á Potnpeyo Gener para acabar d- poseer el castellano. En esto tiene razón Clarín, y aunque Pompeyo afectó un soberano desprecio por el purl-nio ( sin llegar al de Valentín Al-mlrall. que por gusto escandalizaba en .Madrid A las gentes con su vulgar acento y sus rebuscados catalanls mos i. lo cierto es qu" en >u mismo folleto que me ocu

fia, ha entilado uii tanto el estilo, aunque no acaba de I m p l a r l o de g i r o s g á l i c o s . S i n e m b a r c o , e n e s p a r t o l s e

pltede decir tollo lo que se pien-a ' atlll lo que se piensa en francés), sin nece-idad ¡le galicl-inos.

' l i e n m e v a n d p o n e r e n t r a m b o s c r í t i c o s c u a n d o se enteren. Aguantaré el chaparrón, d.-seanib- á mis dos antiguos amigos que siempre sean tan leales como yo aboia lo be sido.

Pero digan loque quieran, ni Leopoldo Alas m-ha rá creer en MI sinceridad de apóstol <|.. la critica. N¡ Peni peyó Gener me couv.-iic-rá de que los alfilerazos f i a rin merecieran 1.» cintarazos. los golpes de catapulta y las de-cargas de batería eléctrica que. complicadas con

algunas saladas citas de la Inevitable |Vr<»»iin, forma» el folleto del cual debía haberme ocupado (que para esto se me abrieron las columnas de L.v KKVISTA l>£ AXÉKICA), en vex de entregarme A insustancial charla, la misma que Alas llamaría Palique y L'ompeyo COK «ene.

CARLOS M A L A O A H M U A .

De «an tarta diríjhta por F. Gener ri nueitrn d¡ttingvl<h> colaborador Nr. ilttlagarriga, de ParíI en / » , coptumot ti tiguienle curintiiimo pdrrafv:

•Intenciones me vienen de hacer fijar un cartel por el estilo, en lo mAs céntrico de la Exposición:

• P o x r c v o GEXKR YUAROT. natural de IJarcclona. de W artos de edad, doctor en Karinacla y en Ciencias, li-cenciado en Medicina, socio de la Antrupológicade Pa-rís, de la Soca finur 1'attincruient det -sv,vnre*de Francia, de la Zoológica de Zuriclt. de la Snc/t/e det Orientalut't, de la Filológica de Leyden, cx-represehtante de Esparta en el S" Congreso de historiadores, celebrado en dicha ciudad, ex-comlsario de la dicha nación en la Exposi-ción Universal de Ainstcrdam. caballero del León|lioJO Neerlandés y dimisionario de la orden de Carlos III . Autor de An JInerte y El Di»* /í/íiOiV, de ííereijia», de la l\i!'i[n'/¡n Literaria Cfinteninnríiiiea; traductor «le Proud-hom, de AbenXotl i .dePauldeSalut Víctor, de Flauhert, etc.. etc.. ctc.

SE VESnt Asi. por una cantidad no muy crecida, que le permita

vivir como una persona decente. servirA rnriiii'lf¡nnal mente i cualquier presidente de república, dictador, monarca, emperador, pachA ó tirano, que quiera apro-vechar sus servicios. Sabe escribir obras que producen sensación europea, folletos que amedrentan estados, ar-tículos que desmenuzan reputaciones y producen la caiila de alca'des. presidentes y ministros. Conoce la'

Suimlca suficientemente para poder fabricar toda clase e venenos ó medicamentos, según el caso. Sabe esteri-

lizar é inocular microbios, y asi producir A voluntad. ¿ cortar, enfermedades contagiosas. Conoce la gtnecolo gía y por tanto el arte de hacer estériles las mujeres; además, posee seis lenguas vlvas'jr varias l-nguas muer-tas. sabias ó ignorantes. Mide de estatura l'HJ m., pesa 75 kilos. Está robusto, sano y sin defecto alguno fisleo. Tira bieu la pistola y la carabina; sabe hacer punterías con cartón, obús, mortero y ametralladoras; esgrime el sable y el Morete, monta A caballo, dibuja y pinta un poco, sabe algo de música y tiene mala letra. Se cederá también, parcialmente, por temporadas y por servicio» aislados. A precios convencionales.

Informarán en la Comisaria Espartóla.

R E V I S T A S J Ó V E N E S D E A M E R I C A

Muchos son ya los órganos en que se manifiesta e l

Den-amlento de la .Joven América-, Desde Méjico al ruguay la nueva escuela tiene representantes.SI toda

vía murho hay ,ue desear en la hermandad artística d e los Nuevos, entusiasmo y talento no faltan. Eso cierta-mente no es poco. De esas revista' , que ene-lfrran lo* anhelos, las tendencias y los triunfos de la Juventud americana.se ocupará especialmente la ISHVISIA tu; AUKIUCA. cuyo objeto no es otro que el ínanifestuilo en su programa.

LA PI.CM I. de San Salvador (Amérien Central ' , tra-» en el último número que liemos recibido un artículo lleno de hiiuh-ur de Salvador J . Cañizo. K«t- e-ei itor desde hace largos artos ha dade, á conocer en 1>-n-¿ua .ca-tellana las mejores producciones d.- los humoristas in gleses y americanos, Marck Twain. *iil»re toilo. h:i - ido su autor predilecto, y por un fuerte poder asimilativo ha conseguido escribir en nuestro idioma cuentos y cna dros verdaderamente dignos dei raro y <''* •¡nhtuf, tjn lee.-Francisco García Cisneros lia escrito unapagini ia llena de viveza y de novedad, sin caer en p-ligroMi- . xa geraclones de estilo: l'n (>••»<• « Park-.~El ll- njamín de la escuela, muy conocido ya. Ambrogi. ptogr.—a. <u .-ntti síasino. ~u pasión por el arte, le lian eonqut-i.Hl., ca rirto de sus h e r m a n o s mayores. Será o/./i.-,- h. s.-i.-iir:itn>-u te. Su última ¡iroduccieill. lí".*e Ftiiiiy». (-S un liot'ili.i cuentecito que.... aunque.... pero.... ¡Ail'-lant'-! Sób» qne hayque tener presentí' esta advertencia: ¡cuidado con el

i>./—Señalamos de paso unos verso- d«- D a r í o IíI-rl e ra: /í/íw «. Herrera lb-Va tan segura vía. que no nos . x trartará verle llegar al triunfo.—L'n cu- uto d - i'l- ui- nt" l 'alma digna ib- elogio. V una página -mida y .-I. gati te de Joaquín Ménd -/.. sobre nuestro amigo, el" , -e- t..i ecuatoriano Federico l'roaíio. r.-cléii falt- cido en (,u i témala.

- Ki. PKNS.VMIK.X ro.de Tegucliralpa. üon. tura- Vm-'-i ca Central).—Esta revista acaba il- fundar — , y suptini- r

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L X X M

REVISTA DE AMÉRICA

n m n ' T n trac entro otros t raba jo* una poesía pos tuma de J . M. Mavorga l í ívas . que tía i conocer A un innegable . poe ta , d> -g rac i adamen te malogrado i can -a de la horr i -b le pol í t ica do aquel los paí,,.». L'na adver tenc ia : ¿Por • q u é < n una revista puramente l i terar ia , gace t i l l as única-m e n t e propia- d uu diario?

—El. KttiAtto. de la Habana, me jo rando s iempre . I 'or f u pa r te ar t í - t ica : t ipograf ía , grabado, etc. . y tior lo es-cog ido de bu' na jiart.- de los t raba jos qu.- publ ica , pue-d e s , . r con-íd 'Taila e..ta revista como la rn;ls elegante^ y ar i s toc rá t i ca de la América española. Cier to es que tie-ne inu rho de i,ia¡ja;ine,y dedica g r ande a tenc ión al spor t y il la vida nialnna. Kn cambio cuen ta con re-dac to res tan notables como Enr ique José Varona, el s ab io y fino cri t ico de la l!eeii,ta Ciihmui. V Vald iv ia ,

Conde K<<*tin, cuyo esti lo y erudición son del nv-jor b r i l l o y 1, v. Kn u n o de los úl t imos números recibidos: £1 ¡" er"h.i.,,11 1/ ta literatura. p o r V a r o n a .

—GI'ATKMAI.A I i . r s n t . w i A . G u a t e m a l a ( A m é r i c a C e n -t ral) .—Digno de leerse un •medal lón ' . t l e En r ique ( ¡ómei Car r i l lo : Cu ¡,e,díead„r. Presenta la figura del l ' ad re Monsabré . Un pá r ra fo :

•Su figura c.- soberbia . I.os contemporáneos de Como-d i a n o de liaza y ile Pau l ino de l 'e l la hab r í an vis to on él u n Kolo míst ico: los fak i res índicos soñar ían , al con-t emp la r lo , cu un león moreno y robusto. Cuando co-m i e n z a á predicar , sus ademanes TIENEN esa I M I C I Ó I I no-ble . que s iempre ha caracter izado i los sacerdotes cató-l icos: pero cuando se entusiasma, cuando se enardece , c u a n d o llega al pun to cu lminante del d l -cur -o . su busto toma proporciones at lé t icas . su cabellerf se de -pa r r a -tna sus ojos d i la tan , su cuello se inda Y entonces las pa labras que brotan de su- labios sou tan a rd ien tes , t an grandiosa- , tan formidables , que parecen uua l l ama de Incendio que lo envolviera todo en un c i r cu lo de fuego .

Dicen que las m u j e r e s t ienen poca s impa t í a p o r él . Es na tu ra l . 1.a- h i j a s de Eva suelen sent i rse desconcer-t ada - entro el torbel l ino de su elocuencia. I.a robustez nerv iosa v violenta do su palabra, las embr i aga s in adu-la r las : y I» hi mbra no llega d adorar los sacud imien tos bru ta les , sino d-.-puéa de haber sent ido el a t r ac t ivo de la dulzura . Los que quieren dominar a una m u j e r has ta el pun to de poderle decir : «échate por esa ven tana para romper t e el cráneo, porque »(. porque yo te lo mando, p o r q u e á mí me da la gana . , t ienen que p r inc ip i a r corno el pa- tor Hn-mers, seduciendo fe l inamente . P o r eso el ve rdadero d l c t i d o r espir i tual de la a r i s tocrac ia femeni-na es el Padre Dldón. Sus sermones son doctos , e legan-tes, l igeros, y al mismo t iempo in t rans igen tes . Los dis-cu r sos d 'l padre Monsabré, al cont rar io , cont ienen un g ran fondo de op t imismo y de to lerancia ba jo u n a en-vol tu ra fanát ica y terr ible . El pr imero es el p red icador d e los débiles, ile los ricos, de los t ibios. El segundo es el predicador de los tr istes, de los desamparados , de los fue r tes . El segundo e.« ol más grande.» • — l l s y por allí unos versos de un médico mej i cano , re-s idente en Guatemala y apel l idado Klgueroa. de quien h e m o s vis to a lguna vez boni tas estrofas. Esto de aborn es una como parodia, de a lguna «manera , conocida . Ha quer ido l iac r el Adoré)* Elouppetto, en Gua temala? jíliru te IfuiJi»', »i<tnu<!.f Si s iquiera hubiese t en ido l a o r ig ina l idad de o t ro dccndrnticulet que m>$ ha talidn en Panamá! O la gracia de otro periodista de Lima I liieu te benine

—LKCTI 'KA I*AUA TODOS. {Cartagena. Cobniihia)—Vtt% t raducción, por A. J . López Penha. de uno de los bellos sone tos de II. ri día: Finja «fe C'ulaurat. P re fe r imos la de Frngelro . publicada aqui en Arlr» y t.'tra*. Po r de pron-to. adver t imos que «-1 soneto t raducido n o os soneto, pues apañe.- . .cou dieciseis versos. El Sr. López P e u h a es uno de los más fervientes seguidores de las nuevas Ideas. Ti. ne exceso do savia el árbol de su l i t e ra tura . Y a l a KKVISTA I>K AMÉRICA d a r á ¡i c o n o c e r Á e s t e e s c r i -tor . como i todo- los que forman hoy la vangua rd i a del mov imb tito modernis ta .

Et. l'.ílolsM'» ES LA RASE DE LA SOCIEDAD, ;»>r el ¡tor-tor J'rdeo Crear Ilamúilci, Secretario tle la l'ari'Uut! ile finirían Vil.'f-flcae. {Caracul, i/u/». li'Mrnr'y—XI señor Domlnicl hace una excursión en el campo his tór ico, y n- ba-a en la cb ncln moderna , para demos t ra r una an-t lgn i verdad: que el hombro es esencialmente egoí- ta . i.a l i tan-la con i|tie ol su io r desarrolla su te»|« es m u y recoin.-iiilald--: v es de notar como en Venezuela t ienen huello- cuItlvaAor.-s los estudios filo-ófieos. p o r o t ra par te , r l Sr. Donihilcl es para la Joven América perso-nal idad digna de toda simpatía, por el a r d o r eon que en la r< vista <v»«i"/>"ln. r u Caracas, man t i ene los nue-vos pr incipios art ís t icos.

D i s c t ' l t s o j*r, nunciado por rl De, I). ltniia',H A. Sala-tur. ítinintru de / . ' ' íerie/o« i'.st'nore». en r' ¡>r' t'i\tnci"A del fírhírrn,,, en el ,,'ia drl amrrrlario dr la lt*i-,.luri.>n de X? de Junio ,1' c¡. tí t' L'mne orlo ,t< la tratlaei ai de loe rett.-t d'l i/eueraí P. Jhyiifl García Grana*!, d'l un-íiyvo cnifut'r:n al liwt'"H Sacian,il.— \.tinat'iaala, 77-pografia ¡/ /.'limad, rnticitn .Viirivwní, Urgiintlit Aeenida

Sur , m/ni. J . J - S I en nuestra revl- ta ún icamente dedi cada al Arto y á las Letras menc ionamos .-ste folleto, os á causa de que, al propio t iempo que un documento oficial, os una p laus ib le obra l i te rar ia . El actual Mi-n i s t ro de Kelacioues Exter iores de Gua temala , es uno de los p r imeros escri tores Centro-americanos . y en América puede señalársele élitro los me jo res g. rinanó-hlos que hayan dado i conocer algo de la l i te ra tura a lemana. Recordamos . entre otras obra» suyas, su exce-lente t raducción de la célebre nlira de Chaml - sn : l\.lro Uchlemihl. Sa lazar os uuo de los hombres polí t icos que aman las le t ras y en ellas ha logrado br i l lan tes vic-tor ias .

SKM1II.ANZA3 Y KF.CCERDOS, por Trniult 0" Coaltar «f Artarh, Miembro del InttHuto Ueoijetiflcn Aegentino de llitrntit Airee y del Circulo iMeraria de Urna,—(Tarija, Tip. de l<I F.itrtUa de Tarija.)— Libro de cor las propor-ciones. Impres iones y recuerdos, re t ra tos rápidos de pe rsona jes amer i canos que ha conocido el au tor . En-con t ramos un caso curioso de telepat ía en la semblanza del general bo l iv iano Morales. «En oí mes de Noviem-bre de aquel «ilo, IÍT1, tuve necesidad de marchar á T a r i j a . Mo despedí del general Morales, qu ien á su ve* Iba ya i sa l i r do .Sucre para LA i 'az. ;.Vo me figuré al abrazar lo que nos despedíamos has ta la E te rn idad! En Igual liles del año s iguiente regresaba yo de Sucre. 1.a noche del *7 d o r m í en la posta d<- Ti imbil los . A poco de haberme do rmido , corno i las once de la noche, me desper té soñando que veía muer to al genera l Morales, en ol cabi ldo de T a r i j a , y que un so ldado jne decía que lo habían ases inado . E n el momento m i s m o do desper-tarme. oí el g razn ido du una lechuza on el pat io ue la casa de posta. Me sen t í agi tado y tr is te , siu saber por qué, pero lo a t r i b u í A efecto del ensueño que acababa de tener y la co inc idenc ia del gri to del ave nocturna . Al d ia s iguiente t e m p r a n o seguí mi comino, y el 1* de Di-ciembre l legué i Sucre . Supe a l l i quo la fami l ia del P res iden te es taba en su finca de Totacoa, que no había más novedad en el Norte que la con t ra r i edad on que se habla puesto el Pres iden te eon ol Congreso, á causa de la conocida y ru idosa cuestión «AulUgas . . El día í me levanté de c a m a m u y t emprano y sa l í i la cal le como i las s iete de la mañana . La p r imera persona quo encontré fué mi a m i g o el es t imable Joven D. Xís tor Vil la , quien después de abrazarme y c ambia r los sa-ludos de est i lo, me d i j o vis iblemente agitado:—«¿Qué le parece A V. el acontecimiento?—«Oué acontecimien-to? lo respondí.—¡Cómo! ¿Xo sabe V. las not icias do La Paz?» Y como, sorprendido, le m a n i f e s t a r a oue nada sabía y que él era la pr imera persona con quien hablaba en aquel d ia . D. Néstor me dijo:—«Ha llegado al amanecer un ex t rao rd ina r io de La Paz con la noti-cia oficial de que han asesinado á Morales " l 37 en la noche (¡la m i s m a noche en oue >o lo soñé on Tam-billos!i. y que ha s ido euca rg ido de la p res idencia du la Repúbl ica el Sr . Frías.»

R . D.

ITALIA

Matilde Serao ha pub l i cado , eon el t i tu lo de / . ) ti. cuatro n o v c l l t a ' . L'na p ro funda t r is teza vaga por todo el l ibro, l ibro do amor . El éxito de la obra ha sido no-table y Justo. Cont inúa publicando ot ra novela, l.'liuli-ferente. o n l a .Vnor.i Aiif"¡ni/ía.

—l."t Kntudiae de Ijteenturu Italiano. ¿«. H u e n a v e n t u r a Zumhlnl . l laman la atención d* la cr i t ica . Leer el dedi-cado al Kob tigo. pri cursor de Cervantes.

—Villorín Pica, tan conocido entre la Juven tud litera-r ia de Krancta, y que os uno do los p r imeros escritores de su país, ha dado á kiz un libro sobro oí Arte en el Extremo (ir loute Recomendado A los Japonis tas y á los amantes del es t i lo .

s?-l.a Joven escr i tora AntonleUa Glacom-III . h i j a del senador de este apel l ido , se ha hecho notar con la publi-cación de su l ibro Sollo bereeia, obra de psicología fe-menina . El p r imer l ibro de esta autora. / . i '«7" '« era una proun-sa que hoy se cumplo ampl i amen te ,

—l)os é x i t o s : 1jI baen,aula, | i o r l í o v e t t a . y t'er eeiuletta, nov- la de r..»vM««.

—Con el t i tu lo d» )'«'<• italiana nel fiii,,iiecriito,h* publ icado la ca-a Troves , de Milán, una serle de confe-rencia- in te resant í s imas sobro his tor ia , l i t e ra tu ra y arte en ol l iei iaelmlento. Ent re otros i-«erlton-s disiluiriildos Carduce! t ra ta del Ariosto y ta obra, y Pan /ac l i l . d>- lia-fae l .

— Cario Sogre es un ensayista de mér i to que ha lo-grado un ve rdadero suceso—aunque comba t ido por una

Sa n e de la cr i t ica —eon sus rec lu i tes on«ayo« críticos e l i te ra tura e x t r a n j e r a . Xotable el pa ra le lo ent re Coo-

p e r y l - o t i . - Harrili ha p r o d u r l d o a n s nueva n o v ' ' l n

pret, n-lones de estilo y bien intencionada. Como toda su obra . ¿Xo le reconoce también un cr i t ico su «gario señori l •?

J o a o E A C C I L A B .

Page 106: La Revista de Amèrica

S U M A R I O L X X 111.

R A F A E L X L S E Z — R u b í n D a r i o . L o a IOKTA« JOVEMÍI UK FRAXCI A — E n r i q u e G ó m e z C a r r i l l o . L A VEJEZ OK V K X C S — V í c t o r A r r e g u i n e . BUKXOS A I R E S PINTORESCO—£7 Á ' IUC/I I IC . 'O- . U r o c h a G o r d a » . CASTALIA HAEUAKA —Ricardo Jainies Freyre . Los TEATRO.—A propósito de 'Papa Leb.'tnnarJ.-Eáonará Rever. LA TRl»IKZA PKL DlAnt.o-LeopoiJo IJl.l¿. Al. «TROTE»—Mijjuel lid Pardo. ABISMO—Diego Hernández Espiro. DAPIIXÍ- Í . Signoret-K. J. K. PERDIDA --Marco Kereo». BELLAS ARTES—Mendilaharsu y su exposición Je pinturas—Rubín Darlo. FLORES DK LLAXT<>-JU»IO A . F a c i ó . LIBROS v P S R I Ó I I I C O S - A 7 caso Clarín—C. Mnligxrrlgi-jlevistas jóvenes

de América, etc.— K. U.—Italia—Jorge Aguilar . L A PRENSA v LA «REVISTA DS A I I Í E I C A » .

L A P R E N S A Y " L A R E V I S T A DE A M E R I C A "

En nuestro número anterior apareció, por error. atrl-buido al / ' / / ' J.ara,tí un suelto que pertenecía al Coue-r,re franjan.

1.a " H e v U t a ile América"—liemos recibido el nú m< ro í de ...ta interesante publicación, dirigida por los Sres. Rubén "liarlo y Ricardo Jaimes Kieyre. Entre los artículos notables qu,. trae, recomendamos el de nuesirocolefcra [trocha Gorda «filíenos Aires pintoresco». «La excursión | . r la Moca», está descripta eon colores vivísimo*. Kulicn Dario trata con - su pluma privile-giada sobre i;.ilir|el il'AniitinzIn y el e .rltor antideca-d'-nte luglé* Le tialllet.ne. «Mosaicos llizatitliios*. de. Klc.irxlo J.ilmi s Kreyre, blcu vale la pena de ser leído: lo ml«mo .l.os poetas Jóvenes de Francia», por Enrique ( i ' i i i f • / . C a r r i l l o , y . A l t r o t e . , p o r M i g u e l E . P a r d o . K n «El idioma d-l delito», trata Ruben Vario sobre la jerga de los ib linctientes en todos los Idiomas. Otro articulo qu.- llama la atención es sobre el Monólogo», escrito desde la Habana por el conocido actor italiano Luis Honcoroni. Trae, además, s crsos de los señores Leopoldo Di.i/. Pablo della (Josta. Justo A. Fació y o t r o s . — ( f / Diario j

"B.n«(« <1r América" -Cúmplese lo dicho cou mo-tivo de la aparición de esta nu'vii revista, pues si buen Juicio se il. liia hacer para su primer número, el segun-do. apar.-clilo dos días ha, reclama Imperiosamente el favorable y il-cldído apoyo que merece, auttque no lo necesita, porque por si sola h a d e hacerse camino la Rr.VISTA I»: AM&IIICA.

Alternan los buenos versos con la correctísima prosa y mezcla entre esos trabajos su nota alegre uña natural descripción de uuestra vida de ciudad. Tan variado es el material d,-l número que nos ocupa, que la elección se hace difícil y la conclusión es lácll de prever: hay que leer todo lo que contiene, desde el principio basta el Un. Rubén Darío, llrocha Gorda, Jaimes Freyre, Gómez Carrillo, Della Costa. Díaz, Pardo. Rencoronl. Fació y Niñez. se dan la mano para mantener latente el Interés dul lector amante de lo bueno.

Una primicia ofrece la Revista: dos capítulos de una obra del venezolano Miguel E. Pardo, titulada «AI tro-te*. donde hace un estudio sobre París y sus escritores, dignos de llamar la atención, pues Pardo los ha hecho destilar cou sus rasgos característicos y lo que son y lo que producen.

Digna es también la sección «Libros y periódicos», por el estudio minucioso que de cada publicación se toman el trabajo de hacer los directores de la REVISTA D K A X É R I C I .

V lo demás que contiene es bastante para poder decir que este número de la Revista vale la pena de ser leído. —(La Xacián.)

— El Eduardo Reyer. distinguido escritor francés, residente en Ituenos Aires, nos ha enviado el primer u ú m e r o d e l a RKVISTA I>K AM É R I C A , a p a r e c i d o r e c i e n -temente en la capital federal, bajo la dirección de los Sres. Rubén Darío y Ricardo Jaimes Froyre, i quie-nes consideramos como los Iniciadores del aecadentitmo en nuestro país.

Dicho periódico se r i defensor entusiasta de la na-ciente escuela literaria que en Europa reconoce por Jefes i Paúl Verlaine. Maeterlinck. Htiysman. Jean Mo-rcas. Laurent Tailhade, Gómez Carrillo y otros escri-tores Jóvenes que han abrazado la causa regeneradora con un entusiasmo rayano en delirio. (!)

El primer número de LA RKVISTA DK Ax>:ircA con-tiene un bello y escogido material de lectura. Unto en prosa como en verso. ..

Han colaborado en él. además de los directores. llar-tolonié Mitre y Vedis, Elrodoro 1-obos Brocha Gorda. Julián Martef. Víctor Arregultie. Salvador Rueda y otros distinguidos escritores.

Eduardo Reyer. que en breve honrará las columnas de la ReeiiHa Científico Lifcaeia con alguna de sus bellas

Srodticclones, también ha prestado su contingente al rgano del decadentismo. Modestos cultores de las ciencias y las bellas letras,

expresamos nuestros deseos de que alcance muchos años de vitla próspera el esforzado campeón de la novísima escuela literaria.—(Itecilla Científica- Uteraria. Córdoba.)

" R e v i s t a de A m é r i c a " — N'ous avoos reju le ie nu-m e r o d e l a RI :VIHTA I>>: A M Í I I I C A .

N'ous y remarquons quelques strophes tout & falt re-marqtiables, slguées Rubén Darlo, une dtude sur quel-ques jeunes poetes franjáis , et quelques notes, pas tou-Jours tres exactos, sur cert^lns cr r.os écrlvalns.

Xous aitnons .1 eonstater,d'ailleurs. quo ce nutnéro est tres Iiitércssant et qu'II promet beancoup pour l'avenlr de la jeune et brillante revue.—(/.« Courrier de l'lata.)

La " R e v U t a de América"—Nos hemos tomado el tiempo necesario para leerla con detención, antes de mencionar en estas columnas á la RKVISTA UK AÍÉRICA

Sun edita en Dueños Aires nuestro distinguido co-re actor el Sr. Rubén Darío, en unión del Sr. Jaimes

Freyre. La Impresión que produce el pr imer número es suma-

mente favorable. Salvo uno que otro pequeño lunar de un decadentismo por demás exagerado, la Revista se exhibe completísima.

Es la manifestación serla de una empeñosa labor literaria: labor desinteresada., llena de abnegación y de sinceridad. «El arte por el arte», la vieja divisa d«l progreso literario en los últimos veinte aflos, es tam-bién el lema do la nueva publicación, que se presenta rica en material, Interesautc, con un tesoro ae ideas originales y audaces.

En el primer número de la Revista ban colaborado los Sres. Arrcgulnc. Alemann. Brocha Gorda, Cothe-rean . Dario, Diax. Ebelot. Odraci Carri l lo, Jaimes Freyre. Jul ián Martel, Lobos, López Benedlto, Mitro y Vertía. Mosca. Reyer, Rueda.

He aqui ahora las pocas y hermosas palabras eon quo los editores de la Revista explican au alcance y significado: Ser el árgano iU ta generación nuera fue en América profeta et culto del arte ¡¡uro, y detea y bulen ta yrfic-ción ideal: Ser el ctortdn qae haga una y fuerte la Idea americana en la unirerial comunión artística; Combatir contra los fetichistas y contra lot Iconoclastat. Lreantar oficialmente la bandera de la prr*geinnei*in estítica, que hay hace, eon risible esfuerza, iñ juventud de la Améeiea latina. d lot Santos Lugares del arte y ii loe deteomtriilot Orientet del entuerto: Mantener, al propio tiempo qu» el pensamiento d* la /nnneneJón. el respeto ii hit tradiciones y la jerarquía de loe maettroe; trabajar por el brillo de la lengua castellana en Amt-rica, u, al ¡Mr/pie par el te tora ie tul riqueza! antiguas, por el engrandecimiento de ceas *titnias ri*fitczat en caca-bularía, rítmica, plasticidad y mutis: Luchar porque, preealezca el ataor rí Iri rllr~in<\ belleza, tan combatida haif por inrasarae tendenciar utilitariat.

Servir en el .\neco ¡tundo y en In ciudad latís grande ÍIpnietiea de la Amtrtca latina d |a arbitraria inte-reí uní de tal repúblicat de lengua española: ent ton

nuetletil prn¡iólitvl.—Ij* Dirección. Deseamos á la nueva Revista prosperidad cada vez

mis creciente, y una repercusión eflcax en los espíritus de América.—(Li ««»>», Montevideo.)

C a v a r l e — tjrcmKRKXCK*—Ce ríos, le teraps manque Id pour songer anx clioss-s de l'esprlt. La politlque. la bourse. les course» et le theátre «par seetlons.absorb'nt toas les moments de l'exlstence. préoccupcnt tou> les

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L x x i v

esprits. acosjinront toutM Iim Intolligonces. On llt peu l e s jou rnauv p-jurquoi lirail-ul) ¡- t livr.-?

Poiiriant ¡lít'.T! prodult icl II y a quelou.-j Jours un évéiieinenl ll'.t.'raii'e qul tuórite d'elro siuna!*.

D. us jciip-t K 'ni. doiix srli-t.Ss JIM. Rubén Darlo et Klrariln Jaimes f reyre . ont eu le rotiragrt. l'heroismc de fondor uu'i revue. la RKVISTA I>I: AM»:nir.i.

Ton* los Jottniattx ont eonsacré quelques llenos dans. leur.s .Fait» Dlver»» i ssluer la naissance d< nouvelle revue. Cortes. c'était un suecos, cola. É:*it-cc suttisaut? Je no crols ¡ m .

Jo n'oso pas mo dom.indorsl Co-uvre d' ííulx-n Darlo ct Jaimes Frevro sera durable. J a l pour do tronvor tout do vulto la róponjo. J e n al tant vu p.iraitre et dlsparaitre d« eos revues artistiques f t littér.ures!

Co que Jo cnnsld. ro. co qtto Jo trouve Intt'ros'ant. co qul mo fait diré quo la puMIoation do la RKVISTA t>E Axr.lttCA a oté un vérltable evi'ne.ment littéraire, co n'est pas tant I'n.uvre on ellc-memc que 1'idée qui l'a falt naltre.

Cetto Irléo-lá est óiulnemmcnt francalse. Bien qu'écrivant on espagnol,—l'espagnnl lo plus pur.

le plus coloré, lo plus cbaud, lo plus musical qul jaiuais. peut-étre, solt sorti d'uni! plumo amcric.iine. —cela soit dlt «sus ofTenjcr lo tlocte «Ateneo», son cla»s|qne pon-tlfe.. -\í. Oyuola ct tout le régimen! di' sos tillóles adora-teurs, —Rubon Darlo et Jaimes Freyre. tout en cousi r-vsnt leur orlgiuMlté propre. sont d'illustros élcvcs do l'école framjalsc moderno, lis apparticnnont cetto éco-le qul a pour maitres .Morcas, Verlaine, Mallarmé, Char-les Morice: & cetto école qul, au mlllen dos bucos dos vlcux clas.slques qul ne veulent pas so decidor i mourir, travallle conscloncioiisomont, avec fol et amour. su grsnd iruvrc qul servirá & la créatlon détinltlve de l 'art de dcmaln.

lis sont do cstto ícole qtto I'envlc et l'lgnoratico appe-Ilcnt l'é- ole decadente.

Quel cit done ce dVcadeutHme que l t s -fondateurs de la RKVISTA HK AMÚUICA cherchont i ImpUntcr i Itue-nos Aires?

Les decadonts sont les Jeunos: lis sont ['avenir: lis sont tous ecux dans le cu:ur dosqttols cliantent encoré Ies doucos Uluslorts, que permettent la possosslon de tous les chcvcux et la-Joulssáiicc do toutes los dents.

Ceux qul los attaquent, rappcllent ce vlelllard. dont parle le pofcto latín : lAívdíU'tr trní¡'Orín orfi.

II est trés naturcl que ceux-li no godtent ni les théo-rlos. ni les otuvres de la Joune école; los folies. Jes dó-baticbos de inots. de couleurs et de sons des décadetits les Irrltont et les épouvantent. Avec des alrs do pro phetes mallicurcux, lis annoiic.eut la fin do l 'art. ("ost trés logiquo: lor-que naqult lo cbri.stianísme. l'on en-tendlt par les bo:s du vltux mondo passer la grande et

f lftlntlvo voix do. Tan. annoin,-ant la fin du pa^anMine. 'our los sdversaires des décailent.s. l 'art. le boan, ré/itlo

uiilqtieincnt en ce qu'ils ont vu et aimé. durant leur Jeunesso. En leur desarroi, lis clatnont que l'art finlt, que lo beau so meurt.

La vérltc no tneurt pas cependant. Seuls les indlvidtts passont et disparaissout.

L'art. Imtntiablo. étornel en sonessence. se transforme petlt i potlt. en ses manlfestatlous extérloures. VoilA tout.

II est logiquo quo ecux qul. en art, appartlenneut au toinps passé 110 compronnent pas ot no voulllent pas admettro ees transformatlons qul préparent uu art nou Veau.

Le souvenlr est lo rayón de sololl, qul réchaulTe l'hl-ver do la vio. A mesure que los noigos des ans rocou-vrent les tetes .1,. leurs blanclieurs glacéos. dan» les co'itrs renalsM-nt los impr-ssions dü ¡i:tssé, plus vives, plus douccJ. plus aitnéos. Ce iul qui A 1 école a appris á »Viitlioii«I.Tmer claislqn.-m -iit pour la b"anté rígido et fruido de l'art cUs.iqne; c l u l qui. venu plus tard au

monde, apprlt ik con«ldérer l'unlvor.-. comme un va-»e poi'-mc lyrlqtt" q u i a D i e u pour auteur "t I- po,-f.-ro-niivutlque pour grand prétri»; ceux l.i. n'ailiiieinont Jamals les théorles de l 'art nouveau. Xo p.is aitaquor les tbéorles de l 'art nouveau. ne pas attaqu.-r les décadents s- ra i t . pour eux. abjurer l.-ur fol. ronirr leu,' passé. leur jeuueíso. l ' igo d 'or do lc.urvle. . . Le passé, ost rotinenil 'ácliarno de I'aveiilr. Avatil un

deiiif^lóclo. les décadiMiís d 'aujourd 'hul excommunlc-ront les Jeitttes d 'a lors .

Mais do lá A donner anx décadonts los doux tii.ms do fons. d í maniaques, d'enorguuiónea. la illstance est grande,

Dans lo monde moral, eomtue dans le monde matérlel. la nature procede lontcmont. par des sérlcs logiquos ile transtbrinations.

LA phlloaoplile et la 'soeiologie nous f iisoign. nt que tonto époquo on sol ne dolt étro considérée uu*- comino une époqtto de transltlon. Ríen de ce que nous voyou. autonr de notis n'est détinitif. Dans les soelétés ¡I n ' j a quo dos mnyens; des Instruments destines á cbunger tñt ou tard 1'ét.it dos choses. Cetto transformatlon uno fni» réallsée. les moyens, les instrumenta dlsparais-eut d'eux-mcmes.

Lo décadontlsme anssl est un moyon. un Instrument destiné á découvrlr une formule nouvelle sttr ¡aquello reposera l 'art de domain. Slals II n'est que cela. Les critiques ont tort de vo i r en luí une doctrli'.'.' definitivo. 11 est un moyon: il ne sera jamals un résitltat.

I 'our les classiques admlrateurs de I'otisard, Víctor Hugo étalt un décadent. Les admlrateurs de Tradou ne couiprenaieut pas Hacine . '

Si le chaos avaft cu dos témolns, Dicu eflt été pour eoux-ei un décadent datigercux. pulsqu'II s'avlsatt de changer l 'ordre dos choses.

Eu art. comino en polltique, 11 n'y a réolloment que d o u j partís, colui dos conscrvatcurs et celul des Ilbo-raux. Les premier» vculeut rétabltr le passé: los secouds luttont pour assuror la réallsation des promesse» de l 'avonlr. En politlqu". les promlers donuont aux se cotids les noius de rcvolutfónnalrcs, d'cuneinls de Dleu et de la natrlc. En art , los promiers traltcut les socouds do décaii-iits.

C'es: l éterncllo lutte dos anclen» eotitro los modernos, de roccídent contre 1'Orient. des ténebres d liler con-tre la lumlére de detnain.

Eu Franco, la lutte est engagée. dopuls dos années déj:V en peinturc. en inusique, 011 llttérature.

La KKVISTA t>K AMKIÍICA va ronrésonter parmi nom I'i'sprit moderno, les iiouvelles tondancos artistlqtte».

Uetnander qu'on la Use serait peut-étre exlger beau-coup. (^u'll solt permls au moitis d'appi-lor rattoiitioiv sur son apparition et du diré ce qu'ellc slgulfie ct ce qu'ello Veltt.

Ello est et sera t lécad ' i to h la favon des décadonts f ranjá is . Ello sera le voryphée des Idees artistiques nouvelles. quidemain seront des dogmos.

Kéussira-t elle? <¿ul salt? Tout est possiblo. Dans tous le.s cas lo crl de guerro ost lancé, (¿uelou'uu l entoiiilra t 11? Pout-ótre! <¿uel jihénomí ne bizarro! Ce pavs el. si Joune en tout

et pour tout. qu'il est vieux en fait d'art! <¿u'il est pous-sif on littératurc!

Llsez seuiem.'iit des ver.» d'Dyttela. Volts verroz. En mató re de critique, il a toute I'aiiiplour de vilo de fr u IJnileau Despréaux.

Un seul av&it la voix fraicllo; un «eiil étaft jeune otieo-re. nialgré si-s années: Cuido y Spano, II s'est td. li.'-lnsí

Et il ne re>te plus qu,. 1 'Ateneo pour représenl'-r l 'ar t . C't-st trop. beaucoitp trop: et ce n'est pas a - -e / .

La KKVI-TA I>K AMKHIIIA. la revue decadente, la re vuo desjeiine» vicnt combler un vido.

Son apparition ctalt nécessalre. JEAN III I.UA

REVISTA DE AMÉRICA QUIXCF.XAL, PE I.ETRAS Y A.'ÍTKS

Ofia'itu provisional; /..If.ll.l.R.

S USC R ¡ IX10 S Un mes $ •/ » trimestre * ¿> » semestre... r ,-7 » año „ ¡Q

Números sueltos.... , Q.~¡<) Interior, con un reiar<¿o del 20 H.

f'unln< ¡le suscripción cu fittCHO? . h'rcs: f.tbrr> ;.,-. ,/.• . \rn . , ne, ,1c Mu: :uchi. de Joly v de Hscarv. <lc ,/,. /.„/,,„.,.

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Indice de Autores y Obras Citadas u )

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Abismo, 36, LXVI, LXXIII. Aeternum Vale, 33, 42. .AgKtf Piwáj , XLVIII. Aguilar, Jorge, 39, XXVII, XLIX, LI, LXXII. Aicard, Jean, 39, XXI, LXIII. A /a recherche du temps perdu, 35. Alas, Leopoldo, 32, 39, LXX, LXXI. Alemán, Teodoro, 30, XX, XXIII, XXVII, XLIX, L. Alonso, Fernando Pedro, 27. "" Almirall, Valentín, LXXI. Al trote, 35, 36, XL, XLIX, LXIV, LXXIII. Aliadme y Palomides, 39, XXI. Anderson Imbert, Enrique, 34. Andrea, Pedro F. de, 18. Angel caído, 25, 36, XXXIII, XLIX. A propósito de "Papa Lebonnard", LXIII,-

LXXIII. - ' A Rally of fugitive rhymes, 37. A Raquel Balmaceda, 36, XXXIX, XLIX. Argentinisches Tageblatt, XX. Art in theory, 37, XXII. Arreguine, Víctor, 36, I, VI, XXIII, XLIX, LI,

LIX, LXXIII. Arrieta, Rafael Alberto, 19, 20, 21, 22, 23, 25,

27, 28, 31, 35, 37, 39. Aubrun, Charles, 14. Autobiografía, 17, 26, 28, 40. Avila Martel, Alamiro de, 7, 23, 24. Azul, 24, 40, XXIV.

B

Bacere, Albert, XXI. Bajo los Tilos, LXIII. x Baju, M. Anatole, X, LVI. Balaguer, Víctor, XXXIII. Ban and Arriere Ban, 37, XXII. - - n-Barra, Eduardo de la, 24, 38, XLVII. Barrantes, Vicente, XXII. Barrios Duarte, Gilberto, 11, 13, 14, 22. Baudelaire, Carlos, 21, 33, XL, LXVI. Bellas Artes, LXVIII, LXXIII. Bello, Andrés, XLVII. Benedicti Chronicon, VI. — Benítez, Rubén A., 21. - J T t í X X j a . Benot, Eduardo, XLVII. -« .• Berceo, Gonzalo de, 17. Bérenger, Henri, 32. Berisso, Emilio, 27, 28, 29. ' : -Berisso, Luis, 27, 29.- vj.^uíoh.;'.j Bernhardt, Sara, LXIV, LXV. Betancourt Figueredo, F., XLVIII. Blasphemes, XLIV. Bloy, León, 31, XL. Bonheur des Dames, XIX. Bois, Jules, 32, 39, XXI. Borges, Jorge Luis, 20, 21, 22. Bork, Alberto Guillermo, 20, 23, 26, 29. Bourget, Paul, 35, 39, XXII, XLIII, XLIV. Brocha Gorda, 28, 30, 36, I, XXI, XXIII, XXVII,

XXXIV, XXXVI, XLIX, LI, LXI, LXXIII.

( l j Las cifras romanas corresponden a la numeración corrida que hemos colocado a los tres núme-ros de la "Revista de América", para facilitar su consulta. Las cifras árabes remiten al ensayo del Dr. Cárter. (N. de los E J .

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Brunton, L. M, XXII. Buenos Aires Pintoresco, 36, XXXIV, XLIX,

LIX, LXXIII.

c Cabalgata de las Walkirias, LVIII. Caillet-Bois, Julio, 21, 22, 23. Camafeo, 30, XI, XXIII. Campanas, 34.

• Canción de Igor, 33, XXX. Canto de la Sangre, 26, 34, 35, 36, 40, 42, XXVII,

XLIX. Canto Novo, XII. Capel, Juan P., 23, 24. Carazo, J. Salvador, LXXI. Caro, Miguel Antonio, XLVII. Carducci, José, 34, LXXII. Cartas inéditas de Merimée a la Princesa Julia,

XXII. " . .. , Cárter, Boyd G., 5, 9, 11, 22, 29. Casal, Julián del, 27. Castalia Bárbara, 33, 36, 42, XXX, LXII, LXXIII. Citeres, LVI. Claretie, Jules, LXIII. Claro de luna, LVI. Cloches en la Nuit, XXX. Colección Esquemas, 21. Coloma González, Fidel, 8, 14. Coll, Pedro Emilio, 35, ; • Contreras, Rafaela, 26. Con ti, Paul (seud), v. Rethoré. Cordura, LVI. Correspondences, 31. Cosmópolis, 35, 36, XLIV, LXXII. Costa, Pablo Della, 36, XXVII, XXXIX, XLIX,

LXXIII. Cothereau, Daniel, 30, I, XX, XXIII, XLIX, L,

LXXIII. Croce, Benedetto, XII. ' Cros, Charles, XLV. Cruelle enigme, XXII. K. Cuervo, Rufino J., XLVII. Curiosidades literarias, XLII.. V Cursos y Conferencias, 27.

CH

Chanson de Roland, 28, 33, III, V, XXX.

D

D'Annunzio, Gabriel, 28, 30, 31, 32, 36, 37, XII, XIII, XXII, XXIII, XXIV, XXXV, XXXVI, XXXIX, XL, XLIX, L, LXXIII.

Danvila, Manuel, XLVIII. Daphné, 34, 36, LXVI, LXXIII. Darío, Rubén, 3, 4, 5, 7, 13, 14, 17, 18, 19, 20,

21, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 33, 34, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41, 42, I, XII, XIII,

XVIII, XXII, XXIII, XXIV, XXVII, XLI, XLVIII, XLIX, L, LI, LUI, LXIII, LXX, LXXII, LXXIII.

Daudet, Alfonso, 35, XXI, XLIII, XLIV. De Blanco, 34. Delaire, Paul, XLV. Desdén, 36, VI, XXIII. D'Esparbés, George, 39, XXII. Deutsche Rundschau, 37, XXII. Díaz Dufoo, Carlos, 25, 28, 30. Díaz, Leopoldo, 27, 28, 29, 36, 38, I, XI, XXI,

XXIII, XXVII, XXXVI, XLIX, L, LI, LXIV, LXXIII.

Díaz Romero, Eugenio, 40. Divagaciones (Mallarmé), XXXII. Doce Poesías, 38, XLVIII. Dominici, Pedro César, 35, LXXII. Dumas, Alejandro (hijo), 35, XXXV, XLIV,

XLV. Duffau, Eduardo Héctor, 23. Du Plessys, Maurice, 32, 33, X, XI, LVI.

E

Ebelot, Alfredo, 30, I, XX, XXIII, XLIX, L, LXXIII.

Educación (Nicaragua), 21, 22, 23, 25. El Anarquista, 30, XIII, XXIII. El Archivo de Rubén Darío, 18, 21, 25. El Arte y el Materialismo, 29. El Buscapié, 38, XLVIII. El Casino, XXI. El Caso Clarín, 39, LXX, LXXIII. El Correo Español, XX. El Correo de la Tarde, 17. El Correo Germánico, 29, 30. El cronista errante, 34. El Cuervo, 38, XXI. El desierto, 38, XXI. El Diario, 39, LXXIII. ....T El diccionario Lunfardo - Español de Dellepiane,

38, XLVI. ' r V ; :, : ^ El Discípulo, XLIV. El Duque Job, 29. Elegancias, 17. El Egoísmo es la base de la Sociedad, LXXII. El Fígaro (de la Habana), 37, XXII, XLIV,

XLVIII, LXXII. El idioma del delito, 38, XLVI, XLIX, LXXIII. El Imparcial, 17, LXX. El Iris, 28. ' El Judío Errante, XXXV. El Mercurio de América, 22, 40, 41. El Monólogo, XLIV, XLIX, LXXIII. El Mundo, 28. El Nacional, 25. El Pensamiento de América, 27, 37. El Picaflor, 38, XLVIII. El Quijote, VII. El Riachuelo, 36, LIX, LXXIII.

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El señor de Lavalette, XIII. El sueño del cóndor, 38, XXI; El Tiempo, 19. -'vor-- ' El Vientre de Varis, XLIII. El Vocabulario y la dicción de Rubén Darío, 15. Enrique Heine en París, XXII. Erwing Kempton Mapes' (1884-1961); 14/ T

Escott, T. H., XXII. .">: Escritos inéditos de Rubén. Darío, 17, 20, 26. Estancias, 38, XLVIII. Este otro Rubén Darío, 25.- .. .

F

Fado, Justo A., 36, I, XLVI, XLIX, LI, LXX, LXXIII. , •

Fausto, VII. Fernández Espiro, Diego, 36, LI, LXVI, LXXIII. Fernández Ferraz, Juan, 38, XLVIII. v t l Ferrer del Río, Antonio, XLVIII. Feuillerat, Albert, 35. Fidelia, 38, XLVIII. . --¡-•I Fiestas Galantes, LVI. Fisiología del Boudotr, VIII. Flaubert, Gustavo, XLIV, LXXI, LXXII. Fleur d'abime, 39, XXI. Fleury, Maurice de, XXII. Flor de un día, XXXV. Flores de llanto, 36, LXX, LXXIII. . Flor de Trébol, 38, XLVIII. Forest, Dubut de la, 39, XXI. Foucher, Paul, 39, XXII. France, Anatole, 35, XLIV.

G

Gabrieli, Aníbal, XII. Gamboa, Francisco A., 38, XLVIII. Gamio, Ignacio, XLVIII. García Calderón, Francisco, 19. García Cisneros, Francisco, LXXI. García Granados, Miguel, LXXII. Gautier, Teófilo, 29, 35, XLIV. Gavídia, Francisco, 38, XLVIII. Gay, Luz, 28. -Gener, Pompeyo, LXX, LXXI. Génesis del Modernismo: Martí, Nájera, Silva,

Casal, 29. ' -Germinal, XLIII. ' Ghiraldo, Alberto, 18, 28, 29, 36, LI, LXVIIl/-

LXXIII. Giacomelli, Antonieta, LXXII. - ~'-:iJ/t

Gide, André, 34", LXVII. Gilí, André, LXVIII. Ghil, René, XXXII. Gómez Carrillo, Enrique, 30, 32, 33, 34, 35, 36,

41, I, VI, XI, XXIII, XXVII, XXX, XXXIII, XLIX, L, LI, LIV, LIX, LXXII, LXXIII.

Goncourt, Edmundo, 35, XLIV. - ' González, Joaquín V., 37.

Gourmont, Remy de, 32, VII, LIV. Groussac, Paul, 18. v - , ^ i:'v,- v-. v.l Guatemala Ilustrada, 37, LXXII^W-W, 0' * Guillermo, XLVIII. , Guido y Spano, Carlos, 27, 28...-Gustavo el Calavera, XXXV. Gutiérrez Nájera, Manuel, 14, 19, 25, 27, 28, 29,

34, XXXV. , .,...,, „ \ . -Gutiérrez, Carlos A.', 38, XLVIII." ' •"*

: H

Heme, Enrique, 37. ~ Henríquez Ureña, Max, 20. "r " •• Herrera, Darío, LXXI. Heredia, José María de, XXXII. Historia de la Literatura Argentina, 20, 23, 25. Historia de la Literatura Hispanoamericana, 24,

34. ..: .... Historia del Reinado de Carlos III, XLVIII. Hita, Arcipreste de, 17. Homero, IX, XLVI. : • Hugo, Víctor, 35, XIV, XXXI, XXXVI, XLI,

XLII, XLVIII, XLIX. Huida, Jean (seud). v. Rethoré. Huysmans J. M., 31, 37, 41, XL, LXIX, LXXIII.

I

Iliada, 33, IX, XXX, XLVL r r

Ingenieros, José, 28, 29. • . Intermezzo, 37, XII. Introducción al Modernismo literario, 20, 21.

J .

Jaimes Freyre, Ricardo, 3, 5,. 13,. 17, 18, 19, 20, 21, 22, 23, 25, 28, 29, 30, 33, 34, 35, 36, 37, 39. 41, 42, I, VI, XVIII, XXI, XXII, XXIII, XXIV, XXVII, XXXVIII, XLVI, XLVIII, XLIX, L, LI, LXII, LXVIII, LXXIII.

Jaimes, Julio Lucas, 28, 29, 36. -•••-Jiménez, Julián, XXXV. Jouir... Mourir, 39, XXI. • Journal des Debatí, XXII

V ' Í ; : / . K

Karr, Alfonso, LXIII. Kock, Paul de, XXXV. :

L

La Bolsa, XIII. La Boca, XXXIV, XLIX. Lacau, María Hortensia, 27. ' La Ciudad Blanca, 38, XLVIII. La Cofradía del Silencio, 30, XIII, XXIII. La -Cuestión Social Contemporánea, XVIII, XXIII. La Divina Comedia, 38, VII, XLVI, XLIX.

67

Page 112: La Revista de Amèrica

La dramática vida de Rubén Darío, 18, 38.. La espada de Argantir, 38, XXI.' ' La España Moderna, XXII. La exposición Mendilaharzu, LXVIII, LXXIII. Lafleur, Héctor Rene, 27. • Í.¿;ÍK.:

La formación literaria de Rubén Darío, 14 La hija del ahorcado, XXXV. " " .; _ ' La Ilustración Sudamericana, XLIX.' ' ' La influencia francesa en la Obra de Rubén Darío,

14. La Legende de L'Aigle, 39, XXII. La Leyenda de los siglos, 36, XXXVI, XLIX. La littérature de tout a l'heure, LIV. La Magia Negra, XXXV. ; ..n ,'.... Lamartine, Alfonso de, XLVIII. La Nación,, 17, 20, 23, 26, 27, 28, 30, 32, 37,

39, 40, XIX, XXII, XXIV, XLVI, XLIX, LXVIII, LXIX, LXXIII.

Lang, Andrew, 37, XXII. • • La Novelle Revue internationale, 39. La Odisea, IX. La Pluma, 37, LXXI. - -La poesía legendaria: Karl el Grande, 30, III,

XXIII. La porte hero'tque du Ciel, XXI. La premiere emotion, XXII. La Prensa (Argentina), 17, 20, 23, 26, 28, 39,

XIX, XXIV, XLIX. La Prensa (Managua), 20, 22. La Prensa y la Revista de América, 40, XXIII,

XXIV, XLIX, LXXIII. La Razón, 39, LXXIII. L'art de diré le monologue, XLV. La Runoya, 38, XXI. L'Assommoir, XLIII. Las revistas literarias de Argentina, 27. Las revistas literarias de Hispanoamérica, 18. Lasso de la Vega, Angel, XLVIII. La Tribuna, 39, L. La tristeza del diablo, 36, 38, XXI, LXIII, /

LXXIII. Lavedan, Henri, XXII. La vejez de Venus, 36, LIX, LXXIII. Le Amanti, LXXII. Le Courrier de la Plata, 28, 39, 40, XX, XXIV,

L, LXXIII. Le Courrier Francais, 18, 30, 39, LXXIII. Lectura para todos, LXXII. Le Cardonnel, Louis, 32, 34. L'heure, XXI. Le Gallienne, Richard, 30, 31, 41, XXXIX, XL. Legros, Jules, 37, XXII. Le Lit, XXII. Le Pélerin Passionné, IX, X. Le Petit Journal, XX, XLIX. Le Premier Livre Pastoral, X, XI. Les Annales Politiques et Littéraires, 39, XXII. Les Miserables, 30.

Les Petits Rastas, 39, XXI. ' -i Les poémes barbares, 34, 38, XXI. . Les poétes maudits, 36. » ^ • L'Esprit Chrétien et le Patriotisme, 39, XXI. " " Leyes dé la Versificación Castellana, 38. • Libros y Periódicos, 30, 37, 39, XXIII, XLVI,

XLIX, LXX, LXXIII. L'indiferente, LXXII. L'Illustration, 39, XXI. -L'Inmortel, XLIII. - . L'lntransigeant, XLIV..;,. . : - ..u . ; Lisie, Leconte de, 22, 34, 35, 36, 38, 41, XII,

XXI, XXXII, XXXIII, XLIV, LXIII. Literatura extranjera-estudios cosmopolitas, 32. Literaturas Malsanas, LXX. Lobos, E., 30, I, XIX, XXIII, XLIX, L, LXXIII. Lope de Vega, Félix, XXII. L'Operaio Italiano, 28, 39, XX, XXIV, ] Los'elfos, 38, XXI.. ..>• , López Benedito, F , 30, I, XX, XXIII, XLIX, 1.. López-Morillas, Juan, 14, 15. López Penja, A. J., LXXII. Los amantes de Teruel, XXII. Los Cuernos del Fauno, LVI. Los estudios de literatura italiana, LXXII. Los poetas jóvenes de Francia, 30, 32, 33, 34, 35,

36, VI, XXIII, XXX, XLIX, LIV, LXXIII. Los raros, 21, 22, 25, 32, 40, 41. Los teatros, 36, XXI, XXIII, XLIV, XLIX,

LXXIII. Lorenz, Erika, 14. Lugones, Leopoldo, 19, 20, 28.

LI

Llórente, Teodoro, XLVIII.

M Maas, Elias R., 21, 22. Maciel, Santiago, 38, XLVIII. . -Madame Bovary, XLIV. Maeterlinck, Maurice, 32, 34, 39, XXI, LXVII,

LXXIII. Malagarriga, Carlos, 37, 39, LI, LXXI, LXXIII. Mallarmé, Stephan, 18, 31, 35, X, XXXII, XL,

LIV, LVI, LXVII. Manacorda de Rosseti, Mabel, 27. Manuel, Eugenes, XLV. Mapes, E. K., 11, 13, 14, 15, 17, 20, 26, 29 Mapes, Laura H., 11, 15. Marasso Rocca, Arturo, 34. Mármol griego, 36, XLV, XLIX. Martel, Julián, 30, I, XIII, XVIII, XXIII, XLIX,

L, LXXIII-. Marthold, Jules de, XLVI. Martí, José, 29. Martínez Vigil, Carlos, 39. Martínez Vigil, Daniel, 39. Martinto, Domingo, 28.

68

Page 113: La Revista de Amèrica

Masson, Paul, 39, XXII. Mauclair, Camille, 22, 32. •'-Maupassant, Guy de, XLIII, LXVIII. Maurras, Charles, 32, 33, VIL:. " : Í J " "" V Mayorga Rivas, J. M., LXXII. Mejía Sánchez, Ernesto, 22. Melián Lafinur, Luis, XLVIII.' Menéndez y Pelayo, Marcelino,. 37, XXII, LXXI. Mendés, Catulle, 35, XXI, XLIV. ' Méndez, Gervasio, LXIX. Méndez, Joaquín, LXXI. ••'/;•:,." MerriH, Stuart, 32, LVII, LVIII, LIX. Mes Paradis, XLIV. Mirbeau, Octave, 39, XXII. Mitre, Bartolomé, 27, 30, 38, I, XIX, XXIII,

XLVI, XLIX, L, LXXIII. Monner Sans, José M., 21. Montaigne, 26. _ ;»" • Montesquiou, Robert de, 35. Monzón, Antonio, 23, 24, 31. Moréas, Jean, 18, 23, 24, 32, 33,34, VII, VIII,

IX, X, XI, LXVII, LXXIII. Morice, Charles, 18, 32, VII, LIV, LVI. Morton, Ward, 21. Mosca, Ettore, I, XX, XXIII, XLIX, LXXIII. Mozaicos bizantinos, 36, XXXVII, XLIX, LXXIII. Mundial Magazine, 17.

N

Nabab, XXI. Nana, XLIII. Nereo, Marco, (seud.). v. Ghiraldo, Alberto. Nibelungos, 33. Normand, Jacques, XLV. Notre Dame — En las torres— Quasimodo, Im-

presiones, XL. Nouvelle Revue Internationale, XXII. ' -T

Novedades (Managua), 22. Novedades (México), 22. Nuestro Rubén, 13, 14. Núñez, Rafael, 25, 36, I, XXXIV, XLIX, LXXIII.

O ; ..-;,:". ; í . .'1 j -' - ; ¿

Obligado, Rafael, 27, 28. Obras Completas de Darío, 17, 26, 31. O'Connor, Tomás, LXXII. Odi barbare, 34. Oliva, D., XXXIX. Oliver Belmás, Antonio, 25. Otelo, VII. Oyuela, Calixto, 28.

P • , x

Palma, Clemente, 28, LXXI. Paralelamente, LVI. Pardo , Miguel E. , 35, 36, I, XL, XLIV, XLIX,

LI, LXVI, LXXIII. • '•> Parsifal, LVIII, LIX. - > • . Pater, Walter, XXII. Payró, Roberto J., 27. • < " ' '-> Pére Lebonnard, 39, XXI, LXIII. Peraza, Bolet, N., XLIII. - - - ^ -••>.-Pérdida, 36, LXVIII, LXXIII. Pérez Petit, Víctor, 39. Pica, Vittorio, LXXII. Picón Febres, Gonzalo, 38, XLVIII. Picón, Jacinto Octavio, 32. -•-Pichardo, M. S., XLIV, XLVIII. Portocarrero de Somoza, Hope, 8. - ' ' Poe, Edgard Alian, 31, 34, 36, XXXIX, XL. Poemas Saturnianos, LVI. . . < ÍÜ . Premiere Maitresse, XLIV. Proafio, Federico, LXXI. ' i! Prefacio de "Mlle. de Maupin", 29. > ' Problemas de fonética, resueltos según un método

nuevo, 38, XLVII, XLIX. Profesión de Fe, 19. . Prosas Profanas, 25. Proust, Marcel, 35.

Q Quesada, Ernesto, 28. Quevedo y Villegas, Francisco, XLVI.

R

Rafael Núñez, 26, LUI. Ramirán, C. F„ 38, XLVIII. Raymond, George Lansing, 37, XXII. Raynaud, Ernesto, 32,33, LVI. ' " Recbai» Avare, 39, XXII. Regnier, Henri de, 32, 34, VII, XI, XXXII,

XXXIII, LXVII. . . . . Remembranzas burgalesas, XLVIII. Retté, Adolphe, 32, 33, 34, VII, XXX," XXXI,

XXXIII. Rethoré, 17, 18, LXXIV. Revista Azul, 19, 25, 28. Revista Blanca, 28, 39, XXII. Revista Científica-Literaria, 40, LXXIII. Revista de América, 17, 18, 19, 20, 21, 22; 23,

24, 25, 26, 28, 29, 31, 32, 33, 35, 36, 39, 40 41, 42, XIII, XIX, XXI, XXIV, XLIX, L, LXXI, LXXII.

Revista Iberoamericana, 14, 29. Revista Latina, 19. Revista Mexicana de Cultura, 22, 23, 25. Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales,

39. •.;::;•„•• Revistas Jóvenes de América, LXXI. Revue Hebdomadaire del Journal des Debats, 39,

XXII. _ \ Revista Puertorriqueña] 38, XLVIII. Reyer, i-douard, 30, 36, 37, 39, I, XXII, XLIX,

LI, LXIII, LXXIII.

69

Page 114: La Revista de Amèrica

Reynaud, Ernest, LVI. Richard, (d) Le Gallienne. Influencia del sentido

de la Belleza, 31. Richepin, 35, XLIV, XLV. . , u

Rimbaud, Arthur, 34. • • • • • 1 . • ~ Roberto el Diablo, XXII. , , , _ Robert, Luis de, XXII. Rochefort, 35, XLIV. Rochefoucauld, A. de la, XXI. \ . Roda, Manuel de, XLVIII. Rodembach, George, XXI. . , Rodríguez Correa, Ramón, XLVIII. Rodó, José Enrique, 39. Roggiano, Alfredo A., 11, 14. : Rojas, Fernando, 24. Roncoroni, Luis, I, XLIV VTV YTjX r LXXIII. Rothschuh, Guillermo, 8. Rubén Darío "Bajo el divino imperio de la Mú-

sica",, 14. Rubén Darío y E. K. Mapes (La Prensa), 14. Rubén Darío y su creación poética, 34. Rubén Darío en la Argentina, 18. Rueda, Salvador, 30, 31, 33, I, XIII, XXIII,

XLIX, L, LXII, LXXIII.

S

Sacasa Guerrero, Ramiro, 8. Saint-Pol-Roux, 32, 34, XXXI, XXXII, LXVII. Salazar, Ramón A., LXXII. Salvá, Anselmo, XLVIII. Sansón Terán, José, 24. -Sarmiento, Domingo Faustino, XXII. Sarmiento, Fray Martín, XLVI. Satie, Eric, XXI. Saussay, Victorien de, 39, XXI. Schiaffino, Eduardo, 37, 41, LXVIII, LXIX. Scholl, Aurelien, 35, XLIV. r ; . Schulman, Iván A., 29. Segré, Cario, XLII. Serao, Matilde, LXXII. f Semblanzas y Recuerdos, LXXII. ' Shakespeare, William, VII, XXII, XXXI. Signoret, Emmanuel, 34, 36, LIV LXVI, LXXIII. Silva Castro, Raúl, 24. Silva, José Asunción, 36.

T

Tailhade, Laurent, 32, 33, LXXIII. Tailhéde, Raymond de la, 33, 34, X, LXVII. Tartarín de Tarascón, XLIII. Taylor, Winifred, 18. Tellier, Jules, 33, VIII. Thais, XLIV. The Contemporary Review, 37, XXII. The New Review, 37, XXII. The Nineteenth Century, 37, XXII. The Religión of a Literary Man, 30, XXXIX. The Standard, 39, XLIX.

Thulé des Bruñes, XXX. : • Tijerino Medrano, J. Antonio, 8. Tipos y Caracteres Puertorriqueños, 38, XLVIII-.-Todi, Jacopone de, 31.. ¡,. Tolstoy, León, 39, XV, XXI. Torrendell, Juan, 38, XLVIII. . ^ Torres, Edelberto, 18, 38. Torres-Rioseco, Arturo, 18. * Trete noches' de Juanita, XXXV. Tristes, 38, XLVIII. Triunfo de la muerte, 30, 36, 37, XII,- 'XXII,

XXIV, XXXV, L. Turpín, Arzobispo, VI. Twain, Mark, LXXI.

u Un esteta Italiano, Gabriel D'Annunzio, 30, XII,

XXIII. Un filántropo y un anarquista, XV. ' Un pintor de lo fino y otro de brocha gorda,

XXXIV. , Un Tendre, XXII.

v Van Gogh, Vincent, LXVIII. Valéry, Paul, 18, 34, LXVII. Varona, Enrique José, LXXII. Vásquez-Machicado, Humberto, 20. Vega Belgrano, Carlos, 20. Versos Dorados, LXVII. Verlaine, Paul, 22, 31, 34, 35, 41, XI, XXXI,

XL, XLIII, XLIV, LVI, LXXIII. Vibraciones Síquicas, 38, XLVIII. Villón, Francois, 38. Vocales, 34. Voces, 34.

w

Wagner, Ricardo, 31, XXXIX, XL. Whibley, Charles, XXII. Waterloo, 38, XLVIII. Watland, Charles D., 14. Wilde, Oscar, XXXII.

Y

Yates, Edmundo, XXII.

z Zigarra, Edilberto, 38, XLVIII. Zoé, 36, XXXVII, XLIX. Zolá, Emilio, 35, 39, XIX, XXII, XLI, XLII,

XLIII. Zumbini, Buenaventura, LXXII.

70

Page 115: La Revista de Amèrica

. I - q J _ jxéS.' o b f c q ü i í

'".'.'. . . . . . . . . . . • .•:••.•'•..>• T-.: i - J .- •'.;.'•• ' t í íU: ; >Ui . i i

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. . '.'.•.' . . . . . . . . - i"' t" , „ «

Indice General

I. PRIMERA PARTE

Ramiro Sacasa Guerrero. Presentación . . . . . . , . . . . ; .". — v . . . . 7

Boyd G. Cárter. Rubén Darío y la "Revista de América" 9

Dedicatoria • • • • • • . . . . . i 11

Palabras preliminares 13

En busca de la "Revista de América" 17

- La "Revista de América" de Darío, y Jaimes Freyre en el Modernismo de la Argentina 25

' - ' r i -MM bfcít.'T

I I . SEGUNDA PARTE "*"' ""

Indice de la "Revista de América"

Número Uno

Portada

La Dirección. Nuestros propósitos

I-XXVI

I

II

71

Page 116: La Revista de Amèrica

Ricardo Jaimes Freyre. La poesía legendaria: Karl el Grande III-VI

Víctor Arreguin t. Desdén (Poema) . . . . : .v^'í'^Jflv....... '. ' VI

Enrique Gómez Carrillo. Los poetas jóvenes de Francia ... VI-XI

Leopoldo Díaz. Camafeo. (Poema) XI

R. D. Un esteta italiano. Gabriel D'Annunzio ' XII-XIII

Salvador Rueda. La cofradía del silencio. En Sevilla. (Poema)' *"!.. ' . . . . XIII

Julián Martel. El anarquista XIII-XVIII

(Varios). La cuestión social contemporánea XVIII-XXI

Brocha Gorda. Los Teatros XXI

Libros y periódicos I .T.. T XXI-XXII

R. J. F. Traducciones de Leconte de Lisie, por Leopoldo Díaz . . . . . . XXI

Edouard Reyer, Francia . . . . / . ! . . . . . . . XXI-XXII

R. D. España. Inglaterra. Alemania. Italia XXII

Sumario XXIII

(Varios) La Prensa y la "Revista de América" XXIV

Número Dos XXVII-L

(Portada) XXVII

Rubén Darío. Cantó de la sangre ............... ] .'. . " . . t . . . XXIX

Enrique Gómez Carrillo. Los poetas jóvenes de Francia, III , IV y V . . . . XXX-XXXIII

Rafael Núñez. Angel caído (Poema). . XXXIII-XXXIV

Brocha Gorda. Buenos Aires Pintoresco. La Boca XXXIV-XXXVI

Leopoldo Díaz. 1851. (Leyenda de los siglos). Víctor Hugo XXXVI

Ricardo Jaimes Freyre. Mosaicos bizantinos XXXVII-XXXVIII

Pablo Della Costa. A Raquel Balmaceda (Poema) XXXIX

Rubén Darío. Gabriel D'Annunzio. I.-El poeta XXXIX-XL

Miguel E. Pardo. Al trote. Curiosidades literarias XL-XLIV

Luis Roncoroni. Los teatros ......•..........•.........'..........:... XLIV-XLV

Justo A. Fació. Mármol griego (Poema) ; . . . . : . : . . . XLV-XLVI

72

Page 117: La Revista de Amèrica

Libros y periódicos^'• ••• • •••• • ••• ••• • • I • • • •'••"•• •• XLVI-XLVIII

' " " R. J. P. La Divina Comedia. Versión del General Mitre XLVI

Rubén Darío. El idioma del delito. El "Diccionario lunfardorespañol":\

de Dellepiane XLVI-XLVII

R. J. F. Améií'ca. Problemas de fonética resueltos según un nuevo mé- J-,

. • todo, por.Eduardo de la Barra. . .. K.V.-....XLVII-XLVIII

; ~ R, D. Tipos y caracteres puertorriqueños. Tristes. Colección de elegías, ?

de Juan Fernández Ferraz. Estancias, Por Carlos A. Gutiérrez.

Flor de Trébol, por Santiago Maciú. Vibraciones psíquicas, Poema Í.UU,.;"JO

en tres cantos, por Edilberto Zegarra Bailón. Fidelia, novela ve- .

nezolana de Gonzalo Picón Febres. Watetíooy por C. F. Ra-

mirán. La ciudad blanca, por M. S. Pichardo. Doce poesías, por

Francisco A. Gamboa. El Picaflor (Cuadros montevideanos). No-

vela original, por Juan Torrendell XLVIII

Jorge Aguilar España XLVIII

Sumario XLIX

(Varios). La prensa y la "Revista de América" XLIX-L

ero Tres LI-LXXIV

(Portada) LI

Rubén Darío. Rafael Núñez LUI

Enrique Gómez Carrillo. Los poetas jóvenes de Francia. VI, VII, VIII . . LIV-LIX

Víctor Arreguine. La vejez de Venus (Poema) LIX

Brocha Gorda. Buenos Aires pintoresco. El Riachuelo LIX-LXI

Ricardo Jaimes Freyre. Castalia Bárbara (Poema) LXII

Edouard Reyer. Los teatros. A propósito de "Papá Lebonnard" LXIII

Leopoldo Díaz. La tristeza del diablo. (Poema) LXIII-LXIV

Miguel E. Pardo. Al trote. PHs. LXIV-LXVI

Diego Fernández Espiro. Abismo. (Poema) LXVI

Page 118: La Revista de Amèrica

8 i

• I r i ' l

Emmanuei Signoret. Prólogo al poema "Dapbne". Trad. de Ricardo Jaimes

- Freyre: LXVI-LXVIII

Marco Nereo. Pérdida (Poema) .v. LXVIII

R. D. Bellas Artes. La Exposición Mendilaharzu• ; . . LXVIII-LXX

Justo A. Fació. Flores de llanto. (Poema) . . . . . . : . . . . . . . . . . . . . . ' . ' . . . * LXX

Libros y periódicos ; . .7-. : , :7 LXX-LXXIII

R. D. El caso Clarín. Revistas jóvenes de América LXX-LXXII

Jorge Aguilar. Italia LXXII

Sumario V . . V . H r , . . . . . . . . . V . . : . . ; . . LXXIII

(Varios) La Prensa y la "Revista de América" .:. .- . . . LXXIII-LXXIV

Indice de Autores y de Obras Citadas . . \ : . . . . . . . . J ; 65

Indice General 71

74

*mmmmmm

Page 119: La Revista de Amèrica

Bajo el patrocinio del Ministerio de Educación Pública y del Instituto Nacional de Seguridad Social, se terminó de imprimir la presente edición facsimilar de la "REVISTA DE AMERICA" de Rubén Darío y Ricardo Jaimes Freyre, con prólogo y estudio de Boyd G. Cárter, el 15 de setiembre de 1967. La tirada consta de mil ejemplares, realizada en la Imprenta Nacional y en la Sección de Artes Gráficas del INSS, Managua, Distrito

Nacional, Nicaragua, América Central.