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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR FACULTAD DE ECONOMÍA
La redistribución de la riqueza en los tiempos de la Revolución Ciudadana: análisis de las políticas
implementadas en 2006-2016
Denise Paladines
Directora: Francisca Granda
Quito, mayo-2017
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Planteamiento del problema
Después de la promulgación del neoliberalismo como doctrina económica imperante durante la
década de los años ochenta y noventa, el mundo se enfrenta a un nuevo proceso. Estas décadas
perdidas, como se conocen dentro de Latinoamérica, no hicieron daños menores: gracias a la
obediencia con la que aplicó el Consenso de Washington, aún hoy día, en pleno siglo XXI, América
Latina sigue siendo el continente más desigual del mundo. Aunque no son de este siglo, las palabras
de Eduardo Galeano (1998: 26) todavía retumban en nuestra realidad: “La economía latinoamericana
es una economía esclavista que se hace la posmoderna: paga salarios africanos, cobra precios
europeos, y la injusticia y la violencia son las mercancías que produce con más alta eficiencia.” La
aplicación del neoliberalismo en el continente latinoamericano y sus negativas aún hacen que la
concentración de la riqueza, la desigualdad y la necesidad de un mejor sistema de redistribución sean
temas prioritarios en el desarrollo económico del Ecuador.
Después de las consecuencias de la aplicación de la receta neoliberal, se llegó a un punto de quiebre.
La exorbitante desigualdad del continente y del Ecuador en particular convulsionaron en la sociedad:
el proyecto político de la Revolución Ciudadana (RC), encabezado por Rafael Correa en 2006, llegó a
romper con los enemigos visibles del pueblo: los partidos políticos más rancios y corruptos (la tan
famosa partidocracia); los responsables de la crisis de 1999; la oligarquía tradicional; los medios de
comunicación y los bancos, entre otros. Al grito de “¡qué se vayan todos!” se abría una nueva época
para el Ecuador, donde se planteaba las posibilidades de dejar atrás el modelo primario exportador,
la subordinación a los organismos multilaterales de sobra conocidos como el Banco Mundial o el
Fondo Monetario Internacional, y la posibilidad de crear un modelo más justo y lleno de
oportunidades para los ecuatorianos:
Soñamos en un país con una economía que genera riqueza, pero articulada a procesos redistributivos, incluyentes y solidarios... Un país donde los procesos económicos confronten al modelo de acumulación de la riqueza en pocas manos, que garanticen un sistema económico sustentado en la equidad, la libertad y la solidaridad. (Plan de Gobierno Movimiento País 2007-2011)
Respaldado en esta premisa, el gobierno de la RC emprendió un amplio programa de gasto social
para disminuir las abismales diferencias entre los sectores más perjudicados y los más beneficiados
de la sociedad, enfocado en una primera instancia resolver la ausencia de infraestructura pública:
según las estadísticas del Banco Central del Ecuador, el gasto social alcanzó los $ 9.581 millones en
2016, frente a los $ 1.729 de 2005. En otros temas, reivindicó derechos laborales, eliminando
mecanismos de explotación como las tercerizadoras, subiendo año a año el salario básico y
otorgando beneficios a sectores tradicionalmente marginados. La agilización de la recaudación
tributaria fue otro de los pilares para acabar con este modelo de acumulación en pocas manos (al
menos en la teoría de la propuesta). Estas medidas —entre otras más que se analizarán
posteriormente— tienen un impacto en el corto plazo, y son tangibles.
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Lo que queda para cuestionar es lo que no se ve. ¿Ha cambiado radicalmente la estructura
productiva del país? ¿Se ha caminado hacia el sistema económico que se planteó el Plan de Gobierno
2007-2011? No son pocas las evidencias que delatan que esto no ha ocurrido. Los grupos económicos
del país no han hecho sino aumentar desde el 2006, permitiendo que la mayor parte de la
producción esté en manos de estos grupos. Según el Ranking de las principales empresas del país de
la Revista Gestión (2016), de las 50.000 empresas que se reportan a la Superintendencia de
Compañías, las 500 mayores vendieron en 2015 el equivalente a la mitad del PIB ecuatoriano ($
53.000 millones).
La verdadera y permanente redistribución de la riqueza y la desconcentración de la misma no pasa
solamente por la inversión pública, sino que requiere de un cambio de la estructura de producción,
como señala Alfredo Serrano (2012: 17): “…abogar por la equidad de la economía implica cambios en
el aparato productivo doméstico, que no solo diversifiquen en cuanto a productos, sino también en
cuanto a productores.” Queda la duda de cuanto se ha avanzado en esto.
Justificación
Muchos economistas tienden a utilizar la evolución del Producto Interno Bruto (PIB) como la medida
de evolución del país: si hay crecimiento, eventualmente la sociedad mejorará; la redistribución del
ingreso se dará sola. Pues bien: después de evidenciar el vertiginoso crecimiento del PIB en los
últimos 60 años, podemos tener una intuición de que aumentar la producción no garantiza
automáticamente un aumento de la calidad de vida de la sociedad en su conjunto. Según los datos
del Banco Mundial (año de publicación), el PIB mundial de 1960 fue de 1.365.000.000 millones de
dólares, mientras que en 2015 llegó a la astronómica cifra de 73.502.000.000 millones de dólares; y
es en este último año donde la humanidad alcanzó el récord de la distribución de riqueza más
desigual de su historia.
Para el caso particular del Ecuador, el tema de la desigualdad y la concentración de la riqueza ha
cobrado especial importancia en los años de la Revolución Ciudadana, no solo por el trato mediático
que se le ha dado el tema, sino porque constituye uno de los pilares del anunciado cambio para el
Ecuador que promueve el proyecto político de Alianza País. Desde el lado del gobierno, la
redistribución de la riqueza ha sido una tarea cumplida con un éxito notorio —a pesar de reconocer
que aún queda mucho por hacer—, argumento sustentado principalmente en el notorio gasto
público de la década 2006-2016. La visión oficialista ha estado casi siempre enfocada en cuánto han
mejorado los segmentos más pobres de la población; y cómo el gobierno de Rafael Correa ha sido el
gobierno “del pueblo, y para el pueblo”.
Sin embargo, dejando de lado la parafernalia de la década ganada y del “cambio de época”, la
estructura productiva del país da cuenta de otra realidad. La riqueza sigue estando concentrada en
pocas manos, el presupuesto sigue dependiendo de las materias primas, y aquella economía basada
en la innovación y la tecnología parece estar igual o más lejos que antes. Estas afirmaciones no
buscan desconocer los elementos visiblemente positivos de este período de gobierno; intentan más
bien delatar la necesidad de un cambio en las áreas donde no existió una verdadera transformación.
La motivación principal de este trabajo es analizar lo que se ha hecho en materia de redistribución en
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la Revolución Ciudadana, tarea que implica reconocer los logros existentes y cuestionar lo que ha
quedado pendiente en uno de los gobiernos más trascendentes de la historia del Ecuador.
Preguntas y Objetivos
Pregunta general
¿Qué políticas se han tomado en el Gobierno de la Revolución Ciudadana (2006-2016) para
redistribuir la riqueza?
Preguntas específicas
1. ¿Por qué el tema de la redistribución de la riqueza cobra tanta importancia en el
proyecto político de la Alianza País?
2. ¿Qué políticas públicas se utilizaron directa o indirectamente con fines
redistributivos?
3. ¿Qué elementos faltaron para consolidar el proceso de desconcentración de la
riqueza?
Objetivo general
Analizar el modelo de redistribución de la riqueza en el Ecuador gobernado por el proyecto
de la Revolución Ciudadana (2006-2016).
Objetivos específicos
1. Comprender la importancia de la redistribución como parte del proyecto político de
Alianza País.
2. Identificar las principales políticas públicas que tuvieron un impacto en la
redistribución de la riqueza.
3. Señalar aquellos elementos que quedaron por fuera en el proceso de desconcentrar
la riqueza.
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Mapa conceptual/teórico
La acumulación y concentración del capital
Marx (1867: 102) plantea el concepto de acumulación originaria, sobre el que dice “hemos visto
cómo se convierte el dinero en capital, cómo sale de éste la plusvalía y de la plusvalía más capital”.
Esto es parte de un círculo D—M—D’, dinero—mercancía—dinero; es decir, transformación del
dinero en mercancía, y de esta mercancía nuevamente transformación en dinero. Marx postula que
“el dinero que gira con arreglo a esta forma de circulación es el que se transforma en capital, llega a
ser capital, y lo es ya por su destino” (1867: 103).
El filósofo alemán plantea, en primer lugar, un círculo vicioso en que el capital automáticamente
genera un proceso de acumulación en manos de aquellos que poseen los medios de producción. A
partir de este proceso, Marx (1867: 103) señala que con el tiempo los dueños del capital dejarán de
trabajar, y a pesar de esto, tendrán más riqueza; mientras que aquellos que poseen únicamente su
fuerza de trabajo, continuarán aumentando su esfuerzo y su trabajo sin que esto signifique un
incremento de riqueza para ellos. Este proceso se repite, por lo que Marx (1867) señala que “las
relaciones capitalistas presuponen el divorcio entre los obreros y la propiedad de las condiciones de
realización del trabajo. Cuando ya se mueve por sus propios pies, la producción capitalista no sólo
mantiene este divorcio, sino que lo reproduce en una escala cada vez mayor”. Y esta distancia ocurre
precisamente porque aquello que produce la plusvalía es lo que Marx denomina el consumo de la
fuerza de trabajo. El capitalista es finalmente quien absorbe la plusvalía de las mercancías generado
por el trabajo de los obreros:
El antiguo poseedor de dinero abre la marcha convertido en capitalista, y tras él viene el poseedor de
la fuerza de trabajo, transformado en obrero suyo; aquel, pisando recio y sonriendo
desdeñoso, todo ajetreado; éste, tímido y receloso, de mala gana, como quien va a vender su
propia pelleja y sabe la suerte que le aguarda: que se la curtan. (Marx, 1867: 128)
En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Simon Kuznets cobra relevancia,
particularmente por su legado, la curva de Kuznets. Es una línea en forma de campana utilizada para
explicar el proceso de crecimiento y su implicación en la sociedad, en la que Kuznets (1955) señala
que al inicio las fuerzas de mercado permiten la existencia de un ingreso per cápita bajo, y todos son
iguales. Posteriormente, en las etapas de industrialización de los países, las mismas fuerzas del
mercado generan más riqueza y esta se acumula en pocas manos, pero después, en la parte baja de
la campana, la sociedad en su conjunto empieza a mejorar y existe una mejor distribución del ingreso
y menor desigualdad. El economista ruso-estadounidense evidenció una disminución de la
desigualdad, que atribuyó a un proceso natural de la economía y no a los duros golpes que sufrieron
las élites como producto de la guerra.
Avizorando las perspectivas mundiales del siglo XXI, Immanuel Wallerstein hace un análisis de la
plusvalía y la producción en el contexto de una economía de capitalismo global. Empieza por señalar
que “estamos en un sistema capitalista solo cuando el sistema le da prioridad a la acumulación
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interminable del capital” (Wallerstein, 2004: 24). El autor señala que la idea de un mercado
absolutamente libre es más bien ideología, porque si esto existiera sería imposible la acumulación
infinita de capital.
En realidad, los propios capitalistas requieren un mercado parcialmente regulado, puesto que solo
ahí puede desarrollarse un monopolio, y en consecuencia un amplio beneficio producto de la
diferencia entre el costo de producción y el precio de venta (Wallerstein, 2014). De esto puede
obtenerse una importante conclusión: no todas las empresas involucradas en el mercado pueden
prosperar. Por el contrario, el hecho de que no lo hagan —y que por consiguiente sean absorbidas
por empresas cada vez más grandes— es una condición elemental para la acumulación del capital.
Según Wallerstein (2014), esto es lo que explica el proceso permanente de concentración del capital.
Casi una década después y con un fuerte respaldo de evidencia empírica, Thomas Piketty retoma el
tema de la desigualdad y concentración de riqueza. Este autor identifica dos fenómenos recurrentes
en el sistema actual que permiten la existencia de la extrema desigualdad, a los que denomina
“fuerzas divergentes” (Piketty, 2013: 23). La primera se trata del rápido distanciamiento que se
puede dar entre los ingresos de los que más ganan y los ingresos del resto de la población. La
segunda fuerza de divergencia, que es mucho más determinante y desestabilizante en el proceso de
acumulación, es la situación en la cual el crecimiento económico es lento, pero el retorno obtenido
del capital es sumamente alto. Basado en esto último, Piketty (2013: 25) plantea la ecuación clave de
su libro:
r > g
Donde r representa la tasa anual promedio de rendimiento del capital (que incluye ganancias,
dividendos, intereses y otras formas de capital), y g la tasa anual de crecimiento del PIB. Si esta
desigualdad se mantiene a lo largo de los años, el riesgo de que esta fuerza de divergencia intervenga
en la distribución de la riqueza es sumamente alto. Piketty (2013: 26) concluye que si la tasa de
retorno del capital supera ampliamente el crecimiento de la economía ―como ocurrió en buena
parte de la historia hasta el siglo XIX, y como está ocurriendo de nuevo en el siglo XXI―, la riqueza
heredada crece más rápido que la producción. Por consiguiente, las personas que han heredado
grandes riquezas necesitan solamente ahorrar una porción de su capital para que éste crezca más
rápido que la economía en su conjunto.
La crítica al desempeño de la Redistribución de la Riqueza
Por otro lado, desde una perspectiva más política y en un contexto latinoamericano, Heinz Dieterich
(2007) analiza los distintos aspectos de esta corriente política y económica nacida y sobretodo
constituida en Latinoamérica, y que saltó a la fama mundial gracias a una serie de líderes en los
países del continente y que actualmente se la identifica como el Socialismo del Siglo XXI. Dieterich
(2007) cuestiona en qué medida es esta corriente una ruptura del sistema capitalista neoliberal
dominante en el continente durante los años 80 y 90 (en algunos países se extendió hasta entrado el
siglo XXI), es decir, si lo que ha ocurrido se trata de una auténtica revolución o no.
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Dieterich (2007) es contundente al señalar que en una situación revolucionaria es necesario un
nuevo modo de producción, caso contrario, el cambio sigue siendo solamente una perpetuación
modificada del anterior orden estructural.
René Báez indaga en cómo llegó al poder el gobierno de Rafael Correa y cómo se constituyó tan
sólidamente el movimiento Alianza País; y es especialmente crítico en esta última parte, basándose
en el argumento de que el actual gobierno entró con un discurso de izquierda, pero que en el camino
fueron develándose los verdaderos matices (y ya no de izquierda) del plan económico y político del
actual régimen.
Báez (2010: 215) señala al presidente Correa como un militante “en el integrismo
neoinstitucionalista”; y señala al neoinstitucionalismo como “una fase superior del neoliberalismo y
al mismo tiempo una fórmula de reprimarización productiva”. El autor condena que no haya una
transformación real del modelo, y lo describe así:
Más allá de la Agenda Económica y el Plan de Desarrollo 2007-2010 preparados por el Ejecutivo, con
sus contenidos de inspiración desarrollista/intervencionista, decisiones en vitales áreas como
la agrícola, la petrolera y la minera llevan a pensar que el “oenegeísta” régimen de Alianza
País, más que por un genuino cambio de modelo económico estaría apostando a corto plazo
a la reactivación productiva y la redistribución de ingresos mediante la utilización,
frecuentemente dispendiosa, de los ingresos provenientes de una sostenida alza de la
cotización internacional de crudo… …y de las abultadas remeses de los emigrados –estimadas
en unos 3 mil millones de dólares para el 2007 (Báez, 2010: 207).
Complementando esta visión, Alberto Acosta (2012) señala que el gobierno actual ha dado pasos
importantes en la construcción de una economía post-neoliberal, mas no necesariamente ha
generado un cambio radical de modelo. El proceso de la Revolución Ciudadana no puede ser
analizado como un hecho aislado; el contexto de la región juega un papel importante, así como
también el hecho de que el gobierno de AP haya sido y por mucho el que mayores ingresos tuvo
desde la época del presidente Jaime Roldós. Ahora bien, no solo los ingresos juegan un rol
estratégico, sino también la voluntad política de la administración de turno, tema que se vuelve
evidente en la decisión de priorizar la inversión social por sobre el servicio de la deuda, algo que no
pasó durante la época del neoliberalismo en el Ecuador (Acosta, 2012).
En este mismo sentido, Acosta (2012) asevera que se debe destacar la inversión pública realizada
durante este período, especialmente en salud, educación, viabilidad y en los proyectos
hidroeléctricos; que ha generado una mejora al menos cuantitativa en este tipo de bienes y servicios.
No es igual de positivo el tema de la redistribución, tema que generaba grandes expectativas por ser
un proyecto “revolucionario”. La concentración de ventas y de la actividad bancaria es alarmante;
mientras que los principales grupos económicos han tenido un positivo crecimiento:
…han obtenido importantes utilidades (los conglomerados empresariales). Y lo han conseguido sin invertir mayormente en la producción, sino simplemente aprovechándose de la apertura comercial y del mayor gasto público. Se han enriquecido de una manera ‘ociosa’: importando, comercializando e intermediando. Se podría decir que, en síntesis, pocas veces antes los grupos económicos poderosos estuvieron mejor que con el actual gobierno. (Acosta, 2012: 8)
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Estado del Arte
Respecto del tema de la concentración de la riqueza en los diferentes sectores económicos, aparece
en un lugar protagónico la tesis de Luis Fierro Carrión (1989), titulada “Los grupos financieros en el
Ecuador”. El extenso trabajo empieza en el análisis histórico de la concentración en el Ecuador,
empezando por el auge cacaotero, pasando por el boom del banano y posteriormente la bonanza
petrolera de la década de los 70. El autor hace un análisis a nivel teórico, en primer lugar, y
posteriormente aplica dicha teoría al caso específico ecuatoriano.
Al ser este un trabajo previo al colapso bancario del Ecuador en 1999, el autor analiza muchos
actores que en la actualidad desaparecieron de la economía nacional; sin embargo, esto no le resta
validez alguna al trabajo de disertación. Por el contrario, permite resaltar como algunos elementos
de su investigación aún siguen vigentes casi 30 años después de su publicación. Casi nada se queda
por fuera de este trabajo: se explora sobre el rol del Estado frente a la colusión de las grandes
empresas, se hace una reseña biográfica de los principales grupos económicos, se indaga sobre el
papel que juega la Inversión Extranjera Directa en el proceso de acumulación del capital y medios de
producción en pocas manos, entre otros temas.
Ana Valeria Jácome (2010) investiga en su disertación “Concentración del poder económico en el
sector bancario – Ecuador, período 2002-2008” los grupos económicos relacionados a la banca, así
como la concentración económica que estos actores generan, y su vinculación a otros aspectos que
trascienden lo meramente económico e involucran a la esfera de lo político y lo social.
El trabajo de disertación previa a la obtención de título de economista “Concentración económica,
grupos de poder y efectos en Ecuador: Análisis del sector agropecuario 2002-2010”, elaborado por
Gustavo Cuesta en 2011, se diagnostica la problemática de la concentración económica del sector
empresarial, con un enfoque hacia el sector agropecuario. El autor inicia su disertación con una
revisión histórica, donde demuestra que la trayectoria de la economía ecuatoriana ha estado siempre
marcada por los bienes primarios y los propietarios de los medios de producción necesarios para la
exportación de estos bienes; lo que ha impedido el cambio de una matriz productiva y por
consecuencia no ha permitido un cambio de sistema económico. Si bien la investigación en última
instancia está aplicada al segmento de la producción agrícola, las conclusiones presentadas son
aplicables a casi todos los segmentos de la producción ecuatoriana.
Mario Morales (2014) expone en su disertación “El Gasto Público y su efecto en la distribución del
ingreso: el caso del gobierno del Presidente Rafael Correa” las políticas públicas implementadas en el
Ecuador en el período 2007-2012, para evidenciar que, a través del financiamiento del gobierno en
aspectos puntuales como el empleo y la pobreza, se ha logrado un nivel más alto de bienestar. Esto
ha traído consigo una mejor distribución de los ingresos, aunque el autor reconoce que aún existen
muchos asuntos no resueltos en cuanto a la distribución de la riqueza en nuestra sociedad. Esta
disertación nos permite notar la importancia de aquellas medidas de redistribución visibles, y la
importancia de reconocer el impacto que generan en los indicadores de pobreza, de desigualdad, y
de necesidades sociales resueltas en el Ecuador.
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Finalmente y en esta misma línea, Gijar Rivadeneira (2016) analiza la concentración existente en el
sector retail (sector dedicado a la comercialización de productos a una gran cantidad de
compradores) en la economía ecuatoriana. El trabajo de disertación parte de una aclaración teórica
del monopolio y el oligopolio, y a través de la recopilación de información de las entidades
regulatorias ecuatorianas, establece el índice de concentración en este segmento de la economía.
Los resultados de esta investigación no permiten dudar de la notoria concentración de la riqueza en
el Ecuador para el caso específico de la comercialización.
Los trabajos realizados en la facultad respecto al tema de la concentración económica y la
distribución en el Ecuador (desde el trabajo de Luis Fierro, previo a la crisis bancaria de 1999; hasta el
de Gijar Rivadeneira, después de diez años del gobierno de la Revolución Ciudadana) concuerdan en
que los patrones de concentración de la riqueza en el Ecuador se mantienen desde sus orígenes; a
pesar de haber alcanzado mejores indicadores de pobreza y desigualdad. Si bien cada período tiene
sus particularidades, el esquema de acumulación es prácticamente el mismo. La concentración se ha
perpetuado no solo desde los orígenes del Ecuador, sino también a través de los diferentes
componentes de la economía (la banca, el sector agrícola, el sector comercial); tal como señalan
oportunamente Fierro (1989), Jácome (2010), Cuesta (2011) y Rivadeneira (2016).
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Índice tentativo 1. Introducción
1.1. Metodología de la investigación
1.2. Preguntas de investigación
1.3. Objetivos de investigación
1.4. Estrategia de investigación
1.5. Variables e indicadores
2. Marco teórico
2.1. La acumulación originaria de capital
2.2. La desigualdad en el siglo XXI
2.3. Los paradigmas entorno al gobierno de la Revolución Ciudadana
3. Capítulo 1: La redistribución como protagonista de un proyecto político postneoliberal
3.1. El proyecto neoliberal de la década de los 80 y 90
3.2. La redistribución vuelve a aparecer en el debate
4. Capítulo 2: Primeras señales de un cambio hacia una mejor redistribución
4.1. Reformas en el mercado laboral
4.2. Inversión social
4.2.1. La educación
4.2.2. La infraestructura
4.3. Cambios en el sistema tributario
4.4. Otros intentos
5. Capítulo 3: Los medios de producción no se distribuyen
5.1. Los grupos económicos
5.2. La concentración en la producción y ventas
6. Conclusiones
7. Recomendaciones
8. Referencias Bibliográficas
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