la rábita de guardamar, alicante; marius bevià, marga borrego, rosa saranova, rafael azuar

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La rábita de Guardamar (Alicante): su arquitectura Marius Bevià, Marga Borrego Colomer, Rosa Saranova Zozaya, Rafael Azuar Ruiz. Cuadernos de Madinat al-Zahra. Vol. 2, Año 1988-90, Revista de difusión científica del Conjunto Arqueológico Madinat al-Zahra (Medina Azahara).

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LA RABITA DE GUARDAMAR (ALICANTE): SU ARQUITECTURA

R. AZUAR RUIZM. BEVIAM. BORRE,GO COLOMERR. SARANOY A ZOZAYA

E r. J. Oliver Asin quien en el año 1928 plan-I' t."b, una primera aproximación al tema de

las rábitas andalusíes, obviamente, desde el análisis

lingúístico y etimológico, constatando la existen-cia en nuestra península de un respetable registrotoponímico relacionado con esta tradicional ins-titución religiosa musulmana que es el "ribat".Igualmente, proponía la modernidad del topóni-mo .rábita', étimo importado por los ah¡orávides

en el siglo XI, frente al arcaismo de "al-monastir.,más propio de los siglos anteriores.

Esta primera aproximación al tema fue reto-rnada por L. Torres Balbás (1948) en un extensoartículo en donde ampliaba, desde las fuentes ára-

bes, la relación de rábitas andalusíes, así comorecogía, con el fin de dar una definición aclaratoria

de sus funciones, 1a otra variedad de edifrcio de

carácter cenobítico: la -za*iya .

En esta línea de documentación toponímica,existen escasos pero interesantes trabajos poste-riores, como e1 de C. Villanueva para las rábitasgranadinas (1954), o los recientes de D. Bramon(1989) y de M. Marín (19S9). En todos ellos, al

igual que hiciera L. Torres Balbás (1948), se la-

mentan de la ausencia de algún tipo de resto cons-

tructivo que permita un análisis y posterior estu-

dio, con el fin de poder conocer cómo eran las

rábitas andalusies, ya que de su configuración fí-

sica y espacial sólo conocenlos la descripción do-cumental de la "Rabitat al-Said" de Ceuta y de 1a

conocida ermita de San Sebastián de Granada

(TORRES BALBAS, 1948, 488 y ss.); éstas son

de reducidas dimensiones y de planta cuadrada,

rasgos éstos sin relación alguna con la rábita de

Guardamar.No resulta difícil comprender la importancia

que supone la aparición de esta rábita, la única,hasta el momento, conservada en la penínsuia y

de una cronología de época califal. Su excavación

ha permitido establecer las bases para el estudioy clasificación de las producciones cerámicas de

la época paleoandalusí (GUTIERREZ, 19BB);

igualmente, sus análisis faunísticos (BENITO,1987 1.989),junto con los datos malacológicos ypalinológicos nos definen un primer cuadrodel ecosistema del Bajo-segura en el siglo X(AZUAR, 1991), que nos a1'r:dan a conocer mejorla dinámica del poblamiento de la zona (GUTIE-RREZ, 1989) en los momentos de consolidaciónde la sociedad islámica.

Ahora bien, como ya mencionábamos en laobra de conjunto (AZUAR ET ALII, 1989) exis-

tía un tema que estaba pendiente de análisis yque viene a encardinarse en la problemática ex-

puesta de la investigación peninsular sobre las rá-

bitas, y es, en concreto, e1 de su arquitectura.

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Esta cuestión sólo afrontada parcialmente(AZUAR, 1989) es de vital importancia, no sólo

para conocer su definición física, sino para podercompararla con aquéilas conocidas en la actualidad

del Norte de Africa (E\VERT, 1989), con ei finde aproximarnos al problema del modelo utilizadoo cuáles son sus orígenes. Introducirnos en esta

problemática, es situarnos ante las raíces de las

expresiones paleocúlticas del Islam andalusí, del

que sólo conocemos sus rasgos más sobresalientes

y oficiales.El artículo que presentsmos es un primer avan-

ce de una obra más extensa, en vías de publica-ción, sobre la "arquitectura de la Rábita" de laque entresacamos aqueilos aspectos relacionados

con la planta de la mezquita principal, la tipologíade los distintos "mih¡áb" descubiertos, hasta aho-

ra en el yacimiento, y la evolución constructivade la rábita, así como su dinámica funcional interna.

1. MUSAL.LA Y MEZQUITA

La mezquita de la rábita se encuentra situada

en 1o alto de la duna en la que se asienta el com-plejo, iniciando la línea central de construccionesdel conjunto. Es un edificio de planta rectangularque encierra dos largas naves paralelas (K-III yK-IV), comunicadas entre sí, y una pequeña ha-

bitación (K-II) de acceso independiente. Las na-

ves, dispuestas en dirección E-W, presentan una

desigual longitud -23,5A

m. y 18,70 m.- al ceder

la nave septentrional parte de su superficie a la

habitación y una anchura similar -2,6A y 2,80

m.-, ligeramente superior en la nave septentrio-nal (AZUAR ET ALIi, 1989).

La comunicación entre ambas naves se reahza

mediante tres vanos, abiertos en un muro cortina,cuyalvz oscila entre los 0,70 m. y los 0,80 m. Apesar de hallarse dispuestos frente al muro de la.qibla", ninguno de ellos se sitúa en el eje del

"mihráb", evitando que dicho elemento sea visibledesde el exterior.

Esta misma disposición de los vanos respecto

del eje del "mihrab>>, eu€ también se observa en

la mezquita del Ribat de Susa, llama la atencióna L. Golvin, por su singularidad, al analizar su

planta (1,974). Sin embargo, idéntica solución se

adopta en la mezquita de Azrou (ROSET, 1989)

de época muy posterior. En la Rábita de Guar-

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damar todos aquellos vanos que se abren frentea los diferentes muros con "mihráb" de los ora-torios se encuentran descentrados, sin excepción,

respecto del eje de1 nicho.Además de los tres vanos interiores. qlle co-

munican las dos naves, el edificio cuenta con cua-

tro aberturas de acceso a la mezquita: una, de

O,BO rn. de luz, en el extremo E del muro de la

"qibla" y 1as tres restantes en 1a fachada norte.Estas últimas, situadas frente a los vanos de co-

municación interior, presentan mayor amplitudque éstos, alrededor de 1,30 m.

La mezquita, más concretamente su nave me-

ridional, se edifica a partir de un muro exentoque, dispuesto en dirección E-V, tiene en el cen-

tro un sencillo nicho. Orientado a mediodía, launidad mural preexistente (Q-I) consta de dos

tramos de muro de 9,40 n-r. de largo cada uno de

ellos -rematado

el del V por un escalón de unmetro de longitud- y un "mihrab" central de

planta rectangular tanto al exterior como interior.Pero 1o que individualiza ante todo esta cons-

trucción es el tratamiento exterior que recibe:

un revoque de mortero de cai decorado a la al-

magra, que 1o diferencia del resto cle la edificación.

En origen la "qibla" se hallaba enlucida comple-tamente, tanto la cara norte como ia sur, aunque

sólo se decoró su interior. El revoque de cal ha

llegado hasta nosotros muy degradado; descono-

cemos la decoración parietal del "mihrab" que, si

bien mantiene restos de enlucido pintado ala aI-

magra, son insuficientes para aventurar una re-

constitución. Asímismo, el tramo de muro E ha

conservado escaso enlucido, por 1o que no se pue-

de identificar su decoración. Sin embargo, en el

del V todavía se mantiene en su interior, relati-vamente bien conservado, un zícaIo pintado en

rojo con un motivo de banda o cordón en zig-zag,horrzontal que, según se aleja del "rnihráb",se simplifica en una línea siempre en zig-zag,hastaperderse en trazos cadavez más suaves. Bajo este

motivo geométrico, una gruesa banda horizontalcubre toda la longitud del tramo.

Por encima de la decoración pintada no se ha

conser-vado el revoque de cal; a pesar de ello, po-siblemente la decoración se limitase a esta simplefaja en el zícaIo, tan común en la decoración edi-

licia islámica. Los zócalos pintados en rojo sobrefondo bianco se constatan en al-Andalus al menos

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desde el siglo X. La sin-iplicidad o complejidadde las composiciones está relacionada con la ma-

yor o menor antigüedad de las mismas: de sellci-

11os motivos geométricos, vegetaies y epigráficosse irá evolucionando hacia propuestas más elabo-

radas (TORRES BALBAS,1942).lJn motivo si-

milar a éste, aunque formando parte de la com-posición más compleja, io hallamos en Medina

al-Zal:ra, donde también aparece en el enlosado

de uno de sus par.imentos (LEVI-PROVEN-Q AL, 197 3, 7 11 -7 12; PAVON MALDONADO,1975). Asímismo, un motivo sernejante se encuen-

tra en una de las portaditas exteriores de la mez-

quita mayor de Córdoba (PAVON MALDO-NADO, 1975,13).

La singularidad -dentro del conjunto- de

esta unidad mural enlucida y decorada, su condi-ción de edificio exento y su emplazamiento están

indicando que nos hallarnos xnte un antiguo muro

de .musal.lao preserwado y fosilizado al construir-se la mezquita. Por tanto, en un mofitento ante-

rior al emplazamiento de la rábita, el paraje en el

que todavía hoy se asienta tuvo una función dis-

tinta, aunque también de carácter religioso.La mezquita se construirá aprovechando ia

"qibla" existente y e1 muro E, de un oratorio (M-V) vecino que enluce tan-rbién con mortero de

cal aigunos de sus paramelltos exteriores. Para

ello, se alargará la "qibla" por sus dos extremos.La prolongación hacia el E dejará una abertura

de O,8O m. de luz, conformando el único vano

que la mezquita posee en el frente sur; mientrasque la prolongación hacia el \l se levantará sobre

el banco de refuerzo hasta adosarse al costadodel cercano oratorio. A partir de los muros de

extensión de la "qibla" se desarrollarán, trabados

a el1os, el resto de los paramentos que configurania nave meridional. Esta primera nave será a su

vez el apoyo para la ampliación de la mezquita

con la nave septentrional -más corta- y para la

construcción de la pequeña estancia. Los nuevos

muros, al carecer de enlucido de mortero de cal,

no llegan a enmascarar la antigua "qibla"; aún cons-

treñida dentro de la nueva edificación, el murode la .musal.la" seguirá destacando de entre el

eonjunto dc la mezquitr.Alrededor de esta "qibla" de "musal.la" se edi-

fica y se desarrolla la rábita de Guardamar. Apesar de conservarse embutida y asimilada al edi-

{icio principal, -ia mezquita-, se mantuvo, en

todo mor¡ento, como centro y eje ordenador del

espacio del complejo cúltico (AZUAR, 1989)'

La importancia de este resto arqueológico, no

reside solamente en su carácter '"'ertebrador de

todo e1 conjur-rto, sino también en que es el lurico

testimonio arquitectónico conservado, hasta este

momento en 1a Penír-rsula, clel muro de oración

de una .musal.la".

L. Torres Balbás en sLr )¡a clásico estudio:..Musallao I.sari'a, en las ciudades hispanomu-

sulmanaso (i948), recogía gran nún-rero de refe-

rencias documentales sobre ia existencia cie estas

mezquitas al aire libre, o grandes espacios abiertos

a las afueras de las ciudades, en los que se podía

hacer la oración del viernes con toda la comuni-

dad, y en fiestas señaladas realizar actos colectivos

de índole religioso-popular. De todos estos gran-

des espacios sólo se han conservado los restos

toponímicos, desconociéndose hasta el momento

la evidencia material de sus muros de oración.

Por suerte, como ya expusintos en otra ocasión

(AZUAR ET ALII, 1989),las excavaciones de la

rábita han puesto al descubierto este único ejem-

plar de "qibla" de .musal.lao, el cual, a su vez'

nos depara un interesante zícalo pintado de fines

del siglo IX y, por tanto, anterior a los conocidos

en Medina al-Zahara.

En ei transcurso de estos trabajos se ha docu-

mentado el proceso de sacralización de un espacio

religioso, la .musai.la", hasta convertirse en una

estructura cerrada y funcionalmente distinta, larábita.

La mezquita posee una planta rectangular dis-

tribuida en dos naves en paralelo cuyo diseño se

distancia de la conocida planta en oTo o de nave

axial (LAMBERT, 1949; TORRES BALBAS,1952; TERRASSF,, 1969), característica de las

mezquitas del Occidente islár¡ico.

Igualmente, se aprecia una evidente intencio-nalidad de proteger la condición sagrada del

"mihab" ocultándolo ciel exterior y de su propianave septentrional mediante un paño de murocortina. Esta ocultación se constata también en

todos los oratorios de la rábita que desplazan sus

ingresos del eje del "mihrab". Idéntico corxPor-

tamiento se observa en otras rábitas, como es el

caso de la mezquita del Ribat de Susa (GOLVIN,

,Lr--

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1.974), aunque en ésta la separación de las navesse consigue mediante columnas.

Por último, debemos incidir en e1 uso de pañoscortina en la construcción de nuestra mezquita,hecho inusual, sólo constatado en aquellas eclifi-caciones de tipo rural y propias de án-rbitos geo-gráficos magrebíes: como la mezquita cle Azrouen el medio Atlas (ROSF,T, 1989);y en las zonas

sal-rarianas del actual Niger: como 1as rnezquirasde Assodé (CRESSIF,R, 199A) y de Agadés(CRESSIER, BERNUS, 1984).

2. LOS .MIIJRÁB"

2.1. Estructura y técnicas constructivas

El análisis de estos pequeños habitáculos onichos nos ha permitido establecer una serie decaracterísticas comunes a todos ellos: se abren a

la altura de la mitad de la fachada meridional omuro de la "qibla", con orientación S o ligera-mente SE; son externos al edificio y de plantarectangular al exterior. Cuando al edificio se ac-

cede por 1a fachada septentrional, el "mil-rab" se

sitúa levemente descentrado del eje del ingreso.En 1a estructura de los "mil-rab", sin embargo,

se han podido distinguir una serie de elernenrossingr-rlares

-diversidad de plantas inreriores, sec-

ciones y factura- que nos conducen a proponeruna primera tipología, en la que hernos diferen-ciado cr,ratro grupos:

-Tipo IF,r-r este primer apartado incluímos 1os

"mihrab" cle los cuatro oratorios principales, M-I, M-II, M-III it M-IV, cuya estrLrctura es muysimilar. Son de planta rectangular al exrerior de2 por 1,50 trr., con zapata de 0,25 a 0,50 m. de

anchura media; mientras que al interior presentanplanta de herradura con radios de 0,46 m. (orato-rio M-II) a a)2 m. (oratorio M-I). Su sección es

una semibóveda de herradura con cubrición ex-terior plana, situándose la línea de imposta a 1,40m. del nii.'el de pa.,'imento. Poseen una altura entorno a los 2 m. Laluz del ingreso al habitáculo,un arco de herrudura, oscila entre O,5O y 0,75 m.(AZUAR ET ALII, 1989).

La obra de los "mihrab" de 1os oratorios M-II, M-III y M-IV es una mampostería trabadacon mortero de cal en hiladas de 0,25 m. de akura,

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con disposición rectangular en "Op¡1s Spicatum"y revestimiento exterior de cal. Sus fachacas ex-ternas presentan un chapado de losas planas yescasa sillería. Esta no mantiene un orden esta-blecido, si bien, se potencia el encadenado en las

aristas. Las fachadas internas son dc sillería delgrosor del muro, aunque sólo se han conservadolas zonas inferiores hasta la línea de imposra, su-poniendo que el alfiz sería igualmente de sillería,de modo que se diferenciara del resto del paño,únicamente enlucido de cal.

El oratorio M-I se levanta, en cambio, ínLe-gramente en sillería cie piedra arenisca, aunque alinterior se encuentra recogido con cal. Algunasmolduras internas, como es la línea de imposta,están realizadas con mortero de barro y, poste-riormente, recubiertas o mocleladas con cal. Tantoel alfiz como el arco de entrada ¿l .¡1ifu'¿[o, am-bos revestidos con cal, se dibujan o clelimitan conuna fina línea de pintura a la almagra.

-Tipo iIPertenecen a este grupo le5 "mihráb" de los

oratorios M-X, M-XIX, M-VII y M-XIV, si bien,de los dos últimos edificios, excavados parcial-mente, desconocemos, por el momento, la plantaoriginal de sus respecti\ros "mihrab". Han sidoinciuídos en este apartado porque la zona exhu-mada, aunque afectada por una total refección,posee la estructura definiclora de este segundotipo.

Son "mihrab" de planta rectangular al exteriorde 1,,75 por 1,25 m. A diferencia de los habiráculosdel prinrer tipo carecen de zapata, asentándosedirectamente sobre el pavimento de la calle. Alinterior, su planta dibr.rja un ser¡icírculo con ra-dios de 0,35 a 0,30 m. En sección presenran unafalsa bóveda por aproximación de l-ri1adas, concubrición exterior plana. La luz del ingreso alnicho, en arco de herradura -oratorio M-X-, cr

arquitrabado -oratorios M-VII, M-XIV y M-XIX-, oscila entre 0,95 y 0,60 m. Los "mihrab"de 1os edificios M-VII, M-X y M-XIV conservanuna altura que sobrepasa el rnetro de vuelo, mien-tras que, el del M-XIX, prácticamente arrasado,no supera los 0,30 m.

La factura de estos nichos se reduce a unamampostería trabada con rnortero de barro y disrpuesta en hiladas regulares

-"Opus Spicarurn"-

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de 0,25 m. de altura. La utilización de sillería y

sillarejo es muy limitada, reduciéndose al refuerzode las esquinas externas y a las jambas del ingreso.

- Tipo IIICorresponden a este tipo los "n-ri1-rab" de los

oratorios M-V, M-XI Y M-XVIII, y el de lamez-quita M-VI. Son de planta rectangular a1 exteriorde 1,75 por 1,20 m. los de mayor Lamaño, oratorioM-V y mezquita M-VI, y de 1,50 por 1 m. los de

dimensiones más reducidas, oratorio M-XVIII.Su planta interior es también rectangular o lige-ramente trapezoidal de O,8O por 1,20 m. Al igualque en e1 grupo anterior su alzado se resuelve

con una falsa bóveda al interior y una cubriciónexterior plana. Los habitáculos conservan alre-

dedor de un metro de altura, a excepción del.n-rihráb" del oratorio M-XI que sobrepasa e1 me-

tro y medio.Entre el cúmulo de mampuestos asociados al

"mihrab" de la mezquita se hallaron dos sillares

moldurados con 1ínea de imposta y diversas do-velas, lo que nos induce a pensar en tttt iugresoarqueado similar a1 de los cuatro primeros orato-rios. Diferente solución constructiva mostrabae1 vano de1 nicho del oratorio M-XI, ya que éste

conservaba el ingreso arquitrabado; solución que

podemos hacer extensible a los oratorios M-V YM-XVIII. Laluz cle los vanos oscila entre A,70 y0,80 m.

Los habitáculos se levantan en mamposteríatrabada con lrrortero de barro y dispuesta en hi-ladas de aproximadamente 0,25 m. de altura. Elaparejo de los "r¡il.rrab" de los oratorios M-V yM-XVIII y de la mezquita M-IV se dispone de

forma regular en un "Opus Spicatum", mientrasque, el del edificio M-Xl lo hace en "Opus Incer-tum,. Las fachadas externas presentan algunos

sillares v siilarejos reutilizados, potenciándose el

encadenado en las esquinas. Las jambas de ingreso

se refuerzan igualmente en sillería o sillarejo. Elnicho de la n'rezquita se recoge totalmente en mor-tero de cal, en tanto que, 1os de los oratoriosreciben un revestimiento en mortero de barro.

- Tipo IV

En este último apartado englobamos 1os

"mihrab" de los oratorios M-VIII, M-XII, M-XVl, M-XVII, M-IX, M-XIII y M-XV. Son de

planta rectangular tanto al exterior de 1,80 por1,40 m. -los cuatro primeros cle mayores dimen-

siones- y cle 1,40 por 0,80 m. ios tres restantesde menor tamaño; como al anterior, en sección

poseen una cubrición plana interior y exterior.Conservan una altura que sobrepasa el metro de

vuelo, mientras qr-re la luz de sus ingresos arqui-

trabados oscila entre 0,50 y 0,80 m.

Los habitácu1os se levantan en tnampostería

dispuesta en hiladas irregulares de "Opus Incer-tumo. Los mampuestos se traban con frorterode barro marrón en los nichos de los edificios M-VIII, M-XVI y M-XVII, en tanto que lo hacen

en mortero de cieno o otarquíno los de los orato-rios M-IX, M-XIII y M-XV. Mención aparte me-

rece el .mihrab" del edificio M-XII, pues se 1e-

vanta con tapias de barro. Su construcción es muy

singular ya que se adosa a los muros que configu-

ran slrs jambas por medio de unos muretes de

mampostería de 0,30 m. de longitud; muretes en

J.os que se apoya el frente sur del nicho realizado

totalmen¡e en tapial, al igual que el resto del edi-

ficio.

2.2. Propuesta de evolución cronológica de

los "mihrab"El marco cronológico del conjunto arquitec-

tónico de la rábita ha sido ya establecido en estu-

dios anteriores (AZUAR, 1989; AZUAR E,T

ALII, 1989; GUTIERREZ,7987), entre finales

de1 siglo IX y el primer cLrarto del siglo Xi. In-tentaremos ahora acercarnos a las diversas fases

constructivas del conjunto a través de los datos

aportados por el análisis de los diferentes tiPos

de "mih¡ab". Los datos arqueológicos suminis-

trados por las excavacioues nos peruiten suponer

que 1a rábita se articula en torno al muro de la

"qibla" de la mezquita M-VI, construcción exenta

en origen y asociada a un espacio abierto o <<l1.tu-

sal.la,, cuyo habitáculo, perteneciente al tercer

tipo debe encuadrarse cronológicamente' por con-

siguiente, a finales del siglo IX. A este mismo

momento corresponderían los "mihrab" de 1os edi-

ficios M-V y M-XVIII, construcciones que, en

origen, fueron exentas.Sabemos con seguridad que los oratorios M-

II, M-III y M-IV se edifican en el año 944' gracias

a la 1ápida fundacional que porta el "mihrab" del

\

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oratorio M-III. Por tanro, debemos sittiar los ha-bitáculos del primer tipo -con planta interiorde herradura y sección de semibóveda de l-rerra-

dura- entre esta fecha y el final del siglo X, enque el oratorio M-I está ya en funcionamienrosegún se desprende de la documentación parietaldel edificio.

La dinámica expansiva de la rábita y la seme-janza de técnicas consrructivas nos indican que a

1o largo de la segunda mitad del siglo X debieronedificarse los "mihrab" de planta interior serni-circular, quizás como simplificación del tipo an-terior. Mientras que a la última fase construcrivapertenecerán los habirácu1os menos complejos des-de un punto de visra arquirectónico -tipo IV-,observándose una progresiva disminución de sutamaño y un carnbio en los materiales de cons-trucción: el mortero de barro marrón va siendosustituído paulatinamente por el de cieno o <<rar-

quín", utiiizado en este momenro también pararealizar diversas refecciones y reformas en tocloel conjunto.

Por consiguiente, el tipo III debe encuadrarsecronológicamente entre finales del siglo IX y laprimera r¡itad del siglo X; los tipos I y II se des-arrollarían a lo largo de la segunda mirad del sigloX; en tanto que, el último tipo se edificaría desdefines de este siglo hasta el abandono definitivode la rábita en el primer cuarro del siglo XL

La dimensión e importancia de los datos apor-tados por el yacimiento hay que encuadrarla den-tro del conocimiento actual que tenelxos de los,,milrrab" existentes en la Península, anteriores aisiglo X. Como ya puso de manifiesro M. Lillo(i988) el panorama es basrante desalenrador: sóloconocemos los conservados de la mezquita de Al-monastir La Real de Huelva (TORRES BAL-BAS, 1935;JIMENEZ, 1975); el de Almería (TO-RRES BALBAS, 1953; EWER-| ,1971); el de lamezquita de Medina al-Zah rá (PAVON MAL-DONADO, 1966); el "mihrab" de la mezquitade Córdoba, del que se dispone de una exrensabibliografía, por lo que no nos derenernos y, porúltimo, el de la mezquita de Bad al-Marduir, másconocida por la mezquita del Cristo de la Luz deToledo, construída en el año 1OO0 (TORRESBALBAS, 1987,6A6 y ss.; GOMEZ MORENO,1951; PAVON MALDONADO, 1973:EVERT, 1927).

6A

El contado número de ejemplares arquitectó-nicos conocidos no es parangonable con los vein-tiuno hallados, hasta el momento, en la rábita.Su análisis detenido nos ha permitido desarrollaruna propuesta de evolución formal, en la que los

"rnilrrab' más antiguos, finales del siglo IX, seríande planta rectangular al interior y exterior, conun alzado de falsa bóveda al inrerior. A este ar-caico diseño le seguirían, en el ecuador del sigloX, según la lápida de fundación, aquellos con plan-ta de herradura y sección interior de ser¡il¡óvedade herradura; para terminar con los de planrasregulares y cubierta plana interior y exterior.

Esta secuencia cronológica resulta difícil deparaleTizar con los datos de los omihrábo conoci-dos, por dos razones obvias: en prirner lugar, por-que éstos pertenecen a grandes monur¡entos dela arquitectura islárnica de Al-Andalus y, por con-siguiente, no son comparables con un edificio,como es 1a rábita, más pobre, ubicado en una zonaaislada, periférica a Córdoba, y claramente ascé-tico, sujeto al destino cenobítico del conjunto;en segundo lugar, porque quizás debamos centrarel tema en el carácter rural y popular de la arqui-tectura de la rábita, donde no serían necesariasunas construcciones rnás complejas, o donde nose contaba con grandes arquitectos o construc,tores. Evidentemente, hay que reseñar este ca-rácter popular y tradicional del edificio, pues es

sintomático su gran parecido en soluciones a lasconstrucciones modernas de las zonas saharianasy del Níger, en donde enconrranos esre ripo desoluciones sencillas que ya mencionamos en otroapartado.

Por último, es importante señalar la r-rnifor-midad de las orientaciones de estos habitáculos,todos ellos dispuestos en dirección mediodía. Yadesde el más antiguo, el "mihrab, de la omusal.la',construído a finales del siglo IX, se nos defineclaramente una constancia y una tradición en laorientación del "mihrab>r eu€ concuerda con laclásica discusión andalusí sobre la orientación desus mezquitas. Discusión que afloró al intentarAl-Hakar¡ II rectificar ia orientación r¡eridionalde la mezquita de Córdoba, dirigiéndola hacia elEste, como había dispuesro en la mezquita deMedina al-Zahra (TORRES BALBAS, 1982,478).

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3. TECNICAS CONSTRUCTIVAS Y SUEVOLUCION

F,l conjunto de edificios presenta una serie de

rasgos constructi\¡os colrll-llles, 1o que confiere al

monumento un aire relativamente unitario, cot-l

evidentes matices, pero sir-r pre sentar Ltllls mar-

cadas diferencias, propias de ur-r complejo religioso

de corta vida, como es el caso de esta rábita ia

cual sólo tLlvo una actividad de cien años, en con-

creto durante todo el siglo X.

Estos rasgos se pueden sintetizar en los si-

guientes aspectos: ausencia de cimentación, le-

vantándose directamente sobre la arena de las du-

nas, -esto

cor.nplica los tratamientos actuales en-

camir-raclos a consolidar y proteger el eclifrcio-;la unidad de r¡edida uti[zada para la constr-ucción

es el codo ma,muni (VALLVF,, 1976) a la vista

de los datos n-retrológicos. Así, sus ilruros suelen

tener un grosor de 0,45 n-i. (AZUAR, 1987;

AZUAR F,T ALII, 1989) y una altura, en aquellos

edificios más completos, de cinco codos (aprox.

2,25 m.), v una separación entre muros, o 1o clue

es lo mismo 1a anchura de 1as naves es de 2,60 m.

(aprox. 6 codos). Esta misma untdad metrológica

está presente en el diseño de la planta ,v del arco

del "mi}rab" clel oratorio M-III (el que aporta la

lápida de fundación), como ,va señalábamos en su

dia (AZU{F.,1987,267).I-a ausencia de restos arqueológicos proceclen-

tes de las cubiertas: carbones, maderos, adobes,

in-rprontas de barro, eLc., nos hacen suponer que

nos hallamos ante edificios provistos de cubiertas

planas, realizadas con ran'raje -v matorral; solución

muy usual en la arquitectura popular magrebí de

las zonas del Rif o del Atlas, así como en las Sa-

harianas, etc., valga como ejemplo el caso estu-

diaclo por L. Mikander (1985-6).

El tratamiento de 1os paños es común: éstos

son macizos, trabados en sus ángulos, excepto

en cleterminados eclificios dei cuerpo norte que

están adosaclos (AZUAR,1987), y sin aberturas

o vanos de iluminación; sólo hemos documentado

1a existencia de estas ventanas, a rlodo de aspi-

lleras: rectangulares cle 0,15 m. cle ancl-ro, por 0,30

m. de alto, en los oratorios M-lII 1, M-VIII; es

de reseñar la ubicación de estos vanos de ilumi-nación en el misr¡o rnuro de la "qibla".

La ausencia de estas aberturas refuerza la idea

cle una iluminación a trar'és cle las puertas, úntcas

aberturas existentes en estos cdificios. Las puertas

se disponen en función de las calles o viales de

comr,rnicación, por 10 que iguai se emplazan en el

rnuro norte que en el muro de n'rediodía. Son

arquitrabadas, de utta anchura variable entre un

codo v r¡edio y clos codos; sólo en aqr-rellos edi-

ficios de r¡ás calidad. como son los oratorios re-

alizados con mortero de cal y enlucidos con este

mismo material, presentan un enlosado sobreele-

vado al exterior, preservando el interior de la pe-

l-retración de arena. E1 interior clel vano suelc estar

enlosado en cleterminaclos oratorios (M-I; M-II;M-III; M-IV;M-V), presentando algunos de ellos

quicialera en e1 vértice derecl-ro, según el sentido

de entrada (M-I); sólo en el caso de la M-III, ha-

llamos clos quicialeras: Llna en el vértice derecl'ro,

para fai.,orecer su giro \¡ otra, más retrasada, en

su r'értice izquierdo, con ei fin de servir cle cielre

o pestillo.La técnica utilizada en la construcción del con-

junto es la rnanrpostería trabada con mortero de

barro; Ios paños se enlucen con este mismo ma-

terial. Los oratorios M-i; M-II; M-III y M-IV,son los lrnicos en los que Ia rnampostería se traba

con mortero c'le ca1 v se enluce el cot-rjunto con ei

mismo material; es también en estos edificios en

donde se ernplean cle forma aleatoria algirn que

otro sillar, sobre todo en las esquinas y en la cons-

true ción dcl "nrihrrb '.

La unidacl constructiva del monumento no

nos impide establecer una seriación cronológica

en base a los datos arqueológicos, a las dataciones

absolutas conociclas de la rábita y a 1as variaciones

obsen'adas en las técnicas coltstrlrctivas utilizadas,

los distintos aglon-rerantes o morteros y a ia se-

riación o estratigrat-ía constructiva del conjunto(Fig. s).

La combinación de estos datos permite desa-

rrollar un árbol 1ógico 1' estratigráfico de 1os dis-

tintos edificios, conocidos hasta el mornento en

la rábita, en el que se diferencian tres grandes

fases constructivas:

-I." Fase (Fig. 6)

La subdividimos en dos etapas: la arcaica o

funclacionai, y la institucional cle la rábita. La pri-mera engloba a una serie de edificios, cn concreto

el muro ¡ls l¿ "qibla" cle la mezquita mayor

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(M-VI), al que denominaremos (Q-I) y que co-rresponde a la antigua omusal.la, existente en lazona (AZIJAR ET ALII, 1989);junto a esre mu-ro situamos sincrónicamente, en base a los datosarqueológicos, a los oratorios M-V; M-VII y M-XVIII (podríamos añadir el M-XVII, algo poste-rior constructivamente, pero cronológicamente,encuadrable dentro de este grupo). Todos ellospresentan unas cimentaciones constituídas porgrandes mampuestos, sin disposición aparente;igualmente, encontramos en sus puertas unas jam-bas formadas por grandes losas rectangulares(Lám. 8), rasgo éste de arcaismo que desaparecerá

en las construcciones posteriores y que está pre-sente en las de época visigoda o tardorromana,como es el caso de las viviendas halladas en laentrada al Tolmo de Minateda (Hellín, Albacete)(ABAD, GUTIERREZ, SANZ, 1991). igualmen-te, hemos detectado en estos edificios unas re-formas importantes en sus fábricas, así como cam-bios y alteraciones en sus ingresos: el caso deloratorio M-XVIII es indicativo, al disponer de

una antigua puerta en el muro ds la "qibla" y,posteriormente, sellada para dar paso a un nuevoacceso en el muro norte que Ia enlaza con ia callesur del conjunto.

Estos edificios podemos encuadrarlos en laprimera fase de la rábita, dominada por la .mu-5¿l.l¿" (AZUAR ET ALII, 1989), y encuadrableen una cronología anterior aI944, fecha que aporrala lápida del oratorio M-III.

La etapa institucional corresponde a la cons-trucción de los oratorios que porran ia lápida defundación en el año 944,los cuales son los edificiosM-II, M-III y M-IV y poseen unas caracteríscicaspropias y diferenciadas del resto: esrán trabadascon mortero de cal,

-aspecto éste ya estudiado

en otro lugar (AZUAR, 198/;AZUAR ET ALII,1989), por lo que no insistiremos-; sin embargo,presentan un dato fundamental: la consolidacióndel aparejo en <opus spicatum' (Lám. 9), comoei predominante en todo el monumenro.

Este aparejo en mampostería es muy usual enlas construcciones militares islámicas de los siglosX y XI, así, lo encontramos en el castillo próxirnode Callosa de Segura, documentado en el año 924(AZUAR, 1981); en el castillo de Salvatierra deVillena, del mismo siglo X (AZUAR, 1981;AZUAR, 1983); igualmente, 1o hallamos en la

62

propia ciudad de Vascos (IZQUIERDO,7979;1983), en 1as partes interiores de ias murallas deGormaz (ZOZAY A, 1989), etc. No es necesarioextendernos en este tema, pues resulta evidenteque nos haiiamos ante una técnica constructivaque, aunque de origen romano, fue muy utilizadaen las construcciones islárnicas de primera épc,ca.

En resumen, esta primera fase se caracterizapor el dominio de la "musal.l¿", la cual vertebray ordena una serie de edificios, dispuestos aisla-damente sin conformar una estructura cerrada ydefinitiva. Es en esta primera fase cuando se cons-truye la primera nave de la gran rnezquita, apro-vechando la antigua "qibla" de la "musal.l¿" y elmuro de levante del oratorio M-V; y se levanta eloratorio M-I, posiblemente dedicado a un sanróny en donde apareció el conjunto n-rás importanrede inscripciones.

-II." Fase

Se caracteriza por una ordenación de los edi-ficios levantados con el fin de convertirlos en unespacio funcionalmente diseñado para respondera las necesidades que emanan de la instituciónreligiosa del "ribat". Es decir, es en este momenrocuando se rellenan los espacios con la constr-ucciónde nuevos edificios, se ordenan las distintas áreas

funcionales (como veremos en el capítulo siguien-te), y se rehacen o reforman los antiguos: cambiosde ingresos (M-XVIII); ampiiación de la mezquitamayor (construcción del pórtico o arrio K-IV),se cierran espacios (muros Q-II), etc.

Todos estos cambios estructurales van acom-pañados de una degradación del aparejo en <opus

spicatum", el cual mantendrá la horizontalidadde sus tongadas pero la disposición del mampues-to es más irregular, y de la aparición de un nuevotipo de planta de oratorios, caracterizado por eldesarrollo en saliente del muro perpendicular alingreso, conformando así una especie de antepe-cho protector de la entrada, como se puede apre-ciar en los oratorios M-VIII, M-IX, M-XI, M-XII, M-XIII (Lám. 10).

La importancia de esta fase queda parente enla ordenación y configuración espacial de la rábitay en el importante número de edificios que se

construyen. Todo ello, podemos considerarlo co-mo posterior al año 944 y antertor al momenro

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del abandono, es decir, de la segunda mitad delsiglo X.

- III." Fase (Fig. 7)

Difícil de diferenciar cronológicamente de laanterior; aunque posee rasgos tecnológicos pro-pios: generalizact6n del tapral de barro en la cons-trucción de edificios y en las reformas o refeccio-nes; asl, es interesante señalar los oratorios M-XII y M-XIII, los cuales presentan una cimenta-ción de mampostería y unas paredes de tapial de

barro; estas soluciones son las misn-ras que en-

contramos en las estancias E-III y E-IV, las cuales

conser-van los arquitrabes de sus puertas. Con esta

misma técnica de tapial de barro se documentanrefecciones en muros de la mezquita n-rayor y en

los muros de los oratorios M-XVIIII M-XXI. M-XV, M-XVI.

Esta última fase es muy interesante pues per-mite documentar a fines de1 siglo X y principiosdel siglo XI la utilización generalizada de tapialesde barro, precedentes de los conocidos en cal de

los siglos XI-XII y posteriores, que hasta ahora,al igual que sucede con 1a mampostería, han sidopoco o defectuosamente estudiados; sólo cabe re-señar las informaciones aportadas por L. TorresBaibás (1985, 560) sobre las noticias que dan las

fuentes árabes de 1as fortificaciones califales de

Badajoz o de Sevilla, asl como de las taifales de

Almería, Tarifay Aznaga. Evidentemente, el caso

más claro lo constituyen las murallas del Pla d'Al-matá de Balaguer, cuyos cubos son de sillería re-llenos de tapial de barro (GIRALT, 1986) (Lám.11).

4. DINAMICA DE SUS ESPACIOS FUN-CTONALES (FrG. 8)

Si bien nos encontratrros ante una parte rela-tiva de toda el área urbana que constituye la rá-bita, hay en ella una serie de criterios rnor{ológicossobre los que se puede adelantar una análisis, per-filable con la evoiución de los futuros trabrjosarqueológicos.

Haciendo una lectura de la planimetría se pue-de observar que los distintos edificios (mezquite,oratorios, estancias) están agrupados en torno a

tres espacios abiertos: calles-patios, claramentediferenciados.

La "cal1e-patio,, que de ahora en adelante lla-marerros CP-1, conecta los oratorios M-II, M-III, M-IV, la mezquita (M-IV) y la estancia K-II.Se accede a ella por el paso A-1 que la conectacon la CP-2 y por el paso A-2 que lo hace con lacal1e CP-3.

Los oratorios M-II, M-III y M-IV y parte delM-I forman el lado norte de la CP-1, siendo el

continuo ds 5u "qibla" el cerramiento interno de

la CP-1. La mezquita M-VI y el oratorio M-Vconforman ei lado sur, siendo sus fachadas y ac-

cesos la cara interna de este patio. Por el Este, la

ubicación del oratorio M-VII permite el paso res-

tringido hacia la CP-3, rnientras que en ei Oeste

existe una entrada en ángulo recto que claramente

filtra el acceso desde la CP-2. Hay una única es-

tancia, K-Il, formando parte de1 edificio de lamezquita.

La calle-patio (CP 1) presenta una planla rec-

tangular con un ensanche ante el oratorio M-V,producido al no continuar el cuerpo ampliadodel atrio de la mezquita M-VI.

La calle-patio CP-2 conecta los oratorios M-IX, M-VIII y el M-I. Este últin-ro 1o irace pormedio de ur-r forzado callizo que posibiiita su en-

trada sin tener que pasar por la CP-1, como serla

1o lógico, dada 1a ubicación de este oratorio. Des-

de la CP-2 también se accede a las estancias E-I,E,-II, E-III, E-IV, E-V y E-IX. El paso A-1 la

separa de la CP-1, desconociendo, dado el estado

de las excavaciones, cómo se plantea su relación

con otras áreas de la rábita.Los oratorios M-IX, M-VIII y M-I, éste ma-

clado con la CP-1, forman el lado norte de laCP-2. Las estancias E-I, E-II, E-V y E-IX, juntocon parte de los muros norte de los oratorios M-XIII y M-XII conforman su lado sur, constitu-yendo sus fachadas y puertas la cara interna de

este patio.La CP-2 presenta una planta rectangular con

el lado norte en línea recta, mientras que su iado

sur está escalonado produciendo un intencionado

estrechamiento dirigido hacia el paso A-1 de co-

municación con la CP-1.La calle-patio sur o CP-3, conecta los orato-

rios M-XIII, M-XII, M-XI, M-X, M-VIII, M-XV, M_XIV, M_XVI, M-XVII, M-XVIII, M-XIX, M-XX y M-XXI. Se accede a ella por el

paso A-2 que la conecta con la CP-1, por el paso

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r

A-3, y se desconoce por el momento el posibleacceso por el frente de poniente.

Los oraLorios M-XIII, M-XII, M-XI, M-X,la "qibla" del oratorio M-V, de la n-rezquita y deloratorio M-VII conformall su flen¡e norte . Losingresos de los oratorios M-XV, M-XIV, M-XVI,M-XVII, M-XVIII, M-XIX, M-XX y M XXI for-n-ran la fachada de mediodía de este espacio.

Esta calle-patio CP-3 presenta un claro pre-dominio de su eje longitudinal, clefiniéndose en

sLl extremo de ler.'ante un claro ensanchamiento,a modo de plazuela, en donde se relacionan c1a-

rar¡ente los pasos A-2 y A-3.De la lectura de estos datos se desprende que

nos hallan-ros ante tres áreas claramente definidas,perfectamente aislaclas y comunicadas entre ellas

por angostos o estrechos pasos. Estas áreas o es-

pacios serían: ia zona <<sacra>>, por diferer-rciarlade alguna forma, el área propiamente cenobíticay 1a de acogida o residencia de los visitantes vperegrinos.

E1 área <sacra> o principal está formada pore1 gran rectángulo de la parte superior del con-junto y que corresponde a la sr,rperficie de la an-

tigua "u-rusal.la" (AZUAR ET AI-II, 1989). Enella se ubican la gran mezquita de la comunidad(M-IV) al sur clel conjunto y en e1 norte se levan-tan los oratorios M-II, M-III y M-IV, fundadosen el año 944, según consta en la lápida que portael "mihrab" del oratorio M-II. Todos estos edi-ficios sitúan sus ingresos o puertas dispuestos al-rededor de la calle-patio CP 1, al que se accecle

desde poniente por un cuerpo de construccióncornplejo, comPuesto por una na\¡e transversalque une 1os edificios M-V y M-I, .y cuyas puertasestán dispuestas en orden alterno las interioresrespecto de las exteriores, con el fin de preservarcle las miradas e1 carácter sagrado del lugar. Igual-Írente, por su flanco de levante se cierra el con-junto con los ángulos de 1a gran n-rezquita y eledificio M-VII, en un estreciro paso de apenas 7O

crn. de anchura. La compactividad de los murosde cierre o traseros del cuerpo norte y de la mez-quita mayor daría a1 conjunto una visión austeray cerrada que reforzaría ei carácter resen'ado ysacro de este lugar (Lám. 12).

La segunda área correspondería al espacio pro-piamente cenobítico; es decir, sería donde se con-centran los oratorios, espacios propiamente mo-

64

násticos, de residencia exclusiva y reservada paralos r¡orabitos. Todas estas celdas disponen sus

puertas alrecledor de la gran calle patio (CP-3),la cual vehicula todos los oratorios, como se ob-serva en el plano, y se col.ntinica con el exteriora través de1 paso A-3, emplazado en su vértice delevante; por este misno flanco, se cor¡unica conla zona sacra por la alrertura A-2, y con 1a mez-quita mayor a través de un pequeño postigo, abier-to en su muro de nrediodía.

E,l tercer sector estaría fonlado por el granespacio clr-re se abre a poniente de la zona sacra yque cumple el papel de gran preámbulo o pariode entrada al recinto principal. Se caracteriza esta

zona por su marcada cota de desnivel respecto al

recinto principal: las cubiertas de sus edificios en-rasan, prácticamente, con el nivel de pavimentode los edificios clel área sacra. A esta peculiariclad,añadiremos la concentraciór-r en La zona de las es-

tancias; éstas son de planta cuadrangular, de re-duciclo tamaño y sin "mihrá[" por lo que, supo-nemos, tendrían la función de albergar, de formarnomentánea o esporádica a los viajeros que lle-gasen a la rábita; igualrlente, esta zona podríahacer el papel de gran plaza o patio de acogida a

los r.l-rusulmanes qlle, en época de Ramaclarn, se

dirigiesen al lugar en peregrinación (Lárr.l. 13).

5. LA RABITA DE. GUARDAMAR, ¿UNEJEMPLO DE ARQUITECTURA RE-LICIOSA MAGREBI?

En la actualidad, estarlos inmersos en la pu-blicación an-rp1ia y cletenida de 1os datos arqui-tectónicos que la excavación de este singular rno-nurnento nos ha deparado; en esta obra, más ex-tensa, presenta[ros una n-rinuciosa y detalladadocr-rmentación planimétrica de plantas y alzadoscon el fin de ofrecer un riguroso documento grá-fico de esta rábita. Igualmente, se analizan en de-talle todos aquellos aspectos que nos aporta elconjunto: mampuestos, sillerías, firorteros, \¡anos,alzados, métrica, etc.; de todos ellos hemos en-tresacado para este artículo aquellos más relevan-tes o concluyentes para definir e identificar cro-rrológiearrrentc cl edilie io.

La rábita de Guardamar, colrro hemos expues-to, presenta una serie de elementos o rasgos pun-tr¡ales de gran r.'alor arquitectónico, documental

Page 15: La rábita de Guardamar, Alicante; Marius Bevià, Marga Borrego, Rosa Saranova, Rafael Azuar

y cronológico: nos referimos al descubrimientodel único ejemplar de muro de "qibla" de "mu-sal.la, conocido hasta el momento en la península,

el cual porta una decoración pintada precedente

de los conocidos murales de Medina al-Zahra yque, perfectamenLe, podemos encuadrar a finales

del siglo IX. A este eLemento singular, podemosañadir, la importante colección de "mihrab" pre-sentes en el yacimiento, que nos permiten ampliarnuestro escaso conocimiento actual sobre estos

temas en la península, asl como proponer una

secuencia, relativamente fiable, de su evoluciónformal. Sin olvidar la mezquita, único ejempiode construcción a base de muros-cortina, en don-de, además, está presente la mampostería dispues-

ta en <opus spicatumo, general en todo el con-junto y que podemos considerarla como la solu-ción constructiva del siglo X, para aquellos

edificios menores en los que no se utilizó la co-

nocida sil1ería.

Todos estos rasgos, meramente puntuales, son

importantes pero, para nosotros, 1o fundamentaldel análisis detallado del conjunto es la soluciónarquitectónica global de la rábita; es decir, 1a vi-sión macroespacial del monumento nos dará las

claves de su origen, precedentes o de su posible

"singularidad".La planta actual de ia rábita se nos presenta

como un ejemplar raro, sin paralelos y como algo

único o singular; ya que, evidentemente, no es

parangonable con las rábitas conocidas de Susa o

de al-Monastir de Túnez (GOLVIN, I974), ver-daderos ejemplos de monasterios-fortaleza de plan-

ta rectanguiar, sin relación alguna con nuestrarábita. Lo mismo sucede si intentamos compararla

con la rábita almohade de Tit (BASSET, TE-RRASSE, 1,927), en donde podemos encontrarciertas similitudes en cuanto a su trazado irregularpero, obviamente, esta sería su única coincidencia,

como ya apreciara Ch. Ewert (1989). Nuestra la-

bor de confrontación de paralelos se viene abajo,

cuando nos acercamos a aquellos ejemplos de rá-

bitas conser-vadas o descritas en Al-Andalus, como

es el caso de la de San Sebastián de Granada (TO-RRES BALBAS, 1948).

Con todo ello, es absurdo seguir el análisis

comparativo, por tanto hay que introducirse en

la lectura funcional del conjunto. En los capítulos

anteriores, hemos documentado una dinámica

funcional de la rábita en la que distinguimos tres

áreas indjvidualizadas: el área sacra o reservada,

la zona propia cenobítica o de los morabitos y lade acogida a 1os visitantes y peregrinos. Obvia-rrente, estas funciones están implícitas en cual-

quier rábita (MARIN, 1989), pero de esta formatan diferenciada que nos acerca más a la persona-

lidad funcional de una institución posterior, ge-

nerahzada en la penínsuia por los Almohades, nos

referimos a las "zawiyas" (TORRE,S BALBAS,1948), las cuales, siguiendo a G. Margais (1983,

178 y ss.) no poseen ese carácter militar y se en-

marcan dentro de las manifestaciones religiosas

de raigambre popular, muy extendidas en el Nortede Africa, con la devoción a la figura y persona-

lidad de determinados santones.Esta posible relación con el culto a personajes

de reconocida santidad ya la sugerímos ai analizar

y esudiar la rica docur¡entación epigráfica parietalexistente en el oratorio M-I (AZUAR ET ALII,1989). No es un terla que podamos resolver en

estos mofirentos, pero 1-ray que tenerlo en cuentaen su dir¡ensión cultural ya que nos centra, aun-

que con algunos siglos de antelación, en el calado

y penetración de las tradiciones norteafricanas en

la península en época peleoandalusí. Reforzandoesta hipótesis, recordaremos la orientación ¿he-

terodoxa? al mediodía de los "mihrab" de nuestrarábita que siguen 1a ¿tradición? de las antiguas

rlezquitas andalusíes, sin relación con Oriente yde claro origen e influencia norteafricana.

La africanización de nuestra rábita se aprecia,

tambiér-r, en ia evolución de su planta; si observa-

mos detenidamente este proceso, constatamos co-

mo las fases iniciales nos definen un complejocúltico de tipo disperso, conformado por una serie

de oratorios aislados y dispuestos alrededor de la

mezquita. Esta disposición típicamente, de dis-

persión, es muy similar a1 ribat marroquí de JabalLakhdar, publicado por Ch.Allain (195a) de una

cronología similar a la de nuestra rábita, siendo

destruído en el siglo XI.Esta rábita de Jabal Lakhdar presenta una ar-

quitectura muy similar a la nuestra y posee unosrasgos constructivos y espaciales que arraigarán

en la arquitectura religiosa posterior de las zonas

del Atlas, -el caso de la mezquita de Azrou-,o en las constr-ucciones posteriores Sub-Saharianas

de Niger, valga como ejemplo, por su estructura

65

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espacial nucleada, la gran mezquita de Assodé(CRESSTER, 1989).

La constatación de estas ralces o rasgos nor-teafricanos de nuestra rábita de Guardamar nosabre nuevas preguntas o incógnitas de difícil so-lución y que nos sitúan ante la problemática de sinos hallamos ante una rábita bereber v si ésta es

o no de culto Sufí.

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Fig. 3: Alzado de La "qibla" de La antigua "Musal.la"

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l: Situación de la Rábita tJe Guardarnar respectoa la pobLación 1 al tastil\o.

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Lám. 3; Detalle del conjunto desde Letante.

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Lám. 1: DetaLle del zócaLo pintado del muro de la antigua "mus'tL'/a''

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[,1ím. 6: Mihrab clel oratorioM-lll que porta la lápida.Tipo I.

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Lám.7: Mibrab del oratorio M-VIIITipo IV.

8: Det¿lle de las iantbds de la pttcrta rlcl r¡r¡torict .\l l.l

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Lánt. 9: Detal.la de un aparejo en <opus spicatnrn,

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Lám. lO: DetaL/e de un aparejo elt <opus incertum,.

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L1: Mmo de base de mdmPosterítt "i le'¿¿tttado en tapidl de b¿rro.

Lám. 12: Vista de la zona sacra de la rábita.

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L,ittt 1-i: V isL¡ de/ terccr sc(tor tle l,t r,íbit¿

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