la princesa y la reina

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7/21/2019 La Princesa y La Reina http://slidepdf.com/reader/full/la-princesa-y-la-reina 1/59 LA PRINCESA Y LA REINA por George R. R. Martin. La historia de las causas, orígenes, batallas y traiciones de la trágica masacre conocida como la Danza de los Dragones, relatada por el Archimaestre Gyldayn de la Ciudadela de Antigua. La Danza de los Dragones es el altisonante nombre que se confiere a la salvaje lucha interna por el Trono de Hierro de Poniente que enfrentó a dos ramas rivales de la Casa Targaryen desde el año 129 al 131 Después de la Conquista (DC). Describir los oscuros, turbulentos y sangrientos eventos de este período como “danza” nos resulta grotescamente inapropiado; sin duda, la frase tiene su origen en algún bardo. “La Muerte de los Dragones” sería desde luego más adecuado, pero la tradición y el tiempo han grabado a fuego la denominación más poética en las páginas de la Historia, así que tendremos que seguirles la corriente al resto. Había dos principales aspirantes al Trono de Hierro tras la muerte del Rey Viserys I Targaryen: su hija Rhaenyra, la única descendiente viva de su primer matrimonio; y Aegon, el mayor de los hijos que le dio su segunda esposa. En medio del caos y la carnicería causada por su enfrentamiento, otros aspirantes a reyes reivindicarían también sus derechos, pavoneándose como titiriteros en el escenario durante una quincena o una luna, sólo para caer tan rápidamente como se habían alzado. La Danza dividió los Siete Reinos en dos, ya que los señores, caballeros y el pueblo llano se manifestaron a favor de uno u otro bando y tomaron las armas contra el contrario. Incluso la propia Casa Targaryen acabó dividida cuando los parientes, amigos y descendientes de cada aspirante se vieron implicados en la pelea. Durante los dos años de lucha, los grandes señores de Poniente sufrieron terribles pérdidas y daños, como también sus banderizos, caballeros y el pueblo llano. Pese a que la dinastía sobrevivió, al final del conflicto el poder de los Targaryen había disminuido mucho, y el número de dragones que quedaban en el mundo se había visto radicalmente reducido. La Danza fue una guerra diferente de cualquier otra jamás librada en la larga Historia de los Siete Reinos. Aunque hubo marchas y cruentas batallas entre ejércitos, gran parte de la masacre tuvo lugar en el agua, y especialmente en el aire, ya que hubo enfrentamientos de dragón contra dragón, con diente, garra y llama. Fue también una guerra marcada por el sigilo, el asesinato y la traición, una guerra luchada en las sombras y los rincones de las escaleras, las cámaras del Consejo y los patios de los castillos con cuchillos, mentiras y veneno. El conflicto, que hacía tiempo que permanecía latente, estalló abiertamente al tercer día de la tercera luna de 129 DC, cuando el rey Viserys, que estaba enfermo y postrado en su cama, cerró sus ojos para echar una siesta y murió sin volverse a despertar. Su cuerpo fue descubierto por un sirviente a la hora del murciélago, cuando era costumbre del rey beber una copa de hidromiel. El sirviente corrió a informar a la Reina Alicent, cuyos aposentos se encontraban un piso por debajo de los del rey. El sirviente reveló la terrible noticia directamente a la reina y sólo a ella, sin levantar la alarma general: la muerte del rey llevaba tiempo esperándose, y la Reina Alicent y sus partidarios, los llamados “verdes”*, se habían ocupado de dar instrucciones a los guardias y sirvientes de Viserys sobre lo que tenían que hacer cuando llegase el día.

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Precuela de la Canción de fuego y hielo

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LA PRINCESA Y LA REINApor George R. R. Martin.

La historia de las causas, orígenes, batallas y traiciones de la trágica masacre conocida como la

Danza de los Dragones, relatada por el Archimaestre Gyldayn de la Ciudadela de Antigua.La Danza de los Dragones es el altisonante nombre que se confiere a la salvaje lucha internapor el Trono de Hierro de Poniente que enfrentó a dos ramas rivales de la Casa Targaryendesde el año 129 al 131 Después de la Conquista (DC). Describir los oscuros, turbulentos ysangrientos eventos de este período como “danza” nos resulta grotescamente inapropiado; sinduda, la frase tiene su origen en algún bardo. “La Muerte de los Dragones” sería desde luegomás adecuado, pero la tradición y el tiempo han grabado a fuego la denominación más poéticaen las páginas de la Historia, así que tendremos que seguirles la corriente al resto.Había dos principales aspirantes al Trono de Hierro tras la muerte del Rey Viserys I Targaryen:su hija Rhaenyra, la única descendiente viva de su primer matrimonio; y Aegon, el mayor de loshijos que le dio su segunda esposa. En medio del caos y la carnicería causada por su

enfrentamiento, otros aspirantes a reyes reivindicarían también sus derechos, pavoneándosecomo titiriteros en el escenario durante una quincena o una luna, sólo para caer tanrápidamente como se habían alzado.

La Danza dividió los Siete Reinos en dos, ya que los señores, caballeros y el pueblo llano semanifestaron a favor de uno u otro bando y tomaron las armas contra el contrario. Incluso lapropia Casa Targaryen acabó dividida cuando los parientes, amigos y descendientes de cadaaspirante se vieron implicados en la pelea. Durante los dos años de lucha, los grandes señoresde Poniente sufrieron terribles pérdidas y daños, como también sus banderizos, caballeros y elpueblo llano. Pese a que la dinastía sobrevivió, al final del conflicto el poder de los Targaryenhabía disminuido mucho, y el número de dragones que quedaban en el mundo se había visto

radicalmente reducido.

La Danza fue una guerra diferente de cualquier otra jamás librada en la larga Historia de losSiete Reinos. Aunque hubo marchas y cruentas batallas entre ejércitos, gran parte de lamasacre tuvo lugar en el agua, y especialmente en el aire, ya que hubo enfrentamientos dedragón contra dragón, con diente, garra y llama. Fue también una guerra marcada por el sigilo,el asesinato y la traición, una guerra luchada en las sombras y los rincones de las escaleras, lascámaras del Consejo y los patios de los castillos con cuchillos, mentiras y veneno.El conflicto, que hacía tiempo que permanecía latente, estalló abiertamente al tercer día de latercera luna de 129 DC, cuando el rey Viserys, que estaba enfermo y postrado en su cama,cerró sus ojos para echar una siesta y murió sin volverse a despertar. Su cuerpo fue

descubierto por un sirviente a la hora del murciélago, cuando era costumbre del rey beber unacopa de hidromiel. El sirviente corrió a informar a la Reina Alicent, cuyos aposentos seencontraban un piso por debajo de los del rey.

El sirviente reveló la terrible noticia directamente a la reina y sólo a ella, sin levantar la alarmageneral: la muerte del rey llevaba tiempo esperándose, y la Reina Alicent y sus partidarios, losllamados “verdes”*, se habían ocupado de dar instrucciones a los guardias y sirvientes deViserys sobre lo que tenían que hacer cuando llegase el día.

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( * En el año 111 DC, se celebró un gran torneo en Desembarco del Rey por el quinto aniversario

de bodas del rey y la reina Alicent. En el banquete inaugural, la reina lució un vestido verde,

mientras que la princesa iba llamativamente vestida en el rojo y negro de los Targaryen. Esto

no pasó desapercibido, y desde ese momento se convirtió en costumbre referirse a los “verdes” 

y los “negros” al hablar del bando de la reina y el de la princesa, respectivamente. En el propio

torneo, los negros salieron bastante mejor parados cuando Ser Criston Cole, que llevaba la prenda de la princesa Rhaenyra, derrotó a todos los paladines de la reina, incluyendo a dos de

sus primos y a su hermano pequeño, Ser Gwayne Higtower.)

La reina Alicent acudió enseguida a los aposentos del rey, acompañada por Ser Criston Cole,Lord Comandante de la Guardia Real. Una vez que hubieron confirmado que Viserys estabamuerto, Su Alteza ordenó que su habitación fuese sellada y que se apostasen guardias en supuerta. El sirviente que había encontrado el cadáver del rey fue hecho preso, para asegurarsede que no extendiese la noticia. Ser Criston regresó a la Torre de la Espada Blanca y envió a sushermanos de la Guardia Real a buscar los miembros del Consejo Privado del rey. Era la hora delbúho.

En aquel entonces, al igual que ahora, la Hermandad Juramentada de la Guardia Real estabaformada por siete caballeros, hombres de probada lealtad e indudable destreza que habían

 jurado solemnemente dedicar su vida a defender la persona y la familia del rey. Sólo cinco delos Capas Blancas se encontraban en Desembarco del Rey en el momento de la muerte deViserys: el propio Ser Criston, Ser Arryk Cargyll, Ser Rickard Thorne, Ser Steffon Darklyn y SerWillis Fell. Ser Erryk Cargyll (el gemelo de Ser Arryk) y Ser Lorent Marbrand, en Rocadragón conla princesa Rhaenyra, continuaban al margen de todo, sin saber nada, mientras sus hermanosse adentraban en la noche para sacar a los miembros del Consejo Privado de sus camas.Reunidos en los aposentos de la reina, mientras el cuerpo de su marido se enfriaba sobre suscabezas, estaban: la misma Reina Alicent; su padre Ser Otto Hightower, Mano del Rey; SerCriston Cole, Lord Comandante de la Guardia Real; el Gran Maestre Orwyle; Lord LymanBeesbury, el octogenario Consejero de la Moneda; Ser Tyland Lannister, Consejero de Barcos yhermano del Señor de Roca Casterly; Larys Strong, apodado Larys el Patizambo, Señor deHarrenhal y Consejero de los Rumores; y Lord Jasper Wylde, apodado Barra de Hierro,Consejero de Leyes.

El Gran Maestre Orwyle comenzó la reunión repasando los acostumbrados procedimientos ytrámites necesarios a la muerte de un rey. Dijo: “El Septón Eustace debe ser convocado paraque lleve a cabo los últimos ritos y rece por el alma del rey. Un cuervo debe ser enviado aRocadragón enseguida para informar a la princesa Rhaenyra del fallecimiento de su padre. ¿Talvez Su Alteza la reina querría escribir el mensaje, para suavizar estas tristes noticias conalgunas palabras de condolencia? Las campanas siempre suenan para anunciar la muerte deun rey, alguien debería encargarse de ello; y, por supuesto, tenemos que comenzar lospreparativos para la coronación de la Reina Rhaenyra…”Ser Otto Hightower lo interrumpió. “Todo esto debe esperar”, declaró, “hasta que el asunto dela sucesión se aclare”. Como Mano del Rey, estaba autorizado a hablar con la voz del rey, eincluso a sentarse en el Trono de Hierro en ausencia del rey. Viserys le había otorgado laautoridad de gobernar los Siete Reinos, y “hasta el momento en el que nuestro nuevo rey seacoronado”, ese gobierno continuaría.

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“Hasta que nuestra nueva reina sea coronada” dijo Lord Beesbury, con tono mordaz.“Rey”, insistió la reina Alicent. “El Trono de Hierro por derecho debe pasar al hijo varónlegítimo de mayor edad de Su Alteza”.

La discusión que siguió duró casi hasta el amanecer. Lord Beesbury habló en favor de la

princesa Rhaennyra. El anciano Consejero de la Moneda, que había servido al Rey Viserysdurante todo su reinado, y a su padre Jaehaerys el Viejo Rey previamente, recordó al Consejoque Rhaenyra era mayor que sus hermanos y tenía más sangre Targaryen, que el difunto rey lahabía escogido como su sucesora, que se había negado repetidamente a alterar el orden desucesión pese a las súplicas de la Reina Alicent y sus verdes, que cientos de señores ycaballeros habían prometido obediencia a la princesa en el año 105 DC, y juradosolemnemente defender sus derechos.Pero estas palabras cayeron en oídos de piedra. Ser Tylan apuntó que muchos de los señoresque habían jurado defender la sucesión de la Princesa Rhaenyra llevaban mucho muertos. “Fuehace 24 años” dijo. “Yo mismo hice tal juramento. Era un niño por entonces”. Barra de Hierro,consejero de leyes, citó el Gran Concilio de 101 y la elección del Viejo Rey de Baelon antes que

Rhaenys en 92, discurriendo largo y tendido sobre Aegon el Conquistador y sus hermanas, y lasagrada tradición Ándala sobre los derechos preferentes de los hijos sobre las meras hijas. SerOtto les recordó que el marido de Rhaenyra no era otro que el Príncipe Daemon, y “todosconocemos su naturaleza. No se equivoquen, si Rhaenyra se sienta en el Trono de Hierro seráDaemon el que nos gobernará, un rey consorte tan cruel e implacable como lo fue Maegor. Mipropia cabeza será una de las primeras en ser cortadas, no lo dudo, pero vuestra reina, mi hija,pronto me seguiría.”

La Reina Alicent se hizo eco. “Tampoco le sobrarán mis hijos”, declaró. “Aegon y sus hermanosson hijos legítimos del rey, con más derechos al trono que su camada de bastardos. Daemonencontrará un pretexto para hacerlos matar. Incluso Helaena y sus pequeños. Uno de esosStrong le quitó el ojo a Aemond, nunca lo olvidaré. Era un niño, si, pero el chico es el padre delhombre, y los bastardos son monstruos por naturaleza.”Ser Criston Cole tomó la palabra. En caso de que la princesa reinara, les recordó, JacaerysVelaryon gobernaría tras ella. “Que los siete salven el reino si sentamos a un bastardo en elTrono de Hierro.” Habló de las maneras lascivas de Rhaenyra y de la infamia de su marido.“Convertirán la Fortaleza Roja en un burdel. Ninguna hija estará a salvo, ni la esposa decualquier hombre. Incluso los chicos… que sabemos lo que era Laenor.”No está registrado que Lord Larys Strong dijera una palabra durante el debate, pero no erainusual. Aunque muy elocuente cuando era necesario, el maestro de los susurros atesorabasus palabras como un avaro acapara monedas, prefiriendo escuchar en lugar de hablar.“Si hacemos eso,” cuestionó al consejo el Gran Maestre Orwyle, “nos conducirá a la guerra. Laprincesa no se hará a un lado mansamente, y tiene dragones.”“Y amigos,” declaró Lord Beesbury. “Hombres de honor, que no olvidarán los juramentos quele hicieron a ella y a su padre. Soy un hombre viejo, pero no tan viejo como para sentarmemansamente mientras conspiráis para robarle la corona.” Y diciendo esto se levantó para irse.Pero Ser Criston Cole obligó a Lord Beesbury a sentarse de nuevo y la abrió la garganta con unadaga.

Y así la primera sangre derramada en la Danza de los Dragones perteneció a Lord LymanBeesbury, Consejero de la moneda y Lord tesorero de los Siete Reinos.

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Ninguna disensión más se escuchó después de la muerte de Lord Beesbury. El resto de lanoche se pasó haciendo planes para la coronación del nuevo rey (que debía hacerse pronto,convinieron todos), y escribiendo listas de posibles aliados y enemigos potenciales, en el casode que la Princesa Rhaenyra se negara a aceptar la ascensión del Rey Aegon. Con la princesaconfinada en Rocadragón, a punto de dar a luz, los verdes de la Reina Alicent disfrutaron de

una ventaja; cuanto más tiempo permaneciera Rhaenyra ignorante de la muerte del rey, máslenta sería en actuar. “Quizá la puta muera en el parto,” dijo la Reina Alicent.Ningún cuervo voló esa noche. Ninguna campana sonó. Los criados que conocían la muerte delrey fueron enviados a los calabozos. A Ser Criston Cole se le dio la tarea de tomar en custodia alos ‘negros’ que permanecían en la corte, aquellos señores y caballeros que podían sentirseinclinados a favorecer a la Princesa Rhaenyra. “Hacedlo sin violencia, a menos que se resistan,”le ordenó Ser Otto Hightower. “Todo hombre que doble la rodilla y jure lealtad al Rey Aegonno sufrirá daño en nuestras manos.”“¿Y aquellos que no lo hagan?” preguntó el Gran Maestre Orwyle.“Son traidores,” dijo Barra de Hierro, “y deben morir como traidores.”Lord Larys Strong, Consejero de los susurros, habló entonces por primera y única vez. “Seamos

los primeros en jurar,” dijo, “no sea que haya traidores entre nosotros.” Sacando su daga,Patizambo se cortó la palma. “Un juramento de sangre,” instó, “nos une a todos hasta lamuerte.” Y así cada uno de los conspiradores cortó sus palmas y entrelazaron las manos unoscon otros, jurando hermandad. Solo la Reina Alicent fue excusada de hacer el juramento, porsu condición de mujer.

Amanecía sobre la ciudad cuando la Reina Alicent envió a la Guardia Real para traer a sus hijosal Consejo. El Príncipe Daeron, el más apacible de sus hijos, lloró por la muerte de su abuelo. ElPríncipe Aemond Un-Ojo, de diecinueve años, fue encontrado en la armería poniéndose lamalla y la coraza para el entrenamiento matutino en el patio del castillo. “¿Es Aegon rey,” lepreguntó a Ser Willis Fell, “o tenemos que arrodillarnos y besar el coño de la vieja puta?”. LaPrincesa Helaena estaba rompiendo su ayuno con sus hijos cuando la Guardia Real se acercó aella… pero cuando se le preguntó sobre el paradero del Príncipe Aegon, su hermano y marido,solo dijo: “No está en mi cama, puede estar seguro. Siéntase libre de buscar debajo de lasmantas.”

El Príncipe Aegon estaba con una amante cuando lo encontraron. Al principio, el prínciperechazó formar parte de los planes de su madre. “Mi hermana es la heredera, no yo,” dijo.“¿Qué clase de hermano roba el derecho de nacimiento de su hermana?”. Solo cuando SerCriston le convenció de que la princesa seguramente le ejecutaría junto con sus hermanoscuando se coronara, le hizo vacilar. “Mientras cualquier verdadero Targaryen siga con vida,ningún Strong podrá esperar sentarse en el Trono de Hierro,” dijo Cole. “Rhaenyra no tienemás remedio que cortarte la cabeza si quiere que sus bastardos gobiernen tras ellas.” Fue esto,y solo esto, lo que persuadió a Aegon a aceptar la corona que el pequeño consejo le ofrecía.Ser Tyland Lannister fue nombrado Consejero de la moneda en lugar del fallecido LordBeesbury y trabajó para calibrar el tesoro real. El oro de la corona estaba dividido en cuatropartes. Una parte había sido confiada al cuidado del Banco de Hierro de Braavos para sucustodia, otra enviada bajo fuerte vigilancia a Roca Casterly, una tercera a Antigua. La riquezarestante se iba a utilizar para sobornos y regalos, y la contratación de mercenarios si fueranecesario. Para ocupar el puesto de Ser Tyland como Consejero de los barcos, Ser Otto miróhacia las Islas del Hierro, despachando un cuervo para Dalton Greyjoy, el Kraken Rojo, el audaz

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y sanguinario Lord Segador de Pyke de dieciséis años, ofreciéndole el ministerio de marina y unasiento en el consejo por su alianza.

Pasó un día, luego otro. Ni septones ni hermanas silenciosas fueron convocados a la alcobadonde el Rey Viserys yacía, hinchado y en descomposición. Ninguna campana sonó. Los

cuervos volaron, pero no a Rocadragón. En su lugar fueron a Antigua, Roca Casterly,Aguasdulces, Altojardín y hacia muchos otros señores y caballeros de los que la Reina Alicenttenía motivos para pensar que podían sentir simpatía hacia su hijo.

Los anales del Gran Concilio de 101 fueron tomados y examinados, y se anotó que señoreshabían hablado por Viserys, y cuales por Rhaenys, Laena o Laenor. Los señores reunidos habíanfavorecido al reclamante varón sobre la mujer con una ventaja de veinte a uno, pero no habíahabido disidentes, y esas mismas casas era más probables que prestaran su apoyo a la PrincesaRhaernya en caso de que fuera a la guerra. La princesa podría tener a la Serpiente Marina y suflota, opinó Ser Otto, al igual que muchos otros señores de la costa oriental como los señoresBar Emmon, Massey, Celtigar y Crabb, quizá incluso el Lucero de la Tarde de Tarth. Todos de

poco poder, salvo los Velaryon. Los norteños eran una preocupación mayor: Invernalia habíahablado por Rhaenys en Harrenhal, al igual que los vasallos de Lord Stark, los Dustin de FuerteTúmulo y los Manderly de Puerto Blanco. Tampoco se podía confiar en la Casa Arryn, porque elNido de Águilas estaba entonces gobernado por una mujer, Lady Jeyne, la Doncella del Valle,cuyos propios derechos podían ser puestos en entredicho si la Princesa Rhaenyra era dejadade lado.

El mayor peligro se consideró que estaba en Bastión de Tormentas, porque la Casa Baratheonsiempre había sido fiel al apoyar las pretensiones de la Princesa Rhaenyra y sus hijos. A pesarde que el viejo Lord Boremund había muerto, su hijo Borros era incluso más beligerante que supadre, y los señores menores de las Tierras de la Tormenta seguramente los seguirían a dondelos condujera. “Entonces tenemos que hacer que los llevé a nuestro rey,” declaró la ReinaAlicent. Con lo cual mandó llamar a su segundo hijo.Así que no fue un cuervo lo que voló a Bastión de Tormentas ese día, sino Vhagar, el más viejoy más grande de los dragones de Poniente. Lo montaba el Príncipe Aemond Targaryen, con unzafiro en el lugar de su ojo perdido. “Tu propósito es ganar la mano de una de las hijas de LordBaratheon,” le dijo su abuelo Ser Otto, antes de su vuelo. “Cualquiera de las cuatro servirá.Cortéjala y cásate con ella, y Lord Borros entregará las Tierras de la Tormenta a tu hermano.Falla…”“No fallaré,” se jactó el Príncipe Aemond. “Aegon tendrá Bastión de Tormentas y yo tendré esachica.”

En el momento en que el Príncipe Aemond se despidió, el hedor de la habitación del reymuerto había flotado a lo largo del Torreón de Maegor, y muchas historias y rumores seextendían a través de la corte y el castillo. Las mazmorras bajo la Fortaleza Roja habían tragadotantos hombres sospechosos de deslealtad que incluso el Septón Supremo había comenzado apreguntarse sobre estas desapariciones, y envió un mensaje desde el Septo Estrellado deAntigua preguntando por algunos desparecidos. Ser Otto Hightower, el hombre más metódicoque nunca sirvió como Mano, quería más tiempo para hacer los preparativos pero la ReinaAlicent sabía que no se podía retrasar más. El Príncipe Aegon se había cansado del secreto.“¿Soy un rey o no?” le preguntó a su madre. “Si soy el rey, entonces coronadme.”

Las campanas comenzaron a tañer en el décimo día de la tercera luna de 129 DC, anunciandoel final de un reinado. Al Gran Maestre Orwyle se le permitió al fin enviar sus cuervos, y lospájaros negros volaron por cientos, difundiendo la noticia de la ascensión de Aegon a cadarincón del reino. Las hermanas silenciosas fueron enviadas para preparar el cuerpo para la

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incineración y salieron jinetes montados en caballos pálidos para difundir la noticia a loshabitantes de Desembarco del Rey, llorando, “El Rey Viserys ha muerto, ¡larga vida al ReyAegon!”. Al escuchar los gritos algunos lloraban mientras otros animaban, pero la mayor partedel pueblo llano miraba en silencio, confundidos y cautelosos, y de vez en cuando una vozgritaba: “Larga vida a nuestra reina.”

Mientras tanto, se apresuraron con los preparativos para la coronación. Se eligió Pozo Dragóncomo lugar. Bajo su poderosa cúpula había bancos de piedra suficientes para asentar aochenta mil personas, y sus paredes gruesas, fuertes techos y altísimas puertas de bronce lohacían defendible, en el caso de que traidores intentaran interrumpir la ceremonia.

En el día señalado Ser Criston Cole colocó la corona de hierro y rubíes de Aegon elConquistador sobre la frente del hijo mayor del Rey Viserys y la Reina Alicent, proclamándoloAegon de la Casa Targaryen, el Segundo de Su Nombre, Rey de los Ándalos, los Rhoynar y losPrimeros Hombres, Señor de los Siete Reinos y Protector del Reino. Su madre la Reina Alicent,amada por el pueblo llano, colocó su propia corona sobre la cabeza de su hija Helaena,

hermana y esposa de Aegon. Después de besar sus mejillas, la madre se arrodilló ante la hija,inclinó la cabeza y dijo “Mi reina.”Con el Septón Supremo en Antigua, demasiado viejo y frágil para viajar a Desembarco del Rey,le tocó al Septón Eustace ungir la frente del Rey Aegon con los santos óleos y bendecirle en lossiete nombres de dios. Algunos de los asistentes, con ojos más agudos que la mayoría,notarían que no había más que cuatro capas blancas asistiendo al nuevo rey, no cinco comohasta entonces. Aegon II había sufrido las primeras defecciones la noche anterior, cuando SerSteffon Darklyn de la Guardia Real se había deslizado de la ciudad con su escudero, dosmayordomos y cuatro guardias. Bajo el amparo de la oscuridad se dirigieron a una poternadonde un bote de un pescador esperaba para llevarlos a Rocadragón. Llevaban con ellos unacorona robada: una banda de oro amarillo adornado con siete gemas de diferentes colores.Esta era la corona que había ceñido el Rey Viserys, y el Jaehaerys el Viejo Rey antes que él.Cuando el Príncipe Aegon decidió llevar la corona de hierro y rubíes de su tocayo, elConquistador, la Reina Alicent había ordenado guardar la corona de Viserys, pero elmayordomo encargado de la tarea se había hecho con ella en su lugar.

Tras la coronación, el resto de la Guardia Real escoltó a Aegon hasta su montura, unaespléndida criatura con relucientes escamas de oro y con las membranas de las alas de colorrosa pálido. Sunfyre era el nombre dado a este dragón del amanecer dorado. Munkun nos diceque el rey voló tres veces alrededor de la ciudad antes de aterrizar en el interior de los murosde la Fortaleza Roja. Ser Arryk Cargyll llevó a Su Alteza a la sala del trono iluminada porantorchas, donde Aegon II subió los peldaños del Trono de Hierro ante un millar de señores ycaballeros. Los gritos resonaron en la estancia.

En Rocadragón, no se oyó ningún grito de alegría. En cambio, los gritos hicieron eco a través delos salones y escaleras de la Torre del Dragón Marino, hacia las estancias de la reina dónde lafatigada Rhaenyra Targaryen se estremecía en su tercer día de parto. El niño no debería nacerhasta el siguiente cambio de la luna, pero la noticias de Desembarco de Rey le habíanprovocado a la princesa una furia negra, y su cólera parecía apurar el nacimiento, como si elbebé dentro de ella también estuviera furioso, y luchando por salir. La princesa chilló todo tipode maldiciones durante su parto, rogando que la maldición de los dioses cayera sobre sus

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medio hermanos y su madre la reina, y detallando los tormentos que les infligiría antes dematarlos. Ella maldijo al niño en su interior también. “¡Fuera!,” gritó, arañando su hinchadovientre cuando su maestre y su partera intentaron contenerla. “¡Monstruo, monstruo, fuera,fuera, fuera, FUERA!”Cuando la niña nació por fin, demostró ser un monstruo de hecho: una criatura muerta,

retorcida y malformada, con un agujero en el pecho dónde debía estar su corazón y una gruesacola cubierta de escamas. La niña muerta había sido llamada Visenya, anunció la PrincesaRhaenyra al día siguiente, cuando la leche de la amapola había embotado el filo de su dolor.“Era mi única hija, y ellos la mataron. Robaron mi corona y asesinaron a mi hija, y responderánpor ello.”

Y así la danza comenzó, cuando la princesa reunió a su propio concilio. “El concilio negro,”oponiéndolo al “concilio verde” de Desembarco del Rey. Rhaenyra presidió el concilio, con sutío y marido el Príncipe Daemon. Sus tres hijos estaban presentes, aunque ninguno habíaalcanzado la edad de la madurez (Jace tenía quince, Luke catorce, Joffrey doce). Dos GuardiasReales estaba con ellos: Ser Erryk Cargyll, gemelo de Ser Arryk; y un hombre del oeste, Ser

Lorent Marbrand. Treinta caballeros, cien ballesteros y trescientos hombres de armascomponían el resto de la guarnición de Rocadragón. Siempre había sido considerado suficientepara una fortaleza de dicha fuerza. "Como instrumento de conquista, sin embargo, nuestroejército deja un poco que desear," observó con amargura el Príncipe Daemon.Una docena de señores menores, banderizos y vasallos de Rocadragón también estabansentados en el concilio negro: Celtigar de Isla Zarpa, Staunton de Grajal, Massey de Danza dePiedra, Bar Emmon de Punta Aguda, y Darklyn de Valle Oscuro entre otros. Pero el señor másimportante que empeñó su fuerza a favor de la princesa era Corlys Velaryon de Marcaderiva.Aunque la Serpiente Marina había envejecido, le gustaba decir que estaba aferrándose a lavida “como un marinero que se aferra a los restos de un barco hundido. Quizás los Siete mehan conservado para esta última batalla.” Con Lord Corlys vino su esposa la Princesa Rhaenys,de cincuenta años, todavía feroz e intrépida como había sido a los veintidós, una mujer a vecesconocida entre el pueblo llano como “La Reina Que Nunca Fue.”

Aquellos que se sentaban en el concilio negro se consideraban leales, pero sabíanperfectamente bien que el Rey Aegon II los llamaría traidores. Cada uno ya había recibido unacitación de Desembarco del Rey, exigiendo que se presentasen en la Fortaleza Roja para jurarsu lealtad al nuevo rey. Todos sus ejércitos combinados no podrían igualar el poder que podríapresentar los Hightower en el campo de batalla. Los verdes de Aegon también disfrutaban deotras ventajas. Antigua, Desembarco del Rey y Lannisport eran las ciudades más grandes y másricas del reino; y las tres se proclamaron por los verdes. Cada símbolo visible de legitimidadpertenecía a Aegon. Él estaba sentado en el Trono de Hierro. Vivía en la Fortaleza Roja. Llevabala corona del Conquistador, tenía la espada del Conquistador, y había sido ungido por unseptón de la Fe ante los ojos de docenas de miles de personas. El Gran Maestre Orwyle sesentaba en sus concilios, y el Lord Comandante de la Guardia Real había puesto la corona en sucabeza. Y era un hombre, lo que a los ojos de muchos hacía de él el legítimo rey, y a su mediahermana una usurpadora.

Contra todo eso, las ventajas de Rhaenyra eran pocas. Algunos señores mayores aun podíanrecordar los juramentos que habían prestado cuando se convirtió en Princesa de Rocadragón yfue nombrada heredera de su padre. Hubo un tiempo en que había sido muy querida por losde alta cuna y por el pueblo por igual, cuando la habían vitoreado como la Delicia del Reino.

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Más de un joven señor y noble caballero había buscado su favor entonces… aunque cuantostodavía lucharían por ella, ahora que era una mujer casada, con su cuerpo envejecido yengrosada por seis partos, era una pregunta que ninguno pudo contestar. Aunque su mediohermano había saqueado el tesoro de su padre, la princesa tenía a su disposición la riqueza dela Casa Velaryon, y las flotas de la Serpiente Marina le daban superioridad en el mar. Y su

consorte el Príncipe Daemon, probado y templado en los Peldaños de Piedra, tenía másexperiencia de guerra que todos sus enemigos juntos. Por último, pero no menos importante,Rhaenyra tenía sus dragones.“Como Aegon,” apuntó Lord Staunton.“Nosotros tenemos más,” dijo la Princesa Rhaenys, la Reina que Nunca Fue, que había sido

 jinete de dragón mucho más tiempo que todos los demás. “Y los nuestros son más grandes yfuertes, salvo por Vhagar. Los dragones prosperan mejor aquí en Rocadragón.” Los enumerópara el concilio. El Rey Aegon tenía a Sunfyre. Una bestia espléndida, aunque joven. AemondUn-Ojo montaba a Vhagar, y el peligro que representaba la antigua montura de la ReinaVisenya no podía ser contradicho. La Reina Helaena montaba Dreamfyre, el dragón hembraque una vez había llevado a la hermana del Viejo Rey a través de las nubes. El dragón del

Príncipe Daeron era Tessarion, con sus alas oscuras como el cobalto y sus garras, cresta yescamas del vientre tan brillantes como el cobre batido. “Eso hace cuatro dragones contamaño para combatir,” dijo Rhaenys. Los gemelos de la Reina Helaena también tenían suspropios dragones, pero no eran más que crías; el hijo más joven del usurpador, Maelor, soloposeía un huevo.

Contra estos, el Príncipe Daemon tenía a Caraxes y la Princesa Rhaenyra a Syrax, bestiasgrandes y formidables. Caraxes era sobre todo terrorífico, y no le eran desconocidos la sangrey el fuego después de los Peldaños de Piedra. Los tres hijos de Rhaenyra y Laenor Velaryoneran jinetes de dragones; Vermax, Arrax, y Tyraxes estaban creciendo cada vez más grandes.Aegon el Joven, el mayor de los dos hijos de Rhaenyra y el Príncipe Daemon, poseía aStormcloud un dragón joven, aunque tenía que montarlo todavía; su hermano pequeñoViserys iba a todas partes con su huevo. El propio dragón hembra de Rhaenys, Meleys la ReinaRoja, se había vuelto perezosa, pero seguía siendo fiera cuando despertaba. Los gemelos delpríncipe Daemon y Laena Velaryon también podrían ser jinetes de dragones. Moondancer, eldragón de Baela, pronto sería lo bastante grande como para llevar a la chica en su lomo… yaunque el dragón de su hermana Rhaena salió del cascarón, era una cosa rota que se murió alas pocas horas de surgir del huevo, Syrax había producido otra nidada recientemente. Rhaenarecibió uno de sus huevos y se comentaba que la chica dormía con él todas las noches, yrezaba por un dragón para igualar a su hermana.

Es más, otros seis dragones hicieron sus nidos en las cavernas humeantes de Montedragónsobre el castillo. Estaba Ala de Plata, la antigua montura de la Bondadosa Reina Alysanne;Seasmoke, la pálida bestia gris que había sido el orgullo y la pasión de Ser Laenor Velaryon; y elviejo canoso Vermithor, sin jinete desde la muerte del Rey Jaehaerys. Y detrás de la montañamoraban tres dragones salvajes, nunca reclamados, ni montados por ningún hombre, vivo omuerto. Los campesinos los habían llamado Ladrón de Ovejas, Fantasma Gris, y Caníbal.“Encontrad jinetes para domar a Ala de Plata, Vermithor y Seasmoke, y tendremos nuevedragones contra los cuatro de Aegon. Montemos sus parientes silvestres y tendremos doce,incluso sin Stormcloud,” apuntó la Princesa Rhaenys. “Así es como ganaremos esta guerra.”

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Lord Celtigar y Lord Staunton estuvieron de acuerdo. Aegon el Conquistador y sus hermanashabían demostrado que los caballeros y los ejércitos no podían resistir contra el fuego de losdragones. Celtigar urgió a la princesa a volar contra Desembarco del Rey de una vez, y reducirla ciudad a cenizas y huesos. “¿Y eso de qué nos servirá, mi señor?” exigió saber la SerpienteMarina. “Queremos gobernar la ciudad, no quemarla hasta los cimientos.”

“Nunca llegaremos a eso,” insistió Celtigar. “El usurpador no tendrá más remedio queoponerse a nosotros con sus propios dragones. Nuestros nueve seguramente abrumarán a suscuatro.”“¿A qué precio?” preguntó la Princesa Rhaenyra. “Mis hijos estarían montados sobre tres deesos dragones, os recuerdo. Y podrían no ser nueve contra cuatro. Yo todavía no estaré losuficientemente fuerte para volar durante algún tiempo. ¿Y quién montará a Ala de Plata,Vermithor y Seasmoke? ¿Vos, mi señor? No lo creo. Serán cinco contra cuatro, y uno de loscuatro será Vhagar. Eso no es una ventaja.”

Sorprendentemente el Príncipe Daemon estuvo de acuerdo con su esposa. “En los Peldaños dePiedra mis enemigos aprendieron a correr y esconderse cuando veían las alas de Caraxes o

escuchaban su rugido… pero ellos no tenían sus propios dragones. No es una cosa fácil para unhombre convertirse en un matadragones. Pero los dragones pueden matar dragones, y lohacen. Cualquier maestre que haya estudiado alguna vez la historia de Valyria puede decírselo.No voy a lanzar nuestros dragones contra el usurpador a menos que no tenga otra opción. Hayotras maneras de utilizarlos, mejores maneras.” El príncipe Daemon propuso su propiaestrategia al concilio negro. Rhaenyra debería tener una coronación propia, para responder aAegon. Después enviarían a los cuervos, llamando a los señores de los Siete Reinos para quedeclararan su lealtad a su verdadera reina.“Debemos luchar esta guerra con palabras antes de ir a batallar,” declaró el príncipe. Losseñores de las Grandes Casas tienen la llave de la victoria, insistió Daemon; sus hombres yvasallos los seguirían. Aegon el Usurpador había ganado la obediencia de los Lannister de RocaCasterly, y Lord Tyrell de Altojardin era un lloriqueante chaval oculto tras las faldas de sumadre, quien actuaba como su regente y quizás la mayoría del Dominio se habían aliado consus vasallos, los Hightowers… pero el resto de los grandes señores del reino todavía tenían quedeclararse.“Bastión de Tormentas estará con nosotros,” declaró la Princesa Rhaenys. Ella tenía la mismasangre por el lado de su madre y el difunto Lord Boremund siempre había sido el más fiel desus amigos.

El Príncipe Daemon tenía buenas razones para esperar que la Doncella del Valle tambiénpudiera traer el Nido de Águilas a su bando. Aegon buscaría el apoyo de Pyke ciertamente,

 juzgó; sólo las Islas de Hierro podrían emparejar la fuerza de la Casa Velaryon en el mar. Perolos hombres de hierro eran notoriamente inconstantes, y Dalton Greyjoy amaba la sangre y labatalla; fácilmente podría ser persuadido para apoyar a la princesa.El norte era demasiado remoto para ser de mucha importancia en la lucha, juzgó el concilio;cuando los Starks reunieran a sus banderizos y marchasen al sur, la guerra podría haberterminado. Lo que dejaba sólo a los señores rivereños, notoriamente pendencieros ygobernados, nominalmente al menos, por la Casa Tully de Aguasdulces. “Tenemos amigos enlas Tierras de los Ríos,” dijo el príncipe, “aunque no todos se atreven a mostrar todavía suscolores. Necesitamos un lugar dónde puedan reunirse, un lugar en el continente lo bastantegrande como para alojar a un ejército de tamaño regular, y bastante fuerte para respondercualquier ataque que el usurpador pudiese enviar contra nosotros.” Les mostró un mapa a losseñores. “Aquí. Harrenhal.”

Y así se decidió. El Príncipe Daemon conduciría el ataque desde Harrenhal, montando aCaraxes. La Princesa Rhaenyra permanecería en Rocadragón hasta recuperar sus fuerzas. La

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flota de Velaryon cerraría el Gaznate, saliendo de Rocadragón y Marcaderiva para bloqueartodo el transporte que entrara o saliera de la Bahía de Aguasnegras. “No tenemos la fuerzapara tomar Desembarco del Rey por asalto,” dijo el Príncipe Daemon, “no más de lo quenuestros enemigos esperarían capturar Rocadragón. Pero Aegon es un muchacho verde, y losmuchachos verdes son fácilmente provocables. Quizá le podamos llevar a atacar

imprudentemente.” La Serpiente Marina comandaría la flota, mientras la Princesa Rhaenysvolaría sobre ella para impedir que sus enemigos atacaran los barcos con los dragones.Entretanto, los cuervos volarían a Aguasdulces, Nido de Águilas, Pyke y Bastión de Tormentaspara ganar la obediencia de sus señores.

Entonces habló Jacaerys, el hijo mayor de la reina. “Nosotros debemos llevar esos mensajes,”dijo. “Los dragones ganarían a esos señores más rápido que los cuervos.” Su hermano Lucerysestuvo de acuerdo, insistiendo que él y Jace ya eran hombres, o lo suficientemente mayorescomo para que no importara. “Nuestro tío nos llama Strongs, y afirma que somos bastardos,pero cuando los señores nos vean en el lomo del dragón, sabrán que es una mentira. Sólo losTargaryen montan dragones.” Incluso el joven Joffrey intervino, ofreciéndose a montar su

propio dragón Tyraxes y unirse a sus hermanos.La Princesa Rhaenyra lo prohibió; Joff solo tenía doce años. Pero Jacaerys tenía quince yLucerys catorce; muchachos fuertes y fornidos, expertos en armas, que durante mucho tiempohabían servido como escuderos. “Si vais lo haréis como mensajeros, no como caballeros,” lesdijo. “No tomareis parte en ningún combate.” Hasta que ambos chicos no hicieron un

 juramento solemne sobre una copia de La Estrella de Siete Puntas, Su Alteza no consintió enusarlos como enviados. Se decidió que Jace, siendo el mayor de los dos, tomaría la tarea máslarga y más peligrosa, volando primero al Nido de Águilas para tratar con la Señora del Valle,luego a Puerto Blanco para atraer a Lord Manderly, y por último a Invernalia para encontrarsecon Lord Stark. La misión de Luke sería más corta y más segura; volaría al Bastión deTormentas, dónde —era de esperar— Borros Baratheon le daría una cálida bienvenida.

Al día siguiente se llevó a cabo una apresurada coronación. La llegada de Ser Steffon Darklyn,el tardío Guardia Real de Aegon, fue motivo de mucha alegría en Rocadragón, sobre todocuando se supo que él y sus compañero leales (“cambiacapas”, los llamaría Ser Otto al ofreceruna recompensa por su captura) habían llevado la corona robada del Rey Jaehaerys elConciliador. Trescientos pares de ojos observaron al Príncipe Daemon Targaryen colocando lacorona del Viejo Rey en la cabeza de su esposa, proclamándola Rhaenyra de la Casa Targaryen,Primera de Su Nombre, Reina de los Ándalos, los Rhoynar, y los Primeros Hombres. El príncipereclamó para él el título de Protector del Reino, y Rhaenyra nombró a su hijo mayor JacaerysPríncipe de Rocadragón y heredero al Trono de Hierro.

Su primero acto como reina fue declarar a Ser Otto Hightower y a la Reina Alicent traidores yrebeldes. “Como mis medio hermanos, y mi dulce hermana Helaena,” anunció, “que han sidodesviados por el consejo de hombre malos. Que vengan a Rocadragón, doblen la rodilla ypidan perdón y perdonaré gustosamente sus vidas y los traeré de vuelta a mi corazón, porqueson de mi propia sangre, y ningún hombre o mujer es tan maldito como el asesino de su propiasangre.”

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La noticia de la coronación de Rhaenyra alcanzó la Fortaleza Roja al día siguiente, para grandisgusto de Aegon II. “Mi media hermana y mi tío son culpables de alta traición,” declaró el

 joven rey. “Los quiero capturados y arrestados, y los quiero muertos.”Las cabezas más serenas del concilio verde deseaban parlamentar. “Se le debe hacer ver a laprincesa que su causa no tiene esperanza,” dijo el Gran Maestre Orwyle. “El hermano no debe

hacer la guerra a la hermana. Enviadme a ella, para que podamos hablar y llegar a un acuerdoamistoso.”Aegon no quería oír hablar de ello. El Septón Eustace nos dice que Su Alteza acusó al GranMaestre de deslealtad y habló de arrojarlo a una celda negra “con vuestros amigos negros.”Pero cuando las dos reinas —su madre la Reina Alicent y su esposa la Reina Helaena—hablaron a favor de la propuesta de Orwyle, el rey cedió a regañadientes. El Gran MaestreOrwyle fue despachado por la Bahía de Aguasnegras bajo un estandarte de paz, llevando unséquito que incluía a Ser Arryk Cargyll de la Guardia Real y Ser Gwayne Hightower de los capasdoradas, junto con una veintena de escribas y septones.

Los términos ofrecidos por el rey eran generosos. Si la princesa accedía a reconocerle como rey

y hacerle una reverencia ante el Trono de Hierro, Aegon II la confirmaría en la posesión deRocadragón y permitiría que la isla y el castillo pasaran a su hijo Jacaerys después de sumuerte. Su segundo hijo, Lucerys, sería reconocido como el heredero legítimo de Marcaderiva,y las tierras y feudos de la Casa Velaryon; sus hijos con el Príncipe Daemon, Aegon el Joven yViserys, tendrían plazas de honor en la corte, el primero como escudero del rey, el últimocomo su copero. Se concederían indultos a los señores y caballeros que habían conspiradotraicioneramente con ella en contra de su verdadero rey.Rhaenyra oyó las condiciones en silencio sepulcral, y entonces le preguntó a Orwyle sirecordaba a su padre, el Rey Viserys. “Por supuesto, Alteza,” respondió el maestre. “Quizápodríais decirnos a quien nombró su heredero y sucesor,” dijo la reina con la corona sobre lacabeza. “Vos, Alteza,” replicó Orwyle. Y Rhaenyra asintió y dijo, “Con vuestra propia lenguaadmitís que soy vuestra legítima reina. ¿Por qué servís entonces a mi medio hermano, elpretendiente? Decidle a mi medio hermano que tendré mi trono, o tendré su cabeza,” dijoenviando a los mensajeros de regreso.Aegon II, de veintidós años, era rápido para encolerizarse y lento para perdonar. “Yo le ofrecí una paz honorable, y la puta la escupió en mi cara,” declaró. “Lo que pasará ahora será por suculpa.”

Y así como él dijo, la Danza empezó. En Marcaderiva, los barcos de la Serpiente Marinatendieron velas partiendo desde Hull y Spicetown para cerrar el Gaznate, ahogando elcomercio hacia y desde Desembarco del Rey. Poco después, Jacaerys Velaryon volaba al norteen su dragón, Vermax, y su hermano Lucerys al sur en Arrax, mientras el Príncipe Daemonmontó a Caraxes hacia el Tridente.Harrenhal ya había demostrado una vez ser vulnerable desde el cielo, cuando Aegon el Dragónla había hecho caer. Su anciano castellano Ser Simon Strong se apresuró a rendir sus banderascuando Caraxes prendió la cima de la Torre de la Pira Real. Además de con el castillo elPríncipe Daemon se hizo con la riqueza nada despreciable de la Casa Strong y capturó a unadocena de valiosos rehenes, entre ellos Ser Simon y sus nietos.Entretanto, el Príncipe Jacaerys voló al norte en su dragón, convocando a Lady Arryn del Valle,a Lord Manderly de Puerto Blanco, a Lord Borrell y Lord Sunderland de Tres Hermanas, y

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Cregan Stark de Invernalia. Tan encantador era el príncipe, y tan terrorífico su dragón, quecada uno de los señores que visitó declaró su apoyo a su madre.Si el vuelo de su hermano “más corto, más seguro” hubiera ido tan bien, muchoderramamiento de sangre y dolor podrían haberse evitado.

La tragedia que ocurrió con Lucerys Velaryon en Bastión de Tormentas nunca fue planeada, eneso coinciden todas nuestras fuentes. Las primeras batallas en la Danza de los Dragones selucharon con plumas y cuervos, con amenazas y promesas, decretos y lisonjas. El asesinato deLord Beesbury en el consejo verde aún no era muy conocido; la mayoría creía que su señoríalanguidecía en algún calabozo. Mientras diversas caras familiares habían dejado de verse en lacorte ninguna cabeza había aparecido por encima de las puertas del castillo, y muchos todavíatenían la esperanza de que la cuestión de la sucesión pudiera resolverse pacíficamente.

El Desconocido tenía otros planes. Porque ciertamente estaba su mano detrás de la siniestraocasión que llevó a los dos príncipes juntos a Bastión de Tormentas, cuando el dragón Arraxcorrió delante de una tormenta que se avecinaba para llevar a Lucerys Velaryon a la seguridad

del patio del castillo, solo para encontrarse con Aemond Targaryen allí antes que él.El poderoso dragón del Príncipe Aemond, Vhagar, sintió su llegada primero. Los guardias quecaminaban por las almenas de los poderosos muros del castillo agarraron sus lanzas con terrorcuando se despertó, con un rugido que hizo temblar los cimientos mismos de DurranPesardedioses. Incluso Arrax se acobardó ante ese sonido, se nos dice, y Luke utilizó su látigopara forzarlo a descender.Los rayos iluminaban el este y una lluvia intensa caía cuando Lucerys descendió de su dragón,con el mensaje de su madre agarrado en la mano. Debía saber con seguridad lo que lapresencia de Vhagar significaba, así que no se llevó ninguna sorpresa cuando AemondTargaryen se enfrentó a él en la Sala Redonda, ante los ojos de Lord Borros, sus cuatro hijas, suseptón y su maestre, y dos veintenas de caballeros, guardias y sirvientes.“Mirad a esta lamentable criatura, mi señor,” gritó el Príncipe Aemond. “El pequeño LukeStrong, el bastardo.” Para Luke dijo, “Estás mojado, bastardo. ¿Está lloviendo o te has meadoencima de miedo?”Lucerys Velaryon sólo se dirigió a Lord Baratheon. “Lord Borros, le he traído un mensaje de mimadre, la reina.”“La puta de Rocadragón, quiere decir.” El Príncipe Aemond se adelantó y le arrebató la cartade la mano a Lucerys, pero Lord Borros rugió una orden y sus caballeros intervinieron, tirandode los príncipes para separarlos. Uno llevó la carta de Rhaenyra al estrado, donde su señoríaestaba sentado sobre el trono de los Reyes de la Tormenta de la antigüedad.Ningún hombre puede saber realmente lo que sintió Borros Baratheon en ese momento. Losrelatos de los que estaban allí difieren notablemente unos de otros. Algunos dicen que suseñoría estaba con la cara roja y avergonzado, como un hombre encontrado por su legítimaesposa con otra mujer en la cama. Otros declaran que Borros parecía estar saboreando elmomento, porque agradó a su vanidad tener tanto al rey como a la reina buscando su apoyo.Sin embargo todos los testigos están de acuerdo en lo que dijo e hizo Lord Borros. Nunca habíasido un hombre de letras, así que le entregó la carta de la reina a su maestre, quien rompió elsello y le susurró el mensaje al oído de su señoría. El ceño se frunció en el rostro de LordBorros. Se acarició la barba, frunció el ceño al mirar a Lucerys Velaryon y dijo, “Y si hago lo quetu madre manda ¿con cuál de mis hijas te casarás, chico?” Hizo un gesto hacia las cuatro niñas.“Elige una.”

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El Príncipe Lucerys solo pudo sonrojarse. “Mi señor, no soy libre para casarme,” replicó. “Estoyprometido con mi prima Rhaena.”“Es lo que pensé,” dijo Lord Borros. “Vete a casa, cachorro, y dile a la zorra de tu madre que elSeñor de Bastión de Tormentas no es un perro al que puede silbar cuando necesita ponerlocontra sus enemigos.” Y el Príncipe Lucerys se volvió para salir de la Sala Redonda.

Pero el Príncipe Aemond desenvainó su espada y le dijo. “¡Espera, Strong!”El Príncipe Lucerys recordó su promesa a su madre. “No voy a pelear. Vine aquí como enviado,no como caballero.”“Has venido aquí como cuervo y como traidor,” le respondió el Príncipe Aemond. “Tendré tuvida, Strong.”Ante eso Lord Borros se inquietó. “No aquí” refunfuñó. “Vino como enviado. No quiero sangrederramada bajo mi techo.” Así que sus guardias se colocaron entre los príncipes y escoltaron aLucerys Velaryon de la Sala Redonda de vuelta al patio del castillo donde su dragón Arrax seencorvaba bajo la lluvia, esperando su regreso.La boca de Aemond Targaryen se retorció de rabia, y se volvió una vez más a Lord Borros,solicitando su permiso para irse. El señor de Bastión de Tormentas se encogió de hombros y

respondió, “No soy quien para decirte qué hacer cuando no estás bajo mi techo.” Y suscaballeros se apartaron cuando el Príncipe Aemond corrió hacia las puertas.

Afuera, la tormenta estaba en su apogeo. Los truenos retumbaban a través del castillo, la lluviacaía en cortinas cegadores, y de vez en cuando grandes relámpagos blanquiazules volvían elmundo tan brillante como si fuera de día. Era mal tiempo para volar, incluso para un dragón, yArrax luchaba por mantenerse en el aire cuando el Príncipe Aemond montó en Vhagar y fuetras él. Si el cielo hubiera estado en calma el Príncipe Lucerys podría haber huido de superseguidor, porque Arrax era más joven y rápido… pero el día era negro, y así sucedió que losdragones se encontraron en la Bahía de los Naufragios. Observadores en los muros del castillovieron distantes explosiones de llamas, y oyeron un grito cortando los truenos. A continuaciónlas dos bestias se enredaron juntas, rodeadas por el chisporroteo de los relámpagos. Vhagarera cinco veces del tamaño de su enemigo, el endurecido superviviente de cien batallas. Sihubo una lucha, no pudo durar mucho.Arrax cayó, roto, para ser tragado por las turbulentas y tormentosas aguas de la bahía. Sucabeza y cuello aparecieron después en los precipicios debajo de Bastión de Tormentas, tresdías después, para convertirse en festín de cangrejos y gaviotas. También apareció el cadáverdel Príncipe Lucerys.Y con su muerte, la guerra de cuervos y mensajeros y pactos de matrimonio se acabó, y laguerra de fuego y sangre comenzó en serio.

En Rocadragón, la Reina Rhaenyra se derrumbó cuando oyó de la muerte de Luke. El hermanomenor de Luke, Joffrey (Jace seguía lejos en su misión al norte) hizo un terrible juramento devenganza contra el Príncipe Aemond y Lord Borros. Solo la intervención de la Serpiente Marinay la Princesa Rhaenys detuvo al chico de montar a su propio dragón. Cuando el concilio negrose sentó para considerar cómo devolver el golpe, un cuervo llegó de Harrenhal. “Ojo por ojo,hijo por hijo,” escribió el Príncipe Daemon. “Lucerys será vengado.”En su juventud, el rostro de Daemon Targaryen y su risa eran conocidos por cada ladrón, putay mercenario en el Lecho de Pulgas. El príncipe todavía tenía amigos en los bajos fondos deDesembarco del Rey, y seguidores entre los Capas Doradas. El Rey Aegon, la Mano y la ReinaViuda, desconocían que él también tenía aliados en la corte; incluso en el concilio verde… y aun intermediario, un amigo personal en quien confiaba absolutamente, quién conocía lossumideros de vino y los agujeros de ratas que se ocultaban a la sombra de la Fortaleza Roja.Entre los guisos del Lecho de Pulgas, el intermediario del Príncipe Daemon encontró losinstrumentos convenientes. Uno había sido un sargento de la Guardia de la Ciudad; grande ybrutal, había perdido su Capa Dorada por golpear a una prostituta hasta la muerte en una furia

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etílica. El otro era un cazador de ratas en la Fortaleza Roja. Sus verdaderos nombres seperdieron para la historia. Son recordados como “Sangre” y “Queso”.Las puertas ocultas y túneles secretos que Maegor el Cruel había construido eran tanfamiliares para el cazador de ratas como para las ratas que cazaba. Usando un pasadizoolvidado, Queso llevó a Sangre al corazón del castillo, ambos inadvertidos por los guardias.

Algunos dicen que su presa era el propio rey, pero Aegon era acompañado por la Guardia Realdonde quiera que fuera, e incluso Queso sabía que no había ningún otro camino para entrar osalir del Torreón de Maegor que el puente levadizo que cruzaba el foso seco y sus formidablespúas de hierro.

La Torre de la Mano era menos segura. Los dos hombres entraron a través de las paredes,pasando por alto a los lanceros apostados en las puertas de la torre. Las habitaciones de SerOtto no eran interesantes para ellos. En su lugar, se deslizaron en las cámaras de su hija, unpiso más abajo. La Reina Alicent había fijado su residencia allí después de la muerte del reyViserys, cuando su hijo Aegon se trasladó al Torreón de Maegor con su propia reina. Una vezdentro, Queso ató y amordazó la Reina Viuda, mientras Sangre estrangulaba a su doncella de

alcoba. Luego se sentaron a esperar, porque sabían que era la costumbre de la reina Helaenatraer a sus hijos a ver a su abuela todas las noches antes de acostarse.Ciega al peligro, la reina apareció cuando el crepúsculo cayó sobre el castillo, acompañada desus tres hijos. Jaehaerys y Jaehaera tenían seis años, Maelor dos. Al entrar en las habitaciones,Helaena sostenía su pequeña mano y diciendo en voz alta el nombre de su madre. Sangreatrancó la puerta y mató al guardia de la reina, mientras que Queso aparecía para arrebatarlea Maelor. "Grita y todos morirán," dijo Sangre a Su Alteza. La Reina Helaena mantuvo la calma,se dice. "¿Quién eres tú?", exigió de los dos. "Los cobradores de deudas", dijo Queso. "Ojo porojo, hijo por hijo. Sólo queremos uno, para igualar las cosas. No le haremos daño al resto deustedes, buena gente, no les tocaremos ni un pequeño pelo. ¿Cuál quieres perder,Excelencia?".Una vez que se dio cuenta de lo que quería decir, la Reina Helaena suplicó a los hombres quela mataran a ella en su lugar. "Una mujer no es un hijo", dijo Sangre. "Tiene que ser un niño."Queso advirtió la reina que tomara una decisión pronto, antes de que Sangre se aburriera yviolara a su pequeña niña. "Elija", dijo, "o los matamos a todos." De rodillas, llorando, Helaenanombró al más joven, Maelor. Tal vez pensó que el muchacho era demasiado joven paraentender, o tal vez fue porque el chico mayor, Jaehaerys, era el hijo y heredero primogénitodel rey Aegon, el siguiente en línea sucesoria para el Trono de Hierro.“¿Oíste eso, pequeño?”, le susurró Queso a Maelor. “Tu mamá te quiere muerto.” Entonceshizo un gesto a Sangre, y el tosco espadachín mató al Príncipe Jaehaerys, seccionando lacabeza del chico con un solo golpe. La reina empezó a gritar.

A pesar de que Sangre y Queso le perdonaron la vida, no se puede decir que la Reina Helaenasobreviviera a ese fatídico anochecer. Después de eso Helaena no comía, ni se bañaba, nidejaba sus aposentos, y ya no podía mirar a su hijo Maelor, sabiendo que lo había elegido paramorir. El rey no tuvo más remedio que apartar al niño de ella y dárselo a su madre, la Reina

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Viuda Alicent, para que lo criara como si fuera suyo. Después de eso Aegon y su mujer dormíanseparados, y la Reina Helaena se hundió más y más profundamente en la locura, mientras elrey se enfurecía, y bebía y bramaba.Ahora el derramamiento de sangre comenzó en serio.

La caída de Harrenhal en manos del Príncipe Daemon causó un gran sobresalto a Su Alteza.Hasta ese momento Aegon II había creído que la causa de su medio hermana era desesperada.Harrenhal hizo que Su Alteza se sintiera vulnerable por primera vez. Rápidas derrotasposteriores como las de Molino Quemado y Seto de Piedra cayeron como golpes, e hicieron alrey darse cuenta de que su situación era más peligrosa de lo que parecía. Este miedo se hizomás profundo cuando los cuervos volvieron del Dominio, donde los verdes se creían másfuertes. La Casa Hightower y Antigua eran firmes partidarios del Rey Aegon, y Su Alteza tenía elRejo también… pero en diversos lugares del sur otros señores se declararon a favor deRhaenyra, entre ellos Lord Costayne de Tres Torres, Lord Mullendore de Tierras Altas, LordTarly de Colina Cuerno, Lord Rowan de Sotodeoro y Lord Grimm de Escudo Gris.Otros golpes los siguieron: el Valle, Puerto Blanco, Invernalia. Los Blackwood y otros señores

rivereños fluyeron hacia Harrenhal y los estandartes del Príncipe Daemon. La flota de laSerpiente Marina tenía cerrada la bahía del Aguasnegras, y cada mañana el Rey Aegon recibíaa mercaderes gimoteantes. Su Alteza no tenía respuestas para sus quejas, más allá de otracopa de vino fuerte. “Haced algo,” pedía a Ser Otto. La Mano le aseguró que se estabahaciendo algo; que había urdido un plan para romper el bloqueo Velaryon. Uno de losprincipales pilares de apoyo de la reclamación de Rhaenyra era su consorte, sin embargo elPríncipe Daemon representaba una de sus mayores debilidades también. El príncipe habíahecho más enemigos que amigos durante el curso de sus aventuras. Ser Otto Hightower, quehabía estado entre los principales de sus enemigos, cruzó el Mar Angosto hacia otros de losenemigos del príncipe, el Reino de las Tres Hijas, con la esperanza de persuadirlos a actuarcontra la Serpiente Marina.

Las demoras no le sentaban bien al joven rey. Aegon II había perdido la paciencia con lasprecauciones de su abuelo. Aunque su madre la Reina Viuda Alicent habló en defensa de SerOtto, Su Alteza hizo oídos sordos a sus súplicas. Convocó a Ser Otto al Salón del Trono, arrancóla cadena de su cuello y se la puso a Ser Criston Cole. “Mi nueva Mano es un puño de acero,”alardeó. “Hemos terminado con eso de escribir cartas.” Ser Criston no tardó en demostrar sutemple. “No debes implorar el apoyo de los señores, como un mendigo pidiendo limosna,” ledijo a Aegon. “Eres el legítimo rey de Poniente, y aquellos que lo nieguen son traidores. Ya eshora de que aprendan el precio de la traición.”El Consejero de los rumores del Rey Aegon, Larys Strong el Patizambo, había elaborado unalista de todos los señores que se habían reunido en Rocadragón para asistir a la coronación dela Reina Rhaenyra y sentarse en su consejo negro. Lord Celtigar y Lord Velaryon tenían sussedes en las islas; ya que Aegon II no tenía fuerza en el mar, estaban más allá del alcance de suira. Sin embargo, aquellos señores “negros” cuyas tierras estaban en el continente, nodisfrutaban de tal protección.

Valle Oscuro cayó fácilmente, tomado por sorpresa por las fuerzas del Rey; el pueblo fuesaqueado, quemaron los barcos en el puerto, y Lord Darklyn fue decapitado. Grajal fue elsiguiente objetivo de Ser Criston. Prevenido de su venida, Lord Staunton cerró sus puertas ydesafió a los asaltantes. Detrás sus muros, su señoría sólo pudo mirar como sus campos,bosques y pueblos fueron quemados; sus ovejas, ganado y campesinos pasados por la espada.

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Cuando las provisiones dentro del castillo empezaron a escasear, despachó un cuervo aRocadragón, suplicando ayuda.

Nueve días después de que Lord Staunton despachó su súplica, el sonido de alas correosas seoyó sobre el mar, y el dragón Meleys apareció sobre Grajal. La Reina Roja, se llamaba, por las

escamas de color escarlata que la cubrían. Las membranas de sus alas eran rosadas, su cresta,cuernos y garras refulgentes como el cobre. Y en su espalda, en armadura de acero y cobre,resplandeciente en el sol, montaba Rhaenys Targaryen, la Reina Que Nunca Fue.Ser Criston Cole no se desanimó. La Mano de Aegon había esperado esto, y contaba con ello.Los tambores tronaron una orden, y salieron los arqueros, y hombres con lanzas, llenando elaire con flechas y lanzas. Los escorpiones fueron tensados para disparar pernos de hierro de lamisma especie de los que habían derribado a Meraxes en Dorne. Meleys sufrió una veintenade golpes, pero las flechas solo sirvieron para hacerlo enojar. Descendió, escupiendo fuego aderecha e izquierda. Los caballeros se quemaron en sus sillas, mientras el pelo, el cuero y losarneses de los caballos fueron pasto de las llamas. Los hombres de armas arrojaron sus lanzasy se dispersaron. Algunos trataron de esconderse tras sus escudos, pero ni el roble ni el hierro

podían soportar el aliento del dragón. Ser Criston montó en su caballo blanco gritando“Apuntad al jinete,” a través del humo y las llamas. Meleys rugió, el humo se arremolinó en susnarices, un semental pateó sus mandíbulas envuelto en lenguas de fuego.

Entonces llegó un rugido de respuesta. Otras dos formas aladas aparecieron: el rey ahorcajadas sobre Sunfyre el Dorado, y su hermano Aemond sobre Vhagar. Criston Cole habíacolocado la trampa y Rhaenys había venido a por el cebo. Ahora, los dientes se cerraron entorno a ella.La Princesa Rhaenys no hizo ningún intento de huir. Con un grito de alegría y un chasquido desu látigo, volvió a Meleys contra el enemigo. Solo contra Vhagar podría haber tenido algunaoportunidad, porque la Reina Roja era vieja y astuta, y no desconocía la batalla. Contra Vhagary Sunfyre juntos, la muerte era segura. Los dragones se encontraron violentamente a mil piessobre el campo de batalla; las bolas de fuego estallaron y florecieron, tan brillantes que loshombres juraron después que el cielo estaba lleno de soles. Las mandíbulas de color carmesí de Meleys se cerraron alrededor del cuello dorado de Sunfyre por un momento, hasta queVhagar cayó sobre ellos desde arriba. Los tres animales giraron hacia el suelo. Lo golpearoncon tanta fuerza que algunas piedras de las almenas de Grajal cayeron a media legua dedistancia.

Los más cercanos a los dragones no vivieron para contarlo. Los que estaban más lejos nopodían ver, por las llamas y el humo. Pasaron horas antes de que se apagaran las llamas. Perode las cenizas, sólo Vhagar se levantó ileso. Meleys estaba muerto, roto en pedazos por lacaída. Y Sunfyre, la espléndida bestia dorada, tenía la mitad de un ala colgando de su cuerpo,mientras que su real jinete tenía algunas costillas y la cadera rotas, y quemaduras que cubríanla mitad de su cuerpo. Su brazo izquierdo era el que estaba peor. Las llamas de los dragoneshabían sido tan ardientes que la armadura del rey se había fundido en su carne.Un cuerpo, que creyeron que era el de Rhaenys Targaryen, se encontró después al lado delcadáver de su dragón, pero tan carbonizado que nadie podía estar seguro de que fuera ella. Laamada hija de Lady Jocelyn Baratheon y el Príncipe Aemon Targaryen, la fiel esposa de LordCorlys Velaryon, madre y abuela, la Reina Que Nunca Fue vivió intrépidamente, y murió entresangre y fuego. Tenía cincuenta y cinco años.

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Ochocientos caballeros, escuderos y gente común también perdieron la vida ese día. Otroscien perecieron no mucho después cuando el Príncipe Aemond y Ser Criston Cole tomaronGrajal y pasaron a su guarnición por la espada. La cabeza de Lord Staunton fue llevada devuelta a Desembarco del Rey y colocada sobre la Puerta Vieja… pero fue la cabeza del dragónMeleys, llevada a la ciudad en un carro, la que asombró y silenció a la multitud del pueblo

llano. Miles huyeron de Desembarco del Rey después, hasta que la Reina Viuda Alicent ordenócerrar a cal y canto las puertas de la ciudad.

El Rey Aegon II no murió, pero sufrió tales quemaduras que rezó por la muerte. Llevado devuelta a Desembarco del Rey en una litera cerrada para ocultar la gravedad de sus heridas, SuAlteza no se levantó de la cama en lo que quedaba del año. Los septones oraron por él, losmaestres lo asistieron con pociones y leche de la amapola, pero Aegon dormía nueve horas decada diez, despertando solo el tiempo suficiente para tomar un poco de alimento antes dedormirse de nuevo. Nadie perturbó su descanso, salvo su madre la Reina Viuda y su Mano, SerCriston Cole. Su esposa nunca hizo el intento de acudir, por lo perdida que estaba Helaena ensu propio dolor y locura.

El dragón del rey, Sunfyre, demasiado grande y pesado para moverlo, e incapaz de volar con suala dañada, permaneció en los campos más allá de Grajal, arrastrándose a través de las cenizascomo una gran sierpe dorada. En los primeros días, se alimentó de los cadáveres quemados delos muertos. Cuando se acabaron, los hombres que Ser Criston había dejado atrás paraprotegerlo le llevaron terneros y ovejas.“Ahora debes gobernar el reino, hasta que tu hermano esté lo suficientemente fuerte paraponerse la corona de nuevo,” le dijo la Mano del Rey al Príncipe Aemond. No hizo falta que SerCriston se lo dijera dos veces. Y así Aemond Un-Ojo el Mataparientes tomó la corona de hierroy rubíes de Aegon el Conquistador. “Me queda mejor que a él,” proclamó el príncipe. Sinembargo Aemond no asumió el título de rey, pero se nombró a si mismo Protector del Reino yPríncipe Regente. Ser Criston Cole permaneció como Mano del Rey.

Mientras tanto, las semillas que Jacaerys Velaryon había plantado en su vuelo al norte estabanempezando a dar frutos, y los hombres se estaban reuniendo en Puerto Blanco, Invernalia,Fuerte Túmulo, Villahermana, Puerto Gaviota y en las Puertas de la Luna. Si llegaban a unir susfuerzas con la de los señores rivereños que se habían reunido en Harrenhal con el PríncipeDaemon, incluso los fuertes muros de Desembarco del Rey no sería capaces de resistirlos,advirtió Ser Criston al nuevo Príncipe Regente.Muy seguro de su propia destreza como guerrero y del poder de su dragón Vhagar, Aemondestaba ansioso por llevar la batalla el enemigo. “La puta de Rocadragón no es la amenaza,”dijo. “No más que Rowan y esos traidores del Dominio. El peligro es mi tío. Una vez Daemonesté muerto, todos esos tontos abandonaran la bandera de nuestra hermana, correrán denuevo a sus castillos y no habrá más problemas para nosotros.”

Al este de la Bahía del Aguasnegras, la Reina Rhaenyra también se sentía mal. La muerte de suhijo Lucerys había sido un duro golpe para una mujer ya rota por el embarazo, el parto y elaborto. Cuando la noticia de que la Princesa Rhaenyra había caído alcanzó Rocadragón secruzaron duras palabras entre la reina y Lord Velaryon, que la culpaba por la muerte de suesposa. “Deberías haber sido vos,” le gritó la Serpiente Marina a Su Alteza. “¡Staunton osllamó, pero dejasteis responder a mi esposa y prohibisteis a vuestros hijos a unirse a ella!”Porque como todo el castillo sabía, los príncipes Jace y Joff habían estado ansiosos por volarcon la Princesa Rhaenys a Grajal con sus propios dragones.

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Fue Jace quien saltó a la palestra ahora, a finales del año 129 DC. Primero llevó al Señor de lasMareas de vuelta al redil nombrándolo la Mano de la Reina. Juntos, él y Lord Corlys empezarona planear un asalto a Desembarco del Rey.

Consciente de la promesa que le había hecho a la Doncella del Valle, Jace ordenó al Príncipe

Joffrey que volara a Puerto Gaviota con Tyraxes. Munkun sugiere que el deseo de Jace demantener a su hermano lejos de los combates fue de suma importancia en esta decisión. Estono le sentó bien a Joffrey, que estaba determinado a probarse en la batalla. Solo cuando le dijoque era enviado para defender el Valle contra los dragones del Rey Aegon, consintió en ir.Rhaena, la hija de trece años del Príncipe Daemon y Laena Velaryon, fue elegida paraacompañarle. Conocida como Rhaena de Pentos, por la ciudad donde había nacido, no era

 jinete de dragón, ya que su cría había muerto algunos años antes pero llevó al Valle treshuevos de dragón, donde rezó todas las noches por su eclosión. El Príncipe de Rocadragóntambién se preocupó por la seguridad de sus medio hermanos, Aegon el Joven y Viserys, denueve y siete años respectivamente. Su padre, el Príncipe Daemon, había hecho muchosamigos en la Ciudad Libre de Pentos durante sus visitas allí, así que Jacaerys los envió a través

del Mar Angosto al Príncipe de la ciudad, quien accedió a acoger a los dos chicos hasta queRhaenyra hubiera asegurado el Trono de Hierro. En los últimos días de 129 DC los jóvenespríncipes abordaron la coca Alegre Abandonado –Aegon con Stormcluod, Viserys agarrado a suhuevo- para embarcarse hacia Essos. La Serpiente Marina envió siete de sus buques de guerracon ellos como escolta para asegurarse de que llegaran a Pentos sin peligro.Con Sunfyre herido e incapaz de volar cerca de Grajal y Tessarion con el Príncipe Daeron enAntigua, solo dos dragones maduros permanecieron para defender Desembarco del Rey… y el

 jinete de Dreamfyre, la Reina Helaena, pasaba sus días en la oscuridad, llorando, yseguramente no podía ser considerada una amenaza. Eso dejaba solo a Vhagar. Ningún dragónvivo podía competir con Vhagar en tamaño o ferocidad, pero Jace razonó que si Vermax, Syraxy Caraxes descendieran a la vez sobre Desembarco del Rey incluso “esa vieja perra canosa”sería incapaz de resistirse a ellos. Sin embargo, tan grande era la reputación de Vhagar que elpríncipe vaciló, teniendo en cuanta como podría añadir más dragones a su ataque.

La Casa Targaryen había gobernado Rocadragón durante más de doscientos años, desde queLord Aenar Targaryen llegó de Valyria con sus dragones. A pesar de que siempre había sido sucostumbre casarse el hermano con la hermana y primo con prima, la sangre joven correardiente y no era raro que los hombres de la casa buscaran placer entre las hijas (e incluso lasesposas) de sus súbditos, el pueblo llano, que vivía en los pueblos debajo de Montedragón,labradores de la tierra y pescadores del mar. De hecho, hasta el reinado del Rey Jaehaerys y laBondadosa Reina Alysanne, la antigua ley de la primera noche había prevalecido enRocadragón, como lo hizo en todo Poniente, por lo que era el derecho de todo señor llevarse ala cama a cualquier doncella de sus dominios en su noche de bodas.

Aunque esta costumbre estaba muy mal vista en el resto de los Siete Reinos, por hombres detemperamento celoso que no comprendían el honor que se les confería, tales sentimientoseran desconocidos en Rocadragón, donde los Targaryen eran considerados como seres máscercanos a los dioses que el común de los hombres. Aquí, las desposadas así bendecidas en sunoche de bodas eran envidiadas, y los niños nacidos de tales uniones se valoraban sobre todoslos demás, por lo que los Señores de Rocadragón a menudo celebraban el nacimiento conabundantes regalos en oro y seda y tierras para la madre. Se decía que estos afortunadosbastardos habían “nacido de la semilla de dragón,” y eran conocidos como “las semillas.”

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Incluso después del final del derecho a la primera noche, ciertos Targaryen continuarondivirtiéndose con las hijas de los posaderos y las mujeres de los pescadores, por los que lassemillas y los hijos de las semillas eran abundantes en Rocadragón.

El Príncipe Jacaerys necesitaba más jinetes de dragón, y más dragones, y fue a los nacidos de la

semilla de dragón a los que acudió, y prometió que a cualquier hombre que pudiera dominarun dragón se le concederían tierras y riquezas y sería armado caballero. Sus hijos seríanennoblecidos, sus hijas se casarían con príncipes y tendría el honor de luchar al lado delPríncipe de Rocadragón contra el pretendiente Aegon II Targaryen y sus traidores partidarios.No todos los que acudieron en respuesta de la llamada del príncipe eran semillas, ni siquierahijos o nietos de semillas. Una veintena de los propios caballeros sin hogar de la reina seofrecieron como jinetes de dragón, entre ellos el Lord Comandante de la Guardia Real, SerSteffon Darklyn, junto con escuderos, pinches, marineros, hombres de armas, titiriteros y doscriadas.

Los dragones no son caballos. No aceptan con facilidad a hombres sobre sus espaldas, y

cuando se enojan o se sienten amenazados, atacan. Dieciséis hombres perdieron sus vidasdurante el intento por convertirse en jinetes de dragones. Tres veces esa cifra fueron losquemados o mutilados. Steffon Darklyn fue quemado hasta la muerte cuando se disponía amontar al dragón Seasmoke. Lord Gormon Massey corrió la misma suerte cuando se acercó aVermithor. Un hombre llamado Denys el Plateado, cuyo cabello y ojos daban credibilidad a suafirmación de ser un hijo bastardo del Rey Maegor el Cruel, perdió un brazo arrancado porLadrón de Ovejas. Cuando sus hijos luchaban por restañar la herida, el Caníbal descendió sobreellos, obligando a retirarse a Ladrón de Ovejas, y el padre y los hijos fueron devorados porigual.Sin embargo Seasmoke, Vermithor y Ala de Plata estaban acostumbrados a los hombres ytoleraban su presencia. Habiendo sido montados una vez, eran más receptivos a nuevos

 jinetes. Vermithor, el dragón del Viejo Rey, inclinó su cuello al bastardo de un herrero, unhombre muy alto llamado Hugh Hammer (Martillo), o Hugh el Duro, mientras que un hombrede cabello pálido llamado Ulf el Blanco (por su pelo) o Ulf el Beodo (por la bebida) montó a Alade Plata, el dragón de la Reina Alysanne.Y Seasmoke que había llevado una vez a Laenor Velaryon, aceptó en su lomo a un tal Addamde Hull de quince años, cuyos orígenes siguen siendo motivo de controversia entre loshistoriadores hasta el día de hoy. No mucho después de que Addam de Hull se probara a simismo montando a Seasmoke, Lord Corlyss llegó a pedir a la Reina Rhaenyra que quitara lamancha de la bastardía de él y su hermano. Cuando el Príncipe Jacaerys añadió su voz a lademanda, la reina consintió. Addam de Hull, semilla de dragón y bastardo, se convirtió enAddam Velaryon, heredero de Marcaderiva.

Los tres dragones salvajes de Rocadragón fueron menos fáciles de reclamar que aquellos queya habían tenido jinetes, sin embargo se hicieron sobre ellos los mismos intentos. Ladrón deOvejas, un dragón notablemente feo de un marrón “fangoso” que nació cuando el Viejo Reyera aún joven, tenía gusto por la carne de cordero, bajando en picado sobre los rebaños de lospastores desde Marcaderiva hasta el río Rodeo. Rara vez dañaba a los pastores, a menos queintentaran interferir, pero era conocido por devorar ocasionalmente algún perro pastor.Fantasma Gris tenía su nido en una alta grieta humeante en la ladera oriental deMontedragón, prefería los peces y se le solía ver volando bajo sobre el Mar Angosto,arrebatando presas del mar. Este dragón era una bestia de un pálido blanco-grisáceo del colorde la niebla de la mañana, notablemente tímido que evitaba a los hombres y sus obras desdehacía años.El más grande y viejo de los dragones salvajes era Caníbal, que se llamaba así porque sealimentaba de los cadáveres de los dragones muertos, y descendía sobre los nidos de

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Rocadragón para hartarse de dragones recién nacidos y huevos. Los aspirantes a domadoresde dragón habían hecho intentos de montarlo una docena de veces; su guarida estaba llena desus huesos.

Ninguno de las semillas de dragón pudo montar a Caníbal (ninguno de los que fueron volvió

para contar su historia). Algunos buscaron a Fantasma Gris pero no lo encontraron, porque erauna criatura escurridiza. Ladrón de Ovejas resultó más fácil de encontrar, pero seguía siendouna bestia cruel de mal carácter que mató a más semillas que los tres “dragones de castillo”

 juntos. Uno que esperaba domarlo (después de buscar infructuosamente a Fantasma Gris) fueAlyn de Hull. Ladrón de Ovejas no quiso saber nada de él. Cuando tropezó en la guarida deldragón con su capa en llamas, solo una rápida acción de su hermano le salvó la vida. Seasmokeapartó al dragón salvaje mientras Addam usaba su propia capa para apagar las llamas. AlynVelaryon llevaría las cicatrices del encuentro en la espalda y las piernas para el resto de sularga vida. Sin embargo se consideró afortunado, porque sobrevivió. Muchas de las otrassemillas y solicitantes que aspiraban a montar sobre la espalda de Ladrón de Ovejasterminaron en su lugar en su estómago.

Al final el dragón marrón fue doblegado por la astucia y la persistencia de una “pequeña chicade piel oscura” de dieciséis años, llamada Netty, quien le entregó una oveja recién sacrificadatodas las mañanas hasta que Ladrón de Ovejas aprendió a aceptarla y esperarla. Era de pelonegro, ojos marrones, piel morena, flaca, malhablada, sucia y sin miedo… y el primer y último

 jinete del dragón Ladrón de Ovejas.Esto hizo que el Príncipe Jacaerys lograra su objetivo. Pese a toda la muerte y el dolor quecausó, las viudas que quedaban atrás y los hombres quemados que llevarían sus cicatriceshasta el día de su muerte, se habían encontrado cuatro nuevos jinetes de dragón. Cuando elaño 129 DC llegaba a su fin, el príncipe estaba preparado para volar contra Desembarco delRey. La fecha que eligió para el ataque fue la primera luna llena del año nuevo.Pero los planes de los hombres no son sino juguetes para los dioses. Porque así como Jacepreparó sus planes, una nueva amenaza se acercaba desde el este. Los ardides de OttoHightower habían dado frutos; reunido en Tyrosh, el Alto Concilio de los Triarcas habíaaceptado su oferta de alianza. Noventa buques de guerra salieron de los Peldaños de Piedracon los estandartes de las Tres Hijas, remando hacia el Gaznate… y como la oportunidad y losdioses lo quisieron, la coca de Pentos Alegre Abandonado, llevando a dos príncipes Targaryen,navegó directamente a sus dientes. Los barcos escoltas enviados para protegerla se hundieron,o fueron capturadas, y el Alegre Abandonado también fue capturado.

La historia se supo en Rocadragón sólo cuando el Príncipe Aegon llegó aferrándosedesesperadamente al cuello de su dragón, Stormcloud. El chico estaba blanco de terror,temblando como una hoja y apestando a orina. De sólo nueve años, nunca había voladoantes… y nunca volvería a volar de nuevo, porque Stormcloud había sido terriblemente heridocuando huía, llegando con innumerables flechas incrustadas en su vientre y un perno deescorpión atravesándole el cuello. Murió menos de una hora después, silbando mientras lasangre caliente brotaba negra y salía humo de sus heridas. El hermano más joven, el PríncipeViserys, no tuvo ninguna posibilidad de escapar de la coca. Un muchacho inteligente, escondióel huevo de su dragón y cambió sus prendas por ropas rotas y manchada de sal, pretendiendoser un grumete del barco, pero uno de los chicos de la nave real lo traicionó, y fue apresado.Fue un capitán tyroshi quien primero se dio cuenta de quién era pero el almirante de la flota,Sharako Lohar de Lys, pronto lo alivió de su premio.

Cuando el Príncipe Jacaerys voló sobre la flota de galeras de Lys montado en Vermax, unalluvia de lanzas y flechas se levantó a su encuentro. Los marineros de la Triarquía se habíanenfrentado a dragones antes cuando estaban en guerra con el Príncipe Daemon en los

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Peldaños de Piedra. Ningún hombre podría criticar su valor; estaban dispuestos a enfrentarseal fuegodragón con sus propias armas como habían hecho antes. “Matad al jinete y el dragónse marchará,” les dijeron sus capitanes y comandantes. Un barco se incendió, y luego otro.Aun así los hombres de las Ciudades Libres lucharon… hasta que un grito resonó y miraronhacia arriba para ver más formas aladas que venían de los alrededores de Montedragón y

giraban hacia ellos.

Una cosa es hacerle frente a un dragón, otra muy diferente hacerle frente a cinco. Cuando Alade Plata, Ladrón de Ovejas, Seasmoke y Vermithor descendieron sobre ellos, los hombres de laTriarquía sintieron como su coraje los abandonaba. La línea de buques de guerra se rompiócuando una galera tras otra fue rechazada. Los dragones cayeron como rayos, escupiendobolas de fuego, azul y naranja, rojo y oro, cada una más brillante que la anterior. Uno detrás deotro los buques estallaron o fueron consumidos por las llamas. Hombres gritando saltaban almar, envueltos en fuego. Altas columnas de humo negro se levantaron del agua. Todo parecíaperdido… todo estaba perdido……hasta que Vermax voló demasiado bajo, y fue a estrellarse en el mar.

Después se contaron diversas historias sobre cómo y por qué cayó el dragón. Algunosafirmaron que un ballestero le atravesó un ojo con un perno de hierro, pero esta versiónparece sospechosamente similar a la forma en que Meraxes encontró su fin, tiempo atrás enDorne. Otro relato nos dice que un marinero en la cofa de una galera de Myr le lanzó un anclaa Vermax cuando se acercó a la flota. Uno de sus dientes se enganchó entre dos escamas, y seclavó profundamente por la propia velocidad del dragón. El marinero había enrollado suextremo de la cadena alrededor del mástil y el peso de la nave y el poder de las alas de Vermaxabrió un largo corte en el vientre del dragón. El alarido rabioso del dragón se oyó tan lejoscomo Spicetown, incluso a través del estrépito de la batalla. Su vuelo acabó en un violentofinal y Vermax cayó humeando y chillando, arañando el agua. Los supervivientes dijeron queluchó por levantarse, solo para estrellarse de cabeza contra una galera en llamas. La madera seastilló, el mástil se vino abajo y el dragón, destrozado, se enredó en el aparejo. Cuando elbarco escoró y se hundió, Vermax se hundió con él.Se dice que Jacaerys Velaryon saltó y se aferró a un pedazo de restos humeantes durante unosinstantes, hasta que unos ballesteros en un barco de Myr cercano comenzaron a lanzarlecuadrillos. El príncipe fue alcanzado una y otra, y otra vez. Más y más myrienses trajeronballestas cargadas. Finalmente un cuadrillo le alcanzó en el cuello y Jace fue tragado por elmar.

La Batalla del Gaznate continuó con rabia durante la noche al norte y al sur de Rocadragón, ypermanece entre las más sangrientas batallas marinas de toda la historia. El almirante de laTriarquía Sharako Lohar había llevado una flota combinada de noventa buques de guerramyrienses, lysenos y tyroshis desde los Peldaños de Piedras; solo veintiocho sobrevivieron pararegresar arrastrándose a casa.

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Aunque los atacantes pasaron de largo de Rocadragón, sin duda por la creencia de que laantigua fortaleza Targaryen era demasiado poderosa para ser asaltada, se cobraron un cruelpeaje en Marcaderiva. Spicetown fue brutalmente saqueada, los cuerpos de hombres, mujeresy niños masacrados en las calles y dejados como forraje para gaviotas, ratas y cuervos, susedificios quemados. La ciudad nunca fue reconstruida. Marea Alta también fue incendiada.

Todos los tesoros que la Serpiente Marina había traído desde el este fueron consumidos por elfuego, sus siervos asesinados cuando trataban de huir de las llamas. La flota Velaryon perdió almenos la tercera parte de sus fuerzas. Miles murieron. Sin embargo ninguna de esas pérdidasse sintió tan profundamente como la de Jacaerys Velaryon, Príncipe de Rocadragón y herederodel Trono de Hierro.

Una quincena después, en el Dominio, Ormund Hightower se encontró atrapado entre dosejércitos. Thaddeus Rowan, Señor de Sotodeoro, y Tom Flores, el Bastardo de Puenteamargo,estaban presionándolo desde el nordeste con un gran ejército de caballeros montados;mientras Ser Alan Beesbury, Lord Alan Tarly, y Lord Owen Costayne habían unido sus fuerzaspara cortar su retirada a Antigua. Cuando sus ejércitos se cerraron a su alrededor en las orillas

del río Vinomiel, atacado a la vez por delante y por detrás, Lord Hightower pensó que laderrota era inminente… hasta que una sombra barrió el campo de batalla y un rugido terribleresonó sobre las cabezas. Un dragón había venido.El dragón era Tessarion, la Reina Azul, de cobalto y cobre. En su espalda montaba DaeronTargaryen, el más joven de los tres hijos de la Reina Alicent, de quince años, y escudero deLord Ormund.

La llegada del Príncipe Daeron y su dragón invirtió la marea de la batalla. Ahora estabanatacando los hombres de Lord Ormond, gritando maldiciones a sus enemigos, mientras loshombres de la reina huían. Al final del día, Lord Rowan estaba retirándose al norte con losrestos de su ejército, Tom Flores estaba muerto y quemado entre las cañas, ambos Alanhabían sido tomados prisioneros, y Lord Costayne estaba agonizando por una herida dada conla negra hoja de Jon Roxton el Audaz, Hacedora de Huérfanos. Mientras los lobos y los cuervosse alimentaban de los cadáveres, Lord Hightower agasajó al Príncipe Daeron con carne de uroy vino, y lo armó caballero con su larga espada de acero valiryio, Vigilancia, llamándolo “SerDaeron el Atrevido.” El príncipe respondió modestamente, “Mi señor es amable por decirlo,pero la victoria pertenece a Tessarion.”

En Rocadragón un aire de desaliento y derrota se cernió sobre el consejo negro cuando se tuvoconocimiento del desastre del Vinomiel. Lord Bar Emmon incluso llegó a sugerir que quizáshabía llegado el momento de doblar la rodilla ante Aegon II. Sin embargo, la reina no quisosaber nada del asunto. Sólo los dioses conocen realmente los corazones de los hombres, y losde las mujeres están llenas de misterio. Rota por la pérdida de un hijo, Rhaenyra Targaryenparecía encontrar nuevas fuerzas después de la pérdida de un segundo. La muerte de Jace laendureció, quemando sus miedos, dejando solo su furia y su odio. Todavía poseía másdragones que su medio hermano y Su Alteza decidió usarlos ahora, sin importar el precio.Haría llover fuego y muerte sobre Aegon y todos aquellos que lo apoyaban; lo quitaría delTrono de Hierro, o moriría en el intento.

Una resolución similar se arraigó en el pecho de Aemond Targaryen al otro lado de la bahía,gobernando en nombre de su hermano Aegon mientras este yacía en la cama. Despectivo consu medio hermana Rhaenyra, Aemond Un-Ojo veía una mayor amenaza en su tío, el PríncipeDaemon, y el gran ejército que había reunido en Harrenhal. Convocando a sus vasallos yconsejo, el príncipe anunció su intento de llevar la lucha hasta su tío y castigar a los señoresrivereños rebeldes.

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No todos los miembros del consejo verde estaban a favor del audaz golpe del príncipe.Aemond tenía el apoyo de Ser Criston Cole, la Mano, y de Ser Tyland Lannister, pero el GranMaestre Orwyle le instó enviar un mensaje a Bastión de Tormentas y añadir el poder de la CasaBaratheon al suyo antes de hacer nada, y Barra de Hierro, Lord Jasper Wylde, declaró quedebería convocar a Lord Hightower y al Príncipe Daeron desde el sur, ya que “dos dragones es

mejor que uno.” La Reina Viuda también apoyó la cautela, instando a su hijo a que esperarahasta que su hermano el rey y su dragón Sunfyre el Dorado estuvieran sanos, para quepudieran unirse al ataque.

No obstante, el Príncipe Aemond no tenía intenciones de aplazar las cosas. No necesitaba desus hermanos, o sus dragones, aseguró; Aegon estaba demasiado herido, Daeron erademasiado joven. Caraxes era una bestia temible, feroz y astuta, y probada en combate… peroVhagar era mayor, más feroz y el doble de grande. El Septón Eustace nos dice que elMatapariente estaba determinado a que ésta debía ser su victoria; no tenía ningún deseo decompartir la gloria con sus hermanos, ni con ningún otro hombre.Tampoco podía ser contradicho, porque hasta que Aegon II se levantara de la cama para tomar

la espada, la regencia y el gobierno eran de Aemond. Fiel a su determinación, quince díasdespués el príncipe cabalgó desde la Puerta de los Dioses a la cabeza de un gran ejército decuatro mil hombres.

Daemon Targaryen era demasiado veterano y experimentado en las batallas como parapermanecer dentro de los muros de Harrenhal. El príncipe todavía tenía amigos enDesembarco del Rey, y las noticias sobre los planes de su sobrino le habían llegado antesincluso de que Aemond hubiera partido. Cuando se enteró que Aemond y Ser Criston Colehabían salido de Desembarco del Rey, se dice que el Príncipe Daemon se rió y dijo, “Llegó elmomento,” porque él había anticipado eso hacía mucho tiempo. Una bandada de cuervos volódesde las retorcidas torres de Harrenhal.En otra parte del reino, Lord Walys Mooton lideraba a cien caballeros desde Poza de Doncellapara unirse con los medio salvajes Crabbs y Brunes de Punta Zarpa Rota y los Celtigar de IslaZarpa. A través de bosques de pinos y colinas amortajadas por la niebla, se acercaron a Grajal,dónde su súbita aparición tomó por sorpresa a la guarnición. Después de volver a tomar elcastillo, Lord Mooton llevó a sus hombres más valientes al campo de cenizas al oeste delcastillo, para acabar con el dragón Sunfyre.

Los aspirantes a matadragones obligaron a retirarse con facilidad al cordón de guardias que sehabía quedado para alimentar, servir y proteger al dragón, pero Sunfyre demostró ser másformidable de lo esperado. Los dragones son criaturas torpes en tierra, y el ala rota del grandragón dorado le impedía volar. Los atacantes esperaban encontrar a la bestia agonizando. Encambio, lo encontraron durmiendo, pero el ruido de las espadas y el trueno de los caballos lodespertó, y la primera lanza que la golpeó lo enfureció. Resbaladizo por el barro y retorcidoentre los huesos de innumerables ovejas, Sunfyre se retorcía y enroscaba como una serpiente,azotaba con su cola, enviando ráfagas de fuego dorado contra sus atacantes mientras luchabapor volar. Tres veces se levantó, y tres veces volvió a caer a tierra. Los hombres de Mooton lorodearon con espadas, lanzas y hachas, causándole muchas heridas graves… pero cada golpesolo parecía enfurecerlo aún más. El número de muertos llegó a sesenta antes de que lossupervivientes huyeran.

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Entre los muertos se encontraba Walys Mooton, Señor de Poza de la Doncella. Cuando suhermano Manfyrd encontró su cadáver una quincena después, no quedaba nada, salvo lacarne carbonizada dentro de la armadura fundida, repleta de gusanos. Sin embargo, enninguna parte de ese campo de cenizas, lleno de los cuerpos de hombres valientes y loscadáveres quemados e hinchados de un centenar de caballos, pudo encontrar Lord Manfyrd al

dragón del Rey Aegon. Sunfyre se había ido. Tampoco encontraron ningún rastro, ya queseguramente no estaban cuando el dragón se arrastró lejos. Sunfyre el Dorado habíaemprendido el vuelo de nuevo, parecía… pero a dónde, ningún hombre vivo podría decirlo.Entretanto, el Príncipe Daemon Targaryen voló al sur en las alas de su dragón, Caraxes.Volando sobre la orilla occidental del Ojo de Dioses, lejos de la línea del ejército de Ser Criston,evitó la hueste enemiga, cruzó el río Aguasnegras, luego giró al este, siguiendo el río haciaDesembarco del Rey. Y en Rocadragón, Rhaenyra Targaryen se puso una armadura defulgurantes escamas negras, montó a Syrax, y voló como una tempestad azotando las aguas dela Bahía del Agusasnegras. A una gran altura sobre la ciudad, la reina y su príncipe consortellegaron juntos, dando vueltas sobre la Colina Alta de Aegon.

Esta visión llenó de terror las calles de la ciudad a sus pies, porque el pueblo llano no tardó endarse cuenta de que el ataque que habían temido al fin había llegado. El Príncipe Aemond ySer Criston habían despojado Desembarco del Rey de los defensores cuando marcharon pararecuperar Harrenhal… y el Mataparientes se había llevado a Vhagar, una bestia temible,dejando solo Dreamfyre y un puñado de crías a medio crecer para oponerse a los dragones dela reina. Los dragones jóvenes nunca habían sido montados, y el jinete de Dreamfyre, la ReinaHelaena, era una mujer rota; la ciudad había quedado sin dragones.Miles de habitantes corrieron hacia las puertas de la ciudad acarreando a sus niños yposesiones en sus espaldas, buscando la seguridad en el campo. Otros excavaron hoyos ytúneles debajo de sus cabañas, esperando esconderse aunque la ciudad fuese quemada. Losdisturbios brotaron en el Lecho de Pulgas. Cuando se vieron las velas de los barcos de laSerpiente Marina al este en la Bahía del Aguasnegras, acercándose al río, las campanas de cadasepto en la ciudad empezaron a sonar, y la chusma surgió a través de las calles, saqueandocuanto podía. Decenas murieron antes de que los Capas Doradas pudieran restaurar la paz.Con el Lord Protector y la Mano del Rey ausente, y el propio Rey Aegon quemado, postrado, yperdido en el sueño de la amapola, recayó en su madre, la Reina Viuda, velar por las defensasde la ciudad. La Reina Alicent ordenó cerrar las puertas del castillo y de la ciudad, enviando alos Capas Doradas a los muros, y despachando a los jinetes más veloces para encontrar alPríncipe Aemond y traerlo de regreso.También ordenó al Gran Maestre Orwyle enviar a los cuervos “a los señores leales”,convocándolos a defender a su verdadero rey. Sin embargo, cuando Orywle regresó a susaposentos, se encontró con cuatro capas doradas esperándoles. Con una bolsa puesta sobre sucabeza, el Gran Maestre fue escoltado abajo a las celdas negras.

Los jinetes de la Reina Alicent solo consiguieron llegar hasta las puertas, dónde fueronapresados por más capas doradas. Sin el conocimiento de Su Alteza, los siete capitanes almando de las puertas, elegidos por su lealtad al Rey Aegon, habían sido encarcelados oasesinados en el momento en que Caraxes apareció en el cielo por encima de la FortalezaRoja… porque la tropa de la Guardia de la Ciudad aún amaba a Daemon Targaryen, quien loshabían comandado antiguamente.

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El hermano de la reina, Ser Gwayne Hightower, segundo en el mando de los capas doradas,corrió hacia los establos con la intención de hacer sonar la alarma; fue capturado, desarmado yllevado ante su comandante, Luthor Largent. Cuando Hightower lo llamó cambiacapas, SerLuthor se rió. “Daemon nos dio estas capas,” dijo, “y son de oro, no importa porque lado laspongas.” Y entonces clavó su espada en la barriga de Ser Gwayne y ordenó que las puertas de

la ciudad se abrieran para los hombres que bajaban de los barcos de la Serpiente Marina.

A pesar de la cacareada fortaleza de las murallas de la ciudad, Desembarco del Rey cayó enmenos de un día. Una corta y sangrienta lucha tuvo lugar en la Puerta del Río, donde trececaballeros Hightower y un centenar de hombres armados que se quitaron las capas doradasresistieron durante casi ocho horas, frente a los ataques de dentro y fuera de la ciudad, perosus hazañas fueron en vano porque los soldados de Rhaenyra entraban por las otras seispuertas sin ser molestados. La visión de los dragones de la reina en el cielo quitó el valor a losque se le oponían, y el resto de los partidarios del Rey Aegon se escondieron o huyeron odoblaron la rodilla.

Uno por uno, los dragones descendieron. Ladrón de Ovejas aterrizó encima de la Colina deVisenya, Ala de Plata y Vermithor en la Colina de Rhaenys, cerca de Pozo Dragón. El príncipeDaemon rodeó las torres de la Fortaleza Roja antes de tomar tierra con Caraxes en el patioexterior. Sólo cuando estuvo seguro de que los defensores no les atacarían, hizo una señal a suesposa, la reina, para que descendiera con Syrax. Addam Velaryon permanecía arriba sobreSeasmoke, volando alrededor de los muros de la ciudad, el batir de las anchas alas de cuero desu dragón como advertencia a los de debajo de que cualquier desafío se encontraría confuego.

Comprendiendo ya que la resistencia era inútil, la Reina Viuda Alicent salió del Torreón deMaegor con su padre, Ser Otto Hightower, Ser Tyland Lannister, y Lord Jasper Wylde ‘Barra deHierrro’. (Lord Larys Strong no estaba con ellos. El Consejero de los rumores había ideado unplan para desaparecer.) La reina Alicent intentó negociar con su hijastra. “Juntas deberíamosconvocar un gran concilio, como lo hizo el Viejo Rey antaño,” dijo la Reina Viuda, “y exponer elasunto de la sucesión ante los señores del reino.” Pero la Reina Rhaenyra rechazó la propuestacon desdén. “Ambas sabemos qué decidiría ese concilio.” Entonces ofreció a su madrastraescoger: rendirse, o ser quemada.Inclinando la cabeza y reconociendo su derrota, la Reina Alicent entregó las llaves del castillo, ypidió a sus caballeros y hombres de armas bajar las espadas. “La ciudad es tuya, princesa,” secuenta que dijo, “pero no la mantendrás por mucho tiempo. Las ratas juegan cuando el gato seha ido, pero mi hijo Aemond volverá con fuego y sangre.”

El triunfo de Rhaenyra todavía estaba lejos de ser completo. Sus hombres encontraron a laesposa de su rival, la Reina Helaena completamente loca, encerrada con llave en su alcoba…pero cuando abrieron las puertas de los apartamentos del rey, sólo descubrieron “su cama,vacía, y su orinal lleno.” El Rey Aegon II había huido. Tampoco encontraron a sus hijos, laPrincesa Jaehaera de seis años y el Príncipe Maelor de dos, junto con los caballeros Willis Fell yRickard Thorne de la Guardia Real. Ni siquiera la Reina Viuda parecía saber adónde habían ido,y Luthor Largent juró que ninguno había atravesado las puertas de la ciudad.No había forma de hacer desaparecer el Trono de Hierro, sin embargo. La Reina Rhaenyra noquería dormir hasta haber reclamado el asiento de su padre. Así que las antorchas seencendieron en la sala del trono, y la reina subió los escalones de acero y se sentó donde elRey Viserys se había sentado antes, y el Viejo Rey antes que él, y Maegor y Aenys y Aegon el

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Dragón en días anteriores. De rostro severo, aún con su armadura, se sentó en lo alto y todohombre y mujer de la Fortaleza Roja fue traído y obligado a ponerse de rodillas ante ella, pararogar perdón y jurar por sus vidas, espadas y honor que ella era su reina.La ceremonia siguió durante toda la noche. Pasaba del amanecer cuando Rhaenyra Targaryense levantó e hizo su descenso. “Y cuando su señor esposo, el Príncipe Daemon la escoltó por el

salón, se vieron los cortes en las piernas de Su Alteza y en la palma de su mano izquierda. Lasgotas de sangre cayeron al suelo mientras caminaba, y los sabios se miraron entre sí, aunqueninguno se atrevió a decir la verdad en voz alta: el Trono de Hierro la había rechazado condesprecio, y sus días sobre él serían pocos.”

Todo esto estaba ocurriendo mientras el Príncipe Aemond y Ser Criston Cole se adentraban enlas Tierras de los Ríos. Llegaron a Harrenhal después de diecinueve días de marcha… yencontraron las puertas del castillo abiertas, y el Príncipe Daemon y toda su gentedesaparecidos.

El Príncipe Aemond había mantenido a Vhagar con la columna principal a lo largo de la marcha,

pensando que su tío podría intentar atacarlos con Caraxes. Llegó a Harrenhal un día despuésque Cole, y esa noche se celebró una gran victoria; Daemon y su ‘escoria rivereña’ habíanhuido en lugar de enfrentarse a su ira, proclamó Aemond. No es de extrañar entonces quecuando la noticia de la caída de Desembarco del Rey llegó hasta él, el príncipe se sintieratriplemente estúpido. Su furia fue terrible de contemplar.

Al oeste de Harrenhal, la lucha continuaba en las Tierras de los Ríos cuando al fin avanzó elejército de los Lannister. La edad y la enfermedad de su comandante, Lord Lefford, habíanretardado su marcha, pero cuando se acercaron a las orillas occidentales del Ojo de Dioses, seencontraron con un nuevo gran ejército cortándoles el paso.Roddy la Ruina y sus Lobos del Invierno se habían unido con Forrest Frey, Señor del Cruce, yRobb Ríos el Rojo, conocido como el Arquero de Árbol de los Cuervos. El número de losnorteños era de dos mil; Frey lideraba a doscientos caballeros y seiscientos soldados; Ríos trajoa trescientos arqueros a la batalla. Y mientras Lord Lefford se detenía por un breve lapso paraenfrentarse al enemigo, aparecieron más al frente y al sur dónde Hojalarga, el Mataleones, yuna andrajosa banda de supervivientes de las batallas anteriores se habían unido a LordBigglestone, Chambers y Perryn.Cogido entre estos dos enemigos, Lefford dudó en marchar contra cualquiera de ellos. En sulugar se puso de espaldas al lago, cavó trincheras y envió cuervos al Príncipe Aemond enHarrenhal pidiendo su ayuda. A pesar de que una docena de pájaros alzaron el vuelo, ni unosolo llegó al príncipe; Robb Ríos el Rojo, del que se decía que era el mejor arquero de todoPoniente, los reunió todos del ala.

Más hombres rivereños se vieron al día siguiente, liderados por Ser Garibald Grey, Lord JonCharlton, y el nuevo Señor de Árbol de los Cuervos, Benjicot Blackwood de once años. Con susfilas aumentadas por estas nuevas levas, los hombres de la reina estaban de acuerdo en quehabía llegado el tiempo de atacar. “Es mejor acabar con estos leones antes de que lleguen losdragones,” dijo Roddy la Ruina.

La batalla terrestre más sangrienta de la Danza de Dragones empezó al día siguiente, alamanecer. En los anales de la Ciudadela es conocida como la ‘Batalla a orillas del Lago’, peropara aquellos hombres que vivieron para contarlo, siempre fue ‘Alimento de los Peces’.Atacados desde tres flancos, los hombres de oeste retrocedieron paso a paso hacia las aguasde Ojo de Dioses. Centenares murieron allí, a golpe de espada y luchando entre los juncos;cientos más se ahogaron cuando intentaron huir. Al anochecer, dos mil hombres estabanmuertos, entre ellos muchos notables, incluyendo a Lord Frey, Lord Lefford, Lord Bigglestone,

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Lord Charlton, Lord Swyft, Lord Reyne, Ser Clarent Crakehall, y Ser Tyler Colina, el Bastardo deLannisport. El ejército de los Lannister fue destruido y masacrado, pero a tan alto precio que el

 joven Ben Blackwood, el muchacho que era Señor de Árbol de los Cuervos, lloró cuando vio losmontones de muertos. Las pérdidas más dolorosas fueron sufridas por los norteños, pues losLobos del Invierno habían solicitado el honor de liderar el ataque, y habían cargado cinco veces

contra las líneas de lanzas de los Lannister. Más de dos tercios de los hombres que habíancabalgado al sur con Lord Dustin estaban muertos o heridos.

En Harrenhal, Aemond Targaryen y Criston Cole debatieron cual era el mejor plan pararesponder a los ataques de la reina. Aunque la fortaleza de Harren el Negro era demasiadofuerte para ser tomada por asalto, y los señores rivereños no se atrevieron a ponerle sitio portemor a Vhagar, los hombres del rey se fueron quedando sin alimentos y forraje, y perdieronhombres y caballos por el hambre y la enfermedad. Solo campos quemados y aldeascarbonizadas quedaban a la vista de los enormes muros del castillo, y aquellos que seaventuraban en partidas para forrajear no volvían. Ser Criston insistió en una retirada al sur,dónde el respaldo a Aegon era más fuerte, y unir sus fuerzas con las de Lord Hightower, pero el

príncipe se negó, diciendo, “Sólo un cobarde huye de los traidores.” La pérdida de Desembarcodel Rey y del Trono de Hierro lo habían llenado de ira, y cuando las noticias de la batalla de‘Alimento de los Peces’ llegaron a Harrenhal el Lord Protector casi ahogó al escudero que le diola noticia. Solo la intervención de su compañera de lecho, Alys Ríos, salvó la vida del chico. ElPríncipe Aemond estaba a favor de un ataque inmediato a Desembarco del Rey. Ninguno delos dragones de la reina serían problema para Vhagar, insistió.Ser Criston lo calificó de locura. “Uno contra seis es una pelea para tontos, mi príncipe,”declaró. Insistió una vez más en que marcharan al sur, y unieran sus fuerzas a las de LordHightower. El Príncipe Aemond podría reunirse con su hermano Daeron y su dragón. El ReyAegon había escapado de las garras de Rhaenyra, eso se sabía, así que seguramenterecuperaría Sunfyre y se uniría a sus hermanos. Y tal vez sus amigos de dentro de la ciudadpodrían encontrar una manera de liberar a la Reina Helaena, por lo que podría traer aDreamfyre a la batalla. Cuatro dragones quizá podrían prevalecer contra seis, si uno de ellosera Vhagar.El Príncipe Aemond se negó a considerar este “camino cobarde.”

Ser Criston y el Príncipe Aemond decidieron partir por caminos diferentes. Cole comandaría suejército y los llevaría al sur para unirse con Ormund Hightower y el Príncipe Daeron, pero elPríncipe Regente no los acompañaría. En cambio él quiso luchar su propia guerra, haciendollover el fuego desde el aire sobre los traidores. Tarde o temprano, “la reina puta” enviaría undragón o dos para detenerle, y Vhagar podría destruirlos. “No se atreverá a enviar a todos susdragones,” insistió Aemond. “Eso dejaría Desembarco del Rey indefenso y vulnerable.Tampoco arriesgará a Syrax, o al último de sus dulces herederos. Rhaenyra puede llamarse a sí misma reina, pero tiene las partes de una mujer, el corazón débil de una mujer y los temoresde una madre.”

Y así fue como el Hacedor de Reyes y el Mataparientes partieron, cada uno hacia su propiodestino, mientras en la Fortaleza Roja la Reina Rhaenyra Targaryen se dedicaba a recompensara sus amigos e infligía salvajes castigos a aquellos que habían servido a su medio hermano.

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Se ofrecieron grandes recompensas por dar información que condujera a la captura de “elusurpador que se auto titula Aegon II”, su hija Jaehaera, su hijo Maelor, los “falsos caballeros”Willis Fell y Rickard Thorne, y Larys Strong el Patizambo. Cuando esto no logró el resultadodeseado, Su Alteza envió partidas de caza de “caballeros inquisidores” para buscar a los“traidores y villanos” que habían escapado, y castigar a cualquier hombre que pudiera haberles

ayudado.

La Reina Alicent fue encadenada de muñecas y tobillos con cadenas doradas, aunque suhijastra le perdonó la vida “por nuestro padre que la amó una vez.” Su padre fue menosafortunado. Ser Otto Hightower, quien había servido a tres reyes como Mano, fue el primertraidor en ser decapitado. Barra de Hierro lo siguió hasta el tocón, aunque insistiendo en quepor ley el hijo de un rey debe ir antes que su hija. Ser Tyland Lannister fue entregado a losverdugos para ser torturado, con la esperanza de recuperar algo del tesoro de la corona.Ni Aegon, ni su hermano Aemond habían sido amados por la gente de la ciudad, y muchosciudadanos habían dado la bienvenida al retorno de la reina… pero el amor y el odio son doscaras de la misma moneda, y cuando más cabezas frescas empezaron a aparecer a diario en las

picas sobre las puertas de la ciudad, acompañadas por impuestos cada vez más exigentes, lamoneda se volteó. La chica que una vez fue aplaudida como la Delicia del Reino se habíaconvertido en una avara y vengativa mujer, dijeron los hombres, una reina tan cruel comocualquier rey anterior a ella. Un bufón la llamó Rhaenyra “Rey Maegor con tetas”, y durantelos cien años siguientes “tetas de Maegor” se convirtió en una maldición común entre losdesembarqueños.

Con la ciudad, el castillo y el trono en su posesión, defendido por no menos que seis dragones,Rhaenyra se sintió bastante segura como para traer a sus hijos. Una docena de barcoszarparon de Rocadragón, llevando a las doncellas de la reina y a su hijo Aegon el Joven.Rhaenyra lo nombró su copero, por lo que nunca podía estar lejos de ella. Otra flota partiódesde Puerto Gaviota con el Príncipe Joffrey, el último de los tres hijos de la reina con LaenorVelaryon, junto con su dragón Tyraxes. Su Alteza empezó a hacer planes para la celebraciónfastuosa del nombramiento formal de Joffrey como Príncipe de Rocadragón y heredero alTrono de Hierro.

En la plenitud de su victoria, Rhaenyra Targaryen no sospechaba los pocos días que lequedaban. Sin embargo, cada vez que se sentaba en el Trono de Hierro sus crueles hojas lahacían sangrar por manos, brazos y piernas, una señal que todos podían leer.Más allá de las murallas de la ciudad, la lucha continuó a lo largo de los Siete Reinos. En lastierras de los ríos, Ser Criston Cole marchaba al sur a lo largo de la orilla occidental del Ojo deDioses con tres mil seiscientos hombres tras él (la muerte, las enfermedades y la deserciónhabían reducido las filas de los que habían cabalgado desde Desembarco del Rey). El PríncipeAemond también había partido, volando en Vhagar. Sin ninguna atadura a castillo o hueste, elpríncipe tuerto era libre de volar donde quisiera. Como en la guerra que Aegon elConquistador y sus hermanas habían librado hacía tiempo, luchó con fuegodragón, con Vhagardescendiendo del cielo otoñal una y otra vez para arrasar las tierras, pueblos y castillos de losseñores rivereños.

La Casa Darry fue la primera en conocer la cólera del príncipe. Los hombres que cultivaban lacosecha fueron quemados o huyeron de los cultivos cuando se alzaron las llamas, y CastilloDarry se consumió en una tormenta de fuego. Lady Darry y sus hijos más jóvenes lograronsobrevivir resguardándose en las bóvedas debajo del castillo, pero su esposo y su heredero

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murieron en las almenas, junto con cuarenta de sus espadas juramentadas y arqueros. Tresdías después, fue Aldea de Lord Harroway la que ardió. Molino del Señor, Hebillanegra,Hebilla, Poza de Barro, Swynford, Bosquearaña... la furia de Vhagar cayó sobre cada uno deellos, hasta que la mitad de las Tierras de los Ríos estuvieron ardiendo.

Ser Criston Cole también se enfrentó a los fuegos. Mientras guiaba a sus hombres al sur através de la Tierra de los Ríos, el humo se alzaba ante él y tras él. Cada pueblo al que llegaba loencontraba quemado y abandonado. Su columna se movió a través de bosques de árbolesmuertos que pocos días antes estaban llenos de vida, debido a los incendios ordenados por losseñores rivereños a lo largo de su línea de marcha. En cada arroyo, estanque y pozo de puebloencontró la muerte: caballos muertos, vacas muertas, hombres muertos, hinchados yhediendo en aguas fétidas. En otra parte sus exploradores se encontraron con un cuadrohorrible: los cadáveres con armaduras estaban sentados bajo los árboles vestidos con ropaspodridas, en una burla grotesca de un banquete. Los comensales eran hombres que habíancaído en la batalla, los cráneos sonrientes debajo de los cascos oxidados y su verde y podridacarne desprendida de los huesos.

Cuatro días después de abandonar Harrenhall, empezaron los ataques. Arqueros escondidosentre los árboles, escogían a los jinetes rezagados y los rastreadores con sus arcos largos. Máshombres murieron. Otros huyeron, abandonando sus escudos y lanzas para desaparecer en losbosques. Otros se pasaron al enemigo. En el pueblo de Cruce de Olmos encontraron otro delos horribles banquetes. Familiarizados con cosas así, los jinetes de Ser Criston hicieron muecasy siguieron marchando, sin prestar atención a los muertos pudriéndose… hasta que loscadáveres saltaron y cayeron sobre ellos. Una docena murió antes de que comprendieran quetodo había sido una táctica.

Todo esto no era más que un preludio, porque los señores del Tridente habían estadoreuniendo sus fuerzas. Cuando Ser Criston dejó atrás el lago, cruzando la tierra en dirección alAguasnegras, los encontró esperándole en lo alto de una cresta de piedra.; trescientoscaballeros montados con armadura, tres mil arqueros, tres mil harapientos rivereños conlanzas, cientos de norteños blandiendo hachas, mazos, mazas con clavos y antiguas espadas dehierro. Sobre sus cabezas ondeaban los estandartes de la Reina Rhaenyra.La batalla que siguió fue tan desigual como ninguna otra en la Danza. Lord Roderick Dustin sellevó un cuerno de guerra a los labios y tocó para cargar, y los hombres de la reina atacaron,bajando del cerro y gritando, liderados por los Lobos del Invierno en sus lanudos caballosnorteños y los caballeros en sus caballos de guerra blindados. Cuando Ser Criston fue atacadoy cayó muerto al suelo, los hombres que lo habían seguido desde Harrenhal perdieron el valor.Se desmadraron y huyeron, arrojando sus escudos mientras corrían. Sus enemigos lospersiguieron, asesinándolos por cientos.

En el Día de la Doncella del año 130 DC, la Ciudadela de Antigua envió trescientos cuervosblancos anunciando la llegada del invierno, pero para la Reina Rhaenyra Targaryen éste era elgran verano. A pesar del descontento de los ciudadanos de Desembarco del Rey, la ciudad y lacorona eran suyas. Al otro lado del Mar Angosto, la Triarquía había empezado a despedazarse.Los mares pertenecían a la Casa Velaryon. Aunque la nieve había cerrado los caminos a travésde las Montañas de la Luna, la Doncella del Valle había demostrado ser fiel a su palabra,enviando a sus hombres por mar para unirse a los ejércitos de la reina. Otras flotas trajeron alos guerreros de Puerto Blanco, liderados por los propios hijos de Lord Manderly, Medrick y

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Torrhen. El poder de la Reina Rhaenyra aumentaba, mientras el del Rey Aegon habíamenguado.

Sin embargo ninguna guerra puede darse por ganada mientras los enemigos siguen invictos. ElHacedor de Reyes, Ser Criston Cole, había caído, pero en algún lugar del reino de Aegon II el

rey que había coronado seguía vivo y libre. La hija de Aegon, Jaehaera, estaba igualmente enlibertad. Larys Strong Patizambo, el miembro más enigmático y astuto del consejo verde, sehabía desvanecido. Bastión de Tormentas todavía seguía en manos de Lord Borros Baratheon,que no era amigo de la reina. Los Lannister tenían que contarse entre los enemigos deRhaenyra, aunque con Lord Jason muerto y la mayor parte de la caballería del oeste muerta odispersada, Roca Casterly se encontraba en considerable desorden.

El Príncipe Aemond se había convertido en el terror del Tridente, descendiendo del cielo parahacer llover fuego y muerte en las Tierras de los Ríos, desapareciendo luego solo para atacarde nuevo al día siguiente cincuenta leguas más allá. Las llamas de Vhagar redujeron ViejoSauce y Sauce Blanco a cenizas, y Hogg Hall a piedras ennegrecidas. En Merrydown Dell treinta

hombres y trescientas ovejas murieron por el fuegodragón. Después el Mataparientes regresóinesperadamente a Harrenhal, donde quemó toda la estructura de madera del castillo. Seiscaballeros y cuarenta hombres de armas perecieron tratando de matar al dragón. Cuando lasnoticias de estos ataques se extendieron, otros señores miraron al cielo con miedo,preguntándose quién sería el siguiente. Lord Mooton de Poza de la Doncella, Lord Darklyn deValle Oscuro, y Lord Blackwood de Árbol de los Cuervos enviaron mensajes urgentes a la reina,pidiéndole que enviara a sus dragones para defender sus feudos.No obstante, la más grande amenaza al reino de Rhaenyra no era Aemond Un-Ojo, si no suhermano más joven, el Príncipe Daeron el Atrevido y el gran ejército sureño liderado por LordOrmund Hightower.

El ejército de Hightower había cruzado el Mander, y estaba avanzando lentamente haciaDesembarco del Rey, aplastando a los leales a la reina dondequiera que estuviesen tratando deimpedir su avance, y forzando a cada señor a doblar la rodilla y unirse a su hueste. Volandosobre Tessarion por delante de la columna principal, el Príncipe Daeron había demostrado serinestimable como explorador, advirtiendo a Lord Ormund de los movimientos enemigos. Amenudo, los hombres de la reina desaparecían al vislumbrar las alas de la Reina Azul en vez deenfrentar el fuego del dragón en la batalla.

Enterado de todas estas amenazas, la Mano de la Reina Rhaenyra, el anciano Lord CorlysVelaryon, sugirió a Su Alteza que había llegado el tiempo de hablar. Instó a la reina a ofrecerperdones a Lord Baratheon, Hightower y Lannister, si doblaban la rodilla, juraban lealtad, yofrecían rehenes al Trono de Hierro. La Serpiente Marina propuso permitir que la Fe se hicieracargo de la Reina Alicent y la Reina Helaena, para que pudieran pasar el resto de sus vidas en laoración y la vida contemplativa. Podría tomarse a Jaehaera, la hija de Helaena como pupila, y asu debido tiempo casarla con el Príncipe Aegon el Joven, uniendo las dos mitades de la CasaTargaryen una vez más. “¿Y qué hay de mis medio hermanos?” peguntó Rhaenyra cuanto laSerpiente Marina expuso su plan. “¿Qué hacemos con este falso rey Aegon, y el mataparientesAemond? ¿Me harías perdonarlos también, cuando fueron los que robaron mi trono ymasacraron a mis hijos?”“Perdónalos, y envíalos al Muro,” contestó Lord Corlys. “Déjalos vestir el negro y que vivan susvidas como hombres de la Guardia de la Noche, ligados por sus sagrados votos.”

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El Príncipe Daemon apoyó los recelos de la reina. Dar el perdón a rebeldes y traidores sólosembraría las semillas de las futuras rebeliones, insistió. “La guerra acabará cuando las cabezasde los traidores estén puestas en picas sobre la Puerta del Rey, y no antes.” Aegon II seríaencontrado a su tiempo, “escondido bajo alguna roca,” pero podían y debían llevar la guerra aAemond y Daeron. Los Lannister y Baratheon también debían ser destruidos, para que sus

tierras y castillos pudieran entregarse a hombres que habían probado ser más leales. Elpríncipe propuso otorgar Bastión de Tormentas a Ulf el Blanco y Roca Casterly a Hugh Hammerel Duro… para horror de la Serpiente Marina. “La mitad de los señores de Poniente se volveráncontra nosotros si somos tan crueles como para destruir a dos antiguas y nobles casas,” dijoLord Corlys.

Recayó en la reina en persona elegir entre su consorte y su Mano. Rhaenyra decidió seguir uncamino intermedio. Enviaría emisarios a Bastión de Tormentas y Roca Casterly ofreciendo“términos razonables” y perdones… después de que acabara con los hermanos del usurpador,que estaban en el campo contra ella. “Cuando ellos estén muertos, el resto doblarán la rodilla.Matad a sus dragones, para que pueda colocar sus cabezas sobre las paredes de mi salón del

trono. Que los hombres las miren en los años por venir, para que puedan conocer el precio dela traición.”Desembarco del Rey no se podía dejar sin defensas, eso era seguro. La Reina Rhaenyrapermanecería en la ciudad con Syrax, y con sus hijos Aegon y Joffrey, que eran personas queno podían ponerse en riesgo. Joffrey, que no llegaba a los trece años, estaba ansioso porprobarse como guerrero, pero cuando le dijeron que Tyrexes era necesario para ayudar a sumadre para guardar la Fortaleza Roja en caso de un ataque, el chico juró solemnementehacerlo. Addam Velaryon, el heredero de la Serpiente Marina, también permaneció en laciudad, con Seasmoke. Tres dragones deberían ser suficientes para defender Desembarco delRey; el resto serían llevados a la batalla.

El príncipe Daemon llevaría a Caraxes al Tridente, junto con la chica Nettles y Ladrón deOvejas, para encontrar al Príncipe Aemond y Vhagar y acabar con ellos. Ulf el Blanco y HughHammer el Duro volarían a Ladera, a unas cincuenta leguas al sudoeste de Desembarco delRey, la última fortaleza leal entre Lord Hightower y la ciudad, para ayudar en la defensa delpueblo y el castillo y para destruir al Príncipe Daeron y Tessarion.El Príncipe Daemon Targaryen, y la pequeña chica morena llamada Nettles, intentaron cazar aAemond Un-Ojo durante largo tiempo sin éxito. Habían tomado como base Poza de laDoncella, debido a la invitación de Lord Manfryd Mooton que vivía aterrorizado de que Vhagardescendiera sobre su pueblo. En su lugar el Príncipe Aemond atacó Cabeza de Piedra en lasestribaciones de las Montañas de la Luna; en Sauce Dulce en el Forca Verde y Danza de Sally enel Forca Rojo; quemó Puente Viejo y Molino de la Bruja; destruyó la Casa de la Madre enBechester, desapareciendo siempre en el cielo antes de que los cazadores llegaran. Vhagarnunca se quedó, ni tampoco los supervivientes solían estar de acuerdo sobre en cuál direcciónhabía volado el dragón

Cada amanecer Caraxes y Ladrón de Ovejas volaban desde Poza de la Doncella, subiendo altosobre las Tierras de los Ríos, volando en amplios círculos con la esperanza de descubrir aVhagar debajo… solo para regresar derrotados al anochecer. Lord Mooton fue tan audaz comopara sugerir que los jinetes de dragón dividieran su búsqueda, a fin de cubrir el doble deterreno. El Príncipe Daemon se negó. Vhagar era el último de los tres dragones que habíanvenido a Poniente con Aegon el Conquistador y sus hermanas, le recordó a su señoría. Aunqueera más lenta de lo que había sido un siglo antes, había crecido tanto como el Terror Negro demayor. Sus fuegos eran lo bastante calientes para fundir la piedra, y ni Caraxes, ni Ladrón deOvejas podrían igualar su ferocidad. Sólo juntos podían esperar combatirlo. Y por eso procurótener a la muchacha Nettles a su lado, día y noche, en el cielo y en el castillo.

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Entretanto, al sur, la batalla llegó a Ladera, un próspero pueblo dedicado al comercio en el ríoMander. El castillo en lo alto del pueblo era robusto pero pequeño, guarnecido por no más decuarenta hombres, pero miles más habían venido de Puenteamargo, Granmesa, y del sur máslejano. La llegada de un fuerte ejército de señores rivereños aumentó sus tropas, y endureció

su resolución. Todos decían que las fuerzas reunidas bajo los estandartes de la Reina Rhaenyraen Ladera sumaban cerca de nueve mil hombres. Los hombres de la reina estaban fuertementeexcedidos en números por los de Lord Hightower. Sin ninguna duda, la llegada de los dragonesVermithor y Ala de Plata con sus jinetes eran muy bienvenidos por los defensores de Ladera.Poco podían saber ellos sobre los horrores que les esperaban.

El cómo, cuándo y por qué de lo que se conoce como las Traiciones de Ladera sigue siendomotivo de mucha discusión, y la verdad de todo lo que pasó probablemente nunca seconocerá. Al parecer, es cierto que aquellos que anegaron el pueblo huyeron antes de lallegada del ejército de Lord Hightower, pero en realidad era una parte de ese ejército, unaavanzada para infiltrarse en las filas de los defensores. Aun así, sus traiciones habrían sido

contadas como nimias, si no fuese por Ser Ulf el Blanco y Ser Hugh Hammer, quienesescogieron este momento para cambiar su fidelidad.Como ninguno de los dos hombre sabía leer ni escribir, nunca sabremos qué movió a los DosTraidores (como la historia los ha llamado) para hacer lo que hicieron. De la Batalla de Laderasabemos mucho más, sin embargo.

Seis mil hombres de la reina formaron para enfrentar a Lord Hightower en el campo, ylucharon valientemente durante un tiempo, pero una lluvia de flechas de los arqueros de LordOrmund menguó sus filas, y un ataque ensordecedor de la caballería las rompió, enviando a lossupervivientes a correr de regreso hacia los muros del pueblo. Cuando la mayoría de lossupervivientes estaban seguros dentro tras las puertas, Roddy la Ruina y sus Lobos del Inviernoatravesaron la poterna, gritando sus terroríficos alaridos de guerra norteños y barriendo todoel flanco izquierdo de los asaltantes. En el caos que siguió, los norteños se abrieron camino através de diez veces su propio número hacia dónde Lord Ormund Hightower estaba sentado ensu caballo de guerra debajo del dragón dorado del Rey Aegon y los estandartes de Antigua yHightower. Los bardos cuentan que Lord Roderick estaba ensangrentado de la cabeza a lospies, cuando llegó con el escudo astillado y el yelmo resquebrajado, todavía tan ebrio de labatalla que ni siquiera parecía sentir sus heridas. Ser Bryndon Hightower, el primo de LordOrmund, se situó entre el norteño y su soberano, cercenándole el brazo del escudo de la Ruinadesde el mismo hombro con un terrible tajo de su alabarda… pero el salvaje señor de FuerteTúmulo siguió luchando, matando a Ser Bryndon y Lord Ormund, antes de morir. Losestandartes de Lord Hightower fueron derribados, y los pueblerinos gritaron con gran alegría,pensando que la marea de la batalla había cambiado. Ni siquiera la aparición de Tessarion porel campo los desanimó, porque sabían que ellos tenían dos dragones… pero cuando Vermithory Ala de Plata subieron en el cielo y lanzaron sus fuegos sobre Ladera, esa alegría setransformó en alaridos.

Ladera fue envuelto en llamas: las tiendas, casas, septos, la gente, todo. Los hombres sedesplomaban quemados desde la puerta de entrada a las almenas, o tropezaban chillando através de las calles como antorchas vivientes. Los Dos Traidores azotaron el pueblo con látigosde llamas de un extremo al otro. El saqueo que siguió fue tan salvaje como cualquiera en lahistoria de Poniente. Ladera, el próspero pueblo de mercaderes, fue reducido a cenizas yascuas para nunca ser reconstruido. Miles se quemaron, y otros tantos murieron ahogados,cuando intentaron cruzar el río. Algunos dirían después que eran los afortunados, pues nohubo piedad para los sobrevivientes. Los hombres de Lord Footly arrojaron sus espadas y serindieron, sólo para ser atados y decapitados. Las mujeres del pueblo que sobrevivieron a los

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fuegos fueron violadas repetidamente, incluso las chicas jóvenes de ocho y diez años. Pasaronpor la espada a los ancianos y a los chicos, mientras los dragones se alimentaron con losretorcidos cadáveres humeantes de sus víctimas.

Aproximadamente en este tiempo llegó al puerto de Rocadragón una maltrecha coca mercante

llamada Nessaria para efectuar reparaciones y cargar provisiones. Viajaba a la Antigua Volantisde retorno de Pentos cuando una tormenta la alejó de su rumbo, dijo su tripulación… pero aesta historia habitual de peligro en el mar, los volantinos añadieron una nota extraña. Cuandoel Nessaria se escoró hacia el oeste, Montedragón se alzó ante ellos, enorme contra el solponiente… y los marineros vieron a dos dragones luchando, sus rugidos retumbando desde losempinados y negros precipicios de las humeantes laderas orientales de la montaña. En cadataberna, posada y lupanar a lo largo de la costa se contó el relato, se volvió a contar, y seadornó, hasta que cada hombre de Rocadragón la hubo oído.

Los dragones eran una maravilla para los hombres de la Antigua Volantis; la visión de dos deellos en lucha fue algo que los hombres del Nessaria nunca olvidarían. Los nacidos y criados en

Rocadragón habían crecido con esas bestias… pero aun así, la historia de los marineros lesresultó interesante. A la mañana siguiente algunos pescadores locales llevaron sus barcazasalrededor de Montedragón, y volvieron para informar sobre los restos quemados y rotos de undragón muerto al pie de la montaña. Por el color de sus alas y escamas, era el cadáver deFantasma Gris. El dragón estaba partido en dos pedazos y había sido devorado parcialmente.Al oír estas noticias, Ser Robert Quince, el obeso, amable y afamado caballero a quien la reinahabía nombrado castellano de Rocadragón a su partida, rápidamente acusó a Caníbal como elasesino. A Caníbal se le conocía por haber atacado en el pasado a dragones más pequeños,aunque rara vez tan salvajemente. Algunos de los pescadores, por temor a que el asesinopudiera volverse contra ellos la próxima vez, instaron a Quince a mandar caballeros a laguarida de la bestia para acabar con él, pero el castellano se negó. “Si no lo molestamos, elCaníbal no nos molestará,” declaró. Para asegurarse, prohibió pescar en las aguas debajo de laladera oriental de Montedragón dónde yacía el putrefacto cadáver del dragón.Entretanto, en la orilla occidental de la Bahía de Aguasnegras, la noticia de la batalla y latraición en Ladera había alcanzado Desembarco del Rey. Se dice que la Reina Viuda Alicent serio cuando la oyó. “Todo lo que han sembrado, ahora lo van a cosechar,” prometió. En el Tronode Hierro, la Reina Rhaenyra empalideció y se desmayó, y ordenó cerrar y atrancar las puertasde la ciudad; de aquí en adelante, a nadie le sería permitido entrar o dejar Desembarco delRey. “No permitiré a ningún cambiacapas en mi ciudad abrir mis puertas a los rebeldes,”proclamó. El ejército de Lord Ormund podría estar fuera de sus muros al día siguiente, o el díadespués; los traidores, las semillas de dragón, podrían llegar incluso antes.Esta perspectiva emocionaba al Príncipe Joffrey. “Que vengan,” anunció el muchacho. “Iré a suencuentro con Tyraxes.” Esa forma de hablar alarmó a su madre. “No lo harás,” declaró. “Eresdemasiado joven para la batalla.” Aun así, dejó que el niño permaneciera en el concilio negrocuando se discutió la mejor forma de lidiar con el enemigo que se aproximaba.

Seis dragones permanecían en Desembarco del Rey, pero el único dentro de los muros de laFortaleza Roja era el propio dragón hembra de la reina, Syrax. Un establo en el patio exteriorfue vaciado de caballos y preparado para él. Pesadas cadenas lo ataron al suelo. Aunque eranlo suficientemente largas para permitir que se moviera, le impedían volar sin jinete. Syraxhacía mucho que se había acostumbrado a las cadenas; excesivamente bien alimentado, nohabía cazado en años.

Los otros dragones estaban custodiados en Pozo Dragón, la colosal estructura que el ReyMaegor el Cruel había construido exclusivamente para ese propósito. Bajo su gran domo, sehabían tallado cuarenta enormes bóvedas subterráneas debajo de la Colina de Rhaenys en

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forma de un gran anillo. Las gruesas puertas de hierro cerraban estas cuevas artificiales porambos lados; las puertas internas daban a las arenas del hoyo, la puerta exterior de cara a laladera. Caraxes, Vermithor, Ala de Plata y Ladrón de Ovejas habían anidado allí antes de volar ala batalla. Ahora moraban cinco dragones: Tyraxes del Príncipe Joffrey, Seasmoke el gris pálidode Addam Velaryon; los jóvenes dragones Morghul y Shrykos, ligados a la Princesa Jaehaera

(huida) y a su gemelo el Príncipe Jaehaerys (muerto)… y Dreamfyre, el amado de la ReinaHelaena. Desde hacía mucho tiempo existía la costumbre de que por lo menos un jinete dedragón residiera en el hoyo, para ser capaz de subir en defensa de la ciudad en caso depresentarse esa necesidad. Cuando la Reina Rhaenyra prefirió mantener a sus hijos a su lado,ese deber recayó en Addam Velaryon.

Pero ahora se elevaron voces en el concilio negro cuestionando la lealtad de Ser Addam. Lassemillas de dragón Ulf el Blanco y Hugh Hammer se habían pasado al lado enemigo… ¿peroeran los únicos traidores entre ellos? ¿Qué había de Addam de Hull y la chica Nettles? Ellostambién habían nacido bastardos. ¿Podrían confiar en ellos?Lord Bartimos Celtigar pensaba que no. “Los bastardos son traicioneros por naturaleza,” dijo.

“Está en su sangre. La traición surge con la misma facilidad en un bastardo, que la lealtad enun hijo legítimo.” Urgió a Su Alteza a detener a los dos jinestes de dragón inmediatamente,antes de que pudieran unirse al enemigo con sus dragones. Otros se hicieron eco de su puntode vista, entre ellos Ser Luthor Largent, comandante de la Guardia de la Ciudad, y Ser LorentMarbrand, Lord Comandante de la Guardia de la Reina. Incluso los dos hombres de PuertoBlanco, el temible caballero Ser Medrick Manderly y su inteligente y corpulento hermano SerTorrhen, instaron a la reina a la desconfianza. “Es mejor no darles ninguna oportunidad,” dijoSer Torrhen Manderly de Puerto Blanco. “Si el enemigo gana dos dragones más, estamosperdidos.”

Sólo Lord Corlys habló en defensa de las semillas de dragón, declarando que Ser Addam y suhermano Alyn eran “verdaderos Velaryon,” dignos herederos de Marcaderiva. En cuanto a lachica, aunque podría ser mal parecida y estar sucia, había luchado valientemente en la Batallade Gaznate. “Como hicieron los dos traidores,” contraatacó Lord Celtigar.Las apasionadas protestas de la Mano fueron en vano. Se habían despertado todos los miedosy sospechas de la reina. Había sido traicionada tan a menudo, por tantos, que era rápida encreer lo peor de cualquier hombre. La traición ya no tenía poder para sorprenderla. Habíallegado a esperarla, incluso de aquellos a los que más amaba.La Reina Rhaenyra ordenó a Ser Luthor Largent conducir a veinte Capas Doradas a Pozo Dragóny arrestar a Ser Addam Velaryon. Y así la traición engendró más traición, para la ruina de lareina. Cuando Ser Luthor Largent y sus Capas Doradas subieron la Colina de Rhaenys con laorden de detención, las puertas de Pozo Dragón se abrieron ante ellos, y Seasmoke extendiósus pálidas alas grises y se elevó en el aire, con el humo subiendo de sus orificios nasales. SerAddam Velaryon había sido prevenido a tiempo para poder escapar. Frustrado y furioso, SerLuthor regresó en seguida a la Fortaleza Roja, dónde irrumpió en la Torre de Mano y puso susásperas manos sobre el anciano Lord Corlys, acusándolo de traición. El anciano no lo negó.Amarrado y abatido, pero todavía silencioso, fue bajado a los calabozos y arrojado en unacelda negra para esperar el juicio y la ejecución.

Mientras tanto las historias de la matanza en Ladera estaban extendiéndose a través de laciudad… y con ellas el terror. Desembarco del Rey podría ser el siguiente, se decían loshombres unos a otros. Los dragones lucharían contra dragones, y en esta ocasión la ciudadseguramente se quemaría. Temerosos de la llegada del enemigo, cientos trataban de huir, solopara ser rechazados en las puertas por los capas doradas. Atrapados dentro de las murallas dela ciudad, algunos buscaron refugio en los sótanos más profundos contra la tormenta de fuegoque temían que se avecinaba, mientras que otros recurrieron a la oración, la bebida y los

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placeres que se encuentran entre los muslos de una mujer. Al anochecer las tabernas de laciudad, los burdeles y los septos estaban llenos a rebosar de hombres y mujeres que buscabanel consuelo o la evasión o intercambiaban historias de terror.

Una clase diferente de caos reinaba en Ladera, a sesenta leguas al sudoeste. Mientras el terror

atemorizaba Desembarco del Rey, los enemigos temían tener que avanzar hacia la ciudad,porque los leales del Rey Aegon se encontraban sin dirigentes, asediados por la división, elconflicto y la duda. Ormund Hightower estaba muerto, junto con su primo Ser Bryndon, elprincipal caballero de Antigua. Sus hijos permanecían lejos, en Torrealta, a mil leguas, y,además, ambos eran chicos verdes. Y aunque Lord Ormund había llamado a Daeron Targaryen“Daeron el Atrevido” y alabó su valor en la batalla, el príncipe todavía era un muchacho.Siendo el más joven de los hijos del Rey Viserys, había crecido a la sombra de sus hermanosmayores, y valía más siguiendo las órdenes, que dándolas. El mayor de los Hightower quepermanecía con el ejército era Ser Hobert, otro de los primos de Lord Ormund, a quien se leasignó el cuidado de la caravana de la impedimenta. Un hombre “tan robusto como lento,”Hobert Hightower había vivido sesenta años sin distinguirse, no obstante ahora asumió que

era el comandante del ejército por el derecho de su parentesco con la Reina Alicent.Rara vez algún pueblo o ciudad en la historia de los Siete Reinos ha sido objeto de un saqueotan largo, cruel o salvaje como el que sufrió Ladera después de las Traiciones. El PríncipeDaeron enfermó después de todo lo que vio y mando a Ser Hobert Hightower para poner fin almismo, pero los esfuerzos de Hightower resultaron tan ineficaces como el mismo hombre.

Los peores crímenes fueron aquellos cometidos por los Dos Traidores, los jinetes de dragónbastardos Hugh Hammer y Ulf el Blanco. Ser Ulf se entregó completamente a la embriaguez,ahogándose en vino y carne. Aquellos que no le agradaban sirvieron de alimento a su dragón.El título de caballero que la Reina Rhaenyra le había conferido, ya no le bastaba. Ni tampococuando el Príncipe Daemon lo nombró señor de Puenteamargo. El Blanco tenía un premiomayor en mente: deseaba nada menos que una sede en Altojardin, asegurando que los Tyrellno habían tomado parte en la Danza, y por consiguiente deberían ser tratados como traidores.Las ambiciones de Ser Ulf pueden considerarse modestas comparadas con aquéllas de sucompañero cambiacapas, Hugh Hammer. El hijo de un herrero, Hammer era un hombregrande, con las manos tan fuertes que se decía que era capaz de torcer barras de acero paraconvertirlas en torques. Aunque principalmente inexperto en el arte de la guerra, su tamaño yfuerza le hicieron un enemigo temible. Su arma predilecta era un martillo de guerra con el quedaba golpes aplastantes, mortales. En la batalla cabalgaba a Vermithor, que había sido lamontura del Viejo Rey; de todos los dragones de Poniente, sólo Vhagar era más viejo, o másgrande. Por todas estas razones, Lord Hammer (como se llamaba ahora a sí mismo) empezó asoñar con coronas. “¿Por qué soy un señor, cuándo puedo ser un rey?” le dijo a los hombresque empezaron a reunirse a su alrededor.

Ninguno de los Dos Traidores parecía con ganas de ayudar al Príncipe Daeron a atacarDesembarco del Rey. Tenían una gran hueste, y tres dragones juntos, sin embargo la reinatambién tenía tres dragones (como bien sabían), y podría tener cinco cuando el PríncipeDaemon regresara con Nettles. Lord Peake prefería retrasar cualquier avance hasta que LordBaratheon pudiera traer sus fuerzas desde Bastión de Tormentas para unirse a ellos, mientrasSer Hobert deseaba retroceder al Dominio para reponer la rápida disminución de sussuministros. Ninguno parecía preocupado de que su ejército se redujera cada día,desvaneciéndose como el rocío de la mañana a medida que más y más hombres desertaban,robando para el hogar y la cosecha todo el botín que podían cargar.

Muchas leguas al norte, en un castillo sobre la Bahía de los Cangrejos, otro señor se encontródeslizándose sobre el filo de una espada. De Desembarco del Rey llegó un cuervo llevando un

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mensaje de la reina para Manfryd Mooton, señor de Poza de la Doncella: debía enviarle lacabeza de Nettles, la chica bastarda, que se decía que se había convertido en la amante delPríncipe Daemon y a quien la reina había declarado culpable de alta traición. “Ningún daño sele hará a mi señor esposo, el Príncipe Daemon de la Casa Targaryen,” ordenó Su Alteza.“Mandadlo de vuelta cuando lo escrito este hecho, porque tenemos urgente necesidad de él.”

El maestre Norren, guardián de la Crónica de Poza de la Doncella, dice que cuando su señoríaleyó la carta de la reina temblaba tanto que perdió la voz. No volvió a leerla hasta que hubobebido tres jarras de vino. Entones Lord Mooton envió a por el capitán de su guardia, suhermano, y su campeón Ser Florian Acerogrís. También le pidió a su maestre que se quedara.Les leyó la carta y pidió su consejo.“Esto se resuelve fácilmente,” dijo el capitán de su guardia. “El príncipe duerme al lado de ella,pero ha envejecido. Tres hombres deberían ser suficientes para dominarlo si intentarainterferir, pero yo llevaré a seis para asegurarme. ¿Mi señor desea que esto se haga estanoche?”“Seis hombres, o sesenta, todavía es Daemon Targaryen,” objetó el hermano de Lord Mooton.“Un trago de somníferos en su vino de la tarde sería el curso más sabio. Cuando despierte, la

encontrará muerta.” “El Viejo Rey nunca habría pedido esto a ningún hombre honorable”, dijoSer Florian, el anciano caballero, gris y duro.“Éstos son tiempos inmundos,” dijo Lord Mooton, “y esta es la opción inmunda que esta reiname ha dado. La chica es una invitada bajo mi techo. Si obedezco, Poza de la Doncella serámaldecida para siempre. Si me niego, nosotros seremos los traidores y los destruidos.”A lo cual su hermano respondió “Puede ser que nos destruya cualquier elección que hagamos.El príncipe está más que aficionado a esta chica morena, y su dragón está al alcance de lamano. Un señor sabio los mataría a los dos, para que el príncipe no quemara Poza de laDoncella en su ira.”

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“La reina ha prohibido que se le haga ningún daño,” les recordó Lord Mooton, “y asesinar ados invitados en sus camas es el doble de vil que asesinar a uno. Sería doblemente maldito.”Entonces suspiró y dijo “Desearía no haber leído nunca esta carta.”Y el Maestre Norren dijo, “Quizás nunca lo hizo.”

Lo que se dijo después de esto nos es desconocido. Todo lo que sabemos es que el maestre, un joven de veintidós años, encontró al Príncipe Daemon y la chica Nettles en la cena de esanoche y les mostró la carta de la reina. Después de leer la carta, dijo el Príncipe Daemon, “Laspalabras de una reina, el trabajo de una puta.” Entonces sacó su espada y preguntó si loshombres de Lord Mooton estaban esperando detrás de la puerta para detenerlos. Cuando elmaestre le dijo que había venido solo y en secreto, el Príncipe Daemon envainó su espada,diciendo, “Eres un mal maestre, pero un buen hombre,” y entonces pidió que los dejara asolas, ordenándole que “no diga una palabra de esto al señor, ni a nadie hasta el díasiguiente.”

Cómo pasaron la noche el príncipe y su chica bastarda bajo el techo de Lord Mooton no fue

registrado, pero cuando llegó el alba, aparecieron juntos en el patio, y el Príncipe Daemonayudó a Nettles a ensillar a Ladrón de Ovejas por última vez. Era su costumbre alimentarlocada día antes de volar. Esa mañana ella le alimentó con un carnero negro, el más grande dePoza de la Doncella, embutiendo la carne en su garganta. Cuando montó sobre su dragón, susprendas de cuero estaban manchadas con sangre, recordó el Maestre Norren, y “sus mejillasestaban manchadas con lágrimas.” Ninguna palabra de adiós se dijo entre el hombre y ladoncella, pero cuando Ladrón de Ovejas plegó sus alas coriáceas de color castaño y subió en elcielo del alba, Caraxes levantó su cabeza y pegó tal bramido, que resquebrajó cada ventana enla Torre de Jonquil. Desde una gran altura sobre el pueblo, Nettles dirigió a su dragón hacia laBahía de Cangrejos, y desapareció en las neblinas de la mañana, para nunca ser vista de nuevoen la corte o el castillo.

Daemon Targaryen regresó al castillo solo el tiempo suficiente para tomar el desayuno conLord Mooton. “Ésta es la última vez que me verá,” le dijo a su señoría. “Gracias por vuestrahospitalidad. Que se sepa a través de todas sus tierras que vuelo a Harrenhal. Si mi sobrinoAemond se atreve a enfrentarme, me encontrará allí, solo.”Y así, el Príncipe Daemon partió de Poza de la Doncella por última vez. Cuando se hubomarchado el Maestre Norren le dijo a su señor “Quitadme la cadena del cuello y atadme lasmanos con ella. Debe entregarme a la reina. Cuando avisé a un traidor y le permití escapar, meconvertí en un traidor también.” Lord Mooton se negó. “Quedaos vuestra cadena” le dijo.“Todos somos traidores aquí.” Y esa noche, los estandartes de la Reina Rhaenyra, queondeaban sobre las puertas de Poza de la Doncella, fueron descolgados y los dragones doradosdel Rey Aegon II ocuparon su lugar.

Ningún estandarte ondeaba sobre las oscuras torres de Harrenhal, cuando el Príncipe Daemondescendió del cielo para tomar el castillo. Un puñado de ocupantes de habían encontradorefugio en las bóvedas y sótanos del castillo, pero el sonido de las alas de Caraxes los hizo huir.Cuando el último de ellos se hubo marchado, Daemon Targaryen paseó solitario por loscavernosos salones del asentamiento de Harren, sin más compañía que su dragón. Cadanoche, al crepúsculo, hacia un corte en el árbol corazón del bosque de dioses marcando elpaso de otro día. Todavía pueden verse trece marcas en ese arciano; heridas viejas, profundasy oscuras, y todavía, según dicen los señores que han gobernado Harrenhal desde los días deDaemon, vuelven a sangran todas las primaveras.

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En el decimocuarto día de la vigilia del príncipe, una sombra apareció sobre del castillo, másnegra que cualquier nube pasajera. Todos los pájaros en el bosque de dioses salieron volandoasustados, y un viento caliento azotó las hojas caídas a través del patio. Vhagar había venidopor fin, y en su lomo montaba el príncipe tuerto Aemond Targaryen, en armadura negra comola noche y ribeteada en oro.

No había venido solo. Alys Ríos volaba con él, su largo cabello negro fluyendo a su espalda, suvientre hinchado por el embarazo. El Príncipe Aemond rodeó dos veces las torres deHarrenhal, entonces Vhagar bajó en el patio exterior a cien yardas de Caraxes. Los dragones semiraron ominosamente, y Caraxes extendió sus alas y siseó, las llamas bailando en sus dientes.El príncipe ayudó a su mujer bajar del lomo de Vhagar, entonces se volvió para enfrentar a sutío.“Tío, he oído que has estado buscándonos.”“Sólo a ti,” respondió Daemon. “¿Quién te dijo dónde encontrarme?”“Mi señora,” contestó Aemond. “Ella te vio en una nube de tormenta, en un charcomontañoso al crepúsculo, en el fuego que encendimos para cocinar nuestra cena. Ella vemucho y más, mi Alys. Eres un necio al venir solo.”

“Si no estuviera solo, tú no habrías venido,” dijo Daemon.“Aun así aquí estas, y aquí estoy yo. Has vivido demasiado tiempo, tío.”“En eso estamos de acuerdo,” contestó Daemon. Entonces el príncipe mayor hizo a Caraxesdoblar su cuello y subió firmemente en su lomo, mientras el príncipe más joven besó a sumujer y se acercó a Vhagar, teniendo cuidado de sujetar las cuatro cortas cadenas entre elcinturón y silla de montar. Daemon dejó que sus propias cadenas se balancearan en el aire.Caraxes siseó nuevamente, llenando el aire de llamas, y Vhagar contestó con un rugido. Comosi fueran uno, ambos dragones saltaron al cielo.

El Príncipe Daemon llevó a Caraxes arriba rápidamente, azotándolo con un látigo con puntasde acero, hasta que ambos desaparecieron en un banco de nubes. Vhagar, más viejo y muchomás grande, también era más lento por su tamaño, y ascendió más gradualmente,ensanchando los círculos mientras se elevaba por encima de las aguas del Ojo de Dioses. Era alatardecer, el sol estaba cerca del cenit, y el lago estaba tranquilo, su superficie brillando comouna hoja de cobre pulido. Arriba y arriba voló Vhagar, buscando a Caraxes, cuando Alys Ríos,situada sobre la Torre de la Pira Real en Harrenhal, miró hacia abajo.El ataque llegó súbito como un rayo. Caraxes se lanzó sobre Vhagar con un chillido penetrante,cubierto por la luz intensa de la puesta del sol, y por el lado ciego del Príncipe Aemond. ElWyrm Sangriento atacó al dragón más viejo con una fuerza terrible. Sus rugidos resonaron porel Ojo de Dioses, cuando ambos se trenzaron y se lanzaron zarpazos, oscuros contra el cielorojo como la sangre. Tan brillantes eran sus llamas que los pescadores de debajo creyeron quelas nubes mismas estaban ardiendo. Enroscados, los dragones fueron cayendo hacia el lago.Las mandíbulas del Wyrm Sangriento se cerraron sobre el cuello de Vhagar, sus negros dienteshundidos profundamente en la carne del dragón más grande. Mientas las garras de Vhagar leabrían la barriga, y los dientes de Vhagar le arrancaban un ala, Caraxes mordió más y másprofundamente en la herida, mientras el lago se acercaba debajo de ellos a una velocidadterrible.

Y fue entonces, nos dicen las historias, cuando el Príncipe Daemon Targaryen pasó una piernapor encima de su silla de montar y brincó de un dragón a otro. En su mano tenía a HermanaOscura, la espada de la Reina Visenya. Cuando Aemond Un-Ojo lo miró aterrorizado,

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manoseando las cadenas que lo ataban a su silla de montar, Daemon arrancó el yelmo de susobrino y clavó la espada en su ojo ciego, con tanta fuerza, que la punta salió por la parte deatrás de la garganta del joven príncipe. Instantes después, los dragones golpearon el lago,enviando una ola de agua tan grande, que se dijo que había sido tan alta como la Torre de laPira Real.

Ni el jinete, ni el dragón podrían haber sobrevivido a tal impacto, dijeron los pescadores que lohabían presenciado. Ni lo hicieron. Caraxes vivió el tiempo suficiente para arrastrarse hacia latierra. Destripado, con un ala colgando de su cuerpo y las humeantes aguas del lagoenvolviéndole, el Wyrm Sangriento encontró la fuerza para arrastrarse hacia la orilla del lago,expirando bajo los muros de Harrenhal. El cadáver de Vhagar se hundió en el fondo del lago; lasangre caliente de la herida abierta en su cuello hizo hervir el agua en su último lugar dedescanso. Cuando fue encontrado algunos años después de finalizar la Danza de los Dragones,los huesos acorazados del Príncipe Aemond aún permanecían encadenados a su silla demontar, con Hermana Oscura clavada hasta la empuñadura a través de la cuenca de su ojo.

El Príncipe Daemon murió también, de eso no podemos dudar. Nunca se encontraron susrestos, pero hay corrientes raras en ese lago, y también peces hambrientos. Los juglares nosdicen que el príncipe mayor sobrevivió a la caída y después regresó con la chica Nettles, y pasóel resto de sus días a su lado. Estas historias hacen canciones encantadoras, pero mala historia.Era el día vigesimosegundo de la quinta luna del año 130 CA cuando los dragones bailaron ymurieron sobre el Ojo de Dioses. Daemon Targaryen tenía cuarenta y nueve años el día de sumuerte; el Príncipe Aemond sólo veinte. Vhagar, el más grande de los dragones de losTargaryen desde la muerte de Balerion el Terror Negro, había sumado ciento ochenta y unaños sobre la tierra. Así había muerto la última criatura viviente de los días de la Conquista deAegon, como la oscuridad y las tinieblas se habían tragado la maldita sede de Harren el Negro.Sin embargo muy pocos estuvieron presentes para dar testimonio por lo que pasaría algúntiempo antes de que la noticia de la última batalla del Príncipe Daemon llegara a serampliamente conocida.

En Desembarco del Rey, la Reina Rhaenyra se encontraba más aislada que nunca con cadanueva traición. Addam Velaryon, sospechoso de ser un cambiacapas, había huido antes de quepudiera ser interrogado. Ordenando el arresto de Addam Velaryon, había perdido no sólo undragón y un jinete, si no la Mano de la Reina también… y más de la mitad del ejército quehabía navegado desde Rocadragón para apoderarse del Trono de Hierro eran, de hecho, loshombres juramentados de la Casa Velaryon. Cuando se conoció que Lord Corlys languidecía enun calabozo bajo la Fortaleza Roja, empezaron a abandonar su causa por centenares. Algunosse dirigieron a la Plaza de los Zapateros para unirse a las multitudes reunidas allí; aunque otrosse escaparon a través de las puertas de la poterna, o por encima de los muros, intentandoregresar a Marcaderiva. No podía confiar ni en aquellos que se quedaron a su lado.Ese mismo día, no mucho tiempo después del ocaso, otro horror visitó la corte de la reina.Helaena Targaryen, hermana, esposa, y reina del Rey Aegon II y madre de sus hijos, se arrojódesde su ventana en el Torreón de Maegor, muriendo empalada en las púas de acero quebordeaban el foso seco. Tenía veintiún años.

Al anochecer una historia más oscura se contaba en las calles y callejas de Desembarco delRey, en las tabernas, burdeles y comercios, incluso en los sagrados septos. La Reina Helaenahabía sido asesinada, se susurraba, como sus hijos antes que ella. El Príncipe Daeron y susdragones pronto estarían antes las puertas de la ciudad, y con ellos llegaría a su fin el reinadode Rhaenyra. La vieja reina estaba determinada a que su media hermana menor no vivierapara deleitarse con su caída, por lo que había enviado a Ser Luthor Largent a atrapar a Helaenacon sus ásperas y enormes manos, y arrojarla desde la ventana a las picas de abajo.

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El rumor del ‘asesinato’ de la Reina Helaena pronto estuvo en labios de la mitad deDesembarco del Rey. Esto demuestra que rápidamente toda la ciudad se había vuelto encontra de su otrora amada reina. Rhaenyra era odiada; Helaena había sido amada. Nadie delpueblo llano de la ciudad había olvidado el cruel asesinato del Príncipe Jaehaerys por Sangre y

Queso. El fin de Helaena había sido misericordiosamente dulce; una de las púas le atravesó lagarganta y murió sin emitir un sonido. En el momento de su muerte, al otro lado de la ciudaden la cima de la Colina de Rhaenys, su dragón Dreamfyre se levantó repentinamente con unrugido que hizo temblar Pozo Dragón, rompiendo dos de las cadenas que lo ataban. Cuando laReina Alicent fue informada de la muerte de su hija, se rasgó sus vestidos y pronunció unaterrible maldición contra su rival.Esa noche Desembarco del Rey estalló en un motín sangriento.

El alboroto empezó en las callejas y callejones de Lecho de Pulgas, cuando los hombres ymujeres fluyeron de las tabernas, los hoyos de ratas, y tiendas de comida por centenares,furiosos, ebrios y asustados. De allí los alborotadores se extendieron a lo largo de la ciudad,

reclamando justicia para los príncipes muertos y su madre asesinada. Se volcaron carretas ycarros, se saquearon y quemaron las tiendas y las casas. Los capas doradas que intentaronsofocar las rebeliones, fueron abatidos y golpeados salvajemente. Nadie fue perdonado, denacimiento alto o bajo. Arrojaron basura a los señores y los caballeros fueron arrancados desus sillas de montar. Lady Darla Deddings vio a su hermano Davos apuñalado en un ojo cuandointentó defenderla de tres ebrios que intentaron violarla. Marineros impedidos de regresar asus barcos atacaron la Puerta del Río y lucharon con la Guardia de la Ciudad. Le tocó a SerLuthor Largent y unos cuatrocientos lanceros poder dispersarlos. Por entonces la mitad de lapuerta había sido rota en pedazos y cien hombres estaban muertos o agonizando.En la Plaza de los Zapateros se oían los sonidos del alboroto desde cada distrito. La Guardia dela Ciudad había llegado con todo su poder, quinientos hombres ataviados en negras cotas demalla, cascos de acero, y largas capas doradas, armados con espadas cortas, lanzas y garrotescon clavos. Formaron en el lateral sur de la plaza, detrás de una pared de escudos y lanzas. A lacabeza montaba Ser Luthor Largent en un caballo de guerra blindado, con una larga espada ensu mano. Su mera visión fue suficiente para enviar a centenares de regreso a los callejones ycallejas y calles laterales. Cientos más huyeron cuando Ser Luthor ordenó avanzar a los capasdoradas.

Sin embargo, diez mil se quedaron. La presión era tan intensa que muchos que podrían haberhuido con gusto se vieron incapaces de moverse, empujados y apretados y pisoteados. Otrosse lanzaron hacia delante, agarrados de los brazos, y comenzaron a gritar y maldecir cuandolas lanzas avanzaron con el lento ritmo de un tambor. “Abrid paso, malditos estúpidos,” rugióSer Luthor. “Iros a casa. No se os hará daño. ¡Iros a casa!”

Algunos comentaron después que el primer hombre que murió era un panadero, que gruñó desorpresa cuando una punta de lanza agujereó su carne y vio que su delantal se ponía rojo.Otros afirman que era una pequeña chica, pisada por el caballo de guerra de Ser Luthor. Unapiedra voló de la muchedumbre, golpeando a un lancero en la frente. Se oyeron gritos ymaldiciones, llovieron palos y piedras y orinales desde las azoteas; un arquero en la plazaempezó a soltar sus flechas. Una antorcha fue arrojada a un guardia, y rápidamente su capadorada estaba ardiendo.Los Capas Doradas eran hombres grandes, jóvenes, fuertes, disciplinados, bien armados y bienacorazados. Por veinte yardas o más, su pared de escudos los sostuvo, y se abrieron un caminosangriento a través de la muchedumbre, dejando muertos y agonizantes a su alrededor. Peroeran sólo quinientos, y se habían reunido docenas de miles de rebeldes. Un guardia cayó,luego otro. De repente los alborotadores estaban pasando a través de los huecos en las filas,

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atacando con cuchillos y piedras, incluso con los dientes, como un enjambre encima de laGuardia de la Ciudad y alrededor de sus flancos, atacando desde atrás, arrojando tejas desdelos techos y balcones.

La batalla se volvió un alboroto, que se convirtió en matanza. Rodeados por todos lados, los

capas doradas se encontraron desbordados y derribados, sin espacio para manejar sus armas.Muchos murieron por los filos de sus propias espadas. Otros fueron despedazados, pateadoshasta la muerte, pisoteados, tajados con las azadas y hachas de carnicero. Ni siquiera elterrorífico Ser Luthor Largent logró escapar de la carnicería. Empuñando su espada, Largentfue arrojado de su silla de montar, apuñalado en los intestinos, y golpeado hasta la muerte conun pedrusco; su yelmo y cabeza estaban tan aplastados, que fue reconocido sólo por eltamaño de su cuerpo, cuando los carros de los cadáveres vinieron al día siguiente.Durante esa larga noche, el caos siguió en la mitad de la ciudad, aunque extraños señores yreyes, en medio del desorden, reñían por el liderazgo. Un caballero errante llamado Ser Perkindel Lecho de Pulgas coronó a su propio escudero Trystane, un jovencito de dieciséis años,declarando que era un hijo natural del difunto Rey Viserys. Cualquier caballero puede hacer a

un caballero, y cuando Ser Perkin empezó a nombrar caballero a cada mercenario, ladrón, ehijo de carnicero que se reunieron bajo el astroso estandarte de Trystane, aparecieroncentenares de hombres y chicos para plegarse a su causa.

Al despuntar el alba, los fuegos ardían a todo lo largo de la ciudad, la Plaza de los Zapaterosestaba repleta de cadáveres, y las bandas de hombres sin ley recorrían el Lecho de Pulgas,irrumpiendo en los comercios y casas y atacando a cada persona honrada que encontraban.Los capas doradas supervivientes se habían retirado a sus cuarteles, aunque los caballeroscallejeros, reyes bufones, y profetas dementes gobernaban las calles. Se asemejaban a lascucarachas; los peores huían antes de la primera luz del día, retirándose a los agujeros ysótanos para dormir sus borracheras, distribuir sus pillajes, y lavar la sangre de sus manos. Loscapas doradas de la Puerta Vieja y la Puerta del Dragón marcharon bajo el mando de suscapitanes, Ser Balon Byrch y Ser Garth el Labio Leporino, y al mediodía habían logradorestablecer una apariencia de orden en la calles al norte y al este de la Colina de Rhaenys. SerMedrick Manderly, liderando a cien hombres de Puerto Blanco, hizo lo mismo en la zonanoreste de la Colina Alta de Aegon, frente a la Puerta de Hierro.

Cuando Ser Torrhen Manderly llevó a sus norteños al Garfio, encontraron la Plaza del Pescadoy el Paseo del Río repletos de caballeros callejeros de Ser Perkin. En la Puerta del Río, elharapiento estandarte del ‘Rey’ Trystane ondeaba sobre las almenas, y los cadáveres delcapitán y tres de sus sargentos colgaban de la puerta. La restante guarnición del Lodazal sehabía ido con Ser Perkin. Ser Torrhen perdió un cuarto de sus hombres abriéndose camino deregreso a la Fortaleza Roja… pero escapó con pocas perdidas, comparado con Ser LorentMarbrand, quien llevó a cien caballeros y hombres armados al Lecho de Pulgas. Volvierondieciséis. Ser Lorent, Lord Comandante de la Guardia de la Reina, no estaba entre ellos.

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Al atardecer, Rhaenyra Targaryen se encontró dolorosamente asediada; su reino en ruinas. Lareina se había enfurecido cuando supo que Poza de la Doncella se había unido al enemigo; quela chica Nettles había huido y que su propio amado consorte la había traicionado, y temblócuando Lady Mysaria le advirtió de la llegada de la oscuridad, que esta noche sería peor que laanterior. De madrugada, un centenar de hombres la atendieron en el salón del trono, pero uno

a uno se fueron escabullendo.

Su Alteza pasó de la ira a la desesperación y de vuelta, agarrándose desesperadamente alTrono de Hierro hasta que a la puesta de sol sus dos manos estuvieron ensangrentadas. Le dioel mando de los capas doradas a Ser Balon Byrch, capitán de la Puerta de Hierro, envió cuervosa Invernalia y al Nido de Águilas pidiendo más ayuda, ordenó que se elaborara un decreto deproscripción en contra de los Mooton de Poza de la Doncella, y nombró al joven Ser GlendonLord Comandante de la Guardia de la Reina. (Aunque solo tenía veinte años y había sidomiembro de los Espadas Blanca menos de una luna, Goode se había distinguido durante loscombates del Lecho de Pulgas ese mismo día. Fue él quien trajo de vuelta el cuerpo de SerLorent, manteniendo a los alborotadores lejos de él.)

Aegon el Joven estaba siempre al lado de su madre, sin embargo rara vez decía algo. ElPríncipe Joffrey, de trece años, se puso la armadura de escudero y le pidió a la reina que lepermitiera cabalgar a Pozo Dragón y montar en Tyraxes. “Quiero luchar por ti, Madre, comomis hermanos. Permíteme demostrar que soy tan valiente como fueron ellos.” Sin embargosus palabras solo profundizaron la resolución de Rhaenyra. “Eran valientes y están muertos, losdos. Mis dulces chicos.” Y una vez más, Su Alteza prohibió al príncipe abandonar el castillo.Con la puesta del sol, las alimañas de Desembarco del Rey salieron más una vez de susagujeros de ratas, escondites y sótanos, en cantidades aún mayores que la noche anterior.En la Puerta del Río, Ser Perkin festejó con sus caballeros callejeros con la comida robada yluego los llevó por la orilla del río, saqueando los muelles y almacenes y cualquier barco queestuviese amarrado. A pesar de que Desembarco del Rey se jactaba de sus enormes muros yrobustas torres, habían sido diseñadas para repeler ataques desde fuera de la ciudad, no desdedentro de sus muros. La guarnición de la Puerta de los Dioses era especialmente débil, ya quesu capitán y una tercera parte de sus fuerzas habían muerto con Ser Luthor Largent en la Plazade los Zapateros. Los que quedaban, muchos de ellos heridos, fueron fácilmente vencidos porlas hordas de Ser Perkin.

Antes de que pasara una hora, la Puerta del Rey y la Puerta del León también estaban abiertas.Los Capas Doradas huyeron en la primera, mientras que los ‘leones’ de la segunda se habíanunido con las turbas. Tres de las siete puertas de Desembarco del Rey estaban abiertas a losenemigos de Rhaenyra.

Sin embargo, la amenaza más grave al gobierno de la reina resultó estar dentro de la ciudad. Alanochecer, otra muchedumbre se había reunido en la Plaza de los Zapateros, dos veces máspopulosa y tres veces más terrible que la noche anterior. Igual que la reina, la chusma estabaobservando el cielo con miedo, temiendo que los dragones del Rey Aegon llegarían antes delamanecer, con un ejército detrás. Ya no creían que la reina pudiera protegerlos.Cuando un profeta loco y manco llamado el Pastor empezó a delirar en contra de los dragones,no sólo contra los que estaban viniendo a atacarlos, sino contra todos los dragones por todaspartes, la muchedumbre, medio enloquecida también, lo escuchó. “Cuando los dragoneslleguen,” chilló, “vuestras carnes se quemarán y se llenarán de ampollas y se convertirán encenizas. Vuestras esposas bailarán con prendas de fuego, chillando cuando ardan, lascivas ydesnudas bajo las llamas. Y veréis llorar a vuestros niños pequeños, llorando hasta que sus ojosse derritan y resbalen como gelatina por sus caras; hasta que sus carnes rosadas se vuelvannegras y crepiten sus huesos. El Desconocido viene, él viene, él viene, para flagelarnos por

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nuestros pecados. Las oraciones no pueden frenar su furia, no más que las llamas de losdragones pueden apagar las lágrimas. Sólo la sangre puede hacerlo. Su sangre, mi sangre, tusangre.” Entonces levantó el muñón de su brazo derecho, y apuntó hacia la Colina de Rhaenysdetrás de él, a Pozo Dragón, negro contra las estrellas. “Allí moran los demonios, allí. Ésta es suciudad. ¡Para hacerla suya, primero deben destruirlos! ¡Para limpiarse de pecado, primero

deben bañarse en la sangre de dragón! ¡Sólo con la sangre los fuegos del infierno seapagaran!”

De diez mil gargantas subió un grito. “¡Mátalos! Mátalos!” Y como alguna inmensa bestia condiez mil piernas, los corderos del Pastor empezaron a moverse, empujando y avanzando,ondeando las antorchas, blandiendo espadas y cuchillos y otras armas más rudimentarias,caminando y corriendo a través de las calles y callejas hacia Pozo Dragón. Algunos lo pensaronmejor y se deslizaron hacia sus casas, pero por cada hombre que se fue, tres más aparecieronpara unirse a los mata-dragones. En el momento que llegaron a la colina de Rhaenys, sunúmero se había duplicado.

En la cima de la Colina Alta de Aegon al otro lado de la ciudad, la Reina vio desplegarse elataque desde lo alto del Torreón de Maegor con sus hijos y los miembros de su corte. La nocheera oscura y nublada, las antorchas tan numerosas que era como si todas las estrellas hubieranbajado del cielo para asaltar Pozo Dragón. Tan pronto como le llegó la noticia de que lamultitud enfurecida estaba en marcha, Rhaenyra envió jinetes a Ser Balon en la Puerta Vieja ya Ser Garth en la Puerta del Dragón, ordenándoles dispersar la chusma y defender a losdragones reales… pero con la ciudad en tal confusión, era poco probable que los jinetesllegaran. Cuando el Príncipe Joffrey suplicó a su madre permitirle montar con sus propioscaballeros y los de Puerto Blanco, la reina se negó. “Si toman esa colina, esta será la siguiente,”dijo. “Necesitaremos cada espada aquí para defender el castillo.”“Matarán a los dragones,” dijo el Príncipe Joffrey, angustiado.“O los dragones los matarán a ellos,” le dijo su madre, impasible. “Déjalos quemarse. El reinono los extrañará por mucho tiempo.”“Madre, ¿y si matan a Tyraxes?” dijo el joven príncipe.La reina no lo creyó posible. “Son alimañas. Borrachos y necios y ratas del canal. Una poco defuego de dragón y saldrán corriendo.”A lo que Champiñón, el bufón de la corte respondió, diciendo, “Pueden ser borrachos, pero unhombre ebrio no conoce el miedo. Necios, sí, pero un necio puede matar a un rey. Ratastambién, pero mil ratas pueden derrumbar un oso. Yo lo vi una vez, allí en el Lecho de Pulgas.”Su Alteza regresó a los parapetos.

Solo cuando los guardias del tejado oyeron a Syrax rugir se dieron cuenta de que el príncipe sehabía escabullido. “No,” se escuchó decir a la reina, “se lo prohibí, se lo prohibí ,” pero inclusomientras hablaba, el dragón aleteó hacia arriba desde el patio, alzándose en solo medio latidopor encima de las almenas del castillo, para luego lanzarse a la noche con el hijo de la reinaaferrándose a su espalda con una espada en la mano.“Detrás de él,” Rhaenyra gritó, “todos, cada hombre, cada muchacho, a los caballos, a loscaballos, persíganlo. Devuélvanmelo, devuélvanmelo, él no sabe. Mi hijo, mi dulce, mi hijo…”Pero era demasiado tarde.

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No vamos a pretender comprender la unión entre el dragón y su jinete; los más sabios hanponderado ese misterio durante siglos. Sabemos, sin embargo, que los dragones no soncaballos, para ser montados por cualquier hombre que arroja una silla de montar en su lomo.Syrax era el dragón de la reina. Nunca había conocido a otro jinete. Aunque conocía al PríncipeJoffrey por la vista y el olor, una presencia familiar manoseando sus cadenas no provocó

ninguna alarma, sin embargo, el gran dragón hembra amarillo no quería sentirlo a horcajadassobre ella. En su prisa por estar lejos antes de ser detenido, el príncipe había subido en Syraxsin la ventaja de la silla de montar, o el látigo. Su intención, debemos presumir, o era volar conSyrax a la batalla o, más probablemente, cruzar la ciudad hasta Pozo Dragón y su dragónTyraxes. También, quizás quiso soltar a los otros dragones del pozo.Joffrey nunca alcanzó la Colina de Rhaenys. Una vez en el aire, Syrax se retorció debajo de él,luchando por liberarse de este jinete poco familiar. Y desde abajo, las piedras y lanzas y flechasvolaron hacia él de las manos de los alborotadores, enloqueciendo incluso aún más al dragón.A doscientos pies sobre el Lecho de Pulgas, el Príncipe Joffrey se resbaló del lomo del dragón ycayó a tierra.

Cerca de la unión de cinco callejas, el príncipe tuvo un sangriento final. En primer lugar, chocócontra un techo empinado, antes de rodar y caer otros cuarenta pies entre una lluvia de tejasrotas. Nos dicen que su caída le rompió la espalda; los fragmentos de tablas llovieron sobre élcomo cuchillos; que su espada se soltó de su mano y agujereó su vientre. En el Lecho dePulgas, los hombres hablan todavía de la hija de un fabricante de velas llamada Robin, queacunó al destrozado príncipe en sus brazos y le dio consuelo cuando murió; pero hay más deleyenda que de historia en ese cuento. “Madre, perdóname,” dijo supuestamente Joffrey, consu último aliento… aunque los hombres todavía discuten de si él estaba hablando de su madrela reina, u orando a la Madre en el cielo.Y así pereció Joffrey Velaryon, el Príncipe de Rocadragón y heredero al Trono de Hierro, elúltimo de los hijos de Reina Rhaenyra y Laenor Velaryon… o el último de sus bastardos con SerHarwin Strong, dependiendo de qué verdad escoja creer uno.

Y mientras la sangre fluía en los callejones del Lecho de Pulgas, otra batalla se extendióalrededor de Pozo Dragón, en la cima de la Colina de Rhaenys.Champiñón no estaba equivocado: de hecho, los enjambres de ratas hambrientas derrumbantoros y osos y leones, cuando son suficientes. No importa a cuántas el toro o el oso puedanmatar, siempre hay más, mordiendo las patas de la gran bestia, aferrándose a su barriga,corriendo por su espalda. Y eso ocurrió esa noche. Estas ratas humanas estaban armadas conlanzas, hachas, garrotes con clavos, y con cincuenta clases de armas, incluyendo arcos yballestas.

Los Capas Doradas de la Puerta del Dragón, obedeciendo las órdenes de la reina, salieron desus barracones para defender la colina, pero les resultó imposible atravesar las turbas, y sevolvieron, mientras que el mensajero enviado a la Puerta Vieja nunca llegó. Pozo Dragón teníasu propio contingente de guardias, pero eran pocos y pronto fueron sobrepasados yasesinados cuando la chusma acometió a través de las puertas (las puertas principales muyaltas, reforzadas con hierro y bronce eran demasiado sólidas; pero el edificio tenía algunasentradas menores) y entraron, trepando por las ventanas.

Quizás los amotinados esperaban matar a los dragones mientras dormían, pero el estruendodel ataque lo hizo imposible. Aquellos que vivieron para contarlo después, relataron los gritos,el olor de la sangre en el aire, el ruido de las puertas de roble y hierro astilladas bajo los golpesde bastos arietes e innumerables hachas. “Raramente tantos hombres corren tan ávidamentehacia sus piras fúnebres,” escribió después el Gran Maestre Munkun, “pero la locura se

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apoderó de ellos.” Había cuatro dragones alojados dentro de Pozo Dragón. Cuando entró elprimero de los agresores, saltando a las arenas, los cuatro se despertaron, alertas e irritados.Ninguna crónica coincide en cuántos hombres y mujeres murieron esa noche bajo el grandomo de Pozo Dragón: doscientos o dos mil. Por cada hombre que pereció, diez sufrieronquemaduras y aun así, algunos sobrevivieron. Atrapados dentro del foso, cercados por los

muros y la cúpula, y sujetos con gruesas cadenas, los dragones no podían volar lejos, o usar susalas para evadir los ataques y atacar a sus enemigos. En cambio, lucharon con los cuernos ygarras y dientes, girando igual que toros en un agujero de ratas del Lecho de Pulgas… peroestos toros podían respirar fuego. El Pozo Dragón se transformó en un infierno ardiente,dónde los hombres quemados se tambaleaban gritando a través del humo, la carnedesprendiéndose de sus huesos ennegrecidos; pero por cada hombre que moría, aparecíandiez más, gritando que los dragones debían morir. Y los mataron, uno por uno.Shrykos fue el primer dragón en sucumbir, muerto por un guardabosques conocido comoHobb el Talador, que saltó a su cuello clavando su hacha en el cráneo de la bestia, mientrasShrykos rugía y se retorcía, tratando de quitárselo de encima. Siete golpes tuvo que dar Hobbcon sus piernas rodeando el cuello del dragón, y cada vez que su hacha descendía gritaba el

nombre de uno de los Siete. Fue el séptimo golpe, el golpe del Desconocido, el que mató aldragón, atravesando escamas y huesos hasta el cerebro de la bestia.

Según los relatos, Morghul fue asesinado por el Caballero Ardiente, un enorme bruto con unapesada armadura, que corrió precipitadamente hacia las llamas del dragón con lanza en lamano, clavando repetidamente la punta en el ojo de la bestia, incluso mientras el fuego deldragón había derretido su armadura de acero a su alrededor y se fundió con la carne en suinterior.Tyraxes, el dragón del príncipe Joffrey, se retiró a su guarida, asando a tantos asesinos dedragones que corrieron hacia él, que su entrada pronto fue intransitable por sus cadáveres.Pero hay que recordar que cada una de estas cuevas artificiales tenían dos entradas, unafrente a las arenas del foso, otra que daba a la ladera, y pronto la turba irrumpió por la “puertatrasera” aullando a través del humo con espadas y lanzas y hachas. Como Tyraxes se volvió, suscadenas se enredaron envolviéndolo en una red de acero que limitó sus movimientos. Mediadocena de hombres (y una mujer) afirmaron después haber dado el golpe mortal al dragón.El último de los cuatro dragones del pozo no murió tan fácilmente. La leyenda dice queDreamfyre había roto dos de sus cadenas cuando la muerte de la Reina Helaena. Ahora hizoreventar las ataduras restantes, arrancando los postes de los muros, cuando la chusma se leacercó, arremetiendo con dientes y garras, cortando a los hombres en pedazos, mientraslanzaba sus terribles fuegos. Como otros lo rodearon se lanzó a volar, rodeando el interiorcavernoso de Pozo Dragón y descendiendo para atacar a los hombres de debajo. Tyraxes,Shrykos, y Morghul mataron a muchos, sin duda, pero Dreamfyre mató a más que los tres

 juntos.

Cientos huyeron aterrorizados de sus llamas… pero cientos más, borrachos, locos o poseídospor el valor del propio Guerrero, se lanzaron al ataque. Incluso en el vértice de la cúpula, eldragón estaba a poca distancia de arqueros y ballesteros, y las flechas y cuadrillos volaron aDreamfyre dondequiera que fuera, a tan corta distancia que algunos pocos incluso perforaronsus escamas. Cada vez que lanzaba sus llamas, los hombres la rodeaban al ataque, haciéndolavolver de nuevo al aire. Dos vece voló el dragón hacia las grandes puertas de bronce de PozoDragón, solo para descubrir que estaban cerradas a cal y canto y defendidas por filas de lanzas.Incapaz de huir, Dreamfyre volvió al ataque, masacrando a sus verdugos hasta que las arenasdel foso estuvieron sembradas de cadáveres carbonizados, y el aire estuvo cargado de humo yolor a carne quemada, y aun así las lanzas y flechas siguieron volando. El final llegó cuando unaflecha de ballesta golpeó uno de los ojos del dragón. Medio ciega y enloquecida por unadocena de heridas menores, Dreamfyre extendió sus alas y voló directamente hacia la cima del

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gran domo en un último y desesperado intento de irrumpir en el cielo abierto. Ya debilitadopor las explosiones del fuegodragón, el domo crujió bajo la fuerza de impacto, y un momentodespués la mitad se derrumbó, aplastando al dragón y a los asesinos de dragones bajotoneladas de piedras y cascotes.

El Ataque a Pozo Dragón terminó. Cuatro de los dragones de los Targaryen estaban muertos,aunque a un precio espantoso. El propio dragón de la reina aún seguía vivo y libre… y cuandolos quemados y ensangrentados sobrevivientes de la carnicería en el pozo salieron tropezandode las ruinas humeantes, Syrax descendió sobre ellos.Mil gritos y chillidos resonaron por toda la ciudad, mezclándose con el rugido del dragón. En loalto de la Colina de Rhaenys, Pozo Dragón tenía una corona de fuego amarillo, ardiendo contanto brillo que parecía como si el sol estuviera saliendo. Incluso la reina se estremeciómientras observaba, las lágrimas brillando en sus mejillas. Muchos de los acompañantes de lareina en la azotea huyeron por temor a que los incendios no tardarían en afectar a toda laciudad, incluso a la Fortaleza Roja en la cumbre de la Colina Alta de Aegon. Otros fueron alsepto del castillo para rezar por la salvación. Rhaenyra envolvió con sus brazos a su último hijo

vivo, Aegon el Joven, agarrándolo con fuerza contra su pecho. No lo soltó… hasta el momentoterrible en que Syrax cayó.Desencadenada y sin jinete, Syrax podría haber volado fácilmente lejos de la locura. El cielo erasuyo. Podría haber regresado a la Fortaleza Roja, o abandonar la ciudad, volando haciaRocadragón. ¿Fue el ruido y el fuego lo que la atrajeron a la Colina de Rhaenys, los rugidos ygritos de los dragones agonizantes, el olor de la carne ardiente? No podemos saberlo, no másdel porqué Syrax escogió descender sobre la chusma, rasgándolas con dientes y garras ydevorando docenas de personas, cuando pudo fácilmente hacer llover el fuego sobre ellosdesde arriba, pues en el cielo ningún hombre podría dañarla. Sólo podemos contar lo quepasó.

Más de una historia contradictoria se contó sobre la muerte del dragón de la reina. Algunos sela adjudican a Hobb el Talador y su hacha, aunque esto es casi seguro un error. ¿Realmentepodía el mismo hombre haber matado dos dragones en la misma noche y de la mismamanera? Algunos hablan de un lancero sin nombre, “un gigante ensangrentado”, que saltó dela cúpula rota de Pozo Dragón sobre la espalda del dragón. Otros relatan como un caballerollamado Ser Warrick Wheaton cortó un ala de Syrax con una espada de acero valyrio. Unballestero llamado Bean reclamó la muerte después, alardeando en muchas tabernas y bares,hasta que uno de los leales a la reina se cansó del movimiento de su lengua y se la cortó. Laverdad del asunto nunca la sabrá nadie; excepto que Syrax murió esa noche.La pérdida de su dragón y de su hijo dejó a Rhaenyra Targaryen cenicienta e inconsolable. Seretiró a sus aposentos aunque sus consejeros siguieron conferenciando. Todos estaban deacuerdo en que el Desembarco del Rey estaba perdido; necesitaban abandonar la ciudad.Renuentemente, Su Alteza fue persuadida de abandonarla al día siguiente, al amanecer. Con la

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Puerta del Lodazal en manos de sus enemigos, y todos los barcos quemados o hundidos a lolargo del río, Rhaenyra y un pequeño sequito de seguidores salieron a través de la Puerta delDragón, con la intención de ir por la costa hacia Valle Oscuro. Con ella cabalgaban loshermanos Manderly; cuatro Guardias de la Reina supervivientes; Ser Balon Byrch y veintecapas doradas; cuatro damas de compañía de la reina, y su último hijo sobreviviente, Aegon el

Joven.

Mucho más estaba pasando en Ladera, y es allí donde debemos dirigir nuestra mirada. Cuandola noticia de la insurrección en Desembarco del Rey alcanzó al ejército del Príncipe Daeron enLadera, muchos jóvenes señores quisieron avanzar de nuevo hacia la ciudad enseguida. Sus

 jefes eran Ser Jon Roxton, Ser Roger Corne y Lord Unwin Peake… pero Ser Hobert Hightoweraconsejó cautela, y los Dos Traidores se negaron a unirse a cualquier ataque, a menos quefueran consideradas sus propias demandas. Ulf el Blanco, se recordará, deseaba que le fueseconcedido el gran castillo de Altojardin con todas sus tierras e ingresos, mientras que HughHammer el Duro deseaba nada menos que una corona.

Estos conflictos llegaron a hervir cuando a Ladera llegó tardíamente la noticia de la muerte deAemond Targaryen en Harrenhal. El Rey Aegon II no había sido visto desde la caída deDesembarco del Rey en manos de su media hermana Rhaenyra, y eran muchos lo que temíanque la reina lo había asesinado en secreto, ocultando el cadáver, para no ser condenada comoasesina de su sangre. Con su hermano Aemond muerto también, los verdes se encontraron sinreyes y sin líderes. El Príncipe Daeron era en siguiente en la línea de sucesión. Lord Peakedeclaró que el muchacho debía ser proclamado en seguida como Príncipe de Rocadragón;otros, creyendo muerto a Aegon II, deseaban coronarlo como rey.

Los Dos Traidores también sentían la necesidad de un rey… pero Daeron Targaryen no era elrey que ellos querían. “Necesitamos a un hombre fuerte para liderarnos, no a un chico,”declaró Hugh Hammer el Duro. “El trono debe ser mío.” Cuando Jon Roxton exigió saber conqué derecho intentaba coronarse a sí mismo rey, Lord Hammer contestó, “El mismo derechoque el Conquistador. Un dragón.” Y verdaderamente, muerto Vhagar, el dragón vivo más viejoy más grande en todo Poniente era Vermithor, que fue la montura del Viejo Rey y ahora era deHugh el Duro, el bastardo. Vermithor era tres veces más grande que Tessarion, el dragónhembra del Príncipe Daeron. Ningún hombre que los vio juntos pudo negar que Vermithor erala bestia más terrorífica.Aunque la ambición de Hammer era indecorosa en alguien de tan baja cuna, el bastardo sinduda poseía algo de sangre Targaryen y había demostrado ser feroz en la batalla y generosocon los que le seguían, mostrando el tipo de generosidad que atrae a los hombres a los líderescomo un cadáver atrae las moscas. Eran hombres de la peor clase: mercenarios, caballerosladrones, chusma, hombre de sangre mezclada y nacimiento incierto que amaban la batallapor sí misma y vivían de la rapiña y el saqueo.

Los señores y caballeros de Antigua y el Dominio estaban ofendidos por la arrogancia de losTraidores, pero ninguno tanto como el Príncipe Daeron Targaryen mismo, cuya ira creció tantoque le lanzó una copa de vino a la cara a Hugh el Duro. Mientras Lord Blanco decía que era unapérdida de buen vino, Lord Hammer dijo, “Los chiquillos deberían ser más educados cuandolos hombres hablan. Creo que tu padre no te golpeó con la suficiente frecuencia. Procura queno compense su falta.” Los Dos Traidores se alejaron juntos, y empezaron a hacer planes parala coronación de Hammer. Al día siguiente, cuando Hugh el Duro apareció llevando una coronade hierro negro, provocó la furia del Príncipe Daeron y de los señores de noble cuna y loscaballeros.Uno de ellos, Ser Roger Corne, hizo una broma derribando la corona de la cabeza de Hammer.

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“Una corona no hace rey a un hombre,” dijo. “Debes llevar una herradura en tu cabeza,herrero.” Fue una estupidez hacerlo. A Lord Hugh no le hizo gracia. Bajo sus órdenes, sushombres derribaron a Ser Roger, después de lo cual el bastardo del herrero le clavó no una,sino tres herraduras en el cráneo al caballero. Cuando los amigos de Corne intentaronintervenir, las dagas y las espadas fueron desenfundadas, dejando tres muertos y una docena

de heridos.

Esto era más de lo que los señores leales al Príncipe Daeron estaban preparados paraaguantar. Lord Unwin Peake y Hobert Hightower, un poco reacio, convocaron a otros onceseñores y caballeros a un concilio secreto en el sótano de una posada de Ladera, para hablarde lo que se podría hacer para frenar la arrogancia de los jinetes de dragón bastardos. Losconspiradores estuvieron de acuerdo que sería fácil disponer de Blanco, que solía estarborracho más tiempo que sobrio y que nunca había mostrado ninguna gran habilidad con lasarmas. Hammer planteaba un peligro mayor, porque últimamente se veía rodeado día y nochepor lameculos, seguidores del campamento y mercenarios ávidos de su favor. De poco lesserviría que mataran a Blanco y dejaran a Hammer vivo, señaló Lord Peake; Hugh el Duro debía

morir el primero. Largas y ruidosas fueron las argumentaciones en la posada bajo el signo delos Abrojos Sangrientos, mientras los señores discutían como podían lograr ese objetivo.“Cualquier hombre puede ser asesinado,” declaró Ser Hobert Hightower, “pero ¿qué pasa conlos dragones?” Dada la confusión reinante en Desembarco del Rey, dijo Ser Tyler Norcross,Tessarion solo debería ser suficiente para que pudieran retomar el Trono de Hierro. Lord Peakerespondió que la victoria sería mucho más segura con Vermithor y Ala de Plata. Marq Ambrosesugirió que tomaran la ciudad primero, y eliminaran a Blanco y Hammer después de que lavictoria hubiera sido asegurada, pero Richard Rodden insistió que comportarse así seríadeshonroso. "No podemos pedir a estos hombres que derramen su sangre con nosotros, yluego matarlos." John Roxton resolvió la disputa. "Mataremos a los bastardos ahora", dijo."Después de eso, dejaremos a los más valientes de nosotros reclamar sus dragones y volar a labatalla." Ningún hombre en ese sótano dudó de que Roxton estaba hablando de sí mismo.

Aunque el príncipe Daeron no estuvo presente en el consejo, los Abrojos (como losconspiradores llegaron a ser conocidos) fueron reacios a proceder sin su consentimiento ybendición. Owen Fossoway, Señor de La Sidra, fue enviado al amparo de la oscuridad paradespertar al príncipe y llevarlo al sótano, para que los conspiradores le pudieran informar desus planes. El príncipe otrora apacible no titubeó cuando Lord Unwin Peake le hizo entrega delas órdenes para la ejecución de Hugh Hammer el Duro y Ulf el Blanco, sino que rápidamentepuso su sello.

Los hombres pueden trazar y planificar, pero hubieran hecho mejor en rezar, porque ningúnplan hecho por el hombre ha resistido jamás los caprichos de los dioses. Dos días más tarde, elmismo día en el que los Abrojos planeaban atacar, Ladera despertó en lo más negro de lanoche entre gritos y chillidos. Fuera de las murallas de la ciudad, los campos estaban ardiendo.Columnas de caballeros armados fluían desde el norte y el oeste, masacrando a su paso, desdelas nubes llovían flechas, y un dragón descendió sobre ellos, terrible y feroz.Así empezó la Segunda Batalla de Ladera.

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El dragón era Seasmoke, su jinete Ser Addam Velaryon, determinado a demostrar que notodos los bastardos eran cambiacapas. ¿Qué mejor manera de hacerlo que retomando Laderade los Dos Traidores, cuya traición lo había manchado? Los bardos dicen que Ser Addam habíavolado desde Desembarco del Rey hasta el Ojo de Dioses, dónde aterrizó en la sagrada Isla delos Rostros y fue aconsejado por los Hombres Verdes. Los eruditos no se ponen de acuerde

sobre ese hecho, y lo que sabemos es que Ser Addam voló lejos y rápido, descendiendo sobrecastillos grandes y pequeños cuyos señores eran fieles a la reina, para reunir un ejército.Muchas batallas y escaramuzas habían tenido lugar en las tierras regadas por el Tridente, yeran escasos los castillos y pueblos que no habían pagado su deuda de sangre… pero AddamVelaryon era implacable, determinado y locuaz, y los señores del río supieron más de loshorrores que habían ocurrido en Ladera. Cuando Ser Addam estuvo listo para descender sobreLadera, tenía a casi cuatro mil hombres detrás.

El gran ejército acampado alrededor de los muros de Ladera excedía en número al de losatacantes, pero había estado demasiado tiempo en ese lugar. Su disciplina se había vueltolaxa, y las enfermedades también habían hecho estragos; la muerte de Lord Ormund

Hightower los había dejado sin un líder, y los señores que desearon dirigir en su lugar no seponían de acuerdo. Así que inmersos en sus propios conflictos y rivalidades se habían olvidadode sus verdaderos enemigos. El ataque nocturno de Ser Addam los tomó completamentedesprevenidos. Incluso antes de que los hombres del ejército del Príncipe Daeron supieran queestaban en una batalla, el enemigo ya estaba sobre ellos, masacrándolos cuando salíantambaleándose de sus tiendas, tratando de ensillar sus caballos y ponerse las armaduras,abrochándose los cinturones de las espadas.

La mayor devastación la produjo el dragón. Seasmoke descendía atacando una y otra vez,lanzando llamas. Pronto cien tiendas estaban ardiendo, incluso los espléndidos pabellones deseda de Ser Hobart Hightower, Lord Unwin Peake, y del propio Príncipe Daeron. Ni siquiera elpueblo de Ladera fue perdonado. Las tiendas, casas y septos que se habían salvado la primeravez fueron engullidas por el fuegodragón.Daeron Targaryen estaba durmiendo en su tienda cuando empezó el ataque. Ulf el Blancoestaba dentro de Ladera, durmiendo la borrachera en una posada llamada el Tejón Obscenoque había tomado para sí mismo. Hugh Hammer también estaba dentro de los muros delpueblo, en la cama con la viuda de un caballero muerto durante la primera batalla. Los tresdragones estaban fuera del pueblo, en los campos más allá de los campamentos.Aunque se hicieron intentos para despertar a Ulf el Blanco de su ebrio letargo, fue imposible.Infamemente, rodó debajo de una mesa y roncó durante todo el combate. Hugh Hammer elDuro fue más rápido para responder. A medio vestir, se precipitó por las escaleras hasta elpatio, pidiendo a gritos su martillo, su armadura, y un caballo, con el que podría cabalgar fueray montar a Vermithor. Sus hombres se apresuraron a obedecer, incluso cuando Seasmokeprendió fuego a los establos. Pero Lord Jon Roxton ya estaba en el patio.

Cuando divisó a Hugh el Duro, Roxton vio su oportunidad y dijo, “Lord Hammer, reciba mipésame.” Hammer se volvió, mirándolo ceñudo. “¿Por qué?” exigió saber. “Moriste en labatalla,” contestó Jon blandiendo Hacedora de Huérfanos y clavándola profundamente en labarriga de Hammer, antes de abrir al bastardo desde la ingle hasta la garganta.Una docena de los hombres de Hugh el Duro llegaron corriendo a tiempo para verle morir.Incluso una espada de acero Valyrio como Hacedora de Huérfanos es poco útil para un hombrecuando se enfrenta con diez. Jon Roxton el Audaz mató a tres antes de ser asesinado. Se diceque murió cuando su pie resbaló en las entrañas de Hugh Hammer, pero quizás ese detalle esdemasiado irónico para ser cierto.

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Existen tres relatos contradictorios acerca de la manera en que murió el Príncipe DaeronTargaryen. La más conocida relata que el príncipe salió tropezando de su pabellón con susropas de dormir ardiendo, sólo para ser asesinado por el mercenario myriense Trombo elNegro quien se dice que destrozó su rostro con un golpe de su maza de pinchos. Esta versiónfue la preferida de Trombo el Negro, quien la contó a lo largo y ancho. La segunda versión es

más o menos la misma, salvo que el príncipe fue asesinado con una espada, no una maza, y suasesino no era Trombo el Negro, sino un guerrero desconocido que a lo mejor ni siquiera sedio cuenta de a quién había matado. En la tercera alternativa, el valiente muchacho conocidocomo Daeron el Atrevido ni siquiera logra salir del todo, porque murió cuando su pabellónquemado se derrumbó sobre él.

Desde el cielo, Addam Velaryon podía ver que la batalla se convertía en una derrota bajo él.Dos de los tres jinetes de dragón enemigos estaban muertos, pero él no tenía ninguna manerade saberlo. Sin embargo, podía ver sin duda a los dragones enemigos. Desencadenados, semantenían más allá de las murallas de la ciudad, libres de volar y cazar como solían hacerlo;Ala de Plata y Vermithor normalmente enrollados sobre sí en los campos del sur de Ladera,

mientras Tessarion dormía y se alimenta en el campamento del príncipe Daeron al oeste de laciudad, a menos de cien metros de su pabellón.

Los dragones son criaturas de fuego y sangre y los tres despertaron cuando la batalla floreció asu alrededor. Un arquero hizo volar una saeta hacia Ala de Plata y dos docenas de caballerosmontados atacaron a Vermithor con espadas, lanzas y hachas, esperando matar a la bestiamientras estaba medio dormida y sobre la tierra. Pagaron por esa locura con sus vidas. En otraparte del campo, Tessarion se lanzó al aire, chillando y escupiendo fuego, y Addam Velaryongiró a Seasmoke para enfrentarlo.Las escamas de un dragón son en gran parte (aunque no del todo) impermeable a las llamas;protegen la carne más vulnerables y la musculatura de debajo. Conforme el dragón se hacemayor, sus escamas se hacen más gruesas y crecen con más fuerza, proporcionando unaprotección aún mayor, así como sus llamas queman más calientes y con más ferocidad(mientras las llamas de una cría pueden prender fuego a la paja, las llamas de Balerion oVhagar en la plenitud de su poder podían, y lo hicieron, fundir acero y piedra). Cuando dosdragones se encuentran en combate mortal, a menudo emplearán otras armas además de sufuego: las negras garras iguales al hierro, largas como espadas y afiladas como navajas deafeitar; mandíbulas tan poderosas que podían aplastar una armadura de acero; colas comolátigos cuyos azotes reducían los carros a astillas, quebraban las espaldas de pesados caballosde guerra, y enviaban a los hombres a cincuenta pies volando por el aire.

La batalla entre Tessarion y Seasmoke fue diferente.La historia llama la disputa entre el Rey Aegon II y su hermana Rhaenyra la Danza de losDragones, pero sólo en Ladera los dragones danzaron realmente. Tessarion y Seasmoke erandragones jóvenes, más ágiles en el aire de lo que habían sido sus hermanos más viejos. Una yotra vez se acercaron entre sí, sólo para que uno u otro virara alejándose en el últimomomento. Volando como águilas, inclinándose igual a halcones, se rodeaban, chasqueando yrugiendo, escupiendo fuego, pero nunca de cerca. Una vez la Reina Azul desapareció en unbanco de nubes, sólo para reaparecer un momento después, detrás de Seasmokechamuscando su cola con un estallido de llamas color cobalto. Entretanto, Seasmoke rodaba ygiraba. En un momento estaba debajo de su enemiga, y de repente giraba en el cielo y volabadetrás de ella. Más y más alto volaron los dos dragones, mientras centenares de hombres losobservaban desde los techos de Ladera. Una que las cosas que se comentaron después fue queel vuelo de Tessarion y Seasmoke parecía más una danza de apareamiento que una batalla.Quizás lo era.

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La danza se acabó cuando Vermithor subió rugiendo en el cielo.Casi cien años más viejo y tan grande como los dos dragones jóvenes juntos, el dragón debronce estaba furioso cuando se lanzó a volar, con la sangre humeando de una docena deheridas. Sin jinete, no distinguía entre amigos o enemigos, así que desató su furia sobre todos,escupiendo fuego a ambos lados, quemando a cualquier hombre que se atrevió a arrojar una

lanza en su dirección.Un caballero intentó huir delante de él, sólo para que Vermithor lo atrapara en susmandíbulas, así como a su caballo, en pleno galope. Lord Piper y Lord Deddings, sentados

 juntos encima de una colina baja, fueron quemados con sus escuderos, criados, y escudos juradamentados cuando la Furia de Bronce acertó a verlos. Un momento después, Seasmokecayó sobre ellos.

De los cuatro dragones presentes en el campo ese día, sólo Seasmoke tenía un jinete. SerAddam Velaryon había venido a demostrar su lealtad destruyendo a los Dos Traidores y susdragones, y aquí estaba uno debajo de él, atacando a los hombres que se le habían unido paraesta batalla. Debió sentir que era su deber protegerlos, aunque ciertamente sabría en su

corazón que su montura Seasmoke no podría igualar al dragón más viejo.Ésta no fue ninguna danza, sino una lucha a muerte. Vermithor no había volado más de veintepies sobre la batalla cuando Seasmoke lo golpeó chillando desde arriba derribándolo al barro.Los hombres y los muchachos corrieron aterrorizados o fueron aplastados cuando los dosdragones rodaron y se lanzaron zarpazos entre sí. Las colas chasquearon y las alas batieron enel aire, pero las bestias estaban tan enredadas que ninguna pudo liberarse. Benjicot Blackwoodobservó el forcejeo desde su caballo a unas cincuenta yardas de distancia. El tamaño y el pesode Vermithor fueron demasiado para que Seasmoke pudiera competir, dijo Lord Blackwoodmuchos años después, y seguramente habría desgarrado al dragón gris en pedazos… siTessarion no hubiera caído del cielo en ese mismo momento para unirse a la lucha.

¿Quién puede conocer el corazón de un dragón? ¿Era simplemente la avidez por la sangre quehizo atacar a la Reina Azul? ¿Vino la dragona a ayudar a uno de los combatientes? En ese caso,¿a cuál? Algunos afirman que la atadura entre un dragón y el jinete es tan profunda, que labestia comparte los amores y odios de su amo. ¿Pero quién era el aliado aquí, y quién elenemigo? ¿Un dragón sin jinete distingue el amigo del enemigo?Nunca tendremos las respuestas a esas preguntas. De toda esa historia lo que sabemos es quetres dragones lucharon entre el barro, la sangre y el humo de la Segunda Batalla de Ladera.Seasmoke fue el primero en morir, cuando Vermithor clavó sus dientes en su cuello y learrancó la cabeza. Después el dragón de bronce intentó volar con su premio en las mandíbulas,pero sus alas rasgadas no pudieron alzar su peso. Después de un momento se derrumbó ymurió. Tessarion, la Reina Azul, resistió hasta el ocaso. Tres veces intentó regresar el cielo, ytres veces fracasó. Al caer la tarde parecía estar sufriendo, por lo que Lord Blackwood llamó asu mejor arquero, un hombre que portaba un arco largo conocido como Billy Burley, que tomóposición a unos cien yardas de distancia (más allá del alcance de los fuegos del dragónmoribundo) y clavó tres flechas en su ojo mientras yacía indefenso en el suelo.

Al crepúsculo, la lucha finalizó. Aunque los señores rivereños perdieron menos de un centenarde hombres mientras que mataron a más de un millar de los hombres de Antigua y el Dominio,la Segunda Batalla de Ladera no podía contarse como una victoria completa para los atacantes,ya que no tomaron la ciudad. Los muros de Ladera todavía estaban intactos, y una vez que loshombres del rey regresaron a su interior y cerraron las puertas, las fuerzas de la reina notenían forma de abrir una brecha, ya que carecían de equipo de asedio y dragones. Aun así,causaron una gran matanza en sus confusos y desorganizados enemigos, le prendieron fuego asus tiendas de campaña, quemaron o capturaron casi todos sus vagones de forraje y

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provisiones, se hicieron con tres cuartas partes de sus caballos de batalla, mataron a supríncipe, y acabaron con dos de los dragones del rey.

En la mañana después de la batalla, los conquistadores de Ladera miraron fuera de lasmurallas de la ciudad para descubrir que sus enemigos se habían marchado. Los muertos

estaban esparcidos alrededor de la ciudad y entre ellos yacían los cadáveres de los tresdragones. Todavía quedaba uno: Ala de Plata, el dragón de Reina Alysanne, había subido alcielo cuando empezó la carnicería, rodeando el campo de batalla durante horas, volando enlos vientos cálidos que subían desde los fuegos de debajo. Solo después del anochecerdescendió, aterrizando al lado de sus primos muertos. Más tarde, los bardos dijeron quelevantó tres veces el ala de Vermithor con su nariz, como para hacerle volar de nuevo, peroesto parece más una fábula. El sol naciente la encontraría batiendo las alas con indiferenciapor el campo, alimentándose de los restos quemados de caballos, hombres y bueyes.Ocho de los trece Abrojos habían muerto, entre ellos Lord Owen Fossoway, Marq Ambrose yJon Roxton el Audaz. Richard Rodden, con una herida de flecha en el cuello, moriría al díasiguiente. Quedaban cuatro de los conspiradores, entre ellos Ser Hobert Hightower y Lord

Unwin Peake. Y aunque Hugh Hammer el Duro había muerto, y sus sueños de realeza con él,aún quedaba el segundo Traidor. Ulf el Blanco había despertado de su sueño ebrio paradescubrir que era el último jinete de dragón, y el amo del último dragón.“Hammer murió, y tu chico también,” le dijo, supuestamente, a Lord Peake. “Todo lo que tequeda soy yo.” Cuando Lord Peake le preguntó por sus intenciones, el Blanco contestó,“Marcharemos, justo cómo querías. Tú tomas la ciudad, y yo tomaré el maldito trono, ¿qué teparece?”

A la mañana siguiente Ser Hobert Hightower lo llamó para discutir a fondo los detalles delataque a Desembarco del Rey. Trajo dos cubas de vino como regalo, uno tinto de Dorne y undorado del Rejo. Aunque Ulf el Beodo nunca había probado un vino que no le gustara eraconocido por tener una inclinación por las más dulces añadas. Sin duda Ser Hobert esperabaque probar el agrio tinto, mientras Lord Ulf bebía el dorado del Rejo. Sin embargo, algo delcomportamiento de Hightower —estaba sudando y tartamudeando y era demasiado cordial,testificó después el escudero que los sirvió— encendió las sospechas de Blanco. Cauto, ordenóque el tinto dorniense se dejara de lado para más adelante, e insistió que Ser Hobertcompartiera con él el dorado.

La historia tiene pocas cosas buenas que contar sobre Ser Hobert Hightower, pero ningúnhombre puede cuestionar la forma de su muerte. En lugar de traicionar a sus compañerosAbrojos, permitió al escudero llenar su jarra, bebió y pidió más. Una vez que vio que Hightowerbebía, Ulf el Beodo hizo honor a su nombre, vaciando tres copas antes de empezar a bostezar.

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El veneno en el vino era dulce. Cuando Lord Ulf se fue a dormir, para no despertar nunca, SerHobert se puso en pie y trató de vomitar, pero era demasiado tarde. Su corazón se paró en unahora.Después, Lord Unwin Peake ofreció mil dragones de oro a cualquier caballero de noblenacimiento que pudiera domar a Ala de Plata. Tres hombres aceptaron. Cuando el primero se

quedó sin un brazo y el segundo murió quemado, el tercer hombre lo reconsideró. Porentonces el ejército de Peake, los restos de la gran hueste que el Príncipe Daeron y LordOrmund Hightower habían liderado desde Antigua, estaba cayéndose a pedazos mientras losdesertores huían de Ladera con todo el pillaje que podían cargar. Asumiendo la derrota, LordUnwin convocó a los señores y sargentos y ordenó la retirada. Addam Velaryon, nacido comoAddam de Hull, acusado de ser un cambiacapas, había salvado Desembarco del Rey de losenemigos de la reina… al precio de su propia vida.

Sin embargo la reina no supo nada sobre su valentía. La huida de Rhaenyra de Desembarco delRey había estado plagada de dificultades. En Rosby, se encontró con que las puertas delcastillo habían sido atrancadas al acercarse. El joven castellano de Lord Stokeworth les

concedió su hospitalidad, pero sólo por una noche. La mitad de sus capas dorada desertaronpor el camino, y una noche su campamento fue atacado por hombres quebrados. Aunque suscaballeros golpearon a los atacantes, Ser Balon Byrch fue derribado por una flecha, y SerLyonel Bentley, un joven caballero de la Guardia de la Reina, sufrió un golpe en la cabeza quele rompió el yelmo. Pereció delirar al día siguiente. La reina siguió adelante hacia Valle Oscuro.La Casa Darklyn había estado entre los partidarios más firmes de Rhaenyra, pero el precio deesa lealtad había sido alto. Sólo la intercesión de Ser Harrold Darke persuadió a Lady MeredythDarklyn de permitir el ingreso a la reina dentro de sus muros (los Darke eran parientesdistantes de los Darklyn, y Ser Harrold había servido como escudero del difunto Ser Steffon), ysólo con la condición de que no se quedaría por mucho tiempo.

La Reina Rhaenyra no tenía oro ni barcos. Cuando envió a Lord Corlys a los calabozos, perdió suflota, y había huido de Desembarco del Rey aterrorizada por su vida, sin nada más que unasmonedas. Desesperada y temerosa, Su Alteza se tornó más gris y macilenta que nunca. Nopodía dormir y no comía. Tampoco podía soportar estar separada del Príncipe Aegon su últimohijo vivo; día y noche, el muchacho permanecía a su lado, “como una pequeña sombra pálida.”Rhaenyra fue obligada a vender su corona para poder comprar pasaje en un buque mercantede Braavos, el Violande. Ser Harrold Darke le aconsejó buscar refugio con Lady Arryn en elValle; mientras que Ser Medrick Manderly intentó persuadirla de acompañarlo a él y a suhermano Ser Torrhen a Puerto Blanco, pero Su Alteza se negó. Se mostró inflexible en regresara Rocadragón. Allí encontraría huevos de dragón, les dijo a sus partidarios; debía tener otrodragón, o todo estaba perdido.

Los fuertes vientos empujaron al Violande más cerca de las costas de Marcaderiva de lo que lareina hubiera querido, y tres veces pasó al alcance de la voz de los buques de guerra de laSerpiente Marina, pero Rhaenyra procuró mantenerse fuera de la vista. Finalmente el navíobraavosi entró en el puerto debajo del Montedragón a la caída de la tarde. La reina habíaenviado un cuervo para dar aviso de su llegada, y encontró una escolta esperándola mientrasdesembarcaba con su hijo Aegon, sus damas y tres caballeros de la Guardia de la Reina, todo loque quedaba de su bando.Estaba lloviendo cuando el grupo de la reina desembarcó, y había poca gente en el puerto.Incluso los burdeles del muelle parecían oscuros y abandonados, pero Su Alteza no prestóatención. Enferma de cuerpo y espíritu, destrozada por la traición, Rhaenyra Targaryen sóloquería regresar a su propia fortaleza, dónde imaginó que ella y su hijo estarían seguros. Nadahizo sospechar a la reina de que estaba a punto de sufrir la última y más dolorosa traición.

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Su escolta, una fuerza de cuarenta, estaba al mando de Ser Alfred Broome, uno de los hombresque quedó atrás cuando Rhaenyra había lanzado su ataque sobre Desembarco del Rey.Broome era el más veterano de los caballeros en Rocadragón, habiéndose unido a laguarnición durante el reinado del Viejo Rey. Como tal, esperaba ser nombrado castellanocuando Rhaenyra partió para apoderarse del Trono de Hierro... pero la disposición hosca de

Ser Alfred y sus maneras agrias no inspiraban ni afecto ni confianza, por lo que la reina le habíapasado por alto en favor del más afable Ser Robert Quince.

Cuando Rhaenyra preguntó por qué el castellano Lord Quince no había venido a recibirla, SerAlfred le respondió que la reina podría ver a “nuestro gordo amigo” en el castillo. Y ella lohizo… aunque el cadáver carbonizado de Quince estaba quemado más allá del reconocimiento,colgando de las almenas de la caseta del guardabarrera junto al maestro de armas y el capitánde los guardias. Solo por el tamaño pudieron reconocerlo, porque Ser Robert eraenormemente gordo.Se dice que la sangre desapareció de las mejillas de la reina cuando vio los cuerpos, pero el

 joven Príncipe Aegon fue el primero en comprender lo que eso significaba. “¡Madre, huye!”

gritó, pero era demasiado tarde. Los hombres de Ser Alfred se abalanzaron sobre losprotectores de la reina. Un hacha le cortó la cabeza a Ser Harrold Darke antes de que suespada pudiera salir de la vaina, y Ser Adrián Redfort fue atravesado por la espalda con unalanza. Sólo Ser Loreth Lansdale se movió lo bastante rápido para atacar en defensa de la reina,cortando a los dos primeros hombres que le atacaron antes de ser muerto. Y así murió elúltimo hombre de la Guardia de la Reina. Cuando el Príncipe Aegon le arrebató la espada a SerHarrold, Ser Alfred apartó la hoja a un lado con desprecio.El chico, la reina, y sus damas marcharon a punta de lanza a través de las puertas deRocadragón hasta el patio del castillo. Allí se encontraron cara a cara con un hombre muerto yun dragón agonizante.

Las escamas de Sunfyre todavía brillaban como oro batido a la luz del sol, yaciendodesparramado sobre las fundidas piedras negras Valyrias del patio, y se veía claramente queera una cosa rota, el que había sido alguna vez el dragón más magnífico que había volado porlos cielos de Poniente. El ala casi arrancada de su cuerpo por Meleys sobresalía en un ánguloincómodo, mientras que las cicatrices frescas a lo largo de su espalda todavía humeaban ysangraban cuando se movía. Sunfyre estaba enrollado en una bola cuando la reina y su grupolo vieron por primera vez. Cuando se agitó y levantó la cabeza, vieron enormes heridas a lolargo de su cuello, donde otro dragón le había arrancado trozos de carne. En su vientre habíalugares donde las costras habían reemplazado las escamas, y donde debería estar su ojoderecho sólo había un agujero vacío, una costra de sangre negra.Uno preguntaría, como Rhaenyra ciertamente hizo, cómo pasó todo esto.

Nosotros sabemos ahora mucho más que la reina. Fue Lord Larys Strong, el Patizambo, quiensacó al rey y sus niños fuera de la ciudad cuando el primero de los dragones de la reinaapareció en el cielo sobre Desembarco del Rey. Para no atravesar ninguna de las puertas de laciudad, dónde podrían ser vistos y reconocidos, Lord Larys los llevó a través de algún pasajesecreto de Maegor el Cruel que sólo él conocía.

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Fue Lord Larys quien también decretó que el grupo de los fugitivos debía dividirse, para queaun cuando uno fuese atrapado, los otros lograran ser libres. Se le ordenó a Ser Rickard Thorneentregar al Príncipe Maelor, de dos años de edad, a Lord Hightower. La Princesa Jaehaera, unadulce e inocente chica de seis, fue puesta a cargo de Ser Willis Fell, quién juró llevarla a salvo aBastión de Tormentas. Ninguno sabía a dónde iba destinado el otro, para que no pudieran

traicionarlo si eran capturados.Y sólo el propio Larys supo que el rey, despojado de su galas y envuelto en una capa depescador manchada de sal, había estado oculto entre una carga de bacalao en un esquife depesca al cuidado de un caballero bastardo con familiares en Rocadragón. Una vez quecomprendiera que el rey había huido, razonó Patizambo, Rhaenyra seguramente enviaría a sushombres a buscarlo… pero un barco no deja ninguna estela en las olas, y pocos cazadorespensarían en buscar a Aegon en la propia isla de su hermana, a la misma sombra de sufortaleza.

Y allí Aegon habría permanecido, escondido pero inofensivo, embotando su dolor con vino yocultando las cicatrices de las quemaduras bajo una pesada capa, si Sunfyre no se hubiera

dirigido a Rocadragón. Podemos preguntarnos qué le atrajo de nuevo a Montedragón, comomuchos lo han hecho. ¿Fue el dragón herido, con su ala rota medio-curado, impulsado por uninstinto primario para volver a su lugar de nacimiento, la montaña humeante en donde habíaeclosionado de su huevo? ¿O es que de alguna manera sintió la presencia del Rey Aegon en laisla, a través de las largas leguas y los mares tormentosos, y voló allí para reunirse con su

 jinete? Algunos van tan lejos como para sugerir que Sunfyre sintió la desesperada necesidadde Aegon. Pero, ¿quién puede presumir de conocer el corazón de un dragón?

Después de que el nefasto ataque de Lord Walys Mooton lo espantó del campo de cenizas yhuesos fuera del Grajal, la historia pierde de vista a Sunfyre por más de medio año. (Ciertoscuentos en los salones de los Crabb y los Brune sugieren que el dragón pudo haberse refugiadoen los oscuros bosques de pino y las cuevas de Punta Zarpa Rota por algún tiempo.) Aunque suala rota se había remendado lo bastante para que pudiera volar, había sanado a un ángulo feo,y seguía débil. Sunfyre ya no podía volar, no podía permanecer en el aire durante muchotiempo, pero podría, por necesidad, esforzarse en volar distancias cortas. Todavía, de algúnmodo, él había cruzado las aguas de la Bahía de Aguasnegras… pues era Sunfyre al que vieronlos marineros del Nessaria atacando a Fantasma Gris. Ser Robert Quince había culpado alCaníbal… pero Tom Lenguaenredada, un tartamudo que oía más de lo que decía, habíaescuchado a los Volantinos, tomando nota de las veces que mencionaron las escamas doradasdel atacante. El Caníbal, como sabía bien, era negro como el carbón. Y así los Dos Tom y sus“primos” (una verdad a medias, ya que solo Ser Marston compartía su sangre, siendo el hijobastardo de la hermana de Tom Lenguaenredada con el caballero que tomó su virginidad)zarparon en su pequeño bote en busca del asesino de Fantasma Gris.

El rey quemado y el dragón mutilado, cada uno encontró un nuevo objetivo en el otro. Desdeuna yacija oculta en las desoladas cuestas orientales de Montedragón, Aegon se aventuró cadadía al alba, volando de nuevo por primera vez desde el Grajal, mientras los Dos Toms y suprimo Marston Mares habían regresado al otro lado de la isla para buscar a hombresdispuestos a ayudarles a tomar el castillo. Incluso en Rocadragón, por mucho tiempo la sede yfortaleza de la Reina Rhaenyra, encontraron a muchos desconformes con la reina por razonesbuenas y malas. Algunos estaban afligidos por sus hermanos, hijos, y padres muertos durantela Siembra, o durante la Batalla del Gaznate, algunos esperaban conseguir un botín opromoción, mientras otros creían que un hijo debía venir antes que una hija, otorgándole el

 justo derecho a Aegon.

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La reina había llevado consigo a Desembarco del Rey a sus mejores hombres. En su isla,protegida por los barcos de la Serpiente Marina y sus altos muros Valyrios, Rocadragón parecíainexpugnable, por lo que la guarnición que Su Alteza dejó para defenderla era pequeña,compuesta en gran parte de hombres que se consideraba que no servían para otra cosa:barbas grises y niños verdes, los cojos, lentos y lisiados, los hombres que se recuperaban de las

heridas, hombres de dudosa lealtad y hombres sospechosos de cobardía. Sobre todos ellosRhaenyra colocó a Ser Robert Quince, un hombre capaz que había envejecido y engordado.Quince era un firme defensor de la reina, todos están de acuerdo, pero algunos de loshombres bajo su mando eran menos leales, y albergaban ciertos resentimientos y rencores porviejos agravios reales o imaginarios. Entre los más destacados estaba Ser Alfred Broome.Broome demostró ser el más deseoso de traicionar a su reina a cambio de una promesa deseñorío, tierras y oro una vez que Aegon II recobrara el trono. Su largo servicio en la guarniciónle permitió aconsejar a los hombres del rey sobre las fuerzas y debilidades de Rocadragón; losguardias que podrían sobornarse, o persuadirse, y a quienes debían matar, o encarcelar.Finalmente, la caída de Rocadragón duró menos de una hora. Los infames hombres de Broomeabrieron La puerta de la poterna durante la hora del fantasma para permitir a Ser Marston

Mares, Tom Lenguaenredada y sus hombres entrar en el castillo inadvertidamente. Mientrasun grupo tomó la armería, el otro capturó a los guardias leales de Rocadragón y al maestro dearmas; Ser Marston sorprendió al Maestre Hunnimore en su nido de cuervos, para evitar queninguna noticia del ataque pudiera escapar. El propio Ser Alfred lideró a los hombres queirrumpieron en las habitaciones del castellano para sorprender a Ser Robert Quince. CuandoQuince trató de bajar de su cama, Broome clavó una lanza en su pálida barriga con un empujóntan fuerte, que la lanza salió por la espalda de Ser Robert, a través del colchón de plumas ypaja, hasta el suelo de debajo.

Sólo en un aspecto el plan falló. Cuando Tom Lenguaenredada y sus rufianes tiraron abajo lapuerta de la alcoba de Lady Baela para tomarla prisionera, la chica se deslizó fuera por laventana, corriendo por las azoteas y bajó por los muros, hasta que llegó al patio. Los hombresdel rey habían tenido el cuidado de enviar a los guardias a custodiar el establo, dónde losdragones del castillo habían sido guardados, pero Baela había crecido en Rocadragón y conocíacaminos en el interior y el exterior que ellos no. Cuando sus perseguidores la alcanzaron, yahabía soltado las cadenas de Moondancer y atado una silla de montar.

Cuando el Rey Aegon II voló con Sunfyre por encima de la humeante cresta de Montedragón ehizo su descenso, seguramente esperando hacer una entrada triunfante en un castillo enmanos de sus propios hombres, con los leales a la reina muertos o capturados, se encontrócon Baela Targaryen, la hija del Príncipe Daemon y Lady Laena, e intrépida como su padre.Moondancer era un dragón joven, verde pálido, con los cuernos, cresta y membranas de susalas de color perla. Aparte de sus grandes alas, no era mayor que un caballo de guerra, ypesaba menos. Sin embargo era muy rápido y Sunfyre, aunque mucho más grande, todavía seesforzaba con un ala malformada, y tenía heridas frescas de su lucha con Fantasma Gris.Se encontraron en la oscuridad que viene antes del alba, sombras en el cielo iluminando lanoche con sus fuegos. Moondancer eludió las llamas de Sunfyre, eludió sus mandíbulas y susgarras; entonces giró alrededor y rajó al dragón más grande desde arriba, abriendo una largaherida humeante en su lomo y desgarrando su ala herida. Los observadores de debajorelataron que Sunfyre estuvo tambaleándose en el aire, luchando para conservar la altura,mientras Moondancer giró y regresó a por él, escupiendo fuego. Sunfyre contestó con unaexplosión de llamas doradas tan brillante, que iluminó el patio debajo como un segundo sol,una explosión que alcanzó a Moondancer justo en los ojos. En ese momento la joven dragonaquedó ciega, no obstante siguió volando, cayendo de golpe sobre Sunfyre en un enredo de alasy garras. Cuando ambos cayeron, Moondancer atacó repetidamente el cuello de Sunfyre,arrancando bocados de carne, aunque el dragón mayor hundió sus garras en su bajo vientre.

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Cubierta de fuego y humo, ciega y sangrando, las alas de Moondancer batierondesesperadamente cuando intentó separarse, pero a pesar de todos sus esfuerzos fue cayendolentamente. Los observadores en el patio corrieron por su seguridad, cuando los dragonescayeron de golpe en la dura piedra, todavía luchando. En la tierra, la agilidad de Moondancer

era poco útil contra el tamaño y peso de Sunfyre. El dragón verde pronto quedó inmóvil. Eldragón dorado gritó su victoria e intentó alzarse de nuevo, sólo para derrumbarse con susheridas vertiendo sangre caliente.El Rey Aegon saltó de la silla de montar cuando los dragones todavía estaban a veinte pies dela tierra, rompiéndose ambas piernas. Lady Baela se quedó con Moondancer todo el tiempo.Quemada y maltrecha, la muchacha todavía encontró fuerzas para desatar las cadenas de lasilla de montar y arrastrarse lejos, cuando su dragón se enroscó en los estertores de la muerte.Cuando Alfred Broome blandió su espada para matarla, Martson Mares le quitó la hoja de lamano. Tom Lenguaenredada la llevó al maestre.

Y así el victorioso el Rey Aegon II ocupó el sitial hereditario de la Casa Targaryen, pero el precio

que pagó fue horrible. Sunfyre nunca volaría de nuevo. Permaneció en el patio dónde habíacaído, alimentándose del cadáver de Moondancer, y después de ovejas sacrificadas para él porla guarnición. Y Aegon II vivió el resto de su vida sufriendo grandes dolores… aunque en suhonor, Su Alteza se negó a beber la leche de amapola. “No recorreré ese camino de nuevo,”aseguró.

No mucho tiempo después, cuando el rey estaba en el gran salón del Tambor de Piedra con laspiernas rotas vendadas y entablilladas, el primero de los cuervos de la Reina Rhaenyra llegó deValle Oscuro. Cuando Aegon supo que su media hermana volvía en el Violande, ordenó a SerAlfred Broome que organizara una “bienvenida conveniente” para su regreso al hogar.Todo esto ya lo conocemos. Nada de esto sabía la reina cuando bajó a tierra, cayendo en latrampa de su hermano.Rhaenyra rio cuando vio la ruina de Sunfyre el Dorado. “¿De quién es trabajo esto?”, dijo.“Debemos agradecérselo.”“Hermana,” llamó el Rey desde un balcón. Incapaz de caminar, o incluso de estar de pie, habíasido llevado en una silla. La cadera fracturada en Grajal había vuelto a Aegon encorvado ycontrahecho; sus rasgos -una vez bellos- se habían hinchado por la leche de amapola y lascicatrices de las quemaduras cubrían la mitad de su cuerpo. Sin embargo Rhaenyra loreconoció en seguida y dijo, “Estimado hermano. Esperaba que estuvieras muerto.”“Después de ti,” contestó Aegon. “Eres la mayor.”“Me agrada saber que recuerdas eso,” contestó Rhaenyra. “Al parecer somos tus prisioneros…pero no pienses que nos retendrás por mucho tiempo. Mis señores leales me encontrarán.”“Si buscan en los siete infiernos, quizás,” respondió el Rey, cuando sus hombres alejaron aRhaenyra de los brazos de su hijo. Algunas historias dicen que era Ser Alfred Broome quien lasostenía de su brazos; otros nombran a los dos Toms, Lenguaenredada padre y

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Lenguaenredada hijo. Ser Marston Mares fue testigo también, vestido con la capa blanca, puesel Rey Aegon lo había incluido en su Guardia Real por su valor.

No obstante ni Mares ni ninguno de los otros caballeros y señores presentes en el patio dijouna palabra de protesta cuando el Rey Aegon II entregó a su media hermana a su dragón. Al

principio, se dice, Sunfyre parecía no mostrar ningún interés por la ofrenda, hasta que Broomepinchó el pecho de la reina con su daga. El olor de la sangre despertó entonces al dragón, queolfateó a Su Alteza y la bañó con una explosión de llamas, tan de repente, que la capa de SerAlfred se prendió y tuvo que saltar para alejarse. Rhaenyra Targaryen tuvo tiempo paralevantar la cabeza hacia el cielo y gritar una última maldición a su medio hermano antes deque las mandíbulas de Sunfyre se cerraran a su alrededor, arrancándole el brazo y el hombro.El dragón dorado devoró a la reina en seis mordiscos, dejando sólo su pierna izquierda pordebajo de la espinilla “para el Desconocido.” El hijo de la reina lo vio todo horrorizado, incapazde moverse. Rhaenyra Targaryen, la Delicia del Reino y Reina por Medio Año, pasó por estevelo de lágrimas el día vigesimosegundo de la décima luna del año 130 después de laConquista de Aegon. Tenía treinta y tres años de edad.

Ser Alfred Broome sugirió que también asesinaran al Príncipe Aegon, pero el Rey Aegon loprohibió. Declaró que el chico de diez años todavía podría ser valioso como rehén. Aunque sumedia hermana estaba muerta, todavía tenía partidarios con los que debería negociar antes deque Su Alteza pudiera sentarse en el Trono de Hierro de nuevo. Así que el Príncipe Aegon fueesposado por el cuello, las muñecas y los tobillos y llevado a los calabozos debajo deRocadragón. Las damas de compañía de noble nacimiento de la difunta reina fueronencerradas en las celdas de la Torre del Dragón Marino a la espera del rescate. “Se acabó eltiempo de esconderse,” declaró el Rey Aegon II. “Que vuelen los cuervos para que el reino seentere de que la impostora está muerta, y su verdadero rey vuelve a casa para reclamar eltrono de su padre.” Pero incluso los verdaderos reyes pueden proclamar algunas cosas másfácilmente que cumplirlas.

En los días que siguieron a la muerte de su media hermana el rey se aferró a la esperanza deque Sunfyre se recuperara lo suficiente para volar de nuevo. En cambio, el dragón sólo parecíadebilitarse más y más, y pronto las heridas en su cuello empezaron a heder. Incluso el humoque exhalaba tenía un hedor nauseabundo y hacia el final ya no comía. En el noveno día de laduodécima luna de 130 DC, el magnífico dragón dorado que había sido la gloria del Rey Aegonmurió en el patio de Rocadragón dónde había caído. Su Alteza lloró.Cuando su pesar hubo pasado, el Rey Aegon II convocó a sus leales e hizo planes para suretorno a Desembarco del Rey, para reclamar el Trono de Hierro y reunirse una vez más con suseñora madre, la Reina Viuda, quien por fin había surgido triunfante sobre su gran rival,aunque solo para sobrevivirla.“Rhaenyra nunca fue reina,” declaró el rey, insistiendo que de aquí en adelante, en todas lascrónicas y archivos de la corte, su media hermana sería nombrada únicamente como“princesa” y el título de reina sería reservada sólo para su madre Alicent y su finada esposa yhermana Helaena, “las verdaderas reinas.” Y así fue decretado.

El triunfo de Aegon todavía demostraría ser tan efímero como agridulce. Rhaenyra estabamuerta, pero su causa no había muerto con ella, y nuevos ejércitos de los “negros” estaban enmarcha incluso después de que el rey regresara a la Fortaleza Roja. Aegon II se sentaría en elTrono de Hierro nuevamente, pero nunca se recuperaría de sus heridas; no tendría ni alegría,ni paz. Su restauración duraría sólo medio año.

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La historia de cómo cayó el Segundo Aegon y fue sucedido por el Tercero será contada en otromomento, sin embargo. La guerra por el trono seguiría, pero la rivalidad que empezó en unbaile en la corte, cuando una princesa se vistió de negro y una reina de verde se ha acabado, ycon esto concluye esta parte de nuestra historia.