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Título original: COMING TO OUR SENSES

© 2005 by Jon Kabat-Zinn, Ph.D.Créditos y permisos aparecen en páginas 484-487

y son la continuación de la página de créditos.

© de la edición en castellano:2007 by Editorial Kairós, S.A.

Numancia, 117-121, 08029 Barcelona, Spainwww.editorialkairos.com

© de la traducción del inglés: David González Raga

Primera edición: Octubre 2007Primera edición digital: Marzo 2010

ISBN digital: 978-84-7245-771-3Composición: Replika Press Pvt. Ltd. India

Todos los derechos reservados.Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública

o transformación de esta obra solo puede ser realizada con laautorización de sus titulares,

salvo excepción prevista por la ley.Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos,

www.cedro.org)si necesita algún fragmento de esta obra.

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Para Myla,para Will, Naushon, Serena,

Sally, Howie y Rozy para todos los que cuidan

de lo que es posible,de lo que es,

de la sabiduría,de la claridad,

de la bondady del amor.

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AGRADECIMIENTOS

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AGRADECIMIENTOS

Quisiera expresar mi gratitud a Larry Horwitz, LarryRosenberg y Howard Zinn, por su lectura del primerborrador del manuscrito y por la comprensión y elaliento que me proporcionaron. También estoyprofundamente agradecido a Alan Wallace, ArthurZajonc, Doug Tanner, Richard Davidson, Will Kabat-Zinny Myla Kabat-Zinn por sus comentarios críticos sobredeterminadas partes del manuscrito y a Tom Lesser, RayKurzweil, Zindel Segal, Mark Williams, John Teasdale,Andries Kroese y Brownie Wheeler por sus sugerenciasacerca de algunos capítulos relacionados con suexperiencia y su trabajo. Con todos ellos estoy en deuday, por ese motivo, quiero agradecérselo públicamente.También quisiera expresar la gratitud, el aprecio y ladeuda que tengo con mi editor, Will Schwalbe EmilyGould fueron muy amables y, junto a mi editor y amigoBob Miller y toda la familia de Hyperion, se esforzaronen que este libro llegara a buen puerto. Pero por másque sean muchas las personas que me han brindado suapoyo, su aliento y su consejo, asumo toda laresponsabilidad por las inexactitudes y de ciencias queel lector pueda descubrir en él.

También quiero expresar mi más profunda gratitud,respeto y afecto a Saki Santorelli, mi amigo, hermanodel dharma y colega de enseñanza, actual director de la

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del dharma y colega de enseñanza, actual director de laStress Reduction Clinic y director ejecutivo del Center forMindfulness, cuya creatividad, liderazgo, humanidad ysincera elocuencia siguen alentando el trabajo del Centery a mis colegas, tanto pasados como presentes, de laStress Reduction Clinic y del Center for Mindfulness:Melissa Blacker, Florence Meyer, Elana Rosenbaum,Ferris Urbanowski, Pamela Erdman, Fernando deTorrijos, James Carmody, Danielle Levi Alvares, GeorgeMumford, Diana Kamila, Peggy Roggenbuck, DebbieBeck, Zayda Vallejo, Barbara Stone, Trudy Goodman,Meg Chang, Larry Rosenberg, Kasey Carmichael, FranzMoeckel, Ulli Grossman, Maddie Klein, Ann Soulet,Joseph Koppel, Karen Ryder, Anna Klegon, Larry Pelz yJim Hughes, cuya vida y pasión han contribuido tanpositivamente en la realización de este libro. Tambiénquiero dar las gracias a todos aquellos que, de tantas ytan diferentes maneras, han participado en laadministración, la investigación y el trabajo clínico deambas instituciones desde sus mismos inicios, muy enparticular, a Norma Rosiello, Kathy Brady, Brian Tucker,Anne Skillings, Tim Light, Jean Baril, Leslie Lynch, CarolLewis, Leigh Emery, Rafaela Morales, Roberta Lewis, JenGigliotti, Sylvia Chiaro, Betty Flodin, Diane Spinney,Carol Hester, Carol Mento, Olivia Hobletzell, NarinaHendry, Marlene Samuelson, Janet Parks, Michael Bratt,Marc Cohen y Ellen Wingard.

También quiero expresar mi respeto y gratitud a todosaquellos que, a lo largo y ancho del mundo, están

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aquellos que, a lo largo y ancho del mundo, estántrabajando e investigando con la aplicación de enfoquesbasados en la meditación plena a entornos tan distintoscomo la medicina, la psiquiatría, la psicología, elcuidado de la salud, la educación y otras facetas de lasociedad, y que, al hacerlo, rinden homenaje a laprofundidad y belleza del dharma. Pueda nuestro trabajollegar a quienes más lo necesitan, conectando, aclarandoy alentando lo más profundo y lo mejor de nosotros ycontribuir, cada uno en su medida, a la curación ytransformación que la humanidad tan desesperadamentenecesita.

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SUMARIO

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SUMARIO

INTRODUCCIÓN: Un reto que dura toda la vida

PARTE I:LA MEDITACIÓN NO ES LO QUE CREEMOS

La meditación no es para pusilánimesUn testimonio de la integridad hipocráticaLa meditación está en todas partesLos comienzosUlises y el vidente ciegoNo apegoUn cuento sobre el origen de los zapatosLa meditación no es lo que creemosDos formas de pensar en la meditación¿Por qué debemos practicar? La importancia de la

motivaciónDirigir y mantenerLa presenciaUn acto radical de amorConciencia y libertadAcerca del linaje y de los usos y limitaciones de los

andamios

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andamiosÉtica y karmaLa atención plena

PARTE II:EL PODER DE LA ATENCIÓN Y EL MALESTAR DEL MUNDO

¿Por qué es tan importante prestar atención?El malestarDukkhaEl imán de dukkhaEl DharmaStress Reduction ClinicNación TDAConectados permanentementeLa atención parcial continuaLa sensación del paso del tiempoLa conciencia no tiene centro ni periferiaLa vacuidad

PARTE III:EL MUNDO SENSORIAL: TU PRECIOSA Y ALOCADA VIDA

El misterio de los sentidos y el hechizo de lo sensualVerSer vistosEscuchar

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EscucharEl paisaje sonoroEl paisaje del aireEl paisaje del tactoEn contacto con la pielEl paisaje olfativoEl paisaje gustativoEl paisaje mentalEl paisaje del ahora

PARTE IV:EL COMIENZO DE LA PRÁCTICA FORMAL:DEGUSTAR LA ATENCIÓN PLENA

La meditación yacenteLa meditación sedenteLa meditación de pieEl paseo meditativoEl yogaSimplemente conocerSimplemente escucharSimplemente respirarLa meditación de la bondad¿Lo estoy haciendo bien?Los principales obstáculos de la prácticaLos apoyos de la práctica

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Los apoyos de la práctica

PARTE V:POSIBILIDADES CURATIVAS: EL REINO DEL CUERPO Y DE LA MENTE

La sensibilidad¿Somos realmente quienes creemos ser?Nuestras moléculas están en contactoNo fragmentaciónNo separaciónLa orientación en el espacio y el tiempo.

Un homenaje a mi padreLa realidad ortogonal. Una rotación de la concienciaInstituciones ortogonalesUna investigación sobre la curación y la menteUna investigación sobre la felicidad.

La meditación, el cerebro y el sistema inmunitarioEl homúnculoLa propiocepción. La sensación corporalLa neuroplasticidad y los límites desconocidos de lo

posible

PARTE VI:LLAMANDO A NUESTRA PROPIA PUERTA

¡No puedo escucharme pensar!No tengo tiempo ni para respirar

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No tengo tiempo ni para respirarLa infidelidad de las ocupacionesInterrumpirnos a nosotros mismosNo tengo ni un momento libreLlegar al lugar en el que estamosEs imposible llegar allí desde aquíDesbordadosDiálogos y discusionesSentados en el estrado¡Usted está loco!Cambios de estadoTienes lo que hacesCualquier idea sobre la práctica es una construcción

mental¿Quieres que hagamos algo con ello?¿Quién ganó la Superliga?La arrogancia y la complacenciaLa muerteMorir antes de morir. IMorir antes de morir. IIMente no sabeDe vuelta a casa

PARTE VII:SANANDO EL CUERPO POLÍTICO

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Sanando el cuerpo políticoHoy he leído las noticiasLa esterilidad de la indignaciónUna política insólita para el siglo XXI

Las lecciones de la medicinaEl poder domesticador de lo pequeñoAtención plena y democraciaBlues de la meditación sobre Vietnam.

Una instantánea del pasado… ¿o es acaso delfuturo?

Cuando la cola menea al perro«No sé lo que hubiera hecho sin mi práctica»La suspensión de la distracciónUn minuto de silencioLa importanccia de la atención plena

PARTE VIII:DEJA QUE LA BELLEZA QUE AMAS SE MANIFIESTE EN TUS ACTOS

Diferentes caminos de conocimiento nos hacen mássabios En el umbral: La confluencia del karma y el Dharma.

Un salto cuántico para el Homo sapiensReflexiones sobre la naturaleza de la naturaleza

y el lugar que ocupamos en ella

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y el lugar que ocupamos en ellaEl despliegue de las dimensiones ocultasViendo las cosas en perspectiva

Lecturas relacionadasCréditos y permisosMaterial para practicar la meditación de la atenciónplena

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INTRODUCCIÓN:

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INTRODUCCIÓN:

UN RETO QUE DURATODA LA VIDA

Quizás, cuando ya no sepamos qué hacer,emprendamos nuestro auténtico trabajo y, cuandoya no sepamos a dónde ir, iniciemos nuestroauténtico viaje.

WENDELL BERRY

No sé lo que, al respecto, pensará el lector pero, en miopinión, la vida en este planeta está en una encrucijadaespecialmente crítica y son muchos los caminos que seabren ante nosotros. A veces parece que el mundo estáen llamas y que, despojados de convicciones, nuestroscorazones están atrapados en la incertidumbre y se venarrastrados por la pasión y el desatino. La actitud con laque, en esa situación, nos enfrentamos al mundo y anosotros mismos tiene un efecto muy profundo en eldesarrollo de los acontecimientos, razón por la cual loque el futuro nos depare, tanto individual comocolectivamente, dependerá básicamente del uso que

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colectivamente, dependerá básicamente del uso quehagamos, en este mismo instante, de nuestra capacidadinnata de ser conscientes, es decir, de lo que decidamoshacer para aliviar la ansiedad, la insatisfacción y elevidente malestar que aquejan a nuestra vida y a nuestraépoca o, dicho de otro modo, de la forma en quealentemos y protejamos todo lo que es bueno, hermoso ysano tanto en el mundo como en nosotros mismos.

El reto al que nos enfrentamos, tanto individual comocolectivamente, consiste en restablecer el contacto conlos sentidos. Son muchos los arroyos que actualmentea uyen –de manera casi inadvertida y peor entendidatodavía– al río cada vez más caudaloso de la atención, lacompasión y la sabiduría. Ignoramos hacia dónde sedirige esta corriente en la que individual y grupalmentenos hallamos inmersos pero, en cualquiera de los casos,se trata de un viaje colectivo cuyo destino no está jadode antemano –es decir, de un auténtico viaje–, de unviaje en el que lo que importa no es tanto la meta comoel mismo camino. Por ello el modo en que entendamos yafrontemos este instante determina y con gura –demanera inde nida y misteriosa– lo que nos deparará elinstante siguiente.

Nos guste o nos desagraden e independientemente deque lo sepamos o lo ignoremos y de que se atenga o noa un plan, se trata de un viaje en el que todos noshallamos inmersos. La vida es lo que nos ocurre duranteeste viaje y el reto al que nos enfrentamos consiste envivir como si realmente importase. Por ello los seres

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vivir como si realmente importase. Por ello los sereshumanos nos hallamos ante la disyuntiva de dejarnosarrastrar pasivamente por la corriente de impulsos yhábitos inconscientes profundamente arraigados que nossumen en sueños y pesadillas distorsionadores o asumir,por el contrario, el compromiso de despertar yzambullirnos plenamente, “nos guste” o nos desagrade,en lo que suceda en el momento presente. La vida sóloes real cuando estamos despiertos; sólo entonces tenemosla posibilidad de liberarnos de nuestras ilusiones, denuestras enfermedades y de nuestro sufrimientoindividual y colectivo.

Hace ya unos cuantos años que, durante un retiro de diezdías que discurrió en un silencio casi completo, mantuveuna entrevista con un maestro de meditación queempezó preguntándome:

–¿Cómo le trata el mundo?No recuerdo exactamente lo que le respondí pero, en

cualquiera de los casos, fue algo así como: Bien.-¿Y cómo trata usted al mundo? –inquirió de nuevo.Esa pregunta era lo último que me esperaba y me dejó

estupefacto, porque no era una persona que hablase porhablar y se refería al modo concreto en que, ese mismodía y en ese mismo retiro, me enfrentaba a las cuestionesque habitualmente se consideran triviales oinsigni cantes. Yo había emprendido ese retiro creyendoque, de algún modo, había renunciado al “mundo”, pero

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que, de algún modo, había renunciado al “mundo”, perosu comentario me hizo cobrar conciencia de loequivocado que estaba porque, aun en el entornoarti cialmente simpli cado del retiro, la actitud concretacon la que me enfrentaba al mundo no sólo eraimportante, sino hasta esencial, para el logro de misobjetivos. Entonces me di cuenta de que todavía mequedaban muchas cosas por aprender acerca de losverdaderos motivos de mi participación en ese retiro,sobre el verdadero signi cado de la meditación y, porencima de todo, sobre lo que realmente estaba haciendocon mi vida.

Con el paso del tiempo fui dándome cuenta de queambas cuestiones son, en realidad, las dos caras de lamisma moneda. En todos y cada uno de los instantes denuestra vida mantenemos una relación íntima con elmundo y la forma que asume esa relación no sólocon gura nuestra vida, sino que también determina yestablece el mundo en que vivimos y en el que se desa-rrolla nuestra experiencia. Habitualmente creemos queesas dos facetas de la vida –el modo en que nos trata elmundo y el modo en que nosotros lo tratamos a él– notienen nada que ver. ¿Acaso no tiene el lector lasensación de que él no es más que un actor en medio deun escenario inerte, como si el mundo sólo estuviera“allí” y no estuviese también, de algún modo, “aquí”?¿No ha advertido acaso que, la mayor parte de las veces,actuamos como si hubiera una gran diferencia entre “ahífuera” y “aquí dentro”, cuando lo cierto es que nuestra

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fuera” y “aquí dentro”, cuando lo cierto es que nuestraexperiencia corrobora la ausencia de toda frontera y aunde toda separación entre ambos dominios? Pero, aun enel caso de que advirtamos la estrecha relación quevincula el exterior y el interior, tampoco solemos darnoscuenta de las mil formas diferentes en que nuestra vidaimpregna y con gura el mundo en que vivimos, delmismo modo que éste, a su vez, con gura nuestra vida,en una especie de danza interdependiente y simbióticaque tiene lugar a todos los niveles, desde la intimidadcon nuestro cuerpo, con nuestra mente y con todo lo quepasa por ellos, hasta el modo en que nos relacionamoscon nuestra familia, nuestros hábitos de consumo, lo quepensamos acerca de las noticias que vemos en latelevisión y nuestra actividad o pasividad en el ámbitomayor del cuerpo político.

Esa falta de sensibilidad resulta especialmenteperjudicial cuando forzamos las cosas en unadeterminada dirección –“la nuestra”–, sin darnos cuentade la distorsión, quizás insigni cante –pero no por ellomenos dañina– que, en tal caso, provocamos en el ritmode las cosas. Más pronto o más tarde, ese forzamientorompe la reciprocidad, distorsiona la armonía de lainterrelación y la complejidad de la danza y nos lleva, demanera consciente o inconsciente, a pisar un montón depies. Por ello la insensibilidad y la desconexión impidenla actualización de todas nuestras posibilidades. Si nosnegamos a reconocer cómo es realmente, en undeterminado momento, una situación o una relación –ya

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determinado momento, una situación o una relación –yasea porque nos desagrade o porque el miedo a que nosatisfaga nuestras expectativas nos lleve a tratar deforzarla– no nos daremos cuenta de que, la mayor partede las veces, ignoramos –por más que pretendamosconocerlo– cuál es, en realidad, nuestro auténticocamino. Pero, en tal caso, no nos daremos cuenta de lasimplicidad y la complejidad de la danza y noadvertiremos que, cuando renunciamos a todo intento deimponer nuestra voluntad y empezamos a vivir nuestraverdad, aparecen cosas nuevas e interesantes quetrascienden nuestra capacidad de ejercer un férreocontrol sobre demasiadas cosas durante demasiadotiempo.

No podemos, ni como individuos ni como especie,seguir soslayando este rasgo fundamental que nosmantiene unidos al mundo, ignorando las nuevas einteresantes posibilidades que despliegan nuestrosanhelos e intenciones cuando somos eles a nuestrocamino, por más misterioso y opaco que, en ocasiones,pueda parecernos. La ciencia, la losofía, la historia y lastradiciones espirituales ponen claramente de relieve quenuestra salud, nuestro bienestar individual, nuestrafelicidad y hasta la continuidad de nuestra estirpegerminal, ese ujo vital del que no somos más que unaburbuja provisional simultáneamente dadora de vida yconstructora del mundo de las generaciones venideras,depende del modo en que decidamos vivir nuestra vida.

Desde una perspectiva cultural, la Tierra en que

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Desde una perspectiva cultural, la Tierra en quevivimos y el bienestar de sus criaturas y culturasdependen también de esas mismas decisiones y denuestro comportamiento colectivo como seres sociales.

Por dar un solo ejemplo en este sentido, lasinvestigaciones cientí cas realizadas en torno a latemperatura global y las oscilaciones térmicas que haexperimentado nuestro planeta en los últimos 400.000años nos han permitido determinar que, aunqueactualmente estemos atravesando una era especialmentecálida, no lo es más que muchas otras de lasexperimentadas por la Tierra. Recientemente, sinembargo, me ha sorprendido mucho enterarme, en unencuentro celebrado entre Su Santidad el Dalai Lama yun grupo de cientí cos, de que las investigacionesrealizadas sobre la concentración de dióxido de carbonoen los núcleos de hielo de la Antártida han puesto derelieve la emergencia, en los últimos cuarenta y cuatroaños, de algo inédito en la historia de la Tierra, undisparo en la tasa de dióxido de carbono en la atmósferade un 18% por encima de la tasa en que habíapermanecido estable durante los últimos milenios.1

Las causas de este espectacular y alarmante aumentode la concentración de dióxido de carbono en laatmósfera se deben, casi por entero, a la actividadhumana. El Panel Internacional sobre el CambioClimático concluyó que, si no hacemos nada por cambiaresta tendencia, la tasa de dióxido de carbono se habráduplicado en el año 2100, con el consiguiente aumento

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duplicado en el año 2100, con el consiguiente aumentode la temperatura media global del planeta. Y pareceque el deshielo de los polos y de los glaciares y elaumento de la masa de agua en los mares del Polo Norteno son más que algunas de las consecuencias derivadasde esas desestabilizadoras uctuaciones, consecuenciasmuy graves que, aun esencialmente impredecibles,pueden provocar una espectacular elevación del nivel delos océanos en un período de tiempo relativamentecorto, con la correspondiente inundación de las zonascosteras habitadas de todo el planeta… Imaginemos tansólo, a modo de ejemplo, la calamidad que supondría unaumento del nivel del océano de 15 metros en el área deManhattan.

Bien podríamos decir que éste es uno de los síntomasde una enfermedad inmunológica provocada por unaactividad humana que pone seriamente en peligro elequilibrio dinámico global del cuerpo de la Tierra.¿Somos realmente conscientes de este problema? ¿Nosimporta o, por el contrario, lo descartamos con elargumento de que no tiene que ver con nosotros, sinoque incumbe a los científicos, los gobiernos, los políticos,las empresas de bienes de consumo o la industriaautomovilística? ¿Es posible, si en verdad formamosparte del mismo cuerpo, restablecer colectivamente elcontacto con los sentidos para recuperar así el equilibrioperdido? ¿Podríamos hacer lo mismo con cualquiera delas formas de vida que nuestra actividad pone en gravepeligro, las vidas de las generaciones futuras y hasta, de

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peligro, las vidas de las generaciones futuras y hasta, dehecho, la vida de muchas otras especies?

Yo creo que ha llegado ya el momento de prestaratención a lo que sabemos y a lo que sentimos, no sólocon respecto al mundo externo de las relaciones quemantenemos con los demás y con el entorno que nosrodea, sino también con respecto al mundo interno denuestros pensamientos, sentimientos, aspiraciones,miedos, esperanzas y sueños. Independientemente dequiénes seamos y de dónde vivamos, todos compartimosel mismo deseo de vivir en paz, de satisfacer nuestrosanhelos y nuestros impulsos creativos, de contribuir allogro de un objetivo mayor, de adaptarnos, depertenecer, de ser valorados por lo que somos, dedesarrollarnos como individuos, como familias y comosociedades que se respetan y encaminan hacia el objetivocomún de mantener el equilibrio dinámico individual (esdecir, de vivir de forma saludable) y el equilibriodinámico colectivo (lo que suele conocerse como “bienpúblico”) que respete, en fin, nuestras diferencias, alientenuestra creatividad y nos libere de las amenazas anuestro ser y a nuestro bienestar.

Ese equilibrio dinámico colectivo se experimentaría,en mi opinión, como estar en el cielo o, al menos, comoestar cómodamente en casa. Así es, como nos sentimoscuando, tanto interna como externamente, estamos enpaz, y así es también como se experimentan la salud y lafelicidad. ¿No es eso, a n de cuentas, lo que todos, deun modo u otro, anhelamos?

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un modo u otro, anhelamos?Pero este equilibrio se encuentra ya, paradójicamente,

a nuestro alcance y no tiene nada que ver con las buenasintenciones, el control autoritario o las utopías. Eseequilibrio se encuentra ya presente cuandorestablecemos el contacto con nuestro cuerpo, connuestra mente y con las fuerzas que nos movilizan a lolargo de los días y de los años, es decir, con lamotivación y la visión clara de lo que debemos hacerpara vivir de un modo que realmente merezca la pena.Este equilibrio se pone de mani esto en los pequeñosactos de bondad que tienen lugar entre extraños, entrelos miembros de la misma familia y aun, en tiempos deguerra, entre supuestos enemigos; se halla presente cadavez que reciclamos botellas y periódicos, cada vez queahorramos agua y cada vez que colaboramos connuestros vecinos en la protección de nuestro barrio, en laconservación de las zonas vírgenes o en evitar laexterminación de algunas de las especies con las quecompartimos este planeta.

Si nuestro planeta está padeciendo realmente unaenfermedad inmunológica y si esa enfermedad se derivade la actividad y del estado mental del ser humano,deberíamos tener muy en cuenta lo que nos dice, sobreel modo adecuado de abordar estos problemas, lavanguardia de la medicina moderna. El desarrollo de lainvestigación y de la clínica de los últimos treinta añosen los ámbitos conocidos como medicina cuerpo/mente,

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en los ámbitos conocidos como medicina cuerpo/mente,medicina conductual, medicina psicosomática y medicinaintegradora ha puesto de relieve que el misteriosoequilibrio dinámico al que llamamos “salud” incluyetanto al cuerpo como a la mente (por usar una forma dehablar un tanto torpe y arti cial que los escinde) ypuede verse fomentado por una atención más nutricia ycurativa. Todos somos, en lo más profundo de nuestrocorazón, capaces de experimentar una paz y un bienestarinternos dinámicos, vitales y sostenidos y poseemos unainteligencia innata y multifacética que trasciende loestrictamente conceptual. Cuando activamos, ponemosen marcha y perfeccionamos esta capacidad, nossentimos física, emocional y espiritualmente mucho mássanos y felices, nuestro pensamiento se torna más claro ynuestra mente se halla en mejores condiciones de capearlas tormentas vitales que el futuro nos depare.

La motivación adecuada permite el cultivo y elperfeccionamiento de la capacidad de prestar atención yde emprender acciones mucho más inteligentes quetrascienden nuestros sueños más descabellados. Resultaparadójico, sin embargo, que esta motivación sólo sepresente después de haber experimentado unaenfermedad que ponga en peligro nuestra vida o unproblema que provoque un importante daño corporal ypsicológico. Y tal cosa sólo suele ocurrir, como ilustra elcaso de muchos de nuestros pacientes de la StressReduction Clinic, después de habernos visto obligados areconocer que, independientemente de sus logros más

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reconocer que, independientemente de sus logros másespectaculares, la ciencia médica tiene limitaciones queconvierten la curación en una rareza, el tratamiento –sies que tal cosa es posible– en una simple estrategia paramantener el statu quo y el diagnóstico en una cienciainexacta y muy a menudo inadecuada.

No sería exagerado decir que las ramas más modernasde la medicina han puesto de relieve la existencia deprofundos recursos innatos a los que todos podemosacceder, en cualquier momento, para aprender, crecer,curarnos y transformarnos. Estas aptitudes se hallaninscritas en nuestros genes, en nuestro cerebro, ennuestro cuerpo, en nuestra mente y hasta en la relaciónque mantenemos con los demás y con el mundo. Y lapuerta de acceso a esos recursos se encuentra en el“aquí” (estemos donde estemos) y en el “ahora” (sea éstecual sea).

Todos tenemos pues, independientemente de que lasituación en que nos hallemos sea familiar o novedosa,de que nos parezca “buena”, “mala”, “fea”,esperanzadora o desesperada, e independientementetambién de que creamos que sus causas son internas oexternas, la capacidad de curarnos y de transformarnos.Bien podríamos decir que esos recursos internos formanparte de nuestro legado de nacimiento al que, enconsecuencia, podemos apelar en cualquier momento. Lacapacidad de aprender, de crecer, de curarnos y dedesarrollar una forma más inteligente de percibir yactuar y una mayor compasión hacia nosotros mismos y

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actuar y una mayor compasión hacia nosotros mismos yhacia los demás se asienta en la misma naturaleza denuestra especie.

Pero todas esas capacidades, obviamente, deben serdescubiertas, desarrolladas e implementadas. Debemosaprovechar mejor el tiempo de que disponemos, algo alo que, hablando en términos generales y lo queramos ono, renunciamos con demasiada frecuencia yreemplazamos con cualquier otra cosa. Pero esigualmente sencillo de comprender que, a lo largo detoda nuestra vida, eso es todo lo que tenemos, que elhecho de estar presentes es un auténtico regalo y que,cuando empezamos a hacerlo, suceden cosas en verdadextraordinarias.

El reto al que ahora nos enfrentamos consiste encultivar, en todas las situaciones que la vida nos depare,las capacidades de aprender, crecer, curarnos ytransformarnos, un viaje que dura toda la vida y que,cuando lo emprendemos, nos lleva a cobrar concienciade quiénes somos een realiddad y a vivir nuestra vidacomo si de verdad importase. Y ciertamente que estosucede, mucho más de lo que creemos y mucho mástambién de lo que podemos llegar a imaginar. Y lasconsecuencias de nuestra forma de conciencia no sóloafectan a nuestro disfrute y a nuestro logro personal, sinoque al mismo tiempo desarrollan nuestra alegría ynuestras sensaciones de bienestar y de logro.

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La movilización y el desarrollo de los recursos de los quetodos disponemos promueven también la salud y lacordura. Y el más importante de todos esos recursos es lacapacidad de prestar atención a aquellos aspectos denuestra vida que no sólo desatendemos sino que, muy amenudo, ignoramos.

El hecho de prestar atención perfecciona nuestraconciencia, ese rasgo que, junto al lenguaje, noscaracteriza como individuos y como especie y fomenta elaprendizaje y la transformación. Crecemos, aprendemos,cambiamos y nos tornamos conscientes gracias a laaprehensión directa de las cosas a través de los cincosentidos y de nuestra mente (a la que los budistasconsideran como un sexto sentido). Cualquier aspecto denuestra experiencia tiene lugar dentro de unacomplejísima red de relaciones, algunas de las cuales sonesencialmente importantes para nuestro bienestar, tantoinmediato como a largo plazo. Tal vez sea cierto que,ahora mismo, no podemos advertir muchas de esasrelaciones, porque todavía permanecen más o menosocultas, aguardando a ser descubiertas, en el entramadode nuestra vida. Pero, aun en tal caso, siempre podemosacceder a esas dimensiones ocultas –a las que podríamosconsiderar como nuevos grados de libertad– y ponerlasde forma gradual de relieve. Y ello sólo ocurrirá en lamedida en que ejercitemos nuestra capacidad de serconscientes y prestemos una atención deliberada,respetuosa y amable a los sorprendentemente complejos,

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respetuosa y amable a los sorprendentemente complejos,aunque fundamentalmente ordenados, ámbitosestablecidos por el universo, el mundo, nuestro país,nuestra familia, nuestra mente y nuestro cuerpo, en losque nos hallamos inmersos y dentro de los que nosmovemos y que se encuentran, lo sepamos o no y nosguste o nos desagrade, uctuando y cambiando decontinuo a todos los niveles y proporcionándonos, de esemodo, incontables ocasiones para crecer, ver con másclaridad y emprender acciones más sabias y, de esemodo, acabar con el sufrimiento de nuestras tumultuosasmentes habitualmente alejadas de su hogar, de laquietud y del reposo verdaderos.

El viaje que conduce a la salud y la cordura es unainvitación a despertar a la plenitud de nuestra vidamientras todavía estamos viviéndola, en lugar de esperara hacerlo –en el supuesto de que tal cosa ocurra– cuandoestemos postrados en nuestro lecho de muerte, algo queHenry David Thoreau advirtió muy elocuentemente enWalden cuando dijo:

Fui a vivir al bosque porque quería vivir despierto, enfrentarmetan sólo a los hechos esenciales de la vida y aprender lo necesariopara no verme obligado, cuando estuviera postrado en mi lecho demuerte, a reconocer que no había vivido.

Morir sin haber vivido una vida plena y sin despertar aella mientras tenemos ocasión de hacerlo es –dada laautomaticidad de nuestros hábitos y la implacablevelocidad a la que, en nuestra época, se desarrollan los

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velocidad a la que, en nuestra época, se desarrollan losacontecimientos (una velocidad, dicho sea de paso,mucho más acelerada hoy en día que en los tiempos deThoreau) y la mecanicidad con que nos enfrentamos a loque es más importante pero, al mismo tiempo, menosevidente de nuestra vida– el reto más importante al quetodos debemos enfrentarnos.

Thoreau también nos aconsejó establecer contacto connuestra sabiduría y nuestra atención innatas. Según dijo,no sólo es posible, sino altamente deseable, desarrollaruna conciencia más amplia y espaciosa de nuestrocorazón y de nuestra mente y habitar en ellos. Eladecuado cultivo de ese tipo de conciencia puedeayudarnos a advertir, trascender y liberarnos de los velosy limitaciones impuestos por nuestras pautas automáticasde pensamiento, de sentimiento y de relación, y por losturbulentos y destructivos estados mentales yemocionales que suelen acompañarlos. Esos hábitos sehallan invariablemente anclados en nuestro pasado, nosólo a través de la herencia genética, sino también de lostraumas, el miedo, la inseguridad y la descon anza, delos sentimientos de inadecuación derivados de no habersido respetados y honrados por lo que somos y delresentimiento debido a los desaires, injusticias y dañosde que hayamos sido objeto. Son esos hábitos, en suma,los que empañan nuestra visión, distorsionan nuestracomprensión y, en el caso de seguir desatendidos, acabanobstaculizando nuestro desarrollo y nuestra curación.

Si queremos recuperar –tanto a gran escala (de manera

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Si queremos recuperar –tanto a gran escala (de maneracolectiva) como a pequeña escala (como sereshumanos)– el contacto con nuestros sentidos, debemosrestablecer, tanto literal como metafóricamente, elcontacto con el cuerpo –un lugar que solemos ignorar,que apenas habitamos y mucho menos atendemos ycuidamos–, pero que nunca deja de ser el locus del queemergen los sentidos biológicos y lo que llamamosmente. Por más extraño que pueda parecernos, nuestrocuerpo es un territorio simultáneamente familiar eignoto, un dominio al que, en ocasiones, aborrecemos yhasta odiamos, dependiendo de lo que hayamosafrontado o de lo que temamos. Otras veces, sinembargo, estamos hipnotizados por el cuerpo,obsesionados por su tamaño, su forma, su peso o suaspecto, aun a riesgo de caer inconscientemente en elensimismamiento o en el más desenfrenado de losnarcisismos.

Las investigaciones realizadas durante los últimostreinta años en el ámbito de la medicina cuerpo/menteindividual han puesto de relieve la posibilidad dealcanzar, aun en medio de retos y di cultades, un ciertogrado de paz corporal y mental que nos proporciona unamayor salud, bienestar, felicidad y claridad. Los muchosmiles de personas que ya han emprendido este viajehablan de los grandes bene cios que les ha reportado,no sólo a sí mismos, sino también a quienes compartensu vida y su trabajo. No cabe, pues, la menor duda deque la atención que restablece el contacto con nuestras

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que la atención que restablece el contacto con nuestrasdimensiones ocultas y nos permite alcanzar un mayorgrado de libertad no es privilegio exclusivo de una élitede elegidos, sino algo de lo que todos podemosbeneficiarnos.

Restablecer el contacto con los sentidos no es untrabajo que requiera tiempo, porque sólo consiste enestar presentes y despiertos aquí y ahora, pero tambiénes, paradójicamente, un compromiso vital que debemosemprender “durante toda nuestra vida”, en todos lossentidos de la expresión. El primer paso de la aventuraque nos lleva a restablecer el contacto con los sentidos atodos y cada uno de los niveles consiste en el cultivo deun tipo especial de conciencia conocida con el nombred e atención plena [mindfulness]. A n de cuentas, laatención y la capacidad de ser conscientes y deconocernos a nosotros mismos es el rasgo que nosdistingue como seres humanos. Esta capacidad se cultivaprestando atención y, como veremos, se ejercita a travésde un tipo de práctica meditativa conocida comomeditación de la atención plena que, en los últimostreinta años, se ha difundido velozmente por todo elmundo llegando incluso, gracias a diversasinvestigaciones cientí cas y médicas realizados sobre susefectos, a in ltrarse en el pensamiento prevalente de lacultura occidental. Pero si el término “meditación” evocaen el lector la idea de que se trata de algo extravagante,ajeno, almibarado o de que no es para él a causa de susideas o imágenes sobre lo que es o lo que implica,

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ideas o imágenes sobre lo que es o lo que implica,deberá tener muy en cuenta que, sean cuales sean susideas al respecto y del modo en que llegaron a instalarse,la meditación y, muy en particular, la meditación de laatención plena, no tiene nada que ver con lo que, alrespecto, pueda creer.

No hay nada raro ni extraordinario en el hecho demeditar ni en la meditación. Meditar consistesimplemente en prestar atención a la vida como si enverdad importase. Pero, por más que no tenga nada deextraordinario, la meditación es algo muy especial ytransformador, y que bien merece la pena.

Cuando se la ejercita de la forma adecuada, laatención plena resulta muy valiosa a todos los niveles,desde el individual hasta el empresarial, el social, elpolítico y el global. Pero ello exige estar losu cientemente motivados para comprender quiénessomos en realidad y estar también dispuestos acomprometernos con nuestra vida, no sólo por elprovecho personal que ello pueda reportarnos, sinotambién porque resulta muy bene cioso para el mundo.Esta aventura vital empieza en el primer paso y, cuandorecorramos este camino –como lo haremos a lo largo deeste libro–, descubriremos que no estamos solos ennuestros esfuerzos. Y es que, al emprender la práctica dela atención plena, uno se integra en una comunidad deintenciones y exploración global que, en últimainstancia, incluye a todos los seres humanos.

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Convendría ahora, antes de emprender nuestra travesía,subrayar un último punto.

Por más que cultivemos la atención plena paraaprender, crecer y curar lo que deba ser curado, esimposible estar completamente sano en un mundo comoel nuestro plagado de sufrimiento y de angustia, queafecta tanto a nuestros seres queridos como a losdesconocidos, ya vivan a la vuelta de la esquina o en lasantípodas, y que, en muchos sentidos, está enfermo. Laestrecha relación que mantenemos con el mundoconvierte el sufrimiento ajeno en nuestro propiosufrimiento, un sufrimiento tan difícil de soportar que,en ocasiones, no nos queda más remedio que darle laespalda. Pero esto no tiene por qué ser un problema,porque también puede convertirse en un auténticocatalizador de la transformación, tanto interna comoexterna.

No sería exagerado, como ya hemos apuntado, decirque nuestro mundo está aquejado de una enfermedadcrónica grave. Un simple vistazo a la historia, encualquier momento y en cualquier lugar –incluso ahoramismo–, pone de mani esto que nuestro mundo se vesacudido de vez en cuando por espasmos convulsivosque bien podrían ser considerados como episodios delocura colectiva, episodios en los que el statu quo se veconmocionado por la confusión generada por laintolerancia, el fundamentalismo y la irrupción de milfuerzas centrípetas diferentes. Por más que se presenten

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fuerzas centrípetas diferentes. Por más que se presentendisfrazadas con el lenguaje del humanismo, deldesarrollo económico, de la globalización o de losatractivos señuelos de una visión demasiado estricta del“progreso” material y de la democracia al estilooccidental, esas erupciones –que son el opuesto de lasabiduría y del equilibrio– suelen asentarse en unaarrogancia provinciana que sólo se preocupa por elengrandecimiento de uno mismo y la explotación de losdemás, lo que inevitablemente conduce al sometimientoideológico, político, cultural, religioso o empresarial acosta de la homogeneización, la degradación cultural ymedioambiental y la burda anulación de los derechoshumanos, todo lo cual se experimenta como unaenfermedad. Además, el péndulo histórico parece oscilarcada vez más deprisa y son muy pocos los momentos, amitad de camino entre un espasmo y el siguiente, en quepodemos estar tranquilos y en paz.

El siglo XX asistió a más asesinatos organizados ennombre de la paz, la tranquilidad y el nal de la guerraque todos los siglos pasados. Y lo más paradójico es quela inmensa mayoría de ellos tuvieron lugar en elescenario de los grandes centros culturalesmagní camente representados por Europa y el ExtremoOriente, un aspecto sumamente inquietante en el que els i g l o XXI no parece irle muy a la zaga. Quienesdesencadenan las guerras (incluidas las guerrasencubiertas y las emprendidas en contra del terror), seanquienes sean los protagonistas e independientemente de

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quienes sean los protagonistas e independientemente dela retórica y pormenores concretos del episodio, a rmansiempre hacerlo en nombre de los principios y objetivosmás urgentes y nobles. Pero no debemos olvidar que laguerra siempre se origina en la mente humana y provocaun derramamiento de sangre que, en última instancia ypor más inevitable que parezca, resulta tan dañino parael agresor como para la víctima. Iniciar una guerra pararesolver problemas que podrían solucionarse de manerasmás creativas nos impide advertir que la guerra y laviolencia son los síntomas de una enfermedadinmunológica que sólo parece aquejar –tanto individualcomo colectivamente– a la especie humana. Pero ellotambién nos impide advertir la existencia de alternativaspara recuperar el equilibrio y la armonía, sobre todocuando éstos se ven distorsionados por fuerzas muyreales, peligrosas y, en ocasiones, virulentas que deforma inadvertida podemos estar contribuyendo aexpandir, por más que conscientemente insistamos enaborrecer, resistir o combatir.

“Ganar” una guerra es hoy en día algo muy diferente aconsolidar la paz durante el período que sigue a unaguerra. Y es que, para ello, es necesario poner en marchauna modalidad de pensamiento, conciencia yplani cación que sólo puede derivarse de un mayorautoconocimiento y de una comprensión más lúcida de“otros” que poseen su propia cultura, sus propiascostumbres y sus propios valores y, por más difícil quenos resulte de creer, pueden llegar a tener incluso

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nos resulte de creer, pueden llegar a tener inclusosistemas de valores completamente diferentes a losnuestros que les lleve a interpretar de distinta manera losmismos acontecimientos. Eso es, precisamente, lo quepuso de mani esto el genio y la sabiduría compasiva delplan Marshall que siguió a la Segunda Guerra Mundial.

Debemos, pues, reconocer la relatividad de lapercepción y de las motivaciones que, simultáneamente,con guran y se derivan de esas percepciones, unaespecie de círculo vicioso que nos impide a una visiónmás amplia y quizás más exacta. Tal vez haya llegado yael momento, dado el estado actual del mundo, deestablecer contacto con una dimensión más profunda dela inteligencia que todos compartimos y subyace bajonuestras diferentes formas de percibir y conocer. No seríanada inteligente, en este sentido, centrar exclusivamentenuestra atención en el bienestar y la seguridadindividuales porque, en el mundo cada vez más pequeñoen que vivimos, nuestra seguridad y bienestar dependenestrechamente del bienestar y la seguridad de los demás.Volver a los sentidos implica, pues, el cultivo de unaconciencia global de todos nuestros sentidos (incluidanuestra mente) y de sus limitaciones y resistirnos a latentación, cuando nos sentimos profundamente insegurosy disponemos de muchos recursos, de tratar de controlarde un modo estricto y rígido todas las variables delmundo externo, una empresa agotadora, violenta y, enúltima instancia, abocada al fracaso.

Pero también debemos, en el ámbito mayor de la

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Pero también debemos, en el ámbito mayor de lasalud del mundo, prestar una atención muy especial,como sucede en el reducido ámbito de nuestra vidaindividual, a la conciencia del “cuerpo” político, elcuerpo de las comunidades, de las corporaciones (unvocablo derivado del término “cuerpo”), de las naciones,de las familias de naciones (que padecen sus propiosmales, enfermedades y confusiones y también poseenprofundos recursos para cultivar su autoconciencia ysanar sus propias culturas) y, más allá incluso de todoello, de la globalidad multicultural que constituye unode los rasgos más característicos del mundo actual.

Una enfermedad inmunológica es una enfermedad enla que el sistema de percepción, vigilancia y seguridad –es decir, el sistema inmunológico– se descontrola yempieza a atacar a sus propias células y tejidos, unasituación que ningún organismo, por más sano y vivoque esté, puede soportar durante mucho tiempo. Y lomismo sucede con un país cuya política exterior se hallefundamentalmente dictada por una reacción alérgica,una manifestación del sistema inmunológico o lajusti cación –por más cierta que pueda ser– de quecolectivamente está experimentando un síndrome deestrés postraumático, una situación que sólo puedeconducir a líderes bienintencionados, en el mejor de loscasos, o cínicos, en el peor de ellos, a tratar de sacartajada para nes que poco o nada tienen que ver con laseguridad y la curación.

Como sucede con el individuo al que un ataque

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Como sucede con el individuo al que un ataquecardíaco u otro diagnóstico adverso inesperado y no letalcatapulta a una mayor salud y bienestar, los ataques alsistema, por más terribles que sean, pueden acabarconvirtiéndose –adecuadamente atendidos– en unaexcelente oportunidad para despertar y movilizarnuestros recursos curativos más profundos y poderosos –que por lo general soslayamos hasta el punto de llegar aolvidar–, restablecer nuestras prioridades, reorientarnuestras energías y recuperar así la seguridad y elbienestar.

La curación del mundo es una empresa que compete amuchas generaciones y empieza en el mismo momentoen que nos damos cuenta del peligro al que nosenfrentamos si no tenemos adecuadamente en cuenta lacondición agónica del paciente (que, en este caso, es elmundo), su historial (que, en este caso, es la vida en esteplaneta) y, de forma muy especial, la vida humana,puesto que es precisamente nuestra actividad la que estádeterminando el destino de todos los seres que pueblanla Tierra. Y todo ello nos obliga a prestar atención, pormás difícil que nos resulte de aceptar, al diagnóstico deenfermedad inmunológica y prestar también la necesariaatención al potencial curativo que supone abrazarcolectivamente, mientras todavía estamos en condicionesde hacerlo, lo mejor y más profundo de nuestranaturaleza como seres vivos y, en consecuencia, comoseres sensibles.

Si de verdad queremos sanar al mundo no sólo en

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Si de verdad queremos sanar al mundo no sólo enbene cio propio, sino en bene cio también de lasgeneraciones venideras, debemos aprender, aunque sólosea de manera provisional, a poner nuestras múltiplesinteligencias al servicio de la vida, la libertad y labúsqueda de la auténtica felicidad. Y ello no sólo enbene cio de los estadounidenses y de los occidentales,sino de todos los habitantes de este planeta, sin importarel continente o la isla en la que vivan…, y hasta enbene cio de todos los seres del mundo natural y delmundo más que humano que los budistas suelen incluiren la expresión seres sensibles.

Precisamente el término “sensibilidad” es la clave pararestablecer el contacto con los sentidos y despertar a loposible. Si renunciamos a la conciencia, es decir, si nosnegamos a emplear, perfeccionar y habitar nuestraconciencia, la capacidad genética de ver con claridad yde actuar desinteresadamente, tanto en el interior denuestra individualidad como en el seno de nuestrasinstituciones –que incluyen el mundo empresarial, elCongreso, el Senado, la Casa Blanca, las sedes delgobierno y las grandes organizaciones supranacionalescomo las Naciones Unidas y la Unión Europea–acabaremos condenándonos a una enfermedadinmunológica generada por nuestra propia ignorancia,de la que se deriva el interminable círculo vicioso de lailusión, el engaño, la avaricia, el miedo, la crueldad, elautoengaño y, por último, la autodestrucción y lamuerte.

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muerte.Ha llegado ya el momento de apostar por la vida y de

re exionar sobre las implicaciones de esa decisión. Y nome re ero ahora a ninguna abstracción y a ningunageneralización, porque ésa es una decisión muy concretay en ella reside, precisamente, el meollo de la cuestión.Esta decisión está muy próxima a la sustancia y elfundamento del desarrollo de nuestra vida, tantointernamente (en forma de pensamientos y sentimientos)como externamente (a través de nuestras palabras y denuestras acciones de un instante al siguiente).

Nuestro mundo necesita de todas sus ores, por másque sean tan efímeras que sólo orezcan durante elbreve período al que llamamos vida. A nosotros noscorresponde descubrir, tanto individual comocolectivamente, el tipo de ores que somos, compartirnuestra singular belleza con el mundo durante el tiempoprecioso de que disponemos y transmitir a nuestros hijosy nietos el legado de sabiduría y compasión que seencarna en nuestra manera de vivir, en nuestrasinstituciones y en la conciencia de la interconexión quenos une, tanto en el seno de nuestro hogar como en elmundo en general. ¿No les parece que ha llegado ya elmomento de arriesgarnos a apostar por la salud, tanto ennuestra vida como en el mundo, que no sólo son re ejosel uno del otro, sino que también ponen claramente demanifiesto el genio de nuestra especie?

Esta empresa, en la que nos jugamos nada menos quela salud del planeta, requiere del esfuerzo y la

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la salud del planeta, requiere del esfuerzo y lacontribución creativa e imaginativa de todos y cada unode nosotros. Bien podría decirse que nuestra especie estáacabando con el mundo y que ha llegado ya el momentode restablecer el contacto con nuestros sentidos, dedespertar a la plenitud de nuestra belleza, de emprenderel trabajo de curarnos a nosotros mismos, a nuestrassociedades y al planeta, aprovechando todo lo quemerezca la pena y que ahora está ya oreciendo. En estesentido, no hay intenciones pequeñas ni esfuerzosinsigni cantes, ya que todos los pasos son igualmenteimportantes. Además, y como veremos, la empresarequiere de la colaboración de todos y cada uno denosotros.

Cuando el lector emprenda la aventura que leproponemos en este libro descubrirá que está divididoen ocho partes; en cada una de ellas, he incluidohistorias procedentes de mi propia experiencia personal.Con ello pretendo transmitir al lector la paradójicasensación de que la práctica meditativa personal yconcreta es, simultáneamente, impersonal y universal, yeludir así cualquier relato personal centrado en “mi”experiencia o en “mi” vida que pudiera estar urdiendo elpersistente hábito egoísta de la mente. También es muyimportante, habida cuenta del colosal sufrimiento al que,como seres humanos, estamos sometidos y de lafugacidad de esas lentes distorsionantes llamadasopiniones y visiones a las que, en un desesperado intento

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opiniones y visiones a las que, en un desesperado intentode dar sentido al mundo y a nosotros mismos, tan amenudo nos aferramos, tomarse muy en serio –aunqueno de un modo estrictamente personal– y con una buenadosis de jovialidad y humor la propia experiencia.

En la primera parte exploraremos lo que es y lo queno es la meditación y las implicaciones que acompañanal cultivo de la atención plena. En la segunda parteinvestigaremos las fuentes de nuestro sufrimiento y denuestro “malestar”, pondremos de relieve el efectoliberador de la atención ecuánime y veremos el modo enque la atención plena se ha integrado en la práctica de lamedicina, revelándonos dimensiones de nuestra mente yde nuestro corazón que pueden ser profundamentecurativas y transformadoras. En la tercera parteexploraremos los “paisajes sensoriales” de nuestra vida yel modo en que la conciencia sensorial promueve elbienestar y enriquece nuestra vida y nuestro modo deconocer y de estar en el mundo y en nosotros. La cuartaparte proporciona al lector instrucciones detalladas parael cultivo de la atención plena a través de los distintossentidos, apelando a un amplio abanico de prácticasmeditativas formales que nos transmiten el sabor de suin nita riqueza, que, por cierto, podemos degustar encualquier momento. La quinta parte explora el modo enque el cultivo de la atención plena puede conducir a lacuración y a una mayor felicidad a través de una“revolución de la conciencia” que transforma porcompleto nuestro modo de percibir y actuar en el

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completo nuestro modo de percibir y actuar en elmundo. La sexta parte se ocupa del cultivo de laatención plena y ejempli ca el modo en que puedeafectar a diversos aspectos de nuestra vida cotidiana,desde estar en donde estamos hasta ver o no la Superligay “morir antes de morir”. La séptima parte se centra enel mundo de la política y de las tensiones a las que sehalla sometido el mundo desde la perspectivaproporcionada por la medicina cuerpo-mente y sugierealgunas formas en que la atención plena puedecontribuir a la curación y la transformación del cuerpopolítico y del mundo. La octava parte, por último, ubicanuestra vida y los retos a los que actualmente nosenfrentamos en un contexto mayor de la evolución y denuestra especie, poniendo de relieve la existencia dedimensiones ocultas que pueden permitirnos vivirnuestra vida instante tras instante y día tras día como sirealmente importase.

1. Steven Chu, Stanford University, Premio Nobel de física, Mind andLife Institute, Diálogo X, Dharamsala (India), octubre de 2002.

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PARTE I:

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PARTE I:

LA MEDITACIÓNNO ES LO QUE CREEMOS

El rango de lo que pensamos y hacemosestá limitado por aquello que no advertimos.

R.D. LAING

Eso está en mí… no sé lo que es…pero sé perfectamente que está en mí.

WALT WHITMAN

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LA MEDITACIÓN NO ES PARA PUSILÁNIMES

No es fácil, en una época como la actual en la que lascosas discurren tan rápidamente, hablar de la belleza yde la riqueza eternas del momento presente. Pero locierto es que, cuanto más aprisa discurren las cosas, másimportante es restablecer el contacto –hasta morarincluso– en lo atemporal porque, en caso contrario,corremos el riesgo de desconectarnos de dimensiones denuestra humanidad esenciales para convertir elsufrimiento, la locura y la confusión del cuerpo y de lamente –a los que, genéricamente, nos referimos como“enfermedad”– en bienestar, felicidad y sabiduría.Porque, aunque no lo parezca y, en ocasiones, nosre ramos a esos sentimientos y estados con el nombre de“estrés”, se trata, en realidad, de una enfermedaddolorosa que siempre va acompañada de una sensaciónsubyacente de insatisfacción.

En 1979 fundé la Stress Reduction Clinic pero, desdeentonces, las cosas han cambiado mucho, el ritmo de lavida se ha acelerado y también son mayores los peligrosque hoy en día nos acosan, hasta el punto de que hayocasiones en que me pregunto «¿A qué estrés merefería?» Si entonces era ya importante afrontar

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refería?» Si entonces era ya importante afrontardirectamente la situación y las circunstancias personalesen que nos encontrábamos y descubrir formas nuevas ycreativas de ponernos al servicio de la salud y de lacuración, mucho más lo es en un mundo como el actualen el que, independientemente de que la mayorinterconexión parezca tornarlo cada vez más pequeño,los acontecimientos se desarrollan a un ritmo másacelerado y caótico.

En épocas como éstas en las que la aceleración crecede manera exponencial, cada vez es más urgenteaprender a morar en lo atemporal, auténtica fuente delconsuelo y de la visión clara y esencia misma delprograma que, desde sus orígenes, ha desarrollado laStress Reduction Clinic. Y no me re ero tanto a que, trasvarios años de lucha, consigamos acceder a la bellezaatemporal de la conciencia meditativa y a una vida máse caz, satisfactoria y pací ca, sino a la posibilidad dealcanzar, en este mismo instante, lo atemporal, quesiempre se halla frente a nuestras propias narices. De loque se trata es de acceder a potencialidades que, en laactualidad, se encuentran ocultas debido a nuestranegativa a permanecer presentes, deslumbrados,hipnotizados o asustados por el futuro o por el pasado,arrastrados por la corriente de los acontecimientos, pornuestra insensibilidad y por nuestras reaccionesautomáticas y preocupados –cuando no obsesionados–por lo que inadvertidamente etiquetamos como“urgente” y perdiendo al mismo tiempo la posibilidad

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“urgente” y perdiendo al mismo tiempo la posibilidadde acceder a lo que es más importante, fundamental yhasta vital para nuestro bienestar, nuestra salud y nuestrasupervivencia. Estamos tan acostumbrados a quedarnosabsortos por el futuro y el pasado que habitualmentecarecemos de toda conciencia del instante presente ytenemos un escaso control –si es que tenemos alguno–sobre los altibajos a que afectan a nuestra vida y anuestra mente.

La frase con la que se inicia el folleto en el quedescribimos el programa de entrenamiento y de retirosde atención plena que ofrece nuestro instituto, el Centerfor Mindfulness in Medicine, Health Care, and Society (elCFM) a profesionales de salud y líderes del mundoempresarial dice: «La meditación no es para lospusilánimes ni para quienes se han acostumbrado anegar los anhelos más profundos de su corazón», unafrase con la que pretendemos desalentar a quienes semuestran renuentes a enfrentarse a lo atemporal, aquienes no lo entenderían y a aquellos otros cuya mentey corazón están tan ocupados que carecen del necesarioespacio para aprovechar esta oportunidad y permitirseesta experiencia.

Porque el caso es que, si tales personas se inscribieranen alguno de nuestros programas, malgastarían laocasión luchando consigo mismas y pensando que lapráctica de la meditación es un absurdo, una tortura o

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práctica de la meditación es un absurdo, una tortura ouna pérdida de tiempo. De ese modo, las resistencias yjusti caciones les llevarían a desaprovechar los breves ypreciosos momentos que tendríamos para trabajarjuntos.

Es de suponer por tanto que quienes se inscriben enesos retiros lo hacen gracias a esa frase o a pesar de ella.En cualquiera de los casos, sin embargo, ésa ha sidoprecisamente nuestra intención, alentar el interés dequienes están dispuestos a explorar el paisaje interior dela mente y del cuerpo y el dominio de lo que losantiguos maestros chinos taoístas y chan denominabanno hacer, el dominio de la auténtica meditación, en laque, si bien parece que no se estuviera haciendo nada,tampoco deja de hacerse nada importante y, comoconsecuencia de ello, puede manifestarse claramente enel mundo la misteriosa energía de un no-hacer abierto ydespierto.

La corriente de las obligaciones nos arrastra hastaobligarnos a soslayar los anhelos más silenciosos denuestro corazón. La meditación es muy simple, pero conello no queremos decir que sea sencilla y placentera. Nisiquiera es fácil, en medio del estilo de vida tan ocupadoen el que solemos hallarnos inmersos, disponer detiempo para ejercitar regularmente una prácticaconjunta, y con demasiada frecuencia nos olvidamos deque, en todos y cada uno de los momentos de nuestravida, tenemos la posibilidad de ejercitar la práctica“informal” de la atención plena. Pero hay veces en que

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“informal” de la atención plena. Pero hay veces en queya no podemos seguir ignorando las necesidades denuestro corazón y nos vemos misteriosamente impelidoshacia situaciones en las que no querríamos estar,empujados hacia lugares que habíamos visitado siendoniños, hacia un bosque, un retiro de meditación, unlibro, una clase o una conversación que posibilitan lamanifestación de algún aspecto ignorado de nosotrosmismos y permiten un reconocimiento que pone n alos anhelos insaciables de nuestro corazón.

El universo de la atención plena nos abre adimensiones de nuestro ser que pueden llevar muchotiempo reprimidas, desatendidas o ignoradas. Comoluego veremos, la atención plena puede in uir muypoderosamente en el desarrollo de nuestra vida y, porese mismo motivo, afectar también al mundo –queincluye a la familia, el trabajo, la sociedad, el modo enque nos vemos a nosotros mismos como personas, lo queyo llamo “el cuerpo político” y hasta el cuerpo delmundo (formado por todos nosotros)– en el que estamosinmersos. Y todo ello es posible gracias a que la prácticade la atención plena moviliza la estrecha y profundarelación existente entre interior y exterior y entre ser yhacer.

Todos estamos inconsútilmente unidos en la trama dela vida y en la urdimbre de lo que podríamos llamarmente, una esencia invisible e intangible que posibilitala sensibilidad, la conciencia y el conocimientonecesarios para transformar la ignorancia en sabiduría y

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necesarios para transformar la ignorancia en sabiduría yla discrepancia en resolución y concordia. La conciencianos ofrece un refugio seguro para recuperarnos ydescansar, un refugio que no se halla en un futuroimaginario en el que las cosas supuestamente serán“mejores”, estarán bajo nuestro control o habremos“mejorado”, sino en un presente tranquilo, gozoso,creativo, armonioso y dinámico. Por más extraño quepueda parecernos, la atención plena nos permitedegustar y encarnar, en todos y cada uno de los instantesde nuestra vida, lo que más profundamente deseamos, loque más se nos escapa y que, de forma paradójica, máscerca se halla de nosotros, la estabilidad, la paz mental ytodo lo que las acompaña.

La paz no es, desde una perspectiva microcósmica,ajena a este instante, mientras que, desde un punto devista macrocósmico, es algo a lo que, de un modo u otro,todos aspiramos, especialmente cuando va acompañadade la justicia y del reconocimiento de nuestra humanidady de nuestros derechos fundamentales. La paz es algoque podemos generar si aprendemos a despertar unpoco más como individuos y mucho más como especie,si aprendemos a ser lo que ya somos y a morar en elpotencial esencial que nos corresponde a todos los sereshumanos. Como dijo en cierta ocasión Thich Nhat Hanh,el maestro zen vietnamita de la atención plena y activistade la paz: «No hay ningún camino que conduzca hasta lapaz, la paz es el camino». Y es que, en un sentido muyprofundo, el paisaje externo del mundo y el paisaje

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profundo, el paisaje externo del mundo y el paisajeinterno del corazón son no-dos.

El mejor modo de cultivar la atención plena, a la quepodríamos considerar como una conciencia abierta y sinjuicio instante tras instante, no consiste tanto en pensarcomo en meditar, y encuentra su mejor expresión en latradición budista, que la considera la esencia de lameditación. Por ello he decidido salpicar este libro conalguna que otra referencia al budismo y a su relación conla práctica de la atención plena. Y lo hago con laintención de facilitar la comprensión y de bene ciarnosde lo que esta extraordinaria tradición, que se remonta aunos dos mil quinientos años atrás, puedeproporcionarnos en este momento histórico concreto.

Desde mi punto de vista, sin embargo, no es elbudismo lo que ahora nos importa. Bien podríamosconsiderar al Buda como un genio de su época, un grancientí co, una gura tan descollante, al menos, comoDarwin o Einstein, que sólo disponía de la herramientade su mente para investigar la naturaleza del nacimientoy de la muerte y la aparente inevitabilidad delsufrimiento. Para llevar a cabo su investigación, el Budatuvo que empezar entendiendo, desarrollando,perfeccionando y aprendiendo a calibrar su instrumento(es decir, su mente), igual que los cientí cos delaboratorio se ven hoy en día obligados a comprender,desarrollar, perfeccionar y calibrar los instrumentos

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desarrollar, perfeccionar y calibrar los instrumentosempleados por la ciencia para expandir sus sentidos –gigantescos telescopios ópticos o radiotelescopios,microscopios electrónicos o escáneres TEP (tomografíade emisión de positrones)– y adentrarse luego en laexploración de la naturaleza del universo y del inmensoconjunto de fenómenos interconectados que sedespliegan en su interior, ya sea en el dominio de lafísica y de los fenómenos físicos, como en el de laquímica, la biología, la psicología o cualquier otrocampo de investigación.

Para afrontar este reto, el Buda y sus seguidoresllevaron a cabo una investigación profunda sobre lanaturaleza de la mente y de la vida y sus esfuerzos deautoobservación les condujeron a descubrimientos muyinteresantes que les permitieron esbozar el mapa de unterritorio por esencia humano que, independientementedel contenido concreto de nuestros pensamientos, denuestras creencias y de nuestras culturas, todoscompartimos. Los métodos que utilizó y losdescubrimientos a los que condujo su investigación sonuniversales y no tienen que ver con “ismos”, ideologías,religiones ni sistemas de creencias. En este sentido, seasemejan a los descubrimientos realizados por la cienciay la medicina, marcos de referencia que, como desde susmismos inicios sugirió el Buda a sus seguidores, puedenser corroborados por cualquier ser humano.

La gente suele creer que alguien como yo, que practicay enseña la atención plena, debe ser budista. Pero lo

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y enseña la atención plena, debe ser budista. Pero locierto es que, aunque hubo un período en mi vida enque me consideraba budista, practiqué –y sigopracticando– el budismo y respeto y considero muypositivamente las distintas tradiciones y prácticasbudistas, cuando me lo preguntan, suelo responder queno soy budista y que no me he convertido al budismo,sino que soy un estudiante y un devoto de la meditaciónbudista, porque sé por experiencia propia que susenseñanzas y prácticas son muy profundas, reveladoras ycurativas y son de aplicación universal. Esto es lo que hedescubierto durante los últimos cuarenta años tanto enmi propia vida como en la de las muchas personas conlas que he tenido el privilegio de trabajar y practicar. Ylo cierto es que sigo estando profundamente conmovidoe inspirado por los maestros y los no maestros, tantoorientales como occidentales, cuya vida encarna lasabiduría y la compasión que caracteriza a esasenseñanzas y a esas prácticas.

La práctica de la atención plena es, en mi opinión,una aventura amorosa con la esencia de la vida, unaaventura con lo que es, con lo que podríamos llamar “laverdad” y que, para mí, incluye la belleza, lodesconocido y lo posible, las cosas tal cual son,simultáneamente presentes aquí y ahora (puesto quetodo está ya aquí) y también en todas partes (porquetodo está también ya ahí). Como ya hemos dicho yrepetiremos muchas más, la atención plena tambiénsiempre se halla presente porque, en última instancia, no

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siempre se halla presente porque, en última instancia, nohay otro tiempo más que éste.

Aquí, ahora, siempre y en todas partes disponemos delespacio su ciente para comenzar a trabajar, en el casode que estemos dispuestos a arremangarnos y emprenderel trabajo de lo atemporal, el trabajo de no-hacer, eltrabajo de encarnarse conscientemente en su vida tal ycomo se despliega instante tras instante. Se trata,ciertamente, de una empresa que, pese a hallarse másallá del tiempo, requiere de toda una vida.

No existe cultura ni forma de arte que posea elmonopolio de la verdad o de la belleza, ya sea conmayúsculas o con minúsculas. Por ello, en lainvestigación que estamos a punto de emprender, me haparecido útil e ilustrativo servirnos, tanto en lassiguientes páginas como en nuestra vida, de la obra depoetas muy diversos, esas personas tan especiales quehan dedicado su vida al lenguaje que uni ca la mente yel corazón. Porque el hecho es que los grandes poetas –como los grandes yoguis y maestros de las tradicionesmeditativas– han investigado en profundidad la mente ylas palabras y la realización íntima que existe entre elpaisaje interno y el paisaje externo. No es casual que lastradiciones meditativas expresen poéticamente susvisiones y sus comprensiones porque, a n de cuentas,los yoguis y los poetas son los exploradores intrépidosde lo que es y los custodios explícitos de lo que puede

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de lo que es y los custodios explícitos de lo que puedeser.

Como sucede con todo arte verdadero, las lentes quenos han legado los grandes poetas no sólo aumentannuestra visión sino, lo que todavía es más importante,nuestra capacidad de experimentar la intensidad yrelevancia de nuestra situación, de nuestro psiquismo yde nuestra vida. Por ello nos ayudan a comprenderdónde debemos aplicar la práctica de la meditación paraabrirnos y atisbar lo que podemos llegar a sentir y saber.La poesía brota por igual en todas las culturas ytradiciones del planeta hasta el punto de que bienpodríamos decir que los poetas son –y siempre han sido–los custodios de la conciencia y el alma de la humanidady que nos muestran aspectos muy diversos de una verdadque debe ser reconocida y contemplada. Los poetasnorteamericanos, centroamericanos, sudamericanos,chinos, japoneses, europeos, turcos, persas, indios,africanos, cristianos, judíos, islámicos, budistas o hindúes,tanto animistas como clásicos, tanto hombres comomujeres y tanto antiguos como modernos, nos ofrecen unmisterioso regalo que haríamos bien en valorar, degustary explorar. Ellos nos facilitan, en cualquier tiempo ylugar, las gafas con las que atisbar lo esencial, que seoculta más allá de lo esperado y favorecen así elautoconocimiento. Pero no debemos engañarnos, porquela visión que nos proporcionan esas gafas no siempre esconsoladora sino que, en muchas ocasiones, puede llegara ser muy perturbadora e inquietante. Quizás debamos

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a ser muy perturbadora e inquietante. Quizás debamosescuchar atentamente sus poemas, porque nos revelan elespectro completo de luces y sombras que atraviesan los

ltros de nuestra mente y movilizan las corrientessubterráneas de nuestro corazón. En sus momentos másinspirados, los poetas expresan lo inefable y, en talesocasiones, por alguna misteriosa gracia otorgada por lasmusas y el corazón, se trans guran en maestros de lapalabra que trascienden las palabras, forjando,modelando y apuntando hacia lo inefable y permitiendoque nuestra participación les insu e vida. Los poemascobran nueva vida cuando permitimos que su lectura osu escucha nos conmueva, cuando nuestra sensibilidad einteligencia pende de cada palabra, de cada evento y decada instante, cuando nuestra respiración se suspende alevocarlos y cuando el poder sugestivo de sus imágenesnos transporta, más allá de todo arti cio, de vuelta anosotros y a lo que realmente es.

Hagamos ahora un alto en nuestro camino parasumergirnos en las aguas de la claridad y de la angustia yzambullirnos en los esfuerzos realizados por unahumanidad que ansía conocerse, recordar lo que ya sabe–llegando incluso, en ocasiones, a conseguirlo– y, en unacto profundamente amoroso y siempre generoso ycompasivo –aunque casi nunca emprendido con eseobjetivo–, esbozar nuevas formas de profundizar nuestravida y nuestra visión y valorar y celebrar, de ese modo,qué y quiénes somos y en qué podemos llegar aconvertirnos.

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*

Mi corazón despiertapensando en llevarte noticias

de algo

que te concierney concierne a muchos hombres.

Pero no las escucharás.

si sólo prestas oído a las novedadesporque sólo se encuentra en los poemas despreciados.

Resulta difícil

escuchar lo nuevo en los poemas,pero el hombre muere miserablemente a diario

por falta

de lo que en ellos alienta.WILLIAM CARLOS WILLIAMS

*

Afuera, la noche helada del desierto,pero esta otra noche es cálida y amable.

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pero esta otra noche es cálida y amable.Deja que el paisaje se cubra de una costra espinosa,porque aquí tenemos un hermoso jardín.Los continentes estallan, ylas ciudades, los pueblos y todoacaban convirtiéndose en una bola chamuscada yrenegrecida.

Escuchamos noticias que añoran ese futuro,pero la auténtica noticiaes que no hay noticia alguna.

RUMI

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UN TESTIMONIODE LA INTEGRIDAD HIPOCRÁTICA

Estoy tumbado con casi quince pacientes en el sueloalfombrado de la amante y espaciosa sala deconferencias de la Facultad de Medicina de laUniversidad de Massachusetts iluminada por la luzcrepuscular de una tarde de comienzos de otoño. Es laclase inaugural del primer ciclo de la Stress Reductionand Relaxation Program, anteriormente conocida comoStress Reduction Clinic, y estoy a punto de dirigir unameditación conocida como “observación del cuerpo”,mientras todos permanecemos acostados boca arribasobre alfombrillas recubiertas de telas de distintos yllamativos colores apiñadas en un extremo de lahabitación para que todos los presentes puedan escucharmejor mis indicaciones.

En medio de un largo período de silencio, se abresúbitamente la puerta y entra un grupo de unas treintapersonas ataviadas con largas batas blancas que siguen aun hombre alto y de aspecto majestuoso. El hombre seacerca a grandes zancadas y me mira, mientras yopermanezco acostado sobre el suelo, con camiseta negra,pantalones negros de kárate y descalzo, y luego, con

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pantalones negros de kárate y descalzo, y luego, conaspecto entre sorprendido e inquisitivo, echa un vistazo ala habitación.

Después vuelve a mirarme y, tras una larga pausa,pregunta:

-¿Qué están haciendo aquí?Yo permanezco tumbado y lo mismo hacen los demás,

quietos como cadáveres sobre sus alfombrillas y con laatención suspendida en algún punto ubicado entre lospies (donde habíamos comenzado) y la parte superior dela cabeza (hacia donde nos dirigíamos), mientras lasbatas blancas asoman silenciosa y amenazadoramente deentre las sombras que hay detrás de esa presenciadominante.

–Estamos iniciando el nuevo programa de reduccióndel estrés que ha puesto en marcha el hospital–respondo, todavía tumbado, preguntándome qué diablosestará ocurriendo.

–A nosotros nos han asignado esta sala –responde miinterlocutor– para celebrar una reunión extraordinariadel departamento de cirugía de la facultad y sushospitales asociados.

Entonces me pongo en pie y, cuando mi cabeza llega ala altura de su hombro, me presento. Luego añado:

—Ignoro lo que pueda haber ocurrido. Le aseguro quehablé un par de veces con administración paraasegurarme de que, durante las diez próximas semanas,dispondríamos de esta sala de cuatro a seis de la tarde.

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dispondríamos de esta sala de cuatro a seis de la tarde.Él me mira de arriba abajo, elevándose sobre mí con

su bata blanca, en uno de cuyos bolsillos podía leersebordado en azul su nombre, «Doctor H. BrownellWheeler, Jefe de Cirugía». Jamás nos habíamos visto yera evidente que no estaba al tanto de la puesta enmarcha de nuestro nuevo programa. ¡Menudoespectáculo debíamos ofrecer, en chándal, descalzos y sincalcetines! Frente a nosotros se hallaba una de laspersonalidades más importantes de la facultad, viendocómo pasaba el tiempo de su apretada agenda y sinpoder empezar la reunión que debía dirigir1 a causa deun problema inesperado y, a primera vista, muy extraño,encabezado por alguien que no parecía desempeñarningún cargo en el centro médico.

Entonces miró de nuevo a los presentes que, a esasalturas, ya se habían semiincorporado, apoyando loscodos en las alfombrillas, para ver lo que ocurría ypreguntó sin dejar de mirarnos:

–¿Son pacientes del hospital?–Sí –repliqué–, lo son.–Entonces –concluyó– buscaremos otro lugar para

celebrar nuestra reunión —y, dando media vuelta, sedirigió hacia la puerta seguido de toda la comitiva que leacompañaba.

Yo le di las gracias, cerré la puerta tras ellos y regreséa mi lugar para reanudar nuestro trabajo.

Así fue como conocí a Brownie Wheeler y, en ese

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Así fue como conocí a Brownie Wheeler y, en esemismo instante, supe que iba a trabajar a gusto en esecentro.Años más tarde, después de que Brownie y yo noshiciéramos amigos, le recordé ese episodio y le comentélo mucho que me había impresionado el respetoincondicional que mostró entonces por los pacientes delhospital. Lo más curioso, sin embargo, fue la pocaimportancia que le concedió porque, en su opinión, sehabía limitado a aplicar el principio de dar prioridad, enla medida de lo posible, a las necesidades de lospacientes.

Entonces me enteré de que practicaba la meditación yvaloraba muy positivamente la relación entre la mente yel cuerpo y la importancia médica de aquélla. Brownieacabó convirtiéndose, durante más de dos décadas, en uninfatigable defensor de la Stress Reduction Clinic, y hoyen día, después de haber renunciado al cargo de jefe decirugía, es uno de los líderes del movimiento que tratade hacer más amable y digno el proceso de la muerte.

El hecho de que en esa remota ocasión no tratara deaprovechar su poder y autoridad para inclinar la balanzaen su favor me convenció de que acababa de ser eltestigo de un ejemplo mani esto de sabiduría ycompasión, algo bastante inusual en nuestra sociedad. Elrespeto que ese día mostró hacia los pacientes eraprecisamente el objetivo de la práctica de la meditaciónque recién estábamos iniciando cuando súbitamente seabrió la puerta de la sala de conferencias, es decir, la

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abrió la puerta de la sala de conferencias, es decir, laaceptación profunda e incondicional de nosotros mismosy el cultivo y desarrollo de nuestras potencialidades mástransformadoras y curativas. La amabilidad mostrada esatarde por el doctor Wheeler constituye el exponente másclaro de su respeto por los antiguos principios de lamedicina hipocrática que tanto y de tantos modos –másallá de las meras palabras– necesita nuestro mundo. Suactitud y su conducta fueron ese día mucho másilustrativas que las más hermosas palabras.

1. Más tarde me enteré de que esa reunión había sido convocada paratratar de corregir y eliminar algunas de las fricciones yresentimientos generados por el intento del relativamente nuevocentro médico de establecer un programa de actuación “integral” enla Universidad de Massachusetts que acabara con la diversidad deprogramas llevados a cabo en los distintos hospitales de lacomunidad. Eran muchas, pues, las expectativas que el doctorWheeler tenía depositadas en una reunión celebrada en un entornotan agradable y acogedor.

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LA MEDITACIÓNESTÁ EN TODAS PARTES

Imaginen a pacientes meditando y haciendo yoga porprescripción facultativa en hospitales y centros de saludde todo el país y de todo el mundo. A veces son losmédicos los que imparten la enseñanza mientras que, enotras ocasiones, se integran en el programa meditandojunto a sus pacientes.

Después de participar en un retiro de siete días deduración orientado a profesionales de la salud quequerían entrenarse en un programa de reducción delestrés basado en la atención plena (PREBAP)[mindfullness-based stress reduction (MBSR)] que tuvolugar en California, Andries Kroese, un destacadocirujano vascular de Oslo que llevaba treinta añospracticando meditación y asistiendo periódicamente aretiros de vipassana1 en la India, tomó nalmente ladecisión –que llevaba mucho tiempo acariciando– dereducir el tiempo dedicado a la práctica quirúrgica yentregarse a su pasión de enseñar meditación a suscolegas y pacientes de la península escandinava.Entonces escribió un libro sobre la reducción del estrésbasada en la atención plena que acabó convirtiéndose en

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basada en la atención plena que acabó convirtiéndose enun best seller en Noruega y Suecia.

Un buen día, me telefoneó Howard Nudelman,cirujano de El Camino Hospital de Mountain View(California), para decirme que acababan dediagnosticarle un melanoma y que no creía que lequedase mucho tiempo de vida. También me dijo queestaba familiarizado con la meditación y que habíadescubierto su extraordinario poder para transformar lavida personal. Según me explicó, después de haber leídomi libro Vivir con plenitud las crisis se dio cuenta de quehabía descubierto el modo de llevar a cabo lo que,durante tanto tiempo, había estado soñando, aplicar lameditación, al ámbito de la medicina y que, durante eltiempo que le quedara de vida, quería trabajar en esesentido en su hospital. Un mes más tarde vino avisitarnos con un equipo de médicos y administrativos y,poco más tarde, puso en marcha un programa dereducción del estrés basado en la atención plena dirigidopor Bob Stahl, un extraordinario monitor de meditación,cuyo éxito no tardó en obligarle a recabar lacolaboración de otros monitores. De eso hará ya más dediez años. Howard nunca se molestó en decirme quedirigía un grupo que estaba tratando de establecer uncentro de meditación de la atención plena en el área dela bahía (que nalmente acabó convirtiéndose en elSpirit Rock Meditation Center de Woodacre,[California]). Murió al año de su visita y nuestro jefe decirugía, Brownie Wheeler, a quien le había presentado

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cirugía, Brownie Wheeler, a quien le había presentadodurante su visita, pronunció, a nes de ese año enCalifornia, el discurso inaugural de la Howard NudelmanMemorial Lecture.

El Camino Hospital es actualmente uno de los treintahospitales, centros médicos y clínicas del área de SanFrancisco que ofrecen a sus pacientes la posibilidad departicipar en el PREBAP, entre los cuales se cuentan, enel momento de escribir este libro, diecisiete del sistemaKaiser-Permanente en el norte de California, un métodoque no se limita a enseñar a los pacientes, sino tambiéna los médicos y al personal administrativo. En laactualidad, el PREBAP se aplica desde Seattle hastaMiami, desde Worcester (Massachusets), donde comenzó,hasta San Diego (California), desde Whitehorse(Territorio del Yukón) hasta Vancouver, Calgary, Torontoy Halifax, desde Hong Kong hasta Gales, y desde Méxicohasta Buenos Aires. También se lleva a cabo en Ciudaddel Cabo (Sudáfrica), en Australia y en Nueva Zelanda y,desde hace mucho tiempo, en los centros médicos deDuke, Stanford, la Universidad de Wisconsin, laUniversidad de Virginia, el Je erson Medical College yotros destacados centros médicos de todo el país. Cadavez son más los cientí cos que realizan investigacionesclínicas sobre las aplicaciones de la atención plena en losámbitos de la medicina y la psicología, y hasta existe unanueva terapia orientada a impedir la reincidencia de ladepresión, llamada terapia cognitiva basada en laatención plena [mindfullnes-based cognitive therapy

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atención plena [mindfullnes-based cognitive therapy(MBCT)], cuya e cacia –puesta de relieve por variasinvestigaciones clínicas– está despertando un gran interésdentro el ámbito de la psicología clínica.

Hace treinta años parecía casi inconcebible que losmundos académico y clínico reconociesen la importanciade la meditación y del yoga… y no digamos ya queacabasen empleándolos. Hoy en día, sin embargo, su usoes tan habitual que ni siquiera se los considera recursosalternativos, sino que forman parte del arsenal deherramientas habitualmente empleadas por la medicina.Cada vez son más los hospitales que forman a susalumnos y al personal administrativo en los programasde la atención plena. Hay hospitales en los que hasta seenseña meditación a los pacientes de la unidad detrasplantes de médula ósea, un método muy so sticado yagresivo que constituye uno de los últimos recursosmédicos. Este programa pionero está siendo dirigido pormi antigua colega de la Stress Reduction Clinic, ElanaRosenbaum, que sufrió un trasplante óseo de médulacuando se le diagnosticó un linfoma y cuya calidadhumana –puesta de relieve durante las complicacionesque sufrió después de un tratamiento que la condujo alumbral de la muerte– sorprendió tanto al personaladministrativo y médico de la unidad que muchos deellos se aprestaron a seguir el programa y aprender lapráctica de la atención plena para brindarlo después alos pacientes de sus respectivas unidades. Tambiénexisten programas PREBAP para los residentes de los

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existen programas PREBAP para los residentes de losbarrios más con ictivos y para los “sin techo”. En losEstados Unidos hay programas PREBAP que se impartencompletamente en español. En la actualidad hayprogramas de la atención plena dirigidos hacia eltratamiento del dolor, a enfermos de cáncer, a pacientesque padecen de enfermedades cardíacas y a futurospadre y también son muchos los pacientes que noesperan a que sus médicos les sugieran la convenienciade seguir ese tipo de programas, sino que simplementelos solicitan y los emprenden por su propia cuenta.

La meditación de la atención plena se enseña hoy endía en algunos bufetes de abogados y también se impartea los alumnos de las facultades de derecho de Yale,Columbia, Harvard, Missouri y otras universidades. En2002 tuvo lugar, en la facultad de derecho de laUniversidad de Harvard, un congreso sobre la atenciónplena, el derecho y la resolución alternativa decon ictos, cuyas ponencias se vieron recogidas esemismo año en un número monográ co de la HarvardNegotiation Law Review. Son muchos los abogados deprominentes bufetes que, hoy en día, practican yoga ymeditación. Un abogado vestido con traje y corbataocupó recientemente la portada del suplementodominical del Boston Globe Sunday Magazine haciendola postura del árbol, sonriendo y sin calcetines a modode ilustración de un artículo titulado «The New (Kinder,Gentler) Lawyer».

¿Qué es lo que está sucediendo?

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¿Qué es lo que está sucediendo?Los líderes del mundo empresarial asisten a rigurosos

retiros de meditación de cinco días ofrecidos por el CFM,que comienzan a las seis en punto de la mañana porque,según dicen, quieren entrenarse en la atención plena y lareducción del estrés, y aportar, de ese modo, una mayorconciencia a la vida de la empresa y a la empresa de lavida. Algunas escuelas pioneras, tanto públicas comoprivadas, están poniendo en marcha programas deatención plena en los ámbitos de la enseñanza primaria,media y superior. Durante la temporada en que PhilJackson ejerció de entrenador de los Chicago Bulls, elequipo aprendió y practicó la atención plena bajo latutela de George Mumford, que también dirigió nuestroproyecto en el ámbito carcelario y cofundó nuestraclínica de la PREBAP en los barrios con ictivos. CuandoJackson se trasladó a Los Angeles a entrenar a los Lakers,también enseñó la práctica de la atención plena. Y hayque decir que ambos equipos fueron campeones de laNBA (los Bulls cuatro veces y los Lakers en un par deocasiones). También debemos decir que el hermano deJackson enseña PREBAP en la facultad de medicina de laUVA Medical School de Charlottesville (Virginia). Yreseñemos por último que, en la actualidad –y no sóloen nuestro país, sino también en lugares como GranBretaña y la India– las prisiones ofrecen programas demeditación en los que participan conjuntamente lospresos y el personal administrativo.

Un verano tuve la ocasión de codirigir, junto a Kurt

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Un verano tuve la ocasión de codirigir, junto a KurtHoelting, pescador y maestro de meditación de InsidePassages, un retiro de meditación para activistasmedioambientales que incluían, además de lameditación sedente, el yoga y paseos meditativos,excursiones meditativas en kayak. El retiro tuvo lugar enlas islas exteriores aisladas del vasto territorio virgen dela bahía de Tebenkof, en el sudeste de Alaska, a dondellegamos en hidroavión. Cuando volvimos al pueblodespués pasar ocho días en pleno bosque, el artículo deportada de Time Magazine (4 de agosto de 2003)versaba sobre la meditación. El mismo hecho de que setratara de un artículo destacado en portada y de queincluyese detalladas descripciones sobre los efectos de lameditación en el cerebro y la salud constituye un claroindicador del grado en que la meditación ha acabadoimpregnando el pensamiento prevalente de nuestracultura. Ya no podemos seguir pensando, pues, que setrata de una actividad marginal que sólo interesa a unoscuantos locos.

Son muchos los centros de meditación que, en laactualidad, están oreciendo en todas partes, brindandoretiros, clases y talleres que cada vez llegan a máspersonas dispuestas a aprender y practicar. El yoga jamásha sido tan popular como lo es ahora, ha tenido supropia portada en Time hará aproximadamente un añoy son muchas las personas, tanto niños como adultos detodo el mundo, que están empezando a practicarlo. En2003, la revista Time dedicó un número especial a la

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2003, la revista Time dedicó un número especial a lamedicina cuerpo-mente y lo mismo hizo Newsweek en2004, ambos centrados en el tema de la meditación.

¿Qué es lo que está ocurriendo? Bien podríamos decirque estamos asistiendo a los primeros estadios deldespertar de nuestra cultura a las potencialidades que seocultan en nuestro interior, al cultivo de la conciencia ya la familiarización con la quietud y el silencio. Estamosempezando a darnos cuenta de la capacidad delmomento presente para aumentar la claridad y lacomprensión mental, la estabilidad emocional y lasabiduría. La meditación, dicho en otras palabra se haestablecido entre nosotros, ha dejado de ser algo exóticoy ajeno a nuestra cultura y es hoy en día tan americanacomo cualquier otra cosa. Y, dado el estado del mundo ylas enormes fuerzas que inciden en nuestras vidas, no nosqueda más remedio que decir que lo ha hecho en elmomento más oportuno.

Pero recuerden, ¡la meditación no es lo que creemos!

1. Meditación de la atención plena empleada en la tradición budistaTheravada.

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LOS COMIENZOS

Desde comienzos a nales de la década de 1970, estudiécon el maestro zen coreano Seung Sahn, que literalmentesigni ca “Montaña Alta”, el nombre de la montaña chinaen la que, según se dice, alcanzó la iluminación HuiNeng, el sexto patriarca zen. Todos creíamos querealmente se llamaba Soen Sa Nim, pero recientementehe descubierto que su nombre signi ca “honradomaestro zen”.

Seung Sahn había llegado de Corea y había acabadorecalando en Providence (Rhode Island), donde algunosalumnos de la Universidad de Brown acabaron“descubriéndole” desempeñando el insólito trabajo(aunque no tardamos en darnos cuenta de que, en sucaso, todo era insólito) de reparar lavadoras en unapequeña tienda propiedad de unos amigos coreanos.Esos estudiantes organizaron en torno a él un grupoinformal para descubrir quién era y lo que tenía queofrecer que acabó convirtiéndose en el Providence ZenCenter, donde en las décadas siguientes se multiplicó enmuchos otros centros repartidos por todo el mundo quehoy en día se dedican a impartir las enseñanzas de SoenSa Nim.

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Sa Nim.Un colega estudiante me habló de él y un buen día me

decidí a viajar a Providence para conocerle. Había algoen él que le convertía en una persona realmentefascinante. En primer lugar, se trataba de un maestro zen–sea esto lo que sea– que reparaba lavadoras y parecíamuy feliz de hacerlo. Tenía un rostro redondo muysincero y atractivo. Siempre estaba totalmente presente yera él mismo, sin engaños ni ínfulas de ningún tipo. Sucabeza estaba rapada porque, en su opinión, el cabelloes “la hierba de la ignorancia” y decía que los monjestenían que rapárselo regularmente. Llevaba divertidoszapatos blancos sin cordones tan grandes que parecíanpequeñas barcas (los monjes coreanos no utilizan elcuero, porque proviene de los animales) y, en losprimeros tiempos, solía pasar el día en ropa interioraunque, cuando impartía enseñanza, llevaba largastúnicas de color gris y un sencillo kesha marrón, uncuadrado plano de pedazos de tela cosido en torno a sucuello que descansa sobre el pecho y que, en el zen,constituye un recordatorio de los andrajos con quevestían en China los primeros practicantes del zen.También usaba ropas más vistosas y coloridas paraocasiones y ceremonias especiales que realizaba para lacomunidad budista coreana local.

Tenía una forma muy peculiar de hablar que se debía,al comienzo al menos, a sus di cultades con la gramáticainglesa y a su desconocimiento del vocabulario. A pesarde todo ello, sin embargo, su pésimo inglés con acento

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de todo ello, sin embargo, su pésimo inglés con acentocoreano era tan fresco que penetraba muyprofundamente en la mente del oyente, porque jamáshabíamos oído pensar de esa manera y no podíamosprocesar sus comentarios del mismo modo en quesolíamos hacerlo. Y, como suele ocurrir en talescircunstancias, muchos de sus discípulos empezaron aimitar su forma de hablar, diciendo cosas tales como:«Ve directo, no controles tu mente», «La echa ya hadado en el blanco», «Déjalo estar, simplemente déjaloestar» y «Ya sabes», que, si bien tenían sentido para ellos,resultaban muy extrañas para todos los demás.

Soen Sa Nim mediría poco más de metro setenta ycinco y no era ni delgado ni grueso, aunque quizáspudiera describírsele como una persona corpulenta.Parecía joven, pero debía tener unos cuarenta y cincoaños. Según se decía, era muy conocido y respetado enCorea, pero había decidido trasladarse a Estados Unidos–donde, en esa época, estaba la acción– para transmitirallí su enseñanza. Los jóvenes americanos de comienzosde la década de 1970 tenían ciertamente mucha energíay estaban muy interesados en las tradiciones meditativasorientales, y él formaba parte de la oleada de maestrosorientales de meditación que, entre los años 1960 y1970, acabaron recalando en Estados Unidos. Loslectores interesados en sus enseñanzas, pueden leerEchando cenizas sobre el Buda, de Stephen Mitchell.

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Soen Sa Nim solía comenzar sus intervenciones públicastomando el pulido y nudoso bastón “zen” de tres ramasretorcidas que solía tener a mano y en el que, enocasiones, apoyaba el mentón mientras contemplaba conatención a la audiencia. Después lo elevabahorizontalmente sobre su cabeza y rugía:

–¿Ven ustedes esto? –despertando el silencio y lasmiradas confundidas de los presentes y luego lo dejabacaer de golpe sobre el suelo o sobre una mesa que sehallaba frente a él–. ¿Escuchan esto? –preguntabaentonces, provocando más silencio y despertando másconfusión en los presentes.

Entonces comenzaba la charla. A menudo no explicabael signi cado de ese gambito de apertura pero, despuésde haberlo visto en repetidas ocasiones, su mensaje ibaquedando cada vez más claro. El zen, la meditación o laatención no requieren de grandes complicaciones y lameditación no aspira a desarrollar una losofía muyelaborada de la vida o de la mente. No tiene nada quever con el pensamiento, sino con atenerse a las cosas mássencillas. ¿Está usted, en este mismo instante, viendo?¿Está oyendo? El que ve y el que oye, sin adornos deningún tipo, es la mente original, la mente originaldespojada de todo concepto, incluido el concepto de“mente original”. Eso ya está aquí, ya está presente y,ciertamente, resulta imposible de perder.

¿Quién es, pues, el que está viendo, cuando usted ve elbastón? ¿Quién está escuchando cuando usted escucha el

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bastón? ¿Quién está escuchando cuando usted escucha elsonido del bastón al caer? En el momento inicial de lapercepción, antes de que el pensamiento se ponga enmarcha y la mente segregue pensamientos tales como«¿Qué signi cará esto?», «Por supuesto que veo elbastón», «Eso es un bastón», «Creo que es la primera vezque veo un bastón así», «Me pregunto de dónde lo habrásacado», «Seguramente será un bastón coreano», «Megustaría tener un bastón como ése», «¿Será el único quetiene un bastón así?», «¡Qué genial!», «¡Vaya!», «¡Quéinteresante parece la meditación!», «Yo también podríahacer eso», «¿Qué tal me quedaría a mí esa ropa?», etc.

O, en el caso de que escuche el sonido de un fuertegolpe, «Vaya forma más curiosa de iniciar unaconversación», «Por supuesto que he escuchado el ruido»«¿Acaso cree que somos sordos?», «¿Ha caído realmentesobre la mesa?», «Seguro que habrá dejado una muescaen la mesa», «¡Vaya golpe!», «¿Cómo puede hacer eso?»,«¿No sabe que la mesa debe pertenecer a alguien?»,«¿Acaso no le importa?», «¡Qué persona tan extraña!».

De todo eso precisamente se trataba.–¿Ve? Casi nunca vemos así.–¿Oye? Casi nunca oímos así.Los pensamientos, las interpretaciones y las emociones

se ponen tan rápidamente en marcha después decualquier experiencia –y, cuando hay expectativas, antesincluso de que se origine la experiencia– que apenaspodemos decir que estábamos realmente “ahí” en el

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podemos decir que estábamos realmente “ahí” en elmomento original de la percepción, en el momentooriginal de la audición porque, si lo hubiéramos estado,se hallaría “aquí” y no “ahí”.

En realidad, nosotros no vemos el bastón niescuchamos el golpe, sino tan sólo nuestros conceptos.Nosotros evaluamos, enjuiciamos, divagamos,establecemos categorías y reaccionamos emocionalmentetan deprisa que solemos perdermos el momento de lapercepción pura, el momento de la audición pura. Enese momento, al menos, podemos decir que hemosperdido nuestra mente y que nos hemos desconectado denuestros sentidos.

Obviamente, durante esos momentos de inconsciencia,tendemos a perdernos y a sumirnos durante largosperíodos de tiempo, sin darnos siquiera cuenta de ello,en pautas automáticas de pensamiento y sentimiento.

Así pues, cuando Soen Sa Nim nos preguntaba «¿Venustedes esto?» o «¿Escuchan ustedes esto?», la suya noera una pregunta tan trivial como, a primera vista,pudiera parecer. En realidad, estaba invitándonos adespertar del sueño del ensimismamiento y de laincesante cháchara que nos aleja de lo que realmenteestá ocurriendo en esos momentos a los que llamamosnuestra vida.

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ULISESY EL VIDENTE CIEGO

A veces, para tratar de que alguien despierte a las cosastal cual son, decimos «¡Sé sensato!» pero, como es fácilde advertir, nadie –incluidos nosotros mismos– se tornamágicamente sensato por el simple hecho de que alguiense lo pida. De hecho, hay veces en que toda suorientación –hacia sí mismos, hacia las situaciones ohacia los demás– requiere de un cambio radical. Pero¿cómo llevar a cabo ese cambio? Hay veces en que, paradespertar, necesitamos experimentar una crisis…, si talcrisis no acaba antes con nosotros.

Hay ocasiones en las que, para indicar que alguien estádesconectado de la realidad, decimos: «Es un insensato»,pero lo cierto es que, en la mayor parte de los casos, noresulta nada sencillo recuperar el contacto perdido. ¿Quédebería hacer uno cuando ha llegado tan lejos? ¿Quédebería hacer una sociedad o incluso un mundo que sehubiera alejado tanto de los sentidos que cada unocentrase su atención en un aspecto diferente del elefante,pero nadie aprehendiese la totalidad? En tal caso, lo queanteriormente considerábamos un elefante semetamorfosea y se convierte en una especie de monstruo

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metamorfosea y se convierte en una especie de monstruoque escapa de nuestro control hasta el punto de quesomos incapaces de percibir y nombrar lo que es, comociudadanos-espectadores que nos hubiésemos adentradoen el territorio de un emperador engañado con el “trajenuevo” invisible que acaban de confeccionarle.

Lo cierto es que, sin la necesaria práctica, resulta muydifícil volver a los sentidos, y por eso estamos, hablandoen términos generales, muy poco entrenados. Nosotrosno estamos muy familiarizados con los sentidos, noestamos muy familiarizados con aquellos aspectos delcuerpo y de la mente que participan, dependen o se venconformados por los sentidos. Dicho en otras palabras,nuestra percepción y nuestra conciencia, tanto interiorcomo exterior, se hallan completamente distorsionadas, yel modo más adecuado de corregir esa distorsión consisteen ejercitar una y otra vez nuestras facultades y nuestraatención. Tengamos en cuenta que lo que se fortalece,robustece y exibiliza a través de ese tipo deentrenamiento –con frecuencia, todo hay que decirlo, congran resistencia por nuestra parte– es mucho másinteresante que un bíceps.

Nuestros sentidos –incluyendo, obviamente, nuestramente– nos engañan la mayor parte del tiempo a causade los hábitos y del hecho de que no son pasivos, sinoque requieren de una evaluación y una interpretaciónactiva y coherente en la que participan diferentesregiones cerebrales. Vemos, pero apenas si nos damoscuenta de que lo que vemos depende de la relación que

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cuenta de que lo que vemos depende de la relación quese establece entre nuestra capacidad de ver y lo quetenemos delante. Creemos que lo que pensamos estásimplemente frente a nosotros, pero ignoramos que, enrealidad, nuestra experiencia se ve seleccionada por losnumerosos ltros impuestos por constructosinconscientes de pensamiento y por el modo misteriosoen que parecemos estar vivos en el mundo queregistramos a través de los ojos.

No cabe duda, pues, de que vemos ciertas cosas, peroque también, al mismo tiempo, quizás no vemos las másimportantes. Nuestra forma de mirar es automática y estásujeta a los hábitos, lo que signi ca que nuestra miradaes limitada y que, en ocasiones, no vemos ni olemossiquiera lo que se halla ante nuestras propias narices.Vemos, por así decirlo, con el piloto automático, dandopor sentado el milagro de la percepción que acabaconvirtiéndose en parte del sustrato inadvertido con elque nos ocupamos de nuestras cosas.

Podemos tener hijos y pasar años sin verlos siquiera,porque lo único que “vemos” son las ideas, “teñidas” pornuestras expectativas y nuestros miedos que, al respecto,tenemos. Y lo mismo podríamos decir con todas y cadauna de nuestras relaciones. Vivimos sumidos en elmundo natural, pero, la mayor parte de las veces, no nosdamos cuenta de ello, pasamos por alto la milagrosarefracción de la luz del sol en la gota de agua que sehalla depositada sobre una hoja y hasta soslayamos losdistorsionados re ejos que nos proporcionan los

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distorsionados re ejos que nos proporcionan losparabrisas y las ventanas. Y tampoco nos damos cuenta,hablando en términos generales, de que los demás,incluido el mundo natural que forma parte del paisajeque nos rodea –algo que conoceríamos mucho mejor sipasáramos una noche en mitad del bosque–, también nosven y tienen de nosotros una visión que puede ser muydiferente de la que nosotros mismos tenemos.

Quizás la ceguera dominante y endémica que aqueja alos seres humanos sea una de las razones por las queHomero, en los mismos albores de la civilizaciónoccidental –hacia la mitad de su relato oral de la Odisea(en torno a -800 aC)–, llevó a Ulises a buscar a Tiresiashasta el borde del Hades para conocer su destino y loque debía hacer para regresar a su hogar. Porque Tiresiasera un vidente ciego y todos sabemos que, cuandoaparece en escena un “vidente ciego”, las cosas van aponerse más interesantes y verdaderas. Con todo ello,Homero parece estar diciéndonos que la verdaderavisión trasciende la mera visión física. De hecho, la vistapuede llegar a convertirse, en este sentido, en unimpedimento para encontrar nuestro auténtico camino.Debemos aprender a ver más allá de nuestra ceguerahabitual y caracteriológica, producto, en el caso deUlises, de su arrogancia y de su astucia, que eran,simultáneamente, su fortaleza y su perdición y, enconsecuencia, un regalo incomparable para tener en

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consecuencia, un regalo incomparable para tener encuenta y del que aprender.1

Nosotros no sólo no vemos lo que está presente sinoque, muy a menudo, vemos incluso lo que no está. ¡Unejemplo claro de que el ojo y la mente construyen lascosas! Ello se debe, en parte, a nuestra imaginacióncreativa y, en parte –como evidencia el triángulo de la

gura que presentamos a continuación (al que se conocecomo triángulo de Kanizsa)–, a la con guración mismade nuestro sistema nervioso. Soen Sa Nim decía: «Si dicesque esto es un bastón, te golpearé (con su bastón zen)treinta veces –cosa que ciertamente no hacía (pero que síocurría en la antigua China)–. Pero si, por el contrario,dices que no lo es, te golpearé treinta veces. ¿Qué es loque respondes?». Para ello, Soen Sa Nim no usaba eltriángulo de Kanizsa, sino cualquier objeto que tenía amano. «Si dices que esto es un vaso, un reloj de pulsera,una roca, etc., te golpearé treinta veces y, si dices queesto no es un vaso, no es un reloj de pulsera, no es unaroca, etc., te golpearé treinta veces. ¿Qué es lo querespondes?» Así era como nos enseñaba a noidenti carnos con la forma ni con la vacuidad… o, almenos, a no mostrar esa identi cación porque, a pesarde todos nuestros esfuerzos, nos identi cábamos decontinuo y seguíamos insistiendo, esperando aprender ycrecer a lo largo del proceso, gracias al exquisito cuidadoque ponía en su trato aparentemente desdeñoso.

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Todos sabemos que, cuando percibimos a través de losojos, vemos ciertas formas pero no otras, por más que sehallen delante mismo de nosotros. También podemos sercondicionados con facilidad a ver de ciertos modos, perono de otros. A n de cuentas, la selectividad de nuestrapercepción es una habilidad de la que se sirvencontinuamente los prestidigitadores, cuya destrezadesconcierta –al tiempo que deleita– a nuestra mente,desviando con habilidad nuestra atención yconfundiendo el funcionamiento de nuestros sentidos.

En otro orden más general de cosas, las personas dediferentes culturas pueden percibir el mismo evento demaneras muy distintas, en función de sus sistemas decreencias y de su orientación porque, al contemplar elmundo a través de diferentes lentes mentales, percibenrealidades también diferentes. No existe, en este sentido,ninguna realidad que sea completamente cierta, y lainmensa mayoría de ellas sólo lo son en cierta medida.

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inmensa mayoría de ellas sólo lo son en cierta medida.¿Son los americanos los liberadores de Irak o, por elcontrario, son sus opresores? Responda con muchocuidado a esta pregunta, porque su respuesta pondráclaramente de relieve lo identi cado que se halle con suvisión, una visión que sólo es parcialmente cierta y que,en consecuencia, sólo es también parcialmenteverdadera.

Todos caemos con facilidad, en nuestra búsqueda derespuestas absolutas, en el pensamiento en blanco ynegro. Es cierto que, de ese modo, nos sentimos mejor ymás seguros, pero también lo es que nos tornamosmucho más ciegos. Esto es bueno y aquello es malo; estoes correcto y aquello está equivocado; nosotros somosfuertes y ellos débiles; nosotros somos inteligentes y ellosestúpidos; ella es un encanto y él un desastre, yo estoydestrozado y ellos están locos; él nunca saldrá de esto,ella es insensible y yo jamás podré hacer tal cosa… Unaforma de pensar que parece no tener fin…

Todo estas a rmaciones son pensamientos que, aunparcialmente ciertos, tienden a ser distorsionadores ylimitadores porque, en la mayor parte de los casos, en lavida real, las cosas sólo son ciertas de un modo relativo.No existe tal cosa como una persona alta, porque laspersonas sólo son relativamente altas y, del mismomodo, tampoco existe una persona inteligente, porqueuno sólo es relativamente inteligente. Por ello, cuandocontemplamos esa forma de pensar desde la perspectivaproporcionada por una conciencia más elevada,

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proporcionada por una conciencia más elevada,descubrimos que tiende a ser demasiado rígida,limitadora e inevitablemente –al menos en parte–errónea. Así pues, cuando vemos y/o pensamos enblanco y negro, acabamos llegando de maneraautomática e irre exiva a conclusiones demasiado jas ylimitadoras que, con frecuencia, distorsionan nuestracapacidad de encontrar, en medio de los altibajos de lavida, el camino de “vuelta a casa”. El discernimiento –adiferencia del juicio–, por el contrario, nos enseña a ver,oír, sentir y percibir la existencia de in nitos matices degris entre el pensamiento completamente negro y elpensamiento completamente blanco, entre loabsolutamente bueno y lo absolutamente malo. Así pues,nuestros juicios re ejos nos llevan a limitar de formaautomática e inadvertida el rango posible de lo real ynos impiden ver el espectro completo de lo real,mientras que el “discernimiento sabio” nos ayuda adescubrir la existencia de múltiples posibilidadesintermedias y a navegar adecuadamente a través de ellas.

Hay todo un campo de las matemáticas y de laingeniería que se basa en la compleja pauta fractal queexiste entre un camino y otro por completo diferente. Locurioso es que, cuanta más atención prestamos a lagradación de las cosas, más clara –y no al contrario– setorna nuestra mente, un punto que convendrá recordarcuando exploremos con más detenimiento elfuncionamiento de la atención plena. En su libro FuzzyThinking, Bart Kosko, de la Universidad del Sur de

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Thinking, Bart Kosko, de la Universidad del Sur deCalifornia, señala que el mundo del cero y del uno, elmundo del blanco y del negro, es el mundo esbozadopor Aristóteles que también fue, dicho sea de paso,quien primero habló de los cinco sentidos de los quehabla la cultura occidental. Las distintas gradaciones delgris, así como también el cero y uno constituyen, por suparte, el mundo esbozado por el Buda. ¿Cuál de ambosmodelos del mundo es correcto?

¡Sea muy cuidadoso al responder!Las manzanas pueden ser rojas, verdes o amarillas,

pero, si las contemplamos con más detenimiento, nosdaremos cuenta de que sólo lo son hasta cierto punto. Aveces hay manchas grandes o pequeñas o inclusomanchas de otros colores. No existe ninguna manzananatural que sea completamente roja, completamenteverde o completamente amarilla. El maestro demeditación Joseph Goldstein nos cuenta, en este sentido,la historia de una maestra de escuela que, en ciertaocasión, levantó una manzana en alto y preguntó a susalumnos:

–¿De qué color es esto, niños?Muchos respondieron que era roja, algunos

contestaron que amarilla y unos pocos dijeron que verde,pero sólo uno respondió “blanca”.

–¿Por qué dices que es blanca –preguntó entonces lamaestra– si sabes bien que no lo es?

Entonces el niño se acercó a ella, cogió la manzana, le

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Entonces el niño se acercó a ella, cogió la manzana, ledio un bocado y la levantó para que toda la clasepudiera ver el color interno de la manzana.

A Goldstein también le gusta decir que, en el cielo, noexiste ninguna Osa Mayor y que ésa no es más que laapariencia que asume, desde nuestra perspectiva, undeterminado conjunto de estrellas y que esa no-OsaMayor nos ayuda a localizar la Estrella del Norte eincluso a servirnos de ella para navegar.

¿Qué ve usted en el siguiente dibujo?

Hay quienes sólo ven una anciana mientras que otros,por el contrario, sólo ven una joven. ¿No les parececurioso? Si, antes de mostrar ese dibujo, hubiésemos

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curioso? Si, antes de mostrar ese dibujo, hubiésemosexpuesto durante cinco segundos a la mitad de una granaudiencia (mientras la otra mitad permanecía con losojos cerrados) la imagen que presentamos a continuaciónen el lado izquierdo, hubiésemos descubierto, entre ellos,una mayor propensión a ver en ella la imagen de unajoven. Y lo contrario hubiera sucedido, por cierto, en elcaso de haber expuesto previamente durante cincosegundos a la mitad de los sujetos a la imagen de laanciana que presentamos a la derecha. Y es que, una vezestablecida una determinada pauta, resulta muy difícil,para algunas personas, advertir otra…, a menos que seles presenten imágenes despojadas de ambigüedad comolas siguientes.

También resulta muy ilustrativa, en este mismosentido, la encantadora historia de la fantasía presentadapor Antoine de Saint-Exupéry en El principito:

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Cuando tenía seis años de edad vi un dibujo magnífico en un librosobre la jungla que se llamaba Historias reales que representaba auna boa constrictor tragándose a una bestia salvaje…

El libro decía: «Las boas constrictor se tragan a sus presas enteras, sinmasticarlas. Luego no pueden moverse y duermen durante los seismeses que dura la digestión».

En esos días pensé bastante sobre las aventuras de la selva yfinalmente hice mi primer dibujo, usando un lápiz de color. Midibujo número 1 era así:

Enseñé a los adultos mi obra maestra y les pregunté si mi dibujo lesasustaba.

–¿Por qué debería asustarnos un sombrero? –respondieron.Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba a una boa

constrictor digiriendo a un elefante. Entonces dibujé el interior dela boa constrictor, para que los adultos, que siempre necesitanexplicaciones, pudieran entenderlo. Mi dibujo número 2 era así:

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Los adultos me aconsejaron que guardase mis dibujos de boasconstrictor, abiertas o cerradas, y que, en su lugar, me aplicase enel estudio de la geografía, la historia, la aritmética y la gramática.Así fue como, a los seis años de edad, abandoné una magní cacarrera como artista. Me había desanimado el fracaso de mi dibujonúmero 1 y de mi dibujo número 2. Las personas mayores nuncaentienden nada por sí solas y para los niños resulta agotador tenerque darles explicaciones y más explicaciones.

Tal vez, para restablecer el contacto con los sentidos,debamos desarrollarnos y aprender a con ar en nuestracapacidad innata para ver más allá de la superficie de lascosas y adentrarnos en dimensiones más básicas de larealidad, lo que Tiresias (que, si bien era ciego, podríaver lo que realmente es importante) encarnaba paraUlises, que, pese a no ser literalmente ciego, no podíadiscernir lo que más necesitaba ver y conocer. Quizásestas nuevas dimensiones que sólo parecen ocultas paranosotros puedan ayudarnos a despertar al espectrocompleto de nuestra experiencia del mundo y nuestracapacidad para entendernos a nosotros mismos yencontrar formas de ser que nos nutran tanto a nosotroscomo al mundo y pongan de mani esto lo más profundoy más humano de nosotros mismos.

*¡Despierta, corazón!El Supremo Señor,

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el Gran Maestro,está junto a ti¡Despierta, despierta!Corre a los pies de tu AmadoPues tu Señor se halla junto a tu cabecera.Has dormido durante innumerables edades.¿No despertarás esta mañana?

KABIR

1. En realidad, Tiresias profetiza a Ulises un segundo viaje, quedebería realizar a solas, desprovisto de su banda de guerreros, unviaje solitario al interior, llevando un remo al hombro, hasta que undesconocido que no haya visto nunca el mar, finalmente le pregunte“¿Qué es ese aventador que llevas al hombro?”. Tengamos en cuentaque el aventador se usaba para separar el trigo de la paja y es aquíun símbolo del discernimiento, es decir, del Ulises sabio que ya haconcluido su odisea, acabado con los pretendientes de su esposa yrecuperado su reino. El vidente ciego le predice este viaje interioren sus últimos años y Homero no vuelve a mencionarlo nunca más.Según Helen Luke –que se atrevió a esbozar la historia que Homeronunca escribió–, presagia el viaje del Ulises anciano hacia lasabiduría y la paz interior en el que acaba reconciliándose con losdioses a los que ofendió con su ceguera y su orgullo desmesurado.

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NO APEGO

Hay un chiste que dice algo así como:–¿Conoces el chiste de la aspiradora budista?–¿Bromeas? ¿Qué es una aspiradora budista? –pregunta entonces elotro.–¡Ya sabes! ¡Absorberlo todo sin quedarse con nada!

El hecho de que haya quienes entiendan este chistesigni ca que el mensaje esencial de la meditaciónbudista se ha integrado en el psiquismo colectivo denuestra cultura, una situación no sólo improbable, sinocompletamente inconcebible para alguien cuya infanciadiscurrió durante los años cuarenta y cincuenta delpasado siglo. Éste fue un punto que el mismo Carl Jungsubrayó con toda claridad cuando dijo que, aunque élrespetaba profundamente sus objetivos y sus métodos, lamente occidental tenía dificultades para entender el zen.

Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces yes muy probable que la primera impresión de Jungdesempeñase un papel básico en lo que ahora está

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desempeñase un papel básico en lo que ahora estáocurriendo. También se dice que el historiador ArnoldToynbee señaló que la expansión del budismo aOccidente acabaría convirtiéndose, con el paso deltiempo, en el evento histórico más importante del sigloXX, una a rmación realmente asombrosa, dados losnotables acontecimientos que han tenido lugar durantelos últimos cien años, incluyendo el inenarrablesufrimiento que la humanidad se in igió a sí misma.Todavía queda por ver si estaba o no en lo cierto, yprobablemente se requiera de la perspectiva de otroscien años para valorar de la forma adecuada sua rmación, pero lo cierto es que, en ese sentido, lascosas están cambiando.

En cualquiera de los casos, las personas entienden elchiste con que iniciábamos el presente capítulo y lomismo ocurre con muchos otros que habitualmente sepresentan en el New Yorker y lugares parecidos enforma de tiras cómicas que versan sobre la meditación.Veamos ahora uno de ellos a modo de ejemplo:

Dos monjes ataviados como tales acaban de meditar. Entonces unomira al otro y dice: «Haz el favor de no pensar en lo que estoypensando».

En cierto sentido, la meditación ha caladoprofundamente en nuestra cultura, un efecto que no selimita a los aspectos más intelectuales, sino que se hallapor igual presente en los cómics, las películas y losanuncios que llenan las paredes de los metros, las

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anuncios que llenan las paredes de los metros, lasrevistas y los periódicos. La paz interior se utiliza hoy endía para vender casi de todo, desde bañeras de relajaciónhasta estancias en balnearios, coches nuevos y perfumes.Con ello no pretendemos a rmar que se trate de algopositivo, sino tan sólo que constituye un claro indicadorde que algo está cambiando y de que, a cierto nivel,estamos tornándonos más conscientes de las promesas yde la realidad de ese tipo de búsquedas… y también,obviamente, de nuestra capacidad para servirnos decualquier cosa para acabar vendiendo un producto.

En una tira cómica que hace un tiempo me dio unjoven paciente, la secuencia de imágenes ibaacompañada del siguiente diálogo (el texto indicaráclaramente al lector cuáles eran las imágenes):

–¿Qué piensas, Mort?–Practico la meditación y, al cabo de pocos minutos, mi mente

está en blanco.–¡Vaya, yo creía que habías nacido así!

Es un gran error creer que la meditación consiste enponer la mente en blanco pero, suponga la gente lo quesuponga, la meditación ha acabado haciéndose un huecoentre nosotros. El rostro del Dalai Lama nos miraatentamente desde un enorme cartel, por cortesía deApple Computers. Entro en una papelería a comprarmaterial de o cina y descubro, entre el estante destinadoa libros de empresa, nada menos que El arte de la

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a libros de empresa, nada menos que El arte de lafelicidad, del Dalai Lama. En los últimos treinta años haocurrido algo muy profundo, a lo que bien podríamosdenominar como el Dharma de Occidente, cuyas semillasya están oreciendo por doquier, una expresión quecobrará mucho más sentido en la segunda parte denuestro libro. Baste, por el momento, con decir que sere ere tanto a las enseñanzas formales del Buda como ala ley universal que describe el modo en que son lascosas y la naturaleza de la mente que percibe y conoce.

En cierta ocasión, el Buda dijo que todo su mensaje –quese dedicó a enseñar durante más de cuarenta y cincoaños– podía resumirse en una sola frase y que no estaríamal, por si ése fuera el caso, aprenderla de memoria. A

n de cuentas, uno nunca sabe cuándo podría resultar deutilidad, aunque, en el momento anterior, careciera detodo sentido. La frase en cuestión era la siguiente:

No existe nada como “yo”, “mí” o “lo mío” a lo que aferrarse.

O, dicho en otras palabras, no existe nada con lo queidenti carse, especialmente las ideas jas sobre unomismo y sobre lo que uno es.

Se trata de un mensaje que, a primera vista, resultadifícil de entender, porque pone en cuestión todo lo quecreemos ser, que, en su mayor parte, proviene de aquellocon lo que nos identi camos, es decir, nuestro cuerpo,nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestras

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nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestrasrelaciones, nuestros valores, nuestro trabajo, nuestrasexpectativas sobre lo que se “supone” que sucederá,cómo “creemos” que deben funcionar las cosas para serfelices, quiénes somos, de dónde venimos y hacia dóndevamos.

Pero no reaccionemos tan rápidamente por más que, aprimera vista, el consejo del Buda pueda parecernosabsurdo, estúpido o irrelevante. Y, puesto que la palabramás importante de esa frase es “aferrarse”, convendráentender muy bien su signi cado para no tergiversarla einterpretarla como si implicase negar lo que másqueremos. En realidad, esa frase nos invita a establecerun contacto más profundo, más vivo y más directo con loque queremos, en lo más hondo de nuestros corazones, ycon lo que resulta más importante para nuestro bienestarglobal en tanto que cuerpo, mente, alma y espíritu. Estoimplica controlar y afrontar lo que nos es más difícil:enfrentarnos y controlar el estrés y la angustia de lacondición humana cuando, más pronto o más tarde, hagaacto de presencia en nuestra vida. Esto también signi caque la identi cación con las ideas que tenemos denosotros mismos puede acabar convirtiéndose en unimpedimento para vivir más plenamente y en elprincipal obstáculo para entender lo que realmentesomos y lo que es importante y posible. Bien podría serque, al aferrarnos a nuestras formas autorreferenciales deser y percibir –es decir, a las partes de la oración quedenominamos pronombres personales–, estemos

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denominamos pronombres personales–, estemosfomentando el hábito automático de identi carnos yaferrarnos a lo que no es esencial, con lo que acabamosolvidando lo que en verdad es importante yperdiéndonos.

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UN CUENTO SOBREEL ORIGEN DE LOS ZAPATOS

Existe un antiguo cuento que narra el modo en que seinventaron los zapatos.

Érase una vez, hace ya mucho, mucho tiempo, una princesa quecierto día, mientras paseaba por el bosque, se golpeó un dedo delpie con una raíz que sobresalía del camino. Enfadada, se dirigióentonces al canciller y le ordenó, para que a nadie le ocurriese loque a ella, la redacción de un decreto obligando a recubrir decuero todo el reino. El primer ministro se quedó desconcertadocon esa petición, porque sabía que el rey siempre complacía losdeseos de su hija y, si ella se lo pedía, acabaría cubriendo el reinode cuero. Pero esa solución, por más que resolviera el problema,contentase a la princesa y preservase la integridad de los dedos delpie de todos los súbditos, no sólo sería problemática, sino tambiénsumamente costosa. Pensando rápidamente [por no decir“manteniendo los pies en el suelo”] el canciller dijo entonces:

–¡Ya tengo la solución, alteza! ¿Por qué, en lugar de cubrir elreino entero de cuero, no fabricamos unas plantillas de cuero quepuedan adaptarse a los pies? De ese modo, los pies quedarán bienprotegidos y no tendremos que incurrir en un dispendio tangrande que nos prive de la dulzura del contacto con la tierra.

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La princesa quedó muy satisfecha con su sugerencia y así fuecomo el canciller acabó impidiendo una locura e inventando loszapatos.

Esta encantadora historia pone de mani esto, bajo laapariencia de un sencillo cuento de hadas, unacomprensión muy profunda. En primer lugar, hay cosasque nos incomodan y nos causan problemas, dostérminos bastante usados en las tradiciones budistas que,pese a su extraño halo, describen perfectamente, a mientender, las emociones que experimentamos cuando lascosas no discurren del modo en que habíamos previsto.Cuando nos lesionamos un dedo del pie, por ejemplo,nos molestamos, nos sentimos frustrados y caemos en laaversión hasta el punto de que, en tal caso, podemosdecir: «odio golpearme los dedos del pie». Pero, encualquiera de los casos, acabamos convirtiendo lasituación en un problema, habitualmente “mi”problema, lo que, como sucede con todos los problemas,requiere de una solución… aunque, si no vamos concuidado, la solución pueda acabar siendo mucho peorque el problema. En segundo lugar, la sabiduría indicaque el mejor lugar para aplicar el remedio es en elpunto y en el momento preciso del contacto. Por ello noacabamos recubriendo el mundo con nuestra ignorancia,nuestro deseo, nuestra ira o nuestro miedo, sino que noslimitamos a cubrirnos los dedos de los pies.

De manera parecida, también nos protegemos de laconfusa maraña de pensamientos y emociones

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confusa maraña de pensamientos y emocionesfrecuentemente molestos y absorbentes que suelenprovocar las impresiones sensoriales y dirigir nuestraatención, en el momento del contacto, hacia el punto decontacto con la impresión sensorial. En el momento dela percepción, pues, nuestra atención está en contactocon la realidad desnuda, pero instantes después sedesencadena una cascada de pensamientos ysentimientos… “Ya sé lo que es”, “¡Qué hermoso!”, “Estono me gusta tanto como aquello”, “Quisiera permanecersiempre así”, “No me gustaría que se repitiese”, “¿Teníaque suceder precisamente ahora?”, etc.

El objeto o situación es lo que es. ¿Podemos verlo conla atención desnuda y abierta en el momento mismo dela percepción y cobrar conciencia de la cascada depensamientos, sentimientos, gustos, disgustos, juicios,deseos, recuerdos, expectativas, temores y reacciones depánico que siguen, como la noche al día, al contactooriginal?

Si pudiéramos, aunque sólo fuese durante unosinstantes, descansar simplemente en la percepción de loque se halla ante nosotros y prestar una atención plenaal momento del contacto, nos daríamos cuenta deldesencadenamiento de pensamientos que,independientemente de que sean positivos, negativos oneutros, provocan la experiencia, y tal vez podríamosdecidir entonces no aferrarnos a ella sino permitir, por elcontrario, que se despliegue sin perseguirla ni rechazarla.En ese caso, la irritación no tardaría en disolverse,

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En ese caso, la irritación no tardaría en disolverse,porque la reconoceríamos como un simple fenómenomental que aparece en la mente. Cuando prestamos unaatención plena en el momento y el punto de contacto,podemos descansar en la apertura de la percepción pura,sin quedarnos atrapados en el dominio del pensamientoo en la corriente del desasosiego emocional que,obviamente, sólo generan más inquietud y turbulenciamental y nos impiden apreciar la realidad desnuda de loque es y responder, en consecuencia, de un modo máseficaz y más auténtico.

La atención plena cumple, pues, con una funciónparecida a la de los zapatos, protegernos de lasconsecuencias de los hábitos de reacción emocional,olvido y daño inconsciente que se derivan de noreconocer, recordar y habitar en la naturaleza másprofunda de nuestro ser en el momento en que apareceuna impresión sensorial, sea ésta la que sea.

La atención plena a este instante no perturba lanaturaleza esencial de la mente y posibilita el milagro dela visión. En ese mismo instante, estamos libres de daño,libres de todo vestigio de conceptualización eidenti cación, descansando simplemente en elconocimiento de lo que vemos, de lo que oímos, de loque olemos, de lo que degustamos, de lo que sentimos ode lo que pensamos, sea eso agradable, desagradable oneutro. El ejercicio continuo de la atención plena nospermite descansar en una conciencia no conceptual, enuna conciencia no reactiva y en una conciencia sin

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una conciencia no reactiva y en una conciencia sinelección hasta acabar convirtiéndonos nalmente en eseconocimiento que es la conciencia, convirtiéndonos en suespaciosa y libre amplitud.

No está mal para un par de zapatos baratos.Pero, en realidad, esos zapatos no son tan baratos, sino

que son muy valiosos. Esos zapatos no puedencomprarse con dinero, sólo podemos crearlos a costa denuestro dolor y nuestra sabiduría. Por ello, parafraseandoa T.S. Eliot, «acaban costando nada menos que todo».

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LA MEDITACIÓNNO ES LO QUE CREEMOS

Convendría empezar aclarando algunos malentendidosmuy habituales sobre la meditación. En primer lugar, lameditación no es una técnica ni una colección detécnicas, sino una forma de ser.

Repitámoslo una vez más, la meditación no es unatécnica, sino una forma de ser.

Con ello, obviamente, no estamos diciendo que noexistan métodos y técnicas relacionados con la prácticade la meditación, porque ciertamente nos serviremos dealgunos de ellos. Pero si no entendemos que las técnicasson vehículos orientadores que apuntan a formas de ser,a modos de ser de nuestra mente y de nuestraexperiencia en el momento presente, nos perderemosfácilmente en las técnicas y en los desencaminados,aunque comprensibles, intentos de utilizarlas para llegara alguna parte y experimentar algún resultado o estadoespecial que acabamos considerando como su objetivo.Pero esta manera de entender las cosas, como veremos,puede llegar a obstaculizar muy seriamente nuestracomprensión de la riqueza de la práctica de lameditación y de lo que ésta tiene que ofrecernos.

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meditación y de lo que ésta tiene que ofrecernos.Convendrá pues recordar que, por encima de todo, lameditación es una forma de ser o, si el lector lo pre ere,una forma de ver, una forma de percibir y hasta unaforma de amar.

En segundo lugar, la meditación no es otro modo dehablar de la relajación.

Repitámoslo de nuevo: la meditación no es otro modode hablar de la relajación. Con ello no quiero decir quela meditación no vaya acompañada con frecuencia deestados profundos de relajación y de sensaciones debienestar porque eso es obviamente lo que, en ocasiones,sucede. La meditación de la atención plena consiste enabrazar todos y cada uno de los estados que emergen ennuestra conciencia, sin inclinarnos por uno en desmedrode los demás. Desde el punto de vista de la práctica de laatención plena, el dolor, la angustia y hasta elaburrimiento, la impaciencia, la frustración, la ansiedady la tensión corporal son objetos igualmente válidos denuestra práctica si les prestamos atención en el mismomomento en que aparecen. Cada uno de ellos nosproporciona, a n de cuentas, una ocasión para lacomprensión y el aprendizaje y, en última instancia,para la liberación. No deberíamos, pues, considerar losestados que no vayan acompañados de relajación obeatitud como pruebas de una práctica meditativa“equivocada”.

Bien podríamos decir que la meditación es una formade ser adaptada a las circunstancias en que nos hallamos

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de ser adaptada a las circunstancias en que nos hallamosen todos y cada uno de los instantes de nuestra vida. Siestamos atrapados en nuestra propia actividad mental,no podremos estar presentes de la manera adecuada eincluso, quizás, no podamos estar presentes en modoalguno. Nos demos o no cuenta de ello, nuestras agendasocultas tiñen todo lo que hacemos.

Con ello no pretendo decir que, cuando estemosatentos, desaparezcan todos los contenidos –a vecescaóticos, turbulentos, dolorosos o confusos–querevolotean de manera natural por nuestra mente. Nodebemos dejarnos atrapar por esas cosas ni permitir quedistorsionen nuestra capacidad de registrar el abanicocompleto de lo que ocurre y lo que ello exige denosotros, ni que distorsionen nuestra percepción hasta elpunto de ignorar lo que realmente ocurre y lo que, alrespecto, debemos hacer. El rasgo distintivo de esamodalidad de ser a la que llamamos meditación es el noapego y, en consecuencia, la percepción clara y lapredisposición a responder adecuadamente a cualquiercircunstancia que se nos presente.

No es de extrañar que quienes tan sólo conocen lameditación a través de lo que dicen los medios decomunicación crean que la meditación es, básicamente,una forma de manipulación interna que se asemeja apulsar una especie de interruptor cerebral orientado adejar la mente en blanco. Esa perspectiva cree queacabar con el pensamiento implica acabar con laspreocupaciones y verse mágicamente catapultado al

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preocupaciones y verse mágicamente catapultado alestado “meditativo” que quienes sostienen ese punto devista siempre imaginan como un estado de relajación,paz, calma y comprensión profundas que erróneamenteasocian al concepto de “nirvana”.

Pero esta visión, por más comprensible que puedaparecer, está muy equivocada, porque la práctica de lameditación puede perfectamente estar saturada depensamientos, preocupaciones, deseos y cualquier otrode los estados y a icciones mentales que afectan a losseres humanos. Lo importante no es el contenido de laexperiencia, sino la conciencia de ese contenido y, aúnmás, la conciencia de los factores que promueven sudesarrollo y el modo en que nos liberan o encadenaninstante tras instante y año tras año.

No existe la menor duda de que la meditación puedeconducir a la relajación, la paz, la calma, la intuición, lasabiduría y la compasión profunda y de que el término“nirvana” no es tan sólo el nombre de una loción paradespués del afeitado, de un hermoso yate o de cualquiercosa que podamos pensar (porque la historia completajamás se agota en lo que uno pueda pensar al respecto),sino que se re ere a una dimensión muy importante yveri cable de la experiencia humana. Éste es,precisamente, uno de los misterios y atractivos de lameditación. Pero hay veces en que incluso losmeditadores avanzados olvidan que la meditación notiene nada que ver con el logro de algo especial y seesfuerzan en alcanzar un determinado resultado que

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esfuerzan en alcanzar un determinado resultado quesatisfaga sus deseos y expectativas. Y es que, por másclaro que lo tengamos, hay veces en que esa nociónpuede presentarse y, en esos momentos, debemos“recordar” la necesidad de abandonar esos conceptos ydeseos y tratarlos como a cualquier otro pensamientoque aparezca en nuestra mente, recordar la necesidad deno aferrarnos a nada y quizás advertir incluso que setrata de construcciones esencialmente vacías de lo quepodríamos llamar la mente deseante.

Otro error muy común consiste en considerar lameditación como una herramienta para controlar o tenerdeterminados pensamientos. Y, aunque esta nociónencierre una cierta verdad, en el sentido de que hayformas concretas de meditación discursiva que apuntanal cultivo de cualidades concretas (como la bondad y laecuanimidad) y de emociones positivas (como la alegríay la compasión), nuestras expectativas sobre lameditación suelen obstaculizar la puesta en práctica delo que más necesitamos e impedirnos experimentar elmomento presente tal cual es, en lugar del modo en quequeremos verlo, con la mente y el corazón abiertos.

Porque la meditación –y, muy especialmente, lameditación de la atención plena– no tiene nada que vercon pulsar un interruptor que nos catapulte a otro lugar,que nos despoje de determinados pensamientos y nosayude a cultivar otros, ni con poner la mente en blanco opermanecer tranquilos y relajados. La meditación es, enrealidad, un gesto interno que permite que nuestro

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realidad, un gesto interno que permite que nuestrocorazón y nuestra mente (considerados como unatotalidad inconsútil) cobren conciencia del espectrocompleto del momento presente tal cual es, aceptandotodo lo que se presente por el simple hecho de que estásucediendo, en una actitud interna que la psicoterapia hacali cado como “aceptación incondicional”. Y debo decirque se trata de algo muy difícil, sobre todo en el caso deque lo que ocurra no concuerde con nuestrasexpectativas, deseos y fantasías, que parecen serinagotables y pueden, aunque sea de un modo muy sutily casi imperceptible, llegar a teñirlo todo, especialmenteen lo que se re ere a la práctica de la meditación y acuestiones relacionadas con el “progreso” y el “logro”.

La meditación no tiene nada que ver con tratar de llegara un determinado lugar, sino con permitirnos estarprecisamente donde estemos tal y como estemos y que,en ese mismo instante, el mundo sea tambiénexactamente tal cual es. Y esto no resulta nada sencilloporque, mientras permanezcamos dentro del ámbito delpensamiento, siempre encontraremos defectos. Por ellola mente y el cuerpo se resisten tanto a aceptar, aunquesólo sea de forma provisional, las cosas tal como son. Yesta resistencia quizás sea todavía mayor cuandomeditamos porque, en tal caso, albergamos la esperanzade que la meditación nos ayude a cambiar las cosas, amejorar nuestra vida y contribuya también a cambiar elmundo.

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mundo.Con ello no estamos negando la importancia de la

aspiración a cambiar las cosas, mejorar la vida ytransformar el mundo. De hecho, todas ellas sonposibilidades muy reales porque, al meditar, sentarnos ypermanecer en silencio, podemos transformarnos anosotros mismos y al mundo y, en cierta manera –pequeña pero no, por ello, insigni cante–, todos esoscambios están ya teniendo lugar.

Lo paradójico es que sólo podemos cambiarnos anosotros mismos y al mundo si salimos, aunque sólo seaunos instantes, de nosotros mismos y permitimos que lascosas sean tal como son, sin perseguir nada,especialmente aquellos objetivos que son el meroproducto de nuestro pensamiento. Einstein lo dijo deuna manera muy convincente: «La mente que crea losproblemas es incapaz de encontrar una solución válida aesos mismos problemas», lo que signi ca que debemosdesarrollar y ejercitar nuestra mente y sus capacidadespara ver, conocer, reconocer y trascender los motivos,conceptos y hábitos inconscientes que puedan habergenerado los problemas en que nos hallamos inmersos. Ytodo ello requiere de una mente que tenga unamotivación diferente y vea y conozca de un modo nuevoo, dicho de otro modo, de nuestra mente intacta, originaly no condicionada.

¿Cómo podemos hacer esto? Precisamente saliendo,aunque sólo sea por unos instantes, de nuestro camino,saliendo de los cauces habituales del pensamiento y

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saliendo de los cauces habituales del pensamiento ysentándonos a descansar en las cosas talcomo son másallá de nuestros pensamientos o, como Soen Sa Nimsolía decir, “antes de pensar en ellas”. Y ello signi capermanecer durante unos instantes en lo que es ycon ar, aunque carezca de sentido para nuestra mentepensante, en lo más profundo y mejor de nosotrosmismos. Uno es mucho más que la suma de suspensamientos, ideas y opiniones, incluido lo que digansus pensamientos acerca de quién es, de lo qué es elmundo y de las historias y explicaciones que ahoramismo nos contemos al respecto. Y, para ello, es precisodescansar en la experiencia desnuda del momentopresente, es decir, descansar en las mismas cualidadesque pretendemos cultivar. Todas esas cualidadesdimanan de la conciencia y es precisamente a ella adonde volvemos cuando dejamos de esforzarnos dellegar a alguna parte, cuando no pretendemos tenerninguna sensación especial y cuando nos permitimosestar donde estamos y experimentar lo que estemosexperimentando. La conciencia es, al mismo tiempo, elmaestro, el discípulo y la lección que debemos aprender.

Cualquier estado mental es, desde el punto de vista dela conciencia, un estado meditativo. Por ello, en estesentido, la ira y la tristeza son tan interesantes y valiosascomo el entusiasmo o el gozo y mucho más, por cierto,que la mente en blanco o que la mente insensata (esdecir, la mente desconectada de los sentidos). Todos losestados mentales y corporales, desde la ira hasta el

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estados mentales y corporales, desde la ira hasta elmiedo, el terror, la tristeza, el resentimiento, elentusiasmo, el gozo, la confusión, el disgusto, eldesprecio, la ansiedad, la envidia, la rabia y aun elembotamiento, la duda y la apatía son verdaderasocasiones para conocernos mejor a nosotros mismos,siempre y cuando podamos detenernos, mirar y oír o,dicho en otras palabras, siempre y cuando volvamos alos sentidos y establezcamos contacto inmediato con loque, en todos y cada uno de los instantes, se hallepresente en nuestra conciencia. Lo curioso, por máscontraintuitivo que pueda parecer, es que basteprecisamente con eso y que perfectamente podemosrenunciar a todo esfuerzo para que las cosas discurran deun modo especial. Tal vez entonces nos demos cuenta deque siempre está ocurriendo algo muy especial, es decir,de que la vida siempre está desplegándose, instante trasinstante, como conciencia.

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DOS FORMAS DE PENSAREN LA MEDITACIÓN

Después de haber dicho que la meditación no es unatécnica ni un conjunto de técnicas, sino una forma de ser,puede ser interesante subrayar la existencia de dosmodalidades aparentemente contradictorias de pensar enla meditación cuya mezcla varía según los maestros y lastradiciones. Las dos son igualmente válidas y la tensiónexistente entre ambas resulta tan interesante y creativaque, como el lector acabará descubriendo, en este librorecurro a ambas por igual.

Una de ellas considera la meditación como un medio,un método o una disciplina que nos permite cultivar,perfeccionar y profundizar nuestra capacidad de prestaratención y morar en la conciencia del momentopresente. Lo más probable es que el ejercicio de estemétodo –que, en realidad, incluye métodos muydiferentes– contribuya a desarrollar una atención másestable a cualquier objeto o acontecimiento, tantointerno como externo, que a ore en nuestro campo deconciencia. Esta estabilidad puede ser experimentadatanto en el cuerpo como en la mente y suele iracompañada de una observación más sosegada y de una

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acompañada de una observación más sosegada y de unamayor vivacidad perceptual. De esa práctica sistemáticaemergen naturalmente momentos de claridad ycomprensión sobre la naturaleza de las cosas, incluidosnosotros mismos. Ésta es una forma progresiva de ver lameditación, un vector que apunta a la sabiduría, lacompasión y la claridad, un proceso que tiene uncomienzo, un intermedio y un nal, al que difícilmentepodemos considerar como un proceso lineal ya que, enocasiones, parece avanzar un paso y retroceder seis.Desde esta perspectiva, la meditación se asemeja acualquier otra aptitud que se desarrolle a través delejercicio y cuenta con instrucciones y enseñanzas paraguiarnos a lo largo de todo el camino.

Esa forma de entender el proceso de la meditación esmuy valiosa, necesaria e importante, pero –y se trata deun gran “pero”, por más que el mismo Buda se esforzasedurante seis años hasta alcanzar nalmente unaextraordinaria realización de libertad, claridad ycomprensión– no es completa y puede transmitir unaidea muy equivocada de lo que realmente es lameditación.

Del mismo modo que los resultados de losexperimentos y cálculos realizados por los físicos lesobligan a describir la naturaleza de la materia de dosformas complementarias (como partículas y como ondas)–aunque el lenguaje resulta bastante limitado paradescribir este nivel de la realidad porque, en el núcleomismo de las cosas y, a niveles microscópicos, no

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mismo de las cosas y, a niveles microscópicos, nodeberíamos hablar tanto de cosas como de propiedadessemejantes al espacio y la energía–, hay una segunda eigualmente válida forma de describir la meditación queresulta imprescindible para que el practicante puedallegar a entender lo que es.

El otro modo de describir la meditación no es, enmodo alguno, instrumental y, si la consideramos comoun método, se trata del método del nométodo, de unaespecie de no-hacer. Desde esta perspectiva, no hay quellegar a ninguna parte, no hay nadie que practique,ningún comienzo, medio ni objetivo que alcanzar,ningún logro y nada que obtener. Bien podríamos decirque, desde este punto de vista, la meditación consiste enla realización y encarnación inmediata y en este mismoinstante de quien uno ya es, más allá del tiempo, másallá del espacio y más allá también de cualquier tipo deconcepto, descansando en la naturaleza misma denuestro ser, a la que, en ocasiones, se denomina estadonatural, mente original, conciencia pura, nomente osimplemente vacuidad. Uno ya es todo lo que esperaobtener y, en consecuencia, no es preciso realizaresfuerzo alguno de voluntad –ni prestar atención siquieraa la respiración– y no hay nada en absoluto que obtener.Uno ya es eso y ya está aquí. “Aquí” está ya en todaspartes y “ahora” es siempre. Parafraseando a Kabirdiríamos que no hay tiempo, espacio, cuerpo ni mente, yque, desde esta perspectiva, la meditación carece deobjetivo –es la única actividad humana (aunque, en

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objetivo –es la única actividad humana (aunque, enrealidad, se trata más bien de una no-actividad) queemprendemos sin ningún motivo– y que no tiene máspropósito que el de ser consciente de lo que realmentees.

¿Cómo podría, por ejemplo, “llegar” a sus piescuando, para empezar, no existe nada ajeno a usted? Nisiquiera podemos pensar en llegar a nuestros pies,porque ya estamos allí. Es la mente pensante la que esaparte del cuerpo convierte en “un pie” (es decir, en unacosa) pero, a menos que estemos separados de nuestrocuerpo, no se trata de ninguna entidad separada y queposea una existencia intrínseca. El pie es simplemente el

nal de la pierna en el que nos apoyamos parapermanecer erguidos y caminar. Cuando pensamos en él,se trata de un pie pero, cuando estamos asentados en laconciencia, fuera, por debajo y más allá delpensamiento, es simplemente lo que es. Y usted ya estáahí o, dicho de otro modo, el pie no está, ni jamásestuvo, separado de usted. Y lo mismo podríamos decircon respecto a sus ojos, sus orejas, su nariz, su lengua ycualquier otra parte de su cuerpo. Como dijo sanFrancisco: «Lo que observas es lo mismo que estáobservando».

¿Cómo podríamos, pues, alcanzar la conciencia, elconocimiento o la mente original, cuando la menteoriginal, parangonando a Ken Wilber, es precisamente laque ahora mismo está leyendo estas palabras? ¿Cómopodría alguien volver a sus sentidos, cuando sus sentidos

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podría alguien volver a sus sentidos, cuando sus sentidosya están funcionando? Sus orejas ya oyen, sus ojos ya veny su organismo ya siente. Sólo cuando los convertimos enconceptos los escindimos de nuestro ser, que, por sumisma naturaleza, ya es total, completo, sensible ydespierto.

Estas dos formas de entender la meditación son, comola naturaleza corpuscular y ondicular de la materia anivel cuántico e inferior, complementarias y paradójicas,lo que signi ca que, aisladamente considerada, ningunade ellas es completa en sí misma y que sólo son ciertas silas tenemos en cuenta al mismo tiempo.

Por ello es muy importante que, antes de emprenderla práctica de la meditación y, especialmente, la prácticade la meditación de la atención plena, conozcamos yrecordemos estas dos visiones. En tal caso, correremosmucho menos peligro de quedar atrapados entre loscuernos del pensamiento dualista, esforzándonosduramente en alcanzar lo que ya somos o a rmando serya lo que, por más que técnicamente hablando seacierto, jamás podremos degustar ni realizar. Y no se tratatan sólo de que uno tenga la capacidad de convertirse enello aunque, desde una perspectiva relativa, es decir,desde una perspectiva instrumental, ése ya sea el caso,sino que lo somos…, pero no lo sabemos y permanecedel todo oculto aunque se halle frente a nuestras propiasnarices.

Ambas visiones están muy relacionadas y, cuando lasmantenemos de forma simultánea –aunque, al comienzo,

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mantenemos de forma simultánea –aunque, al comienzo,sólo sea de un modo exclusivamente conceptual–, elesfuerzo que realicemos en la sentada, en la observacióndel cuerpo, en el yoga o en la aplicación de la atenciónplena a todos los aspectos de nuestra vida será eladecuado y también asumiremos la actitud correctaporque recordaremos que, hablando en términos de lanaturaleza esencial de la vida y de la mente, no esnecesario realizar esfuerzo alguno y tampoco hay lugaralguno al que ir. De hecho, cualquier esfuerzo puederesultar incluso contraproducente. Si recordamos esto,seremos más amables con nosotros mismos, estaremosmás relajados y nos sentiremos más claros aun en mediodel torbellino de la mente y del mundo, y noincurriremos en el error de idealizar la práctica o deperdernos “persiguiendo quimeras” que supuestamente“alcanzaremos” si “hacemos bien las cosas”. Entoncesestaremos menos atrapados en las distorsiones de lareactividad y más dispuestos a “soltar” y seremos máscapaces de descansar sin esfuerzo en la no-acción, en elno-esfuerzo, en nuestra mente original de principiante,en el resplandor natural de la mente in nitamenteespaciosa, compasiva e inter-conectada, más allá decualquier propuesta que puedan estar –muyadecuadamente, desde una perspectiva instrumental–susurrándonos al oído.

Desde el punto de vista relativo y temporal, esnecesario realizar lo que el Buda denominaba un“esfuerzo justo” (es decir, un esfuerzo sabio), porque sólo

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“esfuerzo justo” (es decir, un esfuerzo sabio), porque sóloentonces aprenderemos la lección y sabremos de primeramano cómo practicar durante días, semanas, meses, añosy hasta décadas. No cabe la menor duda de que, enmuchas ocasiones, nos perdemos en la continua agitacióndel cuerpo y de la mente. Cuando nos sentamos ameditar, a menudo descubrimos que la amplitud denuestra atención tiene una vida muy breve y resultadifícil de sostener y que, la mayor parte de las veces,nuestra conciencia, independientemente de lo que nosdigamos sobre el estado natural y la naturaleza vacía yluminosa de la mente, está turbia, está lejos de serluminosa y clara, y en consecuencia, los objetos a los queprestamos atención parecen difusos. Resulta esencial, portanto, recordar la necesidad de permanecer sentados enlugar de saltar apenas nuestra mente se aburre o se agita,resulta esencial recordar la necesidad de volver a prestaratención, una y todas las veces que sea necesario, a larespiración y liberarnos así de la corriente depensamientos que nos arrastra.

Cuando se haya familiarizado con estas dosdescripciones de la meditación, descubrirá que vanconvirtiéndose en viejos amigos y hasta en aliados. Lapráctica gradual y, en ocasiones, súbita, trasciende todanoción de ejercicio y de esfuerzo, en cuyo caso, elesfuerzo no será tal, sino un acto de amor. En tal caso,nuestro esfuerzo se convierte en la encarnación del auto-conocimiento y, por el mismo motivo, de la sabiduría, loque implica una gran diferencia. Somos más de lo que

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que implica una gran diferencia. Somos más de lo quehacemos, porque entre nosotros y la conciencia no haymás diferencia que la que hay entre nosotros y nuestrospies. Jamás nos hemos alejado un ápice de la conciencia.

Pero… los pies de Mikhail Barishnikov y de MarthaGraham en su mejor momento no son como los de lagente normal y corriente. Y es que, por más que sunaturaleza sea idéntica a la nuestra, sus pies “saben” algoque los nuestros ignoran. Esa similitud y esa diferenciaresultan igualmente maravillosas; podemos amarlas ytambién podemos serlas porque, en esencia, ya lo somos.

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¿POR QUÉ DEBEMOSPRACTICAR?

LA IMPORTANCIADE LA MOTIVACIÓN

¿Por qué debemos preocuparnos en meditar si, desde laperspectiva de la meditación –una perspectiva a la quetal vez resulte difícil acostumbrarse–, todo lo quebuscamos ya está aquí, si no hay necesidad alguna deconseguir, lograr ni mejorar nada, si uno ya es total ycompleto y, por ese mismo motivo, también lo es elmundo? ¿Para qué deberíamos cultivar la atenciónplena? ¿Por qué deberíamos apelar a métodos y técnicasconcretas si ninguno de ellos nos lleva a ningún lugar y,como acabamos de decir, los métodos y técnicas no son,en el mejor de los casos, más que un aspecto muylimitado de la práctica?

La respuesta es que si “todo lo que usted busca ya estáaquí” no es más que un concepto, un mero concepto,una hermosa idea, posee una capacidad muy limitada detransformación, de revelar la verdad a la que apunta esaa rmación y, nalmente, de cambiar el modo en queuno se comporta y actúa en el mundo.

Yo creo que la meditación formal es, por encima de

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Yo creo que la meditación formal es, por encima detodo, un acto de amor, un gesto interno bondadoso yamable hacia nosotros mismos y hacia los demás, ungesto del corazón que reconoce nuestra perfección aunen medio de la imperfección más evidente que suponennuestros defectos, heridas, apegos, humillaciones ypersistentes hábitos inconscientes. Es un gesto muyvaliente sentarse durante un tiempo y permitirnos estarpresentes sin ningún tipo de adornos. Cuando nosdetenemos, contemplamos y escuchamos, es decir,cuando prestamos una atención completa y continua anuestros sentidos, incluida la mente, estamos encarnandolo más sagrado de nuestra vida. Ese gesto, que quizás semani este en una determinada postura de meditaciónformal, aunque también puede expresarse en una actitudmás amable y bondadosa con nosotros mismos, uni cainmediatamente la mente y el cuerpo. En cierto sentido,también podríamos decir que ese mismo gesto nosvivi ca y nos renueva, porque convierte este instante enalgo nuevo, eterno, liberado y completamente abierto.En tales ocasiones, vamos más allá de lo que creemosser, trascendemos nuestra historia y nuestro incesantepensamiento, por más profundo e importante que, enocasiones, parezca ser y vemos lo que hay que ver yconocemos de manera inmediata y no conceptual lo quehay que conocer sin necesidad de buscarlo, porquesiempre está aquí y ahora. Entonces descansamos en laconciencia, en el conocimiento mismo que, obviamente,también incluye el no-conocimiento; entonces, como

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también incluye el no-conocimiento; entonces, comoveremos una y otra vez, nos convertimos en elconocimiento y en el no-conocimiento. Y puesto quesiempre nos hallamos inmersos en la trama y en laurdimbre del universo, este gesto bondadoso de laconciencia carece de límites y no establece separaciónalguna de los demás seres, no impone fronteras a nuestrocorazón y a nuestra mente y no limita nuestro ser,nuestra conciencia ni nuestra sincera presencia. Esto, quepuede parecer una idealización es, cuando se loexperimenta, todo lo que hay, la vida expresándose a símisma, la conciencia estremecida ante el in nito, lascosas tal como son.

Descansar en la conciencia presente implicaentregarnos a todos nuestros sentidos, manteniendo almismo tiempo el contacto con el paisaje interior y con elpaisaje exterior como una totalidad inconsútil y, enconsecuencia, permaneciendo también en contacto con eldespliegue total de la vida que nos permite encontrarnosa nosotros mismos, tanto interna como externamente, encualquier momento y en cualquier lugar.

El maestro zen, instructor de la atención plena, poeta ypaci sta vietnamita Thich Nhat Hahn señala –muyacertadamente, por otra parte– que una de las razonespor la que podríamos querer practicar la atención plenaes que nos pasamos la mayor parte del tiempopracticando inconscientemente su opuesto. No olvidemos

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practicando inconscientemente su opuesto. No olvidemosque cada vez que nos enfadamos ejercitamos yreforzamos el hábito del enfado hasta el punto de que,cuando las cosas se ponen realmente mal, decimos quenos ponemos rojos de ira, lo que signi ca que no vemosexactamente lo que está ocurriendo hasta el punto deque bien podríamos decir que, en ese momento almenos, hemos “perdido” nuestra mente. Por el mismomotivo, cada vez que nos ensimismamos, no nos damoscuenta de las cosas o nos sentimos ansiosos, ejercitamosy reforzamos la capacidad de ensimismarnos, detornarnos inconscientes y de estar ansiosos,respectivamente, porque, como dice el refrán, “lapráctica hace el músculo”. Si no somos conscientes de laira, del ensimismamiento, del aburrimiento o decualquier otro estado mental que pueda desbordarnos,acabaremos consolidando las redes sinápticas del sistemanervioso en que se asienta nuestra conducta y nuestroshábitos condicionados inconscientes de los que, por máscuenta que nos demos de lo que está sucediendo, cadavez nos resulta más difícil desenredarnos. Cada vez quenos dejamos arrastrar por un deseo, por una emoción,por un impulso, por una idea o por una opinión noexaminados acabamos instantáneamente presos de unareacción automática, ya se trate del hábito de retirarnoso distanciarnos (como sucede en los casos de ladepresión o la tristeza) o de explotar y vernosemocionalmente “secuestrados” por nuestrossentimientos (como sucede en los casos de la ansiedad o

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sentimientos (como sucede en los casos de la ansiedad ode la ira). Esos momentos siempre van acompañados deuna contracción corporal y mental.

Pero –y hay que decir que se trata de un gran “pero”–también disponemos, cuando cobramos conciencia deello, de la posibilidad de no caer en la reacciónautomática o de recuperarnos más rápidamente de ella.Porque lo único que nos ata a nuestras reaccionesautomáticas y a sus desagradables consecuencias (esdecir, a lo que sucede a continuación, tanto en el mundocomo en nosotros mismos) es nuestra ceguera. Basta conabrir los ojos para descubrir que la jaula en la que noscreíamos encarcelados jamás ha estado cerrada.

Cada vez que vemos el deseo como deseo, la ira comoira, un hábito como un hábito, una opinión como unaopinión, un pensamiento como un pensamiento, unespasmo mental como un espasmo mental o una intensasensación corporal como una intensa sensación corporal,nos liberamos. Eso es, en suma, todo lo que tenemos quehacer. Ni siquiera debemos renunciar al deseo, bastasimplemente con ver y reconocer el deseo como tal. Encualquier momento concreto estamos ejercitando laatención plena o, por el contrario, estamos ejercitando ladistracción. Ésta es una perspectiva que puede llevarnosa asumir una mayor responsabilidad por el modo enque, tanto interna como externamente, nos enfrentamosal mundo en todos y cada uno de los instantes, sobretodo si tenemos en cuenta lo poco presentes que noshallamos en los “momentos intermedios” de nuestra

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hallamos en los “momentos intermedios” de nuestravida.

Así pues, la meditación es, simultáneamente, laactividad más sencilla del mundo (porque no suponenada especial que hacer ni lugar alguno al que ir) y lamás compleja (porque nuestro hábito de distracción estátan arraigado que resulta muy difícil que nuestraconciencia lo vea y lo desmantele). El desarrollo y elperfeccionamiento de la conciencia exige método,técnica y esfuerzo para llegar a dominar las facetas másindómitas de la mente que, en ocasiones, la tornan tanopaca e insensata.

Ambos rasgos de la meditación (como la cosa mássencilla y la más complicada del mundo) la conviertenen algo que requiere de una gran motivación paraejercitar la presencia plena sin caer en el apego ni laidenti cación. Pero ¿quién quiere hacer la cosa másdifícil del mundo cuando se siente desbordado por máscosas de las que posiblemente nunca pueda ocuparse,cosas importantes, cosas necesarias, cosas a las que unopuede estar muy apegado y que le permiten conseguir loque quiere, llegar a donde quiere o simplementehacerlas para eliminarlas de la lista de situacionespendientes? ¿Para qué meditar cuando precisamente setrata de no hacer nada y el resultado no consiste enlograr algo sino simplemente en estar donde uno yaestá? ¿Para qué tendría que no-esforzarme, sobre todo

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está? ¿Para qué tendría que no-esforzarme, sobre todocuando, al parecer, requiere tanto tiempo, tanta energíay tanta atención?

La única respuesta que puedo dar a todas estaspreguntas es que las personas que, de una u otra forma,han ejercitado y perseverado en la atención plenadurante un largo período de tiempo me han dicho queno podían imaginarse lo que habrían hecho de nohaberla practicado. Así de simple… y así de profundo. Yes que uno sólo sabe lo que signi ca cuando practica y,en caso contrario, no hay modo de saberlo.

También es muy probable que la mayor parte de lagente se vea impelida hacia la práctica de la atenciónplena debido a la tensión nerviosa, a un tipo u otro dedolor y a la insatisfacción con aspectos de su vida queconsideran que pueden corregirse mediante la prácticaamable de la observación directa, la investigación y laautocompasión. Y es que, en muchos casos, el estrés y eldolor son puertas de acceso muy valiosas ymovilizadoras para emprender la práctica.

También debo añadir que, cuando a rmo que lameditación es el trabajo más difícil del mundo, no estoysiendo del todo exacto, a menos que el lector entiendaque no estoy usando el término “trabajo” en su sentidohabitual, sino como una especie de juego. Porque lameditación también es, desde otra perspectiva, muydivertida. Por un lado, resulta tan cómico observar el

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divertida. Por un lado, resulta tan cómico observar elfuncionamiento de la mente que sería absurdo tomárselamuy en serio. El humor, la diversión y la ausencia detodo indicio de actitud piadosa resultan esenciales parala práctica adecuada de la atención plena. Quizás laeducación de un hijo sea la cosa más difícil del mundo,pero ¿acaso es posible, cuando uno es padre, hacer otracosa?

Recientemente recibí una llamada de un colega médicode cerca de cincuenta años que iba a sufrir unaoperación de reemplazo de cadera arti cial, inhabitualpara su edad, para la que previamente se vio obligado ahacerse una resonancia magnética y me dijo lo muchoque le había servido la respiración cuando se vioengullido por la máquina. También me confesó habersepreguntado cómo afrontarían esa difícil situación –que,por cierto, ocurre con cierta frecuencia– los pacientesque no saben nada de la atención plena y no cuentan, enconsecuencia, con el apoyo de la respiración.

También me dijo lo mucho que le sorprendió el gradode distracción que advirtió en muchos aspectos durantesu permanencia en el hospital. Según dijo, se habíasentido sucesivamente privado de su estatus comomédico y, lo más importante de todo, de suindividualidad y hasta de su identidad, como si no fueramás que el mero objeto de una “atención médica”escasamente atenta y compasiva. Cuidar a alguien

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escasamente atenta y compasiva. Cuidar a alguienrequiere empatía y atención, algo cuya ausencia resultapatente en el entorno hospitalario, que es donde más senecesita. No en vano se le llama cuidado de la salud. Esasombroso y lamentable que tengamos que enterarnos deestas cosas cuando un médico se convierte en paciente ynecesita atención.

Más allá de la ubicuidad del dolor y de la tensiónnerviosa, la motivación más adecuada para practicar laatención plena es muy sencilla, porque cada momentoperdido es un momento no vivido. Cada momentoperdido hace más probable que perdamos también elsiguiente y no lo vivamos de forma consciente, sino quesigamos sumidos –como lamentablemente sucede conmucha frecuencia– en hábitos automáticos depensamiento, sentimiento y acción. Cuando elpensamiento se halla al servicio de la conciencia, seconvierte en el cielo pero, en su ausencia, puede acabartransformándose en el in erno. La falta de atención,pues, no es un simple despiste inocente, insensible ycurioso, sino que suele resultar, deliberada oinvoluntariamente, muy dañina, tanto para uno mismocomo para las personas que nos rodean.

Si observamos todos los momentos que hemos vividoinconscientemente, nos daremos cuenta de que la faltade atención tiñe casi todas nuestras decisiones y accionesy de que solemos pasarnos la vida despistados. ¿Acaso

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y de que solemos pasarnos la vida despistados. ¿Acasovivimos para desaprovechar la vida? Yo pre ero vivircotidianamente con los ojos bien abiertos y prestandoatención a lo que es más importante aunque, enocasiones, siga dándome cuenta de la fragilidad de misesfuerzos (cuando pienso que son “míos”) y de lapersistencia de unos hábitos automáticos profundamentearraigados (cuando pienso que son “míos”). Me parecemucho más interesante enfrentarme a cada instante comosi fuera nuevo, como si se tratase de un nuevo comienzo,volviendo una y otra vez a la conciencia del momentopresente y dejando que la perseverancia, amable altiempo que rme, derivada de la práctica, me mantengaabierto a todo lo que se presente y poder asícontemplarlo, aprehenderlo, investigar profundamenteen mi interior y aprender todo lo que pueda sobre lanaturaleza de la situación presente.

¿Qué más tenemos, en tal caso, que hacer? ¿No lesparece que, si no permanecemos despiertos y asentadosen nuestro ser, malgastaremos nuestra vida ydesaprovecharemos una excelente oportunidad para serrealmente útiles a los demás?

Me parece muy interesante que, de vez en cuando, nospreguntemos lo que, ahora mismo y en este mismoinstante, es más importante y que escuchemos muyatentamente la respuesta.

Como dijo Thoreau al nal de Waiden: «Ese día sóloamanece para quienes están despiertos».

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DIRIGIR Y MANTENER

Una colega que acababa de concluir un retiro demeditación me dijo que, en su opinión, la prácticaconsiste en dirigir la atención y mantenerla instante trasinstante. Yo le respondí a vuelta de correo diciéndoleque su comentario me parecía evidente y trivial ytambién añadí que me parecía desmesuradamentevoluntarista, centrado en exceso en la necesidad de haceralgo y en con ar, en consecuencia, en alguien que lohaga. Tardé muchos años en darme cuenta de laimportancia de esa comprensión y en considerarla comoalgo fundamental.

Para respirar no se necesita de “alguien” a quien, deun modo u otro, podamos considerar como “elrespirador”, aunque también es cierto que podemosinventar tal noción (“el respirador que, obviamente,debo ser yo está respirando”). Para dirigir y mantener laatención tampoco se requiere de nadie que la dirija y lamantenga, aunque también podemos fabricar la nociónarti cial de alguien que lo haga, un hábito al que, porcierto, estamos muy acostumbrados. Pero, en realidad,dirigir y mantener la atención es algo que sucede demanera natural cuando nos asentamos y descansamos en

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manera natural cuando nos asentamos y descansamos enla conciencia misma, en lo que podríamos llamar “ser elconocedor”.

Tomemos, por ejemplo, el caso de la respiración, algofundamental para la vida y que simplemente ocurre.Hablando en términos generales, no solemos prestar granatención a la respiración, a menos que nos ahoguemos,estemos sofocados o padezcamos una alergia o unresfriado. Para descansar en la conciencia de larespiración, es preciso comenzar sintiendo la respiracióny abrirle un espacio en el campo de nuestra conciencia,que cambia de continuo en función de lo que la mente,el cuerpo o el mundo nos presenten para divertirnos ydistraernos. Podemos sentir nuestra respiración pero, alinstante siguiente, aparece alguna otra cosa que nos haceolvidarnos de ella. En tal caso, la dirección de laatención se halla presente, pero no sucede lo mismo consu mantenimiento, de modo que tenemos que volver,una y otra vez, a la respiración y darnos también cuenta,una y otra y otra vez, de lo que nos distrae.

Para mantener la atención en la sensación de larespiración, es necesario que nos lo permitamos, algoque requiere de un considerable esfuerzo, puesto quenuestra atención es muy frágil y va fácilmente de un ladoa otro. A lo largo de los días, las semanas, los meses y losaños, sin embargo, gracias a la perseverancia sabia yamable en el mantenimiento de la atención y a lainsistencia en una práctica originada en la necesidad deuna mayor autenticidad que intuimos posible y se halla

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una mayor autenticidad que intuimos posible y se hallavagamente perdida en el desarrollo de nuestra vida,llegamos a descansar más fácilmente en la conciencia deldespliegue, instante tras instante, de la respiración.

Esta atención sostenida se conoce en sánscrito comosamadhi, la cualidad de una mente concentrada, unamente centrada en un punto que, aunque no seainquebrantable, sí que permanece, al menos,relativamente estable. El samadhi se desarrolla yprofundiza a través del ejercicio continuo de lacapacidad de darnos cuenta de que nos hemos alejadodel objeto concreto de atención (en este caso larespiración) y de volver a él una y otra y otra vez, sinjuicio, reacción ni impaciencia y sosegando así nuestraagitación mental. Se trata simplemente de dirigir nuestraatención y de mantenerla y de volver, cuando nos damoscuenta de que nos hemos ido a otro lado, a dirigirla y amantenerla una y otra vez. En este sentido, el samadhicumple con una función semejante a los timones de unsubmarino o a la quilla de un velero, equilibrando yestabilizando la mente ante el oleaje y las tormentas queinexorablemente se abaten sobre ella cuando se venalimentadas por nuestra falta de atención y nuestraadicción a su presencia y contenido. Y es que, cuando lamente se encuentra relativamente asentada y estable, losobjetos que aparecen en la conciencia se tornan másvívidos y son aprehendidos con mayor claridad.

Lo más probable es que, en los estadios iniciales, elsamadhi profundo se revele como un estado posible de

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samadhi profundo se revele como un estado posible denuestra mente cuando asistimos a un taller –o, mejortodavía, a un retiro– estructurado de meditación, dondenos vemos provisionalmente aislados del tráfago habitualde la vida y de sus interminables preocupaciones,obligaciones y ocasiones de distracción. Experimentar deun modo sostenido el silencio externo e interno quesuele acompañar a esos retiros es una buena razón paradedicar una parte de nuestra vida a su cultivo ocasional.Quizás entonces nos demos cuenta de que las olas yvientos que agitan nuestra mente no son esenciales, sinoclimas en los que solemos quedarnos atrapados yperdernos, pensando en la importancia del contenido,cuando lo que realmente importa es la inmensidad en laque ese contenido se despliega.

Cuando hemos saboreado un cierto grado deconcentración y estabilidad de nuestro foco atencional,resulta más sencillo adaptarse y mantenerlas en la vidacotidiana, fuera ya del marco del retiro. Pero ello,obviamente, no signi ca que nuestra mente permanezcacontinuamente tranquila y en paz, porque son muchoslos estados mentales y corporales por los que transitamosa lo largo del día, unos placenteros, otros desagradablesy aun otros tan neutros que pueden llegar incluso a pasardesapercibidos. Lo que más se sosiega y estabiliza esnuestra capacidad de atender, la plataforma, por asídecirlo, de nuestra observación. Y el desarrollo de lacapacidad de mantener la atención sin aferrarnos a ellaconduce invariablemente al desarrollo de la intuición

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conduce invariablemente al desarrollo de la intuiciónalentada y revelada por nuestra conciencia, por la mismaatención plena, es decir, por la capacidad de la mente deconocer todos y cada uno de los objetos de atención entodos y cada uno de los instantes, tal y como son, másallá del mero proceso conceptual del etiquetado y detodo intento intelectual de dar sentido a las cosas.

La atención discierne la respiración profunda cuandoes profunda y la respiración super cial cuando essuper cial. Conoce su vaivén y su naturaleza impersonal,del mismo modo que usted sabe que quien estárespirando no es “usted”, sino que la respiraciónsimplemente está sucediendo. La atención plena conocela naturaleza transitoria de cada respiración, conocetodos y cada uno de los pensamientos, sentimientos,percepciones e impulsos que emergen dentro, fuera yalrededor en todas y cada una de las respiraciones. Laatención plena es la capacidad de ser consciente, lacualidad esencial de la mente, una capacidad que se vefortalecida y sostenida por el mantenimiento de laatención. La atención plena es el campo delconocimiento y, cuando ese campo se ve estabilizado porla calma y la concentración en un punto, se alienta elsurgimiento del conocimiento y mejora también sucualidad.

El conocimiento de las cosas tal como son sedenomina sabiduría y se deriva de la con anza ennuestra mente original, que no es más que unaconciencia estable, in nita y sin elección. Es un campo

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conciencia estable, in nita y sin elección. Es un campode conciencia que advierte de inmediato la emergencia,el movimiento o la desaparición de cualquier cosa quea ora dentro de su inmensidad. Como el resplandor delsol, que siempre se halla presente aunque, en ocasiones,se vea oscurecido por la presencia de alguna que otranube, la niebla generada por los hábitos distractivos y laincesante proliferación de imágenes, pensamientos,historias y sentimientos acaba enturbiando tambiénnuestra mente.

El ejercicio de la orientación y el mantenimiento de laatención nos ayudan a descansar sin esfuerzo alguno,como cuando pisamos a fondo el pedal de sostenido deun piano y permitimos así que las notas siganreverberando un rato después de haber pulsado lasteclas.

Cuanta mayor sea nuestra capacidad de descansar sinesfuerzo alguno en ese soporte, mayor será el resplandornatural de nuestra naturaleza como expresión puntual dela sabiduría y el amor in nitos que se revela a sí mismay que entonces ya no permanece oculta de los demás y,lo que todavía es más importante, de nosotros mismos.

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LA PRESENCIA

Quien se encuentra con alguien que está meditando se dacuenta de inmediato que ha entrado en la órbita de algoextraordinario y muy inusual, una experiencia que hetenido con cierta frecuencia como director de cursos yretiros de meditación. A veces veo centenares depersonas sentadas y en silencio, sin que externamenteparezca ocurrir nada y que todo se despliegue en elpaisaje interno de cada uno de los presentes. A quienpasara casualmente por ahí le parecería muy extraño versentadas, en silencio y sin hacer nada, a cien personasreunidas en una sala, no durante un breve instante, sinodurante minutos e incluso, en ocasiones, durante todauna hora. Pero, al mismo tiempo, esa persona tambiénexperimentaría una extraña sensación de presencia, y esmuy posible que, si se tratara de usted, se viera obligado,aun sin tener la menor idea de lo que está ocurriendo, adetenerse, compartir el campo energético del silencio ycontemplar la escena con curiosidad e interés. Lasensación de atención despierta y sin esfuerzo que irradiala sentada silenciosa e inmóvil resulta evidente, comotambién lo es la intencionalidad que encarna ese tipo deencuentro, una situación que resulta muy atractiva y

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encuentro, una situación que resulta muy atractiva yarmonizadora.

Así pues, atención e intención. Cien personaspresentes, inmóviles y silenciosamente atentas, sin másintención que la de permanecer presentes es unaexpresión asombrosa de la bondad humana. La presenciainmóvil resulta tan clara que también podemosadvertirla cuando nos hallamos en presencia de una solapersona sentada.

En una habitación con cien personas siempre hay, enun determinado momento, unas cuantas que estándistraídas o esforzándose –aunque sólo sea un instante–en estar presentes, lo que, obviamente, puedeexperimentarse como un gran sufrimiento que nada tieneque ver con el hecho de estar presente. Así pues, puedehaber mucho movimiento interno, tanto dentro comofuera de la conciencia, especialmente en el caso de quela estabilidad de la atención se halle poco desarrollada oestemos atravesando un momento difícil, lo que sueletraducirse en inquietud, movimiento, cambios de posturay hasta caídas.

Pero quienes han desarrollado una mayor atención yconcentración irradian naturalmente una sensación depresencia hasta el punto de que, en ocasiones, puedenparecer levemente iluminadas desde el interior. Hayveces en que la serenidad de un rostro puede hacernosllorar y, en ocasiones, aparece una leve sonrisa queparece suspendida el tiempo. Pero no se trata, en estecaso, de la carcajada ni de la sonrisa de un sujeto sino,

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caso, de la carcajada ni de la sonrisa de un sujeto sino,precisamente, de un tipo de sonrisa que expresa laausencia de todo sujeto. Y esto es algo muy fácil de verporque, en tal caso, la persona deja de ser un personajey, pura y simplemente, “es”, atenta y silenciosamente, yla belleza que irradia resulta inconfundible.

Pero tampoco es necesario ver realmente a alguien asípara llegar a conocerle. Cuando estoy sentado durantecerca de una hora junto a alguien a quien estoyenseñando o en situación de retiro, rodeado de otraspersonas que permanecen sentadas y en silencio en unahabitación, se entabla un tipo de comunicación que, enocasiones, resulta más clara que una conversación. Y,aunque muchos puedan estar esforzándose o sintiendodolor, su misma predisposición a permanecer abiertosles lleva a este campo de presencia, el campo de laatención plena, el campo de la iluminación silenciosa.

Cuando los maestros de escuela pasan lista, los niños detodo el mundo responden con el equivalente en suidioma de “presente”, porque tácitamente se supone que,en tal caso, no hay la menor duda de que el niño seencuentra en el aula. Eso es, al menos, lo que piensa elniño, lo que piensan los padres y lo que también piensael maestro pero, en realidad, lo único que está en clasees el cuerpo del niño, porque su mirada vaga más allá dela ventana viendo cosas que sólo él puede ver durantelargos períodos de tiempo y, a veces, incluso durante

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largos períodos de tiempo y, a veces, incluso duranteaños. En tal caso, el psiquismo del niño puede hallarseen el país de la fantasía o, si se trata de un niñofundamentalmente feliz, puede llegar a encarnarse devez en cuando en el aula, porque tiene obligacioneskármicas más importantes. Pero el niño también puedehallarse inconscientemente sumido en una angustiosapesadilla, acosado por los demonios de la falta decon anza, del odio hacia sí mismo o anestesiandosensaciones que no pueden expresarse en esos entornos eimposibilitan, en el caso de que su mundo interno no seaadecuadamente tenido en cuenta y respetado, lapresencia y concentración necesarias para llevar a cabosus tareas.

Los tibetanos se re eren al Dalai Lama con el nombrede Kundun –que signi ca “presencia”–, un término queme parece muy adecuado porque, a su lado, uno se tornamás presente. Yo he tenido la ocasión de observarledurante varios días en una habitación con un pequeñonúmero de personas y siguiendo, obviamente condiferentes grados de interés, complejas presentaciones yconversaciones cientí cas, y debo decir que supensamiento y su tono afectivo ponen claramente derelieve su continua presencia. Él atiende a la cuestión dela que se está hablando y he visto que, en su presencia,las personas que le rodean no sólo están más presentes,sino que también se tornan más abiertas y bondadosas.De vez en cuando interrumpe para aclarar algo que noentiende y entonces puede advertirse la deliberación en

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entiende y entonces puede advertirse la deliberación ensu rostro. En tales ocasiones, suele formular preguntas alos cientí cos, monjes y eruditos que le acompañan yque, en multitud de ocasiones, responden más o menosdel siguiente modo: «Ésa es exactamente, Su Santidad, lapregunta que nos hicimos en este punto y de ella sederivó el siguiente experimento que llevamos a cabo». Aveces parece distraído, pero ése es un error depercepción, porque lo cierto es que sigue la conversacióncon mucha atención. Hay ocasiones en que pareceprofundamente sumido en el pensamiento, ponderandouna determinada cuestión y, a renglón seguido, semuestra divertido, juguetón y amable. Uno podríapensar que nació así y que el suyo es un caso muyespecial, pero lo cierto es que esas cualidades sontambién el resultado de años de riguroso entrenamientoen la disciplina de la mente y del corazón. En estesentido, el Dalai Lama es la personi cación de esapráctica, aunque él declinaría humildemente tal honor,diciendo que las cosas son mucho más sencillas, lo quetambién es, dicho sea de paso, muy cierto.

Cuando, en cierta ocasión, le preguntaron por qué esuna persona tan cordial, respondió: «Yo no tengocualidades especiales. Quizás ello se deba a que hepasado toda la vida meditando, con toda la fuerza de mimente, en el amor y la compasión». Eso es,precisamente, lo que, además de sus obligaciones del díao lugar en que se encuentre, hace cada mañana durantecuatro horas y, durante un breve período de tiempo, al

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cuatro horas y, durante un breve período de tiempo, alfinalizar el día. ¡Imagínenselo!

No es sencillo estar presente y tal vez se trate –aunqueme atrevería a sugerir que se olviden del “tal vez”– de lacuestión más difícil del mundo. Mantener la presencia esla cosa más difícil –y más importante– del mundo.Cuando uno cae en el campo de la presencia –el lugar enel que suelen vivir continuamente los niños sanos–, losabe de inmediato, porque se experimenta como unavuelta a casa y, estando en casa, uno puede permitirseestar, soltar, descansar en su ser, descansar en laconciencia y permanecer presente en su propiacompañía.

Kabir, el poeta extático indio del siglo XV reverenciadotanto por hindúes como por musulmanes, expresa de unmodo muy claro la llamada de la presencia y lofácilmente que se nos escapa:

*Amigo, espera al Huésped mientras estés vivo.¡Salta a la experiencia mientras estés vivo!Piensa… y piensa… mientras estés vivo,porque lo que llamas “salvación” pertenecea un tiempo anterior a la muerte.

¿Crees acaso que, si no rompes tus cadenas mientras estás vivo,lo hará luego tu fantasma?

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La idea de que el alma se fundirá con el éxtasiscuando tu cuerpo se pudrano es más que una fantasía.

Lo que entonces encontrarás se halla ya ahoray, si no lo descubres ahora,acabarás arrinconado en la cuidad de los muertos.Si haces hoy el amor con lo divino,en la próxima vida tendrás el rostro del deseo satisfecho.

¡Zambúllete pues en la verdad,descubre quién es el Maestro y cree en el Gran Sonido!

Esto es lo que dice Kabir: Cuando buscas al Anfitrión,es la intensidad de tu anhelo por Él la que hace todo el trabajo.Mírame y verás a un esclavo de esa intensidad.

KABIR

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UN ACTO RADICALDE AMOR

Externamente considerada, la meditación parece aparcarel cuerpo en una quietud que suspende toda actividad eimpide que nos entreguemos al ujo del movimiento. Encualquier caso, constituye una representación clara de laatención sabia, un gesto interno que se origina en elsilencio y expresa el cambio desde el hacer hasta el ser.Y por más que, al comienzo, pueda parecer arti cial, notardamos en descubrir que, en última instancia, se tratade un acto de amor puro por la vida que se despliegatanto dentro como fuera de nosotros.

Cuando estoy guiando la meditación de un grupo depersonas, a menudo les invito a despojarse de la idea deque “yo estoy meditando” y a permanecer despiertos, sintratar de hacer nada en especial, sin ninguna agenda ysin hacerse ninguna idea de cómo deberían sentirse nidónde deberían dirigir su atención… y ser conscientes,sin adorno ni comentario alguno, de lo que sucede en elinstante presente. Pero ese despertar no es tan sencillode experimentar, a menos que uno se mantengarealmente en la mente del principiante,1 algo que esimportante saber desde los mismos comienzos de la

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importante saber desde los mismos comienzos de lameditación por más elusiva que, en ocasiones, puedaparecernos la experiencia de una conciencia abierta,espaciosa y sin elección.

Pero, para ello, debemos ser más sencillos y, enconsecuencia, lo más difícil, al comienzo, consiste endesembarazarnos lo su ciente de nosotros como parapoder degustar la sensación de no-hacer, de descansar enel ser, de permanecer completamente despiertos y sinhacer nada en especial. Ésa es en concreto la razón porla que existen tantos métodos, técnicas, orientaciones einstrucciones diferentes de meditación (a las que enocasiones me re ero, por cierto, con la expresión“andamios”). El lector puede pensar en estos métodoscomo medios hábiles a los que apelamosdeliberadamente para volver de la miríada de lugares enlos que podemos quedarnos atrapados, deslumbrados oconfundidos y regresar a un silencio profundo y abierto,a lo que podríamos llamar nuestro despertar original,que nunca ha dejado realmente de estar y que, como elsol, siempre resplandece y, como el agua, siempre estáquieta en las profundidades.

Siento que el barco mío ha tropezado, allá en el fondo, con algo grande. ¡Y nada sucede! Nada… Quietud… Olas…–¿Nada sucede, o es que ha sucedido todo,

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y estamos ya, tranquilos, en lo nuevo? –JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, «Mares»

Por más extraño que ello parecezca a la mentalidadmaterialista obsesionada por la velocidad, el progreso, lafama y la vida ajena que caracteriza a nuestra cultura,cuando el ritmo de nuestra vida se acelera debido afuerzas que se hallan más allá de nuestro control,conviene comprometernos en el acto radical de ser y deamor que supone la meditación. Son muchas las razonesque explican esta necesidad, de entre las cuales cabedestacar la conservación de la salud, la recuperación dela visión y de la sensación de sentido y el simple hechode poder enfrentarnos al estrés y la inseguridad de laépoca en que nos ha tocado vivir. Cuando nos detenemosdeliberadamente y despertamos a las cosas tal como sonen el momento presente, sin reaccionar ni esbozar juiciosy trabajando sabiamente con tales ocurrencias, con unaadecuada dosis de autocompasión cuando no loconseguimos y dispuestos a permanecer durante untiempo en el momento presente a pesar de nuestrosplanes y actividades, dispuestos a llegar a cualquier otraparte, concluir un proyecto o perseguir objetos o metas,descubrimos que se trata, de un acto que es al mismotiempo desalentadoramente difícil y extraordinariamentesencillo y profundo pero, en última instancia, posible yel mejor de los remedios para recuperar la salud delcuerpo, de la mente, del alma y del espíritu.

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cuerpo, de la mente, del alma y del espíritu.Sentarnos y permanecer en silencio con nosotros

mismos durante un tiempo es, en realidad, un verdaderoacto de amor. De hecho, sentarse de este modo es asumiruna actitud ante la vida tal cual es porque, al sentarnos yerguirnos, asumimos una postura aquí y ahora.

El reto de nuestro tiempo consiste en permanecercuerdos en un mundo cada vez más loco. Pero ¿cómohacerlo cuando nos hallamos sumidos en la cháchara,perdidos en el desconcierto o desconectados de lo quetodo ello signi ca, de quiénes somos realmente y cuandotoda actividad y logro revela su vacío y nos damoscuenta de lo efímera que es la vida? Sólo el amor, enúltima instancia, puede permitirnos entender lo que esreal e importante. Por ello este acto radical de amor porla vida y por la emergencia de nuestro verdadero yotiene un sentido muy profundo.

Sentarnos y permanecer presentes es el modo mássencillo de restablecer, de manera lenta pero segura, elcontacto con nuestros sentidos y de acceder al mundo dela experiencia directa ajenos a todo pensamiento yabsorción en uno mismo, para sanar y para saber cómoser y lo que tenemos que hacer o, por lo menos, pordónde debemos empezar.

1. Expresión acuñada por Suzuki Roshi, fundador del San FranciscoZen Center, para expresar la inocencia de la investigación abierta ylibre sobre quién es uno y qué es la mente a través de la

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experiencia directa que se lleva a cabo en el cojín de meditación.Son muchas las alternativas de que dispone la mente delprincipiante, pero sólo la mente del experto puede acceder a unaspocas.

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CONCIENCIA Y LIBERTAD

¿Se ha dado cuenta alguna vez de que la conciencia deldolor no duele? Estoy seguro de que sí, porque ésa esuna experiencia muy habitual, especialmente en lainfancia, pero no solemos examinarlo ni hablar de elloporque es muy fugaz y, cuando tropezamos con él, eldolor es muy intenso.

¿Ha advertido alguna vez que su conciencia del miedono está asustada por más que usted esté aterrado? ¿Se hadado cuenta de que su conciencia de la depresión no estádeprimida, de que su conciencia de los malos hábitos noes esclava de esos hábitos y de que su conciencia de serno es quien cree ser?

Cualquiera puede corroborar por sí mismo encualquier momento la veracidad de todas estasa rmaciones investigando simplemente en su conciencia,es decir, tornándose consciente de la conciencia misma.Se trata de algo relativamente sencillo pero casi nunca senos ocurre, porque la conciencia, como el momentopresente, es una dimensión oculta que impregna todaslas dimensiones de nuestra vida y, en consecuencia,resulta casi imperceptible.

La conciencia es inmanente y se halla presente de

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La conciencia es inmanente y se halla presente decontinuo, pero es como un animal tímido y permaneceoculta. Pero, a pesar de que siempre se halle presente yresulte completamente accesible, sólo podemosvislumbrarla –no digamos ya verla de continuo– concierto grado de esfuerzo, silencio y hasta cautela. Paraello, es necesario estar muy motivado y permanecer muyatento para permitir que su conocimiento llegue hastausted y dejarla penetrar, por así decirlo, sigilosa ydiestramente en cualquier cosa que esté pensando oexperimentando. Después de todo, usted ya ve, ya oye yya es consciente de todo lo que, aquí y ahora mismo,llega a usted procedente de todas las ventanassensoriales, incluida la mente.

En el mismo momento en que usted se tornaconsciente del dolor, su relación con él experimenta,aunque sólo sea durante un breve instante, un cambiomuy profundo. Es imposible que la experiencia del dolorno se modi que, porque el mismo hecho de mantener laatención, aunque sólo sea un par de segundos, pone derelieve su mayor dimensionalidad. Y ese cambioproporciona una mayor libertad a su actitud y a susacciones ante cualquier situación, sea ésta la que sea… yaunque no sepa qué hacer. Cuando uno es consciente delno-conocimiento, ésa es su forma de conocimiento. Ya séque puede parecer extraño pero, perseverando en lapráctica, puede llegar a convertirse –a un nivel visceralmucho más profundo que el simple pensamiento– enalgo muy real.

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algo muy real.La conciencia modi ca la experiencia del dolor

emocional y del dolor que atribuimos a las sensacionescorporales. Si cuando nos hallamos sumidos en el doloremocional prestamos mucha atención, advertiremos que,por más extraño que pueda parecer, siempre vaacompañado de una constelación de pensamientos ysentimientos superpuestos, de los que podemos cobrarconciencia. Resulta sorprendente lo poco familiarizadosque estamos con este tipo de cosas y lo profundamenterevelador y liberador que resulta asumir de ese modonuestras emociones y sentimientos y aun en el caso –muyen especial– de que éstos tengan que ver con la rabia yla desesperación.

Nadie necesita in igirse dolor a sí mismo, de modoque ésta puede ser una ocasión para veri car que estapropiedad única de la conciencia es superior y denaturaleza completamente diferente a la del dolor. Loúnico que tenemos que hacer es permanecer atentos a laemergencia del dolor en el mismo momento en queaparezca y asuma la forma que asuma. Nuestra atenciónda lugar a la conciencia en el punto de contacto con elevento que la desencadena, ya se trate de una sensación,de un pensamiento, de una mirada, de un comentario ode lo que ocurre en un determinado momento. Laaplicación de la sabiduría tiene lugar aquí mismo, en elpunto y el momento mismo del contacto, ya sea que seacabe de golpear el pulgar con un martillo o que elmundo un giro imprevisto y se vea repentinamente

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mundo un giro imprevisto y se vea repentinamenteenfrentado a un aspecto u otro de la catástrofe y en suvida parezca haberse asentado permanentemente lapena, la tristeza, la ira o el miedo.

Es precisamente en ese instante y en los posteriorescuando podemos cobrar conciencia del estado en quenos encontramos, del estado de nuestro cuerpo, denuestra mente y de nuestro corazón. Luego debemosavanzar un paso más, cobrar conciencia de la mismaconciencia y darnos cuenta de si está dolida, enfadada,asustada o triste.

Entonces se dará cuenta de que no lo está, porque nopuede estarlo, aunque esto es algo que cada cual debeveri car por sí mismo. En el mero pensamiento no haylibertad, porque el pensamiento sólo sirve pararecordarnos la necesidad de mirar, cobrar conciencia deese momento concreto y cobrar conciencia de nuestraconciencia. Entonces es cuando tenemos la posibilidadreal de veri car todo esto por nosotros mismos, porquela conciencia sólo conoce de manera inmediata. Quizásdure solamente un instante pero, en ese preciso instante,radica nuestra única posibilidad de libertad. Es entoncescuando se abre la puerta que conduce a la sabiduría y lasinceridad, las cualidades naturales de nuestro ser libre.A partir de ese momento ya no hay nada más que hacer,porque la conciencia se abre y nos invita a mirar, aunquesólo sea durante un breve tiempo y ver por nosotrosmismos.

Esto no signi ca que la conciencia sea una estrategia

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Esto no signi ca que la conciencia sea una estrategiafría e insensible para dar la espalda a la profundidad deldolor y a sus persistentes secuelas en los momentos deangustia o de pérdida. La pérdida, la angustia, el duelo,la pena, la ansiedad y la desesperación descansan en elcentro mismo de nuestra humanidad y nos invitan aafrontarlas directamente y a aceptarlas tal como son. Loque de verdad necesitamos y lo que la concienciarealmente encarna no tiene nada que ver con la negaciónni, la represión de los sentimientos, sino con sureconocimiento y aceptación. La conciencia no puedemitigar la inmensidad del dolor en cualquiercircunstancia, pero nos proporciona el apoyo necesariopara reconocer íntimamente nuestro sufrimiento, lo que,a su vez, resulta transformador porque ahí, precisamente,se asienta la diferencia entre quedarnos atrapados en eldolor y el sufrimiento o liberarnos de él, por más que nonos torne inmunes a las múltiples formas del dolor a lasque todos los seres humanos estamos indisolublementeencadenados.

Son muchas las ocasiones, grandes y pequeñas, en quepodemos cobrar conciencia de lo que está sucediendo ennuestra vida cotidiana y, en este sentido, nuestra vidapuede convertirse en el ámbito más adecuado para elcultivo sin suras de la atención plena. Asumir el reto dedespertar a nuestra vida y de vernos transformados porla atención es una forma de yoga, el yoga de la vidacotidiana, al que podemos apelar en cualquier momento,tanto en el entorno laboral como en el de las relaciones,

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tanto en el entorno laboral como en el de las relaciones,en la educación de nuestros hijos (en el caso de queseamos padres), en la relación con nuestros padres, esténvivos o muertos, en la relación que establecemos connuestros pensamientos acerca del pasado y del futuro yen la relación que mantenemos con nuestro propiocuerpo. Podemos cobrar conciencia de cualquier cosaque esté sucediendo, tanto de los momentos armónicoscomo de los con ictivos y de aquellos otros tan neutrosque ni siquiera llegamos a advertirlos. En cada instantepodemos veri car por nosotros mismos si, al cobrarconciencia de ese momento, el mundo se nos abre o noen respuesta a nuestro gesto de atención plena, si –parafraseando la hermosa expresión de la poetisa MaryOliver– “se ofrece o no a nuestra imaginación”, si nosproporciona o no formas nuevas y más amplias de ver yestar con lo que es y de liberarnos quizás de los peligrosque acechan cualquier visión parcial y la frecuenteidentificación que podamos tener por el simple hecho deque es nuestra. Atrapado una vez más, aunque sea enmedio del dolor, por la historia que, de manerainconsciente y automática, estoy contándome sobre mímismo, tengo entonces la oportunidad –incontablesoportunidades, de hecho– de contemplar su despliegue ydejar de alimentarla emitiendo, en caso necesario, unaorden inhibidora, abrir la puerta y salir, por unmomento, de la cárcel para enfrentarme al mundo de unmodo nuevo que me permita dejar reaccionarautomáticamente, retroceder y escapar o, dicho de otro

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automáticamente, retroceder y escapar o, dicho de otromodo, que me permita abrirme y abrazarlo plenamente.Esta predisposición a reconocer lo que es y aenfrentarnos a ello requiere de un gran coraje y de unagran presencia.

Suceda lo que suceda, siempre podemos, en cualquierinstante, corroborarlo y verlo por nosotros mismos. ¿Sepreocupa nuestra conciencia? ¿Se pierde nuestraconciencia en la vida, la avaricia o el dolor? ¿O acaso laconciencia nos permite, en cualquier instante –por másbreve que éste sea– reconocer lo que está sucediendo y,de ese modo, nos libera? Esto es algo que cada cual debeveri car por sí mismo. La conciencia, según miexperiencia, nos remite a nosotros mismos, es la únicafuerza que conozco que puede hacerlo, la quintaesenciade la inteligencia física, emocional y moral. Y, por másque parezca que debamos evocarla, lo cierto es que sehalla continuamente presente y, en consecuencia, sólotiene que ser descubierta, recuperada, asumida eintegrada. En ese recuerdo se asienta, precisamente, elperfeccionamiento y, al soltar y dejar ser, descansar, enpalabras del gran poeta japonés Ryokan, en «Esto, nadamás que Esto». A ello precisamente nos referimos cuandohablamos de la práctica de la atención plena.

El reto, como ya hemos visto, es doble porque implica,en primer lugar, ser lo más conscientes que podamos,aunque sólo sea de un modo limitado y fugaz y, ensegundo lugar, mantener nuestra conciencia, conocerlamejor y vivir dentro de su totalidad mayor y no

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mejor y vivir dentro de su totalidad mayor y nocontraída. Cuando así lo hacemos, descubrimos que lospensamientos se desvanecen por sí solos, aun en mediode la tristeza, como cuando extendemos la mano ytocamos con el dedo una pompa de jabón y ¡pla ! sedesvanece. En tal caso, la tristeza desaparece, aun cuandotodavía podamos consolar a los demás y descansar en lavivacidad e inmediatez de lo que es.

En esa libertad, podemos enfrentarnos a todo lo que lavida nos depara con una mayor apertura, fortaleza,paciencia y claridad. Ya vivimos en una realidad mayoren la que podemos descansar abrazando el dolor y elsufrimiento con una presencia sabia y amorosa, con unamayor conciencia, con actos sinceros de amabilidad yrespeto hacia uno mismo y hacia los demás y dejar deestar perdidos en la ilusoria división entre interior yexterior.

Pero para que esta práctica acabe impregnando todanuestra vida cotidiana, necesitamos un marco dereferencia más amplio que nos proporcione un lugardesde el que partir, recetas para intentarlo, mapas paraseguir adelante, recordatorios para no olvidarnos yaprovecharnos también de la experiencia y elconocimiento duramente logrados por otras personas. Yesto también incluye, cuando lo necesitemos, formas deacceder a la conciencia y libertad que ya están presentesen cualquier instante aunque, en ocasiones, parezcanhallarse completamente fuera de nuestro alcance.

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ACERCA DEL LINAJEY DE LOS USOS Y LIMITACIONES

DE LOS ANDAMIOS

Si he podido ver más lejos que la mayoría sólo ha sidoporque estaba encaramado a hombros de gigantes.

SIR ISAAC NEWTON

Todos conocemos implícitamente la extraordinariaventaja que supone servirnos del legado transmitido porel genio y el esfuerzo creativo de las personas que nosprecedieron, ya fuesen cientí cos, poetas, artistas,

lósofos, artesanos o yoguis, que dedicaron su esfuerzo aexplorar la naturaleza profunda de las cosas. En todos losdominios del aprendizaje nos hallamos subidos ahombros de nuestros ancestros, estirando el cuello parapoder atisbar lo que su dedicación y esfuerzo lespermitió ver. Si somos inteligentes, haremos loimposible por leer sus mapas, transitar por los caminosque ellos hollaron, comprobar sus métodos y corroborarsus descubrimientos para saber por dónde debemos

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sus descubrimientos para saber por dónde debemosempezar, lo que podemos hacer y dónde debemos buscarlas nuevas comprensiones, oportunidades e innovaciones.A menudo somos inconscientes del mismo suelo quepisamos, de la casa en que vivimos y de las lentes –que,de manera frecuentemente anónima, otros nos legaron–que hoy en día empleamos para ver el mundo. W.B.Yeats reconoció la inconmensurable deuda que tenemoscon la creatividad y el esfuerzo de quienes nosprecedieron e inmortalizó en cuatro líneas deagradecimiento a quienes llamó “instructoresinconscientes”, sin cuyos logros, fugaces y evanescentes,aunque también profundos e incomparables, nopodríamos conocer ni construir nada:

Ellos nos transmitieronsu legado,que pende, como gota de rocío,de la hoja de hierba.

Las facultades del habla y el pensamiento verbalilustran perfectamente la imposibilidad de que baste connuestro esfuerzo aislado para alcanzar las cumbres máselevadas de nuestras aptitudes biológicas innatas. Losseres humanos disponemos de la capacidad verbal pero,si crecemos aislados desde la infancia y, en consecuencia,no nos vemos expuestos al lenguaje (escuchando a losdemás o a través del lenguaje de los signos), jamásaprenderemos a hablar. Ésa es una aptitud que sólopuede desarrollarse en una determinada etapa del

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puede desarrollarse en una determinada etapa delproceso evolutivo porque, en caso contrario, se estancangrandes segmentos de nuestro funcionamiento mental,cognitivo y emocional, lo que acaba cercenandogravemente nuestra capacidad de razonamiento ydiscurso.

Todo está dispuesto desde el mismo momento delnacimiento, pero ese marco de referencia debeprepararse, esculpirse, adaptarse y nutrirse a través de lainmersión en el mundo de los sonidos emitidos por losseres humanos, los rostros que los pronuncian, elcontacto ocular, la in exión de la voz y hasta el olor,para que se establezca una conexión emocional ysensorial ricamente multimodal. El establecimiento delas redes neuronales que cablean nuestro cerebrodepende, pues, fundamentalmente de la experiencia. Yello debe ocurrir, según parece, durante cierto estadiodel proceso de desarrollo. Si desaprovechamos estaoportunidad y no participamos en la dimensiónrelacional necesaria para sostener y esculpir nuestracapacidad verbal innata, acabaremos siendo básicamentemudos.

La biología misma, por dar otro ejemplo quizás másesencial, es en última instancia histórica. La vida nuevase asienta y sólo puede proceder de la vieja. Las célulasno brotan en entornos no celulares aunque, según secree, probablemente evolucionaron, en su forma másrudimentaria –hará unos 3.000 millones de años–, en unentorno prebiótico sometido a condiciones muy

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entorno prebiótico sometido a condiciones muydiferentes de las actuales. La estructura celular sedesarrolla, crece, se reproduce y mantiene su integridadorganizativa a través de un proceso denominadoautopoiesis, al que algunos cientí cos consideran elprimer eslabón rudimentario que conecta la vida con lacognición o, si lo pre eren, con el conocimientoprimigenio del yo. En cualquiera de los casos, sinembargo, no existe vida sin una estructura precedente enla que a ore inconsútilmente su arquitectura moleculartridimensional. En última instancia, pues, la vida eshistórica.

En cada uno de los distintos niveles del desarrollo –desde el biológico hasta el psicológico, el social y elcultural– existe una necesidad fundamental de lo que yosuelo denominar “andamiaje”. Y es que, paraadentrarnos en los dominios inexplorados de la mente,de la naturaleza y del cosmos en que nos hallamos,dependemos de las instrucciones, las líneas directrices, elcontexto, la relación y el lenguaje, aunque, en ocasiones,nos desviemos del camino trillado y hollemos senderoshasta entonces inexplorados. Ese cuerpo deconocimientos ha ido desarrollándose, perfeccionándosey destilándose a lo largo de siglos y milenios por loslinajes de quienes nos han precedido; linajes en elámbito de la supervivencia a través de la caza y larecolección; linajes en el campo de la domesticación deplantas y animales salvajes; linajes en el ámbito de lasciencias, la ingeniería y la arquitectura, y linajes también

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ciencias, la ingeniería y la arquitectura, y linajes tambiénen el entorno de las artes y las tradiciones meditativas.Todos esos linajes nos han legado un cuerpo diverso,rico y costosamente acumulado de conocimientos acercade ciertos paisajes y de las habilidades necesarias paramovernos adecuadamente en ellos. Ese conocimientodestilado y elaborado puede sernos de mucha utilidadpero, para ello, deberemos entender los caminosesbozados por otros, seguir sus instrucciones, hacer loque hicieron, llegar donde llegaron y familiarizarnos,hasta cierto punto, con el territorio y los retos a los quese enfrentaron y con las soluciones a las que arribaron.

Este legado también afecta a la práctica de lameditación. A n de cuentas, las prácticas meditativas nollegan hasta nosotros procedentes de ningún lugar.Quienes nos precedieron, los linajes directos orami cados de maestros que se remontan a la época delBuda e incluso antes de él nos proporcionan un mapadel que podemos servirnos para explorar y tomar lasmedidas oportunas. Esos mapas pueden ensanchar yenriquecer nuestra capacidad para el viaje deexploración de la mente humana y sus potencialidadesque ya hemos emprendido. En este sentido, los sereshumanos somos muy afortunados por disponer de eselegado y por contar con hombros tan elevados y robustosa los que encaramarnos.

Porque si bien la práctica de la meditación puedeparecer, a simple vista, muy sencilla y bene ciosa, elpoder de la investigación meditativa, la necesidad de una

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poder de la investigación meditativa, la necesidad de unadisciplina rigurosa, el uso de la propia vida, mente ycuerpo como laboratorios para la exploración de lasdimensiones más esenciales de nuestra humanidad, elpoder inherente a una comunidad que, en un mundo deincertidumbre, vulnerabilidad y cambio continuo,reconocen su interconexión fundamental, es un legado alque difícilmente hubiéramos podido acceder pornosotros mismos, un legado que se asemeja a una cienciade la mente y del corazón al que también podemosagregar nuestra propia contribución como sucede, tantoindividual como colectivamente, en los demás ámbitosde la comprensión y del conocimiento.

Tampoco debemos olvidar, obviamente, el caso delgenio autodidacta. Pero hasta el mismo Mozart estudiócon su padre y hasta el mismo Buda practicó lastradiciones meditativas de su época antes de llegar aestablecer su propio camino e ir más allá de lo que otrosle habían enseñado, agregando, según cuenta la historia,su propia contribución a lo que había recibido einspirado por el semblante resplandeciente y sereno deun monje errante que un buen día pasó junto a él.

Casi todos los cientí cos tienen mentores, es decir,personas que, en un momento u otro, les inspiraron aponer profundamente en cuestión la visión del mundode su época y a contemplarlo de un modo nuevo ydiferente. James Clerk Maxwell, que formuló lasconocidas ecuaciones Maxwell del electromagnetismo –uno de los logros más colosales, por cierto, de la física

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uno de los logros más colosales, por cierto, de la físicadel siglo XIX–, se apoyó en la obra de su predecesorMichael Faraday, con quien compartió muchas de susintuiciones y hasta su virtuosismo matemático. Pero parallegar a su revolucionaria comprensión, que le permitiódescribir con cuatro originales ecuaciones la propagaciónde los campos electromagnéticos a través de espacio,Maxwell se sirvió de un modelo mecánico, una analogíaque utilizaba engranajes para explicar la relaciónexistente entre las fuerzas misteriosas e incorpóreas –quenunca antes se habían visualizado– de la electricidad y elmagnetismo. El modelo demostró nalmente estarequivocado, pero le sirvió de trampolín o “andamio”,por así decirlo, para llegar a un punto desde el que pudocomprender la naturaleza de las fuerzas que estabainvestigando. Pero, a pesar de ello, las cuatro ecuacionesa las que arribó empleando un andamio conceptualerróneo, demostraron ser completamente correctas ycompletas.

Maxwell fue lo su cientemente inteligente como parano publicar su modelo mecánico que, habiendocumplido con su propósito, dejó ya de servir. Y es que,una vez claramente formuladas las leyes de los camposelectromagnéticos invisibles e intangibles, todo eltinglado conceptual que le permitió llegar hasta ahíperdió toda su importancia.

Lo mismo podríamos decir con respecto al caso de lameditación. También aquí podemos servirnos de variostipos de andamios, creados por nosotros mismos o

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tipos de andamios, creados por nosotros mismos olegados por quienes nos precedieron para motivarnos yayudarnos a reconocer y entender el territorio de nuestramente y de nuestro cuerpo y la estrecha relación quemantienen con el dominio al que llamamos mundo. Apartir de cierto momento, sin embargo, debemosrenunciar a los andamios y al tinglado que hayamoserigido, para ir más allá de los modelos conocidos yheredados y experimentar directamente aquello a lo queapuntan las instrucciones, las palabras y los conceptos.

Con contadísimas excepciones, el hecho de sentarse a“meditar” de vez en cuando o incluso de manera regulardurante años no promueve, por sí solo, la intuición, latransformación y la liberación, aunque el mismo impulsoque nos lleva a meditar sea sumamente valioso y lacon anza en uno mismo resulte esencial para emprenderesta aventura. Como norma general, debemoscontextualizar nuestros esfuerzos, pero sin quedarnosatrapados, por ello, en las narrativas que suelenacompañar a este tipo de contextos y de marcos dereferencia.

Las narraciones sobre la meditación suelen incluir laidea de un objetivo de nido de antemano, pero lameditación, por más estereotipada que pueda parecer,nos familiariza con el momento presente y con lacomprensión de que ese destino ya está aquí, de que nohay “lugar” alguno al que ir y de que lo que realmenteimporta es el viaje. Hablando en un sentido muy real, eldestino se halla siempre “aquí”, como también lo están

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destino se halla siempre “aquí”, como también lo estánlos hallazgos de la ciencia aun antes de que losdescubramos, conozcamos, describamos, veri quemos,con rmemos y comprendamos. Miguel Ángel decía quesu única actividad se limitaba a eliminar lo que sobrabade un bloque de mármol para acabar poniendo derelieve las guras que “veía” con su ojo de artista y que,en cierto modo, se hallaban presentes desde el mismocomienzo. Pero, por más que ya estén aquí, siguensiendo inaccesibles si no llevamos a cabo el esfuerzonecesario para que acaben revelándose claramente a losdominios de nuestra mente y de nuestro corazón. Sóloestán “aquí” de manera potencial y, para que se nosrevelen, debemos emprender un proceso de revelación yestar dispuestos, a su vez, a vernos transmutados por él.

Por ello, cuando emprendemos el camino de lameditación, resulta muy útil disponer de un mapa delterritorio en el que estamos adentrándonos, sin olvidar,no obstante, que “el mapa no es el territorio”. Elterritorio de los paisajes interno y externo de laexperiencia y de la mente humana parece prácticamenteilimitado. Sin un mapa que nos ayude a orientarnos ennuestra práctica meditativa podríamos dar vueltas y másvueltas en círculo durante días y hasta décadas sin llegara desembarazarnos jamás de nuestras ideas, opiniones ydeseos opresivos y sin disfrutar de un momento declaridad, paz o libertad. A falta de mapa que nos ayude aorientarnos, podríamos quedar atrapados en lo queacabamos de decir, idealizando la promesa de un

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acabamos de decir, idealizando la promesa de unresultado especial, atrapados en las ilusiones y elautoengaño de “conseguir algo”, alcanzar la lucidez, lapaz o la libertad y cayendo erróneamente en la paradojade creer en la necesidad de alcanzar algún estadoespecial. Es cierto que lo hay… pero también lo es queno lo hay. Éste es el motivo por el que convienedisponer de un mapa y seguir las directrices de quienesnos han precedido, aunque –como veremos más adelantecon cierto detalle– en algunos casos se a rme que noexisten mapas, que no hay dirección, visión,transformación, logro ni nada que obtener. Además, ypor más extraño que pueda parecer, también debemostener en cuenta la motivación que impulsa la práctica,para no acabar sumidos en una actitud agresiva,adquisitiva o competitiva que inconscientemente acabe,a lo largo del camino, dañándonos a nosotros y a losdemás.

¿Está confundido? No se preocupe. Baste, por elmomento, con decir que muy probablemente le resulteútil conocer el camino en que está adentrándose y susrecovecos, siguiendo los pasos de quienes ya lo hanrecorrido y los mapas, a diferentes escalas, donde nosmuestran el modo en que han gestionado sus propiosencuentros con el in nito, del mismo modo, si lo quequiere es escalar el Everest o cualquier otra montaña, leinteresará saber también antes el modo en que otros hanacometido esa empresa, en lugar de con ar simplementeen la suerte, las buenas intenciones o los juicios del

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en la suerte, las buenas intenciones o los juicios delmomento. No sólo es imprescindible, pues, disponer delequipo necesario, sino también apoyarse en lainformación y el conocimiento proporcionados por laexperiencia y los mapas elaborados por otros y, más alláincluso, de su sabiduría que, aunque no sea transferible,sí que resulta, al menos, intuible. De otro modo,corremos el riesgo de engañarnos a nosotros mismos yperecer inútilmente en el intento. Resulta difícilpermanecer vivo aun disponiendo de un andamio quenos sostenga, pero también es muy necesario que esebagaje no acabe impidiéndonos disfrutar plenamente dela sorprendente belleza y presencia de la montaña y dela nuestra propia.

Perderse no es necesariamente un problema, porqueeso es algo que les ocurre incluso a quienes estánprovistos de los mejores mapas. Si tenemos en cuentaque cometer errores constituye una parte fundamental decualquier proceso de aprendizaje, yo diría que el hechode perderse forma parte intrínseca del viaje. Sólo asírecorremos realmente el territorio y llegamos aconocerlo íntimamente de primera mano.

La práctica de la meditación requiere invariablemente dealgún tipo de andamio –en forma de instrucciones demeditación y de una amplia variedad de métodos y detécnicas– sobre todo al comienzo, hasta que acabaconvirtiéndose en una especie de segunda naturaleza y

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convirtiéndose en una especie de segunda naturaleza yya no es necesario seguir apelando a la “voluntad”, el“intento” o el “recordatorio”. Ese andamio incluyetambién el contexto mayor en el que emprendemos tanextraña aventura vital, una aventura que nos lleva aperfeccionar la capacidad de sentarnos en la quietud, decontemplar profundamente la naturaleza de nuestramente y de darnos cuenta, tanto en éste como en todoslos demás instantes que se presenten, de la dimensiónliberadora de la conciencia.

Los andamios son absolutamente necesarios para erigirun edi cio y también lo fueron para que Miguel Ángel ysus aprendices pintasen los frescos de la Capilla Sixtina.Nosotros también necesitamos, del mismo modo, dealgún tipo de andamio que nos transmita la esencia deltrabajo interno durante esta inspiración, durante estaexhalación, en este cuerpo y en este instante.

Cuando el edi cio está ya construido y hemos acabadode pintar el techo, sin embargo, el andamio deja de sernecesario y debe ser desmantelado, porque nunca haformado parte esencial de la empresa, sino que tan sóloha sido un medio útil y necesario para seguir avanzando.Lo mismo podríamos decir en el caso de la meditación,cuando tenemos que desmantelar el andamiaje deinstrucciones y esquemas, desmontar la realidad misma ydejar tan sólo la esencia impalpable e inefable, laesencia de estar despierto, más allá, por debajo y “antes”incluso de que emerja el pensamiento.

Lo más curioso es que el andamiaje de la meditación

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Lo más curioso es que el andamiaje de la meditaciónes necesario en todo momento y, por el mismo motivo,debe desmantelarse en todo momento, no después deacabar la obra, como sucede en el caso de la CapillaSixtina, sino instante tras instante. Y esto sólo se logradándonos cuenta de que no es más que un andamionecesario e importante y no identi cándonos con él. Espreciso, por tanto, erigirlo y desmontarlo a cada instante.En el caso de la Capilla Sixtina, el andamio debeguardarse en un almacén y desempolvarse cuando seanecesario, llevar a cabo una rehabilitación, unareparación o un ajuste. Pero, en el caso de la meditación,la obra de arte está siempre en marcha y, como la vidamisma, es siempre completa a cada momento.

Dicho de otro modo, las instrucciones adecuadaspermiten que la meditación sirva de trampolín deacceso, desde el mismo momento de partida, a lo que lostibetanos denominan la no-meditación, aunque alcomienzo no sea más que un recurso misterioso y opaco,una simple sugerencia que más tarde deberemosrecordar. Porque aun la idea misma de estar meditandoforma parte del andamio. El andamio resulta útil paradirigir y sostener la práctica, pero también es importanteque nos demos cuenta de que la práctica va mucho másallá de él. Ambas están operando simultáneamenteinstante tras instante cuando nos sentamos, cuandodescansamos en la conciencia y cuando practicamos, másallá del horizonte de la mente conceptual y de suincesante proliferación de historias y, muy en especial,

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incesante proliferación de historias y, muy en especial,de historias sobre la meditación y sobre uno mismo.

Este libro, como todos los libros de meditación, todaslas enseñanzas de meditación, todos los linajes, todas lastradiciones (por más venerables que sean) y todos loscedés, casetes y ayudas para la práctica no son más queandamios o, por cambiar la metáfora, dedos apuntando ala luna cuya función consiste en recordarnos hacia dóndedebemos dirigir y mantener la mirada si nalmentequeremos ver. Podemos jarnos en el andamio, en eldedo o aprender a dirigir nuestra atención hacia el lugaral que apunta el dedo. La decisión es siempre, en últimainstancia, nuestra.

Es muy importante saber y recordar esto desde elmismo comienzo de nuestra práctica meditativa, para noperdernos o descubrir luego súbitamente que estamosidenti cados con un concepto, con una idea o con unmaestro, enseñanza, método o instrucción determinados,por más interesante o satisfactorio que todo ello puedaparecernos. El peligro que implica la inconsciencia eneste dominio es que podemos elaborar una historia muyconvincente sobre la meditación y su importancia yaferrarnos luego a ella, en lugar de aprestarnos a conocernuestra esencia en el único momento de quedisponemos, que no es otro más que éste.

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ÉTICA Y KARMA

Pero los andamios deben también asentarse sobre unfundamento sólido y no parece muy inteligente erigirlossobre arena o arcilla.

El fundamento de la práctica de la atención plena y detoda investigación y exploración meditativa se asienta enla ética y en la moral y, por encima de todo, en lamotivación de no causar daño. ¿Por qué? Porque esimposible que nuestra mente y nuestro cuerpo alcancenel silencio y la calma –por no mencionar la realidad delas cosas más allá de sus apariencias super cialesutilizando la mente como instrumento de conocimiento–o encarnen y transmitan estas cualidades al mundomientras nuestras acciones agitan, enturbian ydesestabilizan de continuo el instrumento mismo con elque estamos mirando, es decir, nuestra propia mente.

Todos conocemos las consecuencias de las accionespoco éticas, es decir, de la falta de honestidad, lamentira, el robo, el asesinato, causar daño a los demás(lo que también incluye la conducta sexual impropia) ohablar mal de los demás, y también sabemos muy bienque cuando, motivados por la infelicidad y el deseo dealiviar el sufrimiento, estimulamos, embotamos o

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aliviar el sufrimiento, estimulamos, embotamos oemponzoñamos nuestra mente abusando de sustanciascomo el alcohol o las drogas, las consecuencias soninvariablemente destructivas, lo sepamos o no y nosimporte o nos traiga sin cuidado, los demás y nosotrosmismos. Entre las consecuencias de esas accionesnegativas se halla la certeza de que ensucian y enturbiannuestra mente con energías muy diversas queobstaculizan la claridad, estabilidad y percepciónprofunda y viva que suelen acompañarla. Esas acciones,además, tienen un efecto sobre nuestro cuerpo y tiendena mantenerlo crónicamente contraído, tenso, agresivo y ala defensiva, lleno de sentimientos de ira, miedo,agitación, confusión y, nalmente, aislamiento… y, contoda probabilidad también, pena y remordimiento.

Es necesario, por tanto, revisar el modo en quevivimos, es decir, nuestras acciones y nuestra conductapara cobrar así conciencia de los efectos que tienennuestros pensamientos, palabras y actos en el mundo yen el propio corazón. Si estamos continuamente agitandonuestra vida y dañando a los demás y a nosotros mismos,acabaremos encontrándonos con esa misma agitación ydaño en nuestra práctica meditativa, porque ése seránuestro alimento. No deberíamos, pues, si realmentequeremos que nuestra mente y nuestro corazónencuentren al n la paz, seguir alentando esas tendenciasy conductas negativas. Si tomamos la decisión dereconocer y alejarnos de esos impulsos, podremosempezar a dejar a un lado los estados y acciones

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empezar a dejar a un lado los estados y accionesmentales destructivos y los impulsos que los budistas, deun modo tan curioso como exacto, cali can como“insanos” y acercarnos a estados mentales y corporalesmenos enrarecidos y más saludables.

La generosidad, la delidad, la bondad, la empatía, lacompasión, la gratitud, el bienestar por la felicidad delos demás, la inclusividad, la aceptación y laecuanimidad son cualidades de la mente y del corazónque no sólo alientan el bienestar y la lucidez, sino quetambién tienen un efecto muy bene cioso sobre elmundo. En ellas, precisamente, se asienta el fundamentode una vida ética y moral.

La avaricia, el intento de apropiarnos (a cualquiera delos niveles) de lo que no nos pertenece, la mentira, lafalta de honestidad, la conducta poco ética, inmoral ocruel, la mala voluntad, dañando egocéntricamente a losdemás mediante la ira, el odio, la confusión, la agitacióny la adicción son cualidades mentales que impiden ellogro de una vida satisfactoria, ecuánime y serena, porno mencionar los efectos dañinos que provocan en elmundo. La atención plena, por su parte, nos permitetrabajar con todos esos estados, sin negarlos, reprimirlosni darles tampoco rienda suelta. En tal caso, cada vezque aparecen esos estados, podemos darnos cuenta deello, en lugar de dejarnos secuestrar, examinarlos ycobrar así conciencia de las fuentes de nuestrosufrimiento, experimentando y viendo directamente elefecto real que tienen nuestras actitudes y acciones sobre

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efecto real que tienen nuestras actitudes y acciones sobrenosotros mismos y sobre los demás y dejar que esosmismos estados mentales se conviertan en nuestrosmaestros de meditación y nos muestren el modo en quedebemos vivir y el modo en que no debemos vivir,dónde se asienta la felicidad y dónde no podemosencontrarla.

Lo que Oriente conoce como “karma” es básicamenteel misterio que explica el modo en que nuestras accionespresentes acaban determinando lo que nos aguardacorriente abajo en el espacio y en el tiempo. Sea lo quefuere que hayamos hecho en el pasado, la ley del karma(es decir, la ley de causa y efecto) dice queinevitablemente tendrá consecuencias –más o menossutiles, comprensibles y perceptibles, según los casos– enel aquí y el ahora, y que todas ellas están moduladas pornuestra motivación e intención original, es decir, por lacualidad de la mente que dio origen a la acción. Concierta frecuencia, no tenemos la menor idea de lamotivación que alentó algunas de nuestras acciones ycomentarios, porque estábamos tan atrapados en laagitación mental que literalmente no nos dimos cuentade lo que estábamos haciendo.

Quizás hayamos dejado atrás el pasado, pero todavíacargamos con sus consecuencias acumuladas, sean éstaslas que sean, e incluyendo tal vez el remordimiento pornuestras decisiones, elecciones y acciones pasadas o elresentimiento por algo que nos sucedió y fuimosincapaces de impedir o controlar. Con el esfuerzo y el

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incapaces de impedir o controlar. Con el esfuerzo y elapoyo del andamio adecuado podemos, sin embargo, irmodi cando nuestro karma retornando conscientementeal momento presente y transformando los estadosmentales y corporales a ictivos y destructivos en otrosmás positivos. Transformamos positivamente nuestrokarma cuando cobramos conciencia de nuestrasmotivaciones, que no sólo subyacen bajo nuestrasacciones externas, sino también bajo las acciones internasexpresadas en la mente y cuerpo a través de lospensamientos y el discurso. Manteniendo la concienciade la motivación a lo largo del tiempo, cultivando unamotivación bondadosa y eludiendo las reaccionesautomáticas que brotan del inconsciente o surgen de unamotivación insana –o, dicho en otras palabras,comprometiéndonos a vivir, instante tras instante, y nosólo al comienzo, una vida interna y externa ética ymoral–, preparamos el camino para la sanación y latransformación profundas. A falta de ese fundamentoético, es muy posible que la transformación y la curaciónno acaben de arraigar porque, en tal caso, nuestra menteestará demasiado agitada, demasiado atrapada en elcondicionamiento, en el autoengaño y en las emocionesdestructivas como para proporcionar el terreno adecuadopara el cultivo de nuestras dimensiones más amplias yprofundas.

Cada uno de nosotros, en última instancia, es un sermoral y legalmente responsable de sus actos y de susconsecuencias. Recuerden que los tribunales

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consecuencias. Recuerden que los tribunalesinternacionales que han juzgado los crímenes de guerrasiempre han concluido que la responsabilidad de losdelitos de lesa humanidad, como los perpetrados por losnazis durante la Segunda Guerra Mundial o las masacresde My Lai en Vietnam o de Srebrenica, reside en cadauno de nosotros, independientemente de nuestro rango oestatus social. Hay veces en las que, incluso en el mundomilitar, desobedecer una orden es éticamente mucho másimportante que obedecerla. El piloto del helicóptero dereconocimiento que sobrevoló Mi Lay el día de lamasacre y vio lo que estaba ocurriendo aterrizó en mitaddel pueblo y ordenó a su tripulación abrir fuego sobrelos soldados americanos que estaban a punto demasacrar a mujeres, niños y ancianos. Finalmente, essólo el individuo, cada uno de nosotros, quien debetomar partido por la bondad y la amabilidad frente a laamoralidad, la inmoralidad y la falta de ética. Y eso esalgo que, en ocasiones, puede requerir de una acción tanespectacular como la que llevó a cabo el mencionadoo cial mientras que, otras veces, se trata simplemente detomar la decisión de actuar éticamente, aunque uno seael único que lo sepa. Y otras, por último, puedeplasmarse en actos de resistencia pasiva por motivos deconciencia, como cuando uno decide quebrantarpúblicamente una ley menor (conscientemente dispuestoa aceptar las consecuencias legales de tal acción) parallamar la atención y protestar contra acciones, políticas oleyes que considera inmorales y dañinas.

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leyes que considera inmorales y dañinas.Tanto Gandhi como Martin Luther King emplearon la

desobediencia civil no violenta para defender las causasde los derechos humanos frente a la crueldad y lainjusticia endémicas e institucionalizadas. Estos activistasmorales suelen ser considerados por el poder y pormuchos espectadores como agitadores que no respetan laseguridad ciudadana, y quizás incluso como traidores oenemigos de la patria, pero lo cierto es exactamente locontrario, porque no son traidores sino auténticospatriotas. Quizás sean enemigos de la injusticia quemarchan al ritmo de tambores diferentes, escuchando ycon ando en la inteligencia de su conciencia, ytestimonien, con su presencia moral y sus acciones, unaverdad superior. No en vano, una generación más tarde,suelen ser reverenciados y aun santificados.

Pero siempre es más difícil encarnar la ética y la moralen el momento presente, sea éste cual sea, que luegomás tarde, cuando usualmente los que las han defendidohan desaparecido, a menudo como consecuencia de unamuerte.

En última instancia, la ética y la moral no tiene quever con héroes, líderes o ejemplos brillantes, sino con elmodo en que, instante tras instante y día tras día,asumimos nuestra vida para que nuestra actitud básicano se oriente hacia tendencias mentales que nosimpulsen hacia la avaricia, el odio y el engaño, sino quemovilice los recursos más profundos de nuestro corazóny aliente la bondad, la generosidad, la compasión y la

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y aliente la bondad, la generosidad, la compasión y labuena voluntad. Éstos no son sentimientos que sólodebamos permitirnos en Navidad, sino una forma devida, una práctica por derecho propio, el auténticofundamento de la curación, la transformación y lasposibilidades a las que nos abren paso la meditación y laatención plena.

Merece la pena señalar que, aunque es una buena ideaplantear todas estas cosas desde el mismo comienzo dela práctica de la meditación, también es demasiado fácilcaer en un tipo de retórica moral que se asemejademasiado al sermón y que invariablemente despierta enlos demás dudas sobre si la persona que dice abrazaresos valores realmente los cumple. No olvidemos queson muchos los casos de personas que se hallan enposición de autoridad, ya se trate de guras religiosas,políticos, terapeutas, médicos o abogados, algunos de loscuales han llegado a salpicar incluso a centros demeditación, que no han tenido empacho alguno enromper sus votos y transgredir el código ético de suprofesión. Por ello, dentro del contexto de la enseñanzade la atención plena de la Stress Reduction Clinic, nosparece mucho más interesante y auténtico encarnar comomejor podamos con nuestro ejemplo la presencia, lacon anza, la generosidad y la amabilidad sinceras comoparte esencial de nuestra práctica, dejando que lasconversaciones más explícitas sobre la moral y la éticasurjan naturalmente durante los diálogos personalessobre la experiencia con la práctica de la meditación, es

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sobre la experiencia con la práctica de la meditación, esdecir, en medio de la vida misma. La actitud amable y lapercepción clara de los estados y hábitos mentalesreactivos y destructivos forman parte de las instruccionesde la meditación, de modo que convendrá prestarles unacuidadosa atención, mientras seguimos practicando paracobrar una mayor conciencia de los bene cios de ciertasactitudes y acciones y de los riesgos que implican otras.

Independientemente de la elocuencia, la transmisiónde la ética y de la moral es mucho más e caz a travésdel ejemplo que de la palabra. En cierto modo, cadacual debe ver, sentir y experimentar por sí mismo, comofruto del cultivo de la atención plena, los efectos, tantointernos como externos, de sus acciones, palabras y aunpensamientos y expresiones faciales, sean éstas las quesean, instante tras instante, respiración tras respiración ydía tras día.

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LA ATENCIÓN PLENA

¿Qué es, después de todo, la atención plena? Según elmonje y erudito budista Nyanaponika Thera, la atenciónes «la llave maestra infalible y el punto de partida parae l conocimiento de la mente, la herramienta perfecta yel punto focal para el desarrollo de la mente, lamanifestación más elevada y el punto culminante de lalibertad mental». No está mal para algo que básicamenteconsiste en prestar atención.

Bien podríamos decir que la atención plena es unaconciencia sin juicios que se cultiva instante tras instantemediante un tipo especial de atención abierta, noreactiva y sin prejuicios en el momento presente.Cuando se practica de un modo deliberado, se ladenomina atención voluntaria, y cuando aparece demanera espontánea –como suele suceder cada vez másfrecuentemente en la medida en que avanza nuestrapráctica voluntaria–, se la llama atención sin esfuerzo;pero, en cualquiera de los casos, la atención plena es laatención plena.5

Quizás la atención plena sea, de entre todas lasprácticas meditativas de sabiduría desarrolladas por lasculturas tradicionales de todo el mundo a lo largo de la

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culturas tradicionales de todo el mundo a lo largo de lahistoria, la más básica, la más poderosa, la más universaly la más fácil de entender y de llevar a cabo. Tambiénes, obviamente, la que más necesitamos hoy en día,porque no es más que la capacidad, a la que todospodemos acceder, de saber lo que realmente estásucediendo tal y como está sucediendo. El maestro devipassana Joseph Goldstein la de ne como «la cualidadde la mente que está presente sin juicio ni interferenciaalguna. Es como un espejo que re eja claramente todolo que des la ante él». Larry Rosenberg, otro maestro devipassana, la llama «el poder observador de la mente, unpoder que varía en función de la madurez delpracticante». Pero yo añadiría que, si la atención plenaes un espejo, se trata de un espejo que conoce demanera no conceptual todo lo que cae dentro de sualcance y que, al no ser bidimensional, se asemeja más aun campo electromagnético que a un espejo, un campode conocimiento, un campo de conciencia, un campoque, como un espejo, está esencialmente vacío y, enconsecuencia, “puede contener” todo lo que des lafrente a él.

Si la atención plena es una cualidad innata de lamente, también es una cualidad que puede –y, para lamayor parte de nosotros, debe– perfeccionarse a travésde la práctica sistemática. Ya hemos mencionado lodistorsionada que suele estar nuestra capacidad innata deprestar atención. De eso, precisamente, trata lameditación, del cultivo deliberado y sistemático de la

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meditación, del cultivo deliberado y sistemático de lapresencia atenta y, a través de ella, de la sabiduría, de lacompasión y de cualquier otra cualidad de la mente ydel corazón que nos libere de los grilletes de la ceguera yla ilusión.

La postura atencional a la que llamamos atenciónplena ha sido cali cada por Nyanaponika Thera como“el corazón de la meditación budista”. Se trata de unelemento central de las enseñanzas del Buda y de todaslas tradiciones budistas, desde las distintas corrientes delzen en China, Corea, Japón y Vietnam a las distintasescuelas de vipassana o “meditación de la visiónprofunda” de la tradición theravada de Birmania,Camboya, Tailandia y Sri Lanka, las del budismotibetano (Vajrayana) en la India, Tibet, Nepal, Ladakh,Bután, Mongolia y Rusia, escuelas y tradiciones que, ensu inmensa mayoría, han acabado estableciendo sólidasraíces en las culturas occidentales en que actualmenteflorecen.

Su llegada a Occidente en una época relativamentereciente no es más que la expansión histórica de lamisma or que se difundió por toda la India durante lossiglos posteriores a la muerte del Buda y acabópropagándose en muchas formas diferentes a través detoda Asia, y que, en tiempos relativamente recientes,regresó a la India, de donde casi había desaparecidodesde hace varios siglos.

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Estrictamente hablando, la aplicación de la atenciónplena da lugar a la aparición de la conciencia. Cuantomayor y más estable sea nuestra atención plena, mayorserá la conciencia y la profundidad de la comprensiónque podrá proporcionarnos. Hablando en un sentidolato, sin embargo, los términos atención y conciencia sonsinónimos, y, por mor de sencillez, nos atendremos aeste último uso. Y puesto que no hay nada especialmentebudista, oriental, occidental, norteño o sureño en elhecho de prestar atención o en la conciencia, la esenciade la atención plena es algo absolutamente universal quetiene más que ver con la naturaleza de la mente humanaque con ideologías, creencias o cultura alguna, y está másrelacionada con la capacidad de conocer (o, como yahemos dicho, con lo que se llama conciencia) que conuna religión, filosofía o punto de vista concreto.

Una de las cualidades especiales de cualquier espejo,grande o pequeño, por volver a ese símil, es sucapacidad para contener cualquier paisaje, dependiendode su orientación y de que esté limpio, cubierto de polvoo empañado por el paso del tiempo. No hay necesidadalguna de anclar el espejo de la atención plena yrestringirlo a una imagen concreta excluyendo otrospaisajes igualmente válidos. Hay muchas formas deconocimiento, pero la atención plena las incluye ysubsume todas, del mismo modo que también podríamosdecir que sólo hay una verdad, pero muchas formas deexpresarla en la inmensidad del tiempo y del espacio y

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expresarla en la inmensidad del tiempo y del espacio yen la gran diversidad de las condiciones culturales ylocales.

Pero la metáfora del espejo para ilustrar la atenciónplena, por más valiosa que sea en ciertas ocasiones,también resulta, en otras, limitadora, porque la imagenque re eja es siempre invertida. Cuando ustedcontempla su rostro en un espejo, no lo ve del mismomodo en que lo ven los demás, sino que ve una imagenespecular de su rostro en la que la derecha de la imagenes la izquierda de la realidad y viceversa. Además, laimagen del espejo no es tridimensional y, enconsecuencia, no re eja las cosas tal como realmenteson, sino que simplemente nos muestra una imagenlimitada e ilusoria de ellas.

Todas las culturas, tanto antiguas como contemporáneas,valoran la importancia de la atención plena, aunquequizás no la conozcan con ese nombre. De hecho,podríamos decir que nuestra vida y nuestra presenciadependen de la claridad de la mente como espejo y desu capacidad para re ejar, contener, descubrir y conocer

elmente las cosas tal como son. Nuestros ancestros, porejemplo, debían llevar a cabo evaluaciones instantáneasy exactas de la situación casi instante tras instante,porque de ello dependía su supervivencia individual yhasta la extinción de toda la comunidad. Quienes hoypoblamos la Tierra descendemos de generaciones de

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poblamos la Tierra descendemos de generaciones desupervivientes, porque la mente que podía darse cuentade lo que estaba ocurriendo y saber en qué podía con ary a qué debía reaccionar disponía de una clara ventajaevolutiva, y quienes, por el contrario, tenían espejosdeformados no podían tomar decisiones que garantizasensu supervivencia y transmitir sus genes a sus sucesores.En este sentido, los espejos claros que puedan reconocery re ejar de inmediato todas las cuestiones relacionadascon la supervivencia que atraviesan el umbral denuestros sentidos nos proporcionan una clara ventajaevolutiva.

Somos los herederos de ese proceso continuo deselección y autoperfección. Si nos detenemos a pensar enello, todos nosotros somos como los jóvenes moradoresde Lake Wobegon de los que nos habla el relato deGarrison Keillor, seres realmente milagrosos que sehallan por encima de la media, muy por encima de lamedia.

A lo largo de los siglos, la capacidad innata universalde la que todos disponemos para sintonizarperfectamente nuestra percepción y nuestra conciencia seha visto explorada, cartogra ada, conservada,desarrollada y perfeccionada, no tanto por las sociedadescazadoras y recolectoras de la prehistoria (a las quelamentablemente el “éxito” del ujo de la historiahumana llevó al borde de una extinción que se llevaríaconsigo todo su conocimiento), por la agricultura y ladivisión y especialización del trabajo o por la

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división y especialización del trabajo o por laemergencia de tecnologías avanzadas, sino más bien porlos monasterios. Esos entornos deliberadamente aisladosaparecieron muy temprano y han atravesado multitud devicisitudes, renunciando a las preocupaciones mundanaspara poder dedicar toda su energía al cultivo, elperfeccionamiento y la profundización de la atenciónplena y empleándola para investigar la naturaleza de lamente con la intención de liberarse de la cárcel de laa icción y el sufrimiento y alcanzar eel conocimientoclaro de lo que signi ca ser plenamente humano. En elmejor de los casos, estos monasterios fueron auténticoslaboratorios para la investigación de la mente, en los quelos monjes siguen todavía dedicándose a esosmenesteres, desempeñando simultáneamente el rol decientíficos y de objeto de estudio.

Esos monjes, monjas y unos pocos legos ocasionales sesirvieron del ejemplo del Buda y de sus enseñanzas. ElBuda, como sabemos, fue una persona que, por diversasrazones kármicas, tomó la decisión de sentarse y dirigirsu atención a la cuestión central del sufrimiento, lainvestigación de la naturaleza de la mente, su capacidadpara liberarnos de la enfermedad, la vejez, la muerte ylo que podríamos denominar la enfermedadfundamental de la humanidad, sin negarlos ni tratar deeludirlos. Para ello usó su propia mente, un instrumentodel que todos disponemos –aunque pocos ejercitan–,desarrollando la estabilidad atencional y la conciencia ycapacidad de comprensión y visión profunda que de ella

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capacidad de comprensión y visión profunda que de ellase derivan. Cuando se le preguntó al respecto, el Budano se describió a sí mismo como un dios como hacíanotros, sorprendidos por su sabiduría, luminosidad ypresencia, sino sencillamente como un ser “despierto”.

El despertar del Buda se derivó directamente de suexperiencia de ver profundamente la condición y elsufrimiento humano y de su descubrimiento de uncamino para salir del ciclo aparentemente interminabledel autoengaño, la percepción ilusoria y la a icciónmental y de acceder a la libertad, ecuanimidad ysabiduría que todos poseemos de manera innata.

Una y otra vez volveremos a la atención plena, a lo quees y a los diferentes modos en que puede ser cultivada,tanto formal como informalmente, sin quedar, por ello,atrapados en las historias que nos contamos al respecto,aun cuando inevitablemente nos veamos obligados acrearlas. Examinaremos la atención plena desde muchasperspectivas diferentes, veremos el modo en que operansus distintas energías y propiedades y también nosocuparemos del modo de aplicarlas a cuestionesconcretas de nuestra vida cotidiana a todos los niveles enaras de nuestro bienestar y felicidad a corto y largoplazo.

Comenzaremos nuestra investigación considerando conmás detenimiento por qué es tan importante empezarprestando atención a nuestro bienestar y al modo en que

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prestando atención a nuestro bienestar y al modo en quese acomoda al esquema mayor de sanar y transformarnuestra vida y el mundo que nos rodea.

1. A veces utilizo el ejemplo de una conexión a Internet a través dedial (mediante marcado telefónico) y a través de módem parailustrar la diferencia existente entre la atención voluntaria y laatención sin esfuerzo. En el primero de los casos (la atenciónvoluntaria), uno tiene que realizar el esfuerzo de conectar y derestablecer la conexión cada vez que se pierde mientras que, en elsegundo (la atención sin esfuerzo), la conexión se halla siemprepresente y no es necesario realizar esfuerzo alguno para conectar.Siempre estamos conectados, las cosas ya son lo que son, nosotrosya somos quienes somos y estamos tan íntimamente ligados a esarealidad que, de ella, no nos separa ni una respiración ni un latidodel corazón.

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PARTE II:

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PARTE II:

EL PODER DE LA ATENCIÓNY EL MALESTAR DEL MUNDO

La facultad de dirigir deliberadamente nuestra atención errante,una y otra vez, constituye el fundamento mismo del juicio,el carácter y la voluntad.Nadie puede ser dueño de sí mismo si carece de ella.Cualquier educación que mejore esta facultad seráuna educación par excellence.Pero, obviamente, es más sencillo definir este idealque proporcionar las instrucciones prácticas necesariaspara desarrollarla.

WILLIAM JAMES,Principios de psicología (1890)

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¿POR QUÉ ES TAN IMPORTANTEPRESTAR ATENCIÓN?

Es evidente que, cuando William James escribió elpasaje anteriormente citado, desconocía la práctica de laatención plena, pero estoy seguro de que, de haberconocido la existencia de un entrenamiento que mejoranuestra capacidad de estabilizar y dirigir la atención, sehubiera interesado de inmediato en él. Y es que sonmuchas, a n de cuentas, las recomendaciones que,basándose en las enseñanzas del Buda, han elaborado, alo largo de milenios, los practicantes budistas hasta elpunto de acabar convirtiendo la práctica de la atenciónen un arte. Pero por más que James se lamentara de laausencia de algo que ya existía en un universo ajeno alsuyo, el fundador de la moderna psicología americana sedaba perfecta cuenta de la magnitud del problema, sabíaque nuestra mente no deja de divagar y comprendía muybien la importancia que tiene el control de la atenciónpara poder vivir una vida llena, en sus propias palabras,“de juicio, carácter y voluntad”.

Prestar atención es algo que hacemos de manera tanselectiva y fortuita que no solemos ver lo que se hallafrente a nuestra propias narices ni escuchar los sonidos

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frente a nuestra propias narices ni escuchar los sonidosque con toda seguridad nos transmite el aire, y lo mismosucede, sin advertirlo siquiera, con el resto de lossentidos.

Es muy habitual comer sin saborear la comida ytambién es muy frecuente que no percibamos el olor dela tierra húmeda después de la lluvia y hasta quetoquemos a los demás sin darnos cuenta de lassensaciones que ese contacto nos transmite. No es deextrañar que nos re ramos a todos esos ejemplosmani estos de no registrar lo que estamos sintiendocomo ejemplos claros de estar desconectado,independientemente de que impliquen a la vista, el oídoo cualquier otro sentido.

Ésta es una metáfora táctil con la que nos referimosglobalmente a todos los sentidos porque, de hecho, elmundo, “nos toca” literalmente de mil modos distintos através de los ojos, las orejas, la nariz, la lengua, elcuerpo y la mente.

Pero, a pesar de todo ello, nos hemos especializado enpermanecer desconectados la mayor parte del tiempo yen ignorar incluso que estamos desconectados.

Si examinamos este fenómeno echando, de vez encuando, un vistazo a nuestra vida interna y externa, notardaremos en darnos cuenta de que nos pasamos la vidadesconectados. Estamos desconectados de nuestrassensaciones, desconectados de nuestras percepciones,desconectados de nuestros impulsos, desconectados de

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desconectados de nuestros impulsos, desconectados denuestras emociones, desconectados de nuestrospensamientos, desconectados de lo que decimos ydesconectados también de nuestros cuerpos. Y elloparece deberse a que nos hallamos continuamentesumidos en las preocupaciones, perdidos en la mente,abstraídos en nuestros pensamientos, obsesionados por elpasado o por el futuro, absortos en nuestros planes y ennuestros deseos, despistados por nuestra necesidad dedivertirnos y a expensas de nuestras expectativas, miedosy deseos, por más inconsciente y automático queparezca. Es precisamente por ello que acabamosdesconectados del presente, el único instante al querealmente podemos acceder.

Estamos tan distraídos y preocupados que ni siquieravemos lo que se encuentra frente a nuestras narices,tampoco escuchamos los sonidos que registra nuestroaparato auditivo y permanecemos ajenos al mundo delos olores, los sabores y el tacto. Cuántas veces habrátropezado inadvertidamente el lector con la puerta queestaba abriendo, cuántas veces se habrá golpeado lamano o el codo, cuántas veces se le habrá caído algo quehabía olvidado que llevaba en la mano porque, en esemomento, no se hallaba presente y, por tanto, estabadesconectado de la orientación espacial y temporal de sucuerpo, al que, por cierto, no solemos prestar granatención.

¿Y no les parece que, en ocasiones, también estamosigualmente desconectados de lo que llamamos mundo

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igualmente desconectados de lo que llamamos mundo“externo”, del efecto que provocamos en los demás, delo que les preocupa y les interesa, cuando bastaría conprestarles atención para leerlo claramente en sus rostroso advertirlo en su lenguaje corporal?

El único modo de restablecer el contacto pasa por lossentidos, ésa es la única ventana que nos permite accederal paisaje interno del ser y al paisaje externo de lo quellamamos “mundo”.

Tenemos más sentidos de los que creemos. Laintuición es una especie de sentido, pero también lo sonla propiocepción (es decir, el conocimiento de laposición que ocupa nuestro cuerpo en el espacio) y lainterocepción (es decir, la sensación global del cuerpocomo una totalidad). Y también la mente, como yahemos dicho, puede ser contemplada como un sentido, yasí es, de hecho, como se presenta en las enseñanzasbudistas, hasta el punto de que es considerada como unaespecie de sexto sentido. La mayor parte de lo quesentimos y sabemos sobre nuestro paisaje interno yexterno se completa a través del procesamiento quetiene lugar en la mente. Aisladamente consideradas, laimagen del mundo que nos proporcionan los sentidos dela vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto carecen detoda validez. Necesitamos saber lo que vemos, oímos,degustamos, olemos, tocamos y sabemos merced a lainteracción entre los sentidos y lo que llamamos mente,esa misteriosa cualidad de la percepción y de laconciencia que, si bien incluye el pensamiento, no se

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conciencia que, si bien incluye el pensamiento, no sehalla estrictamente limitada a él. También sería, pues,posible, denominar conciencia, en lugar de mente, a esesexto sentido porque, a n de cuentas, conciencia ymente son, en cierto modo, sinónimos.

La mayor parte de lo que sabemos, lo sabemos de unmodo no conceptual, puesto que el pensamiento y lamemoria llegan un poco más tarde, pisando los talones,por así decirlo, al momento inicial de contacto sensorial.El pensamiento y la memoria pueden deformarfácilmente y de mil formas diferentes nuestra experienciaoriginal. Ése es el motivo por el cual los pintorespre eren “sentir” cuál debe ser su nueva obra, en lugarde decidirlo de manera estrictamente conceptual. Escierto que lo conceptual ocupa su lugar pero, con muchafrecuencia, sucede y da forma a las sensaciones desnudasque los sentidos nos proporcionan. La percepción puraes inmediata, elemental y vital y, en consecuencia,creativa, imaginativa y reveladora. Por ello resulta tanvivificante permanecer conscientes de la información quenos proporcionan los sentidos.

¿Cómo llamaremos a esta nueva forma de casa de contemplaciónque se ha abierto en nuestra aldeay en la el que las personasse sientan quedamente y derraman, a modo de respuesta,su mirada como luz?

RUMI, “Sin lugar para la forma”

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Para subrayar la importancia de la aplicación de laatención a los ámbitos de la salud y el bienestar, meparece muy útil apelar a un modelo articulado por elpsicólogo Gary Schwartz, que subraya el papelfundamental que desempeña la atención en la salud y laenfermedad. Consideremos los efectos que implica ladesatención a los datos que continuamente nosproporciona nuestro cuerpo y nuestra mente. Creemosque, si estamos sanos, podemos dejar de prestar atencióndurante largos períodos de tiempo, pero lo cierto es quemal podremos cuidar adecuadamente de nuestro cuerpoy de nuestra mente si ignoramos los signos y lossíntomas, aun sutiles, que se presenten. Tal des-atenciónpuede acabar conduciendo a una des-conexión, unaatro a y una obstrucción de vías cuya integridad resultaesencial para el mantenimiento de los procesosdinámicos necesarios para la conservación de la salud.Esta desconexión puede, a su vez, conducir a una dis-regulación en la que las cosas empiezan a funcionar maly nos aleja del equilibrio homeostático. Y ladisregulación, por último, acaba provocando un clarodes-orden celular, tisular, orgánico y sistémico que vaacompañada de la emergencia de todo tipo de procesoscaóticos que acaban manifestándose como mal-estar o,dicho de otro modo, como enfermedad.

Un ejemplo muy sencillo de lo que acabamos de decires aquel en el que no prestamos la debida atención a undolor de cuello que comienza manifestándose, por

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dolor de cuello que comienza manifestándose, porejemplo, como una sensación de rigidez o de tensiónmuscular. Ése sería el primer signo, el primer indicador,en el caso de que sea persistente, de algo a lo quedeberíamos prestar atención, ya sea visitando al médico,sometiéndonos a una sioterapia, emprendiendo unprograma de yoga o todo ello a la vez. Si no prestamosla necesaria atención a ese dolor, puede acabaraumentando su intensidad y frecuencia de apariciónhasta llegar a instalarse en forma de dolor crónico, elsíntoma de algo todavía más profundo. Pero, a esasalturas, tal vez nos hayamos acostumbrado a él y, si no esmuy intenso y estamos muy ocupados, podemos seguirignorando y soslayando la tensión y el estrés. En el casode que pasemos semanas, meses y aun años sin prestarleatención, la sensación tenderá a desaparecer o aempeorar, especialmente en forma de respuesta al estrésy nos tornaremos más propensos a sufrir una lesión cadavez, por ejemplo, que hagamos un giro de cabezademasiado brusco al conducir o durmamos “en una malapostura equivocada”. Tal vez entonces haya acabadoconvirtiéndose en una suerte de síndrome al que noshemos acostumbrados hasta el punto de aprender atolerarlo o a ignorarlo, negando la necesidad de haceralgo al respecto. Esta desconexión, a su vez, puedeprovocar una disregulación gradual de la musculatura yde los nervios del cuello en forma de tensión crónica ode compensaciones posturales que, con el paso deltiempo, pueden llegar a afectar a los huesos y el tejido

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tiempo, pueden llegar a afectar a los huesos y el tejidoconectivo. Pero las cosas pueden empeorar todavía más,hasta el punto de que nuestro cuello deje de funcionarnormalmente y el dolor y la incomodidad limitennuestra capacidad de movimiento y di culten incluso elmantenimiento de la postura. Esto, a su vez, puedeprovocar una inflamación en respuesta a la irritación y lalesión y una complicación posterior que quizás vayaseguida de una predisposición a la artritis, unaenfermedad más seria que todavía genera más malestar eincomodidad.

Pero también podríamos decir, y por el mismomotivo, que la atención –y, más en particular, laatención sabia (no la hipocondría ni la preocupaciónneurótica por uno mismo)–, restablece y fortalece laconexión. Esta conexión, a su vez, conduce a una mayorregulación que aboca a un estado de orden dinámico, elrasgo distintivo del bienestar y de la salud como algoopuesto a la enfermedad. Pero, para ello, debemosmantener y alimentar deliberadamente la atención. Asípues, la atención y la intención desempeñan un papelfundamental y constituyen, por así decirlo, el yin y elyang de la salud y de la curación, así como también de laclaridad y de la compasión.

En el caso citado, el hecho de prestar atención podríasuponer, por ejemplo, cuidar nuestro cuello asistiendo aclases de yoga, recibiendo un buen masaje de vez encuando o aprendiendo a darnos cuenta del modo en que,en determinadas ocasiones, el estrés y la tensión se

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en determinadas ocasiones, el estrés y la tensión seacumulan en esa zona y cobrar así conciencia de lo quepodríamos hacer de manera deliberada para modi car yminimizar sus efectos. En tal caso, estaremos literal ymetafóricamente más en contacto con el cuello y con lasposibilidades que se hallan a nuestro alcance y, cuandoel cuello responda positivamente a nuestra atención, esaconexión conduce a un funcionamiento más adecuado.Quizás la atención continua a los mensajes corporalesnos lleve a participar en un programa de reducción delestrés que nos enseñe a gestionar de manera diferente latensión, para que no se acumule siempre en el cuello (yacabe convirtiéndose en “dolor de cuello”), aprenderalgo tan simple como prestar más atención a lassensaciones de esa zona para reconocerlas de inmediato,en lugar de seguir ignorando, los primeros signos ysíntomas y aprender a usar la respiración para disiparparte de la tensión acumulada. De este modo podremoscortar de raíz la concatenación de circunstancias queempeoran la situación y volver a experimentar un“orden” y un bienestar crecientes en los que, por másestresante que sea la situación en que nos encontremos,el cuello deje de dolernos.

Pero siempre es posible, por más atención queprestemos, tener percepciones equivocadas cuando, portal o cual motivo, no nos damos clara cuenta de lo queocurre en un determinado momento y, en consecuencia,perdemos la conexión real y, con ella, rompemos lacadena que conduce desde la atención hasta la conexión,

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cadena que conduce desde la atención hasta la conexión,el bienestar, la salud, la claridad e incluso la sabiduría(en nuestra relación con el cuello) y la compasión (esdecir, a ser amables con nosotros y con nuestro cuello).Así pues, el hecho de no prestar la necesaria atención aese momento de percepción equivocada puede acabarprovocando un malentendido, una evaluación errónea dela situación o circunstancia y una atribución tambiénequivocada de su causa concreta.

Eso, a su vez, puede conducir a una interpretaciónclaramente equivocada de lo que creemos que estáocurriendo y de la cadena causal que conduce desde lapercepción errónea hasta el mal-entendido, la evaluaciónequivocada, la atribución errónea y el error. Esto es,precisamente, lo que sucede cotidianamente en aquelloscasos en los que incurrimos en errores quehabitualmente se originan en percepciones yatribuciones equivocadas que, si no se venadecuadamente corregidas, acabann desencadenando unaenfermedad, física, psicológica o social.

En el caso del dolor del cuello, por ejemplo, lapercepción errónea podría plasmarse en unapreocupación obsesiva por sensaciones fugaces en lazona cervical que podríamos exagerar hasta el dolor,haciendo una montaña de un montón de tierra, por asídecirlo, que conduce a la hipocondría y tal vez incluso aponernos innecesariamente un collarín, lo que impediríael ejercicio –y, por tanto, el fortalecimiento y la

exibilización– del cuello. Pero, de ese modo, nos

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exibilización– del cuello. Pero, de ese modo, nosidenti caríamos con lo que consideramos que es unproblema crónico del cuello y desperdiciaríamos laocasión de profundizar en él, una forma de atencióntorpe arraigada en una preocupación reactiva pornosotros mismos que sigue alentando un tipo diferentede desconexión.

También el cuerpo político puede estar afectado poreste tipo de atención torpe, especialmente cuando losgobernantes se aprestan a esbozar políticas o a tomardecisiones basándose en información errónea,incompleta o mal analizada, en cuyo caso, lasconsecuencias y la confusión subsiguiente pueden sermuy graves y llevarnos a desaprovechar todas lasoportunidades que se nos presenten. No es infrecuenteque esas interpretaciones equivocadas acabenprovocando innecesariamente el desencadenamiento desituaciones incendiarias que, de haber sido percibidasmás claramente, también podrían haber sidointerpretadas de un modo más exacto. Por todo ello lapercepción clara y la comprensión correcta sonelementos fundamentales de nuestra capacidad derestablecer, tanto literal como metafóricamente, elcontacto con los sentidos.

La práctica de la atención nos enseña a escuchar anuestro cuerpo a través de todas las ventanas sensorialesy a atender al ujo de nuestros pensamientos y

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y a atender al ujo de nuestros pensamientos ysentimientos, iniciando así el proceso derestablecimiento y fortalecimiento de la conexión connuestro propio paisaje interno. Esta atención alienta unafamiliaridad y una intimidad con el despliegue denuestra vida en los niveles de lo que llamamos cuerpo yde lo que llamamos mente que alienta y profundiza elbienestar con lo que, instante tras instante, la vida nosdepara. Entonces es cuando nos alejamos del malestar yde la enfermedad y nos aproximamos al bienestar y laarmonía y también a la salud.

Y esto, como más adelante veremos, resulta tanaplicable al cuerpo y la mente individual como anuestras instituciones y el cuerpo político en general.

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EL MALESTAR

Mi corazón consumido, enfermo de deseoy atado a un animal agonizanteque ignora lo que es…

W. B. YEATS,“Navegando hacia Bizancio”

Bien podríamos decir que la mayor parte de losproblemas relativos al malestar y la enfermedad sederivan de la falta de atención, de la desconexión, deuna percepción y una atribución equivocadas de laangustia que caracteriza a la condición humana y de todoaquello que, de un modo u otro, soslayamos y dejamosde lado.

Como dice la primera frase de nuestros folletos sobrela meditación, que habla de los anhelos desatendidos denuestro corazón, casi todos albergamos, en lo másprofundo de nuestro psiquismo, una vida secreta, unavida, que habitualmente mantenemos oculta, llena desueños y expectativas. Pero lo peor de todo es que

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sueños y expectativas. Pero lo peor de todo es quetambién nos ocultamos esos anhelos a nosotros mismos,algo que, cuando se mantiene durante toda la vida, acabaconvirtiéndonos en cómplices inconscientes de unengaño que puede llegar a ser muy doloroso yautodestructivo.

El problema es que las preocupaciones y pretensionessuper ciales y las actitudes interna y externa queerigimos para ocultarnos de nosotros mismos y de losdemás acaban impidiendo la toma de conciencia dequienes realmente somos.

¿No se halla acaso nuestro corazón desasosegado yatormentado, independientemente del éxito y de lascomodidades externas de que parezcamos disfrutar, poruna retahíla en apariencia incesante de deseosinsatisfechos? ¿No somos vagamente conscientes, enalgún nivel profundo de nuestro psiquismo, de queestamos “atados” a un animal agonizante? ¿No es ciertoque solemos desconocer quiénes, en realidad, somos?

El poema de Yeats con el que iniciábamos estecapítulo re eja, en pocas palabras, tres aspectosfundamentales de la condición humana: la primera, quela insatisfacción nos hace sufrir; la segunda, que estamosinexorablemente atados a la enfermedad, la vejez y lamuerte (una versión más de la ley de la impermanenciay del cambio constante), y la tercera, que ignoramos lanaturaleza verdadera de nuestro ser.

¿Acaso no somos ya lo su cientemente mayores como

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¿Acaso no somos ya lo su cientemente mayores comopara saber? ¿Acaso no ha llegado ya el momento dereconocer la posibilidad de ser más conscientes yliberarnos del persistente hábito de ignorar las cosasrealmente importantes? Yo diría que hemos pasadodemasiado tiempo en ese estado y que ya ha llegado elmomento de despertar.

A veces presentimos esta incomodidad en forma deuna agitación psíquica difusa; en ocasiones, lavislumbramos en mitad de la noche al despertarnosdesorientados, o al presenciar, aterrados, el sufrimiento ola muerte de una persona cercana, o cuando el velo queoculta nuestra vida se desgarra súbitamente y nosmuestra que todo lo que hasta entonces habíamos vividono era más que una ilusión. Pero ¿no es también ciertoque, en tales casos, no tardamos en volver, literal ymetafóricamente, a dormirnos y a insensibilizarnos conuna u otra forma de diversión?

El malestar humano primordial del que habla Yeats –que consiste en ignorar lo que somos– es tan pesado que,en ocasiones, resulta insoportable. Es precisamente porello que lo relegamos a los rincones más recónditos yoscuros de nuestro psiquismo, lejos del alcance de la luzdel día. A veces, como ya hemos visto, es necesarioatravesar una crisis muy profunda e intensa para darnoscuenta de todo ello, despertar a las posibilidades decuración verdadera y liberarnos nalmente de laoscuridad en que nos sume el miedo y la ignorancia.

Pero la negación de nuestras dimensiones más

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Pero la negación de nuestras dimensiones másprofundas sólo acaba generando más sufrimiento. Estafalta de atención a lo que realmente somos puede acabar“devorándonos” o, por usar las palabras de Yeats,consumiéndonos y empequeñeciéndonos, por más queno nos demos cuenta de ello, de mil formas diferentes.

La enfermedad de la inconsciencia, que nos lleva adescuidar lo esencial, afecta a nuestra vida individual entodos y cada uno de los momentos y durante décadasenteras generando todo tipo de efectos secundariosnegativos a corto y largo plazo en la salud de nuestrocuerpo y de nuestra mente. Tampoco contribuye afacilitar nuestra vida familiar y laboral sino que, muypor el contrario, las distorsiona de formas a menudoinadvertidas que sólo se revelan años después –cuando eldaño ya ha sido hecho– de seguir un camino equivocado.Y su in uencia no se limita a los ámbitos individual yfamiliar, sino que también llega a afectar, a través de larelación personal y laboral que establecemos con losdemás, a la sociedad en la que nos hallamos inmersos,impregnando nuestras instituciones y el modo en queprestamos atención o ignoramos el medio, tanto internocomo externo, en el que nos movemos.

De un modo u otro, todas nuestras actividades sehallan teñidas por el malestar generado por nuestra faltade atención a lo que somos. Ésa es la a icción, laangustia y la enfermedad última que nos aqueja y, comotal, asume muchas versiones diferentes que semani estan por igual en el cuerpo, en la mente y en el

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mani estan por igual en el cuerpo, en la mente y en elmundo.

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“DUKKHA”

Los budistas tienen un término muy curioso y útil parareferirse al malestar que se deriva del deseo, de estaratados a un animal agonizante y de no saber quiénessomos.

Se trata de la palabra pali (el idioma usado por elBuda) dukkha, cuyo signi cado exacto resulta difícil decapturar en otros idiomas, pero que los eruditos suelentraducir, como “sufrimiento”, ”angustia”, “estrés”,“malestar”, “dolencia” e “insatisfacción”.

La primera noble verdad de las enseñanzas del Budaes la importancia, universalidad e inevitabilidad dedukkha, el sufrimiento inherente al malestar que,invariablemente y de formas sutiles o no tan sutiles, tiñey condiciona la estructura profunda de nuestra vida.Todas las prácticas meditativas budistas giran en torno alreconocimiento de dukkha, la identi cación de suscausas y de sus raíces y la descripción y el desarrollo decaminos que nos liberen de su opresiva y cegadorain uencia. En realidad, todos los caminos que nosliberan del sufrimiento, de dukkha, con uyen en unmétodo que apunta a darnos cuenta de lo que hemosestado ocultándonos o escondiéndonos a nosotros

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estado ocultándonos o escondiéndonos a nosotrosmismos prestando una atención sabia a toda nuestraexperiencia, en lugar, como solemos hacer, de noprestarle la atención debida o, por el contrario, derevolcarnos, aferrarnos o sofocarnos por ello, de lucharen su contra o de distraernos en un intento desesperadode escapar. Ese camino nos brinda la posibilidad de viviruna vida más auténtica y satisfactoria. Así pues, la verdada la que se re ere la universalidad de dukkha no es unaqueja pasiva de su inevitabilidad, porque esedescontento y, en ocasiones, esa angustia, no es duraderani intrínsecamente limitadora y siempre puede, aun enlos momentos más terribles, ser trabajada y convertirseentonces en un maestro que nos enseña a liberarnos desus garras.

Pero lo más importante es que la motivación parallevar a cabo esta investigación de la posibilidad deliberarnos del sufrimiento, de dukkha y de vivir una vidamás auténtica y satisfactoria no apunta a un objetivoestrictamente individual –lo que, en sí mismo, sería unlogro que justi caría perfectamente la práctica de laatención plena–, sino a un bene cio de todos los serescon los que se halla inexorablemente unida nuestra viday que, en última instancia, abarca a la totalidad deluniverso.

En el núcleo de todas estas prácticas meditativasorientadas al reconocimiento, la liberación y la cesaciónde dukkha se asienta el cultivo de la atención plena, unaforma completamente diferente de afrontar la

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forma completamente diferente de afrontar laomnipresente insatisfacción, que consiste en aceptarla,en estar dispuesto a trabajar con ella y en observardirectamente y sin prejuicios sus rasgos distintivos. Laatención plena, como ya hemos dicho, puede serconsiderada como una conciencia abierta y sin juicio,como la conciencia del momento presente, elconocimiento directo y no conceptual de la experienciatal y como se despliega, en el mismo momento en queaparece, en el mismo momento en que discurre y en elmismo momento en que acaba desapareciendo.Dirigiéndose a las personas que habían dedicado su vidaa la encarnación de esta enseñanza a través de la prácticaintensiva y sistemática, el Buda dijo:

Éste es el camino directo que conduce a la puri cación de losseres,para la superación del sufrimiento y el lamento,para la desaparición del dolor y el sufrimiento,para el logro de la verdadera vía,para la realización del nirvana,es decir, para los cuatro fundamentos de la atención plena

Toda una afirmación, dicho sea de paso.Todo el esfuerzo budista apunta al despertar de las

ilusiones en torno a las cuales gravitamos, condicionadospor la experiencia pasada. Cuando despertamos, nosliberamos del sufrimiento y de la angustia derivados denuestra interpretación errónea de la naturaleza de larealidad mediante una visión limitada y egoísta y de la

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realidad mediante una visión limitada y egoísta y de latendencia a identi carnos y aferrarnos a lo que deseamosy de alejarnos de lo que tememos.

En los últimos 2.500 años, las distintas tradicionesmeditativas del budismo han desarrollado, explorado yperfeccionado un amplio abanico de métodos muyso sticados y valiosos para el cultivo de la atenciónplena y de la sabiduría y la compasión que se derivannaturalmente de su práctica.

Thomas Cahill ha señalado que los monjes irlandesessalvaron la civilización occidental copiando los antiguosmanuscritos durante la Edad Media europea y que losjudíos han dado al mundo su primera articulación deltiempo histórico y, en consecuencia, el concepto dedesarrollo del individuo en el tiempo. Tambiénpodríamos decir del mismo modo que, en la relaciónpersonal con lo numinoso, la gura histórica del Buda ysus seguidores han proporcionado al mundo unalgoritmo bien de nido, el camino de investigaciónseguido por él mismo en su búsqueda de lo más esencialde la naturaleza humana: la posibilidad de estarcompletamente conscientes, completamente despiertos ylibres de los grilletes del condicionamiento, lo queincluye nuestros inveterados hábitos de pensamiento ypercepción y las emociones a ictivas que tan íntima,frecuente e inesperadamente los acompañan.

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EL IMÁN DE “DUKKHA”

Independientemente de que lo llamemos estrés,enfermedad o dukkha, los hospitales funcionan, ennuestra sociedad, como una especie de imanes dedukkha cuyos campos de fuerza in uyen sobre quienes,en un determinado momento, padecen una enfermedad,una dolencia o ambas cosas a la vez (desde el estréshasta el dolor, el trauma y todo tipo de enfermedades).Cuando literalmente nos hemos quedado sin recursos ysin alternativas y no tenemos otro lugar al que ir,acudimos o nos llevan al hospital. Hablando en unsentido muy general, no vamos al hospital a divertirnosni a iluminarnos, sino cuando queremos que nosatiendan, nos cuiden, nos resuelvan algún problema ynos curen. Vamos al hospital con la expectativa de quese hagan cargo de nosotros y nos traten bien, de que nosatiendan con cuidado y respeto, y de ese modo, si somosafortunados, “descubrir” lo que nos ocurre y lo quetenemos que hacer.

Bien podríamos pensar, dado el nivel de sufrimientoque parecen atraer los hospitales, que ése es el mejorlugar para adiestrarnos en la atención plena, que, segúndijo una autoridad como el Buda, es el camino directo

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dijo una autoridad como el Buda, es el camino directopara superar el sufrimiento, la queja, el dolor y laa icción o, dicho en pocas palabras, liberarnos delsufrimiento. ¿No merecería la pena, si el sufrimiento estan universal como decía el Buda, aprovechar la estanciade quienes atraviesan las puertas de un hospital odeambulan por sus pasillos para adiestrarlos en elejercicio de la atención plena? Obviamente nopretendemos, con ello, reemplazar el cuidado médicoamable y compasivo, sino tan sólo proporcionar unservicio complementario que puede ser muy valiosopara cualquier tratamiento. ¿Qué mejor lugar que elhospital para proporcionar ese entrenamiento a lospacientes y al personal administrativo que, en muchasocasiones, se encuentra tan estresado como ellos?

Éste es, precisamente, el punto de partida delprograma de reducción del estrés basado en la atenciónplena (PREBAP), un programa que originalmente sehallaba dirigido a aquellos pacientes que, por así decirlo,pasaban entre las redes del sistema sanitario, pacientesque no podían ser ayudados por el tratamiento médicoconvencional (lo que, por cierto, incluye a un grannúmero de personas). También deberíamos tener encuenta las muchas personas que no mejoran con lostratamientos tradicionales o que padecen enfermedadesque se muestran resistentes a la medicina convencional.Por ello estábamos muy satisfechos de poder brindarlesotras alternativas.

Pero el programa no tardó en llamar la atención de un

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Pero el programa no tardó en llamar la atención de unespectro mucho más amplio de pacientes. Todo elmundo, a n de cuentas, está interesado en “la reduccióndel estrés”. La respuesta más habitual a los carteles quepusimos en los pasillos era: “Esto podría servirme”, que,en demasiadas ocasiones, iba seguido de un “pero notengo tiempo para dedicarme a ello”. Hoy en día,veinticinco años después de haber puesto en marcha eseprograma, cada vez son más los pacientes y médicos quese han dado cuenta de que ya no pueden seguirpostergando sus necesidades y que ha llegado ya elmomento de empezar a prestar atención a lo que llevandescuidando desde hace tanto tiempo.

Desde sus mismos inicios, la Stress Reduction Clinicproporcionó a muchos especialistas una nuevaalternativa para ofrecer a sus pacientes. Se trataba de unlugar ubicado dentro del hospital en el que los pacientespodían, en un entorno ambulatorio, aprender a haceralgo consigo mismos que complementase el tratamiento,algo muy poderoso, pero también muy difícil deconseguir.

También proporcionó a los médicos una buena formade liberarles de la tensión asociada a los pacientes queno tenían otras alternativas. Ahora disponían, al menos,de un lugar, ubicado en el mismo hospital, en el quepodían aprender a asumir una mayor responsabilidad desu experiencia y de sus estados mentales y corporales,por más dolorosos, problemáticos o crónicos que fuesen,un programa que podía ayudarles a conectar con

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un programa que podía ayudarles a conectar conrecursos internos poderosos y universales, hasta entoncesdesconocidos, para el aprendizaje, el desarrollo, lacuración y la transformación, no sólo durante las ochosemanas que duraba el programa sino, en el mejor de loscasos, durante el resto de su vida.

Así fue como las personas que, a lo largo del proceso,se habían sentido meros sujetos pasivos del entornosanitario empezaron a disponer de la oportunidad decomprometerse activamente en su salud y bienestar. Ypodían experimentar ese proceso sintiéndose atendidos yrespetados por el mero hecho de ser humanos, por serquienes eran y por lo que estaban viviendo gracias a lacomunidad bondadosa y amable que los budistasdenominan sangha y que parece desarrollarse de maneraespontánea en un entorno en el que la gente practicajunta.

Y si tenemos en cuenta que las palabras “medicina” y“meditación” comparten la misma raíz no resulta tanextraño, como a primera vista parece, que en 1997 uncentro médico y una facultad de medicina brindasen asus pacientes la posibilidad de aprender y practicar lameditación.

Los términos “medicina” y “meditación” proceden dela misma raíz latina mederi, que signi ca “curar”. La raízindoeuropea profunda de mederi transmite, además, elsigni cado esencial de “medir” pero, en este caso, no sere ere tanto a la noción habitual de “medida” como unarelación cuantitativa con el criterio establecido de una

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relación cuantitativa con el criterio establecido de unadeterminada propiedad como la longitud, el volumen oel área, sino a la noción platónica de que todas las cosastienen su propia medida interna, la cualidad o “esencia”que hacen que el objeto sea lo que es. En este sentido, lamedicina es el procedimiento destinado a restaurar,cuando ésta se ve perturbada, la mesura interioradecuada, y la meditación consistiría en la percepcióndirecta y el conocimiento experiencial profundo de lanaturaleza de esta magnitud.

Pero los hospitales no son los únicos imanes de dukkhade nuestra sociedad, sino tan sólo los más evidentes,porque también lo son las prisiones, que determinan eldestino de muchas personas y generan muchosufrimiento.

Muchas de nuestras instituciones, como las escuelas yel entorno laboral, producen o atraen sus propiasversiones de dukkha. Como dice la enseñanza del Buda,dukkha es ubicuo, un hecho de la vida, y según las sabiaspalabras de Helen Keller, únicamente es posible salir deél atravesándolo, es decir, reconociéndolo en el mismomomento en que aparece y cobrando conciencia, demanera directa e inmediata, instante tras instante, de sunaturaleza.

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EL DHARMA

La cualidad de nuestra relación con la experiencia y losmúltiples paisajes, tanto internos como externos, por losque discurre debe comenzar, obviamente, por nosotrosmismos.

Si quisiéramos, por ejemplo, vivir en un mundo máspací co, deberíamos empezar preguntándonos sipodemos estar un poco más serenos. ¿Estamos dispuestosa admitir que quizás no sepamos cómo hacerlo y areconocer por qué? ¿Estamos en condiciones de asumirlo agresivos, con ictivos, interesados y egoístas que, enlos microcosmos de nuestra vida y de nuestra mente,podemos llegar a ser? Si realmente queremos que losdemás vean las cosas con más claridad, tambiéndeberíamos estar dispuestos a cuestionar cómo vemos lascosas nosotros mismos y si realmente podemos percibir,aprehender y comprender, sin prejuicios de ningún tipo,lo que, instante tras instante, sucede a nuestro alrededor.¿Estamos de verdad dispuestos a reconocer lo difícil eimportante que todo ello puede ser?

Quienes estén dispuestos a seguir el consejo deSócrates “conócete a ti mismo” y a escapar de laa rmación de Yeats de que lo ignoramos no tienen más

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a rmación de Yeats de que lo ignoramos no tienen másremedio que indagar profundamente en su interior.Haríamos bien, si realmente queremos transformar elmundo, en tratar de cambiarnos también a nosotrosmismos, teniendo muy especialmente en cuenta nuestraresistencia y ceguera al cambio, sobre todo cuando nosvemos enfrentados a la impermanencia y a lainevitabilidad del cambio, condiciones a las que,independientemente de nuestras resistencias, de nuestrasprotestas y de nuestros intentos de controlar la situación,estamos de manera inexorable atados. Si queremos quenuestra conciencia experimente un verdadero saltocuántico hacia adelante, debemos estar dispuestos adespertar y a no escatimar esfuerzos para ello.

Si queremos, por otra parte, que el mundo sea másamable y compasivo, no deberíamos imponernos unideal imposible, sino aprender a ser más amables ycompasivos con nosotros mismos, aunque sólo fuesedurante unos instantes, tal como somos. Sólo entonces elmundo empezará a asumir un aspecto completamentediferente. Si de verdad queremos que el mundo seadiferente, deberíamos aprender a establecer una relaciónmás adecuada con nuestra vida y con nuestroconocimiento o, al menos, deberíamos aprender a lolargo del camino, que viene a ser lo mismo, puesto queel mundo no nos espera, sino que se despliega demanera concomitante y en íntima reciprocidad connuestro propio desarrollo. Si queremos crecer, cambiar ocurar de algún modo –como, por ejemplo, ser menos

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curar de algún modo –como, por ejemplo, ser menosruidosos y acaparadores o más con ados y generosos–,convendría que nos aprestásemos a degustar el silencio yla serenidad y a reconocer el potencial curativo ytransformador que implica beber en nuestras fuentes másprofundas, abrazando de forma consciente- lo que seencuentra aquí y ahora, lo que incluye nuestrastendencias inconscientes más profundamente arraigadas.

Todo esto es algo que se sabe desde hace muchísimotiempo. Pero las prácticas liberadoras como lameditación permanecieron, siglos enteros, con nadas alos monasterios de diferentes tradiciones culturales yreligiosas. Por razones muy diversas, entre las que secuenta la inmensa distancia geográ ca y cultural que losseparaban y quizás incluso la separación existente entrelos renunciantes y el mundo secular, esos monasteriospermanecieron aislados y mantuvieron en secreto susprácticas, o sólo las comunicaron a unos pocos. Así eranal menos, hasta hace un tiempo, las cosas.

En la actualidad, sin embargo, todos esosdescubrimientos se hallan al alcance de quien quierainvestigarlos. Casi todo el mundo puede acceder hoy endía a la meditación budista y a las tradiciones desabiduría asociadas, a las que se conoce con nombres tandiversos como Budadharma o simplemente Dharma yque afectan a la vida de millones de norteamericanos yoccidentales de un modo que hubiera resultadoinconcebible hace tan sólo cuarenta o cincuenta años.

Lo que los budistas denominan Dharma es una fuerza

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Lo que los budistas denominan Dharma es una fuerzamuy antigua que, con la salvedad de no tener nada quever con la conversión religiosa, con la religiónorganizada ni con el budismo (en el caso de queconsideremos el budismo como una religión), compartecon los Evangelios el sentido de transmitirnos una buenanoticia.

La misma palabra “dharma”, que tiene signi cados tandiversos como “la enseñanza del Buda”, “la ley deluniverso” y “las cosas tal cual son”, entró en nuestroidioma en el pasado siglo de la mano de la famosacaracterización de Jack Kerouac de sí mismo y susamigos como “los vagabundos del Dharma”, delapelativo de “León del Dharma” con el que era conocidoel poeta Allen Ginsberg y del nombre de un personajede una serie de televisión cuya publicidad que, comosucede tantas veces en nuestro país, llenó durante untiempo los pasillos del metro y las marquesinas de lasparadas de autobuses.

El dharma se vio originalmente articulado por el Budaen lo que él mismo denominó las Cuatro NoblesVerdades, que explicó detalladamente a lo largo de todauna vida dedicada a la enseñanza y que ha llegado hastanosotros a través de los distintos linajes ininterrumpidosencarnados por las distintas tradiciones budistas. Encierto modo podríamos decir que el dharma se asemejaal conocimiento cientí co, siempre en proceso decambio y desarrollo, pero está compuesto de un cuerpocentral de métodos, observaciones y leyes naturales

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central de métodos, observaciones y leyes naturalesdestiladas de miles de años de investigación en el mundointerno empleando una introspección y autoindagaciónsumamente disciplinada, el registro preciso, lacartografía de las experiencias relativas a la naturalezade la mente y la veri cación y con rmación empírica ydirecta de los resultados puestos de relieve a lo largo detodo este proceso.

Pero la legitimidad del dharma lo convierte en algoque no podemos cali car como estrictamente budista,como tampoco es inglesa ni italiana la ley de lagravitación universal por el hecho de que la descubrieranNewton o Galileo, ni son austríacas las leyes de latermodinámica esbozadas por Boltzmann. Lascontribuciones de estos y muchos otros cientí cos quedescubrieron y elaboraron leyes naturales trasciendencon mucho sus culturas de origen, porque conciernen ala naturaleza, que es una totalidad sin suras nifronteras.

La ley del dharma formulada por el Buda trasciende suépoca y su cultura de origen, aunque dio origen a unareligión, muy curiosa, por otra parte, desde laperspectiva occidental, porque no se basa en laadoración de una divinidad suprema. La atención plenay el dharma son descripciones universales delfuncionamiento de la mente humana que tienen que vercon la posibilidad de ser feliz y con la cualidad de laatención que prestemos a la experiencia del sufrimiento.La ley del dharma atañe a cualquier mente humana,

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La ley del dharma atañe a cualquier mente humana,como las leyes de la física o de la gramática se aplicanpor igual (por lo que sabemos) a cualquier rincón deluniverso y a todos los lenguajes, respectivamente.

Resulta muy interesante, desde el punto de vista de suuniversalidad, recordar que el Buda no era budista. Fueun sanador y un revolucionario, aunque la índole de surevolución era interna y silenciosa. Él diagnosticó laenfermedad que padecemos colectivamente y prescribióun remedio para recuperar la salud y el bienestar. Bienpodríamos decir por tanto que, para promover lae cacia del budismo como vehículo del dharma y paraque su remedio sea también más valioso en este estadiode la evolución del planeta, debería dejar de ser budistaen el sentido religioso del término o, al menos, renunciara cualquier apego formal a él. Puesto que el dharmatiene fundamentalmente que ver con la no dualidad,cualquier discriminación entre el dharma del Buda y eldharma universal o entre budistas y no budistas resultacompletamente super ua. Desde esta perspectiva, lastradiciones y formas concretas a través de las que semani esta son vivas, múltiples y se hallan en continuaevolución mientras que su esencia, por su parte, essiempre la misma, sin forma, límite ni distinción alguna.

De hecho, el término “budismo” no es originalmentebudista, sino que parece haber sido acuñado, en lossiglos XVII y XVIII, por etnólogos, lólogos y eruditosoccidentales que investigaban, desde el exterior y através de sus propias lentes y creencias tácitas religiosas

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través de sus propias lentes y creencias tácitas religiosasy culturales, un mundo que les resultaba incomprensible.Durante más de dos mil años, quienes practicabancualquiera de los muchos linajes de las enseñanzas delBuda sostenían, aun dentro del mismo país, visiones muydiferentes de las enseñanzas originales y no se referían así mismos como “budistas”, sino como “seguidores delcamino” o “seguidores del Dharma”.

Volviendo al dharma en tanto que enseñanza delBuda, la primera de las Cuatro Nobles Verdades queformuló después de su intensa investigación sobre lanaturaleza de la mente fue la extensión universal dedukkha, el malestar fundamental que aqueja a lacondición humana. La segunda era la causa de dukkha,que el Buda atribuyó directamente a la identi cación, elapego y el deseo. La tercera fue la a rmación, basada ensu experiencia como experimentador en el laboratoriode su propia práctica meditativa, de la posibilidad deponer n a dukkha, es decir, de la posibilidad de curarcompletamente la enfermedad causada por el apego y laidenti cación. Y la cuarta noble verdad esboza unabordaje sistemático, conocido como el Óctuple Sendero,para acabar con dukkha, disipar la ignorancia y alcanzarla liberación.

La atención es una de las ocho prácticas de estecamino, la que uni ca y formaliza todas las demás.Globalmente consideradas, las ocho prácticas sonconocidas como la visión sabia o “recta”, el pensamientorecto, el habla recta, la acción recta, el sustento recto, el

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recto, el habla recta, la acción recta, el sustento recto, elesfuerzo recto, la atención recta y la concentración recta,cada una de las cuales incluye a todas las demás comoaspectos diferentes de la misma totalidad inconsútil. Enpalabras de Thich Nhat Hanh:

Cuando la atención plena está presente, las Cuatro NoblesVerdades y los otros siete elementos del Óctuple Sendero tambiénse hallan presentes.

THICH NHAT HANH

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STRESSREDUCTION CLINIC

Volviendo nuevamente a dukkha y a la enfermedad,debo decir que, si la práctica meditativa y el ejercicio dela observación no me hubieran revelado nuestratendencia a caer en la inconsciencia y a aferrarnos a lavorágine de la mente pensante y a las reaccionesemocionales, el hecho de trabajar en una clínica dereducción del estrés no hubiese tardado en mostrarme lomuy extendida que se encuentra la enfermedad de lainconsciencia, la necesidad de corregirla, la necesidad deexperimentar nuestra vida de un modo más coherente,auténtico y sincero, de recuperar la integridad y la pazmental y de descubrir algo que nos permita escapar de larueda aparentemente interminable del dolor físico y delsufrimiento emocional.

Todos éstos y muchos otros aspectos de dukkhaa oran en la primera entrevista que mantenemos contodas las personas que se inscriben en nuestro programa.Lo primero que suelo preguntar, a modo deintroducción, es: «¿Qué es lo que le ha llevado ainscribirse en el programa de reducción del estrés?» yluego permanezco en silencio, escuchando una respuesta

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luego permanezco en silencio, escuchando una respuestaque suele surgir del corazón, porque se trata de unapregunta que reconoce y acepta que el sufrimiento tienediferentes niveles de profundidad, o que así es, al menos,como suele experimentarse.

Este tipo de escucha me ha enseñado que, si bien sonmuchas y muy diversas las razones que explican elacercamiento de las personas a la Stress Reduction Clinic,todas ellas pueden resumirse en una sola recuperar laintegridad y la “chispa” que una vez tuvieron o, en casocontrario, que siempre anhelaron.

Vienen porque quieren aprender a relajarse, aliberarse del estrés, a reducir el dolor físico o a vivirmejor con él y recuperar, de ese modo, una sensación debienestar que les proporcione cierto sosiego mental.Vienen porque quieren asumir la responsabilidad de susvidas y dejar de medicarse contra el dolor y la ansiedad,y no estar, como dicen a menudo, “tan nerviosos ytensos”. Vienen porque han sufrido una enfermedadcardíaca o un cáncer, porque sufren algún dolor crónicou otros problemas que in uyen negativamente en susvidas y les impiden realizar sus sueños. Vienen porque,en la mayor parte de los casos, están desesperados ynecesitan hacer algo por sí mismos, algo que nadie, nisiquiera sus médicos, pueden hacer por ellos, es decir,asumir el control de su vida y buscar activamente uncomplemento a lo que les ofrece la medicina alopáticatradicional y con la expectativa de tornarse más fuertes,más sanos y, en cierto modo también, más sabios, tanto

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más sanos y, en cierto modo también, más sabios, tantointerna como externamente. Vienen porquedeterminados aspectos de sus vidas, de sus cuerpos o deambos a la vez han dejado de estar a su servicio yporque son muy conscientes de que la medicina ya nopuede hacer mucho más por ellos. Vienen porque susmédicos se han dado cuenta del estrés y del dolor de susvidas y han tomado la decisión de derivárnoslos. Vienenporque nuestra clínica está en el hospital y porque laatención plena, la reducción del estrés, la meditación, elyoga y el trabajo interno, la mayor parte en silencio, queles enseñamos forman parte integral de la corrientefundamental de la medicina y de la salud y representan,por tanto, un enfoque muy aceptable para el tratamientode sus problemas.

Y quizás, por encima de todo, vienen y se quedan enla Stress Reduction Clinic porque, de un modo u otro,creamos un clima –lamentablemente ajeno al agitadoentorno tan frecuente en los centros médicos– que lesinvita a escuchar de manera profunda y sincera y que deinmediato reconocen como algo bondadoso, empático,respetuoso y aceptador.

El tiempo de que disponen para responder a lapregunta «¿Qué es lo que ha hecho venir aquí?» lespredispone a hablar de manera directa y sincera y, muya menudo, conmovedora, de su malestar y de suenfermedad y, mucho más allá del diagnóstico de cáncer,dolor crónico o problemas cardíacos o del motivomani esto de la consulta, de su sensación de estar

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mani esto de la consulta, de su sensación de estarperdidos y de ser víctimas, de sentirse desbordados o, dealgún modo, carentes. Sus historias ponen de relieve elsufrimiento emocional que suele aquejar a quienes,durante la infancia, no se han sentido considerados nirespetados por los demás, o a quienes llegan a la edadadulta sin haber experimentado su bondad, su belleza osu valía. Y, por supuesto, hablan conmovedoramente delsufrimiento corporal… Desde el dolor crónico de espaldahasta el dolor de cuello, rostro o piernas, las diferentesformas de cáncer, el virus de inmunode ciencia humanay el sida, las enfermedades cardíacas y una miríada deenfermedades somáticas creadas, en muchos casos, por elsufrimiento mental asociado a la ansiedad crónica y elpánico, desde la depresión y la decepción hasta eldesconsuelo, la confusión, el agotamiento, la irritabilidady la tensión crónica, y una hueste de abrumadoresestados emocionales aflictivos.

La buena noticia, como han descubierto todos aquellosque, a lo largo de los años, han pasado por el programay como se ha visto también claramente documentado porel creciente número de investigaciones médicasrealizadas al respecto, no sólo en nuestra clínica, sinotambién en muchos otros programas basados en elnuestro llevados a cabo en hospitales y clínicasdiseminados por todo el planeta, es que todo el mundotiene la posibilidad de afrontar y abrazar la plenitud delo que es, en tanto que ser humano, y a rmar que,seamos quienes seamos, podemos despertar a lo más

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seamos quienes seamos, podemos despertar a lo másprofundo y a lo más opaco, a lo que más nos asusta yatemoriza, y que, lo sepamos o no, con gura nuestravida. De ese modo, podemos despertar a otros anhelosmás sanos que nos llaman desde la profundidad denuestro corazón y dejarlos orecer en nuestra vida deuna forma curativa y restauradora que, en muchos casos,reduce espectacularmente los síntomas. Esto es lo que,mis colegas y yo de las clínicas PREBAP repartidas portodo el país y por casi todo el mundo hemos visto quesucede en personas que experimentan nivelesinconcebibles de estrés, dolor, enfermedad y eencircunstancias y situaciones vitalmente muy dolorosas,desde la “completa catástrofe” hasta todos los complejosy apremiantes pormenores que abarcan el espectrocompleto de la condición humana.

Nunca ha dejado de asombrarme la transformaciónque esas personas suelen experimentar en un período detiempo relativamente breve. A veces, yo también puedover su despliegue en mí cuando pierdo el contacto conmis sentidos y, en otras hasta puedo llegar a darmecuenta del momento en que pierdo ese contacto yrestablecer provisionalmente –y, a veces, incluso demanera sostenida– el equilibrio perdido.

Para despertar y vivir plenamente la vida que nos hatocado, debemos estar dispuestos a enfrentarnos a lacatástrofe. Y ello supone, en parte, negarnos a dejar quela enfermedad y dukkha, por más ordinarios, sutiles,inadvertidos o anónimos que sean, se hagan cargo de la

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inadvertidos o anónimos que sean, se hagan cargo de lasituación. Debemos estar dispuestos a prestar atención ya trabajar con lo que la experiencia nos depare, sabiendoy con ando en la posibilidad de trabajar con ello. Ytambién dispuestos a emprender un tipo de trabajo connosotros mismos, un trabajo de conciencia,tranquilizándonos y volviendo una y otra vez almomento presente y a todo lo que éste tiene queenseñarnos y, cuando lo recordemos, descansar en esaconciencia y acceder a la energía que nos proporcionadurante el despliegue de nuestra propia vida, tal comoes y tal como se presenta ante nosotros.

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NACIÓN TDA

Una de las expresiones cada vez más frecuentes dedukkha y de la enfermedad es el trastorno de dé cit dela atención (TDA), una grave alteración del procesoatencional que afecta por igual a niños a adultos. Hacetreinta años nadie había oído hablar de dé cit atencionaly, en consecuencia, ni siquiera existía tal diagnóstico,pero hoy en día parece tratarse de una a icción cada vezmás extendida.

La meditación tiene tanto que ver con el cultivo de lacapacidad atencional que no es de extrañar que nosproporcione pistas sobre el modo más adecuado deprevenir y tratar esa patología. Pero también hay quedecir que, desde la perspectiva proporcionada por lastradiciones meditativas, nuestra sociedad se hallaaquejada de un trastorno de dé cit atencional y de suversión más difundida y grave, el trastorno dehiperactividad con dé cit de la atención (THDA). Porello el perfeccionamiento de la capacidad de prestaratención y de mantenerla ha dejado de ser un lujo y seha convertido en una tabla de salvación para recuperarlo que es más importante en nuestra vida y lo que másfácilmente perdemos, ignoramos, negamos o rechazamos

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fácilmente perdemos, ignoramos, negamos o rechazamossin darnos siquiera cuenta de ello.

Tengo la sensación de que la dirección que, en elúltimo medio siglo, ha tomado nuestro país, nos tornamás vulnerables a un tipo de dé cit atencional más sutily más profundo. Me re ero a la incomunicación y elaislamiento generados por una cultura del ocio cada vezmás obsesionada por la fama. Piensen en el peaje quedebemos pagar por pasarnos la noche frente al televisorviendo comedias de enredo y reality shows,emocionándonos con las vidas y las fantasías de otraspersonas, obsesivamente preocupados por el consumo yrelacionándonos a través de chats online; piensen en latendencia a llenar de actividades nuestras agendas y a irde un lado a otro para conseguir las cosas queerróneamente consideramos imprescindibles parasentirnos felices y satisfechos.

Bajo de esa soledad y aislamiento subyace, sinembargo, el anhelo profundo, habitualmenteinconsciente o ignorado, de salir del anonimato, depertenecer, de formar parte de una totalidad mayor, deser vistos y reconocidos. La capacidad de relación, elintercambio, el toma y daca, especialmente a nivelemocional, es la forma en que experimentamos nuestrapertenencia y sentimos que ocupamos un lugar en elmundo. Por ello resulta esencial mantener relacionesprofundas con los demás. Tenemos hambre depertenencia, hambre de conexión con algo mayor quenos trascienda, hambre de que los demás nos perciban,

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nos trascienda, hambre de que los demás nos perciban,nos reconozcan y nos valoren por lo que somos y no tansólo, como lamentablemente sucede con más frecuenciade la deseada, por lo que hacemos.

Vamos tan deprisa y estamos tan preocupadosprestando atención al exterior que rara vez registramosque los demás nos tienen en cuenta y nos valoran talcomo somos. El estilo de vida de las comunidadessuburbanas y rurales es cada vez más aislado y la culturaurbana promueve cada vez más el aislamiento y lainseguridad. En parte para garantizar su seguridad y enparte por costumbre, hábito o aburrimiento, dejamosque nuestros hijos vean la televisión o que jueguen conel ordenador, en lugar de hacerlo con sus amigos. Pero laatención que se presta al televisor es una atenciónpasiva, una atención antisocial que nos aleja de lasrelaciones y de nosotros mismos. Son muchos losestudios que demuestran que los niños son cada vez másincapaces de mantener un compromiso social activo. Losadultos, por otra parte, apenas si conocemos a nuestrosvecinos y no mantenemos con ellos una relación tanestrecha como la que, hace tan sólo unas pocasgeneraciones, nos unía a ellos. Es raro, hoy en día, elvecindario que siga siendo una auténtica comunidad.

También son muchas, actualmente, las familias en lasque los padres están tan estresados, ansiosos y ocupadosque, por más que estén físicamente junto a sus hijos, noestán disponibles para ellos. En tales casos, los padres sehallan siempre tan abrumados que no pueden prestar

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hallan siempre tan abrumados que no pueden prestaratención a sus hijos y, mucho menos, cogerles ysostenerles en brazos, una situación en la que,

nalmente, nadie parece conseguir la atención quemerece y necesita.

Cada vez resulta más difícil, en el entorno sanitario,encontrar un médico que nos preste atención. Losmédicos están tan estresados y ocupados que disponende muy poco tiempo para dedicar a sus pacientes, lo quegenera una desatención ciertamente involuntaria quecorre el riesgo de convertirse en endémica. Y por másque los mejores de ellos traten de protegerse comomejor puedan, aun ellos se sienten, en una época comola nuestra obsesionada por la “gestión” (léaseracionamiento) de la salud y cada vez más orientadahacia el bene cio económico, aplastados por laspresiones del tiempo.

Es muy probable que este dé cit atencional no se hallasetan extendido durante el período cazador y recolectorque caracterizó los primeros cien mil años de vida delHomo sapiens sobre la tierra o cuando, hace unos diezmil años, dimos el paso que nos condujo hasta laagricultura y la ganadería, el cultivo de cereales y la críade animales domésticos. Adviértase que el términosapiens es el participio presente –referido al momentopresente–del verbo latino sapere, que significa “conocer”,“degustar”, “percibir” y “ser sabio”. La nuestra es la

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“degustar”, “percibir” y “ser sabio”. La nuestra es laespecie que sabe que sabe, la especie que posee lacapacidad de conocer y de saber que conoce o, dicho enotras palabras, la especie que puede ser sabia, que puedeasumir una metaperspectiva, que puede darse cuenta deque es consciente y que por ello nos cali camos de esemodo.

Como ya hemos dicho, nuestros ancestros cazadores yrecolectores estaban obligados, si no querían morir dehambre, ser devorados y acabar expuestos a laintemperie y los elementos naturales, a prestar unaatención continua. Y puesto que, al nacer, lo hacemos yaen el seno de una comunidad, la capacidad de prestaruna atención cuidadosa y de leer los signos que nosproporciona el mundo natural incluían también lainterpretación del signi cado de los rostros, el estado deánimo y las intenciones de los demás. Por todas estasrazones, en esa época, cualquier dé cit atencionalsuponía una clara desventaja evolutiva que disminuía laposibilidad de tener descendencia a la que transmitirnuestro legado genético.

Por ello los agricultores siguen naturalmentesincronizados con los ritmos y horarios vitales de latierra. Y es que, en una época en la que no había relojesni calendarios que jalonasen el paso del tiempo, laatención y la sintonía con los ciclos naturales, diarios,horarios y estacionales resultan esenciales para lasupervivencia.

No es, por tanto, sorprendente que haya tanta gente

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No es, por tanto, sorprendente que haya tanta genteque busque la calma en la naturaleza. El mundo naturalestá despojado de arti cios. El árbol que hay más allá dela ventana y los pájaros que anidan en sus ramas sehallan en el ahora y son retazos de lo que antaño fue –ysigue siendo todavía en ciertos entornos protegidos– latierra salvaje primordial y atemporal a escala humana.El mundo natural siempre está en el ahora. Nosotrosformamos parte de la naturaleza porque nuestrosantepasados nacieron de ella, y en ella, y el mundonatural fue su único mundo, un mundo que les ofrecíauna multiplicidad de dimensiones experienciales, todo loque necesitaban saber, en suma, para sobrevivir,incluyendo lo que algunos han llamado el mundo delespíritu y el mundo de los dioses, mundos impalpables,pero que, en ciertas ocasiones, pueden llegar a sersentidos.

Pero los cambios estacionales, el viento, el clima, laluz, la oscuridad, las montañas, los ríos, los árboles, losocéanos, las corrientes marinas, los campos, las plantas,los animales, las selvas y los bosques siguen todavíahablándonos. Todos ellos nos invitan a adentrarnos en elmomento presente en el que siempre están (comotambién, aunque a menudo lo olvidemos, estamosnosotros); todos ellos nos ayudan a prestar atención a loque es importante y nos recuerdan, en hermosa frase deMary Oliver, «el lugar que ocupamos en la familia de lascosas».

En el último siglo, sin embargo, las cosas han

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En el último siglo, sin embargo, las cosas hancambiado mucho, porque nos hemos alejado de laintimidad con el mundo natural y de una vida vinculadaa la comunidad en que nacimos. Y este cambio todavíase ha acelerado más en los últimos quince años con eladvenimiento y la adopción virtualmente universal(broma incluida) de la revolución digital. No olvidemosque todos los ingenios que diseñamos para “ahorrartiempo” acaban acelerándonos, abstrayéndonos yalejándonos, en suma, del cuerpo.

Ahora hay más cosas que atender y resulta más difícilprestar atención a una sola cosa. Ahora resulta muchomás sencillo que nos distraigamos y nos desviemos.Estamos continuamente bombardeados por lainformación, las llamadas, las facturas y lascomunicaciones y las cosas se abalanzan sobre nosotros aun ritmo cada vez más implacable. Y todo ello es una delas consecuencias del pensamiento y de la actividadhumana que, con mucha frecuencia, despierta nuestraavaricia y nuestros miedos. Estos asedios a nuestrosistema nervioso no alientan la conexión y la calma sino,muy al contrario, el deseo y la agitación y su efecto suelepromover más la reacción, la discordia y la avidez que lacolaboración, el acuerdo y la capacidad de sentirnostotales y completos tal como somos. Y lo más importantede todo es que, si no vamos con cuidado, nos despojandel presente, de modo que nos vemos continuamenteapremiados y proyectados hacia el futuro y consumidospor el fuego implacable de la urgencia.

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por el fuego implacable de la urgencia.Ante toda esta velocidad, avidez e insensibilidad

somática, acabamos atrincherándonos en la cabeza,desconectándonos de las sensaciones y nosacostumbramos a pasar de puntillas por encima de lascosas. En un mundo que ha dejado de serfundamentalmente natural y vivo, nos pasamos el díarelacionándonos continuamente con aparatos –como laradio, el automóvil, la televisión en el dormitorio o eluso del ordenador en la o cina y, cada vez más, tambiénen la cocina– que, si bien expanden el alcance denuestros sentidos, pueden llegar a someternos y alejarnoscada vez más de nuestro cuerpo.

La creciente aceleración que, en las últimasgeneraciones, está impregnando nuestra vida haconvertido el hecho de centrar la atención en unaespecie de arte perdido. Esa pérdida, combinada con larevolución digital –que se remonta unos pocos añosatrás–, se ha abierto rápidamente paso hasta nuestra vidacotidiana en forma de ordenadores personales, faxes,localizadores, teléfonos móviles (con o sin cámara),agendas electrónicas, ordenadores portátiles, ADSL lasveinticuatro horas del día y los siete días de la semana,Internet, World Wide Web y, obviamente, el correoelectrónico. Y todo ello de un modo cada vez másinalámbrico que, hasta no hace mucho, parecía unescenario de ciencia cción. Porque la innegableutilidad, conveniencia, facilidad de acceso, e cacia ymejora de la coordinación, información, organización,

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mejora de la coordinación, información, organización,entretenimiento y facilidad de hacer compras, gestionesbancarias y mantener comunicaciones que acompañan alos avances provocados por esa colosal revolucióntecnológica –que recién acaba de empezar– han acabadotransformando de nitivamente, nos demos o no cuentade ello, nuestro estilo de vida.

Nuestra vida y nuestro entorno laboral hanexperimentado así un cambio muy profundo y sonmuchas las personas que pasan hora tras hora y día trasdía sentadas frente a una consola de ordenador, con lamirada clavada en el monitor y cliqueando iconos. Bienpodríamos decir que, para un segmento enorme de lapoblación laboral, las posibilidades han desbordadotodas nuestras previsiones y también, en consecuencia,nuestras expectativas sobre el logro de objetivos y lo quenosotros o “ellos” puedan querer. Pero la multitud deoportunidades que nos brinda este nuevo estilo de vida yde trabajo también va acompañada de muchas másocasiones de interrupción y distracción, más “habilidadesde respuesta” y una urgencia otante que llega incluso aafectar hasta al más trivial de los acontecimientos. Lalista de tareas por concluir crece sin cesar y cada vez nosapresuramos más en pasar de una cosa a otra y de unmomento al siguiente.

Todo esto amenaza con erosionar nuestra atención ynuestra capacidad de saber también profundamente loque debemos hacer antes de emprender una determinadaacción. Esta falta de atención se mani esta cuando,

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acción. Esta falta de atención se mani esta cuando,segundos después de haber enviado un correoelectrónico, recordamos haber olvidado incluir en él algoque queríamos decir, nos damos cuenta de quequeríamos decir algo que, en realidad no decíamos o queno queríamos decir exactamente lo que decíamos…cuando ya es demasiado tarde.

El mismo avance tecnológico nos despoja de untiempo que podríamos dedicar a la re exión y alienta lairresistible urgencia a pasar de una cosa a la siguiente.Quizás entonces podamos suspirar y dejar las cosas comoestán o, si tal cosa es posible, enviar una corrección.¿Qué otra cosa podríamos hacer con los correoselectrónicos que se escapan prematuramente de nuestrabandeja de salida?

De este modo, sin embargo, la mediocridad acabaimpregnando subrepticiamente nuestro discurso ynuestras interacciones cotidianas, sobre todo cuando noprestamos la debida atención a nuestras decisiones.Porque, como bien han señalado algunos especialistasdel TDA, son precisamente nuestras decisiones las queacaban encaminándonos hacia la distracción. Son muchoslos problemas que, con demasiada frecuencia, genera latendencia a hacer varias cosas a la vez, lo que obstaculizanuestra capacidad y nuestro deseo de concentrar lamente y de dirigirla hacia un determinado objeto.

Así es como el mundo humano en que vivimos nosdistrae de un modo que jamás hizo el mundo natural enque se desarrolló nuestra especie. El mundo humano,

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que se desarrolló nuestra especie. El mundo humano,con todas sus maravillas y todos sus dones, también nosapremia con cuestiones cada vez más inútiles,seduciéndonos, atrayéndonos, despertando nuestrafantasía y alentando nuestra insaciable codicia. Tambiénerosiona nuestra capacidad de estar satisfechos en elpresente e impide que podamos degustarlo plenamentesin tener la necesidad de llenarlo de actividades. Nosdespoja de tiempo aun cuando nos quejemos de notenerlo y nos lleva a oscilar entre la distracción y lainestabilidad mental cuando bien podríamosmantenernos simplemente atentos.

Resulta muy revelador y trágico que tantos niños dehasta menos de tres años reciban medicación para elTDA y el THDA. ¿No han pensado en la posibilidad deque tal vez, si tales conductas no son normativas de esasedades y, estrictamente hablando, sólo son normales endeterminadas circunstancias, haya muchos adultos queenseñen a sus hijos a ser distraídos e hiperactivos? Talvez el comportamiento de los niños no sea más que elsíntoma de una enfermedad mucho más profunda queaqueja, en nuestra época, tanto a la vida familiar como ala vida en general, como probablemente ocurra tambiénen el caso de la epidemia galopante de obesidad queafecta por igual a niños y a adultos.

Si los padres están tan ocupados y desbordados querara vez se hallan presentes, si cuando están físicamente

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rara vez se hallan presentes, si cuando están físicamentepresentes están tan perdidos en sus preocupaciones quees como si estuvieran ausentes, si se pasan la vida (tardesy nes de semana incluidos) en el trabajo y, cuandoestán en casa, no paran de llamar por teléfono o dehacer cuentas para ver el modo más adecuado de pagarlas facturas, no es extraño que nuestros niños, aun losmás pequeños, se vean necesariamente obligados apadecer una clara deprivación de padres y de problemasque de ello se deriva. Quizás se trate, en el fondo, de undé cit de atención parental, de un dé cit de vida, de undé cit de respiración, de sentimiento, de contactocorporal y de una presencia clara y atenta, en lugar deerrática.

El nuestro es, después de todo, un universo depersonas mayores, o eso es, al menos, lo que creemos losadultos. ¿No les parece bastante normal, si los adultos sesienten continuamente impelidos, en grados distintos, adistraerse y a no poder centrar la atención en una solacosa, que cada vez haya más niños que sigan esa mismapauta, porque su ritmo –especialmente en el caso de losbebés y de los niños pequeños– está, en gran medida,sintonizado con el nuestro?

Quizás, en algunos casos, los niños no padezcan TDA,a menos antes de disponer de teléfono móvil y demensajería instantánea, quizás se trate simplemente deniños normales con un temperamento muy vital, peroque son percibidos y hasta diagnosticados como niñoscon trastornos educativos y desviaciones de conducta,

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con trastornos educativos y desviaciones de conducta,como el TDA y el THDA, porque los adultos ya no tienentiempo, ganas ni paciencia para enfrentarsesistemáticamente a la desbordante exuberancia y a losretos normales que acompañan a la infancia.

Son muchas las personas que se ven arrastradas por suscircunstancias, aunque simultáneamente sean adictos a lavelocidad a la que se desarrolla su vida. Hay otros, sinembargo, que no experimentan la tensión nerviosa y eldesasosiego como algo insatisfactorio y nocivo. De ahí sederiva la resistencia a enlentecer el ritmo de vida, aabandonarnos al momento presente y a atender lasnecesidades de nuestros hijos –necesidades, por otraparte, muy reales y cambiantes, pero no porquepadezcan un trastorno de conducta, sino simplementeporque son niños– cuando entran en competencia con lasnuestras.

Pero, por encima de todo, quizás nuestros hijos esténsucumbiendo a una enfermedad adquirida por el hechode vivir en hogares TDA, por acudir a escuelasclaramente TDA, escuelas que se atienen a estrictosprogramas incorpóreos centrados en la transmisión deingentes cantidades de información fragmentaria ydesconectada del cuerpo la mayoría de las veces. ¿Cómopodemos esperar que semejante iniciación lesproporcione el equipamiento necesario para abrirsepaso en una sociedad mani estamente TDA como lanuestra y les enseñe a conectar de la forma adecuada conel mundo laboral, con el mundo de las relaciones y hasta

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el mundo laboral, con el mundo de las relaciones y hastacon su propia vida? Basta con re exionar un poquito entodo lo que hemos dicho para empezar a tener algúnque otro dolor de cabeza, cuando no un claro ataque depánico.

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CONECTADOSPERMANENTEMENTE

No hace falta estar muy despiertos para darnos cuenta deque el mundo está cambiando apresuradamente bajonuestras propias narices a un ritmo que jamás anteshabía experimentado el sistema nervioso humano. Elimpacto y los cambios que todo ello provoca en nuestravida, en nuestra familia y en nuestro trabajo son tanextraordinarios que no estaría de más que nosdetuviéramos un poco a re exionar en este punto.Veamos ahora, pues, los efectos que tiene sobre el serhumano la necesidad de permanecer conectadosveinticuatro horas al día los siete días de la semana.

Creo, para comenzar, que hay mucha gente que nisiquiera se da cuenta de esto. Estamos tan atrapados enla necesidad de adaptarnos a las posibilidades y retosque nos proporcionan las nuevas tecnologías –aprendiendo a usarlas para hacer más cosas, hacerlasmás rápido e incluso hacerlas mejor– que solemosacabar dependiendo de ellas. Pero, independientementede que nos demos cuenta o no, nos hallamos sumidos enuna aceleración que no hace sino aumentar. Por ello latecnología, tan adecuada para aumentar nuestra e cacia

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tecnología, tan adecuada para aumentar nuestra e caciay proporcionarnos más tiempo libre, amenaza conprivarnos, si es que no lo ha hecho ya, de ambas cosas.¿Conoce acaso el lector a alguien que ahora disponga demás tiempo libre? Hasta la noción misma de tiempolibre parece algo extemporáneo y que nos retrotrae a ladécada de 1950.

Se dice que el ritmo al que discurre nuestra vida estáexperimentando una inexorable aceleración exponencial–a la que se conoce como ley de Moore (porque fueenunciada por Gordon Moore, fundador de Intel)– que sehalla gobernada por el tamaño y la velocidad de loscircuitos integrados. Cada dieciocho meses –ymanteniendo el mismo precio– la capacidad decomputación y la velocidad de la siguiente generación demicroprocesadores se duplica, al tiempo que su tamañose divide por dos. Nos hallamos pues sumidos en unproceso, aparentemente interminable, en el que seacelera la velocidad de procesamiento y laminiaturización y en el que la electrónica es cada vezmás y más barata. Esta combinación acaba provocandouna dependencia de los ordenadores personales, losproductos de consumo, los juegos y los dispositivoselectrónicos portátiles que suele desembocar en unaclara y desproporcionada adicción que nos lleva aresponder, de buen grado o por la fuerza, a un númerocada vez mayor de mensajes electrónicos, de mensajes devoz, de faxes y de llamadas al teléfono móvilprocedentes de cualquier rincón del planeta. Y lo más

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procedentes de cualquier rincón del planeta. Y lo másparadójico de todo es que la mayor parte de la montañade correo basura y de propaganda agresiva que no dejade bombardear casi todos nuestros sentidos procede depersonas que nos interesan y de las que no queremosdesconectarnos. Pero ¿qué pasa entretanto con nuestroequilibrio y cómo podemos acompasar la posibilidad derespuesta inmediata que nos proporciona la conectividadinstantánea y ubicua con nuestras verdaderasnecesidades?

El teléfono móvil y la agenda electrónica nos permitenestar continuamente conectados con cualquier personaen cualquier lugar del planeta. Pero ¿se ha dado ustedcuenta de que, con ello, corremos el riesgo dedesconectarnos de nosotros mismos? Inmersos en estefascinante proceso, solemos olvidarnos de que nuestraconexión fundamental con la vida tiene lugar a través denuestra interioridad, es decir, a través de la experienciade nuestro cuerpo y de nuestros sentidos, incluida lamente, que nos permite tocar y ser tocados por el mundoy responder en consecuencia. Convendría, por tanto,disponer del su ciente tiempo, un tiempo que noestuviera saturado de actividades, un tiempo en el que,aunque podamos hacerlo, no nos apresuremos aresponder a otra llamada telefónica, a enviar un nuevocorreo electrónico, a plani car o añadir un nuevo ítem ala agenda de cosas que todavía nos quedan por hacer, untiempo, en suma, que podamos destinar a re exionar,cavilar, pensar y meditar.

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cavilar, pensar y meditar.¿En qué sentido afecta, este aumento de la capacidad

de conexión, al contacto con nosotros mismos? ¿Acasoestamos tan conectados con los demás que jamás estamosdonde realmente estamos? ¿Dónde estamos cuando,tumbados en la playa, nos precipitamos a responder acualquier llamada telefónica? ¿Disfrutamos acaso delpaseo cuando lo desperdiciamos hablando por teléfono?¿Estamos realmente conduciendo cuando vamos con elteléfono pegado al oído? ¿Disponemos acaso, en mediodel acelerado ritmo que está asumiendo nuestra vida yde las posibilidades de conexión instantánea, de tiemposuficiente para mirar por la ventana?

¿Qué ocurriría si, en esos momentos de ocio, noconectásemos con nadie? ¿O es que acaso no disponeusted de ningún momento libre? ¿Por qué no se esfuerzaen conectar con quien se encuentra de este lado de lalínea y no del otro? ¿Por qué no charla un rato consigomismo y se pregunta cómo está? ¿Por qué no sepregunta cómo se siente aunque, en ese instante, puedaestar adormecido, abrumado, aburrido, desbordado,ansioso, deprimido o necesitando hacer todavía una cosamás?

¿Qué pasaría si conectásemos con nuestro cuerpo ycon el universo de sensaciones que nos permiten sentir yconocer el paisaje exterior? ¿Qué ocurriría si cobrásemosconciencia, aun en los momentos en que más distraídosestamos y más automáticamente nos comportamos, de loque discurre por nuestra mente, es decir, de nuestras

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que discurre por nuestra mente, es decir, de nuestrasemociones, de nuestros estados de ánimo, de nuestrossentimientos, de nuestros pensamientos y de nuestrascreencias? ¿Por qué no prestar atención, no sólo alcontenido, sino al tono de nuestros sentimientos, a surealidad energética y a los acontecimientos importantesde nuestra vida, un archivo enorme de información quepuede contribuir a aumentar nuestro autoconocimiento,catalizar la transformación y vivir conforme a lo quesabemos y entendemos? ¿Por qué no desarrollamos unaimagen mayor de nosotros mismos que tenga en cuentatodos y cada uno de los niveles, aunque se trate de unaimagen, a veces clara y otras no, que siempre está enmovimiento, que siempre es provisional, que está encontinua transformación y que, con mejor o peorfortuna, siempre se halla en proceso?

La mayor parte de las veces, la recién descubiertaconectividad tecnológica no es más que un puro hábitoque, como evidencia la siguiente tira cómica del NewYorker, roza los límites de lo absurdo:

En una estación de tren a una hora punta, todos los pasajeros quesuben y bajan del tren llevan el teléfono móvil pegado a la oreja. Apie de página se lee lo siguiente: «Ahora estoy subiendo al tren…»,«Ahora estoy bajando del tren…».

Pero ¿quiénes son todas esas personas? ¡Oh sí, casi loolvidaba, somos nosotros! ¿Acaso hay algo malo en subiro bajar del tren sin decírselo a nadie? ¿No es posible,como antes, bajar de un avión e ir a una esta y emplear

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como antes, bajar de un avión e ir a una esta y emplearel teléfono únicamente en caso necesario? A este ritmono me extrañaría escuchar, dentro de poco, algo asícomo «Ahora estoy lavándome las manos». ¿Creerealmente que hay alguien que necesite saber esas cosas?

Si todo eso nos lo dijéramos a nosotros mismos,podría ser una forma muy útil de cobrar conciencia denuestra experiencia y cultivar así la atención a laexperiencia concreta que se desarrolla en el momentopresente. «Yo subo al tren (y soy consciente de ello)».«Yo bajo del tren (y soy consciente de ello)». «Yo voy alcuarto de baño (y soy consciente de ello)«. «Yo siento elagua en las manos (y soy consciente del agua y de lovaliosa que es)». Ésta sería, al menos, una atenciónencarnada, y con la su ciente práctica, podríamos llegara darnos cuenta de la inutilidad del pronombre personal.Bajo, subo, voy, siento, soy consciente, soy consciente,soy consciente…

¿Qué necesidad hay de decírselo a nadie? ¿Acaso lonecesitan? De ese modo no hacemos más quedistraernos, desviarnos y cosi car el momento presente.Parece como si ahora, aunque siga tratándose de nuestravida, ya no bastase con permanecer a solas con nuestraexperiencia.

De ese modo dispondríamos, al menos, de una pausa,tal vez la pausa necesaria para restablecer el contactocon nuestro cuerpo, con la respiración, con el mundopuro, analógico y no digital de la naturaleza, con estemomento tal cual es y con quienes realmente somos.

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Con todo ello no pretendo negar la utilidad de lasnuevas tecnologías. A n de cuentas, el teléfono móvilpermite que los padres puedan conectar en cualquiermomento con sus hijos, también fue el que alertó a lospasajeros de uno de los aviones secuestrados el 11-S yparece que permitió a algunos de los pasajeros delcuarto avión impedir que los terroristas alcanzaran suobjetivo. Pero, por más interesante que sea paracomunicarnos y organizar nuestras actividades, elteléfono móvil también ha acabado convirtiéndose enuna de las principales causas de accidentes de automóvilporque parece que, en tal caso, el usuario está másatento a la conversación telefónica (y, según un recienteestudio, a sintonizar el dial de la radio, comer y hastaacicalarse) que a la seguridad e incluso a jarse pordónde va. Así es como el teléfono móvil añade un nuevosignificado a la expresión “estar en Babia”, un significadotan peligroso que, en ocasiones, roza el ámbito de locriminal («¡Lo siento! –sin separar el oído del teléfono–Casi le atropello. No le había visto. Es que estabahablando con mi contable, con mi abogado, con mimadre o con mi socio»). Por no mencionar el acoso a laintimidad al que nos enfrenta la tecnología digital, quepermite rastrear y analizar cada compra y cadamovimiento y posibilitar así el esbozo de un per l denuestros hábitos personales de una forma anteriormenteinconcebible que puede rede nir por completo el

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inconcebible que puede rede nir por completo eldominio de lo privado y que, como mínimo, supondrárecibir más publicidad y más catálogos.

Los ordenadores, las impresoras y sus sorprendentescapacidades, combinadas con la posibilidad deintercambiar instantáneamente documentos por correoelectrónico en cualquier momento y a cualquier lugar yde poder acceder de inmediato a una información cuyarecopilación hubiese requerido, hace tan sólo quinceaños, un arduo esfuerzo, nos permiten, tanto a nivelindividual como colectivo, realizar en un solo día elmismo trabajo –y, en muchas ocasiones, mejor hecho–que entonces hubiera exigido una semana o hasta unmes. Esto es, al menos, lo que ha ocurrido en mi caso.Tampoco abogo por una condena ludita del desarrollotecnológico que brote del anhelo romántico de tiemposmás sencillos. Lo único que pretendo es llamar laatención del lector sobre las posibilidades que nosbrindan los avances tecnológicos, avances que aumentandía tras día y año tras año y que pueden desconectarnostanto de nosotros mismos que acabemos perdiéndonos.

Creo, en suma, que la mejor manera de familiarizarnoscon este nuevo mundo consiste en desarrollar nuestromundo interior de un modo que compense y equilibrenuestro sistema nervioso y lo ponga al servicio de unavida más sabia, tanto para nosotros mismos como paralos demás. Y, para ello, es necesario prestar una mayoratención a nuestro cuerpo, a nuestra mente y a nuestrasexperiencias en la frontera existente entre el mundo

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experiencias en la frontera existente entre el mundoexterior y el mundo interior, incluso en el mismomomento en que empleamos la tecnología parapermanecer conectados o cuando aparece el impulso ahacerlo. ¿No cree que, de otro modo, corremos el riesgode acabar convirtiéndonos en robots sin tiempo paracontemplar quién está haciendo todo esto y quién estádirigiéndose hacia un lugar más deseable?

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LA ATENCIÓNPARCIAL CONTINUA

En un reciente artículo publicado en el New York Times,Thomas Friedman cita a Linda Stone, una investigadorade Microsoft, que ha cali cado nuestro estado como una“atención parcial continua”. Friedman ejempli capersonalmente esta expresión diciendo: «Me gusta estafrase porque se re ere al hecho de que, mientrasrespondemos a un correo electrónico, estamos hablandocon nuestro hijo e iniciando una llamada telefónica. Escomo si nos hallásemos continuamente inmersos en un

ujo de interacciones en las que sólo nos concentramosde manera parcial».

Para sentirnos plenos –dice Linda Stone– es necesario elcompromiso con los demás o con alguna experiencia, lo querequiere un cierto nivel de atención sostenida. Eso es,precisamente, lo que nos perdemos cuando nos pasamos la vidaexplorando el mundo en busca de oportunidades y temiendoperdernos alguna, lo que resulta espiritualmente agotador.

Me sorprende –prosigue– el gran número de personas que,cuando consiguen localizarme en la o cina, solicitan de inmediatoel número de mi teléfono móvil o de mi localizador (de los que,por cierto, carezco). Es como si uno tuviera que estar siempre

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disponible y ya no fuera posible desconectar de vez en cuando.Estar desconectado es, hoy en día, como estar muerto. Ahora unotiene que estar siempre conectado. Pero ¿a qué se asemeja estarsiempre conectado? A un servidor de ordenadores…

El problema es que los seres humanos no han sido diseñadospara funcionar como servidores de ordenador. Para comenzar, hansido diseñados para dormir ocho horas cada noche… Como hadicho Jeff Garten, decano de la Yale School of Management y autorde The Mind of the CEO: «Quizás haya llegado ya el momento deque no seamos nosotros, sino la tecnología, la que tenga queadaptarse o morir».

Pero no creo que esa adaptación sea posible si noasumimos el compromiso de estar más atentos. Quizás yase haya dado cuenta de que, hoy en día –y debidofundamentalmente a las innovaciones tecnológicas–, eltrabajo parece no tener n. Ya no hay jornada laboral,porque el trabajo y nuestra capacidad de desempeñarlose han expandido hasta abarcar las veinticuatro horas deldía. Son muchas las personas que carecen de n desemana y que no tienen frontera alguna que separe losdías laborables de los festivos. Y lo mismo sucede con elpuesto de trabajo. Basta, hoy en día, con disponer de unteléfono móvil, de un correo electrónico o de unaconexión a Internet para que cualquier lugar –un avión,un restaurante, un albergue rural, un hotel, una caminatao un paseo en bicicleta– se convierta –como advierte unreciente anuncio de Microsoft O ce inalámbricopublicado en el New York Times– en un puesto de

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publicado en el New York Times– en un puesto detrabajo.

Soy muy consciente de que todo esto es muy prácticoy, en muchos sentidos, muy útil. Por ello miscomentarios no suponen tanto una crítica como unallamada de atención para que cobremos conciencia delmodo en que todo ello in uye en nuestra vida y tomarlas decisiones necesarias para recuperar el equilibrio.Cuanto más uso hagamos de esta tecnología y másdependamos de ella, más se acelerará nuestra vida y másnecesario será, en consecuencia, que nos preguntemos«¿Cuándo tendremos tiempo para nosotros?», ¿Cuándonos permitiremos simplemente ser?, ¿No ha llegado yael momento de abandonar el mundo digital y volver alanalógico?, ¿No es nuestra vida familiar losu cientemente importante como para que no nosdejemos interrumpir?, ¿Cuándo llegará el momento depasear sencillamente en bicicleta, caminar, comer, ir decompras y darnos cuenta de lo que se halle presente sinintromisiones y sin necesidad de pasar rápidamente deuna cosa a la siguiente para cumplir con nuestrasatiborradas agendas o llenar (aunque también solemosusar para ello la expresión “matar”) el tiempo cuandoestamos aburridos? ¿Sabríamos, en tal caso, qué hacercon el tiempo o nos veríamos compulsivamenteobligados a coger un periódico, a llamar por teléfono opulsar el botón de encendido del control remoto deltelevisor y alejarnos así cada vez más de la vida real?

Ilustremos todo esto con unos pocos ejemplos más

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Ilustremos todo esto con unos pocos ejemplos másextraídos de las páginas salmón del dominical del NewYork Times:

«Diez años atrás pasábamos doce horas al día en la o cina», dijoBruce P. Mehlman, secretario auxiliar de comercio para la políticatecnológica y antiguo ejecutivo de Cisco Systems, antes de señalarque actualmente sólo necesita diez horas, con lo cual, dispone demás tiempo para estar con su esposa, sus tres hijos, su ordenadorportátil BlackBerry y su teléfono móvil. «Ahora ayudo a mis hijos avestirse, les preparo el desayuno, les baño y, por la noche, les leoun cuento» –explica, y luego añade–.»

También juega con su hijo de cinco años a batallas de avionesLego, un juego que les gusta a los dos y que tiene la ventaja depermitir a Mehlman jugar con una mano mientras emplea la otrapara hablar por teléfono o revisar el correo electrónico. Pero, parapoder hacer todas estas cosas, tiene que ganar alguna que otra vez,lo que obliga a su hijo a perder unos minutos para volver a montarsu avión. «Así puedo –concluye Mehlman– revisar mi correoelectrónico con el BlackBerry mientras él reconstruye su avión.»

Charles Lax, un nanciero de cuarenta y cuatro años de edad,emplea la tecnología para mantener una “carrera contra reloj” consus competidores. Según dice, siempre está conectado. En elescritorio de su o cina hay un teléfono jo, un teléfono móvil, unordenador portátil conectado a varias impresoras y un televisorsintonizado, muy a menudo, con la CNN o la CNBC. A un ladotiene el conocido Sidekick, un dispositivo móvil que emplea comocámara, calendario y directorio y que también sirve para recibir

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mensajes electrónicos y como teléfono adicional. Responde a todaslas llamadas que recibe y reconoce haberlo empleado incluso paraveri car el estado de su buzón de correo electrónico en el lavabode caballeros.

Tampoco en el coche dispone de tiempo libre. «Hablo porteléfono empleando, obviamente, el kit de manos libres», dice Lax.Y a la pregunta «¿Emplea también el Sidekick para leer su correoelectrónico?», responde sonriendo: «Sí, pero, para ello, me detengoporque, en caso contrario, podrían multarme».

A Lax le gusta estar continuamente estimulado. «Es unagrati cación instantánea –que, además, evita el aburrimiento–. Louso cuando no tengo nada que hacer, cuando estoy en una cola,esperando que me sirvan el almuerzo, tomando café en Starbucksy, por supuesto, también en el aeropuerto. No hay nada que memoleste más que perder el tiempo en un aeropuerto» explica, yluego añade: Poder enviar un e-mail en tiempo real… –Hace unapausa y me dice–: ¿Puede esperar un segundo? Me llaman por laotra línea.»

Cuando naliza su llamada, me dice que muchos de sus colegascomparten su forma de trabajar. «Todos nosotros –a rma–padecemos una especie de TDA. Parece mentira, pero es verdad.Nos aburrimos con tanta facilidad que nos vemos obligados ahacer varias cosas a la vez.» Según dice, a veces ha llegado averi car su buzón de correo electrónico mientras se hallaba en elgimnasio.

La tecnología proporciona a Lax una forma de encauzar suexceso de energía. «Es una especie de Ritalin –dice. Pero luegoagrega que la dependencia de la tecnología también puede tener

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aspectos negativos–. Participo en muchas reuniones, pero losasistentes no se preocupan tanto por la presentación como por loque ocurre en sus ordenadores.»

Cuanto más atrapados estemos en esta modalidad defuncionamiento que se asemeja al servidor deordenadores, más necesitaremos a rmar la importanciade nuestra vida interna y el poder de la atención plenainstante tras instante para restablecer el contacto connosotros mismos y con el despliegue del mundo antenosotros. Si nunca nos alejamos del correo electrónico ydel teléfono móvil, si continuamente estamos ocupadoshaciendo varias cosas a la vez. Estar “desconectado”puede suponer, como dice Friedman, estar muerto, perolo mismo puede ocurrir cuando no dejamos de estar“conectados”, porque, en tal caso, no sabemos cómoestar presentes, cómo prestar una atención completa eindivisa a lo que hacemos y a las cosas realmenteimportantes.

¿Podemos estar acaso “conectados” con nosotrosmismos? ¿Podemos permanecer presentes durante untiempo? ¿Podemos prestar atención a lo que estemoshaciendo, sea lo que sea? ¿Sabemos estar “fuera deservicio” y ser simplemente, sin necesidad de estarsiempre haciendo algo? ¿Hace falta esperar mucho paraello?

¿Qué otra cosa sino nuestro susurrante instinto y lasabiduría intrínseca de nuestro corazón nos llevará de

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sabiduría intrínseca de nuestro corazón nos llevará denuevo a casa?

¿Acaso esperamos que, en el futuro, se ocupe de elloalgún microchip o alguna empresa detelecomunicaciones?

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LA SENSACIÓNDE PASO DEL TIEMPO

¿Se ha dado cuenta de que cuando se encuentra en unlugar desconocido o sumido en actividades novedosastiene la sensación de que el tiempo transcurre másdespacio? Basta con viajar a una ciudad extraña o conhacer cosas diferentes para que una simple semanapueda parecer mucho más larga. En tal caso, un díapuede parecer una semana y una semana un mes, unotiene tiempo para hacer muchas cosas y, lo que es másimportante, disfruta haciéndolas.

También una simple acampada en el bosque puedeproporcionarnos este tipo de experiencia. Cadaexperiencia es entonces nueva y, aunque no estemosvisitando ningún lugar especialmente interesante,contemplamos cada cosa como si la viésemos por vezprimera. Es precisamente por ello que la frecuencia deexperiencias “interesantes” o que nos parecen tales esentonces superior a la que tendríamos en el caso de nohaber salido de casa. Y, claro está, también hay entoncesmuchas menos distracciones de las habituales, a menosque viajemos en autocaravana y nos llevemos connosotros el ordenador portátil por estar conectados a

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nosotros el ordenador portátil por estar conectados aInternet. Entretanto, la semana ha discurrido, paraquienes no se han movido de casa, de manera más omenos regular en un abrir y cerrar de ojos, como si sehubiera marchado hace unas horas y ya estuviera devuelta.

Según Ray Kurzweil, genio de la informática y creadorde ampli cadores para las personas con de cienciassensoriales, nuestra sensación interna y subjetiva delpaso del tiempo está determinada por la que éldenomina la ley del tiempo y del caos, según la cual, elintervalo que separa los “hitos” o eventos sobresalientesde un determinado proceso se expande o contrae enfunción del “grado de caos” del sistema. Por ello cuando,por ejemplo, disminuye el orden y aumenta el caos (esdecir, la cantidad de eventos desordenados) de undeterminado sistema, la sensación del paso del tiempo(entre eventos sobresalientes) se enlentece, y cuando, porel contrario, el orden aumenta y disminuye el caos, seacelera. Este corolario, al que denomina ley del retornoacelerado, es aplicable a todos los procesos evolutivos,desde la evolución de las especies hasta la evolucióntecnológica y la evolución de la capacidad decomputación.

Los bebés y los niños pequeños experimentan, durantesu período de formación, muchos hitos importantes, cuyafrecuencia disminuye con el paso del tiempo, por másque aumente el nivel de caos del sistema (como, porejemplo, los eventos impredecibles que necesariamente

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ejemplo, los eventos impredecibles que necesariamenteacompañan a la vida). Al ser tan corto el intervaloexistente entre dos eventos, la experiencia de la infanciaes atemporal porque, en ella, el tiempo parece discurrirmuy lentamente. En la medida en que crecemos, sinembargo, el intervalo (tiempo) entre hitos se expande yel presente va tornándose cada vez más vacío einsatisfactorio. La experiencia subjetiva del tiempoparece, pues, acelerarse en la medida en que crecemos,porque nuestro marco de referencia también estáexpandiéndose.

Existen dos formas, pues, de enlentecer la sensacióninterna del paso del tiempo. Una de ellas consiste enatiborrar nuestra vida de experiencias novedosas einteresantes, un estilo de vida que atrae a muchaspersonas, que siempre buscan la nueva gran experienciaque haga que su vida merezca la pena y no paran deviajar a lugares exóticos, practicar deportes de riesgo o irde un restaurante exquisito a otro.

El segundo modo de enlentecer la sensación subjetivadel discurrir del tiempo consiste en hacer más“especiales” los momentos de la vida cotidiana tomandobuena nota de ellos. De este modo, se reduce el caos yaumenta el orden mental, con lo que los momentos másordinarios pueden acabar convirtiéndose en auténticoshitos. Independientemente de lo que ocurra, cuando unoestá realmente presente en el mismo instante en que lascosas están desplegándose, se da cuenta de que cadamomento es único y novedoso y, en consecuencia,

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momento es único y novedoso y, en consecuencia,trascendente, con lo que también se enlentecerá suexperiencia del tiempo. También es posible, en tal caso,que uno se descubra completamente fuera de laexperiencia subjetiva del paso del tiempo y abierto a lacualidad atemporal del momento presente. Es tanastronómico el número de instantes que componen lavida humana que, independientemente de nuestra edad,cuanto más presentes nos hallemos, más rica será nuestravida. Y cuanto más vívidos sean esos momentos y máscorto el intervalo que los separa, más se enlenteceránuestra experiencia del paso del tiempo y “más larga”,en consecuencia, parecerá nuestra vida.

Pero también hay otro modo –que suele vivirse muynegativamente– de enlentecer el paso del tiempo. Mere ero a aquellos casos en los que uno se halla atrapadoen la depresión, la confusión emocional y la infelicidad.Cuando las cosas no funcionan bien, una semana, oincluso un día, pueden parecernos interminables, porquelas cosas no suceden como las habíamos plani cado y noqueremos estar ahí. Cuando nuestras expectativas no seven satisfechas, nos sumimos en una luchaaparentemente interminable con las cosas que nosdesagradan. Entonces el tiempo se experimenta como unpeso y no podemos esperar a volver a casa, a que lascircunstancias cambien, a que cese la lluvia o a lo quecreemos que debería ocurrir para sentirnos plenos yfelices. Independientemente del lugar en el que noshallemos, cuando caemos en la depresión y en los

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hallemos, cuando caemos en la depresión y en losestados de ánimo asociados a ella, las cosas parecenvacías por más que nos esforcemos y hasta el mismotiempo parece también estancarse. En tal caso, es comosi jamás hubiéramos experimentado un hito importantey no hubiera ya más cosas que lograr o experimentar.

En el dominio del mundo externo, el desarrollo de latecnología está avanzando, según Kurzweil, a un ritmoexponencial, siguiendo la ley del retorno acelerado (delque la ley de Moore es un caso concreto) porque loshitos que jalonan el desarrollo en la tecnología aparecena un ritmo cada vez más rápido. Pero la estrecha relaciónexistente entre nuestra vida y nuestra sociedad y nuestrasmáquinas supone que esta aceleración afecta también alritmo de nuestra vida, porque las cosas no sólo parecendiscurrir –sino que ciertamente discurren– cada vez amás velocidad.

Tenemos que adaptarnos a un ritmo laboral cada vezmás rápido y a la necesidad cada vez más apremiante deprocesar con rapidez enormes cantidades deinformación, comunicarlas e cazmente y, lo que es másimportante –o al menos más urgente–, hacer lo quetenemos que hacer. Hasta las ofertas de ocio estándesarrollándose a un ritmo cada vez más acelerado,proporcionándonos más y más alternativas y, enconsecuencia, la necesidad de tomar decisiones cada vezmás rápidas para poder relajarnos. Y esta tendencia nohace más que aumentar con el paso del tiempo.

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Son muchos los ingenieros informáticos –incluidoKurzweil– que creen que, puesto que las máquinas estánprogramadas para ser cada vez más “inteligentes” (en elsentido de que cada vez son más capaces de aprender ymodi car su output basándose en su input[“experiencia”]), serán ellas –y no los seres humanos– lasque diseñen la próxima generación de máquinas, algoque ya está ocurriendo en ciertos ámbitos. Además, laposibilidad de llevar a cabo implantes de silicio (a modode “actualizaciones” de memoria), la aparición de robotsque simulan pensar y hasta sentir, la nanotec-nología y laingeniería genética ha llevado a algunos ingenieros aseñalar que la evolución ha trascendido ya loestrictamente humano y ahora incluye también laevolución de las máquinas, de modo que la era de losseres humanos (tal como hoy en día entendemos yusamos el término “humano”) parece estar acercándoseaceleradamente, de un modo que ni siquiera podemosimaginar, a su fin.

Quizás haríamos bien, si tal cosa es posible y todavíaestamos a tiempo de hacerlo, en explorar mejor elamplio repertorio de nuestra humanidad y de nuestraherencia evolutiva, lo que supone cuestionarnos lanecesidad de regular conscientemente, como sociedad,esta evolución tecnológica, para no dilapidar nuestrovalioso legado genético, unos cien mil millones de añosde evolución del Homo sapiens sapiens y unos cinco milaños aproximados de lo que llamamos “civilización”.

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años aproximados de lo que llamamos “civilización”.La nuestra ha sido una especie extraordinariamente

precoz, sobre todo en lo que respecta al desarrollo y usode herramientas, el lenguaje, el arte, el pensamiento, laciencia y la tecnología. Pero hay otros dominios como elautoconocimiento, la sabiduría y la compasión –innatas,pero por el momento lamentablementesubdesarrolladas– en los que todavía nos quedan muchascosas por aprender. A menos que, en las próximasdécadas, descubramos el modo de cultivar estas facetasde nuestra mente, descubramos el modo de enlentecer eldiscurrir, tanto interno como externo, del tiempo yaprovechemos todos los instantes de que dispongamos ynuestra capacidad para ver las cosas más claras y actuarcon más sabiduría, nuestra especie puede encontrarse enproblemas.

La atención plena también puede, volviendo de nuevo ala experiencia del paso del tiempo, ayudarnos arecuperar el momento presente, recordarnos laimportancia de morar en él, de experimentarlo contodos nuestros sentidos y de ser conscientes de lo quesucede. Bien podríamos decir que la conciencia de estaexperiencia se halla fuera del tiempo, en el presente, enel ahora eterno. En este sentido, las ocasiones en las quepermanecemos atentos y en silencio, sin hacer nada y sinmás propósito que permanecer lo su cientemente vivosy despiertos como para poder valorar la vida tal cual esen este momento, nos proporcionan un equilibrio y una

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en este momento, nos proporcionan un equilibrio y unaclaridad esenciales que por lo general se ven rotos por laturbulencia y tenacidad de nuestras adicciones internas yexternas. De este modo, la atención plena enlentece yhasta interrumpe provisionalmente la sensación del pasodel tiempo. También puede proporcionarnos nuevasformas de estar y entender lo que sucede en nuestropaisaje exterior y el modo en que respondemos, incluidanuestra vulnerabilidad y hasta el interés en lo que sucedeen los entornos tecnológico, social y político. En eldominio de nuestro paisaje interno, por último, laatención plena nos proporciona la oportunidad de vermás allá de las reacciones y pautas emocionales que nosa igen, como la pena, la desesperación y la soledad. Deese modo dispondremos también de nuevasoportunidades para enfrentarnos al misterio de lavacuidad, de la plenitud de la vida y del paso deltiempo.

*Hay quienes dicen que la vida es demasiado corta cuando, enrealidad, es demasiado larga. Eso es algo que demuestran todosesos lugares [tiendas cafetería y grandes almacenes] que sóloexisten para que uno malgaste el exceso de tiempo.

¿Por qué me esfuerzo tanto en elaborar un monólogo tras otrosobre la vida cotidiana? ¿Por qué no cojo todos mis millones y meretiro unos años a St. Bart’s?

Esto es algo en lo que pienso mucho. La razón, en mi opinión, es

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que realmente me gusta lo que hago. Me gusta hacer monólogos.Me parece divertido y, para ello, empleo todos los recursos quetengo como ser humano. Y todo sucede aquí y ahora. Cuando unologra algo, lo ve de inmediato aquí y ahora.

Artículo de JERRY SEINFELD publicado en el dominical del New York Times

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LA CONCIENCIANO TIENE CENTRO

NI PERIFERIA

Resulta difícil advertir –pero también no advertir– que,cuando moramos en ella, la conciencia carece de centroy de periferia y que, en ese sentido, se asemeja alespacio y a lo que sabemos sobre la estructura in nitadel universo.

A pesar de Galileo, de la revolución copernicana y delasombroso descubrimiento realizado por Hubble sobre laexpansión del universo en todas direcciones desdecualquier punto del espacio, todavía seguimos pensando,sintiendo y hablando como si el cosmos girase en torno anuestro pequeño planeta. Por ello decimos que el solsale por el este y se pone por el oeste, una convenciónque funciona muy bien en nuestra vida cotidiana pormás que, en el fondo, sepamos muy bien que es nuestroplaneta el que gira en torno al sol. Nos contentamos conlas apariencias aunque, en realidad, las cosas funcionande manera diferente. Pero si recordamos que nuestraperspectiva se deriva de los sentidos, tal vez entendamosmejor la facilidad con la que caemos en el geocentrismoy el egocentrismo. Ésta es, a n de cuentas, la que

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y el egocentrismo. Ésta es, a n de cuentas, la quepodríamos llamar la visión convencional que consideraque el mundo está dividido en sujeto y objeto, y aunqueno sea completamente verdadera, funciona, hablando entérminos generales, bastante bien. El mismo impulso quenos lleva a establecer un centro y a ubicarnos en él tiñecasi todo lo que vemos y hacemos, de modo que no esde extrañar que también afecte a nuestra experiencia dela conciencia, al menos hasta que nos desprendamos dela visión convencional que continuamente nosimponemos y veamos las cosas tal como son.

Nuestra perspectiva depende inevitablemente dellugar desde el que contemplemos las cosas, y puesto quenuestra experiencia está centrada en el cuerpo, todo loque percibimos parece depender de esa ubicación y estarvinculado a los sentidos. Ahí está el vidente y lo quevemos, el que huele y lo que olemos, el que toca y loque tocamos y, en suma, el observador y lo observado ynos parece tan natural que exista una separación entreambos, un punto que nadie, exceptuando a los lósofos,suele cuestionar ni investigar más detenidamente. Estasensación de separación entre el observador y loobservado se halla presente cuando emprendemos lapráctica de la atención plena y sentimos como si nuestrarespiración fuera ajena a quien la está observando.También observamos nuestros pensamientos y nuestrossentimientos como si aquí dentro hubiera una entidadreal, un “yo” que sigue las instrucciones, lleva a cabo laobservación y experimenta los resultados. Ni se nos

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observación y experimenta los resultados. Ni se nosocurre pensar en la posibilidad de una observación sinobservador hasta que, de manera natural y sin el menoresfuerzo, caemos en la observación, en la atención, en lacomprensión y en el conocimiento o, dicho en otraspalabras, hasta que caemos en la conciencia, momentoen el cual, aunque tan sólo sea durante unos brevesinstantes, se desvanece toda separación entre sujeto yobjeto. Entonces hay conocimiento sin conocedor, visiónsin vidente y pensamiento sin pensador, merosfenómenos impersonales que se despliegan en laconciencia. Cuando descansamos en la conciencia, en elconocimiento, la visión centrada en el yo y, enconsecuencia, fundamentalmente egocentrada, sedisuelve en la nada. Ésta es una propiedad de laconciencia, de la mente y del espacio. Pero ello nosigni ca que, en tal caso, dejemos de ser una persona,sino tan sólo que las fronteras y todo el repertorio quesuele acompañar a la persona se han expandido y ya noestamos limitados por la separación convencional entrelos objetos que están ahí y yo como agente, comoobservador y hasta como meditador.

Cuando trascendemos las fronteras convencionaleslimitadas a los cinco sentidos y nos adentramos en elpaisaje (aunque quizás deberíamos decir en el espacio)de la conciencia (o, mejor dicho, de la conciencia“pura”), se despliega una visión más amplia y menoscentrada en el yo. Esto es algo que, de manera más omenos fugaz, todo el mundo ha experimentado en

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menos fugaz, todo el mundo ha experimentado enalguna ocasión, aunque jamás haya estado implicado enningún tipo de meditación formal. La capacidad dedescansar en una conciencia no dual, en una concienciadespojada de sujeto y de objeto (en la que no hay “yo”que “habite” nada), aumenta en la medida en queaprendemos a prestar una atención más completa,aunque también puede revelarse de manera súbitacuando las condiciones están lo suficientemente maduras,algo que se ve catalizado por un dolor muy intenso y, enmás raras ocasiones, por una gran alegría. En tales casos,el centramiento en el yo desaparece, la conciencia notiene centro ni periferia y sólo hay conocimiento, visión,sentimiento, sensación y pensamiento.

Todos hemos degustado ya la in nitud de laconciencia en aquellas ocasiones en que se hasuspendido momentáneamente nuestra perspectiva yhemos podido contemplar las cosas desde el punto devista de otra persona y sentir lo mismo que ella estásintiendo (algo que conocemos con el nombre deempatía). Si estamos demasiados ensimismados yaferrados a nuestra propia experiencia, somos tanincapaces de cambiar de perspectiva que ni siquiera lointentamos. Cuando estamos muy preocupados, somoscompletamente inconscientes de regiones enteras de larealidad en la que nos hallamos inmersos por más que, apesar de ello, sigan impactando e in uyendo en nuestravida. Nuestras emociones y, muy en especial, lasemociones intensamente a ictivas que “nos desbordan”,

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emociones intensamente a ictivas que “nos desbordan”,como la cólera, el miedo y la tristeza, pueden cegarnos eincluso impedirnos ver la imagen completa de lo que deverdad sucede en los demás y hasta en nosotros mismos.

Son muchas las consecuencias provocadas por estafalta de conciencia. ¿Por qué nos sorprendemos entoncescuando una relación se rompe porque nuestroegocentrismo lleva años privándola del oxígeno quenecesita para vivir e impidiéndonos advertir entonces loque está sucediendo frente a nuestras propias narices?

A primera vista, la conciencia parece una experienciatan subjetiva que resulta difícil no pensar que somos elsujeto, el pensador, el sentidor, el vidente, el hacedor, elcentro del universo, el centro mismo del campo denuestra conciencia. Desde esta perspectiva, el universo o,al menos, nuestro universo, asume una apariencia muypersonal.

La conciencia suele experimentarse como si seexpandiera en todas direcciones desde un centro ubicadoen nuestro interior y, por ello, la consideramos como sifuese “nuestra” conciencia. Pero ésta no es más que unailusión generada por los sentidos, como también lo es lasensación de que el universo gira en torno a nosotros porel simple hecho de que estamos observándolo. Quizás,en cierto modo, la conciencia esté centrada en nosotros,en el sentido de que somos un nódulo localizado dereceptividad, pero desde una perspectiva más profundalas cosas no son así, porque la conciencia es como elespacio mismo y carece de centro y de periferia.

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espacio mismo y carece de centro y de periferia.Antes de que el pensamiento escinda la experiencia en

sujeto y objeto, la conciencia es no conceptual. Laconciencia está vacía y, por ello mismo, puedecontenerlo todo, incluido el pensamiento. Es ilimitada y,por encima de todo, es conocimiento.

Los tibetanos denominan “esencia de la mente” a estacualidad fundamental del conocimiento, mientras que laneurociencia cognitiva la llama sensibilidad, pero nadiellega a comprenderla. En ciertos aspectos, sabemos quedepende de las neuronas, de la arquitectura del cerebro ydel número in nito de posibles conexionesinterneuronales, porque puede verse afectada por ciertaslesiones cerebrales y los animales parecen tambiénposeerla en grados muy diversos. Dicho en otraspalabras, podemos describir las propiedades necesariasde un receptor que nos permite conectar con un campode potencialidades que se hallaban presentes desde losmismos orígenes porque el hecho mismo de nuestraconciencia signi ca que se trata de una capacidad que sehallaba presente desde el mismo comienzo, sea lo quesea lo que este “comienzo” pueda significar.

El conocimiento, dicho en otras palabras, siempre hasido posible porque, de otra manera, no estaríamos aquípara conocer. Éste es el llamado principio antrópico alque apelan los cosmólogos en sus diálogos sobre losorígenes y sobre la existencia de universos múltiples.Desde una perspectiva más modesta, sin embargo,podríamos decir que, al menos, somos una de las vías

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podríamos decir que, al menos, somos una de las víasdesarrolladas por este universo para conocerse del mejormodo posible, aunque ello no implique volición ni“necesidad” cósmica de evolución ni de conciencia.

Podría resultar útil, con semejante herencia, explorarlas fronteras aparentes del autoconocimiento, pero nocomo entidades separadas de la naturaleza, sino comouna de sus expresiones inconsútiles. ¿Acaso hay mayoraventura que la de adentrarnos en el campo de laconciencia, de la sensibilidad misma? Y el hecho de quela ciencia sugiera que nuestra conciencia –como a rmaSteven Pinker en su libro How the Mind Works, «la cosamás innegable» [aunque, en realidad, no se trate de unacosa]– tal vez se halle fuera del alcance de nuestracomprensión conceptual no debería disuadirnos lo másmínimo.

Porque lo cierto es que hay modalidades deconocimiento que se encuentran más allá de laconceptualización y otras que se encuentran más acá deella y, cuando la conciencia se experimenta a sí misma,se abre un nuevo abanico de posibilidades.

En este sentido, el cultivo de la atención plena y elaprendizaje de una atención no conceptual y ajena atodo juicio como si en verdad tuviera importancia –porque ciertamente la tiene– puede aumentar de formaespectacular la probabilidad de que la conciencia seexperimente a sí misma.

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LA VACUIDAD

¡No soy Nadie! ¿Tú quién eres?¿Eres tú Nadie también?¿Somos entonces dos?¡No lo digas! ¡Lo pregonarían, ya sabes!

¡Qué aburrido ser Alguien!¡Qué vulgar, como una rana,decir tu nombre todo el santo junioa la primera charca que te admire!

EMILY DICKINSON

Durante un servicio religioso de Yom Kippur, el rabinode cierta sinagoga, súbitamente inundado por unaextática sensación de unidad y conexión con el universoy con Dios, exclamó, en mitad del trance: «Yo soy tusiervo, Señor. Tú lo eres todo y sin ti no soy nada». Elcantor, profundamente conmovido por sus palabras, dijoentonces: «Oh, Señor, sin ti no soy nada». Y cuando elportero, emocionado también al escucharles, repitió «Oh,

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portero, emocionado también al escucharles, repitió «Oh,Señor, sin ti no soy nada», el primero se inclinó hacia elcantor y, murmurando, ironizó: «¡Mira tú quién dice queno es nada!».

Nos pasamos la vida tratando de de nirnos comopersonas superiores a las demás y sospechando que, enel fondo, quizás no seamos nadie y que tal vez,independientemente de nuestros logros, hayamos erigidonuestra vida sobre arenas movedizas que carecen de todofundamento sólido y que quizás, bajo nuestros pies, nisiquiera haya suelo rme. En su elegante análisispresentado en el libro Somebodies and Nobodies, RobertFuller concluye que esta tensión entre nosotros y losdemás es el motivo que subyace bajo los males sociales ypolíticos generados por la violencia, el racismo, elsexismo, el fascismo, el antisemitismo y el gerontismo[prejuicios y discriminaciones que se aplican a laspersonas mayores simplemente en función de su edad]que aquejan al mundo. ¿Cuál es la solución propuestapor Fuller para resolver este problema? En su opinión,consiste en tratar a todo el mundo con el mismo respetoy dignidad, independientemente de su estatus y de suslogros, que, en su opinión y en la expuesta por JaredDiamond en Armas, gérmenes y acero, no son más que elfruto del azar, de la oportunidad o de un mero accidentegeográ co. Según Jonathan Mann, investigador del sidade la Universidad de Harvard que murió en el vuelo 111de Swissair que se estrelló en la costa de Nova Scotia einfatigable defensor del papel que desempeña la

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infatigable defensor del papel que desempeña ladignidad en la creación y conservación de la salud atodos los niveles: «Los ataques a la dignidad individual ycolectiva representan una fuerza patógena hasta ahora noreconocida cuyo potencial destructivo del bienestarfísico, mental y social se asemeja mucho al de los virus olas bacterias». Palabras ciertamente muy interesantes.

Todos somos, en un sentido u otro, genios, y lo quemás necesitamos proteger es nuestra dignidad. «El serhumano no necesita ni desea tanto –escribe Fuller–dominar a los demás como ser reconocido por ellos.»Ésta es una idea muy interesante, aunque es muyprobable –dada la ininterrumpida historia de dominiode las culturas tecnológicamente más avanzadas sobre lasmenos desarrolladas– que Diamond disintiera de ella.

Pero esta necesidad de reconocimiento, de ser vistos,respetados y aceptados por lo que somos y de que esereconocimiento sea un derecho humano fundamentalpuede acabar enclaustrándonos en un pensamientolimitado y egocéntrico, por más que lo llamemos –y talvez incluso entonces más todavía– pensamiento“espiritual”. Y es que, a lo largo de todo este proceso,resulta muy sencillo engañarnos y traicionar lo quesabemos, lo que somos y lo que más nos interesa. A nde cuentas, el pensamiento, independientemente de sucontenido, no deja de ser pensamiento.

¿Quiénes creemos ser? «¡Mira tú quién dice que no es

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¿Quiénes creemos ser? «¡Mira tú quién dice que no esnada!» ¿Quécreemos ser? Nos pasamos la vida tratandode eludir y soslayar estas preguntas, pero lo cierto es queson las más importantes. Preferimos elaborar historias ymás historias que subrayen alguna faceta del yo comoentidad permanente y duradera, por más que lallamemos “nadie” o “nada”, y aferrarnos y sentirnos malpor ello (aunque, en el fondo, sepamos que no es cierto)a investigar en la naturaleza misteriosa de nuestro sermás allá de nuestro nombre, de nuestra apariencia, denuestros roles, de nuestros talentos y de las inveteradascreaciones de nuestra mente. El hábito de elaborarhistorias sobre nosotros mismos que, observadas con másdetenimiento, sólo son parcialmente ciertas, obstaculizael logro de la paz mental, porque siempre queda lasensación de que, en el fondo, no somos quienescreemos.

Quizás temamos ser menos de lo que pensamos, perolo cierto es que somos más, mucho más.

Si pensamos que somos alguien estaremos,independientemente del contenido de lo que pensemos,equivocados, y si, por el contrario, creemos no ser nadie,también estaremos equivocados. Como solía decir SoenSa Nim:«Si dice que es alguien, está identi cado con el nombre yla forma y, por tanto, merecerá treinta golpes. Si, por elcontrario, dice que no es nadie, está apegado a lavacuidad y también merecerá treinta golpes». ¿Quépuede uno hacer en tal caso?

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puede uno hacer en tal caso?Quizás el problema radique en el pensamiento mismo.Joko Beck, una extraordinaria maestra zen y abuela

estadounidense que está a punto de cumplir los noventaaños, comienza su libro Nothing Special con una imagenmuy poderosa que subraya el carácter transitorio y fugazde nuestra vida como entidad individual en la corrientemayor de la vida:

Somos meros remolinos en el río de la vida. En su largo recorridocorriente abajo, el río golpea muchas rocas, ramas oirregularidades de su lecho, ocasionando remolinos espontáneosaquí y allá. El agua que casualmente se adentra en uno de ellos notarda en reintegrarse en el río para formar parte de otro y volverluego a seguir su camino. Pero por más que, durante brevesperíodos de tiempo, el agua de un remolino parezca un eventoseparado y claramente diferenciado, no deja, en ningún momento,de ser el río mismo. La estabilidad que posee un remolino esprovisional… Pero nosotros preferimos pensar que el pequeñoremolino que somos no forma parte de la corriente, preferimosconsiderarnos como algo permanente y estable e invertimos todanuestra energía en tratar de proteger nuestra supuesta separacióny, para ello, establecemos fronteras jas y arti ciales y, enconsecuencia, acumulamos un exceso de equipaje que nos impideescapar del remolino en el que nos hemos estancado y volvernuevamente a uir. Así es como nos quedamos atrapados en unremolino en el que el agua cada vez está más sucia, mientrasnuestra frenética reacción despoja de agua a los remolinosvecinos…

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Resulta muy bene cioso y liberador reconocer loimpersonal que es el proceso de la vida y lo fácilmenteque el miedo y el pensamiento acaban cosi cándola enuna entidad personal y absoluta entre cuyos barrotes –que no son más que una creación nuestra– acabamosencarcelados. La nuestra es una cultura de sustantivos.Somos especialistas en convertir cosas en cosas y lomismo hacemos con las no cosas, como los remolinos, laconciencia y lo que somos. Ése es, precisamente, elmotivo por el cual acabamos involuntariamenteidenti cados con los nombres y las formas. Convendría,por tanto, prestar una atención más detenida a larelación que mantenemos con los pronombrespersonales porque, de otro modo, tomaremosautomáticamente las cosas de un modo personal cuandono lo son y, en el proceso, acabaremos desconectándonosde lo que de verdad es.

En cierta ocasión, el Buda dijo que todas susenseñanzas podían resumirse en la frase «No hay nadasemejante a “yo”, “mí” o lo “mío” a lo que podamosaferrarnos». Esto pone inmediatamente de relieve lacuestión de la identidad y de la identi cación connosotros mismos y nuestro inveterado hábito de cosi car(es decir, de concretar) el pronombre personal como sifuera una entidad absoluta e incuestionable y pasarnos elresto de la vida dentro de “nuestra historia”, sin revisarsu exactitud ni su completud. El budismo considera queesta cosi cación, la identi cación incorrecta de nuestro

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esta cosi cación, la identi cación incorrecta de nuestroser con la historia limitada que acopiamos basándonosexclusivamente en los pronombres personales, es la raízde todo sufrimiento y de toda emoción a ictiva. Estaidenti cación tiene lugar sin que nos demos siquieracuenta de ella y sin cuestionar su exactitud, peropodemos aprender a verla y a advertir la verdad ysabiduría más profundas que se encuentran detrás de ellaa las que podemos acceder en cualquier momento.

Esta falta de locus sólido y permanente que podamosidenti car como un “yo” y al que podamos aferrarnos esaplicable a una amplia diversidad de procesos, desde elámbito de la política hasta la biología y el mundoempresarial. Veamos un ejemplo procedente de esteúltimo ámbito. «Lo importante –suelen decir loscomerciales– no es tanto el producto como el proceso.Cuida el proceso y el producto se cuidará solo»queriendo decir con ello –supongo– que el buenproducto es el fruto de un proceso que se interesa por loesencial a muchos niveles, incluyendo el objetivo delproceso.

Otra expresión muy habitual del mundo empresariales la de que jamás debemos olvidar el negocio en el queestamos. El ejemplo que, en este sentido, suele darse enlas escuelas de administración de empresas es elsiguiente: ¿Está en el negocio de las aerolíneascomerciales o en el de transportar a la gente de manera

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comerciales o en el de transportar a la gente de manerasegura y feliz de un lugar a otro? En el primer casotenderá a centrar la atención en las limitaciones de losaviones, en la plani cación, en la seguridad, etc., altiempo que justi cará el que no se hagan mejor las cosasy la baja calidad del servicio (cancelaciones, retrasos,mala comida y una de ciente información al cliente, porejemplo). En el segundo caso, sin embargo, promoveráde manera sutil –y no tan sutil– un cambio en el modode afrontar los problemas destinado a garantizar lasatisfacción del cliente, y buscar formas nuevas y máscreativas de gestionar los recursos (es decir, los aviones,la venta de billetes, el control del equipaje, laplani cación y los empleados, por ejemplo) paracumplir su cometido del modo más e caz, competitivo yprovechoso posible. Todo ello con rma, sin embargo,que el proceso está íntimamente ligado al producto, elresultado y la dinámica. Aunque, en última instancia, seala gente la que hace los negocios, la organización essiempre necesaria –tanto si se trata de una organizaciónempresarial como de una organización sin nes delucro–y es mucho mejor que sea buena, algo que seaplica por igual a todo tipo de negocios.

Pero “el negocio”, en sí mismo, resulta difícil deconcretar. En cierto modo, no está centrado en el jefe, enlos empleados, en los proveedores, en los clientes ni enlos productos, sino en la totalidad de un procesointeractivo que se halla en continuo movimiento. El“negocio” no reside en ninguna de sus partes porque, a

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“negocio” no reside en ninguna de sus partes porque, apesar de que haya ocasiones en que parece funcionar,carece de toda existencia inherente. Convencionalmentehablando, el proceso está en esencia despojado de todaexistencia, aunque puede hacer funcionar las cosas,mejorar la vida de las personas y tener sus efectos en elmercado de valores. Pero lo cierto es que el procesosería más sano si recordásemos todos los aspectos quecomponen el mundo empresarial, incluida su vacuidadintrínseca.

Por ver ahora un ejemplo procedente del campo de labiología, la vida también es un proceso, bastante máscomplejo, por cierto, que cualquier negocio, incluido elde las compañías de aviación. Los cien trillonesaproximados de “empleados” que componen su cuerpo,sus células, están funcionando de continuo. Cada una delas células hace lo que se supone que tiene que hacerpara que las células óseas o cardíacas no crean sercélulas hepáticas, renales o neuronas aunque en algunode los anaqueles de su biblioteca cromosómica todasposean la capacidad, la impronta y las instruccionesnecesarias para desempeñar adecuadamente todas esasfunciones. Pero lo más curioso, si nos detenemos apensar en ello, es que, estrictamente hablando, ningunode los cien trillones aproximados de individuos quecomponen su cuerpo está trabajando para “usted”. Todosucede de un modo bastante impersonal y las célulashacen lo que tienen que hacer siguiendo una serie depasos determinados por el código genético y por la

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pasos determinados por el código genético y por lacontinuidad histórica de una vida basada en las células.

Lo que consideramos nuestra individualidad única esel misterioso producto de todo ese proceso, del mismomodo que cualquier negocio es el resultado de uncomplejo proceso en el que interviene su energía,procedimientos y resultados. Nuestro cuerpo, nuestrasalud, nuestra sensibilidad y nuestras emocionesdependen estrechamente de nuestra bioquímica, de loscanales iónicos, del transporte axónico, de la síntesis ydegradación proteica, de la catálisis, del metabolismoenzimático, de la réplica y reparación del ADN, delcontrol de la división celular y de la expresión genética,de la inmunovigilancia mediante macrófagos y linfocitosgenéticamente programados, de la muerte celularprogramada (técnicamente conocida como apoptosis) yde la producción de anticuerpos para neutralizar yeliminar compuestos y estructuras desconocidas quepudieran resultar nocivas. La lista de los complejosprocesos celulares que intervienen en la integración sin

suras en una sociedad a la que llamamos organismovivo es muy larga y se halla muy lejos, hoy en día, de sercompleta.

Cuando lo observamos en profundidad, este procesocarece de toda individualidad ja y duradera y jamáspodremos encontrar en él, por más que los busquemos,ningún “yo” y ningún “nosotros”. Nosotros no estamos enlos ribosomas, en la mitocondria, en los huesos, en lapiel ni en el cerebro, aunque toda nuestra experiencia

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piel ni en el cerebro, aunque toda nuestra experienciapersonal, toda nuestra vida y toda nuestra relación con elmundo requiera a un nivel inferior de funcionamiento ycoherencia, de todos esos niveles que, a pesar de todoslos avances realizados por la ciencia, todavía nollegamos siquiera a vislumbrar.

Tampoco estamos en nuestros ojos. Son muchas lascosas que sabemos sobre la visión, pero todavíaignoramos el modo en que creamos el mundo en quevivimos a partir de la luz que llega a nuestros ojos.Tenemos la experiencia de que, en un día despejado, elcielo es azul, pero no existe “azul” alguno en la luz quese corresponda con esa longitud de onda concreta nitampoco en la retina, los nervios ópticos o la cortezaoccipital (el centro visual del cerebro). A pesar de todoello, sin embargo, experimentamos instantáneamenteque el cielo es azul. ¿De dónde proviene la experienciadel “azul”? ¿De dónde emerge?

No lo sabemos. Ése es un misterio, como también lo escualquier otro fenómeno que emerja a través de nuestrossentidos, como la intención o la sensación de ser un yoque existe separadamente. Nuestros sentidos crean unmundo para nosotros y nos ubican dentro de él, unmundo que suele tener un alto grado de coherencia y vaacompañado de la sensación de que existe un perceptory algo percibido, un pensador y algo pensado, alguienque siente y algo que es sentido. Pero lo cierto es quetodo eso ocurre de manera bastante más impersonal, y sibien podemos decir que se trata de un producto, no se

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bien podemos decir que se trata de un producto, no seencuentra en ninguna de las distintas partes que locomponen.

Obviamente, somos una de las soluciones que laevolución ha encontrado para que nuestra especiesobreviva con éxito en este planeta, como las arañas, laslombrices y los sapos. Pero la nuestra es una especiecuya adaptación no depende de forma exclusiva demecanismos instintivos, sino también de nuestro ingenio,sin que ello implique menosprecio alguno haciaaquéllos. Tenemos pulgares que se oponen al resto delos dedos y caminamos erguidos, lo que libera nuestrasmanos para asir cosas y fabricar herramientas y aparatosy, lo más importante de todo, también disponemos delpensamiento y de la conciencia, capacidades que puedenperfeccionarse y emplearse para propósitos muy diversosen condiciones rápidamente cambiantes.

Los cientí cos se re eren a todas estas característicascon la expresión fenómenos emergentes. UrsulaGoodenough, excelente bióloga y profesora en laUniversidad de Washington San Luis, se re ereingeniosamente a ellas como “poco más que casi nada”.Eso es precisamente lo que hacen las propiedadesemergentes, a orar como formas y pautas derivadas dela complejidad del mismo proceso que no sonatribuibles a los distintos componentes individuales delproceso, sino a las interacciones entre ellos. Y tampocoson muy predecibles, porque descansan en lo que sellama “el borde del caos”. La complejidad, el caos y

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llama “el borde del caos”. La complejidad, el caos yusted no constituyen un sistema ordenado y predeciblecomo una piedra o un cuerpo inerte. El desmesuradoaumento del grado de caos de un determinado sistemadinámico provoca desorden, disregulación, enfermedad ylos correspondientes síntomas (como la brilación atrialo los ataques de pánico, por ejemplo), mientras que, enel caso del orden excesivo, hay una completa falta decoherencia. Las cosas interesantes sólo parecenpresentarse entre ambos extremos.

Los sistemas dinámicos y vivos que se encuentran alborde del caos siempre están… al borde del caos y en unequilibrio bastante precario, mientras que los procesosque parecen muy resistentes, por el contrario, poseen unorden complejo que se halla en continuo cambio y quelo mantiene relativamente estable. Piense, por ejemplo,en el caso de un rinoceronte. Qué manifestación másasombrosa, qué extraordinario ejemplo de adaptación alentorno, siempre y cuando no se vea amenazado porfuerzas ajenas. La existencia, el equilibrio y lacomplejidad dinámica de los procesos impersonales dela vida son muy misteriosos, la forma y la función dandoorigen a algo que trasciende toda forma y toda función,la emergencia de la sensibilidad, la mente delrinoceronte viviendo en consonancia con su medio,completamente inmerso e integrado en su entornonatural, pero despojado de toda existencia inherentecomo entidad aislada, meros “remolinos” en la corrientede la vida. Es precisamente esto lo que, en mi opinión,

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de la vida. Es precisamente esto lo que, en mi opinión,hace que la vida sea tan interesante –y, yo añadiría,sagrada– y lo que justi ca la necesidad de respetarla yprotegerla.

Pero los fenómenos emergentes no se hallancircunscritos a los sistemas vivos. El juego del ajedrez,por ejemplo, no está en las piezas ni en losmovimientos, sino en algo que sólo a ora cuando seenfrentan dos buenos jugadores. El ajedrez va muchomás allá del mero conocimiento de sus reglas. El mejormodo de conocer el ajedrez es jugándolo, sumiéndosepor completo en ese universo e interactuando con otramente a través de un conjunto de reglas acordadas, eltablero, las piezas y la capacidad de aprender. El ajedrezno reside en ninguno de esos factores aisladamenteconsiderados. Y lo mismo podríamos decir con respectoal béisbol o a cualquier otro deporte. Nos gusta ver loque emerge, una y otra y otra vez, porque uno nuncasabe lo que va a suceder. Por ello el mejor modo deconocer el juego es jugándolo.

E l Sutra del corazón, tan recitado por los budistasmahayana de todo el mundo, dice así:

Los fenómenos no son diferentes del Vacío y el Vacío no esdiferente de los fenómenos. Los fenómenos son Vacío y el Vacío eslos fenómenos. Y lo mismo podríamos decir también con respectoa los sentimientos, las percepciones, la actividad y la conciencia.

Hay quienes, cuando escuchan esto, se asustancreyendo que se trata de una suerte de nihilismo, pero

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creyendo que se trata de una suerte de nihilismo, peronada más lejos de la realidad, porque el vacío encuestión se re ere al vacío de toda existencia inherenteo, dicho en otras palabras, a la inexistencia de persona,asunto, nación y átomo que posea entidad duradera,aislada, absoluta e independiente de todo lo demás. ¡Noexiste absolutamente nada así! Todo se deriva de unacompleja interrelación de causas y condiciones que sehallan en continuo cambio.

Ésta es una visión muy profunda sobre la naturaleza dela realidad que no se deriva del pensamiento ni de la

losofía, sino de la práctica meditativa directa y noconceptual y que procede de una época muy anterior ala teoría cuántica y a las teorías de la complejidad.

Piense, por ejemplo, que ese coche nuevo que tanto legusta no es más que un simple remolino vacío que notardará en descansar en un cementerio de automóviles.Disfrute, entretanto, todo lo que quiera, pero no se aferrea él. Y lo mismo podríamos decir con respecto a nuestrocuerpo y a los demás. Nosotros cosi camos a los demáscomo deidades o diablos y nos contamos grandes opequeñas historias sobre sus logros y sobre sus tragedias,separándolos en personas más importantes y personasmenos importantes, pero tanto ellos como nosotros –contodos los problemas que generamos y toda la belleza queaportamos al mundo– no tardaremos en desaparecer.¿Qué queda, hoy en día, de las grandes cuestiones deayer? ¿Y qué serán mañana las grandes cuestiones de hoyen día? Esto no signi ca que entonces no fueran

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en día? Esto no signi ca que entonces no fueranimportantes y que hoy en día no sigan siéndolo. Dehecho, quizás sean mucho más importantes de lo que nosimaginamos. Por ello debemos ser muy cuidadosos y noconvertirlas en alimento para consumo exclusivo delpensamiento. En el mismo momento en que nos damoscuenta de la vacuidad de todas las cosas, comprendemostambién su importancia, su plenitud y su interconexión,lo que puede movilizarnos a actuar con mayordeterminación e integridad y a aportar quizás tambiénuna mayor sabiduría a nuestra vida privada y a lapolítica nacional y a comportarnos como un soloorganismo político en el escenario mundial.

Es muy importante reconocer el vacío intrínseco detodos los fenómenos que parecen poseer una existenciapermanente. De ese modo, podremos liberarnos,individual y colectivamente, de la identi cación con losintereses y deseos mezquinos y estrechos y, en últimainstancia, de todo apego interesado a nuestras acciones,tan a menudo impulsadas por una visión equivocada delo que sucede en los paisajes interno o externo. Pero conello no estamos abogando por una suerte de pasividad oaquiescencia inmoral, sino por una conciencia sabia ycompasiva que no soslaye la vacuidad inherente y lainexistencia del yo, sin miedo a comprometernosresuelta e incondicio-nalmente con lo que entendemos yvemos que sucede.

Porque el vacío está íntimamente ligado a la plenitud.La vacuidad no se re ere a un vacío absurdo, a una

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La vacuidad no se re ere a un vacío absurdo, a unaoportunidad para el nihilismo, la pasividad, ladesesperación o la renuncia a los valores humanos. Lavacuidad, muy al contrario, signi ca y posibilita laplenitud, porque la vacuidad es el “espacio” invisible eintangible en el que emergen y se desarrollan todos loseventos. En ausencia de ese vacío no podría haberplenitud, así de sencillo. El vacío apunta a lainterconexión que existe entre todas las cosas, procesos yfenómenos. El vacío permite el surgimiento de unaauténtica ética basada en el respeto por la vida, en elreconocimiento de la interconexión entre todas las cosasy en la locura que implica forzar las cosas para que seacomoden a una visión estrecha y de cortas miras en arasde nuestro propio bene cio cuando, en el fondo, no hay“yo” jo ni duradero –independientemente de que ese“yo” se re era a un individuo o a un país– que puedabeneficiarse de ello.

El sutra prosigue diciendo:No hay ojos, ni oídos, ni nariz, ni lengua, ni cuerpo, ni mente. Nohay forma, ni sonido, ni olor, ni sabor, ni tacto, ni pensamiento.No hay conciencia visual, ni conciencia auditiva, ni concienciaolfativa, ni conciencia gustativa, ni conciencia táctil, ni concienciade la conciencia.

¡Observe, por tanto, lo que hace con los sentidos,porque son sus puertas de acceso al conocimiento delmundo!

E l sutra nos recuerda que ninguno de los sentidos y

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E l sutra nos recuerda que ninguno de los sentidos yninguna de las sensaciones poseen existenciaindependiente. Todos ellos forman parte de un conjuntomucho mayor de causas y eventos que se hallaníntimamente relacionados. Esto es algo que necesitamosrecordar una y otra vez para romper –o, al menos, poneren cuestión– el persistente hábito de tomar como real lamera apariencia de las cosas.

No hay ignorancia, ni extinción de la ignorancia. No hay vejez, nimuerte, ni extinción de la vejez y de la muerte.

Aquí el sutra nos recuerda que todos nuestrosconceptos están vacíos de existencia inherente, incluidala visión que tenemos de nosotros mismos y nuestrasposibilidades de mejorarlo y trascenderlo todo. Alseñalar hacia lo no dual, que se encuentra más allá detodo pensamiento y más allá de todo concepto limitador,incluyendo estas mismas enseñanzas budistas y las de lassiguientes líneas, se a rma explícitamente que carecende toda existencia intrínseca.

No hay sufrimiento, ni causa del sufrimiento, ni liberación delsufrimiento, ni vía que conduzca a la liberación del sufrimiento.No hay sabiduría ni obtención. Lo único que hay es Mushotoku, esdecir, nada que obtener.

Las Cuatro Nobles Verdades, el Óctuple Sendero…todas las ventanas… y más allá, todavía más allá…

Por esta razón, gracias a esta ilimitada sabiduría, no existen, en el

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espíritu del bodhisattva, redes, obstáculos, ni causa de losobstáculos. No existe miedo, temor, ni causa del miedo y deltemor.Todos los budas del pasado, del presente y del futuro han obtenidola suprema liberación gracias a esta gran e ilimitada sabiduría.

Una vez que reconocemos, recordamos, encarnamos yvivimos en el presente que no hay nada que alcanzar ninada que obtener, el sutra dice que todo logro esposible. Éste es el don de la vacuidad, la práctica de lono dual, la manifestación de la prajna paramita, lasabiduría suprema perfecta. Y ya la tenemos. Lo únicoque necesitamos es estar aquí, en cuyo caso, la forma esforma, el vacío es vacío y la mente ya no está atrapadaen nada, no está centrada en sí misma y ya es libre.

*Yo le digo a la criatura deseante que mora en mi interior:¿Qué río quieres cruzar?No hay viajeros en el sendero que conduce al río,ni siquiera hay río.¿Ves acaso algo que se mueva o descanse en la orilla?No hay río, no hay bote, ni hay barquero.No hay soga de la que tirar, ni nadie que empuje.¡No hay tierra, cielo, tiempo, orilla, ni vado!¡Tampoco hay cuerpo ni mente!¿Crees que existe algún lugaren que tu alma pueda estar menos sedienta?En esa gran ausencia no encontrarás nada.

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Sé fuerte y entra en tu propio cuerpo,ahí tus pies se apoyarán en suelo firme.¡Piensa cuidadosamente en elloy no vayas a ninguna otra parte!

Esto es lo que dice Kabir: olvida todo pensamientoy apóyate firmemente en lo que eres.

KABIR

*

«No hay cuchara.»Frase de la película Matrix

*

Vives en las ilusiones y en la apariencia de las cosas.Existe una Realidad y tú eres esa Realidad.Cuando la reconozcas, te darás cuenta de que no eres naday, al no ser nada, lo serás todo. Eso es todo.

KALU RINPOCHE, lama tibetano

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PARTE III:

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PARTE III:

EL MUNDO SENSORIAL:TU PRECIOSA Y ALOCADA VIDA

¿Quién creó el mundo?¿Quién creó el cisne y el oso negro?¿Quién creó el saltamontes?Este saltamontes, el único que salta más allá de la hierbael que toma azúcar de mi mano yno mueve sus mandíbulas de arriba abajo, sino de un lado a

otro,el que, con sus enormes ojos facetados, mira en todas

direcciones,el que se limpia la cara con las patas delanteras,el que extiende las alas y marcha volando.Ignoro lo que será una plegaria,pero sé cómo prestar atención,cómo hincar las rodillas en la hierbay cómo pasear por el campo sin nada que hacer.Eso es lo que he estado haciendo todo el día.¿Acaso debería hacer otra cosa?¿No muere todo al fin y demasiado pronto?¿Qué quieres hacer

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con tu preciosa y alocada vida?

MARY OLIVER, «Día de verano»

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EL MISTERIO DE LOS SENTIDOS Y EL HECHIZO DE LOSENSUAL

Lo que puede ver, escuchar, moverse y actuar debe ser tu menteoriginal.

CHINUL, maestro zen coreano del siglo XII

Hay ocasiones muy especiales en las que nuestrossentidos pueden agudizarse extraordinariamente. Segúnse dice, los cazadores aborígenes que viven en lasregiones del interior de Australia poseen una visión tanaguda que pueden ver las grandes lunas de Júpiter asimple vista. Al parecer si, en el momento delnacimiento o antes de cumplir los dos años, perdemosun sentido, los demás se agudizan como un modo decompensar la pérdida. Ésta es al menos, según OliverSachs, la conclusión a la que han arribado variasinvestigaciones realizadas a este respecto que ponen derelieve que la simple deprivación de la visión duranteunas pocas horas o días va seguida de “un notableincremento de la sensibilidad táctil-espacial”.

Se dice que Helen Keller podía descubrir, apelandoexclusivamente al sentido del olfato, “el trabajo dequienes están en la misma habitación que yo. El olor de

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quienes están en la misma habitación que yo. El olor dela madera, del hierro, de la pintura y de los productosquímicos se adhiere a la ropa de quienes trabajan conesos materiales, y lo mismo sucede cuando alguien pasade un lugar a otro, porque porta consigo la impronta delolor del lugar del que viene, ya se trate de la cocina, deljardín o de la habitación de un enfermo”.

Cada uno de los diferentes sentidos (porque tendemosa pensar en ellos como funciones separadas y aisladas)nos muestra un aspecto del mundo que facilita laconstrucción y el conocimiento de las impresionessensoriales y de la relación que mantenemos con ellas.Cada sentido posee una constelación única depropiedades que no sólo nos permite esbozar una“imagen” del mundo que se encuentra “ahí fuera,” sinotambién extraer de ello un signi cado y ubicarnos conrespecto a él.

Son muchas las cosas que podemos aprender denosotros mismos y de la experiencia de quienes hanperdido (desde el momento del nacimiento o comoconsecuencia de alguna lesión posterior) una o varias delas capacidades sensoriales. También podemosre exionar en el modo en que viviríamos tal pérdida yservirnos de la comprensión de quienes han aprendido aconvivir con esas limitaciones. Quizás entoncesvalorásemos mejor el regalo que suponen los sentidos ynuestra capacidad virtualmente ilimitada de emplearlospara cobrar una mayor conciencia de los paisajes internoy externo. Todo lo que sabemos, a n de cuentas, se

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y externo. Todo lo que sabemos, a n de cuentas, sederiva del espectro completo de los sentidos y de lacapacidad mental a la que llamamos conocimiento.

Según Helen Keller:

Soy tan sorda como ciega y el problema que supone lasordera me parece más profundo y complejo que el dela ceguera. Y ello es así porque la sordera implica lapérdida de los estímulos más vitales: el sonido de la vozque nos enseña el lenguaje, hace bullir los pensamientosy nos mantiene en compañía intelectual de otros sereshumanos… Si viviera de nuevo haría mucho más de loque he hecho por los sordos, porque ahora sé que lasordera es mucho peor que la ceguera.

El poeta David Wright describe la experiencia de susordera como casi completamente despojada de todasensación sonora:

Imagine un día completamente tranquilo, uno de esosdías en que no se mueve ni una sola hoja. Así desilenciosos son todos mis días, por más que los setosestén atestados de pájaros ruidosos e invisibles. Bastaentonces con que aparezca un soplo de aire y se muevauna hoja para que se rompa el ilusorio silencio y vea yme parezca escuchar, en el movimiento del follaje, unaespecie de exclamación, el sonido fugaz del viento, hastael punto de que, en ocasiones, tengo que hacer el

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el punto de que, en ocasiones, tengo que hacer elesfuerzo deliberado de recordar que, en realidad, “noestoy escuchando” nada. De entre esos no-sonidos,destaca el vuelo y el movimiento de los pájaros surcandoel aire y el desplazamiento de los peces en el estanque.Estoy convencido de que el vuelo de la mayoría de lospájaros, al menos a la distancia, debe ser silencioso […]pero les aseguro que a mí me se me antoja audible y quecada especie compone una “música visual” diferente,desde la despreocupada melancolía de las gaviotas hastael staccato del revoloteante vuelo del herrerillo…

John Hull, que se quedó completamente ciego pocoantes de cumplir los cincuenta, experimentó la pérdidagradual de toda imagen y recuerdo visual y una caída enlo que él llama “ceguera profunda”. En un artículo quepublicó en The New Yorker sobre los sentidos, Sachsdice que ser un “vidente de cuerpo entero” (expresiónusada por Hull para caracterizar la ceguera profunda)obliga a cambiar el centro de gravedad y a dirigir laatención hacia los demás sentidos y, según dice, Hull“describe los mil modos diferentes en que éstos hanacabado aumentando su riqueza y su poder. Así es comoexplica que el sonido de la lluvia, al que nunca anteshabía concedido gran atención, pueda ahora describirtodo un paisaje, porque no suena igual en el camino deljardín que en el césped, en los arbustos del huerto o enla valla que la separa de la carretera”.

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El ruido de la lluvia -dice Hull- esboza el contorno de lascosas como si cubriese con un manto de color cosasanteriormente invisibles. En lugar de un mundointermitente y, en consecuencia, fragmentado, el sonidode la lluvia establece una continuidad en la experienciaacústica […] y nos muestra de una sola vez la plenitudde una determinada situación […], proporcionándonosuna sensación de perspectiva y de las relaciones que lasdistintas partes del mundo mantienen con todas lasdemás.

La expresión de Sachs “al que nunca había concedidouna gran atención” me parece muy interesante, porqueeso es precisamente lo que la necesidad alienta ypromueve en quienes han perdido uno o más sentidos.Pero no es necesario, para empezar a prestar atención ya familiarizarnos con el conocimiento de todos esosmundos y dejar así atrás la ignorancia y el embotamientohabitual, tanto de los sentidos como de la mente que lesda signi cado, esperar a perder la vista, el oído ocualquier otro sentido.

Podemos sorprendernos y aprender de las habilidadesdesarrolladas por quienes han experimentado la pérdidade uno o más sentidos y vivir plenamente con el resto deellos. También podemos, por otra parte, aprender aprestar una atención deliberada al mundo natural, quenos reclama y se nos ofrece simultáneamente a través detodos los sentidos, el mundo en el que se hanconformado y puesto a punto nuestros sentidos y en el

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conformado y puesto a punto nuestros sentidos y en elque nos hallamos sumidos desde el momento mismo denuestro nacimiento.

Aunque no solemos ser conscientes de ello, en todomomento estamos percibiendo el mundo a través detodos nuestros sentidos y, aun en las descripcionesrealizadas por Wright y Hull, pueden advertirsereferencias al sentido perdido. Wright debe recordarseque no está escuchando lo que ve, por más audible quele parezca y por más que se le mani este como “músicavisual”. Y Hull, que carece de toda experiencia visual,habla de “un manto de colores que cubre cosasanteriormente invisibles,” sugiriendo, de ese modo, quela atención auditiva las torna “visibles”.

Nuestros sentidos se interrelacionan, se combinan einterfecundan en una experiencia llamada sinestesia.Pero nuestro ser no está fragmentado y nunca lo haestado. Los sentidos se combinan para proporcionarnosel conocimiento del mundo y nuestro compromiso con élinstante tras instante, y el hecho de que no loreconozcamos sólo pone de mani esto nuestraalienación del cuerpo sensorial y del mundo natural.

David Abram, cuyo libro La magia de los sentidos seadentra profundamente en las contracorrientes de lafenomenología y del mundo natural tal y como loexperimentan y conocen las distintas criaturas que lohabitan, incluidos nosotros mismos cuando nos hallamosen plena naturaleza, nos habla de la ricadimensionalidad de la matriz sensorial que nos dio a luz

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dimensionalidad de la matriz sensorial que nos dio a luzy nos nutrió durante centenares de miles de años.

El gutural graznido del cuervo, girando con brusquedad la cabeza, nose halla circunscrito a un campo estrictamente auditivo, sino quereverbera también en el ámbito de lo visual, animando de inmediatoel paisaje visual con el estilo atolondrado propio de esa formanegra azabache. Mis distintos sentidos, divergentes como lo son deun único cuerpo, convergen en la cosa percibida, del mismo modoque las diferentes visiones que me proporcionan los ojos convergenen el cuervo y se unifican ahí en un solo foco. Mis sentidos seentremezclan con cualquier cosa percibida o, mejor dicho, cadacosa percibida unifica de forma coherente mis sentidos, lo que mepermite experimentarla como un centro de fuerzas, como un nexodiferente de experiencias, como un “otro”.

Precisamente por ello, del mismo modo que hemos descrito lapercepción como una cooperación dinámica entre mi cuerpo y lascosas, también podemos discernir, dentro del acto de percepción,una combinación entre los distintos sistemas sensoriales. Enrealidad, es imposible separar estos eventos, porque la relación demi cuerpo con las cosas que percibe sólo es posible gracias a lainterrelación existente entre mis sentidos y viceversa. La relativadivergencia de mis sentidos corporales (los ojos en la partedelantera de la cabeza, las orejas orientadas hacia ambos lados,etc.) y su curiosa bifurcación (no uno sino dos ojos, uno a cadalado y, del mismo modo, dos orejas, dos fosas nasales, etc.) indicanque este cuerpo es una forma orientada hacia el mundo y garantizanque es una especie de circuito abierto que sólo se completa en lascosas, en los demás y en la tierra que nos rodea.

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Nos hallamos sumidos e inmersos en el mundonatural, pero sólo lo sabemos a través de nuestrossentidos y los demás también nos conocen a través de sussentidos, incluidos seres que no son humanos, pero que,a su modo, sienten lo mismo que nosotros, ya se trate deun mosquito buscando almuerzo o de los pájaros quepregonan nuestra llegada a una cañada. Nosotrosformamos parte de este paisaje, crecimos en él y todavíadisfrutamos de todos sus dones aunque, comparados conlos sentidos de nuestros ancestros cazadores yrecolectores, la falta de uso haya acabado atro ándolosparcialmente. Pero la magia de los sentidos, en hermosafrase de Abram, ya no se asienta en el sonido de la caídade la lluvia, en la sensación de la brisa sobre la piel, enla tibieza del sol en nuestra espalda o en la mirada de superro cuando usted se acerca. ¿Podemos sentirlo?¿Podemos saberlo? ¿Podemos comprenderlo? ¿Y, encaso contrario, cuándo podremos? ¿Cuándo? ¿Cuándo?¿Cuándo?

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VER

Cada objeto, adecuadamente contemplado, crea un órgano para supercepción.

GOETHE

Miramos de muchas maneras diferentes […]. Lo hacemosa través de lentes, telescopios y televisiones […]. Pero,por más que nuestra mirada vaya perfeccionándose díatras día, cada vez vemos menos. Nunca ha sido tanurgente como ahora hablar de la visión […]. somosespectadores […], somos “sujetos” que contemplan“objetos”. Y rápidamente les atribuimos etiquetas,etiquetas que se quedan jadas para siempre y que, sibien nos permiten reconocerlo todo, también nosimpiden ver cualquier cosa.

FREDERICK FRANCK, The Zen of SeeingCerca de mi casa hay un campo que, contemplado desdecierta perspectiva, me parece especialmente hermoso.Paso por él varias veces al día, independientemente de laestación, cada vez que saco a pasear a nuestro perro, aveces solo y, en otras ocasiones, con alguien. Pero eso eslo que menos importa, porque el campo siempre brindaal caminante un amplio abanico de luces, sombras,

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al caminante un amplio abanico de luces, sombras,formas y colores que invitan a sentir y degustar todo loque se ofrece a la vista, el oído, el olfato, el paladar y lapiel. El paisaje cambia día tras día, hora tras hora yminuto tras minuto, metamorfoseándo-se con el paso delas nubes, los climas y las estaciones, como esos paisajesde montaña, des laderos y almiares de heno quellevaron a Monet a pintar la misma imagen desdediferentes caballetes a medida que transcurría el día ycambiaban las estaciones, en un intento de capturar elmisterioso parto de la luz dando origen a la forma y latextura. El reto al que nos enfrentamos consiste endarnos cuenta de que el mismo despliegue ocurre porigual en todas partes. Pero lo cierto es que ese campoconcreto, que parece reposar acostado en la ladera deuna suave colina en la que emergen dos a oramientosrocosos que contribuyen a su desigualdad, tiene, sobremí, un efecto muy profundo, sobre todo cuando lo mirodesde abajo. Contemplarlo jamente me equilibra, metransforma y armoniza profundamente mis paisajesinterno y externo.

El campo yace recostado sobre la colina, ascendiendosuavemente hacia el este y se halla limitado por arriba ypor abajo por otros dos terrenos baldíos en los que lahierba crece a su antojo. Al norte se advierte la parteposterior de un descolorido granero rojo y, más allá, unsendero de guijarros que conduce a una vieja pero biencuidada granja blanca típica de Nueva Inglaterra consignos evidentes de haber ido ampliándose con el paso

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signos evidentes de haber ido ampliándose con el pasodel tiempo desde la parte más antigua y próxima a lacarretera. Al sur de la cuesta hay otro terreno sin cultivarseparado del cercado por una doble la de robles altos ycerezos silvestres cuyas copas cubren un murete que sinduda se remonta a la época colonial, cuando el terrenose despedregó y las rocas desenterradas de granito negrose apilaron en los márgenes.

El campo está cercado por una valla de madera de tresalturas rodeada por dos cables eléctricos apenas visiblessujetos a cada poste mediante separadores amarillos muyvisibles, destinados a evitar la huida de las dos novillasque nuestro vecino granjero guarda ahí parte del año y alas que llama sus “niñas”. La cerca describe unpentágono irregular que, durante mucho tiempo, mepareció un rectángulo, luego asumió la apariencia de untrapecio y sólo nalmente acabó revelándome su formarealmente pentagonal. El lado inferior y occidental de lavalla discurre casi paralelo al oriental, que se encuentracolina arriba, y ambos están conectados por el surparalelamente a la doble la de árboles y al muro derocas. Unos seis metros hacia el norte y pasado elcobertizo que da cobijo a las vaquillas construido en elextremo occidental del campo, la cerca queda cortadadiagonalmente por un sendero que viene del nordeste.Ahí hay una portilla y comienza el cuarto lado, que es elmás corto de todos y forma, con el último, un ángulorecto. Esta con guración con ere al campo y a la cercaun aspecto anárquico e irregular que parece adaptarse

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un aspecto anárquico e irregular que parece adaptarseperfectamente a los contornos de la colina y del terreno.Desde el lado inferior (el suroeste), mi perspectivafavorita, se divisa todo el paisaje, exceptuando el interiordel cobertizo y lo que éste eclipsa de mi campo visual.

Adoro ese lugar porque, por alguna razón que se meescapa, pasear por él y contemplarlo intensi ca mipercepción y me hace sentir más vivo.

Ahora estoy sentado a la sombra contemplando lacolina desde el sudoeste. El sol cae a plomo inundándolotodo de luz y el calor se hace sentir claramente estamañana de 4 de julio. La estrecha sombra de la la deárboles va replegándose lentamente hacia la derecha.Todo está cubierto de una espesa vegetación, y los tallosaltos, resecos y espigados dan al paisaje una tonalidadmarrón y dorada, salpicada por las gotitas blancas de lasabundantes margaritas silvestres que las vacas todavía nohan devorado. Las mariposas blancas revolotean pordoquier y alguna que otra libélula gigante, improbablecriatura carbonífera, parece patrullar, a través del airelánguido, la zona en un vuelo rasante y rápido con susdos pares de alas transparentes y versátiles en busca desu ración matutina de insectos. Un par de arbustos seyerguen en la esquina más próxima a mí y otros algomás altos sombrean ambos lados del cobertizo. Lahumedad es muy elevada; a mi espalda, el cielo estácompletamente despejado pero, frente a mí y más alláde los árboles que se encuentran pasado el campo, estácompletamente encapotado.

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completamente encapotado.Regreso por el mismo camino que discurre bajo el

campo y la granja y, después de pasar un buen ratosentado en la hierba contemplando el campo, el pastoque queda a mi izquierda se me antoja más rojo quenunca, salpicado aquí y allá por grandes manchaspúrpuras -que parecen ores del guisante- en las queantes no había reparado. La luz arranca destellosambarinos de los abundantes lirios amarillosestremecidos por la brisa que pueblan los márgenes. Laslibélulas están más cerca que nunca y entonces adviertoalgo en lo que nunca antes había reparado, cómo seabalanzan sobre un punto de la hierba en busca de supresa, desplazándose a toda velocidad de un lado a otroentre el verde salpicado de naranjas, rosas, rojos, azules,púrpuras y negros (al granjero parecen gustarle las

ores), todo enmarcado por la desbordantemagni cencia del suculento verdor brillante del cedumamarillo que rebosa de las dos las de rocas que, en elextremo más distante, conforman el muro que se levantabajo la casa.

Cuando llego a la carretera, giro hacia la derechabordeando la colina en dirección a mi casa sabiendo que,cuando vuelva esta noche, el campo y el camino mebrindarán un espectáculo completamente diferente y queesa diferencia me obligará a ser distinto, a contemplarlocon ojos nuevos y, en el proceso, me transformará. Díatras día, el paisaje siempre es diferente,independientemente de que estemos en verano, en

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independientemente de que estemos en verano, eninvierno, en primavera o en otoño eindependientemente de que llueva, nieve, esté nublado obajo el rmamento estrellado de la noche. El camposiempre está ahí esperando, tal cual es y, por más quenunca deje de ser el mismo campo, siempre se tratatambién de un campo diferente.

Cuanto más conectado estoy con mis sentidos, menores la separación que existe entre la visión que me ofreceel campo y yo. En el momento de la percepción, elsujeto (el vidente) y el objeto (lo que se ve) se fundenporque, de otro modo, no veríamos. En un determinadomomento, estoy separado de la escena convencional queme describo mentalmente y, al instante siguiente, noexiste escena ni descripción y sólo estoy presente,absorbiéndolo todo a través de los ojos y otros sentidostan puros que saben absorber lo que se les ofrece sinintermediación de pensamiento alguno. Lo único queexiste, en tales momentos, es el hecho de caminar, deestar en pie, de estar sentado o de estar tumbado en elcampo disfrutando de la brisa.

El ámbito visual es, de todos los sentidos, el que dominalos ámbitos del lenguaje y la metáfora. Hablamos denuestra “visión” del mundo y de nosotros mismos, detener una “visión” y de asumir cierta “perspectiva”. Nosalentamos a “mirar” y “ver,” que es tan diferente demirar como oír y oler lo son de escuchar y olfatear. Ver

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mirar como oír y oler lo son de escuchar y olfatear. Veres aprehender, asumir, absorber y conocer las relaciones,incluyendo su textura emocional y percibir lo querealmente está presente. Carl G. Jung observó que: “Nodeberíamos esperar comprender el mundo de un modoexclusivamente intelectual, porque lo aprehendemosmucho mejor a través del sentimiento,” y Marcel Proustdijo lo mismo con las siguientes palabras:

El auténtico viaje de descubrimiento no consiste tanto en buscarnuevos paisajes como en contemplar los viejos con ojos nuevos.

No vemos lo que realmente se encuentra delante denuestros ojos, sino lo que queremos ver. Miramos, perono aprendemos ni comprendemos. Tal vez debamosaprender a sintonizar nuestra percepción, como hacemoscon cualquier otro instrumento, para intensi car susensibilidad, su rango, su claridad y su empatía. Bienpodríamos decir que el objetivo consiste en no ver lascosas como nos gustarían que fuesen, como tememos quesean o como socialmente estamos condicionados a ver ya sentir, sino simplemente tal como son. Si Jung está enlo cierto, percibimos con nuestros sentimientos, razónpor la cual no estaría de más que nos familiarizásemoscon ellos para que no se limiten a ser meros lentes quedistorsionan nuestra visión y des guran, en consecuencia,nuestro conocimiento.

Nuestra mente suele enturbiar, de una u otra manera,nuestra capacidad de ver con claridad… y lo mismopodríamos decir con respecto a los demás sentidos. Porello, si queremos experimentar y asumir plenamente la

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ello, si queremos experimentar y asumir plenamente lavida, deberemos aprender a ver a través y más allá de laapariencia de las cosas. Y para ello, es decir, parapercibir los paisajes interior y exterior, los eventos y lasocurrencias, tal como son, deberemos familiarizarnos conla corriente de nuestros pensamientos que tiñen todo eldominio sensorial.

*¿Qué quieres recordar ahora?¿El modo en que la luz se arrastra por el suelo?¿El olor que exuda la madera vieja?¿Los leves sonidos que impregnan el aire?

¿Crees que puedes hacer mejor regalo al mundoque la atención respetuosa que, vayas donde vayas,te acompaña siempre?¿Esperas acaso un momento más adecuado que éste para expresartus mejores pensamientos?

A partir de ahora, cuando des la vuelta, alientala nueva vislumbre que hayas descubiertoy recuerda hasta la noche lo que quieres de este día.El tiempo que pierdes leyendo o escuchando esto,guárdalo para la vida.

¿Crees que alguien podrá darte, en otro momento,algo más importante que lo que ahora,

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en esta misma habitación, te rodea?

WILLIAM STAFFORD, «Tú, que escuchas esto, prepárate»

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SER VISTOS

A veces, mi esposa Myla y yo invitamos a losparticipantes de nuestros talleres de parentaje atento arealizar un ejercicio que consiste en recordar algúnmomento de la infancia en que se sintieran aceptados yreconocidos por un adulto -que no necesariamente tieneque ser uno de sus padres- y evocar el tono emocional eimágenes que suelen acompañarlos.

En el caso de que no aparezca ningún recuerdo de esetipo, les invitamos a recordar algún momento en el que,por el contrario, se hayan sentido desconsiderados, noreconocidos o desatendidos por algún adulto.

Resulta sorprendente lo rápido y vívidamente quea oran, cuando se los evoca en el entorno seguro deltaller, recuerdos de aquellas situaciones en que nossentimos vistos y aceptados. En tal caso, no tarda enaparecer el recuerdo de aquella situación en que nuestraabuela nos dejó revolcarnos en el barro, el día en quenuestro padre nos cogió de la mano mientrascontemplábamos el río o la ocasión en que alguien dejócaer a propósito un huevo al suelo para que no nossintiéramos solos y avergonzados cuando a nosotros nosocurrió accidentalmente lo mismo. Los recuerdos de las

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ocurrió accidentalmente lo mismo. Los recuerdos de lasocasiones en que nos hemos sentido vistos y aceptadossuelen emerger de forma espontánea sin necesidad deevocarlos conscientemente, porque son inolvidables.

En la mayor parte de los casos, se trata de momentosen los que nos relacionamos sin palabras con otraspersonas. Quizás se trate de un intercambio de miradas,de una sonrisa o de un momento en el que nossostuvieran, abrazasen o cogieran de la mano. No haynada, absolutamente nada, que nos haga sentir mejor,más relajados y más en paz que aquellos momentos enque sentimos que alguien nos ve, nos reconoce y nosacepta. Basta con un solo recuerdo de este tipo para queya no lo olvidemos jamás. Es algo más que un recuerdoconsciente, porque nuestro organismo lo sabe, nuestraalma lo sabe y nosotros lo sabemos de manera noconceptual, un conocimiento profundamenteconmovedor.

Resulta sorprendente los pocos recuerdos de este tipoque tenemos y que haya tantas personas que no tienenninguno. Son muchos, por el contrario, los recuerdos demomentos en los que se nos dejó de lado, no se nos vioni se nos aceptó y hasta se nos avergonzó y ridiculizó porser como somos.

El mensaje que pretende transmitir nuestro ejercicio esel de que cada ocasión que pasamos con nuestros hijos -tengan estos la edad que tengan-constituye unaoportunidad para reconocerles y aceptarles tal como son.Si las ocasiones en que nos sentimos reconocidos fueron

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Si las ocasiones en que nos sentimos reconocidos fuerontan importantes que, más allá de su contenido concreto,nunca más los hemos olvidado, por qué no prestaratención al poder curativo de la atención plena anuestros hijos tal como son, independientemente denuestras expectativas, miedos, juicios y esperanzas. Esosmomentos pueden ser muy fugaces, pero elreconocimiento y la aceptación constituyen un alimentoprofundo para el alma y una puerta abierta a la bondadque nos conecta directamente con el corazón del otro.

Por todo ello merecería la pena prestar atención a laconsideración y a las consecuencias que implica el hechode ser visto, sentido y aceptado. Y es que ver no es loúnico importante, porque también lo es ser visto. Y siesto es verdadero para nosotros, también lo es para losdemás, para cualquier otro.

Ver y ser visto completa el circuito misterioso dereciprocidad de presencia al que Thich Nhat Hanhdenomina “interser”. Esta presencia nos mantiene, nosreconforta y nos deja saber que la tendencia a serquienes de verdad somos y a conocernos plenamente esun impulso sano, porque entonces la soberanía denuestro ser ha sido realmente vista, aceptada y, enconsecuencia, reconocida.

Todo esto forma parte de la reciprocidad de ver,cuando ver es ver de verdad. Cuando el velo de nuestrasideas y opiniones se descorre lo su ciente como parapermitirnos atisbar y conocer las cosas tal como son, enlugar de quedarnos pegados al modo en que deseamos

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lugar de quedarnos pegados al modo en que deseamosser o no ser, nuestra visión se torna más benigna, serena,tranquila y curativa, y esto es algo que instantáneamentees percibido y reconocido así por los demás, lo que seexperimenta como algo muy positivo.

Los niños y los demás no son los únicos que puedensentir la cualidad e intención que oculta una mirada.Esto es algo que los animales saben muy bien y sientencuál es la actitud mental y emocional, temerosa o alegre,con la que le contemplamos. Y las mujeres, obviamente,también conocen perfectamente la agresividad ominosa,despersonalizadora, objetivadora y, en ocasiones,predadora de un tipo de mirada masculina que nomuestra el menor respeto por la soberanía del otro.

Algunas antiguas tradiciones nativas creen que elmundo -los árboles, los arbustos y aun las rocas- tambiénsiente nuestra mirada y nos ve. Quien haya pasado unanoche a solas en el bosque sabe que el mundo humanono es el único que conoce la cualidad de su visión y desu ser, y sospecha que está siendo visto y conocido comolo que realmente es, y el modo en que suele pensar en símismo y si está cómodo o incómodo con ello formaparte íntima del mundo animado y sensual.

*El jardín estaba muy hermoso. Hacía mucho tiempo que nadie lo

cuidaba y estaba lleno de semillas y ores silvestres, pero la suyaera una belleza que sólo podía advertirse con una atención muy

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cuidadosa.

GIOIA TIMPANELLI,Sometimes the Soul

*Allí estaban, sí, graves, invisibles,moviéndose sin prisa sobre las hojas muertas,en el calor de otoño, en el aire vibrante,y el pájaro cantó, en respuestaa la inaudible música oculta en la maleza,y el dardo no visible del mirar cruzó el aire, pues las rosastenían apariencia de flores que se saben contempladas.

T. S. ELIOT, «Burnt Norton»,Cuatro cuartetos

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ESCUCHAR

En el viejo estanque,-¡splash!-chapalatea la rana.

BASHO (1644-1694)La lluvia repiquetea sobre el tejado en la oscuridad deesta madrugada de mediados de noviembre. Su sonido loimpregna todo. ¿Puedo escucharla, aunque sólo sea uninstante, más allá de las ideas que tengo sobre la lluvia?¿Puedo “registrar” estos sonidos tal como son, más alláde todo concepto, incluido el concepto de sonido? No esnecesario, para ello, hacer nada en absoluto. Lo únicoque, de hecho, debo hacer para oír de verdad esdesaparecer. Mi “yo” está de más porque, para escuchar,no es necesario “yo” alguno que busque o escuche lossonidos. De ahí es, precisamente, de donde salen todoslos pensamientos, desde las expectativas hasta las ideassobre la experiencia.

¿Puedo dejar que llegue el sonido y se encuentre conla “conciencia auditiva” que instante tras instante emergeen la experiencia desnuda de la escucha? ¿Puedoquitarme de en medio y escuchar simplemente, dejando

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quitarme de en medio y escuchar simplemente, dejandoque los sonidos lleguen a mi oído y permanezcan en él,suspendidos en el aire, en el instante, sin realizaresfuerzo alguno y sin adorno de ningún tipo? ¿Puedoescuchar simplemente todo lo que se presente, porquelos sonidos están continuamente golpeando la puerta demi audición? Escuchar sin más en el silencio de laatención abierta. Goteo, goteo, goteo, borboteo,borboteo, borboteo, remolino, remolino, remolino… Elaire siempre está preñado de sonidos. Nuestro cuerposiempre está bañado en sonidos. En el silencio completo,el sonido puro impregna la habitación y sólo se escuchael repiqueteo de la lluvia en el tejado que el viento agitaa veces como cortinas que salpican de gotitas los cristalesde las ventanas.

En lo más profundo de este instante se asienta elconocimiento de que estoy sentado aquí y de que estálloviendo pero, más allá de los pensamientos que laocultan, yace la experiencia del sonido puro “anterior alpensamiento,” la experiencia de simplemente escuchar,sin separación alguna entre quien escucha y lo que seescucha. Ahí sólo hay escucha, escucha, escucha… y, enesa escucha, el conocimiento del sonido, más allá depalabras como “lluvia” y de conceptos como “yo” y“escucha”. El conocimiento descansa en la escucha,porque ahora sólo hay uno.

La lluvia de esta mañana es tan fuerte, tan intensa ytan absorbente que la atención se mantiene sin necesidadde hacer esfuerzo alguno. En este momento, la

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de hacer esfuerzo alguno. En este momento, laexperiencia del sonido supera a la mente conceptual,algo que casi nunca suele ocurrir. Es demasiado sencilloperderse en el pensamiento, distraerse, alejarse del oídoy dejar de escuchar la lluvia, por más intensa que éstasea y por más que el cuerpo y los oídos sigan todavía, enel fondo, tan inmersos en el sonido como lo estaban tansólo un instante antes, cuando “Esto” era lo único quehabía…

El reto fundamental al que se enfrenta la atenciónplena consiste en detenerse en la conciencia de lo que seescucha, escuchando tan sólo lo que se halla presenteinstante tras instante, tras instante, sonidos que apareceny desaparecen, silencio dentro y por debajo de lossonidos, sin interpretar la experiencia momentáneacomo agradable, desagradable o neutra, más allá de todoelemento identi cador, más allá de todo juicio y másallá de todo pensamiento, sólo estar sentado escuchando,respirando, conociendo…

En la escucha, uno se libera momentáneamente del “yo”que escucha y de lo que se escucha, del conocedor y delo conocido. Nada se pierde. Un instante deconocimiento, de mente original, vacía y amplia.Durante un breve instante, hemos conectado con nuestrossentidos. ¿Podemos permanecer ahí durante un tiempo?¿Podemos morar ahí? ¿Perderíamos algo acaso? ¿Quépodríamos ganar? ¿Recuperaríamos algo? ¿Es que existe

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podríamos ganar? ¿Recuperaríamos algo? ¿Es que existealgún instante en el que no se hallen presentes lossonidos y el espacio que los separa? ¿Cuándo no estápresente la visión? ¿Estamos acaso nosotros presentes?¿Podemos estar aquí con ello? ¿Podemos ser elconocimiento, descansar en el conocimiento y actuardesde el conocimiento, completamente presentes con loque ya es? ¿Cuál es el tono emocional de ese momento?

La respuesta no consiste en tratar de conseguirlo. Notenemos que tratar de oír. Pero la mente es tortuosa.¿Podemos conocerlo? ¿Podemos acaso conocerlo?

*Aun en Kioto-escuchando el canto del cuclillo-tengo nostalgia de Kioto.

BASHO

*Permanece aquí como persona,permanece de pie junto al río e invocaa los búhos. Invoca al invierno y luego a la primaveray deja que se presente cualquier estación y hable con su propiavoz,y cuando el sonido se desvanezca, espera.

Una lenta burbuja se eleva sobre la tierra

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y empieza a abarcarlo todo: el cielo, las estrellas y el espacio,hasta el rápido y expansivo pensamiento.Vuelve y escucha de nuevo el sonido.

Súbitamente tu sueño coincide con el sueñode todos los demás y el resultado es el mundo.Si escuchases una llamada diferente, ya no sería la llamadadel mundo, de ti, del río o del búho.

Es importante el modo en que estás aquí, el modo en queescuchas las cosas que suceden, el modo en que respiras.

WILLIAM STAFFORD,«Ser una persona»

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EL PAISAJE SONORO

Son las siete menos cuarto de un amanecer de nales dejunio. A través de las ventanas abiertas de par en par seescuchan los reclamos y las respuestas de pájaros quedesconozco, trinos, silbidos, gorjeos, y chasquidos queconforman pautas a veces reconocibles y otras no. El aireestá poblado de cantos que componen una melodíamodulada y caóticamente sincopada que, en ocasiones,se convierte en un clamor siempre novedoso, como unacornucopia de sonidos que derramara por doquier susnotas.

No muy lejos se oye el rumor inequívocamentecreciente de una de las principales arterias por las que

uye y re uye el trá co rodado desde la periferia delnordeste hasta el corazón de la ciudad, y viceversa. Aveces se escucha el rugido ocasional de un acelerador,pero lo más habitual es que el impaciente murmullo delas rodadas de los neumáticos se combine con elronroneo insistente de los motores anunciando que lospájaros no son los únicos que han despertado de suletargo nocturno, sino que también lo ha hecho elmundo de los propósitos y del quehacer humano.

Todo ello contribuye a con gurar un rico paisaje

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Todo ello contribuye a con gurar un rico paisajesonoro ocasionalmente puntuado por la agitación quelos entrecortados soplos de aire arrancan de las hojas delgigantesco arce noruego que hay detrás de mi casa y elsuspiro de las ramas de los abetos que hay frente a mí, alque ahora se agrega el murmullo de las conversacionesde quienes pasean a sus perros por el sendero sin asfaltarque discurre bajo los abetos. A todo ello se suman ahorael breve y distintivo chillido de una sirena, el golpe deun pesado fardo que un camión acaba de descargar en lagranja que hay bajo la colina y el intermitente pitido deun vehículo especial dando marcha atrás. Este paisajesonoro está siempre presente, siempre es el mismo ysiempre es diferente mientras discurren los minutos y lashoras, pero en todo momento se escucha el trino y algúnque otro canto ocasional de los pájaros.

Renuncio a pensar en el origen de todos esos sonidos yme entrego al sonido, me abandono a la escucha, mesumerjo en el sonido puro y en el silencio que separa losdistintos estratos sonoros. Ahora que ha desaparecidotoda identi cación, son simplemente lo que son. Y no espreciso, para escuchar, realizar esfuerzo alguno. Bastacon permanecer sentado instante tras instante, aceptandotodo lo que emerge en nuestro horizonte sonoro.Tampoco es necesario invitar a los sonidos porque, pormás que nuestra mente se halle en otra parte (como, porejemplo, pensando en su origen, eligiendo unos sonidosy dejando a un lado otros y esbozando opiniones alrespecto) y no nos demos cuenta, nuestro paisaje sonoro

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respecto) y no nos demos cuenta, nuestro paisaje sonorosiempre está lleno de sonidos.

En los momentos en que nos hallamos sumidos en laescucha, dicho en otras palabras, sólo hay escucha. Elpaisaje sonoro lo impregna todo. Pero con ello noquiero decir que esté en el mundo, sino que es elmundo, o, dicho más exactamente, que entoncesdesaparece el mundo. No hay nadie escuchando, nisonido alguno “fuera de aquí”. No hay pájaros,camiones, aviones ni sirenas; lo único que hay sonsonidos y el silencio que los separa. Lo único que hay enel ahora atemporal son sonidos que abocan al siguienteahora atemporal y la conciencia inmediata de laemergencia, del mantenimiento y de la desaparición delos sonidos tal como son. Pero ése no es un conocimientoderivado del pensamiento, sino de una conciencia másprofunda, de una conciencia más intuitiva, de unaconciencia que precede a las palabras y los conceptoscon que revestimos a nuestro conocimiento, de unaconciencia más profunda y esencial… la emergencia,junto al sonido, de la conciencia del sonido tal cual es,antes de que se vea adornado por la mente pensante yevaluado por el proceso de nombrar, por nuestraspreferencias y por los juicios impuestos por nuestramente. Esta conciencia se asemeja a un espejo sonoroque re ejase todos los sonidos que aparecen ante él, sinopinión ni prejuicio alguno, una conciencia abierta yvacía y, en consecuencia, capaz de contener cualquiercosa que se presente.

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cosa que se presente.En ese momento, la inmersión es tan completa que

desaparece toda inmersión. El sonido está en todaspartes, la conciencia está en todas partes, tanto dentrocomo fuera del envoltorio corporal, porque ahí ya noexiste ningún tipo de frontera. Sólo hay sonido, sólo hayescucha, sólo hay conciencia silenciosa dentro de uninmenso universo sonoro, sólo esto, nada más que esto…

Con ello no quiero decir que los pensamientos nohagan acto de presencia, porque sí que lo hacen, sino tansólo que su presencia ya no inter ere con la escucha nila distorsiona. Es como si los pensamientos mismos setransformasen en sonidos cuya emergencia ydesaparición se escucha junto a todo lo demás. Pero yano distraen ni perturban porque, al ser conocidos,tienden a desvanecerse lentamente. La conciencia seasemeja al cielo y al aire. Como el espacio, es in nita yestá en todas partes. Es la misma conciencia pura, simpley misteriosa, porque no es algo creado, sino una cualidadinseparable del ser que, en ocasiones, hace acto depresencia y que, como un animal tímido que se acuestasobre un leño a tomar el sol en un claro del bosque,permanece ahí mientras guardemos silencio y nohagamos movimientos bruscos.

El reloj que tengo ante mí marca las ocho y treinta ytres, pero, por más que hayan transcurrido un númeroin nito de instantes, el tiempo no ha pasado. Este baño,esta inmersión en un paisaje sonoro que carece decomienzo y de nal, y el milagro que supone la escucha,

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comienzo y de nal, y el milagro que supone la escucha,la atención y la conciencia me renuevan. Me pregunto sihay algún momento en que no podamos acceder a “Esto,nada más”. ¿No podemos acaso escuchar lo que siempreestá presente y el atronador silencio que le sirve detrasfondo?

Luego me doy cuenta de que, si no soy losu cientemente cuidadoso -es decir, si no permanezcoasentado en la conciencia a lo largo de todo el día-,quizás no escuche nada más, independientemente de loque se presente a mi oído, que el ruido incesantegenerado por mi propio pensamiento.

Nadie puede dejar de advertir, mientras estamosmeditando con un grupo de ecologistas en una playarocosa de la isla Windfall, entre el estrecho de Chathamy los picos coronados de nieve de la isla Baranov que sehalla frente a la bahía de Tebenkof, en el parquenacional de Tongass del sudeste de Alas-ka, lacontribución que hacen las ballenas jorobadas que van yvienen como lo hace la marea noche y día entre la bahíay el estrecho al paisaje sonoro de este parque natural. Elresoplido de su larga, profunda y sonora exhalación nossumerge de inmediato en el paisaje sonoro primigenioque, desde hace millones de años, ha estadoimpregnando ininterrumpidamente este rincón delmundo y tal vez escuchemos también, si permanecemosmuy atentos, su ocasional inspiración poco antes de

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muy atentos, su ocasional inspiración poco antes dezambullirse en el océano. Con los ojos bien abiertostambién puede verse y escucharse, aun a la distancia, lairrupción del géiser de vapor blanco con que acompañancada una de sus salidas a la super cie y, mientraspermanecemos sentados en la playa y con los ojoscerrados, podemos llegar a sentir que, de algún modo,ellas lo saben. Permanecemos un tiempo sumergidos enun mundo silencioso, primordial y plagado de sonidosque, desde hace cinco mil o quince mil años,probablemente no haya experimentado grandes cambios.Los chillidos del águila calva, los graznidos del cuervo ylos gritos de las aves que surcan los cielos y sobrevuelanel agua contribuyen al paisaje sonoro, mientras las olasbarren la orilla y el viento sopla a través de los viejosabetos de Sitka y de las tsugas occidentales que hansoportado inviernos brutales. Aquí estamos, sentados,abiertos a este mundo, a este paisaje sonoro y a susantiguos recuerdos. ¿O se trata más bien de certezas?

Nuestra perra sabe bien que el paisaje sonoro no seagota en lo que escucha, sino que también incluye cosasque no puede oír. Si, por ejemplo, escucha la apertura oel cierre de la puerta de tela metálica, pero no la oyehacer clic, sabe perfectamente que ha llegado elmomento de escapar de casa. Éste es un claro ejemplode la información que nos transmite un determinadoelemento del paisaje sonoro si estamos losu cientemente abiertos y atentos como para detectar la

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su cientemente abiertos y atentos como para detectar laausencia o los cambios de pauta de ciertos sonidosfamiliares. Es cierto que la música puede complacernuestros nervios auditivos como sucede, por ejemplo,cuando cantamos en el interior del Taj Mahal, pero elpaisaje sonoro no está exclusivamente compuesto desonidos, sino de todo un universo de sonidos y desilencios, siempre que estamos dispuestos a escuchar… ya nada más que escuchar.

Mientras sigo sentado escucho un sonido semejante aldel camión de la basura. Pero hoy no es día de recogidade basura. Quizás -dice mi mente, en un intento deidenti carlo- se trate del camión de los barrenderos,pero lo cierto es que no parece desplazarse. Quizás setrate de una taladradora o de un camión que estéascendiendo una pronunciada rampa, pero el sonidotampoco parece acercarse ni alejarse. Quizás esténtrabajando en la parte de arriba de la calle. Puedopermanecer sentado pensando en lo que es, de dóndeviene, lo mucho que me gustaría que despareciese o porqué deben hacer tanto ruido a estas horas de la mañana.Quizás debería levantarme y enterarme nalmente de loque ocurre, de dónde viene y qué es lo hace tanto ruido.

Pero ¿para qué? Ahora mismo, estoy sentado aquí. Enmi mano está decidir permanecer tranquilo oinquietarme, pero la decisión parece difícil y remota, unejercicio de voluntad, una forma de resistirme al sonido

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ejercicio de voluntad, una forma de resistirme al sonidopresente que me permite observar el vaivén de miinquietud.

Detrás de todo este movimiento mental se encuentra elsonido puro. Puedo ser consciente del sonido y serconsciente también de que no sé “lo que es”. ¿Puedosimplemente, en este instante, descansar en la concienciade que no sé y ser también consciente de que no necesitosaber cuál es su contenido, porque el sonido ya estápresente en este instante? En este mismo instante, lascosas ya son tal como son. ¿Puedo aceptarlas así? A nde cuentas, si elijo cualquier otra alternativa, acabarédistraído, frustrado e inquieto.

La mente segrega pensamientos… quizás podríaaceptarlo mejor si supiera lo que son, quién los genera ydurante cuánto tiempo más van a continuar.

También puedo ser consciente del pensamiento en elmismo momento en que emerge. Puedo ver el modo enque la mente pensante trata con desesperación de lograralguna explicación que resulte relativamenteconvincente, para estar más seguros, pero ése no es másque un ejercicio super uo de alquimia que acabaconvirtiendo en ruido lo que no era más que sonido. Laconciencia se da perfecta cuenta de que todos esospensamientos, inquietudes, resistencias e intentos deapresar son del todo innecesarios, obstáculos queimpiden el logro de la tranquilidad y que, en ocasiones,son más insuperables que el mismo sonido. Latranquilidad reside en la escucha y en la conciencia que

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tranquilidad reside en la escucha y en la conciencia quesubyace bajo la escucha. Cuando me zambullo en ella, elsonido desaparece por unos instantes para regresar alpoco, pero ya no representa ningún obstáculo.

De repente, la mente experimenta un espasmo deincomodidad e insiste en enterarse de lo que ocurre.Entonces se desvanece mi conciencia y, con ella, miintención. Finalmente, el impulso que me mueve aidenti car la fuente del sonido acaba levantando micuerpo y asomándolo a la ventana.

Es un gran camión, un ruido, pero no el ruido. ¿Y quées lo que he ganado con este conocimiento?Absolutamente nada.

Vuelvo a sentarme y me dispongo a escuchar. Elimpulso a averiguar lo que ocurre crece en la mismamedida en que aumenta el ruido. Permanezco ahí,abandonado en mi postura. Al cabo de un rato, el ruidoacaba desvaneciéndose en la distancia y vuelvo aescuchar el trino de los pájaros y vuelvo a pensar enotras cosas, aunque ahora se trate de cosas mássilenciosas. Cuando me doy cuenta de ello, mi rostroesboza una sonrisa. La respiración va y viene. Sentadoaquí, simplemente sentado aquí; un espacio abiertodespojado de ideas de sonido y de silencio. Sóloconciencia. Ya no hay ningún tipo de interrupciones. Lamente ya no se interrumpe a sí misma. Ahora sólo hayEsto, nada más que Esto.

El sonido regresa, la sonrisa se amplía, perdura un

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El sonido regresa, la sonrisa se amplía, perdura untiempo y acaba desapareciendo.

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EL PAISAJE DEL AIRE

Imagínese sumergido bajo el agua y que puede respirarsin ningún problema.

Trate ahora de moverse.Mueva lentamente un brazo y la correspondiente

mano. ¿Puede “sentir” la corriente de “agua” uyendoentre sus dedos, desplazándose por el dorso de su manoy de su brazo? Advierta que su movimiento se torna más

uido, como si su brazo y su mano cobrasenrepentinamente una nueva vida, desplazándose yondulando a su aire y proporcionándole una mayorlibertad de movimientos. Esos movimientos lentos yelegantes se tornan más uidos si nos imaginamos -y, enconsecuencia, nos sentimos- sumidos en un fluido.

¿Se da cuenta, en el caso de que lo esté haciendoahora, de la gracia que empieza a impregnar susmovimientos? ¿No le parece curioso que todo elloocurra sin necesidad de realizar esfuerzo alguno?Zambúllase en esa sensación y deje que el resto de sucuerpo participe también del movimiento, hasta que seconvierta en una especie de alga marina ondulando en ellecho del mar cerca de la playa. Póngase en pie, en elcaso de que esté sentado, y permita que todo su cuerpo,

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caso de que esté sentado, y permita que todo su cuerpo,incluidos sus brazos, sus piernas, su torso y su cabeza,participen de ese movimiento y sienta cómo, al moverse,la corriente acaricia su cuerpo.

Lo cierto es que nosotros vivimos en el fondo de unocéano, de un océano de aire. Deje a un lado la imagendel agua y pregúntese si realmente puede sentir con supiel ese océano mientras desplaza sus brazos y manostan lentamente como antes, sintiendo la corriente de aireen torno a sus manos y a través de sus dedos y dejándoseacariciar por las sensaciones que experimente, sean lasque sean. Si conecta con su cuerpo y cobra conciencia deél como una totalidad, dejando que se mueva a supropio ritmo, no tardará en advertir que la sensación delmovimiento de su cuerpo se convierte asombrosa einstantáneamente en una especie de tai-chi…moviéndose en la quietud, en el océano de la conciencia,moviéndose en el seno de un océano de aire.

Deje ahora de moverse y sienta el aire por lasuper cie de todo su cuerpo, pero no persiga ningunasensación concreta, deje que las sensaciones vengan solascomo si, con su piel, estuviera escuchando el sonido delaire. No pretenda alcanzar, conseguir ni sentir nadaespecial porque, después de todo, usted ya está encontacto, tanto interno como externo, con el aire.

Dese cuenta de que, sin necesidad de hacer nadaespecial, se halla ya inmerso en ese uido, sienta cómoel océano de aire acaricia su piel y cómo -aunque apenasse mueva o permanezca absolutamente quieto- le

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se mueva o permanezca absolutamente quieto- leenvuelve y le abraza. Sienta cómo el aire entra en sucuerpo, sin necesidad de hacer el menor esfuerzo devoluntad, a través de sus fosas nasales o de su boca.Sienta cómo penetra en sus pulmones e imagine por unmomento el modo en que las diminutas moléculas deoxígeno llegan hasta sus alveolos pulmonares, donde seven mágicamente atrapadas por la corriente sanguíneaconvirtiendo a las relativamente enormes (aunquetodavía minúsculas) moléculas de hemoglobina en losbrillantes glóbulos rojos que, a cada contracción delventrículo izquierdo, transportan la esencia del aire a lostrillones de células que con guran el complejo universode su cuerpo que, sin ese nutriente esencial, no tardaríaen morir. Esa re exión puede ayudarle a hacer unapausa que le permita darse cuenta de su respiración yubicarse conscientemente en el paisaje del aire.

Yo estoy enamorado del aire y esto es algo querecuerdo y olvido cada vez que inspiro y espiro,respectivamente, hasta que el aire mismo vuelve a re-componerme y re-encarnarme.

No es difícil enamorarse del aire. La leve brisamatutina del verano refresca mis hombros desnudoscuando me siento a respirar en silencio, con los ojoscerrados o con los ojos abiertos. Mi piel parecevivi carse cuando siente el aire que la rodea. Bañarmeen la corriente de aire de la habitación, absorbiendo suhumedad y su frescor, me renueva y me despierta. Lahumedad de una noche veraniega habla con su propia

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humedad de una noche veraniega habla con su propiavoz a la piel y a la nariz, como también lo hace elmovimiento de la brisa marina en el rostro, el bálsamodel aire invernal y el mordisco del viento de enero queparece congelar la piel.

Las cosas no siempre fueron así porque, durante lamayor parte de mi vida, el aire no fue más que aire, algode lo que no me daba mucha cuenta y que, enconsecuencia, valoraba todavía menos. Poco a poco, sinembargo, he ido cobrando conciencia de que el mismoaire de siempre es un auténtico regalo. ¡Qué gran regalosentir lo que ya se nos ofrece y experimentar quecontinuamente estamos abrazados, alimentados y encontacto continuo con el espíritu de Ariel, el genio delaire! Nosotros respiramos y somos respirados y estamos,como las imágenes de los cuadros de Chagall, sumidosen el aire, vivimos en él y vivimos también de él.

Resulta difícil no advertir, cuando me relaciono demanera afectuosa, íntima y continua -es decir, de unmodo cada vez más atento- con el aire, que el paisajeaéreo está en constante movimiento. En un determinadomomento se mueve y, al instante siguiente, vuelve aquedarse quieto. De este modo me llama, me despierta yme mantiene sobre mis pies. Ahora hace calor y, unpoco después, hace frío. Sus diversos personajesaparecen a horas diferentes y en diferentes estaciones. Eldulce frescor del otoño, el tonificante frescor del inviernoy el día ocasionalmente caluroso que se empeña en serverano evoca, en mitad de la nieve y del hielo, recuerdos

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verano evoca, en mitad de la nieve y del hielo, recuerdosque proporcionan al aire su propio y único marchamode sensaciones y olores.

Cuando le prestamos atención, no tardamos enentender por qué las antiguas civilizaciones lo elevaron yreverenciaron como un elemento primordial. ¡El aire! ¡Elaire! Cuando los contemplo, me doy cuenta de que losabetos cimbrean al son del aire, ejecutando su propiotai-chi y asimismo advierto que el mismo aire que loscomba también acaricia mi espalda, mis hombros y micuello. Todos nos hallamos mecidos por la misma ola,todos ejecutamos, cada uno a su modo, la misma danzaque nos trasciende y en la que también participa todaplanta y todo animal de este planeta en un vaivéncósmico que integra todos estos reinos, un movimientoen el que el aire se recicla y revitaliza y, en el proceso,también nos recicla y nos revitaliza a nosotros.

Este intercambio dinámico sostiene -¡oh maravilla delas maravillas!-la delgada y vulnerable capa invisible deatmósfera que envuelve y abraza nuestro hogar en lainconcebible inmensidad del vacío que llamamosespacio, casi completamente vacío, casi nada.

Y eso, desde nuestra perspectiva como criaturas vivas,es todo… porque, sin el aire, no tardaríamos en volver aser nada.

*Tú, que no eres más que aire, has sentido su dolor.

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W. SHAKESPEARE, La tempestad

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EL PAISAJE DEL TACTO

Pero el aire, por más que nos hallemos continuamenteen contacto con él, no es lo único que nos toca. Nuestrocuerpo está en contacto con la silla en la que nossentamos, con el suelo que nos sostiene cuandopermanecemos de pie, con la super cie sobre la quedescansamos cuando estamos acostados, con la ropa queroza nuestra piel, con la herramienta que sostenemos ennuestras manos y con cada una de las miles de cosas queasimos, levantamos, movemos, damos o recibimos. Y,por encima de todo, estamos en contacto con los demásde formas muy diversas, a veces automáticas y otrasdescuidadas, románticas, amorosas, agresivas, insensibleso enojadas. La calidad del contacto que nos brindan noshace sentir amados, aceptados y valorados o, por elcontrario, ignorados, no respetados o agredidos.Establecemos contacto con los demás a través deapretones de manos, palmeándoles la espalda,cogiéndoles del hombro o mediante el abrazo, el beso,las caricias, el baile, el masaje y, con mucha frecuencia,el juego (donde el contacto se atiene a un conjunto dereglas diferentes a las que rigen el código de interacciónsocial normal) y también placándoles, golpeándoles o

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social normal) y también placándoles, golpeándoles odándoles codazos, empujones y hasta patadas. Y hayocasiones -ajenas, en este caso, al juego- en las quepodemos tocar o ser tocados por los demás de un mododescortés, amenazador. Naturalmente, para proteger losderechos básicos de seguridad y soberanía corporal delindividuo, las leyes de nuestra sociedad regulan cada vezmás este tipo de contacto.

Independientemente, sin embargo, del modo en quetoquemos y de lo que toquemos e independientementetambién de que se trate de algo animado o inanimado,plantas, animales, seres humanos, desconocidos, clientes,colegas, amigos, hijos, padres o amantes, podemos tocara los demás de manera atenta o de manera descuidada.La conciencia nos permite saber, en todo momento,cómo nos sentimos cuando nos tocan y las sensacionesque nos provoca el hecho de tocar o ser tocados. Éste esel horizonte perceptual del sentido del tacto, el camposensorial de contacto somático directo y recíproco quemantenemos con el mundo y que podemosexperimentar, tanto de manera super cial comoprofunda, con cualquier centímetro cuadrado de nuestrocuerpo.

Cuando me siento con las piernas cruzadas en el suelode mi despacho, me doy cuenta de inmediato de lasensación de contacto de las nalgas con el zafu (cojín demeditación), de la parte exterior de las piernas, desde lasrodillas hasta los tobillos y de los pies con las plantashacia arriba, plegadas una sobre otra, descansando sobre

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hacia arriba, plegadas una sobre otra, descansando sobree l zabutón (cojín compuesto de hojas de algodónforradas de tela sobre el que se coloca el zafu) que lessirve de almohada. También me doy cuenta de lassensaciones de contacto que provienen de la partesuperior de los pies, que también están en contacto conel cojín. Éstas son las únicas partes de mi cuerpo quemantienen ahora contacto con lo que me sostiene ycompensa el efecto de la gravedad que empuja a todomi cuerpo hacia el suelo, completamente equilibradopor el reposo implícito en la misma postura.

La sensación predominante es una pesadez en la partebaja de las nalgas que se extiende levemente hacia laparte superior y posterior de los muslos y amortigua ene l zafu bien relleno el peso de la parte superior delcuerpo. La pelvis se halla un poco inclinada haciadelante, mientras la columna lumbar se curva, enconsecuencia, en lordosis hacia el abdomen para que lamáxima presión descanse en la zona de los isquiones quehay bajo el glúteo máximo. También siento más tensa lazona de la rodilla izquierda que de la derecha, mientrasla pierna, el pie y el talón izquierdo están más cerca delperineo que la derecha, que está un poco más lejos. Esasensación me indica que la rodilla está algocongestionada. También experimento muchas mássensaciones de hormigueo y una pulsación, casipalpitante, en esta rodilla que en la otra y el suavecontacto del zabutón con el borde exterior de las piernasy el comienzo del dorso de los pies. Algunas de las

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y el comienzo del dorso de los pies. Algunas de lassensaciones de las piernas y las nalgas se derivan delcontacto de la parte inferior de mi cuerpo sentado. Otras,como las de la rodilla por ejemplo, no están ligadas alcontacto físico y tan sólo tienen que ver con laconciencia que el cuerpo tiene de sí mismo y de larelación existente entre las distintas zonas corporales y elespacio que ocupan, lo que forma parte de laexperiencia sensorial de la propiocepción, un términoque se deriva del latín propius, que signi ca “unomismo”.

El resto de mi cuerpo sólo está en contacto con el aireque le rodea, exceptuando la sensación de las yemas delos dedos apoyados en las teclas y el contacto delpulpejo en el reposamanos del ordenador portátilmientras escribo en la mesilla que me sirve de escritorio.Las sensaciones procedentes de la parte inferior de lasmanos son el calor (desprendido por el ordenador), lasuavidad y la dureza del plástico sobre el que descansan.También siento la pesadez en esa parte inferior de lasmanos, que sostienen el peso de los brazos, mientras quelos dedos, exionados en su posición habitual sobre elteclado, parecen ligeros, vivos energéticos y pulsantes.

Obviamente, el tacto no está separado del resto de lossentidos, de modo que, mientras estoy sentado, tambiénsoy consciente del paisaje sonoro que llena el aire quebaña mi piel y entra en mis pulmones a cada contracciónde mi diafragma y de mi abdomen. Y eso también metoca, aunque de un modo ligeramente diferente al

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toca, aunque de un modo ligeramente diferente alcontacto somatosensorial directo que caracteriza almundo táctil. Se trata de algo menos palpable, másincorpóreo, hasta que me doy cuenta de que no son sólomis oídos, sino mi cuerpo entero, el que absorbe elsonido, y que cuanta más atención presto, más intensasiento la vibración física de los sonidos que, enocasiones, llega hasta los mismos huesos.

También advierto lo que continuamente se presentaante mis ojos, lo que solemos denominar paisaje visual,la pantalla en la que aparecen todas estas palabras -unaexperiencia que sólo treinta años atrás, en la era de lamáquina de escribir eléctrica, hubiera sido consideradacomo una escena de ciencia cción- y, más allá delmonitor, la habitación y la luz del sol de la mañana queentra a raudales, través de las ventanas iluminando unascuantas super cies verticales que hay a mi derecha,como la parte posterior del respaldo de la silla delescritorio, un poco del escritorio, un libro rojo de hojassueltas apoyado verticalmente junto a la impresora,generando lo que bien podríamos cali car como unacaligrafía solar -las sombras re ejadas de unas hojas delarce- que mágicamente se proyectan sobre el tablerovertical del estante que soporta la impresora. Cuando, alcabo de pocos minutos, echo un nuevo vistazo, el paisajeha cambiado por completo, el re ejo del escritorio hadesaparecido y la caligrafía formada por la sombra delas hojas de arce aparece bajo una perspectiva un pocodiferente en la que las hojas y los tallos parecen más

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diferente en la que las hojas y los tallos parecen másdefinidos y más planos.

En su libro sobre el tacto, Ashley Montagu señaló quela palabra “tacto” tiene la peculiaridad de tener laentrada más larga del Diccionario inglés de Oxford, loque signi ca que todavía es más extensa que la entradacorrespondiente a la palabra “amor”. Pero esto, si nosdetenemos a pensar un poco en ello, no es tan extrañocomo a primera vista parece. ¿Dónde estaría, a n decuentas, el amor si el tacto no existiera? El tacto esfundamental para la vida (aunque, en clase de biologíadel instituto, cuando contemplábamos células ypequeños animales al microscopio, el nombre frío yclínico con el que se conocía esta propiedad siológicaera el de “irritabilidad”). Nosotros nos hallamosinmersos en el mundo y lo conocemos a través de todoslos sentidos, pero el más fundamental, el menosespecializado y el más global de todos ellos es el tacto,que transpira a través de la membrana de piel que noscontiene, de ne nuestro cuerpo y diferencia el mediointerior del exterior, el mundo que se extiende más alláde sus fronteras. Nuestro desarrollo corporal antes denacer tiene lugar dentro del entorno vivo de otro cuerpo,dentro de otras membranas, que también nos contienen ycon las que nos hallamos relativamente confundidos. Ental caso todavía no somos cuerpos separados y, de algúnmodo, seguimos siendo un solo cuerpo.

El contacto amoroso nos nutre y sostiene antes ydespués del nacimiento. Durante la lactancia, los bebés

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después del nacimiento. Durante la lactancia, los bebésbuscan a tientas el pezón del que no están mamando y seagarran a él, tocando uno con los labios y el otro con susdiminutos y perfectos dedos, cerrando así un círculocontinuo de amor y nutrición que alienta el contacto y elsoporte más allá de la leche materna. Cuando se llevanen brazos, los niños se sienten sostenidos y, enconsecuencia, tocados, en contacto con el cuerpo de suspadres y cuidadores y, cuando se acuestan en la cama desus padres, a menudo mantienen un contacto físico conellos mientras duermen arrebujados las mismas sábanascalientes y amorosas.

El lenguaje habla de estar desconectados, de perder elcontacto, de sentirnos emocionalmente “tocados”(cuando algo ha conmovido nuestro corazón) y de estarun tanto “tocados” (cuando se nos quiere decir queestamos un poco locos). También se habla de dejarintacta la comida, de tocar un tema, de añadir un toquede sal, de dar un toque de atención, de no tocar nada, dedar un toque de distinción, de que las campanas tocan adiana o a rebato, de retocar los arañazos de nuestrocoche, de dar el último toque a un arreglo oral, de darel toque maestro y de mantener el contacto con alguien.

Desde una perspectiva neurológica, el sentido del tactoabarca varios sentidos diferentes como si de uno solo setratara. Esto es, precisamente, lo que ocurre al sentir lapresión del contacto, al sentir su temperatura, al sentirun contacto tan fuerte o tan amoroso que nos provocandolor y placer, respectivamente.

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dolor y placer, respectivamente.Pero otra dimensión del sentido del tacto tiene que ver

con nuestra capacidad para sentir internamente elcuerpo y saber, por ejemplo, dónde están nuestrasmanos sin necesidad de moverlas ni de mirarlas, o dóndese halla nuestro cuerpo en un determinado momento.Como ya hemos dicho, esta capacidad sensorial quetodos tenemos se llama propiocepción, el sentido quenos permite saber dónde se encuentra espacialmentenuestro cuerpo, orientarlo dentro del campo corporal ysentir sus movimientos e intenciones.1 La propiocepciónes tan esencial que casi nunca le concedemos el estatusque merece. La damos completamente por sentada pero,como veremos en la quinta parte, las lesiones nerviosasque provocan la pérdida de la propiocepción resultan,en última instancia, catastró cas. En tal caso, uno ya nosabe ni siente que es, por así decirlo, un residente delcuerpo, habitando un universo de actividad voluntaria eintencional que puede moverse en el mundo. En tal caso,las manos y las piernas dejan de ser propias y seconvierten en objetos extraños e inútiles que ya nopueden moverse de la manera habitual y se corta todaconexión con ellos y con la totalidad de nuestro cuerpo.Ésa es la desconexión última. Pero, felizmente, se tratade una condición muy inusual.

Pero aunque se trate de una condición muy extraña, esmuy habitual ignorar la propiocepción y estarfuncionalmente desconectados de ella. Son muchas, porfortuna, en este caso, las cosas que podemos hacer para

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fortuna, en este caso, las cosas que podemos hacer pararecuperar esta dimensión milagrosa de la experienciavívida e instantánea que siempre se halla presente ymucho más cercana, por cierto, de lo que creemos. Loúnico que nos mantiene desconectados es ignorar quesiempre estamos conectados. Cuando abandonamos laignorancia, recuperamos al instante la conexión con lossentidos, porque siempre estamos conectados con ellos.Ésa es su naturaleza, lo único que tenemos que hacer esdespertar a ella.

*Hoy ha vuelto a llover después de mucho tiempo sin hacerlo.Bajo la arboleda, recoleta y limpia, hace fríoy la humedad se alía con la gravedadpara arrojar ramas y hojas al suelo,

donde acabarán desapareciendo,aunque sólo a nuestros ojos.Las raíces de los robles recibirán entonces su ración,y también los hilillos blancos de las hierbas y el cojín de musgo.Unas cuantas gotas, redondas como perlas,entrarán entonces en la topera,

y otras tantas piedrecitas, sepultadas por miles de años,se sentirán finalmente tocadas.

MARY OLIVER,

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«Morando en la felicidad»

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EN CONTACTO CON LA PIEL

La piel es el más importante de todos nuestros sentidos.Alguien calculó que la super cie de la piel extendida deun adulto mide aproximadamente 1,8 metros cuadradosy pesa unos 4 kilos. Por ello tendemos a considerar a lapiel como el órgano del tacto aunque tambiénpodríamos a rmar, en un sentido lato, como ya hemosdicho, que el mundo nos toca a través de todos losdemás órganos sensoriales más especializados.

Lo que la palabra “tacto” evoca en nosotros estáíntimamente ligado a la piel. Y algo semejante sucedetambién con la palabra “sentir,” porque el contacto“físico” que nos permite sentir tiene lugar a través de lapiel y es ahí también donde resulta más patente lareciprocidad bidireccional de nuestro contacto con elmundo. Es imposible tocar sin ser también tocados, yaque no podemos tocar nada sin que eso,simultáneamente, también nos toque. Cuandocaminamos descalzos, las plantas de nuestros pies besanla tierra a cada paso y ésta, a su vez, nos devuelve subeso y lo sentimos. Y por más que, cuando estamos“desconectados,” no lleguemos a sentirlo, el contacto esinnegable. Ya sabemos que, cuando nuestra mente está

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innegable. Ya sabemos que, cuando nuestra mente estáocupada y atrapada en cavilaciones, en la corriente delos pensamientos y emociones y en las preocupacioneshabituales sobre nosotros mismos, estamos desconectadosde la experiencia directa del momento presente.

También sabemos que la piel está íntimamente ligadaa las emociones. No en vano, si las dejamos, las cosaspueden meterse “bajo nuestra piel” y enrojecer devergüenza, quedarnos lívidos de miedo, palidecer detristeza, enrojecer de ira y ponernos verdes de envidia.

Por éstas y muchas otras razones la piel es unexcelente objeto de meditación. Si cobramos concienciade nuestra piel, no tardaremos en sentir el aire querodea nuestro cuerpo, quizás por vez primera de maneraconsciente. Quizás, al comienzo, pueda ser más sencillosentir el roce del aire en nuestra piel y nuestra piel encontacto con el aire cuando sopla la brisa pero, con lasu ciente práctica, el hecho de prestar atención alenvoltorio de piel que recubre nuestro cuerpo puedepermitirnos sentir el aire en cualquier momento, aun enausencia de la menor brisa. La piel respira y, siprestamos la adecuada atención, podemos sentir oimaginar la respiración a través de esa membrana quesepara nuestra carne del resto de la biosfera. Nuestraconciencia puede envolver la piel como un guantenuestra mano e impregnar la piel como el agua unaesponja. Cuando nos damos cuenta de las sensacionescutáneas, sentimos que nuestra mente está habitandonuestra piel. La mente y la piel sólo están separadas

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nuestra piel. La mente y la piel sólo están separadascuando dormimos, hasta el punto de que bien podríamosdecir, con bastante exactitud, que la piel es un aspectode nuestra mente.

Esto no es tan inverosímil como puede parecerporque, como luego veremos, hay diferentes mapascorporales en el cerebro, uno de los cuales es conocidocon el nombre del homúnculo sensorial. Las diferentesregiones representadas en el homúnculo sensorial secorresponden con las características de la super cie de lapiel pero, en el homúnculo sensorial, el tamaño de lasmanos, los pies y los labios es mucho más grande que elde otras ubicaciones de la piel, lo que se explica por laelevada concentración de terminaciones nerviosassensoriales en estas regiones concretas, re nadoselementos sensoriales que se hallan debajo de la delgadamembrana que es nuestra piel y el tejido subyacente. Porello, cuando prestamos una atención deliberada anuestras manos, a nuestros pies o a nuestros labios,sentimos una amplia panoplia de sensacionesprocedentes de esos lugares.

La piel es, en sí misma, todo un universo sensorial y,en consecuencia, jamás está, aunque nos parezca no estartocando nada, desprovista de sensaciones. Se trata de unainterfaz, de una super cie de contacto, tiene su propiotono sensorial y, en consecuencia, siempre está encontacto con algo. ¿Pero lo estamos también nosotros?¿Estamos realmente en contacto con nuestra piel?

La gran inervación de las neuronas motoras de las

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La gran inervación de las neuronas motoras de lasmanos, de los pies y de los labios explica que tengamosmuchas más sensaciones de esas regiones que del restode cuerpo. Me atrevería a decir que las funcionessensoriales y motoras se hallan estrechamente unidas. Sisiente sus manos simultáneamente desde dentro y desdefuera a través de la piel, descubrirá una belleza de formay de función que, en modo alguno, desmerece a ningunade las manos esculpidas en mármol por Miguel Ángel.Nosotros honramos el arte y la estética que “da vida a lapiedra” porque, en parte, nos vuelve a conectar connuestra belleza intrínseca, una belleza que trasciende laedad, y todo lo que nos ha sucedido que, de un modo uotro, esté inscrito en nuestro cuerpo… nos toca. Esto nosrecuerda que son nuestras milagrosas manos, que por logeneral conocemos poco y que tan mecánicamenteusamos, con las que irónicamente podemos llegar a estarmuy desconectados. Percibir tan palpablemente la vidaen el mármol nos vivi ca y nos resucita tanto metafóricacomo literalmente. Éste es otro de los bene cios de lainevitable reciprocidad que se halla inmersa en el sentiry que, en este caso, ocurre en la interfaz en la queocurren los intercambios entre el mundo interior y elmundo exterior a través de las robustas pero delicadasmembranas super ciales de la piel, los dedos, lospulgares, las palmas y el milagro de las manos.

*Eres más bella que ninguna,

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pero tu cuerpo tenía un defecto,tus manos pequeñas no eran bellas,y temo que correrása hundirlas hasta la muñecaen este rebosante lago misterioso,donde quienes obedecen la ley sagradalas hunden y son perfectos.¡Oh, no dejes que cambienlas manos que he besado,por el amor al pasado!

W. B. YEATS,«Los sueños destrozados»

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EL PAISAJE OLFATIVO

Mientras estoy sentado en el porche de una casa de CapeCod, el aire salobre de mediados de agosto me traerecuerdos familiares del cercano océano. Pero, por másinequívocamente familiarizado que esté con esafragancia, su complejidad y delicadeza se me antojancompletamente indescriptibles. Cada vez que regreso aese lugar, sé que estoy acercándome y ya no falta muchopara llegar por la peculiar combinación de e uviosprocedentes de la tierra y del mar. Esta mañana, el aireestá saturado de humedad, pero no siento su caricia en lapiel, sino que la huelo, sobre todo cuanto más focalizomi atención en el olfato. El aire porta consigo el débilolor de las algas marinas y el aroma de la arena mojada,de la zostera, de las plantas y de toda la vida animal delas playas y charcas que la marea deja al retirarse en lazona costera que casi me rodea por los cuatro costados.También me llega el olor de la tierra húmeda de lasmarismas y de los bosques de sasafrás, las ocasionalesráfagas de aromas que el calor del sol de media mañanaarranca de las hydrangeas del jardín y del césped sincortar, el inconfundible e uvio de la descomposición delas hojas caídas de los cedros y el apagado olor del

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las hojas caídas de los cedros y el apagado olor delestucado todavía húmedo de una casa que está enconstrucción.

¿Se ha dado cuenta de que sólo puedo describir losolores y el modo en que percibo este paisaje de unmodo analógico, es decir, enumerando objetos yesperando que despierten en usted algo que puedaayudarle a evocar lugares y épocas en que tuvoexperiencias similares y pueda recordar así el aroma quecaracteriza todas esas fragancias? La esencia de estepaisaje olfativo es demasiado compleja, rica y únicacomo para poder embotellarla. Siempre es la misma y,sin embargo, siempre es diferente y, en consecuencia, nopuede ser contenida, conservada mi transmitida. Es ciertoque puedo señalarle las posibles fuentes, pero me resultaimposible transmitirle la experiencia real. Para conocerlade verdad, usted debería oler por sí mismo y, aun en talcaso, tropezaríamos con tantos obstáculos al tratar dehablar de ella que quizás sea mejor no intentarlosiquiera. Tal vez fuese mejor, en lugar de pretenderrepresentar la experiencia, guardar silencio al respecto.Pero, para ello, deberíamos refrenar nuestra tendencia ahablar indiscriminadamente, tanto con nosotros mismoscomo con los demás, de cualquier experiencia, unatendencia que, con demasiada frecuencia, nos lleva asacri car la inefable riqueza contenida en la experienciadel silencio.Los olores nos abren a un mundo al que sólo podemosacceder mediante nuestro sentido más no. El olfato

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acceder mediante nuestro sentido más no. El olfatopuede detectar niveles in nitesimales de compuestosaromáticos que, en ocasiones, no superan las pocaspartes por trillón. El olor es fundamentalmente, comosucede con el sabor, un sentido molecular y la relaciónanatómica y funcional que existe entre ambos es taníntima que cuando aquél se bloquea resulta difícilsaborear cualquier cosa.

La fuente de la experiencia olfativa reside en lasmoléculas que se hallan suspendidas en el aire, exceptoen el caso de aquellos olores que generamosexclusivamente a través de la memoria cuando, de algúnmodo, logramos excitar el cerebro olfativo y recreamosuna experiencia proustiana tan vívida como la original.Por más que, comparada con la mayoría de los animales,nuestra capacidad olfativa sea muy limitada, nunca dejade ser cierto que “no hay nada tan memorable como unolor”. Cuando un olor nos resulta especialmenteagradable o desagradable, la atracción o el rechazopueden ser instantáneos, re ejos y cuasi animales. Loque algunos cali can de primitivo -aunque, en miopinión, no tiene nada de primitivo- imperativobiológico de acercamiento y evitación se sirve del mundode los olores y desata nuestra respuesta re eja.Ciertamente, los compuestos conocidos como feromonasnos relacionan con los demás, nos ayudan arelacionarnos con ellos y, como sucede en el caso deotras especies, participan muy directamente en lacoreografía de las danzas sociales y sexuales en las que

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coreografía de las danzas sociales y sexuales en las quenos hallamos involucrados y en las decisiones quetomamos para elegir a la persona con quien combinarnuestros genes y transmitirlos a las generaciones futuras.No es de extrañar que la búsqueda de esenciasquímicamente atractivas de fácil producción ycomercialización haya acabado convirtiéndose en elsanto grial de los laboratorios de las empresas que sededican a la perfumería.

La mayor parte de los olores no nos resultanespecialmente agradables ni desagradables y, enconsecuencia, los olvidamos con bastante facilidad. Losolores fuertes, por su parte, no tardan en saturar elsentido del olfato. Basta con unos pocos momentos deinmersión en ellos para que no podamos oler nada, nisiquiera humos nocivos. El olfato es un instrumento muy

no pero, cuando se ve desbordado, se fatiga fácilmente,hasta el punto de que, en ocasiones, nos resultaimposible oler lo que estamos comiendo.

El aire también es, en este caso, mediador entre lafuente emisora y el receptor. Como bien saben nuestrosperros y, a menudo, mucho antes de que lleguemos adetectarlos, el aire no sólo va cargado de sonidos ya que,por sus senderos, viajan también los olores, losperfumes, los aromas, las fragancias, los e uvios y loshedores. El universo olfativo de los perros es mucho másrico que el nuestro. El suyo es un universofundamentalmente de nido por los olores que lesproporciona una gran cantidad de información

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proporciona una gran cantidad de informacióninteresante sobre otros perros, personas y lugares, cuyashistorias e itinerarios no parecen tener mucho problemaen inferir. La super cie del epitelio olfativo y laconcentración de receptores odoríferos por centímetrocuadrado de la nariz de un perro (el lugar en que seasienta el sentido del olfato) pueden llegar a ser hastadiecisiete y cien veces superiores, respectivamente, a lasnuestras. La corteza olfativa de las ratas y de lasmusarañas, por su parte, ocupa gran parte de su cortezacerebral, mientras que, en el caso del ser humano, esaproporción es minúscula. Paralelamente, sin embargo, laproporción de corteza cerebral de las musarañas y losperros que se ocupa de las funciones sensoriales ymotoras es muy inferior a la nuestra, lo que posibilitanuestro superior funcionamiento cognitivo y creativo.

A veces creo que el objetivo fundamental de lospaseos que doy con mi perra consiste en darle el tiemponecesario para explorar el mundo a través de su nariz.Cada lugar representa para ella una especie de tablerolleno de mensajes y anotaciones anunciándole qué otroshabitantes del barrio, cánidos o no, han pasado por ahí.Hay lugares que parecen invitarla, por razonesdesconocidas para mis sentidos, a echarse panza arribasobre la hierba alta en verano con la cabeza hacia unlado o a responder, en invierno, a los perfumes ytexturas concretas de la nieve recién caída que reactivasus genes de husky siberiana plateada. En esas ocasiones,hinca su hocico en la nieve y parece adentrarse en un

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hinca su hocico en la nieve y parece adentrarse en unmundo que me resulta ajeno y al que yo no tengoacceso. Supongo que, sin oler, su cerebro y su almaacabarían marchitándose, por falta del alimento quediariamente -si no de hora en hora o incluso demomento a momento-, necesita su yo perruno. Ella debeestar libre para ir dondequiera la lleve su nariz, algo queresulta ciertamente problemático en un mundodominado por los seres humanos. En este sentido -y enmuchos otros- ella es para mí una auténtica maestra demeditación hasta el punto de que, en ocasiones, no sémuy bien si soy yo quien la lleva a pasear o es ella laque me lleva a mí, lo que me ayuda a silenciar micabeza, salir del tiempo y adentrarme en un mundo másque humano.

Las personas, los países, las ciudades, los pueblos, losedificios, las casas, el campo y el paisaje marítimo tienensu aroma peculiar. Jamás olvidaré el olor del primersoplo de aire que recibí al llegar a Nueva Delhi y lomismo sucede con muchos lugares y estaciones, siemprey cuando no nos dediquemos compulsivamente alimpiarlos o a ocultarlos. Los olores nos hablan demuchas cosas, evocan muchos sentimientos y emocionesque van muy más allá de la nostalgia y del merorecuerdo. Los olores y las fragancias puedendesencadenar muy rápidamente la tristeza o el éxtasis…y también pueden despertarnos, invitándonos a sumirnoscompletamente en el presente y a disfrutar de los oloresy de las fragancias que nos ofrece el momento presente.

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Llamó a mi corazón, un claro día,con un perfume de jazmín, el viento.

“A cambio de este aroma,todo el aroma de tus rosas quiero…”

ANTONIO MACHADO

Quizás no sea tan extraño que Machado sintiera contanta claridad la estrecha relación que hay entre losaromas que porta el viento y las fragancias que dimanande nuestra alma. ¿Realmente creen que se trata de cosasseparadas?

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EL PAISAJE GUSTATIVO

Me ha parecido que, para transmitir una idea del paisajegustativo, podría comerme una almendra y tratar dedescribir la experiencia. Para ello he usado unaalmendra de la granola que preparé la semana pasadacon aceite de oliva, jarabe de arce, avena y semillas desésamo y de girasol, Todo ello lo aderecé con un pocode canela y un puñado de sal. En cuanto me pongo laalmendra en la boca, me sorprende su tamaño. Siento lasuper cie blanda que la recubre y, súbitamente, adviertoque se ha dividido en dos mitades, rugosa por un lado ylisa por el otro. Apenas la muerdo, descubro que es muycrujiente y, cuando empiezo a masticarla lentamente, sutextura no tarda en convertirse en algo que tiene laconsistencia de la harina de maíz. Me sorprende larapidez -mucho mayor que lo que hubiera imaginado-con la que el sabor inunda la boca, alcanza la cúspide yacaba desapareciendo. Entonces me trago los restos y medispongo a continuar el ejercicio con otra almendra.

La mastico muy despacio, saboreándola ydegustándola. ¡Mmmm! ¿Cómo podría describir todo loque, en este mismo instante, conforma el paisajegustativo que se despliega en mi boca?

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gustativo que se despliega en mi boca?Su sabor es dulce, pero se trata de una dulzura muy

leve. No tengo la menor duda de que, si alguien lahubiera colocado en mi boca después de vendarme losojos, no habría tardado en descubrir que se trataba deuna almendra. De lo que no estoy tan seguro es de sihabría podido discernir que se trataba de una almendracondimentada con otros sabores. De hecho, ni siquierapuedo a rmar que registre claramente el sabor de lacanela, aunque su presencia probablemente explique porqué esta almendra tiene este sabor tan peculiar. Y lomismo, obviamente, podría decir con respecto al jarabede arce, el aceite y el resto de los ingredientes. Aunqueno resulte nada sencillo describir su sabor -¿podríamosdecir, a n de cuentas, a qué sabe la canela sin usar eltérmino “canela”?-, siempre es posible, si nosdemoramos silenciosamente en ello, familiarizarnos conese sabor que, obviamente, sería muy distinto si setratase de una sencilla almendra que no formase parte deuna granola condimentada con esmero y cariño.

Anoche fuimos a cenar a un restaurante local y pedíbacalao con curry verde al cilantro y arroz jazmín. Elchef tenía que saber muy bien lo que hacía para quecada bocado, que mezclaba perfectamente texturas ysabores, transmitiese al cliente, como lo hacía, toda unasupernova de sutilezas. Bien podría decir sin temor aexagerar que el pescado, tan bien cocinado que sederretía en la boca, combinado con el arroz y un poco de

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derretía en la boca, combinado con el arroz y un poco desalsa, invitaba a hacer una pausa silenciosa en la quetoda la atención se centraba naturalmente en lo queestaba ocurriendo en las papilas gustativas. Mi primerbocado se vio seguido de una exclamación de deleite,fundamentalmente contenida para no molestar a miesposa Myla, que había pedido algo diferente. Cadabocado dejaba tras de sí el regusto de una mezclaexplosiva -que también me resulta indescriptible- quecombinaba de manera exquisita el aroma de la leche decoco sazonada con una pizca de pimienta. Supongo quees precisamente por ello que degustamos ese tipo decomidas que jamás podríamos saborear y que, por másque leyéramos al respecto y más dotado que fuese elnarrador, jamás saciarían nuestro apetito.

Cuando prestamos toda nuestra atención a lo queestamos comiendo, aun el más sencillo de los bocadosnos permite adentrarnos en un universo de experienciassensoriales. Por ello, si estamos lo bastante despiertos, unbocado de manzana, de plátano, de pan, de queso o delo cualquier otra cosa encierra todo un universo desabores. Quizás ése sea el motivo por el cual, aun la mássobria de las comidas, como los guisantes o las sardinasen lata, es más sabrosa, en mi opinión, cuando estamosde viaje o en un camping, es decir, fuera del marco dereferencia desde el que habitualmente experimentamosel mundo.

Éste es el motivo por el que la primera propuesta quesolemos hacer a quienes se acercan a la Stress Reduction

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solemos hacer a quienes se acercan a la Stress ReductionClinic es la de que degusten atentamente una pasa.Comer disipa todas las ideas que podamos albergar alrespecto y ubica de inmediato la meditación en el reinode lo ordinario, de la rutina cotidiana, en un mundo que,si bien nos resulta muy conocido, tenemos entonces laoportunidad de explorar en detalle. La propuesta dedegustar muy despacio una pasa es un pretexto que nosinvita, más allá de las palabras y los conceptos, a sernaturalmente -y sin esfuerzo alguno- más conscientes.Pero esta propuesta sólo es inusual debido a nuestroinveterado hábito de comer de manera automática einconsciente. De este modo, la propuesta de saborearuna pasa, deja a un lado por un momento las palabras ylos pensamientos y despierta de inmediato la atención almomento presente para degustar y conocer íntimamenteel universo gustativo que se despliega en las papilasgustativas.

Supongo, regresando al bacalao al curry verde, que elchef tendría algo interesante y revelador que decir sobresus creaciones. Saborear cada bocado de ese deliciosoplato se asemejó a degustar un Burdeos de doscientosaños de antigüedad que costase centenares de dólares.Esto es algo que cualquiera puede disfrutar pero, comoya he señalado antes, nadie suele prestar atención nicomprender sus ineluctables virtudes escuchandosimplemente lo que dice otra persona, a no ser que setrate de un connoiseur.

Y con ello me re ero a alguien que posea la su ciente

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Y con ello me re ero a alguien que posea la su cienteexperiencia, alguien que, literalmente, “se hayafamiliarizado” en prestar atención a un campo concretode la experiencia (porque ése es un término que sederiva del latín cognoscere, que signi ca “conocer”).Cuando atendemos a lo que aparece en nuestrohorizonte gustativo, prestamos atención y saboreamos loque realmente está sucediendo en nuestra boca, no sólonos convertimos en con-nouisseurs de lo que comemos,sino también de lo que hace la comida, aspectos todosque forman parte de este ámbito concreto de laconciencia.

Permítasenos ahora revisar brevemente lo que signi cacomer. Comer es, después de respirar, una necesidadvital básica. Es imposible vivir sin comer y el impulso asatisfacer cada día esta necesidad se combina con ladiscriminación gustativa para reducir las posibilidades deintoxicarnos cuando, en plena naturaleza, nos vemosapremiados por la desesperación provocada por elhambre o la sed.

En las sociedades cazadoras y recolectoras, casi toda laenergía de quienes no padecían ninguna minusvalía sededicaba a la obtención de la comida. En las sociedadesagrarias, en las que la mayor parte de la comida no secazaba y recolectaba, sino que se sembraba y cultivaba,era mucha la energía que la sociedad dedicaba a laproducción de alimentos. Con el paso del tiempo, sin

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producción de alimentos. Con el paso del tiempo, sinembargo, la agricultura y la ganadería permitieronproducir, al menos en aquellos lugares en los que elentorno lo posibilitaba, un excedente de alimentos quealentó el desarrollo de grupos sociales cada vez máscomplejos y la emergencia de las ciudades y de unasociedad civil en la que, aunque todo el mundo seguíanecesitando comer, no todos debían dedicarse, comoantes, a la producción o distribución de alimentos. Éstaes una tendencia que ha seguido desarrollándose en lassociedades industriales y postindustriales. Son muchas lascosas que, en los últimos diez mil años, hantransformado nuestra relación con la comida,especialmente en lo que respecta a la facilidad deadquisición, conservación, almacenamiento, distribución,diversi cación, calidad, valor nutritivo y ubicuidad.También son muchas, en la actualidad, las formas en quepodemos comer, aunque no sembremos ni cultivemosnuestra comida y nos hallemos ya muy lejos de lanecesidad básica de encontrar alimento cuando escasea oes difícil de procurar.

La necesidad de comer sigue siendo, hoy en día, tanesencial para nuestra supervivencia como lo era en lassociedades prehistóricas, aunque experimentamos untipo de tensión muy extraño generado por la falta dereconocimiento y de valoración. Nuestra conciencia haido alejándose progresivamente de la supervivencia y dela conservación de la vida y, en la mayor parte de loscasos, comemos de manera automática y sin comprender

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casos, comemos de manera automática y sin comprendersiquiera su importancia crítica para la conservación de lavida y el mantenimiento de la salud. Nos movemosmucho más por el deseo que por la necesidad y, enconsecuencia, la relación que establecemos con lacomida se ve determinada por las presiones sociales, lapublicidad, la industria alimentaria y preferencias ygustos condicionados que, como ya hemos apuntado, hanacabado provocando, desde hace poco más de unadécada, en los países del primer mundo -y, muyespecialmente, en Estados Unidos-, una epidemia deobesidad.

Son muchas las personas con quienes, a lo largo de losaños, he compartido la experiencia de degustarlentamente una pasa y conozco bien lo que, en tal caso,sucede en su mente, lo su ciente como saber que, enocasiones, responden diciendo “Pero esto no tiene nadaque ver con la pasa”. La pasa no es más que un pretextopara explorar el universo gustativo y la relación queestablecemos con el dominio de la comida que, condemasiada frecuencia, deglutimos de manera automáticay con muy poca conciencia de lo que estamos comiendo,del modo en que comemos, de la rapidez con quecomemos, del auténtico sabor de la comida e incluso delmomento en que nuestro cuerpo dice basta. Y, más alládel hecho de comer, la degustación de una pasa nosproporciona también, obviamente, una oportunidad paraexplorar la naturaleza de nuestra mente y de nuestro

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explorar la naturaleza de nuestra mente y de nuestrocuerpo. En ese último sentido, lo que experimentamoscon la pasa suele re ejar aspectos importantes de larelación que mantenemos con el mundo.

Nuestra forma de alimentarnos depende de impulsosprimordiales y también suele ir acompañada deconductas igualmente primordiales y del todoinconscientes. Sé por experiencia propia que, por mássencillo que pueda parecer a simple vista, la invitación asaborear la comida y a cobrar conciencia del modo enque comemos es uno de los ejercicios más difíciles detoda la práctica de la atención plena. No en vano loshábitos alimentarios son muy profundos y, comoacabamos de señalar, se asientan en factoresprimordiales. Debemos darnos cuenta de que todos nosalimentamos y de que todos hemos tenido que aprendera hacerlo y lo hacemos de continuo, no sólo para seguirvivos sino, muy a menudo, por el mero hábito desatisfacer deseos que poco tienen que ver con lanutrición y que muy a menudo, en cambio, se derivanmás de la insatisfacción emocional que del hambre.Además, compartir la comida con familiares y amigossigue siendo uno de los vehículos principales, másprofundos y satisfactorios de relación social y, enconsecuencia, satisface también otras necesidades muyprofundas.Una forma de conocer el mundo con el que estamosconectados tiene lugar a través de la boca y de la lengua,es decir, de nuestra capacidad para diferenciar texturas y

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es decir, de nuestra capacidad para diferenciar texturas ysabores. El papel relativamente grande que ocupa lalengua en el mapa sensorial del cuerpo ubicado en lacorteza cerebral re eja que su importancia va más alládel sentido especializado del gusto y es también unvehículo para conocer el mundo. Cuando somos bebés,todos nos metemos cosas en la boca, porque ésa es unaforma muy primordial y directa de explorar el mundo.Las rocas son duras, la arena es arenosa y los arándanosson esponjosos. Todo tiene una textura diferente yprovoca una sensación única en la boca.

Cuando prestamos una atención deliberada a lo quesucede en la boca mientras masticamos una pasa,después de haberla contemplado un buen rato y dehaberla visto más allá de nuestras ideas y opiniones alrespecto, su sabor explota en nuestra boca y en nuestramente y provoca una sensación de frescura y novedadque suele ser muy reveladora… todo un universo desensaciones desplegándose y combinándose de continuoinstante tras instante. Y eso no sólo ocurre con el caso dela pasa porque, si masticamos despacio, podemos llegara degustar intencionalmente cualquier cosa, saborearrealmente ese bocado de comida, masticarlo y conocerlobien antes de tragárnoslo.

Según se dice, el sabor (muy ligado al olor) es elsentido que más inequívocamente despierta el recuerdo.En el famoso pasaje literario de En busca del tiempoperdido, Marcel Proust expresa del siguiente modo elgran poder evocador del sentido del gusto:

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Ver la magdalena no me había recordado nada antes de que laprobase […], pero apenas reconocí el sabor del trozo de magdalenamojado en la decocción de tila que mi tía solía darme […] la viejacasa gris con fachada a la calle, donde estaba su cuarto, se merebeló como un decorado que se acomodaba perfectamente alpabelloncito del jardín que, detrás de la fábrica principal, habíanmandado construir mis padres.

Recordemos esto cuando, más adelante, exploremoslos vínculos existentes entre el cerebro, los sentidosinternos y externos, los recuerdos y la conciencia.

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EL PAISAJE MENTAL

El paisaje -es decir, el paisaje visual, el paisaje sonoro, elpaisaje táctil, el paisaje olfativo y el paisaje gustativo-son extensiones de lo que bien podríamos denominar elpaisaje mental. Sin la capacidad mental de discernir nopodríamos conocer ningún paisaje, ni interno ni externo.Cuando nos tornamos conscientes, descansamos en laconciencia, en la esencia profunda del paisaje mental, enel espacio inmenso que es la conciencia. Éste es suverdadero sentido, quizás su último sentido.

Es cierto que todo esto no resulta nada sencillo dealcanzar, pero el cultivo de la atención plena nos enseñaformas diferentes de abrirnos, de saborear, de oler, deestar presentes y, en consecuencia, de acceder másfácilmente a la conciencia.

Cuando permanece conscientemente presente y abiertoa todo el campo de su experiencia, cualquiera puedeadvertir -independientemente de la amplitud o estrechezde su foco atencional- que la experiencia viene y va.Nada de lo que aparece es permanente, nada perdura.Las imágenes, los sonidos, las sensaciones corporales(incluyendo esta inhalación y esta exhalación), los olores,los sabores, las percepciones, los impulsos, los

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los sabores, las percepciones, los impulsos, lospensamientos, las emociones, los estados de ánimo, lasopiniones, las preferencias, las aversiones y las opinionesvan y vienen, uyen y cambian de continuo,proporcionándonos muchísimas y enriquecedorasoportunidades de cobrar conciencia de laimpermanencia y de nuestros hábitos, de nuestros deseosy de nuestra identificación.

En cualquier momento podemos ver, oír, tocar, oler,degustar y conocer las cosas tal como son. Y éste no esningún ideal que debamos esforzarnos en alcanzar, sinola rica, multidimensional, politexturada y caleidoscópicarealidad que nos proporciona cualquier experienciamomentánea de estar vivos, ciertamente muy compleja,pero también muy sencilla… siempre y cuandopermanezcamos conscientes.

El cultivo sostenido de la familiarización con las cosastal como son que nos permite conocer el paisaje mentalnos proporciona también la posibilidad, en todos y cadauno de los momentos, de abandonar el miedo a que lascosas no vayan bien (en el futuro) y renunciar a lasdiversas luchas que, de manera sutil o no tan sutil,emprendemos para asegurarnos de que funcionarán (denuevo el futuro).

Cuando la estabilidad y consistencia que acompañan ala práctica nos permiten conocer y degustar -o, cuandomenos, atisbar- la amplitud de la conciencia, nuestropaisaje mental puede orientarse hacia el reconocimientoy la aceptación plena de las cosas tal como son. En tal

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y la aceptación plena de las cosas tal como son. En talcaso, cualquier momento resulta adecuado para conectarcon nuestra totalidad y belleza, más allá de todo nombrey de toda forma, más allá de toda apariencia, más allá deque nos guste o nos desagrade y más allá del bien y delmal. Aquí y sólo aquí es posible encontrar la paz. Aquí ysólo aquí podemos contribuir positivamente con nuestrasabiduría, nuestra energía y nuestro amor en beneficio delas personas a las que amamos y al mundo, encarnandonuestra intimidad con el paisaje mental. Bien podríamosdecir que el paisaje mental incluye el paisaje corporal,el reino de los sentidos, el cuerpo y viceversa.Misteriosamente, el paisaje mental se halla por completoencarnado y, por ello, es tan compasivo como sabio.

Pero ello, dicho sea de paso, no impide que, al cabode un momento, no podamos experimentar un con ictoy una falta de aceptación y sufrir un desgarrón en nuestramente o en nuestra vida. Eso es algo que siempre puedeocurrir, porque forma parte del paisaje mental de todoslos seres humanos, aun de quienes practican la atenciónplena. Pero lo cierto es que, con el paso del tiempo, lapráctica va equilibrándonos gradualmente y vamospasando del con icto interior a la ecuanimidad, de lacólera a la compasión y de jarnos sólo en lasapariencias a entender la realidad más profundamente.O tal vez las cosas sean así en un momento y de otromodo en un momento diferente. En cualquiera de loscasos, sin embargo, siempre podríamos disponer yasumir una mayor ecuanimidad, autocompasión y

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asumir una mayor ecuanimidad, autocompasión ycomprensión por la totalidad de las criaturas quecomponen nuestro paisaje interno. A n de cuentas, noexiste aquí ningún ideal que debamos alcanzar. Elpaisaje mental es siempre tal como es, pero ¿podemosacaso conocerlo? ¿Podemos dejar de aferrarnos a él?¿Podemos liberarnos de él? ¿Podemos, en suma, serlibres en él?

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EL PAISAJE DEL AHORA

Todo lo que aparece lo hace en el ahora y se despliegaen el paisaje presente. Ya hemos señalado que lanaturaleza se desarrolla exclusivamente en el presente,que los árboles sólo crecen en el presente, que lospájaros sólo surcan el cielo y se posan en las ramas delos árboles en el presente, que los ríos y las montañassólo están en el presente, que el océano sólo se halla enel presente y que la rotación de la Tierra sólo tiene lugaren el presente. Cierto físico, re riéndose a Einstein y eltiempo, observó que el cambio es el modo en quemedimos el tiempo y que, en consecuencia, bienpodríamos llamar reloj a cualquier cosa que cambie demanera regular. Pero es más exacto a rmar que elcambio es el modo en que registramos el tiempo quedecir que el tiempo es el modo en que medimos elcambio, porque el tiempo, en sí mismo, es un misterio.Todo cambia y, por ese motivo, existe el tiempo. Todocambia, ése es el modo en que experimentamos eltiempo. Todo cambia y, por ello mismo, podemosexperimentar el cambio saliendo provisionalmente deltiempo y familiarizándonos con lo que es, más allá de laabstracción que supone el misterio del tiempo.

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abstracción que supone el misterio del tiempo.El tiempo discurre y pasa, pero nosotros seguimos sin

saber lo que es y, si nos preguntamos qué es el tiempo,sólo hay una posible respuesta -una respuesta quecon gura el momento- sin importar lo que al respectodiga el Big Ben, el despertador o el reloj de pulsera.¿Sabe de qué estoy hablando? Se trata, obviamente, denuevo, del presente.

Basta con una breve re exión para darnos cuenta deque sólo podemos vivir en el presente. Pero esaconclusión, que parece tan evidente y trivial, resulta muydifícil de asumir y, para llegar a comprenderla de formaplena, debemos zambullirnos en las profundidades delpsiquismo y en la fuente del corazón. No hay mástiempo que el ahora. Contrariamente a lo que pensamos,nosotros no “vamos” de un lugar a otro y, enconsecuencia, en ningún momento seremos más ricosque en éste. Aunque podamos creer que un momentofuturo será más o menos agradable que éste, realmenteno podemos saberlo. Sea lo que sea lo que el futuro nosdepare, no tendrá nada que ver con lo que esperamos opensamos y, cuando llegue, será también un ahora, unmomento que podremos olvidar con la misma fragilidadque olvidaremos éste y que, en consecuencia, también sehallará continuamente sujeto al cambio y a todas lascausas y condiciones que, en un momento anterior, ledieron origen.

Independientemente de quiénes seamos, de dóndevayamos, de lo que ocurra, del tiempo y de lo que diga

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vayamos, de lo que ocurra, del tiempo y de lo que digael calendario, sólo podemos vivir en el momentopresente.

No estaría de más por tanto que, mientras todavíapodemos hacerlo, aprendiésemos el modo de hacer elmejor uso posible de los momentos de quedispongamos. Pero, para ello, será necesario que nosesforcemos en prestar atención al momento presente,porque es muy fugaz y resulta muy sencillo quedarseatrapados en los paisajes sensoriales y mentales yobsesionarnos con sus diversos habitantes y energías,desconectados de nosotros mismos, de los demás y delmundo. Podemos dar vueltas y más vueltas en torno alfuturo, podemos renegar de nuestro pasado, podemospensar que las cosas funcionarán bien el día en queocurra tal cosa o no ocurra tal otra. Pero todo ello, pormás cierto que, en una medida u otra, pueda ser, sólonos lleva a malgastar nuestra vida.

Podríamos considerar esta forma de actuar como unaespecie de huida porque, en nuestro desesperado intentod e escapar, nos alejamos de los paisajes sensorial,mental y del momento presente. Eso es lo que condemasiada frecuencia solemos hacer cuando las cosas nosdesagradan… y también, por más paradójico queparezca, cuando nos gustan. Por ello, o bien aprendemosa permanecer y habitar en los paisajes internos oexternos de la mente, del cuerpo y del mundo, o noslanzamos de cabeza a la gran fuga y olvidamos algo quejamás deberíamos olvidar, a saber, que nuestra vida, tal

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jamás deberíamos olvidar, a saber, que nuestra vida, talcomo es, nunca deja de ofrecernos, aun en los momentosmás difíciles, un amplio abanico de sorprendentesoportunidades.

Los sentidos y la mente pueden ayudarnos a despertar,pero también pueden adormecernos. Los sentidos sólo sedespliegan en el momento presente pero, en un instante,pueden catapultarnos al recuerdo (y llevarnos así aobsesionarnos inútilmente por el pasado, por lo quesucedió o no sucedió y por el modo en que todo eso nosafecta ahora) o a la anticipación (y obsesionarnos por elfuturo y la plani cación de un ahora mejor), cuandobastaría con soltarnos y ser quienes realmente somos…pero, curiosamente, parece que nunca tengamos tiempopara ser.

Durante todo este proceso, el ahora -el único tiempodel que realmente disponemos- puede tornarse tanescuálido que ni siquiera lo vemos, lo sentimos ni loconocemos y, por ello mismo, se nos escapa, como elagua que tratamos de coger con nuestras manos. Sólo laatención plena puede reconstruirlo y devolvérnosloporque, en realidad, la atención y el presente son lomismo. Nosotros y el paisaje presente nunca somos dos yestamos siempre aquí. Pero ésa es una realidadimposible de sondear a través del pensamiento, porqueéste desnaturaliza su dimensión experiencial, que sólopuede ser sentida. El presente, dicho de otro modo, nopuede reducirse al pensamiento, porque no puedereducirse a nada. El ahora es fundamental y lo mismo

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reducirse a nada. El ahora es fundamental y lo mismoocurre con usted.

Con ello no quiero decir que no podamos ni debamospreocuparnos por el futuro ni que no debamosesforzarnos en conseguir un cambio social necesario, unmayor equilibrio ecológico y un mundo más pací copara todos los seres humanos. Tampoco quiero decir quedebamos tornarnos indiferentes y no esforzarnos enalcanzar nuestros objetivos y llegar a realizar nuestrasvisiones y nuestros sueños. Y tampoco signi ca, porúltimo, que no podamos seguir aprendiendo, creciendo,sanando y movilizando nuestra imaginación creativa ynuestras energías en nuestro bene cio y felicidad, asícomo también en bene cio de los demás a través deltrabajo y del cultivo de una vida amorosa. Lo único quequiero decir es que, si realmente queremos un futurodiferente, ya sea a escala nacional, internacional, social ogeopolítica o simplemente mejorar nuestra propiasituación vital o lograr lo que más necesitamos, sólo hayun tiempo en que podemos in uir en el futuro. Y esetiempo es ahora.

El ahora, en última instancia, es ya el futuro que sehalla presente aquí mismo. El ahora es el futuro de todosaquellos momentos que le precedieron. Recuerde cuandoera niño, adolescente, joven o cualquier otro momentopasado. Éste es el futuro de ese momento. Lo que tantoesperaba ya ha llegado, es usted, aquí y ahora mismo.Usted es eso. ¿No le gusta? ¿A quién no le gusta? ¿Quiénestá pensando todo eso? ¿Y quién quiere, a n de

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está pensando todo eso? ¿Y quién quiere, a n decuentas, que “usted” cambie y sea mejor? ¿No es eso,acaso, también usted? ¡Despierte! Esto es todo y ya estáaquí.

¿Pero -y éste es un gran pero- sabe quién es ustedplenamente, ahora mismo, en este mismo instante? Éstaes la gran cuestión. De eso trata precisamente la atenciónplena, porque la atención plena es la capacidad de vivircontinuamente en el presente. Es un despertar que nosubica más allá de la atracción y del rechazo, más allá delo que nos gusta y de lo que nos desagrada, más allá delos hábitos emocionales y de las pautas mentalesdestructivas aparentemente incuestionables,independientemente de lo importante que sea el asuntoque tengamos entre manos e independientementetambién de lo insuperables que parezcan los obstáculos.Imagine lo que supondría trabajar en y por el mundodesde una posición tan ventajosa y con ese tipo deperspectiva. Ésa podría ser una empresa de verdad nobleuna empresa que podríamos proponernos y encarnarprácticamente en el mundo ahora mismo, aquí mismo,hoy mismo.

Cada momento presente nos brinda lo que bienpodríamos llamar una ocasión crítica. Ignoramos lo queocurrirá dentro de un momento. El presente estápreñado de posibilidades. Independientemente de lo quehagamos, digamos o experimentemos, el momentosiguiente dependerá de nuestra presencia mental y esdiferente de cómo habría sido de no haber prestado

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diferente de cómo habría sido de no haber prestadoatención y de habernos quedado atrapados en alguno delos remolinos de la mente, del cuerpo o del paisajemental. Si cuidamos ahora ese futuro, cuando lleguemosa él también estaremos presentes. Pero el único modo dehacerlo consiste en cuidar el futuro de todos losmomentos y esfuerzos pasados (es decir, el momentopresente) y el único modo de hacerlo consiste enreconocer que cada momento es una ocasión crítica en laque se asienta el modo en que se desarrollará el mundo,su mundo y su vida. El mejor modo de cuidar del futuro,pues, consiste en cultivar adecuadamente el presente.

Y el incentivo para ello consiste en actuar conintegridad, presencia, bondad y compasión, tanto hacianosotros mismos como hacia los demás. Llegar, en elfuturo, a algún lugar más deseable no es más que unailusión, porque el lugar en que se encuentre es el únicolugar que realmente existe.

Merecería, pues, la pena que nos ejercitásemos enestar presentes. De eso, precisamente, trata la práctica dela meditación formal de la que vamos a ocuparnos en lacuarta parte.

1. En los últimos años, los neurocientíficos han introducido eltérmino interocepción para designar la sensación fisiológica de latotalidad del cuerpo y para referirse a su continua regulación paramantener el equilibrio interior u homeostasis (o, si queremos verloasí, el “tacto interno” que nos permite saber cómo sentimos).

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PARTE IV:

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PARTE IV:

EL COMIENZODE LA PRÁCTICA FORMAL:DEGUSTAR LA ATENCIÓN

PLENA

¿Se ha parado alguna vez del todo?¿Ha albergado tan completamente su cuerpoo ha vivido su vida tan plenamenteque lo que sabía y lo que no sabía,lo que fue, lo que todavía está por veniry lo que ahora son las cosas,dejan de despertar ansiedad y discordia?Ése sería un momento de presencia completamás allá de todo esfuerzo,más allá de toda aceptación,más allá de todo deseo de huir,más allá de todo intento de cambiar algoo de lanzarse de cabeza.Un momento, más allá del tiempo, en el que sólo es,un momento de puro sentir,un momento en que la vida simplemente es,un momento en el que la “talidad” impregna todos

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[sus sentidos, todos sus recuerdos, todos sus genes,y todos sus amores,festejando finalmente su vuelta a casa.

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LA MEDITACIÓNYACENTE

Lo más importante, cuando meditamos acostados, esrecordar que se trata de una práctica orientada adespertar, porque el “riesgo” inherente a este tipo demeditación es el de caer dormidos. Debemos pues, parano caer en la somnolencia y la inconsciencia, esforzarnosen recordar la necesidad de despertar. De este modo, lapráctica nos ayuda a despertar, tanto en el sentidoconvencional de no dormirnos y caer en el sueño comoen el más profundo de permanecer conscientes y atentos.

Son muchas las virtudes de la práctica de lameditación yacente. Tal vez, en los inicios de la práctica,resulte más cómodo tumbarnos que sentarnos yprobablemente también nos ayude a practicar duranteperíodos más largos de tiempo. Una de estas ventajas esque nos proporciona, a diario, un par de ocasionesperfectas (antes de dormir y después de despertar) paraconectar profundamente con nosotros mismos paraintroducir la práctica de la meditación formal en nuestravida cotidiana. Además, cuando estamos acostados,especialmente cuando estamos boca arriba, resulta másfácil registrar el movimiento de ascenso o expansión y de

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fácil registrar el movimiento de ascenso o expansión y dedescenso o contracción del vientre que acompañan,respectivamente, a la inspiración y a la espiración. Estapostura también nos proporciona la sensación de sersostenidos y soportados por la super cie sobre la queyacemos, con lo que resulta muy sencillo relajarnos yentregarnos al abrazo de la gravedad y dejar que elsuelo, la alfombra o la cama hagan su trabajo hasta elpunto de que, en ocasiones, podemos llegar a sentir queestamos otando, lo que puede resultar muy agradable yaumentar la motivación para anclarnos másprofundamente en el cuerpo y en el momento presente.

Lo más importante, sin embargo, es que el abandonodel cuerpo a la acción de la gravedad nos familiariza conlo que suele denominarse “entrega incondicional”, queno se re ere tanto a la sumisión a cualquier amenazaexterna, como a vivir con plenitud el momento presente,independientemente de la situación en que nosencontremos. El ejercicio de la entrega al abrazo de lagravedad resulta muy movilizador y también nos enseñaa entregarnos de forma completa al momento presente ya aceptar incondicio-nalmente todo lo que, en cualquiermomento, aparezca en nuestra mente, en nuestro cuerpoy en nuestra vida o, dicho en otras palabras, a soltar ydejar que las cosas sean tal como son.

El cultivo de la atención plena yacente suele realizarseen una postura que el yoga conoce como la postura del“cadáver”, que consiste en permanecer tumbado deespaldas con los brazos junto al cuerpo y los pies

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espaldas con los brazos junto al cuerpo y los piesapuntando hacia afuera. Ese nombre, sin embargo, no sere ere a nada especialmente extraño, porque que es sóloun modo de recordarnos la necesidad de morirdeliberadamente al pasado y al futuro y de entregarnospor entero al momento presente y a la vida que, en estemismo instante, se expresa a través de nosotros. Se tratade una postura que evoca la actitud de moririnternamente, durante un tiempo al menos, a laspreocupaciones mundanas de la mente y del mundo, altiempo que nos abre a la riqueza del momento presente.Pero lo cierto es que la atención plena puede tambiénpracticarse en cualquier otra postura yacente como, porejemplo, tumbado de lado o acostado boca abajo. Cadauna de esas posturas nos enfrenta a retos diferentes ycada una de ellas es perfecta para enseñarnos a aceptaratenta y compasivamente el momento presente.Independientemente de la postura, además, hay muchasformas diferentes de practicar y muchas prácticasdistintas para aumentar nuestra conciencia del momentopresente.

Mientras permanecemos acostados sobre una cómodasuper cie acolchada, ya se trate de una alfombra, de unamanta, de una cama o de una colchoneta, podemoscomenzar abandonándonos a la experiencia depermanecer en esa postura. De ese modo podemosabrirnos al paisaje sonoro y dejarle hablar, escuchandotodo lo que se halla presente, como si hubiésemos

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todo lo que se halla presente, como si hubiésemosmuerto y sencillamente escuchásemos lo que sucede enel mundo, del que ahora ya no formamos parte, unaactitud y una predisposición que puede ayudarnos aescuchar los sonidos y el silencio que los separa de unmodo completamente nuevo. También podemos, porotro lado, estar tan absortos en las sensacionesintracorporales o en lo que podríamos llamar ruidomental (es decir, en los pensamientos queincesantemente discurren por nuestra mente) que noescuchemos ningún sonido.

La meditación puede ocuparse simplemente deatender a lo que escuchamos, dirigiendo la atención aloído cada vez que nos perdamos y preguntándonostambién de un modo no discursivo «¿Quién estáescuchando?». Ésta es una práctica muy poderosa… quenos ayuda a reconectar con nuestros sentidos a través deloído.

También podríamos prestar atención a un aspectoconcreto de la experiencia o ejercitar una atención nodirigida más amplia y espaciosa a todas las sensaciones ypercepciones presentes que proceden simultáneamentede todos los sentidos, tanto internos como externos… y,puesto que estamos considerando a la mente como unaespecie de sexto sentido, podríamos también incluirnaturalmente cualquier fenómeno mental. Más adelanteexploraremos con más detenimiento esta práctica, quesuele conocerse como conciencia sin elección.

Otras modalidades de práctica se centran en atender

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Otras modalidades de práctica se centran en atenderexclusivamente a las sensaciones procedentes de larespiración, en permanecer atentos a ciertas sensacionescorporales o en atender al cuerpo como una totalidad.Un modo de abordar esta última práctica consiste encentrarnos en la piel, es decir, sentir la totalidad denuestro envoltorio corporal, registrando cualquiersensación que se aparezca tal cual es y dándonostambién cuenta de las transformaciones que puedanpresentarse. Otra posibilidad es la de sintonizar nuestraatención con la sensación del aire que rodea, envuelve ybaña nuestro cuerpo y quizás incluso registrar o sentir ala piel misma respirando.

También podemos pasar a un primer plano lospensamientos y su “carga” emocional, tomando buenanota de si son positivos, negativos o neutros, mientrasdejamos que el resto de los aspectos que componen elmomento presente se retiren al fondo del escenario ypasen a un segundo plano. Alternativamente, tambiénpodemos ubicar en el primer plano de nuestraconciencia un determinado objeto de atención duranteun período de tiempo y dejar luego que otro ocupe eselugar, mientras el resto pasa a formar parte del fondo.

Son muchas, como puede ver, independientemente dela postura, las oportunidades que nos brinda la paleta dela atención y son muchos también, en consecuencia, losmétodos a los que podemos apelar para el cultivo y laprofundización de la conciencia, la ecuanimidad y eldesapego. Al mismo tiempo, siempre podemos

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desapego. Al mismo tiempo, siempre podemos“recordar”, como ya hemos visto, la posibilidad dedescansar en la conciencia de cualquier objeto deatención, ya sea la respiración, diferentes aspectos delcuerpo, las sensaciones, las percepciones, la miríada depensamientos y sentimientos que uyen a través denuestra mente o la inmensa, abierta e ilimitadaconciencia sin elección que trasciende toda acción ydescansar, de ese modo, en el conocimiento que es laconciencia misma.

También podemos elegir mantener los ojos abiertos ocerrados. Cuando permanecemos en la postura delcadáver con los ojos abiertos, simplemente registramoslo que se halle por encima de nosotros, por lo general eltecho de la habitación. Obviamente, permanecertumbados en un prado en un día cálido y despejadocontemplando las nubes durante horas o la copa delárbol bajo el que nos hemos acostado es también unaforma de meditación. Y por supuesto, el hecho demantener los ojos abiertos puede ser especialmenteinteresante en momentos de somnolencia y fatiga.

Pero también resulta muy interesante practicar lameditación yacente con los ojos cerrados. Son muchas laspersonas que consideran que, cuando mantienen los ojoscerrados, aumentan tanto su conciencia del paisajeinterno del cuerpo y de la mente como su capacidad deconcentración. Esto es algo que cada cual debe decidir yexperimentar deliberadamente de vez en cuando.

No hay ninguna forma correcta de practicar. Hay

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No hay ninguna forma correcta de practicar. Haytradiciones que practican con los ojos abiertos, mientrasque otras lo hacen con los ojos cerrados. A veces, nuestraelección se ve dictada por las condiciones del momentoy por el modo en que nos sentimos, pero resulta muyconveniente, durante los primeros años de prácticameditativa al menos, hacerlo de un modo o de otro, parano ir revoloteando de una práctica a otra en función denuestro estado de ánimo y poder así profundizar lamodalidad que hayamos decidido ejercitar.

Resulta muy interesante, como ya hemos señalado,practicar la meditación yacente antes de entrar en elsueño y después de despertar, una forma ideal deprepararnos y de renovar nuestro compromiso con laatención plena a primera hora, antes incluso delevantarnos de la cama. Esto puede tener un efecto muypositivo y bene cioso porque nos proporciona laoportunidad de practicar todo el día, literalmenteinstante tras instante. En este sentido, podríamos esbozarincluso la intención, antes de levantarnos de la cama, depermanecer abiertos y de contemplar atentamente todolo que el día nos depare. Esta conciencia puede aplicarseal mismo proceso corporal que pasa por levantarse,cepillarse los dientes, darse una ducha1 y todo lo quetenga previsto para ese día. Luego, tumbado en la camaal nalizar el día, podría sintonizar con el cuerpo y conla mente y registrar cómo se sienten después de todo loque ha ocurrido y descansar en la sensación sentida delcuerpo como una totalidad y en la espaciosa amplitud

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cuerpo como una totalidad y en la espaciosa amplitudde la mente, más allá de juzgar como bueno o malo loque haya ocurrido durante el día. Tumbados, podemosconectar con la sensación del cuerpo como una totalidad,con la sensación de la totalidad de nuestro ser y darnosasí cuenta de que formamos parte de totalidadesmayores que se extienden mucho más allá de nosotrosmismos. De este modo, podemos ir soltandogradualmente todo lo ocurrido y entregarnos al sueño.

Pero la meditación yacente no se limita a la prácticaantes de dormir e inmediatamente después de despertar,sino que puede practicarse en cualquier momentousando, para ello, cualquiera de los enfoques antesmencionados.Finalmente, y como sucede con toda meditación, tieneque ver con abandonarse al momento presente tal comoes y descansar en la conciencia fuera del tiempo yregistrando, instante tras instante, las cosas tal como son.

Hay veces en que siento el impulso de echarme en elsuelo o en la cama y meditar tumbado, en lugar desentarme o asumir cualquier otra postura. Basta contumbarme en el suelo o en la tierra durante un rato paraque nuestra visión del momento, del día y de lo que estáocurriendo experimente una profunda transformación.De este modo, se enlentece el funcionamiento impulsivode nuestra cabeza, podemos considerar con másdetenimiento lo que ocurre y actuar de un modo máspresente. Así también ampliamos la visión de nuestramente y de nuestro cuerpo en ese instante y nos damos

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mente y de nuestro cuerpo en ese instante y nos damoscuenta del modo en que ambos responden a lo que estásucediendo. La meditación yacente, además, puede sermuy interesante cuando uno está postrado en la cama oen el hospital o atravesando algún proceso diagnósticodifícil que suela requerir mucho tiempo, como unatomografía de emisión de positrones (PET) o unaresonancia magnética (RM), que nos obligan a estaracostados y permanecer muy quietos.

Así es como podemos transformar casi cualquiersituación en la que estemos acostados en unaoportunidad para la práctica y, al hacerlo, descubrirdimensiones ocultas de nuestra vida y posibilidadesnuevas para el aprendizaje, el desarrollo, la curación y latransformación que nos brinda el momento presente,posibilidades y comprensiones mucho más frecuentescuando estamos dispuestos a abandonarnos ypermanecer atentos y presentes ante cualquier cosa queaparezca.

Y también está la observación del cuerpo, una formamuy poderosa y curativa de meditación que con gura elnúcleo básico de las prácticas yacentes que llevan a caboquienes se inscriben en los programas ofrecidos por elPREBAP. La observación del cuerpo implica laobservación sistemática del cuerpo y de la mente,dirigiendo una atención amable, sincera e interesada asus distintas regiones, lo que habitualmente empieza con

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sus distintas regiones, lo que habitualmente empieza conlos dedos del pie izquierdo, luego todo el pie (planta,talón y parte superior del pie), la pierna izquierda (queincluye el tobillo, la espinilla y la pantorrilla), la rodilla,la rótula y todo el muslo (super cial y profundamente),la ingle, la cadera izquierda, los dedos del pie derecho,las demás partes del pie y toda la pierna derecha delmismo modo que hemos hecho con la izquierda. Luegola atención pasa, lenta y sucesivamente, a la regiónpélvica (que incluye la cadera, los glúteos y losgenitales), la parte inferior de la espalda, el abdomen, laparte superior del torso, el pecho y las costillas, elcorazón, los pulmones y los grandes vasos sanguíneosalojados en la caja torácica, las escápulas que otan ensu parte superior trasera, las clavículas y los hombros.Después de los hombros pasamos a los brazos, a menudoambos simultáneamente, comenzando en la punta de losdedos y pulgares y avanzando luego a través de losdedos, las palmas, el dorso de las manos, las muñecas,los antebrazos, los codos, la parte superior de los brazos,las axilas y nalmente los hombros. Después pasamos alcuello y la garganta y, por último, la cara y la cabeza.

A lo largo de todo este recorrido, podemos conectarcon algunas de las notables estructuras anatómicas yfunciones biológicas y también con las dimensiones máspoéticas, metafóricas y emocionales asociadas a lasdistintas regiones del cuerpo y con la historia y potencialindividual de cada una de ellas, ya sea la capacidad delos pies para sostenernos; la energía sexual y

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los pies para sostenernos; la energía sexual yreproductora de los genitales; la capacidad de dar a laluz y el recuerdo de los embarazos y partos que hayamosexperimentado (en el caso de las mujeres); las funcionesexcretoras y puri cadoras asociadas a la vejiga, los ri-ñones y los intestinos; la capacidad digestiva delabdomen y el papel que desempeña en la respiración ypara posibilitar el asentamiento en el centro de gravedadfísico del cuerpo; la tensión en la parte inferior de laespalda para mantener nuestro cuerpo erguido en elcampo gravitatorio; el potencial irradiante asociado alplexo solar; la zona del pecho en tanto que ubicaciónmetafórica y siológica del corazón (no en vanohablamos, por ejemplo, de que nuestro corazón estáalegre o abatido, de tener el corazón de piedra, de quenos han roto el corazón, de cordialidad, de hablar desdeel corazón, etc.); las extraordinarias capacidades que nosproporcionan los hombros; la belleza de las manos y losbrazos; las notables estructuras y funciones de la laringeque nos permiten, combinadas con los pulmones, lalengua y los labios, expresar a través del discurso y lacanción lo que moviliza nuestro corazón y nuestramente; el extraordinario papel que desempeña el rostropara transmitir u ocultar lo que sentimos, la serenadignidad del rostro humano en reposo y las notablescapacidades asociadas al cerebro y el sistema nerviosohumano. Cualquiera de estos ítems o todos ellos podríanperfectamente formar parte de la observación amable yatenta de nuestro cuerpo.

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atenta de nuestro cuerpo.La observación del cuerpo puede ser llevada a cabo

con gran precisión y detalle, visualizandoimaginariamente una tras otra las distintas regiones conel ojo de la mente mientras nuestra conciencia “lashabita” y permanece en ellas, fuera del tiempo. Tambiénpodríamos incluir la sensación del modo en que larespiración opera en cada región (algo que realmentesucede, porque la energía aportada por la sangreoxigenada por la respiración llega y baña todas y cadauna de las regiones de nuestro cuerpo). En el caso de queel lector practique por su cuenta, sin seguir el ritmoimpuesto por una casete o un cedé y tenga tiempo einterés en ello, puede proceder a un ritmo más pausado,dedicando el tiempo que necesite a habitar cada regiónhasta familiarizarse profundamente con todo lo queocurra en ese mismo instante, a través de la respiración yde la atención directa e inmediata a las sensaciones quedimanan de él en el momento presente. Cuando hayaterminado con una parte, puede soltarla y pasar a lasiguiente.

Durante las dos primeras semanas del programa, lospacientes de la Stress Reduction Clinic practican laobservación corporal cuarenta y cinco minutos al día yno menos de seis días a la semana usando la guíaproporcionada por una casete o un cedé. Durante lassemanas siguientes, continúan practicando la observacióncorporal, pero ahora la alternan, primero con ejerciciosde yoga realizados atentamente y luego con la

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de yoga realizados atentamente y luego con lameditación sentada formal dirigida también por cintas ocedés. Este uso intensivo de la observación del cuerpo esespecialmente recomendable en aquellos casos en que elsujeto se enfrenta a algún tipo de enfermedad y/o dolorcrónico. También hay que decir que la observacióncorporal no es para todo el mundo y que no siempre esla práctica de elección ni siquiera para aquellos aquienes les gusta, pero lo cierto es que es muy útilconocerla y practicarla de vez en cuando, sean cualessean su estado de salud y las circunstancias en que seencuentre. Si piensa en su cuerpo como un instrumentomusical, su observación sería la forma más adecuada dea narlo y conocerlo, sobre todo, si lo hace como si de ununiverso se tratara, y si, por último, piensa en él comouna casa, sería como abrir todas las puertas y ventanas ydejar que lo renueve el aire fresco de la conciencia.

También es posible llevar a cabo la observación delcuerpo mucho más rápidamente, dependiendo de laslimitaciones temporales y de la situación en que uno seencuentre. Así, por ejemplo, usted puede hacer unaobservación corporal que dure lo que una respiración ouna observación corporal de uno, dos, cinco, diez oveinte minutos, aunque es evidente que, en tal caso, elnivel de precisión y de detalle será diferente según lavelocidad a la que decida desplazarse. Cada velocidad,sin embargo, tiene sus virtudes y, en última instancia, lapráctica tiene que ver con permanecer en contacto con latotalidad de su ser y de su cuerpo siempre que pueda…

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totalidad de su ser y de su cuerpo siempre que pueda…Algo, por cierto, completamente independiente deltiempo.

La observación del cuerpo puede hacerse antes dedormir o después de despertar, pero también es posiblepracticarla sentado o incluso de pie. Hay mil manerascreativas de observar el cuerpo o cualquier otrameditación yacente en su vida. Es muy probable que, sihace un buen uso de cualquiera de esas modalidades, notarde en descubrir que le aportan una nueva vida y lellevan a valorar más adecuadamente su cuerpo y, en elpeor de los casos, constituyen un excelente vehículo paraencarnar aquí y ahora lo mejor y más profundo de ustedmismo, lo que incluye su dignidad, su belleza, suvitalidad y su mente abierta y serena.

1. A modo de sencillo ejemplo de la tendencia de la mente a derivarhacia historias que no hacen más que aumentar el ruido mental ydesconectarnos del cuerpo y de la realidad presente, suelo sugerir amis alumnos que, la próxima vez que se duchen, se pregunten sirealmente están ahí. No es extraño, en tal caso, descubrir que unono está exactamente en la ducha sino, por ejemplo, en una reuniónde trabajo a la que debe asistir al cabo de un rato, hasta el punto deque bien podríamos decir que, en ese momento, estamos celebrandola reunión dentro de la ducha, desconectados de la experiencia delagua sobre la piel y de todo lo que ocurre en ese momento.

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LA MEDITACIÓN SEDENTE

Hay tantas formas diferentes de practicar la meditaciónsedente como las que hemos mencionado en el caso dela meditación yacente, pero todas ellas son, en últimainstancia, medios hábiles para morar en el paisaje delahora y llegar a conocer las cosas tal como realmenteson. Parece algo muy sencillo y ciertamente lo es pero, almismo tiempo, no hay nada casual en la meditaciónsedente, como tampoco lo hay en ninguna otra forma depráctica. Podemos y debemos ser amables y bondadososcon nosotros mismos y, al mismo tiempo, sentarnoscomo si de ello dependiera nuestra vida porque, a lahora de la verdad, eso es ciertamente lo que ocurre.

Pero, para comprender esto, antes deberemos entendercuál es el signi cado real de sentarse. No se trata,obviamente, de permanecer sentados, sino de asentarnosen el momento presente y en relación con él, es decir,asumir una postura arraigada y centrada ante la vida. Porello la esencia de la meditación sedente consiste enadoptar y mantener una postura que encarne ladignidad, signi que eso para usted lo que signi que. Esapersoni cación, tanto interna como externa, de ladignidad re eja e irradia de inmediato la soberanía de

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dignidad re eja e irradia de inmediato la soberanía desu vida, al tiempo que expresa –más allá de todapalabra, de todo concepto, de toda descripción, de loque los demás piensen de usted y hasta de lo que ustedpiense de sí mismo– quién es usted. Y estamos hablando,obviamente, de una dignidad despojada de todo interésen autoa rmarse –una dignidad que ni persigue ni huyede nada– y que le mantiene equilibrado en la purapresencia.

Aunque no siempre se lo parezca, resulta muyinteresante ejercitar la práctica de la sentada como si setratase de un acto radical de amor, de amor hacia unomismo, hacia los demás y hacia el mundo; de amor alsilencio, la comprensión y la compasión; de amor, ensuma, a lo que es más importante. Con el paso deltiempo, llegará a comprender que esto es másprofundamente cierto que cualquier palabra o conceptoque pueda albergar al respecto.

Bien podríamos decir, desde esta perspectiva, que la“sentada” puede practicarse en cualquier postura, tantotumbado como de pie porque, independientemente deque estemos literalmente sentados o no, de lo que setrata en verdad es de aprender a asentarnosinternamente, es decir, de aprender a “asentar” nuestramente.

Son muchas, dicho esto, las razones que justi can lapráctica de la meditación sedente como, por ejemplo, sugran estabilidad y la menor probabilidad de quedarnosdormidos y de fatigarnos, comparada con las

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dormidos y de fatigarnos, comparada con lasmeditaciones yacente y erguida, respectivamente. Pero lasentada, sobre todo cuando uno logra estabilizarla, es laque menos esfuerzo muscular requiere, al tiempo quepromueve la capacidad de practicar la atención plena yconcentrada con una actitud corporal y mental estable,profunda e inquebrantable.

La postura sedente más estable se logra sentándose enel suelo en una de las muchas posturas con las piernascruzadas apoyado en un cojín o en una banqueta demeditación que mantenga los glúteos lo su cientementeseparados del suelo.1 Si tenemos en cuenta que no atodo el mundo le gusta sentarse en el piso y que lapráctica no tiene tanto que ver con la estabilidadcorporal como con la motivación y con la estabilidad,apertura y claridad mental, no es tan importante, sobretodo al comienzo, sentarse en el suelo, hasta el punto deque bien podríamos decir que la postura física esrelativamente secundaria. Así pues, sentarse en una sillaes también una forma válida y poderosa de practicar lameditación sedente, sobre todo si la silla tiene unrespaldo recto que mantenga la espalda erguida en unapostura que encarne el despertar y la dignidad. Perotambién habría que recordar que no hay queidenti carse con el concepto de dignidad ni sentarnos deun determinado modo, porque lo que realmente importano es tanto la postura externa como la actitud interior.

Una vez bien asentados, nos abandonamos almomento presente. A partir de ahí, las alternativas de

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momento presente. A partir de ahí, las alternativas deque disponemos son las mismas que ya hemosmencionado en el caso de la meditación yacente y, aligual que ocurría con ella, podemos practicar con losojos cerrados o con los ojos abiertos.

Quizás el oído sea la puerta de acceso más sencilla a lameditación sedente puesto que, para escuchar lo que yaestamos escuchando, no tenemos que hacer nadaespecial. ¿Hay algo más, aparte de lo que ya sucede y delo que ya estamos escuchando? ¿Podemos acaso saberlo?¿Podemos sentarnos, instante tras instante, a escucharsimplemente lo que ya oímos, sin dejarnos llevar por laselaboraciones y desvaríos de la mente discursiva yerrante? Éstas son preguntas que, en la mayor parte delos casos, no tienen más que una respuesta: «No, nopodemos». Pero eso es algo que cada cual deberáinvestigar por su propia cuenta, hasta descubrir lodesconectado que se halla de un aspecto tan evidente delmomento presente. Así pues, en esta modalidad concretade práctica, abrimos nuestra conciencia al horizontesonoro y tratamos de mantenernos lo más atentosposible a todo lo que, instante tras instante, aparezca enél. Según dijo el Buda, en la escucha sólo hay escucha. Y,cuando descubrimos –como inevitablemente ocurre– quenuestra mente divaga, nos damos cuenta de que, en esteinstante (que siempre es éste), ya no estamos atendiendoa los sonidos. Así es como advertimos todo lo que sucedeen nuestra mente en este instante y lo hacemos del mejormodo que podemos sin juicio y sin crítica o, en el caso

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modo que podemos sin juicio y sin crítica o, en el casode que se presenten, sin juzgar el juicio ni la crítica. Enese mismo instante –que siempre es aquí y ahora–dejamos simplemente que nuestra conciencia incluya denuevo los sonidos y permitimos que la audición vuelva aasumir su lugar como objeto fundamental de la atención.Y lo mismo hacemos, una y otra vez, cada vez quedescubrimos que nos hemos desviado, distraído o alejadodel paisaje sonoro.

Otra posibilidad, igualmente sencilla y accesible, sobretodo en los estadios iniciales de la práctica de lameditación, consiste en centrar la atención en larespiración, en lugar de hacerlo en el paisaje sonoro,porque la respiración, como el sonido, se halla siemprepresente y, tanto literal como metafóricamente, resultaimposible salir de casa sin ella. Como sucede con laescucha, la propuesta de atender, instante tras instante, ala experiencia de la respiración puede parecerconceptualmente muy sencilla pero, en la práctica, distamucho de serlo, sobre todo en el caso de la atenciónsostenida a la respiración. Y, como sucede con lameditación de la escucha, la conciencia de la respiraciónes potencialmente tan profunda como cualquier otraforma de meditación puesto que, en última instancia, laatención que se cultiva es la misma y también lo son lascomprensiones a las que puede abrirnos.

Una vez adoptada la postura sedente y digna que yahemos mencionado, la instrucción básica para atender ala respiración consiste en centrar la atención en las

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la respiración consiste en centrar la atención en lassensaciones de la respiración en el lugar del cuerpodonde más claras son, es decir, en las fosas nasales y enel abdomen. Luego cobramos conciencia, del mejormodo que podamos, de la sensación del aire al entrar ysalir del cuerpo a través de las fosas nasales o,alternativamente, mantenemos la atención a lassensaciones de expansión y contracción del vientreasociadas, respectivamente, a la inspiración y a laespiración.

Cuando descubrimos que nuestra mente se ha alejadodel locus fundamental de nuestra atención, como suelesuceder con mucha frecuencia y más agitación todavía,tomamos simplemente nota, sin juicio ni condena, de loque sucede en nuestra mente en el momento en querecordamos la respiración y nos damos cuenta de que,desde hace un rato, ya no estamos en contacto con larespiración, una conciencia que nos retrotrae deinmediato al momento presente. Es interesante señalarque no tenemos que disipar, apartar ni recordar tampocolo que, hace tan sólo unos instantes, preocupaba anuestra mente, sino únicamente dejar que la respiraciónvuelva a ocupar su lugar como objeto primario de laatención, que siempre se halla presente, tanto en éstecomo en cualquier otro momento.

Otra forma muy poderosa de practicar la meditaciónsedente, una vez estabilizada la conciencia de la audicióno la conciencia de la respiración, consiste en ampliar elcampo de conciencia hasta incluir las sensaciones intra-

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campo de conciencia hasta incluir las sensaciones intra-corporales. Y con ello me re ero a cobrar conciencia delas sensaciones procedentes de diferentes partes delcuerpo –como malestar en una rodilla o en la parteinferior de la espalda, dolor de cabeza o inclusosensaciones sutiles o vívidas de bienestar, comodidad yplacer corporal– tal como aparecen, se mantienendurante un rato y van transformándose en el curso de unmomento o de toda la sentada. También puede tratarsede las sensaciones de presión y temperatura en la regiónen que el cuerpo permanece en contacto con el suelo ozumbidos, picores, pulsaciones, dolores, latidos, el leveroce de una corriente de aire, el calor o el frescor encualquier parte del cuerpo, etc., las posibilidades sonrealmente in nitas. También podríamos prestar atencióna los diferentes grados de incomodidad o de dolor físicoque se presenten en la sentada inmóvil durante largosperíodos de tiempo o de una condición particular con laque uno esté trabajando. Esto no tiene por qué ser unimpedimento para la práctica de la meditación sentada,aunque es mejor pecar de conservador y no ir más alláde lo que, en un determinado momento, podamos hacer.En cualquiera de los casos, simplemente nos sentamos ycobramos conciencia de las sensaciones procedentes delcuerpo, sean éstas las que sean, tomando buena nota desi son agradables, desagradables o neutras, advirtiendo sunivel de intensidad del mejor modo que podamos y sinreaccionar emocionalmente ni intensi carlas con nuestrodeseo de que sean de otra forma o de que nuestra

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deseo de que sean de otra forma o de que nuestrameditación sea “mejor” que la actual. Dicho en otraspalabras, extendemos la alfombra roja ante cualquiersensación que aparezca y le damos la bienvenida tal cuales, sea cual sea, más allá de los colores con los que sueleteñirla nuestro gusto o disgusto y nuestras expectativassobre cómo deberían ser las cosas y, de ese modo, nospermitimos cultivar una mayor familiaridad con elpaisaje presente que, como ya hemos visto en numerosasocasiones, incluye y está arraigado en el cuerpo. Así escomo vamos familiarizándonos con el paisaje corporal ycon las sensaciones a través de las cuales se manifiesta.

También podemos practicar la meditación prestandoatención a la totalidad del cuerpo y a la respiración, unapráctica a la que algunas tradiciones se re eren comosentar todo el cuerpo y que me parece especialmenteinteresante. En este caso, nos abrimos a la concienciasensorial sutil propiocep-tiva e interoceptiva, quetambién incluye otras sensaciones intracorporalesaisladas. La conciencia se centra en la postura sedente yen la totalidad del cuerpo, incluida la piel. Dentro deeste campo sensorial, cualquier sensación, incluidas lasanteriormente mencionadas, puede uir de continuo através del cuerpo del mismo modo que antes,abriéndonos y tomando nota del punto y del momentode contacto como agradable, desagradable o neutro yaceptarlo, en la medida en que podamos, tal cual es, delmodo en que sea y dondequiera que aparezca.

Durante esta práctica, la respiración y el cuerpo como

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Durante esta práctica, la respiración y el cuerpo comototalidad operan juntos (en realidad, nunca estánseparados), son vistos y conocidos como una totalidad ysimplemente descansamos ahí instante tras instante,regresando de nuevo cada vez que nos perdamos en elpaisaje exterior o en las mil distracciones que puedagenerar la mente.

Como pueden ver, el proceso de ampliar el campo deconciencia a la respiración y el cuerpo como unatotalidad sentada es casi ilimitado. Mientras estamossentados, podemos incluir el despliegue instante trasinstante –tanto de manera individual como colectiva– delos sonidos, las imágenes (si nuestros ojos están abiertos)y los olores. La actitud global sin embargo sigue siendo,en todos los casos, la misma y consiste en descansar en laconciencia, y ver, oír y sentir lo que estemos viendo,oyendo y sintiendo en el mismo momento en queaparece, en el mismo momento en que permanece y enel mismo momento en que acaba desapareciendo.Cuando sintonizamos con lo más fundamental, nuestracapacidad de ser conscientes y de conocernos a nosotrosmismos, más allá de las fronteras convencionales denombre, forma y cualquier otro tipo de conceptos,nosotros somos la conciencia.

Durante la meditación sedente, también podemosdecidir que el mundo de las sensaciones somáticas, quetambién incluye las sensaciones procedentes de larespiración, pase a un segundo plano, junto al paisajesonoro y al resto de las modalidades sensoriales,

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sonoro y al resto de las modalidades sensoriales,mientras colocamos en primer plano del campo deconciencia otros aspectos concretos de nuestraexperiencia del momento presente, como el proceso delpensamiento y/o de las emociones. En este caso,estaremos atendiendo a la actividad de la mente comoórgano sensorial, del mismo modo que podemos atendera la actividad de los cinco sentidos más tradicionales yfamiliarizarnos así con ella y con el modo en queexpande o contrae nuestra conciencia.

Esta práctica consiste simplemente en dirigir nuestraatención, mientras estamos sentados, a los pensamientoscomo eventos que tienen lugar en el campo de laconciencia, apareciendo y desapareciendo en lo que amenudo podemos sentir como el uir de una corriente,de un torrente o de una cascada. En tal caso, nos damoscuenta, como mejor podemos, de su contenido, de lacarga emocional que transmiten (de nuevo, agradable,desagradable o neutra) y de su naturaleza evanescente ypasajera, al tiempo en que intentamos, de la manera másamable posible, no dejarnos arrastrar por el contenidode ningún pensamiento hasta acabar descubriendo queacaba conduciéndonos a otro pensamiento, imagen,recuerdo o fantasía, lo que acaba encadenándonos alinterminable ujo que une un pensamiento al siguiente,en lugar de mantenernos en el marco de conciencia en elque los pensamientos se ven con cierta ecuanimidad, sereconocen como eventos con contenido y cargaemocional y dejamos simplemente que sean como son,

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emocional y dejamos simplemente que sean como son,eventos momentáneos que aparecen, permanecen untiempo y acaban disolviéndose en el paisaje mental, enel campo de la conciencia.

Las descripciones verbales que acabamos de hacer deeste proceso ponen de mani esto la utilidad de ciertasimágenes como apoyo de la práctica, siempre y cuandono nos las tomemos demasiado literalmente y nosidenti quemos con ellas. Si entendemos que nuestrospensamientos y emociones, independientemente de quemeditemos o no y de que nos demos o no cuenta de ello,se asemejan a un río que uye sin cesar, puede resultarde gran ayuda considerar la práctica como una invitacióna sentarnos en la orilla y escuchar sus interminablesburbujas, gorgoteos y remolinos, sus voces, sus imágenesy sus historias, sin dejarnos llevar y vernos arrastradoscorriente abajo. Así pues, podemos sentarnos en la orilladel ujo de nuestra mente a escuchar y conocer esacorriente y saber así en qué consiste, cosa que jamássucedería si estuviéramos continuamente atrapados enella. Ésta es una forma muy valiosa y directa deinvestigar la naturaleza de la mente usándolasimultáneamente como herramienta y objeto de nuestrainvestigación.

Otra imagen relacionada que la gente encuentra muyútil es la de considerar la mente como si fuese unacascada, como si la corriente de los pensamientos yemociones llegase al borde de un acantilado y seprecipitase en forma de catarata. En tal caso, podemos

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precipitase en forma de catarata. En tal caso, podemosimaginar la meditación como el hecho de sentarnos, enuna cueva ubicada detrás de la cortina de agua, aobservar y escuchar la corriente de pensamientos yemociones, percibiendo algunos de ellos como gotitasindividuales de agua, eventos discretos que se hallandentro de la caótica complejidad de la cascada y quepueden ser vistos, sentidos y conocidos sin dejarnosarrastrar y precipitarnos con ellos. En tal caso,permanecemos cómodos y secos observando laemergencia, permanencia y disolución de cualquieracontecimiento mental, de cualquier burbuja.

Otra imagen muy útil es la de observar unainterminable procesión de coches en la calle, como si lacontemplásemos desde detrás de una ventana. En talcaso, el hecho de meditar consistiría simplemente enanotar desapasionadamente el coche que, en ese mismoinstante, está pasando por delante de nuestra ventana.Dado que los coches pueden ser viejos o nuevos,elegantes o sencillos, normales o raros, la mente puedeseguir pensando en un coche mucho después de quehaya pasado, fantaseando con él o preguntándose por larelación que tiene con otros coches que haya visto o no ocon otras marcas, independientemente de que hagatiempo que han dejado de fabricarse. Si, por el motivoque sea, un coche tiene para nosotros un determinadovalor sentimental, nuestra mente podría despertar elrecuerdo agradable o desagradable de alguna excursiónfamiliar que hicimos en la infancia o empezar fantasear

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familiar que hicimos en la infancia o empezar fantasearcon el coche que queremos comprarnos. En cualquierade estos casos, el hecho de dejarnos arrastrar por un solopensamiento nos llevaría a perdernos cientos de ellos y,cuando tal cosa ocurre, deberíamos advertir como mejorpodamos la cadena de eventos que nos ha arrastrado,darnos cuenta de dónde estamos y centrar nuestraatención en el coche que ahora mismo tenemos delante.

Sea cual sea la imagen o proceso que decidamos usar,la observación de los pensamientos y sentimientosresulta muy difícil, porque proliferan sin cesar y, aunqueinsustanciales y evanescentes, construyen nuestra mismarealidad, la historia de quiénes somos, de lo que somos,de lo que nos importa y de lo que tiene signi cado paranosotros, porque van acompañados de correlatosemocionales que no son más que hábitos –fundamentalmente automáticos– de garantizar nuestrasupervivencia y dar sentido al mundo y al lugar queocupamos en él.

Como consecuencia de todo ello, solemosidenti carnos con muchos, si no con todos, nuestrospensamientos y sentimientos, tomando incondicio-nalmente su contenido como si fuera la verdad absoluta,sin darnos siquiera cuenta de que unos y otros son, dehecho, eventos discretos que tienen lugar dentro delcampo de la conciencia, ocurrencias pequeñas y fugacesque, en el mejor de los casos, son inexactas y poco

ables. Es cierto que hay ocasiones en que nuestrospensamientos tienen un cierto grado de relevancia y

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pensamientos tienen un cierto grado de relevancia yexactitud pero, más a menudo, se hallan distorsionadospor tendencias egoístas como las ambiciones y lasaversiones y nuestra especial predisposición a ignorar y adejarnos engañar tanto por nuestras ambiciones comopor nuestras aversiones.

También, por último, tenemos la posibilidad depracticar lo que se denomina conciencia sin elección.

Como quiera que el campo de conciencia quepodemos cultivar a través de las prácticas antes descritasresulta fundamentalmente ilimitado, todavía podemosseguir expandiendo nuestra conciencia más allá inclusode prestar atención a la corriente de pensamientos ysentimientos que aparecen y desaparecen instante trasinstante. En tal caso, podemos dejar que el campo deconciencia sea esencialmente in nito e ilimitado, comoel espacio o como el cielo y darnos cuenta de quepodemos centrarnos en todos y cada uno de los aspectosde nuestra experiencia, tanto interior como exterior,tanto sensorial, como perceptual, tanto somática comoemocional y cognitiva y descansar en ese inmenso campode conciencia sin elegir centrarnos en ninguno de ellosen concreto. En lugar de ello, dejamos que vayan yvengan, que aparezcan y desaparezcan tal comonaturalmente lo hacen para conocerlos en su plenitudinstante tras instante, dado que estos “eventos” enapariencia aislados son, como todas nuestras

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apariencia aislados son, como todas nuestrasexperiencias sensoriales, potencialmente sinestésicas. A

n de cuentas, en el paisaje del ahora todos ellos soncoex-tensivos y simultáneos.

Ésta es la práctica de lo que Krishnamurti denominabaconciencia sin elección, semejante a la práctica delshikan-taza o “justamente sentarse, nada más” del zen,del dzogchen de la tradición tibetana y de lo que el Budadenominó concentración sin objeto. La mente misma,una vez cultivada de este modo, tiene la capacidadinstantánea de conocer y reconocer lo que aparece, sealo que sea, en su estado actual y discernir de inmediatosu verdadera naturaleza. Con su emergencia, es conocidano conceptualmente por la mente misma, como si elcielo conociera los pájaros, las nubes y la luz de la lunaque están en su interior. Y en esa conciencia sin apego ysin aversión, en la conciencia del momento presente, elevento, la sensación, la memoria, la burbuja delpensamiento, el sentimiento de daño, tristeza, cólera oalegría se “autolibera” –como suelen decir los tibetanos–,como una pompa de jabón que estallase al contacto conla conciencia o, dicho de otro modo, se disipanaturalmente en la conciencia o como “palabras escritasen el agua”.

*El ser humano es como una posadaen la que, cada mañana, recala un nuevo huésped.

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Una alegría, una depresión, una mezquindad,cada visita inesperadanos abre una nueva posibilidad.

Recíbelos y atiéndelos a todos,aunque sean una muchedumbre de pesares,que te despojen violentamente

de todos tus muebles.

Trata a cada huésped con la misma bondad,porque hasta el más insospechado de ellospuede enseñarte algo nuevo.

Acoge con una sonrisalos pensamientos oscuros, la vergüenza y lamalicia,e invítalos a entrar.

Da la bienvenida a cualquiera que llame a tupuerta,porque todos han sido enviadoscomo guías desde el más allá.

RUMI, «La hospedería»

2. Consejo útil para sentarse en un cojín de meditación (zafu): esmejor hacerlo en el tercio delantero que en mitad del cojín porque,de ese modo, la pelvis queda ligeramente inclinada hacia adelante yse promueve también una leve pero importante curvatura haciadelante de la región lumbar (lordosis).

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LA MEDITACIÓN DE PIE

También es posible meditar de pie que, junto a lameditación yacente, la meditación sedente y el pasomeditativo, constituye una de las cuatro posturas clásicasde meditación.

Es muy interesante, durante la meditación erguida,tener muy en cuenta lo que hacen los árboles, porquenuestra vida, comparada con la de los árboles, es muyefímera, y ellos –independientemente de que seanjóvenes o viejos– se hallan totalmente asentados en elpresente eterno. Por ello, a veces, resulta de gran ayudapermanecer junto a nuestro árbol favorito arraigados enel mismo suelo que lo sostiene, practicando fuera deltiempo, escuchando lo mismo que él escucha, sintiendolo mismo que él está sintiendo, experimentando lamisma luz que él está experimentando y morando en elmismo instante en que él está ahora y ahora… y tambiénahora.

No conviene, como sucede con todas las prácticasmeditativas, dejarnos llevar por la primera respuesta quenos lleve a abandonar el intento e ir más allá –aunquesólo sea un poco– de los límites impuestos por nuestraimpaciencia. También es muy interesante ser conscientes

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impaciencia. También es muy interesante ser conscientesde todo nuestro cuerpo e imaginar –y hasta sentir– quenuestros pies están arraigados en el suelo y que nuestracabeza se yergue grácil y fácilmente hacia los cielos (poralgo el carácter chino para hombre/persona es una

gura humana erguida) ya que, a n de cuentas, eldominio en que se mueven los seres humanos se halla amitad de camino entre los cielos y la tierra.

Esta postura encarna la actitud de permanecerconscientes en la vida cotidiana. Nuestra postura, elmodo en que albergamos nuestro cuerpo, el modo enque repartimos el peso de nuestro cuerpo sobre los pies,el modo en que sostenemos la cabeza, los brazos y lasmanos y hasta el tiempo que estemos dispuestos apermanecer erguidos expresan con toda claridad elextraordinario esfuerzo de permanecer plenamenteatentos a la postura erguida. Por ello resulta muyinteresante cobrar conciencia de todos esos aspectos.Como es obvio, uno permanece en esa postura el tiempoque quiere, pero conviene mantener la intención dealinearnos con el eje central y vertical de nuestro ser o,dicho en otras palabras, permanecer dignamenteerguidos. Se trata, en suma, de una postura que aclara ysosiega nuestra mente y, por ello mismo, libera lascontracciones de nuestra mente y nos permite manteneruna actitud más espaciosa y abierta.

Para ello, conviene abrir o desplegar una concienciaespaciosa al momento presente que incluya los distintoshorizontes sensoriales y el paisaje mental concreto que

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horizontes sensoriales y el paisaje mental concreto quenos depare el momento presente. Luego debemosaprender a permanecer simplemente presentes con loque hay, practicando del mismo modo en que lohacemos durante la meditación sedente o yacente yapoyándonos en todo aquello que, en ese momento,consideremos apropiado, incluyendo también la actitudde no apoyarnos en nada, de permanecer erguidos, sinnada más y de ser la pura conciencia que ya es. Ésta esuna conciencia sin elección, mientras permanecemos depie, una conciencia que asume e incluye el vehículo denuestro cuerpo erguido, mientras respira, escucha, ve,palpa, siente, huele, degusta y se conoce. No se trata deir a ningún lugar, sino de permanecer quietos y, enpalabras de Kabir, «firmemente asentados en lo que es».

Como es obvio, la meditación erguida puedepracticarse en cualquier lugar y durante todo el tiempoque queramos y no tan sólo en la vecindad de losárboles. Podemos practicar la meditación erguida cuandoesperamos el ascensor, cuando estamos en él, cuandoesperamos al autobús o el tren o aguardamos la llegadade la persona con quien nos hemos citado en algún lugarpúblico en que no podamos sentarnos. Podemospracticar en cualquier momento y en cualquier lugar ytampoco es necesario estar esperando algo o a alguien.También podemos practicar por el mero gusto depracticar, sin impacientarnos y sin movernos, como sereshumanos asentados en la vida. Simplemente ser,simplemente estar de pie, simplemente ser conscientes

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simplemente estar de pie, simplemente ser conscientesde estar vivos. Las cimas de las montañas, los bosques,las playas, las escolleras, los porches o cualquier rincónde cualquier habitación de nuestra casa son excelenteslugares para ejercitar la meditación erguida y cobrar asíconciencia del despliegue del mundo.

Como es habitual, la actitud más adecuada requiere deuna curiosa combinación de atención e intención, sinimportar que la evoquemos deliberadamente o queemerja de manera espontánea. Veamos ahora un par depoemas que hablan de este tipo de atención y de surelación con la postura erguida, con los árboles y con labelleza de la entrega plena al momento presente.

*Estate quieto.Los árboles que hay frente a ti y los arbustos que te rodeanno se pierden jamás. Dondequiera que estés se llama Aquíy debes tratarlo como un desconocido muy poderoso.Pídele permiso para conocerlo y que te conozca.

El bosque respira. Escucha. Responde.He hecho este lugar para tiy, si te pierdes, siempre puedes volver nuevamente a éldiciendo “Aquí”.

Para el cuervo, no hay dos árboles diferentes,como tampoco hay dos ramas iguales para el chochín.Si no te das cuenta de lo que hacen el árbol o el arbusto,

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probablemente acabes perdiéndote. Permanece quieto.El bosque sabeperfectamente dónde estás.Deja que te encuentre.

DAVID WAGONER

*Mi vida no es esta hora abruptaen la que me ves precipitado.Soy como un árbol ante mí decorado,no soy más que una de mis bocas,la primera que habrá de callarse.

Soy el intervalo entre dos notasque sólo con dificultad armonizan,porque la de la muerte subir más alto quisiera…Pero ambas, vibrando en la pausa oscura,se han reconciliado.

Y el canto es hermoso.RAINER MARIA RILKE

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EL PASEO MEDITATIVO

El paseo meditativo constituye otra puerta de acceso almismo dominio al que conducen las meditacionesyacente, sedente o erguida. Su espíritu y objetivos son losmismos, aunque los apoyos empleados di eran aquílevemente por el simple hecho de que, en este caso, noshallamos en movimiento pero, a n de cuentas, se tratade la misma práctica. A diferencia, sin embargo, delpaseo habitual, el paseo meditativo no pretende llegar aningún lugar concreto, sino que tan sólo aspira atraernos, con cada nuevo paso, un poco más aquí, elúnico lugar en el que realmente estamos. No se trata,pues, de llegar a ninguna parte, porque, en últimainstancia, no hay más meta que el momento presente.

El hecho de caminar nos permite albergar nuestrocuerpo de un modo diferente a cuando estamos sentadoso tumbados. Podemos prestar atención a nuestros pies ysentir su contacto con el suelo y arraigarnos a cada nuevopaso, como si abrazásemos la tierra con la planta de lospies y ésta, a su vez, nos devolviera el abrazo. Ya hemoshablado, en otro lugar, del milagro de este abrazo queincluye decenas de miles de sensaciones, tantopropioceptivas como de cualquier otro tipo, de las que

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propioceptivas como de cualquier otro tipo, de las quepodemos cobrar conciencia.

Caminar es un salto controlado hacia adelante cuyodominio requiere mucho tiempo, un procesoextraordinario que, curiosamente, solemos dar porsentado. Por ello, como también sucede con cualquierotra práctica, convendría, cada vez que nuestra atenciónse perdiese, tomar nota de dónde ha ido, de lo queocupa nuestra mente y de aprender a reconducirlaamablemente hasta el momento presente, la nuevarespiración y el nuevo paso.

Como el objetivo no consiste en llegar a ningunaparte, es mejor limitar las ocasiones de distracción yendoy viniendo lentamente una y otra vez por el mismosendero. El paseo, pues, no tiene por qué serespecialmente largo ni convertirse en una excursiónturística. Bastaría, para ello, con dar diez pasos en unadirección y otros diez en la dirección contraria,manteniendo los ojos relajados y la mirada al frente.Tampoco tenemos que mirar a los pies, porque ellossaben perfectamente dónde están. Lo único que debemoshacer es permitir que nuestra conciencia los habite ypermanecer, instante tras instante, en contacto con todoslos elementos que participan del paseo, así comotambién con la totalidad de nuestro cuerpo caminando yrespirando.

El paseo meditativo puede ser practicado avelocidades muy diferentes, desde el simple paso hastala carrera, razón por la cual puede aplicarse a muchas

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la carrera, razón por la cual puede aplicarse a muchassituaciones de la vida cotidiana. En el ámbito dePREBAP, sin embargo, lo hacemos muy lentamente,sofocando el impulso a movernos deprisa para poder asífamiliarizarnos mejor con las dimensiones sensoriales dela experiencia de caminar y con el modo en que estánconectadas con la totalidad del paseo corporal y con larespiración, por no mencionar la intensi cación de laconciencia de lo que ocurre en la mente.

Comenzamos poniéndonos en pie y cobrandoconciencia de nuestro cuerpo erguido en uno de losextremos del camino que hayamos elegido y abriendonuestra conciencia hasta llegar a incluir la totalidad delpaisaje que se despliega en el presente. En ciertomomento, cobramos conciencia de la emergencia de unimpulso que nos lleva a iniciar el paseo y levantar unpie. Entonces nos damos cuenta del alzamiento del pie,pero no sin antes haber registrado el impulso alevantarlo, de un modo semejante a lo que sucedía en elcaso mencionado antes de degustar meditativamente unapasa y en el que las instrucciones insistían en que, antesde tragárnosla, debíamos cobrar conciencia de laemergencia del impulso a deglutirla.

Después de darnos cuenta de que hemos levantado eltalón, cobramos conciencia del movimiento del pie y dela pierna hacia delante, hasta que por n vuelve aestablecer de nuevo contacto con el suelo, habitualmentecon el talón. Cuando el pie adelantado está en contactocon el suelo, advertimos el cambio de peso desde el pie

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con el suelo, advertimos el cambio de peso desde el pieatrasado al avanzado y nos damos cuenta dellevantamiento de aquél, primero el talón y luego elresto, al tiempo que nuestro peso se desplaza al otro pie.Así prosigue el ciclo, cambiando el peso, levantando elpie, avanzándolo, apoyándolo, cambiando el peso,levantando el pie, avanzándolo, apoyándolo, etc.

También podemos, en cada una de las distintas fasesque componen el paseo meditativo, conectar con todo elespectro de las sensaciones corporales que intervienen enel hecho de caminar: el levantamiento de la parteposterior del talón, el balanceo de la pierna al avanzar,la ubicación del talón sobre el suelo, el cambio de pesoal pie avanzado y la integración de todos esos elementosque proporciona continuidad –aunque sea muy lenta– alpaseo. También podemos acompasar los diferentes pasosque integran el ciclo con la respiración u observarsencillamente los cambios provocados por elmovimiento corporal en la respiración, todo lo cualdepende, obviamente, en gran medida, de la velocidaddel paso. Cuando lo hacemos poco a poco, los pasos sonmuy pequeños. Se trata de un paseo normal y corriente,aunque lento y no hay entonces la menor necesidad –pormás que tal impulso suela presentarse– de exagerar oestilizar los movimientos. Se trata de caminar igual quesiempre, sólo que más lentamente de lo normal.

También podemos atender a la respiración y cobrarentonces conciencia de la relación existente entre larespiración y el ritmo del paso, inspirando en el

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respiración y el ritmo del paso, inspirando en elmomento en que levantamos el talón y manteniéndonosquietos durante la exhalación. En la siguienteinspiración, el pie atrasado se separa por completo delsuelo y avanza hacia delante mientras que, en laexhalación, el talón del pie avanzado establece contactocon el suelo. A cada nueva inspiración, el talón del pieatrasado se levanta, mientras que el avanzado se apoyacompletamente en el suelo y el peso del cuerpo cambiaa ese pie. Durante la exhalación, hacemos una nuevapausa y, durante la siguiente inspiración, avanzamos elpie atrasado… Así es como avanza nuestro paseo,instante tras instante, respiración tras respiración y pasotras paso. Y, si todo eso le resulta demasiado tenso,arti cial o forzado, siempre puede dejar que elmovimiento de la respiración discurra a su propio ritmo.

¿Qué debemos hacer entretanto con nuestras manos?¿Cómo podemos ser conscientes de ellas? Podemos dejarque los brazos cuelguen, podemos sujetarnos las manosdetrás de la espalda o por delante, ya sea a la altura delpecho o por debajo de él. De lo que se trata es demantener una postura en la que los brazos y las manospuedan estar cómodamente relajados y formar parteintegral de la totalidad de la experiencia del cuerpocaminando.

En cualquiera de los casos, el lector no deberá olvidarque todas estas instrucciones son un mero apoyo y que, a

n de cuentas –y como sucede con las demás prácticasformales–, no hay un modo correcto de practicar el

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formales–, no hay un modo correcto de practicar elpaseo meditativo, sino muchas formas diferentes y quepodemos practicar con la que más adecuada nos parezca.La práctica consiste simplemente en caminar y serconscientes de que estamos caminando, dándonos cuentadel espectro completo de las sensaciones corporales queacompañan al paseo o, dicho en otras palabras, de estarpresentes mientras caminamos, de estar presentes a cadapaso, sin ir por delante ni por detrás de nosotros.

Como suele decirse en la tradición zen, mientrascamine sólo camine, algo que, como ya dijimos en lapresentación de la meditación sedente, resulta bastantemás fácil de decir que de hacer. Porque tambiéndescubrirá en este caso que, mientras caminamos, nuestramente no para de ir de un lado a otro. El reto consiste enmantener la mente y el cuerpo integrados en elmomento presente con lo que está ocurriendo, algo quesiempre resulta muy difícil. Tratemos, pues, al caminar,de prestar atención a las sensaciones asociadas alcaminar y de volver a ellas (es decir, aquí) cada vez quedescubramos que nuestra mente se ha desviado. En estesentido, la práctica del paseo meditativo no se diferenciade ninguna otra práctica atencional y el campo deconciencia puede contraerse o expandirse tanto como lodeseemos, desde registrar las sensaciones procedentes delos pies instante tras instante hasta la conciencia sinelección del inmenso espacio del ahora mientras estamoscaminando.

Aunque todavía no hayamos mencionado las

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Aunque todavía no hayamos mencionado lasinstrucciones formales de la práctica conviene esbozar,en esta rápida visión preliminar, la posibilidad deejercitar la bondad mientras caminamos invocando, acada nuevo paso, a las personas que queramos incluir ennuestro campo de atención amorosa. Así es como, poco apoco, vamos incluyendo a una persona o a un conjuntode personas en nuestro campo de conciencia delsiguiente modo: pueda esa persona sea feliz; pueda esapersona ser feliz; pueda esa persona estar libre de daño;pueda esa persona estar libre de daño; etc., algo quequedará mucho más claro después de leer el capítulocorrespondiente. En cualquiera de los casos, las cosasfuncionan mejor si nos movemos lenta y atentamente,teniendo plena conciencia de lo que ocurre en nuestrocuerpo.

*Si buscas la verdad fuera de ti,cada vez te alejarás más de ella.Ahora que sólo ando conmigola encuentro dondequiera que voy.Él es el mismo que yo,pero yo no soy él.Sólo si entiendes estote fundirás con las cosas tal como son.

TUNG-SHAN (807-869)

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EL YOGA

Éste no es lugar para entrar en los detalles de la prácticadel yoga. Baste simplemente con decir que el yoga esuno de los mejores regalos de que disponemos y que losdistintos asanas y secuencias posturales nos permitenbene ciarnos de él dirigiendo la atención hacia nuestrocuerpo y nuestra mente de un modo que puede serextraordinariamente inspirador, revitalizante,rejuvenecedor, extático o relajante. Podemos considerarel yoga como una especie de adiestramiento de lamusculatura esquelética cuya práctica proporcionanaturalmente una mayor fortaleza, equilibrio y

exibilidad. También se trata de una suerte demeditación profunda, muy en especial cuando sepractica con atención, que desarrolla la fortaleza, elequilibrio y la exibilidad de la mente y del cuerpo. Elyoga también es una puerta abierta a la quietud, a laenriquecedora complejidad de nuestro cuerpo y a todosu potencial curativo y, como sucede con cualquier otrapráctica meditativa, un trampolín de acceso a laconciencia sin elección. Nuestros pacientes de la StressReduction Clinic han encontrado en el yoga una formamuy interesante y poderosa de práctica de la atención.

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muy interesante y poderosa de práctica de la atención.Pero aunque éste no sea el mejor lugar para entrar en

detalles al respecto, sí conviene decir que existe unapostura de yoga que consiste en estar sentado (enrealidad, son muchas las posturas sedentes que hay en elyoga), que la postura erguida también es otra postura deyoga (conocida como “la montaña”) y que lo mismosucede con la postura yacente (como ya hemos dichocuando hablábamos de la postura del “cadáver”)… y lomismo podríamos decir de casi cualquier postura quenuestro cuerpo pueda asumir, sobre todo cuando serealiza atentamente. Según se dice, el yoga incluye cercade 84.000 posturas primarias con no menos de diezversiones distintas de cada una de ellas, lo que da untotal de 840.000 posturas diferentes y un número casiin nito de posibles combinaciones que nosproporcionan un amplio espacio para la exploración yla innovación. Además, la respiración también formaparte esencial de la práctica del yoga. El modo en querespiramos mientras asumimos y mantenemos lasdistintas posturas, el tipo y profundidad de la respiraciónque acompaña a las distintas con guraciones corporalesy, lo que es más importante de todo, la cualidad denuestra conciencia continua de la respiración, de lossentidos y de la mente desempeñan un papelextraordinariamente importante en la práctica del yogaconsciente.

Comparadas con la atención y la apertura del corazón,las distintas posturas corporales tienen, en la práctica del

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las distintas posturas corporales tienen, en la práctica delyoga, una importancia secundaria. Como es obvio, de las84.000 posturas del yoga, hay un número relativamentepequeño de secuencias y ejercicios básicos que podemosaprender de los muchos excelentes maestros que seencuentran diseminados por las diferentes escuelas,programas y retiros de yoga organizados por las distintastradiciones, en los que no sólo podemos aprender lapráctica, sino ejercitarla con regularidad con otrosaprendices. El orecimiento del yoga en Occidenteconstituye un claro indicador del anhelo de una mayorconciencia mental y corporal y de un mayor compromisocon el bienestar y la salud verdaderos durante toda lavida de millones de personas, tanto viejas como jóvene ylo mismo podríamos decir con respecto a disciplinastales como el tai chi y el chi kung.

Desde sus mismos orígenes, la práctica atenta delhatha yoga ha estado íntimamente ligada a la reduccióndel estrés basada en la atención plena y también es unode los elementos fundamentales del Heart HealthyLifestyle Program diseñado por el doctor Dean Ornish,que tan valioso ha demostrado ser, según los resultadosde las investigaciones realizadas al respecto, parasolucionar ciertos problemas cardíacos y delCommonweal Cancer Help Program puesto a punto porRachel Remen y Michael Lerner. El yoga atento es muysuave y lento y puede ser practicado por casi cualquierpersona, independientemente de que se halle aquejadade una enfermedad crónica dolorosa, padezca una lesión

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de una enfermedad crónica dolorosa, padezca una lesiónduradera o haya mantenido, durante décadas, un estilode vida sedentario, y hasta es posible practicarlopostrado en la cama o en una silla de ruedas. Tambiénexiste una versión aeróbica del yoga atento. Son muchaslas escuelas de yoga que, en consecuencia, lo presentan,dependiendo del linaje al que pertenezcan, de maneradiferente. En esencia, sin embargo, el yoga es universal ysus posturas re ejan la extraordinaria amplitud de lacapacidad de movimiento, equilibrio y quietud delcuerpo humano.

A veces, nuestros pacientes se visualizan en posturasque, debido a una lesión o un dolor crónicos, sonrealmente incapaces de asumir, lo que también tiene unefecto positivo predisponiendo al sistema nervioso y a lamusculatura para futuros intentos cuando la in amaciónde ciertas regiones haya remitido, al tiempo que ejercitala concentración, la con anza y la intencionalidad.Asumir amablemente unas cuantas posturas, en lamedida en que uno pueda, inicia el proceso dereducción de la atro a por falta de uso, acelera larecuperación y predispone a la movilidad de otrasregiones corporales, lo que, con el paso del tiempo,alienta una movilidad articular que incrementa losgrados de libertad de nuestro cuerpo y promuevetambién la fortaleza y el equilibrio.

La práctica regular y cotidiana del yoga es tanimportante para el cuerpo como la práctica regular de lameditación sedente o yacente. No hay nada mejor que

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meditación sedente o yacente. No hay nada mejor quetumbarse en el suelo para trabajar de manera amable,sistemática y, sobre todo, atenta con el cuerpo,empleando los diferentes asanas y secuencias posturalespara explorar cuidadosamente las fronteras, límites ycapacidades siempre cambiantes de nuestro cuerpo ypoder así volver a habitarlo con plena conciencia. A lolargo de los días, las semanas, los meses y los años,probablemente acabe descubriendo que,independientemente de la edad y de las condicionescorporales de partida, su cuerpo y su menteexperimentan una profunda transformación. El secretoconsiste en ser lo bastante amable como para notransgredir nunca sus límites. De ese modo, reducimos laposibilidad de provocar sobreestiramientos o problemasligados al exceso de tensión muscular, ligamentoso oarticula y proporcionamos al cuerpo la ocasión deconvertirse en sí mismo, más allá de sus aparenteslimitaciones. También hay que decir que, en este sentido,no hay ningún objetivo y que, hasta los esfuerzos máspequeños, son su cientes e importantes. Como siempre,“esto es eso”, de modo que la reencarnación de nuestrocuerpo tiene entonces lugar aquí y ahora. En tal caso, elviaje mismo se convierte en el destino aunque unopueda, como motivación y movilización energética,establecer objetivos provisionales. Y, del mismo modo,tampoco hay viaje ni destino, sino tan sólo el momentopresente.

Si prestamos este tipo de atención al cuerpo,

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Si prestamos este tipo de atención al cuerpo,acabaremos dándonos cuenta de todo lo que necesitamossaber para garantizar su bienestar instante tras instante.Esto es algo que podemos sentir y conocer en este mismoinstante pero, para ello, debemos enfrentarnos a laexperiencia sin expectativas. Si el cuerpo se fortalece yse torna más sano con el paso del tiempo, entoncesmucho mejor. Además, el yoga no sólo complementa,sino que también perfecciona y profundiza la práctica dela sentada.

La práctica atenta del yoga nos permite expandir yprofundizar nuestra sensación de lo que signi ca habitarel cuerpo y desarrollar una sensación más rica ymatizada del cuerpo vivido en el momento presente. Dehecho, el verdadero sentido del término rehabilitación(del francés habiter, que signi ca “morar” o “habitar”, yque, a su vez, deriva de la raíz indoeuropea ghabe, quesigni ca “dar y recibir”) signi ca “aprender a vivir denuevo dentro”.

¿Pero qué tiene que ver “habitar” el cuerpo con “dar yrecibir”? ¿No nos entregamos acaso, en cierto modo,cuando nos mudamos a una casa o un apartamentonuevos, a un nuevo entorno, a sus rasgos y a suscualidades, a la ubicación de sus distintas estancias, a laspautas de movimiento que uyen a través de él, a losefectos de la luz en las diferentes habitaciones en funciónde la hora del día, a la ubicación de las puertas y de lasventanas y hasta al modo en que la energía uye a travésde ese nuevo espacio? ¿Y no nos devuelve acaso el

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de ese nuevo espacio? ¿Y no nos devuelve acaso elespacio, si somos lo su cientemente perceptivos, lasensación del mejor modo de ocuparlo, del modo másadecuado de habitarlo y de las reformas que deberíamosllevar a cabo para que nos fuese más útil? Pero nodeberíamos apresurarnos en sacar conclusiones, porquetal cosa no es posible el día en que vemos por vezprimera el nuevo piso, ni tampoco el día en que nosmudamos y es necesario dejar que el espacio vayarevelándosenos lentamente, algo que sólo puede ocurrirsi estamos dispuestos a “percibirlo”. Este tipo desensibilidad constituye, en sí misma, una forma desabiduría que, en China, se ha convertido en todo un artey una ciencia, denominado feng shui.

De manera semejante, cuando el cuerpo necesitarehabilitarse, sobre todo durante las secuelas de unaenfermedad o de una lesión, si padecemos unaenfermedad crónica o dolorosa, o después de haberlodescuidado durante un largo período de tiempo, nosentregamos al dominio corporal, al paisaje corporal talcual es. Pero eso sólo es posible si permanecemos encontacto con nuestro cuerpo instante tras instante, si loexperimentamos y exploramos con la mente y laatención plena y si nos movemos muy despacio. Con estetipo de atención cuidadosa, el cuerpo no tardará endecirnos cuáles son sus límites y sus necesidades en esemismo instante. La reciprocidad de la relación existenteentre la sensación corporal y nuestra experiencia vividade él favorecen el aprendizaje real día tras día e instante

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de él favorecen el aprendizaje real día tras día e instantetras instante para volver de nuevo a habitarlo. ¿Quécuerpo y qué vida no necesitan de vez en cuando talrecuperación y rehabilitación? ¿Acaso debemos esperar,para emprender este trabajo, a estar heridos o a padeceruna enfermedad?

La intensidad de la respuesta corporal siempre esdesconocida, siempre es incierta y en modo algunodebemos darla por sentada. Pero, en cualquiera de loscasos, ama el proceso y ama la atención… y tambiénresponde en formas difíciles de imaginar y, en ocasiones,hasta difíciles de creer.

En el siguiente parte mencionaremos el caso del actorChristopher Reeve como un ejemplo extremo de unproceso de rehabilitación profunda, pero los mismosprincipios subyacen bajo la práctica de cualquiera quepractique atentamente el yoga o lleve la atención alejercicio corporal y, muy en especial, en el caso de losparticipantes del PREBAP que incluyan el yoga atentocomo parte de su proceso de rehabilitación y curación,cada uno trabajando a su propio nivel en todos y cadauno de los instantes.

La rehabilitación del cuerpo –en el sentido de volver ahabitarlo plenamente y de familiarizarnos con su estadoactual, tal como es– constituye un atributo universal dela práctica de la atención, en general, y del yoga atento,en particular. Y puesto que, en última instancia, hablardel cuerpo como algo separado de la mente o de lamente como algo separado del cuerpo carece de toda

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mente como algo separado del cuerpo carece de todaimportancia, estamos hablando de forma inevitable de larehabilitación de todo nuestro ser y de la recuperacióninstante tras instante, paso a paso y respiración trasrespiración, comenzando, como siempre, en el momentopresente.

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SIMPLEMENTECONOCER

Como ya hemos visto, en cualquier forma de meditación,yacente, sentada, erguida o incluso caminando opracticando yoga, es posible, si les prestamos atención,observar los pensamientos como eventos discretos queaparecen, permanecen y acaban desvaneciéndose comonubes que surcan el cielo.

Éste puede ser un gran deporte para contemplarlo, almenos hasta que se colapsa el “espectador” queacompaña al inevitable andamio que es el método.Cuando observamos el proceso del pensamiento, nopodemos dejar de preguntarnos cómo, “secreciones” tanpequeñas y transitorias de la mente que carecen de todaexistencia sustancial y que, muy a menudo, soncompletamente ilusorias, inexactas o hasta irrelevantes,pueden tener consecuencias tan importantes, cómopueden llegar a provocar efectos tan intensos en nuestroestado mental y corporal, como pueden determinarnuestras decisiones con consecuencias potencialmentedevastadoras para nosotros mismos y los demás, y cómopueden llegar a impedirnos estar presentes con las cosastal como son en un determinado momento. En este

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tal como son en un determinado momento. En estesentido, la práctica de observar los pensamientos instantetras instante puede ser profundamente clari cadora yliberadora.

Convendrá pues observar, en una postura sedente,yacente o erguida, la emergencia de los pensamientosindividuales, como si se tratase de burbujas que emergendel fondo de una cazuela de agua hirviente o como elburbujeo que provoca la corriente de agua en lasuperficie de un arroyo.

Otra imagen que puede ser de gran ayuda paraperfeccionar esta práctica consiste en considerar lospensamientos como si hubiéramos desconectado elsonido del televisor y simplemente observásemos, sinsubtítulos obviamente, lo que está sucediendo en lapantalla. En tal caso, los contenidos pierden gran partede su poder y todo lo vemos de manera diferente,porque no estamos tan chupados, tan atrapados y tanabsortos en el contenido, en el comentario y en elargumento. Obviamente, ésa es una gran oportunidadpara la percepción pura, para el conocimiento puro.

Como ya hemos dicho en repetidas ocasiones, nuestrospensamientos parecen discurrir como cuerdas, comocadenas o como los coches que pasan por la calle. Unonos lleva necesariamente a otro, a veces siguiendoasociaciones evidentes y, en otras, ocasiones porconexiones estrambóticas, aleatorias y que carecen detoda conexión. Hay veces en que la corriente depensamientos se asemeja a un simple regato mientras

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pensamientos se asemeja a un simple regato mientrasque, en otras, se trata de un auténtico torrente o hasta deuna catarata pero, en cualquiera de los casos, el reto alque nos enfrentamos es siempre el mismo: ver lospensamientos como tales y percibir su contenido sinquedarnos, no obstante, atrapados en ellos. El retoconsiste en contemplar los distintos pensamientosconcretos como ocurrencias que tienen lugar dentro deuna corriente mayor, como eventos discretos en elcampo de nuestra conciencia y conocerlos comopensamientos que emergen, perduran un rato y acabandesvaneciéndose. Otro posibilidad consiste en advertir osentir el espacio que separa un pensamiento delsiguiente y permitir que la conciencia descanse ahí, enlos espacios, así como también en el abrazo de losmismos eventos pensados.

Descansar en la conciencia, ser la conciencia, el campoque conoce de inmediato cualquier perturbación quetiene lugar en su interior, cualquier apariencia de unaenergía pensada, cualquier gotita, cualquier secreción,cualquier nucleación de una idea, de una opinión, de unjuicio, de una burbuja o de un anhelo dentro de lacorriente, dentro del torrente. En tal caso, vemos yconocemos el pensamiento, vemos y conocemos sucontenido y también vemos y conocemos su cargaemocional.

Y eso es todo. No hacemos, en tal caso, ningúnmovimiento para seguirlo ni para eliminarlo, paraaferrarnos ni para alejarnos de él. Lo vemos, lo

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aferrarnos ni para alejarnos de él. Lo vemos, loconocemos y lo reconocemos y, de ese modo, elpensamiento también se ve, por así decirlo, “tocado” porla conciencia, por el reconocimiento instantáneo de quese trata de un mero pensamiento. Y, en ese contacto, enese conocimiento, en esa percepción, el pensamiento,como burbuja de jabón tocada con la punta del dedo,estalla, se disuelve y se evapora. En ese mismo instantede reconocimiento, como ya hemos señalado, elpensamiento, según dicen los tibetanos, se autolibera.Simplemente aparece y se esfuma en la espaciosidad delcampo de la conciencia misma, sin esfuerzo ni intenciónalguna, como las olas que emergen durante unosinstantes en el océano para acabar desapareciendo yperdiendo su identidad, su individualidad relativamomentánea y regresando a su naturaleza indiferenciadaen tanto que agua. Y es que, cuando lo dejamos dealimentar, el pensamiento se disipa y no prolifera enotro pensamiento, en otra ola y en otra burbuja ennuestra conciencia.

Así es como nos damos cuenta de la posibilidad dedescansar en nuestro ser sin quedar atrapados ennuestros pensamientos y en nuestros sentimientos. Así escomo nuestro discurso y nuestras acciones, aun el modoen que albergamos nuestro cuerpo y las expresiones queasume nuestro rostro, dejan de depender de nuestrospensamientos. Cuanto más claramente vemos, instantetras instante, con más facilidad podemos renunciar a losimpulsos insensatos, reactivos, ensimismados, agresivos o

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impulsos insensatos, reactivos, ensimismados, agresivos oespantosos que nuestro conocimiento reconoce y nospermite soltar. Esta liberación es mutua cuandoadvertimos y reconocemos que nuestros pensamientos noson la verdad de las cosas ni representaciones exactas delo que somos, sino meros pensamientos. Cuando losvemos y reconocemos como tales, no pueden ser sinoliberadores y, en ese mismo instante, también nosotrosnos liberamos de ellos.

Resulta de gran ayuda, tanto en la conducta cotidianacomo durante la práctica formal, saber que nosotros nosomos nuestros pensamientos (incluyendo nuestras ideas,nuestras opiniones y aun las visiones sostenidas durantemucho tiempo), que éstos no son necesariamente ciertos(o que sólo lo son hasta cierto punto) y que, muy amenudo, tampoco son muy útiles. Poca cosa podemoshacer cuando ignoramos que los pensamientos son merospensamientos, cuando todavía no tenemos conciencia delcaudal del pensamiento y de las burbujas, corrientes yremolinos de pensamientos individuales que se muevendentro de ese ujo, para liberarnos de sus poderosas ypersistentes aunque, muy a menudo, ilusorias, energías.

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SIMPLEMENTEESCUCHAR

Ya hemos dicho en varias ocasiones que los sonidos y elespacio que los separa siempre están llegando a nuestrosoídos. Cuando nos sentamos o nos tumbamos a meditar,nos dedicamos deliberadamente a escuchar los sonidosque están presentes en ese instante.

Esto signi ca que no tenemos nada que hacer, porquelos sonidos ya están llegando a nuestros oídos. ¿Podemosoírlos? ¿Podemos prestar atención, independientementede que nos gusten o de que nos desagraden, más allá depreferencias y rechazos, de juicios y valoraciones y sincatalogarlos ni saborearlos, los sonidos y el silencio quelos separa, del mismo modo que hemos hecho con lospensamientos y con el espacio que los separa? Porsupuesto que sí. Esto es algo que, de algún modo, yasolemos-hacer con la música que, en sí misma, es unapráctica sumamente interesante. Pero el reto que ahorales planteo consiste en practicar con cualquier tipo desonidos que se hallen presentes y que no siempre, porcierto, son tan agradables, a menos que uno se encuentreen medio de la naturaleza prístina, aunque eso es algoque, para esta práctica, no tiene mucha importancia,

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que, para esta práctica, no tiene mucha importancia,porque de lo que se trata es de ejercitar ladesidenti cación, tanto de lo placentero como de lodesagradable, es decir, de practicar la escucha.

A esta práctica la llamamos simplemente escuchar yconsiste en permanecer en la conciencia pura de laescucha. Como es obvio, en cualquier momento puedenaparecer pensamientos sobre lo que uno está escuchandoy los sentimientos que acompañan a esos pensamientos,un amplio abanico de emociones que nos transmiten,dependiendo de los recuerdos, fantasías, etc., evocadospor los sonidos, cargas positivas, cargas negativas ycargas neutras. En cualquiera de los casos, se trata dedejar en primer plano la escucha pura y relegar, si espreciso –y lo cierto es que suele serlo–, entre bastidores atodo lo que no sea sonido, hasta que se desvanezca todocentro, todo escenario y todo trasfondo. Quizás entoncestampoco haya “tú” que escuche ni sonido alguno que“deba” ser escuchado. Lo único que resta, en lugar deello, es la escucha, antes y por debajo de cualquier otracosa, la simple experiencia desnuda de la escucha.

Cuando uno se entrega de ese modo a la escucha,descansando instante tras instante en la experiencia puray regresando a ella tantas veces como descubra que estáviéndose arrastrado hacia la actividad que ocurre entrebastidores. Porque, en la medida en que se veaarrastrado, habrá pensamiento y, en consecuencia,necesidad de apelar a un apoyo y a un método paravolver a centrar su atención. De repente aparece

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volver a centrar su atención. De repente apareceentonces de nuevo un “tú” y un escenario y también,obviamente, la posibilidad de regresar a la escucha puray simple. Reformular, en tales momentos, la intención deprestar atención y de sostenerla y entregarse una y otravez a la escucha de lo que ya está ocurriendo no requierede nada especial. De hecho, en tales momentos, ustedpuede soltarse por completo, abrirse de nuevo a lossonidos, a los espacios que separan los sonidos y alsilencio que yace dentro y por debajo de ellos. De lo quese trata es de permitir que el sonido y la conciencia seancoextensivos para que cada sonido y cada silencio seanescuchados y conocidos de inmediato, sin pensar siquieraen ello, tal como son. Porque eso es precisamente lo quehace la esencia de la mente, es decir, lo que llamamos“la mente original”: conocer de manera no conceptual.Ya sabe, sin pensar, antes incluso de pensar.

Morar en la escucha, convertirse en la escucha,fundirse con la escucha –aunque, al comienzo, tal cosasólo ocurra durante breves instantes– hasta que no hayanadie que escuche ni nada escuchado y sólo perdure laescucha, la escucha, la escucha… una conciencia pura sincentro, sin periferia, sin sujeto y sin objeto, con la quepuede restablecer contacto cuando quiera y que vamanteniéndose en la misma medida en queprofundizamos en la práctica y nos familiarizamos conella.

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SIMPLEMENTERESPIRAR

La respiración, como el sonido, jamás se detienemientras estamos vivos. A cada instante nos hallamos enalgún punto del ciclo respiratorio compuesto por lainspiración, la exhalación o las pausas que existen entreuna y la otra. Por ello, cuando estamos sentados,tumbados, de pie, caminando o haciendo yoga, podemosatender a las sensaciones corporales asociadas a larespiración, sensaciones de las que habitualmentedesconectamos y damos por sentadas y no prestamos lamenor atención, a menos, obviamente, que estemosasfixiados, ahogados o resfriados.

La práctica de la atención a la respiración consiste enconectar deliberadamente con las sensaciones queprovienen de ella. Pero es necesario que nosaproximemos con la misma amabilidad e interés con losque nos acercaríamos a un animal tímido que estuvieratomando el sol sobre un leño en un claro del bosque.

Es necesario, por utilizar otra imagen, que la atenciónse pose en la respiración como lo hace una hoja sobre lasuper cie de un estanque, cabalgando las olas de larespiración tal como entran y salen del cuerpo,

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respiración tal como entran y salen del cuerpo,permaneciendo en contacto con ella durante lainspiración, la exhalación y las pausas, con su ascenso ysu descenso, con el apogeo y el perigeo de cada uno desus movimientos. No se trata de pensar en la respiraciónni en sus sensaciones, sino tan sólo de sentirla, decabalgar sobre sus olas como lo hace una hoja o unabalsa del caucho en un océano o un lago. Así es comouno se entrega por completo a las sensaciones de larespiración, instante, tras instante tras instante.

Basta con confiar.¿No es eso precisamente

lo que hace la hoja?

Cuando nos entregamos de ese modo a la respiración ycuando dirigimos y mantenemos la atención instante trasinstante, la sensación de un observador observando cómorespiramos acaba disolviéndose en la respiración. En talcaso, el sujeto (tú) y el objeto (la respiración o incluso“mi respiración”) acaban disolviéndose en la respiraciónpura y simple, en una conciencia que no necesita “tú”alguno para generarla, una conciencia que ya conoce larespiración –como señalamos en el caso de la escucha–tal como está desplegándose, más allá del pensamiento,por debajo del pensamiento y antes del pensamiento.Sentado aquí y respirando no hay más que estepensamiento, no hay nada más que esta respiración, nohay nada más que este conocimiento no conceptual.Todo el cuerpo respira, la piel, los huesos y todo él,

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Todo el cuerpo respira, la piel, los huesos y todo él,dentro y fuera, respirando y respirado, más allá de todopensamiento que podamos tener al respecto.

Cuando descansamos así somos la respiración y elconocimiento, instante tras instante y respiración trasrespiración, si es que, en tal caso, puede hablarse todavíade respiración… degustando la respiración, oliendo larespiración, bebiendo la respiración, permitiéndonos serrespirados, ser acariciados y ser masajeados por el aire,fundiéndonos con el aire en los pulmones y en la piel,en todas partes el aire, respirando con todo el cuerpo, entodas partes –y en ninguna también– el conocimiento.

Y, del mismo modo que hemos señalado con el restode las prácticas, volviendo una y otra vez a la respiracióncada vez que nuestra mente se desvíe hacia elpensamiento, el recuerdo o la anticipación, cada vez quese desvíe hacia un tipo u otro de historias, aunque seanhistorias relativas al modo en que uno está meditando,en que uno está fundido con la respiración o en que yano hay “yo” alguno.

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LA MEDITACIÓNDE LA BONDAD

Durante mucho tiempo me he resistido a que la StressReduction Clinic se dedicara a enseñar la práctica formalde la meditación de la bondad, porque considero quecualquier práctica meditativa es un acto esencialmentebondadoso y que, en consecuencia, no es necesario quenos ocupemos de forma individual de ella. Tengamos encuenta que la atención amable y sincera ya es, en símisma, junto a la aceptación y bienvenida de las cosastal como se presentan, un gesto bondadoso yhospitalario. Además, la sugerencia de que el simplehecho de sentarse con uno mismo es un acto radical deamor refleja a la perfección, en mi opinión, la esencia dela bondad y, más allá de ella, la intención y el ánimo deno causar el menor daño. Por otro lado, el sentimientoimperante en la clínica siempre ha tratado de encarnarla bondad y de honrar los principios hipocráticos demodo que, a mi entender, no sería necesario decirexplícitamente nada más al respecto. Más valdría, portanto, centrar todos nuestros esfuerzos en una presencia yen una acción lo más amables y bondadosas posible.

Mi principal reserva, no obstante, era que la enseñanza

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Mi principal reserva, no obstante, era que la enseñanzaformal de la bondad podría resultar confusa paraquienes empiezan a ejercitarse en la actitud y la prácticade la no acción y del no esfuerzo que subyace bajo todaslas prácticas meditativas mencionadas. Lo que no quería,dicho en otras palabras, es que todo ello minase lapráctica instante tras instante de la atención directa, noreactiva y no enjuiciadora que tan ajena parece anuestros compatriotas y que, cuando nos la tomamos enserio, puede ser profundamente transformadora yliberadora y acabar modelando, gracias al esfuerzo y ladisciplina, nuestra forma de ser.

Dicho de otra manera, mis dudas se asentaban en elhecho de que las instrucciones de la meditación de labondad transmiten inevitablemente la idea de quetenemos que hacer algo, es decir, invocar determinadossentimientos y pensamientos y generar estados mentalesy emocionales positivos, lo que parece distinto –si nocompletamente opuesto– a la simple observación queemerge de manera natural sin elegir los pensamientos osentimientos en función de un objetivo ajeno aldespertar. No quería, en suma, que esas instruccionesalejasen al sujeto de la práctica y de la actitud esencialdel no hacer que constituye el fundamento de la atenciónplena, de la sabiduría y de la compasión que emergen deforma natural de ella y de todo lo que enseñamos en elPREBAP.

Tampoco quería presentar demasiadas novedades enmuy poco tiempo. Después de todo, la meditación es un

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muy poco tiempo. Después de todo, la meditación es unedi cio inmenso y complejo y son muchas las prácticasque nos proporcionan las distintas tradiciones y elcultivo y perfeccionamiento de una sola de ellas exige uncompromiso que dura toda la vida. Y, como resultaimposible entrar en un edi cio por todas sus puertas a lavez, es absurdo perder el tiempo entrando por una ysaliendo por otra porque, en tal caso, no tendríamosmucho tiempo para permanecer dentro del edificio.

A pesar de ello creo que, quienes se inscriben en laStress Reduction Clinic, deberían tener, al menos, laposibilidad de degustar la práctica formal de la bondad,por su capacidad para movilizar profundamente nuestroscorazones de un modo que contribuya a fortalecer elamor y la bondad del mundo. Además, aunque todo lodicho hasta ahora sea literalmente cierto, lo que lasinstrucciones de la práctica de la bondad provocan, a unnivel más profundo, es sólo aparente. Con ello quierodecir que, en mi opinión, la práctica de la bondad nohace más que poner de mani esto sentimientos que yaposeemos, pero que se hallan tan ocultos que, paraconectar con ellos, debemos evocarlos de continuo. Enúltima instancia, estamos hablando de reconocer yconectar con el corazón tal cual es, un conocimiento y uncontacto que son casi ilimitados. Por ello, aunque porrazones pedagógicas y prácticas no incluyamos –a menosque así lo recomienden las circunstancias concretas– lapráctica formal de la meditación de la bondad junto a lapráctica de la meditación sedente y yacente, sí que la

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práctica de la meditación sedente y yacente, sí que lapresentamos en forma de meditación dirigida durante eldía de retiro silencioso que tiene lugar la sexta semanade nuestro programa.

La bondad, metta, en pali, es, junto a la práctica de lacompasión, la alegría desinteresada y la ecuanimidad,una de las cuatro prácticas fundamentales enseñadas porel Buda a las que globalmente se conoce como lasmoradas sagradas o divinas. Todas ellas son, en símismas, prácticas rigurosas de meditación empleadaspara el cultivo del samadhi, es decir, de la atenciónconcentrada de la que emergen los poderes de lascualidades evocadas que trans guran nuestro corazón.Pero la esencia de todas ellas se halla contenida y resultaaccesible a las mencionadas prácticas atencionales. Aunasí, el simple hecho de nombrar estas cualidades delcorazón y de explicitar el papel que desempeñan puedeayudarnos a reconocerlas cuando se presentenespontáneamente durante la práctica de la atenciónplena e inclinar hacia ellas nuestro corazón y nuestraatención, sobre todo en las situaciones difíciles. Dehecho, estas prácticas pueden, en ocasiones, servir deantídoto y medio hábil para contrarrestar estadosmentales como la ira que, cuando nuestra práctica no sehalla lo bastante desarrollada, pueden ser demasiadointensos como para observarlos directamente. En talesocasiones, la práctica formal de la bondad puedeayudarnos a afrontar estados mentales muy difíciles ya ictivos sin sucumbir ante ellos. En sí misma, la

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a ictivos sin sucumbir ante ellos. En sí misma, lapráctica de la observación directa nos permite abordarcualquier estado mental, por más a ictivo y dañino quepueda ser y, al verlo y conocerlo con una presenciaabierta, no reactiva y no enjuiciadora, nos permiteasimismo entender la naturaleza de la ira, de la tristeza ode lo que sea. Y es que, cuando abrazamos y conocemosde ese modo la naturaleza de esas emociones, se atenúa,como ya hemos dicho, su poder hasta acabarevaporándose y desvaneciéndose, como cuando tocamosuna burbuja de jabón con la punta de los dedos ocuando escribimos sobre el agua. La bondad es,precisamente, lo que emerge de manera natural y sin serinvitada de ese amplio espacio silencioso, porquesiempre se halla ahí.

Durante la enseñanza y la práctica formal de lameditación de la bondad, no me limito a las frases quetradicionalmente se emplean para evocarla, sino quetambién apelo a imágenes y subrayo su sensación directae inmediata, para lo cual me atengo a la guía y allenguaje que suele emplear mi colega Saki Santorelli.

Preste, mientras permanece en una postura sedente,yacente o erguida, atención a la respiración y al cuerpodurante una respiración completa. Luego descanse ahídurante un tiempo hasta que pueda cabalgar de manerarelativamente estable e instante tras instante al ritmo delas olas de la respiración.

Cuando se haya asentado en el ujo de la respiración,visualice a alguien que le ame o a quien ame

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visualice a alguien que le ame o a quien ameincondicionalmente. Evoque y entréguese a lascualidades del amor y la bondad desinteresados queexperimente por esa persona y sienta el campo del amorque les une. Respire con estos sentimientos y déjesebañar por ellos, descansando en el campo de ese abrazosincero que le acepta tal cual es. Advierta que no tieneque hacer nada en especial para ser digno o merecedorde amor, porque ya es amado y aceptado tal cual es.Poco importa que no se sienta especialmente merecedorde ese amor, porque eso es irrelevante, lo que realmenteimporta es que usted fue o es amado por lo que ahora esy por lo que siempre ha sido. Ése es, en realidad, unamor incondicional.

Permita que todo su ser se impregne de esossentimientos, déjese acunar por ellos y déjese tambiénmecer instante tras instante por el movimiento rítmicode los latidos de su corazón y por la cadencia oscilantede su respiración, sostenido y bañado por ese campoamable y bondadoso.

Y, en el caso de que sea incapaz de evocar o invocar lapresencia imaginaria de esa persona, trate de ver sialguien le ama de ese modo.

Pregúntese luego si puede convertirse en la fuente y elobjeto de esos mismos sentimientos o, dicho en otraspalabras, asuma que esos sentimientos no son de otrapersona, sino suyos. Conecte con el latido rítmico de sucorazón y acune en él, más allá de todo juicio, lossentimientos de amor, bondad y aceptación de sí,

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sentimientos de amor, bondad y aceptación de sí,gozando simplemente de la sensación de bondad con lamisma actitud con la que una madre abraza a su hijo,pero con la salvedad de que, en este caso, usted essimultáneamente la madre y el hijo. Descanse en esossentimientos y súmase en la aceptación y valoraciónamable de sí mismo tal como es. El simple hecho dedescansar naturalmente y sin forzamiento alguno en esossentimientos constituye un bálsamo para toda lanegatividad, autocrítica y odio hacia uno mismo queyacen ocultas bajo la superficie de nuestro psiquismo.

Murmure ahora internamente, mientras descansa enese campo de bondad, en ese abrazo bondadoso, lassiguientes frases o escuche cómo se las susurra el viento,el aire, la respiración o el mundo:

Pueda sentirme seguro, protegidoy libre de todo daño interno y externo,pueda ser feliz y estar contento,pueda estar todo lo sano y completo que sea posible,pueda experimentar fácilmente el despertar…

Quizás, al comienzo, le parezca arti cial decirse oincluso pensar este tipo de cosas. ¿Quién es, después detodo, el “yo” que desea todas esas cosas? ¿Y quién es,por otro lado, el “yo” destinatario de esos deseos?Finalmente, ambos “yoes” se desvanecen en la sensaciónde estar, en este instante, seguro y liberado del daño, enl a sensación de ser, en este instante, feliz y de estarsatisfecho, en la sensación de estar, en este instante,

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satisfecho, en la sensación de estar, en este instante,completo (puesto que siempre es ya completo), en lasensación de descansar relajadamente, en este instante,en el bienestar, lejos del malestar y fragmentación quesolemos experimentar. Esta sensación es la esenciamisma de la bondad.

Pero ¿por qué, si se trata de una prácticadesinteresada, se nos invita a centrar la atención ennosotros mismos, en nuestras sensaciones de seguridad,bienestar y felicidad? Porque, en última instancia,nosotros no estamos separados del universo que nos dioorigen y somos, en consecuencia, un objeto tan digno debondad como cualquier otro. Mal podría, en suma,nuestra bondad, ser amorosa y amable si no nosincluyera a nosotros mismos. Pero tampoco es necesario,al mismo tiempo, que nos preocupemos por ello,porque el campo de la bondad es in nito y no se limitaa nosotros. De hecho, conviene considerar la práctica dela bondad, tal como la hemos descrito hasta ahora, comouna forma de a nar su instrumento antes de empezar ausarlo. En tal caso, el hecho de a nar el instrumento noes, en sí mismo, un medio para conseguir un n, sino ungran acto de amor y de bondad.

Pero la práctica no concluye aquí…Cuando haya establecido en torno a usted un campo

bondadoso y relativamente estable y después de haberexperimentado durante un tiempo la sensación desentirse sostenido, acunado y mecido en su abrazo,puede expandir de forma voluntaria el campo del

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puede expandir de forma voluntaria el campo delcorazón del mismo modo en que, durante la práctica dela atención plena, ha aprendido a expandir el campo deconciencia. En tal caso, puede ampliar el campo debondad que rodea su corazón y su ser hasta que eseabrazo incluya, ya sea de manera individual o colectiva,a otros seres. Hay que decir que esto no siempre resultasencillo y que, por ello mismo, conviene empezar conuna persona hacia la que albergue sentimientosamorosos de manera natural.

Luego evoque, con el ojo de la mente y de su corazón,el sentimiento o la imagen de una personaemocionalmente cercana y por la que experimente ungran afecto. ¿Puede mantener a esa persona en sucorazón, con la misma actitud bondadosa que, en elejercicio anterior, dirigió hacia sí mismo?Independientemente de que se trate de un hijo, de unpadre, de un hermano, de una hermana, de un abuelo,de un pariente cercano o distante, de un amigo íntimo ode un vecino al que se aprecie mucho, respire, demanera individual o colectiva, con él o con ellos en sucorazón, manténgalos ahí y visualícelos lo másnítidamente que pueda (aunque la e cacia del ejerciciono necesariamente depende de la claridad de lavisualización) deseándoles lo mejor:

Puedan ella o él sentirse seguros, protegidosy libre de todo daño interno y externo,puedan ella o él ser felices y estar contentos,puedan ella o él estar todo lo sanos y completa que sea posible,

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puedan ella o él experimentar fácilmente el despertar…

Manteniendo ese campo bondadoso instante trasinstante dentro de su corazón, susurre silenciosamenteestas frases, con ando en ellas y repitiéndolas una y otravez. Pero no lo haga de manera mecánica, sino con unaatención completa, dándose perfecta cuenta de lo quedice, sintiendo la intención que subyace bajo elsentimiento y que alienta cada frase.

Luego expanda todavía más el campo amoroso de sucorazón hasta llegar a incluir a una o varias personas queno conozca tan bien, es decir, a personas con las quemantenga una relación más neutra o incluso a personasque desconoce y de quienes, por ejemplo, sólo haescuchado hablar. Y acúneles también ahora en sucorazón, deseándoles lo mejor:

Puedan ella o él o ellos sentirse seguros, protegidosy libre de todo daño interno y externo,puedan ella o él o ellos estar felices y contentos,puedan ella o él o ellos estar todo lo sanosy completos que sea posible,puedan ella o él o ellos experimentar fácilmente el despertar…

Luego puede ampliar todavía más el campo de suconciencia hasta llegar a incluir a una o más personasque, por alguna razón, le resulten problemáticas,personas con quienes comparte un difícil pasado;personas que, por un motivo u otro, puedan haberle

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personas que, por un motivo u otro, puedan haberledañado, o personas que, más que amigos, le parezcanobstáculos o adversarios. Con ello no estoy diciéndoleque deba perdonarles por lo que pudieron haberlehecho o por el daño que le causaran a usted o a otraspersonas. Lo único que le pido es que reconozca quetambién son seres humanos y, por tanto, tienen susaspiraciones, sus angustias y sus sufrimientos; personas,en suma, que desean, como usted, ser felices y sentirseseguras. Entonces, como mejor pueda y sólo en lamedida en que se sienta dispuesto (o, por lo menos,abierto) a experimentar con ello, expanda hasta ellos subondad, más allá de las di cultades y problemas quepuedan separarles:

Puedan ella o él o ellos sentirse seguros, protegidosy libres de todo daño interno y externo,puedan ella o él o ellos estar felices y contentos,puedan ella o él o ellos estar todo lo sanosy completa que sea posible,puedan ella o él o ellos experimentar fácilmente el despertar…

Detengámonos ahora por unos instantes para darnoscuenta de lo que está sucediendo. Como ocurre con elcaso del cultivo de la atención plena, donde podemosdescansar en un objeto de atención o ampliar el campohasta llegar a incluir simultáneamente objetos dediferentes niveles, podemos demorarnos días, semanas,meses o incluso años en distintos niveles de la prácticade la bondad, todos los cuales son válidos y se incluyen

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de la bondad, todos los cuales son válidos y se incluyenmutuamente. Es sin duda adecuado, por tanto, cultivar labondad y dirigirla hacia uno mismo durante una sentadao hacer lo mismo durante muchas sentadas. Y lo mismopodríamos decir en el caso de que quiera dirigir variasveces la bondad sólo hacia las personas que conoce yama o hacia la misma persona.

Como la capacidad de amor es, lo sepa o no, ilimitada(y siempre es, por otra parte, accesible), también es muyposible descubrir, con el paso del tiempo, la tendencianatural a incluir cada vez a más personas en su campode bondad, que irradia en todas direcciones, tantointernas como externas.

También puede descubrir que, en ocasiones, todoempieza a discurrir de manera un tanto espontánea, loque resulta muy interesante. ¿Cómo es que se presentan,si usted no les ha invitado conscientemente? ¿Y cómohacen para entrar? ¡Vaya, vaya! Quizás su corazón seamás grande y sabio de lo que imagina.

Pero, puesto que el corazón y el amor son in nitos,también podemos expandir el campo de la bondad hastallegar a incluir a nuestros vecinos, a nuestra comunidad,a nuestra región, a nuestro país y al mundo en general.También puede incluir a sus mascotas, la vida animal, lavida vegetal, la vida y la biosfera entera, que incluye atodos los seres sensibles. También puede ser muyespecí co e incluir en el campo de su bondad adeterminadas personas concretas, como líderes políticos,por ejemplo, por más difícil que le parezca si se siente

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por ejemplo, por más difícil que le parezca si se sientemuy distinto a ellos y, en muchas ocasiones, se descubrajuzgándoles muy seriamente y poniendo incluso encuestión su misma humanidad. Y es que son muchas lasrazones por las que debemos incluirles. En tanto queseres humanos, son merecedores de bondad y quizásrespondan de un modo que su mente ni siquiera puedeimaginar. Y quizás lo mismo suceda también con usted.

Pero también puede incluir concretamente en sucampo de bondad a personas menos afortunadas queusted; personas que viven laboral o familiarmenteexplotadas, personas que están, justa o injustamente,encarceladas; personas que se encuentran a merced desus enemigos, personas hospitalizadas, enfermas ymoribundas; personas cuyas vidas se hallan sumidas enel caos; personas que viven atrapadas en el miedo y, en

n, personas que, de un modo u otro, sufren. Sea lo quesea lo que les llevó hasta ese punto, ellos, al igual quenosotros, anhelan experimentar el bienestar en lugar delmalestar y la fragmentación. Todo el mundo quiere,como nosotros, ser feliz y estar contento, todo el mundoquiere estar completo y sano y todo el mundo quieresentirse seguro y libre de daño. Así es como reconocemosque todos compartimos la misma aspiración a ser felicesy, por tanto, les deseamos lo mejor:

Puedan todos los seres próximos o lejanos sentirse seguros,protegidos y libres de todo daño interno y externo,puedan ellos estar felices y contentos,puedan ellos estar todo lo sanos y completos que sea posible,

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puedan ellos experimentar fácilmente el despertar…

Pero tampoco es necesario que nos detengamos aquí.¿Por qué no incluir también, en el campo de la bondad,a la Tierra entera? ¿Por qué no abrazar la Tierra, que esnuestra casa, un organismo por derecho propio que, encierto modo, es un cuerpo que se ve desequilibrado pornuestras acciones, conscientes e inconscientes en formasque amenazan la vida que alienta y las inteligencias quese hallan sumidas en todos los aspectos de esa vidaanimal, vegetal y mineral que tan inconsútilmenteinteractúa en el mundo natural?

Bien podemos, pues, expandir el campo del corazónamoroso, el campo de nuestra bondad, hasta llegar aincluir la totalidad del planeta y, más allá de él, latotalidad de un universo en el que no es más que unátomo y nosotros… mucho menos que un quark.

Puedan nuestro planeta y la totalidad del universo sentirseseguros,protegidos y libres de todo daño interno y externo,

puedan nuestro planeta y la totalidad del universo estar felicesy contentos,

puedan nuestro planeta y la totalidad del universo estar todo losanosy completos que sea posible,

puedan nuestro planeta y la totalidad del universo experimentarfácilmente el despertar…

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¿Por qué no desear, por más absurdo o inclusoanimista que pueda parecer, la felicidad del planeta ydel universo entero? Lo más importante, a n decuentas, tanto si hablamos de personas con las que nonos llevamos bien como si nos referimos al universoentero, es que nuestro corazón se incline más hacia lainclusión que hacia la separación. Sean cuales sean, enúltima instancia, las consecuencias para los demás, parael planeta, para el universo o para cualquier otro nivelintermedio, la predisposición a expandirnos, literal ometafóricamente y a ensanchar el alcance de nuestrocorazón, tiene consecuencias muy profundas para nuestravida y para nuestra capacidad para vivir en el mundo deun modo que encarne la sabiduría, la compasión, labondad y la ecuanimidad y que exprese, en últimainstancia, la alegría que conlleva la liberación de todocondicionamiento de la mente y del corazón y delsufrimiento generado por ese condicionamiento.

Practicar la meditación de la bondad es practicar laliberación del corazón aquí, ahora y siempre. No lodude, el mundo entero se bene ciará y se verá entoncespurificado aun cuando sólo haya una persona que alienteesas intenciones. De este modo, la apertura y lapredisposición a abandonar todo resentimiento, por másjusti cado que inicialmente nos parezca, vantransformando lentamente la estructura interrelacionadade la realidad y la red de la vida.

La perseverancia que nos adentra en los rincones más

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La perseverancia que nos adentra en los rincones másprofundos de nuestro corazón, por su parte, nos permitea nosotros, que hemos salido de la tierra, de la corrientede la vida, del universo, vernos bendecidos, puri cados ycompletados por la generosidad mani esta de uncorazón que, por un momento al menos, no estádispuesto a albergar rencor y mala fe. Por ello, quienesdeciden practicar la bondad, ya sea de manera formal oinformal, y aunque sólo sea por un breve período detiempo, son los primeros beneficiados.

*

Mal sabrás lo que es la verdadsi no has perdido antes naday el futuro no se ha disuelto ante tu impasible miradacomo la sal en el caldo.Si no has visto desvanecerse ante tus ojoslo que con más celo conservas y atesoras.Si no has contemplado lo desolado que puede ser el paisajeque nos separa de los dominios de la bondady lo mucho que debes viajar,preguntándote cuándo se detendrá finalmente el autobús,mientras los pasajeros comen impertérritos maíz y pollocon la mirada clavada en el horizonte.

Mal sabrás lo que es la bondadantes de llegar a la cunetaen la que yace muerto el indio con poncho blanco.Entonces te darás cuenta de que bien podrías ser tú,y de que él también, un buen día,

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atravesó la noche lleno de proyectosy de la simple respiración que le mantuvo vivo.

Si quieres llegar al abismo de la bondad,deberás atravesar antes el abismo de la tristeza.Debes despertarte con la tristezay familiarizarte con ella hasta que tu vozexprese el hilo que engarza todos los pesaresy descubras la magnitud de la tela.

Sólo entonces la bondad tendrá sentido,la bondad que ata los cordones de tus zapatosy te manda echar las cartas al buzón y comprar el pan;la bondad que asoma su cabezasobre la muchedumbre susurrándote:«Yo soy lo que siempre has estado buscando»,y a partir de entonces te acompañe siempre,como una sombra, como el mejor de los amigos.

NAOMI SHIHAB NYE,«La bondad»

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¿LO ESTOY HACIENDO BIEN?

Ésta es una pregunta que nos hacemos con relativafrecuencia cada vez que emprendemos un nuevoaprendizaje. No es de extrañar que, en tales casos,echemos un vistazo a los hitos y puntos de referencia queencontramos a lo largo del camino para saber, desde unaperspectiva instrumental, si vamos por buen camino, siseguimos avanzando, si estamos dando vueltas en círculoen un remanso, si nos hemos perdido en algún mar delos Sargazos de la mente, o si el camino, al menos, nosestá tornando más amorosos, más amables, mástranquilos y más atentos. Y, obviamente, tambiénqueremos asegurarnos de que sentimos lo que se suponeque debemos sentir, de que sucede lo que se supone quedebe suceder, lo que es “normal” y no un signo denuestra incompetencia o de que estamos yendo en unadirección equivocada o estableciendo un hábitoinadecuado e inconsciente en nuestro camino.

Tiene mucho sentido, si consideramos la meditacióncomo una habilidad que se desarrolla en la medida enque se ejercita, que nos preguntemos si estamoshaciendo bien las cosas. Son muchos, en realidad, loshitos de referencia que jalonan el camino, como una

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hitos de referencia que jalonan el camino, como unaatención más estable y sosegada, la sensación de estarmás a gusto en el propio cuerpo, una mayor intuición yecuanimidad ante lo que ocurre, una mayor capacidadde conectar con lo que aparece en el campo de nuestraconciencia en el punto de contacto, una mayorconciencia de la seriedad con que por lo general nostomamos las cosas (especialmente en lo que respecta anuestras identi caciones y a nuestros apegos) y laaparición de sentimientos espontáneos de bondad,compasión y alegría por la fortuna ajena.

También son muy frecuentes el deseo y el entusiasmopor la práctica, la tendencia a prestar más atención acuestiones que habitualmente soslayamos y la mayorconciencia del modo en que nuestros estados mentalesafectan a los demás y a nosotros mismos. Tambiénpodemos descubrirnos valorando cada vez más elencanto y la textura del mundo sensorial y descubrirnosespontáneamente, por último, más encarnados, más encontacto con nuestra piel y más cómodos en el vehículode nuestro cuerpo y en la sensación corporal de queconstituimos una totalidad viva.

Éstos son, entre muchos otros, los puntos de referenciaque encontraremos si asumimos, independientemente deque nos guste o nos desagrade, de que nos sintamos bieno de que nos sintamos mal, un compromiso vital con lapráctica.

Para todo ello puede resultar muy valioso contar conel apoyo de un buen maestro que valide nuestras

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el apoyo de un buen maestro que valide nuestrasexperiencias, nos asegure que estamos haciendo lo“correcto” y nos sugiera el modo adecuado de trabajarcon las innumerables situaciones que inevitablemente seatraviesan tanto en el curso de la vida como durante lapráctica de la atención plena.

Pero también hay otro modo de aclarar nuestraspreocupaciones, confusiones y dudas al respecto, porquela meditación también tiene una vertiente noinstrumental que no consiste en llegar a ser otra cosasino, simplemente, en aprender a estar donde estamos yser conscientes de ello. Cuando, desde esa perspectiva,descansamos en la conciencia, estamos haciéndolo bien,independientemente de que lo que experimentemos seaagradable, desagradable o neutro. Así pues, si estáaburrido y se da cuenta de ello, está haciéndolo bien; sitiene miedo y se da cuenta de ello, está haciéndolo bien;si está confundido y se da cuenta de ello, está haciéndolobien y, si está deprimido y se da cuenta de ello, tambiénestá haciéndolo bien.

Y lo mismo sucede, por cierto, cuando suspensamientos giran sin cesar y usted es consciente deellos, porque en tal caso deja de verse arrastrado por laagitación y se convierte en el conocimiento. Y tambiénestará haciéndolo bien si, cuando se ve arrastrado por laagitación, las cavilaciones y las elaboraciones de lamente pensante, es consciente de ello en el mismoinstante en que sucede.

No hay, en suma, nada de lo que podamos hacer o de

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No hay, en suma, nada de lo que podamos hacer o delo que pueda sucedernos que resulte, si cobramosconciencia de ello, merecedor de la práctica. En tal caso,en lugar de permanecer continuamente atrapados en laconfusión, la agitación, la identi cación, el deseo y elrechazo, siempre podemos con ar en la conciencia yabandonarnos y descansar en ella.

Obviamente, dukkha y la ilusión pueden presentarseen cualquier momento en que, al perder la conciencia,nos identi quemos y nos quedemos atrapados, sindarnos cuenta de lo que sucede, en las acciones inhábilese insanas derivadas del malestar, el miedo u otrosestados mentales a ictivos. En los momentos en quenuestra conciencia se oscurece y enturbia, podemosperder el contacto hasta perder nuestra mente, olvidarque ya estamos plenos y obstaculizar nuestro bienestar,por no decir nada del daño que, a veces de los modosmás conspicuos, podemos provocar en los demás. Perosiempre es posible, aun en esas circunstancias, recuperarla conciencia. No hay momento alguno en que nopodamos practicar, pero resulta mucho más adecuadoaprender a reconocer gradualmente la emergencia ennuestra mente y en nuestra conducta de situacionespotencialmente destructivas y dañinas y cobrar plenaconciencia de ellas, dejando que el presente nosproporcione un nuevo comienzo, una nueva oportunidadpara alejarnos de las acciones dañinas y destructivas ypermanecer rmemente asentados en la conciencia de loque es.

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que es.La conciencia es el espacio inmenso en el que vivimos

y siempre es un aliado, un amigo, un santuario y unrefugio que jamás deja de estar presente, por más veladoque parezca. Pero el conocimiento es sutil y, si queremosvisitarlo, deberemos adentrarnos en el dominio de laconciencia tantas veces como sea necesario, hasta queaprendamos a dirigir y mantener nuestra atención. Si, enlos momentos de duda, infelicidad, confusión o dolor,apelamos a la conciencia, esos estados mentales dejaránde ser “nuestros” y se revelarán como lo que son, meraspautas mentales y corporales. Tenga en cuenta que ladimensión de “nosotros” que se sabe indecisa, infeliz,confundida, ansiosa, sufriente o resentida ya está bien, yes completa y no es ninguna de todas esas cosas. En elmás fundamental de los niveles, jamás dejamos de ser loque realmente ya somos. De modo que si estáconsiderando la posibilidad de cobrar una conciencia sinjuicio del momento presente y visita de vez en cuandoesa amplia morada, no sólo está “haciendo bien lascosas” sino que, en realidad, no hay ni nunca hubo nadaque hacer ni nadie que lo haga. La meditación tiene quever con ser y con convertirse en lo conocido, lo que, porcierto, incluye el conocimiento de no conocer. ¿O creeacaso que son diferentes?

Permanezca ahí durante unos instantes.

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LOS PRINCIPALESOBSTÁCULOS DE LA PRÁCTICA

El principal obstáculo de la práctica de la meditaciónconsiste simple y llanamente en no querer meditar.Quizás usted empiece creyendo que se trata de unabuena idea pero, poco después, empiezan a emergerpensamientos y sentimientos pasajeros que dicen cosastales como «No es el momento», «Ahora no tengotiempo», «Mejor me pongo a leer o llamo a tal o cualpersona», «Es hora de comer», «Tengo muchas cosas quehacer», «Lo dejaré para más adelante», «Empezarémañana» o «Bastará con permanecer atento a lo quehaga», que no hacen sino desviar y distorsionar nuestraintención original.

Por ello son tan importantes la intencionalidad y lamotivación. Tengamos en cuenta que la meditación sóloes bene ciosa si la ejercitamos, tanto si tenemos ganascomo si no, e independientemente de las ocurrencias conque nuestra mente trate de alejarnos de nuestro objetivo.No es difícil por tanto, si realmente quiere emprenderuna práctica formal que le permita el cultivo y elperfeccionamiento de la atención –tanto si se trata dealgo nuevo, como si no ha establecido una práctica

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algo nuevo, como si no ha establecido una prácticaregular o, con el paso del tiempo, se ha convertido enalgo automático y desnaturalizado–, establecerla (orestablecerla) comprometiéndose a despertar temprano ya dedicarle un tiempo antes de que su atención se veaacaparada por las actividades y compromisos cotidianos.Conviene, por tanto, disponer de un tiempo para símismo, un tiempo libre para poder descansarsimplemente en su compañía, consciente de que la vidase expresa instante tras instante a través de su cuerpo, sumente y su corazón.

Pero ahí no concluyen los problemas que aquejan a lapráctica de la meditación, porque también es muy fácil,una vez sentado en el cojín (lo que incluye, obviamente,todo el desarrollo de la práctica), ver cómo la atenciónse desvía una y otra vez de lo que es.

Para empezar, el cuerpo puede estar inquieto eincómodo y vernos obligados a moverlo a causa dehormigueos, picores u otros impulsos insoportables, peroeso no supone ningún problema, porque no son más quesimples estadios pasajeros por los que atraviesa elcuerpo. Cuando la práctica, pues, nos permite reconocertodas esas sensaciones como lo que son, podemos serconscientes de ellas sin juzgarlas, sin querer cambiarlas,sin luchar ni rendirnos y sin decirnos cosas tales como«La meditación no es para mí» o «Esto con rma que lameditación es una tortura, una empresa masoquista paraquienes no tienen bastante con el sufrimiento de lavida», que no hacen sino alimentar más pensamientos y

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vida», que no hacen sino alimentar más pensamientos ysentimientos de ese tipo. No debemos olvidar que todoeso, a n de cuentas, no es más que un ruido mentalabsurdo y reactivo que se agrega al “ruido” corporal.

En el mismo momento en que nos familiarizamos conla quietud que subyace bajo las olas de la super cie dela mente y nos estabilizamos en ella, se aquietan lospaisajes interiores y exteriores de todo nuestro ser (elpaisaje corporal, el paisaje mental, el paisaje del ahora,el paisaje del aire y, en suma, todos los paisajessensoriales), al tiempo que disminuye la intensidad delas di cultades que obstaculizan la práctica que, sivuelven a presentarse, son reconocidas como lo que son,meros estados mentales y corporales. Siempre haymillones de razones para ejercitar la presencia aquí yahora, pero cuando descansamos en la conciencia y nosfundimos con lo conocido, todas se revelan como merasexcusas. Tal vez, por ello, convenga complementar,durante los primeros estadios (cuando las di cultadesson más intensas) la práctica de la atención plena –yasea durante la meditación sedente, yacente o erguida–con el yoga para familiarizarnos gradualmente con laquietud.

Pero también la mente, como ya hemos dicho, puedehallarse tan inquieta como el cuerpo, en cuyo caso, no esdifícil tropezar una y otra vez con la impaciencia y laagitación, en cuyo caso, no basta con darse cuenta paraque deje de ser un problema. Todos ésos son simpleshábitos mentales y, cuando los reconocemos (junto a la

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hábitos mentales y, cuando los reconocemos (junto a larespiración y cualquier otra cosa que decidamos incluiren nuestro campo de conciencia) como tales, tienden aser vistos como lo que son, meros estados mentalesimpersonales que, a menos que los alimentemosluchando o esforzándonos en que desaparezcan, acabandisolviéndose. Por ello, cuando los vemos tal como son,pueden convertirse en objetos muy valiosos de lapráctica que nos familiarizan con la impaciencia y con laagitación. La familiarización e intimidad que, en esecaso, se desarrolla, forma parte intrínseca de la prácticade la meditación y acaba conduciendo a la ecuanimidadsin que, para ello, tengamos que hacer nada especialporque, al estar más allá de toda condición y de todocondicionamiento, ya es completamente libre.

Como ya hemos mencionado en el caso de lameditación yacente, la somnolencia también puede serun gran impedimento para la práctica. Pero eso tampocosupone ningún problema porque, si realmente nostomamos en serio la meditación, lo mejor que, en talcaso, podemos hacer antes de tratar de consolidar oestablecer la práctica de la meditación es dormir unpoco. La mente somnolienta tiende a la distracción y a lapérdida de perspectiva, algo que se soluciona fácilmentedurmiendo. Si cada vez que se sienta a meditar en elcojín se ve vencido por la somnolencia, convendrárefrescarse antes la cara y la nuca con agua fría, ducharsecon agua fría, sentarse con los ojos abiertos, permanecerde pie o todo ello a la vez. Si realmente quiere despertar

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de pie o todo ello a la vez. Si realmente quiere despertara la vida, deberá descubrir el mejor modo de estimular yperseverar en esa intención. Siempre es posible, cuandola conducción nocturna nos adormila y no nos basta conescuchar rock and roll ni abrir la ventanilla para queentre el aire fresco, abofetearnos el rostro cuantas vecessea necesario, lo que, en este contexto, puede ser un actode sabiduría y compasión. En el caso de la meditación,como ya hemos señalado, sólo tenemos que decidirnos apracticar como si nuestra vida dependiera de ello.

Otro de los obstáculos más habituales de la prácticaconsiste en idealizarla, en cuyo caso nos imponemosnormas imposibles de cumplir y acabamos convirtiendola práctica en un ejercicio violento de voluntaddespojado de todo sentido del humor y de poca oninguna compasión por uno mismo. Recordemos que lapráctica de la atención plena es un acto radical de amor,lo que etimológicamente signi ca que debe asentar susraíces en la compasión y en la autocompasión. Por ellotal vez convenga, si no podemos ser amables yaceptarnos a nosotros mismos y a las experiencias, seanéstas las que sean, tal como son, es decir, si nosaferramos a la meditación para convencernos a nosotrosmismos o a otros de que estamos avanzando yconvirtiéndonos en mejores personas, abandonarlaporque, en tal caso, generaremos mucha tensión ysufrimiento y acabaremos concluyendo erróneamenteque “no funciona”, cuando lo más exacto sería decir queno queremos asumir las cosas tal como son ni aceptarnos

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no queremos asumir las cosas tal como son ni aceptarnosa nosotros mismos tal como somos. Quizás elforzamiento y la lucha transmitan, en ocasiones, laimpresión de “progreso”, de “avance” y de que nuestrapráctica “se dirige hacia alguna parte”, pero lo cierto esque, sin la aceptación compasiva de uno mismo, lacontracción y el forzamiento son motivacionesinadecuadas y desaconsejables. Poco importará, en talcaso, que nuestra mente se estabilice, porque la sabiduría–que no es algo que adquiramos, sino una forma deaprehensión y de ser que sólo se desarrolla cuando lascondiciones internas son las adecuadas– seguiráescapándosenos. El suelo de la práctica profundarequiere del fertilizante de la aceptación y de lacompasión profunda de uno mismo. Por ello laamabilidad no es un lujo, sino un requisito esencial pararestablecer el contacto con nuestros sentidos. La lucha, enúltima instancia, sólo engendra inconsciencia einsensibilidad, al tiempo que alienta la fragmentación enel único instante en que tenemos la oportunidad dereconocer que ya estamos bien y que ya somoscompletos.

Los obstáculos de la práctica son, en suma, in nitospero, cuando nuestra conciencia los abraza, todos ellos,anticipados o imprevistos, acaban convirtiéndose enaliados. Si los reconocemos como lo que son –ni buenosni malos– y les permitimos formar simplemente partedel paisaje del ahora, pueden acabar alentando lapráctica en lugar de impedirla porque –¡Oh, maravilla

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práctica en lugar de impedirla porque –¡Oh, maravillade las maravillas!– ya son.

*Cuando tus ojos están cansados,el mundo también lo está,y cuando tu visión se desvanece,nada en el mundo puede encontrarte.

Tómate tiempo para entrar en la oscuridaddonde la noche tiene ojos para reconocerse.

Ahí estarás segurode no encontrarte más allá del amor.

Esa noche, la oscuridad será tu vientrey ante ti se abrirá un inmenso horizonteinabarcable a tu mirada.

Pero debes saberque el mundo fue hecho para liberarse.

Renuncia pues a todos los mundosy no te alejes de aquel al que realmente perteneces.

A veces, para aprender,es preciso recluirse en la oscuridadde la propia soledad

y todo lo que no aliente tu vidate quedará demasiado pequeño.

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DAVID WHYTE,«La dulce oscuridad»

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LOS APOYOSDE LA PRÁCTICA

El principal apoyo para la práctica de la atención seasienta en la cualidad de la motivación y en laintensidad de la pasión con que la acometamos. Quiensepa lo sencillo que resulta relegar a la inconsciencia, laautomaticidad y el condicionamiento grandes segmentosde nuestra vida coincidirá conmigo en que no hay apoyoexterno que pueda sustituir al fuego y la pasión internosy silenciosos que nos llevan a vivir la vida como sirealmente importase. Es precisamente por ese motivoque aconsejo a quienes empiezan a meditar que lo hagancomo si de ello dependiera su vida. Sólo cuando unosabe o sospecha lo que realmente es su vida tendrá lasu ciente energía para sentarse, le guste o le desagrade,y aprenderá a aprovechar la in nitud de momentosatemporales que le proporciona la sentada,independientemente de lo que diga el reloj, para nohacer nada en absoluto. Sólo cuando uno sabe osospecha que, de hecho, su vida depende de la práctica,dispondrá de la energía y de la motivación su cientespara despertar antes de lo que lo haría si dispusiera deun tiempo ininterrumpido y no programado para sí

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un tiempo ininterrumpido y no programado para símismo, un tiempo para ser, un tiempo fuera del tiempo,un tiempo sagrado para poder practicar incluso los díasen que tenga muchas cosas que hacer y, por encima detodo, para que su vida cotidiana acabe convirtiéndose enla auténtica práctica. Porque lo cierto es que la prácticano se limita a disponer de un tiempo para el ejercicioformal, sino que se asienta en la decisión de estar atentoa cada instante, independientemente de lo que haga y delo que suceda, de modo que, al cabo de un rato, sientaque no es usted quien hace la práctica sino que, por elcontrario, es la práctica la que le hace a usted. Todo estollega con el tiempo y no es tanto un fruto del esfuerzocomo del modo natural en que decide vivir. En unaépoca tan apresurada y tan llena de distracciones yexigencias como la nuestra, la decisión decomprometernos apasionadamente en un acto taninusual resulta esencial para mantener y profundizar elimpulso y el compromiso de liberarnos de lainconsciencia y del sufrimiento que de forma inevitableacompañan al despertar.

Hay muchos modos, dicho esto, de mantener yconsolidar la pasión silenciosa por despertar y ladeterminación de liberarnos del condicionamiento.Podríamos empezar viendo el modo en que, instante trasinstante, nos hallamos atrapados, y dar los pasosnecesarios para ver y reconocer el modo de salir de todoese enredo. Cada instante, independientemente de lostropiezos y de las di cultades que se nos presenten,

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tropiezos y de las di cultades que se nos presenten,constituye una oportunidad para a nar nuestros sentidos,nuestra sensibilidad y nuestra capacidad para sortear losobstáculos, di cultades y retos que, a cada instante, senos presentan y experimentar por nosotros mismos elmodo adecuado de navegar, movernos y uirinstintivamente hacia la claridad, la calma y la noidentificación.

Lo más importante, sin embargo, consiste en recordarque no hay un modo “adecuado” de practicar y que, enúltima instancia, uno debe hacer suya la práctica o, másbien, entregarse a ella y dejar que se convierta en sumaestro. Es la vida misma, a n de cuentas, la que debeconvertirse en el maestro y en el programa. Cuandoprestamos atención y mantenemos los ojos bien abiertonos damos cuenta una y otra vez de que, aun en losmomentos más ordinarios, la vida misma es el mejor delos maestros. Y el “aula”, por así decirlo, en el que tienelugar este aprendizaje es el paisaje compuesto por losmundos interno y externo, el paisaje sensorial, el paisajemental, el paisaje del ahora, todo –absolutamente todosin excepción– lo que sucede y la vacuidad, es decir, elsilencio y la plenitud que todo lo sostiene. En estemundo no hay obstáculos para la práctica, sino tan sóloapariencia de obstáculos.

No existe ningún sustituto para la intensidad y lapasión que aportamos a nuestra vida que nos impidavivirla de un modo pleno y agradecido y, por ese mismomotivo, tampoco hay razón alguna para renunciar,

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motivo, tampoco hay razón alguna para renunciar,aunque fuésemos la única persona que cultivase laatención en el planeta (aunque éste sea un pensamientoun tanto desalentador). De hecho, ésa es la razón máspoderosa para acometer la práctica.

Uno de los principales apoyos consiste en la existenciade muchas personas comprometidas con la práctica de laatención y con la vida consciente. En cualquiermomento, siempre hay millones de personas que estánsentadas meditando, de modo que nunca hay motivopara sentirse solo. Usted está “conectado” con una“presencia” silenciosa ilimitada que no carece de centroy de periferia, la comunidad de quienes comparten sumisma pasión por el despertar y la liberación, unacomunidad engrosada a diario por quienes emprendenlos miles de caminos que conducen a la práctica.

Como ya hemos señalado en un capítulo anterior, eltérmino con el que el budismo se re ere a estacomunidad de personas comprometidas con el dharmase denomina “Sangha”, con ese mayúscula, como Dharmaque, en el entorno budista, se re ere a la enseñanza delBuda. Originalmente, el término “Sangha” se refería a lacomunidad de monjes y monjas que renunciaban a lavida cotidiana para seguir las enseñanzas del Buda, unaacepción que todavía sigue siendo muy importante. Conel paso del tiempo, sin embargo, el término ha llegado acobrar un signi cado nuevo y mayor, que incluye a todaslas personas que han asumido una vida entregada a lapráctica de la atención y de la no violencia. Por ello, en

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práctica de la atención y de la no violencia. Por ello, eneste último sentido, todos nosotros, lo sepamos o no ypor más leve que sea el impulso que nos conduce hastala práctica, formamos parte del sangha, con eseminúscula. Y no se trata de una organización a la quepertenezcamos, sino de una comunidad de la queformamos parte en virtud de nuestro compromiso,pasión y cuidado. Y esa conexión, en sí misma, puede serun extraordinario apoyo para la práctica.

Me parece muy interesante, en este sentido, la imagende que todos somos hojas del mismo árbol. Cada unotiene, en función del lugar en que se encuentre, unaubicación y una perspectiva única, cada uno es total y,del mismo modo que nuestra vida depende del árbol, lavida del árbol también depende de nosotros. Somostotalidades que formamos parte de una totalidad mayor,niveles anidados en una totalidad que carece defronteras.

Independientemente del camino que hayamos seguidopara llegar a la práctica, el caso es que nosotros no lahemos inventado. Nos ha sido transmitida para queexperimentemos y veamos por nosotros mismos y paraque lo hagamos con la mayor integridad y reverencia porlo que nos ha sido dado y por el sufrimiento, la pasión yel genio que hay detrás de ella. Existe un largo linaje demiles de años de antigüedad de hombres y mujeres quese han comprometido con el dharma, con la sabiduría ycon la compasión, como también lo han hecho quieneshoy en día deciden practicar. Ésos son los “instructores

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hoy en día deciden practicar. Ésos son los “instructoresdesconocidos” de los que hablaba Yeats, un antiguolinaje de mujeres y de hombres comprometidos con elDharma, con la sabiduría y con la compasión hacia losque muy probablemente, en un momento u otro,estaremos agradecidos por su legado y por sus dones.Muchos de ellos dejaron registro de su experiencia enlenguajes y culturas muy diferentes y otros no lo hicieronpero, en cualquiera de los casos, su herencia nosproporciona la oportunidad de bene ciarnos delespíritu, los métodos, los andamios y la vacuidad o,dicho en otras palabras, del dharma que tanamorosamente cultivaron y nos legaron. Ésta es unaherencia de las especies y para las especies que jamás haestado tan viva y ha sido más necesaria que ahora.

Podemos considerarnos afortunados por vivir en unmomento extraordinario, un momento en el que lasdistintas manifestaciones del dharma universal resultanmás accesibles que nunca. Nunca habíamos tenido, comoahora, la posibilidad de acceder a los libros escritos porlos grandes maestros, practicantes y eruditos de lameditación. Pero hoy en día disponemos de un auténticotesoro de oportunidades que siempre, por cierto, estácreciendo, para aprender lo que tienen que enseñarnoslos grandes maestros de los diferentes linajes. Al nal deeste libro presento una lista relativamente corta de losescritos de algunos de los maestros que han tenido ungran impacto en mi vida o en la vida de mis alumnos ycolegas. El lector interesado también encontrará ahí una

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colegas. El lector interesado también encontrará ahí unalista de cedés, casetes y vídeos relativos a ciertos aspectosde la práctica que pueden servir como recursos y apoyosimportantes que empleo en mi enseñanza y hedesarrollado para acompañar mis libros.

Pero lo más importante, en última instancia, consisteen sentarse en el cojín. Por más valiosas que sean laslecturas, por más inspiradores que sean los grandesmaestros y por más interesante que sea la práctica conotras personas (sobre todo esto último), cada uno debepracticar por sí mismo, con su propio cuerpo, con supropia mente y en su propia situación. A n de cuentas,los libros, por más auténticos, inspiradores y útiles quesean, pueden alentar el deseo insaciable de másinformación y más pensamiento. Cualquier buen librosobre el dharma puede ser leído y estudiado repetidasveces con gran bene cio, una página o dos o un capítuloo dos en cada ocasión, seguido de la re exión y elintento sincero de llevar a la práctica lo que se hayaleído. Ésta es una empresa que puede durar toda unavida.

La información, pues, no es lo más importante y suabundancia puede resultar abrumadora. Cada uno debecartogra ar su propio recorrido, encontrar su propiocamino y leer atentamente de vez en cuando paraveri car si el camino que sigue –los maestros que haencontrado y la comunidad con la que está practicando(si es que ha encontrado una)– adecuado para susituación y sus aspiraciones y, en caso contrario, deberá

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situación y sus aspiraciones y, en caso contrario, deberábuscar otro camino para ascender la montaña.

Las historias de Soen Sa Nim y de la Stress ReductionClinic ponen claramente de relieve la importancia detener un grupo con el que poder practicar y hablar de lapráctica. Contar, en este sentido, con un amigo deldharma constituye un apoyo muy importante quebene cia a los implicados, porque uno acaba ayudandoa los demás y la charla con ellos, a su vez, contribuye aaclarar, aunque no nos demos cuenta, diferentes aspectosde la práctica.

Veinticinco o treinta años atrás hubiera tenidoproblemas en encontrar, aun en las grandes ciudades, ungrupo de meditación pero, en la actualidad, hay gruposde meditación en todas partes. Las redes de vipassana seextienden por todo el país y por todo el mundo y haymuchos recursos a los que podemos apelar paraencontrarlos. También hay grupos de zen y demeditación tibetana repartidos por todo el país y portodo el mundo, y centros de meditación que ofrecenretiros de trabajo con la atención plena de distintaduración, desde nes de semana hasta varias semanas ovarios meses, en los que puede participar cualquiera quehable inglés, dirigidos por maestros que han dedicado suvida al dharma y a los que acuden personas procedentesde todo el mundo. Y todo ello, con la ayuda de Internet,se encuentra al alcance de todos nosotros.

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se encuentra al alcance de todos nosotros.También hay programas y clínicas PREBAP en

diferentes lugares del país y en todo el mundo quepermiten establecer, en un tiempo relativamente breve,lazos muy profundos. Y esta manifestación de la sanghaacaba convirtiéndose en un extraordinario apoyo tantopara quienes recién emprenden las ocho semanas deentrenamiento como para quienes asisten a un retiro de“perfeccionamiento” y profundización de la práctica.

Al nalizar el libro enumeramos una serie de websites a los que el lector puede apelar para apoyar supráctica de manera continua o esporádica.

También debemos mencionar la importancia de contarcon diferentes maestros de atención plena y escucharatentamente su dharma. De este modo, el alumno nosólo se bene cia de las enseñanzas que puedaproporcionarle un auténtico maestro, sino también de laobservación de su conducta, es decir, del modo en que semuestra tal como es. En este sentido, resulta muyinteresante observar el modo en que el maestro seenfrenta, apenas aparecen, a sus propios hábitos dedistracción, codicia y aversión sin olvidar por ello, noobstante, que nadie es perfecto. Conviene insistir una vezmás en que la práctica no tiene tanto que ver con laadopción de un personaje o con pretender que uno hallegado a alguna parte, que está libre de culpas y defaltas, que ha trascendido los estados y los sentimientosordinarios y que ya no comete errores. La práctica, muyal contrario, tiene que ver con el hecho de ser real y

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al contrario, tiene que ver con el hecho de ser real yauténtico, con no identi carse con nada y, por encima detodo, con no dañar a nadie y actuar de manera sincera,íntegra y amable.

Son muchas las cosas que podemos aprenderobservando el modo en que los distintos maestrospresentan el único dharma, algo que cada cual hace demanera diferente, porque no hay un único modocorrecto de hacerlo. La observación de los diferentesmaestros nos enseña que es imposible ser sinceros connosotros mismos y con nuestro camino si nos limitamosa reverenciarlos o a imitarlos aunque, en los primerosestadios, pueda suceder algo así y no debemos concluirque se trata de algo negativo. Hay que decir que losbuenos maestros no alientan la dependencia, sino quenos ayudan a encontrar nuestro propio camino y a llegara entendernos a través de la práctica continua, dejandoque la vida misma se convierta en nuestra auténticamaestra, aunque sigamos trabajando con ellos o lohagamos con otros maestros. Éstas, por cierto, fueron lasúltimas palabras que el Buda dirigió a su Sangha: «Seduna luz para vosotros mismos».

Finalmente acabará descubriendo que la vida es laauténtica maestra, que la vida puede enseñarle muchascosas y que cada momento y situación nos proporcionauna oportunidad para la práctica y para ver más allá dela apariencia de las cosas, más allá de la tendencia areaccionar, más allá de la tendencia a contraerse o acerrarse emocionalmente (tanto si las cosas discurren del

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cerrarse emocionalmente (tanto si las cosas discurren delmodo en que esperábamos como y, muy especialmente,en caso contrario), más allá de la habitual tendencia apensar o pretender ser alguien, más allá del intentoocasional de convertirse en alguien y más allá tambiénde aquellos otros momentos en que sabemos que nosomos nadie, en que aparece el miedo o la ambición deestar convirtiéndonos en personas espiritualmente muyelevadas.

En todos esos y en muchos otros casos, su esposa, supareja, sus hijos, sus padres, sus familiares, sus amigos,sus colegas, una persona desconocida, el guardia que lemulta por estacionar mal, el operario del puesto depeaje o cualquier otra persona que, de un modo u otro,le trate mal puede acabar convirtiéndose en un auténticomaestro de la atención plena. Recuerde que, en elcapítulo anterior, hemos señalado que, dada la adecuadamotivación, lo que previamente considerábamos unobstáculo para la práctica puede acabar revelando no sertal. Y es que, cuando uno está dispuesto a despertar yrestablecer el contacto con los sentidos, todo,absolutamente todo, se convierte en un apoyo para lameditación. Pero, para ello, es necesario un corazón muyvaliente y una mente consciente de la locura que suponela identificación… con cualquier cosa.

La vida, a n de cuentas, es la maestra suprema, elprograma y la práctica, pero también podemosbene ciarnos de todas aquellas personas pasadas,presentes y futuras que nos brinden sus bendiciones y

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presentes y futuras que nos brinden sus bendiciones yregalos de amor, sabiduría y comprensión.

Así se completa nalmente del círculo del interéspersonal en la conciencia y en la liberación, en cuyomomento aparece la motivación, la aspiración y ladisposición a emplear todo lo que se nos presente comouna ocasión para profundizar el compromiso depermanecer completamente despiertos, sin importar loque ocurra y, de ese modo, completamente vivos. Y ellono sólo es personalmente muy bene cioso (unamotivación, por cierto, perfecta para emprender lapráctica), sino que puede acabar convirtiéndose en unfoco de acción sabia y compasiva en la red mayor deexpresión de la vida.

Cuando asumimos este tipo de compromiso, todos losrecursos se convierten en apoyos de la práctica, en cuyomomento, como veremos en la quinta parte, el universoentero empieza a “girar” en torno a nuestra nueva visióne intencionalidad. Pero, para ello, debemos empezarmoviendo ficha.

Como dijo Goethe:Mientras no nos comprometamos, todo es vacilación, duda yposibilidad de retroceso. Hay una verdad elemental, en lo queconcierne a los actos de iniciativa y creatividad mani esta, cuyaignorancia acaba con las ideas y los planes más espléndidos, y esque, cuanto mayor es nuestro compromiso, más pasos adelante dala Providencia en la misma dirección. Entonces todo parececonstelarse para ayudarnos. Es como si nuestra decisión provocase

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ocasiones, encuentros imprevistos y apoyos materiales a nuestrofavor con los que antes no hubiéramos jamás soñado. Empieza,pues, aquello que crees o sueñas que puedes hacer. La audaciatiene genio, poder y magia.

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PARTE V:

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PARTE V:

POSIBILIDADES CURATIVAS:EL REINO DEL CUERPO

Y DE LA MENTE

[Los hombres] deben saber que el cerebro es el responsableexclusivo de las alegrías, los placeres, la risa, la diversión, la pena,la a icción, el desaliento y las lamentaciones. Gracias a éladquirimos sabiduría y conocimientos y vemos, oímos ydistinguimos lo que es repugnante de lo que es bello, lo que esmalo de lo que es bueno, lo que es dulce de lo que es insípido […]Es la misma cosa la que nos enoja y nos deleita, la que nos inspiratemor y miedo, ya sea durante la noche o durante el día, la quenos desvela, la que provoca los errores inoportunos, las ansiedadessin objeto, las distracciones, las ausencias y los actos que soncontrarios al hábito. Todas esas cosas que tanto nos hacen sufrirproceden del cerebro insano, del cerebro anormalmente caliente,frío, húmedo, seco o que padece cualquier otra afección no naturala la que no estamos acostumbrados. La locura se deriva de suhumedad. Cuando el cerebro está anormalmente húmedo, se muevey, cuando se mueve, la vista y el oído no están quietos, sino queahora vemos u oímos una cosa y luego otra, y la lengua habla deacuerdo con las cosas vistas y oídas en cualquier ocasión. Sólocuando el cerebro está en silencio, el hombre puede pensarcorrectamente.

Atribuido a Hipócrates, siglo –V

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ERIC KANDEL Y JAMES SCHWARTZ,Principles of Neural Science, 2.a ed., 1985

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LA SENSIBILIDAD

Sensible: l. tener percepción sensorial; 2.experimentar sensación o sentimiento (de latínsentire, participio presente que signi ca “sentir”.Derivado de la raíz sent, que signi ca “dirigirsea”, “ir hacia” [es decir, “ir mentalmente”]).

American Heritage Dictionaryof the English Language

¿Se ha dado alguna vez cuenta de que todo en usted yaes perfecto tal cual es? Veamos. Como todo el mundo,usted nace, se desarrolla, crece, vive, toma sus decisionesy convierte las cosas que le suceden en algo positivo onegativo. En última instancia, y si su vida no se veabruptamente truncada –o incluso en tal caso–, ustedhace lo que puede, participa y, de un modo u otro, dejasu legado. Se relaciona con los demás y quizás hastaexperimente el amor y comparta el suyo con ellos y conel mundo. Inexorablemente, crece y, en el mejor de loscasos, envejece manteniendo relaciones muy diversas –

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casos, envejece manteniendo relaciones muy diversas –unas satisfactorias y otras no tanto– con los demás y conel mundo hasta que, finalmente, muere.

Eso es algo que le sucede a cualquiera que viva en esteplaneta. Le ocurrirá a usted y también me ocurrirá a mí.Así es la condición humana.

Pero la imagen que acabamos de esbozar, sin llegar aser una caricatura, resulta mani estamente incompleta.En el entramado de nuestra vida, hay otro elementoinvisible que de ne lo que somos, tan innato que nossuele pasar inadvertido. Ese elemento nos proporcionauna capacidad extraordinaria que pocas veces sentimos ya la que honramos y desarrollamos menos todavía. Estoyhablando, claro está, de la sensibilidad, de la experienciasubjetiva, de la capacidad de conocer, en suma, de laconciencia.

No en vano, como ya hemos dicho, hemos bautizado anuestra especie con el nombre de Homo sapiens sapiens(con doble ración del participio presente de sapere, quesigni ca “degustar”, “percibir”, “saber” y “ser sabio”). Yaunque, en nuestra vida cotidiana, demos por sentadoeste rasgo distintivo de nuestra vida vigílica y onírica ysólo advirtamos vagamente su presencia, en ella seasienta, precisamente, el rasgo que nos distingue de otrasespecies, nuestra capacidad de percibir, de conocer y deser conscientes de ese conocimiento.

Es esta sensibilidad la que nos anima, el misterioúltimo que nos convierte en algo más que un mero

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último que nos convierte en algo más que un meromecanismo que piensa y siente. Nuestra especie es, comotantas otras, capaz de percibir, pero también posee undon –la sabiduría discriminativa– que trasciende la merapercepción y que, en este pequeño mundo, parece serexclusivamente humana. Es la sensibilidad la que de nenuestras posibilidades, aunque en modo alguno delimitesus fronteras. La nuestra es también una especie que sehalla en un proceso continuo de aprendizaje a lo largodel cual vamos modelándonos a nosotros mismos y almundo. Y esto es algo que nuestra especie ha logrado enun período de tiempo relativamente breve.

Son muchas las cosas que los neurocientí cos sabensobre el cerebro y la mente pero, por el momento,todavía no han descubierto la procedencia de lasensibilidad y el modo en que funciona la sensibilidad.Cuando la materia se organiza y compleji ca losu ciente, puede llegar a contener, como solemos decir,el mundo “dentro de la mente” y conocer, momento enel cual aparecen, sin que sepamos muy bien cómo, lamente y la conciencia, algo que la neurociencia cognitivaconoce como “el problema duro” de la conciencia.

Una cosa es tener imágenes bidimensionales invertidasen el fondo de la retina y otra muy distinta ver, es decir,tener una experiencia clara del mundo tridimensionalque existe “ahí fuera”, más allá de nuestro cuerpo, unmundo que parece real, un mundo que podemos sentir,en el que podemos movernos y del que podemos serconscientes hasta el punto de evocar detalladamente con

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conscientes hasta el punto de evocar detalladamente conlos ojos cerrados. Y en esa evocación aparece tambiénuna sensación de individualidad, la sensación de alguienque ve, que percibe y que conoce. Pero todo eso no esmás que una creación, una construcción, un constructoelaborado por la mente, una especie de elaboradoconjuro creado con inputs sensoriales, una síntesisparcialmente basada en el procesamiento de una enormecantidad de información sensorial a través de complejasredes neuronales, la totalidad del sistema nervioso y,ciertamente, todo el cuerpo. Éste es un fenómeno desdeluego extraordinario, un verdadero misterio que todoshemos heredado y que solemos dar por sentado.

Sir Francis Crick, neurobiólogo y codescubridor de laestructura en doble hélice del ADN, señaló que «a pesarde todos los avances que hemos realizado (en los camposde la psicología, la siología y la biología celular de lavisión), todavía seguimos ignorando cómo vemos». Comoya hemos dicho anteriormente, el color azul no existe enninguna parte del ojo, del cerebro, ni de los fotones deesa longitud de onda concreta, pero nos basta concontemplar el cielo despejado en un día soleado parasaber que es azul. Y, del mismo modo que ignoramos elmodo en que vemos, también desconocemos,fisiológicamente hablando, el modo en que conocemos.

En su libro How the Minds Work, Steven Pinker,lingüista y neuropsicó-logo, se re ere a la sensibilidadcomo un fenómeno que, en sí mismo, constituye todauna clase, del siguiente modo:

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La sensibilidad ocupa, en el estudio de la mente, un nivel que sehalla muy por encima de las cadenas causales de la siología y laneurociencia […] no podemos desterrar la sensibilidad de nuestrodiscurso ni reducirla a la capacidad de acceder a la información,porque el razonamiento moral depende de ella. El concepto desensibilidad es el que alienta la certeza de que la tortura está maly de que destruir un robot es un atentado contra la propiedad,mientras que matar a un ser humano es un asesinato. Por ello lamuerte de un ser querido no sólo nos provoca tristeza, sinotambién el inconcebible dolor de saber que, con su desaparición,desaparecen también para siempre los pensamientos y los placeresde la persona.

Pero Crick sostiene que, en cualquier caso, lasensibilidad y la sensación de individualidad queatribuimos a los pronombres “yo” y “mí”, comocualquier otra cualidad, fenómeno y experiencia queasociemos a la mente, se debe, nalmente, a la actividadneuronal y que, por ello mismo, constituye un fenómenoemergente de la estructura y de la actividad cerebraldetrás de las cuales no hay ningún agente, sino tan sóloimpulsos neuroeléctricos y neuroquímicos:

Casi todos tenemos la imagen mental de que, en alguna parte delinterior de nuestro cerebro hay un hombrecillo (o una mujercilla)que es consciente (o, cuando menos, trata de ser consciente) de loque ocurre. Ésta es la llamada falacia del homúnculo (un términoque procede del término latino homunculus, que signi ca“hombrecillo”). Pero, por más que haya quienes así lo crean –lo

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que, a su debido momento, requerirá de una explicación–, nuestraasombrosa hipótesis explica que éste no es el caso. Hablando enun sentido muy amplio, nuestra hipótesis sostiene que “todo estácompuesto de neuronas…”. En nuestro cerebro debe haberestructuras u operaciones que, de alguna forma misteriosa, secorresponden con la imagen mental del homúnculo.

El lósofo John Searle responde del siguiente modo aesta a rmación: «Pero ¿cómo es posible que neuronasfísicas, objetivas y que pueden ser cuantitativamentedescritas acaben generando experiencias cualitativas,privadas y subjetivas?». Éste es uno de los grandes retos alos que se enfrenta el campo emergente de la robótica,en el que los investigadores tratan de construir máquinasque hagan cosas, como segar el césped o colocar losplatos en su sitio cuando están limpios que nosotrospodemos hacer sin pensar siquiera, pero que sonextraordinariamente difíciles para los robots. Y, más alláde todo eso, como ya hemos visto, también hay quienesa rman que, en un futuro no muy distante, máquinascreadas por nosotros diseñarán y construirán lassiguientes generaciones de máquinas en las que lasneuronas se verán reemplazadas por circuitos integradosque aumentarán su nivel de complejidad y “aprendizaje”hasta que, emulando lo que llamamos individualidad,inteligencia y emoción, actúen como si tuvieranpensamientos y sentimientos. También hay quienesa rman la posibilidad, por último, de que seamos“receptores muy complejos” que se hallan sintonizados,

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“receptores muy complejos” que se hallan sintonizados,gracias a las neuronas, a una mente no localizada deorden muy superior que es una propiedad del universo.

Por más fascinante que sea, sin embargo, el debate enel que actualmente se hallan inmersas las disciplinas quese ocupan de esta cuestión, como la neurocienciacognitiva, la fenomenología, la inteligencia arti cial y lallamada neurofenomenología, nuestra búsqueda deexplicaciones de la sensibilidad no debería alejarnos denuestro tema. El reto al que realmente nos enfrentamosconsiste, muy al contrario, en reconocer nuestrasensibilidad como algo fundamental y descubrir el modode servirnos de forma individual y colectiva de ella paradesarrollar la extraordinaria capacidad de saber que nosabemos, algo tan importante, e incluso me atrevería adecir que más importante todavía, que cualquier cosaque podamos saber. En esa ignorancia, a n de cuentas,se asienta el dominio del discernimiento y de lasabiduría.

Al nalizar un retiro de entrenamiento en la atenciónplena dirigido a psicólogos que se dedicaban a la terapiacognitiva, un terapeuta que, obviamente, trabajaba adiario con las emociones y los pensamientos de los sereshumanos dijo: «En este retiro he descubierto que memantengo a distancia de las personas. Era algo que, hastael momento, ignoraba que no sabía».

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A menudo vivimos, por más que creamos otra cosa,sometidos a las restricciones impuestas por hábitos ycondicionamientos que, por más que lo ignoremos, nodejan de con gurar nuestra vida, nuestras decisiones,nuestras experiencias y nuestras respuestas emocionales.Sólo si nos damos cuenta de ello podremos reconoceralgunas de las limitaciones prácticas del pensamiento.

Siempre disponemos, no obstante, de la concienciapara contrarrestar ese condicionamiento, aumentarnuestro conocimiento de las cosas y estar más encontacto con ellas y con nuestra capacidad de entendercabalmente lo que el neurocientí co Antonio Damasiodenomina “el sentimiento de lo que ocurre”.

La sensibilidad es algo que se halla muy cerca denosotros. La conciencia es nuestra naturaleza y está ennuestra naturaleza. Está en nuestro cuerpo y en nuestraespecie hasta el punto de que bien podríamos concluir,como hace el budismo tibetano, que el conocimiento noconceptual es, junto a la vacuidad y la ausencia delimitaciones, una de las características fundamentales delser humano.

La sensibilidad es un rasgo distintivamente humano.La nuestra es una especie que no puede sino serconsciente, un rasgo que, si bien se asienta en nuestrabiología, trasciende con mucho lo estrictamentebiológico. Bien podríamos decir que, en el fondo,nosotros somos nuestra sensibilidad. Pero si no lacuidamos, la ejercitamos y la perfeccionamos acaba

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cuidamos, la ejercitamos y la perfeccionamos acabacubriéndose de maleza y se queda en estado larvario, encuyo caso, acabamos coartando nuestra capacidad detrascender las limitaciones impuestas por el pensamientoegoísta, lo que requiere cobrar conciencia de lospensamientos que se hallan al servicio del yo yreconocer también que, en el momento en que aparecen,pueden ser muy limitados y hasta estúpidos. El ejercicioy el perfeccionamiento de la sensibilidad, por elcontrario, arroja luz sobre nuestra vida y sobre el mundoy nos proporciona una libertad que, por más que nuestraimaginación se derive de ella, apenas si hubiéramospodido imaginar.

También nos proporciona una sabiduría que,adecuadamente desarrollada, puede librarnos de latendencia, consciente o inconsciente, a causar daño, ycontribuir muy positivamente a sanar las heridas yrespetar la soberanía y sacralidad que alienta en todoslos seres sensibles.

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¿SOMOS REALMENTEQUIENES CREEMOS SER?

El valor del ser humano depende básicamente delsentido y el grado en que haya conseguidoliberarse del yo.

ALBERT EINSTEIN

A los estudiantes de biología se les remacha (una de lasmuchas curiosas metáforas habitualmente empleadas enel ámbito de la enseñanza superior) que la vida obedecea las leyes de la física y de la química y que losfenómenos biológicos son una simple extensión de esasmismas leyes naturales. También se les dice que laestructura de las moléculas en las que se asienta esmucho más compleja que la de la naturaleza inanimada.No hay, desde esa perspectiva, razón alguna parapresumir la existencia de una fuerza especial, unaespecie de fuerza “vital” que “cause” la vida del sistema,algo especial que se halle detrás de las condicionessensoriales que posibilite la coordinación de los

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sensoriales que posibilite la coordinación de loscomponentes y de las estructuras de los sistemas vivospara propiciar la emergencia de las propiedades de latotalidad y presentarse, por ejemplo, como una célulaviva, que crece y se divide. El mismo principio tambiénresulta aplicable, por extensión, durante todo el caminode ascenso formado por el inmenso árbol de las formasvivas de complejidad creciente que va rami cándosehasta llegar a las plantas y el reino animal e incluye, alllegar al linaje de los mamíferos, la emergencia de unsistema nervioso cada vez más complejo hasta laaparición, a su debido momento, del ser humano.

Aunque, desde esta perspectiva, todavía noentendamos claramente lo que llamamos “vida” a nivelde la más sencilla de las células o de un organismounicelular tan “simple” como una bacteria y no hayamospodido “fabricar” aún una célula viva partiendo de losingredientes compositivos de los que en la actualidaddisponemos o de elementos procedentes de otras célulasque hayamos recompuesto para crear otra nueva, no creoque haya razón alguna para sospechar que, en algúnmomento futuro, no podamos hacerlo. Sospecho que lamayoría de los biólogos creen que, en este punto,sucederá, como ha ocurrido recientemente con la síntesisen laboratorio del virus de la polio a partir de productosquímicos sencillos y de la información sobre la secuenciagenética sacada de Internet, que una vez sintetizado,demostró ser contagioso, capaz de replicarse y crear másvirus en una célula viva, con rmando así la inutilidad de

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virus en una célula viva, con rmando así la inutilidad depostular la existencia de una fuerza vital “adicional”.

Esta perspectiva apareció en el campo de la biologíacomo una reacción contra el llamado vitalismo, es decir,contra la creencia de que, para explicar las propiedadesúnicas de la vida (incluida la sensibilidad), se requiereuna energía especial ajena a la física, la química, labiología, la selección natural y una cantidadextraordinaria de tiempo. Desde esa perspectiva, elvitalismo era una explicación mística, irracional,acientí ca y, en última instancia, errónea… y así haquedado en el registro histórico. Pero ello no signi caque la visión reduccionista y materialista sea la correcta,porque hay muchas formas de investigar cientí camenteel misterio de la vida y son muchos los que reconocen lanecesidad de tener en cuenta y respetar la existencia defenómenos de orden superior y de propiedadesemergentes.

Desde la perspectiva de la biología, en el fundamentode los seres vivos (incluido el ser humano) no hay másque mecanismos impersonales. Desde ese punto de vista,la aparición de la vida es una manifestación de unaemergencia mayor, la evolución del universo y de todaslas estructuras y procesos ordenados que se desplieganen su interior. En algún momento que parece remontarseunos tres mil millones de años atrás, cuando lascondiciones del joven planeta Tierra, que se habíaformado de las nubes de polvo interestelar –el resultadode la colosal desintegración provocada por un colapso

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de la colosal desintegración provocada por un colapsogravitatorio de estrellas anteriores en el que se forjaronlos elementos atómicos, exceptuando el hidrógeno, queno sólo forma parte de la constitución de nuestro cuerpo,sino que interviene muy profundamente en lacomposición de nuestro planeta– que giraban en torno ala estrella naciente que hoy en día llamamos Sol,procesos inorgánicos que tuvieron lugar de maneranatural a lo largo de millones y millones de años en losenormes y calientes recipientes formados por los océanosy quizás catalizados por la luz, la arcilla y otrosmicroentornos inanimados que, de un modo u otro,pudieron contribuir a ese proceso, acabaron sintetizandolas primeras biomoléculas. Con el paso del tiempo, esosdistintos ingredientes empezaron a interactuar siguiendolas leyes de la química y acabaron dando origen acadenas rudimentarias de polímeros de nucleótidos (lamateria de la que está hecha el ADN y el ARN) yaminoácidos que poseían propiedades concretas.

La misma naturaleza de las cadenas de polinucleótidosles permite almacenar, en la secuencia de sus cuatrobases constitutivas, una gran cantidad de información yles proporciona también la capacidad de replicarse congran exactitud para conservar esa información y cambiarlevemente bajo ciertas condiciones, generando lasvariaciones conocidas con el nombre de mutaciones que,en determinadas ocasiones, proporcionan una ventajaselectiva en la competencia por los recursos naturales. Lainformación contenida en las cadenas de polinucleótidos

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información contenida en las cadenas de polinucleótidosse transmite a la secuencia lineal de aminoácidosconstitutiva de las cadenas de poliaminoácidos que,cuando se despliegan, conocemos con el nombre deproteínas, los caballos de tiro de la célula que realizansus miles de reacciones químicas, en cuyo caso sonllamadas enzimas y proporcionan la miríada de bloquesconstructivos estructurales esenciales de los que estánhechas las células a las que conocemos como proteínasestructurales.

Todavía ignoramos el modo en que todo eso dio lugara una célula rudimentaria organizada pero, desde laperspectiva de la biología, no hay razón alguna por laque no podamos llegar a comprenderla, unacomprensión que, a su vez, profundizará nuestroconocimiento de los sistemas complejos de talesmoléculas que, en sí mismas, no tienen más fuerza vitalque la capacidad, bajo ciertas condiciones y con lacolaboración de otras muchas moléculas, de alentar laimpredecible emergencia de nuevos fenómenos, entre losque se cuenta la estabilización, el almacenamiento y larecuperación de información y la modulación de su

ujo. Desde ese punto de vista, la vida es una extensiónnatural de la evolución del universo que tuvo lugardespués de haber sido creadas las estrellas y los planetasque establecen las condiciones necesarias para laemergencia de los sistemas vivos basados en la química.Desde esa perspectiva, la conciencia que, dadas lascondiciones favorables y cuando hay su ciente tiempo y

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condiciones favorables y cuando hay su ciente tiempo ypresión selectiva para que se desarrolle ese nivel decomplejidad, emerge en los sistemas vivos ateniéndose alas mismas leyes de la física y de la química es tambiénuna emergencia natural, aunque improbable, de unproceso biológico evolutivo despojado de toda fuerzaimpulsora, de toda teleología y de toda mística.

Si la conciencia, al menos la conciencia basada en laquímica, es un fenómeno posible –y, dadas lascondiciones y el tiempo adecuado, hasta inevitable– enun universo que se halla en proceso de evolución,también podríamos concluir, como ya hemos dicho, quela conciencia de los organismos vivos es un modo en elque el universo se ve a sí mismo, se conoce e incluso secomprende a sí mismo. Bien podríamos decir que elHomo sapiens sapiens es, más que cualquier otra de lasespecies que habitan esta infinitamente pequeña mota depolvo que se halla en la inconcebible inmensidad de ununiverso en expansión y en la que la materia queconstituye nuestros cuerpos, los planetas y hasta lasestrellas sólo parece dar cuenta de un pequeñoporcentaje de la sustancia y de la energía del universo,portador de un don excepcional.1

Desde la perspectiva de la biología, pues, la concienciano depende de ninguna virtud moral concreta, sino quees un producto accidental que se debe exclusivamente alos caprichos impuestos por la selección evolutiva sobrelas especies de los primates arborícolas (nuestrosantepasados), algunos de los cuales evolucionaron hasta

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antepasados), algunos de los cuales evolucionaron hastallegar a ponerse en pie en la sabana en que vivían,permitiendo así el uso de sus brazos y de sus manos yproporcionando a sus cerebros la posibilidad deenfrentarse a un abanico mucho mayor de posibilidades.

El modo en que entendemos nuestra sensibilidadheredada y lo que hacemos con ella tanto de formaindividual como colectiva es, obviamente, una de lascuestiones fundamentales de nuestro tiempo. Merece lapena subrayar la naturaleza impersonal de la visiónbiológica de los sistemas vivos, porque a rma conrotundidad la inexistencia de cualquier dimensiónmística en el despliegue de la vida. La conciencia no es,desde esa perspectiva, la que dirige el proceso, sino unode sus muchos emergentes, por más que se hallecontinuamente latente. Pero, a pesar de ello, suemergencia y desarrollo pueden tener un impacto muyprofundo sobre todos los aspectos de la vida, a través delas vitales que tomamos sobre el modo de vivir, dóndedebemos aplicar nuestra energía y cómo valorar nuestroimpacto en el mundo en que habitamos. La sensibilidadsólo puede emerger dadas ciertas causas y condicionesadecuadas que, por cierto, no están garantizadas deantemano y, obviamente, si no se hallaran presentes, nohabría nadie para hablar de su ausencia.

No es de extrañar pues, si somos el producto de causasy condiciones impersonales complejas que se atienen alas leyes de la física y de la química y no hay, detrás deellas, ninguna “fuerza vital”, el antivitalismo mani esto

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ellas, ninguna “fuerza vital”, el antivitalismo mani estode la ciencia, sobre todo de la biología, que llegó aa rmar explícitamente la inexistencia de un alma, de uncentro vital en los seres sensibles que se atenga a leyesdiferentes a las de la física y de la química. En el sigloXVII, Descartes señaló que el asiento del alma se halla enla glándula pineal ubicada en el centro del cerebro,pero, según los modernos neurobiólogos, son muchas lasfunciones que desempeña la glándula pineal pero, enmodo alguno, genera un alma. No hay razón, pues, desdeesa perspectiva, para postular la existencia de entidad nienergía inmaterial duradera alguna que habite o serelacione con nuestro organismo físico, ni que guíe sutrayectoria a lo largo de la vida. Pero ello no signi caque la vida y la sensibilidad hayan dejado, para nosotros,de ser misteriosas y, en cierto modo, sagradas, comosigue siéndolo el universo entero. Y tampoco signi caque no podamos hablar del alma (que se refiere a lo másprofundo de nuestro psiquismo y de nuestro corazón) o ala fuente de elevación y trans guración a la que solemosllamar espíritu. No deberíamos descartar, por tanto, laimportancia de los sentimientos y del bienestar personalni negar fundamento a la sensación de numinosidad dela que se derivan nuestras acciones éticas y morales. Bienpodríamos concluir, de hecho, que nuestra naturaleza yvocación, en tanto que seres sensibles, consiste enrespetar y reverenciar profundamente la situación en quenos hallamos, y perfeccionar nuestra sensibilidad paraponerla al servicio del bienestar de los demás y de lo

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ponerla al servicio del bienestar de los demás y de lomás hermoso y sagrado de este mundo.

También los budistas a rman la naturaleza impersonalde los fenómenos. Como dice el Sutra del corazón, laenseñanza del Buda basada en su investigación yexperiencia personal, el universo que podemosexperimentar –que, según él, está compuesto por loscinco skandas (montones) de la forma, la sensación, lapercepción, el impulso y la conciencia– está despojadode toda existencia duradera y resulta imposible, por másque lo intentemos, localizar una identidad inmutable ypermanente dentro o en el seno de cualquier fenómenovivo o inanimado, incluidos nosotros mismos. Todo está,desde esa perspectiva, estrechamente interconectado, y laemergencia y las propiedades de cualquier manifestaciónde forma y proceso depende de una red siemprecambiante de causas y condiciones. Por ello el budismonos invita a descubrir por nosotros mismos si el yo esalgo más que una mera fabricación, un construcción enla que nuestros sentidos se combinan para elaborar tantoel mundo que parece estar “fuera de aquí” como lasensación individual que lo percibe desde “aquí”.

¿Cómo explicar, de otro modo, que sintamos laexistencia de un yo, que somos un yo, que lo que sucedeme sucede a mí, que lo que hago lo he iniciado yo, quelo que siento lo siento yo y que cuando me despierto seael mismo yo el que se despierta y se reconoce en elespejo? La biología moderna (la neurociencia cognitiva)y el budismo coinciden en que ésa es una percepción

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y el budismo coinciden en que ésa es una percepciónequivocada que ha acabado convirtiéndose en un hábitoindividual y cultural. No es posible descubrir, segúnambos puntos de vista –por más sistemáticamente que lobusquemos–, un yo permanente, independiente yduradero alguno, ya lo busquemos en “nuestro” cuerpo(incluidas las células, las glándulas especializadas, elsistema nervioso, el cerebro, etc.), en “nuestras”emociones, en “nuestras” creencias, en “nuestros”pensamientos, en “nuestras” relaciones o en cualquierotro lugar. Y ello es así porque se trata de un espejismo,de una emergencia holográ ca, de un fantasma, de unproducto de la mente pensante y emocionalmenteturbulenta ligada a los hábitos. El yo se construye ydeconstruye de continuo y, por ello mismo, está sujeto alcambio y, en consecuencia, no es permanente, duraderoni real y resulta imposible identi carlo y aislarlo. Es másvirtual que real y, en este sentido, se asemeja a laspartículas elementales que aparecen de la nada duranteun breve instante para acabar desvaneciéndose al poconuevamente en el vacío.

Veamos, para entender un poco más este punto, loque queremos decir cuando nos referimos a “mi” cuerpo.¿Quién está diciendo eso? ¿Quién a rma tener uncuerpo y estar, por tanto, separado de ese mismocuerpo? ¿No les parece misterioso? Tengamos en cuentaque la estructura misma de nuestro lenguaje esautorreferencial y nos obliga a decir “mi cuerpo”(cuenten, por ejemplo, las veces que, en esta página, o

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(cuenten, por ejemplo, las veces que, en esta página, oincluso en esta frase, nos hemos visto obligados a usapronombres personales), razón por la cual acabamoscayendo en el hábito de creer que eso es lo que somos o,cuando menos, una parte de lo que somos. Precisamentepor ello, en el nivel relativo de las apariencias,acabamos considerando “yo” como un aspectoincuestionable de nuestra realidad convencional.

No decimos “la” mano, “la” pierna o “la” cabeza, sino“mi” mano, “mi” pierna o “mi” cabeza, porque, desdeuna perspectiva relativa, nuestro cuerpo (y volvemosnuevamente a ello) está relacionado con el orador,quienquiera que sea, y referirnos a nuestra mano como“la” mano supondría, de algún modo, distanciarla,alienarla y convertirla en un asunto clínico ydesencarnado. En cualquiera de los casos, es cierto queexiste una misteriosa relación entre yo y mi cuerpo, perose trata de una relación que habitualmente damos porsentada y, por ello mismo, es fácil acabar creyendo quese trata de “mi” cuerpo. Pero ésa es más una forma dehablar que un hecho y no queda claro quién estáreclamando exactamente esa propiedad. Bien podríamosconcluir que esta forma de ver las cosas sólo es cierta deun modo relativo porque, a n de cuentas, no se tratadel cuerpo de otra persona (un tipo de pensamiento y desentimiento que podría ser gravemente patológico yabocar a una hospitalización), pero es falsa, a n decuentas, en un sentido absoluto. Si lo que dice el Sutradel corazón es cierto, la apariencia misma está vacía.

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del corazón es cierto, la apariencia misma está vacía.Y lo mismo podríamos decir con respecto a la mente.

¿De quién es la mente? ¿Quién tiene problemas? ¿Quiénquiere saber?

Supongamos, por un momento, que la visión de losbiólogos y de los budistas es cierta (aunque, para estosúltimos, la mente constituye otra dimensión que seatiene a sus propias leyes que, si bien pueden estarrelacionadas con fenómenos materiales, como el cerebro,por ejemplo, no podemos reducir, en modo alguno, a lamateria). En tal caso, los seres vivos seríamos unproducto de la química, de la física, de la biología y deprocesos completamente impersonales que dan lugar anuestra experiencia cuando nos relacionamos con elmundo que se encuentra más allá de nuestra piel y conel entorno que rodea el cuerpo y la mente. La sensaciónde identidad, de un “yo” al que le suceden talesexperiencias y que piensa tales pensamientos, sientetales sentimientos, toma tales decisiones y actúa de talmodo es, en el caso de que sea algo, un epifenómeno, unsubproducto de complejos procesos biológicos. Tanto lasensación de individualidad como nuestra personalidadson profundamente impersonales, aunque desde luegoson únicas y relativamente reales, del mismo modo quenuestra cara es también única y relativamente real,aunque, en modo alguno, podamos concluir que sólosomos eso.

¿Qué podríamos perder y qué podríamos ganar sicambiásemos de forma radical la visión que tenemos de

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cambiásemos de forma radical la visión que tenemos denosotros mismos por una mayor, más amplia e inclusomás fundamental?

Lo que perderíamos sería la identi cación con casitodas las experiencias, tanto internas como externas,como “yo”, “mí” y “lo mío”, por un fenómeno que sedespliega –o, como también solemos decir, que sucede–en función de ciertas causas y condiciones. Siaprendiésemos a cuestionar el modo en que se estableceuna sensación de identidad en torno a ocurrencias yapariencias que nos aprestamos a defender a cualquierprecio, si empezáramos a cuestionar la realidad de lasensación de identidad, para determinar si espermanente o está cambiando de continuo yestimásemos su importancia en un determinadomomento con respecto a una totalidad superior, no nospasaríamos la vida obsesionados y consumidos connuestros pensamientos, opiniones e historias personalesde logros y de pérdidas, tratando de minimizar éstos y demaximizar aquéllos. Entonces podríamos ver más alládel velo de nuestras creaciones que, de manera sutil o notan sutil, tiñen todos los aspectos de nuestra experiencia.En tal caso, podríamos escucharnos más exactamente,podríamos tomarnos menos en serio y tomar tambiénmenos en serio las historias que inventamos sobre cómodeberían ser las cosas para poder ser felices o encontrar“nuestro camino”.

Tal vez entonces nos resultaría más sencillo habitar elcuerpo y vivir en el mundo y reverenciaríamos

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cuerpo y vivir en el mundo y reverenciaríamosadecuadamente el simple hecho de ser y de conocer, sinquedarnos tan atrapados en la sensación de un“conocedor” que se halla separado de lo que se conoce ycrea tanto un sujeto (un yo) como objetos fuera de aquí(para ser conocidos) y una distancia entre ellos, en lugarde reconocer que se trata de fenómenos estrechamenteligados que aparecen de manera simultánea en laconciencia. Tal vez entonces no estaríamos tanobsesionados con nuestra pequeña agenda, porquesabríamos que la sensación de identidad carece de todaexistencia inherente, que sólo parece existir y que elhecho de identi carnos con ella nos encierra en unavisión distorsionada, limitada e incompleta de nuestroser, de nuestra vida, de nuestra relación con los demás yde nuestro camino en este mundo.

Quizás haya usted advertido que la sensación deidentidad está diciéndonos continuamente que no somoscompletos, insistiendo en que, para ello, para ser felices,para ser completos y para conseguir lo que queremos,debemos ir a algún otro lugar y satisfacer ciertasnecesidades. Pero todo ello, por más relativamente ciertoque sea, olvida que, a un nivel más profundo, más alláde las apariencias y del tiempo, lo que necesitamos yaestá aquí y ahora, que no podemos mejorar el yo, sinotan sólo conocer su verdadera naturaleza vacía ysimultáneamente llena y, por tanto, profundamente útil.

Cuando sepamos esto profundamente con todo nuestroser, podremos descansar en el conocimiento mismo y

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ser, podremos descansar en el conocimiento mismo yactuar en el mundo de un modo menos egoísta, menosdañino y más creativo en bene cio de todos los seres. Ypodremos hacerlo porque entonces sabremos, a un nivelque trasciende lo exclusivamente intelectual, que “ellos”somos siempre “nosotros”. El conocimiento de estainterconexión es esencial, es el punto de partida de laempatía y de la compasión, de nuestros sentimientoshacia los demás, del impulso que nos lleva a ponernosen su lugar, es decir, de sentir con ellos. Ahí,precisamente, se asienta, más allá del nihilismo yrelativismo derivados de una visión estrictamentemecánica y reduccionista de la mente y de la vida, elfundamento de toda ética y de toda moral.

Usted no es, desde esta perspectiva, quien cree ser. Ylo mismo podríamos decir de los demás. Todos somosmucho más y mucho más misteriosos de lo que creemosy, cuando lo sabemos, nuestra creatividad se expande deuna manera extraordinaria, porque entonces resultanevidentes las limitaciones impuestas por nuestro egoísmoy nuestra preocupación obsesiva por lo que, siendoimportante, no es fundamental.

Ésta no es ninguna crítica, sino la simple constataciónde un hecho.

Y no es nada personal de modo que, por favor, no selo tome como si lo fuese.

*

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Yo no soy yo,soy éseque va a mi lado sin yo verloque, a veces, voy a ver,y que, a veces, olvido…

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

*Suficiente. Basta con esa palabray, en el caso de que no baste,basta con esta respiración,y si tampoco ésta es suficiente,baste con estar sentado

y con abrirnos a la vidaa la que, hasta ahora,nos hemos negadouna y otra vez.

Justo hasta ahora.DAVID WHITE

1. En realidad, los cosmólogos consideran actualmente que eluniverso está compuesto por un 30% de “materia oscura”, quequizás se halle en los agujeros negros, y por un 65% de “energíaoscura”, una especie de antigravedad que parece ser la fuerzaresponsable de la expansión del universo.

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NUESTRAS MOLÉCULASESTÁN EN CONTACTO

Francisco Varela era un polifacético neurocientí cocognitivo, neurofeno-menólogo, practicante del Dharmay cofundador del Mind and Life Institute que se ocupabade organizar diálogos periódicos entre cientí cos y elDalai Lama y que murió siendo todavía joven en el año2001. Francisco solía hablar de la existencia dedeterminadas propiedades del sistema inmunitario quevan más allá de su función como sistema de defensacontra los invasores externos. Porque lo cierto es que elsistema inmunitario también posee un sistema deautopercepción que permite al cuerpo controlar ymantener de continuo su “identidad”, la identidadmolecular de sus estructuras constitutivas, a través de loque denominaba contacto intermolecular. Franciscotambién decía que esta cualidad –a la que podemosllamar “mi” identidad corporal– carece, en tanto que“nosotros”, de toda existencia independiente y es unemergente de las complejas interrelaciones existentesentre sus diferentes elementos constitutivos.

Hay veces en que se considera al sistema inmunitariocomo una especie de segundo cerebro, porque es capaz

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como una especie de segundo cerebro, porque es capazde aprender, recordar y cambiar en respuesta acondiciones cambiantes. Anatómicamente hablando, estáubicado en el timo, la médula ósea y el bazo, aunquetambién se halla parcialmente difundido por todo elcuerpo, porque los linfocitos y los anticuerpos quegenera circulan por la sangre y por la linfa. En lasmembranas de los linfocitos (incluidos los anticuerpos)hay receptores especializados que les permiten“registrar” el per l y la arquitectura molecular delcuerpo, la topología de las moléculas, de las células, delos órganos y de los tejidos y, de algún modo,“diferenciarse” de los “invasores extraños” a través deuna continua vigilancia que cuenta con mecanismos muyespecíficos de reconocimiento molecular.

Por ello, aun en ausencia de procesos mórbidos o deinvasores extraños, existe una interrelación continua, unaespecie de “conversación” entre los distintos miembrosde la sociedad celular que compone nuestro cuerpo quecumple con la función de coordinar sus distintasfunciones celulares. Sin ella el cuerpo, aun en ausenciade infección, acabaría degradándose. Como dijo elmismo Varela:

Los órganos sensoriales, como los ojos o los oídos, que permiten larelación entre el cerebro y el entorno, tienen paralelismos en ungran número de órganos linfáticos. En ellos existen regiones queoperan a modo de sentidos interactuando con los estímulos, porejemplo, regiones del intestino que mantienen una continuarelación con el alimento que comemos.

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Precisamente por ello, cuando algo funciona mal,como, por ejemplo, cuando ciertas células empiezan acrecer desmesuradamente o cuando aparecen partículasvirales u otro tipo de partículas extrañas, éstas soninmediatamente registradas y detectadas por losdispositivos de reconocimiento del sistema inmunitario.Entonces se ponen en marcha diferentes mecanismosbasados en la selección y ampli cación clonal de loslinfocitos destinados a detener y neutralizar las célulasinvasoras con un nivel tan elevado de especi cidad queacaban con ellas sin poner en peligro a las célulasnormales.

El sistema inmunitario es como una colmena destinadaal contacto y el reconocimiento selectivo, un sistema devigilancia que jamás duerme y que cumple con lafunción de mantener la armonía del cuerpo cuando se veexpuesto a agentes externos o internos potencialmentenocivos. Se trata de un sistema que funciona con unaelegancia exquisita a niveles molecular y celular parapermitir que el cuerpo pueda responder de la formaadecuada a las amenazas, tanto de agentes infecciososcomo de productos manufacturados por el hombre queno existían durante el proceso de desarrollo y evolucióndel ser humano, reconociéndolos como potencialmentedañinos y nalmente neutralizándolos. Se trata, por otraparte, de una respuesta que el sistema inmunitario acabaaprendiendo y recordando.

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aprendiendo y recordando.Cuando este sistema se colapsa, como sucede, en

ocasiones, de un modo bastante misterioso, perdemos lacapacidad de reconocimiento de ese yo corporal, dandoentonces origen a las llamadas enfermedadesautoinmunes, en las que el sistema inmunitario empiezaa atacar a los tejidos normales. En tal caso, los miembrosde la sociedad de células y tejidos que con gurannuestro cuerpo dejan de estar en contacto y se resientennuestra armonía y nuestra salud, lo que distorsiona opone n al “diálogo” del que antes hablábamos, comosucede también cuando los grupos sociales y las nacionesdejan de encontrar un fundamento común.

Considerando la cuestión de la identidad corporal y elpapel que desempeña el sistema inmunitario más allá dela defensa, Francisco solía emplear una analogía social –poniendo como ejemplo a París, puesto que vivía enFrancia– para evidenciar su inexistencia. Escuchemos loque dice al respecto en una conversación con el DalaiLama:

¿Cuál es la naturaleza de la identidad de una nación? La identidadde Francia, por ejemplo, no se halla en el despacho de FrançoisMitterrand [tengamos en cuenta que esta conversación tuvo lugaren 1990, cuando Mitterrand era presidente de Francia].Obviamente, si tal sistema se viese invadido por una entidadexterior, desencadenaría una reacción defensiva y el ejércitoemprendería una respuesta militar. Pero también sería estúpidoreducir entonces la identidad francesa a esa respuesta. ¿Cuál es laidentidad de Francia cuando no está en guerra? Esta identidad está

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creada por la comunicación, por el tejido de la vida socialdeterminado por el encuentro y la relación entre sus ciudadanos,es decir, por el latido de la vida del país. Si damos un paseo porsus distintas ciudades veremos personas en los cafés, escribiendolibros, criando a sus hijos, cocinando, pero, sobre todo, hablando.Algo parecido sucede con la identidad corporal establecida por elsistema inmunitario. Esta identidad corporal depende de las redesde células B y de células T que se hallan en continuo movimiento,conectándose y desconectándose de todos los per les molecularesconcretos de nuestro cuerpo. También se conectan y desconectanentre sí y un gran porcentaje de células B están en continuocontacto con otras células B. Como cualquier sociedad, las célulasestablecen una red de interacciones mutuas, una red funciona […]gracias a la cual los linfocitos se inhiben o expanden en clones,del mismo modo que las personas ascienden o se degradan, o lasfamilias se expanden o se contraen. Esta a rmación de la identidadde un sistema no es una reacción defensiva, sino una construcciónpositiva, una especie de autoa rmación. Ése es nuestro “yo”, porasí decirlo, a nivel molecular y celula […]. Existen células T quepueden conectarse con cualquier per l molecular concreto delcuerpo, como también hay personas que pueden relacionarse concualquier aspecto de la vida francesa, museos, librerías, cafés ypastelerías. El hecho es que existen anticuerpos en cualquier per lmolecular concreto de nuestro cuerpo (las membranas celulares,las proteínas musculares, las hormonas, etc. […]. Estainterdependencia generalizada, que permite que las moléculas demi piel se relacionen con las células de mi hígado a través de lared difusa del sistema inmunitario, posibilita una armonía global.Desde la perspectiva de esta red inmunológica, el sistema

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inmunitario es el que se encarga de permitir la comunicacióncontinua entre las distintas células de nuestro cuerpo que, en estesentido, se asemeja a las neuronas que vinculan puntos muyalejados del sistema nervioso […]. Las células del sistemainmunitario mueren y se ven reemplazadas cada dos días [aunqueotras, sin embargo, viven mucho más tiempo, semanas e inclusomeses], como también sucede en una sociedad, ya que, al cabo deunos cuantos años, las viejas generaciones se ven reemplazadas porotras nuevas, y la sociedad, de algún modo, enseña a los niños adesempeñar los distintos roles. Así es como el sistema varenovando sus componentes, lo que posibilita el aprendizaje y elrecuerdo, porque las nuevas células se ven “educadas” por elsistema y, aunque las nuevas células no sean idénticas a lasantiguas, desempeñan la misma función para el propósito global dela imagen emergente […].

Así es, de hecho, como funcionamos, aunque no estemosacostumbrados a pensar que nuestro cuerpo posee un yo, unaentidad, por cierto, tan compleja como el yo cognitivo. Volviendoahora a la analogía social, yo compro a diario el pan en unapanadería de París cuya familia ha estado desempeñando ese papeldesde hace un par de siglos. El panadero forma parte de esasociedad y sabe cómo preparar el pan. Si un buen día meencontrase con una persona diferente ateniendo la mismapanadería, ejecutando las mismas acciones y vendiendo el mismopan, las cosas serían diferentes. El panadero tiene un largohistorial, conoce a sus clientes desde hace mucho tiempo y serelaciona con ellos a través de un lenguaje común. Por más quetratemos, pues, de imitar a ese panadero, si no compartimos su

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historia, el lenguaje y la capacidad de interactuar, sus vecinos nosrechazarán. Lo que mantiene, pues, a mis células en su lugar ypermite que las células de mi hígado se comporten como célulashepáticas, a las células del timo como células del timo, etc., es elhecho de compartir el mismo lenguaje común y de podercolaborar con las demás, del mismo modo que el panaderotambién sabe que el banquero, aunque se ocupe de algo diferente,pertenece a la misma comunidad. Estamos tan acostumbrados alfuncionamiento de nuestro cuerpo que no advertimos siquiera lacomplejidad del proceso emergente que lo preserva. Del mismomodo que ciertas propiedades del cerebro humano, como lamemoria o la sensación de identidad, son propiedades emergentesde todas las neuronas, el sistema inmunitario posee la capacidademergente de mantener el cuerpo y de tener una historia, es decir,de tener un yo. Pero, en tanto que propiedad emergente, es algoque, si bien aparece, no existe en ningún lugar […]. Mi identidadcorporal no está ubicada en mis genes ni en mis células, sino en elcomplejo de sus interacciones.

Convendrá recordar esta visión vital y dinámicacuando, en la séptima parte, exploremos la metáfora delcuerpo del mundo.

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NO FRAGMENTACIÓN

A pesar de lo que podamos experimentar prestando unaatención más cuidadosa a la actividad de nuestra mente yde nuestro cuerpo instante tras instante, tendemos avivir, tanto interna como externamente, una vidafragmentada. Y también contribuimos a estafragmentación olvidándonos provisionalmente de lo querealmente somos, de nuestra naturaleza más profunda yde nuestro impulso a ser, no lo que somos, sino lo quelos demás creen de nosotros o incluso lo que nosotrosmismos creemos ser. Así es como acabamosfragmentándonos y hasta escindiéndonos de nosotrosmismos y nos lanzamos, durante años e incluso décadas,en busca de una u otra quimera. Pero, a lo largo de eseproceso, perdemos el contacto con nuestra verdaderanaturaleza –llegando incluso, en ocasiones, atraicionarla–, nuestra soberanía, la belleza de lo querealmente somos y nuestra totalidad no fragmentada yno fragmentable. Éste es el auténtico origen de nuestraangustia, la enfermedad endémica que nos aquejaindividual y colectivamente en la que quizás se asiente laraíz de todos nuestros conflictos.

La curación es un proceso que implica el

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La curación es un proceso que implica elreconocimiento de nuestra totalidad y el rechazoincondicional a fragmentarnos o a dejar que la vida nosescinda, aun cuando estemos aterrados. En últimainstancia, la curación no consiste en esforzarnos en lograrque las cosas sean de un determinado modo, ni en seguirel que, a veces, consideramos nuestro camino, sino enreconciliarnos con lo que realmente somos. Como dijoSaki Santorelli en su libro Heal Thy Self: Lessons onMindfulness in Medicine, la curación consiste en saberque, por más que nos escindamos, nunca dejamos de sercompletos.

Emily Dickinson expresa perfectamente, en elsiguiente poema, este impulso, derivado del miedo, quenos lleva a escindirnos, a fragmentarnos y a dañarnos:

Yo, de mí misma, tuve que desterrarmecuando mi fortaleza estuvo impregnadade Todo Corazón.

¿Cómo podré-acosándome como me acoso-recuperar la paz,si no es subyugandomi conciencia?

¿Y cómo podré lograr tal cosa,siendo como somos ambos monarcas,si no es abdicando–yo– de mí?

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¿Con qué frecuencia abdicamos de nuestra totalidad,con qué frecuencia nos exilamos voluntaria, peroinconscientemente, de nosotros mismos y sacrificamos asínuestra conciencia, nuestra sensibilidad, nuestro sentidocomún, nuestra soberanía y las posibilidades de auténticacuración en aras de protegernos, de alcanzar lainvulnerabilidad y de dejar de sufrir?

Pero ¿conocemos acaso el precio que deberemos pagarpor tal abdicación? ¿Y merece realmente la pena?

¿Qué sucedería si dejásemos valientemente de someternuestra conciencia? ¿Qué sucedería si así lo hiciésemos,aunque sólo fuera unos instantes?

¿Quiénes seríamos?¿Cómo nos sentiríamos internamente?¿Cómo actuaríamos externamente?

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NO SEPARACIÓN

Einstein atisbó profundamente la naturaleza del espacio,del tiempo, de la materia, de la energía, de la luz y de lagravitación y también vio, con la misma profundidad, losefectos cegadores del deseo y del apego y la importanciade disolver lo que él cali có como “la ilusión de laseparación”. Respondiendo a la carta de un rabino, quele había escrito pidiendo consejo sobre el modo másadecuado de explicar a su hija mayor la muerte de suhermana, una chica “inmaculada y hermosa de diecisieteaños”, Einstein respondió:

El ser humano forma parte de una totalidad, llamada por nosotros“universo”, una parte limitada en el tiempo y el espacio. Pero, enuna especie de ilusión óptica de la conciencia, se experimenta a símismo, a sus pensamientos y a sus sentimientos, como algoseparado del resto. Esta ilusión constituye una especie de prisiónque nos circunscribe a nuestros deseos personales y al afecto porunas pocas personas cercanas. Nuestra tarea debe apuntar aliberarnos de esta prisión ampliando el círculo de nuestracompasión hasta llegar a abrazar a toda criatura viva y a toda labelleza de la naturaleza. Esto es algo de lo que nadie logra escaparcompletamente, pero esforzarse en conseguirlo es, en sí mismo,una parte de la liberación y el auténtico fundamento de la

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seguridad interna.

Me parece muy signi cativo que un gran físico comoEinstein hable de liberación y de seguridad interna. Todoello no hace sino subrayar lo claro que tenía que estamoscontaminados por la ilusión de la separación, laseparación de nosotros mismos, la separación de losdemás y la separación entre el “yo” y el “tú”, unadivisión que genera mucho sufrimiento y la necesidad deprotegernos de él cultivando la compasión.

Einstein miraba con ojos de totalidad y veíatotalidades. Y también contemplaba la posibilidad deescapar de esa ilusión. Y su respuesta era… lacompasión.

¿Podemos ver nosotros también con ojos de totalidady ser conscientes de las prisiones en las que acabamosencerrándonos, tanto a nosotros mismos como a losdemás, cuando damos por sentada una separación que,en realidad, no existe? ¿Podemos también, como diceEinstein, expandir el círculo de nuestra compasión hasta“llegar a abrazar a toda criatura viva y a la totalidad dela belleza de la naturaleza”? ¿Y podemos incluirnos anosotros mismos en el círculo de la compasión?

¿Por qué no?Ésta, después de todo, no es una losofía, sino una

práctica. Y esa práctica se denomina despertar de lailusión, de la fragmentación, de la abdicación y de lascreaciones derivadas de una percepción incorrecta. Y por

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creaciones derivadas de una percepción incorrecta. Y pormás que se considere una liberación de lo que pareceestar “separado”, jamás hemos dejado de estar, de hechoy en el más profundo de los sentidos, inconsútilmenteunidos a la totalidad. Ya estamos en casa, aquí, en esteinstante, en esta respiración, en este lugar.

*¡Ah, dejar de estar separado,sin distancia algunade las leyes de las estrellas!¿Qué es lo interior,sino un firmamento intensificadosurcado por miles de pájaros y profundocomo el viento que nos da la bienvenida?

RAINER MARIA RILKE

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LA ORIENTACIÓNEN EL ESPACIO Y EN EL TIEMPO.

UN HOMENAJE A MI PADRE

¿Quién soy yo? ¿Dónde estoy? ¿De dónde vengo?¿Adónde voy?

No, no estoy hablando, por más que lo parezca, deltítulo de una pintura de Gauguin. Todas ésas sonpreguntas fundamentales. Podemos considerarnosafortunados nos acordamos de apagar el horno despuésde haberlo usado y si seguimos recordando haberlohecho al cabo de un rato, lo que no resulta tan sencillo.Pero difícilmente podemos considerarnos afortunadospor saber lo que estamos haciendo, quiénes somos,dónde estamos o adónde nos dirigimos. Damos porsentadas cosas que realmente son milagrosas y dansentido a toda nuestra vida.

Cuando la enfermedad de Alzheimer comenzó adespojar poco a poco a mi padre de su mente, me dicuenta de las muchas cosas que habitualmente damospor sentadas. Yo sabía, sin necesidad de pensar en ello,dónde estaba, adónde iba, de dónde venía y lo que haríaa continuación, pero mi padre estaba perdiendo todasesas capacidades. Era como si, en su cerebro, estuviera

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esas capacidades. Era como si, en su cerebro, estuvieraabriéndose un enorme boquete y el tiempo, el espacio yla causalidad fueron las primeras cosas que perdió.

Mi padre, Elvin Kabat, había pasado la vida trabajandoen la Facultad de Medicina de la Columbia University.Durante los últimos veinte años de su vida laboral, sinembargo, se vio obligado a alternar, algo sorprendentepara un hombre de su edad, entre su laboratorio deNueva York y la supervisión de un proyecto en elNational Institute of Health de Bethesda (Maryland) queconsistía en compilar, actualizar y colgar de la red lassecuencias moleculares de todos los anticuerposconocidos y, posteriormente, de sus genes.

Un buen día, recibí una llamada telefónica de uncolega suyo de Columbia que me contó que, al nalizarel almuerzo, mi padre le había dicho que se dirigía alaeropuerto para volver a Nueva York… ¡El problema eraque ya estaba en Nueva York!

En esa época, sin embargo, mi familia y yo yaestábamos al tanto de lo que estaba sucediendo. Laprimera vez que me permití darme cuenta –o, pordecirlo más claramente, la primera vez que ya no pudeseguir negándome– de lo que le estaba ocurriendo tuvolugar un buen día en el que, no sin cierto regocijo, mecontó que, al hacer su declaración de renta (de la que,dicho sea de paso, siempre se había ocupado él), habíasolicitado a Hacienda el reembolso de los viajes entreNueva York y Bethesda (algo que yo sabía que ya habíacobrado). Recuerdo que, en el momento en que me di

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cobrado). Recuerdo que, en el momento en que me dicuenta de que estaba confundiendo una deducción conun reembolso, me quedé de una pieza y sentí vértigo. Loque le estaba pasando trascendía el simple hecho de noencontrar una palabra o haber olvidado dónde habíadejado las llaves.

¿Era cierto lo que estaba viendo? ¿Y, sobre todo, quéera lo que todo ello presagiaba para mi padre, cuyopropio mentor, el gran inmunólogo MichaelHeidelberger, había vivido ciento tres años y hasta losciento dos había ido a diario a su laboratorio paraencontrarse con sus alumnos y escribir artículoscientí cos? Mi padre había expresado en numerosasocasiones su deseo, al que se aferró con una intensidadmayor en la medida en que fue envejeciendo, de seguirhaciendo lo que él denominaba “trabajo productivo” ensu querido laboratorio. Dotado de una voluntad férrea ybendito con un intelecto tan a lado como una espada,había dedicado su vida a la mente. Era catedrático demicrobiología, profesor de otros tres departamentos yhabía recibido la Presidencial Medal of Science por sutrabajo pionero en los campos de la inmunoquímica y lainmunología molecular. Era miembro desde hacía muchotiempo de la National Academy of Sciences, dabaconferencias por todo el país y tuvo el coraje deenfrentarse casi a solas al juramento de lealtad que,durante la era McCarthy, quiso imponerse a todos losmiembros del Public Health Service. También habíaboicoteado públicamente al National Institute of Health,

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boicoteado públicamente al National Institute of Health,al negarse a aceptar la entrada en su laboratorio decientí cos nanciados por el gobierno, que nalmente,según su versión al menos, acabó cediendo. Todavíarecuerdo el día de mi infancia en que llegó a casa yabrió una botella de champán para celebrar elacontecimiento. Era un abanderado de la honestidad y dela conducta ética y su principal mandamiento –del que,según sé, jamás se desvió ni un ápice– era el de retirarsecomo cientí co… y dejar que los datos hablaran por sísolos.

Su laboratorio había publicado, en colaboración concolegas de todo el mundo, cerca de quinientos artículoscientí cos. También había sido coautor de un manualt i tu l ado Experimental Immunochemistry, del quellegaron a hacerse tres ediciones y llegó a convertirse enla “biblia” de su tiempo en el campo y de otros librostécnicos que, pese a mi formación en biología molecular,todavía me parecen escritos en chino. Y ahí estaba ahora,confundiendo deducciones con reembolsos;preguntándome, cuando iba a visitarme, de quién era lacasa; asegurándome, con cierta satisfacción, quemantenía una relación muy especial con la compañíatelefónica con una convicción que casi llega aconvencerme; contándome que, en cierta ocasión, habíapasado un tiempo entre los pigmeos y que, al llegar a laaldea, descubrió que ya habían leído todos sus artículos ylibros cientí cos, que estaban “encantados” de conocerley que hasta la prensa se hizo eco de su visita. Pero

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y que hasta la prensa se hizo eco de su visita. Perocuando le pregunté dónde estaba África, me dijo que enSudamérica. Así discurrían las cosas, yendo de un tema aotro hasta que, nalmente, perdió la coherencia, dejó deentender su propio trabajo y hasta tenía problemas enreconocer a sus amigos.

Pero independientemente de lo que ocurría mientrasiba descendiendo lentamente el telón de su memoria yde su conocimiento, yo abrazaba como un auténticotesoro cada ocasión que pasaba con él. Me sentaba a sulado cogiéndole de las manos durante horas enteras. Élpodía permanecer sentado durante mucho tiempo y eracomo si meditásemos juntos y cada uno estuviera, a sumodo, presente. Lo más importante, sin embargo, era elsimple hecho de estar juntos. Ésa fue una épocasimultáneamente preciosa, dolo-rosa y exasperante.

También hubo momentos muy especiales. Recuerdoque, un buen día, mientras estábamos sentados en eljardín ante una empalizada detrás de la cual se elevabaun poste telefónico recortado sobre un fondo de arbustosy cielo al que sólo llegaba un solitario cable (que, porcierto, debía descender al suelo por algún lugar oculto anuestra vista), me dijo, como si nada: «Éste es realmenteel final de la línea».

¡Qué descripción más perfecta! Entonces me imaginécómo hubiera titulado un imaginario fotógrafo esaimagen de nosotros dos sentados en un banco,contemplando el poste telefónico y el cable solitario quese hallaba ante nosotros. Perfectamente podría haberla

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se hallaba ante nosotros. Perfectamente podría haberlatitulado “El nal de la línea”, porque el hecho es que asífue, al menos para él.

En otra ocasión, re riéndose al ir y venir de lasambulancias del centro de día al que acudía y podía verdesde su ventana dijo: «Cuando te mueres, te echan apatadas».

La pérdida de facultades mentales y corporales era,incluido para él, cada vez más evidente y, durante untiempo, estuvo luchando hasta que, nalmente, tiró latoalla. Pero nunca, sin embargo, dejó de reconocer a suesposa, sus hijos y sus nietos. Al nal, sólo podíaidenti carnos por la voz en el teléfono. Cuando yo lellamaba y le decía «¡Hola, papá!», él me reconocía deinmediato sin confundirme con uno de mis doshermanos, por más que nuestras voces sonasen muyparecida y su afectuosa bienvenida, «¡Hola, queridoJonny!» me llenaba de una mezcla agridulce de gratitudy tristeza.

El día en que murió estuve sosteniéndole en brazosdurante unas horas, cantando sus canciones favoritas deGilbert y Sullivan, las mismas que él me había cantadocuando yo era un bebé, pero con una nueva letra paratransmitirle el mensaje de lo mucho que le quería, de lomucho que le quería su familia y de que se estabaacercando el momento de la partida. También intercalélas canciones que, a lo largo de los años, habíaaprendido en las distintas tradiciones en las que habíapracticado, como el Sutra del corazón, en inglés y en

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practicado, como el Sutra del corazón, en inglés y encoreano y largos períodos de silencio. Así fue como, conel rostro inundado en lágrimas, le canté «La forma no esdiferente del vacío, el vacío no es diferente de la forma»,sin perder, en ningún momento, una aguda conciencia desu entrecortada respiración. Horas después llegó suúltima exhalación, que suspendió nuestro abrazo y seguímanteniéndole entre mis brazos sollozando durantemucho, mucho tiempo.

En los ocho largos años que duró esa ordalía en quemi padre fue perdiendo lentamente el contacto con elmundo, fueron muchas las cosas que advertí queanteriormente daba por sentadas. Estaba presente, perola suya era una presencia desconcertada y aturdida, queno tenía en cuenta el contexto de las cosas, ni la menorconciencia del pasado y del futuro que les daba sentido.Estaba sencillamente bloqueado y, por más que tratarade transmitir algún concepto, éste siempre se hallabafuera del alcance de su mente y de su lengua. Podíahablar de cuestiones concretas, pero se frustraba apenasdebía usar palabras como “sustancia” o “materia”, quetan integradas estaban en su vocabulario cientí cohabitual. Con el paso del tiempo también fueronespaciándose las relaciones con quienes no pertenecíanal entorno familiar inmediato. Pero su mundoemocional, sin embargo, permanecía intacto. Tras unespantoso período de frustración y angustia generadaspor todas las di cultades mencionadas y su mani estaincapacidad, a pesar de todos sus esfuerzos por seguir

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incapacidad, a pesar de todos sus esfuerzos por seguircon su vida y su trabajo cotidiano, fue tornándose cadavez más amable y bondadoso, al tiempo que mássolitario y aislado en su propio mundo. Era feliz concualquier muestra de atención. Eso era algo que,independientemente del reconocimiento social quesiempre había tenido, siempre le había gustado. Perotambién se dio cuenta, casi hasta el mismo nal, delrespeto que los demás mostraban por suspreocupaciones e intereses, y podía discernir con sumaclaridad quiénes se le acercaban de manera rutinaria,quiénes le seguían simplemente la corriente y quiénesestaban siendo condescendientes.

La enfermedad de mi padre me reveló la importanciade desarrollar el espectro completo de nuestrascapacidades mentales mientras todavía podemos hacerlo,sin dejarnos seducir por la apariencia de las cosas ytomarlas erróneamente por la realidad. Y aunque ése fueun error que jamás afectó a su faceta cientí ca, sí que sevio obviamente, como todo ser humano, afectado por él.

Todos, en última instancia, necesitamos saber y, amenos que padezcamos la enfermedad de Alzheimer oalguna otra demencia, somos conscientes, en todomomento, de nuestra ubicación en el espacio y en eltiempo (aunque sólo sea para saber que nos hemosperdido). Del mismo modo, todos necesitamos saber ypermanecer en contacto con la sensación relativa dequiénes somos, de dónde (aquí) y cuándo (ahora)estamos y de ubicarnos a nosotros mismos en la corriente

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estamos y de ubicarnos a nosotros mismos en la corrientetemporal del pasado y del futuro.

Nuestro sistema nervioso cumple, de un modo quetodavía no entendemos muy bien, con esta funciónorientadora y suele desempeñarla sin problemas durantetoda la vida. Pero no deberíamos dar erróneamente porsentado que se trate de una cualidad permanente. Porello el cultivo de la atención plena nos permite hacer elmejor uso posible de ello cuando todavía tenemos laoportunidad.

La escena con la que comienza la novela TheDiagnosis, de Alan Light-man, evoca a la perfección lapérdida de esta función orientadora básica. En algúnlugar entre la estación de metro de Alewife y su destinoen el centro de Boston, un hombre de negocios olvidainexplicablemente quién es y dónde va. La pesadillasurrealista de perder la orientación («¿Dónde me dirigíaesta mañana vestido para ir a trabajar? ¡Oh, claro! ¡Voy ala o cina, obviamente, como todos los demás pasajeros!Pero ¿dónde trabajo y qué es lo que hago?») sume derepente al protagonista en una pesadilla en la que todo,sin dejar de ser vagamente familiar, resulta por completodesconocido.

Vivimos sumidos en este tipo de fronteras. Pero, dealgún modo, nuestro sistema de orientación funciona tanbien que nos preserva, al menos a un nivel convencional,de la patología y de la pesadilla. De hecho, las preguntas“¿Quién soy yo?” y “¿Dónde voy?” son cuestiones muyprofundas, verdaderos koans zen1 y es muy interesante

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profundas, verdaderos koans zen y es muy interesanteno darlas por sentado y seguir formulándonoslas comoparte de nuestra práctica meditativa regular. Y todo elloes especialmente interesante en el caso de que creamossaber las respuestas y no nos las formulemos para ir másallá del velo de las apariencias e historias que noscontamos a nosotros mismos que pueden estarocultándonos la estructura profunda y las múltiplesdimensiones y texturas de nuestra vida real. Porque locierto es que nadie sabe durante cuánto tiempo seguirádisfrutando de estas capacidades, durante cuánto tiempotendrá la posibilidad de seguir viviendo, aprendiendo ydesarrollándose.

Lo único que le quedó mi padre, perdió casi porcompleto la memoria y la comprensión fue el amor desu familia, los vínculos profundos que había establecidocon sus muchos y maravillosos amigos, colegas ydiscípulos dispersos por todas partes, y todo lo quehabía hecho y amado y lo que había entregado almundo. Pero por más que éstos sean son los lazos quenos conectan con los demás y con el mundo, tambiénson, a n de cuentas, evanescentes y provisionales yconvendría, por tanto, reconocerlos, cultivarlos ydisfrutarlos mientras todavía tenemos la oportunidad dehacerlo.

Quizás lo que más lamentemos sea no haberaprovechado la ocasión de disfrutar y respetar elmomento presente tal cual es, especialmente lo querespecta a la relación que mantenemos con los demás y

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respecta a la relación que mantenemos con los demás ycon la naturaleza. Quizás ésa sea la última orientación,tanto dentro del espacio como dentro del tiempo y,simultáneamente, más allá del espacio y del tiempo, unacontinuidad inconsútil que nos lleva a conocer –y amar–de manera experiencial, directa y no conceptual lo quees.

1. El koan es una técnica utilizada en la enseñanza del zen, unaespecie de acertijo en forma de pregunta, afirmación o diálogo queuno trata de mantener en su mente durante la meditación, hastallegar a comprender y responder sin necesidad de apelar a la mentepensante y discursiva, puesto que ninguna respuesta procedente delpensamiento será auténtica y adecuada a las circunstancias delmomento. Ejemplos de koans son “¿Quién soy yo?”, “¿Tiene unperro la naturaleza del Buda?” o “¿Quién es el Buda?”. En estesentido, casi cualquier circunstancia vital puede ser consideradacomo un koan. Por ello también podríamos, por ejemplo,preguntarnos “¿Qué es esto?” o incluso “¿Qué es el ahora?”, y larespuesta sería diferente en cada momento. Lo único que se necesitapara ello es que la respuesta sea auténtica y apropiada y que noproceda del pensamiento dualista. También hay que decir, porúltimo, que las respuestas pueden ser no verbales.

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LA REALIDAD ORTOGONAL. UNA ROTACIÓN

DE LA CONCIENCIA

Los seres humanos somos, hablando en términosgenerales, exploradores y habitantes de la realidadconvencional, es decir, del mundo que se halla “fuera deaquí”, el mundo establecido y determinado por nuestroscinco sentidos habituales. Todos nos sentimos, dentro deese mundo, en casa y, a lo largo del breve curso de lahistoria humana, hemos aprendido a adaptarlo anuestras necesidades. Los avances realizados por laciencia nos permiten comprender, de una manera cadavez más clara, la causa y efecto en el mundo físico, almenos en el mundo físico newtoniano.

Pero aun dentro del ámbito estudiado por la ciencia –en sus bordes mismos, por así decirlo–, no está tan claroque entendamos la realidad subyacente, que pareceperturbadoramente estadística, impredecible ymisteriosa. Todavía seguimos sin saber, por ejemplo, lascausas y el período de descomposición de undeterminado evento radiactivo que tiene lugar en elnúcleo de un átomo e ignoramos si el universo es nitoo no lo es, si el tiempo existe o no existe, lo que sucede

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o no lo es, si el tiempo existe o no existe, lo que sucedeen el núcleo de un agujero negro, por qué el vacío tienetanta energía o si el espacio es algo o, por el contrario,no es nada.

Pero en la realidad convencional propia de laexperiencia cotidiana a la que aludíamos al comienzo deeste capítulo, todos tenemos un cuerpo, todos nacemos,vivimos y morimos. Casi todos vivimos creyendo en laapariencia de las cosas y elaborando explicacionescómodas sobre cómo son las cosas y por qué son así.Pero si nos dejamos caer por la pendiente del hábito ynos desconectamos del momento presente, nuestrossentidos acaban adormeciéndonos hasta que nosquedamos atrapados en el pensamiento y en la acción yalejados del dominio del ser y de la sensibilidad.

-¡Qué rostro tan hermoso! –digo a mi esposa Myla, re riéndomea la chica que acaba de pasar.

-¡Si, siempre y cuando no tengas en cuenta su falta deexpresividad! –responde ella.

Todo depende, a n de cuentas, de lo que estemosdispuestos a ver o a ignorar, de nuestra disposición aatracar nuestras percepciones en el muelle de ladesatención y de asegurarlas bien con el cabo de no-mirar-sino-tan-sólo-pretender-hacerlo.

No nos movemos nada mal en el mundo de la realidadconvencional. Trabajamos, nos ganamos el pan,queremos a nuestros hijos, cuidamos de nuestros padres,

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queremos a nuestros hijos, cuidamos de nuestros padres,hacemos lo necesario para seguir avanzando y quizáshasta aprendamos a danzar, como Zorba, frente a lasterribles realidades existenciales que aquejan a lacondición humana, como la angustia, el sufrimiento, laenfermedad, el envejecimiento, la muerte y “la catástrofetotal” de Zorba. Entretanto, sin embargo, nos hallamossumidos en una corriente de pensamientos, cuyosorígenes y contenido suelen escapársenos, que tiñen elmomento presente y nos alejan de él, y pueden llegar aser obsesivos, repetitivos, inexactos, implacables ytóxicos. Con cierta frecuencia, además, nos vemossecuestrados por emociones que se encuentran más alláde nuestro control y que, como resultado de un dañoanterior real o percibido, pueden resultar muy dañinastanto para nosotros como para los demás y hastaimpedirnos ver claramente las cosas tal como son, pormás abiertos que mantengamos los ojos.

Los momentos desagradables son inesperados ydesconcertantes, por ello solemos descartarlos comoaberraciones o impedimentos a la felicidad que siempreestamos buscando y a la historia que, en torno a ella,solemos elaborar. Esos momentos se nos escapan debidoa nuestra falta de atención y, por ello mismo, se olvidanmuy fácilmente. También podemos, por el contrario, enun intento de explicar por qué no podemos trascendernuestras limitaciones y nuestro karma, elaborar unahistoria igualmente tenaz sobre nuestros fracasos,nuestras inadecuaciones y nuestros errores, olvidarnos de

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nuestras inadecuaciones y nuestros errores, olvidarnos deque no es más que una historia que nos contamos anosotros mismos y a la que nos aferramosdesesperadamente como si de ella dependiera nuestraidentidad y hasta nuestra supervivencia y esperanza, yacabar tomándola por la realidad misma.

También solemos olvidar que la realidad consensualconvencional a la que llamamos condición humana es,en sí misma, inexorable y se halla sumamentecondicionada, en el sentido pavloviano del término.

Por ello, en el fondo, nos hallamos a merced de laspautas habituales de identi cación y rechazo de nuestramente y no somos, por tanto, tan “libres” como solemoscreer para hacer lo que nos venga en gana. Ni siquieraadvertimos la capacidad potencial de ser libres en elsentido que Einstein o el Buda daban al término. ¿Porqué? Porque ignoramos u olvidamos que no es necesariopermanecer continuamente atrapados en nuestrasreacciones a los eventos, en nuestras decisioneshabitualmente inconscientes de hacer esto o aquello, enrelacionarnos de tal o de cual modo, en ver las cosas asío asá, en acercarnos a esto y en evitar aquelloscondicionamientos, todos ellos, que se añaden a lainquietante sensación de que la vida es, muy a menudo,super cial e insatisfactoria y de que debe haber algomás, algo más profundo, algo más signi cativo, algunaposibilidad de sentirnos mejor dentro de nosotrosmismos, independientemente de toda condición y de silas cosas son provisionalmente “buenas” o “malas”,

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las cosas son provisionalmente “buenas” o “malas”,“agradables” o “desagradables”.

Esta incomodidad, esta decepción y este descontentode fondo acaban llevándonos, en ocasiones, a creer, sinmencionarlo nunca, que eso es todo. Y esto es algohabitualmente muy confuso y opresivo… que suenabastante a dukkha, más dukkha y mucho más dukkha.

En el mismo momento, sin embargo, en que nosvemos obligados a investigar esa desafección, esainsatisfacción profunda, y nos preguntamos «¿Quién estásufriendo?», emprendemos una exploración de unadimensión de la realidad por completo diferente, unadimensión que nos brinda la posibilidad, anteriormentedesconocida –aunque siempre disponible–, de liberarnosde la prisión limitada del mundo del pensamientoconvencional. Nuestro mismo interés en liberarnos delsufrimiento y en no causar ningún daño innecesario einconsciente se convierte entonces en una puerta deacceso para adentrarnos en una nueva dimensión de sery en una nueva forma de vida expandida centrada en laprimacía de la relación y la interconexión.

Este proceso se experimenta como una especie dedespertar de un mundo onírico y de salir de un tranceconsensual. Entonces todo adquiere súbitamente muchosmás grados de libertad y muchas más opciones para ver,responder y afrontar de manera incondicional y atentacualquier situación que se nos presente, en lugar de dejarque sigan respondiendo los hábitos profundamenteestablecidos y condicionados. Esto se asemeja a la

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establecidos y condicionados. Esto se asemeja a latransición que conduce desde una dimensiónbidimensional “chata” hasta una tercera dimensiónespacial ortogonal a las otras dos. Todo parece entoncesdiferente, aunque las dos “viejas” dimensiones sigansiendo igual que siempre, sólo que menos limitadoras.

Por ello el simple hecho de preguntarnos «¿Quién estásufriendo?», «¿Quién es el que no quiere que suceda loque está sucediendo?», «¿Quién tiene miedo?», «¿Quiénestá pensando?», «¿Quién se siente inseguro, no queridoo perdido?» o «¿Quién soy yo?» genera una rotación ennuestra conciencia en una “dimensión” de la realidadortogonal a la convencional que, aunque siga siendo tanconvencional como siempre, se ve ahora enriquecida,por así decirlo, con “más espacio”. Y no es necesario,para ello, cambiar absolutamente nada. Lo único quesucede entonces es que nuestro viejo mundo se torna derepente más grande y más real. Todo lo viejo pareceentonces diferente, porque lo contemplamos bajo unanueva luz, bajo la luz de una conciencia que ya no sehalla con nada a la dimensio-nalidad convencional denuestro equipamiento mental.

Esto es algo que, como el cambio, está sucediendo decontinuo. A menudo, nuestro esfuerzo por hacer que lascosas sean de un determinado modo y no de otro nohacen más que obstaculizar el cambio y el crecimientonatural, lo que acaba contrayendo nuestra realidad y nosmantiene atrapados en una mente y una visióncondicionadas, impidiendo el desarrollo de posibilidades

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condicionadas, impidiendo el desarrollo de posibilidadesy dimensiones que proporcionan nuevos grados delibertad a nuestros paisajes interno y externo.

Cuando tiene lugar esta rotación de la conciencia ynuestro mundo se torna súbitamente más grande y másreal, atisbamos lo que los budistas denominan realidadabsoluta o última, una dimensión que, si bien trasciendetodo condicionamiento, es capaz de reconocerla encuanto asoma. Entonces es cuando nos adentramos en laconciencia, en el conocimiento que trasciende ladiferencia habitual existente entre el conocedor y loconocido.

Cuando moramos en la conciencia, descansamos en loque podríamos denominar una realidad ortogonal másbásica que la realidad convencional. Ambas se hallanpresentes instante tras instante y, si queremos habitar yencarnar plenamente nuestra auténtica naturaleza comoseres sensibles, deberemos respetarlas a ambas por igual.

Esa dimensión ortogonal nos permite contemplar losproblemas que por lo general aquejan a la realidadconvencional bajo una nueva luz, una visión más ampliay espaciosa que la mentalidad egoísta y mezquina en laque solemos hallar inmersos. Desde ahí podremosenfrentarnos a las situaciones con una libertad,resolución, aceptación, creatividad, compasión ysabiduría anteriormente inconcebibles que trasciendencon mucho las capacidades de la mente convencional.

Este universo más libre es uno de los muchos modos

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Este universo más libre es uno de los muchos modosen que la atención plena bene cia tanto a nuestra vidacomo al mundo (en cuyo caso, puede implicar unarotación en la conciencia de muchas personas durante unperíodo relativamente breve). Este tipo de cambio arrojauna nueva luz sobre la naturaleza de una situacióndifícil, en toda su complejidad y en toda su simplicidad,y nos abre a dimensiones, grados de libertad yposibilidades diferentes… que alientan una nuevacomprensión y una acción más sabias y curativas. Sonmuchas, en suma, las ventajas de una visión realmenteortogonal. Ésta es una de las muchas ventajas de laatención plena: comprender lo más fundamental y lomás importante y lo que, con demasiada frecuencia,olvidamos o perdemos. No es que la realidadconvencional esté “equivocada”, sino que es incompleta.Ahí radica la fuente de nuestro sufrimiento y laposibilidad también, por tanto, de liberarnos de él.

Nosotros no somos, en modo alguno, ajenos a estastransformaciones ortogonales. El verdadero perdón,como reiteradamente ilustra Aaron Lazare en su libro OnApology, puede disolver el rencor, el resentimiento, lahumillación, la culpa y la vergüenza de los implicados yconducir de inmediato a la curación, el perdón y laexpresión del amor y del respeto entre las personas eincluso entre las naciones implicadas. No es de extrañarque, en tal caso, ocurra –como, con cierta frecuencia,suele suceder– lo que hasta hace sólo unos instantes

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suele suceder– lo que hasta hace sólo unos instantesparecía improbable o incluso completamente imposible.Entonces nos damos cuenta de que la transición queantes se nos antojaba inalcanzable resulta accesible. Eneste sentido, la felicidad que sigue al perdón esortogonal al sufrimiento que le antecede. Y si biensiempre se halla presente como realidad potencial, esnecesario, para que es nalmente revele posible,experimentar una rotación en nuestro paisaje mental. Laexperiencia de este tipo de transiciones cura las heridas,perdona las injurias y posibilita la emergencia, de formaaparentemente mágica, de nuevas comprensiones yreconciliaciones y de una mente y un corazón másespaciosos.

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INSTITUCIONESORTOGONALES

También las instituciones y las naciones pueden, comolas personas, experimentar una rotación de la conciencia.Precisamente por ello la visión actual de la esclavituddi ere tanto de la que teníamos hace tan sólo un par desiglos. Lo mismo sucede con nuestra visión del género,de los derechos de la mujer y del acoso laboral, y ya noocultamos a un paciente el diagnóstico de cáncer, comotiempo atrás, para no preocuparle. Todos estos ejemplosponen de mani esto una transformación de nuestraconciencia, un cambio en nuestro modo de entender yvalorar las cosas y en el modo de encarnar esacomprensión en el mundo, es decir, en el modo deactuar. Los cambios en el orden social suelen ser el frutode la intensa actividad de muchas personas indignadasque exigen cambios internos o externos y que no tienenempacho alguno en expresar en voz alta verdades quepueden resultar molestas, llegando incluso, en ocasiones,a estar dispuestas a morir por su causa. Resulta muyimprobable, por otra parte, que la inercia y los interesescreados en el mantenimiento de un determinado statuquo individual o institucional posibiliten el esfuerzo

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quo individual o institucional posibiliten el esfuerzonecesario para promover un cambio ortogonal. Cuandonuestra mente, sin embargo, experimenta un cambio,cambia también correlativamente nuestra visión,momento en el cual las personas descubren laposibilidad de curar pasados errores, corregir situacionesproblemáticas, tornar más democrática la democracia ogarantizar la igualdad de oportunidades y de derechoshumanos básicos, cosas muy interesantes que antes nosólo parecían imposibles sino hasta inconcebibles. Losavances realizados por nuestra sociedad y susinstituciones ilustra perfectamente estos cambios deconciencia que tienden a encarnar de un modo cada vezmás adecuado los valores humanos para que todo elmundo pueda actualizar capacidades desconocidasvirtualmente in nitas, vivir en paz y experimentar elbienestar, libres de todo daño interno y externo.

Como ya hemos dicho en el capítulo anterior, unainstitución ortogonal es una institución que haexperimentado un cambio de conciencia y que, sin dejarde existir en el espacio en que antes se movía, halogrado acceder a una nueva dimensión, en la que, almismo tiempo, cada vez son más los elementosconvencionales que participan de la realidad mayor. Eneste sentido, aportar una mayor conciencia a nuestrotrabajo o a nuestra familia puede abrir la puerta paraque nuestro trabajo o nuestra familia experimenten unatransformación ortogonal y coordinen también lossistemas en los que las cosas tienden a operar. Así es

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sistemas en los que las cosas tienden a operar. Así escomo los paisajes interno y externo acaban integrándoseen una totalidad indivisa e inconsútil que posibilita lapresencia de nuestra inteligencia, al tiempo que permiteque nuestra acción, sea la que sea, se origine en nuestroser y, por ello mismo, en nuestra sabiduría y capacidadinnata para la acción compasiva y sabia, por más quenos hallemos frente a con ictos internos o externos oante grupos que sostienen visiones divergentes y hastadiametralmente opuestas a las nuestras.

La Stress Reduction Clinic siempre ha aspirado aconvertirse en una institución ortogonal que proporcioneal ámbito de la medicina los métodos y las perspectivasde la atención plena y un enfoque de la salud y de lacuración que tenga en cuenta los enfoques corporales ymentales. La uni cación, en 1979, de los mundos de lamedicina y de la meditación, por no decir nada de lainclusión del yoga, fue, bien podemos decirlo, unaintegración entre visiones desconectadas en el pasado.Desde el punto de vista de la medicina de esa época, lameditación podía haber sido fácilmente descartada comoun enfoque acientí co despojado de todo valor prácticoe incluso, en ocasiones, francamente negativo. Pero lavisión ortogonal asumida por el PREBAP e inherente a laatención plena permitió una coexistencia con lamedicina que acabó revelando gradualmente lo muchoque ambos ámbitos tenían en común y el modo en quepodían emplearse para ampliar la oferta de

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podían emplearse para ampliar la oferta detratamientos, para que un abanico más amplio depacientes pudiera participar de manera más clara ytangible en su propia salud, curación y bienestar.

Externamente considerada, la Stress Reduction Clinicse asemeja a cualquier otra clínica. Tiene un nombre yuna ubicación y hay señales en los pasillos deldepartamento de medicina que conducen hasta ella.También hay folletos que hablan de ella, facturas con sumembrete y tiene un gerente, un director adjunto, unadministrador y un equipo de recepcionistas einstructores. Al principio utilizábamos o cinas, armariosy salas que se hallaban vacías y pasamos mucho tiemposin tener un espacio y viéndonos obligados a usar comoaulas la sala de conferencias y la sala de libros raros dela biblioteca de la facultad de medicina. Con el paso deltiempo, sin embargo, conseguimos nuestro propioespacio, compuesto de recepción, consulta, aula y variashabitaciones en las que podemos mantener entrevistasprivadas con los pacientes que nos derivan desde otrosdepartamentos. En cualquiera de los casos, siempre hafuncionado como un departamento más del hospital, yaque factura como una clínica, paga a sus empleadoscomo una clínica, el hospital lo considera una clínica y,como cualquier otra clínica, atiende a pacientesremitidos por los demás departamentos.

Todos nuestros pacientes, tanto los que acuden parauna cita programada como los que lo hacen parasometerse a una entrevista de evaluación o para asistir a

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someterse a una entrevista de evaluación o para asistir aclase, están adentrándose, en un sentido muy real, enotra realidad, aunque siga tratándose, obviamente, deuna realidad convencional. Y es que aunque en esemomento todavía no lo sepan, están a punto de serinvitados a experimentar una transformación que puedeexpandir su conciencia hasta dimensiones anteriormenteinsospechadas. Porque la Stress Reduction Clinic no es untan sólo un departamento más del hospital, sino otroplaneta ubicado en un universo completamenteortogonal, el universo de la atención plena.

Tal vez por ello nuestros pacientes tiendan a sentir,desde el mismo comienzo, algo diferente. Lostrabajadores de nuestro departamento siempre hantenido, sin que para ello hayan debido satisfacer ningúnrequisito especial, el compromiso implícito depermanecer lo más atentos posible, el compromiso deestar presentes, de escuchar, de ser amables, de explicarcon la mayor claridad las cosas que pueden explicarsesin dejar de ser, al mismo tiempo, muy explícitos acercade lo que no puede explicarse y de encarnarprácticamente, instante tras instante y día tras día, lo quecualquier hospital querría de sus empleados. Y es que,por más que se trate de algo muy normal y muycorriente, también es, al mismo tiempo, nada normal ynada corriente.

También quisimos, desde el mismo comienzo,mantenernos eles a los principios hipocráticos yconsiderar a cualquier persona que se acercase a nosotros

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considerar a cualquier persona que se acercase a nosotrosno tanto como un paciente sino como un ser humanocapaz, por tanto, de un aprendizaje y un desarrolloilimitados. Para ello es imprescindible permaneceratentos y prestar una atención sostenida, abierta yempática a todos los aspectos de nuestro trabajo, sinagendas ocultas que obstaculicen la relación con nuestrospacientes y esforzándonos en alentar su compromiso porlas distintas prácticas meditativas y su capacidad parainfluir directamente en su vida.

También es preciso renunciar a todo intento deforzamiento para que sean los mismos pacientes quienestomen la decisión de emprender o no el programa. Paraello hay que permanecer durante las entrevistas con lospacientes lo más abiertos posible, escuchando muyatentamente su relato de lo que les ha llevado a laclínica, y explicarles, cuando llega el momento, laimportancia que, en su caso, puede tener el programa elPREBAP lo que pueden esperar de él.

Desde el mismo comienzo, pues, presentamos a elPREBAP como un gran desafío y subrayamos que laparticipación en el programa implica un cambio deestilo de vida y que, en el caso de asumirlo, debencomprometerse a asistir a clase una vez por semanadurante ocho semanas, participar también en un retirode un día en silencio la sexta semana y practicar a diarioseis días por semana durante cuarenta y cinco minutossiguiendo las instrucciones contenidas en una cinta deaudio. A menudo me escucho diciéndoles que esa

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audio. A menudo me escucho diciéndoles que esapráctica no tiene por qué gustarles, pero que,independientemente de ello, lo único que tienen quehacer es dejar a un lado de momento las críticas ylimitarse seguir nuestras indicaciones. Ya llegará elmomento, cuando hayan pasado las ocho semanas, dedecidir si les ha resultado o no bene cioso. Lo único quedeben hacer entretanto es asistir a las clases y seguirpracticando.

También suelo decir que de la misma manera que enocasiones los bomberos tienen que iniciar un fuego paraapagar otro mayor, tal vez descubran que al comenzar elprograma de reducción del estrés se sientan másestresados que antes de emprenderlo. Tambiénsubrayamos que, independientemente de lo quepodamos decirles con respecto a la práctica meditativa,no tendrán la menor idea de lo que es hasta que lalleven a cabo. Asimismo insistimos en que, sea cual seael diagnóstico y la magnitud e intensidad de la catástrofepor la que estén atravesando, las cosas siemprefuncionan, desde nuestra perspectiva, mejor de lo queparecen. Por ello la invitación básica consiste enempezar a trabajar juntos durante un período de ochosemanas, poniendo toda la carne en el asador,permaneciendo muy atentos a lo que suceda y dejandoque el equipo médico se ocupe, en caso necesario, de losproblemas que puedan presentarse. Finalizado eseperíodo, el paciente decidirá si sigue o no adelante.

Nadie está, pues, obligado a asistir al programa y sólo

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Nadie está, pues, obligado a asistir al programa y sólolo emprende quien realmente quiera hacerlo. En últimainstancia, las personas expresan de manera concluyentecon los hechos sus decisiones. No es tampoco infrecuenteque digan que, antes de llegar a nuestra clínica, jamás sehabían sentido tratados por el sistema sanitario con tantaatención y respeto por su capacidad de conectar con losrecursos corporales y mentales internos necesarios paraafrontar cualquier aspecto de la catástrofe completa.

Hay que decir que la mayoría de nuestros pacientesdeciden seguir adelante con el programa. Tal vez, alcomienzo, no sepan muy bien de qué se trata, pero sesienten bien cuando son tratados de manera atenta yconsiderada, sin condescendencia ni intimidación. Todoel mundo, a n de cuentas, se siente bien cuando estratado como una persona capaz, cuando siente que losotros confían en que pueden asumir el trabajo más durodel mundo, cuando, independientemente de lo muchoque se le exija, también siente que se confía en suscapacidades e inteligencias intrínsecas.

A veces bromeamos diciendo que, dado el ritmo, laintensidad y las exigencias del entorno en el que noshallamos inmersos y de las presiones que acompañan alhecho de trabajar con un ujo interminable de personasque sufren, sin olvidar las tareas y proyectos quedebemos llevar a cabo para que las cosas funcionen tanbien como en cualquier otro entorno laboral, tal vezhubiéramos debido bautizar a nuestra clínica comoMindlessness-Based Stress Production Clinic [Clínica de

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Mindlessness-Based Stress Production Clinic [Clínica deProducción del Estrés Basada en la Distracción]. Pero elcompromiso, tanto de los instructores como del personal,de considerar el trabajo como una práctica y estaratentos en cualquier momento y no tan sólo en el aulanos nutre y nos proporciona in nitas ocasiones paracobrar conciencia de lo muy desatentos e identi cadosque solemos estar. Considerar el trabajo como unapráctica nos alienta una y otra vez a volver acomprometernos en la transformación de nuestraconciencia, a encarnar la atención y el desapego, a estarcompletamente presentes, sin importar lo que ocurra enun momento o en un día determinado, y a enfrentarnosde forma abierta y con una gran dosis de humor a lo quese requiera de nosotros.

Bien podríamos denominar a esta orientación como elTao del trabajo. Nada hay que pueda ser más desa anteni más satisfactorio. Y puesto que todo, en últimainstancia, se basa en el no-hacer, tampoco es precisohacer nada para que orezca. Pero por más que nohagamos nada, nada –como en la vía del Tao– se deja dehacer. Ésta es la actitud y la perspectiva fundamental.Además, obviamente, también debemos esforzarnosmucho en encontrar el equilibrio justo entre hacer y no-hacer, porque, como paradójicamente han descubiertotodas las personas que se han comprometido con eltrabajo del PREBAP, son muchas las cosas que hay quetener en cuenta para responder a las distintas demandasy exigencias que conlleva el funcionamiento de una

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y exigencias que conlleva el funcionamiento de unaclínica de reducción del estrés en un entorno hospitalarioy establecer las condiciones más adecuadas para la noacción.

Resulta paradójico, habida cuenta de que loshospitales supuestamente trabajan con estas cualidades,que la conciencia, la intencionalidad y la amabilidadsuelan ser tan ajenas al entorno hospitalario. El mismotérmino “hospital” signi ca hospitalidad, hospedaje ybienvenida. Pero aunque nadie lo pretenda,lamentablemente todavía es demasiado habitual que, enel entorno hospitalario y en el mundo del cuidado de lasalud, el paciente no sea atendido, escuchado nirespetado de la forma adecuada. Y es que, por másmaravillosas que las personas puedan ser, el sistematambién puede fracasar.

El mundo está pidiendo a gritos institucionesortogonales coexistentes con las actuales, o ramas nuevasque sean ortogonales con el entorno mayor. Pero eso esalgo que ya existe… en el momento y en el lugar en elque las personas encarnen los principios del cuidado porel bien mayor, se interesen profundamente en lo quedeben hacer para conseguirlo y se ocupen de ello.

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UNA INVESTIGACIÓN SOBRELA CURACIÓN Y LA MENTE

Imaginen a una mujer que padece de psoriasis de pie yprácticamente desnuda dentro de una cabina cilíndricacuyo interior está forrado de lámparas ultravioletaverticales de casi dos metros de alto formando uncírculo. Para protegerla del daño que podría provocar laexposición directa a los rayos ultravioleta, lleva los ojoscubiertos por unas gafas oscuras y una funda dealmohada en la cabeza (y sus pezones también estáncubiertos, así como también los genitales de los hombresque se someten a ese tratamiento). Unos ventiladores seencargan de renovar el aire de la consulta, ubicada en elsótano del centro médico. La cabina está abierta por laparte superior, de modo que, cuando se encienden lasluces de la cabina, el paciente que se encuentra en suinterior y la habitación entera se ven iluminados con unaextraña incandescencia violácea. La intensidad es muyelevada e irradia con una potente luz ultravioleta de unalongitud de onda cuidadosamente seleccionada toda lasuperficie del cuerpo que no se halla cubierta.

El tratamiento se conoce con el nombre de fototerapia.Para impedir que la piel se queme, el paciente se somete

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Para impedir que la piel se queme, el paciente se sometea tratamiento tres veces por semana durante muchassemanas, al tiempo que va aumentando gradualmente laduración de la exposición, desde cerca de treintasegundos al comienzo hasta diez o quince minutos alcabo de varias semanas, dependiendo del tipo de pieldel paciente, siendo la blanca la más sensible de todasellas. Con el paso del tiempo, las grandes manchasrojizas e in amadas de la piel de los pacientes depsoriasis empiezan a asemejarse a la piel de las personasnormales. El tratamiento concluye cuando las manchasescamosas desaparecen y el aspecto de la piel recuperala normalidad.

Pero el tratamiento no es una cura de nitiva, porquelas antiestéticas manchas pueden volver a presentarse.Con excepción de que el estrés psicológico es uno de losdesencadenantes de la recurrencia, son muy pocas lascosas que sabemos sobre la predisposición genética, lascausas primordiales y la biología molecular de lapsoriasis, pero en cualquiera de los casos consiste en unamani esta y descontrolada proliferación celular de lacapa epidérmica. En modo alguno se trata de un cáncer,porque las células de rápido crecimiento no invadenotros tejidos y la enfermedad tampoco provocaproblemas sanitarios ni pone en peligro la vida delsujeto. Hay ocasiones, sin embargo, en las que lapsoriasis va acompañada de una des guración queresulta psicológicamente muy debilitante. En tales casos,el hecho de tener una piel diferente y de no poder

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el hecho de tener una piel diferente y de no poderocultarlo supone una pesada carga social y una granvulnerabilidad que el sujeto puede experimentar como side la peste se tratara. El gran novelista John Updike hacaptado perfectamente, como sólo puede hacerlo unescritor de su talla que conoce por experiencia propia loque está diciendo, lo molesta que puede ser estaaflicción.

31 de octubre. Durante mucho tiempo he sido alfarero, soltero yleproso. Pero no es que padezca exactamente la lepra, porque loque la Biblia denomina lepra probablemente sea esta enfermedadque tiene un nombre griego tan extraño que hasta me resultadifícil de escribir. La forma que asume la enfermedad es lasiguiente: manchas, placas y avalanchas de un exceso de piel,creada por la dermis a causa de algún pequeño y persistente erroren las instrucciones metabólicas que se expande lentamente hastaacabar cubriendo la super cie del cuerpo como el liquen unatumba. Mi cuerpo es plateado y escamoso y deja un rastro decopos ahí donde descansa. Cada mañana tengo que limpiar la camacon el aspirador. La piel me tortura, pero no siento ningún dolor,ni siquiera comezón. Los leprosos vivimos mucho tiempo, perodejando nuestra enfermedad a un lado, somos paradójicamentesanos. También somos muy lujuriosos, aunque reacios a amar yposeemos una visión muy aguda, pero nos repugna vernos anosotros mismos. El nombre de nuestra enfermedad,espiritualmente hablando, es el de humillación.

1 de noviembre. El médico silba cuando me quito la ropa.«¡Vaya, vaya! ¡Todo un caso!» […]. Advierto que el suelo de suconsulta está lleno de escamas. «¡Parece que no soy el primer

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leproso que pasa por aquí!» «¡Finalmente, no estoy solo…!»Cuando me quito la ropa, una lluvia de escamas plateadas cae alsuelo. Él las llama, profesionalmente, “escamas”, pero para mí noson más que porquería.

JOHN UPDIKE,«Journal of a Leper», New Yorker, 1976

Me enteré del uso de la fototerapia para el tratamientode la psoriasis un buen día, a comienzos de la década de1980, durante un retiro celebrado en el departamento demedicina. A la hora de comer me senté junto a unamable joven que resultó ser el doctor Je Bernhard,jefe del departamento de dermatología. Entoncesempezamos a hablar y, cuando se enteró de que dirigíala clínica de reducción del estrés y enseñaba técnicas demeditación budista (aunque, como en ocasiones agrego,“despojado el budismo”) a los pacientes, me preguntó siconocía el libro Mente zen, mente de principiante, deShunryu Suzuki.

A mí me sorprendió que lo hubiera leído y muchomás que le hubiera gustado, de modo que empezamos ahablar de meditación y de zen y del modo en queenseñábamos a nuestros pacientes los rudimentos y loque considerábamos la esencia del entrenamiento y delas prácticas de las que hablaba Suzuki (adaptadas, claroestá, al entorno secular del hospital de una cultura comola nuestra). Entonces me preguntó si creía quepodríamos ayudar a relajarse a sus pacientes de psoriasis

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podríamos ayudar a relajarse a sus pacientes de psoriasispara soportar más fácilmente el tratamiento que recibíanen la clínica de fototerapia.

Luego pasó a describir la enfermedad y su tratamientode un modo mucho más exacto que lo que yo acabo dehacer, subrayando que, para sus pacientes, la fototerapiaera, por razones muy diversas, una experiencia muyestresante. En primer lugar, debían acudir al hospital tresveces por semana para recibir un tratamiento muy breve,mucho más breve, en ocasiones, que el tiempo queinvertían en encontrar un lugar para estacionar suautomóvil. Luego debían desvestirse y untarse el cuerpode aceite (algo, por cierto, bastante desagradable),colocarse las gafas oscuras, cubrirse la cabeza con lafunda de almohada y permanecer desnudos en el espaciocerrado de una cabina muy calurosa y llena de aireviciado en medio del ruido de los ventiladores, exponersu piel al efecto de las luces, ducharse o, como hacíanmuchos, vestirse sin ducharse y volver de nuevo al coche.El tratamiento sólo era posible durante las horas diurnas,de modo que la obligación de asistir tres veces porsemana durante tres meses era un problema que alterabapor completo la rutina de su vida cotidiana,especialmente en el caso de que el paciente trabajase. Lamisma situación, por otra parte, impedía que el pacientese distrajese leyendo, por ejemplo, una revista, comosuele ocurrir en otros tratamientos. Todo tenía, pues, unaire indigno y opresivo.

¿Podría acaso lo que estábamos haciendo con nuestros

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¿Podría acaso lo que estábamos haciendo con nuestrospacientes de la Stress Reduction Clinic servir –mepreguntó entonces Je – para que los pacientes que sesometían a fototerapia estuvieran más relajados ypudiesen enfrentarse más adecuadamente al estrésprovocado por ese tratamiento? Je estaba preocupadopor la tasa de abandono del tratamiento y lairregularidad con que asistían muchos de sus pacientes,aun antes de que su piel recuperase su apariencianormal. Y es que, tratándose de una enfermedad que noponía en peligro la vida y de que la motivaciónfundamental del tratamiento era de orden estrictamenteestético, tampoco tenían muchos incentivos para sufrirtodas las incomodidades que implicaba. Además, y paraempeorar las cosas, su efecto no era permanente, sinotan sólo provisional.

¿Contribuiría la meditación –se preguntaba Je – atornar menos molesta la experiencia y aumentar, de esemodo, la motivación de sus pacientes para continuarhasta el final?

-Sí –respondí, apenas escuché su pregunta–. Creo quepodemos enseñar a tus pacientes técnicas para quepuedan relajarse mientras se hallan en la cabina y, deese modo, superar los aspectos desagradables deltratamiento.

Me parecía una situación perfecta para instruirles en lapráctica de la meditación erguida en la que debenpermanecer mientras se someten al tratamiento. En talcaso, podemos enseñarles a meditar prestando atención a

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caso, podemos enseñarles a meditar prestando atención ala respiración, a meditar en la escucha, a meditar en lasensación provocada por la luz sobre la piel y a meditaren la observación de una situación mentalmenteestresante, un amplio espectro de prácticas atencionales,dicho en otras palabras, perfectamente adaptadas a lasituación que podían ayudarles a permanecer atentosinstante tras instante dentro de la cabina.

–No me cabe la menor duda –agregué– de que elejercicio de la capacidad atencional puede ayudar amuchos de tus pacientes a relajarse y a seguir mejor eltratamiento, y quizás, de ese modo, neutralizar algunosde los aspectos que explican la elevada tasa deabandono.

Pero también podemos –proseguí– aventurarnos ainvestigar el modo en que la mente puede in uir en lacuración, porque el paradigma de la fototerapia es unproceso curativo que podemos ver, fotogra ar y rastreara lo largo del tiempo.

¿Por qué no adiestrar, pues, a los pacientes depsoriasis en métodos basados en la atención plena yllevar a cabo un experimento controlado destinado adeterminar el efecto de la actitud mental sobre larecuperación cutánea? Para ello deberíamos dividir a lossujetos en dos grupos. En uno de ellos, los pacientes sededicarían a meditar mientras permanecían de pie en lacabina, siguiendo las indicaciones de una cinta de audioespecialmente diseñada para su caso. Los pacientes delgrupo de control, por su parte, seguirían el tratamiento

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grupo de control, por su parte, seguirían el tratamientohabitual sin recibir ningún tipo de instrucciones.También propuse, en un intento de aprovechar laocasión, incluir en los estadios posteriores deladiestramiento meditativo, una práctica en la que lossujetos visualizasen una mejora del estado de la piel enrespuesta a la luz ultravioleta, cuando las sesiones fuesenmás largas y los implicados tuvieran más tiempo paraseguir las instrucciones.

Así fue como emprendimos un estudio piloto cuyosresultados pusieron claramente de relieve una curaciónmás rápida de la piel del grupo de meditadores. Coneste alentador indicio emprendimos el experimento paraconvencernos de que no era fruto de la casualidad conmuchos más pacientes y siguiendo un protocolo másriguroso y en el que empleamos diferentes métodos paraque un par de dermatólogos, que ignoraban el grupo alque estaba asignado el paciente en cuestión, valorasen demanera independiente el estado y el proceso de mejorade la piel basándose exclusivamente en sus fotografías.

De nuevo, en esta ocasión, descubrimos que losmeditadores se curaban más rápidamente que lospertenecientes al grupo de control, una diferencia que,según el estudio estadístico que llevamos a cabo, eracuatro veces superior.1

Mientras llevábamos a cabo este experimento, BillMoyers estaba rodando un documental en la StressReduction Clinic para un programa de la PBS que sellamaría Healing and the Mind. Resultaba ciertamente

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llamaría Healing and the Mind. Resultaba ciertamentefrustrante estar realizando una investigación al respecto yno poder, sin embargo, hablar de ella, porque noquisimos darle ninguna publicidad que in uyese en losresultados y di cultase su interpretación hasta haberlaconcluido. Y lo que es más importante, tampocoqueríamos analizar los datos hasta haber recopilado losresultados de un número lo su cientemente grande departicipantes, de modo que, por aquel entonces,ignorábamos los resultados. El hecho es que sólo tuvimoslos datos su cientes cuando el documental había sido yagrabado.

Ahora que el estudio ya se ha publicado podemoshablar de él y de lo que parece sugerir sobre los efectosde la mente en el proceso de curación o, al menos, en elproceso de sanación.

El hecho de que los pacientes que pertenecen al grupode meditadores se curen mucho más rápidamente quelos del grupo de control lleva a muchos profesionales apreguntarse «¿Qué hay en esa cinta?», como si en ellahubiera algo especial que pudiese explicar losresultados. Pero lo cierto es que la cinta sólo contieneinstrucciones sobre la atención y la visualización,separadas por cortos períodos de silencio, hasta el puntode que, en ocasiones, digo irónicamente que, en la cinta,no hay nada más que silencio y alguna que otrainstrucción sobre cómo permanecer en silencio y haceruso de él. Pero esto sólo es cierto teóricamente porque,en la práctica, son necesarias muchas instrucciones que,

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en la práctica, son necesarias muchas instrucciones que,por cierto, abarcan diferentes aspectos de la práctica dela meditación, para que los sujetos puedan permanecerquince minutos en silencio (sin clases, instructores, nitarea alguna que realizar).

De hecho, las instrucciones contenidas en la cintaversaban en torno al cultivo de un silencio internoprofundo y abierto en el que los sujetos podíanexponerse a la situación de la cabina con una atenciónplena y completa, dejando que la luz hiciera su trabajo.

Dado que tanto la enfermedad como el tratamientoconciernen a la piel, era natural que las instruccionesgirasen en torno al cultivo de una conciencia elevada ysostenida del envoltorio corporal que es la piel, sentirla“respirar” y sentir también todas las sensacionesasociadas, como el calor y el roce del aire movido porlos ventiladores bañando la piel de todo el cuerpo.

Y, aunque sólo se trate de una investigaciónpreliminar, los resultados han abierto una puerta paraque otros dermatólogos reproduzcan y amplíen nuestroestudio.

El resultado de esta investigación re eja, en miopinión, una capacidad potencial del ser humano quehemos visto reiteradas veces y de maneras diferentes enla Stress Reduction Clinic y que alienta a nuestrospacientes a convertirse en participantes activos de sutratamiento médico y del cuidado de su salud.

Esta participación activa de los pacientes en el cuidado

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Esta participación activa de los pacientes en el cuidadode su salud, tanto cuando permanecen a solas en lacabina como cuando están meditando durante elprograma de la Stress Reduction Clinic, constituye, a mientender, un claro ejemplo de lo que bien podríamosdenominar medicina participativa, en la que el pacientetambién tiene, junto al médico, una responsabilidad y unpapel que desempeñar. Hay veces en que estacombinación de esfuerzos e intenciones conduce aresultados muy interesantes que, de otro modo, noshubieran pasado inadvertidos, pero, en cualquiera de loscasos, los resultados dependen de la cualidad de lapresencia, es decir, de la conciencia.

Nuestra investigación también constituye un ejemplode lo que ahora se denomina medicina integradora,porque combina el tratamiento convencional con otrasintervenciones corporales y mentales como lameditación. En este caso, el tratamiento corporal ymental (la meditación y la visualización) es simultáneoal tratamiento alopático (la luz ultravioleta), hasta elpunto de que bien podríamos decir que se trata de dosenfoques ortogonales que ocupan el mismo lugar almismo tiempo.

Conviene nalmente decir que los sujetos queparticiparon en este experimento no se llevaron a casalas cintas de meditación dirigida, ni tampoco practicaronen modo alguno por su cuenta ningún tipo demeditación formal. En el protocolo que por lo general sesigue en la Stress Reduction Clinic, por el contrario, el

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sigue en la Stress Reduction Clinic, por el contrario, elsujeto ejercita cotidianamente en su casa la meditaciónsiguiendo las instrucciones contenidas en una casete o enun cedé. Y ello pone de relieve, en mi opinión, que lapráctica, aun breve, de la meditación, puede tenerefectos muy importantes en el cuerpo y probablementetambién en la mente.

Conviene asimismo señalar de paso que el enfoque de laStress Reduction Clinic es otro ejemplo de medicinaintegradora. En primer lugar, forma parte deldepartamento de medicina y los médicos dedepartamentos y especialidades muy diferentes, así comotambién de medicina interna y de cuidado primario, nosremiten a sus pacientes cuando lo consideran apropiadocomo parte de un abordaje global. Además, también seofrece, como complemento de otros enfoques médicos, apacientes que sufren enfermedades diversas. Bienpodríamos decir, pues, que la medicina integradora esuna precursora –que ya se está aplicando, por cierto, enmuchos centros médicos– de lo que, en el futuro, será labuena medicina.

Son muchas las implicaciones de cualquier investigaciónsobre la relación existente entre la mente y la curación.La más importante de todas ellas es que, en ciertascircunstancias, la in uencia de la mente puede ser muypositiva. No cabe la menor duda de que algo de lo que

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positiva. No cabe la menor duda de que algo de lo queestaban haciendo, pensando, esperando o practicando lospacientes de psoriasis del grupo de meditación eraresponsable de la rapidez con la que se normalizaba elaspecto de su piel. Tal vez se trate de la misma prácticade la meditación, de la visualización, de sus expectativas,de sus creencias, de sus intenciones o de unacombinación de todo ello, pero para poder determinarloserá necesario llevar a cabo investigaciones adicionales.Sea lo que sea, sin embargo, lo que aumente la velocidadde limpieza de la piel observada está ligado, de unmodo u otro, a la actividad mental.

Otra implicación muy importante es que, en ciertascircunstancias, la medicina participativa puede suponerun gran ahorro. Esto es algo que también pusoindirectamente de relieve nuestro estudio, que, en estesentido, nos permitió extraer conclusiones muy clarassobre la e cacia y el costo de los tratamientos. La mayorvelocidad de recuperación de los pacientes del grupo demeditación disminuye directamente el número detratamientos y abarata, en consecuencia, el coste deltratamiento. Si tenemos en cuenta que la medicina y elcuidado de la salud están experimentando una escaladade costes y que la cobertura proporcionada por las HMOes limitada, la posibilidad de que el paciente participeactivamente, cuando sea posible, en el restablecimientode un salud y de su bienestar puede implicar unareducción signi cativa y sostenida de los costes delsistema sanitario, una mayor satisfacción del paciente y

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sistema sanitario, una mayor satisfacción del paciente yun aumento de la salud a todos los niveles y delbienestar de nuestra sociedad.

En lo que a nuestro caso se re ere, no debemosolvidar que la luz ultravioleta es, en sí misma, un factorde riesgo de cáncer de piel. Por ello la disminución delnúmero de tratamientos supone una menor exposición alos rayos ultravioleta, lo que también implica un menorriesgo de cáncer de piel como efecto colateral deltratamiento fototerapéutico.

Además, puesto que la psoriasis es un caso decrecimiento celular descontrolado afín, en cierto modo,al cáncer –hasta el punto de que ciertos genes implicadosen la psoriasis también parecen desempeñar un papel enel carcinoma celular basal–, la evidencia de que la mentepuede in uir positivamente en la limpieza de la pielpone de relieve la posibilidad de que la prácticameditativa pueda emplearse también en otros casos deproliferaciones celulares descontroladas mucho máspeligrosas, como, por ejemplo, el cáncer de piel.

Y, nalmente, el hecho de que, durante su tratamiento,los sujetos pertenecientes al grupo de meditación sehallaran solos en la cabina siguiendo las instruccionesgrabadas en una cinta, sin conocer siquiera a la personaque la había grabado, supone que los resultados delexperimento no son atribuibles al apoyo social, la bienconocida y poderosa in uencia sobre la salud y elbienestar que puede provocar la sensación depertenencia a un grupo, ya se trate de la familia, la

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pertenencia a un grupo, ya se trate de la familia, laiglesia, un grupo cultural, un grupo étnico o incluso unacomunidad provisional como el grupo de pacientes quellevan a cabo el programa de reducción del estrés. Elhecho de que el tratamiento fototera-péutico tenga lugaren una situación de aislamiento en la que el paciente nomantiene contacto con nadie, ni con otros pacientes nicon enfermeras ni tampoco con médicos, pareceevidenciar que la mejora depende exclusivamente de suesfuerzo y de su actitud mental.

¿Qué apoyo social puede tener uno cuando permanecedesnudo, de pie y a solas encerrado en una cabinacilíndrica en condiciones abrasadoras, con gafas oscuras yla cabeza cubierta con una funda de almohada?

1. Kabat-Zinn, J., Wheeler, E., Light T. Skillings, A., Scharf, M., Cropley,T.G., Hosmer, D., y Bernhard, J., “Influence of a Mindfulness-BasedStress Reduction Intervention on Rates of Skin Clearing in Patientswith Moderate to Severe Psoriasis Undergoing Phototherapy (UVB)and Photochemotherapy (PUVA)”, Psychosomatic Medicine 60(1980), pp. 625-632.

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UNA INVESTIGACIÓNSOBRE LA FELICIDAD.

LA MEDITACIÓN, EL CEREBROY EL SISTEMA INMUNITARIO

También llevamos a cabo, en colaboración con el doctorRichard Davidson, de la Universidad de Wisconsin enMadison, otra investigación destinada a determinar losefectos de la atención sobre la salud y el bienestar. Estainvestigación se centró en el efecto del PREBAP, en elque, como ya hemos visto, las personas aprenden ypractican, con la ayuda de un instructor, meditación enclases medianamente grandes, en lugar de hacerlo, comosucedió en la investigación sobre la psoriasis, en elentorno aislado de una cabina de rayos ultravioletasiguiendo simplemente las instrucciones grabadas en unacinta de audio.

Imaginen a varios empleados de una empresa punterade biotecnología de Madison reclutados para participaren una investigación destinada a investigar los efectos dela meditación sobre la respuesta al estrés del cerebro ydel sistema inmunitario. Antes de comenzar, losvoluntarios fueron sometidos, durante cuatro horas, auna batería de pruebas de laboratorio para determinar

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una batería de pruebas de laboratorio para determinarsu nivel de partida en aspectos diferentes de sufuncionamiento cerebral mientras eran expuestos adistintos estímulos emocionales presentados en forma detareas placenteras o estresantes. Después de esta prueba,los participantes se vieron azarosamente asignados a dosgrupos diferentes, el primero de los cuales emprendió elPREBAP de ocho semanas de duración a comienzos deotoño, mientras que el segundo grupo, por su parte, tuvoque esperar hasta la siguiente primavera. A nales deotoño, todos los sujetos –tanto los del grupo de otoñocomo los del grupo de primavera– volvieron a sometersea la misma batería de pruebas de laboratorio, cosa quese repitió cuatro meses más tarde.

Sólo entonces empezaron, los integrantes del grupo deprimavera, el entrenamiento del PREBAP. A lo largo detoda la investigación, este grupo (al que podríamosdenominar “grupo en lista de espera”) sirvió como grupode control con el que comparar los resultados de quienesya habían pasado por el programa. Aunque,teóricamente hablando, también hubiera sido una buenaidea valorar el efecto del PREBAP en el grupo quecomenzó en primavera, decidimos hacerlo así porque, a

n de cuentas, se trataba de un primer intento y hubieraresultado económica y temporalmente demasiadocostoso.

Ya hemos dicho que se trataba de una empresapuntera y que el presidente, al que ciertamenteagradecemos su amabilidad, no puso impedimento

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agradecemos su amabilidad, no puso impedimentoalguno para que el entrenamiento se llevase a cabodurante la jornada laboral. Pero el hecho de que todavíano se hubiera determinado el horario (dos horas y mediasemanales) impuso un estrés adicional sobre losintegrantes del grupo que iba a recibir el entrenamientoen reducción del estrés basada en la atención plena enotoño, que se vieron obligados a reajustar suscompromisos anteriores.

La situación más estresante, sin embargo, era laobligación, que afectaba por igual a ambos grupos, deacudir al Laboratory of A ective Neuros-cience deldoctor Davidson en tres ocasiones diferentes, durantecuatro horas cada vez. En tal caso, los sujetos debíanacudir en ayunas y sin haber pasado todavía por elcuarto de baño para sentarse en una habitación a oscurasy cubrirse la cabeza con el “casco” de electrodos delelectroence-falógrafo, mientras los técnicos les sometíana muchas pruebas estresantes y emocionalmenteprovocadoras para ver el modo en que reaccionaba sucerebro. Tengamos en cuenta que algunas de esaspruebas, como la que consiste en contar hacia atráspartiendo de cien en presencia de un espectador que seocupa de observar su actividad cerebral, pueden resultarmuy estresantes.

Recordemos que la corteza cerebral, la parte másgrande del cerebro y la que más recientementeevolucionó, está implicada en todas las capacidades deprocesamiento emocional y cognitivas de orden superior

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procesamiento emocional y cognitivas de orden superiory posee dos hemisferios, el izquierdo y el derecho. Entreotras muchas funciones, el hemisferio cerebral izquierdoy el hemisferio cerebral derecho se encargan de controlarlas funciones motoras y sensoriales correspondientes allado derecho y al lado izquierdo del cuerpo,respectivamente.

Las investigaciones realizadas, entre otros, por eldoctor Davidson y sus colegas a lo largo de las últimasdécadas han acabado determinando la existencia, en laexpresión de las emociones, de una asimetría cerebralinterhemisférica. Según ellos, la activación dedeterminadas regiones de la corteza frontal y prefrontal(la zona del cerebro que se encuentra aproximadamentedetrás de la frente) izquierda tiende a estar asociada conla expresión de emociones positivas (como la felicidad,la alegría, el entusiasmo y la alerta), mientras que laactivación de regiones semejantes del lado derechoparece ir acompañada, por el contrario, de la expresiónde emociones difíciles y perturbadoras (como el miedo yla tristeza). Esta investigación pone así de mani esto laexistencia, en cada uno de nosotros, de un determinadopunto de ajuste temperamental (de nido por la ratio departida existente entre ambos lados) que nosproporciona un indicador able de la predisposición ydel temperamento emocional del sujeto (queanteriormente, por cierto, se consideraba una especie deconstante).

Resulta muy interesante constatar que la activación del

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Resulta muy interesante constatar que la activación dellado derecho de la región frontal del córtex cerebral estápor lo general asociada a la evitación, una respuesta queno se limita a los seres humanos, sino que también afectaa los primates en general y a otras especies demamíferos (como los roedores, por ejemplo). Laactivación del lado izquierdo, por su parte, tiene que vercon la aproximación y, por ello mismo, con respuestasque se orientan al placer. No olvidemos que laaproximación y la evitación constituyen dos de lasconductas fundamentales de todos los sistemas vivos,incluidas las plantas (que carecen de sistema nervioso).Se trata, pues, de dos rasgos muy profundos y esencialespara la vida y que, en consecuencia, se hallansobredeterminados por la experiencia y las normassociales. De ahí, precisamente, se deriva la facilidad conla que podemos quedarnos atrapados o hastasecuestrados por nuestras reacciones emocionalesinconscientes, que dependen del modo en queinterpretemos los eventos que la vida nos depara. Así,por ejemplo, cuando percibimos una situación o unacontecimiento como amenazador, nocivo o aversivo,tendemos instintivamente a evitarlo, porque nuestramotivación fundamental es la de sobrevivir, algo a loque también contribuye nuestro condicionamiento social.Si, por el contrario, el evento o situación es percibidocomo placentero (ya se trate de una comida apetitosa, deuna situación social que experimentamos de manerapositiva o de algo que parece proporcionarnos un poco

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positiva o de algo que parece proporcionarnos un pocode paz mental), tendemos a gravitar en torno a él,porque las experiencias placenteras alientan el deseo deexperiencias más placenteras y fomentan elreconocimiento de lo que podría proporcionarnosplacer. Por ello el control de estas respuestasemocionales condicionadas profundamente asentadaspodría ayudarnos a enfrentarnos más e cazmente aciertos condicionamientos básicos emocionales ymotivacionales relacionados con la identi cación y laaversión, que por lo general tiñen casi todas nuestrasactividades.

Por todas estas razones estábamos muy interesados enlo que sucedería, tras ocho meses de entrenamiento en elPREBAP (especialmente en un entorno laboralestresante), con el punto de ajuste temperamental delcerebro, es decir, con la ratio de activación entre loshemisferios izquierdo y derecho de determinadasregiones de las cortezas prefrontal y frontal.¿Aprenderían los sujetos a enfrentarse de una forma másadecuada al estrés? ¿Cuáles serían los cambios que sere ejarían en su cerebro? ¿Podríamos determinar laexistencia de algún tipo de correlación entre talescambios e indicadores biológicamente signi cativos de lasalud, como, por ejemplo, la respuesta del sistemainmunitario a la exposición a un virus? Ése era el tipo depreguntas que esperábamos poder responder con nuestrainvestigación. Pero veamos ahora, antes de exponer lasconclusiones nales a las que arribamos, las di cultades

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conclusiones nales a las que arribamos, las di cultadesque entraña este tipo de investigación.

Al comienzo, estábamos un tanto preocupados poremprender una investigación tan so sticada y cara contrabajadores básicamente sanos y que trabajaban en unentorno casi perfecto. Ya habíamos determinado losefectos clínicos del PREBAP en el entorno hospitalariocon pacientes que padecían enfermedades crónicas yotras situaciones estresantes y dolorosas. Se trataba depacientes que nos habían remitido sus médicos a causa,precisamente, de ese tipo de enfermedades, de modoque posiblemente se hallaran mucho más motivadospara emprender la práctica de la meditación y el cultivode la atención que el grupo de empleados quedecidieron participar de forma voluntaria en nuestrainvestigación. La motivación, en este caso, era la decontribuir a la ampliación del conocimiento cientí cosobre la relación existente entre el cerebro y lasemociones, sin olvidar el bene cio personal que pudieraproporcionar también el aprendizaje de nuevasestrategias para enfrentarse al estrés (una motivaciónque, por cierto, me parecía muy secundaria comparadacon la de liberarse del estrés emocional y físicoprovocado por una enfermedad, es decir, la luchacotidiana que los pacientes de la Stress Reduction Clinicmantenían con el estrés, el dolor y la enfermedadcrónica). ¿Se hallarían lo su cientemente motivados,dicho en otras palabras, los empleados de la empresa

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dicho en otras palabras, los empleados de la empresainformática como para no limitarse al cumplimientorutinario de nuestro programa?

De hecho, en nuestra primera visita a la empresa, losempleados, los cientí cos, los técnicos, los ejecutivos y elpersonal que iba a participar en la investigaciónparecían tan relajados que llegamos a cuestionarnos siestarían realmente sometidos a algún tipo de estrés. Ahíestábamos, a punto de embarcarnos en una costosainvestigación, pero sin dato piloto alguno de partida quenos indicase si en un entorno aparentemente tan pocoestresante –que podía afectar tanto a su motivación paracontinuar con el experimento como a practicar en seriola meditación y determinar así profundamente, enconsecuencia, el bene cio que podrían experimentar–responderían positivamente al PREBAP. El entornolaboral, en suma, nos parecía demasiado positivo, lo quequizás no supusiera ninguna ventaja para unainvestigación como la nuestra.

Pero al mismo tiempo también éramos muy conscientesde que, a n de cuentas, los seres humanos somos sereshumanos, de que un trabajo no deja de ser un trabajo yde que la mente humana es, en todas partes, la mentehumana. Por todo ello sospechábamos que quizás –comoluego se puso de relieve– las cosas no serían tan amablescomo, a primera vista, parecían.

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La investigación, por volver de nuevo a ella, puso demani esto varias cuestiones muy interesantes.1 Antes delentrenamiento en meditación, no existía ningunadiferencia signi cativa entre las pautas de activacióncerebral que presentaban los miembros de ambosgrupos. Al cabo de ocho semanas de entrenamientoatencional, sin embargo, el grupo de meditadoresempezó a evidenciar una activación izquierdasigni cativamente mayor que la derecha en ciertasregiones, mientras que el grupo de control, por su parte,mostró un cambio en sentido contrario, hacia una mayoractivación del lado derecho.2 Y esta mayor activación dela región frontal izquierda de la corteza cerebralevidenciada por los sujetos pertenecientes al grupo demeditadores con respecto a los miembros del grupo decontrol se hallaba presente tanto en situación dedescanso como en respuesta a varias tareas estresantes,un cambio que parece señalar una tendencia haciaemociones más positivas y un procesamiento más e cazde las emociones difíciles en situaciones estresantes.

También descubrimos que el cambio en la ratio deactivación izquierda/derecha observada en el grupo demeditadores al nal del período de ocho semanas deentrenamiento en reducción del estrés basado en laatención plena se mantenía hasta cuatro meses despuésde haber nalizado el período de entrenamiento, cosaque no se observó en el grupo de control. Este dato fueel que nos sugirió que lo que antes considerábamos

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el que nos sugirió que lo que antes considerábamoscomo un punto de ajuste cerebral temperamentalmentedeterminado que controla la regulación de las emocionestal vez no se halle tan rmemente establecido y puedaverse modificado gracias al cultivo de la atención.

Los hallazgos sobre el funcionamiento cerebral una vezconcluido el programa y los cuatro meses de seguimientoparecían también coincidir con los informes de primeramano presentados por los sujetos pertenecientes algrupo de meditación que a rmaban experimentar,comparado con el momento en que todo habíacomenzado, menos ansiedad y menos síntomas mentalesy físicos de estrés.

También vacunamos, al nalizar el programa, a todoslos sujetos contra la gripe, para ver el modo en querespondía su sistema inmunitario. ¿Presentarían acaso lossujetos del grupo de meditación una respuesta inmuno-lógica (en forma de anticuerpos generados paraenfrentarse al virus de la gripe contenido en la vacuna)más intensa que los sujetos pertenecientes al grupo decontrol? Porque eso fue, de hecho, lo que ocurrió. Perola cosa no terminó ahí porque, nalmente, acabamosdeterminando la existencia de una elevada correlaciónlineal entre el grado de cambio cerebral (de derecha aizquierda) y la respuesta de los anticuerpos del sistemainmunitario de los meditadores. Así, por ejemplo, cuantomás grande era el cambio cerebral, mayor era también larespuesta inmunitaria de los sujetos pertenecientes algrupo de meditación, un efecto que en modo alguno se

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grupo de meditación, un efecto que en modo alguno seobservó entre los miembros del grupo de control.

¿Qué es lo que todo esto signi ca? Los resultados denuestra investigación pusieron claramente de relieve laimportancia, para la salud física y mental, del programade entrenamiento atencional del PREBAP y de susaplicaciones a la vida cotidiana. Y también evidenciaronque quienes emprenden este programa mientras sehallan en una situación laboral estresante puedenbene ciarse de él, al menos, durante un corto período detiempo.

En otras investigaciones realizadas al respecto, eldoctor Davidson y sus colegas examinaron las pautascerebrales de lamas y monjes tibetanos orientales yoccidentales que habían sido especialmenteseleccionados por su reputación como meditadoresexperimentados que se habían adiestrado en la prácticade la meditación en situaciones de retiro, a menudo ensoledad, durante años enteros. Se trataba, obviamente, deun grupo muy diferente al de los sujetos queparticiparon en nuestra anterior investigación, quehabían emprendido por vez primera la práctica demeditación bajo el paraguas de la “reducción del estrés”en un entorno laboral.

La evaluación de las variables siológicas de los lamaspuso de relieve la existencia de notables diferencias en laratio izquierda/derecha de partida, que en algunos casos

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ratio izquierda/derecha de partida, que en algunos casosse intensi caba considerablemente durante la práctica dediferentes modalidades de meditación.

Es interesante constatar que el cambio de pautacerebral evidenciada por los lamas iba en la mismadirección y tenía lugar en las mismas regiones de lacorteza frontal (aunque su intensidad era mucho mayor)observadas en nuestro estudio anterior. La comparaciónsugiere que las personas que emprenden la prácticaregular de la meditación –y no sólo los adeptosexperimentados que han invertido en ello años y años deentrenamiento y de práctica intensiva– puedenexperimentar, en un breve período de tiempo, cambioscerebrales y corporales semejantes a los de quienes sehallan mucho más entrenados y experimentados, y quetienen que ver con una clara intensi cación de laatención y de la empatía.

Todo eso también sugiere que el entrenamientomeditativo puede afectar a los circuitos neuronalesresponsables del procesamiento emocional del cerebro,al tiempo que pone de mani esto la granneuroplasticidad del cerebro en respuesta a laexperiencia y el entrenamiento.

Este estudio pone de relieve que la práctica de laatención puede librarnos de nuestra identi caciónhabitual con las emociones destructivas y desarrollar unainteligencia y un equilibrio emocional que aumente, en

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inteligencia y un equilibrio emocional que aumente, ensuma, nuestra felicidad. Esta felicidad parece ser tanprofunda y connatural a nuestra naturaleza como el sol,que siempre está resplandeciendo por más que,ocasionalmente, pueda verse oscurecido por las nubes ylas tormentas. Del mismo modo, nuestra felicidad innatase halla, más allá de las causas y condiciones que rodeennuestra vida, siempre presente. Este estudio, en n,parece evidenciar que, aunque en ocasiones nuestrafelicidad intrínseca parezca eclipsarse, siempre podemosrestablecer el contacto con ella y aplicarla a nuestra vidacotidiana.

Ése me parece un buen modo de pensar.Y puede ser mucho mejor todavía si tomamos

cconciencia de suu validez.

1. Davidson, R J., Kabat-Zinn, J., Schumacher, J., Roserkranz, M.S.,Muller, D., Santorelli, S.F., Urba-nowski, F., Harrington, A., Bonus,K., Sheridan, J.F., “Alterations in Brain and Immune FunctionProduced by Mindfulness Meditation”, Psychosomatic Medicine, 65(2003), pp. 564-570.

2. Aunque no podamos estar seguros de ello, este cambio en la ratiodel grupo de control en la otra dirección probablemente sea elresultado de la creciente frustración de esos individuos por tenerque volver a enfrentarse una segunda y aun una tercera vez al estrésdel laboratorio. Tal frustración parece evidenciarse como unamayor activación relativa del lado derecho con respecto alizquierdo.

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EL HOMÚNCULO

No es la primera vez que, en este libro, mencionamosesta palabreja (que, en latín, significa “hombrecillo” o, loque es lo mismo, “persona pequeña”). Ya hemos dicho,cuando citábamos la a rmación de Francis Crick, que noexiste, en el interior de nuestra cabeza, ninguna entidadresponsable que explique nuestra conciencia, por másque lo parezca cuando tratamos de identi car lasensación de “yo”, “mí” o “lo mío” sin prestar muchaatención a lo que decimos, a quién piensa eso o, endefinitiva, cualquier otro pensamiento.

No existe, pues, en el interior de nuestra cabezaningún hombrecillo que registre nuestras percepciones,experimente nuestras sensaciones y dirija nuestra vida.Lo único que existe es el hecho y la experienciaindiscutible de la conciencia y de la sensibilidad que,como ya hemos visto, se trata de un gran misterio, de unmisterio básicamente impersonal, a menos quedecidamos aferrarnos a la sensación convencional denosotros mismos como una entidad aislada eindependiente que, cuando la sometemos a examen, serevela más ficticia que real.

Pero también hay que señalar el papel fundamental

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Pero también hay que señalar el papel fundamentalque, dentro del ámbito de la neurociencia, desempeña eltérmino “homúnculo”, que, como bien ilustran lassiguientes guras, se emplea para describir los distintosmapas del cuerpo con que cuenta nuestro cerebro.

Ya hemos subrayado en el capítulo dedicado a laobservación del cuerpo, la existencia, en nuestro cerebro,de lo que podríamos denominar mapas topológicos queabarcan la totalidad del cuerpo. Son mapas querepresentan la estrecha correspondencia existente entredeterminadas áreas de la super cie cerebral y muchasregiones de la super cie del cuerpo y de la musculaturasubyacente. Se trata de un hecho muy interesante parapensar en él y mucho más interesante todavía deinvestigar prácticamente. Es como si cada uno de lospuntos del mapa de la ciudad en que vivimos se hallaraestrechamente vinculado con una determinada ubicaciónfísica de la ciudad, un mapa en verdad inusual porque,en su ausencia, no podríamos acceder a la ciudad.

Uno de esos mapas topológicos de la corteza cerebralse re ere a la sensación del tacto, mientras que el otrotiene que ver con regiones corporales implicadas en elmovimiento voluntario. La sensación táctil está ubicadaen una región cerebral conocida como cortezasomatosensorial, que incluye una franja que abarcaambos lados de la corteza cerebral. El movimientovoluntario se asienta en la denominada corteza motora,una franja ubicada detrás de la región o lóbulo frontal,frente a la corteza somatosensorial y separada de ella

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frente a la corteza somatosensorial y separada de ellapor una de las cisuras o profundos pliegues del cerebro.Los demás sentidos, como la vista, el oído, el olfato y elgusto, están vinculados a otras regiones cerebralesespecializadas. Así, por ejemplo, la corteza visual seasienta en la región posterior del cerebro (zonaoccipital), mientras que la corteza auditiva lo hace enambos lados (lóbulos temporales). Pero puesto que elmovimiento y el tacto implican a todo el cuerpo, larepresentación proporcional en la super cie del cerebrode la región corporal correspondiente nos da la imagencorporal distorsionada que presentamos en las gurasanteriores, denominadas homúnculos.

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Representación somatotópica del homúnculo sensorial en lacorteza somestésica (de The Cerebral Cortex of Man, de W.Penfield y T. Rasmussen, 1950).

En realidad, existen dos mapas del homúnculosensorial y otros dos del homúnculo motor, uno por cadahemisferio. Cuando en el capítulo anterior nosreferíamos a la investigación sobre los efectos de laatención en el cerebro, en el sistema inmunitario y en elprocesamiento emocional en situaciones estresantes,mencionamos la existencia de dos grandes regiones de lacorteza cerebral, el hemisferio izquierdo y el hemisferioderecho, que de algún modo se han especializado en eldesempeño de funciones diferentes.

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Representación somatotópica del homúnculo sensorial en lacorteza somestésica (de The Cerebral Cortex of Man, de W.Penfield y T. Rasmussen, 1950).

El mapa topológico de la sensibilidad táctil y delmovimiento correspondiente al hemisferio izquierdo estárelacionado y controla el lado derecho del cuerpo,mientras que el correspondiente al hemisferio derechoestá relacionado y controla el lado izquierdo del cuerpo.

Las cortezas somatosensorial y motora fueroncartogra adas en los años cuarenta y cincuenta delpasado siglo en Montreal por el neurocirujanocanadiense Wilder Pen eld. Fue precisamente él quien

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canadiense Wilder Pen eld. Fue precisamente él quiendescubrió la posibilidad de esbozar representacionesproporcionales del cuerpo basadas en el tamaño de lasáreas cerebrales que controlan el funcionamiento de lasdiferentes regiones del cuerpo. Así es como obtenemos laimagen de un hombrecillo (o de una mujercilla)distorsionada a causa de la diferente densidad deinervación motora o sensorial de las distintas regionescorporales.

Pen eld llegó a esta conclusión tras unas mildoscientas operaciones del cerebro de epilépticosconscientes que sufrían ataques que se mostrabanrefractarios a la medicación. Con el permiso explícito desus pacientes, Pen eld empleó un electrodo paraestimular diferentes regiones de la corteza (recordemosque la corteza cerebral carece de terminaciones nerviosasy que, en consecuencia, no siente dolor) y asegurarse, deese modo, de que la cirugía no pondría en peligro susfacultades verbales. Así fue como acabó descubriendoque la estimulación eléctrica de determinadas regionescerebrales provocaba sensaciones de hormigueo endiferentes partes del cuerpo. Desplazando con cuidado elelectrodo y registrando elmente los comentarios de suspacientes conscientes, Pen eld acabó cartogra ando lacorrespondencia existente entre el cuerpo y la super ciede la corteza somatosensorial y dando así origen a laimagen del homúnculo sensorial.

Pen eld también descubrió que la estimulacióneléctrica de las regiones ubicadas por delante de las que

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eléctrica de las regiones ubicadas por delante de las quegeneraban esas sensaciones desencadenaba sacudidas uotros movimientos musculares en diferentes partes delcuerpo, lo que le permitió cartogra ar lacorrespondencia existente entre la corteza motora y elcuerpo y poner de relieve el llamado homúnculo motor.

En la gura en cuestión podemos advertir que larepresentación del cuerpo en la super cie del cerebro nose corresponde con exactitud con su ubicaciónanatómica. Así, por ejemplo, la representación de lamano se halla entre la del rostro y la de la cabeza,mientras que la de los genitales se encuentra en algúnpunto ubicado por debajo de los pies. La escala de laimagen, por otra parte, tampoco se parece exactamentea la del cuerpo humano, sino que se asemeja más bien auna caricatura. De este modo, la imagen correspondientea la boca, la lengua y los dedos esdesproporcionadamente grande, mientras que la deltronco, los brazos y las piernas es, por el contrario, muypequeña. Y esto es así porque el mapa cerebral tiene quever con el número de neuronas sensoriales o motorasasociadas a cada una de las distintas regiones del cuerpo.Precisamente por ello el espectro y la capacidad dediscriminar sensaciones procedentes de nuestras manos,dedos, lengua y labios (recordemos que los bebés sellevan las cosas a la boca como una forma rudimentariade explorar el mundo y su conexión con él y descubrirasí el cómo y el qué de las cosas) son mucho mayoresque las de nuestros brazos y piernas. Los dedos, las

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que las de nuestros brazos y piernas. Los dedos, lasmanos, los labios y la lengua, por su parte, tienenmuchos más grados de libertad y sutileza de movimientoque otras regiones corporales como, por ejemplo, laregión dorsomedial o la cara posterior de las piernas.Resulta sorprendente, por ejemplo, nuestra capacidadpara discriminar sonidos tan levemente diferentes, en elcaso de la lengua y de la boca, como la ce de Cape de lace de Code (como sucede con la expresión Cape Cod).Ésta es una tarea que la lengua realiza sin esfuerzoalguno y sin pensar siquiera en ello gracias a laextraordinaria inervación motora correspondiente alhabla y a la vocalización.

El tamaño de las distintas regiones del mapasomatosensorial depende también de la relativaimportancia de los inputs procedentes de esa parte delcuerpo y de su frecuencia de uso. Y es que lainformación procedente del dedo índice resulta, desde elpunto de vista de la supervivencia, mucho más valiosaque la procedente, por ejemplo, del codo. Y, por elmismo motivo, como ya hemos señalado, las sensacionestáctiles de la boca, los labios y la lengua son muyimportantes para la producción del habla inteligible y,por ello mismo, su representación en la super cie delcerebro ocupa una super cie mucho mayor que lacorrespondiente a la parte posterior de la cabeza, porejemplo. Esto es, precisamente, lo que aumenta el placery la sensación de conexión que suelen acompañar albeso.

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beso.Los mapas somatosensoriales del cuerpo en el cerebro

y otros mapas ubicados en otras regiones especializadasde la corteza cerebral, como, por ejemplo, la llamadainsula, sugieren que, cuando experimentamos unasensación –como, por ejemplo, un picor, un pinchazo oun cosquilleo– en algún lugar del cuerpo, tiene lugar unaactivación correspondiente en la regiones de la cortezasomatosensorial y de la corteza insular ligadas a esaparte concreta del cuerpo. Nosotros “sentimos” y“sabemos” dónde está siendo tocado nuestro cuerpo sinverlo siquiera, porque ese contacto activa los mapascorporales de nuestro cerebro. En ausencia de esosmapas representacionales de la corteza y de otrasregiones cerebrales que interpretan e integran laexperiencia y le atribuyen, de algún modo, un tonoemocional, el input sensorial desnudo procedente de esaregión no conduce a nada semejante a lo queexperimentamos como sensibilidad, sensación oconocimiento. Es como si todos estos sistemas corporalesy cerebrales determinasen el camino a través del cualsabemos qué, cómo y dónde sentimos en un determinadomomento.

Aun en el caso de que hayamos perdido una parte denuestro cuerpo, ésta todavía forma parte del mapa denuestro cerebro y, en consecuencia, todavía podemossentirla. Por ello, cuando la actividad espontánea de lasterminaciones nerviosas del muñón de un brazo o de unapierna amputados estimula la región del mapa al que

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pierna amputados estimula la región del mapa al queestán conectadas, se genera el fenómeno conocido con elnombre de “miembro fantasma”, es decir, la experienciade que el miembro todavía se halla presente.

Una reciente investigación ha demostrado laextraordinaria maleabilidad que caracteriza a los mapascerebrales del cuerpo. Son mapas que se reorganizan decontinuo en respuesta al aprendizaje, el entrenamiento yla recuperación de las lesiones, lo que hoy en día seconoce como plasticidad del sistema nervioso oneuroplasticidad. Precisamente por ello, en el caso deamputación de un miembro o de un dedo, por ejemplo,la región cerebral asociada a esa parte del cuerpo puedereasignarse a otra región corporal adyacente. Así es comola corteza somatosensorial se ajusta para adaptarse a lascondiciones cambiantes del cuerpo, lo que explica que,al cabo de un tiempo, la activación del rostro o de unaregión cercana a un miembro amputado pueda acabarestimulando la región cerebral anteriormenterelacionada con el brazo y desencadenar, por esa víaexterna, la experiencia del miembro “fantasma”.

Un reciente manual de neurociencia señala que,mientras que el hecho de tener una mayor cortezasomatosensorial dedicada a una parte del cuerpo puederesultar problemático para quien haya perdido unmiembro, para otras personas, como por ejemplo losmúsicos puede ser potencialmente bene cioso. Los

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músicos puede ser potencialmente bene cioso. Losestudios de imagen funcional del cerebro realizados eneste sentido han puesto de relieve, en el caso de losinstrumentistas de cuerda, una activación mucho mayorde la región de la corteza somatosensorialcorrespondiente a los dedos de la mano izquierda (quese ocupan de la digitación) que de la correspondiente ala mano derecha (que, si bien se ocupa de sujetar el arcoy es también muy importante, no experimenta el mismogrado de estimulación sensorial que los dedos de lamano izquierda).

La conclusión general que podemos extraer de losinteresantes experimentos realizados al respecto sugiereque los mapas corticales de los seres humanos y de losanimales son dinámicos y tienen la capacidad deadaptarse a los cambios provocados por la experiencia,especialmente en el caso de que impliquen su uso yaprendizaje repetido. Y esto no sólo es cierto para lacorteza somatosensorial, sino también para la cortezamotora y los mapas corticales visual y auditivo.

De hecho, cada vez hay más pruebas que parecenindicar que nuestros mapas cerebrales y corporales sonmuy uidos y capaces de modi carse de continuo a lolargo de toda nuestra vida, sobre todo en respuesta a lasactividades en las que nos hallamos regularmenteimplicados a lo largo de los días, las semanas, los mesesy los años.1

Pero las cosas no concluyen aquí, porque cada uno deestos mapas cerebrales se halla coordinado e integrado

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estos mapas cerebrales se halla coordinado e integradocon otros sistemas que requieren del concurso, instantetras instante, de un amplio y diverso conjunto de inputssensoriales y propioceptivos para poder ejecutarmovimientos muy sutiles y complejos como, porejemplo, coger y sostener un objeto, golpear una bola debéisbol que se dirige hacia nosotros a una velocidadcercana a los doscientos kilómetros por hora u otrasactividades que requieren una na sensibilidad motora,como coger un clip o movernos de un modo que expresey transmita una emoción, como sucede en el caso de ladanza.

Recientes estudios de imagen funcional llevados a cabocon monjes budistas y otros meditadores que haninvertido miles de horas de práctica de meditaciónintensiva, como los llevados a cabo por RichardDavidson, han puesto de relieve la existencia en ellos deniveles de activación cerebral, de una pauta coherente deactivación entre diferentes regiones cerebrales y de unaestabilidad en las pautas de activación asociadasignoradas por la ciencia hasta hace muy pocos años.

También hemos advertido la presencia de cambioscerebrales positivos en las regiones que controlan lasemociones negativas o destructivas en situacionesestresantes en personas que aprendieron a meditardespués de haber asistido a un programa de PREBAP desólo ocho semanas, cuyos resultados perduraron, almenos, cuatro meses después de nalizado elexperimento. Ésta es otra evidencia de los efectos

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experimento. Ésta es otra evidencia de los efectoscerebrales provocados por el entrenamiento sistemáticoy riguroso de la meditación.

Pero ello no debe hacernos olvidar, volviendo a laexperiencia pura de la sensación –que también se hallapresente, como anteriormente decíamos, en el caso delos sentidos externos–, que todavía ignoramos el modoen que la activación de las terminaciones nerviosas delos hombros, pongamos por caso (que se ocupa depercibir el estímulo sensorial), acaba convirtiéndose enel registro concreto de esa sensación como contacto.Hasta el momento, pues, la ciencia cognitiva carece deexplicación clara del modo en que se genera unadeterminada sensación corporal o la sensación concretade las distintas regiones de nuestro cuerpo. Así pues,todavía sigue siendo un auténtico milagro el modo enque sabemos lo que sabemos y el modo en quegeneramos la experiencia interna de nuestro cuerpo y laexperiencia externa del mundo en que vivimos.

La práctica de la observación del cuerpo supone lamovilización sistemática e intencional de la atenciónhacia las distintas regiones de nuestro cuerpo. Pero pormás notable que sea el modo en que podemos atender aesas sensaciones corporales, todavía resulta mássorprendente el modo, impulsivo o sistemático, en quepodemos dirigir nuestra mente hacia cualquier lugar delcuerpo y cobrar así conciencia de las sensaciones que se

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cuerpo y cobrar así conciencia de las sensaciones que sehallen presentes en ese mismo instante.

Podríamos describir experiencialmente lo quehacemos durante la observación corporal comosintonizar o abrirnos a esas sensaciones, lo que nospermite ser conscientes de lo que ya está desplegándosey que por lo general nos resulta tan evidente, mundano yfamiliar que acabamos desconectando y apenas si somosconscientes de que está ahí –es decir, aquí–. Y, por elmismo motivo, también podemos, obviamente, decir quela mayor parte de las veces apenas si nos damos cuentade que nosotros también estamos ahí –es decir, aquí, enel cuerpo y experimentando el cuerpo–. Pero por máspalabras que usemos, no es posible llegar a expresar ytransmitir la esencia de la experiencia. Y es que, como yahemos dicho, cuando empezamos a hablar de ello, ellenguaje nos obliga a emplear términos que sugieren deforma errónea la existencia de un yo separado que“posee” un cuerpo, lo que acaba sonandoespantosamente dualista.

Porque aunque, en cierto modo, exista –o, al menos,parezca existir– un yo separado que “posee” un cuerpo,tal cosa sólo es cierta en el nivel de la realidadconvencional, en el nivel de la realidad relativa, en elnivel de las apariencias. Así pues, en el dominio de larealidad relativa existe el cuerpo y sus sensaciones(objetos) y existe el perceptor de esas sensaciones(sujeto), dos dominios que parecen separados ycompletamente diferentes.

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completamente diferentes.Pero durante la práctica de la meditación y en ciertas

ocasiones especiales –que, por otra parte, se hallanpresentes y son accesibles en cualquier otro momento entanto que atributos de la conciencia misma–, haymomentos de percepción pura, momentos en los que sediluye toda diferencia entre el sujeto y el objetoaparentes, momentos en los que el sujeto y el objetoacaban disolviéndose en la conciencia. No olvidemos quela conciencia es mayor que la sensación y posee una vidapropia, una vida separada de la vida del cuerpo, aunqueíntimamente ligada a él.

Pero cuando debido a una enfermedad o a una lesión–especialmente a una lesión del sistema nervioso– notenemos un cuerpo completo, nuestra conciencia es muylimitada. El sistema nervioso nos proporciona muchaspuertas de acceso al mundo de los sentidos, pero hayocasiones en que damos por sentadas esas capacidades yapenas si advertimos que toda nuestra vida de relación,tanto interna como externa, depende de ellos. Así pues,no sólo podemos establecer un contacto más profundocon nuestros sentidos, sino que debemos entender quetodo nuestro conocimiento depende de ellos, siincluimos también la mente o la conciencia, a la quebien podríamos considerar como una especie de sextosentido.

Debería ser evidente que cuando observamos nuestrocuerpo, también estamos, de hecho, observandosimultánea e íntimamente el correspondiente mapa del

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simultánea e íntimamente el correspondiente mapa delcuerpo de la corteza somatosensorial y de otras regionescomo la ínsula. A n de cuentas, los mapas y el “cuerpo”no están separados; no son, en realidad, “cosas”diferentes, sino partes de la misma totalidad inconsútilque experimentamos (y de nuevo tropezamos aquí conlas limitaciones impuestas por las palabras) comocuerpo cuando realmente estamos en contacto con él.Por ello, si alguno de nuestros mapas corporalesestuviera dañado o se cortase la relación con ellos,careceríamos de toda experiencia de la sensación otendríamos experiencias muy diferentes.

Pero la introducción de la conciencia intensi ca, dealgún modo, la sensación de integración entre el cerebroy el cuerpo y nos proporciona –o eso es, al menos, loque parece– una mayor perspectiva sobre la experiencia.Quizás este tipo de práctica meditativa provoque unaespecie de reorganización de la corteza somatosensorial,en cuyo caso nuestra conexión con las diferentesdimensiones del paisaje corporal, es decir, nuestraexperiencia del cuerpo, es más re nada, más sutil, mássensible y emocionalmente más matizada. Y ésta es unaconclusión que se ve apoyada por los informespresentados por un gran número de pacientes, según loscuales, el entrenamiento en la atención plena y lapráctica de la observación corporal durante variassemanas provoca cambios muy profundos en su relacióncon un amplio rango de problemas que vanacompañados de dolor crónico (desde el cáncer y las

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acompañados de dolor crónico (desde el cáncer y lasenfermedades cardíacas hasta la experiencia del miedo yla imagen corporal).

No es infrecuente, por tanto, que la práctica de laobservación de las sensaciones corporales vayaacompañada de una intensi cación del dolor corporal yde las sensaciones procedentes de determinadas regiones.Al mismo tiempo, las sensaciones, sean cuales sean ytengan la intensidad que tengan, también pueden, en elcontexto de la práctica de la atención plena, ser másagudas y más exactas o, dicho de otro modo, menossusceptibles de interpretación y de juicio y de reaccionessuperpuestas, como la aversión y la correspondientetendencia a huir, a escapar.

La observación corporal nos familiariza con lassensaciones y nos hace más conscientes de la relaciónexistente entre las sensaciones y nuestra conciencia deellas. No es infrecuente que, como consecuencia de todoello, nos veamos –independientemente de que lassensaciones sean más intensas–menos perturbados operturbados de un modo diferente, de un modo mássabio. La conciencia nos enseña a dejar las cosas talcomo son, sin desencadenar tantas reaccionesemocionales y tantos pensamientos. A veces hablamos dela conciencia y del discernimiento discriminativo y hastade “desacoplar” naturalmente la dimensión sensorial dela experiencia del dolor de sus dimensiones emocional ycognitiva, y hay veces incluso en que, a lo largo delproceso, puede disminuir la intensidad misma de las

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proceso, puede disminuir la intensidad misma de lassensaciones. En cualquiera de los casos, sin embargo,resultan menos obsesivas y menos debilitantes.

Parece que cuando la conciencia se da cuenta de lassensaciones sin juzgarlas ni reaccionar ante ellas, sananuestra visión del cuerpo y podemos asumir, al menosen cierta medida, la situación presente de un modo queno erosiona nuestra calidad de vida, aunque noshallemos sumidos en el dolor o la enfermedad. Enrealidad, la conciencia del dolor pertenece a un dominiocompletamente diferente del hecho de vernos atrapadospor el dolor y luchando contra él. Por ello adentrarnosen ese dominio supone un alivio y un consuelo. Ésta es,en sí misma, una experiencia muy liberadora, unaliberación profunda, en ese momento al menos, de laforma en que experimentamos el dolor cuando no locontemplamos como pura sensación. Y aunque no setrate, en modo alguno, de una cura, supone unaprendizaje, una apertura, una aceptación y una formamás adecuada de gestionar los altibajos que antes nosresultaba completamente inaccesible.

Por ello, sea cual sea la situación en que se encuentrenlas personas que se acercan a la Stress Reduction Clinic ysea cual sea el dolor, el sufrimiento y la desesperaciónque estén experimentando, solemos decirles que lapráctica sincera de la meditación les ayudará a trabajarcon su situación, algo muy pequeño, pero en ocasionesmuy importante.

La vida responde a la atención sabia de formas muy

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La vida responde a la atención sabia de formas muynotables debido en parte a la gran plasticidad que poseeel sistema nervioso. Pero la atención sabia exige que,cuando nos enfrentemos a los grandes retos que nosdepara la vida, especialmente a los que nos aportan mássufrimiento y más dolor, estemos dispuestos, más allá denuestra confusión, de nuestro dolor y hasta de nuestradesesperación, a emprender un trabajo que nadie, pormás que nos quiera y por más que desee ayudarnos,puede hacer por nosotros.

En el dominio de la experiencia interna y de laexperiencia externa, las cosas resultan, en cierto modo,accesibles, pero lo son mucho más –y a veces sólo– si esuno el que emprende y lleva a cabo el trabajo. El cultivode la atención que nos permite degustar la libertad de lamente condicionada es, en mi opinión, el trabajo másdifícil del mundo.

Pero ¿qué otra cosa, a n de cuentas, podemos hacer?Lo que, en última instancia, nos jugamos es nuestrapropia vida y, por esa misma razón, no sólo se trata deun gran reto, sino de un trabajo profundamentesatisfactorio. Permanecer atentos de manera no reactiva ysin juicios, sobre todo cuando podríamos escuchar elmiedo, la soledad, la confusión y el dolor físico quesuelen acompañar a esos estados mentales, resulta dehecho intrínsecamente satisfactorio. Esos estadosmentales y corporales son accesibles y, en últimainstancia, profundamente curativos.

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Hay veces en que cuando estoy practicando laobservación corporal tengo la sensación,independientemente de que experimente o no dolorcorporal, de estar observando el cuerpo, la cortezasomatosensorial y otros mapas relacionados que generanla sensación de estar “en” el cuerpo. Entonces estoyrealmente alimentando mi cerebro y ejercitándolo unaforma parecida al modo en que mi perro ejercita sucorteza olfativa cuando husmea el mundo. Así es comoobservo mi cuerpo y cobro conciencia de mi respiración,entregándome a todos los sentidos, por más intensos odébiles que puedan ser. Entretanto, mi respiraciónolfatea el mundo que me rodea a través de lapropiocepción y de la interocepción, la sensación de lapresencia y de la posición del cuerpo en el espacio, suestado interno y lo que, en ese mismo instante, discurrepor la mente. Entonces puedo dirigir mi conciencia a lospies, los tobillos, las rodillas, las piernas, la pelvis eincluso la totalidad del cuerpo. Todo eso me alimenta y,sin la menor duda, armoniza y quizás incluso, comodicen los neurobiólogos, activa, mi cortezasomatosensorial. Es muy posible, por tanto, que este tipode trabajo regular contribuya al desarrollo de ciertasregiones de la corteza somatosensorial y otras regionesasociadas.

Me parece muy interesante, independientemente deque las futuras investigaciones corroboren o no estehecho, desarrollar estas conexiones y familiarizarnos con

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hecho, desarrollar estas conexiones y familiarizarnos conestos homúnculos, movilizando así nuestras cortezassensorial y motora y nutriendo, en cierto modo, nuestrosistema nervioso. Creo que es muy importante enseñar ala mente a habitar el cuerpo, permitiendo que nuestraexperiencia de la vida discurra de forma paralela a lavida del cuerpo y se despliegue en él, pero no como unestado jo y predeterminado, sino como una corrientevital que se despliega instante tras instante.

De este modo, la experiencia corporal nosproporciona una oportunidad para desarrollar unasensación estable y segura que no corra el riesgo de verseeviscerada por nuestra ignorancia, que nos despoja de lomás familiar y cercano a casa y acaba alienándonos delmundo, de nuestra vida, de nuestras posibilidades y hastade nosotros mismos.

Parafraseando a James Joyce en Dublineses: «Mr. Duffyvivía a poca distancia de su cuerpo», una residencia que,lamentablemente, parecemos compartir muchos denosotros. Dar por sentado el milagro de la encarnaciónes un auténtico desastre y, precisamente por ello, resultamuy curativo restablecer el contacto con nuestro cuerpo.

Pero, para ello, debemos ejercitarnos en establecercontacto con nuestros sentidos y, de ese modo, acabarrecuperándolos…

Una empresa que debemos acometer con un espírituaventurero.

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1. Cierto estudio comparativo del cerebro de taxistas londinensesexperimentados y de quienes se hallaban en proceso de obtenciónde la licencia de taxista ilustra perfectamente el caso de la neu-roplasticidad motivada por la experiencia. El estudio en cuestiónpuso de relieve la presencia, en los taxistas experimentados, de unhipocampo posterior y anterior mucho mayor y mucho menor,respectivamente, que en el caso de quienes todavía no habíanaprendido a moverse con facilidad por el laberinto medieval de lascalles de Londres. Hay que decir que la parte posterior delhipocampo desempeña un papel muy importante en la orientaciónespacial y parece ensancharse para poder así “contener” mejor elcallejero de Londres, el conocimiento de todas las glorietas, de lascalles de un solo sentido y de las complejas pautas del tráfico. Noresulta desacertado, por tanto, suponer la hipótesis de que laobservación corporal repetida propiciase, de manera parecida, eldesarrollo de la corteza somatosensorial y de otras regionescerebrales asociadas. A fin de cuentas, la práctica posibilita unmayor contacto con el cuerpo que bien podría contribuir areorganizar nuestro cerebro. No olvidemos que nuestro cuerpo esmucho más complejo que el trazado de las calles de Londres al que,curiosamente, los taxistas denominan “el conocimiento”.

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LA PROPIOCEPCIÓN.LA SENSACIÓN CORPORAL

Ciertos traumas físicos pueden impedirnos el acceso atodas o algunas de nuestras sensaciones corporales. Laslesiones de la médula espinal, por ejemplo, puedenlimitar o interrumpir la conexión neuronal existenteentre el cuerpo y el cerebro, paralizando a la persona eincapacitándola para registrar las regiones de su cuerpoque se hallen controladas por los nervios espinalesubicados en un nivel inferior al de la lesión. Éste es unproblema que afecta por igual a las vías sensoriales queconectan el cuerpo con el cerebro como a las víasmotoras que conectan el cerebro con el cuerpo. Esto fueprecisamente, como veremos en el siguiente capítulo, loque le sucedió al actor Christopher Reeve a consecuenciade una lesión cervical provocada por la caída de uncaballo.

Hace ya unos años, el neurólogo Oliver Sachs nospresentó a una joven a la que una polineuritis (unainflamación neuronal) inusual de las raíces sensoriales desus nervios espinales y craneales acabó despojando de ladimensión sensorial de la experiencia corporal. Estain amación que, lamentablemente, acabó propagándose

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in amación que, lamentablemente, acabó propagándosea todo su sistema nervioso, se vio provocada, en su caso,por la administración preventiva de un antibiótico antesde una intervención para extraerle un cálculo biliar.

La única sensación corporal que esa mujer (a la queSachs llamó Christina) podía registrar era el contactomuy leve. Sólo percibía las sensaciones leves detemperatura y de dolor y el roce de la brisa sobre su pielmientras se desplazaba con un descapotable. Habíaperdido la sensación de tener un cuerpo, de habitar sucuerpo, de lo que, técnicamente hablando, se denominapropiocepción y que, en opinión de Sachs, es «ese sextosentido vital, en cuya ausencia, el cuerpo se convierte enalgo ajeno e irreal». Christina, en suma, carecía de todasensación muscular, tendinosa y articular, no teníapalabras para describir su estado y, como hemos vistoque ocurre en el caso de los ciegos y los sordos, sólopodía describir su experiencia recurriendo a analogíasderivadas de otros sentidos.1

«Siento que mi cuerpo es ciego y sordo a sí mismo[…], no tengo ninguna sensación de mi cuerpo». SegúnSachs: «Christina sale siempre que puede y le encantanlos coches descapotables, porque le proporcionan unaocasión para experimentar el aire en su cuerpo y en surostro (ya que la sensación super cial, es decir, el leveroce, sólo está un poco deteriorado)». «Es maravilloso –dice–. Cuando siento el aire en mis brazos y en mi cara,sé, por lo menos vagamente, que tengo brazos y cara. Sémuy bien que no es lo que debería ser, pero, por lo

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muy bien que no es lo que debería ser, pero, por lomenos, descorre, durante unos instantes, el espantosovelo que supone esta especie de muerte.»

La pérdida de la propiocepción va acompañada deuna desconexión de lo que Sachs denomina el anclajefundamental de la identidad, es decir, de la sensaciónencarnada de ser y tener una identidad corpórea «porqueChristina tiene este sentimiento general, esta“de ciencia” de la sensación de individualidad que, conel paso del tiempo y la adaptación, ha idodisminuyendo». Los sentidos de la vista y del oído laayudan a tener un cierto control externo sobre laubicación de su cuerpo y sobre su capacidad devocalizar, pero debe realizar todos sus movimientos conuna atención muy deliberada y consciente. En cualquierade los casos, «tiene una sensación concreta,orgánicamente asentada, de ausencia de cuerpo quesigue siendo, hoy en día, tan grave y extraña como el díaen que la experimentó por vez primera. A diferencia dequienes se ven paralizados por una lesión en la partesuperior de la médula espinal –que también pierden elacceso a las sensaciones propio-ceptivas–, “Christina,aunque “desencarnada”, anda y se mueve».

Pero como sucede con la pérdida de identidad de losenfermos de Alzheimer, que nada tiene que ver con laausencia de identidad egoica, la pérdida del anclajepropioceptivo tampoco resulta, en modo alguno,liberadora. No se trata de la iluminación, de ladisolución del ego ni del abandono de la identi cación

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disolución del ego ni del abandono de la identi cacióncon el cuerpo, sino muy al contrario, de un procesopatológico –y, en última instancia, destructivo– queacaba despojando al individuo de lo que Sachs, citandoal lósofo Ludwig Wittgenstein, denomina «principio yfundamento de todo conocimiento y de toda certeza».Ésa es una pérdida para la que carecemos de palabras,especialmente cuando el cuerpo todavía puede moverse,porque nos resulta inconcebible.

Los aspectos más importantes de las cosas permanecen ocultosdebido a su simplicidad y familiaridad (porque somos incapacesde percibir lo que continuamente se halla delante de nosotros). Elverdadero fundamento de la investigación no es, ni mucho menos,evidente.

Ésta es la cita de Wittgenstein con la que Sachs iniciasu relato sobre ese sexto sentido, tan evidente que nossuele pasar desapercibido y que es la sensación denuestro cuerpo en el espacio. Se trata de algo tanpróximo a nuestra sicalidad, a nuestra “presencia”física, a nuestra sensación corporal y, en consecuencia, anosotros, que no solemos advertir ni reconocer el papelfundamental que desempeña en nuestra construcción delmundo y de nuestra sensación de identidad.

La práctica de la observación del cuerpo tiene que vercon la sensación propioceptiva a la que se refiere Sachs yque Christina perdió, la sensación de poseer un cuerpo y,dentro de la totalidad inconsútil del universo corporal, lasensación de sus distintas partes que, hasta cierto punto,

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sensación de sus distintas partes que, hasta cierto punto,podemos aislar, observar y “habitar”. Esta práctica nospermite rescatar el cuerpo de la nube de ignoranciagenerada por una familiaridad que suele llevarnos adarla por sentada. De este modo, y sin tratar de cambiarnada, comenzamos prestándole nuestra atención, nuestroaprecio y nuestro amor. Así es como vamosadentrándonos poco a poco en el universo misterioso ysiempre cambiante del cuerpo, que si bien con guranuestra interioridad más profunda, no está, en modoalguno, dentro de nosotros.

Es muy importante, cuando aspiramos a la curación ycreemos en esa posibilidad, aunque remota, estardispuestos a rescatar el cuerpo de la absorción narcisistaen uno mismo y del olvido de lo evidente. Este tipo detrabajo cotidiano nos permite restablecer el contacto conla fuente misma de nuestra humanidad, con nuestrocorazón.

Cuando somos conscientes de los sentidos, losllenamos de vida. Todos hemos experimentado, enalguna que otra ocasión, momentos de una vivacidadextraordinaria. Y ello implica, en el caso de lapropiocepción, estar dispuestos a prestar una atencióndisciplinada, amorosa y diligente al cuerpo –por másque, al comienzo, no ocurra nada especial– durante días,semanas, meses e incluso años. Porque lo cierto es que elcuerpo, ciertamente a su modo y como mejor puede,nunca deja de escuchar y responder.

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1. Véase “La dama desencarnada” en El hombre que confundió a sumujer con un sombrero, de Oliver Sachs, una compilación dehistorias clínicas extraídas de su experiencia práctica comoneurólogo.

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LA NEUROPLASTICIDADY LOS LÍMITES DESCONOCIDOS

DE LO POSIBLE

Lo difícil lo hacemos hoy. Para hacer loimposible tardamos un poco más.

Lema del cuerpo de ingenierosdel ejército de Estados Unidos

Quiero pensar que este lema, más que expresar unaactitud arrogante, machista y rebosante de hubris, re ejauna mente y una actitud abiertas y dispuestas aenfrentarse a situaciones que nuestros viejos hábitosmentales condicionados descartan prematuramente comoinalcanzables.

No son pocas las veces en que, en nuestra experienciapersonal, dejamos de lado como imposibles cosas queposteriormente se habían revelado al alcance de lamano. No hace tanto tiempo que atravesar el océano era,por ejemplo, una proeza inalcanzable. Y lo mismopodríamos decir también con respecto al hecho de volar

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podríamos decir también con respecto al hecho de volaro de acabar con la política sudafricana del apartheid eimplantar la democracia sin necesidad de una guerracivil.

Jamás sabremos realmente lo que es posible en losámbitos de la mente y del cuerpo, por más que noshallemos frente a una lesión o una enfermedad grave yfrente al daño y los problemas que de ello puedanderivarse. Esto, resulta sobbre todo cierto cuando nosenfrentamos de manera atenta y deliberada a los retosaparentemente insuperables que la vida nos depara.

Veamos ahora el caso de Christopher Reeve, el famosoactor y director de cine que representó el papel deSuperman y mostró una tenacidad, determinación ygenerosidad ejemplares ante una situación de la que, enmodo alguno, podía escapar. Paralizado a causa de lalesión cervical provocada por una caída de caballo en1995, los médicos le dijeron que jamás podría volver amover el cuerpo por debajo del cuello. Pero por másque su situación fue descrita como el “peor escenarioposible”, los cambios provocados por el aprendizaje y elejercicio repetido en los mapas cerebrales de la cortezasomatosensorial y de la corteza auditiva de ChristopherReeve «han puesto en cuestión –en opinión del doctorMichael Merzenich, de UCSF, un pionero en lainvestigación de la neuroplasticidad– nuestras creenciassobre la capacidad del cerebro y de la médula espinalpara recuperarse de una trauma de tal envergadura».

Hasta hace muy poco, la neurología consideraba como

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Hasta hace muy poco, la neurología consideraba comoun dogma la imposibilidad de recuperarse de laslesiones neurológicas de la médula espinal, porquesuponía que las neuronas seccionadas no pueden volvera conectarse y restablecer el camino que conecta elcerebro con el cuerpo. Para que la corteza motora y otroscentros cerebrales ligados al movimiento puedancontrolar los músculos del cuerpo, para que el cuerpoproporcione un feedback propioceptivo de lo quesucede durante el movimiento y para que transmitasensaciones ligadas al tacto a la corteza somatosensorialy a otros centros cerebrales encargados de dar sentido almundo físico, esas vías deben hallarse intactas. Pero loscambios provocados por las nuevas terapias enChristopher Reeve y otras personas que han padecidouna lesión medular o un derrame cerebral estándesmintiendo este dogma y alentando una revoluciónsilenciosa en el ámbito de la rehabilitación, al tiempoque amplían las implicaciones y la relevancia clínica dela neuroplasticidad para el cuerpo y sus funcionessensoriales y motoras.

La lesión sufrida por Reeve seccionó, a nivel cervical,no menos de tres cuartas partes de las bras nerviosas desu médula espinal y la cuarta parte restante dejó defuncionar. Así fue como se vio completamenteparalizado de cuello para abajo, incapaz de sentir y demoverse, e incluso de respirar sin la ayuda de unrespirador debido a que la lesión afectó también a losnervios que controlan el movimiento del diafragma. Por

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nervios que controlan el movimiento del diafragma. Porello, durante los primeros cinco años posteriores alaccidente, Reeve se vio obligado, para no perder masamuscular y movilizar la circulación de la sangre, arecurrir a la estimulación eléctrica pasiva. También pasóun tiempo tendido en una camilla que podía inclinarseverticalmente para aumentar así su densidad ósea ypromover la circulación sanguínea y permaneciósuspendido de un arnés sobre una cinta andadora. Todosesos fueron intentos de despertar su cuerpos que, pese ano tener refrendo clínico alguno y no ir acompañados deninguna mejora manifiesta, se negó a abandonar.

Al cabo de cinco años de no experimentar cambioalguno en su estado físico y de otras muchascomplicaciones médicas que pusieron en peligro su vida,Reeve emprendió, con la ayuda de médicos y cuidadores,lo que sólo podemos cali car como un programasuprahumano al que se conoce como “rehabilitaciónbasada en la actividad” o ABR [activity-based recovery],que consiste en la movilización pasiva de su cuerpo através de la estimulación eléctrica asistida por ordenadorde sus piernas en una bicicleta estática reclinada, unejercicio que realizaba, a un ritmo de tres milrevoluciones por hora, durante una hora al día, tres díasa la semana. También inició un programa rotativo deestimulación eléctrica de los principales gruposmusculares de los brazos y el tronco. A partir de undeterminado momento, emprendió con regularidadsemanal un programa de hidroterapia que le permitía

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semanal un programa de hidroterapia que le permitíamoverse y ser movido por un sioterapeuta y, de esemodo, ejercitar el cuerpo sin tener que luchar contra lagravedad y empezó a realizar ejercicios respiratorios.Según decía, este programa intensivo de ejerciciospasivos asistidos mantenía su fortaleza muscular yelevaba su estado de ánimo.

Casi seis años después de no tener ninguna sensacióncorporal y ningún control voluntario del movimiento yun año después de haber emprendido el programaintensivo ABR, descubrió, una buena mañana, que podíamover el dedo índice de su mano izquierda.

Este pequeño indicio de la posibilidad de recuperar elmovimiento jalonó el comienzo de un lento proceso derecuperación de las sensaciones y del control motor quesiguió desarrollándose durante los tres años siguientes.Re exionando sobre lo ocurrido ese día, Reeve dijo:«Aunque mi primera reacción fue la de frenar elentusiasmo, no puedo negar que, internamente, tenía laesperanza de que, si podía mover mi dedo a voluntad,tal vez pudiera también, si me esforzaba lo su ciente,hacer lo mismo con el resto de mi cuerpo… Por ellodecidí intensificar el programa de ejercicios».

Debemos señalar que Reeve ni siquiera tenía acceso alas leves sensaciones que Christina, la paciente de la quehemos hablado en el capítulo anterior, no había perdido.Por ello, cuando hablaba de “mi cuerpo”, se refería mása una idea y a un recuerdo que a algo que estuvieraexperimentando en el momento presente…, hasta el

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experimentando en el momento presente…, hasta elmomento, obviamente, en que su dedo empezó amoverse.

Ese movimiento se vio acompañado de un nuevo nivelde conexión, porque entonces dejó de ser un meroapéndice inmóvil y despojado de toda sensación quepodía ser visto pero no sentido y volvió de nuevo aconvertirse en “su” dedo. Bien podríamos decir que eldía en que pudo volver a moverlo deliberadamente eldedo recuperó la vida. Y lo mismo ha sucedido, desdeentonces, con otras partes de su cuerpo.

Resulta difícil imaginar la con anza, resolución,disciplina e implacable concentración que se necesitapara seguir ejercitando día tras día y mes tras mes uncuerpo que ya no puede sentirse, sin experimentar elmenor “avance” y nadando, metafóricamente hablando,contra la corriente de una visión clínica que insiste una yotra vez en la nula esperanza de éxito.

Pero como evidencian los informes clínicos, el avanceexperimentado por Reeve ha sido extraordinario. Hoy endía, tres años después de haber comenzado el programade recuperación basado en la actividad, Reeve haexperimentado una mejora de dos grados en la escala delesiones de la médula espinal, un progreso antesimpensable en alguien que padeciese una lesión tangrave como la suya. Aun en ausencia de recuperación dela funcionalidad, esas primeras respuestas se vieronacompañadas de mejoras espectaculares, un aumento dela masa muscular y de la densidad ósea, una mayor

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la masa muscular y de la densidad ósea, una mayorresistencia cardiovascular y una clara reducción de laespasticidad muscular. Estos cambios físicos mejoraronde forma extraordinaria la salud y la calidad de vida deReeve, al tiempo que disminuyeron también laincidencia de infecciones que precisaran del uso deantibióticos. También desapareció la osteoporosis gravecausante de las fracturas del fémur y del húmero, dos delos huesos más largos del cuerpo, y su densidad ósea notardó en recuperar el nivel normal que tenía antes delaccidente.

Poco tiempo después comenzó lo que los médicoscali caron como una mejora funcional o, dicho en otraspalabras, una recuperación de la sensación y del controlmotor, que se había iniciado el mismo día en que pudovolver a mover su dedo. Las mejoras prosiguieron y,veintidós meses después de haber empezado elprograma de ejercicios, su sensación táctil habíamejorado hasta el punto de alcanzar el 52% de lonormal, una tasa que, seis meses después, llegó al 66%.Además de recuperar las sensaciones de contacto leve yde pinchazo (dolor), Reeve también recuperó lacapacidad de percibir vibraciones, de diferenciar el fríodel calor e incluso, sorprendentemente, lapropiocepción, que ahora le permite saber cuándo debecambiar de postura para evitar la irritación y las llagasprovocadas por la interrupción del ujo sanguíneo.Cuando en 2002, sus médicos presentaron su informeclínico,1 cerca del 70% del cuerpo de Reeve se hallaba

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clínico, cerca del 70% del cuerpo de Reeve se hallabaactivamente representado en su cerebro, lo que signi caque la información sensorial uía de nuevo desde laperiferia de su cuerpo (desde su piel, sus músculos, sushuesos y sus articulaciones) hasta su corteza cerebral o,dicho en otras palabras, que los mensajes procedentes desu corteza motora llegaban de nuevo a sus brazos,piernas y otras partes de su cuerpo.

Reeve también experimentó una mejoría de veintepuntos en la puntuación motora (de 0 a 20 en una escalaque va de 0 a 100), lo que se tradujo en una mayormovilidad en la mayoría de las articulaciones, incluidoslos codos, las muñecas, los dedos, las caderas y lasrodillas. De este modo, aunque la mayor parte de losmúsculos de sus piernas todavía no eran capaces deoponerse a la gravedad, ya le permitían ponerse de pie eincluso caminar en la piscina, donde podía ejercitaradecuadamente la musculatura de los brazos, las piernasy el tronco. También fue capaz de respirar sin elventilador durante más de una hora, aunque todavíasigue dependiendo de él.

«Creo –dice Reeve– que el ejercicio prolongado haacabado despertando las vías nerviosas dormidas», algoen lo que sus médicos parecen coincidir, hasta el puntode que actualmente están desarrollando teorías paraexplicar su respuesta al programa de ejercicio intensivo,como se sabe que ocurre con los complejos circuitosneurológicos de los bebés y los niños como respuesta almovimiento. Y es que aunque al llegar a la adolescencia

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movimiento. Y es que aunque al llegar a la adolescenciase pierda gradualmente la plasticidad neuronal delsistema nervioso, ésta no parece desaparecer del todo.Según el neurólogo John W. McDonald, de la Facultadde Medicina de la Universidad de Washington en SanLuis (Misuri), muchas lesiones de la médula espinaldejan indemnes, aunque conmocionados, ciertos tractosneuronales ascendentes (que van desde el cuerpo hasta elcerebro) y descendentes (que van desde el cerebro hastael cuerpo). En ausencia de actividad, esas bras acabanatro ándose y la persona termina en una silla de ruedas,pero cuando los músculos se ven estimulados medianteelectrodos y ejercitados de la forma adecuada, pueden,en ocasiones, llegar a revivir parcialmente.

Una forma de alentar la plasticidad del cerebro adultoy del cuerpo consiste en dividir el aprendizaje enpequeños pasos. Pero, según el doctor Merzenich, laactividad también debe interesar al individuo, porquecuando se trata de un ejercicio soporífero no se activanlos mecanismos de plasticidad del cerebro. Según uninforme publicado el 22 de septiembre de 2002 en elNew York Times, la atención pone en marcha el sistemade circuitos de recompensa que alientan la plasticidad.

El progreso de la recuperación experimentado hasta lafecha por Reeve ha tenido, como fácilmente podemosimaginar, un impacto que ha transformado por completosu vida. El informe presentado por sus médicos ochoaños después de su accidente y tres años después dehaber emprendido el programa de recuperación basado

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haber emprendido el programa de recuperación basadoen la actividad a rma, por ejemplo, que ha podidopermanecer fuera del hospital más de tres años y medio.«No era infrecuente, antes de eso, la presencia decoágulos de sangre, neumonías, pulmones encharcados,úlceras de decúbito (llagas de presión) y otras afeccionesserias, incluido un tobillo infectado que amenazaba laamputación de mi pierna. Mi vida era muy azarosa,porque nunca sabía lo que me ocurriría a continuación.En los últimos dos años, sin embargo, he acabadocon ando en mi salud. Ahora ya no necesito antibióticos,mi peso se halla bajo control y puedo permanecersentado en la silla durante quince o dieciséis horas sinproblemas. Y si tenemos en cuenta que soy un ventiladordependiente [con una lesión en el nivel de la segundavértebra cervical], yo diría que probablemente meencuentro en la mejor de todas las condiciones posibles.Puedo trabajar y viajar de un modo que resulta muysatisfactorio. El siguiente paso consistirá en dejar dedepender del ventilador.»

Y eso fue precisamente lo que ocurrió durante untiempo después de sufrir una intervención experimentalpara instalarle un estimulador diafragmático(esencialmente un marcapasos para los pulmones), quele permitía respirar durante largos períodos de tiemposin necesidad de emplear el respirador y fortalecer así lamusculatura diafragmática. Como resultado de todo ello,hoy en día es capaz de respirar, por vez primera en ochoaños, por la nariz y por la boca y de hablar naturalmente

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años, por la nariz y por la boca y de hablar naturalmentesin recurrir al respirador. También ha recuperado lasensación olfativa, que perdió del todo después delaccidente e identi ca con facilidad, según las pruebasque ha llevado a cabo el equipo médico que se ocupa desu caso, el aroma del café, de la menta y de las naranjas.

«Me gustaría una recuperación funcional más útil,porque, si bien puedo mover los brazos, los dedos y laspiernas, todavía estoy postrado en esta silla de ruedas.Espero seguir mejorando para poder usar en otra silla deruedas que me permita más libertad de movimientos ydepender así menos que ahora de los demás.

»Ahora puedo alcanzar con más facilidad mis objetivosvitales –a rma–, porque puedo desplazarme donde mediga el productor de la película que esté dirigiendo y dartambién conferencias, lo que forma parte de miprofesión. Ahora soy una persona con la que se puedecontar y estoy también libre de las infecciones y otrasenfermedades que, en el pasado, me impedían cumplircon mis obligaciones. Resulta muy liberador saber quepuedo comprometerme y que la enfermedad no meimpedirá asumir mis compromisos.

»El impacto [de la recuperación] en mi vida cotidianaha aumentado mi movilidad y mi capacidad respiratoria.Un problema mecánico del ventilador hubiera sido, en1995, 1996 y 1997, una experiencia espantosa, porquerealmente no podía respirar. Hoy en día, sin embargo,

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realmente no podía respirar. Hoy en día, sin embargo,puedo respirar perfectamente y, cuando lo hago, empleola técnica correcta moviendo el diafragma, unacapacidad a la que me permitió acceder el ejercicio y elentrenamiento. Éste es el aspecto más consolador de mirecuperación, el factor seguridad.

»También he experimentado una tasa de recuperaciónde las sensaciones corporales de debajo del cuello desde0 hasta cerca del 65% [de lo normal]. Y lo que másimportante me parece de las sensaciones es el contactocon los demás. Resulta sorprendente la importancia quetiene poder sentir a la que persona que te toca ya que,en tal caso, se trata de una sensación mucho mássignificativa.

Aspiro a crear una masa muscular adecuada como unaforma de establecer las condiciones más apropiadas parala recuperación, que es el objetivo a largo plazo. Peropor encima de todo la masa muscular resulta esencialpara cualquier movimiento, para que tu sistemacardiovascular pueda funcionar bien y también tienemucho que ver con el mantenimiento de la adecuadadensidad ósea. Es peligroso, cuando uno tiene muydébiles los músculos de la pierna, empezar a trabajarcon la mesa basculante porque, en tal caso, las piernasno tienen su ciente apoyo. Eso fue algo por lo que tuveque pasar, porque ignoraba que padecía una graveosteoporosis, que he conseguido superar por completogracias al ejercicio y a una adecuada dosis de calcio.Ahora tengo los huesos como los tenía a los treinta años

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Ahora tengo los huesos como los tenía a los treinta años[hay que decir que, en el momento de la entrevista,Reeve tenía cincuenta años]. Me parece muy importanteque los médicos reconozcan la posibilidad de invertir laosteoporosis que acompaña a las lesiones de la médulaespinal. Pero ahí no termina todo, porque también esmuy importante, en lo que respecta a mi propia imagen,mirar mis piernas y no ver un par de deos. De hecho, eltamaño de mis piernas y de mis bíceps es casi el mismoque tenía antes de la lesión, hace ya siete años, algo queme hace sentir muy bien.

»Ahora puedo salir con mi familia… y ver cómojuegan mis hijos y mis amigos. Puedo estar muy cerca deellos sin participar, pero también he aprendido adisfrutar viendo cómo juegan los demás. Y yo tambiénparticipo de ese juego, aunque no, obviamente, delmismo modo en que antes solía hacerlo.

»Creo que todo este progreso es un augurio muypositivo de lo que todavía nos queda por conseguir…Tengo la esperanza de recuperar cuanto antes lanormalidad. Ésta es una expectativa que no quieroabandonar, algo que quizás se re eje en el hecho de que,en los siete años que han transcurrido desde el momentode mi lesión, jamás he tenido un sueño en el que me veacomo una persona incapacitada. Quiero recuperar cuantoantes mi vida.»

En abril de 2004, Reeve experimentó varios

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En abril de 2004, Reeve experimentó variosdesalentadores contratiempos. Su cuerpo rechazó, trasuna serie infecciones y neumonías, el marcapasosdiafragmático y ha necesitado recurrir de nuevo al usodel respirador. Ya no puede seguir trabajando en lapiscina y no puede, por tanto, continuar con el programade rehabilitación. También es incapaz de practicar con lacinta andadora y, la primera vez que lo intentó, serompió el fémur. Pero aunque ahora tenga una placametálica y quince tornillos en la pierna, no ha perdido,sin embargo, la esperanza y le complace haber sido unpionero cuya experiencia puede ser de utilidad a otraspersonas. En este sentido, dice haber sido la segundapersona del mundo a la que se le ha implantado unmarcapasos diafragmático, y aunque en su caso no haservido, ya ha permitido a siete pacientes dejar de usarel ventilador arti cial. Su experiencia también hacontribuido a incluir en el protocolo de tratamiento delos pacientes con lesiones medulares la evaluaciónrutinaria de la osteoporosis antes de permitirles ejercitarcon la cinta andadora y está muy satisfecho de que suexperiencia pueda servir para mejorar la calidad de vidade quienes se ven obligados a atravesar una situaciónsemejante a la suya.

Es evidente que el interés de Reeve en el programa derehabilitación no es estrictamente egoísta. Desde elmismo momento de su lesión, se ha convertido en unportavoz y en una auténtica inspiración para personascon lesiones medulares y ha transmitido el mensaje de

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con lesiones medulares y ha transmitido el mensaje deque “la lesión física no acaba con la vida y que todavíaes posible vivir una vida plena e interesante”. Ha creadouna fundación para promover la investigación ypresionar al congreso para que apoye la investigaciónsobre el tratamiento de la parálisis. También viajamucho, se reúne con personas y familias afectadas porlesiones de la médula espinal y pronuncia conferenciassobre el tema.

Como todos nosotros, Christopher Reeve desconoce –hasta hoy en día–cuáles son exactamente los límites de loposible. Por ello se mantiene rmemente resuelto aseguir su camino y trabajar con su cuerpo y con sumente, instante tras instante y día tras día, en lasfronteras de lo posible, sin olvidar cuáles son susobjetivos a largo plazo, pero centrándose en el ahora yen los retos que le presenta el momento presente. Dadoel nivel de tragedia que ha impregnado su vida y losimpedimentos y contratiempos que ha experimentado,podía haber caído fácilmente en la desesperación, laimpotencia, la auto-compasión y el aislamiento. El hechode que haya asumido el reto de trabajar con su situación,manteniendo la esperanza y permaneciendo asentado ensus relaciones y en su trabajo es un testimonioconmovedor del poder sanador de una mente quetrabaja armónicamente con el cuerpo con el adecuadoapoyo y cuidado médico y esforzándose en movilizar,con ar y ampli car las capacidades naturales deautorregulación y recuperación del cuerpo, aun cuando

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autorregulación y recuperación del cuerpo, aun cuandoel resultado sea incierto o hasta se niegue su mismaposibilidad.

Y Reeve no está solo en estos intentos, porque laspersonas que han sufrido lesiones medulares, ataques uotros daños neurológicos están haciendo inesperadosavances en los centros de rehabilitación de todo elmundo, recurriendo a técnicas muy creativas, como, porejemplo, la que inmoviliza el brazo funcional para queel paciente se vea obligado a emplear el brazo dañadopara enfrentarse a las tareas cotidianas o permanecersuspendido de un arnés para poder ejercitarse sobre unacinta andadora. La práctica de la rehabilitación tambiénestá apelando al uso de robots para que los pacientesparalizados puedan ejercitar el caminar. Este tipo detécnicas han servido para que un 5% aproximado deparapléjicos que tenían muy pocas sensacionesprocedentes de la parte inferior de sus cuerpos y ningunafunción motora puedan hoy caminar distancias cortas sinayuda de nadie o usando andadores, un hito notable enel camino de “aprender a vivir de nuevo dentro de uno”,el verdadero significado del término “rehabilitación”.

¿Encierra acaso todo esto algún mensaje interesantepara quienes no sufrimos de ninguna minusvalía? Yocreo que sí. El aeróbic y el ejercicio de la musculaturaesquelética, que mantiene el cuerpo adecuadamenteregulado, toni ca y sintoniza tanto el sistema nerviosocomo el muscular. No existe la menor duda de que estoes cierto a cualquier edad y muy especialmente cuando

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es cierto a cualquier edad y muy especialmente cuandoenvejecemos. Más allá, sin embargo, del ejercicio, lacombinación de atención, determinación y amor por lavida y la disposición a trabajar en la misma vanguardiade nuestras capacidades físicas y emocionales puede serel ingrediente secreto que nos permita trabajar con lasituación en la que nos encontremos, cualquiera que sea,y amar la vida, perseverando en el empeño y, lo que esmás importante, manteniéndonos en él tanto en las durascomo en las maduras. En última instancia, sea que locultivemos deliberadamente o que nos encontremos conello, como sucedió en el caso de Reeve, la determinacióny la rme voluntad de trabajar en las fronteras de loposible y de estar presente con paciencia, determinación,humildad y atención constituyen el núcleo de la prácticade la atención plena y la motivación necesaria paraperseverar hasta el nal y, en ese sentido, seguircreciendo.

Reeve creyó en la relación y en la reciprocidad, tantocon su cuerpo como con su familia, sus amigos y suvocación profesional, aun cuando no podía sentir elcontacto físico de los demás y su cuerpo había dejado dehablarle. Hoy en día, sin embargo, parece que estánabriéndose nuevamente algunas puertas, que no se sabebien dónde pueden conducir. Así son siempre las cosas,pero al asumir la responsabilidad, aceptar plenamentesu estado después del accidente y trabajar conperseverancia, resolución y mucha ayuda2 con lo queentonces era el presente y ahora es el pasado, ha dado

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entonces era el presente y ahora es el pasado, ha dadolugar a este presente que, como siempre, sigue preñadodel misterio de lo posible. En cierta ocasión escuché aReeve decir, en una conferencia pronunciada en abril de2004: «Cuando las cosas van bien todavía puedoatenerme a la disciplina, sea cual sea. Nuestra menteencierra in nitas capacidades para in uir sobre elcuerpo».3

En una amorosa valoración de todo lo que es misteriosoy sagrado, Emily Dickinson invoca la a rmación sincerade que “yo moro en la posibilidad”. Y en la siguientelínea habla de “una casa más hermosa que la prosa”, queen mi opinión constituye el domicilio de lo razonable,de lo racional, de lo lineal y, en este sentido, de lospensamientos y opiniones frecuentemente limitadores.

¿Podemos decir nosotros lo mismo? ¿Podemos a rmarque realmente moramos en la posibilidad? ¿Podemosdecir que moramos en el no saber y, a pesar de ello,arriesgarnos? ¿Podemos hacerlo en este mismo instante?

¿Cómo se siente?

1. McDonald, J.W., Becker, D., et al., “Late Recovery Following SpinalCord Injury”. Journal of Neurosurgery Spine, 97 (2002): pp. 252-265.

2. Sin negar las dificultades emocionales y otras asociadas a talsituación que, un día sí y otro también, modifican la vida de todos

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los miembros de la familia y reorganizan sus relaciones, Dana, laesposa de Reeve, dice: «No quiero que sólo se me considere comouna mujer santa que únicamente vive para su marido. Eso formaparte de mí, pero también soy muchas otras cosas. Estoy enamoradade él, le soy fiel y siento una sensación de obligación que asumí eldía en que decidí hacerme cargo de la situación. Su cuidado físicose halla ahora en manos de las enfermeras. A ellas se lo heencomendado porque, además de ser paciente y cuidadora, debemosseguir siendo marido y mujer». (Entrevista publicada en Internet el3 de mayo de 2003 en The Daily Mail [Reino Unido]).

3. Nota añadida cuando este libro se hallaba ya en prensa:Christopher Reeve murió el 10 de octubre de 2004, a los cincuentay dos años, de un ataque al corazón, que siguió a una infeccióngeneralizada.

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PARTE VI:

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PARTE VI:

LLAMANDO A NUESTRAPROPIA PUERTA

Llegará un día en que,al regresar a casa,te saludarás con gran alegría.

DEREK WALCOTT,de «Amar después del amor»

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¡NO PUEDOESCUCHARME PENSAR!

¿No se ha escuchado nunca decirse este tipo de cosas?Hay veces en que nos hallamos en lugares tan ruidososque nos resulta imposible concentrarnos y en los queincluso tenemos di cultades para escuchar lo quepensamos.

Lo único que escuchamos cuando nos adentramos enel silencio es nuestro propio pensamiento, que, enciertas ocasiones, resulta tan ensordecedor como el ruidoexterior, hasta del punto de impedir toda posibleconcentración y eclipsar la calma y el silencio que sehallan por debajo de todo ese tumulto.

Si aprendemos a escuchar, en un entornorelativamente tranquilo y silencioso, la corriente de lospensamientos como tales, como meros eventos queaparecen en el campo de conciencia, podremos ver conmucha más claridad nuestro pensamiento. Y cuando nosdemos clara cuenta de que lo que habitualmente ocupanuestra mente no es más que ruido mental,empezaremos a relacionarnos con él de un modo muydiferente.

Quizás nos sorprenda entonces descubrir que nuestro

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Quizás nos sorprenda entonces descubrir que nuestropensamiento suele ser caótico, limitado y repetitivo, elsimple fruto de nuestra historia y de nuestros hábitos.Éste es un punto que no conviene seguir ignorandoporque, cuando no le prestamos la atención debida,nuestro pensamiento acaba dirigiendo nuestra vida sinque nos demos cuenta de ello. Cuando, por el contrario,le prestamos una atención consciente, no sólo tenemos laocasión de conocernos mejor y advertir lo que ocupanuestra mente, sino que también podemos establecer unarelación diferente con nuestro pensamiento y dejar deestar a su merced. Entonces empezamos a degustarmomentos muy reales de libertad que no dependen delas condiciones de silencio interno o externo, ni de laslimitadas historias que nos contamos a nosotros mismos,que si bien pueden ser ciertas en la medida en quefuncionan, no suelen llevarnos muy lejos, si locomparamos con lo que ocurriría si estableciésemoscontacto con las dimensiones más elevadas de nuestro sery de nuestra mente.

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NO TENGO TIEMPONI PARA RESPIRAR

¿Está estresado? ¿Está tan preocupado por elfuturo que el presente se convierte en un meromedio para llegar hasta allí? El estrés aparece porestar “aquí”, pero querer estar “allí”, o por estaren el presente, pero querer estar en el futuro.Pero esa situación, por más que afecte a casi todoel mundo, es una ruptura que nos desgarrainternamente, una escisión muy dolorosa.

ECKHART TOLLE,El poder del ahora

La de Tolle es la formulación más exacta del estréspsicológico que he oído, la lamentable consecuencia deno aceptar las cosas tal y como son en el único momentoque tenemos para vivirlas.

Pero debemos ser muy cuidadosos porque laaceptación no tiene nada que ver con la resignación. Laaceptación de las cosas tal como son, muy al contrario,

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aceptación de las cosas tal como son, muy al contrario,requiere una fortaleza y una motivación extraordinarias –especialmente en el caso de que no nos gusten– y unadisposición a trabajar sabia y e cazmente como mejorpodamos con las circunstancias en las que nosencontremos y con los recursos, tanto internos comoexternos, de que dispongamos para mitigar, curar,reorientar y cambiar las cosas que podamos cambiar.

Cuando decimos que la aceptación es “radical”queremos decir que va a la raíz de las cosas, es decir, queasume y responde a las cosas tal como son, más allá delo que parecen y de cualquier preferencia o aversión quealberguemos sobre lo que “deberían” ser o sobre elmodo en que “deberían” funcionar, por más difícil queresulte reconocer y renunciar a las historias que noscontamos sobre el modo en que las cosas deberían ser ode quién o de qué es la culpa de que sean de otro modo.Así es como nos abrimos a una verdad más profunda quenos revela un modo más sabio y compasivo de ver lascosas y de actuar en consecuencia. Y cuando adoptamosuna forma más sabia y adecuada de ver, conocer yaceptar lo que es, se modi ca también la dinámica de loque es y tiene lugar una transformación de concienciaque suele ir acompañada de cosas muy interesantes quesólo son posibles cuando descubrimos una verdad másprofunda que antes nos pasaba inadvertida debido a lashistorias, habitualmente falsas, que solíamos contarnos eimpedían que nuestros sentidos se ocupasen de otrascosas.

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cosas.Aunque siempre podemos, hablando en términos

generales, “conocer mejor”, solemos sucumbir a laincesante, frenética y no examinada necesidad de creerque, para poder descansar, primero debemos alcanzar talcosa y que, antes de poder ser felices, tenemos que logrartal otra… por más que culpemos de nuestra ocupación einfelicidad a circunstancias externas tales como fechas deentrega, presiones laborales, exceso de trabajo y hasta altrá co, que puede frustrar nuestro deseo de lograr lo quequeremos en el mismo momento en que lo queremos.

¿No se ha descubierto nunca diciendo cosas tales como«¡No tengo tiempo ni para respirar!» para referirse a unaocasión en que se hallaba agotado de ir frenéticamentede un lado a otro, de no llegar a tiempo al aeropuerto ode caer desfallecido en la cama?

Es muy fácil decir «¡No tengo tiempo ni para respirar!»pero ¿realmente es cierto?

¿No sabemos acaso que siempre podemos tomarnosun tiempo para orientarnos, escuchar a nuestro cuerpo,recuperar el aliento y relajar nuestras tensionescorporales o mentales? Siempre podemos, si nos damoscuenta de lo que realmente estamos haciendo y sintiendoen un determinado momento, modi car el tipo derelación que establecemos con lo que ocurre en elmismo instante o sucesión de instantes en que estáocurriendo. Luego podemos decidir seguir moviéndonosal mismo ritmo o dar un paso atrás y estar máspresentes, y de ese modo aumentar nuestra e cacia.

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presentes, y de ese modo aumentar nuestra e cacia.También podemos cobrar conciencia de la locuraimplícita al deseo de hacerlo todo, de la precipitación yde la confusión emocional que todo ello implica y deque, si no renunciamos a alguno de nuestroscompromisos, lo único que haremos será aumentarnuestro sufrimiento.

Quizás no advirtamos entonces la posibilidad dedetenernos o tal vez creamos que lo que nos jugamos esdemasiado importante. Pero, en cualquiera de los casos,siempre podemos estar un poco más atentos y, de esemodo, alejarnos de la locura en que nos hallamosinmersos y de la “seriedad” de la situación, ydespojarnos así de parte del estrés. Si realmente estamosdemasiado ocupados, convendrá insistir en que haymuchas cosas en juego como para seguir moviéndonosde un modo irreflexivo y automático.

Hacer una pausa de vez en cuando nos ayuda aadvertir y reconocer la locura en la que estamosinmersos. La atención y la bondad pueden ayudarnos atomar decisiones y cambiar, cuando tal cosa sea posible,nuestro modo de actuar. Cuando nuestra prioridadfundamental consista en habitar el momento presenteindependientemente de las circunstancias, porquesepamos que eso es todo lo que tenemos y que laconciencia es nuestro recurso más valioso, tendremos laoportunidad de recuperar la salud en un mundo quecada vez parece más enloquecido y en el que, muy amenudo, la locura (en el sentido que Tolle) es tomada

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menudo, la locura (en el sentido que Tolle) es tomadaerróneamente como salud y la salud consideradaequivocadamente como locura y aburrimiento.

Este cambio puede ocurrir en cualquier momento, yaque, de hecho, sólo puede suceder en el momentopresente. Para ello basta señala con reconocer la ocasión,recordar que el mundo no es lo que creemos y renunciara la obligación de alcanzar algún resultado futuro ytraicionarnos a nosotros mismos en el presente. Siemprepodemos trabajar, lo más atentamente que podamos, conlas cosas tal como son.

Sólo así podremos cobrar conciencia de nuestrarespiración y, por ello mismo, del instante presente y delas posibilidades que todo ello entraña. ¿Está dispuesto aser lo suficientemente loco como para estar cuerdo?

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LA INFIDELIDADDE LAS OCUPACIONES

Comprometernos en demasiados proyectos yquerer ayudar a todo el mundo en todo momentoes la mejor forma de sucumbir a la violencia delos tiempos modernos.

THOMAS MERTON

Hay veces en que los jubilados dicen cosas como «Memantengo ocupado», para asegurarse, tanto a sí mismoscomo a los demás, de que, a pesar de carecer de empleoy sueldo, no han entrado en una vía muerta y estáncamino del olvido.

Cierto día me escuché, saliendo de algún recodooscuro de mi mente, pronunciando esas palabras y, antesde poder refrenarlas, ya estaban camino de miinterlocutor.

«¡Espera un momento! –dije entonces– ¿Qué diablosestoy diciendo? ¿Quién está pronunciando estaspalabras? La verdad es que yo no trato de mantenerme

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palabras? La verdad es que yo no trato de mantenermeocupado. Lo único que quiero, en realidad, esdesocuparme.» Así fue como me alejé de los nivelespatológicos de actividad para acabar descubriendo queno es tan sencillo renunciar a las ocasiones, tantointernas como externas –que aisladamente consideradasparecen muy interesantes, necesarias y razonables, peroque siempre acaban consumiendo más energía de lo quesuponíamos– que di cultan y llegan incluso, enocasiones, a imposibilitar estar donde estamos ymantener un equilibrio sostenible entre el interior y elexterior.

Decir “sí” a más cosas de las que podemos gestionarpara estar cómoda e íntegramente presentes es, dehecho, decir “no” a todas aquellas cosas, personas ylugares a los que hemos dicho “sí”.

Con ello quiero decir que, cuando nos sentimosdesbordados, lo más probable es que estemos tanagitados, distraídos y ensimismados que difícilmentepodremos estar presentes con todo nuestro ser concualquier persona y en cualquier situación y, lo másimportante de todo, con nosotros mismos y con lo quemás nos interesa. No estaría de más, por tanto, querevisásemos los impulsos que generan situaciones tanlamentables.

Son muchas las cosas que nos jugamos cuandoignoramos este equilibrio, aun cuando a rmemos estarpracticando la atención plena instante tras instante comomejor podamos. Hay veces en que hacemos las cosas de

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mejor podamos. Hay veces en que hacemos las cosas deun modo que casi imposibilita el equilibrio, en cuyocaso estamos siendo desleales a lo que más nos interesa –de eso, precisamente, tratan las prioridades– eincurrimos en lo que tan grá ca como exactamente elpoeta y consejero empresarial David Whyte cali có deadulterio e in delidad. En tal caso, no sólo nostraicionamos a nosotros mismos, sino que tambiéntraicionamos nuestra relación con las personas, y aun conlos lugares, porque, de ese modo, soslayamosinadvertidamente las posibilidades e imposibilidades deltiempo.

Recordar nuestras prioridades en momentos tan clavepuede ser mucho más sencillo que decir “no”. Éste es,precisamente, el dilema que Whyte esboza en lasiguiente cita:

Digan lo que digan los gurús de la Nueva Era, nosotros noconstruimos nuestra propia realidad. En este sentido, sólo noscorresponde una parte muy modesta, dependiendo de lo despiertosque estemos a las corrientes y remolinos del paso del tiempo. Larealidad es un continuo diálogo entre nosotros y las incesantesproducciones del tiempo. Cuanto más cercanos nos hallemos a lafuente de las producciones del tiempo –es decir, a la eternidad–,más fácilmente descubriremos las corrientes concretas quedeberemos navegar un determinado día. El ujo del río del tiempopuede de forma cambiar brusca y convertir súbitamente eldiscurrir sencillo y amable en un torbellino cuando nuestro jefe,por ejemplo, nos pregunta por un determinado proyecto y,despojados de espacio y temerosos del silencio que podría abrirse

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ante esa gura de autoridad, decimos “sí” cuando sabemos bienque, dados nuestros compromisos actuales, no podremos atenderlo,tratando de a rmar así nuestra identidad a través de la acción.Apremiados por el tiempo, nos sentimos entonces acosados por losdemás. Cuando, por el contrario, nos abrimos al espacio y alsilencio, podemos disfrutar de la inmensidad del silencio queacompaña a una amable, aunque placentera, negativa.Externamente considerada, nuestra negativa puede parecer valentía,pero vista desde dentro no es más que una relación sana con eltiempo. En lo que respecta a nuestro matrimonio con el tiempo,decir continuamente “sí” es un equivalente de la promiscuidad, lain delidad y la traición. Por ello el estrés, en mi opinión, es unaespecie de adulterio en nuestro matrimonio con el tiempo. Siqueremos entender los detalles concretos de nuestra realidad,deberemos comprender la relación cotidiana que mantenemos conel tiempo. Ahí radica el secreto de nuestro trabajo cotidiano y, encada jornada laboral, podemos advertir el modo en que asumimosnuestro matrimonio con el tiempo. Y, del mismo modo, nuestroviaje a través del día resulta esencial para la felicidad que tantoanhelamos (Crossing the Unknow Sea).

Si queremos vivir atentos, deberemos permanecer encontacto con los ritmos naturales del despliegue denuestra vida aunque en ocasiones nos sintamos lejos ohayamos perdido todo contacto, en cuyo caso seránecesario que lo restablezcamos amable yrespetuosamente.

El deseo o el miedo pueden distorsionar a vecesnuestra idea de lo que puede o no suceder en un

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nuestra idea de lo que puede o no suceder en undeterminado momento. Esto es, de hecho, lo quenecesariamente está condenado a suceder. Pero lasabiduría interna derivada de la perseverancia en lapráctica de la atención plena y su encarnación en elmodo en que nos enfrentamos a todas las situaciones,tanto grandes como pequeñas, puede equilibrar ymantener en perspectiva todas esas distorsiones y laangustia que generan. Pero, para ello, es necesariorecordar también lo que es importante y reconocernuestra adicción a la acción y quizás también nuestrain delidad, la idea ilusoria de que podemos afrontarlotodo, cuando los hechos insisten en que los costessuperan a los bene cios. Debemos recordar quiénessomos en realidad, independientemente de que noshallemos comprometidos en la acción o de quefantaseemos con renunciar a ella –todo lo cual se hallateñido y distorsionado por nuestra falta de atención ypor las falsas construcciones de la mente–, sean cualessean esas preocupaciones y por más que palidezcan antelo que se halla presente.

*Llegará el díaen que finalmente sepas lo que debes hacery te aprestes a ello.Ese día dejarás de atendera las voces que insisten en gritar:«¡Corrige mi vida!»,

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por más que todo empiece a temblary sientas su tirónen tus tobillos.Cuando sepas lo que debes hacer,ya no te detendrás,por más que el viento sacudatus mismos cimientosy sientas el espasmode su melancolía.Era muy tarde,la noche enloquecióy la carretera se llenó de piedras y ramas caídas.Poco a poco, sin embargo,las voces quedaron atrás,las estrellas empezaron a resplandecera través de las capas de nubesy de nuevo escuchaste una vozque reconociste como tuya,una voz que te acompañómientras ibas adentrándote en el mundo,decidido a hacerlo único que podías hacer,decidido a salvarlo único que podías salvar.

MARY OLIVER,«El viaje»

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INTERRUMPIRNOSA NOSOTROS MISMOS

Nos hallemos o no en condiciones de decirle “no” anuestro jefe o de mantenernos eles a nosotros mismos,en situaciones sociales complejas en las que hayexpectativas e intereses en con icto, todos podemosbene ciarnos del desarrollo de lo que los profesionalesde la modi cación de conducta han denominado“habilidades de comunicación”. Y con ello me re ero ala posibilidad de aprender a transmitir, de maneraamable y bondadosa (aunque al mismo tiempo rme yasertiva), el modo en que vemos –o, mejor todavía, elmodo en que sentimos– una determinada situación. Peropara poder comunicar el modo en que vemos o sentimosalgo, deberemos, obviamente, ser conscientes de elloporque lo cierto es que, con mucha frecuencia, somosinconscientes –o sólo nos damos cuenta de un modoparcial– de lo que nos sucede, sobre todo cuandotenemos problemas y nos sentimos mal y todas lasalternativas que se nos presentan parecen problemáticaso demasiado costosas. Y es que, en tales casos, nossentimos atrapados y desgarrados por sentimientoscontradictorios.

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contradictorios.Un modo de sanar las relaciones potencialmente

difíciles consiste en no quedarnos atrapados en elcontenido de la conversación (con el consiguiente riesgode creer que nosotros estamos en lo cierto y la otrapersona equivocada), sino reconocer los sentimientos delos demás y entablar con ellos un auténtico diálogo.

Conviene, pues, en este sentido, prestar una adecuadaatención, tanto interna como externa, a lo que sucedecuando nos relacionamos con los demás y a lashabilidades requeridas para gestionar másconscientemente esas relaciones. Tal vez entoncesdescubramos, por dar un ejemplo muy socorrido, que losdemás nos interrumpen y podamos encontrar un modomás adecuado de abordar esa situación cada vez que sepresente. Es muy frecuente, en tal caso, concluir –especialmente cuando se repite con cierta frecuencia–quea los demás no les interesa lo que nosotros tenemos quedecir. En esas situaciones nos sentimos poco respetados,invadidos, infravalorados o intimidados ante ciertaspersonas, lo que, a su vez, merma nuestra capacidad deexpresar de manera clara, auténtica y convincentenuestra visión de las cosas. Pero, de ese modo, sinembargo, no sólo nos sentimos mal, impotentes,desconsiderados y, muy a menudo, enfadados connosotros mismos, sino que la persona, la familia o elequipo de trabajo se ven también despojados de nuestraposible contribución, creatividad y especial punto devista.

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vista.Resulta paradójica la inconsciencia de las personas que

nos interrumpen y no nos dejan concluir lo que estamosdiciendo, lo que pone de relieve que, en muchos casos,ni siquiera nos están escuchando. De esa inconsciencia sederiva, precisamente, la sorpresa y hasta el enfado conque suelen responder cuando se lo señalamos.

También es muy frecuente la rapidez con la que,después de habérselo comentado e independientementede su sorpresa, vuelven a olvidarlo. Y ello es así porquese trata de un hábito inconsciente que se hallaprofundamente condicionado y que, en una u otramedida, todos hemos aprendido. No es difícil advertir,por otra parte, en una habitación llena de hombres,expresiones mani estas de virilidad y de poder, sea cualsea el tema que se esté tratando.

Es necesaria mucha fortaleza, aplomo y sinceridadpara que, quien no sabe que interrumpe a los demás –loque, en un momento u otro, nos incluye a todos– loreconozca y asuma. Esa conducta, lo sepamos o no,re eja una forma de narcisismo, según la cual, lo que yotengo que decir es más importante –en ese momento, almenos– que las ideas o sentimientos que pueda estarexpresando otra persona, independientemente de quiénsea y de lo mucho que le respete, y que, por tanto, nopuede ser postergado. Pero basta con un momento dere exión para advertir que ésa es en realidad una formade violencia sutil –o no tan sutil– que no sólo daña a lapersona que acabamos de interrumpir (y, por tanto,

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persona que acabamos de interrumpir (y, por tanto,desconsiderar), sino a la integridad del proceso en el queambos nos hallamos inmersos. Una vez que hemoscobrado conciencia de esa pauta, sin embargo, esnecesaria mucha atención para controlar ese dominio dela conducta que los budistas denominan “habla correcta”.

Pero también convendría, una vez que hemos cobradoconciencia de los problemas asociados a estasinterrupciones de la comunicación, prestar atención auna dimensión completamente diferente de la quesolemos se aún más inconscientes, es decir, el modo enque nos interrumpimos a nosotros mismos.

Y, para ello, la contribución de la práctica meditativaresulta muy valiosa, porque cuanto más claramentevemos el modo en que nos interrumpimos a nosotrosmismos, más probable es que veamos también el modoen que esa conducta afecta a otros aspectos de nuestravida cotidiana.

La práctica formal de la meditación nos permiteadvertir el despliegue de los pensamientos en la mente yde las sensaciones en el cuerpo y, por ello mismo,facilita el descubrimiento de todo lo que distrae nuestraatención de lo que hace tan sólo unos instantesestábamos pensando o sintiendo. Es precisamente asícomo la avidez que nos lleva a huir hacia cualquier cosaque despierte nuestra hambre de novedad o dispare unareacción emocional acaba interrumpiendo nuestra

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reacción emocional acaba interrumpiendo nuestraexperiencia del momento presente. Pero, de ese modo,traicionamos inconscientemente nuestra propiaexperiencia, la única de la que disponemos, en aras deotra, que suponemos “mejor”, sin permitir que aquéllase despliegue el tiempo suficiente en nuestra conciencia.

La práctica de la atención plena no sólo nos torna másconscientes de la tendencia a interrumpirnos ydistraernos a nosotros mismos y, en ese sentido, dealejarnos de lo que podríamos denominar nuestro objetoo foco primordial de atención, sino que también, comoya hemos visto, posibilita el desarrollo de una atenciónmás rme, más estable y menos inmersa en las corrientesdistractivas de los pensamientos y estados emocionalesprovisionales. Es así como, con el paso del tiempo,vamos a nando y estabilizando el instrumento denuestra atención para poder, como si de un microscopiose tratara, concentrarnos y discernir con mayorresolución y exactitud lo que subyace bajo lasapariencias y nuestra propia inconsciencia. A falta de esaestabilidad, seguiremos sucumbiendo einterrumpiéndonos a nosotros mismos sin saberlosiquiera.

De hecho, esta modalidad de interrupción no es másque una forma de hacernos la zancadilla a nosotrosmismos, porque, en tal caso, disipamos una grancantidad de energía, que, si no estamos atentos, limitanuestra fortaleza, nuestra sensibilidad y nuestracreatividad. Y lo peor de todo es que podemos pasarnos

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creatividad. Y lo peor de todo es que podemos pasarnosla vida sumidos en este tipo de pautas que velan nuestramirada y nos impiden advertir lo que se halla frente anosotros o dentro de nosotros. No es difícil por tanto, ental caso, que acabemos soslayando nuestra autenticidad,que nos agotemos y que nuestra vida pierda su sentidosin que sepamos siquiera cómo ha ocurrido todo ello.Resulta, por tanto, muy útil y revelador descubrir elmodo concreto en que nuestras propias interrupciones –cuando no hay nadie a quien podamos culpar– nosdistraen de nuestro principal objetivo, dejando, apenasaparecen, que ocupen nuestro campo de conciencia y seconviertan en el objeto de nuestra práctica meditativa.

También podemos, en ocasiones, convertir lasmanifestaciones externas de estas interrupciones en unvalioso objeto de meditación. Quizás el lector hayaadvertido ya la incongruencia con la que, al hablar conlos miembros de su familia, pasa de un tema a otro sinhaber concluido el anterior.

Lo mismo sucede en las conversaciones quemantenemos con personas ajenas a nuestra familia. Y esque, cuando nuestra mente se pone en marcha, dejamosde atender lo que está sucediendo y de escuchar lo queotros puedan estar diciéndonos. No es de extrañar que,en tal caso, empecemos a interrumpirles a ellos delmismo modo en que nos interrumpimos a nosotrosmismos.

Pero el aumento de conciencia sólo es posiblemediante un esfuerzo considerable. Tengamos en cuenta

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mediante un esfuerzo considerable. Tengamos en cuentaque las pautas inconscientes dejan surcos muy profundosen el psiquismo y que es necesaria una resolución muy

rme para cobrar conciencia y renunciar a ellas. Malpodremos pues, si no dejamos de interrumpirnos,conocernos, escucharnos y entendernos.

¿Y cómo podemos, por el mismo motivo, estar atentosa los demás si no les escuchamos, si acabamos sus frasesantes de que ellos las hayan concluido (porque somostan arrogantes que creemos saber mejor que ellos, si nosdetenemos a pensar un poco al respecto, lo que estántratando de decirnos) y si expresamos automáticamentecualquier cosa que se nos ocurra, esté o no relacionadacon lo que se acabe de decir?

Si seguimos ignorando este punto, la cualidad de lasrelaciones que mantenemos con los demás –por no decirnada de la cualidad de la relación que mantenemos connosotros mismos– puede verse seriamente afectada.

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NO TENGONI UN MOMENTO LIBRE

La misma agitación caótica de la mente que nos lleva ainterrumpirnos de continuo a nosotros mismos y a losdemás –y que, con mucha frecuencia, se deriva deimpresiones sensoriales provisionales– nos lleva tambiéna atiborrar nuestra vida para no tener que habérnoslascon el silencio y no sentirnos así desocupados niaburridos.

Nos pasamos la vida, especialmente en nuestras horasde ocio, yendo de una cosa a otra. Leemos el periódico,hojeamos una revista, llamamos por teléfono, hacemoszapping, visitamos el frigorí co una y otra vez,encendemos la radio apenas subimos al coche,caminamos sin rumbo de aquí para allá, cuando estemosdelante de la televisión compulsivamente la casa, leemosen la cama y decimos cosas absurdas y sin importanciaque no hacen más que re ejar las ocurrencias que nosdesbordan de continuo. Todas ésas son formas muynormales de pasar el tiempo y algunas son inclusoabsolutamente necesarias para el funcionamiento denuestra vida y para ocuparnos de las cosas de las quedebemos ocuparnos, pero con mucha frecuencia, sin

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debemos ocuparnos, pero con mucha frecuencia, sinembargo, todas ellas acaban convirtiéndose en una formade distracción que nos impide estar completamentedespiertos.

Basta con prestar atención a todos esos impulsos en elmismo momento en que aparecen para descubrir nuestraadicción a la distracción y a llenar de actividades ycontenidos un instante tras otro para no aterrizarplenamente en el momento presente.

Ocupamos todo nuestro tiempo y luego nospreguntamos dónde lo hemos perdido. El curso denuestra mente se asemeja a los meandros por los quediscurre un río, y sólo de vez en cuando, nospreguntamos dónde estamos, por qué nos sentimos tanmal, tan inquietos, tan alejados de nosotros mismos y delos demás, y tan desconectados de nuestras aspiracionesmás profundas. En tales ocasiones nos cuestionamos loque estamos haciendo con nuestra vida, por qué las cosasno son mejores y más satisfactorias, y quizás tengamosincluso alguna que otra pesadilla. En cualquiera de loscasos, sin embargo, no tardamos en regresar a nuestrasdistracciones habituales porque, a corto plazo, nos hacensentir mejor y pasar un tiempo que, de otro modo, nosparecería interminable, vacío y aterrador.

Quizás, a la hora de la verdad, tengamos miedo –aunque nos quejemos de ello– a tener tiempo libre. Talvez temamos lo que podría ocurrir si dejásemos deinterrumpirnos a nosotros mismos y permaneciéramos,aunque sólo fuera unos instantes, en el momento

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aunque sólo fuera unos instantes, en el momentopresente. Quizás lo único que ocurra es que tengamosexactamente el tiempo que necesitamos, pero hemosolvidado la forma de aprovecharlo.

¿Qué sucedería si, al comenzar o al nalizar el día,permaneciésemos cinco minutos tumbados en la camaprestando atención a nuestro cuerpo y centrados en lasimple sensación de estar vivos? ¿Qué es lo que, en talcaso, ocurriría? Esto es algo que puede descubrirfácilmente cualquiera que se siente con la intencióndeliberada de no hacer nada en especial y sin aprestarsea llenar el momento presente de ansiedades sobre elfuturo, ideas sobre lo que “tenemos” que hacer oresentimientos sobre algo que ha sucedido de un modoque nos desagrada. Quizás entonces podamos advertir laemergencia de emociones tales como el miedo, lapreocupación, el resentimiento o la tristeza, y tambiénpodamos familiarizarnos con tales sentimientos y“respirarlos” durante más tiempo del que habitualmentecreemos posible. Siempre podemos, en tales casos,preguntarnos si nuestra conciencia de la incomodidad ola agitación se halla, en sí misma, incómoda o agitada yrecordar, cuando estemos tomando una ducha, sirealmente estamos en la ducha o, por el contrario, encualquier otro lugar, inconscientes del aquí, del ahora ydel agua que cae sobre nuestra piel.

Hay ocasiones en que, en un intento de pasárnoslobien, acabamos atiborrando de actividades nuestrasvacaciones, volvemos a casa decepcionados y

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vacaciones, volvemos a casa decepcionados ypreguntándonos dónde estuvimos en realidad. Pocoimporta que, en tal caso, el álbum de fotografías insistaen que estuvimos ahí. ¿Realmente estuvimos en eselugar? En la postal podemos leer:

«Nos lo pasamos muy bien. Realmente desearía haberestado ahí».

Ése fue el mensaje que nos mandó una personadescribiendo su experiencia al nalizar un retiro de sietedías de entrenamiento profesional en reducción delestrés basado en la atención plena. Todos los que lorecibimos nos reímos mucho, porque éramos muyconscientes del modo en que –independientemente denuestra experiencia con la práctica meditativa o quizásincluso a causa de la mayor conciencia que ella nosproporciona– llenamos de continuo nuestra mente.Recordemos que el mismo Basho dijo:

Aun cuando estoy en Kioto–escuchando el canto del cuco–,

añoro estar en Kioto.

Es muy fácil, por más que nos hallemos solos y enplena naturaleza, llenar el tiempo de fantasías, tareas,preocupaciones y hasta del deseo de visitar lugaresexóticos. Todas esas uctuaciones mentales y corporalespueden alejarnos del lugar en el que nos encontremos,llevarnos a anticipar lo que podría ocurrir o dejarnos

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llevarnos a anticipar lo que podría ocurrir o dejarnosatrapados en los recuerdos y los deseos. No esinfrecuente que la mente que únicamente se interesa porlos lugares exóticos permanezca ciega a las cosasinteresantes que la rodean. Esa mente siempre está enbusca de un momento mejor, de una visión más hermosao de una experiencia más adecuada y, aun en el caso deque llegue a ver al osezno, no tarda en quejarse de noestar lo su cientemente cerca o de haber visto tan sólo elatisbo de la ballena, pero se lamenta de no haberlapodido ver cuando salió a respirar.

Hay veces en que nuestra mente está tan llena que nisiquiera escucha el sonido de una ballena o el ladrido deun zorro. Y, por el mismo motivo, puede estar tan llenade ruido que es incapaz de escuchar, aun en medio de lanaturaleza, el sonido del silencio. Resulta muy fácilsoslayar entonces el momento presente que se encuentramás allá del pensamiento, más allá de nuestra necesidadcompulsiva de hacer y de estar en otro sitio,emprendiendo una actividad nueva y emocionante,independientemente del modo en que, en tal caso,racionalicemos nuestros deseos.

Quizás podríamos preguntarnos entonces: «¿Quién esel que necesita algo nuevo y emocionante?» o «¿Quésignifica exactamente “emocionante”?».

Acostémonos en el suelo y observemos las nubes,sumerjámonos en el canto de los pájaros o en la brisadel desierto, dejémonos acariciar por el aire que rodeanuestro cuerpo, por el calor re ejado por las paredes del

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nuestro cuerpo, por el calor re ejado por las paredes delcañón o por el juego de las luces sobre la piedra,sintamos la tensión en los músculos del cuello cuandotratamos de encontrar un estacionamiento en medio deuna ventisca un día que lleguemos tarde a una cita,independientemente de que nos hallemos en plenanaturaleza, en el centro de la ciudad o en una zonaresidencial. ¿Para qué buscar en otro sitio la emoción ola distracción, cuando la vida siempre se desarrolla aquíy jamás hay, por tanto, mejor lugar ni tiempo que éste?¿Qué sentido tiene, pues, distraernos, cuando lasdistracciones nos alejan de nuestra vida y llenan elmomento presente y nuestra mente perfecta decuestiones absolutamente superfluas?

¿Puede acaso estar presente dondequiera esté? ¿Puedepermanecer atento y consciente de lo que sucede?¿Puede hacerlo ahora mismo?

Entonces no tardará en darse cuenta de que todo estáya bien, mucho mejor de lo que puede imaginarse.Quizás, en tal caso, comprenda que –sean cuales sean lascircunstancias y el lugar en que se encuentre– ya estásimple y cómodamente instalado en casa, en sí mismo.

Como dice una de las muchas frases ingeniosasreferidas en Internet a la práctica de la meditación:«dondequiera que vayas, ya estás allí. Lo que pase con tuequipaje es ya otra historia».

Una madre estaba enseñando las horas a su hijopequeño. Juntos cantaban: «Cuando las agujas del reloj

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pequeño. Juntos cantaban: «Cuando las agujas del relojapuntan juntas hacia arriba, son las doce en punto, horade comer. Cuando forman una línea recta, son las seis enpunto, hora de cenar. Cuando están así, son las nueve enpunto, hora de jugar, y cuando están de tal otro modo,son las tres en punto, hora de bañarte».

–Y dime, mamá –preguntó entonces el niño–: ¿dóndeestá el tiempo?

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LLEGAR AL LUGAREN EL QUE ESTAMOS

Durante un paseo meditativo que tuvo lugar en un retirode invierno en California, salí a una terraza que sehallaba junto a la sala de meditación desde la que sedivisaba el paisaje de un arroyo que descendía por unaprofunda cañada encajonada entre dos colinas. Unbosquecillo ubicado a mi izquierda, en dirección sudeste,

orecía uniendo ambas colinas y, junto a él, justodelante de mí, la colina pelada de Marin descendía haciala derecha en un ángulo de cuarenta y cinco grados. Másallá el valle ininterrumpidamente hasta las distantescolinas. Entonces experimenté una especie de convulsiónvisceral de la que participaron se desplegaba todos missentidos y caí en la cuenta de que me hallaba enCalifornia.

Aunque hacía ya varios días que había llegado a SanFrancisco y sabía, obviamente, que estaba en California,lo cierto es que, hasta ese momento, no acabé deaterrizar del todo. Entonces fue cuando corroboré y“comprendí” que estaba allí, y California se me revelóplenamente. Esa experiencia evocó de inmediatorecuerdos, olores, imágenes y sentimientos de mi

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recuerdos, olores, imágenes y sentimientos de miinfancia (del tipo que uno experimenta cuando tiene seiso siete años y no es originario de ese lugar tan diferente,por cierto, a lo que hasta entonces conocía). En esemismo instante vi, olí, oí, saboreé, sentí y conocíCalifornia, o al menos ese lugar, ese microentornollamado Spirit Rock Meditation Center, ubicado en elcondado de Marin, con todas sus peculiaridades y susdistintivas cualidades de tierra, aire, agua, vida,vegetación y hasta el croar de las ranas en el arroyo.

El frío relente de la montañarodea, en plena madrugada,mi rostro como una bufanda,mientras tentadoras ráfagas de vientosaturan mis ventanas perceptuales. Salgo del comedor, levanto losojos(las palabras llegan como una revelaciónque expresa perfectamente –como los Salmos–una situación tan arquetípica)y contemplo las colinas doradaspor la suave luz del amanecer.

En los días precedentes sólo había aterrizado en miidea de California, y fueron necesarios varios días paraacabar de tomar tierra. Sólo cuando estamos presentessin los filtros habituales podemos, en cualquier momentoy lugar, llegar al sitio en el que nos encontramos. Encualquier otro caso sólo estaremos, independientementede que nos hallemos en California, París, el Caribe o

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de que nos hallemos en California, París, el Caribe onuestro despacho, en nuestra idea del lugar, pero nohabremos acabado de aterrizar. Tal vez entonces nuestratarjeta postal diga algo así como: «Desearía estar ahí»¡Pero lo cierto es que, aunque no nos demos cuenta, yaestamos ahí! ¡Ya estamos ahí!

Existe un relato, citado con cierta frecuencia, que nostransmite un mensaje parecido. En cierta ocasión, losmiembros de una tribu africana fueron contratados parahacer de porteadores y guiar a un equipo de televisiónestadounidense a través de la selva para ir a determinadaciudad. Apremiados por la urgencia, los periodistasapresuraron el ritmo para llegar pronto a su destino,pero cuando estaban a punto de lograrlo, los porteadoresse negaron, pese a todas sus súplicas, exhortaciones ypromesas, a seguir adelante. Poco importó que losperiodistas insistieran diciendo que ya faltaba muy pocoy que, con un último esfuerzo, concluirían su viaje,porque, según dijeron los miembros de la tribu, el ritmoque habían seguido era tan antinatural que necesitabandescansar el tiempo su ciente para que sus almaspudiesen arribar también al lugar en el que estaban suscuerpos.

Sólo podemos decir que hemos aterrizado de verdadcuando vamos más allá de nuestro pensamiento yconectamos con todos nuestros sentidos. Quizás sea ésa, a

n de cuentas, la solución al reto y el misterio de nuestravida. ¿Podremos, «al nal de nuestra exploración […],llegar al lugar del que partimos y conocer el lugar por

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llegar al lugar del que partimos y conocer el lugar porvez primera»? T.S. Eliot responde positivamente. ¡Loharemos! ¡Lo haremos!

No dejaremos de explorary el final de nuestra exploraciónconsistirá en llegar adonde partimosy conocer el lugar por vez primera.A través de la incierta puerta que recordamoscuando lo último por descubrir en la tierrasea lo que fue este principio;en la fuente del río más extensola voz de la cascada ocultay los niños en el manzanono familiar por no buscadaaunque oída, intuida, en la quietuddel mar entre dos olas.

T.S. ELIOT, de «Little Gidding»,Cuatro cuartetos

Pero ¿qué signi ca «llegar adonde partimos y conocerel lugar por vez primera»? ¿Y qué es, sobre todo, lo queello implica? ¿Cuándo lo comprenderemos? ¿Sabemosacaso que ya tenemos y somos lo que eso implica?¿Sabemos acaso que ya estamos ahí…, quiero decir,“aquí”?

La estrofa nal de los Cuatro cuartetos de Eliotprosigue con el mismo metro, línea y ritmo:

Rápido, aquí, ahora, siempre,

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un estado de plena sencillez(su precio es nada menos que todo)y todo irá bien ytoda suerte de cosas irá biencuando las lenguas ardientes se enlacenen el nudo de fuego coronadoy la llama y la rosa sean uno.

T.S. ELIOT, de «Little Gidding»,Cuatro cuartetos

¿«Un estado de plena sencillez”? ¿Dónde se suponeque podemos encontrarlo?

«Su precio es nada menos que todo». Ésta es realmentela aventura de la vida. ¡Y nada menos que entreparéntesis!

«Y todo irá bien.». Quizás todo ya esté bien… y seaperfecto tal “como es. Perfecto tal como es. Aquí. Ahora.Siempre.

Siempre aquí. Siempre ahora. Y saberlo aquí y ahorapor vez primera, instante, tras instante, tras instante.

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ES IMPOSIBLE LLEGAR ALLÍDESDE AQUÍ

Llegar adonde partimos y conocer el lugar por vezprimera va mucho más allá de lo que a primera vistaparece. Son tantas las di cultades con las que podemostropezar a lo largo del camino, especialmente el modoen que pensamos o las ideas a las que nos aferramos sinexaminarlas siquiera, que corremos el riesgo de que talcosa nunca suceda. Para llegar al lugar (o a la visión) –acualquier lugar (o visión) verdaderos–, se requiere deuna gran apertura o, dicho de otro modo, para ver loque hay que ver y conocer lo que hay que conocer esnecesaria una gran simplicidad. Y ambas cosas sonimposibles si insistimos en mirar tan sólo a través de laslentes interpuestas por nuestras ideas y nuestrasopiniones, por más extraordinarias y eruditas quepuedan parecer.

Esa apertura radical a lo que todavía no hemosexperimentado cuesta, en palabras de Eliot, nada menosque todo. Hay veces en que estamos tan identificados connuestro camino y tan condicionados a creer que loconocemos que no estamos dispuestos a pagar el precio.Pero, de hecho, todos somos recién llegados que

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Pero, de hecho, todos somos recién llegados quecontinuamente se aproximan al umbral de lodesconocido, que, lo sepamos o no, siempre se hallapresente. De ahí la importancia capital, si queremosadentrarnos en ese nuevo y creativo territorio, de con aren nuestras intuiciones más profundas, aun cuandocontradigan lo que al respecto a rme el pensamientoconvencional.

Si es verdad que siempre estamos aprendiendo, apesar del sufrimiento y las dificultades que ello entraña yque, en ocasiones, avanzamos a trompicones, laexperiencia acabará obligándonos a trascender lasfronteras de nuestras creencias habituales –un meroproducto del condicionamiento al que, desde nuestramás temprana infancia, nos vimos sometidos y al quedespués se le agregó el proceso de entrenamientoprofesional– y las pautas de percepción y pensamientoen las que con tanta facilidad solemos caer debido a quenos resultan muy familiares y cómodas y a lo bien quefuncionan en determinadas ocasiones. Hay veces en queesas pautas mentales y esas creencias rutinarias puedenatraparnos en modalidades de pensamiento ycomprensión que impiden la emergencia de una visiónortogonal y el acceso, por tanto, a nuevas perspectivas. Yesto es cierto en cualquier circunstancia,independientemente de nuestra experiencia, de nuestroaprendizaje y de nuestra intuición. Ésa es, en mi opinión,una lección continua de humildad y desapego (y muydifícil, por cierto), en la que solemos tropezar una y otra

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difícil, por cierto), en la que solemos tropezar una y otravez. En última instancia, se trata de la lección de quetodo en la vida –no sólo las cosas que nos gustan o lassituaciones a las que estamos acostumbrados–es cuestiónde práctica y constituye una invitación a con ar ennuestra intuición y en nuestra experiencia y permanecerabiertos a lo desconocido, incluso –y muyespecialmente– ante nuestra ceguera y nuestros defectos.

En tales ocasiones, es necesario asumir un enfoquecompletamente diferente, un enfoque lo bastantevaliente y atrevido como para renunciar al territoriofamiliar en el que nos sentimos cómodos y adentrarnosmás allá del horizonte de lo conocido y en el queintuimos que hay algo importante, en el territorio de lodesconocido. Y ésa es, obviamente, una decisiónaterradora y nada sencilla. De hecho, no creo que hayanada que resulte más difícil. A continuaciónpresentaremos un relato del desarrollo de un nuevocampo dentro del ámbito de la terapia cognitiva, querequirió de un gran cambio en nuestro modo de concebirel “tratamiento psicológico”. Lo digo porque la atenciónplena está popularizándose en los círculos psicológicostradicionales debido, en parte, al PREBAP y, en parte, altrabajo que presentamos más adelante y que ha llegadoa conocerse como MBCT [mindfullness-based cognitivetherapy] o terapia cognitiva basada en la atención plena.Este interés re eja, en mi opinión, el hambre deautenticidad, claridad y paz interna que el mundo estáexperimentando en frentes muy diferentes. El creciente

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experimentando en frentes muy diferentes. El crecienteinterés y entusiasmo por la atención plena supone, a mientender, un avance extraordinariamente positivo ycurativo en nuestro mundo. Pero es muy fácil que lapopularización –inevitablemente, al comienzo, como unmero concepto– de la atención plena acabedivorciándose de su arraigo en la práctica y pierda supotencial transformador. La idea de estar presentes sinemitir juicios resulta tan convincente que algunosprofesionales suponen de forma errónea que basta, parapoder enseñarla a los demás, con la simple comprensiónintelectual que no requiere de ningún arraigo en lapráctica. Lo cierto, muy al contrario, es que, en ausenciade práctica, lo que uno enseña no tiene nada que ver conla atención plena ni con el dharma, independientementede lo inteligente, articulado, sensible o terapéutico quepueda parecer. Sólo la práctica puede permitirnosacceder al espacio ortogonal que se encuentra más alláde las visiones convencionales en las que solemoshallarnos inmersos. Como ya hemos dicho en variasocasiones, la práctica es el único vehículo que puedellevarnos a restablecer el contacto con los sentidos ydespertar al espectro completo de lo que es y de lo quepuede ser.Como cuentan en su libro Mindfulness-Based CognitiveTherapy for Depression los doctores Zindel Segal, MarkWilliams y John Teasdale, destacados profesionales delcampo de la psicología clínica y de la ciencia cognitivade Toronto, Gales del Norte (ahora Oxford) y Cambridge

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de Toronto, Gales del Norte (ahora Oxford) y Cambridge(Inglaterra), respectivamente, visitaron por vez primerala Stress Reduction Clinic en 1993. Habían conocidonuestro trabajo a través de Marsha Linehan, terapeutaconductual que había desarrollado un exitoso enfoqueasentado en la investigación para el tratamiento depersonas que padecen un síndrome conocido comotrastorno de personalidad fronterizo (al que se conocecomo terapia dialéctica de la conducta o DBT). ComoMarsha es una antigua practicante zen, la DBT incorporael espíritu y los principios de la atención plena y suabordaje permite que quienes experimentan estaconstelación de a icciones puedan comprometerse eneste trabajo.

Zindel, Mark y John llevaban, por aquel entonces, añoy medio trabajando en equipo para elaborar una nuevaforma de terapia cognitiva que obstaculizase larecurrencia en una depresión mayor, una enfermedadmuy extendida y debilitadora que puede llegar aimpedir la posibilidad de trabajar, dormir, comer ydisfrutar de actividades antaño placenteras. Razonestanto teóricas como prácticas les llevaron a decidir lainclusión, en su programa para el tratamiento de quienespadecen esa a icción, de un entrenamiento grupal en lameditación de la atención plena que pudiese aplicarse ala vida cotidiana semejante al que empleábamos en elPREBAP.

Su idea consistía en investigar los efectos de laatención plena como estrategia para regular la atención

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atención plena como estrategia para regular la atenciónjunto a otros aspectos más tradicionales de la terapiacognitiva para enfrentarse, de un modo potencialmentenuevo, a un grave problema asociado a la depresiónmayor, es decir, la elevada reincidencia que suelenpresentar quienes han superado con éxito el tratamientocon antidepresivos.

Razones muy diversas les habían llevado a sospecharla utilidad de combinar el entrenamiento grupal en laatención plena con ciertos procedimientos de terapiacognitiva que suelen emplearse en terapia individualpara reducir la corriente de pensamientos depresivos quedesencadenan por lo general la recaída.

El razonamiento que les llevó a explorar el posibleuso de la atención plena para enfrentarse a lospensamientos negativos era muy interesante. En suopinión, la atención plena podía proporcionar un marcode referencia adecuado para que los pacientes pudierandesarrollar lo que, en términos técnicos, se denominan“habilidades de descentramiento” (es decir, la capacidadde dar un paso atrás y observar con una mayordesidenti cación los pensamientos en el mismomomento en que aparecen y considerarlos,independientemente de su contenido, como tales, esdecir, como meros eventos en el campo de la conciencia,en lugar de creer que constituyen un re ejo exacto de larealidad o de uno mismo), enseñarles a reconocer elmomento en que su estado de ánimo empeora (para quepuedan iniciar la práctica interna del descentramiento) y

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puedan iniciar la práctica interna del descentramiento) yaplicar nalmente, como a rmaban en sus informesteóricos, «técnicas que puedan ocupar los recursoslimitados en canales de procesamiento de informaciónque suelen consolidar el ciclo de pensamientos y afectosnegativos».

En la charla que mantuvimos esa misma noche, miscolegas y yo nos dimos clara cuenta de la compasión porquienes sufren de esa difundida enfermedad que es ladepresión que había motivado su interés por eseproyecto y el entusiasmo con que trataban de aplicar sucomprensión cientí ca y clínica para atajar la elevadatasa de reincidencia.

John era el único de ellos que llevaba mucho tiempopracticando la meditación y también tenía ciertaexperiencia en su empleo exitoso con pacientesindividuales y una convicción muy profunda en el valorterapéutico de la atención plena para el cultivo de unaactitud de aceptación sin juicio de quienes habíanexperimentado una recaída en la depresión. Pero Mark yZinder a rmaban no tener mucha práctica y tampocomostraban un gran interés al respecto. De hecho, suinterés en el PREBAP se centraba en el uso del controlatencional como vehículo e caz para favorecer eldescentramiento en un grupo de pacientes depresivos.Los tres habían desarrollado programas al respecto ensus países y tenían la intención de llevar a cabo unainvestigación que les permitiera combinar los aspectosmás eficaces de sus respectivos enfoques.

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más eficaces de sus respectivos enfoques.Una de las cuestiones esenciales del cultivo de la

atención plena consiste en el ejercicio sistemático delreconocimiento y la observación instante tras instante,con una atención estable y desnuda, de los pensamientoscomo meros eventos que aparecen en el campo deconciencia, sin juzgarlos ni quedarse atrapados en sucontenido. También la terapia cognitiva se centra en laidentificación y observación de los pensamientos, pero lohace de un modo más discursivo y dentro de un marcode referencia de solución de problemas que valora suscontenidos como exactos o inexactos y trata de irreemplazando éstos por aquéllos. Los datos y elrazonamiento habían llevado a nuestros visitantes asospechar que la e cacia demostrada por el tratamientoindividual de la recaída en la depresión no se debíatanto a la preocupación por los contenidos como a laidenti cación instante tras instante de los pensamientosque aparecen en la mente como meros pensamientos.Por ello sospechaban la utilidad de la atención plena,que se caracteriza por un desarrollo mucho más estable ysostenido de la atención y por el empleo disciplinadoque hace la terapia cognitiva de la atención a lospensamientos como meros pensamientos para eltratamiento de las cavilaciones negativas recurrentes. Suintención inicial, pues, consistía en combinar de la formaadecuada la atención plena con la terapia cognitiva, deun modo que, según sus propias palabras, pudieracorregir más directa y e cazmente las tres cuestiones

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corregir más directa y e cazmente las tres cuestionesclaves antes mencionadas, es decir, el “descentramiento”,la sensibilización a los primeros indicios de aparición delos estados de ánimo negativos y el cultivo deliberado deuna atención que “ocupase el espacio” de ciertos canalesmentales de procesamiento de información que, de otromodo, resultan demasiado vulnerables a las cavilacionesdepresivas.

Pero por más teóricamente posible que pareciese lacombinación de la atención plena (como ejercicio decentramiento de la atención) y las estrategias dedescentramiento (como enfoque terapéuticoconvencional de la terapia cognitiva dentro del marco dereferencia de la solución de problemas), tenían, desde elmismo comienzo, grandes dudas sobre la e cacia de laatención plena para el tratamiento de las resistencias ode cualquier emoción o crisis que apareciese en la vidade sus pacientes o como fruto de la misma práctica. Porello su idea, al menos en ese primer encuentro, era la dedesarrollar un enfoque terapéutico que pudiese atajarcon éxito todos esos problemas.

La combinación de diferentes abordajes en el mismoproceso terapéutico es un enfoque muy frecuente en elcampo de la psicología clínica y tiene mucho sentido silo que uno hace es introducir un método o una técnicapara la regulación de la atención, promover la relajacióno cultivar la comprensión de un espectro más amplio deenfoques puestos al servicio de una determinada terapia.En tal caso, el módulo o técnica añadido podrá

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En tal caso, el módulo o técnica añadido podrá“funcionar” o no para una determinada persona. Noresulta, por tanto, tan extraño que los profesionalesconsideren la atención plena como una técnicainteresante que pueden “añadir” a un determinadomarco de referencia terapéutico que cumpla con unafunción de nida, mientras que los demás elementos seocupan de otros aspectos. Pero nuestros colegas habíansupuesto que la atención plena requeriría un cambioradical en la perspectiva habitualmente asumida por laterapia cognitiva, lo que tal vez di cultase su posiblecombinación con otros abordajes. Desde nuestraperspectiva, sin embargo, el problema consistía en sufalta de entrenamiento y de experiencia en la meditaciónde la atención plena, que inevitablemente les llevaría ainsistir en los aspectos terapéuticos, desaprovechandotoda la amplitud y profundidad de la práctica de lameditación. Lo que más nos preocupaba, en suma, eraque la práctica de la meditación acabase convirtiéndose–a pesar de sus buenas intenciones– en un abordajeexclusivamente “modular”, una mera técnica combinadacon otros enfoques.

Como dijimos apenas nos sentamos y empezamos ahablar, la atención plena constituye un universoortogonal. Por ello no se presta muy bien a aplicacionesmodulares limitadas y menos todavía manteniendo unmarco de referencia convencional que la considera comouna mera “técnica” que sólo “funciona” en determinadasocasiones. Después de todo, la meditación de la atención

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ocasiones. Después de todo, la meditación de la atenciónplena no es, por más que pueda profundizarespectacularmente la estabilidad de la atención y laprofundidad de la comprensión, una simple estrategiaclínica de regulación de la atención. Tampoco es unatécnica de relajación, por más que pueda inducirprofundos estados de relajación y sensaciones de paz ybienestar, ni una técnica de terapia cognitiva que sirvapara resolver problemas reestructurando las pautas depensamiento o la relación que mantenemos con ciertasemociones o estados de ánimo, aunque pueda tenerefectos transformadores en el modo en que nosrelacionamos con nuestras pautas de pensamiento,reacciones emocionales o estados de ánimo habituales.Tampoco se halla, por último, exclusivamente dirigidahacia el proceso de pensamiento, al margen de lasemociones, de las tormentas emocionales y de lasreacciones emocionales, porque no es independiente delo que sucede en el cuerpo y en el mundo en general.Esto y todo lo que ocurre en la experiencia de losdiversos estados mentales durante la práctica de laatención plena constituye una totalidad inconsútil,aspectos diferentes de la personalidad y de laexperiencia vivida.

También insistimos en que la atención plena no es, enmodo alguno, una terapia. Su objetivo fundamental noapunta a corregir un determinado problema. Por másextraño que pueda parecer a quien no se hallefamiliarizado con la práctica de la meditación –y

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familiarizado con la práctica de la meditación –yadmitimos que puede sonar muy raro, sobre todo dentrodel contexto profesional que suele adoptarla como unaintervención clínica, donde todo se hallacomprensiblemente orientado al logro de buenosresultados–, la atención plena no tiene tanto que ver conel hacer como con la no-acción, es decir, con laexploración y el cultivo de lo que nosotros llamamos eldominio del ser. Así pues, los cambios que puedanpresentarse no se derivan tanto, como sucede en laterapia cognitiva, de las intervenciones orientadas aresolver un problema u obtener un determinadoresultado, sino de la transformación de la conciencia quesuele acompañar al cambio de la modalidad del hacer ala modalidad de ser. Por ello, basándonos en nuestraexperiencia en la Stress Reduction Clinic con personasque padecían un gran número rango de trastornosmédicos como también con aquellas otras que sufren detrastornos de pánico y de ansiedad, insistimos en que lapráctica sincera de la atención plena como una forma deser puede tener resultados muy saludables en un amplioabanico de personas y problemas, como la reducción delos síntomas, la reactividad emocional en situacionesestresantes y la apertura a dimensiones que trasciendenlas viejas y limitadoras pautas de pensamiento ysentimiento.

Por ello insistimos en que la atención plena no selimita a ser una mera técnica, sino que va mucho másallá, ya que es una forma de ser, de ver, de sentir y de

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allá, ya que es una forma de ser, de ver, de sentir y deexperimentar, y que, en consecuencia, cualquier intentode incorporarla a un tratamiento para impedir la recaídaen la depresión no debería limitarse al cultivo de laatención plena, sino que tendría que alentar elcompromiso real y sincero del paciente con la prácticadisciplinada y constante de la meditación. En estesentido, debería enseñarse dentro de un contextopráctico, de indagación y diálogo continuo y en supropio lenguaje, que, como bien sabían todos lospresentes, es muy diferente del que suele emplearse enel ámbito de la terapia cognitiva. La práctica, en suma,debería ser presentada en sus propios términos, comouna forma de no-acción que alienta una actitud interna ycontraintuitiva de aceptación y apertura que permiten alpaciente habitar su cuerpo de un modo más amable ycompasivo y aceptar los pensamientos y sentimientos sinjuzgarlos ni tratar de sustituir un pensamiento o pauta depensamientos por otros.

Quizás no sea posible, pues, a la vista de todo loanterior, combinar –por más que se tengan en cuentatodas esas consideraciones– la atención plena con laterapia cognitiva sin desnaturalizarla. Por ello insistimosa nuestros colegas en que, si querían que su empresatuviera algún valor, debían organizar toda su empresa entorno a la práctica y el entrenamiento de la atenciónplena para enfrentarse a emociones difíciles y situacionesproblemáticas. Cualquier otro abordaje corría el peligrode convertirse en una caricatura de lo que, en realidad,

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de convertirse en una caricatura de lo que, en realidad,es la atención plena, desnaturalizando ydesaprovechando el poder y la riqueza de sus muchas ysutiles dimensiones.1

Ése fue el mensaje que quisimos transmitirles ennuestro primer encuentro y, en este sentido, debemosagradecer su apertura y amabilidad, pues pudimosexponerles de manera muy clara y directa nuestro puntode vista. Lo que no resultó tan claro fue que elloscomprendieran todas las implicaciones –tantoindividuales como grupales y para sus pacientes– quesuponía la adopción de ese enfoque.

Pero también había otra cuestión en juego porque, enun principio habían pensado, muy comprensiblemente,por otra parte, en la posibilidad de enseñar a suspacientes a meditar empleando para ello regularmente –incluidas las mismas sesiones de entrenamiento– nuestrascintas de meditación guiada. Aunque uno de ellos, comoya hemos señalado, tenía un profundo interés yexperiencia personal en la práctica de la meditación,carecía de toda experiencia en la enseñanza grupal de lameditación, una empresa muy difícil y compleja paracualquiera, independientemente de las circunstancias yaun después de llevar tiempo dedicándose a laenseñanza de la meditación.

Pronto resultó evidente que, si de verdad queríanllevar a la práctica su pretensión, deberían, en tanto queequipo, considerar muy en serio la necesidad no sólo deemprender la meditación, sino también de instruir y

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emprender la meditación, sino también de instruir yguiar a sus pacientes en las distintas prácticas basándoseen su propia experiencia directa, cualquiera que fuese elmétodo que decidiesen emplear para el trabajocotidiano entre una clase y la siguiente. Cuandoinsistimos en las di cultades –cuando no en la claraimposibilidad– que supone recomendar la práctica de lameditación sin haberla emprendido uno mismo, losacontecimientos experimentaron, al menos para dos deellos, un giro inesperado.

Pedir a los demás que hagan algo que uno no hace (y,en el caso concreto de la meditación, sin tener ningunaexperiencia directa de ella) resulta incompatible con unenfoque que exige un compromiso práctico junto a lospacientes. Y esto subraya la diferencia fundamental depensamiento existente, en ocasiones, entre los abordajesterapéuticos convencionales propios del ámbito de lapsicología (donde los métodos se ponen al servicio dellogro de determinados objetivos terapéuticos) y eladiestramiento meditativo (en donde la práctica no estanto una técnica orientada hacia el logro de un estado ode una visión más deseable, sino un fin en sí mismo).

Además, la ética profesional de los terapeutas insisteen mantener una separación muy estricta entre susnecesidades, intereses y compromisos personales, seanéstos los que sean, y los de sus pacientes. Desde nuestropunto de vista, sin embargo, si realmente queremosentender el funcionamiento de la atención plena y susefectos sobre nuestros pacientes, uno debe emprender

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efectos sobre nuestros pacientes, uno debe emprenderuna aventura cuya naturaleza es, en gran medida,impredecible y que muy probablemente no sea sóloprofesional, puesto que, a lo largo del proceso, uno estácreciendo como persona. Pero esto no quiere decir queno debamos observar y satisfacer los criterios máselevados de la conducta profesional y mantener lasnecesarias distancias, sino tan sólo que, en tal caso, elpapel de terapeuta debe expandirse hasta llegar aacomodarse y encarnar plenamente el papel de maestrode meditación.

¿Cómo podríamos –hablando en términos prácticos–compartir y explorar la práctica de la atención plena connuestros pacientes si no la hubiésemos cultivadopersonalmente? La familiarización con el paisaje delahora que se deriva de la práctica, el cultivo sistemáticoy directo de nuestra mente (incluyendo todas susactividades, resistencias y distracciones) y de nuestrocuerpo (y de todo lo que sucede en él en respuesta a lospensamientos y estados de ánimo) no formaba parte delrepertorio diario de dos de los instructores, por más queesperasen –o, al menos, debían esperar, si realmentequerían servirse del potencial curativo y transformadorde la meditaciónesa familiaridad y ese esfuerzo por partede sus pacientes. En tal caso, no dispondrían de laexperiencia necesaria para conectar con la experienciameditativa de sus pacientes, ni podrían responder a laspreguntas que éstos les formulasen acerca de la práctica,ni ayudarles a enfrentarse adecuadamente a los

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ni ayudarles a enfrentarse adecuadamente a lossentimientos, di cultades y comprensiones que implicasu aplicación a la vida cotidiana.

Mis colegas y yo estábamos muy satisfechos por habertenido la ocasión de mantener esta conversación y muycontentos de que otros profesionales se interesasen en laaplicación de nuestro enfoque a sus propios interesesclínicos. Esto era precisamente, a n de cuentas, lo queesperábamos que sucediese, que la atención plenaacabara convirtiéndose en una fuerza creciente dentrodel campo de la medicina y del cuidado de la salud, eincluso más allá de ellas. Pero esa tarde me di cuenta delprofundo abismo que, hasta entonces, separaba nuestrosmarcos de referencia, nuestros vocabularios y hastanuestro modo de hablar de la atención plena, por másque su apertura, autenticidad y respeto resultaranevidentes. Entonces me descubrí pensando en el modode transmitir nuestra forma radicalmente diferente deabordar el problema al que nos enfrentábamos de unmodo útil, sin que pareciese que nos aferrábamos a unavisión estrecha y limitada simplemente porqueestábamos cómodos en ella o porque nos sentíamosamenazados por sus sugerencias o sus perspectivas.Entonces me sentí obligado a aclarar lo que, en miopinión, era el problema fundamental, sin dejar desubrayar la exactitud de su intuición y de su motivación.

Entonces se hizo un silencio y, al cabo de unosinstantes, parecieron darse cuenta del abismo que nosseparaba. Al n rompí el silencio y dije: «En la

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separaba. Al n rompí el silencio y dije: «En laescarpada costa de Maine –comencé– se utiliza con ciertafrecuencia una expresión coloquial para responder a losturistas que preguntan por una determinada dirección:“Es imposible llegar allí desde aquí”. Creo que eso es,precisamente, lo que estáis proponiendo».

Con ello no pretendía, como cualquiera puede leer ensu relato de ésa y de sus posteriores visitas, desalentarles.O quizás fue tan sólo una prueba para ver cómorespondían y veri car su predisposición a encontrar unmodo adecuado de “combinar” la atención plena y laterapia cognitiva en la que estuviéramos de acuerdo quefuese conmensurable con la amplitud y profundidad dela práctica de la atención plena. Lo único que traté dedecirles fue que, si de verdad querían comprender laatención plena, no debían olvidar las complicacionesque supone su integración en la práctica clínica quedifícilmente podrían superar si sólo practicaba lameditación uno de ellos. Eso implicaba que, en nuestraopinión, todos ellos debían emprender la práctica, perono sólo para saber de qué se trataba, para mantener lasapariencias o para experimentar directamente lo queiban a pedir a sus pacientes, sino para experimentarsinceramente y por sí mismos, los principios a los que seatiene la práctica de la REBAP, según los cuales nopedimos nada a nuestros pacientes que no nos pidamoscotidianamente a nosotros mismos.

¿Cómo podrían –me preguntaba– esos tres eminentescientí cos/clínicos establecer un plan de acción conjunto

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cientí cos/clínicos establecer un plan de acción conjuntoque se hallase profundamente asentado en el modelo yel vocabulario de la terapia cognitiva, cuando sólo unode ellos tenía experiencia directa en la práctica de lameditación? ¿Y cómo podrían, en tanto que miembrosde un equipo, dejar a un lado las reservas profesionalesque pudieran albergar no sólo sobre la práctica, sinotambién sobre la enseñanza de la meditación? ¿Cómopodrían quienes no tenían interés ni experiencia en lameditación dejar a un lado el marco de referencia quehabían sostenido durante su período de formación y deejercicio profesional y emprender una práctica personalprimero por curiosidad, pero luego debido a que, comoles dijimos, la única posibilidad de entender lameditación consiste en practicarla? ¿Se hallarían losu cientemente motivados individual y grupalmentecomo para emprender ese trabajo y seguir su intuiciónprofunda, más allá de expectativas, conceptualizacionesy reservas? Todo ello, probablemente, les obligaría arenunciar al vocabulario especializado de la terapiacognitiva al enseñar a sus pacientes, trocando el papel deterapeuta por el de instructor de atención plena y dejarde lado de forma provisional y deliberada sus visiones,ideas y modelos conceptuales clínicos sobre elfuncionamiento de la mente. Lo único que, de hecho,estábamos sugiriendo era la necesidad de que todosemprendieran una práctica sistemática y disciplinadaque les permitiera observar el despliegue de actividadque tenía lugar en su mente y en su cuerpo, y asumir

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que tenía lugar en su mente y en su cuerpo, y asumirprovisionalmente todo lo que apareciese en sus propiostérminos, en lugar de preocuparse por relacionarlo deinmediato con teorías sobre el control atencional, lamente de sus pacientes o la recaída en la depresión.Todo eso, obviamente, era, en tanto que contenidos de lacorriente de su mente, inevitable. Y también seríainevitable, necesario y aun deseable algún tipo desíntesis. Lo que nos preocupaba no era eso, sino sipodrían poner provisional y deliberadamente ensuspenso su marco de referencia habitual, su sistema decoordinación cognitivo y dedicarse simplemente aobservar lo que sucedía en su mente y en su cuerpo.

A decir verdad, yo no creía que estuvieran dispuestos aemprender ni individual ni grupalmente tal aventura.Pero eso, desde nuestro punto de vista, era lo mínimoque debían hacer porque, en caso contrario, les resultaríaimposible llegar “allí” desde “aquí”. Paradójicamente, sise quitaban por un tiempo las lentes que habían estadousando –lo que, por cierto, no resulta nada sencillo–acabarían descubriendo que el “allí” al que queríanllegar ya se encontraba realmente “aquí”. Para darsecuenta de ello, o único que se requiere es despojarseprovisionalmente de las lentes habituales y contemplarlas cosas con ojos nuevos, o con lo que podríamosdenominar las “no lentes” de la mente original, ycontemplar con una atención pura, más allá de juicios,conceptos y reacciones, el despliegue instante trasinstante de la experiencia. Y puesto que ninguno de ellos

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instante de la experiencia. Y puesto que ninguno de elloshabía experimentado la enseñanza de la meditación enun contexto grupal, ese aspecto de la práctica –añadido ala práctica personal– requeriría tiempo y profundización.Sin esta garantía, su empresa acabaría fracasando. Y ésaera, desde luego una decisión que debían tomar tantoindividual como grupalmente, porque lo que estaban apunto de hacer era, desde nuestro punto de vista, unextraordinario salto hacia lo desconocido.

Pero eso fue, para nuestra sorpresa, lo que hicieron yno sólo debido a nuestra insistencia, sino porquenuestros comentarios les habían intrigado. Y ese cambiode motivación se mantuvo cuando nalmente volvierona casa. Como relatan en su libro, empezaron, en unprimer intento de intervención clínica, poniendo aprueba sus ideas y descubriendo la facilidad con la que,en lugar de afrontar los problemas que se presentabancomo parte de la práctica de la meditación, caían en lashabilidades aprendidas en la terapia cognitiva. Eseprimer intento de enseñanza de la atención plena lesllevó de nueevo hasta la Stress Reduction Clinic paraprofundizar su práctica, entender mejor lo que sucedíaen el PREBAP y observar y estudiar el modo en quetrabajan los instructores de el PREBAP en las diferentesfases del proceso. Entonces fue cuando, en algúnmomento de su segunda visita, Mak y Zindel tomaron ladecisión de emprender, como John, la práctica regular ycotidiana de la meditación de la atención plena.

Los encuentros posteriores dejaron muy clara la

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Los encuentros posteriores dejaron muy clara laseriedad de su empeño, no sólo como profesionales, sinotambién como personas que se habían enfrentado a susproblemas y reservas profesionales. Y eso, según dijeron,resultó muy difícil y doloroso y, en ocasiones, se vioacompañado de muchas dudas e incluso de arduasbatallas. Pero cada uno de ellos abrazó, perseveró yprofundizó en la práctica regular hasta alentar unamotivación basada en la curiosidad y la compasión,además del deseo de aliviar el sufrimiento de quienespadecían las a icciones de la depresión. Tenían elaliento y el apoyo moral de todos los miembros delCenter for Mindfulness, Health Care and Society, que lesrespetábamos y valorábamos muy positivamente lamagnitud y profundidad de la innovación que estabantratando de aportar a la terapia cognitiva y a sushabilidades como cientí cos y como clínicos, por nodecir nada del placer que suponía estar con ellos, unaamistad que, con el paso del tiempo, no hizo más quecrecer y profundizarse.

Su exploración personal y su investigación cientí cales ha permitido contribuir de forma muy positiva altratamiento de la recaída en la depresión. Y ello, en miopinión, no hubiera sido posible de no haber tenido elcoraje, equipo, de suspender provisionalmente su marcode referencia profesional y entregarse, cada uno a sumodo, al silencio y a observar, instante tras instante, eldespliegue de su propia experiencia directa, utilizándosea sí mismos como laboratorio para entender, de manera

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a sí mismos como laboratorio para entender, de maneradiferente, su mente y la mente de sus pacientes.

Me parece extraordinario que tomasen esa decisión yque perseverasen en ella a largo de los días, las semanas,los meses y los años. Su actitud y tenacidad fueron, paramí, una prueba evidente de que su motivación esencialno giraba en torno a su estatus o su ego. No parecíanmostrar recelo personal ni profesional alguno sobre elcamino en el que estaban embarcándose, aunqueexpresaran –con una sonrisa– algún que otro comentarioirónico sobre lo que dirían sus colegas profesionalescuando se enterasen de que estaban practicando yenseñando la meditación. Se mostraron muy dispuestos aaprender y ampliar su marco de referencia paraaproximarse a la mente y, algo habitualmente ajeno a latradición de la terapia cognitiva, también al cuerpo. Eneste sentido, su libro representa un intento valiente eimaginativo de narrar la historia del desarrollo de laterapia cognitiva basada en la atención plena desde laperspectiva de su propia experiencia personalilustrándolo con curvas de aprendizaje, algo que casinunca aparece en los manuales profesionales. Ese libroproporciona al lector una sensación muy profunda de loque realmente implica la búsqueda auténtica de uncamino que integra dos visiones muy diferentes peroigualmente poderosas para la comprensión de la mentey la curación del sufrimiento. Como consecuencia y,desde luego también a causa de las bondades de suinvestigación, son muchos los colegas que han

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investigación, son muchos los colegas que handescubierto que su libro y el trabajo que describe no sóloresultan cientí camente convincentes, sino también muyinspiradores. Tal vez por ello su publicación, junto a unaserie de artículos cientí cos que se ocupan de describirsu trabajo, ha acabado despertando el interés en laatención plena y en sus aplicaciones al ámbito de lapsicología clínica.

Creo que, si se les preguntase, los tres coincidirían enque su compromiso con la práctica y con la enseñanzade la meditación y la magnitud de los efectos que hanobservado entre las personas que han seguido suprograma han ampliado su visión de la mente y delcuerpo, y que ésta ha experimentado una considerableexpansión y hoy en día es más matizada, más sensible,más comprehensiva y quizás también más optimista, deforma que en la actualidad los tres tienen una mayorcon anza en las posibilidades del ser humano. Pero esto,de ser cierto, no es algo que les hayamos enseñado, sinoque lo aprendieron profundizando en su propia práctica.El tiempo que hemos colaborado nos ha llevado aaprender de ellos al menos casi tanto como ellos hanaprendido de nosotros y, a lo largo de ese proceso,seguimos disfrutando del misterio de nuestracolaboración y de las relaciones y aventuras que hagenerado.

Su obra ha contribuido muy positivamente alestablecimiento de un puente entre dos mundos que,hasta hace muy poco, apenas si se hablaban: el mundo

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hasta hace muy poco, apenas si se hablaban: el mundode la psicología clínica y el mundo de la prácticameditativa y, más allá de éste, el mundo del Dharma. Eltrá co en ambos sentidos que ahora discurre a lo largode este puente está contribuyendo a profundizar nuestraintuición y nuestra comprensión de ambos mundos. Y loque todavía es más importante, las conclusiones de lasinvestigaciones realizadas sobre la naturaleza de laemoción y el modo de regularla a través de la atenciónpara reducir el sufrimiento y liberar a las personas de lasombra oscura de la depresión están contribuyendo aldesarrollo y la expansión de aplicaciones derivadas de laatención plena orientadas a la curación del mundo,enfoques basados en la rme comprensión de que nobasta con el mero concepto de atención plena, sino deque también es necesario asentarlo en la práctica.

1. Tal vez el lector haya creído que nuestra investigación sobre lapsoriasis sugiere la posibilidad de escuchar una casete y obtener unbuen resultado sin necesidad de apelar a ningún tipo deinstrucción, feedback o participación grupal. Pero hay que decirque ese protocolo se empleó para un propósito muy concreto ylimitado a ciertas circunstancias y que no resulta especialmente útilincluirlo en un programa grupal dirigido por un instructor yorientado hacia personas que corren el riesgo de experimentar unarecaída en la depresión.

2. La Ivy League agrupa a un grupo selecto de ocho universidadesprivadas de Nueva Inglaterra famosas por su prestigio académico ysocial. (N. del T.)

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social. (N. del T.)

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DESBORDADOS

En cierta ocasión, llamé por teléfono a un profesor dereligión para organizar una reunión con un grupo dedocentes con el que debíamos elaborar un programa decontemplación para estudiantes universitarios de losprimeros cursos. En el curso de la conversación me dijoque, entre la enseñanza, la investigación, los viajes deestudio y la educación de sus hijos, se hallabacompletamente desbordado.

Por alguna razón, mi primera reacción fue la dereírme y bromear un poco al respecto, pero no tardé endarme cuenta de que las cosas no eran para él tandivertidas, un signo muy revelador de nuestro tiempoque me entristeció y decepcionó profundamente. Enalguno de los recodos más profundos de mi psiquismo,yo albergaba la idea de que un profesor de la IvyLeague2 debía ser un erudito en religiones orientales yun experto practicante de la meditación que llevaba unavida tranquila y pací ca en un campus idílico. Lohubiera comprendido en el caso de que estuviéramoshablando de la facultad de medicina, de derecho, deciencias empresariales o incluso de biología. Pero ¿cómopodía ocurrir tal cosa en el departamento de religión?

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podía ocurrir tal cosa en el departamento de religión?¿Cómo podía ocurrir en el ámbito de las humanidades?

Entonces me di cuenta de lo compartimentalizada queestá nuestra mente. Todavía tengo el recuerdo románticode la época, a comienzos de la década de 1960, en queestuve en la universidad, un tiempo en el que las cosasdiscurrían lenta y relajadamente, un tiempo en que lavida se desarrollaba a una escala más humana y a unritmo que no abocaba a la sensación de desbordamientocontinuo, exceptuando, claro está, la violencia de lasegregación en el sur, la crisis de los misiles y similares.Pero atrapados como estábamos en el papel deespectadores impotentes de lo que bien podía haberacabado conduciendo al “fin del mundo”, incluso la crisisde los misiles parecía discurrir a un ritmo más tranquilo.

Hoy en día, sin embargo, la experiencia interna ydirecta de las cosas que nos suceden o que suceden anuestro alrededor discurre tan rápidamente que apenaspodemos saber lo que está ocurriendo, ya sea de maneraindividual o colectiva, dentro de nosotros o a nuestroalrededor. Como la rana proverbial colocada en unrecipiente cuya temperatura se eleva gradualmente, nonos damos cuenta de la velocidad y la violencia con quediscurren los acontecimientos hasta que acabamosescaldados o, en el caso de la rana, muertos, sin habertratado siquiera de salir del cazo, como sin duda habríasucedido de haberla colocado inicialmente, según sedice, en agua hirviente. La velocidad misma nos pasadesapercibida y ha acabado convirtiéndose poco a poco

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desapercibida y ha acabado convirtiéndose poco a pocoen una forma de vida a la que, sin darnos cuenta, noshemos tornado adictos. Y es que, hemos idoacostumbrándonos a lo que ahora es una aceleracióncontinua que alienta la expectativa creciente de hacercada vez más cosas, de procesar cada vez másinformación (tanto la deseable como la que no lo es), deconseguir una grati cación instantánea, aunque sólo seapor la velocidad con la que nuestro ordenador, si acasolo desconectamos, se inicia cada mañana, o por larapidez con la que accedemos a Internet. Pero como yahemos visto y sabemos en lo más profundo de nuestrocorazón, seguimos ese ritmo para cumplir nuestrosprogramas, hacer las cosas que tenemos que hacer,conseguir lo que queremos y escapar de lo que nosdesagrada, para acabar sintiéndonos desfondados, sintiempo para respirar o estar simplemente tranquilos sinhacer nada, disfrutar de lo que hayamos logrado o sentirnuestro dolor y nuestra tristeza.

El único modo de mantener la cordura en un tiempotan acelerado como el nuestro consiste en familiarizarnoscon la calma. El silencio y la quietud no pueden seguirsiendo un lujo que se halle únicamente al alcance demonjes o monjas que han renunciado a la vida cotidiana,a quienes se aventuran en la selva o a quienes pasan susvacaciones en los parques nacionales. No estoy hablandoaquí de un tiempo de ocio, sino de un tiempo dedicadoa no hacer, estoy hablando de descansar profundamente,con la mente espaciosa y abierta, fuera del tiempo, en la

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con la mente espaciosa y abierta, fuera del tiempo, en laconciencia pura. Si esto resulta curativo cuando nosenfrentamos a enfermedades crónicas y amenazas a lavida, cómo no lo será frente a la enfermedad desentirnos total y crónicamente desbordados, con lasensación de que nuestra vida se despliegua a un ritmoque el sistema nervioso y el psiquismo humano sonincapaces de gestionar.

En cierta ocasión dirigí un taller de atención plena en uncongreso de hombres de empresa de Chicago al queasistieron unas cincuenta personas. Comencé señalandola posibilidad de permanecer sencillamente sentadosdurante veinte minutos sin nada que hacer y sin ningunainstrucción que seguir. Para ello, les sugerí queabandonaran toda expectativa y toda idea que tuvieransobre el taller y el motivo que les había llevado hastaallí (porque nadie estaba accidentalmente en la sala yalgo, a n de cuentas, les había llevado hasta allí), quedejasen a un lado las tazas de café y los periódicos y nosdedicásemos, durante unos minutos, a sentir cómo eran,para nosotros, las cosas en ese mismo instante… y huboquienes, al empezar la práctica, no tardaron en romper allorar.

En la charla que siguió a la experiencia, les preguntélo que les había hecho llorar. Un ejecutivo respondióentonces que “jamás había hecho nada sin una agenda”,un comentario que movilizó el asentimiento de todos los

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un comentario que movilizó el asentimiento de todos losdemás. Fue como si la frase “vamos a sentarnos sin nadaque hacer” resultase liberadora y despertara lossentimientos reprimidos de pena que ignoraban tener.

Es muy probable que todos y cada uno de nosotros,cada uno a su modo, anhelemos un tiempo más allá delas agendas, un tiempo sin nada que hacer, un tiempo desilencio, un tiempo que trasciende incluso los conceptosde meditación o de que yo estoy haciendo algo ohaciendo nada (como el pensamiento «Ahora estoymeditando»). No estoy hablando de pasar el tiempohojeando el periódico, picoteando, ensoñando oconversando con los demás o con nosotros mismos, sinode ser conscientes y descansar, más allá del pensamiento,en el ser, en el conocimiento, de ser el conocimiento y elno conocimiento, es decir, de ser lo que Soen Sa Nim,con su inimitable vocabulario, denominaba “mente nosabe”.

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DIÁLOGOS Y DISCUSIONES

Aprender a escuchar y a valorar el punto de vista de losdemás, aunque no compartamos sus visiones, actitudes ométodos, es una forma muy importante de superar lasdivisiones que, como vemos con cierta frecuencia,pueden polarizarse hasta el punto de tornarse tóxicas.

En ciertos círculos del mundo empresarial, del mundodel Dharma e incluso también del PREBAP, se consideraal diálogo como un correlato externo de una atención sinjuicios que nos permite advertir instante tras instantetodo lo que ocurre. Durante el verdadero diálogoprestamos atención, como sucede en el caso de laatención plena, a cualquier “voz” que aparezca ennuestro espacio mental, en el espacio del ahora, yescuchamos, sentimos, palpamos, degustamos yconocemos el espectro completo de todo lo que emerge,los vínculos que establece y su desaparición, y decualquier impronta o efecto secundario que deje, sinenjuiciarla ni reaccionar ante ella (o conscientes, por elcontrario, en el caso de que emerjan, de nuestros juiciosy de nuestras reacciones). Al igual que en el espacio dela práctica meditativa necesitamos sentirnos seguros yabiertos, en el encuentro con los demás también

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abiertos, en el encuentro con los demás tambiéndebemos permanecer lo su cientemente abiertos ycon ados como para hablar a la mente y al corazón delotro sin preocuparnos de su posible juicio. Nadie debedominar el diálogo y de hecho dejaría de ser tal en elmismo momento en que una persona o un grupopretendiera controlarlo. De lo que se trata, muy alcontrario, es de observar todo lo que aparece y deescuchar lo que dicen las ideas, opiniones, pensamientosy sentimientos, y absorberlo con un espíritu deinvestigación e intencionalidad profunda, cosa quehacemos cuando durante la práctica de la meditaciónformal descansamos en la conciencia y consideramostodo lo que aparece como igualmente válido o, almenos, lo vemos, lo escuchamos y lo conocemos sincorregirlo, censurarlo, vetarlo ni rechazarlo. De esaactitud suele emerger una inteligencia mayor que pareceresidir en el grupo, pero que sorprendentemente no secentra en ninguna persona concreta y, de esa apertura,surge una mayor comprensión colectiva.

Lamentablemente, sin embargo, las cosas suelendiscurrir, en los ámbitos laboral, político e inclusofamiliar, por cauces muy diferentes que acabansometiendo al discurso a agendas y actitudescontrapuestas. Lo más habitual, en tales casos, es que losdiálogos acaben convirtiéndose en discusiones que seatienen a agendas, planes, decisiones y estrategiasdecididas de antemano que permanecen ocultas. Porello, cuando esas agendas permanecen ocultas y a

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ello, cuando esas agendas permanecen ocultas y amerced de las diferencias de poder entre losparticipantes, acaban generando, cuando no se tiene encuenta ni se halla presente la dimensión ortogonal, unagran violencia.

Así pues, es muy importante prestar atención al modoen que nos relacionamos con los demás, sobre todocuando las consecuencias son importantes, las cosasdeben hacerse y el grupo debe funcionar con ciertacoherencia, por más diversas y contrapuestas que seanlas visiones, las opiniones y las actitudes.Independientemente de que se trate de una reunión deejecutivos de la General Motors elaborando su planestratégico a largo plazo, de una deliberacióndiplomática o de una conferencia de paz, la atención ylo que algunos denominan elementos de lacomunicación no violenta son esenciales si queremosalcanzar un acuerdo que aliente el aprendizaje, eldesarrollo, la curación y la comprensión mutua, y quenos ayude a convertir lo posible en real.

La comunicación que promueve la curación y eldesarrollo se asienta en la escucha y en la participación,re ejos de la relación y del respeto. Independientementede las diferencias de poder que existan entre ellos, todaslas visiones, opiniones y sentimientos de los integrantesdel grupo son importantes, pero cuando no son tenidasen cuenta, acaban tornándose tóxicas e impidiendo el“avance”. Ser tenido en cuenta, ser escuchado, ser visto yser conocido resulta curativo. Y tales encuentros pueden

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ser conocido resulta curativo. Y tales encuentros puedenabrirnos a posibilidades realmente ortogonales, comosucede también en el encuentro abierto con uno mismoen el silencio y la calma.

Por todas estas razones, basadas en mi propiaexperiencia personal, considero necesario usaradecuadamente los conceptos de “diálogo” y “discusión”.Tampoco abogo, en modo alguno, por extirpar denuestro discurso toda discusión. Lo único que pretendoes recordar el papel que desempeña y el modo en querealmente suele desplegarse, sobre todo en ausencia deconciencia e intencionalidad por parte del grupo. Lasacepciones del término “diálogo” son: (1) hablar con losdemás acerca de algo y (2) examinar o considerar (untema) en el habla o a través de la escritura. Se trata deun término que procede del inglés antiguo discussen, quesigni ca “examinar”, derivado, a su vez, delanglonormando discusser y originario del latín discussus,participio pasado de discutere, que signi ca “romper”(dis = aparte, y cussus = sacudir, eliminar). Suverdadero signi cado, pues, es “quitarse de encima”. Laraíz indoeuropea kwet, que signi ca “eliminar” o“erradicar”, también se asienta en la raíz de los términos“conclusión”, “percusión” y “sucesión”. El lectorentenderá perfectamente la deriva de todos estostérminos.

El término “diálogo”, por su parte, procede de lapalabra griega dialogos, que signi ca “conversación” yque se deriva, a su vez, de dialektos, que signi ca

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que se deriva, a su vez, de dialektos, que signi ca“hablar”. Así pues, dia signi ca “entre” y la raízindoeuropea leg (de lektos) quiere decir “hablar”. Deeste modo, el término “diálogo” transmite el signi cadode hablar con alguien o de mantener una conversaciónque muy a menudo, como sucede en los diálogossocráticos, tiene lugar en un clima de investigaciónprofunda conjunta y abierta. La cualidad del espaciorelacional es la clave para estas emergencias y aperturas.

No estaría de más asumir, aunque nadie más losupiera, este tipo de enfoque. Es probable que, con eltiempo, los miembros de un grupo adoptendeliberadamente esta actitud, en cuyo caso, el trabajo seconvierte en una empresa –¿o podríamos decir en unaaventura?– compartida mucho más creativa y productiva.

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SENTADOS EN EL ESTRADO

No conozco muchas profesiones en las que el verboempleado para describir operativamente el trabajo sea elde “sentarse”, pero una de ellas es la de juez. El juez se“sienta” en el estrado y desde esa elevada posición –porque, en la mayoría de los casos, se trata de un sitialubicado en un nivel superior– observa el continuo desfilede las peores cosas que los seres humanos se hacen unosa otros y a sí mismos. Se supone que mientras observancontrolan y moderan el despliegue de las pruebas yargumentos esgrimidos por la scalía y la defensa encontra o a favor del acusado, respectivamente, la miradade los jueces lo contempla todo de un modo distante ydesapasionado. El juez se ocupa de establecer ymantener el marco adecuado para que el jurado, en elcaso de se trate de esa modalidad de juicio, comprendaclara y mesuradamente los hechos y argumentosrelevantes. Sólo entonces podrá el jurado compuesto porpares del acusado (en los casos criminales) o deldemandante o demandado (en los civiles) –o, dicho enotras palabras, por personas normales y corrienteselegidas al azar para emitir un juicio en circunstanciaspara ellos inusuales– deliberar y llegar a una conclusión

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para ellos inusuales– deliberar y llegar a una conclusiónque encarne la sabiduría y justicia inmanentes en nuestrocorazón y, por tanto, en nuestro sistema legal,garantizando así el derecho de todo ciudadano a serjuzgado con imparcialidad.

En cierta ocasión fui invitado a impartir un curso deocho semanas de reducción del estrés basada en laatención plena dirigido a un grupo de jueces del distritode Massachusetts. No tardé mucho tiempo en darmecuenta de que el estrés es una de las principalesenfermedades laborales que aquejan a los jueces. Día trasdía y semana tras semana presiden el desarrollo de losjuicios y se ven obligados a presenciar el interminabledes le de los horrores generados por las desafortunadasconsecuencias de la avaricia, el odio, la ignorancia y lafalta de atención que acaba provocando en ellos, enmayor o menor medida, el tedio y la decepción. Pero lomás importante es que todas y cada una de sus palabrasse ven registradas y son de dominio público, con elriesgo de que puedan ser reproducidas fuera de contextopor los medios de comunicación. Cualquier desliz, portanto, les deja expuestos a la crítica de la prensa y delpúblico en general, lo que explica su habitual laconismo.Por otra parte, los casos suelen ser tan monótonos yaburridos –sobre todo después de haber asistido aldespliegue de cientos de otros similares– que correntambién el peligro de quedarse dormidos.

La proverbial cautela de los jueces, pues, se debe tantoa las limitaciones impuestas por su profesión como a la

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a las limitaciones impuestas por su profesión como a lanecesidad de no parecer estúpidos. Otra fuente de estrésse deriva de aquellas situaciones en que deben expresarsu opinión y llegar a un veredicto y satisfacer, de esemodo, sólo a una parte o a ninguna de ellas. Hay vecesen que sus decisiones desencadenan auténticas tormentaspolíticas, lo que, independientemente de que su cargosea provisional o vitalicio, no hace sino intensi car elestrés. Tampoco pueden –ni en la mayoría de los casosquieren– compartir detalladamente cada noche con sufamilia lo que les ha ocurrido durante el día. A menos,pues, que puedan descansar en la ecuanimidad y lasabiduría verdaderas, se ven diariamente expuestos a unadosis nociva de veneno.

Pero, por encima de todo, los jueces no saben –pormás que ése sea el mejor modo de describiroperativamente su trabajo– sentarse de la formaadecuada. Por ello me pareció kármicamente perfectopara este caso insistir, dentro del contexto de un curso dereducción del estrés basada en la atención plena, en lanecesidad de aprender a sentarse, y a ello dedicamosmucho tiempo durante las ocho semanas que duró elprograma. Ésa fue, para la mayoría de ellos, la primeraocasión que tuvieron de expresar abiertamente sussentimientos. También debo decir que el curso tuvolugar fuera del protocolo y de la ceremonia habitual, enel contexto seguro proporcionado por un hospital, loque nos brindó la oportunidad, dadas sus peculiarescircunstancias, de corregir su estrés mediante la práctica

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circunstancias, de corregir su estrés mediante la prácticade la atención plena y el cultivo de diferentes formas detrabajar creativamente con ella.

Pocos meses después de haber concluido ese curso,acudí a una esta en casa de un amigo en el oeste deMassachusetts en la que conocí a un joven abogadollamado Tom Lesser, que resultó ser un practicante demeditación budista y me contó la siguiente historia.

Resultó que él había sido uno de los abogados de unfamoso caso que se había juzgado en Amherst en 1987 yque acabó siendo conocido como “el caso de Amy Cartery Abbie Ho man”. Hay que recordar que Amy Carter erala hija del ex presidente Jimmy Carter y su inverosímilabogado defensor fue Abbie Ho man, el famoso activistapolítico y carismático líder de la década de 1960 quehabía sido uno de los acusados en el famoso juicioconocido como “el caso de los siete de Chicago”, uno delos más famosos y controvertidos de la historia deEstados Unidos. Después de ese juicio, Ho man habíapasado a la clandestinidad huyendo de una acusaciónpor posesión de drogas que le llevó a someterse a unaoperación de cirugía estética. Durante varios años,Ho man había mantenido una vida pública respetablebajo un nombre falso como activista medioambiental enuna comunidad suburbana del norte del estado de NuevaYork. De hecho, bajo el disfraz del amable Barry Freed,había participado en una comisión medioambientalpresidida por el mismísimo presidente Carter, habíatesti cado ante un comité en el senado de Estados

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testi cado ante un comité en el senado de EstadosUnidos y había sido incluso galardonado por HughCarey, gobernador de Nueva York, por su trabajo en elSt. Lawrence River en defensa del medio ambiente y dela comunidad.

El caso es que, Amy Carter y Abbie Ho man (que poraquel entonces había salido ya de la ilegalidad)participaron junto a muchas otras personas en unamanifestación de protesta contra el reclutamiento de laCIA en el campus principal de la Universidad deMassachusetts, en Amherst, que tuvo lugar en noviembrede 1986. La operación policial se saldó con la detenciónde cien estudiantes, quince de los cuales se vieron

nalmente acusados de entrar a la fuerza y perturbar lapaz del recinto universitario (que era precisamente,dicho sea de paso, lo que pretendían con su acto dedesobediencia civil), un caso que la prensa acabóbautizando como “el juicio a la CIA”. La defensa, quellevó al estrado a muchos testigos expertos, desde unantiguo scal general de Estados Unidos hasta un exagente de la CIA, mediante una estrategia conocida como“defensa de necesidad” o “doctrina de la competencia dedaños”, acabó convenciendo a un jurado compuesto porseis personas de que los derechos civiles que losacusados habían quebrantado eran incomparablementemenores que los delitos en los que había incurrido laCIA, nanciando una guerra ilegal en Nicaragua a travésd e l affaire Irán-contra. Prominentes testigos señalaronque, puesto que las acciones de la CIA violaban las leyes

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que, puesto que las acciones de la CIA violaban las leyesnacionales e internacionales, los acusados no tuvieronmás remedio que actuar del modo en que lo hicieron,para poner fin a las continuas acciones criminales de esteorganismo de espionaje y contraespionajenorteamericano que había actuado en contra del deseoexplícito del Congreso de Estados Unidos. Finalmente,Carter, Ho man y los demás acusados se vieronabsueltos, en un caso que provocó un gran revuelo entodo el país, de las acusaciones que se les imputaban.

En tanto que abogado defensor, Tom se hallaba en eltribunal el día en que, después de haber seleccionado aljurado, el juez les dio lo que se conoce como un“precargo”, algo completamente inusual. Lo normal esque no se les diga a los miembros del jurado el modo deconsiderar un caso hasta después de haber presentadotodas las pruebas. No es de extrañar, pues, la sorpresa deTom cuando escuchó al juez decir, dirigiéndose aljurado: “Es importante que entiendan los elementos deeste caso. También es muy importante que entiendanalgo de la meditación de la atención plena [sic]. Lameditación de la atención plena es un proceso medianteel cual uno presta atención instante tras instante, trasinstante. También es importante que mantengan sumente abierta y que no extraigan ninguna conclusiónhasta después de haber sometido a su consideracióntodas las pruebas que a continuación van a presentarse”.(Ésta es una cita literal, extraída de una copia del juicio,aunque Tom me lo comentó con sus propias palabras.)

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aunque Tom me lo comentó con sus propias palabras.)Cuando escuchó esas palabras, Tom, antiguo

practicante de la atención plena, casi se cae de la silla.¡No podía creerse que el juez estuviera invitando a losmiembros del jurado a practicar la atención plena!

Poco después de haber concluido el juicio, Tom fue avisitar al juez a su despacho para averiguar dónde habíaaprendido a meditar y practicar la atención plena. Enpalabras del mismo Tom, el juez, Richard Connon,respondió aproximadamente lo siguiente: «Aprendí apracticar la atención previa en un curso de reducción delestrés dirigido a jueces que tuvo lugar en la Facultad deMedicina de Universidad de Massachusetts. Durante esecurso, Jon Kabat-Zinn nos enseñó la importancia decontemplar las cosas instante tras instante, algo que paramí resultó extraordinariamente interesante. Yo ya habíapensado en la importancia de contemplar el desplieguede las cosas instante tras instante, pero allí nos enseñaronalgo completamente diferente, nos enseñaron acontemplar el despliegue de las cosas instante trasinstante, tras instante. La posibilidad de mantener unaatención continua me resultó, pues, muy sorprendente.Eso es, precisamente, lo que debería hacer un jurado. Porello consideré una buena idea invitar al jurado a prestarese tipo de atención para que pudieran escuchar, sinprejuicio alguno, todo lo que se decía en la sala».

Poco antes de presentar sus conclusiones, el juezvolvió a repetir las instrucciones de la atención plena. Ycito de nuevo aquí literalmente la transcripción del

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cito de nuevo aquí literalmente la transcripción deljuicio:

Ahora les pido que presten una atención concreta a los argumentosque se esbocen en las conclusiones. Pero, para ello, debenrecordar muy claramente mis instrucciones, deben recordar eltérmino que utilicé tiempo atrás y que ahora deben tener de nuevoen cuenta. ¿Se acuerdan de la meditación de la atención plena,verdad? No quiero que se duerman –aunque es muy probable que,en esas sillas, les resulte muy difícil–, sino que presten atencióninstante tras instante, tras instante. Eso es algo muy importante,porque la Constitución, tanto la Constitución Federal como laConstitución de Estados Unidos y la Constitución del estado deMassachusetts, les han otorgado el derecho de impartir justicia yhoy representan ustedes a todos los ciudadanos de nuestro país.

Quizás los miembros del jurado deberían recibirhabitualmente, antes de cada juicio, instrucciones sobrela importancia de la atención plena. Las siguientesrecomendaciones, por ejemplo, son muy genéricas,sencillas y fácilmente comprensibles y cualquier juezpodría usarlas sin necesidad de mencionar siquiera, paraello, la palabra “meditación”: «Quiero que escuchen muyatentamente todo lo que se presentará en esta corte.Quizás les resulte útil para ello sentarse, mientrasescuchan las pruebas, en una postura que encarne ladignidad y la presencia y permanecer en contacto con lasensación del movimiento de su inspiración y de suexhalación. Dense cuenta de la tendencia de su mente aextraer conclusiones antes siquiera de que se hayan

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extraer conclusiones antes siquiera de que se hayanpresentado todas las pruebas y de haber escuchado lasconclusiones de la scalía y de la defensa. Traten, comomejor puedan, de suspender provisionalmente todojuicio y limítense a atender simplemente con todo su serlo que vaya presentándoseles instante tras instante, trasinstante. Si descubren que su mente se distrae, siemprepueden volver una y otra vez a la respiración y a lo queestán escuchando. Cuando hayamos acabado lapresentación de las pruebas, llegará el momento de que,como jurado, deliberen y lleguen a una decisión. Pero nolo hagan antes».

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¡USTED ESTÁ LOCO!

Una noche de miércoles, como tantas otras, di una charlapública en el Cambridge Zen Center y luego Soen SaNim, sentado junto a mí, se dedicó a responder a laspreguntas que formulaban los asistentes. Ése era el modoen que solía adiestrar a sus discípulos para convertirse enmaestros.

La primera pregunta (ya he olvidado cuál era) laesbozó un joven que se hallaba a nuestra derecha, enmitad de la sala, y era tan confusa que levantó una olade curiosidad y preocupación en la audiencia. Todo elmundo giró entonces discretamente la cabeza para verquién había preguntado.

Soen Sa Nim permaneció entonces un rato en silencio,contemplando a ese joven por encima de sus gafas,mientras la audiencia guardaba silencio. Soen Sa Nim,sin dejar de mirarle, se masajeaba la cabeza rapada.Finalmente, y sin dejar de pasar la mano por su cabeza yde mirar por encima de sus gafas, inclinó levementehacia el muchacho su cuerpo sentado en el suelo y dijo,tan directo como siempre: «¡Usted está loco!»

Sentado junto a él, yo me quedé entonces sin aliento,como el resto de los presentes. Súbitamente, la tensión

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como el resto de los presentes. Súbitamente, la tensiónde la sala aumentó varios grados. Yo me sentía muy maly hubiera deseado inclinarme hacia él y murmurarle aloído: «No me parece una buena idea, cuando alguienestá realmente chi ado, proclamarlo abiertamente enpúblico. Trate amablemente a ese pobre chico, por elamor de Dios».

Y eso, muy probablemente también, era lo que pasabapor la mente de todos los presentes, mientras el eco delas palabras de Soen Sa Nim reverberaba todavía en elaire.

Pero lo cierto es que aún no había terminado.Al cabo de un momento de silencio, que pareció

eterno, pero que, en realidad, sólo duró unos pocossegundos, Soen Sa Nim concluyó su frase: «Perolamentablemente [larga pausa]… todavía no está losuficientemente loco».

Todo el mundo suspiró entonces aliviado y unasensación de relajación se propagó por toda la sala.

Quizás haya sido bene cioso para este joven, a n decuentas, que alguien del linaje y la autoridad de Soen SaNim le transmitiera ese mensaje. Dadas lascircunstancias, me pareció un ejemplo magistral decompasión y de destreza. Ignoro si al nal le habráservido de algo, pero espero que así sea. Tampocorecuerdo si ese hombre, siguió trabajando con Soen SaNim, pero, en cualquiera de los casos, lo cierto es que éljamás descartó a nadie como un caso perdido.

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Soen Sa Nim solía decir que tenemos que atrevernos aestar cuerdos asumiendo serenamente nuestra locura, yhacerlo de un modo compasivo, enfrentándonos a ella ynombrándola. Sólo cuando podamos ser más que ella,dejaremos de estar atrapados y, por eso mismo,permaneceremos en contacto íntimo con nuestratotalidad y, de ese modo, no sólo estaremos sanos, sinoque estaremos más que sanos. En una época como lanuestra en la que se considera salud lo que, muy amenudo, no es sino locura, ataviada para consumohumano por unos medios de comunicación quecomercian con la verdad o la relegan a las últimaspáginas, lo único que parece importar a esos medios decomunicación es que las noticias se adapten a laimprenta o a la radio o, dicho de otro modo, sedespreocupan de si el traje se adapta a la persona quedebe llevarlo y sólo parecen interesarse en que laspersonas se acomoden al ojo del sastre.

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CAMBIOS DE ESTADO

Si nuestra verdadera naturaleza es la totalidad,¿por quésolemos sentirnos fragmentados la mayor parte deltiempo?

Tal vez la siguiente analogía pueda ayudarnos aentender mejor este punto. Todos sabemos que el aguase mani esta, dependiendo de la temperatura y de lapresión, en formas diferentes. Al nivel del mar y a latemperatura ambiente, el agua es un líquido, perocuando el agua se calienta a cien grados centígrados,hierve y se convierte en un gas, mientras que si se enfríahasta los cero grados centígrados, se solidi ca y congela.Sin embargo, independientemente de la forma queasuma, el agua jamás deja de ser agua.

La física y la química conocen estas transiciones entrelos estados sólido, líquido y gaseoso como cambios deestado, porque en ellas el agua pasa de un estado oforma a otra diferente. En cada uno de los distintosestados, la relación que mantienen entre sí las moléculasde agua, las moléculas de H2O, es muy diferente, motivopor el cual el hielo es sólido, el agua del grifo es líquiday asume la forma del envase en el que está y el vapor es

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y asume la forma del envase en el que está y el vapor esgaseoso y llena por completo todo el volumen que locontiene. Independientemente, sin embargo, de queasuma la forma de un sólido, de un líquido o de un gas,jamás deja de ser H2O asumiendo una forma diferenteen función de las condiciones (de la temperatura y de lapresión). (Recordemos que, en la cima del Everest, lapresión atmosférica es tan baja que el agua hierve amenos de 100 °C, razón por la cual, dicho sea de paso, esimposible hervir algo a una cota tan elevada.)

Podríamos decir que el H2O es la naturalezafundamental o verdadera del agua (su esencia original) yque, dependiendo de las condiciones, puede manifestarseen estado sólido, en estado líquido o en estado gaseoso ypresentar, en cada caso, propiedades diferentes. Dicho enotras palabras, su apariencia externa será distinta y secomportará también de manera diferente.

Pero también la mente y el cuerpo experimentan, enfunción de las circunstancias en que se encuentran,cambios de estado. Bien podríamos considerar esascondiciones cambiantes como formas de presión o detemperatura que calientan o enfrían las cosas emocional,cognitiva, somática o espiritualmente. Nosotrosllamamos “estresores” a las condiciones que, de un modou otro, nos obligan a adaptarnos y “estrés” a nuestraexperiencia de esos cambios, especialmente cuando norespondemos de manera adaptativa.

Nuestra respuesta a las situaciones estresantes, tanto

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Nuestra respuesta a las situaciones estresantes, tantoexternas como internas, puede modi car su impacto ennuestra mente y en nuestro cuerpo. Todos sabemos porexperiencia propia que hay veces en que el miedo nosparaliza y nos “congela”. También nuestra mente puede,por así decirlo, congelarse y quedar atrapada en unaidea, en una opinión, en el resentimiento o en el daño.En tal caso, nuestra mente cristaliza, se solidi ca y setorna rígida, algo que se mani esta en pautas muyestrictas de pensamiento, emoción y conducta. Peronuestra mente también puede, por el contrario,calentarse, en cuyo caso, aumenta la agitación, laconfusión, la ansiedad y el desconcierto. No en vanohablamos, en ocasiones, de la necesidad de desfogarnos.Éstos son dos extremos que todos hemos experimentado,pero nuestra mente también puede ubicarse en unespacio intermedio entre ambos polos, en cuyo caso noes sólida (como el hielo) ni gaseosa (como el vapor),sino mucho más fluida.

Hay otras ocasiones en que estamos libres de todapresión y no nos sentimos como si estuviéramoscalentándonos hasta el punto de ebullición nicongelándonos hasta el punto de congelación, ocasionesen las que nuestra mente puede ser tan espaciosa comoel gas y expandirse in nitamente, uyendo librementecomo el agua y superando con facilidad todos losobstáculos que encuentra en su camino.

Hay veces en que estos cambios de estado ocurren demanera espontánea en respuesta a variaciones en las

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manera espontánea en respuesta a variaciones en lascausas, condiciones y circunstancias laborales, familiares,sociales, económicas o políticas de nuestro paisajeexterno, pero la mayor parte de las veces, sin embargo,son el resultado de cambios y reacciones que ocurren ennuestro interior. Estas últimas se derivan de pautasinconscientes de pensamiento, sentimiento y visión (o novisión) que se convierten en pautas rígidas y duraderas.Pero independientemente de que se hayan vistodesencadenadas por circunstancias externas o poreventos internos, somos incapaces de recordar yreconocer nuestra naturaleza verdadera, que no se hallalimitada ni con nada al estado sólido, sino que, dehecho, es una esencia subyacente semejante al H2O quepuede asumir muchos estados mentales y corporalesdiferentes y responder, de ese modo, de manera mássabia y e caz a los retos externos y a las uctuacionesinternas de la mente y del cuerpo a los que, de un modoa otro, nos vemos enfrentados.

La atención plena puede ayudarnos a fundir el estadosólido y pasar a un estado más libre y espacioso, ytambién puede ayudarnos a entender que ésta tampocoes su verdadera naturaleza, sino una más de susmúltiples manifestaciones.

Bien podríamos decir que nuestra auténtica naturalezaes la capacidad de conocer, la conciencia innata quesubyace bajo todos y cada uno de los estados y cambiosde estado y nos permite también conocer que todas ésasno son más que meras manifestaciones de una totalidad

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no son más que meras manifestaciones de una totalidadque trasciende toda forma y todo estado, ya sea sólido,líquido, gaseoso o adquiera la forma de los torbellinosde los que hablaba la maestra zen Joko Beck. Resultamuy sencillo culpar a las circunstancias externas o anuestro estado mental de nuestro malestar odesesperación, pero no son, en última instancia, losestresores los que inclinan la balanza en una u otradirección y lo que nos atrapa, sino nuestro apego,nuestra tendencia a aferrarnosal no reconocer, en primerlugar, la verdadera naturaleza de los eventos que sepresentan, que, como ya hemos dicho, esfundamentalmente vacía y, en segundo lugar, alresistirnos, al luchar, al contraernos, al culpar, al odiar yal esforzarnos en cambiar una realidad que nosdesagrada por otra que suponemos más grati cante,placentera o segura, sin darnos siquiera cuenta de laestructura profunda de lo que sucede y del amplio rangode alternativas de que disponemos para relacionarnossabiamente con ella.

Si la conciencia es nuestra verdadera naturaleza, moraren ella nos libera, por más lamentables que puedan serlas circunstancias, de la identi cación con cualquierestado mental o corporal y con cualquier pensamiento oemoción. Pero esta ignorancia de nuestra auténticanaturaleza que trasciende cualquiera de las formas quepueda asumir supone negar, cuando estamos en el hielo,la existencia del agua. Recordar esto, pues, aunque sólosea por unos instantes, puede liberarnos de una vida

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sea por unos instantes, puede liberarnos de una vidasumida en la contracción, porque, en tal caso, noacabaremos confundiendo una forma u otra con lo quesomos o con lo que es más fundamental.

El maestro zen coreano del siglo XII Chinul dijo:Por más que sepamos que el hielo del estanque es agua congeladanecesitaremos, para fundirlo, del calor del sol. Del mismo modo,aunque despertemos al hecho de que una persona ordinaria esBuda, también es necesario el poder del Dharma para queimpregne todo nuestro empeño. Cuando el hielo se haya fundido,el agua podrá uir libremente y entonces podremos utilizarla paralavarnos o regar los campos.

Esta fusión, este ujo libre y esta concienciaexpandida, en un universo estrechamente relacionadocomo el nuestro, se experimenta como amor, semejanteal calor del sol que libera las aguas de la mente y delcorazón.

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TIENES LO QUE HACES

Soen Sa Nim, perteneciente al linaje de Chinul (unmaestro de hace ocho siglos), solía decir: «Haces unproblema, tienes un problema», lo que signi ca que,simple y llanamente, los problemas no existen. Elconcepto “problema” no es más que eso, un concepto,una apariencia, una interpretación de una situación. Y esque es el pensamiento el que convierte las situaciones enproblemas.

Los problemas están bien desde el ámbito de lasmatemáticas o de la física, pero en el caso de la vidarealmente no existen, sólo existen situaciones que, en elmejor de los casos, requieren una respuesta adecuada alas circunstancias y a los retos que se nos presentan. Yeso suele implicar algún tipo de valoración exacta y unuso instintivo del cálculo de probabilidades. Lassituaciones son circunstancias que nos presentan, en suinmediatez, las cosas tal como son. Con muchafrecuencia, sin embargo, nosotros cambiamos nuestraorientación psicológica y acabamos convirtiendo lassituaciones en problemas, lo que estrecha nuestracapacidad de ver en aquellas situaciones en que másabiertos y creativos necesitamos estar y nos quedamos

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abiertos y creativos necesitamos estar y nos quedamosatrapados en un “problema” o, peor todavía, en un “granproblema”, lo que instantáneamente cosi ca un “yo” oun “nosotros” que tiene un problema.

En cierta ocasión, mi hija me dijo que, en el mismo momento enque empezó a hornear un delicioso pan de bananas con harina dealmendras, salió una gran llamarada y ya no hubo modo de volvera poner el horno en marcha. Yo comprobé los quemadores de lacocina y vi que no se prendían cuando les acercaba el fuego y queel interruptor no hacía el clic habitual. Lo mismo sucedía con elhorno. Puesto que, no hacía mucho, habíamos tenido problemascon el horno y tuvimos que llamar a un técnico para que loreparase, supuse que deberíamos volver a llamarle y dejar el pastelpara otra ocasión.

En el mismo momento en que mi esposa Myla señaló: «¿Por quéno comprobamos los fusibles?», supe que ése, precisamente, era elproblema. ¿Por qué no lo había pensado antes? Se supone que soyyo quien debe pensar en esas cosas. Entonces bajé escaleras ycomprobé los fusibles. Me di cuenta de había saltado el del horno,de modo que lo encendí y, voilá, el horno volvió a resultar.

En un instante, mi mente había convertido el horno enun problema que no me permitió advertir la posibilidadque asomó en la mente de Myla. En lugar de permanecerabierto a la situación presente, mi mente la habíatransformado en un problema, un diagnósticoapresurado que ofuscó por completo, al menos en eseinstante, mi pensamiento.

El reto, pues, consiste en enfrentarnos a todas y cada

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El reto, pues, consiste en enfrentarnos a todas y cadauna de las situaciones que la vida nos depara de unmodo que no nos impida actuar de la forma adecuada. Yello independientemente de que la situación nos guste,nos desagrade o nos resulte neutra, eindependientemente también de la tendencia de lamente pensante a convertir, las situaciones en problemaso melodramas que obligan a entrar en escena al pequeño“yo” y a generar un elaborado melodrama de “yo” y demi problema.

Podemos resumir la expresión “haces un problema,tienes un problema” en “tienes lo que haces”, lo queincluye cualquier “proyecto de construcción” de lamente, grande o pequeño. Ése era uno de los muchosmodos en que Soen Sa Nim nos enseñaba que elpensamiento mismo es una fabricación (un término quese deriva de la expresión latina fabrican, que signi ca“hacer algo”) que interpone un ltro entre nosotros y laexperiencia directa. Así era como Soen Sa Nim nosinvitaba a ser conscientes de las cosas en el mismomomento en que se presentan, para no quedarnosinconscientemente atrapados en ellas y perder así elcontacto con la percepción y el conocimiento directos. Elpensamiento claro puede ser muy poderoso y útil, perocon mucha frecuencia nuestro pensamiento no es así declaro y acaba oscureciendo por completo el dominio dela experiencia directa y otras formas de conocimientoque no se hallan mediadas por el pensamiento.

Décadas después me enteré de que uno de los

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Décadas después me enteré de que uno de losatributos fundamentales de lo que el budismo tibetanodenomina la mente pura original o la gran perfecciónnatural es la “no fabricación”. Cualquiera puedecon rmar observando su mente que, como decía Soen SaNim, todas las tradiciones meditativas a rman que lamente sin adiestrar está siempre fabricando ideas,opiniones, visiones y problemas. Ésta es una actividad“errática” de la mente que los círculos meditativoscali can como “proliferación”, porque en ella lospensamientos, las fantasías, las ensoñaciones y todas lasolas emocionales derivadas de ella proliferan sin cesar.Pero esta proliferación y esta fabricación incesante seescapan con facilidad de la mente que no se hallafamiliarizada con la observación sin juicio, hasta elpunto de que por lo general no tenemos la menor ideade lo que está sucediendo. De esto precisamente selamentaba William James cuando insistía en lanecesidad de entrenar la mente para poner así n a sufuncionamiento errabundo.

Es cierto que la mente que tiene alguna experienciacon la práctica de la atención plena todavía experimentaesta continua proliferación, porque ése es un aspecto desu propia naturaleza, pero no lo es menos que eladiestramiento y el cultivo adecuado de la estabilidadmental y el desarrollo de algún tipo de ecuanimidad eintuición nos permite reconocer esa actividad y asumirfrente a ella una actitud diferente. No es infrecuenteadvertir, en este sentido, la proliferación de creaciones

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advertir, en este sentido, la proliferación de creacionesmentales cada vez más sutiles que van acompañadas deformas también más sutiles de identi cación y apego.Pero cuando no reaccionamos ante ellas y no lasalimentamos, las manifestaciones más ordinarias de laproliferación y de la fabricación pueden menguarconsiderablemente hasta el punto de llegar incluso, enocasiones, a desaparecer.

Pero ¿cómo sucede esto? El cultivo, elperfeccionamiento y la estabilización de la atenciónplena nos permite detectar las fabricaciones de la menteen el mismo momento en que aparecen. En tal caso,nuestra conciencia decide dejar de alimentarlasre exionando en ellas y no quedarnos atrapados en elhábito de identi carnos con todas las historias queinconscientemente generamos al respecto. Es másprobable que, cuando las enfrentamos de este modo,reconozcamos con rapidez las diferentes construccionesde la mente (es decir, los pensamientos, sentimientos,ideas y opiniones) como lo que son, meras formacionesinsustanciales y evanescentes, simples eventos en elcampo de la conciencia que aparecen e inevitablementeacaban desvaneciéndose como las nubes en el cielo o laspalabras escritas en el agua, metáforas que expresan demanera muy precisa y grá ca la incesante danza de lamente y la provisionalidad de sus contenidos.

Cuando logramos mantener esta actitud de nofabricación tanto en nuestra práctica meditativa comosobre la esterilla del yoga e incluso más allá, tenemos la

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sobre la esterilla del yoga e incluso más allá, tenemos laposibilidad de acceder a la esencia espaciosa, sabia ycompasiva de la mente. ¿Y cómo podemos hacer talcosa? En primer lugar, manteniendo la actitud de nohacer absolutamente nada, ni siquiera la idea de queestamos meditando o de que, de ese modo, seremos másconscientes de las fabricaciones, porque quizás un nivelmás sutil éstas no dejan de ser también creaciones denuestra mente.

Soltémonos, relajémonos y zambullámonos, pues, enel paisaje del ahora con la intención amable, aunque

rme, de no distraernos y de permanecer atentos sinhacer nada en absoluto. También es importante, ensegundo lugar, observar la tendencia de nuestra mente aseguir –más allá de nuestra intención de no hacerlo–elaborando todo tipo de historias y preguntarnos por lacapacidad de observar, por la capacidad de conocer.Tengamos en cuenta que no es el pensamiento sino elsentimiento el que nos permite familiarizarnos con todasesas construcciones. De ese modo, advertiremos lasconstrucciones y proyectos que elabora nuestra mente yreconoceremos la facilidad con la que nos quedamosabsortos y atrapados en ellos, esbozando opiniones, yasean positivas o negativas, placenteras o displacenteras,al respecto. Entonces advertiremos que todo esto no esmás que una elaborada construcción. Sigamosobservando la aparición y el desvanecimiento de todasnuestras construcciones mentales. Descansemos en laconciencia misma, más allá de todo pensamiento,

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conciencia misma, más allá de todo pensamiento,incluida la intención misma de observar y conocer,descansemos en esa conciencia del momento presenteque, en sí misma, se halla más allá del tiempo.

Con el tiempo y la práctica, esos momentosatemporales acabarán emergiendo del sustrato deproliferaciones y construcciones y serán vistos yreconocidos, porque estaremos más familiarizados conellos y, en consecuencia, resultarán más visibles yaccesibles. Así es como llegamos nalmente a asentarnosde manera natural en una tranquilidad y claridad que nopuede verse perturbada por nada. Así es como,provisionalmente al menos, acabamos saliendo denuestro propio camino y todo se torna evidente,resplandeciente e imperturbable, por más intensos quequizá entonces más que nunca sean los altibajos queestemos experimentando.

Y si en cualquier momento concreto nos quedamosatrapados en las fabricaciones de la mente, tambiénpodemos comprobar los fusibles, sobre todo los fusiblesmentales.

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CUALQUIER IDEASOBRE LA PRÁCTICA

ES UNA CONSTRUCCIÓN MENTAL

Lo que hemos dicho en el capítulo anterior, obviamente,no es más que una visión y, por ello mismo, unaidealización. Y es que resulta muy sencillo idealizar lanoción de práctica o de nuestra propia práctica ysuponer que se trata de alcanzar estados mentalesespeciales. De ese modo, sin embargo, acabamosatrapados durante años en nuestras ideas y en nuestrosideales de la práctica sin darnos siquiera cuenta de queno son más que construcciones, grandes construcciones.

Pero la práctica, de hecho, consiste en quedarnosatrapados una y otra vez y soltar amablemente esaidenti cación, porque lo cierto es que,independientemente de lo que pensemos y de lo quehagamos, seguiremos atrapados ya que ésa,precisamente, es la naturaleza de la mente inmadura ysin desarrollar.

Creamos problemas cada vez que nuestra mentereacciona y a nuestro “yo” se le ocurre algo. Y esto esalgo que también sucede cuando empezamos a meditar.¡No se trata, pues, de ningún problema, sino de algo

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¡No se trata, pues, de ningún problema, sino de algocompletamente natural! Todo eso, como cualquier otraelaboración y construcción de la mente, forma parte delpaisaje natural de la práctica. El reto –y debo subrayarque se trata de un reto extraordinario y continuo–consiste en permanecer atentos aun cuando estemosatrapados y de recuperar lo más rápidamente posible laatención después de habernos despistado y sucumbido alos múltiples hábitos absurdos y arraigados generadospor la inseguridad y el miedo.

Éste no es ningún ideal, sino un trabajo muy duro,para el que es necesaria una actitud que insiste en que,independientemente de lo que ocurra, de los con ictos yde la confusión que podamos experimentar, no hay otromomento más que ahora. Y es que sencillamente no hay,para despertar, ocasión ni momento mejor que éste. Porello, como dice la canción, “ahora o nunca”. Sólo si nosdecidimos por el “ahora” podremos abrirnos y descansaren la conciencia misma y actuar, de manera espontánea,en el paisaje presente, en la misma dimensión del ser ydel conocimiento, de la manera más pura y más sencilla,encarnando la totalidad y la sabiduría, pero no a travésdel pensamiento ni de las elaboraciones, sino porque,aunque lamentablemente lo hayamos olvidado, nuestraverdadera naturaleza, lo que realmente ya somos,nuestro H2O, por así decirlo, es la totalidad y lasabiduría.

*

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La Gran Vía no es difícilpara quienes no se identifican con las preferencias.Cuando el amor y el odio están ausentestodo se torna claro e indistinto.---Si quieres avanzar por el Camino Único,no debes rechazar el mundo de los sentidos ni el de las ideas.Cuando los aceptes plenamente,alcanzarás la Iluminación…

SENG-TS’AN, tercer patriarca zen (circa –600)«Poema de la confianza en el espíritu» (Hsin-Hsin Ming)

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¿QUIERES QUE HAGAMOSALGO CON ELLO?

Ésta era, durante mi adolescencia en las calles de NuevaYork, una forma de invitación a la lucha [que venía asigni car «¿Estás buscando pelea?»], una frase muyempleada cuando alguien se sentía insultado y, si larespuesta era positiva, empezaban los empujones yquizás la cosa llegaba incluso a mayores.

«¿Quieres que hagamos algo con ello?» es una formamuy curiosa de provocación, especialmente para elturbulento mundo de la calle de una ciudad como NuevaYork durante la década de 1950.

Me parece muy interesante re exionar, a la luz de loque acabamos de decir en relación con la mente y sutendencia a elaborar todo tipo de construcciones, sobrelo que, en nuestra adolescencia, nos llevaba a decir talescosas. “Hacer algo” signi caba, en el argot callejero de laépoca, ir más allá, pasar a las manos o insistir en lo queacabamos de decir. Y es que uno sólo quería “hacer algo”con las cosas realmente importantes, con lo que leparecía un insulto y no quería dejar pasar, aunque sólofuese a causa de los hábitos y el aburrimiento de losadolescentes de la época. Habitualmente se trataba de la

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adolescentes de la época. Habitualmente se trataba de lasecuela de un insulto dirigido hacia algún miembro de lafamilia, normalmente la madre, que lograba supropósito cuando el otro a rmaba querer “hacer algo” alrespecto. Poco importaba, al cabo de un rato, cuál habíasido la ofensa original, ni quién la había iniciado. Loúnico que importaba era que el otro había respondido:«¡Sí! ¡Quiero que hagamos algo con ello!»

Pero también había una forma socialmente aceptablede no entrar al trapo sin perder tampoco, por ello,prestigio. La cuestión consistía en permanecer frío,relajado, indiferente y sin perder el sentido del humor –es decir, no hacer caso del insulto y permanecerecuánime–, especialmente cuando uno había sido elagredido (porque, a n de cuentas, se trataba de unjuego bastante estúpido y absurdo).

Pero si alguien se lo tomaba en serio y se sentíainsultado –aunque supiese que no era más que unabroma–, podía enfadarse hasta el punto de querergolpear a quien había injuriado a su madre o a suhermana, con lo que el agresor lograba su propósito, queno era otro que hacer perder la compostura al agredido.Todo era, por cierto, bastante ridículo. Pero ¿qué otracosa podía hacer un adolescente, a nales de la décadade 1950, aburrido de jugar al baloncesto y otros deportescallejeros? (Según me dicen, estas travesuras y ritualessiguen todavía presentes, aunque, en la actualidad, elnerviosismo se encauza a través del rap, una alternativa,en mi opinión, bastante más creativa, poética, matizada

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en mi opinión, bastante más creativa, poética, matizaday socialmente consciente que la nuestra.)

Pero ¿no les parece que este tipo de situaciones tiñenmuchas de nuestras actividades? A n de cuentas,“hacemos algo” con casi todo y, al hacerlo, nosquedamos atrapados. Tengamos en cuenta que losrituales callejeros de los adolescentes tienen mucho quever con el apego y con el desapego. Por ello, cuando nosquedábamos atrapados en las palabras y en las ideas, nosveíamos obligados a pelear para recuperar nuestro“honor”. Pero si uno no se tomaba en serio esas cosas yno se tragaba el anzuelo, sino que, por el contrario, lasdejaba pasar como si nada, no se generaba ningúnproblema, porque lo cierto es que nuestro honor jamáshabía estado en peligro.

Ese ritual adolescente re eja, pues, en su esencia, lacomprensión intuitiva íntima de la misma enseñanza deSoen Sa Nim, según la cual “tienes lo que haces”.

Esto me parece muy interesante porque en aquellaépoca nadie nos había enseñado ninguna forma deautoindagación y teníamos que aprenderla por nuestracuenta en las calles de Washington Heights. Es cierto quenuestro autoconocimiento no llegaba muy lejos, pero dealgún modo íbamos más allá de nuestra comprensiónconsciente… y, a mi entender, lo hacíamos de unamanera bastante sabia.

Cada vez que creamos un problema, tenemos unproblema. Cada vez que generamos un insulto, tenemos

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problema. Cada vez que generamos un insulto, tenemosun insulto, y cada vez que interpretamos algo, tenemosuna interpretación. Son muchas las formas de quedarnosatrapados en nuestras creaciones, de quedarnosatrapados en un evento u otro y de magni carlo yconvertirlo así en algo mucho mayor de lo querealmente es. Éste es el origen de buena parte de nuestrosufrimiento. Si “hacemos algo” con nuestraspercepciones, como, por ejemplo, “ellos” no me quieren,“ellos” no me respetan, “las cosas no deberían suceder deeste modo”, “mi cuerpo no me gusta”, “mi vida es unfracaso” o “yo soy el rey del mundo”, ateniéndonos almodelo proporcionado, por ejemplo, por una estrella decine, en lugar de reconocer la vacuidad/plenitud esencialde todos los fenómenos y descansar en la aceptación yecuanimidad que se asientan en lo más profundo denuestro corazón, en la integridad de la concienciaespaciosa, sincera y sin elección, podemos estar bien opodemos estar mal, pero jamás conoceremos la paz, nillegaremos a ver la imagen mayor que se encuentra másallá de las historias, grandes y pequeñas que noscontamos y que luego olvidamos que hemos elaborado yconstruido.

Nuestro “yo” siempre se interpone en el camino denuestra vista, de nuestro oído, de nuestro olfato, denuestro gusto, de nuestra piel, de nuestro corazón, denuestra mente y del momento presente.

Quizás podamos, al ver nuestras propias creaciones,renunciar a ellas y no quedarnos atrapados, y quizás, en

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renunciar a ellas y no quedarnos atrapados, y quizás, ental caso, podamos darnos cuenta de lo que estáocurriendo. Éste es un reto muy interesante, una prácticaque realmente merece la pena.

Permítame, pues, preguntarle si “¿quiere hacer algocon ello?”.

¡Preste mucha atención!

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¿QUIÉN GANÓLA SUPERLIGA?

Recuerdo que el año 2003 participé en un retirosilencioso de meditación de quince días de duración quecomenzó el mismo n de semana de la Superliga. Era latercera ocasión en que participaban los Patriots deNueva Inglaterra, que, por cierto, jamás habían ganado.Se trataba de una ocasión muy emocionante para losseguidores de los Patriots a causa de los pobresresultados obtenidos en las nales por los Red Sox deBoston, que no había ganado desde 1918, después deque Babe Ruth pasase, en 1919, a los Yanquis de NuevaYork.

Era mucha la expectativa generada por esa nal,porque Drew Bledsoe, quarterback y estrella del equipode Nueva Inglaterra, se había lesionado durante elsegundo partido de la temporada y había sido sustituidopor Tom Brady, un suplente hasta entonces desconocido.

Brady llevó a su equipo hasta la nal y acabólesionándose en el partido que decidió el campeonato yel acceso a la Superliga. Bledsoe, que llevaba variosmeses lesionado y sin jugar, entró entonces en escena yconsiguió una fácil victoria sobre el equipo favorito, los

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consiguió una fácil victoria sobre el equipo favorito, losSteelers de Pittsburgh.

Los fans estaban identi cados con ambos jugadores,que fueron ensalzados por la prensa local y glori cadospor su entusiasmo y por la despreocupación con la quehablaban de sus lesiones. Sabíamos que el equipo deNueva Inglaterra iba a la Superliga, pero ignorábamosquién iba a jugar de quarterback. ¿Conseguiría

nalmente el equipo ganar a los favoritos, los Rams deSan Luis?

Así estaban las cosas cuando, el viernes por la nocheempecé un retiro silencioso que, según el curso en el quenos hubiéramos inscrito, iba a durar entre quince días yun par de meses. Durante una de las charlas del domingopor la tarde, uno de los maestros aludió al tema de laSuperliga para ilustrar las cosas a las que nos habíamosvisto obligados a renunciar para asistir al retiro y,después de hacer varias bromas amables al respecto,también dijo que quienes quisieran conocer el resultadodel partido podían preguntárselo durante las entrevistasindividuales.

Pero por más buena nota que hubiera tomado de ellocuando, a la mañana siguiente, tuve mi primeraentrevista, mi atención se centró en la riqueza de laexperiencia de la sentada y en la práctica del paseomeditativo sobre las que fundamentalmente giraba elretiro, y ni siquiera se me ocurrió, a pesar de hallarmeinevitablemente excitado por el entusiasmo de losbostonianos, fuesen o no fans de los Patriots, preguntarle

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bostonianos, fuesen o no fans de los Patriots, preguntarlepor el resultado de la Superliga. Cuando posteriormentereconsideré esa cuestión, me sorprendió la facilidad conla que había renunciado a todo ello. Entonces se meocurrió preguntarle por el resultado en la siguienteentrevista, pero después de re exionar un poco alrespecto decidí no hacerlo por los motivos que, acontinuación, paso a enumerar:

¿Acaso me importaba tanto el resultado? ¿Necesitabarealmente saber quién había ganado? A n de cuentas, elpartido ya había concluido y no iba a tardar mucho enenterarme del resultado. Si había ganado el equipo deNueva Inglaterra, mi mente se llenaría de pensamientospositivos y, si había perdido, se llenaría de pensamientosnegativos, pero en cualquiera de ambos casos mi alegríao mi tristeza serían vicarias, breves e insigni cantes.Cuando le presté la debida atención, me di cuenta deque el resultado del partido no tenía nada que verconmigo ni con mi vida, por más que viviese en NuevaInglaterra, por más que hubiese presenciado el partidoen el que Bledsoe llevó al equipo a la victoria y por másque supiera que mis hijos habrían estado viéndolo yestarían encantados si nalmente habían ganado losPatriots. Entonces me di cuenta de que el interés enconocer el resultado no era más que una manera deidenti cación con una forma de cción, un modo deatiborrar mi mente de otra historia en la que podíaacabar enredándome, una forma de identi carme con un

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acabar enredándome, una forma de identi carme con unresultado concreto de un acontecimiento que, en elmejor de los casos, sólo afectaba a mi vida de maneratangencial y que resultaba completamente irrelevantepara lo que me había llevado al retiro. El trabajo delretiro, la única razón por la que había decidido estar ahí,el único motivo por el que había reorganizado mi vidapara poder asistir me obligó a renunciar a muchas cosasy, de todas ellas, la menos importante era la Superliga.De lo que se trataba, muy al contrario, era de estar lomás despierto posible a la experiencia del momentopresente en un entorno deliberadamente simpli cado,un entorno muy difícil de organizar para que losparticipantes tuvieran la oportunidad de dejar de ladotoda información externa que no estuviera directamenterelacionada y pudiese interferir, como suele ocurrir demanera inconsciente con la corriente de la experiencia.

Debo decir incidentalmente que el relato que estoypresentando puede transmitir la impresión equivocadade que, independientemente de que me enterase o nodel resultado, mi mente estaba interesada en el resultadode la Superliga. Pero aunque el pensamiento apareciesealguna que otra vez en forma de idea y perdurasedurante un rato, no tardaba en disolverse. En cualquierade los casos, son necesarias muchas ideas y palabras parareconstruir retrospectivamente lo sucedido.

Al cabo de un tiempo pude contemplar las cosas desde

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Al cabo de un tiempo pude contemplar las cosas desdeuna perspectiva más elevada. A pesar de la pasión de losespectadores, de la destreza y del virtuosismo queocasionalmente despliegan los jugadores y de lossentimientos positivos que el triunfo de su equipomovilizó en la ciudad, me di cuenta del extraordinariomontaje en que se apoyaba todo el acontecimiento, losmillones de dólares malgastados por la liga y losequipos, los millones de dólares invertidos enpublicidad, el enorme despliegue publicitario destinadoa promocionar la culminación de la temporada con unaextravagancia desproporcionadamente cali cada como“Superliga”, toda la alharaca que suele acompañarle ylos sueldos astronómicos de los jugadores, por no decirnada de que se trataba de un acontecimiento que serepetía año tras año. Así, por más, el partido desate elentusiasmo y la depresión de unos cuantos fans delequipo ganador y perdedor, respectivamente, elauténtico triunfador es, año tras año, el mundo de losmedios de comunicación.

Así fue como ese año –el único, desde hacía variosdecenios, en los que me había interesado por el béisbolporque, de niño, había jugado en la hierba del Little RedLighthouse, bajo el puente de George Washington ytambién me gustaba jugar y ver la Superliga– medescubrí, en medio de un retiro, dando un paso atrás yadentrándome en una riqueza que siempre tenemos antenosotros, tan cercana como la respiración, comocualquier respiración, tenga o no lugar en el seno de un

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cualquier respiración, tenga o no lugar en el seno de unretiro.

También debo decir incidentalmente que un año ymedio antes había asistido, durante las eleccionespresidenciales de 2002, a un retiro de una semana. Lamañana posterior al día de la elección se nos advirtió dela posibilidad de enterarnos de quién era el nuevopresidente levantando un pedazo de papel blanco quecubría el tablero de anuncios, para que únicamentepudiesen leerlo los realmente interesados. Los demáspodrían enterarse al concluir el retiro. El retiro duróhasta mediados de diciembre y el mensaje que, día trasdía, hallábamos bajo la hoja de papel era siempre elmismo: “Todavía no lo sabemos”. ¡Imaginen loconfundidos que estaban –y sin saber por qué– losmeditadores interesados en conocer el resultado! Unejemplo perfecto de una verdad con gurándose como side una ficción se tratara.

Finalmente me enteré de quién había ganado laSuperliga. Fue el equipo de Nueva Inglaterra en unpartido de auténtico cuento de hadas. Brady dirigió a suequipo campo arriba en los últimos ochenta y unsegundos de juego, cuando estaban empatados adiecisiete (los Patriots llevaron la delantera en un punto17-3), hacia la posición nal de gol y Adam Vinatieri, elchutador de los Patriots, consiguió 20-17 en los últimos

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chutador de los Patriots, consiguió 20-17 en los últimossegundos. Poco tiempo después, Bledsoe fue chado porel quipo de Bu alo y dejó de ser un Patriot, en un nuevoejemplo de la ley de impermanencia aplicada al entornolaboral, como si Bledsoe no tuviera el menor apego porel equipo de Nueva Inglaterra… aunque, en este caso, síparecía tenerlo. ¿Qué otra cosa podían hacer los fans deBoston, entonces, que renunciar a su identi cación conél?

Durante el retiro, sin embargo, no había podido ver elpartido y me descubrí preguntándome si de verdadquería verlo, aunque una parte de mí respondíaa rmativamente, cuando mis esfuerzos ya se habíanorientado en otra dirección, enfrentándose a nuevos retosy comprensiones que me llevaron a darme cuenta deque, independientemente de quién hubiera ganado, eljuego al que estábamos jugando en el retiro, el juego deestar presentes en la vida misma, dejaba muy en segundolugar cualquier competición, por más extraordinaria quefuese.

Cuando un mes más tarde leí las cartas que me habíanescrito mis hijos, me sentí exaltado por la suerte delequipo de Nueva Inglaterra y simultáneamente tambiénme di cuenta de lo vacío y arti cial que todo elloresultaba. Para algunas personas se trató, en el momentoen que ocurrió, de un acontecimiento extraordinario,pero, pasado ese momento, el hecho se convirtió en unaanotación más en el libro de récords que sólo perduró enel recuerdo de los fans más fanáticos y en las camisetas

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el recuerdo de los fans más fanáticos y en las camisetasque se fabricaron para celebrar la ocasión. Vino y se fue.Apareció y acabó desapareciendo. En realidad, estabadespojado de toda realidad duradera. Y también fuedivertido. Eso fue todo, nada más ni nada menos.

Posdata: dos años más tarde, los Patriots de Tom Bradyganaron de nuevo la Superliga contra los Panthers deCarolina y, también en esta ocasión, lo hicieron en losúltimos segundos con un gol de Vinatieri. Esta vez yoestaba dirigiendo un retiro de atención plena dirigido alos jefes del departamento clínico de la Facultad deMedicina de Duke que comenzaba esa misma tarde. Peroen esa ocasión se trataba de Carolina del Norte y“tuvimos” que ver el partido. Así fue como, a modo depráctica, lo integramos en el retiro tratando decontemplar el partido atentamente, dándonos cuenta delos efectos que tenía en nosotros y de lo que nosotrosaportábamos, sobre todo en lo que respectaba a laidenti cación con el resultado. Desafortunadamente, notuve el valor su ciente para sugerir ver el partidoquitándole el sonido, para poder advertir así mejornuestros propios comentarios internos.

Bien podríamos decir que la atención plena es, enrealidad, el único juego al que las personas normalesquieren jugar, ya sea que vean o no la Superliga, eindependientemente de que les guste o no el deporte yde que sean o no atletas. El simple hecho de jugar a la

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de que sean o no atletas. El simple hecho de jugar a laatención plena es ya ganar porque, en ese mismoinstante, usted está vivo… y lo sabe.

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LA ARROGANCIAY LA COMPLACENCIA

El hecho de que podamos controlar las cosas duranteunos pocos instantes nos lleva a contarnos interminableshistorias sobre el modo en que se supone que funcionanlas cosas. Suponemos que los aviones aterrizan y partena la hora prevista y que nuestro vuelo no se verácancelado porque así lo hemos programado o por tal ocual otra razón (pero ¿se dan cuenta del desatino y delegocentrismo que todo ello entraña?). Suponemos quepodemos con ar en las personas y en que hacen lo quedicen, especialmente cuando tienen que ver connosotros. Suponemos, en n, que nuestras inversionesaumentarán de valor, que los niños están a salvo y que sihacemos ejercicio regularmente y nos alimentamos bienla salud de nuestro cuerpo estará garantizada.

Cuando las cosas suceden provisionalmente tal y comolas hemos previsto, acabamos creyendo que tododepende de nosotros. Por ello, cuando funcionan demanera diferente –cosa que, más pronto o más tarde y loqueramos o no, acaba sucediendo–, nos decepcionamos,nos enfadamos o nos deprimimos, olvidando que sólo“creíamos” que eran de otra manera. Nuestra vida

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“creíamos” que eran de otra manera. Nuestra vidadiscurre por cauces que casi nunca esperamos,plani camos ni deseamos. Pero por más que las cosascasi nunca se encuentren bajo nuestro control absoluto,nosotros seguimos creyendo que deberían desarrollarsede determinado modo, que no nos merecemos esahumillación o esa pérdida, que no deberíamos sertratados de tal o cual modo, que el mundo debería serasí o asá y que los terremotos no deberían existir. Ycuanto más elevado sea nuestro estatus dentro de lasociedad, de una determinada organización o inclusodentro de la sociedad que vive dentro de nuestra cabeza,mayor es nuestra sensación de invulnerabilidad. Pero ésaes una visión arrogante que ignora la ley de laimpermanencia, soslaya la existencia de la incertidumbrey se resiste a reconocer que nada perdurainde nidamente. Sólo si tenemos en cuenta estascuestiones podremos compensar con facilidad nuestraarrogancia natural y aprenderemos a vivir de un modomás acorde al gran dharma, al tao o a la realidad,especialmente frente a las adversidades, dukkha y laangustia.

Si contemplamos las cosas con más detenimiento, nosdaremos cuenta de que –sean cuales sean los aspectosconcretos, que son siempre los más difíciles de asumirporque, hablando en términos generales, todos sabemosque las cosas discurren por cauces muy ajenos a nuestrasfantasías y nuestros miedos–, siempre estamoscontándonos historias compuestas por imágenes y

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contándonos historias compuestas por imágenes ysentimientos no examinados que acaban sumiéndonos enla inconsciencia cuando más despiertos deberíamos estar.Por ello solemos pasarnos la vida atrapados en laapariencia de las cosas y seducidos por el hechizo delsamsara o de maya, términos sánscritos que se re eren aljuego ilusorio del mundo sensorial que no llegamos apercibir y comprender claramente y nos abocan a lailusión y la desilusión, incluida la creencia en lainmortalidad y la omnipotencia de nuestro pequeño yo.

Esto es algo de lo que no cabe la menor duda. Hayveces en que el azar y el esfuerzo parecen constelarse,especialmente en sociedades estables y llenas deoportunidades y leyes bondadosas, como la nuestra, querespetan la vida y la libertad individual, paratransmitirnos una sensación de equilibrio, estabilidad y“progreso” en nuestra vida personal o en nuestra vidaprofesional y, si tenemos suerte, en ambas a la vez. Enlos países llamados subdesarrollados, sin embargo, lascosas son bastante más caóticas. Pero por más que en lassociedades desarrolladas, las cosas parezcan atenerse aun plan, al menos durante los períodos queconsideramos “pací cos” la sensación de supuestocontrol, cuando las cosas se desarrollan de acuerdo almodo que habíamos previsto, va acompañada tambiénde una sensación de complacencia y de que, de algúnmodo, nos lo merecíamos. Pero ése es un sueño del que,cuando las cosas cambian y se encauzan en una direcciónque no coincide con el escenario previsto –es decir, con

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que no coincide con el escenario previsto –es decir, conel mapa del funcionamiento de las cosas que elaboramosmientras soñamos–, siempre acabamos despertandobruscamente.

Cuando de repente descubrimos que las cosas –ya seaen el ámbito, personal, profesional o social– nodiscurren como esperábamos, como creíamos o comonos contábamos, experimentamos un brusco y dolorosodespertar a la realidad. Entonces nos damos cuenta deque las cosas no siempre –más bien nunca, en realidad–discurren del modo previsto. Así pues, la idea de que lascosas funcionan de un determinado modo no es más queun engaño en el que todos participamos ingenuamente,una farsa de la que no se salvan los individuos, lasfamilias ni los países.

Si nuestra trayectoria en este planeta no se veprematuramente cercenada, es inevitable que, nos gusteo nos desagrade y estemos o no de acuerdo con ello,envejezcamos de un modo que jamás podríamos haberimaginado. De manera lenta pero inexorable, nuestramente y nuestro cuerpo acaban presos de la enfermedadde Alzheimer o de cualquier otra terrible a icción.Podemos perder a las personas queridas de un modoatroz y el escenario de nuestra muerte pocas vecescoincide con lo que habíamos imaginado. La bolsa bajadespués de años de subir por razones que se nosescapan, pero de qué otro modo podíamos hacer dinero.Nos escandalizamos al enterarnos de que la codiciaempresarial, la llamada ingeniería nanciera y la

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empresarial, la llamada ingeniería nanciera y laconducta poco ética sean endémicas y de que hayaempresas que malgastan anualmente miles de millonesde dólares en crear una falsa imagen de impecabilidad einfalibilidad, pero al cabo de un día o de un añoacabamos olvidándolo todo.

Y este despertar pone de mani esto el sonambulismocrónico que nos aqueja. Estamos atrapados en unarealidad onírica, emocionalmente identificados con ella eincapaces de trascenderla a causa de nuestraidenti cación personal con el sueño, sobre todo en elcaso de que se trate de un sueño positivo. La necesidadde que las cosas sean como queremos, pensamos osoñamos puede acabar llenando de arrogancia nuestrocorazón. En tal caso, el delgado velo del orgullo puedeteñirlo todo con la creencia de que las cosas siempredeberían funcionar tal como las plani camos. Perosiempre llega un momento de revelación en que lascosas cambian y, en palabras de Shunryu Suzuki,comprendemos que “no siempre es así”. Entonces nosdamos cuenta de que nuestro apego a la certeza noshabía cegado y de que la costumbre de que las cosasfuncionen “bien” acaba sumiéndonos en la ilusión. Encualquiera de los casos, sin embargo, no tardamos enadvertir que “nuestro camino” no es necesariamente elque creíamos.

Pero el verdadero reto, después de haber despertadode un modo u otro, consiste en no volvernos a dormir ysumirnos en el resentimiento, la culpa y la pesadilla que

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sumirnos en el resentimiento, la culpa y la pesadilla quesuelen acompañar a ese sueño. No olvidemos que elhábito de dormir, el hechizo del samsara, es muy fuerte yque, para compensarlo, es necesario un compromisomuy fuerte con el despertar.

La culpa también está, en este sentido, completamentefuera de lugar. Es inevitable que nos quedemosatrapados en nuestros propios sueños, sobre todo cuandotoda la sociedad conspira para mostrarnos tan sólo unode sus rostros, al tiempo que nos oculta todos los demás.Pero también podemos despertar de esos sueños y cobrarconciencia de algo más grande y más verdadero y, enconsecuencia y en última instancia, más curativo, aunquetambién, obviamente, más doloroso. Si queremosdespertar, deberemos renunciar a nuestra identi cación ycobrar conciencia de una visión más atenta, másverdadera y más despierta, pero también más real y, enconsecuencia, más liberadora. Necesitamos encontrar unlugar en el que podamos residir y desde el que podamosenfrentarnos al mundo de un modo más adecuado ydespojado de ilusiones –lo que, cuando nos adentramosen estos ámbitos tan sutiles, puede resultar casiimposible–, o siendo, al menos, más conscientes de ellasen el mismo momento en que aparezcan.

Ese algo mayor, esa visión mayor, debería incluir elreconocimiento fundamental del crecimiento de laangustia humana cuando todo parece orientarse haciauna autosatisfacción que se opone al bienestar de losdemás.

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demás.Ese algo mayor también incluye el reconocimiento de

que las cosas que queremos que se mantengan y a lasque más nos aferramos inevitablemente cambian, y quecuanto más nos esforzamos en cambiarlas, más parecenresistirse al cambio. No deberíamos olvidar, por último,que las “leyes” que rigen esos eventos sonfundamentalmente impersonales y dependen de causas ycondiciones que suelen verse motivadas por la codicia, elodio, la ignorancia, la ilusión y la confabulacióninconsciente individual y colectiva. Y ello incluye elreconocimiento de que esas causas y condiciones siemprecambiantes movilizan cambios de estado reactivos, altiempo que oscurecen nuestra verdadera naturaleza, unanaturaleza mayor y más básica que cualquiera de lossueños en que habitualmente nos hallamos sumidos yperdidos.

No conviene, pues, que nos volvamos a dormir siconseguimos, de algún modo, despertar. Pero si noejercitamos ningún tipo de práctica atencional, es muydifícil no volver a quedarnos atrapados en otro hermososueño. La práctica de la atención nos proporciona, eneste sentido, una auténtica oportunidad para cobrarconciencia de nuestra miopía y de lo que debemos hacerpara corregirla. Sólo así podremos oler el aroma de lasrosas sin soslayar el olor de nuestra arrogancia. Sóloentonces podremos volver de nuevo a nuestros sentidos ydescansar en las cosas tal como son. Sólo entoncespodemos con ar en la presencia de nuestra mente y de

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podemos con ar en la presencia de nuestra mente y denuestro corazón, cuando la mente y el corazón nonecesitan decir nada y permanecen abiertos ydisponibles. Sólo entonces podremos actuaramorosamente, sin miedo y sin expectativas, conscientesde la realidad tal como es.

*… sabes que el brote está oculto en la semilla.Todos estamos luchando y nadie llega muy lejos.Renuncia a la arrogancia y mira en tu interior.

El cielo azul se ensancha cada vez más,la sensación cotidiana de fracaso desaparece,el daño que me he hecho a mí mismo se desvanecey la luz de un millón de soles resplandececuando me asiento firmemente en este mundo.

KABIR

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LA MUERTE

La impermanencia es un tema tan inherente a nuestraexploración que no estaría de más que revisásemos denuevo la fugacidad de la vida. Nuestro cuerpo,condensación concreta de protoplasma vital –el mayor ymás complejo conglomerado de materia y energía deluniverso–, aparece y acaba desvaneciéndose y, con sudesaparición, desaparecen también las particularidades yla expresión personal de cada vida individual. Lo únicoque perdura son las fotografías, los vídeos, los recuerdos,los pequeños triunfos y gestos, las historias que quienestodavía están vivos relatan o recuerdan en silencio sobrequién era o no era tal o cual persona, y también losmomentos perdidos, es decir, lo que pudo haberocurrido, pero no ocurrió y lo que pudo haber sido, perono fue.

Pero la vida misma, es decir, la red interconectada vivay palpitante de la que forman parte todos losorganismos, perdura. En un sentido muy real, el cuerpono es más que el modo en que los genes se transmiten encombinaciones que garantizan su supervivencia encircunstancias muy diversas. Nosotros creemos ser susposeedores, pero lo cierto es que nuestros genes tienen

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poseedores, pero lo cierto es que nuestros genes tienenvida propia, y aunque la nuestra sea una vidarelativamente breve, la suya es inconmensurablementemás larga, hasta el punto de que bien podríamos decirque, desde cierta perspectiva –a la que Richard Dawkinscali ca mordazmente como “el gen egoísta”–, losorganismos no son más que un subproducto de lascorrerías de los genes por este mundo. ¡Se les ocurreacaso mayor vacuidad que ésa!

Tinieblas, tinieblas y más tinieblas.Todos se sumergen en las tinieblas,en los vacíos espacios interestelares,en el vacío del vacío.Capitanes, mercaderes, banqueros, eminentes hombres de letras,generosos mecenas de las artes,funcionarios ilustres, estadistas, gobernadores,magnates de la industriay pequeños contratistas,todos se sumergen en las tinieblas…Y nosotros con ellos…

T.S. ELIOT, «East Coker», Cuatro cuartetos

Todos mis maestros están ahora muertos.Todos menos el silencio.

W.S. MERWIN

Los eminentes cientí cos de la generación quecontribuyó a forjar la biología molecular cuando yo eraestudiante, aunque siguieron trabajando hasta los setenta

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estudiante, aunque siguieron trabajando hasta los setentau ochenta años, se encuentran hoy en día jubilados, apunto de retirarse o muertos. Su legado perdura, pero deun modo cada vez más anónimo. El conocimiento quedifícilmente acumularon a lo largo de su vida sirve ageneraciones de nuevos cientí cos y a la ciencia misma yconstituye el trampolín mismo de las investigaciones queen la actualidad están llevándose a cabo. Mis maestros semaravillarían de la velocidad a la que emergen losnuevos descubrimientos y del nivel de automatizaciónalcanzado en el ámbito de la manipulación genéticalogrado hoy en los laboratorios de todo el mundo. Y esmuy probable que, ante los problemas éticos generadospor la posibilidad de crear vida –una posibilidad muydistante en el pasado y actualmente sólo al alcance dementes muy precoces– aunque también, por otra parte,moral y emocionalmente subdesarrolladas, cuando noabiertamente infantiles–, su única respuesta fuese la detragar saliva y encogerse de hombros.

Ante la perspectiva de expandir la duración de la vidahumana y de la inmortalidad, abierta por el aislamientoy la manipulación de los llamados genes de la senectud,esos fragmentos de ADN que parecen determinar lalongevidad de las especies, he visto a cientí cossalivando metafóricamente hasta el punto de que hayquienes, ante esa posibilidad, consideran alenvejecimiento como una enfermedad que podrá llegar acurarse.

Todos hemos anhelado, en ciertos momentos, la

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Todos hemos anhelado, en ciertos momentos, lainmortalidad, es decir, la expectativa de vivir parasiempre. Pero ¿vivir de qué forma? ¿Hasta qué edad? ¿Ya qué costo para nosotros mismos, para los demás y parael planeta? Nunca antes habíamos tenido la necesidad deenfrentarnos a esta perspectiva y nuestro historial parecesugerir que, desde una perspectiva biológica, no noshallamos bien equipados para ello. Pero también es muyprobable que, si no queremos sufrir colectivamenteconsecuencias de dimensiones prometeicas, nos veamosobligados a adentrarnos en las profundidades de nuestramente.

Algunos biólogos han conseguido recientemente elpremio Nobel por haber dilucidado el mecanismo de laaptosis –es decir, de la muerte celular programada–,porque, por más que lo ignoremos, la muerte está, dehecho, genéticamente programada. Para que elorganismo global crezca y se desarrolle, por ejemplo,muchas de las células sanas del cuerpo deben morir. Yesta muerte celular selectiva comienza ya en el útero, enel momento en que nuestras extremidades y sistemasorgánicos están desarrollándose, y prosigue a lo largo detoda nuestra vida. De hecho, es absolutamente necesariopara la vida que muchas de nuestras células mueran yque sepan cuándo deben hacerlo.

La inmortalidad es, desde una perspectivaestrictamente celular, una especie de cáncer. Las célulascancerosas ignoran que la necesidad de crecer y dividirsese halla al servicio de una totalidad mayor, preservada y

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se halla al servicio de una totalidad mayor, preservada ymodulada bajo un control relativamente exible. Todaslas células de nuestro cuerpo, de hecho –tanto las de lapiel como las que recubren el estómago, los intestinos ylas que con guran los músculos, las neuronas, losglóbulos rojos y los huesos–, viven durante un tiempo,para acabar muriendo y viéndose reemplazadas por otrasnuevas.

En nosotros coexisten, pues, el advenimiento al mundode la forma y la desaparición del mundo de la forma. Sindesaparición no puede haber advenimiento ni tampocodevenir. Quizás lo que nuestras células estén tratando dedecirnos es que la muerte no es tan negativa comocreemos y que no debemos, por tanto, temerla tanto.Quizás el conocimiento de la ineviabilidad de la muertey la ignorancia simultánea del momento en que tendrálugar constituya un acicate para despertar, mientrastodavía podemos, y vivir de un modo más completo,apasionado, sabio, amoroso y positivo.

Cada día morimos un poco, del mismo modo que cadadía nacemos un poco. Morimos a cada exhalación, pararenacer a la siguiente inspiración. Estamos muriendodesde el momento mismo de nuestro nacimiento, unamuerte que nos despoja de lo viejo y deja su cienteespacio para lo nuevo. Por ello, cuando somosconscientes y sintonizamos con esta perspectiva,podemos seguir creciendo y desarrollándonos sobre loque ya somos y dándonos cuenta de ello, y sabiendotambién, desde la perspectiva mayor de la totalidad, que

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también, desde la perspectiva mayor de la totalidad, quejamás llegaremos a nada mejor que esto, porque latotalidad ya se halla totalmente presente. Recordemos lassiguientes líneas de Kabir:

Amigo, espera al huésped mientras estés vivo;salta a la experiencia mientras estés vivo;piensa… y piensa… mientras estés vivo,porque lo que llamas “salvación” pertenece a un tiempo

[anterior a la muerte.

¿Crees acaso, que si no rompes, mientras estás vivo,las cadenas que te atanlo harán los espíritus cuando hayas muerto?La idea de que cuando tu cuerpo se pudra,tu alma se fundirá con el éxtasisno es más que una fantasía.Entonces sólo encontrarás lo que ahora descubras,y si ahora no descubres nada,acabarás simplemente morando en la ciudad de la muerte.Haz hoy el amor con lo divinoy en la próxima vida tendrás el rostro del deseo satisfecho…

KABIR

*Con su partida de este extraño mundo se halla ahora un poco pordelante de mí. Esto es algo muy importante. Para los que nosconsideramos físicos, la separación entre pasado, presente y futuro

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no es más que una ilusión, aunque ciertamente se trata de unailusión muy tenaz.

ALBERT EINSTEIN

al enterarse de la muerte de su amigoMichelangelo Besso

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MORIR ANTES DE MORIR. I

Cuando escribí mi tesis doctoral, quise transmitir unaidea de la lucha existencial por la que estabaatravesando y de lo liberadores que pueden ser lameditación y el yoga. Por ello incluí, a modo depresentación, después de la página del título, la siguientefrase críptica, que ya he olvidado, por cierto, de dóndesaqué: «Si mueres antes de morir, cuando mueras nomorirás».

El panel de profesores ante el que tuve que leer mitesis estaba compuesto por seis hombres y una mujermuy creativos, todos de entre cincuenta y sesenta años.Eran auténticas lumbreras del campo de la biologíamolecular pertenecientes, en su mayoría, a la prestigiosaNational Academy of Sciences, y el director de mi tesis,Salvador Luria, había recibido, en colaboración con elfísico Max Delbrück, el Premio Nobel de Medicina yFisiología en 1969 por su imaginativa demostraciónestadística, realizada varias décadas atrás, de lanaturaleza espontánea y azarosa de las mutacionesbacterianas.

Lo que más me sorprendió fue que, durante la primeraparte de la presentación de mi tesis, mis examinadores

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parte de la presentación de mi tesis, mis examinadoresno centraron tanto la atención en el contenido y en lainvestigación experimental en que se sustentaba como enel signi cado del aforismo con el que la encabecé.Algunos de los presentes empezaron entonces aformularme preguntas al respecto con la expectativa,quizás, de que tuviera la ocasión de soltarme antes deenfrascarme en la defensa de la tesis, pero una cuestiónllevó a otra y lo cierto es que todas sus preguntasparecían expresar una curiosidad genuina. Estaba claroque querían saber lo que signi caba y por qué la habíaincluido en mi tesis. Así fue como expliqué que, en miopinión, la expresión “morir antes de morir” se refería ala muerte de la identi cación con una visión estrecha dela vida que gira en torno al ego centrado en sí mismo, elego constructor de historias y de las lentes dudosamenteexactas a través de la cuales lo contemplamos tododentro del contexto de nuestros hábitos más preciados,que, por más que nos resistamos a admitirlo, nosatribuyen el desproporcionado papel de centroindiscutible del universo.

Por ello morir antes de morir signi ca despertar a unarealidad que trasciende la visión estrecha propia del egoy de sus preocupaciones, una realidad que sólo esreconocible a través de nuestras limitadas ideas yopiniones y de nuestras preferencias y aversionescondicionadas, sobre todo de aquellas que asumimos demanera inconsciente. Signi ca tornarse consciente, perono en el sentido del conocimiento intelectual, sino en el

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no en el sentido del conocimiento intelectual, sino en elde sentir y recordar directamente la naturaleza fugaz yesencialmente impersonal de la vida y de nuestrasrelaciones. Dentro de tal marco de referencia, podemoselegir, de manera bastante deliberada, vivir fuera de larutina automática en la que suelen sumirnos lasambiciones y los miedos mezquinos que nos impidenadvertir (aun como biólogos) la belleza y el misterio dela vida y contemplar más creativamente (aun comocientí cos) la naturaleza profunda de las cosas, más alláde las apariencias e historias super ciales que, alrespecto, solemos contarnos.

La verdad es que no puedo recordar literalmente loque dije, pero en esencia mis comentarios fueron más omenos los siguientes.

Lo cierto –proseguí– es que, si llevamos una vidadespierta mientras estamos vivos y observamos laenergía empleada por el ego para construirse decontinuo sin dejarnos atrapar por él, nos daremos cuentade que esa omnipresente referencia es un constructoimpreciso y vacío y que, estrictamente hablando, no hayyo alguno que muera. Lo único que muere cuandomorimos antes de morir es el concepto de un “yo”especial, concreto y aislado. Quien comprende esto,comprende también la inexistencia (excepto comopensamiento mental) de la muerte y advierte quetampoco hay nadie que muera. Ése es, precisamente, elmotivo por el cual el Buda se re rió a la liberacióncomo “la Inmortalidad”.

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como “la Inmortalidad”.Estoy seguro de que, a mis veintisiete años, respondí a

su interrogatorio con una gran sinceridad, pero también,retrospectivamente considerado, con una seriedad y unacon anza en mí mismo que coqueteaba, cuando no caíade lleno, en la arrogancia. Dadas las circunstancias, corríel peligro de identi carme con la visión que tandecididamente acababa de exponer. De algún modo, laexperiencia me había llevado a descubrir algo quetrascendía las fronteras de la realidad consensual y que,por tanto, se hallaba más allá (o, al menos, así lopensaba) del objetivo que ese día nos había congregado.Y, del mismo modo, la experiencia con la meditación yel yoga había desarrollado en mí una pasión por lasposibilidades reveladas por esas disciplinas, sin darmecuenta de que se trata también de un dominio quetrasciende las fronteras de la ciencia. En cualquiera delos casos, la meditación y el yoga se hallan mucho másallá del ámbito de la biología molecular y del tema demi tesis.

Quizás esperaba que la explicación del signi cado deesa cita de apertura me sugiriese algo que pudieranentender mis mentores. Quizás ése fue uno de losmotivos inconscientes que me llevaron a incluir eseaforismo, aunque también era muy consciente de queatravesar esa pasaje de mi formación implicaba unasuerte de muerte y resurrección. Estaba ahí pararecordarme (¿no les parece un término muyinteresante?) todos los esfuerzos y tribulaciones que

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interesante?) todos los esfuerzos y tribulaciones quehabía debido realizar para concluir ese trabajo y pararecordarme también la necesidad de no aferrarme y demorir a él.Lo cierto es que se trataba de un debate losó cobastante inusual dentro del contexto de la lectura de unatesis doctoral del departamento de biología del MIT. Misinterlocutores estaban interesados y querían hablar de loque más les había sorprendido ya que, por lo que sabía –y lo sabía muy bien–, eran básicamente racionalistas. Yolo atribuí al hecho de que tenían una edad en la que yahabían realizado su principal contribución al mundo dela ciencia y estaban cobrando una mayor conciencia desu envejecimiento y, por ello mismo, de su mortalidad.De algún modo, esta misteriosa frase poética sobre morirantes de morir y el hecho de que sirviese de introduccióna un trabajo realizado por un alumno que todosconocían muy bien despertó su interés y quizás tambiénsus egos. Supongo que ya habrían decidido que la tesismerecía el aprobado, de modo que podían estar algomás relajados de lo normal y prestar atención a algoajeno al tema que ese día les había congregado.

No me cabe la menor duda, aunque no recuerdo elcontenido concreto de nuestra conversación, de quedebió darse en un clima de amabilidad y tolerancia. Yaunque escuchasen con cierto escepticismo algunas demis respuestas, sus preguntas evidenciaban un auténticointerés por el tema de morir antes de morir. Finalmenteacabamos adentrándonos en la lectura de la tesis.

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Eso ocurrió en 1971. Hoy, más de treinta años después,Salva Luria ha muerto y yo soy mayor que cualquiera delos entonces presentes. La relación que mantenía conSalva era afectuosa y profunda, pero estaba teñida deuna cualidad, semejante a la que un padre severomantiene con su hijo rebelde, marcada por superplejidad y desaprobación por el rumbo que estabatomando mi vida. Lo cierto es que, en muchas ocasiones,yo le sacaba –por razones ciertamente muycomprensibles– de sus casillas. Años más tarde, sinembargo, se prestó generosamente a leer el manuscritode Vivir con plenitud las crisis (en respuesta a una críticaque le solicité y me aconsejó el modo de mejorarlo) y

nalmente, después de haber sido diagnosticado decáncer, me pidió que le enseñara a meditar. Con eseobjetivo nos reunimos unas cuantas veces en su casa (yaque, en esa época, vivíamos a unas pocas manzanas) elmismo año en que murió, pero, por lo que recuerdo, noera algo que le entusiasmase ni tampoco le resultabaintuitivamente muy comprensible. Así fue como, en micamino de regreso desde el trabajo, me detenía de vez encuando en su casa para ver cómo estaba y entre nosotrosacabó entablándose una relación marcada por la ternura.

Tardé treinta años en darme cuenta de que, en la épocade la lectura de mi tesis, mi comprensión, aun estando

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de la lectura de mi tesis, mi comprensión, aun estandoasentada en la práctica y en la experiencia, erafundamentalmente conceptual. Es cierto que se tratabade conceptos muy interesantes, positivos y útiles que meayudaron a enfrentarme y soportar los desgarrosexistenciales que, en esa época, tuve que experimentar,pero no por ello dejaban de ser meros conceptos. Con elpaso del tiempo, esa muerte antes de morir demostró sermás exigente que lo que entonces creía y mucho másprofunda también que cualquier otra cosa queanteriormente hubiera experimentado.

¿Pueden creerse que, en este sentido, las cosas siguenmás o menos igual? Y es que cuanto más se aproximauno al horizonte, más claro resulta que éste siempre estáretrocediendo. El horizonte no es un lugar al que puedallegarse. Siempre parece haber algún aspecto que seaferra tenazmente a su propia historia del “yo”, del “mí”o de “lo mío”. No hay ninguna práctica meditativa nivisión “espiritual” que nos garantice la inmunidad alapego o, lo que es lo mismo, a la ilusión. Con muchafrecuencia, uno cambia simplemente de hábitos y pasa aidentificarse con otro tipo de conceptos y de fantasías. Eneste sentido, las comunidades espirituales comportan unriesgo muy concreto, la creencia del ego satisfecho deque su práctica es la mejor, de que su visión es la mássabia, de que su tradición y sus maestros son los mejores,etc. Ésa es una trampa en la que solemos caer con muchafacilidad y de la que también resulta muy difícil escapar.

El reto, desde mi perspectiva actual, consiste en

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El reto, desde mi perspectiva actual, consiste enadvertir la emergencia de cualquier historia de ese tipo,por más sutil que ésta sea, y reconocerla, sea cual seanuestra práctica concreta, como lo que es, como unasimple construcción de la mente. Y elloindependientemente de que consigamos eludir esatrampa o de que nos quedemos atrapados en ella. En elmismo instante en que descansamos en la conciencia, lamuerte ya ha sucedido y el conocimiento de talmomento trasciende las palabras y los conceptos, pormás signi cativos y valiosos que éstos puedan ser. Apartir de ese momento, las palabras y los conceptos setornan poderosos, porque uno sabe cuándo debe usarlosy cuándo, por el contrario, abandonarlos.

*Si no has experimentado la muertey, de ese modo, crecido,no serás más que un triste huéspeden la tierra oscura.

GOETHE,«El anhelo sagrado»

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MORIR ANTES DE MORIR. II

En la época en que leí mi tesis llevaba unos cinco añospracticando meditación zen, de la que, curiosamente,escuché hablar por vez primera en 1966, también en elMIT. Recuerdo que, un día en el que estabaparticularmente mal debido, en parte, a lo que se meantojaba la guerra cínica y obscena en la que noshallábamos inmersos en Vietnam, acerté a leer, mientrascaminaba por uno de los interminables pasillos pintadosde dos tonalidades de verde del MIT, un folleto colgadode uno de los muchos tablones de anuncios titulado «Lostres pilares del zen».

El folleto anunciaba una conferencia de PhilipKapleau, que había sido uno de los periodistas enviadosal juicio de Núremberg y luego había pasado varios añosen Japón practicando zen. Kapleau había sido invitadopor Huston Smith, que a la sazón era profesor de

losofía y religión en el MIT. Yo no tenía la menor ideadel zen ni de quiénes eran Kapleau y Huston Smith, peropor alguna razón acudí a la charla, que tuvo lugar aúltima hora de la tarde.

Lo que más me sorprendió fue la escasa asistencia,puesto que, de una comunidad académica que albergaba

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puesto que, de una comunidad académica que albergabaa miles de estudiantes, sólo acudieron cinco o seispersonas. Lo único que recuerdo de lo que dijo Kapleaues su comentario incidental del frío que pasó, ya que,según dijo, el monasterio japonés en el que comenzó apracticar carecía de calefacción central. Pero segúnparece, por más rigurosas y espartanas que fuesen lascondiciones generales, su úlcera de estómagodesapareció para siempre. No obstante, ésa fue laprimera ocasión, independientemente de lo que dijeseKapleau, en que escuché a alguien hablando de formaconvincen y con una experiencia de primera mano sobrela meditación y el dharma. Recuerdo haber tenido lasensación, cuando abandonaba la sala, de que acababade entrar en contacto con algo muy importante. Así fuecomo empecé a sentarme por mi cuenta y riesgo. A lospocos días, Kapleau volvió para dirigir un retiro de nde semana que movilizó mi entusiasmo y contribuyómuy positivamente a profundizar mi práctica. Cuandoposteriormente publicó su libro Tres pilares del zen, lodevoré de cabo a rabo y me sirvió de guía para mipráctica de la sentada.

Esa época fue para mí una especie de muerte que sevio acompañada por el descubrimiento de una nuevavida. Jalonó la revelación gradual de una nuevadimensión del impulso que originalmente me habíaorientado hacia el estudio de la ciencia y la biología, esdecir, el impulso a investigar y comprender la naturalezade la vida y la naturaleza de la realidad, pero no sólo en

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de la vida y la naturaleza de la realidad, pero no sólo enabstracto, sino también en el modo concreto en que semanifestaba en mi vida, en mi mente y en mis propiasdecisiones vitales. Así fue como asistí, aunque taninteresado como siempre en los descubrimientosrealizados por la ciencia, a la lenta agonía del impulso aseguir el camino de la ciencia de laboratorio y a laemergencia de una motivación cada vez más fuerte queme llevaba a entenderme a mí mismo a través de laatención a las múltiples dimensiones de la vida. Entoncesfue cuando empecé a considerar la vida como el másinteresante de los laboratorios.

Recuerdo que, durante esa época, me impresionó lahistoria de Ramana Maharshi, uno de los más grandessabios de la era moderna que, un buen día, siendo unjoven estudiante de diecisiete años que carecía de todoentrenamiento e interés previo en la espiritualidad, sevio desbordado por una gran ansiedad con respecto a lamuerte. Entonces decidió no resistirse y entregarse a esasituación preguntándose «¿Qué es lo que muere?» Paraello se acostó, imaginó morir, dejó de respirar e imitó elrigor mortis.

Entonces fue cuando, según dice, experimentó lamuerte permanente de su personalidad. Lo único queperduró fue la conciencia misma, a la que llamó Yo (con“y” mayúscula) una expresión que, en su vocabulario, erasinónimo de la identidad con Atman, con el Youniversal, con el Espíritu. A partir de entonces empezó aimpartir el camino del autoconocimiento, el camino de

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impartir el camino del autoconocimiento, el camino dela meditación sobre «¿Quién soy yo?». Las personasacudían, procedentes de todo el mundo, a su modestaermita de Tiruvannamalai, ubicada en el sur de la India,para estar en su presencia, que irradiaba, en opinión delos presentes, amor, conciencia y una mente muy a lada,como un espejo, despojada de yo, con la que respondíaa todas las preguntas que se le formulaban, por másingenuas o profundas que pareciesen. Desde entonces, suserena sonrisa me contempla desde una fotografíaubicada frente a mi pupitre.

Siempre, desde ese momento, he asociado la historia deRamana a la postura del cadáver del yoga. Asumirdeliberadamente la postura del cadáver, tendido deespaldas en el suelo, con los pies separados y los brazosa lo largo del cuerpo, pero sin mantener contacto con él,con las palmas de las manos abiertas y dirigidas hacia eltecho o hacia el cielo, nos proporciona una excelenteoportunidad para practicar la muerte antes de morir.Yaciendo en una inmovilidad que sólo se ve alterada porel ujo espontáneo y natural de la respiración, dejamosel mundo sea y se despliegue tal y como lo haría en elcaso de que hubiésemos muerto. Abandonados todos losapegos, muertos y sin nada a lo que aferrarnos, vemos,sentimos y sabemos que toda identi cación es inútil yreconocemos que nuestros miedos son, en últimainstancia, irrelevantes. Eso es lo único que sabemos ybasta con ello. Es por ese motivo que cualquiera que

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basta con ello. Es por ese motivo que cualquiera quetenga interés en esta práctica haría bien en preguntarse:«¿Quién muere?», «¿Quién hace yoga?», «¿Quiénmedita?».

Al morir al pasado, al morir al futuro, al morir al “yo”,al morir a “mí” y al morir a “lo mío” sentimos, mientraspermanecemos tumbados en la postura del cadáver, laesencia de la mente despojada de toda noción deidentidad, de todo concepto y de todo pensamiento. Loúnico que en tal caso perdura es esa potencialidad de laque emerge todo pensamiento y toda emoción, lasensación de que el conocimiento siempre está vivo aquí,en la atemporalidad del ahora.

Cada día es un día perfecto para morir de este modo.¿Está dispuesto?¿A qué espera

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MENTE NO SABE

Había ocasiones en que Soen Sa Nim ejempli caba muygrá camente ante nosotros la práctica con el koan «¿Quésoy yo?», una variante de «¿Quién soy yo?». Para ello sesentaba, erguido y con expresión inquisitiva. Luegocerraba los ojos y se mantenía en silencio durante unosinstantes. Después decía, en voz alta y enérgica: «¿Quésoy yo?» (uniendo todas las sílabas de un modo tal queparecía decir «¿Queeeesoyyyooo?»). Luego permanecíaen silencio durante unos instantes y, al cabo de poco ycon los ojos todavía cerrados, respondía, másenérgicamente todavía: «¡No lo sé!», que en su curiosoinglés sonaba algo así como “¡Noooseee!”.

–¿Queeeesoyyyooo?–¡Noooseee!Luego se mantenía sentado y en silencio, en lo que

llamaba “mente noooseee”.Lo que con ello estaba sugiriéndonos era la necesidad

de emprender una práctica interna y que no sería malaidea emprender la práctica interna y silenciosa,inicialmente con palabras y luego más allá de ellas. Loimportante es el cuestionamiento, la indagación en el yo

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importante es el cuestionamiento, la indagación en el yoy la pasión con la que se formula la pregunta. Y elsentimiento, a n de cuentas, cuando llegamos a él,después de toda la investigación, después de todo «No esesto, no es esto», se encuentra más allá del pensamiento,más allá de todo nombre y de toda forma, más allá deno saber y descansando en la inmediatez del noconocimiento, en la aceptación y el espacio que sederivan de él.

Soen Sa Nim nos invitaba a permanecer, en todo loque hiciéramos, en la “mente no sabe”. «¡Sólo no saber!»–rugía, una fórmula que muchos de sus discípulosrepetían como loros en respuesta a cualquier cosa queles preguntases; una y otra vez «¡Sólo no saber!». Erahistérico, era insoportable…, era, en suma, un granentrenamiento.

Un buen día, Soen Sa Nim fue entrevistado en unaemisora de radio de la ciudad de Nueva York. Al

nalizar el programa, el an trión, Lex Hixon, unconocido erudito y autor budista, comentó: «Muchasgracias por estar con nosotros. Debo decirle que suenseñanza me parece muy interesante y que ha sido unahora fascinante. Pero hay algo que no entiendo y que meha confundido. ¿Qué es esa mente donut de la quehabla? No acabo de entenderlo».

Soen Sa Nim se echó a reír a carcajadas. «¡Eso es! ¡Esoes! ¡La mente donut! ¡La mente donut, la mente sin nada

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es! ¡La mente donut! ¡La mente donut, la mente sin nadadentro! ¡Nada más que aire!».

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DE VUELTA A CASA

Llegará el día en que,al regresar a casa,te saludarás con gran alegría,te abrazarás ante el espejoy te invitarás a sentarte y a comer.

Entonces volverás a amar al extraño que fuiste.Dale pan, dale vino y entrega tu corazóna ese extraño que te amótoda tu vida y al que has ignoradopor otro, que te sabe de memoria.

Recoge las cartas de amor del escritorio, lasfotografías, las notas desesperadas y arranca tuimagen del espejo. Siéntate y festeja tu vida.

DEREK WALCOTT,«Amar después del amor»

A cada instante nos hallamos ante el umbral de la puerta

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A cada instante nos hallamos ante el umbral de la puertade nuestro yo verdadero y, por ello mismo, tambiénpodemos, a cada instante, abrirla. A cada instantepodemos volver a amar a ese extraño que fuimos y que,como dice el poema, nos sabe de memoria. Porque, pormás que quizás lo hayamos olvidado, nosotros nossabemos de memoria. Para volver a casa debemos re-cordar, re-membrar y re-apropiarnos de lo que, sin dejaren ningún momento de serlo, llevábamos mucho tiempoignorando, creyendo erróneamente que a cada nuevopaso estábamos más lejos, cuando lo cierto es que jamásnos hemos alejado un ápice de esta respiración y de estemomento. ¿Podemos acaso despertar? ¿Podemos volvera establecer contacto con nuestros sentidos? ¿Podemosser el conocimiento sin perder, por ello, el contacto conla mente que no sabe y honrar así también el noconocimiento? ¿O acaso creen que se trata de cosasdiferentes?

«Llegará el día», dice el poeta. Así es, ese día llegará.Pero ¿esperaremos a despertar a lo que realmentesomos, como dijo Thoreau, cuando estemos postrados ennuestro lecho de muerte o conviene hacerlo ahoramismo, tal y como somos y estemos donde estemos?

Pero ese día sólo llegará si despertamos y si,trascendiendo las limitaciones de nuestra mente,restablecemos el contacto con los sentidos. Ese día sólollegará si reconocemos las cadenas del condicionamientoautomático, especialmente del condicionamientoemocional, y nos despojamos de nuestra imagen en el

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emocional, y nos despojamos de nuestra imagen en elespejo y de la idea que tenemos de nosotros mismos.Cuando de verdad percibimos, vemos y escuchamos,nuestras cadenas se diluyen, respectivamente, en lapercepción, en la visión y en la audición, momento en elcual recuperamos nuestra belleza original, nos damosalborozados la bienvenida al regresar a casa y volvemosa amar al extraño que fuimos y que jamás hemos dejadode ser. Podemos, claro que podemos. Ése es,precisamente, nuestro anhelo más profundo. ¿Creenacaso que hay algo que merezca más la pena?

¿Qué otra cosa podemos hacer para ser libres?¿De qué otro modo podremos llegar a ser quienes ya

somos?«Llegará el día…», dice el poeta. Pero ¿cuándo,

cuándo, cuándo llegará ese dichoso día? ¡Quizás ese díasea hoy!

Sólo… ¡noooseee!

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PARTE VII:

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PARTE VII:

SANANDO EL CUERPO POLÍTICO

La libertad es al cuerpo grupal lo que la salud al individual. Sinsalud, el hombre no puede experimentar placer y, en ausencia delibertad, no hay sociedad que pueda llegar a ser feliz.

THOMAS JEFFERSON

Cambiar de parecer o de valores sin una práctica no esmás que otro lujo absurdo de una actitud vital pasiva yconsumista.

WENDELL BERRY

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SANANDO EL CUERPO POLÍTICO

Todas las conclusiones a las que hemos arribado ennuestra exploración de la importancia para el individuode la atención plena resultan igualmente aplicables alentorno de nuestro país y de nuestra especie. Veamos,para ilustrar este punto, cualquier acontecimiento actual.¿Sabemos lo que realmente ocurre o nos limitamos aesbozar meras opiniones en función de lo que nos gustao de lo que nos desagrada y de lo que queremos o de loque tememos, y nos quedamos atrapados en laapariencia de las cosas creyendo saber -aunqueignorándolo- lo que, en el fondo, ocurre? ¿Podemoscontemplar con los ojos no duales de la atención lo quesucede en el mundo y la relación que nuestra sociedad ynuestro país mantienen con la totalidad del cuerpopolítico? ¿Podemos atender a lo que se presenta antenuestros sentidos como “noticias”? ¿Podemos cobrarconciencia de las fuerzas -tanto económicas comosociales, políticas, medioambientales, médicas ocualquier combinación compleja entre ellas- que se nosescapan y que, muy a menudo, se hallan lejos de nuestraexperiencia directa y de nuestra vida cotidiana y ante lascuales nuestras necesidades y preocupaciones personales

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cuales nuestras necesidades y preocupaciones personalespalidecen porque “lo que está en juego es mucho másimportante”? ¿Podemos ser realmente ortogonales?¿Podemos ser inclusivos? ¿Podemos ser compasivos?¿Podemos ser sabios? Éstos son los retos -que afectantanto al mundo externo como al mundo interno denuestra mente y de nuestro corazón- a los que de verdadnos enfrentamos. Por ello la re exión nos permite darforma a todos esos retos y vernos también, a la vez,conformados por ellos. Quizá, como anteriormentedecíamos, la sociedad tenga también la posibilidad dedarnos la bienvenida al volver a casa y empezar a amaral extraño que hasta entonces fuimos.

Baste con recordar la imagen de la joven/vieja o eltriángulo de Kanizsa para darnos cuenta de la facilidadcon la que obviamos ciertas cuestiones y subrayamosotras y acabamos creyendo rmemente en la realidad deuna ilusión. Y esto, comparado con la fluida complejidadde las situaciones a las que nos vemos enfrentados ennuestra vida cotidiana, por no decir nada de las que seven obligados a afrontar nuestros líderes para interpretarlos acontecimientos, establecer prioridades, tomardecisiones y encauzar nuestras energías, no es nada.Todos nosotros, especialmente cuando no prestamosatención al modo en que percibimos y al modo en quesabemos, acabamos interpretando erróneamente lassituaciones e identi cándonos con una visión incompletay parcial que no hace sino aumentar nuestro sufrimientoy el sufrimiento de nuestros semejantes. ¿No les parece

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y el sufrimiento de nuestros semejantes. ¿No les pareceque nuestras instituciones y nuestros políticos serían mássanos y sabios si expandiésemos, tanto interna comoexternamente, nuestra conciencia hasta llegar a incluir lavalidez de modalidades de conocimiento, percepción yser completamente diferentes a las nuestras?

Siempre conviene, sean cuales sean nuestras opinionese independientemente de que sean de orden político,religioso, económico, histórico o social, o se limiten acuestiones relativas a la educación de los hijos o elmantenimiento de la familia, tener en cuenta la opiniónde quienes sustentan posturas diametralmente opuestas ala nuestra. ¿Están acaso equivocados por completo? ¿Sonmalas personas? ¿Tendemos a deshumanizarlos, a verloscomo un estereotipo y a demonizarlos? ¿Tendemos ahacer generalizaciones sobre “ellos” y a esbozar luegoconclusiones sobre su carácter, su inteligencia y hasta suhumanidad? Porque eso es, precisamente, lo que sueleocurrir, como no tardamos en advertir apenasempezamos a prestar este tipo de atención, aun con laspersonas con las que convivimos y a las que amamos.Por ello la familia suele ser un excelente laboratoriopara profundizar nuestra conciencia, nuestra compasióny nuestra sabiduría y expresarlas en la vida cotidiana.Cuando nos aferramos a la idea, por más verdadera queparezca y más importante que sea lo que está en juego,de que nosotros estamos en lo cierto y los demás estánequivocados, nuestra percepción se distorsiona ycorremos el riesgo, mucho más allá de la validez

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corremos el riesgo, mucho más allá de la validez“objetiva” de una u otra postura, de caer en la ilusión yde tratar de violentar las cosas y las relaciones. Por elloes imprescindible, al examinar nuestra mente, reconocerla presencia de todas esas tendencias y permanecer muyatentos para no incurrir en ellas.

¿Cómo podemos -puesto que tal cosa ocurre tanto enquienes ven las cosas del mismo modo que nosotroscomo en quienes sustentan opiniones contrarias a lasnuestras- darnos cuenta de lo que realmente estáocurriendo y reconocer una verdad mayor, unfundamento o unos intereses que todos compartamos?¿No será que nuestro modo de ver y de pensar hapolarizado tanto las cosas que hemos acabado ciegos a laposibilidad de ver y conocer las cosas tal como son, dereconocer lo mucho que ignoramos y que en el no-conocimiento -que nada tiene que ver, por cierto, con laignorancia-existe un poder que trasciende toda frontera,toda acusación y toda guerra preventiva?

Saber que no sabemos o que sólo sabemos hasta ciertopunto nos permite acceder a posibilidadesextraordinarias antes inconcebibles. Recordemos lo queSoen Sa Nim solía decir a quienes se hallabanidenti cados con una determinada posición: “Si dicesque esto es un bastón (un reloj, una mesa, algo positivo,algo negativo o la verdad), te golpearé treinta veces coneste bastón. Si, por el contrario, a rmas que no es unbastón (un reloj, una mesa, algo positivo, algo negativo ola verdad), te golpearé treinta veces. ¿Qué tienes que

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la verdad), te golpearé treinta veces. ¿Qué tienes quedecir al respecto?”.

Conviene aclarar que, con ello, Soen Sa Nim sólopretendía recordarnos la necesidad de despertar de lavisión que escinde el mundo en esto o eso, blanco onegro y bueno o malo. El suyo era, pues, un actocompasivo con el que nos señalaba directamente hacia loque, de hecho, jamás se aleja un ápice de nuestrocamino.

¿Qué puede hacer? ¿Qué podemos hacer? ¿Nopodemos llamar a las cosas por su nombre? ¿Quépodemos decir con respecto al genocidio, el asesinato, laexplotación, los crímenes de las multinacionales, lacorrupción política o las mil formas diferentes deautoengaño? Sí, sin duda, podemos hacerlo y hayocasiones en que estamos moralmente obligados allamar pan al pan cuando sabemos que realmente es talcosa, aunque lo realmente sustancial -por másimportante que sea y por más que coincida con elnombre que otros le asignan- no es atribuirle un nombre,sino actuar y hacerlo sabiamente para relacionarnos deforma más adecuada con lo que ocurre.

Si, por ejemplo, se tratase literalmente de pan, lomejor que podríamos hacer sería comérnoslo, es decir,actuar de un modo que encarnase nuestra comprensión ynuestra sabiduría y aprender así de las consecuencias denuestras acciones. Cualquier otro abordaje suele acabar,lamentablemente, abocando a una mera charladespojada de todo contenido. El político que presenta su

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despojada de todo contenido. El político que presenta sucandidatura a rma que se trata de pan y que tenemosque hacer algo con él. Pero ¿por qué su visión de surealidad y de su importancia parece esfumarse apenas hasido elegido? ¿Todavía sigue tratándose,metafóricamente hablando, de un pedazo de pan, o sólolo fue porque, en ese momento, convenía como unsimple medio para el logro de sus objetivos?

Según Bertrand Russell, los seres humanos hemosaprendido a volar por los cielos y a zambullirnos en elmar, pero todavía no hemos aprendido a vivir en latierra. Y es que nuestra última frontera no se halla en losocéanos ni en el espacio exterior, por más interesante ytentador que todo ello pueda resultar. ¡La última, la másimportante y la más urgente de todas las fronteras sehalla en nuestra propia mente! ¡La última fronteraconsiste en conocernos a nosotros mismos y, lo que esmás importante, en conocernos desde el interior! Laúltima frontera se halla, en realidad, en nuestraconciencia y consiste en integrar el conocimiento detodas las tradiciones de sabiduría del planeta que incluyalas distintas modalidades de conocimiento, es decir, laciencia, las artes, las tradiciones nativas y la investigaciónespiritual. En un mundo tan interrelacionado como elnuestro, en el que lo que sucede hoy en Bagdad, KualaLumpur, Ciudad de México, Washington, Kabul, Beijing,o cualquier otro lugar, puede acabar afectando muyprofundamente, mañana o dentro de un mes, a la vidade los habitantes de casi cualquier otro lugar del planeta,

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de los habitantes de casi cualquier otro lugar del planeta,éste es el auténtico reto al que se enfrenta actualmentenuestra especie. Pero con ello no estoy invitándoles aenterrar, como los avestruces, la cabeza en el suelo ypreocuparse sólo por ustedes mismos y por sus interesespara que puedan sentirse más seguros, ser más felices oacumular más dinero. La exploración de la atenciónplena y las posibilidades de sanar nuestra vida y elmundo nos proporciona una comprensión que nosenseña a estar en el mundo sin identi carnos con lasramas ni con los árboles, y nos recuerda la necesidad decontemplar, de vez en cuando, el bosque para conocerlodirectamente en toda su plenitud, más allá de las lentesdistorsionadoras impuestas por ideas y opinionespreconcebidas habitual-mente impulsadas por el deseo,el rechazo y la ilusión.

Tampoco quiero decir que no haya aquí lugar paraopiniones y visiones rmemente sustentadas. Lo únicoque pretendo señalar es que, cuanto más conscientesseamos de la gran interdependencia existente entre todaslas cosas, más capaces seremos de relacionarnos de unmodo más sabio y más armónico que ponga n a lalucha, el sufrimiento y la inseguridad.

Jamás habíamos tenido, como ahora, la oportunidadni los medios, tanto individual como colectivamente, desustraernos a la identi cación con nuestras emocionesdestructivas y restablecer el contacto con nuestrossentidos. Quizás entonces despertemos y nos demoscuenta del problema que, en los últimos diez mil años

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cuenta del problema que, en los últimos diez mil añosde historia humana, ha acabado convirtiéndose en unaenfermedad crónica de nuestro mundo y de nuestraespecie. Quizás entonces podamos dar los pasosnecesarios para atisbar y alentar nuevas formas deequilibrar y armonizar la vida cotidiana individual y ladiplomacia internacional para reducir nuestrastendencias destructivas, que únicamente generanmalestar y alienación, tanto interna como externa. Quizásentonces, en suma, nuestras decisiones sean más sabias ycompasivas y quizás entonces también podamos emplearnuestra energía creativa para sanar el cuerpo político.

A lo largo de todo este libro hemos utilizado lasmetáforas de dolencia y enfermedad para tratar dede nir y entender, desde muchas perspectivas diferentes,la naturaleza profunda del malestar que, en tanto queseres humanos, nos aqueja y explicar por qué, aunque,desde una perspectiva material y educativa, en los paísesllamados desarrollados nos hallamos en una situaciónmucho mejor que cualquier otra generación precedente,estamos tan desquiciados y tan necesitados de algo quenos haga sentir completos. ¿Qué es lo que nos falta paraser felices y sentirnos internamente en paz si no bastacon un nivel de vida relativamente elevado, unaabundancia de bienes materiales y una salud y unaasistencia médica jamás conocida en el curso de lahistoria? ¿Qué nos falta y qué necesitamos para disfrutarde lo que ya somos y de lo que ya tenemos? ¿Y qué

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de lo que ya somos y de lo que ya tenemos? ¿Y quéconocimiento como país y como especie nos aporta esedescontento sobre nosotros mismos? ¿Qué debemoshacer para dejar de ser extraños para nosotros mismos yregresar por n a casa y a quién real y plenamente yasomos? ¿Cómo podemos reconocer y encarnar nuestraverdadera naturaleza y nuestras verdaderas capacidades?

Si dirigimos nuestra mirada hacia el interior, podemospreguntarnos lo que, como individuos que se hallandentro del cuerpo político, necesitamos para podersentirnos ahora mismo completos y felices, puesto que,de hecho -y como ya hemos repetido en varias ocasiones-, ahora mismo ya estamos completos. Una de las cosasque podríamos hacer sería expandirnos lo su cientecomo para salir de nuestro habitual cautiverio en lacabeza, atrapados en nuestros pensamientos, en nuestrosdeseos y en la turbulencia de las reacciones emocionalesy tratando de continuo de establecer las causas ycondiciones que suponemos nos harían sentir felices y enpaz. Más allá de todo eso, sin embargo, deberíamosreconocer también la incesante y seductora -aunque, enel fondo, inexacta- preocupación por la persistente yelusiva sensación de una identidad sólida, duradera einmutable, una mera ilusión que nos fascina y nos sumeen el trance y nos arrastra de un lado a otro, tratando desatisfacer necesidades y deseos aparentementeinterminables. Y es que, apenas despertamos, aunquesólo sea unos instantes, al misterio de lo que de verdadsomos, esa construcción se revela como lo que realmente

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somos, esa construcción se revela como lo que realmentees: una fracción minúscula de la totalidad de nuestro ser.Y esto es algo tan cierto a nivel nacional y mundial comoa nivel individual. Todas estas comprensiones se derivan,en última instancia, del cultivo de la familiaridad y de laintimidad, instante tras instante, con nuestro cuerpo ycon nuestra mente y de la comprensión de la estrechainterdependencia que existe entre todas las cosas, másallá de la percepción que nos lleva a verlas comocuestiones separadas y desconectadas y de nuestraidenti cación con ellas, generada por la ilusión decontrolarlas y usarlas en bene cio estrictamentepersonal.

Esta totalidad e interdependencia puede ser veri cadaaquí y ahora en todos y cada uno de los momentos,despertando y dándonos cuenta de que, en lo másprofundo, nosotros y el mundo en que habitamos nosomos dos. Y ésta es una situación que, como ya hemosvisto, puede ser cultivada y alentada de muchas formasdiferentes a través de la práctica sistemática de laatención plena. Y lo mismo podríamos decir tambiéncon respecto al hecho de asumir una conciencia y unaresponsabilidad más universales, en todos y cada uno delos sentidos, sobre la salud del cuerpo político.

La indagación interna profunda nos permitefamiliarizarnos con la que muy probablemente sea lacausa última de nuestra inquietud y de nuestrosufrimiento, la dinámica de los estados mentales de laavaricia, del odio y de la ignorancia y de sus diversas

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avaricia, del odio y de la ignorancia y de sus diversasmanifestaciones en el mundo. Quizás hayamos llegado aver o sentir que todos podemos, cada uno a su modo,contribuir más e cazmente a disminuir, mitigar ytrascender el sufrimiento, tanto el nuestro como el de losdemás, y erradicar, en la medida de nuestrasposibilidades, sus causas humanas, tanto internas comoexternas.

Quizás hayamos advertido la imposibilidad de estarcompletamente sanos y en paz en un mundo enfermocomo el nuestro, en el que nuestra falta de atencióngenera, de tantos modos directos como indirectos, elsufrimiento de otros seres humanos. Obviamente, ésta esuna conducta humana endémica, pero que tambiénpuede verse transformada si nos aprestamos aemprender, tanto individual como colectivamente, uncierto trabajo al respecto. Aun la mezquindad endémicapuede transformarse si llegamos a comprender laimportancia de vivir de un modo diferente, con unamayor conciencia de la interdependencia e interrelaciónque nos une a los demás y de las necesidades ynaturaleza verdaderas tanto de nosotros mismos como delos demás o, dicho en otras palabras, si aprendemos areconocer las lentes distorsionadoras de la avaricia, elmiedo, el odio y la ignorancia en el mismo momento enque aparecen y sin permitir que acaben oscureciendo losaspectos más sanos y profundos de nuestra verdaderanaturaleza. Todo esto se deriva de la familiarización,atenta, compasiva y sin reacción, con el dolor y el

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atenta, compasiva y sin reacción, con el dolor y elsufrimiento de nuestra nación y de nuestra especie,permitiéndoles manifestarse y revelarnos nuevasdimensiones de la interconexión que amplían nuestracomprensión de las raíces del sufrimiento y expandennuestra empatía más allá de las personas que seencuentran más cercanas. Pero, para ello, es necesarioque todo el mundo tenga satisfechas sus necesidadesbásicas y esté libre de explotación y de injusticia o, dichoen otras palabras, que todo el mundo tenga garantizadossus derechos humanos básicos algo de lo que, comosabemos, se ven lamentablemente excluidos la mayorparte de los habitantes del planeta.

Hasta ahora hemos utilizado la metáfora de laenfermedad autoinmune para describir el efecto denuestra especie sobre el planeta y sobre la salud y elbienestar de nuestra especie. También podríamos decirque, de una u otra forma, hemos ido superando todos losobstáculos que, inadvertidamente y a pesar de todonuestro ingenio, hemos ido erigiendo en nuestro camino.Y también hemos dicho que son muchas las cosas que, enlos últimos treinta años, nos ha enseñado la medicinasobre la relación existente entre la mente y el cuerpo ylas profundas aplicaciones de la atención plena sobre elmodo en que entendemos y afrontamos el malestar quea ige al cuerpo de nuestra nación y al cuerpo mayor delmundo.

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mundo.En modo alguno pretendemos, al examinar los efectos

de la atención plena sobre el cuerpo político, corroborarni cambiar nuestra opinión ni la opinión de los demás.Cultivar la atención no consiste en asumir un conjunto uotro de opiniones o de puntos de vista, sino en aprendera mirar, instante tras instante, de un modo nuevo conojos de totalidad. En este sentido, la atención plenacumple con la importantísima función de poner derelieve que nuestras opiniones -y todas las opiniones, engeneral- no son más que eso, meras opiniones, parapoder conocerlas como lo que son y no identi carnos ycegarnos por ellas, sea cual sea su contenido, aunque, enocasiones, podamos adoptarlas de manera consciente,sostenerlas con rmeza y determinación y actuar enconsecuencia. Nuestro objetivo no consiste tanto en estarsectariamente de acuerdo o en desacuerdo, sino enexplorar las posibilidades de curación e indagación y enexpandir nuestra visión de las cosas. Ésta sólo es unainvitación a cambiar nuestras lentes, a experimentar unarotación en nuestra conciencia tan grande como elmundo sin alejarnos un ápice, de este momento, de estarespiración, de este cuerpo, de esta mente y de estecorazón que usted, yo y todos aportamos al momentopresente.

Nuestro objetivo, en suma, es el de recordarnos que laconciencia no es pasiva. El estado de nuestra mente ytodo lo que de ella uye afecta al mundo. Cuanto másbrotan nuestras acciones del ser y de la conciencia, más

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brotan nuestras acciones del ser y de la conciencia, mássabias, libres, creativas y respetuosas son, promoviendola sabiduría, la compasión y la curación del mundo. Elcompromiso intencional de la atención con los distintosestratos de la sociedad y del cuerpo político tiene lacapacidad de conducir a un orecimiento y unrenacimiento auténticos del potencial y de la creatividaddel ser humano, una expresión de la salud profunda denuestra especie y de nuestro mundo.

La idea de que el mundo podría bene ciarse si todosfuésemos más conscientes del cuerpo político yasumiéramos la responsabilidad de nuestro bienestar noes una receta ni un remedio para un problema concretoni para describir con detalle los problemas a los queestamos enfrentándonos y culpar de ello a determinadascuestiones, individuos, costumbres o formas de pensar.Con ello sólo queremos decir que se basa en impresionesy que únicamente se nos revela en toda su plenitud yprofundidad cuando la contemplamos de manera global,como sucede con la pintura impresionista, desde ciertadistancia, y sin dejarnos atrapar por los detalles. Se trata,en suma, de una provocadora invitación a echar unvistazo y poner en tela de juicio las creencias, apegos,puntos de vista y visiones que más valoramos, unainvitación a examinar con más detenimiento el modo enque percibimos o sabemos -o el modo en que creemosque percibimos o que creemos percibir-algo y el procesomediante el cual esbozamos opiniones y nosidentificamos con ellas.

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identificamos con ellas.También es, por otra parte, una invitación a crear

metáforas más adecuadas para entendernos a nosotrosmismos y al lugar que ocupamos en el mundo, y honrar,de ese modo, las complejidades del “mundo real,” sinolvidar por ello que, de un modo u otro, la mentehumana ha creado -elaborado o fabricado- la mayorparte de los problemas que en la actualidad aquejan anuestro país y a nuestra especie, y que, en consecuencia,no son tan permanentes, duraderos ni reales como, aprimera vista, parecen. Esta comprensión puedeproporcionarnos formas más novedosas e imaginativasde enfrentarnos a situaciones aparentementeinabordables. Y es que, en lo tocante a la condiciónhumana, convendría recordar las dos citas antesmencionadas de Albert Einstein, según las cuales “larealidad no es más que una ilusión, aunque una ilusiónmuy persistente,” y “los problemas que aquejan almundo actual no pueden resolverse desde el mismonivel de pensamiento que los creó”.

Bien podríamos decir que la mente humana no sólo hacreado la noción cosi cada de un “yo” permanente y laslimitaciones que, al respecto, nos imponemos, sinotambién la noción de “mundo real”. Cuandocontemplamos con cierto detenimiento el modo en quenuestra mente percibe, aprehende y concibe tanto lo quellamamos “mundo” como lo que llamamos “yo,” muchasde esas limitaciones ilusorias autoimpuestas acabandisolviéndose, al tiempo que aparecen nuevas formas de

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disolviéndose, al tiempo que aparecen nuevas formas deacción basadas en esta rotación de la conciencia.

Los detalles concretos se derivan de nuestra conductaen la vida cotidiana. No basta, independientemente detodos nuestros esfuerzos, con tratar de corregir las cosasimponiendo alguna “solución” o cambio, sino quetambién debemos sanar nuestra forma de ser y depercibir. Y, para ello, es necesario que la conciencia demuchas personas, de todos nosotros, en suma,experimente un cambio y esté dispuesta a reconocer lascosas tal como son y a trabajar con ellas de un modocreativo y ortogonal, empleando, para ello, todos losrecursos y toda la experiencia, externa e interna, de quedispongamos. Quizás hayamos llegado ya a un punto denuestra evolución en el que, en lugar de seguiresperando la aparición de un “salvador” o de un lídercarismá-tico que “haga las cosas por nosotros” o “nosindique el camino,” necesitemos ir más allá de unavisión gobernada por personalidades heroicas y carismá-ticas, independientemente de lo geniales que puedan ser,y descubrir así, dejando a un lado los extremosangelicales o diabólicos, el modo de asumir nuestraresponsabilidad y colaborar en el liderazgo, del mismomodo que el corazón, el hígado y el cerebro no peleanentre sí por el control de organismo, sino que trabajancodo con codo con los trillones de células individualesque componen un cuerpo sano en aras del bienestar dela totalidad.

Si existe alguna receta para el tratamiento de dukkha,

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Si existe alguna receta para el tratamiento de dukkha,al que bien podríamos denominar “estrés mundial,” debetratarse de un abordaje genérico. Por tanto, por másextraño que pueda parecer, quien quiera abordarindividualmente al reto al que se enfrentan nuestraespecie y nuestra sociedad haría bien en cultivar -independientemente de quién se trate y de cuál sea suvocación y su trabajo- la atención plena y en aprestarse aaplicarla amablemente a todos los aspectos de su vidacotidiana y laboral y a encarnarla, tanto individual comocolectivamente, del mejor modo posible, como si su viday su mundo dependieran de ello.

Las decisiones que, instante tras instante, asumimos ennuestra vida afectan al mundo de un modo limitado que,no obstante, puede tener consecuencias muy positivas,especialmente si nuestra motivación es completa, esdecir, sana, y nuestras acciones sabias y compasivas. Deeste modo, la curación del cuerpo político puede tenerlugar sin necesidad de mantener un control estricto, através de la actividad y el esfuerzo independiente einterdepen-diente de personas e instituciones que, pese atener perspectivas, objetivos e intereses muy diferentes,apuntan hacia el interés común y potencialmenteuni cador del bienestar de mundo. Esto es, en el mejorde los casos, lo que toda política debería alentar yproteger.

Son muy pocas, obviamente, las personas que, hasta el

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Son muy pocas, obviamente, las personas que, hasta elmomento, han asumido la práctica de la atención plena.Pero son muchos, sin embargo, los caminos improbablese inimaginables a través de los cuales está aumentando,desde hace ya un tiempo, tanto el número como lain uencia de quienes eligen el camino que conduce auna mayor cordura y a una mayor sabiduría. Por ello, enlas próximas generaciones (en los próximos siglos) y anivel personal, en este mismo instante, tenemos laocasión -individualmente, y como nación y hasta comoespecie- de actualizar nuestro potencial creativo ynuestra capacidad de ver conn más claridad y de trabajaren aras de la totalidad, de la curación, de lo que másdeseamos y de lo que nos proporcionaría la ocasión desentirnos seguros y felices: la justicia, la compasión, laequidad, la liberación de la opresión, la igualdad deoportunidades para vivir de un modo positivo y pleno,la paz, la buena voluntad y el amor, pero no sólo paranosotros ni para las personas a las que más queremos,sino para todos los seres humanos y hasta para todos losseres sensibles con los que, de un modo u otro, noshallamos inextricablemente unidos.

El nuestro es un momento muy especial del desarrollohistórico en el que cada nueva inspiración nos brindauna ocasión extraordinaria. Y sólo podremosaprovecharlo encarnando, en el despliegue aquí y ahorade nuestra vida, nuestros valores más profundos ynuestra comprensión de lo que es más importante,compartiéndolo con los demás y con ando en que este

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compartiéndolo con los demás y con ando en que estetipo de acciones, aun a la más pequeña de las escalas,acabará contribuyendo muy positivamente a la sabiduría,salud y cordura del mundo.

Es cierto que se trata de una práctica muy difícil. Pero¿se les ocurre algo mejor que hacer con su preciosa ydescabellada vida?

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HOY HE LEÍDO LAS NOTICIAS

¡Qué desconcertantes resultan, cuando vemos las noticiasde la televisión o cogemos un periódico y empezamos aleer, las fuerzas que mueven el mundo! Nuestra mente ynuestro corazón se ven entonces súbitamentebombardeados por una gran diversidad de formasdiferentes de sufrimiento. ¿Cómo podemos, quienes nosomos expertos en cuestiones internacionales, política,economía, política social o justicia criminal, entender lamagnitud y los pormenores de lo que otra persona, etc.está ocurriendo? Continuamente nos vemos desbordadospor el relato de lo sucedido, por lo que ha hecho tal ocual persona, por dónde y cuándo ha ocurrido, por loque ha respondido tal otra, etc. Ayer hubo un auténticoaluvión de noticias y mañana habrá otro, pero ningunade ellas, si lo consideramos atentamente, re eja demanera el lo sucedido. Todos ésos son meros relatossobre lo sucedido, historias determinadas por toda clasede parámetros, algunos conocidos y otros completamenteignotos, pero todos ellos nalmente elaborados porexpertos y políticos que tratan de conseguir esto o deimpedir aquello.

Son muchas las cosas, sin embargo, que podemos

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Son muchas las cosas, sin embargo, que podemosatisbar aderezando, de un modo u otro, la información.A n de cuentas, siempre estamos -lo sepamos o no-construyendo nuestras visiones y opiniones sobre elmundo y lo que ocurre a partir de esa corriente deinformación parcial a la que fácilmente podemosa cionarnos aunque, en ocasiones, acabemosexasperados por cuestiones cuyos detalles dependen dequienes seamos, de lo que nos interese, de lo queestemos dispuestos a escuchar o de lo que no podemosevitar admitir. Cuando echamos un rápido vistazo alperiódico, nuestra mente se atiborra de detallesarbitrarios y de análisis e historias coherentes quemovilizan, a veces de un modo que parece no tener n,nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestrasopiniones. Y lo mismo sucede cuando escuchamos laradio o vemos las noticias de la televisión, una dieta -más bien pobre- a la que continuamente nos hallamossometidos. Y si digo que se trata de una dieta más bienpobre es porque la mayor parte de esas noticias no sonmás que relatos de las in nitas formas de dukkha, y noparece haber en ellas gran cosa que exalte el espíritu…aunque si les prestamos una atención más cuidadosa, lascosas no son exactamente así.

Cada día es distinto, pero las noticias de las que nosenteramos a través de los días, las semanas, los meses yhasta los años no son más que meras noticias, de modoque resulta difícil saber qué hacer con ellas, cómoafrontarlas y cómo responder. Son muy grá cas y, al

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afrontarlas y cómo responder. Son muy grá cas y, almismo tiempo, muy abstractas e impersonales… o esoes, al menos, lo que ocurre hasta que se tornanpersonales. Resulta difícil -o así me lo parece- saber loque realmente pasa, qué debemos pensar y las historiasen que debemos creer. Quizás, más allá de los hechosdesnudos -y aun éstos son, en ocasiones, cuestionables-,resulte imposible de saber. Además, el incesante ujo delas noticias alienta, a un nivel sutil -o no tan sutil-,nuestro pensamiento y forja opiniones, en ocasiones tanfuertes que llegan a desencadenar crisis de concienciaque conmueven nuestros mismos cimientos y generanuna gran inseguridad, ansiedad, resentimiento e ira,llegando a contraer nuestro cuerpo de modo que, conuna dieta tan constante, resulta difícil de relajar. Ytambién es posible, por último, que alienten la apatía, elcinismo, la depresión y desbordarnos hasta hacernossentir impotentes. ¿Acaso no les ha ocurrido alguna vez?

Los titulares de hoy serán mañana reliquias que sólointeresarán a los historiadores. Pero nosotrosparticipamos activamente en lo que a diario acabaconvirtiéndose en el despliegue de la historia, sólo queno llamamos historia, sino vida.

Pero por más que su alcance parezca remoto,gigantesco e impersonal, siempre tenemos la posibilidad-sutil y ciertamente pequeña- de moldearla según laactitud con la que la abordemos y las acciones que, enconsecuencia, decidamos tomar. No conviene olvidarque, cuando una mente cambia, también lo hace, en una

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que, cuando una mente cambia, también lo hace, en unau otra medida, todo el entramado interdependiente deluniverso. Pero que nuestra in uencia sea limitada nosigni ca que sea insigni cante. Lo que parece “pequeño”no necesariamente lo es, porque puede tenerconsecuencias imprevisibles. Las ciencias del caos y de lacomplejidad, por ejemplo, saben bien que, en cualquiersistema complejo, dinámico y no lineal, como unacatarata, el clima, la actividad del ser humano o elproceso mismo del pensamiento, por ejemplo, uncambio diminuto puede acabar provocando unatransformación de una magnitud extraordinaria que, enocasiones, tiene lugar a gran distancia del acontecimientooriginal. Éste es el principio conocido, en el caso delclima, como “efecto mariposa,” según el cual, el aleteode una mariposa en China puede acabardesencadenando, semanas más tarde, una tormenta enNueva Inglaterra. Y, por la misma razón, como ya hemosvisto, cambios pequeños pero profundos en nuestrocuerpo o en nuestra mente pueden, con el paso deltiempo, poner en marcha procesos profundamentecurativos.¿Cómo podemos establecer una relación más conscientecon las noticias y actuar, dada su importancia, de unmodo más responsable? Ya hemos dicho quecontinuamente nos vemos bombardeados porinformación errónea, información parcial, informaciónsesgada, información con ictiva y opiniones procedentesde todos los puntos de vista. Pero también podríamos

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de todos los puntos de vista. Pero también podríamosdecir, desde una perspectiva algo diferente, que tambiénnos hallamos expuestos a todas horas a una franja muyestrecha de visiones y de perspectivas. Por ello, antecualquier duda, haríamos bien en echar un vistazo a loque, al respecto, dice la prensa marginal o la prensaextranjera y enterarnos así del modo en que perciben lasmismas situaciones quienes tienen perspectivasdiferentes a la nuestra.

¿Cuál es el mejor modo de relacionarnos con unsistema complejo? ¿Cómo podemos relacionarnos yentender la corriente de acontecimientos que sedespliegan en el mundo exterior, tanto en nuestravecindad como lejos de nosotros? ¿Cómo podemosafrontar el hecho de que, lo sepamos o no y nos guste onos desagrade, todo ello, de un modo u otro, nos afecta?Una forma consiste en no dejarnos atrapar por losdetalles, por más fascinantes o aterradores que parezcan,y advertir la presencia de pautas mayores queaparentemente se repiten.

¿No representa acaso ese ujo de noticias el pulsomismo de la salud de nuestra nación? Sabemos bien que,comparada con las sociedades en que no se respeta lalibertad de prensa, su misma existencia es yaextraordinaria. Pero ¿de qué modo las noticias revelan (oenmascaran) la enfermedad que aqueja a nuestra nacióny a nuestro mundo?

Éste es un punto en el que todo el mundo coincidiría,de modo que no es una mera opinión. Obviamente, no

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de modo que no es una mera opinión. Obviamente, nohay ninguna visión global correcta, ningún punto de vistaomnisciente, ninguna forma de ver, saber ocomprenderlo todo, del mismo modo que tampoco hayuna sola forma de ver y de relacionarnos con el paisajeinterior de nuestras vidas, con el paisaje sensorial, con elpaisaje mental y con el paisaje corporal. Todo ello es unmero re ejo de la complejidad y del dinamismo delquehacer humano y el producto, a n de cuentas, de laactividad de nuestra mente y de nuestro corazón.

Siempre hay, como ilustra perfectamente el ámbito dela política, una pequeña minoría que no tiene el menorempacho en inclinar, transgredir o reescribirdescaradamente las leyes en su propio bene ciopersonal o colectivo. También hay quienes se hallandiscriminados, despojados de poder, impotentes y amerced de fuerzas que trascienden su posible controlhasta que, como perfectamente ilustra el caso deSudáfrica, sorprenden de repente a todo el mundo ylogran, sin recurrir a la violencia, lo que poco tiempoantes parecía imposible. Y también hay una inmensamayoría poco poderosa (pero no por ello menosimportante) que trata de vivir su vida con un mínimo deestabilidad y decencia, cumpliendo con su trabajo,cuidando de su familia, tratando de permanecer al tantode lo que ocurre y que, conscientes del sufrimiento delmundo, se empeñan en cuidar su salud. Todo el mundosabe y siente que su vida se ve profundamente afectadapor lo que ocurre en el mundo a nivel político,

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por lo que ocurre en el mundo a nivel político,económico, psicológico, medioambiental y espiritual,por el simple hecho de que estamos en él, formamosparte de él y, en última instancia, no es diferente denosotros. A n de cuentas, la expresión “sufrir” se derivadel término latino sufferre, que signi ca “portarconsigo,” y en cierto modo todos nosotros portamos, ennuestro interior y sobre nuestros hombros, al mundo connosotros. Por ello sufrimos.

¿Cómo podríamos equilibrar dos ámbitos tanestrechamente ligados -que mal podríamosdiferenciarlos- como nuestra experiencia del mundoexterno, que no sólo nos llega a través de los sentidos,sino también, de manera indirecta, a través de lasnoticias, las grandes fuerzas políticas, económicas ysociales y los continuos cambios que in uyen en nuestravida, en nuestro mundo interior y en nuestro paisajeinterior? ¿Deberíamos limitar acaso nuestra exposiciónal mundo exterior que tanta in uencia tiene, leprestemos o no atención, en nuestra vida? ¿Deberíamosprestar acaso una atención diferente? Éstos son los retosque implica vivir en este mundo sin renunciar a él.

Creo que el hecho de tomarnos periódicamente unrespiro de las noticias -una medida que suelerecomendar a sus pacientes el doctor Andrew Weil,fundador del Programa de Medicina Integrativa de laFacultad de Medicina de la Universidad de Arizona y ala que denomina “noticias rápidas”– puede sersumamente refrescante. Mi experiencia al respecto es

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sumamente refrescante. Mi experiencia al respecto esque por más que, en el ínterin, hayan ocurrido muchascosas, después de volver de un retiro de meditación dediez días o de pasar unos días en pleno campo todosigue igual. Durante la invasión de Afganistán me hallabaen un retiro de seis semanas y perfectamente podríadecir que no me perdí gran cosa, una a rmación quequizás se entienda mejor si la consideramos en términosde siglos.

Hay una frase del poeta y eremita japonés del siglo XVIIIRyokan que, cuanto más pequeño y con ictivo es elmundo, recuerdo con más frecuencia: “Sin noticias de losasuntos humanos”. ¡Qué agradable resulta no tener,durante un tiempo, noticia alguna de las cuestioneshumanas! ¡Qué liberador! Exceptuando a loshistoriadores especializados en el Japón de esa época,nadie conoce hoy en día a Ryokan. Pero aunque nadie seinterese en él, la sabiduría y la poesía de Ryokan, quevivía como un ermitaño, mendigaba su comida en lasaldeas, jugaba con los niños del pueblo soportando lasburlas y el escarnio de los aldeanos y ni siquiera tratabade hacer algo memorable que le asegurase un hueco enla historia, es recordada y reverenciada actualmente entodo el mundo. Éste es uno de sus poemas:

Mi cabaña se halla en lo más profundo del bosquey cada año la maleza está más alta.No tengo noticias de los asuntos humanos,

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sólo el ruido ocasional y distante de un leñador.Cuando amanece remiendo mi ropa y,en la tremolosa luz de la luna, releo poemas budistas.No tengo, amigos, nada que decirospero, si queréis entender,dejad de correr detrás de las cosas.

Dejad de correr detrás de las cosas…, un sabio consejoque merecería la pena recordar. Quizás entoncespodamos encontrarnos con nosotros mismos y saberquiénes somos y conocernos, por vez primera, comoindividuos y como naciones.

Recordemos ahora las siguientes palabras escritas porRumi hace unos novecientos años:

Las noticias que escuchamosnos llenan de pesar por el futuro,pero la auténtica noticiaes que no hay noticia alguna.

Recordemos también la conmovedora admonición deWilliam Carlos Williams:

Es difícil

que los poemas nos informen de algo.Pero los hombres mueren miserablemente

por falta

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de lo que en ellos se encuentra.

Existe un proverbio francés que dice Plus ça change,plus c’est la meme chose, lo que signi ca “cuanto máscambian las cosas más iguales son”. Pero por más quehaya algo de cierto en esa frase, la verdad es que elmismo hecho de prestar atención y ser conscientes locambia todo. Cuando nombramos lo que es, cuandodamos voz a lo que es y, siendo conscientes, asumimosuna actitud moral y actuamos de acuerdo con nuestrosprincipios, encarnando nuestra verdad, sin tratar de quelas cosas sean diferentes y sin retroceder ante lo que senos presenta, independientemente de que se trate de unafuerza física desbordante, una imposición social y quizásincluso nuestros propios miedos, todo experimenta unaprofunda transformación.

Como bien sabían Gandhi, Martin Luther King y Juanade Arco, la conciencia lo cambia todo. Las conviccionesde los tres acabaron moviendo montañas y los trespagaron también por ello con su vida, lo que, dicho seade paso, movió más montañas todavía. Ellos no “corríandetrás de las cosas,” sino que asumieron con todo sucorazón lo que su cabeza les decía.

No es necesario renunciar a la vida para darnos cuentade la injusticia y del sufrimiento. Cuanto más conscientesseamos y más abierta esté nuestra conciencia, máscambiará el mundo, que no es otro que nosotros. Conmucha frecuencia, sin embargo, éste es un proceso largo

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mucha frecuencia, sin embargo, éste es un proceso largoy lento, una obra de generaciones que nos conduce alugares que mal podríamos haber anticipado momentosantes. Es precisamente entonces cuando las cosasexperimentan un cambio súbito y se tornan ortogonales.

Pero no debemos con ar en alcanzar ese punto en unbreve plazo. Es necesaria mucha paciencia y muchatolerancia para no vernos desbordados por la magnituddel sufrimiento del mundo. En necesaria muchapaciencia y tolerancia para no creer que podemoscorregir mágicamente lo que se nos aparece como unproblema, tratando de comprar la in uencia y la lealtado de imponer nuestros valores sobre los demás. No esnada sencillo que los individuos alcancen la claridad y lapaz, pero todavía lo es menos que sea la sociedad quienlas logre. Para ello es necesario, en cierto modo, cultivarde continuo las cualidades mentales y atencionales quealientan la claridad, la paz, el altruismo y la bondad.Pero todo eso, contemplado desde otra perspectiva,forma parte de nosotros y resulta, en consecuencia,plenamente accesible ahora mismo. De hecho, sólo lo esen este instante, pero para ello debemos reconocer ennosotros mismos los impulsos que alientan el fariseísmo,la arrogancia, la agresividad, la crueldad y laindiferencia, para no quedarnos cegados y atrapados enellos.

Lo que es cierto en el mundo interno también lo es enel externo. Como dijo el poeta y granjero Wendell Berry,la paz, al igual que el cambio de opinión, de visión o de

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la paz, al igual que el cambio de opinión, de visión o devalores, es una práctica. Pero se trata de una práctica quedebemos cultivar personalmente, porque no haymodelos que nos indiquen el modo correcto de hacerlo,como tampoco hay un modo correcto de meditar. Sicon amos en nuestra inteligencia y en nuestra capacidadpara leer entre líneas y no nos dejamos engañar por lallamada de los estados mentales fundamentalistas en losque, con tanta frecuencia, solemos caer -como pensarsólo en nuestro bene cio o en nuestro placer (lo quehabitualmente se denomina “avaricia”), rechazar a laspersonas o a las cosas que no nos gustan o que nosdesagradan (lo que habitualmente se denomina “odio”) yolvidar cuál es nuestra naturaleza más profunda y lanaturaleza más profunda de los demás (lo que se sueledenominar “ilusión,” “ignorancia” o “inconsciencia”)-,podremos establecer una importante diferencia, unadiferencia crítica, por más pequeña que puedanparecernos nuestra vida y nuestra energía cuando lascomparamos con las grandes fuerzas que mueven elmundo. Y es que, en la medida en que nos abrimos,podemos ser espejos para los demás, inspirarles yampli car así nuestra presencia, nuestra energía ynuestra in uencia potencialmente transformadora ycurativa.

Las cosas cambian y, con ellas, cambia también lahistoria, especialmente cuando tratamos de estar másdespiertos, recordamos lo que es más importante,

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despiertos, recordamos lo que es más importante,participamos su belleza a los demás y reconocemos ycompartimos también la suya. Los actos íntegros ybondadosos resultan muy inspiradores. El mundo estálleno de actos fundamentalmente bondadosos y humanosy de pequeños y grandes proyectos humanitarios, y cadauno de ellos, por más pequeño que parezca, sirve tantode espejo como de faro, difundiendo en todasdirecciones nuestras propuestas de bondad, sabiduría yluz.

Si contemplamos la historia del ser humano, descubriremos queel corazón bondadoso ha sido la clave para alcanzar lo queel mundo considera como grandes logros en los campos delos derechos civiles, el trabajo social, la liberación política yla religión, por ejemplo. La visión y la motivación sincera nose hallan limitadas sólo a la esfera de religión, sino quepueden ser generadas por cualquiera que realmente sepreocupe de los demás, de su comunidad, de los pobres y delos necesitados. Todo ello es el fruto, en suma, del interés yla preocupación profundos por el bienestar de la comunidad,es decir, por el bienestar de los demás. Las consecuencias deestas actitudes y motivaciones pasan a la historia como actosbondadosos, beneficiosos y positivos para la humanidad. Porello, cuando hoy nos enteramos de ese tipo de actos, nossentimos, aunque se refieran a acontecimientos del pasado yhayan acabado convirtiéndose en meros recuerdos, felices yconfortados, y admiramos a la persona que llevó a cabo talobra grande y noble. Y ésta es una grandeza que tambiénpodemos encontrar en nuestra generación.

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La historia, por otra parte, también está llena de relatos deindividuos que perpetraron los actos más dañinos ydestructivos, matando, torturando y provocando elsufrimiento y la miseria de muchos seres humanos. Esosincidentes pueden ayudarnos a reflexionar sobre el lado másoscuro de nuestra herencia humana común. Tales eventossólo aparecen cuando se desencadenan el odio, la ira, loscelos y la avaricia. La historia universal no es más que elregistro colectivo de los efectos de los pensamientospositivos y negativos de los seres humanos. Esto, en miopinión, es algo muy claro. Si reflexionamos en la historiaadvertiremos que, para tener un futuro mejor y más feliz,conviene examinar nuestra actitud mental ahora mismo y laforma de vida que esta actitud generará en el futuro. Esimposible exagerar el poder de estas actitudes negativas.

TENZIN GYATSO, decimocuarto Dalai Lama,La vida compasiva

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LA ESTERILIDAD DE LA INDIGNACIÓN

Resulta curiosa, hablando de actitudes negativas, lafacilidad con la que asumimos -por más ecuanimidadque cultivemos- actitudes farisaicas que nos hacenindignarnos apenas empezamos a considerar las cosasque nos desagradan del mundo, sobre todo de las queparecen derivarse de las acciones y las omisioneshumanas. No es infrecuente, en este sentido, descubrirnosasumiendo estas actitudes, aunque, en ciertos momentos,haya personas concretas que a veces desempeñan,papeles espantosos. Recordemos, por ejemplo, el usoimpropio y corrupto del lenguaje con el que suelenocultarse -en una especie de newspeak* surrealista- lasinjusticias, las desigualdades y la explotación de los sereshumanos y de los recursos naturales impidiéndonosdiscernir lo que realmente está ocurriendo. Recordemosel daño provocado por guerras que se hallan al serviciode intereses espurios y de nes más que dudosos; lasensación de que quienes detentan el poder y laresponsabilidad no tienen empacho alguno en mentir,ocultar, inventar, coaccionar, manipular, negar, sobornary racionalizar todo lo que hacen, sin importarles losmedios que deban emplear para alcanzar sus ambiguos

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medios que deban emplear para alcanzar sus ambiguosobjetivos; la masiva y creciente concentración de poder,in uencia y riqueza en manos de un pequeño número depersonas y de gigantescas organizaciones multinacionalesque, con mucha frecuencia, actúan como si sus intereses,poder, desarrollo y bene cios se hallaran por encima delos de los demás y hasta por encima de la ley.

También conviene recordar que, aun cuando todo estosea relativamente cierto -y subrayo lo de relativo-, laindignación moral presenta, al menos, dos vertientesdiferentes, la del yo y la de la arrogancia.

Todo el mundo coincidirá en que, a pesar del daño,tanto en vidas humanas como en sufrimiento, quepuedan provocar, nadie se indigna con los tornados, loshuracanes, los desastres, la destrucción y las pérdidascausadas por las inundaciones, los incendios forestales olos terremotos. Es cierto que, en respuesta a taleseventos, a oran emociones como la tristeza, la empatía,la compasión y la solidaridad, pero la indignación jamáshace acto de presencia. ¿Por qué? Supongo que porque,en tales casos, no hay nadie a quien podamos culpar oacusar. Los terremotos, en suma, simplemente ocurren.

Apenas advertimos la aparición de un “ello” -como,por ejemplo, “ellos deberían….,” “ellos no deberían…,”“¿cómo han podido…?” o “¿por qué no han…?”–, esdecir, apenas asoma una supuesta individualidad enforma de conducta inadecuada, de ignorancia, deavaricia, de irresponsabilidad o de engaño, a oratambién el impulso de enfadarnos, de imputar a otros

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también el impulso de enfadarnos, de imputar a otrosuna supuesta motivación y de convertirlos en unproblema por más que, en tal caso, corramos el peligrode deshumanizarlos. Y esto es especialmente ciertocuando considero que “yo” estoy en lo cierto, que mispuntos de vista y mis opiniones se asientan en la verdad,que yo “sé” lo que está sucediendo y que tengo muchasexplicaciones para justi car mi conducta. Y todavía esmás cierto cuando sé que “ellos” están forzando las cosas,quebrantando abiertamente la ley, descuidando laprotección medioambiental, violando la Constitución,amedrentando o sobornando a otros países, amasandodeliberadamente un poder, una riqueza y una in uenciailegítimos y aprovechándose en bene cio personal de supapel de funcionarios públicos. Y esta actitud desuperioridad moral no tiene empacho alguno en acusar ycondenar a personas de cualquier lugar y de cualquiercultura, las conozca o las ignore, tanto próximas comodistantes.

Pero esa actitud también conlleva otro problema,porque todas las cosas que estoy mencionando llevansiglos ocurriendo. Basta con echar un vistazo a latemprana historia de China en un libro que recogeescritos de Chuang Tzu, el autor del poema con el queconcluyo este capítulo, para advertir que, en torno al año-2205, un hombre llamado Yü es descrito como el“virtuoso fundador de la dinastía Hsia” y que,cuatrocientos años más tarde, en -1818, un hombrellamado Chieh es presentado como “el degenerado

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llamado Chieh es presentado como “el degeneradogobernante con el que acaba la dinastía”. Siempre hahabido épocas de relativa tranquilidad y de completodesbarajuste, de seguridad y de inseguridad, de honradezy de deshonestidad, de acciones relativamentebondadosas y de otras inequívocamente malvadas.Podemos personalizar todo esto y culpar a determinadosindividuos y también podemos tomárnoslo como algopersonal, pero lo cierto es que la cuestión es másprofunda que todo eso. Quizás no seamos más queactores de una película onírica que sólo concluirácuando nos demos cuenta de que somos nosotros quienesestamos alimentando el sueño y de que lo que de verdadimporta es despertar. Entonces es cuando todos lospersonajes de esa pesadilla se desvanecen y ya notenemos que seguir alimentándola para que discurra deun determinado modo.

¿Nos empeñaremos en tomar partido, como solemoshacer, a favor o en contra y nos esforzaremos enconseguir un mejor resultado provisional, aunque siseguimos soñando siempre acabamos tropezando, máspronto o más tarde, con un “degenerado” como Hitler,un Stalin, un Pol Pot, un Saddam Hussein, un Pinochet ocualquier otra personi cación espantosa o espasmoanónimo de la ignorancia, capaz de galvanizar a lasmasas y difundir el virus que alienta el miedo, el odio yla codicia en las personas vulnerables e insatisfechas? ¿Oacaso preferimos, por el contrario, despertar y, de esemodo, amortiguar e incluso quizás acabar de una vez por

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modo, amortiguar e incluso quizás acabar de una vez portodas con esas oscilaciones y experimentar unacomprensión completamente diferente, una comprensiónortogonal del sueño, una comprensión de la raíz mismade la enfermedad que posibilite un equilibrio dinámicomás sano que reconozca formas de trabajar y mantener araya los impulsos que movilizan la mayor parte denuestras acciones individuales y, por consiguiente, lamayor parte de nuestras instituciones y que siempreacaban sumiéndonos de nuevo en el sueño o en eltrance? ¿O quizás la disyuntiva a la que nos enfrentemosno consista tanto en elegir una u otra de ambasalternativas, sino las dos al mismo tiempo porque, enrealidad, no son dos facetas diferentes del mundo, sinodos aspectos paradójicamente distintos de la mismatotalidad inconsútil?

Ahora está claro el dilema al que nos enfrentamos. Laarrogancia, por más comprensible que pueda ser, resulta,sea cual sea la cuestión de que se trate y del bando en elque nos hallemos, absolutamente estéril. Y si a rmo quees estéril es porque parte del supuesto de que las cosas“deberían” suceder de otra manera, cuando lo únicocierto es que ocurren del modo en que ocurren. Esto esahora todo… y no existe otro ahora posible. Pocoimporta, pues, lo que supongamos que debería o noocurrir. Ésa no es más que una parte de la historia quenos contamos a nosotros mismos y que puede cegarnos aformas más imaginativas y auténticas de contemplar lasituación y de mantener con ella una relación diferente

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situación y de mantener con ella una relación diferentepor completo, desplazando así un poco la curva de lacampana de la normalidad hasta promover una rotaciónortogonal y reconociendo la locura -cuando no acabandocon ella de una vez por todas-, algo que no tiene nadaque ver con cambiar el reparto y seguir manteniendo elmismo guión enloquecido e incomprensible.

Para aprender a con ar en nuestra experiencia directade las cosas, tenemos que acopiar el coraje necesariopara no seguir basando nuestras convicciones encuestiones ideológicas o en la mera corrección política,sino en una percepción y una comprensión basada en undiscernimiento sabio. Quizás necesitemos tambiénaprender -y dejar, para ello, que el mundo nos enseñe- adescansar en la conciencia abierta, ver las cosas que seocultan tras los velos de las apariencias y de lainformación errónea e ir más allá también de nuestraceguera, de nuestros buenos deseos y de la tendencia adividirlo todo en blanco y negro o bueno o malo,perdiendo así de vista los matices.

Pero, además de todo eso, necesitamos asentarnos enlo que vemos, en lo que sentimos, en lo que podemoshacer, en nuestro compromiso en crear un mundodiferente sin caer, por ello, en nuestro “yo” mezquinobasado en los miedos, con todos sus problemas, ni en laarrogancia que nos lleva a creernos moralmentesuperiores a los demás, puros, iluminados, limpios deculpa y de pecado, los únicos, en suma, que de verdadsaben cómo son las cosas. Porque, cuanto más lo decimos

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saben cómo son las cosas. Porque, cuanto más lo decimosy lo pensamos, más acabamos creyéndolo, hastaconvertirlo en otra noción cosi cada, en un nuevoimpedimento para la misma libertad, sinceridad y moralque a rmamos rigen nuestra vida y no dudamos enexigir a los demás. Cualquiera puede ver el peligro queentraña este tipo de pensamiento, sobre todo en el casode que lo ignoremos e independientemente del bando enel que nos movamos. “Yo estoy en lo cierto y ellos estánequivocados” “Yo sé lo que está bien y ellos no” “¿Porqué están tan equivocados?” Entonces es cuandoempezamos a atribuir motivos.

Pero ¿es que estamos realmente en lo cierto cuandocreemos tener razón? ¿Y están los demás equivocadospor el mero hecho de que así lo a rmemos? Recuerdoque, a este respecto, Soen Sa Nim solía decir: “Abre laboca y estarás equivocado”. Pero a pesar de lacomplejidad e incertidumbre que ello supone, tú, yo,nosotros y todos nosotros tenemos que abrir la boca y aveces tenemos también que actuar, porque ésa es lanaturaleza misma de la realidad. ¿Qué es lo quepodemos hacer? Ése es un koan que requiere de unaauténtica práctica meditativa y de una auténtica prácticapolítica. ¿Podemos permanecer en el no-conocimiento ydespertar a algo nuevo, más osado, más imaginativo ymás curativo que trascienda los límites de los procesosde pensamiento reactivos, desatentos y altamentecondicionados y de las garras de las emociones a ictivas,en particular, del miedo? ¿Podemos descubrir un modo

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en particular, del miedo? ¿Podemos descubrir un modode encarnar la bondad que se asiente en una fortalezainterna y externa, especialmente en los momentos máscríticos y difíciles, sin caer, por ello, en un fariseísmocorrosivo y corruptor?

El simple hecho de pensar en las cosas de undeterminado modo puede acabar desencadenandonuestra indignación. Por ello, para abrir la puerta queconduce a la imaginación, la creatividad, la sinceridad, laatención plena y la acción sincera, es necesario cambiarel modo en que pensamos en las cosas.

Pero el yo es un constructo y, por más claros que seanlos hechos, lo que hagamos en una determinadasituación suele desencadenar, con más frecuencia de ladeseada, nuestra respuesta arrogante.Independientemente de quiénes seamos “nosotros” y dequiénes sean “ellos,” “nuestra” indignación demuestra lamisma ignorancia que “sus” infames maquinaciones.Quizás se requiera de algo mejor, de algo más sabio, dealgo más relacio-nal, de un modo de ver menos dualista,que no se apreste a cosi car la sensación de “nosotros”contra “ellos” o, su prima hermana, la de “bueno” contra“malo,” y que, dándose cuenta de ello, lo mantenga, pormás intenso que pueda ser, simultánea y amablementeen la conciencia. Tal vez entonces podamos descubrir unmodo de no seguir disgregados por el con icto entre elpensamiento y el sentimiento, y aprender a integrarlos yactuar de manera sabia y estable para avanzar hacia lacuración y pasar de la enfermedad y el desequilibrio a la

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curación y pasar de la enfermedad y el desequilibrio a larelajación, el equilibrio y la armonía, o dicho en otraspalabras, una política sabia y compasiva asentada en laatención y la bondad. Eso signi caría realmente respetar,proteger y honrar el cuerpo político, con el compromisode sacar lo mejor de nosotros y la con anza en que lavisión clara es el mejor camino para lograr, a largoplazo, la seguridad, la armonía y el equilibrioverdaderos.

*Si un hombre cruza un río,no se enfadará,por más mal genio que tenga,cuando su esquife choque con un bote vacío.Pero si en el bote ve a un hombre,le gritará, y si sus gritos no son escuchados,gritará todavía más fuerte,hasta acabar maldiciendo.

Todo ello si en el bote hubiese alguien,pero si el bote estuviera vacío,no se habría enfadado ni hubiese gritado.

Si puedes vaciar el bote con el que cruzas el río del mundo, nohabrá nadie que se te oponga, ni nadie que pueda dañarte.

CHUANG TZU (siglo –III)

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UNA POLÍTICA INSÓLITA PARA EL SIGLO XXI

Quien gobierna de acuerdo al Taono emplea las armas para conquistar el mundo,porque sabe que cada acción provoca una reaccióny que la violencia, aun bienintencionada,siempre se vuelve contra quien la ejerce.

El sabio hace lo que debey luego deja de hacer.Sabe que el universoes ajeno a su controly que pretender controlar las cosasva en contra de la corriente del Tao.Quien cree en sí mismono trata de convencer a nadie;quien está satisfecho consigo mismono necesita que nadie le apruebey quien se acepta a sí mismoes aceptado por el universo entero.

LAO TZU, siglo –V (Tao Te King)

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Imagine una política asentada en la atención plena,una democracia que sepa que “el universo es ajeno atodo control y que pretender controlar las cosas va encontra de la corriente del Tao”, pero no porque así estégrabado en el friso de algún edi cio gubernamental, sinoporque sus ciudadanos tienen una experiencia directa deello. Las decisiones y acciones que se derivasen de esacomprensión serían entonces más sabias, compasivas yconscientes de la diferencia existente entre la realidad ylas apariencias. Esas acciones re ejarían lo que todacomunidad espera de una democracia que realmente sepreocupe de las necesidades internas y externas de susindividuos y de una sociedad cuyos ciudadanos tienen underecho inalienable a la vida, la libertad y la búsquedade la felicidad.

Obviamente, las necesidades de la sociedad son muydiversas y, con cierta frecuencia, compiten entre sí porrecursos limitados, razón por la cual cualquier política -aun la basada en la atención plena- necesariamente seríatambién con ictiva y hasta caótica. Pero también setrataría de una política en la que podríamos con ar,porque, en última instancia, estaríamos con ando ennosotros a través de los demás, por razones que todosreconocerían y respetarían.

La expresión “la política habitual” revela nuestracomprensible descon anza de la política. Quizás nuestraépoca necesite una política diferente, una política queno marche al compás marcado por ningún tambor, sino

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no marche al compás marcado por ningún tambor, sinoque siga su propio ritmo, una política que uya, unapolítica deliberadamente asumida por una mentalidadortogonal que, sin desconectarse de la “realidad,”reconozca la importancia de la interconexión y recuerdeque todos formamos parte del cuerpo del mundo. Lapráctica de la atención pone claramente de relieve laprofunda interconexión que nos une y nos ayuda aentender que las motivaciones e impulsos egoístaslimitan nuestro acceso a una imagen global de lasituación. Tal vez entonces nos daríamos cuenta delsufrimiento provocado, tanto en los demás como ennosotros mismos, por las motivaciones y los interesesmezquinos. De esa visión podría derivarse una políticamás sabia, compasiva, bondadosa y e caz, una políticarealmente curativa y transformadora de la que no sólo sebeneficiarían los políticos, sino todo el mundo.

Quizás el reto al que se enfrenta hoy en día nuestraespecie consista en responder con nuestras mejoresposibilidades humanas por el simple hecho de quepodemos concebirlo e imaginarlo y porque atisbamos,con más claridad que nunca, las consecuencias a las quenos abocaría el hecho de seguir desconectados denuestros sentidos y sumidos en la inercia del tranceconsensual. Quizás el destino de nuestra especie pendade esta balanza, pero no en un futuro distante, sino enlas próximas generaciones, mucho más pronto de lo quesuponemos.

Todos conocemos, por experiencia directa, la bondad

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Todos conocemos, por experiencia directa, la bondady la belleza, pero si prestamos la su ciente atención,también sabemos que nuestra mente puededeslumbrarnos, especialmente cuando las emocionesdestructivas ciegan nuestra percepción. En talescircunstancias nos contraemos literal y metafóricamentey, de ese modo, nos limitamos. Pero las decisiones quetomamos y las cosas que decimos y hacemos desdeestados mentales tan contraídos acaban generandomucho sufrimiento, tanto en nosotros como en losdemás. La falta de intimidad y de familiaridad connuestro paisaje interior determina, instante tras instante,nuestras decisiones y nuestra conducta y puede, con eltiempo, complicar las cosas y generar más disarmonía,inquietud y malestar.

Eso es, precisamente, lo que ocurre cuando nosenfrentamos grupalmen-te a un peligro real y cuandotambién lo son las alternativas de que disponemos. Lainterpretación y hasta la existencia y naturaleza de esepeligro y de esas oportunidades son el resultado denuestra percepción sensorial y de la actividad de nuestramente, de modo que, en última instancia, todo dependede nuestras cualidades mentales. Todos corremos elriesgo, frente a una amenaza percibida, de contraernosfísica, emocional, cognitiva y espiritual-mente, y esacontracción está determinada por nuestrocondicionamiento y por las creencias tácitas, aunquedominantes, de nuestra cultura, especialmente en el casode que padezcamos, como sucede en nuestro país, un

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de que padezcamos, como sucede en nuestro país, untrastorno de estrés postraumático.

Aquí es donde entra en juego la atención plena, que,como ya hemos visto, puede emplearse en todos y cadauno de los niveles para perfeccionar nuestra capacidadde ver la realidad que subyace bajo las apariencias ynuestra habitual tendencia a contraernos en losmomentos en que más sosiego y claridad necesitamos. Lapráctica de la atención plena nos permite ir más allá delas reacciones re ejas habituales y responder de unmodo más mesurado, imaginativo y, en consecuencia,e caz, con lo cual, aumenta también nuestra capacidadde conectar y movilizar energías más creativas,compasivas y e caces que puedan catalizar el cambio yla transformación de los individuos, de lasorganizaciones y de las naciones que hoy en día se hallangobernadas por los políticos al uso.

Hace ya mucho tiempo escuché una descripción delarte marcial del aiki-do que todavía recuerdoperfectamente. En ella se decía que la persona queincurre en un acto agresivo ha perdido ya, en virtud dela irracionalidad de esa acción, su independencia y suequilibrio. Por ello, cuando el agredido no sucumbe almiedo y se funde con la energía de su atacante sinperder, su centro de gravedad, puede devolvérle esaenergía con una gran economía de esfuerzo y haciendo elmenor daño y el mayor bien posible. Ésa es la mejormanera, desde esa perspectiva, de neutralizar un ataquey devolver al atacante a su propio centro sin apenas

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y devolver al atacante a su propio centro sin apenastocarle y sin que se entere casi de lo sucedido.

Imagínese empleando conscientemente este poderpara enfrentarse a las agresiones y retos a que a todomomento nos somete el mundo que ponen claramentede mani esto la debilidad y el desequilibrio y, enconsecuencia, la naturaleza irracional e ilusoria de susintenciones. No conviene, pues, que nos dejemosdesequilibrar por el desequilibrio de los demás, porquela ira y la violencia sólo generan más ira y más violencia.

Siempre ha habido individuos y gruposcomprometidos bondadosos que se han dedicado ade nir e implementar los medios y los objetivos másimportantes y elevados del quehacer humano, por nodecir nada de las sorprendentes e impredeciblesconsecuencias que suelen presentarse cuando uno nopretende conseguir ningún resultado concreto. Este tipod e aikido se ve perfectamente ilustrado por elmicrocrédito, un caso particular del genéricamentellamado empresariado social que ofrece a millones depobres de países como Bangladesh, por ejemplo, laposibilidad de acceder a préstamos que les permitenponer en marcha pequeños negocios y aumentar así sucalidad de vida, una forma proactiva de enfrentarse a lasfuerzas que hay detrás de la falta de oportunidades y laextrema pobreza que se funde con el problema y acabamejorando las cosas. Hoy en día existe un amplioreconocimiento de la estrecha relación existente entre elpaisaje interno de la mente y el paisaje externo del

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paisaje interno de la mente y el paisaje externo delmundo y de la necesidad, para poder actuar de un modomás e caz, de reconocerlos y cuidar, como el jardinerocuida su jardín, tanto el nivel institucional ligado a losfactores económicos y sociales como el nivel individualrelativo a las motivaciones, los pensamientos y lossentimientos individuales.

No existe la menor duda de que nuestros líderes,independientemente de lo bien informados que puedanestar sobre cualquier asunto concreto, no suelen teneracceso a la imagen global de lo que está sucediendo. Yesta ignorancia tiene consecuencias impredecibles,especialmente en el caso de que no miren con ojos detotalidad y sólo se preocupen de mantener su reputacióno de salvaguardar sus estrechos y limitados intereses, yasean económicos o geopolíticos.

Las decisiones que se toman dentro del ámbito de lapolítica, como sucede también en el campo de lamedicina, se basan en información parcial y tienen lugaren medio de una gran incertidumbre. La informaciónque en tales casos se baraja procede de la observación einterpretación de las pautas advertidas en el desarrollode los acontecimientos, de relacionarlas con laexperiencia pasada y con la intuición, de sopesar lasalternativas y de ponderar las contingencias y losposibles riesgos y bene cios, juicios, todos ellos, querequieren de una gran conciencia, discernimiento e

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requieren de una gran conciencia, discernimiento eintegridad. Lamentablemente, sin embargo, la falta deconciencia y de comprensión de nuestros “intereses” -quesoslaya la profunda interrelación que nos une a losdemás y, por ello mismo, obstaculiza la emergencia demotivaciones más “desinteresadas”– acaba tergiversandoel proceso de toma de decisiones por cuestionesideológicas, alianzas políticas o las necesidades degrupos de presión o de los electores que uno cree que leapoyan. De este modo, sin embargo, se obstaculizacualquier intento de afrontar las cosas de una maneramás desapasionada, amplia y comprometida, con lo quesuele denominarse el bien común, el bienestar y la saludde nuestra sociedad, del mundo y de sus habitantes.

Es comprensible que quienes se hallan cómodamenteasentados en la política se vean, aun en el mejor de loscasos, impulsados a centrar su atención en lo que creenque debemos estar pensando, en lugar de permanecerabiertos y advertir así sus sesgos e invitarnos a tomarnuestras propias decisiones. Es fácil olvidar que “eluniverso es ajeno a todo control y que pretendercontrolar las cosas va en contra de la corriente del Tao”.Resulta lamentable que, además de tener que habérselascon situaciones complejas, inciertas y peligrosas, suanálisis de las situaciones corra el riesgo de versedistorsionado por ideologías e intereses estrechos quepueden llevarles, en el peor de los casos, a tratar deocultar o de negar -en una forma de engaño, cuando no

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ocultar o de negar -en una forma de engaño, cuando node abierta mentira- lo que realmente ocurre.

En el ámbito de la medicina se utiliza el términoyatrogenia, que tiene que ver con esa actitud y con laconducta y decisiones que de ella se derivan. Esaexpresión se re ere a las enfermedades o problemasgenerados por una mala praxis o por una omisióndeliberada o involuntaria del médico o, másfrecuentemente, de la institución sanitaria.

Muchas de las actitudes y prácticas políticas habitualesdeberían ser consideradas yatrogénicas y hastacriminales, sobre todo cuando afectan al campo de lamedicina. En el ámbito de la política, sin embargo, lafamilia del paciente -todos nosotros, en suma- sólo esinformada de lo que los responsables quieren quepiensen, sin importarles apelar, muy a menudo, anuestros miedos y sin mostrar empacho alguno tampocoen atribuir la fuente de la “salvación” a sus ideas, a supolítica o a su partido. Por ello los ciudadanos normalesy corrientes ignoramos muchas de las cosas que ocurrenen un determinado momento. Pero como en ciertaocasión dijo el famoso Yogi Berra: “Usted puedeobservar mucho observando,” como cantó Bob Dylan:“Nadie necesita, para saber de dónde sopla el viento, unmeteorólogo” o, como a rmó el mismísimo AbrahamLincoln: “Uno puede engañar siempre a algunaspersonas, a todo el mundo durante un tiempo, pero nopuede engañar a todo el mundo de continuo”.¡Afortunadamente! A pesar de ello, sin embargo, hay

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¡Afortunadamente! A pesar de ello, sin embargo, hayquienes, motivados por la codicia, el miedo o el odio,parecen empeñarse en ello.

Si los políticos supieran que, en última instancia, noexiste ningún “ellos” independiente y permanente queles mantenga en el poder, tal vez entendieran que, apesar de lo famosos o poderosos que sean -por más quese trate de presidentes electos o incluso reelectos-, sumandato se limita a un breve período de tiempo, supoder y su reputación son evanescentes y el bien quepueden hacer es limitado, mientras que el daño quepueden provocar es, por el contrario, inmenso.

La conciencia de estas paradojas podría llevar anuestros representantes políticos a hacer lo que debierany por las razones correctas. Quizás entonces descubrieranun modo de hablar de las cosas que fuese más allá de susintereses y movilizase realmente a sus electores. Quizásla conciencia del peso de las consideracionesegocéntricas y del peligro que supone perder el contactocon el núcleo de su ser les ayudaría a articular su visiónde un modo más sabio que nos permitiera entender suvisión real de las cosas y reconocer su sabiduría o, almenos, darles una oportunidad y apoyarles respetuosa yhasta afectuosamente. Son muchos los ejemplos grandesy pequeños que, en este sentido, nos proporciona lahistoria, como cuando el presidente Eisenhower, un granhéroe militar, advirtió a nuestra nación del peligro quesuponía el creciente complejo militar-industrial, capazde poseer su propia agenda y dominar tanto la política

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de poseer su propia agenda y dominar tanto la políticainternacional como la nacional, una advertencia que haacabado revelándose profética y que está determinandohoy en día nuestra visión, nuestras prioridades y hastanuestras decisiones nacionales.

Con todo ello, sin embargo, no estoy abogando poruna visión ingenuamente utópica. Sólo insisto en elpoder de la honradez, de la sinceridad y de la con anzaen la bondad que todos, incluidos nuestros líderes,albergamos. Ésa es una posición privilegiada quenosotros, el pueblo, delegamos de forma provisional endeterminados individuos y que conllevaresponsabilidades que deberían ser sagradas. Pero, paraello, se requiere de un esfuerzo continuo que va muchomás allá de saber hablar y que nos obliga a afrontar elhecho de que, con demasiada frecuencia, cuando se dicela verdad, es como si no hubiera ocurrido, porquesolemos estar tan atrapados e hipnotizados por nuestraspropias necesidades egoístas que parece que notuviéramos el menor interés en la verdad.

Todos nos bene ciaríamos, ciertamente, si nuestroslíderes fueran más sabios. Pero puesto que, en ciertom o d o , ellos son nosotros -en el sentido de queconstituyen un claro re ejo del zeitgeist y del paisajemental de nuestra sociedad-, cualquier cambio endirección al despertar y a restablecer el contacto con lossentidos debería también expandirse a la totalidad de lasociedad. Hay signos evidentes de que esto ya estáocurriendo y de que cada vez son más las personas que

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ocurriendo y de que cada vez son más las personas queadoptan este sencillo camino hacia la salud y el bienestary lo aplican tanto interna como externamente con plenaconciencia de que, en última instancia, no existe, entreambas dimensiones, la menor diferencia.

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LAS LECCIONES DE LA MEDICINA

A pesar de todo lo que hoy en día sabemos sobre labiología y la enfermedad, la medicina dispone de pocascuras, pero todavía son más escasas en el ámbito delcuerpo político. Nos vemos obligados a trabajar con elmundo tal como lo encontramos y como lo habitamos,conscientes -a veces de un modo hasta humillante- de laslimitaciones de nuestra comprensión y de nuestrascapacidades. Pero ello no impide, como ya hemosdescubierto en el campo de la medicina, el logro de unacuración profunda cuando abordamos las situacionesdesde una perspectiva que se enfrente a lo que es,especialmente en los dominios de la mente y delcorazón, de manera más desinteresada y ortogonal,apelando a todos los recursos internos y externos de quedispongamos. Lo mismo podríamos decir con respecto alámbito del cuerpo político, al que también podemosaproximarnos desde una perspectiva que trascienda lomeramente reformador y aspire a ser profundamentetransformadora, sobre todo cuando las fuerzas implicadaspueden resultar dañinas para el paciente y para elmismo potencial de la curación.

Los límites de este tipo de enfoques son desconocidos,

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Los límites de este tipo de enfoques son desconocidos,pero el mundo está tan necesitado de ellos que bastaríacon una pequeña dosis para mitigar o disolver muchasde las barreras que impiden la resolución de lasenemistades, disputas y problemas que, desde hacemilenios, han obstaculizado el quehacer humano. En unmundo tan interconectado, tan densamente poblado, tanamenazado, tan acosado medioambientalmente y tanprofusamente aquejado por los con ictos y en el que elterror, el genocidio y las guerras interminables hanacabado convirtiéndose en enfermedades crónicas queponen en peligro la esencia misma de nuestra salud y denuestro bienestar, este tipo de enfoque se ha convertidocasi en un imperativo.

En los últimos treinta años, los estadounidenses hemosaprendido a valorar, mejorar y mantener la salud y elbienestar hasta un punto que, sólo una generación antes,resultaba inconcebible y aceptábamos simple yllanamente sin cuestionar lo que decía el médico. Escierto que, en esa época, había muy pocos médicos, peroen cualquiera de los casos se suponía que el paciente noera más que un simple receptor pasivo del cuidadosanitario y que lo único que debía hacer era seguir las“órdenes de su médico”. No era infrecuente entoncesocultar, so pretexto de que no haría más que aumentar elmalestar del paciente, el diagnóstico de cáncer ytransmitírselo tan sólo a la familia. Hoy en día, sinembargo, disponemos de la Declaración de Derechos delPaciente para salvaguardar la dignidad del paciente de

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Paciente para salvaguardar la dignidad del paciente delas actitudes condescendientes y de cosas todavía peores,y proteger la con dencialidad e inviolabilidad de larelación entre médico y paciente. Ello no signi ca que ladignidad, con dencialidad e inviolabilidad no se hallentodavía, en ciertas ocasiones, en peligro, sobre todo enuna época como la nuestra tan apremiada y en la que lapráctica de la medicina se halla sumida en un climacargado de demandas judiciales y sujeto a la in uenciade empresas farmacéuticas y otros grupos de presión.Son muchas las “presiones del mercado” que obligan hoya los médicos a ver cada vez más pacientes en un tiempocada vez menor, lo que no hace más que generalizar lainsatisfacción y el malestar. Por ello bien podríamosdecir que la medicina actual está sufriendo y quenecesita desesperadamente de una curación radical.

Pero también podemos advertir, de un modo aúndesapercibido para esas grandes fuerzas (aunque

uyendo ya en su interior), la emergencia de unimportante movimiento orientado a reorientar la culturade la medicina en una dirección más participativa y máscentrada en el paciente y en la relación. En este sentido,la medicina que tiene en cuenta la estrecha relaciónexistente entre el cuerpo y la mente (en general) y lasestrategias basadas en la atención plena (en particular)se halla, bajo el paradigma y las prácticas de la llamadamedicina integradora, a la vanguardia de este cambiocultural.

¿Acaso este cambio radical de la medicina está

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¿Acaso este cambio radical de la medicina estáperjudicando la buena práctica médica? Evidentementeno, aunque en la época en que “el doctor sabía bien loque estaba haciendo” ese cambio de rumbo hubieraparecido erosionar la importancia y la autoridad delmédico. Muy al contrario, este cambio en la cultura y enla práctica médica augura un aumento signi cativo delas alternativas y de la calidad del cuidado de lospacientes y de sus familias. Y también resulta mássatisfactorio para los médicos, que ahora puedencolaborar con los demás miembros del equipo que seocupa del cuidado de la salud, como enfermeras,trabajadores sociales, sioterapeu-tas, psicólogos,terapeutas ocupacionales, nutricionistas y, obviamente,los mismos pacientes, sin asumir una actitud autoritariay, en consecuencia, más distante.

A pesar, no obstante, de todos los problemas que hoyen día aquejan a la medicina y al ámbito sanitario -ydebo decir que son legión-, también son muchos losavances que se han dado hacia una medicina másparticipativa y centrada en el paciente y en la que tantoéste como el médico y el equipo que se ocupa de susalud tienen más claramente establecidos sus deberes yatribuciones, y en la que, en el mejor de los casos, larelación entre los implicados tiene lugar a través de unintercambio informado y sincero. Todo el mundo,incluido el paciente -muy especialmente éste-, colabora,según este modelo, en el logro de un mayor nivel desalud y bienestar. Las visiones y tratamientos

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salud y bienestar. Las visiones y tratamientosalternativos, cada vez están más basados en lainvestigación y son mejor bienvenidos y, cuando talcosas, es posible, cada vez se admite más -y hastamejora- la sinergia entre los enfoques tradicionales y lostratamientos complementarios, en la medida en que unpúblico cada vez más informado se orienta hacia visionesy enfoques diferentes y muy a menudo ortogonalescuando se enfrentan a crisis de salud que, hasta elmomento, la medicina tradicional sólo trataba de unmodo muy limitado y, en ocasiones, insatisfactorio. Noes tampoco de extrañar que, como resultado de la pasióne interés de un número cada vez mayor de médicosimaginativos y cuidadosos de todo nuestro país, esosabordajes estén abriéndose paso poco a poco en losprogramas de estudio, tanto obligatorios como optativos,que se imparten en las facultades de medicina de nuestropaís.

Si estas corrientes profundamente transformadoras hanpodido cambiar, en menos de una generación, el cursode la medicina en una época como la nuestra de crisisdel sistema sanitario debida, en gran medida, a “lademanda de los consumidores,” lo mismo podría estarsucediendo, al menos hasta cierto punto, en el ámbito dela política. Es cierto que, como sucede con los médicos yotros profesionales, los políticos pueden ser muy diestrosen ciertas habilidades y tener acceso a información queestá vedada al resto, pero ello no signi ca que seanomniscientes. Por ello hay situaciones en que su juicio

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omniscientes. Por ello hay situaciones en que su juiciono es necesariamente mejor que el nuestro. Pero a ellosse les atribuye la autoridad y la responsabilidad departicipar de modos diferentes en la toma de decisionescríticas para proteger y conservar el bienestar del país, yregular y proteger procesos homeostáticos tan diversoscomo la economía, la ley, la educación, las prestacionessociales, la seguridad ciudadana, las relacionesdiplomáticas y los recursos naturales y el medioambiente. Pero por la misma naturaleza de su quehacer,los políticos corren más riesgo que los médicos dequedarse atrapados en con ictos de intereses, como eldeseo de moderarse para ser reelegidos y conservar sutrabajo y aumentar, de ese modo, las oportunidades deservir al bien común o las limitaciones impuestas por laedad.

No es difícil advertir, si cambiamos de formaprovisional el marco de referencia, que tal con icto deintereses obstaculizaría gravemente la capacidad delmédico para hacer juicios adecuados con respecto a suspacientes. Éste es, precisamente, el motivo que justi cala existencia del juramento hipocrático, según el cual lafunción del médico se ocupa, básicamente y por encimade cualquier otro impulso, consideración e interés -enparticular y muy explícitamente sus intereses personales-, de satisfacer las necesidades del paciente. Por ello laresponsabilidad esencial y sagrada de la medicina, a laque deben jurar delidad todos los médicos, consiste enencarnar y proteger la relación desinteresada con quienes

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encarnar y proteger la relación desinteresada con quienesestán sufriendo.

¿Debemos ser acaso menos exigentes con la salud delcuerpo político y, por extensión, con la salud delmundo? También los funcionarios electos y losdesignados deben jurar este tipo de delidad. Quizáshaya llegado ya el momento, a la vista de la enfermedadque aqueja a nuestra sociedad y a la Tierra, de prestaratención y de respetar esos juramentos o revisar algunode ellos, desde la perspectiva que nos proporciona lamencionada diferencia entre el malestar y la enfermedady de nuestra capacidad para contemplar las cosas ocurar, en la medida de lo posible, sus causas intrínsecas.Quizás este juramento debería comenzar, como sucedecon el juramento hipocrático, con “Primum nonnocere…”, es decir, “Lo primero es no dañar…”.

Del mismo modo que la medicina ha aprendido que,para tratar adecuadamente a un paciente, debe ocuparsey comprender tanto la salud como la enfermedad,también es preciso que la sociedad se ocupe de la saluden lugar de responder tan sólo a las posibles amenazasde enfermedad. No podemos seguir utilizando excusaspara no responder de la forma adecuada a las verdaderasnecesidades de la sociedad o desviar nuestros recursoshacia otra parte. Como hacemos al aplicar la atenciónplena a nuestra vida, es igualmente importante, alparticipar en el cuerpo político, reconocer los muchos

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participar en el cuerpo político, reconocer los muchosmodos en que nosotros o los demás soslayamos, a causade la codicia, el odio, el miedo o sencillamente laignorancia, dimensiones importantes de una situación,poniendo entonces en peligro la armonía de la sociedad,ya estemos hablando de una familia, de una comunidad,de un país o de la comunidad compuesta por todos lospueblos y naciones del planeta. Es preciso pues, para noacabar viéndonos afectados por esas energías, por esosvectores de la enfermedad, mantenernos rmementeasentados en la salud y recordar una y otra vez laposibilidad de recuperar el equilibrio y la con anza,partiendo de lo que ya está sano y bien, sin dejar porello de ser plenamente conscientes de las dimensionessombrías tanto nuestras como de los demás.

Pero ¿cómo podemos hacer esto? ¿Cómo podemosllegar hasta ahí?

De manera muy sencilla, porque no hay ningún “ahí”al que llegar. El equilibrio ya está aquí, dentro de losdesequilibrios, del mismo modo que la luz ya está aquí,dentro de la sombra. Esto es algo que necesitamosrecordar y realizar -en el sentido de hacerlo real- a travésdel cultivo continuo de la atención plena o, dicho enotras palabras, a través de la práctica. El malestar,parafraseando a Einstein, no es más que una apariencia,aunque una apariencia ciertamente muy tozuda y deconsecuencias muy serias y reales. Esto es algo que todos,en ciertos momentos y algunos años más que otros,sabemos. Pero las cosas no acaban ahí porque, para

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sabemos. Pero las cosas no acaban ahí porque, pararecuperar el equilibrio, sólo tenemos que recordarlo yexpresarlo con nuestras acciones.

Pero esto, aunque parezca muy sencillo, resulta muydifícil de llevar a cabo, porque en última instanciaconstituye el sustrato, el fundamento de nuestro ser comoindividuos, como cultura y hasta como especie. Y aunqueno siempre lo sepamos, podemos recuperarlo ydescubrirlo porque ya está aquí. Esta danza entre elbienestar y el malestar y entre la salud y la enfermedadse asienta en la base misma de nuestra naturaleza, ya seaque estemos hablando de nuestro cuerpo, del cuerpo deAmérica o del cuerpo del mundo, que tambiénconstituye, en realidad, una totalidad inconsútil, unauténtico organismo. Y no hay nada más importantepara nuestra especie que descubrir ese equilibrio del quetodo pende. Afortunadamente, como ya hemos dicho enreiteradas ocasiones, la totalidad del ser está, y nunca hadejado de estar, frente a nuestras propias narices.

Si es cierto que el malestar enmascara nuestro bienestarinnato, debemos comenzar estableciendo, por más difícilque pueda parecer y más diversas que sean las opinionesque escuchemos al respecto, un diagnóstico delproblema e investigar luego los “tratamientos” másidóneos. De nada servirán, si el diagnóstico es erróneo,los esfuerzos que hagamos por aliviar y corregir elmalestar y el sufrimiento subyacentes. En tal caso,

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malestar y el sufrimiento subyacentes. En tal caso,también seremos mucho más vulnerables a los intentosdemagógicos motivados por el miedo, la inseguridad y lainsatisfacción de grupos y visiones que sirven a agendasbásicamente interesadas.

Con todo ello no quiero decir que no podamosbene ciarnos de las reformas, en ocasiones radicales,porque son muchos los ejemplos positivos que, en estesentido, la historia nos proporciona. Lo único que a rmoes la necesidad de contar con algo más fundamental,porque los abordajes reformadores ignoran la rotaciónde conciencia necesaria para curar el malestar y laenfermedad. Por ello, en su ausencia, nos veamosreactivamente catapultados a una modalidadestrictamente reformadora que, sin indagar ycomprender de forma más profunda y clara las causas enque se asientan nuestros problemas, nuestro sufrimientoy, en suma, nuestro dukkha, pase por alto la necesidadde trabajar con esos factores causales de un modo máspróximo y personal, en el paisaje de nuestra propiamente.

Además, puesto que lo que resulta problemático paraunos puede no serlo para otros, también necesitamosreconsiderar y cultivar nuestro equipamiento mental y,por encima de todo, establecer y mantener unaconversación y un diálogo verdaderos que silencien elparloteo y el ruido que tienden a dominar el discursopúblico. El diálogo atento alienta la escucha verdadera, yésta, a su vez, expande nuestras modalidades de

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ésta, a su vez, expande nuestras modalidades deconocimiento y comprensión. En última instancia, elevael discurso y, en lugar de encastillarnos en nuestrapostura y promover una visión estereotipada de quienesestán en desacuerdo con nosotros, fomenta elentendimiento y la comprensión de las visiones ajenas.Cuanta más atención prestamos a nuestra mente y a lamente de quienes ven las cosas de manera diferente anosotros, más se expande la sensación de lo queindividualmente somos y más claro vemos lo quedebemos cambiar. En la medida en que se expande lavisión de lo que somos y más cuenta nos damos de laestrecha relación existente entre nuestros intereses ynuestro bienestar y los intereses y el bienestar de losdemás, también nos sentimos, por último, menosamenazados.

Como ya hemos dicho, cuando las personas consideran laposibilidad de ingresar en la Stress Reduction Clinicsolemos comentarles que, desde nuestro punto de vista,“Por más cosas que funcionen “mal,” mientras respireshabrá en ti más cosas acertadas que equivocadas”. Éstees, precisamente, el mensaje que tratamos de transmitir aquienes padecen enfermedades crónicas dolorosasduraderas, como diferentes tipos de cáncer, lesionesmedulares, enfermedades cardíacas, sida y otrosproblemas médicos mucho menos graves perogeneradores también, como los mencionados, de unagran inquietud y estrés. Y aunque ellos no lo sepan y, al

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gran inquietud y estrés. Y aunque ellos no lo sepan y, alcomienzo, probablemente tampoco lo entiendan -independientemente de lo que les digamos-, no tardanen descubrirlo apenas emprenden la práctica, tantoformal como informal, de la atención plena. Sea cualsea, pues, el sufrimiento que les aqueje, siempre hay enellos más de acertado que de equivocado. Cuando así loreconocemos y asumimos el compromiso de acometer elprograma como un complemento de cualquiertratamiento médico que puedan estar recibiendo, lainmensa mayoría crece, cambia y se cura de un modoque poco tiempo antes hubiese resultado inconcebible.Es así como el mensaje mismo se convierte en unainvitación a una forma nueva y ortogonal de ver y deestar con las cosas tal como son y, en este sentido, elejercicio constituye el vehículo para llevar a la prácticalo que las indicaciones simplemente apuntan.

Y lo mismo podríamos decir con respecto al mundoporque, independientemente de lo que funcione mal,mientras siga respirando habrá en él más de acertadoque de equivocado, porque son muchas, en este sentido,las funciones y procesos “metabólicos” que se encargande mantener el bienestar. Pero por más que en ocasioneslo comprendamos y valoremos así, la mayor parte deltiempo lo soslayamos, lo damos por sentado y hastaabusamos de ello.

Pero ¿cuál es el correlato, en el cuerpo político, de la“respiración”? ¿Cómo sabremos que el mundo está apunto de dejar de respirar y, por ello mismo, cuándo es

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punto de dejar de respirar y, por ello mismo, cuándo esya demasiado tarde para actuar? ¿Será acaso cuando yano podamos salir de nuestras ciudades y respirar airepuro? ¿O quizás sea cuando nuestros cuerpos y loscuerpos de nuestros hijos y de nuestros nietos esténsaturados de los productos tóxicos contenidos en el aireque respiramos, en el agua que bebemos y en losalimentos que tomamos, un verdadero asalto del quenuestro cuerpo difícilmente puede defenderse? ¿Ocuando la temperatura global aumente hasta el punto defundir la capa de hielo de los polos y los glaciares y elmar inunde las costas de todo el mundo? ¿O cuando losgenocidios que periódicamente sacuden la faz delplaneta se extiendan a zonas más próximas a nosotros?¿O cuando una enfermedad se propague por todo elmundo a mayor velocidad que el SARS (síndromerespiratorio agudo severo) y el sida y no podamos yacontenerla? ¿O cuando el terrorismo se instalede nitivamente en nuestro país? ¿O será cuando lascosas que hasta ahora, sólo ocurren en las películas,como un ataque nuclear a gran escala, por ejemplo,sucedan realmente? ¿Qué es lo que necesitamos paradespertar y tomar un camino diferente, un camino másimaginativo y más sabio?

Si queremos enfrentarnos a la enfermedad inmunitariaque aqueja a nuestra especie y de la que nosotros somostambién la causa, necesitaremos, más pronto o mástarde, darnos cuenta de la necesidad de cultivar laatención plena, para aclarar lo que es más importante y

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atención plena, para aclarar lo que es más importante ydescorrer el delgado velo de inconsciencia que nublanuestros sentidos y nuestros procesos de pensamiento,restablecer, cuando tal cosa sea posible, el equilibrio yalentar su capacidad curativa tanto ahora como encualquier otro momento. ¿Por qué no comenzar ahoramismo si a eso es, a n de cuentas, a lo que más prontoo más tarde debemos llegar? ¿Qué es lo que nos impideexperimentar ahora mismo una rotación de conciencia o,al menos, dar los pasos que se encuentren ahora anuestro alcance? Tal vez podríamos empezar prestandoatención y honrando lo que está bien en nosotros y en elmundo, poniendo en ello todo nuestro empeño, todanuestra energía y toda nuestra sabiduría hasta llegar aestablecer las capacidades autorreguladoras necesariaspara que nuestra sociedad y nuestro mundo puedanalcanzar el equilibrio dinámico que nuestra inconscienciaha conseguido interrumpir.

Aunque nuestra nación y nuestro planeta se hallensometidas a una situación muy estresante yexperimentemos todo tipo de malestares yenfermedades, el único modo de abordarlas, controlarlasy, nalmente, resolverlas consiste -como sucede en elcaso de los individuos- en reconocerlas y enfrentarnos aellas de manera consciente. Haríamos bien, por tanto, enaplicar toda nuestra energía a esa visión y a eseconocimiento y en aprender a actuar habitando nuestratotalidad, en la que se asienta el verdadero significado delos términos “salud,” “curación” y “santidad”. De otro

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los términos “salud,” “curación” y “santidad”. De otromodo, no estaremos enfrentándonos sabiamente a esemalestar. Y es que si, en lo que respecta al cuerpopolítico, no somos lo bastante cuidadosos, acabaremosalentando las mismas causas que generan el problema yengañándonos creyendo que las hemos erradicado.

Es muy importante, pues, realizar un diagnóstico clarode lo que está bien y de lo que está mal basándonos enla evidencia, algo que nos compete a todos nosotros y noa unos pocos expertos. No olvidemos que un diagnósticoequivocado es una percepción errónea y una percepciónerrónea puede, en este caso, tener consecuencias muyadversas y hasta en ocasiones letales.

Necesitamos desesperadamente, tanto de formaindividual como colectiva, percibir con claridad lo queestá sucediendo para poder descubrir el verdaderoorigen de las raíces del sufrimiento. Para ello podemosapelar, como sucede en el caso del diagnóstico médico, amuchos enfoques adecuados diferentes, en función deldiagnóstico y de nuestra comprensión del desarrollo deesa patología concreta. Hay enfoques que pueden serutilizados simultáneamente, mientras que otros deben seraplicados de manera secuen-ciall pero en cualquiera delos casos siempre deben adaptarse a la respuesta delpaciente.

Si realmente queremos sanar al mundo, deberemoscontar con el arsenal completo de la sabiduría y de lacreatividad humana para comenzar realizando eldiagnóstico correcto y emprender luego el tratamiento

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diagnóstico correcto y emprender luego el tratamientomás adecuado y exible para recuperar el equilibrio y lasalud, en lugar de perdernos en intentos desesperados,erróneos, super ciales y mecánicos de corregir aspectosparciales del problema subyacente sin entender muybien qué es lo que ocurre, cuáles son sus orígenes yolvidando que el enfoque sanador es fundamentalmentediferente y a menudo más posible y adecuado que elexclusivamente correctivo, porque no se trata de unproceso mecánico que pueda ser impuesto ni forzado. Sisólo tratamos los síntomas de la enfermedad y nuestraacción no se deriva tanto del respeto por el paciente -eneste caso, la visión, recién en sus inicios, del mundocomo un organismo- como del miedo, acabaremosalejándonos de nuestro camino. Y mientras que loscuerpos individuales inevitablemente mueren, la vidasigue adelante. Aquí estamos implicados en la totalidaddel planeta, cuya salud se asienta en la vida y la salud delos procesos y mecanismos naturales.

Son muchas las cosas que podemos aprender de la nuevamedicina que en la actualidad está emergiendo, unamedicina que considera al paciente como una personatotal, como algo mucho más grande que cualquierproceso patológico, ya sea una infección, un malestar oun trastorno crónico o una enfermedad incurable. Lanueva medicina reconoce que cada uno de nosotros,independientemente de nuestra edad, de nuestra historiay de nuestro punto de partida, dispone de muchos

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y de nuestro punto de partida, dispone de muchosrecursos internos inexplorados sin explotar paraaprender, crecer, curar y, en realidad, transformarsedurante toda la vida. Pero para ello es necesario queestemos dispuestos a emprender cierto tipo de trabajocon nosotros mismos, un trabajo interno que nos permitaadvertir y cultivar profundamente recursos ignorados queni siquiera advertimos. Ya hemos visto que el hecho debeber de esa fuente puede contribuir de manera muypositiva a la sanación de nuestra mente, de nuestrocuerpo, de nuestro corazón y de nuestro espíritu yestablecer una relación amable y cordial con aquellosaspectos de nuestra vida que no podamos corregir nicurar.

Con ello no estoy diciendo que la atención plena seauna especie de panacea aplicable a todos los problemas.Pero independientemente de que estemos hablando deuna persona, de una nación, de todas las naciones o detodos los seres, familiarizarnos con las cosas tal como sonconstituye el primer paso imprescindible del camino dela curación. Este tipo de atención sabia nos proporcionaun camino práctico y no ingenuo de recuperar nuestrahumanidad y volver a restablecer el contacto con lo queya somos, es decir, para volver a ser plena yauténticamente humanos. El nombre que nos hemosdado, a n de cuentas, no es el de hacedores humanos,sino el de seres humanos. Quizás debamos indagar másprofundamente en lo que realmente signi ca ser ydescubrir lo que podría ofrecernos, es decir, aquello con

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descubrir lo que podría ofrecernos, es decir, aquello conlo que todavía no hemos conectado y, en consecuencia,tampoco hemos degustado ni desarrollado.

Independientemente de que, para describir el origende nuestro sufrimiento colectivo, adoptemos un modeloinmunitario, un modelo que se base en el cáncer o unmodelo basado en las enfermedades infecciosas (todoellos, de hecho, relacionados, porque las enfermedadesautoinmunes y sus tratamientos suelen aumentar lasusceptibilidad del cuerpo a los cánceres y a lasinfecciones oportunistas), es evidente que síntomas queen un principio parecen secundarios y tolerables (comola pobreza, la injusticia, la tiranía y el fundamentalismo,por ejemplo) pueden acabar, si no les prestamos lanecesaria atención (es decir, si nos limitamos a tratar deocultar o aliviar provisionalmente los síntomas, sinprestar también atención a los procesos subyacentes quelos crean y alientan), convirtiéndose en verdaderosproblemas.

También conviene recordar por último que, comosucede en el caso de la medicina y del entorno sanitario,la prevención es la mejor de las políticas en los ámbitosdel gobierno y de la diplomacia.

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EL PODER DOMESTICADOR DE LO PEQUEÑO

Solemos considerar como maldad a los casos deignorancia mani esta, en un intento, tan inútil comoburdo -aunque en él haya ciertos visos de verdad- dea rmar nuestra identi cación con la bondad. Pero esaestrategia, que nos exalta como buenos, al tiempo quedescali ca a los demás como malos y nos lleva aacusarlos sin motivo de preocuparse tan sólo por elplacer o el poder, pone claramente de manifiesto nuestraignorancia. El Libro de los salmos suele referirse al malcomo “maldad,” pero quizás sería mejor traducirlo como“descuido”,1 es decir, como falta de atención al espectrocompleto del paisaje interno y externo de nuestraexperiencia. Es precisamente esta falta de atención laque nos lleva a separar de forma arti cial el “yo” del“tú,” a desacralizar el mundo y a establecer todo tipo dedivisiones, separaciones y fronteras arti ciales. No es deextrañar que, en tal caso, soslayemos y no nos demoscuenta de la profunda unidad subyacente que nos abre aun amplio abanico de posibilidades y que permite, tantoen nuestra vida interior como en la amplia diversidadque nos brinda el mundo, la emergencia de capacidadesnuevas y más libres.

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nuevas y más libres.El mal no consiste, pues, en la falta de conciencia de la

interconexión, aunque sus consecuencias puedan sermonstruosas y deban ser reconocidas y contenidas apenasaparezcan. Esta inconsciencia pone de relieve una granignorancia, desacuerdo y desconexión de larelacionalidad consustancial a la vida humana. Esaignorancia -o descuido, como pre ramos llamarla-puedeasumir el rostro del mal y llevarnos a proyectarlo sobrelos demás, cuando lo cierto es que ellos tambiénpadecen la misma enfermedad de la ignorancia, ladesconsideración, la corrupción y el olvido de lo másesencial y jamás han degustado la bondad de la conexióno la han relegado, como nosotros, en aras de un yoconstruido, limitado y estrecho y de sus deseos. Por ello,apenas asoma, nos vemos obligados a nombrarlo y hacerlo que esté en nuestras manos para desactivarlo, como sise tratase de un virus que, dada nuestra vulnerabilidad,pudiera infectarnos con facilidad.

Son muchos los ejemplos que la historia nosproporciona que ilustran nuestra connivencia conaquellos a los que acabamos cali cando como“malvados”. ¿Cuántas veces ha mirado nuestra naciónhacia otro lado cuando los déspotas servían a nuestrosintereses económicos o políticos o cuando desatabanauténticas carnicerías sobre multitudes inocentes enpaíses en los que no teníamos el menor interésgeopolítico? ¿Cuántos dictadores brutales y asesinoshemos tolerado y hasta apoyado cuando nuestros líderes

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hemos tolerado y hasta apoyado cuando nuestros líderescreían que tal cosa servía, por razones puramenteestratégicas, a nuestro interés nacional? La lista,retrospectivamente considerada, es interminable. Ya nopodemos seguir justificando, perdonando ni olvidando loque en el pasado pudo haber sido una realpolitickinteligente o el mejor modo de controlar circunstanciasque se nos escapaban. Ya no es posible, en un mundotan interrelacionado como el nuestro, seguirmanteniendo compromisos y matrimonios deconveniencia con la ignorancia o con el mal.

Si de verdad queremos curar el sufrimiento del mundoy no seguir complicando más todavía las cosas, nuestropaís debería avanzar -quizás dando pasos minúsculos,pero avanzar- hacia una mayor totalidad y una expresiónmás clara de la atención plena. Para ello deberíamoscomenzar reconociendo y luego actuando resueltamentepara cortar de raíz el daño que siempre acompaña aldeseo ilusorio de poder a expensas del amor, lasabiduría, la vida y la interconexión. No conviene, pues,subestimar la importancia de los pequeños cambios queintensi quen la conciencia y el altruismo de nuestranación. Lo pequeño, como hemos señalado en uncapítulo anterior, no siempre es tan pequeño y ya losantiguos chinos hablaban de el poder domesti-cador delo pequeño. Gandhi sabía muy bien que los movimientosy gestos pequeños, conscientes y éticos, encierran unpotencial tan extraordinario como la energía contenidaen los átomos. Éste es un resorte que Martin Luther King

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en los átomos. Éste es un resorte que Martin Luther Kingconocía, y empleaba el poder de la persuasión moralpara movilizar el orgullo de los oprimidos. La jornadalaboral de ocho horas y las leyes sobre el trabajo infantil,la igualdad de géneros y el nal de la segregación sólofue posible gracias a un movimiento popular iniciadopor unos pocos que acabaron acosando al sistema acosta, muy a menudo, de un gran sacri cio anónimo,hasta que el sistema no tuvo más remedio que adaptarsey cambiar.

El mundo está cambiando de continuo y nadapermanece mucho tiempo igual. Cuando conectamosnuestra mente original y su bondad innata con eldesarrollo natural y aprovechamos las posibilidades quenos brinda el presente, el mundo acaba, lenta perogradualmente, respondiendo. Este ajuste interno y lasmanifestaciones que se derivan de él, modi can poco apoco la estructura uida, dinámica y siempre cambianteo, mejor dicho, la uida red de interdependencias. Eneste sentido, la práctica nos permite, ya seamos políticoso simples ciudadanos, experimentar, una y otra vez, elsabor de la presencia y de la bondad hasta llegar a moraren la claridad y la paz interior. De ese modo, podemosasentar nuestra experiencia en el momento presente ysin despistarnos ante los retos y oportunidades que senos presenten.

La vida del cuerpo político es tan compleja como lavida de nuestro cuerpo, pero, en aquel caso, no gozamosdel privilegio de millones de años de perfeccionamiento

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del privilegio de millones de años de perfeccionamientoevolutivo que ha ido renunciando a las soluciones menosadaptativas. Si nuestra especie se halla todavía en suinfancia, más todavía lo está el gobierno y la democracia.Cuando le preguntaron lo que pensaba acerca de lacivilización occidental, Gandhi replicó: “Me parece unabuena idea”. Y es que, en tanto que especie, somos unexperimento cósmico que todavía se halla en proceso.Quizás el universo no pueda preocuparse de cómofunciona, pero nosotros sí que podemos, siempre ycuando no nos quedemos atrapados en nuestrospequeños y limitados intereses. Claro que podemos. Enello, precisamente, radica la singularidad de nuestraespecie. No deberíamos, pues, subestimarnos, porque a

n de cuentas la única inteligencia del planeta quepuede subestimarse es la inteligencia humana.

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ATENCIÓN PLENA Y DEMOCRACIA

Por más improbable que pueda parecer, el hecho de queen nuestro tiempo haya cada vez más personas quemediten o que consideren seriamente la necesidad demeditar constituye, a mi entender, un claro indicador denuestra evolución colectiva continua y del nivel dedemocracia alcanzado por nuestra sociedad.

La nuestra es una nación que, aunque imperfecta, notardó en independizarse del autoritarismo y la opresión,tanto económica como política y religiosa, instauróprincipios de autonomía individual y derechos humanosbásicos para todos y declaró el derecho de todos losciudadanos a la vida, la libertad y la búsqueda de lafelicidad. Así pues, nosotros establecimos el escenariopara una evolución inevitable y continua, aunqueesporádica, de la conciencia individual y colectiva.

¿Qué es la libertad, a n de cuentas, sino laposibilidad, el derecho y hasta la responsabilidad deencontrar nuestro camino en el mundo, con ando ennuestro instinto y en nuestra experiencia, creciendo yaprendiendo incluso de nuestros errores y de lo que másdoloroso nos resulta?

¿Qué es el desarrollo, metafóricamente hablando, sino

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¿Qué es el desarrollo, metafóricamente hablando, sinoel aumento de la conciencia de nuestra relación con elmundo y del lugar que, en él, ocupamos, unacomprensión profunda de la interconexión existenteentre todas las cosas y de su armonía subyacente (aun enmedio del caos) y de nuestra capacidad de vivir más alláde las fuerzas, tanto internas como externas, queobstaculizan nuestra comprensión de lo que es real,fundamental y más importante? ¿Qué es el desarrollo,metafóricamente hablando, sino la capacidad deexperimentar una mayor empatía por los demás y por elmundo, es decir, la capacidad de experimentar elsufrimiento de los demás? Todo esto nos obliga a serhumildes, porque sin humildad -sobrevenida oconseguida a costa de grandes esfuerzos- no haysabiduría ni compasión verdaderas. El desarrollo, tantointerno como externo, que no se mantiene en armoníacon la totalidad mayor acaba convirtiéndose en uncáncer, una negación de la totalidad y del equilibrio. Talcrecimiento no es sostenido ni sostenible.

Si como respuesta a nuestro profundo anheloembrionario de paz y de felicidad y para liberarnos delas aflicciones provocadas por la desconexión, la angustiay el malestar emprendemos un camino de evolución dela conciencia, no tardaremos en observar su profundoimpacto en la relación que mantenemos con los demás,con la sociedad y con el mundo.

La paz y la felicidad no son bienes que puedan seradquiridos ni concedidos, sino cualidades que deben ser

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adquiridos ni concedidos, sino cualidades que deben serencarnadas y vividas. Y ello no es posible a través de lasimple enunciación teórica de sus principios, por máselevados que éstos sean, sino a través de la práctica. Yahemos visto que todos aquellos que en nuestro país sevieron originalmente excluidos por la ley o lascostumbres sociales de participar y bene ciarse de ladeclaración de los derechos inalienables de la libertad yel autogobierno “para todos” se vieron posteriormenteobligados a emprender una lucha tenaz y valerosa paratransformar, de manera lenta y dolorosa, tanto nuestraconciencia como nuestras leyes relativas a la esclavitud,la raza, los pueblos indígenas, las mujeres, los niños, laorientación sexual y el matrimonio. Y ese avance sólo esposible cuando aumenta nuestra comprensión delsufrimiento de personas y de familias generado porinstituciones, leyes y convenciones sociales injustas quelas sostienen hasta que se ven obligadas a cambiar yacaban convirtiéndose, a su debido tiempo, en unanorma de obligado cumplimiento.

Son muchos los ítems que componen la lista dedesigualdades e injusticias sociales de cualquierdemocracia que se halle en proceso de evolución. Pero elcrecimiento continúa a un ritmo habitualmente muylento y con un coste extraordinario para los excluidos,que se ven activamente oprimidos por las desigualdadesdel statu quo y sometidos durante generaciones a lasironías de la retórica. Pero también supone un gran coste(aunque, en su momento, no se lo reconozca como tal)

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(aunque, en su momento, no se lo reconozca como tal)para quienes llevan a cabo la exclusión y para lasociedad en general, que se ve así privada de la riquezaimplícita a esas corrientes de la vida humana.

¿Creen acaso que no podría el desarrollo hacia lalibertad continuar e incluso acelerarse, a partir de ahora,si permanecemos eles a nuestros principios, por máslento que haya sido el proceso que nos haya traído hastaaquí? Todo, en nuestro tiempo, se ve acelerado,especialmente la velocidad con que nos decidimos aemprender una guerra. ¿No creen que también podríaacelerarse la velocidad con la que nos comprometemoscon la paz? ¿Estamos dispuestos a encarnar también lapaz, la libertad y la justicia para todos? ¿Por qué nomovilizamos todos nuestros recursos y nuestra voluntadcolectiva para llevar a cabo esta transformación en laque creemos, y acabamos estableciéndola en el mundo?

Es imprescindible que en una sociedad como lanuestra, asentada en principios democráticos yenamorada de la libertad, las prácticas meditativas -a lasque, en ocasiones, se denomina disciplinas deconciencia- acaben entrando, más pronto o más tarde(como ahora mismo está ocurriendo), en escena, en lamisma medida en que se estimula el clima deindependencia e investigación personal y colectiva. Lademocracia alienta el pluralismo y la diversidad depuntos de vista y promueve el uso de la libertad, tantointerna como externa, para buscar la felicidad. Estamosnaturalmente condenados a entendernos de un modo

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naturalmente condenados a entendernos de un modocada vez más profundo como individuos, como sociedady como especie. Todo ello forma parte del procesoevolutivo en que se halla sumido este planeta, unproceso que se ve modulado y conformado por lacapacidad de la ciencia y de la tecnología para modi carel entorno y protegernos de ciertos tipos de riesgos.Resulta sorprendente, pero también muy alentador ycomprensible, por otra parte, que tantos estadounidenseshayan emprendido ya la práctica de la meditación comoun modo de sintonizar su mente y su cuerpo y que seatanta la sed, frente a la riqueza y el sufrimiento que nosdesborda, de realizar nuestra totalidad.

Mal puede la democracia arraigar y crecer en una culturaque no se halle lo bastante madura. Y es que lademocracia, como la meditación, no puede, por másbene ciosa que sea, imponerse. Lo único que podemoshacer, a un nivel cultural, es comprometernos en elestablecimiento, en la medida de nuestras posibilidades,de las condiciones más adecuadas para la emergencia dela libertad universal y de la liberación de la opresión, dela explotación y de la ignorancia por razones y motivosmuy complejos que en ocasiones generan políticas queparecen sustentar precisamente lo contrario. Si de verdadqueremos que emerja la mariposa de la democracia,debemos ser lo bastante pacientes como para no forzar ala crisálida antes de tiempo y dejar que la metamorfosisy la transformación interna tengan lugar por sí solas.

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y la transformación interna tengan lugar por sí solas.Puesto que la sabiduría y estados emocionales como la

amabilidad, la compasión, la empatía, la devoción, laalegría y el amor ya forman parte de nuestra naturalezaverdadera y más profunda como seres humanos, sudesarrollo y despliegue consciente puede suponer ladiferencia entre la guerra y la paz, entre la seguridad y lainseguridad, entre el malestar y la auténtica erradicaciónde las tendencias autodestructivas de la sociedad. Elavance deliberado en esa dirección nos aleja de loshábitos profundamente asentados de la desatención y dela distracción que nos escinden de nosotros mismos y nosmantienen sumidos en el miedo, olvidando que yasomos totales, que ya somos completos y que laauténtica seguridad se asienta en un cuerpo político sanoen el que todos desempeñamos un papel esencial.

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BLUES DE LA MEDITACIÓN SOBRE VIETNAM UNAINSTANTÁNEA DEL PASADO… ¿O ES ACASO DEL

FUTURO?

A mediados de la década de 1960 la meditación era,para quienes habíamos crecido en las calles de la ciudadde Nueva York, algo muy inusual. Cuando comencé ameditar no conocía a nadie que lo hiciera, había muypocos libros sobre meditación en inglés (queencontrábamos rebuscando en extrañas librerías“marginales”) y el tema apenas si se mencionaba en losmedios de comunicación. Pero la meditación no era unaactividad “contracultural” -porque en esa época eltérmino ni siquiera se había inventado-, sino unaaventura romántica que se había gestado y desarrollado alo largo de los siglos en el “misterioso Oriente” y cuyainvestigación parecía muy interesante para vivir másplenamente.

Los primeros contactos de nuestra cultura con lameditación budista y yó-guica -la visita a Chicago, acomienzos del siglo XX, de unas cuantas luminarias conocasión del primer Congreso Mundial de las Religiones ylos escarceos, en los años cincuenta del pasado siglo, delos poetas beat, algunos de los cuales, como Gary Snyder,

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los poetas beat, algunos de los cuales, como Gary Snyder,fueron a practicar a Japón- sembraron las semillas deldharma que acabó oreciendo en la década de 1960 y sevio catalizado por el libro Psicoterapia del Este,psicoterapia del Oeste, de Alan Watts.

Independientemente de que fueran estudiantes y sehallaran o no políticamente comprometidos, los jóvenesde mi generación -una generación que alcanzó lamayoría de edad a mediados de los años de 1960- seesforzaban denodadamente en explorar todo tipo decaminos para ir más allá de la mentalidad conformistapredominante en la década de 1950. Bien podríamosdecir que la vanguardia más joven de la sociedad sehallaba entonces formada por una suerte deexploradores, tan intrépidos como confundidos, en buscade una claridad, una bondad y una promesa quequedaban muy lejos de los objetivos propios del caminoconvencional, que sólo parecía interesado en el éxito, elpoder, el estatus, la fama y la fortuna. Para más inri, elsueño empresarial y político americano se desarrollabaen el contexto surrealista de la guerra fría y, dentro de él,de una “superpotencia” como la nuestra enfrascada, díatras día y año tras año, en guerras implacables contrapequeñas sociedades agrícolas que carecían de fuerzasaéreas y navales y que, nalmente, acabó lanzando sobreVietnam más toneladas de bombas que en toda Europadurante la Segunda Guerra Mundial. Muchos de nosotrosempezamos entonces rápidamente a darnos cuenta de lascontradicciones en que nos hallábamos sumidos, lo que

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contradicciones en que nos hallábamos sumidos, lo queresultó muy decepcionante y nos movilizó también paradespertar la conciencia de nuestro país a todas esascosas.

En los encuentros celebrados en el MIT por el ScienceAction Coordinating Commitee (SACC), fundado en 1968por un pequeño grupo de estudiantes para poner encuestión la participación del MIT en la investigaciónbélica, solíamos practicar yoga en el suelo de alguna delas salas y sentarnos a meditar antes de emprender cadasesión. Es cierto que nuestra actitud era bastante frívola,pero no por ello menos sincera y ponía claramente demani esto nuestra convicción de que el cambio al queaspirábamos no era tan sólo un cambio de prioridadesque pretendía poner fin a las cosas que supuestamente sehacían en nuestro nombre, sino que aspiraba a unauténtico cambio de conciencia, una rotación deconciencia que nos trascendía, pero que, comparada conlas fuerzas sociales a las que nos enfrentábamos, se nosantojaba limitado e improbable.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el MIT disponíade dos laboratorios enteramente destinados a lainvestigación bélica cuyos descubrimientos habíancontribuido de forma muy positiva a la victoria, entre lasque se cuentan el radar, la invención de sistemas de guíainercial para dirigir la trayectoria de vuelo de los cohetesy los proyectiles y el desarrollo de diversos instrumentospara la navegación aérea y naval. Por ese motivo losesfuerzos que llevamos a cabo en el SACC se centraron

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esfuerzos que llevamos a cabo en el SACC se centraronen la organización de una jornada de paro para que todala comunidad, incluidos profesores, investigadores yadministración, pudiera suspender voluntariamente susactividades y poner a todo el mundo al corriente, puestoque los estudiantes poseíamos una información de lo queestaba ocurriendo que la mayoría de ellos ignoraba. Eldía en cuestión había sido organizado para emprenderun diálogo sobre la relación entre ciencia y tecnología ysus usos y posibles abusos y cuestionar también si launiversidad debía dedicarse al patrocinio, lainvestigación y el desarrollo de armas de destrucciónmasiva. Todo ello resultaba muy controvertido, porqueel país estaba muy polarizado en torno a la guerra fría yla guerra de Vietnam y nosotros no dejamos deradicalizar aún más las cosas cali cando a nuestrajornada como “huelga”. Por ello los meses queprecedieron a esa jornada fueron muy movidos y lossentimientos estaban muy encrespados, pero, nalmente,conseguimos que el MIT cerrase sus puertas el 4 demarzo de 1969 y dedicase una jornada de diálogo alrespecto.Hay que decir incidentalmente que varios de losfundadores del SACC conseguimos movilizar a algunosdestacados miembros del profesorado para que creasensu propio grupo de apoyo a esa jornada. Ese grupo, enprincipio compuesto por biólogos y físicos teóricos,necesitaba nuestro aliento y nuestro apoyo…, o eso era,al menos, lo que nosotros orgullosamente pensábamos.

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al menos, lo que nosotros orgullosamente pensábamos.Por ello les ayudamos a organizarse, llegando incluso aproponer el nombre de su organización: Union forConcerned Scientists (UCS). Con el paso del tiempo, laUCS ha acabado convirtiéndose en una organizacióninternacionalmente muy respetada de la que formanparte algunos de los cientí cos más destacados delmundo y que se ocupa de los problemas másapremiantes en la interfaz existente entre ciencia ytecnología en cuestiones relacionadas con laalimentación, la energía, el medio ambiente, laseguridad y la política. Ése fue, para nosotros, unejemplo más de que el hecho de no saber exactamentecómo funcionan las cosas no debe impedir asumir unapostura clara.

El 4 de marzo de 1969 fue para nosotros una jornadaclave. Y, aunque no crea que el UCS haya cambiado grancosa el mundo, sí que me parece que nuestra dedicacióny esfuerzo contribuyó de forma muy positiva a llamar laatención general sobre esas importantes cuestiones.Cualquier esfuerzo, por más pequeño que sea, esimportante y puede tener efectos -al menos en esaépoca- completamente insospechados.

Esperando convencerle para que pronunciara el discursoinaugural el 4 de marzo, algunos miembros del SACCfuimos a visitar a George Wald, un amable biólogo deHarvard famoso por sus brillantes y elocuentes clases

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Harvard famoso por sus brillantes y elocuentes clasesque, pocos años antes, había ganado el premio Nobelpor haber dilucidado los mecanismos químicos en losque se basaba la visión del color. Wald aceptó nuestrainvitación y escribió para ello una conferencia que acabótitulándose “Una generación en busca de futuro” ycuando nalmente llegó el día, nos explicómagistralmente las razones que en su opiniónjusti caban el creciente malestar de sus alumnos de clasede ciencias naturales 5 de la Universidad de Harvard. Suintervención giró en torno a las cuestiones más candentesde la época, como la guerra de Vietnam, la guerra fría, elreclutamiento obligatorio y los crímenes de guerracometidos tanto por Estados Unidos como por nuestrosadversarios, desde una perspectiva que puso demani esto la crisis, la inmoralidad y el absurdo de lavisión convencional, según la cual debíamos ser prácticosy aceptar un statu quo que se empeñaba en la carreraarmamentística, no tenía empacho alguno en apelar alasesinato sistemático y empleaba un lenguaje asépticopara justi car la sinrazón de la guerra nuclear y susconsecuencias. Sus re exiones aparentementeextemporáneas, apoyadas en hechos y en su propia tallamoral, le permitieron esbozar una visiónmani estamente ortogonal de nuestro tiempo. La suyafue una conferencia clara y valiente dirigida al poder(que, procediendo de quien procedía en plena “huelga”del MIT, sabíamos que escucharían con mucha atenciónla Casa Blanca, el Congreso y, de forma muy especial, el

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la Casa Blanca, el Congreso y, de forma muy especial, elPentágono) que resultó sumamente movilizadora porque,independientemente de la opinión sustentada por lospresentes, nos mostró una verdad mucho mayor y másmatizada. George pronunció su conferencia con los ojoscerrados y la cabeza hacia atrás, como si estuvierahablando consigo mismo, en el Kresge Auditorium -ubicado en el mismo corazón del campus del MIT-, anteuna audiencia completamente silenciosa compuesta,entre profesores, estudiantes y personal, por unasdoscientas personas.2

Cuando concluyó su charla, los aplausos fueron tanfuertes que la sala casi se vino abajo. Es cierto que era ungran orador, pero esa charla acabó convirtiéndose en eldiscurso políticamente más trascendente de toda su viday sirvió para catapultar a un nivel muy superior sucompromiso y actividad política. Pocos días más tarde(el 8 de marzo de 1989), su charla se vio íntegramentereproducida a dos planas, como parte de la cobertura ydel seguimiento de los acontecimientos que habíantenido lugar en el MIT, en la sección principal delBoston Globe. Y la demanda fue tal que el Globe se vioobligado a reimprimir medio millón de ejemplarescomo una separata de distribución gratuita, algo inéditohasta entonces y que, por lo que sé, jamás se ha vuelto arepetir.

Esta historia ilustra a la perfección el efecto y los

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Esta historia ilustra a la perfección el efecto y loscambios de conciencia que puede acabar provocando unpequeño grupo de personas, independientemente de loque, al respecto, pensemos. Toda generación debeesbozar su propia visión del mundo y el modo másadecuado de relacionarse con la herencia recibida paracontribuir a la conservación de lo que deba conservarse ydespojarse de lo que ya no sea necesario, y servir así aun propósito mayor que anteriormente resultabainconcebible. Toda generación debe valorar la herenciarecibida de sus mayores, una lectura que, por lo general,no suele ser muy positiva. Pero esa interpretación debeser muy exacta porque, en caso contrario, corremos elriesgo de intensi car la ilusión y el sonambulismo y, deese modo, generar un daño mayor todavía, incluso anosotros mismos. En este sentido, la predisposición a darnombre a lo que es puede ayudarnos, en aras de unpatriotismo verdadero y de la libertad de la sociedad, adar los pasos necesarios para poner en cuestión, de unmodo más sabio y concreto, al organismo y al sistemapolítico que pueda proporcionar visiones y alternativasantes inconcebibles de enfrentarnos a los viejos retos.Pero lo que de verdad es importante no son tanto losmedios como la cualidad de la mente y del corazón quese halla detrás de ellos. Nuestra relación con el mundono se establece absteniéndonos ni renunciando aemplear nuestra pequeña parcela de cordura y desabiduría, pero esa parcela debe ser cultivada de maneradesinteresada, perseverante y gozosa.

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desinteresada, perseverante y gozosa.George Wald esbozó ese día algo que todos

necesitábamos escuchar, pero luego llegó nuestro turnoporque, de otro modo, corríamos el peligro de perder elcontacto con lo que realmente estamos haciendo en esteplaneta. Es muy fácil olvidar que el cuerpo políticodepende de nuestras acciones y que éstas, a su vez,dependen también de nuestro desarrollo y de lacomprensión interna que tengamos de quiénes somos,del modo en que tratamos al mundo y del modo en queel mundo nos trata a nosotros, es decir, de lo queofrecemos al mundo y de lo que el mundo nos ofrece anosotros.

Y por más que éste sea, como la conciencia, unproceso atemporal, también debe tener lugar, dado elmalestar y la crisis que afecta a nuestra especie y almundo, en el tiempo. El tiempo nos proporciona laposibilidad de crecer, cada uno a su ritmo y a su modo.Todos debemos discernir cuáles de nuestras acciones uomisiones se ven impulsadas por la avaricia, el odio, lailusión o la simple inercia, y también debemosempeñarnos conscientemente en aprender, tanto internacomo externamente y del modo que más apropiado nosparezca, lo que tienen que enseñarnos las visiones yacciones generadoras de dukkha basadas en laignorancia. Podemos decidir conscientemente seguir elcamino que reconoce el sufrimiento que, de manerainadvertida o deliberada, provocamos en los demás y enel mundo, el camino que alienta nuestro silencio y

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el mundo, el camino que alienta nuestro silencio yestablece la sensación de seguridad que constituye lapiedra angular necesaria para ver al otro en uno mismoy, en este sentido, para estar más en paz. La crisis queexperimenta nuestro mundo es una crisis de concienciay, por ello mismo, la verdadera liberación debe ser unaliberación de la conciencia.

Hubo quienes decidieron luchar en Vietnam paracontener a los comunistas, porque en caso contrario notardaríamos -en su opinión y en virtud del proverbial“dominó” de época- en acabar viéndonos sometidos aellos. Pero esa conclusión se basaba en un diagnósticoequivocado del problema, porque la enfermedad -almenos, la enfermedad de la que debíamos ocuparnos-noestaba en Vietnam, sino en nuestra visión de las cosas.Esa enfermedad estaba -y sigue estando- en nosotrosmismos y en nuestro miedo.

El precio moral, económico, social y espiritual quetuvimos que pagar por ese error fue muy elevado. Aúnseguimos preguntándonos por qué son tantas laspersonas que nos consideran como una amenaza a lacivilización y como los “chicos malos,” cuando desdenuestro punto de vista nosotros somos los buenos y, aunen la misma guerra, nos esforzamos en hacer las cosas deun modo positivo y altruista. Pero esa percepciónequivocada no hace, en mi opinión, más que poner derelieve que de algún modo todavía nos hallamos en la

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relieve que de algún modo todavía nos hallamos en lainfancia y creemos -por más que pueda parecer uncliché- que es más fácil ganar la guerra que forjar la paz.

El lema de las fuerzas aéreas de Estados Unidos a rmaque “El precio de la libertad es la vigilancia eterna,” algocon lo que estoy completamente de acuerdo. Pero esavigilancia no debe limitarse a las pantallas de radar delos aeropuertos, sino que debe ser cultivada de continuomediante el cultivo, a todos los niveles, de la atenciónplena. La libertad debe ser comprendida y, si realmentequeremos ser los “libertadores,” debemos empezarliberándonos a nosotros mismos de la inconscienciamediante una vigilancia interna tan amable y valientecomo bondadosa y firme.

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CUANDO LA COLA MENEA AL PERRO

En la película misteriosamente profética que lleva estetítulo [y que, en castellano, se llamó La cortina dehumo], un gobierno urde la noticia de una provocaciónen cierto país balcánico imaginario como una estrategiapara desviar la atención del público. El episodio que, enrealidad, nunca ocurrió, se ve repetidamenteprogramado en televisión hasta que, al nal, acabaenardeciendo a la ciudadanía y justi cando unaintervención militar.

Es curiosa la facilidad con la que algunos políticosdicen y hacen lo que les conviene con tal deconvencernos de verdades que no son tales, basándose eninterpretaciones interesadas de cuestiones secundarias,que en el mejor de los casos tuvieron un signi cadodiferente, o en desvergonzadas mentiras. Un ejemplomuy ilustrativo en este sentido nos lo proporciona elincidente del golfo de Tonkin, según el cual Vietnam delNorte atacó a nuestra ota y que sirvió para justi caruna guerra que acabó en diez años de destrucción. Ypoco importa que ese tipo de episodios sea el fruto deuna confabulación maquiavélica, del deseo cínico depoder o de la ingenuidad bienintencionada porque, sea

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poder o de la ingenuidad bienintencionada porque, seacual sea el motivo subyacente, acaba conduciéndonos almismo calamitoso final.

Lo único que deben hacer hoy en día los políticos esdecir que algo es azul, porque, aunque seamani estamente rojo, siempre habrá medios decomunicación que insistirán en que es azul hasta acabarconvenciendo al público. Mucha gente cree a piesjuntillas en lo que dicen las noticias y acaba consideradoun hecho sin importancia como una agresión en todaregla a nuestro país y una oportunidad, en consecuencia,para indignarnos y responder con una contundencia quedemuestre que a nosotros no se nos puede amenazar,agredir ni intimidar. En tal contexto, todo es posible, pormás inverosímil o absurdo que parezca.

Quizás el rojo sea realmente azul y quizás hubo algunaconexión entre Irak y los ataques del 11-S. Pero apenasse menciona esa posibilidad, aun aduciendo, para ello,pruebas muy endebles, improbables o aun fabricadas, seconvierte, para muchas personas, en la verdad absoluta,especialmente cuando se repite hasta la saciedad y en uncontexto destinado a sembrar el odio que sólo aspira aexplotar nuestros comprensibles sentimientos deinseguridad. De hecho, el argumento de que “si noacabamos con los terroristas de Irak nos veremosexpuestos, en cualquier momento, a ataques con armasde destrucción masiva compradas a gobiernos sinescrúpulos que acabarán con la vida de más personasinocentes” no parece tan improbable. “Ataquemos antes

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inocentes” no parece tan improbable. “Ataquemos antesde que lo hagan ellos. A n de cuentas, nosotros somoslos buenos y los que hemos sido agraviados. Y no espreciso para ello, independientemente de lo que digannuestros amigos y nuestros aliados, que nos detengamosa analizar con detenimiento la situación. Ahora las cosasson diferentes. O están con nosotros o están contranosotros. Ahora el azul es rojo y quienes siguena rmando que es azul no son patriotas, no se dan cuentadel peligro que corren nuestra libertad y nuestrademocracia y no merecen nuestra confianza.”

Así es como acabamos enfrascados en una “guerrapreventiva” y expulsando a un dictador monstruoso, cuyacaída sólo lamentan sus compinches, y no tardamos envernos sumidos en una nueva ciénaga. Pero laarrogancia, el abuso de poder y nuestra necesidad de ser,a toda costa, los “buenos” -aun por razones equivocadas-acaban movilizando el alistamiento de nuevos reclutasen las las de las organizaciones terroristas de todo elmundo.

¿Acaso nos hace sentir más seguros esta mani estadistorsión de la verdad? George Orwell escribió 1984como un relato aleccionador de lo que puede sucedercuando nos negamos a llamar “pan” al pan o cuando nosengañamos hasta el punto de creer que el blanco esnegro y que el negro es blanco o, como él mismo dijo,que “La Guerra es la paz y la libertad la Esclavitud”.

Difícilmente puede escapársenos una cita, atribuida algeneral nazi Hermann Goering en el tribunal de guerra

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general nazi Hermann Goering en el tribunal de guerrade Núremberg que sucedió a la Segunda Guerra Mundialy que, poco antes de la invasión preventiva, circulóampliamente por Internet, que ilustra a la perfección elfenómeno “de la cola que menea al perro”:

Naturalmente, la gente común no quiere la guerra, pero despuésde todo son los dirigentes quienes dictan la política de supaís y resulta muy sencillo arrastrar a todo un pueblo,independientemente de que se trate de una democracia, deuna dictadura fascista, de un régimen parlamentario o de unadictadura comunista. Tenga o no voz, al pueblo siempre se lepuede conducir hacia donde sus gobernantes quieran. Y estoes algo muy sencillo, porque lo único que hay que hacer esdecirles que están siendo atacados y denunciar a lospacifistas por su falta de patriotismo y poner en peligro alpaís. No hay país que se resista a este tipo de argumentos.

Es tan fácil como problemático caer en la modalidadde pensamiento que divide el mundo en “blanco onegro” o “con nosotros o contra nosotros” que se derivade manera re eja de esta percepción distorsionada. Perocuando se nos insiste en que el negro es blanco y el rojoazul, se desplazan las fronteras de nuestra credulidad,porque todos sabemos que las situaciones son complejasy ambiguas y es preciso un gran discernimiento eintuición para valorar de la forma adecuada lasalternativas de que disponemos y las consecuencias denuestras acciones y llegar a una decisión sabia que noshaga sentir realmente seguros. Es evidente que las causas

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haga sentir realmente seguros. Es evidente que las causasy condiciones adecuadas, manipuladas por las personasadecuadas, en circunstancias adecuadas y empleando ellenguaje adecuado, pero impulsadas por miedos queobstaculizan nuestra capacidad de ver con claridad y dediscernir lo que es, pueden llevar a nuestras sociedades aemprender reiteradamente una fuga colectiva que noslleve a perdernos en los espasmos de una locura quepone en peligro nuestro bienestar y hasta la integridadde nuestro país y de nuestra especie.

¿No habrá llegado ya el momento de despertar, elmomento en que la cola deje de menear al perro, elmomento de negarnos a seguir sumidos en la pasividad yel sonambulismo, el momento de no seguir sacri candonuestra libertad y nuestro sentido común en el altar de ladistracción, del miedo y de la manipulación? ¿No habrállegado ya el momento de empezar a prestar atención alo que realmente sucede, más allá se su aparienciasuper cial, en los ámbitos interno y externo, y dejar deignorar los signos y los síntomas de nuestra enfermedad?¿No habrá llegado ya el momento de hacer lo quedebamos, sin seguir lo que diga una inteligenciaexclusivamente militar (que puede, por cierto, tener supropia agenda oculta), sino el amplio espectro denuestras múltiples inteligencias, y contribuir de esemodo a aumentar la claridad y la exactitud de valorarsituaciones complejas? ¿No habrá llegado ya elmomento de nuestra responsabilidad que comoindividuos y como naciones asumamos, para ser, como

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individuos y como naciones asumamos, para ser, comodiría el ejército, “todo lo que podamos ser”?

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“¡NO SÉ LO QUE HUBIERA HECHO SIN MI PRÁCTICA!”

Cada vez hay personas que, en mis viajes, se me acercany me cuentan brevemente una u otra versión de lacatástrofe completa que asola sus vidas y, de una u otramanera, concluyen: “¡No sé lo que hubiera hecho sin mipráctica!”. Esas personas están, obviamente, re riéndosea la práctica de la meditación y a los muchos modos enque han descubierto que alimenta su experiencia,cualquiera que sea ésta y les mantiene vivos.

Cuando nos sentamos y prestamos una atención plenaal momento presente, experimentamos de formainvariable la estrecha relación que nos une a las cosas talcomo son, sean ésas las que sean. Siempre mantenemos,lo sepamos o no, una conexión íntima con las cosas,pero a falta de ese conocimiento y de esa conciencia,nuestra capacidad de reconocer, entender, advertir yaceptar nuestra realidad, especialmente en el caso deque no nos guste, se encuentra gravemente mutilada y,en consecuencia, también sucede lo mismo con nuestracapacidad de actuar de un modo más sabio, amable yútil. Las acciones derivadas de la ignorancia no hacenmás que complicar las cosas y di cultar nuestracomprensión del origen de los obstáculos que se nos

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comprensión del origen de los obstáculos que se nospresentan, porque, en última instancia, somos nosotrosquienes creamos todas esas dificultades

La meditación nos ayuda a recuperar un ciertoequilibrio y claridad en la relación que existe entre losmundos interno y externo. La meditación nos enseña aencarnar una cierta sabiduría y compasión aquí y ahora,y de ese modo contribuye a liberarnos de la aflicción y eltorbellino emocional aun cuando nos hallemos sumidosen ellos. La meditación puede sosegar nuestro corazón ycentrar y aclarar nuestra mente en cualquier situaciónvital, aun en medio de las más espantosas tormentas, sinsoslayar, por ello, la ansiedad y el sufrimiento que todoello implica y la necesidad de seguir adelante en mediodel sufrimiento generado por la incertidumbre.

¿De dónde proceden esa sabiduría y esa compasión?De nuestro interior, forman parte de nosotros mismos y,en consecuencia, siempre podemos llegar a encarnarlas,si les prestamos, a través de la práctica, la debidaatención.

Insistamos una vez más en que la meditación no tienenada que ver con lo que pensamos de ella. Lameditación no es, como erróneamente suponen quienesno la practican -y hasta, en ocasiones, los mismospracticantes- una estrategia interna para desconectarnosde nuestros pensamientos, suprimir nuestrossentimientos y alcanzar así una calma arti cial. Lameditación no tiene que ver con corregir, curar niobtener nada. Y tampoco es un estado mental, porque

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obtener nada. Y tampoco es un estado mental, porquetrasciende todos los estados mentales, todas las opinionesy hasta todos los diagnósticos. La meditación consiste endescansar en la conciencia de lo que está sucediendo enel mismo momento en que sucede, sin alejarse de nada,por más molesto o doloroso que sea, por más que noqueramos estar ahí, y sin perseguir ni obsesionarnostampoco por ninguna experiencia, por másextraordinaria y placentera y por más que no queramosque desaparezca.

La meditación es, antes que nada, una prácticaliberadora. Es un modo de ser que nos arrebata de lasfauces de la inconsciencia y de los hábitos de distraccióny sonambulismo que amenazan con encarcelarnos enmodalidades que pueden ser muy dolorosas y hacernosperder nuestra libertad externa y, de ese modo, nosdevuelve a nuestra vida y a nuestra felicidad aquí yahora mismo. La meditación es una práctica que noslibera de las decisiones absurdas cuyas consecuencias sehallan frente a nosotros y pueden ser percibidassimplemente cuando abrimos los ojos y miramos.

Por todas estas razones la atención plena puedeconvertirse en un catalizador natural de laprofundización y ampliación de la democracia, unademocracia en la que la libertad no sólo se mani esta enla retórica, en las leyes, en las instituciones y en el modode implementarlas de forma práctica, por másimportante que todo ello pueda ser, sino también en unasabiduría individual difícilmente lograda que se deriva

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sabiduría individual difícilmente lograda que se derivade mirar y sentir en profundidad desde el interior,nuestra auténtica naturaleza, una sabiduría que seencarna en nuestro corazón y en nuestro amor por elpaisaje interior de nuestra mente y de nuestro corazón.Cuanto más familiarizados estemos con ese paisaje, máse caz será nuestro compromiso con la sociedad y mejorvaloraremos la capacidad y la belleza de todos susintegrantes. Cuantas más personas se adentren en esteterreno, más podremos bene ciarnos de compartir lasabiduría y el respeto que se re ejará entonces en unacomunidad y una sociedad más sanas y en una naciónque conoce sus prioridades y las encarna en el mundocon una reverencia y un respeto auténticos einconmovibles.

Ese tipo de libertad no conoce fronteras. En un sentidomuy real, no seremos completamente libres hasta quetambién lo sean los demás, como tampoco podremos sercompletamente sanos en una sociedad enferma. Pero ellono implica, en modo alguno, que hayamos sido elegidospor nadie para exportar a otras culturas nuestrade nición y nuestra visión de la libertad. Convendrá, portanto, que nos asentemos y nos aprestemos, con todanuestra energía, a la curación, la valoración y larecuperación de la totalidad y a encontrar el fundamentocomún que nos une a todos los seres humanos. Elauténtico empeño de la paz y de la política consiste entraer la sabiduría al mundo. Ésta es la expresión másprofunda y satisfactoria de nuestra imaginación y de

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profunda y satisfactoria de nuestra imaginación y denuestra fortaleza, una fuente de auténtica felicidad.Nuestra nación y nuestra especie necesitan compensar sufortaleza externa con una fortaleza interna igual osuperior. Necesitamos desarrollarnos, pues, de un modocada vez más pleno… y deberíamos aprestarnos a elloporque, en caso contrario, las alternativas son demasiadoespantosas.

Quizás llegue un día en que el presidente de EstadosUnidos se dirija a su esposa al nalizar una larga yagotadora jornada diciendo: “¡No sé lo que hubierahecho sin mi práctica!”.

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LA SUSPENSIÓN DE LA DISTRACCIÓN

Cuando durante la semana posterior al 11-S de 2001 lepreguntaron a un editor del Village Voice, en unaentrevista que tuvo lugar en la radio pública, por losefectos del atentado sobre el psiquismo de la ciudad y desus habitantes, respondió diciendo que, en su opinión,había provocado “una suspensión de la distracción”.Luego dijo que había advertido una clara intensi caciónde contacto ocular interpersonal, como si losneoyorquinos no estuvieran, como antes, tan absortos ensus preocupaciones y estados mentales habituales y secomunicaran silenciosamente a través de la mirada. Elespanto que acompañó al acontecimiento, laextraordinaria pérdida de vidas y la evaporación de dosedi cios emblemáticos de la ciudad parecía habersumido a los neoyorquinos en una silenciosa presencia.

La expresión “suspensión de la distracción” expresa,en mi opinión, de manera muy certera, la esperanza, laresiliencia y aun la sabiduría de la humanidad enmomentos tan dolorosos como el mencionado.

“Una suspensión de la distracción,” algo asombroso enuna ciudad y en una sociedad en la que todo compitepor nuestra atención asaltando nuestros sentidos y

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por nuestra atención asaltando nuestros sentidos ynuestras mentes, y de lo que solemos protegernossumiéndonos en la distracción y olvidando, en elproceso, lo que más nos importa y hasta quiénes somos ylo que estamos haciendo.

No sé durante cuánto tiempo ha permanecido ensuspenso la cultura de la distracción en la que tandiestros se muestran los neoyorquinos, porque el retornoa la norma forma parte del proceso curativo. Ese díahubo muchas cosas a las que despertar y no me cabe lamenor duda de que puso de relieve un malestar, hastaentonces inadvertido e ignorado (y, en consecuencia, notratado), a pesar de las muchas y distintas señales deadvertencia, quizás creadas por nuestra falta decomprensión de la interrelación, que encontró el caminoque conduce al corazón del cuerpo político y generómucho daño y mucho sufrimiento.

También nos recordó, de manera evidente, que todo,absolutamente todo, es impermanente. Pero,por más quelo sepamos, vivimos como si fuésemos inmortales, comosi nuestras creaciones fuesen a durar eternamente, comosi la vida se desarrollase de un modo able y seguro ypensásemos que las cosas negativas sólo ocurren en otraparte o a otras personas, más desafortunadas quenosotros. Una de las metas del orden social de lassociedades sanas y pací cas consiste en garantizar a susciudadanos, mediante la ley, respaldada por las fuerzasdel orden y un sistema judicial imparcial, la defensa anteuna acusación, un buen servicio sanitario y una sensación

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una acusación, un buen servicio sanitario y una sensaciónde lo que es posible a través de oportunidadeseducativas, económicas y creativas, todo lo cual nosproporciona un cierto grado de seguridad relativa. Peroese ideal no es, en la práctica, sino una meraaproximación que debe ser perfeccionada yprofundizada de continuo. Independientemente, sinembargo, de lo buenas o e caces que, en undeterminado momento, sean nuestras instituciones, la leyde la impermanencia nunca deja de funcionar. Todocambia, nada permanece mucho tiempo igual y las cosasson fundamentalmente inciertas. Y los efectos de esta leyparecen magni carse de un modo más im-predecible entiempos de lucha e inestabilidad social, lo que puedeacabar resultando aterrador.

El 11-S puso de relieve la impermanencia de nuestrosedificios más significativos, que pueden evaporarse en uninstante como consecuencia de la ignorancia y la maldad.Nos recordó que, independientemente de nuestra edad,de nuestra salud y del lugar en el que vivimos, lajuventud, la salud y la paz tampoco son ajenas a la leyde la impermanencia. A las ocho en punto, las enormestorres, que ocultaban gran parte del cielo y arrojaban susombra sobre el Low Manhattan, estaban ahí, como lohabían estado desde que fueron construidas en la décadade 1970, pero a las diez y media habían desaparecido. Elhecho de que la impermanencia se ponga tan claramentede mani esto, en tiempo de paz, con tal magnitud y conuna pérdida de vidas tan trágica, que acabó, en un

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una pérdida de vidas tan trágica, que acabó, en unparpadeo, con las esperanzas y los sueños de tantospadres y trabajadores, resulta absolutamenteinconcebible.

Y el enorme hueco provocado por ese desastre se viode inmediato santi cado por la pérdida de vidashumanas y el esfuerzo desinteresado de quienesentregaron sus vidas y participaron en cuerpo y alma enlas tareas de rescate, poniendo de relieve lainsustancialidad de lo que creemos más tangible y másreal.

Yeats dijo que “Todas las cosas se destruyen y sonconstruidas de nuevo,” pero eso era algo que jamáshabíamos experimentado colectivamente en nuestropropio hogar y que quedó grabado a fuego en nuestraretina y en nuestro cerebro, desgarrando nuestro corazóncon imágenes imborrables que ninguna palabra puedeexpresar. Ese día perdimos la inocencia y despertamos -de un modo, ciertamente, muy cruel- al hecho de que laforma es vacuidad.

Las bombas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasakitambién achicharraron -de un modo, en este caso, másvirtual- nuestras retinas, aunque la destrucción queprovocaron fue más veloz, más instantánea y másmasiva. Pero nuestra mente olvida muy deprisa y todoeso ocurrió en una época previa a la ubicuidad de latelevisión. Además, estábamos en guerra y “ellos” eran elenemigo, un enemigo que nos había atacado sinadvertencia previa.

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advertencia previa.Pero “ellos,” el pueblo de Hiroshima y Nagasaki, eran

civiles que vivían en esas ciudades. Ellos tambiénsufrieron a manos de sus líderes, cegados por el ideal dela grandeza imperial y la sensación de estar en lo cierto,algo que jamás cuestionamos cuando se trata de nuestratribu. Es cierto de formaban parte de la tribu agresora,pero las mujeres, niños, ancianos y trabajadores quemurieron en esas ciudades tenían tanto que ver con PearlHarbor o con Nanking como los comerciantes de CantorFitzgerald con las quejas del mundo musulmán.

Quizás haya llegado ya el momento de asumir quetodos los habitantes del planeta formamos parte de lamisma tribu, que todos formamos parte de mismoorganismo vivo que padece in amaciones e infeccionesque deben ser desesperadamente atendidas, cuidadas yrestañadas. Nuestra respuesta no puede centrarse tan sóloen reforzar el sistema inmunitario de nuestro país, ni enampliar nuestra red de aliados, aunque en el marco dereferencia de una inteligencia realmente global tal cosasea muy importante. Porque lo cierto es que, en elfondo, nosotros somos nuestro peor enemigo. Siignoramos el modo en que nuestras acciones generan elodio y el desprecio, si decimos una cosa pero hacemosotra, si profesamos ideales democráticos pero actuamosimponiendo nuestra voluntad por el simple hecho deque podemos hacerlo, si seguimos creyendo en laposibilidad de exportar nuestro estilo de vida, en lugarde encarnar nuestros principios más profundos en

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de encarnar nuestros principios más profundos ennuestra política y en nuestras acciones, no podremosdiagnosticar, enfrentarnos, ni curar de la forma adecuadala fuente de la enfermedad que aqueja individual ycolectivamente al mundo. Quizás haya llegado ya elmomento de servirnos, tanto de manera individual comonacional, de la suspensión de la distracción para revisarel modo en que entendemos y nos relacionamos con losdemás y con nuestro propio sufrimiento, de un modoque deje de alentar la ignorancia y el sufrimiento y nospermita actuar de manera más sabia y compasiva.

Quizás haya llegado ya el momento de asumir lasuspensión de la distracción como un estilo de vida quepodría resultar muy sano para nosotros y para el mundoen general. En tal caso, seríamos auténticamentepací cos y podríamos vivir en paz. Y ésa no sería unapaz nacida de la ingenuidad, la debilidad y laimpotencia, sino que encarnaría nuestra fortaleza ynuestra sabiduría.

¿No les parece acaso un escenario posible?

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UN MINUTO DE SILENCIO

El 11 de septiembre de 2002, los familiares de quienesmurieron y de quienes sobrevivieron al atentado, junto avarias personalidades, observadores y público en general,se reunieron a la misma hora en que, un año antes, elprimer avión chocó contra la torre norte del WorldTrade Center, en el lugar que acabó conociéndose comoZona Cero, y mantuvieron un minuto de silencio.

Yo también participé de ese silencio a través de laradio mientras conducía por la autopista enMassachusetts como también harían, sin duda alguna, aesa hora, millones de otras personas en nuestro país y entodo el planeta. Todo el mundo sabía lo que tenía quehacer y no fue necesario dar ningún tipo de instruccionespara enfrentarse a los pensamientos y a las emocionesque se presentasen, una pretensión que, en ese caso,hubiera resultado absurda, inapropiada y hastairrespetuosa. Ni siquiera creo que, por la mente de losorganizadores, se pasara siquiera la idea de incluir esetipo de instrucciones, una sugerencia del todoinnecesaria.

Todo el mundo sabe cómo mantener un minuto desilencio. Durante ese tiempo, todos somos uno, pero al

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silencio. Durante ese tiempo, todos somos uno, pero almismo tiempo cada cual es diferente, porque debeenfrentarse a sus propios pensamientos, sus propiasemociones, su propia sensación de pérdida, su propiarelación con los hechos y hasta sus propios objetivos.

Después del llanto y de las lágrimas siempre llega elmomento, cuando un acontecimiento moviliza nuestratristeza y nuestro dolor, en que nos quedamos ensilencio. Pero ese silencio no es otro modo de llamar a laplegaria (que también suele acompañar a talesmomentos), sino que va más allá de ella, hasta el puntode que bien podríamos decir que el silencio es la últimaplegaria.

A veces cali camos, muy acertadamente, en miopinión, esos momentos como una forma de observancia[es decir, como el cumplimiento exacto de una norma]que consiste en permanecer presentes, con el corazónabierto y conscientes de todos nuestros sentimientos,tanto los que podemos expresar (los conciliadores y losesperanzados) como los inefables (los vengativos y losangustiosos). Se trata de un momento de puro ser queposibilita el contacto breve y ocasional con algo internoy más profundo de lo que, posteriormente y debido anuestra falta de familiaridad, acabamos alejándonos. Esaforma de testimoniar lo que ocurre no sólo nos ayuda asoportar mejor nuestra carga, sino que también pone derelieve la posibilidad de aceptarlo, respetarlo y honrarloen un contexto y que, en consecuencia, no nos agotamosen ello y podemos trascenderlo sin necesidad de

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en ello y podemos trascenderlo sin necesidad deolvidarlo.

Re exionando posteriormente sobre mi experiencia deese día, me pregunté lo que hubiera ocurrido si, en lugarde tratarse de un minuto, se nos hubiera pedidopermanecer en silencio diez minutos o hasta una hora.¿Hubiéramos sido capaces de mantenernos en silencioante la enormidad, la barbarie y el absurdo delatentado? Quizás eso sea algo que podemos esperar deDesmond Tutu, el Dalai Lama, la madre Teresa o MartinLuther King. Pero ¿podemos hacerlo las personasnormales y corrientes? ¿Somos capaces de permaneceren silencio sin dejar, por ello, de ser conscientes denuestro corazón roto? ¿Podemos mantener, en tal caso,nuestra serenidad? ¿Y qué sucedería si ignorásemos eltiempo que iba a durar el silencio? Después de todo, nosomos nosotros los que “hacemos” el silencio. ¿Podemosmantenernos en esa dimensión ajena a las palabrasdesde la que es posible observar todo lo que se presenta,incluyendo la incognoscibilidad de lo que nos depararáel futuro? ¿Podemos morar en ese lugar en el que no haypalabras, en el que todo es, en el que no hay fronterasentre pasado, presente y futuro, y en el que tanto lo queconocemos como lo que desconocemos permanece vivoante nosotros? ¿No creen acaso que ese silencio podríasanarnos, abrirnos, cambiarnos y fortalecernos? Yo creoque sí.

Es muy probable que tal ceremonia conmemorativa notenga que ver tan sólo con el recuerdo. Más bien se trata,

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tenga que ver tan sólo con el recuerdo. Más bien se trata,en mi opinión, de algo que tiene lugar en la con uenciaentre el recuerdo y el presente. Tiene que ver con honrarla muerte, el daño y el heroísmo en el momentopresente, que siempre es ahora, porque ahora es la únicarealidad que perdura.

Por ello, aun en los momentos más breves de silencio,siempre hay un camino para llegar al presente y uncamino para salir de él. El presente nos brinda laposibilidad de cerrar algo o, al menos, de establecer unnuevo punto de partida. Desde cierta perspectiva,sabemos que el cierre puede ocurrir, pero, desde otra,también sabemos que jamás ocurrirá. Y esto me lleva apreguntarme si podemos observar un momento desilencio no sólo en una ceremonia conmemorativa de unacontecimiento pasado como el mencionado al comienzode este capítulo, sino también frente a lo que estáocurriendo en el mismo momento en que ocurre.¿Podemos enfrentarnos silenciosamente a la ira, incluidanuestra propia ira, en el momento en que aparece,dándonos al mismo tiempo cuenta de ella? ¿Podemosenfrentarnos silenciosamente, del mismo modo, a laincredulidad, la pena, el miedo, la desesperación, el odioo la tendencia a vengarnos, en el momento en queaparecen y dándonos, al mismo tiempo, cuenta de ello?

Yo creo que ésta es una capacidad de la que todosdisponemos. Mal podríamos, de otro modo, mantenerpúblicamente un minuto de silencio si no supiéramos, demanera intuitiva, cómo permanecer conscientes, sin

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manera intuitiva, cómo permanecer conscientes, sinhacer nada y observando -y, de ese modo, abrazando- laplenitud de lo que es… ahora mismo, más allá de todaacción.

Ahora.

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LA IMPORTANCIA DE LA ATENCIÓN PLENA

El excorresponsal de guerra del New York Times ChrisHedges a rma que el patriotismo al uso no es más queuna “forma apenas velada de egoísmo colectivo”. Sólo enlas guerras que tuvieron lugar en el siglo XX, según dice,perecieron sesenta y dos millones de civiles, casi veintemillones más que las cuarenta y tres millones de bajasmilitares. Y éstas son cifras que, hablando dederramamiento de sangre, resultan ciertamenteespantosas.

¿Y todo eso para qué? ¿No son acaso -como diceHedges- los acontecimientos que conducen a la guerra elresultado de una identi cación ciega con unainformación confusa y embriagadora que, durante elparoxismo del con icto y del período que conduce hastaél, se nos presenta como un mito nacional irrefutableque los implicados no dudan en cali car a posterioricomo un disparate, como una locura y hasta como unaenfermedad que bien podría haberse evitado antes dealcanzar proporciones de auténtica pandemia?

No es difícil, si consideramos, el comportamiento delpueblo alemán durante la Segunda Guerra Mundial, porejemplo, advertir el grado de burocra-tización de la

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ejemplo, advertir el grado de burocra-tización de laagresividad, el genocidio, el asesinato y la brutalidad,como si se tratara de un inventario macabro realizadopor contables insensibles y carentes de escrúpulos. Pero¿fue ése un “mal” que afectó a todos los alemanes o elsimple resultado de una actitud pusilánime y delsubsiguiente refugio en la negación, lacompartimentalización y la racionalización ante lo quecomenzó siendo una especie de representación, porparte de una minoría violenta, de un mito -que, más alláde lo que juzgaba su razón, resonaba y distorsionaba ensecreto sus almas- en el que muchos alemanes de laépoca querían creer?

Hoy en día, sólo dos generaciones después, losalemanes se han convertido en nuestros amigos. En misviajes a Alemania no he advertido entre “ellos” y“nosotros” la menor diferencia. Después de la catástrofe,el plan Marshall contribuyó a la reconstrucción deAlemania y a su conversión en una sociedad próspera, enuna acción en la que nuestro país desempeñó un papelque sólo podríamos cali car como muy sabio y que pusode mani esto una gran visión económica. Si hemosacabado con la enfermedad del nazismo es porque noshemos enfrentado directamente a ella. Pero ¿cuántotiempo durará nuestra inmunidad? Al nalizar estaterrible guerra, nuestra actitud, nuestra generosidad ynuestra sabiduría nos garantizaron un cierto prestigio.Pero si seguimos durmiéndonos en los laureles, ciegos alhecho de que estamos moviéndonos a la deriva,

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hecho de que estamos moviéndonos a la deriva,alejándonos de la bondad, olvidándonos de que las cosascambian y sin darnos cuenta de la necesidad de prestaratención y de comprender qué es realmente lo que ahoraestá sucediendo, acabaremos malgastando todo el créditodel que disponíamos.

El miedo y el odio, como los virus, puedenpermanecer latentes más tiempo que nuestros recuerdos,reinfectándonos con las mismas estupideces, las mismasmedias verdades y la misma superioridad pomposa queexige sangre cuando lo realmente sabio sería apelar a larazón, la bondad, la diplomacia y la paciencia y a unaacción política o militar rápida, matizada y comedidaque no olvidase la visión global.

Si no queremos sucumbir al mínimo comúndenominador de nuestro karma histórico -apelar a lasolución militar cuando, en nuestra época, son muchomás apropiados los abordajes médicos, diplomáticos ehasta quirúrgicos-, necesitamos cultivar la atención y lasabiduría como si nuestra vida y nuestra integridaddependieran de ellas. Los con ictos a los que nosenfrentamos no son tan sólo externos, sino tambiéninternos. Si nuestra política y nuestra diplomaciacultivasen deliberadamente la sabiduría, podríamosevitar muchas crisis y atajarlas antes de que sedesarrollasen y no quedase más alternativa que laintervención militar para enfrentarnos al látigo de laignorancia disfrazado de mal y recuperar la libertad y lafelicidad. Quizás, para ello, debamos seguir avanzando

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felicidad. Quizás, para ello, debamos seguir avanzandohasta que el desarrollo de nuestras capacidades internasse corresponda con la so sticación de nuestro arsenal yde nuestro entrenamiento para el combate. Pero quizás,para ello, debería haber más momentos de silencio y dere exión tanto en el Congreso como en el Senado, elPentágono y la Casa Blanca.

Estaba en la Biblioteca del Congreso la tarde en la que elmaestro zen vietnamita de la atención plena, poeta yactivista de la paz Thich Nhat Hanh pronunció unaconferencia sobre la atención plena ante un grupo decongresistas y sus familias. Comenzó levantando ambosbrazos y diciendo algo así como: “Con este brazo[señalando su brazo derecho] escribo poesía y con esteotro [señalando su brazo izquierdo] no lo hago. Pero¿acaso signi ca eso que mi brazo izquierdo es menosimportante que el derecho? Ambos forman parte de micuerpo y debo, por tanto, respetarlos por igual”. Estabahablando a personas de diferentes países, con puntos devista, costumbres y creencias distintas, pero que, comolos brazos, formaban parte del mismo cuerpo. Esaconferencia era la introducción a un retiro de atenciónplena dirigido a miembros del Congreso y en el que

nalmente participaron doce de ellos, algo inédito poraquel entonces.

¿Quién sabe si ese n de semana no fue uno de esosmomentos especialmente críticos? Quizás esa conferencia

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momentos especialmente críticos? Quizás esa conferenciay las visitas periódicas del Dalai Lama a Washingtonhayan empezado a sembrar las semillas de la atenciónplena como una alternativa realmente sensata paraaquellas personas cuyo trabajo consiste en ocuparse delbien común, del bien público. Quizás esas semillas -queno son budistas ni no budistas- acaben germinando ydesarrollándose, y las personas empiecen a darse cuentade su valor y de su importancia como bálsamo paranuestros angustiados corazones y nuestras agitadasmentes, como ventana para asomarnos a los mundosinterno y externo y ver a través de ella con ojos detotalidad, para volver a restablecer el contacto connuestros sentidos, pero no como un n en sí mismo, sinocomo un modo de ser, como un nuevo comienzo, comouna con rmación de nuestra totalidad, de nuestracapacidad para vivir sabiamente y para amar lo que sehalle presente. Quizás cuando esas semillas broten y

orezcan en nuestra sociedad quede más claro que todoeso no tiene que ver con los demás, sino siempre connosotros, contigo y conmigo.

El poeta John Donne dijo: “Nunca te preguntes porquién doblan las campanas, doblan por ti,” re riéndosecon ello a la campana funeraria, la campana que nosrecuerda nuestra breve estancia temporal en este mundo.Pero la campana de la atención tañe también decontinuo invitándonos a restablecer el contacto connuestros sentidos y recordándonos la posibilidad,mientras estamos vivos, de despertar plenamente.

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mientras estamos vivos, de despertar plenamente.También la campana de la atención plena tañe por ti,tañe por todos nosotros, tañe celebrando la vida y lasposibilidades que se abren ante nosotros cuando laescuchamos plenamente despiertos.

Es indispensable que quienes asumenprovisionalmente la responsabilidad de ocuparse delbienestar del cuerpo político elaborando yperfeccionando leyes derivadas de la sabiduría colectiva,quienes asumen provisionalmente el timón del barco delEstado y quienes se ocupan de mantener las leyes querigen el modo en que debemos vivir nuestra vidaentiendan y respeten profundamente la legitimidadsubyacente de las cosas, la belleza del delicado equilibrioque expresa nuestra vida y lo que bien podríamosdenominar dharma universal o tao, porque todos ellostambién somos nosotros y nosotros ellos, y lo sabemos.Ese respeto y ese recuerdo, aun frente a los problemasmás complejos y su resistencia endémica a cambiar ocurar, puede permitirnos sanar progresivamente nuestrasheridas en un mundo que se mantiene en un equilibriodinámico, en la bondad, en la verdad, en saber que nosabemos y, de ese modo, alentar continuamente eldesarrollo de lo posible, tanto para nosotros como paralas generaciones venideras, para todos los seres sensiblesy para el planeta en el que vivimos.

Cosas más extrañas han ocurrido. A n de cuentas, losseres humanos somos asombrosamente imprevisibles yestamos llenos de sorpresas. Quizás, al nal, acabemos

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estamos llenos de sorpresas. Quizás, al nal, acabemossorprendiéndonos a nosotros mismos.

El poder bien entendido no es más que la capacidad de alcanzarnuestros objetivos. Y uno de los mayores problemas de la historiaconsiste en considerar los conceptos de amor y de poder comoopuestos polares e identi car entonces el amor con la renuncia alpoder y el poder con la negación del amor.

Esto es lo que, hasta el momento, habíamos hecho. Pero ahoranecesitamos darnos cuenta de que el poder sin amor es temerario yofensivo y de que el amor sin poder es sentimental y anémico. Enel mejor de los casos, el poder consiste en la implementación delas demandas de la justicia mientras que la justicia, por su parte,consiste en utilizar el poder para superar todos los obstáculos quese enfrentan al amor. La crisis fundamental de nuestro tiempo seasienta precisamente en la colisión de un poder inmoral con unainmoral impotente.

MARTIN LUTHER KING, Jr., 1967En su última alocución como presidente

de la Southern Christian Leadership Conference

* Término introducido por George Orwell en su novela 1984 parareferirse a un uso político e interesado del lenguaje que acabadespojándolo de todo significado. (N. del T.)

1. Véase Opening to You: Zen-Inspired Translations of the Psalms, deNorman Fischer.

2. Treinta y cuatro años más tarde, en septiembre de 2003, volví al

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Kresge Auditorium para asistir al primer encuentro, organizado porel Mind and Life Institute en colaboración con el McGovern BrainInstitute del MIT, entre neurocientíficos y psicólogos occidentales yel Dalai Lama y monjes y eruditos budistas, que versó en torno a lanecesidad de no limitar la investigación sobre la mente a laperspectiva científica en tercera persona y de complementarla conla visión proporcionada por la perspectiva meditativa interior enprimera persona, con la esperanza de que esa contribución pudieseabrir nuevos caminos a la comprensión científica de la naturalezade la mente. La yuxtaposición, en mi memoria, de estos dos eventoses muy clara y creo que hubiera complacido mucho a George.

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PARTE VIII:

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PARTE VIII:

DEJAQUE LA BELLEZA

QUE AMAS SE MANIFIESTEEN TUS ACTOS

Hoy, como cualquier otro día, nos despertamos vacíos y asustados. No abras la puerta de tu estudioy empieces a leer, mejor coge un instrumento musicaly deja que la belleza que amas se exprese

[en tu acción.Hay miles de formas de postrarsey de besar la tierra.

RUMI

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DIFERENTES CAMINOSDE CONOCIMIENTO

NOS HACEN MÁS SABIOS

Hace novecientos años, Rumi nos recordaba la facilidadcon la que, ante el malestar endémico que nos aqueja,nos dejamos llevar por el hábito de abrir la puerta denuestra morada y empezar a leer, cuando bienpodríamos “coger un instrumento musical” –el que más amano tuviéramos– y dejar que la belleza que amamos, sipodemos permanecer en contacto con ella, se revele porsí sola en las muchas formas diferentes en que podamosexpresarla aquí y ahora. La suya no es más que unainvitación a mantenernos en contacto con lo más esencialy más importante y a reconocer que son muchas lasformas correctas de hacerlo.

La reverencia surge cada vez que nos enfrentamos a loincomprensible, que no es tanto lo que no podemoscomprender como lo que puede ser comprendido demaneras muy distintas. Cuando a n de cuentasconcluyen todos nuestros pensamientos, por másbrillantes, imaginativos y bien informados que sean ymás asentada en la razón que se halle nuestra lógica ynuestra investigación, siempre queda un residuo de

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nuestra investigación, siempre queda un residuo desentimientos que se encuentra más allá del pensamiento,como también sucede cuando nos vemos transportadospor una pintura o un pasaje musical. En tales ocasiones,aparece una sensación de reverencia que trasciende todaexplicación. La misma presencia fenomenológica de larealidad –sea eso lo que sea– no se halla nunca lejos denuestros sentidos, entre los que también se cuentan,como ya hemos dicho, la mente no conceptual, laaprehensión y el conocimiento. Me re ero al misterio dela existencia de cualquier evento u objeto, de “lo que es”en tanto que fenómeno, de los vínculos que mantienecon el resto de los fenómenos, con todo lo que ha sido ycon su esencia luminosa y numinoso, lo que, en el casode la obra de arte, resulta difícil de explicar hasta para elmismo artista.

Carecemos de palabras para expresar ese tipo desentimientos y, con mucha frecuencia, olvidamos suimportancia para nuestra experiencia. Por ese motivonos acostumbramos a ellos y nos volvemos adictos a unadeterminada forma de conocimiento excluyendo todaslas demás, olvidando incluso la posibilidad deexperimentarlas. Por ello también aunque en undeterminado momento nos hallemosincuestionablemente en presencia de “lo que es” –comosuele suceder cuando estamos en plena naturaleza o antelos animales, las plantas, las montañas, los ríos, los vallesy los paisajes–, solemos soslayar la reverencia, por másque la llevemos inscrita, por el mismo hecho de estar

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que la llevemos inscrita, por el mismo hecho de estarvivos, en nuestro ser, en nuestra naturaleza, en nuestroshuesos y hasta en nuestras células. Estamos tan atrapadosen nuestros hábitos de conciencia limitada o de francainconsciencia que no solemos darnos cuenta del azul delcielo, de la fragancia de la rosa, de los trinos de laalondra, de la caricia del viento en nuestra piel, delsuelo que nos sostiene y de la alegre sonrisa de un bebé.

Esta falta de palabras nos lleva, en un intento deconvencernos de que comprendemos, a una modalidadde lenguaje completamente mecánica. De hecho, elvocabulario al que suele apelar el pensamiento biológicosobre los organismos vivos, el cerebro, el cuerpo y lamente es un lenguaje absolutamente mecánico, unlenguaje que sólo emplea imágenes y analogíasmecánicas. Por ello, cuanto mejor comprendemos lasmáquinas y más so sticadas son las máquinas quepodemos construir, ese lenguaje más re nado yconvincente se torna.

No es de extrañar, por tanto, que los biólogos asimilenla célula, la unidad fundamental de la vida, a unafábrica, con sus característicos inputs, outputs, sistemasde control y funciones que, a lo largo de la evolución,han acabado dando origen a todas las estructuras yformas complejas, es decir, a toda la “maquinaria”, quetan e caz y elegantemente desempeña esas funciones. Setrata de una analogía bastante satisfactoria y útil, porquelas células funcionan como pequeñas fábricas, pero –yesto es lo realmente sorprendente– se trata de una

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esto es lo realmente sorprendente– se trata de unananofábrica que funciona a niveles atómico, molecular yhasta macromolecular de un modo aparentementediseñado y construido por la misma célula, basándose enpautas contenidas en la estructura del ADN, activandociertos genes y desactivando otros según las funcionesque “debe” (empleando un lenguaje mani estamenteantropomór co) desempeñar, y que también puedecrecer y reproducirse. Cada células: dispone de suspropias estructuras y maquinaria especializada losribosomas y las retículas endoplasmáticas, que se ocupande sintetizar las proteínas; la membrana celular; loscanales iónicos y las estaciones de atraque de losreceptores moleculares cuya misión es regular el trá cobidireccional de información entre el interior de lacélula y su medio, incluyendo otras células próximas ydistantes; los microtúbulos, que se ocupan del andamiajeestructural, el movimiento y el transporte dentro de lacélula; la mitocondria, que proporciona la energía parala célula y que, en sí misma, parece un rudimento decélula, con su propio ADN, y se remonta miles demillones de años hasta las células nucleadas. Su númerova desde unas pocas hasta diez mil, dependiendo de laenergía que necesita una determinada célula. Todo estoforma parte de cada una de las células de nuestro cuerpoy recordemos que no se trata de ninguna abstracción,sino de algo que sucede en todas partes y en todomomento, a los niveles más minúsculos, dentro denuestro cuerpo. De ello depende, a n de cuentas, el

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nuestro cuerpo. De ello depende, a n de cuentas, elfuncionamiento de nuestro corazón, de nuestra vista, denuestras sensaciones y hasta de nuestro pensamiento.

Tampoco debemos olvidar, obviamente, que nuestrascélulas operan como una sociedad, células que se hallaninterrelacionadas desde el momento del nacimiento porel mero hecho de formar parte del mismo organismomayor y de un mundo en el que todos los organismos,grandes y pequeños, comparten el mismo códigogenético y la misma maquinaria para interpretarlo y asíconservarse y reproducirse. Son muchísimas lasvariaciones que existen sobre unos cuantos temas básicos,al menos en este planeta, y las células son necesariaspara su desarrollo.

Consideremos simplemente (sin olvidar, no obstante,que el modo en que funcionan estas sociedades celularessigue siendo un auténtico misterio) que todos partimosde una sola célula que, en una estimación burda, acabaconvirtiéndose en cien billones de células, es decir,100.000.000.000.000 [aquí es donde las matemáticasresultan útiles para conceptualizar y registrar númerostan inconcebiblemente grandes que trascienden conmucho las magnitudes habituales de nuestra experienciasensorial: 102 (cien) x 1012 (un billón) = 1014 (cienbillones)]. Tengamos en cuenta que, de una sola célula,se derivan las diferentes células que componen nuestroorganismo y las diferentes estructuras que con guranesas células, es decir, los huesos, los músculos, la piel, elhígado, el corazón, los nervios, las glándulas y hasta las

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hígado, el corazón, los nervios, las glándulas y hasta lasestructuras “especializadas” que se encuentran en losojos, los oídos, la nariz y la lengua que nos permitenregistrar la luz, los sonidos, los olores, el gusto y el tacto,respectivamente. ¿No les parece realmente sorprendenteque podamos mover un brazo o un dedo a voluntad (quées, después de todo, la volición y cómo se origina)?Baste con decir que hay quienes estiman que en elcuerpo hay más de 200.000 millones de kilómetros decintas de ADN de una anchura de sólo dos nanómetros (2x 10–9 metros) y que el ADN no permanece inactivo,sino que está desplegándose, plegándose y viéndoseleído y reparado de continuo mientras controla elfuncionamiento celular. Y todo ello se hallaperfectamente alojado en minúsculos espacios delinterior de la célula, dentro del cromosoma que facilitasu lectura y, cuando es preciso, su replicación.

Se trata, obviamente, de una auténtica ligranaarquitectónica. Todos y cada uno de los aspectos deldiseño de los seres vivos es literalmente increíble, unmilagro mucho más so sticado y minúsculo quecualquiera de las máquinas que hasta el momentohayamos diseñado y fabricado. Y consideremos que cadauna de las neuronas de los 100.000 millones estimadosque componen el cerebro humano y el sistema nerviosocentral (por no decir nada del todavía mayor número decélulas gliales cerebrales, cuyas funciones y “objetivos”sólo entendemos de manera muy vaga) tiene cerca demil rami caciones (dendritas) que reciben impulsos

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mil rami caciones (dendritas) que reciben impulsosprocedentes de otras células nerviosas, que se extiendenpara conectar, ampli car o amortiguar su actividad y lade sus vecinas, tanto próximas como distantes, a travésde los axones y las dendritas. Y en ningún lugar de todoese entramado, ni en la totalidad ni en ninguna de lascélulas, es posible encontrar un “yo”.

En la membrana celular y en la super cie de su uniónsináptica hay numerosas moléculas receptoras deneurotransmisores. Esos receptores están compuestos demoléculas proteicas dispuestas de modo que puedanresponder a mensajeros químicos concretos y que, encualquier otro caso, permanecen desconectadas,estableciendo así canales en la membrana celular quepermite cambiar el estado de la célula en respuesta aalguna modi cación en las condiciones del entorno. Entodos y cada uno de los niveles, pues, el cuerpo humanoy todo organismo vivo, en suma, constituyen auténticosuniversos cuyo funcionamiento y totalidad son de unacomplejidad, de una simplicidad y de una bellezarealmente asombrosas.

Y no olvide que estamos hablando de “usted”, no deuna historia de ciencia cción lejana relativa a otragalaxia y a otro tiempo.

Pero las analogías mecánicas y arquitectónicas queasimilan la célula o los organismos supramoleculares amáquinas y fábricas son, por más que hermosas yparcialmente ciertas, sumamente limitadas.

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parcialmente ciertas, sumamente limitadas.Esas metáforas no tienen en cuenta otras formas de

conocer lo que somos que trascienden con mucho elalcance de la lógica y del pensamiento. Todas esasdescripciones mecánicas descuidan su misma esencia, lareverencia, el temor y el milagro que todo ello implica;todas ellas dejan de lado, en suma, lo que no puedenexplicar, es decir, dejan de lado el misterio de laexperiencia. Ignoran que, por más eles, interesantes yútiles que sean nuestras modalidades analíticas ymecánicas de conocer el mundo, siempre quedanregiones desconocidas, de las que sólo podemos saberalgo de un modo limitado o de las que sólo podemossaber algo desde una perspectiva más compleja, desdeun orden superior, desde un punto de vista sistémico,sobre el modo en que “son” (porque si digo “estánconstruidos” o “funcionan” ya estaré recurriendo a unametáfora mecánica) el mundo y el cerebro.

Por ello, sea cuales sean nuestros modelos y nuestrasexplicaciones, siempre nos hallaremos a mitad decamino entre la oscuridad y la luz, a mitad de caminoentre la sombra y la luz. Y es que, cuando ignoramosotras modalidades de percepción, sentimiento,conocimiento y exploración de nuestros paisajes internoy externo, experimentamos una suerte de privación ydesnaturalización. Y lo mismo sucede cuando noexploramos y nos familiarizamos adecuadamente con loque se halla en los límites de nuestro conocimiento, esdecir, en el dominio del no-conocimiento.

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decir, en el dominio del no-conocimiento.Esto es algo que todos, obviamente, sabemos y que se

ve perfectamente ilustrado por el caso del amordesinteresado. No hay forma de explicarlo ni dedescribirlo que le haga justicia. En este dominio, lapoesía funciona mucho mejor que la neurociencia, dosformas complementarias y ortogonales de conocimientoque pueden ser, junto a muchas otras, muy valiosas eiluminadoras. ¿Acaso creen que el “conocimiento” quenos proporciona la poesía es menos “real” que el quenos brinda la ciencia? Yo no lo creo así porque, en miopinión, la visión de Homero era tan cierta como la dePitágoras y no olvidemos que aquél estaba tratando concuestiones mucho más complejas. Pero con ello no estoy,en modo alguno, criticando a Pitágoras, porque su geniofue de otro tipo, ya que fue el primer ser humano enexplorar la naturaleza de los números y de susrelaciones, una proeza simultáneamente abstracta yconcreta (¿acaso hay algo más concreto que un triángulorectángulo?), y que fundó una escuela mística paraproteger y reverenciar a este mundo y convertir suinvestigación en un acto sagrado.

Pero Homero no fue ningún holgazán y, como aclaraElaine Scarry en Dreamking for the Book, sabía emplearlas palabras para evocar habilidades tanendiabladamente complejas como el vuelo de una lanzadescribiendo la trayectoria de su sombra (una forma muyespecial, por cierto, de referirse al cuadrado de lahipotenusa). Y éste no es un ejemplo menor, porque

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hipotenusa). Y éste no es un ejemplo menor, porquealgunos eruditos han señalado que la Ilíada y la Odiseahablan de todos los temas importantes de la civilizaciónoccidental presentes en su época.

Una vez que “sabemos” que la suma de los cuadradosde los dos lados de un triángulo rectángulo es igual alcuadrado de la hipotenusa, estamos muy cerca de laabstracción pura, un rasgo maravilloso y misterioso deldominio al que llamamos mente. Durante más detrescientos años, el principal acertijo matemático fue elúltimo teorema de Fermat, que simplemente a rmó queno hay soluciones para la fórmula de Pitágoras a2 + b2= c2 cuando “n” es mayor que 2. Ése fue, durante untiempo, el santo Grial de las matemáticas, en cuyasolución fracasaron, a pesar de sus heroicos esfuerzos,muchos grandes matemáticos, hasta que nalmente fuedemostrado por una hazaña suprahumana depensamiento y motivación por Andrew Wiles que, a laedad de diez años, dedicó su vida a buscar una soluciónal reto esbozado por Fermat y, tras ocho años deesfuerzos en secreto, mientras pretendía estar trabajandoen otra cosa, consiguió nalmente demostrarlo en 1995,con una pequeña ayuda de sus amigos.

También podríamos preguntarnos, dado que es tanabstracto, por la realidad del mundo matemático.Sabemos que los números sirven para contar cosas omontones de cosas, pero ¿qué pasa con el número 0? ¿Yqué sucede con la ausencia de cosas? ¿Qué podemosdecir con respecto a un montón de cierto tipo de no

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decir con respecto a un montón de cierto tipo de nocosas? ¿Qué sucede con ausencia de números en ciertascolumnas de números a las que llamamos “marcadoresde lugar”? ¿Y qué podemos decir sobre el concepto de“número” independientemente de las cosas que, gracias aellos, podamos contar? ¿Es eso signi cativo? ¿Y quédiríamos del hecho de que todos los números puedengenerarse a partir de 0 y 1, de modo que bien podríamosdecir que, si esbozamos algunos axiomas sobre el modoen que operan, esos dos números contienen, de algunaforma, a todos los demás?

No es de extrañar que nos preguntemos si lasmatemáticas son una propiedad del universo o si sonindependientes de cualquier universo físico. ¿Son acasouna construcción de la mente humana y cada matemáticose ocupa de poner de relieve un rasgo concreto delelefante sin permitirnos, no obstante, conocer latotalidad? ¿Existe acaso un sentido matemático? ¿Y, encaso positivo, qué es lo que percibe y quién o qué estápercibiendo? ¿Subyacen acaso las matemáticas, comoparece, al universo físico? ¿Por qué los físicos handescubierto que las matemáticas les ayudan acomprender los fenómenos hasta el punto de queabstracciones tales como los números complejos,“descubiertos” hace ya siglos y que, basándose en la raízcuadrada de un número negativo, no son realmente“reales”, son necesarios para describir con precisiónfenómenos cuánticos que sólo fueron descubiertos haceun siglo?

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un siglo?Las matemáticas se basan exclusivamente en

demostraciones lógicas derivadas de un pequeño númerode axiomas de partida. Cuando algo se demuestra, sedemuestra para siempre y su “realidad” queda

rmemente establecida, aunque se re era a la enésimadimensión que jamás podremos concebir, imaginar nipercibir de otro modo que a través de las mismasmatemáticas.

Éste es un dominio al que sólo pueden acceder losmatemáticos y, aun así, dentro de la estrecha franja de suespecialidad. Con ello quiero decir que los matemáticosson una especie de sacerdotes que hablan un lenguajeque, en muchas ocasiones, resulta ajeno incluso a loscientí cos. Pero ellos están en contacto con “mundos”que, en una época digital como la nuestra, resultanimprescindibles para proteger la transferencia deinformación a través de la criptografía y comprender, almás diminuto de los niveles, la arquitectura misma de lanaturaleza. ¿Son estos mundos creaciones de la mentehumana o son verdades descubiertas que trascienden,independientemente del modo en que se las describa, eltiempo, el espacio y la realidad física? Los matemáticostienen, desde una perspectiva exterior, la sensación deun universo prístino, misterioso y coherente que, debidoal teorema de incompletud de Gödel –semejante alprincipio de incertidumbre de Heisenberg en la físicacuántica– nunca puede ser completamente conocido.Cuando no nos limitamos a un tipo de vocabulario, a

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Cuando no nos limitamos a un tipo de vocabulario, auna modalidad de conocimiento o a un determinadoconjunto de lentes y expandimos deliberadamente elhorizonte de nuestra curiosidad y de nuestrainvestigación, podemos abrirnos a una gran diversidadde modalidades de conocimiento. Entonces tenemos laoportunidad de acceder al misterio que no puedeconocerse conceptualmente, sino tan sólo percibirse,sentirse e intuirse a través de nuestra experiencia directay sin fragmentar en la que con uyen todos los sentidos,sin excluir nada, ni siquiera nuestros conceptos sobre loque revelan en cualquier momento, en un intercambiocontinuo con lo que nos trasciende y que,simultáneamente, no es otra cosa que nosotros mismos.Por ello, cada uno de nuestros misteriosos y milagrosossentidos, incluida la mente, nos proporciona un modo deconocer el mundo y un modo también de conocernos anosotros mismos.

Somos mucho más que cualquier modalidad concretade conocimiento, razón por la cual podemos disfrutar detodas ellas como formas diferentes y complementarias depercibir y participar gozosamente en los momentosatemporales aunque fugaces que con guran nuestropresente. Podemos descansar en el no conocimientotanto como en el conocimiento, en la belleza de la formay de la función como en su misterio o en cualquiera delas herramientas que, en cada momento, nosproporcionen nuestros sentidos, nuestra mente, nuestrosinstintos y nuestros esfuerzos por comprender.

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EN EL UMBRAL: LA CONFLUENCIA

DEL KARMA Y EL DHARMA.UN SALTO CUÁNTICO

PARA EL HOMO SAPIENS

Las contribuciones positivas del ser humano al mundoson tantas y tan importantes como las negativas.

En apenas doce mil años, unas cuatrocientas oseiscientas generaciones (según la amplitud temporalque atribuyamos al concepto de generación), es decir,desde el nal de la última era glacial y el advenimientode la historia que denominamos civilización, el serhumano nos ha proporcionado la belleza y la ingenuidadde las ciencias y las artes de todas las culturas humanas.Han bastado entre cuatrocientas y seiscientasgeneraciones para crear las diversas y maravillosasexpresiones de la agricultura, la medicina, la arquitecturay la democracia y toda la sabiduría evolutiva queencarnan. De hecho, los primeros registros escritos sellevaron a cabo en Sumeria, Egipto y China entre losaños –5000 y –2000, algo que parece indicar que lahistoria se remonta doscientas cincuenta y cientocincuenta generaciones atrás, lo que, hablando en

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cincuenta generaciones atrás, lo que, hablando entérminos biológicos, es un simple parpadeo. Pero aun enel caso de que decidiéramos remontar nuestro origentodavía más atrás hasta la aparición del Homo sapiens(hará unos cien mil años o cinco mil generaciones), eselapso no dejaría de ser –hablando en términosgeológicos– más que un mero arañazo en la super ciedel Gran Cañón del Colorado. Desde una perspectivacosmológica, el despliegue de la vida humana, encomparación con la inconcebible magnitud de tiempo yespacio que dio origen al universo que habitamos (que,según la opinión actual, tiene una antigüedad de 13.700millones de años), ha tenido lugar en un lapso muybreve, in nitamente breve, minúsculo. Lo más curioso,sin embargo, es que nosotros podamos pensar en todoello, observar el espacio y remontarnos en el tiempo (yobservar el espacio es lo mismo que observar que elpasado) y considerar cuidadosamente esa inmensidad deespacio y de tiempo y el misterio de nuestra presencia yd e nuestra conciencia. Porque, de alguna misteriosaforma, nuestra mente puede conocer y comprender esainfinitud.

La nuestra es una especie precoz y, por lo quesabemos, parece la única capaz de reflexionar, explorar yanalizarse a sí misma. Pero nuestra especie tambiénposee una creatividad ilimitada para convertir lo queimagina en productos e ideas tangibles, la única capaz deimaginar y transformar la energía pulsante de la vida enexpresiones matemáticas y poéticas. Ambas capacidades

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expresiones matemáticas y poéticas. Ambas capacidadesposibilitan el descubrimiento y la exploración demundos virtuales, de mundos parcialmente existentes yparcialmente inexistentes, de mundos muy difíciles decrear, de abordar y de llegar a conocer, lo que, cuandopensamos detenidamente en ello, resulta más quesorprendente. Y es que nuestra capacidad de conocer, depensar, de atisbar algunas verdades mayores más allá dela apariencia de las cosas y de actuar parece, en verdad,ilimitada.

El nombre con el que se conoce a nuestra especieremite más al conocimiento que a la acción, mientrasque la expresión “ser humano” apunta directamente alser, a la conciencia y a la sensibilidad. Como ya hemosdicho, no nos denominamos actores humanos, y ello poruna buena razón, puesto que nuestra acción se deriva dealgo mayor a lo que intuitivamente conocemos como ser.

Pero también somos capaces de engañarnos, deentender de forma errónea las cosas, de equivocarnos yhasta de confundirnos. Como ya hemos visto ennumerosas ocasiones, cuando el Homo sapiens se hallasumido en el miedo y la ilusión puede llegar a ser, bajoel disfraz de un bien mayor y por lo general en nombrede Dios, realmente cruel. No es de extrañar, por tanto,que ese supuesto bien sea el nuestro o el de nuestra tribua expensas de los demás, porque lo cierto es que cuandopensamos sólo lo hacemos en nosotros mismos.

En seiscientas generaciones o menos, los sereshumanos hemos explorado y llegado a poblar, partiendo

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humanos hemos explorado y llegado a poblar, partiendode pequeñas comunidades aisladas, la mayor parte delplaneta, hemos dado origen a una gran diversidad deculturas, hemos globalizado el comercio y nos hemossumido episódicamente en el miedo, la envidia y eldesprecio de un modo tal que las naciones máspopulosas y hasta grupos mayores de aparienciareligiosa han utilizado nuestra ingenuidad para manteneruna guerra continua con otros grupos por los que nossentimos amenazados o cuya tierra o recursoscodiciamos. En los doce mil años aproximados que duranuestra historia, esta predisposición al con icto se haconvertido en una receta para el desastre que hagenerado un inmenso sufrimiento.

Este legado tiene aspectos muy positivos y otros muynegativos. Nosotros también podríamos caracterizar,como lo hiciera Charles Dickens con la suya y la de laRevolución Francesa, nuestra época del siguiente modo:«Ése fue mejor de los tiempos y ése fue también el peorde los tiempos…». Nuestro legado amalgama lo máshermoso y lo más espantoso, los logros másextraordinarios de grandes culturas y las ruinas y ladestrucción provocadas por nuestra belicosidad ybeligerancia aparentemente innatas. Conviene señalar, eneste sentido, que la expresión “bendición” transmite elsigni cado etimológico de la palabra francesa blessure,que signi ca “herida” y, también, “bendición”. Quizásesta especial sensibilidad sea precisamente la que haposibilitado el desarrollo del conocimiento, nuestro

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posibilitado el desarrollo del conocimiento, nuestrolegado de nacimiento, la herencia que nuestra especie haido acumulando y a la que sólo podremos accedercuando reconozcamos nuestra vulnerabilidad, laexperimentemos y encontremos el modo de honrarla, enlugar de seguir esforzándonos en erradicarla de nuestraconciencia a través del miedo y la ira que no hacen másque enmascararla y dejarnos a su merced.

Todos somos, desde una perspectiva genética, lamisma persona porque, genéticamente hablando, lasdiferencias que nos separan son minúsculas.1 Lo únicoque diferencia al más blanco de los blancos del másnegro de los negros y al más alto del más bajo denosotros no es más que uno de los mil nucleótidos quecomponen nuestro ADN. Somos idénticos en un 99,9%.Así pues, aunque todavía no nos demos cuenta, todosestamos estrechamente relacionados y formamos partede la misma tribu, de la misma familia. Por ello, elmodo en que tratamos a los demás tiene un efectodirecto sobre nuestra salud, sobre nuestro bienestar yquizás incluso sobre la supervivencia de nuestra especie,pero no en un futuro distante, sino ahora mismo.

Obviamente, las diferentes culturas tienen ideas muydistintas sobre el signi cado de la relación y de laconexión, pero hace doce mil años e incluso antes esasdiferencias y esas enemistades no ponían en peligro elbienestar del planeta ni la supervivencia de la especie,por no decir nada de la civilización y de la cultura. Enesa época, los grupos humanos vivían muy separados

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esa época, los grupos humanos vivían muy separadosentre sí y cada uno de ellos se ocupaba sobre todo decomer, dormir, sobrevivir y procrear. Por ello,independientemente de lo que hiciesen, formaban parteintegral del mundo natural y eran tan pocos que susvidas y sus con ictos eran bastante menores. Laselaboradas pinturas y gurillas que hemos descubiertoen las cavernas del Paleolítico han puesto claramente derelieve la rica vida interior de nuestros ancestros. Su arteera extraordinario y el hecho de que haya perduradohasta hoy pone de mani esto que también lo era sutecnología. Y aunque parece que vivían en cavernas, elimpulso que les llevaba a pintar y a celebrar el misteriode la vida en la inmensidad de la naturaleza y a a rmar,de ese modo, su experiencia de ella era incontenible.

Doce mil años más tarde, hemos acabadodiseminándonos por la faz del planeta y los recursos deque disponemos son cada vez más escasos. Pero, por másque hayamos llegado a trascender los vínculos de sangre,de matrimonio y de tierra, cada vez parece mayor elodio, la enemistad y el recelo entre las distintas culturas.Las Naciones Unidas constituyen un claro intento dereconocer la unidad subyacente que todos compartimos yencontrar formas pací cas de conciliar nuestrasdiferencias. Se trata de un intento incipiente, aunquemuy loable, en el que debemos seguir insistiendo ymadurando.

Si queremos que nuestra especie se desarrolleplenamente y como naciones entre naciones, perdure lo

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plenamente y como naciones entre naciones, perdure loque perdure el concepto y la institución de la “nación”,parece que ha llegado el momento de reconocer que nosólo nos ha llevado hasta aquí nuestra bondad intrínseca,sino también el saqueo y el pillaje. Hemos llegado hastadonde hemos llegado sometiendo sin piedad a otrastierras y a otros espacios vitales, episodios sobre los quenuestros libros de historia sólo nos brindan una versiónaséptica disfrazada de progreso y del dictado de loinevitable. Los distintos pueblos, pues, se vieronobligados a adaptarse o desaparecer. Así fue comocivilizaciones enteras acabaron sometidas o pasadas porla espada.

Y el karma del genocidio y de la esclavitud tambiénafectó a Estados Unidos. ¿Por qué nos empeñamos enminimizarlo? Obviamente, porque nos molesta verlo yreconocernos en ello. Los europeos querían adueñarse deeste mundo y acabaron haciéndolo, sin importarles elcoste que ello supusiera para sus moradores nativos.Querían trabajadores que labraran sus campos y nodudaron, para ello, en obligar despiadadamente amillones de africanos a trabajar como esclavos, a los queni siquiera, en su mundo “nuevo”, consideraban comoseres humanos. Parece que cuando contamos con losmedios para hacerlo la sumisión y el dominioconstituyen uno de los rasgos característicos, al menoshasta la fecha, de nuestra especie.

Y América, tanto América del Norte como América delSur, no ha sido el único continente en incurrir en esta

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Sur, no ha sido el único continente en incurrir en estahistoria de usurpación del espacio vital de otros pueblosa los que se consideraban infrahumanos, algo que siguesucediendo hasta hoy en día. No existe ningunacivilización que no haya incurrido, en uno u otromomento de su historia, en este tipo de episodios.

La civilización moderna, como en los tiemposcoloniales, necesita muchos recursos, sobre todo fuentesde energía con las que poner en marcha sus máquinas,materias primas con las que alimentar las fábricas ymercados en los que vender sus productos. Es unorganismo que debe alimentarse de continuo. Es ciertoque ya no tenemos esclavos, pero todavía corremos elriesgo de vernos esclavizados por la rapacidad colectivay la arrogancia moral que ubica las necesidades y losdeseos de nuestra tribu por encima de otras tribus a lasque consideramos menos afortunadas o menosdesarrolladas, ignorando una vez más que “ellos”, enúltima instancia, también somos “nosotros”.

Hoy en día padecemos los excesos de un pasado quere eja nuestra avaricia y nuestra ignorancia, perotendemos a racionalizarlos como el inevitable fruto de la“naturaleza humana”. Pero parece que nuestro país ya nopuede seguir permitiéndose el karma de tal arroganciaegocéntrica, una arrogancia que desmiente claramentenuestros ideales profesos de justicia, vida, libertad ybúsqueda de la felicidad para todos. La guerra que selibra dentro de cada uno de nosotros y dentro de laespecie humana parece no tener fin.

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especie humana parece no tener fin.¿Qué debemos hacer?Quizás tengamos que reconocer y liberarnos

deliberadamente de nuestro karma pasado y escucharcon mucha atención y de forma cuidadosa nuestrodharma interno y externo presente y futuro. Más prontoo más tarde deberemos realizar –en el sentido profundode hacer real– la con anza sagrada que proclama nuestraretórica nacional y que se ve traicionada por muchas denuestras acciones. Ya no podemos seguir ignorando pormás tiempo nuestra auténtica naturaleza como especie,como civilización, como nación compuesta de pueblosmuy distintos y como única “superpotencia” delmomento. No estaría de más recordar que, en su día, elimperio mongol también fue la única superpotencia,como también lo fueron, siglos antes, los egipcios, lospersas, los griegos, los romanos, los sarracenos, los mayasy los incas.

La alternativa que nos brinda esta época no es comosuperpotencia, sino como especie. Y es que nuestraespecie está a punto de experimentar un salto cuánticohacia otro nivel de ser. Cada vez estamos más despiertosa la belleza y la bondad que nuestro ingenio, nuestroesfuerzo y nuestra capacidad para el amor y la bondadaportan al mundo, y más conscientes también de lanecesidad de enfrentarnos al daño y el sufrimientoprovocados por nuestra avaricia y nuestra inconsciencia.

Nos hallamos en un momento especialmente crítico enel que con uyen karma y dharma. Recordemos que el

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el que con uyen karma y dharma. Recordemos que elkarma es la consecuencia acumulada por nuestrasacciones pasadas, mientras que el dharma, por su parte,consiste en la comprensión consciente del resplandorinherente a nuestra especie, la actualización de lo másinteligente, bondadoso, amable y sabio de nuestrocorazón y de nuestra mente. Y ello incluye también elreconocimiento del resplandor inherente a todas lasespecies y la estrecha relación que nos une a ellas… ytambién incluye respetar el lado oscuro de nuestranaturaleza sin sucumbir, no obstante, a él.

El reto al que nos enfrentamos consiste, en suma, enresponder a la llamada de nuestra especie a despertar.Podemos aprovechar la ocasión para alentar unatransformación de nuestra conciencia y experimentar unsalto cuántico mediante el cultivo de nuestrasensibilidad, de nuestra atención y de nuestra conciencia,aunque ello requiera de un esfuerzo y de una motivaciónconsiderables como individuos, como naciones y comociudadanos de este planeta, con todo el karma que elloconlleva. De otro modo, nos veremos expuestos a sufrirlas consecuencias, todavía más espantosas, provocadaspor nuestra distracción y nuestra ignorancia de lo que esmás importante y esencial para el orecimiento de lavida sobre la Tierra y para que todos podamos actualizarnuestras capacidades más sabias y más plenas.

Estamos espiritualmente hambrientos de una formamás auténtica de estar en este mundo y de serprofundamente genuinos con nosotros mismos. Tenemos

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profundamente genuinos con nosotros mismos. Tenemossed de libertad para poder ser, tanto interna comoexternamente, tal como somos. Pero si realmentequeremos disfrutar de la libertad, deberemos antesliberarnos y celebrar esa libertad en la comunidad de sery de pertenecer al sangha, el entorno sagrado que nosproporcionan los demás. Y lo más paradójico es queanhelamos una felicidad intrínseca que ya poseemosdesde el mismo momento de nuestro nacimiento y que siresulta tan elusiva y efímera es porque hemos acabadoperdiéndonos entre los deseos de nuestra mente ydesconectándonos, de un modo u otro, de nuestra mentey de nuestro corazón.

¿Cómo podemos empezar a experimentar esalibertad? Del mismo modo en que podemos llegar aCarnegie Hall, mediante la práctica, la práctica y lapráctica, y permitiendo que la belleza que amamos ysomos se exprese en nuestra acción.

Los últimos doce mil años de civilización y desarrollohan sido un período de incubación y gestación. Ahora noes sólo posible sino también necesario que el Homosapiens sapiens experimente un nuevo nacimiento, unnuevo salto cuántico, una nueva oportunidad parapercibir lo que se halla ante nosotros y para que nuestrageneración y las generaciones venideras sepan lo querealmente deben saber. Pero para ello es necesariaintencionalidad, determinación, paciencia y sabiduría.Necesitamos dejar de pensar en términos de años yempezar a hacerlo en términos de siglos. Los antiguos

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empezar a hacerlo en términos de siglos. Los antiguosmoradores de América decían que si queremos serviradecuadamente a la Tierra debemos tener en cuenta, almenos, a las siete generaciones que nos seguirán. Sólo asípodremos realmente servir al mundo. Después de todo,los seres humanos que nos sucederán somos nosotros.

1. Eric Lander. Conferencia presentada en el diálogo X del Mind andLife Institute, titulado “The Nature of Mind, the Nature of Life”,celebrado con Su Santidad, el Dalai Lama en octubre de 2002 enDharamsala (India).

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REFLEXIONESSOBRE LA NATURALEZA

DE LA NATURALEZA Y EL LUGARQUE OCUPAMOS EN ELLA

Recuerdo que cuando tenía doce años pasé un verano enWoods Hole, donde veraneaban las familias de lostrabajadores de los laboratorios del Marine BiologicalLaboratories, cuyos hijos pasábamos el día en la playa,paseando en bicicleta o en el Club del MBL, que en esaépoca era el lugar más fresco de la ciudad. Fueronmuchas las conversaciones sobre temas importantes quemantuvimos entre una partida de ping-pong y otrosjuegos similares rodeados de hileras de libros rancios,cómodos asientos acolchados y tableros de ajedrezesparcidos por doquier en una gran sala decorada conesferas de cristal de colores, estrella de mar y grandesconchas de cangrejos que pendían suspendidas de redesde pesca colgadas del techo. La tienda de Jaskin tenía unexpositor giratorio abarrotado de libros de Mentor contítulos tan sugerentes como One, Two, Three… In nity yThe Birth and Death of Sun, de George Gamow, yFrontiers of Astronomy, de Fred Hoyle, quecomprábamos por medio dólar y devorábamos

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comprábamos por medio dólar y devorábamosemocionados. Nos sentábamos en círculo bebiendoaquellas botellas de cristal verde de Coca-Cola queconseguíamos en un gran dispensador rojo ubicado en elsótano, –aquellos aparatos en los que después de insertarlas monedas debías girar la manivela hacia la derechahasta conseguir la botella– y leíamos en voz alta ycharlábamos sobre el Big Bang, las teorías sobre elestado estable, la naturaleza del universo y la concienciay el signi cado que todo ello tenía para nuestra vida.Todavía conservo un viejo ejemplar de One, Two,Three… In nity con el lomo roto, las páginasamarillentas y quebradizas y ese olor a ranciocaracterístico de los libros antiguos.

Todos tenemos ese tipo de recuerdos que, en 1956, notenían mucho sentido. Pero avancemos hasta el momentopresente. En un libro encantador titulado The ElegantUniverse, un correlato moderno de los que solíamos leeren nuestra infancia, el físico teórico Brian Greene a rmaque las limitaciones impuestas por la teoría de lassupercuerdas requieren de un universoundecadimensional, que dada nuestra escasacomprensión de la intuición de Einstein de que eluniverso está compuesto de cuatro dimensiones (de lasque la cuarta es el tiempo), resulta bastante difícil deasumir.

Los físicos actuales creen (si éste es un términoapropiado hablando de física) o tienen muy seriamenteen cuenta la posibilidad de que el universo, que fue

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en cuenta la posibilidad de que el universo, que fuecreado de la “nada” a partir del Big Bang en un períodode tiempo in nitamente corto, el instanteinconcebiblemente breve que, hace 13.700 mil millonesde años, determinó el comienzo del tiempo (unaexplicación bastante más extraña, dicho sea de paso, quecualquier antiguo mito de la creación, ya sea babilonio ode cualquier otro tipo), sea un universoundecadimensional.

Parece que siete de las once dimensiones originalesdejaron de “desplegarse” en el mismo momento de lacreación, dejándonos tan sólo con la apariencia de lastres dimensiones habituales conocidas más la cuarta, quees el tiempo. Pero que esas dimensiones no se hayandesplegado no signi ca que dejen de estarpotencialmente “plegadas” (si es que podemos decirloasí) dentro de todo y que no sean absolutamentenecesarias para el “funcionamiento” del universo, paraque los protones sean protones, los electrones seanelectrones y los quarks sean quarks. Esto es, al menos, loque nos dicen las matemáticas del universo, lo que, en símismo, resulta una idea muy interesante. Nuestrossentidos, obviamente, sólo se ven activados por las tresdimensiones y quizás, dependiendo de nuestrasensibilidad, también por la cuarta.

Avancemos de nuevo desde el momento del Big Banghasta nuestros días. Nuestros cuerpos, aun nuestrascélulas individuales, son galaxias completas en símismas, universos compuestos por un número

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mismas, universos compuestos por un númeroinconcebiblemente grande de átomos, por no decir nadade las partículas elementales, que mantienen uncontinuo intercambio dinámico con el universo mayor enel que nos hallamos sumidos. Nuestro cuerpo es unespacio casi completamente vacío, tan vacío como losátomos, condensaciones sutiles de campos energéticos enlos que solemos pensar como partículas, pero quetambién pueden ser perfectamente descritos como ondasde probabilidad, el locus, en cualquier evento, de unaextraordinaria concentración de energía.

¿No les parece maravilloso que el Big Bang y el pasodel tiempo hayan acabado dando misteriosamente origenal cuerpo humano y a la mente? Es como si nosotrosfuésemos el medio (el único medio) a través del cual elátomo de hidrógeno, el quark o la cuerda –el nivel, ensuma, más fundamental (el impulso primordial que dioa luz al universo a partir de la nada y de ningún lugar)–pudieran contemplarse y nalmente conocerse a símismos a través de lo que llamamos conciencia osensibilidad. La sensibilidad es un asunto muyimportante para la neurociencia cognitiva y nadie, comoya hemos señalado antes, tiene la menor idea de cómo lamateria y las neuronas acaban dando lugar a laexperiencia subjetiva de un mundo ricamente texturado,desde los fotones de una determinada longitud de ondahasta la percepción experiencial del color “azul”, por nodecir nada del mundo que parece estar “fuera de aquí”,pero que sólo lo está respecto a nuestra experiencia del

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pero que sólo lo está respecto a nuestra experiencia delmundo de “aquí dentro”. No parece, pues, que loimportante sea la separación, sino la relación. Laseparación no es, en cierto modo, más que una ilusión ala que sólo apelamos para hablar convencionalmente deella. Así pues, como bien podría haber dicho Yogi Berra,todavía queda mucho para poder llegar a unaexplicación convincente de la sensibilidad.

Y lo que es más, esta sensibilidad y la ampliación denuestras capacidades sensoriales gracias a instrumentosenviados al espacio en satélites parece haber descubiertoque, cuando miramos “fuera de aquí” –que es elequivalente a mirar hacia atrás en el tiempo– hastallegar hasta el mismo origen de las cosas, sólo unafracción muy pequeña (el 4%, según los astrónomos) dela masa y la energía del universo está compuesta por loque en la actualidad conocemos como materia. Pareceque casi la cuarta parte de toda esa masa está compuestapor lo que ahora se conoce como “materia oscura”, lasustancia que compone los agujeros negros, y que elresto es “energía oscura”, lo que parece estardeterminando, en una suerte de antigravedad, elmovimiento de expansión del universo a una velocidadcada vez más acelerada.

En cualquiera de los casos, volver a nosotros y anuestra capacidad de experimentar y conocer laemergencia de lo complejo (como la vida y lasensibilidad) a partir de lo menos complejo (como lamateria inerte) en sistemas dinámicos es un modo de

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materia inerte) en sistemas dinámicos es un modo deexplicarnos, de manera conceptual y racional, la relaciónexistente entre el caos, la complejidad y el orden. Peropuesto que todo parece “originarse” en el momento delBig Bang, todavía debemos enfrentarnos a algo queprocede de la nada, un espacio y un tiempo que parecenprovenir de un espacio anterior al espacio, de un tiempoanterior al tiempo y de una materia procedente deninguna parte como energía pura in nita. ¿No lesparece, como a mí, que todo esto alienta el amor por laciencia?

Otra visión –más budista, por cierto– a rma que“algo” no puede proceder de “nada” y, mucho másconcretamente, que la conciencia no puede proceder dela materia.

Resulta fascinante que estas dos formas de explorar lanaturaleza de la realidad y la naturaleza de la mentemantengan hoy en día un diálogo dinámico gracias, engran parte, al interés del Dalai Lama en la ciencia y elmodo en que funcionan las cosas.1

Antes de que el universo naciera ya existía algo sin forma y perfecto, sereno, profundo, solitario, inmutable, infinito y eternamente presente.Es la madre del universo y a la que, a falta de mejor nombre, llamamos Tao.

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LAO TZU, Tao Te King

Consideremos, por última vez, el “universo” quesomos. A un determinado nivel, nuestro cuerpo estácompuesto por espacio casi completamente vacío (ocampos), en el que hay unos escasos y raros focos deenergía altamente condensada a los que llamamos masa.Si aumentamos la escala, estos focos se transforman encuerdas, luego en quarks, después en electrones,protones y neutrones y, por último, en átomos. Siaumentamos todavía más la escala, advertimos laexistencia de asociaciones de átomos en forma depequeñas moléculas, moléculas de tamaño medio,macromoléculas (como las enzimas y las proteínas) ymegamoléculas como el ADN, la madre del software, porasí decirlo, que impulsa y regula el universo de la vidaen el planeta. Luego existen las megaasociaciones demoléculas (orgánulos), como los ribosomas, los retículosendoplasmáticos y los aparatos de Golgi (¿no lesparecen, todos ellos, términos muy misteriosos yatractivos?).

Todo esto sólo describe una pequeña fracción delcontenido de una célula en un cuerpo que, como yahemos visto, está compuesto de un númeroinconcebiblemente grande de células, todas las cuales seoriginan en una sola célula, el huevo fertilizado, queprocede de dos células, una de cada universo parentalque, según la versión estándar, se combinan durante launión de los cuerpos de los padres.

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unión de los cuerpos de los padres.¿No se han conocido nunca a sí mismos de ese modo?

Y no me re ero tan sólo a experimentarlo a través delpensamiento –aunque el pensamiento y el conocimientoprofundo de la física, de la química, de la biología y dela ciencia cognitiva pueden contribuir positivamente aello–, sino a través de la conciencia, de la sensación, delsentimiento y del ser encarnado, permitiendo que sumente albergue y llene completamente su cuerpo, desdela envoltura cutánea hasta los músculos, lasarticulaciones, los huesos, el hígado y los pulmones y, enocasiones, pulsando en los genitales, en el corazón, en lasangre y en el cerebro y en todo lo que podemos invocaren términos de emociones, órganos y tejidos hasta llegara experimentar la actividad celular, la actividad de losribosomas, los cromosomas y las enzimas (si es quepodemos usar tales términos) en este nivelfundamentalmente acuoso y, más allá de él, hasta lasmoléculas, los átomos, los quarks, las cuerdas y el vacíoque los separa, y aun en su interior, incluidas las sietedimensiones sin desplegar (de qué otro modopodríamos, si no, hablar de ellas) de la realidad o de lanaturaleza.

¿Podemos, dicho en otras palabras, entender lo quesomos más allá de la diferencia que existe, en estemismo instante, entre materia y no materia y entre sujetoy objeto? ¿Podemos ver, entender y absorber el milagroy el misterio vivo que mora en todo ello, el misterio queopera en todo y en el que podemos pensar, desde el

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opera en todo y en el que podemos pensar, desde elhecho de movernos hasta el de caminar, digerir elalimento, hacer el amor, tener hijos y alimentarlos hastala edad madura, encontrar alimento y signi cado, hacerarte y música, relacionarnos con los demás y quizá, enúltima instancia, conocernos a nosotros mismos?

¿Podemos entender también que nuestra magní caprecocidad está irónica e inadvertidamenteenvenenándonos físicamente a nosotros mismos y a labiosfera debido, sobree todo, al miedo, a la codicia y alingenio de nuestra mente, de nuestra industria y denuestras instituciones, lo que se torna peligroso cuandonos despreocupamos de las totalidades y nos quedamosidenti cados, atrapados, absortos y fascinados por laspartes?

Son muy pocas las cosas que sabemos sobre lanaturaleza del malestar y de la enfermedad quepadecemos. Pero también debemos cobrar conciencia dela salud del mundo, controlar sus signos vitales y valorarsu signi cado y sus posibles consecuencias. Quizás estecuidado sea un signo de vida inteligente en este planetaque se expresa simultáneamente como sabiduría y comocompasión por cualquier forma de vida y desensibilidad, lo que nos incluiría a nosotros mismos ytambién incluiría a nuestros hijos.

1. Véanse los diferentes libros publicados por el Mind and LifeInstitute (www.mindandlife.org) sobre los distintos encuentros

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celebrados entre el Dalai Lama, monjes y monjas budistas, eruditosy científicos de disciplinas diferentes, para hablar sobre todo de laneurociencia cognitiva, la psicología, la biología, la física y lafilosofía.

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EL DESPLIEGUEDE LAS DIMENSIONES

OCULTAS

Resulta sorprendente que la metáfora de las dimensionesocultas que, de algún modo, todavía no se han“desarrollado” tenga aplicaciones prácticas a nuestra vidacotidiana. Si los físicos pueden pensar seriamente encosas tan extrañas, quizás nosotros también podamos vermás claro lo que se halla frente a nuestras propiasnarices.

Bien podríamos decir que, por una u otra razón, sonmuchas las dimensiones de nuestra vida que permanecen“plegadas” en nuestro interior y todavía no han tenido laocasión de desarrollarse. Es muy probable que si esasdimensiones se desplegasen nuestra vida experimentaseuna especie de Big Bang. Eso es, precisamente, lo quea rman los relatos de muchas tradiciones meditativascuando hablan –en un lenguaje que no es mucho másextraño que muchas de las a rmaciones de la ciencia– de“explosiones” súbitas de comprensión que vanacompañadas de revelaciones de una gran claridad.

Una de esas dimensiones ocultas es el momentopresente que, pese a hallarse siempre “aquí” nos resulta,

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presente que, pese a hallarse siempre “aquí” nos resulta,con mucha frecuencia, inaccesible y ajeno, razón por lacual no nos damos cuenta de él. Su rica dimensionalidadse halla oculta, eclipsada por nuestra preocupación porllegar a alguna otra parte, lo que nos lleva a atravesarprecipitadamente el momento presente sin advertir quesiempre estamos en él y que, literalmente hablando, nohay otro lugar al que ir ni otro tiempo que ocupar.

¿Podría desplegarse ante nosotros esta dimensión quees el momento presente? ¡Ciertamente sí!

Pero ¿qué necesitaríamos para ello? ¿Cómopodríamos detenernos, mirar y escuchar? ¿Cómopodríamos, en suma, restablecer el contacto con nuestrossentidos?

Ya hemos mencionado antes la mesa del banquete dela que hablan los Cuatro cuartetos de T.S. Eliot y hemostratado de presentar el postre que en él nos aguarda.Pero para asimilar estas líneas inmortales debemos tenerel adecuado estómago:

No buscada y así desconocida, pero oída, intuida en el silencio entre una ola y la siguiente.Rápido, aquí, ahora, siempre, un estado de plena sencillez (su precio es nada menos que todo).

El poder del presente es tan inconcebible como laextraordinaria energía del vacío o la pequeñez de las

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extraordinaria energía del vacío o la pequeñez de lasdimensiones no desarrolladas que subyacen bajo lo másprofundo de los átomos y se hallan inmersas en elentramado mismo del espacio. No hay modo ninecesidad alguna de creer en el momento presente, loúnico que necesitamos es experimentar y ver pornosotros mismos el modo de agregar una nuevadimensión a la vida que nos proporcione más grados delibertad y nos abra, durante el breve período en queestamos aquí, a dominios y formas de vida nuevas porcompleto que tan claramente resumen lo que llamamosvida y que con tanta facilidad perdemos. Éste es elbanquete al que todos, instante tras instante, estamoscontinuamente invitados.

Como Derek Walcott dijo de forma tan hermosa:«¡Siéntate! ¡Disfruta de la vida!».

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VIENDO LAS COSASEN PERSPECTIVA

Imagine un espacio inconcebiblemente grande, unespacio sin origen, sin nal y sin centro. Imagine que eseespacio está vacío y, no obstante, lleno de focos discretosde materia, de galaxias compuestas por un númeroinimaginable de estrellas, de galaxias apiñadas yubicadas a distancias y tiempos inconcebibles en lo queparecen burbujas, membranas apenas esbozadas en lavacuidad, que se alejan unas de otras a una velocidadextraordinaria en una expansión acelerada que parecehaberse originado hace 13.700 millones de años,momento en el cual la materia, la energía, el espacio yel tiempo se hallaban contenidos en un punto carente dedimensión fuera del cual nada existe, porque nada hayfuera del universo.

Imaginen a la Tierra azarosamente ubicada en esainconcebible inmensidad del espacio y en esainimaginable atemporalidad a la distancia justa de unaestrella relativamente joven y relativamente próxima deuna de esas galaxias, ni demasiado caliente ni demasiadofría para que en ella puedan aparecer formas complejasde vida, formada hace unos 4.000 millones de años en la

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de vida, formada hace unos 4.000 millones de años en lavecindad del Sol y los demás planetas de una ligera nubede átomos originada en el horno de una generaciónanterior de estrellas en espectaculares explosiones queconsumieron su hidrógeno y acabaron rindiéndose a laimplacable fuerza de atracción de su propia masa a laque llamamos gravedad. Imaginen a la temprana Tierrasin criatura alguna que poblase sus paisajes, merasplacas tectónicas acomodándose a lo largo de eones,incubando lentamente el nicho de la vida, vida en elmar, en la tierra y en el aire, formas de vida muysimples al principio, seguidas de formas cada vez máscomplejas. Y en los últimos millones de años, en lo que,comparativamente hablando, no son más que unos pocossegundos –el tiempo que dura un parpadeo en el abismode la eternidad–, el despliegue de la vida humana.

Maravíllense, por un momento, del orecimiento de lavida en esa esfera verde, azul, blanca y marrón colgadadel vacío, en la inmensidad y en la oscuridad delespacio. Asómbrense, por unos instantes, del hecho deque, en algún lugar cercano a la costa de un enormecontinente de roca torturada otando sobre un lechosemilíquido que se asienta sobre un núcleo de hierrofundido, puedan registrarse por escrito estas frasesgracias a una máquina que recibe la presión de losdedos. Y maravíllense también de que los ojos puedancontemplar el despliegue de las palabras en una pantallacreada por el ser humano, palabras que dan forma a lascorrientes de energía organizada a la que llamamos

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corrientes de energía organizada a la que llamamospensamientos y sentimientos que emergen mágicamenteen una mente que, en sí misma, no tiene la menor ideade cómo ocurre todo y que todo depende, en ciertomodo, de un órgano de kilo y pico encerrado dentro deun cráneo que, según nuestro limitado criterio, parecehaberse originado en África hace mucho, mucho tiempo.

Y nosotros estamos preocupados por las facturas, porlo lejos que llegarán nuestros hijos, por si serán o nofelices, por si los demás nos quieren o nos aceptan, porsi conseguiremos el éxito que deseamos, por silograremos el amor y la aceptación que tanto anhelamoso por si la presión de las cosas que todavía nos quedanpor hacer nos dejará su ciente tiempo libre. Nospreocupamos (dándole, como el perro que roe un hueso,vueltas y más vueltas) por la economía, por nuestrocuerpo y por nuestra mente, por el pasado y por elfuturo. Nos preocupamos por la enfermedad, por elenvejecimiento, por la pérdida de vista, por la pérdidade audición y por la capacidad de sentir el suelo que nossostiene. Nos preocupamos por no tener tiempo, pornecesitar más tiempo, por tener demasiado tiempo, pordesear que las cosas sean diferentes, mejores y mássatisfactorias y, más pronto o más tarde, acabamospreocupándonos también por la muerte.

También nos preocupamos por la crueldad y elsinsentido aparente del mundo en el que vivimos y en elque son muchas las personas que viven sumidas en lamiseria y en la pobreza, despojados de voz hasta que,

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miseria y en la pobreza, despojados de voz hasta que,mágicamente, la encuentran por sí solos. Nospreocupamos por un mundo contaminado, con muchafrecuencia, por la violencia y la descon anza de losdemás, de nosotros mismos y del mundo natural, al queseguimos explotando como un subproducto del impulsonatural a construir cosas y a venderlas, movidos por laambición de acaparar el mercado, conseguir bene cios,labrarnos un porvenir, ganar a nuestros competidores,tener más dinero y más cosas y alcanzar supuestamente,gracias a todo ello, la felicidad.

¿No les parece que hemos perdido la perspectiva?¿No creen que nos hemos olvidado de ver yexperimentar la totalidad de nuestra condición comoindividuos y como especie? ¿No estamos ignorandoacaso nuestra pequeñez, nuestra insigni cancia, nuestraabsoluta provisionalidad y tratando quizás de compensarinconscientemente esa pérdida controlando y dominandola naturaleza en lugar de recordar que todos hemosnacido en ella y que, en consecuencia, dependemosinconsútilmente de ella? ¿No les parece en suma que,antes de pasar a la acción –antes de que se nos acabe eltiempo de que disponemos–, valdría la pena que nosconociéramos a nosotros mismos y que conociésemostambién nuestra auténtica naturaleza?

¿No les parece que estamos ignorando nuestrasverdaderas capacidades y truncando así el orecimientode una verdadera inteligencia en este extraño universoque es nuestro hogar y con el que convendría que nos

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que es nuestro hogar y con el que convendría que nosfamiliarizásemos? ¿No les parece que estamos ignorandoel milagro de la forma humana, este conglomerado deátomos originario de las estrellas que es el cuerpohumano, el regalo de la vida humana y la posibilidad devivirla plenamente, y que en lugar de seguir ignorándola,deberíamos mantener el contacto con nuestra creatividadesencial y con el misterio de nuestra sensibilidad, denuestra conciencia, de nuestra presencia, de nuestraabsoluta necesidad de los demás, de nuestra capacidadde contemplar todo ese espectáculo respetuosamentesobrecogidos por el conocimiento del universo en el quehemos nacido y que ahora habitamos?

Desde la perspectiva que nos proporciona el universo,desde el punto de vista de un espacio y de un tiempoin nitos, lo que sucede en este pequeño planeta carecede importancia. Pero para nosotros, para quienesestamos aquí –aunque sólo sea brevemente–, la tienetoda, porque lo que hagamos y aprendamos aquí setransmitirá a las futuras generaciones. ¿No les parece queha llegado ya el momento, mientras todavía tenemos laoportunidad, de abrazar el espectro completo denuestras capacidades, el momento de explorar ydesarrollar nuestra plenitud como seres humanos?

Son muchos los indicios que parecen apuntar a que, enlas próximas décadas y en los próximos siglos, nuestraespecie alcanzará un momento crítico de su evolución.Nuestra precocidad como artí ces y pensadores nos hallevado a un punto en el que podemos in uir en

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llevado a un punto en el que podemos in uir ennuestros genes, ampliar genéticamente nuestralongevidad, cuando no lograr la inmortalidad,experimentar con interfaces biológicas basadas en elsilicio para almacenar y recuperar información (¿quiénrechazaría la oportunidad, si dispusiera de ella, deactualizar su memoria?), diseñar máquinas que notardarán en “pensar” mejor y más rápido que nosotros yquizás, en un futuro no muy distante, crear dispositivos yautómatas autorreplicantes y programables tan pequeñosque puedan ser tragados y que se encarguen de manteneren forma, molécula a molécula, nuestro cuerpo.

Ante tales eventualidades y muchas otras que, por elmomento, nos resultan inconcebibles, pero que es muyprobable que no tarden en emerger en esta cultura en laque todo lo que concebimos y que resultatecnológicamente posible no tarda en materializarse, sonmuy pocos los que tienen algo que decir y menostodavía los que creen que se trata de una buena idea. Losprofetas del Antiguo Testamento clamaron contra lainconsciencia de su pueblo y, si estuvieran vivos hoy endía, no hay duda de que harían lo mismo contra lainconsciencia de nuestra especie. Pero se escuchen o novoces por encima de la necedad irre exiva, ya nopodemos seguir ignorando quiénes somos y dóndevivimos, ni tampoco las consecuencias, tanto individualescomo colectivas, de nuestras acciones.

Quizás haya llegado ya el momento –mientras todavíaestamos a tiempo– de hacer gala del nombre que, como

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estamos a tiempo– de hacer gala del nombre que, comoespecie, nos hemos atribuido, de recuperar nuestrasensibilidad y de restablecer el contacto con nuestrossentidos. Son tantas las cosas que se hallan en juego quesi desaprovechamos esta oportunidad el tiempo de quedisponemos será más corto de lo que pensamos. Lo queestá en peligro, en última instancia, es nuestro corazón,nuestra humanidad, nuestra especie y nuestro mundo. Ypara afrontar esa tarea, disponemos del espectrocompleto de lo que somos. Y para ello no hace faltanada especial, basta, simplemente, con empezar aprestar atención y despertar a las cosas tal como son.Todo lo demás nos vendrá dado por añadidura.

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LECTURAS RELACIONADAS

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LECTURAS RELACIONADAS

MEDITACIÓN DE LA ATENCIÓN PLENA

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CRÉDITOS Y PERMISOS

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CRÉDITOS Y PERMISOS

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Sandra Blakeslee, extractos de «Exercising Toward Repairof the Spinal Cord» de The Sunday New York Times (22de septiembre de 2002). Copyright © 2002 de The NewYork Times Company. Reimpreso con su permiso.

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de The Abbey of Gethsemani. Reimpreso con el permisode New Directions Publishing Corporation.

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T.S. Eliot, extracto de «Burnt Norton», «Little Gidding» y«East Coker» de Four Quartets. Copyright © de Harcourt,Inc., revisado © 1964 por T.S. Eliot. Reimpreso con elpermiso de Harcourt, Inc. and Faber and Faber Ltd.

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Juan Ramón Jiménez, «Océanos» y «Yo no soy yo» deSelected Poems of Lorca and Jimenez, selección deRobert Bly (Boston: Beacon Press, 1973). Copyright © deRobert Bly.

Kabir, extracto de The Kabir Book: Forty-Four of theExtatic Poems of Kabir, versiones de Robert Bly (Boston:Beacon Press, 1977). Copyright © 1977 de Robert Bly.Reimpreso con el permiso de Robert Bly.

Lao Tzu, extractos de Tao Te Ching. Copyright © 1988de Stephen Mitchell. Reimpreso con el permiso deHarperCollins Publishers, Inc.

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Antonio Machado, extracto de «The Wind one BrilliantDay», de Times Alone: Selected Poems of AntonioMachado (Middletown, Connecticut: Wesleyan UniversityPress, 1983). Copyright © 1983 de Robert Bly.

Naomi Shihab Nye, «Kindness» de Words Under theWords: Selected Poems (Portland, Oregón: EighthMountain Press, 1995). Copyright © 1995 de NaomiShihab Nye. Reimpreso con el permiso de la autora.

Mary Oliver, «The Summer Day» de New and SelectedPoems. Copyright © 1992 de Mary Oliver. Reimpresocon el permiso de Beacon Press, Boston. «Lingering inHappiness» de Why I Wake Eearly. Copyright © 2004 deMary Oliver. Reimpreso con el permiso de Beacon Press,Boston. «The Journey» de Dream Work. Copyright ©1986 de Mary Oliver. Reimpreso con el permiso deGrove/Atlantic, Inc.

Matt Richtel, extractos de «The Lure of Data: Is ItAddictive?» de The New York Times (6 de julio de2003). Copyright © 2003 de The New York TimesCompany. Reimpreso con su permiso.

Rainer Maria Rilke, «My Life is not this Steeply Sloping

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Rainer Maria Rilke, «My Life is not this Steeply SlopingHour» de Selected Poems of Rainer Maria Rilke (NuevaYork: Harper, 1981). Copyright © 1981 de Robert Bly.

Jelaluddin Rumi, extracto de [«Outside, the freezingdesert night./ This other night grows warm, kindling…»],d e The Enlightened Heart: An Anthology of SacredPoetry, editado por Stephen Mitchell (Nueva York:Harper & Row, 1989). Copyright © de Coleman Barks.«The Guest House» y extracto de «No Room for Form» deThe Essential Rumi, traducido por Coleman Barks y JohnMoyne. Copyright © 1995 de Coleman Barks. Extractode [«Today like every other day/We wake up empty andscared…»] (anteriormente inédito). Reimpresos conpermiso de Coleman Barks.

Ryokan, extraído de One Robe, One Bowl. Copyright ©1977 de John Stevens. Reimpreso con el permiso deShambhala Publications, Inc.

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Seng-Ts’an, extractos de Hsin-hsin Ming: Verses on theFaith-Mind, traducido por Richard B. Clarke. Copyright© 1973, 1984 y 2001, de Richard B. Clarke. Reimpreso

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© 1973, 1984 y 2001, de Richard B. Clarke. Reimpresocon el permiso de White Pine Press, Bu alo, New York,www.whitepine.org.

William Sta ord, «You Reading This, Be Ready» de TheWay It Is: New and Selected Poems. Copyright © 1998de Estate of William Sta ord. Reimpreso con el permisode Graywolf Press, St. Paul, MN. «Being a Person.»Copyright © de William Sta ord. Reimpreso con elpermiso de Kim Stafford.

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Tung-Shan, extracto de [«If you look for the truth outsideyourself/It gets farther and farther away…»], de TheEnlightened Heart: An Anthology of Sacred Poetry,editado por Stephen Mitchell. Copyright © 1989 deStephen Mitchell. Reimpreso con el permiso deHarperCollins Publishers, Inc.

Derek Walcott, «Love After Love» de Collected Poems1948-1984. Copyright © 1986 de Derek Walcott.Reimpreso con el permiso de Farrar, Straus & Giroux,

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Reimpreso con el permiso de Farrar, Straus & Giroux,LLC.

David Whyte, «Sweet Darkness» de Fire in the Earth.Copyright © 1992 de David Whyte. Reimpreso con elpermiso de Many Rivers Press, Lan-gley, WA. «Enough»de Where Many Rivers Meet. Copyright © 2000 de DavidWhyte. Reimpreso con el permiso de Many Rivers Press,Langley, Washington. Extractos de Crossing the UnknownSea: Work as a Pilgrimage of Identity. Copyright © 2001de David Whyte. Reimpreso con el permiso de RiverheadBooks, una division of Penguin Group (USA) Inc.

William Carlos Williams, extracto de «Asphodel, ThatFreeny Flower» (Libro I) [«My heart rouses/thinking tobring you news/of something/that concerns you…»] deThe Collected Poems of William Carlos Williams,Volume II 1939-1962, editado por ChristopherMacGowan. Copyright © 1944 de William CarlosWilliams. Reimpreso con el permiso de New DirectionsPublishing Corporation.

William Butler Yeats, extractos de «Gratitude to theUnknown Instructors», «Sailing to Byzantium» y «BrokenDreams» de The Poems of W.B. Yeats: A New Edition,editado por Richard J. Finneran. Copyright © 1933 deMacmillan Publishing Company, renovado en 1961 por

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Macmillan Publishing Company, renovado en 1961 porGeorgie Yeats. Reimpreso con el permiso de Simon &Schuster Adult Publishing.

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MATERIAL PARA PRACTICAR

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MATERIAL PARA PRACTICARLA MEDITACIÓN DE LA ATENCIÓN PLENA

(DE JON KABAT-ZINN)

Hay tres series de cedés de práctica de meditación de laatención plena que se pueden comprar directamente enwww.mindfulnesstapes.com

SERIE 1 (compuesta por cuatro cedés): contienemeditaciones guiadas [sobre la observación del cuerpo yla sentada meditativa] y ejercicios guiados de yoga de laatención plena utilizados por quienes asisten a las clasesdel doctor Kabat-Zinn en la Stress Reduction Clinic laFacultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts[de 45 minutos cada uno y descritos detalladamente enVivir con plenitud las crisis].

SERIE 2 (con cuatro cedés): dirigida a los interesados enmeditaciones guiadas más cortas que puedan ayudarles adesarrollar y/o expandir la práctica de meditaciónpersonal basada en la atención plena. La serie incluye lasmeditaciones de la montaña y del lago (de 20 minutoscada una) y otros ejercicios tumbados, sentados ycaminando de 10, 20 y 30 minutos. Esta serie fuediseñada originalmente para acompañar a Wherever YouGo, There You Are.

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Go, There You Are.

SERIE 3 (de cuatro cedés): diseñada para acompañar aeste libro. Las meditaciones guiadas incluyen ejerciciosde atención plena de la respiración de las sensacionescorporales; atención plena a los sonidos y a la escucha;atención plena a los pensamientos y sentimientos; lapráctica de la conciencia sin elección y práctica de lameditación de la bondad que duran entre 20 y 45minutos.

Los interesados pueden comprar estos cedés y solicitarmás información en:

Fernando A. de TorrijosRebap Internacional

22 Midgley LaneWorcester, MA - 01604, U.S.A.

Tel.: 508 792 [email protected]

www.rebapinternacional.com

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