la localización de los planetas

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  • 8/17/2019 La Localización de Los Planetas

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    Extracto de “ La revolución copernicana” 

    Thomas S. Kuhn, p. 83 –  p. 89Editorial Ariel, Barcelona, 1981

    LA LOCALIZACIÓN DE LOS PLANETAS

    El universo de las dos esferas presentado en el capítulo precedente no da ningunaindicación explícita acerca de las posiciones o movimientos de los siete planetas.

    Incluso no contempla para nada la loca lización del Sol. Para mostrársenos “sobre” el

     punto vernal (o sobre cualquier otro punto de la esfera estelar), el Sol debe

    simplemente encontrarse en alguna parte de la línea que va desde el ojo delobservador al punto en cuestión o a su prolongación en la bóveda espacial. El Sol, lo

    mismo que los demás planetas, puede hallarse en la esfera de las estrellas, dentro de

    ella o en su exterior. Pero si bien el universo de las dos esferas no especifica con

     precisión la forma o localización de las órbitas planetarias, da ciertas órbitas y posiciones como más plausibles que otras, guiando y restringiendo con ello el

    camino que debe seguir el astrónomo para abordar el problema de los planetas.Dicho problema fue planteado a partir de resultados de observación, pero a partir del

    siglo IV antes de nuestra era se atacó su resolución dentro del marco conceptual

     proporcionado por la cosmología de las dos esferas. Así pues, tanto observación

    como teoría contribuyeron de forma esencial al desarrollo del problema de los planetas.

    En el ámbito de una cosmología como la de las dos esferas, las ór bitas planetarias

    deberían, hasta donde fuera posible, mantener y extender la simetría fundamentalencarnada en las dos esferas. Así pues, desde una perspectiva ideal, las órbitas

     planetarias deberían ser círculos concéntricos alrededor de la Tierra, y los planetasvendrían obligados a moverse sobre dichos círculos con la misma regularidad con

    que lo hace la esfera de las estrellas. Esta situación ideal no concuerda con loshechos observados. Una órbita circular centrada en la Tierra y situada en cl plano de

    la eclíptica puede proporcionar una buena explicación al movimiento anual del Sol,

    mientras que un circulo análogo da cuenta con bastante aproximación del algo másirregular movimiento lunar. Sin embargo, las órbitas circulares no dan la más mínima

    explicación a las grandes irregularidades, como los movimientos de retrogradación que

    se o bservan en los movimientos de las otras cinco “estrellas” vagabundas. Con todo, los

    astrónomos que se adherían a la cosmología de las dos esferas podían pensar, como dehecho hicieron a lo largo de varios siglos, que los círculos alrededor de la Tierra eran

    las órbitas naturales de los planetas. Dichas órbitas explicaban como mínimo elmovimiento general planetario hacia el este. mientras que los cambios de velocidad odirección en su movimiento eran claros indicadores de que el propio planeta se había

    desviado de su órbita circular natural a la que retornaría una vez pasado determinado

    lapso de tiempo. En el marco del precedente análisis, el problema de los planetas

    quedaba reducido a proporcionar una explicación más o menos plausible de lasdesviaciones observadas con respecto al movimiento usual en términos de una

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    desviación correspondiente de cada uno de los planetas respecto a su órbita circular particular.

    En las tres secciones que siguen examinaremos algunas de las explicaciones que

    dieron los astrónomos de la antigüedad a las desviaciones reseñadas. Sin embargo, antesde abordar tal aspecto, haremos hincapié, tal como, por otra parte, hacían los antiguos,

    sobre cuán lejos podía llegarse despreciando las irregularidades mencionadas yadmitiendo simplemente que todas las órbitas planetarias son, al menos en una primeraaproximación, circulares. Dentro del marco proporcionado por el universo de las dos

    esferas, puede afirmarse casi sin temor a caer en el error que todos los planetas se

    mueven en la región situada entre la Tierra y las estrellas. A menudo se presentó a la propia esfera estelar como el límite externo del universo, con lo que se con cluía que los

     planetas no podían estar situados más allá de dicha esfera. La diferencia observada entre

    los movimientos planetarios y los movimientos estelares convertía en escasamente

     probable la presunción de que los planetas estuvieran situados sobre la esfera exterior;

    antes bien, ayudaba a pensar que se hallaban situados en una región intermedia donde sehallaban sometidos a determinadas influencias inoperantes sobre la esfera estelar. La

    argumentación que acabamos de exponer se veía reforzada por el hecho de que desde la

    Tierra eran perfectamente visibles algunos detalles topográficos de la Luna, dato que permite suponer que al menos uno de los planetas se halla más cerca de la Tierra que las

    estrellas. Los astrónomos de la antigüedad situaron las órbitas planetarias en el vasto

    espacio, hasta entonces vacío, que se extiende entre la Tierra y la esfera de las estrellas.Hacia finales del siglo IV antes de nuestra era, el universo de las dos esferas comenzaba

    a poblarse. Más tarde, acabaría atestado de cuerpos celestes.

    Una vez conocida la localización general y la forma de sus órbitas, resultó posible

    hacer conjeturas plausibles y satisfactorias sobre el orden en que estaban colocados losdistintos planetas. Se supuso que planetas como Saturno y Júpiter, cuyo movimiento

    hacia el este es especialmente lento y cuyo movimiento total muestra, como

    consecuencia de lo anterior, un cariz muy similar al de las estrellas, estaban muy cercade la esfera exterior y alejados de la Tierra. Por otro lado, la Luna, que cada día pierde

    alrededor de I2° en su carrera con las estrellas, debía estar muy cerca de la superficie

    inmóvil de la Tierra. Parece ser que algunos filósofos de la antigüedad justificaron estadisposición hipotética imaginando que los planetas flotaban en el seno de un gigantesco

    remolino de éter cuya superficie exterior se movía rápidamente al unísono con la esfera

    de las estrellas, mientras que la exterior estaba en reposo en los alrededores de la

    superficie terrestre. Todo planeta sumergido en el seno de tal remolino, se retrasabatanto más respecto a la esfera de las estrellas cuanto más cerca estaba de la Tierra. Otros

    filósofos llegaron a idénticas conclusiones a través de otro tipo de razonamientos que,

    en lo que respecta a sus partes esenciales, fueron adoptados por el arquitecto romano

    Vitrubio (siglo I antes de nuestra era). Cuando analiza las diferencias entre los lapsos detiempo que necesitan los diversos planetas para recorrer la eclíptica, Vitrubio sugiere

    una esclarecedora analogía:

     Es como si se hubieran colocado siete hormigas sobre una rueda de alfarero en la que

    existieran otras tantas ranuras concéntricas de dimensiones crecientes, desde la más

    interna hasta la periférica, y se las obligara a circular a lo largo de éstas mientras la

    rueda gira en sentido inverso al de su movimiento. Puede constatarse que la rotación de larueda en sentido contrario al del movimiento de avance de las hormigas no les impide

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    completar sus propios circuitos, y que la que se halla más cerca del centro es la queemplea menos tiempo en recorrer su circunvolución, mientras que la que avanza por la

    ranura periférica, aunque marche a la misma velocidad que aquélla, tarda mucho más en

    completarla a causa de la mayor longitud de su circunferencia. Del mismo modo, losastros, que luchan contra la marcha general del universo, se desplazan completando una

    órbita perfectamente determinada, pero la rotación de los cielos les somete a movimientosde retrogradación durante su revolución cotidiana*.

    Antes de finales del siglo IV antes de nuestra era, argumentos como el que

    acabamos de exponer habían conducido a una representación del universo similar a

    la que se esboza en la figura 16. Tales esquemas, o sus correspondientesexplicaciones, pasaron a formar parte de las obras elementales sobre astronomía o

    cosmología publicadas hasta principios del siglo XVII, es decir, hasta bastante

    después de la muerte de Copérnico. La Tierra se halla situada en el centro de la

    esfera estelar que limita el universo. Inmediatamente después de la esfera exterioraparece la órbita de Saturno, el planeta que tarda más en describir su trayectoria a

    través del zodíaco; a continuación se hallan Júpiter y Marte.

    FIGURA 16. -  Esquema aproximado de las órbitas planetarias en el universo de las dos esferas. El

    circulo exterior es una sección recta de la esfera de las estrellas en el plano de la eclíptica.

    Hasta aquí, el orden escogido se ve libre de todo equívoco; los planetas están

    dispuestos, partiendo de la esfera exterior, según un orden decreciente de sus

     periodos orbitales. La misma técnica convierte a la órbita lunar en la más próxima ala Tierra. Pero los tres planetas restantes plantean un problema, a saber, tanto el Sol,

    como Venus y Mercurio tardan un mismo tiempo medio en completar su revolución

    alrededor de la Tierra, un año, y, por consiguiente, no podían ser ordenados

    * Vitrubio,  De la arquitectura , IX. 

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    atendiendo a idéntico criterio que el empleado para localizar a los planetas restantes.De hecho, durante la antigüedad se plantearon numerosas controversias acerca del

    orden en que debían situarse las órbitas de los tres últimos planetas mencionados.

    Hasta el siglo ii antes de nuestra era, la mayor parte de los astrónomos situaban laórbita del Sol inmediatamente después de la de la Luna, a la que seguían, y en este

    orden, las de Venus, Mercurio y Marte. Sin embargo, a partir del siglo II, el ordenrepresentado en la figura 16 -la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte, etc.- fue casiunánimemente aceptado. En particular, fue el adoptado por Ptolomeo, y su gran

    autoridad en la materia lo impuso a la mayor parte de sus sucesores. Lo tomaremos,

     pues, como marco de referencia en las discusiones sostenidas dentro de los primeroscapítulos del presente texto.

    Considerada como diagrama estructural, la figura 16 es aún muy grosera, pues no

    da ninguna indicación significativa sobre las dimensiones relativas de las diversas

    órbitas ni intenta dar cuenta de las irregularidades observadas en los movimientos

     planetarios. No obstante, la concepción del universo representada en el diagramacumple dos funciones importantes en el ulterior desarrollo de la astronomía y la

    cosmología. En primer lugar, el diagrama en cuestión contiene la mayor parte de la

    información sobre la estructura del universo geocéntrico que llegó a ser patrimoniocomún de los no especialistas. Los ulteriores perfeccionamientos de la antigua

    astronomía, por los que pronto nos interesaremos, eran demasiado matematizados

     para que pudieran ser comprendidos por una amplia capa de profanos. Comomuestran con mayor claridad los dos capítulos próximos, las más influyentes entre

    las cosmologías desarrolladas a lo largo de la antigüedad y de la Edad Media no

    llegaron mucho más lejos de la presente imagen. La astronomía se hace esotérica y

    su desarrollo posterior privará al hombre del antiguo refugio cósmico.Por otro lado, a pesar de su imperfección, el diagrama estructural representado en

    la figura 16 constituye un instrumento en extremo potente para enmarcar la

    investigación astronómica. Se muestra económico y fecundo desde muchos puntosde vista. Por ejemplo, durante el siglo IV antes de nuestra era, los conceptos

    sintetizados en este diagrama proporcionaron una explicación cualitativa completa

    de las fases de la Luna y de sus eclipses: durante los siglos IV v III antes de nuestraera. los mismos conceptos condujeron a una serie de determinaciones relativamente

     precisas sobre la circunferencia de la Tierra; durante el siglo ti antes de nuestra era,

     jugaron un papel básico en la estimación, brillantemente concebida, de las

    dimensiones del Sol y la Luna y sus respectivas distancias a nuestro planeta. Talesexplicaciones y mediciones, particularmente las citadas en último lugar, atestiguan

    la notable ingeniosidad y fuerza de la tradición astronómica de la antigüedad. No

    obstante, dado que ninguna de las expuestas, a pesar de su relevancia dentro del

     proceso revolucionario, se vio afectada por los cambios radicales que sufrió laastronomía durante la revolución copernicana, hemos decidido relegar la exposición

    de las mismas al Apéndice técnico (secciones 3 y 4). La aptitud de la versión

    desarrollada y perfeccionada del universo de las dos esferas para explicar y preverlos principales fenómenos celestes, tales como los eclipses, así como su eficacia

     para precisar ciertas dimensiones lineales de las regiones extraterrestres,

    acrecentaron de forma considerable la influencia de dicho esquema conceptual sobre

    el espíritu, tanto de astrónomos como de profanos.

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    Sin embargo, el problema fundamental, planteado por la constante irregularidadde los movimientos planetarios, siguió sin resolverse y, en último análisis, ésta es la

     piedra angular sobre la que se apoya todo el complejo edificio de la revolución

    copernicana. Como otros muchos problemas de la astronomía antigua, parece ser quese tuvo pleno conocimiento de su existencia por primera vez dentro del siglo IV

    antes de nuestra era, cuando al intentar dar con una explicación a su movimientodiurno en el marco del universo de las dos esferas, los astrónomos griegosdetectaron y aislaron las irregularidades planetarias residuales. Durante los cinco

    siglos siguientes, las diversas tentativas para explicar dichas irregularidades dieron

    nacimiento a varias teorías planetarias de una precisión y potencia sin precedentes.Estas tentativas constituyen la parte más abstrusa y matematizada de la astronomía

    antigua, razón por la que con frecuencia se ven excluidas de obras como la presente.

    Si bien parece indispensable conocer aun aunque sólo sea un resumen simplificado

    de la teoría planetaria de la antigüedad para comprender la revolución copernicana

    con cierta solidez, quizás algunos lectores prefieran dar una rápida ojeada a las tressecciones que vienen a continuación (en particular a la primera de ellas, en la que la

     parte técnica de la exposición es particularmente densa) y retornar al texto con la

    discusión sobre las creencias científicas que concluye este segundo capítulo.