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GORKA E. ARGUL

La llavede la

eternidad

Copyright © 2015 Gorka E. ArgulAll rights reserved.

ISBN-10: 1511835648ISBN-13: 978-1511835640

www.geabox.es

e-mail: [email protected]

En memoria de NikolaTesla,

Una mente. Una inspiración.Una revolución.

«Nuestras virtudes y defectosson inseparables,

como la fuerza y la materia.Cuando se separan, se

termina el hombre». «Dejen que el futuro diga

cuál es la verdady evalúe a cada uno, según

su trabajo y logros.El presente es de ellos;pero el futuro, por el cual

trabaje tanto, es mío».

Nikola Tesla (1856 – 1943)Ingeniero y físico serbio.

Para Xandra:

«Como luz que sueña con lalibertad,

como nota que navega en elaire,

buscando en el horizonteuna verdad,

ese halo de locura en lamar.»

ÍNDICE

PRÓLOGO PRIMERA PARTE - ENERGÍA1 Calle cincuenta y nueve con la

Quinta Avenida2 Biblioteca Pública de Nueva York3 WNBC4New York Times5 John Campbell6 Sra. Miw7 M.I.T. Lab8 Equipo de vigilancia9 Edificio Empire State10 Expediente

11 Sorpresa en el Times12 Análisis13 Dick Thompson14 A la mañana siguiente15 Aviso16 Aeropuerto Internacional John F.

Kennedy17 Bodega18 Pista de aterrizaje19 Aeropuerto Logan, Boston20 Persecución21 Equipo Alpha22Autopista23 WNBC24 Capitán Sheppard25 Industrias Astratech26 M.I.T. Lab27 Roderick Schiff

28 Improvisar29 Wayland30 Periferia de Wayland31 Industrias Astratech32Washington33 Congreso Mundial de Vacunas34 Entrada del edificio35 Jerry36 Secuestro37 Hotel Mónaco SEGUNDA PARTE - MASA38 Bahía de Filadelfia39 Día 040 El evento41 Electromagnetismo42 Caído del cielo43 Centro médico Walter Reed

44 George Brock45 Campamento Eggers46 Supervivientes47 Piso franco48 Enfermería49 Libertad50 MILNET51 Objetivo52 Castillo de Coral53 Bart Sheppard54 Reunión55 Elegido56 Top Secret57 Recuerdos58 Exterior del Castillo59 Perímetro exterior del castillo60 Día de los veteranos61 Funeral

62 Misión63 Hangar64 Operación Muro de Roca65 Despacho de Stuart Manfree66 Huida67 Castillo de San Marcos68 Sala de reuniones69 Instituto Tecnológico de

Massachusetts70 Sr. Yamata

TERCERA PARTE - LUZ71 Despertar72 Jim Mason73 CApitol Hill74 Llamada75 Diebold76 Disparos en el parque77 Acceso secreto78 Casa de alquiler de botes79 Residencia privada80 D.A.R.P.A.81 Sam Beckson82 Simulación83 Departamento de policía84 Centro médico naval85 Piso Franco86 Oficina de Análisis

87 Fábrica abandonada88 Entrega Sorpresa89 Preparación90 Rescate91 Decisión92 Oficina de análisis93 Almacén94 Invitados CUARTA PARTE - TIEMPO95 Proyecto Pegasus96 En alguna parte del planeta97 Nikola Tesla98 L.A.I.C.A.99 Regreso a la línea temporal100 Despedida EPÍLOGO

PERSONAJES

Prólogo

Perímetro del Castillo, Miami,Florida.

Noviembre 1989, 21.50

—Señor, a su señal entramos—dijo ellíder del primer comando.

El FBI había reanudado unainvestigación sobre enormes movimientosde dinero bancario, la desaparición deinformes confidenciales y venta desecretos de estado. Y por la imagen queofrecía la seguridad, no iban malencaminados.

—Capitán, despliegue a sus hombres aleste y al oeste de la posición del objetivo.La misión consiste en recabar pruebas sinser vistos.—dijo el teniente Jim Mason.—¿Está avisado el helicóptero?—observando desde sus prismáticos.—Veouna torreta a quinientos metros.

—Está esperando en un descampadocercano. Cuando le dé la señal, se posaráen el patio.

Los minutos pasaron. La alarma delfuerte resonó y los focos se encendieron.La seguridad de la muralla empezó adisparar y los marines se vieronobligados a defenderse.

—¡Mierda!—exclamó con fuerza Jim.Los marines dispararon a sus respectivosblancos.—Llamad al helicóptero.

¡Enseguida!Tras neutralizar a los dos soldados, una

torreta de piedra era su principalobjetivo. Accedieron a la entrada depiedra y encontraron un ascensor. Jimanalizó un panel con varios botones.

—Veamos que secretos noencontramos.—respiró profundamente.

El intermitente de la pared se iluminó.Jim empujó la puerta. Se encontraron enun largo pasillo con una puerta metálica alfondo.

—Echen esa puerta abajo caballeros.Los soldados prepararon barras de

material explosivo. Con el transmisor elmano, Jim apretó el botón. La cerraduraquedó destrozada, pero la puerta no cedió.Entre los cuatro intentaron forzarla. El

mecanismo cedió. Del interior de lapuerta salieron rayos de luz.

—Vamos, ya son nuestros—animó Jimesperanzado.

La habitación estaba vacía. Una curiosacolección de arte y un pequeño armario alfondo de la habitación. Jim investigó elarmario.

—¡Dime algo, enséñame algo!—murmuraba Jim muy nervioso.

Encontró una colección de botellas dealcohol, un proyector, dos paquetes dediapositivas y una palanca. Esperanzadoun compartimento secreto, la palanca sólosirvió para accionar el mecanismo de lapuerta. Miró las diapositivas. Cada unatenía una etiqueta en su tapa. Jim las cogióy ordenó a dos soldados limpiar de

huellas ese armario.—Nos vamos de aquí, parece que se

dieron mucha prisa. No tengo ni idea depor dónde habrán salido.

En el pasillo, se apoyó en la pared paraintentar pensar. Lleno de rabia, no pudocontenerse y golpeo la pared con todassus fuerzas.

—¿Qué demonios?—preguntó Jim.Hizo un boquete en la pared—¡Venidaquí!—Los marines acudieron a lallamada. El equipo cargó contra la paredy retiraron los escombros con las manos.Detrás había unas escaleras. Dieron conun acceso iluminado. Allí mismo habíaotra compuerta para el ascensor. «Unpasadizo de escape». Contempló una gransuperficie. Un enorme garaje con varios

coches de lujo y varias plazas vacías.«Acaban de irse». Del fondo del túnel seperpetró un sonido pesado y metálico.Una compuerta se habían cerrado.

—¡No!—gritó Jim cayendo de rodillasal suelo.—¡Los tenía! ¡Eran míos!—Susojos demostraban agonía. Cogió su walkiey llamó a la superficie.

—Localizar esta transmisión y buscarvarios coches de lujo por la zona. Hanescapado delante de vuestras narices.

La señal se vio interrumpida porinterferencias. Jim volvió a probar.

—¿Me han copiado ahí arriba?—Sí señor.Algo en la pared llamó su atención.

Otra palanca. Estiró el brazo hasta ella yla accionó. Se escuchó otro sonido de

metal a lo lejos. La compuerta se habíaabierto de nuevo. Volvió a mirar a loscoches. Ocho superdeportivos adisposición de nuevos dueños.

—Uno conmigo. Vamos a averiguar adonde sale ese túnel.

Jim fue directo a su coche favorito.Aficionado a los coches ingleses, elMcLaren era su mejor elección.

—Bien soldado, esta lección no seaprende todos los días. Póngase elcinturón. Nos vamos de aquí.

Las llaves estaban puestas. Dio alcontacto y pisó el acelerador. El túnelcontinuaba iluminado. La compuerta sehabía abierto por completo. El cocheapareció en el exterior. Se vio rodeado desus propios agentes apuntando al coche.

—¡Salgan del vehículo!—gritó uno delos marines.

Otro soldado golpeó la ventanilla. Jimintentó calmarse.

—Segunda lección. Va a ver la cara deun compañero cuando se dé cuenta a quienesta apuntado con su arma. Atienda.—dijoJim pulsando el botón para bajar laventanilla.

El cristal comenzó a descender. Unarma le estaba apuntando a la cara.Automáticamente, el arma se alzó.

—Señor, creíamos que…Jim le miró directamente a los ojos y le

respondió.—Tiene quince segundos para hacer

treinta flexiones. Usted mismo.Enseñó el reloj y presionó un botón. El

soldado se echó al suelo. El resto decompañeros tragaron saliva. Ninguno selo había esperado.

—Cuatro, tres, dos…Antes de terminar la cuenta, el soldado

se levantó finalizando tarea. —Se acaba de librar de un consejo de

guerra.—mirando al resto del regimiento.—A ver, ¿qué alguien me explique que eseste emplazamiento?

El líder del segundo comando seadelantó y respondió.

—Señor, aquí se encontraba elhelicóptero a la espera de las órdenespara penetrar en el patio, señor.

Jim intentó relajar su cuello. Inclinó susojos hacia la trampilla y recordó elsonido de las aspas del helicóptero

sobrevolando la torreta. Había sido ungolpe de suerte para los anfitriones.Mandó salir del coche al soldado con laeducación que le quedaba. Abrió supuerta, salió del coche y gritó a los cuatrovientos.

La noche no había sido productiva.—Si alguien pregunta, que se dirigirá

directamente a mí, a nadie más. Ahora,regresad todos a la base.

Un walkie-talkie cobró vida y la voz deun agente rompió el silencio. Estabaninformando de un código 10-70. «Zonainterurbana de la ciudad…traiganrefuerzos—las interferencias omitieronparte del mensaje.—Repito, código 10-70, incendio premeditado en la entrada dela ciudad. Coche patrulla en llamas.

Creemos que hay alguien dentro. Repito,solicito refuerzos. Corto».

Todos los marines no separaron susoídos de la señal de radio. ¿La entrada dela ciudad? Jim abría y cerraba los dedosde la mano derecha. La tensiónaumentaba. Demasiados fallos para unaúnica noche. Para su misión. ¿Quiéneseran esos tipos? ¿Acaso tenían tantopoder? Ninguna prueba, ningún rastro.Habían desaparecido como fantasmas.Necesitaba respirar aire fresco y salir deallí.

PRIMERA PARTE

ENERGÍA

Mientras los hombres sean librespara preguntar lo que deben;

Libres para decir lo que piensan;Libres para pensar lo que quieran;

La libertad nunca se perderá yLa ciencia nunca retrocederá.

Julius Robert Oppenheimer (1904—

1967)Físico Estadounidense

Director científico del proyectoManhattan

Calle cincuenta y nueve con la QuintaAvenida,

Central Park, Nueva York

Amanecer de Primavera

Un estridente sonido resonó en toda lahabitación «Maldito ruido infernal.¡Cállate!—gritó eufórico». Estiró la manoe intentó localizarlo. No lo encontraba.«¡Por Dios que alguien lo apague!». Nolocalizaba el despertador. «¡Mi cabeza!—vociferó.—¡Frank, ayúdame!» Unmaullido salió de debajo de la cama. Elanimal saltó y se ayudó de la sabana para

trepar. Caminó por el borde de la cama ysaltó sobre el aparato.

—Dios, mi cabeza. No debí quedarmeayer hasta tan tarde.—Las imágenes delsueño regresaron a su agotada mente.

Notó un leve dolor en el hombro. Salióde la habitación y se dirigió al baño. Sequitó la camiseta y entonces lo recordótodo. Tenía un leve cardenal fruto de unplacaje vengativo hecho el día anterior.

—¡Pero ganamos!—dijo sonriendo—Aunque no creo me cojan este año. Perola intención es lo que cuenta.

Tras salir de la ducha, se miró alespejo y contemplo una imagen totalmentediferente «Hola, ¿Quién eres tú?—se dijoa si mismo».

Odiaba despertarse de esas maneras,

pero las despedidas de soltero era lo quetenían, y encima, entre semana. El jefe sehabía vuelto a casar por segunda vez yretó a sus favoritos a salir de fiesta ytrabajar al día siguiente a cambio de unosdías de vacaciones.

En la mesa de la cocina, una ventana deadvertencia apareció en la pantalla de suportátil. «Correo nuevo». Era un email desu jefe.

«Recuerda pasarte por la tienda yrecogerme el paquete».

¿Paquete? ¿Qué paquete? El emailcontinuaba. «Por si acaso, aunque me fiode ti, te ajunto una imagen para querecuerdes el objeto». Desplazó el cursordel ratón hasta el archivo. Una pequeñacolección de figuras de barro de pequeño

tamaño. La última foto era una caja.En una de las sillas de la cocina vio su

camiseta del partido. Se podía leer laparte trasera «Stevens, 7, NYC FootballClub».

Cogió el mando de la televisión yencendió la gran pantalla. Puso lanoticias. La presentadora del canalinformaba de varios ataques en Irak.

«Al menos 460 personas han muerto elpasado mes de abril debido a la violenciay los atentados en Irak, una cifra querefleja un aumento respecto al mesanterior, según los datos oficiales»

El gato apareció en el sofá y se recostójunto a su amigo.

—Ya verás Frank—empezó a decirPatrick—Al final, alguien la cagará y nos

caerán varios misiles encima. No se dancuenta de que la informática es muypeligrosa. Ya tenemos esos dronessobrevolando el país en busca desupuestos terroristas para que ahoraalguien venga con un ataque a saber dequé tipo reclamando venganza.

«La mayoría de las víctimas sonciviles y al menos la mitad fueronasesinados.—Terminó de infirmar lapresentadora. »

—Y encima eso. Los que mueren noson los supuestos malos. Son hombres,mujeres y niños. Este mundo se está yendoa la mierda por momentos. Se supone quela guerra acabó hace años, ¿no? ¡Ja! Merio yo de eso. Bendito petróleo. De eso yosi se mucho.

Patrick cogió el portátil y buscó susección para ver su ansiado artículopublicado. «¡Aquí está, esto es unverdadero análisis!»

«Diez años después, una guerra porel petróleo.

Tras varios meses de trabajo, losinvestigadores no encontraron pruebasexistenciales de ADM (armas dedestrucción masiva). Pero ya erademasiado tarde para que Estados Unidosevitara una guerra.

No se consideró como pruebadefinitiva los informes oficiales de losinspectores, ya que contradecían lospropios mostrados por inteligenciademostrándose, hoy en día, su totalequivocación.

Si dichos informesfueron falseados a propósito o si fue unfallo de la inteligencia americana es algo

que es posiblemente nunca lleguemos asaber al cien por cien. Actualmente, seríauna información que ofrecería muchasrespuestas sobre dichos motivos de lainvasión. »

—Como sabes, esto ha sido pasado porvarios filtros para que el señor Brock notuviera problemas.—le explicó al gato.Miró el reloj del salón. Debía prepararse.

Se dirigió a su habitación. Frank lesiguió, su viejo cuerpo no le permitía ir alas velocidades que años atrás disfrutaba.Patrick se puso unos vaqueros y unacamisa negra. «¡Nos vamos!» El viejosiamés se introdujo dentro de unamochila. Patrick se echó la mochila a laespalda.

Llamó al ascensor. En el segundo piso,

una anciana mujer había solicitado elservicio del aparato. «Buenos días—dijoél, pero ella no medió palabra». Frankgiró la cabeza hacia la señora y soltó unbufido. ¡Frank!—le llamó la atención.

—No se preocupe.—dijo la señora—Bonito siamés, veo que le cuida bien. Esodice mucho de usted joven.

—Gracias.—dijo él buscando con quéresponder.

La señora alargó la mano para acariciaral minino. Primero resopló temeroso.Pero cuando ella le toco la cabeza, sevolvió amistoso.

—No suele comportarse así, se loaseguró.

—Los gatos son unas criaturasmisteriosas y enigmáticas. Algunos les

llaman los guardianes del hogar, losprotectores de la familia ¿sabe? Dicenque son capaces de ver detrás de lapersonas. En la antigüedad se poníanestatuas de gatos fuera de los hogares paraimpedir la entrada de espíritus malignos,porque creían en ello, tenían fe en supoder mágico y protector.—continuócuidadosamente acariciándolo con lamano.

Patrick no daba crédito. Frank estabadisfrutando con el tacto de esa señora, lacual no había visto nunca, y aun así,ronroneaba de lo lindo. El ascensor marcóel final del trayecto. Patrick dejó pasar ala anciana.

—Sé que a primera vista puedenparecer viejas historias para niños, pero

si alguna vez quiere—se llevó la mano asu bolso—digamos, que lean las manos,conocer su futuro o alguna de esas artescasi extintas, venga a verme joven.—leentregó una tarjeta de visita. « MadameMiw, vidente y astróloga ».—Ya sabedónde encontrarme. Y traiga a sucompañero. Le haré oferta.

—Claro—fue lo único que le salió porsu boca.— Cuídese.

La señora salió por la puerta deledificio. Patrick salió después.

En el exterior, el día había salido apedir de boca. Se puso las gafas de sol.Atravesó la calle y cruzó por el paso depeatones. Frank, desde la mochila,observaba todo lo que transcurría a sualrededor. Recorrieron todo el parque y

cambiaron de acera para recoger elrecado del jefe.

Patrick llamó a la puerta. Miró por laventana y no vio a nadie. Probó con eltimbre. Frank empezó a maullar. La puertase abrió y un señor mayor salió arecibirle.

—Perdone joven, estaba con elinventario.—El señor se fijó en Frank.

—Vengo por un paquete. Me envíaGeorge Brock..

—Sí, el bribón de Brock—murmuró elanciano elevando la voz.— Ayer mellamó. Espere aquí un momento. Voy alalmacén.

—Y tanto que bribón, que bien leconoce—murmuró Patrick

Patrick indagó por el interior de la

tienda. Había objetos bastantes curioso.Una colección de katanas antiguas. Cogióuna de ellas y la desenvainó. Un temblorle recorrió el cuerpo y la imagen de unpersona desconocida le invadió la mente.«¿Qué ocurría? ¿Quién era esa persona?¿Un antiguo samurái?». La volvió aenvainar y la colocó en su sitio. ¿Quéhabía sido esa imagen? Se había visto asímismo frente a otra persona, como en unaconfrontación.

Su curiosidad le llevó hasta otroobjeto. Patrick cogió entre sus manos unastrolabio que había posado en un estante.«La herramienta de las estrellas con laque los navegantes se orientaban». De lamisma manera que antes, pero está vezmás realista. Patrick se vio transportado a

un páramo desértico. Se encontraba solo,en una llanura. El cielo estaba estrellado.Al fondo, un diminuta montaña escondidaen la noche. Un grupo de gente se reuníabajo su manto pero no conseguía ver suscaras. Debía ser alguna tribu indígena oalgo parecido. Notó que su muñeca leardía. Llevaba una pulsera muy grandeacoplada en el antebrazo que seiluminaba. Al fondo uno de los individuosse levantaba. Al segundo, se vio cara acara con otra persona. Un espejismo. Unabroma pesada, que le miraba cálidamentea los ojos y le saludaba.Automáticamente, Patrick se despertó,sobresalto en el suelo de la tienda.. ¡Esohabía sido prácticamente real!

El siamés salió de la mochila y se

acercó a su compañero colocándose a sulado. Patrick le miró y recordó laspalabras de la anciana «tenían fe en supoder mágico y protector.» El gato lemaulló. Era mucha casualidad que enmenos de una hora que habían visto a laseñora le hubieran sucedido esos sucesosparanormales. El viejo felino se alejó desu regazo y se dirigió a la gran estatuafelina de la entrada. Patrick siguió a sucompañero. El señor salió del almacén yapareció en el mostrador.

Patrick se dio cuenta.—¿Ha encontrado ese paquete?—Sí.—dijo señalando la oscura caja

del mostrador.—siempre me trae algoextraño de sus viajes, ¿sabe?

El señor abrió la caja. Siete figuras en

total. Fue a coger una de ellas pero semostró reticente. No quería que levolviera a suceder esos fenómenos deantes. Pero asumió que como esas figurasno procedían de la tienda, no deberíaocurrir nada. Eligió una al azar. Crasoerror. La imagen de un puerta de piedra sevisualizó ante sus ojos y un símboloextrañó grabado en ella le obligó a abrirlay acceder a su secretos. Una energía leinundó el cuerpo. Despertó en el actosudando de manera impactante.

—¿Joven, está bien?—Preguntóaterrado el anciano—tenía que haberloimaginado antes cuando le he visto en elsuelo.

Patrick miró al señor. ¿Cuánto habíavisto?

—No tiene de qué preocuparse. Aveces un objeto antiguo, de alguna forma,posee algún tipo de relación para con lapersona y reacciona de esa manera. Haymuchos casos así. Lo llaman sinestesia.—Cogió la figura de Patrick—Discúlpeme,en serio. Verá, esta no es una simplecolección de figurillas de barro.Provienen de Sudamérica, de unaexcavación arqueológica. ¿Nunca le hahablado George de sus viajes?

—Pues no, y mire que paso tiempo conél.—estaba intrigado—¿Sinestesia hadicho?

—Sí, hay gente que es capaz de oír loscolores, ver los sonidos, y hasta es capazde percibir sensaciones al tocar un objetodeterminado. Como es parece su caso.

Habrá visualizado algún tipo de sensacióncomo miedo, ira, persuasión…al tocaresta figura..

—Por cierto, ¿he de firmar algún papelo algún trámite o puedo llevármelo ya?Tengo que llevárselo al señor Brock.

—No se preocupe, todo está arreglado.Que tenga suerte.

Patrick llamó al siamés. Con habilidad,se lanzó a los brazos de su dueño y seintrodujo en la mochila. Se despidieron yse fueron.

Cruzaron la calle. El gato empezó aronronear. Patrick decidió complacerle yescogió una ruta que pasase por el parque.Esquivó a varios peatones y evitó seratropellados. Patrick se sentó en el primerbanco de que encontró. El viejo siamés

asomó la cabeza y observó la zona.Recibido un mensaje. Era su jefe. «Ven

antes de las 12.00, tengo una noticia parati. Necesitarás tiempo para prepararlo».Patrick miró su reloj. Aún disponía detiempo. Recordó lo que le dijo la anciana:Igual debía probar. Siempre había sidoalgo escéptico en esos campos, pero lasexperiencias de esas horas le habíanhecho pensar.

Sacó la tarjeta de su bolsillo y marcó elnúmero.

—¿Señora Miw? Hola soy su vecino.—Sí, dígame joven. ¿Se ha pensado

mejor concertar un cita?—Lo estaba sopesando. ¿En qué

momento le vendría bien?—Después de comer. A partir de esa

hora, cuando quiera, pásese.Patrick colgó el teléfono. Se sintió

aliviado. Por primera vez ese día, creíaque las cosas podían mejorar. «Nosvamos Frank».

Biblioteca Pública de Nueva York,Quinta Avenida

Dio un giro brusco al volante y se

subió al arcén. Una bola de fuego habíasalido de la biblioteca pública. Variostranseúntes se encontraban inconscientesen el suelo. Patrick se acercó e intentóayudar separándoles de la entrada. Miróel boquete que había dejado la explosiónen el local y observó que había gente en elinterior. Algunos seguían bajo losescombros. Patrick no se lo pensó dosveces.

Se agachó para evitar tragar humo yconseguir ver algo. En la entrada pudo vervarios cuerpos sin vida. Escuchó gritos de

auxilio. Se acercó a la velocidad que lepermitía la alfombra de cadáveres.Consiguió ver a una persona. Estabaatrapada. El instinto de supervivenciaactuó por él. Intentó quitar los escombrosque pudo. Un armario impedía que eltecho se viniera abajo, pero no era seguro,la madera empezaba partirse.

—¿Puede oírme?—gritó Patrick.—Ayúdeme por favor—clamaba

aquella voz femeninaPatrick observó que la mujer tenía un

corte muy feo en la frente. Con la pérdidade sangre y la falta de oxígeno, sedesmayaría tarde o temprano. Patrickvisualizó la escena. De momento elarmario parecía seguro, pero no debíaarriesgarse.

—Bien, deme la mano, la sacaré deallí.—La mujer alargó el brazo y Patrickla cogió.—Poco a poco. Despacio.

El destino les sonrió. Patrick la agarródel hombro y salieron de esa zona. Unasegunda explosión provocó un temblor enel interior del local.. La onda de choqueles tiró al suelo.

—No mire al suelo. Se lo aconsejo.—le murmuró Patrick.

Fueron cruzando a través de los restoscorpóreos. Podía visualizar la entrada dela biblioteca. Se pegaron a la pared. Unavez fuera, respiraron aire limpio. Patrickacercó a la mujer a la entrada de unportal.

—Gracias.—dijo tosiendo—Muchasgracias.

—No ha sido nada. Cualquiera habríahecho lo mismo.

El cuerpo de bomberos había llegado.Patrick se puso enfrente de ella. Cuandole miró a la cara creyó ver un ángel. Erael primer momento en el que se fijaba enella. Era una chica muy atractiva.

—Créame, cualquiera no habría tenidotanto valor para entrar como ha hechousted ahora.—Patrick no sabía cómoresponder. Nunca se había envuelto enalgo así. Al fondo de la calle, seescuchaban las sirenas de los coches depolicía.—Si no quiere que le interroguen,será mejor que se vaya.—le insinuó lamujer.

Al levantar su cara, Patrick sintió unasensación familiar, como si la conociera

de toda la vida, pero nunca antes la habíavisto. Era extraño. Notaba como unacorriente eléctrica recorriendo todo sucuerpo.

—Tiene razón, además llego tarde.—Patrick miró a la acera de enfrente.Muchos curiosos se acercaron a la escenapara grabarla con los móviles. Suscompañeros de trabajo no tardaronaparecer. Patrick sonrió. La mujer le mirósin comprender su reacción. Patrickreaccionó.—Verá, ¿ve ese grupo de gentede allí?—le señaló una reportera y unacámara de televisión con una camiseta delNew York times.—trabajamos juntos. Ycómo me vean, se me va a hacer un díamuy largo.

La mujer se quedó mirando a Patrick

sorprendida por su humildad.. Le agarróel cuello de la camisa y tiró de él. Patrickse vio sorprendido. Ella le iba a besaragradecida por salvarle la vida, pero lasirena de un coche patrulla interrumpióacercándose a la acera.

—Que oportunistas—murmuró ella.—será mejor que te vayas.—Patrick intentóresponder pero no le salieron palabras.Ella se despidió.—Ya sé dónde trabajas.—le sonrió ella—Vete o te pillarán.—señalando a sus compañeros.

Patrick se apresuró a desparecer de laescena del crimen. Si la suerte leacompañaba, la volvería a ver. De reojovio como un helicóptero se retiraba de laescena.

Cruzó la calle y se metió dentro del

vehículo. El siamés asomó la cabeza fuerade la mochila, le olisqueo y emitió variosbufidos. «Si tú hubieras estado ahí dentroolerías igual, campeón».

Intentó sacar el coche de ese caos. Lapolicía había colocado vallas deseguridad. Patrick les hizo una indicaciónde que necesitaba salir por ese lado. Elpolicía accedió y le abrió el paso. Cogióotra dirección para dirigirse al trabajo ypuso música para relajar el ambiente.

WNBC

Un helicóptero había llegado cinco

minutos después de que se produjera elatentado. Gracia a los videos e imágenesque los usuarios de la ciudad habíancolgado en la red, el canal había podidoalertar al público.

—Aquí Peter Cross de la WNBCinformando para el canal cuatro. No oscreeréis lo que estoy viendo, ni yo me locreo—retransmitió el reportero—Labiblioteca pública ha estallado por losaires. Sí, me estáis escuchando bien, ¡porlos aires! Toda la calle está llena deescombros. De momento no veo ningúncuerpo. La policía está llegando y varios

agentes están cerrando ambos tramos de lacalle. Tampoco veo a los bomberos—sepuso a observar desde el aire parahacerse una idea más detalla—Perdón, sí,ya les veo, ahí están.—el helicópteromaniobró para tomar imágenes del cuerpode bomberos.

¿A qué lunático se le ocurría eso? Aestas horas estaría llena de gente, ¡yestamos en fechas de exámenes, por elamor de Dios! ¡Menuda catástrofe! Habríaque castrar a eso malnacidos. Perdónenmepor la expresión, pero me hierve la sangrecada vez que veo este tipo de cosas. Elcuerpo de bomberos se mueve deprisa yvarios hombres entran al interior del localpara sacar los heridos. Eso sí es valentía,queridos telespectadores.

Una segunda explosión salió delinterior del local y sorprendió a toda lacalle. No se podía ver nada.

¡Dios bendito! Eso ha sido tota unasorpresa. Una segunda llamarada acaba debarrer todo el interior y una humaredanegra ha salido desprendida a la calle.Esto es una pesadilla. Por favor, decidmeque están rodando una película y que todoesto no es real. El resto del equipo debomberos entra en acción, deben darseprisa.

Queridos telespectadores, nosotrosseguiremos un poco más aquí arriba hastaque nos informen de que todo estácontrolado. Se despide Peter Cross de laWNBC informando para el canal cuatro.Que Dios les proteja.

4

New York Times, Octava Avenida,Nueva York

12.55pm

Patrick estaba a punto de llegar a lasoficinas del Times. Necesitaba cambiarsede ropa, no quería interrogatorios esamañana. También necesitaba una aspirinao algo más fuerte. Aparcó el coche en laparte de atrás. Entró a toda prisa por lasalida de incendios y se dirigió a unahabitación dónde sabía que encontraríaropa.

Buscó una bolsa de plástico para

ocultar su ropa y la dejó en una esquina.Se dirigió al lavabo para lavarse la cara yse peinó el pelo como pudo. Miró sureloj, era casi la hora. No quería hacerleesperar. Patrick se dirigió al ascensor máscercano. En ese momento sus puertas seabrían. Salieron dos personas, aprovechóy entró a su interior.

Otro día más en la oficina, casi al finalde la semana. Patrick albergaba mínimasesperanzas de que la nueva misión de sujefe no le supusiera un estallido mental deúltima hora, como era de costumbre.

Atravesó el pasillo saludando a suscompañeros. Las compañeras no seresistían al ver al gato. El viejo siamésdesfrutaba con las caricias. Rompiendo elhielo, su apellido resonó en la habitación.

—¡Stevens!—su jefe le aguardaba.—Bien chicas, basta por hoy. Dejadle

respirar—dijo Patrick sabiendo que searrepentiría de ello.

Frank emitió un dulce maullido.—Que malo eres.—dijo una

compañera.—hasta él lo dice.—¡Stevens!—segundo aviso del jefe.

No quería un tercero. Patrick agarró elbombín de la puerta y entró al despacho.George se encontraba en medio de unavideoconferencia. Le indicó que sesentará y esperara.

—A ver Timothy, que no me cuenteshistorias. O me traes el artículo de lospermisos ilegales o te uso de diana paraprobar mi nuevo revolver—Abrió uncañón y sacó una magnum. Lo puso

delante de la pantalla.—Además quierohacer reformas en este despacho.—miro aPatrick.

Extendió la mano con el pulgar haciaarriba.

—Y si no, siempre tengo la segundaopción, el mensaje exprés, lanzarte por laventana y hacerte amigo de las palomas.¿Me has entendido?

Patrick se pasó el dedo pulgar por elcuello y le susurro «de-man-da». Georgese dio un tortazo en la cara.

—De acuerdo. tienes hasta el lunes.Que pases un buen fin de semana.Recuerdos a tu mujer.—colgó el teléfono.—No me puedo permitir otra demandamás. Hola Patrick, mi querido amigo yconfidente, ¿qué te cuentas?

Patrick miró a su jefe y después a laventana. Sopesaba las opciones.Terminaba el día en el hospital o searriesgaba a la misión secreta.

—Tirando jefe.—mintió—¿Y usted?¿Otra vez con problemas?

—Chorradas, Patrick, ¿recuerdas lo deanoche? —

«Como olvidarlo. Necesitaría terapia»—El que se subió a la barra de

striptease, me dice ahora que ha usado losdatos sobre ese caso para costearse unoscaprichos. Y yo le he dado un pequeñoaviso. La gente, que es una incompetente.

Cogió la caja y la puso encima delescritorio.

—Aquí tiene. Directamente llegadodesde Sudamérica. Nunca me había dicho

que…—pero no pudo completar la frase.Con un movimiento más rápido que elrayo, George ocultó la caja en su lado delescritorio.

—¿Te has vuelto loco? Como me veancon esto se me cae el pelo.

Patrick entró en shock. «¿Verle coneso?». Volvió a mirar a la ventana. Variaspalomas se habían posado en el marco delexterior. Patrick suspiró. En ese momentoentendió la palabra confidente. Se habíaconvertido en cómplice del tráfico deobjetos antiguos. Un hormigueo lerecorrió el cuerpo. George se dio cuentade que había traído al siamés.

—Con permiso. Necesito hacer unacosa. Mi mujer no me cree.

Cogió el gato y lo puso en la mesa.

Abrió un cajón y sacó una gorra y unasgafas para ponérselas al gato. Despuéscogió la tableta electrónica. Puso su carajunto a la del gato y sacó una foto.

—Mi mujer todavía no se creé que unode mis empleados viene con el gato porlas mañanas. Ahora le daré en las naricescon la foto.

Cuando uno cree que lo ha visto todo,la vida todavía le sorprende.

—¿Antes ha preguntado si quería algo?Bien, unos días libres no me vendríanmal. Creo que me los merezco, en mihumilde opinión.

George le miró fijamente. Se trataba deuna de las peleas mentales del viejoGeorge. El primero que pestañeara,perdía.

—De acuerdo, tú ganas. Por tuhumildad y tu confidencialidad, despuésde que termines el artículo de hoy y me loentregues hoy mismo, a la noche, recibirásel premio de una semana para que hagaslo que te dé la gana. ¿Hay trato?

George extendió su mano. Ahí habíatrampa. Mucha trampa. ¿Una semana?Estaba siendo muy generoso. Pero levendría bien. Sabía que el cachondo eraun cabrón con labia, pero solía tenerbuenos gestos con su círculo de amigos.

—¿Y los gastos?—murmuró Patrick.Debía intentarlo.

George mareo los ojos, abrió otrocajón y sacó una tarjeta de crédito.

—Sólo te la daré cuando lo entregues.Ni un minuto antes.

—De acuerdo. Hay trato.—se dieron unapretón.

—Entiéndeme Patrick, si te hubieradicho la verdad, no habrías aceptado elpedido.

—¿Y sobre que es la misión de hoy,jefe?

George, abrió un cuarto cajón y sacóuna hoja. La puso encima de la mesa.Patrick la cogió y empezó a leerla.Levantó la vista y visualizó la enormesonrisa de oreja a oreja que el malévolode su jefe le mostraba.

—¿Los jóvenes de hoy en día entendéisde esas cosas, verdad?

El título decía: «Conferencia sobrenuevas tecnología en la nueva era. Nuevasaplicaciones del láser en la óptica. Hora:

17.00, Edificio Empire State de NuevaYork». Debía ser una broma. Volvió amirar a la ventana. En esos pocos minutosse había llenado de palomas. Presentía unmal presagio. George se dio cuenta ytambién miró a la ventana. Entoncesreaccionó como nunca le había visto.Abrió el cajón del revólver y sacó unapelota que lanzó contra la ventana. Labandada de palomas desapareciórevoloteando.

—¡Y si volvéis, pagáis la cuota! Queno es tan los tiempos para eso.

—Entonces—continuó Patrick—¿Voysolo o acompañado?

George empezó reírse. Nunca le gustóesa risa burlona.

—Pero que salado eres.—George se

pasó las manos por la cara— Puedes ircon quien quieras. Seguro que conoces aalguien del meollo que pueda ayudarte.Toda información es bienvenida. Sinecesitas algo, me llamas. Puedes irte.Tendrás que prepararte.

Patrick miró la hora. Tenía menos decuatro horas. No le iba a dar tiempo.Recogió a Frank y salió del despacho.«Esta se la guardo—murmuró mientrasapretaba los puños». Cuando salió alpasillo, chocó con la única mujer quetodos en la oficina deseaban. Una figurade medidas perfectas que siempre llevabatacones y le rodeaban ciertas leyendas deun turbio pasado. Era su oportunidad.

—Perdona Susana, una cosa—intentando no parecer indirecto— el jefe

quiere verte para algo sobre una cena portus logros y ese último artículo queescribiste. Una simple cena de negocios,ya sabes.

—Una cena, ¿para mí? —preguntóemocionada.

—Eso ha dicho, entra y pregúntale. Yono sé más.

—Gracias Patrick. Por cierto, quemonada de gato que tienes.

—Gracias a ti. Suerte.—le dijo—«Sabía mi nombre»—pensóirónicamente.—Donde estaba esaMagnum cuando la necesitabas.

Patrick se dirigió al ascensor. En laplanta baja, recogió su ropa y salió por lasalida de emergencia. Para su sorpresa,una bandada de palomas esperaban al otro

lado de la puerta. Salió del edifico y nohubo más sorpresas. Se apoyó en el cochee intentó relajarse. Pero el día estabacuesta abajo..

—¡Dime que quieres de mí!—gritó alos cielos.

Pequeñas gotas empezaron a caer ycomenzaron a chocar una a una a lo largodel clásico coche. El día mejoraba pormomentos. Frank maulló, las gotas leentraban en el interior de la mochila. Loque en principio era para su protección,se acabó convirtiendo en una prisión.

Puso rumbo al hogar, pero antes sedirigió al fatídico lugar de los hechos.Desde una esquina comprobó como lapolicía precintaba el lugar. El humo sehabía extinguido. Quedaba los restos

carbonizados y la visión de un desastreque nunca se olvidaría. Fuera, una fila decuerpos sin vida descansaba en vueltas enbolsas de plástico.

John Campbell

Frank saltó de la mochila y se dirigió

al cuarto de baño. Lo llevaba esperandodesde el coche. Patrick cogió una toalla yle secó la poca agua que le quedaba.Después, le dejó al gato campar a susanchas.

Se sentó en una silla de la cocina ylevantó la tapa del portátil. «Naveguemospor la red. Introduciremos la información:Conferencia de nuevas tecnología en lanueva era». Varias páginas web salieronen la búsqueda. Seleccionó la primeraopción. La web anunciaba que dosprofesores, el profesor Thomas Blake y elprofesor Terry McRack, presentarían un

nuevo modelo sobre la trasferencia demateria entre dos puntos distantesmediante una demostración práctica.

Una demostración práctica ¿Se refiere ala teletransportación? A bote pronto lesonaba a ciencia ficción, pero seríainteresante observarlo de cerca. Valdríala pena verlo con sus propios ojos.

Recordó las palabras de su jefe en eldespacho Seguro que conoces a alguiendel meollo.» Y era cierto, conocía a unapersona que era un genio en temas detecnología. Cogió su móvil y buscó en suagenda. Hacía muchos años que no seveían. Él siempre le hablaba de esascosas, que eran el futuro, los gurús de lasnuevas tecnologías, y todo eso de laprobabilidad y las predicciones a

posteriori en la tecnología.—Sí, hola, ¿quién llama?—Preguntó

una voz masculina al otro lado delteléfono con un tono bastante serio y hartode responder lo mismo una y otra vez.

—Hola John, soy yo, Patrick. PatrickStevens. Del instituto. Ha pasado muchotiempo tío.—Hubo un momento desilencio. Patrick comprobó si la llamadaseguía actica.—John, John Campbell,¿Sigues ahí?

—¿Patrick Stevens?¿El mismo queocultó las llaves de los coches de losprofesores en una taquilla y tardaron unasemana en dar con ella?

«El pasado siempre regresaba paraatormentarte».

—Si bueno, que se le va hacer, estaban

demasiado ocupados hablando de lostemas cotidianos que nunca prestabanatención a sus respectivos despachos ypertenencias. Oye John, ya que teacuerdas tan bien de los viejos tiempos ysomos amigos que te parece…

—¿Tienes ordenador delante?Patrick no se esperaba esa respuesta.—¿Sigues teniendo mi correo o me

tienes agregado en algún lado? Tú accede,yo me encargó.

Patrick accedió a un programa de chat.—Mejor así, cara a cara. Hay que

adaptarse a las nuevas tecnologíascompañero. Cuéntame, ibas a decir algo.

«Que todos los días se aprende algonuevo.»

—Sí, verás—Patrick se aclaró la voz.

—Ya que estudiaste físicas, te comento.Luego hay una conferencia en Nueva Yorksobre dos tíos que van a hacer unademostración y bueno, tengo algunapregunta preparada. Pero me vendría bientu consejo sobre el tema.

—De modo que te inclinaste porperiodismo, ligarás bastante. En realidadhoy es tu día de suerte. Precisamente yoestoy en el equipo de esos profesores. Esmás, ahora mismo estoy en nueva yorkpreparando esa demostración. Puedohacer que el profesor te conceda laprimera pregunta, para que no te quitenideas. ¿Qué te parece?

—Que me haces un gran favor colega.—Me ha encantado saber de ti Patrick

—respondió John.—Hasta dentro un par

de horas.La llamada finalizó.Un calambre en la pierna le hizo

despertar. Escuchó el maullido de Frank.Recordó la cita con la señora del segundopiso. El felino le estaba esperando en lapuerta. No le dejó muchas opciones.

El ascensor se encontraba en la plantabaja. Frank estaba a su lado. Miró a laescalera, sólo era un piso. El gato habíadesaparecido. Solo consiguió ver elmovimiento de su cola Patrick no leperdió de vista. Aguardaba en frente deuna puerta «¿Cómo puedes saber dóndees?» Patrick sacó la tarjeta de visita yefectivamente, era la puerta correcta.«¿Ahora tú también tienes poderes?¿También me lees la mente cuando

duermo?—El felino le miró y sus ojostomaron una tonalidad diferente—Novuelvas a hacer eso». Llamó al timbre. Lapuerta se abrió y la amable anciana lesdio la bienvenida. Frank entró el primero.

Casa de la Sra. Miw

La entrada casi dejó K.O. el corazón

de Patrick. La gigante figura de piedra deun felino en la propia entrada del pasillo,le recordó a la tienda de antigüedades y asu experiencia sobrenatural.

—Es el protector del hogar, ¿sabe?—dijo la señora.

—Lo sé muy bien y él también—observando como el minino pasaba sucola por el contorno de la figura.—Créame. ¿Hace mucho tiempo que lotiene?

—No. La verdad es que lo acabo decomprar. Hay un tienda al otro lado delparque. Está un poco escondida, pero

tiene artefactos bastantes interesantes.Debería pasarse algún día y mirar.

—Me lo pensaré.—Pase joven, no se quede ahí quieto.

¿Quiere una taza de té?—Gracias, me apetece bastante.Patrick recorrió el pasillo. Había fotos

de muchos lugares del mundo. En ellasalía una joven atractiva y exótica. ¿Seríaella? Japón, la India, África, Sudaméricae indios nativos

—Tome asiento, por favor. Ahora letraigo el té.

Patrick continúo contemplando lasfotografías que había por toda la casa.Muchas eran sobre viajes. En otras,aparecía rodeada de más gente. .—Perdone. Esta foto es la única en la que

sale con una persona. ¿Es algún amigo oalguien especial?

La señora regresaba con una bandeja.Dos vasos y una tetera.—Déjeme ver.—cogió la foto y la observó detenidamente.—Si, de mis viajes al Tíbet en busca derespuestas.

—Y, si me permite la pregunta, ¿lasencontró?

La señora se quitó las gafas, y dejó elcuadro en su sitio. Después se dirigió a susilla.

—Si querido. Encontré respuestas amuchas preguntas. Por favor, siéntate.Empecemos.

La señora abrió un cajón y sacó unovillo de lana. Con habilidad, se lo lazóal gato. Frank lo capturó mientras rodaba.

—Dame tus manos y relájate.Patrick, indeciso, alargó lentamente las

manos. La señora Miw se las cogió. Cerrólos ojos y respiró profundamente.

—Veo algo. Un pasado algo oscuro.Veo un viaje muy largo, de alguiencercano. De tu misma sangre. Aunque veoque no fue una decisión voluntaria. Hayalguien más, pero no lo veo. Veo unalarga línea de tiempo de soledad y un finaliluminado

¿Viaje largo? ¿Larga línea? ¿Luz?Patrick empezó a ver imágenes. Estabanborrosas. Confusas. Se movían muyrápido. Eran como diapositivas, una auna, a mucha velocidad. Vio a su madre ycreyó ver a su padre. A él apenas lerecordaba. Pero esas imágenes eran muy

nítidas. También había un diminutoanimal. Debía ser Frank cuando era unacría.

Patrick despertó del trance y soltó lasmanos. La señora Miw seguía con losojos en blanco, pero al romper laconexión, volvió a la normalidad.Todavía no se creía lo que había visto.Había sido casi real, había llegado asentirlo. Había vuelto a ver a sus padres.

—Lo siento—dijo ella—Me he dejadollevar. A veces, si no controlas eltrayecto, puedes remover mucho el pasadoque uno no desea volver a ver.

—No se preocupe—respondió.—hayescenas que me ha gustado rememorar.

Patrick miró su reloj. Eran más de lascuatro. Debía irse o llegaría tarde a la

conferencia.—Señora Miw, muchas gracias por

esta sesión, en serio. Ha sido, como lodiría, reveladora.

La señora se inclinó en señal dereverencia y Patrick la imitó en señal derespeto. Le acompaño hasta la puerta.Cuando vio a Frank con el ovillo, hizo unrápido gesto de muñeca que descentró algato. Patrick abrió la puerta y salió alpasillo. Esta vez no podía llevarse aFrank al trabajo. Uno, porque sabía quellegaría tarde y dos, porque habría muchagente, y las multitudes no eran buenas. Demodo que regresó a su piso y dejó alsiamés delante de un cuenco de comidacon la tele encendida con sus dibujosfavoritos. Cogió el portátil y se lo llevó

con él. Salió a la calle y se subió alcoche. Le quedaban quince minutos.

7

M.I.T. Lab, Cambridge,MassachusettsAntes del mediodía

En el gran laboratorio del InstitutoTecnológico de Massachusetts, todo elmundo trabajaba a contrarreloj. Debíandesmontar la máquina más cara del sigloXX para que no surgiera ningúnproblema y, posteriormente, volver amontarla pieza por pieza cuando llegaraa su destino.

—¡Todo el mundo atento! Meted losmaletines en los camines y tened cuidado.Todo lo que va dentro vale millones dedólares. No os quiero meter presión.—anunció John Campbell.

Un señor con bata banca se asomódesde lo alto de una escalera pidiendodatos de última hora. John, concentrado enun enorme monitor, realizaba las últimas

actualizaciones.—Ahora mismo se los envió al

servidor doctor Blake. No se preocupe.Todos son positivos.

—Me alegro. De verdad. Casi veinteaños de trabajo ininterrumpido han dadosus frutos. A veces me olvido de la edadque tengo.

—Está hecho un chaval. Nunca loolvide. Ahora mismo terminó.

El doctor regresó al interior de unaoficina.

—¡John! Como tienes camelado aldoctor. ¿Cómo has podido mezclar todoslos datos sin perderte? Y te lo preguntocomo amigo.

—Es una gran pregunta, créeme, nosabría cómo responder. Supongo que el

karma hoy me ha sonreído. También vayahuevos que tienen ahí arriba, programaruna prueba del láser una semana despuésde la anterior, así no hay quien trabajetranquilo.

—Que no te oiga decir eso el jefe.—Ledijo el compañero sonriendo.

—El Dr. Blake es un santo, créeme.Tenemos que prepararnos para irnos,recuérdalo.—Un sonido musical alertó ypuso de los nervios John.

—¿Quién demonios me llama ahora?—John sacó el móvil y se dirigió a unazona resguardada.

ЖEn el interior de una sala

insonorizada, el director general deldepartamento, varios socios capitalistas y

el director del complejo estaban reunidos.El doctor Blake comprobaba que losdatos habían sido transferidos. Todohabía salido bien.

—Señoras y señores—anunció eldoctor Blake—si son tan amables deprestar atención al monitor, verán unarepresentación tridimensional de lo quesucederá dentro de unas horas en NuevaYork.

En el interior de un artefacto, unelemento luminiscente se desintegraba. Através de un rayo de luz, reaparecía en unartefacto homólogo del primero. Los datoshablaban por si solos.

—Como sabrán el rayo de luz es sólouna representación visual de lateletransportación del elemento. En

realidad no se observa físicamente. Yahan visto anteriormente las pruebas conéxito.—dijo el doctor.

—Bien señores creo que todo haquedado claro.—dijo un socio capitalista.—todo depende del éxito de lademostración de hoy. Si da los mismosresultados que en las pruebas, podremoscoronarnos con una medalla y, por supuesto, pasar a la historia. ¡Brindo porello!

Todos levantaros sus copas al aire paraconmemorar el glorioso día. Ese díasignificaría un antes y un después. Unenorme paso en la historia de lastelecomunicaciones. Una nuevageneración de proyectos se abriría trasello.

—También me gustaría hacer un brindispor el señor Manfree.—el director dellaboratorio se levantó de su silla—Por elhombre, sin cuya aportación, todo esto nohubiera sido posible.

Todos se levantaron y una vez másbrindaron.

—Por favor, señor director, no memerezco tanta consideración.—respondióagradecido.—Ha sido ese sueño que unavez tuve y, aquí y ahora, he tenido laoportunidad de hacerlo realidad. No esnecesario elevarlo más. Por el proyectoseñores. Por el futuro. Nuestro futuro.

La reunión había terminado con éxito.Mientras todos los asistentes salían de lasala, Stuart Manfree presionó un botón desu reloj y un panel apareció proyectado.

El director se dio cuenta.—¿Jugando con algún proyecto, señor

Manfree?—Por favor, llámeme Stuart. Pues verá.

¿Ve esto?—le enseño el reloj —Estorevolucionará la vida social de la gente.—Stuart se quitó el reloj de nuevageneración y se lo entregó.—Pruébelo. Esmás, se lo regalo. Como una ofrenda pornuestra amistad.

—Increíble. Extraordinario. Pero,dígame ¿de dónde lo ha sacado? ¿Alguienmás lo sabe?

Stuart se levantó y se acercó al oído deldirector.

—De mi propia empresa director. Yusted es el primero.

8

Central Park, Fuera del edifico

Equipo de vigilancia

Bajo el logotipo de una empresa delimpieza, una gran furgoneta franqueaba laentrada del edificio. La lluvia seguíacayendo y cada vez era más fuerte. Laspuertas traseras se abrieron y un operativosalió al exterior. Sacó una larga escaleray la apoyó en la pared del edificio. Secolocó el cinturón de herramientas yascendió por las escaleras hasta elsistema de cableado telefónico.

Quitó unos cables de la telefonía,insertó unos transmisores de señal yvolvió a colocar el cableado. «Fin deltrabajo». Descendió por la escalera, la

recogió y llamó a la puerta con losnudillos. Una vez dentro, se sentó en suasiento.

—¿Hay señal?—preguntó.—Funciona perfectamente—dijo su

compañera—Tenemos acceso a lascámara del portal, a la del piso cero ycada una que asomaba del ascensor. No esmucho, pero será suficiente.

—¿Podemos ver al chico?—De momento no. Pero la señora Miw

acaba de entrar en su apartamento. Y dosenormes camiones acaban de cruzar lacalle, según el radar, en dirección aledificio Empire State. Parece que todo vacronometrado. No debería habersorpresas.

—¿Sabemos dónde se encuentra el

chico?—Según el GPS que lleva instalado en

su vehículo—mirando la imagen delmonitor—está viniendo hacía aquí. Ledeberíamos poder ver en cualquiermomento.

Un Mustang[1] negro apareció entrandopor la calle. Encontró sitio delante de lafurgoneta y aparcó. Un hombre salió delcoche llevando una mochila pegada alpecho y corrió hacia el portal.

—¿Porque la lleva de esa manera?—preguntó un operativo.

—Llevara algo dentro. Eso es lo demenos.—respondió la mujer.— loimportante es que le hemos encontrado yle tenemos localizado. Mejor no puede irla misión. Ahora todo es esperar.

Recordad que la otra misión ya haterminado. El aviso ya se ha dado. Lanueva misión sólo es de vigilancia. Nadade intervenir. Son órdenes de arriba.

Los minutos iban avanzando y por losmonitores observaron como en el tercerpiso, el chico se disponía a coger elascensor, pero prefirió ir por lasescaleras.

—¿A dónde va?—se preguntaron todos.Patrick apareció en pantalla en primer

plano enfrente de la cámara de seguridad.—Es guapo.—dijo la operativa.—Lisa, a ti todos te parecen guapos.

No se cómo lo haces.—Saber buscar querido. Deberías

aprender.—¿Por cierto, como es posible que un

localizador de hace veinte años sigafuncionando hoy en día?

—Por lo que sé, por alguna razón,estuvo incomunicado. No daba señal. Yun día, quince años después, volvió a lavida. Simplemente se volvió a encender.Debió estar en un lugar con mucho plomoalrededor para que no emitiera señal. Lasorpresa fue descubrir al nuevo dueño.

—¿Y el antiguo?—preguntó ella.—En paradero desconocido.En el monitor observaron que la puerta

del apartamento se volvía a abrir. Patricksalía por la puerta y se dirigía alascensor. Desde la cámara del exterior dela calle, vieron como Patrick se dirigía asu coche. En ese momento recibieron unallamada.

—Seguidle, puede que se dirija avuestro próximo punto de encuentro.—dijo la jefa.

Después de que Patrick desaparecierade la calle, la furgoneta se puso enfuncionamiento. El Mustang atravesó laciudad y, efectivamente, se dirigía alEdificio Empire State.

—¿Por qué habrá venido hasta aquí?—Puede que cubra el evento. Después

de todo es su trabajo. Nosotros a losnuestro.

Edificio Empire State, Manhattan,

Nueva York

La conferencia sobre nuevas

tecnologías estaba a punto de empezar. Enmedio del caos que había en la calle todala acera estaba plagada de coches. Patrickprestó atención. Con cuidado, cruzó lacarretera evitando ser atropellado. A laspuertas del edificio, pudo ver como unpequeño grupo de gente de gente sedirigía velozmente en la misma dirección.Sabía que esa habitación, donde se iba acelebrar el evento, disponía de dos

alturas. Una donde por donde acabada deentrar la gente y la zona superior, dondeestarían algunos medios de comunicación.A primera vista, la zona inferior estaríacolapsada. Se dirigió a los ascensores.

Entro en el edificio y fue velozmentehasta la puerta de la convección. Lapuerta estaba cerrada. Recordó que lasala de conferencias poseía un segundopiso. Se acercó al primer ascensor delpasillo y pulsó el botón. Al entrar dentro,piso algo. Miró hacia abajo y había unacarpeta. La puerta se iba a cerrar y pusoel pie en el sensor de la puerta. En la tapaaparecía escrito confidencial. En suinterior, una montaña de documentosinundó sus ojos: Un documento llamó suatención. Una lista de nombres y

compañías. Cogió el documento y se loguardó en el bolsillo. La puerta intentabacerrarse. Alguien llamaba desde arriba.Debía largarse. Dejó la carpeta en elpunto exacto de donde la había recogido.

Patrick sintió que le estaban vigilando,pero no encontró a nadie a losalrededores. Entonces miró hacia arriba yadvirtió la cámara de seguridad que leestaba mirando fijamente. Él no habíahecho nada ilegal, sólo detener la puertamecánica. Decidió que esa planta era mássegura y se dirigió hasta la puertaprincipal de la exposición, rezandoporque estuviera abierta y no haberseperdido nada importante.

Dentro, Patrick se sorprendió de lacantidad de gente que había acudido al

acto. Intentó buscar un hueco donde poderser observable para realizar la preguntamás importante de su carrera. Se habíaaglutinado un número muy considerablede gente, civiles, funcionarios y algunaspersonalidades de la ciudad. Sacó su pasede prensa y se fue acercando por el lateralhasta las primeras filas.

En la tarima pudo reconocer algunaspersonalidades. Los dos profesores de lademostración, el alcalde de Nueva York,el jefe del departamento del M.I.T., elconsejero de seguridad nacional, lostécnicos entre los que se encontraba Johny otro personaje, con traje caro, que nuncaantes había visto.

La charla ya había dado comienzo yestaban con las presentaciones. Un tal

Stuart Manfree habían contribuidonotablemente en el desarrollo delexperimento. La sala se llenó de aplausos.El individuo saludó y se volvió a sentar.La ministra de nuevas tecnologías cedió lapalabra al Dr. Ferry McRack.

—El entrelazamiento cuántico es laclave para uno de los fenómenos másmisteriosos de la mecánica cuántica: elteletransporte del estado cuántico. Puedeque esto ahora les suene a chino, perocuando lo vean, lo comprenderán. Miespecialidad se centra en elentrelazamiento de fotones mediantefiltros ópticos. Les prometo una cosa.Cuando esta demostración termine y elacto haya terminado, saldrán de esta salacon otros ojos, unos ojos diferentes,

abiertos para un nuevo mundo. Lademostración sólo durará unos segundos,pero será tiempo suficiente, créanme.Aquí, mi compañero, El Dr. ThomasBlake, doctorado en física teórica, estudiael Teletransporte cuántico de cubits. Lesnarrará un poco los orígenes de esteproyecto. Doctor.

El doctor tomó la palabra y comenzó ahablar.

—Los computadores cuánticos mássencillos son los ópticos. Estos estánbasados en el entrelazado de fotones ylas propiedades cuánticas de lapolarización. Entrelazar fotones no esfácil. O no lo era, hasta ahora. Estateoría[2] lleva propuesta desde 1993 y,la logramos demostrarexperimentalmente, por supuesto,mediante el uso de fotones cuatro añosdespués, en 1997. El teletransportecuántico es fundamental para eldesarrollo de los próximos ordenadoresdel futuro, los ordenadores cuánticos.Que serán más rápidos de lo que puedanimaginar.

Teletransportar fotones suena fácil,

pero díganme, ¿creen que se podríarealizar el mismo experimento conelementos más grandes, como porejemplo, átomos? Pues sí señoras yseñores, el año pasado lo logramos micolega y yo, con iones pero a distanciasmuy pequeñas. Físicos norteamericanosde las Universidades de Maryland yMichigan logramos teletransportarcuánticamente el estado de dos iones deiterbio separados por una distancia de unmetro. ¿Increíble no les parece?

Patrick anotó los datos másimportantes. La gente comenzó alevantarse a la espera de que presentasenesa demostración reveladora. Si todosalía bien, los propios teólogos deberíanreflexionar sobre sus escrituras. «Y

pensar que antiguamente, a los librespensadores y científicos les tachaban deherejes contra Dios». Algunas personasdel público empezaron a arrojarcomentarios fuera de lugar a los doctores.Parecía que se había infiltrado algúngrupo religioso radical o ciudadano anti-tecnología. Los servicios de seguridadintervinieron y sacaron a los insurgentesfuera de la sala.

Cuando todo volvió a la normalidad,todo el mundo volvió a asentarse en susasientos, excepto los que estaban de pieen los laterales. El doctor hizo una señal asus ayudantes para iniciar la prueba. Trestécnicos acercaron una gran mesarectangular y la detuvieron en medio de latarima. El interior iba cubierto por una

sábana negra.Cuando Patrick reconoció a John se

llevó una sorpresa. Había cambiadonotablemente. Estaba más corpulento,llevaba melena corta y se había puestolentillas. Iban a ser ciertos los rumores deque en el MIT[3]. había buenosgimnasios. Patrick intentó llamar suatención, pero no sirvió de mucho, demodo que se limitó a observar.

—Señoras y señores, contemplen,nuestra obra por favor.

—¡Creacionistas!—Grito uno de losinsurgentes justo cuando le sacaban de lahabitación—¡Nadie está por encima deDios!

Destaparon la sábana. Todo el públicoexclamó al unísono. Fue espectacular.

«Ahí tenía mi artículo—pensó Patrick».Los fotógrafos comenzaron a sacarimágenes desde todos los planos. Unaestructura compuesta por una serie detubos, válvulas y recipientes, todosimétricamente diseñado. Empezaron arepartir gafas de seguridad entre aquellaspersonas de las primeras filas. Johnaccionó un mando y se iluminaron variosartefactos. Todo se llenó de pequeñasluces. Ordenaron disminuir la iluminaciónde la sala para que se pudiera contemplarmejor. John y su compañero señalizarondos recipientes. Indicaron que conteníanel elemento Iterbio.

Ahora, les rogamos un poco de silencioy que observen atentamente—anunciaronsus autores.—En estos recipientes podrán

observar dos isótopos de iterbio, lospodrán diferenciar por la cantidad deenergía que desprenden, ya que su energíaes distinta en cada uno. Durante la pruebase intercambiará el contenido de susrecipientes, es decir, que uno seteletransporte al recipiente del otro.

Un pantalla instalada en la tarimamostraba varias gráficas de energía ydaba una imagen ampliada de loselementos para poder presenciarlosmejor. «Si lo lograban, que sería lopróximo, ¿teletransportar objetos? ydespués ¿personas?».

—¿Preparados?—preguntó Blake—Ahora viene el momento tan esperado.

Los recipientes estaban conectados pordos tubos metálicos. Dos rayos laser

conectaron ambos recipientes. La luz queprovenía de los rayos se hacía másconcentrada hasta que la luz de cadarecipiente desapareció. El experimento sehabía completado con éxito.

John localizó a Patrick y le hizo unaseñal. Aplausos, silbidos de satisfaccióny frases de enhorabuena llenaron la sala.Lo habían conseguido. Habían logradoalgo imposible. Apagaron todo y losmismos técnicos retiraron la gran mesacon ruedas. Fue entonces cuando empezóla ronda de preguntas.

Era el momento de Patrick.N.Y.Times: ¿Cree usted que en el

futuro, cuando las investigaciones hayanmejorado, que se podrá realizar el mismoproceso, tal vez, con humanos?

Blake: Buena pregunta, pero hasta quellegue ese momento todavía queda muchainvestigación, querido amigo. ¿En el casode que se avanzase hasta ese punto? Sí,sería posible. Pero, aunque me duelareconocerlo, actualmente no disponemosde esa tecnología y se especula que aúnpodrían faltar varias décadas para ello.

N.Y.Times: ¿Han probado con algúnelemento de mayor tamaño?

Profesor Blake: Sí, lo hicimos. Con unapequeña pieza de metal.

Philadelphia Inquirer: ¿y qué fue deella?

Profesor Blake: Desapareció, nocompletó el proceso de materialización.

Profesor Blake: Pero lo más probablees que se desintegrara debido a su gran

tamaño o que apareciese en algún puntodel planeta. Ya conocen la frase, laenergía ni se crea ni se destruye, sólo setransforma.

Washington Post: ¿Con eso quiere decirque, en caso extremo, si así fuera quereapareció en algún punto del planeta,sería posible la teletransportación amayor distancia?

Profesor Blake: Interesante preguntajoven. Digamos que, siempre, en casohipotético, si se llegase a localizar surastro y posteriormente, encontrarlo enperfecto estado, sí, supongo que seríaposible, pero estamos hablando deobjetos inanimados, no biológicos, soncosas muy diferentes. Lo biológicosiempre será más complejo. Pueden surgir

errores en el ADN durante el proceso. Nocreo que desease tener los ojos en elestómago o un tercer brazo en la cabeza.¿Me explico?

Washington post: Por supuesto que no.La ronda terminó. La conferencia había

finalizado. Unos agentes de traje negro seacercaron al alcalde y le susurraron algoal oído. La gente empezó a levantarse eirse mientras comentaban el experimentoque había dejado anonadado a todo elmundo. Patrick intentó hacerse hueco paraacercarse a la primera fila e intentarhablar con John, pero resultó imposible.

Fuera, en el vestíbulo, se formó unamarabunta de personas. Entre tanto ajetreoy movimiento de masas una persona chocócon Patrick y se le cayó el maletín y el

sombrero.—Disculpe, no le he visto—dijo

Patrick.Al mirar a ese hombre, advirtió una

gran cicatriz que le salía de la cara y lerodeaba el cuello.

—Tranquilo chico, no pasa nada ¿Haestado interesante la charla, verdad?—dijo el tipo con tono misterioso.

—Pues sí, ha sido realmente revelador,quien iba a imaginar que eso fuera a serposible.

—Pues todos hemos sido testigos,amigo.—el hombre se irguió y se colocóel sombrero.

—Cierto—algo en esa persona noacabada de convencer a Patrick— Si medisculpa tengo algo de prisa.

—Faltaría más—después murmuró envoz baja.—Eso no es nada comparado conlo que está en marcha.

—¿Perdón, que ha dicho?—Patrickcreyó haber oído algo.

—Perdone, pensaba en voz alta.—dijoel hombre agarrando el ala de su sobreroy despidiéndose formalmente.—A ver sihay más encuentros como el de hoy. Hacefalta inspiración en estos días que corren.Que pase una buena tarde joven.

Patrick regresó a la habitación.—¿Patrick? Te he visto dentro.—John

le había localizado—Que veas que me heacordado de ti.

—Ya lo he visto. Por cierto...John se acercó con los brazos estirados

y le abrazó. Patrick tuvo que aguantar la

respiración. Le había vaciado lospulmones del apretón. Estaba en forma.

—No me lo digas ¿Gimnasio?—Por supuesto, en el instituto nos

quieren sanos y en forma, que te pensabas¿que sólo había cerebritos?

—Bueno, un poco de todo, ya sabes.—Patrick recordó algo.— ¿Por cierto, seríaposible una visita guiada por vuestrasinstalaciones? Siempre he tenidocuriosidad.

—Por supuesto, hay sitio en mi piso, nohay problema. Además ahora que ya haterminado la demostración, todo elmaterial va a estar guardado. Te puedobuscar un vuelo y mañana te recojo en elaeropuerto

—Perfecto, va a ser un fin de semana

interesante.

10

Expediente

La furgoneta se dirigió a la parte

trasera del edificio. No podíanmantenerse delante del edificio y que laseguridad sospechará. Dos operativossalieron del vehículo con trajes deetiqueta. Su objetivo era infiltrarse en laconvección y obtener varios documentos.Luke contempló el vestido de sucompañera. Ella se dio cuenta y le emitióun cariñoso gesto con la mano.

—Buen intento cariño, pero hoy no.Tenemos trabajo—dijo Francesca a sucompañero.

—Tú te lo pierdes—respondió él.Fran se asomó a la puerta de

emergencia y confirmó que estaba vacía.Luke la cogió del brazo y la besó en laboca. Ella no se lo impidió pero le dejocon ganas de más. «Más tarde—susurró».Accedieron a una zona reservada. Franabrió otra puerta para comprobar que nohabía nadie mirando en su dirección.Había mucha gente reunida. Antes deacceder, dos pivotes dorados con unacuerda roja les bloqueaban el paso. Sindudarlo, desengancharon un lado,cruzaron y lo volvieron a enganchar.

—Ya estamos dentro.—anunció Fran.—nos dirigimos al ascensor.

Desde fuera, Dimitriv se encargaba depinchar las comunicaciones del edificiopara monitorizar toda la conferencia.Debían asegurase de no cometer errores.

Sus cuellos estaban en juego.—Chicos—anunció Lisa desde el

interior de la furgoneta—Os comunicoque el pasillo está libre en estosmomentos. Tenéis luz verde. En el primerpiso parece que hay varios accesos.

Lisa observó como sus compañerosaccedían al vestíbulo. Desde la segundacámara, visualizó como discretamenteaccedían a los ascensores. Todo parecíair bien. Accedió a la cámara del primeropiso.

—Avanzad por el pasillo. Veréis unapuerta y contiguamente otra. Entrad enella. Según la información que nos hanfacilitado el maletín se debe encontrarallí. Una vez dentro, estaréis solos.

—De acuerdo.—respondió Fran.

Avanzaron a hurtadillas a través delsuelo marmolado. La misión empezaba enese momento. Forzaron la cerradura yaccedieron al interior.

—Daos prisa. Debería estar a la vista.El sillón, la mesa, en algún lado. Sólonecesitáis su contenido, dejad el maletín.

Luke encontró un maletín bajo elescritorio. Sacó la combinación de subolsillo y abrió el maletín. Había unaúnica carpeta en su interior.

—Tanto maletín para unos folios. Lainformación debe ser valiosa.

—Misión cumplida. Devuélvenos alexterior Lisa.—dijo Fran.

—Coged el ascensor y haced el mismorecorrido. No deberíais tener problemas.

Avanzaron hasta ascensor y Luke llamó.

La puerta tardó unos segundos en abrirse.Lisa escuchó un golpe seco desde losauriculares de la furgoneta. Temió que leshubieran descubierto.

—¿Ha pasado algo? He oído un ruidoraro.

—Nada, que Luke es un torpe.—dijocontemplando como se retorcía de dolorsu amante y compañero de armas.—Eresde lo que no hay.

—Eres una bruta.—Luke se retorcía dedolor. El codazo que le había propiciadoen las costillas le pasó factura.—¿Pero ati te parece normal como me tratas?Siempre estamos igual.

—Estamos trabajando. Mételo en lacabeza ¿Se puede saber qué te pasa?

La puerta del ascensor se abrió. A Luke

le asaltaron los nervios y de la agitaciónde su brazo, la carpeta de su mano salióvolando al hueco a la cabina del ascensor.Sin darse cuenta de ello, continuarondiscutiendo hasta que la puerta se cerró.

—¡Mira lo que has provocado!—gritóLuke.

—No es culpa mía que no sepas llevarel asunto.

—Date prisa y llama antes de quealguien lo coja.—le ordenó.

Lisa no llegó a ver la escena. Sinprobabilidades de cometer errores, apartóla vista un rato del monitor. No contó conel factor humano. El ascensor comenzó asubir quince segundos después. Lukeestaba muy estresado. Todo había idobien hasta ese momento. La puerta se

abrió.—Ahí está la carpeta y en el mismo

sitio.—respondió.—Llega a desaparecery soy hombre muerto.

Fran le cogió la carpeta y la comprobó.—Seguro que está todo, estaba en el

mismo sitio.—respondió él.— No habránadie abajo. Ya ha empezado laconferencia hace rato.

—Por precaución—Lisa tenía un malpresentimiento, y su intuición no solíafallarle. Parecía que el contenido estabaintacto—¡¡no!!—gritó y calló al suelo derodillas.

—¿Qué pasa?—dijo él con ironía—¿Se ha arrugado alguna hoja?

—¡¡Falta la lista, idiota!!—gritófríamente—Se supone que hay una lista.

¡Ya sabes qué significa eso!De repente, el compañero empezó a

jadear. Se desabrochó la corbata, se leaceleraba la respiración…

—Eso sólo puede significar una cosa—dijo tomando aire— Y es que tambiénalguien había llamado desde abajo. Poreso se cerró la puerta.

Los dos se miraron y se quedaronmirando el ascensor.

—Bajemos. Aquí perdemos el tiempo—dijo el hombre.

—¿Y después qué? ¿Entramos dentro?¿Sabes cuanta gente habrá ahí? ¿Te vas aponer a inspeccionar a cada uno? No mehagas reír.

—¿Y qué hacemos?—Le diremos a Lisa que mire en las

cámaras. Es la única manera.—Fran sellevó la mano al micrófono.—¿Lisapuedes mirar la cámara del vestíbulo, porfavor? Sin preguntas. Dime si ves aalguien.

—¿Qué ocurre?—Sólo hazlo.Lisa comprobó el video

correspondiente a la cámara del vestíbulo.Había alguien, un hombre. Pero seguía sinentender que tenía él que ver.

—Hay un hombre que se dirige a lapuerta de la conferencia. Si os dais prisa,le podréis coger.

Se metieron en el ascensor. Al llegarabajo, corrieron hacia la puerta y vieronque alguien entraba. Era él. Pero llegarontarde.

—Esto llevará más tiempo, han surgidoproblemas.—informó Fran.

—¿Os han visto?—No, pero hemos perdido una hoja—

miró a Luke—y ese hombre ha entradodentro.

—Vamos. Démonos prisa—dijo sucompañero.

Luke corrió lo más rápido que pudohasta alcanzar el pomo de la puerta yabrió la puerta. La sala estabacompletamente llena. Varias personas segiraron hacía el. La misión se iba aalargar.

—Esperaremos a que acabe laconferencia y observaremos a la gente.Cuando alguien se encuentra algo decierta magnitud siempre revela gestos. Si

no encontramos ningún sospechoso,regresamos al despacho. Siempre setienen duplicados ¿Entendido?

—Sí, pero esto lo cambia todo,nuestros cuellos están en juego.

—Cállate ya. Esperaremos a que acabe.Ж

Después de terminar la conferencia,Luke y Fran aparecían por la puerta deatrás. Sus caras lo decían todo. Algohabía pasado.

—¿A que vienen esas caras? ¿Qué hasucedido? ¿Por qué no habéis informado?

—No estoy de humor para hablarahora. Improvisación y mucha suerte. Sólodiré eso. Mucha suerte.—se giró hacia sucompañero con mirada regañina.—¿Haspodido grabar todo?

—Sí, aquel que haya entrado por lapuerta estará en el video de seguridad. Noos preocupéis. Le cogeremos.

Lisa puso el archivo de video de laexposición. Tuvieron mala suerte, lospuntos ciegos del vestíbulo ocultaron lacara del hombre. Pero en el momento quese acercó a la puerta, tuvieron unainstantánea.

—¿Ese no es el tío del coche?—preguntó Luke.

—Nos volvemos a encontrar. Seráfácil. No parece gran cosa.—respondióFran.

—Bendito Tío Sam, así da gustotrabajar.—dijo Luke.—Todo el edificioestá lleno de cámara.

—Da gracias de seguir vivo ahora, o

hay que recordad cierto incidente.—Todo en orden.—dijo él.—Muy bien, Dimitriv, sácanos de aquí.El conductor se quitó los auriculares y

puso en funcionamiento el motor.

11

Sorpresa en el Times

19.00 Cuando llegó al trabajo le sorprendió

ver la luz encendida en todo el piso. Alacercarse al despacho, escuchó variasvoces. Una voz era de mujer. Georgeseguiría reunido con Susana en sudespacho. Menudo bribón. Llamó a lapuerta y esperó que le diera permiso. Antetodo, educación. La voz magnánima de sujefe le indicó que pasara al interior.Patrick abrió la puerta y vio la imagen deuna mujer sentada de espaldas en la silla.

—Maldito reservado. No me habíasdicho que estuviste en la explosión de esta

mañana. Te habría dado el día libreidiota.

«¡Donde estaba esa Magnum cuando lonecesitabas!»

—Verá jefe, prefería mantenerlo ensecreto. No me va esa etiqueta de héroede la ciudad. Ya sabe, conllevaresponsabilidades.

—¿Estás seguro? Porque aquí delantede mí, con quien he tenido una agradableconversación—cogiendo las manos de laseñorita y sonriendo.— Dice que teconoce, ¿verdad Alexandra?

—Pues yo creía que sí.—respondió lamujer—Pero si lo niega, tendré que irme acasa sola.

—Que descortés por tu parte Patrick.—respondió George mostrando una ligera

sonrisa brabucona.«Esa era una las cosas que le gustaba y

a la vez odiaba de su jefe. Ese humor dehijo de puta que tenía, con el queconseguía todo lo que quería. Le tenía enun pedestal» ¿Qué le conoce?¿Alexandra? No conocía a ninguna mujercon de ese nombre. La chica se giró en lasilla y la contempló. Era ella. La chica dela biblioteca. No sabía que responder. Sequedó cortado.

—Hola.—fue lo único que salió de loslabios de Patrick.

George atacó como de costumbre.—Y cómo puedes ver Alexandra,

Patrick es uno de mis mejores agentes porsu labia y expresión corporal.

—Sí, ya lo veo. Tampoco lo hace mal,

George.Se tuteaban. Eran iguales y se tuteaban.

Eso resultaba peligroso.—¿Cuándo se ha abierto la veda de

caza en esta planta?—respondió sinmiramientos.—Porque me apunto.

Era la hora de coger la lista devenganzas y devolver algunas. A Georgele entró un ataque de risa y golpeó la mesacon todas sus fuerzas.

—Por eso me gusta. Porque aunquesabe que le bacilo y no se corta endevolvérmelas.—cambió el tono de suvoz y volvió a ser el jefe agresivo quetanto respetaba.—Por cierto creo quetienes algo para mí.

Igual de sutil que un machete con filopreparado para cortar hueso. Ahora era su

turno.—¿Y la palabra mágica?—Despido instantáneo. Y son dos.—el

juego había comenzado.Alexandra miraba de un lado a otro del

campo de batalla. Se vio obligada ataparse la boca para tapar su risa. Patrickbuscó en su bolsillo y sacó el pendrive.

—Aquí lo tiene. Una página entera jefe.—Así me gusta. Mi mejor hombre. En

todos los sentidos, ya me entiendes.—George le lanzó un guiñó pocodisimulado.

Patrick suspiró, pero la batalla aún nohabía terminado.

—Dime Patrick ¿Tienes algún planpara el fin de semana?

—Pues de hecho sí, me voy a

Massachusetts a ver a un amigo.—¿Que se te ha perdido ahí?—El instituto tecnológico, voy a

inspeccionar un poco. Ya sabe, sus trapossucios, planes de conquistar el mundo,todo eso.—en realidad no sabía porquehabía dicho eso. Pero la ironía provocóalgo de humor al ambiente.

—Me parece muy bien. A propósito,podrías poner una planta o algo en tuescritorio, que se ve vacía. Algunos sonmás efectivos y rinden más que otros.Aviso para navegantes.

George sacó su preciada Magnum en elescritorio. Alexandra no se cortó encogerla.

—¿Le importa que la coja?—Puedes coger todo lo que quieras,

querida.—respondió George mostrando sugran sonrisa a Patrick.—Por cierto, no oshe presentado oficialmente todavía.

Patrick se quedó confuso. Eso no eracierto.

—Patrick Stevens te presentó aAlexandra Blake, la hija y coordinadoradel doctor Thomas Blake, a quien hasvisto esta tarde.

Alexandra se levantó de la silla.—Encantada.—Se puso colorada. Al

final iba a ser tímida.—El placer es mío.—La imagen de los

doctores regresó a la mente de Patrick.Aún recordaba fresco su artículo. Demodo que ella era su hija.

Los dos se acercaron. Aquel momentodel rescate afloró en la habitación. Ambos

recordaban esa interrupción con malsabor de boca. Ese momento habíaregresado. Los dos iban a besarse cuandoel olor a fragancia fuerte inundó elmomento. George estaba con la tableta enlas manos preparado para algo.

—Haced como si no estuviera ¿vale?Es para el álbum de la empresa. Así,perfecto. Podéis seguir.

En ese momento su mente trabajó a lavelocidad del trueno. Se visualizócogiendo la magnum del escritorio,apuntar a frente de su jefe y disparar en lafrente. El cuerpo salía disparado hacia elescritorio. Pero la mente era la mente, y larealidad el infierno. Y este últimosiempre ganaba.

—Bola uno Patrick, recuerda.—le

susurró George mostrando elevado eldedo índice.

«Su jefe empezaba a hacer de las suyas.Debía improvisar ».

—¿Tienes hambre? ¿Te apetece salir acenar Alexandra?

George se quedó boquiabierto. Leganaban en su propio terreno. Alex dudóal principio pero no podía evitar losucedido ese día.

—Vale—sonrió ella—Acepto tuinvitación. ¿Y adónde me llevas?

Conocía un restaurante al que iba depequeño con su madre. Sabía que seguíaexistiendo aunque hacía tiempo que nohabía vuelto por allí. Patrick, condiscreción, apartó su brazo y le mostro losdedos índice y corazón a su jefe. Segunda

bola.—Por cierto, Patrick he visto los

videos que hay colgados por la red, y sino me equivoco y creo que eres tú,deberías ir al gimnasio.

Esa fue la gota que colmó elvaso. Se iba a enterar.

—Que tal la cena con Susana jefe.¿Entretenida?

Alex quedó confundida por laagresividad de la pregunta. Pero creyóque se refería a la mujer del editor.

—¿Es su mujer, señor Brock?—preguntó Alex.

—En realidad la becaria—respondióPatrick levantándole la ceja a su jefe.—Por cierto me prometió algo porentregarle el informe.

—No juegues con fuego hijo o tequemarás.

George, abrió uno de los cajones y sacóuna tarjeta de crédito.

—Que sepas, que no a todo el mundo lepresto esta preciosidad. Recuérdalo.

—Tomo nota George.—respondió Patrick.—Alexandra, no vamos.

—Te sigo. Y por favor llámame Alex.Alexandra me llama mi padre.

George se puso a juguetear con suprecioso juguete, hasta tal punto que unruido estruendoso provocó que se callerade la silla. Patrick se grró.

—¡Jefe! ¿Pero que ha hecho? ¿Y qué hasido ese ruido?

George se apoyó en la mesa y se fuereincorporando poco a poco hasta

sentarse en su sillón. Tomó aliento y miróa sus dos invitados.

—Creo que quedaba una bala en eltambor del revólver. ¿Qué cosas eh?—con una sonrisa infantil.

—Patrick, vamos…—insinuó Alex.—Sí, tienes razón.—respondió Patrick

sin quitar los ojos del revolver que seguía en las manos de su jefe.

Al salir del despacho, se metió la manoen los bolsillos y recordó que llevabaalgo.

—Alex, te importa llamar al ascensor,tengo guardar una cosa en mi mesa. Si noes molestia.

—Claro, no te preocupes.Patrick se dirigió a una fotocopiadora,

sacó la hoja e hizo una copia por

seguridad. Se dirigió a su mesa y abrió uncajón del escritorio. Cogió la hojaoriginal, la dobló varias veces y la guardódentro. La copia se la quedó para él. Porseguridad el original se quedaría ocultoen el sitio más seguro que conocía. Esaoficina.

12

Análisis

A las puertas de un restaurante que

ofrecía cenas a domicilio, la granfurgoneta continuaba su labor devigilancia. El día había sido largo y losestómagos rugían por su preciado premio.

—¿Alguien tendrá que ir por lacomida?—insinuó Lisa.

—¿Y porque no podéis ir vosotros?—preguntó Luke.

—Yo tengo que estar listo por si surgealguna sorpresa.—respondió el ruso alvolante.

—Y yo me encargo de lascomunicaciones. ¿Qué te parece?—respondió ella.

Fran se puso una cazadora y abrió lapuerta trasera. Esa última hora habíarefrescado bastante y no le apetecía cogerfrío.

—¡A qué esperas!—le gritó a sucompañero.—No pienso cargar con todo.

Luke se dirigió a la puerta y antes decerrarla, su otra compañera le dio unmensaje.

—El que algo quiere, algo le cuesta.Recuérdalo.

Luke cerró la puerta con fuerza.—Bien Dimitriv, ¿qué te apetece hacer

mientras? .—Ya sabes qué querida.—Respondió

con su prominente acento ruso.—Pues sal de esa cabina y ven atrás.Dentro del establecimiento, un jueves

por la noche, sólo la mitad del localestaba ocupado. Luke y Fran se dirigierona la barra y le hicieron una señal alcamarero. Mientras, se pusieron a analizarla lista de pedidos.

—¿Tu qué quieres?—Me da igual, tengo hambre. Elige tú.

Nos tiene que dar para aguantar toda lanoche.

El camarero se acercó a ellos. Un señorde mediana edad, entrado en canas, perode buena imagen.

—Buenas noches pareja, ¿en qué puedoayudaros?

—Estamos sopesando cuatroespecialidades de la casa.

—Marchando. Confíen en mí. No searrepentirán.

Lisa se giró y se apoyó en la barra.Observó como Luke se dirigía a lastragaperras. A veces se preguntaba porqueestaba tan enganchada a él. Por suintelecto no era, eso lo sabía bien. Suenergía salvaje era una opción. Tambiéntenía su lado sensible, cuando estabatranquilo. Cuando no, era inaguantable.

Sin darse cuenta, el camarero habíatraído la comida.

—Aquí está señorita, su pedido. Verácomo no se quedan con hambre.

—Muchas gracias. Eso se lo aseguro.¿Cuánto le debo?

Luke golpeó el lateral de la máquinatragaperras y el señor lo vio. Fran sepreparó para el posible incidente.

—Cómo veo que su compañero ha

invertido en mi negocio, dejémoslo entreinta dólares ¿Qué le parece?

Agradeció la compresión y pagó alseñor.

—Que lo disfruten. Y si me lo permitele daré un consejo. A veces elagotamiento es buen método, ¿no sé si meexplico?—mirando al objetivo.—Funciona para cualquier cosa.

Lisa entendió perfectamente el caminopor el que iba la indirecta.

—Gracias de nuevo. Lo tendré encuenta.

—Vuelvan cuando puedan.Ж

Fuera, en la calle, Fran y Lukegolpeaban la puerta de la furgoneta.Tardaron unos minutos en abrir.

—¡Animo ahí dentro!—golpeó lapuerta Fran.

La puerta se abrió y un olor candentesalió al exterior.

—Luke, te recuerdo que me tienes querenovar el permiso de residencia.—DijoDimitriv.

—Te dije el otro día que me des unasemana, esto no se hace de un día paraotro.

—Parece que se lo pasan bien, la chicano para de reír.—Lisa comprobaba laimagen de video a través de su tableta.

A través de la red de cámaras deseguridad, observaron como Patrick yAlex salían del edificio del New YorkTimes y se dirigían caminando hasta elMustang. Se dirigían exactamente al

restaurante donde ellos estabanaparcados.

—Como Stuart se entere de que la hijadel profesor está con el chico Evans,menuda sorpresa se va a llevar.—dijoLisa.

—¿Evans?—preguntó Luke—¿De quéme suena ese apellido? Recuerdo a verleído un informe.

—Un momento… ¿ese chico no será elhijo de ése?—dijo Fran.

—Exacto.—Lisa leyó un expediente—Es el hijo del capitán que casi destapa yhecha por tierra toda la investigación deljefe hace veintitrés años—empezó a decirLisa, buscando en la base de datos de suordenador.—Según el informe, el agenteEvans hizo de caballo de Troya con el

señor Manfree, mientras el FBI y la CIAintervenían un hangar de su propiedad. Ydespués de eso, desapareció sin dejarrastro.

—¿Chivatazo? ¿desapareció? ¿de quéhablas Lisa?—preguntó Luke.

—Por favor, hay que explicarlo todo—se quejó— Jack Evans fue el compañerode Stuart en el ejército. Sus caminos sesepararon, pero un día, en el funeral delgeneral, el jefe decidió enseñarle elcomplejo. Pero al señor Evans no legustaron los planes de su compañero y,supuestamente, contacto con el FBI., luegodesapareció. Ese es el informe oficial.

A pesar de que la temperatura era bajaa esas horas en la calle y de que lacomida estaba caliente, no pudieron evitar

quedarse unos segundos procesando esainformación en silencio.

—¿Qué?—soltaron todos al unísono—¿Ese de ahí es el hijo del tío ese?—

pregunto Luke histérico.—Si.—suspiró Lisa—y él no lo sabe.

Cree que está muerto.—Señoras, ¿y si volvemos dentro? Me

estoy congelando y la comida se va aenfriar.—dijo Fran.—¿Has podidoacceder a su correo?

Fran, sentada en los asientosdelanteros, quería dejar zanjado el día.Debían organizarse para adelantarse acualquier sorpresa. No habían informadode muchos errores y no tenía pensadohacerlo. Necesitan un as bajo la manga.

Lisa había accedió al correo de Patrick.

Espera algún dato de sus próximosmovimientos. Un correo llamo suatención. «Aeropuerto JFK, billete13.00pm».

—Hay tiempo de sobra. Hasta elmediodía no es el vuelo.—informó.

Fran, satisfecha, se acomodó en lasegunda fila de asientos y se despidióhasta el día siguiente. Dimitriv, con unapequeña linterna en la mano, invertía losúltimos minutos de la noche en la lectura.Luke, desde el otro lado del asiento,reclinó el respaldó para dormir un rato.

13

Dick Thompson

El coche giró en la siguiente

intersección y se adentró en otra calle.—Es allí, debajo de ese letrero rojo.Aparcó lo más cerca que pudo. Un

panel con letras fluorescentes iluminabala calle.

—La verdad es que llevo unatemporada, por aquí y nunca había oídohablar de este restaurante.

—Empezó como un restaurantefamiliar. Entremos dentro.

Al entrar al recibidor le llamó laatención una mesa vacía que daba a lacristalera y estaba oculta por la cortina.

—Como iba diciendo, este sitio

empezó como un lugar de reuniónfamiliar. Sobre todo los fines de semana,por el tema de las ligas infantiles yjuveniles. Siempre se llenaba. Y por loque veo, ha evolucionado a restaurante.

—Es muy acogedor.El camarero se acercó a la mesa y les

tomo nota.—Por cierto ¿Los artificieros saben

que provocó la explosión de labiblioteca? ¿Viste a alguien actuar demanera extraña?

—Pues hubo alguien que entró congabardina y se dirigió al fondo de labiblioteca y después salió. Fue extraño. Aparte de eso, no vi nada extraño. Despuésde que te fueras, un agente vino donde mí.Recibí una llamada de mi padre y le dije

que estaba bien, que no se preocupara.—Entiendo. Ya que sabes a lo que me

dedico y donde trabajo. ¿A qué te dedicasaquí en Nueva York?

—En resumen, soy la relacionespúblicas de mi padre.—se frotó las manospara coger calor.—El camarero llegó conla bandeja de la cena y sirvió los platos.—Yo me encargo de organizar lasexposiciones y las conferencias cuandoestá en movimiento, a su cargo. Y cuandono, me muevo entre empresas. ¿Túsiempre has vivido aquí?

—No, yo me crié en Florida. Ahítrabajaba mi padre, pero tras su muerte,mi madre decidió que lo mejor era quenos mudáramos a Washington paracontinuar con nuestras vidas. Hasta que

terminé mis estudios y me independicé. Yaquí me ves.

—Siento lo de tu padre. ¿Qué ocurrió?Patrick empezó a comer y se quedó

pensativo.—Pues no lo sé. Apenas le recuerdo.

Despareció cuando tenía cuatro años. Loúnico que recuerdo, es que fue un año quevolvió del ejército y no paramos de hacercosas juntos. Siempre ir de un lado a otro.Aún mantengo alguna foto y su colgante delos marines. Nada más. Oficialmente estadado por muerto, pero mi madre me dijoque ella sabía que seguía vivo. Menudahistoria.

—¿Y tu madre sigue en Washington?—No, tampoco. Murió hace cuatro

años, poco después de entrar a trabajar yo

en el Times—Lo siento, de veras, menuda tragedia

la de tu familia. No sé qué haría yo si mesucedería lo mismo.

—Seguir adelante. Es el único camino.Créeme.—tomó otro bocado de su plato.—Por cierto, hoy he estado en laexposición de tu padre. Ha sido increíble.Uno de sus ayudantes estudió conmigo.Consiguió que me dieran la primerapregunta de la ronda. Fue todo un logro.El artículo que le dado a mi jefe era sobreello.

—Me alegro de que te gustara. Yo le hevisto en acción algunas veces en sulaboratorio. Hay cosas que hasta que nolas veía, no las creía. Mi padre viajamucho y a veces también da conferencias,

va de estado en estado. Ya sabes cómo eseso.

El tiempo avanzaba deprisa y la nochese hacía amena y acogedora. Alex se fijóen el reloj de la pared. Se sobresaltó porla hora.

—Perdona, he de hacer una llamada.¿Te importa ir pidiendo la cuenta?

—Claro, sin problemas. Pero no tevayas muy lejos.

Alex se levantó de la mesa y se dirigióa la puerta. Patrick llamó al camarero.Éste al principio no le vio, de modo quesiguió terminando su cena. Lo intentó unasegunda vez.

Fuera, en la entrada del restauranteAlex hablaba con su padre.

—Papa, se me ha ido el tiempo. Estoy

en un restaurante de la zona con un amigo.Tranquilo. Sí, estoy bien. Creo que esamigo de John. El de la primera pregunta.Creo que es de fiar. Tengo buenasvibraciones con él. ¿Mañana temprano?De acuerdo. Mañana te veo. Te quiero.

El camarero se acercó a la mesa dePatrick. Llevaba un pequeño platóplateado con la factura.

—Dígame, ¿cuánto es la cena?—Déjalo Patrick, no importa. Invita la

casa.—Dick se le quedó mirandoanalizándole.—¿De verdad no merecuerdas, chaval?

—¿Cómo sabe mi nombre? ¿Nosconocemos?

—Supongo que eras muy pequeño, ya tehabrás olvidado. Te pareces mucho a tu

padre, fue una pena lo que le pasó y lo detu madre.

—¿Conoció usted a mi padre?—Patrickno creía lo que estaba oyendo. Por finencontraba a alguien que le podía hablarde él. Aunque no era el lugar que habíaimaginado.

—Verás, digamos que tu padre y yofuimos amigos en el ejército. Fue un buenhombre, eso te lo habrá dicho tu madreCuando ella consiguió el trabajo enWashington, os mudasteis allí paraempezar una nueva vida.

—Ya veo.—Patrick agradeció esaspalabras.—Por fin alguien me cuente algonuevo. Muchas gracias por la cena. Ysuerte con el negocio.

—Gracias a ti y suerte con la chica,

parece simpática.—Se confunde, ella y yo sólo…—Deberías darte prisa, está al

teléfono.—dijo Dick mirando por laventana

Tenía razón. Había salido del local yestaba esperando fuera.

—Gracias de nuevo. Adiós.Alex se disponía a regresar al interior

cuando Patrick salía del restaurante.—Supongo que nos vamos.—dijo ella.—¿Te acercó a casa? Con este frío no

debe ser sano ir andando.—Puedo coger un taxi.—¿Coger un taxi teniendo chofer?—

Patrick arriesgo la ironía.—No puedopermitirlo. Insisto. ¿Te hospedas en unhotel, en un piso…?

—En la calle cincuenta y nueve con laquinta avenida.

Patrick no se lo creía. ¿Eran vecinos?Tuvo que haber entendido mal ladirección

—La cincuenta y nueve con la quinta,¿has dicho?

—Sí, veo que te pilla muy mal. Enserio, cojo un taxi. No hay problema.

—No, no es eso. Yo también vivo enesa calle. Por eso me he sorprendido.Pero no perdamos tiempo. Sube al coche.

Poco después, ella le señalizó cuál erasu portal y Patrick observó que el suyoera el adyacente. Eran vecinos de portal.Aparcó enfrente de la puerta y sedespidieron hasta la próxima vez. Patrickavanzó hasta la entrada de su edificio.

Sacó las llaves y accedió al interior.La estructura del edificio poseía forma

de herradura. Había nueve viviendas encada planta y la de Patrick tenía vistas alpatio exterior. Entro en casa. Al oír elsonido de la llave, Frank se dirigió haciasu compañero y saltó sobre él. «Meechabas de menos, eh gamberro» Patrickencendió la pantalla del portátil. Teníacorreo entrante. El remitente era John. Lehabía reservado el billete de avión paralas 13.00pm del viernes y le avisaba deque le había mandado un sobre por correourgente con un contenido importante.Había un mensaje adjunto: «Cuando lorecibas échale un vistazo. Hay muchascosas que tienes que saber ». Patrickrespondió al email confirmando su

lectura.Presentía que el día siguiente sería

largo. Parecía que tenía que ponerse aldía de muchas cosas. Se dirigió al cuartode baño para asearse. Recordó laconversación que había tenido con elencargado del restaurante. «Conoció a suspadres desde que era niño». Le resultóconfuso no acordarse él. Patrick abrió laventana, necesitaba aire fresco.

Al mirar al exterior, en el edificio deenfrente, en el piso inferior, a través deotra ventana, contemplo la silueta de unamujer. La silueta se estaba desvistiendo.De cuerpo delgado y melena corta. Se lepasó por la cabeza la idea de que esamujer fuera Alex. El aspecto era muysimilar. La silueta se dio la vuelta.

Efectivamente era ella. Por suerte ella nomiró hacia arriba, habría sido una escenaalgo vergonzosa por espiarla. Se dio lavuelta y la perdió de vista. «Bien Patrick,terminó el día. Ha sido muy largo, muyextraño, pero por lo menos ha terminadobien, en cierto sentido. Sí señor, nunca loolvidaré».

Salió del baño y se fue dormir.

14

A la mañana siguiente

10.15

El sonido del timbre interrumpió su

delicado descanso. De mala gana, selevantó de la cama. El video teléfonosonó una segunda vez. Presionó el botón ypreguntó: ¿Quién es?

—El cartero. Tengo un sobre urgentepara Patrick Stevens. ¿Vive ahí?—preguntaron desde el portal.

—Sí, Soy yo.Fue al cuarto de baño y se lavó la cara.

Frank esperaba frente a su cuenco, que

estaba vacío. Apurando el tiempo, Patrickle rellenó el cuenco. El timbre resonóestridentemente. Se acercó a la puerta ymiró por la mirilla.

—Hola, buenos—le entregó un sobre.—Si me firma aquí., por favor.

Cogió el boli electrónico y firmó.Meditó el tiempo que tenía hasta salir decasa e ir al aeropuerto. Disponía de unmáximo de dos horas. Cogió el sobre quele había mandado John y lo vacío en lamesa de la cocina.

Dentro había varios documentosfotocopiados, algunas fotografías, unanota, el billete de avión y la llave de unataquilla. Los documentos parecían ladescripción de un artefacto, que supusodebería recoger. En las fotografías había

varios individuos. La nota era un mensajede John:

«No tengo mucho tiempo paraexplicártelo todo. La llave que has vistopertenece a una taquilla del aeropuertoJFK. En su interior, hay un artefacto muyvalioso. Con tiempo lo entenderás todo,no te preocupes. Ahora mismo eres elúnico en quien puedo confiar, doy graciasa que coincidiéramos ayer, Creo que eldepartamento no es seguro. Date prisa porfavor. Nos veremos en cuanto llegues.Guarda las fotos».

Detrás de la nota había otro mensaje:«Si buscas resultados distintos, no

hagas siempre lo mismo. Lo necesitaras».Patrick intentó poner todo en orden.

Había un artefacto en una taquilla del

aeropuerto y había sospechosos en elinstituto tecnológico. Accedió alnavegador del portátil y escribió la frase.«Frases célebres de Albert Einstein».Volvió a coger la vieja fotografía.Aparecía Albert Einstein con otrohombre. A ese no le reconoció.

Patrick cogió la pequeña llave y unafuerte sensación le inundó el cuerpo. Lasoltó en la mesa y la sensacióndesapareció. Recordó lo sucedido en latienda. «Cada vez que toco algo antiguome sucede esto. ¿Qué demonios encierraesa taquilla?». Volvió a mirar la foto deEinstein. Buscó sus datos en internet ydescubrió que murió en 1955. En efecto,si eso estaba relacionado con él podríaser la explicación. «Pero la sensación ha

sido exponencialmente más fuerte».Patrick se quedó mirando la llave.

Observó que tenía unos números inscritos.«01.04.29». Tendría que descubrir susignificado más tarde. Cogió un trapo decocina y la guardó en el sobre.

Miró el reloj. Le quedaba una horahasta que el avión despegase. Hizo elequipaje para los dos días que estaríafuera. Frank pasó por su lado. «¿Que hagocontigo estos dos días?». Recordó que lehabía caído bien a la vecina. «Te pareceque deje con nuestra vecina». El siamésvolvió a su cojín y respondió con unmaullido. Sacó el móvil y llamó a laseñora..

—Señora Miw, soy Patrick, nosconocimos ayer.

—Querido, claro que me acuerdo.¿Necesitas otra sesión? Hoy no me vienebien.

—No, en realidad es para otro asunto.Me ha surgido un viaje y ya sé que sólome conoce de un día, pero me preguntabasi existiría la posibilidad de que cuidaráde Frank, el siamés, este fin de semana.No se lo pediría si no fuera crucial. Peroes que ahora mismo no conozco a nadiedisponible.

—Será un placer joven. Me emanóbuenas vibraciones ese siamés suyo.Estaré encantada de cuidar de él.

—Perfecto, me paso ahora mismo, si nole importa.

—Aquí le espero joven.Salieron del piso y llamaron a la puerta

de la señora. La puerta se abrió y Frankentró como si estuviera en su propia casa.

—Disculpe los modales del señorito.—recordó la figura del felino.—Algo medice que no he de decirle nada más,¿verdad?

—Está usted en lo cierto. No sepreocupe. Está en buenas manos. ¿Porcierto, ha tenido alguna sensación extrañadesde que estuvo aquí?

—La verdad es que no.—mintió—Supongo que sólo ocurrirá si toco algúnartefacto extraño o antiguo, ¿no?

—Sí, la verdad es que suele ocurrir deese modo. Usted tenga cuidado.

15

Aviso

A varias manzanas del edificio de la

quinta avenida, el encargado delrestaurante Dick Thompson, actualizaba elmenú de las comidas. Los fines de semanasolía ir mucha gente y debía aprovechar laidea de las ofertas especiales. En elmomento menos inesperado recibió unallamada de última hora. En la pantalla,aparecía el nombre de su compañero.

—Dick, tenemos problemas.—avisoSam—Parece que tenías razón.

—¿Razón?—Dick no caía en lapregunta.—¿Sobre los tipos de ayer?

—Exacto, hemos realizado unseguimiento de esa zona y hemos captado

transmisiones de un satélite decomunicaciones. Tenemos variasimágenes de ellos pero no conseguimosrastrear el vehículo. Llevarán un técnicocon ellos. Parece que son ex marines, delas últimas operaciones en Irak. Menudocaos. También tengo constancia de quePatrick cogerá un avión está mediodía.Hay un billete a su nombre haciaMassachusetts a las 13.00. Deberásacércate para comprobar si se hadesplazado en su vehículo, en cuyo caso,deberás cogerlo. Tenemos que hacerlevarias comprobaciones.

—¿Qué tipos de comprobaciones?—Creemos que le llevan siguiendo

bastante tiempo. Únicamente, itinerario devigilancia. Pero por si acaso. No sabemos

que conversaciones pueden tener grabadasni que datos han recopilado.

—Ya veo por donde vas. De acuerdo.Me dirigiré al aeropuerto en el autobús yestaré vigilando. Debería ser fácil.

—Recuerda que ellos también irán allí.Ve preparado.

—Entonces como en los viejostiempos.—respondió irónicamente.

Dick colgó el teléfono. Su relojmarcaba casi las once. Debía darse prisa.Decidió escoger el metro para llegar hastala propia estación del aeropuerto. Dejó loque estaba haciendo y colgó el cartel deCerrado. Volveré pronto en la puerta. Nole hacia ninguna gracia, pero esa misiónno tenía excepciones. Prometió a la madredel muchacho que siempre le vigilarían y

una promesa era una promesa.De una taquilla, sacó una mochila con

un uniforme de seguridad y se dirigióhasta la entrada del metro más próxima.

Escogió la línea que llegaba hasta el

aeropuerto. Una hora después seencontraba a las puertas de paso a laterminal. Sacó su tarjeta y pasó el accesosubterráneo. Todavía tenía que llegar alexterior y vigilar el parking. Con pasofirme se dirigió hasta la entrada de laterminal y salió al exterior. Sabía que esaera la terminal, no era la primera queviajaba por trabajo. Investigó un poco. ElMustang no había aparecido todavía.Conocía bien ese coche. Él mismo lollegó a conducir una vez, mucho tiempo

atrás. Regresó al interior y se dirigió a uncomerció de comida. Eran más de lasdoce. Tenía que hacer tiempo. Decidióesperar en la entrada de la terminal yrealizó el papel para el que había idohasta allí, hacerse pasar por agente deseguridad, vigilar a los visitantes y evitarsorpresas. Debía asegurarse de que esosmercenarios no se intentaban colar porningún lado y cuando viera llegar el viejoMustang, pasar inadvertido con Patrick.Sonrió ante la improvisada misión.

A lo lejos logró visualizar el viejoMustang. Estaba radiante, empezó arevivir varias imágenes de aquel momentocuando Jack le pidió que recogiera esecoche y lo guardase en un lugar seguro.Fue una desgracia todo lo sucedido esa

noche. Esperaba que Patrick le pasase delargo y entrase directamente al interior.

16

Aeropuerto Internacional John F.Kennedy,

Nueva York

Patrick se arrepintió de haber salido tanjusto de tiempo. Desde el Mustang,observaba negativamente como eltráfico se congestionaba. Sintonizo laradio hasta que captó una emisora.

«Aquí Randall Harper en la WCBS880, como siempre al mediodía, conustedes, nuestra gran familia, NuevaYork. Continuamos. Una empresaaeronáutica en colaboración con laNASA muestra una segunda plataformade lanzamiento para la nuevageneración de transbordadoresespaciales…El estadio de los Yankeesrealizará una maratón honorifica comotributo a la tragedia de Boston…Próximamente, adelantaremos el

avance sobre las puntuaciones de laselecciones regionales»

El tráfico se fue haciendo más fluido.Descubrió que la culpa la había tenido uncamión al que se le había soltado elremolque y había provocado el colapso entoda la calle. Cuando todo se normalizó,cogió la calle cuarenta hasta la séptimaavenida y se metió por la carretera 495 deLong Island en dirección al aeropuerto.Buscó la entrada al aparcamiento y sorteóel tráfico. En la sección central encontróvarias plazas libres.

Sacó un papel con los datos.«01.04.29». El primer dato era laterminal. Como debía buscar una taquilla,el segundo número debía referirse a un

bloque de taquillas. En la entrada pudover a un guardia de seguridad.

ЖDick se vio atrincherado. No entendió

porque se dirigía hacia él. ¿Qué preguntapodría tener? No le quedó más opción quearriesgarse y esperar que el muchacho nole reconociera. Se colocó la gafasoscuras.

—Buenos días agente. ¿Podíanayudarme con un tema?

—Buenos días señor, por supuesto—Todo iba bien—¿en qué puedo ayudarle?

—¿Podría indicarme donde se está lazona de taquillas de la primera terminal?Quiero guardar la mochila hasta quellegue mi avión. Aún me queda una hora yno quiero llevarlo por toda la terminal,

¿me entiende?—Sí, por supuesto, es comprensible.—

hizo memoria del plano del edificio.—según entre, vaya todo recto por elpasillo. En la intersección gire a laderecha y allí encontrará las taquillas.

—Muchas gracias agente, que tenga unbuen día.

—A usted señor, que tenga buen vuelo.Todos esos años de misiones

encubiertas habían servido para evitar ala persona que había estado protegiendodurante años. Se secó la frente. «Ahoratoca la mejor parte».

Se dirigió al Mustang. Tenía una copiade la llave. Sacó un detector defrecuencias de la mochila. Los rumoresdecían que el otro bando conocía la

posición, debía investigar cómo. No sedetectaba nada importante por el exterior,aunque la longitud de onda del ladofrontal era diferente. Sacó una linterna ycomprobó la parte delantera. Pasó eldetector y pitó de manera alocada. Dickmiró y revisó cada centímetro de losbajos delanteros. Encontró una piezarectangular oculta en el eje de las ruedas.«¿Qué es eso? ¿Desde cuándo está ahí?».Se puso la linterna en la boca y agarró lamochila para buscar un destornillador..Tirado en el suelo observó el diminutoartefacto. Encontró un logo. Buscó unalupa en la mochila. «IndustriasAstraTech». «Maldito hijo de puta. Losabía. No podía ser otro».

Enseguida llamó a Sam.

—Tenemos una sorpresa. A decirverdad, era algo evidente.

—No me lo digas, ¿Manfree, verdad?—El mismo. Industrias AstraTech. Ese

tío ha avanzado mucho en la cadenaevolutiva. No tengo ni idea de cómo lohabrá hecho, pero desde que salió delejército ha sido como un fantasma que noha hecho más invertir en todo tipo desectores. Tengo un localizador en mimano que no pesa nada. Te mando unafotografía.—Dick transfirió la imagen.—¿La ves? ¿Sabes algo?

—Lo conozco. De momento son sólorumores. Parece un nuevo diseño de nuevageneración de tecnología militar. Suinnovación le permite al usuario ser capazde conectarse a cualquier sistema de red

de comunicaciones, ya sea, radio, redlocal , WIFI, satélite, redes móviles…hasta puede transferir video, y de estemodo acceder a los sistemas devigilancia. Como te he dicho solo sonrumores. Si esto fuera una realidad,cualquiera que consiguiera acceso a estatecnología, con suficientes conocimientospodría tener acceso a cualquier lugar,hogar, empresa, banco…se produciría uncaos en la seguridad. Nadie estaría asalvo.

—Entiendo. A partir de ahora ya nohará más daño. Ya te lo mandaré.

Dick montó en el Mustang ydesapareció del perímetro antes de quenadie pudiera sospechar porque alguiende seguridad tomaba prestado un vehículo

del aparcamiento.Ж

Dentro de la terminal, Patrick avanzóhasta un pasillo con puertas metálicas.Recordó las cifras de la llave. 01.04.29.Al lado había una área de descanso. Lataquilla número veintinueve, la penúltimade la fila. La última taquilla tenía elmensaje de fuera de servicio.

Buscó la llave en el sobre. Recordó losucedido en su apartamento, pero ibapreparado. Como investigador que era,llevaba guantes de látex por si tenía querecoger pruebas sustanciales. Teníaenfrente de él un nuevo punto de inflexiónen su vida. Le habrían confiado algo queresultaba ser muy valioso.

En la taquilla había una maleta de

pequeño tamaño. Dentro encontró unafunda negra y una nota. «La funda es undiseño de los laboratorios del M.I.T. parapoder localizar equipajes con facilidad.Debes descargarte una aplicación que tehe mandado a tu número para que los dospodamos realizar un seguimiento fiable.Por seguridad, no pude llevármeloconmigo anoche. Alguien me seguía.»Cogió su móvil. Tenía un nuevo mensaje.Se llamaba AlertBag. Una vez instalada laaplicación, indicaba que su maleta seencontraba a menos de un metro dedistancia. Metió la llave en el sobre. Sedirigió al área de descanso. Nadieobservaba en su dirección. Patrick quitóla funda y la dejó encima de la mochila.Se colocó la maleta encima de las

piernas. Al levantar la tapa, en su interiorhabía una caja metálica. Patrick tuvo unaligera sensación, pero sólo fue unhormigueo. En la parte frontal había unapantalla acompañada de dos cierresverticales.

Buscó cómo abrir el artefacto. Seescuchó un click. Los cierres sedesactivaron y la tapa quedó abierta.Había varios expedientes en su interiorcon el logotipo de Top Secret. Cogió laprimera carpeta y la hojeó.

Documentos, hojas de firmas,fotografías en blanco y negro. Miró detrásde una foto. Albert Einstein y NikolaTesla[4], 1943, Proyecto Arco Iris. Elinforme hacía referencia a la fotografía.Einstein, Tesla, electromagnetismo,

sistema de invisibilidad, accidente mortal,desaparición de un navío. Sin previoaviso esa sensación superó a todas.

«Se vio sumergido en una habitación demetal, por las cuatro paredes y unoshombres corrían. Su cuerpo les siguió yobservó que se introducían en unascensor. Intentó correr hacia ellos yalcanzarles pero automáticamenteapareció en el exterior. Había muchagente, pero una fuente de luz inundó todala zona y le cegó».

Despertó con el expediente delante y sumano temblando. ¿Que había sido eso?¿Había revivido un momento del pasado?¿Era posible? Cerró el informe. Guardó lacarpeta y observó el resto. Si seguía vivono tenía nada que perder. Cogió otro.

Incautación de material y notas deinvestigación de Nikola Tesla por parted e l FBI. El Departamento de Defensacatalogó toda su investigación como TopSecret, pero se conocía que era unapersona muy preventiva y se especuló laposibilidad de que ocultase en diversoslocalizaciones sus anotaciones mássignificativas, lo que produjo unrompecabezas para los servicios secretosque terminaron por archivar algunas deesas notas sin llegar a descubrir queinventos había detrás de ellas

De nuevo esa sensación de ahogo leprofirió otra visión.

«Estaba rodeado de agentes de trajenegro limpiando lo que parecía unahabitación de hotel plagada de cajas de

cartón. La famosa investigación era muyextensa. Otra imagen de los agentesdejando a las puertas de la calle dichascajas. Después, los agentes se dividían elmaterial y se separaban en variasdirecciones».

El expediente acompañaba variasfotografías de la incautación secreta delmaterial descrito, varias fechas y firmasde las persona al cargo de esa misión.«John, ¿Dónde me acabas de meter?».

El altavoz del pasillo anunció el viaje aMassachusetts.

Miró su reloj. Eran más de las 12.45.Guardó la carpeta dentro del cofre ycolocó las cuerdas de seguridad de lamaleta. Sacó el billete. Cruzó la puerta yllegó a un taquilla donde entregó el billete

a la funcionaria.—¿Por placer o por trabajo?—preguntó

ella.—Ambas.El funcionario selló el billete y se lo

devolvió.—Que tenga un buen viaje señor.La prueba más difícil llegaba en ese

momento. El escáner. Confió en John. Lamaleta pasó sin problemas. La fundaengañó al sensor.

Patrick atravesó el detector de metalesy empezó a pitar. El funcionario deseguridad le indicó que se levantara lapata del pantalón. Patrick golpeó con elnudillo la zona afectada: «Un tornillo enla rodilla. Accidente de futbol. Ya sabe—respondió». El agente le dio el visto

bueno.Llegó a la puerta de embarque y

accedió al avión.

17

Aeropuerto Internacional John F.Kennedy

Bodega

A menos de veinte metros desu objetivo, Luke cogió una revista delmostrador del quiosco y se puso a ojearla.En la portada, una empresa mostraba susnuevos sistemas de seguridad. El objetivose encontraba dentro del pasillo de lastaquillas pasando la mano por losnúmeros de identificación. No se detuvohasta llegar al final del pasillo. Lukeinformó por su transmisor: «Parece que halocalizado el paquete—Echó otro vistazo

al perímetro—No hay nadie a sualrededor. Parece que está solo. Habráque suponer que ignora su contenido».

Luke continuó vigilando hasta que suobjetivo retiró una pequeña maleta de unataquilla y sentó en los bancos cercanos.«Veo el paquete. Fran deberías poderverle desde tu posición. Se dirige a lazona de butacas de esta sección. Deberíastenerle en posición a través de tu puertaen unos segundos. Querrá mirar que hayen su interior. Yo al menos lo haría».

Fran esperaba su turno desde lasiguiente sala del aeropuerto. Sentada enunos bancos de plástico de la sección depasaportes, contemplaba la grandiversidad cultural de gente que hacíacola en las taquillas de seguridad para

facturar sus billetes. «El negocio de laaeronáutica. Billetes baratos sin facturarnada. La sorpresa viene después». Trasescuchar el informe de su compañero,confirmó la información.

Luke se concentró y redirigió su miradahacia su objetivo. Estaba a punto de abrirla maleta, pero de ese punto no teníaposibilidades de ver nada en claro.Cambió a la franquicia del otro lado delpasillo para tener una mejor visión. «Seha colocado la maleta encima de laspiernas.». Desde su posición soloconsiguió ver la tapa elevada de lamaleta. «Paquete no visible. Repito. Elpaquete no es visible. Habrá queacompañarle en el viaje». Minutosdespués el paquete se desplazaba. «Fran

todo tuyo. Yo he terminado aquí».—Mierda. Toca Plan B—Fran analizó

la situación.—El resto movilizaros a lazona de equipajes para subir al avión. Yasabéis que significa. Os toca cambiarosde ropa. Si vamos muchos podríansospechar. Lisa, hazme el favor.Consíguenos dos billetes y losimprimimos desde el sistema online delaeropuerto. Nosotros seguiremos a laespera.

Dentro del edificio, en la zonamercantil del aeropuerto, en el parking delos empleados, la otra mitad del equiporecibía las nuevas órdenes. Lisa, desde desu portátil, consiguió atravesar el sistemade seguridad del aeropuerto y acceder asistema de asignación de los billetes. Un

juego de niños. «Ya los tenéis reservadosen el sistema. En breve darán el últimoaviso para los pasajeros. Corto y cierro».

Lisa guardó el portátil en su mochila.Se quitó la ropa, cogió un mono de trabajoy se vistió. El ruso se movió hasta la partetrasera. Su compañera le lanzó un monode trabajo y sin contemplaciones se vistió.Tenían que dirigirse hasta la zona deservicio. Para ello localizaron uno de losfurgones que llevaban el equipaje hasta lapasarela automática. Aprovechando quelos operarios estaban ocupadosterminando su jornada, en silencio ypasando inadvertidos, se colaron en lacabina del conductor. Las llaves estabanpuestas. Dimitriv pisó a fondo elacelerador.

Se dirigió a la cabina inferior del aviónpara introducir el contenedor en labodega. Colocó la furgoneta en posiciónpara elevar la carga hasta la bodega. «Túprimera—insinuó a su compañera». Lisasalió de la cabina y se subió encima delcontenedor. Dimitriv puso la palanca decambios en punto muerto. Se ajustó losguantes y saltó al capó. La furgonetaempezó a moverse. La superficie no eraplenamente horizontal. Se quedaban sintiempo. Miró a su compañera. Elcontenedor se elevaba progresivamente.Cogió impulso y saltó a su superficie. Lomás difícil ya estaba hecho. Ahoraaccederían al interior de la bodega. Unavez dentro se escondieron entre elmaterial. Las compuertas de la bodega se

comenzaron a cerrar.

18

Pista de aterrizaje, AeropuertoLogan, Boston,

Massachusetts

La compuerta de la bodega empezó a

abrirse. El aire caliente dejó de ser unamolestia para las dos sombras que seescondían en su interior. No podían salirpor la puerta principal y darse a conoceral mundo. Se escondieron detrás de uncontenedor. La superficie comenzó adescender. Poco a poco iban dejando elinterior de la cabina y el espacio abiertose abría ante ellos. Cuando estuvieron a lasuficiente altura, para no hacerse ningúndaño, saltaron al suelo.

Una furgoneta, al igual que en el JFK,estaba de espaldas a la compuerta delavión. Dimitriv fue rápidamente hasta la

cabina de la furgoneta. Con sigilosorprendió al conductor y le dejóinconsciente. Lisa entró por la otra puerta.Con el contenedor cargado en la parte deatrás, aceleró hasta la zona de carga deequipajes.

Antes de bajar de la furgoneta, Dimitrivvolvió a colocar al conductor en su sitio.«¡Allí! Un coche—anunció sucompañera». Dimitriv no perdió mástiempo e hizo lo que mejor sabía. Unavieja Chevrolet con el logotipo deAT&T[5] aparcado, sin nadie a la vista.Se abrió la cremallera del mono y sacóuna delgada barra metálica. La introdujopor el hueco de la ventanilla y conmaestría quitó el seguro de la puerta. Lisaavisó a sus compañeros por el transmisor.

—Llegamos en dos minutos al punto deencuentro.

—Le estamos siguiendo. Acabamos desellar los pasaportes.

Un minuto después llegaron a la entradadel aeropuerto.. Una gran masa depasajeros apareció de la nada endirección a la salida. Estaban perdiendo asu objetivo. El transporte debería estar alcaer. Las puertas se quedaron abiertas depar en par sin darles tiempo para cerrarse.Vieron como su objetivo se metía en uncoche y conseguía escapar de ellos. Unavez en el exterior, dos pitidos le indicarondonde mirar. Su transporte aparcabadelante de la puerta. «¡Entrad!—gritóLisa.»

19

Aeropuerto Logan, Boston,Massachusetts

Señores pasajeros, presten atención.Estamos a punto de aterrizar,abróchense los cinturones y relájense,por favor. Soló llevara unos minutos.Muchas gracias

Patrick se despertó con la voz de laazafata. Por la ventanilla observó cómoel aeroplano tomaba tierra. La voz de laazafata volvió a resonar por el altavozanunciando el aterrizaje.

La imagen de la maleta atravesó lamente de Patrick. Una sensación deinseguridad le recorrió el cuerpo.Cuando el avión se detuvo comprobó sucompartimento. Todo parecía en orden.Tenía que encontrarse con John lo

antes posible.

Recibió un mensaje. John le daba labienvenida y le indicaba la salida quedebía tomar. Atravesó el aeropuertohasta la salida señalizada. Las puertasautomáticas se abrieron de par en par.El sonido de un claxon desconcentró aPatrick. Un coche se acercó a suposición a gran velocidad. Patrick sefijó en el interior del vehículo. EraJohn.

—¡Date prisa, los tienes detrás!

—¿Detrás? ¿A quién tengo detrás?—preguntó sorprendido.

Se giró y vio a un hombre y una mujer,

que no había visto nunca clavarle lamirada. El hombre llevaba una gabardinay la mujer una chaqueta de cuero. Elhombre descubrió un arma.

—¡Buscan la maleta, corre! ¡Entra!Corrió hacia el coche. Antes de que

pudiera cerrar la puerta, John apretó elacelerador. A salvo, miró por elretrovisor. Esas dos personas se habíanquedado en el arcén. El hombre se habíallevado las manos a la cabeza y la mujerestaba hablando por teléfono. Un vehículoles seguía. John miró el retrovisor internoy maldijo entre dientes. «Agárrate. Estono va a ser un paseo precisamente».Patrick, actúo como si recibiera unaorden. No todos los días intentabanmatarte.

—¿Has leído el dossier?—preguntóJohn alterado.

—¿Quiénes son esos?—¿Has leído el dossier, sí o no?—

insistió.—Sí, más o menos ¿Por qué? ¿Todo lo

que está ahí es cierto? Ese proyecto, elFBI. ¿Cómo es que dispones de esainformación?—le miró fijamente yentreabrió la boca—¡Trabajas para elgobierno!

—Sí, todo es cierto. Y no, no trabajopara el gobierno.

—Y ahora ¿A dónde vamos?—A buscar a una persona. Primero hay

que despistarlesJohn salió del perímetro del aeropuerto

y puso rumbo a la autopista.

—¿Todos los días recoges personas deesta manera?—preguntó en tono irónico

—Esto ha sido excepcional.—¿Queda muy lejos el instituto?John comprobó el retrovisor y miró el

velocímetro del coche. Tenía quedespistarles.

—En un día normal unos quinceminutos. Hoy en mucho menos. Está cerca,no te preocupes. Una advertencia, haymuchas cuervas.

Patrick observó el paisaje de laautopista.

.—Patrick, ¿ves esa separación de allíal fondo?—señalando la separación devías.

—Sí, ¿Qué ocurre?—Bien, tenemos que continuar por la

autopista y hacerles ir por la víasecundaria, que es el trayecto más largohacía el instituto.

—¿Y cómo pretendes hacer esoSherlock?

—Engañándoles.Estaban a menos de quinientos metros

de la intersección. Patrick confiaba en suamigo. Hacía muchos años que no seveían, pero algo le decía que sabía lo quehacía. Eligió escoger esa carta.

—De acuerdo.—miró al frente— Tucoche. Tus reglas. Tú decides.

—Me alegra que respondas esocompañero.—Se acercaban al últimotramo. Había una isleta llena de barrilesde seguridad. Patrick lo entendió. —Creoque conoces el plan, ¿verdad? Hacemos la

trece catorce con los intermitentes y lesobligamos a ello.

—Yo creo que ves demasiadaspelículas. Nadie es tan tonto para caer enun truco tan viejo.

—¿Quieres apostar?—No me van las apuestas. Que lo

sepas desde ya.El otro coche se acercaba.. John marcó

el intermitente. En el momento exacto,John giró el volante bruscamente.

20

Persecución

—¡Písale a fondo!—gritó Fran.

Exprimiendo el motor de Chevrolet,Dimitriv hacía lo que podía. El hombre yla máquina. Les habían perdido la pista.Circular por una autopista en hora puntanunca era buena idea. Se había convertidoen todo un reto. A cada giro del volantepodían visualizar el otro coche.

—¡Allí están!—gritó Dimitriv—Lesveo.

Luke se encendió. Sacó su revólver ybajó la ventanilla. Lisa se escandalizó.«¿Te has vuelto loco?» Haciendo casoomiso, asomó la cabeza por la ventanillay gracias a los reflejos de su compañera

la siguió manteniendo intacta. Un camiónacababa de pasar a escasos centímetrosde ellos. «¿Tantas ganas de morir tienes oqué?». Al otro lado de la curva, doscaminos eran visible desde su posición.Dimitriv se quedó pensativo.

Francesca se asomó a la parte delanteray estudió la situación. Quedaba pocadistancia para el cruce.

—Aquí ocurre algo y no lo estamosviendo.

—¿A qué te refieres?—preguntóconfusa Lisa.—Dimitriv, pégate a elloscomo una lapa. No quiero sorpresas.

Adelantó a otro coche y se puso justodetrás de su objetivo. Ahora les tenían enel punto de mira. Era cuestión de tiempo.Al ver una isleta con barriles de

seguridad se puso alerta. «Van a seguirpor el mismo carril. No cambies». Elobjetivo, puso el intermitente y dio unvolantazo».

Por acto reflejo, Dimitriv tardó enreaccionar. Habían caído en la trampa.Fran colocó los pies en el respaldo delcopiloto para no lesionarse. Chocaron conlos barriles de la intersección,bloqueando el paso y dejando el motordel vehículo destrozado.

Los airbags delanteros habían salvadoa Dimitriv y a Lisa. Fran no salió malparada. Luke se había quedado apoyadoen su ventanilla y no se movía. Fran,asustada, se acercó a él. La sangre le caíapor la frente. Todo había pasado muyrápido.

Ж John gritó de emoción.

—Ver para creer.—dijo Patrick—¿Cuánto tiempo hemos ganado?

—Lo suficiente para explicarte algunascosas. Es tu turno. Pregunta.

Por fin había llegado ese momento.—Primero, ¿qué demonios está

pasando aquí?—La tranquilidad habíadesaparecido. Necesitaba encajar laspiezas del puzle.—La nota que recibí enel sobre, me resultó un tanto confusa, tuveque mirar en internet para descubrir susignificado. Albert Einstein, ProyectoArco Iris, Nikola Tesla, expedientes delFBI. Necesito respuestas, seguir uncamino lógico. Creo que ha sido bastante

adrenalina durante las últimas horas y…—Patrick recordó las sensaciones quehabía experimentado. Había sido todoreal. ¿Había visionado algún momento dela historia de la que nadie era testigo?

—¿Por dónde quieres que empiece?—insinuó John.

—¿Me lo preguntas a mí?—respondióPatrick.—Hay varios expedientes en esacaja metálica. Sorpréndeme.

Se vieron sorprendidos por unacogestión en la autopista. Un helicópterode la televisión zarandeaba por el cieloreportando el suceso.

—Empiezo. Esa caja la han estadoestudiando en los laboratorios delinstituto durante los últimos quince años.Yo me incorporé hace unos años al

proyecto. El proyecto es alto secreto. Sise consiguiera terminar, cambiará elmundo, te lo aseguro. Pero antes de eso,falta una pieza clave. Hay que encontrar auna persona.

Patrick fue procesando la información.—Es decir., tenéis una caja antigua.

Hasta ahí bien, pero supongo que elproyecto llevaría más tiempo.

Has dado en el clavo.—John tosió unpoco.—En realidad, el proyecto seremonta a la época de la guerra fría. Sihas leído el informe, habrás visto ciertasfechas: 1940 y 1943. Recordandonombres, el científico y visionario NikolaTesla desapareció en un experimentojunto a más personal de una base militar.La versión oficial dice que murió en una

habitación de hotel. Pero como habrásleído, registraron su habitación y lavaciaron. El único científico que se salvófue Albert Einstein.

—Pero aunque no hubiera pruebas nitestimonios, alguien abriría unainvestigación secreta. Algo se tuvo quehacer.

—Únicamente quedó vivo su testimonioy su legado. Sus descendientes.Necesitamos encontrar a su biznieto. Sunieto, Bernhard, murió hace dos años yera físico. Él estuvo involucrado en esteproyecto desde el principio. Todo estáenlazado.

Patrick empezó a entender la relación.Una familia de genios y uno se habíainclinado por el trabajo de su abuelo

—De modo que esa persona tuvobastante acceso a todo el material.¿Llegaste a coincidir con él?

—Sí y no. Yo estaba en un nivelinferior. Se rumorea desde hace tiempoque en la familia Einstein había unareliquia que pasaba de generación engeneración y también hay ciertas leyendasde los años cincuenta que narran queEinstein a veces, comentaba que NikolaTesla fabricó una segunda caja condocumentación que no debía ver la luz.

En 1955 Albert Einstein murió y ahíquedó la historia. Se llevó el secreto altumba. Se intentó dialogar con su hijo,alguien llamado Hanz, pero aseguraba nosaber nada del tema, pero nadie le creyó.Lo curioso fue que el nieto, el hijo de

Hanz, Bernhard, después de los atentadosdel 11-S, empezó a llevar un colgante,decía que por protección. Más tarde sedescubrió que también lo había llevadoanteriormente su padre, Hanz. Nadie sehabía dado cuenta hasta ese momento.

—Deduzco que nuestra misión esencontrar ese colgante.

—Exacto—dijo John—y creó que sé loque es. Una llave.

—¿Una llave?—dijo Patrick—Creoque pasas mucho tiempo ahí abajo, estésdonde estés.

—Créeme cuando te digo, que sihubieras visto el colgante…era alargado,fino y tenía varias inscripciones en susuperficie.

El tráfico avanzaba muy lentamente.

John sacó la cabeza fuera de la ventana ydescubrió lo que sucedía. Un accidente.La policía controlaba el tráfico mientrasuna grúa remolcaba varios coches.

—Volviendo al tema—siguió John—Bernhard entró a trabajar en loslaboratorios del M.I.T. en 1985, fecha enla que se inauguraron. Poco después tuvoa su hijo.

—Y a ese es al vamos a localizar.—Veo que lo vas pillando.—dijo en

tono irónico.—Hago lo que puedo—respondió

Patrick crujiéndose los nudillos.— Temenciono que he hecho las pruebas paraentrar en el equipo de futbol.

—Así me gusta, todo por tu ciudad.—John se concentró en el tráfico.—He

descubierto que ahora el colgante lo llevaél, debe ser el legado familiar, tiene queser eso. Por lo tanto, la leyenda de lasegunda caja debe ser cierta.

—Resumiendo hasta ahora. Tú idea eslocalizar al tío este, ir donde él, decirleque buscamos su cofre del tesoro, que nosdé la llave mágica y nos diga en dondeestá guardada. ¿Me desvío algo?

—Es exactamente así, de hecho.—En serio, tú te médicas, ¿verdad?—

Patrick intentó entrar en razón—como queél iba a cooperar.

—Piénsalo de esta forma. Después delo sucedido hoy, seguro que esos tíos o suorganización conocerán la historia. PorDios, seguro que son ex militares o algopor el estilo. El ejército es la mayor

empresa de secretos del mundo. ¿Por quéestarían en el aeropuerto a esa hora?Necesitaban que sacaras la caja. Tambiénirían en el avión. La buscaban y tu estabaen su camino.

La teoría de John tenía sentido. Al estaroculta en las taquillas habría sidoimposible localizarla. Por eso la funda.

—Eso, háblame de la funda. Cómo esque los de seguridad no me dijeron nada.¿Emitía una imagen falsa al escáner deseguridad?

—A que impresiona. Es lo última entecnología de ocultación. Se sincronizacon el sensor del escáner y simula uninterior falso. Ya has demostrado quefunciona.

Patrick prefirió omitir ese comentario.

—Volvamos a la caja. ¿Quién lafabricó? ¿Por qué me las enviado? ¿Porqué hay tanto Top Secret dentro? ¿Por quélo tienes tú?—se quedó sin aire.

—Una a una. El cofre lo fabricó NikolaTesla, también fue inventor además delmayor experto del mundo en laelectricidad. Segundo, ayer el doctorBlake decidió llevarse el cofre escondidoen la maleta porque sospechaba de uno delos inversores. Si estuviste atento, elnombre te sonará, Stuart Manfree.—Patrick asintió.—Desde hace diez años esel mayor inversor del laboratorio. Sólo lehe visto dos veces por las instalaciones.Hace casi veinte años, una de susempresas creo una beca [6]especial paraaquellas mentes innovadoras. Yo quedé en

segundo puesto después de un japonés.Continuo. En la mañana de ayer, serealizaron las últimas pruebas, comosiempre a última hora. Y ese tío estuvo enla reunión. Y digamos que el directorsalió demasiado contento. ¿Por qué haytanto Top Secret? ¿Tú por qué crees?¿Has leído la tercera carpeta?—Patricknegó con la cabeza.—Esa es la másimportante, explica los detalles originalesde nuestro proyecto, basados en Tesla y…

Un coche les empezó a pitar una veztras otra. Un idiota que se aburría. Eltráfico seguía detenido. Estabanlimpiando restos de metal que había en elasfalto. John se desconcentró de laconversación.

—Decías algo de la tercera carpeta y

por qué posees tú el cofre.—Cierto, lo de la carpeta ya te lo

explicaré más adelante, ahora no esmomento. ¿Que por qué lo tenía yo? Porseguridad. ¿Te fijaste que un gorila fuedonde el alcalde y le dijo algo? Esa era laseguridad. Alguien había irrumpido en elpiso de arriba. Entonces el doctor nosdijo a mi compañero y a mí queregresáramos en avión y guardáramos lamaleta en un lugar seguro. En esemomento, el lugar más seguro era elaeropuerto. Y allí mismo tenían unservicio de mensajería. Cogí varias fotosdel expediente, un informe, la llave y teescribí nota. Después solo tuve quemandarlo por correo urgente. Hasta que tellego a ti. Sabes, hay una anécdota muy

buena sobre correos y el diamante másvalioso del mundo. Adivina como lollevaron desde su origen al MuseoMetropolitano. Bingo, por correo.

Todo empezó un día. El institutorecibió una llamada de una empresa queaseguraba saber lo que estábamoshaciendo y que ellos estaban realizandoun proyecto paralelo. Eso era imposibleporque el MIT trabaja con los datos delcofre y así que no le hicieron ningún caso.Entonces llegó la gran inversión decapital privado. Tras los atentados del11-S, volvieron a recibir la mismallamada. Por entonces, yo había entrado atrabajar ahí. Nos dijeron que habían hechoavances en las áreas de óptica y láser yque estaban desarrollando un prototipo. A

Bernhard, el jefe del proyecto en esemomento, le dio un amago de infarto yhubo que ingresarle. Nosotros todavíaestábamos de pruebas, recopilando datos,el proyecto llevaba casi diez años conello. Por desgracia Bernhard murió en2008.

—Entonces ¿el resto de lafinanciación?—preguntó Patrick—porqueeso no será barato, el CERN [7] ya escaro y esto no se alejara mucho

—Te lo estoy diciendo, el misteriosoSeñor Manfree. Él fue el gran benefactor.Gracias a su dinero conseguimos hacerenormes progresos. Pero algo me dice queese tío era el mismo que hacía esasllamadas. Pero no tengo pruebas.Investigué por mi cuenta. Ese tío está

metido en todo lo referente a nuevastecnologías. Es como un rey Midasfuturista.

—Un momento, hay algo que todavía nome cuadra. Si la caja es de los añoscuarenta, ¿cómo es que lleváis sólo veinteaños con el experimento?

John se llevó la mano a la cara.—Perdona, ¿no te lo he dicho? Es que

la caja se abrió en 1995 tras estarcuarenta años cerrada. Hay un lector en elfrente de la caja.

Patrick alargó la mano hasta la maleta.Recordó que si tocaba el artefactoreviviría esos momentos de la zona deespera del aeropuerto.

De modo, que no tuvo más remedio queconfiárselo a su amigo.

—Tengo una pregunta para ti y quieroque te la tomes en serio.

—De acuerdo pero date prisa. Esto semueve

El tráfico empezó a fluir. Al fondo sepodía ver el desvió de la larga carreteraque llegaba hasta la zona urbana delinstituto.

—Se lo que pasó en esa fábrica cuandoNikola Tesla desapareció en esa bola deluz. Lo he visto.

John paró en seco. El soche de atrásempezó a pitarle. Se quedó pensando yluego miró a Patrick

—Patrick, ¿eres diestro o zurdo?—Zurdo, ¿por qué? ¿Importa?John volvió a arrancar el vehículo y

sonrió.

—Importa. Porque si lo que me hasdicho es verdad, lo tuyo es sinestésico ¿aqué he acertado? Tranquilo no tienes deque avergonzarte, al contrario, ya megustaría a mí. Que sepas que hay muchosmúsicos que lo son: Tom Yorke deRadiohead, Arthur Rimbaud, e inclusoEddie Van Halen, esos son de los másfamosos, admitido por ellos. Por eso sony han sido genios en la música, porqueson capaces de verla. Y lo tuyo—dijomirándole las manos—por lo veo es porel tacto. Hay investigaciones científicasneuronales abiertas sobre ello. Pero yahablaremos de esto con el profesor. Hayunas diecinueve variantes diferente.—Patrick se alegró de oír eso. Diecinuevetipos. Esta anonadado.—Se cree que Jimi

Hendrix también lo era. Hasta Einsteindijo una vez y cito textualmente «que suforma de pensamiento matemático eraespacial», y he dicho bien, espacial, deespacio, por naturaleza.

Patrick cogió el cofre. En el lectorúnicamente vio ochos (88:88:88).

—Supongo que este es el final de lacuenta atrás.

—Sí, se intentó acceder al mecanismodel cierre y se descubrió que llevaba unoscincuenta años activado. Coincidiendocon el suceso del 1943. Tuvo queactivarse la misma noche del expediente,esa explosión que has narrado.. Debes deser el único en el planeta que lo sabe.

—Hablamos de una caja de seguridadde alta tecnología de los años cuarenta.

Increíble.—Era de Tesla, que te esperabas, ese

tío fue un genio.—Energía gratis para todo el mundo,

cientos de patentes, una legendariamáquina de rayos de la muerte….

—Legendaria….—dijo Johnnyacelerando el coche.—Nosotros lollamamos láser, Patrick. Energía. Piensa.

ЖA través de la ventanilla, Luke creyó

ver como un tráiler se acercabadirectamente hacia ellos. Segundo asegundó lo veía más cerca.

—Por favor, decidme que estoyalucinando por la pérdida de sangre.

Dimitriv prestó atención al comentario.Fran hizo lo mismo. El continuo pitido de

un claxon les obligó a prestar atención. Unverdadero impacto frontal se aproximabahacía ellos a gran velocidad.

—¡Salid todos del coche!—gritó Fran.No hubo tiempo. El impacto fue

inminente. El Chevrolet volcólateralmente y recorrió una largadistancia. Tras varias vueltas de campana,el coche se detuvo. Nada le cuadraba aFran desde que habían aterrizado. O suobjetivo tenía demasiada suerte o la suyaera pésima. No había otra explicación.Una voz surgió por el comunicador.«¿Alguien al habla? Agente Krupp,responda». Fran tomó aire. No era unbuen momento para dar informes, y menosa un superior. Intentó tener la mente fría.

—Me han informado de cierto incidente

en el puente de Massachusetts. ¿Siguenvivos?—la voz era directa.

—Sí señor, acabamos de ser arrolladospor un tráiler.

—Consigan otro vehículo y diríjansedirectamente al perímetro del institutotecnológico. Tenemos la sospecha de quese dirigen allí.

—Ya veo.—Fran intentó relajar lamente.—Ir al M.I.T. lo antes posible yseguir con la búsqueda. Entendido. Cortoy cierro. «A veces me preguntó si todoesto de verdad vale pena.—pensó en vozbaja.—¿Cómo sabía lo que les habíasucedido tan rápido? Nada le encajaba.»

Con la energía que les quedaba,Dimitriv y Peter comenzaron a patalearsus puertas y Lisa lo intentó con la luna

posterior del coche. Los cristales de lasventanas cayeron al asfalto. Luke se vioobligado a salir por las ventanas. A lolejos un individuo corpulento seaproximaba hasta ellos

—¿Se encuentran bien? ¿Quieren quellame a una ambulancia?

Fran acabada de salir del coche. Loscuatro se le quedaron miraron. Luke seapoyó en el coche. Le hizo una señal a sucompañero para que hablara.

—No se preocupe, creo que no haráfalta.—respondió Dimitriv.

—Ya lo siento. He frenado lo máspronto que he podido, me habíadespistado un momento y después…

Luke sacó su arma y le disparó..

—Subid todos—dijo Luke.—Coneste no habrá problemas.

21

Equipo Alpha

A dos manzanas del instituto, un granGMC[8] de color negro tintado esperabaórdenes frente de un puesto ambulante decomida.

—¿Cuánto le debo?—pregunto Rod.—Cuatro dólares caballero—respondió

el vendedorRod le dio un mordisco el perrito

caliente y regresó al vehículo.—Introduce las coordenadas del

puente. Ya deberían estar allí.Al volante, un hombre corpulento y de

melena encendió el monitor instalado enel techo. Una ventana solicitaba una clave.Introdujo varios datos y apareció unaimagen por satélite del puente.

—Hacer zoom sobre la intersección delpuente—indicó Rod.

La imagen se acercó. Los cuatrointegrantes del vehículo pudieronobservar el resultado del accidente.

—Pues era verdad.—Murmuró Rod.—Me extrañaba la historia que Fran habíacontado, pero veo que el reticente era yo.De acuerdo. Sigamos la escena.—Se giróen su asiento e hizo una pregunta a su otrocompañero.—¿Qué opina de lo sucedidohasta ahora, capitán Sheppard?

Desde el asiento de atrás, el soldadorevisaba las escenas de aquel día en sumonitor. Era la primera vez que viaja enun vehículo de esas características. Desdela pantalla táctil del monitor, cambiabalos videos de las escenas almacenados en

la tarjeta de memoria. El programa que lehabían facilitado tenía acceso directo avarios satélites y disponía de muchosángulos de visión.

—¿Necesitas un manual, hijo?—insistió Rod.

Su protegido Maximillian Sheppard,era más conocido por el apellido de suabuelo, pocas veces se habían dirigido aél por su nombre de pila.

—Por lo que he observado, creo quenuestros invitados tienen una granhabilidad para sortear los problemas. Ypor lo que he leído en algún informe.—cambio de carpeta y seleccionó lasescenas del aeropuerto. Tomo el video dela entrada e hizo una instantánea sobre lacara de Patrick.—siempre reciben ayuda

en el momento más oportuno. ¿Miopinión? Creo que el segundo equipo nopasara de ese puente.

—Sería una lástima. Uno de ellos escompatriota de Alexei y Fran tiene buenasdotes de mando. El resto del equipo esreemplazable.

—Como en el ajedrez, los peones vandelante, ¿no señor?

Detrás de Alexei, la cuarta integrantedel grupo, se distraía con su juego decuchillos. Ella, por su parte, disponía deuna plancha de titanio instalada en elrespaldo de su otro compañero, comoterapia para el estrés. Preparó una de susdagas y la lanzó contra plancha. Se clavóal instante.

—Piensa así y llegaras lejos.—

respondió ella.Al retirarlo, una pequeña mancha

viscosa apareció tras la extracción. Esazona se degradó. Sheppard se quedómirando la marca que se había producido.Todavía no lograba acostumbrase a esapersona. Su mirada engendraba maldad,pero a la vez transmitía ternura.

—Melinda no asustes al chaval.Relájate—Dijo Alexei.

Sheppard volvió a examinar a suscompañeros. Les conocía desde apenasdos meses. Era poco tiempo para ponerseen las manos de alguien. Pero eranórdenes de su abuelo y debía cumplirlas.Su intuición le decía que cuando algo erademasiado bueno, había trampa. Melindase enderezó y, con su metro setenta,

colocó una daga en el cuello de sucompañero.

—No empieces otra vez.—Retíralo…—insinuó.Rod se pasó la mano por la cara. Le

cansaba ver ese comportamiento. Sacó undispositivo de su bolsillo y se lo enseño asu compañera.

—Suelta o también yo entro al juego.Tú decides. La última vez me obligaste aactivarlo.

No hizo falta hacer ningún comentarioal respecto. No era divertido que pudierananular tus habilidades motoras con unsimple botón.

—Menudo aguafiestas—murmuróMelinda.

—Más de veinte años y seguís igual.

Eso sí es una relación amor-odio.Sheppard no pudo dejar pasar ese dato.

¿Qué edades tenían? Esas semanas habíaexperimentado el sector privado. Sabíaque había información que no le contabande la misión y que todo se proporcionabaa su debido tiempo. Exactamente igual queen todos lados. Elevó la mirada almonitor central y contempló como eltráiler se movía. Primero daba marchaatrás y después se introducía por la otravía de circulación.

—Parece que sus compañeros hancontinuado la persecución.

—Entonces observemos y veamos sitienes razón. Se aceptan apuestas.

22

Autopista

El tráfico fluía tranquilamente. Un

camión de obras les adelantó y se pusoparalelo a ellos. John no le dioimportancia al principio. Por acto reflejomiró al exterior y se fijó en la ventanilla.Lo que vio no le gustó nada.

—Me cago en la puta—dijo John.—Mira el camión. ¿Los recuerdas?

Patrick se inclinó para ver la otraventana y reconoció a los dos individuosdel aeropuerto. Iban acompañados.Menuda bendición. Sus rostros lo decíantodo. No les había gustado la jugada de laautopista.

—Tenemos que salir de aquí—dijoPatrick. Nos van a embestir.

—¿Y me quieres decir cómo diablos lohacemos? Estamos en una autopista. Yellos nos cortan el paso.

—Pues habrá que improvisar algo.Un tráiler de gran tonelaje comenzó a

empujar el cargamento de etanol líquidode los invitados sorpresa. Cualquier fugapodría ocasionar un desastre. John realizómaniobras para no ser aplastado. Noconsiguió identificar a su conductor.

—Tengo un mal presentimiento.Adelántate como sea.—dijo Patrick.

John miró por el retrovisor y descubrióque uno de los tubos del combustible sehabía soltado. Debían salir de allí. Puedeque el invitado sorpresa fuera amigo, pero

el etanol y la gasolina no eran una buenamezcla. El depósito del camión reventó yse dirigió hacia los límites del puente.Patrick sacó la cabeza por la ventanilla ycontempló el desastre.

—Llegar hasta este punto por unosdocumentos—murmuró.

—Ahora que lo dices, se nota que nohas leído el tercer expediente. Son losplanos originales de Tesla sobre unamáquina, en la cual se basó el doctorBlake para fabricar el prototipo que visteayer. Y he dicho, basarse porque faltadocumentación que seguro que tiene el talManfree. En mi opinión si se junta todo loque poseen ambas agencias, no me quieroni imaginar lo que podría salir de ahí.

«Planos originales de una máquina—

prestaba atención a su amigo». Veía conotros ojos esa misión suicida. Unas callesmás adelante y todo habría terminado. ElInstituto les esperaba.

Ж

Las noticias habían volado como lapólvora. Encima de ellos, un helicópterode la prensa sobrevolaba la carretera.

Un fuerte impacto convulsionó lacabina del camión dirigiéndoles a laseparación con el carril contrario.Dimitriv corrigió la dirección. «¿Y ése dedonde ha salido?» Fran y Lisa miraronpor la ventanilla trasera que daba alcontenedor de su transporte. Pudieron verotro camión de gran tamaño. La situaciónhabía cambiado.

El nuevo invitado impactó de nuevocontra ellos con más fuerza. El sonido deuna ráfaga de disparos se vio silenciadopor los repetidos choques. Fran y Lisaempezaron a notar un aroma. Ambasmiraron por sus ventanas. Fran noconsiguió ver nada. Lisa, aterrada,únicamente vio un tubo suelto bailando enel aire del que salía un líquido. El sonidode un disparo sonó en el exterior. Todosmiraron por las ventanas. Su direcciónempezó a desviarse. Fran se asomó por laventana de la cabina. Después contemplóla extensión del río desde el borde de lacarretera.

—¡Mira al frente!Era demasiado tarde. La bala había

provocado una mecha en el sistema de

seguridad de la cisterna. Surgió unallamarada coloreada que se elevó hacia elcielo. El helicóptero se vio obligado aelevarse. La cabina iba directa hacia ellímite del puente para caer al río. Franestaba decidida a no morir en ese lugar,empujó a su compañera hasta la otrapuerta con la idea de que entendiese elmensaje. El camión se salió de la vía y seprecipitó por el borde del puente. Abriósu puerta y saltó al exterior.

Ж

El agente San Beckson inició unavideoconferencia desde su tableta.

—Dick, misión cumplida aquí.—manteniendo la vista al frente.

—Suerte es decir poco—dijo Dick—Ha sido un milagro. Lo he visto por elcanal cuatro. ¿De verdad eso era Etanollíquido?

—Bueno, cálmate. Lo hecho, hechoestá.—dijo Sam—A partir de ahora, hayque andar con pies de plomo. Todo estoha pasado a otro nivel. Primerovigilancia, ahora persecución. Losiguiente, mandarán a alguien a terminarel trabajo, no lo dudes. Hay que llamar aJim. Pasamos a DefCon3[9]. Esto esterrorismo. Lo veo negro—aclaró Sam.

—Tienen razón Sam, habrá que haceralgunas llamadas.

—Ya me informarás. Guarda el cochehasta nuevo aviso. Estaré por la ciudad.Cierro transmisión.—terminó Sam.

23

WNBC

—Con ustedes de nuevo, Peter Cross

de la WNBC [10]informando para elcanal cuatro. Un camión que transportabatubos de acero ha sufrido un pequeñotraspiés y las correas de seguridad se hansoltado. Sí amigos, exactamente lo queestán pensado. Las fuerzas de seguridadestán reteniendo el tráfico y se haproducido una congestión. Que alguienllame a una grúa o mejor, ¡al ejército!.Esperamos que pronto se solucione todo.De momento poco más puedo informar.Será cuestión de esperar.

Cuando el piloto se disponía a cambiarde dirección, se fijó en algo.

—Peter, mira a la derecha.. Parece unenfrentamiento entre camiones. Eso o losde Hollywood lo hacen también que no seles descubre.

—Tienes razón. Fred, espero que estéisviendo esto desde el plató del canalporque si alguien lo sube a la red va arecibir muchas visitas.

—Aquí estamos Ted, viéndolo endirecto. —Desde el canal 4—Por lasbarbas de Matusalén.—en ese momento untráiler embestía al camión—dime unacosa Peter. ¿Puedes ves que transporta elcamión?

—Pues espera que descendemos.El helicóptero maniobró y se colocó a

cierta distancia de seguridad. Peter cogiólos prismáticos y enfocó. Lo que vio no le

gustó.—¡Sube, sube!—gritó al piloto.—No

me vas a creer Fred. ¡Etanol líquido! Esoes inflamable.

Se escucharon disparos. El helicópterose elevó.

—Peter repite, no nos ha llegado laúltima transmisión.

En ese momento, el deposito estalló porlos aires provocando una llamarada queinundó los carriles.

—Te diré que veo el infierno. Y soyateo. Aquí sólo hay caos, fuego ydestrucción. Te puedo decir que el camiónha provocado una barricada con lacirculación. El tráiler ha empujado elremolque del camión y lo ha empotradocontra la pared de seguridad del carril.

Milagrosamente el segundo ha continuadosu camino. Si ya había una barricada atrásahora se ha cortado el paso para los dossentidos. Más vale que la policía vengaenseguida, porque se va a armar una muygorda.

—Menuda catástrofe Ted. Tienes razóncompañero, lo que no pase en EstadosUnidos no pasa en ningún lado—exclamóFred

—Tenemos que ganarnos el pan amigo—resaltó Peter—Bueno, os dejo, quenosotros nos vamos a otro sitio. Mecomunican otro suceso. Ya te informaré.Cuidaros.

—Adiós Peter y ten cuidado—dijoFred—Señoras y señores, esta es laactualidad aquí en Boston, Massachusetts

hasta ahora. Son más de las 15:00.Pasamos a los deportes.

24

Capitán Sheppard

A través del monitor, el equipo Alpha

observaba en tiempo real toda la escenadel accidente. «Épico—dijo Alexei.—¡Que tiempos!» La cabina del camiónhabía atravesado la pared de seguridaddel puente y descendía hasta caer en elrío. Sheppard no quitó los ojos de laimagen. Un trágico final. Una ventanaemergente apareció en pantalla. Solicitabaconfirmación. La imagen de su jefeapareció en pantalla.

Creo que no hace falta que diga nada.La imagen ha hablado por sí misma.Tenéis una misión. Dirigíos al institutotecnológico, recuperar el paquete y

esperar nuevas instrucciones. Si surgealgún imprevisto, improvisar. A no serque sea realmente necesario, usar el canalsecundario. ¿Entendido?

Todos asintieron.—¿Qué tal está el general?—preguntó

Rod—Ese último mensaje le dejó—pensódetenidamente la palabra.—Diferente.Nunca le había visto esa mirada. Y leconozco muy bien.

—Lo sé Rod. Cuando él crea que sea elmomento, ya nos lo contará. Cierro video.

La ventana desapareció. Alexeiencendió el motor. «Bien capitán,prepárese para su primera misión fuera deOriente Medio». Aparcados con una vistapanorámica del puente, un coche blancocon dos tripulantes circulaba por el carril

contrario. Alexei giró su ancho cuello. Sucompañero también había prestadoatención. Ya había pensado en ello.Precisamente, por ello se encontrabandetenidos en esa parcela.

—Ordenador, análisis, ya.Una barra de progreso junto a una base

datos nacional apareció en pantalla. Dosimágenes aparecieron en pantalla.«Patrick Stevens y John Campbell».

—Stevens…—Rod se pasó la manopor la boca.—Usa el apellido de sumadre. Muy listos los de la agencia. Nome extraña que no le encontrásemos. Aúnno se me ocurre cómo Stuart consiguiólocalizarle hace unos meses. Sabía desdeun principio que ese tío nos traeríaproblemas. Desde el funeral.

—¿Quién habría imaginado que Stuartascendería tan deprisa?—

—Era tan inocente—murmuró Melindajugando con su cuchillo.

—Démosles algo de ventaja parahacerlo más divertido.—Rod recogió elmonitor y lo deslizó al techo.—Supongoque hay muchas cosas que no le encajarancapitán. Ya se irá acostumbrando.

Max, desde su monitor, analizó a susnuevos objetivos. Parecían totalmentenormales. No entendía que les veían depeligrosos. Llevaba varias semanasplanteándose una cuestión. Decidió queera el momento.

—Tengo una pregunta y no quiero quese malinterprete.

Alexei y Rod se lanzaron sendas

miradas.—Dispara.—Hay una par de cosas que no me

encajan. Si todos ustedes estuvieron en elplanificado funeral de mi abuelo hace másde veinte años.—Max, tragó saliva y tomóaire.—¿Cómo es posible que tengan esaapariencia tan conservada?

Rod sonrió. Melinda colocó los piessobre el respaldo del conductor. Alexeiprocedió

—Todo a su tiempo capitán. Eso ahoraes irrelevante. Ahora céntrese en lamisión. Preveo que nos encontraremoscon varias sorpresas en el preciadoinstituto. De momento ha acertado con elpuente. No tenga prisa.

25

Industrias Astratech

Stuart observaba la extraña mirada que

su superior tenía frente a la pantalla de sumonitor. El General llevaba más de unahora de pie observando una proyecciónholográfica [11] de un documento que lehabían transmitió por correo electrónico.Nadie conocía su remitente ni sucontenido. Pasaba las hojas deldocumento una en una.

Stuart desconectó la videoconferenciacon un movimiento de muñeca. El plannecesitaba un incentivo. No iba a permitirque dos adolescentes le estropearan losorganizados planes. Y menos en suciudad. Ordenó al ordenador establecer

un canal de comunicación. Apareció unmensaje de espera. Una mujer apareció alotro lado.

—Buenas tardes señor Manfree. ¿Enqué puedo ayudarle?

—Buenas tardes señora secretaria deestado. Me gustaría poner en fase depruebas un prototipo, sino le importa.

La secretaria se quedó pensativa. Sabíaque debía andar con pies de plomo conese hombre. Si la veía dudar, estaríapérdida.

—¿Que necesita? Un vehículo, un arma,un sistema de control civil…

—En un vehículo especial. ¿Qué tal vanlas pruebas de la nueva generación deapaches AH-64[12]? Tengo entendido quelos resultados fueron prometedores

gracias a los diseños que mi equipo lespaso a su gente.

—Y está en lo cierto Stuart. Han sidouna revolución. No sé cómo lo habráconseguido su ingeniero jefe, pero son unamaravilla.

—Ya conoce el dicho secretaria, hoypor usted y mañana por un servidor. Y esedía ha llegado. ¿Cree que podría tener unolisto en diez minutos? Sé que en velocidadno hay quien le supere.

—Tendré que hacer unas llamadas.¿Dónde quiere que se lo envíe?

La mujer era lista. Pero Stuart sabíacómo jugar en ese terreno.

—Le mandaré la posición GPS.Recuérdeme que le recomiende para laspróximas elecciones. Estaremos en

contacto señora secretaria.—Es usted muy generoso Stuart.

Cuídese.La conexión se terminó y la ventana

desapareció. Stuart se giró sobre sus piesy salió de la sala. «Usted es la quedebería cuidarse, maldita zorra ignorante.Mañana será el gran día. Mi gran día».

26

M.I.T. Lab, Cambridge,Massachusetts

Estados Unidos había cimentado suposición de superpotencia mundial en lasuperioridad tecnológica e industrial, elInstituto Tecnológico de Massachusetts,constituía uno de los centros donde seformaba, se cuidaba y se promocionaba alos investigadores que algún díaliderarían las próximas revolucionescientíficas.

El Media Lab, como se conocía al

laboratorio del instituto que concentrabala investigación de nuevas tecnologíaspara el futuro, se encontraba vacío a esedía.

—Bienvenido al laboratorio—accedieron por una de las entradas—Siéntete como en casa.—Patrick caminolibremente por el interior. Había vistoimágenes en las revistas, pero estar allípresente superaba las expectativas.—Porlas mañanas, en las plantas de arriba estesitio está lleno de estudiantes. Lacostumbre es hacer un circulo alrededordel profesor y hacer una puesta en comúnde ideas sobre algún proyecto. Existenmás de veintiséis grupos de investigaciónen los laboratorios. Aquí se investigancampos tan dispares como la

neuroingeniería para encontrar remediosal Parkinson, una bacteria que es capaz deconvertir la luz en combustible, enmáquinas cognitivas para desarrollarrobots parlantes o automóviles apilablescomo carros de compra, entre otros.

—¿Has dicho apilables?—no dabacrédito.

—Sí, eso ahorraría el problema delaparcamiento—Aquí en el instituto losestudiantes tienen hábitos nocturnos—bromeó John—como en muchasuniversidades estadounidenses, se valoranlos resultados sin importar los horarios ola dedicación. Mientras hayaresponsabilidad, existe libertad. Ymientras haya ideas, hay medios. Porejemplo, la impresora tridimensional de

objetos, la 3D. Si un estudiante dibuja unaidea, puede hacerla realidad en una figurade acrílico.

A la entrada de uno de los laboratoriosPatrick pudo contemplar una estructuragigante de piezas de lego, un trabajo quese utilizaba para que los niños pudieranexperimentar con el software informáticomientras improvisaban construcciones.

—Hay muchas investigaciones aquí

abajo. En el departamento deComputación Afectiva, unas flores deplástico robóticas se mueven en direcciónde la voz más cercana, mientras que enBiomecatrónica, Alex Pentland, queperdió las dos piernas en un accidente deescalada, perfecciona las prótesis

robóticas de tobillo y rodilla que ya lehan permitido volver a dedicarse a suafición favorita.

—Asombroso.—En total, treinta profesores y unos

trescientos estudiantes de doctorado ylicenciatura de veinte países diferentestrabajan en el Media Lab. Uno de lossecretos del M.I.T. es que uno elige lo quequiere hacer y no intenta hacer de todo,aquí no formamos a médicos o abogados.Por ejemplo, nos concentramos en unasáreas determinadas de conocimiento ycomo universidad tenemos unasdimensiones modestas; otro de lossecretos es que las empresas nos confíanla investigación a diez años vista, aproyectos cuyo retorno económico sería a

muy largo plazo, y el instituto se quedacon la propiedad intelectual y la hacepública.

—Eso es de sentido común. Vuestrasideas, vuestras patentes.

—No te puedes quejar de la visita.Prosigo. Los estudiantes han convertido lacúpula en el escenario preferido de susgamberradas tecnológicas. Algunasmañanas, en ocasiones especiales, labóveda achatada amanece coronada conun coche de policía o un androide comoR2D2 [13], que han sido izados connocturnidad y alevosía.

—Y a todo esto, ¿tú laboratorio andacerca?

—Ya hemos llegado. Es este.Se encontraban enfrente de una pared.

—¿Y dónde está la puerta?—¿Qué puerta Patrick?—sonrió John—

Te recuerdo que trabajo en el campo de laóptica. Simplemente, sígueme.

John se acercó a una pared, posó lamano en ella y salió un panel de controlcon iluminación LED[14].

—Las bombillas del futuro Patrick,duran más de 20 años al 100%. Luegocomo todo, empieza a descender.—Tecleó una combinación y la pared pasóde ser opaca a transparente.—Entremos.

Sin dudar, John atravesó la pared yentró al laboratorio. John se dio la vueltay siguió hablando.

—¿Sabes que todas las cosas poseenuna frecuencia, no?

—Sí—al menos había algo a lo que

podía responder.— por eso las cantantesde ópera son capaces de romper el cristal.—dicho eso avanzó.

—Exacto. Por ejemplo, sabes que lasondas de radio pueden atravesar paredesy otros obstáculos, en cambio los rayosinfrarrojos no la atraviesan. Tú puedesponer la radio en una habitación o elequipo de música y escucharlo desde otrahabitación. Lo escuchas porque esasondas son capaces de atravesar la pared,luego depende si es de hormigón, metal,etc. Cuanto más denso sea el material,menor capacidad. Tú y yo ahora mismotenemos una frecuencia, por eso podemosvernos. Si tu frecuencia variase, tepodrías volver invisible o meterte lamano en el estómago y sacar lo que has

comido esta mañana o por ejemplo,atravesar la pared.

—Y deduzco que la pared ha sufridoese un cambo.

—Exacto, este es el mismo principiopara las redes inalámbricas como elbluetooth, el WIFI, LAN y en este caso,sirve para seguridad, así nadie sabedónde está la puerta.

—De acuerdo, la guía y la clase de hoyha estado bien, en serio, ahoracentrémonos en averiguar lo que podamossobre el biznieto ese.

—Empecemos.Entraron al laboratorio. Una gran mesa

de trabajo. Dos escritorios con susrespectivos ordenadores. En una paredhabía instalada una impresora 3D. En una

esquina de la habitación había un pequeñodespacho con un ordenador personal.

—¿Qué te parece mi humilde morada?—Sinceramente, agradable.—Patrick

contempló cada metro cuadrado.—¿Dónde tenéis la máquina que llevasteayer a la exposición?

—Esas cajas llegarán aquí el lunes.Que han hecho con ellas o donde están nolo sé. Nosotros solo desmontamos yguardamos las piezas. Empecemos con labúsqueda. Hay que trabajar deprisa.—John se dirigió a uno de los escritorios

Introdujo sus datos y accedió al sistemade la universidad. Tecleó el nombre de lapersona que buscaban. «Jerry Einstein» yesperó los resultados. «Edad, lugar denacimiento, número de teléfono móvil,

investigaciones, laboratorio».—Centrémonos, Hay que buscar lo

importante, sus datos personales.—Es lo que intento, pero este

ordenador es comunitario. Para esotendría que acceder al despacho de mijefe.

—Pues si la única forma de acceder esdesde su despacho, entremos.

—Siempre puedo coger la llave deemergencia.

—Eso me gusta. ¿Y dónde está la llavemágica?

—Detrás de ese cuadro.—John señalóuno de los cuadros de la pared.—Es elúnico lugar de un laboratorio en donde nose miraría y si alguien se fijara noencontraría nada. Anda, fíjate.

Patrick se dirigió al cuadro en cuestión.A simple vista parecía un cuadro depiezas de lego pero en blanco y negro,parecía casi algo abstracto. John presionótres secciones cuadrangulares que habíaen las esquinas. Al momento, loscuadrados se iluminaron y se hundieron enla superficie del marco. Del centro,sobresalió un prisma perfecto. Se abriópor su lado frontal mostrando una llave ensu interior. John cogió la llave y el prismaregresó a su posición inicial. Por último,presionó un pequeño cuadrado que habíaen la cuarta esquina y el cuadro volvió ala normalidad. Parecía magia, pero sóloera ciencia.

—Ingenioso ¿verdad? Nadie que nosepa cómo funciona el mecanismo, nunca

encontraría la llave. Está hecha a pruebasde robos.

27

Roderick Schiff

Al acecho, observando el perímetro,

el equipo de incursión se preparaba.—Bien señoritas—Rod inició el

discurso.—Dejaremos aquí mismo elcoche. Una vez consigamos acceder alinterior, yo me ocuparé de desactivar elsistema eléctrico. Capitán, usted ira detrásde mí seguido por Melinda. Alexei, irásen la retaguardia. ¿Entendido?

—Si señor—respondió Alexeirealizando el saludo oficial.

—En marcha.Alexei accionó el sistema del maletero

y pasaron a recoger su equipo. Rod sequitó la gabardina. Él ya iba preparado.

Un conjunto combinado de negro y azuloscuro. En los brazos llevaba lo queSheppard interpretó como unos guantesnegros y un brazalete de comunicaciones.En el otro, no consiguió averiguar quetenía.

—Veo que usted va totalmentepreparado.—comentó Sheppard.

Rod le miró y le devolvió una sonrisa.«Más de lo que te imaginas compañero».Alexei le dio unas palmadas en la espaldaal nuevo recluta. Melinda se quedómirando el edificio. «Es precioso». Sucompañero la miró a ella, después alinstituto y regresó la mirada.

—Sólo es un edificio.—Es un edificio que tiene mucha

historia, se ve que lees poco.

—Yo prefiero culturizar mis músculosguapa, son los que me dan de comer.

—Algún día tus músculos no teservirán de nada.—le respondiómostrando su arsenal de metal organizadoen sus muslos.

—Ya, por supuesto.—Alexei le lanzóuna mueca.

Rod se dirigió a la entrada principal. Elpanel de seguridad no le resultaría unproblema.

—Hola cariño, ¿Me echabas de menos?—Insertó un código especial de ochocifras en el panel numérico.

Una segunda ranura con dos lentes sedescubrió debajo del panel. «Bienvenidodoctor Schiff». Se llevó la mano alpequeño panel incorporado en el

brazalete y tecleó unas pautas pararealizar la sincronización de los dossistemas. Una luz verde se activó.

Avisó al equipo. Habían pasado

muchos años desde la última vez. Lanostalgia duró poco por su mente. Regresóal brazalete. Al usar su propia llavemaestra, navegó por el sistema online deledificio y accedió al sistema de energíainterno. Anuló varios códigos. La luz sedesvaneció en el área más lejana.Continuó anulando códigos y todas lasluces de la planta baja se apagaron. Sehabían quedado a oscuras.

—Estos sí que saben montar fiestas.Oscuridad total.—exclamó Alexei.

—Coger las nuevas gafas que he

diseñado y ponéroslas. Podréis alternarentre varias opciones. El trayecto serálargo.

Caminaron a través del largo pasillodel edificio. Sección a sección, Rod fuedesactivando el sistema eléctrico.

28

Improvisar

John abrió el despacho y encendió el

ordenador. Encontraron todo tipo decarpetas: proyectos, personal, informes,imágenes…Seleccionó Proyectos. Sedesplegó una ventana que solicitabainsertar un nombre. Tras introducir Jerry,la barra de progreso inició su búsqueda..Su ficha personal apareció en pantalla.

«Residencia: California, Edad: 55años, Doctorado: Medicina»

—Tiene que haber más información.Mira a ver si hay alguna agenda conviajes programados…lo que sea.

—Oye, esto no es la base de datos delpentágono.

En barra de búsqueda, John tecleoAgenda Jerry Einstein. El programaemitió un pitido de avisó. La pantalla secerró y un mensaje apareció en el centro.«Bienvenido Doctor Blake. Dispone decinco minutos. Control por voz activado.Que disfrute». Otro programa se abrió yuna ventana se abrió automáticamente. Erasu agenda personal.

Acababan de acceder al servidorcentral sin saber cómo ni porqué.

—Patrick, ni tú ni yo hemos estadonunca aquí. ¿Lo has entendido?

«Accediendo a la agenda de JerryEinstein»

«13-04-2013 – congreso mundial devacunas – Washington»

«Tercer día congreso conferencia»

Patrick emitió un grito de victoria. Johnno daba crédito. La informacióncontinuaba apareciendo.

«Teléfono de contacto: 555-1451;Hotel Mónaco, Washington, D.C. »

—Oye John, con todo lo que ha pasadohoy no me he acordado.—sacó la hoja y lenarró lo sucedido.—Digamos que tengouna lista extraña.

Su compañero fijo sus ojos en el folioque sostenía su compañero. En la listafiguraban posiciones importantes: Variosnombres eran cargos altos del gobierno ypersonas de renombre en el mundotecnológico.

—Patrick, ¿seguro que encontraste estalista en ese dossier? ¿No notarías nadaextraño en el momento que la cogiste

verdad, ya sabes, como con la caja en elcoche?

—No—Patrick se empezó a asustar.—al grano, primero debemos contactar aJerry, a ver que nos dice. Llámale

—¿Cómo que le llame? Ni que fuera tucriado.

—De los dos tú tienes el acceso y losdatos. Si le llamo yo, quedaríasospechoso.

—¿Y qué le decimos? Buenos días,sabemos que tiene una llave maestra queabre una caja fuerte de seguridad.Nosotros tenemos su gemela. Nos estánbuscando, hemos tenido una persecución,el doctor Blake está en el ajo… ¿Ideas?

Patrick reflexionó. Debía haber algomás sencillo.

—O simplemente que llamamos desdeel laboratorio del doctor Blake en el MITy le informamos de que está en peligroporque posee una caja datada de 1943 yque aquí tenemos la otra. ¿Qué te parece?

—La tuya me convence más, menosconspiratoria. Pero usa tu móvil, para queno quede registrado aquí.

Forzado, John sacó su móvil y marcó elnúmero. Debían conseguirlo. Alguiendescolgó..

—Sí, diga, ¿Con quién hablo?—respondió una voz.

—Hola, buenos días señor Einstein. Lellamó desde el MIT, quería hablar conusted de un asunto de máxima urgencia.

—Verá, lo siento, pero no tengo muchotiempo, tengo un congreso al que acudir.

—Verá señor.—John volvió a tomaraire.—Es sobre una caja y dos llaves de1943, las cuales creemos que usted tieneuna y suponemos que está informadosobre el tema. Como le he dicho, es porseguridad.

—No sé de qué me está hablandocaballero. Si me disculpa tengo que cogerun avión. Y no sé cómo usted tiene eseacceso a mi agenda.

Debía echar todas las cartas sobre lamesa. No le dejaba opción.

—Escúcheme y preste atención porfavor. El servidor central de loslaboratorios del instituto posee una copiaactualizada de toda agenda por motivos deseguridad. Nosotros tenemos en nuestropoder desde hace veinte años una de las

cajas que se abrió en 1995 y desdeentonces, hemos estado investigando conlos documentos que en ella encontramos,pero dichos documentos estánincompletos.—John volvió a tomar aire.Patrick observaba apoyado en la pareddando ánimos a su amigo.—Descubrimosque Nikola Tesla había desarrollado otracaja y que ha estado a lo largo de losaños, por herencia, en su familia, peronunca se ha logrado demostrar. Y tambiénsabemos que su padre poseía una llave,que antes de morir la dejó de llevarpuesta por estas instalaciones y ahorasospechamos que usted podría llevarla, yaque la situación ha dado un giroinesperado. Otra agencia también estáinteresada en ella, y no para practicar

buenas artes, ya me entiende.Patrick le dio unas palmadas en la

espalda a su compañero. «Menudoresumen le has hecho—le susurró».

—Veo que sabe bastante del tema y sutono de voz parece sincero. Mire,podemos hacer una cosa. Tengo sunúmero de móvil y cuando llegue aWashington, dentro de unas horas, levuelvo a llamar y quedamos. Si saben eso,también sabrán dónde me hospedo.

El teléfono se colgó.Ж

Rod continuaba analizando el mapadel edificio. Habían recorrido toda laprimera planta y no habían encontradonada. Era imposible que hubierandesaparecido del edificio.

—Roderick.—comentó Sheppard.—¿Es posible que hayan realizado algunaampliación en los últimos años?

Los tres veteranos se quedaronmirando.

—Puede que antes de la primera vezque estuviste aquí—dijo Alexei.

Regresó al menú principal delprograma y activó un escáner. Un mapa sevisualizó tridimensionalmente. En la zonadel vestíbulo se pudieron observar cuatromarcas verdes. Y en dos pisos más abajo,otras dos manchas. Rod fue caminandohacía su posición.

Melinda descubrió un cilindro verticalcolocado en el suelo. En su lateral, habíados botones. Presionó uno y comenzó adescender hasta desaparecer en el suelo.

Rod se dio cuenta. Sheppard descubrióque existían otros tres cilindros iguales enla habitación. Un sonido advirtió a Rodpara visualizar su panel. Los niveles deenergía empezaban a caer en las plantasinferiores. Era cuestión de tiempo.

ЖLa luz del laboratorio se fue. La luz de

emergencia se encendió. El ordenador sereinició y accedió al sistema en modonormal.

—¿Qué ocurre aquí?—preguntóPatrick.

—Creo que nos has descubierto.—señalo John.—Si mandaron un grupo,habrán mandado otro. Buscan la caja yposiblemente el documento. Guárdalobien. Nos vamos.

John se dirigió al cuadro de seguridad yguardó la llave en su interior. Buscó unamochila en el armario y ordenó a Patrickque vaciará la maleta.

—Si hay que correr, el peso de lamaleta nos retrasaría..

—Mejor hazlo tú, por favor. Ahora noestoy para visiones.

Atravesaron la puerta falsa. Llegaron aun callejón sin salida. John atravesó lapared.

—¿Qué ha pasado, es una puertadesmaterializada o algo así?

—¿Puerta desmaterializada? Tú hasvisto demasiadas películas. Es un simpleespejismo. En realidad, no hay ningunapuerta.

Llegaron al jardín del exterior. John

señaló al cielo. En las alturas, detrás deunos árboles, un helicóptero aterrizabaverticalmente. La zona de los motoresmostraba líneas luminosas de color azul.

—Pues sí que van en serio, eso estecnología punta. ¿De dónde habránsacado los diseños?

Patrick miró a su alrededor. Habríavarios contenedores. Siguió buscando ydio con la solución A su izquierda habíacontenedores pequeños de reciclaje.

—¿Qué pretendes encontrar ahí?—preguntó John.

—Nuestra salvación. Vayamos a verque tesoros encontramos.

Los contenedores eran de reciclado.Patrick abrió el de cartones.

—Que quieres hacer con un cartón.—

preguntó John—¿Lanzárselo al piloto?—Qué poca imaginación tenemos.

Hagamos una apuesta, si lo queencontremos nos sirve no te quejasdurante unas horas. Y si yo pierdo soy tuesclavo, ¿ok?

Sopesando las opciones John aceptó laapuesta. No tenía ni idea de que locura sela habría ocurrido. Pero no podíadesechar nada. Dentro había varioscartones de pizza..

—Eso ha sido casualidad, apelo otraprueba.

—Que mal perder tenemos. Este es elplan. Vas a coger este cartón, locerraremos bien e irás donde el piloto. Yodesde el otro lado improvisaré

A regañadientes John contempló la

trampa que le ha realizado su amigo ytuvo aceptar el desafío

—Hay que poner algo de peso dentro.Varias fotocopias bastará.

El cartón aun despedía algo de aromade su anterior contenido. Se separaron.Patrick planeó cómo lo haría para abrir lapuerta del helicóptero y tirar al piloto ydejarle inconsciente. Sería comorememorar un entrenamiento. Se dirigióhacia los árboles y antes de llegar tropezócon algo. Una piedra Comprobó su peso,resultaría idóneo.

John se mentalizó. Repitió sus frasesuna y otra vez. Reflexionándolo un poco,su parte era la más sencilla, sólo teníarecitar unas palabras; la peor parte se lallevaba Patrick, tenía que atacar al piloto

y sacarle de la cabina. Se tranquilizódespués de pensar en ello. Era la hora.

Sus miradas se cruzaron a través de laexplanada del jardín. John se acercó a lapuerta y se preparó para golpear la puerta.El piloto reaccionó, se quitó losauriculares y abrió la puerta.

—Hola, buena tardes, ¿cómo está?Pizzería Hollywood, aquí le traigo supedido en su punto, con extra de queso,como pidió.—La cara del piloto lo decíatodo. Debía improvisar—Que sepa que yopuse esa misma cara cuando me llamaronhace veinte minutos y me dijeron que se ladiera a un tipo sentado dentro de unhelicóptero en el jardín del instituto. Lodel jardín me pareció normal pero lo delhelicóptero me descolocó, Pero no me

pagan por pensar, si no por entregar yaquí todo es posible.—John le entregó lacaja.—Son dieciséis con cincuentadólares caballero. También aceptó tarjeta.

El piloto se quedó mirando la caja depizza. John vio como el tío la olisqueabapara comprobarlo. Patrick abrió la puertalateral, se subió al helicóptero y le cogiódesprevenido. Por suerte no llevabapuesto el cinturón de seguridad. Tras caeral suelo, sin darle tiempo a reaccionar, legolpeó con la piedra en la sien con todassus fuerzas. Problema resuelto. Habíaquedado inconsciente.

—¡Sube!—¿Contigo? ¿Ahí?—preguntó John.—Elige, que nos pillen y nos maten, o

escapar de aquí.

—¿Tienes alguna experiencia?—Bueno, se podría decir que sí. Unas

clases por parte de la empresa en unreportaje. No era esta maravilla, pero labase será la misma.

Ante él tenía un panel que nunca habíavisto. Tenía monitores con sistemaoperativo. No reconoció ningún botón.John navegó por el panel de control de losmonitores.

—Esto tiene de todo. Escáner demedios, infrarrojos, misiles, rotación dehélices. ¿De qué me suena eso?—John sellevó la manos a la cabeza.—Ahora lorecuerdo, otro de los diseños de Tesla. Els i s t e m a VTOL, despegue yaterrizaje verticales. Te apuesto lo quequieras a que estos tíos poseen esa

investigación que se perdió de NikolaTesla. No tiene otra explicación. Laenergía de los motores, el sistema devuelo. Todo encaja.

—Ya me lo contaras más tarde. Ahoratenemos que irnos.

John seleccionó el sistema de vueloVTOL. El helicóptero se elevóverticalmente. En el segundo panelobservaron la representación gráfica delproceso y cómo la energía se transfería através de los motores. El panel indicó quela posición estaba completa. El aparatoaceleró sin que sus ocupantes se dierancuenta.

Ж.—Huyen por el pasillo.—informó

Rod. Continuó comprobando la

información. Dos manchas verdes habíanaparecido de la nada y se dirigían a loslímites del pasillo. El rastro vedecontinuó hasta la pared y desapareció.—¡Todo el mundo, seguidme!—Rod corrióhasta donde la marca verde había dejadode emitir. «¿Qué ocurre aquí?—pensó.—¿Cómo la han atravesado?».

Rod se quedó mirando la pared. Sepropuso acariciar su superficie con lamano. Allí no había nada. «Holografía—murmuró Rod.—Creía que nadie lo habíautilizado todavía en edificios». El radarvolvió a emitir señales en el perímetro,pero la señal disminuía por momentos.

—No perdamos más tiempo. Nuestroobjetivo está al otro lado.

Un amplio jardín se abrió ante ellos. Un

torbellino de aire les impulsó hacía lolados. Alguien acababa de escapar de allí.El escáner registro otra señal enmovimiento. Era un aparato, pero suslecturas eran enormes.

—¿Que ha sido eso?—preguntóSheppard.

Alexei tuvo una sensación. Se acercó albrazalete de Rod.

—No puede ser. Es mi creación.Maldito Stuart. Seguro que ha llamado algobierno otra vez.

—¿Su creación?—Sheppard estabaconfuso.

—La nueva generación de helicópterosque no consumen residuos fósiles. Todoun sistema basado en energía limpia.Regalo del tío Tesla.

Rod le lanzó una mirada. Alexei secentró, había hablado demasiado. Melindase adelantó al resto y entró en el jardín.Había visto algo en el suelo. Era unapersona.

—¿Qué le ha pasado soldado?—observó que estaba desorientado. El golpeen la cabeza había sido desprevenido.—¿Cómo se llama?

—Austin señora. No lo sé, alguienllamó a la puerta, abrí y después no meacuerdo de nada ¿Y el helicóptero?

—Es lo que intentamos averiguar—dijoRod.—Buscad rastros.

Los cuatro se pusieron a buscarindicios y encontraron la caja de pizza yla piedra.

—Ahora recuerdo. Había un pizzero.

Fue muy raro—dijo Austin.Todos miraron el trozo de cartón y la

rudimentaria arma. «¿Por qué siempre lostrucos más tontos eran los que resultanmás efectivos?»

—El helicóptero lleva instalado unGPS.—añadió Alexei.

Las lecturas que Rod había analizadose alejaban del perímetro.

—Llamad a la base, que manden unaambulancia. Saquemos a este soldado alexterior y regresemos al coche.

29

Wayland, Condado de Middlesex,Massachusetts

El móvil de Patrick sonó. Era un

número privado.—¿Señor Patrick Stevens? ¿Es usted?—Depende, ¿quién pregunta?—Hola, buenas tardes. Me llamo

Thomas Blake, creo que tenemos a unapersona en común. ¿Le viene bien hablaren ese momento?

«El padre de Alexandra». John lepreguntó quién era. Patrick le indico queera su jefe. Como era de esperar, no se locreyó.

—Claro, dígame doctor Blake.—dijo

mirando a su compañero.—¿En qué puedoserle de ayuda.—John le indicó queactivara el manos libres.

—Por favor, llámeme Thomas. Verácreo que tenemos que hablar de ciertoasunto. De cierta caja ¿me entiende?

Ambos se miraron. La lista era cierta.Él estaba implicado.

—Sí, tiene razón. Además tengoalgunas preguntas para formularle.

—Tiene usted todo el derecho depreguntar lo que quiera, señor Stevens.Creo que se encuentra con su amigo John,si no me equivoco. Diríjanse hacia lasafueras, al Oeste de la ciudad, enWayland. Más tarde les daré nuevasinstrucciones ¿Me han entendido?

—Claro señor, digo Thomas, señor

Thomas. Hasta ahora.John se preguntó por qué estaba ahí,

cómo había empezado todo eso.—¿Menudos giros da la vida eh

compañero? Cómo has dicho ahoraestamos en un diseño del mismísimoTesla. Y seguimos vivos.

—Todavía no ha acabado el día. Nocantes victoria.

—¿Has comprobado que más cosastiene este trasto? ¿Qué es eso?—dijoPatrick observando un menú.

—¡No toques ahí!—gritó John.El vehículo aumentó su velocidad hasta

Mach 3 [15].Ж

El móvil de Patrick volvió a sonar.—Patrick.—comenzó el doctor Blake.

—os veo a lo lejos. Veréis una gran naveindustrial en el exterior. Tenéis queaterrizar en ese terreno.

A medida que perdían altura, lossensores ralentizaban los motores.

En la superficie, dos personas salían deuna puerta. Una de ellos era el doctorBlake. El otro era un hombre de rasgosasiáticos. El doctor les señaló unrectángulo de tierra donde podríanaterrizar.

«Apagar». Los controles sedesconectaron.

—Patrick este es el agente SamBeckson. Nuestro enlace científico deDARPA. Vamos dentro, el tiempo haempeorado.

Un recinto de enormes proporciones les

dio la bienvenida. Las paredes estabanplagadas de estanterías y de escritorios.John descubrió una plataforma y unbloque de cajas que le resultaron muyfamiliares.

—Profesor, ¿qué es este sitio?—Este es mi almacén privado John.

Todo lo que resulta relevante en unexperimento se almacena aquí dentro. Hayespacio de sobra.

—Esas cajas de allí…—dijo señalandocon la mirada.

—Son de la exposición de ayer. Lastrajimos en las furgonetas.—Thomas sefijó en la mochila que llevaban.—Deduzco que mi paquete está ahí dentro—ambos asintieron.—Dejadla en la mesa,luego iremos con ello. Os presentaré al

resto del equipo.Tres personas formaban el equipo

técnico. Alexandra les sorprendió.—Alexandra pasa mucho tiempo en los

experimentos cuando me encuentro aquí—aclaró Thomas.—Cuando no estoy deviaje, simplemente me hace de relacionespúblicas. Me contó lo que hiciste por ellaen el incidente. Si hay algo que necesiteso pueda hacer por ti, simplemente dímelo.—se dirigió a su hija—Cariño, acércate.

Alexandra dejó sus tareas y seaproximó. Saludó a John con una choquede manos y después a Patrick con dosbesos en las mejillas

—Me alegro de verte.—dijo ella—espero que no te importe, le conté todo losucedido a mi padre y ya sabes…

—No te preocupes. A estas horas todala ciudad lo sabrá. Si no es por internet,mi jefe se habrá encargado de difamarlopor todos lados, «su chico, el héroe». Ellunes les tendré a todos encima.

—Chicos, si tenéis hambre en esa mesapodéis coger lo que queráis.

No habían comido nada desde elaeropuerto y sus estómagos les suplicanalgo de alimento. Alexandra lesacompaño el aperitivo.

—¿Habéis tenido problemas parallegar aquí?—preguntó ella.

—Te sorprendería saber en qué hemosllegado montados.

Thomas se acercó al oír esecomentario.

—Por cierto, ¿de dónde habéis sacado

ese VTOL?Alex abrió los ojos y expresó su

sorpresa.—De los militares que casi nos matan.

—respondió Patrick.—Pero Dick se había encargado de

ellos, ¿no compañero?Dick también estaba sorprendido de

escuchar eso.—Pertenece a un proyecto bastante

secreto de defensa.—Id tomando asiento—ordenó Thomas.

Todo el mundo se acomodó alrededor dela mesa.—Patrick querrá saber de qué vatodo esto. Supongo que John te habrá dadoalguna explicación.

—Sí, mientras nos perseguían por laautopista.

—Ya tienes una anécdota para contar.—remarcó Thomas.

—A mí me gustaría saber porque meeligieron a mí.

—Todo a su tiempo. ¿Hay algo que oshaya llamado la atención?

Los dos amigos miraron a la gran lonade la pared.

—Sam, si no te importa, ¿puedes retirarla lona?—Después se dirigió a ellos.—Que sepáis que llevamos aquí poco másque vosotros. Después, tráele a Patricklos contratos para adelantar tiempo.

Sam retiró la lona. Una gran estructurase alzó ante ellos.

—¿Impresionados, verdad?—alegó elprofesor.—Es un proyecto en el quellevamos implicados varios años. Como

ya conocéis el prototipo, no hará faltaentrar en detalles.

John miró confuso.—John, ¿me dirás que no reconoces la

arquitectura? Puede que sea de mayortamaño, pero en esencia es igual. Tendréque reasignarte.

Se acercó a la máquina. Estabainactiva. Algunos componentes lerecordaban al prototipo, pero laproporción era 2 ó 3 veces más grande.

Alex se acercó a Patrick.—¿Cómo va el secreto profesional?.Patrick dejó de escribir, se relajó la

muñeca. Le dedicó una sonrisa.—¿Sinceramente? Es una mierda.—Como veis—Empezó a decir

Thomas.—Hemos estado bastante

ocupados. Nadie tiene conocimiento deello más que las personas que estamosaquí y algún inversor. Lógicamente estono es gratis.

John se llevó las manos a la cara y sepuso a pensar.

—¿Quién son esos inversores? Sipuedo saberlo.

—Ya le conoces. Ese tío trajeado.Patrick sabía a quién se refería. John

miró la arquitectura.—Señor, ese hombre no es de fiar.

Hay muchos rumores sobre él.—Thomasempezó a reírse.—¿Le hace gracia?—preguntó John.

—¿Crees que no conozco esosrumores? Ese tío apareció de repente ydespués las arcas se llenaron. Nadie

aparece de la nada y es tan filantrópico.No te preocupes. Esta localización essecreta. Pero algún día le daré las graciasen persona por su gran aporte económico.Sin ello, habríamos tardado otros veinteaños. Y cambiando de tema, ¿si sois tanamables podéis devolverme lo que habéistraído? Lo dejaremos aquí.

Patrick le hizo un gesto a John para quecogiera la mochila. No era momento parauna escena. John sacó la caja. Thomaslevantó la tapa y los expedientes sedestaparon. Un sobre se descubrió en elfondo.

—¿Qué es eso?—preguntó Patrick.—John, no me hablaste de eso.

—Yo tampoco lo sabía.—John seinclinó sobre la mesa para poder ver

mejor.—¿Lo introdujo usted profesor?El profesor inclinó el sobre. Una tarjeta

salió del interior.—En efecto, mi querido ayudante.

Precisamente esto es lo que tenía quesalvarse, lo que tenían que proteger a todacosta..

—Nos llegó un chivatazo.—empezó adecir Sam.—de que alguien podríairrumpir silenciosamente ayer durante lademostración. No sabíamos de quémanera. Dicen que no se han llevadonada.

John se dio cuenta y reaccionó.—Patrick, la lista—le susurró JohnEl momento era oportuno. Sacó la hoja

y echó un vistazo rápido. Descubrió unotro nombre. Thomas le sorprendió ese

movimiento.—Tenemos algo que enseñaros.—

Todos se quedaron atónitos.—Verán.—empezó a decir.—es una historia curiosa.El mismo día de la exposición, llegué muyjusto de tiempo, había comenzado elevento y se me ocurrió subir al piso dearriba. Fui a los ascensores. Y cuando seabrieron las puertas, me llevé unasorpresa.

—Había algo dentro—murmuró Sam envoz alta.

—Una carpeta llena de documentosTop Secret y una lista de nombres.

Sam la cogió. Su cara se volvió pálida.Suspiró. Le paso la hoja a su compañero.Thomas cogió la lista y lo entendió.

—Papa, ¿pasa algo?—Preguntó

Alexandra.—Habíamos oído rumores sobre cierta

investigación—dijo Thomas.—pero nuncapensamos que fuera oficial

Sam cogió una tableta electrónica ehizo unas consultas. Después realizó unallamada.

—Elementalmente yo estoy en la lista—Dijo Thomas—Sam está aquí enrepresentación de DARPA[16], Bernhardmurió hace unos años, el señor Manfree elgran inversor, el alcalde…pero el restono sé quiénes son.

Thomas y Sam se mandaron sendasmiradas.

—Hemos contactado con el hijo deBernhard—dijo John.

—¿Ah sí?—dijo Thomas—Eso son

buenas noticias, a nosotros nunca nos cogeel teléfono ¿Cómo lo habéis conseguido?

John y Patrick tragaron al unísono. Alexse les quedó mirando. Entonces Sam entróen acción.

—No les agobies Thomas, dales unrespiro. Han tenido una mañana muyintensa. Por cierto chicos, me haninformado de cierto movimiento en elinstituto. Parece que tenéis nuevos amigosdetrás vuestro.

—Jerry se pensaba que queríamossecuestrarle o algo.—dijo Patrick

—Ese es Jerry.—dijeron Thomas ySam.—Nunca colabora. No le podemosechar la culpa.

Patrick tenía cara quería hacer unapregunta pero Sam le interrumpió

—La llave, menudo quebradero decabeza—Según tengo entendido, lasleyendas hablan de la existencia de dosllaves gemelas, pero la segunda es unmisterio. Alexandra, querida, ¿serías tanamable de preparar el monitor?Caballeros van a ser testigos deinformación clasificada. Parte de ella yala han visto en los informes.

Alexandra cogió una tableta electrónicay la sincronizó con el monitor. La primeraimagen apareció en pantalla.

—Aquí tienen una imagen de AlbertEinstein y Nikola Tesla en una de lasfiestas que dio la embajada a finales delos años treinta.—Alex cambió defotografía.—En esta otra, Einstein y Teslatrabajando juntos en unas instalaciones.—

cambió de imágenes.—fotos de lasinvestigaciones...etc. Todo tenía quequedar documentado por si los superioresnecesitaban pruebas para enseñar a suspropios superiores. Observen másdetenidamente las imágenes de lasinstalaciones: los pasillos, los ascensores,el exterior, las bobinas, el barco quesufrió un lamentable accidente. Estabantrabajando en un sistema de invisibilidadpara sentenciar la segunda guerra mundialen 1943. El objeto de pruebas fue el U.S.Navy Eldridge, un destructor que debido asupuestos fallos técnicos o a lasexponenciales ganas de Nikola Tesla porrealizar descubrimientos, el buquesencillamente desapareció de la faz de laTierra en medio de la fiesta de

presentación del proyecto. Las fuentesdicen que reapareció al otro lado delestado durante unos segundos. Como sifuera una secuela o una proyección. Nohay pruebas físicas de ello.

Patrick y John estaban atónitos.Invisibilidad en 1943.

—¿Y cómo taparon todo eso? Supongoque no sería fácil en esa época

—Al contrario, en esa época era másfácil tapar proyectos: fuga de gas, unepidemia viral, fuga de radiación, fosassépticas,…ahora hay que complicarsemás. La gente ve mucho cine y televisión,para eso tenemos a los relacione públicas¿verdad Alexandra?

Patrick y John se la quedaron mirando yAlexandra les evitó con una sonrisa

huidiza..—Caballeros, ¿quieren ver como era el

proyecto?—¿Eso no es súper secreto para unos

civiles?—pregunto John.—Creo que ustedes hace tiempo que

dejaron de ser simples civiles. Querida,cambia de carpeta por favor.—Alexandraaccedió a otra carpeta de la tarjeta dememoria—Aquí pueden observar dosbobinas gigantes que proporcionabanenergía al proyecto. En esta otra, lospaneles y tubos conductores delexperimento. Se necesitaron muchoskilómetros de cableado para distribuirtanto potencial eléctrico. Según losinformes, esa parte de la factura fuebastante alta. Bien, todo esto son

imágenes de esos años, ahora verán los dela investigación.—Alexandra volvió acambiar de carpeta.—Aquí el laboratoriode Nikola Tesla, como verán era enorme,su reputación le precedía, aunque hoy endía poca gente le conozca.

—Tiene un museo en Belgrado—añadió John.

—Exacto veo que las nuevasgeneraciones todavía saben investigar.¿Saben que Tesla inventó la iluminacióninalámbrica? A principio de los añossetenta, científicos de la antigua UniónSoviética fueron al Museo de Tesla parainvestigar y estudiar anotaciones yaparatos del inventor sobre losexperimentos para la transmisión deenergía. Y los rusos, lo llevan todo muy

en secreto..—Alexandra volvió a cambiarde carpeta.—Gracias a los planos que nosproporcionó el pentágono hace años,descubrimos una habitación que no salíaen ellos. Fue una sorpresa para todos. Yahí fue, donde descubrimos esa llave.

John cogió la llave. Tenía unaserigrafía bastante singular, como si setratase de un circuito electrónico. Al tocarunas pestañas, la llave se abrió mostrandosu verdadera naturaleza. Una llave doble.

—Su hermana se la llevó Einstein eldía en cuestión. Creemos que NikolaTesla se la dio antes del desastre.

—Habrá que suponer que es porseguridad—dijo John.

—Eso pensamos nosotros, perodespués, en esa habitación descubrimos

una caja metálica con un cerrojo deseguridad de un diseño similar. Tardamosbastante tiempo en abrirla.

—Nuestro cofre, caja o como prefierallamarlo.

—Nuestros ingenieros descubrieronmediante un análisis que había sidosellada en 1943. Cuando terminó la guerrafría en 1991, todo estaba más tranquilo ypudimos acceder a esa habitación. Cuandoencontramos la caja había untemporizador en ese lector de la partefrontal, y por miedo a que le sucediesealgo a su interior o que el interior sedestruyera como los famosos Criptex[17]de Leonardo Da Vinci, se decidió notocarlo.

Alex mostró la siguiente imagen. Todos

se quedaron observando la maravilla quemostraba.

—Y esos son los planos que habíaocultos en su interior. Que si os fijáis unpoco…

Alex aumentó la resolución de laimagen.

—Se parece al que tienen ustedes.—respondieron los dos amigos.

—Exacto, lo que ocurre es que en sudía no existía la tecnología adecuada parasu fabricación y claro, ocurrió lo queocurrió. Pero lo más sorprendente es quehabía notas que enlazaban el trabajo delpropio Tesla con investigaciones deEinstein, algo que era pura teoría.

—Y deduciendo que actualmente, conla tecnología de nanochips, los materiales

superconductores, la nueva electrónica ylas nuevas tecnología de energía…—empezó a decir John.

—Sería posible fabricarlo y terminarlo—concluyó Patrick

—El que tenemos aquí lo usamos parademostrar la teoría del teletransporte. Elde la exposición era un prototipo a escalapequeña.

Patrick cogió la llave. Sabía que si lohacía recibiría información. Pero si no lohacía, no sabría hasta que nivel seríacapaz de soportar esos desvanecimientos.Debía arriesgarse. Tarde o tempranodebería contárselo al profesor. Empezó amarearse por la masiva información deimágenes que estaba recibiendo en esemomento

ЖSe despertó desorientado. Había sido

una experiencia totalmente diferente a lasanteriores. Más intensa. Tuvo la sensaciónde que Nikola Tesla había notado supresencia. Pero eso era imposible.

Cuando abrió los ojos tenía a todos asu alrededor. Tenía la cabeza elevadasobre una superficie blanda..

—Patrick, muchacho, ¿estás bien?—preguntó el profesor Thomas.

Se intentó incorporar pero la cabeza leempezó a dar vueltas

—John me lo ha contado todo. Sabes,no todos los días se conoce a alguien contu habilidad. Aunque sé la respuesta,quiero que me la confirmes. ¿El sitiodonde has estado era la fábrica, verdad?

—Papá, dale un respiro.—Alexandrasalió en su defensa.

—Necesito saberlo. Entiéndelo. Lopuede cambiar todo.

—No pasa Alexandra, en serio.—Dijodébilmente Patrick.

John se puso enfrente suyo.—No tuve más remedio que contárselo.

Vi que estabas tocando el objeto y meadelanté. Perdona, Alex, pero el profesortiene razón. Hay que saber si hubo algomás.

—Insisto en que debe descansar. Nuncahe visto a nadie caerse de esa manera yestar inconsciente tan poco tiempo.

—Necesito saber de qué hablaronEinstein o Tesla ese día. Entiéndelo Alex.—insistió Thomas.

—Y yo insisto que no le puedes tratarcomo una cobaya porque tenga esahabilidad.—repitió Alex.—Deja que serecupere al menos.

—Estoy bien.—dijo Patrick con másenergía.—Sigo vivo. Gracias Alex pordarme tiempo. No sé preocupe profesor,le contaré todo lo que quiera. Créame,esto no se olvida fácilmente. ¿Para tantoha sido el desmayo? Insisto ¿Cuántotiempo he estado inconsciente?

—Poco tiempo.—Dijo Alex—unosminutos—¿Por qué lo preguntas?

—Porque para mí ha sido muchotiempo. Créeme, muchísimo más.

Thomas reflexionó sobre el tema.¿Habría tenido una especie de sueñolúcido? Estaba demostrado que la química

del cerebro funcionaba de maneraespecial con la percepción del tiempo.Uno podía haber experimentado un sueñoque durase horas o incluso días ysimplemente haber dormido una hora omenos. Era un campo muy llamativo.

—Por curiosidad, ¿has visto algoextraño en tu visión?

Patrick sabía a qué se refería. Esasensación de Nikola presintiéndole, lehabía sorprendido, es más, llegó aasustarle.

—Profesor…—empezó a decir Patrick.—¿Nikola, en algún momento de su vida,tuvo problemas psicológicos?

Thomas se sorprendió por la pregunta.—Bueno, pues como todos en algún

momento de nuestra vida. En su caso, él

decía que oía voces y que alguien secomunicaba con él y eso le inspiraba susdiseños. Pero a lo largo de los siglos,muchos científicos han creído en formasde vida fuera de la tierra y por culpa deeso, la iglesia los hizo quemar vivos porherejía y blasfemia. Pero esa es otrahistoria.

—Explíquese por favor.—Nikola Tesla afirmaba que estaba en

contacto con seres de Marte—Patrick yJohn parpadearon—sí, hasta llamóextraterrestre a Marconi por robarle supatente de la radio. y que gran parte de lainformación que obtenía de ellos, lautilizaba para desarrollar sus inventos.Por supuesto, en esa época, esasdeclaraciones le tacharon de loco. Pero al

morir, el gobierno se apoderó de susinvestigaciones. Pero la pregunta delmillón de dólares viene ahora ¿No decíanque estaba loco? ¿Qué había perdido elNorte? ¿Entonces por qué clasificarontodas sus investigaciones y las ocultaronal mundo en entero durante más de setentaaños? ¿Por qué? El gobierno es muy listoy si algo le interesa, lo obtiene.—Tomóaire.—Y ahora dime, ¿qué es exactamentelo que has visto?, hazme ese favor.

—Verá, me encontré en una habitacióncon una persona. Trabajaba en unlaboratorio lleno de pasarelas y jaulas demetal. Todo ocurrió en diferentesimágenes, no fue algo continuo. En otrahabitación, el señor Tesla hablaba conotro señor canoso con bigote, que

interpreté que era Einstein. Algorelacionado con la seguridad de un buque.Más tarde Einstein corría por un pasillo yTesla se quedó dentro de la habitaciónguardando un objeto, supuse que era lacaja. Yo estaba detrás de él, me acerqué ypor algún motivo, se giró y miró en midirección.

—Ahora entiendo mejor esas locurasde las que se le acusaban.—respondióThomas—Puede que, en el fondo, no lofueran. Quien sabe, todo es posible en laciencia.

—Antes ha nombrado al pentágono,¿tienen algún enlace con él?

—Pues sí, tenía pensado decirlo mástarde. Sam, trabaja en la división deexperimentos de DARPA para el

pentágono. Ya sabéis, la agencia que creointernet, el GPS…todos los juguetesultramodernos.

—Papa.—le susurró Alex.—Podríamosempezar con la demostración. De todosmodos hoy tocaba hacerla.

—¿Una demostración¿ ¿De la máquina?—preguntó Patrick.

—Por supuesto, pero hace falta elfactor clave. La energía.

Sus ayudantes prepararon la máquina.—¿Vais a utilizar algo en particular?—Exactamente un ser vivo. Un gato

para ser exacto.—¿Se refiere a un gato de la calle?—

Patrick no entendió la elección.—De Alexandra. Se llama Schrödinger,

en honor al científico.

Patrick y John se quedaron atónitos.—Os explicaré.—empezó Alex.—A

Schrödinger le diagnosticaron un cáncerhacer meses. Como papá estaba buscandosujetos para hacer las pruebas, se lopropuse pero en seguida se negó a ello.Decía que no era seguro y lo más segurosería que no sobreviviese. Le incité a quereflexionará durante unos días. Y al finalaceptó la propuesta. Si su destino eramorir, que al menos no fuera en vano, yfuera para lograr un objetivo.

—Es bastante insistente cuando quiere.—Terminó Thomas.

—¿Pasamos a las pruebas?—recordóAlex.

Los ayudantes introdujeron aSchrödinger en el primer recipiente.

Thomas se acercó a tres monitores.—Ahora, vais a presenciar tres fases:

La primera escanear el ser vivo en estecaso, obtener su ADN y almacenar lainformación en la memoria del ordenador;y la segunda visual de la transferencia elproceso.—señalando a cada uno de loscristales—Y la tercera, presenciaremos lareconstrucción del cuerpo externo y de suinterior, capa a capa. Todos preparados.

Una barra de progreso apareció en laprimera pantalla. Presenciaron como elfelino iba desapareciendo. Pudieron vertoda su anatomía interna.

—Eso es la desmaterialización.—dijoThomas.—De la misma forma que lo haceel ADN.

En el tercer monitor, el gato se

materializaba. Todo indicaba queSchrödinger estaba completó y sin erroresde datos.

—Podría explicarlo de tal modo que loentienda—suscitó Patrick.

Los ayudantes recogieron al gato. Élsolito se dirigió hasta su dueña.

—Buena pregunta—dijo Thomas—Digamos que la luz viaja a tal velocidad,trescientos mil metros por segundos, queen cuanto se inicia el proceso dematerialización la informaciónalmacenada en el programa está viajandoen el otro sentido, iniciando el procesocontrario. Por ese motivo, se ha idocompletando antes de que desaparecieratotalmente.

John recibió un mensaje en su móvil.

Era de Jerry. «Les veré en Washingtondentro de 4 horas». Intentó hacerle unaseñal a Patrick y Thomas le pilló.

La alarma de seguridad resonó por todala planta. Sam se dirigió al ordenadorcentral. Detectó varias señales queintentan acceder al sistema y otra muydiferente que emitía datos en diferentesfrecuencias.

—Nos están rastreando—Dijo Sam.—Intentaré anularlo.

Thomas se quedó impactado por lanoticia. Era la primera vez que esosucedía. Una intrusión. ¿Ladrones? Pocoprobable. ¿Habían descubierto quedesviaban fondos para investigar en esazona? Imposible.

—¿Creéis que os han puesto un

localizador o alguna especie detransmisor?—Preguntó Alexandra.

—A ellos no creo.—dijo Sam.—Entodo caso al helicóptero.

La luz roja cambió y un tono azuloscuro iluminó el laboratorio.

—Tenemos que irnos. Lo que sea queintenta acceder está atravesando loscortafuegos. Hay que eliminarlo. William,Kate—dirigiéndose a los técnicos—cogedun equipo. Tenéis que anular el sistema dela aeronave.

Entre todo el revuelo y la agobianterepetición de la alarma, Thomas se dirigióa Patrick y le susurró al oído.

—Por cierto, no creas que me heolvidado de tu pregunta. Pero como te hedicho antes, este no es el lugar ni el

momento. Puede que mañana. ¿Deacuerdo? Hoy descansad. Llevaros lamochila y la documentación con vosotros,pero dejad la caja aquí, ya es inservible.

Thomas se acercó a la puerta dellaboratorio y dio instrucciones.

—Será mejor que cojáis otro vehículopara despistar, ya nos encargamosnosotros del resto.—sacó una llaves de subolsillo. Se las entregó a Patrick.—Irdetrás del edificio. Si encontráis a Jerry—mirando a John— preguntadle todo loque podáis.

—Papa, ¿pudo ir con ellos? Aquí ya noresultó de utilidad.

—Esa era la idea.—Thomas miró sureloj. ¡Patrick! Te confió mi bien máspreciado. Estaremos en contacto.

ЖSam y Thomas se prepararon para

abandonar su escondite. Thomasdesactivó todos los sistemas. Cubrió lamáquina con la lona. Sam comprobaba losataques exteriores. Habían cesado.

—Parece que ahí arriba lo hanconseguido. El nuevo sistema deanulación de software funciona.

—Contacta con tu compañero. Hay queinformar de todo esto.

Sam sacó su tableta electrónica y lasincronizó con el gran monitor de la sala.Apareció el mensaje: «conectando conDick Beckson».

—Dick, hay que ponerse las pilas.Tenemos en nuestras manos una lista conun largo número de nombres del proyecto

Luz azul. ¿Te suena?Desde el micrófono se escuchó como

Dick se estiraba el cuello. La imagen sedesplazó. Sólo se veía una americana. Laimagen volvió a ascender y el rostro deDick apareció de nuevo en pantalla.

—Repite lo que acabas de decir. Nome deis estos sustos así de golpe o algúndía tendréis que enterrarme, os lo aseguró.Y pobre del que tuviera que ocupar mipuesto. ¿Qué es eso de que tenéis unalista?

—Piensa. ¿Quién es la persona que máscontactos tiene hoy en día en el mundo dela tecnología y que guarda relación conese proyecto?

—Stuart Manfree. ¿Dónde estás? Laseñal llega débil.

—Estamos en un lugar seguro.—Thomas cogió la tableta de Dick.—HolaDick, cuánto tiempo. Acabamos de seratacados cibernéticamente desde unhelicóptero de última generación. Créemecuando te digo que hemos tenido queemplear el dispositivo DeepHole paraello.

—¿Ha funcionado? Es una excelentenoticia. Informaré de ello.—Dick sequedó pensativo.—Por cierto, ¿Quién haconseguido esos nombres?

—El hijo de Jack, Patrick, ¿te acuerdasde él?

—Jack—murmuró Dick.—Hace tiempoque no tengo noticias de él. Sus últimosinformes fueron bastante prometedores.He de admitirlo.

Sam volvió a ponerse frente a lacámara de la tableta.

—Tienes que avisar de todo esto en laagencia. Habla con Jim. Él se encargará.Los chicos han ido a buscar a nuestroviejo amigo el huidizo.

Dick estalló en carcajadas.—Dick, en la lista aparece un tal

General Sheppard, ¿tienes idea de quiénpuede ser?

—Sheppard—murmuró—Me suena eseapellido. Investigaré.

—Sí los militares también estánmetidos, todo el proyecto puede estarcomprometido. Y eso, nunca es bueno.

—Lo sé. Pasé mucho tiempo en filas.Ya hablaremos de todo.

En pantalla apareció el mensaje

«Conexión interrumpida»—Los chicos ya deberían estar en el

garaje. Ponlo en pantalla.Dick activó la cámara del garaje Un

vehículo se movía.—Aún tengo una última cosa que hacer

—cogió a Schrödinger y se lo entrego aSam—Adelántate. Ya te alcanzare.

30

Periferia de Wayland

El monitor central del GMC proyectó

en su interior un mapa geológico delterreno. La luz atravesaba a sus cuatrointegrantes. Resultaba impactante cómolos ciudadanos de la zona más externa delcondado se desplazaban a través de lasuperficie holográfica y atravesaban sussólidos cuerpos. Antes de llegar al cartelque anunciaba la bienvenida al condado,la señal del helicóptero desapareció delradar.

—¿Que sucede?—preguntó Melinda—Será la geología de la superficie.

Estas cosas a veces pasan.Un vehículo de gran tamaño pasaba al

lado del GMC, en dirección contraria aalta velocidad.

—Vaya, que prisa llevan esos—DijoMelinda.

Rod realizó un examen preliminar de latipografía del terreno. Alexei estaba en locierto.

—Los resultados muestran ciertoporcentaje de magnetita. Es probable queesa fuera la causa.

Alexei miró hacía le horizonte yobservó un pequeño valle a lo lejos.

—¿Qué hay en esa dirección?Rod, con sus guantes, modificó la

escala del mapa para tener un mayorángulo.

—Ordenador, mostrar posiblesedificios públicos.

El mapa comenzó a mostrar variosbocadillos de información. Oficina decorreos, un colegio, un parque,… Alexeiquedó sorprendido.

—¿Un colegio? ¿En medio de la nada?—Igual es un colegio de pueblo. Quién

sabe.—dijo Melinda.Rod reflexionó. Sheppard continuó

analizando el terreno en su monitor. Algono encajaba. Alexei sugirió una idea. Porel momento quedó como única opción.

—Se supone que el helicóptero es unmodelo nuevo, ¿no? Yo mismo realicé eldiseño, pero el software es del gobierno.

Puede que en cualquier momento recibieraalguna actualización o nuevas órdenes deregresar a la base de dónde salió. Seguroque Stuart quería hacer alguna prueba odarnos un susto, y después, algún pezgordo lo quería de vuelta. Supongo, quelos chicos vieron que desconocían esenuevo rumbo y por miedo saltaran enalguna zona segura. No creo que ellossolos hayan conseguido hackear el sistemadesde el propio helicóptero.—se quedómirando a Rod. Él miraba fijamente elresultado del análisis.—¿O es posible?

—Totalmente imposible sin el equipoadecuado. Puede que tengas razón y elpropio sistema de navegación se hayamodificado. Nos vamos. Algo no encaja.

—¿A dónde?—preguntó Sheppard

En el monitor apareció una ventana porel canal de emergencia. Esta vez no erauna imagen.

«Dirigiros a Washington. A laconvección mundial de vacunas. Nuestrosobjetivos se dirigen allí a por el granpaquete. No les perdáis de vista. Yomismo iré a recoger a nuestroscompañeros Arnold y Ezequiel.Manténgame informados.»

—Ha usado el canal secundario—murmuró Rod.

—Os lo he dicho. Ni lo ha nombrado.Lo del helicóptero ha sido una artimaña.Será mejor olvidarlo.

Rod asintió. No le gustaban ese tipo dejuegos sin previo aviso. Las cosas habíancambiado mucho desde la retirada del

general. Se había visto influenciado porpersonas de su mismo rango y eso leprodujo separarse del camino. Desde queStuart ascendió al poder, la metodologíaera diferente. Pero, en ese momento, todoscompartían el mismo objetivo. Debíancontinuar y mirar hacia adelante.

—Este es el plan. De momento iremosa la capital, y terminaremos con todo esto.

31

Industrias Astratech, Castillo de SanMarcos, Florida

Tras desconectar la videoconferencia,

varios mensajes de aviso aparecieron enel monitor de Stuart Manfree. Habíallegado la hora de la reunión. El generalcontinuaba ensimismado con su tesoro.

No le hacía ninguna graciatener que interrumpirle, pero las normaseran las normas, y él mismo las habíaimpuesto. Decidido, caminó hasta elpasillo central. Habló directamente sinbajar el tono de su voz—General,disculpe la interrupción, pero es la hora..

—El general volvió a la realidad y con unchasquido desconectó la interfaz delmonitor. Se acercó a Stuart y le dio dospalmadas en el hombro. «Todo tiene sumomento y su lugar. Nunca lo olvides».Regresó a la mesa de media luna de lahabitación y se sentó en su asiento. Stuartmiró fijamente al general. Había pasadode una pantalla a otra. «Al menos estabaen su sitio».

Traspasó el contenido de su monitor ala pantalla principal de la habitación. Conun gesto de muñeca, desplegó las ventanasemergentes en el aire. Todos ellos eranmensajes con un código de identificación:

Li ma Alpha Mi k e India Alpha Zero

Dos

Secretaria de EstadoIn d i a Ro m e o Al p h a Ta n g o Xray

Oscar Zero cuatro Director M.I.T.

Si e r r a Uni form Go l f Al p h a AlphaRomeo Zero Cinco DirectorDARPA.

Hotel Echo Romeo India Oscar ZeroSeis Director N.S.A.

Mi k e Alpha Romeo Ta n g o IndiaNovember Zero Siete Dr.Thomas Blake

India Lim a Alpha Romeo Gol f IndiaZero Ocho GeorgeBrock, NYT

Li ma Uniform Romeo Romeo AlphaZero nueve Alcalde

de N. Y. Stuart se volvió a dirigir a su mentor.

«Señor, por favor, introduzca su códigopara poder comenzar». Tras el acto de fe,en pantalla apareció el primer código«Ju l i e t Ec h o November Ta n g o IndiaLima Zero Uno». Ocho de doce en total.No estaba mal. Organizar tantas agendasno era tarea fácil. Stuart pasó el dedosobre cada uno de ellos para confirmar suasistencia.

Varios sensores se encendieron en lasdos mesas de la gran sala. Ochocomunicadores comenzaron a emitir unaluz tenue y proyectaron la imagencorrespondiente de cada invitado de lareunión.

—Cordiales tardes a todos. Caballeros,señora…—dirigiéndose a la secretaria.—directores, investigadores—dirigiéndosea la segunda mesa.—Creo que todosconocemos la importancia de estemomento. En sus manos puede residir lasolución que todos hemos estadoesperando durante todos estos años. Comotodos habrán sido informados, han visto loque las sorpresas pueden traer de manerainesperada—Stuart cogió aire y relajó elcuello.—La autopista colapsada y uncontenedor químico accidentado. Y lomás importante, hemos perdido la señalde nuestro jóvenes amigos. No tenemosnoticias del joven Stevens ni de sucompañero. Y sí, son dos. Mi mejorequipo está tras su búsqueda.

—Nos está diciendo que alguien haplaneado todo esta maniobra.—preguntóel director de la NSA.—en mi humildeopinión, todo esto ha sido puracasualidad. Podría haber sucedidocualquier día.

Decenas de ideas atravesaron la mentede Stuart y ninguna de ellas llevabaasociada la palabra casualidad. En esasala, se notaba quien obtenía totalmente lainformación y quién no. Él lo sabía muybien.

—Tendremos que pasar al siguientenivel. Sé que a nadie le hace graciamancharse las manos, pero no hay otrasolución. Espero que todos estén al tantode a quién me refiero.

—¿Sugiere usted que visitemos a cierta

persona?—señaló el director.—Habráque ir con pies de plomo en ese terreno.

—Nadie ha dicho que fuera fácil. Perosí necesario. Este país puedeenorgullecerse de haber realizado lasmisiones más complicadas de la historiasin pedir permiso a nadie. Los resultadosnunca son los previstos. Eso se lodejaremos a la estadística. Habrá queadelantar preparativos. La idea eracapturar a esos dos y ya no es posible.

Los invitados empezaron a discutir. Sehabía armado mucho revuelo. Aunque, enúltima instancia, el mismo decidiría elrumbo a seguir. Todo era meraformalidad. El general se pasó las manospor la cara. Su mirada denotabaaburrimiento. La burocracia se la hacía

pesada con los años. Debía cortar el hielode ese momento.

—Que les parece el nuevo sistemaholográfico, ¿Promete verdad?—preguntóingenioso.—Hemos pensado encomercializarlo en unos años.

La secretaria, siendo la persona demayor rango entre los invitados, mostró suautoridad.

—Todo a su tiempo, ahora no estamosen nuestro mejor momento para hacerpresupuestos. Puede que algunosdepartamentos si estén disponibles paraello de aquí a tres años.

El director de la NSA se dirigió a suhomólogo de DARPA.

—¿Mañana sigue en pie esademostración? Estoy ansioso.

—Eso pregúntele al señor Manfree. Élfue el arquitecto del diseño.—respondióesquivando la pregunta.

—Todas las respuestas se mostraranmañana por la noche caballeros. Esperoansioso el momento. Y por supuesto, sumagistral presencia.—Stuart se quedómirando a cada uno de los presentesintentando extraer información de susrostros. Sabía que el profesor tenía algoque decirle.

—¿Qué le pareció mi regalo sorpresadoctor? ¿Fue de su agrado?

Thomas Blake habría preferido noescuchar esa anécdota. Siempre habíasospechado de posibles accesos nopermitidos en sus sistemas, pero nuncahabía encontrado pruebas. Si tenía a

alguien a sueldo trabajando para él, era ungenio.

—Otra vez podrías avisar. Hay cosasmuy caras en ese laboratorio.

Stuart emitió una sonrisa y unarespuesta.

—¿Entonces dónde estarían el factorsorpresa y las respuesta de emergenciadoctor? Hay que estar preparados paratodo. ¿no cree?

Thomas Blake sabía que había sido unatrampa, pero debía disimular suaberración para con esa persona. Ya quesin ella, ninguna pieza de su investigaciónhabría visto la luz nunca. Le dedicó sumejor sonrisa.

—Fue una magnifica maniobra Stuart.Stuart dio un último giro por la sala

para observar a sus invitados. Nadieparecía tener nada más que decir.«Ilusos».

—¿Alguien tiene alguna última preguntao damos por terminada esta reunión hastala hora señalada?

Nadie respondió nada.—De acuerdo. Damos por finalizada la

sesión de hoy. Que tengan un buen díacaballeros, señora.

Todos los invitados fuerondesconectando sus interfaces. Stuartdesconectó el sistema. El general selevantó de su asiento y se dirigió hacia lapuerta de salida. Pero antes, Stuart letransmitió un último mensaje

—Todo está saliendo según el plan. Elgobierno, como siempre, sabe lo que

necesita saber; y el resto, se encargará deque el propio muchacho lleve las tarjetasal experimento. De eso no hay duda. Noha sido sorpresa que ni alcalde ni eleditor dijeran nada. Lo saben todo.Gracias a los avances del doctor Blake enla técnica de láser, la máquina por fin estáterminada hace años. Él sistema está listo.Sólo faltaban esas dos malditas piezas.—Stuart se acercó al general poco a poco.—Bien general, usted y yo nos vamos deviaje a Washington. Tenemos que reuniral equipo.

32

Washington, Distrito de ColumbiaCapital de los Estados Unidos de

América

El largo recorrido había sidoagotador. Alexei conducía a todavelocidad. Las grandes ruedas del GMCpermitían maniobrar sin dificultad alexperimentado conductor. Usando lasgafas de Rod, visualizaba las calles en unentorno tridimensional y gracias al mapeodigital, podría atajar sin preocupacionesdel tráfico.

—¿Cuánto falta para que termine laconvección?

Con el plano de la ciudad reproducidoen el interior del vehículo, intentabaayudar a su compañero. Al mismo tiempo,diseñaba un plan de fuga tras finalizar lamisión.

—Aún nos quedan treinta minutos. Nohay prisa.

—Este sistema es la caña tío.—Alexeisonreía como un niño con zapatos nuevos.—el próximo diseñó hazlo más simple.Como un monóculo o algo así. Una simplelente, ya sabes.

—Tomo nota.Otro mensaje apareció en el monitor.

Era de Stuart.«Nueva misión. Registrar el hotel del

benefactor de Einstein. Dirección: HotelMónaco, 700 F Street NW. Primeroinspeccionar su habitación. Mecomunicáis el informe en la salida de laconvección.»

La ventana se cerró. Todo quedó claro.Rod ordenó al programa planificar unanueva ruta. Una línea roja apareció en eltopografía del mapa. Alexei emitió ungritó de expectación. «Esto parece unvideojuego. Deberíais probarlo. Hayflechas y todo.»

—El jardín de infancia cerró hace rato—murmuró Melinda.

ЖEn el exterior del hotel, Rod intentó

conectarse al sistema WIFI del edificio.Para su sorpresa, se encontró con varios

filtros de seguridad. «Sorprendente paraun hotel». Pero no resultó más difícil delo que parecía. Sincronizó su brazaletecon el sistema del vehículo.

—¿Os habéis fijado que el obeliscoestá ahí enfrente?—preguntó Melinda

—No hemos venido a hacer turismo.—dijo Rod.—Esto ya está.

El mapa se dividió en cuatro plantas.

Había demasiadas áreas y habitacionespara ir una a una. «Ordenador, localiza lahabitación de Jerry Einstein». Una mancharoja apareció.

Ahora debía asegurarse si la segundallave se encontraba en su interior. Segúnsu teoría el artefacto era una especie dedispositivo. Y como todo dispositivo,

debería desprender algún tipo de energía.«Ahora busca algún tipo de señalelectromagnética». El mapa mostrómultitud de señales a lo largo del hotel.«Céntrate en la habitación». El hologramamostró pequeñas señales rojas. Podía sercualquier cosa: el despertador, un portátil,una televisión…

—Deduzco que alguien tendrá queentrar—comentó Sheppard observandolos datos del análisis.

—Melinda, prepárate.—ordenó Rod.—Demuéstranos tus famosas armas demujer. Para que el capitán se haga unaidea.

33

Congreso Mundial de Vacunas

Una limusina de color oscuro aumentó

su velocidad y se colocó delante. La partetrasera del vehículo estaba adornado pordos banderillas, señal de los cochesoficiales y en la luna trasera había unapegatina que le llamó la atención.«Conferencia Mundial de Vacunas». Esaera una buena señal. El vehículo haría lasfunciones de guía personal durante eltrayecto.

Sus compañeros despertaron.—Buena noches, bellas durmientes—

John se sacó las gafas de la chaqueta yobservó el paisaje. Alex se reincorporó

en su asiento y se recolocó el pelo.—¿Algún bache, algo que reportar? Nosencontramos cerca del punto de encuentro.Tiempo exacto, ni idea.—Lo primero quevieron al abrir los ojos fue la imagen dela limusina. —Es nuestro billete deentrada para nuestra reunión.

John se asomó a la parte delantera. Noquería perderse el espectáculo. Al meterel morro entre los dos asientos lafragancia de Alex inundó sus senosnasales. Alex se dio cuenta y con un dedodesvió el ángulo de la cabeza de John.

—Lo tienes en frente.—le recordóAlex.

—Lo sé. Es que desbordas alegría hija.—se concentró en la limusina. Observó lapegatina de la luna trasera.—Ya veo. Ese

coche pertenecerá al consulado. Mepreguntó a quién recogerá.

—Cuando lleguemos lo averiguaremos.—dijo Patrick.—no podemos permitirnosel lujo de perderle.

La limusina se alejaba cada vez más.Pisó el acelerador y salió disparado enlínea recta. Ese día habían aprendido elsignificado de la palabra sorpresa, peroen el sentido contrario. Al girar en unacalle, varios coches de alta gama, dosautobuses y algunos taxis colapsaban laacera. En primera fila había doslimusinas. Una de ellas poseía escolta, detraje negro y micrófono en la oreja,esperando instrucciones.

Habían llegado.John buscó el mapa bidimensional del

edificio en el móvil. El programaindicaba una entrada trasera y un parkingpara empleados. Avanzaron hasta elpróximo edificio. Algunos cochesempezaban a salir por la zona adyacente.

A cien metros divisaron una zona deaparcamiento. Cuatro personas salieronpor la puerta de servicio. Uno de sacó unpaquete de cigarrillos y ofreció al resto.Eran su billete de entrada.

—Cuando entremos habrá que buscaruna camilla con una bandeja en la queestén las identificaciones, por siseguridad nos para y quiere comprobarlas—Respondió.

Las cuatro personas se dividieron endos coches y salieron a la carreteraprincipal. La puerta estaba abierta.

Dentro, comprobaron que no habíaninguna cámara apuntándoles. Accedierona un pasillo alargado y Patrick divisó elcarrito de los pases de seguridad:.

—¿Cuáles elegimos?—En estos momentos dará lo mismo.

Buscad un número de identificación fácilde recordar y aprendeos el nombre.

Alex, mientras tanto, buscaba unapuerta abierta donde localizar losuniformes. Un cuarto de la limpieza, unahabitación con contenedores,…

—Aquí hay un vestidor o algoparecido.

Dentro había varios colgadores conuniformes de todo tipo.

—Coged uno cada uno. Ya volveremospor nuestra ropa.—dijo Patrick

Alex buscó entre los vestidores.Empezó a desvestirse. La escena de laventana se volvía a repetir. Todo estabaclaro. Esta gafado.

—Patrick a qué esperas, no tenemostiempo.—ordenó ella.—¿Es que acaso teda vergüenza?

—Siempre puedes darte la vueltaPatrick—respondió John.

Alex cogió el uniforme y empezó avestirse. John todavía iba por lospantalones. Se ayudaron entre ellos paraponerse bien la ropa.. Encontraron bolsasde basura y guardaron sus ropas en ellas.Patrick abrió la puerta. El pasillo estabavacío.

A Alex le temblaban las manos y Johnrespiraba muy deprisa. Patrick miró su

reloj. Ya era la hora. Notó un temblor enel suelo. La conferencia había terminado.Al atravesar la puerta se encontraron en elvestíbulo principal. Al fondo, una puertagrande continuaba abierta.

A los lados del vestíbulo observaronvarios carteles de los actos que habíantenido lugar. En uno salían losparticipantes que habían acudido a ella.Ahora sabían cómo era su rostro..

La acera de la calle empezaba acolapsarse. Al final de la cola, de entretodas las cabezas, le localizaron. Gritarospero no superaron los decibelios de ruidode ese lugar.

—¡John, llámale!—Gritó Patrick.No hubo respuesta. Jerry estaba a punto

de salir al exterior del edificio. Cruzaron

a través de la gente y llegaron a la entradadel edificio. La acera se había vaciadorápidamente. La presencia de uno de ellossuperaba al resto. Una gran limusinaesperaba allí. Jerry caminaba junto a otrasdos personalidades, un hombre y unamujer. No lograron reconocer a ningunode ellos. Iban en dirección a la limusina.Jerry se despidió de ellos y se dirigió a supropio transporte.

—Al interior, corred.—susurró John.Había reconocido a alguien—Volvamospor nuestra ropa y larguémonos de aquí.Ya intentaremos contactar más tarde.

Regresaron por la misma puerta por laque habían salido. Sin perder tiempo,Patrick entró en la habitación y cogió lasbolsas con toda la ropa. Deberían

cambiarse en otro lugar. Salieron por lapuerta de servicio. Fuera, en la fría calle,ya no quedaban más vehículos, salvo el deellos.

Primero, Alex se introdujo en elEscalade[18]. Los chicos esperaron fueraa la intemperie. «¿Ahora quién es latímida?—murmuró Patrick». Antes de quele diera tiempo a decir algo másingenioso, el móvil de John sonó.

—Sr. John, discúlpenme por no acudira la cita. Verán, la situación ha cambiadodrásticamente.

—Lo sabemos. Le hemos visto subir aun taxi. Estábamos en la puerta, a unosmetros de usted.

—¿De veras?—exclamó sorprendido.—mis más sinceras disculpas. He

reconocido a ciertas personas y me heseparado rápidamente.

—Señor ¿Cómo podemos encontrarnoscon usted de un modo privado y sinsorpresas? Por teléfono no es seguro.

—Hace bien. Hoy en día la seguridad yla privacidad son lo primero. Las cámarasde vigilancia de tráfico lo graban todo.Hasta las llamadas se pueden rastrear.Creo que me entiende. Quedaremos en mihotel. Le mandaré la dirección al móvil.

Desde el interior, Alex golpeó variasveces la ventanilla. Las manos de loschicos habían perdido todo el calor queuna vez tuvieron En el interior, Patrickencendió la calefacción y todos loagradecieron. Apretó el botón paraencender el motor. y puso rumbo a la vía

principal.Por el retrovisor, John advirtió que un

vehículo les seguía. Le hizo una señal a sucompañero. Patrick lo localizó. «¿Puedesver cuantos hay dentro?—le preguntó». Enel primer semáforo frenó en seco. Estabaen rojo. Alex se giró en el asiento de atrásy con disimuló contempló como elvehículo se colocaba detrás de ellos.Sacó su móvil y fotografió varios tatuajes,pero no logró distinguirlos. Reflexionó.

—¿En la lista que nos enseñaste, nofiguraba el nombre de un general?

El semáforo todavía seguía en rojo.Patrick alargó la mano para que Alex lediera el móvil. Patrick se puso pálido.

—¿Tan mala es la situación?—preguntósu compañero.

Gracias a los contactos de su jefe,Patrick había tenido la oportunidad devisitar algunas bases militares pararealizar reportajes. Aprendió adiferenciar emblemas y escudos. Nodeseaba estar en su propio pellejo.

—Pertenecen a las fuerzas especiales.No entiendo que hacen aquí.

«¿Acaso estaban en la lista de los másbuscados de América?». Sabían que elproyecto en que estaban involucrados eraalgo muy gordo. Incluso histórico, pero deeso a ser perseguidos por un equipo deélite, no tenía sentido. A menos quehubiera gato encerrado. Necesitabanrespuestas. Había que despistarles.Patrick apretó el acelerador. La mejormanera era el factor sorpresa y, en una

ciudad, el semáforo era la mejor opción.Con la luz todavía roja, el todoterrenoabandonó el perímetro y cruzó toda laintersección provocando una granconfusión. Sus persecutores no tuvierontiempo de reaccionar.

Alex había acertado. Esa era la únicaexplicación lógica. Siempre eran órdenesde arriba, ya fuera sobre política, fuerzamilitar, economía o tema social. Todo elmundo tenía un jefe. Y ese caso no seríadiferente. La orden tenía que venir alguienmuy poderoso e influyente para hacercreer que tres ciudadanos normales ycorrientes se habían convertido en unaamenaza para la seguridad nacional. Yasabían el qué: la caja, y el porqué: sucontenido. Sólo quedaba conocer qué

persona influyente era ese general. Patrickaparcó el vehículo en un barrio en obras.No tenía sentido seguir huyendo sin tenerun punto de destino fijado. El móvil deJohn volvió a sonar varias veces. No erauna llamada. Era un mensaje.

«Lo siento. En mi hotel no podrá ser.Alguien ha estado. Por suerte no teníanada ahí. Puede que lo vigilen.Cambiemos de lugar. Quedamos en quinceminutos en el monumento a Washington.Ya les explicaré.»

Eso era una mala señal. Durante elevento alguien había inspeccionado esehotel de arriba abajo. La parte buena eraque Jerry no tenía nada a la vista o que enrealidad, no tenía ningún objeto de suinterés en el hotel.

—¿Queda muy lejos?—preguntó John.—No exactamente. Está a unas pocas

manzanas.—dijo Alex.—No nos podemosquejar del turismo.

Patrick buscó en el GPS del vehículo laruta más corta.

34

Entrada del edificio

Iluminados por la luces de la noche, el

singular sonido del hambre resonó en elinterior del GMC. No habían probadobocado desde la operación en el InstitutoTecnológico. La larga travesía, el maltiempo y los fallos habían mellado en elrendimiento del equipo.. Las puertas deledificio empezaron a abrirse. Variosfotógrafos se acercaron a la escena parainmortalizar el final del evento. Al otrolado de la calle una larga limusina negrase encontraba detenida La ventanilladescendió y una mano les hizo una señal.

—Ese es Stuart.—dijo Alexei.—¿Elmismo protocolo de siempre?

El mapa estaba desactivado. No teníasentido utilizarlo en un edificio plagadode gente. Debían presentar su informe.

—Tú y Sheppard os encargaréis de lacena. Melinda y yo iremos a saludar aljefe. No tardaremos mucho. Estad atentos.Al mínimo contacto visual con ellos, daruna señal.

Los cuatro integrantes salieron delvehículo. Alexei se quedó apoyado en lapuerta del coche, mientras Sheppard sedirigía a un puesto ambulante. Rod yMelinda atravesaron la carretera. Laventanilla se volvió a deslizar lentamentea la altura de los ojos.

—¿Y bien? ¿Que habéis encontrado?—dijo una voz.

—Nada. La habitación estaba limpia.

Si tiene la llave, la llevará encima.Podrías intentar persuadirle y tener unaconversación.

—De eso mismo se está encargandoArnold. Están en la entrada

Fuera del edificio, los flashes de lascámaras inundaron la calzada. Muchoscoches no tardaron en desaparecer de laescena. Sus compañeros, Arnold yEzequiel, aparecieron acompañados deJerry.

—Ezequiel ha venido por simplecuriosidad. Desde su regreso de Oriente,su filosofía ha cambiado drásticamente.

—Los viajes le cambian a uno señor.Es su finalidad.

Melinda, detrás de Rod, vigilaba laretaguardia y la entrada. Dos caras le

resultaron familiares. Una tercera le eradesconocida. Dio una palmada en elhombro de su compañero. Rod entendió elmensaje.

—Parece que nuestros viejos amigoshan aparecido en escena.

El general presionó el botón automáticode la otra ventanilla.

—Buenas noches general.—saludó RodLevantó la mano en señal de respuesta.

Desde ambos lados, todos observaroncomo, según el plan, sus compañerosregresaban junto a Jerry. Pero cuando elobjetivo levantó la mirada y observó condetalle la zona de la limusina, sudirección se modificó.

Melinda observó cómo se movía a granvelocidad, levantaba la mano y un taxi

abría sus puertas.

—No importa. Esto también estabaprevisto.—dijo Stuart.

Tres personas observaban elpanorama desde las puertas y sereintroducían al interior del edificio.

—Vayan por esos dolores de cabeza.Ahora que conocen la situación intentaránhuir. Deberían salir en cualquiermomento. Preparaos. Nosotrosregresaremos a la base. Utilizad el pisofranco esta noche y, cuando salgáis, nodejéis huellas.

ЖDe regreso, Sheppard apoyó las

bolsas en el techo y se quedó mirando laentrada de la convección. Había

demasiada gente para su gusto.—Mírales, con sus carreras, sus

doctorados, sus cátedras. Una vidadedicada a largo plazo.

—Se nota que eres militar chaval.—respondió Alexei ofendido.—Perorecuerda que gracias a ellos, a susprogresos, sus descubrimientos, seguimosvivos hoy en día. La vida se ha vuelto máscómoda. La sociedad ha evolucionado.Nunca lo olvides.

—Sí, ya lo sé, no me malinterpretes.Pero no aguantaría estar una hora o lo quedure eso escuchando términos que noentiendo. Planificación, Deber yEjecución. Esos son mis tres pilares.

—Puede que tengas razón. Pero esosólo te servirá en el campo de batalla.

Este es el campo civil, parecido, pero congrandes diferencias. Te aconsejo quereflexiones sobre ello.—Alexei se quedómirando el frente. Sus compañerosregresaban.—Métete en el coche, nosvamos.

En ese momento un vehículo aparecióde la nada.

—¡Rod, es el coche!—alertó elcompañero.—¡Es ese coche! El malditotodoterreno de la explanada de hace unashoras.

Todos los miembros del equipoquedaron estupefactos cuando un granEscalade apareció por la salida delcallejón. Las dos personas que ibandelante eran inconfundibles. El jovenStevens iba al volante. El vehículo se

adentró en la vía de circulación a granvelocidad.

El GMC cobró vida y salió tras ellos.Sólo había un obstáculo entre los dosmonstruos de metal. El sistemático controldel tráfico.

¡Mierda!—gritó Alexei.—Malditos

semáforos.—Parado en secó el corpulentoruso maldecía la luminiscente luz roja.—Esa es la gran diferencia. En campoabierto nunca ocurre esto. Por eso odio laciudad.

—Al entrar te has divertido bastante.—murmuró Melinda

—No juegues con fuego—Enfocó elretrovisor interno del coche.— Lascircunstancias eran diferentes.

Rod activó de nuevo el escáner. «Otravez no se escapan. ¡Otra vez, no!» Elmapa se materializó en el interior. Rodintrodujo los nuevos datos. «Vehículo:Escalade. Tres ocupantes. Análisis.» Unagran luz roja, representando al vehículo, apareció en la superficie del mapa. Lesllevaban una calle de ventaja. El color delsemáforo cambió a ámbar. Su objetivo lesllevaba dos calles de ventaja. El mapadibujó la posible ruta a seguir. Rod laexaminó. El monumento a Washington erauna zona muy turística.

—Al final tendrás tu viaje turístico.—murmuró Rod a Melinda.—Capitán, ¿cuáles su hipótesis?

Sheppard, como de costumbre,analizaba la situación desde su monitor.

Seguía los puntos uno a uno.—Supongo que habrá pasado por su

hotel y habrá notado que alguien habíaestado allí. Realizó una llamada de avisoy cambio el punto de encuentro. Y laúnica zona lo bastante cerca y abierta, esel gran obelisco.

Rod sonrió. El novato era bueno.Empezaba a ser una gran baza para eseequipo improvisado. Rod tenía claro quela misión les estaba llevando más tiempodel que se había previsto. Pero esocambiaría pronto. Nunca les habíasucedido algo parecido. Como un físico yun periodista les habían podido burlardurante todo el día. Era inconcebible.Sabían quiénes iban a estar en elautomóvil después de la primera parada.

Melinda siguió con la mirada fija en elrecorrido del Escalade. Efectivamente, sedirigían al obelisco.

—¿Y de qué modo les interceptaremos,si puedo preguntar?

Alexei examinó la carretera.—El único camino, sin tráfico, es a

través del Lincoln Memorial. Lesinterceptaremos allí.—Alexei miró por laluna de vehículo. La luz del semáforo sehabía puesto verde.—¿No decías queechabas de menos el ejército?Realizaremos un ejercicio de campo. ¿Teapetece?

Sheppard contempló como el GMCavanzaba por el mapa y el Escalade seacercaba al Obelisco.

—Tienes dos opciones.—interrumpió

Rod.—Coger al doctor o en últimainstancia, hacerte con la chica que hemosvisto antes. Tengo la sensación de saberquién es. Puede que la noche mejoredespués de todo.

Rod analizó la situación una vez más.«Si ese era el vehículo con el que se

habían cruzado y la hija del profesorBlake iba con ellos, lo más probable esque hubieran estado con él. Esetodoterreno debería estar preparado parasituaciones de emergencia.»

—Primero tenemos que pasar por unlugar antes del encuentro. Tenemos queasegurarnos las espaldas. Tengo un malpresentimiento y no me conocenespecialmente por errar en estassituaciones.

—¿A qué lugar te refieres?—preguntóSheppard.

Rod volvió a contemplar el mapa. ElEscalade se había puesto en movimiento.La próxima ubicación lógica era elLincoln Memorial.

—Parece que me han leído la mente.¿Alexei recuerdas ese lugar?

Su compañera emitió una agradablesonrisa.

—Como olvidarlo. Nuestro primerrefugio.

—Me alegro que te acuerdes. Nosdirigimos allí. Dale gas.

35

Jerry

Con sus tres secciones de altura y casiciento treinta años de historia, sumagnífica cúpula piramidal apuntaba contodo su poder hacia el cielo en señal devictoria y magnificencia, demostrando serel ídolo de más altura y peso de la capital.Muchos visitantes acudían a esas horas dela noche, hasta ese puto enclave, para sertestigos y presenciar el reflejo esotéricode la luz en las paredes de mármol delgran obelisco[19].

A lo largo del mundo, existen muchosobeliscos de similar construcción entre sí.Desde Francia, Inglaterra, Italia, pasando

por Israel, Turquía, la Ciudad delVaticano, Etiopía, Perú…todosconstruidos con el mismo objetivo: adorara los faraones egipcios.

Un vehículo recorría el paso iluminadodel parque. Un particular sonidointerrumpió el momento. John atendió lallamada..

—Soy yo, ya he llegado.—respondiósin aliento.—Estoy escondido aquí cerca,detrás de una tienda. Vengan rápido porfavor.

—Estamos delante de la caseta deservicio con el motor en marcha. Serámejor que se acerque usted.

Patrick accionó las luces largas. Vierona un hombre atravesar el césped en líneasrecta hasta la caseta. A escasos cincuenta

metros confirmaron su descripción. Alexabrió la puerta trasera. Jerry subió alvehículo y tomo aliento. «¿Dirección?—preguntó Patrick».

—Siga todo recto y coja la Avenida dela Independencia. Será más seguro.

Patrick piso el acelerador. Se dirigían aotro monumento[20]. Su siguiente puntode destino se encontraba a la vuelta de laesquina.

—Muchas gracias por acudir. Habíaperdido las esperanzas.—dijo agradecido.—Uno no piensa que le están esperandoen la propia entrada de su edificio hastaque ya es tarde ¿saben?

Los tres recordaban ese momento. Lagran limusina negra y los militares. Jerryobservó que eran cuatro personas. Era una

sorpresa.John se dio cuenta de ello he hizo las

presentaciones.—¿Sabe quiénes eran?—preguntó

Patrick.—Y lo más importante, ¿Quiéneseran las dos personas con las que estabahablando?

Jerry se mantuvo en silencio unosmomentos.

—La historia es un poco larga—comenzó a narrar. Sacó un pañuelo de suchaqueta y se sonó la nariz.—Verán. Elhombre de melena que posiblemente leconfundieran con una mujer, era mi colegade investigación, el doctor ArnoldMorgan, un especialista en bioquímica. Élha presentado una teoría sobre lalongevidad humana, admitiendo poder

demostrar un retraso en el envejecimientoy una regeneración acelerada de lascélulas sin efectos secundarios El otro, uncolega suyo, el doctor Ezequiel Jamil, unneurocientífico destacado, tiene debilidadpor la robótica, ya saben, las interfacesmente-máquina.

Los tres se quedaron atónitos.—¿Aún no ha mencionado porque no se

fue con ellos al terminar la convección?—Por algo muy sencillo. Cuando

alguien te ofrece poder y el infinito,simplemente a cambio de una simplefirma, es que hay algo detrás. Y nunca esalgo bueno. Créanme. Muchas veces hesido tentado por jugosos contratosprivados relacionados con eldepartamento de defensa prometiéndote

que es por el bien del país y luego teenteras de pruebas clandestinas aespaldas del propio senado en paísestercermundistas o del lejano oriente. Noseñores, yo esa línea no la cruzaré jamás.La historia ya está llena de muchascruzadas.—Jerry se rascó la nariz. Volvióa sacar el pañuelo y se volvió a sonar.—Y cuando me fijé quién estaba dentro dela limusina, me despedí educadamente yme subí al primer taxi que tuve cerca. Yno duden que insistieron con financiaciónprivada para que les acompañase. ¿Dedónde la sacaran? ¿Se creen que somostonto?.

—Hizo bien.—dijo Alex.

Patrick y John asintieron. Ahora yasabían quiénes eran y el porqué de suactuación. La información iba fluyendopoco a poco durante la noche. Militares,tecnología, física experimental,ciencias, ciborgs,… Aún tenían queaveriguar sobre ese general. El premiodel millón de dólares se quedaríapequeño a su lado.

—Estamos llegando.—anunció Patrick.Antes de llegar al cruce, la imagen de

una persona cruzando la carretera enplena oscuridad atravesó los ojos dePatrick. No tuvo tiempo de frenar yarrolló al individuo y lanzándole varios

metros por detrás de ellos. Detuvo elvehículo. John y Jerry se giraron parabuscar dónde había caído.

—¿Alguien le ha visto la cara?—preguntó Alex.

—Alguno tendrá que bajarse acomprobarlo—dijo Patrick.

Se bajaron del coche lentamente yavanzaron solapándose a la carrocería. Aunos diez metro, podían observar elcuerpo tendido en el suelo. No veíanmarcas de sangre. Las bombillas delpaseo sólo reflejaban sus sombras.

—John ve por la derecha. Yo iré por laizquierda. Alexandra, Jerry, quedaosdonde estáis.

El frío empezaba a hacerse más gélidopor momentos. Jerry estornudó. Estaban a

un metro del cuerpo. Gabardina, gorra,vaqueros y una riñonera. Nadasospechoso. Podría ser un turistacualquiera o algún extranjero que se habíadesorientado al leer el mapa.

—¿No habrá un palo o algo en elcoche?—preguntó Patrick.—No piensodejar mis huellas en su ropa.

—¡Y yo que sé!—respondió John.—Alex, ¿Puedes mirar en el maletero a versi hay algo que nos sirva para tocar a estetío?

Alexandra pulsó el botón del maletero.En su interior, para su sorpresa, había detodo. No encontró ninguna barra metálica,pero si una cizalla. Alexandra regresó a laescena del crimen y golpeó suavemente alhombre con la herramienta para

comprobar a ver si continuaba vivo. Nose movía. Era mala señal. Patrick tuvo unaidea.

—John, tus gafas, dámelas.—¿Para qué?—preguntó confuso.—Para comprobar si respira.Patrick cogió las gafas de John, se

agachó y se las puso al individuo debajode la nariz. Si respiraba, las lentes seempañarían. Hubo suerte.

—Habrá que llamar a una ambulancia.—dijo John cogiendo sus gafas ylimpiándolas en su camiseta.—Decimosque nos lo hemos encontrado así y listos.

Patrick y John se dieron la vuelta.Antes de que se dieran cuenta, la situaciónhabía cambiado drásticamente.

—No creo que sea tan fácil amigo.—

dijo el hombre del suelo.

36

Secuestro

Sheppard se concentró.

Como estaba planeado, había cuatropersonas en el vehículo. Los chicos sehabían acercado hasta su cuerpo. La chicaregresó hasta su posición. «Alex—pensó.—Es cuestión de tiempo». Sheppard notócomo comprobaban su estado con unobjeto metálico. «Un poco más». Notóque alguien se agachaba. Por el rabillodel ojo, vio como unas gafas se colocabandebajo de su nariz. «Me lo estáisponiendo en bandeja chicos». El capitánrespiró suavemente.

—Bueno, habrá que llamar a unaambulancia.—dijo uno de ellos.

Podía oler el fresco aroma de la chica aun metro de distancia. «Veo que será lachica». Los chicos se alejaban de laescena. Era el momento. Con agilidad y unmovimiento rápido, Sheppard se levantódel suelo. Visualizó a la chica, se colocódetrás de ella y la sujetó por el cuello.

—No creo que sea tan fácil amigo.—Sheppard se llevó el dedo índice alauricular y emitió el informe. «Misióncompletada. Es vuestro turno.»

ЖUn gran vehículo irrumpió en la escena.

De su interior salieron dos personas. Porsu apariencia parecían ser militares.¿Pertenecerían al mismo equipo? Unatercera persona aguardaba en el interior.Las luces del vehículo se encendieron y

les cegó por completo.—Bien señores, por fin les tenemos.—

empezó a decir Rod.—El juego haterminado. El paseo por el institutoadmito que fue divertido e inteligente.Pero con su posterior escondite he deadmitir que les perdimos la pista. Sí, merefiero a los terrenos de Wayland. Nosabemos dónde demonios se escondieronni cómo consiguieron ocultar la señal dellocalizador, pero fue una gran jugada. Porcasualidad ¿Podrían decirme exactamentedonde se localizaban?

Patrick se vio arrinconado. No podíandar esa información. Hizo uso de suexperiencia.

—Créame cuando le digo, que íbamosencapuchados. De modo, que de poco le

podemos ayudar.Rod, pestañeo varias veces. Después

empezó a reírse. Alexei suspiró y se llevóla mano a la cabeza.

—Ya veo. Chico inteligente. Algunaanécdota de periodista supongo.—Rodvio la cara de sorpresa en su rostro.—Ysí, sabemos quiénes son ustedes.Conocemos toda su vida caballeros.Patrick Stevens y John Campbell. Bueno,ya les hemos encontrado y mi jefe estáansioso por obtener resultados.—Rod semovió unos metros para mirar alrededor.—Por cierto, ¿dónde se encuentra eldoctor o aún no le han localizado?

Patrick quedó sorprendido ¿Jerry? Nole habían visto.

—Estábamos a punto de tener el

encuentro hasta que nos ha interrumpidosu amigo el Boy Scout[21], ¿sabe?

—Bien, como no me fio de ustedes,registraremos el vehículo. Espero que noles importe. ¿Me entiende?

Sheppard tenía totalmente bloqueada aAlexandra. Rod se dirigió hacia elEscalade. Una voz surgió en la noche.«¡Al suelo!» De la nada, un objetoatravesó la distancia entre el Escalade ygran vehículo negro de los militares agran velocidad.

—¡Melinda, sal de ahí!—gritó Alexei.Sabía qué era el objeto

La mujer intentó salir del vehículo,pero al pisar el asfalto, un misil impactóen la parte delantera. Melinda saliódespedida del coche.

—¡Sheppard, lleva a la señorita alpunto de encuentro! ¡Alexei ve por Linda!—ordenó Rod.

El ruso socorrió a su compañera. Laechó sobre su hombro y salió de laescena. Sheppard dejó inconsciente a lachica de un solo golpe e imitó a sucompañero.

«¡Alexandra!—gritaron suscompañeros».

«¡Esto no puede estar pasando!—pensóPatrick». Se quedó paralizado. John cayóde rodillas sin saber cómo reaccionar.—Tengo que meterle prisa a Jerry, pero nopuedo nombrarle».

—¿Tienes más sorpresas?—gritóesperando que Jerry le entendiera.

Rod observó a su alrededor. Otra vez

había sucedido. Pero no todo estabaperdido. Sabía que el doctor estaba conellos y tenían a la chica en su poder.«Alexandra—pensó.—El mismo nombreque la hija del doctor». Estaba en locierto. El plan de Stuart seguía en marcha.«Utilizad el piso franco esta noche» Erael momento de la segunda parte del plan.

—Lo siento caballeros pero demosirnos.—se despidió.—Nos volveremos aver señores. Créanme.

Rod lanzó un objeto. Una nube de humoinundó la escena.

ЖLa situación se había vuelto

incomprensible.Jerry se había recostado en los

asientos. John estaba limpiándose las

gafas sin mediar palabra. Patrick, sentadoen el morro del todoterreno, reflexionaba.Era cierto que habían tenido demasiadasuerte llegando hasta ese punto. Él mismolo admitía. Pero eso había sido una jugadamuy sucia.

—Tenía que haberle tocado con el piey no pedirle a Alex que buscara algo paraello, la situación habría sido diferente—se lamentó.

—Ahora no es momento de deprimirse.—le respondió John.—Lo hecho, hechoestá. Nadie se podía imaginar que esosucediera.

—Bueno...—comenzó a decir Jerry.—Respecto a eso…—Jerry salió del coche.Había escuchado toda la conversación.Con paso lento se fue acercando hasta la

posición de Patrick.—…No es del todocierto.

Patrick se enderezó y se bajó del morrodel Escalade. «¡Repita eso!»

—Mejor se lo cuento más tarde, ¿deacuerdo? Podríamos volver a mi hotel. Yano hay riesgo de que regresen.—Patricksabía que tenía razón. Pero él buscabarespuestas. No más preguntas que añadir ala lista.—Les contaré lo que sé ¿deacuerdo?

—Está bien, iremos a su hotel yresponderá a nuestras preguntas

Jerry se dirigió hacia la parte de atrás yse sentó en el asiento dejando la puertaabierta. Una imagen le llegó a Patrick a lacabeza.

—Por cierto ¿no tendrá una especie de

llave un tanto rara, verdad?Jerry asomó la cabeza por la puerta. Se

había olvidado del tema. John cogió lamochila y sacó el trozo de metal. Jerry sepuso pálido. «Todo era cierto.—pensó.—Ellos tenían la otra llave. Las historiaseran ciertas».

—Pues, verán. En mi familia siempreha circulado una reliquia muy parecida ala que poseen ustedes. Como les he dicho,luego les contaré toda la historia. Cuantoantes salgamos, antes llegaremos.

John realizó una última pregunta.—Por cierto, ¿De dónde ha sacado ese

misil de antes?Jerry, con un pie en el interior del

coche, miró hacia el maletero.—Tienen varios juguetes ahí dentro

¿poseen licencia para ese arsenal?¿Licencia? ¿Arsenal? Los dos amigos

se dirigieron al maletero. Se quedaronatónitos. Había de todo: Granadas,pistolas, dos rifles, paquetes de explosivoplástico C4, linternas, móviles, cableadoy un maletín pequeño con contraseña. Yuna nota en la parte interna del maletero.

«Patrick os he guardado esteinstrumental en el vehículo por si os surgealguna situación inesperada o de extremagravedad. La mayoría es fácil de usar.Cuida de Alexandra si surge algo, lo quesea. De mutua confianza. Thomas Blake &Co.»

«Estoy muerto—pensó Patrick ».John cogió la nota y la leyó.—Bueno, te pone fácil de usar,

confianza. Algo de bueno tendrá que tener,¿no?

—Vayamos al hotel.—dijo Patrick—Cada cosa a su tiempo. Hasta que no sepamás cosas no le voy a llamar.

Patrick no podía concentrarse en esosmomentos y le pidió a John que condujera.Arrancaron el coche.

—¿Dirección?Jerry buscó en su americana y sacó una

tarjeta. John introdujo la dirección en elordenador de a bordo. El teléfono dePatrick empezó a sonar. Nadie articulópalabra. Tenía el presentimiento de quesería la llamada que no quería responder.Miró la pantalla y sólo mostraba unmensaje. «Número desconocido». Quitóel sonido del móvil y lo metió en la

guantera.De camino al hotel, Patrick se fue

reformulando muchas preguntas quellevaba acumulando todo el día. Unsonido surgió del interior de la guantera.

37

Hotel Mónaco, Washington D.C. El teléfono volvió a cobrar vida.

Estaba vez debía responder.—Hola Patrick, soy el doctor Thomas

Blake. Llamo desde un número seguro.¿Está por ahí mi hija?, querría hablar conella.

—¿La ha pasado algo? ¿Está herida?Patrick le contó todo lo sucedido.—Nosotros tenemos un sospechoso.

Stuart Manfree.Thomas respiró aliviado.

—De eso mismo os quería hablar.Hemos recibido información acerca dealguien de tu lista. El señor Manfree haestado haciendo muchos movimientosúltimamente. Y ahora que has nombradolos militares, todo encaja. No tepreocupes chico, ni tú ni John tenéis laculpa de nada. Lo que ha sucedido, nadiese lo podía esperar. Así que tenemos quevolver a vernos todos. Infórmate todo loque puedas con Jerry.

Entraron al hotel. Jerry sacó una tarjetay se acercó a su puerta.

—Bienvenidos. Entrad. Como siestuvierais en vuestra casa.

Entraron por la puerta y se encontraronun mini apartamento. Se dirigieron a lossofás y se sentaron. El anfitrión apareció

de la nada.—Háblenos de la caja. Llevamos toda

la tarde huyendo.—De acuerdo, ustedes ganan.—Jerry se

sentó en una butaca.—No la tengo aquí,pero tengo la llave. Siempre la llevoconmigo. Es una larga historia. Antes queyo, la poseyó otra persona durante laguerra fría y después decidió dármelaporque era lo correcto. En mi opinión, porseguridad. Creo que tengo una foto de mipadre en mi maletín.—se dirigió a sumaleta y la revolvió un poco.—Aquí está.Mirad.

John y Patrick se inclinaron paraobservar detenidamente la fotografía.

—Este es su pelotón. Creo que elnombre de uno lo conocéis y el otro—

mirando a Patrick.—creo que también.—Patrick se estremeció. Jerry señalizó elprimer hombre.—Este es Stuart. Y esteotro es Jack Evans, señor Stevens—señalado otro—Su padre.—y un tercero.—Y este es el señor Brock, su jefe, quienme pasó la llave. A él se la cedió mipadre. Respecto a su padre, sólo sé queestuvo allí.

El rompecabezas se hacía cada vez másgrande: persecuciones, secuestros,militares, proyectos, el padre de Patrick,su jefe.

Necesitaba descansar.El teléfono de la habitación sonó.

Patrick y John se sobresaltaron. Jerryextendió la mano y lo descolgó. Era larecepción del hotel.

—¿Señor Einstein?—Llámenme Thomas, se lo tengo

dicho.—Disculpe señor Thomas. Hemos

recibido una llamada para usted. Un talSam Beckson. ¿Se la paso?

«Justo a tiempo».—pensó Jerry.—Claro. Muchas gracias.—respondió.

La línea se hizo privada. El sonido delteléfono cambió.

—Has tardado. He llegado hasta supadre y su jefe.

Jerry se secó el sudor de la frente.Había sido un noche agitada.

—Bastante. El resto lo haremosnosotros. Pobres chavales, menuda les havenido encima.

—Por mi parte he cumplido. Quiero

terminar mi convención y olvidarme detodo esto.

—Mañana acabará todo, no tepreocupes.

Colgó el teléfono. Patrick estabacaminando por la habitación.

—Caballeros, creo que sería buenaidea que se quedasen a dormir. Mañanatendrán un día muy largo. Hay otra camaen la otra habitación y el sofá también esuna cama. Así que, elijan.

John se agenció la habitación.—Andas muy lento compañero.—Tengo muchas cosas en la cabeza

John, ahora mismo me da igual.—sequedó mirando por la ventana del balcón.—Tampoco tengo sueño. Me quedaré aquíun rato.

—Entonces todo arreglado. Si medisculpan querría un poco de intimidad.Son cosas de la edad. Hasta mañanamuchachos.

La imagen de la fotografía regresó a lamente de Patrick. Buscaba respuestas yconocía una forma muy directa y efectivade encontrarlas. Pero necesitaba estar asolas.

—Me presta la foto Jerry, es paraestudiarla, si no le importa.

—Claro, pero mañana me la devuelve.—Jerry la imagen en la mesa.

Sacó los documentos de la mochila.Con el extremo de la manga, cogió lafotografía por los bordes, con muchocuidado, y la depositó al lado. Enseguidaiba a comenzar su aventura. Las imágenes

llegaron de manera condensada. Diseñosextrañísimos de todo tipo. Mecánica,fórmulas, anotaciones, habitaciones, susojos empezaron a pesarle. No tardó encaer dormido encima de todo el arsenalde papeles.

SEGUNDA PARTE

MASA

Por cada mil millones de partículas de

antimateriahabía mil millones y uno partículas de

materia ycuando la mutua aniquilación fue

completa,una mil millonésima parte se mantuvo–.. Y ese es nuestro universo actual –

Albert Einstein (1979-1955)

Físico alemán

38

Bahía de Filadelfia, Pensilvania,Estados Unidos

22 de Julio de 1943

Una mañana lluviosa encharcaba el

terreno de los astilleros navales defiladelfia. A varios niveles bajo tierra, enlas entrañas del mayor complejosubterráneo del país, se realizaban lasúltimas pruebas de lo que se convertiríaen la mayor ventaja estratégica de lamarina estadounidense.

Atrincherado en su peculiarlaboratorio, el director del proyecto

realizaba la misma prueba por enésimavez. Algo se le escapaba. El altavozcobró vida y el sonido hiriente de la vozde un funcionario, provocó que sedesconcentrara de su tarea.

—¿Nikola, como van esas bobinas?—gritó el hombre a pulmón.—El generalvendrá en dos días y quiere darse unaalegría. De momento el tiempo delprograma se ajustaba al calendario.

Nikola respiró hondo. Cogió sutransmisor portátil y respondió.

—Sabes de sobra que estará a tiempo,no me insultes, ¡yo las invente!

A dos metros sobre el suelo, Nikolatrabajaba sobre una pasarela.

—Que me tengan que decir lo que debohacer. ¿Pero quienes se creen que son?

ЖEn la superficie, el teléfono sonaba

sin parar. Eran las nueve treinta. En elcalendario una gran X marcaba la granfecha. Poca gente estaba informada de laimportancia de ese momento. BartSheppard, había ascendido de rangogracias a sus servicios en misionesencubiertas durante la guerra. Había vistomuchas cosas extrañas y que no teníansentido a lo largo de su carrera, pero estase llevaba la palma de la mano.

La primera vez que le hablaron delproyecto, lo único que se le paso por lacabeza fue morirse de la risa y llamarlocos a todos lo que se encontraban endicha reunión, pero cuando le mostraronimágenes de los prototipos y de las

instalaciones, tuvo que callarse. Deseabaverlo con sus propios ojos. No pororgullo propio, sino por mera curiosidad.

La gran inversión se habíatransformado en una mini ciudad bajotierra. La ventilación industrial salía alexterior por enormes extractores. En elperímetro había carteles de seguridad. Nopasar. Alto voltaje.

El complejo había sido diseñado paraexperimentos a largo plazo. Podíanalbergar subsidios de comida para variasgeneraciones, despachos deadministración donde cualquier pedidoque entrara o saliera debía tramitarse. Unejemplo de la ingeniería de la nación.

ЖLas primeras pruebas habían dado

positivo en la transmisión y el calibradode la electricidad. Las grandes bobinasdiseñadas por Tesla rendían según loplaneado. Sus compañeros del proyectocalculaban los posibles efectos de loscampos electromagnéticos que podríansurgir a bordo del destructor. Losprimeros datos habían sido alarmantes, yaque tal potencia almacenada resultabamuy letal para el aguante del cuerpohumano.

Los dos científicos, tras agotárseles lasideas, hicieron una visita al único capazde ocurrírsele una solución por muyalocada que resultase. Llegaron a unapuerta de metal con un cerrojo a la alturade los ojos. Albert golpeó la puerta variasveces, pero no hubo respuesta. Volvió a

golpear con más fuerza. Pero esa vez, elúnico sonido que escucharon fue el de lascañerías de las paredes al vibrar.

—Nunca me acostumbraré—dijo sucompañero.

—Menuda ironía.—se giró hacia sucompañero.—Pues llevas aquí desde elprincipio.

—Lo sé, pero no acabo deacostumbrándome. Ni que estuviéramosdentro de una casa de muñecas. ¿Nuncahas tenido el presentimiento de que nosvigilan?

—A saber. Eso nunca se sabe.Albert observó las paredes. Kilómetros

de cañerías y cableado eléctricotransportaban agua y electricidad de lasuperficie.

Su compañero observó una palanca.—¿Si probamos a moverla?—propuso

con escepticismo.—Prueba a ver—respondió sin prestar

mucha atención, pensando qué estaríahaciendo Tesla para no oírles.

El sonido de varios engranajes accionóuna puerta metálica.

—Maldito Tesla—exclamó Albert—¿Nunca duerme o qué?

La puerta se hundió y se desplazóparalelamente. La habitación seguía eldiseño de una fábrica mecanizada o unesqueleto

Varios pilares y una serie de tubosinterconectados, formaban puentessecundarios para cambiarse de unasección a otra. Desde el fondo, una larga

pasarela central hacía las funciones decolumna vertebral. En el interior, dosbobinas eran los prototipos en los que sebasaba su investigación. Sus hermanas seencontraban en la cubierta del barco.Nikola viajaba sobre una bandejametálica a lo largo de la pasarela.

—Felicidades caballeros, hanencontrado la llave a mi santuario.

—Pero mira que eres retorcido—gritóAlbert—Vale que tienes insomnio, pero almenos avisa de los cambios que vashaciendo, para no perder el tiempo conadivinanzas.

—Así se desarrolla la mente, señores.Deberían saberlo.

Una columna mostraba un panel demandos. Niels observó el sistema de vías

de la estructura y después miró el panelde control. Sin pensárselo dos veces lomanipuló.

Primero presionó el botón Detener. Labandeja que transportaba a Nikola sedetuvo en el acto. Accionó el botón Girar,la bandeja giró ciento ochenta grados.Después accionó el botón Continuar.Nikola se desplazó hasta la abertura deuna columna que conectaba a una segundaplataforma. Le quedaba un movimiento.Presionó Descender y la plataforma hizodesaparecer a Nikola en el interior de lacomuna metálica. Su anfitrión aparecióencima de una silla en la base.

Sus dos colegas se preparaban paratenerle cara a cara.

—¿A qué se debe ese entusiasmo, si se

puede saber?—preguntaron.—Tengo la solución al alto voltaje—

les mostró su mejor sonrisa.Era la respuesta que buscaban.—¿Y dónde está?Nikola extendió sus dos brazos y

mostró una especie de chaleco. Loscompañeros examinaron su atuendo.

—No entendemos. Si te refieres alchaleco, muy bonito.

—No lo veis. Debéis abrir los ojos. Oslo demostraré.

Nikola se dirigió hasta una jaula demetal. Había un letrero muy distinguidoque advertía Peligro. Alto voltaje.

—¿Qué se supone que vas a hacer?Fuera había un pequeña mesa con

varios complementos de seguridad. Se

puso unas guantes y una capucha. Dentrohabía una silla soldada al suelo. Se ajustóel traje y se sentó.

—¿Te has vuelto loco?—gritaron losdos compañeros, desesperados.

Dentro había una palanca. Alargó lamano y la accionó. Múltiples látigos deelectricidad le golpearon una y otra vez, yalgo sorprendente sucedía. El traje leprotegía. Se levantó y desactivo elsistema. Se giró hacia sus compañeroscon una sonrisa insultante y majestuosa.«Eureka[22], lo he logrado. MuéreteEdison, porque saldaré mi venganza».

39

DÍA 0

28 de Octubre de 1943

—Bien señores, llegó el día que todos

llevábamos esperando— anunció elteniente Bart Sheppard desde unmegáfono.

Era un día de celebración. El ambientese encontraba animado, exaltado. Inclusohabían organizado un evento musical paraanimar la noche. Ocho años de largotrabajo. Ocho años de pruebas, fallos,logros, accidentes, terremotos. Una largapesadilla, con momentos tranquilos y casi

apocalípticos. Con el destructor enfrentede sus ojos, todos los operarios de lafábrica aplaudieron y silbaron por latitánica imagen.

—Todo el mundo a sus puestos,zarpamos en quince minutos.

Las fuerzas de seguridad y el principalgrupo de técnicos subieron al destructor.Dos grandes bobinas erigidas a amboslados del barco eran las piezas claves delgran experimento.

Todo estaba listo..Nikola embarcó en el destructor y

ascendió hasta la torre central armado conun maletín. Alcanzó el zenit de la torre.Desde allí pudo realizar una mejorobservación. Una imagen digna deinmortalizar. Se descolgó el maletín y lo

colocó en la plataforma. En su interior,había un gran panel de monitorización contres contadores: Uno potencial, otro deresistencias y un contador Geiger[23].Destapó un cubierta de seguridad de latorre. Del estuche sacó un cable y loconectó al sistema. Los contadoresmostraron los datos preliminares. Lasbobinas todavía estaban en proceso deiniciación. «Todo va bien».

A lo lejos, un grupo de nubes decarácter poco amistoso se aproximabanlentamente. Nikola empezó a preocuparse,pero había tiempo de sobra. Recorrió lapasarela circular y cogió un altavozinstalado. Dio la primera orden la noche.«Encendedlo. Empecemos».

Ж

Un nivel más abajo, el tenientemantenía una conversación de última hora.

—Bart Sheppard a Pájaro uno,responda por favor.

Sheppard soltó el botón delcomunicador a la espera de la respuesta.

—Aquí pájaro uno. Le oímos alto yclaro.

—De acuerdo. Creo que conocen elprotocolo ¿me equivoco?—la voz delteniente era directa—De un momento aotro deberían visualizar en el cielo unligero brillo.

Soltó el botón del comunicador porsegunda vez.

—Sí señor, vemos dos grandes esferas

de luz por esa zona. ¿He de suponer quetodo va bien?

—De momento si, soldado.—tomó aire—Estén alerta.

Sheppard colgó el comunicador. Seapoyó en su sillón, se quitó las gafas y sepasó la mano por la cara. Provocó que elsillón rotara sobre su eje. Miró a la pared.El reloj marcaba las diez y cincuenta ycinco de la noche. Era casi la hora.

Su compañero le hizo una pregunta,pero Bart seguía contemplando el reloj.Aun no asumía que únicamente quedasenminutos antes de la prueba definitiva.Volviendo en sí, miró fijamente a sucompañero. Se encontraba sentado en elsofá que había instalado para las visitas.«¿Te ocurre algo Bart?—le preguntó

David». Los jefazos le habían asignado uncompañero por la cantidad de papeleoque se formó después de la primeraprueba. Los datos fueron tanextraordinarios que se vieron obligados asolicitar más materiales y más personalpara poder adelantar los plazos.

—Verás, tengo ese hormigueo en elestómago, el mismo que tuve cuando measignaron aquí el primer día. La mismasensación extraña en el despacho del jefecuando me dijeron que me trasladarían aun sitio tranquilo para descansar de laguerra, y cuando llegué aquí, pensé queentraba de nuevo en la boca del lobo porsegunda vez. Tanto secretismo, ocultismo,bajo cien metros de tierra, tanto científicoy militar rondando por los pasillos. Te

acabas acostumbrando, pero siguesestando preso y eso esperaba no volver arecordarlo.

Una luz roja se iluminó. Alguien de lasuperficie había dado la voz de alerta. Lafase final había dado comienzo.

—Vamos.—dijo alarmado—Lasvacaciones están cerca.

—Sí, señor.—se levantó al instante yabrió la puerta.

Avanzaron a través del túnel quecomunicaba con los ascensores. Bart pasóla mano por una cañería y sin previoaviso recibió una leve descarga. «¿Quédiablos?» Era la primera vez que sucedía.Volvió a poner la mano sobre otra tuberíapero no pasó nada. «Habrá sidocasualidad».

Sólo había uno disponible. Bart miróhacia arriba y comprobó que el segundotransporte se encontraba en el nivelsuperior. En el exterior.

40

El evento

Un gran transformador eléctricoinstalado en uno de los bordes delperímetro emanaba la energía hasta lasbobinas «10%...20%...30%». La músicadejó de sonar. Todos estabanimpacientes. «55%...65%...87%».

Nikola contemplaba como las agujasdel contador subía progresivamente. Todomarchaba según los cálculos. No surgíanerrores. «92%...99%». Presionó el botónde ejecución. Las cabezas esféricas de lasbobinas se iluminaron exponencialmente.Parecía como si dos grandes ojosobservaran la noche. Un espectáculo derayos surgió de las esferas como si debrazos se tratase. El medidor deresistencias empezó a disminuir. Nikola

quedó sorprendido. «¿Qué ha pasado?»Albert, desde la zona de los

generadores, comprobaba los indicadores.Los transformadores se empezaron arecalentar debido a la enorme cantidad deenergía. El contador de la potencia sedisparó. Las barandillas empezaban acargarse de electricidad. Se desprendíamucha energía cinética en el aire. En lasuperficie, todo el mobiliario de metalempezó a temblar como si se tratase elepicentro de un terremoto. La genteempezó a moverse asustada.

—¡Nikola, algo va mal!—le gritóAlbert a su compañero.

Cogió unos prismáticos e intentóvisualizarle. Nervioso, no entendía latranquilidad con la que le veía en lo alto

de la torre. Nikola cogió el comunicador yle respondió.

—No pasa nada, no seas paranoico, sonlos márgenes de error.

—Te digo que te bajes, tengo una malasensación.

—¿Vas a fastidiarme el momento? ¿Porqué? Sólo porque unos cuantos trastos seelevan en el aire. Ambos conocemos losefectos del electromagnetismo. Relájate.

Una onda expansiva atravesó toda lasuperficie y provocó tal sacudida quetodo el mundo se cayó al suelo. Losoperarios que estaban en las alturas delbarco, cayeron a la cubierta. Nikola logróagarrarse a la barra de seguridad, pero sumando de control sufrió daños. Lo mirócon decepción. Todo había cambiado.

Volvió a coger el comunicador.—Veo que por esta vez vas a tener

razón, mi querido colega.—Entonces, date prisa y baja de una

vez.Nikola dejó el mando de control y se

sacó unos guantes de la bata. Agarró latrampilla de la plataforma y bajó por lasescaleras.

Algunos de los tripulantes comenzabana levitar alrededor de la cubierta eintentaban agarrarse a cualquier soporte.El problema llegó cuando las descargasde electricidad que recibían les obligabana soltarse. Nikola corrió hacía el puenteque unía el navío con la superficie.

—¿Qué ocurre?—gritó Albert.Nikola volvió a mirar hacia atrás. La

imagen que visualizó era igual a lasrepresentaciones que se había formuladoen su cabeza.

—Creo que es una reacción en cadena.Parece que se ha sobrecargado.

—¿Qué se ha sobrecargado?—murmuróAlbert dubitativo y anonadado—¡Explícame eso!

—Una cosa es el prototipo y otra, comodeberías saber, el juguete de grandesdimensiones. Tenemos que regresar yguardarlo todo.

—¿Y qué sugieres? En cuanto salgamosde aquí, si lo logramos, se abrirá unainvestigación y todo quedará clasificado.Ya lo sabes.

—Tú sígueme—terminó Nikola.Se dirigieron a la zona de los

ascensores y entraron en el únicodisponible. El segundo ascensor ascendía.

—Espero que nadie nos haya visto.—murmuró Albert.

ЖBart Sheppard abrió la puerta del

ascensor. Pulsó el botón de la superficie.A medio camino, el segundo ascensordescendía. «¿Quién se alejaría de lamayor demostración de la historia?»Ninguno consiguió ver quien viajaba en suinterior. Los transmisores de abordó nofuncionaban. «¿Qué está pasando ahíarriba?—murmuró Bart». Casi en lasuperficie, una cegadora luz iluminó elinterior del ascensor. Levantaron susmanos para protegerse y salieron fuera. Sucomprensión de la realidad cambió

definitivamente.Un espectáculo de luces sobresalía del

interior del navío. Notaron que algo mássucedía. Todo aquello que era metálicocomenzaba a temblar como si estuvieransiendo arrancados por una fuerzainvisible. Sus propios relojes vibraban ensus muñecas.

—¡Qué demonios pasa aquí!—gritóDavid, muy asustado para intentarcomprender algo de lo que pasaba.

El suelo tembló deliberadamente ypequeños fragmentos de metal levitaronen dirección a las bobinas. Una onda deluz invadió la superficie.

Intento abrir los ojos. Se había quedadoinconsciente. Bart se adaptó a la

luminosidad. Intentó reincorporarse.Descubrió que ya no estaba en la zona delascensor. «¿Qué ha pasado aquí?» Ledolía la espalda cómo si le hubieranembestido y lanzado contra una pared. Lacabeza le daba vueltas. Tuvo miedo depadecer una hemorragia. Se llevó la manoa la nuca para comprobar si sangraba, ypara su fortuna, no era así.

Miró a su alrededor. Ese panorama erasobrenatural. Objetos levitando en aire,personas agarrándose a cualquier cosacon tal no ser arrastradas, pero…¿Porqué? Las respuestas llegaron cuando segiró hacía al destructor. Una enorme bolade electricidad cubría toda laembarcación. ¿Ha funcionado? ¿Ese era elresultado? Buscó a su compañero.

¿David? Observó a su alrededor pero nolo encontró. ¡David!

Caminó entre los cuerpos tendidos delsuelo buscando su rostro. Recorrió mediasuperficie hasta que dio con él. Estabainconsciente. Le tomó el pulso. Norespondía. Los nervios le invadieron. Uncharco de sangre se ocultaba debajo de sucabeza. No era necesario hacer máspruebas. Había muerto.

La burbuja del navío comenzó ailuminarse. Bart no quiso arriesgarse a serel nuevo conejillo de indias del próximoresultado. Echó un último vistazo a sucompañero y le cerró los ojos. «Descansaen paz amigo». Corrió hacia el ascensortodo lo deprisa que el dolor de espalda lepermitió. La luz de la burbuja aumentó

considerablemente. La siguiente imagenprovocó que presionara repetidas veces elbotón. Los cuerpos de la superficiecomenzaron a desaparecer uno a uno.Contempló horrorizado como el cuerpoinerte de su compañero desaparecía por elgolpe de un latigazo eléctrico. El ascensora descendió y la imagen de superficiedesapareció. «¿Por Dios Santo? ¿Ese erael potencial del experimento?» Nolograba asimilarlo. Debía reportarlo. Laidea era hacerlo invisible, no queprovocara que todo a su alrededordesapareciera.

La puerta del despacho estaba cerrada..Buscó las llaves y forcejeo con lacerradura. Extendió la mano hasta elteléfono, pero no daba tono. Encendió la

lámpara del escritorio, pero no sucediónada. «¡Toda la energía se había ido!»Dando vueltas por el despacho, una únicaidea se le paso por la mente. Abrió elcajón de la mesa y sacó un estuche decuero. En la portada aparecía el título«Proyecto Arco Iris. Protocolo deseguridad». Miró en él índice. «En casode desastre». Buscó la página exacta.«Dirigirse al despacho número siete delprimer nivel y seguir instrucciones».

El despacho siete era una sala dereuniones. Bart salió del despachoimpaciente y totalmente nervioso. Al saliral pasillo, los zapatos le patinaron y sevio obligado a agarrase a la barandillapara no caer por el hueco de la estructura.El despacho estaba al otro lado del nivel.

Se puso delante de la puerta y giró elbombín. Estaba abierta.

Una imagen desgarradora le llegó alcerebro. Encima de la mesa había cuatrocuerpos tendidos sin garantías de vida.Los cuatro tenían los ojos abiertos comoplatos. Una jarra de agua, cuatro vasos ydos maletines. «¿Muerte porenvenenamiento?» Los maletines estabanabiertos y contenían carpetas. Protocolos,cifras y contratos de empresas privadas.No había sido informado de esa reunión.En ese momento, lo agradeció.

Recordó la instrucción: «Dirigirse aldespacho número siete del primer nivel yseguir instrucciones». ¿A qué se refería?Las únicas instrucciones posibles residíanen cuatro cadáveres que olían a veneno.

Sus palabras obtuvieron respuesta.La luz se fue y un temblor de gran

magnitud asoló la habitación. «Laburbuja». Bart cayó al suelo por segundavez. En diez segundos, los generadores deemergencia realizaron su función y una luzroja iluminó la habitación. Se levantó yreparó en un detalle. Al fondo de lahabitación, había un cuadro torcido querevelaba una placa de metal en la pared.

El estallido había provocado su posiblesalvación.

Detrás del cuadro había puerta metálicaentreabierta. Encontró un mando adistancia con un botón rojo. Otra piezapara el rompecabezas. Lo presionó y unasección de la pared lateral se hundió en lapropia estructura y se desplazó

lateralmente dejando a la vista unpasadizo secreto. Unas escalerasconducían hasta un piso superior.Haciendo caso omiso de su espalda, laadrenalina invadió su cuerpo. No habíadolor. Regresó a la mesa e inspeccionólos cadáveres. Encontró cuatro tarjetas deseguridad y se las guardó en el bolsillo.Cogió los maletines y subió las escaleras.

Ascendió en caracol hasta a una puertade metal con una llave circular deseguridad. Giró la llave hasta que cedió.Fuera, unas escaleras de piedra daban aun pequeño recinto donde había dosvehículos. Cuatro hombres. Dos agencias.«¿Quién más estaba informado esto?».

Comprobó la puerta de uno de losvehículos. Estaba cerrada. Comprobó el

otro y estaba abierta. Metió los maletinesen la parte de atrás. Las llaves estabanpuestas. Por su cabeza pasó la posibilidadde que todo eso fuera una trampa, pero notenía sentido dejar dos vehículos allí siasí lo fuera. Giró la llave del contacto. Elmotor arrancó y no pasó nada. Dio marchaatrás y salió del recinto. Un caminoasfaltado le llevó hasta un acceso de laautopista. Cuando tuviera tiempocomprobaría toda la información. En esemomento, sólo quería salir de allí yregresar a casa.

41

Electromagnetismo

Nikola caminó a través de los túneles

y giró en un pasillo.—¿Seguro que sabes por dónde vas?—

preguntó Albert.—¿Por favor, por quién me tomas? Ni

que no supiera lo que hago.—Albert leechó una mirada desconfiada. Nikola leindicó con un gesto que le siguiera.—Recuerda que llevo más tiempo que tú eneste proyecto.

—¿Y qué me quieres decir con eso?Nikola se detuvo enfrente de la pared.—Pues que formé parte del equipo que

diseño este laberinto. Hay ciertas zonasen particular que no aparecen en los

planos.Albert caminó hasta la posición de su

compañero y se quedó mirando la pareden la que estaba detenido. A principiopensó que le estaba gastando una bromapesada. Pero siendo él, cualquier cosa eraposible.

—Mira y contempla, mi queridocompañero impaciente.

Nikola presionó una de las piedras dela pared. Albert se quedó sin habla. Lapared adyacente se desplazó lateralmente,descubriendo una habitación secreta. Unprimer vistazo rápido le permitióobservar que estaba bien equipada.

—¿Desde cuándo llevas trabajandoaquí?—Albert aún no asimilaba elsecretismo de ese lugar.

—Cuando no puedo dormir.—Es decir, siempre. Si sólo duermes

¿cuánto? ¿4 ó 5 horas?—A veces tres. Aquí es donde hago los

cálculos importantes.—En fin—suspirando—enséñame eso

tan importante que tienes escondido.—Está ahí mismo—dijo señalando una

mesa.Varias estanterías con aparatos,

materiales y algunos generadores. Losuficiente para trabajar. Encima de lamesa había una pequeña lona. Albert tiróde la tela. El resultado le cabreó.

—¿Es una broma, verdad? Con elescándalo que hay ahí arriba y me hacesbajar hasta aquí para ver una maldita caja.

—¡Siempre tan escéptico!—insinuó

Tesla—Algún día el techo se caerá sobretu cabeza y abrirás los ojos. No es unasimple caja. Es un cofre. Y su interior eslo más valioso que hay entre estos cinconiveles.

Nikola, con los guantes puestos, sedispuso a tocar el artefacto. Saltaronvarias chispas, pero en vez de disiparse,el cofre se cubrió de un campo magnético.Albert, asombrado, no pudo articularpalabra.

—Pero, ¿qué es esto?—Yo lo llamo Campo de fuerza

eléctrico. De ahí el uso obligatorio de losguantes.—agarró el límite de un guante yse lo quitó.

Albert se desplazó alrededor de lamesa para comprobar el suministro de

energía, pero no encontró nada.—¿Y cómo lo alimentas? No veo nada

ahí puesto.—Por imanes caballero. Es el mejor

método sin tener que utilizar combustiblesfósiles. Por favor, baja la palanca de esapared.—indicando la pared de la entrada.

Al instante, el campo de energíadesapareció. Nikola levantó la tapa. En elinterior había una segunda bandeja demetal, una pieza artesanal simple.

—Deduzco que quieres guardar ahítodo el informe.—analizó Albert y se giróhacía la entrada secreta—¿y si alguienlocaliza este lugar?

—No podrán por el sistema deseguridad. Funciona con llaves.

Cogió un objeto rectangular que

colgaba de su cuello. Apretó una esquinay se dividió en dos.

—¿Qué es eso?—Esto amigo mío es el futuro de las

llaves de seguridad. La pieza del medioactica la seguridad y llave abre elcompartimento. Lleva incorporado unadinamo que le proporciona energía. Encaso de forcejeo y bloquea el sistema.

—¿Bloqueo prolongado?—No se abre hasta que el tiempo se

agota.—Vale ¿y ese sistema dónde está?

¿Dónde marca el tiempo?Presionó en la pared frontal del cofre.

Apareció un panel iluminado con númerosy tres botones en la parte inferior.

—Detrás del panel hay un circuito

electrónico que memoriza la duración deltiempo. El primer botón sirve paranavegar por las dos secciones denúmeros: años, horas, minutos; el segundosirve para avanzar en la enumeración enuna dirección; y con el tercero confirmaslos datos. El sistema está conectado alcircuito del campo magnético. De estemodo se mantiene permanente hasta que lacuenta llega a cero. Es simple.

—Es interesante—dijo Albert—Asíque, a la vez que trabajas en las bobinas,también estabas ocupado en este juguete.

—El tiempo es oro mi querido amigo ya nosotros no nos sobra. Así que dime,¿cuánto tiempo le quieres poner? Años,varias décadas...

Albert reflexionó. Aunque alguien

encontrará el cofre y deseará sucontenido, la única forma de acceder aello, sería con las llaves. Y con el mundotodavía en guerra, no sería ético ponersólo unos pocos años. Debería estar mástiempo cerrado. Nikola, aprovechandoque su compañero pensaba en el plan, sedirigió a una estantería para coger unosdocumentos de su investigación Albertcomenzó a hablar.

—Yo creo que con diez años bastaría.La tecnología no va a avanzar mucho enestos tiempos y no tenemos de quepreocuparnos. Hasta que se enfríe todo elasunto y termine la guerra.

—Perfecto. Vamos a introducir losdatos.—Pulsó el botón de confirmaciónpara encender el sistema. El panel

mostraba los dígitos 88:88:88-88:88:88.—Como sabes, no todos los meses tienenlos mismos días, por eso hay unareferencia universal de treinta días paraello. Simplemente se perderían cinco oseis días por cada año. Aplicando a diezaños, serían dos meses en total. Por lotanto, añadimos ese tiempo de diferenciay problema resuelto. ¿Alguna hora enespecial?

—La media noche por ejemplo.Nikola jugó con los botones de

configuración y confirmó cada sección.—«10:01:30-23:59:59». Cuando llegue

a cero, habrán pasado diez años y dosmeses. Pásame tus carpetas Albert.

Albert sacó de su maletín todos losinformes con los datos y las pruebas. Él

los introdujo en el segundo compartimentodel cofre.

—Bien, pues ya está, solo quedafinalizar el proceso.

La arquitectura del edificio recibió unasacudida. El interior del complejo sequedó completamente a oscuras y lossistemas de emergencia se activaron. Elcofre se desactivó. Nikola se cayó haciala mesa. Al levantarse, sus ojospresenciaron algo insólito. Una imagenparpadeante. Una sombra. La silueta deuna persona, alguien joven, con ropas muyvariopintas, mirándole directamente,como si de un fantasma se tratase. Laimagen se desvaneció cuando la luzregresó al laboratorio. Nikola se acercóal punto exacto dónde lo había

visualizado. Pero allí no había nada. Sóloaire. Sólo vacío. Sabía que Albert no lecreería. Ni él, ni nadie. Albert se apoyósobre la mesa e intentó orientarse.

La caja se volvió a encender por si solay se cerró automáticamente marcando enel panel unas cifras que no eran las queestaban fijadas.

10:01:30—23:59:59 [diez años]49:03:22—23:01:59 [20 Febrero

1993] —¡Casi cincuenta años!—gritó Albert.

—Ya lo estas cambiando. No podemosdejarlo tanto tiempo.

Nikola todavía seguía absortó en suvisión. Si había sido real, sus dudas ytemores habían sido acertadas. No estabaloco. Era posible que esas voces fueran

reales. Pero eso ahora era lo de menos.Reprodujo las palabras de su compañeroen su cabeza y se dirigió al cofre.Introdujo la llave en el primer cierre. Latapa no se abrió. Albert le lanzó unamirada interrogante. Ese error les podríasalir caro. Volvió a intentarlo, pero noocurrió nada. Nikola se colocó la mano enel mentón y analizó la situación.

—Ha debido de ser esa interferenciaque ha sucedido ahora mismo. Lo sientoAlbert, tendrá que ser así.

—¿Insinúas que la culpa es de lasbobinas?—Albert volvió a mirar hacia elpasillo—¿Qué ha pasado?

Tesla estaba tan confundido con elsistema de bloqueo y todo lo sucedido,que no se había parado a pensar en las

bobinas.—¡Las bobinas! ¡Vamos! ¡Hay que

pararlas!—¿Con qué? El control remoto se te ha

estropeado.—Con este otro.—lo sacó de debajo de

la mesa.—¿Se puede saber que no has hecho tú?

—respondió con sarcasmo.Nikola se guardó la tarjeta en el

bolsillo. Caminaron con paso firme endirección al ascensor. Nikola retrocedió yregresó a la habitación.

—Espera un momento, me he dejadouna cosa. Adelántate.

De vuelta al interior, se dirigió a unarmario y sacó una caja rectangular desimilares características a la otra, que

colocó encima de la mesa al lado de laprimera.

—Bueno, que no se diga que hoy no hehecho nada por el mundo.

Abrió un cajón. Sacó variosexpedientes y los introdujo en elcompartimento. Cerró la tapa, introdujo lallave y el cofre quedó sellado. Loescondió en un compartimento secretodetrás de una de las paredes. Sacó unasábana para cubrir la mesa. Se puso untraje y se dirigió a la salida. Miró atrás yechó un último vistazo.

—Espero que terminéis en buenasmanos mis niños.

Albert le esperaba con la puerta delascensor abierta. Al verle con el trajepuesto, pensó en la energía de la

superficie. Era una buena idea. Y noquedaba tiempo. «¿Lo tienes todo?»Nikola asintió con la cabeza.

ЖNo comprendieron nada. Algo había

pasado. No sabían lo que estaban viendocon sus ojos, era inaudito ¡No habíanadie! Albert dio unos pasos por lasuperficie. Se giró hacia su compañerobuscando posibles explicaciones. Nikola,asombrado y confuso, observó elpanorama.

—Pues una de dos, o la gente se ha idomientras estábamos abajo, cosa que meextrañaría con el caos que había o…—Lasegunda conclusión no era posible.—Losiento, pero no puedo asimilar la otraopción, no está demostrada. y tú deberías

saberlo mejor que nadie. Fíjate, hemoscreado una gran fuente de energía. ¿Eso note dice nada?

Albert no había caído en esaconclusión. Pero una cosa era la teoría yotra muy distinta, la práctica real.

—No puede ser, es imposible, no existeactualmente la tecnología.

—La luz siempre ha existido Albert.—Me hablas de la teoría de la

relatividad…Nikola asintió.—¡Pues a que esperas! ¡Apágalo antes

de que suceda lo peor!Nikola corrió hacía la pasarela para

subir al modificado destructor. El traje leprotegió de la burbuja de energía. Con lacaja de repuesto a su espalda, subió por

las escaleras de seguridad. Probó aconectarlo al sistema del barco. Con ellopodría desconectar todo el barco.Funcionó. Las dos bobinas empezaron aestabilizarse poco a poco.

—Buen trabajo Nikola—gritó sucompañero.

Pero el proceso no siguió bien. Lasgemelas se estabilizaban demasiadodeprisa. La primera bobina volvió adesestabilizarse, quizás debido a losobrecargadas que iban y la falta deequilibrio energético. Nikola lo entendióa medida que iba sucediendo y tomó unadecisión. «Albert, coge esto». Se quitó lacadena del cuello y cogió la tarjeta delbolsillo. Con fuerza, le lanzó dos llaves.Las tarjetas cayeron en la superficie de la

base y no sufrieron daños. Albert lasrecuperó.

—¿Para qué me das dos llaves si sólonecesito una?—Albert, al ver la segundagemela, comprendió que había algo queno le había contado. Tenía que serdemasiado importante.—¿Qué no me hascontado Nikola?

Desde lo alto de la torre, Nikola sedespidió.

—Suerte mi querido amigo y cuídate.Guárdalas muy bien, tienen que perdurarmucho tiempo juntas. Sabrás que hacer asu debido tiempo. Puede que nosvolvamos a ver, en otra vida. O quiénsabe, si tu teoría es cierta, en otrarealidad.

Amigos y compañeros, científicos y

pensadores se miraron por última vez.¿Cómo podría a ver ocurrido eso? Nikolasujetó la caja de control por última vez.Presionó un botón y surgió una enormeburbuja de electricidad que se fuecondensando. Antes de que pudierareaccionar, Nikola y todo el barco sedesvanecieron en un instante. No quedórastro.

Albert inspeccionó el diseño de lagemela. Era similar, pero tenía una grandiferencia. Unas líneas inscritas en elmetal. Una especie de circuito de cobre.Puede que 50 años no fueran tantoproblema. Si el gobierno se hacía conaquello, sería mejor que siguiera oculto.

Escuchó un ruido en el cielo. Vio unavión acercarse. ¿El gobierno? ¿Los

militares? Sabía una cosa. No se quedaríapara que le descubrieran. Corrió alascensor. Tenía que poner a salvo elcofre.

Sobre la mesa había una lona. La retiróy se encontró con el cofre. Pero habíaalgo más. A la izquierda había un espaciovacío de polvo. Algo debió poner ahí yque después retiró. ¿Pero a dónde? Igualera mejor así.

—Maldito Tesla, nunca cambiará.Bueno, ya es un poco tarde. Ahora loimportante es desaparecer de aquí.

Se quitó la bata y buscó algo para pasarmás inadvertido. Buscó una mochila ymetió el cofre en ella. Se dirigió al otrolado del edificio. Debía llegar al únicoascensor que conducía al exterior. La

seguridad no debería ser un problema enese momento porque no habría nadie.Recordó la imagen del avión. Si laseguridad militar estaba avisada, noquedaría nadie en el exterior esperandoórdenes. Alcanzó el ascensor de coloramarillo.

Era de noche, podría ocultarse sinproblemas. Se puso a caminar por elperímetro y avistó varios vehículos.Comprobó las puertas pero todas estabancerradas. No tuvo más elección que andara lo largo de la carretera en dirección a laciudad.

El claxon de un coche le descubrió.Albert se giró desconfiado y comprobóque se trataba de un taxi. En ese lugar y aesas horas. No tuvo elección. No le

apetecía caminar toda la noche hasta laciudad con la pesada mochila a cuestas.Levantó la mano y el taxi se acercó.

—Buenas noches caballero, ¿a dónde lellevo?

—Á la…—Se quedó en blanco. Tantotiempo metido en ese infierno le habíaprovocado olvidar ciertos datos. Pero porotro lado, había tenido sus beneficios:material ilimitado, tiempo, espacio paratrabajar, recursos. Tomó una decisión.—Diríjase a la universidad de Princeton,por favor.—El vehículo se puso enmarcha.—He de planificar los próximoscincuenta años—murmuró.

—¿Decía algo?—preguntó el taxista.—Nada, joven. Estoy pensado en voz

alta.—respondió.—«¿Tan alto estaba

hablando?»—pensó. Sólo faltaba quehubiera escuchado lo hubiera escuchado yempezara a hacer preguntas.—Dios mío,que nos deparará el futuro—estaba vez lodijo en voz muy baja y como no obtuvorespuesta, se relajó el resto del viaje.

42

Caído del cielo

Otoño de 1960 El joven Paul Smutther se encontraba

en el tejado de su casa disfrutando de sumayor afición. Había cogido el telescopioque su padre le había regalado por sucumpleaños y se disponía a observar elcielo despejado que esa noche le ofrecía.

Él y su padre habían construido unaplataforma de madera en el tejado. Elperiódico había anunciado que esa nochehabría lluvia de meteoritos y animaban acualquier aficionado a participar en ella.La hora se acercaba. Esperaba que supadre llegara a tiempo para el

espectáculo. Se apoyó en las barandillasde madera que habían instalado porseguridad y respiró una bocanada de airefresco.

Paul vio las luces del coche desde eltejado. Animado, empezó a calibrar lamirilla del telescopio. El acontecimientodel año, así lo llamaban en losperiódicos. Calentó la vista contemplandoel mar de estrellas del cielo. Hasta quesucedió. Varias bolas incandescentesurgieron en el firmamento. La noche seanimaba. Pero la sorpresa acababa deempezar. Un meteorito descendía demanera irregular. Su trayectoriacolisionaría cerca de su casa. Y el chico,acertó. El choque produjo una ondaexpansiva que llegó hasta la casa. El

joven Paul se agarró a la barandilla. Perotodo ello, no fue suficiente.

ЖRick Smutther se apresuraba a cumplir

la promesa que le hizo a su hijo. A lolejos podía ver las luces del porche.Desde su automóvil contempló elacontecimiento. Una bola fuego descendíadel cielo. A lo lejos, vio a su hijoapoyándose en la barandilla.

El coche empezó a temblar. Noentendía nada, así que frenó el coche enseco. Levantó la mirada y procesó lasituación que tenía frente a él. Esa imagenle obligó a mantener los ojos abiertos, noquería verlo, pero no consiguió cerrarlos.La barandilla del tejado se había roto. Suhijo caía hasta la entrada de la casa

quedándose inmóvil en el hierba delcésped. Aquella visión le marcó. Saliódel coche y echo a correr. Estaba cerca.Cayó de rodillas en la hierba y observó alchico.

—Hijo, ¿te duele algo?—preguntó conmiedo.

El chico permanecía boca arribamirando el firmamento. Levantó el brazo yseñaló hacía el cielo e intentó hablar,pero con dificultad.

Rick intentó descifrar el mensaje. Podíalevantar el brazo, al menos eso era buenaseñal. Giró la cabeza hacia las piernas dePaul. Le palpó la rodilla y le preguntó sinotaba algo. Paul movió la cabeza enseñal de negación. Eso le partió el alma.Se quitó la chaqueta y la puso debajo de

la cabeza de Paul.—Ahora vuelvo, voy a llamar a una

ambulancia.Entró en la casa y agarró el teléfono.

Marcó el número de emergencias.. Llenode miedo y de rabia, decidió llamar a otrapersona. Podría ofrecerle mejor ayuda,otras opciones. Una voz sonó al otro lado.

—Identifíquese por favor—respondióla voz.

—Capitán Rick Smutther, de la basemilitar de Cambridge, en Massachusetts.Necesito ayuda inmediatamente. Mi hijoha sufrido una lesión en la espalda o esocreo.

—¿Dónde se encentra exactamente?—Mi casa está cerca de la colisión,

por favor, dense prisa.

—No se preocupe, vamosinmediatamente.

ЖDiez minutos después, dos vehículos

militares llegaron a la casa. Dosparamédicos acudieron por el chico.Sacaron una camilla de la furgoneta ysuavemente levantaron a Paul.

—La espalda...—fue lo único que pudodecir Rick.

Un hombre de alta estatura salió de unvehículo. Vestía varios galardones.

—Capitán—saludó el coronelSheppard.

—Señor—respondió Rick—Cuénteme que ha pasado aquí—

mirando la estela desvanecida del cometa— ¿Qué tal ve al chico?

—Puede mover los brazos si es lo quepregunta.

—Eso es bueno, sería peor si nopudiera.

—Y en cuanto al desastre, creo que yalo saben. Ha sido cerca de aquí.

—Vendrá con nosotros si no le importa.—Prefería quedarme con mi hijo, si no

es molestia.—Capitán, sabe perfectamente que sólo

molestaría dentro de la furgoneta, yaconoce el protocolo. Ahora acerquémonosal lugar en cuestión. Quiero saber quédiablos ha pasado aquí.

Ж De camino advirtieron las luces de

unos focos. Otro vehículo se había

adelantado. El coronel frunció la narizcon un gesto desaprobatorio. Rickobservaba en el asiento de atrás. Unsoldado conducía el vehículo. El coronelordenó al soldado apagar las luces y elmotor. Abrió la guantera y sacó un arma.

—El protocolo es el protocolo. No hayque dejar que esto salga de aquí—entregando el arma a Rick.—les presento,Ezequiel, capitán Rick.

Los tres bajaron del vehículo. A unoscien metros observaron una furgoneta. Senotaba el olor a azufre que desprendía elcráter. En el suelo había cadenas. Elcoronel Sheppard sacó su arma y sepreparó para actuar. Un hombre salió dela furgoneta. Un segundo estaba en elinterior del cráter. El coronel ordenó a

Ezequiel encargarse de individuo delcráter. Rick siguió a su superior.

Ezequiel se asomó al agujero. En elinterior del meteorito había un artefactometálico. Nunca había visto nadaparecido. El individuo había conseguidoenganchar las cadenas. El coronel esperóa tener al otro tío a una distancia prudente.Una vez se volvió, todo fue rápido, ledisparó en la cabeza. El ruido resonóperfectamente. Su compañero se giró yvio a Ezequiel con la pistola en la mano.No tuvo tiempo de reaccionar. Calló alsuelo del mismo modo que su compañero.El siguiente paso era evidente. Rickescondió los cuerpos en la furgoneta.

Ezequiel informó del objeto delagujero. Sólo quedaba tirar de las

cadenas. El coronel entró en la furgoneta ypisó el acelerador. Habían conseguidoextraer algo de la roca. Un cubo metálico.Al tocarlo, no notaron calor, al contrario,estaba fresco.

—Esto nos puede ser muy útil—dijoBart Sheppard sorprendido—Nos lollevamos. Soldado, ayúdeme a cargarlo.Ya averiguaremos como se abre mástarde.

Lo llevaron a su vehículo. Ezequieltropezó y el artefacto se fue al suelo. Nopasó nada. Rick se ofreció para ayudar.

—No se preocupe Rick, nosotros nosencargamos—respondió Bart.

Pero Rick ya había posado la mano enel objeto y éste empezó a brillar. Losmilitares se separaron de Rick. La luz del

aparato se intensificó progresivamente.Rick no podía apartar la mirada de eseblanco impoluto. Su mente empezó adeliberar. Empezaba a no notar el cuerpo.Primero los pies, el tronco, subió alcuello. Parecía una eternidad. Variasimágenes extrañas se enfocaron en sumente.

«Un gran aparato metálico descendíadel cielo y creaba una gran bola de fuegoque originaba una devastadoradestrucción; Una persona realizaba unlargo viaje trascendental y le destinaría lamayor decisión de su existencia; y porúltimo, un objeto forrado de piel con unsímbolo en su cara posterior y sellado conuna pieza de oro. El sello se abría y semostraban escrituras e imágenes en un

idioma desconocido. Las imágenes seempezaron a degradar y todo volvió a serde un blanco puro.»

Rick cayó al suelo. El recipiente dibujólíneas en su contorno. Una compuerta seabrió. El coronel atónito, miró a suayudante. Ninguno sabía que sucedía, peroestaba claro quien la había abierto. En suinterior encontraron un libro de aspectoantiguo. Su exterior estaba forrado de pielgruesa y un sello de oro que impedían suapertura.

—Señor...— intento articular Ezequiel.—Lo se cabo, lo sé.— respondió el

coronel.—¿Señor, sabe que esto podría

cambiar los libros de historia?Sheppard miró sorprendido a su

ayudante y después se rio por sarcasmo.El muchacho no entendió esa respuesta,pero su teniente no apartaba la mirada deese libro.

—Cabo...esto nunca saldrá en loslibros de historia. Entiéndalo. Sería elcaos. La gente no está preparada paraello. Puede que dentro de cincuenta añostampoco lo estén. Lo mejor será llevarlo ala base e investigarlo.

—¿Y la furgoneta, señor?— preguntóEzequiel.

—Llama por radio a central y queenvíen un equipo de limpieza a estesector. Nos vamos de aquí. Guardaremosel recipiente en una bolsa y llevaremos aRick con su hijo. Que noche másinteresante, ¿no le parece, cabo?

Montaron en el jeep y se pusieron decamino al hospital. Rick despertódesorientando. Todavía seguía viendoimágenes, aunque muy borrosas. Intentóorganizar todos los datos en su cabeza. Unmeteorito, el accidente de su hijo. Elaccidente. Se giró al teniente parapreguntarle, pero parecía que él tambiénse había dado cuenta

—No se preocupe Rick. Tenemos unaunidad de radio portátil en el vehículo. Sisucede algo, nos llamarán por ahí.

43

Centro médico Walter Reed, Bethesda

Ezequiel aparcó en el parking

reservado. El coronel Sheppard ayudó aRick a incorporarse y a ponerse de piesen suelo firme.

—Cabo, quédese aquí y custodie elvehículo

Ezequiel sacó una caja de cigarrillos.Bart escoltó a Rick por la salida deemergencia. Le pidió que esperase en unasiento y se acercó al mostrador parapedir la información del chico. Rick, conlas brazos apoyados en la piernas y susmanos sujetándole la cara, intentórecordar vagamente esas imágenes en su

cabeza. Fuego, oscuridad y una persona¿quién sería? Lo que más le fascinó fueronesas páginas. Sheppard se acercó a Rick ypuso sus manos sobre sus hombros.

—Vamos capitán, su hijo le espera. Caminaron a través del pasillo. El

cansancio nublaba la mente de Rick. Losescasos metros que le separaban de suhijo se llenaban de esas extrañasimágenes. Cada vez más reales, era comosi el propio pasillo cobrara vida. Cuandollegaron a la puerta correspondiente, nopudo evitar ver la silueta del emblema deaquel extraño libro en la puerta. Pero todose desvaneció cuando Bart agarró el pomoy la abrió. Las imágenes ya no estaban.Miró a su alrededor y todo era normal.Estaba confuso.

Una cama estaba ocupada. El médico yel coronel Sheppard hablaron fuera. Rickcogió una silla. Cogió la mano de su hijo.Paul se despertó. Rick entró en unaespecie de trance. Rick reprodujo a suhijo todas las secuencias y la imagen deese individuo...¿quién era? ¿de dónde era?¿sería su hijo en un futuro? No lo sabía.Paul soltó la mano de su padre Elencefalograma empezó a pitar repetidasveces. Paul empezó a temblar. El medicóle tomó el pulso y sacó una jeringuilla. Elchico dejó de temblar.

—Como le he comentado a su superior,creemos que es necesario operar al chicode inmediato. Tiene varias vértebraslumbares dañadas y podría ser peligroso.En tal caso, necesitaremos su

consentimiento.Había establecido una extraña conexión

con su hijo. Debía significar algo. Algo ledecía que debía sobrevivir, costara lo quecostara.

—De acuerdo, doy mi consentimiento.—Perfecto, una enfermera le dará unos

papeles para que rellene y programaremosuna intervención. Si me disculpan, he deirme.

Rick observó a su hijo. Estabaprofundamente dormido. La anestesia lemantendría así durante unas horas.Sheppard se acercó al capitán y le puso lamano en el hombro. Le indicó que teníanque hablar. Rick se levantó lentamente. Alsalir de la habitación, su mente se vació.Su cuerpo perdió fuerza y se desvaneció

en el suelo del pasillo. Sheppard no tardóen cogerlo como pudo he intentóreanimarle pero no logró ningúnresultado. Llamó al doctor. No perdió eltiempo. Le cogió en brazos y regresó a lahabitación. Le colocó en la segunda cama.El medicó le analizó y su cara era de totalincomprensión. Solicitó un equipo deurgencia.

Intentaron reanimarlo una y otra vez.Empezando con poca tensión hasta llegara los 600 voltios, pero no surtía efecto.Sheppard cambiaba su mirada del padreal hijo y viceversa intentando sacar unaconclusión, y miró hacia la puerta. Tuvouna corazonada..

—¿Veredicto doctor?El médico buscaba una respuesta lógica

pero era evidente que no la había. RickSmutther había sufrido una experienciadesconocida para todos y había muerto.Era la primera vez que todospresenciaban esa situación y no teníanbase para una explicación racional.

—Sigue haciendo falta la firma de unadulto o un tutor.—dijo el doctor mirandohacia la cama del chico.

Bart Sheppard asumió la situación.Después de firmar, se dirigió al doctor yle preguntó si podía usar el teléfono. Laenfermera le acompaño hasta larecepción. Marcó un número y espero.

—Soy Bart Sheppard, quiero informardel fallecimiento del capitán Smutther y elingreso en el hospital militar de Bethesdade su hijo. Quería saber cómo ha ido la

operación de limpieza que antes heordenado.

—Todo satisfactorio coronel. Nosapena la muerte del capitán. No sepreocupe por el chico, recibirá el mejortratamiento. Por cierto, no son los únicosque sabemos del suceso. Unradioastrónomo ha informado de unasextrañas señales de radio. Intentamosponernos en contacto con él. Parece quepodremos poner en marcha el planacordado.—respondió la voz.

—¿Han pensado en algún titular paratapar ambas muertes?

—Lo acataremos a un desafortunadoaccidente colateral. Es una buenaoportunidad para la creación de la granparabólica en Arecibo. La primera fase ya

se ha completado. Tenemos la llamada.Ahora toca intentar responder.—la voz seentrecortó.—Discúlpeme, he de hacer otrallamada.

Bart se alejó por el pasillo y regresó ala habitación.

44

George Brock

Un helicóptero proveniente de la

embajada americana había aterrizado enla base en Kabul. Un hombre alto ycorpulento descendía de la aeronave. Conel maletín en una mano y el sombrero enla otra, avanzó hasta un jeep que seacercaba. Uno de los sargentos delregimiento había sido enviado paraescoltarle hasta el campamento. Elsargento Sam Beckson le dio labienvenida al periodista.

—¿El señor George Brock supongo?—preguntó.

—Mucho gusto. ¿Y usted deduzco quees mi enlace?

—Deduce usted bien, Sam Beckson, asu servicio.—estrechándole la mano—¡Vámonos, tiene mucho que ver!

—Estoy impaciente, créame.El jeep salió del aeropuerto a toda

velocidad. Gracias al techo, Brock evadióel sofocante calor que hacía en eldesierto. Ese calor era asfixiante paraalguien de clima templado.

—Dígame, ¿exactamente que le trae poraquí?

Brock dejó de mirar el frente cálido ymonótono del paisaje. Se abrió lachaqueta. Sacó una pequeña libreta y unlapicero. Él también sabía jugar a laspreguntas.

—Pues principalmente, me hanmandado a hacer un reportaje sobre su

armamento, sus reclutas, elcampamento...ya sabe sargento, al puebloamericano le gusta estar informado. Y sugobierno desea que esté informado. ¿Mepuede adelantar algo? Como el nuevosistema Paveway que están desarrollando,ya sabe, ese del láser de seguimiento oalgo así.

El sargento, se empezó a reír. Le habíasorprendido la información que poseía ylo directo que había sido. Había jugadocon él al principio y se había encontradocon un digno oponente. Agarrando confuerza el volante y con la mirada al frente,pudo vislumbrar el paisaje que lemostraba el campamento, una fortalezanómada.

—Le haré un adelanto George. Estamos

trabajando en los prototipos para lasiguiente generación de bombas guiadaspor láser. Sí, lo que ha oído. No es algonuevo, hace años también se trabaja conello pero los resultados fuerondesastrosos. Actualmente, la historia hamejorado.

—¿Objetivos fallidos?—Es confidencial, pero no va

desencaminado.—Cuando lleguemos a la base, le

presentaré a nuestro científico jefe. Élpodrá explicarle mejor los detalles ypuede que se lleve una sorpresa cuando leconozca.

—¿Ese científico es el profesorBernhard Einstein? Me habían comentadoque había una personalidad de cierto

renombre ahí dentro.—Veo que viene bien informado. Se

nota por qué los periódicos grandes sonasí. Demuestra personalidad.

—Pise el acelerador sargento, mis ojosse empiezan a quemar bajo este infierno.

George Brock se quitó las gafas de soly las limpió. Era la primera vez queestaba bajo un sol tan guerrero y susretinas lo estaban pasando caro. Se volvióa poner las gafas, debía conseguir otrasmejores. Sabía perfectamente lo que teníaque preguntar al ingeniero jefe y no eraprecisamente sobre el armamento. Laprimera fase había salido bien. Ya seencontraba de camino. Todo era cuestiónde tiempo.

45

Campamento Eggers, Kabul,Afganistán

Primavera de 1980, 06.00am El sargento Dick Thompson accedió a

la cabina del piloto. Parecía que todo ibabien. Le informaron que prono divisaríanel punto de encuentro. Dick se alegró deoír esas noticias y se reunió con susreclutas. Su equipo estaba ansioso dellegar, de oler el aire de esa tierra hostil.Deseaban tocar tierra firme. Defender supaís, luchar por él, era su principal

objetivo.—Tío, llegó la hora, en pocos minutos

nos veo corriendo hacía los barracones apor las primeras órdenes, ¿qué me dices?—dijo uno. Su compañero sostenía en sumano una foto de su familia. Rezaba paraque esa misión acabase pronto.—VengaJack, te prometo que volverás a verla, note preocupes tío. Se fuerte. No te mepongas sentimental ahora ¿vale? Cierralos ojos y todo irá bien.

—¿Aún no hemos llegado y ya me dicesque cierre los ojos? En serio, ¿tú puedesdormir por las noches? No lo entiendesStuart. Si me pasa algo no sé qué será deella, en serio, no lo sé.

—Bueno, deja de lamentarte. En elpeor de los casos, le llegará tu pensión; y

en el mejor de los casos podrás decirlaque gracias a mí has estado vivo estosaños, ¿de acuerdo?

—Mi protector y fiel amigo Stuart.¿Qué haría yo sin ti?

Una bombilla roja se encendió. Algosucedía. El sargento fue rápidamente a lacabina, pero por el altavoz un pilotoalertó de que un misil se les acercaba. Elsargento regresó a su sitio

—¡¡Agarraros!!Una gran sacudida hizo temblar el

aparato. Algunos cinturones fallaron y trescompañeros salieron propulsados alcentro de la bodega. El avión descendió yganó velocidad. El piloto intentómaniobrar un aterrizaje de emergencia. Sedio cuenta que no podía hacer nada más.

—Dios, por favor, ayúdanos.Ж

En el exterior de una de las naves delcampamento, un grupo de soldadoscustodiaba su interior. Intercambiabananécdotas, pasaban el rato, saludaban asus oficiales y respondían por el walkietalkie, pura rutina de cada semana. Todoscreían saber lo que había en el interiorpero ninguno lo sabía con certeza. Serumoreaba que un pequeño grupo decientíficos varias nacionalidadesrealizaba pruebas en el interior de esebunker. Las apuestas aumentaban cadanoche en las mesas de juego de las tiendasde los soldados.

Dentro del bunker, el profesor y suscompañeros ultimaban una prueba

rutinaria para observar sus avances. Losplazos iban bien, ningún superior se habíaquejado. Disponían de ocho años paraproporcionar un primer séquito de lanueva generación que estabandesarrollando.

—Creo que es hora de probar unoseñores. Abran el tejado y avisen de ellopor el interfono.—ordenó el profesor.

Sus ayudantes asintieron y sin llevarlela contraria se dispusieron a preparar ellanzamiento. En el centro de la sala, unamesilla de acero soportaba el peso de unabomba del tamaño de un misil. La bomba,de diseño Mark 84, había sido modificadapara realizar ese ejercicio. En la punta delmisil, una cabeza trasparente guardada unreceptor láser que rastrearía la señal

designada para el objetivo en cuestión.Un ayudante indicó por al interfono que

se despejase el área. El techo de labóveda se abrió. Accionando una palanca,la mesa comenzó a inclinarse paraponerse en posición. Bernhard cogió uncontrol remoto.

El cielo estaba despejado y no tendríasentido lanzar el misil sin tener unareferencia. Debía pensar en algo. Unagran aeronave se vislumbró por labóveda. Tenían un objetivo. No era éticolo que pasaba por su mente, pero en elejército, si te pedían resultados, debíasdarlos. A veces resultaban dañoscolaterales y esa aeronave era uno deellos.

—Señor, ¿está seguro?—respondieron

con miedo.—Si impacta, nos pediránexplicaciones.

—Diremos que ha sido un fallo delcircuito. A veces las cosas vienenestropeadas de fábrica y tú no tienes laculpa de ello. Y si nos piden pruebas,quemamos alguno de los circuitos de lasplacas y listo. ¿Alguien tiene algo queobjetar?—ninguno respondió—No sepreocupen yo me encargaré de todo. Aveces hay que hacer lo que hay que hacer.La ciencia siempre ha sufrido sacrificios.No seremos una excepción.

Apuntó el control remoto al motor delavión y ejecutaron el programa del misil.Se resguardaron en una pequeña cámarapara evitar el fuego de la propulsión. Lacabeza del misil se iluminó. El receptor

estaba activado y el misil seautopropulsó. Bernhard miró al cielo ycito la gran frase americana Que Dios osproteja.

—Avisad al exterior de que puedencerrar el techo.

ЖEn la superficie, todo el mundo se

movía de un lado a otro. Intentaronreportar la situación pero la radio nofuncionaba. Todo el personal fue llamadopara despejar la pista de aterrizaje ypreparar un perímetro de un kilómetro deseguridad.

El avión descendía rápidamente. Elmorro del avión impactó contra la entradadel gran hangar. Desde el campamento,todos vieron el accidente. El sargento

Sam Beckson ya había regresado conGeorge Brock y ordenó a varios de losreclutas ir para comprobar lo que pasaba.Sam se dirigió a la única zona delcampamento que le daría respuestas.

ЖPor el interfono, recibieron la orden

de presentarse en el exterior. Bernhardconfirmó la orden y se dirigió a suscolegas. «Pase lo que pase, sólo hablaréyo». Salieron por la puerta acorazada y seencontraron a un pelotón apuntándoles a lacara. El sargento Beckson esperaba unabuena respuesta.

—¿Tiene algo de que informarme?Su cara lo decía todo. No aceptaría ni

miedo y duda, debía ser directo y claro, yeso sabía hacerlo.

—Pues sí la verdad, debería coger eseteléfono vía satélite que tiene usted ymarcar cierto número de teléfono ¿sabe?

Todos fuera de la casa no daban créditoal tono con el científico se estabadirigiendo al sargento.

—¿Y qué número es ese, si puedesaberse?

—El de la empresa que ha fabricado elemisor del rayo láser, por supuesto. Haquedado demostrado que son unosineptos. Y si no me cree, puede probarlo.—Bernhard ordenó a uno de sus ayudantestraer el control remoto. Sin perder tiempo,se la dio a Bernhard.—Aquí tiene,sargento y como puede ver, tengo razón.El láser estaba programado para estar enmodo manual, pero de repente pasó a

automático y esa fue la causa de quesituara el avión como su objetivo, ya quesu función es fijar objetivos como biensabe. El láser se volvió loco y de ahí, elaccidente

El sargento vio que la placacarbonizada no tenía reparación.

—¿Y cuando encontró esto en esteestado?

—Después de ejecutar la prueba,señor. Empezó a lanzar chispas y salirhumo. Cuando nos quisimos dar cuenta, elmisil iba a tal velocidad que la colisióncon el avión era inevitable. Ha sido undaño colateral. No es culpa nuestra.Estaba defectuoso. Lo tiene en sus manos.Si esa pieza no está en un estado perfecto,sabe Dios lo que puede ocurrir.

—¿Y supongo que no podíaautodestruirse?

—Este modelo no trae esa funciónseñor. Eso es en el siguiente, en el quetrabajaremos más tarde. ¿Tiene algunanueva orden, señor?

Sam Beckson miraba la placa calcinaday a la vez pensaba en los dos marines quehabían muerto y en los otros siete quehabían resultado heridos. Era cierto que lasemana siguiente debían realizar unosejercicios de campo para examinar elterreno y, estando en guerra, podía ocurrircualquier cosa. Debía reflexionar.

—¡Bajen las armas, soldados! Todo hasido un accidente. Hoy no morirá másgente. Por cierto profesor, alguien quierehablar con usted.

George se acercó evitando a cadasoldado que se le cruzaba. Bernhardestaba en la entrada del edificio y el restode los científicos junto a él. Todo habíasalido según lo planeado y nadie habíapuesto caras raras.

—Profesor Einstein, ¡BernhardEinstein!

—El mismo, ¿en qué puedo ayudarle,joven?

Era su primer viaje como reportero deguerra y ya había visto bastantes cosas elprimer día y sabía que no debíademorarse mucho en su estancia nimalgastar el precioso tiempo de su jefe.

—Podemos hablar en un lugar,digamos…—observó el sitio, todas lasesquinas estaban vigiladas y la sola de

idea de posibles miradas o chivatos, no lehacía gracia—…más privado.

George señaló su maletín. Debía de seralgo muy importante para exigir un lugarseguro. En esa zona sólo existía un lugarlo suficientemente seguro.

—Claro, amigo. Vamos dentro. El resto—girándose a sus colegas— tomaros unahora libre y luego volved al trabajo.

George se sorprendió de la variedadracial de la situación.

—Sólo por curiosidad, dos de ellos sonalemanes y uno parece extranjero, ¿meequivoco? —le preguntó George en vozbaja.

Bernhard sonrió y no escondió esebrillo en los ojos. En la puerta reforzadahabía un cuadro de control. Introdujo una

clave y giró la manivela. Suavemente fueabriendo la compuerta.

—Querido nuevo amigo. Me alegra suobservación. Le responderé con otrocomentario. Como usted bien sabrá, todainstitución del gobierno tiene su historia.Hasta la NASA se fundó con exnazis yrusos. Es la realidad. Y sí, dos de ellosson europeos y el otro es indio. Losorientales son muy listos, sobre todo enmatemáticas y ese factor nos hace muchafalta aquí para los cálculos. Y dígame,¿Quiere hacerme alguna pregunta sobremis investigaciones o es sobre otra cosatotalmente distinta?

George abrió el maletín y sacó unacarpeta. Había muchas fotos ydocumentos. No entendía de que iba la

cosa.—En realidad vengo a preguntarle

sobre su abuelo, Albert Einstein. Estábien, me presentaré oficialmente si no leimporta.

Bernhard levantó la mirada. Esa era laúnica frase que le había impresionado.¿Quién era ese tipo? ¿Qué sabía de suabuelo? Y lo más importante ¿Pertenecíaa la CIA o al FBI?

—Me llamó George Brock y trabajopara el New York Times. Oficialmenteestoy aquí para investigar el estado de labase, los proyectos y los entrenamientos,cosa que ya sabemos que será positivopara el gobierno y su plan dereclutamiento será un boom.Extraoficialmente, he de hacerle unas

preguntas acerca de sus avances en elarmamento.

—Intentaré ayudarle en lo que pueda.—el miedo le había entrado hasta loshuesos, pero era un miedo de curiosidad.

—Y además—metiéndose la mano enla chaqueta—tengo un mensaje para ustedde parte de su colega, el profesor ThomasBlake, que creo que es más importante.Debería leerlo, deje la carpeta para mástarde.

«Mi querido colega Bernhard CaesarEinstein, soy el profesor Thomas Blake.He de comunicarle que se encuentra enserio peligro. Conocemos su vínculo conla caja que su abuelo extrajo en 1943 yguardó en secreto. No se preocupe, esainformación seguirá siendo secreta. El

problema es que hay un hombre quetambién la está buscando y no será nadaamable con usted, ¿me entiende? Poseerecursos y peligrosos contactos.

Han pasado más de 30 años desde elincidente en Filadelfia y ha habido variosavances en varios campos relacionadoscon el electromagnetismo y el uso delláser. Gracias a las investigaciones deNikola Tesla sabemos que el contenido deesa caja es de vital importancia y debeguardarse en un lugar seguro. Esecampamento, por el contrario, no lo es.

Mi consejo, como colega y amigo, esque se lo transfiera al hombre que estácon usted, el señor George Brock paraque lo traiga de vuelta a Nueva York ypodamos guardarlo, ya que, ambos

sabemos aún quedan menos de veinte añospara que se abra. Sí, conocemos ese dato.Nos costó muchos esfuerzos acceder a losinformes de Nikola. El FBI se nosadelantó.

El acceso quedó restringido unos años.Tenían miedo de que su investigacióncayera en malas manos y se filtrara todo y,en el peor de los casos, se generase unatercera guerra mundial. ¿Se imagina?Terminar una guerra y empezar otra, ¡quelocura, no cree! Sabemos que guardómaterial muy adelantado a nuestra época ytardaríamos en revisarla y estudiarla porlo menos varias décadas más.

Estamos organizando un nuevolaboratorio aquí y utilizaremos técnicasenergéticas que él mismo desarrollo.

Menuda mente. Una pena su extrañamuerte.

En resumen, debe confiar en el hombreque está a su lado. Deberán tener cuidadodurante su estancia. Operen con extremacautela.

Su colega, el profesor Thomas Blake»Bernhard comprendió el mensaje. Ese

hombre estaba sacrificando su vida paraproteger el legado que su abuelo guardódurante años. Era la hora de cambiarlo demanos.

—De acuerdo, usted gana George, lemostraré dónde está. La verdad es quenunca quise guardar esa caja, perosiempre ha pertenecido a mi familia, porlo tanto, no tuve más remedio.

—¿La tiene aquí?—preguntó George

sorprendido—un sitio poco accesible. ¿Ysi sucediera algo en el exterior?

—Precisamente por eso es el mejorlugar, nadie sin mi autorización puedeentrar y sólo yo sé dónde se encuentra.Venga, acérquese.

Bernhard apartó la estructura del centrodonde había estado el misil. Posicionó supie derecho un el azulejo. Una sección sehundió ligeramente en el suelo para elevaruna estructura de cristal de un metro dealtura.

—¿Quiere ver su interior del cofre,señor Brock?—preguntó Bernhard, queríaconocer un poco más a George.

—Se supone que aún quedan treintaaños. Sabe, no me gustan las preguntastrampas. Muestran desconfianza.

—Tenía que intentarlo, entiéndalo. Esla primera vez que alguien me vienepreguntando por la caja.

—¿Nunca?—George le mirósorprendido.—¿Es que nadie del ejércitole ha preguntado nunca por ella? ¿Nosaben de quien es nieto?

—Parece que sus contactos poseen másinformación que los de la gente con la queme rodeo.

—Ya veo. Ahora no me la voy a llevar.Se supone que estaré unos días haciendomi informe. Por cierto, curioso colgante elque lleva puesto. ¿Herencia familiar?

Bernhard miró su colgante y sonrió. Letrajo recuerdos.

—Pues sí, y nunca he sabidoexactamente qué es. Será alguna reliquia

de esas que se pasan de generación engeneración—miró su reloj—Tenemos queirnos, al final el tiempo se nos va de lasmanos.

Bernhard pulsó otro azulejo y laestructura descendió bajo el suelo.

46

Supervivientes

Jack despertó.

La cabeza le daba vueltas. Le veníanimágenes a la cabeza. El avión, eldescenso, una colisión, fuego por todaspartes...la cara de Stuart. ¡Stuart!. Jackintentó levantarse. Se encontraba en laenfermería. Alguien le había trasladadohasta allí. Tenía una vía abierta en unbrazo. Deseaba saber cuánto tiempo habíapasado desde el accidente. En esemomento, otro soldado empezó a jadear ya hablar sin sentido.

—¡Jack! –repitió el mensaje—¿Estásahí?

Stuart estaba vivo. Era buena señal.—¿Stuart, cómo de mal estás?—Llevo un rato despierto. Lo gracioso

es que creía que había muerto y esto erauna especie de tránsito o algo así.

En efecto, le dolía mucho la cabeza. Almenos se había despertado y diferenciabala realidad. Un enfermero apareció por elpasillo. Primero observó a Stuart ycomprobó que su vía estabacorrectamente. Después se dirigió hacíaJack e hizo lo mismo. Jack no pudomorderse la lengua.

—Disculpe, ¿sabe algo de nuestrobatallón? ¿Algún oficial vendrá ainformarnos.—El individuo no soltópalabra. Cogió la carpeta que llevababajo el brazo e hizo anotaciones. Antes de

que desapareciera Jack insistió.—¿Se lovuelvo a preguntar educadamente? Somos marines de los Estados Unidos deAmérica ¿Quién es usted y quién está aquíal cargo?

El individuo se paró en seco. A pesarde llevar una bata de médico, tenía carade militar. A un lado del cuello se podíaobservar una cicatriz que subía hacía lacara. Tenía la cara muy perfilada y losojos de un tono azul verdoso. El hombre,sin girarse, respondió brevemente.

—El sargento Beckson vendrá encuanto termine un asunto. Mi nombre esEzequiel, por si le interesa.

El médico salió de la tienda. Jackintentó levantarse, los efectos de lamorfina empezaban a disiparse. Stuart

seguía quejándose. El que parecía másduro en el avión ahora era el que más sequejaba. Un personaje con gabardina ysombrero apareció en escena.

—Buenas tardes muchachos—saludóSam enérgicamente—¿Cómo están suscabezas? Espero que no se hayaestropeado nada ahí dentro.

—Por mi parte sobreviviré—lerespondió Jack—pero mi compañeronecesitará más tiempo.

Stuart levantó la mano y le hizo unapeineta.

—Sobrevivirá—dijo el sargentoBeckson

—Señor, nuestro compañeros…¿estánvivos? ¿Se sabe algo? Deduzco queestamos en el campamento, pero no puedo

adelantar nada más.El sargento Sam Beckson se quedó

mirando al marine Evans. Su estado erabastante notable para el horribleescenario en el que se habían vistoenvueltos. Los camiones no tardaronmucho tiempo en llegar y escoltar a losheridos. Había sido un milagro. Sólohabían pasado dos horas y los dosmarines ya estaban conscientes. Suscompañeros se encontraban repartidos entres tiendas de enfermería y él aún teníaque pensar en la carta que mandaría a lasfamilias de los fallecidos. Nunca le habíagustado esa parte, pero ya estabaacostumbrado. Había visto mucha carnede cañón esos últimos años.

—Ahorre energías soldado. Ustedes

han sido los primeros en despertar. Porcierto. Necesitaré la ayuda de dos chicosfuertes para unos ejercicios deentrenamiento.

Esas palabras hicieron levantarse aStuart. Jack admiraba la fortaleza de sucompañero. Cuando creía que no habíasolución, siempre se le ocurría algunaartimaña. Era incorregible. Era como unmuro de roca.

—Bien caballeros, cuando estén listos,salgan de aquí y búsquenme.

ЖBernhard acompaño a George al

exterior. Fuera todo operaba connormalidad. Antes de llegar allí, Brock sehabía fijado en un estandarte con elsímbolo de la cruz en la entrada.

—¿Dónde tenéis aquí la enfermería?—haciéndose el distraído.

—Está justo aquí detrás—señalando laelevada tienda que había a pocos metrosde allí.

Por el camino, George tropezó con unmilitar. ¿De dónde ha salido?. Bernhardlo vio y suspiró. Le informó que era elayudante del doctor y que a nadie le dadabuenas vibraciones, por la cicatriz en elcuello y su mirada misteriosa, aunquejugaba bien a los dardos. Era el mejor.

Llegaron a la tienda de la enfermería.En la entrada había varios maletines ycajas de embalaje. En la siguiente secciónhabía cuatro camillas y dos estabanocupadas por dos soldados.

Jack les vio entrar.

—¿Ustedes no habrán visto a un tío conuna cicatriz en el cuello al salir de aquí?.

Ambos asintieron.El sargento Thompson entró en la

enfermería. Se había recuperado delaccidente y ya estaba apto para elservicio. Saludo a las dos personalidades.Bernhard y George se identificaron comoel ingeniero jefe de la base y un reporterodel Times, respectivamente. El sargentoThompson quedó impresionado y sepresentó formalmente.

—Soy el sargento Dick Thompson, yotambién he estado en el accidente, aunquerecibí menos impacto que estos dosmierdecillas. Apropósito, ¿buscan aalguien en especial? ¿Puedo ayudarles?

George se adelantó y le informó de que

estaba haciendo un reportaje sobre la basey quería saber cómo era la enfermería.Thompson le indicó que varias tiendashabían sido improvisadas para meter a lossoldados heridos. George se dirigió haciaJack y le preguntó acerca del accidente.Jack le respondió que gracias al sargentolograron sobrevivir en el avión. Georgelanzó una mirada al sargento Thompsonpreguntando si el chico no lo sabía y elsargento le confirmó sus sospechas.

Bernhard, en parte, se sentíaresponsable de su situación, perodesconocía el interior de ese avión y sutrabajo requería pruebas concienzudas, yese objetivo, era la mejor demostraciónque se le había asomado. En ese momento,Sam entró en la tienda y vio que se

celebraba una gran reunión. Le sorprendióla diversidad del encuentro.

—Profesor, señor del Times,Thompson, Jack, Stuart ¿qué tal la fiesta?¿Se portan bien?

—Yo venía a por los chicos. En unahora nos trasladaremos para hacermaniobras a unos kilómetros y probaralgunos juguetes que llegadorecientemente.

Stuart se levantó de la cama. Jack yaestaba preparado desde que habíanentrado los invitados. Los dos soldados sepresentaron ante su sargento y salieron dela enfermería.

47

Piso franco, Kabul, AfganistánNoviembre 1989

El día iba a complicarse más de lo

habitual.Habían recibido el aviso de células

activas en la zona sur de la ciudad. Elcalor del sol apretaba con fuerza. Lasdoce y diez del mediodía marcaba el relojde Jack. Stuart limpiaba las armas paraevitar cualquier sorpresa durante lapróxima media hora. Todo debía seguirsegún el plan.

Los compradores se retrasaban. Algono iba bien. No les habían comunicadodisturbios en la zona. Alguien llamó a lapuerta. Las ventanas estaban tapadas contablones de madera. Había un tejado queles comunicaba con el edificio de al lado.Una única vía de escape alternativa.Llamaron una vez más a la puerta congolpes discontinuos. Era la señal. Jackmiró a Stuart y le señalo que abriera lapuerta.

Tras la mirilla vio dos hombres. Ellosenseñaron un maletín. Stuart les pidió quelo abrieran. Stuart pudo comprobar quecontenían fajos de dólares precintados.Todo iba bien. Abrió la puerta y les invitóa entrar. Jack se dirigió a dos grandesbaúles que tenían bajo las ventanas.

Baterías de lanzacohetes, morteros de120mm y lanzagranadas chinos, deimitación a los RPG soviéticos. Loscompradores, pertenecientes a un grupoislamista que luchaba contra los rusos,quedaron bastante sorprendidos, peroJack se guardaba un as bajo la manga. Loscompradores depositaron el maletínencima de una silla y Stuart procedió aregistrarlo. Un millón de dólares por lamercancía. El mercado negro se pagabamuy bien. Stuart le dio el visto a bueno aJack y procedió con el segundo baúl. Losinvitados estaban atónitos. Misilesantiaéreos FIM-92 Stinger.

—Un regalo del tío Sam—giñándolesun ojo.—si necesitan algo, estamos a suservicio.

Los hombres agarraron un baúl y sedirigieron a la puerta. Jack sacó unpaquete de tabaco de uno de los bolsillosy se encendió un pitillo. Lo peor del díaya había pasado. Miró por uno de loshuecos de la ventana. Todo parecíanormal. La vía de escape seguía intacta.Los afganos regresaron por el segundobaúl. Escucharon un sonido familiar quevenía fuera del edificio. Jack se levantóde la silla y Stuart se acercó a la otraventana. A lo lejos se divisaba unhelicóptero.

—¿Problemas?—preguntó JackStuart estaba confuso. Nadie les había

avisado de la entrada de ningún transporteen ese perímetro. Se escuchó un golpe enel piso superior. ¿Los afganos? ¿Qué

hacían arriba?—¡Serán hijos de puta!—exclamó Jack

—¡Stuart, al suelo!Un helicóptero lanzó ráfagas de balas

sobre el piso franco. El maletín cayó alsuelo polvoriento y algunos de lospaquetes de billetes se desprendieron.Stuart los recogió y cerró el maletín. Lasmaderas de la ventana se partieronpermitiéndoles ver mejor el helicóptero.

Llevaba el emblema de los marines. Lasituación no tenía sentido. Pero cuando sefijó mejor en el piloto, comprendió queera una trampa. Ese no era americano.Alguien había filtrado la hora de lareunión. Se escuchó un zumbido en el aire.Los afganos habían usado el Stingercontra el helicóptero acertando en su cola.

Por sorpresa se encontraba lo bastantecerca del tejado para que dos hombres sebajaran.

—Jack—insinuó Stuart—tenemos queirnos ¡ya!

Stuart y Jack se arrastraron hacía lapuerta. Stuart levantó un poco la cabeza.Uno de los soldados le vio y le empezó adisparar. Stuart saltó hacía la puerta. Jack,ante la peligrosidad de la situación,desenfundó el arma, visualizó al soldadoy le disparó en el pecho. Pero este seguíade pies y aceleró hacía la ventana. Teníanque improvisar.

—Tú baja por las escaleras, yo meencargo del tejado!—gritó Jack—Nuestros amigos ya se han encargado delhelicóptero..

Stuart obedeció a su compañero. Sedirigió a las escaleras. Le habían dado enuna pierna, pero podía aguantar el dolor.Sólo tenía que llegar al jeep para quepudieran escapar. Pero antes queríacomprobar la situación del piso superior.Se arrancó un trozo de tela e hizo presiónen la herida..

Subió por las escaleras y vio uno de loscuerpos. El muerto no llevaba nada en lasmanos. Se acercó con precaución hasta elbalcón del siguiente piso. El segundohombre yacía muerto. A un lado estaba elmaletín. Stuart no se lo pensó dos veces.Sacó una recarga del baúl, preparó elStinger y apuntó hacía el helicóptero queaterrizaba en la calle. Lanzó el proyectilcontra la cabina del aparato. El

helicóptero pasó a ser historia. Cogió elmaletín y se dirigió a la planta baja. Saliódel edificio y se giró a un almacéncercano. Debajo de una gran lonadescubrió su medio de huida. Tenía lasllaves puestas. Escuchó varios disparos.Jack estaba en peligro. Pisó el aceleradory sacó el jeep a la calle.

ЖJack se arriesgó y salió al tejado.

Consiguió abatir al enemigo. Presenció unsegundo misil que impactó en la cabinadel helicóptero. La onda expansiva lepegó de lleno y cayó por el lateral deltejado. «¡Maldito Stuart! ¿No piensa?».Se agarró como pudo. Debajo había unatejavana. Una bala pasó cerca de su cara.El piloto había sobrevivido. Cuando vio

el uniforme entendió la situación. Allí lafunción de lo Estados unidos era sólocooperativa con los afganos. Susenemigos eran los rusos. Habíanconseguido camuflar su helicóptero parapasar desapercibidos. «¡Enhorabuena!,pero hoy no me toca morir. Me esperan encasa». Disparó hasta que abatió alobjetivo. Un vehículo apareció. EraStuart. Jack se lanzó a la tejavana, nosoportó su pesó y aterrizó en el suelo.Observó que su compañero tenía la piernasangrando.

—Mejor conduzco yo. No quiero mássorpresas. No me repliques.—Advirtióque llevaba consigo el maletín.—¿Que lesha ocurrido?

—Estaban muertos cuando llegue. Las

balas debieron alcanzarles. Nadiepreguntará por el maletín. Mejor tenerlonosotros ¿no?

Stuart llevaba razón. El dinero levendría bien para su familia.

ЖStuart abrió la guantera y encontró un

mapa. Tenía varios puntos señalizados.Debían travesar la ciudad para alcanzar elcamino principal. No disponían de tiempopara perder. Otro helicóptero podía estarbuscándoles. Jack apretó el acelerador.No había sorpresas. Alcanzaron la víaprincipal. Estaban al descubierto.

Escucharon el sonido de un segundohelicóptero. Jack mantuvo la velocidad.Pidió a Stuart que comprobará la parte deatrás. Había dos pequeños baúles. Abrió

uno de ellos y encontró un lanzagranadas.—Algo es algo—dijo Stuart—

Lanzagranadas GP-25.—Prepárate porque vas a tener trabajo.Se adentraron en una camino campestre.

A los lados tenían terrenos de cultivo. Elhelicóptero les siguió a los lejos yempezó a disparar. Lanzó un misil pero seestrelló en uno de los campos. A lo lejos,se podía ver un pequeño aeropuerto.Debían deshacerse del helicóptero loantes posible. «¡Stuart!—gritó Jack!».

Stuart preparó el arma. Tenían variasposibilidades. La primera cayó debajo delobjetivo, provocando que se elevara unpoco. La segunda granada rebotó en laventana del aparato y la explosiónprovocó que se fracturara. Ya tenía un

hueco por donde hacer puntería.—Date prisa—dijo Jack—ya casi

hemos llegado.—Ya está, la última y les dejamos

atrás.El helicóptero empezó a disparar pero

Stuart no le dejó tiempo. La granada entrópor la ventana. El helicóptero hizomaniobras peligrosas. Cinco segundosdespués, Stuart presenciaba un aterrizajeforzoso envuelto en llamas. Se giró y serecolocó en el asiento.

Pero la situación no había terminado.El helicóptero llevaba tal inclinación quela hélice tocó con el suelo y se partió.Jack mantenía la mirada al frente. Dereojo pudo ver dos aspas de la hélicepasar por su lado a gran velocidad. Un

metro más y les habría pasado porencima. Jack le lanzó una mirada deadvertencia a Stuart

—Nadie es perfecto—respondió sucompañero.

A lo lejos, la hélice alcanzaba unos delos helicópteros del aeropuerto dejándoloinoperativo. Unos soldados aparecieronen la zona. Cuando vieron al helicópteroen llamas comprendieron quien era elculpable

—Espero que no nos disparen.—dijoStuart.

—¡Somos americanos!—gritó Jack—haz la señal.

Stuart buscó la bandera. Resultabairónico que siendo aliados tuvieran queidentificarse de esa manera, pero así era

la realidad. Un soldado se acercó en unjeep y les hizo señas. Dos soldadospintaban otro helicóptero con el símbolode la OTAN. Esa era su vía de escape. Notenían opción.

Jack saludó al soldado. Le propuso untrato. El maletín por el helicóptero. Elsoldado accedió al canjeo. Dio un aviso alos otros soldados para que abandonaranla zona. Stuart sacó su pistola y disparó aambos soldados. Cayeron al suelo. Susuperior, sorprendido por la escena,intentó sacar su arma. Stuart remató elplan. «Lo siento, así son las cosas—dijoJack». Jack cogió el maletín y sedirigieron al helicóptero

Una hora después, visualizaron elcampamento.

Stuart le confesó la idea de repartirseel dinero para evitar que se lo confiscarael ejército. Casi habían perdido la vidacon ello y nadie se lo iba a quitar. Jackestaba de acuerdo. Era un buen plan deemergencia. Nadie sabía si volveríanvivos a casa.

—Te ayudaré a guardarlo, pásame unosfajos.—le dijo Jack

Stuart buscó cinta adhesiva en elbotiquín de primeros auxilios. Se quitó lachaqueta. Se pegó el dinero a lo largo delcuerpo. Tiró el maletín por la ventana y seolvidaron de él.

Jack llamó por radio a la base paraconfirmar su presencia.

—Base, aquí los soldados Evans yManfree. Estamos llegando en un

helicóptero de la OTAN. No disparen.Repito. No disparen.

—De acuerdo. Todo en orden.Aterricen con cuidado.—respondieron.

48

Enfermería

El sargento Beckson circulaba por el

área de comunicaciones. Habíanestablecido un pequeño hangar con variasantenas parabólicas para tener conexióndirecta con el cuartel general en Virginia.Poseer su propia red de comunicaciones,MILNET, les proporcionaba privacidad yuna mayor seguridad a la ahora de movergrandes cantidades de información.Beckson estaba allí al mando y todopasaba a través de él.

—Señor, detectamos un objeto en elradar acercándose.—dijo uno de lostécnicos.

—Especifiquen. ¿Qué tipo de objeto?

—Intentan ponerse en contacto. Son lossoldados Evans y Manfree. Han finalizadosu misión. Vienen en un helicóptero. Pidenacceso para aterrizar.

—Por fin han terminado.—dijo Sam—de acuerdo, denles permiso y avisen alsargento Thompson de su llegada.

Dick Thompson se dirigió a escoltarles.Notó que Stuart caminaba de formaextraña y observó el torniquete de supierna. Jack parecía intacto. Se quedósorprendido por el camuflaje delhelicóptero. Era un buen trabajo.

—Veo que todo ha ido bien, ¿no?—preguntó Thompson.

Los dos le echaron miradas asesinas.No había sido fácil salir de ese callejón.Debía haber un topo ahí dentro.

—Conocían el punto de encuentro Dick.Alguien se lo ha dicho a los rusos..

—Pues de aquí no ha podido ser. Elsistema está cerrado en esta base.—sepasó la mano por la barba—Jackacompaña a Stuart a la enfermería y que lemiren esa herida.

ЖEl gobierno intentaba tener cuidado de

que ningún soldado acabase físicamenteindispuesto para el servicio activo. Eranpiezas muy valiosas. Al entrar en laenfermería, vieron que sólo había unacama ocupada y otras dos con las sábanasrevueltas. Alguien había tenido suerte derecibir el alta médica. El doctor seencontraba examinando al pacienteinterino. Jack acomodó a Stuart.

—Doctor, le traigo un herido,cuídemelo ¿de acuerdo?

El doctor Ezequiel Jamil, habíaascendido en la jerarquía militar deayudante a médico jefe. Su acento orientalle había abierto puertas y algunoscontactos. Se quitó sus gafas de leer yechó un vistazo a la nueva mercancía.Cuando vio a Stuart no pudo evitarresoplar y lanzar una rápida mirada haciael techo.

—¿Otra vez usted, señor Manfree? ¿Nole tengo dicho que evite tener accidentes?¿Sabe lo que ocupa su historial médico enel armario? Ni se lo imagina. Creo que vaa batir el record de este campamentodesde el primer día que entró. ¿Me estáescuchando?

Stuart, tumbado en la cama, escuchabael humor retorcido del doctor mezcladocon sarcasmo. No pudo evitar echarse areír. Jack cogió una almohada y lesilenció.

—Espero que ese ruido sea de unahiena…—respondió el doctor.

Ezequiel se dirigió a un armario y sacóun maletín. Lo desplegó en su mesa.Empezó a sacar botes y un set deherramienta médica. Jack sabía que eranesos botes. El doctor iba en serio.

—Stuart, baja el volumen.—dijo Jacken un susurro

Stuart giró la cabeza para mirar a Jack.Observó su mirada seria. Después volvióa mirar al doctor. No le gustó lo que vio:cloroformo, diazepán, jeringuillas,

material quirúrgico y tubos de goma.—¿Y qué ocurriría si lo fuera?—

preguntó Jack al comentario.—Verán, la hiena es una especie única

y no posee subespecies. Por eso me gusta.Son capaces de acercarse a asentamientoshumanos en busca de sobras de comida.—el doctor cogió un aparato que poseía unapalanca y un gatillo. Agarró unas nuecesque tenía en una bolsa y accionó lapalanca. Se produjo un ruido sordo ypotente. Como el crujir de un hueso. Stuartse calló en el acto.—Sus mandíbulas sonincreíbles. Por eso uso este chisme. Merecuerda a ellas.—se giró a Stuart y semetió varios trozos de la nuez en la boca.Dígame señor Manfree ¿Ha mitigado eldolor?

Stuart estaba en fase de ponerse pálido.Su cara había experimentado todos loscolores. Color carne al entrar a laenfermería, color rojo de la sesión dehumor, color azul al ver el maletín y colorblanco al escuchar el sonido de la nuez alpartirse. Nunca lo olvidaría.

—De momento le daré un sedante paraque descanse y mañana veremos qué tal seencuentra.—Ezequiel se fijó en la piernade Stuart. Tenía un disparo de bala serio.—y le coseré cuando este dormido.

Ezequiel regresó con el otro paciente.Llevaba consigo los dos tubos de gomadel maletín.

—Por favor Jack—Stuart agarró lamanga de su amigo—no me dejes aquísólo con ese lunático. Te lo digo en serio.

No te lo perdonaré.Jack, perplejo, no se creía que su amigo

le estuviera suplicando que se quedaráallí. No era propio de él. ¿De verdadtenía tanto miedo?

—Stuart, tío…en serio. No es paratanto. Sólo serán unas horas. Despuésvolveré. Te lo prometo. Además tendrásque sacarte el dinero de la ropa si noquieres que te lo descubran—dijo Jacksusurrándole.

—Se me había olvidado. Busca unabolsa.

Recordaba que en la entrada habíabolsas de basura para los residuosclínicos. Cogió una y regresó hasta lacama. Se abrió la chaqueta y echó losbilletes. Mientras, observaban como

Ezequiel inyectaba morfina al soldado

Cogió otra jeringuilla del maletín yse dirigió hacia Stuart.

—Señor Evans, si es tan amable desujetar a su compañero para dejarledescansar unas horas, se lo agradecería.

—Claro doc.

—¿Tu sueñas, no?—respondióStuart. Pero debido a la pérdida desangre no tenía fuerzas para sublevarsee impedir que le sujetaran. No teníaopciones—Por favor…

—No se preocupe Stuart, no seacordará de nada de los últimosminutos. Eso es lo bueno de esta

técnica. Creerá que no ha pasado nada.

Jack sujetó a Stuart de los dosbrazos. Resultaba irónico que alguientan nervioso se sintiera indefenso.Llegaba a ser incluso…divertido.

—Todo suyo doctor.—confirmóJack.

Ezequiel comprobó que lajeringuilla estaba a punto. Sujetó aStuart del brazo y una sensaciónextraña le recorrió el brazo. Ya habíanotado esa sensación mucho tiempoatrás. Treinta años atrás exactamente.

—Doctor, estoy preparado. Cuando

usted diga.

Ezequiel reaccionó. Le introdujo lajeringuilla y el líquido fue penetrandopoco a poco en el torrente sanguíneo.Los brazos de Stuart cayeron sobre lacama y enseguida se durmió.

—Pase mañana por la mañana arecogerle. Mientras, aproveche paragestionar cosas. ¿Cuándo fue la últimavez que pidió un permiso, señor Evans?

Un permiso. Regresar a casa.Llevaba siete meses metido en esaoperación de Kabul. Cada día rezabapara despertar y que fuera el último.Tenía su dinero y el de Stuart.

—Hace tiempo doctor, hace tiempo—suspiró—ya ha llegado la hora de undescanso

—Eso suena bien Jack.—le dirigióuna mirada de aprobación. Jack salió dela enfermería, pero antes cogió otrabolsa para su dinero y le echó un últimovistazo a su compañero y amigo.

Que inesperada era la vida. Creesque lo has visto todo y siempre hay algonuevo que te sorprende. Misterios deldía a día. Se dirigió a su barracón paradejar el dinero. No deseaba mássorpresas. No había nadie a sualrededor, excepto un soldado haciendoguardia distraído con unas fotografías.

Accedió al recinto y se dirigió a su zona.

Ezequiel se sentó en una silla yreflexionó. Había experimentado unestado casi onírico. Stuart se habíaenvuelto en un halo de energía. Pareceque todavía quedaba por reclutar a másmiembros. Stuart podría significar unapieza importante de su proyecto. Debíainformar a su jefe cuando le fueraposible.

Recordó la primera vez que sintióesa sensación, tras el incidente delmeteorito. Su jefe, Bart Sheppard lealistó. Los dos habían visualizadoimágenes que recibirían de los futurosintegrantes para un proyecto que

cambiaría la visión y el futuro delmundo. Individuos, que de algunamanera, habían sido elegidos por elantiguo libro y que tanto a él como a susuperior, les había mostrado un futurode posibilidades y proezas ilimitadas.

Él había sido elegido por sucapacidad de ver dentro de aquellaspersonas que poseían un estado especialpara contactar con las antiguasescrituras de esas páginas. Cadapersonalidad era única y su informacióntambién lo era. De momento, la personamás poderosa que conocía era BartSheppard. Él había sido testigo delpotencial destructivo y monetario de lacodicia y el egoísmo de la raza humana,

y eso le convertía una persona muypoderosa e influyente.

Otros habían sido testigos de cómocontrolar a la población con simplesfalacias como la imagen y lapopularidad, la nutrición y lasepidemias, la ira y la protección, lossistemas monetarios mundiales, la gulay la ebriedad, la ira y la soberbia…ycómo utilizarlos para sus propiosbeneficios y expansiones. A veces se lesacusaba de manejar los hilos, para ellossólo era cuestión de acción y reacción.Selección de objetivo y resultado. Nadamás.

49

Libertad

El barracón estaba vació. Jack y Stuartdormían en la sección del fondo, enliteras una enfrente de la otra. Cadasoldado poseía una taquilla y su llave deseguridad. Con los años, se habíanvuelto como hermanos y cada unoposeía una copia de cada llave. Jack segiró para comprobar que no entrabanadie. Separó su parte del botín y loguardó en la otra bolsa. Quinientos mildólares cada uno Abrió la taquilla deStuart y guardó su parte. Fue a sutaquilla y guardó su bolsa. Le quedabapedir ese permiso y largarse en elsiguiente vuelo a Estados Unidos.

La puerta del barracón se abrió.

—Jack si no estás muy ocupado, megustaría hablar contigo—le preguntóThompson.

Era Dick. Jack se alegró. El hombrecon quien quería hablar. Su superior yalguien de confianza.

—Sargento, precisamente le estababuscando sargento. Buscaba algo de pazy tranquilidad, ya sabe.

—Te tengo dicho Jack que mellames por mi nombre cuando no hayaningún oficial cerca. Ya son muchosaños. Casi diez para ser exactos. A

veces tanta formalidad llega a cansar.Dime, ¿en qué te puedo ayudar?

Jack saboreaba el momento.

—Me gustaría solicitar un permisode…

—Concedido, el tiempo quenecesites Jack.—Thompson no le dejóterminar la frase. Jack le mirósorprendido.—No sé de qué tesorprendes. Los de arriba conocen tuhoja de servicios. Es más, te estababuscando precisamente para ofrecerteun año de permiso prorrogable. ¿Noestá mal verdad? No habrá ningúnproblema. Te lo has ganado. ¿Oye, que

tal se encuentra Stuart? Ese disparo enla pierna no tenía buena pinta.

—Pues el doctor le ha sedado y hacomentado su gusto por las hienas.

Dick empezó a reírse. Primero pocoa poco, después el sonido se volviósordo. Le debió haber hecho muchagracia. Acabo recostado en la terceralitera del barracón.

—¿Cuál es el chiste?—preguntóJack estupefacto.

Dick se tranquilizó. Eso no eraprofesional. Pero hacía tiempo que nose sentía de esa manera. Jack nunca le

había visto reírse así tampoco.

—Supongo que Stuart hizo enfadara Ezequiel y después empezó a reírse¿no es así? Es típico de él. Es su manerade aterrorizar al personal. La verdad esque nunca he sabido el porqué de esahistoria. Pero siempre ocurre lo mismo.Es un tipo curioso. ¿Quién no lo es?Pero hay un pequeño problema.

Jack se puso tenso.—Tendrás que esperar hasta mañana

por la noche para el próximo vuelo deregreso. Hasta entonces, descansa, date unpaseo por la base, despídete, haz lo quequieras.

Jack se sintió afortunado de haber

podido dejar atrás esa pesadilla. Eracuestión de horas que regresará a losbrazos de su mujer y de jugar con su hijopequeño. Les echaba de menos.

50

MILNET

Ezequiel se dirigió a la entrada delcomplejo de seguridad. El hombre alcargo era el sargento Sam Beckson y erael único intermediario entre la base y elmando militar. Gracias al general,Ezequiel había conseguido su pase deseguridad. Todo estaba a oscuras.Encendió las luces.. Descendió por laescalera de caracol y usó uno de losordenadores de la red.

Ezequiel había aprovechado la hora del

desayuno para entrar allí y no encontrarsecon nadie. Introdujo su nombre en clave ysu clave de acceso. Estableciócomunicación con el mando militar parareportar la información sobre el estado deStuart. La señal tardaba en llegar. Se pusocómodo en la silla y esperopacientemente. La línea se estableció.Tenía vía directa con el general. .

# Doctor Ezequiel Jamil.# He descubierto un nuevo enlace para

el proyecto.# Soldado Stuart Manfree. Ha sido

herido en combate en una pierna.# Ha sido una sensación diferente.

Prometedora.# Creo que puede ser el elegido para el

papel.

# Espero instrucciones.La barra de progreso se fue

completando La red seguía en fase depruebas. Esa era la peor parte. Llegaronnuevas instrucciones.

# De acuerdo doctor. Seguiremos suintuición.

# Ofrézcale un puesto en inteligencia.Que curiosee.

# Que el mismo pida acceder alproyecto.

# Siga informando.Desconectó el equipo. Se dirigió a la

escalera de caracol. Un oficial decomunicaciones le sorprendió.

—Bueno días doctor, un poco prontopara bajar aquí, ¿no cree?

—Nunca es demasiado pronto cuando

puede sonar una alarma queridocompatriota. Toda media es mínima.Recuérdelo.

—Tiene usted razón doctor.Había completado su misión. Ahora

debía regresar a la enfermería y darle elalta a Stuart. Y por qué no, una sugerenciasobre su nuevo destino.

ЖStuart despertó. Estaba desorientado.

No se acordaba de cómo había llegadohasta allí. Se sentía cansado ¿Cuántotiempo llevaba ahí dormido?. Intentoapoyarse en el suelo pero la propiagravedad pudo con él. Necesitaba calentarlos músculos. Su peor temor era no podervolver a andar perfectamente.

El doctor Jamil entró por la puerta.

—Buenos días, Stuart. ¿Qué tal seencuentra?

Stuart se llevó la mano a la cabeza eintentó despejarse.

—¿Cuánto tiempo llevo dormido?—Dos días caballero. Ha estado dos

días durmiendo como un tronco. Tranquilono le ha pasado nada. A ver esa pierna.—Cogió una silla y la acercó a la cama. Eldisparó había sido cerca de la rodilla.Con suerte no tendría mucha cojera. Peroal principio la sufriría bastante.—Intentélevantarse señor Manfree.—dijoseriamente. Stuart dubitativo, apoyó lapierna.—De unos pasos Stuart—Stuart sementalizó. Le dio un pequeño pinchazo yse volvió a sentar. —no es el fin delmundo Stuart, en serio. Hay muchas cosas

para hacer. Aun puede seguir disparando,por ejemplo.

—Pero no puedo salir a campo abierto.No con una cojera.

Ese era el momento que Ezequielestaba esperando. Stuart necesitabamotivación.

—Señor Manfree, ¿qué opinaría decambiarse de sector?

Stuart se giró y le miró confundido.—Ilústreme.—Qué opina de pasarse a inteligencia.

Estaría al tanto de la información,filtraciones, operaciones, tácticas…todoeso. ¿Sabe algo de ordenadores? En casode que no sepa, yo mismo le enseñaré.

Ezequiel le enseño su pase de acceso.Stuart se quedó estupefacto. Siempre

había sentido curiosidad por los procesosy trámites que se llevaban a cabo en lasmisiones. Procesar las informaciones delos espías y de cómo se organizaban lasmisiones.

—Siempre se puede aprender. Laverdad es que estoy interesado. ¿Conquién debería hablar del tema?

—No se preocupe Stuart—Ezequielhabía completado la misión—,yo meencargare de todo. Ahora debe volver a subarracón y practicar.—Ezequiel se dirigióal gran armario de la enfermería, lo abrióy sacó un par de muletas.—Con estas dos.Deberá llevarlas hasta que vuelva aaprender a andar con esa cojera. Noquerrá que le dé un calambrazo y caerseal suelo. Aquí en la base, ¿verdad?

La respuesta era obvia.—Ahora túmbese para que le cambie el

vendaje.—No quedaría mucha cicatriz.—Bien muchacho, ya puede irse. Ande concuidado. Luego iré a buscarle yhablaremos de tu traspaso. Practique.

Por fin respiraba aire fresco. Dos díasingresado era demasiado tiempo. Laimagen del maletín le vino a la memoria.¡El dinero! ¡Jack! Se quedó pensando. Ellugar más lógico donde lo hubieraguardado sería en el barracón. Su ánimose levantó. Lo necesitaba.

Escalón a escalón fue subiendo. Sucama estaba al fondo de la habitación. Sedirigió a su taquilla. Sacó su llave. En elllavero también tenía la de Jack. Dentroestaba la bolsa. Nervioso, la colocó

encima de su litera y la abrió. Ahí estabael dinero. Quinientos mil dólares. Sucompañero había cumplido su parte. Sujubilación. Su inversión. Su futuro. Volvióa guardar la bolsa en la taquilla.

Un soldado entró al barracón y le avisóde que el doctor le estaba buscando.Stuart, con el ánimo por las nubes y conganas de empezar en su nuevo destino, fuedisparado hacia la entrada.

Ж—Hola doctor, ¿Cuándo empezamos?Ezequiel exclamó una profunda sonrisa.—Con calma chico. Primero quiero que

te familiarices con el equipo, ¿deacuerdo? Vamos, sígueme. Aquí tienes unpase temporal.

Se dirigieron a las instalaciones de

MILNET[24]. Ezequiel le pidió a Stuartque usará su pase. Tenía acceso. Stuartentró primero. Había pillado práctica conlas muletas. Cuando llego a las escalerasse bloqueó. No sabía cómo bajarlas.Pensó de varias formas, pero ninguna lesalía rentable. «Stuart, podrías…—empezó a decir Ezequiel». Pero no se lopensó dos veces, solo eran escaleras. Seagarró a la barandilla y empezó a bajarla.«Increíble.—pensó Ezequiel» Llegó alprimer subnivel. Observó que había otraescalera de frente en el piso inferior. Seapoyó en la barandilla y bajódeslizándose. Ya pensaría como frenarcuando llegase abajo. «¡Stuart espera!—gritó». Cuando llegó abajo vio variassillas y se dejó caer en una. Ezequiel le

aplaudió.—Enhorabuena. Estoy impresionado.

Lo has sabido llevar…—contemplando laescena—con filosofía.

—Gracias doc. Y dígame, ¿cuál es miordenador?

—El que tú quieras, son de libreacceso para el personal. Toda lainformación esta almacenada en esamatriz de ahí—señalando el aparato másgrande de la habitación.—hazme el favory pulsa ese botón circular, debajo de lapantalla, ahí.—indicando con el dedo.

En la mesa había una pantalla y unaparato rectangular enorme. Encontró elbotón circular. La pantalla empezó amostrar información.

—Ahora se está cargando. Pronto

llegara a la base de datos.Apareció una lista numerada dividida

en dos columnas verticales.—Esas son las áreas de los proyectos.

Hay de todo. Desde misiones, informes,expedientes, estrategias, operaciones,proyectos abiertos…

Stuart procesaba la información queobservaba. Estaba dentro. Estabaviéndolo esas carpetas y expedientes quesiempre llevaban los jefes y superiores enmaletines. Él también podría estar al tantode todo. Ezequiel observaba a Stuart.Todo había salido a pedir de boca. Sólohacía falta que indagara un poco yencontrara lo que debía buscar paraempezar la siguiente fase. Todo debíaparecer normal. Casual. El general estaría

contento. Sin dudarlo.—Te dejo aquí un rato. Si encuentras

algún área o proyecto que te interese,házmelo saber, ¿de acuerdo?

Ezequiel se retiró. Su papel habíaconcluido.

Stuart siguió navegando por lascarpetas. Ninguna le llamaba mucho laatención. Había oído hablar de todas entrelos compañeros, en las comidas y lasrondas nocturnas del campamento. Hastaque encontró una carpeta extraña.

# Proyectos abiertos. Nivel deseguridad#

# Proyecto Echeleon. Proyecto Arpanet.Proyecto SURAN. Proyecto Orwell.Proyecto Ciclón. Proyecto A119…Proyecto Luz azul.

Esa última carpeta le desoriento.Proyecto Luz azul . ¿De qué iba esto?Accedió a la carpeta. Lo que descubrió ledejo sin habla.

# Inventor: Nikola Tesla.# Proyecto: Energía infinita# Aplicaciones: todos los campos.# Clasificado por el FBI en 1943 como

alto secreto.# Inventos: radio, motor de corriente

alterna, microscopio electrónico, avión dedespegue y aterrizaje vertical, resonancia,radar, submarino eléctrico, Bobina deTesla, Rayo de la muerte, control remoto,Rayos X, control climático, transmisiónde información por métodos inalámbricos,sistemas electromagnéticos, extracción deenergía de la Tierra….

#…Transferencia inalámbrica deenergía.

«Este tío fue un genio».Las horas iban pasando. Leyó cada

informe sobre el científico. A veces salíanreferencias relacionadas con otrosproyectos de la lista: seguridad, armas,aeronáutica, misiones al espacio…

Cuando se quiso dar cuenta ya era denoche. Se había encerrado en una burbuja.Se había decidido. Deseaba investigaresos campos. Si Ezequiel le conseguía esepermiso, con el dinero de la misión deKabul y haciendo buenas inversiones,podría hacerse de oro.

Estaba agotado. Era la primera vez quese encontraba metido de lleno en algo detal calibre. Había podido acceder a

expedientes de años atrás, años setenta,sesenta, cincuenta, cuarenta...que nuncahubiera imaginado que existiesen.Operaciones tanto a nivel militar como alo civil: control de población, método deagricultura, fármacos experimentales,transacciones de bolsa, búnkeressubterráneos, ciudades subterráneas portodo el estado....hasta propuestas de basesmilitares en la luna.

Stuart apagó el equipo. Empezó asospechar que ese lugar era una pruebapara observar si se asustaba o si tenía unaactitud seria y firme. Les sorprendería verde lo que era capaz. La informaciónsiempre había sido y sería, poder.

ЖEl amanecer llegó y Stuart estaba

impaciente por reunirse con el doctor.Tenía el equipaje preparado. Al salir delbarracón había mucho movimiento. Lapierna le dolía menos. Se digirió a laenfermería pero estaba desierta. Se leocurrió ir a las instalaciones de MILNET.Usó la tarjeta pero la luz salió roja. Lovolvió a intentar, pero nada. Se encendíala luz roja. Sus temores se hacíanrealidad. Había sido una prueba. Un jeepse le acercó por detrás.

—¿Es usted Stuart Manfree?—preguntóun soldado.

No le hizo gracia esa situación, pero lomejor era mantener la calma y seguir eljuego.

—Soy yo. ¿Le puedo ayudar?—El doctor Jamil me dijo que le

podría encontrar aquí. Le está buscando.Dice que se dé prisa y se dirija a laentrada el campamento.—Ambossoldados se quedaron mirando el uno alotro. Era mucho recorrido para Stuart..—le podemos acercar.

—Gracias compañero, me vendría biendescansar la pierna.

En la entrada del campamento habíavarios vehículos y varias personalidadesque Stuart nunca había visto. Entre elloshabía una mujer trajeada, de aspectoeuropea, con una mirada que helaba lapropia sangre. Debía ser importante,porque nadie se atrevía a mirarla a losojos. Excepto Ezequiel que le dirigió unaspalabras. El resto eran tres hombrestrajeados. Uno parecía europeo, otro era

afroamericano y otro parecía oriental.Todos llevaban gafas oscuras

Ezequiel interrumpió su charla cuandovio a Stuart acercarse. Se acercó y le dioun amistoso abrazo.

—Buenos días Stuart, te veo bien.—examinándole la pierna.

Stuart se quedó mirando a los cuatrodesconocidos. Todos le examinaron dearriba abajo. ¿Sería otra prueba? Stuart semantuvo firme. La mujer dejó de mirarle ygiró la cabeza, sacó un estuche de metaldel bolsillo, cogió un pitillo y se loencendió.

—Perdona sus modales, esta es unareunión poco recuente. Por cortesía delgeneral. Le he hablado bien ti. Quiereconocerte, ¿lo sabes? Te presentaré al

grupo. Caballeros, señorita Kuhn,háganme el favor.—El curioso grupo sedespegó de un gigantesco Ford.—El señorRoderick Schiff, el señor Alexei Baskov,el señor Inesh Lazard y la señoritaMelinda Kuhn. Todos pertenecemos a lamisma sociedad.

Le estrecharon la mano formalmente.Melinda fue la que más tiempo mantuvo elapretón de manos.

—Encantado.—Stuart se sentíaminimizado, como una cobaya a la queestán probando en un experimento.Cuando la mujer le dio la mano notó unasensación muy extraña que le hizo temblarla pierna mala, pero en seguida senormalizó.

—Y bien, ¿Cuándo partimos?

—Deduzco que aprovechaste bien eldía ayer—le insinuó Ezequiel.

—Bastante la verdad.—Y dime Stuart, que fue lo que más te

llamó la atención.Todas las miradas se centraron en él.—Pues precisamente hubo una carpeta

en particular, doctor. El proyecto llamadoLuz Azul. He leído acerca del científico ysus investigaciones. Un verdadero genio.Espero que el proyecto siga abierto.

Los cuatro mostraron su satisfacción aloír esa respuesta. El hombre oriental seacercó. Tenía una tez morena.

—Deberíamos ponernos en marcha.—dijo Inesh Lazard.

—Tienes toda la razón—dijo Ezequiel—vamos Stuart, sube al coche.

Caballeros, señorita. Es hora de irse.

51

Objetivo

El automóvil puso rumbo al hangar.

Stuart se quedó mirando el retrovisor.Ya no había vuelta atrás. Había tomadouna decisión. Empezaría de nuevo. Estavez sería diferente. Lo sabía. Nunca sehabía juntado con ese tipo de gente. Erande otra pasta. Se les notaba en los ojos.Puso la mirada firme. El hangar se veía alo lejos.

—¿Nostalgia?—Ezequiel se quedómirando a Stuart.

—Supongo que sí. Pero esa es otrahistoria.

Una ventana tintada les separada de sus

cuatro compañeros.El señor Lazard vaciaba su bolsa de

viaje y sacaba un aparato de formacúbica. El señor Baskov cogió una de lasrevistas que llevaban a bordo y se puso aleer. Melinda le dirigió una mirada y soltóun lívido suplido. Alexei le preguntó quele ocurría.

—Nada, que siempre estás con esostemas. ¿Tan seguro estás de ello?

Alexei cerró la revista. El artículohablaba de la posibilidad de lainteligencia artificial. El dilema delhombre contra la máquina o su propio usoen el propio ser humano. Pero sólo eranhipótesis. La tecnología era muy primitivaal respecto.

—Algún día te tragarás tus palabras

Melinda. Yo al igual que tú y que todoslos que estamos aquí hemos visto cosas.Cosas que nadie se imaginaría. Hemossido testigos de un futuro con muchostentáculos. Me gustaría saber qué habéisvisto cada uno de vosotros, pero no puedoporque me influiría y no quieroproblemas. Quisiera poder adivinar si escierto que el señor Manfree es uno de loselegidos, pero el único que lo sabe esEzequiel ya que es el único que tiene esahabilidad y conoce nuestros objetivos, demomento lo aceptaré.

—Si quieres te cuento mi visión.—Melinda, no empieces.—respondió

Schiff.—Yo intuyo por donde va el tuyo.Desde que te conozco, sueles influirbastante en las personas. Eso me da una

pista.—Yo prefiero no saberlo.—dijo

Alexei.—¿Y tú qué opinas Inesh?Inesh Lazard había apoyado entre sus

piernas un pequeño cubo de metal ygracias a las paredes de metacrilato sepodía ver su interior. Había una esfera,pero estaba suspendida dentro del cubo.

—Opino que todo pasará a su debidotiempo. Cuando lleguemos al cuartelsabremos la respuesta. Habláis de ellocomo si fuera algo trivial. Tenemos lacapacidad de mejorar el mundo. Nohablaré de responsabilidades, cada paíshará lo que le dé la gana. El inventor notiene responsabilidad sobre el uso de suproducto, es mi opinión. Es más, luegoveréis un obsequio de mi empresa. Creo

que os gustará. A ti igual te pone nerviosaMelinda, es muy silencioso.

Melinda le lanzó una mirada retadora.Después le lanzó una sonrisa angelical.Sus compañeros de asiento, Schiff yBaskov, se movieron hacia susrespectivos lados. Nunca les habíagustado esa mirada. Era peligrosa.

—Siempre te ha gustado jugar, ¿verdadMelinda? Tu padre debió ser una personamuy influyente en su tiempo y de granpoder. No se aprende eso de la nada. Teenseñan a usarlo.

—Bueno…—interrumpió Schiff—creoque debemos relajarnos, ¿no crees,Melinda?—terminó chasqueando losdedos.

Melinda se giró hacia Schiff y dirigió

una mirada desafiante. No le gustaba quela interrumpieran en su propio juego.

—Nunca vuelvas a hacer eso,¿entendido?

—Y si no…¿qué?Melinda se llevó la mano a la parte

trasera de la bota para coger el puñal quellevaba guardado. Lo malo es que nuncapodía pasar al siguiente nivel por elrespectivo choque de intereses. Si algo lesucedía a alguno, el general interferiría.La voz de Ezequiel sonó por losaltavoces.

—Bien tripulación, queda menos de unminuto para llegar. Así que relájense yguarden todo. Y repito…¡todo!

Melinda se recostó en su asiento. Ineshguardó su artilugio en su bolsa. Alexei

dejó la revista en el hueco de la puerta.Schiff se puso sus gafas. El vehículo llegóa la entrada del hangar. Ezequiel seidentificó y les dejaron acceder. Al fondo,dentro del recinto principal podían verque uno de los aviones estaba cubiertopor una lona. Stuart quedó sorprendido.

—Bien Inesh, veamos cuál es tusorpresa.—dijo Ezequiel.

Stuart se quedó mirando la lona.—Inesh tiene un contrato con el

gobierno de Kuwait para experimentarcon motores especiales. Y con ese motores con lo que regresaremos. Actualmentees alto secreto. Él dice que revolucionaráel sector y nos ayudará en caso de unafutura guerra.—contempló la imagen porel parabrisas.—Espero que sea cierto.

—Ya veo...—terminó Stuart, aunque nomuy convencido.

Los seis individuos salieron al exterior.Inesh se acercó a uno de los empleados deseguridad para darle instrucciones.Después, regreso junto al grupo y seacercó a Stuart.

—Señor Manfree, recuerda algo de suinvestigación sobre Nikola Tesla. ¿Algoreferente a aviones?

Stuart se sorprendió ante la pregunta tandirecta que le realizó Inesh Lazard. Intentóhacer memoria y algo le vino a la mente.

—Pues sí, la verdad. Por favorllámeme por mi nombre. Se refiere adespegue y aterrizaje vertical, ¿no?

—Exacto Stuart.—le hizo un pequeñoguiño. Melinda se intentó hacer la

interesada pero no lo consiguió.—Bien caballeros…señorita—mirando

hacia su compañera. Ella respondió conuna sonrisa forzada—les voy a presentarel futuro de la ingeniería aeroespacial.Aplicando las investigaciones del señorTesla mi empresa ha avanzado mucho enese campo. A pesar de que los gobiernosy los líderes mundiales digan lo contrario.Tertulias de ignorantes. Señores, lespresentó el futuro.

Inesh hizo una señal y la lona cayó alsuelo. El diseño era diferente a cualquieravión existente. Era vanguardista.

—Y lo mejor es su motor. Como sabráStuart, Tesla investigó los sistemaselectromagnéticos. Bien el motor de estapreciosidad se basa en ello. No consume

petróleo ni ningún derivado. Es puraenergía limpia.

Schiff y Baskov aplaudieron a sucolega. Melinda no tuvo más remedio queemitir su participación con un delicadoaplauso seguido de un beso.

—Que conste que yo también heparticipado—anunció Baskov.

—Cierto mi querido colega, gracias ati, esta maravilla ira sola como el aire porel cielo.

La puerta se abrió y surgió unaescalera. Primero subió Melinda.Después, Schiff, seguido de Stuart. Alexeiy Ezequiel fueron los últimos. Inesh sequedó fuera un poco más para contemplarsu obra. «Por fin te terminé—murmurópara sí mismo». Contempló los motores

del avión y dio la orden. «Alexei,enciende, por favor». El ruso se dirigió ala cabina del piloto. Buscó los mandosdel sistema. Su color rojo los delataba.

Fuera, el perímetro de las turbinas seiluminó de líneas de color azul. Ineshseguía murmurando para sí mismo.«Maldito Tesla. Menudo sistemaenergético te montaste maldito loco.¿Cómo se te ocurrió?—sonriendo—Daigual, el resultado es lo que cuenta». Ineshsubió por la escalera. Cuando estuvo enfrente de la puerta, la acaricio con lasmanos.

—Vamos a darte caña.—notó unapresencia.—No me refería a ti.

Melinda había regresado a la puerta.Admitía la originalidad de esa máquina.

Alexei tenía razón. Ninguno debíaninterferir en la investigación de otrocompañero..

—Tú te lo pierdes cariñó.Inesh cerró la puerta de embarque.—Puede que a Ezequiel y al general les

tengas engatusados, pero a mí no meengañas. Sé de buena mano que una de tusempresas químicas trabaja con hormonasen un producto nuevo y apuesto a que lohas probado en ti.

—Y no entiendo como en ti no funciona—le interrumpió.

—La genética de mi familia esdiferente querida, ya lo irás descubriendo.Y ahora si me disculpas hay que iniciaresta maravilla. Siéntate, ponte cómoda. Ninotaras que hemos despegado.

Melinda accedió a la nave. Inesh sedirigió a la cabina. Stuart tomó asiento.Los sitios eran individuales. Todos dabana la ventana. Rod y Alexei se sentaron.Melinda entró en el baño. Ezequielencendió su monitor. Se dirigió a Stuart.

—Por cierto, he pensado en un puestoespecial para ti. Qué te parece un puestoen la unidad de designaciones especiales.Te encargaras de cosas serias, créeme. Aveces hasta el general te mandará algunamisión.

—¿Cuándo le conoceré?—Según aterricemos. Tenemos una

reunión con él.Melinda salió del baño y se sentó en su

asiento.—¿Cuándo despega este trasto Inesh?

Inesh salió de la cabina y se dirigió alcompartimento de pasajeros.

—Ya hace rato que hemos despagadoquerida.—Melinda le puso cara de pocosamigos. Nadie le vacilaba en su cara ymenos delante de sus compañeros.—Si note lo crees, levanta la persiana y lo verás.

Melinda subió la persiana. Tenía razón,estaban volando y sobrevolaban lasnubes. Quedo estupefacta.

—Un punto para Inesh, ha dejado K.O.a Melinda—sugirió Alexei.

La mirada de Melinda se volvió fría ypeligrosa. Llevar su mano a la bota peroEzequiel la interrumpió.

—Ya llegará tu hora, no te preocupes.Ahora es el momento de Inesh. Celébralo.Ya te vengarás. El general tiene un

encargo para ti. Inesh, siéntate y duérmete.Ha sido una mañana larga.

Inesh se dirigió a su asiento. El pilotoautomático de Alexei se encargaría detodo.

52

Castillo de Coral, Homestead,Florida.

Noviembre 1989, 20.00 El avión aterrizó en modo automático

en suelo norteamericano. El viaje habíasido cómodo y había durado diez horas.Un vehículo les esperaba. Dos miembrosde seguridad se acercaron a Stuart y leagarraron. Se vio sorprendido. No tuvotiempo para reaccionar. Le inyectaron unsuero en el cuello y cayó dormido en elacto. Ezequiel, ayudado por el otro

guardia, cogió a Stuart y le introdujeronen el vehículo.

—Pobre muchacho—expresaron Alexeie Inesh.—Rod tío, relájate..

—Protocolo señores—dijo RoderickSchiff—lo primero es lo primero. Hastaque tenga el libro delante toda precauciónes poca. No es la primera vez quetenemos una sorpresa.

Ezequiel dirigió su mirada hacia Rod.Ese hombre algún día le sacaría dequicio. No pasaba una. No le extrañabaque el general le pusiera al cargo de laseguridad. Tolerancia cero.

—Sólo una vez.—dijo Ezequiel.—Sucedió una única vez. ¿Siempre me lovas a recordar, Roderick?

—¿He de recordarte lo que sucedió esa

noche?—tomó aire— ¡Menos mal que nohubo testigos fuera del perímetro!Tendrías tus motivos para seleccionarle,no lo dudo. Pero casi nos cuesta la vida atodos los que estuvimos en esa reunión.Algunos—sacó la mano derecha de subolsillo. Se quitó los guantes negros yenseño su mano robótica.—perdimosalgo.

—Insisto. Ahora no es momento paraesto. Ya lo discutiremos. No servirá denada que intente explicar de nuevo porqué lo hice, pero puedo decirte que eraúnica. Su visión superaba todas lasnuestras. Estaba muy adelantada. Elgeneral estuvo de acuerdo. Es más, nuncale había visto con tanta energía en lamirada. El temblor de la habitación pudo

ser por cualquier cosa.—Me niego a creer eso. ¿Cualquier

cosa? ¿Un súper-imán en el exterior?. Nome insultes.

La situación se había vuelto tensa.Stuart debía llegar inconsciente hasta elcuartel, por seguridad. Roderick Schiff sehabía vuelto un poco paranoico desde suoperación. Parecía que la única personacon sangre fría debía poner freno a esabatalla.

—Bien caballeros, si ya han terminadode comprobar quién de los dos la tienemás larga, podemos continuar con elviaje. Estoy cansada. Me quiero dar unbaño y aquí no veo ninguno. Así quemontamos a Stuart en el coche, os dais lamano y vamos a ver al general. ¿Os hace?

Melinda dio una orden a los deseguridad para que metieran a Stuart en laparte trasera y se dirigió sola hasta elcoche. Estos le echaron una mirada a sujefe, que con un simple gesto, les indicóque procedieran. Inesh y Alexei miraron aEzequiel. Eran los únicos que leentendían.

—Creo que le apreté un poco lostornillos en su día.—dijo Alexei.

—¿Sólo un poco?—respondió Inesh.—Vámonos. Quiero acabar con esto de

una vez.—terminó Ezequiel.Montaron en el vehículo de ocho plazas

que les habían dispuesto. Esta vez teníanchofer incluido, así que Ezequiel pudorelajarse un poco. El viaje no iba a sermuy largo. El hangar pertenecía a las

fuerzas a aéreas y se había construidocerca del cuartel para facilitar todo tipode envíos y evitar las aduanas para elseñor Baskov. No eran tiempos para quela seguridad federal hiciera preguntassobre las prótesis metálicas y elabundante material electrónico que usabaen sus investigaciones.

ЖTras atravesar un camino boscoso y

cruzar un río, escuchar el ulular de losbúhos fue lo más agradable del viaje. Unagran verja les impedía el acceso alinterior del perímetro.

Desde una cabina de seguridad, unsoldado aviso al interior del edificio.Salió de la cabina para solicitaridentificación. Golpeó la ventana

delantera con los nudillos y esperó. Elguardia observó que Ezequiel estaba en elasiento del copiloto. Regresó a la cabinay le anunció por radio.

—El doctor y el equipo viene con él.—anunció al interior

—De acuerdo. Luz verde.Accionó el mecanismo para elevar la

barrera. Stuart empezó a despertarse. Elefecto del suero había superado susexpectativas.

—Habrá que felicitar al señor Morganpor su trabajo.

—Ya habrá tiempo para felicitaciones.Stuart muchacho, ya hemos llegado anuestro destino. ¿Qué tal te encuentras?

Stuart intentó abrir los ojos. Alprincipio veía todo borroso y de manera

doble. Poco a poco empezó a recordarcosas. Podía distinguir al resto del equipoque le habían presentado en Kabul yrecordaba haber subido a un avión muyelegante. El resto estaba en blanco.

—Te desmayaste al bajar del avión—narró Ezequiel, usando un tonotranquilizador.—Todo el viaje has estadodormido. Acabas de despertar y por loque veo, estás perfectamente. Luego teharemos un chequeo completo, no tepreocupes. Estas en buenas manos.

Melinda sacó de su bolso su porta-cigarros. Era la única que se encontrabaenfrente del novato. Stuart observó cómose encendía el cigarrillo. Melinda seinclinó hacia Stuart y lanzó el aroma de sutabaco. Stuart admitió que olía bien, pero

no obstante, le dirigió unas palabras.—Algún día, señorita, su vicio la

matará. Recuérdelo.Un raro silencio surgió en el interior

del vehículo. Nadie se atrevía a hablarlaasí a Melinda y menos a esa mínimadistancia. Alexei e Inesh, sentados a cadalado de Melinda, se lanzaron sendasmiradas de sorpresa. Melinda se enderezóy empezó a reírse de manera irónica.Primero delicadamente y después, demanera más pronunciada.

—Al final me va a caer usted bien,señor Manfree. Créame cuando se lo digo.

El vehículo frenó. Había comenzado allover.

Ezequiel abrió su puerta y salió delcoche. Stuart, siguió mirando a la extraña

mujer. Roderick Schiff también abrió supuerta. Stuart le siguió. Alexei, antes desalir, le dedicó unas palabras a sucompañera.

—Será de las pocas veces que tehayamos oído decir esa frase Melinda.Créeme, llevó la cuenta.

Melinda le clavó su profunda miranda.—¿Y cuantas veces van, Alexei?—Es la segunda. La primera fue a

nuestro gran compañero, el señor ArnoldMorgan.

Melinda le mostró con un grata sonrisa.—Entre colegas de profesión siempre

hay buena química, ¿no lo sabías?—Que poético. A veces llegas a

sorprenderme—dijo Alexei, acto seguidosalió al exterior.

—Así soy yo—terminó Melinda.Stuart se fijó en la entrada de la finca.

Parecía la muralla de un fuerte medieval.Varias torretas componían la estructura deseguridad. Varios soldados custodiabansus puestos. «Seguridad privada.—pensóStuart.—Debe haber mucho dineroinvertido aquí».

En su interior había un gran patio llenode figuras esculpidas en piedra. Desdeobeliscos, fuentes de piedra, hasta figurasastronómicas, lunas, esferas con anillos.Nunca había estado un lugar así. ¿Ese elfamoso cuartel, una fortaleza medieval? Siquerían dejarle atónito, lo habíanconseguido.

De noche, la oscura piedra ofrecía unasensación única, mágica, y con las luces

iluminando el recinto parecía que seencontraba dentro de un cuento. Al fondo,una torreta oscura se levantada desde elsuelo. No estaba iluminada. Mostraba unaimagen diferente, diabólica. Custodiadapor dos grandes columnas de mármol,daban la impresión de adentrarse en lassombras.

—Stuart, no te pierdas.—le guioEzequiel.—Por aquí.

El resto del grupo entraba al interior dela torre oscura. Stuart se dio prisa. Todosestaban allí. Se encontraban frente a unapuerta metálica. Se escuchó un ruido. Laspuertas se abrieron de par en par. Era unascensor.

—Bienvenido al Castillo de Coral[25],Stuart. El general te está esperando abajo.

Sacó una llave del bolsillo del pantalóny la introdujo en una ranura descubierta.Las puertas del ascensor se cerraron.

53

Bart Sheppard

Un hombre ojeaba entre las baldas de

una biblioteca. Sus manos acariciaban lasencuadernaciones de aquellos libros quele habían acompañado durante sutrayectoria. Choque de imperio; Economíade Samuelson; La riqueza de las naciones;Teoría general de la ocupación, el interésy el dinero; Camino de servidumbre; Elarte de la guerra; Por qué fracasan lospaíses; El crack del 29; La interpretaciónde los sueños; El libro rojo; La bancarrotade Occidente...entre otros.

—Bendita colección—murmuró elviejo hombre—Os echaré de menos.

En la habitación había una gran mesa de

madera rodeada de trece asientos Cadarespaldo poseía un símbolo único,personal, referente a su profesión uorigen. Un cáliz, una estrella, un árbol,una balanza, un animal, un árbol, etc. Elhombre se dirigió hacia su sillón.Acarició el símbolo situado en la zonaanterior del asiento. Un águila calva sobreuna hoja de laurel. Era su símbolopersonal. Símbolo de poder.

Se dirigió a la colección de arte de lapared y se paró a contemplar un cuadro.Era una obra de Salvador Dalí, elnacimiento del hombre nuevo[26]. Una desus favoritas. Una nueva era. Un nuevocomienzo. Podía pasarse horas mirandoese cuadro. Pero ese día no disponía detanto tiempo. Agarró el cuadro y lo movió

horizontalmente. Detrás había un panel deseguridad. Introdujo una clave y giró unapalanca. La pared se deslizó varioscentímetros hacia atrás descubriendo unpasillo hacía su interior.

Vitrinas de madera antigua custodiabanobjetos únicos e irremplazables. En unabalda había un estuche. Una moneda deacuñación única. Era una de las diez queexistían de la colección que no habíansido destruidas. Tenía mucho valor, comocada objeto de esa habitación. Se paró enmitad del pasillo y cerró los ojos.

Una corriente eléctrica recorrió elviejo cuerpo del hombre. Un objetometálico. El más extraño de su colección.Ese objeto arcano que le había indicadoel camino tiempo atrás, todo gracias a una

noche estrellada. Ese libro le cambió lavida. Le abrió nuevos horizontes. Le abrióla mente. Vislumbró pasado, presente yfuturo. El Orden y Caos. Pero sólo eso.Imágenes que le habían sido útiles parabeneficiarse de situaciones, conflictos,encuentros, inversiones, caídas,alzamientos, derrocamientos… inclusoalgún nacimiento importante y algún queotro amor pasado. Pero eran momentosdel pasado rememorados en esahabitación.

El walkie talkie de su cinturón sonó.El ruido hacía eco en toda la sala. El

hombre despertó de su momento de paz.La recepción era algo mala por culpa delplomo, pero consiguió entender laspalabras. La voz del auricular le indicó

que sus invitados ya habían llegado. Esosignificaba que el posible nuevo miembrohabía llegado.

Por la información que Ezequiel lehabía proporcionado por la red MILNET,el nuevo candidato era prometedor, hastatal punto de ser suficientementerevolucionario. Eso era lo que necesitaba.Hasta el momento, once miembrosformaban el grupo, incluyéndose. Diezpersonas de diferentes áreas yespecialidades. Diez mentes prodigiosas.Diez pilares. Necesitaba encontrar a losotros tres que faltaban. Su visión se lopedía. Doce seguidores. Comunicaciones,ingeniería, matemáticas, astronomía, arte,noética, bioquímica, física, política,…pilares de conocimiento…en su poder.

Abrió la vitrina y cogió la cajametálica del interior. La colocó encimadel cristal y la abrió. Dentro seencontraba el ejemplar más valioso de sucolección, llegado directamente del cielo.

54

Reunión

Rod abrió las puertas de la habitación.

Habían llegado.Se desplazaron a lo largo de una gran

mesa y cada uno se sentó en su respectivoasiento. Stuart se sintió perdido. La mesatenía trece asientos y como eran seispersonas, la mitad quedaron vacías.Supuso que el resto no había llegado.Melinda observó que el cuadro de lapared estaba desplazado y la puerta delmuseo privado del general estabaentreabierta. Ezequiel también lo advirtióy se dirigió a Stuart.

—No te preocupes, ahora teasignaremos una silla, ten paciencia.—

Recordó la colección de arte que poseíael general en las paredes.—¿Te gusta elarte Stuart? Para hacer tiempo, ve ycontempla la colección. Sin prisa..—Ezequiel entró en la otra habitación

Stuart no tenía nada mejor que hacer.Se puso en frente del primer cuadro. Vioque el asiento adyacente estaba vació y seapoyó en él. En la leyenda del cuadroponía: El sueño[27] de Salvador Dalí.Propiedad del MOMA[28]. Presentabauna criatura dormida sostenida por docepalos. Visualizó la habitación. Trecesillones.

Sus compañeros de viaje estabanrecostados en sus asientos. Detrás de cadauno había un símbolo grabado. Caminó alo largo habitación. Cuando alcanzó el

último sillón, observó que estaba cerca deotra habitación. Debía ser una especie desantuario.

—¿Alguno ha entrado ahí dentro?Todos le negaron con la cabeza.

Roderick le respondió—Sólo el general y Ezequiel tienen

acceso a ese sitio.—¿Lleváis mucho tiempo aquí, quiere

decir, en este grupo?Todos se le quedaron mirando. Alexei

e Inesh no pudieron evitar una sencillacarcajada. Melinda se volvió a encenderotro cigarrillo. Alexei se lo quitó de laboca. Melinda le clavó la mirada.

—El joven te ha dicho antes que estoalgún día te matará querida. Igualdeberías hacerle caso.—Antes de que

Melinda pudiera reaccionar, Alexei ledetuvo la mano.—La verdad Stuart, es queno mucho más de lo que crees. Aquí elque más lleva es Ezequiel. Yo llevo diezaños en este proyecto, por llamarlo dealguna forma. Cada uno nos dedicamos aun área específica. Yo provengo de Rusiay me dedico a la ingeniería, miespecialidad es la computación y larobótica; Inesh es físico, de la India,especializado en electromagnetismo, tienegrandes ideas para el futuro; Melinda esla experta en química del grupo y ladiseñadora de armas, proveniente de labella Europa, pero sin escrúpulos, de ahísu encanto, como ya has podidocomprobar.—obligándola a dejar el armaen la mesa—y Roderick es el experto en

comunicaciones y seguridad. El doctorJamil, es neurocientífico. Él era el máscualificado para estar en la base militar, ypor cierto, él es de por allí, es iraquí.

La voz de Ezequiel y del general sehicieron más sonoras. Estaban saliendo dela habitación. La reunión iba a comenzar.

ЖEl general vestía de uniforme, se

podían observar todas sus medallas einsignias. Para estar dentro del grupo deseptuagenarios no aparentaba estar muymayor. En sus manos, la gran caja demetal saltaba a la vista.

—Buenas noches caballeros, señorita—Mirando a sus súbditos y centrándoseen el nuevo recluta—Stuart, un placer. Yosoy al que llaman el general. Creo que no

hace falta explicar el por qué.—Observóque Stuart estaba de pies contemplandolos cuadros.—Cada cuadro tiene unahistoria detrás, como todo lo que ves aquí.

Le dio la caja a Ezequiel y con un gestole indicó que se sentara. Ezequiel se sentóa la izquierda del general, la que poseía elsímbolo del árbol, al lado de Alexei.

—Debes disculpar el vacío de la sala.Sus inquilinos no han podido venir.Tienen sus respectivas empresas yproyectos de los cuales ocuparse. Ya seles informará. Acércate, muchacho ysiéntate a mi derecha. Algo me dice que elgran ojo es tu símbolo.—Stuart se sentónervioso.—Bien, todo en orden.Comencemos. Ezequiel, amigo, saca elproyector y prepara unos entrantes, para

hacer esto más ameno, hazme el favor.—le pidió el general.

Ezequiel se acercó al armario de laesquina. Sacó el aparato de diapositivas.Después abrió otra de las puertas y sacóuna gran colección de botellas de todotipo. Preparó de plata de ley y la puso enuna balda.

—Sorpréndenos—dijo Alexei.—Mientras el doctor Jamil se

entretiene con nuestros hígados, que notardará mucho, me gustaría hablar contigoStuart.

—Claro…—respondió Stuart no muyconvencido.

—Primero empezaré por un poco dehistoria para entrar en materia.

El resto de los miembros se

acomodaron en sus asientos. Stuart dedujoque ya debían conocer esa parte. Miró aEzequiel y se asombró de la rapidez conla que preparaba los cócteles. El generalencendió el proyector. En la primeradiapositiva salían unas gigantescasparabólicas en lo que parecía una zonamontañosa.

—De acuerdo, ¿Stuart, le suenan lassiglas SETI[29]? Pues esa imagen secorresponde a una de las muchas ygigantescas antenas parabólicas que poseeese proyecto. Ésta, es de Arecibo, enPuerto Rico, Brasil. En los setenta, elcongreso anuló la financiación de unprograma de investigación para labúsqueda de vida en el espacio, llamadoProyecto Fénix. Dicho proyecto llevaba

operativo desde los años sesenta, a muybajo nivel. Tuvo mucho potencial en sumomento. Hubo muchas bases para poderdarle rienda suelta. Pero la política era lapolítica, y sigue siéndolo hoy en día y enel futuro, hemos de lidiar con ella. Si nohay resultados en poco tiempo, te quitan eldinero, te dan la patada y se clasificótodo. Menudos ladrones. Te sorprenderíala cantidad de ideas y proyectosabandonados que hay guardados enalmacenes por todo el país. Coincidió conla época de recortes presupuestariosemitidos por el congreso ¡Nos exigíanresultados analíticos del espacio! ¿Te lopuedes creer? Con pruebas fehacientes.Se creían más listos que nosotros, pero seequivocaban.

—Disculpe general —interrumpióEzequiel—¿Inesh, te atreves con lo míoesta vez?

Inesh respiró hondo.—Venga valiente—le animó Melinda.

—A mí me tocó la última vez. Mi paladarme exige otros placeres.

Alexei se relajó los hombros y accedióa la propuesta. Ezequiel sacó una botellabastante rara. Era muy habilidoso en eseservicio. Casi había terminado con lossiete brebajes.

—¿Donde esta lo mío cariñó?—insinuóMelinda.

Ezequiel terminó. Cogió la bandeja conlas siete copas.

—Todo listo. Disfruten del momento.Carpe Diem señorita.

Uno a uno. Empezando por el general.Después se sentó en su silla. A laizquierda del general. Stuart se quedómirando su vaso. Era opaco y aunqueparecía leche, en el fondo sabía que eraalgo más fuerte.

—Gracias por la distracción doctor.Ahora exijo silencio.—pulsó un botón delmando y apareció otra diapositiva. Unlaboratorio y varias máquinas enormes.—Recientes descubrimientos de la épocademostraron que se podían mandarradiotransmisiones al espacio, y a su vez,eso implicaba recibirlas, gracias a lossatélites que construimos en los sesenta.La primera transmisión se recibió en 1960en forma de meteorito.—Pulsó una terceravez el mando. Aparecieron varias

fotografías de varios impactos demeteorito en una zona poco arbolada.—Primero fueron los radioaficionados losque lo descubrieron, después los militareslo silenciaron. Ya sabes, la historia desiempre.—emitiendo una sonrisa.—Pulsóotra vez el botón. Varias fotografías de unmeteorito hueco.—Este fue el hallazgoque inició este proyecto. Gracias a ello,hoy estamos aquí. Y gracias a ello,conseguimos que el gobierno nos hayafinanciado hasta ahora y en adelante,créeme.

El general observó el lado izquierdo dela mesa. Exceptuando que Roderick seencontraba a la derecha. Los otros trescompañeros se apostaban en una posiciónbastante cómoda.

—¿Se divierten caballeros?—Es instructivo—Dijo Alexei con un

tono exagerado de acento ruso.—Me encantan sus lecciones de

historia general—respondió Inesh con susgafas puestas.

—Yo quiero ver lo interesante—dijoMelinda

—Claro—el general suspiró—Menosmal que de momento les necesito. Almenos hay alguno que no pestañea—refiriéndose a Stuart.

Pulsó de nuevo el botón del mando.Apareció una doble diapositiva.

—Continuo. Había que bautizar con unnombre al susodicho proyecto y, como decostumbre, nos metimos de lleno en lamitología antigua y nos encontramos con

el pájaro egipcio que emerge de suscenizas, ya sabes, el fénix. El nombre levenía perfecto. Y así se decidió. Ahípuedes ver el animal mitológico—señalando—y a la derecha el emblema delproyecto.

Volvió a pulsar el botón. Apareció unazona desértica llena de parabólicasgigantes dispuestos en línea,paralelamente unas de otros.

—Durante esos primeros años, elinstituto se movió muy rápidamente paraproteger el equipo central de ciencia eingeniería de esta investigación, y conayuda de algunas subcontratas,conseguimos expandir y mejorar elsistema de búsqueda.—Pulsó de nuevo elbotón del mando. Apareció una caja

metálica. Primero desde una vista decampo. Después encima de una mesa.—Gracias a las pruebas que se mostraron,en una fecha clave, a sabiendas sólo deuna minoría, como irás comprendiendo, selogró demostrar la valencia del proyecto yconseguir los fondos necesarios. Todavíale quedan varias décadas Stuart, demomento no tenemos prisa, hay quemejorar más el sistema y su arquitectura.Instalar más satélites, radiotelescopios enlas montañas más altas del mundo.Todavía no se toma en serio, pero no tepreocupes, todo eso cambiará. Seconvertirá en un referente mundial. Te loaseguro.

Volvió a pulsar el botón. Esa imagenobligó a Stuart a enderezarse en el sillón.

La imagen mostraba un gran libro antiguo.Sus tapas estaban adornadas con símbolosdorados.

—Todo se lo debemos a un granvisionario que entendió su magnitud, unavez observó las pruebas. Un pilarfundamental del grupo. Logró descifrarvarias constelaciones desconocidas hastala fecha, y con la ayuda de los satéliteshicimos varios progresos…Y como éldiría: «El estudio del universo es un viajepara autodescubrirnos[30]». ¿Qué granfrase, no crees? Él y otra personaconsiguieron reunirse con el senadorresponsable de los fondos parainvestigación. Nuestro compañero llevóconsigo el extraño libro. ¿Te preguntaraspor qué digo extraño, verdad? Todo a su

tiempo. Luego lo comprenderásEl general presionó de nuevo el botón.

Apareció una imagen de dos personas enuna habitación sentadas en un sofá y enfrente, en otro sofá, un personaje con trajecaro y cara de pocos amigos. Encima delsofá había un objeto envuelto en una tela.

—Nuestro amigos, le enseñaron alfuncionario las pruebas que teenseñaremos a ti después, pero añadiendoun aliciente. Había que hacerlas másreales. No malinterpretes. No es quefueran falsas, pero siempre es mejor unaprueba visual que una teórica paraentender el concepto. Además, llevaronconsigo los planos de dos mensajes, laprimera en forma de placa de metal[31] yla segunda en forma de disco de oro[32]

enviada unos años después, con todo tipode información sobre la Tierra.

El general volvió a pulsar el botón unavez más. La foto mostraba una placametálica con representaciones del serhumano y el sistema planetario.

—Fue la hermana del mismo astrónomoquien diseño el dibujo y fue gracias alpropio astrónomo que persuadió al a NASA y les convenció para que elsatélite Pioneer llevara la placa instaladaen su frontal.

El general mostró la siguientediapositiva. Mostraba un disco de oro condetalles grabados en su interior.

—La idea era mandar un mensaje a esepunto en la constelación, que antes te hemencionado, con la idea de que si

existiese vida y fuera inteligente,correspondieran con otro mensaje. Lomalo es que las distancias sonexponenciales y tardaría más de veintemil años en llegar y otros tantos miles envolver. Pero hay que ser positivos.Siempre hay sorpresas. El porvenir esimpredecible, ¿no crees?

Stuart se sorprendió de sí mismo. Esasimágenes le hicieron darse cuenta de quela década de los setenta, cuando él estabaaprendiendo a andar en bicicleta, habíasido pionera en el envío de sondasespaciales en un intento de intentarlocalizar y contactar con algún tipo devida inteligente en nuestra galaxia. Losdatos habían sido sorprendentes.

Empezó a sentirse mareado.

—Bien Stuart—el general hizo unbreve pausa—¿qué tal la copa?

Stuart captó el mensaje. Era otraprueba.

—Señores, Melinda, ha llegado lahora.

El general procedió a abrir la cajametálica. El resto se enderezaron en susasientos.

—Ahora comienza su verdaderaprueba, señor Manfree. Como ya se haacabado la copa, en breve notará unaligera sensación poco familiar.—Stuartmantuvo la compostura—Stuart…me gustavariar entre nombre y apellidos, ayuda arefrescar la memoria. Vamos a realizar lamisma reunión que hicimos con esepolítico de Washington.

Stuart se quedó mirando el vaso. ¿Lehabían envenenado? Imposible, no tendríasentido. ¿Entonces qué era?

—General…dígame, ¿Cuál fue esealiciente?

Melinda se quedó con el vaso a puntode dar un trago. Le fascinó la fuerza quetenía. Se estaba resistiendo alpsicotrópico. Ninguno lo habíaconseguido.

—Aún me acuerdo de mi primera vez—siguió diciendo Melinda—fue algosobrenatural—sin dejar de pestañear almirar a Stuart.

Todos los hombres de la sala, Alexei,Inesh, Roderick y el mismísimo general segiraron hacia Melinda. Era la primera vezque decía un comentario de tales

características. Melinda se dio cuenta deque todos la estaban mirando.

—Sois unos malditos neandertales,unos malpensados.

Alexei e Inesh dieron sendos tragos asus copas y se las terminaron

—No sé de quiénes hablas—dijo Inesh.—Con lo que has bebido y aún tienes

ganas de guerra—dijo Roderick.—Ya está, no aguantó más—dijo

Melinda.—Melinda, cariño...—dijo el general.Hizo un movimiento rápido con el

antebrazo y una punta metálica asomó porla muñeca de la chaqueta. Un objetopunzante impactó en el brazo izquierdo deRoderick, que ni se inmutó.

—Ya sabes que ese es el brazo malo

querida.—dijo con una sonrisa—Lo sé querido, y yo te recuerdo que

aparte de química, y de las buenas, soyfabricante de armas. Papa, Dios te tengaen su gloria.—dijo sacándose un colgantede plata del cuello y dándole un largobeso.—El general emitió un soplido,movió la cabeza de un lado a otro y sellevó la mano a la cara para no ver laescena.—Lo he hecho para que Stuartpueda ver cómo te lo recambias por elefecto del veneno, cariño, si no, notendría oportunidad de verlo.

—¿Veneno?—se dijo Roderick.—unolor maloliente empezó a salir de subrazo.—¿Se puede saber que lleva estepuñal?

Intento quitárselo pero no podía. El

olor se intensificaba en su zona, erainaguantable.

—Yo me daría prisa. Tiene dos fases.Se fijó en el arma. Tenía un elegante

diseño. Dos alas en el mango. Intentóagarrarlas y se accionaron. Consiguiósacarlas, pero una pequeña gota cayó ensu brazo produciendo un agujero.

—¡Serás zorra, es ácido! Es la segundavez que me lo haces.

—Ya sabes, la nostalgia de la últimavez. Hazlo por el nuevo.—dijo Melindalanzando un guiño a Stuart

El general llegó a su límite.—Vale niños, se acabó el recreo. Stuart

—mirándolo fijamente—que sepas queesto nunca suele llegar hasta este punto—miró a Roderick y luego a Melinda, que

estaba encogida en su sillón.Stuart estaba perplejo. No sabía si era

por el efecto de la bebida, de lo que lehabían echado o si toda esa reunión erauna fantasía. Empezó a creer quedespertaría en la enfermería de la base enKabul

—Yo…flipo.—dijo Stuart— ¿Cómoson vuestras cenas de empresa?

—Una odisea—dijo Alexei, enseñandosu gran bíceps—créeme. Me suele tocardormir a la loba cuando se mete unabotella de ginebra entre pecho y espalda.

—La señorita rostro angelical—dijoEzequiel tomando un largo trago de sucopa.

Roderick se quitó la camisa. El tíopodía alardear de físico. Si no había sido

militar, había invertido muchas horas degimnasio. De su hombro asomaba unaprótesis metálica. Rod mostró su brazocompleto. El líquido verde habíaprovocado una fisura profunda en lasuperficie metálica. Abrió una pequeñaplaca de refuerzo para comprobar suinterior. Algunos cables se habíandesintegrado. Intento mover los dedos dela mano, a duras penas lo conseguía.

—Buena puntería, querida.—¿Qué tal la mano? ¿La puedes usar?

—preguntó Melinda.—Compruébalo tú misma.—Dijo

Roderick levantando la mano con el dedoanular elevado.—Después de eso,accionó un cierre de seguridad y el brazose desencajó del hombro. Se podían ver

las conexiones electrónicas. —Por cierto,necesito un chequeo. Últimamente tengojaquecas.

Detrás de su asiento, debajo de uno delos cuadros, Roderick tenía un baúl.Dentro tenía otros dos brazos de repuesto.Se colocó uno por el resorte del hombro yle dio un pequeño giro. .

—Obra mía, si señor.—dijo Alexei.—¡Viva Rusia!

—Tampoco hace falta alardear.—dijoel general—no te pago para eso. ¿Ya hasconseguido pasar a la siguiente fase? Yahas oído a Roderick

—Estamos en ello—dijo Alexei,cambiando el gesto de su cara.—Todavíahay que desarrollar esa tecnología.

Stuart intentaba procesar todo la

información que absorbía a pesar de suestado. El diseño era de Alexei. Estaba enuna investigación y tenía problemas concierta tecnología. ¿Acaso Alexei poseíatales conocimientos? ¿Cómo? Y lo másimportante ¿de dónde los había obtenido?¿Algún gurú de la tecnología?

—Señor, creo que ya es hora.—dijoEzequiel mirando a Stuart.

55

Elegido

El fármaco le estaba haciendo efecto.—Bien Stuart, presta atención.—el

general se puso serio—Eso que te estáhaciendo efecto, los bioquímicos lollaman Flunitrazepam, nosotrospreferimos darle el nombre de suero derealidad.

El general se levantó. Sacó un objetoenvuelto en una tela del interior de lacaja. Un libro grande y robusto salió a laluz. Bart abrió el libro por una zonaespecífica. Al inclinarse, se produjo unevento inesperado.

Stuart no daba crédito a la situación. Unhalo de luz envolvió al general y entrabaen trance. El resto de la mesa lo

observaba con actitud normal. Entonces,el general despertó y le miró.

—El libro está de acuerdo con tupresencia. Has pasado la primera prueba.Ahora puedes iniciar el verdadero reto.—respondió al general con una actituddistinta a la inicial. Era más persuasivo eintimidaba.

Bart cerró el libro y se lo acercó aStuart. Se quedó pensativo. Agarró la tapasuperior y la abrió. Para su sorpresa, laspáginas estaban en blanco. Debía ser unabroma.

El general se sentó en su sillón y le diounas instrucciones.

—El libro que tienes en tus manos tienela capacidad de mostrarte lo que crea queeres digno de enseñar, de ver. A mí me

mostró un camino gracias al cual ahoraestoy en mi posición. Una visión quecambio mi mundo completamente tal ycomo lo conocía. Yo empecé una carreramilitar como cualquier otro, hasta que undía la suerte me sonrió. Ello me hizoadquirir un conocimiento superior sobreel comportamiento humano y susdebilidades. Pura estrategia de vida,créeme. Aún, a día de hoy, sigo esperandopoder llegar a ver algunas de esasimágenes, antes de que muera. Que noaparente mi verdadera edad no significaque sea inmortal. Los accidentes existen.A ti te mostrará lo que crea que es tuporvenir por el bien de esta organización.Lleva siendo así treinta años, mi jovenamigo. Conflictos extranjeros,

monopolios, contratos secretos, avancestecnológicos, tratados internacionales…entre estos cuatro muros que ves aquí.Créeme cuando te digo que esto es másgrande que tú y que yo. Nada sucede alazar señor Manfree, absolutamente nada.

Stuart volvió a cerrar el libro. Tomo

aire y lo abrió por una sección diferente.Seguía en blanco. Nervioso y ansioso, nole gustaba esa situación. Notaba la miradade Ezequiel y cómo el general leobservaba desde su sillón. Probó unatercera vez. Pero estaba esta vez pasó losdedos por el lateral de las páginas.Entonces noto una sensación. Movió eldedo hasta la esquina superior y abrió ellibro por esa sección.

Al igual que al general, se vio envueltoen un halo luminiscente. De repente, delvacío de las páginas surgieron letras,números e imágenes. El contenido fueprogresando y se dio cuenta de que teníaante él un cuaderno de apuntes completo.Los textos se traducían en su propioidioma, fórmulas de todo tipo,anotaciones en los bordes de la páginas,bocetos de estructuras... Algunos de losbocetos eran referencias visuales desdevarias perspectivas y otras mostraban elinterior en el que podía entrar unapersona, una estructura que tenía la pintade ser grande y compleja, una especie decápsula. Lo último que le dio tiempo amirar encontró parecía un sistema deenergía a base de cristales rectangulares o

placas transparentes de bordes metálicos.Las cifras que venían anotadas mostrabanuna capacidad ilimitada. Nunca habíavisto nada igual. Diseños mecánicos yestructurales. Formas de conseguirenergía ilimitada. Ingeniería avanzada.Parecía el cuaderno de algún visionariode otra era.

—¿Qué es todo esto? Diseños de unaextraña máquina y unas fórmulas quenunca había visto. Parece la obra de uncientífico loco.

Ezequiel, sorprendido, se acercó a sujefe.

—Señor, podría ser las imágenes de lavisión que tuve aquel día, pueden ser losplanos de la máquina y se podría referir aese viaje que no logra situar. Parece que

el señor Manfree era la clave de todo.El general, se levantó, se acercó a

Stuart y le puso una mano sobre elhombro. Su mirada era decisiva. Stuarttemía haberse equivocado.

—¡Por fin!—exclamó el general—trastreinta años intentando averiguar que eraesa visión, se nos muestra ante nuestrosojos. Parece que eres otro elegido.—Elgeneral se volvió a sentar—De esta formahemos llegado todos aquí Stuart. Otroshan visualizado sueños, inventos, manerasde invertir, formas de destruir, métodosde liderazgo, manipulación…en mi caso,me ayudó a juntarme con la genteadecuada. Vi un lugar diferente, una eradiferente, un mundo diferente, pero no helogrado conocer algunas ubicaciones

todavía. Tú al menos parece que hasdescubierto una forma de llegar a ello ode acercarnos. Mejor tarde que nunca.

Stuart fue asimilando la información.Se le había revelado el diseño de unaespecie de máquina infernal y algo ledecía que se había convertido en elresponsable de llevar a cabo suconstrucción.

—No se preocupe, se le proporcionaráfondos ilimitados y los recursos quenecesite, tarde lo que tarde. Ya le hedicho, estamos en todos los sectores delplaneta. Investigue lo que necesite einfórmeme de sus avances. Le ayudará unade mis agentes, Elizabeth. Es laespecialista en obtener materiales de todotipo.

—Tengo una pregunta, si las personasque pueden leer estas páginas, son comodice elegidas, como cada uno de ustedes,¿qué ocurrió con el político al quemostraron el libro?

Ezequiel le lanzó una mirada al generalen señal de aprobación. El señor Manfreehabía demostrado ser astuto.

—Verás, los primeros añosdescubrimos que las primeras páginasservían para cualquier persona, peroproducían un efecto diferente.

—¿Los mataban?—No, no seas tan radical. El efecto o

les dejaba en coma o les volvíacompletamente locos. Tuvimos algunosproblemas con algunos centrospsiquiátricos donde ciertos pacientes

pintaban las paredes con palabrasextrañas. Al final nos fusilaban a llamadasintempestivas echando la culpa algobierno por todo. Que nosotrosprovocamos la locura de muchospacientes etc. Pero un día empezaron adibujar símbolos extraños y vimos laoportunidad. Logramos hacerles creer queeran símbolos satánicos. Y como nadiepodía refutar lo contrario, el tema de lasllamadas se solucionó.

—¿Y los pacientes?—Los usamos en experimentos

psicotrópicos. No se podía hacer nadamás por ellos, eran las cobayas perfectas.

Stuart acabada de comprender suposición. Se había convertido en lapersona más importante de esa sala. Tenía

ante sus ojos un proyecto de enormesproporciones y necesitaría tiempo paratranscribir toda la información que lehabía revelado el libro.

—Bien señores, su función por hoy haterminado. Pueden subir al exterior paratomar aire fresco. Stuart, tú te quedarás unpoco más. Tengo que mostrarte otra cosa.

Ezequiel se dispuso a recoger losvasos. Roderick abrió la puerta metálica yfueron saliendo.

—Si necesita algo, estaré en el canaldos, señor—le dijo al general,señalizándole el walkie talkie delcinturón.

56

Top Secret

Ezequiel cogió caja de diapositivas

del armario. El general se volvió a dirigira Stuart.

—¿Cómo lo llevas muchacho?—Creo que lo he entendido.—Magnífico. Ahora viene la segunda

parte. ¿Recuerdas la historia de laprimera imagen, la de la gran parabólicaen la montaña?

—Sí—Bien, de eso va esta sesión. Presta

atención Stuart.El general esperó a que Ezequiel

preparase la segunda ronda de

diapositivas y volvió a presionar el botóndel mando. Una hoja de papel llena denúmeros apareció en la pared de lahabitación. No tenía ningún sentido.

—El 15 de agosto de 1977, uno de losgrandes radiotelescopios de la red SETIcaptó a las 23:16 una señal de radio cuyoorigen era desconocido, pero queprovenía de la zona oeste de laconstelación de Sagitario.

Stuart pensó un momento. Constelación.El general la había nombrado en esareunión secreta con el político.

—Y supongo que esa constelación es lamisma que la que descubrió su astrónomoen el libro, ¿no?

—¿Ves cómo todo encaja? Recibimosun manual de instrucciones, pero al

abrirlo está en blanco, y al tocarlo, temuestra sus secretos. Es decir, estácodificado, como hoy en día cualquiertipo de mensaje. Mandamos, durante unadécada, mensajes al espacio para intentarentrar en contacto, aunque con demasiadasesperanzas, porque las distancias sonastronómicas. Pero un mes antes demandar el disco de oro con datospersonales del planeta, nos llega estemensaje. ¿Lo ves? ¿Hay algo que te llamela atención de ese documento?

—¿Que significa ese Wow [33]?—preguntó Stuart.

—¿Algo más?—Insistió el general—Acércate más Stuart. Adelante. No tecortes. Lo entenderás.

Stuart se levantó inseguro del sillón.

No tenía nada que perder. Se habíaconvertido en una especie de deidad parael general. Se acercó hasta la proyecciónen la puerta de metal. Se aproximó a laimagen. Era una hoja llena de números.Debía ser un extracto, porque estabacortado. Se fijó en la curiosa palabra yobservó que a su derecha había unasletras. ¡Letras! Una hoja llena de númerosdel uno al siete—los números máspequeños divisibles—y grupo de númerosy letras redondeados con bolígrafo quellamó su atención.

—¿Que significa 6EQUJ5 [34]?El general se cruzó de brazos.—Esa es la pregunta del millón de

dólares señor Manfree. Le invitó aaveriguarla. ¿Qué me dice?

Stuart se quedó un par de minutoscontemplando la hoja llena de números.¿Cómo era posible que dentro de tantosnúmeros sólo hubiera cuatro malditasletras? ¿Sería un error de la impresora?¿Tanta casualidad? Demasiado evidente.Habían pasado trece años.

—General le importa si subo a lasuperficie a tomar el aire fresco. Lonecesito.

—Claro Stuart. Se lo ha ganado. Nocreí que fuera capaz de procesar tantainformación en una sola noche. Salga. Esun hombre libre. Eso téngalo siempre encuenta.

Ezequiel accionó una palanca delarmario y la puerta se abriómecánicamente. Stuart salió y ellos se

quedaron dentro.

57

Recuerdos

—Señor, ¿por qué le ha ocultado a

Stuart que yo fui la persona que acompañoal astrónomo en la reunión de 1982?

—¿Y si le diese por investigar yllegase a descubrir que tú tambiénestuviste en la noche de los meteoritos? y¿qué gracias, a que fuiste el primero entocar la caja metálica y sigue vivo paracontarlo, posees esa habilidad y temantienes?—el general miró a Ezequielfijamente a los ojos—¿Alguna vez haspensado en qué diablos te convertiste?

—Cada día desde el suceso señor. Esmás, le diré que me he llegado a plantearbuscar vías alternativas para encontrar

respuestas. Quién sabe, igual encontramosa los dos que faltan.

—Dejemos que las cosas sigan sucurso. Por cierto ¿Vías alternativas?—elgeneral no pudo evitar su sorpresa.

—Me estoy pensando regresar a casadurante un tiempo y emprender un viajepor Asia, en busca de ayuda espiritual.

El general resopló. Nunca había estadode acuerdo con esos métodos. Pero debíaadmitir que había visto cosas másextrañas.

—Si crees que debes hacerlo, tienesvía libre. Hablaré con Roderick para queprepare un avión y provisiones para elviaje.

Ezequiel le toco el hombro con la manoe interrumpió al general.

—Preferiría que el resto creyese que esun viaje por tema familiar. Déjemedisponer de ese favor.

El general le miró a los ojos. Veíadecisión en ese hombre.

—De acuerdo, mi fiel guardián. Salcuando quieras. Pero te doy un máximo dediez años y debes informarme siencuentras algo o a alguien, sin excepción.No admito un no por respuesta.

—Trato hecho general. Deme unosdías.

—Antes de que se vaya quiero darteuna cosa para tu viaje.—Regresó a lahabitación secreta y cogió un estuche demadera oscura.—Toma.—le dijo—Es unregalo, para tu viaje. Te traerá suerte.

Dentro de la caja había una moneda de

oro[35]. Por un lado había una mujer conun cetro y en la otra un águila de perfil.

—Gracias señor, ¿qué significa? ¿Dedónde la ha sacado?

—Eso no tiene importancia amigo. Sólodebes saber una cosa. Es única en elmundo. Guárdala bien. Úsala comoamuleto.

Entonces esa palabra le sugirió unaúltima pregunta.

—¿Qué es de su ahijado, ese chico, eldel incidente, Paul? ¿Cómo es que nuncale ha traído aquí?

El general se puso a contemplar elcuadro del hombre intentando huir delinterior del mundo. O esa era suinterpretación.

—No es una buena idea, créeme. Sería

mi mayor deseo que le conocieran, perosu cerebro funciona de una manera muydiferente. Desde el accidente del hospital,se dedicó a pintar y a recrear imágenesmuy extrañas. Los mejores psicólogos yanalistas de arte del país no han sabidocómo interpretarlas. Dicen que sondesvaríos de un desequilibrado mental,pero que con tratamiento mejorará.Arrogantes. Créeme cuando te digo quealgunas de esas pinturas están guardas porseguridad hasta que alguien las sepainterpretar. Se han perdido varias por elcamino, por sus ataques de histeria. Poreso no le traigo nunca conmigo, al menoshasta que consiga la manera deestabilizarlo a voluntad. En un futurocercano espero. Puede que en tu viaje

conozcas a alguien que sepa interpretarlos sueños o las visiones. Sería una bazainteresante para el grupo.

Su cara. Inalterada por el tiempo. Lostreinta años que llevaban juntos, seguíaigual que el primer día. Debía ser duro noencontrar una razón de existencia para suaccidentada prolongada vida. Lainmortalidad era un tema de historias,mitos y leyendas. La eternidad del alma.Nadie debería llevar esa pesada cargasobre sus hombros. Suceder a todos losque te rodeaban. Debía ser diferente paracada uno. Se dice que cada persona es unmundo. Como una carretera con un motónde caminos secundarios y terciarios quese unen entre sí formando una enrevesadared de comunicaciones que, en un

momento dado, llega a su destino. Undestino incierto porque es desconocido.

Por un lado podrías dedicarte a realizarlo que ningún ser humano podrá hacer entoda su limitada vida, pero por otro lado,nunca te sentirías completo hasta noconocer esa respuesta. El insaciabledeseo del ser humano por elconocimiento, la curiosidad, lo nuevo, loexótico, experimentar lo diferente. Lamente es un arma de doble filo muypeligrosa. Dicen que la curiosidad mató algato, aunque estos siempre caen de pies yposeen varias vidas. Ser o no ser, he ahíel dilema. Elegir una opción o la otra. Unapuerta o la otra. Dos direcciones de unmismo carril, pero en direccionesopuestas.

—Encontraré respuestas, señor.—dijoEzequiel.

—Sé que encontrarás al últimomiembro del grupo. Y también sé, que túsabes quién es.

El último miembro. Eso significaba queincluía a su ahijado. Esas pinturas debíanser muy importantes para que no lasmostrara a nadie. Podrían influir dealguna manera.

La luz de una bombilla roja se encendióen la habitación. Sonó el comunicador.Los dos se quedaron perplejos.

—¿Qué ocurre ahí arriba?—preguntóEzequiel.

—Los perros se han vuelto locos señor.Creemos que hay alguien en losalrededores.—respondió un soldado

desde el exterior.—Apagar ese ruido infernal y controlar

la zona.—ordenó.—Usted ya sabía esto,¿no?—le preguntó al general.

—Digamos que no es la primera queme encuentro en esta situación.

—Saldré por el primer nivel, si no leimporta. Tengo un transporte listo. ¿Ustedpor dónde saldrá?

El general sonrió enorgullecido. El hijoprodigo. Siempre lograba sorprenderle.

—Este castillo de juguete ocultatodavía muchas sorpresas, créeme. Losingenieros hicieron bien su trabajo.

—Por cierto, como está su sobrino, yasabe…¿Max se llamaba? Creo que no lohe vuelto a ver desde el bautizo. ¿Cuántosaños tiene?

El pequeño Sheppard, el orgullo de suhermano, la nueva generación de soldadosde la familia. Crecía rápido el condenadoy no paraba quieto.

—Cinco recién cumplidos. Darámuchos quebraderos de cabeza. Dateprisa o no te dará tiempo.—se le quedómirando.—Hasta tu regreso.

—Gracias general, que tenga suerte.Siempre a su servicio.

—La suerte no existe mi querido amigo,ya lo deberías saber.

Ezequiel salió por la puerta metálica.El general se dirigió a la silla de Melinda.Detrás había un cuadro.

—Llego el momento por el cual fuistecreado.

Apretó uno de los laterales y el cuadro

se desplazó 180 grados. En su interior unacerradura de numeración. El generalinsertó la fecha que lo inició todo.«491963#». Empujó con todas sus fuerzasy la puerta se deslizó hacia dentro. Susalvación estaba asegurada. Se dio lavuelta y contempló la habitación. Lostrece sillones con sus correspondientesanfitriones. Grandes reuniones se habíandesarrollado durante décadas. Muchasveces, el mismo Alexei tuvo que ponerorden allí. Había poco respeto haciaRoderick pero era el mejor en su trabajo.Una cosa tenía clara, esos recuerdos nodesaparecerían. No bajo su dirección.

Un ruido proveniente del pasillo delascensor elevó el nivel de alerta. Confióen que sus súbditos se las apañaran solos.

Confió en que Stuart salvase el cuello dealguna manera.

Se dirigió al viejo armario y lo deslizó.En la pared había un pequeño botón rojo.Guardó el libro en la caja metálica y se lallevó con él. La superficie de lahabitación respondió con una pequeñasacudida y emergió polvo del suelo.Volvió a empujar el armario para dejarloen su sitio. La mesa dio una sacudidahacía los sillones y a su vez también sedesplazaron. La mesa, en su meridiano,mostró varios engranajes dorados y seplegó en dos. Pudo ver en el revés de lamadera, las antiguas inscripciones deaquellos primeros años estudiando ellibro.

—Ahora estáis aquí—dijo el general

señalando su sien.La superficie que contenía los sillones

y la mesa empezó a descender un par demetros y el suelo de la habitación seclausuró sin dejar huella. Nadiedescubriría sus secretos.

Escuchó cómo intentaban abrir lapuerta. El general se adentró en el nuevopasillo y empujó la pesada puerta hacia lahabitación. El cuadro regresó a suposición. El general estaba a salvo. Unalarga travesía le esperaba hasta el otroextremo del túnel.

58

Exterior del Castillo

La reunión había resultado fructífera.

Ahora conocían el verdadero objetivo dela misión. Debían contactar con suscompañeros que no habían podido acudiresa noche.

—Otto y Elizabeth van a tener muchotrabajo a partir de ahora. Fórmulas eingeniería. Se lo pasarán genial.—dijoInesh.

—El matemático y la contrabandista.Menudo equipo más peculiar.—dijoMelinda.

Roderick se acostumbraba a su nuevobrazo, abría y cerraba los dedos. Algunasveces le mostraba el puño a Melinda.

Ella, siempre retadora, le dedicaba esasonrisa que intercambiaba por una cara depocos amigos y preparaba las manos paraempezar el juego, su juego. Alexei leagarró la cabeza con su enorme manoderecha. Ella le miró y Alexei le dedicóuna negativa con la otra mano.

—Ahora no, No quiero morir todavía ymenos en un ascensor.

—Ahí está la gracia del juego. Nuncasabes lo que va a pasar.

—Arriba puedes hacer lo que te dé lareal gana.—respondió Rod— Pero Alexeitiene razón, aquí no. Este ascensor ya seusa poco, no es plan de caer con él.

El ascensor pitó al llegar al piso cero.La sacudida fue seca. Roderick seapresuró a abrir la compuerta interna.

—¡Libertad!—dijo Alexei.La noche estaba llena estrellas y la luna

iluminaba el patio por completo.—No lo digas muy alto. Te recuerdo

que hay micrófonos por la finca.—Mira que eres un obseso de la

seguridad.—Créeme cuando te digo, que si

tuvieras acceso a la información delgobierno a la que yo tengo, tú también lotendrías. Nadie me la va a jugar y menosen mi territorio.

Roderick subió por una escalerasituada en el lateral de la torreta. El restose movió por el terreno para estirar laspiernas. Desde la cima de la pequeñatorreta, Roderick quería convencerse denadie les estaba espiando. No es que por

subir allí viera en la oscuridad, pero enesa torreta estaba el contador de los focosy su idea era encenderlos todos. Todo elpatio se iluminó, hasta los rincones másoscuros de la larga muralla.

—Tío, acabas de estropear la noche, enserio.—dijo Alexei.

Roderick hizo caso omiso delcomentario. Cogió unos prismáticos yobservó el perímetro. Cambio su walkieal canal uno.

—Atención a todos, realizar un sondeode seguridad. Informar si veis algoextraño.

Empezó por el espeso bosque querodeaba el castillo. No albergaba muchasesperanzas de encontrar algo, pero era sutrabajo y se lo tomaba en serio. Los

primeros sectores dieron negativo. Nadiecomunicaba. Parece que se habíaexcedido. Siguió observando por elfrontal del perímetro. También negativo.Parece que sus aptitudes estaban fallando.Continúo por el lado Este del perímetropero tampoco vio nada.

—No lo entiendo. Nunca me equivoco.—murmuró Roderick.

Un brillo de luz le cegó. ¿Que ha sidoeso? Dirigió los prismáticos en esadirección. Al principio no vio nada, peroal fijarse mejor, vio algo.

—Una lente...—dijo Roderick— ¿Quehace una lente en el campo?

Acto seguido, cogió el walkie y dio lavoz de alarma.

—Que un grupo vaya al lado Este e

inspeccioné. Ha visto un brillo de luz.Comprobadlo. No me ha gustado. Soltadlos perros.

Un pelotón se dirigió por la muralla alsector. Por el suelo dos soldados convarios perros salieron por la puertaprincipal. Melinda y Alexei se pusieronalerta.

—¿Qué ocurre Roderick? ¿Qué hasvisto?—preguntaron.

—Será mejor que desaparezcáis. Bajadal primer nivel. Yo iré ahora.

Un mar de balas inició la noche. Lossoldados empezaron a caer en losmatorrales del perímetro. Los perros sesoltaron y atacaron a los incursores.Roderick pulsó el botón de alarma delperímetro y llamó a Ezequiel por el canal

dos.—Tenemos problemas. Abandonad la

sala. Repito, abandonad la sala. Cierro elcanal.

Dejó los prismáticos en el suelo y bajópor la escalera. Alexei y Melinda estabanen la puerta de la torreta. Escaparían lostres juntos. El ascensor llegó a lasuperficie. Cuando se abrió la puerta,Stuart apareció dentro.

—Volvemos a bajar Stuart. Hayproblemas.—resumió Alexei.

—¿Problemas?...—dijo Stuart sinentender la situación, hasta que escuchólos disparos provenientes de la puertaprincipal.—¿Nos atacan? ¿Quién?

—Ni lo sé ni me importa. Para eso seencarga la seguridad. Descendemos al

primer nivel.Se escuchó el sonido de las hélices de

un helicóptero por encima de su posición.Roderick cerró la puerta metálica delascensor. Metió una llave en la ranura y lagiró. Al llegar al nivel, el ascensor emitiósu peculiar sonido y la puerta se abrió.

—Aquí esta nuestra ruta de escape.Ante su sorpresa apareció Ezequiel.—He subido por las escaleras.—dijo.Un enorme garaje se abría en su

plenitud. Una colección de coches lujo asu disposición. El general tenía amigosmuy influyentes.

—Las llaves están puestas. Escogeduno, que no sea muy llamativo.—ordenóRod—No hay que llamar la atención.—Melinda se acercó a un coche de color

negro. Roderick suspiró. Alexei le dio unapalmadita en señal de comprensión.—Contal de llevarme la contraria—murmuró.

—Relájate hombre—dijo Alexei—Ame pirran los coches japoneses.

Inesh se acercó al BMW [36] del garajey Stuart se dirigió su hermano gemelo,pero Ezequiel le detuvo.

—Tú te vienes conmigo. Tengo quedecirte donde vas a operar a partir deahora. El resto tiene sus propios asuntos yobligaciones. Tu papel ahora esprimordial y el más secreto. Te reuniráscon otros miembros del grupo másadelante para ir haciendo los preparativosde los pedidos. El general te esperará enel punto de encuentro en unos días.Instálate y familiarízate con el lugar, ¿de

acuerdo? Cuando se vuelva a organizartodo podrás volver a revisar tu seccióndel libro. Cuantas más veces lo hagas,más claras se volverán las imágenes.También te ayudarán a entenderlo enprofundidad. Aprenderás rápido. A todosnos ha pasado.

—De acuerdo. Una cosa. ¿Cómo sesale de aquí?

—Tienes razón. Ves el Shelby negro deallí. Entra en ese.

Roderick se dirigió a la pared de suizquierda. Había un gran botón azulinstalado. Al pulsarlo, la pared del fondose empezó a elevar verticalmente. En suinterior, un túnel de un kilómetro delongitud daba al exterior.

—En serio, ¿quién ha construido todo

esto?—Buena pregunta. Eso sólo lo sabe el

general. El compró este sitio y él lorestauró.

Uno a uno, los coches fueron saliendodel garaje. Había sido una noche muylarga.. Cuando Ezequiel entró al vehículono se esperaba la escena que veía, Stuartse había dormido. En el fondo le entendía,demasiada información durante un par dehoras. Encendió el motor, metió elembrague y piso el acelerador hacia lasalida.

El final del túnel se fue iluminando. Erala salida. Los coches salierondirectamente a un descampado. A loslados del agujero, estaban las doscompuertas plegadas en el suelo. Un

camino daba directamente a la carreteraprincipal. Todos se separaron. Lacompuerta se cerró automáticamente.

59

Perímetro exterior del castillo

—Señor, a su señal entramos—dijo el

líder del primer comando.El FBI había reanudado una

investigación sobre enormes movimientosde dinero bancario, la desaparición deinformes confidenciales y venta desecretos de estado. Y por la imagen queofrecía la seguridad, no iban malencaminados.

—Capitán, despliegue a sus hombres aleste y al oeste de la posición del objetivo.La misión consiste en recabar pruebas sinser vistos.—dijo el teniente Jim Mason.—¿Está avisado el helicóptero?—

observando desde sus prismáticos.—Veouna torreta a quinientos metros.

—Está esperando en un descampadocercano. Cuando le dé la señal, se posaráen el patio.

Los minutos pasaron. La alarma delfuerte resonó y los focos se encendieron.La seguridad de la muralla empezó adisparar y los marines se vieronobligados a defenderse.

—¡Mierda!—exclamó con fuerza Jim.Los marines dispararon a sus respectivosblancos.—Llamad al helicóptero.¡Enseguida!

Tras neutralizar a los dos soldados, unatorreta de piedra era su principalobjetivo. Accedieron a la entrada depiedra y encontraron un ascensor. Jim

analizó un panel con varios botones.—Veamos que secretos no

encontramos.—respiró profundamente.El intermitente de la pared se iluminó.

Jim empujó la puerta. Se encontraron enun largo pasillo con una puerta metálica alfondo.

—Echen esa puerta abajo caballeros.Los soldados prepararon barras de

material explosivo. Con el transmisor elmano, Jim apretó el botón. La cerraduraquedó destrozada, pero la puerta no cedió.Entre los cuatro intentaron forzarla. Elmecanismo cedió. Del interior de lapuerta salieron rayos de luz.

—Vamos, ya son nuestros—animó Jimesperanzado.

La habitación estaba vacía. Una curiosa

colección de arte y un pequeño armario alfondo de la habitación. Jim investigó elarmario.

—¡Dime algo, enséñame algo!—murmuraba Jim muy nervioso.

Encontró una colección de botellas dealcohol, un proyector, dos paquetes dediapositivas y una palanca. Esperanzadoun compartimento secreto, la palanca sólosirvió para accionar el mecanismo de lapuerta. Miró las diapositivas. Cada unatenía una etiqueta en su tapa. Jim las cogióy ordenó a dos soldados limpiar dehuellas ese armario.

—Nos vamos de aquí, parece que sedieron mucha prisa. No tengo ni idea depor dónde habrán salido.

En el pasillo, se apoyó en la pared para

intentar pensar. Lleno de rabia, no pudocontenerse y golpeo la pared con todassus fuerzas.

—¿Qué demonios?—preguntó Jim.Hizo un boquete en la pared—¡Venidaquí!—Los marines acudieron a lallamada. El equipo cargó contra la paredy retiraron los escombros con las manos.Detrás había unas escaleras. Dieron conun acceso iluminado. Allí mismo habíaotra compuerta para el ascensor. «Unpasadizo de escape—pensó Jim».Contempló una gran superficie. Un enormegaraje con varios coches de lujo y variasplazas vacías. «Acaban de irse». Delfondo del túnel se perpetró un sonidopesado y metálico. Una compuerta sehabían cerrado.

—¡No!—gritó Jim cayendo de rodillasal suelo.—¡Los tenía! ¡Eran míos!—Susojos demostraban agonía. Cogió su walkiey llamó a la superficie.

—Localizar esta transmisión y buscarvarios coches de lujo por la zona. Hanescapado delante de vuestras narices.

La señal se vio interrumpida porinterferencias. Jim volvió a probar.

—¿Me han copiado ahí arriba?—Sí señor.Algo en la pared llamó su atención.

Otra palanca. Estiró el brazo hasta ella yla accionó. Se escuchó otro sonido demetal a lo lejos. La compuerta se habíaabierto de nuevo. Volvió a mirar a loscoches. Ocho superdeportivos adisposición de nuevos dueños.

—Uno conmigo. Vamos a averiguar adonde sale ese túnel.

Jim fue directo a su coche favorito.Aficionado a los coches ingleses, el McLaren era su mejor elección.

—Bien soldado, esta lección no seaprende todos los días. Póngase elcinturón. Nos vamos de aquí.

Las llaves estaban puestas. Dio alcontacto y pisó el acelerador. El túnelcontinuaba iluminado. La compuerta sehabía abierto por completo. El cocheapareció en el exterior. Se vio rodeado desus propios agentes apuntando al coche.

—¡Salgan del vehículo!—gritó uno delos marines.

Otro soldado golpeó la ventanilla. Jimintentó calmarse.

—Segunda lección que nunca volverá a

presenciar soldado. Va a ver la cara de uncompañero cuando se dé cuenta a quienesta apuntado con su arma. Atienda.—dijoJim pulsando el botón para bajar laventanilla.

El cristal comenzó a descender. Unarma le estaba apuntando a la cara.Automáticamente, el arma se alzó.

—Señor, creíamos que…Jim le miró directamente a los ojos y le

respondió.—Tiene quince segundos para hacer

treinta flexiones. Usted mismo.Enseñó el reloj y presionó un botón. El

soldado se echó al suelo. El resto decompañeros tragaron saliva. Ninguno se

lo había esperado.—Cuatro, tres, dos…Antes de terminar la cuenta, el soldado

se levantó finalizando tarea. —Se acaba de librar de un consejo de

guerra.—mirando al resto del regimiento.—A ver, ¿qué alguien me explique que eseste emplazamiento?

El líder del segundo comando seadelantó y respondió.

—Señor, aquí se encontraba elhelicóptero a la espera de las órdenespara penetrar en el patio, señor.

Jim intentó relajar su cuello. Inclinó susojos hacia la trampilla y recordó elsonido de las aspas del helicópterosobrevolando la torreta. Había sido ungolpe de suerte para los anfitriones.

Mandó salir del coche al soldado con laeducación que le quedaba. Abrió supuerta, salió del coche y gritó a los cuatrovientos.

La noche no había sido productiva.—Si alguien pregunta, que se dirigirá

directamente a mí, a nadie más. Ahora,regresad todos a la base.

Un walkie-talkie cobró vida y la voz deun agente rompió el silencio. Estabaninformando de un código 10-70. «Zonainterurbana de la ciudad…traiganrefuerzos—las interferencias omitieronparte del mensaje.—Repito, código 10-70, incendio premeditado en la entrada dela ciudad. Coche patrulla en llamas.Creemos que hay alguien dentro. Repito,solicito refuerzos. Corto».

Todos los marines no separaron susoídos de la señal de radio. ¿La entrada dela ciudad? Jim abría y cerraba los dedosde la mano derecha. La tensiónaumentaba. Demasiados fallos para unaúnica noche. Para su misión. ¿Quiéneseran esos tipos? ¿Acaso tenían tantopoder? Ninguna prueba, ningún rastro.Habían desaparecido como fantasmas.Necesitaba respirar aire fresco y salir deallí.

60

Día de los veteranos

11 de Noviembre de 1990

Las cuatro de la madrugaba.Jack se agitaba en la cama con

brusquedad. La pesadilla seguía viva ensu subconsciente. Pasar página. eso ledijo el doctor. Era la única forma depoder continuar con una vida normal.Noche tras noche recreaba esas escenasen primera persona, corriendo,escapando, evitando ser tiroteado. Aveces, las misiones se mezclaban y elcaos le obliga a despertar.

Su mujer veía como apretaba los puñoscon tanta fuerza que le daba miedo tocarle

para despertarle. Siempre esperaba a queabriera los ojos primero. El resto era mássencillo

—¿Has vuelto a tener esa pesadilla?—le preguntó Evelyn.

—Sí, pero esta vez era diferente. Erasobre el último día. Estuvimos a punto demorir.

—Pero sobrevivisteis. Todavía noentiendo por qué lo pasas tan mal. Sé quees normal para alguien que ha estado en elejército, me lo ha explicado el doctorcientos de veces, pero es que ya hapasado un año. ¿nunca remitirá?

Jack contempló a su mujer con unainocente sonrisa y la besó con dulzura.Era cierto, llevaba un año tomandopastillas para poder dormir. Durante los

últimos meses, cada noche regresabanescenas que creía que se habían quedadoatrás.

Como todos los domingos por lamañana, su hijo Patrick, de cuatro años deedad, le despertó saltando encima de lacama. Había aprendido a andar sigilosocomo su padre. Jack quería enseñarle todolo posible por si regresaba a filas.

Salieron al jardín a lanzarse unaspelotas de béisbol. A Patrick le encantabajugar con su padre. Había pasado sólo unaño desde que había regresado al barrio.Tras su llegada, le admiraban por haberregresado con vida de ese infierno. Susdos medallas le otorgaban confianza. Lamedalla del cuerpo de marines y laestrella de bronce[37]. Aunque, cansado

de tanta adulación, comprendía que notodo el mundo se alistaba y preferíanquedarse en el país ayudando a sudesarrollo y crecimiento. Y eso, éltambién lo respetaba. No todo el mundoestaba capacitado para soportar esasimágenes y la dura tensión de un campo debatalla.

Su vecino se acercó y le preguntó si ibaa ir la barbacoa anual por el regreso delas tropas. Jack se concentró en lapregunta. Ese momento de paz se habíaroto. Se le había olvidado. Se preguntabasi Stuart aparecería. Había pasado un añosin verle y sin recibir ninguna mensaje.Tampoco le habían comunicado su muerte.

—Claro Frank, Por cierto, ¿cómo estátu hermano? Me dijiste que tenía la salud

delicada.El hermano de Frank era el general Bart

Sheppard. Los últimos años había dadopocas señales de vida. Pero un día lellegó una carta del seguro avisando de sudelicado estado de salud y que seencontraba en una institución médicamilitar.

—Sólo sé que le están cuidado y demomento aguanta. Es un hueso duro deroer. Siempre lo ha sido, ni la muerte loquiere en sus manos.

—Esperemos que sea así. A la tardenos vemos.

Jack vio finalizada esa mañana. Patrickse le acercó. Le mostró esa mirada deniño inocente que tanto representaba esaedad. Jack le pasó la mano por la cabeza

y le despeinó. Le cogió por la cintura y selo colgó a los hombros.

—Vamos a ver a mama—le dijo a suhijo.

ЖLa barbacoa había empezado. Caras

conocidas, antiguos compañeros. Eltimbre de la puerta sonó. Nadie acudió ala llamada. El timbre resonó por segundavez. Frank no acudió. Alguien quepaseaba por la casa se acercó a la mirillay vio dos personas, un hombre y una mujerde uniforme.

Llevaban una sobre en la mano. Lossoldados se presentaron y preguntaron porFrank Sheppard. Les contestó que estabancelebrando la fiesta anual por las tropas yel anfitrión se encontraba en ella. Los

soldados solicitaron esperar dentro de lacasa. Se dirigió al jardín. Frank se diocuenta y se acercó. Atravesó la puerta algran salón. Sus invitados le estabanesperando. Se levantaron del sofá y lesaludaron. Frank no entendía lainesperada visita. Observó el sobre bajoel brazo y eso era presagio de malasnoticias. «Somos los oficiales RyanCollins y Samantha Powell. Nos envíande la jefatura de estado de parte de suhermano. Es sobre él.—respondió laoficial». Ryan le entregó el sobre a Franky lo cogió con mano temblorosa. Losoficiales dieron un paso atrás.

Extrajo un documento. Tenía sussospechas. Cuando oficiales militaresllaman a la puerta, podían significar pocas

cosas: una emergencia de seguridadnacional, la muerte de un oficial o unainvestigación. De la primera y la tercerano tenía noticias. Sintió un hormigueo.Palabra a palabra, línea a línea, sussospechas se hicieron realidad. A suhermano le había llegado su día. Lefallaron las piernas y cayó al suelo. Laoficial Powell llamó por radio a la base ysolicitó una ambulancia. El agente Collinsintentó reanimarlo. Le dio la vueltalentamente y le comprobó el pulso. Estabadébil.

Los invitados intentaron acceder alsalón pero la agente Powell se lo impidió.Jack escuchó un silbido. Una de lasparedes de la valla se abrió. Un hombrevestido con gabardina y sombrero

atravesó la improvisada puerta. Era DickThompson. Había pasado un año desdeque Jack no le veía. A punto de cumplirlos cuarenta y cinco, se le veía vigoroso.su energía parecía la misma que en elcampamento de entrenamiento. Pero sumirada era bastante sería. Algo habíasucedido.

—Hola Dick, ¿qué sucede?—Han surgido algunos problemas

y….te necesitamos JackEsa frase no le gustó nada. Alguna

noticia de la base, una invitación para lafiesta, ponerse al día. Hubiera preferidocualquiera de esas conversaciones. Perono volver al servicio activo. .

—¿De qué se trata?—Del general Sheppard, el cual ha

fallecido y por lo que se ha armado unbuen revuelo. Su hermano debe estar en elsuelo ahora mismo. Los agentes delinterior vienen conmigo, tenía que hablarcontigo en privado. La situación no es lamejor que uno espera para unaconversación…pero el tiempo se agotaJack.

Los invitados intentaban hacer huecospara acceder a la sala. A los oficiales seles agotaba la paciencia.

—Te informó Jack—empezó a Dick—sabes que el general tiene un heredero. Noes de su misma sangre, le adoptó en lossesenta, en unas circunstancias algoextrañas. El informe es clasificado, peroun servidor tiene sus contactos. Elverdadero padre biológico del muchacho

murió en el mismo hospital donde fueingresado su hijo, el hijo adoptivo delgeneral. La adopción fue privada.

—¿Y yo porque estoy en medio de todoesto?

—Después de que tú consiguieras tupermiso para regresar aquí, Stuart, debidoa la herida de la pierna, solicitó untraslado a inteligencia. Hay rumores deque se unió a las filas del general.

—Me parece muy bien todo eso, perosigo sin ver donde entro yo.

—No has cambiado nada eh Jack.Podrían colgarme por contarte esto.—tomó aire—Pero por ti haré la excepción.El general pertenece a un círculo muycerrado de muy arriba, ya me entiendes, ymuchas veces se han cerrado

investigaciones fantasmas por órdenes deese círculo.

—¿Investigaciones fantasma…?—Por fin captó tu interés—respondió

con una gran sonrisa.—el tema es, ypresta mucha atención, que el último añocreemos que Stuart ha estado realizandoenvíos, en días muy puntuales, demateriales muy caros a un edifico franco,que oficialmente está abandonado, perotenemos informes de actividad continua enesa zona. La lista de la compra fue fácilde obtener, lo que no comprendíamos erapara que querría esos trastos. Suponemosque están fabricando algo. Pero todo estáblindado. El nivel de acceso es muy alto.Créeme, he intentado mover hilos y nada.

—Y ahí es donde entró yo—Jack se

imaginada lo que veía a continuación. Lesorprendió lo mucho que Stuart habíacambiado. No era propio de él mezclarseen esos círculos. Algo le tenía que haberinfluido. Su problema siempre fue eldinero. Ojalá el maletín de Kabul nohubiera influido demasiado.

—Como siempre, en el clavo Jack. Porcierto, ¿cómo está el pequeño Patrick?Debe a haber pegado el estirón.

—Sí, crece muy rápido, llegará asuperarme. Está en casa con Evelyn. Hepreferido que no vinieran. Y me alegró deno haberlo hecho.—volvió a girar lacabeza para ver el panorama—Espero quePatrick nunca tenga que verse involucradoen situaciones como éstas. Lo digo enserio.

—Nunca digas nunca Jack. Tú mejorque nadie deberías saberlo. Por cierto,Stuart acudirá al entierro del general.Tienes que ir. Oficialmente,extraoficialmente y obligatoriamente. Elpaquete completo. Eras su mejor amigo enel ejército, eso nunca se olvida. Seguroque te cuenta algo. Igual hasta te incita aque te unas a él. Sería interesante.

La ambulancia se oía a los lejos. Dickllamó por walkie a sus dos oficiales y lesordenó sacar el cuerpo.

—Jack, el entierro será a las ocho de latarde. Nos volveremos a ver en tu casa.Toma este móvil, llámame por él cuandoestés de regreso.

Los dos oficiales colaboraron en laextracción del cuerpo y lo montaron en la

ambulancia. Los dos amigos se dieron lamano y Dick desaparecido por la puertafalsa de la valla. Los sanitarios ya sehabían llevado a Frank y la gente decidióque la barbacoa había terminado. Habíasido un día extraño para todos.

61

Funeral

11 de Noviembre de 1990, 19.30

Faltaban treinta minutos.

Jack llegó al aparcamiento. Debía sercauteloso. No todos los días tu superior teencomendaba espiar a tu mejor amigo.Quería inspeccionar el lugar antes de quesucediera cualquier sorpresa.

Se introdujo por un camino de árboles ydio un paseo. En una distracción, observóla imagen de un pequeño lago. Salió delcamino y se introdujo en la extensa zonaverde para visualizarlo más de cerca. Alotro lado, observó mucha gente reunida.Encontró un banco de piedra y presenció

la ceremonia.Tres filas de sillas formaban la

ceremonia y unas quince personastomaban parte en el acto. Dosadolescentes, una chica de dieciséis añosabrazaba a su hermano pequeño. Debíansoportar una importante pérdida. Dosféretros eran el motivo de la situación.Dos personas mayores se llevaron alpequeño para intentar calmarlo. La hija,agarró el cordel de su colgante y se loquitó. La figura de dos ángeles simétricosunidos por un sencillo cierre de plata. Losseparó y colocó cada uno en su cabeceracorrespondiente El sacerdote dio porterminada la ceremonia.

Jack miró su reloj. Quedaban menosdiez minutos para empezar el entierro y

todavía no sabía dónde era. Dejó el bancoy regresó al paseo arbolado. Por elcamino tropezó con alguien y cayó alsuelo.

—Lo siento, llegó a tarde un funeral—dijo Jack tosiendo.

—Tranquilo amigo, lo he imaginadonada más verte. Ven, te ayudo—respondióel individuo.—Se sintió algo mareado.Esa voz le resultó muy familiar. Inclusodemasiado cercana.—Animo Jack quellegamos tarde, es más, no debería estaraquí.

¿Le conocía? Se levantó y lo descubrió.—¿Stuart?, pero—Jack no salía de su

asombro.—¿Qué haces tú aquí?—Amigo mío, es a mí actual jefe al que

se va a enterrar. Bueno, actual suena a

algo vivo. Mejor, fallecido jefe. Vamos,ha habido retrasos con la ceremonia.Luego lo entenderás.

—En serio, ¿cómo me has visto?—murmuró Jack.

—Estaba dando un paseo para hacertiempo y he visto cómo te sentabas en esebanco de piedra. Una tragedia lo de esosdos chavales. Los padres eran dosoficiales. La guerra parece que lepersigue a uno de por vida. Uno creehaber terminado con ella, pero un díadescubre que todavía sigue en ella—dijoStuart mirando hacía el lago dejando lamirada perdida.

Jack volvió a mirar el escenario. Lahermana cogía a su hermano de la mano yse lo llevaba a sentarse frente el lago.

—Opino lo mismo amigo. Es comoestar encadenado de por vida.

Stuart miró su reloj de muñeca.—Vamos, llegaremos tarde.

ЖStuart le señaló un grupo de personas

llevando en sus hombros un ataúd.—La ceremonia será interesante,

créeme.—le dijo Stuart.—Ahora tengoque irme.

Había más de cuarenta personas,algunas personalidades de alto rango y ungrupo de hombres con tirabuzonesvestidos de negro. No entendía laceremonia. Observó una entidad de granbarba, gorro negro y vestimenta oscurainiciar la ceremonia. ¿Era una ceremoniajudía? ¿Una ceremonia Mixta?

Ciertamente, iba a ser un acto interesante.En la primera fila, había dos mujeres

de mediana edad. Una de ellas, decabellera pelirroja y físico delgado, sesecaba las lágrimas con un pañuelo; laotra, de mayor estatura, morena, llevabagafas oscuras y miraba al horizonte. A lolejos, siete personas cargaban con unféretro de madera. Stuart se unió a ellosen su ayuda. El féretro avanzó a lo largodel pasillo hasta un altar de piedra.

Stuart le hizo señas para que fuera a unPartenón de color negro al otro lado delos arbustos. Aunque le habría gustado verla ceremonia, tenía una misión. Stuartsalió de la ceremonia y sus compañerosobservaron a Jack.

El perímetro estaba cercado. Empujó

una puerta de madera y accedió alinterior.. Detrás del Partenón había ungran zarzal Avanzó por el terreno. Trescolumnas con sus tres ángeles sujetaban eltecho del edificio. En la base del tejadohabía inscripciones en otro idioma.

—¿Es magnífico, verdad?—Stuartapareciendo por arte de magia —Jack sellevó la mano al pecho. No le había oídollegar.—¿Quieres entrar dentro? Hoy estádisponible para la familia.—lanzándoleun guiño.

Jack nunca había visto uno por dentro.Alzó la vista para contemplar laespléndida entrada.

—Supongo que te habrás fijado en lostres ángeles que hay a los lados sujetandoel techo—pregunto Stuart.—como te

habrás dado cuenta, no es un entierronormal. Una línea de la familia es deorigen sionista, ya sabes, de la zona queno debe ser nombrada en el ejército.—lesusurró Palestina.—Y por eso hay unrabino dando la ceremonia y un grupo detíos vestidos de negro, y al otro lado,muchos otros tíos vestidos de uniforme.¡A qué es de locos!

Jack tenía la mirada perdida en unaextraña ventana del tejado. Stuart se diocuenta de ello y miró hacia arriba.

—Es muy antigua. Una cruz, una gran Xy una P. Símbolo de victoria queridoamigo. Mientras entramos te la cuento.

La puerta estaba abierta.—¿Sabes para que usaban las

catacumbas en la era romana? Para que

los judíos se ocultaran de los romanos,porqué mandaron matarles por miedo auna sublevación religiosa. En el año 313de nuestra era, un tipo llamadoConstantino tuvo un sueño especial. Esesímbolo que has visto es el monogramadel de arriba, ya sabes, al que llamaron elrey de los judíos hace dos mil años, y casitres siglos después de morir por lahumanidad, se le apareció a este tío ensueños la noche anterior a una granbatalla. ¿Y sabes que le dijo? Con esesigno vencerás. Y claro, el tío, comomilitar siguió órdenes. Y al día siguiente,sustituyó los viejos estandartes con eláguila imperial por ese símbolo[38], yganó la batalla.

Dentro había más sepulcros. Las

cubiertas de las tumbas estaban talladascon figuras humanas.

—Esos son sus antepasados, franceses.En ese hueco de allí.—señalo al fondo.—enterrarán al general. Su estirpe es muygrande. Algún día te la contaré, hoy notenemos tiempo.

Al fondo había un mural..—Una cosa, ¿cómo sabes todas estas

cosas?—insinúo Jack—A los pocos meses de estar en la

plantilla, me dijo que si quería estar en suequipo, debía aprender historia. Y aquíestoy, dándote una clase práctica.—tomóaire—¿Y sabes que es lo mejor?—dijo envoz baja—Que hay otro piso debajo. Yése, sí que impresiona. .

—¿Hay muertos colgando de las

paredes? –insinuó Jack.—¿Quieres verlo, valiente?Escucharon disparos en el exterior.

Jack se alegró del momento, pero lapregunta era desde cuando había disparosen una ceremonia judía.

—No me han informado de esto y no sési es bueno o malo.

Salieron al exterior.Los disparos provenían de varios rifles

apuntando al cielo y disparando en señalde respeto. La ceremonia había terminado.Stuart se acercó a sus compañeros. Jackcontempló otros tres ángeles que había alotro lado.. Algo tocó sus pies de Jack. Nose lo creía. Era un gato. Exactamente, unacría pequeña. Stuart regresó y se asombróal igual que su amigo.

—Dicen que por la noche, en losalrededores del lago se escuchan sonidosde animales. Puede que esta cría tengahermanitos.

—O simplemente que la hayanabandonado.—dijo Jack.

Jack se quedó mirando a la criatura. Alfinal no había sido tan mala idea entrar enese sitio y llevarse varios sustos.

—Se lo llevaré a Patrick. Le ilusionaráverlo.

—Tienes razón. Un animal siempre esbueno en el crecimiento de un crío. Lesayuda a madurar.—Stuart le lanzó unasonrisa.—¿Te apetece unas cervezas?Tengo en el coche. Así dejamos que elmínimo correteé un poco y hablamos delos viejos tiempos.

«Los viejos tiempos—pensó Jack». Eseera un buen tema para terminar la noche.El sol se estaba despidiendo. Tarde otemprano tendría que regresar a casa.Debería ser paciente.

Se dirigieron al aparcamiento.Empezaba a hacer frío. Jack guardó elpequeño minino en el bolsillo de lachaqueta. Antes de llegar al coche, secruzaron con una zona de bancosprotegidos por unos pórticos llenos deenredaderas. Los detalles de las columnaseran asombrosos, sus extremos parecíanespirales que no tenían fin.

—Espérame aquí, vuelvo en seguida.—le dijo Stuart echando a correr hacia elcoche.

«Espero que no huya—pensó». Metió

la mano en su bolsillo y sacó al minino.Su pelaje era negruzco y blanquecino.¿Quién eres tú y por qué apareciste desorpresa? El felino intentó saltar al suelo,pero Jack se lo impidió. «Un pequeñoaventurero, sólo pídelo». Estiró la mano ydejó que saltará al suelo. Una pequeñamariposa fue su nueva distracción.

—Por donde empiezo.—Stuart habíaregresado—me gustaría proponerte unacosa. Verás estoy metido en algo muygrande. ¿Recuerdas el botín que notrajimos de Kabul? Me sirvió para hacerbuenas inversiones, sobre todo a largoplazo.

—¿Y de qué áreas trata eso?—lamisión había empezado.

—De todas Jack. Nuevas tecnologías.

De la ingeniería a las ciencias biológicas,de las matemáticas a la astronomía.Comunicaciones Jack, nuevos sistemas deimagen, telefonía, computación. De todo.Hice bien saliéndome del ejercito amigo.—Stuart chasqueo los dedos.

Jack se quedó sorprendido por toda esainformación. ¿Nuevas tecnologías?Parecía algo revolucionario. ¿No sehabría metido en una secta? Stuart miró aJack.

—¿No me crees verdad?—No he dicho eso.—Pero lo estás pensado. Te voy a

mostrar una cosa que te hará cambiar deopinión.

Stuart se arremangó la chaqueta. En lamuñeca llevaba un brazalete.

—Bonita pulsera.—dijo Jack.Presionó una zona del brazalete y una

línea que rodeaba el artefacto se iluminóde color azul. Había varios botones en lasuperficie. Stuart presionó uno de ellos yhabló.

— Melinda, ¿me recibes?—Sí, ¿qué ocurre?—Una voz salió del

comunicador.Jack miró con los ojos como platos.

¿De dónde había sacado esa tecnología?¿De verdad estaba metido en algo de esaenvergadura? Debía profundizar más.

—Ahora están metiendo el cuerpo en elpanteón.—dijo Melinda —Todavía quedasepultarlo y limpiar todo. Quedan un parde horas. Tenéis tiempo. No te preocupes.

—Dime una cosa—Jack se enderezó—

supongo que eso es únicamente de usomilitar, esa nueva tecnología.

—No exactamente. Únicamente loposeen las empresas con las quetrabajamos. Todo está en faseexperimental. Este en concreto es unprototipo. Toma.

Stuart buscó en sus bolsillos hasta darcon una tarjeta.

—Aquí tienes. Por si alguna vez teapetece cambiar de trabajo.

En el frontal venía el logotipo de laempresa y a la derecha el nombre.Industrias AstraTech.

—De acuerdo, te tomo la palabra. Otracosa. ¿Sería posible visitar la empresa, undía de estos o cuando tengas un hueco entu agenda?

—¿Te apetece esta noche? Con el temadel luto, la empresa estará cerrada dosdías.

—Esa noche…—Jack pensórápidamente. Podría volver a casa, avisara Dick, estar con Evelyn y Patrick yregresar, y todo habría acabado. ¿Debíaarriesgarse? No le hacía ninguna gracia,pero no le quedaban opciones.—¿Qué teparece si en dos horas, cómo te han dichopor el chisme ese, regreso y me llevashasta allí? Así tenéis tiempo para todo ydespedir a los invitados y todo eso.

Stuart sopeso el comentario. Le parecióbien y le dio la mano a Jack

—De acuerdo compañero, hasta dentrode dos horas.

Los dos adultos se levantaron.

Empezaron a caer gotas del cielo y elminino se dirigió al pie de Jack. Era lahora de irse.

—¿Le da miedo la lluvia, eh?—insinuóStuart de modo sarcástico.

Jack guardó al pequeño felino en lachaqueta. Se dirigió rápidamente a sucoche. La lluvia empezaba a golpear confuerza. Sacó las llaves y con unmovimiento rápido abrió la puerta. En esemomento, empezó a llover con fuerza.

ЖStuart, por su parte, se dirigió junto a

sus compañeros. Notó como las gotas ibancayendo más y más. La lluvia no estabadentro del plan. Sus compañerosesperaban en la entrada, bajo el tejado demármol negro. Un rayó resonó en el cielo.

Y después otro. La noche sería larga.Melinda se acercó a Stuart y le agarró delabrazo.

—¿Qué tal con tu antiguo compañero?Parece interesante.

—Lo es, créeme. Me salvo muchasveces en el ejército. Creo que tiene dudas,pero es comprensible, nadie trabaja conlo que tenemos. Te sorprendería lo rápidoque avanza la tecnología en el otroextremo del mundo. Es como si nuncadescansaran. Parece que Elizabeth tienebuenos contactos.

—Por eso el general la reclutó querido.

62

Misión

11 de Noviembre de 1990, 21.30 La lluvia golpeaba con fuerza el techo

metálico del enorme vehículo. El sargentose terminaba su parte de la cena. Detrás,dos soldados comprobaban que todo elequipo electrónico funcionaba bien.

—¿Crees que la mujer nos dejará entraren la casa, con todo lo que ha pasado?—preguntó un soldado.

—No tiene más remedio, necesitamosaveriguar que traman en esa nave y nopodemos perder ni más tiempo ni másrecursos. Es está noche o nunca. Y lasegunda opción queda descartada.

Vosotros tened todo preparado paracuando veamos acercarse a Jack.Saldremos disparados hacia la puerta. Elresto dependerá del humor de la señora dela casa.

—¿Y si no coopera?—preguntó el otrosoldado.

Dic miró por la ventana. Nunca habíahecho una misión así. Forzar a una madrea cooperar para el ejército es algo quedebería estar prohibido, pero no le habíatocado a él decidirlo.

—Habrá que convencerla. Al niño nose le toca, ¿entendido?

Dick volvió a coger los prismáticos.Jack debería llegar en cualquier momento.Al frente no veía nada con la espesalluvia. Volvió a dejarlos en el asiento del

copiloto cuando una luz apareció al fondode la calle. Un Mustang GT500 [39] negrose acercaba a la zona. Ese era Jack..

—¡Todo el mundo fuera! ¡Vamos!Ж

A menos de veinte menos del hogarfamiliar, la esposa les observaba. La calleestaba tranquila. El pequeño Patrickapareció por la cocina.

—¿Qué haces levantado a estas horas?¡A la cama!—dijo Evelyn con su dulcevoz.—El pequeño abrió la puerta de lanevera y sacó una botella agua. Estabamuy alto para su edad.—Ha salido a supadre—murmuró sonriendo.—Cuandotermines, regresas a dormir, ¿entendido?

Patrick se giró hacia su madre y lededicó su mejor sonrisa. Ese había sido el

mejor año del pequeño. Con el regreso desu padre, había tenido a alguien con quienjugar y pasar el día. La magia se rompiócuando la puerta de la entrada resonórepetidas veces. ¿Habría llegado Jack?Miró por la ventana y vio tres hombres.La cadena estaba puesta. Agarró el pomoy giró. Un oficial de uniforme seencontraba al otro lado.

—Buenas noches Señora Evans, soy elsargento Dick Thompson, amigo de sumarido, vera…

—Se perfectamente quien es ustedsargento, lo que no entiendo es que haceaquí a estas horas. Mi marido estará apunto de llegar. Puede esperar hastaentonces.

—Señora, con todos mis respetos. Sé

que Jack está a punto de llegar. Le hevisto esta tarde. Es cuestión de seguridadnacional. Tenemos que entrar Evelyn, porfavor.

—Nadie me ha consultado nada deesto.

—Al menos puedo entrar y hablamosdel tema. Aquí fuera está diluviando.

Evelyn se giró para comprobar quePatrick no se encontraba en la cocina. Sesintió aliviada. No quería originar unaescena a esas horas.

—De acuerdo Sargento. Como en sucasa—dijo Evelyn.

—Gracias señora Evans.Acto seguido, uno de los soldados

accedió al interior y dejó el equipo en elsuelo de la entrada

—¿Qué es todo esto? ¿Explíquese?—dijo Evelyn en un tono prudente.

—Como le he dicho Evelyn, es unaoperación de seguridad nacional.Mientras Jack esté viniendo nosotrosinstalaremos este equipo.

A Evelyn no le gusto la situación. Sinintención de entrar en cólera, agarró losmaletines y los sacó al exterior.

—¡Señora, no pude hacer es!?—dijouno de los soldados

—¿Disculpa?—Dijo sorprendida.—Estas en mí casa—respondió señalándosea sí misma.—Aquí nadie me da órdenes,¿Entendido?

Los dos soldados quedaronestupefactos. Nunca se habían encontradoen esa situación con un civil. Se oyeron

pasos que provenían de las escaleras.Evelyn se preguntó si había conseguidollegar a su cuarto o volvía atraído por elruido.

—Por favor salgan de aquí—insistióEvelyn.

—Sería perder el tiempo señora Evans.Patrick apareció en la cocina de nuevo.

Evelyn corrió hace él para que subiera denuevo las escaleras. El soldadoaprovechó para volver a introducir losmaletines al interior. Esa escena pudo conella.

ЖJack vio la gran furgoneta. Su sorpresa

fue ver como tres hombres salían de ella yse dirigían a su casa. ¿Le habían visto?Aparcó el coche en la entrada del garaje.

Vio a su mujer discutir con Dick. ¿Quéestaba pasando allí? Salió del coche ydejó al minino dentro. Seguía lloviendo.

—¿Dick? No dijiste nada de esperarmedentro de mi casa.

—Cambio de planes Jack, ya lo ves,está diluviando y la furgoneta y lacalefacción se ha estropeado. ¿Noquerrías que cogiéramos una pulmonía?

—Lo que veo es que mi mujer se estáponiendo nerviosa. Y eso no me gusta.

Jack se llevó una mano a su espaldapreparado para coger su arma. Porprecaución. El soldado del exterior le viollevarse la mano a la espalda y sacó suarma apuntando a la esposa. Dickvisualizó al soldado. Luego miró a Jack.Entendió el movimiento. La escena había

llegado demasiado lejos.—Tranquilicemos ¿de acuerdo?

Soldado guarde el arma.—Es el protocolo señor. Existe un

peligro amenazante.Evelyn estaba a punto de entrar en

shock pero supo mantenerse.—¿Jack?—llamó Evelyn.—Cariño estoy fuera, no te preocupes,

este malentendido terminará.—Soldado, le repito por segunda que

baje su arma o le hago un consejo deguerra por apuntar a un civil en su propiacasa.—El soldado se encontraba entre laespada y la pared. El soldado se vio enjaque.—Por tercera y última vez soldado,baje el arma, o su próximo destino será elde buscar minas antipersona en

Sudamérica.—El soldado cedió a lasituación y se hizo a un lado.—Entremostodos dentro, hay mucho de qué hablar.—dijo Dick

—Id entrando, tengo algo en el coche.—dijo Jack.

Evelyn estaba sentada en la cocina.Jack se acercó a la mesa y sacó el felinodel bolsillo. Cuando lo descubrió, se leiluminó la cara.

—Jack, ¿pero dónde lo has encontrado?—buscó un trapo y lo secó.

—En un funeral.—Evelyn sesorprendió—Cariño ¿Podrías preparar unpoco de té? Por favor.—le pidióamablemente.

Dick y los soldados esperaban en elsalón. Habían instalado un proyector de

diapositivas. Jack pidió explicaciones.—Esto lo encontramos en la antigua

base secreta del general, al sur deFlorida. En una operación encabezada porel FBI. Encontramos este paquete en unbunker a varios pisos de profundidad,aparentemente vacía. Cuando leí elexpediente, créeme que no me lo tragué enabsoluto. Las hemos mirado y analizado.Hasta hemos hecho algunas teorías.¿Sabes que esos tíos trabajanconjuntamente con la NASA yWashington?

Después de lo que había visto esatarde, no le extrañaba nada. Si comparabael teléfono móvil o un walkie talkie con loque Stuart le había mostrado, era capaz decreerse cualquier cosa.

—Parece que están muy involucradosen algún tipo de sistema detelecomunicaciones. No sería raro quealguna de sus empresas hubiesedesarrollado algún tipo de nuevatecnología. ¿No sabrás algo?

Jack se vio entre la espada y la pared.Si les contaba lo de Stuart veríaimposible investigarlo por su cuenta. Y sino se lo contaba y lo descubrían, lepodrían acusar de traición al país. Debíadecidirse rápido.

—¿Cariño, cómo llevas el té? Mevendría bien uno ahora.

Evelyn levantó la cabeza. Estabasentada en la mesa de la cocina. Sumirada respondió automáticamente.

—Claro.—respondió Evelyn.—Ya está

listo.—se apartó el mechón de la melenacorta y preparó una bandeja.

—¿Y bien?—preguntó el general.—¿Qué me puedes contar del funeral?

Todo iba bien.—Pues el general poseía un gran

Panteón. ¿Sabía usted que era judío?Stuart me ha dado una clase intensiva allí.¿Sabía también que está edificado sobreuna especie de caverna antigua?

—Había oído rumores al respecto.Esos sí que saben construir y manejarcosas. Sobre todo el dinero. No hay quienles gane en ello.

—Pues eso. Después me encontré algato y se puso a llover. Y ahora en serio,¿me vas a mostrar el por qué estáis aquíallanándome?

—Muy sencillo Jack, porque tu permisode un año ha terminado y no esprorrogable.

Jack miró a Dick. Evelyn dejó de jugarcon el gato, se quedó paralizada. Miró asu marido. Un año. Había sido demasiadacoincidencia que justo ese día sepresentara en su domicilio. Lo que eramucha coincidencia es que el general semuriese el día anterior. FBI, NASA,Washington…demasiadas variablescasuales.

—Voy entiendo el juego. Así que eraeso.—dijo Jack sonriendo para susadentros.—Supongo que ahora es cuandome enseña el dossier.

Dick miró a Evelyn. Una civil no podíaestar presente en esa reunión. Jack lo

sabía. Sabía que, aunque insistiera, noconseguiría nada.

—Evelyn, te importa lavar al pequeñoen el baño de arriba. Subiré enseguida.

Evelyn lanzó una mirada desafiante alsargento. Se dirigió a su marido y le dioun flamante beso. Subió por las escalerasy desapareció.

—Empecemos. Por favor, toma asientoJack, hay para rato.

—Antes de las once he quedado conStuart para ir a su oficina. Como meordenaste conseguir.

A oír esas palabras, los ojos de Dick seiluminaron. Una sonrisa de oreja a orejaapareció en su rostro. Se levantó y abrazóa su hombre.

—Por qué no lo has dicho antes. Eso lo

cambia todo.—Jack suspiró. Dick sedirigió a un soldado.—inicie la reunión.Hay que darse prisa.

Varías imágenes aparecieron en lapantalla blanca. Facturas de empresasexportadoras de materiales quedesconocía.

—¿Por qué me suenan esos nombres?—Porque las usas y compras a diario.

En los laboratorios, en las grandessuperficies, en las fábricas, son empresasmultinacionales, que como cualquiera,venden a cualquier comprador interesado.Algunas tienen contratos con el gobierno.

—No me sorprendería—En las siguientes imágenes, tenemos

pruebas de traidores dentro de nuestrastierras que han vendido varios secretos en

fase experimental. Sobre todo deingeniería. Algunos llevaban guardadoscasi cincuenta años por el FBI. Nadiesabe cómo ha salido a la luz. ¿Te suena uninventor llamado Nikola Tesla?. Presentócientos de patentes revolucionarias en elcampo de las comunicaciones.

«Comunicaciones, esa palabra se grabóa fuego en el cerebro de Jack. Sabía quela oiría más veces esa noche».

—Aquí observamos a un grupo depersonas dando la mano a empresarios deLatinoamérica en este sector y, en lassiguientes, a empresarios asiáticos ensistemas informáticos de nuevageneración. Desde cableado industrialhasta torres de energía. Es decir, lo queaquí no veremos en algunos años por el

momento. Esto es gordo Jack. Estáoperación lleva varios años abierta. Laúltima localización la logramos gracias aun infiltrado en seguridad. Y si, tambiéntrabajan con seguridad privada. Esto hasido un dolor de cabeza desde elprincipio. En algunos momentos hemosestado a punto de coger a lossubordinados del general. Seguro que hasvisto a alguno en el funeral.. Siemprellevan gafas oscuras y abrigos. Tomanmuchas precauciones. Por eso nosdecidimos infiltrarnos en sus líneas deseguridad. Era la forma más eficiente depoder estar junto a ellos. Lógicamentesólo podemos operar en Estados Unidos,la jurisdicción es limitada. En cambio, laCIA esta por todos lados. Sabemos que

sólo nos informan de la décima parte.Jack miró su reloj. El tiempo pasaba

volando.—Cierto, el reloj. Ahora viene lo más

gordo Jack. Atiende.Sabemos que uno de ellos ha estado

viéndose con representantes de empresasrusas del campo de la robótica. ¡RobóticaJack, esto está a otro nivel! Te recuerdoque los rusos revolucionaron la tecnologíaen las década de los cuarenta y ello se vioen su maquinaria en la segunda guerramundial. Eso no fue una batalla, fue unacarnicería. Monstruos blindados, gritabanlos soldados que se cruzaban en sucamino.

Jack volvió a mira su reloj. La reuniónhabía sido satisfactoria. Ahora sabía a lo

que se enfrentaba.—He de irme Dick, ya seguiremos en

otro momento.—No sé si habrá momento Jack.

Además, esta vez te vamos a seguir decerca. El operativo está listo para salir encualquier momento. Toma esto, puede quelo necesites.

Dick le entregó un estuche rectangular.Era una jeringuilla.

—Escopolamina, una potente droga queanula la voluntad del receptor mientrasestá consciente. En resumen, tu ordenas yel obedece. Cuando despierte norecordará nada. Eso es lo bueno.

Jack miró al piso de arriba.—Por cierto Jack, recuerdas a Frank, el

hermano del general. ¿El pequeño

accidente de esta mañana?Jack se detuvo en las escaleras. No le

gustó el tono de esa frase.—Ha…—empezó a decir Dick.—

fallecido en el hospital hace unas horas.Lo siento. Sé que era tu vecino desde haceaños.

Jack subió las escaleras en dirección albaño. Tenía que salir de la casa antes deque se le cruzara un cable y hubieraaccidentes colaterales. Giró el pomo.Evelyn había envuelto al gato en unpequeña toalla.

—Cariño, he de irme unas horas.Volveré tarde.

Evelyn vació el cesto de la ropa sucia,colocó otra toalla seca en su interior eintrodujo al gato con mucho cuidado.

—Verás Jack…—empezó a decir. Seescuchó como cerraban la puerta principalde la casa..—Sabíamos que este día iba allegar, tarde o temprano. No me enfado.Estoy muy orgullosa de ti. Has cuidado denosotros. Nos has proporcionado una vidalarga y estable. Pero…—Evelyn dirigiósu mirada a la habitación de Patrick.— ¿Ysi te mandan a alguna misión en el otrolado del mundo de nuevo? No sé si seríacapaz de criarle yo sola. Otra vez no. Unacosa es estar un año sin ti y otra no sabercuándo volverás.—Evelyn se echó alcuello de su marido. Se negaba a llorar,pero no podía reprimir su impotencia.—Mi madre me lo dijo una vez—murmuró.—Si te casas con un soldado, ya sabes loque te espera.

—A tu madre le sucedió lo mismo,¿no?—dijo Jack

—Si…—dijo Evelyn.—Despídete dePatrick, por si acaso.—El gato dabavueltas por la toalla, y cuando intentabaescalar por el cesto, volvía a caer alinterior.—Anda, ve.

—Por cierto, Frank ha muerto. Hepensado que sería un nombre apropiadopara el nuevo miembro. Una vida que seva por otra vida que entra. ¿Qué opinas?

—Opino que es un nombre ridículopara un gato.

—Perfecto.—Jack se levantó del suelo.—se llamará así. ¿Verdad Frank?—Elgato se giró hacía Jack. Emitió unpequeño maullido.—Ves, le ha gustado—Jack abrió la puerta y salió hacía la

habitación.Atravesó el pasillo y entró en la

habitación de Patrick. Postes de suspersonajes favoritos y una balda llena demuñecos de acción. Se acercó a su frentey le besó.

—Adiós chaval. Espero regresarpronto.—Jack hizo un último recorridopor la habitación recordando cadamomento. Su primer dibujo, las fotos conlos abuelos, la foto del parque acuático, elzoológico, Disney World…había sido unaño intenso—Esta noche a poder ser. Perono es fiable. Es la vida que he elegido. Lavida de soldado. —Se dirigió a la puerta.Al mirar las dos pequeñas perchas quehabía instalado en la pared, se le ocurrióuna idea. Se quitó uno de sus dos

colgantes del ejército y lo colgó. —Medeben uno cuantos—murmuró.—Hasta lapróxima, hijo.

Salió de la habitación. Escuchó a sumujer cantar una nana al gato. Eracomprensible. El no sabría cómoafrontarlo. La única forma, machacándosea trabajo. Salió de la casa y se dirigióvelozmente al coche. La furgoneta habíadesaparecido. La lluvia se habíaaligerado. Puso rumbo al cementerio.

ЖEl Mustang de Jack pasó el vehículo a

gran velocidad.—Bien chicos, aquí comienza la

aventura de vuestra vida. Espero queestéis a la altura.

La furgoneta avanzaba al límite de sus

fuerzas. Una señalización marcaba unamilla. Después de todo, sí iban aconseguir su objetivo.

—Preparad un localizador. Algo medice que van a ir juntos y no precisamenteen el coche de Jack. No podemosarriesgarnos..

En la parte de atrás, los dos soldadosprepararon dos rifles modificados paralanzar varios localizadores de infrarrojos.

Otra señal marcaba media milla.Consiguió divisar el aparcamiento. Dickse acercó lo máximo que pudo para tenermejor ángulo. Nadie debía verles. «Ahoraes cuestión de esperar». Las luces de uncoche se encendieron y comenzó aavanzar despacio.

Jack aparcó. Un coche se colocó

paralelamente a Jack. «¡Ahora! ¡Hacedlo,ahora!» Dispararon y lo alcanzaron.

—Misión cumplida. Nuestra parte estáhecha.—Dick llamó a Jim.

—¿Diga?—Jim. Misión cumplida. Ahora os toca

a vosotros..Jack se bajó de su coche y se introdujo

en el de Stuart.—Bien chicos volvamos a casa. Yo

pago la primera ronda.

63

Hangar

Jack necesitaba tomar aire fresco.—¿Qué puedes contarme del sitio al

que me llevas? ¿Es una cita por llevar unaño separados?

—Muy buena Ahora estamostrabajando con unas torretas paratransmitir energía. Nos basamos en unproyecto anterior. ¿Te suena el nombre deNikola Tesla? Pues se basa en una ideamuy simple. Transmisión de energíainalámbrica. Transmitir datos, imágenes yvideo de un punto a otro a otro sinnecesidad de estar atados por kilómetrosde cableado. Ese tío fue un visionario. Lo

investigó a finales del siglo pasado. Peroclaro, ninguna empresa iba a permitir quela población recibiera energía gratis. Yhoy en día, también lo dudo mucho. Puesbien Jack, eso es a lo que me estoydedicando ahora.

Jack tomo aire. Le dijo la verdadcuando afirmaba que era algo grande. Unonunca sabía cuándo le sorprenderían.

—¿Y desde cuando sabes tú todo eso?—Desde el último en Kabul. Cuando

desperté, descubrí que habían pasado dosdías y me enteré de que ya te habías ido.Entonces me ofrecieron un puesto eninteligencia. Lo recuerdo como si fueraayer. Me hicieron una visita guiada a lasinstalaciones Dentro pude acceder a lared de datos y me puse a trastear entre los

archivos—Stuart se emocionó—.Encontré un expediente del tal Tesla y seme abrieron los ojos. Te lo juro. El tíoinventó la base de la mayoría de las cosasque usamos hoy en día. Desde electrónica,sistemas de motores, sistemas depropulsión, sistemas de energía...Elproblema fue que no buscaba fama nifortuna, y por eso se lo comieron.—dirigió la mirada al parabrisas.—Mira, yahemos llegado.

—¿Ya? Pero si aún queda una milla porlo menos.

—¿Por qué lo dices? ¿Por el cartel deantes en la carretera? No vamos a esecuartel. Vamos a un hangar. Ahora vamoscampo a través.—Stuart se metió por unasalida que no estaba señalizada.

Accedieron a un pequeño tramo deasfalto. Al fondo, un gran hangar selevantaba.

Tenía varios pisos de altura. Deanchura era como un campo de fútbol y delargo no estaba seguro. Debía habermucha inversión privada involucrada. Notenía ni idea de cómo el FBI irrumpiríaallí.

Se adentraron en una superficie deplacas metálicas. Aparcaron enfrente deuna gran puerta. Jack dudaba entre si esoera una trampa o de verdad le estabaninvitando a entrar. Era una situación muysurrealista. ¿Tan bien había hecho Dicksus deberes? ¿No había ningún topo ninada?

Stuart sacó un mando a distancia. La

gran puerta comenzó a abrirse. Dentrohabía grandes cantidades de maletines deseguridad. Dos escaleras lateralesascendían al piso superior. Al fondo de laestructura, había una superficie elevada.Tres grandes torres de metal se elevabanen ella y cada una terminaba en una granesfera. Se acercaron a una mesa dondehabía varios planos.

—Observa Patrick, si conseguimoshacer funcionar esta maravilla, las cosascambiarán en un futuro no muy lejano.Energía para todos.

—La sala de control está arriba.Tendremos mejor vista desde allí.

Stuart subió veloz por las escaleras. Sedirigió a una pared y pulsó un botón. Unabombilla de color azul se iluminó y

empezó a sonar una alarma. La gran puertadel hangar se cerró. «Estoy atrapado.—pensó Jack» ¿Tendría Dick vela en eseentierro? Miró en sus bolsillos. Recordóque el móvil estaba en el coche. En elcementerio. Ahora todo dependía deldestino o de la suerte. Entraron en unasala y Stuart accionó varios mandos. Dosde las columnas empezaron a cargarse deelectricidad. Las grandes esferascomenzaron a iluminarse hasta que ellasmismas escupieron rayos eléctricos.

—Fase uno. Ahora viene lo interesante.La conexión entre ellas.

De las esferas salieron ráfagaseléctricas hacía la tercera gemela. Variosbrazos delgados y puntiagudos fueronlanzados y se dirigieron a la gran puerta.

Por sorpresa, la puerta hizo desvanecerseel ataque.

—¡Brillante! Los planos funcionan.Hasta ahora habíamos tenido problemascon ese disparo. De ahí esa gran planchade goma de la puerta, la instalamos ayer.

La alarma se apagó y todo volvió a lanormalidad. Jack necesitaba escaparse unrato pero no veía la ocasión.

—Por curiosidad, ¿dónde tenéis elbaño? Ya sabes el viaje, la música…

Stuart miró a Jack. Luego miró hacía lacabina al otro lado del piso.

—Sal al pasillo y la puerta de enfrente.No tiene pérdida.

Llegaba la hora de la verdad. Demomento no había visto nada ilegal que separeciera a un acto terrorista ni nada por

el estilo. Dudaba de sus propias órdenes.¿Le estarían tendiendo una trampa? ¿Supropio lado? ¿Su propia agencia? Si elFBI o la CIA estaban en camino entraríana matar. No podía permitirse quedarseallí. Si era verdad que cuando la dosisterminaba, el afectado no recordaba nada,no tenía nada que perder.

Se dirigió al cuarto de baño. Sacó elestuche de su bolsillo y comprobó que lajeringuilla funcionaba. Se colocó la agujadentro de la manga de la chaqueta. Seríaun rápido movimiento. Por la ventana dela cabina observó que seguía en elinterior. Las dos columnas se empezabana cargar. Estaba distraído. Entró en lacabina. Jack se acercó sigilosamente, sacóla jeringuilla y se preparó para asestar el

golpe final.—Jack, he pensado…—empezó a decir

su amigo.Jack sabía que ese era su final. Había

sido demasiado fácil. Las imágenes de sumujer y en su hijo llegaron a su mente.Sabía que nunca les volvería a ver.

—…en subir el voltaje de la prueba,¿qué opinas?

Se quedó paralizado. Sus músculos nole respondían. Parecía que el azar eincluso el karma estaban de su lado esanoche. Notó que la ventana era totalmentetransparente y no hacía reflejo. Eso lehabía salvado.

—Es buena idea. Comprobarías supotencial.

—Exacto. ¿Lo ves? Sabía que era

buena idea traerte aquí.Jack clavó la jeringuilla en el cuello de

su amigo. De un salto, se apartó de él. Nosabía el tiempo que tardaría en recorrer sutorrente sanguíneo y hacer efecto. Lajeringuilla se le cayó al suelo.

—¿Qué diablos? ¿Se puede saber queme has clavado?

Jack buscó en su mente las mejorespalabras para decirle.

—Lo siento, pero es por tu bien. Algúndía te lo explicaré.

Stuart se quedó paralizado. La drogafuncionaba.

—Necesito que me lleves a tu despachoy me des los informes sobre vuestrasoperaciones.—Jack no perdió tiempo.

Stuart se dirigió lentamente a la

escalera que conducía al piso superior.Entonces lo inevitable sucedió. Unenorme rayó eléctrico salió disparado y lapuerta cedió. Decenas de látigoseléctricos salieron despedidos por laabertura que había dejado la puerta.

Varios gritos se escucharon fuera delhangar. Habían llegado.

Stuart había llegado al despacho. Todoera cuestión de tiempo. Jack observó elinterior. Había un escritorio de madera.Varias fotografías enmarcadas. Por finpodían identificarles. Extrajo lasfotografías y se las guardó en la chaqueta.Stuart se puso delante de un archivador.Jack abrió los cajones. Estaba lleno decarpetas. ¿Dónde iba a guardar todo eso?En la silla del escritorio encontró una

cartera de cuero con correa. Se pusodelante de Stuart e intentó explicarse.Sabía que era inútil pero debía intentarlo.

—Creo que me han tendido una trampa.Pero si no soy yo el que entrara aquí,sería la agencia y esos no iban a serindulgentes. Guardaré toda estainformación en secreto. Ya no me fio denadie e intentaré sacar mis propiasconclusiones. Quién sabe. Igual nosvemos dentro unos años y nos reímos detodo. Lo siento, de verdad. He de irme.

Stuart siguió inmóvil a la espera de unaorden. Jack sabía que debía darse prisaantes de que se recuperaran de laelectrizante bienvenida.

—Dame tu brazalete y después siéntateen tu sillón hacía la ventana. Al menos

intentaremos que no te vean. Tiraré elarchivador para que parezca un robo.

Stuart se quitó el brazalete. Se dirigió asu escritorio y se sentó.

Jack se puso el brazalete. No podíadescender por las escaleras. Debía haberuna salida en ese despacho. ¿Una llavemaestra? Observó cada objeto. Elescritorio, un cuadro del general, elarchivador… ¿El cuadro del general? Seles veía muy unidos. Debía probar. Quitóel cuadro de la pared. Detrás, había unbotón. Un armario se abrió por la mitad ydescubrió el exterior de la nave. Seacercó y miró al suelo. Había unaescalera que descendía. Comprobó que nohabía nadie en los alrededores.

Se puso de rodillas. Se colocó la

cartera a la espalda. Comenzó adescender. Empezó a soplar el viento.Tras un par de minutos evitando caersedescubrió que la escalera no llegaba alfinal.. Sólo se le ocurrió una forma dellegar al suelo. Descartó intentar probar avolar. Lentamente se dio la vuelta. Sólo lequedaba lo más peligroso, saltar. Sedeslizó por la pared e intentó amortiguarel golpe. Necesitaba un transporte.

Recorrió el perímetro del hangar. Nohabía nadie. Llegó al otro extremo.Asomó la cabeza por la esquina de lanave. Varios agentes se encontrabantendidos en el suelo esparcidos por todala entrada. Se podían apreciar lasquemaduras de tercer grado. El coche deStuart estaba a la vista. Corrió todo lo

rápido que pudo y observó que la máquinase había apagado.

Para su sorpresa, las llaves estabanpuestas. Encendió el motor. Dio marchaatrás hasta el límite de la superficie y giróel volante. El coche derrapó cientoochenta grados. Tenía vía libre.

64

Operación Muro de Roca

12 de Noviembre de 1990, 00.50 Jim cogió los prismáticos. Una nave

industrial se alzaba ante ellos. Observó lapresencia de un vehículo. Jim ordenóaparcar el convoy. Jim dividió las tropasen dos equipos. Ordenó buscar posiblesaccesos por el perímetro de la nave. Elsegundo grupo instaló paquetesexplosivos en la puerta. El segundoequipo rodeo el perímetro y no encontrónada. Reportaron a Jim.

—De acuerdo señores. Por elperímetro no hay salida. Vamos a crearuna aquí delante. Que todo el mundo se

tape los oídos.Le acercaron un detonador. Levantó el

seguro y apretó el botón—¡Sois míos, hijos de puta!—murmuró

para sus adentros victorioso.Una reacción en cadena forzó el

mecanismo. La base de la puerta cayó alsuelo. Jim se subió a uno de los camiones.Aceleró y embistió contra la puerta,, perouna enorme bestia eléctrica con multitudde brazos surgió de la nada y variossoldados salieron despedidos por losaires. Uno de ellos atravesó el cristal delparabrisas. Jim intentó no morir en elintento. El camión se estrelló contra laplataforma. Una columna caía sobre elcamión. Jim abrió la puerta y escapó delvehículo. Salió de la escena del accidente

y se quedó contemplado el interior de lanave.

—Son bobinas gigantes.—murmuróJim.—Los rumores eran ciertos.

Miró al exterior. El panorama letraumatizó. Gran parte del equipo estabaen el suelo con quemaduras muyhorrorosas. El segundo pelotón llego enese momento.

—El factor sorpresa señores, pareceque se nos han adelantado. Vamos a portodas. Primero disparar y luego preguntar.¿Entendido?

Jim avistó dos escaleras que subían alprimer piso. Arriba, una habitación estabaabierta. Caminó hacia un panel de mandosenorme y escuchó un sonido de cristal queprocedía del suelo. Comprobó que eran

los restos de una jeringuilla. Sacó unabolsa de plástico y guardó los restos.Fuera, se fijó que otra escalera ascendía.

—Inspeccionar el siguiente nivel. Yosubo ahora.

Descubrió una bombilla rojaparpadeante. Debajo había un botón. Se lopensó mucho y decidió apretarlo. La luzroja se volvió verde. «La luz verdesiempre ha sido buena señal»

En el segundo piso, encontraron unarchivador tirado en el suelo con uncompartimento secreto. Una corriente deaire les descubrió una abertura que dabaal exterior.

—¡Debería subir señor! ¡Alguien haestado aquí!—gritó un soldado.

La adrenalina le corrió por la venas.

Subió las escaleras.—Abrir el archivador sin dañar el

interior.Descubrió el armario dividido en dos.

El soldado se giró y vio a su jefe.—Señor, aquí hay una escalera, pero no

llega al suelo.—dijo de rodillas en elsuelo.—la pared la oculta.

Jim se puso de rodillas. Se inclinó ycontempló el recorrido. Decidió quehabía visto suficiente. Un soldado logróabrir la compuerta del archivador. Dentrohabía carpetas y disquetes. Jim cogió una.«El Gobierno Secreto, Fuente, Naturalezay Fines de MJ-12». Varios gritos seescucharon fuera. Un soldado salió alexterior y algo le cayó en el hombro. Lehizo un agujero en la ropa. Otra gota cayó

en sus botas. Miró al techó y cayó al sueloasustado.

—Señor, los aspersores. ¡Estánechando ácido!

—¡No seas ridículo!—gritó Jim.Cuando se dirigió al muchacho, a él le

salpicó en la chaqueta. El calor le obligóa quitársela. Agarró al soldado y lointrodujo dentro. Podían escuchar losgritos agónicos de sus compañeros. Enmenos de un minuto todo paró. Jim,decidido, salió al exterior. Ordenó a sushombres retirarse.

Varios hombres realizaban losprimeros auxilios a sus compañeros. Alfinal, todo se había convertido en unamisión suicida. Se dio cuenta de que élhabía accionado todo eso al pulsar ese

botón verde..—Menudo sistema de seguridad tenían

montado aquí—murmuró.Antes de irse, miró la ventana del

segundo piso. Para su sorpresa había unsillón de espaldas a la ventana. Corrióhacía las escaleras a la velocidad delrayo.

65

Despacho de Stuart Manfree,Segundo piso,

12 de Noviembre de 1990, 01.30 Stuart podía ver todo lo que estaba

ocurriendo. La gran ventana de sudespacho le proporcionaba una vistaplena y completa de la destrucción y elcaos que se estaba produciendo en supropia casa. Tras la traición de su mejoramigo y hermano de sangre, pudocontemplar como un camión del ejércitoatravesaba la entrada y era embestido por

el peligroso rayo mortal que se habíaformado. Contempló como una de suscreaciones, caía frontalmente contra elvehículo. Se lo tenían merecido, porasaltar su propiedad.

Sentado, impotente, observó cómoascendían por las escaleras metálicas.Hasta ahí podía ver. Ahora era todocuestión de tiempo que le descubrieran yse lo llevaran para torturarle einterrogarle. Su visión, su proyecto, sutrabajo, sus compañeros, su nuevafamilia…su futuro. Todavía no podíamover ningún músculo. Se encontraba alamparo de la suerte. Le hubiera gustadopoder lanzar una moneda al aire. Imaginóla moneda saltando desde sus dedos. Parasu sorpresa, uno se movió.

«Parece que la suerte está de mi lado.La fórmula de Otto empezaba a funcionar.Al final tanta vacuna experimental dabasus frutos. Me recupero». Uno a uno, susdedos volvieron a la vida. También notólos dedos de los pies. Pero no iba losuficientemente rápido.

Recordó las palabras que Jack le habíadicho:

«…si no soy yo el que entrara aquí…yesos no iban a ser indulgentes. Guardarétoda…en secreto. Ya no me fio de nadie ysacaré…conclusiones»

Sólo conseguía recordar fragmentos ysi se esforzaba, le entraba jaqueca. Erauna tortura. Las muñecas empezaban aganar movilidad y los tobillos también.Escuchó un sonido metálico. Era la

cerradura. Era su fin. Y lo peor de todoera que no podría defenderse. Noescuchaba nada más. Los músculos deloído no estaban al cien por cien. Comenzóa notar los antebrazos. Notó una corrientede aire. Jack había descubierto elmecanismo secreto. Bendito Jack. Stuartintentó mostrar una sonrisa, pero no pudo.Notó los brazos y las piernas. Fuecalentando los tobillos para que no lediesen calambres o se le partiesen por elcamino.

Contempló un espectáculo que no seesperaba. Los aspersores estabanfuncionando. Eso significaba que estaballoviendo el ácido diseñado por Melinda.Pudo ver como los soldados se tiraban alsuelo y se retorcían de dolor. El diseño

había sido todo un éxito. Había superado,con creces, la prueba que vio en el bunkerdel general un año atrás cuando Rodericktuvo que intercambiarse su brazomecánico. Fue un momento revelador.

Empezaba a notar la cadera y elcorazón se le aceleró. Probó a menearsuavemente la cadera. Podía hacerlo.Significa que podía levantarse. Lesorprendió que nadie se fijara en la silla.¿Acaso eran tan descuidados? No sabía siel jefe del equipo se encontraba allí, peroen el supuesto caso de que sí, ver una sillagirada hacia la ventana, daría que pensar.

Entonces notó como el aire entraba porsus oídos. Lo primero que escuchó fue laorden de retirarse. ¡Se había salvado!Parece que la suerte estaba de su lado. No

se lo podía creer. Movió las piernas paraque la circulación sanguínea fluyera másdeprisa. Ya estaba recuperado. Cuandoestuvo listo se dirigió a su salvación.

Recordó que no tenía el brazalete.Buena jugada Jack, pero no muyinteligente. Abrió un cajón y cogió otro derepuesto. El camino fue automático. Fueestirando los brazos a medida que llegabaa su escalera. No estaba seguro sisoportaría todo el viaje, pero no teníaopción. Si se caía y se rompía algo,siempre podría pedirle a Alexei unaspiezas de recambio. Se puso de rodillas yagarró el extremo de la escalera.Lentamente empezó a bajar.. Notaba queno estaba ni al ochenta por ciento. Llegóal último peldaño. La imagen le produjo

una risa tan profunda que todo su cuerpoempezó a entrar en calor.

—¡Ese loco ha saltado! Y por lo vistode una pieza. No hay sangre. Menudo tío.

Stuart palpó la pared con la mano.Sabía exactamente donde debía buscar.Localizó un cuadrado oculto. De laspuntas inferiores de la escalera surgierandos barras gemelas más delgadas. Pero nohabía peldaños donde apoyarse. Se agarrócon fuerza y se deslizó.

En el suelo, activó un segundocuadrado. En la superficie había unaalcantarilla que comenzó a elevarse hastala altura de su cabeza. «Mi ruta de escape—murmuró». Abrió la puerta metálica yse introdujo en su ascensor personal. Alcerrar la puerta, comenzó a descender.

«Alexei, eres un genio.—murmuró.—Nosé qué maravillas contemplarías en tusección del libro, pero seguro que fueronincreíbles».

El ascensor descendió muy lentamente.Una habitación de treinta metros cuadrosse abría ante él. Un vehículo, un armariocon ropa y un túnel para huir de allí. Elarmario no lo necesitaba, de modo que semetió en el biplaza que le estabaesperando y condujo a través del túnelhasta salir por lo que en los mapasaparecía como un antiguo desagüe. «Quemejor forma de esconder algo que tenerloa plena vista».

Detuvo el vehículo y activo elbrazalete.

«Hola Jack, soy tu amigo Stuart o mejor

dicho, el nuevo y resucitado Stuart. Sí, helogrado escapar. ¿Cómo? Gracias a lapatente de un genio en bioquímica.¿Cuándo? Mientras los federalessaqueaban mi santuario, mi casa y sellevaban documentación confidencial, quepor lo visto, tú también. Pero tranquilo, note pongas una medalla, ellos tuvieron mássuerte.

Menuda jugada más rastrera. ¿Cómo teatreves? ¿Y tú te hacías llamar mi amigo?Te tenía por un hermano. Te he abierto laspuertas de mi casa. Te enseñé el panteóndel general. Te conté su historia. Temostré mis proyectos y ¿así me lo pagas?

Más vale que duermas con un ojo parati y otro en tu familia, porque iré a porella. Tenlo por seguro. Tarde o temprano.

En esta vida o en la otra. Palabra. Alguienpagará por todo esto. No tienes ni idea delo que has provocado con todo esto. No lollegarías a comprender, créeme.

Por cierto, te dejaste la aguja en lahabitación del primer piso, con algo desuerte puede que no la hayan visto. Peroen caso contrario, ahora tienen tus huellas.Podrían tacharte de cómplice o deasesino, ya que, como bien sabrás, unaoperación encubierta, como la tuya, noexiste, ya que no es oficial.

Bueno Jack, mucha suerte en tu exilio, ocomo también se dice ¡mucha mierdacompañero! Sé que algún día nosveremos. Créeme, lo sé.

Buen viaje Jack.»

66

Huida

12 de Noviembre de 1990

Fue directamente al cementerio, teníaque coger el teléfono y avisar a Dick loantes posible. Le habían tendido unatrampa, estaba seguro. Aceleró el coche almáximo. El transmisor se activó y la vozde Stuart apareció.

«Hola Jack, soy tu amigo Stuart o mejordicho, el nuevo y resucitado Stuart…—Lasangre se le heló. Seguía vivo. Y lo peor,¡había escapado! Estaba acabado.—Buenviaje Jack.»

El tiempo se detuvo. No pensaba conclaridad. Vio un cartel que anunciaba quequedaba una milla para llegar al

cementerio. El tiempo que tardó en llegarse le pasó en un suspiro. Entró en sucoche.

—Dick, tienes que venir al cementerio.Estoy en problemas.

—Jack, tranquilo, respira. ¿Qué haocurrido? Me han informado de que nohay rehenes. ¿No le inyectaste ese suero?

Eso Jack ya lo sabía.—Claro que lo hice. Todo ha sido una

trampa. Creo que tienen pruebas que meincriminan. Dejé la aguja allí. Puedenhaberla cogido. Y por lo que dices Stuartsigue vivo de alguna forma. Sé que me vaa perseguir. Mi familia está en peligro.Tienes que ayudarme. Protección detestigos o algo.

—Tranquilo yo me encargó de tu

familia. Esta noche descansa Jack ycuando amanezca, pues…—hubo unsilencio—tendrás que irte. Sólotemporalmente. Hasta que tengamoslocalizado a Stuart.

—Otra cosa más—Jack lo meditó unossegundos, era la mejor opción.—Dejaré elcoche aquí. Dispongo de otro vehículopara irme, cortesía de Stuart. Teníasrazón, está metido en algo muy gordo.Quiero que mi coche lo reciba Patrickcuando sea mayor. ¿Me harás ese favor?

—Déjalo en mis manos. Ahora ve acasa y pasa una última noche con tuesposa. Sé que suena muy frío y muy duro.Pero tu situación también lo es. Stuart seha convertido en alguien muy peligroso.

—Dejaré las llaves encima de la rueda

trasera. Llevaré el móvil conmigo.Volvió al coche de Stuart. Cogió la

cartera de cuero con los documentos.Esperaba encontrar algo allí. Debíainvestigar a ese científico, Nikola tesla,para saber en qué se metía. Stuart se habíaconvertido en su rey Midas y tenía la fotode sus compañeros. Tenía material paraempezar.

Puso rumbo a su casa.Las luces estaban apagadas. Evelyn

debería estar dormida. Entró y cerró lapuerta con suavidad. Se dirigió a lacocina y encendió una luz. Buscó uncuaderno y un bolígrafo.

«Perdóname por lo que vas a leer, porfavor. No me queda tiempo.

Nuestro peor temor se ha hecho

realidad. Ha surgido un problema queahora no puedo explicar en un trozo depapel y que me obliga a ausentarmedurante un tiempo.

Si me quedase aquí, os pondría enpeligro a los dos, a Patrick a y ti, y nuncame lo perdonaría. Sois lo más sagrado ylo más bello que me ha pasado nunca.Siempre te tendré en mis oraciones.

Las cosas no han salido como esperaba,creía que podría arreglarlas pero no hapodido ser. El destino me ha dado laespalda esta vez. Se ha removido muchabasura y se ha creado un montón más yespero que no os implique a vosotros.

No sé ni cómo ni por qué, pero me hantendido una trampa. Soy inocente, esa esla única verdad. Y debo limpiar yo mismo

mi nombre.Cuando todo se enfríe, Dick pasará por

casa y te explicará lo que pueda.Lógicamente todo es confidencial. Ya séque odias escuchar esa palabra, pero elejército es así, y si quiero volver algúndía, tengo que hacer voto de silencio ydesaparecer.»

Cuando terminó de escribir, doblo lahoja por la mitad.

ЖDesde el piso de arriba, Evelyn se

despertó. Una sensación extraña le inundóel cuerpo. Sentía pánico, miedo, angustia.¿Qué le ocurría? Decidió bajar a lacocina para tomarse una infusión. Vio quela luz de abajo estaba encendida.¿Ladrones? Regresó a la habitación y

cogió el bate de béisbol de Jack. Bajolentamente las escaleras. El ritmocardíaco se le aceleró. Apretó el bate contodas sus fuerzas. Cuando estuvo en elúltimo escalón, tomo aire y salió a laacecho.

Jack levantó la mirada. Habíadespertado a su esposa. Ya no tenía vueltaatrás.

—Evelyn, vuelve a la cama, por favor.—No Jack, cuéntame ¿Qué ocurre?Evelyn vio la nota que su marido había

escrito. Su cara lo decía todo. Algo habíasucedido y no sabía cómo solucionarlo

—¿Tan grave es?—Evelyn se pusodetrás suyo y le abrazó.

Jack notó el calor de su esposa. Lonecesitaba, lo amparaba. Sólo lo

disfrutaría unas horas.—Dentro de unas horas tendré que

desaparecer un tiempo. Guarda esta notahasta que Dick pase por casa, por favor.

Evelyn miró el reloj de la cocina.Marcaba casi las tres de la madrugada..Agarró a su marido y cogió la nota con laotra mano. Subió hasta la habitación ycerró la puerta.

A la mañana siguiente, Evelyn sedespertó. Se giró hacia su marido, pero noencontró a nadie. Recordó laconversación que tuvo horas antes. Supesadilla se había hecho realidad. Lamaldición de su familia.

Se quedó sentada en la cama. En lamesilla estaba la nota. Le dijo queesperase a que Dick pasase por casa. Pero

no podía esperar.. Estaba doblada por lamitad. Uno de los lados tenía una fraseescrita. El resto estaría en el interior.

«Al fondo del armario de la despensa,os he dejado algo para que no tengáisproblemas. Yo he cogido una parte. Meirá bien. Te quiero.»

Se dirigió al pasillo de la planta baja.Jack se encargaba siempre de llenar esearmario. Abrió la puerta, pero no vio nadaespecial. Se agachó para comprobarlomejor pero tampoco vio nada. Volvió aleer la nota: «Al fondo del armario de ladespensa» Miró a los lados. Las paredesestaba vacías, pero la pared de la derechatenía un gancho en forma de cierre. Esodebía ser. Había un escondite oculto en lapared. Levantó la tabla y metió la mano.

Había algo pesado. Con fuerza lo sacó delescondite. Era un estuche de piel. Cuandolo abrió se puso a llorar.

«Os he dejado algo para que no tengáisproblemas. Te quiero.»

Se guardó la carta en su bolsillo yvolvió a poner en su sitio. Se intentó secarlas lágrimas como pudo pero fue inútil.

Subió a la habitación de Patrick. Aúnseguía dormido. Al mirar el perchero,encontró el colgante de Jack. De laemoción se llevó la mano a la boca parano despertar al pequeño. Pero no pudoevitarlo. Patrick se había despertado. Demodo que se sentó en la cama con él y leacarició el pelo.

—Tu padre es un héroe, recuérdalosiempre.

Patrick abrazó a su madre y repitió suspalabras.

—Papa…—dijo el pequeño Patrick—…héroe.

Después, se recostó y se volvió adormir.

67

Castillo de San Marcos, San Agustín,Florida

1994 Desde el monitor de su ordenador, el

general contemplaba su preciadacolección de retratos. Recuperadas de lasmanos de los federales, su antiguo fortínhabía pasado durante cinco largos años,de mano en mano, comprador acomprador, para intentar resolver el casode la extraña desaparición de su dueño.

Tras haber hilado una estrategia pararecuperarlo, vació todas sus cámaras ytrasladó su preciado contenido, que tantasnoches en vela le había mantenido en vilo,

hasta el nuevo dominio. Ese era su legado.El regalo que su hijastro le habíaproporcionado durante los años. Lacolección había aumentado desdeentonces. Prueba de ello era la nuevaestructuración de sus paredes. Tecnologíade vanguardia, así lo divulgaba entre sushomólogos.

El eco de unos pasos se escuchó por elpasillo. La imagen de su sucesorcaminaba hacía la gran sala. Con el pasofirme y la mirada al frente, el jovenManfree traía buenas noticias para sumaestro. Alzó el brazo y mostró una cajaen su mano. El general se levantó de susillón y fijo sus ojos en el ansiado objeto.

—¿Es eso? ¿Lo has conseguido?La hora de ocio había terminado.

Tocaba volver al trabajo.—La muerte le sienta bien general.—

respondió.—Y sí, lo es. Por fin estádigitalizado. Ha costado horrores.—Stuartdejó el paquete en el gran escritorio.—pero he logrado conseguir toda ladocumentación que se adquirió en lasubasta [40] de Nueva Jersey.

—Aún recuerdo el primer día que mefiltraron la información. Nadie me creyócuando les dije a quién pertenecía todaesa investigación. Se creía que era la obrade un autor de ciencia ficción. ¡Ilusos!Llamar escritor al gran Nikola Tesla.Habría que fusilarlos a todos. Conéctalopor favor, tengo ganas de verlo.—Stuartcogió el paquete y sacó un dispositivo desu interior.

—Elizabeth hizo un buen trabajo con

esos contratistas de Tokio. Este discoduro tiene una capacidad de sesentagigabytes. Treinta veces más que en elmercado corriente. Lo he comprobado. Hasido un buen trabajo.

—Disfrutemos de ello.Stuart conectó el disco duro al puerto

USB del ordenador. En el monitorapareció una ventana con el contenido.Había dos carpetas. Una se llama NikolaTesla. Una colección de imágenes semostró ante sus ojos.

«Los diarios de Tesla—fue la únicafrase que dijo.»

Fue navegando por los documentosescaneados. Ahí estaba todo. O lo que se

rumoreaba que era todo. Anotaciones,inventos sin patentar, experimentos depotencial eléctrico en el propio cuerpohumano…

—¿Que tienes aquí Campeón?Enséñame tus secretos.—murmuró elgeneral.

—Debería ir a la imagen 117, señor. Legustará. Créame. Ya he informado aAlexei para que inicie los preparativos.

El general quedó estupefacto. Cogió elratón y desplazó el cursor hasta la imagenLos ojos casi se le salieron de las órbitas.Se vio obligado a agarrarse a la mesa. Nopodía permitirse un segundo entierro. Ahíestaba.

—Es…es… —empezó a titubear.—¿loque creo que es?

—Si general, Tesla también soñó conella, o al menos eso prefiero pensar. Esimposible que lo descubriera por otrosmétodos.

—Nunca digas imposible. Recuerdatodo lo que has visto hasta ahora.

Tenía razón. Había visto muchas cosasesos últimos cinco años, cosas que ningúnmortal había presenciado.

—Ya tenemos todos los planos de lamáquina. ¿Qué tal van los avances de lasbobinas? ¿Habéis conseguido aumentar lapotencia?

—Todo va bien. Nos estamos basandoen las patentes de Nikola sobremecanismos toroides, para exprimir todala energía posible. Creo que ahorapodríamos centrarnos en diseñar el

armazón. ¿No cree?El general se quedó pensativo. Estaba

muy bien tener toda la teoría enfrente desus ojos. Pero sólo era eso. Pura teoría.Hacía falta algo más. Materiales.Semiconductores potentes. Hacía faltainvestigar.

—Creo que aún podemos esperar.Recuerdo que me contaste que en lospaneles de la maquina salían imágenes yletras. Creo que aún estamos un pocolejos de todo ello. Al menos unos añosmás. Pero esto es bueno. Significa que nosestamos acercando.—El general miró alvació. Tenía una pregunta que hacerle,pero no daba con las palabras. Entonceschasqueo los dedos.—¿Sabemos algo delsegundo cofre? El que encontró el FBI en

la investigación de la que yo escapé. Nolo han soltado ni para mear.

—Pues le va a sorprender. Tenía ustedrazón. Cuando les hablé de que poseíamosinformación clasificada del día delincidente el Filadelfia, se quedaronmudos. Me dejaron sólo en una habitacióndurante varios minutos. Después entrarondos tíos muy extraños haciendo de polibueno y poli malo, y para no verles hacerel ridículo, fui al grano.

—Desearía haber estado allí.—Habría sido muy divertido. Verles

las caras presenciando a alguienregresando de entre los muertos, general.Algo épico. Después, les di la llave de lacaja de seguridad donde estaban todos losdocumentos y los pases de seguridad.

—Guardaste las copias, ¿verdad?Stuart le respondió con una desafiante

sonrisa.—Están en la segunda carpeta. Si

prefiere, le dejo a solas.El general cambió de carpeta. Venía

nombrado como Top Secret. Muy audaz.Ahí estaban. Los papeles por los que casipierde la vida. Aún guardaba en su cabezala imagen de los cuatro cadáveres de esahabitación. Navegó por las imágenes y sedetuvo en una de ellas. Solamente habíaoído rumores pero por fin comprobaba suveracidad. «Proyecto Pegasus. Existes—murmuró».

—Supongo que ha esto te referías conlo de iniciar preparativos.

El general activó el comunicador y

configuró el canal seis.—¿Elizabeth, estas por ahí?No surgió ningún ruido. Debería estar

ocupada. Pocas veces se la veía por lopasillos. Reuniones y comidas deempresas, esos dos eran sus amantes. Sinella estarían perdidos.

—Elizabeth, cariño, ¿estas por ahí? Tenecesitamos en la gran sala.

—Ahora mismo voy—una voz directa yfría respondió por el altavoz.

—Esa es mi Eli. Tan cariñosa comosiempre.

Un traqueteo de tacón se escuchó alfinal de túnel. Sólo podía ser ella. El olorpsicodélico de un fragancia comenzaba allenar la sala. Tacones, falda y blusaabierta. Eran las tres normas de Elizabeth.

Llevaba consigo un libro bajo el brazo.Sin mediar palabra se dirigiódirectamente al ordenador del general.Saludó cariñosamente a Stuart con unguiño y puso el libro en la mesa.

—Deberíamos hacer una visita aldirector de Massachusetts. Nos vendríamuy bien.

El general cogió el libro. Ser digital, deNicholas Negroponte[41].

—¿Y por qué lo dices?—El último inversor con el que me he

reunido me habla de que el mercadonecesita nuevos materiales para avanzaren la tecnología y para ello hacen faltanuevas mentes frescas y visionarias, ¿nocrees Stuart?

Eran tal para cual. Pero el general le

había avisado que no mezclara el placercon el trabajo, norma que él intentabaseguir al pie de la regla. Pero le resultabadifícil.

—Por supuesto compañera. Que ideasugieres.

—Crear un fondo de inversiones en elinstituto. Una beca, un premio para losnuevos talentos, los nuevos físicos ymatemáticos, la nueva generacióncaballeros. Y nunca se sabe cuándo esasideas pueden venirnos bien. Nuevasformas de energía. Creo que eso si lesinteresa ¿verdad?

El general miró a Stuart. Había dado enel clavo. Era la mejor idea de la tarde. Elcomunicador se encendió. Era Roderick.

—General, mi contacto me ha

informado de grandes novedades respectoa la otra caja. Ha salido a la luz.

Los tres compañeros no quitaron losoídos del comunicador. La primera caja.La caja con toda la investigación deAlbert Einstein.

—¿Y que más ha averiguado tucontacto?

—Nada más. Sólo ha oído rumoresacerca de un nuevo artefacto que llevabacerrado mucho tiempo y que posee uncierre moderno. Va a ser cierto que habíados gemelas. Hay que recordar que laspruebas confidenciales del FBI hablabande dos huellas en esa cámara secreta.Parece que lo hemos encontrado.

El general, con el libro todavía en supoder, levantó la mirada.

—Creo que vamos a hacer una visita alInstituto Tecnológico. Eli, cariño, llama yconfirma una reunión con el director. Meda la impresión de que vamos a invertiren ese programa de becas que hasnombrado.—se pasó la mano por la barbay meditó—Dile a Alexei que busque aalgún colega suyo. Necesitamos una basemás fuerte para la reunión. No podemos ircomo empresa privada y simplementedecir que queremos crear un fondo.Tenemos las cajas de la subasta y lainvestigación de Tesla. Si conseguimoslos de Einstein, la búsqueda habráfinalizado y sólo hará falta dar un paso degigante y ser más listos que el resto. Enunos años, todo habrá acabado y por findescubriremos la verdad. Os lo prometo.

68

Sala de reuniones, Castillo de SanMarcos

20 diciembre del 2001 El general movió su ficha. La partida

estaba llegando a su momento final. Lasituación de las piezas era crítica.

—Lo siento general, pero esta vezganaré yo.

—Nunca diga nunca querido amigo. Lasapariencias suelen engañan.

En su mente, el general sabíaperfectamente que maniobras realizaría su

socio. Eran muchos años jugando almismo juego. El señor Yamata realizó suúltima jugada. El general puso en jaque alrey. Yamata confuso, realizó unmovimiento descuidado. Ya no lequedaban movimientos para escapar. Elgeneral aprovechó y contraatacó. Jaquemate.

—Me ha acorralado y no lo he visto. Esun gran estratega general.

—Por favor, Yamata. Sólo ha sido ungolpe de suerte.—respondió victorioso.—nos veremos en la próxima partida. Medebe la revancha.

—Eso no se discute. Larga y prosperavida.

—Se me olvidaba.—respondió—Miscompañeros me han dicho que le dé las

gracias por el último envío que hizo.Están encantados.

—Los negocios son los negocios.¿Cómo sería el mundo sin ellos? Saludos,general.

—Qué razón tiene—se despidió—saludos Yamata.

La videoconferencia se cerró.No había nadie en la gran sala. La gran

catástrofe de meses atrás había provocadola modernización de todo el sistema deseguridad informática. Cada inquilinoposeía su propio acceso remoto al sistemadesde su asiento. El servidor central seescondía detrás de la pared principal y enella había cuidadosamente toda lainformación digitalizada de los últimoscincuenta años. Se había realizado un

trabajo extremadamente minucioso. Todala base estaba monitorizada. Cada rincón,cada laboratorio, cada sala deentrenamiento. El general se levantó ycaminó por el pasillo central.

Miró su reloj. Eran las cuatro de latarde. La hora se acercaba. Había pasadomucho tiempo desde que su antiguo y fielcompañero se fue en busca de respuestasal continente del sol naciente. Él tambiéntenía una sorpresa. Algo que le recordóantes de su viaje.

Sacó un mando de control de subolsillo y buscó el canal correcto.

ЖEn un nivel inferior, quería probar la

resistencia y las capacidades defensivasde las nuevas prótesis de su compañero

diseñadas por Alexei. Rod estabaencantado con ellas. Eran más ligeras quesus predecesoras, y según el informe, lasnuevas aleaciones deberían ser capacesde soportar el potente ácido de sus armas.

—¿A qué estás esperando?—clamabaRod haciendo ejercicio en una espaldera.Cuando terminó de ejercicio, saltó alsuelo acolchado.—Quiero movimiento.

Melinda se dirigió a un armario,apareció un arsenal de armas Seleccionóuna vara de metal, la agitó y de suextremidad apareció otra vara de colorplateado más delgada. Apretó un botón dela empuñadura y la cabeza se convirtió enun aguijón. Rod se puso en guardia. Éltambién tenía sorpresas.

La colección privada de repuestos que

valía su peso en oro. Se desarmó suantebrazo. Los nuevas repuestos nonecesitaban retirar todo la extensión delbrazo. Gracias a los avances del doctorInesh Lazard en los diarios de NikolaTesla, había conseguido llevar a lapráctica varias de sus patentes. Y con losnuevos materiales de sus socios asiáticos,le había asegurado una nueva generaciónde prótesis mejoradas. Rod cogió una delas prótesis. Tenía forma rectangular y suextremidad era lisa. La magia residía enel panel de control. Cuando el acoplefinalizó, la pantalla de seis pulgadas seencendió.

—¿Empezamos?—desafío Melinda.Rod accedió al nuevo sistema y

seleccionó unos parámetros. La superficie

de la extremidad se succionó hacía suinterior y una forma tubular apareció. Subrazo se había convertido en un sable decarbono.

—¿Qué es eso?—pregunto Melinda—El futuro de las armas cariño. Soy

todo tuyo. Atácame.Rod se llevó el brazo izquierdo a la

espalda, en formación de combate.Melinda inició el ataque. Las armaschocaron una y otra vez. De la punta de lalanza empezó a brotar salpicaduras de esecolor verdoso. Pero el efecto fue nulo. Elcarbono ganaba la batalla.

—¿Eso es todo lo que tienes?Melinda cambió de estrategia. Sujetó su

vara con las manos y realizó movimientosmás amplios.

—No eres el único al que le hacenfavores, querido.

Decenas de diminutos poros expulsabanligeras concentraciones de gas. Rod sealarmó pero observó que ella no parecíapreocuparse por ello. El enfrentamientoseguía su curso con buena puntuación.Rod cada vez notaba más pesado el sable.Algo no iba bien.

—Con los años que has llevado esaspesadas prótesis, deberías haber ganadoen musculo, ¿no crees?

Las reglas habían cambiado. Debía sermás rápido. Se alejó unos metros yseleccionó un arma menos pesada delmenú.

—No se puede cambiar de armadurante un duelo.

—El arma definitiva. ¿Acaso no te vescapaz de derrotarlo?

El duelo se vio interrumpido. Elmonitor de la habitación se encendió.

—Vosotros dos, a la sala de reuniones.Dejad de jugar. Tengo una sorpresa paravosotros.—el general se rascó la barba.—En realidad, dos.

El monitor se apagó.Rod anuló los comandos del arma y la

prótesis regresó a su estado original. Dejóel prototipo en un carro para que se lollevarán a Alexei y se volvió a colocar sumano prostética.

—Esto no ha terminado—le dijo sucompañera enfadada.

—Uno de dos, no te puedes quejar.—No sabía que tuvieras ese tipo de

armas. Son muy efectivas.—Y porque no he podido usar su arma

secreta. Tienen una función de defensaincorporada. Espero poder usarla algúndía.

El monitor volvió a encenderse.—Ya haréis las paces en privado.

Algún día deberéis de pasar página. Lavida no es eterna.—comenzó a reírsesarcásticamente.

El monitor se apagó de nuevo.Ж

Las puertas del gran salón se abrieronde par en par. Todos los miembros de laempresa se sentaron en sus respectivosasientos. El general, impaciente, se quedómirando la puerta norte. Llegaba tarde.¿Se habría olvidado? En sus cartas

enunciaba que había encontrado al últimomiembro de un circuló secreto de monjestibetanos que se creía extinguido y queposeía grandes capacidades cognitivas. Sieso era cierto, tendría dos ases en lamano. Su querido hijo y esa persona.

Sus compañeros, socios y a la vezsubordinados ya se habían acomodado.Era una relación verdaderamente extraña.Su planeada jubilación le había servidopara hacer nuevos contactos en su plan debuscar respuestas. Siempre que losnuevos clientes de Elizabeth deseabangarantías, aparecía él para aportar sugranito de arena. También le habíaservido para pasar más tiempo con suahijado. Había descubierto planes máscercanos y se había volcado

completamente en ellos.La puerta Norte se abrió. Un hombre de

metro ochenta y cien kilos de peso entrabaal salón con una mujer de avanzada edad.El hombre de la cicatriz. Rod se diocuenta.

—El hijo pródigo ha vuelto—señalóRod.—Ezequiel ha regresado.

Se levantó del asiento y se dirigió hastasu compañero de armas. Ambos abrieronlos brazos y se abrazaron.

El general se quedó firme, sentado ensu sillón, observando a la señora. Lellegaban vibraciones. Ella notó la miraday también le miró. Se levantó y con pasoacelerado se unió a la bienvenida. Lamujer se apartó lo suficiente paraobservar.

Tras los abrazos de sus compañeros,Ezequiel notó la presencia de su superior,su amigo. El general le estrechó la mano yle atrajo hacía él para darle un cordialabrazó.

Ezequiel presentó a la señora.—General, compañeros, en mi largo

viaje he conocido a muchas personas.Algunas sorprendentes. Hasta que llegue ala India y la encontré a ella.

—Más tarde nos contarás todo tu viaje—dijo el general—pero una cosa¿Recuerdas lo último que me dijiste alpartir?

Ezequiel se le quedó mirando. Laúltima conversación. La última vez en elCastillo de Coral. Entonces lo entendió.

—¿Ha venido?—fue lo único que

respondió.El general sonrió. Todos se quedaron

en silencio. Sacó un teléfono móvil.—subidle.—miró a su familia.—Siempre oshe dicho que no era momento depresentaciones por su delicado estado.Bien, gracias a todos nuestros avances heconseguido que pueda ver la luz del díasin que le ocurra nada. Inesh, ¿sabes dequien estoy hablando, verdad?

Inesh confirmó la aclaración, elbrillante físico había estado trabajandodurante los últimos años en una sillaespecial para poder transportar alheredero vástago, además de colaborar enel resto de proyectos que visualizó en sumomento ante el gran libro.

—Todos sabéis de quien está hablando,

pero nunca lo habéis visto.—aclaró Inesh.La puerta de cristal se abrió. Un

hombre empujaba una silla electrónica. Enella viaja un adulto de unos cuarenta añosde apariencia. Había logrado conservarsepese a su enfermedad. En la cabezallevaba una especie de visera, perocuando se acercó lo suficiente,comprendieron que no lo era.

—Lo que veis en su cabeza es unainterfaz neuronal.—dijo Otto, elmatemático del grupo.—gracias a todosnuestros progresos hemos logrado diseñarun sistema capaz de sincronizar las ideasde su cerebro con el ordenador que llevaa bordo. Todavía está en fase beta, peroha dado buenos resultados, ¿verdad Paul?

—Sí Otto.—Reprodujo el altavoz del

ordenador integrado de la silla.—Holapapa.—dijo mirando al general.

El general se acercó a su hijo, al quehabía cuidado durante cuarenta años y ledio un beso en la frente. Antes de quenadie se diera cuenta, entre la multitud, laseñora se había acercado hasta la silla dePaul. Se agachó y le estrechó la mano.Otto intentó detenerla pero el general ledetuvo. Paul le cogió la mano y ambosentraron en trance al tocarse.

Ezequiel se acercó al general y lesusurró al oído.

—Por eso la he traído. No te creeríaslo que visto.

El general tenía otra sorpresa para él—¿Qué crees que he hecho estos diez

años con él?

La señora se levantó. Ambos habíanterminado.

—Si se me permite me gustaría estar asolas con el chico.

El general entendió la situación y nopuso objeciones. La señora agarró la sillay se llevó al chico a otra habitación.

—Por cierto Ezequiel, ¿cómo se llama?—Se la conoce como la señora Miw.

Tiene su explicación.—En otro momento.—dio dos

palmadas y subió el tono de la voz.—Regresar a vuestros asientos. Dacomienzo la última reunión del año.

—Bien caballeros, esta será la últimareunión hasta después de las vacacionesde invierno. De modo que espero quehagan un buen informe. ¿Quién empieza?

Elizabeth inició la reunión.—Hemos logrado nuevos contratos con

los principales fabricantes asiáticos desemiconductores. Ayer llegaron losprimeros envíos.

Melinda continuó.—Arnold y yo hemos mejorado la

fórmula de la regeneración celular y, poraccidente, hemos averiguado comomejorar los enlaces del córtex neuronal.Alexei está trabajando en nuevo implantepara Rod. Podría ayudar a la gente conproblemas de esclerosis múltiple yproblemas medulares. En su caso,podríamos avanzar en el sector de larobótica. Necesitaríamos voluntarios paralas pruebas.

—No deberá esperar mucho para ello

doctora.—respondió el general—Hallegado a mis oídos los planes de iniciarotra guerra en oriente medio en uno o dosaños. Tendrá sus pacientes, no sepreocupe.

Rod prosiguió.—Otto y yo estamos trabajando en un

nuevo sistema de posicionamiento globalpor satélite y contrarrestar el sistemaGLONASS de los rusos.—lanzando unguiño a su compañero—Podremoslocalizar a quién queramos y lo quequeramos, cuándo queramos. Créame.

En la sala faltaban Stuart e Inesh. Perosabían dónde estaban.

—Muy bien damas y caballeros. Veoque se han esmerado en sus proyectos. Semerecen esas vacaciones. Ahora veamos

que sorpresas tienen sus otros doscompañeros.

El general encendió el gran monitor.. Elrostro de Stuart apareció en pantalla.

—Bienvenidos a la última reunión.¿Qué nos contáis?

—Hola general. Véanlo ustedesmismos.

Stuart monitorizó cada rincón dellaboratorio donde desarrollaban losdiseños del diario de Nikola Teslaaplicando los diseños que él mismovisualizó en el libro. Dos plataformasidénticas estaban comunicadas por unapasarela.

Cada plataforma estaba suspendidasobre tres escaleras de metal, en forma detrípode. A los lados, había varios

generadores de última generación deenergía toroide[42] conectados a unsistema láser posicionado debajo de laplataforma. El dispositivo poseía cuatrobrazos mecánicos rotatorios con sussistemas ópticos individuales.

—Explico. La idea general es lasiguiente. La energía producida por elsistema toroide se transporta por elsistema de cableado hasta el dispositivoque veis debajo de la plataforma. Esaenergía activa el sistema de láser queapunta directamente a las pequeñasplataformas rotatorias de espejos. Delcentro del dispositivo central, gracias aesa energía, se produce un campoelectromagnético vertical que protegeríaal individuo que se posicionará sobre la

plataforma. Y el juego de luces,provocado por espejos, rodearía esecampo, produciendo una especie deescudo de luz. Creo que se entiende.Según la anotaciones de Tesla cuandoesto esté terminado, y se consiguieraconfigurar en red con su hermana gemela,el resultado sería una teletransportacióncuántica. Es decir, desaparecer en uno yreaparecer en el otro. Yo no sé si hacesesenta años o antes conseguirían realizareste experimento. Lo veo imposible.Ahora mismo estamos pillados con latecnología, pero en teoría funciona.

Todos los miembros de la mesagrabaron en sus cabezas esa frase.

—Explíquese Stuart. ¿A qué se refierecon eso?

—Mejor que se lo explique Inesh. Misconocimientos llegan hasta aquí.

La mesa se llenó de expectación. ¿Aqué se referían? ¿Lo habían conseguido?Inesh apareció en pantalla.

—Buenas tardes amigos, general.Intentaré narrarlo de la manera mássimple posible.—se giró hacia elexperimento y se pasó la mano por laperilla. Se aclaró la voz.—de acuerdo.Veamos. Todos sabemos que el cuerpohumano posee electricidad. Las sinapsisdel cerebro funcionan con impulsoseléctricos. Somos grandes conductores deelectricidad. Si ponemos una manoencima de una bobina se nos eriza todo elpelo, si metemos los dedos en un enchufenos electrocutamos y si nos frotamos

mucho las manos o con una tela y despuéstocamos metal, producimos energíacinética. De acuerdo. A Nikola Tesla sele llegó a llamar el fabricante de sueñosporque inventaba aparatos con muchasdécadas de antelación, que todos sabemosque el gobierno le robo todos ellos y, quehoy en día sean hecho realidad…

—Al grano Inesh.—dijo el general.—Ahora iba.—se agachó y reapareció

con una cobaya.—¡Que monada!—expresaron Melinda

y Elizabeth.—Imaginaros, si usáramos esa

capacidad eléctrica de un ser viviente enla máquina que estamos desarrollando, talcomo está fabricaba…—se volvió aagachar y reapareció con una segunda

cobaya en la otra mano.—…obtendríamoseste resultado. Por eso he dicho, que enteoría, funcionaba.

El general no daba crédito. Ninguno desus compañeros se esperaba esarespuesta. Era un avance prometedor.Clonación instantánea por la energía. Esaposibilidad habría muchos campos deinvestigación.

—Inesh, creía que me iba a demostrarla posibilidad de renacer el proyectoPegasus.—analizó el general.

—Respectó a eso hay un problema. Lainvestigación que recuperasteis de esasubasta estaba incompleta. Eso o losfederales se guardaron el resto cuandoinspeccionaron su habitación de hotel y lovaciaron todo, como un as en la manga.

Además, en los planos de varias páginas,viene indicada la existencia de unaespecie de dispositivo que activa una granfuente de energía. En mi opinión, si connuestro sistema podemos clonar animales,con ese sistema vanguardista, se podríaejecutar ese proyecto señor. La clavereside en la energía. Viajar requieremucha energía, sea la distancia que sea.Tenemos a los ordenadores a plenapotencia calculando posibles algoritmospara aplicar al experimento, pero ningunoha resultado superior a los actuales quetenemos.

El general declaró la reuniónsatisfactoria.

—Y para terminar, unas palabras paranuestro compañero fallecido hace cinco

años, sin el cual, nunca habríamos podidoiniciar este proyecto, y sin el cual, nuncahabríamos llegado hasta este punto. Todose lo debemos a él. Te extrañamos Carl.Espero que nos estés viendo allá dondeestés. Pido un minuto de silencio.

69

Instituto Tecnológico de Massachusetts

Primavera 2003

—Bienvenidos a nuestra humildemorada—saludó el director— ¡Vayamierda de día!, ¿no les parece?—miróhacia el cielo apartando ligeramente suparaguas.—Normalmente no lo hace deesta manera.

Los invitados estrella hasta la entradaprincipal. Ocultos bajo grandes paraguasnegros, querían evitar miradas indiscretas.

—El día es lo de menos. Como sigraniza.—respondió cortésmente Stuart.—Su interior es lo que me interesa. Creoque me entiende.

El director se dirigió hasta un ascensorprivado. Sacó una llave de su bolsillo y lainsertó en una cerradura de seguridad. Elascensor descendió.

Elizabeth, Ezequiel y Stuart pudieronadmirar los diferentes departamentos deI+D que había. Era el sueño de cualquiercientífico.

—El premio de la visita está justo allí.—señalo al final del pasillo.

Había mucho potencial allí. Stuartquedó asombrado de la diversidad deproyectos que veía. El director llegó a laspuertas, extendió sus manos y las abrió depar en par.

—Bienvenidos a su gran inversión. Sehan hecho muchas mejoras desde quecontactaron con nosotros hace unos años.

No sé quién sería su contacto oconfidente, pero le agradecemos mucho laaportación.

—Todo sea por el progreso de laciencia director

—¡Bernhard!—gritó.—nuestrosinvitados han llegado. Son todo tuyos.

El equipo realizaba una prueba deúltima hora. La reunión se habíaconcretado específicamente para ello.

—Estábamos a punto de empezar.—dioórdenes a uno de los técnicos.—Tomenpónganse las gafas. El espectáculoempieza ahora. Si eso funciona,revolucionaríamos el campo de lamensajería de datos.

Stuart comprobó el diseño de lamáquina. En esencia, era similar a la suya.

Poseía dos plataformas y una pasarela decomunicación. En este caso, eran dosrecipientes unidos por un tubo demetacrilato. Tenía ganas de verla enfuncionamiento. Los ayudantesintrodujeron un frasco de luz dentro delprimer recipiente. El doctor Bernhard seacercó a una mesa con varios monitores.Actualizó las pantallas y comenzó con laexplicación.

—Por primera vez, vamos a lograr lateletransportación de un fotón a largadistancia, lo que constituiría un fuerteimpulso para el desarrollo de lacriptografía de datos y el desarrollo demodernos ordenadores.

—Estamos deseoso de verlo.—dijoStuart.

Una barra de progreso apareció enpantalla.

En la primera pantalla, una gráfica sellenaba de datos. El tubo de laarquitectura conectó ambas cápsulas conun rayos de luz. El segundo recipiente seiluminó. Presenciaron como el fotón deenergía iba desapareciendo, sedesmaterializaba. En el tercer monitor,surgió un resplandor de luz. La barra deprogreso se completó.

Los tres miraban atónitos el segundoreceptáculo. Los fotones de luz habíancompletado la teletransportación. Losescáneres indicaban que no faltaba nada

de información. El primer receptáculoestaba completamente vacío. Losinvitados aplaudieron. El experimentohabía resultado ser extraordinario. Eldirector le estrechó la mano a cadamiembro del equipo. Un objeto enparticular llamó la atención de los tresinvitados.

—Parece que hemos encontrado laspiezas que faltaban del puzle Stuart.—murmuró Ezequiel sonriendo mientrasobservaba el trasformador de energía dela máquina.—Esa debe ser la informaciónde la otra caja, la de la investigaciónfederal. No hay dudas. El legado deEinstein, aplicado por su propiodescendiente. ¡Debe ser eso!

—Es increíble.—dijo Stuart.—

Nosotros nos valemos delelectromagnetismo para dar fuerza aldispositivo del láser. Ellos utilizan unsistema mejorado de láser usando laspropiedades naturales de las lentes paratransferir la información.—intentócalmarse, pero la demostración le habíadejado atónito.—Si lográramos combinarsus datos y los nuestros, y su sistema deenergía, sea cual sea que utilizan—respiróaire.—el general se pondría muy contento.

—Va a resultar imposible hacerse conesa tarjeta. Llamaría mucho la atención,además de retrasar posibles nuevosresultados.

—Por eso no la vamos a tocar hasta eldía que haga falta. Entonces, atacaremossin dejar huellas.

La cita había finalizado. Energía, lásery óptica. Los tres pilares que necesitabanpotenciar.

—Tengo que hacer unas llamadas—dijo Eli.

—Yo llamaré al general—dijoEzequiel.—le daré las buenas noticias.

Se dirigió al director y le felicitó por lademostración.

—Extraordinario. No tengo palabras.Ha sido espectacular.

70

Sr. Yamata,

Invierno de 2012 Roderick, Ezequiel y el general

debatían sobre el rumbo que seguiría laempresa con las últimas investigaciones.Un potente láser azul salió desprendidodel suelo y la silueta de Stuart se proyectóen la sala.

—Tenemos buenas noticias. Hemoslogrado desarrollar la interfaz para lastarjetas de Nikola Tesla. Gracias a lasimágenes que saqué del libro, las hemostransformado tridimensionales para poderreproducir una copia exacta y empezar atrabajar. Ahora falta probarla.

—Precisamente de eso estábamoshablando.—remarcó el general.—Sé elmomento exacto en que podemos actuarsin que nadie sospeche de nada. No podíaser más fortuito. Hemos recibido unainvitación para un evento en el EmpireState en Abril. ¿Adivinan de qué trata?

Stuart quedó pensativo. Invitación yevento. Dos palabras que podían resultarmuy poderosas en las manos adecuadas.Estaba informado de que en el institutoestaban terminando con las pruebas de lamáquina.

—El actual director del proyecto noslas ha enviado personalmente.

Solo un nombre se procesaba en lamente de Stuart.

—¿El doctor Blake?

—El mismo. Nuestro nuevo miembrohace sus deberes discretamente.

—¿Y a qué se refiere con sin que nadiesospeche?

—Tú escribiste el informe de vuestravisita al laboratorio. Vuelve a contármelo.

Entonces cayó en la cuenta.—La tarjeta de energía de Tesla.—La necesitará para activar la

máquina. Lógicamente no la enseñará a lavista de todo el público. Pero sabemosque la llevará consigo. Habrá que formara un equipo. Y uno segundo de apoyo. Elgobierno estará al tanto. El instituto tienecontratos privados aparte de con nosotros.

—¿Y si no coopera?—En ese caso, Plan B. Si no es por las

buenas, será por las malas. Le hemos

investigado, tiene una hija. Podrás volveral trabajo de campo.

Esas palabras rescataron viejasimágenes.

—Yo me encargaré de lospreparativos del primer equipo.—dijoStuart—¿Por qué ha dicho un segundoequipo de apoyo?

—Nunca viene mal tener un planalternativo, y ten por seguro, que si losque cerraron ese hangar vuelven, lascosas se pondrán feas. La tecnología deantes no es la de ahora. El campo debatalla ha cambiado.

Ezequiel y Roderick asintieron.—¿En quién ha pensado para el

segundo equipo?—En un grupo dirigido por ti. Él está

de acuerdo.—señalando a Roderick.—leacompañarían Alexei y Melinda. Siemprehan dicho que echan de menos todoaquello. Además el aire fresco les vendrábien.

—¿Y el cuarto hombre? Siempretrabajamos con equipos de cuatro.

El general buscó en su ordenador unexpediente y lo sincronizó con eldispositivo de holografía. El informe sedividió en imágenes alrededor de Stuart ypudieron visualizar al seleccionado.

—Capitán Maximillian Sheppard—leyó Stuart. Se quedó en silencio. Esenombre le sonaba de algo. Era el sobrinodel general.—¿Por qué él?

—Porque se lo merece.—respondió.—creó que sería un buen aditivo al equipo

de campo. Tiene un buen expediente. Y en2003 evitó un intento de violación. Salvóa una compañera, intervinieron alculpable y fue procesado. Él recibió unacondecoración. Es nuestro hombre..

—¿Ha sido informado de la situación?—Sabe lo que necesita saber. Alexei y

Melinda están de acuerdo. Además, asípodremos probar los nuevos juguetes decada uno. Que mejor oportunidad que unaprueba en vivo y en directo. ¿Qué opinas?

—Que lo tiene todo pensado general,como siempre.—dijo Stuart—Creo que nohace falta discutir nada más. Todo pareceen orden.—se quedó mirando a sus trescompañeros.

—¿Ha meditado lo que significa esto?—preguntó el general.

Sus compañeros empezaron a reírse.Ezequiel habló.

—Que todo lo que hemos trabajadoestos cincuenta años ha llegado a su final.Créeme cuando te digo, que lo sé muybien.

Roderick comprobó la agenda del díaen su agenda digital

—¿Señor, no tenía una cita conYamata?—El general abrió los ojos yasintió el comentario.—Tiene tiempo. Elhelicóptero llegará en un rato.

Stuart se despidió hasta nuevo aviso.Desconectaron el sistema y las trespersonas abandonaron la sala.

Uno de sus mayores benefactoresllegaba de un largo viaje para comprobarun nuevo diseño de software

revolucionario.Ж

—Compruebe las texturas Yamata.Las encontrará familiares.

El anciano se acercó a una mesa debambú. Era idéntica a la que tenía en laterraza de su casa. Podía asegurar que erala misma.

—Pero… ¿cómo?—respondióanonadado.

El general se acercó a él y le puso lamano en el hombro.

—Esto que ves, amigo mío, es el futurode la interacción hombre-máquina.Cualquier paisaje, cualquier objeto—enlas paredes de la habitación se fueronmostraron diferentes situaciones virtualesa medida que el general las iba

nombrando.—seres vivos, sensaciones,emociones, interacciones entrepersonas…lo que está pasando ahoramismo por tu cabeza.—Yamata seruborizó.—previsualizar hipotéticosescenarios: una explosión, el efecto de unvirus, la desaparición del Amazonas,bases lunares,…cualquier cosa Hemosdiseñado una tecnología y un softwarecapaces de realizar todo eso. Y muchomás.—El general se desplazó hasta la otraaparte de la habitación y le sonrió.—¿Larevancha?

Yamata contempló la mesa. Estabavacía. Debía estar de broma. Allí nohabía ningún tablero.

—Deberías prestar más atención. Te loacabo de decir.

Chasqueó los dedos. Yamata se quedósin habla. Una representación exacta delmás antiguo modelo de tablero de ajedrezdel lejano oriente.

—Xiàngqí[43].—Dijo el anciano.—Menudo detalle general. Estoy…me hequedado sin palabras. Pero no has dadoninguna orden.—dijo confuso.

—¿Cómo qué no?—se cruzó de brazos.—acabo de chasquear los dedos. Esa erala orden programada. Y ahora, comoprimera persona que prueba estamaravilla, por favor, inaugure la partida.

La representación del tablero de milquinientos años de antigüedad eraextraordinariamente fiel a sus detalles.Las figuras estaban perfectamenterepresentadas: los guardianes, los

elefantes, los caballeros, los carros decombate, los cañones, el grupo de peonesy la figura del rey.

—Un equipo de estas característicasestará a punto de llegar a su empresa enunas horas. Tranquilo, hemos incluido elmanual de instrucciones. Ligeramentedesproporcionado, pero seguro que suschicos no tendrán problemas con ello.Siempre lo pueden visualizardigitalmente.

Las figuras calentaban en susposiciones de batalla.

—Empecemos.El señor Yamata inició la partida.

ЖRoderick, desde su despacho,

realizaba un análisis de última hora.

Accedió al servidor central y guardó laúltima copia de seguridad del sistema.Presionó un icono en su monitor y elrostro de Alexei apareció en pantalla

—Es la hora del simulacro mensual. Veavisando por tu zona. Yo mandaré unreporte al resto de secciones.

—Por fin…—suspiró.—el nuevosistema de seguridad. Si funciona será unarevolución en la industria. Ya lo estoyviendo—se relamió en la pantalla.—¿porcierto, el general no estaba en una reuniónen estos momentos con el asiático?

—Sí.—Hagamos una cosa. Para sumar

puntos con el chino, que note en suscarnes la presentación, a ver qué opina.Justo antes de eso, das el aviso.

A Rod no le hizo mucha gracia la idea,pero admitió que podía resultarinteresante una combinación entre el juegovirtual y el simulacro.

—De acuerdo. Pero si se enfada, túeres el máximo responsable.

—Aceptó el reto.La videollamada se desconectó.Regreso al ordenador central y emitió

un comunicado por orden de preferenciaal resto de los nivel de I+D. Buscó laseñal biométrica del general con elescáner y descubrió que se encontraba enla sala de entrenamiento. Era un sitio conel suficiente espacio para su hobbyfavorito. Recordó el programa del juego.El ajedrez. Completó la lista y señalo eldespachó del general en último lugar.

—Alea iacta est[44].Ж

—Le veo en buena forma general,sorpréndame.—El general habíaaprendido los últimos años el arteestratégico de ese juego milenario. Lagran diferencia con el juego occidentalresidía en su estructura.—De esa últimasatisfacción a este viejo estratega.

Bart Sheppard se encontraba a gusto ensu posición. El software de reproducciónvirtual funcionaba a la perfección. Lasfiguras se movían como si fueran reales.El agua del río sonaba como si estuvieravivo y los pequeños palacios daban lasensación de que estaban allí mismoconstruidos. Una nueva era de innovaciónhabía llegado ese día.

—Prepárate Yamata, nunca olvidaráseste momento.

El general dio una orden. Un mensajede voz interrumpió la partida.

—Dentro de veinte segundos seprocederá al simulacro del sistema.Desconecten cualquier equipo odispositivo que estén utilizando.

El señor Yamata miró fijamente algeneral. Su cara mostraba una granconfusión. Su contrincante se encontrabaen el mismo estado. Varios sensores seactivaron alrededor de la pared. Entonceslo comprendió.

—Espero que sea una broma de loschicos.—murmuró.—No creo quedebamos preocuparnos. Disfrute delmomento.

Los veinte segundos terminaron. Eltecho empezó a resquebrajarse y eltablero empezó a temblar.

—¿Explíqueme que ocurre?—gritóYamata asustado.

El techo comenzó a romperse y trozosde pequeño tamaño cayeron a sualrededor. El agua del río comenzó asalirse y a salpicar todo el terreno. Laspiezas cayeron al suelo y varios bloquesde cemento los aplastaron. Un trozo degran envergadura cayó cerca del señorYamata.

—¡Insisto en una explicación!El general le miró fijamente. Todo iba

bien. El sistema aguantaba. El techó cedióy cayó a la superficie. Yamata cerró losojos y se intentó tapar con los brazos. Un

manto de polvo cubrió toda la habitación.El invitado abrió los ojos. Seguía vivo¿Estaba muerto? Miró a su alrededor. Eltablero había sido destruido. Pero elgeneral seguía intacto.

—Esto es una broma. ¡Casi morimos enel acto!

—Abra los ojos y observe atentamente.—indicó.—Fíjese en al campo de batalla.

El general se acercó a Yamataatravesando la destrucción y el tablero.Yamata miró al techó. Seguía allí. Nadaera real. Todo parecía ser digital.

—Nada ha desaparecido amigo. Todosigue ahí, encima y debajo suyo, frente asus ojos.—el general observó el tablero.Había quedado completamente destruido,pero las imágenes continuaban siendo

nítidas y perfectas. Puro realismo virtual.Yamata estaba sentado en el suelo. Se

levantó y le hizo caso. Se giró trescientossesenta grados y contempló la verdad.Todo había sido una prueba visual. Loque un principio había empezado comouna simple visita, había continuado conuna partida a escala real de su propiojuego de estrategia y había terminado enuna simulación totalmente real de ladestrucción del edificio.

—Este es el futuro de los sistemas deseguridad y de las demostraciones decualquier sector. Cuando alguien intentesaltarse las normas, creerá que el techo sele viene encima; y cuando alguien deseedemostrar una hipótesis o los resultadosde unas pruebas, podrá representarlos con

esta maravilla. Podremos ser testigos decentenares de páginas de informes con unasimple prueba visual y tener laposibilidad de interactuar en ella. Comohemos hecho ahora. ¿Qué le parece?

El general chasqueó los dedos porsegunda vez. El tablero desapareció y laspiezas se desvanecieron junto a él. Losrestos de la habitación tambiéndesaparecieron. El sistema se desconectó.Habían regresado a la verdadera sala deentrenamiento.

Era el fin de partida.—Cuente con mi apoyo siempre que lo

necesite general. Lo digo muy en serio.Acompañó a Yamata a su helicóptero y

regresó al interior de la fortaleza.

TERCERA PARTE

LUZ Nada viaja a mayor velocidad que luzcon la posible excepción de las malas

noticias,las cuales obedecen a sus propias

leyes.

Douglas Noël Adams (1952—2001)Escritor y guionista estadounidense

71

Despertar

Era Lunes. Despertó en su coche fuera

del aeropuerto John F. Kennedy. Teníaque regresar a la ciudad para entregar elartículo a su jefe. Miró en la parte traserapara comprobar que su bolsa de viajeseguía allí. No podía perder toda esadocumentación. Tenía la esperanza de queal leer el contenido del artículo se sintieraorgulloso de él. Un evento de ese calibreno sucedía todos los días.

Apenas había tráfico, algo quesorprendió mucho a Patrick. Un autobúsescolar pasó por el otro andén. Elsemáforo se puso en rojo. Uno de los

niños le vio y puso la mano en la ventana.Patrick le devolvió el saludo. El niñobuscó en su mochila y en la ventanacolocó un folio. En su superficie habíauna foto de un personaje canoso conbigote y un mensaje.

«E = M · C2 [45].» Esa fórmula leresultaba familiar.

La luz del semáforo cambio a colorverde.

Llegó al Times y el portero le saludó.«Buenas días, señor Evans». Patrickasintió confuso ¿Desde cuándo tenemosportero? ¿Por qué le ha llamado por elapellido de su padre? Sin ganas de perderel tiempo fue directamente hasta elascensor. Al llegar a su oficina todo eracaos. No había la rutinaria armonía de

todos los días. Si chocabas con alguien, teponía mala cara o te llaman algodespreciable o impronunciable.

Una voz única resonó en toda la planta.Su jefe no estaba de buen humor. Eltrabajo estaba hecho, así que no teníamiedo. Dio dos golpes en la puerta.«Adelante—dijo una voz grave». Laprimera impresión fue impactante. Su jefeestaba practicando el minigolf encima dela mesa en calzoncillos de tela y comohoyo utilizaba un vaso de cerámica quetenía la frase inscrita El mejor jefe delmundo.

—¡Patrick muchacho. Ya has llegado!Me alegro de verte.—con su habitualhumor en doble sentido.

Patrick bordeó la silla y esperó a que

George realizara el último golpe. La bolasalió dispara al interior del vaso y porefecto de la reacción, el vaso se enderezó.

—Estoy en forma.—dijo George

bajándose de la mesa, sentándose en susillón de cuero y levantando los pies.—¿Tienes algo para mí?

Patrick sacó una carpeta marrón y se laentregó a George. La abultada carpetamostraba la solidez de la información.

—Es algo más extenso que decostumbre. No tienes ni idea de las cosasque he visto.

George abrió la carpeta y las paso unaa una. En varios momentos, gesticulabacon la boca y levantaba los ojos haciaPatrick confuso. Algo iba mal. Cuando

terminó de leer todo, abrió un cajones ysacó una destructora de papel.

—¿Te has vuelto loco?—gritó Patrick.Era el trabajo de su vida.

George levantó la mirada y suexpresión fue fulminante.

—¿Perdona? ¿Tú me llamas loco a mí?—señalando con la cara los papeles queestaba destruyendo.—gracias a mí no vasa ir a la cárcel de por vida, campeón.

Patrick estaba confuso. ¿Cárcel? Era uninforme sobre el instituto tecnológico ysus proyectos. ¿Qué tenía de malo?

—No entiendo.George solo había destruido las

primeras páginas.—¿Se puede saber de dónde has sacado

todos estos documentos con el sello de

Top Secret y esta colección de imágenesrarísimas de…inventos?

Patrick puso los ojos como platos.Arrancó el resto de hojas de las fauces desu jefe. Tenía razón. Eran todos losexpedientes del cofre. El contenido de lastres carpetas. ¿Qué hacían en su poder? Sujefe los volvió a coger y los continuódestruyendo.

—Algún día me lo agradecerás. Meestás obligando a llamar a seguridad.Puede que alguien te haya seguido—volvió a mirarle fijamente. —¿Notrabajarás para el gobierno? ¿Estás enproblemas? Conozco gente.

Patrick lo pensó un momento. Norecordaba nada del fin de semana. Unasensación de ansiedad y nerviosismo

empezó a recorrer su cuerpo. Empezaba asudar mucho.

George llamó por teléfono. Empezó ahacer gestos raros. Patrick no entendiónada de la conversación. George le mirófijamente.—¿Estás seguro?—preguntó asu contacto por teléfono.—De acuerdo.

Colgó el teléfono.Abrió otro cajón y se agachó. Sonó un

mecanismo. Le resultaba familiar. Selevantó y apuntó entre ceja y ceja a superiodista.

—Lo siento, no es nada personal.Apretó el gatillo y la bala hizo el resto.

72

Jim Mason

Sábado 09.00

Un golpe sordo resonó en la

habitación.Patrick comenzó a abrir los ojos.

Intentó levantarse del sofá pero su cabezase lo impidió. Se sentía mareado. Lahabitación le daba vueltas y un dolorintenso le perforó la cabeza. Descubrióque estaba recostado en el sillón de lasala. Intentó enderezarse en el sillón decuero.

Los informes y la fotografía estaban enel suelo. Lo había rememorado por

completo. Tenía muchas lagunas, muchoshuecos, recordaba algunas caras.Reconoció a los integrantes de lapersecución. Recordó las imágenes de supadre, había sido marine. Su jefe, menudocamaleón. Estaba claro que se habíanmetido en algo extremadamente gordo.¿Qué era el proyecto Pegasus? Sonaba aficción.

El sonido volvió a repetirse con másahínco y más repetidamente.. Caminó concuidado por el pasillo apoyándose en losmuebles. Miró el reloj de la pared. Erarelativamente pronto para un sábado. Lapuerta resonó de nuevo. «FBI, sabemosque están dentro. No se preocupen, están asalvo. Habrán por favor».

—FBI y están a salvo, esas dos frases

nunca me han gustado—murmuró Patrick.—Ya va, no tengan prisa.—respondió.

Giró el pomo de la puerta. Solamentehabía una persona al otro lado. Metrosetenta. Barba de varios días y melenacorta. En el borde de la mandíbula se leapreciaba una cicatriz que daba a entenderque era mejor no preguntar. Abrió más losojos. Su cara le resultaba vagamentefamiliar.

—¿En qué puedo ayudarle agente?—Buenos días. Soy el agente Jim

Mason. ¿Estás bien?Menuda pregunta.—¿No lo sabe? Anoche secuestraron a

la hija del profesor.Jim le miró fijamente. Conocía su

habilidad. La cara de agotamiento que

presentaba demostraba que esa nochehabía experimentado una fase. La puertadel baño se abrió. Una melodía surgió deella. Era la voz de Jerry. Su mirada secruzó con la del agente.

—¿Ya es la hora?—preguntó Jerry. El agente emitió un gesto de afirmación.

Patrick miró primero a Jerry de reojo ydespués a Jim.

—¿La hora de qué?—Del paseo—respondió Jim.John salió de su habitación y fue al

baño. Patrick regresó a los sofás yreordenó todo el material. John salió delbaño y miró al agente.

—¿Quién es ese?—preguntó a Patrick.Se le ocurrió gastarle una broma. La

respuesta fue simple.—FBI. Vienen a por ti. ¿Qué has

hecho?John volvió a mirar al agente. Éste sacó

un walkie y pronunció algunas palabras.John volvió a mirar a Patrick y otra vez alagente. ¿Iba en serio? Nunca le gustaronesas situaciones. Las inspecciones deseguridad del instituto, las investigacionesde los peritos en los accidentes,…Giró lacabeza hacia la puerta del balcón. Latentativa era alta. Sólo eran dos pisos.

Jerry se acercó al agente y ambosobservaron la situación.

—¿A dónde vas?—le preguntó Patrick.Varios coches negros tintados

esperaban fuera del edificio. John seapoyó en el balcón. «Esto empeora por

momentos—pensó.»—Tío, era una broma, no van a por ti.

—dijo Patrick.—John, confuso, volvió amirar al camino de asfalto. Suspiróaliviado—En realidad creo que vienen apor los tres.

Jerry entregó un sobre al agente Masonsin que los muchachos se dieran cuenta.

—No quiero saber nada, ¿de acuerdo?—Jerry vio a John apoyado en el balcón.—¿Señor Campbell, se encuentra bien?—Patrick se levantó y se acercó a su amigo.—Creo que lo mejor será que vayasbajando. Yo me encargo.—le dijo a Jim.—El agente Beckson accedió.

Jerry atravesó la habitación y llegó a lapuerta del balcón.

—Os merecéis una explicación. No es

lo que creéis.—comenzó a decir.—contodo lo que ha pasado, se han vistoobligados a teneros bajo vigilancia por sivuestros fans regresaban. Y necesitanvuestra ayuda..

John, aliviado, se sentó en el suelo delbalcón. Jerry se dirigió a Patrick.

—Será mejor que te des una ducha,hijo. No tienes buen aspecto.

Patrick entró en el cuarto de baño. Jerrycogió el teléfono y marcó el prefijo de larecepción. Solicitó que subieran eldesayuno. Observó como John selevantaba y se sentaba en el sofá. Elgolpeo de la puerta les avisó del servicio.Un botones llamó a la puerta e introducíaun carrito con comida y se despedía.

Al bajar al piso principal, la

recepcionista les saludó. Le anunció quehabía un mensaje para él. Le entregó unsobre y Jerry lo abrió. Leyó el mensaje yregresó con los muchachos.

Patrick y John fueron en dirección alEscalade, pero un vehículo apareció enescena y les cortó el paso. Jerry agarró asus compañeros por los hombros y les dioun mensaje.

—Lo siento caballeros, pero elEscalade es para mí. Tendrán que sercompresibles. Aún queda un día de laconvección y me tengo que quedar aquí.Pero vosotros tenéis que rescatar avuestra amiga.

La ventanilla descendió y el agenteDick Thompson apareció tras ellas.

—Hola chicos, ¿Os apetece dar una

vuelta?—Les pregunto.—¿Hola Patrick,que tal estás?

Dentro del vehículo también estaba elagente del FBI.

—¿A dónde nos dirigimos Dick?—Preguntó Patrick.

—Sera un paseo informativo. Un agentellevará a Jerry hasta la ciudad y despuésdevolverá el vehículo a su legítimodueño. Nosotros, el agente Mason y yonos encargaremos de vosotros.—señalando a su compañero en el interior—Cuanto antes suban, antes podremoshablar. A Jim le gustaría escuchar vuestraversión de la historia..—Las puertas seabrieron.—¡Que tengas un buen día Jerry!—se despidió.

Ж

A lo largo del trayecto Jim fuecomentado la evolución de la situación.

—Bien muchachos, he leído un informede anoche pero algo no me cuadra.Describe la presencia de fuerza militar enlos alrededores del edificio, ¿podríaisaclararme eso?

—Eran marines y no son los primerosque intentan matarnos.—explicó Patrick.—Hubo otro grupo, pero desapareció enel incidente del puente. Nosotrosescapamos. esa vez. Este equipo nos haperseguido por el MIT y logramosescapar en un helicóptero súper modernoy de ahí nos dirigimos a Wayland, dondenos envió el profesor. Desde ahí,viajamos con su hija.

Jim analizaba cada expresión de la cara

de Patrick. No parecía que mintiera, esmás, era una de las confesiones mássinceras que había oído.

—¿Alguien más sabe de esto?—Sólo el doctor Thomas, Sam y sus

técnicos.—De acuerdo. Tenéis coartada, ya que

el profesor me ha contado exactamente lomismo por teléfono.—sacó una carpeta dedebajo del asiento.—Así que sólo tenéisque saber de un nombre. Stuart Manfree.

John y Patrick se miraron al oír esenombre. Jim arqueó una ceja.

—¿Le conocéis?—Jerry y el profesor nos han hablado

de él. Un tipo misterioso e importante, queestuvo de visita en el MIT.

—Perfecto, me ha ahorrado mucha

explicación. Patrick, permítame hacerleuna pregunta, ¿cuánto sabe acerca de tupadre?

Esa pregunta pilló desprevenido aPatrick, pero había experimentado losuficiente. Menos preguntas que hacerse.

—Sé que fue marine. Le dieron unamedalla por sus servicios y otra porproteger a alguien. Yo cumplía tres añoscuando regresó a casa y desapareció porciertos temas. Mi madre me dijo que fueun héroe.

—Bien y tiene razón su madre.—pasólas hojas de la carpeta.— Comenzaré lahistoria. Presten atención.

El señor Manfree fue militar, sabemosque de la misma división que su padre.Era una persona un poco nerviosa y fue

invitado a participar en la sección deinteligencia, suponemos como espíainterno. La información era algo muypoderosa entonces con los pocos mediosque existían. Unos años después, decidiófundar una organización con algunoscontactos que consiguió. Una empresa detecnología, Industrias AstraTech. Hemosintentado buscar sus trapos sucios, peronos resulta imposible. O saben escondersemuy bien, o tienen a alguien dentro.

—Y ahora me dirá que mi padre no legustó e hizo lo correcto y se alejó de él¿no?—La historia parecía unrompecabezas. Patrick tenía suerte de quele resultase tan fácil seguirla. Dudaba quesu madre conociera esa información, sehabrían mudado mucho más lejos que

Washington.—Chico, tu padre nos ayudó a

desarmar, durante un tiempo, unosproyectos de alto secreto que el señorManfree llevaba en secreto con fondosmilitares. La realidad, a veces, nos ofrecesorpresas.

—Era cierto, mi padre fue un héroe.—pensó—Pero como fue algo encubierto, nofue condecorado ¿me equivoco?

—Cómo sabréis todo lo relacionadocon operaciones encubiertas queda entreel soldado y el gobierno. Pero puedodecirte, que gracias a ello, evitó posiblesmuertes relevantes. Creo que, a pesar desu sacrificio, al final no fue tan tonto, ¿nocrees?

—Parece que no. Pero entonces, ¿A

dónde fue? ¿Por qué desapareció?—Para protegeros a ti y a tu madre. Si

Stuart hubiera intentando localizaros, oshabría usado contra él. Guerrapsicológica. Tu padre sabía que la únicaforma de evitar eso era huyendo del país yhacerse más fuerte para que, el día queregresara, poder vengarse. A la otrapregunta, ¿A dónde? En Sudamérica.Históricamente, la derrota de EstadosUnidos en la guerra de Vietnam[46]supuso un gran cambio en la forma de verde los estadounidenses. Se crearonmuchas desconfianzas. Muchos desertarona Europa, Rusia, Sudamérica…Desdeentonces, allí hay muchos americanos condocumentación falsa para pasarinadvertidos. No es una buena vida, pero

lograron algo de libertad. Nuestras fuentesnos indicaron que tu padre pudo ocultarseallí durante un largo tiempo.

—Jim, ya hemos llegado.—anunció elconductor.

El coche se detuvo enfrente de unimponente edificio. Los caminos secruzaban de nuevo.

—Esta mañana han tenido que limpiaresa zona. No sé qué artillería usasteis,pero había muchas piezas pequeñas.—bajó su ventanilla.

Los chicos miraron por la ventanilla.Habrían regresado al lugar del secuestro.El coche continuó el recorrido. Desde lasventanillas, algunos turistas, se giraronante el imponente vehículo tintado, peroen seguida continuaban con sus

quehaceres.—¿Y ahora de que vamos a hablar?—De su padre Patrick. Le perdimos la

pista hace unos años. Sabemos que haestado en muchos sitios, suponemos querecabando información, sobreviviendo.En mi opinión, busca el momentooportuno para aparecer. Tu padre hizoalgo que poca gente tendría el valor dehacer.

«Asesinato. Secuestro, tapadera—pensó»—¿A quién mató?, ¡dígamelo!

—No, no, nada más lejos. Algo máspeligroso todavía. Información. Simple ypura información.

—La información es poder—dijo John,que hablaba por primera vez.

—Exacto, pero depende cómo la uses y

de qué tipo sea, puede ser buena, mala,peligrosa. Y en este caso, muy peligrosa.Y por eso, tuvo que huir. Stuart Manfreebuscó a tu padre insistentemente.Consiguió revelar mucha informacióndelicada de esa organización:expedientes, nombres, alias, direcciones,proyectos, misiones…Stuart sabía queJack tenía un hijo. Pero no podía hacernada, porque nosotros os estábamosvigilando.

—Volviendo al tema, ¿en qué periodotrabajaron juntos mi padre y Stuart?

—Durante la guerra del golfo, entre1982 y 1991. Se conocían muy bien.Suficientes años para forjar una amistadsólida. Sucedieron muchas cosas, sobretodo en Irak y Kuwait. Tú apenas tendrías

uno o dos años, si no me equivoco. Esaguerra fue muy traicionera. El famoso orode Kuwait. Un año después, Stuart lepidió a tu padre que se uniera a unproyecto, de gran magnitud. Nosotrossabíamos que había gato encerrado.Coincidió con el último día de año depermiso de tu padre. La misión erarecabar información. Acudir a un entierroy después a un hangar. El resultado final,es lo que te he contado antes. Por eso nole volviste a ver. No podía. Su nombre yexpediente seguían en la administración.Tuvimos que borrarle del mapa.

John le puso la mano en el hombro aPatrick a modo de comprensión. Patrick,en parte lo aceptaba. Sabía que en las guerras ocurrían ese tipo de cosas, pero

habría querido que eso no ocurriese. Queno le hubiera ocurrido a él. Había crecidosin padre.

—Habría preferido que me hubiesesdicho que era un agente infiltrado y porseguridad no lo podía saber o algo así.

—La verdad es que.—Patrick se lequedo mirando.—Tu padre contactó connosotros hace unos años, como informanteanónimo, hasta que averiguamos quiénera. Aun así, oficialmente está muerto, asíque no podíamos contactar contigo deninguna manera a no ser que fuera deextrema urgencia.

El coche se detuvo y aparcó frene a unacasa. La fachada mostraba las décadasque habían pasado por esa urbanización.

.

73

Urbanización privada, Capitol Hill,Washington D.C.

El edificio de dos plantas databa de ladécada de los cuarenta. Dick y Jimempezaron a distribuir el mobiliario delos coches y a coger posiciones.

—John, Patrick, poneos cómodos.Estaremos aquí un rato. Hasta queanalicen a que banco pertenece esta llaveque me ha dado Jerry.

—¿En qué momento le ha dado eso?—Patrick intentó recordar.

—Antes de subir al Escalade y ademásme ha dado una sorpresa.—Dick sacó elsobre y se lo mostró a los muchachos.Dentro había una estructura metálicarectangular y una llave. Entregó la llave aotro agente.

—¿Eso es…?—preguntaron los dos.—Sí señores, esta es una de las llave

de Nikola Tesla. A simple vista parece uncachivache. No soy un experto, perosupongo que estas líneas de aquí—señalando con el dedo.—deben deproporcionar la energía.—se quedómirando a Patrick—¿Te apetece cogerla?

Entendió la indirecta, pero no estaba encondiciones de tener un episodio. Lasegunda llave. Un aparato de energía. Ledaba miedo. Podría ver cualquier cosa.

—En otro momento.—dijo pasándosela mano por el estómago.—¿Sobre qué seva a hablar exactamente?

Dick guardó la tarjeta en su sobre y sela metió en la chaqueta.

—Vamos a poneros al corriente.—Creo que estamos bastante al

corriente. Llevamos dos días que nohemos parado.

Un agente entró por la puerta con variasbolsas de comida. Las colocó encima dela mesa del salón.

—Yo creo que sólo sabes la superficie,Patrick.

—¿Ah sí?—Aclaró Patrick—Lahistoria de mi padre, Stuart Manfree, laguerra del golfo, esa organización, el FBIy la CIA metidas por todas partes,

sabemos que existen dos cajas muyimportantes y que están a

Un agente abrió uno de los maletines.Dentro había un ordenador con unainterfaz para escanear objetos. Colocó lallave en el escáner y el programa buscó enla base de datos.

—Ahora prestad atención. La CIA tienemuchos sectores y departamentos, desdeprotección ciudadana, espionaje,contraespionaje, operaciones encubierta,derrocamiento de gobiernos parapromover la democracia.—Tomó aire.—Ya sé que suena mal, pero muchas vecesla información se filtra o alguien secambia de bando y después toca hacerlimpieza. Einstein, a la par que realizabael proyecto Manhattan, ya sabéis, la

famosa bomba, realizaba otros estudioscon Nikola Tesla. Tengo entendido quehan recibido un informe bien detallado.

—Sí, lo tenemos en la mochila.—dijoPatrick.

—Sacadlo.—Dick mordió unbocadillo.—Ahora hablaremos de ello.

—¿Han visto todas las fotos?—señaloJim—¿Detenidamente?

John y Patrick se miraron. Nocomprendían.

—Observen, aquí tenemos dosfotografías. En una salen Einstein y Tesla,y en la otra, varias personalidades demuchas áreas científicas, sobre todo físicay electricidad. La segunda foto es deNueva Jersey, en 1921. Aún no se habíaplaneado ningún proyecto importante,

pero tras la primera mundial, y en 1933tras la creación del partido nazi, tuvieronque andarse con mucho cuidado: visados,disfraces, contactos. No era bien visto quejudíos, rusos y alemanes trabajaran paralos Estados Unidos. ¿Eso lo entienden no?

Tesla y Einstein, en esa misma épocatrabajan en otro proyecto llamadoProyecto Arcoíris, donde desarrollabanlas teorías de Einstein sobre la relatividady sus posibles aplicaciones.—los dosafirmaron.—Claro está que se requería demucha energía para poder realizar losexperimentos. Nikola Tesla. Tesladesarrolló un equipo específico para eseproyecto, pero resulto ser, como todo loque inventaba, demasiado específico yacabó en desastre, depende de cómo se

vea, claro está, ya que desapareció, en1943 a los 87 años de edad, junto contoda la base, menos con Einstein. Graciasa él, tenemos una de las cajas con susinformes.

—Esa historia la conocíamos, perodíganos ¿qué contiene la otra caja?

—Nadie lo sabe. Fue una creación deTesla. Suponemos que está el resto de lainvestigación de ellos dos. Ya que losexpedientes de esta caja, llamémosla uno,están incompletos y requieren datosespecíficos que, repito, creemos seencuentran en la segunda caja.

—Es decir, una vez se abra esa caja,sólo sería introducir esos datos dondequiera que haya que introducirlos y todosolucionado ¿no?

—Exacto. Hemos tenido más de quinceaños para intentar aproximarnos mediantela teórica, pero no llegan a funcionar al100%, ¿entienden? Necesitamos esecontenido.

—Respóndame a una pregunta—dijoJohn—según Tesla la transferencia deenergía es posible sin cables, él lainventó. Nosotros hemos visto unademostración, a pequeña y gran escala dela teletransportación, que como usted hadicho antes, depende en que manos estépuede ser una buena herramienta para laciencia o un caos si cae en malos manos.Por ejemplo, para el transporte de armas uobjetos del mercado negro. La pregunta,¿Se dan cuenta de las consecuencias que,esos datos extraídos de la teoría de la

relatividad de Einstein, podría causar?Estamos hablando de una nueva era. Si yaentramos hace años en la era digital, nosabría cómo llamar a esta que está porvenir. ¿Me explico?

—Pero no estaría disponible al sectorpúblico. Cundiría el Caos. Ya lo imagino.Carteles por todos lados promulgando elfin del mundo. Ya lo hicieron con elacelerador de Hadrones del CERN. Hastafue hacheado. Decían que produciríaagujeros negros y el planeta seríaabsorbido. Y no pasó nada malo. Alcontrario, se obtuvieron datos parainvestigar durante los próximos veinteaños. Cómo todo, se iniciaría en el sectorprivado hasta perfeccionarla—dijo elagente.

La conversación iba subiendo de nivel.Estaban tratando un asunto de muy altonivel. Patrick procesaba la información lomás rápido que podía. «Esto va a acabarmal—se decía una y otra vez».

—Entiendo que la historia les resulteun poco pesada, pero es necesario queentiendan los cimientos, para poderentender que se hizo después.—Dickbuscó un reloj.—¿Qué hora es?

Giró su muñeca y la agitó para sacar elreloj de la manga. Marcaba las 11.20. Elresultado del análisis de la llave aparecióen la pantalla del maletín.

—Ha tardado un poco.—respondió—yno me extraña. Parece secreto. Seencuentra en el banco de seguridad másimportante. Diebold.

—Entonces debemos darnos prisa. Nohay tiempo que perder.

—¿Cómo sabéis lo del banco?—preguntó John.

—El programa que tiene ese ordenadorposee la mayor base datos de bancos deseguridad del mundo. Pero en este caso, elacceso parecía casi restringido.Lógicamente, los más antiguos tienenmayor nivel de seguridad. Y este,precisamente, es de los importantes.

—Hoy en día todo es más fácil graciasa las nuevas tecnologías y los programasde logística. Antes todo era máscomplejo, sutil, muchas horas…noches envela.

Jim prosiguió con el dossier.—Entre 1990, después de que tu padre

desapareciera, hasta 1995, fecha en que seabrió la primera caja, tu padre, contactabacon nosotros para pasarnos información.Al principio, creíamos era un imitador.Habían pasado cinco años, pero tras unaspreguntas clave, lo confirmamos. Nos dijoquién tenía la caja y que Stuart andabatras ella.

—Lo sabemos, la tenía mi jefe, GeorgeBrock.

—Exacto, y como Einstein habíamuerto, contactó con su siguientedescendiente en la línea sucesoria, que fuesu nieto, Bernhard, que tuvimos la suertede que trabaja en el M.I.T. Pero teníamosnuestras sospechas de que pudiera haberexistido un encuentro entre el señorManfree y el señor Brock en esa época.

—¿Por qué piensan eso?—Pues muy sencillo, los dos nombres

aparecen en esa lista que poseen ustedes ysabemos que alguna vez tuvieron quecruzarse. Un periódico es el intermediarioperfecto, ya que tienes la posibilidad deconseguir copias y Stuart es el principalinversor del proyecto que se encuentra enDARPA, todo totalmente legal, ¿de quéforma? No lo sabemos. Es un misterio.

—De ahí las fotos del MIT—dijo John.—¿Entendéis la gravedad del asunto?

Los malos pueden ir adelantados y laúnica ventaja que tenemos es esa segundacaja, que ahora sabemos dónde está—cogió la llave y se quedó contemplándola.—Pero supongo que no saben la clave deseguridad.

John miró a Patrick. Jim dedujo que noy miró a su compañero. Dick puso cara deno gustarle la idea. Se había hechomuchas veces.

.—Bien chicos, id recogiendo.Nos vamos al banco.

Los agentes empezaron a recoger todoel equipo. John miró la casa.

—Una pregunta—Preguntó—¿Por quéhemos venido a esta casa?

Los agentes llevaban esperando esapregunta desde el principio

—Patrick, tu compañero ha realizadouna buena pregunta, ¿no crees?

—Yo ahora tengo demasiadainformación en la cabeza, ¿no cree?

—Se acepta la respuesta. Bien, estacasa en concreto es donde vivió Albert

Einstein. Y no tenemos más tiempo paraexplicaciones.

—Sí, John. Y está a buen recaudo. –diounas palmadas.—Caballeros, ahora sí,recojan. Nos largamos.

74

Llamada

Debían ser cautos. Sin sorpresas. En

el mapa comprobaban el camino querecorrían los dos vehículos negros. Sehabían adentrado en una zona residencial.La señal roja se detuvo. Rod frenó elvehículo. No tenían ninguna prisa. Elmapa les ofrecía toda la información quenecesitaban. Sheppard intentó comprenderla importancia de esa localización.

El rostro de Stuart apareció de nuevoen pantalla.

—¿Alguna novedad señores?—Pues, en resumen, estamos en Capitol

Hill.

Stuart frunció el ceño y arqueó unaceja. No era lógica esa localización.

—¿Y qué hacen allí? ¿Qué observan?Sheppard miró el mapa. Había un punto

en el exterior.—Sólo hay una agente.—¿Se trata de nuestro hombre?—

aclaró Stuart.—Páseme una imagen.—Hasta hace unos minutos no sabía

que existiera un agente encubierto.—respondió Rod molesto.—Espere.

Ejecutó un programa de imagen y fijo elobjetivo. El rostro se mostró en pantalla.Stuart le transfirió la imagen del agente.No coincidía.

—No, no es él. Debe estar dentro.—Abra comunicaciones. Tenemos a un

espía ahí dentro.

Rod, confuso, ejecutó un programa derastreo. Aparecieron muchasinterferencias en pantalla. Ajustó la señalcon las coordenadas del GPS. La lista deseñales se redujo a una. Era su hombre.Activaron el audio.

«Ha tardado un poco—respondió unavoz—Parece secreto. Se encuentra en elbanco de seguridad más importante»

Rod y Stuart conocían la respuesta.—En marcha.—dijo Rod—

Actualización de mapa. Banco DieboldEn el mapa se formó un camino. Quince

minutos, indicaban los datos. Sheppard sequedó mirando el punto de destino.

—¿Que me he perdido?—preguntó.—Por supuesto. Este banco guarda los

documentos nacionales más importantes

de este país. El gobierno contrató susservicios para con los ArchivosNacionales del país, para asegurar losdocumentos insignia que muestran la basey la filosofía de este país. Las llamadasCartas de Libertad, las cuales incluyen LaConstitución americana, La Ley deDerechos y La Declaración de laIndependencia. Cómo puedes observar,tiene bastante peso en lo referente aseguridad.

La señal de comunicación se viointerrumpida. El móvil había sidodesactivado. El agente del jardín no seinmutó. No se escucharon frecuenciasen esa dirección. La puerta de la casase abrió y uno a uno fueron saliendo. Elprograma de rastreó identificó a suagente en el mapa. Iván, indicaba sumarcador. También los nombres de losmuchachos aparecieron en él. Todo ibabien. La reunión había terminado.

—Buen resumen Rod. Ya conocen suobjetivo. Esperen allí a su contacto ypresten atención al paquete.

—Tú vas directo a la gran cita, ¿meequivoco?

—Exacto. El mayor benefactor tiene

que estar presente compañero.El ordenador analizó un mensaje

entrante. «Tienen el paquete». Era laseñal. Se dirigían al banco. Rod se frotólas manos y agarró con fuerza el volante.Sheppard leyó varias veces el mensaje.Nada le encajaba.

—¿Puedo hacerle una pregunta?—Por supuesto. —Rod se giró y

sonrió.—Dispara.—Ayer, creía que nuestra misión era

capturar a esos dos individuos porque sesupone que eran peligrosos, ¿no? AntesStuart ha comentado algo de un paquete.—señalando el mensaje.—¿Por qué entoncesla misión cambia completamente?

—¿Está cuestionando las órdenessoldado?

Sheppard miró fijamente a los ojos deRod.

—No las cuestionó. Las analizo. ¿Cuáles el objetivo, esos dos tíos que están ahídentro o el paquete que va a salir de ahídentro? Con todos mis respetos señor, meentrenaron para ser ético y analizar losdetalles, no para trabajar a ciegas. Y creoque es lo que está sucediendo ahora.

Rod se dio cuenta que el capitán eramás listo de lo que parecía. Desde elprimer día, había analizado cada informeque había analizado de arriba a abajo yhabía realizado preguntas específicassobre la misión. Ahora entendía porque elgeneral le había reclutado. Sangre de susangre.

—Hay cosas que no sabe capitán y

ahora es buen momento. Créame. Demomento hemos confirmado la existenciadel paquete. Su contenido es clasificadopara usted y para todo el mundo. Sólo hayrumores del contenido. Debemosobligarles a que lleguen a D.A.R.P.A. y sise les puede asustar, se les asustará.

Sheppard volvió a mirar por la luna delcoche.

75

Banco de seguridad Diebold,Washington D.C.

Los dos vehículos aparcaron delantedel banco. Sam y Jim se acercaron a lapuerta. Había una cámara de seguridadinstalada

—John, Patrick, venid con nosotros. Elsegundo equipo quedaros aquí vigilando.No tardaremos.

Sacaron sus placas de identificación ylas levantaron al visor de la cámara. Lapuerta se abrió automáticamente

mostrando un largo pasillo. Al final delrecorrido había un pequeño panel. Sampresionó un botón.. La pantalla seencendió y les mostró un mensaje.«Extraer o Depositar»

Jim seleccionó Extraer. Apareció unasegunda frase. «Propietario del objeto aextraer». Apareció un panel táctil enpantalla. «Jerry Einstein». Por último, unpanel numérico «Código de verificación».

—Maldito código—murmuro Jim.—estoy harto de este sistema.

—Lo sé—Sam se rascó la barba.—pero piensa que así ahorramos llamadas ypapeleo. Si no fuera por la llave maestrano podríamos hacer nuestro trabajo.

Jim introdujo una contraseña.«USC1787F». Apareció un mensaje:

«##0002##»—¿Qué significa ese número?—Patrick

se arrepintió de la pregunta.—Que es la segunda vez que se accede

a esta cuenta y que nadie ha entrado desdeque se guardó. Les va a gustar el interior.

Una puerta de apertura lateral lespermitió el paso a las instalaciones. Unvestíbulo daba acceso a tres pasillos:Izquierda, A; Centro, B; y Derecha, C.Una pequeña columna de mármol surgiódel centro con otra pantalla. «Introducirnombre». Después, apareció otro número.

«#161# - #A#»—Esa debe ser su taquilla.Un dispositivo con una cuenta atrás de

cinco minutos se encendió. Sam lo cogió ytomaron el camino de la izquierda. Tres,

cinco, nueve…veintitrés…señalaban lastaquillas. Patrick observó cámarasesféricas y sensores de humo en el techo.

Patrick se fijó el dispositivo de tiempoque llevaba en la mano.

—Marca el tiempo que tenemos hasta

llegar a la taquilla y abrirla.—explicóDick.—Una vez alcanzas tu objetivo, hayotro panel idéntico. Colocas eldispositivo para sincronizarlo, abres lapuerta y coges el paquete. Después secierra, se bloquea de nuevo y lodevuelves.

Cada vez que atravesaban un pasillo,los sensores de movimiento loiluminaban. Tras alcanzar la tercerasección, el color de las paredes cambió a

un granate descolorido. Habían llegado.La taquilla era de un tamaño estándar.

Sam se acercó al centro de mármol delpasillo e introdujo el dispositivo. Emitióun suave pitido.

La taquilla número #161# se abrióautomáticamente.

—Aquí está—Dick cogió la caja consus manos.—Los rumores eran ciertos. Asimple vista es muy similar.

Se dirigió a una mesa circular y colocóel cofre. Buscó las pestañas correctaspara poder accionar su mecanismo. Allevantar la tapa encontraron dos sobres dediferentes tamaños. En uno habíadocumentos de diseños con las firmas deTesla; y en el segundo, Sam se quedóatónito.

—Eso es imposible. Y yo lo sé muybien.—dijo John.

—Si nos ceñimos a la línea histórica,estaría de acuerdo con usted, señorCampbell. Pero con este hombre uno nopuede ceñirse a eso. El gobierno clausurógran parte de su investigación y el resto seperdió. Podríamos decir que se adelantóunos cuarenta años a la primera muestrade artículo oficial. Un cinta de videoBeta. Ya hablaremos luego de ello.Tenemos que irnos e informar al doctorBlake.

Jim cerró la taquilla y recogió eldispositivo. John guardó los sobres en lamochila. Sam llevo la caja cerrada. Alregresaron por el pasillo las luces sefueron desvaneciendo. En el vestíbulo,

Sam colocó el dispositivo.Iván, el chofer de Dick, salió del

vehículo y comprobó el perímetro. A lolejos, reconoció un vehículo estacionado.Metió la mano por la ventana y cogió unosprismáticos. Sacó su móvil y mando unmensaje.

Las puertas del banco se abrieron depar en par. Aparecieron los cuatro. Iván lehizo una señal a Dick con las manosindicándole el vehículo sospechoso. Dickcogió los prismáticos para comprobarlo.Reconoció la matricula. Era algo antigua,pero los números era inconfundibles. Elgobierno. Algo olía mal. Decidió tomarprecauciones.

—Guárdalo tú—Le entregó a Jim elcofre señalando con los ojos la posición

del vehículo.—Creo que nos estánsiguiendo los de anoche.—sacó un objetodel interior y se lo entregó a John—Guárdalo junto a los documentos. Es muyimportante que crean que sigue en elcofre.—Después se dirigió a todos.

—Nos vamos. John tu ve conmigo.Patrick ve con Jim.—Dick buscó unwalkie Talkie y cambió la emisora. Jim leimitó—¿me oyes?

Jim confirmó—Nosotros vamos en dirección a

Capitol Hill y tú irás directo a DARPA.¿de acuerdo?

—¿Qué planeas Dick?—Cogeremos la ruta del parque. Yo

regreso a la casa, tenemos que ser másrápidos que ellos, no hay tiempo. Tu ve a

DARPA. Vamos a comprobar a por quiénvan. Nos reuniremos en un rato. Ya sabeslo hay.

Jim reflexionó sobre el cofre. No habíaotra opción. Era lo más seguro.

—De acuerdo. Nos vemos allí. Tenedcuidado los dos.

Los dos vehículos arrancaron losmotores y salieron de la escena.

—Iván, pisa el acelerador—ordenó.Activó el GPS y programó la ruta de

escape. Cuando se alejaron lo suficientedel perímetro del banco, el vehículosospechoso empezó a ganar velocidad. Lapersecución dejaba huella, los transeúntesevitaban ser arrollados. Varios disparosse escucharon en el aire.

—¿Se han vuelto locos? Estamos en

plena zona urbana.—Dick sacó la cabezapor la ventana para tener más detalles.—Iván acelera, da igual que te subas a lacalzada, tú evita que nos alcancen losdisparos.

Siguiendo órdenes, subió el vehículo alarcén del parque Melvil Hazen. Entraronen terreno campestre. El coche de Jim lessiguió. Los disparó habían cesado en elprimer sector del parque. Sam comprobóel GPS. Quedaba poco. Iván avisó de ladirección escogida.

—Jefe después está la universidad deGeorgetown. ¿Qué hacemos?

No había contado con el factor juvenil.Lo más suave sería la cantidad de videosque subirían a internet. Varios vehículosdel gobierno a toda velocidad por

terrenos públicos. La prensa mataría poresa información. Tampoco le quedabanmás ases en la manga. Debían arriesgarse.Cogió el walkie y comentó la jugada.

—Jim, esto va a ser peor que lo deanoche En cuanto lleguemos a DARPA.tendremos que informar de ello.

—No tenemos más opciones.Una segunda ráfaga de disparos resonó

en el aire.—Ve haciendo eses y esquiva todo lo

que puedas la universidad. Tenemos queevitar daños.

Iván atravesó una arboleda paraocultarse de los disparos y de loscuriosos que se atreviesen a aparecer. Jimcomprobó su GPS. Estaban a punto deentrar en la zona universitaria. Después

quedaba el punto clave.—Jim, tú tienes que cruzar el puente sí

o sí. Nosotros nos desviaremos.Seguiremos el plan. Que sea lo que Diosquiera.—estuvo en silencio— ¿Por cierto,que lleváis encima?

Jim miró a Patrick. Los agentes sepusieron tensos. Una soldado se puso derodillas en el asiento y abrió un maletínrectangular.

Entonces Patrick lo vio. Estaban apunto de pasar por delante de launiversidad. Fuera del edificio, había unpuesto de reclutamiento del ejército que,en cuanto presenciaron los cochesoficiales, saludaron, y cuando vieron eltercer vehículo con el enemigodisparando, cogieron sus Walkie Talkies

e informaron.Una multitud de estudiantes que estaba

alrededor, presenciaron todo las escena.Al principio todos silbaron y aplaudieronpensando que estaban presenciando lagrabación de la escena de una película yaprovecharon para grabarlo, pero cuandocomprobaron que no había cámaras porningún lado y varios gritos alertaron deque era una situación real, todo el mundocorrió despavorido. Una minoría se subióen sus vehículos y continuó la sesión defilmación. Los aterrados se dirigieron alinterior de las instalaciones de launiversidad y empezaron a llamar a suscontactos y a la policía.

76

Disparos en el parque

Rod, de buenas maneras, le dio una

larga explicación a su compañero.—Melinda ha estado en observación

toda la noche y le han realizado cirugía.Créeme, eso no es bueno. No la conoces.Cuando se entere de todo, se va a enfadarmucho. Alexei es el único que sabecontrolarla, por eso está con ella. Ahorabien, puede que tengas razón, no eres elúnico que lo ha pensado, pero elige¿Rendir cuentas ante Stuart o que nos cojala policía local? ¿Qué nos puede darmenos problemas?

Sheppard meditó. La respuesta era

clara.—La policía local.Los puntos verdes se desplazan por el

mapa. Rod miró al frente y contemplócomo los dos vehículos se separaban. Seagotó la paciencia y nadie le había dicholo que no podía hacer. La misión eraseguir el paquete y eso pensaba hacer.Pisó el acelerador. Los dos vehículossubieron al arcén y se adentraron en elterreno civil. Sheppard alucinó.

—¿El gobierno puede hacer eso?—Parece que los protocolos han

cambiado por completo compañero. Melos están poniendo más fácil. ¿Creen queme voy a rajar?—agarró el volante conmás fuerza.—Sheppard prepárate paracoger el volante. Tengo un regalito para

ellos.Sheppard abrió los ojos como platos.—¿Pretendes que nos cambiemos de

sitio en esta situación?—No hará falta, presta atención.—Rod

apretó un botón del volante y el techo sedeslizó hacia atrás. Apretó un segundobotón y el salpicadero se abriómecánicamente en dos, permitiéndolescontemplar como el soporte del volante sedeslizaba mediante un sistema internohasta la zona del copilotó.—Te tocaconducir. No des volantazos.

Se subieron al arcén y penetraron en elterreno del parque.

—Ahora comienza el show.—Rod selevantó—YouTube me tendrá que dedicaruna estatua.—miró a su compañero y le

lanzó un guiñó.—Como te he dicho antes,hay cosas que todavía no sabes.

Se arremangó la manga, activó subrazalete e introdujo unos parámetros. Sumano prostética se reconfiguró en un armade fuego. Sheppard no daba crédito.

—Nanotecnología reconfigurativa. Lasarmas del futuro. Un todo en unocompleto.—Rod se apoyó en su otrobrazo.

Sheppard se acordó del agente ycomprobó el mapa holográfico.

—Según el radar, nuestro agente está enel primer vehículo. Y en brevecambiaremos de terreno.

Una mirilla se proyectó en el brazalete.Por fin comprobaría la eficacia de esamejora. La mirilla le permitió tener una

imagen aumentada del terreno. Comprobósu primer objetivo. Cuatro personas en suinterior. Una de ellas, intentaban accederal maletero. Apuntó la primera ráfaga alos laterales del vehículo. Contempló enprimer plano, como el soldado seagachaba en su asiento y como el vehículoempezaba a moverse haciendo eses. Elterreno se volvió irregular. El vehículo sedesplazó de lugar. Rod tuvo que apoyar elpie en el salpicadero para no caerse. A lolejos pudo ver un gran edificio.

Se introdujeron por un sendero deárboles. Al salir a campo abierto, laescena se magnificó. Habían entrado enlos terrenos de la universidad.

—¿Bien chicos, queréis ver como serueda una escena real? Preparaos.

La segunda ráfaga de disparoscomenzó. El segundo vehículo aceleró yse desplazó hacia adelante, dejandovisible el otro coche. El perímetro delparque terminó y se adentraron en laautopista. Rod se preparó de nuevo.Aumentó la imagen de su objetivo que ledejó sin aliento.

—El joven Evans.—emitió un sonrisa.—Que agradable sorpresa. Tú padre noshizo retrasarnos en los noventa. Casi lopierdo todo.

En el mapa, el segundo coche se habíadetenido al frente.

—Rod, se han detenido en el puenteque hay enfrente. ¿Les habrás agujereadoel depósito?

—Puede ser, pero no me voy a

arriesgar, acércate. Quiero dar una últimasorpresa a cierta persona. Lo siento hijo—tenía a Patrick en el punto de mira—notienes culpa alguna, pero así son lascosas.

Llegaron al puente. Rod sedesconcentró al ver la imagen de lasoldado. Un misil estaba a punto deimpactar con ellos. Rápidamentereconfiguró su brazo, pero el tiempo se leagotó. Rod le ordenó quitarse el cinturóna Sheppard. Agarró a su compañero ysaltaron por la apertura del coche. Conhabilidad activó una opción de subrazalete. Una bola de energía magnéticasurgió del dispositivo y les cubrió aambos. El campo magnético evitó quecayeran en el río y les trasladó a través de

la superficie del río hasta el terreno máscercano. Cuando el agua se terminó, laburbuja desapareció.

77

Acceso secreto

Tras el incidente del puente, Dick y

John se dirigía de regreso a la casa deCapitol Hill.

—Existe otra manera de acceder allugar al que tenemos que ir y se encuentradentro de la casa. Coge lo que tengas en elmaletero, no tenemos tiempo. Iván veabriendo la casa.—Sam realizó unallamada. Iván sacó un juego de llaves desu bolsillo y la introdujo en la cerradura.La casa seguía intacta. John se pasó por elsalón de la entrada. No había tenidotiempo de contemplarlo.—John, en lahabitación de la derecha.

A primera vista era lo que parecía. Unacama, un armario, una mesa de escritorioy una ventana. Sam se dirigió al armario yabrió las puertas. John miró el interior yse sorprendió de su tamaño. En el suelo yen el techo habían paneles metálicos y alos lados había varios sensores. John nose creía lo que estaba viendo..

—No me esperaba que se hubierarealizado—estaba impresionado.

—Perfecto, lo primero de todo,cortesía de Nikola Tesla en susinvestigaciones. Bien, ¿ves ese panelcuadricular del suelo? Pues te ponesencima y cuando estés listo, respirashondo y pulsas ese botón—señalando elprimero.—para que las puertas se cierrenherméticamente; después pulsa ese otro

que está debajo para ejecutar el proceso.Cuando llegues a tu destino, pregunta porSam Beckson. Será tu enlace.

—¿Al menos lo habrán probado?—mirando receloso.

—Espera, tengo que encender elcontador de la luz y meter la clave deseguridad. Todo por prevención John. Noqueremos que aparezcas en el lugar queno debes. Quédate aquí y relájate.

—Como se ve que no es usted el queestá en mi posición—murmuró.

Dick se dirigió a la entrada de la casa yalcanzó el contador donde introdujo sucódigo en un panel numérico. Ivánesperaba sentado en el sofá leyendo unarevista.

—John, esto ya está listo, puedes…—

Dick caminó a la habitación.—Un disparointerrumpió la conversación. Y despuésotro. Dick cayó de rodillas en la alfombray buscó el origen.—Sabía que no eras defiar.—dijo tosiendo sangre.

—Y aun así, aquí estoy. Sentado,

disfrutando de una agradable revista y enocasiones, conduzco el coche negro.Parece que la CIA no es tan eficientecomo parece.—Se levantó del sofá.—Losiento Dick, la verdad es que me caíasbien después de todo.

Miró por última vez al que había sidosu jefe durante tres años. No se lo pensódos veces. Comprobó el cargador yrepitió los mismos disparos en el pechode Sam. Con los ojos inyectados en

sangre, cayó fulminado al suelo. Iván sedirigió al cadáver y comprobó susconstantes.

—Apenas noto pulsaciones, no durarás.Lo siento. Has sido una personaagradable.—Iván se reincorporó, secolocó bien la camisa y se dirigió a lahabitación.

John estaba petrificado. Sabía que nopodría contra Iván. Una mole de metronoventa y cien kilos. Escuchó el crujir delsuelo de madera con el paso de loszapatos avanzando hacia la habitación.

—Muchacho, podemos hacer esto muysencillo o de la manera más dolorosa.—El crujir de la madera se hacía máspronunciado.—Eres una persona lista. Almenos, eso tengo entendido. Dame la

mochila con los documentos ydesapareceré. Seguirás vivo.—La puertase abrió y el gigante apareció como sifuera la muerte. El tiempo se ralentizó.—Nadie sabrá nunca nada. Tienes mipalabra.—John sabía que era un farol.

Iván entró en la habitación y se quedóen la puerta.

—Ni lo sueñes…—dijo John en vozbaja.

—Perdona, no te he oído.—Iván sellevó la mano al oído.—Habla más alto.—Se rio sarcásticamente.—Creo que nohas analizado la situación. No estás ensituación de negociar. Tienes las deperder amigo. Tu protector no está aquí. Ysegún he oído, para activar eso hay quecerrar la puerta…y no creo que seas más

rápido que mi pistola.—Iván enseñó elmangó de la automática de su cinturón.

La puerta. Esa era la clave. Sólo habíaque pulsar un botón..

—Mantengo mi postura. Me niego.—Debía ganar tiempo.

—¿Vas a tentar a la suerte?—Iváncomprobó el cargador.

John intentó relajarse. Tenía mediajugada ganada

—Lo siento chaval. Pareces una buenapersona. Pero los negocios, son losnegocios. Y el dinero, en esta sociedad,manda.—alzó el arma y apuntó a la frentede John. El tiempo se agotó. Debíarecurrir al factor sorpresa.

—Al menos puedo decir unas últimaspalabras—intentó ganar tiempo.

—Claro, porque no—Iván inclinó lacabeza y movió los hombros.— todostenemos derecho a eso. Creo que hastaviene en la constitución. Impresióname.

Antes de que pudiera medir palabra,dos disparos alcanzaron al gigante.Automáticamente su cerebro reaccionó.Presionó el botón que cerraba las puertas.Fue instantáneo y silencioso. La presenciade su cuerpo activó un sensor de luz.Colocó el dedo sobre el botón y loejecutó. Al principio no pasó nada. Unaesfera de luz surgió de la nadaaumentando de volumen a cada segundoque pasaba. Sólo veía blanco. Un blancoimpoluto. Sólo…la nada.

Ж—¿Qué demonios?—Iván miraba al

armarios.—¡Maldito niñato!Iván disparó repetidas veces, pero las

balas no colisionaban con la superficie.Caían al suelo.

—Maldito hijo de perra.—susurró casisin fuerzas.

Calló al suelo de rodillas. Observócómo unos zapatos bordeaban su cuerpo yse colocaron delante de él. Una patada lequitó la pistola de la mano. Alzó la vista yla imagen de un fantasma se materializó.

—¿Cómo es posible?—dijo mirándolea los ojos — ¿Cómo es posible que sigasvivo?—tosió.—No tenías pulso…

Dick, flexionó levemente las rodillas yse reclinó ante su chófer. Metió su manoen el bolsillo de su americana y sacó unpequeño frasco.

—Te lo explicaré, ya que no podráscontarlo.—Iván tenía la cabeza agachada.Dick con un dedo le levantó el mentónpara que prestara atención.—Tetrodotoxina ¿Te suena ese nombre? Esun famoso veneno de un pez oriental.Seguro que lo conoces. Causa parálisis,principalmente y, bien empleado, tepermite simular la muerte reduciendo tufrecuencia cardíaca a niveles mínimos.¿cómo era?—Dick cerró los ojos—Apenas noto pulsaciones, no durarás.Lo siento. Has sido una persona agradable—tomó aire—Por cierto, gracias por lode agradable.

—Pero, ¿cuándo?—Iván no dabacrédito—Te he estado vigilando todo elrato.—dijo furioso.

—Todo el rato no. ¿Recuerdas que temande abrir la casa?

Iván hizo memoria. Tenía razón. Eseridículo detalle lo había pasado por alto ylo iba a pagar con su vida. Sam selevantó.

—Bueno, parece que la CIA si es taneficiente como parece, ¿no cree—Ivánsabía lo que le esperaba.—Termina ya.

—No sé cuánto te habrán pagado, peroespero que fuera suficiente para escogertraicionaros, a nosotros y a tu país. Seráun placer darte el billete.

Iván se quedó mirando al armario yemitió una última sonrisa.

—La CIA traicionó a su país cuandoperdió la batalla contra las drogas y tomósu propio camino.—en voz apenas

audible.Y realizó el último disparo. El cuerpo

cayó al suelo. Dick se sentó en la cama yse quitó la americana. Tenía las marcas delos disparos. Se quitó la camisa y observócómo casi le perforaban el chaleco dekevlar. Miró al armario y realizó unsaludo formal.

—John, suerte ahí abajo. Nos veremospronto.

78

Casa de alquiler de botes

Washington, D.C

Sheppard abrió los ojos con

dificultad. El sol le pegaba en la cara. Nosabía dónde estaba. Intentó levantarse,pero la espalda le dolía horrores. Habíacaído sobre una tejavana de madera.Desde allí tenía una vista perfecta delpuente. Miró a su alrededor y una imagenle impactó. Rod había aterrizado sobre lapared frontal de una cabaña de madera yhabía destrozado los cristales.

Intentó tocarle pero un descarga

eléctrica recorrió su cuerpo. Variasimágenes le llegaron a la mente y recordólos últimos acontecimientos. Le remangóla gabardina y comprobó que el brazaletey el brazo eran una única pieza.

Su compañero empezó a dar señales devida. Movió el hombro izquierdo pero fueinútil. Parpadeó y vio a Sheppard.

—¿Te encanta la vista?—Rod se llevóla mano buena a la cabeza—¿Qué hapasado?

—Tengo una pregunta mejor—respondió Sheppard—¿dónde estamos?

Rod intentó incorporarse. Miró a sualrededor. Desconocía el lugar.

—He debido golpearme con él. Nodebería haberse estropeado.—Rod viocomo Sheppard le observaba.—Ya te lo

explicaré.—reflexionó— Mejor te haré unresumen. Ayudarme a levantarme.

Una voz surgió de la nada. No parecíacontenta.

—Por fin han despertado caballeros—dijo un hombre con un cartel en la mano.—Tienen suerte de que esté cerrado, de locontrario podrían haber causado daño aalguien. Acaban de dañar un icononacional.

—¿Quién es usted?—El dueño de todo lo que ustedes han

roto.—intentó salvar algunos materialesdel destrozo.—No se preocupen, lapolicía está de camino. ¿Les apetece unabolsa de hielo par la cabeza? Tenemos lamáquina justo allí.—señalando a la partetrasera de la cabaña

Sheppard se dio la vuelta.—El hielo te lo voy a meter por cierto

sitio.—murmuró Rod intentando ajustarmanualmente su brazo, sin resultados.

—Esto es un malentendido.—Sheppardintentó ganar tiempo.

El hombre observó sus tatuajes.—Veo que se han metido en problemas

—El hombre se giró y desapareció haciael sonido repetitivo de las sirenas.—Parece que hoy no es su día caballeros.

Rod se giró hacía el inquilino peroSheppard se lo impidió.

—Recuerda lo que me dijiste. ¿Rendircuentas ante Stuart o que nos coja lapolicía? Sigamos el plan. ¿Puedescontactar con Stuart con eso?

Rod intentó activar el sistema del

brazalete. No todo estaba roto.—Me daré prisa. Tú encárgate de la

palabrería.Rod activó un panel holográfico y

envió un texto de emergencia al móvil deStuart.

Dos agentes de policía se aproximarona las instalaciones. Un hombre, delgadode metro setenta, se quitó las gafas y echóun vistazo a los dos sospechosos. Lamujer, rubia de casi metro setenta, sinquitarse las gafas reparó en el capitánSheppard. Su compañero sacó una libretay anotó los datos que creyó relevantes.Rod vigilaba muy atentamente al policía.Sheppard advirtió que la agente seacercaba a su posición. Observó como sucompañero apretaba los puños de ambas

manos. Estaban cerca el uno del otro.Apenas un metro de distancia. La agentede policía les examinó de arriba abajo. Seacercó a su compañero y le susurró algoal oído. El compañero alzó la mirada.Sheppard supuso que se habrían fijado enel uniforme. Era algo evidente. El hombredio dos pasos y se puso enfrente de ellos,respaldado por su compañera.

—Verán, les explicare.—se pasó lamano por la boca.—nos habían informadode un incidente en el campus universitarioy lo primero que pensamos era que nosestaban gastando una broma, pero uncompañero nos dijo que un video estabaarrasando en internet y que teníamos queverlo por el bien de nuestros puestos—tosió.—De modo que, imaginen nuestra

sorpresa al comprobar que la noticia eracierta. Nos subimos al coche patrulla yfuimos al lugar de los hechos.

—¿Encontraron algo?—preguntóSheppard sin resultar desafiante.

—Encontramos algo, sí. Otra llamadadiciendo que en el puente se habíaocasionado un ataque terrorista o algoparecido y que el video también estaba eninternet. Mientras yo conducía, micompañera—señalándola.—buscó elvideo en la tableta que tenemos para estassituaciones. Las imágenes hablaron por siolas caballeros.

—Entonces sabrán que fue nuestrovehículo el que voló por los aires—respondió atentamente Sheppard.

—Sí, en efecto.—respondió la mujer.—pero su compañero, el silencioso, saleen el primer video tiroteando con un armamuy extraña por el parque.—buscó a sualrededor—se habrá caído al río.

—Supone bien—respondió elsilencioso.

Sheppard tomó aire. Tenía miedo de larespuesta. Después de todo, noencontraría nada aunque buscasen portodo el recorrido del río.

—Verán, como nada está claro y aquítodos somos agentes del orden, de unsector o de otro…—el policía se llevó lasmanos al cinturón—me gustaría aclarareste asunto en comisaria. No sé quién esel bueno ni el malo en esta historia, peroalgo está claro, alguien tiene que hablar.

Sheppard miró hacía el puente. ¿Esoestaba planeado? Demasiada casualidad.¿La CIA tenía tantas estrategias bajo lamanga? Eso era posible. Su único as erala caballería. Rod levantó las muñecas yel policía movió un pie hacia atrás enposición defensiva. Su compañera, condisimuló, se llevó la mano a la funda de lapistola. Sheppard, a su lado, le mirófijamente.

—Verá agente—relajó los hombros.—aquí todos somos adultos, algunos másque otros. Su trabajo consiste en que laley se ejerza y el nuestro, defender estepaís. Son actos compatibles. Si esnecesario que dos militares tengan que ira una comisaría a realizar una declaración—Puso su mano en el hombro de su

compañero, la agente enfundó el estuche— pues cumplirán su cometido—actoseguido extendió las dos muñecas.

Al agente se le cayeron las esposas alsuelo. Rod no le quitó los ojos de encima.Era una guerra de concentración. Tantoentrenamiento con Melinda iba a dar susfrutos. El policía pestañeo y se agachó arecoger su material. Rod sonrióvictorioso. El agente se levantó y sepropuso a ponerle las esposas parallevarle al coche. Una cerró sinproblemas, la otra tuvo se vio obligado aapretar.

—Placa de titanio. Un recuerdo delgolfo. Ya sabe.

Sheppard no pudo evitar gesticular suboca. Extendió las muñecas para que la

agente le pusiera las esposas. Apretó detal manera los grilletes que Sheppard nilos notó cerrarse. Apunto de irse a loscoches patrulla, el dueño de la superficiehizo acto de presencia.

—Bueno, ¿y mi recompensa? Mehabían dicho que había una.

La agente se adelantó con Sheppard yambos no pudieron evitar gesticular lasituación tan ridícula que había tenidolugar. El agente sacó un tarjeta de subolsillo.

—Llame a este número. Ellos leinformarán.

Rod, con aire de victoria, caminódelante detrás de su compañero.

—Perdone que le pregunte esto, pero...—la agente se dirigió a Sheppard

mientras se acercaban al coche policial.—¿Su nombre es Maximillian Sheppard,verdad?

Sheppard se lo temía. Desde elacontecimiento de diez años atrás, sehabía convertido en una especie de iconoentre el sector femenino. Sabía que esemomento iba a llegar cuando le miróminutos atrás.

—Sí, soy yo. Veo que conoce lahistoria.

—Fue muy valiente—respondió ellasonrojándose.

—Solo cumplí con mi deber agente.Ayudaba a una compañera.

La agente abrió la puerta y buscó unblock de notas y un bolígrafo. Hizo unaanotación y se lo metió a Sheppard en el

bolsillo de su camisa.—Por si vuelves a la ciudad.Le dio dos palmadas en el pecho. Su

compañero llegó a continuación.

79

Residencia privada, Isla Columbia,Distrito de Columbia

Washington D.C.

Las dos personalidades máspoderosas de la ciudad descansaban enuna de las casas apartadas de la capital.Apoyado en el balcón de la casa, bajo eltranquilo silencio que les ofrecía suposición privilegiada, el general veíapasar las horas en su móvil esperando elmomento de iniciar el último viaje de susvidas. En la casa de en frente, uno de susvecinos, militar de carrera, salía a dar unpaseo en su moderno deportivo con su

majestuosa novia adolescente. En sudespacho, Stuart había terminado unavideoconferencia con la secretaria deestado, cuando un mensaje inesperadoapareció en su móvil.

«Rod y Sheppard han saltado por losaires en el puente Key Bridge. Elgobierno se dirige a DARPA. Meencargaré del agente y el ingeniero»

Se llevó la mano a la cara y volvió aleer el mensaje. Debía haber un error o leestaba gastando una broma muy pesada. Yese día nada se lo podía estropear. Intentócontactar con el vehículo de Rod. Laimagen tardó en llegar. No era normal. Loúnico que vio por la pantalla fue unaenorme masa de agua y algunos pecespequeños. Stuart no entendía como había

sucedido eso. Pero no importaba. Todosse encontraban donde tenían que estar ydentro de unas horas, todo sucedería comollevaba planeado durante largos años.

Una voz familiar se aproximó por elpasillo

—Deberías entrar en internet, puedeque te interese. Los federales no son tantontos como creíamos. La han preparadobuena. Hay varios videos.

Stuart prestó atención y se pasó la manopor su corto peinado.

El general Sheppard cogió una silla yse sentó. Stuart accedió a YouTube ybusco la sección de los videos más vistos.«Una persecución por los parques de launiversidad de Georgetown habíaproducido una alteración del orden en la

masa de gente de los alrededores».Stuart se reclinó sobre su asiento de

cuero.«Brutal—fue la única palabra que salió

de su boca.—en realidad hizo lo que ledije. Seguir el paquete. Literalmente.»

—Mira el segundo video.—continuó elgeneral.—Tiene mecha.

El general no podía haber sido más

claro. Menudo acontecimiento. Era elvideo más visitado de la última hora.Quinientas mil visitas y subiendo. Ahoraentendía la masa de agua. El vehículohabía saltado por los aires. Dos hombressalían del vehículo. La imagen sedistorsionó.

—Presta atención—le sugirió Bart.—

detén la imagen, lo verás mejor.—Através de los fotogramas, una esfera seformó alrededor de los cuerpos. Uncampo de fuerza. Rod lo había puesto enprueba. Stuart se levantó del asiento.—Sabía que lo entenderías.—dijo Bart.

Los dos cuerpos flotaron y sedeslizaron a través del agua como por artede magia. El artefacto funcionaba. Otrocontrato bien realizado. El video se cortóen cuanto cayeron sobre una cabaña.

—General, cambio de planes. Si lasautoridades han visto este video, me temoque no tardarán en intervenir. Tenemosque actuar antes de suceda algo másinesperado. Prepárese bien, salimosenseguida. Y esta vez, utilice una máscaramenos llamativa.—Una luz azul se

encendió en la pared del escritorio.—¿Qué tal está Halley?

—Dormida, el tratamiento todavía nofunciona. Esos sueños pueden con ella. Tesorprenderían las cosas que escribe en sudiario.

Stuart se levantó del sillón. Recorrió elpasillo del segundo piso hasta otra áreade la casa. Abrió una puerta roja y unlargo pasillo de cuadros se presentó anteél. Recuerdos de otra época. Los últimosdiez años habían sido intensos, pero enparte, habían tenido su lado positivo.Había podido poner en práctica una ideaque le llevaba rondando por la cabezadesde que tocó esas páginas vacías. Larealidad, era un tema interesante y graciasa ese incidente, pudo ponerse en ello. Una

puerta separaba su mundo de otrototalmente distinto. La mente había sido unlugar desconocido durante milenios. Peroya no lo era para él. Había progresadomucho por su cuenta.

—¿Entrarás algún día?—preguntó elgeneral, quieto detrás suyo, con la manosobre su hombro.

—Esto nunca debió haber pasado. Fueun error técnico.

El general se puso delante suyo. Sucara era un claro ejemplo de la eternidadde la vida. Longevo pero inmutable. Lajubilación le había sentado muy bien.

—Pero, como sabes, a veces losmayores errores se convierten en grandesposibles aliados, grandes esperanzas.Nunca se sabe lo que va a ocurrir a

posteriori. Puedes teorizar, intuir, calcularprobabilidades. Pero nunca, nunca—enfatizó—sabrás que ocurrirá. Tú mejorque nadie, sabes que el más minúsculodetalle, puede cambiar el mayor destinoplaneado. Porque ese detalle se puederamificar, se hace grande, alcanza puntosclave y el resto se convierte en algocompletamente diferente. Ahí en frente—señalando la puerta—tienes ese cambio—¿O he de recordarte, gracias a quienconseguimos el contrato con los chinos?Es cierto que la hemos usado para ciertosfines, lo admito, también soy culpable, eltratamiento está durando demasiadotiempo y aún quedan muchos misterios sinresolver en este campo, pero es un casoúnico entre mil millones, y no somos

muchos miles en este mundo. Al menosentra y si después quieres irte, no tedetendré. Tienes mi palabra. Lo sabes.

El general tenía razón. Debía afrontarloaunque fuera a regañadientes. Debíamucho a esa criatura, y aunque, larealidad sea muy diferente, lo sucedidoese año no se podía deshacer. Decidido,giró el bombín. Dentro, una habitaciónclínica totalmente preparada. Ezequiel seencargaba todo. Él era el experto. En susviajes por oriente había conocido técnicasque traspasaban el conocimientooccidental. Con ellas, había podidoobtener los suficientes resultados paradiagnosticar la enfermedad.

Stuart se acercó al cabecero de la camay cogió el expediente de la paciente. El

diagnostico decía «Caso raro deHipersomnia. Pendiente de establecer».Contempló el rostro que tenía enfrente desus ojos. Tenía su mismo pelo pelirrojo yunos ojos azul verdosos de otro mundo.Era preciosa. y, técnicamente, era su hija.

Miró por la ventana.Se despidió de la paciente con un beso

en la frente. El general le esperabaapoyado en la puerta.

—Al final no ha sido para tanto¿verdad?

—Puede que esta sea la última vez quela vea. Tampoco tenía otra opción.—mirósu reloj.—tenemos que irnos.

Recibió un mensaje en su móvil. EraRod.

—Saca a Alexei y a Melinda del

hospital.—miró a Bart.—Me reunirécontigo en la salida del hospital. Yo irépor Rod y tu sobrino. No sería bueno quele grabasen las cámaras de la policía, ¿nocree?

Los dos socios se dirigieron al garaje.Dos coches descansaban en su interior.Stuart se montó en su deportivo y elgeneral en su coche personal. Los doscoches asomaron el morro por lapropiedad y con elegancia salieron por laverja de seguridad. No tenían nada queenvidiar al resto de propietarios de esaurbanización. El tiempo del trayectoduraría poco.

80

D.A.R.P.A.

Agencia de Proyectos Avanzados deInvestigación de Defensa,

Arlington, Virginia

Los nervios de Patrick se volvieron de

acero. Acababa de presenciar unaoperación encubierta en primer plano.

Cada vez que miraba a su compañera deasiento recordaba la manera tan naturalcon la que había actuado. La soldadointerceptó la mirada y le sonrió.

—Te preguntas porque actúe de esamanera, ¿verdad?

—Sí, fue todo muy rápido.Jim sonreía desde el asiento del

copiloto.—Es sencillo.—respondió ella.—Si

reflexionara la orden, perdería tiempo ymis compañeros podrían resultar heridospor ello. He de pensar que la orden tieneun porqué y un objetivo implícitos.—explicó ella.—Aquí nos cuidamos losunos de los otros. No se está permitidocontradecir una orden, a no ser que hayaotras alternativas más productivas.

—Bien dicho.—señalo Jim.—esa es lafilosofía de este grupo. Confianza y credo.Siempre nos ha funcionado. Lo acabas decomprobar.

Estaban a punto de llegar a DARPA.Jim activó el ordenador de a bordo y unmensaje enviado apareció en pantalla.

—Bien Patrick, supongo que esta es laprimera vez que entras en estas oficinas.Todo es muy sencillo. Te adjudicarán unapase de visitante.

—Entendido.—miró por la ventanilla..El coche llegó al perímetro que

rodeaba el gran edificio. En el césped, ellogotipo de la institución quedabareflejado. Pararon el motor.

—Patrick, ven aquí.—Jim fue elprimero en salir.—Te presentó a la

Agencia que lo cambio todo en este país ya la que debemos nuestra seguridad. Aquíse realizan los mayores Proyectos deInvestigación que existen, sobre todo anivel se sistemas informáticos y derobótica.

La entrada estaba impoluta. Serespirada aire limpio. Una pequeña puertasurgió de las paredes y un pequeño robotapareció en escena. Encima de la puerta,una esfera transparente se miró fijamentey les escaneó en varios movimientos. Sehabía quedado solo. Jim se dio cuenta y leseñaló la recepción. Una señorita leatendió y le entregó una pulsera. Patrickmiró el artilugio. Al ponérsela, se cerrómostrando una luz negra.

—Un pase electrónico, interesante.—

pensó—Gracias.—respondió.— Unapregunta, ¿suelen entrar muchos civilespor aquí?

—Bueno, si se refiere a personajesimportante, cada mes entra alguno.—ledijo la mujer y le indicó que se acercaramás al stand.

Pero antes de poder decir nada, lereclamaron. Jim y sus agentes accedieronpor la puerta de seguridad. Alcanzó algrupo y les siguió a través del primerpasillo. Entraron en un ascensor ysubieron un nivel. Una gran oficina seabrió ante él.

—Ahora espera aquí mientras hablocon alguien.

Jim entró en la oficina. Había unhombre trajeado sentado en su escritorio

trabajando con su portátil—Señor director.—Hola Jim, pasa. Te estaba esperando—Digamos que los de arriba están

metiendo mucha prisa en algunosproyectos. Algo debe estar pasando.

Los dos se conocían desde hacíabastante tiempo. Les gustaba hablar enclave, así era más seguro evitar posiblesintrusiones.

—Venía a hablar con Thomas Blake, sies que se encuentra disponible.

—Thomas…—miró en la agenda—estáen una reunión.

Jim buscó a Patrick y descendieron enel ascensor. A lo largo de un pasillo,Patrick pudo contemplar a los ingenierosrealizando pruebas en sus laboratorios. Al

final del pasillo, una puerta opacaimpedía el acceso. Un sistema deseguridad biométrico se ocupada de ello.Jim acercó el rostro, parpadeó una vez yse quedó quieto frente al escáner deretina. El ordenador verificó la identidady la puerta se deslizó hacia el interior.

—Déjeme adivinar, ¿el proyecto mássecreto que tienen aquí?

—En realidad lleva bastante tiempoabierto. Casi cincuenta años para serexactos. Por supuesto, no ha estadosiempre aquí. Los tiempos cambian.

—¿Cincuenta años? Eso es lo que hatardado la caja en abrirse—Patrickentendió la información.

—No todo estaba en esos cofres. Te lohabrá explicado Dick. Había mucho

material perdido entre el FBI, almacenesde librerías y salas de subastas. Sólo huboque saber buscar con los ojos y los oídos.Todo ha estado siempre relacionado. Vasa acceder a una sección que poca gente hatenido el privilegio y sólo, por ser tú,tendrás esa oportunidad.

—No voy a desaparecer ni nada por elestilo, ¿no?

—Si no tocas nada, no.

81

Sam Beckson

Sentado en el sillón de la sala deseguridad, el agente especial repasaba losvideos de la última hora. No había nadaen los primeros treinta minutos, hasta quese vio a sí mismo en uno de ellos. Era laescena que buscaba. Había descubierto unposible topo esa mañana, pero la imagenestaba algo oscura. Pasó el programa dereconocimiento facial, pero el resultadofue un penoso 24% de probabilidad. Sam,rabioso, golpeó la mesa con el puño.Apareció un mensaje de video en elmonitor, pero se entrecortaba.

—Hemos recibido unas lecturas de

actividad en el sector seis. La frecuenciaes correcta. El origen es Capitol Hill.

—De acuerdo, voy en seguida.Apagó el monitor y salió de la sala de

seguridad. Se dirigió al único lugar deledificio con suficiente nivel restringidopara tener su propio equipo de seguridad,como en ese caso. Las luces seencendieron a medida que avanzaba.

ЖLa blanca luz comenzaba a disminuir.

Poco a poco, comenzó a ver las paredes yel suelo que pisaba. Todo estaba igual queen la casa.

—Ya ha pasado, pero ¿Dónde estoy?John apretó el botón para abrir las

puertas. Su peor pesadilla se hizorealidad. Un grupo armado le apuntaba

con las mirillas láser a cada parte vital desu cuerpo.

—¡Identifíquese!—le ordenó unsoldado.

—Soy John Campbell y busco a mienlace, Sam Beckson. Traigo un paquetepara él.—enseñó la mochila y el soldadohabló por su comunicador.

Una voz se escuchó a lo lejos. Unhombre de hombros anchos caminaba conpaso firme.

—Chicos, bajad las armas—ordenó—El contenido de esa mochila es lo másvalioso que hay ahora en este edificio.

El equipo de seguridad se retiróformando un pasillo. John quedóparalizado. Habían pasado de apuntarle alas zonas vitales a hacerle un pasillo.

Estaba lleno de adrenalina. Sus uniformes,su equipación, las armas eran extrañas.Tenían una especie de medidor de energíaen vez del rutinario cargador. Avanzaronhasta a la oficina de seguridad. Sam sefrotó las manos y sonrió como un niño conzapatos nuevos.

—Bien John, ¿puedo tutearle? Creo quehas venido para ensenarme una cosa.—John se quitó la mochila y vació elcontenido.—Sabes muchacho, Dick y yotenemos un hobby en común.— Johnrecordó que al agente de la CIA leencantaba hablar.—Pregunta de examen.Seguro que en el MIT habéis colaboradocon esta agencia alguna vez. ¿Sabes quénombre teníamos en sus inicios?

La respuesta era fácil.

—Al principio no pertenecía aldepartamento de Defensa, por lo queúnicamente se llamaba ARPA, pero en losaños setenta vieron su potencial y Defensalo añadió a su lista. Pero creo que mástarde se volvió a cambiar de nombre una yotra vez por ciertos temas éticos.

—Muy bien la primera parte, perosabes, ¿por qué?—Dick analizaba losdocumentos

John vio los documentos y recordó losdos cofres.

—Eso es imposible, como un simpleartefacto…

—Verás en 1972 se renombro aDARPA como bien has dicho, pero el 4abril de 1993 cierto dispositivo salió a laluz y el resto eres lo suficientemente

inteligente para averiguarlo. Y trasexaminar todo el material que llevaba ensu interior, aunque incompleto,entendimos que esa información no podíaacabar en manos del gobierno y se volvióa renombrar a ARPA, porque si lainformación del descubrimiento se filtrabase podría haber originado una terceraguerra mundial por la simple posesión desu contenido o algo peor… ¿lo entiendesahora? Todo fue gracias a un mandatopresidencial. Pero, como siempre, alguiende la administración se enteró y mandarona un supervisor y en marzo de 1996, alaño siguiente de abrirse, la agencia volvióa renombrarse de nuevo como DARPA yel gobierno autorizó a la CIA y allaboratorio del MIT en el seguimiento de

los diferentes proyectos que tenían lugarpara avanzar más rápidamente.

Sam cogió el paquete de Dick ydescubrió que era una cinta magnética.Buscó un trapo y la limpió delicadamente.Una firma en la etiqueta de su caraposterior, mostraba su legitimidad.

—¿Te imaginas que puede haber en su

interior?—Era una pregunta muytentadora, demasiado para su gusto. Comoalma que llevaba el diablo, salieron deldespacho y Sam le llevó hasta otro no muylejos de ahí—Esta es una sala deproyecciones antigua. Por precaución, no

se desmanteló, ya que nunca se sabecuándo puede surgir este tipo desituaciones. Ya sabes, archivos de laguerra fría, de Afganistán, los misiles decuba…Como encontrarte una cinta de másde cincuenta años en perfecto estado.Cuando se entere Thomas de esto nosmata.—respondió sonriendo. Levantó unavieja sabana y localizó un viejomagnetófono y una pantalla para ver sucontenido. Insertó la cinta cuidadosamentey entró perfectamente.—Maldito seasNikola, tú y tu ingenio.—Cogió un par desillas plegables de detrás de la puerta.—Bueno chico, prepárate. Siendo NikolaTesla el autor, me espero cualquier cosa.

Al principio no salía nada. De repentesalió imagen.

«Hola amigo, quien sea que me estéviendo, me llamo Nikola Tesla y tengouna cosa muy importante que deseocontarte, así que presta mucha atenciónporque sólo la podré decir una vez.Estamos a 6 de enero de 1943. Si hasencontrado está cinta significa que estoymuerto o he desaparecido en un proyectollevado por el gobierno.

Actualmente no dispongo de latecnología para una idea, aunque me estoyacercando en mis investigaciones, perosupongo que tú si dispondrás de ella.Debería ser así si la ciencia ha avanzadoa la velocidad que predije.

En el cofre que habrás encontrado,descubrirás fotografías, dossiers y muchosdatos, sobre todo fórmulas y variables, de

varios científicos brillantes. Son la clavepara…»

Durante la reproducción, Sam llamó aThomas a su número personal. Tenía quecogerle sí o sí.

—Sam, estoy ocupado, ¿es muyimportante?

—¿Importante? Estoy aquí con Johnviendo la cinta de video que estaba en elcofre del banco Diebold. ¡Ven a la antiguasala de reproducciones inmediatamente!.

La grabación continuaba su curso. Enuna pizarra mostraba unos datos queescapan a la comprensión lógica. Thomasllegó sudando a la mitad del video.Ninguno de los tres espectadorespestañeo. Al terminar, Thomas hizo variasllamadas. El video había durado un total

de treinta minutos, llenos de diagramas,esquemas y explicaciones. Estabanemocionados. Con la adrenalina por lasnubes.

—Sam, tenemos que ir al laboratorio,ahora. ¡Ya!

Salieron del despacho y se dirigieron alascensor más cercano.

Accedieron a la habitación del fondo yun escáner biométrico solicitóinformación. Sam se quedó quieto frenteal escáner de retina y dijo su nombrecompleto. Richard Beckson. La puertaopaca se deslizó hacia el interior. Amedida que fueron caminando, la luz lesiluminó.

Thomas se acercó al ordenadorprincipal y reanudó la última sesión.

Abrió un expediente e introdujo una seriede fórmulas y variables en el códigofuente del programa. Realizó unademostración simulada y ninguno se creyólo que estaban viendo.

—También se dice, que los diseñosoriginales de los objetos voladores deárea de Dulce en nuevo México son obrasuya. Viendo esto, amigo mío, ya me locreo todo.

La energía producida que aparecía enla simulación superaba con creces loslogaritmos y las matemáticas teóricas queellos mismos habían estado trabajandodurante esos últimos años.

—Menuda sorpresa.—dijo Thomas.—esto nunca lo habría imaginado.

La puerta de la entrada volvió a

abrirse.

82

Simulación

La entrada el laboratorio se iluminó

de nuevo.—Jim, ¿Por fin habéis llegado?—

respondió desde el fondo.—Tenéis quever esto. Estábamos repasando los nuevosdatos. Os sorprendería lo que hemosencontrado en el video.

Sam le enseño los documentos a Jim.Thomas le enseño las simulaciones.

—¿Estáis seguros de esto? ¡Estorequeriría días de comprobación!

—Lo hemos sacado del video de Teslaque Patrick y John encontraron en la

segunda caja. Está todo explicado.Debería funcionar.

Jim siguió mirando los informes. Esoslímites en los cálculos no los habíanestipulado. Patrick examinó ellaboratorio. Había varios paneles decontrol, pantallas de cristal táctiles dediferentes pulgadas y cables bastantesgruesos por todos lados que terminaban enuna zona que continuaba a oscuras.

—Profesor, ¿qué hay ahí al fondo?—Ahí es donde reside nuestro mayor

prodigio—sonrió. Se acercó a un paneltrasparente donde circulaba informaciónde todo tipo. Sus compañeros le ayudarona configurar los datos en sus respectivaspantallas y loa transfirieron al monitor deThomas.—nuestro legado. Nuestro sudor

y sacrificio. No os preocupes chicos, estanoche seréis dos de los privilegiados.Ahora haremos una simulación real. Sam,dame los datos de las tarjetas.

Sam le pasó una ventana con cifras.Thomas aplicó los datos y procedió arecrear la prueba. Se dirigió a una mesade cristal donde aparecieron todos losdatos.

—Bien señores ¿Cuánto tiempoestablecemos? ¿1 min en adelante?—Thomas cargó el programa y una barra deprocesamiento se fue completandorápidamente.—Caballeros, crucen losdedos. Veamos hasta donde llegaba lamente de ese hombre. Probaremos con unminuto.

En la mesa electrónica, observaron la

imagen tridimensional de una cápsula conun objeto en su interior. Patrick intentodescifrarlo.

—Es la representación de un ratóndentro de un único receptáculo. Esta vezno hay dos, como en Wayland. Por esoestamos de los nervios. Hemosintroducido su secuencia genómica,además de algunos parámetros de control,para ver cómo afecta a su organismo.—miró al cristal de la mesa.—Ya empieza,observa.—La barra de proceso se inició.El ratón empezó a desvanecerse.«9%...15%...30%...55%». Todas lasgráficas son normales y las pulsacionesdel corazón también. «60%...80%»—Aquí empezaban los problemas. Hastahace pocos meses habíamos realizado

cientos de pruebas, pero siempre nosfaltaba algo más de energía. Siempre quese acercaba el final, saltaban losprotocolos de seguridad. Pero uno denuestros ingenieros resolvió un teoremamatemático que no tenía solución, ygracias a ello, conseguimos lograrlo. Perola energía consumida era muy alta y sólopudimos repetirlo unan vez más.—Thomas puso cara de victoria, pero apretólos dientes.—Antes de eso, digamos queexternamente el resultado siempre eraperfecto, pero su interior era un completocaos. Y creemos que eso lo producía,precisamente, la falta de energía.

—Si sólo hay una cápsula…—Patricktenía la pregunta del siglo en la lengua—¿sabéis que hay al otro lado?

—Las primeras veces pusimos unacámara de video, pero sólo salía la mismacúpula de la máquina. Lógicamente, elanimal, al estar muerto no podía moversey menos abrir la puerta. Pero al menossabemos que el viaje es hacia el futuro yno al pasado. Es un alivio la verdad.

—¿Pero no saben qué año? ¿Meequivoco?

—Exacto Patrick, esa es la incógnita.—¡¡Profesor Thomas, mire!!El ratón empezó a reaparecer. El

proceso se completó. 100%.Se quedaron atónitos. Thomas se llevó

las manos a la cabeza. Había funcionado.Todo gracias a la información de una cajaextraviada durante los años. Energía pura.Esa era la clave.

—Señores, prepárense para la pruebadefinitiva de esta noche. Haremoshistoria.—miró a sus invitados. Su cara lodecía todo.—Chicos, os acompañaré aunas habitaciones para que descanséis unrato. Lo necesitáis.

83

Departamento de policía deWashington DC

Los agentes sacaron a sus sospechososdel coche y los arrastraron delicadamentehasta la oficina. Su ayudante recibió a suscompañeros. La agente dirigió a lossospechosos al calabozo.

—¿No creo que haya problemas si lesdejo juntos, verdad caballeros?

—¿Usted se queda con nosotros agente?—sugirió Rod.

La agente Sinner les desató un grillete y

les ató a la verja.—Aún es pronto—Se quitó las gafas y

les miró fijamente.—pero luego regresarépor ustedes..

—¿Podemos realizar una llamada? Laconstitución nos brinda ese derecho.—señaló al teléfono instalado en la pared.

—Si lo alcanzan, no veo porque no.—cogió la unidad inalámbrica y lo deslizópor la verja.

—Bien compañero creo que te debouna larga explicación.—dijo Rod—peroantes realizaré esa llamada.

Con el brazo derecho atado al barrotese arremangó el brazo izquierdo.Encendió un segundo brazalete e introdujounos códigos.

—Te explicaré una cosa. Todo posee

una frecuencia. El cristal, la arena, lahierba, la carne, las piedras, el metal…todo. Si consigues hallar esa frecuencia,puedes manipular dicho objeto a tu antojo.Romper el cristal, degradar la hierba,calentar la carne, moldear el barro, levitarel metal. En este caso, voy a recrear unpequeño campo magnético para producirun cortocircuito en la cámara de seguridadque está encima de la puerta. Por muybien que lo quieran esconder, a mí no mela cuelan.—Con movimiento rápido,disparó un vibración con su brazalete. Laseñal se desactivó.—Hay que darse prisa,aunque creo que el único inteligente delos tres es la mujer.

Deslizó la cremallera de su chaquetadejando a la vista su hombro y su

extensión. Sheppard abrió los ojossorprendido. Era la primea vez que veíaese tipo de prótesis. Rod presionó variassecciones. Con cuidado la desenganchó ySheppard pudo contemplar los engranajes.

—Ahora ayúdame con la otra manga. Sino, no podré coger el teléfono

—¿Pero no lo entiendo? ya le avisasteantes de venir aquí. ¿Para que una segundavez?

—Piensa un poco. Tú sabes que lo hehecho, pero ellos no saben que he dado elaviso. Por eso le he dicho lo de lallamada. Seguro que están al otro lado,haciendo chistes de soldados esperando aver si logramos alcanzarlo. Y por mispelotas que van a escuchar la llamada. Amí nadie me gana en seguridad y menos

me deja en ridículo. Prueba de ello, esteamiguito.—Dejó el brazo derechocolgando del grillete en el barrote.—Yrespondiendo a tu mirada, tuve la suertede estar sedado. Fue hace mucho tiempo.Créeme, cuando tu compañera te rebana elbrazo con un arma que desprende acido enuna sesión de entrenamiento, no esagradable. Ni a la vista y ni al tacto.

—¿Y porque te cortó el brazo?—moviendo la cabeza con asombro.

Rod miró el teléfono inalámbrico delsuelo y echó un suspiro.

—Porque en su vocabulario no existe elverbo esperar en ninguno de sus tiemposverbales.—tomó aire.—Estábamosprobando la resistencia de algunas armasque ella había construido. Y un día recibí

una llamada en pleno entrenamiento. Yo ladije que esperase un poco para responder,y haciendo caso omiso, aprovechó que midespisté y atacó. Así de simple. La partebuena, fue que en esa época, estábamosdiseñando la tecnología y teníamos unprototipo. La verdad es que no mearrepiento de ello, me ha venido muy bientodos estos años. Ya lo comprobaste en elinstituto cuando entramos. Y el resto, yalo sabes.

—Eso sobre el de la derecha.—fijándose en la prótesis colgante— ¿peroel brazalete de la izquierda? ¿También,tendrá un sistema?

Rod se levantó y se dirigió al centro dela habitación.

—Este es un simple brazalete, relájate.

Una cosa es perder un brazo, pero dos…nos sé si podría asumirlo. Supongo que eltiempo lo cura todo.—miró la palma de sumano izquierda.—Y por si lo haspensado, no voy a hacer como en elparque. No voy a quitarme el grillete,porque si entran y me ven si él, sepondrían nerviosos. De momento, comoplaneamos antes, esperaremos a Stuart ysaldremos limpios de aquí. Más le valeque aparezca.

Recogió el teléfono e hizo una llamada.«Sierra, Oscar, Sierra—pronunció».Volvió a dejarlo en el suelo y se colocó laprótesis

—Tenemos que retomar esaconversación, Rod.—sugirió Sheppard.—En mi opinión Stuart no es de fiar. No

digo que nunca lo haya sido, pero cuandouna misión se modifica tan drásticamente.Como dije, hemos pasado de perseguir ados chicos a custodiar un artefacto de granvalor. Yo no lo entiendo. Si tú loentiendes, por favor explícamelo.

Los últimos años, las inversiones en el

instituto y los diferentes contratos con laagencia de proyectos avanzados, Stuart sehabía vuelto más distante. Sólo sepresentaba en las reuniones o porproyección holográfica. Cuando le sugirióvolver al trabajo de campo no le dioimportancia, pero visto losacontecimientos y la tragedia del primerequipo, había empezado a verlo claro. Erael momento de mover ficha.

—Puede que tenga razón capitán. No sepreocupe, cuando nos volvamos a reunircon Alexei y Melinda, completaremosesta conversación y el tablero cambiaráde lado. Se lo prometo.

ЖLa agente Sinner se quedó pensativa.

Su compañero estaba acomodado en susillón hablando por teléfono. Decidiócortarle el grifo. Marcó el código de lalínea del departamento y puso el auricularen la oreja. Su compañero hablaba conuna mujer.

—Lo siento, pero su amigo estáocupado con su amante. Llame más tardepor favor.—colgó el teléfono. Sucompañero, confuso, intentó arreglar lasituación. Ella le miró con los brazos

cruzados.—Pasas mucho tiempo alteléfono. Deberías prestar más atención.Ahora vigila el teléfono de las celdas.Quiero comprobar si lo usan.

Su compañero no entendía nada. —No se puede alcanzar el teléfono

desde el interior.—emitió una carcajada.—Hay dos metros de distancia.

—Creo que esos dos si pueden.—Ellajugaba con ventaja.— ¿Apostamos algo?

Esa pregunta suscitó el interés delcompañero.

—De acuerdo. Cena conmigo yduermes en mi casa—respondió Cruz.—¿Te hace?

No se había complicado mucho.Tampoco había llegado hasta ese lugarpor sus propios méritos. La verdad, le

daba igual lo que dijera, tenía las deperder. Aceptó su parte.

—De acuerdo. Y si yo ganó, el que mehará la vida más sencilla hasta que llegueel verano serás tú, es decir, los próximosdos meses.

Su compañero aceptó con unaagradable sonrisa.

—Timothy—le ordenó al ayudante.—monitoriza las llamadas salientes de laotra habitación. Veamos quien gana.

En ese momento, las líneas estabancerradas. La agente se acercó al escritorioy se sentó paciente. Su compañero estirolas piernas encima de la mesa y le señalóel reloj. Una señal de corta duraciónapareció en pantalla. La mujer se inclinópara mirar mejor la señal. El mensaje

indicaba que la llamada no podía sertraducida porque estaba codificada ynecesitaba nivel de acceso para poderleerla.

—Yo gano.—tenía su prueba.Desde otro monitor, el ayudante divisó

la llegada de un coche negro. Un militarse detenía frente a la entrada. Se colocabadebajo de la cámara y con su manoseñalaba que le abrieran la puerta. Elayudante, con la adrenalina disparada,siguió órdenes. Su imagen impuso mucho.En su chaqueta llevaba muchasdistinciones militares y dos medallascolgadas. Le saludaron formalmente y sepresentó como el coronel Manfree.

—Buenos días agentes, creo que tienena dos de mis chicos aquí metidos. ¿O me

he equivocado de oficina?—Sus rostrosquedaron perplejos. Stuart sabía muy bienel papel que tenía que desempeñar. Laimagen lo era todo. Una buena actuaciónpodía darte el triunfo que en otrascircunstancias se malgastaría.—Ya saben—estirándose la chaqueta—un tío alto conperilla con mirada de pocos amigos y otromás joven, atractivo y con buena espalda.¿Están aquí?

El agente Cruz se levantó de su asientopero no pudo articular palabra. Era laprimera vez que un militar de ese rangoentraba por su puerta y sin escolta. Laagente Sinner, aún deseosa de suactuación, le rescató.

—Están en la celda de la otrahabitación señor.—respondió Sinner.—

Están acusados de destrucción depropiedad y de escándalo en los terrenosde la universidad. Además de verseimplicados en una explosión en el puente.Hay varias pruebas visuales que loavalan.

Stuart sabía perfectamente lo quehabían hecho.

—Entiendo.—contestó.—Yrespóndame a una pregunta, ¿En esaspruebas únicamente parecen ellos,agente…?

—Sinner, señor—le había pillado.Aparecían otros dos vehículos—no señor.Salen más personas.

—¿Y está demostrado que la explosiónla causaran ellos?

—No señor, pero aparecieron en una

propiedad privada cerca de la zona delaccidente.—se había puesto nerviosa. Nosabía cómo responder a la siguientepregunta. Y además su compañero seguíapetrificado.

—Así que destrucción de propiedadpública y explosiones. Y ese video de laexplosión…¿abarca hasta ese terrenoprivado?

—No señor.—demasiadas negativas.—Que yo sepa caer encima de una

propiedad no implica que sea el resultadode una explosión, ¿verdad?

Se había quedado sin respuestas. Miróa su compañero y estaba pálido. Estabasola. Intentó hacer memoria de la zona.Sabía que en ese perímetro había algoimportante, un edificio del gobierno. Pero

no recordaba el nombre. La inspiraciónllegó a su cabeza.

—Eso lo estamos investigando.Además cerca del lugar están las oficinasde D.A.R.P.A., de modo, que estassituaciones podrían ser el resultado depruebas de campo fallidas o que algúnagente se ha tomado la justicia por sumano. Supongo que todo es posible señor.

—Las oficinas de la agencia—repitióStuart—Es una deducción lógica agente.—Stuart comprobó su alrededor. Tresmesas de escritorio, varios armarios. Unpasillo central y una puerta al fondo.—Ydígame ¿Han causado algún problemadesde el momento de su detención?

—La verdad es que no se han quejadoen ningún momento.—respondió aliviada.

Lo peor parecía haber pasado.—Accedieron sin condiciones. Simplementehan solicitado hacer una llamada.

Stuart observó que había llegado en elmomento exacto del show. Todo eso habíasido una artimaña de Rod para hacertiempo. Observó que el compañero volvíaa tener color en su rostro. Stuart chasqueólos dedos para llamar su atención.

—Siéntese soldado, creo que lonecesita.—Refiriéndose al agente Cruz.—Dígame, señorita Sinner, ¿Dónde estánmis subordinados?

La agente le indicó al ayudante queabriera la puerta. La agente acompaño alcoronel hasta la celda de los sospechosos.

—Que sepa que ha sobrellevado muybien el interrogatorio agente.—analizó

Stuart.—No quería decirlo antes, por si sucompañero se meaba encima.—resaltóStuart.—Creo que tiene madera. ¿Quéhace todavía en este nivel? Podría haceralgún examen. Yo mismo podríarecomendarla. Se lo aseguró. ¿Me puededecir su nombre, si no es molestia?

La agente se quedó sin habla. Apuntode atravesar el pasillo veía como sufuturo tomaba otro rumbo. Por fin lo habíalogrado.

—Agatha, señor, Agatha Sinner.—Muy bien Agatha, recordaré su

nombre, no se preocupe.El suelo de mármol hacía resonar los

tacones de la señorita Sinner. El ruido delos pasos fue el aviso que hizo reaccionara los sospechosos de que tenían visita.

—Da igual lo que digan. Nohablaremos hasta que no llegue el coronel.—dijo Sheppard con voz recta.

Stuart entró en la habitación. Rod alverle, asumió que venía por los dosmensajes. Conocía el protocolo de cómodebía actuar en esa situación.

—¡Coronel! Qué alegría verle.—eramentira.

—Gracias por su ayuda agente. Megustaría estar unos minutos a solas conmis chicos, ¿si no es molestia? Luegoregrese.

El coronel fue el único oficial quequedó en el pasillo.

Rod iba a hablar pero Stuart leinterrumpió. Sacó un dispositivo de suchaqueta y presionó un botón.

—Micrófonos caballeros, nunca sesabe. Supongo que habrás desactivado laimagen—Rod asintió ofendido.—Recuerden su nombre señores, AgathaSinner, porque ha hecho que esta visitainoportuna resulte agradable.—resaltó.—Y ahora es cuando ustedes me cuentan suversión de los hechos.—señalando unarendija de la esquina superior de la puertade seguridad y señalando el dispositivo.—Y no tarden mucho, sus compañerosestarán esperando en el hospital.

—¿Melinda está bien?—Preguntaronlos dos.

—Está perfectamente, sólo unosdolores de espalda. Alexei la estácuidando. Empiecen la historiacaballeros. Hay ciertos videos en la red.

Rod se lo temía. Le contaron laoperación del banco de seguridad y lapersecución por los parques hasta elincidente del puente.

Varios golpes en la puerta resonaron enla habitación. Agatha daba el aviso. Eltiempo se había agotado.

—¡Señorita Sinner! Yo me encargaréde ellos a partir de ahora, no se preocupe.Si me hace el favor…

Agatha contempló a los sospechosos yrecordó las palabras del coronel. Sólotenía dos videos, la declaración de un tíoque no sabía si era creíble y la apariciónmisteriosa de dos hombres. No quería queeso se viera reflejado en su expediente.

—Claro, señor…coronel.—Llámeme Stuart, por favor. Sin

formalidades.Agatha quitó los grilletes de los

sospechosos. Stuart se adelantó hacia elpasillo. Rod y Sheppard salieron de lacelda y siguieron al coronel hasta laentrada. Agatha fue la última en salir. Rodsacó una tarjeta de visita de su bolsillo yse lo entregó a la mujer.

—Por si necesita algo. Por lasmolestias.

Ella lo cogió sonrojada pero firme.Salieron de la comisaría. Subieron alvehículo negro y dejaron atrás lacomisaría

—Hay que darse prisa—dijo Rod.—¿Por qué? —preguntó Stuart.—¿Qué

ocurre?—La chica, sigue en el piso. La

sedamos antes iniciar la misión. Lahabitación está cerrada con llave. Deberíadespertarse en cualquier momento.

84

Centro médico naval nacionalWalter Reed,

Bethesda, Estados Unidos El general se había preparado a

conciencia. No era posible que alguien lereconociera, pero un única sospecha erasuficiente para dar la señal de alarma. Noacudía a cualquier hospital. Regresaba allugar donde todo empezó. La habitaciónque le abrió los ojos. Detuvo el cochefrente al hospital, y accedió por la puertaprincipal. Se dirigió directamente a la

habitación privada que tenía reservadapor la privacidad. Una extraña sensaciónse revivió en su interior. Se paró y tomóaire. Un guardia hacia ronda en la puerta.Le habían dado el aviso de la nuevasituación. Se levantó y saludó. Bart lehizo un gesto con la mano. El soldadodescansó, golpeó la puerta con losnudillos y procedió a abrirle la puerta.Sus dos socios y compañeros leesperaban jugando una partida de cartas.Las viejas costumbres no se olvidaban.

—No le queda mal ese nuevo rostro.—dijo Alexei.

Bart sonrió. Todavía no se había hechoa la idea, pero reconocía que ocultar suidentidad había sido vital los últimosaños para que saliera fuera de la

fortaleza.—¿Hay alguna noticia?—preguntó

Melinda con un sonrisa.Su cara, tras la operación, había

quedado perfecta. Ni una marca, ni unaseñal de metralla, ninguna herida…simplemente, un buen trabajo.

—¿Qué tal te encuentras Melinda?Tienes buen aspecto hoy.

—Gracias general—sonrió Melindacon la mirada fijada en las cartas.

—Chicos, cuántos años llevamosjuntos. ¿Más de treinta años? Por favortutearme, a veces se agradece, sólo Bart.Uno no sabe cuánto tiempo le queda devida en estos tiempos que corren.

Los dos compañeros se miraron. Erapoco usual ver al general en modo

nostálgico. Lo tomaron como algorecurrente a su edad, a su verdadera edad.

—Bart, respecto a las maniobras de laoperación ¿se sabe algo?

—Pues a eso he venido hasta aquí.Tengo buenas y malas noticias.

—Primero las buenas—dijeron los dos.—necesitamos una alegría.

—Rod y Sheppard están a salvo. Stuartse ha encargado de ello.—Alexei yMelinda se llenaron de energía y alegríaal oír el nombre de sus compañeros.—esta mañana hemos localizado el paraderodel segundo cofre, en un banco deseguridad muy especial. Todo iba bienhasta que el convoy de dos coches seseparó. Uno regresó a Capitol Hill ynuestro infiltrado no volvió a dar señales

de vida; y el segundo atravesó el parquede la universidad originando variasescenas bélicas protagonizadas por sucompañero el biónico y una marabunta decuriosos lo grabaron todo. Lo tienen todoen YouTube por si les interesa.

—¿YouTube?—preguntaron.—¿Tangrave ha sido?

—Tan grave hasta el punto de que en elpuente, la CIA les lanzó un misil y suvehículo salió por los aires.—Los dosabrieron los ojos sobresaltados. Esasdebían ser las malas noticias.—Perogracias a su inventó—dirigiéndose aAlexei—lograron sobrevivir a la caída ysobrevivir, para caer en las garras de laley. De ahí que nombre a Stuart, en estosmomentos debería estar sacándoles de la

comisaría de aquí al lado y pasarse poraquí a recogerles. Yo debo regresar a micasa.

Los dos compañeros suspiraron. Sehabían perdido una buena fiesta. Bart sedirigió a Melinda. Ella arqueó una ceja yse movió en el colchón asustada.

—Melinda, ¿recuerdas algo de anoche?Su mirada firme y penetrante le produjo

dolor de cabeza.—Solo una explosión, después todo

está borroso.—Y tú Alexei, ¿qué recuerdas?—El tiroteo y que cogimos un rehén.Melinda giró la cabeza y miró a su

compañero. Él le devolvió la miradaconfuso.

—Rehén, ¿qué rehén?—seguía confusa.

—La compañera del muchacho, la hijadel doctor Thomas Blake. En parte esculpa suya, ya que si no hubierandisparado ese lanzagranadas hacia vuestrovehículo, tú no estarías aquí—Melindaabrió los ojos.—en estas condiciones.

Melinda se llevó las manos a la cabezay después se pasó la mano por la cara.Sintió algo raro. Conocía su pielperfectamente. Algo no le encajaba. Teníala piel diferente.

—¿Que ha pasado, me noto diferente?Bart y Alexei se miraron. Lo que venía

ahora, ninguno deseaba verlo. Bart expusolos hechos. Le cogió una mano.

—Debido a la explosión, recibistemetralla en la cara y hubo que llevarte acirugía para extraértelo todo. La parte más

delicada fue reconfigurarte la partederecha de la cara. El doctor me dijo quetodo salió bien y yo sigo su trabajo desdehace muchos años.—Bart toco el pómulode Melinda.—Coge el espejo del cajón silo prefieres.

Alexei abrió uno de los cajones y sacóel objeto.

—Yo te veo perfectamente—le dijoAlexei.

—Trae.—su voz no había cambiadocon los años. Alexei se levantó de lacama y se puso junto al general. Incluso aél, le daba miedo esa situación. Podíaestallar en cualquier momento.—Estáperfecto.—respondió ella palpándosecada milímetro de la piel, por encima ypor debajo del pómulo.

Los dos suspiraron.—Brillante, pensé que iba a ser más

difícil, pero….—respondió Bart.—Pero no es mi cara—aclaró ella—No

es mi rostro, es el de otra persona—apretó suavemente la piel.—aunque seaigual, no soy yo.

Alexei miro de reojo.—Rod me avisó de esto.—murmuró

Bart.—¿De qué exactamente?—preguntó

ella.—De que no te lo ibas a tomar nada

bien.—¿Usted qué cree?, me han

desfigurado.—enfadada.Bart no iba a tolerar ese

comportamiento de un soldado, y menos

de su propio equipo. Esa no era de lassituaciones más complicadas que habíansufrido. El choque de la onda expansivatuvo que afectarle psicológicamente. Nohabía otra explicación.

—Se llaman heridas de guerra,muchacha. Entiendo que en una mujerresulte un duro golpe, pero estás en elejército, desde hace mucho tiempo paraempezar a recordar y la operación ha sidotodo un éxito. Otro en tu lugar no habríatenido tanta suerte.—La mirada desafiantede Melinda lo decía todo. No le estabaescuchando. Sólo se palpaba la mano enla zona operada de la cara. El trabajohabía sido óptimo, pero cada persona eradueña de su cuerpo y Melinda no loaceptaba—Pero nada de lo que te diga te

hará cambiar de opinión ¿verdad?—Lo va pillando Bart.El general se quedó mirando a Melinda.

Alexei miraba a ambos. Cualquiera laaguantaba ahora.

—Muy bien. Dime, ¿qué es lo quequieres?

Miró a la ventana fijamente y emitióuna leve sonrisa. Todos sabían lo quesignificaba.

—Quiero que me deje a solas con lachica. Un ratito.—puntualizó con un gestode mano.

Bart se lo temía. Sabía que aunque élno estuviera presente en el piso franco,sus compañeros se encargarían de ella.Eso le reconfortaba.

—Eso de a solas va a ser difícil,

entiéndelo. Acabas de salir de un trauma.No es un buen plan. La necesitamos viva yentera—remarcó— para realizar unaúltima operación.

—Sólo quiero hablar con ella—matizó.—Puede haber alguien presente.

Era cabezota como el primer día. No laharía cambiar de idea.

—De acuerdo, vístase. Cuando estépreparada iremos al punto de encuentro.—Melinda, al incorporarse, noto un levedolor en la espalda.—Le recuerdosoldado que recibió el impacto de unagranada hace doce horas, todavía no estárecuperada del todo, al menos aquí.Alexei ayude a su compañera a vestirse.Les veo fuera.

—Claro Bart —le dijo Alexei.

Mientras el general abandonaba lahabitación, Alexei le traía a su compañerael uniforme y le ayudaba a ponérselo,aunque al principio ella se resistía arecibir ayuda, finalmente sucumbió por eldolor. Lentamente, y tras ponerse eluniforme, salió de la habitación en unasilla de ruedas empujada por sucompañero.

—Que conste que sólo es hasta quesalgamos de aquí.—se defendió.

—Lo que sea necesario soldado. Nohay de qué avergonzarse.

—¿Y dónde está la susodicha mujer?—Preguntó—¿Está cerca?

—Más cerca de lo que usted cree.—respondió el general.

Pasaron por la secretaria para firmar el

alta médica. Todo el mundo iba conuniforme militar. Eso pilló por sorpresa algeneral. Miró de reojo a sus compañeros.Observó que Melinda estaba másconcentrada en aguantar el dolor que en elpanorama del vestíbulo. Se apoyó en elmostrador y se dirigió a una de lasenfermeras.

—Señorita, si es tan amable.—le hizoun gesto.

La enfermera más cercana se acercópara atenderle.

—¿En qué puedo ayudarle?—se fijó enlos galardones y las estrellas del uniformey adivinó su estatus.—¿General de rango,verdad?

—Sobresaliente, señorita.—sonrió.—Verá, mi ayudante ha estado toda la noche

en observación y sufre dolores deespalda. ¿Podría ayudarla?

La enfermera se fijó en Melinda y cómose movía en la silla. Echó un vistazo a unode los armarios y sacó un pequeñoestuche.

—Que se ponga una dosis ahora y, lassiguiente cada seis horas. Es bastantefuerte, de ahí el espacio entre horas.

—Gracias soldado. Que sepa que mequedo con las caras de la gente.—sonrióde nuevo.—Que pase un buen día.

El general guardó el estuche yprosiguió. Al salir al exterior, Melindaobservó el cartel de la entrada.

—Esto es…—vieja información levino a la mente.—Bart este lugar…

—Bethesda, el centro médico Walter

Reed.—le interrumpió.—Sus compañerosdeberían estar de camino.—se acercó aAlexei por detrás de la paciente.—Deleesto a cuando lleguen—susurró—Guardeesta copia.—El general le entregó elestuche y una copia de la llave del piso.Le explicó el uso y se dirigió a suvehículo.—Nos veremos más tarde.

Vieron como su jefe y mentor sealejaba con una imagen distinta.Externamente, era otra persona, pero en suinterior, seguía siendo el gran estrategainfluyente que había vivido todas lasguerras modernas. A lo lejos, undeportivo negro con tres ocupantes seacercaba a la institución.

—Ha llegado la élite.—exclamóAlexei.—Ahora nos toca prepararnos a

nosotros. Te ayudo a levantarte.Melinda lo intentó por si misma pero le

dio un pinchazo en la espalda. El dolor lerecorrió toda la columna. Nunca se habíavisto en esa situación. Se sentíaimpotente.

—Vale, tú ganas.—rechinó.—Luego estarás mejor, confía en mí.—¿Por qué dices luego?A Alexei le entró el miedo, pocas

veces había visto así a su compañera, yninguna era para bien. No estaba segurode enseñarle la aguja, pero no le quedabaotra opción.

—Bart me ha dado esto para ti—abrióel estuche y le enseño las agujas.

—¿Y porque no me la das?Suspiró.

—Porque ha dicho que te lo inyectecuando lleguemos al punto de encuentro.

—¿Tú sabes lo que duele esto? Notienes ni idea.

—Vale, vale.—evitando el sermón.—Ya me sé el resto. Sentémonos en el bancode la entrada e inclínate. No te la voy ainyectar sentada.

—Pues tendrás que levantarme lacamiseta, campeón.—señalando la zonadel dolor.

—Qué remedio. Anda date la vuelta.Alexei se dio prisa y atendió a su

compañera. La verdad, es que la escenaparecía otra cosa en vez de una atenciónsanitaria, pero la misión era la misión. Sucompañera le necesitaba. La trasladó albanco de madera y con soltura le inyectó

la morfina.—Ves, no era tan difícil.—Ya claro, sólo hay que aguantarte.

No sabes lo que duro que nos resultacuando te descontrolas.

—Serás idiota…—dijo en tonocariñoso. Le cogió la cara con las manosy le dio un beso en los labios.

Stuart bajó la ventanilla. Había vistotoda la escena. Se acercó a la entradaprincipal y pulsó el claxon.

—Hablando del rey de Roma.Alexei ayudó a su compañera a subir a

la parte delantera. Rod le abrió la puertatrasera con su brazo bueno. Al ruso lesorprendió ese movimiento.

—Gajes del oficio—respondió Rod,sujetando su brazo malo con la mano

buena.—arranca Stuart.

85

Piso Franco

A menos de 1 km de la agencia El edificio estaba cerca de la

universidad y había seguridad a sualrededor.

—La próxima vez—sermoneó Stuart—no te precipites y se más cauteloso.Podría a ver sido peor. Habéis tenidosuerte.

A Rod no le hizo gracia el comentario.Ellos no habían iniciado una travesía através del parque. El resto del equipobajo del vehículo. Sheppard necesitabatomar aire fresco. Melinda consiguió salirpor su propio pie., se paró enfrente de la

puerta y dio una patada. La puerta cedió ysubió por las escaleras. Alexei sacó lallave de su bolsillo y comprobó el trozode plástico. Cuarto izquierda. Rodconocía ese edificios, suspiró y le diounas palmaditas en la espalda.

—¿En serio, tú lo pensaste bien en sudía? Desde el último incidente—sujetándose el brazo izquierdo—inclusoen los entrenamientos, tengo un protocolode seguridad específico para ella.Deberías pensártelo.

—Tu caso es diferente. Tu orgullopuede contigo y ella lo explota. Por esosiempre acabáis en el tatami. Al menosahora, es más suave.

Rod volvió a mirar al suceso que dabala entrada de las escaleras.

—¿A eso lo llamas suave?—Antes era mucho más bestia.

Recuerda lo de tu brazo derecho.—conuna mirada rápida advirtió la existenciade una tienda de ultramarinos.—Ahoravuelvo. Supongo que todos querréiscomer algo.

Le entregó la llave a Rod y se dirigió auna tienda por provisiones. Melinda lesesperaba en el segundo piso. Rod,sonriente, le indicó que debía seguirsubiendo. Ella, a regañadientes, se pusoen segundo lugar.

ЖIntentó abrir los ojos pero la luz de la

ventana le hacía daño en la vista. ¿Cuántotiempo llevaba dormida? Sus ojos fueronadaptándose. Estaba atada a una silla.

Debajo del marco de la ventana había unamesa con una jarra de agua y un vaso deplástico. Alex suspiró irónicamente.Intentó gritar por la ventana pero sintió lagarganta seca. La madera del suelorechinó con fuerza. Escucho varios vocesentrando al apartamento. Se empezó aponer nerviosa. No podía hacer nada másque esperar y ver como transcurría lasituación. Sólo tenía una posibilidad.

Ж—Quiero ver a la mujer.—sugirió

Melinda—No creo que se aún buena idea—dijo

Stuart—estas alterada. Tranquilízate.Seguimos en una misión.

Melinda hizo caso omiso. AunqueStuart se había convertido en su superior

por ordenanza del general, no tenía lamisma experiencia que ellos. Lerespetaban como líder, pero el resto erasimple compañerismo. Los últimos años,apenas se había dejado ver. Una de lasrazones por las que era educada con él sedebía a la mejora de la tecnología de losprostéticos de Rod, gracias a los cualespodía poner en práctica sus armas. Esotambién ha producido un mayoracercamiento entre ellos dos. Los días dedesafíos entre ellos se habían terminado.

Salió de la sala y empezó a abrir laspuertas. La última estaba cerrada.

—¡Sé que estás ahí dentro!— sacó unpuñal y lo clavó en la puerta.

Desde el otro lado, Alexandra noentendía nada. ¿Quién era esa mujer?

Alexei entraba en el apartamento.—Melinda, tranquilízate, te lo pido por

favor.Melinda miró a otro lado de mala gana.—Terminemos de una vez.—Stuart se

dirigió hacia la puerta y la golpeó con losnudillos—Te aviso de que vamos a entrar.—Sacó una llave de su bolsillo..—Buenastardes, señorita Alexandra Blake ¿qué talestamos hoy? Tranquila, esa mujer—señalando hacia atrás—no te tocará.Tienes mi palabra. Y para queempecemos con buen pie me presentaré.Mi nombre es Stuart.—Por su parte,señalo la jarra de agua. Stuart entendió elmensaje. Le acercó el vaso a la boca paraque bebiera. Cogió otra silla y la colocódelante de ella.—De acuerdo—comenzó

—no sé si recuerdas algo de anoche, encaso contrario dímelo, por favor.—Ellanegó con la cabeza. Entre el agotamiento yque estaba sin fuerzas, no tenía ganas derecordar.—Entiendo, es lógico. Hasufrido un shock. Es normal que norecuerdes nada. Cualquiera no olvida unmisil y que le secuestren, ¿verdad?

Alex frunció el ceño. Recordó parar enmedio de la carretera para socorrer a unhombre. Rememoró la imagen delvehículo llegando a la escena y varioshombres saliendo de ella. Reconoció unacara, pero no dijo nada. No buscabaproblemas. Sheppard intentó no mostrarsu rostro. Se arrepentía de esa noche.Sólo había ejecutado una orden, pero elmovimiento les había llevado hasta ese

punto. Miró a Rod. Tenía la mirada baja.Pensativa. Sabía que él también se debatíapuntos.

—Verás—mirando a Alex—hay unapersona que, a la par que tú, resultógravemente herida, aunque estosmomentos no lo parezca. Ha salido delhospital hace menos de treinta minutos ylo que menos queremos es una escena.Ella quiere tener unas palabras contigo.—Stuart se levantó y Melinda tomó asiento.La voz tenía rostro.—De acuerdo,Melinda tu turno. Puedes hablar.—Stuartdio la palabra

—Encantada.—respondió desde lasilla.—Hola querida, ¿te acuerdas de mí?—dijo en tono irónico.

Alexandra se la quedó mirando. No

tenía ni idea de quién era ella. ¿De verdadvenían del hospital? Estaba perfecta. Notenía ningún fallo físico. Le sorprendidoque alguien de su belleza fuera paramilitaro mercenaria. Pero aun así, no seimaginaba porque estaba al borde de lopsicótico.

—¿Nos dejáis a solas…— pidióMelinda —por favor?

Se miraron entre ellos.—Si lo pides así…—dijo Stuart—

estaremos pegados a la puerta.Melinda se inclinó hacia Alexandra.

Ella se echó hacía atrás evitando sucontacto, pero Melinda fue más rápida.Aunque intentaba evitar cualquier posiblecontacto, a Alex esa mujer le pareciópreciosa.

—¿En serio no me reconoces?—Melinda se la quedó mirando con bastantesorpresa. Alexandra ladeó la cabeza.—¿Recuerdas algo de anoche, cara bonita?

Alexandra se puso pensativa. Laquedada con Jerry, el monumento aWashington, la persona de la carretera, unvehículo, el muerto.

—Sólo recuerdo que alguien me golpeóen la cabeza, a partir de ahí desperté aquí.

—Chica con suerte. Gracias a losvalientes de tus amigos, nuestro vehículovoló por los aires. Ibais bien preparadospara no ser militares…Y yo iba dentrodel vehículo.—Alex abrió los ojos. Esotenía que ser imposible. Ella estabaperfecta, no tenía ni un rasguño. Hizo elesfuerzo de acercarse ligeramente y

examinarla de arriba a abajo. Melindacaptó la mirada.—He pasado toda lanoche y la mañana en un hospital militar, ygracias a nuestro jefe, todo fue bien yrápido.

—Sigo sin entender por qué me tratasasí. Estás recuperada, ¿no?

—¿Recuperada? ¿Yo?—Melinda setocó la cara—Esta no es mi cara.

Por eso estaba tan perfecta. La habríatenido que practicar algún tipo de cirugíareconstructora por el accidente. Ahora loentendía todo.

—¡Vosotros nos llevabais persiguiendotodo el día sin ningún motivo!

—Se ordenó buscaros porque eraispeligrosos y tras todos losacontecimientos, no había dudas. Habéis

sido muy escurridizos. Sitio dondeaparecíais, sitio donde sembráisdestrucción

Alex alucinaba con la explicación de sucaptora.

—A eso se llama huir y sobrevivir. ¿Túves al resto de mis compañeros cara depeligrosos? Un periodista y un freak de latecnología. Por favor, no me hagas reír.

—Te repito que las órdenes no sediscuten.

—Me das a entender que tus superioressiempre tienen razón, que nunca seequivocan y que siempre hacen locorrecto—cambió de tono.—¿Es quenunca ves la noticias? ¿Lascontradicciones que dicen todos en susmítines?—Melinda se la quedó mirando.

Desde el principio había tenido sus dudas,pero los hechos hablan hablado por sisolos. Alguien inocente no es capaz dehacer todo eso, debería tener mucha suerteo ser muy idiota.—Y puedo probarlo—matizó Alexandra.

—¡Explícate!—Melinda clavó sus ojosen Alexandra.

—Primero desátame. Esto no es muycómodo que digamos. Además seguro queeres más rápida que yo, así que tienesventaja—le retó.—Melinda, de malasmaneras, aceptó el trato. Alex se masajeolas muñecas y se sirvió otro vaso de agua.Estaba sedienta. Sabía que no podíaescapar. Sólo podía usar un arma y era surazonamiento.—Primero, tenemos unalista de nombres muy relevantes y algunas

pertenecen al ejército.—tomó un sorbodel vaso.—Segundo, la C.I.A. y unaorganización criminal, están metidas hastadentro. Tercero, nadie entiende porquevosotros, los marines, estáis metidos entodo este asunto con civiles. Y cuarto,muchas cosas huelen muy mal. ¿O meintentas decir que tu cabeza no tieneconciencia y no sabe pensar por símisma? Casi mueren civiles en estasveinticuatro horas, por el amor de Dios.

Melinda estaba perpleja. El tono con elque la hablaba no le gustaba, pero parecíasincera, y esa agresividad racional ledaba a entender que decía la verdad.Probó otra estrategia.

—¿Y qué propones?Alexandra no se lo creía. Había algo de

luz en esa mujer.—Que confíes en mí y prestes más

atención. Puedo darte algún nombre deesa lista que igual conocerás.

—Dilos. Puede que lleguemos a unacuerdo, pero no te prometo nada.

Alexandra sólo tenía ese as en la mangay decidió usarlo.

—Stuart Manfree y un tal generalSheppard. ¿Te dicen algo?—Melindamantuvo la tensión. ¿Una lista con sussuperiores? Aún si le estuviera mintiendo,¿cómo iba a inventarse esos dos nombres?Alex sabía que había ganado. Su trabajole ha brindado una buena posición.—Yesta noche sucederá un gran evento.—Melinda se concentró.—El mayor de lahistoria de la humanidad. Sé de lo que

hablo. Mi padre y sus colegas…—Se quién es tu padre.—le interrumpió

—y esa información es clasificada. Mirano sé qué tipo de acontecimiento va asuceder, pero sí sé una cosa. Y es queestán dispuestos a matar por ello. ¿Quémás me puedes decir de esa lista?—Melinda sabía quién era el profesor. Lehabía visto en las proyecciones de lasreuniones. Pero nunca mediaba palabra.Solo estaba de espectador. Hasta que laúltima reunión Stuart le llamó la atención.¿Se referiría a eso? ¿Las personas de lamesa eran las de la lista? Eso lo cambiabatodo. Stuart tenía sus propios planes.—¿Por un casual en esa lista no apareceránvarios directores y funcionarios de altonivel?

Alex se alegró. Además de confirmar loevidente, había conseguido que suenemiga se aliara con ella. Ahora sólodebía tener paciencia y esperar a que eltal Stuart abandonara el piso. Alex afirmóla pregunta.

—De acuerdo. Pero de momento tequedarás aquí. Si él está aquí es porquetodavía tiene pensado hacer unmovimiento. Pero no te preocupes, estaréalerta. –se levantó de la silla.—Y sobretodo actúa como si esta conversación nohubiera ocurrido.

Ж

En el salón, Rod abrió un maletín queresultó ser un ordenador por satélite.Alexei descubrió un maletín de repuestospara Rod, era el último modelo deprótesis que había desarrollado. Recordóel brazo inmóvil de su compañero yescogió el más completo para aguantaruna batalla. Stuart atendió su móvil. Unapantalla se proyectó en su superficie ycontroló el sistema desde el aire. No teníaseñales del general. Habría regresado a lacasa de la isla. Se reuniría más tarde. Rodestableció un señal de comunicación conuno de sus satélites. Sheppard descubrióun dron.

—¿Para qué necesitamos esto? Sus

sospechosos se encuentran en el institutomás avanzado del país y no hemos entradoen ningún conflicto.

Rod y Alexei pensaron lo mismo. Notenía sentido.

—Me halaga su análisis capitán, comosiempre.—Stuart le miró—En realidad, suobjetivo es diferente. Lo usaremos en lapróxima y última misión de este equipo.Simular un intercambio. Después de esopodrán tomarse unas bien merecidas ylargas vacaciones. Tienen mi palabra.

Esa reacción pilló por sorpresa a todoel equipo. Sobre todo a Alexei quesiempre estaba en el laboratorio.

—Explica eso del intercambio.¿Intercambiar a la chica, por qué?—Rodtenía una ligera idea. Lo único que podría

valer como papel de moneda eran lastarjetas de Tesla, pero estaban dentro dela agencia. Stuart debía estar muyconfiado o totalmente paranoico—¿Porlas tarjetas?

—Ese es mi plan. Yo también tengoplanes para ellas. Os recuerdo quetenemos muchos contactos potenciales portodo el mundo. Los chinos hacenmaravillas con la tecnología.

—¿Y qué sugieres que hagamos?—preguntó Alexei acentuando su acentonativo con un tono directo.

—Haremos un video y les pediremos sucolaboración. Si no, habrá consecuencias.Sencillo y rutinario. Hace unos meses lesdije que volvían al trabajo de campo.Bienvenidos.

Melinda recorrió el pasillo y cuandoapareció en el salón todos miraban aStuart de forma desafiante y él sonreía demanera insultante. Observó los maletines.Un ordenador, recambios para Rod y undron. Sus compañeros se dieron cuenta desu regreso.

—¿Que te ha contado nuestra invitada?—preguntó Stuart.

Melinda se centró. Alexei le estabamirando de una forma muy extraña, comodiciéndola que le siguiera la corriente. Enrealidad, ese era su plan.

—Ha intentado la psicología inversaconmigo. Pobre ingenua. ¿Se puede saberque me he perdido aquí?

Stuart continuó hablando.—Tenemos que ponernos en marcha,

hay mucho trabajo por delante. Para esotenemos el dron. Lleva un dispositivolaser integrado. Este no es para atacar,como sus hermanos y primos. Este es decomunicación. Interpretarlo como unaversión comercial de un satélite. Lousaremos para acercarnos a DARPA yretransmitirles un mensaje en vivo y endirecto. Al igual que en las reuniones.Creo que es un buen método demotivación.—La descripción de la misiónsobrecogió a todos. Excepto Sheppard,todos sabían que el profesor estaba en lalista, pero eso era cruzar la línea. SiStuart sólo participaba en el mensaje, nohabría mayor problema.—Procedamos.Rod active el programa de video y audio.Hay que grabar un mensaje.

86

D.A.R.P.A.

Oficina de Análisis

Sam regresó a su zona para continuar

con los preparativos de la noche y larecepción de los invitados. Las horasavanzaban. Todavía tenían entre manos elcaso de Alexandra. Esa noche iba a serúnica y peligrosa. Por un pasillo vio a unagente que llevaba tiempo dándole malaespina y tenía sospechas. No podía seruna coincidencia, algo se estabapreparando. Cogió el Walkie Talkie yeligió una frecuencia segura para avisar aJim. Ninguna respuesta. Volvió a

intentarlo. Nada de nuevo. Decidióinvestigar por su cuenta. Persiguió alsoldado a una distancia prudente. Aunquele descubriera no habría ningún problemaya que él es el superior al mando y ese essu terreno. El soldado se dirigió hasta lazona de taquillas. Se metió la mano por elcuello de la camisa y sacó una llave.Guardó un objeto de su chaleco y continuósu recorrido. Sam se aproximó a lataquilla y uso una llave maestra. Al abrirla puertecita se llevó una grata sorpresa.

—Veamos con quien te comunicas tantochaval.—murmuró cogiendo el teléfonomóvil.

Extrajo la tarjeta y de su bolsillo sacóuna interfaz. Consiguió acceder a lamemoria y sacó la lista de llamadas. Sólo

había un nombre de importancia. Un talSr. Manfree. Volvió a coger el Walkie yllamó a Jim. Un tono. Dos tonos. Trestonos.

—¿Si, quién llama?—Jim, soy yo. Tenemos que hablar.

Parece que tenemos intrusos.—¿Estás seguro? ¿Lo has comprobado?

—Esa era una palabra tabú en la agencia.Cuando la nombraba más te valía quetuviera pruebas.—En ese caso ve a laoficina de análisis. Estoy allí.

Esas últimas veinte horas estabanresultando muy sospechosas. Habíaagujeros por todos lados. Laconfidencialidad de los proyectos estabaen peligro. La puerta de la oficina estabaentre abierta y dentro había mucho

movimiento. Jim estaba frente a unapantalla gran tamaño observando todotipo de tráfico de datos. Fotografías,mapas, videos de seguridad,expedientes...La fotografía de Stuartestaba en el monitor, tenían su rostro; y aotro lado de la pantalla, un video deseguridad de la sección inferior.

—Tenemos dos problemas.—Sam sepuso en primera fila y Jim empezó elanálisis.—Ese sospechoso que mecomentaste lo estás viendo en pantalla; yel tal Stuart, parece que es coronel. No megusta nada todo esto. Todo a unas pocashoras de la prueba y aún tenemos querescatar a la joven. Se va a juntar todo.Siempre sucede.

—¿Qué más tenemos?—Sam caminaba

de un lado a otro.—Stuart estuvo en la oficina federal de

Maryland esta mañana. Se supone quepara sacar a unos militares que habíancausado destrozos cerca del puente. ¿Teacuerdas? Los que me perseguían.Sobrevivieron al ataque. Hay dos buenosvideos sobre ello. Están en YouTube. Mehe enterado por uno de mis chicos. Si nolo hubiera visto, no me lo hubiera creído.

—¿Te han perseguido? ¿Cuándopensabas contarlo?

—Cuando todo se tranquilizara unpoco. Lo importante es la tecnología queposee el enemigo. No sabemos de dóndela han sacado.—puso el video de internety Sam visualizó como dos personaslevitaban por el rio hasta caer sobre una

caseta de madera.—Sólo hay una personacapaz de diseñar algo así y suinvestigación se supone que la tenía elFBI bajo llave. ¿Alguna explicación?

Sam sólo tenía una respuesta racional aesa pregunta.

—Sabes también como yo que en esaépoca los tramites están muy diferentes yera muy fácil sobornar, sobre todo paraobtener información, subastas de patentesy de más.

—¿Qué me puedes decir de ese talStuart? ¿Supongo que tendrá algúncontacto o hilos en algún lado, no?

—Pues su ficha es confidencial. Por loque sabemos, es una especie decontratista. Supongo que alguien de arribale da una misión y él busca un equipo

especializado. Suelen funcionar así estetipo de misiones.

—¿Un contratista? ¿También tenemosmercenarios?

—Me acabas de informar de unaposible intrusión. ¿De qué te sorprendes?Que estemos en la era digital no implicaque el dinero, el chantaje o la coacción nosirvan como moneda de cambio. El agenteDick Thompson nos informó de ello. Noestamos tratando con cualquiera, estos sonprofesionales. ¿Te acuerdas del incidentedel viernes?—Sam suspiró. Jim accedió auna carpeta y extrajo tres expedientes.—Fuerzas especiales. Incineradas. Trescadáveres. Esas fotos prefiero nomostrarlas.

—No puede ser. ¿Quién está usando de

peones a personal entrenado? No esracional.

Jim arqueó una ceja.—Puede que no lo sepan y estén siendo

engañados, y crean que es una misiónoficial del gobierno. No sería la primeravez que ocurre.

—Sí, lo sé.—el pasado siempreregresaba.—¿Respecto a los topos?

Accedió a otra carpeta y mostró unafotografía.

—Su propio chofer, Iván. Le descubrióen la casa de Capitol Hill, intentó matarley a John también. Y el otro es el que meinformaste anoche, el soldado SteveWhite—apareció su expediente.—Hemosintervenido sus comunicaciones.

Sam sabía que eso era lo menos

prioritario.—Habrá que esperar al cambio de

guardia. Es lo más lógico.—miró su reloj—Menos de cuatro horas. Hay tiempopara organizar un operativo. No me fio denadie ahí abajo. No es seguro. Tampocopodemos informar de un cambio total. Lomás prudente sería un movimientosorpresa.

—¿Además de científico eresestratega?—preguntó Jim.—¿Quesugieres?

Sam se acercó al monitor y accedió almapa del edificio. Una imagentridimensional apareció en el monitor.

—El sistema de ventilación, usando gassomnífero por ejemplo. Limpio, rápido yefectivo, y después atamos a todos. Ya

habrá tiempo para las preguntas.—Sam, que no estamos en la guerra.—

murmuró.—Eso nunca se sabe amigo mío. Hoy

en día, cada día es una batalla por lasuperioridad y la supervivencia del másfuerte. La información es poder. Y aquí,hay mucho poder.

—Pues a trabajar. Tenemos muchosdatos que analizar y muchos cortafuegosque actualizar. Señoras y señores—selevantó y se dirigió a todo el personal enesa sala—durante esta tarde y lo que durela noche, ni Dios saldrá hoy de esteedificio hasta que esto termine y sesolucione. ¿Entendido?—todos asintieron—¡A trabajar, quiero un informeactualizado cada quince minutos en mi

pantalla!Su móvil sonó. Su expresión cambió

radicalmente. Sam apunto de marcharse sequedó quieto al notar su expresión.

—¿Qué ocurre compañero?—la miradade Jim estaba vacía—Ni que fuera tutestamento.

Sus cervicales resonaron en toda lahabitación.

—Parece que tendremos una visita decortesía…en unas horas.

—¿De cortesía?—Sam estaba confuso.—¿Se ha adelantado alguien?

—Eso parece compañero, un viejo yletal amigo. Y es único—Sam sabía aquién se refería.—Te daré una pista. Suhijo está con nosotros.

87

Fábrica abandonada,Límite entre el Condado de

Arlington y el Estado de Washington

Tras las paredes de una fábrica, elinterior de un loft era el mejor esconditeque se podía tener. Adquirido por unaempresa fantasma de Argentina, aquel aquien llamaban fantasma orquestaba suúltima operación en solitario. Veinte añosde investigación y viajes a ambos ladosdel atlántico. Su experiencia militar lehabía servido para sobrevivir. Con media

vida a sus pies y muchas cicatrices en laespalda, había logrado lo que en unprincipio creyó imposible. Derrotar alotro bando. Limpiar su nombre. Recuperarsu vida o lo que quedaba de ella.

—¿Has prestado atención a todo lo quete he enseñado Francesca?—preguntó eldesconocido.—Es vital que hieras a esossoldados y que anulemos ese intercambio.El capitán debe convertirse en el nuevolíder del grupo. Debe ser así. Le he estadosiguiendo durante años. Es el factor clave.Es necesario dar un giro inesperado a losacontecimientos.

Recordaba ese momento. Solo habíanpasado veinticuatro horas, pero era comosi el destino hubiera llamado a su puerta.Quien le iba a decir que realizando un

seguimiento de buceo, un camión enllamas sobrevolaría del cielo y un cuerpointacto caería al agua. Era una señal y laiba a aprovechar.

Gracias a sus contactos de Sudamérica,había conseguido construir una red deinformación que traspasaba el océano. Elnunca olvidaba un favor y por ello habíaestado informando a su antiguo comandohasta que por sus manos cayó elexpediente del capitán MaximillianSheppard, un joven condecorado. Era lacarta que estaba esperando para regresar.Se quitó la gorra y se pasó la mano por lacorta melena que mostraba. Se habíatenido que teñir su cabellera pelirroja ydarse un cambio de imagen para regresara los Estados Unidos y que nadie le

identificara. El pasaporte no había sidoproblema. Existían muchos maestros delengaño y las nuevas tecnologías dedigitalización e impresión aportaban sugranito de arena. Abrió la puerta de unarmario y cogió un estuche metálico. Desu interior extrajo dos tarjetas.«Identificación biométrica—murmuró» Sullave maestra personal, cuantas puertas deseguridad le había abierto. Regresó alsalón y se sentó en el sillón frente a suinvitada.

—Lo primero, olvídate de todo menosde lo que has aprendido conmigo. Todo lodemás es relevante. No han logradoacabar contigo. Tómalo como una segundaoportunidad. Habrá muchos ojos puestosen esa operación, pero a veces…—se

acercó a ella—estas cosas pasan. Tienesuna nueva y última misión. Despuéspodrás desaparecer con lo que te pagaré.¿Alguna pregunta?

—¿Por qué se toma tantas molestias?¿No puede enviar un mensaje y que seencarguen sus antiguos socios?

—No es tan sencillo. Hay muchaspartes implicadas.

Esa pregunta le hizo reír. Justicia. Lehabían robado su vida. Su mujer, su hijo,sus amigos. La redención la tenía ganadadespués de todo. Buscaba una segundaoportunidad. Francesca se levantó y seacercó a la ventana. La persiana estababajada.

—En primer lugar, ¿sólo hay que entrary limpiar la zona? ¿A eso se refiere?—

Metió los dedos entre las láminas de PVCy dejó entrar un poco de luz.—Quid proquo[47], ya me entiende

—Exacto, sólo debes encargarte deasegurar el perímetro. Yo acudiré mástarde. Hasta entonces, continuarás dentrodel edificio. Deberás entrar por la entradade servicio a las siete y media en punto.Yo me encargaré de que las cámaras no teobserven. Hay que asustar a los intrusos.Esta vez no toleraré sorpresas. Lesobligaré a dejarles incomunicados ahídentro. Después, te dirigirás por unsalvoconducto de ventilación hasta losexteriores del puente.—Fran le miróescéptica—Créeme, hay uno.

—De acuerdo señor. Sabe que le debola vida. Haré lo que me pida.

—No dudo de ello. Te he dadobastantes motivos y una exageradacantidad de información de alto nivel.Deberías sentirte halagada. No todos losdías se presenta esta oportunidad. Trasterminar, desaparecerás por la ruta quehemos acordado. En una semana recibirásla transferencia en el número que te hedado.—Jack se levantó.

—Señor, ¿puedo hacerle una pregunta?—Jack se giró.—¿Cómo perdió el ojo?

Jack entendió la pregunta. Vio normalque prestara ese tipo de interés. Pocagente se había atrevido a hacerle esapregunta.

—No me creería soldado. Es unahistoria sin sentido.

—Inténtenlo. He visto muchas cosas.

Jack se colocó delante de ella y sedestapó el parche.

—¿Estas segura?—Fran se llevó la

mano a la boca y aguantó todo lo quepudo. La órbita derecha estabacompletamente vacía y su interior estabacicatrizado. Jack se volvió a colocar elparche y le dio una palmada en el hombro.—poca gente aguanta una situación así.—se dirigió a la nevera.

Antes de que pudiera agarrar el mangode la puerta, escuchó como su nuevainquilina devolvía en el suelo de madera.Abrió la puerta y sacó dos cervezas.Caminó hasta un mueble e hizo unacomprobación en un aparato. Abrió unapuertecita y del interior sacó una pieza de

carbono.—Tu pieza ya está lista querida.—dijo

en alto contemplando la pieza.—Ahorapuedes practicar en el sótano. No todo losdías uno tiene la oportunidad de usar estefusil, es de un contacto del viejocontinente. Te gustará. Un asesino paraalguien que sobrevivió a acabarcalcinado. Una buena historia.—lanzó lapieza a su nueva dueña. Después cerró lapuerta, desconectó el sistema deimpresión y extrajo la tarjeta de memoria.

Francesca admiraba el material quehabía encima de la mesa. Nunca habíavisto en persona ese aparato. Solorumores de una versión completamentemodificada. Desprendía mucho poder.

—¿Puedo hacerle una última pregunta?

Jack asintió con la cabeza.—¿Qué hay ahí abajo tan importante

como para que usted se tome tantasmolestias?

Esa pregunta tenía una respuesta muylarga y no tenía tiempo para contar toda lahistoria. Tampoco le apetecía aflorarviejas batallas. Estaban bien dondeestaban.

—Algo que podría cambiar la actualvisión del mundo si todo marcha bien. Yya que tuve la ocasión de estar presente enla fabricación, una vez hace muchos años,me gustaría no faltar a su demostración.Ahora ve a practicar con el rifle. Tevendrá bien desahogarte, ¿no crees?—Jack giró la cabeza y le lanzó un giñó consu ojo bueno.

—Sí señor, a sus órdenes.

88

Entrega Sorpresa

Los ojos de Patrick se abrieron poco a

poco. La ducha y la siesta le habíanvenido bien. Tenía la mente tranquila.Despejada. Esas últimas treinta horashabían sido pura adrenalina. De repentesus tripas resonaron. Lo único digno quehabía comido había sido la hora anterior.Recordó que John estaba en la habitaciónde al lado. Camino por el pasillo y golpeóun par de veces su puerta.

—He estado revisando las fotos de undossier de la mochila que me quedé parainvestigar. Se nos han escapado unascuantas cosas.

—¿Unas cuantas cosas?—se sobresaltó¿Como cuáles?

—Como esta en la que, de las pocasque sale Tesla, lleva al cuello ciertoobjeto. Mira.

Patrick cogió la foto. En efecto, Teslallevaba una de las tarjetas. A simple vistaparecía un simple colgante, jugaría conese factor.

—Hay que avisar a Jim y a Sam.Avanzaron por el pasillo. En una

intersección chocaron con una mujer conuniforme de seguridad. Parecía que teníaprisa. Se

de Sam?—John no supo que contestar.—Es decir, ¿Tu accediste por el armariode Capitol Hill?

Eso si lo conocía. Patrick no puedo

evitar mirar a su compañero.—Si soy yo—respondió.—Y él es

Patrick, vino con Jim.La mujer lo confirmó por radio.—Venid conmigo. Os están esperando.La mujer se adelantó con paso firme y

rápido. Al girar otro pasillo, había unaplaca representativa. La puerta se abrióautomáticamente.

—¡Que suerte que habéis venido!—exclamó Sam—Gracias agente.—la mujerdesapareció por el pasillo.—Hemosrecibido un mensaje de los captores deAlexandra. Nos ha llegado un video dealta definición de la manera más originaly extraña posible. Aún no lo hemos visto,lo estamos analizando.—señalando laimagen en la pantalla grande—De alguna

forma han atravesado nuestro cortafuegos.¡No me lo explico!

—Eso es un…—John se acercó almonitor— ¡Es un dron!

—Si hijo, de última generación, si mepermites el añadido. Nos están emitiendopor señal de radio un archivo bastantegrande.—El análisis del archivo terminósin presencia de ningún tipo de virus.—Poned el video. Me da la sensación deque nos quedamos sin tiempo a cadasegundo que pasa. Damas y caballeros,tomen asiento.

—Estoy en ello. ¿Llamo a Thomas?—preguntó un técnico.

—Aún no.—Jim meditó—No mequiero arriesgar a que le dé un infarto.Después de ver el video, analizaremos la

mejor forma.En el video aparecía un hombre con la

cara pixelada con uniforme militar. Porlas medallas y los galardones del hombro,se podría decir que tenía alto rango.

Buenas tardes, quien quiera que esté alotro lado, hombres de la C.I.A. y deD.A.R.P.A., si no me equivoco.

Tengo algo que ustedes quieren yustedes algo que mis superiores anhelandesde hace mucho tiempo. La cámaragiró noventa grados y se pudo ver aAlexandra amordazada. Les propongo untrato. Denme las tarjetas, que ustedes y yosabemos y la información de las cajas, yyo les devuelvo a la chica sana y sin unrasguño, por el momento.

Digo eso, porque aquí tengo a una

soldado que salió perjudicada de laescenita de anoche, ustedes ya meentienden, y si no, pregunten a los dosjóvenes que están con ustedes Patrick yJohn se miraron.

Se hará de manera rápida y limpia, unahora y lugar que yo les indicaré antes delencuentro. Nada de unidades tácticas.Nada de sorpresas. En el intercambio, dosde mis hombres que llevarán a la chica, yquiero que los civiles entreguen elmaterial.

Dense prisa, porque el tiempo se acaba.Cierro.

La oficina se quedó en silencio. Lacosa era seria. Ni siquiera eranconscientes de cuánto tiempo disponían.

—¡Iremos!—dijeron Patrick y John.

—¡Ni en sueños!—gritó Jim—¿Yresponsabilizarme de vuestra muerte?Estáis locos. Irán dos agentes de incógnitopara sustituiros.

—Ha dicho que nada de sorpresas.—¿Os creéis que nací ayer?—se giró.

—Es la táctica más antigua del mundo. Lachica que llevarán no será Alexandra,será alguien de su equipo disfrazada comoAlexandra. Seguro que es una trampa. Ynosotros haremos lo mismo.

—¿Y Alex, entonces donde estará?—Estará cerca, como un seguro, en

caso de que las cosas salgan mal. Eso nolo dudéis.—Patrick y John se miraron. Lacosa pintaba mal, pero Jim tenía másexperiencia en ese terreno. No tenían másopción que ceder.

—Primero mandaremos un mensajeaceptando las condiciones.—Jim lo envióa través de la señal del dron.—Segundo,esperaremos a que respondan.—Unsegundo mensaje apareció en pantalla.«20.00 – Acceso puente Key Bridge»—Tercero.—añadió—Seguidme. Sam, tútambién.—Jim salió de la oficina y sedirigió a otra habitación. Sacó una tarjeta,e introdujo un código. La luz se volvióverde.—Lo que vais a ver ahora seguroque lo habréis visto en alguna película.No me extrañaría.

La habitación era grande. Tenía un parde mesas, un ordenador en cada una yvarios periféricos acoplados. Se dirigió aun armario y abrió las puertas. Dentrohabía dos cajas metálicas con sus

respectivas asas.—Cogedlas y ponedlas en las mesas—

ordenó Jim. Mientras, cogió una cámara yle hizo unas fotos a cada uno. Despuéssacó la tarjeta de memoria y la introdujoen un lector de tarjetas—Abrir las cajas yconectar esos cables USB a sus puertos.No tenemos tiempo.

No entendían nada pero hicieron lo queles ordenó. Un simple botón abría elsistema de seguridad. Lo que había dentroles dejó atónitos. Dos rostros de maniquímoldeable y tres pistolas alrededor enposición triangular.

—Esos aparatos tardan quince minutosen reproducir un rostro humano con basede silicona. Por suerte, la plantilla ya estápreparada y lo único que falta es que el

ordenador procese las fotografías, que eslo que estoy haciendo ahora mismo.

Las pistolas se recalibraron yempezaron a segregar a chorro la silicona.

—Sam, busca a dos agente que tengansu estatura y complexión y llámalos ipsofacto.

—Tengo a alguien en mente.—murmuró. Hizo una llamada.

De regreso a la oficina de análisis,todos los agente activos, con el debidonivel de seguridad, se quedaron a esperarórdenes.

—¡Atención todos! —anunció Jim.—Sólo lo voy a explicar una vez.Mandaremos a dos agentes de incógnito alpunto de encuentro y monitorearemos todoel proceso por satélite. Daré las órdenes

por los micrófonos y tendremos unaconversación con el enemigo. Patrick yJohn estarán aquí siguiendo laconversación por si hacen alguna preguntainesperada. Habrá un francotirador a unkilómetro de distancia por seguridad.Suponemos que no traerán a Alexandra,por lo que el objetivo añadido serálocalizar su base de operaciones; en casode que sí sea ella, fuego rápido a losincursores, evitar cualquier movimientoextraño. No nos podemos permitir bajasde nuestro lado. Si quieren jugar,jugaremos. Prepárense. Disponemos deveinte minutos para mandar un vehículo.

89

PISO FRANCO

Preparación

En el mapa que tenían proyectado en

la habitación, observaron como una líneaazul enlazaba el dron con las oficinas. Labarra de proceso se completó y la líneadespareció. El envío se había completado.

—Ahora sólo toca esperar la respuestay prepararnos para ese momento.

—¿Sacamos a la chica de lahabitación?—preguntó Melinda.

Stuart, confuso por la pregunta, sedirigió a sus compañeros para aclarar lasituación.

—¿No pensareis que la vamos a usar aella en el intercambio?—miro a todos ycada uno de ellos.—de ella hemos usadosu imagen para que fuera directo ycreíble. Cuando todo termine lasoltaremos. En ese preciso momento, tú,Melinda, fingirás ser ella y actuarás enconsecuencia. En uno de los maletinesestá todo lo necesario. Alexei ayúdala aprepararse.

Mientras la voluntaria se preparabapara la misión, Stuart no dudó en dirigirsea Sheppard para tenerle ocupado.Disimuladamente se metió la mano en elbolsillo.

—Capitán, voy a darle una misión muysencilla. Necesitarán una manera de llegarhasta el puente. Tome—le entregó una

tarjeta grisácea.— Al fondo de la calle,hay un garaje abandonado. Si retira uno delos ladrillos de la pared podrá utilizar latarjeta. Ya me entiende.

Sheppard observó el objeto. Esosignifica que él no pensaba acudir alencuentro. Otro punto a debatir. Lasituación se volvía más intensa.

—Claro señor. Es muy amableproporcionando todo el equipo.—suexperiencia le había enseñado como tratarcon ciertos superiores. Sobre todo con losque iban por delante de los demás.—mepondré a ello.

Rod, desde la cocina, había visto todala escena. Se imaginaba la situación.Stuart no arriesgaría su precioso cochecon la probabilidad de que resultase

dañado. Había mandado al nuevo a hacerel recado. Disponían entre cinco y diezminutos para preparar todo.

—¿Cómo van los preparativos?—.Stuart se acercó al fondo del pasillo.Alexandra seguía sentada en suhabitación. Melinda estaba delante delespejo. Stuart contemplaba sutransformación.—Muy bien muchacha,acércate.—refiriéndose a Alex.—acércatey contempla un milagro.—Melinda habíaterminado. Cuando vio a su imagengemela, lo entendió todo. No se lo podíacreer. Esperaba que John y Patrick sedieran cuenta del cambiazo. Rezaba paraque en el otro lado tuvieran algún plan.—Perfecto, esto se ve bien, muy bien.Habría que cagarla mucho para que

saliera mal. Hasta el pelo te ha quedadoigual.

—Que conste que no me ha hechomucha gracia cortármelo y el tinte…peroes lo que tocaba.

—Te queda bien—dijo Alexei. porcierto, sería buena idea que te dieras lassegunda dosis ahora. Así aprovechamos yevitamos posibles sorpresas.

Melinda le lanzó una miradaaprobatoria. Alexandra seguía procesandola escena. Le habían robado la identidad.Era igual que ella. El físico era parecido.La altura variaba un poco, pero enesencia, era idéntica.

ЖSheppard avanzó por la acera. Al final

de la calle vio un garaje. La puerta no

tenía cerradura y observó la pared enbusca de respuestas. Uno de los ladrillosera diferente. Pasó la mano y retiro elpolvo. Colocó los dedos de y tirósuavemente de él. Lo dejó en el suelo y seagachó para contemplar el interior.. Sacóuna pequeña linterna y apuntó al hueco.Había un panel con un lector. Sacó latarjeta del bolsillo y lo pasó por encima.Una luz se encendió y la puerta comenzó alevantarse.

La puerta se detuvo antes de terminar elproceso. El óxido debió ser el problema.Inclinó levemente la cabeza y accedió alinterior. Las luces empezaron aencenderse por su cuenta. Dentro sólohabía dos vehículos. Una Chevroletclásico y una todoterreno de seis ruedas.

Ese debió ser su objetivo. Retiró el toldoque cubría la parte trasera. El interior eraespacioso y el rugido del motor le diobuenas vibraciones. Avanzó lentamentepor el garaje calculando la elevación dela puerta. La entrada se había quedadoatascada en un ángulo de treinta grados. Eltecho pasó a varios centímetros del límitede la puerta. Se bajó del coche y volvió acolocar el ladrillo en su lugar. La puertacarraspeó pero realizó su trabajoocultando su interior. Sheppard subió alvehículo y toco el claxon. Había llegadola hora de ver quien acudía a la cita yquien se quedaba en la retaguardia.Sheppard recordó una frase: «Sinremordimientos capitán. La guerra escomo una partida de ajedrez, a veces hay

que sacrificar alguna pieza». Esperabaque no fuera cierto.

ЖEl sonido del claxon se introdujo por

la ventana del apartamento. Stuart indicó aRod que bajase a la chica al vehículo y leinsinuó que más valía ir de precavidosque pecar de ilusos. Rod miró a la chica.Estaba asustada sentada en el sofá con lamordaza en la boca. La tarde había sidomuy extraña, pero tenía un plan y pensaballevarlo a cabo. Rod fue donde Alexandray con una mirada insinuadora, le pidió quele siguiera. Ella, sin más opciones queobedecer, se levantó. Antes de salir por lapuerta, Stuart se le acercó al oído.

—Lo primero, sede a la chica cuandola meta en el vehículo. Y si, por lo que

sea, las cosas se tuercen demasiado, matea los dos chavales y a la chica también.No nos podemos permitirsentimentalismos en esta misión. Hemosperdido demasiado tiempo con esto.

Rod le lanzó una mirada deincomprensión. No podía creer lo queestaba escuchando. ¿Desde cuándo eracapaz de llegar hasta esos extremos?¿Acaso él no iba a ir con ellos? Le estabaponiendo su acusación en bandeja deplata.

—¿No nos acompañas?—No es necesario. Dirigiré todo desde

aquí con el equipo.Rod le miró de reojo mientras salía por

la puerta. Alexandra le esperaba en lasescaleras. Alexei y Melinda se encargaron

de bajar el equipo al vehículo. Rod agarróa Alexandra y cuando bajaron variospeldaños le quitó la mordaza. Ella le miróconfusa. Al llegar al portal, pudieronobservar el enorme vehículo que lesesperaba. Rod se detuvo y agarró a Alexde la mano obligándole a mirarle.Sheppard comprobaba cada centímetrodel todoterreno. Había conseguido que lecayera bien ese crío, le había abierto losojos. Cegado durante años por el trabajo yla lealtad a su nuevo superior,comprendió que esa noche cambiarían lastornas. Más pronto incluso, en pocashoras todo sería diferente.

—No me odies por lo que voy ahacerte, bastante lo hago yo.—le dijo aloído. Alex se quedó paralizada. ¿Habría

hablado la otra mujer con él? Era la únicaexplicación. «No es culpa tuya—respondió ella». Rod se apartó y terminóla conversación. Le inyecto un suero en elcuello y la dejó dormida. «Perdóname, espor tu bien». Rod cargó con ella alhombro. Al salir por la puerta le hizo ungesto a Sheppard para que le abriese lapuerta de atrás.—Menudo bicho.—contemplando las tres ruedas laterales.—¿Podrás con él?

La mirada de Rod lo decía todo. Elcapitán observó el estado de la chica yentendió que eran órdenes de Stuart..

—He conducido máquinas más grandesy pesadas.

Alexei se movilizó al asiento delcopiloto. Dentro del coche Melinda se

acercó a Rod.—Tengo algo que decirte.—Ahora no tenemos tiempo.—dijo

Rod.—Es sobre la misión. Algo no me

encaja.—Rod la miró sorprendido. Alexeiy Sheppard se giraron disimuladamente.Todos habían pensado lo mismo—Lasúltimas veinticuatro horas. Anteshablando con la chica. Que Stuart sequeda en el piso franco.—miró a suscompañeros y tragó saliva.—¿No osparece como si todo lo que hemos estadohaciendo—se quedó mirando a la chica.—ya estuviera preparado con antelación?

Sheppard desvió la mirada y encendióel motor. Si se quedaban más tiempo allíStuart llamaría para preguntar. Alexei

encendió el ordenador de abordó.—¿Tú también te has fijado?—preguntó

Rod a Alexei.—Ya hablaremos de estomás tarde. Hay que reunir todas las piezasdel puzle.

90

Rescate

Los dobles de Patrick y de John

salieron de la habitación y se dirigieron atoda prisa por los pasillos hasta el garaje

—¡Caballeros, en marcha!—ordenóJim.—No hay tiempo que perder.

Desde la oficina, Jim dirigía el controlde la misión. Patrick y John esperabansentados ante cualquier novedad.——Tenemos una sorpresa con la que nocuentan—informó.—Uno de nuestroscolaboradores nos ha donado un medio detransporte. Espero que les resultefamiliar.

Desde el gran monitor central, una

imagen proyectada desde la cámara deseguridad del garaje, mostraba su antiguomedio de transporte.—Activó el canal decomunicación para hablar halar con losvoluntarios.—Recordad, en caso de querealicen alguna pregunta trampa, seguiréislas instrucciones que os demos.Llevaremos la operación en tiempo real,por lo que no debería a ver problemas.

—¿Y si vemos algún movimientosospechoso?—respondió uno de ellos.

—Seguís el protocolo. Sacad las armassólo como defensa, y pedís que procedancon movimientos suaves.

—¿Y si no proceden con suavidad?—preguntó el mismo.

Jim se quedó pensativo. Su caramostraba un gran interrogante.

—En principio debería ir bien. Si escierto que son marines, tendrán un mínimode honor y seguirán su propio código—sugirió Jim pasándose la mano por labarba de varios días, aunque en el fondosabía que esa situación no iba a resultarde ese modo.—A no ser que el dichosocoronel les haya dado otras órdenes—seapoyó en la mesa.— Tenéis un maletíncon todo lo necesario en la parte de atrás.

La alarma de seguridad se activó en lahabitación. Los técnicos intentaronlocalizar el origen del problema. Jim,haciendo honor a su reputación, mantuvola calma. La alarma procedía de lassecciones inferiores.

—¡Quiero imagen! ¡Ahora!—ordenó.—Parece que tenemos un intruso señor,

en los laboratorios.—¿En los laboratorios?—la

probabilidad era nula—¿Justo ahora?La cámara que se guía al Escalade pasó

a un segundo plano, y una nueva ventanamostraba los pasillos subterráneos. Seobservan varios paquetes de color negroadheridos a las paredes de loslaboratorios. Los técnicos se movían todolo deprisa que podían. Jim reflexionabamirando las imágenes. Hace nada habíanestado allí. Alguien había conseguidoburlar la seguridad Y lo más importante.Sólo el personal de alto nivel tenía accesoa esa información.

—Divididlo en dos ventanas. En unaponed las secuencias de hace tres horas ypasadlas rápidamente, y en la otra

mantened las actuales. Quiero ver a quéhora ha sucedido todo.

—¿Qué ocurre?—Sam ababa de entrarrevolucionado.

—Tenemos un intruso.—fue la únicafrase que salió por su boca.

El tiempo empezó a correr de las cuatroy cincuenta minutos de la tarde. Losminutos de las imágenes de la izquierdapasaban muy deprisa. Las cinco, las cincoy cuarto, las seis, las seis cuarenta, lassiete…nada de especial. Jim seimpacientaba. No creían en fantasmas. Lascámaras mostraron una silueta transitandolos pasillos de los laboratorios.

—Ampliar eso que está colocando yanalizar su rostro.

—No puede ser…—murmuró Sam

temblándole las piernasEn otra ventana, la imagen apareció

ampliada. En los cartuchos aparecíaimpreso el logotipo de explosivo C4 y unpanel digital con una cuenta atrás.

—¡Que alguien me explique cómo se hacolado esa rata en este edificio!—su tonohabía pasado de calmado a sargento dehierro.

—Lo que te comente anoche…—analizó Sam—podría ser eso.

El individuo había accedido a losniveles inferiores e iba planta por plantadejando los cartuchos en puntosestratégicos para demoler la estructura.

—Es imposible, lo habríamos notado.—se sentó en una silla cercana a Patrick.El muchacho no podía creer la situación

que estaba viviendo. Había visto como elhombre que creía más duro del edificio sehabía caído con todo el equipo.—¡dóndeestá ese análisis facial!

—Con todo lo que está pasando, yo yame espero de todo. ¿Que podría ser losiguiente? Esa sería una buena pregunta.

La imagen del rostro habíadesaparecido. No estaba pixelada,simplemente se había vueltocompletamente opaca. No se podía sacarun análisis de una superficie opaca.Patrick se acercó a la pantalla. Aúnquedaban un minuto para que empezase laoperación.

ЖLos agentes de incognito se acercaron

al punto de encuentro. A través de la

ventana vieron un vehículo de seisruedas[48].

—Se dirigen a una zona despejada.—informó el agente antes de sobresaltarse alver como un objeto volador pasaba porencima suyo en dirección al grantodoterreno.—¿Qué ha sido eso?

Desde la oficina, Jim monitoreaba laoperación y Sam controlaba los videos deseguridad.

—Acaban de ver el dron que nos habíaenviado el mensaje. No os preocupéis, osvigilamos desde aquí.. Tenéis luz verde.—Jim se relajó en su sillón. Losmuchachos habían ido a las máquinas decomida para tener provisiones. Elvehículo se movía—¡Todo el mundoalerta! Que los servidores de imágenes

por satélite estén libres para estánoperación. No quiero retardos nicolapsos. Informar de cualquier cambioatmosférico. Hasta del tráfico. Todo esimportante. El factor sorpresa es muytraicionero.

ЖAlexei comprobaba que todo estaba

en su sitio y la apariencia era los mássignificativa posible.

—Melinda, ¿estás lista?—preguntóRod.

—Sí, solo algo nerviosa—Respondió.No quiero cagarla.

—Ya sabes lo que tienes que hacer.Alexei, átala y ponle la mordaza y lacapucha. Sheppard, vigila con losprismáticos los movimientos. Poneos los

auriculares para recibir la información ylas máscaras de visión. No me apeteceque nos analicen la cara y tengamos lamala suerte de que consigan obtener algúntipo de información. Todo lo queSheppard vea por los prismáticos,nosotros también los veremos por laslentes. ¿Alguna duda?

Los tres compañeros, bajaron delvehículo. Rod se adelantó unos pasos,sacó una pistola de bengalas y realizó unúnico disparo al cielo.

Ж—Señor, parece que es la señal.—

informó el agente.—Han salido trespersonas y una de ellas lleva una capucha.

El video por satélite les proporcionabauna nitidez impecable.

—Quiero las caras de esos tipos.—ordenó Jim—La de la capucha debe serAlexandra o un señuelo. Esperad a que semuevan un poco más.

—Sobre las tres caras va a serimposible. Llevan máscaras y lossensores de los satélites no puedenrealizar ningún análisis. Sonimpenetrables.

Jim abrió los ojos como platos. Patricky John casi se cayeron de sus sillas, elresto de sus compañeros realizaron lasmismas comprobaciones por si habíandesperdiciado cualquier detalle.

—Así que juegan en otro liga…—murmuró Jim volviendo a su puesto —Ampliad todo lo que podáis. Quiero verel diseño.

Los artefactos faciales poseían undiseño vanguardista, con lentes oscuras.La figura de la mujer era exactamenteigual que Alexandra.

—Ellos nos pueden ver, pero nosotrosa ellos no. Muy inteligente. Me gustaríasaber quién ha sido el artífice de esatecnología. En el maletín tenéis algoparecido—informó al coche.—cogedlo yresponded al aviso.

ЖRod se quedó apoyado en el

todoterreno mientras contemplaba larespuesta del otro bando. Un objetoesférico había salido despedido hacia elcielo y al explotar había recreado unaonda expansiva de color verde que se fuedesvaneciendo. El terreno arenoso les

proporcionaba una buena posiciónestratégica además de ser una ruta deescape perfecta. El dron regresaba paraposarse en la parte trasera del vehículo.Rod presionó un botón del casco y laslentes desaparecieron dentro la armadura.Sheppard también se dio cuenta alobservarlo a través de los prismáticos.Los cuatro estaban estupefactos. «Sé queme repito, pero cuando regresemos hayque aclarar algunos puntos—informóvolviendo a reaparecer las lentes de lamáscara». Emitió un gesto a suscompañeros para indicarles que seadelantaran a través del terreno.

A través de las lentes, gracias a laimagen aumentada, les proporcionaba unavisión de cincuenta pulgadas sobre el

terreno y en el cuadrante inferior derechovisualizaban la imagen que Sheppardobtenía de los prismáticos.

—Salen del vehículo. Atentos.—informó Sheppard.

Ж—¡Mierda!—Jim se alejó unos pasos

para tener una panorámica— Chicos,bajad del coche e iniciar la misión.

Los sospechosos habían iniciado losmovimientos. Debían ponerse a la altura yno dar señales de sospecha. Los agentesbajaron del coche con una mochilaidéntica a la de los documentos. Sepusieron sendas gafas oscuras y seadelantaron unos metros.

—¡Bienvenidos a la reunión!—inicióRod—Creo que tienen algo que nos

pertenece.—retrasmitido por un altavozdel mercedes

—Ustedes también—respondió elagente.—Primero, quítenle la capucha.

Alexei accedió. El resultado les pillópor sorpresa. Con una imagen de archivoen pantalla el parecido era asombroso.Jim se llevó las manos a cabeza. Era delocos La mujer de la imagen llevaba unamordaza en la boca y otra en los ojos.Eliminando esos detalles, el parecido eraidéntico

Patrick y John no daban crédito.—Proceded con la mochila.

Enseñársela.—ordenó JimUn agente alzó la mochila. Rod aumentó

la visión de las lentes y confirmó elpaquete, pero no se fiaba. Todo iba

demasiado bien. Eso no era bueno en unintercambio. No le iban a pillar porsorpresa.

Desde su posición, tenían unapanorámica completa y disponían de lainformación que Sheppard le ofrecía.

—Ese tío no es tonto. Procedan. Saquenlos duplicados de la carpeta y de la tarjeta—ordenó Jim.

Sheppard lo confirmó desde elvehículo. El agente sacó una de las llaves.Sheppard confirmó el artefacto.

—Parece buena, pero no te lo puedoconfirmar. Nunca he visto una.

Rod tampoco por lo que estabanempatados. Era la hora de la fase dos.Alexei cogió un maletín de la parte traseray extrajo una pequeña plataforma

artefacto. Activó un control remoto. Laplataforma se iluminó y se elevó.Sincronizó la pantalla del mando con lasmáscaras para que todos pudieranvisualizar los movimientos.

Ж—Alexandra, ¿te encuentras bien?—la

voz resonó por el perímetro de arena.—Ladea la cabeza para responder.

Melinda ladeo la cabeza. Todo parecíaen orden.

—Algo no me encuadra.—Jim dabavueltas por la habitación.—Parece demanual. Chicos, ¿sabéis alguna cosa quesólo sepáis vosotros?

Patrick y John se miraron. Patrick seacordó de algo.

—Que le pregunte el nombre de mi

gato. Se lo dije hace dos días, pero nuncalo ha visto. Por cierto, espero que laseñora Miw cuide bien de Frank

Una pregunta personal. La mejorestrategia.

—De acuerdo—sonrió Jim.—El quehaga de Patrick que pregunte por el gatoFrank, y recordad que nunca lo ha visto. Yantes de eso, que le quite la mordaza pararesponder. .

El agente diseño una pregunta.—Quitadle la mordaza, queremos

hacerle una pregunta.—Rod vio un graveproblema en ese movimiento. Lainformación.—Me gustaría que me dijerasel nombre de mi gato, sé que te acuerdasde él. .

Ж

—¿El nombre de su gato?—preguntaronlos tres compañeros.

—Alexei haz una imagen del tío ypásamelo para acceder a la red.

La imagen de Patrick apareció enpantalla junto a su expediente. Accedió aun navegador y buscó nombres máscomunes de gato. Hubo una casualidad.—Capitán elija una, y no es por vacilar.

Sheppard comprobó la lista de nombresy suspiró al ver el primer nombre.. Elnombre de Max estaba el primero de lalista. Rod agradeció no tener en sus manosel control remoto. Lo habría hecho unabola de metal con sus manos. Alexandraestaba sedada y no habría forma dedespertarla. Se quedaban sin opciones..

—Elegimos Max.—Rod se arriesgó—

Simula que le dices algo al oído a Alexeiy que él responda.

Desde la oficina observaron elmovimiento. La tensión se respiraba en elambiente y el calor se acumulaba.

—El nombre es Max.—respondióAlexei.

Jim aliviado se sentó en una silla. Todoel mundo respiró tranquilamente. Sevolvió a fijar en el Mercedes. Era decinco plazas y fuera solo había trespersonas.

—Analizad el interior del vehículo.Quiero comprobar algo.

—Jim relájate. Ya sabemos que no esella.

Jim le lanzó una mirada desafiante quecogió a Sam confuso.

—¿Y si está dentro del vehículo?Nadie había barajeado esa posibilidad.

Había sido un fallo muy grave.—Detectamos dos señales de calor.—

dijo un técnico—Es posible que una deellas sea Alexandra.

Por el monitor Patrick observó que unaparato atravesaba la superficie entre losdos vehículos en dirección al Escalade.Jim se dio cuenta.

—Parece una plataforma Rover decarga en miniatura. Lo usaran para lamochila y evitar acercarse.—dijo eltécnico.

—Que se retiren los agentes. Estamisión ha tomado otro rumbo. Queesperen en el interior del vehículo.

Sam salió de la oficina y fue a

investigar los niveles inferiores.Ж

Los agentes se retiraron. Esosignificaba que se habían equivocado.Misión fracasada por un gato. Golpeó elexterior del Mercedes. Se encontraban enmedio de la nada sin opciones que elegir.

—¡A la mierda!, iremos de farol. Lesdiremos que si no proceden con el trámitede los documentos, activaremos losexplosivos que tienen dentro. A ver si asíse ponen nerviosos.—Sheppard y Alexeialucinaron con la respuesta—Siempre hayun plan B señores. Procederemos con laorden. Necesito saber que hay en esamochila.—encendió el comunicador devoz—Si no colocan la mochila en la basemóvil activaremos los detonantes que

tienen dentro de sus oficinas en DARPA¿lo han entendido?

Ж—Jim, soy Sam, el sujeto ha

desaparecido. Pero en la exploración, medicen que han descubierto restos de lo queparece colágeno.

Una transcripción de voz apareció enpantalla. En la oficina de seguridad no selo podían creer. Les estaban amenazando,y por lo que parecía iban en serio.

—Un momento, me estás diciendo quela persona que ha hecho todo eso es unode ellos.—el posible cuarto miembro. Laspiezas encajaban.—Usar un intercambiocomo distracción secundaria, mientraspreparaban la principal.—Muy inteligentey se la habían metido doblada. No podía

permitirlo.—Anulen la operación.Alexandra podría estar dentro delvehículo. Hay que darse prisa. Ejecuten elprotocolo EMP.—ordenó Jim

—Señor, corremos el riesgo dereiniciar todo el sistema de la agencia—explicó un técnico asustado.—nosquedaríamos incomunicados.

—Lo sé, créame—con la adrenalinapor las nubes—pero usaremos el impulsoelectromagnético al mínimo. No se meocurre otra alternativa en el poco tiempodel que disponemos, para desactivar loscircuitos de los explosivos. Que cierrentodas las puertas. Que clausuren losniveles. Que el equipo de búsqueda seretire inmediatamente. ¡Mierda!Estábamos tan cerca.—miro el reloj de la

habitación.—En menos de dos horasvienen los invitados para la prueba.¡Estamos a contrarreloj!

Ejecutaron las órdenes de Jim yactivaron el protocolo que poseía laagencia en caso de emergencia terrorista.En pantalla se mostró el plano del edificioy se visualizó una línea de color azulcreando una red eléctrica.. La ejecuciónse realizó.

Un objeto apareció de la nadaprovocando un gran destello de luz en lazona de la reunión. Todos quedaronaturdidos.

ЖFrancesca se escondió entre unos

árboles cercanos a un kilómetro dedistancia de la escena. Levantó una malla

de hojas del suelo y sacó su equipo. Unaprueba de confianza, una última misión.Sacó un rifle francotirador y bala especial«Primero, la confusión». Se fijó en elviento. Se acomodó en el suelo y ejecutóel primer disparó.

El fogonazo había sido el primer aviso.Aprovechando el despiste, sacó unsegundo arma. Tumbada bajo la copa delárbol, miró a través de la lente el nuevoobjetivo. Descartó a la mujer, el hombredelgado estaba fuera del punto de mira.Sólo le quedó el tío enorme. «Segundo, laejecución». Apuntó a la pierna. A unavelocidad de mil metros por segundo, viocomo la bala alcanzaba a Alexei en lapierna y caía de rodillas en el suelo. Finde la misión. Recogió el material y

escapó hasta el borde del río donde unvehículo le esperaba. Podía desaparecer yempezar una nueva vida.

ЖUna luz despertó a Alexandra. Por

suerte no estaba atada. Se encontraba enla parte de atrás y en el asiento de delantehabía un hombre con unos prismáticos yun ordenador. Fuera del vehículo la vio atres personas, dos hombres y una mujerque era exactamente como ella. Empezabaa recordar ¡Eran ellos! En la pantalla delportátil vio la fotografía de Patrick y laimagen de un vehículo con dos tripulantesen su interior. ¿Habían ido a rescatarla?¡Eran ellos! Sin hacer ruido miró en loscompartimentos de los asientos y encontróun táser. Lo usó en Sheppard y le dejó

K.O. Localizo el claxon del vehículo y lopulso.

—¿Qué es ese ruido?—preguntó Jimsorprendido.

—Es el claxon del vehículo. Debehaber alguien más dentro.

—Confirmado, es Alexandra—dijoPatrick.

—Podría ser.—dijo Jim—Aumente elzoom de la lente.—aprovechemos la luz.—La cámara se acercó más. Se podíandistinguir dos siluetas en el vehículo.—Confirmado, es ella. Nos está avisando.—exaltó triunfal.—Buen trabajo Jack.Bienvenido—murmuró.

Ж—¿Qué ha sido eso?—pregunto Rod

desorientado. En su casco vio como su

compañero caía al suelo. Apareció unaventana mostrando sus signos vitales. Supulso se aceleraba.

—¡Alexei!—gritó Melinda. Se quitó lavenda y acudió a su compañero.

Rod intentó adaptar las lentes a la luzpero era inútil. Sólo cuando comenzó adesvanecerse pudo observar la zona.Realizó un análisis de la dirección delproyectil. La pantalla le mostró un posibleperímetro de lanzamiento. Miró hacía ellugar indicado, realizó varios aumentospero lo único que vio fue varios árboles.

—Nos retiramos, así es imposible. ¿Yquién ha lanzado eso?

—Por lo menos nos ha facilitado unpoco la situación—dijo Melinda—Todose había ido a la mierda.

—Esto no me gusta nada. ¿Alexei estasbien?

El ruso asintió.—Hay demasiadas incógnitas.—dijo

Rod.—¿Entonces todos nos hemos dado

cuentas?—preguntó su compañera.Un segundo ruido captó su atención.

Rod miró hacía el vehículo. Era el sonidodel claxon ¿Por qué Sheppard lo habíapresionado? ¿O no era él? La idea de quela chica hubiera despertado con la luz lehorrorizó.

Alexandra vio cómo se acercaban lastres personas. No le daba tiempo aescapar, pero tenía un arma. Solo podíaarriesgarse. Abrió la puerta. La luz estabadesapareciendo. Vio que la mujer ayudaba

a su compañero. Ambos cayeron al suelo.Alguien la inmovilizó y le quito el táser.

—Es por su bien. Luego tendremos unalarga charla.

Rod le aplico la misma medicina y seguardó el aparato en el bolsillo.Alexandra se desvaneció por tercera vez.Rod, subió los tres cuerpos al interior sinesfuerzo. Se encontró a Sheppardinconsciente y le colocó en el asiento delcopiloto. Recordó que Alexei le nombrola superioridad del nuevo brazalete. Erasu única ruta de escape para evitar que lessiguieran. Configuró el nuevo sistema,aumentó la densidad del escudoelectromagnético y envolvió el vehículoen una fina capa. Arrancó el vehículo ypiso el acelerador de regreso al piso

franco.Ж

Desde el monitor, Jim observó comolas tres personas huían hacia el vehículo ycómo una puerta se abría. La chica caía alsuelo y con ella su compañero herido. Eltercero, daba la vuelta al vehículo pordetrás y cogía por sorpresa a Alexandra.

—Avisad al doctor Thomas de que suhija está viva y de que tenemos lasimágenes. Querrá verlas.—Ordenó Jim.—Seguid al vehículo. Necesitamos conocersu base de operaciones.

El Mercedes desapareció de la pantallapor arte magia. Toda la habitación quedóparalizada. Sus dedos se habíaninmovilizado. Jim cayó al suelo derodillas y contempló la zona desde su

ángulo.—Máscaras de tecnología punta,

desvanecimiento de un vehículo ¿Con quétecnología trabajan estos individuos?—murmuró Jim.

—Electromagnetismo—respondió John.Al principio manejaba una idea en sucabeza, pero era improbable. Eso queacaban de ver requería mucha energía.Nadie, excepto ellos, poseía los diseñosde Nikola Tesla sobre ese terreno.

Jim recibió otro mensaje en su móvil.«Suerte. La chica estará bien. Vigilad

los flancos. Es un consejo».—Maldito seas Jack, ¿por qué apareces

justo ahora?

91

Decisión

De regreso al apartamento, Rod se vioobligado a realizar maniobras agresivaspara evitar los automóviles. Desconocíael alcance de su nuevo sistema y no quisoarriesgarse. Una cosa era utilizarlo sobreuna o dos personas, y otra muy diferentesobre una automóvil de varias toneladas,lleno de gente y equipo electrónico. Eltiempo era la única variable queimportaba en esos momentos. Alexeiestuvo callado durante el viaje. Rodadmiraba la voluntad de hierro de suamigo. Stuart lo pagaría caro.

Con cuidado, descargó a usos

compañeros hasta el interior delalojamiento. El primero de todos Alexei,estaba consciente y necesitaba atenciónmédica de urgencia. Gritó el nombre deaquel que esperaba que se encontrase alotro lado. Al abrir la puerta, su peorpesadilla se hizo realidad. El apartamentoestaba vacío.

Le realizó un vendaje de emergencia yle ayudó a tumbarse en el sofá. Sucompañero le señaló entre suspertenencias y encontró un estuche verdecon una jeringuilla. Le indicó que era lamorfina que había usado con Melinda enel hospital. Regresó al Mercedes y subióa las mujeres.

Sheppard se empezó a despertar. Seencontró en lado del copiloto. Recordaba

perfectamente haber conducido al volantey estar vigilando con los prismáticos elrescate. Miró en el interior del vehículo.Se encontraba solo. Miró por la ventana.Estaba en una calle. No supo situarse. Lacabeza le daba vueltas. ¿Le habíanabandonado? Todo era parte de un plancomo había escuchado momentos atrás.¿Era un cabeza de turco? Necesitabaconcentrarse. Comprobó que su armaseguía en su sitio. Todo le resultabaconfuso. Su puerta se abrió y una mano leagarró. Por instinto, sacó su arma y apuntóa su captor.

—Soy yo, Rod. ¿Pero te has vueltoloco? ¡Aparte eso de mi cara!—sujeto elbrazo de Sheppard con un movimientorápido.

Sheppard parpadeó varias veces. Sumente le había traicionado.

—Perdona.—se llevó la mano a lacara.—¿Que ha pasado? ¿Ya se ha hechoel intercambio? ¿Dónde está la chica?

Rod no quería recordar ese momentotan humillante y decepcionante, perodebía asumir su responsabilidad para conel grupo.

—Era una trampa.—respondió—¿Quérecuerdas?

—El operativo, los dos agentes.Después una ráfaga de luz que me dejóciego y después me desmayé o algo así.¿Me he perdido algo?

—Será mejor que subamos pero antesguarda el vehículo. Todavía no hedesconectado el campo electromagnético.

Me ha sorprendido.—¿Qué campo magnético?—Sheppard

no entendía nada.—¿Como el del puente?—Parecido.—Rod comprobó el

sistema del brazalete. La energía mostrabaun rendimiento del ochenta por ciento. Eraincreíble.—¿Sigues guardando lo que tedio Stuart?

—Creo que sí. –Miró en sus bolsillo ylocalizó la tarjeta.—Aquí está.—Empezaba a recobrar el conocimiento yestabilizarse.—Me pondré a ello.

Rod sabía que el efecto del táserduraría un buen rato, por lo que tomómedidas drásticas. Fue a la cocina, buscóun estropajo y lo cargó de agua. Regresóal salón y lo exprimió en las cabezas delas mujeres. Melinda fue la primera en

reaccionar.—¿Qué ocurre aquí?—miró a su

alrededor y vio a Alexei tumbado en elsofá con la pierna vendada. Intentómoverse pero algo la retenía. Miró susmuñecas. Estaba atada. Movió los pies ytampoco pudo.—¿Qué me has hecho?¿Suéltame?

Rod sabía que esa sería una mala idea.—¿Qué es lo último recuerdas?Habían regresado al piso. Lo último

que recordaba era una explosión de luz yun disparo en la pierna de su compañero.Después, huir hacia el vehículo pero nollegó a entrar en él. Tenía lagunas.

—¿Alexei sigues con nosotros?—preguntó Rod.

—Sí señor, sobreviviré.

Melinda descubrió que Stuart no estaba—¿Todo ha sido una trampa?—

respondió consciente Melinda——Eso parece—Los tres amigos se

miraron entre sí. Habían sido muchasdécadas juntos y cuando Rod hablaba entono serio, significaba que decía laverdad y que tenía pruebas. Sheppardllamó a la puerta y Rod le dejó entrar.—Eso hora de tener unas palabras en común.Lo hecho, hecho está. Capitán, encienda elportátil. Necesito que haga memoria¿Captó alguna transmisión durante elintercambio? ¿Alguna ventana emergentede última hora?

.—Recuerdo que en el momento de luz,un mensaje apareció en el monitor ydesapareció al instante. A partir de ahí,

caí inconsciente.—Sheppard advirtió lasilueta de la rehén sentada justo detrás deMelinda.

—Y sonó el claxon—dijo Alexei desde

el sofá incorporándose para unirse a laconversación.—parece que la luzdespertó a la chica, le dejó a usted K.O. ycayó sobre el volante. Necesitaré quealguien me saque esta bala. Gracias a lamorfina no la noto, pero el camino ha sidoel infierno

—Capitán encárguese de la grabación,Melinda—Rod manipuló su mano y latransformó en un cuchillo largo, le cortólas abrazaderas de las muecas y lostobillos. Soltó a Alexandra que seguíainconsciente y la colocó en un sillón para

que estuviera cómoda.—Voy a ver.—respondió Sheppard—

Ha estado conectado desde que salimosaquí. Si se ha hecho alguna comunicación,estará grabado.

—¿Que le ha pasado?—preguntóMelinda mirando a Alex.

Rod la miró confuso y con expectación.Ella se sonrojo. Era de las pocas vecesque conseguía ese efecto en ella.—antesme nombró una lista con los nombres detodas personalidades que acuden a lasreuniones trimestrales. ¿Cómo una simplecivil iba a inventarse ese tipo deinformación? Ahí es cuando de verdadempecé a sospechar de todo.

Era definitivo, todos habían llegado ala mima conclusión. El único que no había

mediado palabra era el ruso. En partetenía coartada. La mayoría de su tiempo ladesempeñaba en los laboratorios.

—Antes en el vehículo no has dichonada.—refiriéndose a él.

Alexei levantó la cabeza. Agotado porel dolor de la herida.

—¿Y qué queréis que diga?—respondió sin ganas—desde quemejoramos los equipos y renovamos loslaboratorios, ha estado enganchado a míen cada momento, día y noche, con losdiseños y los desarrollos. No he tenidotiempo para procesar un conspiración. Silos tres decís que ocurre algo, lo aceptó ypunto. Por eso somos compañeros, ¿no?—meditó—¿Y el resto... lo sabrá?

Había formulado una buena pregunta.

¿Por qué les había reclutado precisamentea ellos tres? Comunicaciones, ingeniería yarmas. El equipo perfecto. Cerebro,fuerza y habilidad. Dio con la respuesta.

—Porque el resto trabaja en elextranjero la mayor parte del tiempo.—respondió Rod.—Pensadlo, es la coartadaperfecta. Otto, Arnold, Eli e Inesh siempreestán viajando por el mundo comoasesores privados de compañíasfarmacéuticas y de tecnología. Elastrónomo murió hace mucho tiempo, elhijastro del general vive en su propiedad.Ezequiel siempre está haciendo recadosprivados para el general desde que seobsesionó por esos documentos antiguosque adquirió de a saber que coleccionista.Ni yo lo sé. Y la señora Miw está en

Nueva York en el edificio del chaval.Sólo quedan ellos dos. ¡Hijos de puta!—gritó— ¡Cómo no me he dado cuenta!

—Nadie podía preverlo—le calmóAlexei mientras Melinda le sacabala bala.—Te recuerdo que Stuart es el pupilo delgeneral. Aprendió muy bien el malnacido.Ahora ya sabemos cómo actuar.

—¡Frena! Esto hay que organizarlo. Yno podrá ser si terminamos todos en lacárcel por secuestro o por morir abatidos.Mi escudo puede protegernos desituaciones específicas, pero de una balao un misil no lo sé. No podemos entrar enla agencia. No sabemos nada de estanoche, más que habrá una reunión.Conocen nuestro vehículo, seríaimprudente.

Sheppard, escuchando la conversación,se había dado cuenta de que su propio tíole había utilizado. Rod había sido muyamable con él en el calabozoescuchándole y contándole su versión dela historia. Sabía que podía confiar enellos. En el portátil encontró un archivode audio.

«General, misión completada…Continuamos con el plan previsto. Nuestroinfiltrado en DARPA procederá con laincursión en el cambio de guardia. Todoha salido según el plan. La CIA y el FBIestán inmersos en la búsqueda de nuestroshombres…Tengo ganas de probar elproyecto. Ni se lo imaginan. Menudasorpresa se van a llevar.»

Habían descubierto su plan. Alexei

cayó en la cuenta.—Tantas pruebas con el proyecto

Pegasus, con la máquina de teletransporte,los envíos de nanocristales para laenergía, los inversores asiáticos…—levantó la cabeza—decían que era por elprogreso ¡Y un cuerno! Todo estabaplanificado al milímetro. Hemos sido suscobayas.—Rod se fue hacia una pared y lagolpeo con el brazo biónico.—El generallo sabía desde el principio. Pensadlo. Porlo que sabemos, él fue el primero que leyóel libro. Siempre hablaba de un viajedesconocido. De una máquina extraña queescapaba al razonamiento lógico y rompíalas leyes de la física. Os apuesto loqueráis a que Tesla lo intentó y Einsteinencontró la manera de juntar todas las

leyes que existían en un único modelo, lateoría general de la relatividad, y alprobarlo en Filadelfia les salió el tiro porla culata y por ello desapareció. Esa es miteoría.—Rod le hizo un gesto para que secallara. No se había dado cuenta de que lachica estaba en la misma habitación.—Como iba diciendo, creo que lo mejorsería regresar a la fortaleza. Los códigosseguirán siendo los mismos y además tú—señalando a Rod—tienes el mayor rangode seguridad. No debería haber problema.Y el resto del equipo, algún día tendránque regresar. Paso de ir a la cárcel. Me vamuy bien en mis investigaciones. Y creoque el resto más de lo mismo. Además,mirarnos.

Alexei no podía andar, Melinda había

sufrido un ataque casi mortal, Rod habíasido humillado en su terreno. Sóloquedaba hacer una cosa sensata. Sedirigió a Sheppard y le puso una mano enel hombro.

—Capitán, preste atención porque sólolo diré una única vez. A partir de ahora,usted queda al cargo para finalizar todoesto.—Sheppard abrió los ojos.—crearemos un mensaje con usted y la chicay lo mandaremos de nuevo a la agencia.Nosotros nos retiraremos. No se cómo,pero ya se me ocurrirá algo. Usted nopinta nada aquí. Sinceramente nunca lo hahecho, desde el día que apareció por labase, y lo menos que podemos hacer esque se libre de una mancha en su historial.Puede que en el fondo haya un final feliz.

Nunca se sabe.Sheppard procesaba toda la

información de la misma manera quehabía aprendido en el ejército. Menteanalítica. Mente fría. Volver a cambiar debando. No, en realidad, le estabanhaciendo un favor. Tenía una cuentapendiente. Y regresar allí le brindaba laoportunidad de tener un cara a cara con subenefactor. Decidido, se levantó yestrechó la mano con Rod. Todo habíaquedado claro

—Había acertado desde el principiocapitán—respondió emocionado Rod—elgeneral acertó con usted. Ya fuera parabien o para mal, el hecho, es que acertó.Igual hay sorpresas.

—Por cierto, se cómo pueden retirase

de este lugar.—respondió Max.—Existeun segundo vehículo en ese garaje.

Esa respuesta iluminó la cara deAlexei, que necesita un tratamiento másadecuado con urgencia. Esos ya no eranlos viejos tiempos donde eraninvencibles.

—Entonces todo arreglado.Alexandra se incorporó, se encontraba

mejor. Estaba de frente a todo el equipo.Le empezó a entrar el pánico, pero cuandovio las miradas de sus rostros y la heridade la pierna del tío grande, se relajó.

—Bienvenida al mundo, ¿cómo seencuentra?—preguntó Rod.—Verá,primero, siento haber usado el táser enusted, pero no tuve opción; y segundo,hemos estado hablando y llegado a la

conclusión de que todo esto pintaba maldesde hace bastante tiempo. Parece quehicimos bien en dejar que Melinda—señalándola—hablase con usted. Le ruegoque nos perdone…—Alexandra miró aMelinda, que la devolvió una ligerasonrisa.—Y necesitamos su colaboraciónpara un último movimiento. Si se fijabien, aquí falta alguien.

Alexandra miró a su alrededor. Eraverdad. Faltaba el tal Stuart. Todo eracierto. Sheppard se dirigió a ella.

—Señorita, ¿nos ayudaría a enviarle unmensaje a su amigo…de colaboración?

El resto del equipo se esperaba esareacción de él. Alexandra se quedó muda,pero lo vio razonable. Entendió lasituación.

—De acuerdo, les ayudaré con muchogusto. ¿Cómo he de llamarle?

—Usted es una civil, así que puedellamarme Max. Usaremos su móvil si nole importa.

92

Oficina de análisis

Los técnicos pasaron infinidad de

filtros al video. Al final, consiguieronsacar algo de luz.

—Señor, la dirección de la luz procedede algún punto entre la agencia y la zonade la operación a algo más de unkilómetro del puente.

Jim golpeo la mesa. Habían cruzado sulímite. Miró a Sam. Ambos estabansorprendidos.

—¿A Thomas le falta mucho parallegar?

—Me ha dicho que sube en cuantopueda.

Recibieron otro mensaje por la red,esta vez desde más lejos.

—¡Ahora no estoy de humor para otrovideo de un secuestro o algo parecido!—se giró y se dirigió a la puerta.

Aparecía una persona y a su ladoAlexandra en perfecto estado. Esa imagenalegró a todo el mundo. El profesorThomas apareció por la puerta. Jim leseñalo que se acercara al centro.

«Me presento, mi nombre esMaximillian Sheppard, de rango capitán.Hace más de veinticuatro horas algodesencadenó que recibiéramos unallamada en calidad de misión. Nuncapensamos, con el debido respeto, queunos civiles, pudieran producirnos tantosproblemas ni que tuvieran tanta maniobra

de evasión…»—¿Nos están lanzando un halago?—

preguntó Patrick.—Parece que si—Thomas le dio una

palmada en el hombro.«El secuestro de la señorita no estaba

planeado, simplemente surgió. Todosestábamos en el lugar equivocado en elmomento equivocado. En mi defensa, trasdeliberar con mi equipo los últimoshechos, hemos llegado a la conclusión deque hay alguien detrás de toda esta tramade órdenes y planificaciones, porque hasido más complicada de lo que debería aver sido en un principio y no tenemostiempo para explicarlo ahora. Recalcar,que la mujer que sus hombres habían vistoantes, era mi compañera, utilizando un

disfraz. Y nos gustaría ayudarles aresolver esto, si ustedes lo ven oportuno yde las mejores maneras posibles…»

—¿Nos están pidiendo una alianza?—preguntó Jim.

—Esto se vuelve cada vez másinteresante—dijo Sam—hacía tiempo queno veía algo así.

«Desde la famosa operación de los 90,existen pruebas que creemos que podríanayudar a aclarar este asunto, y comoustedes disponen de mejoresherramientas, se las mandaremos a travésde un segundo mensaje que deberíallegarles mientras ven este video.Llámennos cuando tengan una respuesta yhablaremos. Corto y cierro.»

Al móvil de Patrick llegó un archivo

encriptado de audio.—Analizadlo—Ordenó Jim. Se

registraron dos voces. Apareció unexpediente. La imagen la reconocieron—Ya sé quién es ese general.

—Yo también—pensó Thomasrecordando viejas reuniones

—Esto va a ser divertido. Patrickhazme un favor y llama al capitán.Tenemos que planificar su visita a lasinstalaciones.

ЖDesde la habitación, la llamada del

teléfono se reprodujo en el ordenador.—Señorita, si nos hace el favor—dijo

Rod.—Alexandra, por favor—respondió.—

Cogió su móvil.—Hola Patrick—preguntó

dulcemente—¿cómo va todo por ahí?—Patrick ya no sabía si reírse o echarse allorar.—Te paso al capitán Sheppard.Creo que tenéis que hablar.

—Señor Evans, soy Sheppard. ¿Cómolo hacemos, nos dan cobertura oaccedemos formalmente?

Sam le señalo que la entrada principalno era una opción. Jim buscó alternativasy activó el manos libres.

—Acérquense a las nueve en punto alas coordenadas que le mandaré al móvil.—quitó el anos libres.—Sam, ve apreparar la comitiva de bienvenida.Nosotros iremos más tarde.

—De acuerdo. Por cierto Patrick, laseñorita tiene ganas de verle, se le ve enlos ojos. Corto y cierro.—se despidió

Sheppard.Patrick colgó el teléfono y se sentó. Vio

la cara de la gente queriendo preguntar ytuvo que pararles en seco.

—No quiero ni una pregunta. Ahoraquiero descansar la cabeza.

—Todo el mundo a sus puestos.—Jimle echó un cable. Activó su micrófono dela oreja—¿Cómo va por ahí abajo lalimpieza?

—Ya casi hemos acabado señor.—Cuando acaben guarden, empaqueten

y catalóguenlo todo. Quiero ver con quéestamos tratando.

Jim se llevó a los chicos a recibir a susnuevos compañeros

—¿A dónde nos dirigimos?—preguntóPatrick

—Es una sorpresa.

93

Almacén

Uno de los rincones más alejados del

complejo, uno de los varios de accesos algran almacén que poseía el máximo nivelde seguridad.

—Chicos, tenéis que saber una cosaantes de continuar. Vais a ver artefactosextraños, incluso prototipos ¿queda claro?

—¿Alguna máquina del juicio final?—Patrick se vio obligado a hacer lapregunta. Si existía una máquina paratransportar energía y seres vivos, porqueno una para destruir el mundo.

—No, esa aquí no la tenemos.Dentro de la habitación observaron

varias vitrinas de cristal en posiciónvertical. Mientras estaban distraídos, Jimse acercó a un interruptor y encendió laluz. Después prosiguió por el pasillo. Lavida de Patrick y John había vuelto acambiar. Esas imágenes habían cambiadosu percepción de la realidad. ¿Quiéneseran los artífices de esas maquinaciones?¿De dónde les venían esas ideas? ¿Erasimple y pura inspiración o existía algúnelixir milagroso? Era increíble lo queimaginación humana era capaz dedesarrollar y crear.

—Bien señores, hemos llegado anuestro punto de encuentro.—Jim seencontraba ante una puerta.—Yo soy unode los pocos que lo tienen acceso a estepasillo. Y ahora síganme y no se pierdan

caballeros.Podían ver cantidades inmensas de

cajas de todo tipo y etiquetas específicasen balda de las estanterías: dispositivos,recambios, frágil,… Cruzaron un primerpasillo y giraron en un cruce de caminos.Jim aumentaba la velocidad. Los chicosse distrajeron con un mapa del almacén.Recordaba a un laberinto. Se dieroncuenta de que Jim no estaba,

—¡Mierda! Jim—Patrick se llevó lasmanos a la cabeza e intentó encontrarle através de las baldas.—Creo que se fuepor la derecha.

Se oyeron pasos, pero no se veía anadie. Aceleraron el paso.Definitivamente habían perdido a Jim.

—Habrá alguna forma de encontrarle.

Busquemos en estas cajas.—¿Qué pretendes encontrar?John encontró una donde había unas

gafas que parecían del ejército. Patrickencontró una caja con guantes.

—¿Qué has encontrado?—preguntóJohn.

—Poca cosa, unos guantes curiosos—respondió y al hacer un movimiento demuñeca, unas luces se activaron y lasuperficie de la balda empezó a temblar.Los tornillos de la balda empezaban asoltarse y eso era mala señal. Movió lamuñeca hasta que el guante se apagó y selas guardó.—A ver esas gafas, póntelas.

John pulsó un pequeño botón. Vio lasestanterías en tonos azules. Se giró haciaPatrick y vio tonos anaranjados.

—Mola, es una cámara de visióntérmica.

—Visión térmica—murmuró Patrick—¿Podríamos seguir el rastro de calor queha dejado Jim?

—En teoría sí—encontró otro botón yun panel de calibración apareció en elvisor.—Todo es probar.—Giró a sualrededor y encontró el rastro, pero sedesvanecía.—Tenemos que darnos prisa.

Siguieron la estela de calor sin perdertiempo. Atravesaron otra intersección. Alinstante, en el suelo, se iluminaron líneasde un azul blanquecino. Las luces de cadapasillo se encendieron. Jim les esperabafrente a una puerta que parecía que dabaal exterior.

—¿Os habéis perdido?—les preguntó.

—John seguía llevando puestas las gafas,y cuando Jim le hizo un gesto deobservación, se las quitó.—Veo que yaconocéis el almacén de la agencia ¿Quéos ha parecido?—Jim no parecíaenfadado, al contrario, parecía contentopor haber logrado encontrarlo.—Nuestronuevo amigo debería llegar de unmomento a otro.

Fuera había un patio. Un elevador y unarampa comunicaban el almacén con lasuperficie.

ЖEn el interior del Mercedes, Sheppard

disimulaba su nerviosismo. No le dabamiedo ir sin sus compañeros, sino cómoreaccionaría el resto cuando sólo vieran auno de ellos. A su lado, Alexandra había

bajado la ventanilla para que entrara elaire fresco de la noche. Acaban de pasarel puente cuando rememoró el lugar de loshechos. El día y la noche, la luz y laoscuridad, una larga combinación deacontecimientos. Sheppard comprobó losdatos del GPS. La ruta se salía de lacarretera a través del terreno. La mantaarenosa fue cubriendo la carrocería.Alexandra se vio obligada a subir laventanilla. Sheppard resopló. El trayectoera perfecto para no dejar rastro, peroadmitió que no veía nada por el cristal.Simplemente se guiaba por lasindicaciones del navegador. Y hasta elmomento había acertado. El GPS lesdirigía hasta una valla de seguridad.

El todoterreno esperó su oportunidad

para acceder al interior. Una luz verde seencendió y la barra se elevó. Seencontraron frente una rampa.

Técnicamente lo podía considerarcomo otra misión más, pero se sentíaengañado. Era inocente y necesitasolucionar todo eso de una vez por todas.Miró al frente y contempló como susanfitriones le esperaban.

Alexandra sacó una mano del jeep ysaludó a sus amigos. Sheppard aparcófrente un elevador de carga vallado. Alexbajó por sí misma. No lo dudó un instantey corrió a abrazar a sus dos amigos. Jimse acercó al capitán y le estrecho la mano.

—Capitán Sheppard, por fin leconozco. Veo que ha venido sólo.—visualizó el interior del vehículo.—¿Sus

tres compañeros nos acompañarán en lavisita?

—Han ido a resolver algunos asuntos.—tomando aire.—Todo ha resultado sercomo un espectáculo de marionetas.

—Entiendo.—él debía ser la ovejablanca.—Si me permite me gustaríahablar con usted.

—Claro.—respiró hondó—¿Hanpodido escuchar la grabación? Quedaclaro que era una trampa.

—Sí, no se preocupe por eso. Si no nosfiáramos, usted no estaría aquí ahoramismo. ¿Me entiende?

—Claro señor.—la retórica era directa.— Y ¿en qué puedo ayudarle?

—¿Sabe quién es el jefe de su jefe?—Sheppard se quedó mirando a Jim. Esa

conversación podía durar mucho tiempo osólo el necesario. Todo dependía de lasrespuestas.—Si le dijera que sé quién esapersona de arriba, ¿me ayudaría aatraparla? Lo tomaría como un favorpersonal. ¿Qué me dice capitán?

No tenía alternativas si quería mantenerlimpio su expediente. Pero también queríasaber hasta qué punto habían logradollegar en la investigación.

—Solo respondíamos ante el coronelStuart. Supongo que él recibía las órdenesde alguien de arriba.—respondió con tonotranquilo.

—Verá—Jim se finó la voz— Cuandose ha identificado en el video, elprotocolo nos obliga a buscar informaciónsobre cualquier persona que esté

involucrada en algún asunto. Y encontré,que su tío Bart Sheppard, murió en acto deservicio bajo la supervisión de esehombre de 1991. Y analizando losarchivos de audio que nos envió,reconocimos esa voz. Para asegurarnos,debido a ese incidente, le pasamos por unescáner y daba como resultado en uno97% de probabilidades de que era él.¿Puede explicarlo?

Sheppard quedó boquiabierto. Esarespuesta le había pillado por sorpresa.Sabía que el tal Stuart le había utilizadopero desconocía que su tío fuera susuperior, aunque recordando la historiaque había escuchado minutos antes sobreel general y toda la tecnología que habíavisto ese día, no le sorprendía nada que

siguiera vivo. Otra persona que añadir ala lista. Mataría dos pájaros de un tiro.No consentía que nadie se burlara de él.Asintió con la cabeza.

—Pero podría existir una mínimaprobabilidad de que no fuese, ¿no?

—Hijo, un 97% de parecido es unaprobabilidad muy alta y aparte, hay másevidencias que le identifican a las queusted no tiene acceso.

Sheppard le miró fijamente a los ojos.Jim ni se inmutó, se esperaba esareacción, era la misma que tuvo Patrickcuando se enteró de lo de su padre.

—Usted y el señor Stevens compartenmás cosas de las que creen,

Patrick se encontraba con Alexandra.Por fin podían relajarse un poco. El

peligro había pasado. Pero al oír esahistoria, se vio reflejada en ella.Secretismo, traición, engaño. Una vida demisterio.

—Digamos, que algo parecido.—miróal capitán y asintió.

—Bien capitán, tengo que enseñarle loque su jefe casi les ordena activar ¿sabe aqué me refiero? Casi nos da un infarto ahídentro al oír la amenaza con nuestroshombres afuera.

—¿Disculpe?—preguntó Sheppardconfuso.—¿Activar?

Los tres hombres se quedaron mudosante esa pregunta. La cara de Sheppardmostraba ignorancia total hacia lapregunta.

—¿No sabe nada de los explosivos?

Sheppard recordó el farol que Rodhabía lanzado durante el intento deintercambio.

—Eso fue un farol. No iba en serio.Nos quedamos sin respuestas tras lapregunta del gato.—Jim palideció. Siellos no habían sido, ¿Quién había sido?El mensaje de Jack regresó a su cabeza.Maldita mente maquiavélica,, él era lapersona del kilómetro de distancia.—¿Alguien les ha colocado explosivos ahídentro?—señalando el interior de laagencia.—¿Al mismo tiempo que elintercambio?—Sheppard no salía de suasombro—¿Cómo los han inutilizado?

—Con un pulso electromagnético debajo nivel…algo parecido a su actuacióndel puente, ya sabe—Jim se pasó las

manos por la cara, la situación escomplicada cada vez más.

Alexandra se acordó en ese momentodel fogonazo y de haber visto a Patrick y aJohn y se fijó que estaban perfectamente

—¿Estáis bien? Me refiero a lo de laluz esa de antes.

Patrick miró a John. Recordaron laoperación.

—En realidad no éramos nosotros—dijo John. Alex se sorprendió—Como lachica que tenían atada no sabíamos si erastú, se decidió usar dos agentesdisfrazados para realizar la operación.

—Sí, he podido hablar con ella.Gracias a ello, creo que sigo todavíaviva.—Los chicos le pusieron una miradaextraña.—Luego os lo cuento.

Jim dirigió a todo el grupo al interiordel almacén.

Ж—Jim, responde—preguntó Sam.—Dime, compañero, ¿qué sucede?—Me acaban de informar de que el

alcalde se va a adelantar debido a ciertascancelaciones de última hora, por lo queha agilizado su agenda. Debido a ello, nopodré estar en la operación del cambio deturno. Tendrás que ir tú en mí lugar.Puedes llevar al capitán y los muchachos.Lo interpretaríamos como colaboración.

Jim sopesó la idea. Era bastante casualque el alcalde avisará a última hora, perono podían sospechar de él. No tenía nadaque ganar más que unos votos para símismo, en cambio, bastante que perder, la

vida. Sheppard estaba preparado.—Todo en orden. Ocúpate del alcalde,

yo me encargo del resto.Dos civiles, un físico y un marine. ¿Qué

podía salir mal? Dentro del almacén lescondujo por una serie de pasillos hasta lazona de los explosivos inutilizados. Enuna de las baldas se podía contemplar unacaja con un maletín y una nota puesta.

—Hemos llegado, capitán acérquesepor favor.—Sheppard, tranquilo, seacercó a la posición de Jim.—Como biensabemos, usted recibía órdenes. Aquítiene sus nuevas órdenes.

En la caja había ocho paquetes deexplosivo plástico y las pantallas habíansido desmontadas.

—Ya veo señor—Cogiendo uno con la

mano y revisándolo.—¿Y qué pretendeque haga con esto?

—Darle un susto al hombre que mandóesa orden a su superior y capturar a sujefe, ¿qué le parece?—Sheppard estaba unpoco confuso. Las pantallas estabaninutilizadas, habría que cambiar loscomponentes. Giró una mirada hacia Jim.—Exacto capitán, veo que lo vacomprendiendo. Por cierto, tendrán queayudarme en ese asunto.—Jim miró dereojo al resto del equipo. Todos estabanen ascuas.—Les explicaré el plan.Primero tenemos que evitar que una bandade maleantes se infiltre en la base dentrode poco tiempo.

—¿Intrusión? ¿Ayudar?—preguntaronPatrick y John. Se acaban de convertir en

militares.—El archivo de audio que hemos

escuchado antes chicos. Se refería a ahoraen el cambio de turno. De eso se podránencargar nuestro nuevo reclutas, si lesparece bien.—Sheppard asintió lanzandouna mirada a sus nuevos compañeros queasintieron a la vez.—Perfecto. Usaremosgas para desorientarles. El capitán, queposee más experiencia en combate, lesdirigirá, así que estén atentos. Después lesinmovilizaremos. Más tarde, irá otroequipo a por ellos. Por aquí deberíantener máscaras, búsquenlas.

—¿Y por qué no se encargan sushombres de ellos en vez de nosotros?—preguntó Alexandra.

Jim la miró. Era una chica lista. Eso le

gustaba en un soldado.—Verá recluta. Hoy es un día especial

en esta institución. Vamos a recibir aciertos invitados, entre los que seencuentre el alcalde, un accionista yademás, un pez gordo, el jefe de su jefe—señalando a Sheppard—¿me explico? Yante todo, hay que proteger la vida delalcalde, ya que hoy no me fio de nada,excepto de ustedes.

—De acuerdo ¿Y segundo?—volvió apreguntar.

—Y segundó…iremos a por el pezgordo en el último punto de la visita—leechó una mirada a los chicos—que enprincipio ustedes no tienen autorizaciónpara entrar.

—¿No tendrá que ver con esa famosa

mochila y su contenido?—Depende como trascurran las cosas,

me lo pensaré.—Aceptaremos cualquier orden que

nos dé, señor.—respondió Sheppard ennombre del equipo.

Jim sonrió. El capitán era comoindicaba en su hoja de servicios. Y esotambién le gustaba. Repartió tresdispositivos entre los elegidos.

—Bien caballeros, este será su equipopara esta misión. Los dispositivos tienenla imagen de nuestro objetivo, espero quesiga siendo igual—mirando al capitán.Sheppard examinó uno de ellos y leconfirmó el rostro de Stuart.—Prepárense.Partimos ahora mismo.

Ж

Sam se encontraba en la entradaprincipal. Con un aperitivo de última horaen la mano, contemplaba como el cochedel alcalde se acercaba hasta su posición.La estela de polvo de su alerón era suviva imagen personificada, muy de suestilo y al parecer, acudía sólo. Eso podíaser un problema. Un par de agentesacompañaron a Sam en la entrada. Elalcalde de nueva York hizo sonar elclaxon varias veces.

—Nunca cambiará, es como un niño—murmuró.

—Hay que añadir que se lo puede—uno de los agente se quitó las gafasoscuras.—permitir.

El coche frenó enfrente de ellos.—Cierto…eso es verdad.—respondió

Sam.—Pero esto es pasarse.—Buenas noches caballeros.—El

empresario se bajó del coche. Vestía unpantalón vaquero y una camisa de rayasverticales.

—Alcalde—saludó Sam—le veo enforma.

—Por favor llámeme Marc. Sientohaber avisado con tan poco tiempo, perome pillaba de camino y decidí acercarme.¿No habré estropeado la visita, verdad?—preguntó en tono bromista.

—No diga tonterías Marc, pero nos hahecho un favor. Como pronto llegarán elresto de los invitados, queremosproponerle un juego.—El alcalde le mirócon sorpresa. Le encantaban lassorpresas.—¿Alguna vez se ha puesto un

chaleco antibalas?—Pues sabe una cosa—se puso los

manos en la cintura y se inclinó.—siempre he querido ponerme uno ¿no mediga que hoy es mi de suerte?

Sam les hizo una señal a los agentespara que informaran a Jim y se llevaran sucoche al parking. Al acercarse a la puerta,el escáner revisó al alcalde y la puerta seabrió automáticamente.

—Agente Mason, señor—llamó por elcomunicador el agente.

—¿Si? ¿Qué ocurre?—El agente Thompson se ha llevado al

alcalde para que se pusiera el chaleco.Todo marcha según lo previsto.

—De acuerdo, infórmenme si haynovedades. Corto y cierro.

ЖDos coches de color negro se

acercaban al punto de seguridad. Elguarda advirtió su llegada y siguiendo elprotocolo, salió a recibirles.

—Sus identificaciones y el permiso,por favor—señaló el guarda. El hombrebuscó en la guantera y sacó uno papeles.—Según me han informado iban a venirtres vehículos, ¿saben que les ha pasado?

—Les han mandado nuevas órdenes.Nosotros seguimos el horario establecido.

—Nadie me ha informado de ello.Esperen.

El guarda se metió en su cabina y llamópor radio.

—Te dije que harían preguntas—hablóunos de los hombres.—nos van a

descubrir.—Tranquilízate, lo último que tiene que

notar es que estemos nerviosos.El guarda seguía en su cabina.—Señor, tengo aquí dos vehículos que

vienen por el cambio de guardia, pero enmi informe indica que deberían ser tres.

—No se preocupe agente—respondióSam—esto es una misión encubierta.Usted déjeles pasar y comuníqueles quetodo está en orden.

—¿Una operación…?—mantuvo lacalma.— adie me ha informado.

—De eso se trataba. Y cuánto menossepa usted, más natural parecerá—letranquilizó.—El agente Jim se encargarádel resto.

El agente sabía que ocurría algo, pero

su superior tenía razón, cuanta másinformación supiera más en peligropondría su vida.

—De acuerdo señor. Usted manda.Para que sepa, son dos vehículos.Supongo que unas seis u ocho personas.

El guarda colgó el teléfono y se dirigióa la puerta de la cabina

—Esto no me gusta—dijo de uno de loshombres.—Sacó una pistola y la preparódentro del coche.

—¡Que guardes eso!—le ordenó susuperior.

—No pienso arriesgarme. Si cuandoregrese dice algo que pueda indicar unatrampa, le disparo.

—Si haces que nos metan a todos enproblemas, yo te meteré la bala a ti, ¿lo

has entendido?—Se acerca—dijo un tercer hombre.—Parece que todo en orden,

caballeros. Disculpen las molestias.Habrá sido un error de la administración.No es la primera que pasa.

—El papeleo siempre causa problemas—dijo el número uno.

—Esperen a que levante la barra yprosigan.

—Gracias agente. Que pase un buendía.

El guarda se metió en la cabina. Labarra se levantó lentamente. Los doscoches pasaron al interior del perímetro.El segundo coche llevaba las ventanastintadas. El guarda cogió el teléfono yvolvió a llamar.

—Señor, el segundo coche llevaba laslunas tintadas. No he podido ver elinterior.

—Gracias soldado. Déjennos el resto anosotros.—Sam llamó a Jim.—Doscoches se acercan al otro lado de tuposición. El segundo lleva las lunastintadas. Habrá que suponer que es paraimpresionar.

—Estamos preparados, no tepreocupes. Tengo un nuevo equipo.—cortó la comunicación.—Chicospreparados, llegarán en cualquiermomento. Patrick, John os encargaréis deatarles con estas abrazaderas—sacandoun puñado de un bolsillo.— Alexandra túte encargaras de vigilar desde el sistemade ventilación

—Entendido—respondieron los tres.—Sheppard, le necesito concentrado,

¿me oye?—No se preocupe—respondió

Sheppard—me entrenaron para ello.—Llego el maldito momento.La puerta del garaje se levantó. El

primer coche accedió al interior. Elsegundo le siguió de cerca. Aparcaron ensus respectivas plazas. Los integrantes delprimer vehículo bajaron del coche y sedispusieron a inspeccionar la zona. Ellíder del primer vehículo se acercó alsegundo vehículo, y golpeó la ventanatrasera. La ventana descendió.

—Todo despejado señor.—De acuerdo, no quiero sorpresas.Los dos equipos empezaron a

movilizarse por el interior del garaje.—Alexandra, ¿ves algo?—preguntó el

capitán.—Acaban de entrar—respondió por su

transmisor—estos juguetes son bastantesútiles.

—¡Y qué te esperabas!, estás en elToys’R‘Us de la tecnología.—respondióJim desde su posición.

Alex vigilaba desde el sistema deventilación. La fibra óptica era muyoportuna para ese tipo de operaciones

—Estoy viendo al coronel.—¿Estás segura?—Sheppard y Jim se

ajustaron el micrófono.Alex enfocó el visor de la pantalla.

Comprobó la imagen. No había duda.—Confirmado, es él. Capitán, el

coronel está aquí.Sheppard le levantó el pulgar a Jim.—Oficina central, aquí Jim.—susurró

—A mi señal, apagar la ventilación en elsector del garaje y sus extractores,¿entendido?

—Entendido señor—respondió uno delos técnicos.

—Todos atentos. Alex ten cuidado.Chicos esconderos. Sheppard prepárese.Todos listos. Comienza la hora de lastortas.

Ж—Caballeros, mantengan un perímetro

que salga de aquí.—informó el lídernúmero uno. Tenemos que asegurar toda

la planta.—El número uno se acercó alnúmero dos.—¿Qué opina de lo quevamos a hacer ahora?

—Señor a mí me pagan por recibirórdenes, no por cuestionarlas.

—Así me gusta.—¡Ahora! Apaguen.—ordenó Jim por

el micrófono.Poco a poco el oxígeno fue

disminuyendo. Los hombres empezaron amurmurar entre ellos. De repente, unosobjetos irrumpieron en la zona yempezaron a desprender una sustancia.Era gas.

—¡Es una emboscada!—alertó uno delos hombres.

—No, no es una emboscada—giró a sualrededor—¡es una trampa! Sabían que

veníamos—dirigiéndose a su superior—tedije que había que matar al guarda. Nosdelató.—expresó el segundo al mando.

El gas fue cubriendo todo el perímetro.Uno a uno, fueron cayendo.

El efecto había sido rápido y efectivo.Patrick y John con las mascarillas puestas,aprovecharon para atar a los soldados.Alex salió del conducto.

—Activen el sistema de ventilación ylos extractores. Hay que limpiar toda estazona—ordenó Jim.

Los extractores absorbieron la burbujade gas. Sheppard salió de su posición y seacercó al coronel. Ahí estaba el hombreen quien había confiado y le habíautilizado. Muchas vidas se habían puestoen peligro y jamás lo olvidaría.

Desenfundó su pistola y le apuntó a lacabeza.

—¡Capitán deténgase!—le ordenó Jim.—¿Para qué? Seguro que cuando todo

esto acabe, alguien de arriba le sacaimpune para realizar otra misión o Diossabe qué.

—¿Estás seguro de eso?—¿Usted no?Ambas miradas se cruzaron. Ambos

conocían ese mundo. Los movimientospolíticos. La cadena de favores. Lapirámide de la sociedad.

—Yo creo que le ha pasado como austed. Le han utilizado para un fin, pero nolo ha completado.—intentó calmar elambiente.—No se preocupe por laspruebas. Aquí cualquier movimiento se

registra.—¿Me lo promete?—su cara

desprendía rabia acumulada—Delo por hecho—respondió—

¿chicos, como vais?—Sólo queda el coronel—Respondió

John.Jim sacó dos abrazaderas de su bolsillo

y se las entregó al capitán. Sheppard no secortó ni un pelo. Colocó boca abajo alcoronel y se las apretó, y el mismoproceso en los tobillos. Jim, con unasonrisa triunfal, cogió su walkie e informóde la operación.

—Manden a un equipo a limpiar elgaraje. Que lo limpien a conciencia—ordenó a la oficina—tenemos a Manfree,no era tan listo después de todo.

—Señor hay un problema respecto aeso.—informaron.

—¿Problema?—no lo entendía, letenían.— ¡Explíquese!

—Señor, tengo a Stuart Manfree enpantalla, en la de la entrada. Acaba dellegar con el resto de personalidades. Elque ha capturado es un doble.

94

Invitados

En la entrada, el alcalde se ajustaba suequipamiento. A pesar de la frescatemperatura, el ambiente se caldeaba.

—¿Sabe si al final viene el señorBrock?—preguntó el alcalde.

—Dijo que tenía un asunto entre manospara las próximas elecciones o algo así.No dio muchas pistas. Tienen un durocompetidor.

—Siempre tan reservado. Cuantosecretismo tiene ese hombre. Ni queestuviéramos en guerra.

—Nunca se sabe Marc, nunca se sabe—dijo Sam y añadió en un susurro—Más

le vale que venga. Por su bien.A lo lejos varios coches se

aproximaban. Sam empezó a contabilizar.—Stuart, el general, la secretaria y…—

enumerando—parece que George, al finaltambién se apuntaba.—respondiódébilmente.

Fueron llegando a la entrada. Sam,ansioso por un lado y con un hormigueo enel estómago por otro, vigilaba cualquiermovimiento de los primeros visitantes.Del primer vehículo bajó un hombre contraje negro y gafas oscuras. Cuando vio ellogotipo del segundo coche, entendióalgunas cosas. El principal accionista nollevaba acompañante. La secretaria veníaacompañada, pero solo ella salió delcoche. La sorpresa fue George, traía a

Dick. Alguien le habría avisado de ello.—Señora secretaria—saludó Sam con

energía.—Sam, ¿qué tal está? ¿Estoy ansiosa

por esa demostración que me tienepreparada.

—Sólo es cuestión de tiempo—lerespondió. Cambió de invitado—General, ¡cuánto tiempo! ¿qué tal el viaje?

—Agotador, ya no soy tan joven comoantaño.—respondió sutilmente.

—Pero que dice, usted siempre ha sidojoven de espíritu.

—Calle, calle, no me adule. ¿No tendráalgo para que me refresque?

—Claro, agente—se dirigió a uno desus hombres—por favor, tráigale un té algeneral.

El agente se retiró al interior deledificio.

—Agente Beckson—saludó Stuart.—Señor Manfree, ¿qué tal esas

inversiones?—Con muchas ganas de que llegue el

momento tan esperado.George ayudó a Dick a salir del coche.

Llevaba una muleta. A pesar de haberrecibido el alta por adelantado y de suavanzada edad, mostraba una fortalezadigna de un agente de campo.

—Buenas noches, según se miré—saludó George.

El general le dirigió una sutil pregunta.—-George, ¿cree que el acontecimiento

de hoy saldrá en los titulares de mañana?George no pudo evitar una risa irónica.

—Creo que si esto saliese mañana a laluz, habría que dar muchas conferenciasde prensa y dar muchas explicaciones.

—Y además la iglesia se nos echaríaencima—resaltó Stuart.

Sam tenía controlada la situación. Nohabía tensión entre la gente. El único queno había dicho palabra era Dick, ytampoco estaba por la labor.

En ese momento el agente regresó conel té del general.

—Bien caballeros, que les parece siprocedemos a la visita de cortesía. A noser que prefieran comer algo o tomarsealgo como el general.—señalándole.—Disfrute.—el general tenía la miradapérdida—¿Qué le ocurre general?

Todos se le quedaron mirando. Era la

primera vez que hacía algo así.—Son muchos recuerdos ¿saben?Todos arquearon una ceja excepto

Stuart que miró a otro lado.—¿Se nos está poniendo sentimental

general?—No hombre….no lo sé—se rascó la

cabeza.— Aún recuerdo cuando se abrióeste sitio. Han pasado cincuenta y cincoaños ¿saben? La segunda parte de mi vidala dediqué a esta agencia.—Sam, Georgey Dick se miraron entre sí. Aquello erainusual. ¿Se estaba ablandando? Erainaudito.—Y sigo aquí, molestando atodos…he vivido para poder verlo.—sonriendo sarcásticamente.—Saben unacosa, con la maldita carrera tecnológicaentre la antigua Unión Soviética y Estados

Unidos, alguna vez tuve mis dudas de susupervivencia. ¿Se acuerda alguno deustedes de aquella época, del Sputnik, elsusto que nos dio?

—Pero ya ve que salimos a flote y nossuperamos.

—Tiene razón amigo. La tiene.—respondió el general.

Sam dirigió al grupo hasta la puerta deledificio.

—Señores, como dijo nuestraexdirectora, bienvenidos al lugar mágicode Estados unidos, donde todo es posible—pasando el primer nivel de seguridadde la entrada—siempre que haya fondos,claro.

—Creo que de eso andan sobrados,agente Beckson—dijo el general.

—No nos quejamos—respondió Sam.Todos recibieron sus pases de invitado

y procedieron con el registro deseguridad. Sam avisó a Jim por elcomunicador

—Jim, date prisa, estamos en el controlde seguridad.

—Aquí todo está despejado, ha sidosencillo. Pero tenemos un problema. Unode ellos iba disfrazado de Stuart. Unequipo se ha encargado de limpiar todo.No te alteres. No es momento.

—¿Disfrazado? ¿Con que propósito?—se preguntó Sam—¡Pero si le tengoenfrente!—La situación había cambiado.Debía elevar las precauciones.—Tranquilo, estoy esperando a ver quesorpresa sacan estos dos de sus trajes.

Dick ha sido el primero en pasar.—¿Has dicho Sam?—Jim parpadeó—

¿Qué hace ahí? ¿No estaba ingresado?—Te vas a sorprender. George le ha

traído. Jack le habrá avisado. A estasalturas debe conocer toda la historia.

—¿Alguna alarma?—preguntó Jim.—Ninguna… Esto no me cuadra.

Parece que hasta que no entremos allaboratorio no veremos nada.

Sam accedió directamente al otro ladodel control por un acceso que le abrieronpara que no saltase la alarma. Esta vez nocaminó por el mismo pasillo que en laprimera visita con los chicos. Dirigió algrupo por un acceso restringido. Entraronen un pasillo y al fondo se podía ver unapuerta azul.

CUARTA PARTE

TIEMPO

«El tiempo es como un río que forman

los acontecimientos.»

Marco Aurelio(121 d.C.—180 d.C.)

95

Proyecto Pegasus

El doctor Thomas y su equipo

realizaban los últimos preparativos. Lasimulación con un animal había resultadosobresaliente y los análisis de la energíahabían sido óptimos. En teoría, con unhumano, no debería haber problemas.

Jim apareció en el laboratorio junto alresto del equipo. Los técnicos sesorprendieron. Thomas se llevó unasorpresa

—¡Alexandra, hija!— se abalanzósobre ella y la abrazó—¿Estás bien?

—Papa que me ahogas.—intentórespirar.—Si, estoy bien. Todo gracias a

ellos—señalando a sus compañeros.—Muchas gracias chicos. Nunca podré

recompensarlos. Jim ¿Qué ocurre aquí?—mirando a Sheppard ¿Quién es este?

—Hay cambio de planes Thomas.—Jimdirigió una mirada a la zona donde estabala habitación del segundo piso. La ventanaseguía cerrada. Tenían tiempo.—Creemosque el general y el accionista solo van aobservar, aunque puede que estén muy altanto de la investigación. Deduzco que lotendrían montado o algo parecido en algúnlugar pero sin terminar, de ahí todo elasunto de las cajas y el secuestro deAlexandra, y necesitaban los objetos y losplanos o simplemente, su plan era llegarhasta aquí, apoderarse de todo, matarnos atodos y ejecutar el proyecto. No veo otra

explicación.—Podría ser ¿y qué quieres que haga?

—mirando su creación.—John se va a quedar contigo. Que

haga algo, lo que sea. .—Bien, ¿John te quieres encargar de

las tarjetas?John se quedó mudo.—Sera un honor profesor.—La

situación le superaba, pero estabadispuesto y preparado.—Y ¿dónde están?

—Allí, en la mesa. En esa caja de colormadera.

—Patrick y Alexandra se quedaranconmigo Thomas, por seguridad.Estaremos en la planta de arriba. Sivemos que hay problemas, bajaremos poruna de las escaleras.

—Papa estaré bien.—respondió elladándole un beso en la mejilla.

—Tenéis que daros prisa, en brevebajaran la persiana de la ventana.—alertóThomas—Tened cuidado.

En el nivel superior tomaronposiciones. Sheppard tomó un puntoestratégico.

—Recordad, ante todo, les queremosvivos. Sólo actuar si sucede algo extrañoo si a alguno le da por hacerse el héroe.¿entendido?

—Entendido—respondió el capitán.—Y vosotros dos—mirando a

Alexandra y a Patrick—más os valequedaros aquí pase lo que pase. Noquiero bajas, sobre todo las vuestras.

Ж

Sam abrió la puerta y entraron deforma ordenada. Una luminosidad azulceleste inundó la habitación. Había dosfilas asientos cada una y un panel metálicoocultaba una cristalera. A la izquierda dela ventana había una puerta cerrada quedaba al exterior. Presionó un botón delpanel de la pared y la plancha de metal seempezó a retirar lateralmente. Al fondodel laboratorio, se encontraba la máquina.Imperiosa, el resultado de más de veinteaños de investigaciones.

—Ahí está caballeros, lo que habíanvenido a ver—la ventana estaba situadaen la mitad del recorrido del laboratorio—además del profesor y su equipo comopueden ver.—presionó un botón de lapared y un monitor descendió del techo.—

Profesor, por aquí estamos listos.—Todo listo. Preparados para todo.

Hasta para romper los límites de la físicasi me permite decirlo.

—Tiene permiso para decir todo lo quequiera. Esta es su noche.

—Vamos allá. Primero les hará unabreve explicación de lo que vamos ahacer, así los invitados no se perderán porel camino. Si les parece bien.

Sam se giró hacia sus invitados. Todosasintieron. El experimento podíacomenzar.

—Primer punto—enunció el profesor—creo que todos sabemos a qué hemosvenido aquí. Que es lo que vamos a ver—resaltó.—Albert Einstein, una personaadelantada a su tiempo como tantas otras,

con su teoría general de la relatividad,teorizó la posibilidad de poder viajar enel tiempo. Muchos le llamaron loco, otrosle apoyaron. Por otra parte, Nikola Tesla,otro del mismo grupo, realizó cientos deinventos, experimentos y otras tantaspatentes; conocido como el padre de laenergía libre, además de filántropo, fueignorado y repudiado por las grandescorporaciones de entonces por decir quela energía eléctrica podría serabsolutamente gratis para todo el mundo,algo que dentro de pocos años veremoscomo una realidad, ya que gracias a él,hace ciento veinte años, se sentaron lasbases de la tecnología inalámbrica, quedesde hace muy poco tiempo, llevaempleando nuestro mundo. ..

—Profesor no se enrolle—aceleróSam.

—Sí, perdón, esto de la emoción yasaben. Ahora realizaremos una prueba conun animal, una cobaya. Ira equipada concámaras, una acoplada en su espalda paracuando este en posición horizontal y lasegunda en la cabeza, para lo evidente.

Mientras Kate sacaba la cobaya de lajaula, William cogía un maletín con lascámaras. Con cuidado le colocaron losdos aparatos con cintas correderas. Johniba y venía de las pantallas haciendo querealizaba comprobaciones para nolevantar sospechas.

—Y ahora procederemos a introducirloen la cabina. Mientras, les explicaré quesucederá en su interior. Sam enciéndeles

los monitores.Una pantalla de cuarenta pulgadas

surgió del suelo en una plataformavertical y otra segunda, más pequeñaapareció en la pared lateral, para laspersonas de la segunda fila.

—Veo que nuestra inversión ha sidoproductiva—remarcó Stuart.

—Aún no han visto nada caballeros.Thomas se acercó a la cabina de la

máquina. Poseía una estructurahexaédrica. Una membrana adherida a laestructura externa absorbía toda la energíaemitida por cuatro pilares que larodeaban. La máquina iba conectadamediante cables a un transformador que seenlazaba con el generador principal dellaboratorio.

—Ahora procederé a abrir lacompuerta.

El panel frontal se abrió. Toda laestructura se iluminó de un azultranslúcido. Una pequeña escalera dabaacceso al interior. Dentro, una estructuracasi esférica serviría de cabina para elpasajero. Sus ayudantes posaron a lacobaya y le ataron una correa a su collar.Activaron las cámaras y en todos losmonitores aparecieron dos pantallaspequeñas.

—Ahora mi tercer ayudante—miró aJohn y le hizo un gesto—procederá ainsertar unos módulos de energía en eltransformador.

Esta vez ya no tenía que marear laperdiz. Cogió la caja y se dirigió al

transformador. Introdujo la primera tarjetay un sensor se iluminó. Stuart y el generalarquearon sendas cejas y se inclinaronsobre sus pantallas.

—Así que esas son las tarjetas—murmuró Stuart con la mirada clavada enla imagen

Dick le había oído perfectamente ydesde su asiento, le hizo un gesto a Samde advertencia. Podía estar mayor ylesionado, pero no sordo. John introdujola segunda tarjeta en su segunda ranura ysu sensor también se iluminó. Thomas sedirigió a la pantalla principal. Los nivelesde energía se habían multiplicadoexponencialmente y todo estaba dentro delos parámetros de seguridadpreestablecidos.

Los técnicos disminuyeron la luzlevemente. Del suelo surgieron líneas deluces blanquecinas Thomas ejecutó uncomando y la puerta se cerró.

—En sus monitores podrán observarvarias pantallas de información. Lasconstantes del espécimen, temperaturacorporal, nivel de oxígeno, etc.

En el interior de la cabina, se empezó aformar una luz muy blanca, impoluta queenvolvía a la cobaya. Pequeñas olas deenergía cubrieron el interior de lacápsula. La luz estaba envolvió a lacobaya. En su punto crítico, la luz sedesvaneció y con ella, la cobaya. Lasimágenes en pantalla tambiéndesaparecieron. El proceso se habíacompletado.

—Sobresaliente profesor. Y díganos¿cuánto tiempo va a estar ausente lacriatura?

—Hemos establecido sólo un minuto.El objetivo de esta prueba es comprobarel viaje del animal y que nuestrosinvitados vean con sus propios ojos lasimágenes del otro lado.—Sin previoaviso, la imagen regresó. Se veía elinterior de una cabina, había luz y seencendieron los paneles de control.—Ahítienen caballeros. El otro lado.

La cobaya se movía en el asiento yrealizaba movimientos normales, esosignificaba que todo iba bien. Gracias aque estaba atada podían tener visión delinterior sin arriesgarse a que se cayera o yrompiese las cámaras.

—Hemos deducido que como lacompuerta no se abre, la maquina no estátotalmente operativa o no está en uso.

—¿Qué quiere decir con totalmenteoperativa?—preguntó el general.—Hayluz en su interior.

—La máquina está provista de unabatería interna, que en caso de existir unafuente auxiliar, como en este caso eltransformador—señalándolo—ésta seactiva; manteniendo así los recursosmínimos para que el viajero puedasobrevivir.

—¿Y dónde cree que se encuentraprofesor?

—En un almacén o en un museo. Escojala que más le guste.

Los invitados compartieron varios

comentarios entre sí.—¿Puede saber la fecha exacta de la

imagen?—preguntó Stuart.—Se puede mirar. Le instalamos varios

dispositivos de rastreo y sincronizaciónde datos para que la máquina se conectaracon cualquier dispositivo cercano queencontraran los escáneres. Denme unminuto.

El profesor comprobó si la unidadWIFI instala en la cabina habíaactualizado sus propios datos denavegación.

—Caballeros, pongan sus narices en lapantalla, ahí tienen la fecha.—Laspantallas marcaban una fecha insólita.«2018». Stuart tenía la mirada exaltadamientras apretaba los puños.—Y debido

que al otro lado está inactiva—anunció elprofesor—y el viajero no posee brazospara ejecutar los protocolos de regresodesde el sistema operativo instalado enlos paneles internos de la cabina—sepasó las manos por la barbilla—elexperimento termina aquí. Tres, dos,uno…

La emisión se había cortado. El minutose había terminado. En la pantalla deThomas, el programa Kronos empezaba aregistrar datos. La fecha se actualizó alpresente. La cabina volvió a encenderse.Los invitados empezaron a aplaudir y Samencendió el micrófono.

—Profesor, esto es para usted.En la parte de arriba, Jim, Patrick,

Alexandra y Sheppard no daban crédito a

lo que veían y se atrevieron a dar unaspalmaditas. Una cosa era lateletransportación, pero el viaje en eltiempo era otro reto.

—Bueno chicos, ya sabéis qué tipo decosas hacemos aquí en la agencia—lesdijo Jim.—si alguna vez necesitáistrabajo, dadme un toque.

Alexandra abrazó a Patrick de laemoción y cayeran al suelo del pasillo.

—Tranquila—respondió Patrick conhumor.

—No sabes cuánto tiempo le hadedicado mi padre a este proyectoPatrick. Son muchos años y…

No estaban en una posiciónprecisamente para mantener unaconversación en ese momento. Jim se dio

cuenta.—Chicos, luego si queréis os cogéis

una habitación de invitados, pero ahora noes momento—con una ligera sonrisa

Las puertas volvieron a abrirse a laespera del siguiente viajero. Ahora tocabala segunda parte. Utilizar a un humano o loque era lo mismo, experimentar con unhumano.

ЖSam vio su vigilancia interrumpida

por los elevados ánimos de sus invitados.Aprovechando la situación, Stuart, condecisión y con disimulo, se movió por losasientos hasta Sam. Sin cortarse lo másmínimo, sacó una pistola y le apuntó a lacabeza.

—Verá, he pensado que lo mejor sería,

si no le importa, que yo fuera el que entreen esa cabina—con tono amenazador. Sumirada pasó por todos y cada uno de losinvitados. En parte, nadie podíareprocharle nada. Todos habían aceptadosregalos de su parte. Favores, tecnología,viajes, deseos personales...la lista eramuy larga.—el plan es simple, abrirá esapuerta—señalando la pared—descenderemos por la pasarela y memeteré en nuestra máquina. Tengo brazosy piernas, podré abrir la puerta al otrolado desde los paneles del interior. ¿Eseera el problema, no?—miró a Sam y algeneral a la vez.—Solucionado.

Sam se esperaba algo parecido, unaescena o alguna locura ¡pero no eso!Todas las personalidades contemplaron la

escena—Stuart, antes de cometer el mayor

error de su vida, baje esa arma—pidiótranquilamente.

—¿Crees que estoy de broma?—Stuartse relamió los labios. Su cara desbordadaun confianza insultante.—Llevo esperandoeste momento mucho tiempo. Demasiadopara que usted lo entienda.

—Hijo—dijo la secretaria conociendoel riesgo en el que se metía—Piénseselodos veces. No sé por qué hace esto, peroseguro que podemos hallar una solución.

Su mirada lo decía todo. Iba en serio.—Desde aquel día en que me topé con

un dossier—empezó a contar ante la vistade todos haciendo referencia al libro.—mi vida cambió para siempre. Y ahora,

con el debido respeto a su profesión y a loque esta institución representa, le pidoamablemente, que abra la maldita puertade la habitación. Tengo que hacer unviaje.

Sam intentó procesar como era posibleque Stuart fuera el único con armas en esasala. En la entrada, todo el mundo habíapasado un riguroso registro y había sidoescaneado

—De acuerdo—rápidamente ideó unplan. El resto le miro confuso.—Pero,primero explíqueme como ha introducidoun arma aquí dentro.

Stuart se empezó a reír.—¿De verdad le sorprende? ¿No se lo

imagina? Le voy dar una pista, está hechodel material más ligero del mundo.

Aerogel de fibra de carbono. Losdetectores no llegan a analizarlo. Es más,para ser más específicos, le digo que esmodelo americano, y ahora mueva el culo.

Fuera, Jim le tenía en su campo devisión y le sorprendieron. Stuart sesorprendió al ver al equipo y a su reclutaestrella.

—¡Qué bien! toda la familia ha venido.Capitán, encantado de verle de nuevo.—Sheppard le apuntó con su arma. Nopensaba dejarle escapar. Patrick se lequedó mirando. Stuart se dio cuenta—Hola, joven Evans, o ¿prefiere que use elapellido de su madre, Sr. Stevens?

—Abandona este ridículo juego yríndete.—dijo Jim.—No lo tendremos enconsideración.

Desde abajo escucharon ruidos. Ytodos alzaron la vista.

—¿Se cree que nací ayer, agenteMason? –elevó el tono de su voz—encuanto baje el arma, recibiré una bala yustedes saldrán ganando. Tengo la ventajade que, excepto ustedes, los que estándetrás de mí, no llevan armas encima. Nome puedo permitir eso. No ahora queestoy tan cerca. Casi lo puedo oler.

—¡Estás enfermo! Esto no es un jugueteStuart. Tiene sus consecuencias.

—Se perfectamente lo que es. Por suculpa no he podido completar mi propioproyecto—abriendo los ojos.—¿Creé quesi hubiera conseguido todo el material,ahora estaría aquí? Sólo necesita elcontenido de esa maldita mochila. Las

malditas tarjetas de Tesla.—Estoy dispuesto a asumir el riesgo.

Estás avisado.—No le creo.—Y acto seguido,

disparó a la rodilla de Sam. Un grito dedolor se escuchó en todo el laboratorio.Presionó el arma en la sien de Samobligándole a erguirse y retener el dolor.Se acercaba a las escaleras y se quedabansin opciones.—Y si no, siempre puedodisparar a otra persona, tú eliges. Porejemplo ¿A la chica? ¿Al joven Evans?¿A los dos? Están muy juntitos. Soybastante rápido con estos juguetes.

—¡Voy a cargar la máquina!—gritóThomas desde el piso de abajo.

—¡Profesor, no!—gritó John.—No pienso llevar muertes bajo mi

conciencia. Si quiere pasar, que pase. Nosabemos qué lugar habrá al otro lado.Sólo sabemos que la máquina sigueexistiendo en el futuro. Por mi parte,puede entrar. Y ojalá se quedé allí.—sumiraba mostraba rabia e impotencia. Esono estaba planeado. Se sentía como untítere.

Stuart descendió por las escaleras conSam agarrado del cuello. Todos losinvitados salieron a la pasarela paracontemplar la escena. La habitación sehabía vaciado. Sheppard se fijó que elgeneral seguía dentro.

La puerta de la máquina estaba abiertay lo único que tenía que hacer Stuart erallegar hasta ella y cerrarla desde dentro.El general contemplaba a través de los

monitores toda la escena. Visualizó alcapitán, a los dos chavales y a la hija delprofesor. Presionó el botón del interfono.

—Llevaba un rato preguntándomedónde estarían ustedes.—clavando susojos en la pantalla.

Sheppard captó el mensaje. Salió de suescondite y le apuntó con el arma. Leavergonzaba llevar su mismo apellido.

—General, no tiene escapatoria. Puedeque Stuart se salga con la suya, pero ustedse quedará allí.

El general sacó un tubo cilíndrico de suchaqueta y lo estiró. Una superficie fina ytransparente se desplegó. Un sistemaoperativo se mostró en la pantalla deldesplegable. Jim le hizo un gesto a Brockpara que protegiera al Alcalde.

—General, si está esperando a lacaballería olvídese. Stuart estáarrinconado y su escuadrón de las ocho enpunto pillado por sorpresa. No les diotiempo ni a respirar. La verdad, meesperaba mucho más de ellos.

—¿Cree que necesito a esos inútilespara algo? —El general se acercó albotón del comunicador y lo encendió.—Elcoronel ha hecho bien su trabajo. Hapermitido que no empleasen todas susfuerzas en vigilarme. Señor Manfree, ¿Leapetece jugar a un juego?—Stuart elevó lacabeza hacía la ventana.—vamos a probarlos juguetes del almacén.

Stuart se la olió. El general llevabasiendo muy insistente los últimos meses yhabía estado muy callado arriba. Entre la

realidad virtual del señor Yamata y elcontrol de masas, no hablaba de otra cosa.Hasta que llegó ese maldito mensaje. Ahídejó de hablar.

—Haz lo que creas debido, pero ni sete ocurra romper nada.—Regresó a sucamino.—Bien, si no les importa, necesitoalgo de espacio—se introdujo en lacabina pero no dejó de apuntar a Sam.

El interior se iluminó.La puerta del laboratorio se abrió y una

persona encapuchada apareció en escena. Sacó un arma y disparó a Jim. Gracias asus reflejos, logró esquivar la bala. Elindividuo volvió a disparar y le acertó enel hombro. Disparó de nuevo, pero Jimcorrió hacia las escaleras y la esquivó.Para su sorpresa, el diminuto proyectil

proseguía su rumbo y le siguió. Dio ungiro de 180 grados y le acertó en elcostado. Todos se quedaron enmudecidos.

—¿Cómo demonios?—expresóSheppard que observaba desde lapasarela toda la escena.

—¿De dónde has sacado eso?—gritóJim.

En el piso superior, ese hombre con suuniforme militar y sus medallas colgadas,caminaba de un lado a otro de lahabitación y contemplaba por laspantallas como todos le prestabanatención.

—Respóndanme a una cuestión.—Bartsonreía—Si bien existen, como todossabemos, misiles teledirigidos por láser,¿por qué no pueden existir también las

balas teledirigidas? La función es lamisma. Sólo se diferencian en su tamaño.Señoras y caballeros, acaban depresenciar uno de los proyectos másambiciosos de esta agencia. Esto es sóloun prototipo.

El tirador apuntó hacia dos nuevosobjetivos.

—Esto tiene que ser una broma—dijeron Alex y Patrick al unísono.

—General. No tendrá un trato especialpor esta actuación. Se lo juro—gritó Jimintentando mantener la compostura.

El general realizó dos movimientos másen su pantalla y el desconocido los realizóinterpretaba en tiempo real.

—¿Qué truco es ese Sheppard?—Preguntó Sam—No tenemos esa

tecnología.—¡General!—gritó su sobrino.Un disparo sonó. La ventana de la

habitación se agujereo y la pantalla saltóde las manos. El general Sheppard seagarró la mano herida.

—¿Cómo te atreves? ¿Gracias a quiencrees que has llegado hasta dónde estás?Deberías darme las gracias. Deberíaselevarme un templo.

—Esas ventanas son de 20mm, ¿Cómolo has hecho?—gritó Jim.

—Digamos que yo también tengo misases en la manga.—Max seguíaapuntándole con el arma y miró a los ojosal general.—Hola querido tío, ¿qué tal teva?

—Se acabó el juego Bart—gritó Jim

apretándose la herida.El desconocido sin mente se había

quedado quieto. Empezó a reaccionar porsu cuenta. El enlace con el ordenadorparecía haberse roto.

El general volvió a coger el dispositivoy realizó otro movimiento. El soldadovolvió a quedarse quieto y apuntó aAlexandra y a Patrick.

—No por favor—gritó el profesor.—siquieres mátame a mí pero a ella déjala enpaz.

Thomas miró a Alexandra. Su hija, supequeña. No podía permitirlo. Él antesque ella. Miró a Jim y activó el protocolode la puerta. Stuart contempló como lospaneles se iluminaron y aparecían variasventanas de control proyectadas. Le

recordaba a su sueño. Comprobó lasventanas: escáner de los signos vitales,encefalograma, nivel de oxígeno,temperatura, transferencia de datos,sincronización de redes…tenía de todo.Activó el comunicador

—General, si me sucediera algo, mate atodos si es necesario. Así podrá escapar.Si no es así, supongo que tendrá un planB. Le deseo suerte.

—No se preocupe Stuart, vaya concuidado. Y si ve a Dios, salúdele de miparte.

El poliedro comenzó a brillar. Sólo eracuestión de tiempo. «78%…89%….96%….100%». Stuart Manfree desapareció.

—¡Tú!—mirándole por la pantalla.—túchico, has sido como un grano en el culo

estos dos días. Dos equipos. Nosobligaste a usar dos equipos. Contigotengo una cuenta pendiente jovencito.—Salude a su madre de mi parte, señorStevens.—terminó el general

Sonó un disparó, pero Alexandra leprotegió recibiendo el impacto. Sheppardreaccionó y disparó al general. Habíacruzado la línea. Era justicia. Eldispositivo cayó al suelo y la conexión seperdió. Al desconocido se le cayeron laspistolas. Se llevó las manos a la cabeza ycayó de rodillas al suelo. Jim y Patricksujetaron a Alexandra.

—Patrick…—débilmente.—Todo va bien, no te preocupes—no

sabía que decir..—Sabes, acabo de recordar del viaje a

Washington. La verdad es que me divertíbastante. Hacía mucho tiempo que no…—empezó a toser sangre.—que no viajabacon gente.

—No hables, por favor. Alguien tieneque ir tras Stuart y yo me tengo que quedaraquí para informar. Sam, al igual que yo,está herido y al profesor le va a dar unataque en breve. Y Sheppard estávigilando desde arriba por si haysorpresas. Sólo quedas tú. A lo mejordescubres algo al otro lado o a alguien.Quién sabe.

—¿Profesor!—gritó Jim.Thomas estaba ausente. Su hija estaba a

punto de morir y él no podía hacer nada.Toda su carrera dedicada a la física no leservía para nada.

—¡Profesor!—insistió Jim y Thomasreaccionó—Preparé el viaje para Patrick.¡Se va!

—No sé si estoy listo.—murmuró eljoven.

—Patrick, en serio, con todo lo que haspasado estos dos días…créeme, eres elmás indicado para esta misión. Ahoradéjame a Alex a mí y persigue a esecabrón, ¿entendido?

Alexandra le cogió de la mano. Él lamiro y asintió. Estaba decidido. Iba a porStuart. La compuerta de la maquina sevolvió a abrir. Subió por la escalera. Lossensores de la máquina captaron supresencia y el interior se iluminó denuevo.

—¡Dele profesor!—ordenó Jim.

Patrick vio los cuadros de control. Unaluz blanquecina surgió en el interior. Unaidea le llegó a la cabeza. En el almacén lepareció extraño que al tocar el artefactono hubiera sucedido nada especial. Sóloaquellos objetos que poseían un pasado,le proyectaban su historia. Ahora seencontraba en una máquina capaz dedoblar la luz y abrir la textura del espacioy el tiempo. Cualquier cosa podíaaparecerle en la cabeza. No sentía ni ledolía nada. Una extraña energía se leintrodujo por los poros del cuerpocreándole una rara sensación. Notaba quese acercaba el momento. Dejo de sentir elcuerpo. Se olvidó de su propia existencia.Desapareció. Acababa de viajar en eltiempo.

96

En alguna parte del planeta

La batería de la máquina cobró vida

tras varios años dormida. En su interior,una niebla surgió de la nada. La recepciónestaba en marcha. Las gráficas no dabanseñales de errores. No había fallos en elADN. El proceso de materialización sehabía completado. El viajero extendió susbrazos y buscó en el panel de mandos elcontrol manual de la puerta.

—Por fin…he llegado —dijo Stuartsaliendo de la compuerta.—quiero vercon qué sorpresas me encuentro.

Sin fuerzas, piso suelo firme y se vioobligado apoyarse en lo primero que

encontró. Un mareo le llegó por sorpresa.Levantó la mirada y se vio en un almacén.Pasó la mano por varias cajas hasta quetocó una etiqueta. El logotipo le resultóextrañamente familiar.

—No puede ser…—dijo irónicamente—Esto tiene que ser una broma—Fuecomprobando una a una y todas las placasposeían el mismo logotipo.—Loconsiguieron. A pesar de usarles depeones, lo consiguieron. Parece que hoyes mi día de suerte.

ЖLa alarma comenzó a sonar. La

tranquilidad se había terminado. Eldirector del laboratorio recibía un video-mensaje de alerta. Sorprendido y confuso,decidió dirigirse a la sala de operaciones.

Un objeto volador de identificaciónpasó por delante suyo. El artefacto leescaneó de cuerpo completo y prosiguiósu ruta programada. «Nunca terminaré deacostumbrarme a esto. Orwell tenía razón.Hemos acabado viviendo en una sociedadbasada en la vigilancia y el control.»

Avanzó hasta una compuerta deseguridad. Se subió en la fina plataformadel suelo y una luz le envolvió. Laspuertas se abrieron y la alarma continuosonando con más fuerza. Estaba en elepicentro de control de los sistemas.

—¿Ahora qué está sucediendo? ¿Lasactualizaciones no se habían completadode acuerdo al protocolo?—preguntómientras se dirigía a su silla deoperaciones agarrándose su delgado

bigote.—El sector Q, señor.—respondió un

técnico—algo se ha activado. Pocas personas tenían acceso a esa

área. Él la había conseguido gracias a surenombre y las otras tres eran susguardaespaldas. Ese sector servía dealmacén para artefactos clasificados de lasuperficie terrestre que estaban fuera deservicio.

—De algún modo, también estáabsorbiendo energía del núcleo central.No me lo explico.—informó.—Señor, losescáneres de la habitación identifican unaforma de vida. Humana. Varón.

—Quiero imagen visual.—sabía

perfectamente la causaLa imagen se proyectó en medio de la

sala. Una especie de cápsula poliédricahabía eclosionado y un hombre seencontraba apoyado en una enorme cajametálica. Era la primera vez que observanalgo de ese nivel. Su mirada se elevó yemitió una grata sonrisa.

—¿Por qué sonríe?—murmuró eldirector.—Averigüen la identidad delintruso e interrumpan la agenda de Sysco,quiero que analice la situación.

ЖLa puerta de la habitación se abrió de

par en par. Una persona con uniforme sepresentó ante él.

—Buenas noches viajero. ¿Por favor, leimportaría identificarse?—su voz resultó

muy formal y sintética.Eran dos conceptos que pensaba

comprobar. Probó suerte.—Me llamó Stuart Manfree, presidente

de Industrias AstraTech. Código deacceso: Sigma-10786-Eco. Autorizacióntotal.

El guarda de seguridad permaneció ensilencio. Stuart, sin pensárselo, se dirigióhacia él cuando el guardia reaccionó.

—Código de seguridad aceptado.Disculpe las molestias, señor Manfree.Bienvenido a casa.

La alarma se apagó en ese momento. Laconfirmación de su identidad debía haberanulado el protocolo de seguridad. Stuartestaba llenó de júbilo. Ese agujero en lalínea temporal le había hecho dudar de

que, el plan que tantos años había estadotratando, podría no haber surtido efecto.Aunque habían pasado cinco años, todoslos preparativos y personas involucradasen su realización habían cumplido su partedel plan. Ahora debía proceder con suparte también.

El guarda dio media vuelta y se retiró.Miró a su alrededor. Estaba allí. Era unapena que el general no pudiese ver eso,pero su trabajo de los últimos cincuentaaños no había sido en vano. Ante él, unlaberinto de pasillos realizados con elmaterial más resistente del planeta, latecnología computacional más avanzada yel motor más potente del mundo. Unaverdadera obra de arte de la neoingeniería post moderna.

ЖEl director se quedó mirando

fijamente la enorme imagen en el aire.Alguien, durante los primeros meses de sullegada a ese lugar, le había hablado decierto arquitecto del proyecto pero sesuponía que había muerto en un accidente.O eso decía la versión oficial.

—¿Porque se ha apagado tanrápidamente? ¿Quién dio la orden?

—La base de datos indica que elcódigo tiene varios años de antigüedad ypor eso el sistema ha interpretado quepertenece a alguien de dentro. La alarmase ha anulado por propio protocolo.

—Busquen su expediente. Rápido—ordenó recostándose en su silla—Con queStuart Manfree—murmuró.—Nunca he

oído ese nombre.—En pantalla, la imagende una carpeta con el logotipo de TopSecret causo la mirada de toda la oficina.La mayoría de las páginas tenía lainformación tachada. Desde el centro dela sala, la silla del jefe se elevó un metrode altura para tener una mejorperspectiva.—Permítanme, por favor.—presionó una tecla de su silla y la imagende un teclado se proyectó. Aunque aún seestaba acostumbrando a esa era, lesatisfizo introducir su propio códigoalfanumérico. Era la primera vez quenecesitaba hacerlo desde que habíallegado. «Tango-851-Alpha». Sólo unaínfima parte de las líneas mostró sucontenido. «Presidente de IndustriasAstraTech». El resto del documento

continuaba cifrado.—¿Quién eres tú?—murmuró inclinándose ante la foto delexpediente.

La alarma volvió a sonar por segundavez. Una fallo podía suceder en cualquiermomento, podía ser explicado, pero nodos seguidos. La teoría de la causalidadno admitía ese tipo de resultados.

—Señor, la alarma procede del mismosector.—anunció un técnico.—volvemos atener problemas de energía.

El director se quedó estupefacto. Debíacomprobarlo por sí mismo.

—¡Estabilicen los sistemas!—el tonode su voz resultó afilado.— Averigüen elnombre del nuevo intruso y manden otravez a Sysco. Pero que esta vez, anulen eseprotocolo de confirmación y que primero

contacte conmigo para corroborar laidentidad.

ЖCinco minutos después, el ordenador

de la máquina recibió una segunda ordende recepción. Las baterías volvieron aencenderse y la luz surgió en el interior dela cabina. Un segundo cuerpo completo sematerializo. Su dueño, se abalanzó contralos paneles buscando una salida. Elviajero extendió sus brazos y ejecutó laorden de apertura. El panel exterior seabrió y la neblina escapó en el aireactivando los sensores de la habitación.

—¿Qué diablos ha sido eso?—suspulmones clamaban oxígeno a gritos.Cayó de rodillas ante la pasarela.—¿Quéhabía sido ese lugar?—Con la vista

cansada miró a su alrededor. Todavíamantenía esas imágenes vivas en su mente.Una ciudad enorme, muy diferente acualquiera en la que hubiera estado.Despertó. Sólo vio cajas de variostamaños. ¿De verdad estaba en unalmacén? ¿El profesor tenía razón y seencontraba en un museo?—He llegado—dijo aliviado. Lo primero de todo,comprobó que seguía de una pieza.

Intento ponerse de pies. La orientaciónle falló al principio. Probó a caminar unpoco por la habitación para calentar losmúsculos. Notó que Stuart no estaba.

La puerta de la habitación se abrióautomáticamente.

—Buenas noches viajero. ¿Por favor,puede identificarse?—una persona con

traje de seguridad bloqueaba el paso.Eso tenía que ser una broma. No podía

decir su nombre real. Debía utilizar otronombre. Sólo conocía uno con elsuficiente nivel.

—Doctor Thomas Blake.—Identificación aceptada. Disculpe las

molestias. Bienvenido profesor Blake. Mehan ordenado que le acompañe a ver alDirector.

La suerte del principiante. Patrick nopodía dejar la compuerta abierta, pero notenía más remedio. Tampoco sabía cómocerrarla, así que no tuvo más opción.

Ж—Presidente de Industrias AstraTech—

volvió a repetir el director.Observó que el visitante llevaba un

chándal con el logotipo de DARPA en lasudadera. Había leído lo suficiente parasaber de qué se trataba. Muchas de suspatentes se habían desarrollado en esaagencia. La respuesta era evidente. Susilla regresó a la superficie de la sala.Con las miradas expectantes de sussubordinados, se dirigió a la puerta deacceso.

Las piezas empezaban a encajar. Apesar del poco tiempo que llevaba allí,había tenido tiempo para leerse losinformes de los últimos diez años. Entrelas pocas horas que destinaba a dormir ylas restantes que pasaba observando lasmaravillas de la tecnología moderna,había descubierto una nueva manera deacelerar sus proyectos más alocados

gracias a esa empresa.Ж

Llegaron ante una puerta. El guardapuso su mano encima del escáner de lapared y la puerta se abrió.

—Espere aquí, ahora mismo leatenderán.

Todo iba demasiado rápido. Todavíano sabía dónde se encontraba ni quien eraese al que llamaban Director. Accedió alinterior. La habitación poseía una granventana, unos armarios empotrados,estanterías con libros, sobre todo de físicay electricidad, había una pantalla en unode los tabiques de la pared; y una mesacon dos dispositivos a los lados, unteclado de diseño moderno y tres sillas.

Lo más sorprendente llegó cuando su

vista alcanzó el paisaje que le mostraba elgran ventanal. Estaban sobre el aire,exactamente encima del océano. Patrick segiró hacía la biblioteca y se preguntócomo en una futuro tan avanzado podríanexistir todavía libros de texto. Empezó acotillear entre los diversos títulos de esasobras. «Cómo romper las leyes de lafísica, Neofísica, ¿Nuevos caminos?, Labancarrota de Occidente...»

La puerta del despachó se abrió.—Buenas noches doctor Blake—

respondió educadamente—o la verdaderacuestión sería, ¿Quién es usted?—cambióla expresión de su cara—O mejor dicho,¿cómo ha dicho que ha llegado aquí?

Le habían pillado, no era una sorpresa.Habría sido demasiado fácil de no ser así.

Parece que la seguridad estaba bastantebien controlada.

—Su agente me ha traído hasta aquí.—Porque yo se lo he ordenado. ¿Le

importaría sentarse?—le respondióseñalando la silla de invitado.

El director se quedó de pie, frente laventana, contemplando el paisaje. Patrickno entendía nada. Parecía un invitado y ala vez un prisionero, pero ese hombrecaminaba de un lado a otro sin ningunapreocupación.

—Es bellísima, ¿verdad?—¿Disculpe?—no entendió la analogía.—La vista, querido amigo. Supongo

que la habrá contemplado.—Pues si—no era un secreto—Ver el

océano desde la altura de este sitio me ha

sorprendido bastante. ¿Exactamente dóndeestamos?

—En algún punto de la zona geográficadel pacífico.—se colocó el bigote con lamano.—Y volviendo a la pregunta deantes ¿Quién es usted?

No tenía escapatoria así que se lo soltóde golpe.

—Le avanzó que va a creer que es unalocura.

El director emitió una sonrisa irónica.—Sorpréndame.—Le he avisado.—cogió aire y se

preparó.—Me llamo Patrick Stevens, hellegado hasta aqu, desde el 2013, a travésde una máquina del tiempo construida enla Agencia de Tecnología de ProyectosAvanzados de Defensa de los Estados

Unidos en base a los diseños de doscientíficos de principios del siglo veinte,y antes que yo, ha llegado otro tipo, que esbastante peligroso y al que deben capturarantes de que cause problemas—se sintiómejor—¿Cómo lo ve?

El directos contempló el océano y seechó las manos a la espalda.

—Interesante.—fue lo único querespondió.

Patrick quedó impactado. ¿Interesante?¿Solo se le ocurría decir eso? ¿Un viajerodel tiempo se le presenta en su despacho yeso es lo único que responde?

—Creo que no me he explicado bien—intentó rehacer la parrafada.

—Se ha explicado perfectamente, señorStevens. Hace poco leí su informe.

Patrick se quedó sin respiración. ¿Quéinforme? ¿Existen un expedienteespecíficamente para él?

—De acuerdo, ahora es mi turno, si melo permite.—se giró hacia él, se sentó ensu silla y se colocó cómodamente en surespaldo—Reaparecí aquí hace dos años,tras desaparecer en 1943 en unademostración experimental militar. Yodiseñe la maquina en la que usted viajó enel tiempo. Mi nombre es Nikola Tesla,encantado de conocerle joven.—Se lequedó mirando sin pestañear jugando consu bigote—¿Qué le parece mi historia?

—Nikola…Tesla…Tesla…—Patrickrecordó toda la lección de historia que elagente Sam Beckson les había dado dosdías antes, en su línea temporal, acerca de

ese tipo. Había pasado de ser un completodesconocido a ser la mente que llevó larevolución energética a su máximoexponente. Y en ese momento le teníadelante de sus ojos. John le iba a matar.

97

Nikola Tesla

El director le analizó.

—Me va a gastar el apellido joven y noes una ironía

—Entiéndame, usted desapareció enese experimento en el USS Eldridge hacesetenta y cinco, y ahora…—volvió atomar aire. Esa persona aparentaba unoscuarenta o cincuenta años, cuando segúnla historia murió de viejo.— le veo aquí.¿Cómo ha sabido quien era yo? ¿Cómo hallegado usted aquí?

—A la primera pregunta, por la fotoque había en su informe el cual redactó elverdadero doctor Thomas Blake—arqueando una ceja— Supongo que eradel mismo día de su visita en dichaagencia. Y a la segunda, pues es un pocomás complicado—puso la mirada perdida— resumiendo, simplemente aparecí aquí,en otra sección de esta nave. De algunaforma, puede que por propia decisión deluniverso. Eso me lo explicó un viejoamigo.

Patrick intentaba procesar toda lainformación lo más deprisa que podía.Tenían enfrente de él al genio del sigloveinte.

—Por cierto, ha dicho nave… ¿Dóndeestamos?

—Digamos, Patrick que está usted enun proyecto multimillonario financiado, engran medida, por el sector privado y lasfuerzas aéreas, en algo que nunca penséque vería la luz. Es como un sueño hechorealidad.

—¿A qué se refiere con ver la luz?—Luego se lo explico, no quiero

quitarle la sorpresa de verlo con suspropios ojos. Pero antes, dígame, ¿Cómoes ese hombre que dice ha entrado antesque usted? ¿Debería preocuparme?

—Creo que sí, digamos que tuvo muchaprisa por meterse en la máquina a puntade pistola y probarla.

Eso fue suficiente .—¿Bien Patrick, me haría el honor de

acompañarme a la sala principal?

Tesla ladeó la mesa. Atravesaron lanave por varios niveles de seguridad. Ellugar no se parecía a nada de lo habíavisto antes. Un pasillo circular rodeabatodo el perímetro paralelamente a unagran ventana. Varias filas de mesascomputarizadas administraban todos losrecursos de la nave y procesaban lainformación. Dos salientes en el diámetrode la circunferencia proporcionaban launidad lógica de la nave; a la izquierda,un ordenador cuántico controlado pormagnetismo, y a la derecha, una mesa quemostraba holográficamente el mapa de lanave y comprobaba cada sección. En elcentro, se encontraba la plataforma deldirector.

—Director, debe firmar unos

documentos.—dijo una técnico.Cogió el dispositivo táctil y un

bolígrafo. Con mucha soltura, registró sufirma electrónica. Patrick observó elmovimiento.

—¿Ya no usan papel en esta época?—preguntó Patrick.

—¿A que es una maravilla?—le sonrió.—Lo llaman firma digital y su registro sealmacena en algo llamado servidor. Ya tehe dicho antes que llevo poco tiempoaquí, pero aprendo deprisa. Respondiendoa tu pregunta, el año pasado se prohibió laproducción de papel debido a losdiversos problemas ambientales delplaneta.

—Tenemos que localizar a Stuart,Nikola, recuerde.—le dijo la técnico.

—Tienes toda la razón María—Nikolase dirigió a la técnico encargada delmapa.—localíceme todas las formas devida de la nave y aísle las que se hayanidentificado en los últimos veinte minutos.

En el mapa holográfico aparecieronsetenta puntos verdes. Ensanchó lasuperficie del terreno y se pudodiferenciar a mejor resolución cadasección y cada nivel de la aeronave.Introdujo el segundo parámetro y después,sólo aparecieron dos señales. Unacorrespondía con la sala principal. Maríamiró a Patrick confusa. ¿De dónde habíasalido ese con un chándal de D.A.R.P.A.?Patrick notó la mirada y espero que sujefe dijera algo al respecto, pero Nikolamiraba fijamente el mapa tridimensional,

absorto en su diseño, buscando el segundopunto hasta localizar a Stuart.

—Maldito bastardo, se encuentra en lazona de pruebas.

—¿Zona de pruebas?—preguntóPatrick.

—Te dije que luego te lo explicaría.Gracias María. Prosiga.

Nikola cogió a Patrick del hombro y selo llevó de vuelta al interior de la nave.Entraron en un habitáculo muy reducido.«Sección Z, ¡rápido!» De las esquinassurgió una luz blanca que llenó porcompleto el habitáculo.

—Otra vez no—suspiró Patrickllevándose la mano derecha a la cara.

—Relájate hombre.—respondió conuna palmadita.

Desaparecieron sin dejar el menorrastro y reaparecieron en una zonacerrada.

98

L.A.I.C.A.

Stuart accedió por la puerta y la cerró

sin contemplaciones. La habitación teníadiseño circular. Hizo memoria de losprimeros planos del diseño y buscó elinterruptor que encendía el ordenadorprincipal. Necesitaba acceder a él costaralo que costara. ¿Habrían cambiado elsistema de acceso? Tras pensarlodetenidamente, hayo un posible solución.«Ordenador. Stuart Manfree». Lahabitación se iluminó completamente yuna larga fila de monitores cobró vida. Elsistema operativo arrancó al instante.Stuart palideció. El programa había sido

terminado y arreglado.En el centro de la habitación se

encontró con un viejo recuerdo. Su propiasilla de mando, levitando sobre unaplataforma magnética. Habían exprimidomucho ese pequeño diseño. A suespalada, una gran pantalla se proyectófrente a la silla de operaciones. Su vistaquedó eclipsada, además de por surealismo, al ver el nombre que aparecíaen pantalla. «LAICA». No podía a versido otro diferente. «En honor a la patria,eh Alexei. Muy sutil compañero».

Se sentó en la silla y comprobó losniveles de acceso a las diferentesterminales y secciones de la aeronave.Toda la información iba pasando por lagran pantalla. Sonrió al ver que poseía

acceso total al servidor central. Accedió asu propio expediente. Todo estabaexactamente como debía estar «Te pusistelas pilas muy rápidamente. Veo que hicebien en dejarte las instrucciones. Tetomaste muchas molestias—murmurómientras contemplaba la imagen dondequedaba evidente un simple y diminutodetalle de su otro yo, un pequeño tatuajeen el cuello.»

Una alarma alertó de la llegada deposible personal acercándose alperímetro. Le habían encontrado.

—Rápido. No tengo tiempo—se repetíauna y otra vez.—Una última misión en vozde la venganza. Si no puedo poseerlaahora, al menos obtendré su posiciónorbital.

ЖSalieron del habitáculo. Por los

respiraderos de la cámara salía una suavebrisa. A través de una ventana, Patrickpudo visualizar la imagen mastodónticaque tenía frente a él. Parecía el exterior deun portaviones, pero no había ningúnaparato de tripulación. En su lugar, unacantidad inmensa de antenas parabólicas ygrandes aparatos de forma tubularrepartidos a lo largo de toda la superficie.Al fondo, había una especie de cabinarectangular con dos bobinas a sus lados.

—Patrick, lo que ves es el proyecto delque antes te he hablado el cual no puedeconcluir en mi época, por su evidentetamaño. Parece que alguien lo terminó pormí. Cuando llegue aquí y lo vi con mis

propios ojos, lo tome como un regalo poradelantado. Esto es el mayor laboratorioaeroespacial de comunicacionesavanzadas e investigación del planeta, denombre en clave: L.A.I.C.A., no sé porqué le pondrían ese nombre, pero admitoque suena bien. Y si no nos damos prisa,el señor Manfree conseguirá acceder alcontrol manual de esas preciosidades.

En el exterior, la zona de comunicacióncobró vida. Los cuerpos metálicosempezaron a rotar sobre sus ejes ycambiaron la dirección de sus antenas.

Corrieron lo más rápido que suspiernas se lo permitieron. Viendo que eltiempo se les agotaba utilizó otra baza.Con un comunicador en la mano, eldirector avisó a la sala central.

—Cortar la energía de la secciónexterior. No nos da tiempo a llegar. Nopodemos darle esa ventaja.

—No podemos señor—respondió untécnico—no tenemos acceso.

Tesla, mientras su renovado físico se lopermitía, no entendió el significado de esafrase..

—¿¡Qué no hay acceso!?—Nikola nodaba crédito.—Anulen el cortafuego yvuelvan a intentarlo.

—No funciona señor. Es lo que intentodecirle. Lo hemos intentado varias veces.Hasta hemos intentando reiniciar susistema. Se ha aislado.

Uno a uno, los ventanales iban pasandopor sus ojos.

—Maldición.—se quedaba sin

opciones.—Mandar a Sysco por laescotilla. Que le intercepte.—Cambió lafrecuencia del comunicador y gritó algo.Debía ganar tiempo.—¡Stuart, ríndete! Selo que pretendes y no te saldrás con latuya.

Desde la habitación, los receptores desonido caparon el mensaje y loreprodujeron en el interior.

Stuart se preparó para dar su versión delos hechos. Activó y ejecutó el programade respuesta.

—Llegan tarde. Seas quien seas. Yaestá todo preparado. Han perdido estabatalla.

Las antenas parabólicas se pusieron enposición. Empezaron a emitir.

—Señor, están emitiendo en una

frecuencia de onda larga…¡pero estácifrada! A nivel militar.—respondió eltécnico.

—¡Descodifíquenla! Es una orden.—Ni lo intentéis.—elevó la voz.—Este

código tiene un cifrado de grado militarde nueva generación, tardaríais unaeternidad en revertirlo, por no decir queos resultaría imposible.

La situación había cambiado. Alguienllegado desde el pasado no podía conocerel funcionamiento ni las claves de accesoa ese sistema. A no ser que hubiera tenidoun papel fundamental en su desarrollo.Pero para ello, habría tenido que dejarinstrucciones antes de realizar el viaje.

ЖSysco llegó a la compuerta de la

cabina. Desde el pasadizo observaroncomo conseguía abrir la puerta. Una luzroja se encendió. Stuart se quedóestupefacto al ver esa cara conocida. Conmucha velocidad, Sysco se acercó ybloqueó a Stuart con una llave al cuello.Su excelente diseño le proporcionaba unafuerza sobrehumana

—¿Tú otra vez? Aléjate o…—laexpresividad de su captor le dio una pista.—Tú no eres humano ¿Qué demonioseres?

Patrick y Tesla estaban cerca de lacabina y veían el suceso por la puerta.

—Veo que has conocido a Sysco, unode mis guardaespaldas.—dijo tomandoaire—Sácalo de ahí lentamente. No tieneescapatoria.

Stuart levantó la cabeza e intentó que elandroide no le rompiera el brazo. Cuandogiro el cuello, esa imagen le paralizó.Ante él, tenía a la mente en que habíabasado más de veinte años de su vida. Eldía que encontró ese expediente en la redde MILNET en el campamento de Kabul.Los diseños de sus investigaciones,temidas por el gobierno, comprados porel general en las subastas, los cofres conla documentación y las legendarias llavesde energía. Energía infinita. De algunamanera consiguió sobrevivir a esedesastre. Mirándole bien, habíaconseguido quitarse bastantes años.¿Habría descubierto la fórmula delgeneral?

—No estaría tan seguro.—se fijó en el

chico. Habían realizado un segundo viaje—Hola Patrick, veo que me seguiste.¿Qué tal la experiencia? ¿Seguro que tenotas diferente?

Ahí estaba. Delante de él. La causa desus problemas. La mente detrás del golpe.De la maquinación. Pero debía mantenerla mente fría para no cometer ningúnerror.

—No has respondido a la preguntaStuart.—preguntó el director.

—No es necesario. Ya lo descubrirán.Intenten descifrar el mensaje.

El comunicador de Tesla emitió unpitido.

—Señor, la comunicación se haterminado. Lo tenemos grabado, perocostará mucho desencriptarla.

Mientras Nikola atendía la llamada ySysco evitaba que Stuart escapara, Patrickse quedó contemplando el sistema deantenas. Le resultó increíble. Sysco se dispuso a llevarse al prisionero. Stuart,aprovechando que nadie le observaba,con los brazos cruzados, empezó a sacaralgo de la manga. Patrick se dio cuenta.Recordó que lleva el guante del almacén yno se lo pensó dos veces. No iba aarriesgarse a que sucediera algo.

—De acuerdo. Algo es algo. Mándenlaa DARPA. y que la examinen.—respondióTesla.—Ellos podrán hacer algo.

Stuart apuntó a Nikola que seencontraba de espaldas a él. Patrickrecordó lo que experimento en el almacény apuntó hacia a Stuart. El objeto salió

volando hasta las manos de Patrick.—¿Cómo?—Stuart no daba crédito.—

¿Qué haces tú con eso?—Un pequeño suvenir de la visita. No

eres el único con sorpresas.Nikola escuchó el sonido metálico. Vio

la cara de Stuart y el objeto que sujetabaPatrick con el guante. Su intento deasesinato se había evitado.

—Y encima intentas matarme. ¡Con lobuen anfitrión que soy!—Tesla cogió lapistola y el guante.—Sysco, llévalo a lazona de castigo.

El androide agarró a Stuart con fuerza yse lo llevó a arrastras.

—No lo entendéis. Ya está todo hecho.He ganado.—dijo con una malévolacarcajada

—Está loco…—dijo Patrick.—Recuerdo esas frases, que tiempos—

mirando cómo las parabólicas regresabana sus posiciones iniciales.—A veces loslocos son auténticos genios. Lo que pasaes que la gente les tiene miedo, sólo eso—respondió Nikola lanzándole un giño.

—No pretendía…—Patrick captó elmensaje. La vida de un inventor no debíaser fácil.

—Todo solucionado—agarró a Patrickpor el hombro y se lo llevó por el túnel.—Regresemos dentro, ¿no te parece? Teenseñare las instalaciones.

—¿A dónde lleva a Stuart?—A una celda de seguridad de energía.

Tranquilo es imposible que salga.Cosecha propia. En realidad no es algo

tan difícil de recrear.Ж

En cada sector de la nave, se fueroncruzando con esos objetos voladores queparecían insectos. Uno de ellos volvió acentrarse en él pero paso de largo tras elescaneo. La curiosidad le mataba pordentro.

—Esas cosas son lo último en

tecnología punta de vigilancia.—explicóNikola—A mí no me hace ninguna gracia.Bastante tuve en mis tiempos con lasinspecciones sorpresas, hasta quedescubrí como evitarlas. Graban lasimágenes en tiempo real y están repartidaspor toda la nave. Están sincronizadas conlos androides. Si la cámaras registran

algo que no esté el base de datos, dan lavoz de alerta.

Investigando la nave, Patrick se diocuenta de lo grande que era y la inmensainversión que debía a haber costado. Ymantenerla. Los laboratorios, las salas decontrol, el gimnasio, proyectos deinvestigación. Era como un laboratoriogigante pero en las nubes.

—Por cierto, ¿cómo me van a enviar devuelta? Que yo sepa, sin sus módulos deenergía un cuerpo no puede regresar alotro lado sin sufrir varias desgracias.

—¿Entonces las encontrasteis?—resaltó una gran sonrisa.—¿Resultó muydifícil? Ese era otro de los inventos en losque me centré. La energía. Dedique todami vida a ella. Veo que lo conseguí.—

entonces se dio cuenta de un detalle.—Sucede una cosa Patrick. Cuando tedevuelva a tu año correcto, no llegarás enel momento exacto. No es una cienciaexacta. Piensa que estamos jugando con eltiempo. Tendremos que cerrar tu línea,¿sabes lo que significa?—le intentóexplicar con gestos—si no, siempre habráun Patrick yendo al futuro y otroregresando formando un bucle.

—Pero entonces cambiaría el futuro,ese futuro, ¿no?

—No porque esta línea la creé yocuando desaparecí, así que no se veráafectada. Tu cuando vuelvas, teencontraras con tu otro yo que seadentrará en la cabina de la máquina. Esalínea es la que hay que borrar. Ésta ya

está hecha, modificada y hasta mejoradame atrevería a decir.

—Y otra cosa ¿Qué hace la maquinaaquí?

—¿Aquí dices? Al principio setrasladó por temas de seguridad a unalmacén secreto del gobierno, el profesorThomas Blake se centró en esainvestigación en un intento dereconstruirla de una forma más práctica.Espera un momento.—Nikola encendió elcomunicador—Teniente, recoja el paquete—ordenó Nikola—Vamos hijo,preparemos tu regreso.

ЖLlegaron a una de las áreas más

alejadas de la nave, protegida por fuertesmedidas de seguridad. Un escáner táctil,

uno de retina y uno de reconocimiento devoz proporcionaban su acceso.

—¿Debe resultarle extraño estossistemas de seguridad, no?

—En realidad no tanto. En mis días yaimaginaba este tipo de cosas, pero noposeía la tecnología necesaria para poderllevarla a acabo. Tienes que entender queentonces no existían los ordenadores. Essorprendente lo que avanzasteis encincuenta años. Entonces, todo acaba enbocetos dibujados a lápiz o en tu propiamente por si alguien quería robártelos.

Tesla se acercó a la pared. Habíavarias hendiduras a lo largo de lahabitación. Una lámina de metal salió dela pared y el científico se sentó.

Un hombre con barba, traje azul, dos

insignias militares en el pecho y dosimplantes en la órbita izquierda, entrabapor la puerta acompañado de una mujer deuniforme negro. El desconocido se fijó enel nuevo.

—Patrick, ¿te veo bien?—respondiósaludándole formalmente.

—¿Me conoce?—en shock, se preguntópor qué.

—¿No me reconoces? Es comprensible,he cambiado un poco—palpándose el ojo.

Patrick se quedó mirando su cara. Esasfacciones las recordaba.

—¿Capitán Sheppard?—Exacto. Ahora Teniente, me

ascendieron. Han pasado cuatro o cincoaños, perdí la cuenta.—su compañeraresopló.—Disculpa, que modales, ella es

mi compañera. La capitán Sinner.—¿Qué haces tú aquí? ¿Estás sólo?—

preguntó Patrick.—¿Te acuerdas de Jim y de Sam?

Redactaron una carta de recomendacióncuando se enteraron de este proyecto.Cuando sucedió la aparición de Nikola,debido al riesgo y el secretismo, elprofesor, que estaba al cargo de lainvestigación, nos entregó sólo a él y a mílos códigos de acceso a esta habitación.Entonces me acordé de una vieja promesay solicité que la reasignarán—señalando ala mujer.—Y así conocí a Nikola.Después estuve un año entero estudiandolos mapas de la nave.

—¿Tiene los datos de la máquina en laque llegó el otro?

Nikola y Sheppard pusieron su manoderecha en dos paneles de la pared. Unbandeja se abrió en la pared y un maletínapareció. Lo desplegaron y se formó unrectángulo. Sheppard introdujo los datos.Ajustaron los patrones de Patrick ycalibraron la máquina.

—No te equivoques con Stuart, esosbórralos.—recordó el viajero.

—Descuida chaval. Tuve un buenprofesor en mi anterior equipo.

—Toma—Nikola le dio a Patrick undispositivo portátil—Thomas sabrá quéhacer con ello. Dile que lo estudie condetenimiento, ¿me has entendido? Ahoraprocedamos. Métete dentro.

El aparato medía casi dos metros dealtura. Nikola activó la máquina. Las tres

personalidades se despidieron. Una paredde energía atravesó las barras delrectángulo. Unas luces blancas salieron delas esquinas y empezaron a envolverle.Sólo le dio tiempo a mover la mano.

99

Regreso a la línea temporal

—Profesor, preparé el viaje.—OrdenóJim— ¡Patrick se va!

—Vale…—se dirigió a la pantalla ypreparó el tercer viaje.—Las tarjetasaguantaban perfectamente. La energíaseguía al máximo.

El profesor estaba muy alterado.Acababan de disparar a su única hija.

—No sé si estoy listo.—murmuró eljoven.

—Patrick, en serio, con todo lo que haspasado estos tres días…créeme, eres elmás indicado para esta misión. Ahoradéjamela a mí y persigue a ese cabrón,

¿entendido?Alexandra le cogió de la mano. Él la

miro y asintió. Estaba decidió. Iba a porStuart.

La compuerta de la maquina se volvió aabrir. Debía arreglar todo eso. En esemomento, una intensa nube luz se empezóa formar en un área del laboratorio. Unaforma humana empezó a surgir de suinterior y aterrizó en el suelo. Alexandrale cogió la mano a John. Sheppard quedóparalizado desde el piso de arriba. Todosle miraban como si estuvieran viendo a unfantasma. Había dos Patrick y, eran decarne y hueso. Él se dio cuenta e intentóactuar de la manera más natural posible.

—Tranquilos—dijo Patrickincorporándose y tomando aire—Soy yo.

He regresado del viaje.—todo iba bien,no había disparos.—Stuart ha sidoapresado.—Nadie hacía movimientosbruscos.—No dará más problemas. Tú,Patrick—mirando a su otro yo— tienesque meterte en la máquina y realizar elviaje para que nuestra línea temporal secorrija y todo vuelva a la normalidad.,¿verdad profesor?—mirando a Thomas.

El profesor se quedó mirando alfantasma que acababa de aparecer de lanada. Había presenciado un viajetransdimensional sin recipiente. Sólo pormedio de energía. Nunca olvidaría esaimagen. Todos esperaban su respuesta.Estrujándose el cerebro afirmó la teoríadel muchacho.

—Sí—dijo Thomas desconcertado—

por el contrario todo lo que ha realizadotu otro yo, se anularía, Stuart escaparía yse crearía un bucle temporal o algo peor.Sería como no haber hecho nada. ¡Todoen vano!

—De acuerdo…—dijo el otro Patrick,con un pie en la pasarela y el otro en elsuelo de la plataforma del laboratorio—Confiaré en…mí.

Se sentó en la cabina. Miró de frente atodo el personal. No volvería a verlesnunca más. Entendía el razonamiento, perono se imaginaba desaparecer sin tener laposibilidad de poder regresar. Escapaba asu entendimiento. Miró a su homólogo yalzó la mano para despedirse. Lossensores de la máquina captaron supresencia y el interior se iluminó de

nuevo. Todo estaba donde tenía que estar.—Cariño—dijo el profesor

acercándose a su hija.—Hay que llevartea un hospital.

—Patrick ¿eres tú?—dijo Alex—Estoes algo confuso.—el nuevo Patrick sehabía acercado hasta la escena dondemomentos antes no había tenidooportunidad. Se le hacía raro. Ese debíaser el quebradero de cabeza de los viajestemporales.

—Dímelo a mí…pero sí, soy elverdadero. El de antes—mirando a lamáquina—somos el mismo. Ni yo mismolo entiendo muy bien.

—Capitán—gritó Jim— ya puedebajar. Todo ha terminado. Profesor llamea la oficina de seguridad y que llamen a

una ambulancia.Patrick se fijó que los invitados estaban

en la planta baja. Después se fijó en eldesconocido enmascarado que les habíaapuntado y había disparado a Alex.Estaba de rodillas en el suelo. Habíantenido suerte de que no acertara en ningúnpunto vital. «¿Habéis averiguado quiénes?». Tras la partida de Stuart nadie habíareparado en el desconocido.

Jim cautelosamente se acercó alenemigo. A menos de dos metros, fueextendiendo la mano hasta llegar a lacapucha. Tomó aire y se le quitó. Su carano podía expresar mayor expectación. Elsoldado no era otra persona que la chicade la recepción y del comedor. Indefensae inconsciente, estaba quieta en el suelo.

Sheppard bajaba del piso de arriba conel dispositivo del general. John cogió losmódulos de energía y los guardó en sucaja. Jim avisó a la oficina y mandó queenviaran un equipo de limpieza. YThomas apagó la máquina. Los técnicos seadelantaron y cubrieron el aparato con unasábana negra. Patrick se encargó de llevara la chica en brazos hasta la entradaprincipal y Sheppard cogió a la víctimade su enemigo. Todos los presentes sedirigieron hacia la puerta de salida. Erahora de retirarse.

100

Despedida

En el hospital, los médicos se

llevaron a Alexandra a una sala de cirugíay Thomas y Patrick se quedaron en la salade espera. Patrick agachó la cabeza.Estaba muy cansado, física y mentalmente.Thomas quería preguntarle algo, pero nosabía si hacerlo. Al final se decidió.

—Antes me has dicho que no habíatiempo…¿A qué te referías?

Patrick levantó la cabeza y lerespondió.

—Creo que es mejor que consiga unordenador y lo compruebe usted mismo.Tiene toda la noche por delante profesor.

Thomas se quedó sin responderle.Debía ser algo muy gordo. En frente suyo,una mujer de uniforme bajaba la pantallade su portátil. Thomas aprovechó elmomento con delicadeza.

—Buenas noches, perdone laintromisión. Soy el doctor Thomas Blake.¿Sabría dónde podría tener acceso a unordenador? Necesito comprobar unascosas.

—Claro, ningún problema.—la mujercogió su portátil.—Le presto el mío sipromete devolverlo en recepción paramañana.

—Claro, no se preocupe.—la mujer lesonrió educadamente.— Pregunte por miapellido. Muchísimas gracias.—regresó asu asiento—Por cierto, no te lo he

preguntado ¿Quién te lo ha dado?—No me creería profesor…—Thomas

enarcó una ceja. Desde esa noche, esafrase ya no significa nada para él. Habíadesaparecido de su diccionario.—Le daréuna pista. Gracias a él…viaje de unapieza.

¿Viajar de una pieza? Para eso serequerían la energía de los módulos…pero eso significaba…

—¿Me estás diciendo que le hasconocido? ¿Pero cómo? Desapareció enel accidente de…—abrió los ojos y miróal suelo.—claro…

—Exacto profesor y por lo que vi,vamos a tener unos cinco años muyocupados.—Patrick recordó el logotipodel almacén.—¿Le suena el nombre de

Industrias AstraTech? Tiene bastantepresencia en el futuro.

Un gran temor le puso los pelos depunta. Encendió el ordenador y conectó eldispositivo. La interfaz era de granvelocidad y de gran capacidad. Elordenador lo reconoció. Era una buenaseñal. Un video se reprodujo y aparecióuna imagen de Nikola Tesla.

«Profesor preste mucha atención alcontenido de este dispositivo de memoria.Acabo de violar una ley federal demáximo nivel aportándoles estainformación, pero era crucial, Patrick yalo sabe…»

Thomas miró de reojo a Patrick.«Dentro tiene toda la información que

necesita. No le hable a nadie de esto.

Tiene una lista de personas de confianza,al menos, del período de dos años en losque les he conocido. Como habrá notadoal navegar por la documentación, es muycuantiosa. Había más, pero eso habríacambiado otras cosas….—miró fijamente—Creo que me explico.»

El profesor asintió delante de lapantalla, modificar el futuro podría haberafectado la situación de Stuart y eso podíaresultar caótico. El video terminó yThomas empezó a navegar por lascarpetas

—Nikola…¿Qué es esto?—preguntó alaire—Es increíble. Diseños, laboratorios,nuevos proyectos, otros terminados…yaveo—Thomas encontró la carpetaacertada— No hay otra forma…Entiendo.

Pasó una hora y un medicó apareció porel pasillo.

—¿Blake? ¿Doctor Thomas Blake?—Thomas levantó la cabeza y levantó lamano, Patrick despertó.—Su hija está enla habitación del fondo. Estáperfectamente, solo necesita reposo.

Patrick se levantó del asiento, peroThomas se quedó sentado.

—Adelántate Patrick, creo que es a ti aquien quiere ver con más ganas. Luego meacerco.—Patrick asintió y se dirigió a lahabitación. Thomas regresó su mirada a lapantalla del ordenador—A ver que mássecretos tienes para mí Nikola…—susurró Thomas.

ЖAhí estaba ella, descansando.

—Eres tu —reincorporándose.—elfamoso viajero.

—Aquí estoy...se supone que debesdescansar—observó que la otra camaestaba vacía. Estarían solos en lahabitación.—¿Cómo te encuentras?

—El médico me ha dicho que merecuperare rápido y apenas se ve lacicatriz.—Sólo se apreciaba un minúsculamarca debajo del pecho.—Patrick buscóuna silla y Alexandra le cogió la mano.—Quédate aquí conmigo— golpeando elcolchón con la mano.

Al final tras todo ese mágico viajedesde Nueva York hasta Washington, eldestino estaría de su parte. Aceptó lainvitación.

—Cuéntame algo. Todos los días no se

conoce a un viajero del tiempo.Patrick la miró. La noche iba a ser

larga…—Por donde empiezo.Todo había acabado esa noche. Nunca

sabrían quien habría orquestado todo, siel general o Stuart. El general habíamuerto en un intento de realizar una últimajugada maestra, pero le había salido eltiro por la culata. La recepcionista habíasido utilizada como peón de un juego deguerra cibernético. Stuart, a pesar dehaberse salido con la suya y viajar através de la máquina, había resultadopreso en el otro lado. La incógnita quedejó en el futuro fue la transmisióncodificada que logró enviar. Lainvestigación llevaría tiempo. John había

conseguido un traspaso a uno de losmejores centros de investigación delmundo. Ella se había salvado de un gransusto y él había sido oficialmente laprimera persona en viajar al futuro. Todauna proeza viéndolo con perspectiva.Debía pensarse seriamente poner todo porescrito.

ЖDe camino a su casa, Jim se disponía

a tomarse unos días libres antes de tenerque dar explicaciones. La noche eratranquila. Se respiraba paz.

—Hola Jim—dijo una voz.Del susto, giró el volante. El subidón

de adrenalina le había desconcentradocompletamente. Había reconocido esavoz. Era él.

—¡Pero te has vuelto loco!—girando lacabeza. Se encontró una figura tumbada—¡Tú te drogas!¡Nos podíamos habermatado!

—¿Por un saludo de nada te pones así?—se enderezó.—Por favor, hassobrevivido a la operación dellaboratorio. Relájate.

—Debería reportar sobre esto… ¿Y túcómo sabes lo del laboratorio?

—Pero no lo harás…—se apoyó en elrespaldo de Jim—digamos que encontréciertos documentos hace mucho tiempo.Se muchas cosas que me gustaríacompartir con vosotros. Se quien andadetrás de todo. He conocido gente.

—¿El grupo secreto del general?—Jimparó de seco en un arcén.

—Puede ser…—sonriendo.—¿Qué talmi hijo?

—Ha sido todo un héroe. Deberíasestar orgulloso.

—Buena estrategia la de llevarle a laexposición del doctor para involucrarleen todo el tinglado. Cuando queréis,sabéis hacer bien las cosas.—respondióbajando el tono de la voz.—Sabes queahora mi hijo es clave para todo lo quepase de aquí en adelante. Seguro que hadescubierto cosas. Sé que las sabe.

—Lo sé. Ya lo había pensado. Habráque prepararle.—volvió a girar la cabezahacía la parte trasera. Mantuvo larespiración al ver la cara de su amigo.Observó el parche— ¿Te vas a encargartú?

—No lo sé todavía, Jim…hay queorganizarse.

Epílogo

Central Park, Nueva York

Lunes de Primavera

Primera hora de la mañana. Estaba encasa.

Su móvil emitió un sonido. Era unmensaje del profesor. «Mira tu correo».Por la televisión, emitían el video de laoperación del puente señalizando dossiluetas que levitan por el río. «De modoque así fue—dijo Patrick acercándose altelevisor.—¿Ese no es el capitánSheppard?»

Accedió a su cuenta de. Frank le viomoverse y se dirigió hasta la mesa.

«He logrado desencriptar varias

carpetas de la memoria que me diste. Haymuchas sorpresas. Por aquí no puedodecir gran cosa, por seguridad. No sécómo han podido dejar olvidado todo esoen aquel sitio donde fuiste, pero créemeque aquí hay suficiente material para abrirmás de una investigación y a muchasescalas. Me han sorprendido yhorrorizado algunas carpetas, pero me lasesperaba. Has tenido mucha suerte, por nodecir que eres la única persona viva quelo conoce personalmente. De todo eso yahablaremos otro día. Ahora descansa, telo has merecido.

P.D.: Recibirás una sorpresainesperada de un momento a otro.»

En la televisión emitían el video de lapersecución por la universidad. En el

video, una periodista entrevistaba avarios de los alumnos del campus. Elsonido del timbre le hizo regresar a larealidad. Visualizar la imagen por elvideoteléfono y vio a una persona deuniforme, con una gorra y un paquete en elregazo.

—Correo especial del Times paraPatrick Stevens. ¿Es usted?

Teniendo en cuenta que era Lunes ytrabajaba allí no le resultó sospechoso.Apretó el botón para abrir la puerta delportal. El móvil sonó por segunda vez.Una fotografía de su amigo rodeado degente apareció en la pantalla, y antes depoder contemplar, su amigo le llamó.

—Cambio de planes—su tono de vozmostraba mucha alegría y energía— me

destinan a un proyecto mayor en Francia.Deben tener buenos contactos en laagencia—se escuchaban varias voces a sualrededor. John pedía un poco de silencio.

El timbre de la puerta resonó. Patrickprocedió a abrir la puerta.

—Voy a trabajar con rusos y conchinos. Aun no me lo creo. Se han portadomuy bien con nosotros. ¿Y tú qué? ¿Tesorprendido algo?

La sorpresa se materializó. Como decíael mensaje, sería inesperada, y desde superspectiva, bastante agradable. Vestidacon uniforme y oculta tras una visera, ahíestaba ella. Patrick apartó el móvil unoscentímetros y le susurró que John estabaal teléfono. Reanudó la llamada.

—Pues tengo transporte gratis durante

un tiempo. Algo es algo.—Peor es nada. Seguro que te envían

algo de categoría.En eso había acertado.Ella le señalo el interior de piso. Su

mirada no incluía un no por respuesta.Tampoco era esa su intención. Volviendoa la realidad, le dejó espacio para quepudiera entrar. Frank emitió un maullido.Alexandra le recogió y se dirigió al sofá.Patrick, observando la escena, realizó unaúltima jugada.

—John tío, te tengo que dejar, tengoque limpiar el piso.

—Que te sea leve. Y que te vaya bien.Seguro que nos volvemos a juntar. Nadaestá atado nunca.

La llamada terminó. El máximo

responsable de DARPA daba una ruedade prensa ofreciendo una versión de loshechos que Patrick no olvidaría nunca.Alex acariciaba al minino mientras esteronroneaba plácidamente.

—Lo que hay que ver. Veo que ya osconocéis.—murmuró—Que sepas quevive como un rey.

—¿Tienes envidia?—inclinando lacabeza para poder verle.

—¿Yo? ninguna—respondió apoyadoen el respaldo del sofá, mirando fijamenteal televisor.

—Cuéntame, ¿cómo se siente uno alromper una de las leyes fundamentales dela física?

Esa pregunta le cogió por sorpresa.—¿La verdad? No me lo he planteado.

No le doy mucha importancia.Continuó mirando el televisor

disimulando los celos que tenía del gato.—¿Te apetece comprobar si rompemos

otra?—dejó a Frank en el sofá, se levantóy agarró la mano de Patrick.—Pero estavez, sin desmayarte.

Era directa. Siguiendo la iniciativa, sedirigió al único lugar idóneo paraculminar ese momento.

—Este será mi mejor artículo, te loprometo.

El felino les siguió como cual gatosigue al ratón. Patrick cerró la puerta,pero enseguida la volvió a abrir.

—Frank, ¡fuera! Ahora no.El viejo felino emitió un maullido y

salió de la habitación para meterse en su

lugar favorito de la casa y encogerse en sumullido cojín.

Personajes

[1] 1968. Mustang Shelby Cobra GT500[2] Demostración en 1997, en Austria, de

teletransporte de fotones de luz.[3] In s t i t u t o Tecnológico de

Massachusetts[4] Inventor e ingeniero eléctrico serbio (1856-

1943)[5] Compañía estadounidense de

telecomunicaciones[6] Premio Lemelson, M.I.T.[7] El mayor laboratorio de investigación en física

de particulares en el ámbito mundial.[8] Vehículo de General Motors Company[9] DEFense CONdition. Estado de defensa. [

Desde 5 (paz) a 1 (Guerra nuclear) ][10] Estación de cabecera de la cadena de

televisión estadounidense NBC en Nueva York[11] Técnica que crea imágenes tridimensionales

basada en el empleo de la luz[12] helicóptero de ataque de origen

estadounidense.[13] personaje de ficción del universo de Star

Wars[14] diodo emisor de luz[15] Medida de velocidad[16] Agencia de Proyectos de Investigación

Avanzados de Defensa de Estados Unidos[17] Dispositivo de forma cilíndrica para ocultar

secretos en su interior.[18] Vehículo de la gama Cadillac de la empresa

GMC[19] Monumento conmemorativo al primer

presidente, George Washington. 1884[20] Monumento al presidente Abraham Lincoln.

1922[21] Organización juvenil de los Estados Unidos,

fundada en 1910[22] Famosa exclamación atribuida al matemático

griego Arquímedes.

[23] Instrumento que permite medir laradiactividad de un objeto o lugar.

[24] del inglés, MILitary NETwork, en españolred militar. Creada en 1983 a partir de Arpanet

[25] Estructura de piedra creada por el excéntricoestadounidense Edward Leedskalnin (1887-1951)

[26] Pintor español (1904-1989), máximorepresentante del surrealismo . Obra de 1943

[27] Salvador Dalí.Obra de 1937.Representación del mundo de los sueños.

[28]MOMA: Museo de Arte Moderno deNueva York

[29] Search for ExtraTerrestrial Intelligence, oBúsqueda de Inteligencia Extraterrestre

[30] Carl Sagan (1934-1996) astrónomo ydivulgador científico de Estados Unidos.

[31] Mensaje de la sonda Pioneer 10, lanzadoel2marzo de 1972.

[32] Mensaje de la sonda Voyager 1 , lanzadoel5de septiembre de 1977.

[33] Único mensaje extraterrestre recibido por elradiotelescopio Big Ear en 1977

[34] Señal de 72 segundos de duración de origendesconocido.

[35] Moneda “Double eagle” de 1933, valoradaen 7’6 millones de dólares

[36] del alemán: Bayerische Motoren Werke,«Fábricas bávaras de motores» es un fabricante alemánde automóviles de lujo

[37] Creadas en 1942 y 1944[38] Crismón, símbolo de los estandartes romanos

desde el Edicto de Milán, 313 d.C[39] 1968. Mustang Shelby Cobra GT 500[40] Varias cajas con documentos fueron

adquiridas en una subasta en 1976[41] Fundador y director del MIT lab

[42] Sistema teórico de energía libre.[43] legendario juego de mesa de

China, llamado a veces Ajedrez Chino..[44] Del latín, la suerte está echada

[45] la fórmula de Equivalencia entremasa y energía de Albert Einstein.

[46] 1973. Retirada de las fuerzas estadounidenses de Indochina

[47] locución latina que significa“algo por algo”

[48] Mercedes G-63-AMG-6x6.