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Fábula para comprender el misterio del dinero English français po polsku Deutsch italiano português por Louis Even 1. Salvados del naufragio Una explosión ha destruido su barco. Cada uno se agarra a las primeras piezas flotantes que logra alcanzar. Cinco consiguen reunirse sobre unos restos del naufragio que quedan a merced de las olas. De los otros compañeros de viaje, ninguna noticia. Hace horas, largas horas, que miran al horizonte: ¿algún barco podría socorrerlos? ¿Encallara su balsa en alguna playa hospitalaria? De repente se oye un grito: ¡Tierra! ¡Tierra allá, vean! ¡Justo en la dirección en la cual nos empujan las olas! Y a medida que se dibuja, en efecto, la línea de una orilla, las caras se despejan. Ellos son cinco: Francisco, carpintero grande y vigoroso, es quien primero gritó ¡Tierra! Pablo, cultivador; es el que ustedes ven arrodillado a la izquierda, una mano al suelo y la otra agarrada a la estaca de la balsa. Jaime, especializado en la cría de animales: es el hombre con pantalones rayados quien, arrodillado al suelo, mira en la dirección indicada. Enrique, agrónomo y horticultor, algo corpulento, está sentado sobre una maleta salvada del naufragio. Tomás, geólogo, es el tipo que está de pie detrás, con una mano sobre la espalda del carpintero. 2. Una isla providencial Volver a poner los pies sobre una tierra firme, esto es para nuestros hombres un retorno a la vida. Una vez secados, recalentados, su primer objetivo es el de conocer esta isla en la cual han sido arrojados, lejos de la civilización. A la cual ellos bautizan “La Isla de los Náufragos”. Una rápida visita de la isla colma sus esperanzas. La isla no es un árido desierto. Ellos son, por cierto, los únicos hombres que la habitan actualmente. Pero otros han debido vivir aquí antes que ellos, a juzgar por los residuos de rebaños medio salvajes que han encontrado aquí y allá. Jaime, el ganadero, afirma que podrá La Isla de los Naufragos 1 of 5 02/04/2010 10:56 AM

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Fábula para comprender el misterio del dinero

English français po polsku Deutsch italiano português

por Louis Even

1. Salvados del naufragio

Una explosión ha destruido su barco. Cada uno seagarra a las primeras piezas flotantes que logra alcanzar.Cinco consiguen reunirse sobre unos restos del naufragioque quedan a merced de las olas. De los otros compañerosde viaje, ninguna noticia.

Hace horas, largas horas, que miran al horizonte: ¿algúnbarco podría socorrerlos? ¿Encallara su balsa en algunaplaya hospitalaria?

De repente se oye un grito: ¡Tierra! ¡Tierra allá, vean!¡Justo en la dirección en la cual nos empujan las olas!

Y a medida que se dibuja, en efecto, la línea de unaorilla, las caras se despejan. Ellos son cinco:

Francisco, carpintero grande y vigoroso, es quien primero gritó ¡Tierra!Pablo, cultivador; es el que ustedes ven arrodillado a la izquierda, una mano al suelo y la otra

agarrada a la estaca de la balsa.Jaime, especializado en la cría de animales: es el hombre con pantalones rayados quien,

arrodillado al suelo, mira en la dirección indicada.Enrique, agrónomo y horticultor, algo corpulento, está sentado sobre una maleta salvada del

naufragio.Tomás, geólogo, es el tipo que está de pie detrás, con una mano sobre la espalda del

carpintero.

2. Una isla providencialVolver a poner los pies sobre una tierra firme, esto es

para nuestros hombres un retorno a la vida.Una vez secados, recalentados, su primer objetivo es el

de conocer esta isla en la cual han sido arrojados, lejos de lacivilización. A la cual ellos bautizan “La Isla de losNáufragos”.

Una rápida visita de la isla colma sus esperanzas. Laisla no es un árido desierto. Ellos son, por cierto, los únicoshombres que la habitan actualmente. Pero otros han debidovivir aquí antes que ellos, a juzgar por los residuos derebaños medio salvajes que han encontrado aquí y allá. Jaime, el ganadero, afirma que podrá

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mejorarlos y sacar un buen rendimiento de ellos.En cuanto al suelo de la isla, Pablo lo encuentra en gran parte adecuado para el

cultivo.Enrique ha descubierto árboles frutales, de los cuales espera poder sacar gran

provecho.Francisco ha notado sobretodo bellas extensiones forestales, ricas en maderas de

toda especie: será un juego cortar árboles y construir casas para la pequeña colonia.En cuanto a Tomás, el geólogo, lo que le ha interesado, es la parte más rocosa de

la isla. Ha notado allí varios signos indicando un subsuelo rico en minerales. A pesar de laausencia de herramientas perfeccionadas, Tomás se cree con bastante iniciativa y astucia paratransformar el mineral en metales útiles.

Así pues cada uno podrá entregarse a sus ocupaciones favoritas, para el bien de todos. Todosson unánimes para alabar a la Providencia por el desenlace relativamente feliz de una grantragedia.

3. Las verdaderas riquezasAhí tenemos nuestros hombres manos a la obra. Las

casas y los muebles proceden del trabajo del carpintero. Alinicio, cada uno se contentaba con comida primitiva. Peroluego los campos producen y el cultivador tiene cosechas.

A medida que las estaciones se suceden, el patrimoniode la Isla se enriquece. Se enriquece, no de oro o papelgrabado, sino de las verdaderas riquezas, de las cosas quenutren, que visten, que alojan, que responden anecesidades.

La vida no es siempre tan dulce como ellos lo desearían. A ellos les faltan muchas cosas a lascuales estaban acostumbrados en la civilización. Pero su suerte podría ser mucho más triste.

De todas maneras ya han conocido tiempos de crisis en su país. Se acuerdan de lasprivaciones padecidas, mientras las tiendas estaban repletas a diez pasos de su puerta. Al menos,en la Isla de los Náufragos, nadie les condena a ver pudrirse bajo sus ojos cosas de las cualespodrían tener necesidad. Además, los impuestos son desconocidos. Las quiebras no se temen.

Si el trabajo es a veces duro, por lo menos se tiene el derecho de gozar de los frutos de sutrabajo.

En definitiva, se explota la isla bendiciendo a Dios, esperando que un día se podrá encontrarde nuevo parientes y amigos, con dos grandes bienes conservados, la vida y la salud.

4. Un gran inconvenient

Nuestros hombres se reúnen frecuentemente parahablar de sus quehaceres.

En el sistema económico muy simplificado que ellospractican, una cosa les molesta cada vez más: no tienenningún tipo de moneda.

El trueque, el intercambio directo de productos conproductos, tiene sus inconvenientes. Los productos a inter-cambiar no están siempre frente a frente al mismo tiempo.Por ejemplo, madera entregada al cultivador en invierno nopodrá ser reembolsada en legumbres antes de seis meses.

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A veces se trata además de un artículo grandeentregado en una vez por uno de los hombres, el cual quisiera en intercambio diferentes cosaspequeñas producidas por los demás, en épocas diferentes.

Todo esto complica los negocios. Si hubiera dinero en circulación, cada uno vendería susproductos a los demás por dinero. Y con el dinero recibido, él compraría a los demás las cosasque quisiera, cuando quisiera y a condición que estuvieran allí.

Todos reconocen la gran comodidad que constituiría para ellos un sistema monetario. Peroninguno de ellos sabe cómo establecer tal sistema. Han aprendido a producir la verdadera riqueza,las cosas. Pero no saben hacer los signos, el dinero.

Ignoran cómo comienza el dinero, y cómo hacerlo comenzar cuando no existe, cuando decomún acuerdo se decide obtenerlo. También muchos hombres instruidos se verían en un aprieto;todos nuestros gobiernos se han visto así durante diez años antes de la guerra. Sólo que faltara eldinero al país, y el gobierno quedaría paralizado ante este problema.

5. Llegada de un refugiadoUna tarde, mientras nuestros hombres, sentados en la

orilla del mar, machacan este problema por centésima vez,ven de pronto acercarse una barca remada por un solohombre.

Se apresuran a ayudar al nuevo náufrago. Se le ofrecenlos primeros cuidados y se cambian impresiones. El hablaespañol. Su nombre es Martín.

Felices de tener un compañero de más, nuestros cincohombres le acogen con calor y le hacen visitar la colonia.

— “Aunque perdidos lejos del resto del mundo, le dicen, no tenemos por qué quejarnos. Latierra produce bien; el bosque también. Una sola cosa nos hace falta: no tenemos moneda parafacilitar los intercambios de nuestros productos.”

— “Bendigan la suerte que me trae aquí, contesta Martín. El dinero no tiene misterios para mí.Yo soy banquero, y puedo instalarles en poco tiempo un sistema monetario que les darásatisfacción.”

¡Un banquero!... ¡Un banquero!... Un ángel venido derecho del cielo no habría despertado másreverencia. ¿No se tiene por costumbre, en país civilizado, el inclinarse delante de los banqueros,quienes controlan las pulsaciones de las finanzas?

6. El dios de la civilización— “Señor Martín, ya que usted es banquero, usted no

trabajará en la isla. Usted sólo se ocupará de nuestrodinero.”

— “Me encargaré, como todo banquero, de forjar laprosperidad común.”

— “Señor Martín, se le construirá una casa digna deusted Mientras tanto, se puede instalar en el edificio quesirve para nuestras reuniones públicas.”

— “Muy bien, mis amigos. Pero empecemos pordescargar de la barca las cosas que he podido salvar en el naufragio: una pequeña prensa, papel yaccesorios, y sobretodo un pequeño barril que procurarán tratar con sumo cuidado.”

Se descarga el conjunto. El pequeño barril intriga la curiosidad de nuestros buenos hombres.

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— “Este barril, declara Martín, es un tesoro sin igual. ¡Esta lleno de oro!”¡Lleno de oro! Cinco almas casi se escaparon de cinco cuerpos. ¡Figúrese: el dios de la

civilización entrado en la Isla de los Náufragos. El dios amarillo, siempre oculto, pero potente,terrible, cuya presencia, ausencia o menores caprichos pueden decidir de la vida de 100 naciones!

— “¡Oro! ¡Señor Martín, verdadero gran banquero! Le saludamos respetuosamente y leprestamos nuestros juramentos de fidelidad.”

— “Oro para todo un continente, amigos míos. Pero no es el oro que va a circular. Hace faltaesconder el oro: el oro es el alma de todo dinero sano. El alma debe quedar invisible. Les explicarétodo esto cuando les dé dinero.

7. Un entierro sin testigoAntes de separarse por la noche, Martín les pone una

última pregunta:— “¿Cuánto dinero les haría falta en la isla para

empezar, para que los intercambios marchen bien?”Se miran unos a otros. Se consulta humildemente al

propio Martín. Con las sugestiones del benévolo banquero,se conviene que 200 dólares cada uno parecen suficientespara empezar. Cita fijada par el día siguiente a la noche.

Los hombres se retiran, intercambian reflexionesconmovidas, se acuestan tarde, no pueden dormir hasta la mañana, después de haber soñado orolargo tiempo con los ojos abiertos.

Martín, él, no pierde tiempo. Olvida su cansancio para no pensar más que en su porvenir debanquero. Aprovechando la mañanita, cava un hoyo, hace rodar su barril, lo cubre de tierra, lodisimula bajo matas de hierba cuidadosamente colocadas, transplanta inclusive un pequeñoarbusto para ocultar toda huella.

Después, pone en marcha su pequeña prensa, para imprimir 1000 billetes de 1 dólar. Viendosalir los billetes, nuevecitos, de su prensa, sueña por dentro:

— “¡Cómo son fáciles de hacer, estos billetes! Sacan su valor de los productos que serviránpara comprar. Sin productos, los billetes no valdrían nada. Mis cinco clientes tontos no piensan enesto. Creen que es el oro que garantiza el dinero. ¡Los tengo amarrados por su ignorancia!”

Por la noche, los cinco llegan corriendo cerca de Martín.

8. ¿Para quien será el dinero?Cinco fajos de billetes están ahí, sobre la mesa.— “Antes de distribuirles este dinero, dice el banquero,

hace falta entenderse.”“El dinero está basado en el oro. El oro, colocado en la

bóveda de mi banco, me pertenece. En consecuencia, eldinero es mío... ¡Oh, no estén tristes! Voy a prestarles estedinero, y ustedes lo emplearán a su antojo. Mientras tanto,les cargo solamente el interés. Dada la rareza del dinero enla Isla, ya que no hay de todo, creo ser razonable pidiendo unpequeño interés de 8 por ciento solamente.”

— “En efecto, Señor Martín, usted. es muy generoso.”— “Un último punto, amigos míos. Los negocios son los

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negocios, inclusive entre los mejores amigos. Antes de cobrar su dinero, cada uno de ustedes va afirmar este documento: es el compromiso por parte de cada uno de ustedes de reembolsar capitale intereses, bajo pena de confiscación por mí de sus propiedades. ¡Oh, simple garantía! No tengoningún interés de quedarme jamás con sus propiedades, me contento con el dinero. Estoy seguroque conservarán sus bienes y que me devolverán el dinero.”

— “Esto está lleno de buen sentido, Señor Martín. Vamos a redoblar los esfuerzos en el trabajoy se lo devolveremos todo.”

— “Eso es. Vuelvan a verme cada vez que tengan problemas. El banquero es el mejor amigode todo el mundo... Muy bien, aquí tienen para cada uno sus 200 dólares.”

Y nuestros cinco hombres se van encantados, las manos y la cabeza llenos de dinero.

9. Un problema de aritméticaEl dinero de Martín ha circulado en la Isla. Los

intercambios se han multiplicado a la vez que se hansimplificado. Todo el mundo se regocija y saluda a Martín conrespeto y gratitud.

No obstante, el geólogo está inquieto. Sus productosestán todavía bajo tierra. No tiene más que algunos dólaresen su bolsillo. ¿Cómo reembolsar al banquero en el plazoque se acerca?

Después de haberse roto la cabeza mucho tiempo antesu problema individual, Tomás lo trata socialmente:

“Considerando la población entera de la isla, piensa él,¿somos capaces de cumplir con nuestros compromisos?Martín ha hecho una suma total de 1000 dólares. Y nos

reclama un total de 1080 dólares.Inclusive si reuniéramos todo el dinero de la isla para llevárselo, esto haría 1000 y no 1080.

Nadie ha hecho los 80 dólares de más.Hacemos cosas, no dinero. Martín podrá entonces quedarse con toda la isla, porque todos

juntos no podemos reembolsar capital e intereses. “Si los que tienen posibilidad devuelven su parte de dinero sin preocuparse de los demás,

algunos van a caer enseguida, y otros van a sobrevivir. Pero les tocará su turno y el banquero sequedará con todo. Más vale unirse enseguida y tratar este asunto socialmente.”

Tomás no tiene dificultad para convencer a los demás de que Martín les ha engañado. Seponen de acuerdo para una cita general en casa del banquero.

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10. Benevolencia del banqueroMartín adivina su estado de ánimo, pero hace buena

cara. El impulsivo Francisco presenta el caso:— “¿Cómo podemos devolverle 1080 dólares cuando no

hay más de 1000 dólares en toda la isla?”— “Es el interés, mis buenos amigos. ¿Su producción

no ha aumentado?”— “Sí, pero el dinero, él, no ha aumentado. Y es

precisamente dinero que usted reclama, y no productos. Sólousted puede hacer dinero. Ahora bien, usted no hace másque 1000 dólares y pide 1080 dólares. ¡Es imposible!”

— “Esperen, amigos míos. Los banqueros se adoptan siempre a las condiciones, para elmayor bien del público... No voy a pedir más que el interés. Nada más que 80 dólares. Seguiránguardando el capital.”

— “¿Usted perdona nuestra deuda?”— “Eso sí que no. Lo siento, pero un banquero nunca perdona una deuda. Ustedes me

deberán todavía todo el dinero prestado. Pero ustedes me van a devolver cada año solamente elinterés, y no voy darles prisa para que devuelvan el capital. Algunos de entre ustedes pueden llegara ser incapaces de pagar inclusive su interés, porque el dinero va del uno al otro. Pero organícenseustedes en una nación, y pónganse de acuerdo en un sistema de impuestos. Pagarán más los quetendrán más dinero, y los otros menos. Con tal de que me traigan todos el total del interés, estarésatisfecho y su nación se llevará bien.”

Nuestros hombres se retiran, medio calmados, medio pensativos.

11. El éxtasis de MartínMartín está solo. Se concentra y llega a esta conclusión:“Mi negocio es bueno. Buenos trabajadores, esto

hombres, pero ignorantes. Su ignorancia y su credulidadhacen mi fuerza. Querían dinero, les puse las cadenas. Mehan cubierto de flores mientras les engañaba.

“¡Oh gran banquero!, siento tu genio apoderarse de miser. Tú lo has dicho bien, oh ilustre maestro: «Que se meconceda el control de la moneda de una nación y me río dequien hace sus leyes. » Soy el maestro de la Isla de losNáufragos, porque controlo su sistema de dinero.

“Yo podría controlar el universo. Lo que estoy haciendoaquí, yo, Martín, puedo hacerlo en el mundo entero. Si un díasalgo de este islote, sabré cómo gobernar el mundo entero

sin tener ningún cetro.”Y toda la estructura del sistema bancario se eleva en el espíritu encantado de Martín.

12. Crisis de vidaNo obstante, la situación empeora en la Isla de los

Náufragos. Aunque la productividad aumenta, losintercambios disminuyen. Martín exige regularmente sus

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intereses. Hay que pensar en ahorrar dinero para él. Eldinero no circula.

Los que pagan más impuestos gritan contra los otros yaumentan sus precios para lograr compensación. Los máspobres, los que no pagan impuestos, gritan contra el costoelevado de la vida y compran menos.

La moral baja, la alegría de vivir se pierde. No se tienemás corazón para obrar. ¿Para qué? Los productos sevenden mal; y cuando se venden, hay que pagar impuestos aMartín. Cada uno se priva. Es la crisis. Y cada uno acusa a suvecino de faltar a la virtud y de ser la causa de la carestía de la vida.

Un día, Enrique, pensando en medio de sus huertos, concluye que el “progreso” traído por elsistema monetario del banquero lo ha echado todo a perder en la Isla. Ciertamente, los cincohombres tienen sus defectos; pero el sistema de Martín alimenta todo lo que hay de malo en lanaturaleza humana.

Enrique decide convencer y ganarse a sus compañeros. Comienza por Jaime. Esto se hacerápido: “¡Eh!, dice Jaime, yo no soy un erudito; pero hace tiempo que lo siento: ¡el sistema de esebanquero está más podrido que el estiércol de mi establo en la última primavera!”

Todos están convencidos, uno tras otro, y se decide una nueva entrevista con Martín.

13. En casa del forjador de cadenasHubo tempestad en casa del banquero:— “El dinero está escaso en la isla, Señor, porque

usted, nos lo retira. Se le paga, se le paga, y se le debetodavía tanto como al inicio. Se trabaja, se hacen las tierrasmás bellas, y nos encontramos peor que antes de sullegada. ¡Deuda! ¡Deuda! ¡Deuda por encima de la cabeza!”

— “Vamos, amigos míos, razonemos un poco. Si sustierras son más bellas, es gracias a mí. Un buen sistemabancario es el activo más bello de un país. Pero paraaprovecharlo, hace falta antes que nada guardar todaconfianza en el banquero. Vengan hacia mí como hacia un

padre... ¿Ustedes quieren dinero? Muy bien. Mi barril vale muchas veces mil dólares... Tomen, voy ahipotecar sus nuevas propiedades y prestarles otra vez 1000 dólares de inmediato.”

— “¿Dos veces más deudas? ¿Dos veces más de interés a pagar cada año, sin nuncaterminar?”

— “Sí, pero les iré prestando, a medida que ustedes aumentarán su riqueza territorial; yustedes no me devolverán nunca nada más que el interés. Ustedes amontonarán los prestamos;llamarán esto deuda consolidada. Deuda que podrá aumentar de año en año. Pero su gananciatambién. Gracias a mis préstamos, desarrollarán a su país.”

— “Entonces, ¿cuanto más produzcamos, mas será nuestra deuda total?”— “Como en todos los países civilizados. La deuda pública es un barómetro de la

prosperidad.”

14. El lobo se come a los corderos— “¿Es esto que usted llama moneda sana, Señor

Martín? una deuda nacional que se vuelve necesaria y que nose puede pagar, esto no es sano, es malsano.”

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— “Señores, toda moneda sana debe ser basada en eloro y salir del banco en estado de deuda. La deuda nacionales una buena cosa: ella coloca los gobiernos bajo lasabiduría encarnada de los banqueros. Como banquero, yosoy una antorcha de civilización en su isla.”

— “Señor Martín, nosotros somos ignorantes, pero noqueremos aquí esa civilización. No pediremos ningúnpréstamo más de usted. Moneda sana o no, no queremos más tratos con usted.”

— “Lo siento por esta decisión malhábil, Señores. Pero si ustedes rompen conmigo, tengosus firmas. Reembólsenme inmediatamente todo, capital e intereses.”

— “Pero es imposible, Señor. Incluso si le diéramos todo el dinero de la isla, no quedaríamossin deuda.”

— “¿Que puedo hacer en eso? ¿Han firmado? ¿Sí o no? Pues bien, en virtud del reglamentode los contratos, me apodero de todas sus propiedades empeñadas, tal como quedó convenidoentre nosotros, cuando ustedes estaban tan contentos de tenerme. Ustedes no quieren servir debuena fé al poder supremo del dinero, pues lo servirán a la fuerza. Continuarán explotando la isla,pero para mí y bajo mis condiciones. Vamos. Les comunicaré mis órdenes mañana.”

15. El control de los periódicosMartín sabe que aquel que controla el sistema monetario

de una nación controla también esta nación. Pero él sabetambién que, para mantener este control, hace falta mantenerel pueblo en la ignorancia y distraerlo en otra cosa.

Martín ha notado que, entre los cinco insulares, dos sonconservadores y tres son liberales. Esto se nota en lasconversaciones de los cinco, por la noche, sobretodo desdeque se han vueltos sus esclavos. Hay peleas entre azules yrojos.

De vez en cuando, Enrique, el menos partidista, sugiereuna fuerza en el pueblo para hacer presión sobre los gobernantes... Fuerza peligrosa para todadictadura.

Martín hará todo lo posible por envenenar sus discordias políticas. Valiéndose de su pequeñaprensa, publica dos folletos semanales: “El Sol”, para los rojos; “La Estrella”, para los azules.

“El Sol” dice: Si ustedes no son ya los dueños de su país, es a causa de estos azulesatrasados, siempre pegados a los grandes intereses.

“La Estrella” dice: Su deuda nacional es obra de esos malditos rojos, siempre listos para lasaventuras políticas.

Y nuestros dos grupos políticos se pelean cada vez más, olvidando que el verdadero forjadorde cadenas, el controlador del dinero, es Martín.

16. Un resto preciosoUn día, Tomás, el geólogo, descubre, encallada al fondo

de una ensenada, a la extremidad de la isla, y cubierta poraltas hierbas, unos restos de una canoa de salvamento, sinremos, sin otra huella de servicio que una caja bastante bienconservada.

Abre la caja: además de ropa y algunos efectosdiversos, su atención se fija sobre un libro-álbum en

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bastante buen estado, titulado: Las ediciones de Primer añode San Miguel (en francés, “Vers Demain").

"! Pero, exclama él, aquí está lo que hubiéramos debidosaber desde hace tiempo:

“El dinero no saca de ninguna manera su valor del oro,sino de los productos que el dinero compra.

“El dinero puede consistir en una sencilla contabilidad, los créditos pasados de una cuenta aotra según las compras y las ventas. Además, el total del dinero debe estar en relación con el totalde la producción.

“A todo aumento de producción debe corresponder un aumento equivalente del dinero... Nuncapagar interés alguno sobre el dinero que nace... El progreso queda representado, no por unadeuda pública, sino por un dividendo igual para cada uno... Los precios quedan ajustados al poderde compra por un coeficiente de los precios. El Crédito Social...”

Tomás no aguanta más. Se levanta y corre, con su libro, a comunicar su descubrimiento a suscuatro compañeros.

17. El dinero, simple contabilidadY Tomás, actúa como profesor delante de una pizarra:“He aquí, dice él, lo que habríamos podido hacer, sin el

banquero, sin oro, sin firmar ninguna deuda.“Abro una cuenta a nombre de cada uno de ustedes. A la

derecha, el haber, lo que aumenta la cuenta; a la izquierda, eldebe, lo que disminuye la cuenta.

“Cada uno quería 200 dólares. para empezar. De comúnacuerdo, decidimos escribir 200 dólares al crédito de cadauno. Cada uno posee pues enseguida 200 dólares.

“Francisco compra productos de Pablo, por 10 dólares.Resto 10 dólares de Francisco; le quedan entonces 190

dólares. Añado 10 dólares a Pablo, que tiene entonces 210 dólares.“Jaime compra a Pablo por valor de 8 dólares. Resto 8 dólares de Jaime, a quien le quedan

192 dólares. Pablo, tiene ahora 218 dólares.“Pablo compra madera de Francisco, por 15 dólares. Resto 15 dólares de Pablo, al cuál le

quedan 203 dólares; añado 15 dólares a Francisco, que tiene ahora 205 dólares.“Y así sucesivamente; de una cuenta a la otra, exactamente como los billetes de papel van de

un bolsillo al otro.“Si uno de nosotros tiene necesidad de dinero para aumentar su producción, se le abre el

crédito necesario, sin interés. Él reembolsa el crédito una vez que la producción sea vendida. Lomismo para los trabajos públicos.

“Se aumentan también, periódicamente, las cuentas de cada uno con una suma adicional, sinrestar a nadie, en correspondencia con el progreso social. Es el dividendo nacional. El dinero esasí un instrumento de servicio.”

18. Desesperación del banqueroTodos han entendido. La pequeña nación se ha vuelto

creditista. Al día siguiente, el banquero Martín recibe unacarta firmada por los cinco:

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“Señor, usted nos ha llenado de deudas y explotado sinninguna necesidad. No tenemos más necesidad de ustedpara regir nuestro sistema de dinero. Tendremos desdeahora todo el dinero que nos hace falta, sin oro, sin deuda,sin ladrón. Establecemos de inmediato en la Isla de losNáufragos el sistema del Crédito Social. El dividendonacional reemplazará la deuda nacional.

“Si usted tiene interés en ser reembolsado, podemosremitirle todo el dinero que usted ha hecho por nosotros, nada más. Usted no puede reclamar loque usted. no ha hecho.”

Martín queda desesperado. Su imperio se derrumba. Los cinco, ahora vueltos creditistas, nohay más misterio de dinero o de crédito para ellos.

“¿Qué hacer? ¿Pedirles perdón, hacerse como uno de ellos? ¿Yo, banquero, hacer esto?... No.Voy más bien a tratar de pasar sin ellos, viviendo apartado.”

19. Engaño descubiertoPara protegerse contra toda reclamación futura posible,

nuestros hombres han decidido hacer firmar al banquero undocumento atestando que él posee todavía todo lo que teníacuando vino a la isla.

He ahí inventario general: la canoa, la pequeña prensay... el famoso barril de oro.

Fue necesario que Martín indique el lugar, y que seproceda a desenterrar el barril. Nuestros hombres lo sacandel hoyo con mucho menos respeto esta vez. El CréditoSocial les ha enseñado a despreciar el fetiche oro.

El geólogo, cargando el barril, encuentra que para ser oro esto no pesa mucho: “Dudo muchoque este barril esté lleno de oro”, dice él.

El impulsivo Francisco no vacila más tiempo. Un golpe de hacha y el barril echa por tierra sucontenido: de oro, ¡ni un gramo! ¡Rocas, nada más que vulgares rocas sin valor!...

Nuestros hombres se quedan aterrados:— “¡Y pensar que nos ha mistificado hasta tal punto, el miserable! ¡Que bobos hemos sido,

también, para caer en éxtasis delante de la sola palabra ORO!”— “¡Pensar que hemos empeñado todas nuestras propiedades por pedazos de papel

basados sobre cuatro paladas de rocas! ¡Además de ladrón mentiroso!”— “¡Pensar que nos hemos puesto mala cara y odiado los unos a los otros durante meses y

meses por tal engaño! ¡Qué demonio!”Apenas Francisco había levantado su hacha que el banquero salía corriendo hacia el bosque.

De la parábola a la realidadEl sistema de dinero-deuda

El sistema de dinero-deuda introducido en la Isla de losNáufragos hacía que la pequeña Comunidad fuera

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Louis Even

llenándose de deudas a medida que, merced al trabajo delos hombres, la Isla se iba desarrollando y enriqueciendo.

¿No es precisamente lo que ocurre en nuestros paísescivilizados?

Nuestro país en este siglo es sin duda más rico, deverdaderas riquezas, que hace cincuenta o cien años, o queen los tiempos de primeros colonizadores. Ahora bien,¡comparemos la deuda pública, la suma de todas lasdeudas públicas del País de hoy en día, con lo que era dichadeuda hace cincuenta o cien años, o hace tres siglos!

Con todo, la misma población del País ha sido la queha producido el enriquecimiento a lo largo de los siglos.Pues, ¿por qué razón tenerla endeudada por el resultado desu trabajo?

Consideremos, por ejemplo, el caso de las escuelas,de los acueductos municipales, de los puentes, de lascarreteras y otras construcciones de carácter público.¿Quién las construye? Gentes de aquí... ¿Quién proporcionalos materiales? Los fabricantes del país. Y ¿por qué puedendedicarse a esas obras públicas? Porque también existen

gentes que producen alimentos, vestidos, calzado o facilitan servicios que a su vez pueden utilizarlos constructores y los fabricantes de materiales.

Así pues se ve que la población es la que, por sus diversos trabajos, produce todas lasriquezas. Si se importan cosas del extranjero serán el precio de los productos que han sidoexportados.

De hecho, ¿qué es lo que comprobamos? En todas partes, se aplica impuestos a losciudadanos por pagar las escuelas, los sanatorios, los puentes, las carreteras y otras obraspúblicas. La población paga pues por lo que ella misma produce..

Pagar más que el precioY todo ello no para ahí. La población paga más por lo que ella misma ha producido. Su

producción, un verdadero enriquecimiento, se vuelve para ella una deuda cargada de intereses.Con los años, la suma de los intereses puede igualar o sobrepasar el total de la deuda impuestapor el sistema. Hasta puede ocurrir que la población tenga que pagar dos o tres veces el precio delo que ella misma ha producido.

Además de las deudas públicas, también existen deudas industriales que obligan alempresario a subir sus precios más allá del coste de producción para ser capaz de reembolsarcapital e intereses y no hacer quiebra.

Sean deudas públicas o deudas industriales, la población siempre será la que tendrá quepagarlas en forma de impuestos cuando se trata de deudas públicas o en forma de precios cuandose trata de deudas industriales. Los precios suben al paso que los impuestos casi dejan vacío elmonedero.

Sistema tiránicoTodo eso y muchas cosas más caracterizan un sistema de dinero, un sistema de finanzas que

manda en vez de servir y que mantiene a la población bajo su dominio — como Martín tenía bajo sudominio a todos los hombres de la Isla antes de que se sublevasen.

¿Qué es lo que pasa cuando los que controlan el dinero se niegan a prestar o imponen a las

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corporaciones públicas o a los empresarios condiciones demasiado difíciles? Las corporacionespúblicas abandonan sus proyectos aunque sean urgentes; los empresarios abandonan susplanes de desarrollo o de producciones que corresponderían a unas necesidades, lo que provocael desempleo. Y para evitar que se mueran de hambre los desempleados, hace falta cargar con unimpuesto a quienes todavía poseen algo o viven de un salario.

¿Puede imaginarse un sistema más tiránico cuyos maleficios se hacen sentir en toda lapoblación?

Obstáculo a la distribuciónY esto no es todo. Además de llenar de deudas a la producción que financia o de paralizar la

que se niega a financiar, el sistema de dinero es un mal instrumento de distribución de losproductos.

Aunque tengamos almacenes y centros comerciales llenos de productos, aunque tengamostodo lo necesario para producir más aún, la distribución de los productos queda racionada.

En realidad, para tener dichos productos, hace falta pagarlos. Si los productos sonabundantes, abundantes también tendrían que ser los billetes en el billetero. Pero no es así. Elsistema pone siempre más precio en los productos que dinero en los bolsillos de quienes losnecesitan.

La capacidad de pago no equivale la capacidad de producción. Las finanzas no van de acuerdocon la realidad. La realidad son unos productos abundantes y fáciles de hacer. Las finanzas sondinero racionado y difícil de obtener.

Corregir lo viciadoEl actual sistema de dinero es de verdad un sistema punitivo en lugar de ser un sistema

servible.No quiere decir eso que hay que suprimirlo sino corregirlo. Es lo que haría magníficamente la

aplicación de los principios de finanzas conocidos bajo el nombre de Crédito Social. (No seconfundan con el partido político que toma falsamente este nombre)

El Crédito SocialEl dinero ajustado a la realidad

El dinero de Martín, en la Isla de los Náufragos, ningún valor hubiera tenido si no hubierantenido ningún producto allí, en la isla. Aunque su barril hubiera estado de veras lleno de oro, ¿quées lo que hubieran podido comprar con este oro en una isla sin productos? Oro, o papel-moneda ocualesquiera cifras del libro de Martín, nada hubiera podido mantener a nadie sin productosalimenticios. Lo mismo en cuanto a ropas y todo lo demás.

Pero, en la isla, había productos que procedían de los recursos naturales de la Isla y deltrabajo de la pequeña comunidad. Esa misma riqueza que era lo que daba valor al dinero no erapropiedad personal del banquero Martín sino que pertenecía a los habitantes de la isla.

Martín les tenía endeudados por todo aquello que les pertenecía. Lo entendieron bien encuanto conocieron el Crédito social. Entendieron que cualquier dinero, cualquier crédito se basa enel crédito de la misma sociedad y no en la actuación del banquero; que el dinero debía ser suyo enel momento cuando empezaba a ser creado, entonces, que debía serles entregado, repartido entreellos sin perjuicio, que debía circular a continuación de los unos a los otros según el vaivén de laproducción de los unos y de los otros.

Desde entonces, el problema del dinero se volvió para ellos lo que es esencialmente: unacuestión de contabilidad.

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Lo primero que se exige en una contabilidad es que sea exacta, conforme con lo que expresa.El dinero debe ser conforme con la producción o la destrucción de riqueza, seguir el

movimiento de la riqueza: producción abundante, dinero abundante; producción fácil, dinero fácil;producción automática, dinero automático; gratuidad en la producción, gratuidad en el dinero.

El dinero para la producciónEl dinero debe estar al servicio de los productores según lo necesitan para movilizar los

medios de producción.Todo ello es posible puesto que fue una realidad, de la noche a la mañana, en cuanto estalló

la guerra en 1939. De repente acudió el dinero que tanto faltaba por todas partes desde hacía diezaños. Y durante los seis años de guerra, no hubo ningún problema de dinero para financiar toda laproducción posible y necesaria.

El dinero pues puede estar, y debe estar, al servicio de la producción pública o privada con lamisma fidelidad que cuando estuvo al servicio de la producción de guerra. Todo aquello que resultafísicamente posible para responder a las necesidades legítimas de la población debe volverseposible financieramente.

Esto sería el fin de las pesadillas de los cuerpos públicos. Y sería el fin del desempleo y de lasprivaciones que acarrea mientras queden cosas por hacer para responder a las necesidadespúblicas o privadas de la población.

Todos capitalistas — Dividendos para cada uno El Crédito Social preconiza para todos el reparto periódico de un dividendo. O sea una

cantidad de dinero abonada cada mes a cada persona, cualquiera que sea su oficio, así como eldividendo abonado al capitalista incluso cuando no trabaja personalmente.

Se conoce que el capitalista que invierte dinero en una empresa tiene derecho a una renta, quese llama dividendo. Otros son quienes utilizan dicho dinero: se les paga en salarios. Pero elcapitalista saca su renta únicamente de la presencia de su capital en la empresa. Si tambiéntrabajase en la empresa, tendría dos rentas: un salario por su trabajo y un dividendo por su capital.

Ahora bien, el Crédito Social considera que todos los miembros de la empresa soncapitalistas. Todos poseen juntos un capital real que contribuye mucho mas a la producción que elcapital invertido o el trabajo de los empleados.

¿Cuál es ese capital común?Son primero las riquezas del país que no han sido producidas por nadie sino que son un

regalo de Dios para quienes viven en dicho país. También es el conjunto de las invenciones, de losconocimientos, descubrimientos, de los perfeccionamientos de las técnicas de producción, de todoel progreso adquirido, acumulado, engrandecido y transmitido de una generación a otra. Es unaherencia común, ganada por las generaciones pasadas y que nuestra generación utiliza y sigueengrandeciendo para pasarla a la siguiente. No es la propiedad exclusiva de nadie sino un biencomún por excelencia.

Y ahí esta el mayor factor de la producción moderna. Que sólo se suprima la fuerza motriz delvapor, de la electricidad, del petróleo — invenciones de los tres últimos siglos — y vaya a ver lo quesería la producción total incluso con mucho más trabajo de todos los efectivos obreros del país ycon mucho más horas.

Sin duda alguna, aún se necesitan productores para dar un rendimiento al capital y por esterendimiento están recompensados por su salario. Pero el mismo capital debe tener valor dedividendos para sus propietarios, es decir para todos los ciudadanos ya que todos son igualmentecoherederos de las generaciones pasadas.

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Siendo ese capital común el mayor factor de producción moderno, el dividendo debería bastarpara proporcionar a cada hombre por lo menos lo que necesita para mantenerse. Luego, al pasoque la mecanización, la motorización, la automatización desempeñan un papel cada día másimportante en la producción, con cada vez menos trabajo humano, la parte repartida por eldividendo debería llegar a ser mayor.

He aquí otra manera de enfocar el asunto de la distribución de la riqueza que no es la de hoyen día. En lugar de dejar vivir a los unos miserablemente y de poner impuestos a los que se gananla vida para ayudar a quienes ya no contribuyen a la producción, a cada uno le tocaría una rentabásica: el dividendo. Sería un mejor reparto desde el origen.

También sería al mismo tiempo un medio bien adecuado a las grandes capacidadesproductivas modernas para concretizar el derecho de cada ser humano a gozar de los bienesmateriales que es un derecho que cada hombre saca del solo hecho de su existencia, un derechofundamental e imprescriptible que el papa Pio XII recordaba en su radio-mensaje del 1 de Junio de1941:

“Los bienes creados por Dios han sido creados para todos los hombres y debenestar a la disposición de todos, según las normas de la justicia y de la caridad.Cualquier hombre como ser humano dotado de razón tiene de hecho dado por lanaturaleza el derecho fundamental a usar de los bienes materiales de la tierra. Talderecho no podría suprimirse de ningún modo ni siquiera ser sustituido por otrosderechos verdaderos y reconocidos sobre los bienes materiales.”

Un dividendo para todos y para cada uno: ésta es la formula económica y social másresplandanciente que se haya propuesto jamás a un mundo cuyo problema ya no es producir sinorepartir lo producido.

Que no sea un partido político Muchos son los que, en varios países, han visto en el Crédito Social de Douglas lo mejor que

se ha propuesto jamás para servir a la economía de abundancia moderna y para poner losproductos al servicio de todos.

Queda por hacer que se admita esta concepción de la economía para que llegue a ser unarealidad.

Desgraciadamente, en el Mundo, los políticos han estropeado las dos palabras “CréditoSocial”, empleándolas para designar un partido político. Es el mayor perjuicio jamás hecho a lacomprensión y a la expansión de la doctrina de Douglas. Y esto llegó a ser una causa de confusióny de desconfianza. Muchas personas no quieren oír hablar del crédito social porque ven en él unpartido político y han dado ya su aprobación a otro.

Ahora bien, el crédito social, comprendido en toda su autenticidad no es de ningún modo unpartido político. Es precisamente todo lo contrario. El mismo fundador de la escuela creditista, C.H. Douglas, conocía mejor la propia doctrina que cualquiera, sobre todo mucho mejor que loscabecillas engreídos que quieren aprovecharse de la idea superficial que tienen de él para abrirsecamino en las esferas políticas. Pues, Douglas ha dicho que había una total incompatibilidad entreCrédito Social y política electoral. Son dos términos que se excluyen el uno al otro por su índole,sus fines, sus causas, su inspiración.

Los principios del Crédito Social descansan en una filosofía. Y es esta filosofía la que da laprioridad a la persona sobre el grupo, sobre las instituciones, sobre el mismo gobierno. Cualquieractividad hecha en nombre del auténtico Crédito Social debe ser una actividad al servicio de laspersonas.

Es una causa muy distinta la que anima y orienta las actividades de un partido político.La primera meta de cualquier partido político, que sea antiguo o nuevo, es conquistar o

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guardar el poder, llegar a ser o seguir siendo el grupo que gobierne el país. Se trata de labúsqueda del poder por un grupo.

El Crédito Social, por lo contrario, enseña que el poder debe ser repartido entre todos: el podereconómico, bajo la forma de un dividendo periódico que le permita a cada individuo hacer pedidosdentro de la producción de su país; el poder político, haciendo, del Estado y de los gobiernos detodos niveles, cosa de las personas y no, las personas, cosa del Estado.

El gobierno es lo que interesa a los partidos políticos mientras que la persona, el desarrollo dela persona es lo que interesa al auténtico creditista.

La política de partido lleva a los ciudadanos a la abdicación de su responsabilidad personal,poniendo el partido toda la importancia sobre la votación, sobre un acto de unos segundos que elciudadano cumple escondido detrás de una cortina, después de haberse empapado del guisoelectoral durante cuatro semanas.

El Crédito Social, por lo contrario, enseña a los ciudadanos a hacerse responsables tanto enpolítica como en lo demás y en todo momento, siendo conciencia y vigilancia de los gobiernos,gritando la verdad y denunciando las injusticias sin tregua ni descanso en cualquier parte donde seencuentren.

Cualquier partido político contribuye a dividir al pueblo, luchando los partidos los unos con losotros en busca del poder. Ahora bien, toda división debilita: un pueblo dividido, debilitado no sehace servir bien.

La doctrina del Crédito Social, por lo contrario, hace a sus ciudadanos conscientes de susaspiraciones fundamentales comunes a todos. Un movimiento creditista auténtico enseña a losciudadanos a unirse en las peticiones que todos aprueban, a presionar a los del gobierno,cualquiera que sea el equipo que esté en el poder. Por eso el periódico “San Miguel” (en francés,“Vers Demain” — “Hacia el mañana”) — del que se han sacado estas líneas — recomienda enpolítica la presión del pueblo agrupado fuera de los parlamentos pero presionándolos con el fin deque los hombres elegidos por el pueblo hagan leyes conformes a la doctrina del Crédito social.

Para hacer prevalecer ideas tan grandes como la concepción creditista de la economía, no senecesitan políticos ávidos de ufanía ni de dinero sino apóstoles que se entregan a su tarea sincálculos sin tener más miras que el triunfo de la verdad y un mundo mejor para todos, apóstolesdespegados de cualquier recompensa aquí en este mundo, haciendo todo lo posible por la causaabrazada y confiando en Dios por todo lo demás.

El periódico “San Miguel” trabaja para formar tales apóstoles y presenta sus objetivos, susactividades y sus realizaciones.

Louis EVEN

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