la función terapéutica de la recuperación literaria en...

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Faculteit Letteren & Wijsbegeerte Wolfbrand Goderis La función terapéutica de la recuperación literaria en tres novelas de Jorge Semprún Adiós, luz de veranos... (1998) Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001) Veinte años y un día (2003) Masterproef voorgelegd tot het behalen van de graad van Master in de Vergelijkende Moderne Letterkunde Academiejaar: 2013-2014 Promotor: Prof. Dr. Eugenia Houvenaghel Vakgroep Letterkunde

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Faculteit Letteren & Wijsbegeerte

Wolfbrand Goderis

La función terapéutica de la recuperación

literaria en tres novelas de Jorge Semprún

Adiós, luz de veranos... (1998)

Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001)

Veinte años y un día (2003)

Masterproef voorgelegd tot het behalen van de graad van

Master in de Vergelijkende Moderne Letterkunde

Academiejaar: 2013-2014

Promotor: Prof. Dr. Eugenia Houvenaghel

Vakgroep Letterkunde

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3

Prefacio

Querría hacer mi tesina de Maestría alrededor de un tema relacionado con la

literatura española. Cuando buscaba ideas para la pregunta de investigación, leyó en Knack

una entrevista con el escritor Jorge Semprún, quien murió en 2011. Ya desde las primeras

palabras me daba cuenta de su trayectoria vital impresionante. Resultó una figura muy

interesante en el campo de la literatura española. Como bilingüe, escribía en francés y en

español. Vivía la Guerra Civil española, y la dictadura de Franco (como exiliado), así que ha

sido deportado al campo de concentración de Buchenwald durante la Segunda Guerra

mundial. Por curiosidad, me profundicé más en su obra literaria, que se inspiraba en estas

experiencias. Constaté que en su obra el escritor se refiere constantemente a otros grandes

escritores como Lorca, Rimbaud, Faulkner, Baudelaire y Hemingway; un descubrimiento

muy interesante. Además, me gustó su estilo de narrar y sobre todo la manera original en que

dio testimonio al utilizar la (auto-)ficción. Porque existen muchos estudios genéricos de su

obra, decidí profundizarme en el contenido de sus libros. Me planteé relacionar los

acontecimientos históricos de la Guerra Civil y del Holocausto con los trauma studies de

Yale. Por un lado, porque me interesan enormemente estos períodos históricos, y por el otro

lado, porque vi volver las tentativas de Semprún de relacionar el trauma histórico con sus

traumas personales. Dado que tenía que efectuar un estudio comparativo y literario, escogí –

de acuerdo con mi directora de tesina - el fenómeno de la intertextualidad para poder

comparar y analizar sus novelas.

Querría agradecer cordialmente a todas las personas que me hayan apoyado en la

realización de esta tesina. Ante todo, gracias a la profesora doctor Eugenia Houvenaghel, mi

directora de tesina, por la gran ayuda y los consejos en mi trabajo de investigación.

4

Índice

Prefacio ....................................................................................................................................... 3

1. Introducción ........................................................................................................................ 6

2. Jorge Semprún: vida y obra ................................................................................................ 8

3. Estado del arte de la obra de Jorge Semprún .................................................................... 10

4. La herramienta de la investigación: la intertextualidad .................................................... 13

5. Aproximación teórica al concepto del trauma .................................................................. 15

5.1. Trauma studies ........................................................................................................... 15

5.2. Trauma: “herida en la memoria” ............................................................................... 15

5.3. Dominick LaCapra: „acting out‟ y „working through‟ .............................................. 16

5.4. Cathy Caruth: „la reiteración literal‟ .......................................................................... 18

5.5. Shoshana Felman: „the age of testimony‟ .................................................................. 19

5.6. Geoffrey H. Hartman: „leer heridas‟ .......................................................................... 19

6. Orientación histórica de las novelas ................................................................................. 21

6.1. La Guerra Civil española en la novela española ........................................................ 21

6.1.1. Marcha histórica ................................................................................................. 21

6.1.2. La literatura de la Guerra Civil y de los exiliados .............................................. 23

6.2. El Holocausto en la novela española ......................................................................... 25

6.2.1. El campo de Buchenwald ................................................................................... 25

6.2.2. La Resistencia en Buchenwald ........................................................................... 27

6.2.3. La literatura del Holocausto en España .............................................................. 27

7. Análisis y lectura en clave intertextual de Adiós, luz de veranos…, Viviré con su nombre,

morirá con el mío y Veinte años y un día ................................................................................ 29

7.1. Primera parte: la intertextualidad en Adiós, luz de veranos… ................................... 30

7.1.1. El „safe haven‟ de la literatura ............................................................................ 30

7.1.2. Exilio .................................................................................................................. 31

7.1.3. Baudelaire ........................................................................................................... 34

5

7.1.4. El trauma en Adiós, luz de veranos… ................................................................. 36

7.2. Segunda parte: la intertextualidad en Viviré con su nombre, morirá con el mío ...... 37

7.2.1. La „anamnesis‟ de Semprún ............................................................................... 37

7.2.2. “La memoria veraz” ........................................................................................... 38

7.2.3. Una ración de ficción necesaria ......................................................................... 39

7.2.4. Rimbaud y Faulkner ........................................................................................... 40

7.2.5. La muerte ............................................................................................................ 43

7.3. Tercera parte: la intertextualidad en Veinte años y un día ........................................ 46

7.3.1. Contexto del relato ............................................................................................. 46

7.3.2. „Auto-intertextualidad‟ ....................................................................................... 47

7.3.3. Huellas y „apariciones‟ literarias ........................................................................ 49

7.3.4. “Decirlo con los versos de otro”: la „intra-intertextualidad‟ .............................. 52

7.3.5. Meta-literatura .................................................................................................... 53

8. Síntesis y conclusiones generales ..................................................................................... 55

9. Bibliografía ....................................................................................................................... 59

9.1. El corpus .................................................................................................................... 59

9.2. Sobre el autor ............................................................................................................. 59

9.3. Sobre la obra de Jorge Semprún ................................................................................ 59

9.4. Trauma studies ........................................................................................................... 60

9.5. El contexto histórico .................................................................................................. 60

9.6. Estudios literarios ...................................................................................................... 61

9.7. La universidad de Gante ............................................................................................ 62

Número de palabras: 20.436

6

1. Introducción

En esta tesina, estudiaremos y compararemos tres novelas más recientes de Jorge

Semprún: Adiós, luz de veranos… (1998), Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001) y

Veinte años y un día (2003). Contrariamente a la mayoría de los estudios anteriores, esta

investigación no pretende ser otro análisis genérico de Semprún. De antemano, aceptamos el

hecho de que las novelas de Semprún se caracterizan por transigir entre verdad e invención,

realidad y ficción. Los rasgos genéricos no prevalecen en esta investigación.

El propósito de esta tesina consiste en investigar en qué medida el acto de escribir

puede asumir una función terapéutica. Intentamos probarlo al presentar un análisis y una

lectura en clave intertextual de las tres novelas. Nos ha parecido muy interesante y todavía

relevante analizar la presencia y el funcionamiento de pasajes intertextuales en una selección

ilustrativa de la obra de Semprún. En otras palabras, quisiéramos realizar un proyecto de

recuperación literaria, a fin de probar cómo la intertextualidad puede funcionar dentro de la

literatura del trauma. Lo haremos en dos movimientos. Primero, investigaremos su uso en

cuanto a los traumas históricos - en el caso de Semprún – el exilio durante la Guerra Civil y

el Holocausto. Pues, los resultados de este análisis nos permitirían de clasificar las tres

novelas como „novelas del trauma‟. Segundo, quisiéramos esbozar cómo la intertextualidad se

relaciona con el fenómeno recurrente de la dualidad entre „traumatismo general y traumatismo

personal‟. Esta tesina en clave de la teoría del trauma pretende ser innovador y original al

enriquecer y prever las tres novelas recientes de Jorge Semprún de una orientación literaria

más detallada.

Antes de comenzar, aclaramos la estructura del trabajo y las diferentes etapas del

análisis. Primero, presentamos una parte descriptiva que contiene las informaciones

necesarias para entender al contexto literario e histórico de las novelas. Abordamos esta parte

con un capítulo dedicado a la vida y obra de Jorge Semprún, porque fue una figura muy

presente en diferentes dominios (político, literario, cinematográfico…). Después, vale la pena

discutir el estado del arte de su obra. En esta parte, nos interesaremos por el papel (actual) de

Semprún en el campo literario (español), por los estudios ya realizados en cuanto a su obra y

finalmente por sus novelas todavía poco analizadas. Luego, antes de pasar al análisis,

conviene explicar la noción de la intertextualidad, a fin de asegurar un estudio adecuado. Lo

mismo va por el concepto del trauma. En este caso, manejaremos el término siguiendo las

7

definiciones de los „trauma studies‟ de Yale. La parte descriptiva termina con una orientación

histórica de las novelas, en que tocamos la historia de la Guerra Civil española y del

Holocausto y su presencia en la literatura española. Después esta parte descriptiva bastante

extensa pasamos a la parte empírica – es decir – la investigación misma, que consiste en un

análisis y lectura en clave intertextual de Adiós, luz de veranos…, Viviré con su nombre,

morirá con el mío y Veinte años y un día.

8

2. Jorge Semprún: vida y obra

Jorge Semprún nació en Madrid el 10 de diciembre de 1923. Creció en una familia

burguesa, católica y liberal. La familia ha ocupado un papel importante en la vida de

Semprún, como lo prueba su obra. Su padre, José María de Semprún Gurrea, fue Catedrático

de Derecho de la Universidad de Madrid y Gobernador Civil de Toledo y Santander. Su

madre, Susana Maura Gamazo, fue una pariente de Antonio Maura y Montaner, el Presidente

del Consejo de Ministros bajo el Rey Alfonso XIII (1886-1941). Ella murió cuando Semprún

tenía la edad de ocho años; suceso experimentado como una gran pérdida. Semprún tenía dos

hermanas y cuatro hermanos (Díaz Arenas 2005: 1).

Al estallar de la Guerra Civil la familia Semprún se vio obligada a trasladar al

extranjero. No obstante, el padre Semprún seguía asumiendo funciones políticas. En la Haya

(Holanda) fue Encargado de Negocios del Gobierno Republicano y después Ministro de la

„República en el exilio‟ en París y Roma. El adolescente Jorge Semprún permaneció junto con

su hermano mayor Gonzalo en París. Ahí, terminaría el Bachillerato sucesivamente en los

liceos Henri IV y Saint-Louis de París. La novela Adiós, luz de veranos… (1998) habla de este

período de su vida. Asimismo, contraería una carrera de Filosofía y Letras en la Sorbona.

Poco después, el joven ingresó en el P.C.E.1 para tomar parte en la Resistencia francesa (Díaz

Arenas 2005: 1).

Sin embargo, un año después, en 1943, Semprún fue detenido por la Gestapo2. En

1944, le deportaron al campo de concentración de Buchenwald, en que sobreviviría 16 meses

de prisión, hasta su liberación en abril de 1945. Relatos escritos de esta experiencia son sus

conocidos libros El largo viaje (1963), Aquel domingo (1980) y La escritura o la vida (1994),

“aunque en el resto de su obra siempre se encuentran rememoraciones, fragmentos y

referencias al aspecto” (Díaz Arenas 2005: 2).

Después de su liberación, ocuparía varias funciones en el sector cultural. Entre 1946 y

1952 trabajaba para la UNESCO3. Igualmente, contribuyó a diversas publicaciones de

revistas, entre las cuales Les Temps Modernes del filósofo Jean-Paul Sartre (Díaz Arenas

1 El P.C.E.: Partido Comunista de España.

2 La Gestapo: Policía Secreta del Estado.

3 La UNESCO: Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultural.

9

2005: 2). Además, quedó presente en el campo político. Fue elegido miembro del Comité

Central del P.C.E. en 1953. En este año, logró regresar a España por primera vez bajo la

identidad clandestina de Federico Sánchez (Díaz Arenas 2005: 2).

Publicó su primera novela El largo viaje en 1963, escrita en francés (título original: Le

grand voyage). El libro - de carácter autobiográfico - presenta el monólogo entre Gérard, un

„desdoblamiento‟ del autor mismo, y el “chico de Semur” (Díaz Arenas 2005: 2).

Por conflictos internos en el P.C.E. (se habla de la “crisis del 64”) Semprún fue

expulsado del partido. Esta experiencia es contada en el libro Autobiografía de Federico

Sánchez (Díaz Arenas 2005: 3). Lo escribió en castellano. Este acontecimiento formó una

ruptura en la vida de Semprún. A partir de este momento se orientó hacia la literatura.

Dedicó la última parte de su vida al escribir; escribiría novelas y guiones de cine.

Otras novelas que merecen ser mencionadas son El desvanecimiento (1967), La segunda

muerte de Ramón Mercader (1969), Netchaiev ha vuelto (1987) y Federico Sánchez se

despide de ustedes (1993) (Díaz Arenas 2005: 3). Como guionista, ha colaborado entre otras a

las películas La guerra ha terminado (1966, con el director de escena francés Alain Resnais)

y Z (1969), y las series de televisión Los desastres de la guerra (1983) y El caso Dreyfus

(1995).

Entre 1988 y 1991, llegó a hacerse Ministro de Cultura, un cargo que tenía que

abandonar a causa de las tensiones provocadas en el P.S.O.E.4. Esta polémica será evocada en

Federico Sánchez se despide de ustedes (1993) (Díaz Arenas 2005: 4). Semprún falleció el 7

de junio de 2011, a la edad de 87 años. Fue enterrado en Garentreville en Francia.

A lo largo de su carrera como autor, ha obtenido varios premios. Cabe mencionar el

Premio Fémina (1969, en Francia) por La Segunda muerte de Ramón Mercader, el Premio

Planeta (1977) por Autobiografía de Federico Sánchez, el Premio Feminina-Vacaresco (1994)

por La escritura o la vida, y el Premio José Manuel Lara (2004) por Veinte años y un día.

Otras distinciones notables fueron el Premio Jerusalén por la Libertad del Individuo en la

Sociedad (1997), el Premio Ulysse por el conjunto de su obra (2004) y la Medalla de Oro al

Mérito en las Bellas Artes (2008). Finalmente, en 1996, Jorge Semprún fue nombrado

4 El P.S.O.E.: Partido Socialista Obrero Español.

10

miembro de la Academia Goncourt de Francia. De esta manera, resultó ser el primer

extranjero de la Academia (Díaz Arenas 2005: 7).

3. Estado del arte de la obra de Jorge Semprún

Jorge Semprún es un gran nombre en el campo de la literatura española, igual que un

autor bien discutido. Ya existen investigaciones detalladas de su obra literaria. Entre sus obras

más estudiadas se encuentran El largo viaje (1963, escrito en francés), Autobiografía de

Federico Sánchez (1977, escrito en castellano), Aquel domingo (1980, escrito en francés) y La

escritura o la vida (1994, escrito en francés).

El libro El largo viaje (1963) fue la primera obra del escritor, publicada en un

momento en que todavía no fue conocido por el público. La novela más bien autobiográfica

(incluye elementos ficticios) relata la historia del viaje en tren de Compiègne (Francia) hacia

el campo de concentración de Buchenwald (Alemania). El viaje duro demoraría 5 días y 4

noches. El protagonista, Jorge (Gérard en la versión francesa), es uno de los 120 deportados

del vagón. Al lado de las novelas El largo viaje, Aquel domingo y La escritura o la vida

también hablan de la experiencia del campo de concentración de Buchenwald.

Debido a su largo exilio en Francia, Semprún ha escrito la mayoría de sus libros en

francés. Por supuesto, existen numerosos estudios de su obra tanto en francés como en

español. Cabe mencionar el artículo de Ofelia Ferrán, Cuanto más escribo, más me queda por

decir (2001), en que Ferrán analiza El largo viaje de manera profunda, y de vez en cuando la

compara con La escritura o la vida y Aquel domingo. En su ensayo, ella quiere explicar sobre

todo el papel de „la memoria‟ en relatos tocando las atrocidades de la época moderna - en el

caso de Semprún: el Holocausto (2001: 267). Aunque el artículo de Ferrán se aproxima a

Semprún de una perspectiva diferente (y estudia otro libro), el texto nos servirá de fuente

secundaria en lo que sigue. Luego, en Artifice and autobiographical pact in Semprún’s

L‟écriture ou la vie (2006) Connie Anderson estudia las técnicas narrativas de dos episodios

de la historia y llega a la conclusión de que podemos clasificar La escritura o la vida como

„auto-ficción‟.

11

Hasta entonces, la obra de Semprún se ha prestado sobre todo a estudios de tipo

genérico. A saber, sus libros suelen caracterizarse por la fusión entre realidad, autobiografía y

ficción. Por consiguiente, sus novelas han sido calificadas del género de la „auto-ficción‟ de

vez en cuando, como también es el caso en los tratados de Lies Theeten (2008) y Connie

Anderson (2006), o en el libro La auto-ficción en España de Alicia Molero de la Iglesia

(2000).

La mayoría de los trabajos examinando el papel de la obra de Semprún en la literatura

española trata sobre todo Autobiografía de Federico Sánchez (1977), el único libro escrito en

español al lado de Veinte años y un día (Ferrán 2001: 268). Quisiéramos mencionar como

literatura complementaria algunos otros análisis. En Memory and Forgetting, Resistance and

Noise in the Spanish Tradition: Semprún and Vázquez Montalbán (2000) Ofelia Ferrán se ha

interesado por el dualismo entre escritor Jorge Semprún y el „personaje‟ Federico Sánchez,

inspirado en su identidad clandestina durante la dictadura. En este caso, se profundiza en el

género del libro (“¿ Novela o testimonio histórico?”, “¿ Hechos reales o ficción?”) y la

significación de la memoria para llegar a la verdadera intención del libro. Luego, en el trabajo

Construcción autobiográfica y exilio: entre la memoria individual y la colectiva (2005) Eric

Bou ha estudiado en cinco obras - entre las cuales Autobiografía de Semprún - la interrelación

entre memoria personal y colectiva. Por último, Gary Prevost (1981) presenta una crítica

histórico-política de la obra – con el foco en la historia del P.C.E. - en The Autobiography of

Federico Sánchez and the Communist Underground in Spain by Jorge Semprún.

Seguro, vale la pena enriquecer aún más el estado de la cuestión de la obra de

Semprún, sobre todo en un contexto español, de ahí la relevancia de esta nueva investigación.

Esta tesina se plantea enfocar unas novelas más recientes de Semprún, a las cuales se ha

prestado menos atención hasta entonces. En lo que sigue, analizáremos Adiós, luz de

veranos… (1998, escrito en francés), Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001, escrito

en francés) y Veinte años y un día (2003, en castellano).

Hemos leído las dos primeras novelas en la traducción española porque facilita la

comparación entre las novelas. La versión castellana de Adiós, luz de veranos… la debemos al

Doctor Javier Albiñana (Díaz Arenas 2005: 5), un especialista en traumatología y cirugía

ortopédica infantil. Viviré con su nombre, morirá con el mío fue traducido por el catalán

Carlos Pujol Jaumandreu, Doctor en Filología Románica y escritor, especialista en

12

traducciones del inglés y del francés (Ballesteros 2011: 50). Dado que utilizamos dos

traducciones del francés, el libro Veinte años y un día será tratado con una especial atención

en esta investigación, por ser escrito originalmente en español.

Presentamos brevemente nuestras fuentes secundarias. Los estudios del trauma

constituirán nuestra base teórica. Algunos tratados de la escuela de Yale (de los teóricos

LaCapra, Caruth, Felman y Hartman) nos ayudáramos en la literatura de la experiencia del

Holocausto. Otras ideas vienen de la asignatura Bijzondere vraagstukken uit de Spaanstalige

Letterkunde: hedendaagse periode (2014, Universidad de Gante) enseñada por Ilse Logie.

Además, nos referiremos de vez en cuando a dos otras investigaciones de la universidad de

Gante, de las estudiantes Ruth Ruyffelaere (2007) y Lies Theeten (2008). Ruyffelaere ha

trabajado el tema de la Guerra Civil en tres obras narrativas españolas, entre las cuales se

destaca Veinte años y un día. Con nuestra nueva investigación, quisiéramos enriquecer aún

más su estudio del libro, desde un enfoque diferente. Incluimos Theeten en la cuenta de los

estudios genéricos, puesto que ella ha examinado la obra autobiográfica de Jorge Semprún

(Adiós, luz de veranos…, El largo viaje, Autobiografía de Federico Sánchez, y Federico

Sánchez se despide de ustedes).

La presencia de la intertextualidad en Adiós, luz de veranos…ya ha sido tocada en el

artículo Adieu, vive clarté… Jorge Semprún et son garde mémoire (1999) de Guy Mercadier.

En nuestra investigación, este texto será igualmente una fuente secundaria de gran

importancia. Asimismo, Exile, language and trauma in recent autobiographical writing by

Jorge Semprún (2008) de Ursula Tidd contribuye unas perspectivas interesantes que también

están integradas.

13

4. La herramienta de la investigación: la

intertextualidad

Primero, conviene detenernos brevemente en la noción de „la intertextualidad‟.

Presentaremos algunos planteamientos de Allen Graham, que vienen de su libro

Intertextuality (2000).

Cuando leemos un texto, siempre partimos en búsqueda de la significación de éste.

Textos literarios contienen significaciones, y la tarea del lector consiste en extraerlas de los

textos. De hecho, es lo que llamamos el proceso de „leer‟ o de „hacer una interpretación‟. Sin

embargo, algunos estudios de la literatura contemporánea en las décadas pasadas han

problematizado las evidencias del texto. Poco a poco, el enfoque se ha desplazado y los

investigadores se han interesado más por la composición de los textos. Han propuesto que

textos (literarios o no-literarios) siempre se construyen a partir de sistemas, códigos,

tradiciones y otras formas de arte ya existentes. Pues, por la presencia inevitable de estos

elementos constitutivos, se ha problematizado la posibilidad de “una significación

independiente” del texto. Esta constatación ha llevado a las primeras apariciones del concepto

de la „intertextualidad‟. A partir de entonces, el proceso de leer se consideraba como “un

movimiento entre textos”. Por consiguiente, la significación de un texto nace en la relación de

un texto con otros (Graham 2000: 12). Sin embargo, la definición del término y de sus rasgos

ha cambiado varias veces dependiente del enfoque.

Generalmente, la noción de intertextualidad se emplea para indicar los pasajes en un

texto con los cuales el autor (conscientemente o inconscientemente) se refiere a un texto

anterior. Normalmente, las referencias forman parte de la estrategia narrativa del autor, y por

consiguiente, exigen un cierto conocimiento previo del lector. Las referencias pueden ser

implícitas o explícitas (Graham 2000: 3). De hecho, es sobre todo la evolución hacia una

aproximación abierta del texto lo que ha estimulado el uso de la noción (Pieters 2007: 175). El

término mismo solo tenía aceptación a partir de los años 60, gracias a los estudios

innovadores de Mijaíl Bajtín y Julia Kristeva (Graham 2000: 3), que discutiremos

brevemente. Además, conviene decir algo sobre el trabajo del crítico estadounidense Harold

Bloom.

14

En la opinión de Kristeva, un texto es intertextual “por definición” (“dialógico” según

Bajtín) (Pieters 2007: 176). Baijtín se interesó sobre todo por el lenguaje, mientras que

Kristeva se dirigió al „texto‟ y a la „textualidad‟ (Graham 2000: 28). Esta última añade que un

texto es “un mosaico de citas” (Graham 2000: 39). Es entre otras esta visión post-

estructuralista que ha cambiado los conceptos anteriores. Porque el autor utiliza la lengua para

escribir su texto, se refiere automáticamente e inconscientemente a otros textos en que suelen

aparecer los mismos elementos lingüísticos. Pues, en este caso, las referencias intertextuales

no forman parte de la estrategia del autor (Pieters 2007: 176).

Encontramos una radicalización del concepto en el pensamiento del crítico literario

Harold Bloom, quien trató la intertextualidad con la ayuda de su noción elaborada de “la

ansiedad de la influencia”5. El término indica que la inspiración de poetas siempre viene de

obras y escritores anteriores a quien imitan (muchas veces inconscientemente) (Graham 2000:

134). Siguiendo esta teoría, los grandes poetas son éstos que logran anticipar esa ansiedad

productivamente, a fin de esquivar sus antecesores (Pieters 2007: 176).

Hoy en día, la intertextualidad es un fenómeno todavía muy estudiado, aunque los

resultados de Bajtín, Kristeva y Bloom suelen formar la base para la mayoría de las

investigaciones. En esta investigación, entenderemos la intertextualidad como ella ha sido

explicada en la definición general. Es claro que nos interesaremos tanto por las referencias

literarias explícitas como por las implícitas. Además, propondremos dos propios tipos de

intertextualidad: „la auto-intertextualidad‟ y „la intra-intertextualidad‟, que serán explicadas

más lejos en su uso concreto.

5 “It argues that poetry, and indeed literature in general, can only imitate previous texts. In his most widely read

critical work, The Anxiety of Influence, Bloom articulates these points as corrections to previous critical

approaches which either misguidedly presume the literary text to possess in itself unity, and thus determinable

meaning, or which misguidedly seek the meaning of literary texts in non-literary contexts” (Graham 2000: 134).

15

5. Aproximación teórica al concepto del trauma

5.1. Trauma studies

Antes de analizar las novelas, trataremos primeramente el surgimiento – aún reciente –

de los „estudios del trauma‟. En mayor parte, partimos de la introducción del curso de master

Bijzondere Vraagstukken uit de Spaanstalige Letterkunde: hedendaagse periode de la

profesora Ilse Logie, enseñada en la Universidad de Gante (2014). Completamos con los

tratados más relevantes de los teóricos de la Escuela de Yale.

En los años 80, se produjo el llamado „ethical turn‟, es decir, „el giro hacia

planteamientos éticos‟: se vio un interés aumentado por la medida en que la literatura en

general y las modas narrativas en particular “expresan y articulan comportamientos éticos”

(Logie 2014: 6). Es precisamente este „ethical turn‟ que daría lugar al nacimiento de los

„trauma studies‟; una corriente crítica norteamericana que prosperó a partir de mediados de

los años 90 (Logie 2014: 6).

En 1980 el concepto del „trauma‟ aparecería en el canon profesional de médicos y

psiquiatras. Por primera vez, los médicos diagnosticaron el „desorden de estrés postraumático‟

(„post-traumatic stress disorder‟) de los soldados regresados del Vietnam. “Su salto al campo

de la crítica literaria” se explicó por la búsqueda de herramientas adecuadas para analizar la

literatura del Holocausto (Logie 2014: 6), proyecto iniciado por los teóricos de la Universidad

de Yale, de los que trataremos Dominick LaCapra, Cathy Caruth, Shoshana Felman y

Geoffrey Hartman.

5.2. Trauma: “herida en la memoria”

En primer lugar, cabe demarcar el concepto de „trauma‟, a fin de utilizarlo de manera

consistente en el análisis que sigue.

El término de trauma está fuertemente vinculado con el de la memoria. Ha sido

definido muchas veces como “herida en la memoria”. Se trata de una herida del pasado que

todavía no ha curado en el presente. Para el trauma, no es posible una redención o curación.

La remedia parece solamente consistir en una mitigación de los efectos (Logie 2014: 7). En

este aspecto, las artes, y la literatura en particular, pueden jugar un papel clave. Las

16

representaciones o recuentos de un trauma pueden funcionar como procedimientos de

resolución, de mitigación. No obstante, según James Berger, el regreso del trauma bajo la

forma de una narración también indica su aspecto incurable y repetitivo (Reati 2004: 106). No

es siempre fácil el acceso a los traumas. En muchos casos, el acceso está mediado por

diferentes factores como la memoria, el testimonio, la documentación y las representaciones.

Implican problemas de fiabilidad y precisión fáctica (Logie 2014: 7).

El concepto ha ganado gran atención en los campos de la historiografía, igual que en

las ciencias sociales interesadas por el pasado reciente. En muchos casos, suele aparecer en su

uso descriptivo, es decir, el adjetivo “traumático”, que califica “ciertas experiencias como

disruptivas, que conmocionan” (Sanfelippo 2013: 52). Pero, el término igualmente ha sido

utilizado, al lado de otras nociones provenientes del psicoanálisis y de la psicopatología, en

los estudios de la historia contemporánea “posterior a la Shoah” (Sanfelippo 2013: 52);

proyecto abordado por la escuela de Yale.

En su artículo Luis Sanfelippo (2013: 53) pondera las posiciones de los teóricos

precedentes en relación con la memoria y la temporalidad del trauma en la historia. Los dos

teóricos, LaCapra y Caruth, deben su punto de partida a las ideas del psicoanalista vienés

Sigmund Freud (1856-1939).

5.3. Dominick LaCapra: „acting out‟ y „working through‟

Según Dominick LaCapra el trauma “constituye un problema crucial para el

pensamiento moderno” (Sanfelippo 2013: 52). LaCapra centra la problemática del trauma en

“la represión del pasado y su retorno repetitivo”:

“[e]l trauma se produce oscuramente a través de la repetición, pues el acontecimiento

lentamente traumático no se registra al momento de su ocurrencia sino solo tras una brecha

temporal o período de latencia, que en su momento es inmediatamente reprimido, desplazado

o negado […]” (LaCapra (2008: 188) citado en Sanfelippo 2013: 53).

LaCapra hace la distinción entre „escribir trauma‟ y „escribir sobre trauma‟. „Escribir

sobre trauma‟ cae bajo la historiografía; consiste en la reconstrucción del pasado lo más

objetivo que posible, mientras que „escribir trauma‟ implica una cierta distancia y

17

consideración del evento traumático. En este caso, el escribir será considerado como uno de

los efectos postraumáticos (LaCapra 2001: 203).

En su conocido artículo Trauma, Absence, Loss (1999) distingue las fases importantes

en el procesar del trauma, es decir, los procesos de „acting out‟ y de „working through’. Según

LaCapra, el „acting out‟ es el proceso en que la víctima está viviendo la escena traumática del

pasado de nuevo, en un momento del presente (Sanfelippo 2013: 54):

“[se trata de] situaciones en las que el pasado nos acosa y nos posee, de modo que nos vemos

entrampados en la repetición compulsiva de escenas traumáticas, escenas en las que el pasado

retorna y el futuro queda bloqueado o atrapado en un círculo melancólico y fatal que se

retroalimenta” (LaCapra (2005) citado en Sanfelippo 2013: 54).

De ahí que LaCapra habla de “un retorno de lo reprimido” (Sanfelippo 2013: 53).

Insiste en la pervivencia del trauma y la incapacidad del sujeto de integrarlo en el presente.

En Surviving & Other Essays Bruno Bettelheim, un psiquiatra sobreviviente del

Holocausto opina que sobrevivir a los campos de concentración implica confrontar dos

problemas: la experiencia traumática misma, y los efectos posteriores del trauma “que durarán

toda la vida” (Reati 2004: 107). Por eso, Bettelheim insiste también en el hecho de „procesar‟

la experiencia traumática “para integrarla a un marco cognitivo que le otorgue sentido dentro

de una historia de vida” (2004: 107).

Pues, esta idea de „procesar el trauma‟ reviene en el trabajo de Dominick LaCapra. Las

víctimas necesitan de cursar un proceso de „working through‟, o „elaboración‟. El „working

through‟ es el proceso en que la víctima está tomando conciencia de la distancia entre el

pasado traumático y el actual presente (LaCapra 2001: 143-144); se trata de una conciencia

necesaria que daría lugar a la „recontextualización‟ del trauma, lo que “le permite

comprometerse con el futuro” (Logie 2014: 7).

Por lo tanto, „escribir trauma‟ está relacionado con „procesar‟ el trauma (LaCapra

2001: 186). En la opinión de LaCapra, las artes y la literatura ofrecen el foro adecuado para

estos procesos. La referencialidad „exigida‟ limita el campo de la historiografía, mientras que

“la imaginación y la especulación reinan en el campo de la literatura, sobre todo la ficcional”

(2001: 203). Él mismo insiste en que la historiografía no solo consiste en „truth claims‟, o sea,

„reclamaciones de verdad‟. Seguro, quedan importantes, pero en un contexto de „elaboración‟,

tienen que ser complementados por un lenguaje empático y dialógico (2001: 12). Aquí entra

18

en el campo de los testimonios. Los testimonios de traumas confrontan la historiografía

objetiva con el aspecto afectivo, y pues subjetivo, del atestiguar (LaCapra 2001: 14).

LaCapra mismo propone orientar su investigación en un contexto universal de que,

hoy en día, “la cultura contemporánea, o más bien toda la historia, es esencialmente

traumática, y que cada uno de la época „post-Holocausto‟ resulta ser un sobreviviente”

(LaCapra 2001: 10).

5.4. Cathy Caruth: „la reiteración literal‟

Según la académica Cathy Caruth “la supervivencia debe ser entendida como un

nuevo trauma que renueva constantemente el hecho traumático original” (Reati 2004: 107).

Ella habla de „la reiteración literal‟ del trauma: “es su literalidad y su insistente retorno lo que

constituye el trauma” (Caruth (1995) citada en Sanfelippo 2013: 57). Pues, igual que para

LaCapra, la repetición jugará un papel. Pero según Caruth, el trauma suele volver bajo la

forma de alucinaciones, sueños o „flashbacks‟ (2013: 57). Advierte también para el carácter

peligroso de la „memoria narrativa‟:

“[l]a transformación del trauma en una memoria narrativa que permite que la historia sea

verbalizada y comunicada, sea integrada en nuestro propio conocimiento del pasado y en el de

otros, puede hacer perder tanto la precisión como la fuerza que caracteriza a la evocación

traumática” (Caruth (1995) citada en Sanfelippo 2013: 59).

Opina que la literatura convierte el trauma inaccesible en un sujeto teórico. Sin

embargo, la literatura, y otras formas de arte, suelen crear un nuevo espacio para el trauma.

Caruth habla de un „espacio expansivo‟ y postula el término de „safe haven‟ (sobre Caruth,

LaCapra 2001: 185). Es precisamente este espacio que hace posible analizar el papel afectivo

y repetitivo del evento traumático.

Luego, el retorno de la escena traumática está acompañado de una „amnesia‟ del

pasado. La experiencia revivida en el flashback se caracteriza por una falta de integración en

la conciencia (Caruth 1995: 152). La historia, „narrada‟ por el flashback, es una historia que

no tiene su lugar, ni en el pasado, por no ser experimentado completamente, ni en el presente,

por no ser comprendido completamente (1995: 153).

19

5.5. Shoshana Felman: „the age of testimony‟

Felman (1992) ha investigado la relación entre el testimonio y su representación. Ha

constatado que muchas obras de arte contemporáneas utilizan el testimonio como sujeto y

como medio de representación. Presenta como ejemplos las películas Shoah (1985) de Claude

Lanzmann, The Sorrow and the Pity (1969) de Marcel Ophuls y Hiroshima mon amour

(1959) de Marguerite Duras y Alain Resnais. Hoy en día, estas obras demuestran que los

testimonios se han convertido en importantes medios de representación respecto a eventos

históricos, y seguro, a los traumas de la historia contemporánea: la Segunda Guerra mundial,

el Holocausto, las bombas nucleares, genocidios… Escribe que el testimonio se compone de

pequeñas piezas de memoria, abrumadas por experiencias que todavía no están comprendidas;

actos que no pueden ser considerados como „conocimiento‟ (1992: 5). Según ella, el

testimonio resulta ser “el nuevo género”:

“[i]t has been suggested that testimony is the literary – or discursive – mode par excellence of

our times, and that our era can precisely be defined as the age of testimony” (Felman 1992: 5).

Ella defiende una polinización cruzada entre psicoanálisis y literatura. Las denomina

ambas „events of speech‟, y el testimonio „la realización de la verdad‟. Sin embargo, es

importante que el testimonio sea entendido, no como „pronunciación de‟, sino como „el

acceso a‟ esa verdad (Felman 1992: 15-16). El testigo no tiene que informar simplemente,

sino convertirse él mismo en „el medio del testimonio‟. Por consiguiente, el testimonio – de

significancia histórica – no acaba por ser un hecho trivial, y logra superar lo individual (1992:

24).

5.6. Geoffrey H. Hartman: „leer heridas‟

El último teórico que discutimos es Geoffrey H. Hartman. En su estudio, Hartman

(1995: 537) propone una teoría que busca enfocar la relación entre „la palabra‟ y el trauma. La

teoría, con el foco en la literatura, aspira a ser una guía para „leer heridas‟.

El conocimiento del trauma se compone de dos elementos contradictorios: por un lado,

el evento traumático mismo, registrado en la psique, y por otro lado, la memoria del evento,

disociada por la psique. Las poéticas literal y figurativa pueden corresponder a estos dos tipos

de cognición (Hartman 1995: 537). Es decir, la disyunción entre experimentar y entender es lo

20

que se expresa con el lenguaje figurativo. El lenguaje figurativo y poético, hasta simbólico,

desempeña un papel clave dentro de los análisis del trauma.

Igual que Shoshana Felman (véase página 19) Hartman está de opinión que hay un

respecto aumentado en cuanto al escuchar las historias, lo que lleva a una franqueza hacia el

testimonio. Como en la literatura, tenemos que ser capaces de escuchar una narración (es

decir, el trauma en este caso), de recibir la historia (1995: 541). En este contexto, Hartman

cita al poeta Coleridge, postulando que la historia postraumática exige la “suspension of

disbelief”, a saber, “la suspensión de la incredulidad” para poder estar entendida (1995: 541).

El énfasis cae en el uso imaginativo del lenguaje, más que en la transparencia del significado

(1995: 544).

Hartman orienta su propio estudio en el contexto de un „literary turn‟ („un giro

literario‟). Quería demostrar que el conocimiento de „experiencias extremas‟ puede ser

procurado en el desplazamiento de una teoría epistemológica hacia una teoría literaria.

Propone el análisis de la subconsciencia, involucrada en la narración, en el acto de hablar, en

el proceso simbólico… No obstante, el desplazamiento no implica un abandono de la

cognición. Al contrario, nos llevará precisamente a un mejor conocimiento de la condición

humana (Hartman 1995: 544). En la nueva teoría, las artes (y la literatura en particular) nos

ofrecen tanto los medios de representación como el testimonio (véase también Felman, página

19).

21

6. Orientación histórica de las novelas

6.1. La Guerra Civil española en la novela española

6.1.1. Marcha histórica

La breve marcha histórica que sigue viene por mayor parte del sitio web de Batallas de

Guerra (2013), complementada con información del curso Spaanse Letterkunde II de la

profesora Elizabeth Amann (2013), enseñada en la Universidad de Gante.

La Guerra Civil española se considera como la guerra más grande, cruel y destructiva

que la España ha conocido. Se originó en el conflicto entre dos grandes bandos político-

ideológicos: por un lado, los partidarios del gobierno del „Frente Popular‟6, “elegido

democráticamente para presidir la Segunda República Española”, conocidos como los

„republicanos‟. A este campo, se afiliaron los comunistas, socialistas y sindicatos obreros

como la U.G.T.7 y la C.N.T.

8, hasta los nacionalistas vascos y catalanes. Al otro lado, hay el

campo conservador y tradicionalista, conocido como el „bando sublevado‟, representado por

el ejército español, los falangistas9, carlistas y votantes de la C.E.D.A.

10. Estos últimos

también pudieron contar con el apoyo de la Iglesia Católica. Al cargo del bando sublevado se

encontraron los militares Emilio Mola, José San Jurjo y el futuro dictador Francisco Franco.

La Guerra Civil puede ser entendida como la escalada de una serie de agitaciones

latentes. La más importante fue el triunfo electoral en 1936 de la coalición de Izquierda,

llamado el Frente Popular, lo que se sintió en la sociedad. Seguían pistoleros, huelgas (entre

ellas la huelga general de 1934 con 2000 muertos) y el rechazo de Derecha, “decidida a

retomar el poder”. Ya antes del inicio „oficial‟ de la Guerra, se organizaron conspiraciones en

el cargo del ejército.

El 13 de julio de 1936 el político derecho José Calvo Sotelo11

fue asesinado, lo que

estalló la Guerra Civil. Los carlistas y partidarios de la C.E.D.A. apoyaron en el golpe del

estado por el ejército. En julio, las primeras hostilidades comenzaron en Melilla. El 17 de

julio, día del „lanzamiento militar‟, los republicanos entablaron la lucha con los sublevados.

6 Una coalición de la Izquierda Republicana, el P.S.O.E., el P.C.E. y el P.O.U.M.

7 La U.G.T.: Unión General de Trabajadores.

8 La C.N.T.: Confederación Nacional del Trabajo.

9 La Falange Española: partido fascista fundado en 1933 por José Antonio Primo de Rivera.

10 La C.E.D.A.: Confederación Española de Derechas Autónomas.

11 Fundador del Bloque Nacional (monárquico, antirrepublicano), fundado en 1934.

22

El 19 de julio Dolores Ibárruri, la diputada comunista conocida como „la Pasionaria‟, dio su

famoso discurso con el eslogan “¡No pasarán!” en el balcón del Ministerio del Interior

(Amann 2013). En su lucha, Madrid sería “la tumba del fascismo”.

El bando sublevado pudo contar con un gran sequito en las áreas rurales, por su

población ideológicamente más feudal, el poder de los terratenientes y la alta influencia de la

Iglesia Católica. Cataluña se convirtió en la zona de la Izquierda. Ahí, pronto se reunieron los

sindicatos, partidos de Izquierda y organizaciones paramilitares para reforzar el territorio

republicano.

En cuanto al período que siguió, se habla del „Terror Rojo‟ y del „Terror Blanco‟. Son

expresiones utilizadas para referirse a respectivamente las sucesiones de actos criminales

cometidos por parte de la Izquierda y de la Derecha. El Terror Rojo (el campo republicano) se

caracterizó por un fuerte anticlericalismo, balance: 7000 curas y mujeres matados, 13 obispos

matados. El Terror Blanco llevó asimismo a miles de muertos (Amann 2013).

En septiembre de 1936, los sublevados, bajo el mandato del „Generalísimo‟ Francisco

Franco, tomaron con éxito el Sitio del Alcázar de Toledo, en su paso hacia Madrid. Mientras

tanto, los otros países europeos como Francia, Inglaterra, hasta Alemania e Italia (27 países en

total), cerraron „el pacto de No Intervención‟ (también conocido como „el Comité de

Londres‟), lo que prohibió la intervención extranjera en la Guerra Civil Española (Amann

2013).

En febrero de 1937, los republicanos empezaron a perder sus territorios en el Norte.

En abril de 1937, la Legión Condor, el grupo de aviación alemana enviada por Hitler,

bombardeó la ciudad vasca Guernica, lo que se convirtió en un evento simbólico del horror de

la Guerra Civil.

La conquista de Gijón en octubre de 1937 significó la pérdida oficial del Norte para

los republicanos. Además, perdieron así un bastión industrial importante que en este momento

empezó a producir para el bando opuesto. La pérdida de la Batalla del Ebro (julio de 1938)

destruyó la última esperanza de una reaparición republicana. Sin las Brigadas Internacionales,

y con su ejército desmoralizado y con una falta de armas, la República se vio obligada a

entregar.

23

En enero de 1939, Barcelona fue invadida, y el 28 de marzo las tropas nacionales

entraban victoriosas en Madrid: sí pasaron. Alicante, el último bastión republicano, cae el 1

de abril de 1939 (Batallas de Guerra 2013).

La Guerra Civil Española costó la vida a unas 300.000 personas. Al lado de eso,

440.000 republicanos se vieron obligados a exiliar (de los cuales unos 10.000 murieron en

campos de concentración). Después de la Guerra, 400.000 personas pasarían tiempo en

prisiones o campos de trabajos forzados. Seguirían miles de ejecuciones en secreto (Amann

2013).

Desde el final de la Guerra, Francisco Franco, o „el Caudillo‟, instauró una dictadura.

Se habla de la dictadura de Franco, el régimen de Franco, o „la dictadura franquista‟. La

dictadura duraría hasta su muerte en 1975. Gobernó durante 36 años. El poder se basó en tres

pilares: el ejército, la Iglesia y la Falange. La oposición fue eliminada sin pestañear; los

republicanos fueron encerrados, desterrados, multados y ejecutados (Amann 2013).

Generalmente, se subdividió „la era de Franco‟ en tres etapas: de 1939 hasta 1945,

considerado „el régimen totalitario‟ o sea „la España azul‟, de 1945 hasta 1957, „el régimen

del Nacional-Catolicismo‟, y finalmente de 1957 hasta 1975, „la España del desarrollismo‟ (o

del „600‟). En este último período, el carácter totalitario de la dictadura disminuyó poco a

poco. Se abandonaba la autarquía y la economía se liberalizaba. El estado español evolucionó

hacia una „dictablanda‟: se relajaba la censura, eran permitidas expresiones culturales en

catalán y vascuence, había libertad de religión y ya en 1969 se denominaba a Juan Carlos

como sucesor (Amann 2013).

6.1.2. La literatura de la Guerra Civil y de los exiliados

Maryse Bertrand de Muñoz (s.a.) ha discutido las obras españolas más significativas

que tratan la Guerra Civil, evento todavía considerado como una “fuente histórica inagotable”

(Muñoz 1974: 199). Limita su estudio a la novela autobiográfica, la „memoria histórica‟ y los

relatos de posguerra.

Según Muñoz, “el „autobiografismo‟ es una de las características mayores de la novela

de la Guerra Civil” (s.a.: 496). Lo personal cobra mucho espacio en los textos narrativos, a

pesar de las libertades limitadas y la censura rigurosa durante el franquismo. Menciona como

24

novelas representativas entre otras La forja de un rebelde de Arturo Barea y Un millón de

muertos de José María Gironella (Muñoz s.a.: 496). Luego, los dos tomos de La arboleda

perdida (1977) de Rafael Alberti demuestran que – desde el posfranquismo – las

publicaciones de carácter referencial personal han continuado a aumentar. Desde este

momento, se habla de „las novelas del yo‟ (del inglés: „literature of myself‟) “en las cuales la

evocación del pasado del personaje constituye el eje de la diégesis” (Muñoz 1974: 496). Los

recuerdos, las experiencias personales, la reconstrucción y la memoria abundan como motivos

de estas publicaciones “invadidas por lo autobiográfico” (s.a.: 496). Sin embargo, el empleo

de la primera persona no implica necesariamente la coincidencia entre autor y narrador. Es

precisamente esta frontera de verdad entre la vida personal del autor y de su protagonista lo

que juega en la novela autobiográfica o „la memoria novelada‟. Muñoz alega como el caso

más claro durante los años de la Transición el de Jorge Semprún, al lado de los otros que

pertenecen al mismo subgénero en el cual ficción y vida personal “están íntimamente unidas”

(Muñoz s.a.: 496-497).

La „memoria histórica‟ cobra mucho espacio en El jinete polaco de Antonio Muñoz

Molina, en De un verano a otro de José Fernández Castro y en La sombra de los días de José

Luis Sampedro (s.a.: 497-498). Por lo general, los novelistas españoles de los años 90

describían sus propias experiencias durante la Guerra Civil, o sea las experiencias

transmitidas por sus padres y abuelos. Por mucho tiempo, había la tendencia de la

„desmemoria‟, es decir, la voluntad de olvidar el pasado. “Pero, un poco más tarde, casi todos

han reconocido la necesidad de recordarlo para no volver a incidir en los males tan nefastos

de los años 30” (Muñoz s.a.: 498).

Otro tipo de novelas son las llamadas „biografías noveladas‟, que mezclan hechos

reales con ficticios. Muñoz da como el ejemplo más significativo el libro Autobiografía del

general Franco de Manuel Vázquez Montalbán. La obra se caracteriza por una trama

descompuesta y los juegos con analepsis y prolepsis, así como una intertextualidad

apasionante (s.a.: 501).

Finalmente, hay una producción considerable de libros que tratan la posguerra. En

algunos casos, se refiere aún a la guerra misma en un contexto de recuerdo y obsesión del

pasado. En estas historias, pasa al primer plano el sufrimiento del protagonista, originado

muchas veces en la guerra. Los protagonistas resultan ser niños, adolescentes, mujeres u

hombres exiliados, exterior o interiormente, que buscan “el origen de su estado actual”, en el

25

objetivo de una mejor auto-reflexión (s.a.: 502). La búsqueda de la propia identidad

constituye el tema clave en la obra representativa Reivindicación del conde Don Julián de

Juan Goytisolo (Muñoz 1974: 206).

Durante el franquismo, muchos escritores se exiliaron. Para los que se quedaban,

acabó a veces mal, siendo el caso más conocido el del ingenio poeta asesinado Federico

García Lorca (Bodas de Sangre, La casa de Bernarda Alba). Muchos exiliados mostraban su

compromiso con la izquierda, como Rafael Alberti (exiliado en París, Buenos Aires…) o

Emilio Prados (muerto en México, autor de Mínima muerto y Memoria del olvido). El

contexto de exilio dio lugar a una producción literaria llena de temas de nostalgia, melancolía

y dolor por el abandono de la patria. La soledad y el desarraigo dominan en estas obras.

Asimismo, conviene mencionar (fuente: Poemas del alma, anónimo 2011) las plumas de

Ramón Gómez de la Serna, Luis Cernuda, Jorge Guillén y Juan Ramón Jiménez.

6.2. El Holocausto en la novela española

6.2.1. El campo de Buchenwald

La obra de Jorge Semprún suele tratar dos traumas históricos. Ya hemos ofrecido una

descripción global del primer trauma de la Guerra Civil española, pues, nos queda el segundo

trauma, el del Holocausto. Semprún fue deportado como prisionero político en el campo de

concentración de Buchenwald. Antes de analizar su libro testimonial Viviré con su nombre,

morirá con el mío que trata esta experiencia, cabe dar un poco de información histórica sobre

el campo en cuestión. Nuestra información y cifras vienen de dos fuentes de autoridad: los

sitios web del United States Holocaust Memorial Museum (a continuación: U.S.H.M.M.) y

del Holocaust Education & Archive Research Team (a continuación: H.E.A.R.T.).

Buchenwald fue uno de los campos de concentración más grandes de los nazis. Se

construyó ya temprano en 1937 en un área arbolada cerca del Etterberg, al noroeste de

Weimar en Alemania. Desgraciadamente, Weimar siempre sería asociado con los horrores del

campo de Buchenwald (U.S.H.M.M.).

Al principio, en julio de 1937, Buchenwald fue un campo para prisioneros varones.

Solo fueron deportadas mujeres ahí a partir de 1944. Los prisioneros fueron reunidos en una

parte norte del campo, conocida como „el campo principal‟, mientras que los cuarteles de las

26

SS y la administración estaban ubicados en la parte sur. El campo fue rígidamente guardado:

alambre de púas electrificadas, atalayas, ametralladoras activadas automáticamente… A la

entrada del campo se ubicó una cárcel temida, llamada „el Búnker‟. Los fusilamientos y

ahorcamientos fueron llevados a cabo en los establos circunvecinos (U.S.H.M.M.).

Llama la atención que muchos de los primeros detenidos fueron prisioneros políticos.

En 1938, después de la horrible „Kristallnacht‟ („la Noche de los Cristales Rotos), unos

10.000 judíos fueron deportados al campo, donde sufrieron tratamientos y experimentos

crueles (U.S.H.M.M.). Según las estadísticas del U.S.H.M.M., 600 prisioneros murieron entre

noviembre de 1938 y febrero de 1939.

Durante la Segunda Guerra Mundial el campo se convirtió en un campo de trabajo

forzado, lo que llevó a una aumentación del número de prisioneros. Ahí, las SS dirigieron la

D.A.W. (Fábrica de Equipo Alemán). Buchenwald contó por lo menos 87 subcampos por toda

Alemania. Los detenidos de los „campos satélites‟ trabajaron mayormente en fábricas de

armamiento o de construcción. Los que eran demasiados débiles o incapacitados fueron

asesinados con gas en Bernberg o Sonnenstein (U.S.H.M.M.).

En vista de la liberación del campo por los americanos (abril de 1945), los alemanes

empezaron a evacuar a 28.000 prisioneros del campo principal y otros 10.000 de los

subcampos. “Un tercio de estos prisioneros murieron de agotamiento en camino o poco

después de su llegada, o fueron fusilados por las SS” (U.S.H.M.M.).

El 11 de abril de 1945, un grupo de detenidos de la Resistencia tomaron control del

campo. Un poco más tarde, los soldados aliados liberaron a Buchenwald. Encontraron a más

de 20.000 personas en el campo, entre las cuales 4.000 judíos. Finalmente, 56.000 personas

fueron asesinadas en el campo de Buchenwald, la mayoría de ellas después de 1942

(U.S.H.M.M.).

27

6.2.2. La Resistencia en Buchenwald

Contrariamente a muchos otros campos de concentración, existió una organización de

Resistencia dentro del campo de Buchenwald. Se salvaron muchas vidas gracias a miembros

de la Resistencia que ocupaban puestos administrativos claves en el campo. Intentaron en la

medida de lo posible bloquear los nazis y retrasar la evacuación.

Viviré con su nombre, morirá con el mío narra la historia de la Resistencia interior en

Buchenwald. En este caso, se trata de la Resistencia comunista organizada por los miembros

del K.P.D. (el Partido Comunista Alemán).

Las llamadas „células de Resistencia‟ ya existieron desde el inicio de Buchenwald. El

objetivo consistió en hacer entrar miembros del grupo en posiciones altas de la organización

del campo. Hasta 1938 una parte considerable de la administración se vio manipulada por

prisioneros criminales. Después de ellos, la influencia se trasladó en las manos de los

prisioneros políticos. La Resistencia organizada por el campo izquierda logró poner peones en

puestos claves para facilitar operaciones clandestinas (H.E.A.R.T.). En 1943, un grupo de

judíos fundó „el Comité de Resistencia Internacional‟. Tenían mucho éxito con sus

operaciones de sabotaje hasta contrabandear armas y munición dentro del campo. Además,

retrasaron la evacuación del campo durante los últimos días de su existencia. Son estos grupos

de Resistencia que tomaron control del campo el día de la liberación antes de la llegada de los

aliados. Lograron apresar a los oficiales de las SS (H.E.A.R.T.).

6.2.3. La literatura del Holocausto en España

En su tesina de Maestría Marije Hristova postula que la „narrativa española del

Holocausto‟ consiste en dos importantes grupos. En primer lugar, hay la literatura testimonial,

escrita por los supervivientes de los campos de concentración de Mauthausen y Buchenwald.

Luego, hay los relatos ajenos a la experiencia de los campos (Hristova 2011: 20):

“[e]stos novelistas españoles no tienen ningún vínculo familiar o histórico con la

Segunda Guerra Mundial. […] Sus novelas cabrían dentro de la categoría de novela

histórica o novela documental” (Hristova 2011: 21).

28

Para el primer grupo Hristova da Jorge Semprún como “el escritor-superviviente

español de los campos nazis más reconocido”. Fue uno de los pocos republicanos españoles

deportados a Buchenwald, en vez de Mauthausen (Hristova 2011: 20). Hristova se concuerda

con Ulrich Winter en dar como más ejemplos significativos los autores Amadeo Sinca

Vendrell y Joaquim Amat-Piniella. Según Winter, sus relatos han inspirado varias

representaciones literarias y cinematográficas, incluso de la Guerra Civil (Winter (2010)

citada en Hristova 2011: 21).

Según el hispanista Maarten Steenmeijer, citado en Hristova (2011: 21), es solo a

partir de los años 90 que empezaban a aparecer con cierta frecuencia novelas españolas que se

atreven a los temas del nazismo o del Holocausto (Steenmeijer 2009), citando a escritores

como Anglada (1994), Tertsch (1999), Marías (2001), Muñoz Molina (2001), Salabert (2001),

García Ortega (2002), Manuel Ruiz (2003) y Caballero (2004). Este interés más bien tarde

surgía en los campos de la historia, de la literatura y del estudio académico de la memoria del

Holocausto en España (2011: 24).

La investigadora María Jesús López Navarro (2007: 256) lamenta la poca atención

actual por la tradición literaria española que tematiza las experiencias del Holocausto. Pide

atención para las obras „olvidadas‟ de Max Aub, Ramón J. Sender, Montserrat Roig y Juana

Salabert. Considera como excepción a éstas Jorge Semprún.

29

7. Análisis y lectura en clave intertextual de Adiós, luz de

veranos…, Viviré con su nombre, morirá con el mío y

Veinte años y un día

Reanudamos brevemente los objetivos de nuestra investigación. En la parte siguiente,

presentamos el análisis detallado de las tres obras de Jorge Semprún: Adiós, luz de veranos…

(1998), Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001) y Veinte años y un día (2003). Como

hemos mencionado, la obra de Jorge Semprún constituye un caso muy interesante dentro de la

literatura del trauma. A saber, Viviré con su nombre, morirá con el mío se considera un

testimonio personal y valioso de la experiencia de la deportación, mientras que Adiós, luz de

veranos… y Veinte años y un día tratan la Guerra Civil.

Nuestro análisis literario se basa en la intertextualidad presente en las tres obras. En

una primera parte, trataremos el contexto de la Guerra Civil y el trauma del exilio a partir de

la intertextualidad en Adiós, luz de veranos… Después, pasamos al tema de la muerte y el

trauma histórico del Holocausto en Viviré con su nombre, morirá con el mío. Volvemos al

contexto de la Guerra Civil en la tercera novela Veinte años y un día, en que discutiremos las

tramas narrativas en relación con la intertextualidad. Asimismo, trataremos de entender mejor

el funcionamiento del narrador en esta novela.

Agruparemos las tres novelas al mismo contexto de „memoria y trauma‟. Por lo tanto,

volverán los conceptos de los teóricos LaCapra („acting out‟ y „working through‟), Caruth („la

reiteración literal‟ y el „safe haven‟), Felman („el testimonio‟) y Hartman („suspensión de la

incredulidad‟ y el papel del „lenguaje imaginativo-simbólico‟).

Al fin y al cabo, a través de esta investigación quisiéramos explicar el funcionamiento

de la intertextualidad en las novelas escogidas e intentaremos afirmar nuestra hipótesis de que

la recuperación literaria de la intertextualidad podría asumir una función terapéutica, para

Jorge Semprún él mismo, y de una manera más general. Proponemos que es posible encontrar

la mitigación del trauma a través del acto de escribir, y que Semprún constituye un ejemplo

muy ilustrativo en este caso.

30

7.1. Primera parte: la intertextualidad en Adiós, luz de veranos…

7.1.1. El „safe haven‟ de la literatura

Al estallar de la Guerra Civil la familia Semprún se exilió al extranjero. Después de su

estancia en La Haya, el adolescente Jorge Semprún y su hermano Gonzalo se mudaron a

París. La novela Adiós, luz de veranos… (1998) retrata este período de su vida.

Semprún llega a París a la edad de 16 años. Llegado en el liceo Henri IV, no está

directamente en su elemento. Tiene que acomodarse - de nuevo - a una ciudad nueva, a

hábitos nuevos:

“[l]as nudosas y frágiles manos de la religiosa más anciana alzaban ahora una camiseta de

algodón blanco. La odié de inmediato. […] El ver expuesta mi ropa interior me hacía sentir

como si me desnudaran. Como si me hurgaran en el cuerpo, violando mi intimidad” (Adiós,

luz de veranos…, Semprún 1998: 16-17).

Adiós, luz de veranos… es una vuelta a las raíces literarias de Jorge Semprún. Desde

muy joven, trama la ambición de hacerse escritor. Escribe: “ésta giró en torno a la literatura,

y, en particular, a mi vocación de escritor. Se daba por sentado, en efecto, que yo sería

escritor, que proseguiría la tradición paterna” (Semprún 1998: 20). Por lo tanto, siempre

recurre a la literatura:

“[e]n cualquier caso, desde hacía algunos meses, en La Haya, daba en escribir poemas. […]

los enseñaba a los que me rodeaban. A mi padre, o a mis hermanos mayores, pero también a

dos personas que trabajaban en la legación y que ejercieron una influencia […] en la

formación adolescente de mis gustos y rechazos. Una de esas personas era Jean-Marie Soutou

[…]” (Semprún 1998: 20).

La intertextualidad rige en Semprún, y cada etapa importante de su vida, tratada en su

obra, suele estar acompañada por o vinculada con un texto literario. Semprún, ya como joven,

utiliza su mundo literario para entender a las cosas y anticipar nuevas situaciones. El mundo

de la literatura funciona como un lugar de refugio, y de alivio. La mudanza de La Haya a

París le hace pensar en un poema de Antonio Machado, poeta simbólico quien encarna la

España dividida:

31

“[r]ecordé entonces el final del poema de Antonio Machado que uno de nosotros había

murmurado la última noche, en la Haya. Y cuando llegue el día del último viaje,/ y esté al

partir la nave que nunca ha de tornar,/ me encontraréis a bordo, ligero de equipaje,/ casi

desnudo, como los hijos de la mar. […] ¡Ahora, París, a vernos las caras!, grité para mis

adentros. Y París era un simple nombre para designar el mundo, la vida, el futuro” (Semprún

1998: 33).

Este fragmento ilustra muy claramente la idea de un „safe haven‟, elaborada por Cathy

Caruth (2001, véase página 18). Como parte de un proceso de „elaboración‟ del contexto

traumático (la Guerra Civil, el exilio, el ambiente nuevo…), la literatura está utilizada para

crear un “espacio expansivo y propio” adonde puede refugiarse el joven, y que le permite

organizar sus nuevas impresiones.

7.1.2. Exilio

Establecido en París, Semprún es considerado un “rojo español”. Se refiere al apoyo

popular dado a los españoles exiliados y muchas veces izquierdistas o revolucionarios por los

autóctonos franceses. La mayoría de los franceses no era muy contente con la llegada de miles

de refugiados. La identidad del “rojo español” aparece a lo largo de toda su obra y para

Semprún, el apoyo lo persigue como un estigma. Por consiguiente, crecerá un cierto complejo

en el joven exiliado. Además, el estigma crea un sentimiento de grupo:

“[n]o había cumplido aún dieciséis años, la guerra de España estaba perdida, los míos habían

sido humillados, maltratados, dispersados por el ancho mundo. No me refiero solo a los

“míos” en el sentido estricto, familiar, sino en el sentido más amplio, en el sentido pleno.

Habla de la martirizada comunidad de los rojos españoles, perseguida en la España franquista,

arrojada al viento áspero y glacial del exilio en Europa y en las Américas” (Semprún 1998:

28).

Una de las consecuencias más importantes originada en esta frustración fue su

ambición de una apropiación perfecta de la lengua francesa, la que hablará como una segunda

lengua materna. Sin embargo, no fue un proceso sin trabas. A decir verdad, su primer contacto

con el francés fue decepcionante, hasta traumatizante. Alega el recuerdo en su libro. Un día,

fue humillado por una panadera francesa por su pronunciación deplorable de la palabra

“croissant”. Tanto la humillación pública, como el rechazo de ser “un extranjero” incitarán a

su proyecto de aprendizaje:

32

“[f]ue probablemente por aquella época, durante aquellas primeras semanas del exilio […]

sumido en la tristeza del desarraigo, de la pérdida de todos los puntos de referencia habituales

(lengua, costumbres, vida familiar), cuando nació o cristalizó el hastío vital que me embarga

desde entonces, como una gangrena luminosa, una aguda presencia de la nada” (Semprún

1998: 58).

Es claramente el exiliado quien habla aquí. El primer período de su exilio en París se

caracteriza por un tipo de „pesimismo identitario‟: un estado de melancolía reforzado por la

crisis de identidad. Evalúa este estado con un fragmento simbólico en que cita a Rubén Darío:

“¿No oyes caer las gotas de mi melancolía? Por una vez, pese al énfasis, en otras ocasiones

insoportable, o irrisorio, de la poesía de Rubén, me veía reflejado en ella. Veía fielmente

expresado el malestar que me tenía paralizado. Del cielo gris de París, del exilio, del

desamparo, caían realmente las lágrimas de lluvia de mi melancolía” (1998: 74-75).

Abarcará su proyecto de aprendizaje con fervor, resuelto en su objetivo:

“[h]e tomado la decisión de eliminar cuanto antes todo vestigio de acento de mi francés: nadie

volverá a llamarme “español del ejército derrotado” con solo oírme. Para preservar mi

identidad de extranjero, para convertirla en una virtud interior, secreta, fundadora y

singularizante, voy a fundirme en el anonimato de una pronunciación correcta […]” (Semprún

1998: 76).

Sin embargo, no niega a su verdadero origen:

“[…] nunca debía olvidar ser un rojo español, nunca debía dejar de serlo. Rojo español, a

perpetuidad” (Semprún 1998: 76).

En cuanto al contexto histórico, no deja de referirse de vez en cuando al desarrollo de

la Guerra Civil en España, lo que le permite estructurar el relato cronológicamente. Algunas

referencias son explícitas, mientras que otras se leen a través de la intertextualidad:

“[l]a familia no se reunía al completo para comentar los avatares de la vida cotidiana, sino para

conocer las últimas noticias de nuestra guerra. Mi padre traía los despachos oficiales. Uno de

los mayores, Gonzalo o yo, leíamos en voz alta los artículos de la prensa neerlandesa

referentes a la guerra civil. También eran analizados los periódicos españoles, que llegaban

con cierto retraso por valija diplomática” (Semprún 1998: 27).

33

De nuevo, vale prestar atención al énfasis que pone en “nuestra guerra”, lo que repite

el espíritu de grupo de los “rojos españoles”. Una de las obras literarias más influyentes de

este período fue La esperanza (1937) de André Malraux, que contiene un pasaje simbólico

para el escritor:

“[…] oí a una voz anónima leer páginas de La esperanza, no cesaba de imaginarme la escena.

Cerraba los ojos, dondequiera que me hallara, y veía la silueta de Hernández aguardando a que

le alinearan ante la fosa común, con otros dos prisioneros, para ser fusilado. Era una secuencia

de mi cine íntimo: Hernández mirando al cobrador de tranvía que levanta el puño para hacer el

saludo del Frente Popular, ante los fusiles apuntados para la descarga asesina. […] El puño

alzado del cobrador de tranvía […], personaje de ficción repleto de realidad carnal, tuvo en mi

memoria un considerable peso simbólico” (Semprún 1998: 66-67).

La idea de “mi cine íntimo” se refiere de nuevo a la función del „safe haven‟ de la

literatura. Luego, siguen unas referencias explícitas a los autores más influyentes de esta

época. Semprún (1998: 31) considera a Antonio Machado como precursor y maestro de la

llamada generación del 27, aunque Machado “se había mantenido al margen de todas las

corrientes de experimentación y de ruptura que caracterizan la obra de Lorca, Cernuda,

Alberti, Alonso, Diego, Guillén, Salinas y Prados”. Le alaba a Machado por dos razones. En

primer lugar, por su lengua clásica, dotada de una misteriosa musicalidad y segundamente

porque mantuvo una actitud cívica en una época turbulenta. En la opinión de Semprún,

“Machado compartió hasta el final la suerte de la República española” (Semprún 1998: 31-

32).

Este fragmento ilustra que la obra de Semprún intenta reunir la historia general con la

historia personal. No solo es el caso de Adiós, luz de veranos… sino también de Viviré con su

nombre, morirá con el mío y Veinte años y un día. El escritor realmente se sumerge en los

archivos de su propia memoria para reencontrar, sentir de nuevo, esos estados de ánimo de

aquel entonces, hallados en las fuentes de la literatura (Mercadier 1999: 131). Cita La

esperanza y Antonio Machado, pero también se mencionan otros escritores y obras de una

misma influencia. En la obra de Semprún proliferan realmente las alusiones y citas de la

literatura, de la historia y de la filosofía mundial (Tidd 2008: 707). En el caso de Adiós, luz de

veranos…, Semprún recurre a cuatro obras de „formación‟ influyente: primero, La esperanza,

y pues La condición humana (de Malraux, 1933), Sangre negra (de Louis Guilloux, 1935) y

Paludes (de André Gide, 1895).

34

Cabe decir algo más sobre este último libro. Paludes, una sátira del París bohemio,

ayudará a Semprún en su proyecto de apropiación de la lengua francesa. Según él mismo,

“[l]a esencia de Paludes […] estriba en su lengua” (1998: 115). Si la panadera del bulevar

Saint-Michel le había expulsado de la comunidad, fue André Gide quien le reintegró a ella

(Semprún 1998: 117).

7.1.3. Baudelaire

Luego, sus „guías‟ o „cartógrafas‟ de París eran Baedeker y Baudelaire (Mercadier

1999: 133). Escribe: “el motivo principal de que prefiriera el paseo, la caminata, a cualquier

otra forma de desplazamiento por París, era también imputable a Baudelaire. Y, más

concretamente, a su soneto A une transeúnte” (Semprún 1998: 155). Baedeker lo leyó en

alemán.

Continúa que cada verso de Baudelaire le hace pensar en aquella primavera, aquel

verano, entre las dos guerras de su adolescencia, pero uno en particular: “tengo más recuerdos

que si tuviera mil años”, un verso de significación simbólica dentro de la obra Adiós, luz de

veranos… A saber, es durante su estancia en la Haya que encontraba por primera vez a Las

flores del mal (1857) de Baudelaire, gracias a Jean-Marie Soutou. Después, la obra del „poeta

maldito‟ se convirtió en un compañero inseparable (Semprún 1998: 51). Contemplará el

mundo con las gafas de Baudelaire:

“[a]sí pues, paseando un soleado día por la Haya, descubrí a un tiempo las bellezas de Las

flores del mal, de las mujeres galantes y del lenguaje popular. La palabra floritures simboliza

y perpetúa ese triple descubrimiento: flor de catleya de mi busca del tiempo perdido”

(Semprún 1998: 54).

André Gide le reintegró a la comunidad, pero Baudelaire fue la razón por qué “se

enamoró” verdaderamente de la lengua francesa: “los poemas de Baudelaire me abrieron el

acceso a la belleza de la lengua francesa. A su belleza concreta, es decir, belleza tanto sonora

como expresiva, prosódica como conceptual, sensual como significativa” (Semprún 1998:

54). Después, Baudelaire le llevará de Ronsard y Villon hacia Rimbaud, Mallarmé y Valéry

(1998: 160).

35

Poco a poco, la guía de Baedeker y la literatura de los malditos - Baudelaire al frente –

revelarán las bellezas escondidas de la ciudad de París, y en un sentido más implícito, del

exilio también. La apreciación creciente para la ciudad reforzará al mismo tiempo su identidad

de francés. A partir de entonces, logra abrir los ojos:

“[…] París me parecía alegre, laboriosa, espontánea, arisca, sensata, rebelde: inimitable.

Distinta de todas las ciudades que conocía: típicamente francesa y decididamente cosmopolita;

abierta al mundo y cerrada en sí misma, secreta” (Semprún 1998: 177).

Finalmente, el título del libro - Adiós, luz de veranos… - resulta una cita del poema

„Chant d‟automne‟ („Canción de otoño‟), de la parte „Esplín e ideal‟ de Las flores del mal. Es

un poema funeral, que canta el deseo del poeta quien quiere saborear de los últimos placeres

que presenta la vida antes de la llegada del invierno, y junto con él la muerte y la pérdida de

cada ideal... (Tidd 2008: 706). El título se refiere a este sentimiento nostálgico del escritor

quien intenta resucitar en su memoria los momentos más memorables de su adolescencia.

Semprún explica la elección del título en su libro mismo:

“[e]ntre todos los relatos posibles, entre todas las posibilidades de escritura novelesca que se

me presentaban estos últimos tiempos, según la misteriosa fluctuación de un deseo, he elegido

ésta, Adiós, luz de veranos… (el título, tan pronto me puse a trabajar sobre la nebulosa

narrativa en gestación, se me impuso de inmediato, cosa que tampoco es habitual en mí), por

el simple motivo de que atañía a una vida anterior a la experiencia de Buchenwald” (Semprún

1998: 87-88).

En este pasaje, aparece por primera vez una referencia explícita a la experiencia del

(otro) trauma, de Buchenwald. Sin embargo, niega él mismo los lazos posibles entre las dos

novelas. Explica metafóricamente de qué sí se trata en Adiós, luz de veranos…. De nuevo, “la

luz” del título aparece:

“[e]ste libro es el relato del descubrimiento de la adolescencia y del exilio, de los misterios de

París, del mundo, de la feminidad. También, y acaso sobre todo, de la apropiación de la lengua

francesa. La experiencia de Buchenwald no entra para nada en ello, ni proyecta ninguna

sombra. Tampoco ninguna luz” (Semprún 1998: 89).

A primera vista, pensamos que Semprún consigue desatarse finalmente de la identidad

del „exiliado‟ al encontrar… el amor. Pero, aunque las primeras impresiones crean grandes

expectaciones (“si me hubieran preguntado […] cúal era mi balance de aquel último verano,

36

hubiera citado sin vacilar Paludes y la belleza de Hélène” (1998: 225)), también este proyecto

terminará decepcionante. La chica no lo reconoce y parece haber encontrado a otro:

“[…] a mí no me reconoció. Volvió a su whisky y a su jovencito. […] En cualquier caso,

estaba soberbia, iluminada por los últimos rayos de una belleza en los límites de la

autodestrucción. Tuve la tentación de levantarme, de sentarme a su mesa y de decirle los

versos de Rafael Alberti que le recitara antaño. Lo más probable es que ya entonces

sospechara que no eran míos” (1998: 228).

7.1.4. El trauma en Adiós, luz de veranos…

El período del exilio, recuperado en Adiós, luz de veranos…, resulta haberlo marcado

para siempre. Sin embargo, a pesar de que pasó la mayor parte de su vida en Francia,

Semprún nunca negó sus raíces españoles. Nunca olvidó su origen:

“[c]on todo, la lengua española no dejó de ser la mía, de pertenecerme. De modo que nunca

dejé de ser de ella – de estar inmerso en ella, movido por ella -, de pertenecerle. Jamás dejaré

de expresar con sus palabras, su sonoridad, su resplandor, lo esencial de mí mismo, llegado el

caso. En suma, desde el punto de vista de la lengua, no me volví francés sino bilingüe. Cosa

totalmente distinta y mucho más compleja, como cabe imaginar” (Semprún 1998: 131).

Resulta muy simbólico el final del libro en que Semprún ya imagina donde querría ser

enterrado: en el lugar de compromiso Biriatou.

“[…] pediría que me enterrasen en el pequeño cementerio de Biriatou. En ese lugar fronterizo,

patria posible de los apátridas, entre los dos ámbitos a los que pertenezco – el español, que es

de nacimiento, con toda la perentoriedad, a veces abrumadora, de lo que cae de su propio peso;

el francés, que es electivo, con toda la incertidumbre, a veces angustiosa, de la pasión -, en la

vieja tierra de Euskal Herria. Ése es el lugar, a mi entender, que mejor perpetuaría mi

ausencia” (Semprún 1998: 213).

A pesar de la reclamación de Semprún de representar en Adiós, luz de veranos… una

vida “antes Buchenwald”, el narrador habla – inevitablemente- desde un espacio post-

Buchenwald (Tidd 2008: 706). Por lo tanto, puede ser interesante pasar en este momento de

Adiós, luz de veranos a la otra novela Viviré con su nombre, morirá con el mío.

37

7.2. Segunda parte: la intertextualidad en Viviré con su nombre,

morirá con el mío

7.2.1. La „anamnesis‟ de Semprún

Dado que el acto de escribir está vinculado irrefutablemente con la vida, lo está

consecuentemente con la muerte también. En la parte que sigue, pasamos a la segunda novela

tratada de Jorge Semprún: Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001)12

. Compartiremos

y elaboraremos aún más la opinión de la académica Ursula Tidd (2008: 700), quien opina que

hay “una interferencia recíproca e ineluctable” entre el ambiente de “exile and loss” presente

en Adiós, luz de veranos… y éste en Viviré con su nombre. Además, nuestro análisis de los

diferentes aspectos estéticos, lingüísticos y éticos en Adiós, luz de veranos… nos ha ofrecido

una base para acercarnos más fácilmente a las estrategias narrativas en Viviré con su nombre

(2008: 700).

Como Shoshana Felman lo ha formulado en 1992, estamos viviendo en “la era del

testimonio”. Nuestra era está marcada por el Holocausto, las bombas atómicas, la Guerra en

Vietnam, el conflicto israelí-palestino… Más importantes que nunca son las expresiones que

se atreven a contestar las políticas y éticas de la memoria (Felman 2008: 701). Por lo tanto,

los testimonios posfranquistas y post-Holocausto – como los de Semprún – resultan todavía

muy ejemplares.

Según María Jesús López Navarro (2007), Semprún entronca con una tradición de

escritores „post-holocausto‟ como Paul Celan y Jean Améry (Navarro 2007: 256). En su

artículo, Navarro propone de considerar los libros de Semprún como „novelas de la

anamnesis‟. En su opinión, el escritor ha sufrido un período de „anamnesis‟, o sea, de silencio.

Después de su liberación en 1945, Semprún se retiraba en el silencio. Fue solamente

años después que aparecieron sus primeras „novelas-testimonios‟ que se atreven a relatar el

horror de los campos. Primero, sentía la necesidad del silencio antes de “poder reiniciar”, y

ese tiempo dado le permitía madurar sus experiencias para encontrar una manera de “explicar

lo inenarrable” (Navarro 2007: 256-257): “en esos años escogió la estrategia de la amnesia

voluntaria, de la memoria inhibida”.

12

A continuación: Viviré con su nombre.

38

Según el escritor judío Primo Levi († 1987) los sobrevivientes de los campos de

concentración se dividen en dos grupos: los que callan y los que cuentan. Semprún parece

pertenecer a ambas, porque – en su caso – es importante no confundir el silencio con el olvido

(2007: 257). No obstante, como hemos constatado, no es evidente clasificar la obra de

Semprún como la mera escritura testimonial tradicional. Sus narrativas seudo-autobiográficas

suelen construirse a partir de sus propias memorias (2007: 259). Navarro insiste en la

originalidad presente en Semprún por hacer de sus memorias el objeto artístico (2007: 259).

Por lo tanto, conviene estudiar el estilo literario atípico en sus relatos:

“la experiencia de Buchenwald es, a juicio de Semprún, una experiencia en el límite que no

resulta verdadera y eficazmente transmisible si no es con la elaboración y la perspectiva de lo

literario” (Navarro 2007: 259).

7.2.2. “La memoria veraz”

El autor español él mismo opina que no es posible hablar de una “memoria veraz” sin

una estructuración narrativa del recuerdo (2007: 260). Quisiéramos subrayar que es una idea

que domina en cada una de sus novelas, tanto en las sobre el Holocausto como en las sobre la

Guerra Civil. Además, Semprún siempre ha intentado utilizar la realidad documental como

materia de su ficción. Navarro (2007: 260) comparte nuestra opinión de que la historia se

puede escribir también a través de la ficción:

“[p]ara Semprún, cuando hayan desaparecido los últimos testimonios del horror nazi, cuando

ya no quede ningún superviviente de la experiencia del “Mal Radical” de los campos de

concentración, los estudios históricos, sociológicos, filosóficos, no bastarán. Solo la ficción

podrá hacer revivir y a la vez enriquecer esta memoria”.

En una entrevista con Knack (2004) Semprún habla del papel significante de los

últimos sobrevivientes-testigos. Expresa su deseo de que los novelistas vencieren el empacho

de escribir sobre el horror de los campos. Al mismo tiempo especifica la función de la ficción.

No quiere envalentonar que el escritor invente el mundo de los campos – ha existido sin duda.

Pero nunca será posible describir un tal horror de (solo una) manera realista. Sería mejor

sugerir un mundo, capaz de captar estas experiencias exteriores del sentido común. Esta

función de la ficción se relaciona con la idea del „safe haven‟ de la literatura (Caruth, véase

página 18 y 31).

39

En este contexto, no basta referirnos solamente a Caruth. Asimismo, es posible ver un

lazo con el „giro literario‟ propuesto por Geoffrey Hartman (véase página 20). Su teoría

literaria propone el análisis de la subconsciencia, del proceso simbólico, en que el lenguaje

creativo y sugestivo juega un papel crucial. Igual que Semprún insiste en no negar la realidad

como tal (a pesar del mundo ficcional creado), Hartman advierte del peligroso abandono total

de la cognición. En cierta medida, Semprún y Hartman ambos defienden lo ficcional y la

creatividad como los instrumentos del testimonio. Lo que sí es importante e indispensable es

“la suspensión de la incredulidad” (Hartman 1995: 541): la “memoria veraz” se revela

justamente gracias a una estructuración narrativa (y no necesariamente realista).

7.2.3. Una ración de ficción necesaria

No obstante, al lado de la ficción, hemos enfocado hasta entonces la intertextualidad

en la obra de Semprún. En lo que sigue, ilustraremos que lo mismo va por Viviré con su

nombre que por Adiós, luz de veranos…: la intertextualidad ayudará en la explicación, la

elaboración y la mitigación del horror/trauma.

En Viviré con su nombre Semprún describe su experiencia como detenido en el campo

de concentración de Buchenwald. La idea de la ficción necesaria vuelve explícitamente en la

novela en cuestión. Cabe señalar la referencia a su propia obra El largo viaje:

“[h]abía llegado a Buchenwald en el mismo convoy de Compiègne que yo. Tal vez en el

mismo vagón, no era imposible. En cualquier caso, la historia de ese viaje, que me había

contado, se parecía a la mía. Lo cual verdaderamente no era de extrañar, todas nuestras

historias se parecían. Todos habíamos hecho el mismo viaje. […] “Si salgo de aquí y escribo,

aparecerás en mi historia”, decía. “¿Estás conforme?” – “¡Pero si no sabes nada de mí!”, le

respondí. “¿De qué te voy a servir en tu historia?” Sabía lo suficiente, afirmaba, para hacer de

mí un personaje de ficción. “Porque te convertirás en un personaje de ficción, amigo mío,

aunque no invente nada.” Quince años después, en Madrid, en un piso clandestino, seguí su

consejo y empecé a escribir El largo viaje. Inventé al chico de Semur para que me hiciera

compañía en el vagón. En la ficción hicimos aquel viaje juntos para borrar mi soledad en la

vida real. ¿Para qué escribir libros si no se inventa la verdad? ¿O, mejor dicho, la

verosimilitud?” (Viviré con su nombre, morirá con el mío, Semprún 2012: 178-179).

40

Como prisionero, tenía que trabajar en la organización interna del campo mismo. Más

precisamente, asumía una función dentro de la oficina de administración de la Arbeitsstatistik.

Lo particular de Buchenwald fue que las SS dejaban la gestión del campo en las manos de los

comunistas alemanes, quienes tenían que dirigir los otros prisioneros. En la jerarquía, los

comunistas extranjeros - entre ellos Semprún - se situaron debajo de los comunistas alemanes,

y al pie de la pirámide se encontraron los llamados „musulmanes‟, los más débiles a punto de

morir.

De hecho, el relato comienza a desarrollarse a partir de una nota inquietante que viene

de la Gestapo de Berlín, que pregunta por la presencia del detenido Jorge Semprún. Pues, los

compañeros de Semprún - que asumen altos cargos dentro de „los kommandos de

mantenimiento‟ - proponen el plan de hacerle morir a Semprún administrativamente para

evitar el control de la Gestapo. Encontrarán al musulmán „moribundo‟ François y deciden de

cambiar su identidad por la de Semprún. La parte más conmovedora de la novela es el

momento en que Semprún visita a François en la barraca de los moribundos durante las

últimas horas de la agonía de éste. Inesperadamente, los dos desconocidos van a parar en una

conversación que toca la literatura, la vida y la muerte.

7.2.4. Rimbaud y Faulkner

En Adiós, luz de veranos… Semprún ya reflexionaba de vez en cuando sobre el valor

de la vida: “[l]a vida es transcendida por los valores que le rebasan: no es el valor supremo.

Además, sería desastroso que lo fuese. Siempre ha constituido un desastre histórico el

considerar la vida, en la práctica histórica, como un valor supremo” (Semprún 1998: 30).

La cita, que atestigua – de nuevo – de un pesimismo, estará matizada en su proyecto

de mirada retrospectiva. Relativiza su formulación extrema atribuyéndola a su tierna edad de

15 años, y corrige: “era más bien una reacción emocional a la capitulación de las democracias

en 1938-1939” (Semprún 1998: 30).

Teniendo en cuenta la perspectiva post-Buchenwald, los temas de la vida y la muerte

ya parecen jugar un papel importante en la formación del joven exiliado. Así, también

formulará sus pensamientos en cuanto a la muerte en Adiós, luz de veranos… (Semprún 1998:

185-186):

41

“[l]a experiencia de la muerte del prójimo me pertenecía, en efecto. Y yo le había pertenecido.

Era para mí fundamental; en lo sucesivo, formaría parte intrínseca de mí. Mi identidad sería

vaga sin esa alteridad compartida de la muerte del prójimo”.

Con este fragmento, podemos indicar un lazo significante entre Adiós, luz de

veranos… y Viviré con su nombre, al constatar que esta idea resuena como el hilo conductor

en este último. Lo ilustraremos con los capítulos que tratan el encuentro entre el álter ego de

Jorge Semprún y el „moribundo‟. Como veremos, el pasaje nada en intertextualidad.

Para aliviar el dolor del moribundo, Semprún le da su último cigarrillo y pasan a

hablar sobre su predilección común para la poesía de Rimbaud. Citamos abajo el pasaje

cautivador en que el joven enfermo completa el poema de Rimbaud. Es el álter ego de

Semprún quien habla:

“[n]o pude por menos que recitar en voz alta el poema en prosa de Rimbaud en el que ya había

pensado otras veces, desde que conocía las letrinas colectivas del Campo Pequeño. […] “Y los

mendigos se agitaban en los peldaños interiores, a la pálida luz de aquellos fulgores de

tempestad que anunciaban relámpagos de infierno…”. Luego, una laguna en la memoria: el

resto del poema se había desvanecido. Fue él quien siguió recitando. […] Sin interrupción, de

una tirada, como si recuperase a la vez la voz y la memoria – su mismo ser – recitó la

continuación. “… bromeando sobre sus azules ojos ciegos, sobre los paños blancos o azules

con los que se envolvían los muñones. Oh, lavandería militar, oh baño popular…” Lloraba a

fuerza de reírse, la conversación se hacía posible” (Semprún 2012: 54-55).

Aquí, la literatura no solo crea refugio o alivio sino también “hace posible la

conversación”. A lo largo de toda su obra, Semprún realmente parece insistir en la fuerza

transformadora y – consecuentemente - terapéutica de la literatura.

François habla muy aprisa, y con una voz tenue. Debido a eso, Semprún no consigue

captar el significado de las últimas palabras del moribundo. Parece ser el fin de un breve pero

fuerte encuentro. Sin embargo, la historia continuará:

“[e]l misterio de las últimas palabras de François L. se perpetuó. Ni en Horacio ni en Virgilio,

autores de los que yo sabía que se recitaban poemas, como yo me recitaba a Baudelaire o

Rimbaud, no había podido encontrar nunca un verso en el que la palabra nihil, nada, se

repitiese dos veces. Decenios más tarde, más de medio siglo después de que en una noche de

diciembre François L. agonizase a mi lado, […] trabajaba yo en una adaptación de Las

troyanas de Séneca. […] Traduciendo el texto latino que tenía delante acababa de escribir en

42

español: “Tras la muerte no hay nada, y la muerte no es nada…”. De pronto, sin duda porque

la repetición de la palabra “nada” despertó en mí confusamente un recuerdo semiperdido, no

identificado, pero lleno de angustia […]. De esta manera, más de medio siglo después de la

muerte de François L. en Buchenwald, el azar de un encargo literario me hizo volver a

encontrar sus últimas palabras […]” (Semprún 2012: 197, 198 y 199).

Solo hay dos escritores sobre los que no consiguen ponerse de acuerdo: Jean

Giraudoux y William Faulkner. Si Paludes fue la obra más citada en Adiós, la novela

¡Absalón, Absalón! de William Faulkner la es en Viviré con su nombre. La descubre por

casualidad en la biblioteca de Buchenwald, y la lee en una semana, en alemán. No guardó en

la memoria ni el nombre ni el número del traductor de la primera tirada de 1938, pero siempre

recordaba fragmentos enteros de la novela, “frases que [se] repetía como conjuros” (Semprún

2012: 93). Después, aparecen de nuevo referencias a La esperanza de André Malraux

(Semprún 2012: 78), a Brecht (Semprún 2012: 2), a Rimbaud, y a Lorca:

“[s]in embargo, aunque fuese imposible intercalar „cante jondo‟, conseguíamos – gracias a los

textos de Lorca y a algunas canciones populares conservadas en la memoria de algunos de

nosotros – hacer sentir la desesperación andaluza, el miedo que inspiraba la guardia civil en

las comunidades de gitanos y de campesinos sin tierra. “¡Oh pena de los gitanos!/ Pena limpia

y siempre sola./ ¡Oh pena de cauce oculto/ y madrugada remota!” Así fue como había vuelto

al país, al paisaje, a la palabra de mi niñez” (Semprún 2012: 106).

Asimismo, los detenidos van a buscar o vuelven a encontrar la fuerza y la

combatividad en la literatura. Con un estilo que nos hace pensar en Proust, Semprún describe

el fuego que suscitó la obra de Marx:

“[i]mposible comunicar el significado y el saber, el sabor y el fuego de ese descubrimiento de

Marx, a los diecisiete años, en el París de la Ocupación, época insensata en la que se iba en

pandilla a ver Las moscas, de Sartre, a escuchar esa llamada a la libertad del héroe trágico, en

la que, después de haber leído todos los libros, florecía súbitamente en nuestras almas la

necesidad de tomar las armas” (Semprún 2012: 121).

En su testimonio, explica también que solo había dos maneras de librarse o atenuar

provisionalmente la agresividad. La primera consistía en “evadirse en medio de un paseo

solitario”, y otro medio para engañar “la angustia pegajosa” fue “el recitado poético en voz

baja o en voz alta” (2012: 212). De nuevo, la literatura asume su función terapéutica.

43

Según Ursula Tidd, las citas y los recursos a la literatura le permiten “universalizar la

experiencia traumática”, enfrentándola con tropos y alusiones. De esta manera, Semprún

refuta también la condenación de la literatura por Theodor Adorno (“[e]scribir poesía después

de Auschwitz es un acto de barbarie”, 1951) demostrando que “la poesía y el Holocausto no

son mutualmente exclusivos” (Tidd 2008: 706).

7.2.5. La muerte

Aunque la conversación gira en torno a la literatura, un tema inevitable queda

prevalecer: la muerte. Si Adiós, luz de veranos… nada en reflexiones sobre el valor de la vida,

Viviré con su nombre reflexiona sobre la muerte. Dos temas recurrentes en Viviré con su

nombre son la identidad y la mirada. En el pasaje que sigue, están vinculadas entre ellas, y

con la muerte:

“[p]ero aquella máscara casi transparente, translúcida, estaba habitada, animada por una

mirada extrañamente juvenil. Esa mirada viva en una máscara mortuoria era insostenible. […]

Aquel muerto-vivo era un hermano, mi doble tal vez, mi Doppelgänger: otro yo o yo mismo

siendo otro. Era precisamente la alteridad descubierta, la identidad existencial captada como

posibilidad de ser otro, lo que nos hacía tan próximos” (Semprún 2012: 50-51).

Semprún va a encontrar la muerte. A saber, en la mirada del moribundo:

“[p]or la mirada uno se da cuenta del cambio súbito, del abandono, cuando el sufrimiento llega

a un punto del que ya no hay regreso. Por la mirada bruscamente apagada, átona, indiferente.

Cuando la mirada ya no indica – aunque sea de una forma dolorosa, angustiada – una

presencia. […] Entonces, en efecto, se comprende que el hombre está abandonándose,

perdiendo pie, como si ya no tuviera sentido obstinarse en vivir; entonces puede entenderse

por la ausencia en qué consiste la mirada” (2012: 164).

Igual que María Jesús López Navarro, la académica Ofelia Ferrán postuló que la

narrativa de Semprún se utiliza para evocar un lugar en la memoria colectiva, dedicado a ellos

que no sobrevivieron (Ferrán 2001: 267). Por eso, presta atención a la idea del „safe haven‟.

En sus palabras: “the only realm in which [Semprún] can always find, or create, a place for

himself [is] that of language” (Ferrán 2001: 268). El artículo de Navarro se apoya en las ideas

formuladas por Ferrán en el artículo Cuanto más escribo, más me queda por decir de 2001.

44

Ferrán ha abordado la problemática de la tradición literaria del Holocausto y su

desconfianza en la ficción. La ficción está temida por ser un medio que puede “traicionar el

horror de la experiencia” (2001: 271). Así, Ferrán (2001: 272) constata el reflejo de la caída

de la seguridad en la narrativa:

“[t]he Holocaust, experienced by survivors as the breakdown of any security in the world, a

breakdown of their sense of self, is thus relived in their writing by means of various narrative

strategies that reproduce similar breakdowns: of grammar, of sense, of logic, of referentiality,

of representability, of chronology, of subjectivity.”

Semprún también advierte del peligro de los testimonios demasiado tempranos, que

resultan en la mayoría de los casos más inexactos que terapéuticos. Necesitó él mismo 18

años de silencio antes de poder comenzar su escritura (Ferrán 2001: 273).

De hecho, en Buchenwald, Semprún ha muerto. Es decir, una parte de él ha muerto.

Este tema vuelve en sus novelas. Siguiendo un camino filosófico, podríamos plantear que la

dificultad del testimonio para Semprún residió en la realización de que – en el fondo – no ha

sobrevivido: cada relato sobre Buchenwald es la historia de su propia muerte. Por eso, Ferrán

propone ver el Holocausto no como un evento „vivido‟, sino un evento „muerto‟. Pues, la

paradoja de cómo (sobre)vivir un evento „muerto‟, y cómo narrarlo después, va a perseguir

Semprún en su obra (Ferrán 2001: 280 y 282).

Basándonos en este razonamiento, podemos explicar la relación entre horror y trauma.

Nos hemos enterado de que el horror, igual que el trauma, condena al silencio, pero al mismo

tiempo, crea la necesidad de contarse (Ferrán 2001: 282). Contrariamente a los testimonios

tempranos y consecuentemente peligrosos, en Semprún, la ficción sí funciona como un

instrumento útil para poder afrontar las crueldades de la realidad de los campos. Semprún va

intentar revivir y conmemorar las muertes de sus compañeros al insertar múltiples

„desapariciones‟ en su narrativa: la desaparición de caracteres ficcionales, la desaparición (o

fragmentación) de su propia identidad, y la desaparición de estabilidad temporal y cronología

(Ferrán 2001: 292).

Cabe mencionar un último lazo entre Adiós, luz de veranos… y Viviré con su nombre.

Ambas novelas, escritas desde una perspectiva post-Holocausto acaban por representar el

retorno a y el hallazgo de las raíces, los puntos de partida de la formación literaria y personal,

marcada por los traumas históricos:

45

“[a]sí, en Buchenwald, en el lugar del exilio más lejano, en las mismas fronteras de la nada –

östlich des Vergessens, diría yo en alemán, “al este del olvido”, aludiendo así al contenido de

un célebre poema de Paul Celan - , en el último fondo del desarraigo, en cierto modo volví a

encontrar mis puntos de referencia y mis raíces, que estaban tanto más vivas en la medida en

que todo se orientaba hacia el porvenir: las palabras de la niñez no significaban solo

reencuentros con una identidad perdida – oscurecida al menos por la vida del exilio, que por

otra parte la enriquecía -, sino también la apertura a un proyecto, lanzarse a la aventura del

porvenir” (Semprún 2012: 102).

La única manera según Semprún para atestiguar de la experiencia de Buchenwald,

para narrar “lo inenarrable”, para crear un mundo no realista sino sugestivo consistía en una

representación fragmentada y literaria de la realidad, reforzada por la intertextualidad. Sin

duda se trata de un proyecto literario que ya ha germinado en su situación de pérdida y exilio

antes de Buchenwald, evocada en Adiós, luz de veranos…

Conviene acabar esta parte con las palabras del crítico literario Noud Bles (2004), que

concluye que Viviré con su nombre reflexiona sobre la importancia de la propia identidad (y

de sostenerla) al momento de hacerse necesariamente otra persona:

“[m]e habían obligado a tenderme al lado del moribundo cuyo lugar iba a ocupar si era

necesario. Yo viviría con su nombre, él moriría con el mío. En resumidas cuentas, él

me iba a dar su muerte para que yo pudiese seguir viviendo. Intercambiaríamos

nuestros nombres, lo cual no es poco. Con mi nombre él se convertirá en humo; con el

suyo yo sobreviviré, si es posible” (Semprún 2012: 167).

46

7.3. Tercera parte: la intertextualidad en Veinte años y un día

7.3.1. Contexto del relato

Veinte años y un día se sitúa dentro de un marco histórico preciso. De antemano, el

Narrador del relato nos informa que cada 18 de julio entre 1937 y 1956, en Quismondo - un

pueblo toledano en España – una familia terrateniente conmemora con un espectáculo el

asesinato de un pariente en 1936. La novela se narra desde la perspectiva del „Narrador‟, que

siempre se escribe con mayúscula y se pone encima de la historia. Va a jugar un papel

estructural, igual que perturbador y confuso. Resulta responsable del suspense. Lo ilustran los

dos pasajes siguientes:

“– [u]n solo muerto, entonces – dice Leidson. – Dos muertos – corrige Estrada, tajante. Pero

tiene que levantarse de la mesa para atender a una mujer que viene a comprar. Queda en

suspenso lo de los dos muertos” (2003: 20).

“Lorenzo, entonces, se metió en el coche sin perder un minuto. Arrancó el cuatro-cuatro y nos

quedaremos sin saber lo que Eloy Estrada había decidido decirle a Lorenzo, qué fragmento de

la verdad, o la verdad entera tal vez: la que él conocía. Nos quedaremos sin saberlo. Al menos,

por ahora” (Semprún 2003: 166).

Veinte años y un día presenta una red complicada de diferentes personajes. Entre las

varias figuras que comparten el protagonismo de la obra, el lector sigue en primer instante a

Michael Leidson, un periodista estadounidense, que asiste a la anunciada última

conmemoración familiar en 1956. De hecho, la ceremonia – el tema central en la novela -

remonta a la Guerra Civil, dado que el hijo menor de la familia Avendaño fue asesinado por

un grupo de sus propios campesinos el primer día de la insurrecciones en 1936 (Céspedes

2005: 1). Pues, en las primeras páginas el Narrador omnisciente va a limitarse a una

focalización en Leidson, pero adelante otros personajes - hasta el propio asesinado y su mujer

- cobrarán el papel de protagonista (Céspedes 2005: 2).

En cuanto al título de la obra, recordemos que no solo se refiere al tiempo que

transcurre entre la primera y la última representación anual del asesinato (1936 – 1956), sino

que hace mención también a la pena común reservada a los comunistas clandestinos

(Céspedes 2005: 7-8).

47

Más que las otras dos novelas tratadas, Veinte años y un día se destaca por su aspecto

pragmático: el libro incluye muchos elementos autobiográficos, así como digresiones

políticas. Espera en cierta medida “un lector modelo desconocedor” en cuanto a las líneas

generales de la historia del comunismo europeo, e intenta explicar éstas de manera didáctica y

digresiva, lo que rompe con la trama principal novelesca (Céspedes 2003: 1). A pesar de estas

observaciones, quisiéramos insistir en el hecho de que Veinte años y un día presenta los

rasgos de una novela. En esta última parte, investigaremos cómo la novela fusiona su

narrativa con la intertextualidad.

Primero, comenzamos por probar el carácter novelesco. Al lado de las tramas y

personajes ficcionales, lo novelesco se manifiesta claramente en las descripciones extensas.

Citamos dos breves pasajes:

“[…] se alzaba la noche como un vaho o velo de oscuridad desde la oquedad misma de la

tierra. […] Desde los grises y los ocres del campo, desde el verde ensombrecido de los

encinares, se alzaba tal vez, en lugar de caer, la oscuridad creciente de la noche” (Semprún

2003: 22).

“[p]ero ocultó lo esencial: el ardor sensual que había provocado en su intimidad la

contemplación de tan bárbara escena. Ocultó el extraño goce, el ansia venturosa, inexplicables

a primera vista, y hasta reprobables, que le despertó aquel descubrimiento” (Semprún 2003:

64).

7.3.2. „Auto-intertextualidad‟

En Veinte años y un día se van a desarrollar dos tramas al mismo tiempo: la de la

investigación periodística de Leidson y la de la investigación policial del comisario de la

Brigada Político-social Roberto Sabuesa. Sabuesa viene a la conmemoración porque caza

desde hace mucho un político comunista, Federico Sánchez, y el comisario espera que el

contacto con Lorenzo Avendaño (uno de los nietos de la familia) le conduzca al clandestino

Sánchez (Céspedes 2005: 3). Por diferentes motivos, los dos personajes comparten un interés

en indagar en la historia de la familia, y conocerán de esta manera a la bellísima y enigmática

viuda Mercedes Pombo (Ruyffelaere 2007: 19).

48

En la trama de Sánchez, encontramos un primer tipo de intertextualidad presente en

Veinte años y un día: la „auto-intertextualidad‟, con la que quisiéramos referirnos a las

referencias de Semprún a su propia obra. De costumbre, el autor insertará un personaje

desdoblado, autobiográfico que – en este caso - tiene que introducir el lector a la historia del

comunismo13

. El nombre es una referencia explícita al mismo personaje en sus otros libros

Autobiografía de Federico Sánchez y Federico Sánchez se despide de ustedes. Con esta

trama, Semprún logra reunir la historia general (la historia del comunismo) con la historia

personal (sus propias vivencias como clandestino).

A pesar de su aspecto ficcional, la trama de Federico Sánchez igualmente intenta

esbozar la carrera de Semprún en la organización clandestina y busca al mismo tiempo una

revalorización de la figura de Sánchez (Céspedes 2005: 9). Por mucho tiempo, el Narrador

nunca presenta en ningún momento una posible identificación entre sí y el enigmático

Federico Sánchez:

“[e]staba seguro de conocer su nombre y apellido. Pero no adelantaba gran cosa

conociéndolos. Y es que era el nombre, seudónimo más bien, de un mero fantasma. De un ser

inexistente, no identificable, no fácil de identificar por añadidura. […] Ni tenían la más

mínima idea de dónde podía surgir el personaje que utilizaba aquel seudónimo, nuevo en los

anales de la clandestinidad” (Semprún 2003: 78).

De nuevo, el Narrador va aumentar el suspense:

“- ¿Quién es Féderico Sánchez? – pregunta José Manuel. Benigno le dice lo poco que sabe: un

nombre nuevo en la clandestinidad comunista, aireado por la propaganda del propio régimen

con motivo de las manifestaciones de febrero” (Semprún 2003: 189).

Hasta el final, la relación entre el Narrador y Federico Sánchez se presenta muy

confusa, pero aparecería una frase (poco llamativa) que nos indica que se trata de hecho de la

misma persona:

“[…] el Narrador, dirigente por entonces del partido comunista clandestino, con el seudónimo

de Federico Sánchez, e hizo lo que pudo para prolongar la charla, pidiéndoles a los guardias su

opinión sobre la situación social y política del campo toledano” (Semprún 2003: 236).

13

Usaba el nombre de Federico Sánchez frecuentemente en los años 50 y 60 como miembro del P.C.E. en la

clandestinidad (Céspedes 2005: 3).

49

Pues, de esta manera, el Narrador revela que es Federico Sánchez. Sin embargo, es

importante distinguir la figura del Narrador-Sánchez del personaje Semprún Gurrea, que

resulta otro desdoblamiento del autor mismo (en la forma de una referencia a su padre).

Aparece en una parte claramente autobiográfica dentro de la narrativa:

“[f]íjate qué casualidad, decía Lorenzo, estaba allí un tal Semprún Gurrea, que es algo así

como un embajador o representante del gobierno republicano en el exilio. Y que fue amigo de

mi padre. Me habló de su último encuentro, hace veinte años, casi día por día, horas antes de

que estallara la guerra civil. […] Increíble, ¿no? - “Novelesco por lo menos…”, comentó

Pradera” (Semprún 2003: 104).

7.3.3. Huellas y „apariciones‟ literarias

Luego, cabe pasar a las referencias literarias, que resultan de nuevo muy abundantes.

Hemos descubierto que, en Adiós, luz de veranos…, Semprún se apoya sobre todo en los

escritores André Malraux, André Gide y Charles Baudelaire, mientras que en Viviré con su

nombre cita en la mayoría de los casos a William Faulkner y Rimbaud. En Veinte años y un

día aparece otro gran ejemplo: el escritor estadounidense Ernest Hemingway. En esta novela,

la presencia de la intertextualidad realmente va a intensificarse. A saber, Hemingway tomará

parte en la trama misma. Figura como personaje:

“Leidson almorzaba con Hemingway. [...] Hemingway acababa de contar una anécdota de su

primer regreso a España, después de la guerra civil. Se habían reído” (2003: 12).

El pasaje no solo funciona como un homenaje al escritor de Hemingway, sino se

convierte en una alabanza de su obra. A través del personaje de Leidson, Semprún revelará su

apreciación y pasión por los temas favoritos del estadounidense. Experimenta una

predilección común:

“[e]n efecto, no era Hemingway, a solas y a secas, Hemingway en sí, por decirlo de alguna

manera, lo que le interesaba cuando fue a hablar con él. Era España en la obra de Hemingway.

España: los sanfermines, las tardes de toros, los vinos, las tascas, los decires, la guerra civil,

todo aquello” (Semprún 2003: 26).

La figura de Hemingway aparece con claros motivos. Para Semprún, la obra de

Hemingway constituye una vuelta nostálgica a la España con sus características tradicionales,

como él mismo la describe también en su obra “francesa” por decirlo así: la España tratada

50

desde el exterior (es el caso en Veinte años y un día). Raras veces Semprún aborda la Guerra

Civil de una manera directa (tampoco es el caso en Adiós, luz de veranos…) pero este

contexto siempre figura como encuadramiento histórico.

Después de Hemingway vuelven también Pedro Salinas, William Faulkner y el

escritor canónico san Agustín. Resulta que los poemas de éstos van a acompañar las historias

(personales) de los diferentes personajes (quienes – juntos - fusionan como Jorge Semprún).

Citamos un pasaje de carácter meta-literario:

“[c]uando te miré a los besos/ vírgenes que tú me diste,/ los tiempos y las espumas,/ las nubes

y los amores/ que perdí estaban salvados… […]. Desde entonces, desde aquel primer regalo,

los versos de Pedro Salinas habían acompañado su historia: la de su amor. Bueno, todo habrá

que decirlo: los versos de Salinas y las prosas de san Agustín. Pero de éstas se hablará en su

momento, que no es éste aún: nunca conviene trastornar el orden enigmático de los relatos”

(Semprún 2003: 61).

Por supuesto, Faulkner tiene que procurar el lazo intertextual entre Veinte años y un

día y Viviré con su nombre, morirá con el mío:

“[…] y aquel mismo año del descubrimiento de Faulkner y del puro amor fue el de la lectura

de Sartre, Heidegger y Merleau-Ponty, del adiós a los estudios, del compromiso político, y

terminó con la detención por la Gestapo, así que Absalón, Absalón era une novela que leyó en

alemán, porque casualmente había un ejemplar en la biblioteca de Buchenwald” (Semprún

2003: 244).

Otro autor presente en Veinte años y un día es Federico García Lorca (ya fue citado

profusamente en Adiós, luz de veranos…). Igual que Hemingway, figura como personaje

explícito:

“Federico García Lorca les leyó una obra que acababa de terminar, La casa de Bernarda Alba.

Lorca habló aquella noche de irse a Granada, allí estaría más tranquilo, decía, más seguro que

en una ciudad tan áspera como Madrid si pasaba algo” (Semprún 2003: 54).

Las vueltas de Faulkner y Lorca muestran como Semprún quiere vincular sus propias

obras entre sí. Tampoco parece posible escribir un (nuevo) libro sin volver a sus autores

preferibles y libros anteriores. De esta manera, las re-apariciones de Faulkner y Lorca podrían

funcionar como otra forma de auto-intertextualidad.

51

Finalmente quisiéramos dar una última observación sobre estos autores-personajes. Si

Julia Kristeva habla de “un mosaico de citas”, Veinte años y un día puede considerarse como

“un mosaico de personajes”. A lo largo de la historia, Semprún construye un rompecabezas

semejante a Cluedo e introduce una serie de personajes que se refieren en mayor o menor

medida a él mismo (Céspedes 2005: 2). Por lo tanto, es posible ver ciertas semejanzas entre

estos personajes y algunas personas reales. Hay tres personajes que podemos leer en clave.

Primero, como ya hemos indicado, el Narrador coincide con la figura de Federico

Sánchez. Segundo, hay el personaje de José María Avendaño, a saber, el hijo asesinado. En el

libro, es presentado como una especie de García Lorca. Hay un paralelismo llamativo del

destino de ambos (Céspedes 2005: 2). De hecho, José María fue el hijo más intelectual y

abierto de la familia terrateniente, pero finalmente acaba por ser asesinado por sus propios

obreros al estallar de la Guerra Civil (un fin que se refiere a la muerte trágica de Federico

García Lorca, quien fue asesinado por los nacionalistas franquistas en 1936).

Por último, el joven Lorenzo Avendaño, que es el hijo póstumo del asesinado, parece

inspirado en el propio Semprún; presenta algunas similitudes notables con el autor. Primero,

hay su carácter intelectual: domina el español, el francés y el alemán (trilingüismo) y atestigua

de un afán de cultura y literatura (Céspedes 2005: 11):

“Lorenzo se escoge de hombros: la duda ofende, dice muy serio. Y añade, deliberadamente

provocativo, presumiendo aposta: - He leído casi todo lo que se ha escrito en este mundo. Pero

tienes razón: la Satur cuenta como la Rosa Coldfield de Absalón, Absalón,… Ahora bien, no

leo siempre en el idioma conveniente. El Quijote lo leí en alemán, y esa novela de Faulkner en

italiano… No creo que tenga demasiada importancia. La patria del escritor no creo que sea la

lengua, sino el lenguaje…” (2003: 287).

Al lado de su carácter, también tiene contactos con el mundo clandestino (Céspedes 2005:

11).

52

7.3.4. “Decirlo con los versos de otro”: la „intra-intertextualidad‟

La casa de Bernarda Alba, la obra teatral famosa de Lorca (publicada en 1945),

resulta citada muchas veces. Por supuesto, no se trata de menciones „gratuitas‟, sino de citas

significativas y simbólicas dentro de las tramas. A lo largo del relato, la obra teatral va a

vincularse con el destino trágico del protagonista femenino del libro: la viuda seductora doña

Mercedes Pombo.

“Y a Mercedes le pareció que existía una oscura, inexplicable coherencia entre el tema

fundamental de La casa de Bernarda Alba, o sea, el tema de la sangre femenina, de la

virginidad, y su experiencia del viaje de novios” (2003: 281).

Este pasaje ilustra que las citas y la intertextualidad en Semprún no solo expresan el

estado mental y (muchas veces emocional) del autor, lo que nosotros definiremos a

continuación como „intra-intertextualidad‟. Asimismo, las referencias pueden funcionar como

un „safe haven‟, o pueden anticipar el desarrollo narrativo de la historia: ayudan a veces a

crear el suspense y permiten describir las cosas de una manera diferente. Ilustraremos nuestro

concepto de „intra-intertextualidad‟ y damos dos ejemplos más del fenómeno, esta vez

presente en las historias de respectivamente Benigno Perales y Lorenzo Avendaño:

“[f]ue entonces cuando Benigno vio a la señorita Pombo por primera vez. Entonces cuando el

venablo del amor desesperado lo clavó contra la opaca pared del tiempo por venir. La dulce

boca que a gustar convida/ un humor entre perlas destilado,/ y a no invidiar aquel licor

sagrado/ que a Júpiter ministra el garzón de Ida,/ amantes, no toquéis, si queréis vida;/

porque entre un labio y otro colorado/ Amor está, de su veneno armado,/ cual entre flor y flor

sierpe escondida… En los sonetos de don Luis de Góngora, como puede verse, encontraba

entonces Benigno Perales, genial autodidacto, las palabras convenientes para la expresión de

su apasionado y amargo desespero” (Semprún 2003: 137).

“Mademoiselle Isabel, tal era el título del poema. Pero Lorenzo se ha olvidado, al menos no

recuerda al pie de la letra de los primeros versos del soneto. Luego, sí, recuerda literalmente:

Princesa de mi infancia; tú, princesa/ promesa, con dos senos de clavel;/ yo, le libre, le

crayón, le, le… Oh Isabel,/ Isabel…, tu jardín tiembla en la mesa./ De noche, te alisabas los

cabellos,/ yo me dormía, meditando en ellos/ y en tu cuerpo de rosa; mariposa… […]. Esta

madrugada, dos años más tarde, cuando se ha encontrado con Isabel, que le esperaba en la casa

de Alfonso XII enfundada de blanco, Lorenzo ha vuelto a recordar los versos de Blas de

Otero” (Semprún 2003: 285).

53

Vuelve en estas ilustraciones el mismo uso de citas como ya lo hemos encontrado en

Adiós, luz de veranos… (el poema de Rubén Darío, véase página 32) y en Viviré con su

nombre, morirá con el mío (el poema de Rimbaud, véase página 41). Pues, salta a la vista que

Semprún nunca describe literalmente, sino „poéticamente‟. Según él, es posible describir las

cosas - el horror de los campos, los sentimientos… - (aún) mejor a través de otros poemas y

textos literarios. De ahí que resulta el valor supremo de la intertextualidad.

7.3.5. Meta-literatura

Hemos optado por acabar la parte analítica con Veinte años y un día - el único libro de

los tres tratados que fue escrito directamente en español - por dos motivos. Primero, porque

trata de una investigación de la obra de Semprún dentro de la literatura en el campo español, y

por eso, nos conviene prestar un poco más de atención al libro. Segundo, Veinte años contiene

algunos pasajes interesantes que pueden ser analizados como „meta-literarios‟.

De hecho, éstos nos conducen a un aún mejor entendimiento de los objetivos literarios

de Jorge Semprún. En lo que ha precedido, hemos tocado el debate concerniente a la relación

entre la ficción y la verdad (véase página 38). En la opinión de Semprún, no es posible hablar

de una “memoria veraz” sin que el recuerdo se estructure como una narrativa. Fue el caso en

Viviré con su nombre, morirá con el mío, y lo es también en Veinte años y un día. Cuando

recontextualizamos la realidad en una narrativa, sigue existiendo el relato, y no la realidad tal

como era (son las palabras de Ruth Ruyfellaere 2007: 20). Esta idea central (y recurrente) en

la obra de Semprún se formula de manera metaliteraria en el pasaje en que „la Satur‟, la vieja

ama de llaves, revela los misterios de la familia al estadounidense Leidson:

“– [a]hora comprenderás – le dice a Leidson – por qué me es tan difícil, a pesar de que me

empeñe, escribir novelas que sean novelas de verdad: por qué a cada paso, a cada página, me

topo con la realidad de mi propia vida, de mi experiencia personal, de mi memoria: ¿para qué

inventar cuando has tenido una vida tan novelesca, en la cual hay materia narrativa infinita?

Ahora bien, la novela auténtica es un acto de creación, un universo falso que ilumina, sostiene

y acaso modifica la realidad. Habría que poder decir como Boris Vian: en este libro todo es

verdad porque me lo he inventado todo. Yo también quisiera inventármelo todo…” (2003:

250-251).

54

En este caso, es claramente Semprún él quien da su propia voz a través del personaje

de la Satur. El ejemplo resulta otra afirmación del “mosaico de personajes” y el

desdoblamiento del autor. El lector que conozca bien la obra de Semprún entenderá

inmediatamente que es el autor mismo quien inserta sus ideas aquí. La frase siguiente resulta

muy significativa: “¿para qué inventar cuando has tenido una vida tan novelesca, en la cual

hay materia narrativa infinita?”. Esta frase clarifica la tesis de Semprún: la narrativa (o la

ficción) no necesariamente implica la invención, pero puede ayudarnos a narrar la (cruel)

realidad de una manera diferente.

55

8. Síntesis y conclusiones generales

Después de haber investigado tanto en la presencia de la intertextualidad como en los

temas recurrentes en las tres novelas de Jorge Semprún, conviene dar las respuestas a las

preguntas de saber hasta qué punto estas novelas se pueden considerar como novelas del

trauma y si la literatura efectivamente puede asumir una función terapéutica.

Primero, afirmamos que las tres novelas merecen su lugar dentro de la literatura del

trauma. Cabe mencionar que - de las tres novelas tratadas - Viviré con su nombre, morirá con

el mío trata el tema del trauma lo más explícitamente, debido al hecho de que relata la

experiencia del sobrevivir un campo de concentración. Contrariamente a La escritura o la

vida (1994), en que Semprún aún experimentaba mucha dificultad al escribir (y describir) la

experiencia del campo, Viviré con su nombre, morirá con el mío resulta ser uno de sus

primeros testimonios explícitos. Sin embargo, la justificación de la clasificación de Veinte

años y un día depende de la perspectiva que tomamos. El libro ha ilustrado muy bien los

diferentes usos de la intertextualidad, y es manifiesto que su encuadramiento histórico se

vincula con el trauma de la Guerra Civil. A pesar de que no realmente hable de la

personalidad traumatizada del autor mismo, queda sin duda una ilustración clara de cómo el

acto de escribir puede apaciguar la memoria.

En las tres obras es posible ver cómo vuelven las ideas desarrolladas por la escuela de

Yale. Conviene subrayar que la escritura de Jorge Semprún resulta un buen ejemplo del

proceso de „working through‟ de Dominick LaCapra. En Adiós, luz de veranos… el trauma

del exilio está recontextualizado en una narrativa intertextual, mientras que el otro trauma, el

del ser deportado, está recontextualizado en Viviré con su nombre, morirá con el mío. Veinte

años y un día se sale un poco del resto al enfocar los traumas personales de diferentes

personajes, de los que cada uno quiere saldar cuentas con el pasado. Pero, el motivo de la

miseria familiar se origina en la Guerra Civil. Constatamos que Semprún ya no se encuentra

en la etapa del „acting out‟, o sea, la fase de la repetición compulsiva del trauma. Al contrario,

sus novelas parecen más bien el resultado de una tentativa de „working through‟, o sea, de la

fase de la elaboración del trauma. Como exiliado (víctima) logró tomar conciencia de la

distancia entre el pasado y el presente actual. En sus libros, cada período recuperado está

recontextualizado desde una perspectiva (auto-)crítica. Es claro que llevaba la idea de escribir

estos libros consigo por mucho tiempo.

56

La visión de Cathy Caruth de considerar la literatura como un „safe haven‟ hemos

fuertemente afirmado a lo largo de nuestra investigación. Hemos descubierto que el mundo de

la literatura en Semprún - como parte de su proceso de „elaboración‟ de los traumas – está

utilizado para crear un “espacio expansivo y propio” adonde puede refugiarse el escritor, y

además, que le permite organizar sus nuevas impresiones. Incluso, cabe mencionar que en

Viviré con su nombre, morirá con el mío Semprún escribe que la literatura no solo crea

refugio o alivio sino también “hace posible la conversación” (Viviré con su nombre, morirá

con el mío, Semprún 2012: 54-55). A lo largo de toda su obra, realmente insiste él mismo

también en la fuerza transformadora y – por consiguiente - terapéutica de la literatura. La

intertextualidad realmente rige en Semprún, y cada etapa importante de su vida, tratada en su

obra, suele estar acompañada por o vinculada con un texto literario. Concluimos que la

literatura funciona no solo funciona como un lugar de refugio sino también de alivio. Esta

capacidad descubierta prueba que el acto de escribir puede asumir una función terapéutica.

Asimismo, añadimos algunas otras conclusiones relevantes. La teoría de Felman nos

ha ayudado en realizar que el testimonio no necesariamente tiene que ser la „pronunciación

de‟ una verdad, sino que sea mucho más útil considerar el testimonio como „el acceso a‟ la

verdad. Por lo tanto, las tres novelas caben dentro de un proyecto de mirada retrospectiva. Es

justamente a través de su escritura (a saber, su testimonio) que Semprún obtiene acceso a los

traumas encerrados en el pasado. El escritor realmente se sumerge en los archivos de su

propia memoria para reencontrar, sentir de nuevo, esos estados de ánimo de aquel entonces,

hallados en la mayoría de los casos en la literatura de entonces (lo hemos analizado como el

fenómeno de la intra-intertextualidad). El obtener acceso a los propios archivos resulta una

condición necesaria para un buen funcionamiento terapéutico de la literatura.

Cabe subrayar que esa verdad encontrada no coincide con una verdad fáctica y

realista, porque el acceso al testimonio está inevitablemente mediado por la memoria. Según

Semprún, las cosas más crueles – como el horror de los campos - nunca pueden ser descritas

de manera realista. Por eso, es mejor sugerirlas. Como lo propone Hartman, la narrativa

siempre pide una suspensión de la incredulidad a su lector. No es primordial verificar los

hechos históricos de un relato narrativo. Semprún y Hartman proponen y defienden lo

ficcional y la creatividad como los instrumentos del testimonio. La “memoria veraz” que

queremos encontrar, se revela lo mejor con la ayuda de una estructuración narrativa (y no

necesariamente realista) del evento traumático. Salta a la vista que Semprún nunca se plantea

describir literalmente, sino „poéticamente‟. Según él, es posible describir las cosas - el horror

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de los campos, los sentimientos… - (aún) mejor a través de otros poemas y textos literarios.

De ahí que resulta el valor supremo de la intertextualidad. La narrativa (o la ficción) no

necesariamente implica la invención, sí puede ayudarnos a narrar la (cruel) realidad de una

manera diferente. Semprún nunca podría encontrar el apaciguamiento de la memoria en una

descripción realista de sus experiencias.

Elaboramos nuestra tesis aún más lejos basándonos en las ideas de Ursula Tidd. En su

opinión, las citas y los recursos a la literatura “universalizan” la experiencia traumática. En

este sentido, las novelas de Semprún se caracterizan por describir y relacionar tanto el trauma

personal como el trauma universal. Bajo el trauma universal proponemos entender el trauma

histórico, tanto del Holocausto (Viviré con su nombre, morirá con el mío) como de la Guerra

Civil (Adiós, luz de veranos… y Veinte años y un día). Hemos volver constantemente la

dualidad que juega entre el „traumatismo general‟ y el „traumatismo personal‟. Hemos

descubierto que, en la obra de Semprún, los personajes suelen entrelazarse con el contexto

histórico (indispensable) del trauma. Fue claramente el caso en el último libro tratado Veinte

años y un día: las dos tramas narrativas parten de esta idea. Adiós, luz de veranos… y Viviré

con su nombre, morirá con el mío igualmente presentan la reconciliación entre trauma

personal y trauma histórico. En Adiós, luz de veranos…, Semprún ha vinculado los cambios

históricos (la caída de Madrid en las manos de los franquistas) con el exilio. Pues, dentro de

esta relación, la ciudad de París constituye un jalón psicológico: anuncia el fin de su infancia,

y el inicio de la adultez. Describe él mismo:

“[h]abía caído Madrid y tal adversidad marcaba, en cierto modo, el fin de una época de mi

vida. A partir de entonces, me aventuraba en el desconocido territorio del exilio, del

desarraigo. De la edad adulta, también” (Semprún 1998: 69).

En Viviré con su nombre, morirá con el mío Semprún va aún lejos. De hecho, la

atención por el trauma general-histórico, el del Holocausto, va a desplazarse hacia el trauma

personal que ha vivido. Es decir, los traumas de haberse acercado a la muerte, y del cambio de

destino que experimentaba con el musulmán François. Semprún demuestra que es posible

entender un trauma mundial con la ayuda de una historia personal.

En conclusión, esta tesina tenía el propósito de explicar mejor el uso de la

intertextualidad en tres novelas ilustrativas de Jorge Semprún, y su papel para el

funcionamiento terapéutico de la literatura. Al fin y al cabo, dichas novelas acaban por

representar el retorno a y el hallazgo de las propias raíces, los puntos de partida de la

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formación literaria y personal, fuertemente marcada por dos traumas históricos. James Berger

opina que el regreso del trauma bajo la forma de una narración es la indicación de su aspecto

incurable y repetitivo, pero esta investigación ha elaborado una contra-argumentación. En

nuestra opinión, las representaciones y narraciones del trauma sí pueden funcionar como

procedimientos de resolución y mitigación del trauma. Por eso, concluimos que es posible

encontrar la mitigación del trauma a través del acto de escribir, y – en el caso de Semprún - la

intertextualidad constituyó el medio adecuado para la explicación y la elaboración del trauma.

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