la familia lerele en semana santa
TRANSCRIPT
Todos se bajaron del coche, emocionados por estar allı. – Respirad chicos, esto sı que es aire
puro. – dijo mi padre orgulloso de estar allı. Mis padres y mis hermanos estaban emocionados.
Ibamos a pasar 9 dıas en la montana, haciendo escalada y caminando, caminando y caminando.
Era como si ellos y yo estuviesemos en mundos diferentes, ¿nadie se daba cuenta de lo enfada
que estaba? Cuando salı del coche sucedio lo que tenıa que suceder en un lugar ası. (Chof,
chof) Mi primer contacto con el suelo y piso un inmenso excremento de vaca, o tal vez era un
recuerdo de algun dinosaurio extinto, porque ese tamano no era normal. Para mas guasa, mis
hermanos, Pablo y Lucas, estaban justo delante de mis narices en el preciso momento de mi
fatıdica pisada. Sus carcajadas bien podrıan haber provocado un alud, si no fuera por la poca
nieve que quedaba en aquel inmenso valle.
– Genial, mis botas nuevas llenas de “m”. ¡Me alegro de que os divierta tanto mi metedura
de pata! – grite a mis hermanos.
No es que no me gustase ir al campo, es que la presumida de Luisa no paraba de pavonearse
de su viaje a Parıs, en hotel de cinco estrellas y con un recorrido por la Costa Azul de 7 dıas.
Por supuesto, irıan en avion y volverıan en el mismo transporte. Bueno, en realidad no fue lo
2
que dijo, sino como lo dijo, lo que hizo que sintiera que mis vacaciones eran una porquerıa.
Ella irıa en avion, y yo me habıa tragado un viaje de 4 horas en coche, oliendo los pies de mi
hermano pequeno y me iba a alojar en una casa de pueblo. Ademas, estaba harta de que mis
hermanos se guardasen los sobrecillos de azucar cada vez que parabamos a tomar algo. Ellos
siempre me hacen pasar mucha verguenza. Estaba claro que aquello distaba mucho del glamur
que iba a vivir Luisa.
Entonces aparecio una mujer enorme, debıa tener unos 80 anos, pero se movıa como una
chica joven. Hablaba fuerte, como si no la escuchasemos. Parecıa que nos estuviera reganando,
cuando en realidad nos estaba entregando las llaves de la casa.
Mis padres nos presentaron – esta senora es Olga, la conocemos desde hace muchos anos –
Ella, en un intento de ser amable, nos pego un pellizco en la mejilla a cada uno que casi nos
hace saltar las lagrimas. ¡Madre mıa, menuda fuerza! No sabrıa decir que era mas fuerte, si su
voz, o sus asperas y enormes manos.
Olga entro con mis padres para explicarles todo lo que tenıa la casa. Con el ceno fruncido,
mientras restregaba mis botas en la hierba para intentar desprenderme del excremento que me
habıa dado la bienvenida, entre en la casa, solte mi maleta en la entrada y busque un lugar
donde poder sentarme y, al levantar mi mirada del suelo, descubrı, gratamente, que la pequena
casita de pueblo en realidad escondıa un lugar precioso, calido y acogedor.
En ese momento, llego a mı un olor que me resultaba familiar, era el olor de la Semana
Santa, ¡torrijas! Entonces, caı en la cuenta de que Olga le estaba dando a mi madre una gran
fuente de torrijas. Me encantan las torrijas, pero lo que mas me gusta es cocinar las torrijas.
Decidı entrometerme en la conversacion que tenıan mi madre y Olga, para preguntar si esas
torrijas las habıa preparado ella.
– Si, son para daros la bienvenida.
– Bueno, yo hago unas torrijas riquısimas. . . - dije con aires de grandeza.
– No lo dudo senorita. Casualmente esta tarde hay un concurso de torrijas en la plaza.
– Bueno, no creo que me de tiempo a apuntarme para competir, aunque lo cierto es que me
encantarıa.
– ¿Te gustarıa venir conmigo? – dijo Olga – La competicion es por equipos de dos personas,
un adulto y un nino. Mi nieta, que mas o menos tiene tu edad, iba a acompanarme, pero esta
bastante acatarrada y no va a poder venir. Ella cocina muy bien y siempre me ayuda en esta
3
competicion. ¿Te atreves a competir conmigo?
Sus palabras sonaron en mi cabeza como un desafıo, si ganase este premio, mi amiga Luisa
tendrıa que dejar de presumir de su viaje, porque “yo” habrıa ganado un premio de cocina.
Mi madre me miro. Ella me conoce bien. Yo ya estaba en modo “competicion” y nada podıa
detenerme.
Ya me veıa convertida en la heroına de estas vacaciones, todo el mundo hablarıa de mi
gran triunfo en la competicion de torrijas. Nos echamos un rato antes de arreglarnos para ir
al concurso de torrijas. Todos cayeron rendidos, pero yo no era capaz de dormir la siesta. La
tension propia de una competicion me mantenıa en vilo. De repente algo me hizo ponerme aun
mas nerviosa. No habıa probado las torrijas de Olga, ¿y si sus torrijas no estaban a mi altura?
Me levante y me dirigı a la cocina.
Abrı cuidadosamente el film que cubrıa la fuente de torrijas y me servı una. El olor y el
aspecto eran inmejorables. Con el primer bocado sentı que entraba en el cielo de las torrijas.
¿Como lo habra conseguido? Estaban en el punto justo de tiernas, jugosas, dulces, . . . , eran
perfectas y eso me hizo sentir aun mejor, mi companera era una magnifica cocinera. Sus torrijas
4
eran tan buenas como las de mi abuela, ¡la victoria estaba garantizada!
Al fin, todos se levantaron. Nos arreglamos y fuimos a recoger a Olga que nos llevarıa al
lugar del concurso. Cuando entro en el coche y nos intento saludar, todos simulamos mirar por
las ventanas, para evitar que nuestras mejillas quedaran al alcance de sus inmensas y fuertes
manos.
Entramos en el polideportivo donde se iba a celebrar el concurso. Yo me fui con Olga y mi
familia corrio para coger un buen sitio. Por fin llegamos a nuestra mesa de trabajo. Olga abrio
una gran caja, donde llevaba todos los ingredientes necesarios para “preparar torrijas”
– Marta, ve abriendo el azucar y mezclala con la canela. Mira, aquı esta la receta que vamos
a preparar.
¿Vamos a ver, yo era su pinche o ıbamos a trabajar juntas? – pense para mı. Aunque me
sentıa enganada, agarre el paquete de azucar para hacer lo que ella me habıa dicho. Pero mi
mal humor me hizo desconcentrarme, mis manos se volvieron torpes y acabe derramando todo
el azucar que Olga habıa traıdo. ¡Se acabo, era el fin!
Olga me miro, pero no parecıa reprocharme nada, lo cual era bastante extrano, porque yo
acaba de arruinar sus torrijas.
En ese momento toda mi estrategia para convertirme en una heroına se vino abajo. A mi
mente venıan la imagen de Luisa en Parıs, mis hermanos riendose de mı a la llegada al pueblo,
¡todo se habıa ido al traste por mi culpa! . . . mis hermanos. . . mis hermanos. . . ellos cogieron los
sobrecillos de azucar. . .
Entonces dirigı mi mirada hacia el publico buscando a mi familia, y ahı estaban. Ellos se
habıan dado cuenta de mi accidente con el azucar y aun ası me sonreıan para animarme.Mire
a mis hermanos y senale sus bolsillos. Enseguida entendieron lo que querıa decirles. Los dos,
sacaron unos cuantos sobres de azucar; ¡los sobres que tanta verguenza me daban!; se acercaron
y me los dieron.
– ¿Seran suficientes? ¿quieres que intentemos conseguir alguno mas?
– No, tranquilos, creo que con esto valdra. ¡Sois los mejores! Gracias.
Como no soy muy dada a hacer cumplidos, aquellos halagos les supieron a gloria. Me acerque
a mi companera con cinco sobrecillos de azucar y una gran sonrisa.
5
– Mira Olga, ya he conseguido azucar.
El resto de concursantes se partieron de risa. Pensarıan que mis sobrecillos no serıan sufi-
cientes para preparar una buena fuente de torrijas.
– Olga, son tres miembros del jurado ¿no?, pues solo necesitamos cocinar tres torrijas y
decorar el plato bien bonito. Con esto tendremos suficiente ¿verdad?
Olga sonrio y, por primera vez, hablo en voz baja.
– ¡Sabıa que habıa elegido bien a mi companera! Vamos a preparar nuestras tres torrijas
ganadoras.
6
Fue una tarde estupenda. Olga y yo quedamos segundas, pero nos lo pasamos en grande.
Mis padres estaban felices al ver como mis hermanos me animaban, lo cual no era muy habitual,
ya sabeis, cosas de hermanos. Pero fueron sus sobrecillos los que me permitieron seguir en el
concurso y eso les hizo sentirse parte del equipo. Podrıa decir que ese fue el inicio de mis
vacaciones de Semana Santa. Las mas divertidas hasta el momento.
Ni todos los viajes a Parıs narrados por Luisa, pudieron superar la historia de mis torrijas
y los sobrecillos de azucar de mis hermanos, quienes, a su vez, contaron la historia a su ma-
nera. . . Por suerte, dejaron fuera de la narracion mi metedura de pata al salir del coche y casi
nunca me lo recuerdan. . . ¡casi nunca!
FIN
Autora: Beatriz de las Heras Garcıa
Ilustradora: Alba Perez Espana.
7