la evolución mística - j. g. arintero o.p

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La evolución mística en el desenvolvimiento y vitalidad de la Iglesia - J. G. Arintero O.P.

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  • La EvolucinMstica

    EN EL DESENVOLVIMIENTO YVITALIDAD DE LA IGLESIA

    POR EL PADRE MAESTRO

    JUAN G. ARINTERO, O. P

    INTRODUCCION DEL PADRE

    SABINO M. LOZANO, O P

    REIMPRESION

    m 1 7 2005Tr'ECLC

    BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOSMADRID - MCMLIX

  • tihil obstat: Fr. Bernardlno Marina, O. P., Lector S Teol :Fr. Armando Bandera, O. P., Lector S Teol

    Imprim potest: Pi-. Aniceto Fernndez, O. P., Prior FrovImprmatuT : f Fr. Francisco, O. P., Obispo de Salamanca

    Madrid, 7 septiembre 1952.

    PROTESTAS DEL AUTOR1. * Todas nuestras opiniones van sometidas a la correccin y al

    infalible dictamen de la Santa Madre Iglesia catlica, cuyo sentido esel nuestro, y en cuyo seno queremos vivir y morir.

    2. * En conformidad con los decretos pontificios, las calificacionesde santo o venerable y otras anlogas no tienen ms valor que el deuna piadosa apreciacin privada, sin nimo de prevenir el Inapelablefallo de la misma Iglesia.

    Nota de los editores.Cosa semejante hemos de advertir sobre lasapreciaciones que se hacen en la Introduccin sobre la santidad delP. Arlntero.

    Depsito legal : M. 8.395.195

  • INDICE GENERAL

  • JJ\DICE GENERAL

    FCS

    Prlogo 3

    PRIMERA PARTE

    La vida sobrenatural en s misma, en sus operaciones y en sucrecimiento

    Captulo I.

    Idea general de la vida mstica 17

    1. La mstica y la asctica.Breve idea de las vas llamadasordinaria? y de las extraordinarias : la niez y la ado-lescencia espiritual: la renovacin y la transformacin... 17

    2. La vivificacin del Espritu Santo y la deificacin.Valorinfinito de la gracia : excelencia de la justificacin : reali-dad de la adopcin y filiacin divinas : regeneracin y cre-cimiento espiritual: progreso incomparable: dignidad delcristiano 23

    3. Sublimes ideas de los antiguos Padres acerca de la deifica-cin.La impresin de la imagen divina : el sello, la un-cin y las arras del Espritu; el fuego divino que transfor-ma; el Husped que santifica y deifica: amistad, sociedady parentesco con Dios. Anonadamiento del Verbo y en-grandecimiento del hombre.Resumen : Dios vida real delalma. La unin con el Parclito y la filiacin verdadera.Funesto olvido y feliz renacimiento de esta doctrina 29

    Captulo II.

    La divina vida de la gracia 41

    rtculo 1.Concepto de la vida sobrenatural 42

    I 1. El orden sobrenatural como participacin de la vida d.m-na.Realidades inefables.La incorporacin con Cristo... 42

    I 2. La deificacin y la unin con Dios.Prodigios de nuesfaelevacin : distincin y armona de lo sobrenatural y loatarali U vida divina a ai y o noMUo*. La imafan y

  • X NDICE CENEKAL

    PCS.

    semejanza de Dios : restauracin y reelevacin : progresoen ambas. La senda del Calvario y la transfiguracin. Laspalabras de vida y su incomprensibilidad 52

    Artculo 2.La gracia de Dios y la comunicacin del EsprituSanto 64

    1. Ld gracia santificante.Sus efectos : da nueva vida, trans-eleva en el orden del ser y deifica la substancia del alma.La regeneracin y el renacimiento : la transformacin y larenovacin : la gracia y la naturaleza. Nuestra creacin enli'sucristo : la gracia en s y la gracia participada . 64

    2. La comunicacin del Espritu Santo y la santidad comuni-rada.La vida de la cabeza y la de los miembros: dig-nidad de hijos de Dios: la filiacin adoptiva y la natural:partiripacin real del Espritu de Jesucristo 76

    Irticulo 3.ha adopcin y la justificacin 82

    j I. La adopcin divina.Sus excelencias sobre la humana:realidad, liberalidad, preciosidad y singularidad. Prodi-gios de la dignacin del Padre. Nobleza que obliga 82

    >! 2. La santificacin y la justificacin.Poder de la gracia

    :

    sus manifestaciones: elevacin y restauracin, transforma-cin y destrucciones dolorosas.- Falsedad de la justicia im-putada : necesidad de la purificacin y renovacin : vidaprogresiva.La cooperacin humana.- -Los dogmas catli-cos y el verdadero progreso: el camino para ir a Dios: elespritu cristiano y el mundano Rfi

    Vi'iNDiCE.

    a) La incorporacin con Cristo y la renovacin pro-gresiva.

    b) La adoracin y la reparacin.c) La creaciuUy restauracin en el Verbo y la mediacin de la Virgen 97

    irticulo 4.La inhabitaciD del Espritu Santo 100

    j 1. La gracia y la inhabitacin divina.Inmanencia de Diosen el alma justa : la vida y conversacin en los cielos.

    Accin vivificadora del Espritu Santo : misin, donacine inhabitacin especiales lOU

    S 2. La presencia amorosa de la Trinidad.El alma justa hechaun pequeo cielo : deberes de gratitud.Perniciosa ignoran-cia de esta doctrina : la devocin al Espritu Santo y larenovacin de la piedad.El decoro de la casa de Dios ... 106

    Xpndice.El reino de Dios dentro de nosotros 110

    Artculo 5.La gracia y la gloria 112

    ( L La vida eterna incipiente y consumada. Sus funciones ca-ractersticas : la felicidad de los santos aqu y en la gloria.

  • NDICE GENERAL

    pies.

    El ser y el obrar.La visin facial en el Verbo de la sabi-dura por la virtud del Ksprilu de inteligencia. 1.a unindel amor gozoso 112

    2. Identidad esencial de la vida gloriosa y la de la gracia. Launin de caridad y la de fe y esperanza vivas y comple-tadas con los dones. La presente gloria de los hijos deDios : la inmanencia de toda Ja Trinidad y la intima amis-tad y familiaridad con las divinas Personas. El conoci-miento experimental de Dios y las dulzuras de su trato ... 121

    3. Continuacin : La vida sobrenatural como vida divina yreino de Dios en la tierra.Esencia, funciones y manifesta-ciones progresivas. Las ansias por la disolucin y la unincon Dios 126

    Articulo 6.Relaciones familiares con las divinas Personas ISl

    8 1. El trato intimo con Dios y la participacin de su mismavida.Las obras de la gracia y las de la naturaleza: rela-ciones singulares que aqulla establece : la propiedad y laapropiacin en lo divino.La obra de cada Persona en laadopcin y deificacin : la inbabitacin de Dios y la con-sagracin de su Espritu. La Paternidad divina. Ttulosy oficios de cada Persona l.il

    2. Relaciones con el Verbo. -Jesucristo como lermano, puslor y esposo de las almas, y como piedra angular de lacasa de Dios y cabeza del Cuerpo mstico. El crimen de ladisolucin de sus miembros 142

    3. El divino Esposo. -Las delicias de Dios con los hombres:desposorio del Verbo con la humanidad y con las almasfieles : Jesucristo se entrega totalmente a stas para ser sualimento, su vida y sus delicias.Caracteres singulares, in-timidad y frutos de esta unin.Las vrgenes del Seor:su importani ia en la Iglesia: unin especial de los votosreligiosos : conveniencia de renovarlo^. La celebracin delmstico desposorio

    . LSO

    Apndice.Excelencias de esta unin... 160

    4. Relaciones con el Espritu Santo.Propiedades, misiones,nombres y smbolos de este divino Husped, Consoladory Vivificador, Renovador y Santificador de las almas.

    Resumen : La vida divina dimanando del Padre y comuni-cndosenos por el Hijo en el Espritu Santo 162

    Apndice.La maravillosa obra del Espritu Santo 175

    Captulo 111.Los participaciones de la actividad divina 181

    $ 1. La operacin de la gracia. Necesidad de energas infusasque transforaieo las Qalurales.Dos suertes dp principio^

  • xtl NDICE CENEBAL

    PCS.

    operativos y de energas correspondientes : la razn rego-ladora y las virtudes subordinadas: el Espritu Santo y snsdones.Psicologa maravillosa . 181

    2. Las virtudes sobrenaturales.Nombres y divisin : oficio eimportancia de las teologales y de las morales.Necesidadde las naturales y de las infusas : desarrollo y consolidacinde stas y adquisicin de aqullas: su modo de obrar res-pectivo 189

    i 3. Los dones del Espritu Santo.Su accin comparada conla de las virtudes : la direccin inmediata del Espritu San-to y la de la razn humana. Los dones y la vida mstica:transformaciones que requieren. Necesidad de una mo-cin superior del Espritu Santo y de la posesin de susdones 200

    I 4. Existencia de los dones en todos los justos.Importancia,noinl)res, condicin y naturaleza que tienen : excelenciasen cuanto a la direccin, el modo y la norma de obrar.

    La rara discrecin y profunda sumisin de los santos 210

    S. Psicologa pneumtica.La insriiracin y mocin de Diossegn la filosofa pagana y segn la cristiana.La vivifi-cacin e inspiracin del Espritu Santo y la posesin y su-gestin del maligno.La conciencia de la inhabitacin di-vina y el verdadero estado mstico: las tendencias e instin-tos divinos. Penosa actividad de la meditacin y fructuo-sa pasividad de la contemplacin : el andar y el volar ... 220

    Apndice.a) Aprietos del alma y cambio venturoso.6) La di-reccin del Espritu Santo.Modo de proceder bajo ella y dedisponerse para lograrla.c) La mocin e inspiracin divina.d) El estado asctico y el mstico 227

    6. Continuacin.La obra especial de cada uno de los dones:respectivo orden de dignidad y de manifestacin progre-siva.Resumen: excelencia de este modo de obrar; laida espiritual y el sentido de lo divino; el smbolo org-nico y la psicologa pneumtica 233

    7. Los frutos del Espritu Santo y las bienaventuranzas.Re-lacin de stas con los dones : los estados de perfeccin.

    La obra del Espritu Santo en las almas : insinuaciones su-yas y resistencias nuestras . 248

    Apndice.a) Por qu no fructifican en muchas almas los dones.b) Educacin y enseanzas que el Espritu Santo da 257

    Captulo IV.

    El crecimiento espiritual 262

    1. Necesidad de crecer en Dios como particulares y comomiembros de la Iglesia.El mrito y el crecimiento; fun-ciones aumentativas y medios de realizarlas individual yQcialmente.Dignda4 del cristiano , 262

  • NDICE GENERAL Xltl

    rics.

    2. Crerimiento individual y funciones particulares.Mediosde adquirir cada cual la perfeccin cristiana : la presencia

    . de Dios y su traio familiar : la oracin y las devociones

    :

    las obras exteriores de misericordia y de piedad; la vidainterior y la actividad exterior; condiciones del mrito.

    Las prcticas piadosas.La purificacin y las mortificacio-nes; la humildad y la penitencia; el examen general y elparticular; la moderacin y la buena direccin: condicio-nes y deberes del director.La abnegacin y la obediencia;los votos religiosos.Las santas amistades, las converta-clones piadosas y las lecturas espirituales 271

    Apndice.a) Breves reglas de perfeccin.

    b) La direccin es-piritual y la libertad de los hijos de Dios 284

    3. El crecimiento colectivo y las funciones sacramentales.

    Oficio de cada sacramento.Importancia de la Eucarista yde la Penitencia en el progreso espiritual; el sacramentoy la virtud de Ja penitencia : la direccin del confesor y lade personas espirituales.Los sacramentales, el Oficio di-vino, el culto de los santos y el de la Virgen ; los tesorosde la Iglesia y su omnipotencia santifcadora 287

    4. Singular importancia de la Eucarista para acrecentar lavida espiritual y producir la unin y transformacin.Supoder como sacramento de amor y como alimento delalma : la incorporacin eucarstica y el matrimonio e.-pi-rilual : total entrega de Jess a las almas ; corresponden-cia de los santos; unin ms estrecha con el Padre, conel Espritu Santificador y con la Madre del Amor Hermoso.Frutos de la Eucarista en el alma y en el cuerpo 296

    Apndice.a) La comunin frecuente.6) Maravillas de este sa-cramento.c) Cmo es fuente de bendiciones.

    d) La heren-cia eterna y la virtud de la sangre del Verbo 310

    Captulo V.

    Resumen y conclusiones 314

    1. Concepto de la vida de la gracia.Elementos y condicin :regeneracin, renacimiento, filiacin real, semejanza y par-ticipacin de la naturaleza divina : sociedad y relacionescon las tres divinas Personas.El verdadero orden sobre-natural y la vida eterna : la unin cristiana de lo finito conla Infinito

    2. Esencia, funciones y desarrollo de la vida sobrenatural.

    La deificacin y el conocimiento y amor sobrenatorales : Jaciencia divina experimental.La gloria de los hijos de Diosy su manifestacin progresiva : la unin y la iluminacin.

    Las fases de la vida mstica ,. ,,,

  • XIV NDICE GENERAL

    SEGUNDA PARTE

    Evolucin mstica individualPCS.

    Captijio i. Proceso general de la renovacin y deificacin . 327 1 1.a renovacin y la mortificacin. Purificacin progresiva. 327

    APF.NniCF.. a) La pureza de corazn y la docilidad al EsprituSanto.

    h) La voz de la conciencia y la fidelidad en lo poco.

    r) Las cruces ordinarias y la felicidad temporal y eterna.

    d)La sabia locura de la cruz.

    e) Necesidad de un continuo mo-rir a nosotros mismos para vivir en Dios.

    /) Imperfeccionesy apeaos de los principiantes, -g) Los falsos devotos 344

    2. Proceso de la iluminacin, unin y transformacin 350

    Apndice. m) La oracin continua e inconsciente. fe) Artificiosdel amor divino : confiado abandono y sueo del alma fiel.

    c) El secreto de adeianiar mucho en poco tiempo.

    d) Com-pendio de Ja vida espiritual.

    e) Las tres vias 362

    Captulo II.

    La va purgativa 367

    1. La purificacin y la mortificacin y abnegacin. La hu-mildad, base de la santidad : la propia nada y el indo di-vino.Necesidad de abnegarnos y mortificarnos : frutos deesta purgacin activa.El camino de la cruz 367

    Apndice.a) La aniquilacin y el engrandecimiento.

    b) Ven-tajas de anonadarse y abnegarse 377

    2. Las purgaciones pasivas.Su razn de ser: diversidad yorden.La pureza de corazn y la iluminacin. La pazde los hijos de Dios.La fidelidad y sus pruebas : la lechede la infancia y los alimentos varoniles : las impurezas delamor propio y la privacin de luz y consuelos 379

    3. Terrible crisis y segregacin.Necesidad de un buen direc-tor y daos que causan los malos. Las almas cobardes ylas esforzadas: las tibias y las fervorosas, las interiores ylas disipadas : temporal separacin gratuita de siervos fe-les en ascetas y contemplativos : la perfeccin y la vidamstica 392

    Apndice.a) Cmo debemos buscar a Dios? fe) La prudenciahumana y las vias del Espritu.c) Los malos directores.

    d) Por ([li son tan pocos los escogidos? 403

    Captulo III.

    Albores de la contemplacin 408

    ( 1, La noche del sentido.Sn necesidad y condiciones: elportp seguro de la fe; la desolacin y U resignacQn ; la

  • NDiCE CEM:n\L

    PCS.

    aridez y dificultades piden magnanimidad y congttincia.

    La oracin de simple vista amorosa : seales de contempla-cin.El silencio y sueo espirituales y sus saludablesefectos 408

    i 2. Otras pruebas y contrariedades.Tentaciones, contradiccio-nes, desprecios y tribulaciones : el creciente amor a lostrabajos; la lucha interior y la exterior.Variedad y acer-bidad de estas penas.La cruz, escndalo de los mundanosy salud de los cristianos.Las fuentes de la fortaleza. Lloz de la aurora 41

    Apndice.a) Condiciones de la perfecta oracin.

    b) La ora-cin y la mstica.c) Avisos importantes.id) Las continua?luchas.e) El deseo de consuelos.

    /) La simple advertenciaamorosa y el reposo inconsciente.

    g) La perseverancia y el

    fruto de los trabajos./t) Como el amor hace ligeras las cru-ces y stas son prendas de amor 429

    Captulo IV.

    Progresos de la iluminacin y la unin 437

    1. La contemplacin y sus fases.Oracin de recogimiento :alternativas de luz y de obscuridad.La purificacin yunin de la voluntad : oracin de quietud : efectos y afec-tos : ligadura de las potencias: embriaguez de amor 437

    Apndice.a) La oracin de recogimiento.

    b) La verdadera quie-tud mstica 454

    J 2. La oracin de unin.Sus condiciones; fenmenos que laacompaan: afectos y efectos; el vivir con Cristo: amorfuerte, eficaz y desinteresado; la verdad divina y los en-gaos humanos.La posesin de Dios y las ansias de pa-decer o morir : preciosidad de esta muerte.La uninincompleta y la exttica: frutos de sta.Asociacin dela vida activa y la contemplativa : seguridades en la ver-dadera unin 457

    Apndice.a) La verdadera unin y las locuras de amor.

    b)Efectos de la unin exttica.c) Excelencias de este estado.d) La perfecta unin y el amor desinteresado 473

    Captulo V.

    La defica unin transformativa 481

    1. El mstico desposorio.Preparaciones, entrevistas y celebra-cin : cambio de intereses y transformacin del alma.

    Inestabilidad. Trnsito de la unin conformativa a latransformativa: oculta y prodigiosa renovacin del alma. 481

    Apndice.o) Las entrevistas que preceden al desposorio.6) Elcambio de corazones.c) Ansias y locuras de amor.

    d) Im-petus y heridas.c) Relacin del desposorio al matrimonio,

  • NDICE GENERAL

    PCS.

    /) Entrada en la noche del espirita y principio de la unintransformativa 491

    $ 2. La noche del espritu.Necesidad del purgatorio en vidao en muerte : las purgaciones del alma iluminada : condi-ciones y fases de esta noche; el exceso de luz divina y laofuscacin que produce : angustias de muerte y dolores deinfierno. La gran tiniebla; los dos abismos; el total ani-quilamiento y ! renovacin : la purificacin y la visinde Dios : la manifestacin de los divinos misterios en launin transformativa 497

    Apndice.o) Diversos trabajos que preceden al desposorio.

    6) Terribles sufrimientos y tentaciones que se acumulan.c)Maravillosa mezcla de dolores y consuelos.

    d) Doloroso y dul-ce desamparo del alma elevada sobre s misma.

    e) Cmo elcontacto divino la purifica y la abrasa.

    /) La mstica divi>

    sin del alma y el espritu.

    g) La contemplacin caliginosa. 518

    I 3. El matrimonio espiritual.Unin perfecta y estable : trans-formacin total y vida divina.Progresos de la deificaciny de su conocimiento : la vida en Dios.Excelencia y pri-vilegios de esta unin : actividad prodigiosa, influencias,poder y gracias singulares.Restauracin de la misma na-turaleza 529

    Apndice. o) Comparacin del matrimonio espiritual con eldesposorio.

    b) Comunicaciones intimas.c) Estado habitualde las almas perfectas.

    d) Vida del alma en el matrimonioespiritual.c) Estado muy vecino al precedente.

    /) Condi-ciones y seales del matrimonio espiritual.

    g) Transforma-cin en las tres divinas Personas.

    h) Cmo glorifican a Diosestas almas 549

    Captulo VI.

    Observaciones generales,

    560

    I 1. Diversidad en las vas del Espritu.Variedad en las pur-gaciones y su orden normal.Numerosos grados de con-templacin y dificultad de distinguirlos : orden constanteen los principales.Las grandes crisis : los pocos escogi-dos; causas de desaliento y engao.Necesidad de las pur-gaciones ordenadas.El ocio santo y la verdadera acti-vidad.La obra y direccin del Espritu 560

    2. Fenmenos concomitantes de la contemplacin.Admira-cin, silencio, sueo espiritual y embriaguez de amor; x-tasis, raptos y vuelos del espritu; toques divinos, ansias,heridas y llagas de amor.Condiciones de la unin, deldesposorio y del matrimonio espiritual : la experiencia delo divino : los dogmas vividos y sentidos 570

  • ndice general XVII

    PCS.

    heridas y llagas.

    d) Diversidad de mpetus y heriia*.e)Impresin del mstico sello).

    /) Operaciones del Verbo enel alma sellada y configurada.g) Muerte mstica, sepulturay resurreccin 582

    3. Diferencia entre los referidos fenmenos y los naturales.

    Los xtasis divinos, la estigmatizacin y la bilocacin.

    Negaciones, desdenes y confusiones de los ra< ionalistas yescepticismo de los mundanos y contagiados.Por qu sonms favorecidas de Dios las mujeres?La ciencia de lossantos y la pureza de corazn.El juzgar de los espiritua-les y el sentido crtico de los insensatos 593

    Apndice.a) Los xtasis divinos.

    b) Las maravillas de Dios enel sexo dbil 608

    Captulo VIL

    Las visiones y locuciones 610

    1. Epifenmenos de la contemplacin.Relacin con las gra-cias gratis datas; las visiones y locuciones; su utilidad einconvenientes: aprecio y desapego necesarios. Pivi-inde estas gracias.Distincin entre lo divino y lo naturalo diablico.Vana pretensin racionali-^la 610

    2. Continuacin : Locuciones sucesivas, formales y substan-ciales.Trascendencia de stas : contraposicin con los fe-nmenos naturales.Las locuciones y visiones inidpctua-les y las nociones espiritualsimas; la monoideacin y laciencia infusa 622

    Apndice.a) Las visiones y locuciones por va ordinaria.

    b)Son prendas de amor y medios de santificacin.

    c) Eficacia delas visiones divinas.

    d) Variedad de gozos y frutos.e) Lacomunicacin de lo inefable 631

    Captulo VIII.El espritu de revelacin 637

    J I. Los sentidos sobrenaturales.El sentido de Cristo y snsvariadas manifestaciones: tacto, olfato, gusto, odo y vis-ta espirituales : la memoria y representacin y las emo.clones correspondientes; condicin sobrenatural; sensacio-nes pasivas y activas de lo divino 637

    2. Revelaciones progresivas.Manifestacin gradual de Dios;los atributos divinos comunicables : los incomunicables yla ciencia negativa.La ceguera del animalis homo : la ra-zn infatuada y la ciencia infusa.La visin por imge-nes y la intuitiva.Los xtasis dolorosos : la configuracincon Cristo 655

    Apndice.a) La sabia ignorancia y la presuntuosa ciencia,b) La palabra escondida y la sensacin del Inefable.c) Sen-

  • XVItl i^a>lCE CENEBAL

    PCS.

    timientos y compadecimientos de los siervos de Jesucristo.

    d) Cmo los santo'^ salvan y juzgan al mundo 671{ 3. Importancia de las revelaciones privadas. Precauciones

    que exigen : la verdad del fondo y los errores de interpre-tacin y de apreciacin.Influencia saludable y perenne.Alteza de ideas, sabidura portentosa y admirable noblezade lenguaje.El magisterio divino y el progreso infnito :U razn autnoma y la degradacin 675

    Captulo IX.

    Cuestiones de actualidad 68-1

    1. El deseo de la contemplacin y de la mstica unin.Li-citud y deber : testimonios de la Escritura y de la Tradi-cin : condiciones.

    Por qu la alcanzan tan pocos? 684

    $ 2. La asctica y la mstica.Compenetracin y no distincinesencial.Importancia respectiva; mutuo apoyo: el pro-ceso de la vida espiritual; transicin o decaimiento y re-sistencia al Espritu Santo.Daos de la separacin com-pleta de estas vas.La ignorancia de los caminos de Diosy la escasez de almas contemplativas : reaccin consola-dora : conclusiones importantes 704

    3. La cuestin mstica.Unidad y continuidad en la vida es-piritual.Caracteres del estado y del acto mstico : apre-ciaciones; transicin y contrastes: los dones y los frutosdel Espritu Santo: advertencias; el instinto sobrenaturaly el amor ciego. El sentido de lo divino y su trascenden-cia en la psicologa de la Iglesia 722

    Apndice.a) Las inspiraciones divinas y nuestra sordera espiri-tual.

    b) Por qu prefiere Dios a los pequeuelos? - el Cmopodran todos llegar a la contemplacin.

    d) Breves instruc-ciones sobre los grados de oracin 734

    TERCERA PARTE

    Evolucin mstica de toda la Iglesia

    Captulo 1.

    Vida integral y evolucin colectiva 743

    1. Solidaridad vital de todos los eles cristianos.La vida delEspritu ; Jesucristo creciendo en todo su Cuerpo mstico,renovndolo y obrando y sufriendo en sus miembros; te-soros y poderes de la Iglesia; necesidad de la unin conella para vivir en Cristo; cmo cuida el Salvador de todossus miembros.Deberes recprocos de stos; tuiin y con-cordia ; abnegacin y colaboracin 743

  • ndice general xik

    res.

    $ 2. La organi/arin y la diversidad de funciones.Snbordina-c'in, dependenrias roriprocas y mutuos servicios. F.| es-pritu de sacrifciu; el premio y el mrito; importanciade las victimas expiatorias; la compasin cristiana 75.1

    Apndice. a) La incorporacin con Cristo. fe) La solidaridadcristiana.c) El ministerio expiatorio 761

    Captulo II. - Proceso de esta evolucin ... 764

    1. Las causas de progreso y las de retroceso. - La perfeccinindividual y las funciones coleiivas. Los niicmbros daa-dos, corrompidos, paralizados o mal adaptados. La reac-cin vital renovadora; los dolores de la Iplesia y de su?fieles hijos 764

    2. Correlacin y solidaridad. Los misterios de la vida: laadaptacin y diversificacin; la propia ley interna. La re-sistencia al Espritu Santo y la mala adaptacin; los mu-tuos servicios; la actividad exterior y la interior; los r-ganos parasitarios; inercia y compensacin. La sumisin ala Iglesia y el aprecio de sus pr

  • I

  • INTRODUCCIN

  • I

  • INTRODUCCIN

    EL P. ARINTERO

    1. El hombre

    El P. Arintero naci en Lugueros, pueblecito ele la mon-taa de Len, en 1860. Sinti de pequeito la vocacin religio-sa, y la realiz en la Orden de Santo Domingo. En Corias (As-turias) visti el santo hbito en 1875, y all hizo el noviciado,los estudios de Filosofa y parte de los de Teologa ; parte,porque otra parte hubieron de dispensrsela para que siguiesela carrera de Ciencias en la Universidad. En la de Salamancacurs, con notable aprovechamiento, del 1881 al 1886. La Uni-versidad dej honda huella en el espritu del P. Arintero. Tam-bin la dej la comunidad de dominicos franceses, que, ex-pulsados de Francia, en el celebrrimo convento de San Este-ban, de Salamanca, tuvieron refugio. Del superior mayor, mstarde general de toda la Orden, Rvmo. Cormier, est ya hechoel proceso de beatificacin.

    De 1886 a 1898 es profesor y escritor de Ciencias, primeroen el colegio de segunda enseanza de Vergara (Guipzcoa) ydespus en una casa de estudios de la Orden: Corias. Por enton-ces el P. Arintero crea que en las Ciencias, hablando humana-mente, estaba la salvacin de la religin y de las almas.

    El 98 le mandan dejar las Ciencias naturales y venirse aSalamanca a ensear Teologa. El 90 es trasladado a Vallado-lid para fundar un colegio superior apologista, todava a basede Ciencias.

    Pero ya en el espritu de este hombre se haban iniciadograndes evoluciones. En Corias fu confesor de una comuni-dad de religiosas que all inmediata tiene la Orden, y algunade ellas se encarg de mostrarle que haba otros fenmenos

  • xxtv tNtBODUCClN

    ms interesantes que los de las Ciencias naturales. Por enton-ces empez a tratar a la santina, como l deca: Mara Rei-na de los Apstoles, reparadora. Pero en Valladolid, sobre todo,fu donde ferment msticamente el espritu del P. Arintero.

    Cuando el 1903 vuelve a ensear a Salamanca, su esprituera una caldera en alta tensin de cosas espirituales. Entonceconcibi su gran obra Vitalidad y desenvolvimiento de la Iglesia, de la que sta

    Evolucin msticaforma parte. Habaencontrado su camino, y por l sigui fidelsimamente.

    Todos esos aos, del 1903 al 1928, en que muere, doctrinal

    y prcticamente, se da con todas las veras de su alma a las cosas de Dios, importndole las otras cada vez menos, hasta loaltimos aos, que puede decirse que no le importan absoluta-mente nada.

    Qu labor tan profunda de libros, de revistas, de hojas depropaganda, de direccin de almas, que de todas partes delmundo acuden a l! No creemos que haya habido hombre m*santamente tenaz y aprovechador de tiempo para bien de mu-chos.

    Y mientras tanto (y, lo que es bueno, sin advertirlo l), sualma iba madurando. Todo ese mundo sobrenatural de almasde oracin, algunas verdaderamente extraordinarias, que l mova hacia Dios, a su vez le movan a l. La vida interior delP. Arintero puede decirse que fu vida comn con sus dirigi-das. El las impulsaba y las diriga, y ellas le dirigan e impul-saban a l.

    Un seor obispo, el Dr. Frutos Valiente, que le vi en laAsamblea Mariana de Covadonga, en 1926, dijo: Este hom-bre poco puede vivir. Tan lleno de Dios le hallaba!

    Un religioso de su propia Orden muy conocido en la re-pblica de las letras, cuando le vea por Madrid, sola decir:Si viviese nuestro P. Santo Domingo, de qu otra manerapodra vivir de como vive el P. Arintero?

    Muri santsimamente en este convento de San Esteban, deSalamanca, el 20 de febrero de 1928.

    En estos das

    primeros de 1952se ha abierto en esta di-cesis de Salamanca el proceso informativo para su beatificacin.

  • EL P. ABINTERO

    2. Hombre providencial

    No es nada ordinario el caso de hombres tempranamenteencuadrados en su individual vocacin y que con avara mano hayan quemado los mejores tercios de la vida en exaltacin ytriunfo de la nica empresa suya. Lo usual y corriente, por elcontrario, es que, o no se acierte del todo, o se acierte all muytarde con ese personalsimo destino de cada cual, siguindose deah el grave percance de que tampoco se le aplique el hombrosino con grandes demoras, intermitencias y reservas. Esto nosrevela hasta qu punto sea verdad que casi todos pasamos a loeterno poco menos que inditos, o sea, con la tremenda respon-sabilidad de los talentos desaprovechados.

    Cuando, empero, Dios se propone sacar adelante una ideapara con sus frutos beneficiar pocas sealadas de la Historia,no acostumbra conceder tanta mano a la ciega concurrencia dtlas cosas ni a la libre determinacin de los sujetos; antes consuavidad, que consiste en no violentar ni sacar de quicio elmodo de ser y obrar de los agentes naturales. El mismo los encauza y empuja fuertemente en la direccin nica de sus adorabies designios. De aqu nacen, justamente, los llamados hom-bres providenciales, de que est llena la Historia; como qusellos, en verdad, fueron siempre los propulsores magnos delhumano progreso, as como constituyen una prueba clarsimade que Dios, desde su invisible trono, toma palpablemente elvolante del gobierno mundanal cada y cuando le amenazan pe-ligros serios o bien se digna otorgarnos algn beneficio soberanaraente grande. A la buena memoria de quien fu para milargo tiempo Padre muy querido y Maestro insigne, bsemepedido una contribucinmodesta por ser ma

    , la cual quie-

    ro hacer consistir en presentar al M. Rvdo. P. Arintero comoel hombre providencial que Dios nos envi para el actual re-verdecer de la Teologa espiritual en Espaa.

    Mis recuerdos ms notables acerca de este venerable reli-gioso se remontan a la poca en que, entretenido an con lo quems tarde llamar l bagatelas de nio, regentaba en Vergarala ctedra y museo de Historia Natural. Al cabo de los dasmil, y despus de su famosa vuelta de campanano sin el cla-

    ' Copiamog el artcnlo que con este mismo ttulo public en LaVida Sobrenatural, de Salamanca (enero-febrero de 1947), el P. TomEcherarra, C. M. F,

  • XXVI INTROOUCCIP

    ro sonido de cierta obra inmortal

    , volvimos a vernos en lacapital de Vizcaya, adonde le traa, ahora hace veintisis aos,el desempeo de unas conferencias espirituales a puerta abierta.

    Habr de revelar aqu que sus primeras tareas en este Bil-bao (que siempre se tuvo por devoto y hasta mstico) causaronextraeza y estupor aun en gentes profesionales de la piedad (incluso en personas familiarizadas con el magisterio de las conciencias? Aquel entrar de rondn en el asunto de sus charlas,aquel fraternizar de sbito con sus desconocidos oyentes; aquelpresentarles los misterios de nuestra fe como ramas vivas nacida:-del tronco de la cruz y sobre nosotros curvadas para alimentar-nos de sus frutos; aquella idea, rayana en tembloroso sentimiento, de que Dios, antes de todo, es amantsimo Padre de las alma-redimidas; aquel concepto incitante y confortador de que nos-otros, a nuestra vez, podemos llamarnos a boca llena verdaderoshijos adoptivos de tan gran Padre; aquella insistencia regalada-mente machacona de que cada alma en posesin de la gracia noes menos que el verdadero cielo en que la Trinidad inhabita;aquella ponderacin y encarecimiento de la amistad divina queimplica la gracia santificante

    participacin fsica de la natu-raleza de Dios en el hombre

    ;aquel sabrossimo hablar del

    Espritu Santo como husped dulcsimo de nuestras almas;aquella exposicin sublime del hecho de nuestra invisceracincon Cristo, bien al recibirlo eucarsticamente, bien ai estar in-corporados a El, como miembros a la cabeza; aquel enaltecera la excelsa Madre del Verbo y Madre nuestra iluminndolacenitalmente, es decir, de arriba abajo, deduciendo la vala delestuche por el primor y preciosidad de la joya all encerrada...,esto y ms, y todo ello transmitido por la va directa e inalm-brica de una oratoria sin oratoria

    porque as campeara msel valor fulgente de las ideas desnudas

    ,penetraba en los

    nimos con tal delicia de frescor y tamaa fuerza cautivadora,que, siguindole los oyentes con prdida de nocin de tiempoy espacio, sentanse como transportados por ensalmo al hechizoauroral de una religin nueva.

    Con doblada razn, si cabe, aconteca lo propio cuando deldeletreo de tales carteles teolgicos era visto pasar a temas msestrechamente unidos con la especialidad del gnero que viaja-ba el buen Padre. Qu manera de alumbrar el escondido teso-ro de la oracin mental, pintndola lo ms fcil y deleitosa, porser conversacin amorosa del alma con Dios! Cmo se es-forzaba en hacer ver que la santidaddesarrollo normal lti-mo de la vida cristianatiene que resultar posible y oblgate^

  • EL P. ARINTERO XXVII

    ria para todos! Quin no quedaba convencido cuando ana-dia que dicha santidad se reduca, en fin de cuentas, a un lim-pio, elevado y perseverante amor a Dios y al prjimo? Mayor-mente que el principio de tal amor de santidad estaba en laentraa misma de la virtud teologal de la caridad; que comonadando se aprende a nadar y escribiendo a bien escribir, asiel divino amor que acaba en jlamma carburens montes se ini-cia en las chispitas que el Espritu Santo despierta en nuestrocorazn, las cuales bien conservadas y acrecentadas con el ejer-cicio erminan por convertirse en inflamado horno. Mas don-dt a s mismo se exceda el bendito Padre era al exhibir Ucaja de los bienes celestiales encerrados en la contemplacininfusa. No conoca cansancio ni daba paz al alma en tratn-dose de ella. Si se le vea charlando en algn convento, semi-nario o simple reunin de personas piadosas, poda darse porcierto que departa sobre su habitual idea fija... Dificultar al-guien, por ventura, el que asuntos tan socorridos como los di-chos pudieran ser parte a causar inters, ni menos extraeza,en un auditorio ilustrado. Pero quin no sabe que eso de ilus-trado es calificacin muy elstica e imprecisa donde cabengrados y matices sumamente variados o progresivos? As, losestudios asctico-msticos el da de hoy marchan prsperamentey a pedir de boca, como si la bizarra de los buenos ingeniosse hubieran apellidado a hacerlos florecer, lucir y aumentar pormodo extraordinario. A su impulso, la tierra con tanta solici-tud por ellos labrada, no slo comenz a reverdecer y vestirsede hermosura, mas acudi con variedad y dulzura de frutos,que es decir con nuevos y grandes acrecentamientos de espiri-tual enseanza para las almas... Todo, a la verdad, ha revivido,florecido y enriquecdose al romper de esta primavera esplen-dorosa; las mismas gentes que, tiempos atrs, se contentabancon rezar cantidad de devotas preces, a leer, cuando mucho, enalgn manual de pas meditaciones, blasonan hoy de un razo-nable equipo o matalotaje de conocimientos asctico-msticos;por donde hanse dificultado, por ganar ms alto nivel pblicola Teologa espiritual, lo mismo la ciencia de la direccin, quela oratoria sagrada, que, sobre todo, el arte de bien escribirsobre tales materias. El reparo alegado, pues, tendra ahora po-sitivo valor y estuviera muy en su punto; as como, sacado deeste tiempo y referido al de entonces, carece absolutamente defuerza probatoria, convirtindose de argumento en mera ar-gucia.

    Porque cmo ignorar el estado de postracin y abatimien-

  • XXVIII INTRODUCCIN

    to en que se hallaban los estudios asctico-msticos en Espaatreinta o cuarenta aos hace? En los centros docentes no ha-ba ctedra creada para ellos; en el movimiento cientfico na-cional apenas se registraba publicacin de esta ndole; revis-tas de Teologa espiritual no se conoca una sola; congresosdestinados a depurar e incrementar dicha ciencia no entrabaner. el propsito de nadie; la direccin espiritual tampoco in-quietaba mayormente los espritus ni aun en el claustro mis-mo; la oratoria sagrada cebbase en floreos de cuestiones so-ciales, con peligrosas escapadas al campo poltico; en las mismas plticas espirituales, qu poco se mentaba la gracia, lafiliacin divina, la inhabitacin de la Beatsima Trinidad, lacontemplacin infusa...!

    Estas y otras deficiencias mayores en orden a la perfeccinde los estudios asctico-msticos entre nosotros denuncibalasy deplorbalas un da y otro aquel varn desengaado de toHolo que no fuera gloria divina y santificacin de las almas, lalvez hubiera algn encarecimiento y un si es o no es de exa-geracin en su lengua y pluma al pregonarlas a voz en cuello;pero lo que no cabe poner en tela de juicio es que haba tambin mucho de triste realidad en la pintura a brochazos quel nos brindaba para despertar a los suyos de aquel marasmo.

    Es fama que se consagr a empresa tan esclarecida porparticular mocin de lo alto; pero lo cierto es que, avisado ono de voces celestiales, l se decidi un buen da a turbar yagitar las dormidas aguas, metiendo en tal demanda todas lasvelas de su constancia y laboriosidad proverbiales. No le fal-taba disposicin personal para tan alto empeo. Preparacinteolgica exquisita, prctica cuidadosa de la oracin mental,ejercicio continuo de interior recogimiento, ocupacin asiduaen la direccin de las conciencias, curiosidad nunca saciada delecturas espirituales, conocimiento y trato con personas doctas

    y virtuosas, viajes instructivos por diversidad de provincias yreinos; la formacin de una crecida librera de obras asctico-msticas; el consejo, aprobacin y aliento de parte de su-periores y prelados; vagar y desasimiento de ocupaciones im-peditativas de su principal anhelo... He aqu los afluentes cir-cunstanciales que uno tras otro fueron desembocando en elgran ro de su capacidad de trabajo, bien que la turbina mis-ma no la movieran ms que impulsos puramente sobrenatu-rales.

    As recibido el clsico espaldarazo, siempre ms se crey elbendito Padre el caballero andante y el apstol nato para quien

  • EL P. ARINTERO XXIX

    el cielo tena reservada la generosa empresa arriba dicha. Asom-bra conocer lo que l sud, habl, escribi, peregrin, goz ypadeci por los caminos infinitamente variados de su propa-ganda, tal vez sembrados de flores, pero muchas ms de car-do heridor y espina aguda... Torpe de odo, de habla insegu-ra, con exigua voz, muy poco gentil hombre..., hubirase credoque Dios lo desarrimaba de todo a fin de que se viera ms cla-ro el doble milagro del socorro del cielo y de su laboriosidadinvencible; y cierto es que no cont jams con otros recursospara asentar, firmemente asentado en lo alto del monte, el enor-me peasco de Ssifo... con que se atreviera. Digmoslo enobsequio de la verdad: la labor asendereada del ilustre domi-nico de San Esteban podr ser mejor o peor enfocada; cabrdiscusin, aunque no fcil, sobre sus mtodos e deas; admi-tirn ampliacin y mejoramiento determinados puntos de vis-ta suyos; hasta habr que morder con la lima la herrumbre dealgunos desahogos suyos, que l propio reconoci y desauto-riz en vida...

    En cuanto a nosotros^legin numerosa y bien unida , cona mano puesta sobre el rimero de libros que escribi el insig-ne Maestro y con los ojos fijos en la transformacin gloriosaque a ellos se sigui despus de algunos aos, nos permitimosadjudicarle el !\ulli secundas de las empresas herldicas; locual, traducido al caso presente, equivale a decir que, en lahistoria contempornea de la Teologa espiritual, en Espaal forma, ciertamente, la cumbre de la montaa grantica quela divide en dos vertientes bien diferenciadas: la postracinde ayer y el florecimiento de hoy da.

    3. El gran orientador *

    Un aspecto muy importante de la gran figura del P. Arin-tero fu su gran labor de orientacin ; labor necesaria y apre-miante, que l supo iniciar con valiente gesto y llevar adelantecon tesn y feliz xito cual valeroso heraldo e intrpido dicta-dor... Empresa delicada, arriesgada y difcil, capaz de hacerdesmayar al pecho ms esforzado, si no contara con el auxiliode lo alto, sintindose movido por superior impulso.

    Son hoy ya innumerables las almas que se sienten benefi-

    * Artculo publicado en La Vida Sobrenatural (febrero de 1930) pordon Francisco Arnau, Pbro. U. A.

  • XXX INTRODUCCIN

    ciadas por tan saludables doplrinas, las cuales les han servidode orientacin y guia en las escarpadas sendas de la perfeccincristiana; y esas almas con sus directores bendicen a Dios porhaberles dado como un astro de [)rimera magnitud que guesus pasos, para que no aiult;n en tinieblas y como a tientas, sinoque brille en ellas la luz de la vida.

    Y no es que sea l la luz, sino (pie vino, como otro Precursor. para dar testimonio de la luz y decirnos dnde est laverdad.

    lodos los grandes hombres traen al mundo alguna misines|)ecial, y el '. Arinlero ha sido uno de esos enviados de Diosque el cielo nos regala de tarde en tarde con un encargo, conun mensaje, con una gran misin en bien de nuestra decadasociedad. Esa misin que Dios le encomendara ha sido la dedesvanecer errores y preveriMones muy corrientes respecto debi vida espiritual, esclareciendo los caminos de la perfeccincristiana y restaurando asi la verdadera mstica tradicional.

    "^K.F.siDAD DE KSTA Ri STAURACiN. Para comprender lagran obra del P. Arinlero hay que darse cuenta del estado dedecadencia de la doctrina espiritual en nuestros ltimos tiem-pos. El jansenismo, el quietismo, el iluminismo, con sus reac-ciones contrarias, sacando la doctrina tradicional de sus ver-daderos cauces, infundan sospeclias, temores y prevencionesacerca de todo lo que oliese a sobrenaturaiismo o misticismo.Quoniarn defecil snelas, diminutae sunt verilates a filiis lio-niinuin. Aun entre las almas buenas reinaba la mayor desorien-tacin, a la cual muchas veces contribuan los directores, en-gafiados tambin y llenos de temor ante todo lo que trascen-diese a una virtud puramente humana.

    De aqu que muchas almas llamadas a ser guilas no pa-sasen nunca de sapos, temiendo levantar el vuelo y dejar dearrastrarse sobre la tierra. Viae Sion lugent, eo quod non sil(ui venial ad solemnitalem. Por todas partes reinaba gran obs-curidad respecto de los caminos de Dios, tan claros en s mis-mos; de donde proceda cierto pesimismo y depresin de ni-mo, porque se presentaba la piedad como cosa lbrega y demasiadamente austera, sin encantos ni atractivos, sin nada quehablara ntimamente al corazn y le mostrara cun bueno vcun suave es el Seor. De este modo, la piedad resultabarepulsiva, y las personas que a ella se daban eran consideradascomo seres excntricos, huraos e insociables.

    y nada tiene esto de extrao, pues se contaba demasiado

  • EL P. ARINTERO

    con el esfuerzo propio y muy poco con el Espritu Santo, con-solador, santificador y vivificador de las almas. Con ese siste-ma, el yugo del Seor, que en s mismo es suave, se tornabaspero y pesado, y a las veces, insoportable; las purgacionesse prolongaban extraordinariamente; los escrpulos, los temo-res excesivos, las desconfianzas, retardaban la marcha, y ?e au-mentaban sin motivo los sufrimientos; razn por la cual mu-chas almas se desanimaban a mitad del camino, siendo poqu-simas las que pasaban adelante, pues gran parte de ellas, faltasde luz y direccin, daban algn paso en falso y torcan a sen-da o se arredraban y volvan atrs.

    Santo optimismo.Mas todo esto, afortunadamente, ha pa-sado ya. Con los escritos del P. Arintero, los caminos de Diosaparecieron claros; las enseanzas de los antiguos msticos (enmal hora abandonadas), difanas y luminosas; la empinada ve-reda de la ms alta perfeccin, nada fatigosa, y la santidad, po-sible, fcil, al alcance de la menor fortuna, pues en esta tra-vesa no se ha de bogar tanto a fuerza de remos cuanto des-plegando las velas de nuestra nave al perenne soplo del Esp-ritu Santo.

    Los genios, mejor, los santos, arrastran en pos de s fa-langes numerosas. Colocados en la altura, descubren ms am-plio horizonte y, viendo las ventajas de sus ascensiones, secompadecen del vulgo que permanece en el lbrego valle, seabajan hasta los ms dbiles y les animan diciendo: Subid,subid, y veris lo que yo veo y gozaris de un ambiente mspuro y confortante. Esa es la senda; no desmayis, aunque osparezca spera y empinada ; un poquito de esfuerzo, y bienpronto sentiris que una mano invisible os sostiene, y empuja,y allana ante vosotros las escabrosidades del camino; quereres poder, y, si queris de veras, ninguna cosa os cortar el pasoy bien pronto llegaris...

    As, nuestro buen P. Arintero, al ver el buen resultado desus lucubraciones en busca de la verdad sobrenatural, y msan, de sus esfuerzos por practicarla y vivirla, llegando a esasalturas, tiende sus miradas compasivas a tantas almas buenas,bien dispuestas y ganosas de perfeccin, pero desorientadas porfalta de luz, descuidadas por falta de alientos, que en vanobuscan en sus rastreros mtodos e intilmente mendigan a guasms ciegos que ellas... A todas esas almas se dirige para mos-trarles el nico y verdadero camino, que l ha descubierto con8U prolongado y hondo estudio de la tradicin cristiana y ^on

  • XXXII INTRODUCCIN

    la experiencia propia y ajena, esto es, de las muchas almas porl dirigidas que escalaban las cumbres de la santidad. uVenite,dice a todas, et ascendamus in montem Dei, et docebit nos viassuas, et ambulabimus in semitis eius. No temis poner alta lapuntera; aspirad a cosas grandes, aunque seis muy peque-as: Aemulamini carismata meliora, porque esta obra no tan-to ha de ser vuestra cuanto del Espritu Santo. Sed perfectos...,sed santos, porque as Dios nos lo manda... Daos a la ora-cin..., vivid en recogimiento..., llevad una vida seria y morti-ficada..., y veris cmo el Seor os infunde sus preciosos dones,su celestial sabidura, con la cual os vendrn todos los bienes:Venerunt mihi omnia bona pariter cum illa. . .^y

    Es una idea dominante en todos los escritos del P. Arin-tero y norma constante en su direccin de las almas que elEspritu Santo es el verdadero Santificador, el que realiza ennosotros esta gran obra de divinizacin, incorporndonos nCristo; para lo cual no tenemos ms que ponernos bajo u in-flujo divino, quitar estorbos, romper lazos de criaturas, escu-char atentamente sus voces calladas, apagando el ruido de lascosas de afuera y encerrndonos en nuestro interior, y, finalmente, seguir con docilidad esas voces e impulsos del divinoEspritu, que tan amorosamente nos recrea. De esta grandiosaconcepcin de la santidad brotan luces esplendorosas, que iluminan mil cuestiones labernticas e intrincadas, las cuales nnpueden resolverse sino desde esta altura; manan alientos tit-nicos para salvar las almas dbiles, bien penetradas de su pro-pia miseria y su propia nada; pues, lejos de ser esto un obs-tculo para la santidad, es la precisa disposicin para que elSeor se la confiera, si permanecen en su nada y abren llena-mente su corazn al Espritu Santo. As pudo l muy bien ensu gran obra Cuestiones msticas poner como subttulo: Lasalturas de la contemplacin, accesibles a todos; porque, comodice el Anglico Maestro, lo que podemos por el amigo, encierto modo por nosotros lo podemos, y el Espritu Santo esel Amigo fiel que est dispuesto a abrir siempre que llamemosa su puerta: Llamad y se os abrir.

    As, las palabras del P. Arintero, salidas de la abundanciade su corazn, caldeadas en el fuego de su caridad, abrasan yelevan ms a las almas ya aventajadas, animan a los dbiles yapocados, despiertan y estimulan a los tibios y perezosos, puessu corazn generoso no le permita guaidar encerrado el te-soro que ha encontrado ni esconder bajo el celemn las luces[ue el Espritu Santo le comunicara; antes, como el Sabio, oos

  • EVOLUCION MISTICA

  • PRLOGO

    Habiendo estudiado el desarrollo de la Iglesia en su orga-nizacin exterior y en las ms visibles manifestaciones de suvitalidadcuales son los crecientes progresos de su disciplina,de su liturgia, de sus santas prcticas y de toda su doctrinamaravillosarstanos ahora examinar y considerar detenidamen-te el interno y misterioso desenvolvimiento de su vida ntima.Este aspecto es el fundamental y el ms importante de todos;puesto que de la vida, o de las exigencias del proceso vital, sederivan a la vez el desarrollo de la doctrina y el de la organiza-cin; siendo sta una condicin necesaria para que se mani-fieste la interna virtualidad, y expresando aqulla la ley de lasrelaciones orgnicas y vitales. As, el progreso exteriorsea or-gnico o doctrinal, disciplinar o litrgicorevela un progresointerior, un incremento de vida; y ste es el esencial y funda-mental, de que los otros dependen y al cual se ordenan y sesubordinan, tanto que sin l seran vanos; siendo como es lantima vida de la Iglesia causa final y motriz de todos sus des-arrollos.

    Sin el ardor de la caridad

    que es como la propiedad ca-racterstica y el ndice seguro de esa vidatodo lo dems denada sirve (1 Cor. 13). La ciencia hincha y no edifica (Ib. 8, 1);la letra mata (2 Cor. 3, 6); quien aade ciencia vana, aadetrabajo y dolor (Eccle. 1, 18); y el simple aumento de rga-nos, sin la correspondiente energa vital, no hara ms queaumentar las necesidades y dolencias: Multiplicasti gentem, nonmagnificasti laetitiam (Is. 9, 3). Mas si la carne de nada apro-vecha, el Espritu de Jesucristo lo vivifica todo ; y las pala-bras de nuestro Salvador todas son espritu y vida (lo. 6, 64).

    El Hijo de Dios vino al mundo para incorporarnos consigo yhacernos vivir de El como El mismo vive del Padre, a fin deque tengamos vida eterna y de que sta se manifieste en nos-otros cada vez ms plenamente: Ut vitnm habeant, et abundan-

  • 4 PRLOGOtius habeant (lo. 10, 10; cf. 6, 55-58). Esta misteriosa vida esla de su gracia, verdadera vida eterna, en la cual nos mandaSan Pedro crecer, diciendo (2 Ep. 3, 18): Crezcamos en gra-cia y conocimiento de Nuestro Seor y Salvador Jesucristo.

    Mas este progreso o incremento de la vida de la gracia es loque constituye la evolucin mstica.

    Esta misteriosa evolucin, por la cual se forma en nosotrosel mismo Cristo (Gal. 4, 19), es, pues, el fin principal de ladivina Revelacin, y la razn capital de todas las evolucionesy de todos los progresos. A ella se ordena la luz divina de lafe, a ella todo el Evangelio, a ella la fundacin de la Iglesia yaun la misma Encarnacin del Verbo divino. Pues la fe se or-dena a la caridad, que es vnculo de perfeccin; y as los dog-mas de nuestra santa fe, como dice muy bien un moderno apolo-gista, no son tanto para hallar satisfacciones intelectuales, cuan-to para movernos a buscar el don de Dios, el agua viva del Es-pritu y la virtud de su gracia vivificante. El Evangelio fu es-crito para que, creyendo en Jess, tengamos vida en su nom-bre (lo. 20, 31). El fin de la Iglesia es la santificacin de lasalmas. Y el Verbo vino a este mundo y se hizo hijo del hombre,para hacer a los hombres hijos de Dios, y colmarlos de su mis-ma vida, restaurando y recapitulando de este modo todas lascosas al atraerlas todas a S (lo. 1, 12; 3, 16; 12, 32).Por

    eso nos dijo que vena a poner fuego a la tierra, y no querasino incendiarla (Le. 12, 49). Y este fuego es el del EsprituSanto, que ha de animarnos, inflamarnos, purificarnos, renovar-nos y perfeccionarnos, transformndonos hasta el punto de dei-ficarnos...

    De aqu se deduce la soberana importancia de estos estudios,en que se trata de buscar la margarita preciosa y desenterrarel tesoro escondido del Evangelio, de descorrer de algn modo elvelo de los grandes misterios del Reino de Dios en las almas ydescubrir la razn suficiente de las variadsimas y esplendentemanifestaciones de la vida y virtualidades infinitas de la SantaIglesia Catlica; de esa inefable vida sobrenatural que la animay la sostiene y que, a pesar de la malicia o de la dejadez de losiiumbies, ae lu Hostilidades de afuera y de las incurias, iner-

    cias y pesadeces de adentro, le da un ser imperecedero y aut-nomo, y la llena de indecibles encantos, llevndola con seguridadinfalible por las sendas divinas de la verdad y del bien, mientraslas sociedades humanas parecen obstinadas en moverse en el mis-mo Ciclo de errores y vicius.

    Si algn estudio hay que sea edificante e instructivo en su

  • R L o G

    mo ^rado, a la vez que apologtico, es ciertamente el de la evo-lucin mstica, el de esa portentosa expansin de la gracia, comoprincipio vital de un orden divino, y el de sus mltiples manifes-taciones y gloriosos efectos en la Iglesia, como organismo bio-lgico-social, y en cada uno de los verdaderos fieles, como miem-bros de ese cuerpo mstico \ Hasta el ms humilde cristianoaprender a tener en el debido aprecio su imponderable dignidadde hijo de Dios, y a proceder en todo conforme a ella, menos-preciando las engaosas grandezas del mundo ^ ; aprender aestimar el don divino, a amarlo con toda su alma y cultivarlo,con todo el esmero posible; y por lo mismo, a detestar de todocorazn, no slo el pecado grave, que lo despoja de esa dignidady le hace caer miserablemente en el poder de las tinieblas, sinctambin el leve, que pone bices a la amistad de Dios y a loscontinuos efluvios de su gracia, disponindole para una irrepa-rable cada. As se animar al sacrificio para desarraigar hastafl ltimo germen del mal y adquirir las divinas virtudpe y de-jarse invadi: y transformar por el mstico fermento evanglico;y hasta se resolver generosamente al pasar per ignem et aquam,para acabar de purgarse de toda escoria terrena, y abandonarsede lleno en las manos de Dios para convertirse como hermosa-mente dice San Gregorio Nacianceno ^, en afinadsimo instru-mento msico, de donde el mismo Espritu Santo arranca melo-das divinas: Instrumentum musicum a Spiritu pulsatum, divi-namque gloriam et potentiam canens.

    El sacerdote que, ya desde el plpito, ya desde el santo tribu-nal de la Penitencia, debe adoctrinar y dirigir las almas, apren-der a informarlas en el verdadero espritu de Jesucristo, a pre-servarlas de los extravos del espritu privado y de los innume-rables lazos que el mundo, el demonio y la carne les tienden,y a orientarlas, estimularlas y animarlas cuando, impulsadas deldivino Husped, emprenden la va dolorosa y gloriosa a la vezde la configuracin con el Salvador. As podran los ministrosde Dios confortarlas y dirigirlas, en vez de paralizarlas necia-mente, desconcertarlas o precipitarlas como, por desgracia, su-cede tantsimas veces; siendo cierto que la ignorancia y faltade espritu de los directores es causa de la ruina de muchsimas

    ' Vase el interesante artculo Deificacin (en Ideales, jul. y ag. 07),por el P. Fr. Jos Cuervo ; a quien, con este motivo, debo manifes-tar mi gratitud por lo mucho que en esta obra me ayud.

    ' Disce sanctam siiperbiam : scito te illis maiorem (S. Jernimo,Epist. 9).

    Orat. ad Popul. 43, n. 67.

  • almas: de que unas se estacionen o se extraven, de que otrasno acierten con la senda de la vida mstica, y de que las msgenerosas padezcan con escaso provecho indecibles angustias ytorturas interiores, vindose incapacitadas para andar, porqueDios quiere llevarlas de otro modo, y no atrevindose a volaral soplo del Espritu, poirque la imprudencia de los ciegos direc-tores les ata las alas. Cuntas veces no ocurre que los peque-uelos piden el pan de la palabra divina, y no hay quien se loparta (Thren. 4, 4); buscan en los labios del sacerdote la cien-cia de los caminos de Dios, y slo encuentran las engaosas lu-ces de la prudencia carnal; y, creyndose en manos de un guaexperimentado, se dejan conducir de un ciego, que las lleva alprecipicio! (Mt. 15, 14). As es comoi se resfra la piedad y sepierde la misma fe por falta de maestros que sepan hablar congracia (Col. 4, 6) y exhortar en doctrina sana (Tit. 1, 9).

    De dnde procede que nuestra santa Religin tenga cadavez menos arraigo en el pueblo, y que de espritu y vida que es,venga tantas veces a reducirse a vanas exterioridades, a prcti-cas rutinarias y a un simbolismo muerto? De dnde esa gla-cial indiferencia con que la generalidad de los que se dicen cris-tianos miran las cosas sagradas?... Es indudable que una de lascausas ms poderosas es el ser hoy -tan escasos los que sientenal vivo y conocen a fondo y tratan de dar a conocer en la formaconveniente los grandes.misterios del reino de Dios en las almasy las maravillas que en ellas obra el Espritu vivificante Semiran con desdn los estudios de la vida mstica, y se viene aignorar o desfigurar totalmente el fondo mismo de la vida cris-tiana: y siendo poqusimos los que hablan al pueblo con unlenguaje llano, sencillo, sentido y no artificial, que salga delcorazn abrasando e iluminandocomo aquel decir vivo, ani-mado y palpitante de los Apstoles y de los Padresho es de ex-traar que tantsimos fieles, a semejanza de los famosos disc-pulos de Efeso (Act. 19, 2), apenas hayan odo ni sepan queexiste el Espritu Santo santificando las almas... ^

    * Por ms alta que sea la doctrina, advierte San Juan de la Cruz{Avisos, 192), no har de suyo ordinariamente ms provecho que tu-viere el espritu de quien la ensea.

    ' Si los nobles, segn el mundo, tanto se interesan en revolver lospergaminos de su ilustre abolengo, cmo es posible, pregunta el pa-dre Terrien, S. I. {La grce et la gloire, intr.) que los cristianos, sien-do por el bautismo del mismo linaje de Dios, hijos suyos de adopciny hermanos de Jesucristo, ignoremos o conozcamos tan mal las gran-dezas y glorias que en estos ttulos se encierran? Preguntad no ya' alos cristianos fl" puro nombre, ino a muchos de los que se gloriari re

  • PRLOGO 7As mal podrn estar preparados, como nos manda a to-

    dos San Pedro

    y como a todos nos es hoy tan indispensable

    para dar razn de nuestra fe a cuantos por ella nos pregun-ten: y mal podrn proceder con celestial sabidura ante losde fuera, como desea San Pablo (Col. 4, 5; Eph. 5, 15-16).Y no sabiendo responder, en vez de atraerlos, los repekn, y as mismos se ponen en gran peligro; y, no procediendo con esasabidura que no es vencida de la malicia, fcilmente son arras-trados por las sendas de la perdicin. Antes, la casi generalidadde los fieles, hondamente penetrados de los divinos misterios, alser interrogados acerca de ellos, respondan divinamente ; por-que en realidad no eran ellos los que hablaban, sino el Espritudel Padre, que responda por boca de ellos (Mt. 10, 20). Nadaextrao que con su encantador lenguaje cautivasen a los ene-migos.

    Hoy. por desgracia, se han trocado los papeles, y son mu-chsimos los cristianos que, en vez de cautivar, quedan seducidosper philosophiam, et inanem jallatiam .secundum traditionem ho-

    profesar su fe y aun de practicarla, cmo entienden su filiacin divinay el estado de gracia, el ms estimable despus del de la gloria ; y alor sus respuestas, veris con cunta razn podra Jesucristo repetirles :Si conocierais el don de Dios! Lo ms que suelen figurarse es que vi-ven en paz con El, que tienen perdonados los pecados y que, si no co-meten otros nuevos, irn un da a gozar de la felicidad eterna. Mas encuanto a esa tan maravillosa y divina renovacin que se verifica dentrode los corazones ; a esta regeneracin que transforma hasta en lo msntimo la naturaleza y las facultades de los hijos adoptivos; a estadeificacin que hace del hombre un dios...; estas cosas cuan pocos.?on los que las conocen y meditan! Y lo que de ah resulta es que esti-men muy poco lo que tan mal conocen, y que no se esfuercen por ad-quirir, conservar y acrecentar este tesoro ignorado...

    Si el pueblo fiel vive en tanta ignorancia de los tesoros con quetan liberalmente fu enriquecido por el Padre de las misericordias, laculpa recae en gran parte sobre aquellos que, por su vocacin, estnencargados de instruirle... Apenas hablan de estos misterios, y cuandolo hacen suele ser de una manera tan vaga y con unos trminos tanambiguos, que el auditorio ms bien puede quedar encantado del len-guaje que penetrado de los pensamientos. Y no se diga, como a vecessucede, que estas materias son demasiado elevadas para que puedanponerse al alcance de los simples fieles... No procedieron as los Aps-toles. Las Epstolas de San Pabloaun prescindiendo de las otras

    qu son sino una constante predicacin de los misterios de la graciay de la filiacin divina? Y, sin embargo, iban dirigidas a todos loscristianos .. Decir que los de hoy carecen de la cultura necesaria paraentender estas cosas, es olvidar la accin del divino Espritu, que in-teriormente abre la inteligencia de los fieles para que comprendan lasverdades que se les anuncian, y conozcan los dones que Dios nos lialiechon (1 Cor. 2, 12),

  • 8 PRLOGOminum. secundum elementa mundi (Col. 2, 8); porque en suscorazones falta la verdadera luz de vida, y de sus labios, la pa-labra de la sabidura saludable Si el corazn del sabio cono-ce el tiempo y sus exigencias (Eccle. 8, 5), los ignorantes delas cosas de Dios, no conociendo siquiera lo que son, mal se can-sarn en estudiar la mentalidad de sus adversarios, para adaptarse a ella cuando es menester; y no sacrificndose en hacersetodo para todos, por ganarlos a Jesucristo..., es como vienena perderse ellos mismos, por falta de discrecin y de celo se-cundum scientiam.

    Es indudable que con el creciente prestigio de las ciencia?naturales, que tan rpidos progresos hicieron, con los hondosprejuicios acerca de la suficiencia y completa autonoma de larazn humana, y aun con los mismos estragos que a sta causael criticismo, va perdiendo para muchos su divino encanto, vhasta aparecido como repulsivo el maravillossimo orden so-brenatural, cuando tantos se lo figuran, por una parte, comodestructor o perturbador del de la misma razn, como una impo-sicin extraa y violenta que paralizara todas nuestras activi-dades; y por otra, como imposible de comprobar con los ra-ciocinios extrinsecistas que suelen estar ms en boga. De ahque no pocos sabios sinceros lleguen a mirarlo con aversin ocon desdn, por la falssima idea que de l se han formado; ala cual, por desgracia, contribuyeron no pocos apologistas ig-norantes, que hablan de lo que no entienden.

    Cmo podremos abrir brecha en estas y otras muchsimasalmas que, por ignorancia o por malicia, cierran sus odos a lapalabra de Dios y sus corazones a los influjos de la gracia, te-merosas de recibir la muerte precisamente donde est la vidaque necesitan?... De qu mtodo podremos valemos para con-ducir, a los sabios engredos con su autonoma inalienable ycon su ciencia aparatosa, al humilde servicio de Cristo y a lasanta locura de la cruz?

    El mtodo apologtico ms universal, ms eficaz, ms suavey ms en armona con las actuales condiciones del pensamiento,es la exposicin positiva, viviente y palpitante de los misteriosde la vida cristiana y de todo el proceso de la deificacin de las

    Vos, oh divino Verbo, exclama Santa Mara Magdalena de Paz-zis {Obras, trad. franc. de Bruniau.x, 3.^ p., c. 5), dais a quien os sigueuna luz vivificante, glorificante y eterna, que da la vida al alma que laposee y vivifica lodos sus pensamientos, sus palabras y sus acciones.As, una palabra de esta alma es como una flecha de fuego que atravi-.^ los corazones de las criaturas)).

  • Prologo 9

    almas: es mostrar prcticamnte que lo sobrenatural no vienea nosotros como una imposicin exterior y violenta, que nosoprima o nos desnaturalice, sino como un aumento de vida, li-bremente aceptado, que nos liberta y engrandece. No nos privade ser hombres y nos hace sobrehumanos, hijos de Dios y dio-ses por participacin. As am Dios al mundo, que lleg hastadarle a su Unignito Hijo, para que cuantos creen en El noperezcan, sino que tengan vida eterna (lo. 3, 16). El Dios vivo

    y verdadero, el Dios de infinita bondad no viene, pues, a nos-otros para matarnos ni paralizarnos, sino para deijicarnos, ha-cindonos participantes de su misma vida, virtud, dignidad, fe-licidad, potestad y soberana absolutas. Comunicndonos su Es-pritu, nos da la nica autonoma y libertad verdaderas, la glo-riosa libertad de los hijos de Dios. Ubi Spiritus Domini, ibilibertas (2 Cor. 3, 17).

    Oh, si pudiramos dar a conocer bien estas sublimes ver-dades! A cuntas almas no cautivaran! A cuntos podradecirsie lo que el Salvador dijo a la Samaritana ! (lo. 4, 10):Si conocieras el don de Diosl... A buen seguro que muchsimosde los que tanta aversin muestran tener a la vida espiritual, sisupieran los indecibles encantos y las inefables delicias que, enmedio de sus apariencias tristes y de sus amarguras, encierra,la desearan con toda su alma y procuraran muy de veras con-sagrarse del todo a ella, correspondiendo a la gracia con queDios los invita.Venid, pues, a las aguas de la vida todoslos que estis sedientos; probadlas, y veris cun deliciosasson! Od la invitacin divina; y vivirn vuestras almas! (Is.55, 1-3)^. Con cunto gozo recibiris las aguas que manande las fuentes del Salvador! (Is. 12, 3).

    Si lo que en nosotros no puede ser asimilado y vivido, nosparece cosa violenta y odiosa, o por lo menos intil, en cambio

    ' Pero si no creis, no podris entender (Is. 7, 9); y si no experi-mentis la verdad, no llegaris a verla.Las cosas espirituales, diceSanto Toms (/n Ps. 33), hay que gustarlas antes de verlas, pues nadielas conoce si antes no las gusta. Por eso se dice : Gustad y ved.

    Seguid, dice el V. Palafox {Varn de deseos, Exhort.), la vida deDios, que est llena de verdadera vida, de unos deleites seguros, de unaalegra permanente... Gustad y veris la dulzura del trato interior deDios, aquellas secretas influencias, aquellas suaves inspiraciones, aque-llos dulces impulsos, aquellas admirables luces, aquella paciencia enDios al sufrir, aquel amor al guiar, aquella liberalidad al socorrer,aquella largueza al premiar. Mirad qu tierno que ama, qu suave ena-mora, qu fuerte defiende, qu fino que obliga.Fuera de Dios, nohallaris alegra, ni aun buena correspondencia... Son lazos las que pa-recen prendas, y las aficiones, ficciones.

  • PROLOClo que cede en aumento de verdadera vida a todos es provechoso,amable y deseable. Expuesta as nuestra santa Religin, posi-tivamente, segn el gusto moderno, como un foco de luz infinitay como una fuente inagotable de vida, cuntos de sus enemigosno. la estimaran y se interesaran por ella, a pesar de que, vin-dola presentada de otro modo, ni aun orla mencionar quieran!Cuntos sa|)ios hay hoy que, con 'permareoer inalterables antelos argumentos de la apologtica extrinsecistaaunque forjadosstos con la dialctica de mejor teraple-^abriran, sin embargo,con efusin sus hambrientos corazones a lo sobrenatural, si lovieran presentado como es en s, como una irradiacin de lavida y. del amor infinito de un Dios enamorado de nuestras po-bres almas ! Cuntos nobles ingenios, amantes de lo bueno yde lo grandioso, que se sacrifican buscando la verdad y la vir-tud, pero demasiado tocados del criticismo

    y exacerbados qui-

    z por las agresiones de apologistas improvisados que se mue-ven en planos muy distintos del de la mentalidad contempor-neacon resistir obstinadamente a razones hoy apenas .entendi-das ni atendidas, prestaran, sin embargo, odos atentos si vieranque se les hablaba candorosamente, con aquel acento de amor yde sinceridad de los Apstoles y los Santos Padres, ese lenguajevivo y palpitante, con el cual, diciendo lo que sentanlo queles sala del fondo del alma

    parecan infundir en los corazones

    el espritu de que ellos estaban llenos ! Ese lenguaje divino, esaspalabras de vida, confirmadas con el ejemplo, con hs obras deluz que glorifican al Padre celestial, les hara comprender queno podemos ser hombres cabales, sin ser perfectos cristianos;ya que, segn la hermosa frase de San Agustn, no hay mshombres perfectos que' los verdaderos hijos de Dios.

    Cuando as llegaran a conocer de algn modo el don divino,y descubrir el tesoro escondido, luego trocaran por l todo cuan-to tienen, Y quejndose de nosotros, porque tardamos tanto enmanifestarles tan incomparable bien, entre inefables consuel

  • PRLOGO 11

    tas verdades. Cuntos pecadores se convertiran y cuntos ti-bios se enfervorizaran y se resolveran a seguir con. valor lassendas de la virtud si conocieran bien la iicomparable dignidaddel cristiano, como hijo de Dios, hermano de Jesucristo y tem-plo vivo de la Trinidad, que en tantos corazones mora sin queellos lo adviertan ni le hagan caso! A buen seguro que mu-chos de los que andan tan afanados en busca de los fugacesbienes del mundo, procuraran vivir santamente si comprendie-ran bien cunto les importa cuidar y cultivar el tesoro divino,y cun obligados estn a desarrollar el mstico germen de vidaeterna, que en sus corazones tienen enterrado sin dejarle fructi-ficar! Pero, desgraciadamente, son muy pocos lo que conocenla' rica y gloriosa herencia que Jesucristo tiene depositada ensus santos (Eph. 1, 18), y el riguroso deber que todos, por elmejo hecho de estar bautizados en El, tenemos de revestirnos deEl mismo y configurarnos a su imagen, aspirando de veras, comea nico fin, a santificarnos en la Verdad (cf. Rom. 8, 29; Eph.1, 4; lo. 3, 3; 17, 17-26, etc.).

    Jesucristo, observa el P. Weiss ^, no fund su Iglesia sinopara que fuese santa (Eph. 5, 26). La verdadera sociedad de losfieles debe ser un pueblo santo (Petr. 2, 9). Cuantos acepten l,afe cristiana son llamados a la santidad (Rom. 1, 7; 1 Cor. 1, 2).O bien se diebe aspirar a ella, o se debe reriunciar al nombre decristiano, al ttulo de santo. Pues lo que Dios quiere es nuestrasantificacin (1 TEes. 4, 3).

    Las mismas almas espirituales podran hallar en estos estu-dios muchas luces que en parte supliesen la escasez de directo-res, de que tanto se lamentan, estmulos poderossimos que lasconfortaran para subir su Calvario, solucin para muchas difi-cultades y tranquilidad y gozo inexplicables cuando vieran queson del todo ciertos sus tmidos presentimientos acerca de lainefable obra de la deificacin que en ellas se realiza, de la n-tima accin vivificadora del Espritu santificante, de la adorablepresencia de toda la Trinidad y de las amorosas y dulcsimasrelaciones con que se sienten ligadas con cada una de las tresdivinas Personas. Cmo se animan, en efecto, cuando recono-cen las fases sucesivas por que les es menester pasar para llegara la ntima unin y transformacin, a la perfecta configuracincon Cristo, al momento solemne en que, del todo impresas yade su divino sello, puedan decir con el Apstol: Mihi viverCiChristus est!...

    ^ Apologa del Cristianismo, t. 9, conf. 4.Las almas conteniplalivas, dice .Mvarez de Fas (De inquisitionc

  • PRLOGO

    A todos, pues, sef dirigen estas humildes pginas; a todosdeseamos servir en ellas, dicindoles con el Salmista (Ps. 33, 13):Cul es el hombre que desea la verdadera vida y ansia por verdias felices? Este hallar aqu, si no todo lo que desea sobre lamateria, ni menos lo que podra decirse-^que es interminable

    siquiera algunas indicaciones del camino que debe tomar parasatisfacer su hambre y sed de justicia, de vida, de verdad y deamor. Esta es, por otra parte, la mejor apologa que podemoshacer de la Iglesia y el mejoc medio de precaver todos los extra-vos y de evitar y rem'diar los dafos de esas tendencias exage-radas del especulativismo y del sentimentalismo, del tradiciona-lismo y del modernismo, que hoy tantas agitaciones, confusio-nes, discusiones y lamentables deserciones ocasionan.

    Sin una exposicin, siquiera breve, del fondo de la vida so-brenatural y del desarrollo de la perfeccin cristiana, la defensade nuestra Religin sera siempre incompleta y defectuosaPara hacer amable la Iglesia de Dios, no hay como mostrar losinefables atractivos de su vida ntima. Presentarla slo en suaspecto rgido exterior, es casi desfigurarla, hacindola desagra-dable; es como despojarla de su gloria y de sus principales en-cantos. Omnis gloria eius. ab intus. Hoy ms que nunca, segnnota Blondel, para atraer los hombres a la Iglesia, hay que ma-nifestarles los celestiales resplandores de su alma divina.

    Presentada tal como es, sin disfraces ni atenuaciones y sinrebajarla ni desfigurarla con bajas y estrechas apreciaciones hu-manas, ella mismacomo llena de gracia y de verdad, a imita-cin de su Esposoda perpetuo testimonio de su divina misin,y es su mejor apologa. La verdad divina no necesita defen-derse: le basta ser presentada con su nativo esplendor y su fuer-za irresistible.

    Estudiando en el libro 1 la divina constitucin de la SantaIglesia, hemos visto los numerosos y variados' smbolos con que

    pacis, 1. 5, p. 3, inlrod.), egent aliqua huius sapientiae cognitione, nctimeant, ne se illusas, cum non sint, aut deceptas defleant, vel e contraiiliquo dolo adversarii innexae, ac si non essent, illusae gaudeant : elut dona quae accipiunt, agnoscant, et pro illis gratias agant, et se advitae puritatem his donis correspondentem arcingant.

    En una apologa del cristianismo, en cuanto es espritu y vida,dice el P. Weiss (Apol. 9, intr., 3), debe figurar a todo trance ladoctrina de la perfeccin. Las principales causas, aade fn. 6-9), dela frialdad espiritual y parlisis de estos tiempos, es la falta de inte-ligencia de esta saludable doctrina y la indiferencia respecto a la san-tidad. Lo que nuestra poca necesita ms que nada son los verdaderossantos, los hombres nii'vos y completos, los verdaderos cristianos, in-teriores, perfectos.

  • PRLOGO 13es figurada y representada sta, que bien merece llamarse pri-mognita de las criaturas y obra maestra de la eterna Sabi-dura.Segn uno de esos smbolos, aparece como casa y ciu-dad de Dios, puerta del cielo y templo vivo del Espritu Santo.

    Segn otro, como una familia divina, una raza escogida, sacer-docio regio, que es gente santa y pueblo adquirido para anunciarlas divinas grandezas (1 Petr. 2, 9); pueblo donde reina elmismo Dios, tratando familiarmente con todos sus vasallos, queson otros tantos hijos.Otras veces figura como el jardn de lasdivinas delicias, donde florece toda virtud y santidad; o comoun campo, donde crece y fructifica la divina palabra; o comoun rebao, cuyas ovejas conocen a su pastor y le siguen, y llas llama por su nombre y ks da vida eterna.

    Aparte de esos tres smbolos

    que hemos llamado arquitec-tnico, sociolgico y agricolgicohay otros dos an ms apro-piados, que nos permiten penetrar ms hondo y remontarnosms arriba en la consideracin de los divinos misterios; y sosson el sacramental y el orgnico-antropolgico, segn los cualesla Iglesia aparece, respectivamente, como Esposa del Corderode Dios que quita los pecados del mundo, y como Cuerpo ms-tico de Jesucristo. Y a estos dos procuraremos aqu atenernoscon preferencia, aunque sin excluir los otros cuando vienen alcaso.

    Estos smbolos, segn queda dicho en su lugar, son tan di-versos y tantos, para que veamos que ninguno de ellos, ni to-dos reunidos, son capaces de representar adecuadamente unarealidad tan soberana, que rebasa sobre todas las formas de nues-tro pobre lenguaje y sobre todos los moldes de nuestro limitadopensamiento, trascendiendo sobre las ms altas apreciaciones eintuiciones de nuestra razn vacilante y dbil. Cada uno indicaslo algn aspecto de esa realidad inefable que de algn modo seadivina, pero que en ninguna manera se precisa ni se puededefinir convenientemente. Y todos juntos se completan para dar-nos una idea ms cabal, obligndonos a prescindir en gran partede las formas que mutuamente >arecen excluirse como incom-patibles, y a remontarnos sobre nuestras tmidas cavilaciones yapreciaciones para sentir con el sentido de Cristo, admirar ensilencio, contemplar con la luz y gracia del Espritu Santo yapreciar as divinamente lo que no se puede proferir con pala-bras ni aun concebir con pensamientos humanos.

    Y si ningn smbolo puede agotar la inmensa virtualidad dela Iglesia, si esta admirable realidad no puede caber en siste-ma ninguno, el querer precisarla demasiado con tecnicismos, pro-

  • 14 P B L o C o

    pios de una poca o de una filosofa, cuando tan indudablementetrasciende sobre todos los sistemas y conceptos humanos, esrebajarla y aun desnaturalizarla como de propsito. Ms vale,pues, dejar flotantes los conceptos para admirar su plasticidady riqueza, que no reducirlos a la estrechez de nuestras miras:ms vale contemplar en silencio los tesoros de vida y de cienciadivina encerrados en el cuerpo mstico de Jesucristo, y ponde-rarlos con esas atrevidas e inspiradas frases de las divinas Es-crituras y de los grandes santos, que sentan estas cosas muy alo vivo, que no sistematizarlos con exageracin, queriendo enca-jarlos por fuerza en los reducidos moldes de nuestro pensamien-to; los cuales, si nos permitieran comprender, mostraran, porel mismo hecho, desfigurar lo que de suyo es incomprensible.Si es locura el medir con una concha la capacidad del Ocano,mucho mayor lo es el medir con una cabeza humana los inago-tables tesoros de la divina Sabidura.

    El prestigio del orden sobrenatural slo se restablecer pre-sentndolo, no tal como lo suponen malamente cuantos lo de-nigran, ni como nosotros mismos a nuestro modo nos lo figu-ramos, sino tal como es en s, como plugo a Dios encarnarlo

    n

    su Santa Iglesia. Y conociendo bien lo que sta es, se recono-cer cules deben ser sus miembros. Y stos aprendern mejora apreciar el don de Dios, a corresponder a la divina gracia,procurando vivir en todo como hijos de la luz, desarrollandoel germen de vida divina y de gloria perdurable que en s mis-mos contienen. Cunto no se elevara el nivel ordinario de lavida cristiana, y cun excelente apologa de la Religin consti-tuiran las obras de la generalidad de los fieles, si todos procu-rsemos de veras conocer y apreciar la va nueva y vivienteque nos inici Jesucristo mediante el velo de su carne (Hebr.10. 20), y el divino cuerpo mstico a que pertenecemos y de cuyaCabeza estamos incesantemente recibiendo maravillosos influ-jos! ...

    Las cosas que ahora vamos a tratar no es posible explicarlascumplidamente: la belleza, la sublimidad, el sabor celestial queen s tienen exceden los moldes de la palabra humana. La natu-raleza ntima de la vida sobrenatural, su excelencia sobre todolo creado, el modo como se vive, las fases por que sucesivamen-te van pasando las almas sufriendo y gozando lo increble hastadespojarse por completo del hombre viejo y vestirse del nuevo

    ;

    todo esto es verdaderamente inefable: de quo nobis granissermo, et ininterpretabiUs ad dicendum (Hebr. 5, 11).

    Esta empresa no slo es difcil, sino que casi parece tnera-

  • I> K L o C o 15

    ria; porque si los grandes msticos, llenos del Espritu Santocomo muertos que estaban al mundo, y con una vida escon-dida con Cristo en Dioscon todo eso apenas aciertan a de-cir nada, qu podremos decir los profanos?... Estas son cosastan sublimes, tan indecibles, tan incomprensibles, tan inexplica-

    bles que, aun sintindolas, apenas se logra concebirlas, ni menoscomprenderlas, y, aun comprendindolas de algn modo, es im-posible decirlas por falta de trminos.

    Mas no por eso debemos dejar de decir lo que se pueda, yaque el progreso mstico es el fin principal de la divina Revela-cin y la razn de todos los otros progresos de la Santa Iglesia

    ;

    y, por lo mismo, el que ms debemos todos procurar Precisoes, pues, recordar siquiera algo de lo enseado por los grandestelogos msticos que tuvieron la suerte de sentir y experimen-tar los misterios de esa portentosa vida y de poder notar y des-cribir de algn modo sus maravillosos progresos si bien de-bemos ceirnos a extractar, ordenar o traducir en lenguaje hu-

    El deseo de la indivisible Trinidad, que es fuente de vida, diceSan Dionisio, el Pseudo-Areopagita (Hier. Eccles, c. 1, n. 3), es la sal-vacin de todas las criaturas intelectuales. Y la salud se encuentra enla deificacin : es decir, en la perfectisima asimilacin y unin conDios.

    No puede dejar de lastimarme mucho, dice Santa Teresa (Mora-das 6, c. 4), ver lo que perdemos por nuestra culpa. Porque aunque esverdad que son cosas que las da el Seor a quien quiere, si quisiramosa Su Majestad como El nos quiere, a todas las dara: no est deseandootra cosa sino tener a quien dar, que no por eso se disminuyen sus ri-quezas.Ay, hija ma, le dijo una vez Nuestro Seor {Vida c. 40),qu pocos me aman con verdad!, que, si me amasen, no les encubrirayo mis secretos.Ans que, hijas, dice ella [Camino de perfeccinc. 16), si queris que os diga el camino para llegar a la contemplacin,sufrid que sea... un poco larga..., que yo os aseguro a vosotras y todaslas personas que pretendieren este bien, que lleguis a verdadera con'templacin.uDispngase para si Dios le quisiere llevar por ese ca-mino : cuando no, para eso es la humildad, para tenerse por dichosaen servir a las siervas del Seor (ib. c. 17).Es mi intencin, aadeen otro lugar (Vida c. 18), engolosinar las almas de un bien tanalto." Sin alguna manifestacin, por imperfecta que sea, de los inefa-

    bles misterios de la vida divina en las almas, dice Santa Catalina deGnova (Dilogos espir. 1, 3, 12), no habra en la tierra sino confu-sin y mentira. Por eso el alma ilustrada con la luz de lo alto no pue-de callarse. El amor la abrasa hasta el punto de hacerla superar todoslos obstculos para poder derramar en torno suyo los frutos de pazinefable que en ella produce el Dio^ de toda consolacin (2 Cor. 1).Y lo har mucho ms al ver a los hombres locamente perdidos en buscade los placeres terrestres, incompatibles con su futura e inmortal glo-T^cacia;.

  • 16 P B L o G o

    mano lo que ellosy muy en particular los autores inspirados

    nos dijeron con el suyo, verdaderamente divino.Y para confirmar nuestras apreciaciones particulares procu-

    raremos aducir, en apndices o notas, algunos textos comproban-tes, tomados de los grandes maestros de espritu y de las almasque mejor supieron o saben referir las inefables impresiones dela Realidad infinita. Y como son tan variados los toques del Es-pritu

    y cada cual los experimenta y los traduce a su modo y

    segn un aspecto especial

    procuraremos que esos textos seantambin muy variados para que, en vista de ellos, pueda formar-se una idea ms cabal de ese fondo inenarrable, y para que cadaalma que empiece a sentir estas cosas pueda notar y reconoceralgo de lo que por ella pasa. Aunque no fuera ms que a unasola a quien pudieran servir de verdadero provecho espiritual,daramos por muy bien empleados nuestros esfuerzos y sudores.Si, pues, alguien, a pesar de nuestra incompetencia, encuentraaqu luz y aliento, d gracias al Padre de todas las luces, que detan intiles instrumentos sabe valerse; y ofrezca una plegariapara que se convierta en conchasegn la frase de San Ber-nardo ^*el pobre autor, que hasta ahora no es ms que un sim-ple canal.

    Trataremos, pues, con el auxilio divino, 1.*", de la vida so-brenatural y de sus principales elementos; 2, del desarrollo deesta vida en los particulares, o sea de la evolucin mstica indi-vidual

    ; y 3., de la evolucin mstica de toda la Iglesia.

    > * Serm. 18 in CanU

  • PRIMERA PARTE

    La vida sobrenatural en s misma, en susoperaciones y su crecimiento

    CAPITULO IIdea general de la vida mstica

    ^ I. L:i mstica y la ascih a.Breve idea de las vas llamadas ordnarias y extraordinarias; la niez y la adolescencia espiritual;la renovacin y la transformacin perfecta.

    Mstico es lo mismo que recndito. Vida mstica es la miste-riosa vida de la gracia de Jesucristo en las almas fieles que, mu-riendo a s mismas, con El viven escondidas en Dios (Col. 3, 3);o ms propiamente-: es la ntima vida que experimentan lasalmas justas, como animadas y posedas del Espritu de Jesu-cristo, recibiendo cada vez mejor y sintiendo a veces claramentesus divinos influjossabrosos y dolorosos

    y con ellos crecien-

    do y progresando en unin y conformidad con el que es su Ca-beza, hasta quedar en El transformadas.

    Por EVOLUCIN MSTICA entendemos todo el proceso de for-macin, desarrollo y expansin de esa vida prodigiosa, hastaque se forme Cristo en nosotros); (Gal. 4, 19), y nos transfor-memos en su divina imagen (2 Cor. 3, 18).

    Esta vida puede vivirse inconscientemente, como vive un niola vida racional, o propiamente humana; y as la viven los prin-cipiantes y en general todos los que se llaman simples ascetas,o sea los que caminan a la perfeccin por las sendas ordinariasde la consideracin laboriosa de los divinos misterios, la morti-ficacin de las pasiones y el ejercicio metdico de las virtudes

    y de las prcticas piadosas. Y puede vivirse tambin conscien

  • 18 t'. 1, C. 1. IDEA GENERAL DE LA VIDA MISTICA

    temente, con cierta experiencia ntima de los misteriosos toquese influjos divinos, y de la real presencia vivificadora del EsprituSanto; y as la suelen vivir la generalidad de las almas muyaprovechadas que han llegado ya al perfecto ejercicio de lasvirtudes, y tambin otras privilegiadas a quienes Dios librementeescoge desde mucho antes para llevarlas ms aprisa, como en susbrazos, por las vas extraordinarias de la contemplacin infusa.Las almas que as viven ms o menos conscientemente de la vidadivina, suelen llamarse msticas o contemplativas \ msticas, porrazn de la ntima experiencia que tienen de los ocultos misteriosde Dios; contemplativas, porque su modo de oracin habitualsuele ser esa contemplacin que el mismo Dios amorosamenteinfunde a quienes quiere, cuando quiere y como quiere, sin quesea parte el ingenio humano para alcanzarla, ni perfeccionarla,ni aun para prolongarla; mientras el de los ascetas es la medi-tacin discursiva que, con la gracia ordinaria que a nadie seniega, todos la podemos lograr y aun perfeccionar hasta verlaconvertida insensiblemente en la llamada oracin de simplicidad,que es ya como una suerte de contemplacin medio infusa y me-dio adquirida, y que suele ir acompaada de cierta presenciaamorosa de Dios, causada por un singular influjo del EsprituConsolador, para realizar la transicin gradual del estado asc-tico al mstico.

    La ciencia que ensea los llamados caminos ordinarios

    o

    sea los rudimentos, o primeros gradosde la perfeccin cristianay muy particularmente el modo de hacer bien la meditacinpara adquirir las virtudes y desarraigar los vicios, y ejercitarseen todas las prcticas de la va purgativa con algunas de la ilu-minativa y la unitivasuele llamarse Asctica (de acrx7T7); =ejercitante), reservndose el nombre de Mstica propiamente di-chaaunque sta en general abarque toda la vida espiritual

    para la ciencia experimental de la vida divina en las almas ele-

    vadas a la contemplacin ^.

    ' La teologa mstica, dice Gersn, tiene por objeto un conocimien-to experimental de las cosas de Dios, producido en la ntima unin delamor. Este conocimiento se logra principalmente con el don de sa-bidura; el cual, como advierte Sauv (Etats mystiques p. 120), tienepor carcter hacer saborear las cosas de fe. Entonces, en efecto, pareceque el alma las gusta y las siente, y las toca y las experimenta, en vezde entreverlas de lejos o de conocerlas como de odas.Conforme alo cual Santo Toms ensea {In I Sent. dist. 14, q. 2, a. 2 ad 3) queex dono... effcitur in nobs coniunctio ad Deum, secundum modum

  • 1. LA MSTICA Y LA ASCETICA 19

    Esta ciencia es esencialmente esotrica, como lo es la pticapara los ciegos: nadie puede comprenderla ni apreciarla biensin estar iniciado con la propia experiencia. Pero as y todo, loque los grandes msticos lograron traducir en lenguaje exotricoaunque nos parezca a los profanos tan enigmtico como lo esal ciego lo relativo a los colorestodava vale ms, o nos damejor a conocer los inefables misterios de la vida espiritual, quecuanto puede ensearnos una teologa especulativa, que los miracomo por de fuera y slo a travs de los enigmas de la razn ^.

    Las cosas de Dios nadie las conoce sino el Espritu del mismoDios (1 Cor. 2, 11); y aquel a quien el Hijo quisiere rev^-larlas)y (Mt. 11, 27). As esas misteriosas nociones que puedenlograrse sin experiencia propia, y constituyen la parte exotricade la Mstica, por incompletas que sean, ofrecen grandsimo in-ters para poder reconocer en lo posible los inefables misteriosde la vida espiritual y ver esa maravillosa evolucin de la gra-cia que termina en la gloria ^. Adems son indispensables atodo director espiritual, si quiere cumplir su deber guiando y noextraviando las almas. Quien, con verdadero espritu de piedad,vaya teniendo algo de sentido cristiano, aunque por falta de ex-periencia no comprenda bien estas cosas, a but n seguro que nolas tendr por increbles ni se espantar de ellas, como hacenlos de poco espritu, imitando a los incrdulos. Animalis homo

    proprium illius personae, se. por amorem, quando Spirilus Sanctus da-tur. Unde cognitio ista est quasi experimentalisy>. As viene a ser comoun preludio de la gloria. Internus gustas divinae sapientiae est quasiquaedam praelibatio futurae beatitudinis {Opuse. 60, c. 24).

    ^ La Teologa Mstica, escribe el V. Fr. Bartolom de los Mrti-res, O. P. {Compendium mysticae doctrinae c. 26), consistit in excelsacontemplatione, in ardenti affectione, in raptibus, mentalibusque ex-cessibus; quibus mnibus ad cognitioncm Dei facilius venire possimusquam per humana studia. Versatur igitur haec arcana Theologia inexperimentalibus de Deo notits, quae vars