la etnografía como forma de representación

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Pantoja Lara Gerardo Antropologia Social 23 – Agosto – 2013 Reporte de Lectura: La Etnografía como forma de Representación Velazco y Díaz Los contextos político - económicos y sociales en los que se realizan las etnografías son bien distinto de los de los tiempos clásicos. James Clifford ha resumido las nuevas condiciones de la producción etnográfica: 1)ya no es posible actuar como si el investigador fuera el único primario portador de la cultura al escribir su trabajo; 2) cada vez es más frecuente que loes informantes lean y escriban, e interpreten versiones dadas de la propia cultura. Las culturas en tiempos no letradas son hoy contextualizadas; 3) se ha disuelto en parte una general y poderosa distinción: la división del globo entre letrados y no letrados. Las relaciones entre informante e investigador han cambiado y ello conlleva al replanteamiento de la autoridad y de la autoría etnográfica. Como han señalado Marcus y Fisher, los antropólogos buscaron lugares de trabajo que les aproximaran a las culturas prístinas como si fueran entidades aislables, pero actualmente se han hecho más conscientes de los contextos históricos, políticos y económicos de los pueblos que estudian. La autoconciencia critica dela antropología ha aumentado: en un mundo cada vez mas consciente de la porosidad de las fronteras culturales, el investigador ha de depurar los medios para componer imágenes de totalidad. La percepción de una creciente homogeneización debido a la difusión de la tecnología, la comunicación y los movimientos de población, conduce a un escepticismo generalizado en el terreno de la percepción de las diferencias culturales. Desde el punto de vista de Said la representación utiliza una retórica en la que solo son activos los atores, mientras que los sujetos de los que habla son meramente pasivos; situados en áreas coloniales o neocoloniales, siempre hablan a través de otros, nunca por sí mismos. Talad Asad, en el contexto de la etnografía como traducción, hizo explicito el contraste entre lenguajes fuertes (los que producen conocimiento, los occidentales) y lenguajes débiles (los no occidentales); dichas traducciones (de lenguajes débiles a fuertes) son procesos unidireccionales.

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Page 1: La Etnografía como forma de Representación

Pantoja Lara GerardoAntropologia Social23 – Agosto – 2013

Reporte de Lectura: La Etnografía como forma de Representación Velazco y Díaz

Los contextos político - económicos y sociales en los que se realizan las etnografías son bien distinto de los de los tiempos clásicos. James Clifford ha resumido las nuevas condiciones de la producción etnográfica: 1)ya no es posible actuar como si el investigador fuera el único primario portador de la cultura al escribir su trabajo; 2) cada vez es más frecuente que loes informantes lean y escriban, e interpreten versiones dadas de la propia cultura. Las culturas en tiempos no letradas son hoy contextualizadas; 3) se ha disuelto en parte una general y poderosa distinción: la división del globo entre letrados y no letrados. Las relaciones entre informante e investigador han cambiado y ello conlleva al replanteamiento de la autoridad y de la autoría etnográfica.

Como han señalado Marcus y Fisher, los antropólogos buscaron lugares de trabajo que les aproximaran a las culturas prístinas como si fueran entidades aislables, pero actualmente se han hecho más conscientes de los contextos históricos, políticos y económicos de los pueblos que estudian. La autoconciencia critica dela antropología ha aumentado: en un mundo cada vez mas consciente de la porosidad de las fronteras culturales, el investigador ha de depurar los medios para componer imágenes de totalidad. La percepción de una creciente homogeneización debido a la difusión de la tecnología, la comunicación y los movimientos de población, conduce a un escepticismo generalizado en el terreno de la percepción de las diferencias culturales.

Desde el punto de vista de Said la representación utiliza una retórica en la que solo son activos los atores, mientras que los sujetos de los que habla son meramente pasivos; situados en áreas coloniales o neocoloniales, siempre hablan a través de otros, nunca por sí mismos. Talad Asad, en el contexto de la etnografía como traducción, hizo explicito el contraste entre lenguajes fuertes (los que producen conocimiento, los occidentales) y lenguajes débiles (los no occidentales); dichas traducciones (de lenguajes débiles a fuertes) son procesos unidireccionales.

Los antropólogos han contribuido al colonialismo realizando monografías etnográficas para los lectores occidentales; sin embargo esa actitud se ha hiso modificando. En textos etnográficos como lo de Rabinow y Dumond los informantes aparecen en dialogo con el investigador, expresando incluso opiniones contrarias a las del propio autor. Se trata de un recurso para devolverles su voz. En las etnografías postmodernas los discursos son diversos, los fragmentos de un texto nativo cobran independencia y llegan a ser significativos por sí mismos. Además nada hay de sobreentendido; hay, sin embargo, voces múltiples, variadas y a veces confrontadas.

La preocupación de la etnografía como forma de representación se debe a muchos factores. En parte es el resultado de un cambio fundamental en el desarrollo de la antropología social: de haber sido fundamentalmente una ciencia de la conducta ha pasado a ser el arte de la interpretación de acciones significativas. A las últimas formulaciones paradigmáticas del funcionalismo en Estados Unidos siguió la nueva etnografía, el estructuralismo y la antropología interpretativa de Geertz. Nuestro tiempo se caracteriza por la desconfianza en las visiones totalizadoras, y por el interés en la interpretación de excepciones e

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indeterminaciones más que en la constatación y explicación de las regularidades de los fenómenos observados.

Hay un renovado interés por la definición de la etnografía como escritura. Se ha exacerbado en la conciencia del discurso, la reflexividad, de manera que hoy es posible realizar múltiples lecturas de los clásicos de las ciencias sociales descubriendo en ellos convenciones que antes pasaban desapercibidas, a las que se pueden llamar géneros etnográficos. El conjunto de esas convenciones ha sido caracterizado como realismo etnográfico. Se ha tendido a un modelo enciclopédico, con un orden establecido, que parece seguir la dirección que va de lo material a lo espiritual, del medio físico a las creencias religiosas y los mitos. Marcus y Fisher han señalado los elementos de una buena etnografía: en primer lugar hacer inteligibles las condiciones del trabajo de campo, la vida cotidiana y los procesos microsociales; en segundo lugar, mostrar las fronteras culturales y lingüísticas, sus modificaciones y traslaciones; finalmente, mantener un sentido de holismo, entendido como una contextualización significativa.

La escritura etnográfica es alegórica en varios niveles: en el del cometido por lo que se dice sobre las culturas y su historia, y en el de la forma por cómo se dice. Lo que fundamentalmente aporta la consideración alegórica no es tanto una reflexión sobre lo que representan o simbolizan las descripciones culturales, sino la constatación de que se trata de historias moralmente cargadas. La alegoría es otra de las convenciones del género: la internalización de un esquema comparativo en el que “los otros” producen imágenes de nosotros mismos, en el que los otros son tan diferentes que muestran que se muestran permanentemente contrastado respecto a un mundo más familiar, de forma que con la diferencia ese mundo aparece moralmente contingente.

El reconocimiento de la alegoría plantea de inmediato un viejo objetivo de la antropología social: el ejercicio de la crítica social. El relato etnográfico está obligado constantemente a impedir que la información que se transmite sea prejuiciosamente comprendida, y por eso el discurso narrativo a de incluir rasgos retóricos que obstaculicen su cristalización,; es decir, ha de hacer llamadas a la autocrítica.

Reflexión

El texto me ha permitido darme cuenta que la etnografía, como producto de investigación de la antropología, históricamente no se ha mantenido uniforme; al contrario, está en continuo cambio en el que se introducen variables socio-históricas que permiten un análisis crítico. Se han reconocido a las limitaciones y tendencias deterministas; ya no hay “un modelo”, se priorizan particularidades en contraposición a generalísimos, pero en un sentido holístico. Se ha superado la visión de una relación tradicional determinista unidireccional sobre la influencia del medio sobre la cultura por una más dinámica y bidireccional. En conclusión, considero que la tendencia actual en la elaboración de etnografías tiene como marco de referencia el análisis autocritico, que buscas liberarse de un cuerpo de prejuicios propios de la cultura del investigador, y lo que es más valioso, da voz y humaniza a las personas pertenecientes a la cultura o grupo estudiados (ya no más como “objetos” de estudio, sino como seres humanos en el establecimiento de una relación entre iguales), lo que posibilita una representación más fidedigna .

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