la epistolografía griega

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 La epistolo grafía gr ie ga es uno de l os géneros o subgéne - ros) literarios más desigualmente atendidos a lo largo de la his- toria de nuestros estudios y está ensombrecido además por la competencia de las colecciones epistolares latinas, surgidas de manos eximias como las de Cicerón o Séneca y con la ventaja éstas de un mayor grad o de autenticidad. La ca rta gr iega ha si- do protagonista de polémicas e investigaciones que la han deja- do malparada en su credibilidad: la cuestión de las cartas pla- tónicas; el fraude de las de Fálaris, descubierto por el memora- bl e Ben tley2 a sensación sospechosa qu e producen ca si tod as las transmitidas tradicionalmente y recogidas en los Epistolo graphi Graeci de Hercher3, etc., todo ello hace que este aspec- to de la Literatura gr iega no sólo aparezca en un plano secun- dario respecto a los grandes géneros, sino que además se abor- de siempre con cierto recelo. En su mayoría, los estudios sobre el tema han preferido centrarse en autores concretos o aspectos determinados de la epistolografía; sin embargo, debemos destacar con elogio desde este momento el trabajo de síntesis realizado sobre tan amplio campo por Sykutris, Kytzeler y Schneider; menos comp leto, pero también útil sobre todo par a las epístolas pau lina s) es el resumen de Scarpat. El presente artículo sólo pretende ofrecer una visión general del Corpus epistolar conservado en lengua griega y de su preceptiva en la An- tigüedad. Al mismo tiempo, apuntamos un posible enfoque nuevo de ti- po estructural, aplicable no sólo a la carta griega, sino a este instrumento de comunicación en general. No obstante, las peculiaridades formales de la carta griega la convierten, como se podrá ver, en objeto idóneo para la aplicación de la teoría prop uesta. 2 R. BENTLEY Dissertation upon the Epistles of Phalaris, Oxford, 1699. R. HER HER Epistolographi Graeci, París, 1873.

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E. Suárez de la Torre

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  • La epistolografa griega es uno de los gneros (o subgne- ros) literarios ms desigualmente atendidos a lo largo de la his- toria de nuestros estudios y est ensombrecido adems por la competencia de las colecciones epistolares latinas, surgidas de manos eximias como las de Cicern o Sneca y con la ventaja stas de un mayor grado de autenticidad. La carta griega ha si- do protagonista de polmicas e investigaciones que la han deja- do malparada en su credibilidad: la cuestin de las cartas pla- tnicas; el fraude de las de Flaris, descubierto por el memora- ble Bentley2 ; la sensacin sospechosa que producen casi todas las transmitidas tradicionalmente y recogidas en los Epistolo- graphi Graeci de Hercher3, etc., todo ello hace que este aspec- to de la Literatura griega no slo aparezca en un plano secun- dario respecto a los grandes gneros, sino que adems se abor- de siempre con cierto recelo.

    En su mayora, los estudios sobre el tema han preferido centrarse en autores concretos o aspectos determinados de la epistolografa; sin embargo, debemos destacar con elogio desde este momento el trabajo de sntesis realizado sobre tan amplio campo por Sykutris, Kytzeler y Schneider; menos completo, pero tambin til (sobre todo para las epstolas paulinas) es el resumen de Scarpat.

    1 El presente artculo slo pretende ofrecer una visin general del Corpus epistolar conservado en lengua griega y de su preceptiva en la An- tigedad. Al mismo tiempo, apuntamos un posible enfoque nuevo de ti- po estructural, aplicable no slo a la carta griega, sino a este instrumento de comunicacin en general. No obstante, las peculiaridades formales de la carta griega la convierten, como se podr ver, en objeto idneo para la aplicacin de la teora propuesta.

    2 R. BENTLEY Dissertation upon the Epistles of Phalaris, Oxford, 1699.

    3 R. HERCHER Epistolographi Graeci, Pars, 1873.

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    Pero vase que la filologa alemana est presa de una antigua polmica, que se refleja en los ttulos de los artculos citados4; epstola frente a carta ha sido durante mucho tiempo una dis- tincin al uso, nacida de otra discusin que igualmente afecta al gnero epistolar, a saber, la del mbito de su contenido. Res- ponsable de ello fue Deissmann5, cuyas ideas se pueden resumir en una frase suya ya clsica: La epistola se diferencia de la car- ta ... como el arte de la Naturaleza. La carta es un pedazo de vi- da, la epstola un producto del arte literario. Clebre es su con- dena de lo que l llama "gnero mixto", donde, segn l, encon- tramos ejemplos de lo que no debe ser una verdadera carta. Por el contrario, hoy da, especialmente desde los trabajos de Kos- kenniemi y Thraede, se tiende a destacar el concepto de "si- tuacin" ( "Briefsituation") y a superar esa supuesta antinomia; el estudio de los tpicos y de la fraseologa formularia se ha re- velado como una fructfera veta de investigacin y en ellos se ven envueltos tanto "cartas" como "epstolas" como el "gne- ro mixto".

    Por otra parte, es notorio el descuido de que es vctima en nuestros das el estudio de la carta como producto artstico o como simple medio de comunicacin en nuestra sociedad. La Lingstica parece haberse olvidado de esta forma de "mensa- je", ocupada como est preferentemente en la lengua hablada ( eso que los antiguos ya definieron la carta como un di- logo!). Tan slo la psicolingstica parece haberle prestado cierta atencin, ya que ofrece un material valioso para el estu- dio de las "motivaciones" y los "vectores" en la variacin es- tilstica, hasta el punto de que se han escrito algunas pginas sobre las diferencias entre la carta normal y la de suicidio6,

    4 Al menos los de Sykutris y Schneider en comparacin con el de Kitzler. En cuanto al artculo Brief de Dziatzko, se refiere a aspectos ma- teriales de la correspondencia.

    5 A. DEISSMANN O. C. 194-196. 6 Cf. E. OSGOOD Some Effects o f Motivation o n Style o f Encoding,

    en m. A. SEBECK (ed.) Style in Language, Cambridge Mass. 1 9 6 4 ~ , 293 SS.

  • LA EPISTOLOGRAFIA GRIEGA 21

    conjunto epistolar al parecer tristemente frecuente en socieda- des desarrolladas, hasta el punto de haber ofrecido un corpus su- ficiente. Es patente asimismo que nuestra cultura ha dejado de practicar la epistolografa como gnero literario autnomo (que conoci cierto auge hasta el siglo XVIII e incluso el XIX, al' me- nos entre fillogos), como tambin ha disminuido la mera co- municacin epistolar (no la comercial) sin pretensiones litera- rias, superada por otros medios; es un retroceso ms en la lenta derrota que el hyoc yeypappt-voc va sufriendo en nuestros das frente a los medios audiovisuales, al igual que en la Anti- gedad sustituy a su vez a los Xyo~ vivos, segn advirtiera con alarma Platn7. Pero todo esto no justifica la desatencin de este medio de comunicacin en las diversas corrientes lings- ticas de la actualidad. Esto es ms sorprendente si pensamos en la proximidad de la carta a la conversacin con otra persona, a la que trata de suplir. Los conceptos ms representativos de la Lingstica estructural, por ejemplo, encuentran aqu un per- fecto objeto para su aplicacin, sin que hasta ahora se haya reparado en ello. As el esquema tradicional de los factores del lenguaje (hablante, tema o mensaje' y oyente) pueden ser traspasados perfectamente considerando el carcter lineal de la esquematizacin de la carta sobre los trminos emisor -men- saje (con cdigo)- receptor. Lo mismo se puede decir de las tradicionales funciones del lenguaje : desde las de Bhler , ''Appells' ("llamada"), "Ausdruck" ("expresin") y "Darstel- lung" ("representacin"), a divisiones ms recientes y familia- res para nosotros (por ejemplo, funcin expresivadeclarativa e impresiva) encajan perfectamente con la utilizacin del lengua- je por el autor de una carta. Alguna de las formulaciones recien- tes del hecho de la comunicacin, concretamente del aspecto que Pottier llama "relacin de interlo~ucin"~ y que repre- senta por medio de un eje en sentido del yo al t unidos por las relaciones que designa como "exclamacin", "optativo" o "im-

    7 Cf. L. GIL en Transmisin mtica, Barcelona, 1975,100-120. 8 B. POTTIER Lingstica geneml; teon y descripcin, tr. esp. Ma-

    drid, 1976, 232.

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    perativo", se corresponde perfectamente con la estructura y el contenido de una carta. La codificacin del mensaje correspon- diente encuentra su cauce perfectamente en las conocidas y es- tudiadas frmulas y tpicos epistolares. Dmosle un nombre u otrd, el hecho es que desde el principio al final de una carta nos encontramos con la expresin lingstica de esas relaciones, se- gn har ver ms adelante.

    La misma polmica entre la necesidad de distinguir o no carta y epstola puede tener una solucin por este camino: la carta normalmente tiene una funcin expresiva, declarativa o impresiva de carcter mnimo; es la relacin del yo elocutivo ms elemental que se puede establecer con este tipo de cdigo. La epstola, al ir acompaada normalmente de una finalidad publicitaria, transforma esta relacin binaria en una triangu- lar (coh el l elocutivo de Pottier9 ), -que nos acerca, grosso mo- do, a las relaciones poeta-auditoriodestinatario tan bien estu- diadas en la lrica por B. Gentililo. Ms adelante har ver cmo estas y otras ideas similares pueden encontrair un magnfico campo de desarrollo en la epistolografa griega. Pero parece necesaria una revisin del conjunto documental transmitido en este gnero.

    Los antiguos griegos, en efecto, nos han dejado un ri- qusimo conjunto epistolar igualmente abundante en pro- blemas. Como tal gnero, segn se admite tradicionalmente, nace de la mano de la Retrica y su historia, tanto desde el punto de vista crtico como artstico, es en cierto modo pareja a la de aqulla. Junto al dilogo es tambin un instru-

    9 B. POTTIER o . c. 231. i 6 B. GENTILI Aspetti del rapporto poeta-committente-uditorio nc

    la lirica corale greca, en St . Urb. XXXIX 1965, 70-78; L'interpretazio- ne dei lirici greci arcaici nella dimensione del nostro tempo. Sincronia e diacronia nello studio d i una cultura orale, en Qu. Urb. VI11 1969, 7-21; Z frr. 39 e 40 P. d i Alcmane e la poetica della mimesi nella cultura greca arcaica, en Studi in onore d i V. de Falco, Npoles, 1971; Lirica greca ar- caica e tardoarcaica, en Zntroduzione allo studio della cultura classica 1, Miln, 1972, 57-105; Poeta-committente-pubblico: Stesicoro e Zbico, que aparecer pronto. Sobre esta orientacin de la interpretacin litera- ria en relacin con la comunidad para la que se crea la obra y los condi- cionamientos y convenciones que supone, tambin -J. RUSSO The Meaning o f Oral Poetry. The Collected Papers o f Milman Parry: a Critica1 Reassess- ment, en Qu. Urb. XII 1971.27-39.

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    mento de transmisin de la doctrina filosfica. Por ello, entre los principales conjuntos epistolares destacan, con razn, los atribuidos a oradores (Iscrates, Demstenes) o filsofos (Pla- tn, Aristteles, cnicos, Epicuro, etc.). Tampoco sorprende que un mismo autor se haya servido de ambos medios de expresin para desarrollar su pensamiento y su actividad literaria (por ejemplo, y para huir de casos polmicos, los Padres de la Iglesia o Libanio).

    A todo ello se ha sumado la febril actividad de los falsifica- dores y de los editores, digamos, "poco escrupulosos", que han fundido meros ejercicios de escuela (pues en la prctica peda- ggica retrica y sofstica lo eran tanto las cartas como los dis- cursos) con obras autnticas, hasta el punto de hacer difcilmen- te reconocible el ncleo original, si es que alguna vez lo hubo1 ' . Aun as, no se puede decir, ni mucho menos, que se trate de do- cumentos sin valor. Son un complemento excelente para el co- nocimiento de determinadas doctrinas filosficas, de datos bio- grficos, de cuestiones histricas. Tampoco carecen de impor- tancia desde el punto de vista de la lengua; y, por otra parte, la doctrina epistologrfica de la Antigedad es inseparable del estudio de la preceptiva literaria y retrica al uso en las distin- tas pocas.

    Un repaso a algunos ejemplos de este material epistologr- fico puede dar una idea de su envergadura. Aparte de la creen- cia griega de que la carta fue un invento de la persa Atosa, es tradicional citar como primera mencin en la literatura grie- ga de una "carta" los ofipara Xuypa que Preto da a Belero- fontes con mortal mensaje en Z 168 ss.12 y cuya funcin, co- mo ha definido con acierto Schadewaldt, es la de un "interme- diario criminal"13. Pero es evidente que este ejemplo e incluso otros ms "histricos", como las cartas que encontramos en

    1 1 Cf. F. SUSEMIHL l. c. 1 2 Que corresponde al bblico tema de Unas, II Sam. XI 14 SS. 13 Krimineller Zwkchentrager (W. SCHADEWALDT o . c. 33).

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    Herdotol4 o Tucdidesls, escapan a la epistolografa en sen- tido ms estricto, al igual que las ficticias incluidas en otras obras literarias, como tragedias, novelas, etc.' 6.

    Los primeros conjuntos importantes pertenecen a lo que Sykutris denomina "carta privada literaria" y "carta para la publicidad"' 7 . Concretamente la primera coleccin de corres- pondencia privada que se public parece ser que fue la de Aris- tteles por Artemnl ; y desde luego, como decamos antes, los primeros conjuntos importantes corresponden a filsofos y ora- dores: Demstenes, Iscrates, Platn. Tambin con ellos (espe- cialmente con Platn) surgen los primeros problemas de auten- ticidad (ms para nosotros que para los antiguos). Hay un hecho innegable: estamos ante una cuestin de eleccin, por parte de los autores, de un medio de expresin y transmisin de ideas, sentimientos, etc. La carta puede tener en el destinatario (o en la comunidad'a la que va dirigida) un efecto ms directo que el discurso o el dilogo; la situacin personal tambin puede in- fluir en la eleccin del medio: Demstenes publica sus panfle- ' tos en Atenas en forma de discursos populares, en el exilio en forma de cartas19. Estas son quiz las mejor estudiadas entre las de oradores20 y se suelen adjudicar con bastante seguridad las cuatro primeras2'. Con Iscrates el caso es distinto, pero es comprensible que eligiera este instrumento para dirigirse a los personajes que entraban en su mbito de aspiraciones polticas. Son nueve las que nos han llegado con su nombre. Es bastante significativo, como ha sealado S ~ a r p a t ~ ~ , el que estn dirigi- das exclusivamente a reyes, prncipes o magistrados; en con- creto a Dionisio, Antpatro, Alejandro, los hijos de Jasn; Ti-

    14 P. ej., 111 40, vase tambin la carta de Daro en ~ ~ 1 1 . ~ 22. 1s 1 128, 7; 1 123, 3; stas y la inscripcin de Daro se mencionan y

    traducen en W. SCHADEWALDT 1. c . 16 Sobre este grupo cf. J. SYKUTRIS Epistolographie, cols. 208-210. 1 7 J. SYKUTRIS ibid. cols. 196 y 200. 18 Cf. U. von WILAMOWITZ Antigonos von Karistos, Berln, 1881,

    151 n. 15;Aristoteles und Athen 11, Berln, 1893. 19 J. SY KUTRIS Epistolographie, col. 201. 20 Destaca J. A. GOLDSTEIN The Letters o f Demosthenes, Nueva

    York, 1968. 2 1 A. LPEZ EIRE Demstenes: estado de la cuestin, en Est. C1. XX

    1976, 207-240 (bibliografa en pgs. 232-233 con n. 84). 2 2 .G. SCARPAT o . c. 487.

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    mteo, tirano de la Heraclea pntica; los arcontes de Mitilene y Arquidamo. Igualmente ha subrayado Scarpat la proximidad respecto al discurso, con la nica diferencia de mayor brevedad en la carta y su limitacin a unas ideas y contenido muy con- c r e t o ~ ~ ~ . En cuanto a Platn, ardua cuestin es la de la auten- ticidad de sus cartas. Ma~apioi oi cipxaio~, porque no llegaron a plantearse este dilema24. Proclo, Ficino, Cudworth, Meiners, Grote, Karsten, Blass, Meyer, Raeder, Apelt, Christ, Adam, Ritter y otros muchos han inscrito su nombre en este peligroso juego de la atribucin y abrogacin de las epstolas platnicas. Es sabido que las numeradas como VI, VI1 y VI11 parecen com- portar mayores garantas, sobre todo la VII. Razones predomi- nantemente lingsticas apoyan esta idea, si bien yo personal- mente defendera slo la VI12'. Entre otras cosas, es la que me- jor responde al concepto de epstola destinada a su publicacin, que en cierto modo sustituye, segn decamos, en el desarrollo de su contenido a otros instrumentos de expresin. En todo ca- so, de lo polmico de la cuestin puede dar idea la polarizacin de opiniones que se revel hace algunos aos durante un colo- quio Hardt26: mientras Gu11ey2' se opona totalmente a la autora platnica (incluso de la VII), pues consideraba irrecon- ciliable el pensamiento poltico all expuesto con otras obras de Platn, A a l d e r ~ ~ ~ defenda la VI1 y la VI11 con el argumento contrario.

    Una ojeada al contenido de los Epistolographi Graeci de 23 Sobre su autenticidad puede verse E. MIKKOLA Isokrates, Helsin-

    ki, 1954. 2 4 ,Un resumen til de la historia de la cuestin se encuentra en E.

    SOUILHE Platon. Lettres, Pars, 1960, pgs. V-XXIV, quien se inclina por la autenticidad.

    2 5 Una buena parte de esta epstola se puede ver traducida y comen- tada en W. SCHADEWALDT o . c.

    2 6 Pseudepigrapha, Vandoeuvres, 1971. 2 7 N. GULLEY The Authenticity o f the Platonic Epistles, ibid. 105-

    143. 2 8 G. J. D. AALDERS Political Thought and Political Programs in the

    Platonic Epistles, ibid. 147-187. Sobre el contenido ideolgico cf. tambin E. HOWALD Die Briefe Platons, Ziirich, 1923.

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    Hercher asombra no slo por su abundancia, sino tambin por su variedad: filsofos y oradores, por supuesto, pero tambin cartas amorosas, otras meramente privadas (las menos) y mu- chas difciles de definir. Tal como nos han llegado muchas de estas cartas, se ve que se han recogido las que mejor reflejaban el carcter o la ideologa del remitente: la reaccin que ese indi- viduo habra tenido en determinadas circustancias, las palabras que habra pronunciado, etc. En una palabra, como se ha repe- tido tradicionalmente, la clave est en la Ij9moi'ia.

    De la variedad de productos que se han reunido con el nom- bre de epstola pueden dar idea unos cuantos ejemplos tomadps al azar. Con el nombre de Aristneto tenemos un conjunto de descripciones y dilogos de tipo ertico, cuyos personajes nos hacen pensar tanto en la comedia nueva como en los mimos de Herodas y hasta en los Dilogos de heteras de Luciano. Las de Digenes recogen los rasgos propios de los cnicos: se imitan su a U 6 a 6 ~ ~ a y @opoXoxia. Vase como muestra el final de su pri- mera carta, dirigida a los de Sinope: ~ p e i ~ r o v yap dsou6qno~e OKEV f i DVV i)Eltv 05r~r)c qpiv ~~ODCVEXQELUW, es mejor vivir en cualquier lugar antes que con vosotros, que as os comportis con nosotros. En general recogen una ancdota, iniciada casi siempre de una manera similar (por ejemplo, civP@a~vov eic b m & K IIe~patWq, suba yo a la ciudad desde el Pireo ...). Las de Crates recogen ms bien teoras filosfico-morales, en un es- tilo de exposicin que recuerda al de Epicteto.

    No falta tampoco la oposicin a las ideas del supuesto autor; la carta XV de Hipcrates, por ejemplo, presenta una curiosa amalgama de conocimientos y tradiciones populares mdicas y hasta filosficas: el ensueo, Asclepio y sus cura- ciones milagrosas, la contraposicin S~alciXqSe~a para acabar "rectificando" la conocida reserva de Hipcrates respecto al va- lor de los ensueos, ya que le hace confesar:rara n~ureo ciXq9Pa eiva~, a~honoipqv, ~ a i Con ~ a i OU K ( L ~ o y ~ y v W u ~ o ra dmipa~a ; y al final: iqrpucq 66 uai ~ a v u p a v n ~ i j Evyy~v7jc 6 DTLV.

    Muchas veces cuesta denominar "cartas" a los productos

  • LA EPISTOLOGRAFIA GRIEGA 2 7

    que componen este variopinto conjunto. Las de Filstrato2 9 , por ejemplo, dan la impresin de ser meros ejercicios de "prosa potica'' o, mejor an, de ''elega en prosa", aunque resulte sta una contradictoria definicin30. Algunas contienen motivos ho- mosexuales: las rosas como regalo para el amado que, sin embargo, se marchitan porque no pueden competir en belleza con l (IX),el tema de amor que entra por los ojos(X,XI,XII)y hasta la consola- cin al amado porque le ha salidobarba(XV): aio-xvov~a~ yov o ah~~7jpiol TUTV 73 70pr) ~ X X O V fi & K ~ Q , TT)V pkv K ~ ~ ~ T O V V O ~ ~ ~ O V T E C , T+ Sk oa

  • 28 E. SUAREZ DE LA TORRE

    Por otra parte, junto a esto hay colecciones con mayor valor documental y de contenido, como el numeroso conjunto de car- tas atribudo al emperador Juliano, del que quiz haya que dis- tinguir un grupo de mano distinta32.

    Al lado de esta tradicional recopilacin, el estudio de la epis- tolografa se ha visto enriquecido extraordinariamente con las aportaciones de los papiros. Las cartas, tanto de poca helens- tica como imperial, que desde el siglo pasado han ido saliendo a la luz, constituyen hoy da un tesoro de valor incalculable, tan- to desde el punto de vista del contenido como del formal, y han sido con razn objeto de muy diversas investigaciones. No slo son documentos de valor histrico, sino que se han convertido en el centro de atencin del estudio de frmulas y tpicos epis- tologrficos y se han revelado como un decisivo elemento en la reconstruccin histrica global de este gnero, includa la epis- tolografa latina33 .

    Otra coleccin importante es la de las cartas de Epicuro que, frente al carcter marginal y complementario de la epistologra- fa de otros-filsofos, constituye un testimonio fundamental de su filosofa y de su vida, aunque tampoco se han visto libres de la falsificacin Su carcter de Corpus doctrinal esencial es com- parable grosso modo al de las epstolas del N. T., sobre todo las de San Pablo, autor que tantos problemas de interpretacin pa- reca crear a Norden, segn expres de manera amarga y algo exagerada34.

    Hay que destacar, sin embargo, frente a la intencionalidad apreciable en las cartas de un Epicuro o un Sneca, el deseo manifiesto de Pablo de que sus cartas se leyeran en la comuni-

    3 2 Cf. infra. 3 3 Sobre esta continuidad es decisiva la aportacin de K. THRAEDE

    o . c., como sealaremos mis adelante. 34 E. NORDEN Die antike Kunstprosa 11, Stuttgart 1 9 5 8 ~ , 499: Pau-

    lus ist ein SchriftsteUer den wenigstens ich sehr schwer verstehe: das erklrt sich mir aus zwei Grnden: einmal ist seine Art zu Argumentieren fremdar- tig, und zweitens ist auch sein Stil, aLs ganzes betrachtet, unhellenisch.

  • LA EPISTOLOGRAFIA GRIEGA 29 dad corresp~ndiente~~, pero al parecer sin intenciones de publi- cacin3 e, .

    Tambin el perodo que se suele denominar "postapostli- c 0 7 7 3 7 nos ha dejado un conjunto epistolar que contina el ca- rcter de las cartas paulinas: pueden mencionarse aqu las siete de san Ignacio a diversas comunidades y a Policarpo, as como la de san Bernab, que tiene poco de carta y mucho de tratado (die briefliche Einkleidung ist F i k t i ~ n ~ ~ ) . La falsificacin lite- raria no ceja tampoco en esta 'poca y nos sorprende con un in- tercambio epistolar entre Pablo y S n e ~ a ~ ~ y hasta con una de- fensa de Jesucristo por Poncio Pilato en carta al emperador Claudio.

    La mencin de Pablo, el Nuevo Testamento y estas cartas apostlicas nos pone en contacto con otra tradicional polmi- ca de la epistolografa griega: la de la oportunidad de una divi- sin entre cristiana y pagana o precristiana y cristiana. Exler se inclinaba por la primera, ya que, afirmaba, el nacimiento de Cristo no supuso un cambio radical en la epistolografa como tal; la carta cristiana no supone ms que un nuevo uso al que se adapta un antiguo instrumento. La verdad es que esto no es sino una prueba ms de lo arriesgado que resulta establecer divisio- nes tajantes en la epistolografa griega, ya sea por razones de fondo o de forma.

    El hecho es que uno de los momentos de auge de la litera- tura epistolar en lengua griega est representado por autores cristianos: san Basilio, san Juan Crisstomo, san Gregorio Na-

    3 5 Cf. I Thess. V 27, &vop~icw vpac TOV Kpmv hvayvwoihjvai -ip &nio~ohip nao!~ TOLC hi~Xqoic ; Col. IV 16 , ~ a i &av hvayvoot?~ ~ a p ' Uplv q &nio~ohv K T X .

    36 No entraremos en el problema de si Pablo escriba o dictaba sus cartas. Remito a G . SCARPAT o. c. 500-503, quien se inclina por el dicta- do.

    37 Cf. J . SCHNEIDER O. C. cols. 576-578. 3 8 J. SCHNEIDER ibid. col. 577. 39 Atestiguado por primera vez en San Jernimo, Vir. ill. 12 (ca.

    390 d . J. C.).

  • 30 E. SUAREZ DE LA TORRE

    cianceno, san Gregorio de Nisa40. No se trata de una mera ca- sualidad. Como ha sealado Exler4 l , el Cristianismo se encon- tr pronto con la necesidad de una comunicacin que superara a la transmisin oral, ya desbordada. De ah el nacimiento de la carta "apostlica" que, a partir de un objetivo meramente di- dctico, pasa a ampliar su contenido para convertirse prctica- mente en un "sermn moral". Las circunstancias histrico-cul- turales que siguen al Edicto de Miln (312-313) dan como resul- tado este nuevo captulo de la epistolografa griega, que se pa- tentiza en hombres de una gran cultura retrico-literaria, como se refleja en sus obras. Tales cartas son en realidad con frecuen- cia una excusa para acabar escribiendo un pequeo tratado. Pas- quali, en su excelente edicin de Gregorio Niseno, explicaba: Ea enim, quae fere omnium scriptorum ecclesiasticorum recen- tioris saltem aetatis, Gregorii consuetudo fuit, ut certum homi- nem ipso initio allocutus, interdum etiam temporum et loco- rum mentione iniecta, disputationem quamlibet theologicam ve1 vitae narrationem in epistulae speciem et formam redige- ret42.

    No todas las figuras de este momento de auge epistolar de los siglos IV y V son, sin embargo, eminentes Padres de la Igle- sia. No podemos cerrar esta somera enumeracin sin la men- cin del hombre que se convirti en maestro indiscutible de la epistolografa griega. Nos referimos a L i b a n i ~ ~ ~ . A su mano de-

    4 0 Las ediciohes tiadicionales se encuentran en los volmenes corres- pondientes a la Patrologia Graeca de Migne (Basilio en vol. XXXII, Juan Crisstomo en vol. LII, etc.); para Gregorio Nacianceno puede utilizarse la de P. Gallay, Pars, 1964; para el Niseno destaca la de G. Pasquali, Leiden 1959 (tomo VIII, 11 de Gregorii Niseni Opera, ed. W. Jaeger). Como estu- dios pueden verse los de M. CAVALLIN, G. PASQUALI y P. GALLAY OO. cc.

    41 F. X. EXLER o. c. 20 y ss. 4 2 El mismo Gregorio intenta justificar su extensin; cf. VIII 1 (Jae-

    ger), pg. 370 (vida de la hermana Macrina): ro pkv el'boc ro BiflXiou ~ U O V kv T@ T

  • LA EPISTOLOGRAFIA GRIEGA 3 1

    bemos una impresionante coleccin de 1600 cartas que, junto con el llamado codex Theodosianus, constituye la fuente ms importante para la prosopografa del siglo IV44. ES adems una cantera inagotable de datos de todo tipo y desde luego nos pare- ce esencial para completar una visin de la epistolografa griega antigua y como punto de partida para el estudio de la bizantina, que aqu no tocaremos.

    Ante la prolfica produccin epistolar en lengua griega no podemos dejar de preguntarnos si entre los antiguos no surgi la necesidad de dictar normas que, de algn modo, formalizaran y regularan la tcnica del manejo de este valioso instrumento de comunicacin, y si no pas ya entonces la carta a ser objeto de estudio, comentario y crtica. La respuesta es de todo punto afirmativa. La epistolografa griega estuvo pronto acompaada de una interesante preceptiva, muy cercana en sus orientaciones, como es natural, a la que se aplicaba a otras obras literarias y g- neros, especialmente la Retrica. Cualquier lector de los episto- lgrafos griegos repasar con todo gusto las opiniones que sobre esta preceptiva se nos han transmitido bajo los nombres de De- metrio, Proclo, Filstrato, Gregorio de Nazianzo y Focio, a lo que podemos aadir las que se espigan en Mitrdates, Digenes, Iscrates, Sinesio y otros. No est de ms tampoco citar el es- colio a Aristfanes (Plut. 322) en que se menciona el tratado nepi TO iv ~ i j UVV'T)~E@ (~aipeiv TO TE i v T ~ L C inio~oAaZc, de Dionisio de Alejandna (s. 1 d. J. C.); tambin muestra inters por el tema Apolonio Dscolo (s. 11 d. J. C.) en elnepi OUVTU- teac. Asimismo en lengua latina tenemos importantes obras de esta ndole, como la de Julio Vctor, aparte de las propias opi- niones de los epistolgrafos latinos.

    Sin duda las ms conocidas son las teoras de Demetrio; equivocadamente se crey durante algn tiempo que se trata- ba del de Falero, pero hoy da esta identificacin nos resulta

  • 3 2 E. SUAREZ DE LA TORRE

    muy problemtica. Su tratado Sobre el estilo (Iiepi Eppqveias) ha sido objeto de diversas investigaciones, entre las que destaca la de Schenkeveld, que, aparte de estudiar perfectamente las re- laciones del tratado con otras obras de preceptiva literaria, co- mo las de Aristteles, Teofrasto, las opiniones de los estoicos, el ITepi $ouq, etc., dedica unas pginas al problema de la datacin de la obra45 sobre una base lingstica rigurosa, predominante- mente lxica. El resultado que se desprende de la investigacin es que el tratado se compuso en el siglo 1 d. J. C., pero sobre fuentes que pertenecen en su mayora a los siglos 11-1 a. J. C. y sin manejar las contemporneas. Desde luego es una solucin de compromiso, pero responde mejor a los problemas con que nos enfrenta el tratado de la datacin m& antigua que G r ~ b e ~ ~ .

    En lo referente a la cuestin nck 6ei &aiorcihXeiv, los con- sejos de Demetrio (223-235) se pueden resumir en la siguiente forma :

    1. El estilo epistolar necesita de ioxvrqc; se menciona a Artemn de Casandrea,0 ~ a c 'ApiurorX~vs avaypa$as & a ~ o ~ o X a ~ , respecto a la relacin cartadilogo y a la opi- nin de que hay que escribir las cartas como si fueran precisamente un dilogo (223).

    . Sin embargo, la carta exige una elaboracin ms cuida- dosa que el dilogo, en el que predomina un tono ms li- gero y de improvisacin (224-225). Tampoco se debe in- currir con frecuencia en construcciones asindticas, so pena de pecar de estilo teatral (226).

    3. La carta tiene como principal nota 70 ~ S L K V (227); es un espejo o imagen del alma ( e i ~ Wv $v~+js).

    4. Hay que tener cuidado con la extensin, no se convier- ta la carta en ovyypappara 70 xaipew Zxovra apooye- ~pappPvov,un mero tratado con el saludo al comienzo (228).

    45 D. M. SCHENKEVELD O . C. 135-148. 46 La teora de Schenkeveld ha sido aceptada igualmente por K.

    THRAEDE o . c. 19 SS., pero en ningn caso es propia de este autor, como parece interpretar C . CASTILLO o. c. 419 n. 5.

  • LA EPISTOLOGRAFIA GRIEGA

    5. Hay que huir de las perfrasis, del rebuscamiento, y lla- mar a los higos higos (229).

    6. No todo contenido es propio de una carta. Esta, por ex- celencia, ha de ser una prueba de cpiXocppvqoic. Ha de ser concisa (ovropoc) y versar sobre un asunto simple (mpi clnho npayparoc) mediante trminos tambin simples (& bvpaoiv anXoLc, 230-231). Se puede ador- nar con refranes, por su carcter popular (232). S' in em- bargo, algunos contenidos epidcticos'pueden ser pro- pios de la carta, para lo que se recurre de nuevo al testi- monio aristotlico (233).

    7. Se admite un tipo especial de carta, con un carcter al- go ms elaborado y literario, cuando se escribe a reyes o comunidades (234).

    8. Por ltimo, en cuanto al estilo, se admiten dos tipos ge- nerales de carta: uno ms florido y agraciado, otro ms seco (235).

    Tambin a un desconocido Demetrio (igualmente identifica- do sin razn con el Falereo y que parece ser el mismo autor del IIepi &ppqveiac) se atribuye el primer epistolario conservado. Su influencia en la posteridad fue realmente grande, aunque po- demos afirmar que colecciones de este tipo debieron de circular en la Antigedad con abundancia y la realizacin de diferentes modelos de cartas ya hemos dicho que fue un ejercicio de escue- la frecuente. Esta obra de Demetrio se compone de los conoci- dos TAOL ~ W L U T O ~ L K O ~ , que para el autor son veintiuno. Su'enu- meracin va acompaada de ejemplos ilustrativos. Destaca en ellos la presencia del primero, d ~ o c cpiXi~c, con una temtica que tendra gran xito posteriormente: Ei ~ a i noX oov 8Lo77p pa ~vyxvw ~exwp~opkvoc, T@ opari pvov roro A U ~ W - u06 yhp oU8Enore 6vvarOv iniAa6qoOai pe, o66k rrjc yeyovviac fipiv &K -rcai8wv dveyrchrjrov ovvavarpocpijc, aunque me hallo separa- do de ti por una gran distancia, esto slo me sucede en mi cuer- po, pues es imposible que en ningn momento me olvide de ti ni de nuestra irreprochable crianza juntos desde nios.

  • 34 E. SUAREZ DE LA TORRE

    Resulta muy significativo un breve repaso a los tipos esta- blecidos por el autor para ver cmo se distribuyen en relacin con las funciones del lenquaje: si tomamos el cpiAiuc como bsi- co, en el sentido de que plantea el fundamento de la comunica- cin epistolar, observamos cmo a continuacin se nos enume- ran once modelos clasificables predominantemente en la fun- cin impresiva y otros nueve que lo son en la declarativa. Y hay otros dos ltimos que Demetrio no clasifica, uno mixto, impre- sivodeclarativo, y el bsico, que fundamenta el papel de la carta como instrumento de comunicacin: sta ya no es slo un dilo- go, sino nada menos que una P 0p77j rcal wav+yvpic; no es un gozo individual. sino una alegra compartida con los ojos y el alma.

    El segundo en importancia de los tratados referentes a la preceptiva epistolar es el nepi &nio~ohipaiov xapau~fipoc, atri- budo indistintamente a Proclo o Libanio aunque puede que en realidad no sea de ninguno de los dos. Suponiendo, pues, que pertenezca a la poca de estos autores, vemos que, a pesar de la distancia que nos separa del de Demetrio, las opiniones no han experimentado un cambio sustancial. Eso s, se ha llegado a una cifra considerable en la clasificacin de los diferentes tipos: exactamente 41, denominados, con un sentido ms restrictivo, spooqyopiai. Muchos de ellos, sin embargo, son reducibles a una cifra menor. El autor concuerda con Demetrio en las razones que le impulsan a escribir estas prescripciones, si bien hace hin- capi en la necesidad de que se escriba la carta oUv arcp@eiq TOA- Afi uai ~ k ~ v n . Es interesante su definicin de ella, por recoger perfectamente una serie de motivos convencionales que veremos repetidos con frecuencia: . ) E ~ M T o ~ ~ ) p1-v 0th &JTW bp~Aia TLC &y- ypappa~oc dnv~oc n p b ~ a s v ~ a yiyvopkvr) uaixpeiW6q orcorov &urXqpooa, ipe 6 T L ~ 6v a b ~ h e p kv napWv T K spbc rap- Ta, la carta es, en efecto, una conversacin por escrito que se establece entre una persona y otra que est ausente y que cum- ple una finalidad utilitaria; en ella viene a decir uno lo mismo que din estando en presencia del otro.

    Las ideas a que nos referimos son:

  • LA EPISTOLOGRAFIA GRIEGA 35

    1. La carta como OpiXia 6 y y p a p p a ~ o ( 6 d ypappa~wv). 2. El motivo de la ~apovoia con el contraste cinWvlnapOv. 3. Como novedad, se seala la finalidad prctica de la carta. Entre los preceptos interesantes recogidos en esta pequea

    obra se pueden mencionar los siguientes: 1. La necesidad no slo de someterse a unas normas arts-

    ticas, sino tambin de ser mesurado en el ornamento y el uso del estilo a t ic is ta(a~~i~i&iv pe~piOr) para no in- currir en ~op~oXoyia.

    2. La aacprjvem, siempre dentro de un ideal de mesura y acriba: ni la claridad se ha de sacrifick en bien de la conclusin, ni se debe incurrir en desmedida palabre- ra por afn de claridad47.

    3. Admite la posibilidad de que la carta se ample y adere- ce con narraciones, citas de historiadores y filsofos, etc.

    Aunque el tratado de Proclo-Libanio es de los ms conoci- dos, es preciso reconocer, como hace el propio autor, su deuda con Filstrato, sobre todo en la apelacin a la mesura y a la claridad. Resulta clebre su opinin sobre esta ltima, o ~ v e m 6' ayabT) fiyephv Mravror Xbyov, p&io~a 6t. ~ T L U T O ~ ~ ~ C , la cla- ridad es' buena gua de todo discurso, pero especialmente de la car- t a Tambin critica el exceso de aticismo:!6ei ib cpaweobai ~ 0 v E ~ L U T O X V T ~ P , i6eav a ~ ~ i ~ w ~ k p a v pev &vqbeiac, ~ v v q ~ e o ~ ~ - pav 66 a ~ ~ i ~ i o e o r , pues es preciso que el estilo de la carta pa- rezca ms tico que el de la lengua vulgar, pero ms vulgar que la tica. Igualmente aconseja buscar rotundidad en las cartas breves y huir de los KKXOL en las de mayor extensin.

    Del mismo modo que en las cartas de todas las pocas se da una serie de tpicos, tambin en la preceptiva que analiza- mos hay diversos motivos que reaparecen con frecuencia. Gre-

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    gorio de Nacianzo, en la epstola a Nicobulo, recomienda mesu- ra en trminos similares a los de Filstrato y Proclo/Libanio e incluso se sirve de una comparacin que encontramos en el pri- mero de ellos: la certeza en la eleccin de trminos ha de ser igual a la del buen arquero (o~o~{o6ai). Junto a estos conse- jos y adems de los imprescindibles sobre uvv~opa y oap.rjveia, insiste ms Gregorio en la adecuacin al contenido, que est en estrecha relacin con la xpeia (recordemos la "finalidad utilita- ria" de Proclo-Libanio): 'EUTL 6P pk~pov 6 T L ~ T O X W V 7j x p ~ i a , ~ a i OUT p a ~ p ~ e p a ypan~ov, 05 p7) noXXa TU npypara, OTE p~~poXoyqdov, Ev8a nohX, la medida de las cartas es su utili- dad y ni hay que escribir ms de la cuenta cuando no son mu- chos los asuntos, ni menos cuando lo son. Asimismo propone (con un uso realmente peculiar del trmino, pero no exclusi- V O ~ ~ ) , buscar la xpic en el estilo, lo que se consigue al no ex- cederse en la sequedad y falta de adornos. Ms adelante reco- mienda naturalidad: igual que las aves decidieron que el gui- la era la ms bella porque no crea serlo, as tambin en las car- tas ha de observarse, sobre todo, la ausencia de adornos y aque- llo que sea ms prximo a lo que est de acuerdo con la Natu- raleza.

    Hay que tener en cuenta que, si bien los autores hasta aho- ra mencionados son los ms notorios en este terreno del buen hacer epistolar, no cabe duda de que en sus textos vienen a re- cogerse ideas muy generales, conocidas en cualquier contempo- rneo mnimamente interesado por la retrica, en cuyos manua- les se repite una y otra vez la exigencia de concisin, de clari- dad, de mesura, etc.

    Segn decamos, aisladamente se encuentran opiniones so- bre cuestiones similares en otros autores. Por ejemplo, la rela- cin (o contraposicin) epstola-dilogo .podemos verla reco- gida en la epstola 1 a Dionisio de ~ s c r a t e s ~ ~ , en la que alude a la insuficiencia de la expresin escrita frente al dilogo: entre otras cosas, no hay posibilidad de corregir instantneamente al que yerra.

    4 8 Recordemos que Demetrio (n. 6 . 235) habla ya del xapa~r4p Xa- pas como opuesto al ioxv~.

    4 9 Recogida en pgs. 319 y SS. de R. HERCHER o . c.

  • LA EPISTOLOGRAFIA GRIEGA 37

    Por el contrario, en la carta de Digenes50 a Hiparquia se habla de la semejanza entre una carta y una char1a:Advavra~ ybp a Pmo~ohaI 'ITOXXU rcai orix +rrova ~ i j c rpbs napv~ac 6 a - Xk&ae, pues las cartas tienen mucha fuerza y no menos que el dilogo con personas presentes. Y es sintomtico que las cartas que llevan el nombre de Digenes recojan casi siempre una con- versacin.

    A veces las opiniones de los autores se apartan un poco de estas nociones ms comunes. Mitndates, al presentar las cartas de Bruto, establece una curiosa relacin entre el tono de stas y la dignidad de la persona; las de Bruto, afirma, no slo son ad- mirables por su 6ervrqc y su ovv~opia, sino tambin porque llevan la marca del orgullo de su autor, propio de un caudillo (dx q yepovi~o cppovrjparoc d~ooac xapa~~i jpa ) . Dada la per- sonalidad del que las escribe no est de ms, pues, denotar peyahoJ/v~ia y bwepoJ/ia. Por el contrario, la respuesta osada de los inferiores no merecera ms que censura.

    Como se puede ver, en la preceptiva comentada hasta el mo- mento no se trata ni ms ni menos que de orientar sobre la me- jor manera de hacer efectiva la expresin de la ya citada rela- cin de interlocucin; de ah que encontremos con frecuencia la comparacin de la carta y el dilogo. En este sentido es muy significativa la def inicin del nepi & n~o~o&taiou ~aparcrijpos , con los motivos del dilogo, la ~apovoia y la finalidad prcti- ca. Es evidente que se concibe la carta solamente en funcin de esa relacin binaria cercana a la charla que, por tanto, le da una formalizacin muy concreta. Es sintomtico el hecho de que muchas cartas expresen la necesidad de una contesta- cin urgente y que se inste a ello cuando se considera que ha pasado un tiempo excesivo: el emisor del mensaje (podramos decir con trminos lingsticos) necesita la comprobacin de que ste ha llegado al receptor, pues, en caso contrario, la car- ta no habra cumplido su funcin primordial de comunica-

    50 Pg. 235 de R. HERCHER o. c.

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    cin: se habra convertido en un absurdo monlogo dirigido a un t fantasmagrico que no ha respondido a los mecanismos puestos en marcha en esta aplicacin de las funciones lingsti- cas.

    Su mismo carcter de comunicacin dialgica es lo que hace que se establezca un cdigo muy preciso que facilite una rpida captacin del mensaje. De ah el establecimiento de unas frmu- las muy concretas que proporcionan los datos bsicos.

    Durante el presente siglo, y a raz del gran acopio de mate- rial papirceo, han sido precisamente los estudios centrados s.0- bre este conjunto los que han gozado de mayor xito. Las obras de Exler, Koskenniemi, Thraede, White y Kim han agotado ya buena parte de este interesante filn y han dado un nuevo enfo- que de tipo formal y estructural al estudio de la epistolografa. De ellos extraemos los ejemplos e ideas que nos van a servir pa- ra ilustrar esta parte de nuestro estudio.

    El primer hecho evidente en estos conjuntos epistolares, en relacin con las anteriores observaciones, es la obstinada pervivencia de una serie de frmulas.

    Por un lado, las de encabezamiento, a partir del tipo bsi- co con xaipeiv5', pero con muchas variantes (nohXa x., n k t o ~ a x.,xaipeiv ~ a i ippobai). Como dato peculiar se observa que la utilizacin de las frases C O ~ T ~ ~ L X T T ~ , T@ T L ~ L W T U T ~ , TQ i6iq, 74 KV& se empieza a dar en poca imperial y con espe- cial incremento en el siglo 111, coincidiendo con una mayor pomposidad y extensin de las frmulas.

    En los finales se usa Eppoao (ZppwoOe), ippobai oe 8- Xopai, menos E T ) ~ L (posteriormente GLEVT~EL) y, por ltimo, jyiaive, yiaive~e, e6 n p a ~ ~ e ~ e .

    Las fechas se expresan de manera ms simple en una pri- mera poca, para complicarse en el perodo romano tardo.

    No faltan las frases convencionales en el cuerpo de la car- ta: aqu encontramos los deseos de tppabai (en fecha ms

    5 1 La primitiva frmula J G ~ i v a 7 4 Geivi T&E Xy~i, conocida ya en el siglo Va. J. C., no se da ms que en inscripciones e historiadores; ya en el siglo IV el lugar de T ~ E lo ocup xap~iv (cf. M. VAN DEN HOUT o. c.)

  • LA EPISTOLOGRAFIA GRIEGA 39

    antigua) y Uyiaiverv (posteriormente); los tipos ms conocidos sin duda son el Eppooai, e6 v f"xoi. 6ppcjpe9a 66 ~ a i fipelc y npo pdv n v ~ o v exopai oe Uyuziveiv. A estas frases se aaden otras con el verbo aonoao9ai y, por supuesto, formas mixtas.

    La frmula final bsica en el perodo ptolemaico es la que reza EmpkAov 66 oeav~o Lv' Uylulivgq (como siempre con susti- tuciones y adiciones). Tambin es conocida la frase que aclara el carcter iletrado del remitente: 6& 721 y+ ei6dvai aUrw ypap- pa.ra, hasta el siglo 11 d. J. C.; a comienzos de la era cristiana se empieza a utilizar Eypa$a 6nkp a d ~ o p.i) ei6boc ypppa~a; en los siglos 11 y 111 encontramos tambin Fypa$a Uaip aU~o8a- ypappa~ov. Por ltimo, es frecuente que se aada un juramento.

    Sin embargo, ms importante que esas frases fosilizadas es todo un conjunto de expresiones y convenciones de contenido que aluden a otra serie de motivos y que permiten modificacio- nes personales de los autores, a veces muy reveladoras. As, por ejemplo, las que se refieren al intercambio epistolar en s. El ti- po ms conocido es aquel en el que se expresa el deseo de reci- bir correspondencia: EiGo -rpec iniorohac~ 2nep$a ooi, tcai oU6i piav poi Eypa$ac (P. Mich. 111 217, 8 s., 296 d. J. C.); o con exageracin, f ~koreiX o01 y& pvp~avr(Cic (P. S. 1. XIII 1334,8s.,s. IIId. J. C.).

    Si bien una gran cantidad de cartas personales no parecen tener ms motivacin que conocer la salud del destinatario e in- formar sobre la propia, merece cierta atencin la llamada fr- mula de la agopprj, de extendido uso a partir del siglo 11 d. J. C. y cuyas variaciones se mueven entre estrechos lmites. El motivo externo queda expreso en el primer miembro (p. ej., eU~aiphv edpcjv), que se une como construccin participial al segundo, el cual especifica el' impulso interior (avaytcaLov jlyqo&qv, a. Evpioa). Paradjicamente es raro que se alu- da en la agopprjal objeto prximo de la carta. La frmula no es exclusiva de las escrituras en papiros, pues tambin se da en algunos epistolgrafos del siglo IV d. J. C., por ejemplo

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    Basilio (CCLXIV, Pp~opdvov TWV ... rpbc ~ q v erihpedv oov, fi8t-wc T ~ V dqopC(rjv TWV ypapp~wv P 6 e ~ ~ 1 ? a tcai npooayo- peopkv oe 81' aU~6v).

    Muy importante es la fraseologa que alude a la carta como medio de conservacin de las relaciones personales. Con ella se expresa el agrado en mantener dicha correspondencia y los valo- res que comporta. En la Antigedad se resuman estos senti- mientos en la palabra ~ X ~ v q o i c . Este sentimiento es palpable tanto en detalles pequeos (por ejemplo, el empleo de apelati- vos afectuosos) como en locuciones de mayor envergadura. Por ejemplo, cuando leemos en P. Lips. 104 Orav 4pLv ypa$nc, $v$vxv TL Xappyw: la carta tiene $ v ~ r j , exactamente la que pone en ella el remitente. Desde luego el rhoc ~ L X U C O C encaja perfectamente en este modo de manifestacin personal y ser muy frecuente en los autores del siglo IV, especialmente Basi- lio.

    Entre las frases formularias "filofronticas" se pueden men- cionar tanto las que se refieren a la situacin personal del desti- natario como las formulae valetudinis, a las que ya hemos hecho alusin. Asimismo hay que mencionar la frmula del r p o o ~ vqpa, que suele seguir a aquella en que se expresan los deseos de buepa salud, bajo la forma tcai TO rpoorcvgpa oov noi6, con o sin mencin de las divinidades locales. Nace entre los griegos de Egipto, con un carcter en principio religioso.

    Su desaparicin a partir del siglo IV se ha puesto en relacin, aunque no unnimementes2, con la extensin del Cristianismo. La idea de Wilcken de que cuando aparece el npoo~rqpa en cartas cristianas es porque su autor es un converso reciente, que contina sus hbitos paganos, parece confirmarse, segn Youtie, a partir del P. Mich. 346, del s. IV, quiz uno de los ltimos ejemplos de este tipo.

    A estas frmulas hay que aadir aquellas que recogen el mo- tivo de la pveia, del'afectuoso recuerdo, que, aparte de los papi- ros, vemos seis veces en San Pablo53. Simultneamente el carc-

    5 2 En contra K. THRAEDE o. c . 81. 5 3 1 Rom. X 1 ; Eph. XVI l ; Z Thess. 11 2 ; Tim. 13;Philem. 4.

  • LA EPISTOLOGRAFIA GRIEGA 4 1

    ter filofrontico se puede intensificar mediante diversos recur- sos: apelativos, dativo tico, etc. sobre todo en la clusula final. En sta se suele recurrir a cierto toque personal. Para ello se alu- de, por ejemplo, al alejamiento espacial y al dolor por la separa- cin (ap' ob &&jWec ciq' 4p0v ~ o ~ o [ ~ E ] v , 071 oijau d.$ehrjXv- 9ac npbc rjp&, P. Brem. 58, s. 11); tampoco falta alguna sor- prendente expresin: acp' ijc aafiA8ec &r~cr)ropev 606 ra K- npuz 8kXovrkc oc ciGiv.En los epistolgrafos tardos todo esto cristalizar en el conocido motivo del aboc.

    El otro gran tpico es el de la aapovoia, con el conocido contraste dnvlaapchv. Un ejemplo clsico es el de la carta de Heraclides a su hijo con motivo de su boda (B. G. U. 1080,16 s., s. 111, flpelc 66 d~oy) andvrec &s aapdvrec 6u~8oi r)ljppY- 8qpcv ~arev~pevoi 001). Se suele contraponer en estas expre- siones TU ypci,upara con 8eoao8ai, oi bp8ahpoi con aljrai ~ $ E L S ; 4 ~ & E U K con f l auoq; 70 avepa con rd oopa.

    Uno de los principales mritos del libro de Thraede es ha- ber rastreado con toda pericia la pervivencia de los ms nota- bles tpicos epistologrficos, a partir del rhoc p~hiuc de De- metrio, con la inclusin de eslabones aparentemente perdidos, tanto en la epistolografa griega como latina, y el resultado de una mayor coherencia en el establecimiento de dicha perviven- Cia. En efecto, cuando se intenta seguir el rastro al rhoc pihi- K&, sorprende que aparezca de una manera predominante en papiros de los siglos 11 y 111 d. J. C. mientras que Demetrio, en el s. 1, lo mencionaba ya como usual y principal. Pues bien, aunque falten los ejemplos griegos de esta poca y anteriores, un repaso a la epistolografa romana entre los siglos 1 a. J. C y 1 d. J. C. se muestra muy revelador: en Cicern tenemos ya Ia idea de la "presencia" y de la carta como conversacin (iocari, colloqui); Ovidio recoge los mismos tpicos, a los que aade el de mente uidere y el tema del consuelo y la nostalgia; Sneca se expresa a veces con trminos similares, aunque aade conside- raciones ms personales; por ltimo, encontramos en Plinio bellos ejemplos de demostracin de rpAia. En resumen, que ya desde la Roma republicana se dan los rasgos bsicos del tema que ahora comentamos. De modo que, contra lo que se crea, no

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    es cierto que la fraseologa filofrontica se desarrolla lentamente desde el siglo 11 d. J. C. para alcanzar su cima en el IV y V: ya en poca republicana tarda y en poca de Augusto es un moti- vo epistolar usual, incluso en auge. Hasta el punto de que slo en los autores de los siglos IV y V encontraremos un nuevo apo- geo del tema.

    Los tpicos (y no slo las meras frmulas de saludo o des- pedida) se mantienen de una manera asombrosa, lo que confi- ma la existencia de manuales de tcnica epistolar, ya supuesta al hablar de la preceptiva.

    Si en los papiros son notables los de la pveia y de la apov- uia (aunque entre sus expresiones se nota la falta del equivalen- te al latino mente uidere, G~avoq flkeiv), no ocurre as en el N. T., donde no abundan. No obstante, son4mportantes tres pa- sajes de San Pablo con el motivo de la ?rapouoia (1 Thes. 11 17, con la oposicin poocj?rql~ap6~ y una particular sustitucin del vulgar ?rvr~c por rop~viuzPkvre~; I Cor. V 3 s., dnhv T@ ucjpari, ap wv 6f ~ c t , ?rvepa~i; y Col. 11 5, op~lvepa).

    Otro eslabn perdido en la pervivencia de los tpicos es el del llamado autor de las cartas a Jmblico. Se trata de un su- puesto annimo cuyas cartas, compuestas entre. 300 y 320, se hallan incorporadas al Corpus atribudo a Juliano. La verdad es que el problema de la distincin de las dos manos es arduo y no est plenamente resuelto. En cualquier caso, estas cartas, que respirdn el aire de la escuela54, son, por su falta de originalidad, frecuentes en loci communes de la retrica y la epistolografa: el ?r690~, el cjvlmpcjv, la OpiAia 6u i ypapprwv y la ~oivw- via; la eirc&v $ ~ i j c ; el consuelo epistolar, etc. En total, de es- tas dieciocho cartas, ocho tienen motivos tpicos del gnero.

    Por ltimo, en los siglos IV y V tenemos en la Patnstica y en Libanio muy interesantes ejemplos de utilizacin de tpicos. El de la unidad en el pensamiento encuentra su expresin en san Basilio y san Juan Crisst~mo, y algo menos en san Grego- rio Nacianceno. Es muy frecuente el tema de la unin en la

  • LA EPISTOLOGRAFIA GRIEGA 43

    amistad o en el amor: Libanio relaciona con frecuencia cp~Xia con ypcippara; san Gregorio Nacianceno encarece el valor de la car- ta y seala (CCXXIX) que 4 cpAia 6 ~ e u ~ W r a aoiel ~hquiov (segn l, las cartas soii Xyo~ p~hiac); san Juan Crisstomo de- fine la carta como Seiypa cpthiac e intercambia con frecuencia pAa, d y h q , 8uiOeutc, iI/vxrj, n@oc, 6uivouq ipoc, (~~Xourop- ya en este sentido. Tampoco poda faltar, naturalmente, la ~apovaia, con el tpico del cjc rapv, pero entendida tambin como cpavraoia ~apovuiac (ya en las cartas a Jmblico). San Gregorio de Nacianzo llega incluso a definir la carta como una U K L ~ a v d oWparoc y el intercambio epistolar como owzypa- cpijuars5. En estos autores s encontramos el motivo del Suzvoip pXnew y especialmente la mencin de los ojos del almas6. Y, desde luego, tampoco falta la 6piXia S& ypappmv, la eircOv iI /v~i jc y el noc, tpicos que aparecen a veces ya "cristiani- zados".

    Algunas de las caractersticas formales de la carta merecen cierta atencin a la luz de las consideraciones de tipo estructu- ral que he venido haciendo. Por ejemplo, es muy distinta la ex- presin lingstica de una carta familiar a la de una carta dirigi- da a una comunidad con afanes literarios o a una persona poco o nada conocida. Segn la ecuacin

    Comunicacin z ~ ~ ~ ~ ~ n + , , n s a j e es evidente que, en una carta familiar o entre ntimos, los da- tos del contexto y situacin no necesitan ser explicitados como cuando se ha de dar una situacin con ms detalle al destina- tario. Aunque parezca extrao, los tpicos aumentan precisa- mente en las cartas entre ntimos o familiares, en las que basta un cdigo elemental para la formalizacin del contenido: es la misma diferencia entre un dilogo entre amigos y entre dos personas desconocidas que carecen de referencias comunes. Al ---------------m---------

    S 5 Cf. CXCVI 2 y CCI. 56 Cf. san Basilio (CXXXIII) y san Juan Crisstomo (CXXXIII).

  • 44 E. SUAREZ DE LA TORRE

    mismo tiempo se puede observar en una misma carta lo que en un dilogo se efecta en momentos diferentes: desde la expre- sin del deseo (el "optativo exocntrico" de Pottier, deseo te encuentres bien, tan frecuente en las cartas griegas como en las vulgares de la actualidad) hasta el imperativo (en una carta co- mo P. Tebt. 315, del s. 11 d. J. C., recogida en Hunt-Edgar 11 n. 127, podemos ver, sin contar con el ~a ipe i v inicial y el Eppooo final, hasta siete imperativos o similares ms tres con b w q que indican tambin una intencin de influir en el comportamiento de la otra persona). Es decir podemos encontrar aprovechada al mximo la funcin impresiva del lenguaje (esto con ms fre- cuencia) o tambin la declarativa si el propsito es meramente informativo.

    La epistolografa griega, en resumen, se ha revelado como un frtil campo de investigacin. Los problemas son abundantes: sus relaciones con la retrica; su posible clasificacin, tan difcil a veces de precisar; su gran variedad de contenido junto a la per- severancia de numerosos tpicos, etc. Por otra parte, cada autor ofrece grandes posibilidades de trabajo: tpicos y motivos ex- clusivos o ms comunes, relaciones con las corrientes literarias coetneas, etc. Creemos, en fin, haber destacado su importancia como material literario susceptible de un enfoque nuevo (exten- sible a la preceptiva), ya sea el estructural aqu propuesto u otro similar, ello debido ante todo, a la proximidad, ya recono- cida por los antiguos, entre la carta y el dilogo o la charla, bien como relacin binaria de interlocucin (carta) o triangular (eps- tola). Por todo ello, no nos ha parecido carente de sentido una revisin de esta faceta de la Literatura griega aparentemente marginada.

  • LA EPISTOLOGRAFIA GRIEGA

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