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LA DOCTRINA JUÁREZ Daniel Cosio VILLEGAS El Colegio de México EL FÁCIL EJERCICIO periodístico de comentar y citar los mensa- jes presidenciales hasta hacer con ellos libros enteros donde se pretende presentar la "política" exterior, la educativa, o la agraria del país, no ha encontrado, por lo visto, mucha sus- tancia en el manifiesto y el mensaje de Juárez, ambos de 1867. Los dos son, sin embargo, documentos notables: resisten ven- turosamente la comparación con cualquier otro de esta u otra época de nuestra vida nacional. Muy conocido es, por lo me- nos, un párrafo del manifiesto que Juárez hace público el 15 de julio de 1867, al regresar el gobierno republicano después de cuatro años de ausencia, durante los cuales se repliega ante la acometida extranjera y conservadora, para sobreponerse a ella finalmente. Ese párrafo es el famoso de ".. . entre los indivi- duos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz". Pero en el mismo manifiesto hay esta otra frase: "He- mos alcanzado el mayor bien que podíamos desear al ser con- sumada por segunda vez la independencia nacional." Su im- portancia es singularísima, pues sin duda es la convicción de que sólo con la victoria sobre la Intervención y el Imperio México había alcanzado de verdad su autonomía. En esta idea se inspiró el otro documento, el mensaje que Juárez lee el 8 de diciembre de 1867 al reanudarse, con el IV Congreso, la vida constitucional del país. En sus escasas tres páginas y me- dia no llega a asomar siquiera la jactancia, ni la propia de su autor, a quien los hechos habían convertido en el símbolo del triunfo republicano, ni de la República o del país, por la vic- toria completa sobre el partido conservador y la iglesia, sobre Francia y el Imperio, y sobre las potencias de la Europa occi- dental que, aun cuando no participaron en la lucha armada contra la República, tomaron sin vacilar y sin escrúpulo el partido de Francia y del Imperio. Tampoco, ni remotamente,

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LA DOCTRINA JUÁREZ

Daniel Cosio VILLEGAS El Colegio de México

E L FÁCIL EJERCICIO periodístico de comentar y citar los mensa­

jes presidenciales hasta hacer con ellos l ibros enteros donde se

p r e t e n d e presentar la "po l í t i ca" exter ior , la educativa, o la

a g r a r i a del país, n o ha encontrado, p o r l o visto, m u c h a sus­

t a n c i a en el manif iesto y el mensaje de Juárez, ambos de 1867.

L o s dos son, sin embargo, documentos notables: resisten ven­

t u r o s a m e n t e la comparación con cualquier o t r o de esta u o t r a

época de nuestra v i d a nacional . M u y conocido es, p o r l o me­

nos, u n párrafo del manif iesto que Juárez hace públ ico el 15

d e j u l i o de 1867, a l regresar el gobierno republ icano después de

c u a t r o años de ausencia, d u r a n t e los cuales se repliega ante la

acomet ida extranjera y conservadora, para sobreponerse a ella

f i n a l m e n t e . Ese párrafo es el famoso de " . . . entre los i n d i v i ­

duos , como entre las naciones, el respeto a l derecho ajeno es

la paz". Pero en el m i s m o mani f iesto hay esta otra frase: " H e ­

m o s alcanzado el mayor b i e n que podíamos desear al ser con­

s u m a d a p o r segunda vez la independencia nac ional . " Su i m ­

p o r t a n c i a es singularísima, pues sin d u d a es la convicción de

q u e sólo con la v i c t o r i a sobre la Intervención y el I m p e r i o

M é x i c o había alcanzado de v e r d a d su autonomía. E n esta idea

se inspiró el o t r o documento, el mensaje que Juárez lee el 8

d e d i c i e m b r e de 1867 al reanudarse, con el I V Congreso, la

v i d a const i tuc ional del país. E n sus escasas tres páginas y me­

d i a n o llega a asomar s iquiera la jactancia, n i la p r o p i a de su

a u t o r , a q u i e n los hechos h a b í a n convert ido en el símbolo del

t r i u n f o republ icano, n i de la R e p ú b l i c a o de l país, por la vic­

t o r i a completa sobre el p a r t i d o conservador y la iglesia, sobre

F r a n c i a y el I m p e r i o , y sobre las potencias de la Europa occi­

d e n t a l que, a u n cuando n o p a r t i c i p a r o n en la lucha armada

c o n t r a la Repúbl ica , t o m a r o n sin vaci lar y sin escrúpulo el

p a r t i d o de Francia y de l I m p e r i o . T a m p o c o , n i remotamente,

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t r a n s p i r a o d i o por el enemigo vencido, n i la más lejana ins i ­n u a c i ó n de vengarse o desquitarse de él. Sobrio en su exten­sión y en su lenguaje, es nobil ís imo de intención, pues todo él, e n r igor , se endereza a congratularse p o r la n a t u r a l f a c i l i d a d c o n que la R e p ú b l i c a ha re in ic iado su v i d a , conservando la paz, creando la confianza, e l ig iendo autoridades legítimas y estables, l o mismo las munic ipales que de los estados y la federación. Y anuncia también el mensaje la fe, la decisión y la f irmeza con que la R e p ú b l i c a debe acometer la tarea de reconstru ir e l país y hacerlo progresar hasta obtener el b ien­estar y la d icha prometidos p o r las leyes y las inst i tuciones republ icanas y democráticas.

De ese mensaje, sin embargo, n o interesa aquí sino u n o solo de sus aspectos, a u n cuando de los más novedosos y me­nos comentados. Juárez dice en él que el p u e b l o había com­b a t i d o la intervención monárquica, cuyo propósito fue des­t r u i r la R e p ú b l i c a y su gobierno, hasta alcanzar el doble re­sultado de d e r r i b a r l a , y de que la R e p ú b l i c a , en pie siempre, saliera con b i e n de la lucha y "más fuerte en el i n t e r i o r y más respetada en el exterior". E n seguida hace la observación de que "los hi jos del p u e b l o " , a l i r recuperando el t e r r i t o r i o antes ocupado p o r los ejércitos adversarios, habían restable­c ido autoridades republicanas que desde el p r i m e r m o m e n t o d i e r o n protección y garantías a todos, inclusive a sus enemi­gos, fueran éstos mexicanos o extranjeros. E n cuanto a la posición i n t e r n a c i o n a l en que se ha l laba la R e p ú b l i c a Res­taurada, Juárez destaca el hecho de que M é x i c o se quedó du­rante la guerra con la sola compañía de las repúblicas ameri­canas, cosa expl icable p o r ser comunes a todos los p r i n c i p i o s y las inst i tuciones democráticas. E n cuanto a las demás na­ciones, Juárez dice clara, templada y diplomáticamente:

A causa de la In te rvenc ión , quedaron cortadas nuestras relacio­nes con las potencias europeas. Tres de ellas, por v i r t u d de la Convención de Londres, se pusieron en estado de guerra con la Re­púb l i ca . Luego, la Francia sola c o n t i n u ó la empresa de la inter­vención; pero después reconocieron al llamado gobierno sostenido por ella los otros gobiernos europeos que h a b í a n tenido relaciones con la R e p ú b l i c a , a la que desconocieron, separándose de la con­dic ión de neutralidad. De este modo, esos gobiernos rompieron

LA DOCTRINA JUÁREZ

sus tratados con la Repúb l i c a , y han mantenido y mantienen cor­tadas con nosotros sus relaciones.

La conducta del gobierno de la R e p ú b l i c a ha debido normarse en vista de la de aquéllos gobiernos. Sin haber pretendido nada de ellos, ha cuidado de que no se haga nada que pudiera justamente considerarse como motivo de ofensa; y no o p o n d r í a dif icul tad para que, en circunstancias oportunas, puedan celebrarse nuevos tratados, bajo condiciones justas y convenientes, con especialidad en lo que se refiere a los intereses del comercio.

Juárez recalca que su gobierno había cuidado de que los nacionales de esas potencias residentes en M é x i c o gozaran de l a protección de las leyes y de las autoridades del país en el m i s m o grado y con el m i s m o t í tulo que los mexicanos. Seme­jantes medidas, y la nobleza de l p u e b l o mexicano, que hacía verlos n o como enemigos personales y n i s iquiera del país, h a b í a n dado el resultado de que n i n g ú n extranjero se h u b i e r a quejado de nada. Así , Juárez todavía se da el l u j o de co­m e n t a r con la m i s m a sobriedad:

Prácticamente se ha demostrado que por la i lus t ración de nues­tro pueblo, y por los principios de nuestras instituciones liberales, los extranjeros residentes en México, sin necesidad de la pro tecc ión especial de los tratados, son considerados con igualdad a los mexi­canos y disfrutan de los derechos y las garan t ías otorgadas por las leyes.

E n esa forma, s in alzar la voz y menos usar u n a sola palabra a i rada o siquiera alt isonante, Juárez anuncia , a E u r o p a y a l m u n d o , que M é x i c o se dispone a dar u n a nueva m a n o en el juego de cartas i n t e r n a c i o n a l .

E n p r i m e r lugar , hace la observación de que la v i c t o r i a h a b í a forta lec ido i n t e r i o r m e n t e a l país, es decir, las di feren­cias profundas, en apariencia irreconci l iables, que habían separado a los mexicanos, y que, p o r sobre todas las cosas, h i c i e r o n posible — y , para algunos, i r remediablemente nece­s a r i a — la intervención, habían desaparecido, o, a l menos, i b a n a h a l l a r u n m o d o de avenirse. Desde luego, los liberales, antes d i v i d i d o s p o r t a n t o m o t i v o ideológico o personal, reco­n o c i e r o n ante la intervención y el I m p e r i o e l d e n o m i n a d o r c o m ú n de su nac ional ismo y de su republ icanismo. E n seguí-

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da, los conservadores, a l ser derrotados m i l i t a r m e n t e de u n m o d o ya irreparable , n o sólo tendrían que renunciar a acudir de nuevo a l extranjero para imponerse a sus adversarios, sino q u e debían h a l l a r u n modus vivendi d e n t r o de las inst i tuc io­nes republicanas y democráticas previstas p o r la Constitución. F o r m a r í a n y actuarían, sin duda, como u n g r u p o o p a r t i d o opositor , pero n o de las inst i tuciones, sino de los programas o medios d e l gobierno l i b e r a l .

Mas Juárez señala también la o t r a consecuencia necesaria de la v i c t o r i a : ahora se respeta más a M é x i c o en el exterior , p o r q u e , aparte de haber ganado i n t e r n a m e n t e en cohesión y fuerza, cualesquiera que fueran las explicaciones y atenuan­tes, e l hecho grueso, pero i n d i s c u t i b l e , habría sido que el m a y o r poder m i l i t a r de la t i e r r a había fracasado en su propó­sito de mantener en M é x i c o el i m p e r i o de M a x i m i l i a n o . Esa fortaleza nueva a que Juárez se refería en su mensaje, la que creaba u n a a c t i t u d de respeto en el exter ior , no era, por su­puesto, de naturaleza m i l i t a r , a u n cuando la contienda, en ú l t i m o término, se h u b i e r a l i q u i d a d o m i l i t a r m e n t e . Su esen­cia, más que nada, era m o r a l : la resolución tenaz, el carácter f i r m e , para defender en todos los terrenos, incluso el de la l u c h a armada, u n m o d o p r o p i o de ser, el suelo en que se vive y l o que en él florece, l o m i s m o l o espléndido o simple­mente bueno, que l o m a l o y hasta l o condenable sin reserva.

Juárez en seguida subraya el hecho de que la protección de las autoridades republicanas, en cuanto se instalan en los lugares desalojados p o r sus adversarios, se extiende hasta sus enemigos, los mexicanos conservadores y los extranjeros que en a lguna f o r m a habían servido a l gobierno i m p e r i a l . Es más: la e q u i d a d de esas autoridades, y, sobre todo, la ilustración d e l p u e b l o mexicano, habían demostrado, con la fuerza incon­trastable de los hechos que los extranjeros vivían exactamente como los mexicanos, sin necesitar para el lo de la protección "especia" que pretendían otorgarles los tratados o convencio­nes internacionales. L a experiencia había demostrado, pues, que esos tratados n o eran t a n necesarios como México lo ha­bía creído hasta entonces, y como ciertamente se l o habían asegurado las potencias extranjeras que los exigieron. Juárez

LA DOCTRINA JUÁREZ 531

remacha suavemente este clavo al decir que si a l g u n a vez

M é x i c o se decide a celebrar nuevos tratados con los países con

quienes ahora n o tiene relaciones, preferirá los comerciales, es

decir , los que crean relaciones e intereses económicos, a los

s implemente políticos, o sea, los que crean tan sólo relaciones

de gobierno a gobierno.

T o d o esto, s in embargo, n o era sino el trasfondo o el so­

p o r t e de la declaración más i m p o r t a n t e del mensaje: M é x i c o

consideraba insubsistentes todos los tratados que l o habían

l igado a esas potencias hasta p r i n c i p i a r la guerra de interven­

ción. L a i m p o r t a n c i a de esa declaración se m i d e con f a c i l i d a d

si se recuerda, p r i m e r o , que los vínicos tratados que M é x i c o

tenía con I n g l a t e r r a , Francia y España eran los que ampara­

ban las deudas contraídas p o r el país, muchas de ellas desorbi­

tadas, de u n or igen y u n a his tor ia n o ya i rr i tantes , s ino

oprobiosas, y, p o r o t r a parte, que el i n c u m p l i m i e n t o de los

tratados y del pago de las deudas que amparaban había sido

la causa p r i n c i p a l de coaligarse los tres países acreedores para

i m p o n e r su pago con las armas.

Pero Juárez se cuidó m u c h o de darle a esa resolución el

carácter de u n acto resuelto p o r México; antes b i e n , la a t r i ­

buye a la conducta de esas potencias. Decía que tres de ellas,

España, I n g l a t e r r a y Francia, se habían puesto en estado de

guerra contra M é x i c o a consecuencia del convenio que f i r m a ­

r o n en Londres el 31 de octubre de 1861, y a u n cuando sólo

Francia la l levó m a t e r i a l m e n t e adelante, las otras desconocie­

r o n a la R e p ú b l i c a a l reconocer al I m p e r i o , y, en consecuen­

cia, ellas f u e r o n las que c o r t a r o n sus relaciones con la R e p ú ­

bl ica. De ese m o d o , los tres países r o m p i e r o n sus tratados con

México , a q u i e n n o le quedaba entonces otro camino que con­

formarse a lo resuelto p o r Francia, España e I n g l a t e r r a . A

pesar de el lo, M é x i c o n o opondrá d i f i c u l t a d para que, cuan­

do sea o p o r t u n o , se celebren nuevos tratados; pero, como

nuevos, tendrán que hacerse en condiciones también nuevas,

o sea, "justas y convenientes" para México.

EZEQUIEL MONTES , a q u i e n , como presidente de la cámara de

diputados — ú n i c a que entonces e x i s t í a — le tocó contestar el

532 DANIEL COSÍO VILLEGAS

i n f o r m e de Juárez, además de insist ir en el buen t r a t o que los franceses residentes en M é x i c o habían rec ib ido en los peo­res momentos de la guerra, recordó el decreto del 12 de a b r i l de 1862, cuyo artículo 5O declaraba que quedaban bajo la salvaguarda de las leyes y las autoridades mexicanas. Def ine más los campos cuando declara que sería in justo tener como cu lpable de la Intervención a l p u e b l o de Francia, pues había sido obra exclusiva de N a p o l e ó n I I I . T o d a v í a más, a d m i t e agradecido que franceses eminentes h u b i e r a n protestado pú­bl icamente contra ella, hecho que —se aventura a s u p o n e r — a lguna vez crearía u n a polít ica francesa nueva, que haga jus­t i c ia a M é x i c o y repare los agravios cuya víctima había sido M é x i c o .

Montes , s in embargo, en su deseo de ser, o más enérgico o más expl íc i to, sólo recogió del mensaje de Juárez u n p u n t o , y c iertamente n o el de mayor interés:

México — d i j o — no rehusa su amistad o su comercio a n i n g ú n pueblo de la tierra; pero no solici tará las relaciones d ip lomát icas de ninguna nac ión : ha probado al mundo que es capaz de defen­der sus derechos soberanos contra u n enemigo poderosís imo, y está convencido de que no necesita de que n i n g ú n gobierno extranjero reconozca su existencia como nac ión independiente.

E n el espíritu de l mensaje de Juárez estaba que M é x i c o n o solicitara de nadie la reanudación de las relaciones d i p l o ­máticas, así como considerar innecesario a su condición de soberano el reconocimiento de los gobiernos extranjeros; pero, a u n solicitada p o r éstos, ¿la reanudación se haría a d m i t i e n d o l a vigencia de los tratados que M é x i c o había celebrado a lguna vez con ellos, o, como Juárez l o había anunciado, sólo se celebrarían tratados nuevos, y, además, justos y ventajosos?

E l mensaje de Juárez y la respuesta de Ezequiel M o n t e s f u e r o n comentados p o r los pr incipales periódicos de la época, a u n cuando n o con m u c h a perspicacia n i especial detalle. El Monitor Republicano consideró i m p o r t a n t e esta declara­ción sobre u n a nueva pol í t ica i n t e r n a c i o n a l , y aseguró que, en contraste con los problemas de polít ica i n t e r n a , respecto de los cuales las opiniones estaban div ididas , expresaba " f i e l -

LA DOCTRINA JUÁREZ 533

m e n t e la v o l u n t a d nac ional" . El Globo, vocero de la oposi­c i ó n p o r f i r i s t a , y d i r i g i d o p o r M a n u e l María de Zamacona, creyó que el mensaje usaba u n lenguaje débil o de escaso re l ieve a l comentar la situación i n t e r n a c i o n a l de l país:

A l t r iunfar México, han triunfado con él los pueblos todos que gimen bajo el yugo de la fuerza. Las palabras con que anunciamos solemenemente nuestra victoria son una promesa y una profecía de redenc ión para todas las naciones oprimidas, y d e b e r í a n haber te­nido u n tono grave y elevado para que penetraran en todos los corazones.

El Constitucional, además de creer que el mensaje expre­saba ideas y sentimientos de toda la nación, extremaba hasta la v u l g a r i d a d l a sensación de h o r r o r de volver a t r a t a r con quienes tantos males habían traído a la nación:

Por ahora, México sólo conserva relaciones amistosas con las repúbl icas hermanas de la Amér ica , y ojalá que nunca volviéramos a entablar ningunas con los reyes europeos, tan falsos, tan desleales y odiosos.

E l h o r r o r de El Constitucional resultó t a n ingobernable , q u e censuraba l a excesiva "espontaneidad" con que Juárez se disponía a r e c i b i r sugestiones para celebrar tratados comer­ciales con esos "reyes odiosos": antes de hacerlos, deberían, p o r l o menos, reparar las "enormes pérdidas" que le habían acarreado a M é x i c o .

Fue Francisco Zarco — c o m o era de esperarse— el comen­tarista más atento. Dedicó u n largo artículo de El Siglo XIX a juzgar el mensaje presidencial , y o t r o a la respuesta de M o n ­tes. Zarco convenía en que, a diferencia de los norteameri ­canos, los mensajes presidenciales en M é x i c o n o eran largos n i detallados, n i se les destinaba a provocar el gran debate polít ico, corr iente en Estados U n i d o s . Las circunstancias es-pecialísimas que acompañaban a éste de Juárez, sin embargo, habían creado u n a verdadera expectación, n o sólo en el país, s ino en el m u n d o entero, según Zarco suponía. A d v i e r t e y alaba su t o n o "sereno y t r a n q u i l o " , así como la exclusión de toda pasión o resent imiento. A pesar de e l lo , Zarco, amigo

5 3 4 DANIEL COSÍO VILLEGAS

y a d m i r a d o r de Juárez, pero h o m b r e independiente hasta l a i n h u m a n i d a d , hace esta observación, que debió h e r i r p r o f u n ­damente a Juárez, y que ciertamente n o just i f ica la sola lec­t u r a del mensaje:

Hay, sin embargo, en el estilo cierta languidez, cierta debilidad,, que hacen la impres ión de la fatiga del viajero que, después de una penosa peregr inac ión , vence su ú l t i m a jornada.

Zarco h u b i e r a deseado que el presidente, tras consignar e l hecho de que M é x i c o había contado d u r a n t e los años aciagos de la intervención con la simpatía de las repúblicas america­nas, anunciara su propósito de estrechar con ellas las relacio­nes hasta f o r m a r el reconocimiento expresado p o r el a p o y o prestado a M é x i c o p o r Estados U n i d o s , a pesar de haber sido* tardío y de n o haber pasado jamás de ser m o r a l . U n a apro­bación t o t a l le merecen la declaración de que las potencias q u e reconocieron al I m p e r i o habían r o t o sus tratados con M é x i c o , y la disposición de celebrar nuevos que sean justos y convenientes.

L a misma naturaleza de los mensajes presidenciales m e x i ­canos hacía que las respuestas de los presidentes de la Cá­m a r a sean siempre " u n a lánguida paráfrasis de cada p á r r a f o [de ellos], sin que expresen las opiniones y los propósitos de l a representación n a c i o n a l " . E n esta vez, p o r excepción —ase­g u r a Z a r c o — , l a respuesta de Ezequiel Montes i n d i c a u n "completo acuerdo" entre los dos poderes en la mater ia de las. relaciones internacionales.

N o provocaron u n a reacción i n m e d i a t a la declaración d e l presidente Juárez y e l comentar io de Ezequiel Montes , pues-la R e p ú b l i c a debía hacer frente a u n a tarea de reconstrucción capaz de consumir íntegramente su t i e m p o y su energía. A s í y

Juárez mismo, el i n i c i a d o r de esta nueva a c t i t u d internacio­n a l , n o volv ió a señalarla en sus seis siguientes mensajes a l Congreso, de 29 de marzo, I° de a b r i l , 31 de mayo y 16 de septiembre de 1868, y del 21 de enero y I° de a b r i l de l a ñ o siguiente. Y , s in embargo, t a n el asunto estaba en el aire, que M a n u e l M a r í a de Zamacona, a l responder al p e n ú l t i m o de esos mensajes, donde Juárez a ludió a la ratificación hecha

LA DOCTRINA JUÁREZ 535

p o r la C á m a r a de la Convenc ión de Reclamaciones f i r m a d a

c o n Estados U n i d o s el 4 de j u l i o de 1868, a f i r m a que l a t a l

convenc ión era u n " a n u n c i o a l m u n d o " de que " e l p u e b l o

m e x i c a n o " fincaría sus futuras relaciones internacionales en

"bases de j u s t i c i a , de i g u a l d a d y r e c i p r o c i d a d " . Zamacona

— c o m o antes Ezequiel M o n t e s — recogió sólo u n p u n t o de

la declaración p r i m i t i v a de Juárez: los nuevos tratados debían

ser justos p a r a México, o sea, que si algo concedía, algo de­

bía r e c i b i r en cambio. E n verdad era p e r t i n e n t e este comen­

t a r i o , pues, contrar iamente a l o que en a lgún m o m e n t o se

temió, esa C o n v e n c i ó n de Reclamaciones preveía que las dos

partes contratantes presentaran las reclamaciones que tuvie­

r a n contra la o tra . Y Ezequiel Montes, como acaba de verse,

insistió en que M é x i c o n o daría el p r i m e r paso para reanudar

las relaciones con los países que l o habían o f e n d i d o con la

Intervención. Pero n i u n o n i o t r o a l u d i e r o n siquiera a la

insubsistencia de los viejos tratados, que, para Juárez, era el

eje de la nueva posición i n t e r n a c i o n a l de México .

Juárez, ante esta comprensión apenas p a r c i a l de su doc­

t r i n a y ante la p o s i b i l i d a d de lograr p r o n t o su p r i m e r f r u t o ,

resolvió r e i t e r a r l a ante el m i s m o I V Congreso, el 31 de mayo

de 1869. Se refirió p r i m e r o , a las relaciones con Estados U n i ­

dos, y, a l hacerlo, inventó u n a expresión que más de sesenta

años después i b a a atr ibuirse a u n presidente norteamerica­

n o : h a b l ó , en efecto, de que M é x i c o mantenía con Estados

U n i d o s las mejores relaciones de amistad y de "buena vecin­

d a d " . Pero su obje t ivo no era i n v e n t a r frases, p o r supuesto,

sino re i terar que M é x i c o consideraba insubsistentes los

antiguos tratados, a pesar de l o cual estaba dispuesto a reem­

plazarlos con otros nuevos, justos y convenientes, en cuanto

lo p i d i e r a n los gobiernos interesados. Esa resolución era tan­

t o más just i f i cada cuanto que Juárez p u d o a n u n c i a r entonces,

con sereno o r g u l l o , que u n a "nueva y grande potencia eu­

ropea" , la A l e m a n i a del N o r t e , había i n i c i a d o sus relaciones

con M é x i c o p r o p o n i e n d o concertar u n t ratado de comercio.

E L PRESIDENTE de la C á m a r a — e n esta vez Francisco G ó m e z

del P a l a c i o — comentó el tema de las relaciones exteriores, en

536 DANIEL COSÍO VILLEGAS

p r i m e r término, para dolerse de que, dada la situación creada e n ellas p o r e l I m p e r i o , los legisladores poco habían p o d i d o hacer en esta mater ia , como n o fuera asociarse, "declarada­mente y s in reservas", con "simpatías y decidido apoyo", a la d o c t r i n a presidencial , que el poder legislativo encontraba " l l e n a de conveniencia y de d i g n i d a d " . A u n cuando — s e g ú n se ha visto y a — los presidentes de la C á m a r a habían subra­yado a lguno de los puntos de la d o c t r i n a juar ista , era ésta, e n r igor , l a p r i m e r a vez en que se habló de u n a manera ex­plícita y rei terada de que el poder legislativo la aprobaba. T a l vez ocurrió así p o r q u e Gómez del Palacio recogió algo más de su esencia, a l decir:

. . . entablar de nuevo relaciones con los gobiernos de los países que le trajeron [a México] la ruina y la desolación, e intentaron arrebatarle su independencia, no es cosa que convenga a sus inte­reses n i cumple a su decoro tomar la inici t iva; j amás ha derivado beneficio alguno de sus tratados con las potencias europeas, y es natural que no desee con ellas más relaciones que las que exige la más estricta y rigurosa jus t i c i a . . .

Salvo la insubsistencia de los antiguos tratados, G ó m e z del Palacio había comentado los otros dos puntos de la d o c t r i n a de Juárez: M é x i c o n o tomaría la i n i c i t i v a para e l reanuda­m i e n t o de relaciones, y los nuevos tratados que se le p r o p u ­sieran debían ser justos y ventajosos para é l . 1

E n esa expresión de su mensaje: "grande y nueva poten­c ia" — e x p r e s i ó n que, sin duda, Juárez escogió cuidadosamen­t e — e s t a b a e l g r a n s e c r e t o . . . , u n gran secreto que n i él n i su m i n i s t r o de Relaciones descubrieron. Más de u n a ñ o antes habían p r i n c i p i a d o las gestiones: George Bancroft , m i n i s t r o norteamericano en Berl ín, escribió el 17 de a b r i l de 1868 a l secretario de Estado, W i l l i a m H . Seward, u n a carta personal donde le t r a n s m i t e la n o t i c i a de que algún a l to f u n c i o n a r i o de u n nuevo estado a lemán — a l cual él m i s m o y Seward l la ­m a n i n d i s t i n t a m e n t e en su correspondencia " P r u s i a " , "Ale­m a n i a d e l N o r t e " , "Estados U n i d o s de l N o r t e de A l e m a n i a " , "Confederac ión G e r m á n i c a del N o r t e " , e tc .— había manifes­tado su deseo de "restablecer" sus relaciones con M é x i c o , cosa que a B a n c r o f t le parecía sumamente recomendable.

LA DOCTRINA JUÁREZ 5 3 7

Seward t o m a m u y a pecho la sugestión, pues fortificaría la posic ión i n t e r n a c i o n a l de Estados U n i d o s como intermedia­r i o entre E u r o p a y la A m é r i c a L a t i n a , y aumentaría así el p r e s t i g i o y l a inf luencia de su gobierno en u n a y otra parte. P o r cable y en cifra — v í a L a H a b a n a — , en efecto, Seward i n s t r u y e a su representante en M é x i c o para que de u n a ma­n e r a personal y confidencial se le t ransmita a l presidente Juá­rez u n mensaje suyo. Dice en él que le parece innecesario r e i t e r a r a l Presidente su deseo de velar p o r la seguridad y el bienestar de México. De ahí que q u i e r a recomendarle que considere la posición polít ica pecul iar de Prusia, "ahora la A l e m a n i a d e l N o r t e " : sirve de freno de Francia y de A u s t r i a , las dos potencias de quienes M é x i c o había s u f r i d o más con la Intervención; Prusia, además, n o se mezcla en los asuntos i n t e r n o s de los países americanos. Por eso cree que México se beneficiaría de mantener relaciones diplomáticas con P r u ­sia, "cabeza de la Confederación Germánica del N o r t e " . Se­w a r d , además, tenía razones para creer que, si se l o indicaba así, e l rey de Prusia mandaría a M é x i c o u n m i n i s t r o . Pedía, e n f i n , que se le contestara cuanto antes, y de u n a manera c o n f i d e n c i a l , a través de E d w a r d Lee P l u m b , su encargado de Negocios en México.

E l 9 de j u n i o p u d o P l u m b dar cuenta de haber c u m p l i ­d o con el encargo, y a u n t r a n s m i t i r la respuesta de L e r d o de T e j a d a , respuesta que éste h a b í a considerado, sin embargo, d u r a n t e tres largas semanas. E l m i n i s t r o mexicano p r i n c i p i a p o r agradecer la intención y los términos benévolos del men­saje de Seward, y p o r declarar su c o n f o r m i d a d con las consi­deraciones que éste hace para f u n d a r la recomendación. A ellas, L e r d o quiere agregar u n a de su p r o p i a cosecha:

E l gobierno de México tiene t a m b i é n el mejor espí r i tu para de­sear [las relaciones], porque entre el recuerdo de sus dificultades con otras potencias europeas, conserva una grata memoria de que mantuvo relaciones de cordial amistad con Prusia, sin que n i n g ú n motivo de desacuerdo las turbase por muchos años.

Este aparente desahogo sent imenta l perseguía el propósito de p a l i a r la siguiente d i f i c u l t a d , l a única que L e r d o se sentía

538 DANIEL COSÍO VILLEGAS

o b l i g a d o a señalar a Seward: el gobierno de M é x i c o había de­clarado ya que consideraba caducos los tratados que tenía celebrados con los países que habían p a r t i c i p a d o en la I n t e r ­vención, o que desconocieron a la R e p ú b l i c a a l entablar re­laciones con el I m p e r i o . Por añadidura, como semejante de­claración h a b í a sido aprobada ya p o r el Congreso, el Ejecut ivo n o podía ahora sino acatarla. L e r d o saca entonces u n a con­clusión que parece confusa o débil , pero que sin d u d a es i n ­tencionada:

La buena voluntad del Ejecutivo para reanudar relaciones con Prusia sólo se de t end r í a por la necesidad de mantener general­mente ese pr incipio respecto de otras naciones con las que la Re­p ú b l i c a ha tenido graves dificultades.

L a conclusión parece confusa, porque dice de reanudar rela­ciones con Prusia, a pesar de que en esa misma n o t a L e r d o h a b l a de esta potencia "como cabeza de la Confederación N o r t e - A l e m a n a " ; pero la intención se advierte cuando L e r d o l a concluye asegurando que si Prusia quería m a n d a r a u n m i n i s t r o para negociar u n tratado de amistad nuevo, sería b i e n rec ib ido , es decir, sería b i e n rec ib ido p o r q u e Prusia lle­naría las tres condiciones esenciales proclamadas p o r Juárez en su mensaje: sol icitar la reanudación de relaciones, aceptar la caducidad de los viejos tratados, y celebrar nuevos, justos y convenientes para México .

Seward, o n o entendió la d u d a de L e r d o , o n o le d i o el va lor de u n obstáculo insalvable para la negociación que ha­cía, y esto a pesar de que L e r d o , inseguro de haberse expre­sado con toda la eficacia necesaria, i n m e d i a t a m e n t e le pidió a Matías R o m e r o — q u e " t a n t o sabía de la polít ica interna­c iona l de Estados U n i d o s " — que le expl icara a Seward la posición de M é x i c o . Éste, sin embargo, le aseguró a R o m e r o que le había parecido satisfactoria la respuesta del gobierno mexicano, y volvió a r e p e t i r que creía necesario que M é x i c o reanudara cuanto antes sus relaciones con las potencias eu­ropeas, pues mientras v i v i e r a en el a is lamiento en que ahora se encontraba, subsistiría e l pe l igro de que se f o r m a r a en su contra " a l g u n a combinac ión" . Por o t r a parte , Seward n o per-

LA DOCTRINA JUÁREZ 539

dió t i e m p o en m a n d a r la respuesta de L e r d o a Bancroft , a q u i e n le recomienda, p o r u n a parte, que n i ése n i n i n g ú n p a p e l concerniente a esta negociación fuera registrado of ic ia l­m e n t e en los archivos de la legación y en los de la cancillería a lemana; p o r otra parte, que, a más de hablar con algunos de los altos funcionarios de esa cancillería sobre el asunto, les enseñe conf idencialmente la nota de L e r d o .

C u a n d o esta comunicación de Seward llega a Berl ín, Ban­c r o f t estaba ausente, de m o d o que la atendió el encargado de negocios A l e x a n d e r Bliss. N o p u d o avanzar mucho, sin em­bargo, pues Delbrück, presidente de la Cancil lería, quiso de m o m e n t o reservarse su opinión sobre los documentos que se le d i e r o n , l imitándose a agradecer la mediación del secreta­r i o de Estado. U n mes después Bancroft — d e regreso en su p u e s t o — puede comunicar que la Confederación del N o r t e de A l e m a n i a había resuelto enviar a M é x i c o u n encargado de negocios con plenos poderes para negociar u n tratado. Ban­c r o f t , a más de rogarle a Seward que interceda cerca del go­b i e r n o mexicano a f i n de lograr u n a "buena recepción" para e l enviado, expl ica la buena solución (que nadie había sos­pechado hasta entonces) que la Canci l ler ía alemana había h a l l a d o : el encargado de negocios n o representaría al r e i n o de Prusia, sino a la Confederación del N o r t e de A l e m a n i a , q u e , como estado nuevo, n o tuvo, n i podía haber tenido relaciones con el i m p e r i o de M a x i m i l i a n o . Bancroft , teme­roso, quizás, de que n o se entendiera suficientemente la dife­rencia , insiste: " n o se trata , pues, de u n a reanudación de relaciones diplomáticas, sino de que p o r p r i m e r a vez se esta­blecen" .

E l Secretario Seward se apresuró a darle t a n buenas n o t i ­cias a Matías R o m e r o : "Deseo sinceramente, por el interés de M é x i c o y de Estados U n i d o s , que el nuevo representante sea rec ib ido bondadosa y favorablemente" . E x p l i c a en se­g u i d a que n o se trata de r e a n u d a r relaciones con u n ant iguo estado, sino de crearlas p o r la p r i m e r a vez con u n o nuevo. " A s í — a g r e g a — se ev i tan todas las antiguas complicacio­nes". Inseguro Seward de que todo esto p u d i e r a satisfacer p l e n a m e n t e a L e r d o y a Juárez, concluye su nota i n f o r m a l a

540 DANIEL COSÍO VILLEGAS

R o m e r o : " C o n f í o demasiado en la discreción del gobierno m e x i c a n o para dudar de que inferirá las muchas razones que h a y en favor de la opinión que he expresado, s in hacer u n a re lac ión especial de ellas."

L e r d o de T e j a d a t u v o u n a reacción que p u d o haber pare­c i d o curiosa a Seward, pero que se avenía perfectamente a l a nueva polít ica i n t e r n a c i o n a l del presidente Juárez: M é x i c o recibir ía con toda la consideración a l enviado de la Confe­derac ión Germánica del N o r t e , a u n cuanto antes había de­c larado que l o recibiría como representante de Prusia para q u e negociara con México u n nuevo tratado. L e r d o se con­t u v o en sus instrucciones a Romero , pues n o l legó a decir lo q u e , s in embargo, puede inferirse de ellas: puesto a elegir, M é x i c o h u b i e r a prefer ido reanudar sus relaciones con Prusia a crearlas con la Confederación Germánica del N o r t e , pues así h u b i e r a logrado el p r i m e r acatamiento a su nueva polí­t i c a : Prusia había pedido la reanudación, y la había pedido reconociendo la caducidad de los viejos tratados, puesto que despachaba a u n enviado especial a negociar u n o nuevo.

Matías R o m e r o n o recibió en W a s h i n g t o n esa n o t a de L e r d o , pues había sido l l a m a d o a M é x i c o para encargarse de la Secretaría de Hacienda. Desde aquí le envió u n a copia a Seward, y éste, a su vez, la transcribió a Bancroft para que d i e r a a conocer confidencialmente su substancia a las auto­ridades alemanas. E l 15 de enero de 1869 Bancroft comunica (todavía bajo la f o r m a de u n a carta personal) que la cancille­ría alemana le i n f o r m a b a que el rey de la Confederación había aprobado ya el n o m b r a m i e n t o de u n cónsul general y encargado de negocios, que se trasladaría a México . Ban­croft , a más de fe l ic i tar a Seward p o r el feliz término de la negociación, insistía en que se le recomendara al gobierno de M é x i c o darle a l enviado alemán u n a recepción cordia l . Menos de u n mes después, Bancroft comunica , además del n o m b r e d e l encargado elegido, la n o t i c i a de que en varias cortes europeas había suscitado gran interés este hecho, y que sabía, a u n cuando pr ivadamente , que Bélgica, Francia e I n ­glaterra podr ían resolverse en n o le jano t i e m p o seguir el ca­m i n o así ab ier to p o r el gobierno de Estados U n i d o s .

LA DOCTRINA JUÁREZ 541

Seward n o da a entender que estuviera p a r t i c u l a r m e n t e

satisfecho con e l éxito, quizás p o r q u e n o dejaba de conside­

r a r que, después de todo, a él n o se le había o c u r r i d o i n i c i a r

l a gestión, a u n cuando n o cabe d u d a de que la manejó con

g r a n vigor. E n cambio, parece preocuparle más de la cuenta

l a recepción que v o n Schloezer podía tener en México . Para

asegurarse de que sería la mejor , escribió esta vez a su nuevo

m i n i s t r o en M é x i c o , e l general W i l l i a m J . Rosecrans: el en­

v i a d o alemán es persona de g r a n distinción, como que des­

ciende de u n g r a n h is tor iador alemán, y como está ya para

embarcarse hacia México , quiere recomendarle que se le p i d a

a l presidente Juárez y a su m i n i s t r o de Relaciones L e r d o que

l o reciban amablemente:

Estos dos distinguidos caballeros —le decía—- están enterados de que yo, desde el punto de vista de los intereses de México, le con­cedo gran importancia al restablecimiento de relaciones d i p l o m á ­ticas con aquellos estados europeos con los cuales pueda hacerse sin comprometer el honor del gobierno de México o herir las sus­ceptibilidades de la nac ión .

Seward agrega que tiene razones para creer que la decisión

de l a Confederación Germánica del N o r t e puede dar lugar a

otras semejantes de parte de varias potencias europeas.

V o n Schloezer l legó a M é x i c o provisto de una carta cre­

d e n c i a l de Bismark, como Canci l ler de la Confederación Ale­

m a n a del N o r t e , para el presidente Juárez, y aun cuando la

s i n g u l a r i d a d de n o proceder de u n jefe de estado d i o lugar

a varias conversaciones entre él y L e r d o de Tejada, a l f i n se

c o n v i n o en que éste l o recibiría of ic ia lmente el 4 de mayo

de 1869, y que su entrevista con el Presidente, que tendría u n

carácter p r i v a d o , ocurriría e l 7 . Presentadas sus credenciales,

v o n Schloezer anuncia que trae consigo u n proyecto dé trata­

d o de comercio, que desearía dejar en manos de L e r d o des­

de luego. 2

GEORGE BANCROFT tomó vuelo con el éxito de su gestión, pues

apenas conocido el n o m b r e del encargado de negocios a lemán

— p r e n d a que consideró como d e f i n i t i v a — , se lanzó a p r o -

542 DANIEL COSÍO VILLEGAS

m o v e r l a iniciación de relaciones de M é x i c o con I t a l i a . E l 19 de marzo de 1869, sin decirle agua va a l departamento de Estado, le escribe u n a carta personal a su " a m i g o " Matías R o m e r o , m i n i s t r o de Hac ienda entonces, que i n i c i a con esta c o m p l a c i d a afirmación:

T a n firmemente establecida en Europa está m i r epu tac ión de amigo de la Repúb l i ca Mexicana, que quienes le desean bien me hacen depositario de sus s impat ías .

L e cuenta entonces a R o m e r o que cree fundadamente que el r e i n o de I t a l i a desea enviar a M é x i c o u n m i n i s t r o residente; pero que, para hacerlo, desearía estar seguro de que será b i e n r e c i b i d o , y sin que esto o b l i g u e a l gobierno de México a corresponder con el envío de u n agente diplomático a Flo­rencia , entonces capita l de I t a l i a .

Bancrof t , conocedor de la tesis del gobierno mexicano, tras de asegurarle a R o m e r o que n o le escribiría esa carta s in tener la certeza de que así favorece los intereses y la buena fama de M é x i c o , entra en explicaciones: el re ino de I t a l i a es, desde luego, u n a nueva potencia ( formada apenas en 1861); a pesar de el lo, ha adoptado u n a a c t i t u d claramente desfavorable a A u s t r i a , y ahora se empeña en tener u n a polí­t ica e x t e r i o r p r o p i a , sobre todo con respecto a Francia. L a creación de relaciones con M é x i c o , q u i e n n o las tiene con F r a n c i a y de la cual ha r e c i b i d o agravios, equivale a que I t a l i a proc lame ante el m u n d o su independencia internacio­n a l , además de ser u n a prueba de amistad por México . I t a l i a puede ayudar a rea f i rmar el crédito exter ior de éste, y, p o r supuesto, n o pretenderá mezclarse en sus asuntos interiores. Bancrof t , en f i n , le p ide a R o m e r o que hable de l asunto con el Presidente Juárez y con el "secretario de Estado de Méxi­co", y que le t ransmita p r o n t o sus opiniones.

R o m e r o , como era n a t u r a l , envía la carta a L e r d o , acom­pañada, eso sí, de u n a versión a l español, con el ruego de que se le d iga qué debe contestar. L e r d o l o hace después de consultar con el Presidente: cree que las observaciones de B a n -c r o f t acerca de la posición y la polít ica internacionales de I t a l i a son " m u y oportunas, sabias y fundadas". Además, la

LA DOCTRINA JUÁREZ 543

circunstancia , también señalada p o r Bancroft , de que I t a l i a " e n su f o r m a a c t u a l " es u n a potencia nueva, facilitaría m u c h o las cosas. Pero esta admisión de L e r d o n o le i m p i d e repe­t i r l e a R o m e r o que M é x i c o había hecho desde el 8 de d i ­c iembre de 1867 u n a declaración sobre la caducidad de los viejos tratados y su disposición de negociar nuevos cuando así l o desearan las potencias que habían r o t o con la R e p ú ­b l i c a . R e p i t e asimismo que, como el Congreso había aproba­d o la declaración, el Ejecut ivo debía ajustarse a ella. Pero c laro que, d i c h o todo esto, y en u n lenguaje sin var iante al­g u n a , L e r d o reconoce que nada de e l lo es aplicable a l pre­sente caso, " p o r q u e si b i e n es cierto que cuando existía el r e i n o de C e r d e ñ a celebró con la R e p ú b l i c a u n tratado, no ha t e n i d o n i n g u n o con la nueva potencia del re ino de I t a l i a " . Por eso, M é x i c o está dispuesto a celebrar con ésta u n trata­d o , y si el nuevo r e i n o desea enviar u n m i n i s t r o , M é x i c o l o recibirá con el " h o n o r y las consideraciones debidas". 3

Parecía l legado el m o m e n t o en que el departamento de Estado tomara cartas en el asunto, pues en cuanto recibió la respuesta de R o m e r o , Bancroft se dirigió al nuevo secretario de Estado H a m i l t o n Fish, si b i e n en f o r m a pr ivada , y éste, ya of ic ia lmente , a l nuevo m i n i s t r o de Estados U n i d o s en M é x i c o , T h o m a s H . Nelson. Fish i n f o r m a a Nelson algo que Bancrof t había callado al comunicarse con R o m e r o ; como I t a ­l i a n o tenía u n a comunicación directa con México , e l gobier­n o de I t a l i a había ordenado a su m i n i s t r o en Berl ín que diera a conocer a Bancrof t su deseo de " r e a n u d a r " sus relaciones con México . F ish cree que Nelson puede t ra tar e l asunto callada y directamente con el presidente Juárez. Se le orde­n a que l o haga así s in u n aplazamiento innecesario, y que le asegure a l presidente que Estados U n i d o s vería con compla­cencia u n a resolución favorable de parte de M é x i c o , 4

Nelson t u v o buena f o r t u n a , pues el 6 de j u l i o asiste a u n o de los raros banquetes oficiales que entonces se ofrecían, que d a n al presidente Juárez y su gabinete en pleno. L a comida, que en buena m e d i d a d i o u n a ocasión para conversar espontánea y c o r d i a l m e n t e sobre cuestiones internacionales, ofrece a l m i n i s t r o norteamericano u n a ocasión excelente para

5 4 4 DANIEL COSÍO VILLEGAS

a b o r d a r a Juárez u n a vez concluida. Para su sorpresa, en

c u a n t o le da a conocer el contenido de sus instrucciones, Juá­

rez acepta la sugestión sin t itubeos, expresando, además, su

reconoc imiento a l gobierno de Estados U n i d o s por la d i l i ­

gencia que había puesto en el asunto. C o n esta prenda, N e l ­

son se resuelve a despachar a l día siguiente u n a nota f o r m a l

a l m i n i s t r o L e r d o , que éste contesta a las v e i n t i c u a t r o horas.

L a n o t a de L e r d o casi n o varía de la carta que le había escrito

antes a R o m e r o para que la t ransmit iera a Bancroft , excepto

e n u n p u n t o que no deja de tener i m p o r t a n c i a : dice que el

gobiero de M é x i c o había manifestado "desde hacía t i e m p o "

su buena disposición de rec ib ir a los representantes de aque­

llas potencias que quis ieran renovar sus relaciones con é l . 5

E l repartamento de Estado se apresuró a t r a n s m i t i r l e a

B a n c r o f t las copias de los despachos de Nelson y de la res­

puesta a ellos del m i n i s t r o mexicano de Relaciones Exte­

riores. P r o n t o comunica a Ignacio Marisca l , el nuevo m i n i s t r o

de México en W a s h i n g t o n , que el gobierno i t a l i a n o ha n o m ­

b r a d o su m i n i s t r o a C a r l o Cattaneo, a q u i e n L e r d o recibe e l

16 de nov iembre de 1869 como encargado de negocios. Así

se crean las relaciones diplomáticas entre los dos países. 6

ESTOS FUERON los pr imeros casos en que se aplicó la polít ica

i n t e r n a c i o n a l anunciada p o r Juárez en dic iembre de 1867.

F u e r o n , por supuesto, los más sencillos; los realmente gordos

eran los de España, Francia e I n g l a t e r r a , es decir, las poten­

cias signatarias del C o n v e n i o de Londres . L a p r i m e r a reanu­

d ó sus relaciones con M é x i c o en 1871; la segunda en 1880

y la tercera, en 1885. Bélgica, caso i n t e r m e d i o , en 1879. E n

todos ellos se defendió y se i m p u s o esa política i n t e r n a c i o n a l ,

a u n cuando atemperada p o r el t i e m p o y las circunstancias.

N O T A S

1 Informes y Manifiestos I I 3-30; El Monitor Republicano 12 15 17 diciembre, 1867; El Siglo XIX 11 12 diciembre 1867.

2 Archivo Nacional (Washington), Despachos Diplomát icos , Alema-n ía 5 mayo 1869; Ibid., Instrucciones Dip lomát icas , México, 13 mayo 1868; Archivo Secretaría de Relaciones, México: L-E-7 6 27 jun io , 26 agosto

LA DOCTRINA JUÁREZ 545

1868; Archivo Nacional (Washington), Despachos Diplomát icos , Alema­nia , 22 j un io , 23 j u l i o , 26 agosto, 1868; Archivo Secretar ía de Relaciones, Méx ico : L-E-7 14 septiembre, 7 noviembre 1868; Archivo Nacional (Washington) Instrucciones Diplomát icas , Alemania, Io diciembre, 1868;

Ibicl,, Despachos Diplomát icos , Alemania, 15 enero, 10 febrero 1869; Ibid., Instrucciones Dip lomát icas , México, 24 febrero 1869; Archivo Secretaría de Relaciones, México: L-E-8 2 marzo, 2 5 abr i l , 1 3 4 mayo 1869.

3 Archivo Secretar ía de Relaciones, México: L-E-14 19 marzo, 20 abr i l , 3 mayo 1869.

4 Archivo Nacional (Washington) Instrucciones Dip lomát icas , Méxi­co, 16 j un io 1869.

5 Archivo Nacional (Washington) Despachos Diplomát icos , México, 8 9 j u l i o 1869; Archivo Secretaría de Relaciones, México, L-E-14 9 ju-l io 1869.

6 Archivo Secretar ía de Relaciones, México: L-E-14 1 16 17 27 d i ­ciembre, 1869.