la dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

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5 I La felicidad: de Grecia a los modernos A continuación veremos un recorrido histórico a través de la filosofía de como los filósofos han tratado de responder a esta inquietud existencial. 1. Platón Él vivió entre los siglos V y IV a.C., nos presenta a través de su reflexión filosófica el concepto griego de felicidad, referido como “eudaimonia” que significa: “haberle tocado a uno en suerte un demonio guardián bueno y favorable, que garantiza un destino favorable y una vida próspera y placentera” (Reale y Antiseri, 2004, pág. 90). Un presupuesto claro de la idea de felicidad no reside en los bienes externos. Y el alma entra a ocupar el lugar predilecto para encontrarla. Platón alude que la esencia del hombre es el alma y menciona que “el alma feliz” es cuando está dirigida por la razón, cuando actúa por virtud. “En mi opinión […], quien es virtuoso, ya sea hombre o mujer, es feliz, el injusto y el malvado son infelices” (Reale y Antiseri, 2004, pág. 90). De lo anterior deducimos que la felicidad es posible cuando el hombre puede contemplar las esencias de las cosas

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Constantemente surge la pregunta ¿soy feliz? y sucesivamente nos siguen asaltando muchas más dudas, en este trabajo partí desde un contexto histórico para diferenciar: felicidad y plenitud, dos conceptos que van de la mano pero son totalmente diferentes

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Page 1: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

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I

La felicidad: de Grecia a los modernos

A continuación veremos un recorrido histórico a través de la

filosofía de como los filósofos han tratado de responder a esta inquietud

existencial.

1. Platón

Él vivió entre los siglos V y IV a.C., nos presenta a través de su

reflexión filosófica el concepto griego de felicidad, referido como

“eudaimonia” que significa: “haberle tocado a uno en suerte un demonio

guardián bueno y favorable, que garantiza un destino favorable y una

vida próspera y placentera” (Reale y Antiseri, 2004, pág. 90).

Un presupuesto claro de la idea de felicidad no reside en los

bienes externos. Y el alma entra a ocupar el lugar predilecto para

encontrarla. Platón alude que la esencia del hombre es el alma y

menciona que “el alma feliz” es cuando está dirigida por la razón,

cuando actúa por virtud. “En mi opinión […], quien es virtuoso, ya sea

hombre o mujer, es feliz, el injusto y el malvado son infelices” (Reale y

Antiseri, 2004, pág. 90).

De lo anterior deducimos que la felicidad es posible cuando el

hombre puede contemplar las esencias de las cosas que para este

filósofo son las ideas. Se refiere a ver con el intelecto, más allá de la

ilusión que nos ofrecen nuestros sentidos. Por tanto se concebía la

enfermedad y los padecimientos como un desorden del cuerpo y

relacionaba el concepto de la salud del alma como todo lo contrario a la

enfermedad, era un orden de tipo espiritual y armonía interior que

constituía la felicidad.

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Para Platón, la justicia es el fin tanto de la ética como de la política

por lo tanto, “al analizar el modelo ético de vida buena estamos

analizando, a su vez, el modelo de estado político perfecto” (Petrucciani,

2008, pág. 87). La ética platónica es una ética intelectualista ya que

afirma: “que el mero conocimiento de lo que es bueno hace que el

hombre actúe con bondad; el mal es una mera ignorancia de lo que nos

conviene ya que, según el filósofo griego, el bien moral coincide con la

felicidad” (Reale, G. Y Antiseri, D., 2004, pág. 99), si queremos el bien es

porque es bueno no sólo éticamente sino porque es bueno para nuestra

felicidad. Así, considera que lo que persigue la ética es la felicidad del

individuo mientras que la política persigue la felicidad del cuerpo

político. Es por ello que propone un modelo ético para alcanzarlos

1.1. Teoría de las virtudes

El término virtud en griego viene a significar “excelencia”, existen

virtudes específicas para los oficios, los objetos, los animales, entre

otras. Sin embargo, Platón se pregunta sobre “cuál será la virtud

específica no de tal o cual hombre sino la virtud del hombre en cuanto

tal. Si el fin del artesano como artesano es fabricar objetos y en tanto

que se acerque más o menos a la perfección de su trabajo será más o

menos virtuoso (excelente)” (Rodríguez, 2001, pág. 65) , el fin específico

de todo hombre es la felicidad y será más o menos virtuoso en cuanto

tal hombre dependiendo en qué medida se acerque o no a esa

perfección. Este filósofo propone en las virtudes un orden jerárquico.

1.1.1.La sabiduría o prudencia es la virtud propia del alma racional

La más importante después de la justicia. “Se entiende por

sabiduría la capacidad de conocer lo más conveniente en cada

situación” (Reale, G. Y Antiseri, D., 2004, pág. 102). Como todas las

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demás virtudes tiene una faceta e práctica pero también teórica ya que

es favorecida por el ejercicio intelectual, mayormente por las actividades

de carácter matemático y filosófico.

1.1.2.La fortaleza o el valor

Es la capacidad de sobrellevar el esfuerzo, la adversidad y el dolor,

se asocia claramente al alma irascible. Es favorecida por la educación

corporal y los ejercicios de autodominio sobre la voluntad de poder.

Depende de la virtud de la sabiduría ya que valor sin conocimiento es

temeridad

1.1.3.La templanza

Asociada a la parte del alma apetitiva, es conocer la pertinencia o

no de satisfacer los bajos apetitos. Platón no propone que el hombre

renuncie al placer corporal, solo defiende que ese placer corporal debe

ser moderado por la razón, sin ella el hombre es como un animal. Se

fomenta con la obediencia a la razón y la mesura.

1.1.4.La justicia

Es una especie de armonía entre las tres virtudes o partes del

alma. No es una virtud específica de ninguna parte del alma sino que

más bien es fruto de su funcionamiento ordenado y racional. Aunque

todas las virtudes tienen, además de una faceta ética, una dimensión

política, la justicia es la virtud que mejor representa la relación estrecha

que para el pensamiento griego clásico debe existir entre moral y

política.

En definitiva, vemos que las diferentes virtudes tienen como fin la

armonía en las acciones, esa armonía depende en buena medida del

conocimiento que tengamos del mundo y de nosotros mismos.

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2. Aristóteles

Con la Ética a Nicómaco, este filosofo nos plantea que todas las

acciones de los hombres tienden hacia fines, pero que estos fines y

acciones se subordinan a un fin último que es el bien supremo y se ha

constituido a lo largo del tiempo como felicidad, que nunca se debe

remitir a la satisfacción de necesidades, de la búsqueda del honor o la

riqueza. Es por ello que la define como: “El bien humano es una

actividad del alama conforme a la virtud, y si las virtudes son varias,

conforme a la mejor y más perfecta” (Rodríguez, 2001, pág. 275).

Este bien supremo consistía en perfeccionarse el hombre, es decir, en

aquello que lo hace diferente de todo lo que se encuentra en el mundo,

dándole sentido a su vida. Es por ello que tiene un carácter inmanente

que le empuja a salir de sí mismo para no quedarse en una vida

vegetativa o animal. La razón adquiere un papel preponderante en este

objetivo para lograr vivir bien, que acompañadas con las actividades del

hombre, le dan forma a un itinerario de búsqueda de virtudes. Es por

ello necesario advertir la división del hombre entre alma y cuerpo,

siendo la parte dominante el alma racional que se eleva sobre todo. Y es

por tal motivo que ante todo somos intelecto.

Aristóteles proclama que los valores del alma son los valores

supremos, pero no desprecia las cosas materiales como Platón, sino que

por el contrario se convierten en medios para lograr sus fines de ser

feliz.

2.1. Las virtudes éticas como el justo medio (Mesótês)

Antes de seguir avanzando, nos cabe aclarar que en el hombre

compunge más la razón, pero no solo es ella. “La parte vegetativa no

participa en nada de la razón, mientras que la facultad del deseo y, en

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general de los apetitos, participa de ella en cierto modo, en la medida en

que la escucha y obedece” (Reale y Antiseri, 2004, pág. 185). Es por ello

que la conducta está sometida a la razón junto con estas pulsiones que

son también parte de su ser, y que constituyen la virtud ética como

producto de esta subordinación.

Es a partir del hábito o acto repetitivo como el hombre alcanza las

virtudes, además de las otras artes. El punto de partida es el salto o

empuje a decidirse apostar por llevar una vida en virtud, pues se

aprende a correr, corriendo y no solo una vez o dos; es la fuerza de la

costumbre la que logra forjar en el ser el talante de la areté,

convirtiéndose en modos de ser que son identificados con la persona.

Es la razón que garantiza el noble ejercicio de las virtudes y por

ello afirma Aristóteles: “la virtud que se refiere a pasiones y acciones, en

las que el exceso y el defecto constituyen errores y son reprobados,

mientras que el punto medio es alabado y constituye la rectitud” (Reale

y Antiseri, 2004, pág. 185). Hay que tener en cuenta que tanto las

pulsiones como la razón son parte constitutiva del ser y no se puede ser

enteramente racional o pulsional, ya que cercenaríamos la integralidad

del ser.

Al constituir las virtudes como el justo medio, el fundador del

Liceo, destaca el papel fundamental de la razón, que está por encima de

los instintos, en la medida que reflexiona, analiza, y opta por un fin, que

considera el mejor ya que solo hay un camino para el bien, mientras que

para el error existen demasiadas alternativas; lo que garantiza la

integridad de todo su ser, sin mutilarlo y viviendo en esencia lo que está

llamado a ser.

Es importante reconocer el ser en integridad porque en su

capacidad de la idea de moral, no está en erradicar las pasiones e

instintos naturales (pulsión) de forma ascética o estoica, pues como

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vimos anteriormente no son buenas o malas estas pulsiones, hacen

parte del hombre, además es la moderación de las acciones donde se

encuentra el verdadero mérito de la ética planteada como regulación de

todas las acciones que tienden a un fin.

“Se piensa que la justicia es la más importante de las virtudes y

que ni la estrella vespertina ni el lucero del alba son tan dignos de

admiración; y al igual que el proverbio afirmamos: en la justica están

comprendidas todas las virtudes” (Reale y Antiseri, 2004, pág. 186).

Este elogio que hace Aristóteles, nos permite reconocer la necesidad de

comprender este concepto, que es la base fundamental de la vida feliz,

al situarlo como el ideal garante que nos puede conducir por el único

camino al bien, proponiendo siempre, en la elección de lo mejor como

alternativa de garantizar el supremo bien.

Pero no podemos caer en el error de pensar que al construirse la

virtud con los hábitos, la relacionemos como una manera rutinaria y

previsible de actuar frente a las distintas situaciones, al contrario se

convierte en un factor de sensibilidad al contexto y por decirlo de alguna

forma una “clarividencia” (podríamos llamarlo sexto sentido, sentido

común, entre otras formas más filosóficas) a la hora de elegir.

2.2 Las virtudes dianoéticas y la perfecta felicidad

El estagirita denomina la “virtud dianoética” a la perfección del

alma racional en cuanto tal. Encontramos dos virtudes fundamentales, la

primera es la prudencia (phronesis), que consiste en conducir bien la

vida del hombre, deliberando con corrección acerca de lo que es el bien

y el mal para el hombre. Y la sabiduría (sophia), es el conocimiento de

aquellas realidades que están por encima del hombre: ciencia, teoría y

metafísica.

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Es en el ejercicio de la virtud de la sabiduría, que constituye la

perfección de la actividad contemplativa, el hombre alcanza la suprema

felicidad llegando a rozar con lo divino. Para ello utiliza la caracterización

de los tres géneros de vida principales: la vida apoláustica, la vida

política y la teorética, sumergiéndonos en la forzosa necesidad de cuál

de ellos puede saciar la expectativa humana.

Por la vida apoláustica la caracterizó como “la persecución de los

placeres sensuales, se dice, que es la vida de los animales” (Reale, G. Y

Antiseri, D., 2004, pág. 106). Por la vida política, entiende, que es

aquella en la que se buscan, no la estimación de cualquiera, sino de los

prudentes; en un contexto de la convivencia ciudadana. Y por último

comprendió que la vida teorética, es la que se dedica a la contemplación

desinteresada de la verdad mediante la ciencia y la filosofía.

Pero, ¿cuál es la vida mejor para el hombre? Aristóteles nos

responde: “la actividad contemplativa es, en efecto, la más noble que

cabe al hombre. La vida de los mismos dioses, a los que la tradición

religiosa griega juzga máximamente dichosos, consiste en sola

contemplación” (Rodríguez, 2001, pág. 272). Definiéndola como la

semejanza con los dioses cuando se es feliz.

Al referirnos el camino para encontrar la verdadera felicidad, este

sabio; presenta dos condiciones fundamentales que son: la autarquía y

el fin en sí mismo (finalidad). Pero, ¿qué quiere decir esto? Que la

felicidad nunca es un medio para alcanzar algo sino en si misma se

constituye en un fin (virtud). Y la autarquía, no ser perturbado por los

medios externos (razón). Así mismo, para vivir adecuadamente, para

jerarquizar con acierto los diversos fines presentes en su vida, se

necesita no solo de la ética, sino también de la moral (dualidad del

hombre que no se puede dañar, pues es a lo que está llamado a ser).

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Pero al plantear ¿cuál es la vida mejor para el hombre? Tenemos una

contradicción aparente en lo que nos mencionó Aristóteles, la vida

teorética, es la forma suprema de felicidad, pero “la vida política

[relaciones en una convivencia] es la más plena y dichosa a la que de

hecho pueden acceder la mayoría de hombres” (Rodríguez, 2001, pág.

273). La base fundamental de toda vida humana es la convivencia y este

filósofo lo tenía muy claro, pues el mismo nos dice: zoon politikon (el

hombre es un animal político por naturaleza) y sin ella el hombre no

puede llegar a ser lo que está llamado a ser, pues es dentro de este

marco cultural, donde se hace realmente ser humano, donde equilibra

pulsión y razón, donde ejerce su libertad y decide de acuerdo a su

phronesis que es lo más adecuado para no errar el camino al sumo bien.

Al profundizar más de la vida teorética, encontramos: “quienes

viven entregados a la teoría la vida política no es en rigor una

alternativa, sino una posibilidad complementaria” (Rodríguez, 2001, pág.

274). Es necesario reconsiderar toda individualidad como fin último,

pues sería construir un edificio (teoría) pero sin el terreno, que es donde

sea hace realidad nuestro proyecto y es justamente el ser en relación

donde apunta nuestra reflexión. “El bien del individuo, que

fundamentalmente consiste en la actividad del alma conforme con la

virtud, se actúa en el marco de la relación con los demás, de modo que

procurar el bien de una persona es algo deseable, pero es más hermoso

y divino conseguirlo para un pueblo y para ciudades” (Petrucciani, 2008,

pág. 59).

3. San Agustín de Hipona

La felicidad consiste: “en el estado anímico de plena satisfacción

propio del ser inteligente, que se siente colmado en sus esperanzas de

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desarrollo y sus legítimas aspiraciones” ( Oroz, J. y Galindo, R., 2010,

pág. 173).

Este convencimiento de San Agustín, le lleva a proponernos: “que

la manifestación psicológica de la felicidad como gozo, optimismo y

euforia, no es sino el rebosamiento de la satisfacción ontológica de las

expectativas de su ser y del goce de su bien supremo, algo que sólo

puede conseguir con la ayuda de la gracia de Dios, el cual ofrece como

meta última del hombre” ( Oroz, J. y Galindo, R., 2010, pág. 173).

Por tanto, vemos una superación de la idea de Aristóteles (“ser lo

que se está llamado a ser”), pues si el hombre está llamado a

constituirse a su verdadera esencia, por medio de la virtud, siempre le

hace falta algo, que se interpreta en la trascendencia, que era entendida

por este griego como la contemplación en la vida theoretica. Pero así

como el hombre aspira al supremo bien, este se traduce para el obispo

de Hipona, en una persona divina, que le invita a dejarse rebosar, a que

de su interior mane un caudal que no tiene fin. Pues, el hombre por su

contemplación no solo le ayudará a ser lo que en potencia es su esencia,

sino que supera toda posibilidad, revelándole la verdadera identidad del

ser humano que se ha ido empañando por su desviación (pecado).

3.1. La creación nos refleja perfección y gozo

Al comenzar a desglosar esta idea en el autor, es preciso partir de

la concepción del origen del mundo, construida desde la doctrina bíblica,

según: “el mundo es obra de un Dios infinitamente sabio y poderoso,

que lo creó de la nada, con absoluta libertad” ( Oroz, J. y Galindo, R.,

2010, pág. 174). Atenernos a este concepto del mundo, a donde el

hombre pertenece y se desarrolla, es ver a partir de esta concepción

una irradiación de paz y perfección, un Dios infinitamente poderoso,

desde su complacencia crea lo conocido, manifestándose un gozo y

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trasmitiéndonos felicidad, pues es desde su amor que hace lo necesario

para que el hombre se encuentre con Él y descubra el gozo infinito en su

contemplación, descubriéndose tal cual es y superando toda necesidad

ontológica que cree tener, pues en Dios encuentra plenitud.

Pero nos surge una duda, “Porque todo lo creado por Dios es

bueno” (La Biblia de nuestro pueblo, 1 Tm 4,4);  ¿por qué existe el mal?

El mundo fue creado, pero a la vez es germen de la libertad del hombre,

que también ejerce desde sus múltiples capacidades y dones la gracia

de ser co-creador de la realidad que existe, es por esto que aducimos

que el mal no es sustancia, es defecto del bien. “no hay ser alguno malo

o inútil en sí, pues, en tal caso, no habría sido creado” ( Oroz, J. y

Galindo, R., 2010, pág. 174).

Por otra parte, el hombre se encuentra inmerso en el exacto

devenir, que cambia por la misma dinámica en que él cada día

comprende y reformula lo comprendido (mundo), tratándose de

afianzarse en el ser. Todo lo creado, aunque hermoso y bello que delita

cada uno de sus sentidos, no puede satisfacer su anhelo de paz,

estabilidad y felicidad. Aunque el hombre logre su completo desarrollo,

pero en su ser inmanente hay un chispa divina que no le deja descansar

y siempre abre brechas por las cuales encontrar su búsqueda. Es en

Dios en que todo participa en la mayor perfección y alcanza su mayor

desarrollo y es a donde el hombre tiende “consciente o

inconscientemente” (Edith Stain).

3.2. Un ser dual

Este autor parte de la idea platónica de la dualidad del hombre

pues él lo concibe como: “una sustancia racional, que consta de alma y

cuerpo, abierto a la verdad de la realidad y atraído por el bien que

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favorece su pleno desarrollo” ( Oroz, J. y Galindo, R., 2010, pág. 176).

Que se diferencia de todos los seres creados en la medida en que en él

se percibe un reflejo de una excelente cualidad del alma que lo anima,

por la maravillosa agilidad de la lengua del hombre para el hala y la

admirable destreza de sus miembros para la escritura y todos los dones

artísticos de los cuales fue dotado.

El alma, para este filósofo africano, tiene un carácter inmortal en

la medida que participa de Dios, que es adornada o afeada por los vicios

o virtudes pero en la medida que se acerca a la sabiduría logra su

inmutabilidad ya que contempla lo que es digno y verdadero, su

creador.

Tanto el cuerpo como el alma los concibe como sustancias, en

cuanto que ellos dos son algo, uno de naturaleza material (cuerpo) y la

otra de naturaleza espiritual (alma). Ellas acceden a la existencia en

tanto que están en función del hombre, que es una sustancia única.

Aunque no logran formar una unidad ya que ambas (sustancias: cuerpo

y alma) son heterogéneas.

Pero ¿cómo concebía este obispo de Hipona al hombre?

El hombre agustiniano consiste pues, en una entidad heterogénea,

constituida por un elemento espiritual y otro material, de calidades

muy dispares y funciones jerarquizadas, en cada uno conserva su

identidad contribuyendo a formar una realidad nueva. Algo así como

la mezcla de las sustancias de vino, agua y miel componen una

sustancia potable sin perder sus propiedades ( Oroz, J. y Galindo, R.,

2010, pág. 178).

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De los dos elementos constituyentes de la sustancia única del

hombre, Agustín concede una mayor nobleza al alma racional, principio

de vida y de racionalidad en él.

El contacto del hombre con las realidades físicas suscita en el alma

la sensación por medio del cuerpo. Que es a través de su misma

corporalidad como conoce el mundo y se siente interpelado por él. “ve

por los ojos, oye por los oídos, huele por el olfato, habla por la lengua, y

por medio de los pies anda. Presente a todos los órganos, a la vez toda

entera en todos, presta vida y función peculiar a cada uno” ( Oroz, J. y

Galindo, R., 2010, pág. 179). Pero la sabiduría solo la puede adquirir por

el alma; porque ella participa de la inmutabilidad de su Creador y el

encuentro con la verdad solo lo puede abordar desde este elemento ya

que ella se encuentra dotada de mente, inteligencia o razón y

justamente en ella lleva impregnada la imagen y semejanza de Dios.

3.3. El hombre lucha por encontrar la verdad

El hombre, por su inteligencia, es apto para conocer la verdad

inmutable, ya que es propio de la mente buscar la verdad, por lo que se

le supone la capacidad de encontrarla y poseerla, no olvidando que

necesita del imprescindible aporte de los sentidos para el conocimiento.

Pero sólo la luz divina puede develar la oscuridad indescifrable para el

hombre de la verdad absoluta.

Esta verdad inmutable es Dios que creó el mundo y que solo por

medio de la revelación a la mente del hombre logra penetrar en esta

abertura hacía lo supremo e incognoscible que nunca lo abarcara ya que

sus capacidades son finitas, sólo obtiene lo necesario para lograr su

radical realización (la gracia de la Providencia solo ilumina la Verdad

fundamental para la salvación). Por eso la inteligencia abre al hombre a

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la verdad que situado en la realidad, es donde se desarrolla para ser

feliz.

La voluntad es una potencia del alma humana que lo impulsa en

pos del bien permitiéndole crecer hasta la plenitud de su ser. Es este

ímpetu que lo lleva a sumergirse, escarbando con las uñas y el último

esfuerzo necesario, para rastrear la ínfima fibra que le conduzca a la

verdad y hacerla parte de él. Pues serían innecesarias las fuerzas

gastadas y un sinsentido, la tristeza de no vivir lo encontrado. Ya que

incompleto quedaría su ser después de haber luchado en esta odisea

emprendida para llegar a la orilla del puerto “familiar” (Verdad) y

devolverse por no enfrentar lo desconocido; que al final se convertirá en

otra aventura desafiante.

El valor, es la característica fundamental que adherida a la

voluntad nos lleva a expandir los nuevos horizonte hacia una nueva

compresión del ser; que está integrada con la realidad donde existe y el

entendimiento de sí mismo, además de su corporeidad así como todo el

entramado de su realidad espiritual. Que empujado siempre en este

callejón sin salida. Solo la elección valiente y concorde al paradigma

divino, lo llevara sin dudas a nuevas aventuras que le permitirán

descubrirse cada día, pero lo primordial a aceptar la inobjetividad del

encuentro con su realidad Trascendental (Dios) y es a partir del sentido

de aventura en donde el hombre encuentra su felicidad plena. Por eso se

convierte la voluntad y el valor en un movimiento dirigido a no perder o

conseguir algo. Siempre radica autonomía en el hombre para disponer

de sí y promover su propio conocimiento.

3.4. Libre albedrío

Otro elemento esencial que hay que estudiar para lograr nuestro

objetivo de entender el ser humano es la libertad del hombre. La

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voluntad y el valor dan el potencial de buscar, pero él decide: vivir en

plenitud o vivir la zozobra de la oscuridad del alma.

Dios creó el alma y en su plan divino e incompresible, la liberó

para que viviera y se construyera a partir de esas relaciones mundanas,

una conciencia moral buena. Para que desde esa libertad (libre albedrio)

y responsabilidad (quiere decir que el hombre no es influenciado por

seres divinos; incluyéndose Dios mismo, astros, etc.) se adhiera

voluntariamente al designio salvador, que es ser bueno por el amor

(conciencia con mi Yo, El Otro, Los otros y las cosas).

La Libertad como la entiende San Agustín, contiene, a la vez, un

sentido negativo, en tanto liberación de males que lo privan de su

perfección y lo alejan de la bienaventuranza, cuales son la muerte, la

ignorancia, y el pecado. Y un sentido positivo, como logro de la

perfección de la persona humana, por la satisfacción de sus deseos más

profundos, desarrollo de sus potencialidades y la consecución de su

finalidad, todo lo cual se concreta en la eternidad, la verdad y el amor.

Partiendo de lo anterior vemos en el hombre una división que

determina su relación con el mundo y su conjunto que establecen su

manera de enfrentarse con la realidad, pues en su interior vive una

lucha que se libra entre el querer y el deseo, que lo esclavizan y le

hacen sentir paupérrima su existencia atado a un vicio. En nuestra

actualidad este querer y deseo, son en realidad el objetivo y felicidad

que le vende la sociedad. Desea, apetece y corre por saciarlos, esta es

la meta, que es una negación en sí de la propia esencia del ser humano

y en vez de ser una imperfección fue transformada en todo un modelo

de imitación para los jóvenes que desean seguir a cabalidad este

paradigma consumista y de muerte.

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Para llegar al foco de comunión entre su cuerpo y alma que no

existe rivalidad sino que son instrumento de expresión de todo un plan

de Amor en el que el hombre es el personaje principal y donde tiene el

rol fundamental que es asemejarse a su Creador. Pues él está llamado a

descubrir por medio de sus potencialidades su felicidad.

“No es por tanto de naturaleza divina, aunque pudo haber llegado

a ser dios por gracia de su Creador, si hubiera reconocido su

supremacía, a lo que habría redundado en felicidad” ( Oroz, J. y

Galindo, R., 2010, pág. 180). El hombre desde el principio fue

llamado a reconocerse en Dios, en donde hubiera encontrado su

plenitud que era ser semejante a Él; en otras palabra el propósito

del hombre era desarrollar su potencialidades guiado por la mano

amorosa del Todopoderoso para que se constituyese a Él, pero por

su obstinación y su soberbia se apartó de Él, Dios desde su infinita

Fidelidad quiso redimir al hombre por medio de su Hijo, enviado al

mundo para cumplir su voluntad y presentándose como modelo

para asimilarse a Dios; esto quiere decir para divinizarse.

Es revolucionario y contradictorio entender el plan Divino. Por la

osadía con que el hombre quiso usurpar su puesto, era el propósito para

el que fue hecho, pero no con las formas que pretendió acceder a este

propósito; cayó en su peor desgracia, pero solo bajo el amparo divino

que es el que guía y muestra la forma adecuada para unirse a Él por

medio de la adopción y el seguimiento de Jesucristo que es modelo para

alcanzar nuestra plenitud.

Toda naturaleza creada por Dios es buena por cuanto participa del

ser. Todos llevamos impresa la imagen de Dios que fue soplada desde

el inicio de nuestra creación; que no se refiere al momento de la

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concepción, sino cuando Él nos pensó. Nunca logramos entender este

designio providencial, pero nos muestra cuán grande es el propósito

para el que fuimos creados y por eso cuando el hombre se niega la

posibilidad de asemejarse a la fuente de donde fue creada, pierde su

identidad y se desintegra su ser, prefiriendo lo bajo y corruptible en vez

a lo que está llamado que es su felicidad.

San Agustín, define muy bellamente la vida del hombre en pos de

este fuego devorador que hay en su ser en búsqueda del fin de su vida,

felicidad. Y empieza diciéndonos que en el alma no está y no posee esta

propiedad; ya que si estuviera en su interior nadie seria desdichado. Por

eso hablamos de búsqueda, de camino anhelante, de valor por aceptar

el desafío, de empeño por realizarse en la vida, tendiendo siempre al

Sumo Bien que sin duda alguna es el mejor imperativo para mostrar el

reto de la felicidad, que es la única arma con la que podemos

transformar un mundo encumbrado en el tener, pasando por encima de

cualquiera.

El obispo de Hipona nos dice que: “El hombre se hace feliz por la

participación de la sabiduría inmutable, que se encuentra en su alma, en

la que se halla la imagen de Dios” ( Oroz, J. y Galindo, R., 2010, pág.

183). Es por esto que el hombre tiene que salir de su subjetividad y de lo

que él cree, para buscar la verdad presente en todo pero que no es la

absoluta, son la huella de ese magistral momento en que fueron creadas

las cosas y por esto nadie puede colmar y saciar al hombre sino es el

que lo creo.

Pero hay que hacer un paréntesis para notar la diferencia entre lo

que creía Platón y el giro que dio este gran santo. La felicidad era

entendida en los griegos como el conocimiento de la verdad y su

posesión en cuanto medio más apto para lograr el disfrute del ser. Pero

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21

él la entendió como plenitud de participación y no posesión, en donde el

hombre se encamina cuando tiende al sumo bien, que es la Verdad que

logro encontrar después de un largo recorrido y la vive como plenitud de

su ser, alcanzando su felicidad. Entonces la felicidad completa es la

adhesión del hombre a Dios, por semejanza alcanza su plenitud.

3.5. La justicia como un encuentro con la felicidad

Pero la felicidad plena no se alcanza en esta vida. Cuando este

santo nos indica la ferocidad con la que se mueve el hombre por

encontrar el porqué de su existencia, se refiere a que en el alma no está,

por eso fue dotada con potencialidades para que saliera al encuentro y

deseara regocijarse en ella. La felicidad se encuentra en la vida eterna,

que es finalmente a donde apunta la existencia del ser que va más allá

de lo material porque estos no le garantizan bienestar y al desear la vida

eterna se empieza un proceso purificador. Así como el oro antes de

mostrarnos su hermosura es purificado en el fuego, así nuestra vida

cuando cesa el apasionamiento por la cosas temporales, porque después

de haber comprobado que ellas en el futuro no son; en el presente

desaparecen y el pasado ya no son, muere a su posesión, por eso

construimos hacia lo que si permanece, la eternidad. Por eso el hombre

se encuentra en la desdicha cuando se apasiona por los bienes

terrenales que al final perece junto con ellos.

Determinado por el deseo de alcanzar la felicidad y permeado por

la Verdad absoluta, ve en la justicia una herramienta para alcanzar la

paz del alma racional que pasa por la armonía entre pensamiento y

acción por alcanzar su objetivo. Este esbozo realizador compunge una

verdadera evolución entre el ser irracional y el ser humano, ya adquiere

todo un conjunto de características que le permite desarrollar su vida en

Page 18: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

22

función de algo, pero especialmente en favor del mundo entero donde

se dan sus relaciones.

Después que el hombre ha puesto en armonía sus potencias y no se

hace tan rígida la tensión entre alma y cuerpo, nos pone en evidencia

que su voluntad se adhirió a la verdad. Por eso se transforma:

1. en sabio, que es la persona que vive conforme a su ser,

respetando cada lugar de sus potenciales; como la razón sometida a

Dios. 2. En virtuoso, que es la adhesión al sumo bien sin rencores u

obligado, sino que encuentra su dicha en frenar sus pasiones para

amar a los otros. 3. Y feliz, que no se da por sus propios medios, por

el contrario como don divino; ya que es una realización en un tiempo

prologando e inclusive después de la muerte. Por eso el grado de

desarrollo y felicidad solo lo encontrara cuando este gozando de la

vida eterna ( Oroz, J. y Galindo, R., 2010, pág. 189).

Este Santo Aprecia la virtud como “El orden de la Amor” que

significa ante todo justicia; porque se aman más las cosas mejores y

menos la peores. De esta premisa parte para decir que el mal es

justamente en preferir más la cosas peores que las mejores.

Clasificando en dos clases el amor de acuerdo con lo anterior. Define el

primero como amor de caridad; que tiende a gozar de Dios por sí mismo

y de sí amando al prójimo. Como característica peculiar resalta es

primer amor como la identidad propia que todos los cristianos debemos

asumir en nuestras relaciones, dando paso a una ética de la caridad que

más que un ordenamiento, se trata, de una apertura sensible a los

demás comportando amor por ellos y no como un medio para alcanzar la

vida eterna sino por el contrario mi yo se extiende hacia ellos y me

mueve mi interior a servir de ayuda a sus problemas. El segundo lo

define como amor de concupiscencia, que significa todo lo contrario es

Page 19: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

23

un gozo sin control de sí mismo; cayendo en la esclavitud de la

vanagloria y el reconocimiento, como forma de felicidad. Gozando

también del prójimo utilizándolo como herramienta para lograr su

propósito y sobrepasando sobre ellos para alcanzar sus fines. Y por

último de las cosas corporales que lo hacen sentir dueño del mundo, se

aparta cada día más de la identidad propia de ser humano a esclavo de

la materia.

La felicidad es el desarrollo o el camino que emprendimos en

nuestra búsqueda y por la cual nos sentimos más vivos que nunca,

comprendiéndonos tal cual somos en relación con nosotros mismos, los

demás. Es la lucha que desagarra todo nuestro ser por un ideal

abarcador de toda la humanidad, en el que todos cabemos, pues es la

identidad vivida con justicia por la naturaleza que nos da el sustento,

pero sobretodo es la configuración de nuestro ser con el del Dios

altísimo que nos creó, el cual es amor. “Si uno dice que ama a Dios

mientras odia a su hermano, miente; porque si no ama a quien ve, no

puede amar a Dios a quien no ha visto” (La Biblia de nuestro pueblo,

1Jn. 4, 20)

4. Giambattista Vico

Este hombre se destacó por su gran obra Scienza nuova que nos

permite esbozar gran parte de su pensamiento, sin embargo de su

actividad como docente provienen las seis oraciones inaugurales,

escritas para la apertura de los años académicos universitarios de 1699

a 1707, que es donde específicamente trata del tema que nos atañe, la

felicidad.

El maestro napolitano nos advierte de la infinita diversidad y las

contradicciones que anidan en los hombres.

Page 20: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

24

Si tras indagar en el carácter inalterable de las cosas del cielo y de la

tierra el estudiante se acerca a los seres humanos, se llevará la

sorpresa de que las diferencias hacen imposible hablar con certeza

sobre el mundo humano que, además, resulta ʻzarandeado de aquí

para allá por los avatares de la Fortunaʼ (Rocafort, 2008, pág. 16).

En los asuntos que tienen por protagonistas a los hombres no hay

nada fijo, ni tampoco naturalezas inalterables, sustancias o esencias que

nos definan. Es por ello que alza su voz en contra del modelo cartesiano

que nos mostraba un sujeto fuerte, perfecto cuyo acceso a la verdad

resultaba privilegiado, “un ser limpio de pasiones, coherente y racional”

(Rocafort, 2008, pág. 21). Éste gozaba además de una soberanía y

autonomía plenas, era capaz de controlar y dirigir su destino, sus

búsquedas, especialmente encontrar la verdad. “Las identidades que,

por tanto, a partir de este modelo surgirían desde la política serían

estáticas, fijas y universales, ajenas y despreciativas con la diversidad

propia del mundo humano” (Rocafort, 2008, pág. 27). Todo lo contrario a

la verdadera esencia del ser humano, que no es determinada o

encasillada en conductas sino que por su misma esencia es inmanente,

en movimiento; que le lleva más allá de sus propias expectativas.

Vico sigue a los clásicos, y en concreto a Aristóteles, cuando en su

Política nos decía que las ciudades surgen de un primer elemento

básico: los ciudadanos. El mundo político es indeterminado porque el

ciudadano lo es. Sin duda la política debe estar guiada por cuatro formas

de gobierno: la primera está en el dominio de la misma persona, la

segunda de su familia, la tercera de la ciudad y por último, el gobierno

de la nación.

Este es la especial idea que este filósofo quiere resaltar, la política

es entendida como estudio del individuo, que se relaciona consigo

mismo, con los otros, en una esfera que se agranda en la medida que se

Page 21: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

25

siente parte no solo de una sociedad sino de una vida en común. Por ello

llama la atención de sus estudiantes: “Lo que se espera de vosotros es

que despleguéis a través de los estudios literarios lo que hay en vuestra

mente de heroico, con el fin de orientar la ciencia hacia la felicidad del

género humano” (Rocafort, 2008, pág. 20).

Para comprender la idea de felicidad que plantea este filósofo es

necesario dividir en tres temas fundamentales que nos darán una visión

completa de sus planteamientos. Para iniciar partiremos con la

concepción del hombre, como segundo punto la importancia del

gobierno interno y por último que papel desempeña los estudios o la

“retórica” para alcanzar este fin.

4.1. Naturaleza del hombre

A la hora de enfrentarse a comprender la naturaleza humana, va a

basarse en la concepción clásica de la retórica por la que el ser humano

es cuerpo, mente y ánimo (animus); por este último “pensamos,

queremos y deseamos para, más allá de ser sólo pura intelligentia, ser

también pasión e imaginación, es decir, fantasía y sensibilidad”

(Rocafort, 2008, pág. 23). Para Vico los movimientos del ánimo son

libres, no están sujetos a reglas o cadenas esclavizantes u obligatorias.

Siendo “la propuesta cartesiana no es adecuada; el método quizá es

capaz de enredar a la mente con sus silogismos, pero para llegar al

ánimo, es decir, al individuo completo y libre, necesitaría de la retórica”

(Rocafort, 2008, pág. 23).

4.2. El Gobierno Interno

Como hemos visto a través del desarrollo filosófico, la retórica

clásica ha reflexionado y dentro de sus múltiples estudios siempre hay

un apartado muy especial para lo que sucede en el interior del hombre

Page 22: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

26

(de sus pasiones, fantasías, memorias o razones) pero especialmente

como influye en la vida pública, “en cierto modo, los géneros judicial,

deliberativo y demostrativo de la retórica emergen de las capacidades

humanas para el juicio, el parlamento y la argumentación, con los

demás, y para sí mismo” (Rocafort, 2008, pág. 17).

Es por ello que toma una especial forma en Vico el gobierno

personal y es el empeño que pone en cada una de sus oraciones

inaugurales de los nuevos periodos electivos para aconsejar a sus

estudiantes.

Sin duda parecen los mayores y los más acerbos los daños, males y

destrucción que las guerras suelen proporcionar y acarrear [...]. Pero

si [...] [se] compara éstas con aquellas otras calamidades que se

inflige el necio, beligerante consigo él mismo, no podrá por menos

que reconocer que éstas son mayores por diferencia [...]. El tonto se

hace a sí mismo la guerra, no con las armas con las que se hiere de

punta o a tajos, sino con las que se despedaza pasando por enormes

tormentos [...]. Las armas de los necios son las más desenfrenadas

pasiones de su alma; la fuerza, por la que es vencido, la conciencia.

La ciudad, de la que son despojados, el mundo; las fortunas, de las

que son privados, la felicidad humana; la cárcel, en la que son

arrojados, su propio cuerpo; el ama, a cuyo poder se ven sometidos,

la Fortuna (Rocafort, 2008, pág. 18).

El gobierno interno del hombre es lo forma de saber vivir y

comprender en conjunto la esencia misma del ser que no sólo es razón

(Método Cartesiano), tampoco instintos, sino que son muchos más

factores que compungen en él. Es por ello necesario que el hombre logre

su autodominio para que finalmente no sea derrotado por su propia

conciencia, que es el castigo por el desenfreno pasional, que oscurece la

sabiduría, o la perdida de la verdadera felicidad cuando se le da más

Page 23: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

27

crédito a un modelo determinante que no respeta la verdadera vida

interior del hombre. Todo ello nos lleva al abismo de la depresión sino

paramos la ruina interna de quien asiste a una guerra cuyo campo de

batalla es el ser mismo. Este abismo de la depresión, es el que priva de

la felicidad y sume en la desesperanza al hombre, “lo que nuestro autor

otea en su discurso, son la falta de libertad y el desprecio de la sabiduría

los que te dejan al dictado cruel del azar” (Rocafort, 2008, pág. 18). Los

horrores de cualquier guerra, dice Vico, no se aproximan a los del

desgobierno del individuo.

4.3. La importancia de los estudios

Como vimos en el anterior apartado en el hombre hay una guerra

sin cuartel que le desbasta si no logra salir de esa situación y encontrar

su gobierno, para evitarla y prevenirla, Vico aconseja a sus alumnos que

se dediquen al estudio, que entren en contacto con el conocimiento

teórico y práctico de las cosas.

Con ello conseguirán cierta paz interna, fundamental a su vez

para la concentración que requiere leer, estudiar y pensar,

pero sobre todo para la alegría y la ilusión que finalmente es lo

que sustenta y marca la tonalidad del objetivo último de toda

vida: ser feliz (Rocafort, 2008, pág. 24).

Para no estar en guerra interna es indispensable no tenerse por

culpable, no convertirse en el enemigo íntimo. “De ahí la tranquilidad

que ofrece el saberse inocente” (Rocafort, 2008, pág. 19) y el estudio, el

ahondar en la sabiduría y en la virtud, puede ayudar a ello. “Las artes

poéticas y las artes críticas sirven para hacer cultos los ingenios, pero no

grandes. Porque la delicadeza es una virtud pequeña, y la grandeza

Page 24: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

28

desprecia naturalmente todas las cosas pequeñas” (Rocafort, 2008, pág.

20).

En realidad los estudios no van a proporcionarnos beneficios

mundanos, ni tampoco los vamos a amontonar como tesoros.

“Confesemos, en fin, de una vez nuestra natural flaqueza: para esto

valen los estudios, para saber lo siguiente: o que no sabemos nada, o

que sabemos muy poco” (Rocafort, 2008, pág. 20).

Giambattista Vico observaba por qué el estudio no va a hacernos

acumular conocimientos o poderes, por el contrario, nos dará la justa

medida de nuestras capacidades e ignorancias. Sin embargo el estudio

sí puede obtener dos logros importantes:

Por un lado, desde el cultivo de la sabiduría y el pensamiento —

concebidos como terapéuticos, capaces de sanar ʻal hombre interiorʼ

— nos ayudará, sin invasiones, a mantener el gobierno de nuestras

vidas para no caer en la necedad, la depresión o la locura,

contribuyendo de esta manera a hacernos más felices. Por otro lado,

también aportará su pequeña contribución para lograr la felicidad de

quienes nos rodean, ʻservirles de ayudaʼ en la medida de nuestras

capacidades (Rocafort, 2008, pág. 21).

Esta idea es algo que mantendrá treinta años más tarde, cuando

pronuncie la última de sus oraciones inaugurales, Sobre la mente

heroica: “lo que se espera de vosotros es que despleguéis a través de

los estudios literarios lo que hay en vuestra mente de heroico, con el fin

de orientar la ciencia hacia la felicidad del género humano” (Rocafort,

2008, pág. 21)

Los estudiantes que escuchaban a Vico, la mayoría de los cuales

entonces estaban llamados a la función pública, “no están conminados a

ser héroes a la manera de los gobernantes romanos, que sembraban

Page 25: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

29

avaricia, desigualdades y fiereza desde la soberbia” (Rocafort, 2008,

pág. 22). Se trata en cambio de una heroicidad pacífica, paciente,

también creativa, limpia de vastos deseos o apetitos insaciables, y que

busca algo tan sencillo como la felicidad del género humano y la

amistad en la ciudad.

II

Page 26: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

30

La felicidad como causa formal e ideal

Immanuel Kant

Con este filósofo entramos en un concepto muy amplio de la forma

como comprendía la felicidad, es por ello necesario una separación que

nos permita abarcarlo en toda su complejidad para entenderlo.

1. ¿Un absoluto es la felicidad?

Debemos iniciar con este planteamiento: “para la idea de felicidad se

exige un todo absoluto, un máximo de bienestar en mi estado presente

y en todo estado futuro”. (García, 2011, pág. 163). Se trata de la

satisfacción completa y definitiva de todas nuestras inclinaciones,

deseos y pasiones, en cuanto a su complejidad como a su grado, y

respecto a su duración.

Las inclinaciones no podrían consistir en una aceptación intrínseca

o interna, pues las inclinaciones no son, por su propia naturaleza, nada

de lo que quepa hacer una consideración personal, pues son el motor de

la misma vida como decía Aristóteles, y por tanto es en la vida del

hombre su presente donde ella encuentra su satisfacción. Las

inclinaciones para satisfacerse exigen un alcance ilimitado, reclaman un

poder absoluto.

Cada una de las características mencionadas anteriormente

(complejidad, grado y duración), son las condiciones necesarias para

que la felicidad sea la plenitud del hombre.

1.1. Extensive

Para Kant el problema es que la felicidad nos remite a una

multiplicidad heterogénea, a una complejidad de muchas ideas y

Page 27: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

31

diferentes maneras de entenderla que impide reducirla a un llano

concepto simple o como ideal, pues requiere que todos los deseos del

individuo sean satisfechos.

Y no podría ser de otro modo tratándose de las inclinaciones, […]

que provoca que otros móviles también pierdan su verticalidad y se

desordenen en cadena, el movimiento primero que al desviarse

inicia una cadena fractal que no tiene fin. (García, 2011, pág. 172).

Por tanto la satisfacción de un deseo desencadenaría otro u otros

más impidiendo la felicidad absoluta del hombre.

1.2. Intensive

Nos remite “al grado o a la profundidad de la satisfacción. La

tensión en este caso no va dirigida hacia el exterior, sino hacia el interior

de la satisfacción misma para asegurar el grado de su cumplimiento, el

logro de una total satisfacción, de un apaciguamiento o aquietamiento

en sí mismo completo” (García, 2011, pág. 173)

No sólo habría de conseguir lo que gratifique cualquier inclinación

por compleja y difícil que fuera, sino que esta satisfacción no cambie o

se extinga.

1.3. Protensive

Se refiere a la duración, a estabilidad en el tiempo, de la

prolongación de esa satisfacción. “Encontrándonos en el terreno de las

sensaciones no puede extrañarnos este absoluto temporal, pues la

receptividad es la del sentido interno, que sucede y se desarrolla en el

tiempo y no en el espacio” (García, 2011, pág. 173).

Pues bien, lo que nos han mostrado estas tres características, es que

la satisfacción que se identifica con la felicidad tendría que abarcar

Page 28: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

32

cualquier objeto de las inclinaciones, deseos o apetitos del hombre, por

intrincado y problemático que fuera, tendría que ser en sí misma

completa y tendría que perdurar indefinidamente en el tiempo.

2. Un concepto indeterminado

Existe otro problema que Kant observa en el concepto de felicidad y es

el siguiente:

Sólo que es una desgracia que el concepto de felicidad sea un

concepto tan indeterminado que, aun cuando todo ser humano

desea alcanzarla, sin embargo, no puede decir nunca con precisión y

de acuerdo consigo mismo lo que propiamente quiere y desea

(García, 2011, pág. 173).

En particular este filósofo alemán destaca tres puntos que son

importantes para analizar este problema, dice: “que el imperativo de la

felicidad es asertórico, que es hipotético y que tendría que ser analítico.”

(García, 2011, pág. 174).

2.1. Asertórico

Partimos pues, que todo ser humano necesariamente desea ser

feliz y que debe convertirse en una realidad efectiva para que logre su

realización, por ello encausa todas sus fuerzas para lograr este fin tan

anhelado. Pero, no convierte al imperativo de la felicidad en

incondicional o categórico, puesto que la fuerza que en él reside no tiene

allí su procedencia. Su poder no está en él mismo, sino que le viene de

esa necesidad natural o esencial de ser feliz. Efectivamente, es

entonces, condicionado o hipotético: sólo tiene vigencia en función del

fin que se persigue.

Page 29: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

33

De la misma manera, por muy extendida que sea la existencia

efectiva de un plan; por más que el hombre lo anhele, por mucho que se

trate de “un propósito que no simplemente pueden tener, sino del cual

puede presuponerse con seguridad que tienen todos en conjunto por

una necesidad natural” (García, 2011, pág. 175), ello no lo convierte en

necesario o en palabras de Kant en un imperativo de la razón.

2.2. Hipotético-analítico

La única relación analítica que Kant considera en el terreno de la

voluntad es la que relaciona medios y fines: “al agente como causa y al

objeto de su propósito como efecto que se ha de seguir de su acción”

(Kant, 2003, pág. 34).

Los imperativos que se proponen la felicidad son, denominados

consejos de la prudencia o sagacidad, pues en ellos no puede decirse

que haya una regla según la cual unos medios nos lleven a un fin

deseado. Ya que “eran analíticos porque eran hipotéticos. Parece,

efectivamente, que no puede haber un imperativo analítico que no sea

hipotético, es decir, que no remita al fin la efectividad del medio, que no

adscriba al concepto de fin el éxito del medio” (García, 2011, pág. 176).

Dentro de las problemáticas que Kant establece estas serían, las

consecuencias para explicar por qué la indeterminación del concepto de

felicidad tiene dos vertientes: primero, ningún hombre puede decir qué

es lo que propiamente quiere y desea. Y segundo, tampoco puede

decirlo de acuerdo consigo mismo, de modo coherente o conveniente.

La felicidad es un concepto empírico, es decir, recibe su materia

de la experiencia. “El problema radica, entonces, en el contraste entre la

infinitud de la serie y la finitud de nuestro conocimiento” (Kant, 2003,

pág. 38). Kant lo plantea como el contraste entre el conocimiento

absoluto (a priori) y la experiencia (a posteriori). “Nosotros, seres finitos,

Page 30: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

34

incapaces de calar el infinito, no podemos tener un concepto coherente

de la felicidad. Y la indeterminación en la que lo dejamos lo pone a

merced de los bandazos de la incoherencia” (García, 2011, pág. 176).

Podemos decir que se trata de deseos cuya satisfacción es

incoherente con los otros deseos, que también reclaman su satisfacción,

creando así una pugna constante y sin tregua. No se ve cómo podría

haber, en este terreno, regla alguna; ni siquiera cómo podría haber

consejos que no fueran los puramente represivos. “Falta el elemento

clave que lo pondría en movimiento, a saber, un concepto claro y

conciso que actuara como fin” (García, 2011, pág. 176). Esta es la razón

de que el orden de la analiticidad, que es el que tendría que aplicarse,

no sirva; de que estos imperativos hipotéticos, sin dejar de serlo, sean

débiles y vagos y se vean degradados a meros consejos.

3. Felicidad y la cultura

Kant saca partido de esta cercanía en el argumento teleológico que

sitúa al comienzo de la primera sección de la Fundamentación de la

metafísica de las costumbres, en el que se propone probar que la

naturaleza no ha querido hacer felices a los hombres, aunque sí, tal vez,

dignos de ser felices:

De hecho, encontramos también que cuanto más se entrega una

razón cultivada al propósito de gozar de la vida y al de la felicidad,

tanto más se aleja el hombre de la verdadera satisfacción, por lo cual

en muchos, y precisamente en los más ejercitados en el uso de la

misma —si son lo bastante sinceros para confesarlo— surge un cierto

grado de misología u odio a la razón porque después del cálculo de

todas las ventajas que obtienen, no digo ya de la invención de todas

las artes del lujo vulgar, sino incluso de las ciencias (que en último

término les parecen un lujo del entendimiento), encuentran, sin

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35

embargo, que se han echado encima más fatigas de lo que han

ganado en felicidad y al final antes envidian que desprecian al tipo

de hombre vulgar, que está más cercano a la guía del mero instinto

natural y no permite a su razón mucho influjo sobre su hacer y omitir

(García, 2011, pág. 179).

Kant agrega que, además, la razón es tanto peor guía para alcanzar

la felicidad cuanto más se cultiva. Ya que si la razón no puede ajustarse

al objetivo de alcanzar la felicidad es porque no es el suyo. La aversión,

por consiguiente, tiene su raíz en una confusión en el uso de la razón

derivada de no conocer que: “la razón no puede ponerse al servicio de

las inclinaciones” (García, 2011, pág. 180).

Lo que este argumento viene a decir es que no resulta beneficioso,

desde el punto de vista de la felicidad, cultivar la razón porque al final

resulta siempre peor. Es mejor, “hacer como la gente vulgar y tolerar lo

menos posible la influencia de la razón sobre nuestras acciones

confiando solamente en la guía natural del instinto” (García, 2011, pág.

181). El cultivo de la razón nos proporciona nuevos placeres, nuevos

lujos tanto vulgares como elevados y, en principio, parece desarrollarse

en connivencia con nuestro deseo. Pero se trata de una simple ilusión.

En realidad, tendremos que pensar que obra en sentido contrario y por

la cultura es cada vez más negativa para la felicidad.

Una existencia más simple, más apegada a las costumbres y al

instinto, es más fácil de dominar y no produce ni un agobio tan grande ni

una decepción tan amarga como otra más refinada. La simplicidad que

encontramos ahora no corresponde con la complejidad absoluta ni con la

infinitud.

Y, entonces, como definía Kant la felicidad: “el concepto de

felicidad no es un concepto que el hombre abstraiga de alguna manera

de sus instintos y lo saque así de la animalidad que hay en él mismo,

Page 32: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

36

sino que es el resultado de un trabajo del entendimiento entretejido con

la sensibilidad y la imaginación” (Kant, 2007, pág. 395 (§83)).

En lugar de ser un resultado del instinto o de la naturaleza, es un

proyecto que el hombre diseña por sí mismo y al cual quiere

(inútilmente) que se adecúe su estado bajo condiciones de vida.

Entendimiento, imaginación, voluntad y sensibilidad colaboran en la

elaboración de esa idea, que evidentemente, no puede caracterizarse

por su sencillez.

El resultado es un concepto tan fluctuante que, incluso si la

naturaleza se adecuara enteramente a él, no podría satisfacerlo. “La

felicidad es una idea variable, caprichosa, arbitraria, que ni siquiera

sería capaz de dar órdenes a una naturaleza puesta a su servicio. Nada

queda en ella de esa voz de la naturaleza que daba órdenes a los

animales” (García, 2011, pág. 181)

La razón de que la felicidad sea inalcanzable hay que buscarla en la

naturaleza humana, pues los deseos “no son del tipo de las que cesan

en algún lugar en la posesión y el goce y se quedan satisfechas” (García,

2011, pág. 182), de modo que su anhelo natural de felicidad abre un

hueco que va desde lo que es para ella una verdadera necesidad

natural, hasta todos los fines que podamos imaginar y que tengamos la

habilidad de proponernos; no por ello deja de ser un anhelo natural,

pues la naturaleza en nosotros tiene como características suyas esa

indeterminación y este vacío.

El texto de la Crítica del Juicio plantea una cuestión muy

determinada que se asienta dentro de la investigación acerca de la

naturaleza como sistema teleológico. La discusión es la siguiente:

¿Cuál puede ser el fin final de la naturaleza en el hombre: la felicidad

o la cultura? Y nos interesa porque relaciona la felicidad con la

cultura en el modo de la oposición, en el que la oposición era

Page 33: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

37

temporal y los dos extremos se enfrentaban porque la felicidad

pertenecía a una fase anterior al desarrollo cultural del hombre

(García, 2011, pág. 183).

El problema que se plantea es que mientras la cultura habilita para

proponerse fines, la felicidad es la esperanza de que esos fines nos sean

regalados por una naturaleza que, como estamos viendo, no nos va a

otorgar ningún favor. La oposición, pues es entre capacidad y espera,

entre la potencia activa y un quedarse aguardando aquello que

solamente se ha sido capaz de proyectar, pero no de traer al ser.

La espera puede entretenerse tejiendo ideas cada vez más

complicadas, pero no por ello da un paso hacia la realización de sus

proyectos, pues adolece siempre de incapacidad, está agobiada

constantemente de la ineptitud para traer a la existencia los fines que se

ha propuesto. No es que la felicidad sea más simple que la cultura; más

bien se observa que su complicación puede ir evolucionando siguiendo

las sugerencias de la evolución cultural, aunque también puede dar un

bandazo y plantearse un paraíso de goces primitivos. Lo que la define no

es, pues, su simplicidad o su complicación, sino el que se mueve en un

terreno meramente virtual, el quedarse en el plano de los deseos

inútiles e insaciables, mientras que la cultura se caracteriza por el éxito.

La cultura, la entiende Kant como la condición formal y subjetiva

para proponerse, en general, fines, es decir, la aptitud para proponerse

fines y utilizar a la naturaleza para llevar a cabo esos fines elegidos

libremente. Luego los fines son los mismos; no hay más fines que los de

la felicidad, que son todos. Lo que varía es, como veíamos antes, que la

cultura toma sobre sí la tarea de traer al ser, esos fines que se propone

y para ello, en lugar de aguardar inútilmente el favor de la naturaleza, la

utiliza como medio para sus propósitos. Esta es su forma de actuar. “Ella

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38

da forma a la materia; la felicidad y de esta manera la va alejando cada

vez más de la animalidad” (García, 2011, pág. 183).

Para la idea de felicidad que construimos según Kant, se rechaza la

razón, porque nos hace patente nuestra finitud al confrontarnos con esa

infinitud de posibilidades de las que los animales, los niños y los que

padecen alguna limitación cognitiva están resguardos. “O porque nos

expulsa de ese abrigo de la inocencia y nos deja abandonados en lo

inhóspito. Y en ese desamparo lleno de cuidados tenemos que bregar

para hacernos una vida” (García, 2011, pág. 187).

El anhelo de la felicidad originaria sería el anhelo fetal del útero de la

naturaleza. Y el rechazo de la razón y de la libertad no es otra cosa que

el espanto de la muerte.

4. La felicidad como ideal de la imaginación

Siguiendo el estudio de la felicidad, Kant nos muestra porque ella es

un ideal de la imaginación. “La actividad de la imaginación proyecta

rápidamente una multitud de imágenes y obtiene un modelo a partir de

lo que tienen en común todas ellas” (Rios, 2011, pág. 142). Además, no

tenemos imágenes concretas que proyectar, como en la formación de la

idea normal, sino que tenemos solamente el procedimiento. “A falta de

figuras que engastar nos quedamos con la pura forma de relación entre

ellas, que a su vez rinde esa serie inconclusa de imágenes” (García,

2011, pág. 190). En este caso la imaginación funciona en libertad,

explorando afinidades entre las experiencias, y no estableciéndolas

entre los conceptos, pues le hacen faltan, porque son propios de la

razón.

Y por tanto: “el concepto de felicidad […] es una mera idea de un

estado; a esa idea quiere el hombre adecuar su estado bajo condiciones

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39

meramente empíricas lo cual es imposible” (Rios, 2011). Es imposible un

imperativo categórico que ordene buscar la felicidad, porque no hace

parte de la razón, lo que demuestra es que sobre este asunto solo se

pueden formular imperativos hipotéticos, los llamados consejos de la

prudencia.

De aquí se sigue que los imperativos de la prudencia, hablando con

rigor, no ordenan, esto es, no pueden presentar acciones objetivas

como prácticamente necesarias; que han de considerarse más bien

como consejos (consilia) que como mandatos (praecepta) de la

razón; que la tarea de determinar segura y universalmente qué

acción fomentará la felicidad de un ser racional es completamente

irresoluble; por consiguiente, no es posible un imperativo que tenga

esas miras y que mande en sentido estricto hacer aquello que

produce felicidad porque la felicidad no es un ideal de la razón, sino

de la imaginación, que descansa en fundamentos empíricos de los

cuales en vano se espera que determinen una acción por la cual se

alcanzaría la totalidad de una serie de consecuencias de hecho

infinita (García, 2011, pág. 211).

Encontramos reunidos en este fragmento algunos de los discursos

de la felicidad que hemos venido escuchando: la felicidad como

concepto indeterminado, puesto que son muchos los deseos y para ser

feliz es necesario la satisfacción de cada uno de ellos, además que no

cambien el deseo y sin duda que sea saciado siempre. También aparece

la incoherencia entre el origen empírico de la noción de felicidad y su

pretensión de abarcar esta totalidad infinita e inabarcable y por su

puesto el ideal de la imaginación.

Y vamos a comenzar por las consecuencias que siguen del pasaje que

acabamos de citar: que el imperativo de la felicidad es hipotético y

analítico. Sin duda, tenemos que rechazar que el hombre no conozca lo

Page 36: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

40

que quiere y desea. El fin último del hombre es ser mejor y además,

toda acción que le lleve a realizar su proyecto la conoce y por tanto

determina su presente en miras a la realización del futuro. Además son

los deseos que le ayudan a proyectarse pero lo hace desde su base

posible o sea desde su misma experiencia vivida. En tanto que el

hombre conoce y le es inherente además la comprensión, sus proyectos

cambian pero no cambia el fin último que es querer ser mejor.

Entonces la felicidad no puede ser producida, fabricada, elaborada,

confeccionada, construida, trabajada, obtenida a partir de una tarea

que se encamine a ella. La felicidad no es una obra del arte o de la

técnica humana […]. La felicidad es más bien el foco inalcanzable e

inagotable al que toda producción se encamina (García, 2011, pág.

216).

A partir de estas ideas de Heidegger del ser como proyecto, y en

tanto que la esperanza es el motor que lo lanza a vivir conforme a la

idea siempre de ser mejor, sí hay acciones que se realizan, se conocen

que nos ayudan a llegar a la plenitud y en tanto que andamos el camino

trazado por la esperanza somos felices porque hacemos el tránsito de

ese camino.

5. La felicidad que se aleja del otro

A través de este recorrido en la exposición del concepto de felicidad en

Kant, nos falta una importante idea, que es la base fundamental de la

que toma forma todo su discurso del por qué no puede el hombre

alcanzar la tan anhelada felicidad; siendo ella un fin natural y universal

por el cual él mueve toda su existencia.

Efectivamente: “en que cifre su felicidad cada persona es cosa que

depende del sentimiento particular de placer y dolor de cada uno, e

Page 37: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

41

incluso en uno y el mismo sujeto, de la diferencia de necesidades según

los cambios de ese sentimiento” (Rios, 2011, pág. 136). Es el individuo

el único capaz de determinar su propia felicidad, pues él a través de

toda su historia de vida, necesita satisfacer todos sus deseos. “Nadie es

capaz de determinar, por un principio, con plena certeza, qué sea lo que

le haría verdaderamente feliz” (García, 2011, pág. 136). Por ello es tan

incierto el concepto de qué es lo que realmente lo haría feliz, que no

existe en el mundo un solo ejemplo de cómo logramos alcanzar la

felicidad plena en complejidad, grado y duración de un solo individuo.

Este es el primer gran error de Kant al formular su concepto de

felicidad, el hombre solo puede desarrollar su conciencia, sus diferente

capacidades (físicas, afectivas, espirituales, entre otras) y llegar a la

plenitud del ser, cuando está con sus congéneres, es decir, que el

hombre solo logra hacerse hombre cuando está interrelacionado con

otros hombres, siendo la sociedad el principal transmisor de la cultura

(entendida como aquella cosmovisión alcanzada en proceso histórico

como comunidad sobre el mundo), por tanto el hombre adquiere todo un

conocimiento y una forma de ver la vida que no es única sino que por el

contrario es mediada por todos los elementos que le ofrece la sociedad

para alcanzar este concepto y se mueve dentro de este parámetro.

Aunque cabe destacar que en el ser, le es inherente el comprender y en

tanto que viva, no deja de interpretar los símbolos de su cultura y de

otras culturas a la vez, para integrarlos a su ser, siendo esta la

verdadera forma cómo podemos entender a cada individuo dentro de su

entorno; que al interpretar su mundo, alcanza una nueva comprensión,

que integra a su ser. Y es una espiral que en cada vuelta comprensiva se

va ampliando infinitamente, conociendo que el hombre es un ser

inacabado e imperfecto que se va renovando en cada recorrido de la

espiral.

Page 38: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

42

En base a ello, el hombre no puede elegir su felicidad solo a partir

de su historia sino que es mucho mayor esta idea formada, que está

marcada totalmente por su cultura y es ella misma que le ofrece las

herramientas para alcanzarla. Ya que una idea de felicidad construida

subjetivamente, de deseos internos, personales, individuales o

egocéntricos, que como tal, no tendrían en mente la idea de felicidad

autentica, es como lo plantea Kant; una felicidad sin justicia, pero se

olvida que el individuo en tanto pertenece o es hijo de una cultura, todas

sus acciones están mediadas por una moral que es la que garantiza el

pleno desarrollo dentro de su sociedad. Además la libertad positiva; la

libertad de autodeterminarse, queda reducida a una determinación

colectiva de la cual el hombre no puede librarse ya que no puede ser en

esencia lo que está llamado a ser, porque la determinación colectiva es

la que le garantiza su desarrollo, siendo que la felicidad no puede ser

mediada por unos simples deseos, si no que por el contrario, son

construidos en un proceso histórico-cultural que se eleva por encima de

los subjetivismos y en tanto que se torna un fin colectivo en sí mismo no

puede ser tenido por arbitrario.

Comprendido de forma dialéctica: la dignidad y la libertad,

constituyen la felicidad. Entendiendo dentro de la dignidad todo el

conjunto de normas que la garantiza (felicidad con justicia) y la libertad

como la opción de guiarse por ellas para hacerse digno de la felicidad.

Kant realiza esta comprensión destacando el individuo, que para

entenderla tendríamos que recurrir a la circularidad de Gadamer qué un

forma pobre de cómo comprende el hombre, siendo así que Kant hace la

mitad del recorrido de esta circularidad, es decir de la comunidad al

individuo, pero olvida terminar el círculo, por tanto volver de nuevo a la

comunidad que es donde alcanza el pleno desarrollo de su ser que es el

Page 39: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

43

objetivo fundamental al que está llamado y es el que le hace trascender

para remontarse más allá de la satisfacción de meros deseos, para

alcanzar su plenitud que es el verdadero propósito constituyéndose

entonces la felicidad como el camino que se labra para alcanzarlo.

6. El problema de tener la felicidad como un ideal inalcanzable

Así las cosas, en Kant la felicidad es el lograr satisfacer los deseos

propios que por naturaleza le competen a cada persona, pero ¿cuántos

son los deseos que al ser satisfechos solo proporcionan una sensación

de insatisfacción, de frustración? Desde autores promodernos hasta

posmodernos coinciden en reconocer la modernidad como la época del

hombre frustrado, cargado de una insatisfacción y ello puede

entendenderse, precisamente, por la identificación que se hizo desde

Kant de la idea de felicidad con la satisfacción de los deseos naturales y

el correspondiente deslinde de felicidad y moral o ética.

La simple satisfacción de los deseos naturales proporciona un estado

transitorio, que podríamos llamar alegría, en cuanto tras la satisfacción

de un deseo natural sobreviene otro deseo de igual índole que prima

sobre la alegría obtenida y que impele su satisfacción inmediata. De ahí

la transitoriedad de la alegría. Proponiendo un ideal de felicidad

inalcanzable ya que nunca el hombre logra satisfacer todos sus deseos

en tanto que cada día conoce y comprende, de formas diferentes el

mundo que le rodea.

En este sentido el concepto de felicidad que Kant construye en su

formalismo apunta a un idealismo que en tanto que tal constituye un

horizonte de búsqueda de algo que no puede ser alcanzado y en cuya

búsqueda solo van quedando seres frustrados.

Su concepto que parte del individualismo exagerado no encuentra

realmente cabida en la vida cotidiana del ser, porque él no es mera

Page 40: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

44

racionalidad sino que por el contrario está también compuesto de la

pulsión, de su afectos, además su parte espiritual, por tanto el querer

satisfacer una sola de sus potencias; a saber la razón; está intentando

correr una maratón con un solo píe, en tanto que todas ellas

(potencialidades) constituyen el ser.

Para Kant: “la felicidad es más bien el foco inalcanzable e

inagotable al que toda producción se encamina” (García, 2011, pág.

187), por ello dice que solo ella puede ser producto de la moralidad, en

tanto que el hombre en un acto libre de voluntad acepta hacerse digno

de ella siguiendo el imperativo categórico; porque todo intento fuera de

él queda descartado en tanto que parte de la misma experiencia que

nos lleva a no cumplir con nuestro deber que es lo que debe primar para

el hombre.

Entonces la felicidad se nos vuelve un ideal e ineludiblemente

inalcanzable; en tanto que es individual, debemos plantearnos otro

camino que no debe ser el formalismo porque sería pensar la vida del

hombre dentro de una cámara obscura y después de construir nuestro

concepto para encasillar al hombre en él. Y la historia se ha encargado

de mostrarnos que cada vez que se quiere determinar el hombre, nunca

se logra esta meta ya que el principio inmanente de la vida que hace al

ser capaz de ir más allá rompe todo molde. Por tanto debemos

abandonar la vía formal y construir un concepto que abarque nuestro

objetivo, que es reflexionar al hombre y desde su misma vida diaria ser

felices como camino hacia la plenitud.

III

La felicidad y la esperanza

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45

Pasamos ahora a una posición contemporánea sobre nuestro tema

tratado, estudiando este concepto por medio de lo reflexionado por

André Comte-Sponville, en su libro La felicidad desesperadamente, que

presenta la felicidad en una relación con la esperanza. Pero antes de

iniciar esta nueva aventura conozcamos algo de su perfil académico.

Filósofo racionalista y humanista. Fue durante mucho tiempo

conferenciante de la Universidad de la Sorbona, de la cual dimitió en

1998 para dedicarse exclusivamente a la escritura y a otras

conferencias ajenas a la universidad. Sus filósofos de influencia son

Epicuro, los estoicos, Montaigne y Spinoza. Entre los contemporáneos,

está próximo sobre todo a Claude Lévi-Strauss, Marcel Conche y

Clément Rosset.

El 4 de marzo de 2008 fue nombrado miembro del Comité Consultivo

Nacional de Ética Francés por el presidente de la República Francesa

Nicolás Sarkozy. Es miembro de honor de la Association pour le Droit de

Mourir avec Dignité, y ha declarado que: "la libertad de elegir es un

valor más elevado que la vida".

Empieza su estudio partiendo del deseo y tomando una frase de

Spinoza: “el deseo es la esencia misma del hombre” entonces ser feliz

es: “tener lo que se desea”. Por consiguiente, el deseo es el motor

mismo que hace al hombre buscar esa carencia y que utilice todo su

ingenio para lograrlo.

Page 42: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

46

1.1. ¿Qué entiende por deseo?

Utilizando una frase de Plantón conjuga el amor y el deseo: “El amor es

deseo: y el deseo es carencia. […] lo que no se posee, lo que él no es y

aquello de que carece” (Comte-Sponville, 2001, pág. 27). En

consecuencia, afirma que la felicidad se escapa en la medida que el

sujeto vive una “pequeña muerte” o un sinsentido, como nos dice

Heidegger; puesto que el hombre obtiene lo deseado inmediatamente

desea otra cosa, pues el hombre es un sujeto de deseo y en tanto que

desea no puede conformarse con lo que tiene y ser feliz.

Entonces podemos deducir que la felicidad es desear lo que no se tiene,

porque: “En cuanto un deseo es satisfecho, se anula como deseo: ʻEl

placer, -escribe Sartre-, es la muerte y fracaso del deseoʼ” (Comte-

Sponville, 2001, pág. 29). Además lo que se deseaba o ya se posee, no

representa la felicidad porque hay un sinsentido, un vacío que solo

puede ser colmado con otro deseo. De forma que el placer se traduce en

la muerte y el fracaso del deseo, llevándonos inevitablemente a la

infelicidad.

Ineludiblemente, el hombre se encuentra en una encrucijada propia de

su esencia que es su catástrofe existencial: o bien desea lo que no tiene

buscando ser feliz o bien sus deseos son satisfechos.

También nos menciona la “felicidad inadvertida”: que ocurre cuando el

hombre olvida el objeto de su deseo y no siente la carencia por eso se

siente pleno. Pero como fue un descuido, cuando vuelve a recordar su

deseo vuelve la tragedia, hasta que satisface el deseo o se sigue

prolongando.

Page 43: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

47

Utiliza la idea de Schopenhauer del péndulo para representar la fatalidad

de la vida del hombre que cuando desea lo que carece, se traduce en

sufrimiento. Y Cuando obtengo el objeto de mi deseo y caigo en la

“pequeña muerte”, es el aburrimiento o la cotidianidad. Por tanto la

felicidad está en la oscilación del péndulo entre el sufrimiento y el

aburrimiento siendo el placer el instante en que recorre el péndulo este

trayecto. Y cuando encuentra otro deseo, oscila de nuevo el péndulo

entre la cotidianidad y el sufrimiento, reconociéndose como un “ser en

falta”.

Y utilizando una frase de Pascal nos dibuja este panorama: “De esta

manera no vivimos nunca, pero esperamos vivir; y, estando siempre

dispuestos a ser felices, es inevitable que no lo seamos nunca” (Comte-

Sponville, 2001, pág. 34). Entonces el hombre vive en una proyección y

nunca vive en su presente, esperando a que la vida misma disponga

todo para que alcance la felicidad. En consecuencia traduce este filósofo

francés estas disertaciones en las “trampas de la esperanza”. Siendo la

esperanza la carencia misma del deseo. Por eso termina con esta frase

de Pascal: “esperamos que nuestra espera no quede defraudada en está

ocasión como en la otra, y eso hace que, al no satisfacernos nunca el

presente, la experiencia nos engaña y de desgracia en desgracia nos

lleva hasta la muerte que es nuestro remate eterno” (Comte-Sponville,

2001, pág. 35). Y puesto que toda esperanza es defraudada, según esta

visión pobre del término; como único camino nos queda es liberarnos

de la esperanza (esperar).

1.2. ¿Qué entiende por esperanza?

“Es un deseo: no se puede esperar lo que no se desea. (Comte-Sponville,

2001, pág. 42). Para clarificar más este concepto nos ofrece tres

Page 44: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

48

características que lo determinan, abriéndonos su perspectiva sobre su

reflexión, la cual es polémico y contradictorio, pero que nos sirve de

base para descubrir cuál es su verdadero significado (esperanza), la

importancia en nuestra vida y seguidamente, en nuestra felicidad.

La primer característica es un deseo que alude a lo que no tenemos. Que

se refiere siempre al futuro, siendo una proyección, que en este autor no

modifica el presente; convirtiéndose en una espera sin gozo ya que la

desdibuja como un ideal sin ninguna influencia en el hombre.

La segunda característica es un deseo que se ignora si es o si será

satisfecho. En tanto que el futuro es desconocido pues el hombre no es

clarividente, sus más profundos deseos se reflejan y anhela satisfacer,

pero al no disponer de esta “conocimiento” se siente frustrado pues es

arriesgarse a quedar insatisfecho. Conllevando a traducirse, en esperar

sin saber. Y ese esperar a estar satisfecho o no, por encontrarse ante

estas dos posibilidades, se comprende como “la esperanza y el

conocimiento nunca se encuentran” (Comte-Sponville, 2001, pág. 45).

Y por último la esperanza es un deseo cuya satisfacción no depende de

nosotros, es un esperar sin poder. Reunidos las tres características

anteriores podemos concluir que la esperanza: “Es un deseo que se

refiere a lo que no tenemos (a una carencia), del que ignoramos si es o

si será satisfecho, y cuya satisfacción no depende de nosotros: esperar

es desear sin gozar, sin saber y sin poder” (Comte-Sponville, 2001, pág.

49).

2. Entonces ¿Qué es esperanza?

A partir de estas premisas entendemos esta “espera” como una

inacción, porque es aguardar a que la vida (azar, dios) lo haga por

Page 45: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

49

nosotros, mostrándonos incapaces de forjar el futuro con nuestras

acciones, desligando el pasado del presente y a la vez estos dos del

futuro, ya que al entenderla de esta forma, el hombre solo viviría por

regulación no de su voluntad sino de una fuerza que lo aliena de su

libertad.

El hombre puede solo desear desde su racionalidad e historicidad, así

comprendida la esperanza podemos ver un horizonte que se traza con

nuestras acciones, no es clara, pero en tanto que depende no de una

espera sino de nuestros deseos mismo de ser mejor; se hace patetente

ante nuestra mirada, ya que nos traza un proyecto y por ende regula

todo nuestro presente pues nos encamina a lograr este objetivo.

Tampoco la esperanza es ignorancia ya que se puede entrever un

horizonte en tanto que el hombre desea desde sus posibilidades y en

ese deseo (deseo del ser) puede ver una participación del futuro pues

muestra cómo quisiera ser y lo que no le gustaría ser y esto permite

determinar qué acciones debe realizar para llegar a ser.

El hombre es un ser finito, inacabado, que ineludiblemente, siempre está

en constante cambio de sus paradigmas en tanto que se relaciona con el

mundo y en tanto que comprende, siendo una característica inherente

de su ser; el traza nuevos proyecto de como quisiera ser. Y desde sus

mismas condiciones en las que se encuentra no sueña con un ideal, sino

que parte de un deseo objetivo, razonable; su propia vida, con sus

diversas circunstancias que le hacen un ser que se proyecta a buscar la

plenitud y este proceso nunca acaba. Y es en ese proyectarse donde la

esperanza forja el camino, le muestra su futuro y en tanto que lo recorre

y se siente en él, es feliz.

Page 46: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

50

Es la Esperanza la que nos proyecta, la que nos orienta a un futuro que

nos es ilusorio (como vimos anteriormente que parte de un deseo

racional) y sin embargo es esencial, porque es el sentido que

procuramos para nuestra existencia y para nuestro ser; sentido en tanto

que orientación en nuestro caminar hacia llegar a ser en el que de todas

formas vamos ya siendo imperfectamente lo buscado, y sentido en

cuanto que espiritual y racionalmente se determina inacabadamente

aquello que sólo no podemos llegar a ser finalmente por ser finitos.

La propuesta de este autor de ser feliz es perder la esperanza, pues ella,

es la mayor tortura y la desesperanza la mayor felicidad porque se vive

con lo que se tiene, posee o con lo que se es. Pero heidegerianamente

hablando, se puede decir, y esto es contra Comte-Sponville que un ser

humano que abandona la esperanza, es un ser que dimite o claudica.

Un ser dimitido es un ser en falta, en tanto que carece del motor

esencial del ser. La esperanza orienta al futuro por tanto completa la

temporalidad del ser, haciéndolo vivirse como proyecto y, en tanto que

tal, como ser inacabado.

3. Una mirada desde nuestra Iglesia

Con su labor pastoral y catequética el Papa Benedicto XVI desde la

catedra de Pedro nos ofrece toda una trilogía de la vida del cristiano en

plenitud y de ella, estudiaremos especialmente una carta encíclica que

alumbra nuestro tema: En esperanza fuimos salvados, pues nos ofrece

una visión no solamente de lo que la Iglesia interpreta en los signos de

los tiempos y su tradición, sino que nos ofrece todo un rayo de luz para

alumbrar esta época en que vivimos, como su labor de amor de cuidar al

Pueblo de Dios.

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51

Y para empezar, el preámbulo de esta carta encíclica nos ofrece esta

bella propuesta de nuestra esperanza. “Se nos ofrece la salvación en el

sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable,

gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente” (Benedicto XVI,

2008, pág. 4). El asegurar que la esperanza no puede mostrarnos un

camino, es negar la historia vivencial de tantos cristianos que a través

de la historia manifiestan este convencimiento, seguros que su fe en un

Cristo que salva hace que se renueve todo su porvenir poniendo en

marcha toda una nueva forma de darle sentido a la vida.

El problema que encontramos en Comte-Sponville de la esperanza como

lo que no se tiene, lo que se ignora y cuya satisfacción de estos deseos

no depende de nosotros, la revaluamos con esta mirada cristiana que el

Papa Benedicto XVI nos muestra.

Y empieza a contarnos como la esperanza sí ha ofrecido todo una forma

de vivir que el hombre mismo desea para encontrar su plenitud. San

Pablo el gran misionero de los paganos al llegar a Grecia expuso todo

una doctrina no como información sino como un mensaje preformativo,

es decir, que cambia la vida. Los filósofos griegos habían orientado el

recto vivir del hombre en la tierra, como la doctrina de valores, o el

sentido propio de la felicidad, pero no lograban concretar las preguntas

por el más allá, el después de la muerte.

Con el mensaje de Cristo muerto y resucitado, la esperanza mostró un

nuevo proyecto para el hombre que ninguna filosofía podía satisfacer.

“En este caso aparece también como elemento distintivo de los

cristianos el hecho de que ellos tienen futuro: no es que conozcan los

Page 48: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

52

pormenores de lo que les espera, pero saben que su vida, en conjunto,

no acaba en el vacío” (Benedicto XVI, 2008, pág. 7).

Cosa que no ocurría con estos pueblos, sin embargo la esperanza de los

cristianos conjugaba la razón y el deseo, porque ella representa una

nueva forma de interpretarse y de satisfacer sus necesidades para

lograr ser. Por tanto, lo que sostenían los cristianos era un mensaje que

atraía a todo hombre, puesto que les ofrecía una visión positiva del

futuro. “Sólo cuando el futuro es cierto como realidad positiva, se hace

llevadero también el presente” (Benedicto XVI, 2008, pág. 7). Es por

ello, que el mensaje cristiano de esperanza se convierte en

“preformativo”, porque no solo le ofrece una teoría sino que comporta

toda una práctica de vida, una praxis donde lo latente se vuelve

patente, es decir, donde el futuro se abre como horizonte para que los

deseos del hombre de “querer ser” adquieren la preponderancia perdida

o a la que no se había llegado, es decir, la verdadera compresión del

hombre, a la luz de un modelo perfecto de humanidad, Jesucristo; la

verdadera esperanza y por la cual fuimos salvados.

Cristo adquiere entonces la figura de filósofo porque “Él nos dice quién

es en realidad el hombre y qué debe hacer para ser verdaderamente

[ser humano] hombre” (Benedicto XVI, 2008, pág. 15). Y además lo que

la esperanza les mostraba, la figura de Pastor que las otras culturas

desconocían. “El verdadero Pastor es Aquél que conoce también el

camino que pasa por el valle de la muerte; Aquél que incluso por el

camino de la última soledad, en la que nadie puede acompañar, va

conmigo” (Benedicto XVI, 2008, pág. 16). Es entonces este el sentido de

nuestra esperanza Cristo que enseña al hombre su verdadera esencia y

Page 49: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

53

le muestra su futuro como ser pleno en la oscuridad a la que nadie ha

podido conocer.

Es por ello que el Papa sostiene:

Cuando la Carta a los Hebreos dice que los cristianos son huéspedes

y peregrinos en la tierra, añorando la patria futura (cf. Hb 11, 13-16;

Flp 3, 20), no remite simplemente a una perspectiva futura, sino que

se refiere a algo muy distinto: los cristianos reconocen que la

sociedad actual no es su ideal; ellos pertenecen a una sociedad

nueva, hacia la cual están en camino y que es anticipada en su

peregrinación (Benedicto XVI, 2008, pág. 12).

La vida del cristiano, su estar en el aquí y el ahora; no es por producto

del azar o de las leyes de la casualidad sino como una comprensión de

una amor infinito que le redime y le invita a vivir su verdadera esencia,

para lo que fue creado y que tienda a ello. Indiscutiblemente, el hombre

ha condicionado su vida por lo que hasta ahora hemos logrado en este

proceso socio-cultural e histórico, pero la esperanza cristiana lo eleva

sobre todo ello, mostrándole un proyecto más auténtico que vence a la

misma naturaleza del hombre, abriéndole un nuevo horizonte donde su

modelo de vida es Cristo. Quien no rechaza ni niega que el actual sea

nuestro mundo, sino que nos muestra todo un proceso que lo depura

para hacerlo más auténtico.

La fe abre la posibilidad en el presente de que esa esperanza (espera)

gozosa del hombre como proyecto, le hagan feliz, en tanto que se

reconoce que no es pleno pero camina para lograrlo, según un modelo

depurado de humanidad que recoge la verdadera esencia del ser.

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54

La fe y la esperanza se relacionan íntegramente, la esperanza como

espera activa que muestra el camino y la fe como certidumbre del

propósito de Dios, que el hombre le ame y sea feliz. “Por tanto la fe no

es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir y que

está todavía totalmente ausente, la fe nos da algo” (Benedicto XVI,

2008, pág. 19). La fe es el futuro en el presente, es decir, el futuro no

como un “todavía-no” sino como la “prueba” de lo que todavía no se

puede ver, la fe es la que hace patente la esperanza, es la fe la que le

garantiza al hombre que su esperanza en Cristo no será defraudada,

porque está caminando a la plenitud bajo el camino que Él nos mostró

con su vida. Por ello se trata de perseverar en fidelidad a Dios

basándose en la certeza de la Alianza, en medio de un mundo que

contradice a Dios.

Pero ¿Qué contradice a Dios? La respuesta es obvia, el pecado. Y la

pregunta siguiente sería ¿Qué entender por pecado? Por su puesto que

no se trata de hacer una exegesis teológico-moral de la caída del

hombre, simplemente lo relacionaremos a nuestra vida bajo la mirada

de la filosofía, “[entendiendo] el pecado como la destrucción de la

unidad del género humano, como ruptura y división” (Benedicto XVI,

2008, pág. 30). Ya desde los Padres de la Iglesia, como nos cuenta el

Papa en su documento; se entendía el pecado como ruptura con la

comunidad y que sociológicamente hemos aprendido que es necesaria

nuestra interrelación con los otros para poder desarrollarnos como

hombres.

En consecuencia, el pecado que nos relata la Biblia es sin duda la

muerte del hermano, y a partir del anterior enunciado, el rompimiento

con el otro que me confronta y me permite aterrizar a la realidad misma

Page 51: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

55

del hombre, o en términos de los primeros Padres, no haya fuga mundi,

porque el otro me interpela. Siendo este el factor principal del cual el

hombre perdió su elemento fundamental, queda mejor descrito en el

acontecimiento de la Torre de Babel, donde Dios al ver la soberbia del

hombre al querer ser como Él, confundió las lenguas para que no se

pudieran comunicar. Efectivamente, el hombre quedó separado de su

comunidad o de la base fundamental que le lleva a su desarrollo

integral.

Y con la venida de Cristo, Él manifestó la “Redención” y todo su plan

salvífico ya “que se presenta precisamente como el restablecimiento de

la unidad en la que nos encontramos de nuevo juntos en una unión que

se refleja en la comunidad de los creyentes” (Benedicto XVI, 2008, pág.

30). En tanto que el hombre no entre en relación con el otro, no puede

definir de manera objetiva su felicidad, ya que la mayoría de los deseos

esenciales requieren de su vida en comunidad.

3.1. Fisionomía de la esperanza

Cuando hablamos del hombre y especialmente de su ser, no lo podemos

hacer como algo que ya se conoce, todo lo contrario, cada día nuestra

comprensión avanza en su interminable tarea de escrutarlo, al cual no lo

podemos encasillar, ya que la historia nos ha mostrado que él rompe los

moldes. En la ciencia vemos un progreso, es decir, un conocimiento que

va siendo mejorado día tras día, o como en lo material cuyo progreso es

acumulativo, No así el ser.

Por eso en el ámbito de su conciencia y por tanto de su voluntad, el

hombre cada día reinterpreta su accionar en este mundo, siendo su

libertad una constante toma de decisiones que pone en juego su

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56

relación con los demás, siendo esta mediada por la moral, además de su

conjunto de valores y por las expectativas propias de lo que siente. Por

eso toda decisión debe obedecer a un acto de libertad, impidiendo de

esta manera un encasillamiento, como en las facultades del ser en cuyas

diversas circunstancias en el hombre actúa más un ámbito que otro u

otros; por tanto así sea la misma decisión, siempre está mediada por

nuevas razones y acciones interpretativas del mundo. “Las decisiones no

están nunca ya tomadas para nosotros por otros; en este caso, en

efecto, ya no seriamos libres” (Benedicto XVI, 2008, pág. 44).

De esta premisa surgen dos consecuencias definidas por el Papa de la

siguiente manera: primero, “el recto estado de las cosas humanas, el

bienestar moral del mundo, nunca pueden garantizarse solamente a

través de estructuras, por muy válidas que estas sean” (Benedicto XVI,

2008, pág. 45). De esta manera, cada día el hombre debe buscar el

sentido mismo de su vida y estas convicciones que se han logrado a

través de la historia, debe afirmar su convicción, no como una

imposición o como una ley sino como el espacio que posibilita a

verdadera esencia del ser que descubre en cada una de ellas.

Segundo, “Puesto que el hombre sigue siendo siempre libre y su libertad

es también frágil, nunca existirá en este mundo el reino del bien

definitivamente consolidado” (Benedicto XVI, 2008, pág. 45). Por tanto

el hombre es un proyecto que desea ser, como lo hemos estudiado;

siendo cada día la conquista de su libertad y dignidad la garantía misma

de su felicidad en relación con los demás, en consecuencia siendo el

hombre un ser tan complejo y en su interrelación con los demás, se

convierte en un proyecto que constantemente se está renovando en una

dinámica dialéctica del ser.

Page 53: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

57

La vida del hombre que camina por este sendero, solamente tiene

sentido cuando no se queda encerrada para sí misma, sino cuando

acepta la redención como camino autentico de sentido para su vida. Por

tanto al decir que nuestra relación que nos da la verdadera esencia de

nuestro ser sólo la podemos hallar en Dios, no hablamos de una relación

individualista, subjetiva. Todo lo contrario, porque para acercarnos al

que nos dio la vida y encontrar el sentido mismo de nuestro existir, lo

tenemos que realizar bajo la comunión con Cristo que “es el camino

para llegar al Padre”, dicho de otra manera, nuestra plenitud.

Sin embargo, ¿a qué hace referencia la comunión con Cristo? Se trata

justamente, del encuentro con el hermano, es decir, la participación con

todos, el restablecimiento de la unidad rota (la comunidad); siendo

entonces la verdadera concepción de una sociedad (Reino de Dios)

como el futuro patente, cuando optamos por la esperanza cristiana

como camino de perfección o de otra forma, el encuentro con el

verdadero ser humano, no en el otro mundo sino como hemos explicado

en la misma realidad concreta del hombre, siendo Jesús el modelo

perfecto.

Con una frase de San Agustín el Papa nos muestra la auténtica

fisionomía de la esperanza cristiana: “Es el Evangelio lo que me asusta,

ese temor saludable que nos impide vivir para nosotros mismos y que

nos impulsa a transmitir nuestra común esperanza” (Benedicto XVI,

2008, pág. 51). Más que un mero formalismo, o encasillamiento, abre al

hombre el horizonte del Evangelio que por la fe “prueba” lo que está

latente, la esperanza de vivir en total plenitud; siguiendo el modelo de

Cristo y por tanto es feliz, porque aunque nos conozca los pormenores

Page 54: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

58

de su futuro, sabe que es el camino que le conduce a su verdadera

satisfacción de ser, conjugándose esperanza, fe y felicidad como la

existencia misma del hombre.

4. La historia como concreción de la esperanza

En el libro de Humberto Eco y el Cardenal Carlo María Martini, Arzobispo

de Milán, En que creen los que no creen; encontramos toda una reflexión

sobre el concepto de esperanza y la historia como su espacio de

realización.

Humberto Eco afirma:

San Agustín, [y] la patrística en su conjunto, dona al mundo la idea

de la Historia como trayectoria hacia delante, idea extraña para el

mundo pagano. […] en cualquier caso, se da una visión de la historia

originalmente cristiana cada vez que este camino se recorre bajo el

signo de la Esperanza (Eco y Martini, 1997, pág. 9).

Por tanto, una vez que San Agustín y toda la patrística posterior crearon

el conjunto de historia como progresión hacia adelante, toda reflexión

posterior (moderna y contemporánea) en torno a la esperanza que

pretenda entenderla en el tiempo, en la historia del hombre y no aislada

y abstracta, tiene un origen fundamentalmente cristiano. En últimas lo

que sostiene Eco, es que ya no es posible pensar la esperanza al margen

del concepto de historia creado por San Agustín como recorrido hacia

adelante que anuncie un fin de la historia, un apocalipsis o un retorno

del salvador para un recomenzar.

En este sentido la esperanza termina siendo esperanza del fin de los

tiempos, del fin de lo establecido históricamente, se sea cristiano o no.

Page 55: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

59

Pero ¿qué quiere decir esto? Sencillamente que la esperanza sólo puede

tener su concreción en la historia, pues es donde ella se puede realizar,

se hace patente para nuestra conciencia, es decir, donde devela lo

oculto, donde el hombre recorre hasta alcanzar su plenitud. Es en ella

donde el hombre ve realizada su proyección.

Y por tanto la historia entendida desde la cristiandad tiene las siguientes

características:

1. La historia posee un sentido, una dirección de marcha, no es un

mero cúmulo de hechos absurdos y vanos.

2. Este sentido no es puramente inmanente sino que se proyecta más

allá de ella, y por lo tanto no debe ser objeto de cálculo, sino de

esperanza.

3. Esta perspectiva no agota, sino que solidifica el sentido de los

acontecimientos contingentes: son el lugar ético en el que se decide

el futuro metahistórico de la aventura humana (Eco y Martini, 1997,

pág. 12).

Por tanto, en la historia está la concreción misma de la esperanza, porque en

su marcha devela el sentido y la dirección misma de la vida del hombre por

tanto no son dudad frente al futuro, y ya que el hombre está interpretando el

mundo sus proyectos cambian y por ende se trasforma o se eleva su querer ser

por algo mucho mejor y de hecho también le garantiza que esa penumbra sea

concreta y por tanto su acto de creer, de tener fe no es un salto al vacío.

Conclusiones

Page 56: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

60

El hombre en su finitud anhela, e incluso en ocasiones siente

hallar, respuestas sobre su propia existencia y entender el sentido de su

vida, pero esos rayos fortuitos, esos caminos que se vislumbran y luego

se cierran, esas esperanzas no comprendidas desde la razón que luego

se pierden, se desvanecen y nos dejan solo un sabor de boca de aquello

que no fue, no pueden constituir el sentido, no terminan siendo la vida.

La felicidad, entendida como búsqueda de la plenitud ética, implica un

proceso, un ser activo que se busca a sí mismo teniendo como objetivo

final la plenitud y en el entretanto la felicidad efectiva en el hallarse en

cada momento vivencial siendo ya él mismo la búsqueda y lo buscado.

Así, el sentido de la vida se convierte en el ser en la búsqueda de la

felicidad.

El ser humano, desde Heidegger, se entiende como proyección,

como un buscarse a sí mismo en un futuro (ser en proyecto), pero dando

un paso más en la línea de pensamiento de este autor, es necesario

encontrar la causa de la proyección, el motor que nos mueve a

proyectarnos. En este sentido, encontramos como causa el deseo,

entendido como la fuerza inmanente que impulsa al ser humano a

buscar y buscarse en lo por venir como alguien mejor o, en palabras de

Heidegger, “buscar ser”. Este motor —como llama Aristóteles al deseo—

constituye la esperanza, en tanto que al hombre le es inherente la

compresión del mundo y su búsqueda de sentido, que nace desde su

misma capacidad; el lanzarse a un horizonte que se abre para él como

su más preciado tesoro del cual emplea todas sus energías para

encontrarlo y alcanzar la plenitud.

La esperanza es el derrotero de querer ser cada día, de superarse,

de crecer como ser humano, que hacen de él, un ser que ha encontrado

el sentido de su existencia, y en tanto ser finito e inacabado esta

Page 57: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

61

búsqueda se traduce en felicidad, porque busca construirse y

deconstruirse en la medida en que el horizonte se amplia.

Heidegger nos dice: “el hombre es un ser para la muerte”, con lo

que intenta dejar claro que el momento del ser humano es la vida,

entendida como el cúmulo de todas las posibilidades de ser, por las

cuales el hombre se orienta en la búsqueda de la felicidad. Sin embargo,

en la medida en que se guie por los deseos del tener y hedonistas, se

apartara de este camino que le conduce a la felicidad. Muchos filósofos

han entendido la felicidad como satisfacción de todos los deseos, en

Kant de las inclinaciones, pero es necesario determinar qué es lo que es

digno desear y hacer una distinción de qué deseos se deben satisfacer

para alcanzar el desarrollo digno del hombre y su felicidad.

En consecuencia, es necesario que en nuestro análisis filosófico

logremos esta distinción, por ello hemos caracterizado, en múltiples

discusiones con nuestro asesor, los tipos de deseos y su función en la

vida del ser humano.

1. Tipos de deseos

Al hombre, como dijimos anteriormente, le es inherente el desear

hace parte de su condición como ser inacabado el quererse proyectar

para lograr ser o buscar su plenitud, Por consiguiente, estos deseos

tienen unas características que es necesario aclarar para entender estas

conclusiones a las que hemos llegado.

1.1. Los deseos del tener

Se refieren a la consecución de todos los bienes materiales de los

cuales se tiene carencia o simplemente porque ellos comportan un

placer, son aquellos bienes para el desarrollo digno del ser humano o no,

Page 58: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

62

pero a los cuales el hombre ha sobre dimensionado atribuyéndole

características no solo vitales sino de estatus que les hace ser mejor en

su consecución, identificándose con ellos. Por tanto, son los que

conducen a la “pequeña muerte” o aún sinsentido, pues al alcanzar el

objeto deseado se pierde el interés hasta que desea otra cosa. Estos son

propios de nuestra era hiperconsumista. Es también como lo

examinábamos con Comte-Sponville, puesto que la esperanza es una

carencia y la felicidad se traduce en querer alcanzarla, el hombre vive

una ambivalencia; puesto que, en el mismo momento que disfruta el

placer de obtener el objeto deseado; él vuelve a su desasosiego porque

esta “felicidad” no lo llena y porque su deseo se traslada a otro objeto.

Siendo la felicidad inabarcable, inalcanzable y por tanto un concepto

indeterminado como nos quedó claro en el anterior capitulo

reflexionando a Kant.

1.2. Los deseos hedónicos

Son todos los deseos que nos orientan solamente al sentir la

complacencia. Como la alegría, el entusiasmo, el goce, los frenesís que

procuran solo placer, que son importantes y necesarios, pero que no

hacen trascender, se queda en meros instantes y por tanto no hay

continuidad; qué es lo que el hombre más anhela. Estos deseos hacen

parte constitutiva del ser y forman la pasión. En tanto que el hombre es

hombre no puede acabar, suprimir deslindar estos ámbitos de su ser. ni

dominarlos plenamente desde la razón. El propósito mismo del hombre

es lograr un equilibrio entre todos estos componentes de su ser, pues al

querer dar peso a una, perderá la confianza de los otros componentes

constitutivos, nos dirá Facundo Cabral, además: “Porque si la razón

gobierna sola es una fuerza que limita y la pasión desbordada es una

llama que arde hasta su destrucción” (Cabral, 2014, pág. 1). Y al igual

Page 59: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

63

que la anterior característica solo nos lleva al vacío existencial, puesto

que nada puede llenar o colmar estas expectativas del hombre,

desembocando en un tremenda depresión pues estos placeres no logran

colmar sus deseos, puesto que entre más los satisfaces más frustrada

queda la persona porque su apetito se ensancha más.

1.3. Los deseos esenciales del ser

Constituyen el deseo esencial, por el cual nosotros nos proyectamos

como algo otro frente a lo que estamos siendo y producto de este ser

que somos ahora. En tal sentido, el ser en el presente se reconfigura

y reinterpreta para alcanzar a posteriori el ser deseado. Así

entendido, es el deseo esencial quien nos define en el presente y en

el por ser, en cuanto constituye el contenido y la gramática de

nuestra búsqueda de sentido1.

Estos deseos del ser permiten partir de las cosas materiales que

sirven para lograr mi desarrollo, entendidas como un peldaño en mí

camino y no como un fin. Partimos en esta nueva época de una base

que garantice el desarrollo de nuestra dignidad bajo unos parámetros de

justicia, en consecuencia el hombre no puede no desear cosas

materiales y afectos, como dijimos anteriormente son la parte

constitutiva, necesaria para entenderse como ser. Pero lo que no puede

es cifrar su identidad en estos objetos o deseos. No podemos caer

ingenuamente en decir, que el pobre vive una vida autentica al no tener

cosas y por tanto, ha logrado el desarrollo de su ser, todo lo contrario, es

un ser carente de dignidad, que no puede atisbar la conjugación de

todos los planteamientos necesarios que le hagan vivir una vida plena y,

por tanto, son necesarios todo los que se logren en beneficio mismo del

desarrollo del ser. Pues ya que si no es así quedaría reducido a un 1 Conclusiones alcanzadas con el asesor y otro compañero

Page 60: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

64

objeto de uso de la sociedad. O como lo decía Kant: que la inmoralidad

más grande era tener por medio al hombre que había sido constituido

para ser fin.

Estos deseos esenciales y fundamentales del ser (al entenderse

como carencias) los vemos como posibilidad que abre nuestro camino

para buscar la mejor manera de satisfacerlos (satisfactores), porque es a

través de ellos donde el hombre encuentra su verdadero sentido de

vida, pues él parte desde su misma condición para esta búsqueda que le

llevan a plantearse un reto de transformación y por tanto de renovación

social. Efectivamente, es necesario que tengamos conciencia de ellos y

de hecho me remito al tema monográfico de las pobrezas, trabajado por

mi compañero Helmer Javier Berbesí Santos, donde están

completamente desarrollados estos conceptos y de los cuales aquí solo

esbozamos los nombres para tener referencia de ellos como camino que

garanticen la dignidad del ser. Y entre ellos están:

Estamos hablando, entonces, de necesidades esenciales del ser tales

como: necesidad de libertad, de identidad, formación, participación

(no política, sino desde el ámbito social), la búsqueda de

trascendencia, aceptación (como determinante de la identidad),

intimidad, ocio (espacio que permite ser a uno lo que es),

comunicación.

Y solo cuando el hombre encuentra en ellos su placer, es cuando

realmente estamos hablando del ser humano que se labra su camino en

busca de ser mejor, (ser como proyecto), siendo la esperanza su

derrotero y la felicidad su entre tanto, que se sigue expandiendo en un

horizonte abierto de comprensión, en tanto que es un ser inacabado.

Page 61: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

65

2. ¿Cómo entendemos al hombre?

No se define aquí al ser humano desde una posición racionalista, ni

metafísicamente extrema, no es un purismo que desconozca la realidad

y la cotidianidad del ser en el mundo que nos mueve. Entendemos el

ser humano como constituido integralmente por los ámbitos de la razón,

la pulsión, la espiritualidad y las afecciones del alma, un ser complejo en

su constitución cuya vida es en cada momento el resultado de una

tensión dinámica entre dichos ámbitos. Así no es posible ser puramente

lo uno o lo otro, se es siempre según las circunstancias que en cada

caso determinado resuelven un énfasis en uno o varios de nuestros

ámbitos: en ocasiones seremos más racionales o más espirituales o más

pulsionales o más sensibles, sin que por ello los demás ámbitos hayan

dejado de jugar un papel importante en la determinación del ser para

esa ocasión concreta.

En este sentido cuando interpretamos a la persona, como

estructurada y movida siempre por necesidades no excluimos del

análisis las necesidades del tener, y del hedonismo para presentar las

necesidades fundamentales y esenciales del ser como las únicas dignas

de ser satisfechas. Como todo en la vida del ser humano, las

necesidades son dialécticas, por lo que de su adecuada satisfacción

depende el desarrollo integral y la dignidad del ser. De lo anterior se

desprende, así mismo, que por tanto la persistencia de una carencia

desequilibra la integridad y afecta la dignidad. Por su puesto este efecto

negativo de la carencia puede por ser más significativo e incluso

devastador según el ámbito que directamente se ve afectado.

3. El futuro cambia nuestro “ser aquí”

La esperanza permite determinar el futuro en tanto que hace

“visible” un estado al cual desearía llegar a ser, además modifica el

Page 62: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

66

mismo presente en el que se encuentra la vida misma del hombre, pero

que debe partir desde su misma historicidad el cual le posibilita a que

desee algo que pueda poner por obra y no se quede en una ilusión o

ideal efímero, siendo este irrealizable; puesto que no logra poner al

hombre en acción. Siendo entonces la esperanza la que constituye el

contenido y la gramática de nuestra búsqueda de sentido, siendo el

deseo esencial la orientación ontológica y primigenia del ser humano.

Por tanto este proyecto se construye de manera objetiva o razonable,

como decía Amartya Sen: que el hombre tiene deseos pero que van

unidas a unas razones para desear, nos permite pensar un proyecto que

transforma la vida misma del hombre desde sus posibilidades y no como

ideales que no se pueden satisfacer, como aduce Kant.

Además no podemos aceptar lo que se afirma en La felicidad

desesperadamente, en donde Comte-Sponville asevera que, la

esperanza y conocimiento nunca se encuentra, la esperanza es una

ignorancia frente a nuestro futuro, a lo cual es conveniente utilizar una

cita de John Langshaw Austin de su libro Cómo hacer cosas con las

palabras, en donde nos dice: “Es un cambio radical de la situación de

mundo de aquel a quien se promete, en cuanto se transforma sus

expectativas o surja una nuevas y cuando menos parte de su vida se

dispone a acoger las condiciones nuevas que la promesa realizada

proveerá”. Por tanto afirmar que no es conocimiento u acción, estamos

desconociendo el verdadero concepto de esperanza, que sí logra una

modificación de nuestro presente, en tanto que desee ser.

“Lo deseado en el deseo esencial nos abre camino para ser

caminantes que quieren llegar a un punto en el horizonte que se

desplaza hacia otro sentido con cada paso”2, revelándonos la esencia de

qué es el hombre, un ser en proyecto que por su finitud nunca se

termina de pensarse; constituyéndose así imperfectamente cuando 2 Conclusiones alcanzadas con el asesor y otro compañero

Page 63: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

67

prepara su camino, además es feliz en la medida que puede avanzar por

este camino y realiza su búsqueda de sentido.

Se es feliz en la búsqueda de sentido en la medida en que el

hombre se determina a ser mejor y desearlo, siendo las acciones

necesarias para lograr este objetivo, la trayectoria; donde encuentra la

fuente de su felicidad. Además este mismo deseo de ser mejor, que no

se agota; porque primero lo que desea esta objetivamente dentro de sus

posibilidades y porque puede emprender este camino hasta llegar a su

plenitud, el hombre se constituye como decía Aristóteles lo que está

llamado a ser.

Entonces en este proyectarse el hombre no está suspendido, a la

espera de alcanzar la meta de un proyecto sino que buscar alcanzar la

meta, es lo único que le permite y lo empuja a ir siendo en esa

búsqueda, al punto que más que ser en la búsqueda, se es la búsqueda:

el ser humano, en su autenticidad es un llegar a ser (proyecto), lo que

por tanto lo constituye en posibilidad en el mundo y, por tanto, en medio

de los otros seres humanos, de otras posibilidades. La felicidad no puede

constituir una meta, pues alcanzarla se desvanecería, como cuando se

agota el objeto de la alegría. La felicidad es el estar siendo en la

búsqueda de la meta, el estar siendo en la búsqueda del llegar a ser y

siempre el estar siendo con los otros. Es por ello que la felicidad es un

concepto ético porque siempre que el ser humano se proyecta lo hace

en medio de los otros.

De igual manera la visión de la Iglesia nos permite ampliar y

concretizar esta aventura de saber que es la felicidad. E interpretando lo

que el Papa nos dijo en su encíclica Spes Salvi. No estamos en la

sociedad que deseamos sino que estamos en la sociedad que hemos ido

logrando y que proyectamos al futuro continuar construyendo como el

espacio de la sociedad. Puesto que no podemos tampoco aceptar una

Page 64: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

68

idea religiosa alejada desde la misma condición del hombre, puesto que

se trata de una nueva forma de comprender la humanidad a partir de

Cristo que nos viene a mostrar el rostro autentico de Dios, que es amor;

y por tanto, desea que todos sigamos a Cristo para convertirnos en sus

hijos muy queridos, imitadores de su amor.

La conjugación entre esperanza y felicidad, nos muestra el mismo

hombre en su vida particular como el campo, el camino, donde logra

estos cometidos, además que la esperanza cristiana le muestra cual es

el modelo (el Redentor, Cristo mismo) y la felicidad de proyectarse a

encontrar su plenitud.

No podemos aceptar la aseveración de Kant al definir la felicidad

de manera individual, en tanto que el hombre no entre en relación con el

otro, no puede definir de manera objetiva su felicidad, porque ¿cómo

puede serlo sin el otro?, ya que la mayoría de los deseos esenciales

requieren de su vida en comunidad.

La “redención” que Cristo trajo, es la vuelta a la comunidad, la

comunión rota con el hermano; siendo así que el hombre en su auténtica

esencia sólo lo puede lograr desde su vida en común, porque es desde

allí mismo en la conjunción de su historia, además de los hermanos,

como alcanza la felicidad porque desea razonablemente, siguiendo la

tesis de Amartya Sen. Y no puede ser de otra forma, porque el hombre

no puede llegar a su plenitud sin las necesidades o carencias satisfechas

y en su comunidad al cual hace parte.

Esta es la esperanza cristiana, la que visibiliza en el presente el

modelo concreto de hombre, el cual todos deseamos seguir, siendo pues

la fe el factor que da convicción y preforma el mensaje de Cristo,

cambiado la vida misma del que le escucha; procurándole el máximo de

felicidad, en tanto que tienda al modelo que da la vida.

Page 65: La dialéctica de la felicidad: una búsqueda de sentido colectivo

69

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71

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72

Contenido

Introducción

I. La felicidad: de Grecia a los modernos.........................................................................5

1. Platón............................................................................................5

1.1. Teoría de las virtudes............................................................................................6

1.1.1. La sabiduría o prudencia es la virtud propia del alma racional........................6

1.1.2. La fortaleza o el valor.......................................................................................7

1.1.3. La templanza.....................................................................................................7

1.1.4. La justicia..........................................................................................................7

2. Aristóteles.....................................................................................7

2.1. Las virtudes éticas como el justo medio (Mesótês)..............................................8

2.2 Las virtudes dianoéticas y la perfecta felicidad......................................................10

3. San Agustín de Hipona................................................................12

3.1. La creación nos refleja perfección y gozo..........................................................13

3.2. Un ser dual..........................................................................................................14

3.3. El hombre lucha por encontrar la verdad............................................................15

3.4. Libre albedrío......................................................................................................16

3.5. La justicia como un encuentro con la felicidad..................................................19

4. Giambattista Vico........................................................................22

4.1. Naturaleza del hombre...........................................................................................23

4.2. El Gobierno Interno...............................................................................................24

4.3. La importancia de los estudios...............................................................................25

II. La felicidad como causa formal e ideal.......................................................................28

Immanuel Kant....................................................................................28

1. ¿Un absoluto es la felicidad?.......................................................28

1.1. Extensive.............................................................................................................28

1.2. Intensive..............................................................................................................29

1.3. Protensive...........................................................................................................29

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73

2. Un concepto indeterminado........................................................30

2.1. Asertórico...........................................................................................................30

2.2. Hipotético-analítico............................................................................................31

3. Felicidad y la cultura...................................................................32

4. La felicidad como ideal de la imaginación...................................36

5. La felicidad que se aleja del otro.................................................38

6. El problema de tener la felicidad como un ideal inalcanzable....40

III. La felicidad y la esperanza.........................................................................42

1.1. ¿Qué entiende por deseo?......................................................43

1.2. ¿Qué entiende por esperanza?..............................................44

2. Entonces ¿Qué es esperanza?...............................................45

3. Una mirada desde nuestra Iglesia........................................47

3.1. Fisionomía de la esperanza...........................................................52

4. La historia como concreción de la esperanza.....................54

IV. Conclusiones........................................................................................................56

1. Tipos de deseos.......................................................................57

1.1. Los deseos del tener..........................................................................57

1.2. Los deseos hedónicos.............................................................58

1.3. Los deseos esenciales del ser...............................................59

2. ¿Cómo entendemos al hombre?............................................60

3. El futuro cambia nuestro “ser aquí”...................................61

V. Referencias Bibliográficas...........................................................................................65