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  • La deuda pblica de la Corona de Castilla en los siglos XVI y XVII*

    Alberto Marcos Martn

    Ilmo. Sr. Presidente,Sras. y Sres. Acadmicos,Sras. y Sres.:

    A Don Felipe Ruiz Martn,acadmico de nmero de la Real de la Historiay de esta Institucin Tello Tllez de Meneses,

    siempre recordado,en reconocimiento a su magisterio perdurable

    Durante los siglos XVI y XVII la Monarqua Hispnica, para cubrir elcreciente dficit que resultaba del remontarse los gastos por encima de losingresos, recurri, de manera insistente y cada vez con mayor perentoriedad, alcrdito, tanto al que le proporcionaban sus sbditos del interior como y sobretodo al que le dispensaban las grandes casas comerciales extranjeras. Seme-jante forma de proceder, que obedeca tambin a otras razones, como se ver,no fue, desde luego, exclusiva de dicha construccin poltica. De hecho, el flo-recimiento de las altas finanzas en Europa a partir del siglo XVI estuvo estre-chamente ligado al brusco crecimiento de las necesidades monetarias de losnacientes estados nacionales, una de cuyas principales ocupaciones, origen a suvez de sus apremiantes dificultades financieras, consisti precisamente enhacerse la guerra entre s, lo que les llevara a invertir cuantiosos recursos en talmenester. Sin embargo, aun aceptando que dicho comportamiento fue general,en ningn otro pas del viejo continente el crdito pblico experiment unaumento tan espectacular; en ningn otro pas las finanzas estatales estuvieron

    PITTM, 82-83, Palencia, 2011-2012, pp. 41-69.

    * Discurso de apertura del Curso Acadmico 2011/2012 de la ITTM.* El texto original del presente artculo corresponde a mi captulo Deuda pblica, fiscalidad yarbitrios en la Corona de Castilla durante los siglos XVI y XVII, en Carmen Sanz Ayn y Ber-nardo J. Garca Garca, eds., Banca, Crdito y Capital. la Monarqua Hispnica y los antiguos Pa-ses Bajos (1505-1700), Madrid, Fundacin Carlos de Amberes, 2006, pp. 345-375.

  • tan imbricadas con el mercado del dinero, nacional e internacional; y en ningnotro pas, en fin, el constante crecimiento de la deuda pblica y la manera deenfrentarla determinaron tan negativamente el curso de su economa como enEspaa, y ms en particular, en Castilla.

    Ya los Reyes Catlicos hubieron de enfrentarse al grave problema finan-ciero de contemplar cmo los ingresos de la Hacienda, aunque en continuadoascenso1, apenas bastaban para sufragar los gastos ordinarios, dejando en elaire los gastos extraordinarios, esto es, los causados por las guerras princi-palmente, que sin embargo se dispararon a lo largo de su reinado. Para cubrir ladiferencia, Fernando e Isabel, entre otras iniciativas, acudieron a los bancoslocales pblicos que haban surgido o estaban surgiendo en las principalesciudades de Castilla y Aragn2. Pero no siendo suficientes los contactos espor-dicos con esa red de bancos locales pblicos, puesto que haban de atenersea una serie de formalidades y fianzas impuestas por las respectivas municipali-dades, pero de particulares, se aclarar, desde muy pronto los Reyes Catlicosinstitucionalizaron las conexiones, creando los bancos de corte, entre cuyasfunciones, adems de las propias de los bancos locales dichos (tomar depsitos,dar crditos, hacer transferencias y cursar giros), estaban, segn parece, las deaceptar obligatoriamente las facturas de los proveedores de la real casa y la deanticipar los sueldos y mercedes a los funcionarios y privilegiados que se lessealare, todo ello a cuenta de los ingresos futuros de la Hacienda3. Es posible,

    ALBERTO MARCOS MARTN42

    1 De 1480 a 1504, por ejemplo, solo los ingresos provenientes de las rentas ordinarias de la Coro-na en Castilla pasaron de 94.401.000 mrs. a 317.770.227 mrs. Vid. LADERO QUESADA, M.A, Lahacienda real de Castilla en el siglo XV, La Laguna, 1973; y del mismo autor, La Hacienda Realde Castilla en 1504. Rentas y gastos de la Corona al morir Isabel I, Historia. Instituciones. Docu-mentos, 3 (1976), pp. 3-37.2 Por lo que hace a Castilla, Felipe RUIZ MARTN elenc hace ya tiempo algunos de estos ban-cos pblicos una veintena en total que funcionaron entre 1471 y 1495 (La banca en Espaahasta 1782, en El Banco de Espaa. Una historia econmica, Madrid, 1970, pp. 13-15), precur-sores destacados de los que en el siglo XVI hallbanse instalados, en nmero bastante mayor, enlas principales ciudades y villas castellanas. Noticias complementarias, concretamente sobre losbancos pblicos sevillanos, proporciona OTTE, E., Sevilla, plaza bancaria europea en el sigloXVI, en OTAZU, A., (ed.), Dinero y Crdito (Siglos XVI al XIX), Madrid, 1978, pp. 89-112. Enla corona de Aragn, por su parte, la actividad de los bancos o cambiadores privados coexistidurante esta poca con la desplegada por entidades pblicas del tipo de las Taulas di Canvi.3 Debemos tambin a F. Ruiz Martn el descubrimiento de este otro tipo de bancos. l mismopublic el libro mayor, correspondiente a 1498, 1499 y 1500, de uno de ellos, el del banqueroPrez de Salinas, instrumento contable que permite apreciar claramente cul era el alcance de sunegocio: Libro Mayor del Banquero de Corte de los Reyes Catlicos Ochoa Prez de Salinas(1498-1500), Bilbao, 1980. Cfr. del mismo, a su vez, Demanda y oferta bancarias (1450-1600),Mlanges en lhonneur de Fernando Braudel, I, Toulouse, 1972, pp. 525-526; y Crdito y banca,

  • por tanto, que estos bancos de corte, de haberse desarrollado ms y tenidomayor continuidad, hubiesen podido servir de sostn eficaz al crdito del Esta-do. Esta, empero, es una cuestin acerca de la cual solo cabe hacer conjeturas,pues la dinasta que ocup a continuacin el trono de Espaa enseguida tomotros derroteros4. Hoy sabemos, adems, gracias a los ltimos trabajos de Carre-tero Zamora sobre todo, que fueron los Reyes Catlicos, metidos de lleno en lasguerras de Italia, y no Carlos V, los primeros en recurrir a los asientos para obte-ner crdito en el exterior5, inaugurando una forma de proceder que sus suceso-res reiteraran insistentemente en el porvenir.

    En efecto, fuera porque la pequeez de los bancos de corte o de esosotros bancos locales pblicos asentados en las principales ciudades y villas delpas les incapacitaba para atender cumplidamente los requerimientos, cada vezms urgentes y cuantiosos, de la Monarqua Hispnica, fuera porque los intere-ses territoriales de esta, dispersos por toda Europa y defendidos generalmente abase de costosas guerras, hacan inexcusable la intermediacin financiera de lasgrandes casas comerciales extranjeras, una funcin para la que los banquerosnacionales justo es decirlo no estaban debidamente preparados6, lo cierto esque a los Habsburgo espaoles no les qued otro remedio que echarse en brazosde la banca europea, la cual encontr en las necesidades monetarias de losmonarcas espaoles un portillo abierto para drenar haca s las riquezas y el aho-rro del interior, y captar el oro y la plata americanos que llegaban a Sevilla7.

    LA DEUDA PBLICA DE LA CORONA DE CASTILLA EN LOS SIGLOS XVI Y XVII 43

    comercio y transportes en la etapa del capitalismo mercantil, en Actas de las I Jornadas de Meto-dologa Aplicada de las Ciencias Histricas, III, Vigo, 1975, pp. 732-733.4 RUIZ MARTN, F., Crdito y banca..., op. cit., p. 733.5 Algo haba adelantado ya en su libro Cortes, monarqua, ciudades. Las Cortes de Castilla acomienzos de la poca moderna, Madrid, 1988, pp. 103 y ss. Tambin interesa a este respectoOTTE, E., Il ruolo del Genovesi nella Spagna del XV e XVI, en MADDALENA, A. DE y KELLEN-BENZK, H., (dirs.), La repubblica internazionale del denaro tra XV e XVII secolo, Bolonia, 1986,pp. 17-56.6 Se ha insistido, por parte de diferentes autores, en que la verdadera ventaja de los hombres denegocios internacionales sobre los nacionales (en particular de los genoveses, pues los Fugger ylos Welser de los tiempos del Emperador eran otra cosa) estribaba no tanto en el tamao de suspatrimonios o en las sumas de dinero que unos y otros posean cuanto en la superior capacidadque distingua a los primeros para organizar la movilidad del capital de terceras personas y hacertransferencias de dineros, o sea, para colocar fondos donde y cuando el monarca espaol los pre-cisara, actuaciones para las que haba de disponer de una infraestructura y de unos contactos conlas ferias y bolsas comerciales internacionales de los que los segundos en buena medida carecan.7 Los metales preciosos en un primer momento el oro, enseguida la plata estuvieron siempre enel punto de mira de los banqueros que negociaron asientos con la Monarqua, por encima inclu-so de las ventajas mercantiles y las concesiones monopolsticas que pudieran obtener, las cuales,cuando as ocurri, organizaron en su propio beneficio. Dos razones fundamentales justificaban

  • Es bien conocida la secuencia de esta que a la larga se revelara fataldependencia8: hasta 1552 los Fugger y los Welser, representantes de sendasdinastas de grandes comerciantes alemanes, destacaron por la cuanta de susprstamos; seguidamente, los genoveses, que ya haban desempeado un papelsobresaliente en los ltimos aos del Emperador, tomaron el relevo, y de 1577a 1627, sobre todo, camparon a sus anchas por las finanzas espaolas; a conti-nuacin entraran en escena, atrados por el conde-duque de Olivares, unos por-tugueses de estirpe juda de los que se sospechaba mantenan relaciones con labanca de Amsterdam, como as aconteca en realidad, lo que les permiti man-tenerse hasta 1647 en primera lnea de los asientos9, desplazando en ese come-tido, aunque no totalmente, a los banqueros genoveses, quienes, al igual queaquellos, todava iban a reaparecer, bien que de manera intermitente y en mediodel creciente protagonismo que empezaban a alcanzar los hombres de negociosde origen autctono, durante la segunda mitad del siglo XVII10. Es suficiente-mente conocido, asimismo, el modo de proceder de estos banqueros cosmopo-litas, como los bautizara Felipe Ruiz Martn, con expresin que ha hecho for-

    ALBERT