la democracia por venir como política aporética de la
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2010
Tesis presentada con el fin de cumplimentar con los requisitos finales para la obtención del título Licenciatura de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en Filosofía.
La democracia por venir como política aporética de la deconstrucción.
Chun, Sebastián
Cragnolini, Mónica B.
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!g UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LE
Tesis de Licenciatura en Filosofia
La democracia por venir como
política aporética de la deconstrucción
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- .
Tesista: Sebastián Chun
LU: 28.596.083
Directora: Mónica B. Cragnolini
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CULb 01 rr i 1 ' UTt41
Directióe de
AGRADECIMIENTOS
Al grupo Polética, por el espacio de pensamiento y discusión permanentes; a Mónica B.
Cragnolini, por su generosidad y dedicación; a Candela y Mei, por su amor y apoyo
incondicional.
1
ÍNDICE
Introducción 3
1. Deconstruccjón
1.1 La literatura como diálogo imposible 9 1.1.1 Escritura, huella y dfférance 10 1.1.2 La literatura como anomalía 13 1.1.3 La filosófia como mediadora 17 1.1.4 La buena voluntad en el diálogo 20 1.1.5 Literatura, ética y política 23
1.2 La escritura como promesa 26 1.2.1 Lévinas y Blanchot 28 1.2.2 Lévinas y Den-ida 32
2. Democracia 40 2.1 Identidad y alteridad 43 2.2 Derecho yjusticia 51 2.3 Crítica y deconstruccjón 56
Porvenir 62 3.1 Herencia y porvenir 67 3.2 Aporías 70 3.3 Mesianicidad sin mesianismo 75 3.4 Invención 80
Política aporética 83
S. (In)conclusiones - 94
Bibliografía 100
2
(
porque intenta escapar a la metafisica de la presencia, pero no por no-efectivizable. Es
realizable como promesa, como constante movimiento deconstructivo 1° de la política y
el derecho, en vistas a una democracia en la que se privilegie la justicia, entendida
según Lévinas como exposición no-económica al otro. 11 La realización práctica de este
pensamiento estaría dada por la perfectibilidad infinita del derecho y el Estado en vistas
a una justicia más allá del mismo, es decir, por el llamado a la política para que
mantenga siempre en la mira la hospitalidad incondicional hacia el otro, el respeto hacia
la singularidad de cualquier otro a la hora de la toma de decisiones, atravesadas éstas
por las aporías que el propio Derrida reivindica como condiciones de posibilidad de la
ética, la justicia y la política mismas. Además de Critchley, cuyo trabajo The Ethics of
Deconstruction: Derrida and Levinas'2 ha sido fundacional al respecto, en los últimos
años no pocos comentaristas han reconocido a Derrida como un pensador
específicamente político. Laclau parte de la concepción de la justicia como una
experiencia de lo indecidible, y el paso hacia la decisión positiva, es decir, hacia una
política efectiva, está mediado para él no ya por la ática de la alteridad radical
levinasiana, sino por su teoría de la hegemonía. En Beardsworth 13 encontramos a un
autor que reivindica el carácter estrictamente político del pensamiento derridiano,
encontrando en la aporía un eje fundamental que recorre toda la obra de Derrida y que
lo Es un movimiento deconstructivo y no constructivo-deconstructivo porque la deconstrucción es siempre una auto-deconstrucción. Véase más adelante en este trabajo el apartado 3.4. 11 John Llewelyn analiza con gran precisión las diferencias entre Lévinas y Derrida. Lo que él llama la semioética levinasiana afirma la presencia del otro por detrás de su habla, origen an-árquico del significado. Por su parte, la heterografia proto-semiótica derridiana, al poner el acento en la escritura, rechaza toda presencia original que pretenda determinar un significado único y verdadero, y extiende esa noción a la totalidad del mundo circundante gracias a la noción de archi-escritura. A partir de esta distancia Llewelyn llega, en el final de su libro, a proponer posiciones políticas diferenciadas para cada uno de estos autores, cuyos caminos también divergen entre sí, y aquí radicaría precisamente su encuentro. LLEWELYN, John, Appositions of Jacques Derrida and Emmanuel Levinas, Bloomington, Indiana University Press, 2002. Por nuestra parte, sostendremos que la democracia por venir será la política derridiana y también levinasiana. 12 Es necesario destacar que el excelente texto de Critchley fue redactado en 1991, antes incluso de la publicación de trabajos fundamentales del pensamiento político derridiano como Espectrcis de Marx y Políticas de la amistad. CRITCHLEY, S., The Ethics of Deconstruction: Derrida and Levinas, Edinburgh, Edinburgh University Press, 1999 (la ed. Blackwell, 1992). 13 BEARDSWORTH, R., Derrida yio político, trad. L. Lassaque, Bs. As., Prometeo, 2008.
5
se encuentra ligado necesariamente a la posibilidad de toda decisión. Por su parte,
McQuillan acerca la reflexión derridiana sobre la historicidad y la irreductibilidad del
futuro a la noción de democracia por venir. 14 Gracias a éstos y muchos otros autores ha
dejado ya de sorprendemos la gran cantidad de artículos publicados en compilaciones y
números especiales de revistas dedicados a la problemática política en Derrida. 15
En cuanto a la primera parte de la crítica al pensamiento derridiano, si bien es conocida
la relación entre Derrida y Lévinas, resulta indispensable poner el acento en su
concepción diferenciada del lenguaje, ya que aquí reside el origen de dos posturas éticas
y políticas radicalmente opuestas.' 6 Para los críticos de Derrida mencionados al
comienzo el lenguaje suele ser interpretado como un medio para alcanzar fines
comunes, por lo tanto, es siempre un instrumento lógico, transparente y racional, que
habilita el intercambio y la instrumentalización del otro. 17 Por otro lado, si partimos de
la concepción del habla en Lévinas en tanto forma de relacionarnos con lo otro más allá
de la violencia, y llegamos a la noción de escritura en Derrida como conjunto de huellas
repetibles y en su misma repetición diferentes, que implican la muerte del autor, el
destinatario y el mismo sentido, reconocemos un modo de pensamiento que acepta la
ficcionalidad de sus propias construcciones como gesto ético fundamental. En otras
palabras, la ética que implica la deconstrucción hace que la propia obra de Derrida sea
asistemática, fragmentaria, que no ofrezca claras estrategias argumentativas que
persuadan al lector, sino que señale hacia un más allá que escape al saber, al horizonte
14 McQUILLAN, M., "Introduction: The Day After Tomorrow... or, The Deconstruction of the Future", en McQUILLAN, M. (ed.), The Politics of Deconstruction, London, Pluto, 2007. 15 Mencionamos sólo algunas de estas publicaciones. McQUILLAN, M. (ed.), The Politics of Deconstruction, ed. cit.; MALLET, M. L. (dir.), La démocratie á venir, Paris, Galilée, 2004; AA.VV., German Law Journal, Vol. 6, N° 1, January 2005; AA.VV., Cités, Numéro 30, PUF, Mai 2007; AA.VV., Cardozo Law Review, N° 27, Issue 2, 2005. 16 abordaremos aquí otra posible línea de análisis que nos conduciría a relevar la presencia explícita de la reflexión ético-política en los primeros trabajos de Derrida, lo cual presentaría otro punto en contra para aquellos que leen sus trabajos en dos períodos radicalmente separados. A modo de sugerencia véanse antes notan° 12 y más adelante notas n° 29, 101, 206 y 209. 17 ROJAS, P., "La ética del lenguaje: Habermas y Levinas", Revista de Filosofia, vol. XIII, n° 23, Universidad Complutense, Madrid, 2000, pp. 35-60.
ri
de posibilidad determinado por el presente y así anticipe un pensamiento de lo político
que rechace la lógica del intercambio. Sin embargo, esto no quiere decir que no existan
argumentos en Derrida, sino que al enfrentarnos con su trabajo debemos dar lugar a
btras formas de escritura, a otras políticas de la escritura. Por lo tanto, la deconstrucción
misma encierra la temática de la alteridad, la inmemorial presencia espectral de lo otro
en mí, permitiéndonos así pensar que en Derrida la deconstrucción es explícitamente
política y la política necesariamente deconstructiva. Si la democracia por venir es la
propia deconstrucción, entonces queda salvada la distancia entre los dos momentos del
pensamiento derridiano. Por esto, adentrarse en la obra de Derrida a la búsqueda de
líneas de continuidad y ruptura nos obliga a tener siempre presente la naturaleza de la
misma. Leer a Derrida, reconstruir argumentos, analizar sus ideas, buscar filiaciones,
será ya situarnos en el plano ético-político, independientemente del contenido explícito.
Sin embargo, vale mencionar que al rastrear una posible caracterización de la
democracia por venir se traicionará el espíritu derridiano, pero al mismo .tiempo se lo
respetará, ya que, como él mismo sostiene al hablar de sus propias lecturas, heredar es
recibir transf?ormando, es decir, leer traicionando la letra.
En el presente trabajo llevaremos adelante un análisis del tejido conformado por los
textos derridianos, porque entre ellos se juega la política derridiana, desde el momento
en que es una cuestión de escritura. Así, en un primer momento abordaremos las críticas
que Rorty, Habermas y Gadamer realizan a la filosofia derridiana, para a continuación
cambiar de perspectiva y articular los pensamientos de Lévinas y Derrida, valiéndonos
de Blanchot como intermediario. Finalmente nos centraremos en los trabajos
"explícitamente" políticos e intentaremos sistematizar algunos ejes que atraviesan a la
democracia por venir, reconociendo un límite infranqueable: al tomar un hilo del tejido,
siempre se arrastra la totalidad del mismo. Esto no quiere decir que no se puedan
7
delimitar, cada una de las fibras que lo conforman, tal como lo hace Ramond' 8
siguiendo el ejemplo de Bennington,' 9 pero es necesario poner el acento en el
entramado que supo tejer Derrida, ya que es parte de su labor política. De este modo,
corremos el riesgo de resultar reiterativos, de volver una y otra vez sobre un mismo
pensamiento, de introducir conceptos cuyo análisis demorado vendrá algunas páginas
más abajo, aunque al mismo tiempo ese riesgo se nos muestra como parte del mismo
quehacer deconstructivo, ya que nunca hay repetición sin diferencia. 2° Leemos en
Espectros de Marx,
Aquello a lo que hay que volver constantemente [ ... ] es a una
heterogeneidad irreductible, a una intraducibilidad interna, en cierto modo,
que no significa necesariamente debilidad o inconsistencia teórica. El
defecto de sistema no es aquí un defecto. La heterogeneidad abre a lo
contrario, se deja abrir por lafractura misma de aquello que afluye, viene o
queda por venir —singularmente del otro-. No habría ni inyunción ni
promesa sin esta desconexión. 2 '
18 RAMOND, C., "Derrida. Éléments d'un lexique politique", Cités, Numéro 30, PUF, Mai 2007, pp. 143-15 1. 19 BENNINGTON, G., "Derridabase", en BENN1NGTON, G. y DERRIDA, J., Jacques Derrida, Madrid, Cátedra, 1994, pp.1 21-213. 20 Al afirmar que la escritura es una cuestión ética y política, Critchley explicita también el problema que surge a la hora de abordar en un texto los pensamientos de Lévinas y Derrida. CRITCHLEY, S., The Ethics of Deconstruction.' Derrida andLevinas, ed. cit., Introduction. 21 DERRIDA, J., Espectros de Marx, trad. J. M. Alarcón y C. de Peretti, Madrid, Trotta, 1995, p. 47.
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1. DECONSTRUCCIÓN
Decir literatura como un reproche es una simplificación lingüística tan excesiva, que progresivamente ha traído consigo —puede que fuese ésta la intención primitiva- una simplificación mental, la cual impide la perspectiva adecuada y lanza el reproche a un lado, muy lejos de su objetivo.
Kafka, Diarios, 4 de agosto de 1917
1.1 La literatura como diálogo imposible
En el libro IV de la Metafisica Aristóteles, en su imperiosa necesidad de argumentar a
favor del principio de no-contradicción, se propone imaginar un posible adversario que
rechazara la preeminencia del mismo, para así inmediatamente afirmar que es posible
"establecer por refutación la imposibilidad de que la misma cosa sea y no sea, con tal
de que el adversario diga algo. ,,22 Una vez enunciada una proposición cuyo sentido
considere único e indubitable, este adversario estaría aceptando el principio según el
cual la cosa sobre la que habla no puede ser y no ser al mismo tiempo. Por lo tanto,
contaría con guardar silencio como única alternativa, ya que si decide hablar, debe decir
algo con un significado único; de otra manera "tal hombre no sería capaz de establecer
• un diálogo ni consigo mismo ni con ningún otro. ,,23 En otras palabras, Aristóteles
establece en estos pasajes la ley según la cual no existe ningún camino transitable sin
aceptar la lógica tradicional. Si alguien quisiera rechazarla, estaría condenado al
22 ARISTÓTELES, Metafisica, trad. H. Zucchi, Bs. As., Debolsillo, 2004, IV, 1006 10-15. 21 Met. IV, 1006 20-25.
silencio, o a un habla cercana al silencio, destinada al desvarío, a la errancia eterna y a
la soledad signo de la imposibilidad de todo diálogo. 24
En el presente apartado intentaremos rastrear la presencia de la posición aristotélica en
las críticas realizadas a la supuesta disolución de los límites entre el discurso filosófico
y la literatura que habría llevado a cabo Derrida. Para ello reconstruiremos en los
argumentos de Rorty, Habermas y Gadamer dos movimientos solidarios entre sí: el
primero consiste en denunciar la paradoja bajo la que cae Derrida en su deconstrucción
del logocentrismo; el segundo se encarga de señalar la imposibilidad de todo diálogo, y
con éste de cualquier tipo de finalidad (utilidad para la resolución de problemas, acceso
a la verdad, comprensión entre interlocutores), en lo que respecta al discurso derridiano.
Luego propondremos una posible respuesta a esta crítica, haciendo hincapié en la
concepción ética que subyace a la deconstrucción.
1.1.1 Escritura, huella y dliffe'rance
En el año 1971, como parte de un congreso de filosofia realizado en Montreal cuyo
tema era "la comunicación", Derrida expuso su trabajo Firma, acontecimiento, contexto.
En el mismo se propone analizar la escritura entendida como medio de comunicación,
valiéndose de una lectura original de los estudios de Austin, entre otros. Allí Derrida
sostiene que
24 Por supuesto que no intentamos aquí un análisis último de la argumentación aristotélica, sino que proponemos una lectura que destaque la importancia del lugar ocupado por el diálogo en dicha reflexión. De todas maneras, nos parece útil recordar que a lo largo del libro IV parecería Aristóteles moderar su propuesta, reconociendo fmalmente la posibilidad de la presencia de un adversario que opte por el diálogo y que a la par rechace el principio de no-contradicción, aunque, como todos ya sabemos, cierra la discusión recurriendo a la existencia de un primer motor inmóvil. Vale mencionar aquí qüe Derrida relaciona el silencio con la temática de la alteridad, volviéndose para nosotros un anticipo del lugar al que querríamos llegar. "La ausencia, o el alejamiento, es para él [Aristóteles] sinónimo de silencio: los amigos están separados cuando no pueden hablarse. [Se trata de] algo que para él va junto con la separación topológica, a saber, la imposibilidad de la alocución o del coloquio." DERRIDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, trad. P. Peflalver y F. Vidarte, Madrid, Trotta, 1998, p. 250.
,
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Toda escritura debe, pues, para ser lo que es, poder funcionar en la
ausencia radical de todo destinatario empfricamente determinado en
general. Y esta ausencia no es una modificación continua de la presencia,
es una ruptura de presencia, la «muerte» o la posibilidad de la «muerte»
del destinatario inscrita en la estructura de la marca (en este punto hago
notar de paso que el valor o el efecto de trascendentalidad se liga
necesariamente a la posibilidad de la escritura y de la «muerte» así
analizadas).25
Partiendo de la iterabilidad26 como característica propia de toda marca, es decir,
reconociendo la virtud que posee una huella de poder ser citada infinidad de veces,
volviéndose así imposible determinar un contexto originario garante del sentido o la
referencia de dicha marca, Derrida critica a la tradición logocéntrica el privilegio dado a
la presencia última de un sujeto que auxiliaría por detrás a su habla. Toda huella,
incluido el lenguaje oral, es testamentaria, entendiendo por esto que siempre se origina
en la ausencia de un destinatario, del emisor y de un contexto de la enunciación
cerrado. Una vez lanzada la palabra al mundo, ya no soy su dueño, sino que la libero al
fluido devenir del texto.
Ya en otro lugar, Derrida señala que la expresión "significante de significante", que
caracterizaría a la escritura en tanto suplemento del lenguaje oral, pertenece a toda
huella. Siguiendo los análisis de Saussure, que atribuye el valor de un signo a su
relación con los otros signos, o mejor dicho, a su diferenciación de la totalidad de los
signos, afirma Derrida que el significado mismo es un significante de significante, en
tanto es lo que el resto de los significados no son. 27 De este modo llega a la noción de
25 DERRIDA, J., "Firma, acontecimiento, contexto", en Márgenes de la filosofia, trad. C. González Marín, Madrid, Cátedra, 1998, p. 357. 26 Derrida afirma que iter- vendría del sánscrito itara, que significa "otro" . Así, al optar por el término "iterabilidad" está ya marcando el lugar de la diferencia en toda repetición. Op. cit., p. 356. Volveremos a esta cuestión desde otra perspectiva en el apartado 3. 27 DERRIDA, J., De la gramatología, trad. O. Del Barco y C. Ceretti, Bs. As., Siglo XXI, 1971, p. 12.
11
dffe'rance,28 entendida como estructura pre-histórica o como archi-escritura que
configura todo suelo firme sobre el que se intentaría construir un posible lenguaje. Y
por esto nos dice que todo es texto, en tanto todo está atravesado por esta archi-
escritura. Los significados que recubren al mundo circundante siempre están
conformados por lo que no son, su fundamento es el abismo, el vacío.
Este pasado inmemorial, por su parte, es lo que permanece oculto para la metafisica de
la presencia, pero al mismo tiempo es aquello sobre lo que no es posible hablar, ya que
al nombrarlo estaríamos incorporándolo al sistema del cual es su misma condición de
posibilidad. En palabras de Derrida:
Es que la archi -escritura, movimiento de la différance, archi -síntesis
irreductible, abriendo simultáneamente en una única y misma posibilidad la
temporalización, la relación con el otro y el lenguaje, no puede, en tanto
condición de todo sistema lingüístico, formar parte del sistema lingüístico
en sí mismo, estar situada como un objeto dentro de su campo. (Lo que no
quiere decir que tenga un lugar real en otra parte, en otro sitio
determinable). 29
Por lo dicho hasta aquí, Derrida no deja de reconocer la aporía sobre la que se sitúa a la
hora de deconstruir la tradición filosófica, ya que el paso más allá de la misma es
siempre imposible. Si todo lenguaje es metafórico, en tanto no posee un sentido último
determinable sino que el mismo se disemina, si toda huella se sustenta en otra,
haciéndose imposible remitirse al origen del sentido o la referencia, entonces el medio
utilizado para afirmar esta sentencia también lo es. Según Derrida,
[ ... ] si se quisiera concebir y clasflcar todas las posibilidades metafóricas
de la filosofía, una metáfora, al menos, seguiría siendo siempre excluida,
28 "La différance es lo que hace que el movimiento de la significación no sea posible más que si cada elemento llamado «presente», que aparece en la escena de la presencia, se relaciona con otra cosa, guardando en sí la marca del elemento pasado y dejándose ya hundir por la marca de su relación con el elemento futuro, [ ... ] constituyendo el presente lo que se llama el presente por esta misma relación con lo Zue no es él. "DERRIDA, J., "La Différance", en Márgenes de lafilosofla, ed. cit., p. 48.
DERRIDA, J., De la gramatología, ed. cit., p. 78. Recordamos aquí que este texto de Derrida es de 1967, y ya allí aparece la problemática de la alteridad vinculada a la deconstrucción.
12
fuera del sistema. aquella, al menos, sin la cual no sería construido el
concepto de metáfora, o, para sincopar toda una cadena, la metáfora de
metáfora. Esta metáfora, además, permaneciendo fuera del campo que
permite circunscribir, se extrae o se abstrae una vez más a ese campo, se
sustrae a él pues como una metáfora menos. 30
Para hablar es necesario aceptar el juego del lenguaje, su carácter metafisico, pero
siempre en vistas a deconstruirlo. Ahora bien, la preexistencia de esta archi-escritura, de
esta metáfora previa a toda palabra, borraría los límites entre un discurso literario y otro
filosófico, siempre que tomemos en cuenta la naturalezaficcional del último. Si el ser,
como afirmó Nietzsche, es interpretación, 3 ' no hay discurso privilegiado que lo pueda
alcanzar. Sin embargo, este trasfondo común no quita la posibilidad de seguir
manteniendo ciertas diferencias, posibilidad olvidada muchas veces por los críticos de
Derrida.
1.1.2 La literatura como "anomalía"
Centrándose en los primeros escritos derridianos (lo que suele denominarse su período
lingüístico) Rorty asegura que comparte la faceta destructiva de la deconstrucción, pero
critica, pasando por alto los paréntesis de las dos primeras citas del apartado anterior, 32
30 DERRIDA, J., "La mitología blanca", en Márgenes de lajilosofia, ed. cit., p. 259. 31 "El carácter interpretativo de todo acontecer. No hay ningún suceso en sí. Lo que acontece es un grupo de fenómenos seleccionados y resumidos por un ser interpretador." NIETZSCHE, F., El nihilismo: escritos póstumos, trad. G. Mayos, Barcelona, Península, 1998. Desde ya que toda nuestra lectura de la obra de Nietzsche está signada por la excepcional interpretación de la misma llevada a cabo por Mónica B. Cragnolini. Entre sus muchos trabajos, véase CRAGNOLINI, M. B., Nietzsche: camino y demora, Bs. As., Eudeba, 1998 y Moradas nietzscheanas. Del sí mismo, del otro y del "entre", Bs. As., La cebra, 2006. 32 Recordemos que en la primera cita Derrida nos habla de un valor o efecto de trascendentalidad ligado directamente al carácter metafisico de todo lenguaje, mientras que en la segunda afirma que la archi-escritura no está comprendida por el sistema lingüístico que ella misma funda, pero eso no significa que esté en algún lugar trascendente determinable. Aquí señalamos nuestra distancia con respecto a la lectura de Derrida que realiza François Laruelle, cercana a las de los críticos que analizaremos a continuación. Esta lo lleva a afirmar que su propia propuesta (a su vez muy cercana a nuestra lectura de Derrida) se libera de las antinomias a las que Derrida no puede dar respuesta, ya que toma "una decisión diferente, la inmanencia radical no es una interioridad, es sin espacio, sin topología, sin trascendencia, ni operación
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lo que llama su momento constructivo. En éste Derrida intentaría ser un filósofo
trascendental que habla sobre las condiciones de posibilidad del lenguaje, en particular
del discurso metafísico. 33 Para Rorty este lado afirmativo parecería ser problemático
para alguien que se dice crítico del logocentrismo, es decir, de aquella tradición
filosófica que habría colocado en el lugar de la arkhé una presencia cuya manifestación
inmediata estaría dada por el habla. 34 En palabras de Rorty,
También puede resumirse el dilema diciendo que cualquier nuevo tipo de
escritura que carezca de archai y de telos también carecerá de
hypokeimenon, carecerá de objeto. Así, a fortiori, no nos dirá nada sobre
filosofía. O bien, si nos habla sobre filosofía, tendrá archai, a saber, la
nueva jerga metafilosófica, en términos de la cual describimos y
diagnosticamos el texto de filosofía. También tendrá un telos, que encapsule
y distancie a aquel texto. [ ... ] La literatura que no conecta con nada, que
carece de objeto y de tema, que carece de una moraleja y de un contexto
dialéctico, no es más que bla bla bla.35
En esta cita encontramos resumidos los dos movimientos de la crítica que intentamos
reconstruir. La paradoja que determina la imposibilidad de salir de la metafisica implica
que todo discurso que pretenda no sustentarse en algún fundamento y acepte entonces el
abismo del sinsentido por detrás de toda huella, carecerá de finalidad y objeto. En otras
pa1abra, hablaría sobre y para nada; por lo que Derrida, al borrar la distinción entre
filosofia y literatura, estaría imposibilitando su propio discurso. Rorty asegura que
"Derrida no puede polemizar sin convertirse él mismo en metafísico, en un postulador
sobre sí de recorte, ni parte incluida ni excluida." LARUELLE, F., "Derrida mediador", trad. M. Mauer, en CRAGNOLINI, M. B. (comp.), Por amor a Derrida, Bs. As., La Cebra, 2008, pp. 239-248. 33 RORTY, R., Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contemporáneos. Escritos filosóficos 2, ed. cit., p. 160. ' La crítica a nociones como "estructura" o "condición de posibilidad" es también la realizada por la
filosofia analítica, junto a la denuncia del rechazo derridiano de los "cognitive values ". MULLIGAN, K., "Searle, Derrida and the Ends of Phenomenology", The Cam bridge Companion to Searle, Cambridge University Press, 2003, p. 26 1-286. 35 RORTY, R., Ensayos sobre Heidegger, y otros pensadores contemporáneos. Escritos filosóficos 2, ed. cit., p. 137.
14
más del título de descubridor de un vocabulario primigenio y más profundo. 36 Si
quiere hablar, Derrida debe incorporarse a la tradición logocéntrica, y de hecho es lo
que sucede, aunque él no pueda reconocerlo. 37
En este punto, Rorty propone un contraste entre dos tipos de situaciones de
conversación, aquella que se da cuando las personas concuerdan en lo que quieren y
hablan sobre cómo conseguirlo, y aquella en la que todo es cuestionable, afirmando que
"esta forma de establecer el contraste nos permite considerar la presencia periódica de
un momento «literario» o «poético» en muy diferentes ámbitos de la cultura [ ... ] Es el
momento en que las cosas no van bien, en que una nueva generación está
insatisfecha ,,38 Dicho de otro modo, para Rorty, retomando la distinción de Kuhn, 39
existirían momentos "normales", en los que el diálogo es posible a la hora de perseguir
objetivos comunes, y momentos "anormales", en los que la utilidad del lenguaje se ve
interrumpida. Las tensiones y contradicciones inherentes al lenguaje de la filosofia o el
discurso de Occidente no son entonces más que
[ ... ] las tensiones comunes que aparecen en todos los vocabularios [ ... ]
cuando se enfrentan a una anomalía, algo para afrontar lo cual no estaban
disehados. Crear un nuevo vocabulario para hacer frente a los nuevos e
inquietantes casos no es cuestión de escapar de la filosofia, o de la
«estructura del pensamiento anterior» sino simplemente de reentramar
nuestra red de usos lingüísticos —nuestros hábitos de responder a las
marcas y ruidos.4°
Op. cit., p. 146. 17 Como ya vimos, Derrida sí reconoce que no hay un más allá de la historia de la metafisica. Por lo tanto, la deconstrucción se muestra como "un modo de habitar las estructuras metafisicas para llevarlas hasta su límite: solicitación (en el sentido etimológico de «hacer temblar») que permitirá que dichas estructuras muestren sus «fisuras»)". CRAGNOLINI, M. B., "Derrida: deconstrucción y pensar en las «fisuras»", en Derrida, un pensador del resto, Bs. As., La cebra, 2007, p. 21. 38 RORTY, R., Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contemporáneos. Escritos filosóficos 2, ed. cit., p. 129. 39 KUHN, T., La estructura de las revoluciones científicas, trad. A. Contin, México, FCE, 1971. 40 RORTY, R., Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contemporáneos. Escritos filosóficos 2,, ed. cit., p. 156.
15
En consonancia con esta dicotomía, Rorty nos habla_de lo kntia90 de hace
filosofia, que sería aquel momento constructivo de perfecto funcionamiento del
el que la crítica y la deconstrucción se vuelven
necesarias a la hora de buscar un nuevo lenguaje que permita continuar con la utilidad
del mismo.
El dialéctico siempre ganará si sabe esperar con pacfencia, pues con el
tiempo la norma kantiana se convertirá en algo tedioso, repleto de
excepciones y anomalías. Por otro lado, el kantjano elude la trivialidad y
alcanza la autoidentidad y el orgullo autoconsciente sólo contraponiendo
sus grandes logros a las meras palabras del dialéctico. Él no es un parásito
decadente, sino alguien que contribuye al levantamiento imparable y
acompasador del edificio del conócimiento humano. 41
Y aquí nos encontramos con la figura del parásito, crítica directamente lanzada contra el
pensamiento de Derrida. Vale aclarar que es el
nosibilidad siempre latente de los usJ,arásitos del lenguaje, es decir, usos en que el
carácter performativo deja de funcionar ofjemplo en la literatura), y de lo que él
llama infortunios, aquellos casos en los que no se cumplen las condiciones necesarias
\j para el. correcto funcionamiento de un acto convencional .42 Derrida parte de esta
posibilidad imprevisible de una falla en la comunicación para reivindicar la cita como
condición de posibilidad de toda huella. Lo parasitario sería así lo "propio" del lenguaje;
la diferencia y la repetición se inscribirían de este modo en la estructura de la marca. 43
41 RORTY, R., Consecuencias del pragm atismo, trad. J. M. Cloqueli, Madrid, Tecnos, 1996, p. 179. 42 AUST1N, J. L., Cómo hacer cosas con palabras, trad. G. Carrió y E. Rabossi, Bs. As., Paidós, 1982, conferenci II. 43 A partir ¿le este análisis surge una polémica con Searle, .quien le critica a Derrida haber tomado el uso parasitario/o suplementario del lenguaje como nonna, y reafirma que lo fingido depende lógicamente de lo no-findido. SEARLE, J., "Reiterating the Differences: A Reply to Derrida", Glyph, vol. 1, 1977, pp. 198-208.1A esto Derrida responde que para que un uso 'serio" del lenguaje sea identificado como tal debe necesarimente responder a cierta convención, de la cual sería una repetición. Por lo tanto, reivindica la cita entdndida como la capacidad de uia marca de funcionar en distintos contextos, entre los cuales encontra!rños también a los "no-serios". Luego, si la distinción entre lo "serio" y lo "no-serio" depende en últimaiistancia del contexto (así evitarían Austin y Searle recurrir a la intencionalidad de un sujeto) y éste nuca es uno cerrado, la posibilidad de lo parasitario está siempre latente, es decir, es una condición
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Volviendo a Rorty, tal vez pueda verse aquí un cierto privilegio del momento afirmativo
de la filosofia, ligado a la consideración del lenguaje "como el uso de marcas y ruidos
por parte de los seres humanos para conseguir lo que desean."44 Por lo tanto, a pesar de
otorgarle un papel al discurso literario dentro del discurso filosófico, el mismo sería
fugaz, auxiliar, suplementario, pues lo que viene después del momento literario es un
nuevo discurso filosófico que repone los requisitos del lenguaje normal. 45 De ahí que
afirme que "lo único que puede desplazar a un mundo intelectual es otro mundo
intelectual", señalando a la vez que el error de Derrida reside en que "identfica el
«discurso de la filosofía» con todas las oposiciones binarias"46 y, al querer rechazar la
metafisica, se ve carente de toda palabra. La lógica oposicional, la ley aristotélica, es
necesaria para que haya comunicación en vistas a un objetivo determinado. Si ésta es
rechazada, sólo cabe el silencio, o el sinsentido del bla bla bla.
1.1.3 La filosofia como mediadora
No muy lejos de Rorty a la hora de criticar la deconstrucción derridiana, Habermas
sostiene que la autocrítica de la razón se ve envuelta en una aporía ya que debe ser
realizada con los mismos medios que critica. 47 En otras palabras, la deconstrucción de la
de posibilidad de todo acto de habla. DERRIDA, J., Limited Inc., Chicago, Northwestem University Press, 1988. Para una reconstrucción del debate véase CULLER, J., Sobre la deconstrucción. Teoría y crítica después del estructuralismo, trad. L. Cremades, Salamanca, Cátedra, 1984, cap. II, pte. 2. ' RORTY, R., Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contemporáneos. Escritos filosóficos 2, ed. cit., p. 180. ' Aquí continúa la analogía con Kuhn. La anomalía y su persistencia hacen surgir el momento revolucionario en el ámbito científico. Sin embargo, este instante recaerá en un nuevo período de ciencia normal, en el cual el paradigma responderá a aquellas preguntas que él mismo permite hacer. KUHN, T., La estructura de las revoluciones cient'ficas, cd. cit., pp. 128-175. Desde nuestra lectura, Derrida estaría planteando la posibilidad de una revolución dada a partir del discurso dialéctico o anormal (continuando con las categorías que utiliza Rorty) que en el momento de instaurarse como un discurso kantiano o normal estaría revolucionándose a sí mismo. En otras palabras, no habría normalidad que no esté ya habitada por la anormalidad que la deconstruye desde sus cimientos. 46 0p. cii., P. 155. 41 HABERMAS, J., El discurso filosófico de la modernidad (doce lecciones), cd. cit., p. 225.
17
tradición logocéntrica no puede ir más allá de ésta, ya que el lenguaje utilizado para
dicha deconstrucción es necesariamente metafisico. 48 En paralelo con la distinción entre
momentos "normales" y "anormales" del lenguaje filosófico, Habermas afirma que
Derrida intenta escapar a dicha contradicción realizativa privilegiando la retórica por
sobre la lógica, es decir, convirtiendo todo texto en un texto literario. De esta manera, la
disolución entre ambos géneros respondería en última instancia a dicho fin, el de
deconstruir la historia de la metafísica oponiendo una crítica desde una perspectiva
literaria sobre textos con pretensiones filosóficas. Por esta razón, Derrida pretendería no
caer en la paradoja antes mencionada, ya que otorgaría a su propio decir un carácter
retórico. Él haría literatura y desde allí reprocharía a la filosofía el no advertir que ella
misma tiene componentes literarios. Hasta aquí el primer movimiento de la crítica.
Según Habermas, a la escritura de ficción le corresponde la función lingüística de
apertura del mundo, mientras que el lenguaje serio posee un uso privilegiado como
medio de resolución de problemas. En sus palabras:
Derrida pasa por alto el potencial de negación que la base de validez de la
acción orientada al entendimiento posee; tras la capacidad de generar
mundo que el lenguaje tiene, hace desaparecer la capacidad de resolver
problemas que posee el lenguaje en tanto medio a través del cual los
sujetos, al actuar comunicativamente, se ven implicados en relaciones con
el mundo cuando se entienden entre sí sobre algo en el mundo objetivo,
sobre algo de su mundo social común, o sobre algo del mundo subjetivo al
que cada cual tiene un acceso privilegiado.49
En el lenguaje cotidiano y los lenguajes especiales (ciencia, técnica, derecho, moral,
etc.) los elementos retóricos están domesticados y puestos al servicio de la resolución de
48 Ya Nietzsche había señalado el carácter metafisico del lenguaje y la imposibilidad de dar el paso más allá de la tradición. "Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios porque continuamos creyendo en la gramática." NIETZSCHE, F., Crepúsculo de los ídolos, trad. A. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1973 ,p. 55 . 49 HABERMAS, J., El discurso filosófico de la modernidad (doce lecciones), ed. cit., p. 248.
18
problemas. 5° La clave reside en la posibilidad existente en estos lenguajes de dialogar y
llegar a un acuerdo a la hora de presentarse algún tipo de escollo a superar. Acercándose
aún más a Rorty nos dice Habermas que
Mientras los juegos de lenguaje funcionen y la precomprensión constitutiva
del mundo de la vida no colapse, los participantes cuentan, y a todas luces
con razón, con estados del mundo que se dan por "normales" en su
comunidad de lenguaje. Y para el caso en que algunas de esas convicciones
de fondo se tornen problemáticas, parten además de que en princzpio
podrían llegar a un acuerdo racionalmente motivado.5 '
Por otro lado, la función de la filosofia es hacer llegar los contenidos de las culturas de
expertos a una práctica cotidiana, pero esta tarea de mediación sólo pueden realizarla
entrando en contacto con medios de expresión pertenecientes a lenguajes
especializados, por lo que deben valerse necesariamente de elementos retóricos. Sin
embargo, afirma Habermas, "si al pensamiento filosófico se lo exime, de acuerdo con
las recomendaciones de Derrida, del deber de solucionar problemas y se asimilan sus
funciones a las de la crítica literaria, no solamente pierde su seriedad sino también su
productividad y alcance. ,,52 La utilidad del lenguaje, que para Rorty consistía en
permitir alcanzar_objetivos deseados mediante un acuerdo entre los interlocutores,
reside para Habermas en la capacidad de resolver problemas, por lo que la faceta -- •__. _. •. _.. -- ........
retórica queda subordinada a dicho fin. Para el caso de la filosofia, su mediación entre
esferas heterogéneas, labor de traducción más que problemática, le impone el uso de
tropos que permitan un mayor alcance a este lenguaje a la hora de enfrentarse a
discursos especializados. Si Derrida rechaza esta razón comunicativa, se condena así
la inutilidad del lenguaje literario. 53
50 Op. cit., p. 252. Op. cit., p. 239.
52 Op. cii'., p. 252. 53 Resulta una interesante línea de análisis la relación Habermas-Derrida. Al abordarla habría que tomar en cuenta que partir de los acontecimientos del 11 de Septiembre del 2001 se editó un libro en el que
19
1.1.4 La buena voluntad en el diálogo
En abril de 1981 se llevó a cabo el encuentro Gadamer-Derrida, en el que se produjo
una discusión en tomo al problema del diálogo y la posibilidad o imposibilidad del
mismo. Luego de la primera exposición de Gadamer, el filósofo franco-argelino realizó
tres preguntas. La última dice así:
[ ... ] podemos preguntarnos si la condición del Verstehen, en lugar de ser el
continuum de una «relación», como se df/o ayer tarde, no consiste, más
bien, en la interrupción de la misma, en una determinada relación de
interrupción, en la suspensión de toda mediación. 54
Retomando el primer momento de la crítica que quisiéramos explicitar, Gadamer
responde a dicha intervención, en clara sintonía con los autores antes mencionados, que
el lenguaje es diálogo y todo aquél que opte por la palabra, ya está comprendido por la
ley aristotélica. Por lo tanto, el diálogo no puede ser interrumpido, no puede presentar
fracturas. En sus palabras: "el que abre la boca, quiere que le comprendan. [ ... ]
Derrida me dirige unas preguntas, y al hacerlo, tiene que presuponer que estoy
dispuesto a comprenderle.
ambos filósofos reflexionan sobre los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono. BORRADORI, G. (comp.), Lajilosofia en una época de terror. Diálogos con Jürgen Habermas y Jacques Derrida, trad. J. J. Botero y L. E. Hoyos, Bs. As., Taurus, 2004. Por otro lado, destacamos el texto que escribiera Habermas como respuesta al papel de Europa ante la invasión de los Estados Unidos a Irak en el 2003, al cual Derrida decidió adjuntar su firma (que como el nombre propio termina siendo el recinto del efecto de subjetividad) por no contar con el tiempo necesario para redactar un texto propio. Una hipótesis de lectura podría conducirnos a ver en el gesto derridiano una decisión ética y política fundamental. Ante la urgencia del aquí y ahora, firma un texto ajeno, no-propio, dando lo que no tiene. HÁBERMAS, J., El derecho internacional en la transición hacia un escenario posnacional + Europa: en defensa de una política exterior común (en colaboración con Jacques Derrida), trad. D. Gamper Sachse, Barcelona, Katz, 2008.
DERRIDA, J., "Las buenas voluntades de poder (una respuesta a Hans-Georg Gadamer)", Cuaderno Gris, Madrid, (3), UAM, 1998, p. 44.
GADAMER, H. G., "Pese a todo, el poder de la buena voluntad", Cuaderno Gris, Madrid, (3), UAM, 1998,p. 45.
20
En su ensayo sobre este encuentro "improbable", Luis Enrique de Santiago Guervós
señala que buscar comprenderse en un diálogo no es, para Gadamer, sinónimo de hacer
metafísica, 56 a lo que agrega:
Mientras que Gadamer parece esbozar una teoría general filosófica,
Derrida nos presenta una técnica de lectura, una práctica o una «estrategia
textual», pero una estrategia sin finalidad. Se contrapone una visión
optimista de la realidad, en la medida en que siempre es posible la
comprensión, el consenso y el diálogo, a una visión crítica en la que se
rechaza el optimismo dialéctico hermenéutica.
Aquí nuevamente encontramos, con el rechazo de la lógica binaria entendido como el
acceso a un camino silencioso y solitario, el segundo movimiento de la crítica a Derrida,
según el cual ese rechazo quita toda finalidad al lenguaje. Ahora bien, Gadamer agrega
que su propia concepción no presupone una verdad última a la que podría llegarse (por
eso no es una metafisica), sino que cree en la posibilidad de un acuerdo que se va
formando y transformando, como presupuesto para cualquier interlocutor de una
conversación. Luego señala que
[...] no se trata de tener razón a toda costa, y rastrear, por ello, los puntos
débiles del otro; antes bien, se intenta hacer al otro tan fuerte como sea
posible, de modo que su decir se convierta en algo evidente. Es una pura
constatación, y no tiene nada que ver con una «llamada», y para nada tiene
que ver con la ética. 58
De este modo, aleja su posición de una ética del tipo levinasiana, a la que volveremos
más adelante, dejando de lado la promesa inscripta en todo constatativo (que por eso
sería puro), es decir, ignorando el carácter performativo de todo acto de habla. 59 El
diálogo es infinito, aunque debe mantenerse en el horizonte la posibilidad siempre
56 DE SANTIAGO GUERVÓS, L. E., "Hermenéutica y deconstrucción: divergencias y coincidencias. ¿Un problema de lenguaje?", en MAILLARD, C. y de SANTIAGO GUERVOS, L. E. (eds.), Estética y hermenéutica, Málaga, Depto. de Filosofía Universidad de Málaga, 1999, PP. 229-248.
Op. cit., p. 230. 58 GADAMER, H. G., "Pese a todo, el poder de la buena voluntad", ed. cit., p. 45. 59 Volveremos sobre esta cuestión en el apartado 1.2.
21
inmediata de un acuerdo, de una mutua comprensión. Volviendo a la dicotomía entre un
lenguaje con pretensiones de verdad y uno literario, Gadamer sostiene que
es preciso buscar la palabra y se puede encontrar la palabra que
alcance al otro, se puede incluso aprender la lengua ajena, la del otro. Se
puede emigrar al lenguaje del otro hasta alcanzar al otro. Todo esto puede
hacerlo el lenguaje como lenguaje.6°
Es por esta razón que intenta una y otra vez introducir a Derrida en un diálogo, aunque
este último rechace cada vez la invitación. 6 ' Así el filósofo alemán termina
reconociendo la posibilidad de un lenguaje que escape a la buena voluntad que persigue
un consenso, pero a la vez le quita todo valor: "es cierto que el nexo que se crea en
forma de lenguaje para entenderse está entretejido sustancialmente de cháchara, que es
la apariencia del hablar y hace de la conversación un intercambio de palabras
vacías ". 62
Cháchara, bla bla bla, parasitismo, anormalidad o retórica; cualquiera de estas
figuras remite a la inutilidad de determinado discurso, aunque al mismo tiempo permite
vislumbrar toda su potencia. 63
60 GADAMER, H. G., "Destrucción y deconstrucción", en Verdad y método II, trad. A. Aparicio y R. de Agapito, Salamanca, Sígueme, 1985, p. 351. 61 En su conferencia en memoria de Gadamer pronunciada en 2003, Derrida recuerda este primer encuentro y, luego de confesar su admiración hacia el filósofo alemán, acerca sus posiciones retomando el carácter sin fin del diálogo tal como éste lo afirmara. En este sentido, el diálogo en busca de una verdad acordada se muestra como un proceso infinito, al igual que la tarea del traductor. No es casual que Derrida decida construir este homenaje alrededor de un poema de Paul Celan que Gadamer también analizara. DERRIDA, J., Carneros. El diálogo ininterrumpido: entre dos infinitos, el poema, trad. Agoff, Bs. As., Amorrortu, 2009. 62 GADAMIER, H. G., "Destrucción y deconstrucción", en Verdad y método II, ed. cit., p. 351. 63 Encontramos un análisis de las posiciones de Gadamer y Derrida en PENALVER, M., "Gadamer -Derrida; de la recolección a la diseminación de la verdad", Er, revista de filosofia, Sevilla/Barcelona, n° 3, 1986. Allí el autor señala una salida al fin del teoretismo (sentenciado por la ausencia de una referencia determinada del texto) a partir del pensamiento operatorio. Luego, concluye su trabajo preguntándose si deconstruir no es una práctica, acercándose al lugar al que querríamos llegar.
22
1.1.5 Literatura, ética y política
Las objeciones y críticas brevemente esbozadas en los apartados anteriores nacen de un
supuesto: el de la disolución de la frontera entre filosofia y literatura. A esto Derrida
responde:
[ ... ] jamás traté de confundir literatura yfilosofia o de reducir lafilosofla a
la literatura [ ... ] la literatura es en principio el derecho a decir algo, y es
para gran beneficio de la literatura que sea una operación a la vez política,
democrática y filosófica, en la medida en que la literatura permite formular
preguntas que frecuentemente se reprimen en un contexto filosófico.
Naturalmente, esta ficcionalidad literaria puede,. en el mismo momento,
hacer responsable a uno [ ... ] y hacerlo irresponsable [ ... ] En esta
responsabilidad de decir algo en literatura, hay una experiencia política
como la de saber quién es responsable, por qué y ante quién.64
De esta manera, Derrida desplaza el campo de la discusión del metafisico-lingüístico al
ético-político. La literatura se convierte así en un discurso privilegiado, ligado
directamente a la filosofia, la ática y la política. 65 Y la deconstrucción deja de ser un
nihilismo radical para mostrar su preocupación fundamental,
no hay ningún gusto por el vacío o por la destrucción en quien satisface
esta necesidad de «vaciar» continuamente y de deconstruir respuestas
filosóficas que consisten en totalizar, en llenar el espacio de la cuestión o en
denegar su posibilidad, en huir de eso mismo que aquella habrá permitido
entrever. Por el contrario, se trata aquí de un imperativo ético y político, de
una llamada tan incondicional como la del pensamiento del que no se
separa. Se trata de la inyunción misma —si es que la hay. 66
64 DERRJDA, J., "Notas sobre desconstrucción y pragmatismo", en Desconstrucción y pragmatismo, trad. M. Mayer y 1. M. Pousadela, Bs. As., Paidós, 1998, Pp. 155-156. 61 Un análisis de esta relación se encuentra en DERRIDA, J., "La literatura segregada. Una filiación imposible', en Dar la muerte, trad. C. de Peretti y P. Vidarte, Barcelona, Paidós, 2000, pp. 115-147. 66 DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit., p. 44.
23
A partir de este cambio de enfoque, nuestra hipótesis, que desarrollaremos en el
siguiente apartado, es que la deconstrucción derridiana, en oposición a las ideas de
consenso, comprensión o acuerdo con vistas a algún fin, está directamente ligada al
habla levinasiana y su reformulación en la escritura de Blanchot. El camino del
silencio, si lo hay, se vuelve entonces habitable cuando lo conducimos desde la lógica
hacia la ática y la política. Como adelanto leemos en Políticas de la amistad,
En cada instante el discurso se eleva hasta el límite, al borde del silencio
[ ... ] Todo esto (este suplemento de democracia, este exceso de libertad, esta
reafirmación de porvenir) no es muy propicio, cabe dudar, a la comunidad,
a la comunicación, a las reglas y máximas de una acción comunicativa.67
Volviendo a las críticas ya mencionadas pero ahora desde este cambio de perspectiva,
recordamos q reRorty califica e da emo—ttn—irons ivEWpalabras de
Critchley:
[ ... ] lo privado es definido por Rorty como aquello vinculado a «proyectos
idiosincráticos de autosuperación», a la autocreación y la búsqueda de la
autonomía. Lo público se caracteriza por estar comprometido con aquellas
actividades «que tienen que ver con el sufrimiento de otros seres humanos»,
con el intento de minimizar la crueldad y trabajar por la justicia social.68
Según esta distinción, Derrida se vería reducido a un ámbito cerrado donde el discurso
se vuelve irrelevante con relación al mundo exterior y, p r lo tanto, ajeno al plano ético- ----------- - -
pohti 69 Sin embargo, en otro lugar Rorty afirma que para sus propositos
[ ... ] el lugar importante en el que hay que trazar la divisoria no es entre la
filosofia y la no filosofia, sino más bien entre los temas que sabemos cómo
67 DERRIDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, cd. cit., p. 60. 61 CRTTCHLEY, S., "Derrida: ¿ironista privado o liberal público?", en Desconstrucción y pragmatismo, ed. cit., p. 50. 69 Derrida responde en este punto a Rorty destacando el papel del secreto (que no se confunde con lo privado) como lo heterogéneo al ámbito de lo público pero que al mismo tiempo se encuentra en la base de lo que permanece abierto de dicho ámbito y el dominio de la política. Dicha apertura conduce a una concepción de la democracia más allá de la reducción de todo secreto al ámbito de lo privado, es decir, la democracia por venir. DERRIDA, J., "Notas sobre desconstrucción y pragmatismo", en Desconstrucción ypragmatismo, cd. cit., pp. 157-158.
LI
24
argumentar y los que no. Es la divisoria entre el intento de ser objetivo -de
obtener un consenso sobre lo que hemos de creer- y la disposición a
abandonar el consenso en la esperanza de la transfiguración.7°
Por lo tanto, parecería vislumbrarse cierta fuerza otorgada a la literatura como ' "\
k5 modificadora, mientras que el ámbito de los argumentos estaría conformado por luchas
para imponer una perspectiva sobre las demás. La esperanza de la transfiguración, del
cambio, del porvenir, paradójicamente caería así en manos del ironista privado.
Por el lado de Habermas leemos que "sometidos en la práctica comunicativa cotidiana
a la necesidad de decidir, los participantes se ven remitidos a un acuerdo que coordine
la acción. ,71 De esta manera, este pensador estaría inclinándose por uno de los dos
tipos de habla, una que mantenga en vistas una decisión y que promueva un consenso,
que en última instancia siempre implicará una violencia puesta en juego.
En Gadamer esta caracterización del discurso como atravesado por relaciones de poder
se ve aún más clara:
[ ... ] hay una experiencia en el diálogo de personas que hablan dos idiomas
distintos, pero pueden entenderse medianamente: sobre esta base no se
puede sostener una conversación, sino que se libra en realidad una larga
lucha hasta que ambos terminan hablando una de las dos lenguas, aunque
uno de ellos bastante mal. [ ... ] No se da sólo entre hablantes de distintos
idiomas, sino igualmente en la adaptación recíproca de las partes en cada
conversación sostenida en la misma lengua. Sólo la respuesta real o posible
hace que una palabra sea tal.72
Ahora bien, como veremos a continuación, Derrida mismo señala la inevitabilidad de la
violencia inscripta en la archi-escritura, 73 sin embargo, en su propia letra propone un
más allá siempre por venir. Encuentra en la deconstrucción una forma de relación social
70 RORTY, R., Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contemporáneos, cd. cit, p. 173. 71 HABERMAS, J., El discurso filosófico de la modernidad (doce lecciones), ed. cit., p. 240. 72 GADAMER, H. G., "Destrucción y deconstrucción", en Verdady método II, ed. cit, pp. 35 1-352. 73 DERRJDA, J., "Violencia y metafisica (Ensayo sobre el pensamiento de Emmanuel Lvinas), en La escritura y la diferencia, trad. P. Pefialver, Barcelona, Anthropos, 1989, pp. 107-210.
25
que escaparía a la lucha por el consenso, ya que se desnuda como labor an-árquica. La
deconstrucción, fiel al espíritu de Lévinas, no impone un sentido último y verdadero,
sino que lo abre, lo disemina, esforzándose por no ejercer ningún tipo de violencia
sobre el otro y reconociendo en el mismo gesto la imposibilidad de dar este paso (no)
más allá. 74
A modo de conclusión, recordamos que partiendo de las críticas realizadas a Derrida
llegamos a un desplazamiento del campo de discusión que pone en jaque las posiciones
de sus detractores. Expresiones como consenso, lucha, acuerdo y fin parecen ser muy
problemáticas una vez elevadas al ámbito ético-político, ya que la voz que logra
imponerse silencia a aquellos que carecen del derecho a la palabra. Por estos tal vez
hablen la deconstrucción y también la literatura.
La traducibilidad garantizada, la homogeneidad dada, la coherencia
sistemática absolutas es lo que hace seguramente (ciertamente, a priori y no
probablemente) que la inyunción, la herencia y el porvenir, en una palabra,
lo otro, sean imposibles. Es preciso la desconexión, la interrupción, lo
heterogéneo, al menos si hay algún es preciso, si es preciso dar una
oportunidad a algún es preciso, aunque sea más allá del deber. [ ... ]
afirmación (sobre todo política), si la hay, a la experiencia de lo imposible,
que no puede ser sino una experiencia radical del puede ser, del «tal vez».
1.2 La escritura como promesa
En este apartado nos adentraremos en la relación entre los ámbitos antes mencionados:
el lingüístico-metaflsico y el ético-político. Para ello, es necesario volver a Austin y la
74 Cristina de Peretti adoptó esta fórmula para traducir el título del libro de Blanchot Le pas au-delá, buscando mantener la ambigüedad del pas, que puede ser el sustantivo masculino "paso" o el adverbio de negación que se suele usar en correlación con el ne y en otras expresiones. BLANCHOT, M., El paso (no) más allá, trad. C. de Peretti, Barcelona, Paidós, 1994, p. 29, nota 1. 75 DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit., p. 48.
USI
la cual pone el acento en el carácter performativo
radica en la promesa77 que se lanza cada vez que se
verídico.
de que se nos plantee la cuestión de la responsabilidad, del
nombre propio», de rubricar tal o cual afirmación, etc., estamos
cogidos, unos y otros, en una especie de curvatura heteronómica y
disimétrica del espacio social, más precisamente de la relación con el otro:
antes de todo socius organizado, antes de toda políteia, antes de todo
«gobierno» determinado, antes de toda «ley». [ ... ] Pues la curvatura
heteronómica y disimétrica de una ley de socialidad originaria es también
una ley, quizá la esencia misma de la ley. [ ... ] Estamos investidos de una
indenegable responsabilidad en el momento en que empezamós a significar
algo. 78
Y estDpromesa será el lugar desde el cual Derrida se separará de sus críticos, al ligarla
al pensamiento ético de Lévinas. Cada vez que pronunciamos una palabra aceptamos
una ley distinta a la aristotélica,-
una ley que nos viene del otro y que nos llama a ser
responsables de y ante él. Todo acto de habla implica un lazo social previo a cualquier
institucionalización del mismo, y es este lazo la condición de posibilidad de la justicia y
otro modo de lo político, es decir, la democracia por venir. Una vez dejada de lado la
búsqueda del consenso y la violencia que siempre lo acompaña, el lenguaje se desnuda
como ofrenda hacia el otro. Desde esta perspectiva analizaremos las relaciones entre
76 El propio Austin señala el paralelismo entre un enunciado y una promesa. Dado que toda aserción implica una creencia (yo creo en lo que estoy aseverando), la insinceridad que podría acompañar a una afirmación (yo no creo en lo que estoy aseverando) es la misma que acompañaría a una promesa (yo prometo pero no tengo la intención de hacer lo prometido). AUST1N, J. L., Cómo hacer cosas con palabras, ed. cit., conferencia IV. Por lo tanto, ambas instancias (constatativas o performativas) implican un doble acto de fe (anterior a todo discurso determinado y por lo tanto a toda religión): por una parte la promesa enviada (prometo la verdad), por la otra la respuesta ante el ruego del otro (creo en la promesa de verdad del otro). DERRIDA, J.,"Fe y saber', en El Siglo y el Perdón seguido de Fe y Saber, trad. M. Segoviano, Bs. As., Ediciones de la Flor, 2003, p. 121. 77 "Una estructura inmanente de promesa o deseo, una espera sin horizonte de espera informa toda palabra." DERRIDA, J., El monolingüismo del otro o la prótesis del origen, trad. H. Pons, Bs. As., Manantial, 1997, p. 36. 78 DERRIDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, ed. cit., p. 258.
27
Lévinas, Blanchot y Derrida, para intentar establecer el suelo sobre el que se construirá
la concepción política derridiana.
1.2.1 Lévinas y Blanchot
Como sabemos, la pregunta que conduce toda la obra de Lévinas es aquella por la
posibilidad de relacionamos con lo otro más allá del poder, de la violencia, de la
reducción de eso otro, el otro, a lo mismo. Refiriéndose a Totalidad e infinito nos dice:
[ ... ] el empeFo de este libro se dirige a percibir en el discurso una relación
no alérgica con la alteridad, a percibir allí el Deseo, donde el poder, por
esencia asesino del Otro, llega a ser, frente al Otro y «contra todo buen
sentido», imposibilidad del asesinato, consideración del otro o justicia.79
En su revisión de la tradición filosófica Lévinas encuentra que siempre se ha practicado
una violencia sobre el otro a partir de una conceptualización o comprensión (en sentido
heideggeriano) de éste, que borra sus particularidades, su singularidad, su alteridad
irreductible a cualquier universalidad; violencia que en última instancia llega a su
máxima expresión en el dar muerte al otro. En un primer período, que está
caracterizado por su libro antes mencionado, publicado en 19 , 1, Lévinas encuentra en
el habla como forma de relación social una posible solución a dicha cuestión. 80
En mi relación con el otro, nos dice, tengo dos posibilidades: matar (y/o comprender) o
hablar. La primera, en tanto manifestación de una voluntad de dominio y poder
extremas, lleva en sí misma la marca de su imposibilidad, ya que en el preciso momento
LÉVINAS, E., Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, trad. D. E. Guillot, Salamanca, Sígueme, 1977, p. 71. 80 Para un análisis del lenguaje en Lévinas v&se WYSCHOGROD, E., "Language and alterity in the thought of Levinas', en CRITI-ILEY, S. y BERNASCONI, R., (eds.), The Cambridge Companion to Levinas, Cambridge University Press, 2002, PP. 188-205 y LLEWELYN, J., "Levinas and language', en Appositions of Jacques Derrida and Emmanuel Levinas, ed. cit., pp. 164-178 (este capítulo se editó en forma de artículo en CRJTHLEY, S. y BERNASCONI, R., (eds.), The Cain bridge Companion to Levinas, ed. cit., pp. 119-138).
28
en que me creo un poder sobre el otro, éste ya se escapa en la noche infinita de la
muerte, sentenciando ante mi impotencia la primacía de un mandato: no matarás. 8 ' Por
el lado del lenguaje, Lévinas señala que en este medio de expresión la presencia del /
otro en tanto rostro pone en juicio mi propia libertad, haciendo que la violencia, aunque
no sea suprimida, sí al menos puede ser diferida infinitamente, dejando siempre latente /
la posibilidad del mal y volviéndonos así responsables. 82 Dicho de otro modo, en el
habla, en tanto relación con el otro donde los términos de la misma permanecen
absolutos, se originan la significación y la expresión, dadas a partir de la presencia del
otro como sustento de sus palabras, rostro vulnerable cuya fragilidad se vuelve garante
de la no-profanación del sentido. 83
Ahora bien, podemos afirmar que encontramos aquí una concepción nietzscheana del
lenguaje, según la cual éste operaría sobre una realidad en constante movimiento
petrificándola, encasillándola en conceptos que siempre fuerzan a lo otro a incorporarse
y adaptarse al molde de lo mismo. 84 Sin embargo, ese lenguaje es el mismo que de
alguna forma nos permitiría relacionarnos con lo otro más allá de la violencia. En este
punto, en esta aparente contradicción entre dos tipos de habla, comentando y siguiendo
esta línea de pensamiento en un intento por explicitar cuál sería ese modo en el que el
lenguaje se volcaría del lado de la no-violenc , Blanchot ñala que la relación con el /
otro, con el extraño extranjero, no ya en términ_dpoder, es la relación imposible - -
dada a partir del hab1ato escrituraj Vale mencionar aquí que en Lévinas la
81 Lévinas aclara que siempre puedo asesinar al otro, pero en ese preciso instante no lo estoy matando en tanto otro sino asesinándolo como a un animal, es decir, previa cosificación de ese otro. LEVINAS, E., ",Es fundamental la ontología?", en Entre nosotros. Ensayos para pensar en otro, trad. J. L. Pardo, Valencia, Pre-textos, 2001, pp. 13-23. 82 "La libertad consiste en saber que la libertad está en peligro. Pero saber o ser consciente, es tener tiempo para evitar y prevenir el momento de inhumanidad. Este aplazamiento perpetuo de la hora de la traición -ínfima diferencia entre el hombre y el no-hombre- supone el desinterés de la bondad, el deseo de lo absolutamente Otro o la nobleza, la dimensión de la metafisica." LEVINAS, E., Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, ed. cit., p. 59. 830p. cit., p. 92. 84 Sobre la crítica de Nietzsche a lo que él llama egipticismo véase NIETZSCHE, F., Crepúsculo de los ídolos, ed. cit., "La «razón» en la filosofia".
kisi
expresión se distingue de la obra entendida como escritura. 85 Esta última tiene un
sentido, pero no ueón, ya que eLa3tQLse encuentra ausente. 86 Es decir, en
tanto que alienada, toda obra y por el mismo motivo ya su
significación se diluye en la manipulación que ejerce el otro, el lector, sobre la misma.
Por su parte, Blanchot critica a Lévinas el privilegio que le otorga al hombre que está
hablando de poder auxiliar a su habla, ya que éste pertenecería tanto al otro como al
ego, volviéndolos iguales al reducirlos bajo el conc o "subjetividad". 8 De este modo,
esa asimetría metaflsica, 88 esa curvatura del espacio q ese ara al otro en tanto
trascendencia absoluta de mí se vería traicionada.
El lenguaje una forma de acceso a lo oscuro
en su propia oscuridad, donde ya no hay una voluntad de dominio, una violencia, sino
ungirar en torno al otro, para que al envolverlo se destaque el centro incógnito
eternamente oculto a la visión iluminadora. 89 El habla/escritura es la revelación del otro
en tanto misterio, enigma. "Ver sólo supone una separación medida y medible: ver, sin
duda, siempre es ver a distancia, pero dejando que la distancia nos devuelva lo que nos
quita mientras que "el habla (al menos aquella a la que intentamos acercarnos: la
escritura) pone al desnudo, sin retirar siquiera el velo y a veces incluso
(peligrosamente) volviendo a velar - de un modo que no cubre ni descubre. ,91
85 Gerald Bruns realiza un amplio análisis del concepto de arte en Lévinas, intentando conciliar las muchas veces contradictorias apariciones en sus textos de dicho concepto y así acercar la poesía como forma de trascendencia a la ética. BRUNS, G. L., 'The Concepts of Art and Poetry in Emmanuel Levinas's Writings", en CRITHLEY, S. y BERNASCONI, R., (eds.), The Cambridge Companion to Levinas, ed. cit., pp. 206-233. 86LEV1NAS, E., Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, ed. cit., p. 90. 87 BLANCHOT, M., El diálogo inconcluso, trad. P. de Place, Caracas, Monte Ávila, 1970, p. 108. 88 LEVIINAS, E., Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, ed. cit, p. 77. ( 89 El hablalescritura habitaría el espacio abierto más allá de la ley aristotélica, es decir, conduciría por el 7 t4 lado del silencio. Leemos en Blanchot, 'pasa días y noches en medio del silencio. Esto es el habla." BLANCHOT, M., L< cr7tura del es astre, trad. P. de Place, Caracas, Monte Ávila, 1990, p. 18. 90 BLANCHOT, M., El diálogo inconcluso, ed. cit., p. 63. 91 0, cit., p. 67.
30
De esta manera, radicaliza la posición levinasiana. Ante el rostro del otro
puedo matar o hablar. Pero al mismo tiempo hay hablas
{...] una, habla de poder, de enfr ieto,eo,osición, de negación, afin
de reducir cualquier opuesto y para que se afirme la verdad en su conjunto
como igualdad silenciosa. Otra habla fuerade la oposición, fuera de la
también fuera de la afirmación, porque no
diñe nada más que la distancia infinita de lo Otro y la exigencia infinita que
es el otro en su presencia, eso que escapa a todo poder de negar y
afirmar.92
En la obra el autor de la misma muere, en cuanto ya no está presente para supervisar su
destino. Sin embargo, la escritura no puede darse de otra forma sino gracias a esta
muerte prematura, si es que pretende ser escritura verdadera, es decir, habla sin poder.
La escritura, por lo tanto, es al mismo tiempo concebida como relación con lo oscuro en
tanto oscuro y experiencia que reconoce la deconstrucción de la propia subjetividad en
este proceso. Ya no soy un poder, sino sólo relación que "afirma el abismo que hay
entre «ego» y «el otro» yfranquea lo infranqueable, pero sin abolirlo ni disminuirlo.
El hablalescritura en tanto condición de toda relación no-violenta con el otro tendrá
consigo la marca de la muerte del autor, abriendo así la posibilidad de la llegada del
otro. Al borrarse el lugar del sujeto, la voluntad de dominio propia de éste queda sin
efecto. De este modo, la concepción ética que privilegia la alteridad y por lo tanto la
muerte del otro antes que la mismidad y la muerte propia, 94 es aquella que intenta
escapar a todo poder, abriendo sus puertas a la justicia y la hospitalidad incondicional.
92 0p. cit.,p. 119. Op. cit.,p. 116.
94 Para la crítica al lugar de la muerte propia en Heidegger véase DERRIDA, J., "El oído de Heidegger. Filopolemología (Geschlecht IJ')", en Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, ed. cit.
31
1.2.2 Lévinas y Derrida
Es más que conocida la crítica que lleva a cabo Derrida del fonocentrismo, dentro de la
cual la concepción del habla levinasiana cae inevitablemente. 95 En su reivindicación de
la escritura,
responsabilidad infinita ante el otro, llegando incluso a ampliar el horizonte de la
justicia sin recurrir al tema de la filialidad y la fraternidad, tal como lo hace Lévinas. 96
Ya vimos que en la escritura nos encontramos con la necesidad de su legibilidad aun en
la ausencia del destinatario y del emisor, es decir, que la estructura de la escritura está
determinada por su iterabilidad, la cual siempre implicará la muerte de todo sujeto
productor y de todo posible lector determinado, y con ellas la falta de un contexto
último de significación. 97 De esta forma,critura se convienDerridaena
relación entre .fantalMgly el fantasma es la figura que adopta el otro levinasiano, al
cucomo gesto de máxima responsabilidad ante él, no lo anticiponi siquiera corno
vivo o muerto, hombre o mujer, presente o no-presente, manteniéndolo e " trede
las dicotomías tradicionales, para así permitir su llegada, siempre por venir. 98 La huella
siempre estará signada por la muerte, por las cenizas del mismo y del otro, aunque de
aquí no se sigue, como pretendiera Lévinas, la imposibilidad de toda justicia, sino al
95 Para la crítica al fono-logo-falo-centrismo y su relación con la escritura en Derrida, véase DE PERETTI, C., "La violencia del discurso metafisico", en Jacques Derrida. Texto y Deconsfrucción, Barcelona, Anthropos, 1989, PP. 23-68. 96 Para ampliar la relación entre dos, entre dos rostros y su habla, que permitiría extender la posibilidad de la justicia, Lévinas recurre en Totalidad e infinito a la relación hijo-padre, y así, en un recurso signado por lo teológico, llega a la fraternidad de los seres humanos. LEVINAS, E., Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, cap. IV, "Más allá del rostro", ed. cit., p. 262-288.jeguaje de la fraternidad será el puesto en cuestión por Dernda en Políticas de la amistad
fe—ci ñWs de lafilosofia, ed. cit., pp. 356-358. 98 "Hay que hablar del fantasma, incluso al fantasma y con él, desde el momento en que ninguna ética, ninguna política, revolucionaria o no, parece posible, ni pensable, ni justa, si no reconoce como su principio el respeto por esos otros que no son ya o por esos otros que no están todavía ahí, presentemente vivos, tanto si han muerto ya, como si todavía no han nacido. Ninguna justicia [...} parece posible o pensable sin un principio de responsabilidad, más allá de todo presente vivo, en aquello que des quicia el presente vivo, ante los fantasmas". DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit, pp. 12-13. Véase también DERRIDA, J. y STIEGLER, B., Ecografias de la televisión, trad. M. H. Pons, Bs. As., Eudeba, 1998, p. 25.
e
32
contrario, la posibilidad de la justicia infinita, aquella que se da incluso en la ausencia,
en la muerte del otro, es decir, en su presencia fantasmática.
A pesar de los estrechos vínculos entre
jo Violencia y
metaftsica 99 retorna la crítica de Blanchot, pero reafirma, profundizándola, la paradoja
antes senalada, dejando al descubierto la imposibilidad de dar este paso mas alla de la
metafisica, al menos tal como lo habría entendido el filósofo lituano. 100 Simplificándolo
injustamente, podemos decir que en este texto de 1964101 Derrida se centra en la
contradicción existente a la hora de querer hablar sobre aquello que va más allá de la
posibilidad de toda palabra. De esta manera, señala que Lévinas, al llevar al lenguaje su
concepción ética, no puede rechazar los límites impuestos por lo mismo, el concepto, el
ser, que hacen necesaria una violencia pre-ética. 102 Si Husserl y Heidegger son
O condenados por sostener una concepción filosófica que autorizaría la aniquilación de lo
otro por lo mismo, condición previa para la efectivización de dicha violencia, Lévinas
mismo debería caer bajo esa crítica, ya que a la hora de articular un discurso no puede ir
más allá del horizonte establecido por estos autores (en especial Derrida hace hincapié
en las temáticas del horizonte y la alteridad en Husserl, y por el lado de Heidegger en la
precomprensión del ser necesaria incluso para hablar del otro en tanto otro).' °3 Por lo
99 DERRIDA, J., "Violencia y metafisica (Ensayo sobre el pensamiento de Emmanuel Lévinas)", en La escritura y la diferencia, op. cit 100 En este punto remitimos al trabajo de PEÑALVER, P., "Dos heterologías. El pensamiento sin el ser en Lévinas y en Derrida", en Argumentos de alteridad. La hipérbole metafisica de Emmanuel Lévinas, Madrid, Caparrós, 2000, pp. 195-215. Aquí el autor abre la posibilidad de pensar este texto de Derrida como un paso más acá de la obra de Lévinas. En otras palabras, volvería la crítica hacia el propio Derrida. 101 No es un dato menor esta fecha, ya que confirma la presencia de Lévinas en el pensamiento de Derrida desde su más temprana reflexión. 102 DERRIDA, J., "Violencia y metafisica (Ensayo sobre el pensamiento de Emmanuel Lévinas)", en La escritura y la diferencia, ed. cit, p. 157. 103 Otra forma que adquiere esta crítica se encuentra en la estructura sacrificial que compartirían tanto Heidegger como Lévinas, según la cual el "no matarás" se reduciría al hombre y no al viviente en general. El fonocentrismo se desnuda así como un carnofalogocentrismo. DERRIDA, J., "<di faut bien manger» ou le calcul du sujet. Entretien (avec J.-L. Nancy)", Cahiers Confrontation, no 20, hiver 1989, pp. 9 1-114, y El animal que luego estoy si(gui)endo, trad. C. de Peretti y C. Rodríguez Marciel, Madrid, Trotta, 2008. Para un análisis de la cuestión de la animalidad en Derrida, véase DE PERETTI, C., "A propósito de los animales (algunas reflexiones a partir de los textos de Jacques Derrida)", en CRAGNOLINI, M. B. (comp.), Por amor a Derrida, ed. cit., pp. 17-47.
33.
tanto, parecería que la única posibilidad no-violenta sería el silencio, pero Derrida
recuerda que en él radica también la posibilidad del mal absoluto. De esta forma,
sostiene que "el lenguaje no puede jamás sino tender indefinidamente hacia la justicia
reconociendo y practicando la guerra en sí mismo. Violencia contra violencia.
Economía de violencia." 04 Con esta economía Lévinas estaría en total desacuerdo,
pero para Derrida no podría dejar de tenerla en cuenta, de contar con lo incontable, con
el otro, al menos desde el momento en que habla a/de ese otro.
Esta crítica significará un momento de ruptura en el pensamiento de Lévinas, que dará
lugar a un segundo período en su obra, representado por De otro modo que ser, o más
allá de la esencia, publicado en 1978. En este texto el autor se esforzará por dejar de
lado la herencia metafisica, pero reconociendo la imposibilidad de este gesto,
inscribiendo en este movimiento su propia concepción ética y acercándose así (aunque
probablemente nunca hayan estado muy lejos) a la concepción ético-política de
Derrida.' °5 La pregunta que dirige este nuevo momento en Lévinas será: ¿cómo hablar
sobre lo que está más allá del ser? Todo está subordinado al ser, a la presencia, no hay
un más allá, sin embargo hay que ir hacia él, hablar sobre él, y aquí queda inscripta la
responsabilidad, ante y para el otro, desde el momento mismo en que me propongo
hablar. Al comienzo de este libro Lévinas introduce la pareja decir/dicho, en la cual el
primer término hace mención a la significación originaria dada a partir de mi relación de
rehén con el otro, lo que él llama el uno-para-el-otro de la responsabilidad, de la
substitución, que abre un más allá de la distinción entre el ser y el no-ser, la verdad y la
104 DERRTDA, J., "Violencia y metafisica (Ensayo sobre el pensamiento de Emmanuel Lévinas)", en La escritura y la diferencia, ed. cit., p. 157. Véase también nota al pien° 15, p. 124. 105 Sin embargo, no podemos dejar de señalar que Derrida también escribe un texto en 1980 criticando este nuevo esfuerzo levinasiano, en el cual le reprocha su intento por alcanzar una heterología pura (sin aceptar lo necesario de la "contaminación") y por dejar de lado lo femenino, cayendo en lo que Derrida denomina "falocentrismo". DERRIDA, J., "En este momento mismo en este trabajo heme aquí", en Cómo no hablar y otros textos, trad. P. Peñalver, Barcelona, Proyecto A, 1997, pp. 81-116. Para un análisis de ambas heterologías, véase PEÑALVER, P., "Dos heterologías. El pensamiento sin el ser en Lévinas y en Derrida", ed. cit.
34
no-verdad; mientras que lo dicho responde al piano de la metafísica, de la ontología,
donde la presencia, el eterno retomo de lo mismo, y por ello la violencia hacia el otro,
son quienes garantizan el límite, la imposibilidad del paso. Luego afirma que
[ ... ] la responsabilidad para con el otro es precisamente un Decir antes de
todo Dicho. El sorprendente Decir de la responsabilidad para con el otro es
contra «viento y marea» del ser, es una interrupción de la esencia, un
desinterés impuesto por una violencia buena. Sin embargo, la gratitud
exigida por la substitución -milagro de la ética antes de la luz- impone que
este sorprendente Decir se aclare por la propia gravedad de las cuestiones
que lo asedian. Debe mostrarse y recogerse en esencia, dejarse ver [...]
sufrir el imperio del ser. 106
En otras palabras, Lévinas reconoce que el lenguaje es siempre violencia, si entendemos ......
por ello su relación inquebrantable con la metafísica. Por lo tanto, la violencia parece
imborrable, necesaria, pero siempre con vistas a combatir otra mayor. Esta violencia
buena es la del habla, que evita la otra, el mal radical, encamado en el dar muerte al otro
o en esa otra habla, ese otro lenguaje de poder. De este modo entra en juego el otro ..
aspecto de la crítica derridiana, y este paso (no) más allá se traduce en una violencia
justa ante la cual no debemos detenernos, volviéndose imperiosa la práctica
deconstructiva. Escuchemos a Lévinas:
[ ... ] heme aquí para los otros. respuesta e-norme [ ... ] no se necesita nada
menos para lo poco de humanidad que adorna la tierra, aunque sólo fuese
humanidad de mera cortesía y de mero pulimiento de costumbres. Es
preciso un des-arre glamiento de la esencia, a través de la cual ésta no
repugne tan sólo a la violencia. Esta repugnancia no atestigua otra cosa
que el estadio de una humanidad debutante o salvaje, propensa a olvidar
sus disgustos, a invertirse en «esencia del des-arre glamiento», a rodearse
de honores y virtudes militares como toda esencia, de modo inevitable
celosa de su perseverancia. Para lo poco de humanidad que adorna la
106 LÉVINAS, E., De 01ro modo que ser, o más allá de la esencia, trad. Antonio Pintor-Ramos, Salamanca, Sigueme, 1987, p. 95.
35
tierra es necesario un aflojamiento de la esencia en segundo grado: en la
guerra justa declarada a la guerra, temblar e incluso estremecerse en todo
instante por causa de esta misma justicia. Es necesaria esta debilidad. Era
necesario este aflojamiento sin cobardía de la virilidad por lo poco de
crueldad que nuestras manos repudiarán.'°7
Resulta justo preguntarse ahora por qué la deconstrucción sería garante de la no-
radicalización de esta violencia necesaria, de esta guerra justa contra la guerra, y qué
significa el estremecimiento ante esa misma justicia que menciona Lévinas.
Para responder a estas cuestiones es necesario remitimos a la noción de an-arquía. Para
Lévinas, la ética de la alteridad radical, precisamente para no volverse una metafisica,' °8
debe sustentarse en algo distinto a una arkhé, fundamento último, garante de una verdad <-
y un orden en los ámbitos cognoscitivo, ontológico y ético. Sin embargo, para dejar de
lado también la posibilidad del mal, el cual nacería junto al silencio del nihilismo
absoluto, debe proponer un sentido originario que nos permita construir una ética. Éste
es el que viene del otro, de la substitución, de la estructura de rehén caracterizada por el
uno-para-el-otro. 109 Por lo tanto, Lévinas estaría así impidiendo que su propio dicho se
absolutice, que se convierta en una verdad a transmitir y seguir al pie de la letra,
volviéndose así una violencia extrema que silenciaría la voz de los otros; pero al mismo
tiempo necesita que el decir que se vislumbra a partir de este dicho tenga lugar. Por
esto, su ética se construye sobre un lazo anárquico entre el sujeto y el bien," ° que por
carecer de un suelo firme [Grund], nos abre al abismo [Ab-grund] que permite anticipar
la posibilidad de lo imposible, es decir, el paso (no) más allá de la esencia, del ser,
107 Op. cit., p. 266. 108 A lo largo de este trabajo reservamos el término "metafisica" para la filosofia de la tradición, dominada por la presencia, la mismidad, la comprensión del ser, aunque recordamos que Lévinas llama así por momentos a su propia ética. 109 LÉVINAS, E., "La significación y el sentido", en Humanismo del otro hombre, trad. Daniel E. Guillot, México, Siglo XXI, 1974, pp. 17-83. 110 LEVHAS E., "Humanismo y an-arquía", en Humanismo del otro hombre, ed. cit., p. 107.
36
señalando un mundo de verdaderas posibilidades, imposibles sólo por no poder ser
abordadas desde el horizonte demarcado por un presente, pero no por irrealizables.
Para comprender mejor esto, escuchemos ahora a Derrida:
[ ... ] pues bien, lo que sigue siendo tan irreductible a toda deconstrucción, lo
que permanece tan indeconstructible como la posibilidad misma de la
deconstrucción, puede ser cierta experiencia de la promesa emancipatoria;
puede ser, incluso, la formalidad de un mesianismo estructural, un mesianismo
sin religión, incluso un mesiánico sin mesianismo, una idea de la justicia —que
distinguimós siempre del derecho e incluso de los derechos humanos- y una
idea de la democracia -que distinguimos de su concepto actual y de sus
predicados tal y como hoy en día están determinados-. 111
La indeconstructible hospitalidad, la indeconstructiblejusticia, entendidas en términos
levinasianos," 2 son aquel fondo abismal desde el cual se pone en marcha la
deconstrucción. Por eso, ésta siempre supone la inmemorial presencia del otro en mí,
esa relación de rehén entre ese otro y una identidad en constante deconstrucción. 113 La
hospitalidad incondicional e infinita será la garante de la no-radicalización o
absolutización de esta violencia segunda, que siempre será necesaria, ya que
a pesar de que la incondicionalidad de la hospitalidad debe ser infinita y,
por consiguiente, heterogénea a las condiciones legislativas, políticas, etc.,
dicha heterogeneidad no significa oposición. Para que esa hospitalidad
incondicional se encarne, para que se torne efectiva, es preciso que se
determine y que, por consiguiente, dé lugar a unas medidas prácticas, a una
serie de condiciones y de leyes, y que la legislación condicional no olvide el
imperativo de la hospitalidad al que se refiere. 114
'' DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit, p. 73. 112 La justicia se entiende como la relación ética misma de responsabilidad ante el otro en Totalidad e infinito, pero en De otro modo que ser, o más allá de la esencia, la misma queda del lado de la metafisica, el Estado, es decir, lo mismo, aunque es necesaria cuando hablamos de la aparición en escena de un tercero. 113 Para esta cuestión véase DERIRJDA, J., El monolingüismo del otro o la prótesis del origen, ed. cit., pp. 17-31. 114 DERRIDA, J., "Sobre la hospitalidad", en ¡Palabra!, trad. C. de Peretti y F. Vidarte, Madrid, Trotta, 2001,p. 53.
37
De esta forma, al afirmar el carácter indeconstructible de la justicia infinita,
indecon?bctible por ser el origen no-originario de la deconstrucción, que se vuelve
sobre sí misma para reafirmarla una vez más, Derrida encuentra una forma de escritura
an-árquica que hace lugar a la llegada de lo otro. La deconstrucción desborda desde su
interior todo intento de fundamentar un derecho o una política determinados, porque la
justicia es precisamente lo que siempre está más allá de dichas instituciones, pero a lo
que las mismas no pueden dejar de aspirar. En otras palabras, la deconstrucción, y más
específicamente la deconstrucción de lo político, es política, es lo político derridiano, y
también, por qué no, levinasiano. Quizá Derrida sólo esté explicitando, colocando en un
lugar central del texto, de su escritura, lo que para Lévinas ya se vislumbraba con la
aparición del tercero, pero que en él quedó únicamente en notas al pie, esbozo tímido,
ya que sabía que dicho pensamiento es el del peligroso quizá.' 15
ho lidaci.j.ondicional e infinita hacia el otro,
rompe con la lógica oposicional, con la lógica del intercambio, es necesario referirse a
la misma desde un lenguaje en sí mismo desestructurador. La lógica paradojal, que se
mueve entre el decir y lo dicho, siempre deconstruyendo este último a partir del
horizonte del primero, deja así de ser un placer lúdico propio de pensamientos
posmodernos que sentirían la filosofia como un ejercicio literario ocioso y ajeno a las
problemáticas de hoy. Se intenta hablar de lo que sobrepasa los límites del lenguaje, 4r
reconociendo lo imposible de dicho intento, para soñar con(más allá de toda
violencia y de todo poder. En otras palabras,
de una política sin fundamentos que implique necesariamente una capacidad creadora
dispuesta a proponer órdenes fugaces, que se plantee la hospitalidad incondicional, la
115 En De otro modo que ser, o más allá de la esencia, ed. cit., hasta la página 236 la cuestión del tercero no entra en escena, excepto una breve mención en el capítulo 1 (que quizás merecería ser nota al pie), p. 61. Previamente se ha anticipado en las notas 35 (p. 103) del cap. II; 2 (pp. 123-124), 29 (pp. 152-153) y 33 (p. 154) del cap. III.
38
no-violencia ante el otro, la justicia absoluta, no como ideas regulativas, sino como
ideales del porvenir, siempre en la inminencia de su aparición y robándose a sí mismos
para sostener el sueño y la esperanza en toda su vigencia; esta experiencia es la que
Derrida llama lo indeconstructible mismo, la justicia más allá del derecho, la
democracia por venir.
19
2. DEMOCRACIA
Si hubiera un gobierno de dioses, se gobernaría democráticamente. Un gobierno tan perfecto no conviene a los hombres.
J. J. Rousseau, El contrato social
Derrida sostiene que siempre hay una amistad anterior a la amistad, aquella comunidad
mínima dada en el estar-juntos que supone toda alocución. 116 Dicho de otro modo, la
promesa inscripta en cualquier acto de habla, que en la deconstrucción está explicitada
desde el momento en que se deja de lado el deseo de imponer un sentido verdadero,
único y original detrás de toda huella, abre la posibilidad de pensar en una política
anterior a la política. Por eso la deconstrucción, la propia escritura derridiana, es el lugar
donde se juega la democracia por venir. Leemos en Políticas de la amistad,
Hay que pensar y escribir, en particular de la amistad, contra el gran
número. Contra los numerosos que conforman la lengua y legislan sobre su
uso. Contra la lengua hegemónica en lo que se llama el espacio público. Si
hubiese una comunidad, incluso un comunismo de la escritura, sería en
primer lugar con la condición de hacer la guerra a aquellos que, el mayor
número, los más fuertes y los más débiles a la vez, forjan y se apropian de
los usos dominantes de la lengua." 7
Si comenzamos nuestra exposición haciendo hincapié en la concepción del lenguaje en
Derrida e insistimos en el vínculo estrecho que mantiene con su pensamiento político,
fue precisamente para responder a aquellos críticos que sostienen que existen dos etapas
en el desarrollo intelectual del filósofo franco-argelino y que entre ambas hay una
distancia insalvable. A su vez, así confirmamos sólo una parte de nuestra hipótesis, ya
116 DERRIDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, ed. cit., p. 264. 117 Op. cit., P. 90.
que si sostenemos que la d5emocraciaQr_venir derridiana es una propuesta política
efectiva ligada directamente a la labor deconstructiva, debemos necesariamente
ocuparnos de esa tan enigmática expresión.
En el presente capítulo pondremos el acento en la reflexión derridiana sobre la
democracia, que siempre es una pregunta sobre ese concepto y el desajuste que toda
puesta en práctica del mismo trae consigo. 118 En Políticas de la amistad Derrida
sostiene que hay una vacilación sobre el nombre "democracia" desde que se llama así a
la aristocracia con la aprobación del mayor número. 119 Por lo tanto, es en nombre de una
democracia por venir que se deconstruirá el concepto dominante de democracia y todos --
los predicados asociados a éste, para poder sustraerlo al enraizamiento autoctónico y
homofilico. En ese preciso instante se hace la siguiente pregunta: "seguiría teniendo
sentido hablar de democracia allí donde [..J no sería ya cuestión de política?"120
advirtiendo así que cuando su reflexión parece franquear los límites de aquello que
tradicionalmente se identifica como político, se vuelve necesario también transgredir las
fronteras de aquello que conocemos como democracia. Y si fuera así, si tuviera sentido
hablar de democracia más allá del concepto vigente de democracia, habría dos
consecuencias inmediatas: -
a- Se confirmaría una despolitización necesaria, pero no indiferente a toda forma de
lazo social, comunidad o amistad, la cual permitiría pensar en una política de la
despolitización. 121
118 "Elfracaso en el establecimiento de la democracia liberal, el hiato entre el hecho y la esencia ideal
[...] caracterizan también, a priori y por definición, a todas las democracias ". DERRIDA, J., Espectros
de Marx, ed. cit,p. 79. 119 Para un análisis de los múltiples sentidos del nombre "democracia" véase NANCY, J. L., "On the Multiple Senses of Democracy", trad. C. Surprenant, en McQUILLAN, M. (ed.), The Politics of Deconstruction, ed. cit., pp. 43-53. Un análisis de la democracia como instancia deconstructiva de todo orden establecido se encuentra en NANCY, J. L., La verdad de la democracia, trad. H. Pons, Bs. As., Amorrortu, 2009. 120 DERRIDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, ed. cit., p. 126. 121 Op. cit., P. 127.
41
b- Como segunda consecuencia se pondría en juego la tarea deconstructiva como medio
privilegiado para criticar la política y así abrir a esa oa polític cilitizadora ' que es
lo mismo que decir deconstructiva). En palabras de Derrida,
A través de esta despolitización, que concerniría sólo al concepto
fundamental y dominante de lo político, a través de esta desconstrucción
genealógica de lo político (y, en ello, de lo democrático), se intentaría
pensar, interpretar, poner en acción, otra política otra democracia. [..] Se
trataría también de una desconstrucción del esquema genealógico, de una
desconstrucción paradójica, de una desonstrucción a la vez genealógica y
a-genealógica de lo genealógico.'22
Hablar de política despolitizadora no implica una violación a la ley aristotélica si
entendemos que dicha fórmula reonde a la necesidad de delimitar el espacio de lo que
se conoce como política (luchas de poder, Estado, partido, soberanía, representación,
identidad, etc.) y el campo abierto hacia aquello que, por poner en crisis dicho espacio,
anuncia otro modo de lo político y está siempre por venir. En contrapartida, hablar de
política despolitizadora sí rompe con el principio de no-contradicción, ya que una
política deconstructiva no será otra más que aquella que habita las fisuras de la política,
la auto-deconstrucción de la política, la política que es y no es política.' 23
Una vez señalada la tarea que se plantea Derrida, labor deconstructiva de lo político y
labor política de la deconstrucción nos queda analizar 1 diversos ejqiconorman
su propuesta política, los cuales nos conducen a instancias aporéticas que como tales
serán condiciones necesarias para que una decisión, un acontecimiento, la ética y la
política tengan lugar.' 24
122 Ibid. 123 En rigor, la política des olitizadora será la única forma de política posible, ya que lo conoce como po itica no es más que la anulación de sí misma: aplicación de un programa, reducción de ---------- -------------. ._J_ -.--todo acontecimiento ai amrnto cte lo calculable, es decir, reproducción cte io mirtatinmitación será retomada por autores como Ranciére y Scavin SeffotaiI°142). - - 124 Articulando este capítulo con el anterior, anticipamos una posible objeción: ¿cómo pensar una política que escape al imperio de la ley aristotélica, es decir, una política sin verdad? Sostenemos que en Derrida una política sin verdad sería aquella capaz de reconocer ese vacío que la funda y que imposibilita el paso
42
2.1 Identidad y alteridad
Uno de los principales problemas del pensamiento político clásico es el Íllel sujeto): el
quién de la política en general y la democracia en particular. Si nos preguntamos cómo
evitar que la democracia se vuelva una aristocracia, es decir, un gobierno en manos de
unos pocos donde las voces del gran número se vean condenadas al silencio, vale
recordar que tradicionalmente los -Pensadores de lo político salvaron esta cuestión
rompiendo el imperio del sujeto particular a partir de su universalización. Rousseau, por
ejemplo, afirma que
Un pueblo que no abusara nunca del gobierno no abusaría tampoco de la
independencia; un pueblo que gobernara siempre bien no necesitaría ser
gobernado. Tomando el término en su rigurosa acepción, no ha existido
nunca verdadera democracia, ni existirá jamás. Va contra el orden natural
que el gran número gobierne y el pequeño sea gobernado.'25
Por lo tanto, una vez reconocida la imposibilidad de la democracia en sentido estricto
como modo de gobierno efectivo, y si es siempre el pequeño número quien debe
gobernar, aparece el problema de la representación. En Rousseau dicha cuestión se
traduce en la relación que se da entre la voluntad general y la particular o la soberanía y
el gobierno. En otras palabras, si debemos pensar en un demos soberano, y deseamos
que en ese demos entren todos (para así no caer en una aristocracia), la única respuesta
posible será insuflar a la particularidad de una capacidad universal, la de ser su
representante, es decir, gobernar en su nombre.' 26
seguro a la hora de transitar por las aporías propias de lo político. Por lo tanto, esta política aporética será una llamada a la deconstrucción de toda determinación suya, ya que cualquiera de las formas que adopte estará siempre expuesta a una autocrítica constante. 125 ROUSSEAU, J. J., El contrato social, trad. C. Berges, Bs. As., Orbis, 1984, p. 205. 126 En el plano ético, por tomar un último ejemplo, Kant se pregunta cómo dejar de lado el imperio del ego a la hora de actuar. Si buscamos una acción moral debemos abandonar el ámbito regido por lo particular (lo empírico, las inclinaciones, lo patológico) para así elevamos hacia la universalidad (lo formal, lo racional). Signo de la dificultad que plantea este pasaje es la imposibilidad de ejemplificar su
43
Ahora bien, no ahondaremos aquí en el debate que se podría reconstruir entre Derrida y
el iusnaturalismo,' 27 pero sí al menos recordaremos cuál es su crítica fundamental a este
relevo del sujeto: la universalidad.
[...] lejos de ser la forma misma de la verdad, la universalización esconde la
astucia de todos los dogmatismos. Estratagema dogmática la del ser-común
o la de ser-en-común, astucia del sentido común de la comunidad: la puesta
en común no hace nunca otra cosa sino razonar para apresar.'28
El intento de Lévinas - sobre el cuaLconstruye Derrida su proDia reflexión política es el - -- ----- - - - - .4
ronar alto suparticularidad desde una instancia distinta al universal: el ----- --- - --- - - -
otro. Lo que interesa ahora no es el paso a una universalidad desde la cual la
particularidad obtendría la garantía necesaria para gobernar en nombre de todos, lo cual
borraría desde siempre la singularidad' 29 de cualquier otro, reduciéndolo a la
homogeneidad que dicho universal impone necesariamente sobre el demos. Si Lévinas
pone en el centro de su ética el respeto incondicional hacia la alteridad, es desde esta
singularidad que se pone en entredicho mi identidad4otro quien rompe el imperio
del sujeto idéntico a sí mismo, desde el mismo momento en que se piensa en esa
ética con alguna conducta determinada. KANT, 1., Fundamentación de la metafisica de las costumbres, trad. M. G. Morente, México, Porrúa, 1995. 127 Resultaría fructífera como posible línea de análisis la relación entre el lenguaje y la política en Derrida y Rousseau. Para el último es tan inexplicable el paso de la naturaleza a la sociedad como el origen de las lenguas. Esto lo lleva a preguntarse si ha sido más necesaria la sociedad ya formada para la institución de las lenguas o las lenguas ya inventadas para el establecimiento de la sociedad. ROUSSEAU, J. J., Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, trad. J. López y López, Bs. As., Orbis, 1984, p.-Sl-89. 128 DERRIDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, ed. cit., p. 64. 129 Derrida distingue lo singular de lo particular. El primer término se refiere al viviente previo a toda determinación, ya sea la de ciudadano, sujeto, hombre, etc., y por esto no se opone al universal. Una vez que el lenguaje alcanza a la singularidad, ésta ya se convierte en un particular, es decir, en un otro que se subsume y contrapone al imperio del universal. DERRIDA, J., "Autoinmunidad: suicidios simbólicos y reales', en BORRADORI, G. (Ed.), Lafilosofia en una época de terror. Diálogos con Jürgen Habermas y Jacques Derrida, ed. cit., p. 189. Para un análisis de la política derridiana a partir de la singularidad véase VAUGHAN-WILLIAMS, N., "Beyond a Cosmopolitan Ideal: the Politics of Singularity", International Politics, N° 44, 2007, pp. 107-124.
44
identidad consigo mismo. A esto Derrida lo designa con el concepto de
autoinmunidad.'3°
El yo vivo es autoinmune, ellos no quieren saberlo. Para proteger su vida,
para constituirse en único yo vivo, para relacionarse, como lo mismo,
consigo mismo, éste no tiene más remedio que acoger al otro dentro de sí
[ ... ] y debe, por consiguiente, dirigir a la vez hacia sí mismo y contra sí
mismo las defensas inmunitarias aparentemente destinadas al no-yo, al
enemigo, al opuesto, al adversario. 131
No hay identidad (singular o colectiva, mejor dicho, singular y colectiva) que no esté
asediada por lo autoinmunitario, es decir, no hay nada común que no implique una
guerra contra lo que no lo protege más que amenazándolo. 132 Cerrar las barreras
inmunitarias contra todo otro implicaría a su vez la muerte del cuerpo vivo, ya que el
otro está siempre presente, pasado pre-histórico que me habita desde el momento en que
mi decir se manifiesta como una respuesta y una promesa lanzadas hacia y desde ese
otro. 133
Sin embargo, cuando Derrida reconoce que cualquier/radicalmente otro es
cualquier/radicalmente otro (tout autre est tout autre),'34 acepta una aporía que se
encuentra en el corazón de la democracia por venir. 135
130 "En cuanto al proceso de autoinmunización que nos interesa muy especialmente aquí, éste consiste, para un organismo vivo, como se sabe, en protegerse, en resumidas cuentas, de su propia autoprotección destruyendo sus propias defensas inmunitarias". DERR]DA, J., "Fe y saber", en El Siglo y el Perdón seguido deFeySaber, ed. cit., p. 133. 131 DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit, p. 159. 132 DERRIDA, J., "Fe y saber", en El Siglo y el Perdón seguido de Fe y Saber, ed. cit., p. 99. 133 Samir Haddad realiza una interpretación de lo autoinmunitario en Derrida centrada en la idea de "deéÚñ ésta, lo autoinmunitario sería el dispositivo con que cuenta toda democracia para defenderse de los enemigos externos e internos de la democracia, atacando una parte del mismo sistema de defensa (inmunitario). Desde aquí señala el riesgo que corre Derrida de defender una democracia militarizada, es decir, en vistas a suspenderse ante la posibilidad de lo anti-democrático. HADDAD, 5., "Derrida and Democracy at Risk", Contretemps, n° 4, September 2004, pp. 29-44. Sin embargo, a pesar de la última nota al pie de su artículo, consideramos que Haddad deja de lado la propia crítica derridiana de la democracia (que no la hay y siempre está por venir) y a su vez descarta la relación con la alteridad abierta por la lógica de lo autoinmunitario, que como tal anuncia la posibilidad de lo peor precisamente por ser una puesta en suspenso de las barreras que condicionan y limitan la visita del otro. 134 Si cualquier otro es radicalmente otro, esto significa que siempre me encuentro atravesado por el doble imperativo de responder por más de un otro. Entonces entro necesariamente en la lógica del cálculo de los
45
Con ese hacerse-política la amistad [...]
se abre así la cuestión de la
democracia, la cuestión del ciudadano o del sujeto como singularidad
contable. Y la de una «fraternidad universal». No cabe democracia sin
respeto a la singularidad o a la alteridad irreductible, pero no cabe
democracia sin «comunidad de amigos», sin cálculo de las mayorías, sin
sujetos identflcables, estabiliza bies, representables e iguales entre ellos.
Estas dos leyes son irreductibles la una a la otra.136
No puedo evitar contar con las particularidades, es decir, dejar de lado su singularidad
para reconducirlos hacia cierta universalidad igualitaria, pero al mismo tiempo no puedo
dejar de respetar esas singularidades.' 37 Sin embargo, ante esta aporía Derrida no cae en
el pesimismo rousseauniano, sino que manifiesta su necesidad como condición de la
labor político-deconstructiva.
Pero allí donde cualquier [radicalmente] otro es igualmente cualquier
[radicalmente] otro [tout autre est tout autre]. [ ... ] la disyunción de estas dos
leyes lleva consigo para siempre el deseo político. Lleva consigo también la
ocasión y el porvenir de una democracia a la que amenaza constantemente
de ruina y a la que mantiene sin embargo en vida, como la vida misma, en
el corazón de su virtud dividida, la inadecuación en ella misma. 138
La democracia por venir tiene que vérselas con esa aporía, con esa inadecuación, la del
cálculo del otro en tanto singularidad irreductible, incalculable. Entonces, ¿qué queda
por hacer? Inventar una política que se funde en su propia ausencia de fundamento. Una
otros, de su singularidad que escapa a todo cálculo. Para un análisis de esta aporía véase DERRIDA, J., Dar la muerte, ed. cit., p. 82. 135 Derrida sostiene que no debemos renunciar ciegamente a la subjetividad moderna. Según ésta, ejercemos una violencia sobre el otro (lo comprendemos idealmente, nos identificamos con él), aunque al mismo tiempo debemos respetarlo en su alteridad. DERRIDA, J., "«11 faut bien manger» ou le calcul du sujet. Entretien (ayee J.-L. Nancy)", ed. cit.. Otra formulación de dicha aporía la encontramos cuando Derrida afirma que la repetición del sacrificio de Isaac es la cosa más cotidiana del mundo, es decir, que siempre estamos dando muerte a algún otro, un absolutamente otro. DERRIDA, J., Dar la muerte, ed. cit., pp. 84-85. Para un análisis de este pasaje véase ATTRIDGE, D., "The Art of the Impossible?, en McQUILLAN, M. (ed.), The Politics of Deconstruction, ed. cit., pp. 54-65. 136 DERRIDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, ed. cit., p. 40. 137 Benninglon parte de esta disyunción en el corazón de la democracia entre la ley de la igualdad y la ley de la singularidad para analizar desde esta perspectiva textos de Platón y Aristóteles. BENNINGTON, G., "Demo", en McQUILLAN, M. (ed.), The Politics of Deconstruction, ed. cit., pp. 17-42. 138 DERRIDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, ed. cit., p. 40.
M.
democracia que una y otra vez anuncie a viva voz que ella no es tal. Lo que Derrida
llamaría una política del simulacro,'39 una nueva sabiduría política en la que se diera la
verdad para ocultar la verdad misma, fingiendo enemistad para ocultar la enemistad, es
decir, que consistiera en "fingir ser precisamente lo que es, en decir la verdad para
ocultar la verdad y sobre todo para neutralizar su efecto mortal, para proteger a los
otros."140 Esta política disimularía, explicitándolos, los principios o las fuerzas de --
desunión social para precisamente preservar el lazo social.' 41 Sería una política sin ---------------------------------------------------
verdad que anunciaría a cada instante esa verdad, su falta de fundamento. Política
imposible, en la que se apelaría a la desligadura social, al no-lazo, como única ocasión
para establecer otro vínculo, fuera de la raza y la sangre, de la fraternidad, de la
reciprocidad, es decir, más allá de la lógica del intercambio.' 42 Esta otra política, la
democracia por venir, nos llamaría a ser responsables a pesar de no ser autónomos. En
palabras de Derrida,
Esta responsabilidad que nos asigna nuestra propia libertad sin dejárnosla,
si puede decirse así, la vemos que viene del otro. Nos está asignada por el
otro, a partir del otro, antes incluso de que toda esperanza de
reapropiación nos permita asumir esta responsabilidad, asumirla, como se
dice, en nombre propio, en su propio nombre, en el espacio de la autonomía,
139 "Mentira, máscara, disimulación: eso da el simulacro. Da también vértigo: es por amistad por lo que el sabio, sabio en eso, se disfraza de loco, por amistad también por lo que disfraza su amistad de enemistad. Pero ¿para ocultar qué?: su enemistad. " Op. cit., p. 78. 140 Op. cii'., p. 79. 141 Ibid. 142 El filósofo francés Jacques Rancinre ha dado cuenta de esta dicotomía entre la política y la política despolitizadora o aporética y ha recuperado un viejo concepto para hablar de la primera. El nombre de política lo ha dejado para el momento de apertura y respeto ante la singularidad del otro, y el de policía para el ámbito del cierre de lo mismo. "La policía es, en su esencia, la ley, generalmente implícita, que define la parte o la ausencia de parte de las partes. [ ... ] es un orden de lo visible y lo decible que hace que tal actividad sea visible y que tal otra no lo sea, que tal palabra sea entendida como perteneciente al discurso y tal otra al ruido." (RANCIERE, J., El desacuerdo. Política yfilosofla, trad. H. Pons, Bs. As., Nueva Visión, 1996, p. 44) La policía es el momento que deja de lado, reduce a la oscuridad y al silencio (nuevamente aparece aquí la ley aristotélica) lo heterónomo. Cuando éste se hace oír, es el llamado de la ética el que se escucha, y la política se hace así posible. Esta "rompe la configuración sensible donde se definen las partes y sus partes o su ausencia por un supuesto que por definición no tiene lugar en ella: la de una parte de los que no tienen parte." (Op. cit., p. 45) Por otro lado, Scavino hace propia esta distinción entre lo que él llama moral (policía) y ética (política). SCAV1NO, D., La era de la desolación, Bs. As., Manantial, 1999, cap. 1.
47
allí donde conspiran la ley que uno se da y el nombre que se recibe. En el
curso de esta experiencia, el otro aparece como tal, es decir, que aparece
como un ser cuya aparición aparece sin aparecer [ ... ]. Lo completamente
otro, y cualquier otro es completamente otro, vienen aquí a perturbar el
orden de la fenomenología. Y el buen sentido. Lo que viene antes de la
autonomía debe también excederla, es decir, sucederla, sobrevivirla e
indefinidamente desbordarla.'43
Hay que deformar la lógica oposicional que demarca la separación entre autonomía y
heteronomía, y la traducción política de este hay que sería la democracia por venir. Si
nuestra identidad, la de un sujeto político que encabezaría esa democracia por venir,
está desde siempre atravesada por la alteridad y conformada como un sí mismo a partir
de ella, la única forma de ser fieles a este resto 144 esencial es explicitándolo, poniéndolo
en juego. Así, Derrida propone pensar en una política construida sobre una heteronomía
fundamental, sobre la que se erige el común del demos, rompiendo así con la dicotomía
particular-universal. Si el otro ya está allí, en el lugar de configuración del sí mismo, y
si a pesar de esto ese sí mismo no deja de ser responsable, es entonces posible contar
con ese otro de manera justa. Leemos en Políticas de la amistad,
Se trataría, pues, de pensar una alteridad sin diferencia jerárquica en la raíz
de la democracia. [ ... ] esta democracia liberaría una cierta interpretación
de la igualdad sustrayéndola al esquema falogocéntrico de la fraternidad.
Esta habria sido determinante en nuestro concepto tradicional, canonico,
dominante de la amistad.'45
Entonces, la democracia por venir sería un llamado a pensar en una identidad común
construida sobre una ausencia de lo común, una igualdad sin fundamento jerarquizador,
lo que otros autores han llamado comunidad sin comunidad. En Blanchot esta expresión
143 Op. cit., p. 258-259. " "El resto no es, entonces, lo «que queda» de una totalidad, una vez desmontada, sino aquello que impide que la totalidad se cierre." CRAGNOLINI, M. B., "El resto, entre Nietzsche y Derrida", en Derrida, un pensador del resto, ed. cit., p. 138. 145 DERRIDA, J., Políticas de la amistad; seguido de El oído de Heidegger, ed. cit., p. 259.
48
hace referencia a la comunidad de seres mortales, asumiendo e inscribiendo así la
(im)posibilidad de la comunidad.' 46 Pensar en una comunidad más allá de la lógica
soberana,' 47 de la instauración de un límite entre un otro y un mismo fraternal, lo lleva a
pensar en un lazo no-violento con el otro. Éste es, como ya vimos en el capítulo
anterior, el lazo de la escritura, uno que se da entre muertos-.entrfantasmas, garante de
una justicia infinita e incondicional. Leemo's en La comunidad inconfesable, .--------.----*--.---...- \.,,,
-f
La comunidad no es el lugar de
exponiéndose. Incluye la exterioridad de ser que la excluye. Exterioridad
que el pensamiento no domina, aunque fuere dándole nombres diversos: la
muerte, la relación con el prójimo o incluso el habla, cuando ésta no se
repliega en modos hablantes y no permite así ninguna relación (ni de
identidad ni de alteridad) consigo misma. 148
Derrida por su parte se pregunta por qué no suscribe inmlitamçnte a ese tipo de -
-
pensamiento, es decir, por qué no escribe la palabra "comunidad" en su nombre.' 49 Su
respuesta, que afirma haber desarrollado a lo largo de todo Políticas de la amistad, es
que por mantener la guardia en alto ante el lenguaje de la fraternidad.' 50 Sin embargo,
su comunidad de aquellos que aman alejarse no está reñida con esa comunidad de los
que no tienen comunidad.' 5 '
Aquellos que no aman a no ser desligándose de esa manera son amigos
intratables de la singularidad solitaria. Os invitan a entrar en esta
146 BLANCHOT, M., La comunidad inconfesable, trad. 1. Herrera, Madrid, Arena, 1999, p. 35. 147 Para un análisis de la incondicionalidad derridiana y su contraposición a la noción de soberanía, es decir, una incondicionalidad sin poder o fuerza y más allá incluso del ser, remitimos a CAPUTO, J. D., "Without Sovereignty, Without Being: Unconditionality, the Coming God and Derrida's Democracy to Come", Journalfor Cultural and Religious Theory, vol. 4, n° 3, August 2003, pp. 9-26. Volveremos a este punto en el apartado 3.2. 148 Op. cit., p. 37. 149 DERRIDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, ed. cit., p. 336. 150 A modo de ejemplo, al final de La comunidad negativa Blanchot reintroduce la cuestión de la fraternidad. Refiriéndose a Bataille nos dice que él "sabe mejor que nadie que la comunidad no está destinada a sanarlo o a protegerlo, sino que ella es la manera en que ella misma lo expone a ello, no por azar, sino como el corazón de la fraternidad. el corazón o la ley." BLANCHOT, M., La comunidad inconfesable, ed. cit., p. 69. '' Para la relación entre los análisis de la comunidad en Blanchot y Derrida véase CRAGNOLINI, M. B., "Temblores del pensar: Nietzsche, Blanchot, Derrida", en Derrida, un pensador del resto, ed. cit, pp. 133-13 6.
49
comunidad de la desligadura social, que no es necesariamente una sociedad
secreta, una conjuración, la partición oculta de un saber esotérico o
criptopoético. El concepto clásico del secreto pertenece a un pensamiento
de la comunidad, de la solidaridad o de la secta, de la iniciación o del
espacio privado que representa aquello mismo contra lo que se subleva el
amigo que os habla como amigo de la soledad. 152
Esta comunidad de los amigos de la singularidad solitaria, comunidad de la cuestión del
otro, nos llama a heredar dicha reflexión, heredarla activamente. Así, "la exigencia de
una democracia por venir es ya lo que hace posible una desconstrucción. Es la
desconstrucción en acción. ,,153 Esta política sin fundamentos, del simulacro, del
imposible tránsito a partir de la aporía del cálculo de lo incalculable, llama a la tarea
deconstructiva.
No hay desconstrucción sin democracia, no hay democracia sin
desconstrucción. [...] La democracia es el autos de la auto-delimitación
desconstructiva. De-limitación no sólo en nombre de una idea regulativa y
de una perfectibilidad indefinida, sino cada vez en la urgencia singular de
un aquí y ahora. Precisamente a través del pensamiento abstracto y
potencialmente indferente del número y de la igualdad. Este pensamiento
puede ciertamente imponer la calculabilidad homogeneizante aun exaltando
el suelo y la sangre, y el riesgo es tan terror(fico como inevitable, es el
riesgo de hoy, más que nunca. Pero ese pensamiento conserva quizá
también el poder de universalizar, más allá del estado y de la nación, la
consideración de las singularidades anónimas e irreductibles,
singularidades infinitamente diferentes y en consecuencia indiferentes a la
dferencia particular, a la rabia identitaria que corrompe los deseos más
indestructibles del idioma.' 54
152 DERRIDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, ed. cit, p. 54. 151 0P. cit., p. 183. 154 Op. CII., p. 128.
50
Esta (auto)deconstrucción de la democracia, que responde a la urgencia singular de un
aquí y ahora, 155 es la infinita perfectibilidad de lo político mediante la universalización
de la consideración de las singularidades anónimas e irreductibles, es decir, mediante la
orientación del derecho hacia la justicia y la hospitalidad infinitas.
2.2 Derecho y justicia
La construcción de un sujeto político cuya identidad se reconozca atravesada desde
siempre por la alteridad, sujeto que en última instancia sería el quién de la democracia
por venir, está directamente ligada a lo que Derrida llama la gramática del responder.
La misma presenta la siguiente estructura:
Se responde de sí, y este sí supone la unidad del sujeto que responde, aunque se
podría pensar en una síntesis de la memoria sin recurrir necesariamente al concepto de
sujeto. A su vez, señala Derrida que "como esta unidad no está jamás ase
ella misma como síntesis empfrica, el nombre llamado propio se convierte en la
instancia a la que se le confia el reconocimiento de esta 156
Se responde primero al otro, y esta dimensión e la más originaria\ por dos razones.
Primero, se es responsable ante la preguntnt ' el otro. Segundo, el
nombre propio que articula la unidad del sujeto que responde es siempre para el otro.
"El responder supone siempre al otro en la relación consigo, guarda el sentido de esta
155 Sobre esta cuestión volveremos en las (in)conclusiones del presente trabajo. 156 Op. cit., p. 280. Como toda huella, el nombre llamado propio porta la muerte del referente al poder ser invocado en su ausencia, volviéndose así lo más impropio. Esta supervivencia testamentaria deconstruye toda identidad al señalar su relación estructural con lo otro de sí. DERRIDA, J., Otobiograjías. La enseñanza de Nietzsche y la política del nombre propio, trad. H. Pons, Bs. As., Amorrortu, 2009, p. 34. Para un análisis de esta cuestión en Nietzsche y Derrida sugerimos CRAGNOL1NI, M. B., "Para una "melancología" de la alteridad: diseminaciones derridianas en el pensamiento nietzscheano", en Derrida, un pensador del resto, ed. cit, pp. 110-1 12.
51
«anterioridad» disimétrica hasta en la autonomía aparentemente más interior del «en
cuanto así» 157
3- Se responde al otro (singu1aridad ercero: la
Nos encontramos aquí con la problemática del tercero tal como la hereda Derrida de
Lévinas. Nunca se da una relación entre dos, sino que siempre hay más de uno ante
quienes debo responder de manera hin
hace necesaria una suspensión de esa relación asimétrica entre dos, ese respeto absoluto
ante la singularidad del otro, para pasar así a contar con los otros, que también son
absolutamente otros. Es por ello que se hace necesaria la ley, es decir, el derecho, como
suspensión necesaria de la justicia pero a la vez como consecuencia del respeto hacia
ésta. En palabras de Derrida:
[ ... ] la relación con la singularidad del otro pasa también por la
universalidad de la ley. [...] El tercero testimonia siempre una ley que viene
a interrumpir el vértigo de la singularidad. de la doble singularidad o de
ese duelo en el que se creería reconocer los rasgos de un narcisismo, en el
sentido más convencional de la palabra.'59
Y aquí reaparece la dificil relación entre universal y particular. La justicia como
hospitalidad incondicional hacia el otro en su singularidad parece siempre ser
traicionada por la universalidad del derecho. En Fuerza de ley, libro dedicado a la dificil
relación que estamos analizando, Derrida se pregunta
¿Cómo conciliar el acto de justicia que se refiere siempre a una
singularidad, a individuos, a grupos, a existencias irremplazables, al otro o
a mí como el otro, en una situación única, con la regla, la norma, el valor o
157 DERRIDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, cd. cit, p. 282. 158 Ibid
Op. cit., p. 304.
52
el imperativo de justicia que tienen necesariamente una forma general,
incluso si esta generalidad prescribe una aplicación sin guiar?'6°
Es así como se complica la cuestión en una aporía, desde el momento en que el derecho
pretende ejercerse en nombre de la justicia' 6 ' y ésta debe ponerse en práctica en un
derecho.' 62 En otras palabras, el derecho implica la justicia y la justicia se expresa en un
derecho. Y allí, en esta relación entre incompatibles complementarios, se juega la
deconstrucción.' 63 Por un lado, ocupándose de la justicia de manera oblicua,
Oblicua como en este momento mismo en el que yo [Derrida] me dispongo a
demostrar que no se puede hablar directamente de la justicia, tematizar u
objetivar la justicia, decir «esto es justo» y mucho menos «yo soy justo», sin
que se traicione inmediatamente la justicia, cuando no el derecho.'64
Por otro lado, deconstruyendo el derecho siempre en vistas a esa justicia más allá de
toda determinación de la misma. Y esto es así porque "el derecho es esencialmente
desconstruible, ya sea porque está fundado, constituido sobre capas textuales
interpretables y transformables [...], ya sea porque su último fundamento por definición
no está fundado. ,,165 Aquí radica precisamente el carácter místico de todo acto
instaurador de una ley, ya que necesariamente debe estar excluido por ella, es decir, ser
ilegal y violento.' 66 Y es justamente este vacío por detrás de toda decisión lo que nos
permite intensificar esa deconstrucción que ya está en marcha a partir de la ausencia de
fundamento que fisura todo el edificio construido sobre tan leve suelo. En contrapartida,
mientras la esencia injusta del derecho lo hace siempre deconstruible, Derrida afirma
160 DERRIDA, J., Fuerza de ley. El "Fundamento místico de la autoridad", trad. A. Barberá y P. Peflalver Gómez, Madrid, Tecnos, 1997, p. 40. 161 "No me manda la ley, sobrevenida como tercera pero siempre de la singularidad del otro, reconocer la alteridad trascendente del otro que no puede nunca dejar de ser heterogénea y singular, y en consecuencia resistente a la generalidad misma de la ley?" DERRIDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, ed. cit., p. 306. 162 Aquí se repone la distinción entre el decir (justicia) y lo dicho (derecho). 163 "La deconstrucción se encuentra y se desplaza siempre entre el uno y la otra." DERRIDA, J., Fuerza de ley. El "Fundamento místico de la autoridad", ed. cit., p. 51. 164 Op. cii'., p. 25. 165 Op. cit., p. 35. 166 Para una puesta en acto de dicha distinción véase DERRIDA, J., "Declaraciones de Independencia", en Otobiograjías. La enseñanza de Nietzsche y la política del nombre propio, ed. cit., pp. 11-26.
53
que "la justicia en sí misma, si algo así existe fuera o más allá del derecho, no es
desconstruible. Como no lo es la deconstrucción, si algo así existe. La deconstrucción
es la justicia. ,,167 Nos encontramos aquí nuevamente con esta llamada a la labor
deconstructiva en el plano ético-político. La ausencia de fundamento, el carácter místico
de una arkhé, el vacío por debajo de todo discurso, son éstas algunas formas de llamar a
ese espacio desde el cual la deconstrucción, si la hay, es posible. En palabras de
Derrida,
[ ... ] la deconstrucción tiene lugar en el intervalo que separa la
indesconstructibilidad de la justicia de la desconstructibilidad del derecho.
La desconstrucción es posible como una experiencia de lo imposible, ahí
donde hay justicia, incluso si ésta no existe o no está presente o no lo está
todavía o nunca. 168
La deconstrucción se da gracias a la distancia insalvable entre el derecho y la justicia
misma, en tanto esta última es el criterio, indeconstruible, de toda deconstrucción del
derecho. Dicho de otro modo, el derecho se encuentra asediado por la justicia, y ésta es
la deconstrucción misma en el interior del derecho, su falta de fundamento, su llamado a
la crítica siempre renovada.
[ ... ] si hay desconstrucción de toda presunción —con una certeza
determinante- de una justicia presente, la misma desconstrucción opera
desde una «idea de justicia» infinita, infinita porque irreductible,
irreductible porque debida al otro; debida al otro, antes de todo contrato,
porque ha venido, es la llegada del otro como singularidad siempre otra.
[ ... ] esta «idea de la justicia» me parece irreductible en su carácter
afirmativo, en su exigencia de donación sin intercambio, sin circulación, sin
reconocimiento, sin cfrculo económico, sin cálculo y sin regla, sin razón o
sin racionalidad teórica en el sentido de dominación reguladora. [ ... J Esta
167 DERRIDA, J., Fuerza de ley. El "Fundamento místico de la autoridad", ed. cit., p. 35. 168 Op. cit., p. 36.
54
justicia, que no es el derecho, es el movimiento mismo de la desconstrucción
presente en el derecho, en la historia política y en la historia misma. 169
Y aquí apare e Icuestión del don, ° ligada a esta idea de justicia más allá del derecho.
De este modo, pese a o que algunos críticos suelen pensar,' 71 ladeconstrucción se
muestra como lo opuesto a la lógica del intercambio y el imperio del mercado, cercana a MOL— ---
la noción de gasto en Bataille. 172 Leemos en Espectros de Marx,
¿ Cómo distinguir entre dos desajustes, entre la disyunción de lo injusto y la
que abre la infinita disimetría de la relación con el otro, es decir, el lugar
para la justicia? No para la justicia calculable y distributiva. No para el
derecho, el cálculo de la restitución, la economía de la venganza o del
castigo [ ... ]. No el lugar para la igualdad calculable, por tanto, para la
contabilidad o la imputabilidad simetrizante y sincrónica de los sujetos o de
los objetos, no para un hacer justicia que se limitaría a sancionar, a restituir
y a resolver en derecho, sino para la justicia como incalculabilidad del don
y singularidad de la ex-posición no-económica a otro. 173
Ambas instancias, la injusticia y la justicia, compartirían la suspensión del
suspensión no se ,confúride con el Gado de excepción que siempre es una cancelación
del derecho pero en nombre del derecho mismo (incluso amparada por él). 174 La
disyunción de lo injusto y la que abre el lugar para la justicia son suspensiones del
derecho en tanto norma a ser aplicada a la singularidad del aquí y ahora, pero la primera
es el riesgo que se asume también en nombre de la justicia. Así, la deconstrucción
reconoce la necesidad de abrir la posibilidad del mal, para así también hacer lugar a la
169 Op. cit., p. 58. 170 Para un desarrollo de esta temática véase DERRIDA, J., Dar (el) tiempo. 1. La moneda falsa, trad. Cristina de Peretti, Barcelona, Paidós, 1995. 171 Entre otros Ziek suele leer a Derrida como un pensador del status quo. ZIZEK, S., "La melancolía y el acto", en ¿ Quién dijo totalitarismo? Cinco intervenciones sobre el (mal) uso de una noción, ed. cit. y La suspensión política de la ética, trad. M. Mayer, Bs. As., FCE, 2005. 172 La noción de gasto, para Bataille, es el corazón secreto de la lógica mercantil, por lo tanto, el origen de su (auto)deconstrucción. BATAILLE, G., "La noción de gasto", en La conjuración sagrada. Ensayos 1929-1939, trad. S. Mattoni, Bs. As., Adriana Hidalgo, 2003. 173 DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit., p. 36. 174 afirma en este sentido que el estado de excepción tiende a confundirse con la propia norma.
G., "El campo de concentración como nomos de lo moderno", en Homo sacer 1, trad. A. G. Cuspinera, Valencia, Pre-textos, 1998.
11
55
llegada de esa otra política por venir. Sin esa posibilidad no habría más que cálculo,
programa, saber y reducción de todo otro modo de lo político al ámbito de lo posible.' 75
2.3 Crítica y deconstrucción
Por lo visto anteriormente, la deconstrucción se muestra como una puesta en práctica de
un obsesivo espíritu crítico. Sin embargo, Derrida se encarga de diferenciar la crítica de
la deconstrucción, es decir, la razón tal como la heredamos de la modernidad de una
razón diferente, pero no por eso ajena a la herencia de las Luces. Así, en Canallas,
Derrida presenta dos exigencias de la razón, que son la del cálculo y lo incalculable de•
toda alteridad. 176 Ambos momentos corresponden a toda invocación de la razón, y por
eso es necesario distinguirlos y señalar el espacio que se abre entre ambos:
[ ... ] lo racional tendría ciertamente que ver con lo justo, justamente, y a
veces con la justeza de la razón jurídica y calculadora. Pero lo razonable
haría algo más y otra cosa; tendría en cuenta la contabilidad de la justeza
jurídica, ciertamente, pero también se esforzaría, a través de la transacción
y de la aporía, hacia la justicia Lo razonable, tal y como lo entiendo aquí
sería una racionalidad que tiene en cuenta lo incalculable, para rendir
cuenta o contar con él, es decir, con el acontecimiento de lo que o de quien
llega. 177
175 Partiendo de los análisis de Fuerza de ley, McCormick y Corson discuten sobre la posibilidad o no de trascender lo que Benjamin llama la "violencia mítica" (fundadora de derecho). Para el primero, Derrida no descarta la posibilidad de actuar sin ningún tipo de violencia; mientras que Corson señala la imposibilidad de ir más allá de la violencia, sin que esto opaque el llamado de la deconstrucción contra la violencia tal como la entendemos regularmente. Así, acerca la violencia mítica a la violencia que acompaña a la archi-escritura. McCORMICK, J. P., "Derrida on Law; Or, Poststructuralism Gets Serious", Political Theory, Vol. 29, N° 3, Jun. 2001, pp. 395-423. CORSON, B., "Trascending Violence in Derrida: A Reply to John McCormick", Political Theory, Vol. 29, N° 6, Dec. 2001, pp. 866-875. 176 Este tema lo desarrollamos en 2.1. 177 DERRIDA, J., "El <mundo> de las luces por venir (Excepción, cálculo y soberanía)", en Canallas: dos ensayos sobre la razón, trad. C. de Peretti, Madrid, Trotta, 2005, p. 189.
56
rLo rcional Earía cerca de lo que la escuela de Frankflirt llamó razón instrumental,'78
mientras que la crítica de esa racionalidad, que al mismo tiempo está constantemente
sometida a crítica en cuanto crítica, sería lo razonable, la deconstrucción.' 79 La razón
calculadora responde a su vez al DrinCiDio de soberanía, es decir, exigsIawaci6n
de i sujeto riolítico identificable, autónomoomnipotente e indivisible. Pero esta
racionalidad es indisociable de lo razonable, que corresponde a la exigencia
incondicional de lo incondicionado: la justicia.' 8° Si volvemos al ejemplo, de Rousseau,
este desdoblamiento de la razón lo podríamos encontrar cuando él nos da razones por
las cuales la democracia sería irrealizable, pero también confiesa que es razonable
confirmar a la democracia como el mejor modo de gobierno, tan perfecto que no. 3uede
alcanzar a los hombres' 8 '
Entonces una política deconstructiva tendría una una
capacidad irrecusable de someterse constantemente a una autocrítica en vistas a cierta
razón, que estaría ligada al respeto absoluto por la singularidad de cualquier otro. La
democracia por venir no es nada determinado, sino sólo ese llamado a una incansable
puesta en cuestión de las propias ficciones sobre las que se construye, y al mismo
tiempo una explicitación de dicha ausencia de fundamento. Y en este punto Derrida se
confiesa heredero de cierto espíritu del marxismo, el cual ha hecho de éste una
[...] crítica radical, es decir, un procedimiento capaz de autocrítica. Esta -
crítica pretende, en principio y explícitamente, estar abierta a su propia
transformación, a su reevaluación y a su auto-re interpretación. Semejante
«pretensión» arraiga necesariamente, está enraizada en un suelo que no es
178 La razón instrumental responde al cálculo propio de la lógica mercantil. Así, conduce a una instrumentalización de nuestro entorno, del otro y de uno mismo en vistas a alcanzar determinado fin. HORKHEIMER, M., Crítica de la razón instrumental, trad. H. A. Murena y D. J. Vogelmann, Bs. As., Sur, 1973. 179 La deconstrucción "ella sola puede reclamar esa incesante reestructuración así como, por otra parte, el progreso mismo de la crítica. "DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit., p. 182. 180 DERRIDA, J., "El <mundo> de las luces por venir (Excepción, cálculo y soberanía)", en Canallas: dos ensayos sobre la razón, ed. cit., parte 2. 181 ROUSSEAU, J. J., El contrato social, ed. cit., pp. 205-206.
57
todavía crítico, aunque tampoco es, todavía no, precrítico. Este espfritu es
más que un estilo, aunque también sea un estilo. Es heredero de un espfritu
de la ilustración al que no hay que renunciar.182
Entonces, la democracia por venir, en tanto nolítica dLJrnulacro, estaría
constantemente diciéndonos que toda comunidad esunaflcción útil 183 que nos permite
seguir siendo-con el otro, y gracias a esta confesión impediría una caída en algún
dogmatismo totalitario.'84 De este modo podemos pensar en un tipo de razonabilidad
política que se opondría constantemente a la racionalidad de cualquier Estado, partido,
nación o institución que funde su poder en algún común originario compartido por las
múltiples singularidades que conforman el demos.' 85 Razonabilidad siempre por venir y
más allá de toda dominación reguladora.186 Escuchemos a Derrida:
Ahora bien, si hay una espfritu del varxis,no al que yo no estaría nunca
dispuesto a renunciar, éste no es solamente la idea crítica o la postura
cuestionadora [...]
Es más bien cierta afirmación emanczpatoria y
182 DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit., p. 102. 183 "El «sujeto» es tan sólo una ficción" (NIETZSCHE, F., El nihilismo: escritos póstumos, ed.cit., p. 77), pero "el mundo ficticio del sujeto [ ... ] es necesario" (Op. cit., p. 76). Debemos la noción de ficción o error útil a la lectura de Nietzsche que realiza Mónica B. Cragnolini. 184 Cuestionando posiciones como la de Habermas, para quien la crítica al racionalismo iluminista implicaría también un daño para el proyecto democrático moderno, Mouffe sostiene que el así llamado "enfoque postmoderno" (dentro del cual se ubicaría Derrida) y su consecuente deconstrucción del esencialismo nos permite pensar en otra conformación de las identidades políticas. Propone luego, partiendo con Laclau de la teoría de la hegemonía gramsciana, un pluralismo "agonista" opuesto al "antagonista". Así deja de lado la búsqueda de un consenso racionalmente alcanzado en la esfera pública (ver al respecto el capítulo 1 deI presente trabajo) y propone pensar la democracia como un espacio atravesado por el conflicto y la diferencia donde el derecho a defender cualquier idea sea respetado incondicionalmente. Ya no se buscaría construir un "nosotros" sin la exclusión de un "ellos" (lo cual es un absurdo), sino demarcar la distinción nosotros/ellos donde esos otros no sean vistos como enemigos, sino como conformando desde siempre ese nos-otros. MOUFFE, C., "Politics and Passions: the Stakes of Democracy", Ethical Perspectives, vol. 7, Issue 2-3. June-September 2000, pp. 146-150. 185 Volviendo a la cuestión de la comunidad, sugerimos el análisis de Roberto Es osito, quien aleja este término de la semántica de lo propio. "Por lo tanto, communitas es el c njunto de personas a las que une, no una «propiedad», sino justamente un deber o una deuda. Conjunto de personas unidas no por un «más», sin por un «menos», una falta, un límite que se configura como un gravamen, o incluso una modalidad carencial, para quien está «afectado» a c4ferencia de aquel que está «exento» o «eximido»." ESPOSITO, R., Communitas. Origen y destino de la comunidad, trad. C. R. Molinari Marotto, Bs. As Amorrortu, 2003, pp. 29-30. 186 Aquí reside la diferencia que señala Derrida entre la idea reguladora kantiana y su porvenir. La primera respondería todavía a cierta herencia de la modernidad con la cual Derrida no estaría dispuesto a tratar (por ejemplo la posibilidad de instrumentalizar al otro aún respetando el imperativo categórico, según el cual debo considerar al otro no sólo como medio sino también como fin en sí mismo). DERRIDA, J., Fuerza de ley. El "Fundamento místico de la autoridad", ed. cit, p. 59.
58
mesiánica, cierta experiencia de la promesa que se puede intentar liberar de
toda dogmática e, incluso, de toda determinación metafísico-religiosa, de
todo mesianismo. Y una promesa debe prometer ser cumplida, es decir, no
limitarse sólo a ser «espiritual» o «abstracta», sino a producir
acontecimientos, nuevas formas de acción, de práctica, de organización,
etc. Romper con la «forma partido» o con esta o aquella forma de Estado o
de Internacional no signflca renunciar a toda forma de organización
práctica o eficaz. Es
búsqueda de otra forma de organización,
construida sobre el 41igaduÇial s para evitar
las consecuencias nefastas de su ocultamiento, es decir, para ocultar su verdad, es el ,
llamado a lo que Derrida llama nueva Internacional.'88 Esta es al mismo tiempo un
llamado a la perfectibilidad infinita del derecho, en particular del derecho internacional,
siempre en vistas a la justicia incondicional.
[ ... ] el derecho internacional debería extender y diversflcar su campo hasta
incluir en él, si al menos ha de ser consecuente con la idea de la
democracia y de los derechos humanos que proclama, el campfo económico .- T o y social mundial, más allá de la soberanía de los Estados y de los Estados-
fantasma. 189
De este modo, más allá de que Derrida en repetidas ocasiones señale la necesidad de no
renunciar inmediatamente a la figura del Estado-nación y su racionalidad
(principalmente por su capacidad de limitar ciertos poderes tele-tecno-mediáticos que
responderían al deseo de extender al máximo el imperio del mercado), al mismo tiempo
construye la aporía destacando lo necesario de ir más allá de la lógica de la soberanía a
partir de la exigencia de la razonabilidad. Así como el derecho en vistas a la justicia
187 DERRIDA, J., Espectros de Marx, cd. cit., p. 103. 188 "La alianza de un volver-a-juntar sin con-junto, sin organización, sin partido, sin nación, sin Estado, sin propiedad (el «comunismo» que denominaremos más adelante la nueva Internacional)." Op. cit., p. 43. 189 Op. cii'., p. 98.
59
debe estar en constante deconstrucción, el Estado debe siempre señalar hacia un más
allá de sí: la posibilidad del lazo social previo a todo común instituido.
La «nueva Internacional» no es solamente aquello que busca un nuevo
derecho internacional a través de estos crímenes. Es un lazo de afinidad, de
sufrimiento y de esperanza, un lazo todavía discreto, casi secreto, como
hacia 1848, pero cada vez más visible -hay más de una senal de ello-. Es un
lazo intempestivo y sin estatuto, sin título y sin nombre, apenas público
aunque sin ser clandestino, sin contrato, out of joint, sin coordinación, sin
partido, sin patria, sin comunidad nacional (Internacional antes, a través de
y más allá de toda determinación nacional), sin co-ciudadanía, sin
pertenencia común a una clase. Lo que se denomina, aquí, con el nombr
de nueva Internacional es lo que llama a laamistad de una alianza sin
institución entre aquellos que [...J continúan insp7eYr717tTZTtm1ros,
de loespiritus de Marx o del marxismo [...] y para aliarse, de un modo
nuevo, concreto, real, aunque esta alianza no revista ya la forma del partido
o de la internacional obrera sino la de una especie de contra-conjuración,
en la crítica (teórica y práctica) del estado del derecho internacional, de los
conceptos de Estado y de nación, etc.: para renovar esta crítica y, sobre
todo, para radicalizarla.'9°
La nueva Internacional omunidad deconstruct , la comunidad de aquellos que 9i
( no sólo no tienen un común bajo el que cobijarse, sino que al mismo tiempo reconocen
ésta falta de sustento y someten a crítica constante toda instauración de un orden
determinado, por más fugaz que éste sea. 191 Por esto, en Fuerza de ley, Derrida traslada
la aporía política antes señalada, aquella entre una necesidad de reivindicar la figura
Estatal y el deber de pensar un más allá de la misma, a la propia deconstrucción.' 92
190 0p. cit., P. 100. Miguel Abensour realiza una 1ectura.4ldos textos tempranos de Marx (ceréana a la derridiana) en los
que encuentra una reivindicación de la dmocracia como opuesta al Estado. Según esta interpretación, la democracia en Marx sería un llamado a la democratización de la democracia, es decir, a una generalización del actuar democrático en el espacio público rompiendo así con la alienación Estatal. ABENSOUR, M., La democracia contra el Estado, trad. E. Rinesi, Bs. As., Colihue, 1998. 192 ichard Beards rth se aleja del ensamiento político derridiano cuando, a pesar de reivindicar su función crítIca destaca la ineficacia la hora de enfrentamos al mundo de hoy. Principalmente señala la imposibi i ad de analizar con
reo
Benjamin distingue entre dos t4fos de huelgas generales, unas destinadas a
reemplazar el orden de un Estjdo por otro (huelga general política), otra a
suprimir el Estado (huelga ge; eral proletaria). En suma, las dos tentaciones
de la desconstrucçión. Pues hy.' algo de huelga general, y así, de situación
revolucionaria, en toda lectui instauradora que permanezca ilegible en
relación con los cánones establcidos y las normas de lectura, es decir, en
relación con el estado presente\ la lectura o de lo que configura el
Estado, con mayúscula, en el estado ci~'(a lectura posible. 193
De este modo, Derrida hace de la relación de la"dejStrucción con la academia una
relación netamente política. Si bien por momentos se vuelve una llamada a otro estado
de las cosas, hablando ahora desde lo que la tradición de la disciplina filosófica ha
instituido como tal, la desconstrucción sigue desenvolviéndose en la Academia. 194 Pero
esto no significa que debamos estar con nuestras conciencias tranquilas y descansar
sobre un espíritu deconstructivo mientras lo mismo reproduce su imperio, sino al
contrario, mantenernos alertas y criticar todo orden conformado, incluso el de la
deconstrucción institucionalizada.
YqJade&nstrircción, si algo semejante existiese, seguiría siendo, en mi
opinión ante todo un racionalismo incondicional que no renuncia nunca,
precisamente en nombre de7as Luces por venir, éel espacio por abrir de
una democracia por venir, a suspender de una forma argumentada,
discutida, racional, todas las condiciones, las hipótesis, las convenciones y
las presuposiciones; a criticar incondicionalmente todas las
condicionalidades, incluidas las que fundan todavía la idea crítica, a saber,
la del krinein, de la krisis, de la decisión y del juicio binario o dialéctico. 195
liberal y social-democracia. BEARDSWORTH, R., "In Memorium Jacques Derrida: The Power of Reason", Theory andEvent, Vol. 8, Issue 1, 2005. Por nuestra parte, consideramos que la democracia por venir, ya no como forma de gobierno sino como llamado a la deconstrucción de toda forma política dada, nunca pierde su actualidad. Volveremos a esta cuestión en las (in)conclusiones. 193 DERRIDA, J., Fuerza de ley. El "Fundamento místico de la autoridad", cd. cit., p. 96. 194 üp. cit., P. 97. 195 DERRIDA, J., "El <mundo> de las luces por venir (Excepción, cálculo y soberanía)", en Canallas: dos ensayos sobre la razón, cd. cit., p. 170.
61
3. PORVENIR
Hay que aguardar para ello a la llegada de un nuevo género de filósofos, de filósofos que tengan gustos e inclinaciones diferentes y opuestos a los tenidos hasta ahora, -filósofos del peligroso «quizá», en todos los sentidos de esta palabra. —Y hablando con toda seriedad: yo veo surgir en el horizonte a esos nuevos filósofos.
Nietzsche, Más allá del bien y del mal
El pensamiento del eterno retorno es para el propio Nietzsche la concepción
fundamental del Así habló Zaratustra, la fórmula suprema de afirmación a que puede
llegarse en absoluto.' 96 Sin embargo, es necesario repasar la estructura general de dicho
libro para así ubicar el lugar y la forma particulares que dentro de ella ocupa este
pensamiento. Finalizando la segunda parte, después de relacionar el espíritu de
venganza con el límite infranqueable que el pasado representa para nuestra voluntad y
postular la posibilidad de romper con dicha frontera por medio de la sentencia: "yo lo
quise y lo querré así",197 Zaratustra oye un habla sin voz y el reproche por saber algo y
no decirlo, quizá la palabra del eterno retorno. 198 De este modo se nos introduce en la
tercera parte del texto, donde Zaratustra relata un enigma, la visión del más solitario. 199
Leamos entonces el final de lo que terminará siendo la exposición más acabada del
pensamiento del eterno retorno por parte de Zaratustra:
«Mira ese portón! ¡Enano!, seguí diciendo: tiene dos caras. Dos caminos
convergen aquí: nadie los ha recorrido aún hasta su final. Esa larga calle
hacia atrás: dura una eternidad. Y esa larga calle hacia adelante - es otra
eternidad.
196 NIETZSCHE, F., Ecce Horno, trad. A. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998, p. 103. ' NIETZSCHE, F., Así habló Zaratustra, trad. A. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1998., p. 211. 198 Op. cii'., p. 218. 199
op. cii., p. 228.
62
Se contraponen esos caminos; chocan derechamente de cabeza. y aquí, en
este portón, es donde convergen. El nombre del portón está escrito arriba:
«Instante [Augenblick]» [ ... ] Desde este portón llamado Instante corre hacia
atrás una calle larga, eterna: a nuestras espaldas yace una eternidad. Cada
una de las cosas que pueden correr, ¿no tendrá que haber recorrido ya
alguna vez esa calle? Cada una de las cosas que pueden ocurrir, ¿no tendrá
que haber ocurrido, haber sido hecha, haber transcurrido ya alguna vez?
Y si todo ha existido ya: ¿qué piensas tú, enano, de este instante? ¿No
tendrá también este portón que - haber existido ya?
¿ Y no están todas las cosas anudadas con fuerza, de modo que este instante
arrastra tras sí todas las cosas venideras? ¿Por lo tanto - - incluso a sí
mismo? Pues cada una de las cosas que pueden correr: ¡también por esa
larga calle hacia adelante - tiene que volver a correr una vez más!-
¿no tenemos todos nosotros que haber existido ya? - y venir de nuevo y
correr por aquella otra calle, hacia adelante, delante de nosotros, por esa
larga, horrenda calle - ¿ no tenemos que retornar eternamente ?_»200
A continuación, cuando creemos que ha llegado el momento de develar este
pensamiento abismal, de hacerlo claro y evidente, Nietzsche parece dejarlo de lado,
para recién retornarlo varios capítulos más adelante. Ahora son sus animales quienes
exponen la doctrina del eterno retorno, mientras Zaratustra permanece en silencio, en
conversación con su alma. 20 ' En este punto, la pregunta que debemos hacernos es la del
por qué de esta formulación enigmática de dicho pensamiento por parte de Nietzsche y
su posterior silencio. Ante este interrogante, proponemos tomar como clave de
interpretación el título del capítulo donde encontramos este relato: "De la visión y
enigma ". La visión, por un lado, como modelo privilegiado de acceso a la verdad, ha
sido objeto de crítica para Nietzsche a la hora de deconstruir la tradición occidental, la
moral platónico-cristiana. Por esto, resulta inquietante que en un mismo enunciado se
conjuguen el ámbito de la visión con el enigma, inmune este último a los intentos de la
200 Op. cit., pp. 230-23 1. 201 0, cit., p. 309.
rí%]
luz por someterlo y reducirlo a un presente iluminado, disponible para el conocimiento.
Tal vez una posible lectura nos conduciría a afirmar que Nietzsche se reconoce
heredero de esta misma tradición, por lo que sabe que sus palabras traicionarán el
secreto, volviéndolo hacia el ámbito de la luz. Hablar del eterno retorno será siempre
una falta cometida ante este pensamiento, pero quizá sea el único camino posible. La
violencia del lenguaje no nos permite acceder a lo más allá de la metafísica, pero tal vez
valga la pena esa pérdida, ya que un murmullo invisible siempre socavará el pálido
rostro de lo visible, señalando un más allá imposible ante el cual sólo nos queda danzar
y reír.
En Ecce Horno sostiene Nietzsche que como signo precursor de la llegada del
pensamiento del eterno retorno encuentra un cambio súbito y decisivo de su gusto,
sobre todo en la música. "Acaso sea lícito considerar al Zaratustra entero corno
música; -ciertamente una de sus condiciones previas fue un renacimiento en el arte de
oír. ,,202 Por lo tanto, el oído se ha vuelto el sentido que reemplazaría a la vista y nos
permitiría intentar dar el paso más allá. Podemos entonces afirmar que lo que oye
Zaratustra no es más que un habla sin voz, un murmullo secreto, algo más allá de lo
visible y, por lo tanto, de la metafisica; y que no poder pronunciar la palabra del eterno
retorno no es una falta, sino una actitud de respeto absoluto hacia ese otro pensamiento,
pensamiento tal vez del otro, que se sustrae a nuestro horizonte, se posterga y se
mantiene en lo oscuro del secreto.
Los intérpretes de Nietzsche encuentran dos formulaciones del pensamiento del eterno
retorno: la cosmológica y la ético-moral. 203 La primera consistiría en inferir a partir de
202 NJETZSCJ F., Ecca Horno, ed. cit, p. 103. 203 Junto a los ya obligatorios trabajos sobre la filosofia de Nietzsche en general, vale mencionar los siguientes artículos que abordan específicamente la problemática del eterno retomo: VATTIMO, "El nihilismo y el problema de la temporalidad" en Diálogo con Nietzsche. EnsavosjíL2Ofli2,JracL—C-
yiJ1a.Bs. As. Paidós,.Q2pp. 3 1-62; VERMATrE,"Eletiiiietomiel tiempo reconsiderado", en La crítica de la rnetafisica en Nietzsche, Barcelona, Anthropos, 1987, cap. 7; SÁNCHEZ MECA, D.,
ME
la infinitud del tiempo y la finitud de los acontecimientos intratemporales, la repetición
eterna de cada una de estas escenificaciones. Si el tiempo es eterno, en el infinito debe
estar este momento nuevamente, y con él todos los anteriores y futuros, una y otra vez,
imposibilitando el surgimiento de lo otro, lo más allá de lo mismo. Por el otro lado,
según la interpretación moral, principalmente expresada en el § 341 de La gaya ciencia,
este pensamiento nos brindaría un principio de acción, según el cual uno debe vivir cada
instante como si fuera a volver por toda la eternidad. 204
También coincide la mayor parte de la crítica en ver una paradoja entre ambos
significados del eterno retorno. Si este pensamiento viene a romper con la última
limitación para la voluntad creadora, el "así fue" del pasado inviolable, la interpretación
cosmológica se vuelve contraria a esta apertura, mientras que el significado ético-moral
podría sí presentar una salida, ya que pone el acento en el instante, la decisión, y la
posibilidad del querer hacia atrás. Sin embargo, vale aclarar que esta interpretación
también puede ser peligrosa, ya que el privilegio del presente reconduciría a Nietzsche a
su tan combatida metafísica de la presencia. En contra de esta interpretación, Blanchot
alza su voz e intenta echar una nueva luz sobre el camino que venimos recorriendo.
Leemos en El paso (no) más allá,
La exigencia del retorno sería, pues, la exigencia de un tiempo sin presente,
tiempo que sería también el de la escritura, tiempo futuro, tiempo pasado,
que la radical disyunción (en ausencia de todo presente) de ambos, aunque
fuesen los mismos, impide identificar de otro modo que no sea como la
dferencia que la repetición sustenta.
La mayor dferencia que se da entre pasado y futuro es que el uno repetiría
al otro sin la común medida de un presente: como si entre pasado y futuro
reinase la ausencia de presente bajo la forma simplflcada del olvido.
En torno al superhombre. Nietzsche y la crisis de la modernidad, Barcelona, Anthropos, 1989, pp. 206-228. 204 NIETZSCHE, F., La ciencia jovial, trad. J. Jara, Caracas, Monte Ávila, 1990, p. 200.
65
¿ Qué es lo que retornará? Todo, salvo el presente, la posibilidad de una
presencia. 205
La palabra alemana para instante, Augenblick, está compuesta por los sustantivos Augen
(ojos) y Blick (mirada rápida). Si la mirada implica un golpe de ojos, algo instantáneo,
se reconoce por esto mismo infinitamente fugaz como para adquirir algún tipo de
corporalidad. Este instante, este momento de la presencia, se vuelve así inexistente. El
presente, el origen, es aquello que nunca puedo alcanzar, ya que mi golpe de vista se
lanza sobre algo ya pasado y que, según la propia doctrina del eterno retorno, ya ha
vuelto infinidad de veces, haciendo que la primera siempre sea ya una repetición. Y esto
es lo que nos recuerda Blanchot: no hay origen, no hay una presencia primera fundante
de una secuencia repetida por toda la eternidad, por lo tanto, no hay un mismo que
retorna, porque sólo retorno es lo que hay, lo que se da. El instante es aquello que se
abre a mi mirada, pero ya sabemos que ésta tiene un alcance reducido, siendo
precisamente el eterno retorno, lo otro de la metafisica, lo que escapa a ella.
Por lo dicho hasta aquí, afirmamos que Derrida es es
decir, uno de esos filósofos del porvenir 206 que anunciaba Nietzsche. 207 ¿Qué quiere
decir esto? Que cuando aceptamos este pensamiento, el del peligroso quizá,
recónocemos que no hay una mismidad eternamente repetida que clausure toda
alteridad. En otros términos, silo posible es aquello regido por ese mismo que parece
volver una y otra vez, sólo lo imposible, desde el cual y hacia el cual abre la
deconstrucción, nos permite pensar otro modo de ser, más allá de la esencia y del
205 BLANCHOT, M., El paso (no) más allá, ed. cit., p. 46. 206 Siguiendo con un posible análisis de la obra temprana de Derrida y su relación con la ética y la política, encontramos ya la expresión 'por venir" en uno de sus primeros trabajos husserlianos escrito en 1961: "Todo este debate sólo es inteligible en el interior de algo así como la geometría o la matemática, cuya unidad está por venir a partir de lo que se anuncia en su origen [el destacado es de J.D.]." DERRIDA, J., Introducción a <El origen de la geometría> de Husserl, trad. D. Cohen, Bs. As., Manantial, 2000. 207 Para la relación entre Nietzsche y Derrida véase CRAGNOLINI, M. B., Derrida, un pensador del resto, ed. cit, parte C.
L
imperio de la razón calculadora. 208 El eterno retorno y el otro, ambos se me escapan en
la noche profunda, y ante ellos sólo cabe una hospitalidad incondicional, la justicia
infinita, la llamada al porvenir. 209
3.1 Herencia y porvenir
Algún lector poco atento podría preguntarse si cuando Derrida habla de "otra política" o
de la "democracia por venir" cae en un deseo de originalidad absoluta, el cual se
expresaría en una indiferencia ante la complejidad de la tradición filosófica, a la que
criticaría de manera monolítica, y en la pretensión de trascenderla, escapando a aquello
que conforma necesariamente a la misma deconstrucción. 21° Ante esta posible objeción
Derrida respondería que siempre hay herencia, aunque ella misma no es única y
homogénea. No hay un pasado original que hoy se pueda repetir, que podamos traer a
cuento de manera fiel y obsecuente. Hay múltiples herencias, porque cada una de ellas
es también una herencia de herencias, y por lo tanto debemos escoger, es decir, inventar
la nuestra. Leemos en Espectros de Marx,
208 Lévinas tematiza de modo ejemplar la imposibilidad del retomo a sí, es decir, la imposibilidad de un retomo de lo mismo sin modificación por la intromisión de lo otro. "La c4ferencia que se abre entre el yo y el sí mismo, la no-coincidencia de lo idéntico, es una no-indiferencia fundamental con respecto a los hombres. [ ... ] La vuelta a sí mismo se convierte en rodeo interminable. Anterior a la conciencia y a la elección —antes que la creatura se reúna en presente y representación para hacerse esencia- el hombre se aproxima al hombre, está formado de responsabilidades. Por ellas, desgarra la esencia. " LEV1NAS, E., "Sin identidad", en Humanismo del otro hombre, ed. cit., p. 130. 209 Otra introducción para este capítulo podría haber retomado el análisis derridiano de la fenomenología de la conciencia del tiempo inmanente de Husserl y el acento puesto en la idealidad del presente viviente. Sólo a modo de indicación sugerimos la siguiente cita: "la imposibilidad de sostenerse en la simple permanencia de un Presente Viviente, origen uno y absolutamente absoluto del Hecho y del Derecho, del Ser y del Sentido, pero siempre distinto en su identidad consigo mismo, la impotencia de encerrarse en la inocente indivisión del Absoluto originario, porque es presente sólo difiriéndose sin tregua, esa impotencia y esa imposibilidad se dan en una conciencia originaria y pura de la Diferencia. Una conciencia así, con el extraño estilo de su unidad, tiene que ser devuelta a su luminosidad. Sin ella, sin su dehiscencia propia, nada aparecería." DERRIDA, J., Introducción a <El origen de la geometría> de Husserl, ed. cit., p. 162. 210 Desde ya que no tiene sentido hablar de "originalidad absoluta", entendida como creación ex-nihilo de determinado sistema filosófico, con relación a la deconstrucción. Sobre la pertenencia necesaria de la deconstrucción a la tradición véase nota n° 37.
67
Una herencia nunca se re-úne, no es nunca una consigo misma. Su presunta
unidad, si existe, sólo puede consistir en la inyunción de reafirmar
eligiendo. Es preciso quiere decir es preciso filtrar, cribar, criticar, hay que
escoger entre los varios posibles que habitan la misma inyunción. Y habitan
contradictoriamente en torno a un secreto. Si la legibilidad de un legado
fuera dada, natural, transparente, unívoca, si no apelara y al mismo tiempo
desafiara a la interpretación, aquél nunca podría ser heredado. Se estaría
afectado por él como por una causa -natural o genética-. Se hereda siempre
de un secreto -que dice: «Léeme. ¿Serás capaz de ello?»-. 211
En otras palabras, si una herencia nos condenara a su imperio, volviéndose un mismo
que retornara siempre homogeneizando y neutralizando el paso de la historia, no sería
una herencia. Heredar implica la différánce, el paso por la distancia que separa a ese
instante fundacional y el hoy que lo actualiza. Por lo tanto, ese presente originario se
muestra atravesado por sus propias herencias y el porvenir, es decir, aquello otro que
rompe con su univocidad y resulta inanticipable desde su mismo horizonte. ¿Qué es lo
que se hereda? Todo, salvo una herencia. 212
De este modo, Derrida sostiene que la herencia abre nuestro porvenir a partir del
llamado a interpretar y reafirmar ese espectro deconstructivo implícito en toda herencia.
El porvenir no es algo que se vaya a presentar efectivamente en algún momento
presente, sino aquello que rompe precisamente con la lógica de la presencia. 213 Y es por
ello que no se trasciende la herencia, ya que ella misma trae consigo su más allá, cuya
radicalización es la tarea de la deconstrucción. 214
El ser de lo que somos es, ante todo, herencia [ ... ] no podemos sino
testimoniarlo. Testimoniar sería testimoniar lo que somos en tanto que
211 DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit., p. 30. 212 "No heredamos nada salvo la capacidad de heredar y decir, relacionarnos con una lengua, una ley o «algo» que nos permite heredar y por eso mismo atestiguarlo, al heredar..." DERRIDA, J. y STIEGLER, B., Ecograflas de la televisión, ed. cit., p. 163. 213 Para un análisis de la dimensión temporal del porvenir en la política derridiana véase McQUILLAN, M., "Introduction: The Day After Tomorrow... or, The Deconstruction of the Future", en McQUILLAN, M. (ed.), The Politics of Deconstruction, ed. cit. 214 "La herencia no es nunca algo dado, es una tarea. "DERIRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit., p. 67.
68
heredamos de ello, y he ahí el cfrculo, he ahí la suerte o la finitud,
heredamos aquello mismo que nos permite testimoniar de ello. 215 -
Si hablamos de política y democracia, debemos estar atentos al pasado de dichos
conceptos, pero para así dar lugar a esa democracia por venir que implicaría una
interpretación performativa de los mismos, es decir, una "interpretación que transforma
aquello mismo que interpreta. ,216 Pero, vale la pena reiterarlo, el porvenir de la
democracia ya está allí, marcado a fuego en el derrotero de dicho nombre y el desajuste
fundamental que ha signado toda efectivización del mismo. Cualquier puesta en práctica
de la democracia como forma de gobierno ya está teñida por la democracia por venir
entendida como llamado a la deconstrucción. Cuando Derrida se reconoce como un
heredero de Marx, desde e1 momento en que comprende a la deconstrucción como una
radicalización del marxismo, 217 está entendiendo la herencia en ese sentido y no
pretendiendo una más original fidelidad .2 18 En sus palabras,
Si «desde Marx» nombra un por-venir tanto como un pasado, el pasado de
un nombre propio, entonces, lo propio de un nombre propio quedará
siempre por venir. Y secreto. [ ... ] Lo que se anuncia «desde Marx» puede
sólo prometer o recordar que hay que mantener la unión, en un habla que
dfiere, difiriendo no lo que afirma, sino dflriendo justamente para afirmar,
para afirmar justamente, para poder (poder sin poder) afirmar la venida del
acontecimiento, su por-venir mismo. 219
Ser fieles a la herencia de la deconstrucción implica una forma de vínculo previo a todo
lazo común: el del hablalescritura. Pero esta promesa anterior a toda política, cuya
215 Op. cit., p. 68. 2160p. cit., p. 64. 217 Op. cit., p. 106. 218 Las críticas que suscitó la lectura derridiana de Marx de parte de los celosos "verdaderos" herederos y la respuesta de Derrida a las mismas pueden encontrarse en SPRINKER, M. (ed.), Demarcaciones espectrales. En torno a Espectros de Marx, de Jacques Derrida, trad. M. Malo de Molina Bodelón, A. Riesco Sanz y R. Sánchez Cedillo, Madrid, Akal, 2002. También es valioso el trabajo del grupo Decontra sobre la relación entre Marx y Derrida en DE PERETTI, C. (ed.), Espectrograflas (desde Marx y Derrida), Madrid, Trotta, 2003. 219 DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit., p. 31.
verdad radica en el diferimiento y así afirma el porvenir del acontecimiento, tiene una
forma, la aporética.
3.2 Aporías
Hay en lIkerrida una relación estrecha entre el porvenir y el acontecimpio, desde el
momento en que füTÍiffidad al cálculo a partir de las
condiciones actuales. En otras palabras, son su imprevisibilidad, su más alla del
horizonte presente, su suspensión de todo saber, los que garantizan su (im)posibilidad.
Lo único que está por venir es el acontecimiento, si lo hay, 22° cuya condición de
posibilidad es la transgresión de la mera repetición de lo mismo, su irreductibilidad a la
racionalidad instrumental y a la aplicación de un programa, es decir, la fidelidad al
llamado de la deconstrucción. Ahora bien, la pregunta que podemos hacernos en este
punto es cómo pensar el acontecimiento, cómo volver la razón sobre esto que da a
pensar. Derrida responde,
Pero el pensamiento del «quizá» involucra quizá el único pensamiento
posible del acontecimiento. De la amistad por venir y de la amistad para el
porvenir. Pues para amar la amistad no basta con saber llevar al otro en el
duelo, hay que amar el orvenir. Y no hay categoría más justa para el
porvenir que la de «quizá». Tal pensamiento conjuga la amistad, el
porvenir y el quizá para abrirse a la venida de lo que viene, es decir,
necesariamente bajo el régimen de un posible cuya posibilitación debe
triunfar sobre lo imposible. Pues un posible que sería solamente posible (no
imposible), un posible seguramente y ciertamente posible, de antemano
accesible, sería un mal posible, un posible sin porvenir, un posible ya
dejado de lado, cabe decir, afianzado en la vida. Sería un programa o una
220 "Lo que hay, si es que lo hay, no es necesariamente. Eso quizá no existe ni se presente jamás, y sin embargo lo hay, puede que haya." DERRIDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, ed. cit., p. 58.
70
causalidad, un desarrollo, un desplegarse sin acontecimiento. La
posibilitación de ese posible imposible debe permanecer a la vez tan
indecidible y en consecuencia tan decisivo como el porvenir mismo. 221
El pensamiento del quizá entonces piensa aquello que escapa a nuestro pensamiento, es
decir, a nuestro lenguaje. Si no podemos dejar de traicionar el porvenir cada vez que
hablamos sobre él, esto es porque el porvenir nunca llega, sino que siempre está por
venir. Otra política, otra democracia, no pueden renunciar al contenido heredado de esos
conceptos. Sin embargo, si no hay una herencia determinada, eso que se hereda es
siempre la apertura al acontecimiento, a aquello inesperado que irrumpe de manera
novedosa sobre el orden constituido, y que quizá, pero sólo quizg, ueda suceder. Y
aquí Derrida señala la prueba que debe hacer todo porve ir, la aporíaizá Por un
lado, el quizá abre un ppsible absolutamente indetermina o, u—pe1e así el
acontecimiento y la decisión. Por el otro, toda decisión interrumpe su condición de
posibilidad, el quizá mismo. En otras palabras,iión (que siempre es de otro y -
nunca una puesta en acto de una voluntad soberana 222) y el surgir del acontecimiento
221 Op« cit., p. 46. 222 Desde ya que en este punto Derrida hereda ( filosofia lolítica de Carl Schmitt. Paroe
4r d'c ,s-br
dindpor propia iniciativa, de manera original e incondicionada, ése será el soberano (SCHMITT, C., "Teología política 1", en Carl Schmitt, 'teólogo de la política, trad. Angelika Scherp, México, FCE, 2001, pp. 23-24) A pesar de esto, Schmitt señala que el soberano tiene como fin la reinstauración del orden. Por lo riesgo necesario para lograr el cierre del universal que rige lo instituido. (Op. cit., p. 27) Ante el peligro de disolución de la normalidad establecida, que se manifiesta con la aparición de lo otro, lo heterónomo, el soberano decide hacer visible eso otro, nombrándolo y a su vez excluyéndolo del orden, para así intentar fagocitarlo o borrarlo de la escena política. El otro trae consi o la osibilidad de otra normalidad, de otro orden, poniendo así en riesgo el e do de e vigente, que a ese otro lo dejaba en lo ocu a a de to o orizonte e Ztl mposi e, o imppsj por ello e e volver a su morada ,de ruinas. Parece s ir, entonces, una conf iccióii entre esta finalidad de autoconservación y la supuesta originalidad absoluta de la decisión. Si para Schmitt "en términos
decisión surge de la nada" (Op. cit., p. 40), la anteriorida de lo heteróiiiiio, d& lo á-n5ñnal, parece oponerse a la espontaneidad del soberano divino. Este ya no decide quién es ese otro, sino que simula darle una luz, cobijarlo bajo su campo de atracción y luego declararlo fuera del mismo; cuando en realidad sólo asumiría este riesgo para volver a lo normal y hacer de lo invisible el hogar de lo heterónomo. De este modo, la decisión soberana no sería la iniciativa absoluta de una voluntad autosuficiente, sino que se puede pensar como el último recurso de aquél que ya no domina la distribución de espacios y roles, a quien se le ha infiltrado un huésped indeseable, que contamina la
71
clausuran el horizonte abierto a la llegada de lo otro. 223 En el preciso instante en que del
fondo de indeterminación acontece lo imposible, eso ya queda reducido al ámbito de lo
posible. La justicia, el don, el perdón, silos hay, siempre serán fugaces, imponiéndonos
un deber fundamental, el de deconstruir todas las instancias que se realizan en sus
nombres.
Por otro la orígdelacontecimiento, que se superpone a la antes
analizada. Según esta segunda aporía, la decisión produce acontecimiento, es decir, -
siempre es una decisión que se toma sobre un suelo de indecidibilidad absoluta. 224 Por
lo tanto, no hay un sujeto que tome una decisión, si comprendemos por tal al individuo
claramente determinado, autoconsciente y capaz de calcular las causas y efectos de su
decisión. Sin embargo, Derrida señala que la decisión neutraliza a su vez esa
indeterminación absoluta, ya que siempre tiene un efecto de subjetividad inherente a
ella misma.
Sin duda la subjetividad de un sujeto, ya, no decide nunca sobre nada: su
identidad consigo y su permanencia calculable hacen de toda decisión un
accidente que deja al sujeto indferente. Una teoría del sujeto es incapaz de
dar cuenta de la menor decisión [...] Pero si nada sucede jamás a un sujeto,
nada que merezca el nombre de acontecimiento, el esquema de la decisión
tiende regularmente, al menos en su acepción común y hegemónica (la que
parece seguir dominando el decisionismo schmittiano, su teoría de la
excepción y de la soberanía), a implicar la instancia del sujeto, de un sujeto
clásico, libre y voluntario, y así de un sujeto al que nada sucede, ni siquiera
atmósfera de su reinado. Entonces, ya en Schmitt encontramos que la decisión, esencjoolítico,es siempre-iadecisión de
ERRJDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, ed. cit., p. 86. 224 En Fuerza de ley Derrida da tres ejemplos de aporías íntimamente ligadas a las aquí expuestas. I. La epokhé de la regla. Según ésta,, la decisión del justo, para ser tal, deber ser del orden de lo calculable, es decir, debe seguir una regla. Pero para ser justa, el juez debe asumir esa regla en un acto de interpretación reinstaurador. II. La obsesión (hantise) de lo indecidible. Aquí Derrida afirma que la decisión debe pasar por la prueba de lo indecidible. Una vez pasada esa prueba, esa decisión deja de ser justa, es decir, cae nuevamente bajo la regla o norma instituida. III. La urgencia que obstruye el horizonte del saber. La decisión una interrupción del saber y la deliberación. Sin embargo dicho saber debe ñisariamente er a toda decisión1JERiibA, J., Fuerza ae 1j(ETam?TrtTrmí-de-kr au ori ad", ed. cit., pp. 52-62.
72
- el acontecimiento singular del que cree, por ejemplo en situación de
excepción, que toma y que guarda la iniciativa. [ ... ] ¿Habría que mostrarse
hospitalario para lo imposible mismo, a saber, lo que el buen sentido de
toda filosofía no puede sino excluir como la locura o el sin-sentido, a saber,
una decisión pasiva, una decisión originariamente afectada? [ ... ] la
decisión: ésta debe interrumpir, marca un comienzo absoluto. Signica,
pues, lo otro en mí, que decide y desgarra. La decisión pasiva, condición del
aciJiztecimiento, es siempre en mí, estructuralmente, otra decisión, una
decisión desgarradora como decisión del otro. Del otro absoluto en mí, del
otro como lo absoluto que decide de mí en mí. [...] Responsable de mí ante
el otro, soy en primer lugar y también responsable del otro ante el otro [ ... ]
esta heteronomía no contradice a la autonomía, abre ésta a ella misma,
representa el latido de su corazón. Otorga la decisión al don, si lo hay,
como don del otro. 225
El sujeto clásico, libre y voluntario, responde al principio de calculabilidad propio de
todo lo presente, lo posible, lo estable, lo idéntico a si. Por ello, no es posible hablar de
una decisión de ese sujeto en tanto ésta es siempre el venir del acontecimiento, lo que
irrumpe, lo no-calculable e in-anticipable. Por otro lado, toda decisión tiene un efecto de
subjetividad necesario, es decir, no puede ir más allá de ese sujeto al que se le impone
desde otro lugar. Entonces, una decisión, si la hay, viene de lo otro en mí, ese otro que
decide más állá de mí mismo. Sin embar o, no por esto dejo de ser responsable,
infinitamente responsable, de esa decisión del otro. 226 Y aquí reside el efecto de
subjetividad necesario para pensar en otra política: el sujeto de la democracia por venir\ \
sería uno cuya identidad estaría conformada por la respuesta y la responsabilidad ante la
decisión del otro.
225 DERRIDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, ed. cit., pp. 86-87. 226"Uw decisión es inconsciente en suma com orta el inconciente y nsato que es
7grec1. cit., p. .
73
Lo que finalmente se explicita aquí es el papel que tiene en el pensamiento derridiano
en general la aporía como instancia de apertura del acontecimiento. 227 Para que el
porvenir tenga lugar, es necesaria la instancia de indeterminación propia de lo aporético,
es decir, de aquello que no nos permite trazar de antemano la senda segura que debe
seguir nuestra decisión (lo cual la anularía en cuanto tal). Cuando nos vemos
atravesados por dos deberes irrenunciables, lo que Derrida llama double bind,
precisamente en ese momento lo otro que rompe con la mera repetición de lo mismo es
posible. En Fuerza de ley Derrida sostiene incluso que la justicia sería la experiencia de
la aporía, es decir, de aquello de lo que no se puede tener experiencia. La justicia sería
entonces la única experiencia posible de lo imposible.
El derecho es el elemento del cálculo, y es justo que haya derecho; la
justicia es incalculable, exige que se calcule con lo incalculable; y las
experiencias aporéticas son experiencias tan improbables como necesarias
de la justicia, es decir, momentos en que la decisión entre lo justo y lo
injusto no está jamás asegurada por una regla.228
La aporía deja entonces de ser un mero callejón sin salida, y el espacio abierto por lo
indecidible se hace transitable. Ya no caemos condenados bajo el yugo del silencio, sino
que reconocemos que toda instancia de suspensión del cálculo y la causalidad se vuelve
condición de posibilidad de la justicia, el respeto absoluto hacia el otro, es decir, la
democracia por venir.
227 • ..] la aporía es el lugar mismo en el cual ha de encontrarse la fuerza política de la deconstrucción." BEARDSWORTH, R., Derrida ylo político, cd. cit., p. 19. 228 DERRIDA, J., Fuerza de ley. El "Fundamento místico de la autoridad", cd. cit., p. 39.
74
3.3 Mesianicidad sin mesianismo229
Ahora bien, retomando nuestra hipótesis, podemos anticipar una crítica inmediata a la
misma. La democracia por venir en sí misma no tendría un contenido determinado, sería
una mera forma, en este caso deconstructiva, que abriría la posibilidad del mal uso de la
misma. Si la aporía no delimita un espacio dentro del cual asumir la decisión del otro,
siempre es posible que una mala decisión se disfrace de justicia. 23° Así como Hegel
critica al imperativo categórico kantiano por ser una forma vacía que se podría llenar
con cualquier contenido, la democracia por venir como modo de lo político en constante
(auto)deconstrucción estaría siempre bajo la tentación de caer en la posibilidad del mal.
A esta posible crítica Derrida responde
[ ... ] cualquiera que sea la modalidad o el contenido de este deber, de esta
necesidad, de esta prescripción o de esta inyunción, de esta prenda, de esta
tarea, también, pues, de esta promesa, de esta promesa necesaria, es
preciso este «es preciso» y ésta es la ley. Esta indiferencia por el contenido
229 En respuesta a la traducción que hace Jameson de todo lo referente a lo "mesiánico" en Derrida por "utopismo", el autor de Espectros de Marx cambia la expresión utilizada allí de "mesiánico sin mesianismo" por "mesianicidad sin mesianismo". De este modo, se aleja de la referencia al mesianismo judío constitutiva del pensamiento de Benjamin y a todo intento de leer en el "sin" una carencia, negatividad o aniquilación, para así afirmar que "la mesianicidad (a la que considero una estructura universal de la experiencia y que no se reduce a ningún mesianismo religioso) es cualquier cosa menos utópica: es, en todo aquí-ahora, la referencia a la llegada del acontecimiento más concreto y más real, es decir, a la alteridad más irreductiblemente heterogénea" DERRIDA, J., "Marx e hijos", en SPRINKER, M. (ed.), Demarcaciones espectrales. En torno a Espectros de Marx, de Jacques Derrida, cd. cit., p. 289. 230 Laclau se acerca a esta crítica al señalar el hiato existente entre afirmar la presencia de un otro en toda mismidad y el llamado al respeto absoluto de esa alteridad. En otras palabras, considera que de la estructura de promesa inscripta en toda marca no se sigue lógicamente la hospitalidad incondicional levinasiana, ya que de la estructura de indecidibilidad se pueden derivar incluso consecuencias totalitarias. Si la posibilidad del mal está siempre vigente, esto significa que la ética nunca se convierte en un nuevo fundamento. LACLAU, E., "The Time is Out of Joint", Diacritics, vol. 25, N° 2, Sunimer 1995, pp. 86-96. A esta crítica responde Critchley que la decisión, si la hay, es siempre una invención, es decir, una más allá con relación a las prácticas e instituciones de una sociedad determinada. Así, cuando Laclau sostiene que la deconstrucción necesita de la teoría de la hegemonía para así salir del ámbito de indecidibilidad, Critchley le indica que su teoría de la hegemonía necesita de una ética del tipo levinasiano, para así no caer en un decisionismo cercano al de Schmitt. CRITCHLEY, S., "Metaphysics in the Dark: A Responde to Richard Rorty and Ernesto Laclau", Political Theory, Vol. 26, N° 6, Dec. 1998, pp. 803-8 17. Por nuestra parte, consideramos que lo indecidible debe permanecer como tal, ya que cualquier fundamento que intente superarlo traicionará siempre el respeto absoluto debido a la singularidad del otro. Y esto no significa que coloquemos a la ética levinasiana como nueva arkhé, ya que ella misma se reconoce como anárquica. Para esta cuestión remitimos al apartado 1.2.2.
75
no es indferencia, no es una actitud de indiferencia, al contrario. Al
marcar toda apertura al acontecimiento y al porvenir como tales,
condiciona el interés y la no-indiferencia por lo que sea, por todo contenido
en general. 23 '
La indiferencia por la particularidad del contenido de esa promesa no implica la
indiferencia por todo contenido en general. Que la tarea deconstructiva tal como es
invocada por la democracia por venir sea una llamada a la (auto)crítica constante de
cualquier determinación política no quiere decir que no tenga contenido alguno. La
cuestión reside en la incapacidad de vislumbrar dicho contenido desde el horizonte
presente, sabiendo que toda palabra lanzada sobre el mismo terminará neutralizando su
porvenir. A e e porvenir sin un contenido determinado Derrida lo llama
mesianicidadsin•mesia5iismo.
Ya sea la promesa de esto o de aquello, ya sea, o no, cumplida o ya resulte
imposible de cumplir, necesariamente hay promesa y, por tanto,
historicidad como porvenir. A esto es a lo que concedemos el sobrenombre
de lo mesiánico sin mesianismo. 232
¿Qué es entonces la mesianicidad sin mesianismo? Es esta llamada al porvenir, a la
alteridad absoluta, al acontecimiento, pero sin horizonte de espera. No debo anticipar,
predecir o condicionar la llegada del otro, en este caso de otra política, ya que así estoy
cancelando la intempestividad de su arribo y su carácter necesariamente
revolucionario. 233 Leemos en Espectros de Marx,
¿Puede concebirse una herencia ateológica de lo mesiánico? [ ... ] La ascesis
despoja la esperanza mesiánica de todas las formas bíblicas e, incluso, de
231 DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. .cit., p. 87. 232 Op. cit., P. 88. 233 En sintonía con esta interpretación de lo mesiánico, Blanchot afirma que el mesianismo judío también nos advierte sobre la relación del advenimiento con el inadvenimiento. "Si el Mesías está en las puertas de Roma entre los pordioseros y los leprosos, cabe creer que su incógnito lo protege o impide su venida, mas precisamente se lo reconoce. alguien, apremiado por la obsesión de la interrogación, le pregunta: « cuándo vendrás?». Por lo tanto, el hecho de estar ahí no es la venida. Cerca del Mesías que está ahi siempre ha de retumbar el llamado: Futura o pasada (se ha dicho por lo menos una vez, que el Mesías ya ha venido), su venida no corresponde a una presencia." BLANCHOT, M., La escritura del desastre, ed. cit., p. 121.
76
todas las figuras determinables de la espera, se desnuda de ese modo con
vistas a responder a lo que debe ser la hospitalidad absoluta, el «sí» al (a
la) arriba nte, el «ven» al porvenir inanticipable -que no debe ser el
«cualquier cosa» detrás del cual se amparan los demasiado conocidos
fantasmas que, justamente, hay que ejercitarse en reconocer-. Abierta, en
espera del acontecimiento como justicia, dicha hospitalidad no es absoluta
más que si vela por su propia universalidad. Lo mesiánico, incluso bajo sus
formas revolucionarias (y lo mesiánico siempre es revoyçJonaio, debe
serlo), sería la ur,jinie, irreductiliile paradoja, una
espera sin horizonte de espera.234
Sólo se puede esperar el porvenir, ya que sobre lo posible siempre tenemos la certeza
del cálculo. Sin embargo, ese porvenir no es ajeno a nuestro aquí y ahora, ya que la
propia contaminación del instante por su herencia y su porvenir hacen que el futuro
nunca sea una mera repetición de lo mismo. 235 A su vez, el respeto hacia la alteridad, el
tomar en cuenta su singularidad de manera incondicional, es decir, la justicia, implican
esta interrupción del retorno de lo mismo, para que lo otro tenga lugar. En este sentido,
la deconstrucción siempre es esta llamada al porvenir desde cualquier instancia que se
diga presente.
La necesaria dis-yunción, la condición des-totalizante de la justicia, es aquí
la del presente y, al tiempo, la condición misma del presente y de la
presencia del presente. Aquí se anunciaría siempre la deconstrucción como
pensamiento del don y de la indeconstructible justicia, indeconstructible
condición de toda deconstrucción, cierto, pero condición que está ella
misma en deconstrucción y permanece, y debe permanecer —ésta es la
inyunción- en la dis-yunción del Un-Fug. En caso contrario, descansaría en
la buena conciencia del deber cumplido, perdería la oportunidad del
porvenir, de la promesa o de la llamada, del deseo también (es decir, su
234 DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit., p. 188. 235 Gerard Bensussan interpreta lo mesiánico en Derrida, relacionándolo con algunos de los autores clásicos del mesianismo judío, .desde la perspectiva del instante, entendido como aquello que rompe con el devenir de la historia e instaura una urgencia del orden práctico. BENSUSSAN, G., "La política y el tiempo. En torno a Derrida y al mesianismo", trad. I. Dentrambasaguas, Actuel Marx, n° 3, Santiago de Chile, 2005, pp. 77.101.
77
«propia» posibilidad), de ese desierto abisal también, «desierto en el
desierto», del que hablaremos más adelante, un desierto que hace señas
hacia el otro, desierto abisal y caótico, si es que el caos describe antes que
nada la inmensidad, la desmesura, la desproporción de una boca abierta de
par en par —en la espera o en la llamada de lo que denominamos aquí; sin
saber, lo mesiánico. la venida del otro, la singularidad absoluta e
inanticipable dely de lo arribante como justicia 236
Y aquí volvemos a la crítica del comienzo del apartado. Derrida reconoce que su
pensamiento contiene un pelio,que es la apertura hacia el mal y lo peor. Sin embargo,
nueva aporía, esta posibilidad debe estar siempre abierta si queremos pensar en un
porvenir, es decir, otra política. Todo cierre y rechazo ante la llamada del otro, previa a
la conformación de cualquier mismidad, incluso en nombre del "bien", la "paz" y la
"justicia", implica una violencia sobre la singularidad de ese absolutamente otro.
Retomando la lógica de lo autoinmunitario, si un cuerpo vivo se inmuniza contra toda
posible intromisión, incluida la posibilidad de lo peor, cierra las puertas a aquello
mismo que lo conforma como sí mismo: la llegada del otro. 237 Asegurarse contra el
riesgo de algún mal limitando la visita del otro según cumpla con las condiciones
236 Op. cit., pp. 4 1-42. 4' 237 En su intervención inmediata ante los sucesos del 11 de Septiembre de 2001, Deftida critica a la respuesta del gobierno de Bush y los Estados asociados a éste el haber presentado a sus adversarios solamente como terroristas y sobre todo como "terroristas internacionales", a los cuales se pretendió oponer una "guerra limpia". De este modo, señala que nos enfrentamos a un doble programa teológico-político, quizá más evidente por el lado islámico, pero no menor por el de los Estados Unidos, desde el momento en que se autoproclaman dogmáticamente como los garantes de la paz, la libertad y la justicia, y a partir de este fundamento planifican y llevan a cabo las acciones más terroríficas. DERRIDA, J., "Autoinmunidad: suicidios simbólicos y reales", en BORRADORI, G. (Ed.), Lafilosofia en una época de terror. Diálogos con Jürgen Habermas y Jacques Derrida, ed. cit., p. 162. Siguiendo con esta crítica, años después analiza el concepto de "Estado canalla" (rogue State), con el que se designa a todo Estado que transgrede el derecho internacional, y afirma que las acusaciones y campañas dirigidas contra los Estados así denominados (incluso cuando el adversario no es ningún Estado identificable) están orquestadas por Estados hegemónicos, empezando por los Estados Unidos, los cuales se comportan ellos mismos como Estados canallas. DERRIDA, J., "La razón del más fuerte (,Hay Estados canallas?), en Canallas: dos ensayos sobre la razón, ed. cit. Vale mencionar que este fundamentalismo del bien, que en su nombre cierra las puertas y hace oídos sordos a la llamada del otro (que por supuesto siempre se hace oír, ya que no necesita ser invitado para hacer efectiva su visita), está ejemplificado en el discurso religioso adoptado por Bush y sus funcionarios, llegando a bautizar a campañas y operaciones que violaban la soberanía de otros Estados çomo "Justicia infinita" y "Libertad duradera".
78
previas para su invitación 238 significa también limitar el ámbito de lo posible sólo a lo
meramente posible, anulando aquello que se nos impone desde un pasado inmemorial y
el porvenir, lo imposible mismo, la justicia, la democracia por venir. Leemos en Fuerza
de ley,
Abandonada a ella misma, la idea incalculable y donadora de justicia está
siempre lo más cerca del mal, por no decir de lo peor puesto que siempre
puede ser reapropiada por el cálculo más perverso. Siempre es posible y
esto forma parte de la locura de la que hablábamos. Una garantía absoluta
contra este riesgo sólo puede saturar o suturar la apertura de la apelación
a la justicia, una apelación siempre herida. Pero la justicia incalculable
ordena calcular.239 í CqmU& et
Aqui Dernda sostiene que el derecho, la politica y las instituciones siguen siendo
ficciones útiles, en tanto se sostenga infatigablemente un proceso deconstructivo que
garantice la no caída en esencialismos y dogmatismos que acercarían a los totalitarismos
políticos.24° La utilidad de dichasI`cciones dicaría en esa violencia justa que se
ejercería contra la posibilidad del mal. Ese momento performativo anárquico, es decir,
Ip infundado, y por lo tanto violento, evitaría así la caída en la peor de las determinaciones.
¿Cómo evitar que el porvenir sea desplazado por "cualquier cosa"? Precisamente
sometiendo a lo que se proclama como la llegada del Mesías a la mirada deconstructiva.
Si la soporta, es decir, si esa decisión se reconoce como infundada y llama a su propia
superación, nos aseguramos un paso más en el camino infinito que conduce a la
democracia por venir. 241 Desde ya que este carácter abismal de toda decisión, su
238 Para un análisis de la hospitalidad de invitación (condicional) y su indisociable hospitalidad de visitación (incondicional) remitimos a DERRIDA, J., "Autoinmunidad: suicidios simbólicos y reales', en BORRADORI, G. (Ed.), La filosofía en una época de terror. Diálogos con .Jürgen Habermas y Jacques Derrida, cd. cit., pp. 186-188. 239 DERRIDA, J., Fuerza de ley. El "Fundamento místico de la autoridad", ed. cit., p. 64. 240 Derrida señala que incluso s4iJaDertura de lposibilidad del mal puede que no quede sino la
J.,. p2ctrde Marx ed. cit., p. 42. 24 Una traducción de esta cuestión ei un1iiije c?ano sería la siguiente. Si un partido político, un Estado o cualquier otra institución se reconoce cojno ficticia, es decir, carente de fundamenty se somete a una constante auto-crítica, estaría abriéndose a lo que lo cual jfia
79
trasfondo de indecidibilidad, es precisamente el espacio en que una ética, la
responsabilidad y la justicia, comprendidas todas por la misma deconstrucción, tienen
lugar, aunque en ese mismo instante caigan en el orden de lo instituido. Desde allí,
vislumbramos el "círculo vicioso" infinito que caracteriza a la deconstrucción, aunque
desde ya que nunca se termina donde se comenzó, y aquí radica el optimismo derridiano
expresado en su llamado a la perfectibilidad infinita del derecho y la democracia.
3.4 Invención
Según lo visto hasta aquí podríamos aventurar una interpretación de la política
derridiana una o lí ticade la pasividad . iladeconstrucci "no se ap&a jamás a
nada exterior",242 si siempre es una auto-hetero-deconstrucción que realiza un texto
sobre sí, si nunca es una posibilidad sino siempre una invención de lo imposible,243
parece que sería suficiente con quedarse de brazos cruzados cual espectadores
privilegiados de ese porvenir que ya solo se anuncia pero que de ningún modo llegará.
Sin embargo, desde esta interpretación que reafirmaría a Derrida como un pensador del
fin de la historia, 244 sería sorprendente encontramos con afirmaciones como la siguiente:
Pues, lejos de que haya que renunciar al deseo emancipatorio, hay que
empeñarse en él más que nunca, al parecer, como aquello que, por lo
demás, es lo indestructible mismo del «es preciso». Esa es la condición de
una repolitización, tal vez de otro concepto de lo político. 245
enfrentarse de manera dogmática. Pero, ¿qué sería de un Estado que violara la ley aristotélica y dijera: "soy un Estado, pero no hay Estados"? 242 DERRIDA, J., Fuerza de ley. El "Fundamento místico de la autoridad" ed. cit., p. 81. 243 DERRIDA, J., "Psyche: Invenciones del otro", trad. M. Rodés de Clérico y W. Neira Blanco, en AA.VV., Diseminario: La desconstrucción, otro descubrimiento de América, Montevideo, XYZ Ediciones, 1987, pp. 49-106. 244 Esta lectura de Derrida lo aceraría a lo que él mismo critica encamado en la escatología cristiano-neoliberal de Fukuyama, en DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit., pp. 70-89. 245 DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit., p. 89.
Derrida llama a seguir eman ipatorio y desde aquí a pensar en otra política, la
democracia por venir. Si bien la deconstrucción es lo que hay, lo que acontece en las
fisuras de nuestra herencia, 246 es necesaria una intensificación de esto que desde
siempre está en marcha. Leemos en Fuerza de ley, refiriéndose a trabajos de colegas
cercanos a su pensamiento,
Me parece que responden a los programas más radicales de una
deconstrucción que querría, para ser consecuente con ella misma, no
quedarse encerrada en discursos puramente especulativos, teóricos y
académicos sino { ... ] tener consecuencias, cambiar cosas, intervenir de
manera eficiente y responsable (aunque siempre mediatizada
evidentemente), no sólo en la profesión sino en lo que llamamos la ciudad,
la pólis, y más generalmente el mundo. No cambiarlos en el sentido sin
duda un poco ingenuo de realizar una intervención calculada, deliberada y
estratégicamente controlada, sino en el sentido de la intensificación máxima
de una transformación en curso, a título no simplemente de síntoma o de
causa; aquí necesitaríamos otras categorías. 247
Si bien la transformación está en curso, y no es un mero síntoma o causa de otra cosa ya
que esa transformación responde al carácter autoinmunitario de todo presente, debemos
radicalizar ese espíritu crítico y deconstructor. Para esto, es necesario inventar nuevos
conceptos, un nuevo lenguaje, que nos permita hacer lugar al porvenir. 248 Porque en
ú11i-ma- instancia una invención, si la hay, siempre es la venida cIl otro, que se sustrae a .. ..
una programación y rompe así con todo estatuto previo. Si la invención fuera invención
de lo posible, ya dejaría de ser tal. Para que haya invención ésta debe ser invención de -----
lo imposible, una invención de aquello que escapa a la previsión del sujeto, al cálculo, y
246 Pára esta cuestión véase CRAGNOL1NI, M. B., "Derrida: deconstrucción y pensar en las «fisuras»", en Derrida, un pensador delresto, ed. cit., pp. 11-23. 247 DERRIDA, J., Fuerza de ley. El "Fundamento místico de la autoridad", ed. cit., p. 23. 248 "Tal posible no pertenecería ya al espacio de este posible, a la posibilidad de lo posible [..]. Para abrirse a esa otra posibilidad de lo posible, la misma palabra experiencia tendría que designar otro concepto. E intentar traducirse, si esa otra posibilidad fuese posible ahi, en un lenguaje político. Al precio, si eso fuera necesario, de cambiar el sentido de la palabra «político» -dicho de otro modo, cambiar la política." DERRIIDA, J., Políticas de la amistad, seguido de El oído de Heidegger, ed. cit., p. 85-86.
81
por eso debe venir siempre del otro. Entonces, la invención no la hacemos venir, sino
que la dejamos venir preparándonos para la venida del otro. Aunque exista un efecto de
subjetividad necesario e implícito en toda invención, y de aquí su inmediata
incorporación a un estatuto determinado, ese efecto debe reducirse (sin limitación,
negación o irresponsábilidad) a dar lugar y dejar venir al otro. 249 Y para que éste pueda
llegar como tal, es necesario que nuestra tarea sea desobrada,25° es decir, que se
esfuerce por reducir al mínimo el vínculo entre ese efecto de subjetividad necesario y la
tradición del sujeto moderno. Para que otra política sea posible, debe escapar a la corta
vista del sujeto y su voluntad instrumentalizadora. Hay que inventar otra política3
del
lenguaje, otra subjetividad, y aquí radica la tarea del filósofo-artista, filósof
porvenir.
249 DERRJDA, J., "Psyche: Invenciones del otro", en AA.VV., Diseminario: La desconstrucción, otro descubrimiento de América, cd. cit. 250 Para la noción de desobra véase BLANCHOT, M., La comunidad inconfesable, ed. cit., pp. 35-36.
82
4. POLÍTICA APORÉTICA
La democracia no es figurable. Más aún: no es, por esencia, figural. Tal vez sea ese el único sentido que, para terminar, pueda dársele: ella depone la asunción de figuración de un destino, de una verdad de lo común. Pero impone configurar el espacio común de tal modo que pueda abrirse en él toda la riqueza posible de las formas que lo infinito es capaz de adoptar, de las figuras de nuestras afirmaciones y las declaraciones de nuestros deseos.
Jean-Luc Nancy, La verdad de la democracia
A continuación abordaremos de manera detallada un texto cuyo análisis podría haber
estado al comienzo de nuestro trabajo. Si bien es un breve escrito que nació como
conferencia en un coloquio sobre la "identidad cultural europea" que tuvo lugar en
Turín en Mayo de 1980, encontramos en él anunciado lo que será todo el trabajo
posterior de Derrida. Por esta razón hemos dejado su exposición detallada para el final
de nuestra presentación, ya que una vez recorrido el entramado conceptual que Derrida
desarrollará a partir de ese momento, dicha conferencia adquiere una nueva luz como
prefiguración de lo que llamaremos el "proyecto" de una política aporética. Con este
nombre quisiéramos destacar el lugar fundamental que la aporía ocupa en la democracia
por venir y también, de manera oblicua, que resuene la relación tejida por Derrida entre
política y ética. 251
251 Desde ya que es más que complejo volver juntar ambas instancias en filosof'ia. Sin embargo, si comprendemos que Derrida está construyendo una política desde la ética levinasiana, dicha pareja debe volver a enlazarse. Por ello afirma Critchley que "si la ética sin la política es vacía, la política sin la ética es ciega". CRTTCHLEY, S., "Metaphysics in the Dark: A Responde to Richard Rorty and Ernesto Laclau", ed. cit., p. 809.
83
El título del texto en cuestión es El otro cabo. Memorias, respuestas y
responsabilidades,252 y en él Derrida deconstruye algunos pasajes de la obra de Valéry,
tomando como punto de partida la pregunta sobre la identidad cultural europea. Es el
poeta quien describe a Europa como un cabo (cap) occidental de Asia y una vanguardia,
y los argumentos de Derrida transitan los caminos abiertos por el universo semántico de
esta palabra de origen latino: cap. Por una lado, encontramos la variante marítima del
cap, que significaría entonces rumbo, destino, remitiéndonos a una teleología inscripta
en toda identidad, no ya sólo la europea. Por otro lado, desde un punto de vista
geográfico, la idea de cabo está ligada a la de cabeza, extremidad, punta, que tampoco
es ajena a la identificación, y mucho menos a la cultural. Derrida, y ahora resumimos,
estaría aquí preguntándose por la identidad europea y su vínculo necesario con lo otro
de sí (2.1).253 Si pensamos en Europa como un cap, debemos tomar en cuenta, ser
responsables ante, de y por el otro cap (ya sea otro rumbo, otra cabeza, otro porvenir),
el cap del otro (el rumbo, la cabeza o el porvenir del otro) y lo otro del cap (un rumbo,
una cabeza y un porvenir que estén más allá de la lógica del cap). Es esto último lo que
interesará a Derrida, y éste será su modo de heredar la tradición, manteniéndose ya
dentro de una primera aporía, double bind que resulta fundamental para nosotros:
heredar será convertirse en guardián de una tradición pero a la vez estar abierto hacia lo
otro (3.1). No hay identidad que no esté atravesada por una alteridad inmemorial, y est
axioma es el que desata ya la aporía que nos solicita ser fieles a una identidad cultural
determinada pero a la vez no caer en un solipsismo etnocentrista. Y aquí Derrida nos
acerca su hipótesis: hay que "intentar inventar otro gesto, en verdad una larga gesta -
que supone la memoria- precisamente para asignar la identidad desde la alteridad,
252 DERRJDA, J., "El otro cabo. Memorias, respuestas y responsabilidades", en El otro cabo. La democracia para otro día, trad. P. Peñalver, Barcelona, Del Serbal, 1992, pp. 13-84. 253 Entre paréntesis pondremos el número de apartado del presente trabajo en que se abordó la cuestión mencionada.
84
desde el otro <cap> y lo otro del <cap>, desde un borde completamente diferente. ,,254
Tarea inmensa de la invención imposible, quizá por venir, y a la que Derrida dedicó
gran parte de su labor (3.4).
Ahora bien, al hablar de lo otro del cap, Derrida recuerda dos variantes dadas por la
diferencia de género: la capital y el capital. Ambas cuestiones están estrechamente
ligadas, y pensar un más allá de ambas será la única posibilidad de transitar aquel doble
imperativo. Por un lado, la pregunta por la capital es aquella que se dirige contra la
posibilidad de establecer una capital cultural. Y esta cuestión, la de la cabeza o la
hegemonía cultural, transcurre entre dos órdenes, que conforman una segunda aporía:
por un lado no es deseable la dispersión absoluta, entendida como una radicalización de
los provincialismos, un cierre mayor de las fronteras, una atomización que clausure la
posibilidad de la mediación entre absolutos heterogéneos. Por otro lado, la circulación
no debe convertirse en una centralización, es decir, la sangre no debe estar controlada
por un solo órgano. Este monopolio, en el cual el corazón dictaminaría qué forma parte
y qué no del mundo de la cultura, en última instancia establecería un ideal de lenguaje,
dejando por fuera toda otra escritura, tildándola de literatura o irracionalismo, que no
siempre son distintos (1.1). Y aquí surge también la necesidad de pensar estos otros
lenguajes, pensar de otro modo, si queremos transitar por las paradojas (1.2). La
entrevista que cierra la edición en libro de esta conferencia, titulada La democracia,
para otro día,255 abordará con mayor detenimiento esta cuestión, poniendo en juego
también el problema de la lengua y la traducibilidad. Allí Derrida afirma que debemos
pensar en un modo de comunicacion que permita la traduccion entre los distintos
lenguajes, para así evittei aislamiento lingüístico, pero a la vez debemos estar alertas
-----
-_.::: ante el predominio de una lengua y su vínculo con el capital (pensemos en la lengua
254 0p. cit. , 255 DERRIDA, J., "La democracia, para otro día", en El otro cabo. La demoçracia para otro día, ed. cit., pp. 85-101.
85
anglosajona actualmente). 256 Esta aporía contrapone lo unilateral y lo multilateral, pero
nos vuelve a dejar ante un aparente callejón sin salida, donde todo rumbo sería
imposible.257
Por otro lado, la pregunta por el capital anuncia para Derrida la necesidad de volver a
pensar el marxismo, lo que hará años después en su Espectros de Marx.258 En el texto
que estamos analizando limita su análisis a la relación entre los opuestos "idealidad-
universalidad" y "materialidad-particularidad". Todo capital, ya sea económico o
cultural, si es que son distintos, está ligado a una materialidad ineludible. Ya sea un
valor de uso cualquiera o aquel que posee la característica única de producir valor (i.e.
el hombre y su fuerza de trabajo) este sustrato particular siempre estará presente en el
proceso de capitalización, que implica necesariamente cierta idealización y con ella una
universalización que pretendería dejar de lado todo resto de esa materialidad. 259
Retomando pasajes de la obra de Valéry, Derrida encuentra entonces una tercera
appría. Esta es la que se da entre lo universal y su encarnación en el ejemplar particular, .,.-
pero a la vez entre los múltiples particulares que se sueñan ejemplares también (2.1).
Toda identidad implica ejemplaridad, es decir, posibilidad de representar un universal y
responder por él. Entre una identidad y el universal siempre hay un lazo fraternal.
Cualquier capital quiere responder por la humanidad entera, y he aquí una inadecuación
256 En El monolingüismo del otro Derrida complejiza esta cuestión en un movimiento que consta de dos instancias: 1- No se habla más que una lengua: toda cultura es originariamente colonial, ya que cuando se instituye una identidad cultural siempre se impone una "política" de la lengua. En otras palabras toda cultura imulica una pretensión de homogeneidad uni1atJici,a4fundamentales. 2- nroD1a aqui reside la difereniaon El ofro cabo, al señalar Derrida que una lengua, al igual que toda
atryesaç1a __ j _____ p alteridad abso1ugue la constituye como tal. En este sentido, ento lingüísticoclu ta, ya
lengti sería denunciar las polílicas nacionalistas que ocultan la impropiedad esencial de toda lengua y multiplicar las invenciones lingüísticas (desafios a los traductores e invenciones de la traducción), que resistan y cultiven la traducción. DERRIDA, J., El monolingüismo del otro o la prótesis del origen, ed. cit., pp. 19-22, 33-43, 79-82. 257 DERRIDA, J., "El otro cabo. Memorias, respuestas y responsabilidades", en El otro cabo. La democracia para otro día, p. 98. 258 DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit. 259 Sobre el asedio recíproco entre valor de uso (particular) y la forma mercancía (universal), aunque tal vez en un sentido inverso, véase op. cit., pp. 179-181.
IR
fundamental, la inadecuación de la política misma. Entonces vemos que las cuestiones
de la capital y el capital no están separadas, sino que se solapan, se superponen como
problemáticas afines. Hablando de la identidad cultural francesa, Derrida señala que
{ ... ] aquélla sería responsable para el universo: tanto de los derechos del
hombre como del derecho internacional —lo cual supone en buena lógica
que ella será la primera en denunciar los desajustes entre el principio de
estos derechos (cuya reafirmación debe ser y sólo puede ser incondicional)
y las condiciones concretas de su puesta en práctica, los límites
determinados de su representación, los rodeos o las desigualdades de su
aplicación en función de los intereses, de los monopolios o de las
hegemonías constituidas. La tarea es siempre urgente e infinita. No cabe
otra cosa sino ser desigual a ella, pero hay varias maneras de determinar,
de interpretar, de «gobernar» esta inadecuación: toda la política está ahí; y
es, siempre, la política de hoy.26°
Nuevamente nos encontramos con el problema clásico de la filosofia política, el de la
representación, que aquí se muestra como double bind infinito. Es necesario encarnar la
universalidad de la justicia, pero este hacerse carne implica una traición necesaria a ese
Dios padre. Querer velar por la universalización de la hospitalidad incondicional
mediante el derecho, es decir, por una institucionalización del respeto absoluto hacia la
singularidad de cualquier otro, siempre será una violencia ejercida sobre esta
singularidad, al subsumirla bajo ese universal, y sobre cualquier otro derecho que
también quisiera representar dicha justicia (2.2).
Resumiendo lo visto hasta aquí, tenemos una aporía (el deber de responder a la memoria
europea y a lo otro de sí) que abre otras dos (la indecidibilidad entre una diferencia
absoluta y la pura mismidad, por un lado, y el double bind entre la universalidad de la
justicia y la particularidad del derecho, por el otro). Aunque éstas no son más que
variaciones de la primera, la aporía que posibilita la política, la aporía que es la política.
260 DERRTDA, J., "El otro cabo. Memorias, respuestas y responsabilidades", en El otro cabo. La democracia para otro día, ed. cit., p. 46.
87
En este punto encontramos un pasaje diríamos único en la obra de Derrida. Recordemos
que la democracia por venir es la fórmula que él utiliza para dar cuenta de la distancia
que separa a la democracia como modo de lo político abierto a la llegada del otro, es
decir, fundado sobre la hospitalidad incondicional heredera de la ética levinasiana, de la
democracia en cualquiera de sus determinaciones históricas. El justo nombre de la
democracia jamás se adecuará a una materialización suya en el campo político, ya que
toda democracia efectiva debe plantear un cierre de una identidad, y con ello la
exclusión de un otro que ya no formaría parte del demos, contradiciendo ese nombre.
Dicho en otras palabras, el sujeto de la política, aunque asediado por el espectro del
otro, siempre será finito, traicionando la infinitud propia de la hospitalidad
incondicional (2). Por lo tanto, la democracia por venir es aquella que escapa al
horizonte presente, al saber que posibilitaría anticiparla, al programa a seguir garante de
su efectivización. Así comparte con el hoy y el acontecimiento su carácter irreductible al
saber y el cálculo (3.2 y 3.3). Es por ello que se hace enigmático, difícil y arduo hablar
sobre la democracia por venir, pero quizá sea este el único desafio posible.
A pesar de esto, y aquí reside lo extraordinario del texto que estamos analizando,
Derrida se atreve aquí a sacar como consecuencia de las aporías antes mencionadas
otros dobles imperativos, otras aporías, que quizá hablen de una posible imposibilidad
por venir. Hay que anticipar lo inanticipable, hay que inventar otra política, hay que
trabajar para que lo otro pueda venir, hay que hacer lugar a su llegada (3.4). En palabras
de Derrida:
[ ... ] la irrupción de lo nuevo, la unicidad del otro, hoy, debería ser esperada
como tal (pero, ¿será posible alguna vez el como tal, el fenómeno, el ser
como tal de lo único y de lo otro?), debería ser anticipada como lo
imprevisible, lo inanticipable, lo no-dominable, lo no-identflcable; en una
palabra, como aquello de lo que no se tiene todavía memoria. Pero nuestra
vieja memoria nos dice que también hay que anticipar y guardar el <cap>,
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pues, bajo el motivo —que puede convertirse en siogan- de lo inanticipable o
de lo absolutamente nuevo, podemos temer el regreso del fantasma de lo
peor, al que hemos identificado ya. 261
El porvenir, el acontecimiento, hay que anticiparlos como inanticipables, para así no
caer en extremos: mismidad absoluta o heteronomía terrorífica. Debemos dejar venir al
otro, pero preparándonos para su venida. Esta labor previa, eternamente previa, estaría
orientada por los deberes dictados por ese primer double bind, el de responder a la
llamada de la memoria europea. Esta aporía configura entonces el "proyecto" de una
política aporética, el cual nos "ordena":
1)" [...] abrir Europa a partir del cabo, que se divide porque es también una orilla:
abrirlo a lo que no es, no ha sido jamás y no será jamás Europa." Abrir la identidad
nacional o continental a lo otro de sí, que conforma esa misma identidad. En otras
palabras, volviendo a la lógica autoinmunitaria, hay que autodestruir las barreras o
defensas que atacan al agente externo al ingresar al organismo, poner en cuestión las
fronteras y las distintas leyes que las "protegen", pero para así mantener al cuerpo
inmune. Todo sí mismo debe abrirse a la llegada del otro, que lo conforma desde el
interior, para así mantenerse vivo (2.1). Entre otros lugares, Derrida trabaj a este tema en
su reflexión sobre los sucesos del 11 de Septiembre de 2001 y la consecuente relación
con Oriente, y he aquí otro día y otra luz. 262
2) "{...] no sólo acoger al extranjero para integrarlo, sino también para reconocer y
aceptar su alteridad". Aquí agrega Derrida que se ponen en juego dos sentidos de la
hospitalidad. La hospitalidad, condiciona1 está ligada a la idea de la tolerancia y
intercambio: acepto tu presencia "a cambio de", "bajo la seguridad de que", etc. La
hos italidad incondicional es aquella que no pide nada, sino que se encuentra abierta a
261 Op. cit., p. 23. 262 DERRIDA, J., "Autoinmunidad: suicidios simbólicos y reales", en BORRADORI, G. (Ed.), La filosofo en una época de terror. Diálogos con Jürgen Habermas y Jacques Derrida, ed. cit., y CFIERIF, M., El Islam y Occidente. Encuentro con Jacques Derrida, trad. A. Falcón, Bs. As., Nueva VisiIiJ17.
89
la visita inesperada de ese otro, que por el mismo principio auto-inmunitario ya se
encontraba aquí. La ética como posibilidad política se juega en esta instancia. Entre
otros textos, Derrida retorna estas cuestiones en La hospitalidad (1.2.2).261
"[ ... ] criticar [ ... ] un dogmatismo totalitario que, bajo el pretexto de poner fin al
capital, ha destruido la democracia y la herencia europea, pero también { ... ] criticar
una religión del capital que instala su dogmatismo bajo nuevos rostros". Criticar
dogmatismos, tanto anti-capitalistas corno capitalistas, para así evitar toda política
fundada en verdades inamovibles, y por lo tanto deudoras del logo-fono-falo-carno-
centrismo que Derrida critica. En Espectros de Marx se encuentran ambos
movimientos: una crítica a cierta lectura dogmática de Marx 264 y otra dirigida contra
cierto neo-hegelianismo neo-liberal que anuncia el fin de la historia (2.3) .265
"[...] cultivar la virtud de esta crítica, de la idea crítica, de la tradición crítica, pero
[...] también someter a ésta, más allá de la crítica y de la cuestión, a una genealogía
desconstructiva que la piense y la desborde, sin comprometer su existencia." Entonces,
lo de Derrida no es el slogan "la deconstrucción al poder", sino un llamado al espíritu
crítico llevado al extremo para así radicalizar la crítica y volverla contra sí misma. Otro
modo de lo auto-inmunitario que en Canallas asedia la relación entre lo razonable y lo
racional. 266 Aquí radica la indeconstructibilidad de la deconstrucción, entendida como
responsabilidad absoluta ante la presencia de lo otro en mí (2.3).
" [ ... ] asumir la herencia europea, y únicamente europea, de una idea de la
democracia, pero [ ... ] también reconocer que esa idea, como la del derecho
internacional, no está dada jamás, que incluso su estatuto no es ni siquiera el de una
263 DERRIDA, J., y DUFOURMANTELLE, A., La Hospitalidad, trad. M. Segoviano, Bs. As., Ediciones de la Flor, 2000, pp. 79-153. 264 DERRIDA, J., Espectros de Marx, cd. cit., pp. 111-196. 265 Op. cit., pp. 63-109. 266 DERRIDA, J., "El <mundo> de las luces por venir (Excepción, cálculo y soberanía)", en Canallas: dos ensayos sobre la razón, cd. cit., passim.
WI
idea reguladora en el sentido kantiano, sino algo que queda por pensar y por venir".
Hay que heredar la idea de democracia, pero asumirla como porvenir, es decir, más allá
de las determinaciones de esa idea (3.1). Ésta, dice Derrida, no es una idea kantiana,
sino algo que escapa también a la razón pura, algo que no regula nada, sino que sólo se
anuncia. En Políticas de la amistad deconstruye la tradición democrática y su estrecha
relación con el lazo fraternal, para así intentar pensar esta democracia cuya estructura es
la de la promesa (2).267
6) "[ ... ] respetar la diferencia, el idioma, la minoría, la singularidad, pero también la
universalidad del derecho formal, el deseo de traducción, el acuerdo y la univocidad, la
ley de la mayoría, la oposición al racismo, al nacionalismo, a la xenofobia." Transitar
la aporía entre la singularidad y la universalidad, es decir, entre la justicia y su respeto
por la singularidad del otro, por un lado, y el derecho universalizante que violaría esa
singularidad, por el otro. Deconstruyendo el enigmático texto de Benjamin Para una rl] •. -.L-•..,...
-
crítica de la violencia, en su Fuerza de ley Derrida trabajará estas cuestiones (2.2).268
-
razón." Ir más allá de la razón no significa ser irracional, sino que puede tener que ver
con esa otra razón hipercrítica de la que habla el cuarto deber. En Canallas269
encontramos que el intento de pensar la razón y su historia desde una perspectiva
deconstructiva puede ser todavía fiel a cierto ideal de las luces, "aun reconociendo sus
límites, para trabajar en las Luces de este tiempo, de este tiempo que es el nuestro, el
día de hoy." (2.3) A su vez, dicho respeto también
como lo 'religioso', que como muestra Derrida en Fe y saber no es ajeno a la razón
267 DERRIDA, J., Políticas de la amistad. Seguido de El oído de Heidegger, cd. cit., passim. 268 DERRIDA, J., Fuerza de ley. El "Fundamento místico de la autoridad'Ç ed. cit., passim. 269 DERRIDA, J., "El <mundo> de las luces por venir (Excepción, cálculo y soberanía)", en Canallas: dos ensayos sobre la razón, cd. cit., passim.
91
teletecnocientífica y la propia deconstrucción, en tanto presuponen la fiabilidad que
acompaña toda alocución (1 .2).270
8) Ese deber "[...] apela ciertamente a una responsabilidad, la responsabilidad de
pensar, de hablar y actuar conforme a ese doble imperativo contradictorio -una
contradicción [...]
efectiva y, en la experiencia, interminable-. Pero apela también al
respeto de aquello que se rehúsa a tener una cierta responsabilidad, ypor ejemplo, que
rehúsa responder ante no importa qué tribunal instituido. "ililadyrespeto
ilidad,problema más que fundamental, incluso
en países como el nuestro her.kos desde siempre por acontecimientos dnuesta--
histor~que en estas cnes en vigencia. Problema prdon imposible, ajeno a
la política, que Derrida trabaja con espíritu cauteloso pero implacable en El siglo y el
perdón.271
A partir de esta deducción aporética, Derrida llama a reivindicar la experiencia de la
antinomia, en tanto condición del acontecimiento, la decisión, la responsabilidad, la
ética y la política (3.2). Leemos:
[ ... ] estas condiciones no pueden tener más que una forma negativa (sin X
no habría Y). Sólo se puede tener seguridad de esta forma negativa. Desde
el momento en que se la convierte en certeza positiva [ ... ] se podrá estar
seguro de que empieza uno a equivocarse, o a equivocar al otro. 272
Establece así un posible lenguaje político signado por esta forma negativa y el
condicional, para así quitar a este decir la seguridad de un programa. Las aporías serán
entonces las palabras por excelencia de esa democracia por venir, en tanto impiden
detenerse en una determinación de la política y nos obligan a deconstruir nuestros
propios cimientos. La democracia por venir entonces puede entenderse como la fisión
270 DERRIDA, J., "Fe y saber", en ElSigloy el Perdón seguido de Fey Saber, cd. cit., p. 96. 271 DERRTDA, J., "El siglo y el perdón", en El Siglo y el Perdón seguido de Fe y Saber, cd. cit., passim. 272 DERRIDA, J., "El otro cabo. Memorias, respuestas y responsabilidades", en El otro cabo. La democracia para otro día, cd. cit., p. 66.
92
en cadena a partir de una paradoja, que en una multiplicación infinita produce otras, y
cuya red finalmente nos muestra un mapa de deberes intransitables. Por parte de
Derrida, si cada deber de los expuestos más arriba tiene su lugar, y ese lugar es un texto,
la deconstrucción se reconoce como la llamada a la democracia por venir. El proyecto
de una política aporética que intentamos esbozar parte y desemboca en la escritura
derridiana, desde el momento en que cada intervención suya busca transitar por esas
aporías imposibles. Dicho andar no es más que la propia deconstrucción, como instancia
política que se instala en las fisuras de cualquier política establecida para desde allí
anunciar el porvenir. Por esto, Derrida afirma que
Cada vez que escribo una palabra, entiendes, una palabra que me gusta y
que me gusta escribir, en el transcurso de esa palabra, en el instante de una
sola sílaba, el canto de esa nueva internacional se eleva entonces en mí. No
me resisto jamás, me echo a la calle a su llamado aun si, en apariencia,
trabajo desde el amanecer sentado a mi mesa.273
Los libros de Derrida son políticos, porque su escritura es el lugar de la política, al
menos de aquella que queda por inventar.
273 DERRIDA, J., El monolingüismo del otro o la prótesis del origen, ed. cit., p. 81.
93
5. (IN)CONCLUSIONES
El otro por venir ([ ... ] quienquiera que venga en la forma del acontecimiento, es decir, de la excepción y del único), tengo por definición que dejarlo libre de su movimiento, fuera de alcance para mi voluntad o para mi deseo, más allá de mi intención misma. Intención de renunciar a la intención, deseo de renunciar al deseo, etc. «Renuncio a ti, lo he decidido»: la más bella y ¡a más inevitable de la más imposible declaración de amor.
Jacques Derrida, Políticas de la amistad
El texto analizado en el capítulo anterior está acompañado en su edición en libro por
una breve introducción titulada En el día de hoy. 274 Allí Derrida propone algo poco
común en nuestra disciplina al poner en cuestión cierta herencia que nos liga a Hegel y
su tan preciada mascota. Recordemos que en el prefacio a los Principios de la filosofla
del derecho el representante del Saber Absoluto sentencia la impuntualidad de la
filosofia. Desde ya que la reflexión que se encuentra por detrás no es trivial, pero la
interpretación que más le ha servido a la filosofia es aquella que limita su campo de
acción.275 Si "el búho de minerva recién alza su vuelo en el ocaso" 276 no nos
corresponde pensar el hoy en cuanto tal, ya que cuando soñamos alcanzarlo sólo nos
queda una vieja sombra entre las manos. Por su parte, Derrida señala que lo común de
los textos que decidió publicar de manera conjunta es, "precisamente, la cuestión o la
reflexión del día (jour), la resonancia de la expresión aujourd'hui (hoy, día de hoy)" 277
274 DERRIDA, J., "En el día de hoy", en El otro cabo. La democracia para otro día, ed. cit., pp. 9-11. 275 Para Hegel el problema surge cuando la filosofia pretende prescribir un deber ser a la realidad que aborda. Que esta lenta disciplina no pueda ir más allá de lo real se debe precisamente a que, cuando se le enfrenta, lo real ya se ha establecido como tal, y a ella no le queda más que testimoniar esa sedimentación del tiempo en el hoy. "Para agregar algo más sobre la pretensión de enseñar cómo debe ser el mundo, señalemos, por otra parte, que la filosofia llega siempre tarde." HEGEL, Principios de la filosofía del derecho, trad. J. L. Vermal, Bs. As., Sudamericana, 2004, p. 20. 276 Ibíd. 277 DERRIDA, J., "En el día de hoy", en El otro cabo. La democracia para otro día, ed. cit., p. 10.
De este modo, el filósofo franco-argelino deja de lado la excusa hegeliana y lanza sus
dardos contra la fugacidad e inminencia del instante. 278 Ahora bien, ¿qué quiere decir
pensar filosóficamente el día de hoy? El hoy es el acontecimiento, 279 aquello que se
rehúsa al cálculo, al pensamiento mismo, o al menos a determinado modo del
pensamiento. 28° Si bien la experiencia de un acontecimiento precisa de un movimiento
de apropiación, hay acontecimiento propiamente dicho cuando esta apropiación
fracasa. 28 ' Entonces, ¿cómo transitar esta imposibilidad?, ¿cómo pensar en este día
aquello mismo que estamos transitando?, ¿cómo desandar cada paso para poder pensar
el día de hoy, pero sin dejar de caminar? Precisamente, nos responde Derrida, como se
278 Si para Hegel el hoy es sólo la punta del iceberg del pasado, para Derrida es la apertura hacia la imposibilidad del porvenir. 279 En una entrevista publicada originalmente en Passages (n° 57, septiembre de 1993, pp. 60-75), le preguntan a Derrida si considera que su pensamiento incide en la actualidad, es decir, si se posiciona como un filósofo que piensa su tiempo. Después de señalar la dificultad de responder a dicha cuestión, Derrida afirma que hoy en día pensar nuestro tiempo consiste en tomar nota, para ponerlo en práctica, de wjujactualidad se produce artificialmente, que es un artefacto. Este rasgo, la artefactualidad, está acompañado or otro, ir uviTma7ci egúnel cual todo Tiltuala la vez. Por 1'lt tY1'1'onfiesa no ial al áconteci"m—"ie"ñ ni a pensar la presencia del presente (el modo en que se construye ese hoy o acontecimiento). Y este pensamiento del presente y su presencia, este ser puntual en filosofia, implica otro ritmo, otra temporalidad, incluso un tiempo out of joint, ya que "a menudo son los enfoques intempestivos de lo que se denomina actualidad los que más se «ocu an» 77eTi/i5ffZ manera, ocuparse e resen e, en ¡ oso ia por ejemplo, es tal vez no confundir contantemente el presente y la actualidad. Hay una manera anacrónica driar es7flffima que jescapar
eesarilimént215 que 17' hoy de más presente. La dflcultad, el riesgo o la posibilidad, lo incalculable, quizás, tendría la forma de una intempestividad que llega a tiempo: ésta y no otra, la que llega justo a tiempo, justo porque es anacrónica y está desajustada (como la justicia que siempre carece de mesura, extraíia a la justeza o a la norma de adaptación, heterogénea al derecho mismo al que debería regir), más presente que el presente de actualidad, más de acuerdo con la singular desmesura que marca la fractura del otro en el transcurso de la historia. Esta fractura tiene siempre una forma intempestiva, profética o mesiánica, y no necesita para ello ni de clamor ni de espectáculo. Puede mantenerse casi inaparente." DERRIDA, J., "Artefactualidades", en DERRIDA, J. y STIEGLER, B., Ecografias de la tçyjsjn, edt. estáñtrevista se piii5lió en DERtrA71 L k
la i 1' \
J., "En el día de hoy', eEl otro cabo. La democracia para otro día, ed. cit., p. 18. 281 Cuando le preguntan a Derrida si está pensando el acontecimiento en el sentido de Heidegger, responde: "Sin duda. Pero, curiosamente, en la medida al menos en que el pensamiento de la Ereignis en Heidegger no estaría tornado solamente hacia la apropiación de lo propio (eigen) sino también hacia una cierta expropiación que el mismo Heidegger nombra (Enteignis). La prueba a que nos somete el acontecimiento, aquello que en la prueba a la vez se abre y resiste a la experiencia, es, me parece, cierta inapropiabilidad de lo que sucede. El acontecimiento es lo que sucede y al suceder llega a sorprenderm') a sorprender y a suspender la comprensión: el acontecimiento es ante todo lo que yo no comprendo. O mejor: el acontecimiento es ante todo que yo nciiipnda. Consiste en aquello ue o no com rendo:
no comprendg él hecho e qjgno comprenda: mi i com rensión. DERRIDA, J., "Autoinmunidad: suicidios simbóli yreáles", en BORRrd.
La i osojía en una época de terror. Diálogos con Jürgen Habermas y Jacques Derrida, ed. cit., p. 137.
transitan las aporías, con un andar vacilante, cauteloso, atento y abierto a la inminencia
de lo otro.
En este sentido, nos acercamos a la aspiración de máxima que tuvo nuestro trabajo:
arrojar una luz (jour) sobre la política derridiana, más precisamente sobre la noción de
democracia por venir, señalando su relevancia para pensar la política en los tiempos que
corren. Y es precisamente la fugacidad del hoy la que nos permite afirmar que, si
titulamos el cierre de nuestro trabajo con el uso de unos paréntesis, no respondimos con
ello a lo que para algunos podría ser una moda del pensamiento francés del siglo XX.
Nuestra elección busca marcar la distancia entre lo que se podría esperar del final de
nuestro trayecto y lo que necesariamente habrá. En primer lugar, vale mencionarlo,
elegimos el plural porque no podría haber una conclusión, que en su unicidad se
pretenda original y verdadera, es decir, única dueña del sentido develado del tema en
cuestión. En segundo lugar, tampoco podemos hablar de conclusiones, si llamamos así a
posibles cierres definitivos de lo que nos propusimos desarrollar. Si nuestra hipótesis no
se alej a de una interpretación performativa y respetuosa de los textos derridianos, la
deocracia por venir se confirma como una propuesta política efectiva en tanto llamada
1 la intensificación de la deconstrucción que toda institución cobij a dentrosEiéte
dmocraciapoi ir nos co íaaxpicitar las instancias aporéticas que
atraviestn el derecho y la política de hoy para así destacar el carácter místico de su
\ O funcjamento. Y este llamado en búsqueda de una perfectibilidad infinita no es más que
iii diálogo inconcluso, que como tal se reconoce sin fin, en el doble sentido de objetivo
a alcanzar y finalización. 282 Si bien nosotros, aquí y ahora, debemos concluir con
282 En el capítulo II de la primera parte de El diálogo inconcluso, titulado "La pregunta más profunda', Blanchot comienza señalando que "nos interrogamos sobre nuestro tiempo" (BLANCHOT, M., El diálogo inconcluso, ed. cit., p. 39), para luego pasar a analizar qué significa "preguntar". Allí nos dice que "la pregunta sería [...]
esencialmente parcial, sería el lugar donde la palabra se da siempre como inconclusa. [...]4 gmI -si es habjqciclusg mqpyo en la in clusj.No es incompleta como pregunta; es, al contrario, el habla que se cumple declarándose incompleta. La pregunta vuelve a
M.
nuestro análisis, la misma deconstrucción nos obliga a continuar incansablemente con
esta escritura sin fin. Entonces, no hay conclusiones, pero sí interrupciones.
La deconstrucción, si la hay, es una labor inconclusa, compañera fiel y perseverante de
esa perfectibilidad infinita propia de la política y del derecho. Sin embargo, esta política
del porvenir que es la deconstrucción no resulta ser un nihilismo pasivo y conformista,
sino una urgente necesidad de transitar esas fisuras en búsqueda de la invención de lo
otro por venir. 283 Si no hay un contenido determinado que conforme un programa
político, esto no significa que no haya una tarea inmediata. Que los deberes a los que
nos llama la democracia por venir sean instancias aporéticas que no prescriben cómo
seguir responde a una justicia y respeto absolutos por toda alteridad, hoy, aquí y ahora.
Y esta idea de urgencia la encontramos una y otra vez en la obra derridiana. Por
ejemplo, cuando Derrida se pregunta por las condiciones de posibilidad de que hoy en
día expresiones como comunidad sin comunidad tengan sentido,284 o cuando anuncia las
señales de una nueva Internacional, 285 o también cuando menciona justamente que
poner en el vacío la afirmación llena, la enriquece con el vacío previo."(Op. cit., p. 40). De este modo, encontramos ya allí juntas la cuestión del hoy y la inconclusión implícita en todo pensamiento que intente abordarla, la cual no es una carencia o negatividad, sino una afirmación que no afirma nada más que la falta de verdad ültima y la necesidad de deconstruir todo discurso que intente llenar ese vacío fundamental. 283 ¿Están hoy vigentes las mismas 10 plagas del «nuevo orden mundial» contra las que Derrida se alza en 1993? Encontramos allí otra enumeración, que también enuncia la tarea de la deconstrucción como profundización de las fisuras. 1- El nuevo paro reclama otra política y otros conceptos. 2- Los excluidos de cualquier Estado o territorio nacional solicitan una nueva experiencia de las fronteras y de la identidad nacional o civil. 3- La guerra económica a escala mundial pone en cuestión la interpretación práctica y la aplicación inconsecuente del derecho internacional. 4- El mercado liberal se (auto)deconstruye a partir de las contradicciones en su concepto, sus normas y su realidad. 5- La lógica del mercado, gracias a mecanismos como la agravación de la deuda externa, conduce a la exclusión de gran parte de la humanidad de ese mismo mercado que querría extender. 6- La industria y el comercio de armamentos (el normal y el ilegal, dificilmente distinguibles) son una parte fundamental de la economía, la ciencia y la circulación del trabajo. Suspenderlos o reducirlos implicaría una inimaginable revolución. 7- El armamento atómico (sostenido por los países que resguardan la paz mundial) desborda el control estatal y todo mercado declarado. 8- Las guerras interétnicas se multiplican, arraigadas en el fantasma conceptual primitivo de la determinación estable y presentable de una localidad (territorio, suelo, ciudad, cuerpo en general). Esta ontopología está hoy en día dislocada por la teletécnica. 9- Los Estados-fantasma (mafia y consorcio de la droga) asedian no sólo el tejido socio-económico sino también las instituciones estatales e interestatales. 10- Hay dos límites fundamentales del derecho internacional: su dependencia de determinada cultura histórica y su control en manos de Estados-nación particulares. DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit., pp. 95-98. 214 DERRIDA, J., Políticas de la amistad. Seguido de El oído de Heidegger, ed. cit., p. 62. 285 DERRIDA, J., Espectros de Marx, ed. cit., p. 100.
op 97
nuestra tarea es la intensificación máxima de una transformación en curso.286 Por lo
tanto, la deconstrucción, como puesta en práctica de una política por venir, responde a
una demanda actual, histórica, 287 que nos llama a responder al llamado de todos los
otros que buscan visibilizarse y tener voz. A su vez, se instala allí donde la lógica
hobbesiana del "hombre lobo del hombre' se pone en cuestión, desde que una promesa,
un don, el perdón y la propia democracia se ensayan día a día. ¿Cuál es la condición de
posibilidad de esto ? Precisamente esa otra relación imposible con el otro,
ya actualizada en l e acompaña a toda alocución y cuya máxima expresión
es la democracia por venir. Ésta es un llamado a volver la filosofía sobre la actualidad, y
tal vez sea por ello que el pensamiento de Derrida esté vigente en filósofos como
Nancy, Rancire, Esposito y Agamben, entre otros, que están pensando la política en el
mundo de hoy. 288
A pocos años de la muerte de Derrida, de ese único y singular fin del mundo, no nos
queda más que llevar a ese otro y su mundo en nosotros. Como supervivientes
responsables sin su mundo, sólo podemos heredarlo y sostener esta melancolía que nos
inunda e impide concluir con un trabajo de duelo también imposible. 289 Es por ello que
hacemos nuestras sus palabras, ya que "para orientarnos en el pensamiento, para
286 DERRIDA, J., Fuerza de ley. El "Fundamento místico de la autoridad", ed. cit., p. 23.
4 287 Gianni Vattimo realiza un excelente análisis del mesianismo derridiano a partir de su vínculo con la historia. Por un lado, afirma que en Derrida no hay una historia de su pensamiento, entendida como evolución o desarrollo continuo, ya que rechaza la Historia en tanto transformación lineal. Sin embargo, la deconstrucción depende siempre de hechos históricos determinados. Por otro lado, la herencia mesiánica del trabajo de Derrida lo acercaría peligrosamente a lo que algunos llaman su lado existencialista. Si la diferencia no tiene historia, puede convertirse en una archi-estructura que hará de cualquier otro un testimonio de la misma, formalizándolo y quitándole su singularidad en tanto acontecimiento. Así, para Vattimo la tarea de Derrida será pensar en la alteridad en términos concretamente históricos para así evitar caer en la metafisica. VATTIMO, G., "Historicidad y diferencia. En torno al mesianismo de Jacques Derrida", trad. M. A. Quintana Paz, Solar, n° 2, año 2, Lima, 2006, pp. 123-127. 288 En varios pasajes de su obra Derrida reflexiona sobre la relación entre los intelectuales y el presente. Entre otros remitimos a DERRIDA, J., "Hoy en día", en No escribo sin luz artflcial, trad. R. Ibañez y M. J. Pozo, Cuatro ediciones, Valladolid, 1999; "«Pero..., no, pero..., nunca..., y sin embargo..., en lo que se refiere a los media» (Los intelectuales. Tentativa de definición por sí mismos. Encuesta)" , en Papel máquina, trad. C. de Peretti y P. Vidarte, Madrid, Trotta, 2003, 199-208; y ",Qué hacer de la pregunta «,Qué hacer?»?", trad. B. Mazzoldi, en El tiempo de una tesis. Desconstrucción e implicaciones conceptuales, Proyecto A Ediciones, Barcelona, 1997, pp. 29-39. 289 DERTJDA J., Carneros. El diálogo ininterrumpido: entre dos infinitos, el poema, ed. cit, pp. 21 y 69.
ayudarnos en esta tarea ingente, habría[mos] empezado por recordar cuánta necesidad
tenemos del otro y cuánta necesidad tenemos aún de él, de llevarlo, de ser llevados por
él, ahí donde él habla en nosotros antes que nosotros. Por todas estas razones, tal vez
habría[mos] tenido que empezar citando a Hólderlin: «Porque nadie puede sobrellevar
la vida solo» (Los titanes)." 29°
210 Op« cit., pp. 75-76.
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