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La Banalización de La Injusticia Social 179p (Christophe Dejours)

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El libro digitalizado corresponde a la 1a Ed. 2006 descrita más arriba. No obstante, en la 2a Ed.ampliada se agregan un prefacio y un epílogo que, estando disponibles en la red y siendo importantesen contenido, los he agregado el primero al inicio y el segundo al final, por esa razón las páginas deambos textos no van numeradas. De todos modos, para resolver el tema de la cita bibliográfica, hereferido el sitio web desde donde he obtenido ambos textos.

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PREFACIO A LA SEGUNDA EDICIÓN1

Los datos descriptivos sobre la evolución de la relación con el trabajo en la empresa neoliberalsuscitaron cierto escepticismo cuando este libro fue publicado. Diez años más tarde, estos datos se hanconfirmado en gran parte. La situación se ha agravado porque ni en Francia ni en el extranjero setomaron medidas para promover, en materia de organización del trabajo, opciones que podrían sermucho menos nocivas para la salud mental de nuestros contemporáneos.

En todos los países del Norte las encuestas muestran que la salud mental en el trabajo siguedeteriorándose y que esto se traduce en costos exorbitantes (entre el 3 y 6% del PBI, según lasestadísticas de cada país).

Pero las consecuencias de las nuevas formas de organización del trabajo no solo se perciben hacia elinterior de la empresa. La degradación de la relación con el trabajo tiene implicancias sobre toda lapoblación (incluidos los jóvenes que todavía no trabajan), sobre la relación de los niños con la escuelay la educación, sobre aquellos que han perdido su empleo y están condenados a la precariedad, sobre lagente que vive en barrios donde nadie ha tenido un trabajo estable en muchos años y finalmente, sobresus familias, que se ven obligadas a vivir con adultos mentalmente quebrantados a causa de su relacióncon el trabajo. La ciudad (cité) entera se ve afectada por estas nuevas formas de organización deltrabajo que crean una creciente pobreza y generan, entre aquellos que excluyen, un resentimiento queacarrea el nacimiento de nuevas formas de violencia social que deterioran la calidad de vida en lasciudades y sus suburbios o periferias.

Es precisamente porque la organización del trabajo no sólo atañe a la empresa, sino que involucra laevolución de toda la ciudad (cité), que ha surgido el concepto de “centralidad del trabajo”. Y es por estamisma razón que la organización del trabajo merece ser considerada como un tema político por derechopropio.

Este libro tiene como objetivo destacar el papel que el trabajo y su organización tienen en la evoluciónde nuestras sociedades. A pesar de los importantes avances que hemos vivido en los últimos diez años,nada de lo que se describe en este libro es obsoleto o puede excluirse. Desde el punto de vista delestado de cosas, no sólo se confirman los hechos sino que es innegable su agravamiento, con el suicidioen los lugares de trabajo como el emblema trágico.

La presente edición retoma sin cambios el texto original de 1998, y en el epílogo nos esforzaremos porreunir en unas pocas páginas los principales avances clínicos y teóricos logrados en el intervalo deestos diez años.

De todas maneras, este libro no debe leerse como una descripción tipo de la empresa neoliberal. Si biense hace mención a la numerosa evidencia recolectada en estudios de campo, no se trata de un relatoetnográfico. El objetivo del libro es otro, y es esencialmente teórico: ¿cómo comprender laextraordinaria tolerancia de nuestras sociedades a la evolución en la organización del trabajo que

1 Septiembre 2008. Fuente consultada en marzo 2015: http://www.topia.com.ar/editorial/libros/banalizaci%C3%B3n-injusticia-social-2da-edici%C3%B3n

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genera, por un lado un enriquecimiento extraordinario de estos países en cantidad y en velocidad, y porel otro, dan lugar a una pobreza y una miseria atroces con sus secuelas de males de todo tipo,patologías individuales y una violencia colectiva que evocan al capitalismo salvaje del siglo XIX enEuropa o a esas espectaculares formas de violencia social a las que las mega ciudades de América estánhabituadas desde la segunda mitad del siglo XX?

Destaquemos nuevamente que el problema principal que aquí se plantea es la increíble tolerancia denuestros contemporáneos hacia el progreso de la injusticia social en regímenes liberales. Este libro estádeliberadamente en conflicto con los enfoques funcionalistas que dominan fuertemente el paisajeintelectual: rechaza enérgicamente el argumento según el cual la evolución que estamos presenciandosería inexorable, el resultado de una lógica endógena propia del sistema, es decir, propia de laeconomía, del mercado, de la globalización, del sistema financiero internacional... de la guerraeconómica, en fin, que se impone como una fatalidad contra la cual no tendríamos más alternativa quetriunfar o perecer.

El análisis crítico propuesto en este libro se basa en hechos que, desde su lanzamiento, no han sidoobjetados. Estos hechos son, en efecto, difícilmente refutables porque son el producto de un poderosométodo de investigación: la clínica. Más precisamente la clínica del trabajo, practicada según lametodología de la psicodinámica y la psicopatología del trabajo, cuyas bases se establecen hacia finalesde los ‘70 (Dejours 1980-2008), y que ha permitido describir en detalle los procesos subjetivosindividuales y las estrategias colectivas, movilizadas por el encuentro con las limitaciones laborales.

Sin embargo, no sólo los hechos sino también el análisis teórico han sido durante diez años un pretextopara muchas controversias en Francia y en el extranjero.

Por razones ligadas a las inevitables limitaciones de la ciencia y la tecnología, la organización efectivadel trabajo necesita, y siempre necesitará, del trabajo vivo frente a la resistencia que la realidad oponeal control del proceso de trabajo. Todo sistema, organización o empresa precisa para funcionar de unaingeniería de la inteligencia en el trabajo. Es por ello que podemos afirmar que la empresa neoliberal yel sistema económico en sí, no funcionan a partir de la sola acción de su lógica interna, sino quenecesita asimismo de ese “extra” que es el trabajo vivo. Ahora bien, el trabajo vivo reposa sobre lalibertad de una voluntad y por lo tanto, hay que admitir que el sistema neoliberal, aunque inflija unsufrimiento a quienes trabajan, solo puede mantener su eficiencia y estabilidad gracias alconsentimiento de aquellos y aquellas que lo sirven.

En otras palabras, este libro procede al examen de las vías específicas que toma prestadas laservidumbre voluntaria en el contexto del sistema neoliberal, convirtiéndose ésta en la razón por la quela obra ha generado tantas controversias y suscitado tan fuertes críticas. Muchos autores que insisten enmantener sus posturas críticas, argumentan que la gente que sufre en nuestros días las nuevas formas deorganización del trabajo pueden, en algún punto, ser los artesanos del éxito de este sistema demoledor.

Y sin embargo, esto es lo que el libro sugiere, en razón justamente de las especificidades del trabajo. Eltrabajo vivo, así como la inteligencia en el trabajo (de la que la organización del trabajo no puededesentenderse), no sólo se alimentan de la libertad de aquellos que ofrecen su contribución, sino que

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exigen en la mayoría de los casos el valor de contravenir las disposiciones, de “hacer trampa”, paraprecisamente hacer las cosas bien. Como subraya B. Ogilvie, la teoría del trabajo muestra que, en suprincipio mismo, el trabajo implica la movilización de un genio subversivo que es inseparable del celoen el trabajo (Ogilvie, 2008).

Las implicancias de este libro se concentran inicialmente en el análisis clásico de la servidumbrevoluntaria individual, en la medida en que la argumentación (apoyándose esencialmente en el análisisclínico de la relación subjetiva con el trabajo) permite revelar en detalle esta inteligencia, y lo que enella hay de más individual.

Sin embargo, la clínica va más allá del nivel individual, y es posible analizar en qué medida laorganización del trabajo es responsable de la inteligencia en plural. Es decir, de la cooperación. Lapuesta en común de las inteligencias y el celo colectivo, no se decretan.

Lo que se requiere es coordinación, órdenes, instrucciones sobre cómo “trabajar juntos”. Pero denuevo, si todo el mundo fuera disciplinado y obedeciera estrictamente, el sistema fallaría. El trabajocolectivo sólo tiene éxito cuando todos los miembros de un equipo o grupo de trabajo logran subvertirlas exigencias de la coordinación para inventar reglas específicas que, articulándose, logren estaconstrucción extraordinaria que llamamos cooperación.

Demostrar que la cooperación reposa sobre una inteligencia colectiva que se ejerce, en primer lugar yante todo, en el marco de una actividad deóntica (es decir, una actividad de producción de reglas), es loque permite, justamente, nuevas perspectivas teóricas. El trabajo, cuando es colectivo, implica unespacio de subversión a las órdenes (coordinación) donde es posible producir reglas que puedan serpuestas al servicio de la emancipación, haciendo aún más sorprendente el consentimiento de ladominación. Es posible que esta transformación de la razón encuentre en las formas de trabajo actual,los recursos que este libro se esfuerza precisamente por actualizar.

Éste es, sin lugar a dudas, el motivo por el cual este libro ha sido el punto de partida de lascontroversias sobre el lugar que debe otorgarse al trabajo en una teoría crítica de la sociedad (JPDeranty 2007).

La discusión con los herederos de la Escuela de Frankfurt, especialmente con Axel Honneth, se originaporque este libro, analizando los resortes subjetivos de la sumisión y la discriminación, hacía referenciaparticularmente al tema del reconocimiento y la negación de la realidad. La discusión, iniciada haceveinte años por A. Cottereau, sugería que la negación de la realidad (la negación de la realidad deltrabajo y de la contribución del trabajador a la organización) se sitúa en una fase anterior a la de lanegación de justicia (Cottereau 1987, 1988). La clínica del reconocimiento y de la negación, que seorganiza en la denominada “psicodinámica del reconocimiento” (Dejours, 1993) pudo ser puesta endebate frente a la teoría de “la lucha por el reconocimiento” Honneth (1992), especialmente gracias aEmmanuel Renault (Renault y Renault Sintomer 2003 2002, 2007, 2008).

Más allá de las discusiones sobre el sentido estricto del reconocimiento, el problema planteado por estelibro es el de la “centralidad política” del trabajo: ¿Tesis legítima o ilegítima? El debate surge apropósito de la relación entre el trabajo y la emancipación, durante un encuentro organizado en Sydney

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por JP Duranty y N. Smith en 2007 (Trabajo y teoría del reconocimiento), retomando un textoprogramático de Honneth que data de 1980 que proponía reintegrar al trabajo como concepto crítico,algo a lo que Habermas había renunciado, y que también Hannah Arendt había recusado en Lacondición humana.

No iré más lejos en el análisis. Sólo se trata aquí de indicar algunas orientaciones objeto de lascontroversias ocasionadas por la publicación de La banalización de la injusticia social.

Conviene sin embargo, hacer lugar a una segunda serie de controversias que atañen esta vez, a lasreferencias hechas en mi texto al nazismo, al estalinismo, a Eichmann y a la banalidad del mal segúnArendt.

A pesar de una serie de detalles que figuran en el libro, algunos comentaristas no han evitado denunciaruna supuesta amalgama que yo habría hecho entre la empresa neoliberal y los campos de concentraciónde la Alemania nazi. En este libro, sin embargo, no se trata ni una sola vez el tema de los campos, y síel del totalitarismo. A partir del inicio sugiero que el problema radica en saber cómo establecer la líneadivisoria entre totalitarismo y neoliberalismo. Se encontrarán los detalles, que no son ambiguos, sobrela distinción que debe ser hecha entre los dos regímenes de funcionamiento a lo largo del texto.

Pero como esto no parece ser suficiente, vuelvo al contexto en el que el texto ha sido escrito. La clínicadel trabajo frente a la cual me vi confrontado en el terreno de mis investigaciones, me hizo testigo nosólo de un sufrimiento asombroso (que entonces comenzaba a generar suicidios en los lugares detrabajo), sino también de un cinismo y una determinación de los ejecutivos y directivos de empresa quelograron impresionarme como médico que soy. El “mal” estaba sin duda a la orden del día, con laparticularidad de aparecer sin disfraces, sin “complejo”. Las críticas al uso que he hecho del términohan sido numerosas, no nos cabe duda, y muy a menudo irónicamente, ya que en el estilo típico delParís reinante, evocar el mal sólo puede ser obra de un retrasado que no ha entendido que el “realismoeconómico” está más allá del bien y del mal. Pero necesitaba de este concepto para poder discutir latesis de la “banalidad del mal” de Arendt, y sobre todo para avanzar en la idea de una “banalización”del mal de la cual mis detractores, es justo admitirlo, eran a menudo plácidos testigos. Lo que ordenéen este libro del lado del mal ha sido ilustrado y comentado, y se inscribe dentro de la definición delmal que tomé prestada de Pharo.

Pero volviendo al contexto de este libro: la progresión del sistema neoliberal, los daños humanoscausados en su nombre y el consentimiento de la mayoría de nosotros a aportar nuestra contribución asu éxito, planteaba el problema de los límites.

¿Quién, en esta progresión, podrá detener el impulso del sistema neoliberal? La mayoría de nosotros,que desaprobamos la manera en que los seres humanos son tratados por los nuevos métodos deorganización del trabajo y de dirección, fuimos sin embargo cómplices de su éxito. El sistema queproduce el mal y lo hace pasar por bien, ¿en qué se diferencia de un sistema totalitario, particularmentedel nazismo?

Contrariamente a lo que algunos críticos indican, nunca he utilizado análisis del totalitarismo paraexplicar el funcionamiento de la empresa neoliberal, y nunca he escrito una sola palabra que sugiriera

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que hacía falta buscar en el neoliberalismo un equivalente del sistema nazi, sino exactamente locontrario. Me he esforzado, basándome en el método clínico, por poner al día los procesos queintervienen en el consentimiento para servir a un sistema que reprobamos, los procesos que intervienenen la participación en acciones que moralmente situamos del lado del mal, y creo haberlos identificado.Sostengo además, que estos procesos también estaban involucrados en el consentimiento de la mayoríade los alemanes de servir a los nazis. En otras palabras, creo que es posible identificar, in statunascendi, los eslabones intermedios de la servidumbre voluntaria, entre los que conviene reconocer unpapel fundamental y específico al trabajo. Mi análisis no lleva, de ninguna manera, a interpretar elfuncionamiento de la empresa neoliberal a partir del sistema nazi, sino a la inversa. Mi análisis de losprocesos implicados en la adhesión a los principios de la gestión y organización de la empresaneoliberal aporta, a mi entender, una contribución al análisis de la colaboración de “buenas personas”con el sistema nazi.

Lo que revela mi investigación sobre la servidumbre voluntaria en el sistema neoliberal es que lamayoría de la gente puede ser enrolada al servicio de un sistema del que sin embargo desapruebaprofundamente sus métodos. Muestra además, algo que resulta aún más inquietante: que lamovilización puede obtenerse sin el uso de la fuerza.

Hay entonces buenas razones para que el investigador y el filósofo activen la señal de alarma.

Sin el uso de la fuerza se obtiene de la mayor parte de nosotros el apoyo a un sistema que incrementalas desigualdades y las injusticias, y que inflige sufrimiento a los demás al punto de provocar suicidios.

¿Qué es lo que no se obtendrá de nosotros si empezamos a hacer demasiado uso de la violencia? ¿Sinos arrojan a la cárcel porque criticamos el sistema? ¿Si se nos tortura porque organizamos laresistencia? ¿Si deportan a nuestros hijos para impedirnos escapar?

Lo que este libro sostiene es que los procesos que generan el éxito del sistema neoliberal preceden aaquellos que causan el totalitarismo. Ya se encuentran allí antes de que aparezca el espectro que no sé sipodremos evitar que se materialice. Si es útil publicar este análisis, es debido a que puede servir aaquellos que quieran entender los resortes subjetivos que intervienen en la evolución de nuestrasociedad, a aquellos que quieran pensar no sólo la resistencia, sino también las alternativas a estaevolución.

Estas alternativas ciertamente existen. En la evolución actual, y en contraposición con la tesis de laservidumbre voluntaria, no hay fatalidad. Análisis realizados con la intención de inspirar políticaspúblicas y otras orientaciones en materia de organización del trabajo, han sido propuestos al Ministrode Salud en el año 2005 y publicados en el año 2007 (Dejours 2007).

Pero la hora de la acción no parece haber llegado, y parecemos más inclinados a permanecer en nuestrocamino hacia la decadencia, si por este término entendemos la ruptura perjudicial de los lazos que,desde tiempos inmemoriales, los hombres se han esforzado por crear entre el trabajo ordinario y lacultura.

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BIBLIOGRAFIA

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La Banalización de la injusticia social2

Epílogo a la segunda edición publicada recientemente por la Editorial Topía

Por Christophe Dejours - Publicado en Abril 2013

Con motivo del viaje de Christophe Dejours a nuestro país (Argentina) Topía decidiópublicar una segunda edición ampliada de La Banalización de la injusticia social. Estelibro de 2006 se encontraba agotado desde hace un tiempo. La potencia de las ideas allítransmitidas ha encontrado eco en lectores atravesados por lo que describe. Para esta nuevaedición se han agregado un nuevo prefacio y un epílogo de la nueva edición francesa,donde hace un balance al día de hoy de cómo se ha profundizado lo que exponía ya en1998. A continuación publicamos este epílogo.

Desde la publicación de este libro en 1998, el material empírico que ha servido de apoyo al análisis delos resortes subjetivos de la servidumbre en un régimen neoliberal ha sido ampliamente difundido.

Esta nueva mirada sobre el mundo del trabajo y el aumento de la sensibilidad del espacio público haciael sufrimiento en el trabajo se deben en parte a este libro, pero sobre todo al trabajo de losdocumentalistas y artistas, en especial cineastas, dramaturgos y novelistas, que han tratado con talentoy agudeza la condición humana en el trabajo. Esta nueva mirada es también, de algún modo, elresultado del trabajo de ciertos periodistas, que han llevado a cabo investigaciones más profundas sobrela vida en el trabajo, sobre todo después de los suicidios en serie que se hicieron eco en la opiniónpública durante el año 2007.

Y de hecho estos suicidios hablan, lamentablemente, de la progresión del desastre que golpea al mundodel trabajo desde hace décadas, confirmando de facto los temores que yo había expresado hace diezaños.

Mientras tanto, otro fenómeno ha hecho mucho más ruido en el público que mi libro, y es el del “acosomoral” bajo la pluma de Marie-France Hirigoyen3. Otro ensayo, publicado dos años antes que el mío,El horror económico4 de Viviane Forrester5, también tuvo un impacto significativamente mayor en eldebate público del que tuvo La banalización de la injusticia social, y sin embargo, estos dos libros nose asemejan en lo más mínimo.

El libro de Viviane Forrester denuncia principalmente a las razones económicas como origen de losdaños que sufre la sociedad, mientras que el libro de Marie-France Hirigoyen, pone en relieve un nuevoflagelo: el acoso en el trabajo y los agresores cuyas características psicológicas están debidamenteanalizadas.

El análisis que propongo en La banalización de la injusticia social se diferencia del de Marie-France

2 Fuente consultada en marzo del 2015: http://www.topia.com.ar/articulos/banalizaci%C3%B3n-injusticia-social 3 http://fr.wikipedia.org/wiki/Marie-France_Hirigoyen 4 Libro: 5 http://en.wikipedia.org/wiki/Viviane_Forrester

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Hirigoyen en el hecho de que el acoso moral no es, a mi parecer, un fenómeno nuevo. El acoso es tanantiguo como el trabajo, ya estaba allí en la antigüedad contra los esclavos, bajo el antiguo régimencontra los siervos, bajo el colonialismo contra los indígenas y en el capitalismo industrial del siglo XIXcontra hombres, mujeres y niños.

Sin embargo, es cierto que hombres y mujeres son, mucho más a menudo hoy día que en el pasado,psicológicamente derrotados por el acoso.

¿A qué vincular entonces el aumento indiscutible de patologías mentales generadas por el trabajo, si elacoso y el horror económico que gobiernan el mundo del trabajo desde hace mucho tiempo, no puedenser considerados como causa suficiente?

Resulta imperativo saber si contra los efectos nocivos del sufrimiento y la injusticia sobre la saludmental, los recursos en términos de protección y defensa no están debilitados.

De hecho, hay que admitir que esa protección tiende a desmoronarse, si la comparamos con la situaciónprevia al giro neoliberal: el derecho laboral es mucho más eludido o violado, y ha sido francamentepuesto en duda bajo la presión del Movimiento de Empresarios de Francia (MEDEF) y su programallamada “Refundación Social” elaborada en la década de 2000 con la ayuda de Kessler y Ewald (2000).La vulnerabilidad psicológica frente a la injusticia está sin duda exacerbada por la sensación que tienenlos individuos de ya no estar formalmente protegidos por las instituciones, por el derecho, léase por laideología. El declive del derecho es indiscutible, pero ¿es suficientemente brutal como para dar cuentade una vulnerabilidad que ya era evidente antes de la década de 2000? El agravamiento de laspatologías mentales en el trabajo es muy anterior a esa fecha, porque las bases empíricas en las que seapoya La banalización de la injusticia social habían sido recogidas durante las dos décadas previas.

El proceso de “vulnerabilización” psicológica era por tanto anterior, y fue preciso investigar lastransformaciones en la organización del trabajo, ya que en el plano teórico la psicodinámica del trabajoha establecido que los efectos nocivos del trabajo sobre la salud mental están efectivamente asociadoscon su organización.

Algunos años después de la publicación de La banalización de la injusticia social pude identificarclínicamente aquello que tenía tal poder devastador en la organización del trabajo. En efecto, durantelos años 80, han sido introducidos métodos entre las nuevas formas de organización del trabajo y dedirección de empresas, de los que no era posible predecir sus devastadores efectos psicológicos, asaber: la evaluación individualizada del desempeño, por un lado, y los requisitos de la calidad totalpor el otro.

1 - La evaluación individualizada del desempeño no se había desarrollado de la manera en que lo haceen la actualidad con la difusión de la informática y la extraordinaria proliferación de terminales deordenador que tienden a equipar casi todos los puestos de trabajo hoy en día, tanto en la industria comoen el comercio y los servicios.

Así, la evaluación individualizada provoca, y es por otro lado uno de los objetivos declarados delmétodo, la competencia generalizada entre los trabajadores, y cuando esta valoración se asocia a la

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promesa de una gratificación en términos de incentivo, bonificación o promoción, esta competenciaadquiere a menudo la forma de comportamientos salvajes entre los individuos.

Con más razón, cuando la evaluación se encuentra asociada a una amenaza de pérdida de puesto,traslado, sanción o despido, se convierte en un poderoso modo de introducir el miedo en las relacioneslaborales. El “sálvese quien pueda” se convierte en la regla, todo está permitido, incluso el dañar a loscolegas para conseguir mejores resultados. Los golpes bajos, la retención de información, los falsosrumores, en fin, las conductas desleales, se convierten rápidamente en conductas habituales en elámbito del trabajo. La confianza disminuye, el miedo la sustituye, y parte de la actividad laboral pasapor vigilar al otro, controlarse mutuamente.

La evaluación individualizada de desempeño socava tendencialmente la convivialidad y mina las basesde la convivencia: la solidaridad es destruida y esto se evidencia hacia arriba y hacia abajo en lajerarquía. Los cuadros gerenciales, incluyendo los cuadros más altos, no son los últimos en ceder aestas prácticas que envenenan la vida cotidiana en el trabajo.

En numerosas situaciones de trabajo los colegas ya no se hablan. La atención al otro, el respeto delotro, los modales y las buenas costumbres, desaparecen.

En su lugar se instala la soledad, y más tarde la desolación, en el sentido que este término tiene en losescritos de Hannah Arendt (1951). El mundo en Arendt, es decir, la “inter-esse” (Arendt, 1993), elespacio entre hombres que viven juntos, el espacio de la pluralidad que constituye la base común,desaparece de-so-la-ción (soledad). El sentido común, el sentido compartido de la justicia, lasreferencias al bien, a lo justo y a los valores, desaparecen, al punto de que muchos trabajadores ya nosaben cómo conviene juzgar la conducta de los demás, e incluso la propia.

Tres consecuencias graves resultan de la instalación de la soledad, de eso que Arendt denomina “laprogresión del desierto”:

-La primera consecuencia es psicológica: víctima de la injusticia o del acoso, un sujeto aislado esmucho más vulnerable que cuando tiene el apoyo o la solidaridad de los demás, como solía sucederantaño en muchas situaciones de trabajo, y que permitía de alguna manera contener los efectos nocivosde las relaciones de dominación y sus derivados. La investigación clínica muestra que más que el acosoo la injusticia, lo que más hace sufrir a la víctima es precisamente la deserción de sus colegas, suscompañeros, sus amigos, su silencio, su negativa a declarar: en definitiva, su traición. Y es en estepunto donde es más probable que se genere una descompensación.

-La segunda consecuencia tiene que ver con el poder de actuar en el contexto de la desolación. Todoel mundo es consciente de que el otro es capaz de cobardía o mezquindad, y ese otro por su ladotambién experimenta el no soy confiable, soy un cobarde y un mezquino. En tal contexto, la desolaciónsignifica la desaparición de las condiciones de posibilidad de una acción colectiva. Comprometerse conacciones de lucha, de protesta o de resistencia contra la injusticia o la arbitrariedad, implica riesgospara la posición, las ventajas, la calificación, el empleo mismo... Y no se corre el riesgo de participar enuna acción colectiva si no existe una confianza suficiente en la lealtad de los demás, y si no se tiene porellos la suficiente estima y respeto. La evaluación individualizada también funciona de manera

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dudosamente eficaz contra la resistencia y la acción.

-La tercera consecuencia se relaciona con la calidad del trabajo: el individualismo y el “sálvese quienpueda” que se han convertido en norma en el contexto de la desolación causada por la evaluaciónindividualizada, perjudica el mantenimiento de los colectivos de trabajo y de la cooperación, tantohorizontal como vertical, con consecuencias sobre las habilidades colectivas, la calidad del trabajo, y laseguridad de las personas y de las instalaciones.

2 - La “calidad total” es, ante todo, un eslogan publicitario, pronto convertido en obligación paraobtener certificaciones (ISO 2000, 9000, 12000, 13001... etc.) requeridas por la competencia en elmercado. Luego, es una aberración teórica, ya que se sabe desde hace más de 40 años que lo real deltrabajo -aquello por lo cual la organización del trabajo necesita y siempre necesitará del trabajo vivo, esdecir, aquello que se da a conocer a quien trabaja por la resistencia del mundo a los procedimientos, ala habilidad, o a la experiencia- lo real del trabajo es, entonces, una dimensión irreductible de cualquierproceso de trabajo. Esto quiere decir precisamente que la calidad total no existe y no existirá jamás. Sinembargo, es una idea cuya importancia sería un error subestimar como referencia útil para orientarracionalmente la actividad del trabajo.

No obstante, declarar la calidad total es invitar inevitablemente a todos, a disimular los incidentes, lasanomalías, los disfuncionamientos, las fallas, los defectos, etc., en definitiva, llamar a mentir.

La calidad total es un eslogan que se opone a lo que se conoce como la retroalimentación (el retorno dela experiencia), e incita a la clandestinidad y al fraude.

La calidad total ocasiona un aumento de tareas suplementarias y en consecuencia, una sobrecarga detrabajo.

Por último, la calidad total, alentando más o menos abiertamente al fraude, lleva a muchos trabajadoresa participar de prácticas de la omertá, la ley mafiosa del silencio, que no sólo van en contra de lasreglas del oficio, sino también de los valores y la ética personales. Esta incitación al fraude es tambiénuna incitación a traicionarse a sí mismo y a colaborar con aquello que moralmente desaprobamos.

La evaluación individualizada del desempeño y la calidad total se potencian para provocar unasobrecarga de trabajo. Los cuadros gerenciales descansan en la solidaridad técnica y declaraninaugurada la era de la autonomía, es decir, la mirada puesta exclusivamente en los resultados, entérminos de cantidades medibles objetivamente. De esta manera, alcanza con atenerse al contrato porobjetivos. Y respecto al camino a seguir para alcanzar estos objetivos, el superior jerárquico inmediatoya no quiere saber nada: ¡Silencio! ¡Autonomía prescrita!

El resultado obvio es la explosión de enfermedades de “sobrecarga” (burn out, Karoshi o muerte súbita,trastornos musculo-esqueléticos) en todos los países del Norte y la explosión impresionante depatologías ligadas al acoso, que no son el resultado del acoso en sí mismo como hemos visto, sino lamanifestación más escandalosa de un mundo del trabajo devastado por la soledad, el miedo y ladesolación.

Por último, se encuentran las tentativas de suicidio y los suicidios en los lugares de trabajo.

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El problema planteado es nuevo en la medida en que, si bien en el pasado el trabajo era la causa dealgunos suicidios -y probablemente lo era- los suicidios no se perpetraban en el lugar de trabajo. Losprimeros comenzaron poco tiempo antes de la publicación de La banalización de la injusticia socialhacia fines de los ’90.

La amplitud cuantitativa del fenómeno no se conoce, porque las investigaciones epidemiológicas nohabían encontrado la utilidad de introducir la variable trabajo.

De hecho, estos suicidios también revelan problemas clínicos y teóricos extremadamente complejos, enla medida en que desafían las teorías convencionales en materia de etiología del suicidio y depsicopatología.

Sólo para dar una idea de los problemas en cuestión, mencionaré que en muchos casos en los que hetrabajado personalmente (hasta el momento sólo un caso ha sido publicado (Dejours, 2005), parecieraque los trabajadores que se suicidan, contrariamente a lo que cabría esperar, no son, en general, sujetosmarginados social o profesionalmente. Al contrario, algunos de ellos son especialmente brillantes yreconocidos como tales en su lugar de trabajo, y que además demuestran un sólido y estable entornosocial, afectivo y familiar, sin antecedentes psiquiátricos antes de la descompensación que los conduceal gesto decisivo. Para algunos de ellos, la descompensación se condensa exclusivamente en el acto desuicidio.

El esclarecimiento etiológico de estos suicidios se encuentra en curso, y si aún no se ha completado, esfácil prever que el análisis conducirá inevitablemente a la conclusión de que la relación con el trabajojuega aquí un rol determinante.

Sería en vano cualquier intento de eufemizar la gravedad de lo que señalan estos suicidios sobre ladevastación del mundo humano en el trabajo contemporáneo, y sobre la degradación de la “condicióndel hombre moderno”, la cual, en muchos aspectos, es aún peor de lo que el análisis de Hannah Arendtpermitía presagiar.

Sin embargo, conviene reafirmar una vez más, que esta evolución no es inevitable. La evaluaciónindividualizada del desempeño tiene efectos desastrosos, y se basa además en fundamentos científicoserróneos (Dejours, 2003). Y si se implementa a pesar de sus aberraciones y sus aporías, es porque nohacemos otra cosa que aceptarla contra nuestra voluntad. Dicho método, como cualquier otraorganización del trabajo, no escapa a los obstáculos que le impone lo real. El método no funciona sólopor la fuerza, y su éxito no puede establecerse sólo a cuenta de la obediencia. Si así fuese, es decir, sitodo el mundo se contentara en materia de evaluación con cumplir con las prescripciones, estametodología hubiera caído en desuso hace mucho tiempo. Se impone gracias al celo y trabajo dequienes evalúan a sus subordinados a sabiendas de que lo hacen al precio de acuerdos aberrantes, yporque el otro está dispuesto a dar su respaldo a sus superiores para hacerse evaluar, aunqueexperimente la irracionalidad de este ejercicio ritual.

Si este comentario no es erróneo, será necesario un día que la evaluación individualizada deldesempeño sea ampliamente criticada y finalmente abandonada.

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Pero en este punto del análisis conviene igualmente concentrarnos sobre el hecho de que la crítica sinconcesiones a los métodos actuales de evaluación atañe a las evaluaciones objetivas, es decir, a aquellasque dicen ser la medida objetiva y cuantitativa del trabajo, del desempeño o de las habilidades.

Toda evaluación no es en sí misma aberrante. Sólo la evaluación objetiva y cuantitativa es falsa en susprincipios. La evaluación en el sentido noble del término, es decir, la evaluación como prueba dejuicio cualitativo sobre la calidad del trabajo logrado, no solamente individual esta vez, sinoacordándole el derecho que le corresponde a la evaluación de las habilidades colectivas (du Tertre,2008), es legítima. No sólo en el plano científico sino también en el plano psicológico. Porque laevaluación entendida en su sentido noble se inscribe enteramente en la psicodinámica delreconocimiento, la cual se encuentra precisamente en el principio mismo de la transformación delsufrimiento en placer, que en ciertas condiciones puede beneficiar no solo el desarrollo de la identidady de la salud mental, sino más fundamentalmente la realización personal en el trabajo.

Este epílogo no es el lugar para ir aun más lejos en estas investigaciones, porque la experimentación seencuentra en fase de boceto. Pero conviene igualmente hacer alusión al respecto para insistir una vezmás sobre esta conclusión que todavía no ha sido completamente probada ya que muchas pruebas sonnecesarias: las nuevas formas de organización del trabajo de las que se nutren los sistemas de gobiernoneoliberal tienen efectos devastadores sobre toda nuestra sociedad. Amenazan realmente nuestra cité, ynos han hecho dar un paso importante hacia la decadencia, es decir hacia la disociación trágica entre eltrabajo ordinario y la cultura (si por cultura entendemos las diversas formas mediante las cuales losseres humanos se esfuerzan por honrar la vida). ¡Sin embargo! Incluso si bajo la lupa de la clínica, lamencionada decadencia ya ha comenzado, la reorientación hacia una dirección más acorde con la vidaes posible. Pero primero tenemos que pensarla en sus principios, y luego experimentarla. Además, hayque quererlo, y esto no se logrará sin el apoyo de las instituciones y del derecho, es decir, sin que laorganización del trabajo sea reconocida y tratada, finalmente, como un problema enteramente político,no reductible a ninguna otra esfera.

BIBLIOGRAFIA

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Dejours, C. (2003): “L’evaluation du travail a l’epreuve du reel. Critique des fondements del’évaluation”, Sciences en questions, INRA Editions, (Versailles) 84 pages.

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Ewald F., Kessler D. (2000): “Les noces du risque et de la politique”, Le Débat, 109: 56-71.

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Forrester, V. (1996): L’Horreur économique, Fayard, Paris.

du Tertre C. (2008): “Services immatériels et relationnels: intensité du travail et santé”, Activités, 2 :37-49.