la argentina: tipologia textual y creación de los referentes

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"La Argentina": Tipologia textual y construccion de los referentes Author(s): Gustavo Verdesio Source: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año 19, No. 38 (1993), pp. 345-360 Published by: Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACP Stable URL: http://www.jstor.org/stable/4530698 . Accessed: 27/08/2011 15:00 Your use of the JSTOR archive indicates your acceptance of the Terms & Conditions of Use, available at . http://www.jstor.org/page/info/about/policies/terms.jsp JSTOR is a not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content in a trusted digital archive. We use information technology and tools to increase productivity and facilitate new forms of scholarship. For more information about JSTOR, please contact [email protected]. Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACP is collaborating with JSTOR to digitize, preserve and extend access to Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. http://www.jstor.org

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"La Argentina": Tipologia textual y construccion de los referentesAuthor(s): Gustavo VerdesioSource: Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, Año 19, No. 38 (1993), pp. 345-360Published by: Centro de Estudios Literarios "Antonio Cornejo Polar"- CELACPStable URL: http://www.jstor.org/stable/4530698 .Accessed: 27/08/2011 15:00

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REVISTA DE CRITICA LITERARLA LATINOAMERICANA Afio XIX, NQ 38. Lima, 2do. semestre de 1993; pp. 345-360.

LA ARGENTINA: TIPOLOGIA TEXTUAL Y CONSTRUCCION DE LOS REFERENTES

Gustavo Verdesio Reed College

1. El texto que analizo en este trabajo es parte de un corpus olvi- dado: los textos coloniales producidos desde o sobre el Rio de la Pla- ta. El enfoque que he elegido es establecer (provisioriamente) el tipo textual al que pertenece La Argentina y consignar el modo en que crea los referentes "Uruguay" y "Charruas" desde las estrategias textuales propias de su tipo discursivol.

Parto de la base de que la clase a la que pertenecen los textos es definida por la cultura en la que se produce2. Y este texto tiene va- rios de los rasgos que caracterizaban a los textos historiograficos de su 6poca3. Barco Centenera, en su calidad de miembro de la expe- dici6n del Adelantado Ortiz de Zarate, se propuso referir la historia y sucesos acaecidos en las tierras del Plata, desde sus orngenes has- ta el tiempo de la empresa de la que form6 parte. La peculiaridad de esta Historia es que esta escrita en forma de poema 6pico, en octavas reales, aunque ya existia un antecedente ilustre que le era, por afiadidura, muy cercano geografica y cronol6gicamente: La Araucana de Ercilla, que relataba la campafia espaniola en tierras de Arauco4. Tanto en lo formal como en lo tematico la influencia es evidente; sin embargo, existe una diferencia importante entre las dos: en tanto que en La Araucana la forma escogida (poema 6pico) era un elemento fundamental en la producci6n de sentido, en La Argentina el sesgo "poetico" esta practicamente ausente. En opi- ni6n de varios criticos, entre ellos Ricardo Rojas, lo que fue escrito en octavas reales bien podria haberse expresado en mera prosa, sin que el sentido final y (lo que es mas importante) el estilo se hubie- ran alterado mayormente5. Creo que no es forzar demasiado las cosas si se adscribe este texto a la clase correspondiente a las Histo- rias6, sin olvidar, claro, su caracter hibrido desde el punto de vista de la tipologia textual.

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Es debido al referido caracter hibrido que, tanto La Araucana como La Argentina, tienen ciertos constreflimientos en el plano es- tructural que no comparten con los otros textos historiograficos. Ambos fueron concebidos pensando en ciertos modelos clasicos (Virgilio, Lucano, Homero) e italianos (Tasso, Ariosto), lo cual im- pone ciertas exigencias formales en la presentaci6n y tratamiento del tema. Por ejemplo, la elecci6n de la octava real y la divisi6n en cantos, la presentaci6n hom6rica de las escenas b6licas, etc6tera. De ahi que toda transgresi6n a las exigencias formales establecidas por la preceptiva al uso haya sido interpretada como una falencia o una incorrecci6n con respecto al modelo de perfecci6n. Pero si bien se le reproch6 innuimeras veces a Ercilla la falta de unidad de ac- ci6n requerida por la Poetica de Arist6teles, asi como tambi6n la ausencia de un heroe epico7 es Barco Centenera el que acapara to- das las criticas. Todo aquel que se ha ocupado de La Argentina ha hecho suyas las dos criticas mencionadas, pero con mayor rigor todavia que el aplicado a la obra de Ercilla8.

Independientemente de ello, lo relevante para este trabajo son las partes del texto que versan sobre los sucesos acaecidos en las tierras de la regi6n platense. Estos pasajes de La Argentina tienen como caracteristica la de participar, implicita y explicitamente, de una actitud discursiva que puede calificarse como historiografica, no s6lo por la intenci6n del autor sino tambi6n por lo que efectiva- mente hace. Ya desde la dedicatoria se establece claramente la vo- luntad de escribir Historia, al ofrecerle al Virrey una historia para que "pueda con mas facilidad leerle, sin que le de el desgusto y fas- tidio, que de las largas y prolixas historias se suele recibir, heme dispuesto a le presentar y ofrecer a V. Excell. como propia suya"9. De modo que su historia se diferencia de las otras solamente en que es una que intenta evitar el tedio y la "prolixidad". Aunque en reali- dad esa no es la uinica diferencia, ya que otra peculiaridad que se- gun la dedicatoria esta historia tiene es la de ser verdadera, ya que se escribe "porque el mundo tenga entera noticia, y verdadera rela- cion del Rio de la Plata"'0. Esta ultima afirmaci6n plantea desde el comienzo un problema terminol6gico en lo referente a la tipologia discursiva; sobre todo si la ponemos en relaci6n con el pasaje en que el texto es referido como "este tratado y libro"11. Como se puede apreciar, la dedicatoria designa de diferentes maneras al texto que la va a seguir: relaci6n, historia, tratado y libro. Con el fin de despejar en algo la confusi6n tipol6gica creada por el archidiacono, digamos que el t6rmino "relaci6n" no parece estar usado, al menos aquf, con el fin de referir un genero o tipo discursivo; mas bien pa- rece referir a la acci6n de relatar o hacer relaci6n de hechos. En tanto que los vocablos "tratado" y "libro" se emplean, evidentemente, para referir a la forma del texto en tanto objeto, sin alusi6n especi- fica a tipo discursivo alguno. El uinico termino que claramente manifiesta la intenci6n de designar la clase de textos a la que La

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Argentina pertenece es "historia". La utilizaci6n del termino para los fines antedichos y la adjetivaci6n aplicada a la acci6n de relatar hechos ("verdadera"), nos Ilevan de la mano directamente hacia uno de los problemas fundamentales de la escritura historiografica en general y de la historiograffa indiana en particular: el criterio de verdad.

Esta cuesti6n fundamental puede ponerse en los siguientes ter- minos: Zque quiere decir hacer una relaci6n o narraci6n verdadera de hechos verdaderos?, ,cuales son los requisitos que una historia debe cumplir para ser considerada verdadera? La respuesta a estos interrogantes ha variado a traves de los tiempos, con cada epoca y cada episteme; pero en la historiograffa indiana, desde el siglo XVI en adelante, una cosa es clara: la importancia de la experiencia personal, del contacto directo del escritor de historias con los he- chos relatados12. Con anterioridad a este periodo, los principios generales de la disciplina en lo relacionado a la forma de concebir la verdad eran, seguin Mignolo, de indole pragmatica, otorgando gran importancia al historiador y al fin de la historia13. De modo que el valor de verdad del conocimiento historiografico dependia de la reuni6n de determinadas condiciones por parte del historiador (ser letrado, hombre sabio, etc6teral4) y de las metas perseguidas a trav6s del texto (ensefiar a bien vivir, etc6teral5). Pero las ideas que se opongan a las concepciones dominantes sobre el buen vivir no podran ser consideradas verdaderas; por ello, tiene raz6n Mignolo cuando dice que el respaldo epistemol6gico de la historia no se encuentra en la palabra del sabio, sino en el poderl6. Es decir que al llegar al coraz6n mismo de los mecanismos de legitimaci6n de la verdad hist6rica nos hemos encontrado con una noci6n de verdad que puede parafrasearse mas o menos asi: "s6lo es verdadero aquello que repite lo que mi cultura o mi episteme consideran como verdadero." Lo cual plantea ciertas contradicciones en la histo- riograffa indiana: por un lado, la obligaci6n de transmitir un saber ya establecido, por otro, la necesidad de aportar un nuevo saber (que no es repetici6n del que ya se encuentra almacenado)17. Los expedicionarios de Indias se encontraban precisamente en esta si- tuaci6n: la de encontrar una suerte de compromiso entre los requi- sitos historiograficos para la legitimaci6n de su discurso y las rea- lidades nuevas que no encajaban en el imaginario de la episteme europea de los siglos XVI y XVII18 (formado por el corpus ya existente de escritos sobre tierras ignotas -Plinio, Marco Polo, en- tre otrosl9). La Argentina tambi6n registra la coexistencia de la reducci6n de lo Otro a lo conocido con la necesidad de aportar datos nuevos que enriquezcan el acervo cognitivo de su 6poca.

La verdad y el inter6s de los conocimientos provistos por su poe- ma/historia, eran cosas que, a juzgar por lo dicho en la dedicatoria, Barco Centenera daba por garantidas. Lo cual surge de la primera

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octava real del poema, donde invoca a Apolo (a la manera 6pica cIa- sica) en solicitud de

Ayuda con que pueda aquf sin dolo Al mundo publicar en nueva historia De cosas admirables la memoria (1). (6nfasis mifo)20

Puede decirse que la veracidad ("sin dolo") del nuevo conoci- miento ("nueva historia") sobre "cosas admirables" esta basada, co- mo nos enteramos por otra estrofa, en las siguientes fuentes de in- formaci6n

Tratar tengo tambi6n de succedidos Y estraffos casos que iva yo notando, De vista muchos son, otro oydos, Que vine a descubrir yo preguntando, De personas me fueron referidos, A quien communicava, conversando De cosas admirables, cobdicioso Saber por escrivirlas desseoso (lv.). (6nfasis mfo)

Las fuentes donde obtiene informaci6n para su historia son, en- tonces, fundamentalmente dos: la experiencia personal como testi- go presencial y la relaci6n hecha por testigos de hechos que 61 no pudo observar directamente. Segidn la clasificaci6n del valor de las fuentes para la historiograffa indiana que propone Mignolo21, las dos esgrimidas por el arcediano son las de mayor confiabilidad. En esto el autor, al igual que Ercilla en su Araucana, no cede la dere- cha a nadie: 61 estaba alli cuando ocurrieron los hechos; y si no es- tuvo, el testimonio obtenido ha sido el mas fresco y el mas confiable. El problema de las fuentes ni siquiera lo plantea cuando se trata de la informaci6n sobre el descubrimiento y primeros viajes de espa- fioles al Rfo de la Plata: alli pasa directamente a referirnos su ver- si6n de los hechos. Lo mismo hace cuando refiere lo que, segun 61, es la historia de los origenes de los indios de la regi6n platense. Es- ta larga relaci6n de hechos, a todas luces inventados por 61, se prolonga desde las paginas 2 a 7. La apelaci6n constante a la seme- janza y a la asimilaci6n del Otro a lo conocido lo Ileva a postular un origen biblico primero, y espaflol despu6s, de los indios Tupies. Mas concretamente, el origen geografico de los Tupies es Extrema- dura, de donde habrian sido expulsados por los Ricinos Trujilla- nos, habida cuenta de su natural salvaje y canibal (2v.). Entre otras curiosidades etnograficas e hist6ricas, puede mencionarse la atri- buci6n a los Guaranfes de un supuesto origen Caribe (5). No confor- me con ello, Barco Centenera provee una etimologia latino/guarani para esta palabra

Que si mirar aquesto bien queremos, Carybe dize y buena sepultura De carne, que en Latin caro sabemos,

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Que carne significa en la letura Y en lengua Guarani dezir podemos, Tby, que significa compostura De tierra, do se encierra humana, Carybe es esta gente tan tirana (5).

De modo que estos seres absolutamente extraflos para un euro- peo, tanto desde el punto de vista de la apariencia ffsica como de los usos y costumbres culturales, son provistos rapidamente de una historia que los liga a la "historia universal" (que no es otra cosa que la historia que tiene a Europa como agente hist6rico privilegia- do); mas aun, nos ofrece explicaciones etimol6gicas que esclarecen el "verdadero" sentido de los nombres de las etnias vernaculas. Mas adelante, en los cantos II y III (8v.-23v.), se completa la estrategia de reorganizaci6n de la realidad (nueva) percibida, mediante la descripci6n de la geograffa, de la fauna y de la flora de la regi6n.

La multitud de plantas y animales desconocidos ponen al euro- peo observador ante un mundo que no comprende cabalmente, un universo que, como decfa J. Ortega, excede las posibilidades de cla- sificaci6n y organizaci6n de que disponian la cultura y la episteme a las que pertenecia. De ahi que no sea extranio que Barco Centene- ra afirme haber visto a las sirenas22

La Syrena tambien bella y hermosa, Como una bella dama aparescido, En medio esta laguna y aun gemiendo Y sus doradas crines desparziendo (21).

Otros prodigios son tambi6n registrados en las estrofas del poema/historia. El mas extravagante, creo, es el de los gusanos que primero se convierten en mariposas para luego, mediante una me- tamorfosis digna de Ovidio, transformarse en ratones:

Mas yendo ya la cafia madurando Un gusano se engendra dentro y cria, Y al cafauto el gusano hora dando A fuera mariposa parecia, Con las alas comienva de yr bolando, Y por tiempo las pierde y queda hecho, De forma de raton hecho y derecho (22v.).

El carbunclo, animal mitol6gico, fue tambi6n encontrado en Am6rica por el arcediano

Y no lexos de aqui por propios ojos El Carbunclo animal vezes he visto, Ninguno me lo juzque por antojos, Que por cagar alguno anduve listo, Mil penas padeci, y mil enojos, En seguimiento del, mas quem bien quisto, Y rico, y venturoso se hallara Aquel que Anagpitan23 vivo cagara (21v.).

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En suma, todos los prodigios que este europeo ve en Am6rica ya estaban en los libros y discursos que forman el reservorio de conoci- mientos sobre las tierras ignotas o por conocer. La labor interpreta- tiva, la mediaci6n entre la realidad observada y el lector del texto, deforma los hechos para adaptarlos a los patrones conocidos, a los parametros culturales disponibles24. Lo cual no quiere decir que el observador europeo falseara concientemente la realidad percibida; lo que tenemos aqui es, mas bien, un sujeto cognoscente que 'lee" en la realidad lo que las restricciones e imposiciones de su formato cognitivo le permiten. En otras palabras, Barco Centenera participa de una episteme, es parte de una cultura y, sobre todo, de una comunidad interpretativa que predispone a sus integrantes a interpretar el mundo de una manera determinada; y s6lo una. Pa- ra el hombre culto del renacimiento, todos los prodigios que se re- fieren en el texto eran posibles. No s6lo eran aceptados como parte de ciertos g6neros literarios como la epica (al menos la basada en Ariosto), sino que eran condimento natural de textos que la episte- me de su epoca reputaba cientificos (la Historia naturalis de Plinio) o hist6ricamente confiables (como la Historia rerum ubique gesta- rum, de Enea Silvio Piccolomini)25.

El acto de nombrar, tanto los elementos geograficos como los del reino animal, dramatiza el conflicto de la representaci6n de la alteridad en La Argentina. Ante la limitacion de l6xico para dar cuenta de animales que no existian en Europa, uno de los recursos que el arcediano emplea es el de asignarles nombres europeos26. En algunos casos esta decisi6n es comprensible, ya que Ilamar avestruz al fiandu' (16v.), dada la similitud entre los dos terminos de la comparaci6n implicita, le permitia al lector europeo compren- der mAs o menos c6mo era este uiltimo. Pero cuando se trata de fe- linos tan diferentes al tigre (como lo son los que poblaban y pueblan las regiones platenses- 18), este recurso ya comienza a deformar exageradamente la realidad. La imprecisi6n es de similar calibre cuando se designa como "neblies" y "falcones" (16v.) a algunas aves de presa americanas. La discrepancia entre el arsenal lexico-con- ceptual y la realidad descripta es, en estos casos, considerable.

Por su parte, la historia ap6crifa de los origenes europeos de los indigenas de la regi6n funcionaba como un mecanismo para en- frentar y domesticar esa alteridad que representaba el indigena pa- ra el europeo. El pasaje sobre los "caribes" no es la unica ocasi6n en que el texto aborda el desciframiento y neutralizaci6n del ser hu- mano americano, el radicalmente Otro.

Los charruias eran una de las etnias que poblaban las tierras de lo que hoy es el Uruguay. Como veremos, la forma en que el poema los representa tiene puntos de contacto con el modo de presentaci6n de las otras etnias de la regi6n. Estos aborigenes aparecen repetida- mente en el texto desde el canto X al canto XIII inclusive. Los fre-

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cuentes enfrentamientos entre ellos y el invasor espafiol son relata- dos con lujo de detalles por el arcediano. He aquf su descripci6n:

La gente que aqui habita en esta parte Charruahas se dizen de gran brio, A quien ha repartido el fiero Marte Su fue' a, su valor, y podeio, Lleva entre esta gente el estandarte, Delante del Cacique ques su tio, Abayuba mancebo muy loqano, Y el Cacique se nombra Vapicano.

Es gente muy crecida y animosa, Empero sin labranga y sementera, En guerras y batallas belicosa, Osada y atrevida en gran manera, En siendoles la parte ya enfadosa Do viven la desechan, que de estera La casa solamente es fabricada, Y assi presto do quieren es mudada (75).

Lo primero que salta a la vista es la imprecisi6n en la atribu- ci6n del nombre, que sin Ilegar a los grados de deformaci6n que al- canzara Fernandez de Oviedo (que los llam6 "acroas"27), revela una cierta discrepancia con la fonetica del nombre hoy general- mente aceptada. En el resto del poema el nombre registra leves va- riantes, cuando se los llama "Chauarria" (114v. y 115), o cuando es usado en plural (por ejemplo: "Charruahaes", p. 76). La falta de co- herencia en la nominaci6n, el descuido en la reproducci6n foneti- ca, son fen6menos que se dan invariablemente entre los cronistas primitivos de Indias. La vacilaci6n que se registra en la bu'squeda de una reproducci6n fonetica es comuin a todos ellos28.

Lo que su horizonte ideol6gico s1 le permitfa percibir (ya que no tenia otro remedio, dados los constantes ataques a que se vei'an so- metidos los espafloles) era el espiritu bravio de los charruias. La proliferaci6n de adjetivos alusivos al valor de estos (gente "animo- sa", "belicosa") y la menci6n explicita de su "fuerqa, su valor, y po- derio", asi lo atestiguan. Es razonable suponer, ademas, que la exaltaci6n de las dotes del enemigo suele contribuir a enaltercer la victoria del vencedor (a este respecto viene al caso recordar la exa- gerada descripci6n de las excepcionales dotes fisicas de los cha- rruas -en p75v.-, donde se afirma que eran tan veloces que alcan- zaban a los venados a la carrera). Cabe sefialar aqui que este proce- dimiento se encuentra tambien en Ercilla. En su intento por pre- sentar a un enemigo formidable, de altas dotes guerreras, el autor de La Argentina construye unos charruias protegidos por Marte. Esta alusi6n a la mitologfa greco-latina es un recurso que ya apare- cia tambien en La Araucana, donde la conducta de los guerreros del Arauco se identificaba claramente con la de los heroes y dioses epicos de la antiguedad. Que el modelo de la 6pica del arauco ilu-

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minaba la construcci6n del poema rioplatense, es evidente en el pa- saje que relata una batalla entre los hombres de Capicano y los de Ortiz de Zarate (desde la pagina 78v. en adelante), ya que esta clara- mente basado en la forma de presentaci6n (de combates individua- les, donde se refieren tanto los nombres de los combatientes como los detalles y pormenores de su puja) escogida por Ercilla, que a su vez la tomaba de los modelos clasicos de la epica.

Un detalle que conspira contra la verosimilitud de la narraci6n de las escenas belicas, es la absoluta certeza del arcediano en lo que respecta a los nombres de los combatientes charruias. Porque uno se pregunta de d6nde (y c6mo) le viene tanta familiaridad con un enemigo que ni siquiera hablaba la lingua franca de la regi6n (el guarani). Por otro lado, debe tenerse en cuenta que el corpus de la literatura colonial latinoamericana nos ofrece abundante evidencia de la dureza de oido exhibida por los espafioles, al menos cuando se trataba de descifrar lo que los nativos les comunicaban. Dureza au- ditiva de la que el propio Barco Centenera es un buen ejemplo cuan- do se trata de nombrar seres y objetos americanos. Por ejemplo, cuando intenta reproducir la fonetica de la voz indigena "Uru- guay": s6lo le sale "Vruay" (86) o "Vruaig" (103v). Por ello, que cada guerrero indio tenga su nombre propio parece menos consecuencia de la privilegiada informaci6n del cronista que de la necesidad es- t6tica de copiar el modelo establecido por Ercilla (que tambi6n daba nombre a todos los guerreros araucanos). Lo que revela este pro- cedimiento, en todo caso, es la asombrosa soltura de cuerpo con que el arcediano se convence de que sabe y conoce, de que describe y na- rra con total apego a la verdad. No pretendo proveer aqui definici6n alguna de la noci6n o el valor de "verdad"; pero si intento setlalar que existen suficientes razones para sospechar que los guerreros charruias no eran necesariamente portadores de los nombres que Barco Centenera les asignara, y que las batallas no tienen por que haberse desarrollado tal y c6mo el texto lo proclama.

Las observaciones hechas respecto a la forma de presentaci6n del Otro (ya sea 6ste geografico, animal o humano) en el texto, con- ducen todas a la conclusi6n de que la narrativa del mismo es, mas que una descripci6n, una interpretaci6n29. Lo destacable aqul es el caracter construido que exhiben tanto la historia que nos ocupa, como la clase de textos que la incluye. Ya que la interpretaci6n es una mediaci6n, es algo que el productor de discursos aporta de su coleto y que, por cierto, no figuraba en la realidad exterior que moti- va el antedicho discurso. Desde esta perspectiva, el objeto de la his- toriografia, como el de cualquier formaci6n discursiva o disciplina, es un constructo; algo provisto y creado por la propia disciplina.

La operaci6n cognitiva realizada por el historiador incluye, en- tonces, datos obtenidos de la realidad que son comprobables empi- ricamente (como el nomadismo de los charruias, referido en una de las estrofas citadas in toto), y sus propias elucubraciones sobre lo

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que debe ser el objeto de estudio de su disciplina. De ahl que deter- minados datos de la realidad descripta por el arcediano degeneren en esa pieza uinica de la teratologia universal que son los gusanos- mariposas-ratones. De ahi, tambi6n, que un rasgo real de los cha- rruas, su velocidad al correr, se transforme mediante su hiperboli- zaci6n:

Tan sueltos y ligeros son que alcan9an Corriendo porlos campos los venadoe, Tras fuertes abestruzes se avalangan, Hasta de ellos se ver apoderados (75v.) (6nfasis mfo)

Entre otros datos que no han podido comprobarse, puede recor- darse aquel que atribuye a los charruias ciertas practicas sanguina- rias; sin embargo, existen versiones de otros cronistas espafioles que discrepan con esta caracterizaci6n:

Captiva uno esta gente pemiciosa, Y sancanle los ojos, pies, y manos, Le cortan con malvada y cruel crudeza, Y dizen questa vino gran grandeza (115v.).

N6tese el detalle macabro de la satisfacci6n final de los cha- rruas despues de haber llevado a cabo las mutilaciones que refiere. Sutmese a esto la utilizaci6n de los vocablos "malvada y cruel cru- deza', y tendremos la imagen viva de un pueblo sanguinario. Sin embargo, la construcci6n del charrua como Otro es un proceso complejo, que exhibe sistemAticamente una dialectica entre, por un lado, descripci6n ajustada a datos empiricos (-benevolencia y buen trato para los cautivos- p.86, -autoflagelaci6n por la muerte de un familiar- p.76), y, por otro, creaci6n e interpretaci6n (de otros da- tos) desde los fundamentos epist6micos de la comunidad interpre- tativa del arcediano. Una dial6ctica que dramatiza una vez mAs las relaciones entre representaci6n e ideologia; porque desde la pers- pectiva que he escogido, la representaci6n del sujeto colonial (el in- dio, el otro) se hace por medio de uno o varios de los que se ha dado en Ilamar lenguajes prestados (que pueden ser, seguin los casos, la ciencia, la historiografia, la etnografia, etc6tera)30. A trav6s de estos, especialmente del discurso historiografico, es que vemos to- mar forma al referente "charruias" (que ocupa el lugar correspon- diente al elemento inferior en la escala jerarquica binaria o logo- c6ntrica3l). En vista de la naturaleza del proceso de construcci6n aludido, es licito preguntarse aqui sobre los mecanismos mediante los cuales el referente es denotado o referido por el texto; o sea: de que manera desde este se construye al Otro.

De las diversas formas de plantear el problema de la referen- cia, he escogido la de Strawson32, que permite analizar el contexto pragmAtico de la emisi6n, y que ha inspirado posteriores aproxi- maciones al problema de la referencia. Me parecen especialmente uitiles aquellas que provienen del campo de los estudios literarios,

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como la de Franqoise Meltzer, quien propone (partiendo del marco ofrecido por Frege) la noci6n de "referente cognitivo"33, el cual no requiere comprobaci6n extensional; y la propuesta de Anna White- side, que dice que la referencia no es inmutable, que varia segu'n el contexto en que se emitan y/o reciban las expresiones34; en suma, que todo puede ser referido, siempre que se lo haga en el contexto adecuado35.

Para resumir, digamos que bajo el presupuesto de que no son las expresiones sino las personas las que refieren, los autores cita- dos incorporan al receptor como parte integrante del proceso (o ac- to, como prefiere Lewis) de referir36. A los efectos del presente trabajo, la importancia del contexto y del papel del lector al decodifi- car el texto, son fundamentales. Porque son los elementos que nos permiten aceptar, desde una episteme completamente diferente a la de Barco Centenera y sus lectores, la evidente credibilidad asig- nada por estos uiltimos al discurso del archidiacono. Los prodigios descriptos, las referencias impregnadas de preconceptos sobre los indios y tantas otras cosas que nos chocan como lectores del siglo XX, no s6lo no eran increi'bles para el pu'blico europeo renacentista, sino que eran la verdad. Una verdad decretada de antemano, con prescindencia de la evidencia factual que pudiera recogerse en el lugar descripto. No era verosimil para un europeo culto que las tie- rras amencanas no estuvieran plagadas de monstruos y adefesios, que los indigenas no fueran salvajes, etc6tera37. De modo que el referente "Am6rica", o el referente "charrdas"38 no son objetiva o absolutamente (independientemente del contexto de producci6n y recepci6n) verdaderos o falsos; son verdaderos para alguien, son falsos para otro alguien. Para el espafiol que lela a Barco Centene- ra alla por 1602 su descripcion del Rio de la Plata era el Rfo de la Plata, su version de los charruias eran los charruias. El referente "charruas" era, para el observador europeo, el creado por ese acto referencial que nos ocupa: La Argentina.

NOTAS

1. Martfn del Barco Centenera, La Argentina y conquista del RIo de la Plata. con otros acaecimientos de los Reynos del Pera,Tucumdn, y estado del Bra- sil, Lisboa: Pedro Crasbeck, 1602. Este poema epico provee una historia de la regi6n del Plata, una detallada relaci6n de los eventos ocurridos durante la expedici6n de Ortiz de Zarate, al mismo tiempo que narra diversos sucesos que nada tienen que ver con el supuesto tema principal; por ejemplo, las andanzas del pirata ingles Drake. Limitar6 mi analisis del texto a aque- Ilos pasajes del mismo en que se refiere la historia de la regi6n y a los capi- tulos en que se narran los combates con los indfgenas pobladores del Uru- guay. En adelanle, cada vez que se cite este texto, se indicara tan s6lo el nil- mero de pAgina.

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2. Segdn Mignolo, 6sto "significa suponer que tanto el productor (o el autor) es- cribe su texto respondiendo a un horizonte de expectativas de su audiencia; como que la audiencia interpreta el texto en cuesti6n sobre el horizonte de expectativas que el texto orienta por la clase a la cual pertenece. La clasifi- caci6n de textos depende, por lo tanto, de la cultura y, al ser asf, hace ociosa la tarea del estudioso que intente definir clases de textos o g6neros, puesto que las clases estan ya definidas en la cultura". Walter Mignolo, 'El meta- texto historiografico y la historiograffa indiana", MLN, 96 (1981) pAg. 360. Esta adscripci6n, este orden, son consecuencia de lo que podrfamos liamar condiciones de producci6n de conocimiento en una cultura en un momento determinado. Para abreviar, defmiremos tales condiciones como episteme, que segdn Foucault es el sistema global que hace posible la existencia y practica de las disciplinas que son las encargadas de ejercer la funci6n po- licial sobre la producci6n discursiva (son el medio por el cual las reglas de producci6n discursiva se reactualizan y se retransmiten). Michel Foucault, Las palabras y las cosas. Trad. Elsa Cecilia Frost, Mexico: Siglo XXI, 1985, [1968], pag. 7.

3. Para una descripci6n de los textos historiograficos de Indias ver: Mignolo. "El metatexto historiogrAfico ..." pp. 361-362.

4. Su influencia sobre Barco Centenera ha sido sefialada, entre otros, por: Ber- nardo Canal Feij6o. "La 6poca colonial. Del Renacimiento al Barroco", Historia de la Literatura Argentina. 1. Desde la Colonia hasta el Romanti- cismo. Buenos Aires: Centro Editor de Am6rica Latina, 1984, pag. 131; Al- fred Coester. The Literary History of Spanish America, New York: The Macmillan Company, 1938, [1916], pp. 16-17; Ricardo Rojas. Obras. Tomo X. La literatura argentina. Los coloniales I, pp. 194-201; Pedro de Angelis. "Discurso preliminar a la Argentina de D. Martfn del Barco Centenera'. Colecci6n de Obras y Documentos relativos a la Historia Antigua y Moder- na de las Provincias del Rio de la Plata, Buenos Aires: Librerfa Nacional de J. Lajouane & Cia., 1910, [2a edici6n], II.

5. "Consta La Argentina de XXVIII 'cantos', que bien pudi6ramos Ilamarles capftulos, dado lo prosaico de su dicci6n". Rojas. pag. 212.

6. Lo mismo puede hacerse (todavfa con mas raz6n) con respecto a las Elegias de varones ilustres de Juan de Castellanos, interminable sucesi6n sin plan de prosaicas octavas reales.

7. Para un panorama bastante completo de la producci6n crftica sobre la 6pica escrita en castellano ver: Frank Pierce. La poesia 6pica del Siglo de Oro, Madrid: Gredos, 1968, [2a edici6n], especialmente las paginas 31-51.

8. Por ejemplo, Rojas, reflexionando sobre los pasajes que nada tienen que ver con la historia del Rfo de la Plata (aqu6llos que relatan las aventuras del pi- rata "Draque" y los sucesos referentes al Perd): "Suprimidos ese y otros cantos analogos, se salvarfa la unidad, si no del argumento 6pico, que tal cosa no existe, al menos la del ambiente hist6rico y geografico de la con- quista argentina, que hacen vivir para nosotros el nombre de su autor y el texto claudicante de aquella mala cr6nica rimada". Rojas. pag. 216. En otro pasaje, el mismo crftico concluye que "no se trata de un verdadero poema, ni siquiera de un verdadero romance rimado con plan inteligente, dotado de protagonista, fAbula y desenlace. El azar parece haber sido la musa del ar- cediano, asf en el arte como en la vida". Rojas. pag. 215.

9. Sin nuimero de pagina en la edici6n original.

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10. Sin nidmero de pagina en la edici6n original. Cabe notar aquf el posiciona- miento del hablante, que se percibe a sf mismo como portador de un conoci- miento nuevo que merece ser difundido por el mundo. Mas adelante en este trabajo veremos que esa posici6n de enunciaci6n (compartida por la mayo- rfa de los visitantes europeos) identifica al mundo con Europa.

11. Sin nimero de pagina en la edici6n original. 12. Mignolo. 'El metatexto historiografico ...n pp. 386-390. En uno de los textos

coloniales fundamentales, se explicita este criterio: "diremos lo que en aquellos tiempos nos hallamos ser verdad, como testigos de vista, e no esta- remos hablando las contrariedades y falsas relaciones (como decimos) de los que escribieron de ofdas, pues sabemos que la verdad es cosa sagrada". Bernal Dfaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espafia. Ed. Miguel Le6n-Portilla, Madrid: Historia 16, 1984, pag. 110.

13. Mignolo. "El metatexto historiografico ...n pag. 369. 14. Mignolo. "El metatexto historiografico ...n pag. 370. 15. Mignolo. 'El metatexto historiogrAfico ..n pag. 369. 16. Mignolo. "El metatexto historiografico ... pp. 369-370. 17. Mignolo. 'El metatexto historiografico ...n pag. 388. 18. Julio Ortega habla de "discursos de registro y clasificaci6n" que practican

una conversi6n de lo diverso a lo semejante, cuyas posibilidades de nomi- naci6n son excedidas por los objetos que se pretende describir; por lo tanto, el sujeto de discurso debera operar como mediador entre el objeto y la episteme a la que pertenece. La mediaci6n operada por el int6rprete o por el texto con- siste fundamentalmente en armonizar lo nuevo con lo ya existente, lo igno- to con lo conocido, con el contexto ideol6gico que estaba en la base de los me- canismos perceptivos y cognitivos de la sociedad europea. Julio Ortega. "Para una teorfa del texto latinoamericano: Col6n, Garcilaso y el discurso de la abundancia", Revista de Crttica Literaria Latinoamericana XIV, 28 (1988), pAg. 101. Para un enfoque similar, ver: Beatriz Pastor. Discursos narrativos de la Conquista: mitificaci6n y emergencia, New H: Ediciones del Norte, 1988, [1983], pag. 4, donde se habla de discursos de verificaci6n (6). Esta caracterizaci6n de la actitud gnoseol6gica del sujeto discursivo eu- ropeo con respecto a Am6rica puede rastrearse, incluso hasta Alfonso Reyes, que llegaba al punto de considerar al nuevo continente como una creaci6n de Europa. Su enfoque, a diferencia del de Pastor, estaba casi despojado de un sesgo crftico hacia la operaci6n gnoseol6gica antedicha y era, parcial- mente, celebratorio de la "creaci6n" de Am6rica por parte de Europa; ver: Alfonso Reyes, Ultima Tule, Mexico: Imprenta Universitaria, 1942, espe- cialmente paginas 10, 16, 37, 65. La preexistencia del constructo Am6rica, para el observador europeo, es la tesis que preside uno de los trabajos de Edmundo O' Gorman. La invenci6n de America, M6xico: Fondo de Cul- tura, 1958, e informa algunos pasajes de: Enrique Pupo-Walker. La voca- ci6n literaria del pensamiento hist6rico en Am6rica. Desarrollo de la prosa de ficci6n: siglos XVI, XVII, XVIIIy XlX, Madrid: Gredos, 1982, pp. 38-64; tambi6n es destacada por Angel Rosenblat, quien a su vez refiere a otros autores que han sefialado la actitud del europeo de verificar mas que "des- cubrir" el Nuevo Mundo: "Dice hoy Levy-Strauss: 'Los espafioles no salie- ron tanto a adquirir nuevos conocimientos como a comprobar antiguas creencias'"; ver: Angel Rosenblat. Los conquistadores y su lengua, Cara- cas: Universidad Central de Venezuela, 1977, pag. 160. Otro autor que afir- ma que el europeo clasific6 (de acuerdo a un sistema preexistente) antes de

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ver, es: Anthony Pagden. The Fall of Natural Man. The American Indian and the Origins of Comparative Ethnology, Cambridge: Cambridge Univ- ersity Press, 1982, pp. 2, 10, 11.

19. Sobre las fuentes librescas de Col6n y los primeros exploradores del conti- nente, que postulaban la forma y funcionamiento de las tierras ignotas, pueden citarse, ademas del trabajo de Pastor, los de Alfonso Reyes y Rosen- blat: Reyes. pp. 58-65; Rosenblat. pp. 141-151.

20. N6tese de paso que la estrofa da una primera pista sobre qui6nes eran los pO- sibles destinatarios de su mensaje. Es "al mundo" que la historia se va a hacer piiblica; a todos los lectores del mundo esta destinada, lo cual en su discurso, equivale decir "a Europa".

21. Mignolo. "El metatexto historiografico ...", pag. 377, donde enumera las di- ferentes fuentes de informaci6n y su valor de verdad, basandose para la elaboraci6n de este cuadro en el metatexto historiogrAfico de la historiogra- ffa indiana: 1) acceso directo a la informaci6n (en su condici6n de testigo presencial o de agente); 2) acceso indirecto-inmediato (tanto aqu6llos que han vivido en Indias en un momento posterior a aqu6l en que ocurrieron los sucesos referidos, como aqu6llos que vivian en Espafia contemporanea- mente a los hechos); 3) acceso indirecto-mediato (escritos desde Espania en un momento posterior al de los sucesos narrados). Entre otros autores, tam- bi6n Hernandez SAnchez-Barba destaca la importancia fundamental de la experiencia personal, de la participaci6n directa en los sucesos relatados, para la legitimaci6n del discurso de los primeros cronistas de Indias: Mario HernAndez SAnchez-Barba. Historia y literatura en Hispanoam6ri- ca (1492-1820), Madrid: Castalia/Fundaci6n Juan March, 1978, pp. 31-32, 47, 52,58.

22. Cabe recordar que un siglo antes que 61, tambi6n Col6n habfa avistado va- rios ejemplares del mismo animal mitol6gico. Crist6bal Col6n. Los cuatro viajes del Almirante y su testamento, Madrid: Espasa Calpe, 1982, pAg. 124.

23. Anagpitan es, segdn el autor, el nombre que le dan al carbunclo los guara- nIes: "diablo que reluze como fuego" (21v.).

24. Sobre la deformaci6n de la realidad por medio de los recursos de identifica- ci6n y verificaci6n, ver: Pastor. pp. 6-7.

25. A este respecto ver: Pastor. pp. 7-18. Es la "fAbula" que 'se interpone", segtdn Alfonso Reyes, dando como resultado una representaci6n en la que "las vi- siones fabulosas [ocupan] muchas veces el lugar de las realidades". Ver: Reyes. pAg. 62. La poblaci6n de monstruos de las tierras inc6gnitas, segidn gran parte de los estudiosos, vivfan "en la fantasia popular de toda Europa". Ver Rosenblat. pag. 148.

26. Recurso que aparece por primera vez en el Diario del Almirante, paradig- ma de los textos coloniales de origen europeo. Como podra verse en los si- guientes casos, en los cuales se registra el constante recurso a la geograffa europea para explicar o describir la americana. Cuando describe arboledas, no encuentra mejor soluci6n que apelar al paisaje andaluz "... en toda la isla son todos verdes y los hierbas como en el abril en el Andalucia", pAg. 43. 0 cuando trata de dar una idea de la tempreratura ambiente ... antes to- do el dia hace calor y las noches temperadas como en mayo en Espania en el Andalucfa", pAg. 45. El sujeto discursivo se enfrenta a una realidad topo- grafica nueva que no puede describir si no es con la ayuda de lo ya conocido. Este rasgo del texto de Col6n es sefialado, aunque no invoca los ejemplos citados mas arriba por Jitrik: Jitrik. pp. 125-128.

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27. Gonzalo Fernandez de Oviedo. Historia General y Natural de las Indias, Madrid: Biblioteca de Autores Espaholes, 1959, [1535-1547], pag. 372.

28. Con respecto a la diversidad de graffas con que el primero de los visitantes europeos (Col6n) intentaba dar cuenta de la nueva realidad que se le presen- taba, puede verse: Ram6n Men6ndez Pidal, La lengua de Crist6bal Col6n, Madrid: Espasa Calpe, 1968, 5a edici6n, pp. 9-46. Las vacilaciones se de- bfan, presumiblemente, a las dificultades de reproducir foneticamente una serie de sonidos que no eran 'normales' para el hablante de una lengua ro- mance (europea); en el caso de los cronistas, que debfan transcribir esos so- nidos 'nuevos" con su propio sistema de transcripci6n (a traves del alfabeto latino), la situaci6n se agrava. De ahf la falta de correspondencia entre las transcripciones de los cronistas y la forma en que los indfgenas pronuncia- ban los vocablos.

29. Al respecto, puede verse: Hayden White. 'Interpretation in History" Tropics of Discourse, Baltimore & London: The Johns Hopkins University Press, 1978, pag. 51. Ver tambi6n: Lionel Gossman. 'History and Litera- ture. Reproduction or Signification", The Writing of History, Eds. Robert H. Canary and Henry Kozicki, Madison: The University of Wisconsin Press, 1978, pag. 27.

30. Sobre la representaci6n del sujeto colonial a trav6s de lenguajes prestados, ver: Iris M. Zavala, 'Representing the Colonial Subject" ReIDiscovering Colonial Writing. Hispanic Issues 4, Eds, R. Jara and N. Spadaccini, Min- neapolis: The Prisma Institute, 1989, especialmente las paginas 332-333.

31. Sobre el papel de las relaciones jerarquicas binarias en la construcci6n del Otro americano en general, v6ase: Adorno "El sujeto colonial ..." en espe- cial, p$gina 62.

32. Una de esas formas, la tradicional dentro del campo de la filosoffa analfti- ca y la semantica filos6fica, es la de establecer valores de verdad segdn la existencia extensional o no del objeto referido por la proposici6n. Los traba- jos clasicos en este campo son los de Frege (Gottlob Frege. "Sobre el sentido y la denotaci6n', Semdntica filos6fica: problemas y discusiones Ed. Thomas Moro Simpson, Trad. Eduardo Rabossi y Eugenio Bulygin, Buenos Aires: Siglo XXI, 1973, pp. 3-27); Russell (Bertrand Russell. "Sobre el denotar', Se- mdntica filos6fica: pro blemas y discusiones, Ed. Thomas Moro Simpson, Trad. Thomas M. Simpson y Nestor Mfguez, Buenos Aires: Siglo XXI, 1973, pp. 29-48); y Strawson (Peter F. Strawson. "Sobre el referir", Semdntica filo- s6fica: problemas y discusiones Ed. Thomas Moro Simpson, Trad. Eduardo Rabossi, Buenos Aires: Siglo XXI, 1973, pp. 57-86). Los dos primeros, aunque desde posiciones 16gicas divergentes, establecen un criterio en el que ambos coinciden: no hay proposici6n verdadera si no hay en el mundo un objeto al que se refiera. De modo que estos dos autores ponen el 6nfasis en el objeto re- ferido y no, como lo harA Strawson, en la dimensi6n pragmatica del acto de referir. Este t1ltimo sefiala que no es demasiado fructIfero preguntarse a que persona o que objeto se refiere una expresi6n determinada, si no tene- mos en cuenta los usos posibles de esa expresi6n: 'La expresi6n "yo" puede ser usada correctamente por una persona cualquiera (y s6lo por ella) para referirse a sf misma. Decir esto es decir algo sobre la expresi6n "yo": es, en cierto sentido, dar su significado. Este es el tipo de cosas que pueden decirse acerca de expresiones. Pero no tiene sentido decir de la expresion "yo" que se refiere a una persona particular. Este es el tipo de cosa que solamente pue- de ser dicha de un uso particular de una expresi6nn; ver: Strawson. pag. 65.

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33. El referente cognitivo, producto de la actividad discursiva, es presentado por la autora de este modo: "The person who regard the sentence about Odysseus as either true or false is attributing a nominatum to the name 'Odysseus', but cannot, in Frege's view, ascertain truth-value. In other words, because fiction has no nominata, it is incapable of signifying truth. But the person reading the sentence about Odysseus clearly understands to whom the name 'Odysseus' refers, creating what we may call a 'cognitive nominatum'". Franqoise Meltzer. 'Renaming in Literature. Faces of the Moon", On Re- ferring in Literature, Eds. Anna Whiteside and Michael Issacharoff, Bloomington and Indianapolis: Indiana University Press, 1987; una no- ci6n que tiene cierto parentesco con algunas ya manejadas en este trabajo especialmente aquella que postula que lo "verdadero" (en tanto objeto de co- nocimiento) no se identifica a sI mismo como "presencia" (independiente de toda elaboraci6n por parte del observador) sino como producto (es decir, como resultado de un proceso que lo construye, mas que lo "descubre"); pa- rafrasis de Thomas E. Lewis. 'Notes toward a Theory of the Referent', PMLA 94, 3 (May 1979) pag. 461.

34. Anna Whiteside. "Theories of Reference", On Referring in Literature, Eds. Anna Whiteside and Michael Issacharoff, Bloomington and Indiana- polis: Indiana University Press, 1987, pdg. 201.

35. "All can be referred to, providing we have the necessary context, in the make-believe mode (just as all qualities can be referred to in a non-fic- tional mode by our speaking about them)". Whiteside. pAg. 200. Si bien estas afirmaciones son hechas desde una perspectiva que tiene en cuenta princi- palmente a los discursos ficcionales, desde estas paginas se pretende hacer- las valer tambi6n para los discursos no-ficcionales o serios (en la termino- logfa de Searle: John Searle. "The Logical Status of Fictional Discourse", New Literary History 6 (1975) pp. 619-632.

36. Thomas E. Lewis. "The Referential Act", On Referring in Literature, Eds. Anna Whiteside and Michael Issacharoff, Bloomington and Indianapolis: Indiana University Press, 1987. Whiteside habla de una tensi6n que produ- ce la dial6ctica entre texto y lector (Whiteside 203); Meltzer la presupone cuando postula el "referente cognitivo". Y como es evidente, en este trabajo se sostienen posiciones similares.

37. El europeo letrado era el receptor ideal del arcediano. Segidn Jan Mohamed, existirfan dos grandes etapas en las practicas imperialistas: la fase domi- nante (aqu6lla mas temprana en que se conquista y coloniza mediante practicas coercitivas) y la hegem6nica (donde se domina mediante la ac- ci6n de los aparatos ideol6gicos). En la primera, los discursos producidos sobre la colonia por el sujeto europeo estan dirigidos principalmente hacia adentro de su comunidad, hacia el receptor europeo, en la segunda, hacia el sujeto colonizado. Abdul R. Jan Mohamed. "The Economy of Manichean Allegory: The Function of Racial Difference in Colonial Literature", Critical Inquiry 12, 1 (1985), pp. 61-63. Por eso puede decirse que Barco Cen- tenera escribe en una etapa en que su audiencia esperada (su lector impli- cito) era el hombre letrado europeo. De ahf que su texto (de consumo dom6sti- co) sea producido (y est6 parcialmente constituido) para y por ese lector. Tambien Peter Hulme sefiala el alcance dom6stico de los discursos euro- peos sobre el nuevo mundo: Peter Hulme. Colonial Encounters Europe and the Native Caribbean. 1492-1797, London and New York: Methuen, 1986, pag. 7.

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38. Utilizo el entrecomillado para denotar el referente, a pesar de las crIticas de Searle a Russell en el uso de las comillas (John R. Searle. 'Las objeciones de Russell a la teorfa de Frege sobre el sentido y la denotaci6n", Semdntica filos6fica: problemas y discusiones, Ed. Thomas Moro Simpson, Trad. Thomas M. Simpson, Buenos Aires: Siglo XXI, 1973, y de las apreciaciones de Tani (Rub6n Tani. "Fundamentos para una semi6tica filos6fica: Las os- curidades de On Denoting [1905]", Actas de las jornadas de Linguistica del Uruguay, Montevideo: Departamento de Publicaciones, Facultad de Huma- nidades y Ciencias, 1982; con respecto a tal procedimiento, haciendo uso de la libertad que me da el estar produciendo fuera de los lImites epistemol6- gicos requeridos por una investigaci6n enmarcada en el campo de los estu- dios 16gicos o semantico-filos6ficos. Tani entrecomillarfa asf: 'Am6rica', 'charrias' (pag. 262).