katz, friedrich (2004) - la guerra fría en américa latina

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Daniela Spenser Coordinadora ^ de la guerra fría: México, América Central y el Caribe # m /s\ SHE _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ O E M S _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ I— m I MÉXICO 2004

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Page 1: Katz, Friedrich (2004) - La Guerra Fría en América Latina

Daniela Spenser Coordinadora

^ de la

guerra fría:México, América Central y el Caribe

# m /s\S H E _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ O E M S _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ I — m — IMÉXICO 2004

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Esta investigación, arbitrada po r porcs académicos, se privilegia con el aval de la institución cocditora, propietaria de los derechos correspondientes.

C o ed ito res d e la p re sen te edic ión :C e n t r o do In v estig a cio n es y E st u d io s S u pe r io r e s

e n A n t r o p o l o g ía S ocial S ec r e t a r ía d e R e l a c io n e s E x t erio r es M ig u e l Á n g e l P o r r ü a , librero-editor

Primera edición, diciembre del año 2004

© 2004C e n t r o d e In v estig a cio n es y E s t u d io s S u p e r io r e s

e n A n t r o po l o g ía S o cia l

© 2004P or c ara c te rís tic as tipográficas y d e d is e ñ o editorial M iguel Á n g e l P o r r ü a , librero-editorDerechos reservados conforme a la ley ISBN 970-701-557-8

Im a g e n d e la p o rtad a : Dkuta. V icen te R ojo C a m a

IMPRESO EN MÉXICO PRINTE» IN MEXICO

w w w . i i \ n p ( > r r i . u i . < x . > m . m x Amargura 4. San Ángel. Alvaro obregón. 01000 México. D.F.

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/Indice

Agradecimientos 5

Presentación 7

La guerra fría en América Latina Friedrich K a tz ................................. 11

P a r t e INuevos enfoques, nuevas inquisicionesEl lugar del sur global en la conceptualización

de la guerra fría: desarrollo capitalista, revolución social y conflicto geopolítico

Richard S a u ll...............................................................................................................31

Lo que sabemos y lo que deberíamos saber: la nueva relevancia de América Latina en los estudios sobre la guerra fría

Gilbert M. Joseph ........................................................................................................ 67

P a r t e I ILa diplomacia y la política de la guerra fríaLa guerra fría en el mundo periférico:

el caso del régimen autoritario mexicano.La utilidad del anticomunismo discreto

Lorenzo M eyer.............................................................................................................. 95

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Por una guerra fría más templada:México entre el cambio revolucionario y la reacción estadounidense en Guatemala y Cuba

Jürgen Buchenau 1 1 9

Las motivaciones de la política exterior cubanaPiero Gleijeses........................................................... 151

P a r t e IIILa cotidianidad de la guerra fría“¡Cuba sí, yanquis no!”: el saqueo

del Instituto Cultural México-Norteamericano en Morelia, Michoacán, 1961

Eric Zolov.................................................................................................................... 175

A la luz del relámpago: Cuba en octubreAdolfo G illy ............................................................................................................... 215

Mercados rurales, almas revolucionarias y mujeres rebeldes en la Guatemala de la guerra fría

Carlota M cAllister..................................................................................................... 247

P a r t e IVLa transnacionalización de la guerra fríaLa crisis del Caribe: catalizador de la proyección

soviética en América LatinaDaniela Spenser.................................................................................................. 281

Transnacionalizando la “guerra sucia”:,Argentina en Centroamérica

Ariel C. Armony......................................................................................................... 3 1 9

Conclusiones............................................................................................................... 349Bibliografía 359índice analítico 381

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Agradecimientos

E s t e l i b r o no se hubiera podido elaborar sin el esfuerzo de muchas perso­nas e instituciones. El Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social ( c ie s a s ) no desdeñó recursos e imaginación para que la publicación del libro se realizara. Desde la dirección del c ie s a s de Rafael Loyola Díaz y de política científica y formación a cargo de Feman­do Salmerón, pasando por la subdirección de investigación a cargo de Guada­lupe Escamilla, de publicaciones a cargo de Diego García y de difusión a cargo de Gonzalo Maulén, el proyecto, del que el libro es uno de los resul­tados, ha contado con el generoso apoyo.

Gilbert Joseph, profesor de historia y director del Instituto de Estudios de América Latina e Iberia en la Universidad de Yale, estuvo primero detrás de la iniciativa de llevar a cabo el congreso México, América Central y el Caribe durante la guerra fría, en donde el libro se incubó, y luego del libro mismo. A lo largo del proceso, su apoyo personal, de la Universidad de Yale y la invaluable asistencia de Beatriz Riefkohl, administradora del instituto, fueron no sólo económicos sino de estímulo intelectual y cama­radería.

La Secretaría de Relaciones Exteriores, a través del entonces subse­cretario para América Latina, Gustavo Iruegas, y de Mercedes de Vega, directora del Acervo Histórico Diplomático, junto con el equipo que los apoyaba, brindaron un apoyo logístico invaluable para que el congreso se llevara a cabo.

Christian Ostermann, director del Cold War International History Project en Woodrow Wilson Center, Washington D.C., financió a lo largo de 2000 y 2001 la investigación en el archivo de la Dirección de Inves­tigaciones Políticas y Sociales del Archivo General de la Nación. La investigación inspiró la organización y el desarrollo del congreso en 2002 y generó materiales documentales que nutrieron algunos de los trabajos incluidos en este libro.

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6 • DANIELA SPENSER

Adolfo Gilly fue un interlocutor permanente durante la preparación del congreso y la edición de este libro. Los comentarios de Jorge Alonso están plasmados indirectamente en la composición del libro. Ari Bartra, Manuel Rodríguez y María Pilar Vallés Esquerrá tradujeron los capítulos del inglés al español; Manuel, además y solidariamente, corrigió el esti­lo del capítulo 9. Cristina Tamariz fue indispensable en la preparación del manuscrito.

Sin las instituciones y las personas mencionadas, este proyecto simple­mente no hubiera dado sus frutos.

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Presentación

E s t e l i b r o fue incubado en el congreso México, América Central y el Caribe durante la guerra fría, que tuvo lugar en noviembre de 2002. El libro creció a partir de la revisión de las ponencias allí presentadas. El con­greso fue atendido sobre todo por estudiantes, interesados en la publi­cación de los trabajos leídos. Nos comprometimos a la publicación del libro que reuniera los mejores y representativos trabajos lo más rápido que fuera posible.

En el congreso faltó una reflexión teórica sobre la guerra fría. Es por eso que incluimos en el libro un examen de diferentes enfoques y concep- tualizaciones, tomando el Sur global como el centro de la preocupación. El libro se compone de cuatro partes. Después de una introducción de Friedrich Katz, en la que presenta la guerra fría en el contexto histórico de las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina y destaca las diferencias entre México y el resto del hemisferio, en la primera parte Richard Saull hace una disquisición sobre la guerra fría vista desde la perspectiva de los países que se encontraban al sur del conflicto bipolar. Saull propone estudiar la guerra fría a través de la trayectoria histórica que colocó a los países del Sur en una posición de debilidad económica en el proceso del desarrollo del sistema capitalista mundial. Estos países se involucraron en el conflicto de la guerra fría al rebelarse contra el sis­tema económico que les era desfavorable y se apoyaban en, y fueron apo­yados, por los países anticapitalistas, la Unión Soviética, Cuba y China, que veían con buenos ojos esta rebeldía.

A través de una revisión de la historiografía sobre la guerra fría, Gilbert Joseph reflexiona sobre lo logrado y las lagunas en los estudios sobre el tema. Para estudiar la guerra fría en América Latina el autor atribuye las lagunas a la falta de un diálogo entre los historiadores de la diploma­cia y los historiadores sociales. Aboga por una síntesis de ambos enfoques

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8 • DANIELA SPENSER

para que los sujetos sociales de esa historia no aparezcan como meras marionetas manipuladas desde el Olimpo del poder.

En la segunda parte del libro, tres estudiosos de la historia política y diplomática reflexionan sobre el caso de México, un caso atípico du­rante la guerra fría por practicar una política anticomunista de bajo perfil que le permitió mantener una estabilidad al interior del país y una relativa autonomía frente a los Estados Unidos; y sobre la política de Cuba, igualmente atípica, por apoyar a movimientos radicales en América Latina y África, de acuerdo con sus principios e independientemente de la Unión Soviética, de su tamaño y limitados recursos a su alcance.

En la siguiente parte del libro se hace un examen histórico y antropo­lógico de tres momentos cruciales para las poblaciones a las que la guerra fría afectó: en Morelia, Michoacán, en abril de 1961, la población estu­diantil reaccionó con violencia contra el ataque norteamericano a Cuba y de paso reveló su vocación nacionalista, antiimperialista y cardenista. En el segundo caso, en octubre de 1962, la población en Cuba demostró estar dispuesta a combatir a Estados Unidos en caso de una invasión, después de que los soviéticos se llevaron las armas con las que iban a de­fender la revolución. Patria o muerte, dejó de ser una consigna y se volvió un alerta a las armas. En el tercer caso, un domingo día de mercado en julio de 1979, las mujeres del poblado Chupol, en Guatemala, se opu­sieron a que el ejército se llevara a los hombres. La construcción de mercados, como el de Chupol, había sido la recomendación de los eco­nomistas norteamericanos para integrar a las poblaciones campesinas de los países dependientes, y temidas víctimas del comunismo, al mercado global. En el proceso de la integración al mercado, la población chupo- lense aprendió del valor del mercado, de sí misma y de sus hombres que allí mercaban, para no permitir que el ejército se los llevara.

En la última parte del libro se presentan dos casos de la transnacio­nalización de la guerra fría a través de la proyección de la Unión So­viética en América Latina y de Argentina en Centroamérica. El proyecto de la URSS de ampliar su esfera de influencia a través del apoyo militar a Cuba, que debía ser a la vez la prueba de la paridad nuclear entre las dos superpotencias, fracasó. La Unión Soviética humillada y Cuba de­samparada, obligó a la URSS apoyar la iniciativa de Cuba de defender su revolución a su manera: a través del apoyo a la lucha armada en América Latina.

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PRESENTACIÓN • 9

Argentina, después del exitoso aniquilamiento de la guerrilla en su territorio, por vocación y convicción, se creía el país elegido para com­batir a la izquierda revolucionaria donde ésta se encontrara. En los años setenta y principios de los ochenta, encontró el terreno propicio para la acción contrainsurgente en América Central. El dique a su accionar lo puso su derrota en la guerra con Gran Bretaña por recuperar las Islas Malvinas en 1982, cuando creía equivocadamente que Estados Unidos pondría el combate del comunismo por encima de su alianza con Inglaterra.

Finalmente, este libro es también una discusión sobre una guerra para impedir otra guerra, una guerra en lugar de aquella que no tuvo lugar.

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Friedrich Katz*La guerra fría en América Latina

E l o b j e t iv o de esta introducción es describir y analizar la cronología de la guerra fría en América Latina y sus principales tendencias. Después intenta examinar también las características específicas de ese periodo en cuanto a México, sobre todo en sus relaciones con Estados Unidos. Dos problemas deben analizarse con relación a esto, antes de tratar en sí el tema de la guerra fría. ¿Fue la política norteamericana hacia América Latina y hacia México durante la guerra fría sólo una continuación de la política norteamericana de periodos anteriores o ésta representó algo completamente nuevo? La misma pregunta debería plantearse con respec­to a las políticas de América Latina en general y de México en particular, tanto hacia los Estados Unidos como hacia el resto del mundo.

El primer periodo de las relaciones de Estados Unidos y América Latina se inició con la proclamación de la Doctrina Monroe en 1823 y terminó con la guerra hispanoamericana en 1898. La Doctrina Monroe fue por un lado de naturaleza defensiva. Establecía que los Estados Unidos se opondrían a cualquier intervención militar en América Latina, pero ya mostraba un cierto tono hegemónico al manifestar que Estados Unidos desempeñaría una especie de papel protector en su relación con el resto del continente americano. En la práctica podría decirse que la política norteamericana hacia América Latina en este periodo temprano fue exclu­sivamente defensiva, aunque sus características ofensivas se limitaron a México y en un menor grado a Nicaragua. Los apuntalamientos ideoló­gicos de la expansión de Estados Unidos hacia México y la anexión de la mitad de su territorio no se basaron de ninguna manera en la Doctrina Monroe, sino más bien en la doctrina del Destino Manifiesto de los Esta­dos Unidos para gobernar esta parte de América del Norte.

* Departamento de Historia de América Latina, University of Chicago, Estados Unidos.f i i ]

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12 • FRIEDRICH KATZ

La naturaleza defensiva de la política de Estados Unidos se expresó sobre todo en sus esfuerzos por coartar cualquier influencia europea en zonas de América Central susceptibles para la construcción de un canal entre el océano Atlántico y el Pacífico. Se expresó también en la ayuda que brindó al gobierno liberal de México en la lucha para derrotar a la inva­sión francesa y ponerle fin al imperio de Maximiliano. En este periodo temprano del expansionismo norteamericano fuera de sus fronteras, México fue su objetivo principal no sólo en términos territoriales, sino también en términos económicos. La mayor parte de la inversión extranje­ra de Estados Unidos antes de 1898 se concentró en México.

El segundo periodo de las relaciones de Estados Unidos y América Latina (1898-1934) es mejor conocido como el periodo de la Diploma­cia del Dólar y del Gran Garrote (Big Stick). Empezó con la guerra hispanoamericana cuando los Estados Unidos se anexaron Puerto Rico y ocuparon Cuba. A través de intervenciones militares y de la expansión económica Estados Unidos se convirtió en el poder dominante y hegemó- nico en el Caribe y en Centroamérica. Tanto desde la perspectiva del gobierno de Estados Unidos como de las corporaciones norteamericanas, fue una política altamente exitosa ya que hasta la década de 1920 los Estados Unidos encontraron muy poca resistencia tanto en el Caribe como en Centroamérica. El apuntalamiento ideológico de este periodo fue el corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe que fue emitido durante la presidencia de Theodore Roosevelt. La razón inmediata para promulgar esta doctrina fue un ataque de barcos de guerra de Alemania y Gran Breta­ña a una ciudad portuaria de Venezuela. El ataque fue motivado por el rechazo del dictador venezolano Cipriano Castro de pagar sus deudas pendientes a estos dos países. Theodore Roosevelt los obligó a retirarse de Venezuela declarando que desde ahora en adelante Estados Unidos actua­ría como mediador en todos los conflictos entre las potencias europeas y Latinoamérica. También dejó en claro que sólo Estados Unidos tenía el derecho de utilizar la fuerza en sus negociaciones con los países latinoa­mericanos. De algún modo, el corolario Roosevelt tenía correspondencia con la teoría prevaleciente en los poderes coloniales europeos y mejor cono­cida como la “dominación del hombre blanco”. De la misma manera que los europeos se reservaban para sí mismos el derecho de “llevar civilización y orden” a sus colonias, que eran consideradas como “inferiores e inmadu­ras para autogobemarse”, Theodore Roosevelt demandó para Estados Unidos el derecho para salvaguardar el “orden” en América Latina. En

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la práctica, durante este periodo Estados Unidos nunca intervino mili­tarmente en Sudamérica, pero la Doctrina Roosevelt era una adver­tencia clara a las potencias europeas, sobre todo a Alemania, para que no llevaran a cabo ninguna expansión en Sudamérica. Estados Unidos, sin embargo, no pudo romper, hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, la hegemonía militar y económica de Europa en estas regiones del sur del continente americano.

En el contexto de Centro y Norteamérica las relaciones de Estados Unidos y México una vez más constituyeron una excepción. Esa excep­ción tuvo tres características. La primera fue que, sobre todo durante la Revolución mexicana pero incluso antes, México resistió con gran éxito los esfuerzos de dominación de Estados Unidos. La segunda característica fue que las intervenciones de los Estados Unidos en México fueron distin­tas de las de Centroamérica y el Caribe. Esto se debió sobre todo a las dimensiones de México, pero también al nacionalismo que había desa­tado la Revolución mexicana. Para derrocar al gobierno de Francisco I. Madero, los Estados Unidos utilizaron por primera vez de manera efectiva operaciones encubiertas. En lugar de debilitar al nacionalismo mexicano y a la Revolución mexicana estas operaciones encubiertas fortalecieron a ambos. La administración de Woodrow Wilson en Estados Unidos trató otros medios para cooptar la revolución y para ponerle fin a su nacionalismo. Por un lado estableció alianzas con prácticamente cada fracción en México, para volverse en su contra cuando manifestaran un cierto grado de nacionalismo. Por otro lado Wilson llevó a cabo limi­tadas intervenciones militares, una vez en Veracruz en 1914 y una vez en Chihuahua en 1916-1917. Debido a que Estados Unidos no tuvo los medios para ocupar todo el territorio mexicano y a que en 1916-1917 la situación internacional (sobre todo el peligro de guerra con Alemania) imposibilitó esas operaciones, todas estas intervenciones militares fraca­saron. La ideología que utilizó la administración de Wilson para justi­ficar estas políticas fue bastante diferente de la de Theodore Roosevelt y William Howard Taft. Woodrow Wilson declaró que su política en Méxi­co estaba destinada a promover la causa de la democracia e incluso llegó a demandar una reforma agraria de gran escala que estabilizara la situación en México. También se opuso enérgicamente a lo que llamó “imperialismo”, pero que en su mente básicamente significaba el expan­sionismo británico en México. Sin embargo, a pesar de estos pronuncia­mientos ideológicos, una vez que México adoptó una Constitución que

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14 • FRIEDRICH KATZ

incluía todos estos principios, Woodrow Wilson la rechazó porque también podría dañar los intereses comerciales de Estados Unidos.

La eficacia y popularidad en Estados Unidos del intervencionismo militar norteamericano en América Latina no sólo fueron socavadas por la resistencia de México, sino también por la resistencia armada de Nica­ragua en la década de 1920 y por el surgimiento de facciones radicales antinorteamericanas en Cuba. La proclamación de la política del Buen Vecino por Franklin Delano Roosevelt a principios de la década de 1930, que básicamente establecía que Estados Unidos no intervendría en los asuntos latinoamericanos, fue una consecuencia de estas derrotas y dudas, y propició que ahora los Estados Unidos emplearan nuevas tác­ticas en sus políticas hacia América Latina. La política del Buen Veci­no coincidió con una situación internacional que la administración Roosevelt percibió como cada vez más amenazante.

En extremo Oriente Japón estuvo atacando a China, Hitler subió al poder en Alemania y Mussolini empezó una política agresiva en Etiopía. En América Latina surgió una serie de dictaduras militares cuyos líderes en algunos casos como los militares argentinos y Getulio Vargas en Brasil mostraban simpatía por los nazis. De hecho Vargas diseñó su Estado novo según el Estado fascista de Mussolini. Además la Alemania nazi, a través del intercambio de acuerdos con los países de América Latina, pronto desafió la preeminencia de Estados Unidos en muchos de ellos en lo que concernía al comercio. Sin embargo, en lo tocante a las inversio­nes, los alemanes no tenían el capital suficiente para constituir un serio desafío a Estados Unidos. Esto no significa que en ciertos campos, como en la industria de la aviación, no representaran un serio peligro a la preemi­nencia norteamericana. Como resultado Estados Unidos apoyó en oca­siones a fuerzas democráticas pero, en general, estaba bastante dispuesto para negociar e incluso para apoyar a los dictadores latinoamericanos, mientras éstos se opusieran a los poderes del Eje. A pesar de la animad­versión y desconfianza de muchos países latinoamericanos hacia el gobierno de Estados Unidos y sus intereses, ninguno de ellos, a excepción de uno, se atrevió a llevar a cabo ataques significativos a las propiedades norteamericanas. Hubo una excepción a esta regla, el caso de México, durante la presidencia de Lázaro Cárdenas, cuando México no sólo expro­pió grandes extensiones de tierras norteamericanas, sino también, y esto fue todavía más importante e insólito, México expropió compañías petro­leras británicas y norteamericanas. Pero lo que fue todavía más insóli-

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to fue la suave reacción del gobierno norteamericano a estas expropia­ciones. La administración Roosevelt no amenazó con intervenir militarmente a México, como habían hecho previos gobiernos norteame­ricanos, no apoyó a presuntos revolucionarios en contra del régimen de Cárdenas y tomó muy limitadas represalias económicas en contra del gobier­no mexicano. A pesar de las objeciones del Departamento de Estado cuya cabeza, Cordell Hull, quería “enseñarles a estos comunistas en México a respetar la propiedad privada”, la administración de Roosevelt siguió un camino distinto. Roosevelt estaba fuertemente influenciado en esto por el secretario del Tesoro, Heniy Morgenthau, y por Josephus Daniels, emba­jador de los Estados Unidos en México, quien escribió:

Indudablemente, podríamos presionar negándonos a comprar plata, pero eso peijudicaría a los propietarios estadounidenses de las minas de plata, y redu­ciría el empleo aquí con los consiguientes sufrimientos para el trabajador, y sería profundamente resentido como una medida de Gran Garrote. Podría­mos alentar una revolución permitiendo la importación de armas por aquellos que quisieran derrocar a Cárdenas por la fuerza, con la consiguiente respon­sabilidad por la sangre que se derramaría; podríamos negamos a comprar nada de México, boicotear sus exportaciones, y en consecuencia reducir los artículos de primera necesidad para las masas; podríamos denunciar al país como deshonesto y hacer mucho para estrangularlo; podríamos conquistarlo y poner como presidente a un hombre que sería visto como nuestro; podría­mos, después de haberlo conquistado, convertirlo en una provincia o anexar­lo y admitir en la Unión a estados mexicanos. Podríamos hacer alguna o todas estas cosas, ¿pero cuál sería el resultado? La política del Buen Vecino, la espe­ranza más brillante de la administración Roosevelt, recibiría un golpe brutal, y el pueblo que está en nuestras fronteras del sur nos miraría como imperialistas y opresores, y muchos estadounidenses se lamentarían que hubiéramos vuelto a lo que ellos definirían como la Diplomacia del Dólar y del Gran Garrote, que fue execrada cuando anteriores administraciones la practicaron.

No cabe duda que el factor en la decisión de Roosevelt para no enfren­tarse a Lázaro Cárdenas fue la oposición de este último a las potencias fascistas. Una transformación completamente nueva en las relaciones de Estados Unidos tanto con América Latina como con México se dio como resultado del estallido de la Segunda Guerra Mundial.

El gobierno de Estados Unidos mostró ahora un gran interés, sin prece­dentes, por Sudamérica, pues sentía que en caso de una victoria alema­

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16 • FRIEDRICH KATZ

na sería allí dónde los alemanes atacarían. Los norteamericanos organi­zaron varias conferencias panamericanas, incluso antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, y trataron de establecer una alianza entre Estados Unidos y América Latina que se materializó después del ataque japonés a Pearl Harbor, cuando la mayor parte de los países latinoameri­canos, con la excepción de Argentina, declararon la guerra a las potencias del Eje. En los años de 1942 a 1945 los Estados Unidos dominaron América Latina de una manera muy distinta a la acostumbrada anterior­mente. Debido a que los mercados de Europa y de extremo Oriente estaban cerrados a los productos latinoamericanos por la guerra, y también a que no podían comprar nada proveniente de estos países, los norteame­ricanos se convirtieron en sus principales socios comerciales y en la fuente principal de sus inversiones externas.

Además de la supremacía económica Estados Unidos logró, por prime­ra vez, un grado de influencia militar en los países de América Latina como nunca antes. Los ejércitos de estos países se abastecían de armamento nor­teamericano y frecuentemente de instructores militares norteamericanos y en muchos de ellos Estados Unidos estableció bases militares. Pero no sólo el ejército norteamericano llegó a América Latina, también lo hicie­ron los servicios de inteligencia norteamericanos. Antes de la Segunda Guerra Mundial las agencias de inteligencia norteamericanas tenían sólo un efecto limitado en América Latina debido a que, en gran medida, la mayoría de estas agencias o no existían o estaban subdesarrolladas, con la excepción del f b i . Durante la guerra las fuerzas militares expandieron sus actividades de inteligencia y se creó una nueva organización, la Oficina de Servicios Estratégicos, que competía con el fb i por ganar influencia en América Latina.

La Segunda Guerra Mundial no sólo fue un periodo en el que creció la influencia de Estados Unidos, sino en el que muchas dictaduras de los países latinoamericanos fueron reemplazadas por democracias y se dio un grado de tolerancia sin precedentes para los partidos de izquierda. Aunque es una cuestión de debate hasta qué punto los Estados Unidos fueron res­ponsables de estos desarrollos, indirectamente las promesas de la Alianza del Atlántico para una nueva era de democracia, ciertamente desempeña­ron un papel importante en estos acontecimientos.

Una vez más, por lo menos en algunos respectos, los desarrollos en Méxi­co constituyeron una excepción en América Latina. Por un lado la firme resistencia de Lázaro Cárdenas, quien se convirtió en secretario de

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Guerra en México durante la Segunda Guerra Mundial, impidió que los norteamericanos establecieran bases militares permanentes en el país. Por otro lado, mientras la izquierda se fortalecía en muchos, si no es que en todos los países de América Latina, ésta sufrió una fuerte, si no es que devastadora derrota en México. Muchos de sus miembros que habían tenido posiciones de influencia en la administración de Cárdenas fueron removidos de sus puestos. De mayor importancia fue el hecho de que la izquierda perdió el control tanto de la CTM, la Confederación de Trabaja­dores Mexicanos, el sindicato nacional más importante de México, y de la CNC, la Confederación Nacional Campesina. Este proceso se debió, por un lado, a las políticas del gobierno mexicano posterior a Cárdenas, que fueron apoyadas vigorosamente en estos esfuerzos por Estados Unidos; pero, por otro lado, también se debió a las políticas de algunos de los más importantes sectores de la izquierda mexicana, sobre todo del Partido Comunista Mexicano y del líder laborista Vicente Lombardo Toledano.

Estos sectores hicieron poco para resistir la creciente inequidad social y económica que se desarrolló durante la Segunda Guerra Mundial en México. Por un lado, debido a la inflación los salarios se deterioraron de manera significativa, y por otro lado, los ingresos de las clases altas de México se incrementaron enormemente, como resultado del auge eco­nómico de tiempos de guerra. Al declarar que ganar la guerra y mantener la paz social eran sus prioridades absolutas, el liderazgo de la izquierda, influenciado enormemente por la Unión Soviética, se rehusó a llevar a cabo cualquier tipo de huelgas o cualquier otro tipo de actos de resistencia en contra de las políticas cada vez más conservadoras de la administra­ción de Manuel Ávila Camacho en México.

Para América Latina el estallido de la guerra fría significó el fin de la política del Buen Vecino de Roosevelt. En muchos sentidos las políticas de los Estados Unidos hacia América Latina durante los primeros años de la guerra fría, y en algunos casos durante toda la guerra fría, constituye­ron un regreso a los días de la Diplomacia del Dólar. Como en los tiempos de Theodore Roosevelt, las administraciones norteamericanas sentían que tenían el derecho exclusivo de decidir qué era lo bueno para América Lati­na y qué gobiernos debían gobernar en esas regiones. No se toleraría ningún tipo de ataques a las propiedades norteamericanas o a otros intereses de Estados Unidos y el establecimiento de la democracia no fue un objetivo importante de la política norteamericana, por lo menos durante las primeras fases de la guerra fría.

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Hubo algunas diferencias evidentes entre las políticas de la adminis­tración posterior a la Segunda Guerra Mundial en América Latina y aquéllas de Theodore Roosevelt y de William Howard Taft. La razón de ser de la intervención cambió. En los tiempos de la Diplomacia del Dólar cualquier gobierno latinoamericano que actuara en contra de los intere­ses de Estados Unidos o que llevara a cabo una política nacionalista en contra de las propiedades norteamericanas era considerado "inciviliza­do y contrario a las normas del comportamiento internacional ”. Durante el periodo de la guerra fría cualquiera de estas acciones era considerada como comunista y a favor de los intereses de la Unión Soviética. Esto reflejaba evidentemente el hecho de que la situación internacional había cambiado y consideraciones estratégicas relacionadas con la Unión Sovié­tica desempeñaron un papel decisivo en el pensamiento norteamericano. En contraste con la época de la Diplomacia del Dólar, el intervencionismo norteamericano no se limitó exclusivamente a México y Centroamérica, sino que incluyó a toda América Latina. Además, el gobierno de Estados Unidos prefirió los medios de intervención encubiertos en lugar de los abier­tos, aunque nunca descartó los segundos. El principal instrumento para las operaciones encubiertas fue la recién creada Agencia Central de Inteligencia. Finalmente, Estados Unidos había logrado un grado de influencia sin precedentes en las fuerzas armadas de América Latina. No sólo abastecía a las fuerzas armadas de armamento y de otros equipos, sino que muchos de sus oficiales más importantes fueron a estudiar a Estados Unidos. La influencia tradicional europea en las fuerzas armadas latinoame­ricanas simplemente desapareció. Al mismo tiempo, a diferencia de los días de la Diplomacia del Dólar, los Estados Unidos llevaron a cabo una enor­me campaña de propaganda en América Latina con la ayuda de los medios masivos de comunicación que apenas existían en los tiempos de la Diploma­cia del Dólar.

Durante la Segunda Guerra Mundial muchos observadores contem­poráneos, incluyendo a importantes miembros de la izquierda, no creían que existiera ninguna contradicción entre el incremento del poder e influen­cia de los Estados Unidos y el desarrollo de la democracia en América Lati­na. El secretario general del Partido Comunista de los Estados Unidos, Earl Browder, llegó hasta el punto de disolver al Partido Comunista norteamericano diciendo que tal partido ya no era necesario puesto que la alianza entre Estados Unidos y la Unión Soviética que se había forjado durante la Segunda Guerra Mundial iba a seguir desarrollándose en los

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años de la posguerra. El auge de la guerra fría en Europa y en Asia rápi­damente puso fin a la ilusión de una cooperación soviético-norteamericana, y también a la creencia de que la democracia en Latinoamérica podría sobrevivir a la guerra fría sin problemas. El que expresó estos conceptos más claramente fue George Kennan, uno de los ideólogos norteamerica­nos más influyentes en cuanto a la guerra fría. Después de un viaje a Amé­rica Latina, declaró:

Si los conceptos y tradiciones del gobierno popular son demasiado débiles para absorber con éxito la intensidad del ataque comunista, debemos conceder que medidas duras de represión de parte del gobierno, pueden ser la única respuesta... estas medidas deberán proceder de regímenes cuyos orígenes y métodos nunca corresponderían a los conceptos norteamericanos de demo­cracia. Tales métodos serían alternativas preferibles y de hecho la única alter­nativa al éxito de los comunistas.

Estos conceptos formulados por Kennan, un demócrata considerado como “moderado”, serían retomados por todas las administraciones nortea­mericanas que serían dirigidas por el Partido Demócrata o Republicano hasta el final de la guerra fría aunque a veces había diferencias significa­tivas en su implementación entre los dos partidos de gobierno en Estados Unidos.

Lo que llamo la primera etapa de la guerra fría abarca los años de1946 hasta 1959. La primera característica de esta época era una ofensiva concentrada de Estados Unidos contra las fuerzas de izquierda, muchas veces comunistas, muchas veces no comunistas, pero consideradas como tales por los gobiernos de Estados Unidos. Esta ofensiva se concentró en diversos niveles.

El primer nivel era el nivel sindical. Los comunistas y sus aliados tenían una fuerte influencia en muchos movimientos sindicales de América Lati­na. La Confederación de Trabajadores de América Latina ( c t a l ) , dirigida por Vicente Lombardo Toledano, era profundamente influenciada por la izquierda, aunque de ninguna manera abarcaba sólo sindicatos de izquier­da. La c t a l formaba parte de la Federación Sindical Mundial que hasta1947 abarcaba tanto sindicatos con fuerte influencia comunista como sindi­catos anticomunistas como la afl y la cío de Estados Unidos. En 1947 la Federación Sindical Mundial se escindió y esta escisión también se produ­jo en América Latina. En casi todos los países latinoamericanos la influen­cia comunista o de izquierda fue atacada conjuntamente por sindicatos de

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orientación pronorteamericana y por acciones de gobiernos ligados más o menos a Estados Unidos.

Una segunda característica de este periodo fue el apoyo dado a dicta­duras autoritarias por parte de Estados Unidos, aun si estas dictaduras habían derrocado a gobiernos libremente elegidos que no eran de izquier­da. Un ejemplo muy claro de esta tendencia era el apoyo dado por Estados Unidos a Fulgencio Batista cuando éste derrocó al gobierno del presidente Prío Socarrás en Cuba, un gobierno que de ninguna manera se podría llamar de izquierda.

Una tercera característica de esta época era la intervención directa de Estados Unidos en el derrocamiento de gobiernos de izquierda si las fuerzas locales no tenían fuerza suficiente para lograrlo. Este era el caso de Guate­mala en 1954, donde el gobierno democráticamente elegido de Jacobo Arbenz fue derrocado por un golpe organizado e inspirado por la CIA. La siguiente correspondencia entre la dirección de la c ia y sus agentes en Guate­mala que han sido recientemente desclasificados por la c í a revelan los métodos empleados por esta agencia para derrocar no sólo el gobierno de Guatemala, sino también a otros gobiernos de América Latina:

Memorando de la dirección general de la CIA, 5 de noviembre de 1953: “La estación fue instruida para enviar por correo «cartas de condolencia» duran­te 30 días consecutivos a Arbenz y a otros altos líderes comunistas. Las cartas debían lamentar la purga o ejecución de varios comunistas en el mundo e insi­nuar la definitiva sentencia de muerte a los destinatarios.”Telegrama de la dirección general de p b su c c e s s* en Florida a la dirección general de la c ía , 30 de enero de 1954:“Informes oficiales [emitidos por el gobierno de Guatemala] han expuesto de manera efectiva ciertos aspectos de la pbsuccess. . . De ser posible, fabriquen historias de gran interés humano, como platillos voladores, el nacimiento de sixtillizos en una zona remota para distraer la atención.”Memorando de la dirección general del pb su c c e ss a la estación de la cía en Guatemala, 28 de abril de 1954:“Consideren de gran importancia movilizar a dignatarios de la Iglesia cató­lica y a organizaciones católicas seculares en actividades anticomunistas... Esto podría hacerse, por ejemplo, describiendo gráficamente cómo la iglesia local podría convertirse en una antecámara de encuentros para los «lucha­dores ateos», cómo los hijos de los lectores tendrían que pasar su tiempo con* Nombre de la operación encubierta de la cía en Guatemala para derrocar al gobierno de Jaco­

bo Arbenz.

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los «pioneros rojos», cómo los retratos de Lenin, Stalin y Malenkov susti­tuirían las imágenes de los santos en cada hogar, y cosas por el estilo...”Mensaje de la dirección general del pb su c c e ss a todas las estaciones del PBSUCCESS, 13 de junio de 1954:“Rumores, combinando hechos reales y ficticios, que deben hacerse circular, podrían incluir lo siguiente (no todos los rumores son apropiados para todos los grupos ni para cualquier situación; seleccione entre las siguientes su­gerencias, la más conveniente para un momento dado y para un público en particular):“Un grupo de comisarios soviéticos, funcionarios y consejeros políticos, diri­gidos por un miembro del Politburo soviético, han aterrizado... El gobierno ha emitido una orden de devaluación del quetzal a una taza de 1:10. Utilice inmediatamente su dinero para comprar comida y bienes imperecederos... Además de la conscripción militar, los comunistas introducirán la conscrip­ción laboral. Se ha impreso un decreto. Todos los jóvenes de 16 años de edad, incluyendo a hombres y mujeres, serán llamados para hacer un año de servi­cio obligatorio en campos especiales, principalmente para adoctrinamiento político y para contrarrestar la influencia de la familia y de la iglesia en los jóvenes. Está a punto de introducirse un racionamiento de comida... Arbenz ya ha dejado el país. Sus pronunciamientos desde el Palacio Nacional están siendo hechos por un doble que ha facilitado el servicio de inteligencia sovié­tico... Se está preparando una reforma educativa. Ya no habrá más instrucción religiosa auspiciada por el Estado, sino al contrario, lecciones de ateísmo al estilo soviético.“Añadan rumores de su invención, siguiendo los cambios de situación que se dan día a día.”Telegrama de la dirección general de la c ia a la dirección general de la p b su c c e s s , 24 de junio de 1954:“Estamos ya listos autorizar bombardeos objetivos específicos en la [ciudad de Guatemala] ya que usted y [John E. Peurifoy, el embajador norteamericano en Guatemala] sienten que en este momento la medida más efectiva para lograr éxito. Objetivos deberán ser seleccionados con perspectiva de lograr el efecto deseado en la moral de las fuerzas armadas y del régimen con el menor costo político para [Estados Unidos]....”Telegrama de la dirección general de la c ia a la dirección general de la p b su c c e s s , 30 de junio de 1954:“Muchas felicidades por el resultado de los acontecimientos de las pasadas cuarenta y ocho horas. Se ha obtenido una gran victoria....”

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Una cuarta característica de este periodo fue la falta de ayuda econó­mica de Estados Unidos a América Latina. Aunque esta fue la época del Plan Marshall, durante la cual Estados Unidos mandó millones de dólares a Europa occidental para ayudar en su recuperación económica, no pasó lo mismo con América Latina. El secretario de Hacienda del gobierno del presidente Eisenhower, Robin Humphreys, dijo claramente que lo que nece­sitaban los países latinoamericanos no era ayuda económica, sino inversión privada. Para lograrla tendrían que crear condiciones atractivas para estos inversionistas como poner fin a tarifas arancelarias que protegían a sus indus­trias e impedir huelgas que él consideraba irresponsables.

Esos primeros años de la guerra fría en América Latina, constituían también un periodo de desinterés de la Unión Soviética como Estado por América Latina. Esto no significa que los soviéticos no estuvieran involu­crados en la política latinoamericana a través de los partidos comunistas sobre los cuales ejercían una influencia predominante. Sin embargo, como Estado, la URSS no mostró mayor interés en este continente. La única excepción a esta tendencia fue la venta de una cantidad limitada de armas de parte de Checoslovaquia al gobierno de Arbenz en Guatemala y la críti­ca de la URSS en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de la intervención norteamericana en Guatemala.

Esta reticencia soviética en América Latina se expresó ante todo en la época de Stalin. Por una parte Stalin quería consolidar las enormes ganan­cias que la Unión Soviética había logrado después de la Segunda Guerra Mundial con el control de una parte de Europa oriental y la creación de un Estado comunista en China. Por otra parte, Stalin tenía muchas reticencias en cuanto a regímenes nacionalistas. En la década de los años veinte había pedido a los comunistas chinos que se aliaran con los nacionalistas de Chiang Kai Shek, lo cual hicieron. Chiang aprovechó primero esta alianza para asumir el poder y después masacró a sus aliados comunistas. Cuando en 1952 surgió en Irán un movimiento nacionalista encabezado por Mo­hammed Mossadegh, de característica secular, que quería nacionalizar el petróleo que pertenecía a compañías británicas y norteamericanas, los comunistas iraníes se pronunciaron contra él. Esta actitud indirecta­mente favoreció los intentos de la c ía de derrocar al gobierno democrático de Mossadegh y a reemplazarlo por el gobierno autocrático del shah de Irán. Con la muerte de Stalin, los gobiernos soviéticos empezaron a hacer alianzas con nacionalistas, pero estas alianzas se concentraron ante todo en el Medio Oriente y la URSS siguió más o menos ignorando a América Latina.

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La segunda etapa de la guerra fría en América Latina empezó con el triunfo de la Revolución cubana y su apogeo es la derrota de Estados Unidos en la Bahía de los Cochinos. El triunfo de la Revolución llevó a un auge de la izquierda en América Latina. La Revolución cubana inspiró, unificó y dividió a la izquierda al mismo tiempo. La simpatía por la Cuba revolucionaria rebasó en mucho a la izquierda tradicional. Muchos grupos de centro-izquierda expresaron su apoyo a Cuba en su lucha contra Esta­dos Unidos. La simpatía por la Revolución cubana unificó a grupos muy disparejos de la izquierda. Al mismo tiempo, el claro apoyo dado por Cuba a los movimientos guerrilleros en América Latina, la “ideología del foco”, como centro de los futuros movimientos sociales en América Latina, dividió profundamente a la izquierda. En tanto que una nueva izquierda procubana tomó el camino de la guerrilla, los partidos comunistas tradi­cionales lo rechazaron.

El auge de los movimientos guerrilleros en esta época terminó en derro­ta simbolizada más claramente por la muerte del Che en Bolivia. El fraca­so de la estrategia guerrillera del foco contrastó con el éxito de la izquierda legal en las elecciones en Chile y el establecimiento del gobierno de la unidad popular. Esta nueva etapa de la guerra fría se caracterizó también por la entrada de la Unión Soviética como Estado en América Latina. Gracias a su alianza con Cuba, la Unión Soviética por primera vez en su historia tuvo una base militar en el continente americano. Este interés sovié­tico, sin embargo, se limitó a Cuba. La URSS rechazó los planes de una revolución continental del Che Guevara a quien veía con profundo recelo.

El triunfo de Fidel Castro en Cuba, también condujo a profundas transformaciones en la política norteamericana hacia América Latina. La política del “puro palo”, practicada hasta 1959, fue reemplazada por una nueva política de “pan y palo”. En la Alianza para el Progreso formu­lada por John F. Kennedy, los Estados Unidos tuvieron por primera vez un programa de ayuda económica a América Latina. Al mismo tiempo en el discurso oficial norteamericano, la democracia jugó un papel mayor que en las épocas anteriores. Sin embargo, la política de derrocar a gobier­nos que eran considerados de izquierda aunque hayan sido libremente elegidos siguió. Los Estados Unidos apoyaron el golpe militar en Brasil contra el gobierno de centro-izquierda de Joao Goulart. En este periodo se produjo la primera intervención directa militar de Estados Unidos en el continente americano: la invasión de la República Dominicana para impedir el triunfo de un partido de izquierda. En este periodo, en contras­

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te con el anterior en la historia de la guerra fría, la opinión pública norteamericana empezó a interesarse por América Latina. Surgieron nuevas instituciones académicas latinoamericanistas. Como resultado de este nuevo interés por la parte sur del continente americano, empezó a surgir una resistencia dentro de la opinión pública en contra de la alianza de Esta­dos Unidos con los militares latinoamericanos.

Esta resistencia, sin embargo, no pudo impedir que bajo el gobierno de Richard Nixon esta alianza con los militares se profundizara más y alcanzara su apogeo con el golpe de Pinochet en Chile. En este periodo creció la oposición de la opinión pública norteamericana a las dictaduras militares del cono sur. Sin embargo, esta oposición no logró frenar el apoyo decisivo que recibieron los regímenes militares por parte del gobierno de Nixon y de su secretario de Estado, Henry Kissinger.

Hubo una interrupción aunque es breve de esta política sumamente conservadora de Estados Unidos al ser elegido en 1976 como presiden­te norteamericano Jimmy Carter. Carter toleró, aunque a regañadientes, la victoria de los sandinistas en Nicaragua y su gobierno se preocupó genui- namente por los derechos humanos en América Latina. Con la victoria de Reagan en 1980, la tradicional política de apoyo a dictaduras militares volvió a fortalecerse y alcanzó su punto culminante en Centroamérica, que se convirtió en esta etapa en el punto central de la guerra fría.

Con la victoria de Reagan en las elecciones presidenciales de Estados Unidos la guerra fría en América Latina alcanzó un nuevo auge. En Centroamérica la intervención norteamericana era mucho más directa y más abierta que lo había sido en el cono sur y la oposición a esta polí­tica norteamericana era mayor que en las épocas anteriores. Esta oposición se dio a tres niveles. El primero era la resistencia de los sandinistas y de los guerrilleros en El Salvador y Guatemala a las fuerzas pronorteame­ricanas y aim norteamericanas que no lograron ser derrotadas por la fuerza armada, aunque en Nicaragua a fin de cuentas los sandinistas perdieron las elecciones.

El segundo nivel es el nivel doméstico en Estados Unidos. Nunca en la historia de la política estadounidense en América Latina hubo tanta resis­tencia a la política oficial como en el caso de la política centroamericana. Esta resistencia no sólo abarcaba a grandes sectores de la opinión pública, incluso a muchos grupos católicos, sino también en cierto momento a la mayoría de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Finalmen­te a escala mundial había un enorme rechazo a la política de Reagan.

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Para América Latina en su mayoría las consecuencias de la guerra fría fueron desastrosas. Las dictaduras militares mataron a decenas de miles de personas y exiliaron al extranjero a otros millares de intelectuales entre los cuales figuraban frecuentemente quienes eran los más prominentes y talentosos de los países afectados. Bajo el pretexto de luchar contra la izquierda, cambios sociales que la sociedad requería no se hicieron y la desi­gualdad social aumentó de manera enorme.

¿En qué sentido se aplican tanto la cronología como estas tendencias generales de la guerra fría a México en esta época? Hay similitudes, pero también diferencias profundas en cuanto a las consecuencias de la guerra fría para México en comparación con el resto de los países latinoa­mericanos. Las similitudes más fuertes se dieron sin duda alguna en el área sindical. Allí la guerra fría empezó antes que en el resto de América Latina, probablemente en 1940 con el fin de la presidencia de Lázaro Cárdenas. El proceso de eliminación de la izquierda de los sindicatos mexicanos era lento durante la Segunda Guerra Mundial, se aceleró en la época de Miguel Alemán y tuvo un punto culminante en la presidencia de Adolfo López Mateos con el rompimiento de parte del gobierno de la huelga de los ferrocarrileros y del encarcelamiento de sus dirigentes.

Cuando surgió fueron frecuentes los casos de represión de la oposi­ción en el campo. El ejemplo más destacado fue el asesinato de Rubén Jaramillo. En la llamada “guerra sucia” contra las guerrillas en México se está revelando ahora que ocurrieron métodos de tortura y desaparicio­nes similares al cono sur. La masacre del 2 de octubre constituyó uno de los ataques más fuertes contra estudiantes en toda la historia de América Latina.

Habría que decir, sin embargo, que la represión en México nunca alcanzó los niveles del cono sur y era más diferenciada que en otros países de América Latina. México era el único país en América Latina de donde no salieron exiliados (con muy pocas excepciones) a otros países del mundo. Aunque el Partido Comunista no tenía el registro electoral du­rante la mayor parte de la guerra fría, sin embargo no era ilegal y actuaba con cierta libertad. Había una izquierda oficial, el Partido Popular, dirigido por Vicente Lombardo Toledano, que sí tenía el registro elec­toral. La izquierda intelectual y universitaria actuaba durante gran parte de la época de la guerra fría (con la obvia excepción de la época de Díaz Ordaz y de parte del periodo de Echeverría) con bastante libertad. En muchas universidades el marxismo era la doctrina predominante y muchas

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veces las universidades se convertían en los principales focos, si no de oposición legal por lo menos de oposición tolerada.

Con todo creo que hay cinco diferencias fundamentales entre el impac­to de la guerra fría en México y el impacto en el resto de América Latina: la primera diferencia entre México y otros países del continente era la ideología oficial del gobierno. Esta ideología seguía siendo revolucio­naria, nacionalista y antiimperialista basada en los principios de la Consti­tución de 1917. La segunda diferencia era de política económica. Por una parte México aceptaba inversiones norteamericanas que aumentaban enormemente en este periodo. El gobierno frecuentemente permitía que estas inversiones se hicieran de un modo no estrictamente legal. En mu­chos casos la ley exigía que el 51 por ciento de las acciones estuviera en manos mexicanas. Muchas veces el gobierno no prestaba atención a quié­nes eran el 51 por ciento de propietarios mexicanos que frecuentemente eran simples prestanombres de compañías norteamericanas. Sin embargo, los gobiernos mexicanos del p ri rechazaron todo intento de Estados Unidos de tener inversiones en la industria petrolera. Hasta el fin de los años se­tenta continuó el proceso de la nacionalización de la economía que Cárdenas había impulsado tan fuertemente y por lo menos una tercera parte de la economía estaba en manos del gobierno. México tenía tarifas arancela­rias muy altas para proteger a su industria. En los últimos años de la guerra fría esta política empezó a cambiar.

La tercera diferencia tenía que ver con la política exterior de México. Aquí el gobierno seguía manteniendo una política aparte a veces opuesta a la de Estados Unidos. Cuando en 1954 el gobierno norteamericano propu­so a la Organización de Estados Americanos que condenara a Guatema­la, México junto con Argentina se abstuvo de aprobar esta resolución, aunque tampoco votó en contra. En contraste con los otros países de América Latina, México nunca rompió sus relaciones diplomáticas con Cuba. Tampoco puso fin al comercio con Cuba y fue el único país de la Amé­rica Latina que mantuvo una línea aérea con esta isla.

¿A qué se puede atribuir esta política autónoma de México en cuanto a sus relaciones exteriores? Hay aquí toda una serie de diversos factores. No hay duda de que una gran parte de la clase política mexicana fue nacio­nalista. Además en el momento en que en su política interna los dirigentes priístas abandonaban más y más los preceptos de la revolución, la política externa les daba una imagen de revolucionarios y de este modo también cierta legitimidad con grupos opuestos a su política doméstica. Final­

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mente el precio que pagaban por esta política era mínimo, pues como voy a describir más adelante, Estados Unidos de ninguna manera iba a romper con ellos. México también mantuvo relaciones estrechas con los sandi- nistas en Nicaragua más que cualquier otro país de América Latina con la obvia excepción de Cuba.

Una cuarta diferencia entre la política de México y la de casi todos los otros países del continente americano se refiere a su política de asilo. Milla­res de refugiados políticos, la mayoría de ellos de izquierda, encontraron asilo en México. Era gente que por su pasado político y su ideología nunca hubiera encontrado asilo en Estados Unidos. México no sólo le dio la bienve­nida, sino que también le permitió actuar políticamente aunque no en la política mexicana. A veces las relaciones entre funcionarios mexicanos y los refugiados tenían aspectos esquizofrénicos. Femando Gutiérrez Barrios quien durante muchos años dirigió la represión contra opositores en Méxi­co ayudó en cierta manera a Fidel Castro cuando estuvo en México prepa­rando su retomo a Cuba. Al mismo tiempo que reprimía a gente de izquier­da en México, Luis Echeverría ofrecía asilo y ayuda a refugiados chilenos cuya ideología era muy similar a la de los mexicanos perseguidos.

Una quinta y profunda diferencia entre México y casi todo el conti­nente americano era la estabilidad política en México. No me refiero aquí a la estabilidad social, sino al simple hecho de que ningún gobierno mexicano fue derrocado por la fuerza y que no hubo ningún golpe de Esta­do de parte de los militares mexicanos. Lo que contribuyó a esta estabi­lidad es el hecho de que ninguna potencia quería desestabilizar a México. Los gobiernos de Estados Unidos entendían muy bien que en contraste con el resto de América Latina, la dependencia de México de Estados Unidos no era unilateral, sino mutua. Un México inestable tenía conse­cuencias mucho más profundas para los Estados Unidos que un país ines­table en América del Sur. Tal inestabilidad, si llegara a producirse, tendría repercusiones muy fuertes en cuanto a la inmigración en Estados Unidos y si estallaran movimientos guerrilleros como había sido el caso en la Revolución mexicana, involucrarían de una u otra manera a los Esta­dos Unidos. Por esto el gobierno norteamericano frecuentemente se vio obligado a tolerar políticas independientes de México que no hubiera tolerado de parte de otros países de América Latina.

Aparte de estos factores extemos, ¿cómo explicar las diferencias en cuanto a la guerra fría entre México y la mayoría de los países latinoame­ricanos? No cabe duda que la Revolución mexicana, y sobre todo el régimen

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cardenista, tuvo mucho que ver con este desarrollo. El primer factor era la ideología de la revolución que obligaba a los gobiernos a por lo menos acatar ciertos principios de política externa.

El segundo factor en mi opinión decisivo es que la revolución y ante todo el régimen de Lázaro Cárdenas logró eliminar del escenario político mexicano a la clase más inflexible y retrógrada de América Latina, los terra­tenientes. Esto dio a la clase dominante en México una flexibilidad mayor de la que tuvieron los otros estados latinoamericanos. A esto hay que añadir otra herencia de la época de Cárdenas, la eliminación del ejército como un factor político de primera importancia.

Tanto para México como para toda América Latina, la guerra fría significó un retroceso significativo de la democracia y de los derechos huma­nos. Sin embargo, paradójicamente para México y en contraste con el resto del continente, la guerra fría también tuvo un aspecto positivo. México gracias a su generosa política de asilo pudo acoger a una gran parte de la élite intelectual de América Latina lo que seguramente contribuyó a que, en mi opinión, México se convirtiera en la capital intelectual de la América de habla hispana.

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