juÁrez y sus hechos en la guerra de reforma (1859-1861)

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[39] JUÁREZ Y SUS HECHOS EN LA GUERRA DE REFORMA (1859-1861) * Arturo Lomas Maldonado ** E * El presente trabajo forma parte del libro Los mil rostros de Juárez, de la Colección Conmemorati- va del Bicentenario, que publicarán la UAM y la UABJO en el 2007. Se presenta en este dossier como avance editorial. ** Universidad Autónoma Metropolitana. Depar- tamento de Filosofía. Área de Historia del Estado y la Sociedad. 1 Justo Sierra (1970) Juárez, su obra y su tiempo, México, Porrúa, p. 563. 2 Ralph Roeder (1972) Juárez y su México, p. 1075. Con relación a las leyes reformistas, El Nigro- mante dijo: “Juárez resistió al expedirlas; se le anti- ciparon en Zacatecas; entonces para no caer, se improvisó reformista”; José González Ortega (1941), El golpe de Estado de Juárez, México, A. del Bosque Impresor, 415 pp., prólogo de Vito Alessio Robles, citando a Ignacio Ramírez (1889) Obras, México, p. 166. n la historia de nuestro país no existe otro personaje tan controvertido como Benito Juárez, de tal suerte que hay quien asegura, como Justo Sierra, que “nadie creerá en la nación mexicana, nadie, nun- ca, que Juárez fue un traidor a la patria”; 1 por otro lado hay quien se pregunte, como Ignacio Ramírez El Nigromante: “¿Dónde están los títulos que acreditan la grande- za de Juárez? La escasez de vergüenza y patriotismo es la única herencia que nos ha dejado”. 2 Francisco Zarco, ministro de Relaciones de Juárez para el año de 1861, nos dice que las críticas al llamado Benemérito “provocaron una apreciación más profun- da del presidente, ocasionaron un reco- nocimiento fresco de sus consabidas virtudes. Tributo a su integridad, su tena- cidad, su dignidad, su firmeza, su fe”; y Ralph Roeder, historiador neoyorquino y constituido en uno de sus más preciados biógrafos, concluye que “sobre él estaba enfocado el destino adverso de la nación, y en él, su voluntad invencible, personi- ficación de la reciedumbre de un pueblo, el fenómeno que magnifica una persona- lidad que con su difusión entre muchos, se manifestaba en la devoción que inspiraba”. 3 Todavía en la actualidad es fácil en- contrar manifestaciones encendidas que llegan a asegurar que para transformar la realidad de México necesitamos juarismo en lo político y cardenismo en lo social “una síntesis armónica de lo mejor de nuestra experiencia histórica”, 4 toda vez 3 Op. cit., p. 722. 4 Palabras de Andrés Manuel López Obrador en el evento organizado por el Instituto de Investi- gaciones Jurídicas de la UNAM, “Actualidad de Juárez, encuentro conmemorativo”, Karina Avilés, La Jornada, 20 de marzo de 2003. (http://www.jornada. unam.mx/2003/03/20/056n1soc.php?origen=soc- jus.html).

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JUÁREZ Y SUS HECHOS EN LA GUERRA DE REFORMA(1859-1861)*

Arturo Lomas Maldonado**

E

* El presente trabajo forma parte del libro Los milrostros de Juárez, de la Colección Conmemorati-va del Bicentenario, que publicarán la UAM y laUABJO en el 2007. Se presenta en este dossier comoavance editorial.

** Universidad Autónoma Metropolitana. Depar-tamento de Filosofía. Área de Historia del Estado yla Sociedad.

1 Justo Sierra (1970) Juárez, su obra y su tiempo,México, Porrúa, p. 563.

2 Ralph Roeder (1972) Juárez y su México, p.1075. Con relación a las leyes reformistas, El Nigro-mante dijo: “Juárez resistió al expedirlas; se le anti-ciparon en Zacatecas; entonces para no caer, seimprovisó reformista”; José González Ortega (1941),El golpe de Estado de Juárez, México, A. del BosqueImpresor, 415 pp., prólogo de Vito Alessio Robles,citando a Ignacio Ramírez (1889) Obras, México,p. 166.

n la historia de nuestro país no existeotro personaje tan controvertido comoBenito Juárez, de tal suerte que hay quienasegura, como Justo Sierra, que “nadiecreerá en la nación mexicana, nadie, nun-ca, que Juárez fue un traidor a la patria”;1

por otro lado hay quien se pregunte, comoIgnacio Ramírez El Nigromante: “¿Dóndeestán los títulos que acreditan la grande-za de Juárez? La escasez de vergüenza ypatriotismo es la única herencia que nosha dejado”.2

Francisco Zarco, ministro de Relacionesde Juárez para el año de 1861, nos dice

que las críticas al llamado Benemérito“provocaron una apreciación más profun-da del presidente, ocasionaron un reco-nocimiento fresco de sus consabidasvirtudes. Tributo a su integridad, su tena-cidad, su dignidad, su firmeza, su fe”; yRalph Roeder, historiador neoyorquinoy constituido en uno de sus más preciadosbiógrafos, concluye que “sobre él estabaenfocado el destino adverso de la nación,y en él, su voluntad invencible, personi-ficación de la reciedumbre de un pueblo,el fenómeno que magnifica una persona-lidad que con su difusión entre muchos, semanifestaba en la devoción que inspiraba”.3

Todavía en la actualidad es fácil en-contrar manifestaciones encendidas quellegan a asegurar que para transformar larealidad de México necesitamos juarismoen lo político y cardenismo en lo social“una síntesis armónica de lo mejor denuestra experiencia histórica”,4 toda vez

3 Op. cit., p. 722.4 Palabras de Andrés Manuel López Obrador en

el evento organizado por el Instituto de Investi-gaciones Jurídicas de la UNAM, “Actualidad de Juárez,encuentro conmemorativo”, Karina Avilés, LaJornada, 20 de marzo de 2003. (http://www.jornada.unam.mx/2003/03/20/056n1soc.php?origen=soc-jus.html).

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que, según esto, “en circunstancias adver-sas, manteniendo principios, se pudo cam-biar en lo estructural y gobernar con ape-go a las reglas de la Constitución, contransparencia, honestidad y defendiendola soberanía nacional”. O que un escritor,de dudosa solvencia intelectual, afirme“que no es redituable, desde el punto devista ético, intelectual, político y consti-tucional, ser antijuarista”.5

También son frecuentes las frases comolas pronunciadas por el rector de la UNAM,Ramón de la Fuente: “Juárez supo clara-mente que el pueblo, y sólo el pueblo, esla única fuente legítima del poder y de laautoridad, que el poder tiene el límite quele impone las leyes y que éstas no debenperseguir otro fin que el de la justicia”.

Lo curioso es que las anteriores aseve-raciones coinciden plenamente con laspronunciadas por el Presidente VicenteFox, acusado de antijuarista y declaradoadversario político de los anteriores (conlos que se lanza acusaciones mutuas decomprometer la soberanía nacional yde querer entregar el país al exterior). Elactual presidente de la República resal-tó la figura de Juárez asegurando que sugobierno “se rige por el ejemplo juarista,al empeñarse en hacer valer el Estado dederecho, en fortalecer el poder Judicial yen hacer cumplir las decisiones de lostribunales, incluyendo los electorales”,6 yen un discurso en que “todo fue una apo-logía juarista”, según el reportero, todavíase dio tiempo para evocar al “indígenadel pueblo zapoteco que se aseguró unlugar central en la historia por su tenazdefensa de la república, contra el invasor

y por lograr el acuerdo nacional definiti-vo respecto del Estado secular, la divisiónde poderes, el sistema de representa-ción popular y el sistema federal”, expre-siones que desde luego obligan a la revi-sión más profunda de un personaje quepermite armonizar posiciones aparente-mente irreconciliables.

El mismo columnista, José Antonio Cres-po, al comentar la exclamación de Rober-to Madrazo, el más reciente candidatopresidencial del Partido RevolucionarioInstitucional (PRI), en el sentido de que “enla mente de los priístas está regresar aBenito Juárez a Los Pinos”, en alusión alcuadro de Juárez que el presidente Foxsustituyó por el de Francisco Madero, elanalista afirma que efectivamente “El PRIsiempre se ha ostentado como herederodirecto de Juárez, el máximo héroe de laRepública”.

“El PRI, como Benito Juárez –aseguraCrespo–, mostró históricamente un largoy retorcido colmillo para darle la vuelta ala legalidad aparentando cumplirla”. Lafrase “querer que un poder extraordinario,creado por la necesidad y por la voluntadnacional, obre con estricta sujeción a laley, es querer un imposible”, atribuida porCrespo a Juárez, “concuerda perfectamen-te con la práctica del priísmo histórico”.

El articulista menciona que después dela Guerra de Reforma, Juárez llegó a lamisma conclusión que antes Ignacio Co-monfort:

que con la Constitución de 1857 nose podía gobernar por los pocos po-deres que otorgaba a la instituciónpresidencial. Ante ello, Comonfort in-tentó dar un cuartelazo que, al frus-trarse, desató la Guerra de Reforma(1857). Juárez, al enfrentar más tarde

5 Participación de Carlos Monsiváis en el mismoevento y citado en el artículo de la nota anterior.

6 José Antonio Crespo, “Juárez a los Pinos”, en ElUniversal, 21 de marzo de 2001.

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esos mismos límites constitucionales,simplemente decidió gobernar porencima de la Carta Magna, como hizomás tarde Díaz. Y aunque los priístasgobernaron con una Constitución quefortaleció la institución presidencial,la de 1917, en realidad recurrieronmás a los poderes metaconstitucio-nales en lugar de apegarse a lospreceptos constitucionales.

Para este autor

...es ampliamente conocida la habi-lidad de Juárez para manipular laselecciones en su favor. En 1871, ensu última reelección, maniobró paraobtener 93% del voto, un resultadocasi soviético, que llevó al generalIreneo Paz (abuelo de don Octavio),a denunciar como fraudulento el pro-ceso […] Por todas partes se vio loque después se ha seguido viendocon demasiada frecuencia, esto es,que el pueblo, el verdadero, era pri-vado de su derecho sacrosantísimode votar, y que era suplantado des-caradamente por los empleados, porlos militares y por todos los demásque recibían un premio en dinero sa-cado de las arcas públicas, por co-meter aquel negro delito de lesademocracia.

“Finalmente viene el nacionalismo a todaprueba de Juárez” –concluye el articulis-ta– otra virtud que el PRI se apropia y de laque se ufana. Pero resulta que Juárez nofue tan nacionalista como se nos cuentaen la escuela; baste recordar las enormescesiones de soberanía que quiso hacer aEstados Unidos a cambio de ayuda políti-ca, financiera, diplomática y militar. Un

botón de muestra (de muchos) ocurriódurante la Guerra de Reforma, cuandoJuárez solicitó, apelando al famoso Trata-do McLane-Ocampo, la intervención dela armada estadounidense en las aguasveracruzanas de Antón Lizardo para de-tener unas fragatas conservadoras que sedirigían al puerto, donde radicaba elgobierno juarista. Dicha intrusión inclinóla balanza en favor de los liberales.

Por lo cual Juárez, eufórico, escribió asu yerno: “El triunfo de la sagrada causaque defendemos está asegurado. Un granpueblo (Estados Unidos) ha hecho alianzacon nosotros... el hecho será inolvidablepara México y para el corazón de los de-mócratas, el nombre de Turner el capitánde la escuadra estadounidense, viviráeternamente”. Los priístas no mostraronuna conducta muy distinta. Desgarrándo-se las vestiduras nacionalistas en el dis-curso, incluso con altisonantes proclamasantiyanquis, negociaron siempre por de-bajo de la mesa su subordinación a lascausas importantes del vecino del Norte.

Así pues, probablemente tiene razónMadrazo al afirmar que, de regresarel PRI a Los Pinos, retornaría tambiénel verdadero espíritu de Juárez: el delas chicanadas legales, los fraudeselectorales, el gobierno metaconsti-tucional y el nacionalismo simulado.Pero dados los magros resultados delgobierno de Fox, su falta de vocaciónpolítica, su incapacidad para ponerorden en su gabinete, y su poca ener-gía para hacer valer la ley, no puededescartarse que los ciudadanos pre-fieran regresar a Los Pinos al colmi-lludo, aunque poco escrupuloso,Juárez, en lugar de mantener ahí alinexperto e ingenuo Madero (o tal

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vez la ciudadanía prefiera a Morelos)[culmina el autor].

La actitud de Juárez, ante la guerra civil,ante la intervención y gracias a sus suce-sivas y anticonstitucionales reelecciones,merece un examen detenido con el obje-to de precisar hasta dónde la causa y lasacciones de tan controvertida figura públi-ca merece toda una gama de calificativos,algunos de ellos francamente desmesu-rados: “Juárez recibió entonces de muchosde sus amigos la calificación de obstinadoy pertinaz, que se repitió más tarde, cuan-do con el mismo tesón se negó a aceptarla conciliación con los reaccionarios y lamediación de las potencias extranjeras enel arreglo de nuestros asuntos interiores”.7

De mediana estatura, moreno, ojosnegros y penetrantes, vestido siem-pre con un modesto traje negro,tranquilo y pausado, Juárez daba laimpresión de una persona que pien-sa mucho las cosas antes de actuar,pero que, una vez tomada una de-cisión, jamás renuncia a ella... Esteindio sumamente modesto, insigni-ficante a primera vista y ya maduro,poseía una energía inmensa y unavoluntad de hierro y nunca cono-ció el miedo, ni el pánico.8

“Juárez –nos dice Roeder– tenía las cua-lidades de tenacidad, entereza, perspicaciay fe necesarias para preparar una crisismoral en el campo del enemigo... su tácticaera sencillísima: sostener una acción retar-

dataria en la guerra y ganar tiempo paraque las dificultades políticas de la inter-vención salieran a luz”.9

Para cuando la intervención no pare-cía terminar, y el ejército mexicano recibíaduros golpes por parte de los franceses,afirma Roeder: “los más ciegos vieron lamañana hecha hombre en aquellos díassombríos; suyas eran las virtudes feracesdel sol engendrando la fe en el desierto. Asu derredor brotaba la devoción buscandocómo servirle; su eficiencia, una defensaimpenetrable”.10

Castelnau, enviado de Napoleón III en1865 para convencer a Maximiliano de loimposible de la intervención, señalaba: “seme pinta a Juárez como una especie deromano antiguo, animado por el patrio-tismo más ardiente y acrisolado, pronto asacrificar su ambición en aras de la pa-tria”.11 El día de su segunda entrada triun-fal a la ciudad de México, ahora ante elretiro de las tropas francesas, el 15 de juliode 1867, “el hombre que la multitudaclamaba era la personificación de la re-volución democrática iniciada diez añosantes, el héroe colectivo de un pueblo quehabía conquistado al fin, la libertad inter-na y la independencia nacional, gracias ala fe, la fortaleza, la tenacidad, la cons-tancia de su máximo representante”,12

“porque Juárez no sólo era una gloria pa-ra su patria, sino un timbre de honor parala humanidad”.13

Justo Sierra, uno de los primeros y másgrandes admiradores de Juárez, le dedicalas siguientes palabras: “¡Gran padre de lapatria, viste el triunfo de tu perseverancia,

7 Roeder (1972), op. cit., p. 763.8 A. Belenki (1975) Intervención extranjera en

México 1861-1867, México, Ediciones de CulturaPopular, p. 35.

9 Ralph Roeder (1972), op. cit., p. 763.10 Ibid. p. 844.11 Ibid. p. 944.12 Ibid. p. 993.13 Ibid. p. 1063.

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de tu obra, de tu fe, en ese triunfo te de-jamos... y quisiste levantar al pueblo me-xicano... al grado a que tú habías ascen-dido, transformando las condiciones deltrabajo nacional, protegiendo las grandesempresas de progreso material”.14

Pero así como hay quien le ofrece vastapoesía a Juárez, existe otro extremo decríticos muy severos, entre quienes hay quecontar a Francisco Bulnes, sociólogo e his-toriador, y quien le dedica dos de susobras,15 con el único objeto de tratar dedesentrañar su misteriosa personalidad:“¿Representaba en esos momentos la cau-sa de Juárez la república?”, pregunta Bul-nes y se responde: “Nunca había habidoverdadera república... ¿Representaba laprosperidad del país? El gobierno de Juá-rez, como todos los anteriores, no habíaexpresado más que un calvario de miseriasen un viacrucis de desmoralización”.16 AManuel Doblado, aliado de Juárez duran-te la Reforma y la Intervención, para elaño de 1861 le decían: “Este es un des-concierto espantoso; el Ejecutivo gene-ralmente no obra y cuando algo hace, estan mal, que más valía que nada hiciera”.17

A la oposición juarista se le escucha-ba decir:

El presidente es una roca, nada loconmueve, nada lo obliga, nada es-

cucha y de consiguiente de nadasirve... Al igual que Lerdo, don Jesús(González Ortega) se había acostum-brado a dirigir su dependencia inde-pendientemente y a hacer poco casoal presidente... al ser preguntado unavez si tenía aprobada una orden quedictaba contestó llanamente: “acabode entregarle sus cien pesos diarios,es lo único que le importa”.18

Por su parte, Ignacio Manuel Altamiranole concede una admonición en tonocompasivo:

Juárez siente y ama las ideas demo-cráticas, pero creo que no las com-prende... es un obstáculo para lamarcha de la democracia... El Pre-sidente Benito Juárez –nos dice– noes a propósito para gobernar... no-sotros convenimos en ello... de bue-na fe y principios firmes, demócrata,firme en sus resoluciones, honrado,de exquisito sentido y ama demasia-do a su patria, pero muy deficienteen dotes políticas.19

“Toda la prensa independiente de 1861 loacusaba de inacción (viendo la amenazade la intervención extranjera); acusaciónjusta porque era precisamente la aptitudestadista de Juárez la inacción”.20

Al comentar lo sucedido alrededor dela Comisión de Reclamaciones, fabricadapor las grandes potencias en contra denuestro país, en la que el gobierno mexi-cano no tenía parte, Bulnes explica:

14 Justo Sierra (1970), op. cit., p. 564.15 Las obras de Francisco Bulnes son (1970) El

verdadero Juárez y la verdad sobre la intervencióny el Imperio, México, Editora Nacional, 870 pp., y(1905) Juárez y las revoluciones de Ayutla y deReforma.

16 F. Bulnes (1970) El verdadero Juárez, p. 290.17 “Carta de José Linares a Manuel Doblado.

México, 14 de junio de 1861”, Benito Juárez (2006)Documentos, discursos y correspondencia, seleccióny notas de Jorge L. Tamayo, México, UAM Azcapot-zalco, edición digital, tomo 4, cap. XXXVI, doc. 34.

18 Citado por Roeder, op. cit., p. 438.19 Citado por Roeder, ibid., p. 555.20 F. Bulnes (1970) El verdadero Juárez, p. 103.

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...no se reconocía a México ni comonación, ni como tribu, ni como reba-ño, ni como nada... estaba obligadoa indemnizar hasta a los filibusterospor sus proyectos fracasados contrala nación mexicana y debía pagarhasta lo que los rateros robasen alos súbditos franceses… ¿Y qué hacíaJuárez? ¿Para qué servía? ¿Era elpresidente de la República? ¿Por quédeja humillar a su patria, a su go-bierno, a su persona, de un modo queno tiene ejemplo en los anales de ladiplomacia y que según Don MatíasRomero, parece apenas creíble?21

El mismo Roeder llega a consignar queaunque Juárez estuvo más de dos años hu-yendo de los franceses, “cansado del papelnecesario, pero sin gloria, del civil diri-giendo la batalla detrás de las líneas”,22

destaca que en el año de 1867 se llega a sa-ber que Juárez y otros se han hecho pagar

no noventa mil pesos como equivo-cadamente dijimos, sino cerca dedoscientos mil por haber llevado alPaso del Norte su carácter de pre-sidente, viajando siempre con todacomodidad y sin exponerse a peli-gro alguno... en fin, por sí y ante sí ycontra la Constitución, reelegídosepresidente, suscitando con ese ilegalprocedimiento un conflicto innobleen momentos en que toda ambicióndebía deponerse ante el peligro dela patria.23

“¡Juárez, salvador de la república! lo únicoque procuró siempre don Benito Juárez fueponer a salvo su persona... era enérgico yvaliente únicamente contra cualquier pre-tendiente a su silla presidencial”.24 A Juá-rez “lo fuimos a buscar al confín de la na-ción –dijo El Nigromante– palpitante bajolos pliegues de una bandera extranjera (sic),mientras los buenos mexicanos medían susarmas contra los invasores... los insensatosque recomiendan a Juárez... se estimanmuy poco no ya como republicanos sinocomo hombres, al creerse incapaces dehacer lo que ha hecho Juárez”.25

En la obra biográfica de Juárez de RalphRoeder, aparece la siguiente anécdota‚ queparece definir un poco más la personali-dad de Juárez: el general Márquez deLeón, en un libro titulado Juárez a la luzde la verdad, denunciaba que en pláticasostenida con Juárez ante el nombramientohecho en favor de Jesús González Ortegaen la segunda defensa de Puebla en 1863,el presidente dijo: “ya sé lo que me va adecir, que González Ortega es un pen...”(sic) añadiendo: “demasiado lo conozco,pero la nación ha dado en tenerlo porhombre grande, y lo coloco aquí para quese ponga en evidencia”... “¡Entonces usted,por deshacerse de un rival, sacrifica alejército‚ y acaso la República!”, interpelóMárquez de León, “a lo que Juárez con-testó con irritación ‘¿y para qué sirven us-tedes? Ningún hombre es necesario; lasideas son las que valen únicamente’… ‘¿yComonfort, autor del golpe de Estado?’, alo que Juárez contestó: ‘¿Y creen ustedesque yo le he dado ese lugar para que seeleve?... también se nulifica’. Márquez deLeón concluyó francamente desanimado

21 Ibid., pp. 69-71.22 Roeder (1972) Juárez y su México, p. 969.23 Ibid. p. 1018.

24 Ibid. p. 1055.25 Loc. cit.

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que entonces ‘para aquel hombre no habíamás patria ni más gloria que su ambiciónde poder’”.26

En un fallido intento por disculpar suconducta, el historiador norteamericanoañade: “La verdad que se llamaba BenitoJuárez era incomprensible para quienesnegaban su integridad e incomprensiblestambién resultan sus cuentos”. La verdadque conocemos es que la segunda defen-sa de Puebla se perdió el 17 de mayo de1863 ante el general francés Forey, a pe-sar de los casi cuarenta mil hombres quepor órdenes juaristas actuaron bajo el in-sólito mando conjunto de González Or-tega e Ignacio Comonfort, en que los pri-sioneros “comprendieron a 20 generales,303 oficiales de alta graduación, 1,179subalternos y mas de 11 mil cabos y sol-dados rasos”.27 “El ejército de Comonfort–refiere el propio Roeder– abandonó labatalla en media hora; y peor aún, lospresos se habían incorporado a los ven-cedores, volviendo sus armas contra suspropios camaradas con una facilidad queescandalizaba a los franceses”.28

LAS LEYES DE NACIONALIZACIÓN VISTAS COMOPARTE DE LA POLÍTICA EXTERIOR DE JUÁREZ

Las leyes de nacionalización de bieneseclesiásticos dictadas por Juárez el 12 dejulio de 1858 no cumplían, ni con mucho,los requisitos ni de forma ni de fondo dis-puestos por la Constitución que decíadefender: uno, porque la Constitución nohabla nunca de nacionalización; dos, por-que se usurpaba un derecho que compe-

tía en exclusiva al poder Legislativo (hacerleyes); tres, porque de acuerdo con el ar-tículo 127, para reformar la Constituciónse requería el acuerdo de las dos terceraspartes de ese mismo poder legislativo; ycuatro, porque nacionalizar supone lapuesta en manos de nacionales, y deacuerdo con el propósito de Juárez, setrataba de una expropiación.

Los mismos argumentos que dan formaa la “nacionalización” revelan que no habíatal interés laico, ni nacional, ni popular, nidemocrático, era sin más, que el grupo deJuárez requería fondos económicos parasostenerse, y para ello echó mano de bie-nes que no le pertenecían, tal como él loconfiesa: “con la determinación de haceringresar al tesoro público de la Repúblicalos bienes que sólo sirven para mantenera los que destrozan a la nación... [con esto]se alcanza el importante bien de quitar ala reacción el fondo de que se provee paraoprimir, y esta medida de evidente justicia[¿?] hará que pronto luzca para México eldía de la paz”.29

Son igualmente ilegales los decretosde fecha 30 de agosto y 3 de noviembre de1858, en los que Melchor Ocampo espe-cifica respectivamente “que son denuncia-bles las fincas desamortizadas devueltaspor los adjudicatarios de acuerdo con laley de 25 de junio de 1856”30 y “que sedeclaran irredimibles los capitales quese reconozcan a la mano muerta”.31 De-bemos establecer que el conjunto de estasdisposiciones obraban de acuerdo con la

29 Manuel Dublán y José María Lozano (1897)Legislación Mexicana o Colección completa de lasdisposiciones legislativas expedidas desde laindependencia de la república ordenada por los Lic…,México, t. VIII, doc. 5052, p. 678.

30 Ibid., doc. 5036, p. 656.31 Ibid., doc. 5038, p. 657.

26 Ibid., p. 724.27 Ibid., p. 749.28 Ibid., p. 762.

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lógica de la guerra, tanto en su forma legalcomo en su fondo económico; lo que cues-tiona este trabajo es el discurso de que lasmedidas que se adoptan busca inútilmen-te el amparo de la Constitución o que secobijen bajo la consabida frase de la“protección del bien común”, cuando quede lo que se trataba, a ojos vista, era des-pojar al contrario de sus fuentes de finan-ciamiento y volverlas en propias, parahacer posible la victoria de un ejército so-bre otro, en donde “el bien común” sim-plemente no existe.

Por ejemplo, una de las primeras dispo-siciones dadas por Juárez fue enviar a Jo-sé María Mata el 2 de marzo de 1858 aEstados Unidos, con el objeto de “ges-tionar un préstamo de veinticinco millo-nes de pesos, ofreciendo como hipotecalos bienes del clero secular y regular”.32

En el mismo tenor, y en franco olvido delo que son las formas, Santos Degollado (ala vez Secretario de Estado, del despachode Guerra y la Marina, y general en jefedel ejército federal), decreta un préstamoforzoso de dos y medio millones de pesosa la Iglesia, “a fin de que la cantidad quese emplee por las fuerzas que sostienen lacausa de la nación, sean exactamente iguala las que invierten los que pretenden opri-mirla y atropellar su sacrosanto derecho”,33

sin detenerse a especificar cuál es ese “sa-crosanto derecho”, ni, desde luego, en quéconsiste la invocada “causa de la nación”.

“La causa de la nación” podría ilustrar-se, a menos que se me juzgue de extre-

mista, con el ejemplo siguiente: Era del co-nocimiento general el interés que el pre-sidente Buchanan, de Estados Unidos,manejaba como un asunto oficial el tránsitopor el Istmo de Tehuantepec. Mata, en susincursiones por los pasillos del gobiernonorteamericano conoció del proyecto,“Emile Le Sueur y Judah Benjamín de Loui-siana, eran amigos personales y políticosdel presidente, y el negocio circulaba porlos conductos oficiales”,34 de tal forma queel 28 de marzo, ya de 1859, se publica undecreto que “modificaba la concesión pa-ra la apertura del Istmo de Tehuantepec”,otorgándose a la Compañía Louisiana F. C.:

1.- La ampliación de uno a dos añospara comenzar las obras; 2.- El otor-gamiento de una legua cuadrada decada dos que se encuentren conti-guas; y 3.- La concesión se amplía de60 a 75 años”.35

Firmando al calce Juárez con su ahora se-cretario (que no ministro) Miguel Lerdo deTejada, de Fomento, Colonización, Indus-tria y Comercio. Indudablemente ocurriólo mismo en el caso de la empresa delferrocarril de Veracruz a Medellín, donde,según inconstitucional decreto, se conce-dían “terrenos a perpetuidad y se hacíareferencia a cierto tipo de subvenciones”.36

Esta era la “causa de la nación”, la “causade la República” o “el bien nacional” tan-tas veces invocados.

32 Benito Juárez (1964) Documentos, Discursos yCorrespondencia, selec. y notas de Jorge L. Tamayo,México, Secretaría del Patrimonio Nacional, tomo2, pp. 358-360.

33 Dublán y Lozano (1897) Legislación Mexicana,tomo VIII, documento 5040, p. 659.

34 Ralph Roeder (1972), op. cit., p. 267.35 Dublán y Lozano (1897), op. cit., p. 666.36 Ibid., doc. 5107, p. 750.

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EL TRATADO MCLANE-OCAMPOCOMO PARTE FUNDAMENTALDE LA POLÍTICA EXTERIOR JUARISTA

Lo que merece mayor atención dentro deeste periodo son los tratados que JuárezEstados Unidos, Robert McLane, en di-ciembre de 1859, y que han merecido unadilatada bibliografía tanto a favor como encontra. El 14 de diciembre de 1859 el go-bierno juarista firmó con el representan-te del gobierno norteamericano uno de losconvenios que mayor repulsa han provo-cado entre los mexicanos, donde se com-prometía la soberanía territorial, comer-cial y política de la nación, tan sólo paraobtener el reconocimiento y el apoyo nor-teamericano en la guerra civil entre libe-rales y conservadores, lo que hace recordarla siguiente sentencia de Joel R. Poinsett alpartir de nuestro país en 1830: “he tenidoaquí un éxito sorprendente y al abandonareste país dejaré un poderoso partidofavorable a Estados Unidos y un sentimien-to pronorteamericano”.

El convenio lleva el nombre de Tratadode Tránsito y Comercio entre Estados Uni-dos y México, y fue suscrito por RobertMcLane, ministro de los Estados Unidosen México y Melchor Ocampo, ministrode Relaciones Exteriores de México. Pordentro y por fuera, el Tratado constituyeuna agresión a los principios mínimos dela convivencia entre las naciones, ya queel gobierno mexicano se comprometía aceder todo a cambio de nada. En el articu-lo 1º se acuerda que por vía de ampliacióndel articulo 8º del Tratado del 1 de di-ciembre 1853 (mediante el cual SantaAnna vendió La Mesilla a EU) cede la Re-pública Mexicana a Estados Unidos, enperpetuidad, el derecho de tránsito porel Istmo de Tehuantepec.

En el artículo 4º se establece que en elcaso excepcional de peligro imprevisto oinminente para la vida o las propiedadesde los ciudadanos de Estados Unidos,quedan autorizadas las fuerzas de dichasrepúblicas para obrar en protección deaquéllos, sin haber obtenido previo con-sentimiento, y se retirarán dichas fuerzascuando cese la necesidad de emplearlas.Gracias al artículo 6º, la república de Mé-xico concede a los Estados Unidos el sim-ple tránsito de sus tropas, abastos milita-res y pertrechos de guerra por el Istmo deTehuantepec, y por el tránsito o ruta decomunicación a que se alude en esteconvenio, desde la ciudad de Guaymas,en el Golfo de California, hasta el ranchode Nogales.

En el artículo 7º la República Mexicana

...cede por el presente a Estados Uni-dos, a perpetuidad, y a sus ciuda-danos y propiedades, el derecho devía o tránsito al través del territoriode la república de México, de lasciudades de Camargo y Matamoros...hasta el puerto de Mazatlán... Porcualquier ferrocarril o ruta de comu-nicación, natural o artificial, que existaactualmente o existiera.

En el artículo 10º se señala que, enconsideración a las precedentes estipula-ciones y por vía de compensación a lasrentas a que renuncia México permitien-do el transporte de mercancías libres dederecho por el territorio de la república,conviene el gobierno de Estados Unidosen pagar al gobierno de México la sumade cuatro millones de duros, dos de loscuales quedarían en poder del gobiernode Estados Unidos para pagar las recla-maciones de ciudadanos de Estados

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Unidos contra el gobierno de la Repúblicamexicana. O sea, que a cambio de dosmillones de pesos, los deseos de librecomercio de EU hacia México queda-ban saldados.

Al leer los artículos convencionales nopuede uno sustraerse a rememorar lapetición del presidente Vicente Fox en suviaje a Vancouver a principios del 2001,que consistía en solicitar que el TIAR (Tra-tado Interamericano de Asistencia Recí-proca) fuera sustituido por un mecanismomás moderno en el que los gobiernos delárea (léase “Estados Unidos”) se compro-metieran a reinstalar por la vía de la fuer-za, al gobierno electo democráticamente.

El artículo convencional de los tratadosdice así:

Artículo 1º. Si se violara en algunasde las estipulaciones de los tratadosexistentes entre México y los Esta-dos Unidos o si peligrara la seguridadde los ciudadanos de una de las dosrepúblicas dentro del territorio de laotra y el gobierno legítimo y reco-nocido de aquélla no pudiera, porcualquier motivo, hacer cumplir di-chas estipulaciones o proveer a esaseguridad, será obligatorio para esegobierno el recurrir al otro para quele ayude a hacer ejecutar lo pactadoy a conservar el orden y la seguridaden el territorio de la dicha repúblicadonde ocurra tal desorden y discordia.37

Uno de los más fervientes admiradores deJuárez, don Justo Sierra, ante lo ominosodel tratado de 1859 no puede sino llegara concluir:

el tratado o seudo tratado McLane-Ocampo, no es defendible; todoscuantos lo han refutado, lo han refu-tado bien; casi siempre han tenidorazón y formidablemente contra él.Estudiándolo hace la impresión de unpacto, no entre dos potencias iguales,sino entre una potencia dominantey otra sirviente; es la constitución deuna servidumbre interminable.38

Sigue diciendo Justo Sierra: “Es un contratoterrible... ¿Puede imaginarse más incali-ficable sumisión que la aceptada por Juárezen este infortunadísimo documento?”39

Don José González, nieto de Jesús Gon-zález Ortega, nos revela un oprobio más:

Ya desde los tiempos de la Guerra deReforma, don Benito Juárez contó conla simpatía de los norteamericanos.Esto que era una verdad en público,encontró cabida en la corresponden-cia personal... el 1° de marzo de 1858el Sr. Miguel López... escribió al señorJuárez felicitándolo por la “adhesiónde los Estados Unidos a su perso-na”, según vemos a páginas 115 dellibro del Dr. Fernando Ocaranza,Juárez y sus amigos.40

Miguel Miramón, en su manifiesto de Gua-dalajara de 1º de enero de 1860, afirmaba:

ya el ministro americano Mr. Forsythhabía propuesto en marzo del añopasado una nueva demarcación delímites, y había intentado seducir elpatriotismo [¿?] del gobierno (conser-

37 Álvaro Matute (1981) México en el siglo XIX,México, UNAM, pp. 489-493.

38 Sierra (1970), op. cit., p. 150.39 González Ortega, El golpe de Estado, p. 172.40 Ibid., pp. 168.

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vador de Félix Zuloaga), indicándoleen la nota que pasó al ministerio, quedebía aprovechar la ocasión que sele presentaba para hacerse de algu-nos millones de pesos en un lancecomprometido, es decir, en la luchaque sostenía contra las fuerzas cons-titucionalistas. Desechada aquellaproposición tan poco digna de unanación, en los términos que sabe laRepública, fue reconocido por el go-bierno de los Estados Unidos el es-tablecido en Veracruz.41

Efectivamente, viendo los norteameri-canos que les fallaban los propósitos queperseguían cerca de Miramón, descono-cieron al gobierno de éste y reconocieronal de don Benito Juárez el 6 de abril de1859. El ministro que comunicó la nuevaal gobierno liberal fue Mr. McLane, quiendijo al señor Juárez:

Confío en que la administración deV. E. en los asuntos públicos de su pa-tria, sea distinguida por la perfeccióny consolidación de aquellos princi-pios de libertad constitucional queforman los elementos fundamenta-les de la verdadera libertad... El pa-triotismo ilustrado y el vivo anhelode V. E., por dichos principios, sonaltamente reconocidos por el pue-blo como por el gobierno de los Es-tados Unidos.42

Esta declaración hace exclamar a JoséGonzález:

¡Qué enorme hipocresía: dirigirse enesos términos al bando liberal, cuan-do uno o dos meses antes habíaprocurado negociar con el bandoconservador – Desde luego, prin-cipiaron los Estados Unidos a impar-tir amplia protección al gobierno delseñor Juárez, y entre otros hechos enque ésta se manifestó podemos ci-tar la actitud de la corbeta americanaSaratoga en Veracruz durante el pri-mer tercio del año de 59... Corres-pondió don Benito a esta buena vo-luntad de los americanos, autorizandoel 1° de diciembre de 59 el TratadoMcLane-Ocampo.43

El siguiente relato de Jorge L. Tamayoconfirma plenamente la especie:

Forsyth, creyendo que la situación ha-bía madurado, el 22 de marzo planteaal secretario de Relaciones Exterio-res del régimen conservador, Luis G.Cuevas, la petición de mover la fron-tera hacia el sur y ceder Baja Cali-fornia, a la vez ampliar y reglamentarel derecho de paso por el Istmo deTehuantepec. Las bases para el trata-do son las mismas presentadas ante-riormente a Comonfort y más tardea Ocampo... Dos semanas después,el 5 de abril, el secretario de Relacio-nes Exteriores del gobierno conser-vador, rechaza categóricamenteexaminar la cesión de territorio... Elgobierno conservador pide su retiro,pero antes de que se conozca elresultado, Forsyth, el 21 de junio,“suspende las relaciones políticasde esta Legación con el gobierno de

41 Miguel Miramón, “Manifiesto de Guadalajara,enero 1° de 1860”, en González Ortega, op. cit.,p. 169.

42 González Ortega, op. cit., p. 169. 43 Ibid., p. 169.

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México hasta recibir instruccionesde su Gobierno”. Estas se le envían el15 de julio, ratificando la determina-ción tomada.44

Las aseveraciones descritas las apoya unacarta que John Forsyth, ministro de Esta-dos Unidos en México, envió a Lewis Cass,secretario de Estado de Estados Unidos, defecha 17 de junio de 1858, en la que que-da de manifiesto tanto la perfidia del Go-bierno norteamericano, como la insolenteinjerencia de ese país en nuestros asuntos:

Un nuevo episodio ha ocurrido en lahistoria de las negociaciones sobrecesión de territorio y, con el fin demantener a ese departamento ente-rado de todo lo acontecido, juzgoconveniente relatarlo. Hace ocho díasrecibí un mensaje del presidente in-dicándonos que la contribución deldecreto del 15 de mayo no habíarendido los resultados esperados porla Tesorería y que no le quedaba otraalternativa que una venta de territo-rio; para disponer de dinero con quesalvar su gobierno deseaba reanudarconmigo las negociaciones recha-zadas hace unas semanas... Asistí a lacita con el general Zuloaga para lasnueve de la noche del día siguiente yen ella el presidente me confirmó elrecado de su mensajero... en doshoras de conferencia me confió susproblemas y necesidades y concluyómanifestando que estaba decidido arealizar ese gran sacrificio por el biende su país y su propia salvación. Leobservé que podrían presentarse

obstáculos en el gabinete y mencio-né la hostilidad del señor Cuevas, engeneral a todo lo que tuviera que vercon el americanismo... Determina-mos un plan definitivo de acción,calculando que toda la transacciónfuera completada con tiempo paraenviar el tratado a Estados Unidos porel vapor del día 21. Decidió que alotro día haría los siguientes cambiosen su gabinete: Elguero saldría de lasecretaría de Gobernación para ir aJusticia, remplazándolo por Pesadoque favorecía en todo esta solución.En esta forma Cuevas quedaría soloen la oposición, y se adhería al pro-yecto o se retiraba… [Quedamos] enque a los dos días me informaría si elasunto estaba arreglado... sin recibirlas noticias que me había prometido...me enteré que le había faltado valorpara poner en práctica lo estipuladoy se disculpó diciendo que el gabinetelo obligaba a hacer un último intentopara poner en vigor la ejecución deldecreto antes de recurrir a tan extre-ma medida.45

El tratado propuesto a Luis G. Cuevas ydirigido a Zuloaga el 22 de marzo de 1858consistía en lo siguiente:

Primero.- El gobierno de los EstadosUnidos propone al de México alte-rar la frontera entre las dos repúblicas,a cambio de una justa compensación.Los nuevos límites serían determi-nados por la topografía del terrenosiguiendo accidentes naturales.Segundo.- Se propone elaborar las es-tipulaciones necesarias para asegurar

45 Ibid., t. 3, pp. 425-426.44 Benito Juárez (1965) Documentos, primera

edición impresa, t. 3, pp. 401-402.

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la satisfacción y pago de todas las re-clamaciones de los ciudadanos decada país contra el gobierno del otro.Y, Tercero.- Asegurar a los ciudadanosy propiedades de Estados Unidos elperpetuo derecho de tránsito a travésdel istmo de Tehuantepec para susciudadanos y propiedades.46

Al fracasar los planes norteamericanosfrente a los conservadores, en carta a LewisCass, secretario de Estado de Estados Uni-dos, de fecha del primero de julio 1858,John Forsyth informa desalentado: “ya esvisible que el presente gobierno no pue-de controlar la situación política ni sentarsu autoridad en todo el país”. Para, conuna visión imperial, declarar insolente-mente que

...un afortunado movimiento liberalen la capital derrumbaría toda la es-tructura del gobierno de Zuloaga...Una revolución, basada en estasideas, está en marcha y casi madurapara estallar... A la vez, puedo decirque algunos de los líderes del nuevomovimiento, se han expresado favora-blemente al tratado de cesión y alpedido de protección a los EstadosUnidos... Mi experiencia me ha ense-ñado que todo los partidos y los go-biernos que se cambian en Méxicoson tan parecidos, que no creo quela política que nuestro gobierno con-sidere conveniente adoptar respec-to a este país pueda variar en esen-cia, ya sea el partido conservador oel liberal.47

En los tratados McLane-Ocampo, se pactala intervención norteamericana a cadamomento en que se vea en peligro “la pazde la república” (léase, el gobierno deJuárez), arriesgándose a perder más de lamitad de nuestro territorio, y a la primeraguerra civil el resto, pues en el tratado deMcLane-Ocampo Juárez no sólo pactóuna intervención sino a cada guerra civilsu correspondiente intervención, todo estoindependientemente de la cesión que sehace tanto del Istmo de Tehuantepec co-mo de la soberanía del estado de Sonoray del territorio de la Baja California: “des-de el primer artículo hasta el último, eltratado es un modelo de crimen político,de indignidad y de desprecio para el de-coro de la nación e integridad de su te-rritorio”,48 resume Bulnes.

Como si no bastara con lo mencionado,el 21 de abril de 1861, una vez concluidala Guerra de Tres Años, y para que a nadiele quedara duda respecto al carácter delgobierno liberal encabezado por Juárez,Francisco de P. Gochicoa, en una circularde la Secretaría de Hacienda, después deseñalar que “el Excmo. Sr. Presidente inte-rino no quiere que sean ocupados losempleos públicos por personas que sehayan hecho indignas de la confianza delsupremo gobierno, por haber vituperadosus actos de una manera pública”, ordenaseparar de sus empleos “a quienes hayanfirmado las protestas hechas contra lasleyes de Reforma”, así como al “trata-do McLane”.49

Las subsiguientes opiniones de Justo Sie-rra, quien busca inútilmente encontraruna justificación a la conducta de Juárez,

46 Ibid., t. 3, pp. 408-409.47 Ibid., t. 3, pp. 440-441.

48 F. Bulnes (1905), p. 469.49 Dublán y Lozano (1897) Legislación Mexicana,

t. IX, doc. 5325.

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representan el asidero de muchos apolo-gistas del oaxaqueño:

Yo busco para mí –nos dice un apa-rentemente consternado Justo Sierra–una explicación de este fenómeno delorden sicológico. [sic] ¿Cómo es quehombres de una moral cívica excelsa,de un patriotismo tal que ha sobre-vivido incólume y espléndido, no sóloa los ataques de estupenda violen-cia de que han sido víctimas en viday muerte, sino al hecho mismo, al actoque constituyó su falta suprema, ac-to de irreductible gravedad para sumemoria, cómo es, en suma, que re-públicos como Juárez, Ocampo, Ler-do, compaginaron esa obra de tanclaro aspecto antinacional?

Justo Sierra realiza esta reflexión solamentepara terminar “descubriendo” algo que niun párvulo creería:

[Juárez tenía] miedo grave, fun-damental a la intervención de Es-paña, que habría concluido con laguerra y aplastado la Reforma du-rante una generación; ese peligro só-lo podía conjurarse, interponiendoentre ella y nosotros a los EstadosUnidos [¡!]; tal era la fatalidad satá-nica de nuestra situación geográfi-ca... nuestros enemigos naturaleseran nuestros amigos necesarios... Lospróceres de Veracruz no encontraronmás que un remedio, decir a EstadoUnidos: lo que queréis tomar por lafuerza... os lo vamos a ceder, por me-dios diplomáticos, para que nos ayu-déis a defendernos contra lo extran-jero y contra nosotros mismos [¡!].

La justificación de Sierra trata de partir dela situación apurada que vivían las tropasjuaristas, pues de acuerdo con él, “enVeracruz se recibió una que lo decidiótodo: Degollado había sido derrotadocompletamente en la Estancia de las Va-cas; Miramón, el invencible, era otra vezdueño del interior. Salamanca, Ahualulco,San Joaquín, Tacubaya, tenían un corona-miento fatal”.50 Lo que aun así no le dabaderecho a Juárez a comprometer la sobe-ranía territorial y comercial del país.

Todavía Sierra se da tiempo para“reflexionar”:

¿Tenía derecho Juárez para celebrarel tratado? Ya lo hemos dicho; nonecesitaba atenerse a las facultadesdadas por el Congreso constitucio-nal a Comonfort en vísperas del gol-pe de Estado: sus facultades todasemanaban de su situación misma,eminentemente legal [¡!] y total-mente anormal [¿?]... no era exac-tamente lo mismo la magistratura deJuárez; no era lo mismo el gobiernopuramente de hecho y exclusiva-mente militar que ejercía el generalMiramón; el de éste era una aven-tura, el del primero una magistratu-ra; venía de una elección [¿?], de unaley [¿?], era un derecho [¿?]51

lo cual, independientemente de las falaciasque contiene la argumentación, revelan undesconocimiento de don Justo respecto altema de lo que representa el patriotismo.

Pero Sierra va más lejos:

50 Sierra (1970), op. cit., p. 152.51 Ibid., p. 153.

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El convenio se compone de cesionesy concesiones; éstas pueden habersido mejores o peores bajo el aspec-to financiero y económico, pero nienvuelven favor o privilegio, ni mer-man en rigor la soberanía, ni cons-tituyen una intervención, ni son enpuridad anticonstitucionales; lascesiones si limitan la soberanía, siresultan en menoscabo de los de-rechos de la nación: verdad es queésta en cualquier tiempo podía re-cuperar su derecho íntegro52

lo que quiere decir que para él los actosde la política pueden ser revertidos consolo negarlos, devolviendo “perfidia porperfidia”, sin reparar en que cuando Es-tados Unidos se llevaron más de la mitadde nuestro territorio no existió poder hu-mano que pudiera reintegrarnos nadaen el agravio.

“El tratado puede resumirse así: un con-dominio dentro del territorio mexicano, enel istmo de Tehuantepec y en la zona ve-cina, o en relación directa con nuestrafrontera del Norte. Un pacto de recipro-cidad de auxilios en la misma frontera [¿?].Una serie de concesiones en el orden fis-cal y mercantil [¿?]”.53 Lo que prueba lopoco que sabía Justo Sierra de cuestioneseconómicas y de soberanías, pues si tansolo hubiera leído la siguiente referencia,no le quedaría duda acerca de los finesdel imperio, Forsyth, en carta enviada aLewis Cass, de fecha 15 de abril de 1858,afirmaba: “los liberales, desde que estánfuera del gobierno, tratan de apoyarse so-lamente en un protectorado americano”.54

Por su parte, el periódico Guillermo Tellde Veracruz, anotaba: “un vecino rico ypoderoso vale más que un desierto de-vastado por la miseria y la desolación”.55

Bulnes critica acremente los tratados:“intervención... desde el momento en quese encomienda al gobierno de los EstadosUnidos cuidar a perpetuidad la conser-vación de la paz en México, con lo queMéxico quedaba sin soberanía, sin honor,sin una piltrafa de vergüenza”,56 pues so-lamente el dejar en manos del Congresonorteamericano la elección de las mer-cancías que han de circular libres de im-puestos por el territorio nacional, ya sean“producto natural, manufacturero o indus-trial”, para dar concreción al artículo 8ºde los tratados, sino el acto mismo depermitir su introducción al país sin cargofiscal, entre muchos otros, pero muy parti-cularmente “las máquinas y aparatos parala agricultura, la industria, la minería, lasartes y las ciencias, y sus partes sueltas opiezas de refacción”,57 en una situación deenorme atraso frente a una potencia eco-nómica que estaba en pleno auge indus-trializador, constituye, por sí sola, unaauténtica felonía, tal que hizo declarara Robert McLane:

el señor Buchanan urgía la adqui-sición de la Baja California... por for-tuna, logré ganar [de Juárez] su con-fianza y benevolencia, así como sudeseo por impulsar la amistad y elcomercio con Estados Unidos, queconsideré resultaría más ventajosa por

55 Ibid., p. 90.56 Ibid., p. 92.57 Juárez (1965), Documentos, t. 3, pp. 757-759.

52 Ibid., p. 155.53 Ibid., p. 156.54 Carlos Sánchez Navarro y Peón, Miramón,

México, Patria, 2a. ed., p. 90.

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medio de relaciones comerciales quepor la adquisición de territorio58

Apunte que irremediablemente nos remitea las palabras que utilizó Al Gore en el añode 1993 de que la firma de un TLC conMéxico representaba para Estados Unidosun negocio mil veces superior a la mismaadquisición de la Louisiana.

En resumen, al ver los norteamericanosque les fallaban los propósitos que per-seguían cerca de Miramón, desconocieronal gobierno de éste y reconocieron al deBenito Juárez el 6 de abril de 1859:

El ministro que comunicó la nueva algobierno liberal fue Mr. McLane, elcual dijo al señor Juárez: “Confío enque la administración de V. E. en losasuntos públicos de su patria, seadistinguida por la perfección y conso-lidación de aquellos principios de li-bertad constitucional que forman loselementos fundamentales de la ver-dadera libertad... El patriotismo ilus-trado y el vivo anhelo de V. E. pordichos principios, son altamente re-conocidos por el pueblo como por elgobierno de los Estados Unidos”…¡Qué enorme hipocresía!, dirigirseen esos términos al bando liberal,cuando uno o dos meses antes habíaprocurado negociar con el bandoconservador – Desde luego prin-cipiaron los Estados Unidos a impar-tir amplia protección al gobierno delseñor Juárez, y entre otros hechos enque ésta se manifestó podemos citarla actitud de la corbeta americana

Saratoga en Veracruz durante el pri-mer tercio del año de 1859... Corres-pondió don Benito a esta buenavoluntad de los americanos, auto-rizando el 1° de diciembre de 1859el tratado McLane-Ocampo.59

EL INCIDENTE DE ANTÓN LIZARDO COMOLA PUESTA EN EJECUCIÓN DEL TRATADO

Mucho se ha especulado con respecto a lavigencia de los tratados; uno de los argu-mentos más socorridos es el de que elSenado norteamericano nunca los apro-bó, sin tomar en cuenta que para el gobier-no norteamericano los tratados eran unacto de rendición de parte del gobiernojuarista, y los actos de rendición no nece-sitan ser ratificados por nadie.

Sutilezas aparte, existe un hecho his-tórico que revela nítidamente que los tra-tados entraron en vigor, como lo revela elllamado “incidente de Antón Lizardo”, enque la armada norteamericana intervinodirectamente a favor del gobierno de Juá-rez en marzo de 1860 deteniendo a doscorbetas conservadoras, salvando así al go-bierno juarista que se encontraba sitiadopor tierra y por mar.

El tratado contenía la posibilidad enor-me de la sujeción de nuestro país al interésnorteamericano. Los hechos ocurridos enel puerto de Antón Lizardo no dejan lugara la menor duda:

Mr. Aldham, comandante del buquede guerra inglés Valorous, anclado enSacrificios... entregó a Miramón copiade un despacho que Lord Russell

59 González Ortega, El golpe de Estado, p. 169.

58 Jorge L. Tamayo (1965) “La misión diplomáticade Robert M. McLane en México”, en Juárez,Documentos, t. 3, p. 842.

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dirigía al encargado de negocios enMéxico... terminaba en esta forma:“Ya estaba empezada esta comuni-cación cuando llegó aquí el mensajedel presidente de los Estados Unidos.El Sr. presidente propone cambiar lapolítica seguida por Estados Unidos,con el objeto de dar al partido liberaldel Sr. Juárez el triunfo sobre el partidoclerical del general Miramón... pocosdías después acaeció lo de AntónLizardo”.60

Miguel Miramón, presidente conservador,deseaba a todo trance apoderarse del sitiodonde Juárez se encontraba; sabedor deque un ataque por tierra dejaría libre a donBenito el camino del mar, dispuso que elasalto se verificase por tierra y por aguaa un mismo tiempo. Al efecto comisionó aTomás Marín para que adquiriese buquesen la Habana “y los dotara con sus co-rrespondientes tripulaciones de manejode combate”.61

Miramón salió de México el 8 de febrerode 1860 y el 26 del mismo se presentóante las murallas de Veracruz: “Allí expi-dió un manifiesto en que brindaba amnis-tía, y en que amenazaba a los que no serindieran con mandarlos fusilar y entregarsus bienes y hogares a la tropa”. El 6 demarzo se presentó Tomás Marín a la vistade Veracruz, comandando dos vapores, elGeneral Miramón y el Marqués de la Ha-bana, con los cuales pasó de largo sin izarbandera, para ir a fondear en el próximopuertecillo de Antón Lizardo. Juárez, si-tiado por Miramón, solicitó el auxilio de laarmada norteamericana para aprehen-der a los barcos del segundo: “Al pedir la

ayuda de la armada norteamericana, Juá-rez deshonró a su gobierno y su nombreante la historia”, escribió Bulnes.62

El autor José González Ortega narra asíel episodio:

Juárez, que había sabido previamen-te los proyectos de Miramón, se habíapuesto en contacto con el gobiernonorteamericano, manifestándole queestaban próximos a llegar dos buquesdel partido conservador, los cualestenían el carácter de piratas porqueno se habían abanderado con el pa-bellón mexicano y porque se propo-nían atacar Veracruz con grave per-juicio de los ciudadanos extranjeros.Con estas razones obtuvo Juárez queel gobierno de Washington dieseorden a sus marinos para que acu-dieran en auxilio del presidente libe-ral. En la noche del 6 de marzo sa-lieron cautelosamente de Veracruz,con las luces apagadas, los barcosWave e Indianola que don Benitohabía comprado y que iban tripuladospor fuerzas mexicanas. El primero re-molcaba la corbeta americana Sara-toga que llevaba tropas norteame-ricanas. Al pasar frente a Sacrificios,las escuadras francesa y española queallí se encontraban izaron sus lucesde situación como señal o saludo alos barcos que partían del puerto;pero éstos no contestaron, sino quesiguieron su rumbo en plena oscu-ridad. Marín declaró... que habién-dose cerciorado que el barco era el

62 Bulnes citado en E. Zondowics, “FranciscoBulnes y su visión de las relaciones diplomáticas enla época de Juárez”, Estudios de Historia moderna yContemporánea de México, México, IIH-UNAM, p. 139.

60 Ibid., p. 172.61 Ibid., p. 25.

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norteamericano Saratoga, suspen-dió la resistencia en virtud de las ór-denes previas que tenía para evitarfricciones con buques de aquellanacionalidad.63

El marino norteamericano que mandabael Saratoga, Mr. Turner, dijo

que había salido de Veracruz a cer-ciorarse sobre la índole de los navíosGeneral Miramón y Marqués de laHabana, en virtud de que no izaronbandera ninguna, y que al aproxi-marse a ellos fue recibido con unaandanada de grueso calibre, la cualoriginó un rápido combate que diopor resultado la rendición de losbarcos conservadores, el apresa-miento de los hombres de su tri-pulación y la captura de los elemen-tos de guerra que conducían... Seacual fuere el que haya principiadoel fuego, lo cierto es que el barconorteamericano, en unión de lasunidades juaristas, navegó en buscade la escuadrilla conservadora y noésta en busca de aquél; y es ciertotambién que Marín fue reducido aprisión en compañía de sus hijos yenviado a Nueva Orleans, en cuyacárcel pública permaneció varios días.

José González, concluye el análisis delincidente de la siguiente forma:

¿Obró Juárez rectamente al acudir atales medios para triunfar de su ad-versario Miramón?... Todo país quelucha contra otro está facultado parallamar en su ayuda a una tercera na-

ción... el derecho internacional deno-mina este procedimiento... “coali-ción” o “alianza”. Pero un partidopolítico que lucha contra otro den-tro de un mismo país, no puedellamar en su auxilio a ninguna fuerzaextranjera, porque de hacerlo atrae-rá sobre sí el dictado de traidor conque el propio don Benito y todos sushombres calificaron a don José Ma-ría Hidalgo, a don Juan N. Almonte,y a quienes ofrecieron a Maximilianoel trono de México a cambio de queviniera a domeñar con fuerzas deFrancia al partido que había sosteni-do la Constitución de 57. Nunca po-drán contestarse airosamente loscargos que se han formulado contraJuárez por lo de Antón Lizardo. Nosólo gestionó la intervención de labandera de las estrellas y de las barrasen beneficio de su persona y de lacausa que defendía, sino que logróque los marinos de Norteaméricaviniesen a ejercer actos de soberaníaa nuestras aguas territoriales.64

Justo Sierra, al referir los mismos hechos,llega a conclusiones sorprendentes:

Miramón había llegado no sin difi-cultad a Veracruz; los liberales leopusieron serias resistencias quevenció encargando sus tropas devanguardia a la impulsiva y ferozenergía de don Miguel Negrete... Porfin los veracruzanos sintieron, másbien que vieron, al ejército de Mira-món entrar en el radio de acción dela plaza, del primero al 2 de marzo[de 1860]; necesitaban apurarse los

64 Ibid., pp. 27-28.63 González Ortega, El golpe de Estado, pp. 25-26.

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reaccionarios [sic]; los días eran porextremo cálidos ya... No habían pa-sado cuatro días desde que las tro-pas tacubayistas habían establecidosus operaciones desde frente de Ve-racruz hasta Alvarado... Presentáronsenavegando de barlovento a sotaven-to dos barcos de vapor, que pasandomuy cerca del fondeadero de lasescuadras extranjeras en la isla deSacrificios, continuaron en pleno díasu marcha hacia la costa próxima.Todo el mundo lo sabía: iban a AntónLizardo, un hermoso fondeadero des-de donde podían ponerse al hablacon el cuartel general de Miramón.Era la famosa escuadra del general demar don Tomás Marín. Con buena an-ticipación, el gobierno [liberal] habíadeclarado que los buques que arma-ba Marín en La Habana, bajo losauspicios del gobierno español, nopodían usar la bandera nacional yque, por consiguiente, no teniendonacionalidad, debían ser conside-rados como piratas [subrayado por elautor]. Marín ancló en Antón Li-zardo, recibió allí la visita de los comi-sionados de Miramón; acordaron queal día siguiente comenzaría el de-sembarque de la considerable pro-visión de proyectiles de sitio quellevaba y de que se habían surtido enlas maestranzas españolas... En Ve-racruz nadie dormía; si esta vez nose sacaba un resultado positivo [sic]del tratado McLane, todo había sidoen vano; era un gigantesco sacrificiode patriotismo [¿?] y de honor sin ob-jeto, estéril, como esa noche del 6 demayo del sesenta... si no era una alian-za, el tratado McLane era un suicidio.

La versión y análisis de Justo Sierra con-cluye de la siguiente manera:

El comandante Turner estaba conven-cido de que era llegado el caso deprestar auxilio al gobierno reconoci-do por el suyo; si los españoles habíandejado armarse la expedición de Ma-rín, con igual derecho debían losamericanos desarmarlas... los ápicesdel derecho, tratándose de nosotros,quedaban fuera de consideración...Turner no sabía, sin embargo, cómoy cuándo debía operar. “Inmediata-mente”, le decían los ministros deJuárez y Zamora y el general La Llave,y él vacilaba... Había esa noche unatertulia en una casa de alemanes... allíhabía cenado el oficial americano...allí lo asediaban las súplicas, las su-gestiones, los planes rápidos de los je-fes reformistas [sic]... A media nocheestaba con su compañero mexicanoa bordo de la corbeta Saratoga; re-molcado por el vapor Wave y llevan-do a un costado al Indianola [buquesmercantes que había adquirido elgobierno de Juárez]... rompieron fue-go sobre el Miramón... lo mismo elMarqués de la Habana... al fin (Marín)rindió sus dos buques... fueron tras-ladados a Veracruz... ¿Había sido unaviolación al derecho de gentes? Enrigor sí, y así lo declararon los mismostribunales americanos. ¿El gobiernode Juárez se podía detener en eseobstáculo? No se realizan con esos es-crúpulos las acciones decisivas; el go-bierno de Juárez no violó derechoalguno; seguro de encontrarse conbuques españoles en frente, recurrióa su natural aliado... Esa noche quedó

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militarmente vencida la reacción; yano tenía ni a los ojos mismos de losreactores ninguna razón de ser... lahistoria no se hace a golpes de lec-ciones de derecho internacional, sinoa fuerza de actos. El de los america-nos pudo ser censurable, admitamosque lo sea: ¿qué importaba eso aJuárez? Lo necesario era servirse deellos y se sirvió en regla. 65

José González, nieto de Jesús GonzálezOrtega, resume así el incidente:

6 de marzo.- Ataque de don MiguelMiramón por tierra sobre Veracruz,donde se encontraban Juárez y susministros. El general mexicano TomásMarín se presentó frente al puerto porórdenes de Miramón, a fin de atacarcon dos pequeños buques, y enton-ces el marino norteamericano Turner,mandando la corbeta de guerra Sara-toga, norteamericana también, atacóla escuadrilla de Marín, se apoderóde ella y salvó a Juárez.66

Los principales jefes del bando liberal quemilitaban en la frontera norte “supusieronque el gobierno de Juárez no respondía alas necesidades del momento”, sino quepor la falta de energía militar que denota-ba su permanencia en Veracruz, “y quizápor sus compromisos con el gobiernoamericano derivados del asunto McLane-

Ocampo... ponía en peligro la causa cons-titucionalista”. Por ello decidieron eliminara Juárez sustituyéndolo con un triunvira-to del que González Ortega habría deformar parte, lo mismo que Pedro Hino-josa, don Julián Quiroga y don DomingoMartínez.67

Esta propuesta fue complementada porel “Plan pacifista” propuesto por SantosDegollado y que dio a conocer por con-ducto de Mr. George W. Mathew, encar-gado de negocios de Inglaterra:

1° Que se instale una Junta compues-ta de los miembros del cuerpo diplo-mático residente en México, inclusoel excelentísimo señor ministro de losEstados Unidos, y de un representan-te nombrado por cada gobierno (li-beral y conservador), declarandosolemnemente que son bases de laConstitución de la nación Mexicana:primera, la representación nacionalen un Congreso libremente electo;segunda, la libertad religiosa; terce-ra, la supremacía del poder civil; cuar-ta, la nacionalización de los bienesllamados del clero; quinta, los prin-cipios contenidos en las Leyes deReforma. 2° la Junta nombrará unpresidente provisional de la Repú-blica... 3° El Congreso... se instalará...a los tres meses de publicada la con-vocatoria. 4° El Congreso nombraráun Presidente Interino... [Al conocerla propuesta] Juárez despojó de sucargo de generalísimo [a Degollado]al hombre a quien hasta entonceshabía dado muestras de confianza, ylo mandó sujetar a proceso. ¿Por cualdelito?, por el de haber ejercitado la

65 Sierra (1970) Juárez, su obra y su tiempo, pp.163-165.

66 González Ortega, op. cit., p. 19. De estoshechos dieron cuenta La Sombra de García, ElGuardia Nacional, y El Pobre Diablo, periódicosprobablemente de Zacatecas; así mismo, Apuntesbiográficos, atribuidos a la pluma de don HilariónFrías y Soto en la Bibliografía de la Reforma, la In-tervención y el Imperio, de Guzmán y Raz Guzmán. 67 González Ortega, op. cit., pp. 28-29.

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libre expresión de pensamiento con-sagrada por el artículo 6° de la Cons-titución cuya defensa había costadotantas y tantas vidas... Juárez podíaperdonar a Degollado cualquier acto,incluso el de Laguna Seca... pero nopodía tolerarle ninguno que se pu-diera traducir en dejar la presidenciade la República. La mentalidad delseñor Juárez cristalizó desde enton-ces, y a ella ajustó sus acciones enlo sucesivo.68

EL GOBIERNO DE JUÁREZ EN 1861Y SU PUGNA CON DIPUTADOS OPOSITORES

Terminada la Guerra de Reforma, el Con-greso se reunió, declarando el día 9 demayo de 1861 legalmente electo pre-sidente constitucional de la Repúblicaa don Benito Juárez. “Sin embargo deello, dos días después, [el Congreso] le hi-zo el poco favor de lanzar un decreto su-poniéndolo capaz de cometer falsedadeslegislativas: ‘Desde el día 9 del presente,dice el decreto, no ha podido el Ejecutivodecretar ni promulgar ley alguna, auncuando aparezca con fecha anterior’”.69 Ensesión de la Cámara, el diputado José Ma-ría Aguirre exclamó en la tribuna:

¿Qué es lo que ha hecho el gobiernoen cinco meses que ha tenido lasfacultades omnímodas? Nada, cierta-mente. ¿O se cree que ahora, comopor encanto, luego que se le con-

cedan esas facultades, ha de hacerefectivo lo que antes no pudo?...¿Cómo se trata de dar facultadesomnímodas al gobierno que allá enVeracruz ha puesto a los pies de losnorteamericanos la dignidad y deco-ro nacional, con el tratado McLane,por el cual se concedía a ellos el de-recho de atravesar armados por laRepública Mexicana?70

Posteriormente el diputado Ignacio ManuelAltamirano, en una sesión del Congresorealizada en el mes de agosto, lanzó estacatilinaria:

“No habiendo, pues, salvado la situa-ción, el gobierno desmerece nuestraconfianza y lo desarmamos. Este esun voto de censura, y no sólo al ga-binete, sino también al presidentede la República, porque en medio detanto desconcierto ha permanecidofirme, pero con esa firmeza sorda,muda, inmóvil que tenía el dios Tér-mino de los antiguos.

La nación no quiere esto, no quie-re un guardacantón, sino una loco-motiva. El señor Juárez, cuyas virtudesprivadas soy el primero en acatar,siente y ama las ideas democráticas;pero creo que no las comprende, ylo creo porque no manifiesta esaacción vigorosa, continua, enérgica,que demandan unas circunstanciastales como las que atravesamos. Yestamos convencidos de que ni consu nuevo gabinete reanimará su ad-ministración, porque en el estado aque ha llegado el desprestigio delpersonal de la administración, toda

68 Ibid., pp. 44-45.69 Ibid., p. 60. “El señor Juárez tenía por sistema

aprovechar el trabajo y el valer de todos en pro del‘Supremo Gobierno’... ¡y el Supremo Gobierno eraél!” (en la misma pagina). 70 Ibid., p. 61.

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transfusión política es peligrosa. Se ne-cesita otro hombre en el poder. El pre-sidente haría el más grande de los ser-vicios a su patria retirándose, puestoque es un obstáculo para la marchade la democracia”. Don Benito noatendió los dictados de la opinión,sino que continuó impasible en la si-lla presidencial.71

Mientras el general Ortega marchaba aZacatecas (para las operaciones contraLeonardo Márquez) en septiembre de1861, continuaba el malestar del país y sehacía patente en sus altas esferas guber-namentales: “Cincuenta y un diputados delCongreso de la Unión enviaron un memo-rial solicitando que don Benito Juárez de-jase la presidencia”, en vista de que nohabía logrado el desarrollo y consumaciónde la Reforma, el alivio de las llagas quevenían minando la existencia social, ni unabuena administración pública:

La gigantesca revolución... ha sido, sí,una revolución social... importa re-cordar que en esa lucha, los que al-canzaron la victoria, los que para ellasacrificaron su reposo y su hacienda,prodigando su sangre, fueron sin dudalos pueblos del interior de la Repú-blica y de la frontera, que en el díadel triunfo depusieron en el altar dela legalidad todas sus conquistas.Esperaron... el desarrollo y la consu-mación de la Reforma... esperaron verorganizar la administración pública...y por la primera vez en la historia denuestro país, el soldado victoriosoacató la ley y cedió el puesto al de-positario del supremo poder de la

nación... la Revolución ha detenidosu marcha; puesto que no ha adelan-tado un solo paso en la esfera admi-nistrativa, la desmoralización se haentronizado en todas direcciones, yluchando el Ejecutivo con la falta ab-soluta de recursos, se ve el país ame-nazado por la guerra extranjera... Estoes porque ha faltado vida y acción enel centro, que ha visto desapareceren cien días inmensas riquezas acu-muladas por el clero en tres siglos dedominación absoluta; que no ha po-dido cumplir una sola de las promesasmil que ha hecho al país… que conel poder omnímodo no ha podidodestruir unas cuantas bandas de fo-rajidos, ni alcanzar siquiera asegurarla vida ni las haciendas de los ciu-dadanos en el centro mismo de laCapital.72

Agregaban los diputados que habiendoperdido su prestigio el Sr. Juárez, así comohabía sido necesaria su presencia en losprimeros días de la Revolución, era unanecesidad imperiosa su separación actual:

“le pedimos... por un acto de nobleabnegación... se separe temporal oabsolutamente de la presidencia dela República, en la que sus virtudesson estériles, y en la que sacrifica consu propia reputación, el porvenir dela República”. Esta solicitud fue fir-mada por cincuenta y un diputados,entre los que figuraron José MaríaCastro, el general Trinidad García dela Cadena, Miguel Dondé, JustinoFernández, Manuel Romero Rubio,

72 Loc. cit.71 Ibid., p. 74.

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Vicente Riva Palacio y don IgnacioManuel Altamirano.73

Como es posible apreciar, existe muchí-sima documentación para continuar for-mándonos ideas precisas acerca de Juárez,pero con lo hasta aquí señalado deberíabastar para colocar a dicho personaje ensu verdadero pedestal, por cierto muy pordebajo de donde lo han querido situaraduladores y panegiristas, no con el objetoúnico de desmitificar al llamado benemé-rito, sino buscando encontrar en la verdadhistórica las razones de nuestro atrasopolítico, pero, sobre todo, tratando deubicar el momento en que se inicia nuestrasubordinación económica y política alllamado gigante del Norte.

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73 Ibid., p. 85.

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